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Introducción.
Según investigadores, el poblamiento americano se inició hace más de 70000 años y la vía de acceso al continente
habría sido el Estrecho de Bering, el cual, al bajar las aguas emergía formando un magnifico paso entre Alaska y
Siberia.
Los protagonistas de este poblamiento eran recolectores y cazadores que abandonaron sus lugares de origen debido
a profundos cambios climáticos que provocaron escasez de alimentos.
La variedad de grupos humanos que fueron habitando el territorio dio lugar a un heterogéneo desarrollo socio-
cultural de las personas.
Había desigualdad en cuanto al desarrollo, por lo tanto, algunos apenas superaban el estadio más primitivo del
desarrollo; otros practicaban una economía de subsistencia llevando a cabo actividades (recolección de frutos, caza,
pesca) que se establecían entre grupos familiares, eran sociedades igualitarias, no existía la propiedad privada y
carecían de organización estatal.
Aquí, se formaron estados; algunos incapaces de formar una civilización regional; y otros más avanzados que
llegaron a formar imperios teocráticos, con estructuras políticas y religiosas muy organizadas, dominio de la
agricultura intensiva, de las técnicas de regadío, de las transacciones comerciales, de las construcciones
monumentales y del arte mágico-religioso. (Mayas, Aztecas e Incas).
Los indios americanos: Sus culturas y su actitud frente a los conquistadores blancos.
Los indios pertenecen a una raza Cáucaso-mongoloide. A menudo aparecen rasgos del tipo humano europeo
(aspecto de su cara y piel blanca). Comprobaron que en los trópicos americanos no vivían negros, esto sucede
debido a la heterogeneidad de las oleadas migratorias y el aislamiento de la población.
Las civilizaciones desarrolladas en América, se mantuvieron separadas entre sí. En algunas regiones se produjo el
ascenso de grandes culturas, mientras que en otras vivían en el salvajismo más primitivo.
Los grandes imperios se fundaron a partir de conquistas guerreras y mantuvieron su cohesión por medio del poder
brutal.
En la época de descubrimientos, la economía de los indios se basaba en varias actividades como recolección, caza y
pesca (pavo, pato, cobaya y perros). Para los europeos, la alimentación en América significo un notable cambio.
En diversas regiones se desarrolló la agricultura, como el maíz, mandioca. Se destacaban como civilizaciones del ocio.
En cambio, las grandes culturas indígenas se han desarrollado sobre la base de los cultivos del suelo, esto fue más
complejo, aumentó el número de las plantas cultivadas y el regadío, el abono de los campos acrecentó la producción
agraria.
Con las grandes culturas indígenas surgieron ciudades compuestas, unas de viviendas y otras de templos. También
las actividades artesanales cobraron gran impulso (cerámicas, tejidos, alhajas, armas y herramientas).
Los mercados exponían una plétora de bienes de consumo y artículos de lujo.
En los grupos primitivos no existía una organización estatal y las comunidades eran formadas por grupos familiares.
Frente a las comunidades indias, se hallaban caciques, este cargo era hereditario pero también podían ser elegidos
por el pueblo. Junto a esas ligas soberanas se formaron verdaderos Estados, que reclamaban el dominio sobre un
territorio y lo imponían por la violencia y por medios administrativos. Así se formaron los imperios de los aztecas y
los incas.
Existía una diferenciación social pronunciada en los imperios inca y azteca. Estaban los hombres libres y los esclavos
y los demás siervos sujetos a prestaciones de servicios.
La religión era diversa entre las diferentes tribus y pueblos de América. En los pueblos primitivos se registraba la
creencia de un ser supremo y la adoración a dioses astrales, a los fundadores de la tribu se les rendía un culto divino,
estaba regida por la creencia en demonios y espíritus, se atribuían diversas especies animales. En cambio, en las
grandes culturas presentaban una multitud de divinidades se concebían cada vez más figuras divinas.
El primer contacto de los españoles con indígenas americanos se produjo en las islas del Mar Caribe, donde
encontraron a los taínos, su complexión física y los rasgos faciales impresionaron agradablemente a los europeos,
Colón los describió como hombres de buena figura, agraciados, carecían de pelo crespo y de piel negra, cutis claro.
Constituían un tipo humano pacifico, vivían en el estadio de una cultura primitiva de plantadores, elaboraban
tejidos, adornos de oro y esculpían en piedra y madera. Creían que los forasteros habían descendido de los cielos,
intercambiaban sus pertenencias por baratijas.
A los caribes, se les conocía como pueblo guerrero y cruel, daban muerte a los hombres y raptaban a las mujeres,
eran descriptos como seres con cara y dentadura de perro. Se mostraron como enemigos de la conquista europea.
En la costa venezolana se hallaban los caiquetíos quienes habían alcanzado un nivel de cultura superior.
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En las costas de Brasil se encontraron con poblaciones primitivas, los tupíes, los botocudos y los bororoes, vivían de
la caza y de la pesca, su atavió consistía en pintarse el cuerpo y pegarse plumas, el canibalismo y la caza de cabezas
eran costumbres de amplia difusión, se alimentaban con el tubérculo de mandioca.
En Colombia se encontraron los chibchas, habían formado una organización estatal y una jerarquía de estamentos,
los caciques parecían disfrutar de poderes sobrenaturales. La economía se basaba en la agricultura. No habían
fundado ciudades y edificación de casas de piedra. Eran caníbales. Desconocían la escritura.
Mayas
La región de la cultura maya comprendía a Guatemala, Chiapas, Tabasco, Yucatán y Honduras, se había disuelto a
mediados del siglo XV.
Existía una sociedad diferenciada ordenada jerárquicamente, cuyo estrato superior lo constituía la nobleza
hereditaria y el clero, y el inferior constituido por los esclavos.
Arquitectura: Eran ciudades populosas con casas de piedra, grandes templos y calles empedradas. Los antiguos
lugares sagrados de los mayas se habían transformado en ciudades residenciales y capitales fortificadas.
Agricultura: El cultivo de plantas alimenticias permitió que la población urbana se dedicara a los diversos oficios
artesanales, al comercio y otras ocupaciones no productivas de alimentos.
Cultura: Desarrollaron una cultura intelectual, poseían una escritura ideográfica, escribían los números hasta el 19 en
forma de puntos y rayas, para números mayores utilizaban el cero. Esto le sirvió para la fijación de su calendario y
para la cronología.
Arte: Las dotes artísticas de los mayas se revelan en el relieve en piedra y en la escultura, así como en la cerámica
ornamentada y esmaltada. No se conocía el uso del metal.
Religión: La religión incluía una muchedumbre de divinidades principales y secundarias, cuyo favor y asistencia se
hacía mediante danzas, sacrificios, preces. Los sacerdotes habían adquirido una gran influencia sobre la vida de los
hombres.
Aztecas
Los aztecas lograron primacía en diversas ciudades de México y extendieron su dominación desde las costas del
Pacifico hasta las del Atlántico, su potencia fue desde 1519 a 1521 cuando fueron conquistados por los españoles.
Este imperio no era una formación estatal unitaria, diversas ciudades conservaban su independencia política. La
administración estatal se hallaba centralizada y burocrática, la organización en tribus había desaparecido por
completo.
La sociedad azteca estaba subdividida en clases: el estamento noble, que eran miembros de la vieja aristocracia
tribal y los nuevos nobles que habían ganado su ascenso por meritos especiales, los sacerdotes y los altos
funcionarios, estos tenían determinados privilegios; otro estrato social era el de los artesanos, que se hallaban
liberados de la actividad agrícola, se transmitía por herencia y se necesitaba capacitación para hacerlo; el pueblo
común, que cultivaba la tierra; y la esclavitud que se podía llegar a serlo por secuestro o cautiverio de guerra o
castigos por delitos, no estaban despojados de todo derecho, sus hijos eran libres.
Agricultura: El sistema milpas es el método más primitivo para el cultivo de maíz, donde se ha calculado que una
familia de cinco personas que labrara un campo de cuatro a cinco hectáreas en 190 días produciría más del doble de
lo que necesitaba para procurarse en sustento. Esto permitió liberar algunos hombres para que se dediquen a la
agricultura.
Arte: Casi todos los instrumentos fueron elaborados con madera o piedra, con los metales preciosos se hacían
aderezos, hacían trabajos con plumas y piedras preciosas y utilizaban cerámica.
Arquitectura: Con respecto a la arquitectura urbana, se caracterizó por los suntuosos palacios de los nobles,
construidos de una sola planta y sin ventanas, con las habitaciones agrupadas en torno a un patio interior. Parques
esplendidos rodeaban los palacios. Las viviendas de la gente común estaban hechas de adobe cocido. Los edificios
más importantes eran las pirámides. También se había desarrollado el arte del relieve de piedra y la escultura.
Religión: La religión azteca contaba con personas divinas en profusión. Los sacrificios humanos ofrecidos a las
deidades alcanzaron entre los aztecas proporciones aterradores. Consideraban que su mundo estaba amenazado por
el infortunio y condenado a la ruina.
Incas
La expansión de los incas comenzó en el siglo XV. Se extendieron por la región andina, centro de Ecuador, Bolivia,
Chile y noroeste argentino.
Para mantener unidos sus dominios, difunden un idioma uniforme en todo el imperio.
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Un poder estatal totalitario combinado con un ordenamiento económico socialista.
