4 CULTURA . Domingo 20 de enero de 2019
CULTURA 5
EN LINEA
LITERATURA AFRICANA
Lejos de una mirada coloni-
zada con estereotipos y lugares
comunes, la editorial Empatía
desplegó el último año en el
mercado local una ventana
de literatura africana con-
temporánea, un pequeño ca-
tálogo de traducciones inédi-
tas que buscan dar cuenta de
la polifonía narrativa de ese
continente. Empatía nació en
enero de 2018 para ocupar un
espacio vacante: el de la litera-
tura africana. Y lo hizo despe-
gada de nombres internacio-
nales, como el Nobel de Lite-
ratura, J.M Coetzee; la escrito-
ra feminista Chimamanda
Ngozi Adichie o el angoleño
José Eduardo Agualusa. Con
traducciones propias, el sello
fundado por Marcela Carbajo
se proyectó sobre la idea de
que la ficción siempre funcio-
na como una entrada a uni-
versos desconocidos.
TALLER
A partir del 13 de febrero y
por tres miércoles consecuti-
vos, se desarrollará el laborato-
rio de escritura y fotografía
‘‘Un mundo de simulacio-
nes’’ a cargo de las docentes
Gabriela Ram y Anita Da Silva.
El taller se propone explorar las
relaciones dialógicas entre am-
C bos lenguajes apelando a su
M
Y cotidianeidad. ‘‘Qué miramos
K
desde nuestras diversas sub-
jetividades, y cómo. Una
obra es un recorte y nos enfo-
caremos en cómo utilizar los
lenguajes disponibles para
contar’’, señalan las organiza-
doras. Se propondrán materia-
les de lectura (teóricos y litera-
rios) previos al taller que fun-
cionen como preguntas e in-
quietudes respecto a los len-
guajes en uso. Las clases ten-
drán una duración de dos ho-
ras y media, a partir de las
18.30 en la librería La Libre
(Bolívar 438). Más informa-
ción en unmundodesimulacio-
nes@gmail.com.
EUSKERA
Una profesora de la Univer-
sidad de la Ciudad de Nueva
York (CUNY, sus siglas en in-
glés) publicó un libro que es-
tudia el origen del euskera y
en el que niega que sea un
idioma “huérfano” y aisla-
do, como han apuntado los
expertos hasta ahora. Según
señaló la institución en un co-
municado, la profesora Juliet-
te Blevins apunta en su estu-
dio que el vasco antiguo tiene
una “distante relación genéti-
ca” con el proto-indoeuropeo,
el idioma ancestral de la ma-
yoría de las lenguas europeas.
En su libro Advances in Proto-
Basque Reconstruction with Evi-
dence for the Proto-Indo-Euro-
pean-Euskarian Hypothesis, Ble-
vins desentierra raíces ances-
trales, unidades gramaticales y
sonidos que sugieren un vín-
culo entre esos dos idiomas,
que apunta, “descienden de
un antepasado común”.
UNO DE SUS LECTORES MAS ENTUSIASTAS RECUPERA AQUI LA MAGNANIMIDAD DEL PENSADOR PARISINO
Etienne Gilson, encuentro
con un maestro cristiano
Y
a era tarde en la Universidad
de Notre Dame. Había esta-
do desde temprano lidiando
con un espinoso opúsculo
del siglo XV que hasta el día
de hoy sigo, sin mucha suerte, inten-
tando descifrar. Decidí, entonces, ha-
cer un merecido descanso en mi es-
tudio para ver si lograba retomar con
más bríos la lectura de mi breve pero
alambicado contendiente.
Paradójicamente, el descanso con-
sistía en recorrer los anaqueles de la
que seguramente es la biblioteca
más importante del mundo en es-
tudios medievales. El recreo se ex-
tendió, como es de imaginar, más de
lo que pensaba.
Casi finalizando mi cansina excur-
sión veo una obra que súbitamente
cambió todo mi clima interior: A Gil-
son reader. Selected writings of Étienne
Gilson.
Antes de hojearla, retiré el polvo
con el casi solemne soplido que sue-
le acompañar el despertar de los li-
bros que desde hace mucho reposan
silenciosos pero, al mismo tiempo,
expectantes de que nazca nueva-
mente el asombro en un lector oca-
sional.
Y allí estaba yo, otro “Gilson rea-
der”. Con muy pocos dotes en com-
paración a los muchos seguidores
que ha tenido, tiene y continuará te-
niendo, pero quizás uno de sus más
entusiastas lectores. Así, según nos
cuenta Josef Pieper, al modo en que
POR CEFERINO P. D. MUÑOZ *
Apolodoro (casi un personaje secun-
dario de algunos diálogos platónicos)
seguía con inquebrantable arrebato a
su querido Sócrates; si hasta fue el
único que prorrumpió en llanto
cuando aquél se predisponía a beber
la mortal cicuta.
