Sie sind auf Seite 1von 42

AMÉRICA LATINA:

LA IDENTIDAD Y LA MÁSCARA
con entrevistas a Borges, Bosch, Carpentier,
Cortázar, Galeano, Sábato, Scorza, Viñas y
Walsh
por

ROSALBA CAMPRA

siglo veintiuno editores, sa de cv
CCRAO DEL AGUA 24*. «LEGACIÓN C C ' O A C A N 04310 MÉXICO. 0 f

siglo veintiuno de españa editores, sa


C/PLA2A S. UADAlO 33 ESPAÑA

siglo veintiuno argentina editores, sa


siglo veintiuno de Colombia, Itda
AV 3fl 17-73 PRIMER PISO. BOGOTÁ. D E COLOMBIA

primera edición en español (del original): 1987


segunda edición en español. 1998
© siglo xxi editores, sa. de c v .
isbn 968-23-1475-5

primera edición en italiano. 1982


C byedilori riuniti
titulo original: antenca latina: I'identitá e la maschera

derechos reservados conforme a la ley


impreso y hecho en méxico/printed and made in mexico
NOTA

Este libro no es una historia global de la literatura lati-


noamericana, ni un panorama exhaustivo de autores o ten-
dencias, ni un balance de la producción literaria de cada
país. Es —quisiera ser— una guía para descifrar, en este
espacio literario donde las selvas del Orinoco lindan con
la biblioteca de Babel, donde se disgregan dictaduras cen-
tenarias, donde la realidad ha dilatado sus confines has-
ta abarcar las más extravagantes maravillas y los más ina-
ceptables horrores, una imagen en la que América Latina
se busca y se construye a sí misma. He tratado pues de
individualizar, más allá de la multiplicidad de los fenó-
menos, ciertos ejes problemáticos que permiten definir
en los textos contemporáneos —pero también en los del
pasado, ya que a menudo el sentido se manifiesta sola-
mente al rastrear el desarrollo histórico de un tema o de
una forma— las constantes significativas.
Por esto hablo de literatura "latinoamericana", dejan-
do de lado las diferencias lingüísticas e históricas entre
el área brasileña y la hispanoamericana: ejes problemá-
ticos de evidente analogía atraviesan sus textos (y la im-
portancia cuantitativa asignada al área hispanoamerica-
na no debe entenderse como juicio sobre una mayor
representatividad, sino como simple resultado de lectu-
ras especializadas).
En esta especie de mapa no he marcado, o casi, el lu-
gar de la poesía. Más allá de las obvias razones de difu-
sión y repercusión de la novela latinoamericana, si aquí
he privilegiado la narrativa es dado que, por su misma
naturaleza, constituye el lugar literario donde más decla-
radamente se proyectan los problemas y los mitos colec-
tivos. Lo que no quiere decir que la poesía no sea vehícu-
lo y núcleo generador de mitos y de reflexiones: basta
recordar, en esta perspectiva, la obra de un Neruda o un
Vallejo, las realizaciones de la poesía afroantillana, la voz
desde el exilio de un Gelman. Pero otros instrumentos se
harían necesarios para abordarla.
Y después de la palabra de los textos, el lector encon-
Í7J
8 NOTA

trará la palabra de los autores, interrogados sobre los mis-


mos problemas que fueron objeto de mis preguntas a los
textos, y también sobre otros. Un modo de ahondar y apo-
yar esta propuesta de interpretación, y a la vez, de cues-
tionarla.

SOBRE LA EDICIÓN EN ESPAÑOL

Esta edición no presenta variantes respecto a la italiana,


salvo la supresión de algunas notas aclaratorias, que con-
sidero innecesarias para el lector latinoamericano. Por
la misma razón, se han suprimido en el Índice las infor-
maciones biográficas sobre los autores citados en el tex-
to, y, en cambio, se han completado y actualizado las re-
lativas indicaciones bibliográficas. En esta última tarea
conté con la colaboración de Fausta Antonucci y Paola
Delle Fratte, a quienes va mi agradecimiento. Y mi agra-
decimiento a Leda Arguedas, Paola Cabibbo, Julia Cons-
tenla, Sofía Fishei, Antonio Melis, Luisa Pranzetti, Darío
Puccini, que están presentes en estas páginas en el eco
de conversaciones, discusiones y sugerencias.

R.C.
PRIMERA PARTE
1. RAZONES DE LA MASCARA

I. DESTRUCCIÓN COMO UNIDAD

América Latina en sus artes; Littéraíure latino-américaine


d'aujourd'hui; Storia dell'America Latina; The modern cul-
ture of Latin America:1 títulos tomados al azar entre mu-
chos otros igualmente representativos- En todos ellos una
expresión única, América Latina, abarca un territorio que
se extiende del río Bravo a la Tierra del Fuego y de océa-
no a océano: la selva, la cordillera, el desierto; las mega-
lópolis como México o Buenos Aires; la herencia de la in-
migración y de los imperios prehispánicos. Una expresión
que quiere decir Borges y García Márquez, pero también
Jorge Amado y Lezama Lima y Neruda y Carlos Fuentes
y Roa Bastos y Vallejo y Onetti... ¿Cómo se puede unifi-
car —con qué legitimidad, sobre todo— una geografía tan
contradictoria y una tan intrincada red de historias y pre-
sentes? ¿Acaso, en una operación mágica, el nombre es
p r u e b a de la existencia de la cosa? ¿Y qué es, entonces,
esa entidad que llamamos "América Latina"?
Esta expresión se afirma en la segunda mitad del si-
glo xix, cuando la independencia de las colonias lleva a
la necesidad de contraponer una América del norte, an-
glosajona, a una América centro-meridional no anglosa-
jona. 2 Pero la elección del nombre es ya un postulado de
esencia. Si es "latina", esta América forma parte de un
mundo cultural que tiene sus raíces, su centro perdura-
ble, en Europa; es remota periferia, pero sus modelos son
—deben ser— los que impone el núcleo irradiante. Cuan-
do la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA)

1
Respectivamente de D. Bayón (reí.). México-París. Siglo XXI
Unesco, 1974; Colloque de Cerisy (1978), París. 10/18, 1980; T. Hal-
perín Donghi, Turín, Einaudi, 1968; J. Franco. Londres. Pall Malí
Press. 1967.
2
Una visión detallada de la historia del nombre "América La-
tina" se encuentra en A. Ardao, Génesis de la idea y el nombre
de América Latina, Caracas, Centro de Estudios Latinoamerica-
nos Rómulo Gallegos, 1980.
13
14 RAZONES DE LA MASCARA

fundada por Haya de la Torre en 1924 propone el nom-


bre "Indoamérica" no se trata, pues, de un mero hecho
verbal: se afirma la propia centralidad, se reivindica el
pasado indígena como proyecto de identidad futura. Y
queda esa "Af roamérica" reivindicada por Fernando Or-
tiz que no ha encontrado lugar en los nombres.
Ahora bien, cualquiera que sea el nombre que se elija
—con sus inevitables connotaciones—, por más que títu-
los de libros (como éste mismo), de cátedras universita-
rias, de congresos, den por descontada la unidad de Amé-
rica Latina, ésta es, más que una comprobación, un
problema. Un problema que se origina en el tipo de acto
que da unidad a América: "América Latina" es un mun-
do creado por la Conquista. Escandalosa paradoja: el he-
cho de arrasar con lo existente produce existencia. Exis-
tencia, pero no de sujeto. América es el mundo nuevo
inaugurado por la mirada europea; la idea misma de "des-
cubrimiento" supone la legitimación de esa mirada aje-
na como la única posible. De aquí el complejo de invisi-
bilidad que aqueja a América Latina desde su nacimiento.
Porque el nacimiento fue, a la vez, cancelación.
La unidad más evidente creada por la Conquista es la
de la lengua: excepto Brasil, colonizado por Portugal,
América Latina se expresa en una lengua única, el espa-
ñol. 3 A la llegada de los españoles, en América se habla-
ban más de mil lenguas. 4 Esta fragmentación, sumada al
carácter esencialmente sacro de la escritura —donde ésta
existía—, favoreció la expansión incontenible del español.
La pérdida de las lenguas indígenas no fue, de todos mo-
dos, ni inmediata ni regular. En los primeros tiempos de
la Conquista, los sacerdotes mismos aprenden la lengua
de los vencidos como el instrumento de evangelización

1
Esta generalización, como todas, soslaya algunos proble-
mas importantes: la presencia de Haití, por ejemplo, o el caso
de Puerto Rico. Según datos de A. Houaiss, el área "española"
cuenta con 140 millones de individuos, de tos cuales 91 % unilin-
gües, aproximadamente 4% amerindio unilingües, y 3% bilingües
amerindio-español; el área "portuguesa", con unos 90 millones
de individuos, de los cuales 97% unilingües y 0.7% amerindio
unilingües. Los bilingües amerindio-portugués son estadística-
mente irrelevantes ("La pluralidad lingüística", en C. Fernández
Moreno (coord.), América Latina en su literatura, México-París,
Siglo XXI-Unesco, 1972, p. 41).
*Ibid., pp. 43-44.
DESTRUCCIÓN COMO UNIDAD 15

más rápido, fácil y directo. Es así que los primeros tex-


tos que se imprimen en América son las "doctrinas" bi-
lingües de México (español/náhuatl) y trilingües de Perú
(español/quechua/aymara). La actitud tolerante de los so-
beranos españoles se cierra en 1770 con un decreto de
Carlos III, quien prohibe el uso de los idiomas locales e
impone la obligación de hablar "sólo el castellano". 5 De
allí en adelante, será a través de la lengua del conquista-
dor que el conquistado deberá reivindicar su derecho a
ser. Ésto significa, en un nivel no sé si menos trascenden-
te, que se superpusieron a esas tierras desmesuradas los
mapas definitivos y tranquilizadores de las comarcas es-
pañolas —Nueva Andalucía, Nueva Galicia, Nueva Casti-
lla, Nueva Granada—; que la significativa y musical to-
ponimia indígena se vio remplazada por listas no muy
imaginativas pero sin duda más ordenadas —el río Su-
quía, el Xanaes, el Calamuchita, el Chocancharagua, en
la actual Argentina, se transformaron en río Primero, río
Segundo, río Tercero, río Cuarto...
Análogo mecanismo unificador actúa en el plano es-
pacial. Las grandes civilizaciones avasalladas por los es-
pañoles eran geografías circunscritas, no totalizantes.
América se vuelve un único territorio cuando son los con-
quistadores quienes recorren los cuatro puntos cardina-
les tras sus espejismos de oro, de poder, de mitologías
finalmente realizadas. España proporciona la lengua, la
religión, la administración, el orden jurídico. América
ahora es una: porque es colonia. ¿Corno no venir a la luz
con una desesperada voluntad de ser, de encontrar una
identidad no impuesta, si se ha nacido a la unidad gra-
cias al yugo? Necesariamente, una primera afirmación
de sí se produce con la ruptura de la condición de coloni-
zado. A principios del siglo xix estallan en América La-
tina las luchas para liberarse de la tutela de la "madre
patria". La América independiente acaricia la idea de ser
una "patria grande": para los libertadores —para Simón
Bolívar, para San Martín, para Artigas— la imagen ten-
dencial de América Latina es la de un espacio sin fronte-
ras. Sueño de corta duración: el fin de las guerras de in-
dependencia coincide con la atomización de la patria

