Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
Negligencia Procesal
HECHOS:
En un juicio iniciado contra una compañía de seguros con motivo de un accidente de
tránsito, fue desestimada la demanda porque el accionante no había probado que el
conductor tenía registro habilitante en el momento del siniestro. Antes de notificado el
fallo, se agregó la prueba, no obstante, lo cual el juez de la causa decidió que se hiciera
saber la sentencia dictada, sobre la que no podía introducir variación alguna. La
Cámara confirmó el fallo. Interpuesto recurso extraordinario federal, su denegatoria
motivó la queja. La Corte Suprema de Justicia de la Nación dejó sin efecto la sentencia
recurrida.
SUMARIOS:
1. La condición necesaria de que las circunstancias de hecho sean objeto de
comprobación ante los jueces no excusa la indiferencia de éstos respecto de su
"objetiva verdad", pues a fin de juzgar un hecho no cabe prescindir de la
comprobación del modo de su existencia que en materia civil incumbe a los
interesados.
2. El proceso civil no puede ser conducido en términos estrictamente formales,
pues no se trata de cumplir ritos caprichosos, sino de desarrollos de
procedimientos destinados al esclarecimiento de la verdad jurídica, que es su
norte.
3. La ley procesal vigente dispone que los jueces tendrán, en cualquier estado del
juicio, la facultad de disponer las medidas necesarias para esclarecer los hechos
debatidos. Y tal facultad no puede ser renunciada, en circunstancias en que su
eficacia para la determinación sea indudable. En caso contrario la sentencia no
será la aplicación de la ley a los hechos del caso, sino precisamente la
frustración ritual de la aplicación del derecho.
4. Si bien es propio de los jueces de la causa determinar cuándo existe negligencia
procesal sancionable de las partes, así como disponer lo conducente para el
respeto de la igualdad en la defensa de sus derechos, ni una, ni otra de estas
consideraciones son bastantes para excluir de la solución que debe darse al
caso, y su visible fundamento de hecho, porque la renuncia consciente a la
verdad es incompatible con el servicio de la justicia.
5. La alegación de que la sentencia carece de fundamentos bastantes para
sustentarla, autoriza la concesión del recurso extraordinario.
6. Es arbitraria, a los efectos del recurso extraordinario federal, la sentencia que
rechazó la demanda contra la aseguradora por no haberse acreditado que el
conductor tenía registro habilitante al momento del siniestro, si omitió toda
consideración del documento oficial agregado a la causa antes de notificado el
fallo por razón de la oportunidad de su incorporación, aun cuando la solución
del pleito podía depender de la existencia y autenticidad de la licencia en
cuestión.
Opinión del Procurador General de la Nación.
Que de las constancias de autos resulta que, conforme con los términos en que quedo
trabada la litis, la cuestión fundamental a resolver por el a quo consistía en determinar
si, a la fecha del accidente, carecía o no del registro habilitante correspondiente, como
se expresa en la sentencia recurrida.
Que la demandada ofreció como prueba las constancias del acta policial labrada en la
ocasión del accidente, de las que surgía que en el momento del hecho el conductor
“carecía de registro” El accionante , a su vez, solicitó que se librara oficio al Intendente
municipal de la ciudad de Buenos Aires a fin de que informara si en los registros de la
municipalidad, Dirección General de tránsito de la misma, figur extendida la
habilitación para la conducción de vehículos automóviles a nombre de la persona que
realmente conducía el vehículo del actor en el momento del accidente. Reiterado el
oficio por falta de contestación del primero, la Dirección de Tránsito manifesto que
habia demorado la contestacion treinta y siete días con motivo de la búsqueda
realizada en los registros respectivos y que no le era posible informar porque “los
padrones y ficheros de conductores habilitados se llevan por el número de la respectiva
licencia y no por el nombre y apellido de sus titulares”.
