Sie sind auf Seite 1von 15
JAIME REST EI cuarto en el recoveco ( BIBLIOTECA € BASICA ARGENTINA Centro Editor de América Latina Diagramacién: Ricardo Pereyra, Adriana Martinez Coordinacicn y produccién: Marta Carrera, ‘Ato’ O. Vilalba 1988 Conto Esto do America Latina S.A suc Lega come ee lecho ef dopisho Ge ley, Libro do edcién argentina. impceso 2 Carybe, Udaondo 2688, Lande Oeste, Pov. Ge Be he Encuadornado en Hale, Av; Mascon’ 649° Lomas dal Meader Prov. de Bs. Ae’ Diatrbuldares er la RopUblca Argerning Captal-Distibuidora Cancellara S RL, Vivoy del Ps 2533. 5* hn". Cap Fed Interior pu SAL Azara 225, Copal impress en dcembre de 1988 ISBN: 950.25.2704.6. NOTA EDITORIAL Jaime Rest revisaba los textos que hoy publicamos para dotarlos de la unidad del libro, cuando murié en no- viembre de 1979. Este es en consecuencia su dltimo tra bajo de caricter orgénico. No por casualidad responde luna preocupacion sobre la que solfa comentar largamen- te: el lugar y la forma del ensayo, tanto en la literatura argentina y europea, como en su calidad de espacio cri- tico y reflexivo en el cual la exposicién de las ideas no enuncia, sino que afirma, el tono personal y el trabajo del estilo Compuesto a partir de cuatro conferencias, Rest al- canzo a revisar solo las dos prmeras. Su mujer, Virginia Ethart, reconstruyé a partir de sus apuntes y de la cert 2a que da largos afios de comunidad intelectual, las dedi: cadas a Roberto Arlt y Borges. Entre las hojas de trabajo, manuscritas, esti una que, seguramente, estaba siendo peasada a la manera de pro- logo. Es logico reproducirla aqui. Rest habia escrito: “Bate libro crecié a partir de cuatro conferencias dicta- das en la primavera de 1978.1 La presente version ha da- do mayor énfasis y mis detenida consideracion a ciertos ‘aspectos generales que la brevedad y unidad de la exposi- ién oral no hacian indispensables, pero que lo parece exigir Ia impersonalidad del texto escrito, de la formula- cién definitiva en que el expositor no esti presente du- ante la lectura. Se han introducido, ademés, algunos cambios en Ia organizacin del material, enfatizando me- nos la cronologia y mis la coherencia, circunstancia que recomendé trasladar a Mansilla del primer al tercer ensa- yo, por ejemplo. Lo que sin duda permanece es la con- * Conferencias dctadas en septiembre y octubre en I Socie- dad Argentina de Escritores, Buenos Aires. 7 Esta refundicion y tralado de los materiales expuestos en 1 PRIMER ENSAYO: SARMIENTO Y LA COMPRENSION DE LA REALIDAD Quienes han frecuentado 1a mansion de Ja literatura ‘saben que éita posse multitud de aposentos. Algunos se sauestran espaciosos, brillantes, activos, yen ellos se exhi- ‘be cuidadosamente alineada y'clsificada una diversidad ‘eaui infinita de objetos denominados poemas, dramas 0 novelas, Otros, en cambio, revelan empatiado su pret to esplendor y desde hace tiempo permanecen casi olvi- dados y en penumbras, mientras el polvo se acumula 30- ‘bee composiciones que a menudo solo provocan un inte- tHe erudito 0 arqueol6gico, tal como suele ocurrir en Ia hubitacion reservada a la épica. Pero en algin recoveco Ihay un cuarto muy activo en el que sin cesar se amonto- nen en completo desorden nuevos materiales de la espe- ‘le mAs dispar, habitualmente marginados y descuidados ppor los eriticos 0 estudiosos cuys tarea consiste en man- ‘ener la pulcritud y organizacién de todo el edificio. Es- {6 2 el sitio que se reserva al ensayo, cuya naturaleza, variedades y dimensiones parecen imposibles de ser de- terminadas a causa de la abundancia y anarquia con que tales obras se han ido acumulando. A veces, uno u otro de los encargados del mantenimiento y limpieza se ha ‘tsomado a este lugar pero, aun en el caso de que inten- tara tna estimacién del contenido, casi nunca llegb a rea- sar una apreciacién exacta de cuanto allf permanecia depositado, A lo més, se limit6 a formular observacione Amprecisas sobre el caos reinante o sobre el aspecto abi- garrado del contenido, ¢ inclusive no falt6 quien juzgara Que las caracteristicas de lo que se guardaba en esa estan- cia “jamés podrén ser determinacas exactamente”, segin declard Harold G, Merriam al principio de su articulo “Ensayo” —que porlo demés es muy itil e informativo-, (en el Dictionary of World Literature que compilé Joseph rr T. Shipley,..O en circunstancias més favorables —casi podria considerirselas optimas, en la medida de lo posi- ble, como en el comienzo del breve estudio que Bona- my Dobrée dedicé al ensayo inglés, la opinién no se aven- tura mas alld de sugerimnos que se trata de “piezas amis- tosas, personales e imprecisas acerca de lo que a uno se le pueda ocurrir”. Para corroborar la incertudimbre que existe al respec: to basta con un cotejo de las definiciones que proporcio- nan los distintos repertorios y vocabularios que registran Ia palabra ensayo en el sentido de género literario. En el diccionario inglés del doctor Johnson, en pleno siglo XVII, In segunda acepcién de la palabra declara: “im- [preciso arranque de Ia mente; pieza irregular no