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Mirtha Benítez ∗
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Psicoanalista, miembro de “freudianas”, Institución de Psicoanálisis.
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La infancia en el siglo XXI
Mirtha Benítez ∗
responsabilidad sobre el futuro y la crianza de sus hijos. Los padres deben responder a
las demandas de sus hijos en pos de su futuro bienestar.
El concepto de infancia en una determinada época es producto de un entretejido
de variables intervinientes de lecturas y abordajes desde distintos discursos.
A partir del compromiso que los analistas tenemos, al estar concernidos por la
época que nos toca vivir y de las consultas que recibimos, hacemos lectura acerca del
concepto de infancia en este siglo, el cual queda enmarcado en un contexto discursivo
en el que el predominio de ciertos términos, van marcando el rumbo de la lectura del
significante "infancia".
La “infancia” lejos está de ser para el psicoanálisis la referencia a una etapa,
puede definirse como lo que retorna de la impronta que nos ha dejado cierta cadencia,
ritmo particular de la lengua practicada por esos seres hablantes que nos han constituido
y que nos marcan con su modo particular de hablar. Es común la referencia a la infancia
como “lo perdido”, los recuerdos borrosos o claros pero siempre encubridores de “eso”
perdido.
Lo que es nombrado como “infancia” deviene en “lo infantil”, testimonio de ese
nodal descubrimiento freudiano: la sexualidad infantil, que regresa en esos vagos
recuerdos de infancia como hilachas, retoños de algún olor, color, gusto, afecto, que nos
ha dejado un modo de satisfacción propio que nos acompaña durante el trayecto de la
vida, habitando nuestros síntomas.
Cuando hablamos de “niño”, cada discurso se encarga de definirlo. El niño para
el psicoanálisis ha sido definido de múltiples maneras, pero siempre sobre el eje que,
tiene una sexualidad y es “objeto” de la sexualidad de los padres. Recordemos la
definición freudiana del niño como “juguete erótico de los padres”, un objeto-nos dice
Lacan- que se reviste de una “función oracular” de lo reprimido de los padres.
En el siglo XXI, el niño resulta un objeto de la pasión por la clasificación,
pasión por el estudio de este objeto que es el “niño”, el “niño” como condensador de
goces, según el discurso del que se trate. Derivas de la pasión hacia el enaltecimiento
del objeto “niño” o hacia la explotación del “niño”, apresado en las leyes del mercado
globalizado, obsceno, consumista en exceso, que excluye al sujeto deseante, no
encontrando éste, a quién dirigirse. Allí entra en juego “lo que no anda”.
El ser hablante necesita una referencia simbólica, necesita hablarle a Otro,
necesita a quién dirigirse. Como siempre y en el mejor de los casos, apela a sus recursos
de ser hablante, lo hace con sus padecimientos, con su cuerpo, con sus síntomas. Si ello,
se articula en una demanda a un analista, se abrirá la posibilidad de que el psicoanálisis
como discurso descomplete esos universos discursivos del saber positivo y pueda
aportar otros argumentos de lectura y sobre todo, una forma lógica de escuchar y de
operar sobre el discurso de quién pida hablar de “lo que no anda”.
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Psicoanalista, miembro de “freudianas”, Institución de Psicoanálisis.