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El reino de Yama es el lugar donde van los buenos, “en el más alto cielo,
en el sol” lugar de gran belleza y felicidad, donde abundan los alimentos
más preciados. Centro de reunión con los familiares y la gente del
pueblo que ha muerto. El muerto adquiere un nuevo cuerpo renovado,
una especie de “doble”.
Al infierno naraka (bajo tierra) van los malos, donde “quedan sentados
en medio de un río de sangre, comen pelo, beben lágrimas de uno que
lloró al ser derrotado, o el agua con que lavaron a un muerto”.Hay otros
lugares de supervivencia como los árboles o las plantas o la tierra
Madre.
Es hasta el S. VII-VI a. C, con el periodo upanishádico, que entra la
creencia en la reencarnación de las almas. El hinduismo no divide para
siempre la vida y la muerte, la vida sigue a la muerte y la muerte a la
vida, tampoco se aferra a la identidad: hoy estamos aquí de una
manera, después volveremos de otra forma.
Su símbolo es una rueda, la cadena sin fin del renacer. La adhesión a las
cosas, la ignorancia impide ver la realidad como es, “su superación lleva
a una visión directa del Brahamán y a la unidad en lo existente”. El alma
eterna, el atman, está desterrada en el cuerpo. Como un ave, va
volando de cuerpo en cuerpo, sin fin durante toda la duración de un ciclo
cósmico, antes de fundirse en el Brahamán, pero las malas acciones la
hacen descender en la escala de los seres, para renacer en un hombre
de categoría inferior, o incluso de una planta o animal, por el contrario
sus buenas acciones, la elevarán hasta alcanzar el Brahamán, claro que
para esto, podrían pasar por 8. 400.000 vidas antes de llegar a la
liberació.