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1.

Para continuar con la búsqueda de la belleza realizada por Hipias y Sócrates, en la


época actual se podría entablar el dialogo hablando de futbol; pues el juego puede
ser variado y dependiente del punto de vista, probablemente se tendrían dos
posturas con respecto al futbol y el juego: el juego bien elaborado, sosteniendo la
pelota, con movimientos armónicos entre jugadores, buenos pases, paredes y
todos esos detalles que ahora se podrían llamar “futbol lírico”. Y la otra postura
sostenida, probablemente por el mismo Sócrates, del futbol sin posesión del balón,
futbol de posicionamiento, de marcación de jugadores y de espacio, un juego que
no necesita mucho de la pelota pero que podría ser efectivo, aunque, por la razón
mencionada anteriormente, el juego podría parecer anti estético al que lo observa.
¿Cuál estilo de juego es correcto, virtuoso, en definitiva, bello?, si un equipo de
futbol – dado el caso- muestra un futbol brillante, jugadas espectaculares,
movimientos alucinantes, pero no anota, quedaría debiendo en cuanto al objetivo
del juego que es ganar, pero, por otro lado, se cumple con entretener al ojo del
público. En cambio, si otro equipo – dado otro caso- no muestra un futbol brillante
con la pelota, cuando posee el útil se deshace rápido de el, con movimientos toscos
pero directos, y anota, no le cumple al ojo del espectador, pero cumple con el
resultado, y probablemente con la idea que tiene el director técnico de un buen
equipo. ¿Fútbol estético o funcional? dado otro ejemplo, si un equipo no cumple
con las dos fases del juego que son defender bien y atacar bien – las dos posturas
en contra- y obtiene el resultado por suerte, se dirá que es un juego virtuoso, solo
¿por qué ha ganado?, ¿en qué consiste un juego virtuoso, en ganar o en ser
agradables al público? Creo que Hipias estaría del lado del futbol lirico, agradable al
público, y Sócrates, por su parte, estaría con la idea del futbol directo, para obtener
la virtud suprema del futbol el cual es ganarle al equipo contrario.

2. De la antigüedad el renacimiento recibió ideas, algunas que consideraron


adecuadas para el momento, otras que descartaron por algunas razones, y otras
modificadas de acuerdo al contexto. De la postura platónica de la idea adaptaron la
visión del origen de las ideas, la cual ya no proviene del mundo ideal, sino que
tiene su origen en la interacción entre el individuo y la naturaleza ( idea en sentido
naturalista), y se produce en el individuo ( carácter funcional de la idea), estas
posturas fueron defendidas por Alberti, Rafael, que sostenían que para hacer una
representación había que estudiar la naturaleza para llegar a una idea de belleza, y
no recrear la naturaleza sin estudio, con las ideas con las que cada persona nace.

Un aspecto que se rescató de Platón pero se adaptó fue el concepto de “idea de


belleza” , que luego se convirtió en la doctrina de las ideas, el cual dice que en el
hombre hay una idea de belleza que puede ser activada con el contacto con la
naturaleza, y que la belleza del objeto responde a la concordancia entre la idea de
belleza - formula- y el objeto en sí, esta postura, defendida por Vasari, viene a ser
el complemento de la visión practica – doctrina de las proporciones- y la postura
neoplatónica de la idea que se ve en Ficino.
De platón se descarta la postura de que los objetos son encarnaciones de las ideas,
se pone un contraste entre sujeto y objeto y se plantea el problema de la
representación, la idea de que nunca se hará fiel copia de la naturaleza se deja
atrás y se plantea precisamente el cómo representar adecuadamente a la
naturaleza, dando paso a una respuesta que conserva el clasicismo antiguo;
obtener mediante el estudio de las ciencias, en especial las matemáticas y la
música la armonía, la proporción. Se adapta la concepción de la idea innata, pero
no fuera del mundo real o en el sujeto, sino en la misma naturaleza, como
potencia, para conciliar la contradicción entre materia e idea – se cambia este
postulado platónico- la cual con la idea de belleza que tiene cada hombre en su
interior, se puede formar con un “juicio universal” una idea particular de belleza,
que no tiene que ver con leyes o con don divino. Se adaptó esta concepción para
reconciliar dos posturas en apariencia irreconciliables; la postura teórica de las
proporciones y la fidelidad a la naturaleza, y la postura ideal, divina, unas
defendidas por los neoplatónicos y Ficino, y otra defendida por Alberti, Leonardo,
Rafael y todos los teóricos de su época.
El acuerdo entre estas dos posturas, concilio entre idea y materia, se reúne en el
llamado “genio” el cual ya no solo imita a la naturaleza con su idea de la belleza,
sino que la supera, añadiendo a lo natural belleza que no se percibe al instante, y
que solo alguien preparado puede hacerlo.

Daniel Esteban Gutiérrez Vargas


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