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FUNDAMENTOS TEÓRICOS SOBRE LA HISTORIA LOCAL

(Un aporte para su enseñanza)

Resulta cada vez más interesante e importante el estudio del devenir


histórico de una localidad, comunidad o caserío, porque ello contribuye con
un conocimiento si se quiere más exhaustivo de la realidad que ha
caracterizado la vida de las personas que allí han habitado o habitan. Se ha
llegado a considerar que la mejor manera de obtener una representación
humana en general se logra del estudio de una pequeña comunidad humana.
El devenir histórico de los pueblos a partir del conocimiento de sus
tradiciones, costumbres, toponimia, creencias, habitantes originarios,
artesanía, manera de hablar, origen del lugar, lo mágico-religioso, entre otros
elementos, ha resultado muchas veces de un valor incalculable para quienes
se adentran en la explicación y comprensión del modo de vida de los
pueblos, o eso que el investigador mexicano Luis González González
denomina la micro historia o historia local.
Pero el conocimiento de esta micro historia o historia local no puede
limitarse a un simple ejercicio de erudición, cual cronista parroquiano. Su
conocimiento debe estar en correspondencia con una acción que brinde la
posibilidad de defensa de la identidad cultural de ese pueblo. Que permita
valorar en su justa dimensión los aportes que las luchas y héroes populares
han hecho. Un conocimiento de la historia local que haga posible a la vez su
conocimiento por parte de las nuevas generaciones. Y un conocimiento de la
historia local o micro-historia con el propósito de la transformación social.
Se procede ahora a hacer una breve revisión de esto último que se
viene indicando. El estudio y conocimiento de la historia local o micro-historia
valora en su justa dimensión los aportes que muchos pueblos y sus “héroes”
han hecho. La historia oficial o historia escrita por las élites ha invisibilizado o
negado la acción que diversas comunidades han llevado a cabo en pro de
sus mejoras materiales y espirituales. Acciones que van desde el
enfrentamiento al poder de las clases oligárquicas y sus instrumentos de
dominio hasta aquellas acciones que tienen que ver con la satisfacción de
necesidades inmediatas o reivindicativas. Tanto en aquellas como en estas
acciones suelen destacarse verdaderos luchadores populares. Sanoja y
Vargas señalan: “La historiografía venezolana se ha caracterizado, hasta
ahora, por la exaltación de las élites, de hechos y de individuos singulares.
En esa tarea, muchos personajes provenientes del pueblo, entendido como
la mayoría de hombres y mujeres que han intervenido en la forja de nuestra
nación han sido relegados, olvidados o mal interpretados, sin que se hayan
generado espacios para tratar con esos colectivos, con sus ideas,
creaciones, logros, condiciones de vida, trabajo creativo, luchas sociales y
demás. No existe una tradición historiográfica que aborde de manera
orgánica las luchas sociales de los colectivos populares.” (Sanoja /Vargas. La
Revolución Bolivariana. Historia, Cultura y Socialismo.2015)
El estudio y conocimiento de la micro-historia contribuye a elevar la
estima de la comunidad, del pueblo, al darle protagonismo y generar la
confianza necesaria que le permita emprender nuevas acciones. Permite
también la adecuación del currículo al contexto geográfico e histórico
favoreciendo la identidad del joven con su entorno, sus tradiciones y
costumbres y por ende con la cultura local. Es una alternativa válida para
enfrentar la vergüenza étnica y el creciente desarraigo.
El conocimiento de esta micro-historia o historia local por parte de las
nuevas generaciones es fundamental, urgente, necesario y obligatorio. Se
asiste a una progresiva pérdida de la identidad. En ello juegan papel
importante los medios de comunicación cuyos contenidos programáticos no
reflejan la idiosincrasia del pueblo, con “enlatados” que presentan personajes
e íconos que nada tienen que ver con lo afro e indígena presente en el
proceso de mestizaje vivido por muchos pueblos latinoamericanos. La
pérdida de la memoria histórica representa un serio peligro para la
generación de relevo que en estos momentos se forma en las
instituciones educativas del país: “¿puede uno sorprenderse de que los
niños venezolanos ignoren la historia de su tierra? En una reciente encuesta,
una cantidad abrumadora de niños venezolanos cree que Guaicaipuro es un
premio de la televisión, ignora que así se llamaba el héroe indígena contra la
conquista española.” (Galeano E. El Descubrimiento de América que Todavía
no Fue y nuevos ensayos. Alfadil Ediciones. Venezuela. 1991: 33).
No se trata de un cuestionamiento a ciegas de los medios de
comunicación, sino más bien de un análisis del nocivo papel que muchos de
estos desempeñan cuando su programación está dominada por contenidos
que promueven la discriminación y la violencia sexual y social, la
competencia, el individualismo, en fin, los anti valores. Uno de los elementos
considerados en el diagnóstico para el impulso de los Liceos Bolivarianos –
subsistema que atiende a la población comprendida entre los 12 y los 18
años – tienen que ver con la situación de las y los adolescentes: “La
distorsión introducida en la sexualidad por lo medios de comunicación de
masas y el mercado de sexo ha convertido a esta edad en la más frágil y
vulnerable…” (M.P.P.E Liceo Bolivariano. Adolescencia y Juventud para el
Desarrollo Endógeno y Soberano. Caracas 2006: 25). En este sentido la
televisión y los llamados “cyber” deben ser objeto de una evaluación cuyo
propósito sea la revisión de los programas por ellos difundidos y el impacto
negativo que estos tienen en las y los jóvenes. Un esfuerzo importante se
hizo para el año 2004 con motivo de la discusión y aprobación de la Ley de
Responsabilidad Social en Radio y Televisión cuyo objeto tiene que ver con
la difusión y recepción de mensajes y la responsabilidad de los prestadores
de los servicios de radio y televisión, atendiendo al fomento del equilibrio
democrático, la promoción de la justicia social, la formación de la ciudadanía,
la protección de niños, niñas y adolescentes, la cultura y la educación
encaminados al desarrollo pleno y progresivo de su personalidad.

