Sie sind auf Seite 1von 9

ISFD Nº 16

PROFESORADO DE GEOGRAFIA
MATERIA : Integración Areal.
PROFESOR: Onís María Elena
AÑO 2019

Extracto de :
http://www.aportes.educ.ar/sitios/aportes/recurso/index?rec_id=107748&nucleo=geografia
_nucleo_recorrido

Unidad III

Un concepto que, entendemos, tiene una gran centralidad en la geografía, el de


espacio geográfico, abordando la discusión en torno a sus características y en
particular acerca de su condición de producto social. Junto a este concepto
presentamos también la cuestión de las escalas.

La forma en que hoy abordamos determinados temas se relaciona con las


perspectivas conceptuales actuales y también pasadas, da respuestas a problemas
y desafíos y son resignificadas a la luz de las características y tendencias que
muestra el mundo actual.

También son útiles para pensar la geografía escolar, la práctica educativa, la


labor docente en geografía, metas últimas de estos textos. Esto es así porque no
es posible pensar la práctica docente en el marco de una disciplina sin que se
cuente con un claro fundamento respecto de sus contenidos, que permitan no sólo
comprenderlos adecuadamente sino también transformarlos en función de
cumplir los objetivos educativos que se persiguen.

El espacio geográfico en las últimas décadas, la geografía ha visto un


incremento del interés y la necesidad de fundamentar teóricamente su labor y
producción; el contacto con las grandes líneas de pensamiento social, por
ejemplo, se encuentra vinculado con esto. También se ha visto un creciente
interés por la búsqueda de marcos teóricos y conceptuales que sean específicos
de la disciplina, tratando de ir más allá de la mera incorporación de la producción
de otras disciplinas del campo social. Al mismo tiempo «y en parte también
como herencia de las tendencias radicales», se ha ido poniendo un énfasis
creciente en la construcción de un conocimiento geográfico que contribuya a la
comprensión —y posible solución— de los problemas que son considerados
importantes para la sociedad (Ortega Valcárcel, 2004), sin que esto lleve a
desconocer que la definición de estos problemas y de sus posibles soluciones no
son ni lineales ni compartidos por todos.
Lo anterior remite a la necesidad de revisar una noción que, a lo largo del tiempo,
ha ocupado un lugar central en la disciplina, la de espacio. En las últimas
décadas, se han producido en torno a ella intensos debates y, entendemos,
avances conceptuales significativos en función de dar fundamentos teóricos más
claros a la geografía como ciencia social. Edward Soja (1993) ha señalado con
claridad que la tradición de estudios sociales ha descuidado la consideración del
espacio, centrando su interés en el tiempo; según el autor, los grandes marcos
interpretativos de lo social han sido capaces de abordar los procesos de forma
clara y significativa, con lo cual la dimensión temporal que está implicada en lo
social ha sido ampliamente considerada. Pero no ha sucedido lo mismo con el
espacio, cuyo rol en estos procesos ha quedado en la oscuridad, lo que
desembocó en su no consideración o incluso en su ocultamiento. Reconociendo
que esta situación ha comenzado a revertirse, considera asimismo que esto es
fuente de enriquecimiento tanto para la teoría social como para la geografía.

Tradicionalmente, la teoría social habría dejado en manos de la geografía la


consideración del espacio, razón que lleva a indagar acerca de qué se ha
entendido por tal en nuestra disciplina. La geografía tradicional ha considerado al
espacio fundamentalmente como un absoluto, como algo que existe en sí al
margen tanto de sus contenidos como de su percepción. Esta concepción de
espacio absoluto, que, según Ortega Valcárcel, «...es una operación intelectual,
exclusivamente intelectual» (2004, p. 32) proviene del pensamiento clásico
griego y ha imbuido el conocimiento y la ciencia moderna. Se trata de un espacio
geométrico, lo que ha permitido establecer sobre este un sistema de coordenadas
que posibilita la ubicación de distintos puntos y la distancia entre ellos. La idea
de espacio contenedor también está vinculada con esta perspectiva: el espacio es
el ámbito donde las cosas están y, por lo tanto, permite captarlas y realizar
distintas operaciones intelectuales relativas a ellas (describirlas, compararlas,
representarlas). Hacer esto ha sido visto como el estudio del espacio.