El ejemplar que tenía frente a mis
ojos no solamente reunía una serie
de escritos en inglés del afamado me-
dievalista francés, algunos de ellos
muy poco conocidos, sino que ade-
más había una sugerente foto suya
junto a otro destacado filósofo del si-
glo XX, Anton Pegis, quien fuera
responsable de la selección de los ar-
tículos del libro y de su misma intro-
ducción.
Sin embargo, la sorpresa no con-
cluyó allí pues Daniel Contreras
Ríos, a quien tuve la enorme dicha
de conocer en las tierras del norte,
me hizo notar que adosada detrás de
la tapa del ejemplar se encontraba
también una carta. Su aspecto era
macilento por el impostergable pa-
so del tiempo pero su contenido re-
bosaba vida. La misiva iniciaba: “Es-
timado Padre Gabriel, siempre es-
taré a su disposición [...¡”. Estaba es-
crita a máquina pero portaba la firma
original del propio Gilson.
Lo siguiente que experimenté en
ese instante fue la fascinación de en-
contrarme muy cerca del gran maes-
tro. Estaba tocando una de sus notas,
y en ella, como en todas sus obras
que he podido leer, se transparenta-
ba la magnanimidad del pensador
parisino. Más aún, sentí que su car-
ta también estaba dirigida a mí
(“siempre estaré a su disposición”)
y a tantos otros que como yo nece-
sitamos que cada tanto o a veces con
la asidua e incontenible frecuencia
con la que el niño acude al abrazo de
su padre Gilson nos auxilie, nos
aclare, nos ordene, o simplemente
que alguna de sus frases nos devuel-
va la admiración a la que estamos lla-
mados todos, pero que sólo algunas
personas especiales como él pueden
provocar.
El que haya llegado hasta este tra-
mo de la lectura, no tendrá dudas del
respeto y gratitud que despierta en
mí este pensador. Soy deudor, asi-
mismo, de otros buenos lectores su-
yos que me hicieron conocerlo. El afamado medievalista francés era un especialista en Santo Tomás de Aquino.
El 19 de septiembre pasado se
cumplieron 40 años del fallecimien- por el hombre” (p. 19).
to de Gilson (1884-1978). No deseo Lo que pretendo a continuación es
aquí hacer una semblanza de él. En- compartirles la traducción de unas
tre nosotros, el profesor Germán pocas líneas de uno de los artículos
Masserdotti ya escribió una que va- que aparecen en el libro en cuestión.
le la pena leer: http://umbralesfiloso- El mismo se titula “El Maestro Cris-
ficos.com/semblanza-de-etienne-gilson- tiano”. Éste no fue elegido al azar en-
1884-1978-en-el-40-aniversario-de-su- tre los tantos que aparecían. Lo es-
muerte/. Incluso el mismo Pegis sinte- cogí porque explica acabada y bella-
tiza magníficamente en su introduc- mente la misión del docente que vi-
ción quién fue Gilson: “[...¡ El inte- ve una vida concorde a la sabiduría;
lectual académico, el maestro cató- más aún, conforme a la que el mis-
lico, cuya disciplinada inteligencia mo Gilson creía era la más alta de
ha servido al Cristianismo con un ellas: la sabiduría cristiana.
respeto desinteresado por la ver- Además, porque quien lo escribe
dad, por la inteligencia misma y nos lo acaba de adelantar de prime-
ra mano Pegis con la autoridad del
Misterio. Probablemente
no es una pintura perdida de
Miguel Angel y es casi un hecho
que no fue robada por ladrones
sofisticados, ya que uno de ellos
fue captado por una cámara de
seguridad. Pero la desaparición
de una obra que un clérigo
sospecha que podría ser del
maestro renacentista, o de un
discípulo, tiene perplejos a los
investigadores belgas. El cuadro
‘Nuestra señora del silencio’, de
1,5 metros por 90 centímetros,
fue robado de la Iglesia de Sint-
Ludgeruskerk en el pueblo de
Zele, a 50 kilómetros al noroeste
de Bruselas. El pastor Jan Van
Raemdonck, que estaba
escribiendo un libro sobre la
pintura, dice que un experto en
arte italiano planeaba ir a
autenticarla. Sobre el origen del
cuadro, se sabe que fue donado
a la iglesia por una organización
asistencial, que lo había
comprado a su vez a un
legislador.
que ha vivido lo que predica. Ya lo
decía el mismo Gilson: “Una filoso-
fía es, en primer lugar, un filósofo
[...¡ el hombre con su temperamen-
to, su carácter, sus sentimientos,
sus gustos y hasta sus pasiones”.
