Sie sind auf Seite 1von 50

Diario de jules Renard (1887-1891)

DIARIO de JULES RENARD

EL DIARIO de JULES RENARD

William Somerset Maugham

Jules Renard empezó a escribir su Diario en 1887. Es un documento único. No tenía


ilusiones sobre sí mismo, y se describía con salvaje sinceridad; tanta, que a veces da
escalofríos al lector. Cuesta imaginarse que destinara su Diario a ser publicado. Cierta
vez dijo que deseaba que su hijo no lo leyera hasta que fuera digno de hacerlo. Es difícil
saber qué quiso decir con esto. Pensamos que si su hijo llegara a leerlo, podría más bien
perder todo el respeto y afecto que pudiera tener por su padre. En su Diario, Renard se
muestra inescrupuloso, rudamente egoísta, mal educado, envidioso, duro y, a veces,
hasta cruel. Murió en 1910, y hoy queda poca gente que lo conoció. Con los dos o tres
con quienes me he encontrado, estuvieron de acuerdo en que era detestable a pesar su
brillante inteligencia. Al menos habla en su favor el que nunca haya intentado mostrarse
mejor de lo que era.
Es fácil relatar su vida, pues tenemos material, aparte del de su Diario, en sus novelas
Poil de Carotte y L'Ecornifleur; en sus tres piezas cortas: Le Plaisir de Rompre, La Paix
du Ménage y La Bigote, y en el cuento llamado La Maîtresse. Todos sus
autobiográficos. Jules Renard nació en el seno de una familia campesina que habitaba
en el centro de Francia, en la Niévre, desde hacía varias generaciones. Su padre, uno
entre numerosos hermanos, había nacido en una cabaña de una sola habitación, que era
la de la familia. En una u otra forma -no se nos dice cómo- se las arregló para adquirir
algo de educación y llegó a ser contratista en el Departamento de Obras Públicas.
Después de construir un puente sobre el estero de La Viette, hizo dinero suficiente como
para retirarse y comprar una casa en Chitry. Pasó allí el resto de su vida, pescando,
cazando y cultivando las pocas hectáreas de tierra que había adquirido. Hasta su muerte,
permaneció campesino de corazón. Jules era el menor de sus tres hijos. Su madre lo
odiaba. Jamás quiso tenerlo y su nacimientos se debió a un accidente en sus relaciones
sexuales. Era un niño feo, pelirrojo y sucio. Desde temprana edad lo pusieron a hacer

1
quehaceres domésticos. En Poil de Carotte hay un incidente que nos choca aún más que
las palizas que su madre le propinaba. Como algunos niños, Jule se orinaba en la cama
durante la noche, por lo que al otro día era golpeado sonoramente. Cierta vez, debido a
la visita de un pariente al que hubo de dejar a dormir, mandaron a Jules a acostarse a la
cama de su madre. El niño hizo todo lo que pudo para retenerse, pro al fin no pudo más
y se orinó. Lo castigaron dejándole en cama al día siguiente, En la tarde, a modo de
cena, su madre le trajo una taza de caldo. Su hermano y hermana, tratando de no reir
burlonamente, observaban cómo la madre introducía una cucharada tras otra en la boca
del niño. Cuando terminó, aplaudieron exclamando: "¡Se la bebió, se la bebió!" Al
contarle su madre que se trataba de la orina que había dejado en la cama durante la
noche, Jules sólo dijo: "Así me pareció que era".
El padre de Renard -que en la novela se llama Monsieur Lepic- no era descariñado con
él, pero no se metía en el trato que su esposa daba al niño. Era un hombe callado,
introvertido, que vivía sólo por necesidad en estrecho contacto con su familia, ya que
por su gusto habría permanecido aparte. Cuando Poil de Carotte trató de poner a su
padre de su parte y fracasó, emitió la desesperada exclamación que conmovió tanto al
público lector: Tout le monde ne peut pas être orphelin. Al cumplir Jules diez años lo
enviaron a un internado en Nevers. Su padre iba de vez en cuando a verle y ambos se
escribían. Contestando una carta del niño, el padre le preguntaba por qué en la que
recién había recibido empezaba cada línea con mayúscula. El niño respondió: "Querido
papá: no te diste cuenta de que mi carta estaba en verso".
Jules Renard -Poil de Carotte, como lo llamaban por su pelo colorín- no era un buen
niñito. El él no había nada de Little Lord Fauntleroy, ni siquiera de David Copperfield.
Era, en realidad, una horrible bestezuela. Jules Renard cuenta una chocante historia de
su época de colegial. Un maestro, cuyo deber consistía en inspeccionar el dormitorio
cuando los muchachos estaban acostados, tenía el hábito de sentarse en la cama de uno
de ellos y conversarle, y cuando se levantaba para ise, lo besaba deseándole buenas
noches. Poil de Carotte, locamente celoso halló un oportunidad para exagerar al rector
el inofensivo hecho. El maestro fue despedido. El día en que el desgraciado hombre,
ignominiosamente echado, se iba, Poil de Carotte le dijo: "¿Por qué no me besaste a mí
también?" Repulsivo, por supuesto. ¡Pero qué pasión hay en ese grito!
A los diecisiete años, habiendo Jules egresado existosamente del colegio, Monsieur
Renard lo envió a París para que completase su educación. Le asignó ciento cincuenta
francos mensuales, que equivalían entonces a seis libras esterlinas. Tomó un cuarto en

2
un hotel barato. En 1888 pasó su bachillerato y se puso a buscar trabajo. No pudo
hallarlo. Ya había empezado a escribir y mandó algunos cuentos a un periódico de
provincia: Le Journal de la Nivre. Se los publicaron sin pagárselos. Pronto tuvo un
número suficiente como para completar un volumen, y encontró un editor que accedió a
publicárselo. Pero el editor desapareció sin dejar rastros. Jule hizo su servicio militar;
cuando lo licenciaron regresó a París en busca de medios de ganarse la vida. Al fin
obtuvo trabajo en una firma de corredores de propiedades con un sueldo de cien francos
al mes. Debe haber hecho buena impresión al director de la firma, Monsieur Lion, y a su
señora, pues lo contrataron como tutor de sus tres hijos con un sueldo más elevado
aunque todavía miserable. Esto lo saqué del Prefacio a las obras completas de Renard,
publicadas después de su muerte; en él, Henry Bachelin relata los primeros años de la
vida del escritor. En ciertos puntos, Monsieur Bachelin se pone extrañamente vago. Por
suerte la obra titulada La Maîtresse y la cartas de Jules a su padre -que se publicaron-
permiten conocer hechos que el autor de Prefacio debe haber considerado indiscreto
referir.
Mediante los Lion, que eran gente de cierta cultura, Renard reconoció a varios de sus
amigos, siendo ocasionalmente invitado a sus fiestas. Jules era para entonces un joven
alto, con una hermosa cabeza pelirroja, rasgos pasables, buena figura y aire varonil.
Después de una de estas fiestas, acompañó de vuelta a su departamento a una actriz
quue había estado en ella. Aunque mucho mayor que Jules, era una mujer atractiva, y
durante el camino él le hizo ciertas proposiciones. A ella le asombraron lo repentino de
éstas, sobre todo que no se habían encontrado jamás antes, pero tal audacia y persuasión
no le desagradaron. Le dio a entender que estaba magníficamente mantenida por un
hombre rico y que no podía arriesgarse a perder la buena renta que éste le daba. Sin
embargo, consintió en ir al hotel de Tenard, bajo la promesa de que él no trataría de ir a
su departamento. Así empezó una relación que se prolognó bastante para satisfacción de
ambos. La dama consiguió que algunos poemas de Renard fueran publicados, y él los
recitaba en las fiestas. Su juventud, su buena presencia y su acento provinciano, que
nunca perdió del todo, le ganaron un modesto éxito. No obstante -exigencia propia de
un joven- se sentía molesto de compartir a su amante con otro. Un día, sabiendo que
ella iba a recibir a su rival -si así podemos llamarlo-, se ocultó fuera de la casa en la que
ella vivía. Pronto vio entrar a un añoso y corpulento hombre de negocios. Renard se
turbó profundamente y decidió cortar relaciones con su amante. No podía seguir
tolerando regalos y favores de ella, pues, de hecho, eran pagados por otro.

3
Profundamente ultrajado le escribió una larga carta diciéndole que debía elegir entre
ambos. Su orgullo y su honor no le permitían continuar en esta humillante situación.
Ella había quedado en ir a su hotel la misma tarde en que él escribió la carta, y, como de
costumbre, fueron a parar a la cama. En no envió la carta y el asunto siguió como antes.
Llegaron las vacaciones estivales y Renard, sin tener que enseñar a los hijos de
Monsieur Lion, fue invitado por unos amigos a pasar unas cuantas semanas en la costa.
Henry Bachelin no nos dice quienes eran ni por qué lo invitaron. Las cartas de Reanrd a
su padre parecen explicarlo. Cierto Monsieur Morneau, fabricante de muebles del sigo
XVIII, deseaba escribir una obra sobre este asunto. Como no era capaz de hacerlo,
necesitaba un "fantasma" que realizara el trabajo que después el publicaría con su
nombre. Podemos presumir que Jules Renard, a sugerencia de Monsieur Lion, fue
contratado con una considerable remuneración. Debía vivir con la familia que estaba
compuesta por Monsieur Morneau, su mujer y su hija. Con este material fue con el que
Renard escribió su novela L'Ecornifleur. Esta obra fue elegida hace poco por un grupo
de escritores como la mejor novela escrita en Francia en los últimos cincuenta años, y
traducida recientemente al inglés con el título de The Sponger. La historia se puede
contar en pocas líneas. El protagonista, un joven peota sin dinero, conoce a un hombre
de negocios y su esposa. De este conocimiento nace una amistad y es invitado a
visitarles en la costa. Allí se les reúne su sobrina, huérfana, poseedora de una fortuna. El
joven considera que es su deber el tratar de seducir a la dueña de la casa. Aunque él le
atrae y ella llega a estar bastante enamorada, no tiene éxito. Entonces él enseña a nadar
a la sobrina, y ésta se enamora de él. Naturalmente -sabemos qué tipo de hombre es- la
seduce. No es fácil exponer en inglés, en términos decorosos, hasta donde llegó el
asunto; sólo puedo decir que llegó hasta donde era posible que llegara sin caer en los
últimos extremos. Con ambas -tía y sobrina- enamoradas de él, su situación es tan difícil
que le parece prudente volver a París, y la historia termina con su partida. Como en su
Diario Renard hace notar que su imaginación consiste en su memoria, siendo, como era,
inmune a la decencia, podemos estar seguros de que su novela relata los hechos sin
apartarse mayormente de la realidad.
Vuelto a París, Renard se puso a trabajar en el libro que firmaría Monsieur Morneau. El
joven estaba en apuros económicos. A comienzos de enero de 1884, escribió a su padre:
"Estos últimos días he dudado hasta de comprar una estampilla. No exagero. Diciembre
fue especialmente duro". Su amistad con los Morneau se reanudó cuando éstos
volvieron a París, y cenaba todas las noches con ellos. No perdió su tiempo. El 18 de

4
febrero, en carta a su padre, decía: "Te he hablado casualmente de un posible
matrimonio. Ya me declaré". Desgraciadamente, las cartas en que habla de ello no se
conservan, y el tema nos coge de sorpresa. ¿Cómo podía, en sus circunstancias, pensar
en matrimonio?. Su proposición fue aceptada y él escribió a su padre pidiéndole
setecientos francos para comprar un anillo de compromiso. El matrimonio de Jules
Renard con Marinette, hija de Monsieur y Madame Morneau, se efectuó a fines de
mayo, y la feliz pareja partió a Barfleur en un viaje de luna de miel. Nos preguntamos
por qué una próspera familia burguesa aceptó que su hija única se casara con un pobre y
desconocido escritor. La sola entrada de Renard consitía en el miserable sueldo que aún
recibía de Monsieur Lion. Es cierto que escribía artículos para pequeñas revistas de
corta y azarosa existencia, por los que le pagaban poco o nada. La primera explicación
que se nos ocurre -la de que se trataba de salvar la reputación de la hija mediante el
matrimonio- carece de fundamento. Su primer hijo nació después de un año de casados.
Podemos suponer que los Morneau aprobaron el matrimonio basándose en la rara idea
francesa de que casando a una hija con un literato se da a una familia burguesa cierto
prestigio.
Es posible que Jules Renard, antes de su boda, como es lo correcto, hay ido a
despedirse de su amante, de cuyos favores sexuales había gozado por tantos meses.
Unos nueve años más tarde escribió una obra en un acto titulada Le Plaisir de Rompre.
Es un diálogo entre un joven y una mujer, algo mayor que él, que ha sido su amante.
Este va a casarse a la mañana siguiente con una joven adinerada, y la amante, por su
parte, también se las ha arreglado para hacer un matrimonio de conveniencia que
asegurará su futuro. Aambos están todavía algo más que un poco enamorados el uno del
otro, y ahora que el presunto novio ve por última vez a la atrativa mujer, le dice, en un
momento de pasión, que bastaría que ella le dijese una sola palabra para que él dejara a
su novia y renudaran sus relaciones para siempre. No obstante, prevalece el sentido
común de ella: el amor está muy bien y es muy hermoso, pero no se puede vivir de él,
por lo que se separan definitivamente. Es una obrita encantadora, aguda y emocionante,
y tuvo gran éxito cuando se dio. Después de la primera función Jules Renard se
preguntó en su Diario que habría pensado de ella la verdadera Blanca, modelo de su
pequeña obra.
Terminada la luna de miel, los Renard fueron a Chitry. La madre de Jules le tomó mala
voluntad a Marinette, burlándose de la noble "señorita" con que se había casado su hijo.
Hizo todo lo que pudo para hacer la vida intolerable a su nuera; pero ellos