5
Véase A. Rosenblat, "La hispanización de América", en Pre-
sente y futuro de la lengua española, Madrid, C u l t u r a Hispánica,
1964, p. 209.
!6 RAZONES DE LA MÁSCARA

latinoamericana, desgarrada por los problemas organi-


zativos internos y por la falta de una comunidad eco-
nómica.
Otras tentativas de anulación —primero la penetración
económica inglesa, el expansionismo norteamericano
después— renuevan y consolidan en América Latina la
búsqueda de la unidad. Esta paradójica función unifica-
dora es desempeñada esencialmente por el "hermano del
Norte". 6 En 1898, en el puerto de La Habana, una explo-
sión destruye un acorazado de los Estados Unidos, que
con este pretexto intervienen en la guerra entre Cuba y
España, y en cierto sentido expropian la victoria a los cu-
banos: España debe renunciar a su última colonia, pero
enviados norteamericanos "asisten" a los cubanos en la
gestión de la propia independencia. En la constitución cu-
bana de 1902 se introduce la "enmienda Platt", que san-
ciona el derecho de los Estados Unidos a intervenir para
proteger la independencia de Cuba y la estabilidad de su
gobierno. Esto marca la asunción de una función como
si se tratara de un destino: el de vigilar, civilizar, arran-
car a la tierra las riquezas que los países del sur, desor-
denados e infantiles, no saben explotar. Ésta es por ejem-
plo la motivación legitimadora de las pretensiones
anexionistas sobre México que puede leerse, en 1846, en
el Illinois Stage Register de California: "¿Ha de tolerarse
que este jardín paradisiaco yazga adormecido en su sal-
vaje e inútil abundancia?" 7
Con los debidos matices político-económicos, ésta es
la motivación vigente aún hoy: cada vez que América La-
tina abre un proceso de autodeterminación, se pone tam-
bién en movimiento el mecanismo "protector". Es así que
los Estados Unidos dan su apoyo en 1954 para deponer
al presidente Jacobo Arbenz en Guatemala, autor de ini-
ciativas tan peligrosas como la distribución de las tierras;
6
Si bien la expansión de los Estados Unidos tiene lugar so-
bre todo en el siglo xx, ya desde mucho antes las intenciones
norteamericanas eran evidentes. Así se expresaba al respecto en
1829 Simón Bolívar: "Los Estados Unidos, que parecen destina-
dos por la providencia para plagar la América de miseria en nom-
bre de la libertad" (carta al coronel Patricio Campbell, Guaya-
quil 5 de agosto de 1829, citada por L. Zea, Dialéctica de ¡a
conciencia americana, México. Alianza Editorial Mexicana, 1976,
p. 113).
7
Citado por L. Zea, op. cit., p. 117.
DESTRUCCIÓN COMO UNIDAD I?

o bien envían a los marines a Santo Domingo en 1965 para


impedir el regreso del presidente constitucional Juan
Bosch, peligroso reformador también él, depuesto dos
años antes por un golpe militar; y así en Chile, en El
Salvador...
No asombra, pues, que las sucesivas oleadas de explo-
tación —la colonización española, la penetración ingle-
sa, el imperialismo norteamericano— se hayan analiza-
do como un proceso ininterrumpido cuyo resultado es la
condición perennemente subalterna de los países latinoa-
mericanos; 8 la misma que Tiépolo ilustra en su alegoría
de los continentes para el palacio de Wurzburgo. Allí Amé-
rica, Asia y África ofrecen a Europa, única poseedora de
la civilización, sus riquezas primitivas. 9
Si la condición colonial significa ante todo subordina-
ción político-económica, igualmente manifiesto es su efec-
to en otros planos, y en particular en el de la conciencia
de ser. 10 Como er. un juego de interdependencias, cada
plano refuerza su acción paralizadora gracias a la acción
del otro. El obstáculo a la fabulación no es menos deter-
minante —lo que no quiere decir, como es obvio, que ac-
túe del mismo modo— que la imposición del monoculti-
vo. Buenas razones tiene el rey de España para prohibir
que en sus colonias se impriman o circulen libros de fic-
ción, ya que "de llevarse a esas partes los libros de ro-
mance de materias profanas, y fábulas, así como son los
libros de Amadís, y otros de esta calidad, de mentirosas
historias, se siguen muchos inconvenientes". 11

a
Es el enfoque que propone E. Galeano en Las venas abier-
tas de América Latina, México, Siglo XXI, 1971.
9
Véase el catálogo de la exposición L'Amérique vue par
I'Europe, París, Éditions des Musées Nationaux, 1976. p. xxxi (so-
bre esle tipo de representación alegórica, en referencia especial-
mente a los mapas del siglo xvi, véase E. O'Gorman. La inven-
ción de América, México, Fondo de Cultura Económica. 1958, pp.
87 s.).
10
"Porque se coloniza tambiói en la medida en que se blo-
quea la conciencia del otro": J. Mejía Duque, Narrativa y neoco-
lomaje en América Latina. Buenos Aires. Crisis, 1974 [cursivas
del autor].
" Decreto real de 1543. Cedulario indiano, recopilado por
Diego de Encina (1596). Edición facsímil con estudio e índices
de A. García Gallo, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica. 1946.
libro i. p. 228.
18 RAZONES DE LA MASCARA

Hay una voluntad explícita de prohibir la imaginación


o. lo que es lo mismo, de imponer una imaginación con-
trolada y que no se perciba como impuesta, sino como
natural. La conducta mimética aparece entonces como la
única existente; la máscara, como el único rostro acepta-
ble. Una literatura dependiente no puede producir como
imagen de sí nada más que el reflejo de la metrópoli inal-
canzable. Por eso, una literatura independiente resulta
peligrosa para el colonizador: se transforma en concien-
cia. Ésta es la razón por la que toda conquista impone
el silencio. O silencio, o balbuceo, imitación de la pala-
bra de los vencedores. Se termina por no reconocerse a
sí mismos como emisores de un mensaje, en cuanto no
existe un destinatario que acepte ese mensaje por lo que
es. 12 Éste es el andamiaje sobre el que se irá levantando
la historia de la escritura en América Latina: una fulgu-
rante apropiación de la palabra —de la capacidad de
mensaje—; una demanda al otro para que se reconozca
como un destinatario posible de este mensaje.
La idea de "unidad latinoamericana" aparece pues li-
gada indisolublemente a la lucha contra la condición de
colonizado, contra la definición impuesta desde afuera
por las presiones económicas, políticas, culturales: uni-
dad no tanto de lengua o de origen, sino más bien de pro-
blemáticas. Son éstas, en conjunto, quienes determinan
la huella de la realidad en la literatura latinoamericana.
Uno de sus modos posibles de lectura consiste efectiva-
mente en verla como paso de una actitud más o menos
inconscientemente subalterna a una actitud de concien-
cia y de rechazo.13 Lo que quiere decir, en transparencia,
afirmación de sí. Sus textos más significativos parecen
responder unánimemente a esta voluntad totalizadora. Es
tal vez por eso por lo que, en el acercamiento a la litera-
tura latinoamericana, la atención suele dirigirse, más que
a su literariedad, al mundo que la produce y la exige.

12
Sobre la relación emisor-destinatario entre colonizado y
colonizador, véase L. Terracini, "II grado zero delta diffusione:
il silenzio americano", en A. Morino(coord.), Terra America, Tu-
rín. La Rosa, 1979.
" Un enfoque más específico de la relación entre subdesarro-
11o económico y conciencia literaria se encuentra en A. Cándido,
"Literatura y subdesarrollo", en C. Fernández Moreno (coord.),
op. cit.
19

2. LITERATURA COMO CONSTRUCCIÓN

Frente a una subaiternidad de siglos, hoy América Lati-


na tiende a afirmarse con el ímpetu del postergado que
por fin reclama el derecho a decir "yo". Pero ¿cuál es el
contenido de ese "yo"? El problema de una definición del
"ser nacional" y del "ser latinoamericano" subyace a toda
expresión literaria y crítica. La necesidad de reconocer
la propia identidad parece obsesionar al latinoamerica-
no. 14 Este interrogante sobre el ser no se lo plantea, por
cierto, un francés, un inglés o un español: otra herencia
del coloniaje y de un peculiar desarrollo que no ha logra-
do fusionar totalmente el sustrato indígena, el coloniza-
dor y el inmigrante. Por lo tanto, el primer modo de ser,
es "ser contra". Si España es quien ha creado la unidad
de América mediante la imposición de una lengua, el pri-
mer espejismo de independencia cultural consistirá en
el rechazo de esa lengua impuesta. Espejismo porque las
lenguas originarias ya no existen, o son patrimonio de ín-
fimas minorías —o bien de mayorías, pero marginales.
Los que reivindican esta imposible ruptura poseen sola-
mente el español para defender sus posiciones. Si hoy re-
sulta obvia la utopía de este intento, en la primera mitad
del siglo xix aparecía en cambio como corolario lógico
de las luchas por la emancipación política. La "declara-
ción de independencia intelectual" 15 se expresa a veces
confusamente en el sueño de un imperio incaico que tome
el lugar de las instituciones españolas, en el interés ha-
cia los escritores indígenas o de algún modo relaciona-
dos con las culturas precolombinas: San Martín quiere
reimprimir los Comentarios reales (1609) del Inca Garci-

14
Reflejos de esta obsesión son los innumerables estudios de-
dicados al tema. Véase p o r ejemplo A. Zum Felde, Fl problema
de la cultura americana, Buenos Aires, Losada, 1943; H. A. Mu-
rena, El pecado original de América, Buenos Aires, Sudamerica-
na, 1954; J. L. Abellán, La idea de América, Madrid, Istmo, 1972;
Política ínternazionale, núm. I, 1979, dedicada a "Identitá cul-
túrale e societá in America latina"; Nova Americana, núm. 3, 1980.
d e d i c a d a a "Storiografia, l e t t e r a t u r a e coscienza nazionale".
15
Con este n o m b r e P. Henríquez Ureña designa el período
comprendido entre 1800 y 1839 (Litterary currents in Spanish Ame-
rica, Cambridge, H a r v a r d University Press, 1945; trad. esp. Las
corrientes literarias en la América Hispánica. México, F o n d o de
C u l t u r a Económica, 1949).
20 RAZONES DE LA MÁSCARA

laso; 1 6 en México, José Joaquín Pesado traduce las poe-


sías de Nezahualcóyotl, rey de Texcoco. Sin embargo, no
es tan fácil demoler los viejos modelos. Los resultados
son a menudo caricaturescos: a pesar d e ios esfuerzos en
pos de una producción autónoma, a pesar de los temas
de intención revolucionaria, o por lo menos patriótica,
siguen asomándose las polvorientas y tenaces musas euro-
peas, todo un Olimpo de yeso heredado del neoclasicis-
mo español. 1 7
Pero ya desde entonces se va abriendo camino la con-
cepción de una literatura como b ú s q u e d a de ser. En este
proceso la programación teórica del objeto "literatura la-
tinoamericana" m a r c a la p r i m e r a etapa. Los intentos d e
una formulación general comienzan en la época de la in-
dependencia, dando origen a polémicas que aún hoy no
se han apagado, y c e n t r a d a s en dos puntos: legitimación
de todo lo autóctono, rechazo de la herencia española.
P a r a J u a n María Gutiérrez, el e r r o r imperdonable de Es-
paña consiste en n o haber comprendido ni estudiado el
nuevo mundo, y p o r consiguiente, en no haber dado for-
ma científica y literaria a sus inesperadas maravillas.
América debe pues b u s c a r sola su camino, y sola encon-
t r a r su expresión. En el discurso de inauguración del Sa-
lón literario de Buenos Aires, en 1837, Gutiérrez sugería:
"Nula, pues, la ciencia y la literatura española, debemos
nosotros divorciarnos completamente con ellas, y eman-
ciparnos a este respecto d e las tradiciones peninsulares,
como supimos hacerlo en política cuando nos declaramos
libres. Quedamos aún ligados por el vínculo fuerte y es-
trecho del idioma; pero éste debe aflojarse de día en día,
a medida que vayamos e n t r a n d o en el movimiento inte-
lectual de los pueblos adelantados de Europa [...]; y si he-
m o s de tener una literatura, hagamos que sea nacional:
que represente n u e s t r a s c o s t u m b r e s y nuestra naturale-
za, así como nuestros lagos y anchos ríos sólo reflejan