Quiera Dios que las palabras de es-
te gran pensador sigan iluminando
nuestros pasos. Sobre todo en los
tiempos actuales, donde las tinieblas,
la confusión y el odio a todo lo que
suene a cristianismo y, en definiti-
va, a la cultura occidental se han im-
puesto en todos los ámbitos de la vi-
da, y de modo particularmente en-
carnizado sobre la educación.
EL MAESTRO CRISTIANO
‘‘Los hombres solo pueden elegir
entre dos clases de vida: la activa y
la contemplativa. Lo que le confie-
re especial dignidad a la función del
Doctor es que ella implica ambas cla-
ses de vida, subordinada debidamen-
te una a la otra.
La verdadera función del Doctor
es enseñar. La enseñanza (doctrina)
consiste en comunicar a los otros
una verdad que se ha meditado
previamente. Ésto necesariamente
exige tanto la reflexión del contem-
plativo, a fin de poder descubrir la
verdad, cuanto la actividad del pro-
fesor, para poder comunicar sus ha-
llazgos a otros.
Pero lo más notable acerca de es-
ta compleja actividad es que hay
una exacta correspondencia entre
lo más alto y lo más bajo, entre la
contemplación y la acción.
De acuerdo a nuestra definición,
entonces, la función del Doctor es di-
rigirse hacia un objeto doble, interior
y exterior, dependiendo de si se refie-
re a la verdad que el Doctor medita
y contempla dentro de sí mismo o a
aquéllos a quienes está enseñando.
Por lo tanto, existen dos facetas en su
vida, la primera de ellas es la mejor
y la cual regula su tarea.
En primer lugar, es claro que la ac-
tividad del Doctor no está superpues-
ta artificiosamente a su vida contem-
plativa, sino que encuentra en ella su
fuente y es, por así decirlo, su mani-
festación externa. La enseñanza, así
como la predicación a la que está re-
lacionada, es sin dudas una obra que
pertenece a la vida activa, pero se de-
riva en cierto modo de la plenitud de
la contemplación.
Éste es el por qué [la enseñanza¡
no puede ser considerada una inte-
rrupción de la contemplación.
Cuando una persona se aparta de
la meditación de las realidades inte-
ligibles alimento de la contempla-
ción para entregarse a obras buenas
en sí mismas pero puramente exte-
riores, tiene que romper con la me-
ditación. El reparto de limosnas y el
albergue a los peregrinos son cosas
excelentes, pero justamente por esto,
excluyen lo que propiamente se de-
nomina meditación.
La enseñanza, por el contrario, es
la expresión exterior de la contem-
plación interior. Y si bien es verdad
que un alma verdaderamente despo-
jada de intereses temporales preserva
algo de esta libertad que ha sido ad-
quirida en cada uno de sus actos ex-
teriores, [también¡ es verdad que no
hay ámbito donde esta libertad
pueda preservarse más integral-
mente que en el acto de enseñar.
Combinar así la vida activa y la
contemplativa no es, por así decir-
lo, una resta sino una suma. Además,
es evidente que aquí es donde se de-
be realizar más integralmente el equi-
librio perfecto entre las dos clases de
vida, un equilibrio que nuestra pre-
sente condición humana exige que
busquemos.
Enseñar la verdad que la medita-
ción nos revela es expandir su con-
templación sin perder nada, incluso
aumentando su mejor parte’’.
El texto original en inglés aparece en:
Anton Charles Pegis, ‘A Gilson Reader:
Selected Writings’, Garden City, NY:
Image Books, 1957, pp. 224-225 ◗
* Profesor Universitario-
Doctor en Filosofía.
A PROPOSITO DEL PEDIDO DE SEPARAR IGLESIA Y ESTADO
Deberes morales de los laicos
C
ada vez que oigo o leo que el
Estado debe separarse de la
Iglesia en la República Argen-
tina, recuerdo el parágrafo 2105 del
Catecismo de la Iglesia Católica pro-
mulgado por san Juan Pablo II el 11
de octubre de 1992. Allí se dice:
“El deber de rendir a Dios un cul-
to auténtico corresponde al hombre
individual y socialmente considera-
do. Esa es ‘la doctrina tradicional ca-
tólica sobre el deber moral de los
hombres y de las sociedades respec-
to a la religión verdadera y a la úni-
ca Iglesia de Cristo’ (DH 1). Al evan-
gelizar sin cesar a los hombres, la
Iglesia trabaja para que puedan ‘in-
formar con el espíritu cristiano el
pensamiento y las costumbres, las
leyes y las estructuras de la comu-
nidad en la que cada uno vive’
(AA 13). Deber social de los cristia-
nos es respetar y suscitar en cada
hombre el amor de la verdad y del
bien. Les exige dar a conocer el cul-
to de la única verdadera religión,
que subsiste en la Iglesia católica y
apostólica (cf DH 1). Los cristianos
son llamados a ser la luz del mun-
do (cf AA 13). La Iglesia manifiesta
así la realeza de Cristo sobre toda la
creación y, en particular, sobre las
sociedades humanas (cf León XIII,
Carta enc. Immortale Dei; Pío XI,
Carta enc. Quas primas)”.
