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Sinopsis

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Escena extra: Black Fridays Bite

Próximo libro

Sobre el autor

Créditos
Dani Malloye odia las fiestas, y con buena razón. Aunque su mejor amiga trata
de forzar el espíritu navideño en ella con Santas gigantes y duendes que se iluminan,
ella preferiría pasar su tiempo haciendo lo que saber hacer mejor —hacer cumplir la
ley paranormal en las calles de Chicago. Nada como un poco de derramamiento de
sangre malvada para aligerar el humor. Además, trabajar significa que puede pasar
tiempo con su sexy jefe, Cornell Sutton. Lástima que Cornell sea estirado, su nuevo
vecino, y un vampiro. Todo el mundo sabe que los cazadores y los vampiros
simplemente no se mezclan. ¿O sí?

Bureau of Paranormal Investigation, 1


Calabacines, la otra palabra para “eso”
—Vamos, Dani.

Dani Malloye miró a su amiga Mimi con cautela, positivo, la chica finalmente
se había salido de control y el colapso mental había llegado en forma de una excesiva
alegría festiva. Al parecer, cuando Dani mencionó, en una conversación casual, que
no había celebrado las festividades en años, Mimi lo había visto como un reto y lo
había aceptado.

Diez veces.

Mimi ya había pasado la mayor parte del nevado día en Chicago descargando
caja tras caja de adornos navideños en el patio delantero de Dani, que se encontraba
cubierto de nieve, en un intento de “poner a Dani en el estado de ánimo” para la
temporada. Ninguna cantidad de decoraciones persuadirían alguna vez a Dani a estar
de acuerdo con las celebraciones.

Ella se estremeció, deseando no deslizarse en el recordado dolor. Ya no tenía


trece años. No estaba indefensa. Habían pasado diez años y había aceptado su
destino. Ya no era débil ni estaba aterrorizada. Incluso con la sensación de
empoderamiento, Dani no podía volver a la búsqueda de la felicidad en esta época del
año. Pero, no tenía sentido arruinar el amor de Mimi por todo ello.

Con una rápida respiración mesurada, Dani forzó una sonrisa en su rostro,
queriendo parecer feliz por el bien de su amiga. Actualmente, Dani se preocupaba de
que su patio estuviera en riesgo de incendio una vez las decoraciones estuvieran
realmente conectadas. Hasta ahora, lo único que danzaba en su cabeza eran
imágenes de su medidor de electricidad girando. Esa era una factura que no tenía
interés en ver.

Hacía buen dinero como asesina, o el nuevo término políticamente correcto —


Cazadora Sobrenatural—, pero no presumía el dinero o lo gastaba imprudentemente.
Hubo un tiempo en el que vivió en las calles, sin saber de dónde provendría su
siguiente comida o incluso si llegaría. Aunque eso había cambiado, no era de las que
gastan innecesariamente.

Mimi, habiendo crecido rodeada de todo tipo de lujos, en realidad no tenía


ningún concepto real del dinero. La chica seguía viviendo en la enorme mansión de
su familia al otro lado de la ciudad, y la mayoría del tiempo tenía su chofer personal
que la llevaba a todos lados. No tenía que trabajar, pero lo hacía de todos modos. Era
una de las Magiks Preternaturales con la Agencia de Investigación Paranormal de
Chicago (CBPI). A las personas a cargo les gustaba repartirlos entre los equipos de
ejecutores, por si acaso era necesario un magik. Mimi estaba en el mismo equipo que
Dani. Se habían conocido durante el entrenamiento y se cayeron bien de inmediato.
Dani y Mimi crecieron en ambientes muy diferentes, pero eso no les había impedido
convertirse en mejores amigas.

En el minuto en que Dani vio iluminarse a un Santa gigante, aún en la caja,


casi tan alto como ella, negó con la cabeza, necesitaba detener la locura antes de que
ésta se convirtiera en una monstruosidad aún más grande.

—De ninguna manera. Veto a ése.

—Vamos, Dani —suplicó Mimi, ampliando sus ojos azules y sacando el labio
inferior, haciendo un puchero, mientras su cabello rojo asomaba por debajo de su
gorro tejido. La chica tenía una manera de conseguir que Dani accediera a casi
cualquier cosa. Era el poder del código de ética de las mejores amigas. Eso, o esos
grandes ojos tristes. Dani no estaba segura.

—El Santa era demasiado lindo para que me resistiera —añadió Mimi.

Dani hizo una pausa, considerando dejar a Mimi salirse con la suya.

—No.

—Dani, tienes que admitir que es adorable. —Mimi tiró del extremo de la caja,
haciendo su mejor esfuerzo para conseguir liberar al Súper Santa de su empaque.
Por cómo se veía, Súper Santa pesaba una tonelada.

Estirando los brazos por encima de su cabeza en un intento de aliviar su


tensión, Dani siguió haciendo un ruido que indicaba que de ninguna manera. Ese
ruido fue rápidamente reemplazado por un gruñido cuando estiró de más sus
músculos cansados y adoloridos.

Mimi la miró.

—¿Fuiste revisada en la enfermería después de la pelea de anoche?

“Pelea” era una palabra suave para ello. El Parque Millennium había sido el
escenario de una batalla infernal entre aquellos que trataban de vigilar a los seres
sobrenaturales, y un selecto grupo de sobrenaturales, quienes habían decidido que
querían hacer lo que les placiera —y hacer lo que les placía significaba atacar
humanos.

Eso era un imposible.

Dani, una cazadora experta, y un par de asesinos a sueldo, habían sido


extremadamente superados en números cuando fueron emboscados. Ella casi había
conseguido que su culo fuera tomado por sorpresa una o dos veces durante la batalla,
pero había salido victoriosa. Algunos malos habían escapado y la CBPI estaba en ello.
Si alguno de los perpetradores resurgía, los cazadores serían notificados.

—Estoy bien. Adolorida, pero bien —dijo Dani, aunque se encontraba un poco
peor de lo que estaba dispuesta a admitir—. Pero, aun así, no toleraré al Súper Santa.

—Asesina de humor festivo —murmuró Mimi.

Dani estaba a punto de comentar cuando los vellos de su nuca se erizaron,


queriendo permanecer de punta pero resistiendo. Su lado asesino era más sensible a
ciertos tipos de seres sobrenaturales. Eso ocurría con muchos cazadores. Para Dani
los seres sobrenaturales que podía sentir con facilidad eran los vampiros.

Una sonrisa quiso formarse en su rostro cuando averiguó cuál vampiro en


particular la estaba observando. El único que alguna vez la había puesto caliente. El
que acababa de pasar a ser su jefe. Se resistió, haciendo todo lo posible para actuar
como si no lo sintiera allí, su mirada en ella desde la distancia.

No mires hacia su casa. No lo hagas, se repitió a sí misma.

Cornell Sutton, miembro de una de las familias de vampiros gobernantes y


uno de los jefes de su división de CBPI. Más específicamente, él era su jefe directo y
resultaba ser un galán. Alto, musculoso, con cabello negro que colgaba un poco más
allá de la línea de su cincelada mandíbula y ojos tan oscuros que a menudo era difícil
decir cuándo su demonio dominaba su cuerpo. Como la mayoría de los vampiros,
estaba en el lado pálido, pero le funcionaba.

Hombre, oh hombre, le funcionaba.

Todo el cuerpo de Dani se tensó con pensamientos de Cornell. Para ella él


siempre olía a canela y a productos horneados. Cada vampiro tenía un aroma natural.
El suyo le recordaba a tarta de manzana, la cual era su única debilidad. Una vez le
había preguntado a Mimi si ella también sentía que Cornell olía a pasteles horneados,
pero Mimi la miró fijamente como si estuviera loca.

No importaba. El chico olía bastante delicioso como para comerlo.

Lástima que él fuera su jefe, rutinario y poco aventurero. Era del tipo de chico
que sigue las normas. Siempre dándole la misma perorata sobre las normas y los
reglamentos. Sobre sus deberes. Sobre sus modos salvajes.

La mayor parte del tiempo, ella se desconectaba, disgustándole las figuras de


autoridad y seguir órdenes. Pensó que le había ganado con su racha de desafío, pero
entonces, hace dos años, él había hecho lo inimaginable.

El idiota había comprado la propiedad junto a la casa de Dani, así como las
siguientes dos propiedades más allá de ésa, hizo que demolieran las casas que había
anteriormente sobre los lotes, y después encargó la construcción de una gigante
mansión de estilo gótico con jardines a juego. El lugar no encajaba en la zona
suburbana ni un poco. Sobresalía como algo insólito, pero lo había hecho todo de
igual forma. Había sido terminada seis meses antes, y durante esos largos seis meses
Dani se había encontrado viviendo al lado de su jefe. Él probablemente la estaba
observando porque tenía planes para reprenderla por su comportamiento juvenil.

Síp, un completo estirado.

Uno sexy.

Pero, estirado de todos modos.

Ella negó con la cabeza hacia su amiga.

—Mimi, estoy poniendo el límite allí. Creo que tres Santas ya son un montón.
No estoy segura de que necesitemos uno gigante además de los otros. La última vez
que comprobé, solo había un Santa Claus. También había únicamente ocho pequeños
renos. —Hizo comillas con sus dedos enguantados y después intentó empujar su
largo cabello rubio nuevamente hacia arriba y bajó su gorro sin mucho éxito.
Simplemente tenía mucho cabello para domesticarlo—. ¿Captaste la parte de
pequeños y sólo ocho?

Sonriendo, Mimi se encogió de hombros.

—Oye, estos estaban en oferta y mi hermano no me dejará decorar nuestros


jardines, así que tienes que lidiar conmigo, te guste o no.

Oferta para Mimi probablemente todavía significaba que había pagado en


exceso por todo, por no mencionar que en realidad ella no entendía de comprar con
moderación. Dani ni siquiera quería adivinar lo que entró en el botín actual.

Dani tocó su barbilla, reflexionando.

—¿Alguna vez te has preguntado por qué son ocho renos y no, por decir algo,
doce o incluso veinte? Es decir, mira al hombre que se encargan de halar… no es
pequeño.

Mimi gimió.

—Dani, no te burles de Santa.

—Mimi —dijo ella en voz baja, odiando ser la portadora de lo obvio—. Te das
cuenta de que eres una Fae y que eso en sí mismo habla de las probabilidades de que
seas cristiana y celebres una…

Mimi frunció el ceño.

—Siempre quise celebrar, pero mi familia no le veía el sentido. Conrad piensa


que soy tonta. Me gusta. Me gusta la idea de ello y, honestamente, hay algunas
coincidencias interesantes entre la Navidad y las creencias religiosas Fae, que no
están tan alejadas de lo que creen los druidas.

Dani gruñó.

—A mí nunca se me ha aparecido un grupo de Fae en la puerta, cantando


villancicos.

Mimi resopló.
—Aún.

—Cierto.

—No debería importar de qué religión soy —dijo Mimi, sosteniendo su actual
elección de decoración como a un oso de peluche—. Quiero celebrar, así que lo hago.

—Debiste tomarlo con calma y simplemente poner un árbol —propuso Dani.

Mimi suspiró, con una expresión derrotada asomándose.

—Sabía que había olvidado algo.

A Dani le tomó toda su fortaleza no reírse.

—¿Quieres decir que te tomaste todas estas molestia, pero no tienes un árbol?

—Sí —dijo Mimi, luciendo desanimada—. Olvidé el árbol.

—Cuando estaba reportándole a Cornell, me di cuenta de que tenía un montón


alrededor de su casa. Puedo robar uno de los suyos.

—Dani Malloye, no serás un grinch —dijo Mimi, con los ojos muy abiertos.

—El hombre es adinerado y estoy bastante segura de que tiene a sus lacayos
haciendo el trabajo pesado. Dudo que se dé cuenta que falta uno.

Mimi hizo una pausa.

—Así que, háblame de tu última visita al Sr. Jefe Caliente y Bueno.

Rodando los ojos, Dani se agachó y recogió un poco de nieve, poniéndola en


una bola de nieve.

—No hay mucho que contar. Después de esa gran redada en el Parque
Millennium, a la cual se presentó, por cierto, exigió que regresara a su casa con él,
en lugar de a la oficina. Lo hice. Dejó que todos los demás involucrados fueran a la
oficina.

—¿No crees que es extraño que vivas al lado de uno de los vampiros más
influyentes de Chicago? —preguntó Mimi.

Dani se encogió de hombros.