5
permanecieron allí, me imgino que por razones económicas, hasta que nació su primer
hijo, un varón. Entonces tomaron un departamento en París. Una sardónica nota del
Diario sugiere cómo pudieron hacerlo: "¿Llegó M. M. (Monsieur Morneau, suegro de
Renard) a ser un afortunado y hábil comerciante sólo para que su rica hija se casara con
un pobre escritor?"
En los años que siguieron, en los que Marinette tuvo una hija, Jules Renard trabajó
bastante como periodista; fue mal pagado y sólo podemos suponer que los mantenía en
parte el afortunado e inteligente comerciante. Como esto es lo útlimo que sabemos del
padre de Marinette, debemos presumir que murió con el tiempo. En 1888 Jules publicó
su primer libro: Crime de Village, una colección de cuentos escritos en su mayoría
tiempo atrás. Jules Renard amaba realmente a Marinette. En su Diario rara vez tiene una
palabra amable para la gente que menciona, en cambio siempre habla de ella con hondo
cariño. "Aparece Marinette -escribe- y el suelo se hace más suave (plous douce) bajo
mis pies". En los círculos literarios donde, al crecer su reputación, él se movía, los
hombres eran absolutamente infieles a sus esposas. Renard se mantuvo absolutamente
fiel a la suya. Fue uno de los fundadores del Mercure de Fance, que, como todos
sabemos, llegó a ser la más conocida y avanzada revista de época. Renard escibió
regularmente para ella. Sólo en 1892 publicó su novela L'Ecornifleur, y en 1985, Poil de
Carotte. Ambos libros lo consagraron como un escritor oiginal y talentoso. Su estilo
nervioso, alerta y muy personal, fue muy alabado por los críticos. L'Ecornifleur tuvo
buena acogida entre sus colegas ecritores, pero su cínico humor no gusto al gran
público. Poil de Carotte, en cambio, obtuvo un gran éxito, y los críticos alabaron
unánimente su ímpetu, su ironía y su humor. Con el tiempo, Renard teatralizó estas
narraciones. L'Ecornifleur, que él tituló Monsieur Vernet para las tablas, resultó
desilusionadora; pero Poil de Carotte triunfó. El público se encantó y, desde entonces la
obra se ha puesto en escena numerosas veces.
En 1895 la situación de Renard era bastante más holgada debido al dinero heredado por
Marinette a la muerte de su padre, por lo que pudo alquilar, y luego comprar, en
Chaumont, cerca de Chitry -donde vivían sus padres-, una casa con suficiente terreno
como para tener pollos, patos, gansos, un caballo, un burro, ovejas, cerdos, una vaca y
un toro. Para guardar el ganado contrató a un campesino, llamado Philippe y, como
empleada de todo servicio, a su mujer Ragotte. Marinette ciudaba los niños y, ayudada
por Ragotte, cocinaba. De allí en adelante, Renard pasaba con su mujer e hijos desde
mayo a octubre en Cahumont, y sólo los inviernos en París. En ninguna parte se sentía

6
más feliz que en el campo; era, en el fondo de su corazón y como decían sus enemigos,
un campesino al igual que sus antepasados. Tenía muchos enemigos, pues parece que le
gustaba darse el maligno placer de contrariar a la gente. Admitían su talento, pero les
irritaba su rudeza, su indiferencia ante los campesinos ajenos a su arrogancia. En el
campo podía cazar y pescar, pasatiempo que compartía con su padre, y se sentía a sus
anchas con los campesinos, como nunca lo estaba con sus amigos de París.
En 1887 su padre cayó enfermo. Pocas semanas más tarde, Jules escribió a Tristán
Bernard: "Querido amigo: Sin esperanzas de mejorarse, mi padre se mató ayer
disparándose un tiro en el corazón. Te aseguro que estoy lleno de admiración por la
forma en que se dio muerte. Tu triste amigo". A otro de sus conocidos le dijo que su
padre había muerto como el gran deportista que era y como un sabio. A otro le ecribió:
"En cuanto a mí, espero mostrar, en esta solemne hora de mi vida, el mismo temple de
alma y la misma inteligencia".
Después de la muerte de su marido, la madre de Renard continuó viviendo en Chitry.
Como siempre, seguía siendo dura, dominante y estrecha de mente. No sabemos si leyó
alguna vez Poil de Carotte, y si lo hizo, que pensó del retrato que trazara su hijo de ella.
Le impresionó poco su éxito literario, pero, más adelante, cuando él se dedicó a la
política y fue elegido concejal y luego alcalde -por lo que la gente de su povincia natal,
que hasta entonces lo había ignorado, empezó a tomarlo en cuenta-, sólo entonces ella
estuvo, no sin razón, contenta... pero de só misma. No sobrevivió mucho tiempo a su
marido. Dos años después de su meurte, Jules escribía en una de sus cartas: "Querido
amigo: recién recibí tu hermosa carta. Iba a escribirte que mi madre, según creo por
accidente, se cayó y ahogó en el pozo. Estoy algo impresionado. Marinette está como
siempre. Los niños gozan de buena salud te escribiré más tarde". ¿Creyó que era
realmente un accidente? Decidió vender la casa de Chaumont y cambiarse a la de Cristy,
pues, aunque no había nacido en ella, la consisderaba como su lugar natal.
A Antoine, el actor y empresario, escribió: "Te agradezco tu cordial nota sobre la
muerte de mi madre. Como puedes imaginarte, la parte burlesca de este asunto no se me
escapa. Durante los últimos quince días he estado un poco inquieto. Te lo contaré todo
después. Entre tanto, estoy restaurando un poco la casa donde, sin duda, también moriré
yo. Cuando quieras puedes tener La Bigotte. El teatro todavía continúa." La Bigotte era
una obra de teatro escrita por Renard. En ella mostraba cómo la paz y la felicidad de una
familia se arruinaba por la obediencia prestada por la madre al cura del pueblo. La
madre constituía, por supuesto, un feroz retrato de la suya. La pieza se estrenó pocos

7
meses después de muerta la madre de Jules. Los críticos, en general, la alabaron, y
Renard creyó que sería un éxito. Pero el público no le gustó y bajó el cartel después de
pocas representaciones.
Gracias al éxito de sus obras en un acto, Renard había llegado a conocer por aquel
tiempo a varias personas conectadas con el teatro: a Tristán Bernard y a Capus, ambos
dramaturgos, y a Lucien Guitry, actor. Pero su mejores amigos, eran Edmond Rostand y
su esposa. Rostand, después de dieciocho meses de negociaciones, logró que se diera a
Renard la Legión de Honor. Hay algo particularmente interesante en el placer infantil
que produjo la condecoración a ese hombre áspero e intolerable. Nos dice en su Diario
que, cuando fue a comprar un paquete de cigarrillos, no pudo evitar desabroharse el
abrigo para que el vendedor viera su cinta roja. Renard no era un hombre que se hiciera
fácilmente de amigos, y cuando se hacía de ellos, los despachaba pronto. El mismo
decía que jamás tendría amigos porque estaba inclinado a pelear con ellos. Rostand era
la gran figura literaria del momento; sus ideas eran seguidas y celebradas por todos.
Renard estaba al tanto de que Rostand lo consideraba un buen escritor, pero que se
consideraba a sí mismo aún mejor. Acerca de Rostand escribió: "Es el único hombre a
quien puedo admirar, aunque lo detesto". "Está desintegrándose, está desintegrándose",
y en la línea siguiente: "Triste como una amistad muerta!. Hay que admitir que Renard
perdió la amistad de Rostand por su propia culpa. Escribió una obra de teatro en un acto
titulada La Paix du Ménage. Una pareja, marido y mujer, se hallan en el campo con otra
pareja. Pedro, el anfitrión, se siente atraído por la bella esposa de su amigo, y cree que si
le hace insinuaciones ella no lo rechazará. Al hablar con franqueza del asunto, Pedro
dice a la joven que es muy feliz con su esposa y que no le causaría dolor por nada del
mundo. Por su parte, ella tiene los mismo sentimientos hacia su marido. Ambos llegan a
la conclusión de que no vale la pena iniciar una aventura. Es una encantador obrita, y si
nos parece algo cínica, bueno, a menudo el sentido común parece cinismo.
Rostand y su esposa habían pasado un tiempo con los Renard en Chaumont. El no era
ningún tonto y, cuando leyó la obrita, se dio cuenta de que narraba un incidente que
había tenido lugar entre Jules y su propia esposa. Es verdad que ella no le fue infiel,
pero era desagradable saber que ambos habían discutido tal posibilidad. Tampoco podía
parecerle bien que Renard pensara, aunque fuera remotamente, seducir a su esposa
después todo lo que él, Rostand, había hecho en su ayuda. Cuando Renard, algo
groseramente, le pidió que asistiera al estreno sin su esposa, se confirmó su sospecha y
rehusó ir. Tildó a la obrita de "malévolo reportaje". Renard juró que no había tal, pero

8
como nunca había ocultado que estaba completamente desprovisto de facultad de
invención, Rostand supo que mentía. Tiempo después, Renard escribió "Rostand es el
poeta de la muchedumbre y cree ser el poeta de los elegidos".
Con excepción de Capus y Tristán Bernard, despreciaba a sus colegas escritores, lo que
no le impedía escribirle efusivas cartas cuando éstos le enviaban sus obras. Decía que
los autores son tan suceptibles que debemos alabarlos mucho más de lo que merecen.
Sobre los críticos escribió algo graciosísimo : "Debemos ser indulgentes con los
críticos: pasan sus vidas hablando de otras gentes y nadie habla de ellos".
En 1908 publicó una novela titulada Ragotte. Ella está hecha en parte como un libreto
de teatro -con el nombre del personaje que habla antes del diálogo- y en parte como una
narración. Es la vida de la empleada de todo servicio de Renard, de su marido Philippe y
de sus hijos. Ragotte -a la sazón de sesenta años- entró a servir a los trece. Tuvo una
hija, que se casó, un hijo, Paul, con quien había peleado, y otro hijo más joven, Joseph,
al que los Renard llevaron a París para buscarle trabajo. Este úlimo cayó enfermo, lo
hospitalizaron y murió. Fue por esta obra por la que Renard rompió con el Mercure de
France, donde había colaborado durante años. Es una historia amable y, en partes,
emocionante. Trata de los campesinos de Nivrnaies azotados por la pobreza: el tipo de
libro que un crítico despacha en una hora y comenta favorablemente, sabiendo que es la
clase de obra que mucha gente leerá con agrado. La novela fue criticada en el Mercure
de France por Rachilde, esposa de Alfred Vallete, fundador y editor jefe de la revista.
Ella trató la novela de Renard muy precipitadamente. Ofendido por considerar que, no
sólo como colaborador sino que también como accionista de la sociedad y el editor, su
libro merecía mejor trato, renunció al Consejo de la Editorial. Pero a los pocos días
retiró su renuncia. Parece que creyó que se le daría una explicación mediante una nueva
crítica más substanciosa, pero, al ser defraudado, renunció nuevamente y vendió sus
acciones. Alfred Vallette se enorgullecía de la libertad que otorgaba a sus colaboradores
para que dijeran lo que quisiesen, sin importarle cuán provocativo resultara y las
indignadas respuestas que acarrease. Sin duda se debió a esto el éxito de la revista. Tuve
la curiosidad de leer en un viejo número del Mercure de France lo que escribió Rachilde
y que ofendió tanto a Jules Renard. Dedicó al libro las ocho últimas líneas de su
artículo. Mencionó el título, sin alabarlo ni criticarlo. De hecho no dijo nada sobre él.
Pocas críticas podrían haber sido tan sintéticas. Decía, en suma, que ahora que Renard
era alcalde de Chitry y miembro de la Academia Goncourt, podía escribir lo que se le
ocurriera, y que cuando alguien escribía artículos sobre él, era sólo para alabarle; añadía

9
que recientemente ella había leído un de esos artículos, y le había parecido
absolutamente imbécil. Debemos suponer que Renard había ofendido a Rachilde, como
lo hizo con tantos de sus amigos, y ella aprovechó esa oportunidad para vengarse.
Creo que Ragotte fue el último libro que escribió. "¿Qué debo a mi familia?" -se
peguntaba-. ¡Qué mal agradecido! Ella me proveyó de obras perfectas". Es cierto que
para entonces ya había hecho todo el uso posible de su familia, y se halló en la
desgraciada situación del escritor profesional que no tiene de qué escribir. Se refugió en
su Diario. "He adquirido el hábito de escribir todo lo que se ocurre. Tomo nota de los
pensamientos tal como vienen, sean nocivos o criminales. Claro que estas notas no
siempre mostrarán el tipo de hombre que soy". No hay duda de que algo tenía que ver
con las notas, pues su ferocidad o su humor le entretenían mucho. Cito algunos
ejemplos: "No basta ser feliz; tienen que ser desgraciados los demás ". "Cuando alguien
me cuenta que una mujer ha estado diciendo cosas hirientes sobre mí, contesto: Qué
raro. Después de todo, nunca le he dicho una galantería". Era de una timidez que nunca
logró superar; tal vez era motivo por el cul no podía dar una respuesta amable cuando
alguien lo alababa. Declaraba que prefería ser mal educado que obvio. Al comienzo de
su Diario escribió que éste no iba a ser sólo charlatanería, como el de los Goncourt, sino
que le serviría para formarse el carácter y enmendarlo. Algo inesperadamente escribió:
"No hay Cielo, pero debemos inventar vivir como si lo hubiera!. Se daba cuenta de que
su Diario lo "vaciaba" y que no era una obra literaria; sin embargo, estaba seguro de que
era lo mejor y más útil que había hecho en su vida. Quizá tenía razón. No sé de otro
escritor -salvo, tal vez, Pepys, que no tuvo intención de hacerlo- que haya trazado un
retrato tan brutalmente verdadero de sí mismo como el que trazó Jules Renard. Estaba
devorado por la envidia. "La envidia no es un sentimiento noble -escribía-, pero
tampoco lo es la hipocresía, y me pregunto qué se gana al substituir una por otra". No le
gustaba leer los libros de sus amigos porque podía hallar algo que lo obligara a
admirarlos. "El éxito de los otros me irrita, sobre todo si es merecido."Envidiaba hasta
la felicidad de Marinette y le enojaba que ella fuera capaz de ser feliz con un hombre
cuyo carácter lo hacía insoportable a todo el mundo. No obstante pudo decir, después de
diecisiete años de matrimonio, que lo mejor de su vida fue el cariño de Marinette.
"Mujer ¿qué es lo que te atrae en él?", preguntaba un poco retóricamente. Y él mismo se
daba la respuesta: "La necesidad que tienes de mí". En otra parte escribía: "No quiero
nada del pasado. No cuento con el futuro. Soy un hombre feliz porque he renunciado a
la felicidad". Quizá su nota más trágica fue: "La vida sería intolerable sin amargura".

