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María Elvira Samper 28 Dic 2013 - 8:00 pm

El buen samaritano vs. inquisición

Pasada la navidad que, sin duda, ha perdido su sentido original, su espíritu religioso (el
pesebre ha sido desplazado por Papá Noel, la novena de aguinaldos por las guías de
compras y los villancicos por los 40 cañonazos bailables), cabe preguntarse si el
catolicismo está de capa caída, si la religión está perdiendo en estas latitudes tanto
terreno como en los países desarrollados, si hay un descreimiento generalizado entre los
jóvenes y si es creciente la deserción de los adultos de las filas de la Iglesia.

Por: María Elvira Samper

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La respuesta es “no”, a juzgar por el ‘Índice mundial de religión y ateísmo’ (2012),


encuesta de Gallup Internacional que cubre 57 naciones, incluida Colombia, donde el
83% de los entrevistados se declara creyente —la mayoría en la religión católica— y
solo el 3% se define como ateo. Resultados similares arroja un sondeo hecho por el
sociólogo William Mauricio Beltrán Cely en 2010: el 70,9% de los 3.853 encuestados
se dice católico y el 4,7% agnóstico o ateo.

Sí, la mayoría de los colombianos se confiesan católicos, pero una cosa es cómo se
autodefinen y otra si esa autodefinición se traduce en conductas acordes con la doctrina.
En este sentido, las decisiones personales en asuntos de orden moral, como la
anticoncepción y la fecundación por medios artificiales, el aborto y la eutanasia, o en
cuanto a las relaciones prematrimoniales y el matrimonio, se apartan cada vez más de la
doctrina católica.

La Iglesia ha perdido el control sobre la vida de los creyentes. Las mujeres toman
anticonceptivos y abortan cuando no encuentran otra salida; la virginidad dejó de ser
una virtud, la infertilidad tiene solución in vitro y la muerte asistida y digna es un
derecho; las relaciones prematrimoniales son pan de cada día, las personas se divorcian
y se vuelven a casar y el matrimonio tiende a la baja. Las solicitudes para casarse por la
Iglesia —y por lo civil— han disminuido, mientras crece el número de uniones libres.
Según el Mapa Mundial de la Familia 2013, que cubre 45 países, Colombia registra el
mayor número de uniones libres en la región —39% de las parejas entre 18 y 49 años
viven en uniones consensuales— y es también el país donde la gente tiende menos a
casarse.
La dispersión de creencias y valores morales, la liberalización de las costumbres, la
ampliación de los derechos de las mujeres y los mayores niveles de educación
alcanzados por sectores de la población —en especial en la urbana—, explican en buena
parte por qué tantos se han alejado de las iglesias —de la Iglesia—. Decepcionados,
muchos creyentes sienten que la religión católica no llena sus necesidades espirituales ni
responde a sus problemas cotidianos, que la Iglesia no acoge ni acepta por igual a todos
los fieles, que juzga y no oye, que sus jerarquías viven lejos del rebaño.

El papa Francisco es hoy una luz de esperanza para ellos. Ha demostrado gran
sensibilidad y comprensión por las necesidades y problemas cotidianos de la gente,
anuncia reformas en todos los niveles y ha dicho que la primera debe ser la de las
actitudes de los pastores. Pero los enemigos del cambio persisten en su labor de zapa,
como el arzobispo Ludwig Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la
Fe —feudo de los retardatarios— y quien en un artículo publicado en L’Osservatore
Romano arremetió contra la posibilidad de permitirles la comunión a los divorciados e
insistió en la indisolubilidad del matrimonio. Un ataque doctrinario contra los
pronunciamientos del papa basados en la misericordia. El sínodo sobre asuntos de la
familia, convocado para octubre de 2014, será un pulso entre el papa Francisco y los
reformadores, y la caverna eclesiástica representada por el prefecto de la fe.

 María Elvira Samper | Elespectador.com


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