Conviene reparar en la fecha (11
de octubre de 1992) en que fue pro-
mulgado el Catecismo dado que, por
motivos que no es el caso examinar
ahora, más de uno tiene la convic-
ción de que la Iglesia dejó de enseñar
la realeza de Jesucristo sobre las so-
ciedades humanas, incluida la po-
lítica, con posterioridad al Concilio
Vaticano II (1962-1965). Además,
conviene resaltar que, en el parágrafo
citado, figuran referencias a dos docu-
Rendir a Dios un culto auténtico corresponde al hombre individual y socialmente considerado.
Domingo 20 de enero de 2019 .
POR GERMAN MASSERDOTTI
mentos del Concilio Vaticano II: la
declaración Dignitatis humanae del 7
de diciembre de 1965 y el decreto
Apostolicam actuositatem del 18 de no-
viembre de 1965. Por último, se remi-
te a dos textos capitales del magiste-
rio eclesial respecto del tema del que
se viene tratando: la encíclica Inmor-
tale Dei de León XIII (1 de noviem-
bre de 1885) y la encíclica Quas pri-
mas de Pío XI (11 de diciembre de
1925). La Iglesia sigue enseñando,
entonces, la necesidad de que Je-
sucristo reine sobre las sociedades
humanas, incluidas las políticas.
Por otra parte, no obstante estar
todos los pueblos obligados a acep-
tar el reinado de Jesucristo en sus le-
yes y costumbres, en el caso de la Ar-
gentina se justifica todavía más es-
ta necesidad no solamente por mo-
tivos de iure sino históricos: nuestro
país nació católico. Nació católico
para gloria de Dios y aprovecha-
miento de todos lo que quieran
habitar en nuestro suelo patrio.
Nació católico, nuevamente con-
viene afirmarlo, aunque produzca
reacciones alérgicas a los laicistas.
LIBERTAD
Algunos sostienen que el Estado
argentino debería separarse de la
Iglesia dado que, si así no lo hicie-
ra, los que no profesan la religión
católica sufrirían en el ejercicio del
culto correspondiente, si lo tuvie-
ran. Conviene aquí recordar que, se-
gún el artículo 2 de la Constitución
Nacional Argentina, el Gobierno fe-
deral “sostiene el culto católico
apostólico romano” a la vez que,
según el artículo 14, todos los ha-
bitantes de la Nación gozan “con-
forme a las leyes que reglamenten
su ejercicio”, del derecho de “profe-
sar libremente su culto”. Es decir,
en la República Argentina existe la
libertad de culto (art. 14) pero no la
igualdad de culto (art. 2).
Por último, una reflexión circuns-
tanciada, si cabe la expresión. ¿Qué
sucedió en nuestro país para que,
nuevamente, se plantee el proble-
ma de la separación entre la Igle-
sia y el Estado? Muchas cosas pasa-
ron, por cierto, pero ahora apunto
una, nomás. Arriba se hizo referen-
cia al decreto Apostolicam actuositatem
(18 de noviembre de 1965) del Con-
cilio Vaticano II. Allí se afirma que es
obligación de toda la Iglesia “el tra-
bajar para que los hombres se vuelvan
capaces de restablecer rectamente el
orden de los bienes temporales y de
ordenarlos hacia Dios por Jesucristo.
A los pastores atañe el manifestar cla-
ramente los principios sobre el fin de
la creación y el uso del mundo, y pres-
tar los auxilios morales y espirituales
para instaurar en Cristo el orden de
las cosas temporales” y se agrega que
es preciso “que los laicos tomen co-
mo obligación suya la restauración
del orden temporal, y que, condu-
cidos por la luz del Evangelio y por
la mente de la Iglesia, y movidos
por la caridad cristiana, obren di-
rectamente y en forma concreta en
dicho orden (...). Hay que establecer
el orden temporal de forma que,
observando íntegramente sus pro-
pias leyes, esté conforme con los úl-
timos principios de la vida cristia-
na, adaptándose a las variadas cir-
cunstancias de lugares, tiempos y
pueblos” (AA, 7).
¿No habremos descargado en
otros nuestra obligación de resta-
blecer a nuestra Patria en Cristo
sin caer en la cuenta de que no ne-
cesitamos ningún mandato para
hacerlo? ◗