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I. INTRODUCCIÓN.
Tenemos una muy particular resolución Casatorio (CAS. N° 1242-2010 LIMA), en la que
la parte demandada invoca una supuesta nulidad del acta de conciliación bajo el
argumento que el acta de conciliación presentada por los demandantes como requisito
de procedibilidad carece de uno de los requisitos esenciales de validez señalados en el
inciso g) del artículo 16° de la Ley N° 26872, es decir, los demandados –que
previamente actuaron como invitados en el procedimiento conciliatorio extrajudicial-
señalan que en el acta de conciliación no se consignaron los hechos expuestos por el
invitado como sustento de su probable reconvención, así como la descripción de la o las
controversias correspondientes en ambos casos, siendo que esta omisión ha dado lugar
a la nulidad documental del Acta y que, argumentan, no puede ser considerada como
título de ejecución, ni posibilita la interposición de la demanda.
Pero otro tema importante que se aprecia como consecuencia procesal de una
afectación de nulidad documental de un acta de conciliación es el hecho de que cuando
esta nulidad sea advertida –tanto por las partes o por el juez- cuando esta acta sea
presentada como requisito de procedibilidad, dará lugar a la devolución del acta,
concediendo un plazo de quince días a la parte demandante para la subsanación,
conforme a las reglas establecidas por el artículo 16°-A de la Ley de Conciliación,
resultando paradójico que una declaración de nulidad de un requisito de procedibilidad
no tenga como consecuencia la declaración de improcedencia de la demanda, sino que,
atendiendo a lo señalado en el mandato procesal contenido en el artículo 16°-A pre
citado, se ordena subsanar la omisión incurrida (esto es, la presentación de un acta nula
documentalmente), devolviéndose ésta (lo que implica tácitamente un desglose de
anexos del escrito de demanda) y reemplazándose por una nueva acta que reemplace
a la anterior (lo que supone que el acta nula ya no formaría parte del expediente).
Esto nos llevaría a afirmar que el error parte de la propia legislación conciliatoria que
considera erróneamente al acta de conciliación como un documento formal que en caso
de ausencia de determinados requisitos esenciales deberá ser sancionado con nulidad,
cuando en la práctica los efectos de la declaración de nulidad suponen la convalidación
de dicho documento (puesto que inclusive considera la convalidación tácita del acta nula
en caso de no haber sido cuestionada por el demandado o por el juez), entonces
estamos frente a un documento que no es nulo sino anulable. Pero, el artículo 16°A de
la ley de conciliación contiene un mandato procesal para el juez que, aunque discutible
y deficiente, debe ser cumplido por aquel, ordenando la devolución del acta nula y
otorgando un plazo de 15 días para que sea reemplazada.
Todo esto nos lleva a formular una serie de reflexiones acerca del tratamiento normativo
de los requisitos de validez de las actas de conciliación y el procedimiento contemplado
en aquellos casos en que se expidan actas que carezcan de requisitos esenciales de
validez, las que pasamos a exponer a continuación.
De ordinario, al emplear el término Acta nos referimos a todo documento que contiene
el detalle de lo acontecido en un determinado evento, ya sea a nivel procesal, electoral,
etc.; aceptándose de manera pacífica que este documento deberá contener la
trascripción más o menos fidedigna de lo sucedido, tratado o acordado en dicho evento
o reunión. Pero recordemos que, según el artículo 16º de la Ley Nº 26872, Ley de
Conciliación (en adelante la Ley), modificado por el Decreto Legislativo N° 1070, el Acta
-de conciliación- es el documento que expresa la manifestación de voluntad de las
partes en la Conciliación Extrajudicial.
Entonces, este término merece un tratamiento especial cuando sea empleado para
referirse a un acta de conciliación expedida en el contexto de un procedimiento de
conciliación extrajudicial, ya que, dependiendo de su contenido, se entenderá recién el
valor y características que posee dicha acta, ya sea como consecuencia de transitar por
la conciliación sin llegar a un acuerdo –presentando el acta un valor de requisito de
procedibilidad-, o habiendo arribado a un acuerdo, éste no se haya cumplido y tenga
que iniciarse el respectivo proceso de ejecución de las obligaciones contenidas en el
acta de conciliación –que en este caso posee el mérito de ser título ejecutivo-.
En otras palabras, son las partes las que están en condición de poder llegar a un
acuerdo de manera total o parcial, en cuyo caso el acta de conciliación contendrá la
manifestación de voluntad de las partes en el sentido de solucionar de manera total o
parcial la controversia, evitando la judicialización de las controversias resueltas y
teniendo el acta valor de título ejecutivo de naturaleza extrajudicial .
