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Los hábitos alimentarios saludables, son aquellas prácticas de consumo de alimentos por medio
de las cuales las personas seleccionan su alimentación en función de mantener una buena salud.
Esto incluye adoptar un patrón de consumo que incluya todos los grupos de alimentos. Esto no
sólo se relaciona con preparar bien o elegir adecuadamente los alimentos que ingerimos, sino
con darnos el tiempo, el espacio y el gusto de disfrutar las comidas cada día.
El desayuno es la comida más importante del día. Debe ser completo y equilibrado y aportar
fruta, lácteos, pan o cereales. Es importante comenzar el día con un buen desayuno, pero la
calidad de este depende de las raciones que decidamos consumir de cereales, lácteos y frutas
para mantener a lo largo de la mañana un mejor perfil nutricional. Un desayuno con alto
contenido graso, pocas proteínas y fibras, se asocia con mayor sensación de hambre y fatiga a
las pocas horas de haberlo consumido. Los expertos apuestan por tomar un desayuno todos los
días, que contenga lácteos, hidratos de carbono, grasas, vegetales y otros ingredientes como
mermelada, jamón york o pavo.
Una de las cusas para la mala alimentación es la falta de educación nutricional, que es
fundamental para desarrollar buenos hábitos alimenticios. Algunas de las consecuencias de la
mala alimentación son diabetes, hipertensión, enfermedades cardiovasculares y del sistema
digestivo, anemia, dislipidemia, algunos tipos de cáncer e infecciones, son una de las muchas
consecuencias de mala alimentación.
Comer “a la carrera” genera una serie de efectos negativos en la salud tales como: trastornos de
la digestión como pesadez, dolores de estómago y reflujo, entre otras, debido a que no se mastica
de forma apropiada; la falta de trituración de los alimentos hace que el cuerpo se esfuerce y gaste
demasiada energía, por lo que se sentirá más cansada la persona. Al comer rápido, la comida
puede pasar con aire, lo que genera dolores de estómago, gases y eructos. Comer de esta forma
acelerada, con estrés o con ansiedad, provoca que los nutrientes en los alimentos no se absorban
de forma adecuada, así que, aunque se coma muy bien, los nutrientes se convertirán en toxinas
si se está acelerado o nervioso.
Durante la infancia los padres deben alimentar a los niños de forma balaceada; de esta forma se
adquirirán hábitos nutricionales correctos y se hará más fácil que se mantengan a lo largo de la
vida del sujeto. En la adolescencia hay mayores necesidades de energía y algunos nutrientes,
pero esto va a variar entre chicos y chicas; ejemplo, las mujeres necesitarán más hierro debido a
la pérdida de este que se da durante la menstruación. En los adultos las necesidades nutricionales
no cambian mucho de entre los 19 y 50 años, excepto durante la gestación y la lactancia. Los
adultos mayores requieren menor cantidad de energía, pero deben ingerir abundante vitaminas y
minerales; deberán cuidar la ingesta de calcio, vitamina D, aumentar el consumo de vegetales y
vigilar el consumo de aguas y líquidos.