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Universidad de Costa Rica

Escuela de Antropología
Arqueología Colonial de Costa Rica y América Latina
Prof. Floria Arrea
José Daniel Fallas B12446

“La Muerte en Época Colonial”

Introducción

El presente trabajo trata de hacer un análisis sobre la cosmovisión de la


muerte en la provincia de Cartago; a partir de fuentes bibliográficas que detallan
de distinta manera las practicas y costumbres entorno a la muerte. El trabajo se
fundamenta entre dos tesis de investigación, la primera pertenece a Ericka
Amador en “Creencias Religiosas y su Valor Social: Practicas Funerarias en el
Cementerio Colonial El Calvario (C-139 EC), Ujarrás, Costa Rica; y la segunda
tesis es la de Carmela Velásquez en “Las Actitudes ante la Muerte en el Cartago
del Siglo XVII”.

Las dos autoras abordan el tema desde distintos ejes, en el caso de Carmela
Velásquez hace una recopilación exhaustiva de fuentes escritas, tales como:
testamentos, codicilos, mortuales, entre otras; dichas fuentes le proporcionaron
datos verídicos y reales, ya que se tratan de documentos legales y personales,
que le concedió a la autora tener información sincera, debido al contexto; estos
testamentos y demás son fuente de prácticas y costumbres populares que se
dejaban por escrito para ser acatadas por los familiares, de ahí se podían extraer
antecedentes sobre las ideologías ante a la muerte. Por otra parte, Ercka Amador
estudia en el cementerio de Ujarrás como las creencias e ideologías entorno a la
muerte pueden ser exteriorizadas en las practicas funerarias, por lo que efectúa
una labor arqueología en el cementerio en búsqueda de evidencias que presenten

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rasgos funerarios; con esto pretende deducir cuales podían ser las practicas
rituales e incluso especular sobre estratificación socioeconómica.

Por lo tanto el trabajo consistirá en hacer un análisis de los datos y las


informaciones que nos proporcionaron las autoras, en donde destacaremos
generalidades y particularidades encontradas entre los dos estudios, con el fin de
identificar cuáles fueron las ideologías y las practicas funerarias de los habitantes
de Cartago entorno a la muerte, para así poder tener una complementariedad
entre la tesis de carácter histórico de Carmela Velásquez y la investigación
arqueológica de Ercika Amador que refleja las tradiciones y costumbres del pueblo
cartaginés.

Patrones de Enterramiento

En los inicios del siglo XIX los patrones funerarios traían costumbres y aspectos
de años anteriores, la primera referencia de esto fue hecha por el gobernador
Tomas de Acosta 1801, él le anuncia al presidente guatemalteco sobre “pompas
fúnebres y toques de la campanas de la ciudad de Cartago” según
Fernández&Chacón, pero también recalca que “el cadáver se conduce en una
cuna pintada de blanco, la carpeta que le tapa es de algodón teñido de negro, no
lleva cojines bajo la cabeza sino sus propias almohadas que tenía en la cama
antes de morir” (2008:90).

Los españoles vieron a nuestras tierras a instaurar su forma de vida, las prácticas
religiosas fueron de las más notables, ya que se dio una transformación en los
aspectos tradicionales de nuestros pobladores, en el caso de los patrones
funerarios se acostumbro a que los difuntos debían ser sepultados en el “interior
de las iglesias cuando los familiares del difunto podían pagar esta distinción, o en
un patio inmediato al templo cuando el muerto pertenecía a las clases pobres”
(Fernández&Chacón, 2008: 90). Dicha actividad después fue abolida por ellos
mismos.

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En el caso de Ujarrás Amador destaca que el pueblo era origen indígena y fue
sometido a presiones de diferente índole; por un lado la parte social, la económica
y por otro la constitución ideológica de la época colonial. El pueblo se transfiguro
dentro de una ideología religiosa española la cual domino junto a la política, un
ejemplo de ello es la constitución de nuevos cementerios pues “por razones
sanitarias, desde 1792 la corona española planteó la necesidad de reubicar los
cementerios fuera del centro de las poblaciones. La práctica de ubicar los
cementerios dentro de las ciudades fue abolida en el siglo XIX, por Real Orden del
6 de Noviembre de 1813, por lo que se mandó a ubicar los cementerios fuera de
las poblaciones” (Fernández&Chacón, 2008: 91).

Por lo que en Ujarrás dicha orden acabo con practicas ya instauradas en esos
tiempos, y es después de esa orden que se instaura el cementerio El Calvario; con
ello muchas otras costumbres se fueron simpatizando en este punto se señala
“una vez que moría una persona, correspondía realizar la declaratoria de muerte”
(Amador, 2009: 18). En este aspecto Carmela Velásquez nos detalla mas, “el
testamento tiene en nuestro concepto, en el periodo que estudiamos y en el lugar
al que nos referimos, Cartago en el siglo XVII, dos papeles: el legal, que busca
establecer los intereses del testador y en la manera que quería que fueran
distribuidos, fuera entre sus parientes o a quien ellos o ellas les pareciera” (1996:
46).

