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que nunca se acaba, ya que lo infantil nos sigue de cerca, nos lleva a
Convivir significa vivir junto con otros, y esto sin duda, supone tensiones dado que
no todas las personas pensamos, sentimos y actuamos de la misma manera ni
tenemos los mismos intereses. En la escuela, estas tensiones pueden manifestarse
de modos diversos y entre diferentes actores. Habitar un espacio y un tiempo común
bajo la condición de la obligatoriedad escolar no es tarea fácil y constituye uno de los
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Convivir es hacer y pensar con el otro y no a pesar del otro, y esto implica poder
aceptar distintos puntos de vista, opiniones y formas de vida aunque no estemos de
acuerdo con ellas. No sólo se trata de reconocer las diferencias sino de respetarlas y
enriquecernos a partir de ellas. Tal vez, una de las mayores riquezas que ofrece la
escuela pública es la posibilidad de un encuentro abierto y plural.
Estos videos son parte de las actividades desarrolladas por el proyecto Aprender
a Vivir Juntos. Aquí, los niños, las niñas y adolescentes hablan acerca de temas
como el amor y las diferentes creencias religiosas. Sus opiniones se comunican
en un ámbito de respeto y convivencia.
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Ahora bien, suele suceder que para pertenecer a un “nosotros” nos diferenciamos de
“ellos”. La construcción social de esta diferenciación no necesita realizarse como una
relación de antagonismo. Y sin embargo en nuestras sociedades, en las que
constantemente se estimula la competencia, abundan los ejemplos en los que, con el
argumento (o la excusa) de afirmar una identidad determinada, el otro es construido
como enemigo.
Richard Sennett3 plantea que en las sociedades capitalistas atravesadas por procesos
de desigualdad y exclusión social, es muy difícil expresar sentimientos de respeto
hacia los demás. Para el autor, las desigualdades étnicas y de clase constituyen uno
de los mayores obstáculos en las expresiones de respeto mutuo. Podemos sumarles
las desigualdades de género.
Gran parte de la tarea que nos toca desde la escuela consiste en ampliar las
oportunidades para construir respeto y reconocimiento hacia el otro. Cuando se
discrimina, la otra persona es colocada en un plano de inferioridad y se le hace saber,
más o menos explícitamente, que no es digna de nuestro acercamiento o
consideración. Se la destituye de la categoría de semejante, se la deshumaniza.
De hecho, en la vida social y en la vida escolar, este Otro, visto como extraño,
diferente en relación a un supuesto patrón de normalidad, suele estar estigmatizado
y subalternizado, es decir, visto como un individuo o grupo inferior. Tal como afirma
Carina Kaplan4, es preciso tener en cuenta que todos nosotros vamos fabricando una
idea acerca de nosotros mismos a partir de cómo nos ven los demás. Somos como
somos pero también como somos percibidos y nominados por los otros. Fabricamos
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una idea, una imagen y una auto-valoración en base a la mirada que los otros nos
devuelven.
En el cuento “El Indigno” de Jorge Luis Borges un personaje afirma que: “todos nos
parecemos a la imagen que tienen de nosotros. Yo sentía el desprecio de la gente y
yo me despreciaba también".
Nos preguntamos entonces: ¿quiénes son esos otros significativos que nos
constituyen?
Se hace necesario entonces, reflexionar sobre los prejuicios, los estereotipos y los
etiquetamientos como formas a partir de las cuales se refuerza la discriminación, y
se fabrica una imagen inferiorizada/desvalorizada sobre los otros.
Ser parte del grupo o quedar por fuera es una cuestión vertebradora del tipo de
vínculos que establecen entre sí los estudiantes. A partir de estas consideraciones
podemos empezar a preguntarnos acerca de las clasificaciones y jerarquías que se
establecen en los grupos de estudiantes como así también preguntarnos por cuáles
son las clasificaciones y jerarquías que se establecen a través de la propuesta que la
escuela hace a sus estudiantes. ¿Pueden ser todos y cada uno de ellos valorados en
su singularidad a partir de su participación en la clase y en la escuela?, ¿se generan
espacios de debate y diálogo acerca de las diferentes formas de discriminación?