El estudio y conocimiento de la historia local tendrá como


propósito la transformación social. El investigador colombiano Alfonso
Torres señala: “El pueblo empieza a tener conciencia crítica cuando
comprende su situación y empieza a explicar las cosas desde sus propios
intereses. Para cambiar nuestra situación es necesario conocerla, y para
conocerla adecuadamente es necesario analizar las fuerzas históricas que
condujeron a ella.” (Torres A. 2007: s/p)
La historia local investiga en las vicisitudes de una localidad
determinada desde tiempos pretéritos hasta el presente. Interroga acerca de
sus personajes y las acciones que han tenido lugar en la comunidad.
Considera lo geográfico, la labor productiva, los lazos de parentesco que han
existido y existen y otros aspectos socio-organizativos y valores culturales en
diversos momentos. Testimonios y reliquias constituyen elementos para la
valoración de la vida local. Determinados acontecimientos, imágenes o
evocaciones, por muy elemental que puedan parecer, pueden servir de
información para acercarse a la comprensión de la historia de una localidad o
comunidad.
El historiador mexicano Luis González, citado en el “Manual
Organización de los Archivos de los Consejos Comunales y de la Guía
General de Fuentes para el Estudio de la Historia Local”, habla de una
“visión popular de la historia, que intenta salvar del olvido la parte del pasado
propio que está fuera de uso. Es la que busca mantener el árbol ligado a las
raíces. La que nos cuenta el pasado de nuestra vida diaria, del hombre
común, de nuestra familia y de nuestro terruño. Su manifestación más
espontánea es la historia pueblerina o micro historia, o historia parroquial o
historia matria, es decir aquella historia que asocia la patria chica con el
amor a la madre, contraponiéndola a la historia patria, aquella de los grandes
espacios, héroes y acontecimientos.” (M.P.P.C 2008:48)
Contempla el Sistema Educativo Bolivariano la pertinencia de la labor
educativa con respecto al entorno donde se encuentra la institución (escuela
o liceo). Para ello el desarrollo de los proyectos de aprendizajes (P.A) juega
un papel fundamental. Dichos proyectos se llevan a cabo una vez que se ha
hecho un diagnóstico y valoración de las potencialidades presentes en la
comunidad. Esta estrategia de enseñanza permite al estudiante planear y
evaluar proyectos que tienen aplicación en el mundo real, es decir, con
pertinencia. Dentro de ese diagnóstico y valoración el conocimiento de la
historia de la comunidad o historia local por parte de las y los estudiantes es
esencial. No solo por el hecho de contribuir con la transdisciplinariedad de
las áreas del conocimiento, sino también – y es lo importante – contribuir
con la identidad cultural local.