La geografía tradicional asumió esta noción de espacio como un dato de la


realidad, como algo dado, no sujeto a indagación ni cuestionamiento en sí
mismo. A él se refieren los autores clásicos cuando hablan de «la Tierra» o la
«superficie terrestre», y al tratamiento de sus características dedican sus
esfuerzos. Como contenedor, este espacio está cargado de objetos, sean
naturales o producto de la actividad humana, que deben ser descriptos no en sí
mismos, sino en su desigual distribución, en su presencia/ausencia en los
distintos puntos (¿lugares?, ¿sitios?) del espacio, que pueden ser individualizados
por un nombre y por su ubicación según la grilla de coordenadas (posición).
Dicha distribución también puede ser explicada si se logra establecer, como
indicaba Ritter, las relaciones causales entre los objetos y cualidades.
Como escenario (palco, soporte) el espacio es considerado como el ámbito
donde los hechos suceden entre las cosas que están en él, ya se trate de hechos
del orden natural o del orden humano (distinción que, cabe advertir, también
puede ser considerada una operación intelectual). Los hechos ocurren en el
espacio, de manera diferencial en su extensión y diversa también a lo largo del
tiempo. La descripción geográfica tradicional asume esto al describir las
características del espacio en sí mismas, tanto cuando se orienta a la descripción
sistemática de las regularidades, como a la descripción de corte regional,
privilegiando las particularidades.

El espacio también fue considerado como una categoría del pensamiento, al igual
que el tiempo; ambas categorías son previas e indispensables para la experiencia
humana. Kant los considera categorías a priori, ya que no hay experiencia
humana al margen del espacio ni del tiempo. Este tipo de concepción del
espacio ha sido privilegiado por las perspectivas idealistas, que han puesto
énfasis en las condiciones humanas para conocer y en el modo en que estas
influyen en el mismo (Ortega Valcárcel, 2004). Por ejemplo, cabe recordar el
énfasis en la percepción sensible o empática que la geografía regional coloca en
el acto de conocer, oponiéndose a la neta distinción entre objeto y sujeto del
positivismo.

Estas concepciones de espacio han dificultado la elaboración de


conceptualizaciones y marcos teóricos relativos al espacio geográfico. Pero no
han impedido que el conocimiento alcanzado sobre este fuese socialmente útil,
como lo muestran los resultados de las expediciones geográficas o también, y de
manera paradigmática, las representaciones cartográficas con su clara utilidad
práctica. Ortega Valcárcel señala esto con gran claridad, por lo que conviene
reproducir aquí sus palabras:

«De forma espontánea, la noción de espacio y el conjunto de referencias


espaciales han permitido la constitución de un saber social que, de modo práctico
y de modo teórico o reflexivo, han facilitado el desarrollo social. Es lo que
habitualmente se llama geografía, aunque no sobrepasa el carácter de saberes
no rigurosos ni teoréticos, y de saberes de la experiencia social. Son patrimonio
de cualquier sociedad, sea cual sea su grado de desarrollo, aunque presenten un
grado diferente de elaboración y sofisticación». (Ortega Valcárcel, 2004, p. 32,
destacado nuestro)
El espacio social Actualmente, existe un amplio consenso en considerar que el
espacio geográfico, o si se quiere, el espacio objeto de la geografía, es
un espacio social. Es un producto de la acción humana, de aquí que no sea un
objeto dado ni preexistente a la misma, sino que se produce socialmente y, como
tal, también históricamente. Este consenso implica un cambio muy importante
respecto de las posturas tradicionales en geografía, en la medida en que deja de
suponer que a través de su estudio se dará cuenta de la realidad en sí (lo cual se
asocia, además, con el recurso al arsenal metodológico de las ciencias naturales),
para aceptar en cambio que el espacio es un objeto a ser indagado en el marco de
los procesos sociales que lo involucran, como parte de los mismos, y que esto
debe realizarse con las mismas herramientas metodológicas.

El espacio como producto social es un objeto complejo y polifacético: es lo que


materialmente la sociedad crea y recrea, con una entidad física definida; es una
representación social y es un proyecto, en el que operan individuos, grupos
sociales, instituciones, relaciones sociales, con sus propias representaciones y
proyectos. El espacio se nos ofrece, además, a través de un discurso socialmente
construido, que mediatiza al tiempo que vehicula nuestra representación y
nuestras prácticas sociales. Es un producto social porque sólo existe a través de
la existencia y reproducción de la sociedad. Este espacio tiene una doble
dimensión: es a la vez material y representación mental, objeto físico y objeto
mental. Es lo que se denomina espacio geográfico.(Ortega Valcárcel, 2004: 33-
34 destacado nuestro)

La definición precedente es interesante por la riqueza de contenidos y porque


permite presentar, de modo resumido, resultados y aportes de diversos
autores. Soja (1985), por ejemplo, utiliza el término espacialidad para
referirse al espacio social, también resultado de la acción social y, al mismo
tiempo, instancia o parte constitutiva de la misma. Esto último representa un
avance conceptual significativo en la medida en que deja de lado la posibilidad
de que el espacio sea un simple reflejo de lo social; así como la acción social
transcurre en el tiempo (y estamos acostumbrados a pensar en procesos) también
se despliega en el espacio, y las características que este posee inciden o
participan en lo social, forman parte de lo social.

