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La Gestión Educativa es un nuevo paradigma en el cual los

principios generales de la administración y la gestión se


aplican al campo específico de la educación. Por tanto, la
Gestión Educativa se enriquece con los desarrollos
teórico- prácticos de estos campos del saber. Hoy se le
considera una disciplina aplicada, un campo de acción,
cuyo objeto de estudio es la organización del trabajo en
instituciones que cumplen una función educativa.

Mientras que el concepto de gestión se gesta entre el desarrollo de la modernidad y la postmodernidad, la


disciplina social llamada administración lo hace en contexto de la modernidad a finales del siglo XVIII europeo.
De un lado la administración de empresas emanada de la revolución industrial y de otro la administración
pública que se da con el surgimiento de los Estados-nación. La administración tiene un desarrollo teórico
importante durante el siglo XIX.

La gestión educativa data de los años sesenta en Estados Unidos, de los años setenta en el Reino Unido y de los
años ochenta en América Latina. Es una disciplina de reciente desarrollo, que tiene aún bajos niveles de
especificidad, que por ser aún una disciplina en gestación se constituye en fuerte relación entre teoría y práctica.
No se trata por tanto de una disciplina teórica. Su contenido disciplinario está determinado tanto por los
contenidos de la gestión como por la cotidianidad de su práctica.

La práctica de la Gestión Educativa está influenciada y mediada por el discurso de las políticas educativas, por
sus cambios, retos y exigencias y, por su aplicación en los contextos locales, regionales y nacionales. De allí que,
en su quehacer, se recrea y cobra sentido desde la dimensión política que orienta su acción. En ella interactúan
tres planos: la teoría, la práctica y la política.

De acuerdo con lo anterior, para abordar la comprensión y aplicación de la Gestión Educativa, los participantes
en este proceso de formación, deben conocer los planteamientos teóricos subyacentes en las áreas de la
administración, la gestión y la educación y, entender el sentido y los contenidos de las políticas educativas.

En América Latina los modelos de desarrollos económicos y sociales han influido en la concepción y modos de
actuación de la gestión. Hasta la década de los años 70 en las organizaciones existían dos procesos
desintegrados: la planificación y la administración. La primera era responsabilidad de los planificadores quienes
eran encargados de diseñar los planes, fijar objetivos y determinar las acciones que había que realizar; la
segunda, era propia de los administradores, encargados de ejecutar las acciones diseñadas por los primeros.
Esta práctica acompañó a los sistemas educativos centralizados, en los cuales el modelo administrativo separó
también las acciones administrativas de las pedagógicas, concentrando las primeras en los llamados directivos y
las segundas en los docentes. Actualmente ambos procesos, administración y planificación, se articulan en la
gestión, superándose esta dicotomía, al interior de sistemas educativos descentralizado.

Como puede observarse, la evolución y aplicación práctica de la gestión educativa ha estado sujeta a los cambios
y reformas en el Estado, la administración pública y las políticas educativas.

Precisamente, en las décadas de los años 80 y 90, la incidencia directa de los procesos de globalización y
apertura e internacionalización de los mercados en América Latina, produce importantes cambios políticos,
económicos y administrativos, lo cual genera transformaciones, tanto a nivel del Estado, como de las
organizaciones públicas y privadas y en el sector educativo.

En este sentido Cassasús (2000) expresa que el Estado pasa de ser una entidad productora con una gran esfera
de influencia en todos los sectores, a ser una entidad reguladora en la que se implementan políticas de
descentralización y se redistribuye el poder central. Sin embargo, esta transformación del Estado pasa por una
nueva etapa de restitución que se ha llamado el Estado Necesario, en el cual se recupera la esfera de influencia
del Estado Central mediante procesos de recentralización. Ambas formas, la descentralización y la
recentralización implican necesariamente el diseño de formas de gestión que las viabilice.

En consecuencia, en el sistema educativo colombiano se gestaron estos mismos procesos de descentralización y


recentralización, lo que generó una serie de transformaciones en las políticas educativas que convirtieron a la
gestión en el eje principal de las reformas. De igual manera, se produjeron cambios sustanciales en la
concepción de la educación y sus modelos pedagógicos y en los roles asumidos por instituciones y
organizaciones que cumplen un servicio social pedagógico; así mismo, se replanteó el papel de los directivos y
de la comunidad como protagonistas de los procesos de formación. Desde la perspectiva de la educación
permanente, se hizo necesaria una gestión que articule la visión de lo educativo - cultural y que lidere procesos
de comunicación con una visión holística e integral de las áreas de gestión directiva, académica-pedagógica,
administrativa-financiera y de convivencia y comunidad.