elabors 48; comporicion que no es acabada y metédica”, y remi- te como autoridad a Francis Bacon. El Concise Oxford Dictionary, también en su segunda acepcion, anota: “oomponici6n literaria (habitualmente breve y en prosa) acerca de cualquier asunto”. El Petit Littré registra en el filtimo significado respectivo: “se dice de ciertas obras euyos autores las denominan asf por modestia 0 porque no intentan profundizar en el asunto”. El Petit Robert deja asentado en el tercer y ltimo sentido del término: “obra literaria en prosa de elaboracién muy libre, que trata un asunto sin agotarlo o que reine articulos diver- sos”, En su cuarta acepci6n, el diccionario Vox de la lengua castellans, cuya segunda edicion fue revisada por Samuel Gili Gaya, dice: “género literario, en prosa, de ‘cardcter didictico, que trata con brevedad de temas filo- s6ficos, artisticos, histéricos, etcétera”. Por su parte, la Real Academia Espafiola se pronuncia asf: “escrito, ge- neralmente breve, sin el aparato nila extensi6n que re- quiere un tratado completo sobre la misma materia’ Finalmente, en su segunda edicin el Webster New Inter- national Dictionary opta por un examen mis extenso de Ia cuestign: “Comporicién literaria de naturaleza analitica 0 inter- pretativa que trata un atunto desde un enfoque mis 0 ‘menos limitado o personal y admite uns considerable Ubertad de estilo y método. Si bien usualmente los en- sayos son bastantes breves como para leerios de un solo tirén, el vocablo también se aplica a obras sistemiticas ‘Que encaran sus respectivos amuntos en una serie de sub- 4 divisiones, como el Essay Concerning Human Unders- tanding, de Locke, A veces obras posticas Hevan esta denominacion, como el Essay on Man y el Essay on ‘ Cristicism, ambas de Alexander Pope. En general, el ensayo se diferencia del tratado 0 de Ia disertacion Por el hecho de que es menos sistemitico y formal; de la tesis, porque no se circunscribe a un argumento formal; de la historia 0 biografia, porque encara el fasunto en un solo aspecto mas bien que en su alcance total,’ Los ejemplos precedentes hicen manifiesto que el ensayo no admite una definidéon univoca sino que, ‘mis bien, requiere una sdescripeion que. permita ‘cit sandal; por afiadidura, poner en evidencia que une tintess de sus notes predominantes deben enfatizar sin hacerlos excluyentes~ la orevedad, el empleo de 4a prose y la naturaleza informal de la exporiciOn, Por Jo que respecta a los manuales de teorfa literaria més difundidos en la sctualidad —cemo el de Wellel y Wer ren o el de Wolfgang Kayser~, al enumerar los géne~ 104 prudentemente soslayan el problema omitiéndolo con cauto silencio. Tampoco suslen resultarsuficiente- mente informativos los escasos intentos de examinar €l campo especifico, los que tienden a recaet con mayor Auidvided en la nomina de autores que practicaron el ¢n- sayo y mucho menor en el esfverzo de obtener certa lave que permite diferenciarlo o estructurar las ideas ‘que esta denominacién sugiere. El ensayo por lo general se propone describiro inte pretar una determinada cuestign vaiéndose de una acti- fud expositiva o elocuente, que carece de una forma, ‘nteramente propia, cepez de éierencialo con claridd| de a prost en sf misma Inclusive suele mimetizar modoa que distinguen @ otros géneros literarios, Puede presentar| Un empleo del lenguaje que destaque ln intensidad expres’ * siva.o que apele al efecto emotivo, a semejanza de la poe-| Ala, A veces remeda formalmente el uso de procedimien tos draméticos, como el monblogo de la oratoria y del ) sermén 0 el didlogo que refuerza la estrategia mayéutica fn que ls confrontacion de interlocutores va delineando ‘1 argumento que propone o sostiene, segin el método que emplearon en coloquios y conversaciones imagine fas autores tals como Erasmo, Galileo, Leén Hebreo, 1s it Leopardi, Landor, Oscar Wilde, entre muchos mis de la antigiedad y de ios tiempos modemos. Por ditimo, mite Ia incorporacion de elementos ficticios que contri- buyen # aproximarlo al cuento, tal como se advierte en la invencién de personajes arquetipicos de su respectiva clase que sirve, principalmente, a quienes practican el | articulo de costumbres destinado a ilustrar modos de comportamiento, a is manera de Addison y Steele, en sus textos protagonizedos por Sir Roger de Coverley, 0 de Mariano Jost de Larra, en piezas como “El castellano te io”. En la manera de exponer el asunto que se propone examiner, el ensayo admite una ilimiteda diversidad, des- de la més absoluta fluider que documenta o remeda una cscritura espontinea (segiin se observa en la inconfundi- ble modalidad de Montaigne) hasta, por un lado, el soste- nido rigor intelectual en que prevalece Ia ides desnuda | sin ormamentos (como sucede en Bacon) 0, por el otro, ‘tx estructura muy formalizada y Ia prosa cuidadosamente claborada con una intencional riqueza de cadencias y rit- ‘mos (como en Thomas de Quincey), En cuanto a In ex- tensibn, suele ser comparable a la de un cuento, pero puede variar libremente, como lo demuestran ciertas pic- ‘a8 que