—No tengo idea de por qué eligió construir aquí. Oak Tree Ridge es una sección
de la ciudad difícilmente prometedora o llena de acontecimientos.

Mimi sonrió.

—Caray. Me pregunto.

—¿Qué significa eso?

Mimi se lamió los labios.

—Estoy segura de que no tengo ni idea.

Dani intentó ocultar su sonrojo.

—Fue tan extraño. Irrumpió como un superhéroe durante la batalla y comenzó


a arrasar con los malos. Cuando el resto se había dispersado, Cornell caminó
alrededor de mí en círculos, frunció el ceño, me dijo que debí haber esperado a que
él llegara, antes de siquiera entrar a la zona —como si supiera que iba a ser una
emboscada, y luego exigió saber sobre todas las lesiones que había sufrido.

Mimi resopló.

—¿Se ofreció a besar alguna?

—Sé seria.

—Lo soy —dijo Mimi, señalando hacia la casa de Cornell—. El hombre


construyó su casa prácticamente encima de ti. No creo que esté fuera de lugar decir
que él, ciertamente, besaría tus puntos adoloridos. Y los no adoloridos.

La casa de Cornell estaba asentada detrás de una valla de hierro que había
erigido a pocos días de que terminaran las construcciones en la casa principal. Él
tenía dos hellhounds1 que, aunque adorables, al menos a los ojos de Dani, no se les
podía permitir deambular desatendidos por el vecindario. Los humanos tendían a
enloquecer si lo hacían.

Como si los hellhounds hicieran de comer humanos un evento. Ellos preferían


a los demonios.

1Hellhound: Es un perro o sabueso del infierno. Según la mitología, y la ficción, los perros son muertos vivientes
con una apariencia que puede recordar a unos perros de gran tamaño. En apariencia, suelen verse de color negro o
blanco algo esquelético, ojos rojos o amarillos, además de poseer una enorme fuerza y velocidad, suelen oler a muerto
y en ocasiones tienen la habilidad de hablar.
Todo el mundo lo sabía.

Bueno, no todos, pero ciertamente cualquiera que supiera algo sobre los
hellhounds sabía mucho. No era como si para los humanos los seres sobrenaturales
fueran nuevos. Desde la gigantesca fiesta de manifestación de los seres
sobrenaturales, a mediados de los años setenta, los humanos se habían instruido
sobre lo paranormal. Dani era demasiado joven para haber estado durante el
Despertar Paranormal, como los medios de comunicación lo habían denominado.
Había leído sobre lo que sucedió en aquel entonces.

No había sido bonito para ninguno de los bandos.

—¡Oye, Dani, mira! —gritó Mimi, levantando otra decoración en el aire.

Dani dudaba mucho que Cornell estuviera demasiado feliz con la idea de vivir
al lado de un país de las maravillas de invierno. Si pensaba lo suficiente, tendría que
admitir para sí misma que le había dado a Mimi el visto bueno para proceder con la
decoración con la esperanza de que eso irritaría a Cornell.

Suspirando, Dani tuvo fuertes sospechas de que tendría que lidiar con un par
de vecinos enojados antes de que acabara semana, y uno sería su jefe. Ella ya era el
enemigo público número uno en cuanto a la Asociación de Propietarios se refería.
Dani parecía coleccionar citaciones. Al imbécil a cargo le desagradaban los seres
sobrenaturales a lo grande. Era uno de los humanos puristas. Un grupo de locos que
pensaban que protestando por todo lo que tenía que ver con los seres sobrenaturales,
de alguna manera conseguirían que desaparecieran. Seguro no entendía que ellos
habían estado aquí más tiempo que los seres humanos. Por otra parte, dudaba que
le importara.

—¿Dónde debería colocarlo? —preguntó Mimi, levantando un elfo iluminado


que sostenía un libro con acebo en la parte frontal.

Dani parpadeó varias veces.

—¿En la Comarca2?

Mimi pareció confundida.

2La Comarca: Es una localización ficticia que forma parte del legendarium creado por el escritor británico J. R. R.
Tolkien y que aparece en sus novelas El Hobbit y El Seños de los Anillos.
No era de sorprender. El lado geek de Dani y sus referencias normalmente
fracasaban con Mimi.

—Lo que sea que creas que es mejor —dijo Dani con un bufido. Mientras Mimi
se apresuraba a ver qué, si acaso, lugares libres le habían quedado en su telaraña de
cables de extensión, Dani dirigió su atención a la casa de su jefe una vez más. Podía
sentirlo allí, todavía observándola. Eso la calentó hasta cierto punto, aunque no
estaba segura de por qué.

Porque estás totalmente colada por él.

Gimió, disgustándole sus pensamientos internos por señalar lo que ella


trataba de negar con todas sus fuerzas.

—Estoy aburrida —dijo Dani. Había estado decorando durante horas. O más
bien, Mimi había estado decorando y Dani se había quedado atrapada afuera, viendo
al horror festivo tomar forma.

Mimi sacó de otra caja lo que parecía un arpa. Queridos dioses en los cielos,
la chica se las había arreglado para hacerse con un arpa.

—Podrías ayudarme a decorar.

—No estoy tan aburrida —respondió Dani, pensando en tomar el arpa y


algunas de las otras decoraciones de Mimi y exponerlas en la melancólica, aunque
bien cuidada, propiedad.

Un poco de difusión de la alegría festiva.

Cornell se pondría lívido.

Sonrió, gustándole la idea cada vez más.

Dani no podía evitar reír mientras miraba el conjunto de gárgolas de piedra


que flanqueaban la gran escalera de su puerta principal. Se verían genialmente
malvadas con algo de acebo alrededor de sus cuellos. Tal vez con algo de oropel
también. Sopló en sus manos cubiertas con guantes, haciendo su mejor esfuerzo
para recuperar algún tipo de sensación en ellas. No funcionó. La nieve había
empapado los guantes y prácticamente dejó sus manos heladas.

—Me estoy congelando y tengo hambre.


—Eres como una niña pequeña —dijo su amiga con una sonrisa—. A menudo
siento que nuestro tiempo de calidad juntas es yo siendo tu niñera, y eres una mujer
adulta.

—Oh, sí, yo soy la que tiene complejo de niña. —Dani hizo una seña hacia las
cajas de decoraciones todavía sin abrir. El camión de entregas que había llegado
temprano en la mañana había estado lleno hasta el punto de casi reventar—. A
menudo compro las colecciones festivas de todas las tiendas departamentales e
insisto en ponerlas todas, el mismo día, en la misma casa. Sí, seguro yo.

Con un bufido, Mimi sacudió su mano y señaló hacia la casa de Dani.

—Hice galletas de jengibre, y puedo hacer algo de chocolate cuando hayamos


terminado.

Dani suspiró.

—Diría que estoy sorprendida de que tengas galletas y chocolate esperando,


pero ambas sabemos que esa sería una mentira descarada. Estaría más sorprendida
si tus hombres de jengibre no tuvieran pequeñas y bonitas mujeres de jengibre para
acompañarlos.

Mimi se sonrojó.

Apuntándole, Dani se echó a reír.

—¡Lo sabía!

—Soy predecible. ¿Y qué? —Mimi se encogió de hombros—. A veces es algo


bueno.

Mimi tenía razón. Era bueno saber que, sin importar qué, Dani podía contar
con ella.

Sabiendo que no podría dejar a Mimi sin vigilancia sin temer un incendio, Dani
se dedicó a mantenerse ocupada sin ayudar con la decoración. Reunió nieve y empezó
la tarea sin sentido de construir un obsceno muñeco de nieve. Cada vez que Dani se
las arreglaba para tenerlo al menos medio hecho, Mimi pasaba y lo derribaba. Al
parecer, hacer muñecos de nieve y darles testículos agrandados no era considerado
festivo en el libro de Mimi. Tampoco lo era en el de Dani, pero lograr meterse bajo la
piel de Mimi siempre la atraía.
¿Para qué son las mejores amigas?

Después de un viaje rápido a la casa, Dani regresó con lo último de lo que


necesitaba para completar su obra maestra —una zanahoria. Empujó la zanahoria
en el muñeco de nieve para representar su pene y sonrió ampliamente.

—Ah, eso sí que es decorar.

—Ayúdame. Está atorado —dijo Mimi, meneando su trasero con la música


navideña que había insistido en reproducir desde su celular mientras halaba al
enorme Santa, tratando de sacarlo de su caja—. Es demasiado grande.

Dani se rio.

—¿Existe tal cosa como un hombre demasiado grande? Hablando de tamaño,


necesito una zanahoria más grande para mi muñeco de nieve. Mmm, ¿crees que un
pepino funcionaría mejor?

—Dani, ¡quita eso de allí! —gritó Mimi.

—Bien. Adelante. Succiona la alegría de ese espíritu navideño que estabas tan
ansiosa de que consiguiera.

Mimi jadeó mientras perdía su agarre en el Santa. Cayó de espaldas y golpeó


a Dani, haciéndola caer en el suelo con un ruido sordo. Un dolor intenso se centró
en la base del cráneo de Dani.

—Ouch.

—Mierda. Lo siento —dijo Mimi, intentando ponerse de pie, pero fallando—.


Punto resbaladizo. Hay un montón de ellos aquí afuera.

El sabor cobrizo de la sangre llenó la boca de Dani. Ella tragó saliva y reprimió
un gemido cuando su ya maltratado cuerpo se ajustó a la nueva arremetida de
malestar. Mimi se preocuparía si Dani se atrevía a decir que no estaba completamente
sanada de la batalla de la noche anterior. Como una cazadora, Dani sanaba casi tan
rápido como la mayoría de los seres sobrenaturales. Pero había resultado bastante
golpeada y le tomaría al menos otro día estar de regreso a algo cercano a lo normal.

—Qué manera de sacar sangre primero.


—Bueno, en realidad es la única manera en que puedo conseguir golpearte —
dijo Mimi, riendo a medida que se sentaba.

Agarrando la muñeca de su amiga, Dani le guiñó el ojo, manteniendo a Mimi


retenida en el suelo.

—Es hora de ángeles de nieve.

—¿Dani? —Sorprendida ni siquiera empezaba a cubrir la expresión que Mimi


tenía en su rostro.

—Me escuchaste. Estoy dejando salir mi niña interior. De la que te estuviste


quejando. Ángeles de nieve. Ahora. O volveré a la construcción de mi erótico muñeco
de nieve. Sólo que esta vez —extendió las manos—, voy a hacer su polla del tamaño
de un calabacín.

—Odio cuando utilizas esas palabras en público —disparó Mimi, arrugando la


nariz a medida que Dani extendía sus brazos y sus piernas, haciendo su ángel de
nieve—. Podrías ser un poco más como una dama. No te mataría.

Sonriendo, Dani le lanzó un puñado de nieve.

—Pensé que calabacín era la palabra correcta de Mimi para eso.

Mimi se limpió la nieve del rostro y rodó los ojos.

—Sabes lo que quiero decir. Te lo juro, dejas que la primera cosa que viene a
tu mente salga. ¿Y alguna vez piensas en otra cosa además de sexo?

—Sí, querida. Visiones de caramelos estarán danzando en mi cabeza toda la


noche. Sí, y sólo sí, las pesadillas toman un descanso lo suficientemente largo como
para permitir que eso suceda. —Ninguna parte de ella quería molestar a Mimi con
una charla del pasado, así que Dani extendió la mano y sonrió—. Vamos, puedes
ayudarme a castrar al muñeco de nieve. Cuando hayamos terminado allí, tengo tres,
casi cuatro Santas con los que también lo podríamos hacer. Oh, y doce renos no-
pequeños. Guau, podríamos estar en esto toda la noche.

Ella se puso de pie e hizo un movimiento para correr hacia el enorme Santa.
Mimi agarró su tobillo y se echó a reír.

—Danielle, ¡no vas a desfigurar las decoraciones navideñas!


—No desfigurar, des-vergar, cariño. —Retorciéndose, ligeramente, Dani
intentó liberar el agarre de Mimi sobre ella sin dañar a Mimi. Al segundo en que se
dio cuenta de que no iba a funcionar, Dani cedió y cayó hacia adelante. Mimi escogió
entonces soltarla, dejando a Dani resbalar en un pedazo de nieve. Ambas terminaron
con sus espaldas en la nieve de nuevo, riendo.
Oferta para rellenar su calcetín navideño
—¿Hay una razón por la que sigues mirando por esa ventana? Lo has estado
haciendo desde el atardecer cuando llegué.