De acuerdo con lo anterior, la gestión se convierte entonces en una disciplina que permite responder a los
cambios y retos que implican las reformas arriba anotadas.

La gestión como tal, surge del desarrollo o evolución natural de la administración como disciplina social que está
sujeta a los cambios operados en las concepciones del mundo, del ser humano y del entorno económico,
político, social, cultural y tecnológico.

La administración moderna en sus orígenes fue definida por Fayol a partir de cuatro funciones básicas:
planeación, organización, dirección y control. Este enfoque inicial corresponde a la escuela burocrática, clásica y
científica donde la organización es concebida como un sistema cerrado, mecánico y excesivamente racional,
orientado principalmente por el criterio de rentabilidad.

En un segundo momento de evolución de la disciplina, el ser humano se convierte en el foco de atención de la


administración. Surge entonces el enfoque humanista, donde priman las relaciones humanas, con fuertes
orientaciones de la psicología social. La organización en este modelo es concebida como un sistema natural,
orgánico y abierto parcialmente en donde los elementos que la componen vinculan la integración y el esfuerzo
de las personas hacia un mejor rendimiento institucional. Una definición de administración en este sentido es la
propuesta por Koontz y O’Donnell como “La dirección de un organismo social y su efectividad en alcanzar
objetivos, fundada en la habilidad de conducir a sus integrantes”.

Posteriormente, surge el enfoque de gestión originado por los círculos de calidad japoneses promovidos por
Deming e Ishikawa y por el socio-análisis francés. Este modelo se caracteriza por ser participativo y por concebir
la organización como un sistema abierto en el que las variables situacionales del medio externo llevan a una
mayor adaptabilidad y efectividad política.
Un último enfoque es el culturalista que propone los retos de una institución desde el paradigma de la
complejidad, en el que se concibe la organización como un sistema holístico e interaccional, que privilegia los
principios de conciencia de la acción humana crítica, de contradicción y de totalidad, todo ello a la luz de la
pertinencia cultural. (Sander, 1995)

De acuerdo con lo anterior, el concepto de gestión es una construcción reciente que se encuentra enmarcada en
el desarrollo de la administración, en el que se incorporan enfoques multi e interdisciplinarios, y donde la
participación de los sujetos adquiere un rol determinante para el logro de los objetivos de la organización. Es en
el marco de los movimientos sociales de “68” en que se cuestiona el papel de las instituciones sociales y de la
escuela en que surgen los modelos participativos que dan origen a lo que hoy conocemos como gestión.

En el ámbito educativo a partir de los años 70, el modelo de gestión empezó a cambiar la forma de dirigir las
instituciones educativas, lo que se evidenció en dos fuertes tendencias. La primera es la experiencia del
movimiento de las escuelas efectivas, que nace en los países anglosajones y que incorpora el concepto de
gestión educativa con los movimientos de calidad, con una marcada influencia en América Latina. La segunda, es
la Administración Educativa, que se origina inicialmente en Inglaterra con el nombre de Dirección Educativa y en
los Estados Unidos y Australia como Administración Educativa.

Paralelamente, en América Latina, durante las décadas de los 80 y 90, producto de los procesos de globalización,
apertura e internacionalización de los mercados, se gestan cambios políticos, económicos y administrativos, lo
que genera transformaciones importantes tanto a nivel del Estado, como de las organizaciones públicas y
privadas. Estos cambios lograron permear la manera de dirigir las instituciones educativas y exigieron redefinir el
rol que en ellas cumplen sus directivos para responder a los retos y cambios de la educación y sus políticas; al
papel de los sujetos en las organizaciones; a la redefinición de las relaciones de poder; al reconocimiento del
valor de la intersubjetividad la que es asumida como proceso que da origen y funda la gestión; a la valoración
del trabajo en equipo, de las metas y visiones compartidas, elementos éstos que configuran y dan sentido a la
gestión educativa.