10
Hay un pasaje de su Diario que no puede leerse sin dolor. Una tarde, después de que
Renard había estado cazando con su empleado Philippe, éste, tímidamente, le pidió un
aumento de sueldo pra su hijo Paul, que también le servía. Renard montó en cólera y,
diigiéndose hacia donde se encontraba su esposa, hizo llamar a los dos hombres.
"Dominando mi rabia, le dije a Philippe que me había herido, que ya no podría confiar
en él, que había puesto un muro entre él y yo, y a Paul, que ya podía buscar trabajo en
otra parte. Quedaron aplastados, comieron apenas una cucharada de sopa, no durmieron
esa noche y, al día siguiente, Ragotte amaneció llorosa." Ragotte se disculpó
humildemente y rogó a Marinette los perdonara. "Por compasión, también por egoísmo
(siempre, siempre el egoísmo) me conmoví: era la segunda vez que veía llorar a
Ragotte. "Estamos tan apenados -decía ella-. Philippe pasó el día entero pelando
guisantes humilde y lleno de tristeza" ¿Puede haber algo más dulce para el miserable
orgullo de un patrón que un viejo sirviente de pelo cano sufra porque ha dicho algo
estúpido y no sabe como arreglarlo?"
Si el lector que me ha seguido hasta aquí cree que Jules Renard era un hombre odioso,
estará en lo cierto. Nadie lo sabía mejor que él. Pero los seres humanos no son de una
sola pieza. Si lo fueran, la tarea de los novelistas sería más simple, y sus novelas más
aburridas. Lo extraño es que pueden coexistir en nosotros las más discordantes
cualidades, mostrándonos como una masa de contradicciones que se combinan para
darnos una sola y consistente personalidad. Renard, terriblente egoísta, de mal genio y
susceptible, era capaz de infinita ternura. Cuando se separaba de Marinette, le escribía
diariamente. Empezaba sus cartas con las palabras: "Mi querida, mi muy querida".
Terminó una de ellas con las palabras: "Adiós, hasta muy pronto, mi bien. A la postre
verás que no hay nada para mí salvo tú, y cuando no estás, nada anda bien en mí".
Adoraba a sus dos hijos. El niño se llamaba Fantec y la niña Baïe. Cierta vez que tuvo
qu ir a Bourges a hacer un pequeño trabajo sobre el servicio militar, escribió a Marinette
al día siguiente de su llegada: "Me encantó la divertida carita que pusiste cuando me
venía. Quizás lloraste después, pero estuviste magnífica en ese último momento. ¡Pobre
querida! Nosotros -Fantec y yo- también no portamos bien. Fantec estaba jugando en la
arena y dijo, sin turbarse:
"-¿Vas a Corbigny, papá?
"-NO, a Bouges.
"-Muy bien, adiós -dijo nuevamente concentrado en la arena-. Lo besé con todo mi
corazón por su dulce despego, y aún tengo en la mejilla tu beso y el de Baïe".

11
Los niños empezaron a crecer. Baïe permaneció en casa pero Fantec fue al colegio. Las
cartas de que Renard le escribió son encantadoras. No son las de un padre a un hijo, sino
las de un amigo a otro. Consoló al niño cuando no obtuvo el premio que esperaba, y
alabó una disertación que éste escribió. "Lo que me agrada particularmente es que tu
lenguaje ha mejorado. Es fuerte, sólido y claro. Ahora dices lo que quieres decir,
¡supieras lo rara que es esta cualidad! La perdemos apenas deseamos tener un estilo
antes que otra cosa." Podemos perdonarle con toda seguridad su envidia, sus celos del
éxito ajeno y su rudeza, cuando recordamos su gran amor por su querida Marinette y sus
dos hijos; era un hombre marcado por su desgraciada niñez, la dureza de su primera
juventud y esa timidez que lindaba con lo patológico, escondía hermosos sentimientos
en su corazón.
Poco más tengo que decir de Jules Renard. En 1978 fue elegido miembro de la
Académie Goncourt. Esto le dio una entrada fija de cuatro mil francos anuales. Era
menos de lo que los Goncourt habían querido dar a sus académicos, pero, a pesar de
todo, le venían muy bien, pues su trabajo de periodista estaba miserablemente pagado.
Por entonces un autor sólo podía tener una entrada razonable escribiendo obras de
teatro. Las obras de un acto, a Renard le dieron muy poco dinero. Los empresarios
querían obras en tres actos. Pero él nunca pudo escribirlas. Tal vez fue a través de Leon
Blum (que era sólo un literato en esa época) cómo conoció a Jean Jaurès -que sería
asesinado por un fanático en 1914- y bajo cuya influencia se haría socialista. Con su
usual y amargo conocimiento de sí mismo, anotó en su Diario: "¿Sería yo socialista si
pudiera escribir piezas de teatro en tres actos?" Aunque no escribía mucho, se ocupaba
también de otros asuntos. Cumplía con esmero las funciones de alcalde de la ciudad.
Lanzaba discursos políticos y presidía los banquetes oficiales. Dio conferencias bastante
concurridas en el Odeón. Había sido siempre un apasionado cazador, pero, de repente,
se dio cuenta de que ya no le agradaba matar pájaros. Un día que había salido con su
escopeta, alzó el vuelo una alondra. Disparó, no a matar, sino para ver qué sucedería. El
pajarito yacía de bruces, abriendo y cerrando su pico. "Alondra -escribió en su Diario-,
ojalá llegues a ser el más delicado de mis pensamientos, el más querido de mis
remordimientos. Moriste por otras. Rompo mi licencia y cuelgo mi escopeta de un
clavo."
Sólo he podido mencionar de paso que Renard tuvo un hermano y una hermana. Cada
cual siguió diferentes caminos. El los trataba cariñosamente, y cuando necesitaron
ayuda, se las dio con buenos consejos y dinero. Hacia fines de 1909, en una carta a su

12
hermana, le decía que últimamente no había estado bien. "Pero Marinette está aquí y yo
también, y nos cuidaremos uno al otro". Al año siguiente escribió a su hermana que los
médicos le habían diagnosticado arterioesclerosis y que estaba sentenciado. "¡Oh!, más
adelante, en treinta o más años, con hemorragia interna, demencia senil y parálisis
parcial." En marzo, para tranquilizar a la hermana, le escribió nuevamente diciéndole
que no estaba en peligro: "La misteriosa enfermedad llamada arterioesclerosis siempre
me produce cierta ansiedad que tendré que vigilar, pero no hay amenaza inmediata.
Trataré de vivir con ella. Quizás uno deba estar algo enfermo para vivir intensa y
razonablemente". El 6 de abril de 1910, Renard escribió a Lugné Poë, el actor y
empresario, pidiéndole que pusiera Poil de Carotte en el repertorio de la Comèdie
Française. Murió al día siguiente. Tenía sólo cuarenta y seis años. Si consideramos la
larga tortura de su vida, no podemos sino pensar en que su desgracia consistió en haber
nacido con talento, pero sin imaginación creadora. Habría sido un hombre, mucho más
feliz si no hubiese escrito una sola línea.

WILLIAM SOMERSET MAUGHAM

(*) Al iniciar su diario, Renard tenía 23 años y había publicado un libro de poemas, Les
Roses (Paul Sevin, París, 1886). N. del E.

(*) Este es el título del segundo libro publicado por Renard: París, 1888. N del E.

1887

Sin fecha. La frase de Baudelaire: densa y como cargada de fluídos eléctricos.

Detesto las historias que transcurren en algun lugar concreto. Por esa razón, sin duda,
me gustan tanto los libros de viajes, pues como soy muy poco versado en geografía, los
lugares que me describen son para mí países vagos, países imaginarios y de ensueño
que, por decirlo así, no cuentan.

13
¿Quién sabe si cada suceso no es resultado de algo que uno ha soñado, o que otro ha
soñado, y de lo que ya no se acuerda o no llegó a saber?

Una mujer tiene la importancia de un nido entre dos ramas.

La mujer, con sus muslos que se abren, corta -como si fuese una tijera- las hierbas de
nuestros deseos.

Estamos cansados de segar tantos deseos en el hermoso campo de nuestro amor.


La mujer a un hermoso animal sin piel, cuya piel es muy buscada.

El talento es una cuestión de cantidad. El talento no consiste en escribir una página sino
trescientos. No hay novela que una inteligencia común no pueda concebir, ni una frase,
por bella que sea, que un principiante no sea capaz de construir. Para esto, basta mover
la pluma sobre un papel y hacerlo con suma paciencia. Los fuertes no dudan: se sientan
ante su mesa de trabajo y ¡a sudar! Llegarán al final. Acabarán con la tinta, gastarán el
papel. Esta es toda la diferencia entre la gente de talento y los débiles que jamás se
deciden a empezar. En la literatura sólo hay bueyes. Los genios son los más grandes: los
que sufren diez y ocho horas diarias de una manera infatigable. La gloria es un esfuerzo
constante.

Un pájaro envuelto entre las brumas, igual que si trajera pedazos de una nube
desgarrada a picotazos.

Variedad de mujeres: es necesario ver con qué melancolía devora un tarro de dulces...

20 de junio. La nostalgia que sentimos por países que no conocemos, tal vez sólo sea el
recuerdo de lugares que recorrimos en viajes anteriores a esta vida.

1 de julio. Hoy iré a almorzar con Enrique Maret, de El Radical. El afirma -es una
reflexión profunda- que a un hombre a quien se le paga el almuerzo es un hombre medio
domesticado.

Sin fecha. Tú eres como el que pide café hirviendo para dejarlo enfriar.

14
16 de julio: He pasado esta noche entre las grandes damas del siglo XVIII: la Du Barry,
la Pompadour, la duquesa de Chateauroux, y me ha asaltado el deseo de ofrecer a la
suerte sesenta años de mi vida por uno de Luis XV. Pero todo ese mundo ya desapareció
y sólo queda el remordimiento de haber nacido un poco tarde.

20 de julio. El ingenio es a la verdadera inteligencia lo que el vinagre es al vino fuerte y


de buena cepa: un brebaje para cerebros estériles y estómagos enfermizos.

22 de julio. El mar, gran artista, mata por matar, y después arroja sobre las rocas, con
desdén, los despojos.

25 de julio. ¡Qué esta mujer ardiente no pueda casarse con un caballo!

4 de agosto. Entre Ronsard y André Chénier (¡aún Andre Chérnier!...) se busca en vano
un poeta. No un rimador, un versificador, un alineador de palabras, sino un poeta. ¡Ni
uno! Llamamos poesía a una creación por la imagen y el ensueño.

9 de agosto. A orillas del mar. Copos de espuma. Se diría que la ola estalla como un
petardo sordo y lejano del que sólo se viese el humo.

17 de setiembre. Una inexactitud escrupulosa.

13 de octubre. Aplaudía el drama de su cerebro con un castañeteo de dientes.

21 de octubre. Elevemos la panadería a la altura de una institución nacional: pan


gratuito y obligatorio.

23 de octubre. En mí, una necesidad casi incesante de hablar mal de los demás, y una
gran indiferencia al hacerlo.

24 de octubre. Se discutiría menos si de una discusión pudiera salir la más mínima


verdad, pues nada hay más fastidioso que ponerse de acuerdo: ya no se tiene nada que
decir.

15
28 de octubre. ¡Qué mundo tan curioso es del sueño! Dentro de nosotros los
pensamientos, las palabras interiores se apretujan, hormiguean. Todo ese pequeño
mundo que se apresura a vivir antes del despertar, que es su muerte, su fin.