Presentar un estudio exhaustivo sobre la evolución de la enseñanza


aprendizaje de la historia en Venezuela exige una profundidad de análisis
que rebasa los propósitos de este trabajo. No obstante, se abordan aquellos
elementos puntuales que han caracterizado dicha evolución sin obviar, por
supuesto, el carácter que ha tenido esa historia que se ha enseñado desde el
momento mismo en que el continente es sometido al dominio del colonizador
europeo. Tal dominio supuso la imposición de las “normas” y las “lógicas” de
aquel sobre los diversos colectivos humanos que habitaban este territorio.
Por tanto, la educación como vehículo político e ideológico del Estado va a
estar en función de una enseñanza que responderá a los intereses de una
determinada clase social. El profesor Pedro Pablo Linarez lo plantea en estos
términos: “En el caso concreto de nuestro continente lo que se conoce como
historia es la concepción que occidente tenía y sigue teniendo de la
racionalidad de su pasado, de manera tal que bajo esa perspectiva la historia
de América y Venezuela comienza con la invasión europea… nuestros
historiadores única y exclusivamente se han dedicado a escrudiñar la historia
de la dominación para justificar la razón de ser de ésta, e imponerla como
‘única y obligatoria’ al mismo tiempo que la historia de los otros, la de
nosotros, ha quedado guardada en nuestra memoria colectiva (…)Porque es
un hecho ciertamente comprobado que desde sus orígenes en la
antigüedad, pasando por los anales medievales, las crónicas coloniales y las
academias oficiales, hasta las universidades contemporáneas, la historia
escrita a tendido a identificarse o ha sido cómplice con el proyecto histórico
de la clase en el poder” (Linarez. P 1995: 25 y 26).
Así también hay que considerar que el estudio de la evolución de la
enseñanza de la historia en Venezuela no está exento del estudio de la
evolución de la misma educación. Una educación que en el llamado periodo
colonial estuvo orientada a la formación de sacerdotes, monjes, militares,
abogados entre otros y con un marcado desprecio por aquellos oficios que
implicaban un esfuerzo físico (talabartería, agricultura, mecánica, panadería,
sastrería y otras) que era precisamente el trabajo llevado a cabo por pardos,
mestizos, indígenas, mulatos y esclavos. Una educación cuyo pensum
contemplaba la enseñanza religiosa, la enseñanza de la gramática, la moral,
idioma latino y algunos rudimentos de teología. A comienzos del siglo XVIII la
Universidad de Caracas, creada bajo el reinado de Felipe V, ofrecía las
siguientes clases: Teología de prima, Teología de vísperas, Cánones,
Instituto de Leyes, Teología moral, Filosofía, Medianos y mayores, Gramática
de menores y Música. Después vinieron las Clases de Escritura, Filosofía
escolástica de dominicos, Medicina y Mínimos de gramática. De los estudios
de historia se conoce que esta se realizaba a partir de la gramática, pero era
una historia referida a las historias profanas, historias sagradas y religión. Sin
embargo, Arístides Rojas en su libro Orígenes Venezolanos hace una
interesante observación: “El señorío de Caracas prefería para sus hijos,
antes que un título científico, un grado militar, posponiendo así el estudio de
las bellas letras y de las ciencias al ejercicio de la equitación y de las armas”
(Rojas. A. 2003: 242)
La enseñanza de la historia en Venezuela no es ajena a la discusión
que sobre su metodología o su didáctica se ha planteado en determinados
momentos. Y ello ha contribuido con la actitud que las y los estudiantes han
tenido ante su estudio, llegándola muchas veces a calificar como una
“materia aburrida” en donde hay que leer mucho y aprenderse de memoria
una serie de datos, nombres y fechas. Este criterio no es casual, responde a
una concepción que durante mucho tiempo ha prevalecido y en donde se ha
impuesto una visión interesada de los estudios de la Historia Patria, nombre
con el cual también se le ha conocido. Darío Betancourt Echeverri en su libro
“Enseñanza de la Historia en 3 Niveles” señala lo siguiente: “En la
enseñanza de la historia en los niveles básicos y secundario han
predominado el relato descriptivo y narrativo y la sobrevaloración del papel
jugado por los aspectos heroico, católico, partidista y militar – ambos
características básicas de una ideología romántica y tradicionalista que
considera a dichos factores como constitutivos de la explicación histórica –
atributos que condujeron a la familiarización con el concepto de ‘Historia
Patria’ reivindicadora de virtudes morales que a cambio de basarse en la
igualdad entre los hombres lo hace en los individuos superiores, en las
personalidades recias, en los hombres impositivos, en los héroes militares y
civiles, relegando a los hombres del pueblo, a quienes hace aparecer
plagados de vicios y culpas opuestas.” (Betancourt. D. 1995: 32)
Esa historia oficial inculcó a muchas generaciones de venezolanas y
venezolanos la concepción de un héroe que estaba por encima del bien y del