Cornell Sutton deslizó sus dedos alrededor de su vaso de whisky, su oscura


mirada permaneciendo en el lugar mientras miraba por la ventana de su estudio
hacia el patio delantero del vecino. No podía apartar la mirada. Ella estaba afuera
esta noche, jugando, divirtiéndose, luciendo despreocupada. Ella captaba atención,
a diferencia de lo cualquier otra mujer alguna vez había hecho o haría.

Dani Malloye.

Él anhelaba estos raros momentos cuando podía verla sin cuidados ni


preocupaciones y sin que ella lo supiera. Ella siempre era tan cautelosa alrededor de
él y consciente de su presencia. Anoche, él había tenido que luchar para evitar
atraerla a sus brazos y sostenerla hasta el amanecer. Había sido herida en una
batalla, una que estaba seguro que había sido planeada para atraer a sus ejecutores
y luego tenderles una emboscada.

Cuando se había topado con ella en el callejón y la encontró tambaleándose,


sosteniendo su costado y sangrando, su rabia casi se había apoderado de él. El
demonio con el que compartía su cuerpo había querido desatar su infierno sobre los
atacantes de Dani. Varios habían logrado eludir la captura, pero había planeado
cazarlos esta noche. Probablemente pensaban que estaban a salvo, después de haber
durado un día. Sin embargo, era todo lo contrario.

Él tenía sus esencias.

Y ellos se habían atrevido a dañar a su Dani.

Oh, ellos ciertamente pagarían.

Por ahora vigilaría a la rubia que lo cautivaba —mientras ella seguía con sus
payasadas juveniles, llevando una sonrisa a su rostro. Un rostro que pertenecía a un
hombre que con demasiada frecuencia olvidaba encontrar placer y felicidad en las
cosas a su alrededor —una falla que muchos inmortales sufrían. Hastiarse era
demasiado fácil.

Últimamente, Cornell se había encontrado a sí mismo cayendo en la trampa.


Pero tenía a Dani. Ella era su salvación. Su lazo con la humanidad, a pesar de que él
nunca había sido realmente humano.

Ella era una mujer curiosa, una que se las arreglaba para siempre mantenerlo
adivinando. Él conocía su pasado. Los horrores que había soportado a una edad joven
a manos de aquellos como él, vampiros. Cuando Cornell había sido informado de lo
que Dani había sufrido, había ido a la caza de quienes la habían herido y los hizo
pagar —durante semanas, una y otra vez. Hasta que entendieron el error que había
sido dañar a Dani y aquellos a los que amaba.

El error que había sido alguna vez poner una mano sobre su mujer.

Mia.

Ardiente necesidad se precipitó sobre él, y sostuvo su bebida tan fuerte que se
sorprendió de no romper el vaso. Había pasado años anhelando a la mujer, queriendo
conocer la sensación de su cuerpo contra en suyo, el sabor de sus labios, el sonido
que ella haría cuando se corriera.

—Ignorándome de nuevo, ¿verdad? —preguntó su mejor amigo y compañero


vampiro, Finn Mackay. El acento irlandés del hombre no había menguado nunca en
todos los años que había vivido en Estados Unidos.

Muchos sobrenaturales que tenía siglos a sus espaldas tendían a aferrarse a


ciertos aspectos antiguos. Cornell lo hacía en la forma de su casa. La había mandado
construir a partir de un recuerdo, basado en su casa de hace mucho tiempo en
Europa. Esta no era la primera vez que había tenido una mansión recreada parecida
a un castillo. Más que probablemente no sería la última, tampoco.

—No. No te estoy ignorando, a pesar de lo mucho que lo estoy considerando —


respondió Cornell—. Hay una razón por la que estoy mirando por la ventana. Y
sospecho que ya sabes cuál es esa razón.

Finn silbó y se rio.


—Sí, te refieres a quién. Y apostaría mi dinero a la rubia alta, no a la pequeña
pelirroja, aunque ella es linda. No la echaría de mi cama por comer galletas.

Cornell suspiró, mientras todas las razones por las que nunca podría tener a
Dani para sí mismo, a pesar de lo que el Destino parecía pensar, se precipitaban
sobre él. Ella era una cazadora nata. Él era un vampiro. Ella era su subordinada. Él
era su jefe. La lista seguía y seguía.

—Nunca podría funcionar.

Observó mientras ella bailaba alrededor de un evidentemente muñeco de nieve


que había construido que era anatómicamente correcto. La amiga de Dani, Mimi,
parecía demasiado concentrada en la adición de decoraciones luminosas a un más
que iluminado paisaje, como para notar las payasadas de Dani.

Cornell había estado obsesionado con la joven cazadora desde que la conoció
hace cinco años, en el momento de la finalización de su entrenamiento de cazadora,
y justo antes de que hubiera sido traída oficialmente a la Agencia para el
entrenamiento de agente. Tenía dieciocho años en ese tiempo. Demasiado joven para
los sentimientos y deseos que se habían agitado dentro de él. Cornell había colocado
a un amigo de confianza a cargo de supervisar el entrenamiento de Dani en la
Agencia, sabiendo que su fuerza de voluntad era empujada demasiado lejos cuando
se trataba de la terca rubia.

Los últimos años habían sido una dulce agonía para él, estar cerca de ella día
tras día, pero no de la manera en que deseaba y anhelaba. La quería en su cama, a
su lado como una compañera debería estar. No se molestaba en negar lo que él y su
demonio sabían que era verdad —la verdadera razón por la que se sentía tan atraído
a ella.

Ella es mi compañera.

Sabía la verdad, aunque no lo había admitido en voz alta todavía, y mucho


menos a ella ni a nadie más. Además, ella no estaría abierta a escuchar tal
proclamación de parte de él. Siempre expresaba lo mucho que él le desagradaba. No
importaba. Tenía más que afecto por ella.

Con lo viejo que era, sabía muy bien como para luchar contra la naturaleza.
Terminaba mal para cualquiera que lo intentara y, por alguna razón, muchos
hombres sobrenaturales lo hacían. Pensaban que si enterraban sus cabezas en la
arena, y pretendían que lo que estaba delante de su propia nariz no era cierto,
entonces podrían seguir viviendo de la forma en que se habían acostumbrado.
Suponía que era un defecto de la mayoría de los machos alfa, sin importar qué tipo
de ser sobrenatural fueran.

Como una vampiro nato, Cornell nunca había sido un esclavo de su demonio
al grado en que los engendrados lo eran. Pero cuando se trataba de Dani Malloye, no
se encontraba más capaz de controlar su lado demoníaco que un vampiro novato
recién engendrado.

Movió su mano libre hacia la ventana mientras miraba hacia ella, observándola
riendo con su amiga. Era difícil no sonreír también —su expresión era así de
contagiosa. Quería tocarla, conocer la sensación de su piel. Incontables horas había
pasado fantaseando sobre cómo ella se sentiría debajo de él, con su polla enterrada
profundamente en ella, con sus cuerpos entrelazados.

—Corny, viejo amigo, viejo compañero —dijo Finn, interrumpiendo los


pensamientos de Cornell—. Puedo oler tu excitación y no quiero estar aquí si vas a
empezar a masturbarte. Tan cercanos como somos, tengo que trazar la línea en
alguna parte. Escojo allí.

Gimiendo, Cornell lanzó una mirada especulativa por encima de su vaso hacia
Finn, quien estaba sentado con las piernas abiertas, cerveza en mano. La cerveza
estaba haciendo espuma por los lados del vaso y por su mano, sobre un sofá de miles
de dólares.

—Me desagrada enormemente ser llamado Corny.

—Lo sé —respondió Finn con un meneo de sus cejas oscuras—. Es por eso que
lo hago.

Obvio.

Finn se puso de pie y se acercó, goteando cerveza en su camino sobre la


alfombra oriental, antes de unirse a Cornell en la ventana.
—Veo la forma en que la miras. Y no vamos a olvidar donde estamos parados,
en la casa que habías construido para estar cerca de ella. Eso no es espeluznante en
absoluto. Ni un poco.

Él tenía que admitir que fue exagerado construir su casa justo al lado de la de
Dani, aunque había sido incapaz de resistir el estar cerca de ella por más tiempo.

Cornell se preguntó cuándo y cómo se había convertido en tan buen amigo de


Finn. Los Sutton no eran conocidos por sus formas divertidas y libres. Kendrick, uno
de los hermanos de Cornell, incluso era peor. Vivía acorde a las reglas y encontraba
consuelo en la rutina. Él era un líder nato. Además, Kendrick tenía poca tolerancia
hacia Finn. Finn a menudo lo provocaba cuando la oportunidad se presentaba. Eso
era probablemente parte del problema. Cornell siempre había encontrado la
perspectiva de Finn refrescante y bienvenida. Habían sido amigos durante siglos, pero
algunos días se preguntaba cómo, ya que tenían muy poco en común. Disfrutaba el
deseo de Finn por la vida. Muchos vampiros se perdían a sí mismos a lo largo de los
años, alejándose de sus maneras humanas.

Finn no.

A pesar de que Finn era ciertamente una fuerza a tener en cuenta dentro de
los círculos de vampiros, seguía aferrado a su humanidad, pero eso era quizás porque
había comenzado como humano. A diferencia de Cornell y sus hermanos. La
capacidad de Finn para mantenerse alejado de su demonio —algo casi inaudito en
aquellos que habían sido engendrados— había sido lo que impulsó a Cornell pedirle
al hombre que supervisara la formación de Dani. Y Finn lo había hecho sentirse
orgulloso.

Cornell miró por la ventana, con sus entrañas apretándose.

—Fue herida anoche.

—Ella está bien. Leí el reporte. Golpeada pero bien, Cornell.

Se puso rígido, arrepentimiento inundándolo, hundiéndose profundamente y


quedándose allí.

—Debí haber estado allí para ayudarla desde el principio.


—Su trabajo es peligroso y es buena en ello —dijo Finn, con tono ligero—. Una
de los mejores ejecutores de tu equipo.

—Lo sé, pero eso no cambia nada. Permití que fuera herida —dijo, sintiéndose
derrotado. Había estado ocupado con otro asunto y había sido incapaz de seguir a
Dani como normalmente lo hacía.

—Lo tienes mal por ella. —Riendo, Finn sacudió el hombro de Cornell
ligeramente—. Ve y habla con ella. No como su jefe sino como un hombre. Parezco
recordar una vez, hace mucho tiempo, cuando eras un ejemplo con las damas. Trata
de recordar cómo era.

—¿Qué diría? —preguntó. El hombre que había sido hace tiempo no había
dejado rastro de sí mismo detrás. Él era una mera sombra de quien una vez había
sido, cuando se trataba de Dani. Hubo un tiempo en que había atraído mujeres a su
cama todas las noches, utilizándolas para saciar sus necesidad —tanto sexuales
como las relacionadas con la sangre—, y después las mandaba lejos, sin tener ningún
deseo de repetir visitas. Dani era diferente. Él la anhelaba tanto que eso probaba sus
límites. Mucho más y algo sucedería. No estaba seguro de qué, y eso lo aterrorizaba—
. A veces, se me acaban los asuntos relacionados con el trabajo para discutir con ella.

—Ofrécele rellenar su calcetín navideño. A las damas les encanta cuando


consiguen ser bombeadas completamente por uno grande.

Cornell se ahogó con su whisky y Finn le palmeó la espalda.

—Ves, la idea de llenarla con tu alegría festiva te tiene sin palabras —respondió
Finn con otra risita.

Cornell gimió.

—Es realmente increíble que no te clave una estaca yo mismo.

—Lo sé, ¿verdad? —Finn aplaudió—. También estoy en lo correcto sobre que
necesitas hacer tu movimiento. Si no lo haces, ella podría encontrar a algún bastardo
guapo y decidir convivir en pareja con él. Crees que verla ser un poco golpeada en
una cacería es malo. Imagina viéndola ser jodidamente follada. Ella es joven y está
en la flor de la vida. No creo que vaya a permanecer soltera para siempre. ¿Tú sí?
La sola idea de Dani con otro hombre puso los dientes de Cornell al borde. Su
demonio se levantó, amenazando con obligar a mostrar sus colmillos mientras su
estado de ánimo se agriaba. Empujó su vaso de whisky hacia Finn y caminó
enfurecido hacia la puerta, agarrando su abrigo también. Como un vampiro ya estaba
más fresco que la mayoría y no era un fanático del frío intenso más que nadie.