Las familias podían disponer libremente su cosecha. Bosques y pasturas estaban a disposición de todos los miembros
de la comunidad. La casa y el patio era propiedad de la familia, para mantener a los sacerdotes y los lugares del culto
se destinaba una superficie cultivable especial, toda la tierra restante pertenecía al inca.
Las sobras de cosechas quedaban en graneros del Estado, los bienes producidos debían entregarse a depósitos del
Estado.
Cultura: La cultura se fundaba en los logros alcanzados por las viejas culturas urbanas.
Agricultura: Una agricultura intensiva mediante el cultivo en terrazas, regadío mediante acequias y la utilización de
abonos.
Arte: Construían herramientas y armas con cobre y bronce. Los tejidos eran de extraordinaria diversidad.
Confeccionaban abanicos y vestimentas de plumas, cerámicas de diferentes estilos.
Arquitectura: entre los edificios descuellan los templos piramidales.
Religión: su religión presentaba una mirada de dioses. Objeto de especial adoración era el dios del Sol, la fiesta solar
en Cuzco era la principal solemnidad religiosa. A los dioses se les sacrificaba seres humanos, pero era infrecuente.
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Los indios de encomienda presentes en Potosí no estaban familiarizados con las actividades mineras y solo podían
realizas las tareas más sencillas. Muchos de estos migrantes eran contratados por los yanaconas para transportar el
mineral desde el interior de la mina.
A mediados de 1560, a medida que se agotaban los minerales más ricos, los mineros yanaconas abandonaban Potosí
para ir a trabajar en las haciendas de españoles que producían los alimentos demandados por los núcleos urbanos
del espacio. Otros permanecieron en la ciudad para dedicarse a otras actividades.
En los Andes centrales los españoles fueron deudores de la tecnología indígena, que había desarrollado la fundición
de plata por el método de wayra, adecuado para refinar los minerales de los depósitos extremadamente ricos de la
superficie. Una vez extraído el mineral de la montaña era necesario triturarlo con un canto rodeado de base curva,
después las piedritas se fundían en un pequeño horno de arcilla o piedra con forma cónica o piramidal.
El proceso de refinación de plata por amalgama con mercurio permitía refinar con bajos costos los minerales de baja
ley que abundaban en los Andes, pero su implementación requirió importantes inversiones de capital tanto en
maquinarias como en infraestructura, además del empleo excesivo de mano de obra. El mineral de plata se extraía
de la mina y después se trasladaba a la refinería donde era triturado hasta quedar reducido al tamaño de granos de
arena. Una vez triturado, el proceso de amalgama se realizaba en un patio pavimentado en piedra y en algunas
ocasiones techado. Allí se depositaba el mineral, se lo humedecía con agua, se añadía sal y a continuación se
agregaba el mercurio. Durante cuatro o cinco semanas la masa así formada era agitada y removida diariamente por
los trabajadores indígenas para favorecer el proceso químico. Pasado ese tiempo la masa se lavaba, para ello se la
introducía en una tina por donde se hacía pasar agua de forma que arrastrase las impurezas, quedando depositada
en su interior la pella o amalgama depurada. La pella se envolvía en un saco de lienzo que primero se retorcía y
luego se sometía a la acción del calor para separar los restos de mercurio. Al final del proceso se obtenía la piña de
plata pura.
La minería de la plata alto peruana genero efectos profundos en la economía de una extensa porción de la América
del Sur. Las producciones de las regiones vecinas a la ciudad de Potosí eran insuficientes para abastecer las
crecientes necesidades de la ciudad en alimentos, ropa, combustibles e insumos para la minería. La consecuencia fue
la incorporación de extensos territorios en la órbita económica del centro minero.
Hacia 1570 ya habían comenzado los primeros envíos a Potosí de tejidos, cera y miel desde Santiago del Estero. En la
década siguiente, desde la jurisdicción de la ciudad de Córdoba se exportaban textiles de algodón que provenían de
la actividad domestica urbana o de los telares de los pueblos de indios y en la de 1590 la existencia ganadera de la
región cubría las necesidades del consumo local y generaba un excedente que le permitía enviar ganado en pie al
mercado alto peruano y sebo a Brasil. Hacia fines del siglo comienzo a desarrollarse la cría de mulas.
La principal preocupación para los comerciantes establecidos en Buenos Aires, así como para aquellos que estaban
de paso en la ciudad, residía en su participación en la riqueza potosina. Eran las regiones productoras del Perú, el
Tucumán y el Paraguay las que obtenían mayoritariamente la plata potosina a cambio de la exportación de sus
excedentes agrarios y manufacturados. Entonces los comerciantes porteños o los que llegaban al puerto debían
vender los esclavos africanos y las manufacturas europeas en las regiones que previamente habían abastecido a
Potosí.
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La producción y el comercio de mulas de Córdoba se combinaban con la importación de mercancías europeas. En el
norte las mulas eran cambiadas por metálico para pagar las importaciones de Buenos Aires y también por efectos de
Castilla y de la tierra que se vendían en la propia jurisdicción o en otros lugares.
En Catamarca y La Rioja se elaboraban vinos y aguardientes que abastecían el consumo local y ocasionalmente
llegaban a mercados cercanos. En la región de Cuyo la viña se constituyó desde los primeros momentos de la
colonización española en su principal fuente de riqueza.
Los tejidos rústicos de algodón de la producción doméstica de Catamarca se consumían en distintos puntos del
interior y también en el litoral.
En el litoral ponían en movimiento una variedad de productos tales como azúcar, vino, cera, tabaco o algodón en
rama y yerba.
La ciudad de Buenos Aires había sido excluida del sistema comercial implementado por la corona. Por su parte, la
corona necesitaba promover la subsistencia de los vecinos de la ciudad y por eso se otorgaron autorizaciones para
exportar harina, cecina y sebo, y para importar manufacturas extranjeras y azúcar.
En el siglo XVI llegaban grandes navíos portugueses, holandeses y españoles directamente desde Europa. Los
productos importados consistían en azúcar y aguardientes, esclavos, hierro, papel y manufacturas europeas.
La posibilidad de acceder al mercado potosino y las importantes ganancias que podían obtenerse por las diferencias
entre los precios en Brasil y España y los de Potosí alentaron la presencia del comercio directo o contrabando en
Buenos Aires. Este se realizaba en la forma de arribadas forzosas, es decir, de los navíos que reclamaban el derecho
de entrar en el puerto para cobijarse de los azares de la navegación.
Durante el siglo XVII las preocupaciones de la corona con respecto a la permanencia y subsistencia de Buenos Aires
motivaron el establecimiento permanente de funcionarios reales de una guarnición militar. El conjunto era
sobredimensionado para las posibilidades demográficas y económicas de la ciudad y solo podría sostenerse con una
comunicación regular con el exterior. Así, la corona debió recurrir a la autorización de los navíos de registro para
sostener al puerto y al aparato estatal. Estas embarcaciones navegaban fuera del sistema de las flotas y los galeones
y debían obtener la autorización de la corona y nunca abandonaron el carácter de prerrogativa real.
La segunda mitad del siglo presenta una cierta expansión, la producción yerbatera paraguaya se expande al espacio
peruano, incremento en la cantidad de mulas en Córdoba.
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En la España del siglo XVI coexistían jurisdicciones fiscales paralelas, además, los reinos, las ciudades, las villas, la
Iglesia y la nobleza defendían sus derechos a la exención fiscal concedidos por la corona durante las distintas etapas
de la reconquista.
El sistema fiscal establecido en la América española trato de evitar esos condicionamientos. La Real Hacienda
aseguro a la corona una parte de las riquezas producidas en sus posesiones ultramarinas y los impuestos recaudados
en las Indias sirvieron para pagar todos los costos de la defensa y la administración de las colonias.
Los ingresos de los impuestos americanos enviados a España pagaron parte de los costos de las guerras europeas,
del mantenimiento de la corte, de la construcción de palacios y conventos en la península.
La unidad del sistema fiscal colonial era la caja real, oficina responsable de la recaudación y el registro contable de
los ingresos provenientes de los impuestos.
Los impuestos eclesiásticos también ingresaban en las cajas reales.
Las reformas borbónicas implementadas introdujeron algunos cambios en las técnicas recaudatorias.
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Córdoba siguió trayendo los tráficos de vinos, aguardientes y frutas secas originados en la región de Cuyo como los
caldos y los tejidos rústicos de algodón que se producían en La Rioja y Catamarca.
También en esta época, se reflejó de manera ambigua la producción de vinos y aguardientes de la región de Cuyo.
Las exportaciones de vino mendocino no sufrieron contracción alguna, en tanto que las de aguardiente sanjuanino
muestran un claro crecimiento.
Santa Fe estaba orientando su economía hacia la producción de ganado vacuno.
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Tierras y producción.
La mayor consecuencia de la independencia fue liberar las fuerzas productivas de Buenos Aires. La exportación de
cueros había crecido en las últimas décadas del siglo XVIII, produciendo una moderada expansión de la ocupación
territorial.
La incorporación de nuevas tierras a la producción se produjo dentro de las modalidades coloniales en uso a fines del
siglo XVIII y comienzos del siglo XIX: ocupación de tierras realengas, composiciones y mercedes. Esas modalidades no
cambiaron inmediatamente después de la independencia.