Uno de los componentes de la gestión educativa surge de las reformas y planteamientos de las políticas
educativas. Desde esta perspectiva se plantea a las instituciones de educación una transformación
organizacional en sus áreas directiva, académica-pedagógica, administrativa-financiera y, comunitaria y de
convivencia; al igual que en sus procesos de trabajo y en sus actividades. Esto implica para el directivo revisar
aspectos como: misión, visión, objetivos, principios, políticas, paradigmas, perfiles, estructuras, recursos físicos y
financieros, talento humano, cultura escolar, ejercicio del poder y de la autoridad, roles e interacción de sus
miembros; esquemas mentales y formas de ser, pensar, estar y hacer de la comunidad educativa. Responder a
estas exigencias implica a las instituciones la resignificación de temas como la calidad, el aprendizaje y los
resultados obtenidos en el proceso educativo.

Planteada así la cuestión, la gestión educativa se convierte en una disciplina necesaria para ejercer la dirección y
el liderazgo integral en las organizaciones educativas y para lograr el cumplimiento de su función esencial: la
formación integral de la persona y del ciudadano, de manera que logre insertarse creativa y productivamente en
el mundo laboral. La gestión educativa busca desarrollar un mayor liderazgo en los directivos, con el fin de que
ejerzan una autoridad más horizontal, promuevan mayor participación en la toma de decisiones, desarrollen
nuevas competencias en los actores educativos, nuevas formas de interacción entre sus miembros y entre la
organización y otras organizaciones.
En este contexto, según Delannoy, la gestión educativa se preocupa por la búsqueda de mayor eficiencia y
orienta la acción hacia el logro de la productividad educativa y la rendición de cuentas; por herramientas de la
administración como la medición y la evaluación. De igual manera, la organización educativa requiere de una
gestión de calidad, para responder desde allí, a los retos y los cambios de la sociedad del conocimiento, de la
revolución tecnológica, de la globalización, la democratización, la descentralización y la modernización.

Finalmente, la gestión educativa según Lya Sañudo (2006) se define como un “proceso mediante el cual se
organizan las interacciones afectivas, sociales y académicas de los individuos que son actores de los complejos
procesos educativos y que construyen la institución educativa para lograr la formación de los individuos y de los
colectivos”.

Uno de los principios básicos de la gestión es el


reconocimiento del valor de las personas en la
organización. Por esta razón, el tema central de la gestión,
según Casassús (2000), “es la comprensión e interpretación de los
procesos de la acción humana en una organización”. De ahí que el
esfuerzo de los directivos se oriente a la movilización de las
personas hacia el logro de los objetivos misionales. En el mismo
sentido, para Gimeno Sacristán la gestión es considerada como el
conjunto de servicios que prestan las personas dentro de las
organizaciones; situación que lleva al reconocimiento de los sujetos y a diferenciar las actividades
eminentemente humanas del resto de actividades donde el componente humano no tiene esa connotación de
importancia. Lo anterior permite inferir que el modelo de gestión retoma y resignifica el papel del sujeto en las
organizaciones, proporciona una perspectiva social y cultural de la administración mediante el establecimiento
de compromisos de participación del colectivo y de construcción de metas comunes que exigen al directivo
como sujeto, responsabilidad, compromiso, y liderazgo en su acción.

La administración como disciplina fundante y el surgimiento de la gestión, se han enriquecido a través de la


historia con los aportes de filósofos, sociólogos, psicólogos y administradores, quienes desde sus reflexiones
buscan comprender e interpretar la acción del ser humano, sus motivaciones, lo que los impulsa a mejorar su
desempeño y a potenciar las organizaciones.

La gestión como disciplina surge en la segunda mitad del siglo XX como una evolución de la administración
moderna. En sus orígenes se distinguen dos corrientes:

1. Perspectiva de la experiencia: orientada al análisis y reflexión casuística de las experiencias de algunos


empresarios que comienzan a escribir sobre sus prácticas en la administración de grandes empresas en los años
sesenta en Estados Unidos.

2. Perspectiva teórica: desarrolla modelos teóricos aplicados a la gestión como son el normativo, el prospectivo,
el estratégico, el estratégico situacional, calidad total, reingeniería y comunicacional. (Casasús, 2000)

En su desarrollo, las definiciones de gestión se han elaborado a partir de criterios tales como: el objeto del cual
se ocupa, los procesos que intervienen en ella, la organización de recursos, los objetivos y la interacción entre
personas. A partir de estos criterios algunas definiciones de gestión orientadas a los recursos y retomadas por
Cassasús, son:

• “Capacidad de generar una relación adecuada entre la estructura, la estrategia, los sistemas, el estilo, las
capacidades, la gente, y los objetivos superiores de la organización considerada”.