mal, personajes cuyas acciones los alejaban años luz del pueblo y cuyo que
hacer nada tenía que ver con la realidad política, social y económica en que
éste se desenvolvió. Textos como “Venezuela Heroica” se inscriben allí, con
el debido respeto hacia su autor Eduardo Blanco. Es decir, durante mucho
tiempo se manejó la enseñanza de la historia a partir del accionar individual
de alguien que, como es lógico pensar, requirió del concurso de un colectivo,
pero a este colectivo siempre se le invisibilizó. Esta concepción de la historia
se le conoce como positivista y tuvo entre sus más connotados exponentes a
José Gil Fortoul.
José Leonardo Chirinos no hubiese hecho posible su alzamiento en la
Sierra de Falcón sin el concurso de los negros esclavos que se oponían al
maltrato al que estaban sometidos por parte de los dueños de haciendas;
Josefa Camejo organiza la resistencia y defensa de Coro una vez que suma
para sus filas contingentes importantes del pueblo; el ejercito que acompañó
a Simón Bolívar en campañas de libertad e independencia estaba constituido
por soldados provenientes de sectores campesinos, indígenas, esclavos,
llaneros y oficiales; Ezequiel Zamora, líder de las luchas campesinas de la
Venezuela de mediados del siglo XIX le acompañaban hombres y mujeres
que exigían su derecho a la tierra. Chávez no retorna al poder el 13 de abril
de 2002 luego del golpe perpetrado en su contra por la oligarquía criolla y la
C.I.A, sin la valiente e impetuosa salida a las calles del pueblo venezolano
que reclamaba su presencia en el Palacio de Miraflores.
Para finales de los años sesenta y comienzo de los años setenta el
historiador venezolano Germán Carrera Damas en su libro Metodología y
Estudio de la Historia realiza importantes críticas a la manera como se ha
venido manejando la enseñanza de la historia en el país en relación con el
sistema educativo en general, la formación de los estudiantes que cursan
dicha carrera en la universidad y la desvinculación de la labor investigativa
de la labor docente: “La enseñanza de la historia adolece, actualmente, de
las fallas propias de un sistema educativo general que no se distingue por su
racional concepción y su precisa y clara orientación”(Carrera.D. G.1968: 314)
Ha existido también una enseñanza de la historia nacional que se ha
debatido entre ser meramente narrativa o descriptiva o interpretativa. Tal
disyuntiva obedece más a disquisiciones de índole académica y a enfoques
unidireccionales del asunto que al interés por desarrollar una enseñanza de
la historia que tenga determinada pertinencia e impacto en la memoria
colectiva. “Hacer memoria es hacer historia. La historia la hacemos dos
veces, cuando la ejecutamos con nuestros actos presentes, y cuando la
recordamos para guiar nuestros siguientes actos. Sin memoria el hombre
sería incompleto, porque no sabría qué sigue siendo ni qué puede ser
seguidamente (…) Ello significa sacar la Historia de los claustros en la que
sólo unas pocas eminencias la deciden, la interpretan y la adormecen, para
por el contrario hacerla pública, es decir, social. Devolverla como conciencia
de sí mismos a los miles de hombres y mujeres que la hicieron en los hechos
y en el tiempo, es decir, el pueblo de Venezuela y de Latinoamérica.”
(MEMORIAS DE VENEZUELA.Nº1.2008: 02)
Las clases que históricamente han detentado el poder saben muy
bien – como ya se ha señalado – que la historia forma parte de esos
mecanismos ideológicos que permiten justificar ese poder. Por tanto, el
Estado busca mantener el control de toda indagación que está orientada a
hurgar en el pasado. Teniendo presente ello han apelado a diversos
mecanismos, como por ejemplo:
a) Convertir la historiografía en tarea de una élite; reducen la producción del
saber histórico a un grupo minúsculo de pensadores e intelectuales
considerando de esta manera que el ciudadano de a pie, común y corriente
no está apto para producir conocimiento histórico.
b) La realidad popular ha estado excluida en la historiografía; sectores
importantes del pueblo, sectores desposeídos, han sido invisibilizados por
esta historiografía. Explotados y dominados no son sujetos protagónicos de
la historia, carecen de identidad, son, a decir de un dueño de un medio de
comunicación televisivo, “hordas desdentadas que cargan en el bolsillo un
pedazo de pan y una carterita de ron.” De acuerdo con esta historiografía la
memoria colectiva popular es subvalorada, excluida, ridiculizada, calificada
muchas veces como “pintoresca” o “primitiva”.
c) Se ha pretendido encubrir el carácter ideologizante de la historiografía; tal
propósito se ha hecho con el manoseado argumento de “objetividad” o
“neutralidad de las ciencias”. Evidentemente que el objetivo es evitar a como
de lugar que las clases populares adquieran conciencia del carácter histórico
y cambiante de la sociedad y de su capacidad de transformar esta.
Fundamentos teóricos-metodológicos del proceso de enseñanza y
desarrollo de la historia local.