En 1830 las propiedades están todavía insertadas en un mar de tierra pública y muestran un marcado contraste en
sus dimensiones a medida que se internan tierra adentro.
La extensión del área productiva se triplico entre 1800 y 1860, al tiempo que aparecen factores que impulsan la
definición de los derechos de propiedad. La tierra paso a manos privadas a partir de 1836.
Los trabajadores rurales, los peones, no vieron demasiados cambios en sus tareas hasta la aparición del ovino. Las
tareas agropecuarias estaban determinadas por las necesidades estacionales de la producción. A fines del siglo XVIII
la producción de granos y de bienes pecuarios demandaba mano de obra en distintas estaciones, pero no ofrecían
empleo continuado. La producción de granos, localizada en las inmediaciones de la ciudad de Bs. As., ofrecía trabajo
a los desocupados urbanos, más próximos que la dispersa población de la campaña. Escasez y abundancia de mano
de obra deben de comprenderse en ese contexto: la queja de los productores acerca de la inestabilidad de la mano
de obra era reflejo de la capacidad de esa economía de generar un empleo estable.
La expresión de la ganadería vacuna acentuó las características estacionales de la producción y por lo tanto de la
demanda. Al mismo tiempo, esa expansión estaba atrayendo hacia la campaña cada vez más población. Periodo de
escasez y abundancia de mano de obra se sucedían estacionalmente. La inhabilidad de la economía rural de proveer
de trabajo permanente a la población de la campaña se veía compensada por una institución también común a todas
las economías agrarias.
Las tareas rurales no sufrieron transformaciones con la expansión de la ganadería vacuna, esta tuvo dos importantes
consecuencias laborales. Por un lado, la demanda de mano de obra se encontraba dispersa en un territorio cada vez
más amplio y, por otro lado, ella estaba localizada cada vez más lejos de la ciudad de Bs. As.
La expansión del ovino introdujo, décadas las tarde, nuevas formas de trabajo rural y por lo tanto nuevas relaciones
laborales. El ovino proveían empleo todo el año a una cantidad mucho mayor de trabajadores que el vacuno.
Moneda y crédito.
En Buenos Aires, aparecieron formas modernas de organización económica que contribuyeron a la movilización de
los factores productivos. La creación de instituciones de crédito público y privado y la sustitución de la moneda
metálica por el papel moneda fueron los principales rasgos de esa modernidad.
Aunque el Estado mantenía el monopolio de la acuñación monetaria, ella no le daba libertad para cubrir los gastos
de emisión, la moneda era moneda física, que valía como medio de cambio por el valor de mercado del metal que
contenía. La capacidad del Estado de hacer frente a sus gastos estaba limitada por la capacidad de producir moneda
o de conseguirla a través de la recaudación de impuestos.
La independencia produjo grandes cambios monetarios y financieros como la desaparición de los ingresos remitidos
por las cajas alto peruanas para mantener a la administración virreinal.
En 1813 el gobierno emitió Pagares Sellados, esto era demasiado imperfecto por el riesgo que implicaban y por la
sobreoferta, circulaba con descuento y su demanda está limitada al importante pero al fin de cuentas reducido
número de importadores que podían usarlos para el pago de derechos.
La reforma tributaria de 1821 tuvo por objeto eliminar impuestos que las transformaciones de la primera década
revolucionaria había tornado obsoleto y establecer otros de recolección más simples.
Los billetes de banco fueron libremente convertibles entre 1822 y 1826. En esta última fecha se suspendió la
convertibilidad de los billetes y poco tiempo después adquirieron curso forzoso.
La inflación fiduciaria fue el nuevo instrumento financiero del gobierno de Bs. As. Durante la guerra con el Brasil. El
crédito público no estaba tan bien establecido como para hacer frente a una emergencia catastrófica. La devaluación
del medio de pago produjo consecuencias como la destrucción del mercado financiero donde el único instrumento
eran títulos cuyo valor nominal se desvalorizaba al ritmo de la moneda.
El Banco de Buenos Aires había sido creado por los comerciantes de la plaza, criollos y extranjeros; el Banco
Nacional.
La desvalorización de la moneda introdujo incertidumbre en los contratos. El gobierno se convirtió en el principal
factor de inestabilidad. En 1826 al suspenderse la convertibilidad de los billetes del banco se produjo una
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desvalorización de los billetes respecto de su valor nominal en metálico. Los contratos no debían sufrir las
consecuencias de tal desvalorización.
Conclusión.
La independencia dejo en la economía de Buenos Aires huellas más profundas que en las economías del interior. La
inestabilidad política que siguió a la desaparición del poder español tuvo allí como consecuencia el desorden social y
el desaliento de las actividades productivas.
El sistema de explotación basado en el monopolio comercial condenado por Mitre había impuesto produjo en
Buenos Aires crecimiento económico y estabilidad política; y en el interior, estancamiento e inestabilidad. La libertad
triunfo en Buenos Aires y arrastro al resto del país.
El fundamento teórico del conflicto Litoral-Buenos Aires: Liberalismo, proteccionismo, nacionalismo económico.
En 1830 se originó una nueva crisis entre el librecambio (Buenos Aires) y el proteccionismo (Litoral), protagonizada
por los representantes de Buenos Aires y Corrientes. Los problemas que más sobresalían eran: sobre la navegación
de los ríos, la regulación del comercio exterior y la permanencia de las rentas de la aduana en Buenos Aires.
Las críticas de muchos sectores del Litoral e Interior era la política librecambista que Buenos Aires imponía al resto
del territorio rioplatense, por el control sobre la navegación de la cuenca del Plata y sobre el comercio ultramarino.
El correntino Pedro Ferré expuso, en las negociaciones con las otras provincias del Litoral, clásicos argumentos neo
mercantilistas, como la de prohibir la importación de las mercancías que competían con las industrias del país,
fomentar el desarrollo de estas producciones y desalojar a los británicos de las posiciones que habían ganado en el
comercio rioplatense y la nacionalización de las rentas de la aduana.
El núcleo de la argumentación correntina era que la independencia y prosperidad de una nación se basaba en el
desarrollo de una industria nacional que, para resistir la competencia de las principales naciones industriales, debía
ser necesariamente protegida por los gobiernos.
Ferré alegaba que el librecambio era una desgracia porque los escasos productos industriales que se producen no
resisten la competencia con la industria del exterior, y al disminuir o desaparecer, se mejora el saldo desfavorable de
la balanza comercial, se reducen los capitales invertidos en esas producciones y sobreviene la miseria de la
población. También, agregaba que el proteccionismo tiene el mérito de ampliar la ocupación, fomentar la
producción industrial y reducir el consumo de importaciones.
A estos argumentos, la respuesta de Buenos Aires, por medio de un Memorándum de María Roxas y Patrón, se
apoyaba en la teoría liberal clásica. Decía que la protección encarecería los costos de producción, puesto a que la
mayor parte de los consumos de los trabajadores rurales provenían del exterior. El proteccionismo sería un
obstáculo para la ganadería.
“Es principio proclamado desde el 25 de mayo de 1810 por todos los habitantes de la República”, escribía María
Roxas y Patrón, “Que cada una de las provincias que la componen es libre, soberana e independiente de las demás”,
razón por la que Buenos Aires es dueña de disponer de forma exclusiva de su territorio, sus costas y sus ríos, así
como de regular su comercio exterior y utilizar en su provecho las rentas que ese comercio le produzca.
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El dictado de la Constitución de 1853 allano este camino al establecer entre otras cosas, la forma republicana,
representativa y federal del gobierno que contaba con el consenso de la mayoría de las provincias. Además
establecía la nacionalización de las aduanas exteriores, la libre navegación de los ríos, la eliminación de las aduanas
interiores, la libre circulación por todo el territorio de la nación de bienes y personas, etc.
Pero el dictado de la constitución no fue suficiente para garantizar la unidad política del país ya que esta rigió solo
sobre una parte del país, dividido por la negativa de Buenos Aires de compartir sus privilegios y por la guerra civil.
Luego de la batalla de Pavón al incorporarse Buenos Aires a la Confederación, se inició un proceso de organización
estatal conducido por Buenos Aires.
A partir de la unificación del país se recorrerá el último tramo hacia la organización nacional. Para ello se avanzó en
el dictado de Códigos de leyes como el civil, comercial, penal, de minería, necesarios para regular las relaciones entre
los habitantes y las actividades económicas.
También se decidió la creación de una fuerza militar única (ejército nacional) que tuviera el monopolio de la
violencia, con autoridad sobre todo el territorio.
En este proceso dinámico de construcción y modernización del Estado y de desarrollo de una economía capitalista,
las oligarquías provinciales beneficiarias del progreso material y de la política estatal, fueron formando alianzas, que
concreto la unidad nacional y la consolidación del Estado-Nación.
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El país debía constituirse para incrementar y mejorar su producción, aumentar su población, desarrollar el
transporte ferroviario y la navegación fluvial, y de esta manera lograr la prosperidad y el bienestar. Para esto debía
suplirse la escasez de capital local abriendo paso al capital extranjero, ofreciéndole privilegios e inmunidades para
lograr su instalación permanente.