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Violencias y Escuela
Para comenzar, podríamos decir que quizás la característica más evidente del
fenómeno de la violencia en las escuelas sea su mediatización. En el discurso de
ciertos medios de comunicación predomina una visión criminalizante y judicializante
sobre los estudiantes en la cual se asocian de manera unilineal violencia y delito, y
donde las respuestas que -más o menos explícitamente- aparecen como necesarias
son las llamadas “mano dura” y “tolerancia cero”.
Al respecto cabe preguntarnos acerca del origen del término “violencia escolar” ¿De
dónde proviene?
Una de las creencias que sostiene este tipo de perspectivas como la de Tolerancia
cero es que si un niño transgrede desde muy pequeño y no es castigado a tiempo,
esa conducta puede ser la génesis de futuras transgresiones más graves. Es decir,
una pequeña transgresión en la escuela puede ser el germen de un acto delictivo a
futuro, Según el sociólogo francés Loïc Wacquant, estudioso de la desigualdad y las
violencias urbanas, y crítico de la Tolerancia cero, el supuesto de esta política es
que “(…) si se lucha paso a paso contra los pequeños desórdenes cotidianos se logra
hacer retroceder las grandes patologías criminales”9.
Siguiendo los aportes de Eugenio Zaffaroni digamos que “lo punitivo se comporta de
modo excluyente, porque no solo no resuelve el conflicto, sino que también impide o
dificulta su combinación con otros modelos que lo resuelvan”. La escuela tiene la
obligación de generar las condiciones para que otros modos de resolución de la
conflictividad tengan lugar10.
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“El poder punitivo redujo a la persona con el hueso roto a un mero dato, porque no
toma parte en la decisión punitiva del conflicto. Más aún: debe mostrar su hueso roto
y si no lo hace el poder punitivo la amenaza como testigo remiso y puede llevarla por
la fuerza a mostrar lo que el agresor le hizo. La característica del poder punitivo es,
pues, la confiscación de la víctima, o sea, que es un modelo que no resuelve el
conflicto, porque una de las partes (el lesionado) está, por definición, excluida de la
decisión. Lo punitivo no resuelve el conflicto sino que lo cuelga, como una prenda que
se saca del lavarropas y se tiende en la soga hasta que se seque. Imaginemos que un
niño rompe a patadas un vidrio en la escuela. La dirección puede llamar al padre del
niño para que pague el vidrio, puede enviarlo al psicopedagogo para ver qué le pasa,
también puede sentarse a conversar con él para averiguar si algo le hace mal y lo
irrita. Son tres formas de modelos no punitivos: reparador, terapéutico y conciliatorio.
Pueden aplicarse los tres modelos, porque no se excluyen. En cambio, si el director
decide que la rotura del vidrio afecta su autoridad y aplica el modelo punitivo
expulsando al niño, ninguno de los otros puede aplicarse. Es claro que el director, al
expulsar al niño, refuerza su autoridad vertical sobre la comunidad escolar”.
No se afirma aquí que en la escuela no se debe sancionar, sino que hacemos hincapié
en el aspecto pedagógico de la sanción educativa, la escuela ser comprendida como
un punto de partida que posibilita la reparación y el crecimiento y no como un punto
de llegada que clausura las chances de rehacer y mejorar lo hecho. La sanción
educativa nos permite construir escenarios escolares de justicia y de legitimación de
las normas y acuerdos escolares de convivencia.
Cabe destacar que no todos los acontecimientos son tomados como insumos por los
medios de comunicación y convertidos en noticia. Esto nos ayudará a interpretar y
describir las noticias que aparecen catalogadas como “violencia escolar” en los medios
de comunicación.
Para profundizar
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¿Por qué no nos parece adecuado hablar de “violencia escolar”? Hace un tiempo que
comenzamos a acostumbrarnos a leer en los diarios, ver en internet y en la televisión
hechos de violencia bajo el epígrafe “violencia escolar”. Los hechos se van
presentando como casos sobredimensionados y espectacularizados donde las
escuelas se muestran como lugares inseguros, los niños/jóvenes como violentos y los
adultos como impotentes. No hay nada nuevo en la violencia en, de, y hacia la
escuela, lo que si hay es mayor visibilidad. Con un celular se puede filmar todo, subirlo
a YouTube y ponerlo a disposición de la TV, que lo pasa 15 veces sobredimensionando
y espectacularizando dicha situación, y en muchos casos vulnerando derechos y
estigmatizando a los niños/as y adolescentes. Los medios son parte de nuestro medio
ambiente, pero vivimos en una sociedad que en parte ha construido un miedo
ambiente y es interesante que la escuela se constituya en un filtro cognitivo, para
que los niños/as y adolescentes puedan transformarse o dejar de ser espectadores
pasivos y constituirse en ciudadano.