¿Qué elementos se encuentran cuando se estudia la historia local de


una determinada comunidad? ¿Qué factores han influido en los cambios
sociales, espirituales, culturales, políticos, administrativos y económicos que
se han operado en esa comunidad? ¿Cómo han sido asimilados por los
habitantes de esa comunidad estos cambios? Estas y otras interrogantes
constituyen motivos suficientes para el estudio de la historia local de una
determinada comunidad con el propósito no solo de cumplir con una
exigencia académica, que es muy válida también, sino como una manera de
contribuir en la defensa de la memoria colectiva, olvidada durante mucho
tiempo, pero que a su vez esta memoria sea conocida por las nuevas
generaciones. Por ello desde el punto de vista pedagógico-educativo, el
conocimiento de esa historia local es importante pues así se abre una opción
que haga posible la pertinencia de los aprendizajes.
El Sistema Educativo Bolivariano contempla el desarrollo de los
Proyectos Educativos Integrales Comunitarios (P.E.I.C) como estrategia de
aprendizaje que permite el conocimiento y la valoración de las
potencialidades y fortalezas presentes en las comunidades, y cómo estas
potencialidades y fortalezas pueden estar en función del trabajo de formación
que se desarrolla desde la institución. De allí que se hable también del
desarrollo de un currículo contextualizado. Por tanto la historia local juega un
papel fundamental. Arístides Medina Rubio considera que una manera de
motivar a los jóvenes para el estudio de la historia es precisamente a partir
del estudio de la historia de la patria chica: “… la historia local, parroquial o
microhistoria, constituye una motivación indubitable para llegar al
conocimiento, al cultivo y al uso de las historias mayores…” (Medina R. A
1986: 30). Se puede considerar que esta es una manera de mantener la
vinculación de las personas con sus raíces y para que estas aprendan a
amar y comprender el pasado y a partir de allí se valore y comprenda la
historia nacional. Ha sido precisamente la omisión durante mucho tiempo en
los textos de historia de esa historia chica, menuda o microhistoria, lo que ha
contribuido con el rechazo que han manifestado en no pocas veces las y los
estudiantes al no encontrar pertinencia de unos estudios con respecto a la
vivencia y cotidianidad comunitaria.
No se trata de un rechazo o negación per se del estudio de la historia
nacional o universal. Cómo tampoco se trata de una especie de chovinismo
parroquiano, por llamarlo de alguna manera. La historia nacional así como la
historia universal está llena de acontecimientos y de aportes que han
ayudado al avance de la humanidad. Sin embargo, se trata de hacer énfasis
en el eje de estudio de la historia local que es precisamente el contexto
donde tiene lugar el hecho educativo. Es una manera de aclarar y vivificar la
historia general, analizando aquellos acontecimientos que han despertado el
interés de los antepasados de las y los estudiantes.
Apoyarse en aquellas personas de la localidad para la interpretación y
apreciación de los hechos que han tenido lugar en la comunidad, constituye
un valioso recurso que no puede ser descartado en ningún momento. Pero si
esta estrategia es complementada con el uso de documentos que van desde
fotografías, afiches, banderines, declaraciones de prensa, documentos
escritos, datos locales, planos, mapas, grabaciones, objetos, instrumentos,
mobiliario, maneras de hablar, restos arqueológicos, toponimia, pequeños
recorridos y otros; el interés que se despierta entre las y los estudiantes por
ese “atractivo local” es mayor y ello pudiera redundar en motivación por
conocer la historia nacional. “Si una lección puede apoyarse sobre hechos o
monumentos locales, es una manera hábil de despertar el interés con ese