16
Las autoridades españolas, después de las numerosas su-
blevaciones indígenas del siglo xvm, habían prohibido los Co-
mentarios reales (C. M. Cox, Utopía y realidad en el Inca Garcila-
so, Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1965, pp.
44 s.).
17
Se puede recordar, por ejemplo, la Oda al majestuoso rio
Paraná (1801) de Manuel de Lavardén, en la que desfilan carros
de nácar, caimanes recamados de oro, ninfas que pulsan liras
de cristal, etcétera.
LITERATURA COMO CONSTRUCCIÓN 21

e n s u s a g u a s las e s t r e l l a s de n u e s t r o h e m i s f e r i o . " 1 8
E s t a s p r o p u e s t a s , q u e con t o n o s m á s m a t i z a d o s o b i e n
m á s p e r e n t o r i o s se e n c u e n t r a n en la o b r a d e o t r o s con-
t e m p o r á n e o s d e G u t i é r r e z , 1 9 a p e s a r d e la insistencia q u e
p o n e n en la c r e a c i ó n d e un i d i o m a p r o p i o , t e r m i n a n con-
f i n a n d o a la l i t e r a t u r a l a t i n o a m e r i c a n a en el e s p a c i o del
e x o t i s m o , c o m o o b j e t o d e u n a c o n t e m p l a c i ó n diferencia-
da. Se d e s c r i b e , se define, s e a c u m u l a u n a n o m e n c l a t u -
r a . El t é r m i n o exótico o c u p a el l u g a r de u n a v e r d a d e r a
renovación lingüística. M u c h o t i e m p o d e b e r á t r a n s c u r r i r
p a r a q u e s e a c e p t e la m o d a l i d a d l i n g ü í s t i c a l a t i n o a m e r i -
c a n a en el r e g i s t r o l i t e r a r i o e l e v a d o . S ó l o a m e d i a d o s del
siglo x x se a f i r m a n códigos n u e v o s d e e x p r e s i ó n . H a s t a
e s e m o m e n t o , y n o o b s t a n t e las d e c l a r a c i o n e s t e ó r i c a s y
a l g u n a s b ú s q u e d a s a i s l a d a s , en las n o v e l a s los a m e r i c a -
n i s m o s e s t á n r e s e r v a d o s a los p e r s o n a j e s q u e , d e un m o d o
u o t r o , t i e n e n c o n n o t a c i o n e s d e s u b a l t e r n i d a d . 2 0 Q u e se
t r a t e de la n a t u r a l e z a , d e las g e s t a s p a t r i ó t i c a s , de los pro-
b l e m a s d e u n a s o c i e d a d en b u s c a d e s u definición, el peso
d e la m i r a d a e u r o p e a s i g u e s i e n d o d e t e r m i n a n t e .
E s u n o d e los m o d o s d e e s c a p e d e l c o l o n i z a d o : el ti-
p i s m o . El c a r á c t e r " e x ó t i c o " , p r o d u c t o d e la c o n d i c i ó n
colonial, s e r e i v i n d i c a c o m o u n a f o r m a d e p e r s o n a l i d a d
p r o p i a . Y si no, se p e r s i g u e el o p u e s t o e s p e j i s m o d e la uni-
v e r s a l i d a d . L a l i t e r a t u r a , d e s g a r r a d a e n t r e e s t o s d o s po-
los, a s u m e el s u b d e s a r r o l l o c o m o v a l o r , la m i s e r i a c o m o
p i n t o r e s q u i s m o , o bien se e x t r a v í a en lujosos d e c o r a d o s
ajenos. E f e c t o d e u n a c o n c i e n c i a d e s e r p e r i f é r i c o , q u e
lleva al a n s i a d e f o r m a r p a r t e , sea c o m o sea, del m u n d o
q u e c o n s t i t u y e el " c e n t r o " . 2 1

18
J. M. Gutiérrez, Fisonomía del saber español: cuál deba ser
entre nosotros, en El ensayo romántico, Buenos Aires, Centro Edi-
tor de América Latina, 1967, p. 37 [cursivas del autor].
19
En 1842, en Chile, Sarmiento, desde radicales posiciones
de renovación, y Bello, con un enfoque más moderado, fueron
protagonistas de una violenta polémica sobre el futuro de la len-
gua española en Hispanoamérica. Al respecto, véase E. Carilla,
Lengua y estilo en Sarmiento, La Plata, Universidad Nacional de
La Plata, 1964; M. Morínigo, "Andrés Bello el iniciador", en Ame-
ricanismo literario. Formas antagónicas. Tucumán, Universidad
Nacional de Tucumán, 1967.
20
Este aspecto se trata de modo más detallado en el capítu-
lo 6, § I.
21
Sobre el concepto de centro/periferia desde el punto de vis-
22 RAZONES DE LA MÁSCARA

La aspiración a la propia centralidad se vuelve espe-


jismo dominante. Sólo que este desplazamiento del eje n o
se obtiene desde a d e n t r o de la literatura. En el dato polí-
tico está el origen de esta modificación objetiva. La revo-
lución cubana m a r c a el m o m e n t o del viraje. Es c o m o si,
visible por primera vez p a r a los demás, en c u a n t o pro-
d u c t o r a de un envidiable fenómeno propio, América La-
tina resultara también visible p a r a sí misma: finalmente
se ha vuelto contemporánea del resto del mundo. 2 2 A
p a r t i r de este momento se desarrolla u n a segunda etapa,
en la que el balbuceo alcanza la dignidad de la palabra.
Los autores encuentran a sus destinatarios, los destina-
tarios por fin se reconocen en sus autores. Se van esfu-
m a n d o los p a r á m e t r o s valorativos de matriz europea; se
diluye la aparentemente inexorable vocación de literatu-
ra exótica. No se trata, es verdad, de un fenómeno sin raí-
ces. La poesía modernista a fines del siglo xix, la novela
de la revolución mexicana a principios de este siglo, en
los años veinte las vanguardias poéticas —que cuentan
con n o m b r e s como los de Vallejo o d e Neruda—, las ful-
gurantes construcciones narrativas de un Borges, un As-
turias o un Carpentier en los años cuarenta, son un sig-
no de existencia más que suficiente. Pero es alrededor de
los años sesenta cuando, j u n t o con el proceso de autocon-
ciencia política, se delinea una deslumbrante constelación
literaria: las obras de Sábato, Cortázar, Roa Bastos, Var-
gas Llosa, García Márquez, Fuentes, Puig...

Todos estos intentos confluyen hacia la creación de una


conciencia de sí, cuya voz privilegiada es la literatura. En-
t r a aquí en juego una dialéctica compleja. José Martí con-
sideraba imposible la existencia de u n a literatura si no
existía, previamente, u n a esencia americana p a r a expre-
sar. 2 3 Pero esta discutida esencia también se va constru-

ía cultural, véase T. S. Di Telia, "Tensiones sociales en los paí-


ses de la periferia", en J. Matos Mar (coord.). La dominación
de América Latina, Buenos Aires, Amorrortu, 1972.
22
La expresión es de Octavio Paz, quien la usa en referencia
al caso mexicano {El laberinto de la soledad, México, Fondo de
Cultura Económica, 1950, p. 174). La retoma, ampliándola a los
otros países latinoamericanos, C. Fuentes, La nueva novela his-
panoamericana, México, Joaquín Mortiz, 1972, p. 32.
23
"No hay letras, que son expresión, hasta que no hay esen-
cia que expresaren ellas. Ni habrá literatura hispanoamerica-
LITERATURA COMO CONSTRUCCIÓN 21

yendo a través de los libros. La literatura se hace cargo


—o m á s bien, éste es el fardo que se le adjudica— de la
peligrosa tarea de definir el ser. 24 Pero ¿cuáles son los
•elementos propuestos por esta narrativa —porque sobre
todo d e narrativa se trata— en los que va t o m a n d o for-
ma el ser latinoamericano? La lista de las constantes no
se agota fácilmente: la lucha del hombre contra una na-
turaleza avasallante; el paisaje visto como dimensión ina-
barcable; la resistencia a múltiples formas de explotación;
la idea d e un mundo sin confines e n t r e lo real y lo mara-
villoso; el redescubrimiento de un lenguaje barroco, pro-
liferante, mágico; la proyección mítica; la refundación de
utopías... Si éstos son los p a r á m e t r o s que de modo más
o menos consciente enarbola la crítica, es fácil catalogar
como latinoamericanos a los Asturias, los Guimaráes
Rosa, los García Márquez, los Scorza. Más problemática
se vuelve la inclusión de un Borges o un Onetti, latinoa-
mericanos con igual legitimidad, aunque de m a n e r a me-
nos vistosa. Pero tal vez el problema surge al querer ras-
t r e a r una identidad de manifestaciones, cuando lo que
existe es sobre todo u n a analogía de actitudes. Y esto es
lo que el lector, intuitivamente, reconoce, como sugiere
Cortázar: " E n la o b r a de escritores como Neruda, Astu-
rias, Carpentier, Arguedas, Cardenal, García Márquez,
Vargas Llosa y muchos otros, el lector encontró m á s que
poemas y m á s que novelas y cuentos, sin que esos libros
contuvieran necesariamente mensajes explícitos. Encon-
tró signos, indicaciones, p r e g u n t a s más que respuestas,
pero preguntas que ponían el dedo en lo m á s desnudo de
nuestras realidades y nuestras debilidades; encontró hue-
llas de la identidad que buscamos, encontró agua de be-

na, hasta que no haya Hispanoamérica." J. Martí, "Ni será es-


critor inmortal en América", en Ensayos sobre arte y literatura,
La Habana, Instituto Cubano del Libro, 1972, pp. 50-51.
24
Dice al respecto F. Aínsa: "Son los libros los que hacen al
pueblo y no a la inversa, como insinuaba Ezequiel Martínez Es-
trada. ¿Cuántos estereotipos y esquemas aplicados a la realidad
de continente tienen un origen exclusivamente 'literario'? El con-
dicionamiento de una visión de la realidad a través de ciertas
novelas parece inevitable [...], al mismo tiempo que prototipos
y mitos crecen desde las páginas de muchas obras y se inscriben
en la realidad" ("La espiral abierta de la novela latinoamerica-
na". en J. Loveluck [coord.]. Novelistas latinoamericanos de hoy,
Madrid, Taurus, 1976, p. 33).
24 RAZONES DE LA MASCARA

ber y sombra de árboles en los caminos secos y en las im-


placables extensiones de nuestras tierras alienadas." 25
Un problema nuevo se plantea cuando, dando ya por
descontada la existencia del objeto "Literatura latinoame-
ricana", se intenta forjar un instrumento propio para ana-
lizarlo; es decir, cuando se afirma la necesidad de una
"crítica latinoamericana" cuya tarea fundamental sería
la de rastrear las manifestaciones del huidizo ser latinoa-
mericano en la literatura. 26
La literatura puede entonces, en cierta forma, pasar
en segundo plano: ya es un hecho indiscutible. Desde dis-
tintas perspectivas, escritores y críticos terminan enton-
ces por atribuir a la crítica, más que a la literatura, una
función mítica. Zulma Palermo, por ejemplo, exalta en
la crítica el instrumento capaz de individualizar una lí-
nea que trascienda el telurismo, el pintoresquismo, etc.,
para llevar a la "revelación" del ser latinoamericano. 27
Cuando en 1974 un grupo argentino ligado a la revista
Megafún funda el "Centro de Estudios Latinoamerica-
nos", el ambicioso objetivo que persigue es "coordinar
el trabajo de intelectuales que desenvuelven su actividad
en distintas regiones del país" en modo de llegar a "de-
velar el ser latinoamericano en su pluralidad histórico-
cultural": 28 como si la identidad fuese un dato indepen-
diente de las contingencias, pasible de una revelación de-
finitiva.
El ensayo ha tenido siempre una fuerte incidencia en
la literatura latinoamericana, ya que no se trata del en-
sayo estrictamente intelectual, racional, encerrado den-
tro de los límites de una problemática rigurosamente de-
finida. La novela «ufre contaminaciones ensayísticas, el
ensayo adquiere proporciones novelescas; novelistas, en-
sayistas y poetas se expresan en todos los espacios posi-
i%
J. Cortázar. "El lector y el escritor bajo las dictaduras en
América Latina", en Argentina: años de alambradas culturales,
Buenos Aires, Muchnik. 1984, p. 89 (publicado precedentemente
en El País. supl. "Arte y Pensamiento", del 25 de junio de 1978).
26
Al respecto, véase H. Achugar. "Notas para un debate so-
bre la critica literaria latinoamericana", en Casa de las Améri-
cas, núm. 110. 1978.
27
Véase Z. Palermo, "Propuestas para una crítica latinoame-
ricana", en Megafón, núm. 1, 1975.
28
Cito del folleto de presentación del Centro de Estudios La-
tinoamericanos.
LITERATURA COMO CONSTRUCCIÓN 2*