• “Capacidad de articular los recursos de que se disponen de manera de lograr lo que se desea”.

• “La generalización y manutención de recursos y procesos en una organización para que ocurra lo que se ha
decidido que ocurra”

En cuanto a las definiciones que se orientan a la interacción entre las personas, para Agryss y Schon (1978) la
gestión es considerada como “la capacidad de articular representaciones mentales de los miembros de una
organización”. Desde los procesos de interacción comunicativa la gestión se concibe también como “la
capacidad de generar y mantener conversaciones para la acción”.

Una definición centrada en los procesos propuesta por Arie de Geus (1988) concibe la acción de la gestión como
“un proceso de aprendizaje de la adecuada relación entre estructura, estrategia, sistemas, estilo, capacidades,
gente, y objetivos superiores, tanto hacia el interior de la organización como hacia el entorno”.

En este último concepto de gestión se destaca el aprendizaje como proceso y como resultado de la acción de las
personas en la organización. De igual manera, en la educación, el aprendizaje es el resultado esperado de la
relación docente-alumno en el aula de clase, interacción que responde a las necesidades, intereses y problemas
del alumno; a la misión institucional y a las políticas educativas.

A partir del aprendizaje, las organizaciones, incluyendo las educativas, reflexionan su acción para mejorar
teorías, visiones, valores, principios, representaciones mentales, procesos, procedimientos, mecanismos de
interacción y comunicación, resultados y desempeños efectivos de sus miembros. De esta manera, la
organización responde a las exigencias de su entorno interno y externo, elementos que las configuran como
sistemas abiertos en constante aprendizaje y transformación.

De lo anterior, se desprende que la gestión y la educación tienen puntos de encuentro disciplinar que
enriquecen y orientan sus teorías, modelos y prácticas y es en este contexto que se configura la Gestión
Educativa como objeto de estudio y de reflexión de sus prácticas.

La Gestión Educativa como disciplina independiente se nutre de los diversos modelos de gestión, cada uno de
los cuales responde a las necesidades de la sociedad en un momento histórico determinado y expresan, tanto
una comprensión de la realidad y de sus procesos sociales, como el papel que en ellos desempeñan los sujetos y
directivos. En este sentido, Cassasus (2000) clasifica siete modelos o visiones de la gestión así: Normativo,
Prospectivo, Estratégico, Estratégico Situacional, Calidad Total, Reingeniería y Comunicacional.

Cada uno de estos marcos conceptuales propone nuevas perspectivas de actuación en las instituciones, un
modelo no anula o excluye al otro, antes bien, lo complementa y aporta comprensiones más amplias de la
realidad. De igual manera, cada modelo se concretiza en un estilo de dirección que depende de las formas de
relación e interacción de los gestores educativos con sus grupos de trabajo, de la concepción de organización
que se propone, del papel que juegan las personas en ella y de las formas de concebir el mundo y la relación con
el entorno. Podría decirse que estos modelos son pertinentes de acuerdo con las demandas que el desarrollo
económico, político y social plantea a las organizaciones.

El documento Visión Colombia 2019 (2006) destaca como


acción necesaria el fortalecimiento de la gestión de las
instituciones educativas y de la administración del sector,
esto es su eficiencia. Así mismo plantea que
tradicionalmente dicho sector ha estado orientado al
trabajo por procesos, no por resultados. A la restricción de
recursos que se agravan cuando son utilizados de manera
ineficiente-, se suman fallas elementales de gestión tales
como ausencia de información, de procesos claros y
sistemas de trabajo; la resistencia al cambio de los actores
involucrados, y los múltiples intereses particulares que inciden en las decisiones.