Pero también existe la posibilidad de que, a pesar de los esfuerzos de todas las partes
intervinientes en el procedimiento conciliatorio, no se pueda llegar a encontrar una
solución aceptada por todas las partes, caso en el cual el acta contiene la manifestación
de esas mismas partes de expresar la falta de acuerdo y el hecho de intentar resolver
su controversia mediante otra vía distinta a la vía conciliatoria, con lo cual el acta posee
el valor de ser requisito de procedibilidad. Asimismo, el hecho de computarse las
inasistencias de cualquiera de las partes ya sea de una de ellas a dos sesiones -
consecutivas o no- o de todas las partes a una sesión, implica el hecho de poner fin al
procedimiento conciliatorio, lo que queda plasmado en el acta respectiva.
En este sentido, el valor de las actas de conciliación sin acuerdo es que se constituyen
en requisitos de procedibilidad, pero únicamente en los casos que se expidan por falta
de acuerdo, por inasistencia del invitado o en determinados casos de conclusión
fundamentada, como ocurre cuando el invitado se niega a firmar el acta o se retira antes
de la conclusión de la audiencia. Dicho valor se desprende del mandato procesal
contenido en el artículo 6º de la Ley de Conciliación, modificado por el Decreto
Legislativo N° 1070, que señala que “si la parte demandante, en forma previa a
interponer su demanda judicial, no solicita ni concurre a la audiencia respectiva ante un
Centro de Conciliación Extrajudicial para los fines señalados en el artículo precedente,
el Juez competente al momento de calificar la demanda, la declarará improcedente por
causa de manifiesta falta de interés para obrar”.
Es decir, cuando se interponga una demanda que verse sobre materia conciliable
obligatoria, si el Juez advierte que el demandante no acredita haber solicitado,
concurrido y permanecido en la audiencia de conciliación respectiva en su condición de
solicitante, entonces deberá declarar improcedente la demanda interpuesta, debiendo
proceder de acuerdo a lo señalado en el artículo 427° del Código adjetivo, declarándola
improcedente de plano y devolviendo los anexos, no permitiendo su subsanación.
Aunque es preciso destacar que la exigencia de las actas de conciliación como requisito
de procedibilidad presenta un ámbito territorial muy limitado que se viene ampliando de
manera progresiva.
El precitado artículo 16º de la Ley de Conciliación prescribe que el acta debe contener
los siguientes requisitos:
a) Número correlativo.
b) Número de expediente
c) Lugar y fecha en la que se suscribe.
d) Nombres, número del documento oficial de identidad y domicilio de las partes o
de sus representantes y, de ser el caso, del testigo a ruego.
e) Nombre y número del documento oficial de identidad del conciliador.
f) Número de registro y, de ser el caso, registro de especialidad del conciliador.
g) Los hechos expuestos en la solicitud de conciliación y, en su caso, los hechos
expuestos por el invitado como sustento de su probable reconvención, así como
la descripción de la o las controversias correspondientes en ambos casos. Para
estos efectos, se podrá adjuntar la solicitud de conciliación, la que formará parte
integrante del Acta, en el modo que establezca el Reglamento.
h) El Acuerdo Conciliatorio, sea total o parcial, consignándose de manera clara y
precisa los derechos, deberes u obligaciones ciertas, expresas y exigibles
acordadas por las partes; o, en su caso, la falta de acuerdo, la inasistencia de
una o ambas partes a la Audiencia o la decisión debidamente motivada de la
conclusión del procedimiento por parte del conciliador.
i) Firma del conciliador, de las partes intervinientes o de sus representantes
legales, de ser el caso.
j) Huella digital del conciliador, de las partes intervinientes o de sus representantes
legales, de ser el caso.
k) El nombre, registro de colegiatura, firma y huella del Abogado del Centro de
Conciliación Extrajudicial, quien verificará la legalidad de los acuerdos
adoptados, tratándose del acta con acuerdo sea este total o parcial.
Ahora bien, de todos estos requisitos señalados solo la ausencia de algunos de ellos -
los requisitos establecidos en los incisos c), d), e), g), h), e i) del artículo 16°, y que
podemos denominar requisitos esenciales de validez- van a afectar la validez del acta
al provocar la nulidad documental de la misma, como veremos más adelante. Asimismo,
el Acta no deberá contener en ningún caso, enmendaduras, borrones, raspaduras ni
superposiciones entre líneas, bajo sanción de nulidad. El Acta tampoco podrá contener
las posiciones y las propuestas de las partes o del conciliador, salvo que ambas lo
autoricen expresamente.
