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TECNOLÓGICO EMI
TÉCNICO UNIVERSITARIO SUPERIOR
EN SISTEMAS ELECTRÓNICOS
DOCENTE:
CNL. DAEN. ENRIQUE J. FERNANDEZ ORTIZ
INTEGRANTES:
SGTO. 1RO. COM. PEDRO LUIS HILARIO BLANCO
SGTO. 1RO. ART. YHONY RICHARD NINA HUANCA
SGTO. 1RO. ING. JUAN ANDRES TORREZ CUBA
LA PAZ – BOLIVIA
Agosto de 2019
EL SERVICIO SECRETO BOLIVIANO
Los asistentes a la fiesta privada de los carnavales de 1934 donde se conformó el
Servicio Secreto Boliviano.
Servicio Secreto Boliviano, espías en la Guerra del Chaco
La Paz, 1934. El conflicto bélico entre Bolivia y Paraguay transita su tercer año.
Mientras la mayoría de la población anda ansiosa por saber noticias del Chaco, donde
centenares de soldados mueren por las balas, el hambre y la sed; otros, como un
vendedor de corbatas en inmediaciones de la plaza San Francisco, siguen su rutina.
Para todos, él solamente es eso: un comerciante... no para los agentes especiales del
Servicio Secreto Boliviano (SSB).
“En la Guerra del Chaco peleamos además contra el espionaje de Paraguay y sus
aliados, Argentina y Chile”, expone el general de Ejército Luis Fernando Sánchez
Guzmán, autor del libro Soldados de Siempre. En él revela las operaciones de
espionaje boliviano realizadas entre 1933 y 1935. Una aventura, al puro estilo James
Bond.
Asisten civiles y militares, algunos recién llegados del campo de acción. Entre los 48
invitados se encuentran Rosa Aponte Moreno, una joven cruceña de 20 años; el
excombatiente Gastón Velasco Carrasco, el migrante español Alfredo Fernández
Sibauti y el párroco mexicano Alfonso Ivar. La intención: armar el que sería el Servicio
Secreto Boliviano para trabajos de espionaje y contraespionaje.
El mismo 1934, el SSB descubre que funcionarios chilenos que vivían en La Paz eran
agentes paraguayos. Había que hallar pruebas que los incriminen. Y Rosa toma la
misión. El SSB abre un prostíbulo por la plaza Riosinho. Dos chilenos llegan al lugar
y pasan la noche con dos damas. Al día siguiente, ya en el domicilio de uno de ellos,
por las calles Colombia y México, ingresa un desfile militar. Los trasandinos asoman
sus cabezas y junto a ellos las dos mujeres. Desde abajo, agentes les toman fotos
con las que luego son chantajeados para dar a conocer los nombres de otros
informantes. Rosa Aponte participa de más acciones antes de casarse con un oficial.
Muere en los años 90.
Otra historia es la de Alfredo Fernández Sibauti, cuidadano español que se cría en la
ciudad de Sucre. Una vez estallada la guerra, el Españolito —como después fue
bautizado— pasa a formar parte del SSB. El delgado hombre con grandes dotes para
la actuación es encomendado en 1934 a entrar en el corazón del enemigo. Su maestro
es Gastón Velasco, el mismo que ayudó en La Quiaca a descubrir la red de espías.
El nuevo agente, que no pasa de los 30 años, una vez en Asunción y tras declarar su
pretendido “odio” a los bolivianos, logra ser aceptado en el grupo de espionaje de ese
país.
Fernández Sibauti envía inestimable información a Bolivia desde las mismas oficinas
del Servicio de Inteligencia Paraguayo. Gracias a esos datos, la cañonera Humaytá
quedó fuera de acción tras la explosión de una carga de dinamita en su caldera. Con
sus informes se desbarata más redes de espionaje y se captura agentes enemigos en
Arica, Chile. Sin embargo, a fines de 1934 el Españolito es interceptado por la
Inteligencia paraguayo-argentina, torturado y luego acuchillado en un hospital.
En su vertiginosa carrera, llega inclusive a ser el estafeta del que después sería
presidente de la República: el teniente coronel Germán Busch Becerra. El accionar de
Zetaro pasa desapercibido para todos, excepto para el SSB.