3 de noviembre. Permanecer al acecho, con la pluma en alto, listos a a clavar la menor


idea que pueda salir de la inteligencia.

5 de noviembre. La mujer se desquita, especialmente en la litertura, de la posición de


inferioridad que -según dice- ocupa en la sociedad.

8 de noviembre. Lo que caracteriza el estilo de los Goncourt, es el menosprecio a la


armonía, eso que Flaubert llamaba "la caida de las frases". Ellos están encombrados; sus
frases, repletas de genitivos acoplados, de pesados subjuntivos, de giros patéticos que
parecen salir de una boca llena de saliva. Tienen palabras que parecen zarzas, una
sintaxis que irrita la garganta, que produce en el paladar la impresión de algo que se
desea vomitar.

9 de noviembre. El arte antes que todo. Permanecía un mes, dos, entre sus libros, sin
pedir nada más que tiempo para el descanso y el sueño. Y luego, de pronto, palpaba sus
bolsillos. Debía buscarse un empleo cualquiera para sobrevivir. Durante muchos días,
codo a codo con oficinistas de raza, pegaba estampillas, escribía direcciones; aceptaba
cualquier tarea, ganaba unos centavos, daba las gracias al patrón y regresaba a sus libros
hasta que lo presionara un nuevo apuro económico.

21 de noviembre. Cuando ya no podemos contar con nada, debemos contar con todo.
Cuando no se tiene de qué hablar, se habla de todo.

24 de noviembre. Me dicen que Montépin tiene ante sí, sobre su mesa, hombrecillos de
madera que va quitando conforme mueren en su novela.

25 de noviembre. En plena ciudad es donde se escriben las más bellas páginas sobre el
campo.

16
4 de diciembre. La mente sólo acepta una idea al corporizarla: de ahí las
comparaciones.

27 de diciembre. El trabajo piensa, la pereza sueña.

1888

Febrero. ¿Para qué arrojar ciencia en un cerebro de mujer! Echen un océano o un vaso
de agua en el ojo de una aguja, y sólo pasara, siempre, una sola gota.

Julio. Nada más fastidioso que los retratos de Gautier. La figura es descrita trazo por
trazo, con detalles y fastidiosas minucias. No deja nada a la imaginación. Ese es un
grave error del gran escritor, error del cual se cuida de caer la escuela moderna. Se
describe ahora mediante una palabra precisa, una imagen, pero sin entretenerse en
detalles microscópicos.

9 de octubre. He recibido una carta entristecedora de mi padre. Nada acerca de Crime


de Village (*), ni una palabra. Otra vanidad que tendré que perder.

11 de octubre. Escribió un poema y lo empezó así: "¡Musa, no me digas nada! ¡Musa,


cállate!"

13 de octubre. La elocuencia. San Andrés, clavado en la cruz, predica durante dos días
a veinte mil personas. Todas lo escuchan cautivadas, pero ninguno piensa en liberarlo.

20 de octubre. He leído el primer volumen de Entr'actes de Dumas hijo; nada que


reeleer.

15 de noviembre. Las palabras son la moneda suelta del pensamiento. Hay charlatanes
que nos pagan con monedas de diez céntimos y otros, al contrario, con luises de oro.

La conversación puede ser comparada a una lámpara. Se sube la mecha y aún algunas
ideas dan alguna luminosidad, pero decididamente falta aceite. Las palabras mueren, el
pensamiento dormita.

17
Todo pensamiento escrito está muerto. Antes vivía, ya no vive más. Era flor; la escritura
la ha vuelto artificial, es decir, inmutable.

23 de noviembre. El poeta debe soñar y observar. Tengo la convicción de que por ahí se
ha de renovar la poesía. Requiere de una transformación análoga a la que se ha
producido en la novela. ¡Resulta increíble que la vieja mitología aún nos oprima! ¿Para
qué escribir que un árbol se halla habitado por el fauno? Está habitado por él mismo. El
árbol vive: eso es lo que hay que creer. La planta tiene un alma. Lo hoja no es lo que la
gente vana piensa. Se habla con frecuencia de las hojas muertas, pero nadie cree que
mueran. ¿Para qué crear la vida junto a la vida? ¡Faunos, ya tuvieron sus tiempos, ahora
el poeta quiere conversar con el árbol!

Trabajas todos los días. Aceptas la vida en serio. Crees en tu arte con fervor. Te sirves de
la mujer con prudencia. Pero no serás nada.

29 de diciembre. ¡Cuánta gente quiso suicidarse y se contentó con romper su retrato!

1889

15 de enero. Algo que me ha sorprendido siempre: la admiración general de los


escritores de talento por Enrique Heine. Confieso que no comprendo nada de este
alemán que cometió el gran error de venir a posar para los franceses. Su Intermezzo me
parece la obra de un principiante que hubiera querido hacer algo poético.

16 de enero. ¡Piensen en lo que es la vida de un juez de paz entre los campesinos que lo
acosan con su testadurez incansable! Lo asaltan hasta en la calle. Pero parece que para
él el medio más seguro de llegar a la verdad todavía consiste en decirles: "¿Lo juras?".
El campesino se asusta, tiene miedo. Impresionado, titubea. Él, tan astuto, se encuentra
desconcertado; le gustaría mentir, pero no así. Un crucifijo tiene más poder sobre él que
todos los razonamientos.

17 de enero. El campesino necesita estar dos veces seguro de una verdad para apostar
por ella.

18
El sabio generaliza, el artista individualiza.

18 de enero. El mirlo, ese cuervo minúsculo.

23 de enero. Los hombres de la naturaleza, como se les llama, apenas hablan de la


naturaleza.

25 de enero. Debería prohibirse a todo escritor moderno, bajo pena de multa e incluso
de prisión, utilizar comparaciones de la mitología o hablar del arpa, la lira, la musa y los
cisnes. De cigüeñas, tal vez...

Se reprocha a los decadentes su oscuridad. Es una mala crítica. ¿Qué hay que
comprender en un poema? Absolutamente nada. Los versos no son una versión latina
requiriendo explicación. Me gusta mucho Lamartine, pero la música de su verso me
basta. No se gana gran cosa con mirar por debajo de las palabras. Se encontraría muy
poco. Pero es exigir mucho querer que la música tenga sentido, mucho sentido.
Lamartine y los decadentes coinciden en este punto: no consideran sino la forma. Los
decadentes insisten en ello un poco más, eso es todo.

30 de enero. La imagen ideal de la calma es un gato sentado.

2 de febrero. Podría creerse que los ojos de los recién nacidos -ojos que no ven y que
apenas se ven, ojos carentes de blanco, profundos y vagos- están hechos con un poco de
ese abismo del que salen.

20 de febrero. Leí El mar de Michelet. Él es el arquetipo del conversador. De una


pequeña idea extrae una larga página...

4 de abril. Las hermanas Vatard, de Huysmans, es un Zola de metal, un materialismo


de relumbrón.

6 de abril. Todo lo que he leído, lo que he pensado, todas mis paradojas forzadas, mi
odio por los convencionalismos, mi desprecio por lo trivial, no impiden que me

19
enternezca con la llegada de la primavera, que busque violetas al pie de los setos entre
la boñiga y la basura podrida, que juegue a las bolitas con los chiquillos, que contemple
a los lagartos y a las mariposas de alas amarillas, que le traiga una florecilla azul a mi
mujer. Eterno antagonismo, esfuerzo continuo para huir de la estupidez en la que
felizmente volvemos a caer sin poder evitarlo.

8 de abril. El hombre casado es al hombre soltero lo que un libro encuadernado es a un


libro en rústica.

10 de abril. El horror a los burgueses es burguesía.

21 de mayo. ¿Qué hace Julio?


-Trabaja.
-Sí, trabaja. ¿Pero en qué?
-Ya se lo he dicho: en su libro.
-¿Se necesita tanto tiempo para copiar un libro?
-No lo copia; lo inventa.
-¡Lo inventa! Entonces, ¿no es verdad lo que se escribe en los libros?

14 de junio. ¿Tenemos un destino? ¿Somos libres? ¡Qué fastidio no saberlo! ¡Qué


fastidio si lo supiéramos!

9 de julio. En toda mujer hay una suegra.

14 de julio. La mujer habla siempre de su edad pero jamás la dice.

25 de julio. Escribir una serie de pensamientos, de notas, de reflexiones para el uso de


Pedro -mi hijo-, titulados Los cuadernos de Boulouloum. Por ejemplo:

Literatura: No voy a dictarte un curso, sólo puedo decirte qué libros he releído y qué
escritores amo.
Pintura: Deseo que la ames y muestres mejor gusto que yo, pues jamás pude distinguir
un cuadro de una litografía en colores.
Moral: En moral la voluntad es importante.

20
Boulouloum: Te recomiendo los cuentos de hadas, muy particularmente. A mí todavía
me encantan; las hadas nos huyen. Son radiantes, no se las puede atrapar, ni se las puede
ver, y se las ama eternamente.

31 de julio. Beber cada mañana una taza de Sol y comer una espiga de trigo.
"¡Usted no trabaja! ¡Cochino!" -decía Langibout a Anatole. Yo también me digo: "¡No
trabajas! ¡Eres un cochino!". Sí, está bien. Te bebes el Sol, contemplas, observas, gozas
de la vida, miras a los lagartos y a las libélulas que, unidas por el cuello, vuelan de
ramilla en ramilla y se posan, la una muy tiesa y la otra en línea quebrada, con su colita
en el agua. Te dices: "Antes hay que aprender a verlo todo: la brizna de la hierba, los
gansos que graznan en los establos, la puesta de Sol, la cola del Sol poniente que se
extiende -rosa y púrpura- en el horizonte como un velo desplegado donde se posa el
arco de la Luna. Con las manos en los bolsillos, te llenas de imágenes. Levantas a
paladas, a derecha e izquierda, tus ensueños que desbordan al azar.

Hasta tienes ideas tristes. Piensas con terror en la muerte cuando truena, y sin miedo
cuando el día está claro, la luz penetra por todas partes, observa por las rendijas de los
postigos y hace inclinar las pesadas espigas; son momentos en que quisieras estar
tranquilo, a la sombra, en alguna parte lejos del mundo, y sin embargo te ves, sin
emoción, con los pies juntos, estirado, abstraído, casi sonriente, a pocas pulgadas bajo
tierra, muy cerca de las flores, de las hierbas, de la vida y el ruído.

Está bien, te escucho. Ya ni vas de caza, te repugna matar un pájaro: ¿acaso no tiene
derecho a la vida? No pescas; los peces se te antojan seres vivos que te cautivan como
los demás animales, que tienen alas para volar en el agua, que luchan, se defienden,
viven. Te vuelves elegíaco, lo comprendes todo como un panteísta, ves a Dios en todas
partes y en ninguna. Sonríes con benevolencia porque tienes ideas serenas. Paladeas el
tiempo. ¡Qué bien te encuentras! Pero te repito: "¡Cochino, no trabajas!".

9 de agosto. Mi gordo librero, que sólo sabe el título de los libros, al darme Le disciple,
de Bourget, me dijo con voz pueril, tono convencido y cara de tonto: "Es divertido, pero
un poco duro".

21
12 de agosto. La gran facilidad que tenía para adueñarse de las ideas y los sentimientos
de sus autores favoritos, paralizaba su originalidad. No podía contenerse. Creía que cada
libro atesoraba máximas excelentes o alguna teoría conveniente que él no tardaba en
adoptar. De ahí lo difuso de sus pensamientos, la multiplicidad de gustos para los que
siempre encontraba satisfacción, aunque al mismo tiempo ignoraba la meta que debía
alcanzar, los pasos equivocados que deben darse, los inútiles viajes literarios; un
obsesivo eclecticismo hizo de él un mediocre, y de su ingenio, un verdadero ingenio
literario, parásito de los demás e incapaz de vivir por sí mismo.

24 de agosto. Los escritores a los que no les gusta Víctor Hugo me aburren, aunque no
digan nada de ello.

28 de agosto. Es desesperante leer, leer y no retener nada. Porque no retenemos nada. A


pesar de nuestros esfuerzos, todo huye y deja sólo fragmentos frágiles como las
guedejas de humo que marcan el paso de un tren.

30 de agosto. Hasta cierta edad -no sé cuál-, por más que nos esforcemos, no se siente
ninguna satisfacción al conversar con una mujer que no puede llegar a ser nuestra
amante.

5 de setiembre. El individuo es planta, simiente y fruto. También el arte, la religión y la


sociedad son plantas, todo es planta. Sin embargo, a pesar de mi admiración por ese
gran escritor que es Taine, no puedo dejar de darme cuenta que todas sus comparaciones
son pobres, similares y triviales.

¡Pido la gloria! Una persona me dijo que yo llevaba algo dentro. Otra, que le parecía
mejor y menos sucio que Maupassant, otra... y otra... ¿Eso es la gloria? No, por mi
parte, no me importa y me tiene sin cuidado lo que puedan pensar.
¿Y las mujeres? Anoche una linda mujer, con un hermoso cuerpo, me dijo: "Leo y releo
Crime de Village". He ahí la gloria, la tengo. Ahora bien, esa mujer es una hermosa
tonta, sin ideas; si fuera muda me gustaría acostarme con ella. Si la gloria fuera eso ya
sería mía y, bien mirado, salvadas las distancias, la gloria no es otra cosa. La cantidad
cambia, la calidad se mantiene. Es también cuestión de oído; para una basta un poquito
de algodón; para la otra, un paquete entero.