apenas exceden las dimensiones del aforismo y ‘otras que alcanzan proporciones muy vastas (como la “Apologie de Raimond Sebond” que a menudo ha sido desgajade de las obras de Montaigne para constituir por sf sola un dilatado volumen), Por lo que concieme al tema, hay aspectos del ense- yo modemo que poseen antecedentes muy remotos, co- ‘mo sucede con aquellos que se refieren a cuestiones mo- rales, filosbficas o politicas, pero el espectro hacia el cual ‘© ha ido abriendo este campo con el transcurso del tiem- ‘po no tiene restricciones: incluye consideraciones cienti- ficas (como en trabajos de Julian Huxley o J.B.S. Halde- ne), hist6ricas (como en muchas exposiciones de Macau- lay'0 de Raymond Aron), biogrificas (como en los deli- ciosos “wetratos en miniatura” de Lytton Strachey); y conviene circunscribir Ia enumeracién a estos pocos y | dispersos ejemplos porque la némina podria volverse in- terminable. En suma, ¢3 la forma mis personal ¢ impre- vinible de cuantas dispone el escritor para comunicar sus 4 impresiones, circunstancia que indujo a Herbert Read a ‘postular la hipOtesis de que se trata de une variedad del 16 sénero epistolar que carece de destinatario conocido o | “eapecificado-por-quien 16 compuso. ‘Sin etttbargo, esta | ‘OMParaciOW OS permite obtener un dato muy impor: tante para la singularizacion del procedimiento: une } carta admite ser meramente informativa, descriptiva, | anecdética, el ensaya, en cambio, a partir de tales ingre- dientesticade ace tna meta en te que finaimente debe esplandecer cierta idea acerca de algo, acerca de alguien, Hay, pues, una leve pero sostenida propension intelec- gual El ensayo, por mis que pueda enriquecerse con la, radar on que prevalty SE-sper so ue yo igs de protein ce lun tenn intencién €3 persuadirnos de ya sel mediante una stsTacto {- técnica demostrativa o con ayuda de una atmésfera. de facinacin engendrada por un hibil manejo de i pro- a. Es, en definitiva, una via ria de aproximacion a derte eonstimiente-de fa0olé conceptual. O Histbricatnente, eT tSriTG6 ensayo ingresa en Ia no- ‘menclatura literaria con Moncaigne, quien utiliza este +, Yooablo para designar la coleccién de textos que redine y publica en 1580. En ellos se destacan preferentemente ‘tres aspectos del autor: sus vastas lecturas, su benevolen- te pero obstinado escepticismo y un deliberado a la vez que confeso propésito de hablar de si mismo, de exhi- birse ante sus allegados —come 61 dice~ “de buena fe”, en una suerte de confesion espiritual que permanece ais- Inda en su tiempo entre la ya muy remota de San Agus- tin y la todavia muy distante de Jean-Jacques Rousseau. En tomo de la denominacion que Montaigne escogio pa- ‘a sus escritos seria admisible una infinidad de especula- ciones, pero parece indiscutida la opinion de que esta preferencia se sustenta en el deseo de subrayar el caro- ter informal, descuidado y casi intimo de los materiales ‘gue se congregan con este titvlo. De Montaigne deriv ‘en iitima instancia; el uso que confiere Francis Bacon Ja misma designacion cuando en 1597 la impone a u coleccién de artfculos y pensamientos suyos. Si Mon- taigne era el producto de una formacién humanista, Ba- ‘con prefigura el pensamiento cientifico modemo, con ‘su tigor y su lenguaje descarnado, con la actitud man fiestamente objetiva e impersonal que trasunta su esti- Jo, En una proyectada dedicatoria que desech6, Bacon Geclaraba que habia denominsdo “ensayos” a “ciertos ” ‘apuntes breves” y afladia que “si bien el vocablo es re- Giente, el objeto que designa es antiguo”. Por cierto, existen muchas composiciones de la antigiedad que, efectivamente, podrian levar este mismo nombre y con bastante frecuencia aparece mencionado Luciano de Sa- mosata como uno de los probables fundadores del géne- to, Pero, sea cual fuere la fecha del comienzo, no deja de resultar harto sugestiva Ia aparicién de la palabra —de ssa aplicacion literaria y de su aceptacién— en los veinte afios finales del siglo XVI. Es a partir del momento his- torico muy especial sugerido por esta fecha que tal vez debiéramos considerar el significado del término. Acaso no sea el momento més adecuado para debatir, dilucidar la cuestion en detalle, pero como mera sugerencia cabe preguntarse si la palabra ensayo —con toda la carga de interpretacion provisional que arrastra— no se est con- traponiendo, en el presente caso, a ciencia; es decir, se esti aplicando @ la formulacién de una hipétesis que cuenta con razonables visos de eficacia, pero que fue enunciada sin haberla sometido a una verificacion sufi- | ciente como para determinar en qué grado es compati- [PBle con la realidad. Si antes dijimos que el ensayo apun- ‘ta a comunicar un conocimiento, ahora tal vez conven- a || 2 attadir que éste es formulado como opinion personal, fin haber agotado los requerimientos propios de la cien- i 68 68 quiere, un atlabo, no el resultado de una pes- qulsa exhaustive que agotd los medios de comprobacion, De todes manoras, une ver tras otra surgen los nom- (bes de Montaigne y de Bacon para