En los años 20, el entonces teniente Ustáriz aprende todos los secretos del Chaco de
su inseparable amigo: un mataco a quien bautiza como Cabo Juan. Con esos
conocimientos, más de una vez se infiltra en las filas “pilas”. Su valor es reconocido
en las páginas de la historia del conflicto bélico. En 1928 desafía a la metralla enemiga
y con una fracción de soldados toma el Fortín de Boquerón de manos paraguayas.
Ustáriz recibía tratamiento médico en Buenos Aires cuando estalla la guerra. El cerco
a Boquerón, en agosto de 1932, le impulsa a volver a Bolivia para viajar al Chaco. El
ya capitán se presenta ante el entonces general José Luis Peñaranda, el 7 de
septiembre de 1932, y con una patrulla abre una ruta hasta Toledo. Al día siguiente
recibe la orden para entrar a Boquerón y socorrer a los 600 soldados bolivianos que
eran hostigados por unos 13.000 “pilas”.
Ustáriz, que conoce el terreno como la palma de su mano, entra al cerco a las 21.00
del 11 de septiembre junto a 54 soldados y se reúne con el teniente coronel Manuel
Marzana. Es difícil resistir el embate del enemigo, por lo que el Baqueano decide abrir
una brecha. La jornada siguiente, su destacamento en pleno ve cómo una ráfaga de
metralla frena por el frente y la retaguardia el avance del Charata en la trinchera. El
capitán muere a sus 35 años. “Ustáriz muere combatiendo cara a cara con el enemigo.
Herido de muerte, cae sobre su arma besándola como si fuera una cruz”, refiere el
teniente Alarcón.
Audaz, el aporte de Ustáriz, el primer espía militar de Bolivia, y de los agentes civiles
Aponte, Fernández, Velasco, Ackerman e Ivar, entre otros —como Elvira Llosa, que
luego de casó con el dramaturgo y periodista Raúl Salmón de la Barra— fue
fundamental para Bolivia. Ellos escribieron con gloria la historia de los espías
bolivianos, agentes secretos bolivianos que lograron descubrir la red de espías
paraguayos, argentinos y chilenos que operaba desde la ciudad de La Paz.
Las poblaciones del norte de Argentina a causa de la guerra entre Bolivia y Paraguay
habían generado un fuerte comercio entre poblaciones fronterizas. “Rosa, Adela Bello
y la artista de teatro Elvira Llosa, se encargaron de dispersar en la ciudad el rumor
que como folklorista peruanas deseaban conocer la música del norte argentino,
promoviendo y divulgando su actividad a través de la prensa y la radio de la localidad,
y haciéndose pasar por investigadoras del folklore”. Rosita y su amiga desplegaban
sonrisas y encantos, flirteando abiertamente con los jóvenes quiaqueños. Las
supuestas peruanitas no pasaron desapercibidas para los galantes militares
paraguayos, que pronto empezaron a frecuentarles invitándolas al ‘biógrafo’ y a tomar
té con galletas y nata a las cinco de la tarde. Ellas con la más insinuante de las
sonrisas, agradecieron a sus dos admiradores por sus atenciones anunciándoles que
retribuirían finezas invitándoles a una cena con comida peruana para la una noche.
Los donjuanes no dudaron un solo instante y aceptaron encantados.
La joven Rosa Aponte a su retornó a La Paz, siguió con sus tareas de contraespionaje.
Cualquier persona de reciente estadía en la ciudad o que tuviera ciertas actitudes
raras era víctima de la sospecha policial y vecinal233. Según, Jorge Quispe: Rosa
abre un prostíbulo por la plaza Riosinho. Dos chilenos llegan al lugar y pasan la noche
con dos damas. Al día siguiente, ya en el domicilio de uno de ellos, por las calles
Colombia y México, ingresa un desfile militar. Los trasandinos asoman sus cabezas y
junto a ellos las dos mujeres. Desde abajo, agentes les toman fotos con las que luego
son chantajeados para dar a conocer los nombres de otros informantes. Las casas de
diversión, por ser asiduamente visitadas por oficiales y soldados, se constituían
también en fuente importante de información (Florencia Durán Jordán y Ana María
Seoane Flores, El Complejo Mundo de la Mujer durante la Guerra del Chaco, 1997,
p.110).
BIBLIOGRAFIA
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