De todos estos requisitos glosados, prestemos atención al requisito de validez del acta
de conciliación contenido en el inciso g), referente a los hechos expuestos en la solicitud
de conciliación y en su caso los hechos expuestos por el invitado como sustento de su
probable reconvención.
1. Pretensiones Determinadas.
Respecto de las Pretensiones Determinadas, el Reglamento de la Ley de Conciliación,
Decreto Supremo Nº 014-2008-JUS (en adelante el Reglamento) señala en su artículo
7º que “…es materia de conciliación aquella pretensión fijada en la solicitud de
conciliación…”. Aunque no existe una definición legal de pretensión determinada
debemos asumir que ésta se halla implícita en el texto del Reglamento, esto si tomamos
en consideración la definición que de ella hacía expresamente el artículo 9º del
derogado primer Reglamento de la Ley de Conciliación (aprobado por Decreto Supremo
Nº 001-98-JUS), que establecía que “…se entiende como pretensión determinada
aquélla por la cual se desea satisfacer un interés que ha sido perfectamente fijado en la
solicitud de conciliación…”.
En este orden de ideas, podríamos afirmar que, de manera similar a como se señala el
petitorio en la demanda que se efectúa en sede judicial, en el procedimiento conciliatorio
el solicitante debe señalar su pretensión de manera clara en la solicitud de conciliación;
esto es, la parte solicitante plantea en su escrito de solicitud no solo los hechos que
dieron lugar al conflicto sino también su pretensión determinada, entendida como lo que
desea obtener mediante acuerdo al que aspira llegar al interior del procedimiento
conciliatorio respectivo, para lo cual se tendrá que emplazar -o invitar a conciliar- a la
otra parte denominada invitada. Pero también se puede presentar una situación distinta
al existir la posibilidad que la solicitud de conciliación sea planteada de manera conjunta
por las partes involucradas en el conflicto, con lo cual existiría confluencia de una
pluralidad de partes solicitantes que desean resolver su controversia.
En cualquiera de ambos casos, existe mandato legal para que la pretensión determinada
sea señalada expresamente en la solicitud de conciliación (que también puede
formularse directamente de manera verbal ante el Centro de Conciliación) y nos ofrecerá
una certeza relativa acerca de las materias controvertidas a intentar solucionarse en el
procedimiento de conciliación, ya que, en principio, estas son susceptibles de ser
variadas.
2. Pretensión Determinable.
En este sentido, una lectura de los artículos 15º y 16º literal g) de la Ley nos lleva a
afirmar que el marco normativo sí contempla la posibilidad que no sólo el solicitante sino
también el invitado puedan plantear al interior de un procedimiento conciliatorio nuevas
pretensiones –determinables- en el momento de desarrollarse la audiencia de
conciliación, como requisito que lo habilite después a formular reconvención en el
posterior proceso judicial que se instaure en caso de no llegar a un acuerdo conciliatorio.
Para ello, el acta debe contener necesariamente los planteamientos del invitado que
sustenten su probable reconvención, los mismos que deben ser considerados como
pretensiones determinables.
En la práctica cotidiana podremos apreciar que estas figuras se pueden dar sin ningún
problema en las audiencias de conciliación extrajudicial en la medida que los puntos
controvertidos serán identificados al final de la fase conocida como Comunicación, o
escuchar los relatos iniciales de las partes, pero va a romper el esquema procesal al
que estamos acostumbrados y que se presenta al interior de un proceso judicial, en
donde el Juez únicamente debe atenerse de manera forzosa al petitorio contenido en la
demanda, esto en cumplimiento del principio de congruencia judicial que, inspirado en
el aforismo “ne eat judex ultra petita partium” o que “el juez no puede darle a una parte
más de lo que esta pide”, tiene vigencia plena en el proceso civil, siendo que, si bien es
cierto las normas que regulan el proceso son de carácter público, el derecho que declara
el juez en cuanto a contenido es de naturaleza privada, por lo tanto el juez no tiene
facultad para afectar la declaración de voluntad del demandante y concederle más de lo
que este ha pretendido en su demanda, o como dice Monroy, se exige al juez que no
omita, altere o exceda las peticiones contenidas en el proceso que resuelve . Sin
embargo, este impedimento no se presenta cuando el juez otorga menos de lo
demandado, cuando estime que el demandante no probó todos los extremos de su
pretensión.
