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China avanza en la región imponiendo su capacidad de compra y una lógica ricardiana

04 agosto 2019

El gigante asiático como mayor comprador de commodities cuenta con una importante arma de
negociación a nivel comercial y diplomático.

Xi Jinping

Xi Jinping, el presidente de China.

Foto: NA

Por Gabriel Balbo

La condición de China como el mayor comprador de commodities del mundo (justificando su


rótulo de “factoría del mundo”) le otorga, con respecto a países dependientes de alguno de ellos,
una importante arma de negociación a nivel comercial y diplomático. Algunos ejemplos válidos en
nuestras latitudes: Chile depende del cobre, Brasil depende (ciertamente con una menor magnitud
relativa) de la soja, el mineral de hierro y el crudo (petróleo), y Argentina también depende en
buena medida de los granos y los combustibles fósiles para equilibrar su balanza de pagos.

Así es como China sale a jugar estas cartas a la hora de la venta de tecnología a los
“commoditizados”, intentando neutralizar los “issues” (principalmente de seguridad) que alega su
gran rival comercial global (y player a vencer) en generación de alto valor agregado: Estados
Unidos.

Entonces se pueden advertir los malabares diplomáticos que deben realizar tanto Chile como
Brasil para no perder condiciones comerciales favorables con el gigante asiático y, a su vez, no
enfurecer a la administración Trump, que presiona solicitando la exclusión de la china Huawei de
los grandes proyectos tecnológicos en danza, principalmente (y de forma casi excluyente) aquellos
relacionados con el despliegue de la Quinta Generación de tecnología celular móvil (el 5G).
En el caso chileno, el destino financiero del país depende en gran medida de las ventas de cobre.
Este commodity representa en la actualidad el 10% del total del PBI y prácticamente un 50% del
total de las exportaciones del país transandino: 30 mil millones de dólares. De esa cifra, el 42%
corresponde a exportaciones del metal rojo a China.

En lo que va de 2019 el precio del cobre ha bajado de manera considerable, (primordialmente por
las adversas expectativas económicas globales, que llevan al gigante asiático a demandar menos
cantidad), lo que ha encendido las alarmas del otro lado de la cordillera: el 18 de julio pasado,
COCHILCO (Comisión Chilena del Cobre) comunicó un ajuste a la baja de su proyección de precios
para 2019 (de 3,05 a 2,81 dólares por libra) y para 2020 (de 3,08 a 2,90 dólares) debido a que
“continúan las tensiones macroeconómicas y geopolíticas globales, lo que ha deteriorado las
expectativas de crecimiento mundial; y a que China enfrenta un ciclo de desaceleración económica
que ha socavado las expectativas de demanda del metal en el corto plazo”.

En este contexto, la diplomacia comercial chilena pugna por lograr mayores despachos de vinos,
salmón y fruta fresca para equilibrar la balanza externa. Así, el presidente Piñera lidera la cuestión,
intentando avanzar en una profundización de las relaciones comerciales con China (que
actualmente, con el 28% del intercambio global total del país, se revela como su principal socio
comercial). Intenta cautivar a su par Xi Jinping con la implementación de un “nuevo y modernizado
acuerdo de libre comercio y el desarrollo de áreas como la electromovilidad, la tecnología 5G, la
política espacial y la colaboración en ciencia, tecnología, innovación y emprendimiento” (Prensa
de Presidencia después de la primer visita de Estado de Piñera a China).

Asimismo, los chilenos redoblan “esfuerzos”, manifestando a través de su viceministro de


Relaciones Exteriores, Rodrigo Yañez Benitez, que no van excluir a Huawei de las futuras
licitaciones por equipamiento 5G, pese a las advertencias recibidas por parte de Mike Pompeo,
Secretario de Estado norteamericano, sobre “los peligros” que implica la tecnología de la firma
china.

En este punto se puede advertir claramente el trade off que China implícitamente propone y que
Chile acepta: commodities por infraestructura. Tiene su lógica desde ambos lados: los chinos
avanzan en todos los mercados con su oferta tecnológica, los chilenos no tienen una gran
estructura científico-tecnológica que deban proteger dentro de algún tipo de negociación
comercial, y sí están dispuestos a avanzar en mercados para su oferta primarizada y/o de
manufactura básica (como los vinos).
En tanto que Brasil, con mucho más juego diplomático y comercial a partir de su tamaño como
mercado y como productor de bienes y servicios, también trata de mantener una posición
equilibrada entre Estados Unidos y China, aunque lo acecha el mismo trade off que domina las
relaciones del país asiático con Chile: el 82 % de la soja brasileña (principal productor mundial, con
83 millones de toneladas producidas en 2018) actualmente tiene destino chino.

En este caso, Huawei ha sido el elegida para realizar los primeros tests de 5G por la firma TIM en el
sur del país (Florianopolis), materializando de esta manera la no exclusión en territorio brasileño
de la icónica firma tecnológica china como proveedora de redes de telecomunicaciones móviles de
quinta generación. Complementariamente también Huawei ha avanzado en la apertura de un
Laboratorio de Internet de las cosas (IoT) en el estado de São Paulo y planea construir una planta
de ensamblaje de teléfonos inteligentes.

Por último, Argentina también presenta un horizonte de mucho trabajo para su diplomacia. Dada
la importancia de China como socio comercial por un lado y las devenidas estrechas relaciones con
Estados Unidos (como ejemplo, principal garante de la administración Macri ante el FMI), el
Palacio San Martín deberá surfear los malestares que generen sus decisiones comerciales que, en
el mejor de los casos, contemplará una industria propia que (aún con dificultades) tiene efectivas
capacidades científico-tecnológicas.

En este sentido, China no solamente detenta el 80% de las exportaciones argentinas de poroto de
soja sino que “seduce” a nuestro país con la posibilidad de abrir su mercado a la harina de soja,
cuestión que ha sido un objetivo malogrado en los últimos 20 años y que implica incrementar el
valor agregado del mix exportador local y principalmente del complejo sojero (algo muy positivo
sin dudas). Sabido es que en la arena de las relaciones internacionales nada es gratuito, esta
decisión de los chinos posiblemente apunte a allanar el camino para la entrada de sus campeones
tecnológicos (con Huawei a la cabeza) en el mercado de las telecomunicaciones vernáculo.

En tanto que Estados Unidos por un lado mantiene hacia Argentina la misma postura que en las
naciones vecinas respecto de la participación de Huawei en las arenas mencionadas, y por otro
lado le hace un guiño a las posibles compras de tecnología israelí (equipamiento para seguridad) o
coreana (aviones militares). Las advertencias sobre Huawei habrían provenido en este caso del
Comando Sur, dirigidas al ministerio de Defensa por las presumibles amenazas de seguridad que
presentarían los equipamientos de redes y telecomunicaciones chinos.
Se podría considerar que los tres casos expuestos vendrían a disponer implícitamente una suerte
de “commodities for technology” llevado adelante por China, valiéndose de su actual músculo
económico y homenajeando así al extinto “Oil for Food”, creado por las Naciones Unidas en 1995
que permitía a Irak vender su petróleo a cambio de comida, medicinas y otros. Este último
programa se extinguió relativamente pronto; el que propone China tiene el aspecto de que va a
durar bastante más.

(*) Analista de Relaciones Económicas Internacionales, Tecnología y Geopolítica. Director de


ESPADE (Estudios para el Desarrollo).

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