Que en atención a tal respuesta, el accionante solicitó que se librara nuevo oficio en
razón de que había podido averiguar que el número de registro de que se trataba era el
de 2.630.314. Librado el oficio, la Dirección de Tránsito respondió que la licencia de
conductor con el número indicado no pertenecía a esa comuna, “por cuanto el número
mas alto otorgado hasta la fecha es el 448.500”. La sentencia de primera instancia,
haciendo mérito fundamental de que el accionante no había probado que el
conductor tenía registro habilitante en el momento del accidente, desestimó la
demanda. Después de dictada la sentencia y antes de ser notificada, el actor presento
un nuevo escrito manifestando que, en virtud de la dificultad existente para obtener el
informe solicitado sobre la existencia de la licencia para conducir automóviles, el
conductor había pedido un nuevo registro por haber extraviado el original, el que
acompañaba a los autos y hacia notar que en la constancia de la foja 11 del mismo
figura como fecha en que se concedió la licencia original el 23 de julio de 1948, es decir
mas de dos meses antes del accidente. El juez de la causa decidió que se hiciera saber
la sentencia dictada sobre la que no podia introducir variación alguna.. Contra dicha
sentencia ambas partes dedujeron recurso de apelación, el actor por el fondo del
asunto y la demandada en cuanto se había desestimado la defensa de prescripción por
ella alegada.
Que presentados los memoriales por las partes, con amplia fundamentación de su
respectivo punto de vista sobre diversos aspectos de la litis y , en particular, sobre la
pertinencia o impertinencia de la prueba agregada por el actor después de dictarse la
sentencia, la Camara de Apelación, en el fallo de que se ha recurrido ante esta corte,
confirmó la sentencia de primera instancia con el explícito fundamento de que la sola
agregación del documento de fs. 66, acompañado extemporáneamente en los autos,
con posterioridad la sentencia dictada, era insuficiente para modificar lo decidido por
el inferior.
Que, sin embargo, el proceso civil no puede ser conducido en términos estrictamente
formales. No se trata ciertamente del cumplimiento de ritos caprichosos, sino del
desarrollo de procedimientos destinados al establecimiento de la verdad jurídica
objetiva, que es su norte.
Que concordantemente con ello la ley procesal vigente dispone que los jueces tendrán,
en cualquier estado del juicio, la facultad de disponer las medidas necesarias para
esclarecer los hechos debatidos. Y tal facultad no puede ser renunciada , en
circunstancias en que su eficacia para la determinación de la verdad sea indudable.
En caso contrario la sentencia no sería aplicación de la ley a los hechos del caso, sino
precisamente la frustración ritual de la aplicación de la ley a los hechos del caso, sino
precisamente la frustración ritual de la aplicación del derecho.
Que, desde luego y por vía de principio, es propio de los jueces de la causa, determinar
cuando existe negligencia procesal sancionable de las partes así como disponer lo
conducente para el respeto de la igualdad en le defensa de sus derechos. Pero ni una
ni otra consideración son bastantes para excluir de la solución a dar al caso, su visible
fundamento de hecho, porque la renuncia consciente a la verdad es incompatible con
el servicio de la justicia.
Que, en tales condiciones, el tribunal estima que la alegación de que la sentencia de fs.
89 carece de fundamentos bastantes para sustentarla, autoriza la concesión del
recurso extraordinario.
Funda la acción en que durante la tramitación del pleito el interventor al Poder Judicial
de la Provincia removió a algunos magistrados y ejerció presión sobre otros para
obtener se fijara como precio de lo expropiado una suma irrisoria. Asimismo, el propio
demandante fue objeto de coacción por parte del entonces gobernador de la Provincia
a fin de que consintiera la sentencia de última instancia dictada en las actuaciones.
No comparto tal punto de vista. Por el contrario pienso que, de ser exactas las
aseveraciones del accionante, el juicio de expropiación y la sentencia que lo terminó
sólo serían simples simulacros tras los cuales se escondería una burla a los principios
fundamentales con que la Constitución asegura la división de los poderes y la defensa
en juicio de las personas y los derechos.
En este orden de ideas Adolfo E. Parry recuerda (Rev. LA LEY, t. 62, ps. 743 y sigts., "La
cosa juzgada írrita") que ya en el derecho romano se admitían protecciones para el
perjudicado por una sentencia obtenida por medio de documentos falsos, actividades
dolosas, soborno de testigos, colusión, etc. ... y, así el damnificado tenía a su alcance la
"exceptio doli" contra la "actio iudicati"; la "replicatio doli" contra la "exceptio rei
iudicatae" y, subsidiariamente la "actio doli"; y admite este tratadista que la
derogabilidad de la cosa juzgada es posible en nuestro ordenamiento jurídico, por
aplicación de diversos medios de acción, dentro del juego normal de nuestras
instituciones.