22
6 de setiembre. Envidio a los pintores porque dominan a su público. Esta mañana
observaba a Béraud... en el Palais des Machines. Se ponía en pose ante su tela, su
sombrero gris coronaba el caballete. Tomaba un poco de color de su paleta y lo aplicaba
con delicadeza. Retrocedía, sonreía, me explicaba lo ingrato del tema y su deseo de
hacer algo nuevo. Además sostenía un junco que hacía restallar, a veces de manera
inquietante. Señalaba un punto luminoso, un fondo difícil de desentrañar. ¿Qué puede
hacer el público ante tal espectáculo? Está vencido de antemano. Su vanidad y su
tontería hacen el resto; no entiende nada, pero si lo hace notar se pondrá en evidencia.
Debe pasar por entendido: pronuncia una palabra poco comprometedora, mientras mira
a derecha e izquierda. En ese momento el pintor sonríe. El público, conquistado, hablará
de la sonrisa y el lienzo, principalmente de la sonrisa. Su palabra ha sido la exacta.

El pintor domina a los necios con su presencia y con su bastón de caña. Además, se lo
ve trabajar. ¡Por lo menos trabaja!

Un escritor, en cambio, ha pasado muchas noches para escribir un libro que el público
compra en dos francos con setenta y cinco. El lector lo abrirá en su casa, solo,
completamente solo -entiéndase bien-, sin miedo. Puede tirarlo al canasto, si quiere: es
un hombre libre que no teme ya ni al que está a su lado ni al latigazo del pintor. Puede
ser estúpido a su gusto, aplastar de un puñetazo un libro de dos francos con setenta y
cinco, como el ama que cuando nadie la ve pellizca al niño que alborota demasiado y lo
llama "monstruo malvado". Envidio a los pintores.
7 de setiembre. La señorita Blanca escribe versos. Le parece que hay personas que los
hacen mal, ella busca la delicadeza. Si alguien le propone mantos y pieles, ella contesta,
en verso, que hay algo más cálido: la amistad. Ese cumplido almibarado es para los
amigos que la invitan a cenar. Para ella la poesia es eso. Si se le ocurre un buena idea y
la versifica es feliz todo el día. Ese es su ideal del poeta, y a veces cree que ella misma
lo es. ¿Quién se atreverá a decirle que está equivocada?
18 de setiembre. Todavía no se ha escrito un libro modernista sobre el campo.
El campo se presta a todas las divagaciones del ensueño. Interrogamos tranquilamente
al arroyo, al árbol, a los potreros de alfalfa y no nos contestan. Lo que fastidia en los
hombres es que siempre quieren contestar todas las preguntas. Todos tienen una verdad,
una solución: es desolador.

23
Nunca saldré de este dilema: Aborrezco los disgustos, pero me estimulan, despiertan mi
talento. En cambio, la tranquilidad y el bienestar me paralizan. Así que debo elegir entre
la calma o vivir eternamente desazonado. Confieso que prefiero esto último, pero me
fastidiaría que lo tomaran al pie de la letra.

24 de setiembre. Comencé Obermann de Sénancoir. Es ilegible. De veras, no pude


terminarlo. Es insensato rendir culto al tedio. ¡Qué idiotez esa antigua "melancolía"! El
alma no es gran cosa, pero esa escuela lograba anularla por completo.

25 de setiembre. Leo novela tras novela, me atiborro, me harto de ellas con el objeto de
sentir asco de sus trivialidades, de sus repeticiones, de sus convencionalismos, de sus
procedimientos sistemáticos y asi poder escribir yo algo diferente.

26 de setiembre. Sólo he visto una vez a Théodore de Banville. Fue en casa de Labitte,
poeta lamartiniano de muy mediocre talento, aunque persona amable y que me daba
lástima cuando me contaba las canalladas de su mujer. Esa noche Banville estuvo poco
tiempo; creo que acostumbra a acostarse temprano. Recuerdo su rostro lampiño,
redondo y pastoso como un queso blanco. Yo no lo conocía como poeta, porque en esa
época sólo me leía a mí mismo. Era sin duda una celebridad que yo no había verificado.
Es extraño que en esos años -1884-, cuando tenía veinte años, no tuviera esa invencible
timidez que más tarde se apoderó de mí como una enfermedad oculta y me alejó de la
vida en sociedad, y que me hacía temblar cada vez que me acercaba a alguien famoso,
lo que, por otra parte, me sucede pocas veces. Banville no me impresionó, en absoluto.
Lahitte me presentó ante él como poeta y estudiante de derecho.
-Bien por el poeta -me dijo Banville-, pero estudiante de derecho...
Le expliqué que asitía a los cursos lo menos posible y me pareció que sonrió con
benevolencia. Eso fue casi todo. Creo que me reprochó por haber dejado que Ruel
leyera en público mis primeros versos, "Les Etoiles" -que calificó de muy buenos- ;
Ruel es un viejo poeta fracasado y tonto, que se daba lustre patrocinándome para lograr
para mí, gracias a su empeño, un pequeño éxito literario.
Más vanidoso entonces que ahora -ha asistido ya al entierro de muchos de mis sueños-,
satisfecho por el murmullo amistoso que acompañó a mi estrella al surgir, no le hice
caso a Banville. Lo lamento amargamente, pues ese día perdí la oportunidad de

24
escuchar su conversación alegre, metafórica, lírica y siempre espiritual, de la cual sus
Souvenirs sólo nos dejan una impresión lejana y débil.
Recuerdo también que cuando el poeta Grangeneuve quiso leer, con su profunda voz
gálica, algunos versos de Banville, el maestro levantó la mano lentamente y con un
gesto untoso de sacerdote, dijo:
-No, por favor, me avergonzaría.
La expresión esta bien, ¡pero cuántas veces la repitió Banville! 30 de setiembre. En la
sala de armas hay un montón de marqueses y condes. Esa gente vive de su nombre
como otros de su trabajo. Me impresionan. A mí, que soy plebeyo, hijo de campesino,
me parecen necios, pero los respeto, y cuando paso ante sus lastimosas figuras
expuestas les pido perdón con timidez

Para poder escribir una novela, siempre debo proponerme escribir dos.

Se me ocurre la idea de reunir mis notas en un volumen, de agruparlas por temas:


generalidades, el hombre, la mujer, los amantes, los literatos, la ciudad, el campo el mar,
el poeta, el amigo del poeta, Dios, la política, consejos a Boulouloum.

6 de octubre. Lo más útil que he hecho hasta ahora es, sin duda, hacer girar monedas
sobre mi escritorio para divertir a Francisco.

Un día se pondrán fonógrafos en los relojes de pared. En vez de dar la hora dirán: "Son
las cinco" o "Son las ocho", y nosotros les diremos: "Atrasas" o "Adelantas".
Conversaremos con el tiempo y él se detendrá para echar un párrafo como cualquier
portero o criada de la vecindad.

8 de octubre. Esa noche se hablaba de éxito de Barrès y desde nuestro interior subía,
con el vapor de la sopa y el olorcillo de pollo relleno, nuestro despecho por no tener una
nariz tan larga como la suya.

21 de octubre. Cuando abrazo a una mujer me doy cuenta de que, aun en ese momento,
estoy haciendo literatura; digo la palabra necesaria porque es literaria. Me es imposible
ser sincero. Lamentó No hablar inglés, pues preferiría decir "Te amo" en inglés, a
mostrarme natural.

25
Nada tan malo como las novelas cortas de Balzac. Es un género muy pequeño para él.
Por otra parte, cuando Balzac tenía una idea, escribía a partir de ella una novela
completa.

Un La Bruyère en estilo moderno, eso es lo que habría que ser.

22 de octubre. Hoy, papá, con un coquetería tardía, calza guantes como un joven. Si le
preguntáramos por qué lo hace, contestaría que la vejez le hiela la punta de los dedos.

28 de octubre. En el despacho de los comisarios de policía se encuentran personas de


este tipo:
El inspector: ¿Cuántos hijos tiene usted?
-Cinco... no... seis. No, cinco.
-Veamos, ¿cinco o seis?
-Señor inspector, creo que son seis.
-¿Dónde vive usted?
-En la calle Légendre.
-Está bien, váyase.
-Perdón, señor inspector, le dije en la calle Légendre, pero no es en ésa, sino en la de al
lado.
-¿Cuánto tiempo hace que vive usted en esa calle?
-Un año.
-¿Y todavía no aprendió el nombre?
-Lo olvidé, señor inspector.
Esa gente tiene el mismo derecho que el señor Renan para votar.

5 de noviembre. ¡Si tuviera un secretario en mis sueños! ¡Qué cosas bellas escribiría!
De día, lo único que hago es encender mi pensamiento que, a veces, está triste como un
fuego que no quiere avivarse. Pero en cuanto me duermo, surge la llama y mi cerebro es
una fábrica nocturna.

6 de noviembre. Queremos fundar una revista. Todos preguntamos: "Pero, ¿quién hará
la crónica?". Nadie quiere hacerla. Entonces alguien propone: "Nos turnaremos: una vez

26
cada uno". Y así descubrimos que cada uno de nosotros tiene una crónica en el bolsillo
para el primer número.

Vallete, jefe de redactores, matiza su conversación con expresiones como éstas:


"Aumento, dinero en caja, ingresos, rendimiento de cuentas".

En una palabra, lugo de haber proclamado que despreciamos el dinero, nos sentiríamos
muy orgullosos si el primer número nos deja diez céntimos.

23 de noviembre. Hoy leo en La Revue Bleue un artículo sobre Barrès. Barrès está de
moda. Para juzgarlo cabalmente como literato se le debe aplicar lo que Rivarol decía de
Lauraguais: "Sus ideas se parecen a los vidrios amontonados en una vidriería:
"separadamente cada uno de ellos es transparente, pero todos juntos son oscuros".

7 de diciembre. Los novelistas hablan a menudo del olor de la mujer elegante a la cual
nos acercamos. Pongámonos de acuerdo: o la mujer se ha perfumado y no es ella quien
huele, o, de lo contrario, su olor emana de las axilas o del bajo vientre, porque no se
lava. Felizmente, la mujer sana y limpia no huele a nada.

20 de diciembre. Redactaba minuciosamente una lista de las personas que triunfaron


tarde. Se alegraba al ver que tal o cual coantemporáneo de moda tenía más de cuarenta
años; entonces se decía: "¡Aún tengo tiempo!".

1890

2 de enero. Puede uno ser poeta y llevar el pelo corto.


Puede uno ser poeta y pagar el alquiler.
Aunque poeta, puede uno acostarse con su mujer.
Alguna vez un poeta puede escribir en francés.

23 de enero. Quizá se pueda tener talento, señor Tailhade, sin tratar a ese literato de
tonto y a aquél de sacamuelas.

27
24 de enero. Hay que operar por disociación y no por asociación de ideas. Una
asociación es trivial casi siempre; en cambio la disociación descompone y descubre
afinidades latentes.

28 de enero. Los burgueses son los otros.

9 de febrero.-¿Ha entregado usted ya algo a los editores?


-Sí, pero me lo han devuelto.

12 de febrero. La confesión de un escritor. Etapas: Lamartine, Musset, Victor Hugo,


Baudelaire, los jóvenes.

14 de febrero. Avido por conocerlo todo, por estar al corriente, he terminado por
preferir los libros muy cortos, fáciles de leer, impresos con grandes caracteres, con
muchos claros, así puedo meterlos cuanto antes en mi biblioteca y pasar a otros.

El abuso de la muerte en los libros los horripilaba; sin embargo, se le apretaba el


corazón ante un deceso, ante un entierro, ante esos terribles formulismos. Uno se
indigna y dice: "¡Qué tontería!". Pero cuando esos formulismos están bien expresados
tenemos unas ganas atroces de llorar.

15 de febrero. Entramos en un libro como en un vagón, echando ojeadas hacia atrás,


con indecisión, con la molestia de cambiar de lugar o de ideas. ¿Cómo será el viaje?
¿Cómo será el libro?

17 de febrero. Busquen el ridículo en todo y lo encontrarán.

18 de febrero. ¡El niño! Víctor Hugo y otros lo han visto como un ángel. Es feroz e
infernal como debe ser visto. La literatura sobre el niño no podrá evolucionar mientras
se continue con tal actitud. Es necesario acabar con el niño de azúcar que todos los Droz
han dado de chupar al público. El niño es un pequeño animal necesario. Un gato es más
humano. No el niño que hacen las palabras, sino el que hunde sus uñas en todo lo que
encuentra blando. La preocupación continua de los padres los contiene.

28
21 de febrero. Peor para mí. La música me cansa, no sé nada de pintura, y una escultura
me proporciona el mismo embeleso que la figura de cera que hay en la peluquería. Más
aún, ésta me parece animada, se diría que tiene vida, pues gira sobre un eje, y con
regularidad obstinada se quita y pone su tupé postizo como un presidente de Consejo.
-Eso ocurre porque le falta a usted un sentido -se me dirá. La psicología ya me había
dicho que sólo tengo que cinco. ¡Qué importa uno más o uno menos, con tal de que me
quede sea el que sirve!

Algunas veces el comentario adverso de un crítico que no nos gusta, hace que el libro
comentado nos guste.

El derecho de un crítico consiste en contradecirse en cada uno de sus artículos y su


deber en no tener ninguna convicción.