atractivo local, para dar sentido a la historia nacional (…) con la tendencia
socio-económica de la historia, las posibilidades que ofrece la historia local
son mayores, y la historia social se escribe a la luz de la investigación local.”
(Peinado. H.1996: p.s 62 y 63)
La enseñanza y desarrollo de la historia local entre las y los jóvenes y
concretamente, entre las y los estudiantes que se inician en el nivel de
bachillerato, abre la posibilidad al Sistema Educativo Bolivariano de ir
materializando las categorías de la Nueva Escuela establecidas en la
Educación Bolivariana. A saber: a) La Escuela, espacio para la producción y
la productividad; b) La Escuela, espacio para la paz; c) La Escuela, espacio
de formación integral; d) La Escuela, espacio de creación y creatividad; e) La
Escuela, espacio de salud y vida; f) La Escuela, como centro del quehacer
comunitario; g) La Escuela, espacio de comunicación alternativa y h) La
Escuela, espacio para las Tecnologías de la Información y la Comunicación.
En la medida en que se profundice y desarrolle el estudio de la historia local,
en esa misma medida debería crearse una especie de sinergia entre las
categorías antes mencionadas, que permita una comprensión de la relación
existente entre la realidad local e inmediata y la realidad general o totalidad,
es decir, cómo dialécticamente lo universal se materializa en lo particular y
viceversa.
Si se tiene en cuenta que en la historiografía que hasta ahora han
desarrollado una “elite de intelectuales” y “pensadores” se invisibilizan
amplios sectores populares y las luchas llevadas a cabo por estos, entonces
la enseñanza y desarrollo de la historia local debe partir por reconocer que
hay una historia que puede construirse “desde abajo”, que es posible
plantearse una recuperación colectiva de la historia con la debida reflexión
sistemática que ello implica. El escritor uruguayo Eduardo Galeano lo
expresa así: “… los testimonios de la gente que de mil modos expresa sus
lastimaduras y sus esperanzas frecuentemente resultan más elocuentes y
bellos que las obras escritas ‘en nombre del pueblo’.” (Galeano. E. 1991: 13)
La historia oficial ha negado siempre en los sectores populares su carácter
de transformador social, es decir, su historicidad, y en su lugar ha
magnificado la identidad de las élites dominantes y ello ha sido recogido en
los textos escolares. Todavía en las instituciones educativas venezolanas un
alto porcentaje de los libros de la historia nacional mantienen viejos
esquemas de contenido, donde los aportes hechos por los grupos indígenas
y afrodescendientes son minimizados, cuando no interesadamente
ignorados. Esa historia oficial habla de una identidad nacional haciendo
abstracción de las particularidades y dinámicas existentes en cada región del
país y del continente. Es una manera de pretender borrar las diferencias
entre las clases dominantes y las clases dominadas con un falso ropaje de
identidad nacional. La identidad no sólo se nutre del pasado, esta se
alimenta también de las luchas del presente y de lo que se proyecta hacia el
futuro.
La enseñanza y desarrollo de la historia local debe aportar
instrumentos conceptuales y metodológicos para el análisis de lo social en
tiempo pasado, presente y futuro. Este proceso debe tener un carácter
educativo en todo su desarrollo, desde su comienzo hasta su final.
La enseñanza y desarrollo de la historia local debe permitir entender
que no existen pueblos superiores y pueblos inferiores. Los estudiantes, las
nuevas generaciones deben entender que todos los pueblos poseen igual
dignidad, que reúnen las mismas potencialidades y todos los seres humanos
pueden y deben alcanzar los mismos niveles de desarrollo social. La historia