La Aduana era un instrumento fiscal. Se proclamaba en el debate parlamentario sobre la ley de aduanas para 1863,
es una institución admitida como recaudadora de derechos fiscales, según establece la economía política, cuyo
objetivo es establecer países sin fronteras y pueblos sin aduanas, esto es, el librecambio sin restricciones como
medio de lograr la regeneración y perfeccionamiento moral y material de las sociedades.
La reacción proteccionista.
Las consecuencias que tuvieron las crisis de 1866 y 1873 para las exportaciones del país, en las que predominaban
las lanas, socavaron la confianza en las ventajas del librecambio y crearon condiciones propicias para el
resurgimiento de las antiguas tendencias proteccionistas.
Las primeras reacciones de pública repercusión muestran no solo el efecto local de la crisis de 1866 sino también la
influencia de una nueva tendencia del pensamiento económico europeo y norteamericano.
Los librecambistas apelaban al ejemplo europeo, los propugnadores del proteccionismo analizaban la misma
experiencia en términos historicistas, aduciendo que la política librecambista británica era el fruto reciente de un
poderío que ese país había obtenido en etapas anteriores gracias al proteccionismo.
Un aspecto concomitante del nacionalismo económico fue la difusión de las ideas igualitarias de Proudhon y de otros
anarquistas y socialistas. Las ideas de Proudhon alentaban la demanda de medidas de protección y fomento que
beneficiaran a ese sector mediante la reorganización del crédito público.
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Mendoza y Salta: Su posición fronteriza le proporcionó algunas ventajas como la comunicación con el exterior y la
oportunidad de un tráfico con Chile y con Buenos Aires. La producción de Mendoza se concentró en la agricultura.
Salta continuaba distribuyendo mercaderías de ultramar ingresadas desde Chile a cambio de ganado vacuno.
Tucumán poseía una ubicación estratégica que le permitía comunicar los importantes mercados andinos con el
litoral atlántico, Cuyo y el Pacifico. También continuaba con la construcción de carretas y curtiembres, sus campos
producían cereales, tabaco, azúcar y aguardiente; éstos eran el sostén de la actividad comercial de la provincia. Se
orientó a las actividades productivas y a la exportación. Los bienes que exportaba eran diversificados.
Siglo XIX, Mendoza proveía a Chile mulares, ovinos y bovinos. Se expandió el cultivo y se produjo un avance agrícola
sobre los suelos ganaderos, esto provocó un aumento de las importaciones chilenas.
1870: Crisis en Mendoza que impactó negativamente en el comercio exterior (depreciación del peso chileno, su
inconvertibilidad, guerra del Pacifico). La producción se reorientó hacia la agroindustria vitivinícola.
La guerra del Pacifico revitalizó la conexión de la economía boliviana con la Argentina, favoreciendo a Jujuy, Salta y
Tucumán, puntos de transito obligado de todas las exportaciones e importaciones bolivianas.
El desarrollo agrícola.
El trigo, acompañando el desarrollo del alfalfar, tuvo en Mendoza un crecimiento desde los años 50. Paralelamente
se expandió la molinería y hubo esfuerzos por modernizarla para atender una demanda sostenida, sin que existiera
en muchos productores una clara conciencia de sus limitadas posibilidades en el largo plazo.
El trigo tenía gran significación en la economía mendocina. El valor agregado en la elaboración de harina hacia crecer
la representatividad del sector en los flujos del intercambio.
En los años 80 disminuyo el número de molinos.
Durante las décadas del 50 y 60, el principal consumidor de los excedentes de harina era Santa Fe, seguida por
Córdoba y San Luis. En los años 70, el avance cerealero en Santa Fe, que acompañaba la expansión ferroviaria, redujo
la significación económica de aquellos mercados, lo que afectó también a otros productos.
La abundancia del recurso hídrico y una tierra rica en humus crearon condiciones favorables no solo para el cultivo
de la caña de azúcar y del tabaco, sino del maíz, el trigo, el arroz y otros cereales. Aunque la caña de azúcar
terminaría ocupando el lugar central en la agricultura tucumana hasta el punto de que la economía provincial fue
considerada un caso típico de monocultura.
Tucumán se autoabastecía de alimentos, exportando excedentes a las provincias vecinas, en particular maíz y trigo a
Santiago del Estero, remitiendo algunos años partidas de arroz al litoral. Sin embargo, en 1870, se importaban
harinas, por lo menos de Catamarca, y a comienzos de los 80 de Santiago del Estero, Catamarca, La Rioja, San Juan,
Mendoza y Córdoba.
A comienzos de los 80 se insinuaba la dependencia tucumana en lo que se refiere a importación de harinas. La
competencia de las harinas del litoral y los altos precios de la caña de azúcar en el periodo de más acelerada
expansión de la agroindustria reorientaron a los productores de cereales hacia la producción cañera, haciendo
desaparecer el cultivo del arroz y disminuyendo el del trigo. La caña de azúcar, el maíz y el tabaco evolucionaron con
la expansión del mercado local y regional.
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Tenían fuertes vínculos sociales y económicos con Chile y, con el Litoral y Buenos
Aires.
Tucumán reconocía un conjunto de actores que pueden clasificarse en labradores, criadores, hacendados,
manufactureros, comerciantes integrados y comerciantes no productores.
- Los labradores y criadores trabajaban pequeñas explotaciones, podían ser propietarios, arrendatarios o simples
ocupantes de la tierra. Los labradores despertaban desconfianza y sospecha por parte de los jornaleros y
sirvientes; el Estado brindaba control para evitar la corrupción de éstos, solo era posible su existencia bajo la
tutela de patrones.
- Los agricultores sabían leer, escribir y tenían más posibilidades de contratar trabajadores.
Las actividades agrícolas y ganaderas de las pequeñas unidades se combinaban con la producción artesanal y con la
venta de la fuerza de trabajo.
Los tucumanos, al igual que los mendocinos, controlaban el comercio de exportación e importación con el litoral y el
norte (hasta 1880).
Los mendocinos asumían el negocio ganadero y los tucumanos orientaban sus inversiones a la producción de azúcares
y aguardientes sin descuidar el negocio de la curtiembre.
La economía pampeana.
La producción de cereales con destino a la exportación comenzó en las colonias agrícolas. Los colonos trabajaban
junto con sus familias. El costo de la contratación de peones era significativo para estos colonos que no tenían
mucho más capital que su tierra.
A principios del siglo XX, la producción cerealera comenzó a originarse en estancias. La estancia había caracterizado
el paisaje pampeano desde la época colonial. Los cereales se produjeron en la “estancia mixta” (combinaba
agricultura con la ganadería), un tipo de unidad productiva nueva, con una serie de instalaciones y un manejo
empresarial que la volvían diferente de la vieja estancia.
En las “estancias mixtas”, el estanciero se dedicaba al engorde o invernada de este ganado. El negocio de la
invernada era muy lucrativo. La forma que estos estancieros encontraron para abaratar esos costos fue la asociación
económica con un grupo de gran importancia en el agropampeano: el de los chacareros. Los chacareros explotaban
una facción de tierra. Su beneficio estaba en vender cultivos, pagarle un arriendo al propietario y obtener una
diferencia. El negocio del estanciero invernador era doble; cobraba la renta por la tierra adquirida y obtenía la tierra
alfalfada donde iba a engordar sus vacas.
Los chacareros arrendaban la tierra por uno o dos años y, después de dejarla lista para el engorde, se desplazaban a
otra parcela que podía ser o no del mismo dueño. Eran empresarios capitalistas en pequeña escala así como
empleadores de mano de obra que necesitaban para tareas agrícolas estacionales. Esta mano de obra era provista
por peones, que necesitaban el nombre de “braseros” y que eran contratados por un periodo del año, aunque
tampoco faltaba algún que otro jornalero que trabajara de manera más permanente en las tierras de un chacarero.
Los invernadores estaban al tope de la estructura económica de la región pampeana. Una parte de los estancieros
eran “criadores”, que se ocupaban de la primera etapa de la vida de los terneros, la previa al engorde. Los campos
de cría eran de peor calidad que los de invernada por lo que los criadores eran menos ricos y prósperos que los
invernadores.
Los cabañeros se dedicaban a la importación y producción de animales de raza, por lo que ocupaban un papel
fundamental de una economía que estaba renovando su stock de vacunos a ritmo acelerado.
La combinación entre agricultura y ganadería se mostraba como una asociación altamente eficiente.
El agro pampeano se caracterizó por la ausencia de grandes conflictos sociales durante el periodo de auge
exportador. Cuando estallaba una crisis, como ocurrió en 1912 durante el llamado Grito de Alcorta, las
complejidades y tensiones del tejido social pampeano salían a flor de piel. Su fama se debió a que fue el primer
conflicto agrario de este siglo en el corazón de la religión pampeana, en la que solo el levantamiento de colonos en la
provincia de Santa Fe en 1893 aparecía como un antecedente coque rural.
La industria se desarrolló en torno a la conducción de una serie de artículos de consumo y creció como resultado de
un doble movimiento de protección arancelaria y aumento de la demanda agregada. La actividad manufacturera
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había comenzado a desplegarse en 1870 y 1880. El crecimiento industrial solo logro cifras significativas en 1890.
Entonces, surgieron fábricas dedicadas a producir bienes de consumo que iban desde los alimentos y bebidas hasta
la vestimenta y artículos de ferretería. A principios del siglo XX, la industria se desplego con mayor fuerza a partir de
un nuevo aumento de la demanda, logrando la producción estandarizada mediante el uso de máquinas modernas y
aprovechando la economía de escala.
