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La Biblia usa la palabra benignidad o amabilidad para referirse al

interés sincero en el bienestar de los demás, que se exterioriza


mediante palabras amables y actos considerados. La benignidad
no es solo ser educado y cortés. Es algo más profundo, pues la
motivan el amor y la empatía.
La benignidad está estrechamente relacionada con la
bondad.*Jehová muestra estas cualidades a todos los seres
humanos, entre ellos “los ingratos e inicuos” (Luc. 6:35). Por ejemplo,
Jehová “hace salir su sol sobre inicuos y buenos y hace llover sobre
justos e injustos” (Mat. 5:45). Así pues, incluso quienes no reconocen
que Jehová los ha creado se benefician de todo lo que él ha
suministrado para la vida y disfrutan de cierto grado de felicidad.

Veamos el ejemplo sobresaliente que dio Jehová al tratar con Adán y


Eva. Poco después de pecar, ellos “cosieron hojas de higuera” para
taparse. Pero Dios sabía que necesitarían ropa adecuada para vivir
fuera del jardín de Edén, pues el suelo estaba maldito y lleno de
“espinos y cardos”. Así que tuvo en cuenta sus necesidades y les hizo
“largas prendas de vestir de piel” (Gén. 3:7, 17, 18, 21).

Aunque Jehová trata bien a “inicuos y buenos”, desea en especial


mostrarles consideración a sus siervos fieles. Por ejemplo, en los días
del profeta Zacarías, un ángel estaba preocupado porque la
reconstrucción del templo de Jerusalén se había paralizado. Dios lo
escuchó y le respondió “con palabras buenas, palabras
consoladoras” (Zac. 1:12, 13). Algo parecido hizo con el profeta Elías.
En cierto momento, este se sintió tan desanimado que le pidió a
Jehová que lo dejara morir. Dios tomó en cuenta sus sentimientos, y
por ello le envió a un ángel para que lo fortaleciera. Además, le
aseguró que no estaba solo. Gracias a esas palabras tan compasivas
y a la ayuda que recibió, Elías siguió cumpliendo con su asignación
(1 Rey. 19:1-18). Ahora bien, ¿cuál fue el siervo de Dios que mejor lo
imitó tratando bien a otros?
EL EJEMPLO DE JESÚS
Durante su ministerio en la Tierra, a Jesús se le conoció por ser
considerado y amable con los demás. Nunca fue duro ni dominante.
Movido por la empatía, dijo: “Vengan a mí, todos los que se afanan y
están cargados, y yo los refrescaré”. Y añadió: “Porque mi yugo es
suave” (Mat. 11:28-30). Por esta razón, las personas lo seguían a
todas partes. La compasión lo llevó a alimentarlas, a sanar a los
enfermos y a “enseñarles muchas cosas” sobre su Padre (Mar.
6:34; Mat. 14:14;15:32-38).

Jesús fue comprensivo y perspicaz al tratar a los demás. Siempre


recibía con amabilidad a quienes lo buscaban, aunque a veces
no fuera el momento más conveniente para él (Luc. 9:10, 11). En una
ocasión, una mujer que sufría hemorragias desde hacía doce años se
le acercó y le tocó la ropa con la esperanza de curarse. Ella no podía
hacer eso, porque no estaba limpia según la Ley (Lev. 15:25-28). Pero
Jesús no la regañó. En vez de eso, con compasión le dijo a la
asustada mujer: “Hija, tu fe te ha devuelto la salud. Ve en paz, y
queda sana de tu penosa enfermedad” (Mar. 5:25-34). ¡Qué
considerado fue Jesús!

UNA CUALIDAD QUE DEBEMOS


DEMOSTRAR CON ACCIONES
Los ejemplos que hemos visto dejan claro que la benignidad es una
cualidad que se demuestra con acciones. Para recalcar la importancia
de que actuemos, Jesús contó la parábola del buen samaritano.
Aunque los samaritanos y los judíos se llevaban muy mal, el
samaritano de esta historia se compadeció de un judío al que habían
asaltado, golpeado y dejado medio muerto en el camino. Decidió
tratarle las heridas, llevarlo a una posada y pagarle al dueño para
que lo cuidara. Hasta se ofreció para costear cualquier otro gasto
necesario (Luc. 10:29-37).

Es cierto que la benignidad se demuestra con acciones, pero


también se expresa con palabras que reconforten y animen.
En efecto, aunque “la solicitud ansiosa en el corazón de un hombre
es lo que lo agobia”, la Biblia dice que “la buena palabra es lo que lo
regocija” (Prov. 12:25). La benignidad y la bondad nos moverán a
animar a otros con palabras consideradas que los hagan felices y les
demuestren que nos interesamos en ellos. Esto les dará más fuerzas
para enfrentarse a las dificultades de la vida (Prov. 16:24).

