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Pontificia Universidad Católica de Chile

Facultad de Teología
Trinidad y Cristología II

Luis Antonio Ortiz Jiménez Formación de Doctrina la Trinitaria

La reflexión teológica sobre la trinidad, ha tenido un desafío de lenguaje a lo largo del tiempo.
El concepto de persona es sin duda un concepto que no se encuentra en la Biblia, pero esto mismo
ocurre con muchos conceptos dogmáticos. Esto mismo ha llevado a una reflexión más específica de
cómo debe interpretarse este concepto. La expresión «un solo Dios en tres personas» acreditada por
los concilios ecuménicos ha tenido un desarrollo. Este lenguaje pues, intenta esclarecer la diferencia
entre la esencia divina y las relaciones que se dan al interior de la trinidad. Entre la esencia de Dios y
las relaciones no hay una mera distinción conceptual, sino una distinción que tiene un fundamento en
su obrar, así pues, relación se orienta a un término que es realmente distinto de la esencia.

En la antigüedad se entiende por personas o hipostasis; el sujeto último de todo ser y de todo
obrar. Le es propio a la persona ser una realidad no reductible ni comunicable a otra; en este sentido
es una unidad distinta de otra. Haciendo hincapié en esto Boecio ofrece una definición clásica:
persona es una substancia individual de naturaleza que raciona. La cuestión en el fondo es sobre la
alteridad en la trinidad. Santo Tomas aporta el término de subsistencia, resaltando la importancia de
las relaciones. En este sentido, las personas están constituidas por las relaciones y se distinguen por
éstas. Un término clave en esta compresión es el de perijóresis, que expresa el grado de unión entre
las personas de la trinidad. Esta unidad es el amor, ya que a mayor unidad corresponde mayor
autonomía, que se realiza plenamente en el amor.

En la modernidad el término de persona ya no se considera en el plano ontológico, sino como


centro consciente y libre de actos y como personalidad individual. En este sentido, el sujeto
autoconsciente e individual, no es compatible con la teología trinitaria, ya que esto implicaría que
tiene tres conciencias, y se corre el riesgo del triteísmo. Ante esta problemática K. Barth considera a
las personas divinas como modo de ser. Sobre esto K. Rahner advierte sobre la posibilidad de un
malentendido modalista, el prefiere hablar de tres modos distintos de subsistencia. Este lenguaje tan
elaborado tuvo una fuerte crítica ya que no es tan claro en el contenido. La doctrina trinitaria
tradicional deja en claro que de la unidad del ser en Dios se sigue la unidad de la conciencia. Esto
quiere decir que es un sujeto triple de la única conciencia, donde los tres sujetos no pueden ser
simplemente inconscientes, sino que son conscientes de sí mismos a través de la única conciencia.

La implicación antropológica sobre este término trinitario, deja ver como la persona se
constituye en relación con un otro. Así como las personas divinas no están constituidas en su propia
autonomía sino en sus relaciones. El ser humano encuentra el sentido más profundo de su existencia
en su relación con otro. Ya que el ser humano no es un “ser en sí”, si no que un ser que viene de Dios
y va él. El hombre vive más humanamente en las relaciones de yo-tú-nosotros.

El término de relación y unidad que implica sin duda también la diferencia, como sucede en
las personas divinas, es fundamental en la actualidad. En cambio, si el énfasis se produce en la
autonomía y en la diferencia, el ser humano se encamina a una perdida de sentido, ya que el sentido
más profundo de su existencia es la relación, así como en la trinidad esta relación esta constituida en
el amor, el ser humano está llamado a descubrir, el sentido de su existencia en el amor también.

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