trazar los limites del ¢amayo, para mostrar por contraposicion Ja vastedad del tarritorio que se extiende desde una regién de intimidad eepontines y subjetiva hasta un drea de rigor objetivo ca- si impersonal. A partir de esta polaridad, algunos criticos hhan intentado alcanzar, si acaso no una definicién, al me- | MOS una descripeién del Ambito literario en que opera {este gtnero. Bonamy Dobrée y Harold G. Merriam coin- ciden en que es posible reconocer dos zonas en el campo del ensayo desde sus comienzos: una gobernada por la informalidad, la subjetividad, la fascinacién-de la expe- iencia imaginativa; la otra sometida a la formalidad, la objetividad, el afin de conceptualizacién. A decir verdad, | en conjunto estos dos dspectos abarcan en su totalidad las diferentes variedades del ensayo: No obstante, Dobrée afirma que hay “una tercera especie del tipo de exposi- 18 cin que solemos incluir en el ensayo”, la que consiste en “Ia discusion de asuntos literarios”; es decir, la critica © comentario de libros. Pero con el transcurso del tiem- po y con el avance manifiesto del periodismo moderno ¢8 licto incorporar otras formas adicionales: el articulo de costumbres que se consolida en el siglo XVIII inglés, por ejemplo; o el comentario folitico que admite cual- ‘Quier registro, hasta gar a veces al tono insidioso y co- rosivo que ilustra aquel famoso texto de Swift denomi- nado ““A Modest Proposal for Preventing the Children of Poor People from Being a Buithen to their Parents or Country”. Cabe, en consecuencia, afirmar que a medida ‘que se fue generalizando la alfebetizacién y se fue con- solidando el acceso a publicaciones periédicas, también se generalizaron y se diversificaron la difusion y las car racteristioas del ensayo. De tal modo, en Ia actualidad —tal como sefiala Me- rriam— es posible distribuir el teritorio integro, las 20- inas expecializadas y las variedaces del ensayo de confor- midad con un diagrama bastante sencillo, Segin este au- tor, si se traza una “Iinea de msteriales andlogos” y se la divide por la mitad, hacia un lado quedan las manifesta ciones del ensayo en que previlecen el texto formal y objetivo, 1a preocupacién intelectual; hacia el otro, en ‘cambio, se extiende Ia zona dorde imperan la actitud in- formal, subjetiva, el interés imaginativo. En el primer sector, reservado al ensayo formal, al avanzer del extre~ ‘mo exterior hacia la division ubicada en el centro halla- ‘mos, sucesivamente, los tratados y las monografias, lie- go las piezas biogrificas, histoticas, citicas, expositivas ¥ cientificas, después los editotiles periodisticos y, por fin, ls resefias de libros. En el segundo sector, reservado al ensayo informal, al desplazamos también desde afue- 1a hacia adentro hallamos, primeramente, los bocetos y fensayos familiares, después las piezas impresionistas, iis tarde la presentacion de tipos y caracteres y, por él: timo, los articulos periodisticcs. Tal distribucién quiza resulte un tanto arbitraria si se la examina en detalle (pues las especies propuestas podrian ser sustituidas por otras igualmente legitimas) pere como quiera que sea tic- ne la ventaja y la utiidad de advertimos la amplitud del ‘campo ensayistico y de proponernos una serie de catego rias que resultan sugestivas, po: més que se laé considere reemplazables, Por afadidura, se vuelve muy notorio un 19 ‘aspecto que no aparecia expresamente declarado en los Primeros intentos definitorios enumerados al comienzo: on respecto al ensayo, uno de los vehiculos naturales de 1 difusion asi como uno de los est{mulos de su prolife- racién ha consistido en el periodismo, tea en sus aspectos Benerales 0 en la llamada prensa especializada (literaria, cultural, politica, cientifica, etcétera), De cuanto dijimos hasta aqui se desprenden algunas comprobaciones acerca de los alcances que posee el en- sayo. Comé en la denominacion de todo género artistico ¥ como en|a consideraci6n de cualquier género en si mis- ‘mo, el término utilizado propone un recorte arbitratio le la actividad pottica. En el Ambito que los teéricos y ticos de la literatura consideran propio del ensayo es sible introducir cualquier cosa: Ia anécdota ficticia que caracteriza al cuento o la novela, la anéedota real que es privativa de biografias y memorias, las interpreta- ones de indole més variada (historicas, sociolbgicas, tificas), la evaluaci6n critica de obras infinitamente diversas, Los estudiosos del ensayo consideran que este ‘vocablo alude a la circunstancia de que la exposicion asi denominads ofrece algo que no excede los alcances de lun simple intento, que no sobrepasa la presentacién pro- Vislonal. En verdad, cabe responderles que ninguna obra Uteraria, ninguna labor pottica, se da a conocer como mero intento artistico, como pura realizacion provisio- ‘nal, Bn todo caso, si hay algo que resulta precario, inaca- ‘ado o apenas exploratorio no es Ia elaboracién poética sino I idea que se expone, los argumontos que se aducen para sustentarla. Como toda obra de arte, el ensayo es definitivo en aquello que