Finn bebió lo último del whisky y se apresuró detrás de él, riendo.

—No quiero perderme esto. Ha pasado un tiempo desde que tu vampiro


despertó, Corny. —Sacó su celular—. Puedo grabar esto, así tus hermanos me
creerán cuando les vuelva a contar la historia.

Cornell le dio una mirada penetrante.

—Estoy a punto de hacer un movimiento hacia mi compañera, ¿y tú estás


preocupado sobre cómo esto va a parecer cuando lo vuelvas a contar?

—Sí. —Meneó sus cejas—. Debería llamar a Matthew. Él no va a creerlo. Piensa


que los vampiros son cobardes cuando se trata de reclamar a sus compañeras.

Cornell se detuvo de repente y Finn tropezó con él por detrás.

—¿Por qué no estás sorprendido de que llamé a Dani mi compañera?

Finn se rio.

—Cada uno de nosotros, excepto ustedes dos, parece haberse dado cuenta,
amigo.

—¿De verdad?

—Deberías haber escuchado a tu hermana —dijo Finn—. Ella ha estado


amenazando con encerrarlos a los dos en una habitación hasta que admitan sus
sentimientos por el otro. Athena es fuerte. Yo estaría preocupado si fuera tú. Ahora,
la Operación Reclamando-Compañera ha comenzado. ¿Qué puedo hacer?

—Evita decir algo para molestarla —respondió Cornell.

—Así que estás diciendo que no debería hablar. Lo entiendo. —Señaló Finn—.
Mira, ella está en el suelo. Mejor toma ventaja de esto inmediatamente. Ya estás
bastante atrasado en hacer tu movimiento.
Cornell gruñó mientras daba grandes pasos a través de su patio lateral
cubierto de nieve en dirección al patio delantero de Dani.

—¿Atrapaste un vistazo del muñeco de nieve? Dulce misericordia, si la


muchacha está detrás de una polla que sea simplemente tan grande como una
zanahoria…

Cornell miró por encima de su hombro.

—Termina la oración. Te reto.

—No. Soy consejero.


Alto, oscuro, muerto, y el jefe
—Dani Malloye, ¿mis ojos me engañan o estás jugando en la nieve? Estás un
poco vieja para ángeles de nieve, ¿no te parece?

El sonido de un acento escocés trajo una sonrisa al rostro de Dani. Conocía


esa voz y había sido amiga de su propietario desde una edad joven.

—Finn, estoy fuera del horario de trabajo y si estás aquí para ofrecerme horas
extras, voy a pasar. Apenas tengo una vida. Sutton me ha tenido trabajando catorce
horas diarias. Trata de matarme. Estoy segura de eso.

—Lo dudo mucho —respondió Finn.

Con un bufido, Dani se quedó inmóvil en el suelo, negando con la cabeza.

—Te equivocas. Estoy bastante segura de que me odia. ¿Por qué más el hombre
me haría trabajar sin parar? Espera. ¿Por qué estás aquí?

—Cornell, no te odia, muchacha. Lejos de eso. Y tenía algunos asuntos que


atender en casa de Sutton —dijo con una risa que era contagiosa—. Te vi afuera.
Pensé en pasar a saludar.

Empujándose hacia arriba para levantarse del suelo, Dani dio menos de un
paso antes de que la Madre Naturaleza decidiera colocarla sobre su trasero una vez
más. Perdió el equilibrio en la placa de hielo, sus pies salieron desde debajo de ella,
y cayó sobre su trasero. Malestar explotó en su espalda, pero su orgullo era lo más
herido. Si hubiera estado en plena forma, un trozo de hielo no le habría hecho nada.

Finn se rio, extendiendo una mano hacia ella.

—Punto engañoso, ¿eh?

—¿Quieres besar mi herida? —preguntó.


—No creo que eso sea sabio. Aunque conozco a alguien aquí que estaría
dispuesto a besar tu culo —dijo, con una nota sugerente en su profunda voz—.
Aunque, yo estaría dispuesto a observar suceder la acción.

Ella observó el sonriente rostro del hombre que la había entrenado cuando fue
traída como cazadora.

—Por supuesto que me verías caer de culo. Todos en la oficina lo sabrían para
la semana que viene, ¿no es así? Dime que no conseguiste una fotografía de ello. No
necesito ser el inicio de los próximos videos de caídas en la oficina.

—Ouch, nunca lo haría. —Finn Mackay movió sus cejas oscuras—. Además,
los videos de caídas son todos de Sasha esta semana. Va a ser difícil superar eso.

Ella se rio mientras él la ayudaba a levantarse. Con su metro setenta


difícilmente era pequeña, pero Finn se erguía sobre ella.

—No te creo.

—Confía en mí —respondió—. ¿Disfrutando de tu diversión decorativa?

Dani miró hacia el frente de su casa. Que ahora era una total y completa
monstruosidad.

—No tanto como Mimi.

Finn se rio.

—¿Ella es responsable de esto?

Gruñendo, Dani movió un poco los hombros, tratando de liberar la tensión en


ellos.

—Oh, sí. Todo esto es obra suya.

Finn mostró su famosa sonrisa de chico malo mientras pasaba una mano a
través de su cabello marrón oscuro hasta la altura de sus hombros.

—Bueno, no me atrevería a pesar que tenías tanta felicidad en ti, muchacha.

Un profundo suspiro salió de Mimi, y Dani no pudo evitar voltear para ver lo
que estaba pasando. La mirada soñadora en el rostro en forma de corazón de Mimi
hizo retorcerse el labio de Dani.
—Oh, Dios mío, no me digas que estás haciendo ese suspiro entrecortado por
Finn. Es Finn, por el amor de Dios. Nos burlamos de él todos los días en el trabajo.

—Oye —dijo Finn, quitando la nieve de su chaqueta de cuero. Él siempre vestía


como un tipo duro perteneciente a un club de motociclistas. Bien podría ser parte de
uno. Nunca se lo había preguntado—. Te haré saber que toda mujer excepto tú me
encuentra atractivo. ¿Estás esperando por algo mejor? Digamos, ¿por alguien, alto,
oscuro, muerto, y tu jefe?

—¿Cornell? —Ella se habría reído de la sugerencia, pero él tenía razón.


Encontraba a Cornell sexy. Más atractivo de lo que nunca había encontrado a otro
hombre—. Oh, por favor, como sea.

Mimi salió disparada hacia adelante y tomó a Dani por el brazo, mientras
miraba más allá de Finn.

—Eso es probablemente suficiente para compartir ahora. Vamos a conseguir


algo de galletas y chocolate.

—Déjala avergonzarse a sí misma frente a él, pequeña —dijo Finn, con su


mirada fija en Mimi. Ella era doce centímetros más baja que Dani, y eso la hacía casi
treinta centímetros más baja que Finn.

Espera.

¿Frente a él?

Girándose, Dani encontró a Cornell allí de pie, con su expresión ilegible, su


oscura mirada pasando sobre ella, calentando su cuerpo a su paso. Como de
costumbre, iba vestido con ropa de diseñador, y nada en él estaba fuera de lugar. El
rojo intenso de su camisa se mostraba a través de su largo abrigo negro. Tenía un
pañuelo rojo a juego, y ella se preguntó si él realmente planeaba su atuendo al inicio
de cada noche o si simplemente sucedía que combinaba perfectamente.

Probablemente lo planeaba.

¿Alguna vez se permitía soltarse?

¿Alguna vez simplemente lanzaba la precaución al aire y vivía la vida al


máximo?
Probablemente no.

Su lengua rosada se disparó hacia afuera y sobre su labio inferior, excitando


a Dani más de lo que debería. Ella quería esa lengua en lugares que era mejor no
decir en voz alta. Los oídos sensibles de Mimi seguramente resonarían y entonces
Dani tendría incluso más sermones sobre cómo ser una dama. Aun así, el
pensamiento de la lengua de Cornell sobre su clítoris excitó a Dani, y algo más.

—¿Divirtiéndote? —dijo él.

Ella casi le dio una respuesta listilla, pero decidió no hacerlo por el bien de la
temporada y todo. Además, estaba cansada de siempre estar en desacuerdo con él.

—Lo estoy. ¿Disfrutaste de la vista?

Su ceja se elevó.

—¿Me sentiste observándote?

Ella se sonrojó y miró a Mimi, esperando que su amiga le lanzara un


salvavidas. No lo hizo. Mimi simplemente se quedó allí, sonriendo de oreja a oreja.
Por eso, Dani estaba considerando robar los cables de alimentación de las
decoraciones.

Mimi unió las manos y se rio.

—Hice chocolate. ¿Quién quiere un poco?

La expresión de Finn cambió y Dani casi se rio. El hombre no quería ser forzado
a beber chocolate. Ella no podía culparlo.

Cornell dio un paso en dirección a Dani.

—En realidad, vinimos a ver si les importaría unirse a nosotros para tomar
una copa.

Mimi lo miró.

—Nosotras no estamos en el menú, ¿verdad?

Resoplando, Dani se cubrió la boca con su mano enguantada. Ella no quería


echar a reír ante la tensión que aún permanecía entre las Fae y los vampiros. Había
estallado más de una guerra a lo largo de los siglos entre los dos grupos de seres
sobrenaturales, y con los inmortales viviendo casi para siempre, podrían guardar
rencores con lo mejor de ellos.

Falló, riéndose de todos modos.

—Lo siento. Pero en realidad no vamos a entrar en esto de nuevo, ¿verdad?

Mimi suspiró.

—Estaría más feliz si estuvieran de acuerdo con el chocolate, pero aceptaré la


ofrenda de paz, y sí, nos encantaría una copa.

Dani se tensó.

—¿Nos encantaría?

Cornell de repente estaba justo frente a ella, moviéndose a una velocidad que
no podía seguir, algo que sólo el más poderoso de los vampiros podía hacer en lo que
respecta a un cazador. Se presionó contra ella, con su mano yendo hacia su mejilla,
y ella notó lo fría que era su piel. Sus cejas se fruncieron mientras Cornell rozaba
algo de su mejilla, su toque excitándola más.

—Tenías nieve en ti —dijo, luciendo más sexy de lo que cualquier hombre tenía
derecho a lucir. Maldito fuera por tener el oscuro y melancólico atractivo sexual
convertido en ciencia. Y maldita fuera ella por ser una completa tonta por ello.

—Oh —respondió, con su mano yendo sobre la suya. La única vez en que le
resultaba difícil pensar con claridad era cuando estaba cerca de él. Fue como si el
tiempo se detuviera mientras ella levantaba su mirada hacia la oscura mirada de él.
Se habría preocupado de estar siendo hipnotizada por él, pero los cazadores natos
eran inmunes a tales trucos de los vampiros. Dicho esto, se sentía como si estuviera
siendo total y completamente arrastrada y perdida en sus ojos. Eso sucedía mucho
cuando se atrevía a hacer contacto visual con el hombre.

Él mantuvo la mano en su mejilla.

—Me gustó verte divertirte.

Ella levantó la cabeza. ¿Por qué estaba siendo tan amable con ella?
Normalmente en este punto él le habría ladrado órdenes o habría hablado de cuán
descuidada era en su patrullaje.
—¿Señor?

Él sonrió, y ella no podía recordar un momento en que lo había visto hacer eso
antes.

—Eres la única que me llama señor.

—Me imagino que te molesta —respondió ella, en voz baja, su cuerpo atrapado
en lo cerca que él estaba.

—Tú y Finn obtienen gran placer en hacer cosas para molestarme —comentó,
y maldito fuera si sus labios no parecían aún más cerca.

Ella se quedó inmóvil, asustada de que si se movía podría muy bien ir por el
beso. Demasiadas de sus fantasías involucraban sus labios en los suyos. Con el
invernal país de las maravillas de Mimi rodeándolos, las luces reflejándose en el suelo
cubierto de nieve, el momento ya se sentía surrealista —tener la boca de Cornell tan
cerca de la suya estaba empujando eso demasiado lejos.

Finn tenía razón. Cornell era alto, oscuro y su jefe. Ceder y besarlo sería muy
malo. Súper malo. Lo peor que pudiera hacer en la vida.

Maldita sea, si no saltaba directamente en el peor movimiento.

Un segundo, Dani pensó que tenía el control de sus hormonas, y al siguiente,


sus labios estaban presionados sobre los de Cornell. Fuegos artificiales explotaron
en su cerebro mientras su corazón latía alocadamente y su cuerpo se estremecía de
pies a cabeza. En la siguiente respiración, sus labios se separaron y la lengua de él
de repente estaba uniéndose a la suya.