22 de febrero. Insoportable como un hombre que habla del "divino Virgilio". Toda la
tradición está ahí: Honrarás a tu padre, a tu madre y a Virgilio.

1 de marzo. Está seguro de llegar, pero lentamente, sin sacudidas. Se situará, al fin,
sobr mil reputaciones sólidas y su fama no será un fuego de paja, sino un largo consumo
de leña verde.

13 de marzo. Es tan útil para un pueblo temer a la guerra como para una persona temer
a la muerte.

A pesar de la continuidad ininterrumpida de nuestros vicios, siempre encontramos un


momento para despreciar los de los otros.

17 de marzo. Paso por un momento muy malo. Todos los libros me desagradan y no
hago nada. Más que nunca me doy cuenta de que no sirvo para nada, que no llegaré a
nada, y estas líneas que escribo me parecen pueriles, ridículas, y sobre todo
absolutamente inútiles. ¿Cómo salir de esto? Tengo un recurso: la hipocresía. Me
encierro durante horas y todos creen que trabajo. Quizá me compadecen, algunos me
admiran, mientras yo bostezo, con los ojos teñidos por reflejos amarillos, los reflejos de
ictericia de mi biblioteca.

29
Mi mujer es un ser fuerte y dulce, lleno de vida, tengo un niño digno de un concurso y
me faltan fuerzas para disfrutar de todo eso. Sé que ese estado de ánimo no durará y que
vovleré a tener esperanzas y valor, que realizaré nuevos esfuerzos. ¡Ojalá estás
confesiones me sirvieran para algo! ¡Si algún día llegara a ser un gran psicólogo como
Bourget! Pero no creo que la vida me dé tiempo suficiente; moriré prematuramente o
desfalleceré, convirtiéndome en un borracho de ensueños. Sería preferible picar piedras
o labrar la tierra. No haré más que pasar mi vida, larga o corta, diciendo: "Sería mejor
hacer otra cosa".
¿Por qué este balanceo del alma, este vaivén de nuestros anhelos? Nuestras esperanzas
son como las olas del mar: cuando se retiran dejan al desnudo un montón de residuos
nauseabundos, de conchitas infectas y de cangrejos olvidados, cangrejos morales y
malolientes que se arrastran al revés para volver de nuevo al mar. ¡Qué estéril resulta la
vida de un intelectual que no llega! Dios mío, soy inteligente, es evidente que lo soy
más que otros, puesto que no me duermo al leer La tentation de Saint-Antoine, pero esta
inteligencia es como el agua que corre, inútil e ignorada, para la que no se ha construido
aún un molino. ¿Llegaré a instalarlo alguna vez?

18 de marzo. Un pedante es un hombre que, intelectualmente, digiere mal.

Colocamos nuestros elogios como nuestro dinero para que nos los devuelvan con
intereses.

Durante largas horas espulgaba a Flaubert, le buscaba los piojos, los defectos, y
terminaba afirmando que, después de todo, Flaubert no era un escritor tan bueno.

21 de marzo. Desconfien de los escépticos consumados, pues son capaces de juzgar con
la máxima serveridad las menores acciones.

1 de abril. Llevar el peso de la conversación sigue siendo el mejor medio para no darse
cuenta de que los demás son tontos.

9 de abril. A los ventiséis años tenemos tal apetito por todo lo nuevo y tal miedo de
repetirnos, que jamás utilizamos nuestros apuntes.

30
Un joven de veinte años enamorado de una mujer de cuarenta le dice: "¡Permítame que
la quiera como un padre!". La expresión típica del género sublime-grotesco. Que se diga
en el teatro y la gente reirá a carcajadas.

11 de abril. Escribir un libro titulado El Nihilismo, y redactar capítulos de la filosofía


moderna en forma experimental, es decir, mediante comparaciones tomadas de la vida
trivial. Poner en evidencia un talento que se encierra poco a poco en sí mismo, que se
plantea los problemas del conocimiento con la atención con que un burgués realiza sus
negocios, y llegar así a la crítica de la razón pura de Kant, dejando a un lado su moral
como cosa demasiado rebuscada y artificial. En una palabra, hacer un libro que fuera a
la historia del pensamiento moderno lo que una novela de Zola es a sus teorías
naturalistas. Filosofía aplicada.

12 de abril. ¡Qué importa lo que hago! Preguntadme qué pienso.

15 de abril -Voy a fundar un diario con Lombard -dice Marius André-; tenemos dinero
para dos años.
-Entonces durarán dos meses.

17 de abril. Los dos Dumas han invertido la teoría de la economía; el padre fue el
pródigo y el hijo el avaro.

19 de abril. En conclusión, sólo seré un rascatripas literario.

21 de abril. Cuando cometemos una indiscreción nos creemos salvados si le


recomendamos a la persona que nos escucha que sea más discreta que nosotros.

28 de abril. Doy la impresión de vivir al día, como un desordenado; en cambio, sigo


una línea de conducta recta y clara: dar a mi mujer y a mi hijo la mayor satisfacción
material posible, contentarme con lo menos posible y obtener esto: que mi nombre
suene como un cascabel de cobre.

31
3 de mayo. Podría decir que la mayor cantidad de ridiculeces para exponer la encontré
en mi mismo.

5 de mayo. Ayer conversaba con Alix de su vida en Islandia y vagamente mencione a


Loti, a quien Islandia inspiró sus libros más hermosos.
-Lo mismo que yo -dijo Alix-. Cuando estuve en la campaña militar de Islandia escribía
en una hoja de papel las maniobras que hacíamos y las cosas que veía. Estaba muy bien,
pero me robaron el papel. ¡No te imaginas Cuánto lo lamento!

11 de mayo. Lo que busco ante todo en una novela son aciertos en las frases. Es decir,
que las novelas extranjeras, incluso las rusas, incluido Tolstoy, me resultan
insoportables.

28 de mayo. Una risa triste es como un payaso vestido de negro.

Creer humano sólo lo que nos es propio: ése es el error.

30 de mayo. El silencio era tan absoluto que me creía sordo.

¡El realismo! ¡El realismo! Dadme una hermosa realidad y trabajaré de acuerdo con ella.

2 de junio. He construído castillos tan hermosos que con las ruínas me contentaría.

3 de junio. Le curé de Village de Balzac es un libro en el que una mujer criminal ¡se
rehabilita por la agricultura!

4 de junio. He releído Le Curé de Village. La muerte de la señora Graslin es muy


hermosa, pero creo que este género de novela ya demodé, por lo menos para los
hombres de gran talento. Es una engañifa, produce un gran efecto que no dura y nos
hace reír un poco. Y entonces Balzac no es más que un Montépin de talento, de genio si
así se quiere. Creo que los escritores verdaderamente dotados ya no podrán escribir con
seriedad libros como estos.

32
10 de junio. En sus Paysans, Balzac muestra al campesino parlanchín; en cambio, yo
creo que no es así en lo absoluto. Balzac tiene demasiado talento y se lo presta a sus
campesinos.

18 de junio. La molestia de no ser el íntimo amigo del escritor que más nos gusta nos
lleva a hablar mal de él.

21 de junio. Un pintor es un hombre que lleva boina.

En el teatro, sobre todo, cada cual es responsable de sus actos.

Ciertas frases intensas de Villers de L'Isle Adam me dan la impresión de un balazo en la


cabeza.

27 de junio. El balbuceo altivo de Barbey d'Aurevilly.

28 de junio. Se tiene veinte años desde los quince hasta los treinta.

1 de julio. El vedadero autor de un libro es quien lo hace publicar.

7 de julio. Un apunte es para mí algo tan muerto que jamás me es posible utilizarlo.

12 de agosto. Quizá sea Merimée el escritor que perdure más tiempo, pues es el que
menos utiliza imágenes, motivo principal del envejecimiento del estilo. La posteridad
será de los escritores secos, agripados.

3 de setiembre. Vallete definía así a Flaubert: la perfección del talento, pero sólo del
talento.

Es asombroso que entre literatos nos estimemos a pesar de nuestras mutuas calumnias.

Cayó sobre mí a golpes de cortesía.

33
12 de setiembre. Anoche tuve una larga conversación con Vallette. Babylas, el hombre
al que no le sucede nada, el hombre triste, siempre desconsolado, es él; es el hombre
cuya vida, aunque ya esté terminado, continúa sin que sepa por qué. Tiene varios temas
de novelas: la hija del oficial superior, el hombre que se casó con una mujer fría. Es la
novela gris, la novela de los mediocres, por los que experimenta mucha lástima.

No se atreve a mirar dentro de sí: se tiene miedo. Acaba de relatarme el tema de


Avengles y, temblando todavía con el escalofrío de la muerte, me dijo al hablar de la
vida y su imbecilidad: "Nosotros nos hemos hecho; en cambio usted, todavía, es tal
como nació".

24 de setiembre. No conocemos el Más Allá porque esta ignorancia es la condición


sine qua non de nuestra vida. Igual que el hielo: para saber cómo es el fuego, debe
fundirse, desaparacer.

9 de octubre. Los versos de José María de Heredia o de Leconte de Lisle parecen


caballos de tiro galopando.

29 de noviembre. Barrès encontró la mejor manera de ser nuevo: complicar la


expresión de los asuntos antiguos.

No se debería dejar pasar sin hacer una obra maestra el tiempo en que se cree en la
literatura: es muy corto.

1 de diciembre. Cuando leemos Sixtine tenemos la sensación de pasar las yemas de los
dedos por un terciopelo lleno de alfileres: el terciopelo es suave, pero los alfileres
pinchan.

5 de diciembre. Jules Leclerq vino a pedirme que fuera testigo suyo contra R. Darzens,
a quien quiere matar. Exige un duelo cruel: a quince metros, luego a veinte, después a
veinticinco, a tres tiros; finalmente a dos metros, apuntando de cualquier manera. No es
romántico, pero ha amado toda la vida a la misma mujer, y su futuro suegro le exige un
certificado médico que demuestre que no es pederasta.

34
10 de diciembre. Vi esta mañana a Alphonse Daudet; Bonnetain estaba presente.
Daudet se levantó para mirarme, y me dijo: "Reconozco a Pelo de Zanahoria". Daudet
tiene una hermosa cabeza de escaparate con la barba un poco sucia; es un meridional
moderado, viejo y deforme que ya camina con la ayuda de un bastón cuya punta es de
goma. Me halaga con grandes cumplidos a los que no sé qué responder. ¿Debo decirle
"señor" o "querido maestro?". Habla un poco de todo, sin ingenio, pero con espíritu
amplio, sano; dice que las disculpas de Renan le han sentado mal a Foncourt; de
Brinn'Gaubast, que fue profesor de su hijo Lucien; y de la desagradable historia del robo
de los manuscritos de Lettres de mon Moulin. Daudet le decía a Brinn'Gaubast: "Usted
daría el golpe con La lutte pour la vie: asesinaría por tres francos". Luego agrega: "La
primera y única vez que quise tocar la gaita fue delante de mis primas, y sonó como un
gran pedo cuando quise inflar mis pobres mejillas. Los jóvenes literatos de hoy me traen
a la memoria esta lamentable anécdota".

14 de diciembre. La patria sería muy fuerte si fuésemos soldados a los doce años; a los
veinte ya es demasiado tarde.

1891

5 de enero. Esta mañana vi a Daudet. Dice que Vignier "lleva la muerte de Robert Caze
en bandolera"; de Zola "que trabaja tanto que está todo negro".
Parece que Goncourt leyó Sourires pincés (*) y que me escribirá...

Daudet compadece a los pobres honestos, a las mujeres que resisten las exigencias del
sexo; dos veces se ha batido en duelo, una a pistola y otra a espada;, con Delpit, a quien
hirió en el vientre y en el brazo. Cuando fue el duelo
Drumont-Meyer, y el primero resultó herido, Daudet, quitándose la chaqueta, pedía que
le permitieran batirse en su lugar...

"La señora Daudet es mucho más artista que yo, es la mujer ideal para el arte".

Daudet tiene miedo de que sus hijos hereden su enfermedad y le resultó muy doloroso
escribir su obra L'Obstacle. Dijo: "Quisiera morir de piedad, igual a no sé qué rey de la
antigüedad que se enfermó al ver a sus miserables prisioneros.

35
10 de enero. Sea cual sea nuestra integridad, siempre es posible que se nos pueda
clasificar en la categoría de ladrones.

3 de febrero. Anoche, cena de simbolistas. Múltiples brindis, preparados, improvisados,


leídos o farfullados. Frase de Barrès: "Todos tenemos en el fondo del corazón el petardo
antisimbolita". Encuentro a Barrès gelatinoso. La perilla de Félix Fenéon.

Había un señor con rígido plastrón y una cosa blanca, grande, en el ojal. Se hubiera
dicho que era el huésped de honor del simbolismo. Cuando le preguntaban: "¿Por qué
está usted aquí?", contestaba: "Acaban de reprobarme en el bachillerato. Al salir de la
Facultad vi que había un banquete de intelectuales y no me lo quise perder". Algo le
sorprendía: "¡Cómo! Son las once ¿y ustedes aún tendrán tiempo para publicar artículos
en los diarios de mañana?".

Mendés es la pederastia en el ademán; Mirbeau, el tipo de ayudante de artillería; María


Kryzinska, una boca para poner el pie adentro.

Raynaud no estaba contento con la cena y reclamaba: "Ni siqueira hemos tenido tiempo
de emborracharnos un poco".