A su vez, V. E. tiene declarado que la institución de la cosa juzgada, como todas las
instituciones legales, debe organizarse sobre bases compatibles con los derechos y
garantías constitucionales, y no es dudoso que en los supuestos en que, con seriedad,
se le impugna como contraria a ellas, el recurso ante la Corte sería procedente, pues,
sin duda, para la validez de la institución a que me estoy refiriendo, se requiere su
compatibilidad con la garantía de la defensa en juicio (Fallos, t. 238, p. 18).
El sub júdice no debe confundirse con los casos de Fallos, t. 250, p. 676 y t. 251, p. 270
(Rev. La Ley, t. 106, p. 342, fallo 48.036; Rep. La Ley, XXIII, p. 1051, sum. 34), pues en el
primero lo fundamental de la decisión fue la prescripción operada y en el segundo la
no suspensión de la misma por la posibilidad de actos de abuso de las autoridades
depuestas en setiembre de 1955.
En cambio resulta de interés, para la tesis que estoy sosteniendo que, en el caso de
Fallos, t. 257, p. 69 (Rev. La Ley, t. 112, p. 572, fallo 51.230), la Corte, al expedirse sobre
la acción de nulidad de la donación efectuada por Alberto E. y Pedro N. Dodero, tuvo
en particular consideración, para desestimarla, "que las presiones ejercidas sobre los
actores "no fueron la única ni esencial razón determinante del acto cuya nulidad se
pide" (consid. 8°), lo que permite afirmar que, en caso contrario, o sea si la presión
hubiera sido respecto del acto jurídico, la única y esencial razón determinante, la
suerte del pleito hubiera sido distinta. En otros términos, la presión, acompañada de
tales características, como con argumentos serios se asevera ha mediado en la especie,
lleva a la nulidad del acto impugnado.
Aquí se han invocado, entre otras causales de invalidación del proceso, la presión
ejercida por el gobernador de la Provincia y el interventor al poder judicial de la misma
sobre jueces y camaristas imparciales que conocían en la causa, y su separación y
destitución: y la seriedad de tales imputaciones, examinadas por el juez de 1ª instancia,
cuyo fallo resultó favorable a la actora, impone -partiendo de la premisa que sostengo
de que a la autoridad de la cosa juzgada no debe dársele alcance tan absoluto como el
que le da e la quo que el tribunal que ha de fallar la causa efectúe una ponderada
valoración de la prueba referida a las violaciones constitucionales alegadas.
El a quo estima que aquel desistimiento debe considerarse voluntario, en primer lugar,
por cuanto el accionante no habría probado acabadamente la verdad de las amenazas
que dice le fueron dirigidas por el entonces gobernador de la Provincia de Buenos
Aires; y, en segundo lugar; porque dichas amenazas, de ser ciertas, no serian
suficientes para invalidar el acto.
Por lo demás, no parece claro que el recurso extraordinario hubiera sido la vía
adecuada para reparar los agravios que invocó la actora, pues las impugnaciones
formuladas contra el proceso imponían su comprobación, y éste, a su vez, es
procesalmente impropio en la sustanciación del remedio federal.
Ello me lleva, como consecuencia, a concluir que en el sub júdice el desistimiento del
recurso extraordinario no es un elemento que puede perfeccionar la cosa juzgada,
pues tal desistimiento —lo mismo que ocurriría con la falta de interposición de dicho
recurso— carece en el caso de efectos procesales que autoricen arribar a la conclusión
opuesta.
3° - Que a todo ello agrega la actora que, interpuesto por su parte el recurso
extraordinario ante esta Corte, debió después desistirlo, ante la fuerte presión ejercida
por el gobernador de la Provincia, en una entrevista que tuvo lugar en la presidencia de
la República y en cuya oportunidad se le amenazó con convertir una interdicción sobre
sus otros bienes y los de una hermana, en una nueva expropiación. Para hacer efectiva
aquella medida se inhibió a ambos, según constancia del Registro de la Propiedad,
resultantes de un expediente administrativo que jamás existió.
4° - Que, por todo ello, sostiene la demandante que fue despojada de su inmueble,
mediante un juicio que de tal no tuvo sino las formas externas, ya que fue una
verdadera farsa, en la que los jueces se vieron obligados a fallar según los designios de
la autoridad provincial, de modo que se vulneraron fundamentales principios
consagrados por la Constitución Nacional.