Este documento permitía a los difuntos dejar plasmada su voluntad con respecto a
sus restos y bienes, y además representaba un documento legal de carácter
verídico y justo que permitía que se llevara a cabo los deseos de los difuntos. Por
ejemplo en un testamento de Ujarrás se puede ver como la difunta dejó finiquitado
como pretendía ella ser enterrada, así como también los hábitos que quería vestir
a la hora de ser sepultada, además de la celebración de misa; extracto:
“…primeramente encomiendo mi alma a Dios Nuestro Señor que la crio y la
redimió, con su preciosa sangre, vida, pación y muerte, y el cuerpo mando a la
tierra de donde fue formado, el qual quiero quando que sea amortajado en el

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habito de penitencia de Nuestro Padre San Francisco que indignamente vistió, y
sepultado en el Camposanto y si fuere hora competente se me diga misa de
cuerpo presente, cuya limosna separo de mis vienes…” (Amador, 2009:19).

Carmela Velázquez investiga sobre diversos ritos funerarios; entre ellos está la
“declaratoria de muerte”, este era un escrito que constataba la legítima defunción
de la persona, dicho documento era dado a los allegados una vez comprobado su
filiación con el difunto, este manuscrito permitía la continuación de las obras
fúnebres, en donde debía abrirse el testamento para examinar la voluntad del
difunto, para esto “el reconocimiento del cadáver y la declaración de fallecimiento,
se llamaba al alcalde…este realizaba el papel que luego le correspondió al médico
y emitía su veredicto, no solo que la persona había muerto sino también que su
muerte había sido natural” (Velázquez, 1996: 93).

En el testamento que consiguió Amador (2009) de la difunta se menciona la


celebración de una misa; este aspecto era “una liturgia especial en la que ha
proclamado su fe en la resurrección de los muertos, en la vida eterna y en la
comunión de los santos” esto según Velázquez (1996:94), era parte del rito
católico en donde se buscaba una purificación con la esperanza de ser recibidos
en el cielo.

Otro aspecto importante que también se mencionaba en el testamento recopilado


por Amador (2009), era el hábito o la ropa que dejaban predispuestos en los
testamentos, a lo que Velázquez (1996) llama la “mortaja”, expone que era una
costumbre, en donde se engalanaba o acondicionaba de cierta manera los restos
del difunto para luego ser sepultados, muchas veces se usaban los vestuarios más
finos u elegantes, en Cartago dada la influencia española se acostumbraba
“hacerlo con el habito de alguna orden religiosa. En el caso de la Provincia de
Costa Rica se uso el habito de la orden franciscana” (Velázquez, 1996:96).

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Cementerio El Calvario

Amador encuentra dos fosas funerarias en la labor arqueológica, en la primera


descubrió un sujeto, el cual posaba sus manos en su pecho y estaba situado de
este a oeste, además identifico una “cama” de lítica en la cual se posaba el
cuerpo; la segunda fosa también se orientaba de este a oeste, en esta logro
reconocer algunos restos humanos. Las dos fosas contenían restos humanos, sin
embargo la consistencia del material era inestable y frágil.

Según Amador no se pudo reconocer la ubicación o el patrón de organización de


las tumbas, por falta de rasgos; cree que el cementerio está constituido bajo la
misma orientación de las tumbas examinadas; igualmente bajo los archivos se
estima una enorme cantidad de entierros por lo que no descarta la idea de la
reutilización de fosas y gran densidad de tumbas en el pequeño cementerio.

En las fosas aparte de los restos óseos no se encontró evidencia de ataúdes, la


autora cita que el metal debió ser un recurso poco accesible para muchos, por lo
que probablemente los ataúdes estaban constituido en su totalidad de madera y
con estos se degradaron dadas a las condiciones de clima y suelos. Aunque en la
primera fosa más bien concluye que no pudo haberse dado el entierro en ataúd
por la estreches y la evidencia in situ encontrada en dicha fosa.

Con respecto a la reutilización de fosas, Amador concluye que si se pudo haber


dado, ya que obtuvo piezas dentales que al ser analizadas arrojaron diferentes
edades, por lo que no duda que dicha situación fuera común, pues esta actividad
se hacía también en la iglesias. Aunque explica que esta práctica debió ser
señalada para situar cada tumba y tener control de los enterramientos, a pesar de
esto en Ujarrás no encontró indicadores de las tumbas pues tal vez fuesen
robados o se degradaron con el tiempo.

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Bibliografía

Amador, E. (2009). “Creencias Religiosas y su Valor Social: Practicas Funerarias


en el Cementerio Colonial El Calvario (C-139 EC), Ujarrás, Costa Rica”. Trabajo
Final de Graduación. Universidad de Costa Rica.

Fernández, P. & Chacón, M. (2007-08). “Ritos funerarios católicos en el Valle


Central de la Costa Rica del siglo XIX”. Cuadernos de Antropología, ISSN: 1409-
3138, No. 17-18: 89-101, 2007-2008.

Velázquez, C. (1996). “Las actitudes ante la Muerte en el Cartago del siglo XVII”.
Tesis de maestría del sistema de Posgrado de la Universidad de Costa Rica.

Velázquez, C. (1996). “Morir en el siglo XVII”. Revista de Historia. San José. N°


33. pp. 45-66.

NOTA: el documento es un borrador y


esquema del trabajo final, aun quedan
por incorporar diversos aspectos.

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