Vanor da unos hábiles apretones de mano y es un maestro para saludar con la cabeza y
sonreír con simpatía. A Moréas el cabello le cae sobre los bigotes.
Jean Carrère es un Lamartine meridional que cree en lo ideal, en lo infinito, en Job y en
un montón de tonterías, y para probarlo recita sus versos. Además, quisiera que lo
consideraran un bárbaro y cree que cuando aparezca su libro de versos todo el mundo se
ocupará de él. ¡Y eso que Louis Denise le ha hablado claro! León Lacour, ahora canoso
y calvo, sigue siendo pequeñito.

Los que creen que la literatura es una nodriza se sienten mal.

Toda esta gente dice: "Soy un rebelde", con el tono de un viejo que acaba de hacer pipí
sin sufrir demasiado.

36
4 de febrero. Sí, yo hablé a las estrellas con frases escogidas, quizá en verso, y me
quedé de brazos cruzados esperando sus repuestas. Un coro de perros flacos me
repondió con monótonos aullidos.

13 de febrero. ¡La vida literaria! Anoche fui a ver a Lemerre. No voy a menudo por
timidez. No había ningún ejemplar de Sourires pincés a la vista y se me ocurrió pensar,
como un imbécil, que los mil ejemplares estaban agotados. Al entrar, mi corazón
palpitaba un poco, pero Lemerre ni siquiera me reconoció.

25 de febrero. Esta mañana conversé una hora y media con Alphonse Daudet. Estaba
un poco mejor, más contento y caminaba casi normalmente. Goncourt le ha dicho:
"Diga a Sourires pincés que no lo olvido y que le escribiré cuando haya terminado con
La fille Elise". Goncourt no puede superar las pequeñas miserias de la vida literaria: un
artículo mal intencionado que publicó Bonnières en Figaro lo hirió profundamente.
Quedó aplastado por largo tiempo. Sin embargo, debería sonreír, ya que en ese artículo
se dice que lo que en su obra es bueno pertenece a Ajalbert.

-¿Conoce usted a Víctor Hugo?


-Sí, muchas veces he comido con él. Me consideraba hombre risueño. Yo bebía casi
tanto como él, pero me he negado siempre a darle mis libros, diciéndole: "Querido
maestro, no los leerá usted y hará que me escriba alguna de las mujeres que le hacen la
corte". Me empeciné en esa posición y Víctor Hugo murió sin leerme.

"La señora Daudet era, en la mesa de Hugo, una chiquilla que no se atrevía a hablar por
temor, sin duda, de que la confundieran con las pedantes que rodeaban al maestro. En el
fondo, su timidez era orgullo.

Voy todos los domingos a casa de Goncourt, me cuesta mucho, pero voy. ¡Está tan solo,
son tan pocos los que lo acompañan! Fui yo quien fundó su Grenier.

"Con la instantánea sólo se obtiene lo falso. Fotografíe usted a un hombre que cae: fija
usted un momento, pero nada que se parezca a una caída".

37
"Me acostumbré a escribir cuanto se me ocurría. Anoto al vuelo todo pensamiento, así
sea malsano o criminal. Esas notas no darían, por supuesto, el retrato del hombre que
soy.

No somos responsables de las extravagancias de nuestro cerebro; sólo podemos


rechazar lo inmoral y lo ilógico, pero no impedir que brote.

"Un día escribí que las únicas impresiones imborrables son las primeras y que el resto es
sólo una repetición, resultado de la costumbre. Al día siguiente encontré la página
rayada con la uña: la señora Daudet, indiscretamente, la había leído, y se hizo este
razonamiento aparentemente muy sencillo: "Si él ha dicho te amo a otras mujeres y yo
llegué después, ¿cuán sinceras pueden ser sus palabras de amor?".

"La vida es una caja de instrumentos que pinchan y cortan; en cualquier momento nos
ensangrentamos las manos.

"Me casé joven, tenía una deuda de cuarenta mil francos, me casé por amor y por
razonamiento, huyendo de las juergas y del amancebamiento. Mi mujer tenía unos cien
mil francos; empezamos por pagar mis deudas y hasta llegamos a empeñar los
diamantes de la señora Daudet; ella, que llevaba sus cuentas como perfecta ama de casa,
se horrorizaba de la palabra Montepío y en su lugar escribía en su cuaderno: "allá".

"Un día llega Glatigny. "Vengo a compartir tu almuerzo" -me dice. Le respondo:
"Me alegro que hayas llegado tan tarde, porque no tenía más que un panecillo de un
céntimo y apenas si me alcanzó". Glatigny me llevó a casa de Banville, a quien le
pedimos prestados cuarenta céntimos.

"Banville es un hombre a quien no logro conocer: no escucha, no tiene interés en


"descubrir talentos" y, al igual que un comprador, no espera de nuestras frases más que
la palabra que pueda provocar su respuesta. Sabe muchas anécdotas, las cuenta muy
bien, y ellas son lo mejor de su ingenio. Nos conocemos desde 1856 pero es alguien con
quien no deseo encontrarme.

38
"¡No se preocupe usted por la familia! ¡Nunca logrará satisfacerla! Mi padre asistía a la
representación de una de mis obras cuando un caballero sentado cerca de él, dijo: "¡Qué
pesada!". El buenazo de mi padre aceptó desde ese momento la opinión de ese tonto
como algo decisivo y ya nada logró cambiarla, ni el éxito de la pieza, ni los artículos
elogiosos en los diarios.

En una ocasión, mi hijo pasó una velada con algunos de mis enemigos, que sólo se
empeñaron en desacreditarme. ¡Qué cara puso! He descrito esa cara en mis apuntes y el
pobre muchacho sabrá algún día lo que pensé de él esa noche. Este cuaderno es para él y
no quiero que se publique nunca. Lo leerá después de mi muerte. Mu hijo León tiene un
talento de primer orden; ha escrito cosas muy buenas y tiene el valor de no publicarlas.
¡Qué hermoso!

-"Llegará usted, Renard, y ganará dinero, estoy seguro, pero de cuando en cuando no
podrá dejar de darse puntapiés en las asentaderas...

"¡Qué absurdos y pobres son los simbolistas! Prefiero no hablar; no nos reservan alguna
sorpresa. El hombre de talento siempre llega; creo fanáticamente que todo esfuerzo
recibe su compensación. Venga el jueves: encontrará un grupo de gente fría y algún otro
que como Rosny, el del potente cerebro de sabio, nos aturdirá con sus palabras".

Apreté fuertemente la mano de Daudet diciendole: "Querido maestro, me ha dado usted


ánimos para un largo tiempo."

5 de marzo. Ayer en casa de Daudet, estaban Goncourt, Rosny, Carrière, Geffroy, el


señor y la señora Toudouze, Rodenbach y su mujer. ¿Por qué salí asqueado? Sin duda
había imaginado que Goncourt no era humano. ¿Por qué se encontrará en los viejos las
mezquinades de los jóvenes? ¡Cuántas chismes contra el pobre Zola, hasta lo acusaron
de pasarse al simbolismo! Y escuchar a Banville, a quien Daudet llama "ese viejo
camello", decir con ingenio: "Si yo hiciera el árbol genealógico de Zola, me
encontrarían un día colgado de una de sus ramas...".

Goncourt parece un gordo militar retirado, cuyo talento no vi: será en otra ocasión. Si
esa segunda ocasión no cambia mi primera impresión, será para mí el hombre de las

39
repeticiones, las mismas que me son insoportables en sus obras. Rosny, es un charlatán
pedante: siente una vil satisfacción en citar a Chateaubriand, sobre todo de las
Mémories d'Outre-Tombe.

Carrière es un señor que, al dar la mano, trata de hacerlo lo más cerca posible del muslo.

Rodenbach es un poeta que nos considera faltos de candor, que ha tomado en serio el
artículo de Raynaud sobre Moréas y que ya no se reconoce en las ironías de Barrès. Le
pidieron unos versos y se hizo rogar; ante la insistencia, simuló buscar en su memoria,
pero en ese lapso nos cansamos, nos pusimos a hablar de otra cosa y él ya no pudo decir
sus versos...

¡Qué día malo el de ayer! En L'Echo de París han considerado que mi novela Le navet
sculpté es demasiado sutil, pero yo no he encontrado bastante sutiles a nuestros grandes
hombres. No tendra aceptación.

La señora Dardoise le han regalado a Lucien, el menor de los hijos de Daudet, un


pequeño álbum para que los invitados escriban algo en él: Yo puse: "Un rayo del Sol
entró y se reflejó en el piso. El niño lo vio y se inclinó para agarrarlo. Al hacerlo se
quebró las uñas y exclamó dolido. "¡Quiero el rayo del sol!". Con rabia, se puso a llorar,
golpeando con el pie en el suelo. Entonces el rayo de Sol se fue".
Verdaderamente, ¿qué he querido decir con esto?

La señora Dardoise: Solamente en las mujeres muy viejas encontramos amor por la
juventud y por la vida.

Habla Daudet: "Francia es especialista en escuelas. Yo hubiera logrado mucho más éxito
de instalar mi tienda frente a la tienda de Zola, pero nos asociamos con él, por
indiferencia, y hoy toda la prensa está con Zola. No hay homenajes más que para él.

Luego habla de Rable, la novela de Banville, y protesta contra ese caballero que quiere
hacer una novela histórica sin documentos. Goncourt agrega: "Reconozco que no he
podido entrar aún en esa masa compacta...".

40
Rodenbach: "Cuando la generación de Anatole France no quiso saber nada con él, éste
exclamó, volviéndose hacia los jóvenes: Sepan que soy como ustedes".

7 de marzo. El cerebro no tiene pudor.

8 de marzo. Hoy fui a casa de Daudet a buscarlo para ir juntos a visitar a Rodin y a
Goncourt. He tenido la desgracia de caerle mal, sin duda por no elogiar sus libros, que
no he leido. Su saludo fue frío, su cortesía apenas lo indispensable y ninguna invitación
ni una palabra de su mujer para la mía ni para el niño. ¡Hijo mío, alguna torpeza has
cometido! ¡Cómo nos golpea la vida!... Daudet habla de la elegancia de su hijo Lucien;
de su propia despreocupación por la indumentaria y de un par de pantuflas que se
mandó hacer; luego salimos.

En casa de Rodin, fue una revelación, un encanto esa Porte de l'Enfer, también esa cosa
pequeña como una mano que se llama L'eternel idole: un hombre vencido, con los
brazos a la espalda, pega sus labios en la piel de una mujer de expresión muy triste,
besándola debajo de los senos. Me cuesta mucho olvidar esto. Hay un bronce: una mujer
vieja, horriblemente hermosa, con sus senos chatos, su vientre ajado y su cabeza bella
aún. Además cuerpos que se enlazan, brazos que se anudan y el Peché originel, la mujer
aferrada a Adán, atrayéndolo con todo su ser, y el Sátiro estrujando entre sus brazos a
una mujer, con una mano entre sus muslos; esos contrastes de pantorrillas de hombre y
piernas de mujer. ¡Señor, dame fuerzas para admirar todas estas cosas!

En el patio están esperando la vida trozos de mármol, que se me antojan extraños por su
forma, casi diría por su deseo de vivir. ¡Qué gracioso! ¡Ni que estuviera descubriendo a
Rodin!

Rodin, con su tipo de pastor, el escultor del dolor de la voluptuosidad, interroga


candorosamente a Daudet y le pregunta de qué modo tendría que llamar a sus
sorprendentes creaciones. Él sólo halla nombres vulgares, algunos de la mitología. Por
ahí veo algo grotesco de verdad: un Victor Hugo desnudo, en proyecto.

La casa de Goncourt es un museo de arriba a abajo; por mucho que mire, no veo nada,
nada que se destaque. Goncourt está en su ambiente, como cualquier viejo coleccionista,

41
ajeno a cuanto no sean sus manías. Me pongo a mirar unos Daumier, y Goncourt se
apresura s sostenerme el volumen, que se inclina ligeramente:
-Se puede romper -dice, y agrega-: Si le desagradan, no los mire por obligación.

La casa no tiene aspecto sólido, la puerta del "granero" cierra mal, golpea
continuamente y, rodeados de todas esas figurillas chinas, podríamos creer que estamos
en una de los más ricos expositores de la Exposición Universal.

-¿Fuma usted?
-No.
-¡Oh! Debe ser para presumir.

9 de marzo. He conocido tres cerebros, dice Goncourt: Gavarni, Bethelot y un alcalde


de pueblo.

En el taller de Rodin creí que mis ojos estallarían de pronto: hasta ese momento había
considerado la escultura como trabajo en un nabo.

Escribir como Rodin esculpe.

Burty, cuya colección está ahora en venta, invitó un día a cenar a Alphonse Duadet, a su
mujer y a Goncourt. A los postres hizo un aparte con la señora Daudet, a quien mostró
una edición original, agotada, de Les Amoureuses, con una dedicatoria de Daudet a su
mujer.

No hace sino dos meses que la señora Daudet le ha contado esto a su marido, rogándole
comprar ese ejemplar a cualquier precio.

Burty era un agente de colocaciones; le hizo la guerra a la criada de Goncourt para


reemplazarla por una recomendada suya.

Escribió un libro, Grave Imprudence, sólo para hundir Manette Salomon.

42
-Cuando Burty tenía malos pensamientos -dice Goncourt- se le notaba en seguida, pues
se achispaba.

11 de marzo. Reynaud y yo discutimos sobre Mallarmé. Yo digo que es estúpido y él


que es maravilloso. Así son las discusiones literarias.

