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Vocación de servicio.
Fallecimiento y canonización.
Este famoso pozo, donde cientos de devotos dejan sus cartas con pedidos a la
religiosa, alberga un episodio en la historia de Santa Rosa.
Se dice que como una forma de penitencia, ella usaba una faja de hierro en su
cuerpo y cuya llave la arrojó a dicho pozo. Su familia le pidió que se sacara este
cinturón pero ya no lo podía hacer. Santa Rosa fue a llorar y orar al pozo y
milagrosamente este se abrió.
Su verdadero rostro.
El santuario.
Sus planes eran desembarcar allí y saquear Lima con la ayuda de 300
hombres, que navegaban junto a él en seis navíos a su cargo.
Luego de oír los relatos de sus milagros, el Sumo Pontífice habría dicho:
“¡Hum! ¡Patrona y Santa! ¿Y Rosa? Que lluevan flores sobre mi escritorio
si es verdad”. Entonces comenzó a caer sobre la mesa del Papa una lluvia
de rosas que lo dejó estupefacto.
Fue así como entonces aprobó su canonización, y la joven Isabel Flores
de Oliva pasó a llamarse Santa Rosa de Lima.
Otro de los milagros por los cuales creció el fervor de los limeños hacia
Santa Rosa fue la sanación de los enfermos, valiéndose de una estampita
de Jesús al que llamaba “niño doctorcito” y rezaba diariamente.
De acuerdo con las historias que se cuentan sobre estos milagros, Santa
Rosa era devota del Niño Jesús y tenía en su casa una imagen del Divino
Niño.
Los enfermos acudían a ella en busca de cura o consuelo para sus males.
Ella amablemente encomendaba su curación al “doctorcito”. A partir de
allí, la fe católica en el Divino Niño se extendió por todo el continente.
4- La aparición al pueblo filipino y su protección
durante la II Guerra Mundial
Mientras las tropas del Ejército imperial avanzaban cerca de ese lugar, la
santa peruana hizo su aparición y los condujo hasta un templo cercano
donde les ofreció refugio y alimento.
Se dice que una bella dama vestida con túnicas blancas y negras los guió
hasta la iglesia, en la parroquia de Santa Rosa.
Una vez dentro ella les ofreció abundante pescado y arroz. Los
agradecidos desplazados caían de rodillas al ingresar al templo y
reconocer su imagen presidiendo el altar.
En esta huerta ella cultivaba con esmero y amor sus flores multicolores,
de exquisito perfume y belleza sin igual.
Un viejo árbol de limón, que según la leyenda fue secado por el Diablo
molesto porque Santa Rosa no le hizo caso en una de las tantas veces que
la intentó tentar, fue revivido por ella siendo niña y siguió dando frutos.
Sin embargo, los devotos quisieron quedarse con una parte del árbol de
limón y le fueron arrancando sus hojas y ramas hasta dejarlo inerte. Del
árbol solo se conserva su tronco como testigo del milagroso hecho.