Su mente se quedó en blanco.

Nada excepto la sensación de su lengua sobre la suya importaba. Inclinó la


cabeza hacia atrás, dándole mejor acceso a su boca. Cuando sus manos empezaron
a hacerse camino sobre su torso, se quedó inmóvil, dándose cuenta de lo que había
hecho.

Más que eso, de lo que él no había hecho.

Alejarla.
Jadeando, saltó hacia atrás, golpeando la misma placa de hielo que ya la había
superado más de una vez. Dani cayó con fuerza, pero no estaba sola. Cornell se
deslizó con ella, su cuerpo sobre el de ella hacia el suelo. De alguna manera, él se las
arregló para acunar la parte posterior de su cabeza con sus manos y volteó sus
cuerpos en el último segundo, tomando la peor parte de su peso sobre él. Ella se
quedó allí, extendida encima de él, con su ingle presionando la suya, con sus cuerpos
pareciendo en casa con el otro.

Ella gritó.

Él se rio.

Ella gritó de nuevo.

—¡Señor!

—Dani —se burló él, antes de golpear con fuerza su trasero juguetonamente.

Ella ni siquiera se había dado cuenta que Cornell tenía un lado juguetón.
Permaneció inmóvil encima de él. Le tomó un momento darse cuenta de que ellos se
estaban riendo. Levantó la mirada y encontró a Mimi y a Finn, riéndose, y caminando
en dirección a la casa de Cornell.

Finn miró hacia ella.

—Disfrútalo. Sé que él lo hará si sigues acostada encima de él de esa manera.


Hazlo polvo y hazle el año al hombre, Dani.

Dani casi se cayó tratando de alejarse de Cornell. Él se puso de pie de golpe,


siempre el modelo de la gracia, y la agarró por la cintura, su cuerpo presionando
sobre el suyo una vez más. Él la sujetó y la mantuvo en su lugar. Normalmente,
cuando Dani se sentía incómoda, le sacaba la mierda a aquello que lo causaba. Eso
era lo que un cazador hacía. No estaba segura de qué hacer ahora. El hombre del que
había estado enamorada durante siglos le había devuelto su beso y después había
golpeado su trasero. Su patio delantero parecía la sección de Navidad de una tienda
departamental, y su mejor amiga simplemente la había abandonado para lidiar con
sus hormonas por su cuenta.

Estoy tan jodida.

Cornell la giró para que estuviera completamente frente a él.


—Dani, nunca estás así de silenciosa.

Confundida, ella lo miró fijamente.

Él parecía divertido.

—Estaba seguro de que vi muérdago.

—¿Qué? —preguntó ella, sus labios todavía sintiendo las secuelas de su beso.

—En todo esto —dijo, señalando hacia el patio y las decoraciones—. Estoy
seguro de que vi muérdago. Tienes un buen ojo.

Ella comenzó a seguir su lógica. Le estaba dando una salida por haberlo
besado. La cobarde en ella quería tomarlo. Su terquedad lo prohibió. Enderezó los
hombros.

—No vi ningún muérdago. Sólo vi tus labios y decidí besarlos. ¿Qué vas a
hacer? ¿Hacerme trabajar incluso más horas extras?

Cornell tiró de ella contra él, su mirada caliente y hambrienta.

—Estoy considerando hacer que me beses otra vez.

—¿Q-qué? —se las arregló para decir. Apenas. Las palabras casi se quedaron
atascadas en su garganta. ¿Dónde estaba su lado feroz? ¿El lado que se enfrentaba
mano a mano con agresivos seres sobrenaturales todas las noches? ¿Por qué de
repente se redujo a un ciervo frente a los faros?

Porque tu jefe malditamente caliente te deslizó la lengua.

Oh, cierto. Era por eso.

—Deberíamos ir por ese trago ahora —dijo ella, sin saber si podía confiar en sí
misma un momento más con él tan cerca.

Él sonrió con satisfacción.

—Perfecto.

—Sin embargo, no puedo beber mucho. Estoy de guardia esta noche,


¿recuerdas? —presionó, a sabiendas de que él era consciente de que la había puesto
de guardia en el trabajo esta noche.
Golpea sus bolas
Dani se sentó en un sofá que estaba bastante segura que costaba más que su
casa. A Cornell le gustaban las cosas lujosas. No se podía negar eso. Miró alrededor
de la enorme sala, llena de nada más que lo mejor en muebles, y llevó sus rodillas
hacia su pecho mientras observaba a Finn hacer todo lo posible para frotarse contra
Mimi a medida que le mostraba cómo jugar billar. Dani se preguntó cuánto pasaría
antes de que Mimi utilizara su magia para atacar a Finn en el pasillo.

Sus pensamientos regresaron al beso que había compartido con Cornell. Había
conocido al hombre durante años, lo había deseado por tantos, y había soñado que
él en realidad la besaba.

Tú lo besaste, se recordó. Pero él te devolvió el beso.

Temblando, haló hacia arriba el suéter de cachemira que Cornell le había dado
al entrar a la enorme sala y notar su estado de frío. Dani no se había dado cuenta de
cuánta nieve había empapado su ropa mientras estaba afuera hasta que entró a la
calidez. Había estado preocupada por arruinar su lujoso mobiliario al sentarse en
este mojada. A él no parecía importarle ni un poco.

Cornell avivó el fuego y la miró, su oscura mirada clavada en la suya.

—Tu suéter está mojado. ¿Te gustaría uno seco? Tengo muchos.

¿Podría manejar usar uno de los suéteres del hombre? Probablemente no. Ya
había hecho el ridículo afuera. ¿Se atrevería a aceptar la oferta?

Eso sería tan estúpido. Terminarás desnuda y rogando. Lamentable.

Negó con la cabeza, siguiendo su instinto. Si éste decía peligro, peligro, ella lo
escucharía. Obviamente, Mimi no sería de ayuda para evitar que Dani se arrojara a
los pies de su jefe, suplicándole al hombre que la follara. Mimi estaba demasiado
ocupada provocando a Finn mientras golpeaba bolas en la mesa de billar en la
esquina más alejada de la habitación. Ella se mantenía moviendo su trasero cuando
Finn estaba detrás de ella, aferrando un palo de billar, luciendo como su pudiera
romperlo en dos.

Pobre Finn.

Mimi era del tipo de Fae que rezumbaba atractivo sexual, y Finn había caído
por ello, había mordido el anzuelo. Dani dudaba que algo saldría de ello, porque
aunque Mimi pensaba que Finn era atractivo, no estaba tan interesada en él —ellas
habían hablado sobre los hombres con los que trabajaban lo suficiente para que Dani
lo supiera. Que era lo mejor, ya que Finn era un completo mujeriego.

—¿Estás segura? —preguntó Cornell, avivando más el fuego, cada atizar de las
llamas excitaba a Dani dado que ella percibía la acción de alguna manera sexual.

Queridos dioses en los cielos, no te quites la ropa delante de este hombre. Ponte
más ropa encima. De inmediato. Tal vez veinte.

No podía sacar el beso de su cabeza, y si empezaba a desvestirse, las cosas


seguramente se deteriorarían.

—No. Iré al lado y agarraré uno de los míos. Sin embargo, gracias. —Dani se
puso de pie, y Zeus, uno de los hellhounds de Cornell, corrió hacia ella,
inmovilizándola sobre el sofá de gran tamaño. Babeó en su pierna mientras la
empujaba más, haciéndola caer suavemente en posición sentada una vez más.
Después Zeus trató de subirse a su regazo—. Oye, no eres un perro de regazo. Ya te
lo he dicho.

El perro era un gigante gentil y ella tenía una gran debilidad por él. Frotó
detrás de sus orejas y luego se inclinó, besando la parte superior de su cabeza. Le
recordaba al gran Lobero Irlandés3 pero con los ojos rojos.

—Ese perro es una amenaza —dijo Finn.

—Estoy de acuerdo —añadió Mimi.

Negando con la cabeza, Dani siguió acariciando a Zeus.

—Es un gran bebé.

3Lobero Irlandés: El Cazador de lobos irlandés, Lebrel Irlandés o Lobero Irlandés es una raza canina que proviene
de Irlanda, siendo la raza de perro con estatura media más alta.
—Que come chicos malos cuando le dan permiso —recordó Finn.

Ella se encogió de hombros.

—¿Y eso cómo es malo?

—Los hellhounds de Corny son temibles con todo el mundo excepto contigo —
dijo Finn—. Le dije que debería encerrarlos lejos.

Dani miró a Mimi.

—¿Puedes hacerme el favor de golpear sus bolas?

Mimi se rio.

—Creo que Zeus preferiría que no te fueras —dijo Cornell, levantándose en


toda su estatura, el atizador ahora colocado a un lado de la chimenea. Levantó su
copa de vino del manto e inclinó la cabeza hacia ella. La sexy mirada en su rostro le
dijo que él también estaba pensando en su beso.

Rosa se deslizó por su cuello, cubriendo sus mejillas. Dani hizo todo lo posible
por ignorar la repentina oleada de calor que se esparció a través de ella en el segundo
en que su mirada se encontró con la de Cornell. El hombre era como un imán sexual.
Mirarlo la llevó directamente a pensamientos traviesos y realmente quería que su
calabacín hiciera acto de presencia, y pronto. Eso, o necesitaba poner mucha
distancia entre ellos y rápido, o iba a hacer mucho más que simplemente besar a su
jefe.

Iba a derribarlo y haría con él lo que quería. Las políticas en el trabajo serían
condenadas. Y por la forma en que él seguía viéndola, no estaba tan segura de que él
haría algo para detenerla de representar sus fantasías.

Cuando la copa de él se encontró con sus labios, se sintió como si alguien


trazara besos por su cuello, entonces más bajo, debajo de su capa de ropa húmeda y
hacia sus pechos. Sus muslos se cerraron mientras la sensación de besos siendo
plantados en sus pezones la asaltaban. Empujó las plantas hacia abajo sobre el sofá
y tomó una larga y controlada respiración a medida que el placer atormentaba sus
entrañas. Fuego corrió a través de su vientre y la urgencia de gemir fue enorme.

No tengas un orgasmo en la casa de tu jefe, en su sofá, sólo por fantasear con


él. No…
Demasiado tarde.

Su cuerpo se sonrojó mientras los efectos del placer ahora pulsaban a través
de ella, empujando fuera y sobre ella. Había estado con hombres antes, y su cuerpo
nunca había respondido de esta forma o se había corrido así de duro y pesado.

Estaba segura de que Finn y Cornell podían oler su cuerpo formando crema,
y quería arrastrarse lejos y esconderse, avergonzada de haberse atrevido a excitarse
por aparentemente nada. Estaba a punto de tratar de ponerse de pie y marcharse
cuando imágenes brillaron ante sus ojos. La mostraban en la cama con Cornell a
medida que rodaban en sábanas de satén, con sus cuerpos entrelazados. Aunque el
acto en realidad nunca había ocurrido, se veía y se sentía real, prolongando su
orgasmo. Él la penetró, su polla llenándola más allá del punto de ruptura, haciéndola
aferrarse a él, arqueando su espalda y tomándolo profundo.

Las imágenes se sentían reales. Se sentía como si él estuviera allí, bombeando


dentro de ella, haciéndola gemir y retorcerse debajo de él. Él se retiró y dejó caer su
cabeza, chupando sus pezones suavemente, haciendo que su estómago se encogiera
antes de acercarse y embestir con su polla dentro de ella una vez más. Ella se vino
con fuerza, con su cuerpo palpitando mientras las visiones de ellos juntos
continuaban.

Dani vio a Cornell salir de ella antes de darle la vuelta sobre su estómago.
Plantó una hilera de besos por su espalda, separando las mejillas de su trasero. Él
se movió hacia arriba y sobre ella una vez más, esta vez con la cabeza de su polla
alineada con su culo. Ella se puso rígida y él se inclinó, besando su cuello
suavemente, haciéndola gemir de nuevo.

Agarrando el borde del sofá, Dani se imaginó vívidamente a Cornell moviéndose


lentamente dentro de su canal oscuro, haciendo que todo su cuerpo se iluminara con
ardiente necesidad mientras otro orgasmo se apoderaba de ella. Él prenetó hasta el
fondo y explotó junto con ella, con su cuerpo estremeciéndose. Las imágenes se
retiraron rápidamente, dejándola jadeando.