La revolución en el consumo
En 1916, el producto total era nueve veces mayor que el de 1881. Este crecimiento fue producto del aumento de la
poblacion y del ingreso per cápita.
El grueso del producto se concentraba en la region pampeana.
Demanda nacional: Las clases altas consumian en mayor proporcion productos importados y algunos locales. Las clases
media y bajas conformaron el grueso de la demanda nacional, tambien consumian (en pequeñas porporciones articulos
importados).
Hacia el siglo XX, se completó el proceso de formacion de una sociedad de consumo masivo.
Era mas facil acceder a los productos que antes eran inalcanzables, esto es gracias al crédito.
Surgen las agencias de publicidad (que ofrecian conocimientos para quienes querian vender en un mercado cada vez
mas complejo) y la “propaganda” (que tenian la finalidad de captar la atencion del lector).
La vestimenta, durante la epoca colonia, había sido un elemento de distincion social pero a medida que fue avanzando
el siglo XIX, la indumentaria perdió la forma de distincion de clases sociales.
La Crisis Económica.
La crisis de 1929 de Wall Street, llegó a la Argentina en el último año de la segunda presidencia de Hipólito Yrigoyen
y los primeros de la restauración conservadora iniciada por José F. Uriburu.
Tanto Marcelo T. de Alvear como el segundo gobierno de Yrigoyen no se habían preocupado demasiado por alterar
la dependencia argentina con respecto a su comercio de granos y carnes.
Seis meses antes de su caída Yrigoyen era víctima de la crisis mundial. Los recursos del gobierno descendieron pero
sus gastos se incrementaron entre 1928 y 1930.
A esta grave crisis en las finanzas del Estado se sumaba la baja en los productos agropecuarios (ya a partir de la
primera guerra mundial los precios de las exportaciones habían descendido año tras año en relación con las
importaciones). Paralelamente, el comercio mundial descendió.
La crisis de 1929 a diferencia de otras provoca a nivel mundial una quiebra profunda y prolongada en el sistema
multilateral de comercio y pagos.
El proceso se agudizó además en el movimiento internacional de capitales, que se redujo apreciablemente.
Como consecuencia básica de la crisis internacional y de la falta de iniciativa e imaginación económicas de los
gobiernos argentinos anteriores a 1930, la aguda caída del poder de compra de las exportaciones y de la capacidad
de importar, debía repercutir violentamente sobre el nivel de ocupación e ingreso interno, el balance de pagos y las
finanzas públicas.
En la práctica, la ruta seguida por la Argentina ha sido llamada por Aldo Ferrer una
"política compensatoria", cuyos hitos principales fueron el abandono de la convertibilidad del peso en diciembre de
1929, en forma correlativa, el presupuesto nacional arrojó un desequilibrio que fue financiado con la colocación de
títulos públicos en el sistema bancario; luego se autorizó a la Caja de Conversión a cambiar papeles comerciales por
billetes y, por fin, en octubre de 1931 se aplicó el control de cambios con el objeto de evitar la continua
desvalorización del peso.
Perón al Poder.
La relación de Perón con los sindicatos se inició unos meses después de la revolución del 4 de junio. El
derrocamiento de Castillo había contado con el apoyo de los más importantes voceros sindicales. El “unicato de uno”
castillisista había visto reducirse a un mínimo de su popularidad, y la ilusión de un vuelco favorable era compartida
por casi toda la sociedad. Por ese entonces la CGT estaba dividida en CGT 1 (gremios menos politizados) y la CGT 2
(dominada por socialistas y comunistas).
Ambas recibieron con agrado la revolución, tanto que la CGT 2 aseguró su “adhesión franca y leal”. En pocos meses
ese apoyo se había evaporado y la CGT 2 fue disuelta en junio. El gobierno intentaba así un mayor control de los
sindicatos.
La intervención de los más importantes gremios ferroviarios fue otra de las iniciativas del gobierno que lo enfrentó
con las organizaciones obreras.
Cuando en octubre de 1942 Perón se hizo cargo del Departamento Nacional de Trabajo, ya era evidente que la
política de control y dominación que el gobierno estaba ejerciendo sobre los sindicatos no servía ni siquiera para sus
propios fines. Varias situaciones sumadas a una indudable pretensión personal de poder convencieron a Perón de
que era hora de pasar de una política de control a una de concesiones. La nueva estrategia se veía facilitada por la
creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión, encabezada por Perón.
Así conseguía Perón sus primeros pasos adherentes. La acción de la secretaría pronto fue extendiéndose a otros
sectores. Se agregaron una serie de arbitrios favorables a los trabajadores. Pero los favores de Perón tenían una
intención política.
Para las organizaciones obreras, la repentina generosidad oficial era un hecho inusitado y sorpresivo.
A partir de mediados de 1944 con Perón ya como vicepresidente y ministro de guerra, los actos de los sindicatos se
multiplicaron. Aprovechaba además las ambiciones políticas de muchos dirigentes sindicales. De éstos partió la
propuesta de respaldar su candidatura a partir de un Partido Laborista. Perón era para este entonces la figura más
importante del país.
Desde la universidad, la prensa y un empresariado descontento partían presiones para forzar el alejamiento de
Perón y una rápida normalización institucional.
Tomó fuerza la idea de entregar el gobierno a la Corte suprema y hubo tentativas de un nuevo golpe de estado. El 9
de octubre Perón tuvo que renunciar a sus múltiples cargos. Perón pudo despedirse con un acto y con un mensaje
radial antes de ser detenido y enviado a Martín García. La noticia hizo reaccionar a los gremios y desde distintos
puntos del país se reclamaba su libertad.
El 17 de octubre una movilización popular volcó la crisis en favor de Perón y forzó su restitución al gobierno.
A partir de ese día, y hasta febrero de 1946, un clima de agitación electoral sacudió al país como nunca antes.
Para sorpresa de muchos, la fórmula Perón-Quijano obtuvo 300000 votos de ventaja sobre los candidatos de la
Unión Democrática en las elecciones de febrero. El apoyo de los sindicatos, la iglesia y los militares, había decidido el
triunfo peronista.
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Una prueba de la consideración de Perón hacia esta peculiar manera de relacionar a la sociedad con el estado fue su
política previa en 1946 desde la Secretaría de Trabajo. Los trabajadores sindicalizados siempre recibieron mayor
atención que los no afiliados al gremio, y, de todos los sindicatos, los más beneficiados fueron los que estaban
asociados a la CGT. Y en el año 1944 la cantidad de gremios afiliados a la CGT aumentó aceleradamente.
Perón se esforzaba por diferenciarse del pensamiento de izquierda, y opuso al concepto de lucha de clases el de
armonía de clases. La colaboración entre el capital y el trabajo, antes que su enfrentamiento, era el camino para el
progreso social.
La propaganda oficial difundía las bondades de esta visión conciliatoria y la presentaba como una verdadera
doctrina, que pronto se llamó Justicialista. Perón se alejaba cuanto podía de cualquier invocación que lo
emparentara con el marxismo, de manera de ganar la confianza de un empresariado siempre temeroso de la
acechanza comunista.
No había en el enfoque de Perón un contenido sustantivo y coherente que permita hablar de una “economía
peronista”. Eso le daba cierta flexibilidad para resolver problemas distribuidos que, debía enfrentar. Pero no
alcanzaba, no se podía convencer a los empresarios de que, en nombre de la armonía de clases, debían ceder
generosamente ante la demanda de los trabajadores.
Durante los primeros años del gobierno propiamente peronista, el conflicto entre el trabajo y el capital se mantuvo
en estado latente.
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El incremento de los salarios reales llevó a una distribución del ingreso nacional más equitativa. Se ha calculado que
el componente salarial del ingreso nacional superó, por primera vez en la historia, a la retribución obtenida en
concepto de ganancias, intereses y renta de la tierra.
Detrás de esta política había, por supuesto, una intención política de Perón. Un éxito rotundo como administrador le
permitía unir fuerzas detrás de la persona, antes que la del partido y de los sindicatos, cosa que finalmente ocurrió:
en 1947 quedó fundado el partido peronista.
El optimismo de los primeros años peronistas era capaz de justificar políticas a veces demasiado audaces.
En los años 1946 a 1948 la clase trabajadora argentina experimentó el mayor aumento de bienestar de toda su
historia. El bienestar era todo el pueblo argentino, y no fue extraño que el peronismo obtuviera más de dos tercios
de los votos en las elecciones de constituyentes de 1949.
La política salarial de Perón, con su doble objetivo de garantizar empleo y retribuir el ingreso hacia los sectores
populares, fue uno de los elementos centrales de su política económica hasta 1949. El impuesto al ingreso, creado al
comenzar la década del 30, fue rediseñado repetidas veces de manera de hacerlo más progresivo.
El sistema previsional argentino había comenzado a funcionar, en 1904, con la creación de una caja para empleados
públicos. En 1915 se creó la caja para los trabajadores ferroviarios, en 1921 para los de otros servicios públicos, en
1923 para los bancarios y en 1939 para los periodistas y marineros. Pero fue a partir de la asunción de Perón en la
Secretaría de Trabajo y Previsión que las cajas adquirieron un impulso decisivo.
