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Rolando García

La risa como afirmación de la muerte en Bataille

Mi Madre, obra de George Bataille publicada en 1966, forma parte de un conjunto de


cuatro libros escritos por el autor como una prolongación de Madame Edwarda, del que
también forma parte Divinus Deus y del que Charlotte d’Ingerville –recogida de los
escritos de Bataille después de su muerte en 1962- sería la continuación.

En ella, Bataille plasma las transformaciones por las que pasa Pierre al descubrir el
verdadero carácter de su madre, una mujer entregada a los placeres hasta la locura, diría
ella misma “tengo caprichos inconfesables y me siento muy feliz de poder revelártelos....
Aunque deba morir por ello, quiero ceder a todos mis deseos... Hasta los más locos 1 ”, y
que a pesar de ello mantiene un amor hacia su hijo, aunque no sea a él a quien ame, sino la
angustia de amar.

Al igual que en muchas de sus obras, en Mi Madre no importa mucho la trama o el sentido
cronológico de la historia, sino que en éste caso las transformaciones de Pierre y los
sentimientos desmesurados de su madre, muestran en parte las mutaciones propias de
Bataille; pasar de la timidez y la devoción, a la entrega a los placeres de la carne en Pierre,
a la par del recuerdo de la transformación misma de Bataille, pasar de fiel creyente de Dios
para después negarlo rotundamente.

Y es que la obra plasma de manera fehaciente los rasgos que caracterizan el pensamiento
del autor y digo pensamiento y no una filosofía porque Bataille no propone una nueva
filosofía, sino que tan sólo nos plasma un pensamiento móvil que se desenvuelve entre sus
concepciones religiosas, muy arraigadas en él a pesar de negarlas tajantemente, y sus
movilidades en el desenvolvimiento de la vida ante un Dios que ha muerto, pero sobre todo
una búsqueda constante por responder uno de sus grandes temores, la muerte.

1
Georges Bataille. Mi Madre. P. 82
George Bataille es reconocido como uno de los mas grandes escritores y ensayistas
franceses, sus obras van desde la narrativa y la poesía, hasta el teatro; en las vísperas de la
Primera Guerra Mundial, y con una formación meramente católica es atraído por la
literatura y la experiencia mística, por lo que se adentra en la lectura de obras religiosas de
la edad media, este periodo definiría un rasgo esencial en la obra de Bataille, sin embargo,
hacia 1925, Dios ha muerto y su ausencia es casi tan absoluta como absoluto es el horror
que debe soportarse 2 .

Además de Mi Madre y Madame Edwarda, escribe El Erotismo (1957 ∗ ), La Historia del


ojo (1928), Teoría de la religión (1948), La parte Maldita (1947), Sobre Nietsche(1945),
La Littérature et le mal(1955), D’Eros de Les Larmes(1961), El nacimiento del arte(1955)
y una serie de escritos, conferencias y artículos reunidos en La suma Ateológica (De
Somme Athéologique, 1954).

Con el antecedente de una juventud que giraba entre una vida laica y una vida religiosa,
Bataille se va a mantener con una gran influencia religiosa en su obra, ya no como una idea
o un pensamiento solidificado, sino como un ente prevaleciente, diría Dios ha muerto, pero
nos persigue su sombra; siendo esa sombra la que prevalecerá en su obra, Bataille lo
expresaría así “Dios es el horror en mí de lo que fue, es y será tan horrible que a toda
costa debería negar y gritar con todas mis fuerzas que niego que eso fue, es o será, pero
mentiría” 3

No obstante, en Mi Madre plasma una postura en la que se aleja profundamente de Dios,


para ello, ya pasó por la lectura de las obras de Nietzsche y su distanciamiento de la
concepción del Bien y Dios se va alejando, transformando su carácter ascético –tanto por su
desenvolvimiento por más de una década en las bibliotecas, como por su deseo de viajar al
Tibet-, en la desmesura del deseo y de la risa, opta por el camino de la carne y el deseo en
un largo camino en la soledad “en la soledad que conocí, las pautas de éste mundo, si

2
Ignacio Díaz de la Serna. Del Desorden de Dios. P. 27

Las fechas anotadas en paréntesis corresponden a las fechas de publicación de las obras, en su mayoría
publicadas después de la muerte de George Bataille en 1962, entre la que destaca la edición completa iniciada
por Gallimard en 1970, titulada Oeuvres complétes
3
Georges Bataille. Op cit. P. 39

2
subsisten están hechas para mantener en nosotros un vertiginosos sentimiento de
desmesura: esa soledad es Dios” 4 , un camino de la soledad que va en dirección,
irremediablemente, a la muerte.