bles, a la búsqueda de una forma para la identidad. Para


cada país y cada época pueden citarse escritores preocu-
pados por esta problemática: Sarmiento, Martínez Estra-
da en Argentina; Alfonso Reyes, Octavio Paz en México;
Mariátegui en Perú... 29 El crítico latinoamericano, de to-
dos modos, enfrenta un desafío que no se le exige a nin-
gún otro crítico: el de ser, precisamente, un crítico "lati-
noamericano". Las cuestiones que aborda son muchas y
complejas: ante él se despliega el accidentado panorama
de las distintas historias nacionales, de las modalidades
lingüísticas de cada país, de los contextos en los que el
texto se imbrica, de las periodizaciones que corren el ries-
go de recortar la historia literaria americana —y no sólo
la literaria— según criterios trasladados mecánicamen-
te de la realidad europea. Pero más allá de la delimita-
ción del objeto, otro interrogante se plantea, con drama-
tismo tal vez excesivo: ¿cuál debe ser la metodología? Para
un poeta, novelista y critico como Mario Benedetti, la fun-
ción del escritor en América Latina está determinada por
un contexto político que se amalgama con el literario. De
la misma manera, la función del crítico no puede ser in-
terpretar la expresión latinoamericana con metodologías
europeas, lo que significaría recaer en la dependencia de
signo colonial. También el crítico, consciente del subde-
sarrollo en el que se ve obligado a obrar, debe desentra-
ñar en el texto las huellas de esa condición subalterna.
Ya que la literatura es testimonio —no por un pretendi-
do reflejo realista, sino por el papel especial de la fabu-
lación— la crítica sería algo así como testimonio al cua-
drado: testimonio de la voluntad de testimoniar. 30
De aquí nace, en realidad, una posición extrema de des-
confianza hacia la crítica estructuralista, considerada
como el triunfo del ahistoricismo, y hasta como causa de
impotencia creativa. ¿La crítica europea estaría pues do-
tada de una fuerza tan devastadora? Sin embargo, la crí-
tica no ha logrado jamás decretar —y mucho menos
obtener— el fin de una literatura; sólo puede limitarse
a constatar. El hecho de que en Europa se hablara de la

2V
Sobre el desarrollo de la crítica latinoamericana en esta
perspectiva, véase J. L. Abellán, op. cit.\ A. Rama, Los gauchipo-
Uticos rioplatenses, Buenos Aires, Calicanto. 1976 (Introducción).
M
M. Benedetti. "El escritor y la crítica en el contexto del
subdesarrollo", en Casa de las Américas, núm. 107, 1978.
2t> RAZONES DE LA MÁSCARA

muerte de la novela (europea) no ha impedido por cierto


la escritura de Cien años de soledad (1967). La crítica no
es una pragmática: no veo con cuáles medios podría lle-
var los textos al suicidio. Si bien el blanco de los ataques
es ante todo la metodología estructural-semiológica, 31
las consideraciones negativas podrían extenderse a cual-
quier metodología aplicada mecánicamente. La sospecha
y el rechazo corren el riesgo de volverse el exacto envés
acrítico de! acatamiento.
Ante estas posiciones extremas, otros autores, como
Ernesto Sábato, ponen en guardia contra los peligros que
entraña un cierre total. Dado el carácter de fusión de la
cultura latinoamericana —especialmente marcado en el
caso de la argentina, a la que él se refiere— lo justo es
reivindicar, precisamente, ese carácter mestizo. Y mes-
tizo quiere decir, en esta perspectiva, la herencia de dos
mundos. 32
Si los textos fueran palabras que se agotan en sí mis-
mas, esta discusión tal vez sería ociosa. Pero se discute
de algo, se lucha por algo que las palabras han fijado, sí,
en los textos, pero cuyo valor los trasciende. Los libros
son peligrosos: no existe dictadura o junta militar que no
se haya dado cuenta. En los libros, no con los mismos ins-
trumentos ni en los mismos planos que otras acciones con-
cretas, pero con la misma responsabilidad, América La-
tina se construye a sí misma. Éste es el sentido que tendrá
siempre, y de todas maneras, el oficio de escribir, como
lo define Juan Gelman:

"con este poema no tomarás el poder" dice


,l
con estos versos no harás la Revolución" dice
"ni con miles de versos harás la Revolución" dice
se sienta a la mesa y escribe*1

31
Véase por ejemplo G. P. Del Corro, "Reflexiones y esque-
ma de base para una crítica literaria latinoamericana", en «Vio
gafón, núm. 1. 1975.
!2
E. Sábato, La cultura en ¡a encrucijada nacional, Buenos
Aires, Crisis, 1973.
33
J. Gelman. "Confianzas", Relaciones (1971-1973), en Obra
poética, Buenos Aires, Corregidor, 1975, p. 379.
2. LOS ARQUETIPOS DE LA MARGINALIDAD

1. EL INDIO

Cuatro siglos de reiterada explotación sufrida por Amé-


rica Latina insinúan una primera respuesta a la acucian-
te pregunta sobre el propio ser: el ser resulta de esa ex-
plotación. Una vocación de denuncia anima esta línea
temática que la literatura va tanteando en diferentes di-
recciones: campesinos privados de su tierra, trabajado-
res del caucho y de la yerba mate devorados para siem-
pre por la selva. Pero la propuesta arquetípica se
consolida tan sólo —aunque no necesariamente en modo
explícito— cuando la literatura, además de la denuncia,
se hace vehículo de la reivindicación de un mundo cultu-
ral. Es lo que sucede con ciertas corrientes como el indi-
genismo y la gauchesca.'
Alrededor de los años veinte surge, sobre todo en los
países con fuerte componente indígena, un movimiento
centrado en la figura del indio. No se trata de una ten-
dencia exclusivamente literaria: su aparición está ligada
a un planteo social y político. En Perú las insurrecciones
indígenas se suceden desde siempre con regularidad. Des-
pojados de sus tierras, los indios de las comunidades tra-
tan de ocupar los latifundios. Y con regularidad el ejér-
cito llamado por los terratenientes responde con una
masacre... En 1885 el noble indio Atusparia se subleva en
Huaras, con el programa de dar la tierra a los comune-
ros, sus legítimos propietarios, y de eliminar la población
blanca; en Puno, en el sur del Perú, de 1890 a 1924 se pro-
ducen once sublevaciones indígenas una de las cuales, en
1915, está encabezada por el mestizo Rumimaqui. Éste
1
Si bien estas corrientes se refieren a áreas geográficas li-
mitadas —esencialmente la zona andina en el primer caso, la río
piálense en el segundo— remiten, por la ejemplarídad de los con-
flictos que plantean, a análogas experiencias de otras áreas. Véase
por ejemplo, para el caso del Caribe, el núm. 118, 1980, de Casa
de ¡as Américas, que reproduce una serie de intervenciones del
"Simposio sobre la identidad cultural caribeña".

[27]
28 LOS ARQUETIPOS DE LA MARGINALIDAD

es el n o m b r e que adopta el sargento del ejército p e r u a n o


Teodomiro Gutiérrez Cuevas, enviado para realizar una
investigación sobre las condiciones de vida de los indios,
y que, al contacto con esa realidad, no ve sino una solu-
ción: rebelarse. De esta necesaria violencia va tomando
cuerpo la idea de un Perú "esencial", "invariable", el úni-
co verdadero: el del indio. Se crean asociaciones en de-
fensa del indio (como la Pro Indígena, fundada en 1909),
se publican ensayos, estallan polémicas que encuentran
un espacio para expresarse en las páginas de la revista
Amauta: p o r una parte, la posición de tendencia mítica
de un Valcárcel; por otra, la de raíz marxista de un Ma-
riátegui. 2 Un punto, p a r a todos, está fuera de discusión:
es el indio, en primera persona, quien debe a c t u a r p a r a
modificar de modo d u r a d e r o la realidad que lo oprime.
El descubrimiento literario del indio no es fulminan-
te. Los indios habían ya deambulado p o r las páginas ro-
mánticas, en una visión idealizada de criaturas selváti-
cas, como las que Chateaubriand había pintado en su
Átala —y se podría citar como ejemplo Cumandá, o un
drama entre salvajes (1879), del ecuatoriano Juan León
Mera. E s t a a u r a idealizante persiste aún cuando la nove-
la busca en la realidad las bases p a r a denunciar una in-
justicia —es el caso, en Perú, de Aves sin nido de Clorin-
da Matto de Tumer, de 1889. En la óptica del modernismo,
el indio es sobre todo un material exótico, análogo como
función a los personajes del lejano oriente, pretexto p a r a
descripciones en las que abundan peplos de púrpura, ros-
tros de cobre y enigmáticos ojos de ágata —así campea
en los cuentos peruanos de La venganza del cóndor (1919),
de Ventura García Calderón. Con otro enfoque, el indio
podía a p a r e c e r en cambio como emanación de la barba-
rie, como una criatura intrínsecamente degradada —y así
lo pinta en 1919 el boliviano Alcides Arguedas en Raza
de bronce.

Las primeras expresiones del indigenismo coinciden


en algún p u n t o con estas tendencias, pero la expresa vo-
luntad de denuncia las aleja de ellas. En la denuncia mis-
ma, sin embargo, se incuba una de las debilidades del mo-
vimiento indigenista, sobre todo en sus comienzos: una

2
Véase A. Melis, "La temática indigenista en la revista Amau-
ta (1926-1930)",enL'indigenismeandin:Approches, tendanceset
perspectives. Grenoble, Aferpa, 1980.
EL INDIO 29

visión maniquea y simplista de la realidad. Los persona-


jes resultan enfatizados, reducidos a tipos unidimensio-
nales que se enfrentan de manera irreductible. Esta es-
quematización es transparente en Huasipungo (1934), de
Jorge Icaza. Para construir una carretera, el terrateniente,
el cura y el extranjero, aliados en una misma explotación,
usan a los indios como esclavos, arrasan sus miserables
viviendas y los despojan de sus parcelas —los huasipun-
gos—, empujándolos cada vez más lejos y en condiciones
más desesperadas. Éste no es sino el último episodio de
una historia de violencia y sometimiento, que ha trans-
formado al indio en un ser degradado. Nada le queda de
un pasado presumiblemente armonioso. Sentimientos,
lenguaje, gestos, se han animalizado totalmente: la con-
dición infrahumana es el resultado final de la explotación.
Así el alzamiento, irracional y desorganizado, no puede
tener como salida más que la muerte.
Se iba delineando de este modo una polarización que
corría el riesgo de cristalizarse sin posibilidades dialéc-
ticas: por un lado el blanco malo, por otro el indio bue-
no, o bien el indio transformado en una larva por siglos
de opresión. Este "determinismo literario" 3 se supera
con la aparición de El mundo es ancho y ajeno (1941) de
Ciro Alegría; y es sobre todo en Perú en donde se afirma-
rá esta tendencia a una visión menos simplista, aunque
pueden citarse experiencias análogas en México y Gua-
temala. 4 En El mundo es ancho y ajeno, como en Huasi-
pungo, el eje fundamental es el despojo de una comuni-
dad indígena, Rumi, a la que la avidez de los latifundistas
relega a tierras cada vez más lejanas, áridas y pedrego-
sas. Pero el tema del indio privado de su tierra por obra
de las nuevas clases criollas que han traicionado las pro-
mesas de la Independencia se carga en esta novela con
nuevos contenidos. En la cultura india la posesión de la