determina su condicién de tal; pero de algin modo aquello acerca de Jo cual nos infor. ‘ma ha sido tratado con cierta ligereze, con la levedad propia de lo que no es definitivo, de 10 que —como su nombre lo indica~ es un mero ensayo, No olvidemos, al especto, lo que este vocablo significa para la gente de teatro: es lo opuesto a la presentacién pablica y definiti- va de un especticulo: a menudo se lleva a cabo sin in- cluir siquiera el decorado y el vestuario apropiados; ante todo, es un acto que se cumple en Ia intimidad, en el que cl invitado a contemplarlo ha sido admitido casi subrep- ticiamente. Es como si a este furtivo espectador se le di- jera: “Vamos a mostrarle algo que estamos preparando, ero por favor no comente en pitblico demasiado lo que 20 hha visto porque todavia es indispensable pulir much detalles”. Por aftdidura, no debe considerarse casual que el ensayo haya sido instaurado en las postrimerias del Renacimiento, porque en él se exhibe una idea pre- /-guntamente desprovista de rigor, de esa exigencia que se ‘asocia de manera obligada al pensamiento cientifico mo- demo, Pese alo cual, a menudo el ensayo expone una -determinada concepcion intelectual con tanta exactitud vy demuestra tal discriminaci6n o agudeza al interpretar 4os hechos que el empleo de semejante palabra es casi ‘una muestra de ironfa, una forma de atenuar los alcan- ‘ees de un texto que, sin embargo, se sabe que posee una sdrascendencia decisiva en la respectiva materia © Al completarse la precedente exposicién tebrica &S ‘cito que el lector se pregunte si valfa la pena y se justi flcaba un reconocimiento tan detenido, abstracto y fatigo- ‘0 dei problema general que entrafia el ensayo, cuando el posito de cuanto sigue es considerar Gnicamente unos Joceeeimpiosconcretos dea préctcaensaysticn en in rAtgentina, La respuesta a este in‘errogante, debemos ad- ‘tuitirlo, no es incontrovertible y esté sujeta a diferencias “ide eriterio y opinion, pero creemos que hay buenos mo- stivos para defender esta consideraciOn liminar. Bl térmi ‘ao ensayo, tal como hemos comprobado, designa un fe- -abmeno bastante escurridizo, cuyas dificultades a menu ‘do han sido ignoradas para soslayar una zona de proble- janas inciertos y de resolucién muy compleja. Ademés, ea la mayoria de las literaturas europeas y en la de los ‘Batados Unidos el ensayo ~justificadamente 0 no, poco {nteresa en las presentes circunstancias— delimita un gé- ‘aero considerado de menor relevancia, por comparacion ‘gon las que pueden ser consideridas las “grandes formas Poéticas” de la época modems, es decir, los ejercicios ‘an. que prevalece la imaginacién por encima de las ideas. Sin duda hay una multitud de ensayistas, a partir del mismo Montaigne, que gravit6 de manera significativa en a1 desarrollo del pensamiento y del arte modemos; la roduccibn de esta especie que nos legaron el doctor Johnson, Thomas de Quincey o Alain es fundamental; ‘tunque su principal direcci6n creativa se oriento hacia la novela, Virginia Woolf fue una excepcional cultora del ‘ensayo; y os legitimo argiir que la totalidad de la ml tura norteamericana deriva del impacto que produjo el notable ensayo de Emerson sobre la mision del intelec- a - ‘ual en la construcci6n del pais. Pero, de cualquier mo- Jdo, en casi todo Occidente el ensayo ha sido considers do’ menos importante como instrumento artisico que la Poesia, el drama y Ia novels; no olvidemos, al respecto, ue Montaigne lo juzed un medio errético que solo ser- via para que un determinado escritor dejara un testimo- io de si mismo con destino a parientes, amigos o alega- dos. Pero esta situacion general cuenta con una excep- idn_ que nos toca muy de cerca: en Hispanoamérica la literatura de ideas ha prevalecido por encima de la iter tura de imaginacin, Esto tiene un valor absoluto en el siglo XIX'y aGn conserva una vigencia bastante significa tiva en la centuria actual, En consecuencia, el ensayo, | por la naturaleza misma de nuestra literatura, ha sido el | género dominante o, por lo menos, un género que rivali- 26 en un pie de igualdad con las otras manifestaciones \ poéticas, Nuestra historia con frecuencia ha sido polémi- fa, y el ensayo constituyé uno de los vehfculos ~casi podria decirse, una de las armas més eficaces para dri imix controversias. Por lo tanto, conviene repetir enféticamente que, por rmodesta que sea su ubicacién en otras literaturas ~coss ‘Que no esti resuelta definitivamente, ni siquiera se ha comenzado a debatir—, no puede existr la menor vacila cin con respecto a la prominencia que el ensayo posee + en Hispanoamérica, por su ejercicio continuado y por su { qd infujo en la realidad cultural, socal o politica. La actu lidad de la literatura de imaginacion solo se comprucba si logra complacer a sus frecuentadores; en este sentido no debemos engafiamos: casi toda la produccion anterior | al modemiamo. que puede inchrse en este rubro de las (letras de América castellana tiene un interés principal- inente historico 0 arqueol6gico. Muy pocas zonas pue- den rescatarse antes de Rubén