El sistema impositivo y previsional fue un factor importante, pero no el decisivo, en el esquema distribucioncita de
peronismo. El elemento crucial era la generosa política salarial.
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emigración hacia las ciudades. La agricultura estaba mas golpeada que la ganadería, había escacez de mano de obra.
El sistema de arrendamiento entró en crisis.
Hubo una sustitución de cultivos en la Pampa húmeda. Creció la importancia de semillas nuevas. La caía en la
producción de los cultivos tradicionales fue compensada por un aumento de las nuevas variedades.
Crédito y descrédito.
Ya a partir de la Segunda Guerra mundial la economía argentina empezó a mostrar síntomas inflacionarios. Durante
cada uno de los años entre 1941 y 1945, la base monetaria creció más de un 15%. La resistencia de la sociedad
argentina a las políticas inflacionarias era bastante fuerte.
La Argentina mantuvo, a partir de la posguerra, una inflación consistentemente más alta que la de los países más
avanzados. A partir de los fines de los años 40 los caminos de la inflación argentina y la norteamericana se separaron
definitivamente, o al menos por varias décadas.
Recién iniciado el gobierno peronista, el régimen monetario y bancario argentino fue modificado. Al mes siguiente la
nacionalización del sistema bancario (los depósitos pasaban a ser pasivos del banco central antes que de los propios
bancos comerciales que los recibían). Los bancos no eran más que agentes receptores de depósitos por cuenta del
Banco Central, y desde luego no se les permitía prestarlos. Ambas disposiciones tenían como fundamento la idea de
que el estado debía reservarse para sí mismo el monopolio de la emisión monetaria. Suprimiendo esa actividad se
conseguía un manejo más inmediato de la cantidad de dinero.
El modelo monetario del peronismo a través de los bancos comerciales, el Banco Central desplegó la política de
créditos que permitió a la industria financiera inversiones y, pagar salarios cada vez más elevados. Estos créditos
eran en realidad un sustancial subsidio.
Una parte de los créditos volvía al sistema bancario en forma de depósitos, que aumentaron durante los primeros
años del peronismo. Sin embargo, el aumento de los créditos fue siempre mayor al crecimiento de los depósitos, y
eso no era ni más ni menos que una expansión del dinero circulante, siempre proclive a generar inflación.
Alfredo Gómez Morales, quien a partir de 1949 sería el conductor de la política económica, sostenía que a través de
las políticas crediticias del Banco Central y del Banco Industrial se estaba manifestando una nueva concepción del
dinero.
A la expansión crediticia provocada por la ayuda a la industria siguió la que recibía el estado nacional para cubrir su
creciente déficit presupuestario. Se iniciaba así una práctica que sobrevivirá durante años, y que ligaba íntimamente
a la inflación con el déficit fiscal.
Síntomas de crisis.
En 1949, el debilitamiento del esquema distributivo de los primeros años del peronismo empezó a resquebrajarse
por lo más frágil: la balanza comercial y la inflación. Los términos de intercambio eran declinantes. A ello se le
sumaron las consecuencias de una política exterior algo orgullosa, que impidió la participación argentina en el Plan
Mundial.
El periodo 1949/50, estuvo marcado por una fuerte sequía que ocasionó pobreza en las cosechas.
La Argentina exportó en 1949 un valor menor que el año anterior. Esa reducción en las divisas disponibles junto con
el aumento de precios de artículos que el país obtenía del exterior obligó a comprimir aún más las importaciones.
La industria (por lejos el sector más dinámico en los primeros años de pos guerra) sufrió con la intensificación de
esos controles. Las importaciones para la industria caían al compás de los términos intercambio, evidenciando la
debilidad de los cimientos de la industrialización peronista.
El crédito total hacia la industria, cayó en 1949.
El gobierno parecía por fin reaccionar ante las presiones inflacionarias. Las autoridades económicas no podían evitar
que la insuficiencia de dólares se reflejara en su precio.
Para algunos peronistas la inflación era un mal necesario, si es que realmente la consideraban un mal. El aumento de
los precios era visto cono el único instrumento poderoso de redistribución de ingresos que no chocaba con las
normas inconstitucionales y con las jurisprudencias.
En 1950 el salario real aumentó muy levemente y los precios agropecuarios recibieron un leve impulso asociado al
conflicto de Corea.
Pero en 1951 el panorama volvió a empeorar. La inflación superó a la tasa de aumento salarial, mientras una terrible
sequía reducía las cosechas de los principales cultivos. El modesto superávit comercial de 1950 se transformaba en
un cuantioso déficit en 1951. La reaparición de gas contribuyó a difundir la sensación que una era de rápido progreso
popular estaba concluyendo. La restricción del crédito estaba golpeando sobre algunos sectores industriales y hacia
el inevitable conflicto entre trabajadores y empresarios.
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Entre 1950 y 1951 pararon los trabajadores de la industria azucarera y los empleados gráficos, bancarios y
marítimos. El mayor conflicto fue el de los ferrocarriles con una huelga que duro 9 meses. Es indudable que el
deterioro de la economía estaba jugando un importante papel.
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El grado de sustitución de importaciones industriales que la Argentina alcanzo hacia 1950 se contara entre los
mayores del mundo semi-industrializado, exceptuando a los países socialistas. Por esa vía, los años del peronismo
fueron años de vigoroso crecimiento industrial.
El desarrollo de la industria durante la época de Perón solo puede calificarse como un éxito parcial.
Según las expresiones oficiales, el Banco Industrial vendría a complementar la tarea de los bancos comerciales, que
tenían “un incentivo para preferir concesiones de créditos a las ramas industriales más lucrativas, dejando de lado a
otras con menores beneficios que sin embargo son igualmente indispensables para la economía nacional”.
La política industrial diversificada que en los hechos eligió el peronismo era particularmente problemática en un país
con una población relativamente escasa, como era la Argentina. Muchas de las industrias que nacieron al amparo de
las políticas proteccionistas de los años 40 y 50 no alcanzaban una cierta escala mínima a partir de la cual pudieran
trabajar con un aceptable grado de eficiencia. El resultado fue una producción manufacturera de alto costo y con
pocas posibilidades de explotación.
El proceso de expansión manufacturera también estuvo complicado por un mercado de trabajo distinto del de otros
países que encararon la industrialización en la posguerra. En la Argentina, la ganadería y la agricultura eran
esencialmente modernas desde los comienzos de la industrialización, y por lo tanto tenían productividad y salarios
comparativamente altos.
A partir de los años 50 casi toda la expansión de la producción industrial surgiría de aumentos en el capital instalado
y de mejoras tecnológicas, con un tenue crecimiento de la ocupación.
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en 1955 pudo incorporarse el alto horno, luego de otro crédito del Banco de Exportación e Importación
norteamericano.
La principal complicación del Segundo Plan Quinquenal fue el problema fiscal que venía acarreando el peronismo. La
inversión pública fue uno de los rubros sobre los que recayó el ajuste fiscal. Tomando cifras de valores constantes, la
inversión pública disminuyo entre 1948 y 1955 en un 35% aprox. Los esfuerzos del gobierno no alcanzaron para
satisfacer la creciente demanda, derivada de la expansión industrial.
El Segundo Plan Quinquenal puede entenderse como una corrección a la despreocupación de los primeros años,
corrección que fue de todos modos insuficiente.
El esfuerzo estatal por sí solo no podía ser suficiente para solucionar los problemas que aquejaban a la economía
argentina. El paso de una instancia distribucioncita a una etapa más preocupada en los problemas de eficiencia y
producción requería también del esfuerzo privado. El intento más consistente que llevo a cabo el gobierno para
estimular esa respuesta del sector privado llego recién en 1955.
Atrayendo el Capital.
La inversión de origen interno, fuera pública o privada, era insuficiente para aumentar sensiblemente la
productividad y para reducir el peso de ciertas importaciones en su balanza de pagos.
El gobierno había entendido que para superar los problemas de la balanza de pagos no había otra salida que invertir
en algunos sectores industriales y en el área petrolera. En el Segundo Plan Quinquenal se declaro la importancia de
los capitales extranjeros, y se abrió la posibilidad de que participaran en servicios públicos.
Fue con una ley de 1953, relacionada a la inversión de capitales extranjeros, como se plasmó con mayor claridad el
nuevo espíritu del gobierno. Así, se consignaba que el Poder Ejecutivo debía tener en cuenta en el momento de
aprobar una inversión extranjera “que la actividad a la que se destine la inversión contribuya a la realización del
desarrollo económico previsto en los planes de gobierno, traduciéndose directa o indirectamente en la obtención o
economía de divisas. En consecuencia, la producción local de tractores por parte de empresas extranjeras fue un
primer avance. El Poder Ejecutivo aprobó la instalación de cuatro fábricas.
Pero lo más innovador en materia de inversiones externas se dio en el ámbito de la política petrolera.
En 1955 un funcionario del gobierno argentino firmo con la California Argentina de Petróleo un contrato de
explotación petrolera, cuya aprobación final quedaba en manos del parlamento argentino
Es sorprendente que un gobierno que había volcado tantas energías en proclamar la independencia económica y
atacar al imperialismo firmara estas cláusulas.
El contrato con la California fracasó. El proyecto de ley quedo estancado en una comisión de diputados, sin ser
tratado por ninguna de las Cámaras del Congreso, Perón era así víctima de las mismas ideas que había contribuido
eficazmente a instalar. El antiimperialismo y la autosuficiencia económica ya no eran banderas exclusivas del
peronismo.