* La expresión es de J. E. Adoum, "El realismo de la otra rea-


lidad", en C. Fernández Moreno (coord.J, op. cíí.
4
S o b r e algunos aspectos m e n o s difundidos del indigenismo,
véase Revista de Critica Literaria Latinoamericana, núm. 7-8. 1978,
con varios a r t í c u l o s d e d i c a d o s al tema, y e s p e c i a l m e n t e A. Cor-
nejo Polar, "El indigenismo y las l i t e r a t u r a s heterogéneas: su do-
ble e s t a t u t o socio-cultural"; A. Cuevas, "En pos de la historici-
dad perdida (contribución al debate sobre la literatura indigenista
del E c u a d o r ) " ; J. Ortega, " R e p r e s i ó n y colonialismo. El largo si-
lencio del indio boliviano".
30 LOS ARQUETIPOS DE LA MARGINALIDAD

t i e r r a adquiere un significado especial: de ella deriva el


ser del hombre, por lo que su privación es u n a pérdida
de identidad. Reivindicar la posesión de la t i e r r a signifi-
ca p u e s reafirmar el propio ser. 5 La visión de Ciro Ale-
gría se inscribe en esta línea. A la denuncia de la opre-
sión se agrega la defensa de u n a cultura integrada. Aquí,
como en Huasipungo, los comuneros son d e r r o t a d o s . El
sentido de la derrota, sin embargo, no es el mismo. Rumi
no sólo defiende su tierra, sino su dignidad. No quiere
inmovilizarse en el pasado: asumiendo la propia historia,
utiliza también lo que una sociedad m o d e r n a es capaz de
proveer para reorganizar una forma de vida auténtica.
Así, la rebelión final está encabezada p o r Benito Castro,
q u e ha estudiado, que conoce el m u n d o allende las mon-
tañas, que ha estado en la cárcel, y que sabe d a r una for-
ma a las reivindicaciones de sus compañeros. También
Benito muere, como todos los comuneros, p e r o su voz,
j u n t o a la de todos los demás, sigue reclamando justicia.
Una tradición de derrotas va transformándose en aper-
t u r a hacia la esperanza: "Benito Castro piensa en los
m u e r t o s . En ésos y en todos los muertos que están cobi-
jados bajo tierra hablando con los duros dientes, con las
negras cuencas, con las rotas manos, con los blancos hue-
sos. No sabe la cuenta. Piensa que desde Atusparia y Uch-
cu Pedro, y antes y después, no se puede h a c e r cuenta.
Mas la tierra guardó su voz sanguínea, el palpitar poten-
te de su pecho bronceado, el gran t o r r e n t e de voces, gri-
tos, balazos, cantos y agonías." 6
La expoliación de la tierra, vista como pérdida del pro-
pio pasado, puede extender sus efectos devastadores so-

s
Ya en 1928 Mariátegui insistía en este aspecto: "La Repú-
blica ha significado para los indios la ascensión de una nueva
clase dominante que se ha apropiado sistemáticamente de sus
tierras. En una raza de costumbre y de alma agraria, como la
raza indígena, este despojo ha constituido una causa de disolu-
ción material y moral. La tierra ha sido siempre toda la alegría
del indio. El indio ha desposado la tierra. Siente que 'la vida vie-
ne d e la tierra' y vuelve a la tierra. Por ende, el indio puede ser
indiferente a todo, menos a la posesión de la tierra que sus ma-
nos y su aliento labran y fecundan religiosamente" (Siete ensa-
yos de interpretación de la realidad peruana, La Habana, Casa
de las Américas, 1973, p. 41).
6
C. Alegría, El mundo es ancho y ajeno, Caracas, Biblioteca
Ayacucho, 1978, p. 382.
EL INDIO *1

bre múltiples planos, quebrantando hasta la posibilidad


de expresarse. La novela tratará entonces de recuperar
esta palabra perdida. Los ríos profundos (1958) de José
María Arguedas se orienta hacia esta meta, que el autor
ya había entrevisto en Agua (1935) y en Fiesta de sangre
(1941). El libro sigue de cerca la experiencia autobiográ-
fica: Arguedas, huérfano de madre a los dos años de edad,
se educa en una pequeña comunidad indígena a la que
el padre, abogado de provincia, lo confía. Allí el niño
aprende como lengua madre el quechua, y el español es
para él una lengua casi extranjera que aprenderá a ha-
blar bien sólo cuando, ya adolescente, entra como inter-
no en un colegio religioso para blancos. De esta historia
personal deriva el interés científico de Arguedas hacia la
realidad india de su país: estudios de etnología, investi-
gaciones sobre la religión y las culturas precolombinas.
En sus novelas, este mundo emerge no ya a través de la
mirada del investigador, sino como una prolongación de
la experiencia, con el doloroso anhelo de conjugar las dos
culturas. Los ríos profundos es el relato de esta búsque-
da individual que deviene, inevitablemente, símbolo de
una tensión colectiva. El dato biográfico no es aquí im-
procedente: por primera vez, en un libro sobre el indio,
no existe distancia ninguna entre el objeto narrado y la
mirada, la voz de quien narra. El protagonista, Ernesto,
vive la imposible elección de una cultura escindida. Sub-
jetiva, emocionalmente, él se siente solidario con el mun-
do indígena, al que no pertenece; mientras el mundo blan-
co, que objetivamente es el suyo, lo traumatiza por la
indiferencia e insensibilidad que ostenta. Nostalgia y re-
belión se alternan, pero sólo la memoria es capaz de re-
construir el paraíso perdido, y sólo en el mágico contac-
to con la naturaleza el desorden social cede lugar a una
armonía recuperada. Ahora bien, si este libro marca un
hito en la novela indigenista, no es gracias a estos aspec-
tos, ya embrionarios en El mundo es ancho y ajeno, sino
porque propone, a partir de la experiencia lingüistica del
mismo Arguedas, una recuperación de la totalidad per-
dida a través del medio expresivo. Un mestizaje de la len-
gua, pero no como inclusión inorgánica del léxico indí-
gena en el español, sino como modificación en
profundidad de la construcción, de la manifestación de
la afectividad, del papel de la metáfora.
La defensa de los derechos del indio va transforman-
M LOS ARQUETIPOS DE LA MARGINALIDAD

dose sutilmente en una propuesta de identidad: rebelión


contra el papel de oprimido, aspiración a una vida no es-
cindida, afirmación de los valores propios. Ésta es la ten-
dencia que se desarrolla en el ambicioso ciclo de los Can-
tares de Manuel Scorza sobre los comuneros andinos.
Como en el caso de Arguedas, Scorza conoce, por haber-
la compartido, la verdad de la que habla: su participa-
ción en las luchas sociales de su país le valió persecucio-
nes y exilios. Scorza transmite su experiencia en cinco
novelas: Redoble por Raneas (1970); Historia de Garabom-
bo, el invisible (1972); El jinete insomne (1977); Cantar de
Agapito Robles (1977); La tumba del relámpago (1979). En
este ciclo, utilizando un material contemporáneo —los he-
chos narrados se desarrollaron en los años sesenta—, el
autor organiza una visión compleja y fabulosa de la rea-
lidad peruana. La historia que cuentan estos Cantares es
siempre la misma; tiene la cíclica monotonía, inalterable,
de las estaciones del año, como se dice en el Cantar de
Agapito Robles: "En el mundo hay cuatro; en los Andes
cinco: primavera, verano, otoño, invierno y masacre." 7
También la trama esencial de estas cinco novelas es
de una desoladora reiteración: recuperar la esperanza per-
dida después de cuatrocientos años de opresión e injus-
ticia, organizarse, invadir las tierras, resistir, morir sin dar-
se por vencidos... y empezar otra vez. En cada novela, la
rebelión marca el centro luminoso hacia el cual conver-
gen gestos y palabras aparentemente dispersos. En cada
novela, la derrota final es el punto de partida para la his-
toria siguiente que, retomando hechos y personajes, am-
plifica el proceso e ilumina por una parte la gesta de la
entera comunidad, por otra la respuesta unívoca del go-
bierno —la masacre— y la debilidad intrínseca de estos
movimientos —la falta de unidad.
Cada levantamiento se organiza alrededor de un per-
sonaje central —Héctor Chacón el Nictálope. Garabom-
bo el invisible, Agapito Robles—, pero la característica
más acentuada, en estas acciones de todo un pueblo, es
la coralidad. Esto permite, desde el punto de vista cons-
tructivo, el desplazamiento del contraste explotador/ex-
plotado hacia zonas, en apariencia marginales, de juego
e ironía: acciones secundarias se amplifican libremente,
7
M. Scorza, Cantar de Agapito Robles, C a r a c a s , Monte Avi-
la, 1977, p. 22.
EL INDIO 13

personajes sin relevancia revisten una función ejemplar.


La elección del registro de la balada, del cantar, per-
mite además presentar el mundo de los comuneros a tra-
vés de módulos míticos. 8 Míticos en el sentido de que
todo tiene una plenitud de significado, que no existe nada
que sea casual. Prodigios y catástrofes encuentran una
explicación secreta, el mundo humano y el animal poseen
un lenguaje común, la metáfora ejerce su poder sobre la
realidad. ¿Nunca un patrón vio a un indio como ser hu-
mano? Pues bien, Garabombo asumirá literalmente esa
invisibilidad metafórica y la transformará en un arma
para luchar contra el opresor: 9 invisible, Garabombo en-
tra en las mansiones, roba documentos, engaña a los guar-
dias, desenmascara a los traidores.
La libertad en la cronología de la narración forma par-
te del mismo módulo: la historia se construye como un
mosaico, los acontecimientos develan su sentido a través
de fulgurantes juegos de sorpresa. En esta perspectiva,
el fluir del tiempo puede sufrir cualquier tipo de distor-
siones: el juez Montenegro anticipa o retrasa el calenda-
rio según sus intereses, la ciega Añada teje en sus pon-
chos multicolores las catástrofes que sobrevendrán... En
La tumba del relámpago, sin embargo, al no-tiempo del
mito se sustituye el tiempo histórico. Cuando los comu-
neros llegan por fin a la infausta torre que custodia los
ponchos de la vieja Añada —que custodia el secreto del
futuro de todos ellos—, la decisión será incendiar todo
sin siquiera abrir las puertas: "Porque no quiero el por-
venir del pasado sino el porvenir del porvenir. El que yo
escoja con mi dolor y mi error." 10
Es el mismo proceso que conduce de la pasividad a la
conciencia, de la respetuosa demanda legal de devolución
de las tierras a la lucha armada. Esta irrupción de la his-
toricidad se refleja en el cambio de perspectiva de la na-
rración. El hecho de que el protagonista de La tumba del

* Módulos explotados a veces con d e m a s i a d a insistencia,


c o m o ya h a n o t a d o la crítica. Valoriza en c a m b i o estos aspectos
T. J. Escajadillo, "Scorza a n t e s d e la última b a t a l l a " , en Revista
de Crítica Literaria Latinoamericana, núm. 7-8. 1978.
9
Sigo aquí las líneas de interpretación s u g e r i d a s por C. Acu-
tis, "Manuel Scorza: il m i t o e la s t o r i a ' . e n Nuovi Argomenti, núm.
38-39, 1974.
10
M. Scorza, La tumba del relámpago, México, Siglo XXI,
1979, p. 202.
u LOS ARQUETIPOS DE LA MARGINALIDAD

relámpago sea un profesor de historia que ha reflexiona-


do sobre los problemas del Perú, que cita a Mariátegui
—y hasta lo pone en discusión— permite una toma de po-
sición que, si bien resulta a veces en exceso didáctica, tam-
bién ilumina retrospectivamente el camino recorrido des-
de Redoble por Raneas. Por primera vez, aquí se citan
documentos, comunicaciones del Movimiento Comunal
del Perú, noticias periodísticas, y Manuel Scorza, hasta
ese momento autor, se presenta como personaje de la ac-
ción narrada. El enganche de la proyección mítica con
la realidad se vuelve directo e inevitable. Mito activo, de
todas maneras, ya que es tal la difusión que alcanza, gra-
cias a Redoble por Raneas, la historia de los comuneros,
que el general Velasco Alvarado, entonces presidente de
Perú, se ve obligado a conceder la gracia a Héctor Cha-
cón, protagonista de la novela.
Más allá de los inevitables altibajos y del peligro de
reiteración manierista, varias veces orillado, la elección
misma de la estructura cíclica, del lenguaje, de la visión
mítica hace de los Cantares de Scorza una de las realiza-
ciones más articuladas de esta ardua búsqueda tendien-
te a proponer, a través de los mecanismos de la ficción
literaria, la imagen de una identidad nacional.