Se puso de pie de nuevo, esta vez determinada a no dejar que un hellhound la


desviara de su misión. Poner espacio entre ella y Cornell y más capas de ropa. Tal
vez un cinturón de castidad ya que Mimi tenía razón —Dani siempre tenía sexo en el
cerebro. Y ahora tenía las bragas empapadas para hacer juego con todo.

Zeus la empujó de nuevo y Dani negó con la cabeza.

—No, chico. No me voy a quedar. Necesito correr a casa y agarrar algo. Después
regresaré.

Cornell estuvo repentinamente delante de ella, llenando el espacio, haciendo a


Zeus a un lado y tocando la barbilla de Dani.

—Te acompañaré.

Así que no iba a ayudar con la parte del espacio.

Se mordió el interior de la mejilla, tratando de convocar algo de su fuerza de


voluntad para resistirse al hombre.

No. No encontró nada.

—E-está bien —se las arregló a decir, sonando más como una novata asustada
que una cazadora experimentada.

La risa de Mimi siguió a Dani mientras Cornell la llevaba por la habitación y


hacia el largo corredor que llevaba a la puerta lateral. Cuando estuvieron lo
suficientemente lejos de los demás, ella se giró, encontrando algo que podría o no
podría haber sido coraje.

—¿Qué está pasando?

Él simplemente la miró, luciendo sexy e inocente.

Ella resopló.

—Correcto. No puedes quedarte allí actuando como si esto no fuera extraño.

—¿Extraño? —Se burló él, hablando como ella lo haría, en lugar de su propio
acercamiento más refinado a la conversación—. ¿Cómo es eso?

Ella gruñó.

—Nos besamos. Y ahora estamos haciendo la “mirada de añoranza”. Eso me


está volviendo loca, Sutton.
Inclinando la cabeza hacia atrás, él se rio, y el rico y profundo sonido pareció
centrarse entre sus piernas. Ella tocó su brazo y cerró los ojos, deseando que sus
hormonas malditamente se controlaran. Ellas, por supuesto, la ignoraron. Cuando
Cornell dejó de reír, llevó las manos a ambos lados de su cabeza y la apoyó contra la
puerta cerrada, su cuerpo contra el de ella.

—¿Qué me quiera acercar a ti te está volviendo loca?

Ella parpadeó, su cuerpo sobrecargado con deseo.

—Ajám.

—Porque te asusté y no tienes ningún deseo de estar cerca de mí o…

—¡No es eso, no! —Dani bajó la cabeza, avergonzada por su arrebato. Ella
prácticamente le gritó al hombre que lo deseaba.

—¿Entonces por qué, Dani? —preguntó, su frente tocando la parte superior de


su cabeza—. ¿Por qué esto te pone tan incómoda?

Ella dejó escapar un largo suspiro.

—Porque normalmente tú sólo me gritas un montón y me haces trabajar todo


el tiempo.

—Te grito porque me preocupo por ti —dijo él—. Te grito porque temo que algo
vaya a pasarte. Te grito porque me preocupo demasiado.

¿Se preocupaba demasiado?

¿Qué diablos significaba eso?

—Dani —dijo, con una mano moviéndose hacia su barbilla, obligándola a


levantar la mirada—. Todas y cada una de las veces que sales a patrullar, me resulta
difícil respirar. Sé que eres más que capaz, pero eso no evita que me preocupe por ti.

—Tienes una gran cantidad de asesinos a sueldo bajo tu supervisión —dijo


con un bufido—. ¿Cómo puedes hacer algo si te preocupas sin parar por todos
nosotros?

—Sólo me preocupo por ti —confesó, robando el aire de sus pulmones—. Estoy


enamorado de ti. Lo he estado desde el momento en que te conocí.
Gigante dolor en el culo
Listo. Lo había dicho. Había puesto sus sentimientos a la intemperie y esperó,
temiendo al rechazo. Los segundos pasaban mientras Dani simplemente lo miraba,
con los ojos muy abiertos, con los labios separados. Finalmente, Cornell no podía
soportarlo más.

—Di algo.

—¿Acabas de utilizar magia vampírica en mí en la otra habitación?

Cornell retrocedió. Esa no era la respuesta que había estado esperando. Inclinó
la cabeza ligeramente, pensando que lo mejor era evitar rotundamente reconocer su
mal comportamiento. Había tenido que utilizar una gran cantidad de poder para
influir en ella e impulsar sus deseos eróticos hacia ella. No estaba precisamente
orgulloso de su comportamiento, pero se había decidido por ello siendo hora de que
actuara acorde a sus sentimientos.

Dani puso una mano en su cadera.

—¿Cómo?

—No fue fácil —dijo, en voz baja—. Tu sangre de cazadora te da una gran
resistencia, por no mencionar que eres terca.

—Debería abofetearte.

Él asintió. Ella debería.

Miró con más dureza hacia él.

—Espera, ¿qué quieres decir con que me amas? Eso es estúpido. Tú no me


amas.

Él se mantuvo firme.

—Creo que sé qué siento mejor que tú. Y amarte no es estúpido. Pretender que
no lo hago lo es. Y he terminado de fingir, Danielle.
Humedad recubrió sus ojos y un pedazo de él se hizo añicos ante el
pensamiento de que la había molestado hasta el punto de las lágrimas. Ella tocó su
pecho.

—Cosas buenas normalmente no me suceden durante las celebraciones.

Él cerró los ojos y levantó la cabeza, sus propias emociones amenazando con
sacar lo mejor de él.

—Lo sé. No quise molestarte.

—Cornell —susurró, tirando de la parte delantera de su camisa.

Él se encontró con su mirada.

—Tú también me gustas mucho —confesó y la alegría se arraigó en él. No era


un te amo, pero por otra parte, Dani no era exactamente el tipo de mujer que iba por
allí con una dulce prosa saliendo de sus carnosos labios. Ella era el tipo de mujer
que probablemente era más encontrada maldiciéndole a alguien con palabras y frases
que podrían sonrojar a una persona, que ser poética y declarar amor por alguien o
algo. Él sabía que lo que ella acababa de confesar era enorme si se tomaba en
consideración su personalidad.

No pudo controlarse y la besó de nuevo. Sus lenguas se unieron y lo siguiente


que supo, la había levantado. No tenía intención de llevarla a su casa para que se
pudiera cambiar. No se arriesgaría a que ella cambiara su opinión sobre él.

Sobre ellos.

En lugar de eso, siguió besándola mientras la llevaba más allá del pasillo en
dirección a la gran escalera. La llevó por las escaleras, con sus bocas todavía unidas.
Cuando llegó a la habitación principal, rompió el beso el tiempo suficiente para
hablar.

—Aquí es donde me dices sí o no —dijo—. Y, Dani, no sólo significa sexo. Si te


llevo a mi cama, voy a reclamarte.

Ella palideció.

—¿Reclamarme? ¿Por qué querrías hacer eso? Eso significaría que vamos a
estar juntos para siempre.
Él no pudo evitar sonreír.

—Ese es un poco el punto.

—Pero, Cornell, no puedes reclamarme. No soy un vampiro. No soy…

La besó en la frente y la puso sobre sus pies ligeramente. Si ella quería irse, él
la dejaría porque la amaba y nunca la obligaría a aceptarlo.

—Eres mi compañera, Dani. Lo supe desde el segundo en que puse mis ojos
en ti. Es por eso que tuve a Finn entrenándote en mi lugar. Me preocupaba perder el
control y reclamarte cuando eras demasiado joven para saber en lo que te estarías
metiendo.

—No soy un vampiro —susurró.

—No. No lo eres. Pero no todos los compañeros de los vampiros son vampiros
—le recordó.

—Lo son para las familias de vampiros en el poder —protestó.

Él sonrió.

—Mi querida, los últimos vampiros que se han emparejado provenientes de las
familias gobernantes lo hicieron hace siglos. De hecho, creo que mis padres fueron
los últimos en emparejarse.

—Eres mi jefe.

Él asintió, sabiendo que ella estaba repasando cada punto que creía debería
mantenerlos separados. Él mismo lo había hecho muchas veces.

—Eres un gigante dolor en el culo —añadió ella, haciéndolo reír y a ella sonreír.

—Lo soy. Ahora. Voy a dejar que esta elección dependa de ti. —Dio un paso
hacia atrás e hizo un gesto hacia la puerta y luego hacia el pasillo—. Quédate y sé mi
esposa, o márchate y respetaré tus deseos. No me van a gustar, pero los respetaré.

—¿Estás seguro de que me quieres? —preguntó, en tono crudo y


emocionalmente desnudo.

Él sabía que ella se había sentido sola y no deseada por mucho tiempo con
todo lo que le había sucedido en el pasado.
—Dani, quiero que seas mía. Estoy cansado de tratar de resistir la atracción
hacia ti. Estoy cansado de dejar que las reglas y regulaciones me detengan. Naciste
para mí y he esperado demasiado tiempo en mi vida inmortal para dejar pasar otro
día sin ti en ella completamente.

Las lágrimas que había pensado que ella no derramaría antes, se liberaron,
cayendo por sus mejillas, rompiendo su corazón.

—Eso me gustaría.

—Entonces, ¿por qué las lágrimas?

—Esta época del año normalmente apesta —dijo—. Mi familia fue…

—Sé todo sobre ello —respondió, inclinándose y besando sus labios


castamente—. Dani, soy yo quien hizo que aquellos que hirieron a tu familia sufrieran
y pagaran por sus crímenes.

Ella jadeó.

—¿Fuiste tú?

Él asintió.

—Ellos te habían causado a ti y a los tuyos tanto dolor y sufrimiento, y lo


hicieron cuando la mayoría celebra, que pensé que sería apropiado devolverles el
favor y cazarlos para las celebraciones.

—Mi segundo año de entrenamiento, la imagen con los hombres que


asesinaron a mi familia, muertos con un lazo en ellos… ¿ese fuiste tú?

Él asintió.

Lo siguiente que supo era que estaba en sus brazos, empujándose hacia arriba
y hacia él. Sus labios encontraron los de él y enrolló sus brazos alrededor de su cuello.
Ella lo besó profundamente, al punto en que su polla no podía resistir más. Con un
gruñido, él arrancó su boca de la suya, sus colmillos a punto de romper a través de
las encías.

—Dani.

—Llévame a la cama, Cornell, y hazme tu esposa.


Él sabía que lo mejor era no cuestionarla o hacerla reconsiderar su elección.
La agarró, la cargó y corrió dentro de su habitación, pateando la puerta para cerrarla
detrás de él. La llevó a su gigantesca cama con dosel en un parpadeo y la depositó en
ésta, empapándose en la vista de ella delante de él.

Dani sonrió y empezó a quitarse su ropa húmeda, lanzándola a un lado de


manera desordenada. Todo el tiempo, su mirada estuvo en él a medida que
desabrochaba su camisa lentamente. Él también quería apresurarse, pero si se
atrevía a ceder a la urgencia, temía que su demonio entraría a hurtadillas y
compartiría el momento. Quería que esto fuera sólo entre ellos. Su momento. No algo
donde tenía que luchar para mantener a su demonio bajo control.

Dani se había desvestido en tiempo récord, quedando en nada más que un


sostén rojo y un par de bragas a juego. Cornell acunó la parte delantera de sus
pantalones, preocupado de venirse en ese momento. Ella era impresionante.

Puso una pausa a sus deseos, su mirada fija en el costado derecho de Dani.
Había un moretón que se parecía mucho a la impresión de una bota. Eso le robó todo
su control y su demonio se asomó y emergió. Sus colmillos explotaron en su boca y
siseó, sabiendo que sus ojos ahora eran de un sólido negro.

Dani nunca mostró ningún signo de tener miedo de él. Ni siquiera con lo que
había visto cuando era una niña —vampiros masacrando a su familia.

Ella levantó los brazos hacia él y negó con la cabeza.

—No estoy tan herida. Estaré bien.

¿Cómo había sabido lo que lo había empujado sobre el borde?

Se levantó sobre sus codos, su largo cabello rubio derramándose sobre sus
hombros. Le ofreció una sonrisa tonta.

—¿Puedes ponerte loco por los idiotas que se metieron conmigo después y tal
vez tener sexo conmigo ahora?