Al construir las noticias sobre violencia en las escuelas, se observa que ciertos medios
de comunicación lo hacen a través de etiquetamientos, rótulos o metáforas que
reducen el fenómeno, lo descontextualizan y lo simplifican. Esta operación desliza la
mirada hacia sentidos estigmatizantes en torno a la escuela y sus actores.
- ¿Se intenta captar nuestra atención por medio de títulos impactantes tales
como “violencia escolar”? Al adjetivar la violencia como escolar (o infantil o
juvenil), la presenta como intrínseca a la escuela, a los niños o jóvenes, cuando no lo
es. La violencia es siempre relacional, socialmente construida e históricamente
situada y refiere a una multiplicidad de fenómenos y representaciones sociales.
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por ejemplo, una “ola” o “epidemia” de violencias en las escuelas que tiñe todo
el cotidiano escolar, o se representa a la escuela como un campo de batalla.
• ¿Prevalece un enfoque criminológico que asocia mecánicamente
violencia a delito? Esto conlleva, desde esta mirada, la existencia de un gen
o predisposición innata para la violencia.
• ¿En qué sección del diario aparece la noticia? Frecuentemente estas
noticias aparecen en la sección referida al ámbito policial (y no educativo).
• ¿Se utiliza un lenguaje penal? El lenguaje penal utilizado cataloga a los
estudiantes, sobre todo a aquellos atravesados por las condiciones materiales
y simbólicas de la desigualdad social, como “delincuentes”, “matones”,
“menores”, “rateritos”.
• ¿Se judicializa la infancia y la juventud?: la judicialización consiste en dar
un tratamiento criminológico a ciertos comportamientos sociales que, si bien
son transgresiones a las normas y códigos de con-vivencia (vivir con otros;
vivir junto a otros y otras), siempre son interpretados como faltas graves ante
la ley, tomando como referencia la letra del código penal. La judicialización de
la infancia y la juventud es un concepto que se desprende como consecuencia
de las prácticas del sistema legal (punitivo- represivo) de menores. Es por esto
una categoría histórica.
• ¿Se hace una distinción entre niños (sujetos de derechos) y menores
(objetos de tutela)? La categoría “menor” se forja en un circuito de
nominación y tutela que determina que esos sujetos queden inhibidos en su
acceso a otros territorios de la sociedad y la cultura. En cambio, al hablar de
niños, niñas, adolescentes y jóvenes nos situamos en otro paradigma que es
el de la doctrina de la protección integral.
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Como sostiene el sociólogo alemán Norbert Elias, los cambios sociales producen
modificaciones en las costumbres humanas, lo que implica una transformación en las
estructuras y hábitos psíquicos14.
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Una pregunta que nos puede resultar útil para pensar en los estudiantes, sus vínculos
y la dinámica de los grupos escolares, es la pregunta por las modalidades de construir
respeto en la escuela. Como señala Richard Sennett15 el respeto constituye un aspecto
fundamental de la experiencia social e individual de las personas. La vivencia de
respeto no puede pensarse por fuera de la relación social porque las
personas necesitamos de la confirmación de los otros para sentirnos
respetados. Niños/as y jóvenes necesitan tener un lugar en el propio grupo de
compañeros. El hecho de ser o no respetado y reconocido por parte de sus pares tiene
fuerte incidencia en la manera en que establecen sus vínculos dentro de la escuela.
Otro aspecto que puede brindarnos una explicación acerca de las situaciones de
violencia en la escuela, es aquel que la vincula como el emergente de la ausencia de
sentido en la vida. Este sinsentido sin dudas puede ponerse en cuestión en la escuela,
en los proyectos educativos que posibilitan pensar en un por-venir, en un futuro junto
con otros, en la revalorización de la autoestima y del “ser para otros”.