2. EL GAUCHO

El indio, en cuanto realidad actual y problemática, pue-


ie ser indicado, mediante una formulación mítica, como
imagen de los problemas, de los desgarramientos presen-
tes de Perú. En este caso, la literatura es de todos modos
proyecto, intento —aunque ni claro ni coherente— de mo-
dificación del porvenir. La suerte que corrió el gaucho
en el Río de la Plata como proyección de una identidad
nacional fue muy distinta: el proceso de mitización lo co-
locó fuera de la historia. En ambos casos, es como si so-
lamente desde los márgenes de la sociedad —¿recupe-
ración de una conciencia culpable?— pudiera asomarse
esa figura en la que se encarna el ser. Pero el indio es
una presencia, una llaga no resuelta. El gaucho, en cam-
bio, hoy existe tan sólo en las páginas de libros que a
su gusto pueden inventarle un sentido. Puesto que la his-
EL GAUCHO v>

toria ya resolvió el problema: numéricamente menos re-


levante que el indio, carente de una tradición orgánica
que reivindicar, la eliminación física transforma al gau-
cho en una figura perteneciente sólo al pasado, una esen-
cia atempora! que puede dar cuerpo a la necesidad de de-
finir un arquetipo argentino. Se trata sin embargo de una
imagen ideal, despojada de toda problemática: ocasión
de una nostalgia no comprometida." El proceso que lle-
va a la construcción del mito es ejemplar. La literatu-
ra se hace vehículo de la metamorfosis del gaucho en una
abstracción: es el gaucho de la literatura gauchesca, y no
otro, quien se transforma en paradigma de la argen-
tinidad.
El género se afirma como tal en el período siguiente
a las luchas por la independencia. Protagonista de este
período ha sido el gaucho: participa en las batallas con-
tra los españoles y en las que vienen después, cuando las
divergencias entre federales, defensores de las autono-
mías provinciales, y los unitarios, partidarios de un go-
bierno centralizado en Buenos Aires, ensangrientan el
país. Sin embargo, ni bien resuelto el problema de la in-
dependencia, encaminado el proceso de organización in-
terna, el gaucho se transforma en un elemento incómo-
do. Los programas económicos y culturales en acto no
prevén una colocación para él. Nómade o poco menos, no
sometido a un trabajo regular, inconsistente como gru-
po social, portador de valores considerados como indi-
cio de barbarie, el gaucho, expulsado por la sociedad ci-
vil, sólo servirá para defender la frontera contra los
ataques de los indios. 12 Siguiendo las huellas de esta rea-

11
Bioy Casares hace esta constatación apenas velada de iro-
nía: "[..Jsurgc el gaucho como personaje cuya valoración moral
es contradictoria, pues ha provocado, a su respecto, discrepan-
cias de juicio que van desde el baldón hasta el ditirambo; cuya
realidad es misteriosa, pues testigos de diversas generaciones
coinciden en afirmar que sólo existió en el pasado, con preferencia
setenta años antes de cada una de tales afirmaciones; cuyo esta-
do presente, de símbolo preservado en el altar de la patria, se
parece no poco a una posteridad sublime, quién lo niega, pero
muei ta. como todas las posteridades" (Memoria sobre la pampa
y los gauchos, Buenos Aires, Sur, 1970. pp. 34-35).
12
Es el sistema inventado por el nuevo orden agropecuario
para pacificar las campañas, y que resuelve contemporáneamente
el problema del indio y el del gaucho: en 1815 la "ley de vagan-
36 LOS ARQUETIPOS DE LA MARGINALIDAD

lidad problemática, el personaje literario presenta una


valencia doble: por una parte constructor del proyecto
nacional —en cuanto soldado de la libertad—; por otra
obstáculo a ese mismo proyecto —en cuanto no asi-
milable.
La literatura gauchesca es obra de autores cultos pero
que conocen, por haberla compartido de algún modo, la
vida del gaucho. Tal vez este origen ambiguo del género
—la voz del gaucho, en efecto, está siempre mediatizada
por otra voz— es lo que permite el desarrollo de una lec-
tura mitificante. 13 La caracterización del género se defi-
ne con los Diálogos de Bartolomé Hidalgo (Diálogo patrió-
tico interesante. Nuevo diálogo patriótico. Relación que
hace el gaucho Ramón Contreras), escritos entre 1820 y
1822. En tono amargamente cómico se pone de manifies-
to la condición de marginalidad en que vive el gaucho
—bien distinta es la administración de la justicia si el acu-
sado es él o bien un "señorón"—, pero sobre todo se ex-
presan las esperanzas frustradas en esa patria que las gue-
rras de la independencia habían prometido:

y mientras no vea yo
que se castiga el delito
sin mirar la condición:
digo, que hemos de ser libres
cuando hable mi mancarrón.14

Los temas introducidos por Hidalgo encuentran su ex-


presión más rica en El gaucho Martín Fierro de José Her-
nández, publicado en 1872 y seguido en 1879 por La vuel-
ta de Martín Fierro. El éxito fue clamoroso e ininterrum-
pido. Inmediatamente el gaucho se sintió identificado en
el héroe del libro; los almacenes de campaña incluían en

cía" obliga a todo habitante de la campaña que no sea propieta-


rio a demostrar su condición de trabajador dependiente. En caso
contrario, considerado como "vago", se le enrola en el ejército
y se le envía a la frontera.
15
Insisto aquí sobre la literatura gauchesca corno fuente de
mito, pero no por esto debe olvidarse la función revolucionaria
que tuvo en un primer momento. Al respecto véase A. Rama, op.
cit., pp. 47-52.
14
B. Hidalgo, Diálogo patriótico interesante, en H. J. Becco
(comp.). Antología de la poesía gauchesca, Madrid, Aguilar, 1972,
p. 84, vv. 176-180.
EL CAICHO 37

sus pedidos, junto a los géneros de primera necesidad,


ejemplares de Martín Fierro.15 Hoy, en Argentina, sus
personajes se han convertido en un punto obligado de re-
ferencia y muchos de sus versos, a la manera de prover-
bios, forman parte de la memoria colectiva.
En este poema, la denuncia se expresa a través del re-
lato del protagonista, en primera persona: la concepción
del mundo, el punto de vista, la lengua, que aquí se pro-
pone por vez primera como modelo literario, pertenecen
al gaucho. La autoridad lo persigue sin razón, lo envía
a la fuerza a defender la frontera contra los indios, y allí
hasta se le despoja de su misera paga: a Martín Fierro
no le queda más remedio que desertar. Huye del fortín,
pero cuando llega a su casa, la encuentra en ruinas; su
mujer y sus hijos han desaparecido. Asume entonces el
destino de "gaucho malo" al que se le ha obligado. Ya fue-
ra de la comunidad civil —después de un choque con la
policía Martín Fierro decide vivir entre los indios— el gau-
cho no puede sino constatar el origen social de su infeli-
cidad. Así, la primera parte se cierra con la clara concien-
cia de haber narrado una historia individual que es al
mismo tiempo ejemplar de toda una clase:

Y ya con estas noticias


mi relación acabé;
por ser ciertas las conté
todas las desgracias dichas:
es un telar de desdichas
cada gaucho que usté ve.16

A diferencia del gaucho de los Diálogos de Hidalgo, es-


critos medio siglo antes, el de Martín Fierro está relega-
do fuera de toda acción posible. De su condición de hom-
bre libre, valiente, generoso, poeta, sólo le ha quedado
la posibilidad de la poesía. Con el Santos Vega (1885) de
Rafael Obligado se completa la parábola del desposei-
15
En los pedidos a los proveedores, se puede leer por ejem-
plo: "[..Jdoce gruesas de fósforos — una barrica de cerveza —
doce Vueltas de Martin Fierro — cien cajas de s a r d i n a s " (citado
por R. Rojas. Historia de la literatura argentina [ l a . ed. 1917], Bue-
nos Aires, Losada, 1948, Los gauchescos, vol. n. p . 521 [cursivas
del a u t o r ) .
16
J. H e r n á n d e z , El gaucho Martin Fierro, en H. J. Becco
(comp.), op. ciu, p . 1134, vv. 2305-2310.
38 LOS ARQUETIPOS DE LA MARC1NAL1DAÍ)

miento: la facultad de cantar ya no será el privilegio na-


tural del gaucho sino que terminará transformándose en
el terreno mismo de su derrota. Santos Vega aparece en
este poema despojado de toda caracterización histórica.
Es un payador legendario cuya única definición es justa-
mente ésa: la de ser un poeta. La esencia del gaucho ha
quedado reducida al canto; y en el canto se produce su
derrota. Otro personaje simbólico, el forastero Juan Sin
Ropa, lo supera en el desafío poético. El canto de Juan
Sin Ropa es la transposición metafórica del triunfo del
extranjero, del inmigrante que ocupará el lugar del gau-
cho. Evocada por las notas de su guitarra, Europa se de-
rrama en la pampa y mil ciudades surgen en esas tierras
hasta entonces desiertas, adormecidas, inútiles. La dis-
yunción entre protagonista y narrador sanciona textual-
mente el silencio del gaucho: aquí ya no nos habla e! gau-
cho en primera persona, sino un narrador ajeno a la
lengua, al punto de vista y a la concepción del mundo del
gaucho.
En Santos Vega se refleja la elección realizada por la
clase dominante en Argentina: empujar el desarrollo eco-
nómico mediante la aportación europea. El programa de
europeización, sin embargo, crea un problema nuevo: el
inmigrante como eje de un choque social, cultural, lin-
güístico. El choque se produce porque el inmigrante pre-
tende un reconocimiento social —a través de huelgas, agi-
taciones, si se trata de un obrero; llamando a las puertas
de los círculos aristocráticos en el caso de los que se han
enriquecido. 17 Nace entonces la retórica del ataque al vil
mercantilismo y la defensa elegiaca de los valores rura-.
les representados por el gaucho, que ya no existe. La pro-
puesta de cohesión nacional, al indicar como arquetipo
su figura, recurre al pasado, a la ausencia. Identificarse
en el gaucho no constituye ningún peligro: no es expre-
sión de un conflicto sino suma de valores que pueden pro-
ponerse también al inmigrante. Cuando el nacionalismo
no hunde sus raíces en la causa de la liberación nacional
y el rechazo de la opresión, sino que se vuelve defensa
de los privilegios de la clase dominante, el gaucho, elimi-
nado, puede transformarse en mito. A este punto la poe-
sía gauchesca, como coherencia lingüístico-temática, se
17
Véase al respecto G. S. Onega. La inmigración en la litera-
tura argentina, Buenos Aires, Galerna, 1969, pp. 20 s.
EL GAUCHO yj