A la par de su negación de Dios, Bataille descubre en la risa no sólo la afirmación de la


muerte, sino una risa semejante que puede y disuelve todo, incluyendo por supuesto Dios,
¿De qué reír, en este mundo, sino de Dios?, se preguntaría Bataille al suponer y reafirmar el
carácter de Dios como la risa de la muerte. La risa en más divina, y más inasible que las
lágrimas 5 , de ésta manera, expondría la trascendencia de la risa como una forma de espera
irremediable de la muerte, siendo la risa la afirmación de que la muerte misma llegará.

A la risa, se le agrega el encuentro del deseo que despierta la carne en la negación cristiana
de la misma, siendo esa negación el punto de partida para la afirmación del camino para
llegar a Dios, ya que la tradición cristiana de la negación de la carne para llegar a Dios, la
afirmación se convierte en una trágica promesa de una realidad inexistente. Dios está
muerto ergo Dios se pudre al igual que la carne. De tal manera, que la carne para Bataille,
no es sino la afirmación de que la muerte vendrá y dado que Dios está muerto, la fatalidad
de la mortalidad humana se plasmará en el deseo descomedido ∗ .

Es así como el deseo y la risa se convertirían en el eje motor del pensamiento de Bataille,
mismo que aparecería de distintas maneras en todas sus obras, no siendo Mi Madre la
excepción; en ella, tanto Pierre como su madre, se entregan desmesuradamente a los
placeres de la carne, alejándose del Bien (de Dios) que tanto protegía Pierre y acercándose
a la locura por el goce de la vida, buscando en lo otro, una afirmación al entrar en ese
delirio en el que parece perderse en lo otro del ser.

En la obra, encontramos ejemplificado que el deseo y la entrega total a los placeres no


pueden ser del todo placenteros, ya que la desmesura es sólo una forma de negar la muerte;

4
Ibid. P. 57
5
Ibid. P. 67

Ignacio Díaz de la Serna en su libro Del Desorden de Dios, nos explica más profundamente el carácter de la
idea de Bataille sobre la trascendencia de la carne y el deseo, atribuyéndola a su experiencia extática (del loco
devenir de Nietszche, eterno retorno, nunca dejamos de sufrir) del suplicio chino Leng-Tch’e. Pp. 24-27

3
es decir, no se puede vivir en el éxtasis permanente, para ello es necesario que halla una
subjetividad, en tanto que cuando se llega al éxtasis ya no se es sujeto, la madre de Pierre
Madeleine, es el claro ejemplo, el cumplir todos sus deseos, hasta los más locos, la llevó a
la muerte misma, no sin antes sentirse en una incertidumbre de saber ya no quién es en el
punto mismo del éxtasis, en donde ya no se es sujeto.

A pesar de ello, Bataille deja claro que la entrega desmesurada a los placeres nos es del
todo placentera, porque la constante espera a la muerte, mantiene la incertidumbre y la
pesadumbre de saberse inciertos y mortales, sabiendo de antemano que el gran temor del
hombre es inevitablemente cierto. La muerte el punto final, es el gasto total. La muerte
destruye, destruye la vana ilusión del hombre de sentirse permanente y de afirmarse en la
otredad de su ser.

Bibliografía

Díaz de la Serna, Ignacio. Del Desorden de Dios. México. Taurus. 1997. 162 p.
George Bataille. Mi Madre. Barcelona. Tusquets Editores. 1986. Colección erótica La
Sonrisa Vertical. 199 p.

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