CULTIVEMOS LA BENIGNIDAD
Como estamos hechos “a la imagen de Dios”, todos podemos
cultivar esta cualidad (Gén. 1:27). Veamos algunos ejemplos de la
Biblia. El apóstol Pablo viajó a Roma custodiado por un oficial
romano llamado Julio. Este militar trató bien a Pablo y “le permitió ir
a donde sus amigos y disfrutar de su atención” en la ciudad de Sidón
(Hech. 27:3). Algún tiempo después, los habitantes de la isla de
Malta fueron muy compasivos con Pablo y con otras personas que
acababan de sufrir un naufragio. Encendieron un fuego para que se
calentaran e hicieron todo lo que pudieron por ayudarlos (Hech.
28:1, 2). Sin duda, su comportamiento fue muy encomiable. Pero
mostrar benignidad es algo más que realizar buenas obras de vez en
cuando.

Si queremos agradar por completo a Jehová, debemos hacer que


esta cualidad divina sea una característica permanente de nuestra
forma de ser y de vivir. Claro, a veces puede ser difícil hacer cosas
buenas por los demás. ¿Por qué? Puede ser porque se oponen a
nuestra obra, porque somos tímidos e inseguros o porque seguimos
luchando con la tendencia a ser egoístas. Pero podemos vencer
estos obstáculos si buscamos la ayuda del espíritu santo y copiamos
el buen ejemplo de Jehová (1 Cor. 2:12).

¿Qué nos ayudará a ver en qué podemos mejorar al hacer cosas


buenas por otros? Deberíamos preguntarnos: “¿Sé escuchar con
empatía? ¿Estoy pendiente de las necesidades ajenas? ¿Cuándo fue
la última vez que hice algo bueno por alguien que no sea un familiar
o un amigo cercano?”. Además, podemos ponernos metas, como
conocer mejor a otros, en especial a los hermanos de la
congregación. Así estaremos más al tanto de sus circunstancias y
necesidades. Luego, hagamos por los demás lo que nos gustaría que
hicieran por nosotros (Mat. 7:12). Por último, pidamos a Jehová que
nos ayude, y él bendecirá nuestros esfuerzos (Luc. 11:13).

UNA CUALIDAD QUE ATRAE A LOS


DEMÁS
El apóstol Pablo fue un buen ejemplo de alguien que hacía buenas
obras por los demás. La Biblia dice que “recibía amablemente a
todos los que venían a él” (Hech. 28:30, 31). Se interesaba por las
personas y lo demostraba con palabras y acciones. Por eso la gente
se sentía atraída hacia él. De manera parecida, nuestra conducta
puede atraer a otros a la verdad. Si tratamos bien a todo el mundo,
incluso a quienes se oponen a nuestras creencias, podemos
ablandarles el corazón y lograr que cambien de actitud (Rom. 12:20).
Con el tiempo, puede que hasta estos se sientan atraídos al mensaje
de la Biblia.

En el futuro Paraíso, innumerables personas resucitarán y se sentirán


emocionadas cuando, quizás por primera vez, se las trate de manera
considerada. Con un corazón agradecido, también tratarán así a los
demás. A los que muestren amor y consideración, Jehová les dará
vida eterna. En cambio, no habrá lugar para los que se nieguen a
hacerlo (Sal. 37:9-11). Sin duda, el mundo será un lugar seguro y
pacífico bajo el Reino de Dios. Pero antes de que llegue ese
momento, ¿cómo nos beneficia hoy demostrar benignidad?

BENEFICIOS DE MOSTRAR
BENIGNIDAD
La Biblia dice que las personas consideradas y amables se benefician
a sí mismas (Prov. 11:17). La gente se siente atraída hacia ellas y
tiende a imitarlas. Jesús dijo: “Con la medida con que ustedes miden,
se les medirá en cambio” (Luc. 6:38). Por lo general, esta clase de
personas hacen amigos con facilidad.

El apóstol Pablo les dio el siguiente consejo a los cristianos de Éfeso:


“Háganse bondadosos unos con otros, tiernamente compasivos, y
perdónense liberalmente unos a otros” (Efes. 4:32). A las
congregaciones les beneficia muchísimo que sus miembros
muestren empatía y se esfuercen por ayudarse entre sí. Estos nunca
recurren al sarcasmo, a las palabras hirientes o a la crítica hostil.
En vez de andar chismeando, se esfuerzan por decir cosas que
animen a los demás (Prov. 12:18). Como resultado, las
congregaciones crecen en sentido espiritual.

En efecto, la benignidad es una cualidad que se demuestra con


palabras y acciones. Cuando hacemos cosas buenas por los demás,
reflejamos el cariño y la generosidad de Jehová (Efes. 5:1). También
fortalecemos las congregaciones y atraemos a otras personas a la
verdad. Por eso, esforcémonos por ser buenos ejemplos de esta
hermosa cualidad.

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