disuelve. A la literatura ya no le sirven ni el punto de vis-


ta del gaucho ni su lengua. Sólo el elemento temático per-
siste, materia de un mito, y en el interior de otra forma,
la novela, que lo estilizará en sentido clasista.' 8
Este proceso llega a su punto culminante en el Don Se-
gundo Sombra (1926) de Ricardo Güiraldes. El gaucho que
aquí se presenta como ejemplo y modelo de hombre ya
no es el ser libre que recorre la pampa a su capricho, sin
sujetarse a ninguna traba: se ha convertido en peón de
estancia. A pesar de eso, la novela lo describe con conno-
taciones de libertad y soledad. Don Segundo Sombra es
protagonista nada más que del título del libro; en lo que
se refiere a la acción, no es sino una imagen ideal, agi-
gantada por la nostalgia, en la que se interiorizan los atri-
butos del gaucho: una especie de glorificación que pue-
de prescindir de una realidad que la fundamente.' 9 La
historia que se cuenta en Don Segundo Sombra es la de
un huérfano que desconoce la identidad de sus padres.
El encuentro con Don Segundo lo empuja a abandonar
el pueblo y a seguirlo en la vida azarosa de los trabajos
de la pampa. A través de pruebas, choques, dificultades,
el ser del protagonista se va modificando: él también se
convierte en un gaucho. La adquisición de técnicas
—domar caballos, usar el lazo, las boleadoras— es la ma-
nifestación exterior de una modificación sustancial. El
final enfrenta al muchacho con una revelación perturba-
dora: el estanciero para el que ha trabajado es en reali-
dad su padre, y una inmensa herencia lo espera. Don Se-
gundo Sombra le aconseja aceptar su destino, y tomar
posesión de las tierras que le pertenecen: la esencia gau-
cha no depende de las condiciones de vida. A pesar del
futuro sedentario al que deberá someterse, él seguirá sien-
do siempre un gaucho. Desgajado de toda relación con
una actividad concreta, este predicado se vuelve una rea-
lidad puramente espiritual, casi un carácter sacro e in-
deleble: "Si sos gaucho en de veras, no has de mudar, por-
>s
He tratado de manera más detallada estos problemas en
"Poesia gauchesca e idenlificazionedel ser nacional", en Lingua
e Srile, xii, núm. 2, 1977.
19
En esta perspectiva se podría estudiar la distancia entre
el personaje y el hombre que sirvió de modelo, el gaucho don Se-
gundo Ramírez. Véase la correspondencia de Güiraldes citada
por I. Bordelois, Genio y figura de Ricardo Güiraldes, Buenos
Aires, Eudeba, 1966, p. 137.
40 LOS ARQUETIPOS DE LA MARGINALIDAD

que andequiera que vayas, irás con tu alma por delante


como madrina 'e tropilla." 20
Se elude así el conflicto entre gaucho y propietario:
en su íntima esencia, el latifundista es un gaucho tam-
bién. 2 ' Mediante esta resolución del conflicto en el pla-
no literario que borra toda formulación problemática se
llega a releer la literatura gauchesca precedente y, más
allá de la literatura, la realidad del gaucho.
Él mismo terminará viéndose filtrado por la literatu-
ra: es lo que sugiere, con desacralizadora ironía, la his-
torieta de Fontanarrosa Las aventuras de Inodoro Perey-
ra ¡El renegau!22 Con un signo gráfico descarnado y
alusivo, Fontanarrosa da vida a este antihéroe sin histo-
ria, o más bien, cuya historia ha sido definida por otros
textos:
Martín Fierro, las letras de las canciones seudo-folkló-
ricas, toda la mitología literaria que le hace cargar so-
bre las espaldas el peso del "ser nacional". Las construc-
ciones culturales en torno a la identidad argentina —y
latinoamericana— se desbaratan sutilmente gracias a un
humorismo surreal que ve a Inodoro batallando con el
diablo, con un basilisco» con un arreo de pollos a través
de la pampa, pero también con la autoridad, los estan-
cieros... y con la mujer. El núcleo esencial de las aventu-
ras de Inodoro, de todos modos, se desarrolla en el regis-
tro de la parodia, con una constante referencia a una
contextualidad que es al fin de cuentas una intertextua-
lidad: Inodoro Pereyra es un gaucho que no nace en la
pampa sino en la literatura gauchesca. Así su primera
aventura, para que no quepan dudas, lo coloca en una si-
tuación codificada por Martín Fierro: el choque con una
partida de soldados; la ayuda de uno de ellos, Cruz, im-
presionado por el valor de este hombre que lucha solo
contra todos; la invitación de Cruz a huir juntos a las tol-
derías. 23 Pero la codificación ha de ser conocida hasta
20
R. Güiraldes. Don Segundo Sombra, Buenos Aires. Losada,
1971. p. 176.
21
Sigo aquí las líneas interpretativas sugeridas por F. Tar-
quini, "Per una rilettura di Don Segundo Sombra", en Miscella-
nea di Studi Ispanici, 1974.
22
Las aventuras de Inodoro Pereyra se publicaron periódica-
mente en la revista humorística cordobesa Hortensia. En 1974
apareció el primer volumen de la serie que las recoge.
23
Véase Martin Fierro, w. 1480-1686. A menos que —cita de
EL INMIGRANTE 41

para Inodoro, que responde: "¿Sabe lo que pasa? Que a


esto ya me parece que lo leí en otra parte y yo quiero ser
original." 24
Una figura embozada deambula por "la pampa de los
senderos que se bifurcan" —y es imposible no reconocer
en ella a Borges—; más adelante se presenta el cangacei-
ro Antonio das Mortes; hacen su aparición otros gauchos,
personajes de historietas sin duda menos intelectuales,
pero también más heroicos —Martín Toro, el cabo Savino.
El lenguaje delirante de la narración y de los diálogos,
imitación paródica de la imitación de un presunto len-
guaje gaucho denuncia, en su paroxismo, el absurdo de
la voluntad de hacer sobrevivir el gaucho a sí mismo; de-
nuncia las construcciones abusivamente levantadas so-
bre una idea de la argentinidad definida por palabras mis-
tificantes; es decir, revela la naturaleza puramente
literaria del "ser nacional" representado por el gaucho.
Todo esto —que ya es mucho— no sería tal vez suficien-
te para dar a las Aventuras de Inodoro Pereyra ¡El rene-
gau! la profunda dimensión significativa que se alcanza
en otros momentos de poesía, de irónica conciencia, que
son el envés de la desacralización del mito. 0 tal vez la
creación de un mito nuevo.

3. EL INMIGRANTE

Indio y gaucho representan un mundo de valores patriar-


cales y campesinos, anclados en la tierra y signados por
una contemplación a menudo nostálgica. En esta óptica,
quien viene de afuera, el inmigrante, sólo puede ser con-
siderado como un intruso. Sin embargo, en esta figura
procedente de un mundo ajeno, y portadora de valores
que contrastan con los de la tradición, la literatura rio-
platense tratará una vez más de definir una imagen —tal
vez menos mítica— de identidad nacional. El enfoque li-

una cita— el reenvío no pase también por el cuento de Borges


que reconstruye, desde e! punto de vista de Cruz, la misma esce-
na ("Biografía de Tadeo Isidoro Cruz 11829-1874]" en El Aleph. 1952).
24
C. A. Fontanarrosa, "Cuando se dice adiós", en ÍMS aven-
turas de Inodoro Pereyra ¡El renegau!, Buenos Aires, La Flor, 1974,
vol. t.
4? LOS ARQUETIPOS Dli LA MARGINAUDAD

terario del inmigrante desde esta perspectiva responde


a los datos prepotentes de la realidad. La consistencia de
la masa inmigratoria en países como Argentina, Brasil
y Uruguay en la segunda mitad del siglo xix provoca pro-
fundos cambios demográficos, económicos y sociales. 25
Los efectos son macroscópicos sobre todo en las ciuda-
des, que absorben la mayor parte de la inmigración. En
Buenos Aires, por ejemplo, se detiene el 50% de los inmi-
grantes que desembarcan en Argentina. Y entre estos ex-
tranjeros, el primer lugar lo ocupan los italianos. 26
El choque inevitable entre argentinos y recién llega-
dos se pondrá en evidencia sobre todo en el teatro. En
1884 Eduardo Gutiérrez, a partir de su folletín Juan Kio
reirá, escribe una pantomima que se representa en Bue-
nos Aires con tal éxito que los actores deciden enrique-
cerla improvisando diálogos. Uno de estos actores,
inspirándose en un peón calabrés que trabaja con la com-
pañía, introduce un nuevo personaje: "Francisque Coco-
liche". Cocoliche se expresa en un castellano inverosímil,
contaminado por el italiano, o si se prefiere, en un italia-
no absurdamente castellanizado. La repercusión será tan
grande, que "cocoliche" se convertirá en término genéri-
co para indicar el castellano hablado por los italianos.
El aplauso que recibe la aparición de este personaje, si
por una parte expresa el escarnio del criollo hacia las di-
ficultades del extranjero para adaptarse, por otra sancio-
na su definitiva aceptación: el inmigrante, aunque sea a
través de la parodia, pasa a formar parte de una mitolo-
gía. Es entonces cuando el sainete se apodera de él como
personaje, haciéndolo objeto de la reducción grotesca ca-
racterística del género. El período de esplendor del sai-
nete se abre en el teatro argentino hacia fines del siglo

25
Baste recordar que Argentina autoriza en 1853 la entrada
de inmigrantes; en 1854 llegan las primeras familias; de 1859 a
1869 la población aumenta en 400 000 unidades, con un porcen-
taje de extranjeros del 13.8; de 1869 a 1895, el aumento es de dos
millones y el porcentaje de 24. De 1895 a 1914, con un aumento
de casi cuatro millones, los extranjeros se han convertido en el
42.7% de la población. Tomo estos datos de G. S. Onega, op. cit.,
p. 16.
26
Los italianos representaban el 34% de los inmigrantes en
1869; el 49% en 1895; el 40% en 1914. Tomo estos datos de D.
F. Casadevall, Buenos Aires. Arrabal. Saínele. Tango, Buenos Aires,
Fabril, 1968, p. 31.
EL INMIGRANTE 41

pasado, para apagarse en los años treinta, en correspon-


dencia con la inserción de los inmigrantes en el desarro-
llo del país. 2 7 La simplicidad de enfoque que distingue al
sainete a menudo trivializa el choque que se está llevan-
do a cabo en la realidad. En el texto mismo de un sainete
encontramos una irónica definición de las tramas elemen-
tales peculiares del género:

Un patio de conventillo,
un italiano encargao,
un yoyega retobao,
una percanta, un vivillo,
dos malevos de cuchillo,
un chamuyo, una pasión,
choques, celos, discusión,
desafío, puñalada,
aspamento, disparada,
auxilio, cana... telón.2*

A pesar de su esquematismo, los saínetes ofrecían la


transposición de una realidad urbana en la que el inmi-
grante era u n a presencia contradictoria, pero que ya no
se podía ni b o r r a r ni ignorar.
En 1904, Florencio Sánchez sugiere en su d r a m a ru-
ral La gringa la superación del conflicto mediante la fu-
sión de razas. En La gringa se enfrentan dos familias en
las que se emblematizan lodos los niveles de choque en-
tre criollos e inmigrantes. Don Cantalicio es un criollo
de viejo linaje, don Nicola un piamontés recién llegado;
el primero es un ganadero fiel a las tradiciones, el segundo
un agricultor interesado en todas las innovaciones técni-
cas. A p a r t i r de este enfrentamiento —que nace de razo-
nes económicas no evidenciadas— se construye un odio
motivado en actitudes irracionales: p a r a los criollos los
gringos son invasores, enemigos que no se detienen ante
nada con tal de apoderarse de la tierra; para los inmigran-
tes los criollos son haraganes, jugadores, gente inútil y