Él ciertamente podía.
Vampiro despierto
Dani no podía apartar la mirada del torso de Cornell. Cada onza en él estaba
esculpida, y con su piel pálida, parecía estar hecho de mármol. Se mordió el interior
de la mejilla un poco demasiado fuerte y se sacó sangre. Cornell olfateó el aire y luego
se echó hacia atrás; ella sospechó fuertemente que él estaba a punto de dejarla en
un estado de deseo, sólo para ser un caballero.

Eso no iba a suceder.

Dani serpenteó hacia adelante rápido, agarrándolo del cinturón de sus


pantalones y tiró de él hacia adelante. Su abdomen estaba de repente justo frente a
su rostro a medida que él estaba de pie delante de ella. Lo besó justo debajo de su
ombligo y él se tensó.

—Dani, puedo oler tu sangre —dijo, con voz tersa y firme.

Ella besó más su torso, sus manos moviéndose a sus caderas. Tiró de sus
pantalones. Ya estaban desabrochados y la más mínima presión los movió hacia
abajo, dejando al descubierto su larga y gruesa polla, enclavada en una mata de vello
negro bien mantenida. La boca de Dani se hizo agua ante la visión de la polla de
Cornell. El hombre simplemente seguía poniéndose cada vez mejor.

Cornell tocó la parte superior de su cabeza y bajó la mirada hacia ella a medida
que se apoderaba de su eje suave como el terciopelo. Movió su lengua sobre la parte
inferior de su abdomen, peligrosamente cerca de su mata de vello. Él siseó,
apoderándose de su cabello, tirando suavemente de una manera necesitada.

Ella llevó la cabeza de su polla a sus labios y sacó su lengua por encima de la
hendidura en la punta de su miembro. Él se movió, sus caderas haciendo
movimientos de empuje controlados —por ahora.

Completa posesividad brilló en su mirada mientras ella levantaba la mirada


hacia él, con sus labios moviéndose sobre la cabeza de su polla, sus dedos
envolviéndose alrededor de su contorno. Su polla se movió más lejos dentro de su
boca y ella canturreó, tomándolo más y más profundo. Él sabía tan bien como olía, y
se sintió un poco tonta queriendo enterrar su rostro en su entrepierna. Había
chupado la polla de un hombre antes. Por supuesto, ese hombre apenas había valido
la pena mencionar cuando había durado dos minutos y su polla era pequeña en
comparación con la de Cornell, que llenaba su boca, llegando a su garganta. Chupó
con más fuerza, aumentando la presión que aplicaba también con sus manos.

Cornell echó la cabeza hacia atrás y gimió, su cuerpo tensándose mientras


tiraba de su cabeza hacia él, empujando su polla todo el camino. Sus testículos se
tensaron y calor salado se deslizó por la parte posterior de su garganta. Ella tragó y
liberó su polla, limpiándose el labio inferior a medida que lo hacía.

La oscura mirada de Cornell brilló con necesidad, se subió a la cama y se apoyó


sobre ella, con sus pantalones alrededor de sus rodillas. Estiró la mano entre ellos y
ella sintió sus uñas extendiéndose contra el interior de su muslo. No se preocupó.
Confiaba en él completamente.

Arrancó sus bragas y luego se colocó contra su húmeda entrada. Al parecer no


necesitaba tiempo para recuperarse entre los actos sexuales. Sus labios encontraron
los de ella y al mismo tiempo, Cornell embistió profundo y duro, su tenso cuerpo se
resistió a él al principio antes de relajarse y permitirle moverse dentro y fuera de ella.

Él lo hizo, bombeando lentamente y después aumentando el ritmo. Las piernas


de Dani se envolvieron alrededor de su cintura mientras arqueaba la espalda,
tomándolo más profundo, estimulando su clítoris al golpear su región inferior contra
su montículo con cada embestida. Ella jadeó, aferrándose a él, sosteniéndose como
un salvavidas.

El hombre al que había deseado durante años ahora era uno con ella y se
sentía perfectamente —correcto. Respondió a sus movimientos, queriendo ser follada
largo y duro. Cornell sonrió contra sus labios y luego aminoró el ritmo hasta casi
detenerse.

Gimoteando, rompió su beso y suplicó.

—Más. Más fuerte.

Él lamió sus labios.


—Sabes a sangre.

—Me mordí la mejilla. Ahora muévelo, amigo. Más fuerte. Justo en este
segundo —dijo, dándole una palmada en la mejilla del culo juguetonamente.

Su cuerpo estaba tenso y le tomó un momento darse cuenta de cuánto. Él no


se movió y su lado cazador empezó a hacer efecto, sintiendo que su demonio estaba
cerca de la superficie. Quería sangre. Más específicamente, su sangre. Nunca le había
dado voluntariamente su sangre a un vampiro antes.

El pensamiento de hacerlo por Cornell no le repugnó. La excitó más. La


humedad inundó la cúspide de sus muslos mientras su polla permanecía enterrada
profundamente en su interior. Se apretó contra él, inclinando la cabeza hacia un
lado, dándole acceso a su cuello.

Cornell golpeó la almohada con una mano.

—¡No!

—Sutton —susurró, llamando su atención hacia ella y revelando lo que


sospechaba. Su rostro estaba parcialmente cambiado en forma de vampiro. Él tenía
miedo de perder el control, de lastimarla—. Está bien. Lo quiero. Te deseo.

Parecía confundido, pero entonces su lengua salió y fue sobre sus colmillos.
Asintió y bajó la cabeza. Ella se preguntó cuánto control le estaba tomando no
lanzársele a la yugular y morderla como un salvaje. Su conjetura: mucho.

En el momento en que sus colmillos rompieron su piel, placer como el que


nunca había conocido antes la asaltó, balanceando su cuerpo desde el mismo núcleo
y llevándola cerca de un orgasmo que pensó que podría dejarla noqueada. Gritando,
clavó sus uñas en la parte superior de su pecho a medida que su coño revoloteaba
alrededor de su polla.

La boca de él permaneció fija en su garganta y el placer continuó,


manteniéndola cautiva. No podía imaginar queriendo estar en cualquier otra parte,
excepto debajo del hombre dentro de ella ahora. Una agitación comenzó profundo en
su vientre y se quedó sin aliento cuando se sintió como energía fría que pulsaba a
través de ella. Levantó la mano del pecho de Cornell y llevó las puntas de los dedos a
sus labios. Saboreó sangre.
¿Cómo podía ser eso?

Lo rasguñé.

Lamió y la energía fría se intensificó hasta el punto en que gritó de placer, las
palabras cayendo libres mientras lo hacía.

—¡Mío!

La cabeza de Cornell se levantó de golpe y lamio el carmesí de sus labios.

—Mía.

Perforó dentro de ella más duro, hasta el punto en que la cabecera golpeó la
pared, haciendo golpes fuertes. Le preocupaba poco si Mimi o Finn podían escuchar
lo que estaba pasando desde abajo. Todo por lo que Dani se preocupaba era el
momento —estar con Cornell.

Él embistió y se mantuvo firme. Ella esperaba sentir frío, ya que él era un


vampiro después de todo. El calor la llenó mientras su polla se retorcía en su interior.
Su cuerpo respondió del mismo modo, corriéndose de nuevo también.

Cornell lamió las marcas de mordidas en el cuello de Dani, su sangre bajando


por su garganta, su polla enterrada en su exuberante cuerpo. Ella era suya ahora.
Ella lo había reclamado primero. No había esperado eso. Pero no debería haber sido
sorprendido. Dani era el tipo de mujer que hacía lo que le placía —adecuada para ser
condenada. El acto estaba hecho.

No quería salir de su cuerpo nunca. Ella era el nirvana. Su utopía privada, y


no tenía deseos de abandonar ese estado. Besó sus labios suavemente.

Ella tocó su mejilla.

—Te rasguñé.

—Te mordí —respondió con un meneo de sus cejas.

Ella sonrió.
—Sí. Lo hiciste. —Entonces su sonrisa se desvaneció—. Estás más animado
ahora, ¿no es así? No te ofendas, pero normalmente eres una especie de chapado a
la antigua.

—¿Un qué?

—Un anticuado.

Él se encogió de hombros.

—Me siento menos anticuado ahora que te he tenido.

—Lo he notado. ¿Puedo preguntar qué te llevó a esto?

—Decidí despertar al vampiro.

Ella levantó una ceja.

—Dani, sólo para ser claro, ya que no eres un vampiro después de todo. Sabes
que ahora estamos emparejados, ¿verdad?

Sonrió más amplio.

—No. Me perdí esa parte en el manual.

Él sonrió.

—Tú, siempre con el sarcasmo.

—Oye, tú me emparejaste —dijo antes de besarlo. De mala gana, se apartó de


ella, pero sólo el tiempo suficiente para levantar a su esposa y besarla más, antes de
que se pusiera de pie para quitarse completamente los pantalones.

Acarició su polla, su mirada deslizándose sobre la diosa en su cama. Ella era


suya. Para siempre. Y ahora que estaba unido a él, su esperanza de vida ya más larga
de lo normal como una cazadora coincidiría con la suya —ella era inmortal ahora.
Tendrían la eternidad para explorarse entre sí y compartir el gozo de ser uno.

Ella se puso de rodillas, con sus pechos rebotando, provocándolo.

—Debería vestirme e ir abajo. Dejé a Mimi allí con Finn.

Cornell sonrió.
—Están en tu casa ahora. Se fueron poco después de que entramos al
dormitorio.

—Oh, se me olvidó que puedes oír todo —dijo ella, y luego sopló un mechón de
su largo cabello rubio de su rostro.

Cornell ya no podía resistirse a ella. Se movió rápidamente hacia adelante y le


dio la vuelta, poniéndola sobre sus manos y rodillas delante de él en la cama. Ella
chilló de risa y luego puso una mano de nuevo en su espalda.

—¿Qué tienes planeado? —preguntó.

Él sonrió.

—Voy a rellenar tu calcetín navideño.

Ella se echó a reír más fuerte y él se inclinó, besando una mejilla de su trasero
antes de arrastrar una línea de besos más abajo. Cornell separó sus mejillas y luego
se inclinó más, lamiendo una línea a lo largo de su empapada abertura. Empujó un
dedo dentro de su húmedo y apretado coño y su polla palpitó, queriendo más de ella.
Nunca tendría suficiente.

Tampoco lo haría él.

Arrastrándose sobre la cama, sonrió, alineándose con el cuerpo de su


compañera. Posicionó su polla y luego la condujo a casa, sosteniendo las caderas de
Dani a medida que iba más profundo. Ahora que eran una pareja unida, podía sentir
sus sentimientos, su deseo, su placer, su felicidad. Sabía que ella también podía
sentir los suyos.
Cazando por las celebraciones
Dani rodó sobre su estómago y sonrió cuando el olor de Cornell la envolvió. Él
la había marcado, la había reclamado como suya, y ella no podía estar más feliz.
Cuando el día había comenzado, había asumido que su decisión más importante
sería si dejaba o no que Mimi siguiera decorando. Dani no tenía idea de que
terminaría con un esposo.

Un compañero.

No podía dejar de sonreír. Fue hasta el punto en que las mejillas le dolían. Se
incorporó lentamente, con la camisa de él abotonada desordenadamente sobre sus
pechos. Su atención se dirigió a la habitación, y por primera vez en realidad miró a
su alrededor, empapándose en la visión de todo. Su esposo era un sofisticado.

Esposo.

La palabra la hizo sonreír.

A él le gustaban las bellas artes, como lo demostraba la cantidad de arte


colgando alrededor de su habitación. A medida que la mirada de Dani se deslizaba
hacia las ventanas que iban del piso al techo, se quedó inmóvil. Era de noche. Las
cortinas no estaban corridas. Las luces en el dormitorio estaban encendidas. Eso
significaba que dieron un espectáculo para cualquiera en el vecindario que se le
ocurría mirar desde la calle. Dani recurrió a su velocidad de cazadora y fue hacia el
interruptor de luz, apagándolo, bañando la habitación en oscuridad. Se movió con
cuidado en dirección a la ventana y se asomó, con la esperanza de que con lo tarde
que era la mayoría de los vecinos estuvieran en sus casas. Ella ya era “ese” vecino.
No necesitaba añadirle a ello.

Mirando hacia afuera, vio al presidente de la Asociación de Propietarios de pie


al otro lado de la calle, sosteniendo una correa con su pequeño perro atado. El
hombre levantó la mirada hacia la ventada, con la boca abierta. El pequeño perro se
movió contra su propietario y luego levantó la pata, orinando el pie de su dueño. El
hombre nunca parpadeó o se dio cuenta de que su perro acababa de marcarlo. Estaba
tan absorto en la vista.

