Reflexión Parábola del Buen Samaritano: Muchas veces por
temor de ofrecer ayuda a una persona extranjera, el sacerdote
judío y el levita ignoraron a su compatriota que se encontraba en una situación muy penosa. El samaritano sin pensar dos veces si la persona que se encontraba delante de él extendida sobre el suelo era o no uno de los suyos, le prestó ayuda, y con este acto humano, le salvó la vida. La bondad del buen samaritano se manifestó también en que no solo él le salvó la vida, sino, se preocupó de él asumiendo también los gastos y cuidados. ¿Qué es el amor al prójimo? ¿Quién es mi prójimo? Dios espera que todos ayudemos a nuestros semejantes y que no seamos indiferentes a las necesidades y dolor ajenos sin importar quien sea la persona ni de donde es. En el ejemplo del buen samaritano, el Señor nos enseña a no limitarnos únicamente en desear el bien o expresar simpatía a nuestros prójimos, sino, a quererlos "con los hechos. “No es aquella persona la que quiere al prójimo estando sentado en su casa, sino, aquella que no mezquina su tiempo, fuerza, dinero y ayuda a la gente con los hechos. La vida en sí nos ofrece la posibilidad de manifestar nuestro amor hacia la gente, por ejemplo: visitar a un enfermo, consolar a una persona apenada, ayudar a un enfermo a ver a su doctor, formalizar para alguien un documento, hacer una donación para los pobres, tomar parte en las actividades de la iglesia o actividades filantrópicas, dar un buen consejo, prevenir una discordia, etc. Muchas de estas actividades parecen ser a veces insignificantes, pero en el trayecto de la vida estas buenas y pequeñas acciones se acumulan formando un depósito espiritual enorme. y como decía santa Teresa “DICIENDO Y HACIENDO PALABRAS Y OBRAS”. Amigo Jesús, yo sé que estas en mi corazón, por eso ahora tu y yo estamos juntos y hablamos. Yo creo Jesús que eres mi amigo, eres nuestro mejor amigo, todo lo que hoy hagamos lo haremos por ti. Amén