27
Sobre la relación entre el desarrollo del género y la inmi-
gración, véase D. Viñas, Grotesco, inmigración y fracaso: Armando
Discépolo, Buenos Aires, Corregidor, 1973.
28
A. Vacarezza, La comparsa se despide (1932), citado en B.
R. Gallo, Historia del sainete nacional, Buenos Aires, Quetzal,
1958, p. 203.
44 LOS ARQUETIPOS DE LA MARGINALIDAD

de mala fe. La rigidez de los personajes deja margen sin


embargo a un mínimo de contradicciones que enrique-
cen la oposición. El austero y trabajador don Nicola es
insensible y mezquino, respetuoso sólo de !o que repre-
senta una ganancia; el resentido y derrochador don Can-
talicio manifiesta un lírico apego a los valores de la tie-
rra, y reacciona con acentos de cotidiana poesía cuando
don Nicola ordena que se hache un ombú, árbol impro-
ductivo: "Los ombúes son como los arroyos o como los
cerros... Nunca se ha visto que se tape un río para poner-
le una casa encima... ni que se voltee una montaña para
hacer un potrero... ¡Asesinos! ¡No tienen alma! Si tuvie-
ran algo adentro les dolería destruir un árbol tan lindo,
tan bueno, tan mansito... Cómo se conoce, ¡canejo!, que
no lo han visto criar ni lo tienen en la tierra de ellos." 29
Lo que para la generación de los padres es insupera-
ble dicotomía, se resuelve por la fuerza del amor en la
generación siguiente: los hijos de Nicola y Cantal icio, Vic-
toria y Próspero —y no hace falta insistir sobre la sim-
bología de los nombres— se aman a pesar de la oposición
de los padres, y están por tener un hijo. El drama se cie-
rra con la afirmación optimista de una Argentina en la
que se ha abolido toda diferencia de origen: "Mire qué
linda pareja... Hija de gringos puros... hijo de criollos pu-
ros... De ahí va a salir la raza fuerte del porvenir..." 30
La tenaz contraposición exaltada por la naturaleza mis-
ma del texto teatral deja paso, en la novela, a una visión
más matizada —más ambigua también. Ésta es la búsque-
da que emprende, con un tono indudablemente autoiró-
nico, el Adán Buenosayres (1948) de Leopoldo Marechal.
Aquí, en un fantástico peregrinaje por los arrabales de
Buenos Aires, el Espíritu de la Tierra se aparece a los pro-
29
F. Sánchez, La gringa, Buenos Aires, Sopeña, 1942, acto ni,
escena iv, p. 71.
10
Ibid., acto iv, escena xiv, p. 84. Naturalmente, no todas las
voces concuerdan con la de Sánchez. Para E. Mallea, la fusión
conduce irremediablemente a un general achatamiento, que en-
traña la desaparición de la Argentina auténtica: "[...Ja medida que
el contingente humano de extranjeros iba nutriendo más cauda-
losamente nuestro suelo, por todos los puertos, ferrocarriles y
caminos, nuestra forma espiritual, nuestro acervo de alma y con-
ciencia iba debilitándose explícitamente en toda la superficie del
país" {Historia de una pasión argentina, [1937], Buenos Aires, Su-
damericana, 1981. p. 71 [cursivas del autor]).
EL INMIGRANTE 4S

tagonistas bajo la forma de un gliptodonte, el animal que


habitó la pampa en tiempos antediluvianos; se encarna
después en el improbable cacique Paleocurá; reviste por
fin las semblanzas del gaucho. Sólo que este gaucho es
Juan Sin Ropa, el forastero que derrotó a Santos Vega,
y que, en una metamorfosis ulterior, aparece como Co-
coliche. Finalmente, el payador, el gaucho por antonoma-
sia, resulta ser un tal Tissone, hijo de italianos, que no
ha salido nunca de la ciudad y que no sabe nada de los
trabajos camperos: "¡Señores [...], fíjense qué país es el
nuestro, qué carácter el suyo, qué fuerza la de su tradi-
ción! Este hombre, italiano de sangre y aborigen de La
Paternal, sin haber salido nunca de su barrio, sin cono-
cer la pampa ni sus leyes, ¡toma un buen día la guitarra
y se hace payador! ¡Señores, esto es grande!" 31
En los años sesenta, esa fusión que se auguraba en La
gringa es ya una realidad. El problema de la presencia
del inmigrante puede plantearse entonces en otros pla-
nos, más coherentemente simbólicos. Sobre héroes y tum-
bas (1961) de Ernesto Sábato, también él hijo de inmigran-
tes, puede leerse —sin que esto signifique desdeñar las
incontables lecturas sugeridas por esta novela de nota-
ble riqueza— como una elaboración simbólica de las pro-
blemáticas que surgen cuando se proponen figuras dis-
cordantes como modelos de una identidad individual,
coincidente en este caso con la identidad nacional. El hé-
roe, Martín, es un adolescente sin historia, cuya vida se
ve trastornada por el encuentro con Alejandra Vidal Ol-
mos, última descendiente de una familia aristocrática de
Buenos Aires. Entrar en la vieja mansión de los Olmos
significa perderse en el antro oscuro de la historia, una
historia en la que permanecen siempre vivos los renco-
res entre federales y unitarios. Este mundo en disolución
al que pertenece Alejandra, anclado en un pasado que ella
misma evoca con resentida ironía, es la primera imagen
de identidad que se ofrece a Martín. Como contrapunto
a sus fugaces y angustiados encuentros amorosos, se va
desarrollando la gesta mítica del general unitario I .ava-
lle, gesta de infortunio y de derrota. Perseguidos por las
tropas federales mientras huyen hacia Bolivia, los solda-
dos de Lavalle —entre los cuales se cuenta un antepasa-

" L. Marechal, Adán Buenosayres, B u e n o s Aires, S u d a m e r i -


cana, 1948, p . 297.
4C LOS ARQUETIPOS DE LA MARGINALIDAD

do de Alejandra— intentan salvar del ultraje enemigo el


cadáver de su jefe. El calor los obliga a descarnarlo, a lle-
varse nadu más que un saquito de huesos, la piel de la
cabeza, el corazón en un t a r r i t o de aguardiente. La fasci-
nación de Alejandra y de su pasado es la de un abismo,
pero Martín no se siente capaz de renunciar a su amor,
y a la desesperación con la que debe pagarlo. La vida mis-
ma de Alejandra es oscura y secreta, marcada tal vez por
la relación incestuosa con el padre, Fernando, personaje
de ambigua maldad, obsesionado por la presencia de los
ciegos. Angustiado por los abandonos inexplicables de Ale-
jandra, Martín encuentra, en su anhelo de fuga hacia los
espacios puros y abiertos de la Patagonia, el contacto con
otra realidad argentina. Bucich, un camionero, lo intro-
duce en un m u n d o de hombres cuyo pasado cubre el es-
pacio de una generación —son hijos de inmigrantes— y
cuyos mitos no se remontan a las luchas entre federales
y unitarios sino que tienen los nombres, m á s cercanos,
de las glorias del boxeo o del tango. Y en este plano es
donde se va definiendo con mayor claridad la búsqueda
de una identidad nacional. Bruno, amigo y enamorado de
la m a d r e de Alejandra, y Martín debaten explícitamente
—demasiado explícitamente, según algunos críticos— 3 2
este problema. Bruno —en este caso portavoz de
Sábalo— 3 i defiende la tesis de una esencia nacional "hí-
brida", la única posible en un país que es el resultado de
la fusión entre españoles, italianos, alemanes, húngaros,
rusos, polacos, libaneses... "Así que {pensaba Martín, mi-
rando a Tito, que miraba a su padre) ¿qué es la Argenti-
na? Preguntas a las que muchas veces le respondería Bru-
no, diciéndole que la Argentina no sólo era Rosas y
Lavalle, el gaucho y la pampa, sino también ¡y de qué trá-
gica manera! el viejo D'Arcangelo con su galerita verde
y su m i r a d a abstracta, y su hijo H u m b e r t o J. D'Arcange-
lo, con su mezcla de escepticismo y ternura, resentimiento
social e inagotable generosidad, sentimentalismo fácil e

32
Véase por ejemplo Capitulo-La historia de ¡a literatura ar-
gentina, Centro Editor de América Latina, 1968, pp. 1206-1208.
33
Estas son efectivamente las líneas que E. Sábato desarro-
lla en La cultura en la encrucijada nacional, cit., especialmente
en los capítulos "Sobre nuestra hibridez" y "Sobre nuestra lite-
ratura".
EL INMIGRANTE •v;

inteligencia analítica, crónica desesperanza y ansiosa y


permanente espera de ALGO."34
Sin embargo, no es en estas declaraciones de princi-
pio donde debe rastrearse la presencia del inmigrante
como posibilidad de modelo, sino más bien en la función
por él desempeñada en la novela. Ante el ritual iniciático
que propone Alejandra, enteramente vuelto hacia el pa-
sado, la elección de Martín lo lleva a recorrer su propio
camino junto a estos hombres de! presente. D'Arcange-
lo, Bucich, serán las figuras que Martín reconocerá como
guías no ya en un ritual mágico e inapelable como todo
proceso iniciático, sino en una marcha consciente hacia
un futuro realizado en primera persona, hacia un mun-
do cuyos confines se ensanchan cada vez más.31* El mun-
do de Alejandra no tiene más porvenir que la disolución:
Alejandra se suicida, después de matar al padree incen-
diar la casa de los Olmos. Y la novela se cierra con una
significativa simetría. A la historia del general Lavalle,
de su legión fantasma que eternamente atraviesa el río
hacia el norte y la derrota, se contrapone la silueta del
camionero Bucich que anuncia a Martín la próxima eta-
pa: están por atravesar el río Colorado, la frontera hacia
el sur, hacia una Argentina que todavía hay que descu-
brir: "Qué grande es nuestro país, pibe." 36
Y en ese "nuestro" está encerrado todo el sentido del
aprendizaje de Martín.
Una última expresión de este camino simbólico se pue-
de reconocer en La busca del jardín (1977) de Héctor Bian-
ciotti. En la inmensidad de la llanura sin misterio que se
extiende alrededor de la casa de la infancia, el protago-
nista, hijo de campesinos emigrados, descubre a través
de los libros y las revistas que reciben las mujeres de la
casa, la existencia de un mundo distinto: la pampa no es
34
E. Sábalo, Sobre héroes y tumbas, Buenos Aires, Sudame-
ricana, 1970. p. 181.
3
- Retomo aquí las líneas de análisis planteadas en un semi-
nario conjunto de literatura angloamericana y literatura hispa-
noamericana (Universidad de Roma I), cuyos resultados se reco-
gen en el volumen compilado por P. Cabibbo, Sigfndo nel nuovo
mondo. Studi sulla narrativa d'iniziazione, Roma, La goliardica,
1983. y que incluye el estudio de K Antonucci, P. Delle Fraile,
C. Goffredo, "Modello iniziatico e processo formativo: mito e sto-
ria in Sobre héroes y tumbas".
* Sobre héroes y tumbas, cit., p. 465.
48 LOS ARQUETIPOS DE LA MARGINALIDAD

toda la realidad. La abuela italiana amplía el ámbito de


esta revelación: con la ayuda de un viejo fonógrafo, le hace
conocer las maravillas del "bel canto*'. Gracias a este don,
la imagen de la vieja avara y sórdida se transforma en
la de "una maga disfrazada, la sacerdotisa clandestina
de un culto ignorado en la chacra, la anónima, involun-
taria mensajera venida de su futuro de él para anunciár-
selo". 37 Pero ¿cuál futuro? A partir del éxtasis de este
descubrimiento, el protagonista construye un itinerario
que lo llevará a Europa.
El ciclo se ha cerrado. La búsqueda de identidad es
aquí una búsqueda de pasado. Sin embargo, ese hijo de
inmigrantes que regresa al espacio de los antepasados,
regresa a un espacio que no es suyo: el espacio de una
memoria ajena, siempre huidizo. Y también la llanura de
la infancia se ha convertido en un espacio irrecuperable:
"El camino nómada de la llanura sudamericana lo había
conducido al centro de su desdibujado laberinto; pero el
Centro es inhabitable para la fugacidad del hombre y, así,
seguiría alejándose de la morada de la Idea, hacia ese pun-
to enigmático y a la vez sabido, boca de sombra, lugar
de la ausencia de Ariadna, en el que el cuerpo caerá fue-
ra del tiempo." 38
¿Esto quiere entonces decir que todos los espejos es-
tán vacíos, que ningún rostro ha de revelarse a estos afa-
nosos buscadores? Arguedas, Sábato, Bianciotti, propo-
nen siempre un peregrinaje cuya meta no existe o que,
una vez alcanzada, demuestra ser sólo una etapa. Un pun-
to firme parecería existir: el gaucho. Pero porque forma
parte de un ayer definitivamente archivado. El resto, en
cuanto proyecto —y proyecto mítico, en cuanto litera-
rio—, no puede ser sino un abierto terreno de discusión.
Ésta es tal vez la única lección de los textos: identidad
es buscarse.

. " H. Bianciotti, La busca del jardín, Barcelona, Tusquets,


1978, p. 46.
n¡bid.. p. 123.

Das könnte Ihnen auch gefallen