Avanzar a la descentralización y autonomía de las instituciones educativas y en su modernización es uno de los


principales desafíos que enfrentará el sector y la gestión educativa en los próximos años, lo que derivará a un
mejor servicio y una mayor responsabilidad de los distintos niveles de administración del sector, lo cual exige:

• Fortalecer la autonomía y responsabilidad de las instituciones educativas mediante la definición precisa de


los resultados que se esperan de ella.
• Fortalecer la gestión en todos los niveles, de manera que estén en capacidad de definir objetivos y planes
estratégicos, asignar los recursos de acuerdo con prioridades, tener información suficiente y oportuna y
utilizarla para la toma de decisiones.
• Contar con un liderazgo independiente y con organizaciones alineadas hacia el logro de los objetivos.
• Administrar los recursos en forma eficiente y transparente.
• Rendir cuentas sobre los resultados de gestión.
• Maximizar la participación de las comunidades educativas en función del bien general

Este mejoramiento de la gestión exige competencias en los directivos y los gestores de procesos educativos,
como líderes y responsables de la implementación de la gestión educativa en sus organizaciones. Por esta razón
hay necesidad de instalar en las organizaciones educativas procesos de gestión directiva, administrativa,
académica-pedagógica, administrativa-financiera y de convivencia y comunidad que generen condiciones
favorables para el logro de resultados y el mejoramiento continuo, tanto al interior de la educación
institucionalizada. En este contexto de búsqueda para la superación de limitantes del desarrollo humano y social
la gestión educativa se configura como una disciplina cada vez más necesaria para quienes lideran instituciones
o procesos educativos. La gestión educativa es también un mecanismo que permite obtener mayor eficiencia y
orientar la acción hacia el logro de la productividad educativa y la rendición de cuentas, a través de la
articulación de herramientas de la administración como la medición y la evaluación. En síntesis, Colombia
requiere hoy de una gestión educativa de calidad, para responder a los retos y los cambios de la sociedad del
conocimiento, de la democratización, la descentralización, la modernización administrativa, la revolución
tecnológica y la globalización.

Los gestores educativos son profesionales al servicio de instituciones públicas y privadas, y de organizaciones no
gubernamentales (ONGS educativas), caracterizadas en la mayoría de los casos por un modelo de dirección
normativo, con autoridad vertical, situaciones abstractas, determinadas, determinadas, seguras, rígidas,
homogéneas, unidimensionales y objetivas, donde no ha habido espacio para la pregunta, la reflexión y la
creatividad, evidenciado esto, en el cumplimento de normas ajenas a las realidades sociales y comunitarias.

Este modelo anclado en lo vertical, centralista y con relaciones monopólicas, mantuvo por varios siglos en un
letargo, tanto a la sociedad como a las instituciones, impidiendo el avance y transformación a nivel educativo,
cultural, social y económico.

Actualmente el modelo social se caracteriza por la apertura al mundo global, descentralizado, de relaciones
horizontales, sujeto a cambios y transformaciones imprevistas, donde se privilegia la participación, el pluralismo,
la solidaridad, la concertación, el liderazgo compartido, la democracia y la resolución de conflictos mediados por
el diálogo. En este modelo la educación permanente y a lo largo de toda la vida, exige un nuevo paradigma que
funciona con principios de autoridad flexibles, con necesidades reales y contextualizadas, con diversidad de
criterios, con estrategias interdisciplinarias y con enfoques no solo locales sino globales.

Este nuevo modelo de gestión debe posibilitar la conformación de una sociedad democrática, caracterizada por
equidad social, política y económica, donde se privilegie lo personal, lo comunitario, lo pluralista y lo
participativo, para lograr la realización del ser humano en todas sus dimensiones; donde se favorezcan los
esfuerzos compartidos y se puedan armonizar las voluntades de manera que disminuyan las divergencias.

Por tanto, se deben implementar acciones que generen conciencia acerca de la necesidad de asumirnos todos
como responsables de la educación, o “la educación un asunto de todos”, donde la comunidad sea la veedora
del proceso, pero también participe en programas de cooperación y ayuda solidaria.

Así mismo, las tendencias actuales de modernización administrativa y especialmente educativa, plantean que
quienes lideran instituciones y procesos educativos, requieren considerar tres dimensiones de la gestión: la
teórica (principios de gestión y educación), la política (reformas y directrices nacionales e internacionales) y la
pragmática (la vivencia cotidiana en el escenario educativo y social.

“La gestión educativa un nuevo paradigma”. Fundación Universitaria Luis Amigó,


Sonia Correa Valderrama, Amanda Correa de Urrea y Angélica Álvarez Atehortúa.

NOTAS:

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