Dario por su indiscutida, fascinacion artistica: tal ver, algunos cuentistas y nove listas; con seguridad, un par de potas (Sor Juana Inés de la Cruz y José Asuncion Silva) y el excepcional ciclo de la gauchesca. En cambio, lo mis nutrido que ha perdur do hasta el presente por sus mézitos intrinsecos consste fen obras historicas, biogrificas, eruditas, patrioticas 0 politicas. En especial hay dos sectores que conservan una plena relevancia para el lector de nuestros dis: la auto- {oom y el ensayo, Este fendmeno singular y generalizado de la literatura 2 anoamericans se explica por el hecho de que Ia ex sturacion nacional de los paises de este continente hhablan espaol se cumpli6 en condiciones diffiles y flictivas que hicieron casi imposible a incorporacion | el aprovechamiento de las formas imaginativas; por lo trario, la produccion intelectual se desenvolvio en stimésfera de vitalidad y urgencia notoria. Adolfo | 0, en un valioso estudio del smunto en la Argentina, Ia importancia operativa que la autobiografia tu- ‘he para el hombre pliblico que participaba en las luchas in independencia y en las subsecuentes contiendas ci de la organizacion; Mi defensa y Recuerdos de vincia, de Sarmiento, prestan cabal ilustracion a este nto. Lo mismo abe sefalar con respecto al ensi- Yo y ala ingente labor periodistics de esa 6poca. Los pri- eros periddicos se crearon conjuntamente con las im- ‘Frovisadas lepiones militares que defendieron las tode- inclertas fronteras nacionales En 1810 la Gaceta Buenos Aires, conducida por Mariano Moreno, desem- un papel tan importante en consolidar la Revolu- @a.de Mayo en la cuenca del Pata como el que tivo Ip accion bélice de Belgrano en el Paraguay. Fue a través Gob ensayo (periodistico, politico, iterario) que se fue Gelincando la fisonomia cultural de los nuevos paises; | | $e cual no solo es verdad con respecto a los articulos de; {88 Moreno o de un Monteagudo, sino también al estilo de Jos bandos, programas, proyectos, proclamas o pigi-) evolucionarias de Miranda, Bolivar o San Martin. Tituacion prevaleci6 desde ios comienzos de la vida | fadependiente y se proiong6, casi ininterrumpida, hasta Ie profesionalizaci6n de la literatura, en Ia era del moder- Tal vez como mero reflejo de Ix actitud asumida por la critica europea y norteamericana, los estudios sobre el ruayo en Ia Argentina y en el resto de Hispanoamérica sea muy escasos; sin embargo, es en ellos donde hallare mos la ndmina de autores més significativos de nuestra agua en este continente, Por ejemplo, en el libro de Medardo Vitiertitulado Del ensayo americano, public 0 hace ya tanto tiempo, se examina la produccién, en- fie otros, de Sarmiento, Montalvo, Pedro Henriquez Urea, Alfonso Reyes. Es en estos ensayistas y en otros mia recientes —Jorge Luis Borges, Ezequiel Martinez Estrada, Octavio Paz— donde deben buscarse la tensin y, 23 x 4 originalidad expresivas de! sutor hispanoamericano, las Chives de nuestro estilo iterario y de nuestra concep- ion de la realidad, Ha habido sin lugar a discus, sran- des novelistas y narradores, grandes poetas y uno que otro dramaturgo memorable; pero no eabe cuestionar Ja funcion protagGnica del ensayo en el Nuevo Mundo de “abla espaol: la produccion més sstenida, la tradicion mis firme, han sido aquellas en que pevalecen ls deat «fen mayor grado que la imaginacion Por lo menos, se puede afirmar sin temor a equivocar- se que la toma de conciencia del escritor argentino con respecto a su nacionalidad, asusingularidad, alas espec- tativas iterariasy cultuales del Ambito al que pertenecia se produjo a través de una generacion de ensayistas que Utiizé au vehiculo expresivo predilecto para reflexionar sobre ls crcunstancias y problemas de la época y cuye ermanencia viva 10 largo del tiempo ha radicado mu- {ho mis en el interés y la actualidad que conservaron sus fdeas que en la perduracion de sus frustrados intentos imaginativos.Los hombres del movimiento de la Joven Argentina que se constituyd hacia 1837, los integrantes del Salén Literario que se reunfa en Ja trastienda de la libreria de Marcos Sastre, los colaboradores del peribai- co La Moda y, por fin, los proscriptos que emigraron & los paises vecinos al culminar las persecuciones del pe- ‘iodo rosstay seg incusonaron en le naratiay on fl verso, pero la kontribuciOn decisva para instaurat tina literatura nacional radicd en escrits programiticos, tn trabajos periodsticos, en estudios historicos o erudk tos, segin se observa en la producciOn de ATberdi, de Tusn Maria Gutiérez, de Mitre, de tantos otros. Est es Yaledero aun en el caso de Esiebin Echeverria, acerca de quien Pedro Henriquez Urefa no vacilé en sefalar ‘tue “sus versosarrojan sonidos opacos yu estilo carece de le magia de las imégenes”, por lo que corresponde ad- ‘iti que “su prosa es mucho mejor ~en realidad, exce- Tente~ lo mismo en sus licidos ensayos filosbficos que | en las ciidas descripciones de E! matadero™. Sintomat- Camente, los miembros de esta generacion no parecen haber frecuentado a los grandes poetas de la Europa