De una lectura del artículo 16º de la Ley podríamos distinguir claramente dos clases de
requisitos de validez en todas las actas de conciliación.
1. Requisitos no esenciales.
Cuando la Ley señala que la omisión de alguno de los requisitos establecidos en los
literales a), b), f), j) y k) del artículo 16º de la Ley no enervan la validez del Acta, en
cualquiera de los casos de conclusión de procedimiento conciliatorio señalado en el
artículo 15º, nos encontramos frente a lo que podríamos denominar requisitos no
esenciales, ya que su ausencia no afecta de ninguna manera la validez del acta de
conciliación, que puede ser empleada ya sea como título ejecutivo o como requisito de
procedibilidad.
Pero, cuando la Ley señala que la omisión en el Acta de alguno de los requisitos
establecidos en los incisos c), d), e), g), h), e i) del artículo 16º de la Ley dará lugar a la
nulidad documental del Acta, y que en tal caso no podrá ser considerada como título de
ejecución, ni posibilitará la interposición de la demanda, debemos considerar a estos
requisitos como requisitos esenciales de validez, ya que su ausencia afecta con una
nulidad documental el valor del acta de conciliación –sea como título ejecutivo o como
requisito de procedibilidad- e imposibilita su empleo. Asimismo, el Acta no deberá
contener en ningún caso, enmendaduras, borrones, raspaduras ni superposiciones
entre líneas, bajo sanción de nulidad. El Acta tampoco podrá contener las posiciones y
las propuestas de las partes o del conciliador, salvo que ambas lo autoricen
expresamente.
Esta distinción la obtenemos del tercer párrafo del artículo 16-A al señalar que en caso
de conclusión del procedimiento conciliatorio sin acuerdo, si dicha acta hubiese sido
presentada en proceso judicial –se entiende sólo como requisito de procedibilidad-, y no
se haya cuestionado la nulidad formal en la primera oportunidad que tiene para hacerlo,
se produce la convalidación tácita de la misma. Esto supone que, aunque el acta de
conciliación presentada como requisito de procedibilidad adolezca de nulidad
documental, si ni el Juez competente al momento de calificar la demanda ni la parte
demandada al momento de contestar la misma hubiesen advertido la ausencia de
cualquiera de los requisitos esenciales de validez, la consecuencia será que precluye
cualquier posibilidad de interponer cualquier pedido de nulidad de la misma
cuestionando su validez.
Siendo estos principios la base misma del sistema, el litigante es libre de impugnar el
requisito de procedibilidad presentado en la demanda o de acatarlo. Pero la parte que
tiene en su mano el medio de impugnación y no lo hace valer en el tiempo y en la forma
adecuada, presta su conformidad a los posibles vicios del procedimiento, y en ese caso
su conformidad trae aparejada la aceptación. También puede reputarse que con su
conformidad convalida los vicios y errores en los que incurrió el Juez al momento de
proceder a la calificación del acta como requisito de procedibilidad. En resumen, si el
que puede y debe atacar no ataca, entonces aprueba (consensus non minus ex facto
quam ex verbis colligiur). Este precepto, en derecho procesal, es poco menos que
absoluto.
Empero, la segunda parte del tercer párrafo del artículo 16-A de la ley contiene un
mandato procesal distinto que colisiona con toda lógica procesal, pero que en tanto
disposición adjetiva específica, debe ser cumplida por el Juez.
Esta situación resulta atípica en el proceso ya que el Juez no se rige por las reglas de
la declaración de inadmisibilidad de la demanda contenidas en el artículo 426° del
Código adjetivo (esto es, ordenar la subsanación del defecto u omisión dentro de un
plazo), ni por las de improcedencia contenidas en el artículo 427º del mismo (declarar
de plano la improcedencia y devolver los anexos sin posibilidad de subsanación); lo que
supone encontrarnos frente a una nueva clase de mandato procesal en la que el Juez
devuelve el acta de conciliación al demandante y le concede un plazo de 15 días para
su subsanación. Debe quedar claro que, como hemos visto, no siempre se va a producir
la subsanación por la posible inconcurrencia de las partes a la sesión que convoque
para estos efectos el Centro de Conciliación Extrajudicial, lo que significaría el rechazo
de la demanda y el archivo definitivo del expediente.
IX. CONCLUSIONES.