Encogiéndose, Dani pensó en lo que él le diría a todos en el vecindario. Acerca


de cómo retorcería los acontecimientos en algo feo. Infiernos, probablemente tendría
el rumor incesante de que Cornell —el gran vampiro malo— había atacado a la chica
cazadora y se había forzado sobre ella. Y cómo todo el mundo ahora debería esconder
a sus esposas, y posiblemente a sus hijos, porque quién sabía cuál sería el siguiente
paso del vampiro.

Él era esa clase de canalla, y estaba lleno de tanto odio e ignorancia. Ella no
lo pondría por delante de él.

Imbécil.

Brazos descansaron alrededor de la cintura de Dani y ella se inclinó hacia


atrás, el Cornell feliz había regresado. Con un simple toque, hizo aletear a su corazón.
Lástima que el estado de ánimo ligero y la sensación de felicidad habían sido
estropeados por el pelele que seguía mirando hacia ellos. Ella apuntó en dirección al
presidente de la Asociación de Propietarios.

—Creo que consiguió un vistazo.

Cornell se rio y se movió contra ella, con su erección evidente a través de la


pijama de seda que llevaba.

—Podríamos darle más de uno.

—Él ya me odia —dijo ella, con su cuerpo respondiendo al de su compañero,


pero su mente pensando en el espectáculo que ya habían dado.

—Él odia a todos los que no son como él: rubio, de ojos azules y humano. Creo
que hay palabras para su tipo —dijo Cornell.

—Sí, idiotas.

—Ah, mi esposa, la poeta residente de Oak Tree Ridge. —Cornell meció sus
cuerpos hacia atrás y hacia adelante suavemente, besando su cuello en el proceso—
. Intentó citarme por construir una casa con jardines que asemejaban un cementerio.
—¿Qué dijiste? —preguntó, mirando sobre su hombro hacia él.

Cornell mostró los colmillos.

—Le dije que por cada citación que recibí, tomaría un litro de su sangre como
pago por mi tiempo leyendo sus tonterías.

Ella se rio.

—¿Y funcionó?

—Sin embargo, ha caminado en mi propiedad de nuevo —dijo Cornell,


volviendo su rostro hacia el suyo.

—Hablando de tu propiedad —dijo ella con una sonrisa—. Creo que tus
gárgolas de enfrente se verían asombrosas con guirnaldas alrededor de sus cuellos.

Él rio.

—Bueno, son tus gárgolas ahora, así que haz con ellas lo que desees.

Ella hizo una pausa, su mente envolviéndose alrededor del hecho de que ahora
eran una sola unidad.

—Supongo que vamos a vivir aquí y no en mi casa.

—Viviré donde sea que quieras vivir —dijo, con sus labios en su cuello otra
vez—. Mi hogar está donde quiera que tú estés, Dani.

—¿Puedo pasar el rato aquí y pensar en ello antes de decidir? —preguntó.

Él mordisqueó ligeramente su cuello.

—Voto por que hagamos el amor en cada habitación de ambas casas para
ayudarnos a decidir mejor.

Ella sonrió, gustándole enormemente esa idea. Levantó la mirada hacia él.

—Me encanta esa idea. Y te amo.

Él le guiñó el ojo.

—Yo también te amo.

Lo abrazó.

—Gracias por traer la felicidad de nuevo a mis celebraciones.


Él le besó la mejilla.

—Eso me recuerda. Ya vuelvo.

Ella atrapó su muñeca.

—¿A dónde vas?

—A cazar por las celebraciones —dijo, bajando la voz—. Planeo encontrar a los
pocos que lograron escapar anoche y mostrarles lo que pasa cuando uno daña a mi
compañera.

Dani sonrió.

—Por mucho que te amo, en realidad no necesito ningún otro chico malo
muerto envuelto en lazos. En este momento, sólo te necesito a ti.

Él la cargó y ella supo que iba a llevarla de regreso a la cama. Donde quería
estar.

—Eso puede ser arreglado.

Ella sonrió.

Él inclinó la cabeza como si estuviera escuchando algo a lo lejos.

—Al parecer Mimi está haciendo que Finn beba chocolate caliente. Él está
maldiciendo a la Fae en voz baja. Ah, y ella está amenazando con golpearlo en la
cabeza con un bastón de caramelo.

—Síp. Suena como a nuestros amigos.


Finn Mackay estaba parado en el mismo lugar en el que había estado de pie
durante los últimos cuarenta minutos, viendo como la explosiva pelirroja delante de
él leía su lista de compras festivas una vez más. Por el aspecto de ésta, ella era el
Santa Secreto de todos en la oficina y algo más. Debería tener memorizada la maldita
lista en este punto, la había leído lo suficiente.

—Muchacha, dime otra vez, ¿por qué estamos parados en el frío congelante
esperando en una fila para una tienda en la que nunca he comprado?

—¿Tú compras? —preguntó Mimi, su mirada azul dejando la lista.

—Sí, no materializo mi ropa —respondió, su mirada arrastrándose sobre su


atuendo abotonado. Ella era bien parecida. Lástima que no lo llevaba mucho en la
forma de vestir. Parecía como si estuviera esperando una tormenta de nieve.

Maldita sea.

Él habría preferido que estuviera en un sexy camisón. Infiernos, preferiría que


todas las mujeres utilizaran nada más que ellos. Cuando Mimi le había pedido unirse
a ella para una noche de diversión, había pensado que echaría un polvo. Esa era su
idea de una noche de diversión. No se dio cuenta de que sería considerado el
voluntario chico de las bolsas y que pasaría buena parte de la noche con sus bolas
congelándose en la parte superior de su muslo. Necesitaría un cincel, un poco de
agua caliente y posiblemente una botella de whisky para ayudar a retraerlas lo
suficientemente pronto.

Debería haber adivinado eso con Mimi. Ella coqueteaba con él, pero no parecía
del todo interesada en él. Lo cual lo desconcertaba porque todas las mujeres lo
encontraba encantador e irresistible.

Está bien. Algunas simplemente lo encontraban molesto y grosero, pero aun


así lo follarían. Él no echaba a demasiadas mujeres de su cama. Mimi era guapa, por
lo que sin duda la dejaría calentar sus sábanas. Lástima que su hermano lo
convertiría en un blanco fácil con nada más que un chasqueo de sus dedos.
Malditos Fae y su magia. Y Conrad era un estúpido al que le encantaría la
oportunidad de utilizar su magia en Finn.

—Muchacha, si te compro toda esta tienda, ¿podemos ir a casa y terminar la


noche? —preguntó, hablando en serio acerca de la oferta. Como un inmortal, tenía
más dinero del que nunca sería capaz de gastar. Parecía valer la pena despedirse de
cualquiera que fuera el costo de la tienda sólo para evitar estar más de pie en el frío.

Los inviernos de Chicago no eran agradables y este año era uno especialmente
brutal. Aunque no era del tipo de brutal de arrópate hasta la nariz, como Mimi se
había vestido. Él técnicamente podría haber estado muerto, pero eso no significaba
que disfrutaba de congelar su culo. Vampiro o no. Le gustaba el calor tanto como a
cualquiera. Infiernos, tal vez más.

Mimi resopló.

—Te quejas mucho. Debería haberle exigido a Dani que viniera conmigo, y que
tú y Cornell fueran a la otra tienda.

Finn pensó en su mejor amigo y se preguntó si estaba disfrutando de su noche


más que Finn. Probablemente. Cornell Sutton probablemente estaba haciéndolo con
su compañera —Dani Malloye. Todo mientras Finn estaba de pie a temperatura bajo
cero con algún hombre al azar detrás de él vistiendo un abrigo de franela, oliendo a
carne de venado y a cerveza, golpeándolo con un codo casualmente mientras que
hacía comentarios groseros en voz baja.

Malditos puristas.

Queriendo que el mundo volviera a ser lo que había sido antes de mediados de
los setenta. Antes del Despertar Paranormal que había sacado a los seres
sobrenaturales de su escondite y los había puesto al frente. Finn medio echaba de
menos los viejos buenos días. Cuando no tenía que tratar de ser un ciudadano
vampiro respetable y simplemente lograba comer gente molesta en los callejones y
culpar a la delincuencia de la gran ciudad.

Algunos humanos querían a cualquier no-humano muerto —más muerto que


el nivel normal de muerto que venía con algunos seres sobrenaturales. El chico detrás
de Finn era uno de ellos. Se creía original por sus juegos de palabras sobre muertos.
Finn había matado a hombres por menos en su larga vida y sus dedos picaban por
desgarrar la garganta del hombre.

—¿Soy yo o apesta aquí afuera? —preguntó el tonto detrás de Finn—. Creo que
el tieso delante de mí está empezando a descongelarse.

Imbéciles ignorantes.

El hombre sólo sabía que Finn era un vampiro porque había escuchado a Mimi
y a Finn hablar a su llegada, cuando Mimi había hecho un comentario acerca de ser
feliz de que él hubiera llegado justo después del atardecer. El hombre nunca lo habría
sabido si eso no hubiera sido mencionado en una conversación casual. Durante los
últimos treinta minutos, Finn había estado ideando maneras de terminar con la
existencia del hombre, todo mientras Mimi planeaba su estrategia perfecta de
compras para cuando las puertas se abrieron.

El hombre empujó a Finn de nuevo. El demonio en Finn levantó la cabeza,


queriendo liberarse para desgarrar la garganta del hombre y deleitarse con su sangre.
Afortunadamente, tenía un gran control sobre su lado vampírico —a diferencia de
muchos engendrados. Tragó saliva, concentrándose en las personas en las tiendas
de campaña. Ellos habían estado al frente de la línea cuando él y Mimi había llegado
justo después del atardecer.

Finn seguía sin ver el punto de las compras del Black Friday. Él podría haber
ordenado todo en internet y no tenía que congelarse o tratar de resistirse a comer
humanos.

Lo cual parecía cada vez más difícil de hacer con cada momento que pasaba.
Finn no amaba el sabor de la ignorancia, pero la sangre era sangre y drenaría al
imbécil de ella.

—Vamos, cadáver —dijo el hombre—. Muévete.

Finn se giró lentamente, su rostro una máscara ilegible mientras nivelaba su


mirada sobre el hombre. Un destello de rojo se movió delante de él y bajó la mirada
para encontrar a Mimi allí, con una mano en la cadera y la otra cerca del rostro del
hombre —con la lista aún en mano.
—Escucha, chico, soy una chica con una misión de compras. Métete con él de
nuevo y usaré mi magia para enviar tus partes de chico a Detroit mientras el resto
de ti se dirige a Miami. ¿Quieres ser trasladado en dos piezas?

El hombre parpadeó hacia Mimi y luego tragó saliva.

—¿Eres uno de los magiks?

Finn se preparó para matar al hombre, esperando que él intentara algo


estúpido con Mimi.

Mimi asintió.

—Lo soy y ahora mismo estoy intentando averiguar si quiero llegar al pasillo
uno o al pasillo diez primero, así que no quieres meterte conmigo. ¿Lo entiendes?

El hombre miró a Finn, pareciendo asustado.

—Lo entiendo.

Mimi encaró a Finn y sonrió.

—Así que, acerca de las compras. ¿Alguna vez has considerado añadir un poco
de color a tu guardarropa?

Con una sonrisa, Finn tiró de Mimi para ponerla de pie frente a él, negando
con la cabeza hacia la hembra luchadora. Ella al parecer disfrutaba de las compras
más que la mayoría y consideraba el día después de Acción de Gracias un asunto
serio.
Heated Holiday
Mandy M. Roth
Es una Goonie
autoproclamada, ama la música de
los 80’s, las películas y desea que los
calentadores volvieran a ponerse de
moda. También piensa que la película
The Breakfast Club debería ser vista
obligatoriamente por… está bien, todo
el mundo. Cuando no está bailando
alrededor de su oficina al ritmo de los
sonidos de los 80’s, está ocupada
escribiendo sobre sexys agentes
paranormales.

Para aprender más de Mandy,


por favor visita:
http://www.mandyroth.com
Moderación y traducción
Apolineah17

Corrección
Tessa_

Revisión y lectura final


Apolineah17

Diseño
Apolineah17
Adaptación al español y diseño realizados en:

Ministry of Lost Souls

Visítanos:
http://ministryoflostsouls.foromotion.net/

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