5° - Que el fallo de 1ª instancia dictado en los presentes autos fue favorable a la actora;
pero recurrido ante el superior, éste lo revocó, dando como fundamento la existencia
de cosa juzgada, a la que atribuye carácter absoluto, pues entiende que la seguridad
jurídica impone el respeto de los fallos judiciales, cualesquiera sean sus defectos y las
condiciones en que se dicten.
9° - Que ya se dijo que éste se definió por el alcance absoluto de la cosa juzgada, hasta
el punto que uno de sus integrantes lo reconoce aun en caso de existir prevaricato u
otra inconducta del juez de quien emana el fallo.
10. - Que no puede caber duda sobre la necesidad de tener por verdadero lo que
decide una sentencia, después de haberse dado oportunidad a las partes para ejercer
sus defensas e interponer los recursos del caso. Con mayor razón, si dejaron
voluntariamente de valerse de éstos. La seguridad jurídica así lo exige, imponiendo,
como se dice en el fallo en recurso, el sacrificio de algún interés personal conculcado a
la necesidad de que las controversias entre particulares o de éstos con el Estado
terminen con el fallo judicial.
11. - Que, sin embargo, es conocido el principio conforme con el cual son revisables las
sentencias fraudulentas o dictadas en virtud de cohecho, violencia u otra maquinación.
En tal sentido, esta Corte dijo en Fallos, t. 254. p. 320 (Rev. LA LEY, t. 110, p. 365, fallo
50.141), considerando 13: "Que corresponde todavía señalar que la admisión genérica
en el ordenamiento jurídico argentino, de la institución de la cosa juzgada, no significa
que no pueda condicionarse su reconocimiento a la inexistencia de dolo en la causa en
que se ha expedido la sentencia. Esta posibilidad, que subyace a los principios que
sustentan el recurso de revisión (art. 241, incs. 3°, 4° y 5°, ley 50), es valedera también
para desconocer eficacia final a la sentencia dictada en juicio en que se ha incurrido en
estafa procesal. La circunstancia que de esta manera se afecta la seguridad, propia de
las sentencias firmes en el orden civil, debe ceder a la razón de justicia, que exige que
el delito comprobado, no rinda beneficios".
12. - Que también dijo en Fallos, t. 238, p. 18 (Rev. LA LEY, t. 88, p. 92, fallo 41.093) que
"la institución de la cosa juzgada, como todas las instituciones legales, debe organizarse
sobre bases compatibles con los derechos y garantías constitucionales" y agregó: "no a
toda sentencia judicial puede reconocérsele fuerza de resolución inmutable, sino sólo a
aquéllas que han sido precedidas de un proceso contradictorio, en el que el vencido
haya tenido adecuada y sustancial oportunidad de audiencia y prueba".
13. – Que el a quo no ha hecho el examen de la abundante prueba producida por la
actora para justificar la verdad de sus asertos porque, como se ha dicho, partió de la
base incontrovertible de la inmutabilidad absoluta de las sentencias pasadas en
autoridad de cosa juzgada. Pero, como bien lo expresa el precedente dictamen del
procurador general, no puede invocarse tal principio cuando no ha existido un
auténtico y verdadero proceso judicial, ni puede aceptarse que, habiendo sido
establecida la institución de la cosa juzgada para asegurar derechos legítimamente
adquiridos, cubra también aquellos supuestos en los que se reconoce que ha mediado
sólo un remedo de juicio que concluye con una resolución dictada en obediencia de
órdenes impartidas por el Poder Ejecutivo, provincial o nacional.
15. - Que resta por examinar el agravio referido al desistimiento del recurso
extraordinario articulado oportunamente en el juicio de expropiación, que el apelante
atribuye a la intimidación de que fue objeto, Si bien es cierto que el a quo ha
considerado que no probó tal hecho, prescindió del examen circunstanciado de la
prueba aportada a ese fin. En ese aspecto, el fallo carece de fundamentación bastante,
lo que también ocurre con la mera manifestación de no ser la intimidación
supuestamente ejercida jurídicamente eficaz para invalidar el acto.
Por ello, y lo dictaminado por el procurador general, se deja sin efecto la sentencia
apelada. Y vuelvan los autos al tribunal de origen para que, por quien corresponda, se
dicte nuevo pronunciamiento, con arreglo al art. 16 de la ley 48 y al contenido del
presente. —Eduardo A. Ortiz Basualdo. —Marco A. Risolía. —Luis C. Cabral. —
Margarita Argúas.