14 de marzo. Temo que nos ocurra algo terrible: Una celebridad médica con monóculo,
que cobra cuarenta francos la visita, acaba de mencionar la palabra crup al hablar de mi
hijo. Después de eso, ya no sabemos qué más dijo. Marinette llora y yo he salido del
consultorio con un nudo en la garganta; estamos mareados de miedo.

Escuchamos la respiración el niño, a veces es ronca, otras, sibilante. Como los vómitos
lo alivian, quisiera verlo vomitar continuamente. Lo más terrible es que se le ve
contento. Mientras ríe, quizá la muerte lo acecha. Pero esto es literatura; confundimos
laringes y faringes.

20 de marzo. Ayer, Schwob se quedó hasta las dos de la mañana. Era como si tomara
mi cerebro entre sus finos dedos y lo volviera al revés para exponerlo a la luz. Hablaba
de Esquilo y lo comparaba con Rodin. Analizaba los Sept de Thèbes y la rivalidad de
Etéocle y Polinice, y el estilo geométrico, arquitectónico, de la pieza: tantos enemigos
contra tantos enemigos, tantos versos, por ejemplo diez, para cada jefe...

En cierto momento la lámpara se apagó. Encendí las velas del piano y el rostro de
Marcel Schwob quedó en la sombra.

Presiento que este joven ejercerá una enorme influencia sobre mí.

Yo: No sabe usted bien cuánto valor se necesita para no hacer sufrir a los demás.

Él: Yo temo la tontería de la mujer. Mi querida es una chiquilla muy necia, pero eso sí,
de gran donaire.

43
Acabamos por confesar que cuando un ser querido está enfermo y próximo a morir, en
lugar de pensar en él, nos condolemos por anticipado pensando en las actitudes que
tendremos que adoptar para demostrar nuestro dolor.

23 de marzo. Balzac es quizá el único que tuvo derecho a escribir mal.

24 de marzo. El simbolismo es siempre como el "viajemos juntos" de los viajeros que


parten al mismo tiempo pero se separan al llegar.

7 de abril. El estilo es el olvido de todos los estilos.

15 de abril. Schwob me dice que L'Echo de París editará un suplemento literario y que
Mendès le encargará que lo dirija. Lo felicito como al tío de quien heredaremos, y la
estima que le tengo no me impide pensar en cómo utilizarlo.

Daudet, locuaz, nos habla de la partida de Gauguin, que quiere ir a Tahití porque allí no
conoce a nadie, pero que nunca se va, a tal punto que sus mejores amigos le dicen:
"Tiene que marcharse, querido amigo, tiene que marcharse".

21 de abril. Palabras oídas por el padre de Schwob:


En el teatro hay un caballero con la nariz deforme. Su vecino, de pronto, se vuelve hacia
él y le dice:
-No puedo menos que decírselo: hace un cuarto de hora que su nariz me molesta.
-Y a mí desde hace veinticinco años -contesta el de la nariz deforme.

24 de abril. Ayer tarde, en casa de Daudet. Parece que la nieta ha tansformado un gallo
de cartón que le han regalado, en un ente moral que se llama "el gallo del señor
Renard", y con el cual conversa. Está la espléndida Jeanne Hugo con su maravillosa
nariz de raza a lo Víctor Hugo. Goncourt habla, con una bondad que se me antoja falsa -
¿por qué?- de la insignificante venta de sus libros, de los cuales algunos, sin embargo,
han originado un ruido a lo Drumont.

Rosny habla infatigablemente de su pesadilla: Huysmans.

44
Escucho: "Para vomitar su época habría que haberla comido. Todos somos rebeldes en
estos tiempos."

Con respecto a eso dice Daudet: Yo no quise entrar en la Academia. Jamás me tomarán
por un rebelde. ¿Por qué?

Charpentier pretende leer todos los manuscritos.

Margueritte es un joven corpulento y muy afable.

Estaba Toudouze, que me buscaba por todas partes, para agradecerme con la misma
efusión, sin duda, que ponía yo por encontrarlo.

Un caballero lampiño me habla siempre de mi libro; sin embargo, si me hablara de otra


cosa lo encontraría insoportable.

Daudet me define a Schwob: "Tiene la cabeza llena."

Carrière tiene en sus palabras lo gris, lo incierto y lo inconcluso de sus telas.

26 de abril. Ferdinand Fabre, el hombre que quiere todos los premios de la Academia.

30 de abril. Schwob dice que quizá encontráramos en la Biblia nuevos procedimientos


literarios y el arte de dejar las cosas en su sitio.

1º de mayo. ¿Qué es nuestra imaginación comparada con la de un niño que intenta


hacer un ferrocarril con espárragos?

2 de mayo. Adquiere el talento de decir: "Es interesante", sin bostezar.

7 de mayo. Asir por el cuello la idea que se escapa y aplastarle la nariz sobre el papel.

*Sé que me atormentará la frase y llegará el día en que no podré escribir una sola
palabra.

45
*Mi temor era transformarme, más tarde, en un inofensivo Flaubert de salón.

18 de mayo. He vuelto a ver a Rigal. Nada tan doloroso cual encontrar como mendigo a
un antiguo maestro.

26 de mayo. Moréas dice: "Me parezco a Racine."

Pensemos cada mañana en las amistades que vamos a cultivar y en las plantas que
debemos regar.

28 de mayo. Me presentaron ayer a Mendès, quien me dijo: "Si tiene usted una novela,
traígala; dentro de cinco o seis años la publicaremos".

18 de junio. Quédese tranquilo, no olvidaré nunca el favor que le hice.

15 de julio. No le seguiría a usted ni para ir al fin del mundo.

29 de julio. L'Ecornifleur es la historia de un joven insoportable que habla


ontinuamente y no demuestra nada.

30 de julio. La guerra no es, quizá, más que el desquite de los animales que hemos
matado.

31 de julio. Todo libro tiene su pudor y no hay que hablar de él demasiado.

1º de agosto. ¡Señor, ayúdanos a mi mujer y a mí a comer nuestro pan cotidiano del


matrimonio!

3 de agosto. Se reconocen "mi estilo" es, ¡ay!, porque hago siempre lo mismo.

9 de octubre. Una joven víctima de una accidente ocasionado por la benevolencia.

*La verdadera felicidad consistiría em recordar el presente.

46
10 de octubre. ¡Ay! Me basta todavía que un hombre me diga que es decente para que
lo crea.

15 de octubre. Un duelo parece un ensayo general de un duelo.

16 de octubre. Señor, he visto sobre la mesa del carnicero sesos parecidos a los suyos.

18 de octubre. Quisiera ser, en prosa, un poeta muerto al que se echa de menos.

*La prosa debe ser un verso que no conserva el renglón.

22 de octubre. Mis amigos me esperan en la novela, como en el recodo de una calle.

28 de octubre. Se puede transmitir el lenguaje de los campesinos sin faltas de


ortografía.

2 de noviembre. Es soprendente observar cómo todas las celebridades literarias


mejoran cuando se las ve en caricatura.

*Al entrar en el despacho de una redacción experimento siempre esta timidez, como si
hubiera enemigos escondidos en las carpetas, y cuando un amable corrector de pruebas
de Supllément me ofrece cortésmente una silla, me pregunto si se está burlando de mí o
quiere gastarme una broma.

*Ayer cobré el primer céntimo que me dan las letras. En ese momento un céntimo es tan
bello como cincuenta mil francos.

*Cuando salíamos Schwob me dijo: "¿Ve usted a esa mujer que acaba de dejarme? Es
mi pasado que vuelve y al que me entregaré de nuevo. Esa mujer me ha hecho hacer
todo aquello que conduce a la cárcel y a la justicia. Además, me puso en ridículo: este
Schwob que usted conoce montaba a caballo, jugaba a las carreras y se vestía a la última
moda. La desprecio, es necia, vuelve a mí porque cree que tengo dinero; es orgullosa;
para ella soy un periodista y los periodistas no significan nada; sin embargo, volveré a

47
ella y por su causa haré sufrir a otra mujercita a quien amo, que es buena, sencilla y se
conforma con lo poco que le doy. No me atrae su carne. ¿Qué me atrae entonces?
Volveré a ser lo que he sido: un ser sucio."

4 de noviembre. Cena de Flammarion. Gravemente, nos quitan a Schwob y a mí platos


que no hemos comido. El lenguado al vino blanco no llega hasta nosotros. Nos
desquitamos con pan y manzanas verdes. Hay quien se pelea por el queso. Un caballero,
un Lovis Hugues inflado aúlla como un perro lobo. Un autor, al que creemos dramático,
que escribe monólogos, canta... Xanrof hace tonterías en el piano, mientras Fasquelle, el
socio de Charpentier, baila la danza del vientre y hace temblar la mesa frotándola con el
pulgar. Tiene una nariz ancha, aplastada, en medio de la cara. Es como si al darle un
puntapié el pie se le hubiera quedado adherido.

Mendès conversa con Flammarion, quien parece tan aburrido como un editor que
escuchara a un autor. Flammarion, el astrónomo, que en cuanto entró me pidió la mitad
de mi pan, me informa que le llevará siete años de trabajo, preparar el fin del mundo.
Parece que está en buenas relaciones con el cielo y muy bien consigo mismo.

Un actor, Florent que hace imitaciones, está rapado como una nalga y, sin embargo,
encontró la manera de hacerse raya.

A lo lejos, en el extremo de la mesa, veo a Ginisty, cuyos ojos parecen la ranura que
tiene el lapicero para poner la pluma; su cabello es aceitoso, como recién salido de la
colada, y tiene en la frente algo que Schwob toma por una laucha y yo por el trasero de
un sapo.

Un señor, con una mancha borra de vino, parece un asesino sentado a la mesa sin
haberse lavado previamente.

Más allá una especie de Homero congestionado y sin dientes habla de inspiración: es
Lacroix, el que le dio casi un millón a Víctor Hugo.

Berthol Graivi parece un celador flaco y condecorado.

48
Schwob: "¡Qué bestialidades!"
Yo: "¡Y los pelos que tienen! Como si Dios de puro apresurado, no hubiera tenido
tiempo de arrancárselos."
Schwob: "Y esos ojos, esos pares de molares, esas narices, esas extraordinarias
protuberancias carnosas."
Naturalmente, él y yo somos hermosos.

Al levantarnos de la mesa veo a Mendès que se ajusta los pantalones.

Allais: "Me alegro de conocer a Jules Renard."


Yo: "Recuerdo algo suyo: aquella joven que no quiere subir al ómnibus cuyo color
desentona con su vestido..."
Allais: "¡Diablos! Es cierto, es una joya; pero parece usted desalentado."
Yo: "En absoluto; me divierto. Mi ilusión era alternar con hombres de letras."

Mendès: "Una vez fui a cenar a casa de Claudel, el que se divertía sentando a su niño
sobre la sopera con el culito desnudo para calentárselo. Eso le causaba gracia y a
nosotros nos despertaba el apetito.

"Es menos sucio que Philoxène Boyer, a quien he visto conservar un mes una gran raya
de tinta en la mejilla derecha, de tal modo que al abrir el ojo no había solución de
continuidad."

Courteline: "Más gracioso es lo de aquel señor que no quería quitarse los calcetines
sucios; se ponía un par nuevo y los viejos terminaban por salir a través de aquéllos.
También he visto a dos borrachos jugar así a las cartas: unos, al dar vuelta el rey,
vomitaba, entre otras cosas, trozos de riñones; el otro, tan borracho como el primero,
levantaba las cartas, se levantaba y tomando los trozos de riñones de la barba de su
amigo se los ponía en el bolsillo."

8 de noviembre. Cuando se es joven se tiene originalidad, pero no talento.

25 de noviembre. Barrès olvida a menudo que lo que él llama desdeñosamente "un


relato" es mucho más difícil de hacer que una reflexión filosófica.

49
* Hay críticos que sólo hablan de los libros por hacer.

2 de diciembre. Gentes a las cuales se les encuentra talento pero a las que no se lee
jamás.

*Convendría poner en nuestros libros, en lugar de primer millar, segundo millar:


primera docena, segunda docena.

7 de diciembre. No hay más que una manera de ser un poco egoísta que los demás, y es
confesar nuestro egoísmo.

11 de diciembre. Confieso muy humildemente mi orgullo.

16 de diciembre. Noto que Barrès sólo cultiva los amigos que pueden serle útiles. Le
presenté a Schwob, los reuní a comer aquí y como Schwob es director del Supplément
de L'Echo, adivinad el resto.

17 de diciembre. En suma, ¿qué debo a mi familia?


¡Ingrato! Novelas ya hechas.

23 de diciembre. He visto, en casa de Schwob, a André Gide, el autor de Cahiers


d'André Walter. Schwob me presenta diciendo que soy un obstinado insoportable.
Si no lo es, dice Gide en voz aguda, lo parece.
Es lampiño, está resfriado, tiene mandíbulas exageradas y ojos entre dos promontorios.
Está enamorado de Oscar Wilde, cuya fotografía veo sobre la chimenea: es éste un señor
grueso, muy distinguido, también lampiño, que ha surgido hace poco.

Fue imposible lograr que Courteline viniese a cenar: él come siempre en familia.
-Sin embargo manifiesta Schwob , cena usted todos los martes con Mendès.
-Mendès forma parte de mi familia -contesta Courteline.

50

Das könnte Ihnen auch gefallen