La resistencia al proyecto de la California no era patrimonio exclusivo de los partidos opositores. En las finas
peronistas no se notaba el menor entusiasmo por una iniciativa que traicionaba el principio justicialista de
independencia económica. El Poder Ejecutivo tampoco puso todo su empeño para llevar adelante la iniciativa.
Los problemas económicos no eran la preocupación principal de casi nadie, ya entrado 1955. El desgaste político del
gobierno se estaba acelerando, y cada vez sonaban más fuerte los rumores de un levantamiento militar.
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El impulso desarrollista (1958-1963).
Un gobierno acosado.
La llegada de Frondizi a la presidencia de la Nación, en 1958, no fue el resultado de un proceso democrático normal.
Los comicios que lo llevaron al poder habían sido convocados por un gobierno militar. Para poder sobrevivir como
tal, el gobierno debía tener en cuenta los límites que la amenazadora presencia de los militares imponía.
Esta vez era el peronismo, cuya proscripción era condición sine qua non para los hombres de la Revolución
Libertadora aceptar un gobierno surgido de la voluntad popular.
A lo largo de su gobierno, Frondizi intento aprovechar al máximo el reducido margen de maniobra con que conto.
Desde un principio se notó que la habilidad que había llevado a Frondizi a la presidencia no era suficiente para
independizar sus movimientos de la tutela militar y de la recelosa mirada peronista.
Cuando el general Carlos Toranzo Montero, en 1961, líder de varios levantamientos, fue forzado a retirarse, pareció
que por fin Frondizi había conseguido una mayor autonomía. Esa esperanza no tardo en empeñarse. Frondizi se
entrevistó en Bs. As. con Ernesto Che Guevara, representante de Cuba en el exterior y debió dar profusas
explicaciones de la vida del Che, y más tarde fue presionado para modificar la actitud moderadamente tolerante de
la Argentina hacia Cuba en la Organización de Estados Americanos. A todo esto, se acerba una fecha crucial: 18 de
marzo de 1962, día en que debían realizarse elecciones en Capital Federal y en 17 provincias.
Ya cercanas las elecciones de 1962, el presidente aún no había dado signos de dar marcha atrás en ese sentido.
Desde las fuerzas armadas se esperaba una rectificación.
El equilibrio que sostenía al presidente dependía de una victoria electoral que él consideraba probable, pero que
nunca llego. Framini fue elegido gobernador de Bs. As.
No había faltado tanto para que produjera la serie de eventos con que el frondicismo había especulado. La estrategia
había sido mantenerse en el poder, costara lo que costara, durante los primeros años, hasta que se lograse recoger
electoralmente los frutos de un programa económico en el que estaban puestas todas las esperanzas. La economía
había sido el eje principal del programa general de gobierno. Si Frondizi lograba encaminar al país en un sendero de
progreso no solo habría logrado detener por fin un estancamiento que ya venía prolongándose por casi tres décadas;
también había aumentado con creces su propio capital político. La recompensa no era menos, pero la tarea era
vasta.
La propuesta desarrollista.
El gobierno de Frondizi mostro una línea consistente y decidida de la política económica. Contaba con un plan de
acción que fue de máxima prioridad a lo largo de todo su periodo presidencial. Ese programa estaba explícitamente
basado en las tesis del desarrollismo.
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Desarrollarse era desarrollar las manufacturas, hasta transformarse en una economía enteramente industrializada.
En el caso de la Argentina, era obvio que parte del camino ya estaba recorrido. Pero el carácter desbalanceado de su
estructura industrial hacía necesario un impulso que garantizara definitivamente el paso de una economía
agroexportadora a una economía industrial.
Este empuje final hacia una economía industrial integrada reconocía una serie de prioridades. Debía multiplicarse la
producción de petróleo y gas, lo que permitiría, es un plazo bastante corto, ahorrar divisas para dedicarlas a la
inversión en otros rubros. Frigerio sintetizo su sustitución por producción local en la fórmula “petróleo + carne =
acero + industria química”: la capacidad de conseguir el capital necesario para instalar las ramas químicas y de acero
estaba dada por las posibilidades de exportación de carne y la sustitución de importaciones petroleras. Segunda en
la lista de prioridades esta la siderúrgica, cuyo desarrollo requería además la exportación de los depósitos de carbón
y hierro. El desarrollismo
Planeaba también una solución permanente al problema de la provisión de energía eléctrica que desde hacía
algunos años venía sufriendo Bs. As.
Se ponía énfasis en la construcción de rutas y autopistas. La producción nacional de autos y camiones. Querían poner
fin al grave déficit de transporte, se buscaba integrar económicamente a las distintas regiones del país y
descentralizar las actividades económicas. Un mercado interno unificado proporcionaría una firme fuente de
demanda para los nuevos productos industriales.
Para todo esto, había que conseguir un masivo aporte capital extranjero. La idea de llevar la industrialización al
extremeño de producir todo o casi todo no dejo de tener sus críticos. La propuesta desarrollista implicaba ya su
negación absoluta y rotunda.
A tono de los acontecimientos mundiales, el desarrollismo preveía un futuro de relativa paz y diseñaba su estrategia
sobre la base de ese supuesto.
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La política hacia el agro atenuó un poco el énfasis en los precios remunerativos que había sido característico de los
gobiernos pos peronistas hasta entonces. Según afirmaba el ministro de agricultura de Illia “mayores precios no se
tradujeron en mayor producción”. Con el tiempo se reconocería que, aunque en un plazo corto los incentivos de
precio son estériles, en el largo plazo la producción crece en respuesta a precios más altos. En otras palabras, el
agricultor o el ganadero reaccionaran a los incentivos de precios si advierte ciertas estabilidades en el poder de
compra de sus productos.
Quince años de dificultades serias en la balanza de pagos habían enseñado a los gobiernos a respetar ciertos límites
en el trato al sector rural. Dentro del esquema global de economía protegida, que esencialmente se mantuvo, el
campo encontró su lugar. No era el sitial de privilegio de las primeras décadas del siglo, pero era suficiente para
seguir siendo el nexo principal entre la Argentina y los mercados mundiales.
El alivio externo.
La recuperación de la agricultura en un mayor volumen de exportaciones. Eso permitió modificar el déficit de
comercio que había sido característica de la Argentina en la década anterior. La Argentina retornaba así a la
combinación de superávit de comercio y déficits en los servicios financieros que había sido característica hasta los
años 50.
El excedente de comercio se explica por el crecimiento significativo de las exportaciones, que fue acompañado por
un aumento más lento de las importaciones. En 1973 los términos de intercambio argentino tocarían su punto
máximo desde 1951.
Aunque el fenómeno central del comercio internacional argentino fue la recuperación de las exportaciones
agropecuarias poco a poco se fueron perfilando otras tendencias tanto o más interesantes. De los años 60 datan los
primeros acercamientos a los países socialistas como destino de los productos argentinos.
Un hecho mucho más palpable que esa incipiente apertura de mercados de exportación fue la diversificación de los
productos vendidos. Fue en esa época cuando las exportaciones no tradicionales se instalaron definitivamente como
un rubro significativo de ingreso de divisas. Esa noticia tenía que ver con la evolución por la que atravesaban la
industrialización argentina y las ideas y políticas asociadas a ella.
Un plan novedoso.
Entre fines de 1966 y comienzos de 1967, dos cambios en la conducción económica prenunciaron la puesta en
marcha de un ambicioso programa anti-inflacionario: la renuncia de Tami y el reemplazo de Salimei por Vasena.
Sin rumbo.
El año 1970 marco el paso a lo que puede considerarse una tercera fase en el ciclo de política económica. Después
de una primera etapa de preparativos y una segunda de estabilización se ingresaba al periodo de declinación, que se
prolongaría hasta 1973. Carlos Moyano Llerena, designado ministro por Levingston, se anticipó a las expectativas de
devaluación. Era un plan como el de 1967 pero a pequeña escala, que intentaba salvar los logros del programa
original. Pero el presidente no tenía intenciones de encolumnarse detrás de una política antiinflacionaria. La
prioridad volvía a ser el desarrollo económico.
La figura de Aldo Ferrer, de orientación nacional desarrollista, estaba más en línea con las nuevas prioridades del
gobierno. Designado ministro en 1970, tomo una serie de medidas favorables a las empresas argentinas.
Sobre fines de 1970 ya no quedaban rastros de la estabilización de Vasena. La inflación había vuelto a un valor
superior a 20% anual. El nuevo peso rápidamente fue perdiendo posiciones frente al dólar.
Con Lanusse la economía siguió deteriorándose. El tiempo político de la Revolución Argentina finalmente había
llegado. Después del alejamiento de Ferrer, el ministro de economía fue abolido. La administración perdía así la poca
capacidad que le quedaba para controlar las presiones sectoriales y evitar los desbordes inflacionarios. El panorama
económico se deterioró año a año entre 1970 y 1972. El déficit público y la inflación se triplicaron largamente en ese
periodo.
Sobre el final de su período Lanusse opto por apoyarse en las organizaciones empresarias y la CGT.
En 1973, la inflación seguiría en ascenso, como cifra de una inestabilidad que parecía imposible de purgar y como
preocupación central del debate económico.
