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Modernidad y Educación

El profundo cambio que se produce en la cosmovisión, acompañando el tránsito de la


sociedad medieval a la moderna, trae –entre otras consecuencias- transformaciones
significativas como la autonomía de conciencia y la idea de progreso social.
Los cambios producidos en los planos económicos y científicos, confluyen creando las
condiciones para reconsiderar los modos de actuar y pensar. Ubicar al hombre en el
centro de la escena, desplazando la concepción de un Dios todopoderoso que guía las
acciones humanas y de la naturaleza, impacta en la sociedad innovando el modo de
pensar y proceder.
El hombre moderno ya no estaría sujeto ni sería dependiente de los designios
sobrenaturales. Abandonando el pensamiento mágico, sería dueño de un modo de ser
y hacer autónomo, guiado ahora por la razón y el entendimiento. Pudiendo dominar la
naturaleza, conociendo sus atributos y colocándola mediante la ciencia y la tecnología
a su disposición como objeto de conocimiento, sería capaz de construir su propio destino
hacia el progreso social progresivo e inevitable.
Asumir esta autonomía de conciencia lleva al hombre a adoptar una actitud de
responsabilidad de sí y una postura crítica para cuestionar las que hasta entonces le
eran representadas como verdades absolutas, afrontando y superando el miedo a lo
desconocido, frontera que el conocimiento empuja impulsado por la razón.
El tipo de conocimiento que produce el desarrollo de la ciencia es el único considerado
válido. Sólo aquello capaz de ser demostrado experimentalmente adquiere el status de
conocimiento, siendo aceptada solamente la razón occidental.
El creciente avance de la ciencia y la tecnología en todos los ámbitos de la vida
moderna, los cambios en las condiciones de producción ocasionados por los adelantos
técnicos y nuevos descubrimientos puestos a su servicio, generan un aumento
progresivo en la elaboración de bienes y radicales cambios en la economía,
transformando la modalidad de intercambio, fundando las bases del sistema capitalista.
Estas transformaciones económicas, comerciales y sus consecuencias políticas llevaron
a suponer a muchos que el crecimiento y el progreso social ocurrirían en toda la
sociedad, beneficiando a todos los hombres. Desde distintas corrientes de pensamiento
(positivistas, marxistas) se creó el supuesto de que la sociedad marcharía
inevitablemente hacia estados superadores, donde el progreso seguiría una línea de
evolución creciente.

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Podemos preguntarnos: ¿Esto fue efectivamente así? ¿Se cumplió el supuesto de que
la sociedad avanzaría y todos tendrían acceso a los beneficios del progreso? ¿A qué
llamaríamos progreso?
Y con respecto a la educación, ¿Cuál es el lugar asignado a la educación en la
modernidad? ¿Por qué se considera a la escuela como la institución de formación por
excelencia? ¿Qué tipo de educación se imparte en las escuelas que surgen en la
modernidad y la conformación de los estados nacionales? ¿Por qué y para qué?

La educación cumple, en la modernidad, la función de preparar a las nuevas


generaciones para ocupar un espacio en la sociedad. Con el objetivo de repetir un
modelo social garantizando su funcionamiento y posibilitando un supuesto progreso, la
escuela se estructura a partir de dos sentidos fundamentales: impartir determinados
conocimientos (que el sujeto debe poseer para cumplir su función futura) y transmitir
ciertas normas de comportamiento y valores (para que se adapte y desempeñe el rol
que la sociedad le asigne).

La escuela se conforma como institución clave en la formación de los sujetos cuando la


iglesia y la familia aparecen como instrumentos insuficientes para llevar adelante esa
tarea. El desarrollo de la Ciencia, los avances tecnológicos y la necesidad de
capacitación específica para ocupar puestos de trabajo, junto con la de
homogeneización cultural, requieren por parte del Estado de la creación de una
institución capaz de contener, instruir y disciplinar a grandes conjuntos de población. De
esta manera surge la escuela capacitando y seleccionando a los individuos, legitimando
su conocimiento y preparándolos para ser funcionales al modelo económico y político,
garantizando el orden social.

Durante siglos fue así y aún hoy nos cuesta pensarlo de otra manera, pero también
podemos preguntarnos: ¿Cuál debe ser hoy la función de la educación? ¿Qué tipo de
sociedad queremos ayudar a construir? Y desde ahí: ¿Puede la educación ser una
herramienta para transformar la sociedad, para crear una diferente, más justa, con lugar
y oportunidad para todos? ¿Cómo podemos hacerla?

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