septentrional que conformaron la nueva sensibilidad ro- mintica 0-4 su principal continuador norteamericano "Coleridge, Keats, Holderin, Novalis, Poe~ sino 8 aque los autores que elaboraron la nueva imagen de la histo- 4 los partidarios del historicismo, los iniciales segui- 98 de la doctrina o del método de Hegel, los fundado- el sociologismo positivist, los que a semejanze de lame de Staél vincularon la literatura a Jos cambios flictos ideologicos 0 politicos. El novelists que impacto tuvo en estos escitores argentinos fue F Scott, pero las ideas sobre Ia sociedad subyacen- fen su produccion tuvieron consecuencias muchisimo hhondas que los procedimientos especificamente ar- 8. Si bien las condiciones imperantes en el pais laron una irrefutable madurez tebrica y especula- ‘ese mismo factor determin6, en cambio, la imposi- de que se dispusicra del tiempo necesario para tar un ejercicio poético memorable. ‘Ss Aunque hasta ese momento no habia estado en Bue- {80s Aires ni particip6, en consecuencia, en la actividad 42 los circulos literarios portetos, quizés el ejemplo ile nolable do i rds intslactal de aqullstpoce fue io, en especial en el perfodo excepcionaimente fecundo de su destierro chileno, cuando atin no habia ‘@emplido cusrenta fos. Resulta infortunado que la le- ‘Yoods terminara por aniquilar al hombre, al punto de este personaje formidable por su complejidad y por tiqueza de sus facetas se convittiera en una lémina es que lo muestra hacia los sesenta afios, en su perio- @ presidencial, o que lo rememora exclusivamente on ‘condicion de maestro, de politico, de autodidacta a de estas imigenes es filsa, pero todas suelen ‘serio si lo convierten en una figura de bronce se venera o se denigr, sin nscesidad de entenderla ide conocerla adecuadamente, Sarmiento, fue, sin du- ‘&, uno de los més representativos hombres de ietras de {fe Axgentina en el siglo XIX, por la importancia y magni- {ed de su produccion, pero esto no pasa de ser un lugar somiin carente de significado, a menos que se tenga en ‘Menta I época de su apogeoiiterario, cuando se desem- Pelads como periodista en el ET Mercurio de Santiago, fon una produccién a la que el lector comin de nuestros ‘les casi no tiene acceso, salvo en viejas ediciones dif{- ibs de obtener, entre las que se destaca la que en 1943 fepard Eduardo Mallea con el titulo de Prosa de ver y Penzar. La coleccion de articulos reunidos en aquel voi- {en nos proporciona una semblenza de Sarmiento que ‘e vital, combativa, y que lo presenta enfrascado en su i. : i “primera polémica literaria”, esa que versaba sobre el ‘uso de la lengua castellana y en la que tuvo por contrin- ‘ante @ Andrés Bello, en ta cual se incluye una pieza ine- fable denominada “Memorias de una gallina de Guinea ue vivié diez aos en la Repiblica del Gallinero”, digna de Swift, de Quevedo o de algin maestro de! humor vi- ttiblico canonizado por los surrealistas. Por esos mismos aiios atrajo la atencion de Sarmiento una gran veriedad de asuntos: la importancia del teatro como elemento de cultura, ias modasy preferencias femeninas (en un artfcu- lo denominado “Al ofdo de las lectoras” y también en otros textos), las reflexiones morales que en la época suscitaba el vestuario de las bailarinas, miltiples referen- cias en diversas publicaciones acerca de la indispensable educacion de la mujer, la segunda polémics literaria acer- ca del “romanticismo social” (al que defendi6 por la im- portarcia que tenia en el desarrollo de una civilizacion americana) y vna infinidad de aspectos relativos a las costumbres contemporineas y a las tradiciones cultu Jes. Se suele hablar de Sarmiento como de un em educador, pero generalmente se olvida que su condicion de tal hizo de 61 un fervoroso periodista. Con extraor- dinaria clarividencia Sarmiento advirtio Ia participacion fundamental del pe iodista en Ia educacion del hom- bre modemo, en I: formaci6n del individuo en una sociedad democritica, La tarea del periodista es dia- logar con un piblico de todos los ni en un { afén de estimular respuestas, Esa tarea Sar aioe. plié sin descanso a lo largo de signific fodos de ‘su vida. Inclusive los principales libros que dio a conocer tienen ese cardcter tipicamente ensayistico de estar cons- truidos mediante la suma de exposiciones episodicas, de articulos sueltos, de textos que logran unidad a través de Ja acumulacion. Por lo demés, solo es posible compren- der en foima satisfactoria a Sarmiento si se procede con mirada iconoclasta y se destruye Ia idolatria a la imagen considerada sagrada, para gue pueda surgiry ser rescata- do el hombre real en su disposici6n miltiple, contra toria y hasta controvertible, Pese a su comnleta desconexién con respecto a los circulos literarios portefios, la formacion de Sarmiento fue aniloga a la que tuvieron los escritores que solfan congregarse en el Salén Literario de La libreria de Marcos Sastre. Uno de los participantes en esas reuniones era el 26 juanino Manuel Quiroga Rosas, quien al regresar a su cia en 1838 se convirtio en centro de una intensa {intelectual en la que partici Sarmiento junto con personalidades locdles, durante cuyo transcurso por cio de dos afios tuvieron el hibito de encontrarse pe~ jicamente para leer y comentar “Villemain y Schle= en literatura; Jouffroi, Lerminier, Guizot, Cousin, en, fia e historia; Tocqueville, Pedro Leroux, en demo-| ; Ia Revista Enciclopédica como sintesis de todas| doctrinas; Carlos Didier y otios cien nombres hast ces ignorados pare mi”. De los debates en tomo d lecturas el futuro autor de Facundo extrajo sus cipales ideas y actitudes: el individualismo, la con cia de la relacién entre el hombre y su Ambito, | conviccién historicista, 1a especial preocupacion ‘observar el comportamiento y as costumbres de su pO, el creciente repudio de la herencia hispénica e sna (que compartié con otros de sus contemporé- 9), la defensa de una sociedad liberal basada en un sis- politico sélidamente integrado que estimulara la 2 colectiva por medio de in vigoroso patrocinio ia cultura. En 1839 se inicib como periodista fundan- 1 Zonda, que de algin modo imitaba en San Juan la ma iniciada por La Moda en Buenos Aires. Su cre- participacion en los turbulentos sucesos del pe- Jo oblig6 @ buscar refugio en Chile, donde pro- ‘su misi6n progresista, fomentando la’educacion y sborando intensamente en las publicaciones locales, #e0 literario de Sarmiento puede ubicarse entre 'y 1850, época en la que escribe y da 2 conocer al- ‘de sus libros més notables: 1 Facundo (1845), que ‘como folletin en £1 Mercurio, lo suceden Viajes {849) y Recuerdos de provincic (1850). Es quizés el ‘mis fecundo de su larga y tenaz labor como escri- z. Sus obras generalmente concebidas con excesiva itacion, acaso presenten aspectos desiguales pero, 310 tiempo, revelan una saga: orgenizacién del 0 y un uso increfblemente eficaz de la lengua es- por més que no estuvieran ausentes de su estilo Biros anticuados y alguna intromision de galicis- ‘Ros (si bien esta iiltima tendencis se hallaba muy difun- en su tiempo). La fuerza persuasiva y fascinadora de exposicion lo exhibe como un prasista que poseia do- excepcionales. Si en el curso del siglo XIX se busca 27 ‘una composicién argentina que posea vigor comparable al de Moby-Dick en la literatura norteamericana, no hay dudas de que la forma en que fueron trabajadas las ideas de Facundo en muchos sentidos rivaliza con el vigor y la penetracin de la vasta aventura imaginada por Her- man MeWille. De alguna manera, ambos libros sinteti- zan los desgarramientos y conflictos de las dos tradi- ciones: de un lado, el hondo y esencial desasosiego que 1a concepci6n del mal introdujo en la religiosidad puri tana; del otro, la catastréfica incoherencia de un dilata- do territorio que foment6 la autoridad casi prodigiosa de los caudillos regionales. Tal como cada uno de estos. escritores encara el asunto de su respectiva obra, la ba- Uena y Facundo son casi equiparables en su condicion arquet{pica. En suma, el vasto fresco que Sarmiento tra- za de la pampa y de sus caracteristicas sociales y politi- cas es la muestra més representativa de la prosa nacional fen su primer gran florecimiento y nos proporciona el ensayo que examina con mayor perspicacia las cizcuns- tancias de nuestra experiencia cultural a mediados de la asada centuria Basta una obra como Facundo para demostrar la pre- cedencia del ensayo en Ia literatura argentina y para ‘comprobar la plasticidad del género, que permitié a Sar- miento incorporar en sus paginas no solo la exposicion de ideas sino también lo novelesco, lo hist6rico, lo bio- sréfico, la interpretacion sociologica e inclusive aquello que hoy dia lamariamos futurologia. Al hablarnos de su produccién en las paginas finales de Recuerdos de pro- Vineia, el autor se demora con orgullo en este libro, sub- rayando el impacto que produjo en América del Sur y en Europa, a la vez que recordando la precariedad de las, circunstancias en que habia desarrollado su labor: “Bscribi este libro, que debia ser trabajo meditado i enriquecido de datos i documentos historicos, con el fin . Varios motivos aconsejan seguir el segundo de los Procedimientos sefalados: os aquel al que se prestO me- ‘tor atencién y el que mejor puede servr el objetivo de fatroducirse en la técnica de Saimiento como prosita; emo ensayista. A lo largo del siglo XIX ~y tal vez toda nuestra historia literaria— nadie utilizo un estilo faa contundente como el de Sarmiento y pocos tuvieron ‘uaa vision tan Ja suya acerca de la importan- da que posce la(fersuacion) Sin desestimar el papel que, eacresponde a las TIF en #1 mismas, despojadas de ade {aos y de ormamentos, al tomar en cuenta ls produccién este autor no hay que olviderse de que el propésito Immediato de Sarmiento era persuadir y de que tenia ple- iM conciencia de que el estilo es una poderosa hetre- ta para infundir convicci6n on el receptor del texto, autor de Facundo se vale de una entonacin penetran: que logra comunicar con eficacia sus argumentos y es- ‘ouular en el lector una respuesta adecuada, Esto dltimo

Das könnte Ihnen auch gefallen