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casi todos los precios. Era el Rodrigazo. Cuando la presidenta ratifico las limitaciones a las demandas de las
organizaciones obreras, el país se paralizo. La movilización gremial forzó las renuncias de López Rega y Rodrigo.
A mediados de 1975 la economía ya estaba pasando de la expansión a la recesión. Se consideraba que en el contexto
de semi anarquía imperante detener la inflación era imposible. El déficit fiscal ya estaba totalmente fuera de control.
El incremento de precios alcanzo un ritmo hiperinflacionario. Pero el gobierno de Isabel no llego a anunciar ese
registro.
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Hacia 1978, pareció que la decisión final del gobierno era determinar la cantidad de dinero y renunciar a la política
cambiaria. El Banco Central dejo de intervenir activamente en el mercado de divisas permitiendo que el tipo de
cambio alcanzara su propio equilibrio.
A fin de año se decidió otro golpe de timón. El 20 de diciembre se anunció un cronograma (la tablita) especificando
el valor del dólar durante 8 meses. Se preveía una reducción gradual en la tasa de aumento del tipo de cambio. Otras
pautas completaban la fase de profundización y ajuste del programa de Martínez de Hoz. Las tarifas públicas, los
salarios mínimos y el crédito domestico tenían sus propias tablitas. El propósito era disciplinar la inflación, llevándola
a un nivel incompatible con el que se hacía explícito en esos cronogramas.
Pero la mayor apuesta estaba en la evolución del dólar. La tasa de inflación iba a estar determinado por la suma de la
inflación internacional más el ritmo de la devaluación.
El efecto inicial de la tablita tuvo una doble cara. Por un lado, hubo en 1979 una expansión de la actividad
económica. Pero la caída del interés real se dio de modo distinto del que esperaba el gobierno, ya que se debió
menos a la reducción en el riesgo país que a la cara desagradable del programa de estabilización: la persistencia de
una inflación alta, que hizo que las tasas reales estuvieran muy por debajo de las nominales.
Es que el plan antiinflacionario fallo en su cometido especifico. Entre 1978 y 1979, la inflación minorista apenas
había disminuido un 8% y la mayorista aumento un 3%. La pervivencia de la alta inflación era mala en sí misma, pero
con el esquema de la tablita tenia efecto adicional quizás más grave. El aumento del precio del dólar era de poco
más de 60% mucho menor al de los precios. Así se iba acumulando un atraso cambiario que tendía a deteriorar la
balanza comercial.
Las explicaciones se multiplicaban. Fuera del gobierno y una minoría de economista, se coincidía en la gravedad del
problema del atraso cambiario. El tema del atraso cambiario estaba instalado en el debate y atentaba contra las
expectativas de supervivencia de la tablita. La balanza de comercio, fuertemente positiva entre 1976 y 1979, cambio
bruscamente de signo en 1980. El gobierno no era del todo claro en su compromiso con esa política.
A lo largo de 1980 la confianza se fue deteriorando. La crisis bancaria fue una primera señal. La estampida de las
tasas, empujadas también por la crisis bancaria, reforzaba el incipiente ciclo recesivo y ponía entre la espada y la
pared a las empresas endeudadas.
Se había anunciado una nueva profundización del plan de estabilización, se esperaba con ansiedad la renovación
presidencial de 1981. Para la tablita el silencio de Viola era más perjudicial que mil palabras y se descontaba su
abandono. La desconfianza se convirtió en pánico. Era una economía con pronóstico reservado, aquejada por una
inflación que amenazaba con acelerarse y sumida en una honda recesión.
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De herencia y condicionamientos.
La economía de Alfonsín recibida de los militares pasaba por un momento decididamente problemático. El gobierno
radical no dejo de resaltar el peso de la herencia con toda razón.
El impacto de la crisis de una deuda fue muy violento. No era un mero problema de liquidez como se pensó en algún
momento, sino uno de insolvencia estructural. En 1983, tanto las importaciones como la inversión estaban en la
mitad de su valor de 1980. Salvando la inmediata posguerra y los gloriosos 60, la economía argentina había crecido
muy poco desde la crisis del 30.
La expansión de las demandas cuya satisfacción dependía directamente del presupuesto general ponía en grave
riesgo a un estado estructuralmente deficitario. Cada vez más debía recurrirse a formas de financiamiento
extraordinarias y poco aconsejables. Quedaban como única salida el endeudamiento interno y la emisión monetaria.
Cinco factores se agudizaron e interactuaron durante el último tramo de gobierno militar, en gran medida por las
desordenadas políticas de ajuste impuesta por las nuevas condiciones externas. Para controlar las importaciones se
hizo todo lo que se pudo.
El grave estado en que se encontraba la economía al momento de la transición democrática se amoldaba a la
perfección con las interpretaciones puramente institucionales de los problemas argentinos. Pero ignoraban los
agudos problemas estructurales que aquejaban a la economía.
La administración de Alfonsín se iniciaba con un predominio absoluto de los temas políticos sobre los económicos,
algo que iba a cambiar con el tiempo. El juego de presiones al que estaría expuesto el gobierno de Alfonsín tenía un
límite preciso. El poder de negociación se acababa allí donde empezaba a percibirse un riesgo para las instituciones
democráticas.
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Pasado un año y medio de gobierno, Menem no había cosechado ningún éxito duradero de las tareas que le habían
sido encomendadas. Pero la situación de fondo no era tan desesperante como en los comienzos. La privatización de
un buen número de empresas públicas y la conversión de la deuda de corto plazo en obligaciones menos
apremiantes permitían pensar en un horizonte de equilibrio fiscal. Por otra parte, el Banco Central contaba con
varios miles de millones de dólares en reservas, que había acumulado en el intento por no dejar caer el tipo de
cambio durante 1990.
Menem y Cavallo entendieron que las condiciones estaban dadas para una arriesgada apuesta de estabilización,
orientada a anular los signos de inflación. La sanción de la Ley de Convertibilidad en 1991, obligación impuesta al
Banco Central de mantener reservas en divisas capaces de comprar toda la base monetaria, al tipo de cambio que
establecía la ley.
La práctica de comprar y vender dólares a un precio fijo llevaba consigo la renuncia del gobierno a la política
monetaria como instrumento macroeconómico.
El Plan de Convertibilidad tuvo un éxito inusual en su fin específico de acabar con la inflación. Aunque en los
primeros meses el índice de precios al consumidor creció, a fines del 1991 ya se registraron tasas mensuales
menores al 1%. Entre 1992 y 1996, el índice alcanzaría cada año un valor nunca muy superior a la mitad del
correspondiente al año previo.
El crecimiento de 1990-94 desencadeno una serie de desarrollos que consolidaron económica y políticamente el
esquema estabilizadora. Ayudado también por el dinero obtenido de las privatizaciones, el estado argentino redujo
su déficit e incluso llego a transformarlo en un pequeño superávit.
Los hogares bajo la línea de pobreza en el área metropolitana de Buenos Aires, cayeron en 1993, revelando que los
efectos del boom económico habían alcanzado a los escalones más bajos de la estructura social. La desocupación
generada por la liberación comercial, la reorganización del sector público y las privatizaciones fue más que
compensada por el impacto que sobre el empleo tuvo un aumento del producto.
Sin embargo, hacia mediados de 1994 algunos interrogantes proyectaban una sombra de duda sobre el mejorado
escenario macroeconómico.
La desregulación de varios mercados, la reducción o anulación de un sinnúmero de impuestos internos, específicos y
laborales y la eliminación de aranceles a las importaciones de bienes de capital fueron todos capítulos de una misma
política, destinada a mejorar la competitividad de la producción nacional. La gran apuesta del gobierno era que el
proceso de inversión que se había iniciado tuviera como resultado un incremento de productividad tal que, una vez
considerados todos los incentivos fiscales, las empresas que producían en la Argentina podrían competir sin
desventaja con las del resto del mundo.
La mejora de la productividad fue muy intensa. El producto medio del trabajo en el sector urbano creció, una
evolución que jugaba a favor de la estrategia oficial.
Aun con todo lo que significaba como indicador de progreso, el aumento de la productividad tenía una amarga
contracara, que pronto sería el más grave problema de la economía argentina: el desempleo.
En un país que había pasado por largos años de retroceso de la productividad, el rápido proceso de modernización
desencadenado por las reformas estructurales expulso empleo del sector público y de otras actividades que en los
años anteriores habían actuado como refugio laboral.
Esas reformas estructurales que consisten en los cambios operados en el estado y la apertura comercial y de
capitales fueron los pilares de lo que resultó ser una de las mayores mutaciones del capitalismo argentino.
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plataforma se suprimieron o redujeron impuestos internos, tributos al comercio exterior, impuestos al trabajo y
algunas contribuciones directas.
Con respecto a estas reformas que afectar al sector público hubo un retroceso en comparación con los 80. En
términos de estructura, se observa una disminución de la proporción correspondiente a las inversiones y los
subsidios.
La promesa implícita en la Ley de Convertibilidad pudo cumplirse gracias a un cambio pronunciado en las cuentas del
estado. El fin de la recesión y el fin de la inflación eran al mismo tiempo consecuencias y requisitos de la solvencia
fiscal. A ello debe agregarse la abundancia de fondos externos, que hizo posible un financiamiento en condiciones
favorables.
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