Cabe destacar que en los últimos tiempos, ha cobrado mucha relevancia, sobre todo
a través de los medios de comunicación, el fenómeno de acoso u hostigamiento entre
pares en la escuela, más conocido como Bullying18. El fenómeno del acoso entre pares
existe y es importante ser conscientes de ello para poder abordarlo. No se trata de
desconocer su importancia, ni mucho menos su ocurrencia, sino de formular algunos
cuestionamientos a ciertas formas en que se lo ha enfocado y, fundamentalmente,
de aportar elementos que contribuyan a la construcción de un enfoque alternativo.
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Pensemos juntos:
Dan Olweus20, un referente de este paradigma del bullying, sostiene que quienes han
sido “victimarios” con frecuencia incurren en delitos en su vida adulta mientras que
las “víctimas” pueden llegar a episodios de suicidio ulteriores. Apelando a estos
mismos argumentos, es importante también cuestionar el uso de categorías
dicotómicas provenientes de la criminología clásica, más propias del delito y del
derecho penal, cuando son aplicadas a problemas de convivencia entre pares. Mucho
más todavía cuando se trata de sujetos que están en pleno proceso de formación,
como es el caso de niños y jóvenes.
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Revisar los enfoques no es sólo un problema teórico. Todo enfoque tiene su incidencia
en el modo de abordaje de un problema y en las soluciones que propone. Por cierto,
esas concepciones han dado lugar a soluciones simplistas, que centraron el problema
en características inherentes a ciertos sujetos desconociendo la compleja trama de
relaciones en la que el acoso –como forma de interacción– acontece.
Debemos preguntarnos entonces, no por las características que hacen que un sujeto
sea violento sino por las condiciones relacionales que promueven que determinados
sujetos o grupos se comporten de modo violento, y el contexto en que esa
manifestación ocurre.
Nadie “es violento” sino que, en todo caso “está violento” bajo determinadas
circunstancias, que deberán ser parte inexorable del análisis de ese comportamiento
para poder intervenir pedagógicamente.
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Desde esta perspectiva, es necesario que la escuela pueda abordar las situaciones de
violencia o específicamente de acoso para pensar y definir sus propias prácticas de
construcción de espacios de convivencia democráticos.
Pensemos:
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Como venimos trabajando en las clases, la concepción que propone este seminario
se aleja de soluciones que se sustentan en la desconfianza entre unos y otros, en la
noción del otro como fuente de peligro, como potencial enemigo, ya que, estas
miradas, lejos de resolver el problema, lo agravan. Por ello, apostamos al
fortalecimiento del lazo social, a la promoción de la noción del otro como semejante,
es decir, como alguien diferente de uno mismo pero con idénticos derechos.
La escuela es uno de los espacios sociales, que puede revertir destinos que parecen
inexorablemente sentenciados al fracaso o la marginalización.
“La escuela sirve para defenderse fuera, saber cómo hablar, saber tratar con
otros, tener paciencia. Esta escuela para mí…es la mejor familia que me ha
tocado, me ha ayudado a salir adelante en muchísimas cosas (...), la mejor
familia que me toco, es esta escuela…”
La escuela, en tanto que institución pública, tiene un papel central a la hora de hacer
valer los derechos de los niños y las niñas y los jóvenes. Desde esta perspectiva, es
necesario que la escuela pueda abordar las situaciones de violencia para pensar y
establecer sus propias prácticas de construcción de espacios de convivencia
democráticos.
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Actividades
Actividad obligatoria
http://www.encuentro.gov.ar/sitios/encuentro/programas/ver?rec_id=126679
Material de estudio
• Sugerimos la lectura del Texto “Acoso entre pares: orientación para actuar
desde la escuela”. Buenos Aires: Ministerio de Educación de la Nación, 2014.
Bibliografía
• Bleichmar, Silvia: La subjetividad en riesgo, Topía Editorial, Buenos Aires,
2005.
• Bleichmar, Silvia: La construcción de legalidades como principio educativo,
transcripción de la videoconferencia organizada por el Observatorio Nacional
de Violencia en las Escuelas el 26 de Agosto de 2006. En “Cátedra Abierta.
Aportes para pensar la violencia en la escuela”, 2008
• Borges, Jorge Luis : EL informe de Brodie, Emece Editores, Buenos Aires, 1995
• Bourdieu, Pierre: Qué significa hablar, Akal, Madrid, 2001.
• Bourdieu, Pierre: El sentido práctico, Buenos Aires, Siglo XXI ,2007.
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Lecturas sugeridas
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