oficial ha enseñado a muchas generaciones que existen pueblos civilizados y
pueblos bárbaros, pueblos salvajes y pueblos cultos y desarrollados. “Las
condiciones materiales y las circunstancias históricas han hecho que unos
pueblos tengan determinados logros y otros pueblos otros, o que unos se
hayan desarrollado a costa del empobrecimiento y sometimiento de otros,
pero en esencia son iguales y sus posibilidades intrínsecas de desarrollo son
análogas.” (Rápale. S. 2005: s/p).
La enseñanza y desarrollo de la historia local debe ser asumida como
una herramienta para la transformación social. Tal hecho viene dado porque
en la medida que el pueblo adquiere una conciencia crítica sobre su
situación, en esa misma medida busca explicación de las mismas desde sus
propios intereses. Esa búsqueda de posibles causas de determinados
hechos sociales lleva necesariamente a conocer las fuerzas históricas que
condujeron a tal situación. Por ello, cuando desde esta perspectiva se
escudriña en el pasado hay una intención: su carácter movilizador y
liberador. Es decir, el pasado va a servir de acicate a las luchas del presente.
Este elemento diferencia claramente el propósito de la historia oficial con
respecto a la historia local. Mientras que para la primera el propósito es un
ejercicio de erudición y la simple evocación de determinados hechos, para la
segunda su propósito es el de la eficacia política.
La enseñanza y desarrollo de la historia local debe permitir aprender
de la experiencia de otras comunidades y otros pueblos. Esto tiene como
objetivo aprender de las experiencias históricas de comunidades y pueblos
hermanos, pero también es una manera de entender la interrelación que
existe entre uno y otro factor que en determinado momento pueda estar
incidiendo en el desarrollo de la dinámica misma de los hechos.
Aparte de lo señalado hasta ahora es bueno agregar lo siguiente. En
Venezuela hay muchas poblaciones, barrios, caseríos y comunidades que
desconocen toda la rica historia del sitio donde viven.
Muchos jóvenes, sobre todo la población adolescente, están siendo
bombardeados continuamente por una televisión cuyos contenidos
programáticos obedecen a patrones culturales foráneos, que imponen
maneras de pensar, conductas y vocabularios ajenos a nuestra realidad.
Aunque existe la llamada ley RESORTE (Responsabilidad Social en Radio y
Televisión) para reglamentar la programación de los medios de
comunicación, muy poco es lo que se ha hecho hasta ahora. A esto se suma
la falta de control sobre la televisión por cable o satelital cuyo monopolio a
nivel mundial lo tiene USA con casi el 80%. Responsabilidad importante
sobre este delicado aspecto tiene la familia por ser esta el núcleo donde se
fundamentan los patrones morales, culturales y educativos de niños, niñas y
adolescentes. Al respecto el artículo 347 de la Ley Orgánica para la
Protección del Niño y del Adolescente (LOPNA) aborda lo relativo a la patria
potestad e indica lo siguiente : “Se entiende por patria potestad el conjunto
de deberes y derechos de los padres en relación con los hijos que no hayan
alcanzado la mayoridad, que tiene por objeto el cuidado, desarrollo y
educación integral de los hijos.”
Es importante que a partir del estudio y desarrollo de la historia local
se valoricen los testimonios que las personas de la comunidad puedan
brindar a las nuevas generaciones. Esto ayuda a reforzar la identidad local y
la estima de la persona que brinda su relato al verse reflejado y reconocido
en determinada experiencia, aparte de ser un vehículo importante de
socialización.
Con el estudio y desarrollo de la historia local se revalorizan
conocimientos, técnicas y aprendizajes del pasado y que muy bien pudieran
ser utilizados como respuesta o solución a problemas del presente.

Desempeño cognitivo de las y los estudiantes en el proceso de


enseñanza-aprendizaje de la Historia Local.

Constituye elemento fundamental en la formación de la y el estudiante


el conocimiento de la evolución histórica del entorno inmediato donde ella y
él se desenvuelven. Este entorno estará constituido por la familia y la
comunidad, y se refuerza dicho conocimiento con la labor pedagógica que
desde la institución educativa debe realizarse como una manera de fortalecer
la identidad local, el sentido de pertenencia y la pertinencia curricular.
De esta manera la y el estudiante valorará la realidad social de su
localidad, de la región y de la nación. Y para ello es necesario que se
emprendan acciones que vinculen al estudiante con su entorno como una
opción que garantice el desarrollo de la conciencia histórica y el ejercicio de
la soberanía nacional. En este sentido se está hablando de un perfil que
debe tener la egresada y el egresado del Liceo Bolivariano: “… identidad
venezolana, con visión latinoamericana, caribeña y universal…
reconocimiento, respeto y valoración de las manifestaciones artísticas,
culturales y otras del acervo histórico cultural de su localidad… valorar a su
familia, al liceo, la comunidad, el país y al planeta. Reconocimiento de las
potencialidades y riquezas productivas de la diversidad del territorio
geográfico, local, regional, nacional y universal para el desarrollo endógeno
sustentable y tecnológico.”(MPPE. Liceos Bolivarianos. Currículo y
Orientaciones Metodológicas. P.12,13 y 14. 2007)
El Sistema Educativo Bolivariano asume las dimensiones de la
integralidad humana del saber, hacer y convivir en la perspectiva de la
formación del ser. Se propone la formación de un ciudadano y una ciudadana
que se valore a sí mismo y a su propia comunidad. Todo ello con una visión
integral del que hacer humano. Por ello la labor pedagógica y/o educativa
debe tener presente un currículo que responda a las necesidades del
estudiante y al contexto socio-cultural donde ella y él se desenvuelven para
así garantizar un aprendizaje con pertinencia y poder tener una educación en
función de la vida. Es responsabilidad del estado venezolano la planificación,
ejecución y coordinación de las políticas y programas relativos al desarrollo
socio-cognitivo integral de ciudadanos y ciudadanas para superar la
fragmentación y la atomización del saber; para superar la separación de las
actividades manuales e intelectuales. Es necesario que la y el estudiante
haga la debida aprehensión de aquellos elementos que hasta ahora los
textos de historia han relegado a un segundo plano o no le ha dado la debida
importancia. Toca al docente tener muy en cuenta los objetivos que se
propone la educación bolivariana en lo concerniente al trabajo con
adolescentes que no es otro que la formación del joven con conciencia
histórica e identidad. La Ley Orgánica de Educación en su artículo 15,
numeral 3 así lo expresa: “Formar ciudadanos y ciudadanas a partir del
enfoque geohistórico con conciencia de nacionalidad y soberanía, aprecio
por los valores patrios, valorización de los espacios geográficos y de las
tradiciones, saberes populares, ancestrales y particularidades culturales de
las diversas regiones del país…” (Ley Orgánica de Educación. Asamblea
Nacional de la República Bolivariana de Venezuela. 2009. p.18y19)
Para las nuevas generaciones es una urgencia el conocimiento
absoluto del entorno local para fortalecer su identidad y allí el elemento
cultural puede convertirse en factor de resistencia ante la avasallante,
desenfrenada e irracional penetración cultural foránea. Hoy día asistimos a la
llamada guerra de cuarta generación y este enfrentamiento tiene lugar en el
dominio y manipulación de la mente humana. Por supuesto, una mente
inerme y sin la debida reserva moral y pedagógica es presa fácil de sucumbir
ante la acometida ideológica que los centros del poder imperialista
desarrollan para mantener el dominio sobre millones de seres humanos en el
planeta y donde la población adolescente es la más vulnerable. Hacer
posible el principio martiniano que señala: “Ser cultos para ser libres”.
Las estrategias educativas que sobre el conocimiento de la historia
local deben plantearse maestras y maestros han de permitir el que las y los
estudiantes tengan un conocimiento sobre sus antecedentes inmediatos
como una manera de personalizar el mensaje. Especie de árbol genealógico
donde destaquen aquellos elementos que puedan ser útiles en el
conocimiento de la historia local.
Debe la y el docente hacer posible en la y el estudiante el
conocimiento que va de lo conocido a lo desconocido mediante el ejercicio
del análisis y la reflexión, el conocimiento del todo y las partes.
Ahora bien, necesario es también contar con la técnica adecuada para
la investigación de la historia local. En este sentido el doctor Medina Rubio
indica de manera esquemática las etapas generales de una investigación en
Historia Local y Regional: “1.- Delimitar el tiempo y el espacio. 2.- Localizar
Fuentes Regionales y Locales de Información. 3.- Aplicar estrategias de
recolección de datos sobre Historia Local y Regional. 4.- Procesar y Analizar
la Información. 5.- Verificar y Corregir. 6.- Presentar la Historia Local en la
Comunidad.” (Medina. A. Manual de Historia Local. Ministerio de la Cultura.
Caracas 2005. p16)
Para cada una de estas etapas la labor de un equipo donde estén
presentes docentes, estudiantes y actores de la comunidad es de un valor
inmenso. Ello impediría limitar el trabajo a un solo factor y garantizaría una
interpretación más completa sobre un hecho dado porque diversos puntos de
vistas estarían haciendo sus aportes respectivos.

Mervin Rodríguez
Noviembre 2010.

Referencias Bibliográficas:
– Galeano E. El Descubrimiento de América que Todavía no Fue y
nuevos ensayos. Alfadil Ediciones. Venezuela. 1991
– M.P.P.E Liceo Bolivariano. Adolescencia y Juventud para el Desarrollo
Endógeno y Soberano. Caracas 2006.
– Torres A. 2007
– M.P.P.C 2008
– Linarez. P 1995
– Rojas. A. 2003
– Betancourt. D. 1995
– Carrera.D. G.1968
– MEMORIAS DE VENEZUELA.Nº1.2008
– Sanoja/Vargas La Revolución Bolivariana. Historia, Cultura y
Socialismo. 2015. Monte Avila Editores Latinoamericana. Tomo III

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