El espacio es material, y como tal tiene un conjunto de características que, en sí


mismas, no dependen de lo social. En primer término, sus atributos naturales,
cuya existencia y dinámica no responden a la sociedad, pero que se transforman
en sociales en la medida en que la sociedad los incorpora a su dinámica. En
segundo término, la carga de constructos y transformaciones relictos del pasado,
lo que Milton Santos (1986) denomina rugosidades, y que suele considerarse
como tiempo pasado materializado en el espacio; ellos pueden ser pensados
como una "segunda naturaleza" que, en tanto materializados en el espacio, y al
igual que la primera, podrán intervenir en los procesos sociales en la medida en
que la sociedad los reincorpora según sus intenciones o necesidades. En tercer
término, la cualidad de extenso que posee el espacio material hace intervenir
la distancia, que sumada a la cualidad de desigual distribución y presencia de
atributos en dicha extensión, imponen a las prácticas sociales una mediación
necesaria para acceder a aquellos atributos necesarios allí donde estén y contar
con ellos allí donde se los requiera. Así, podemos ver que, como espacio material
(con sus atributos) exclusivamente, el espacio no depende de lo social, sino que
se transforma en social cuando lo consideramos a la luz de sus relaciones con la
sociedad, y como tal lo abordamos para comprenderlo.

El espacio también es mental, en la medida en que los individuos lo perciben,


imaginan y valoran de modos diversos, y estas percepciones y valoraciones
subjetivas también condicionan la relación con el espacio, al igual que lo hace,
por ejemplo, la presencia de ciertos atributos naturales. Hemos visto ya los
aportes realizados desde perspectivas humanísticas en este sentido, los cuales son
retomados aquí enriqueciéndose en su articulación con la dimensión material del
espacio. Y al mismo tiempo, el espacio también sustenta un conjunto de
discursos y representaciones sociales que incidirán tanto en las formas
(materiales o simbólicas) de articularse con el espacio, como en los resultados
que estas formas específicas de articulación provoquen en los procesos sociales.

Conviene aclarar que cada uno de estos espacios (material, mental o perceptivo,
representacional) podría ser considerado en sí mismo, individualmente, y podría
dar lugar a conocimientos válidos y útiles a partir de teorías y métodos que sean
adecuados. Por ejemplo, el espacio material podría ser objeto de las ciencias
naturales (o materia de arquitectos e ingenieros), el mental de la psicología,
el representacional de la literatura. Pero todos reunidos y en interacción con
lo social constituyen el espacio social o geográfico (o espacialidad), de interés
para las ciencias sociales en general y la geografía en particular. Y es de
interés para estas porque el espacio social interviene, con sus cualidades, en
lo social, dándole especificidad. Si no lo tuviésemos en cuenta, nuestra
comprensión de lo social sería parcial o insuficiente.

La escala geográfica

La cuestión de las escalas geográficas está muy vinculada a la discusión en torno


a la forma en que la geografía ha abordado el espacio. Tradicionalmente, la
disciplina abordó la escala como un dato fijo, asociado al tipo de espacio que se
estaba considerando. De esta manera, la escala geográfica se aproximó
fuertemente a la noción de escala cartográfica (la que define la relación entre
superficie real y superficie representada). De acuerdo con el tipo de estudio o la
dimensión a ser analizada, el recurso a la escala permitía definir o "recortar" el
territorio que resultaba más adecuado; con esto, la escala intervenía en el proceso
de producción de conocimiento antes de que el mismo se llevase a cabo. Una vez
establecida, la escala se mantenía fija y dejaba de ser objeto de interés. Por
ejemplo, la escala estatal ha sido una escala privilegiada por la geografía
tradicional, contribuyendo a que los territorios de los estados se
consideraran como unidades fijas e inamovibles (y a su naturalización); era
el punto de partida del análisis, y todo aquello que se hiciese quedaba
incluido en dicho territorio.

Diversas razones han ido llevando a modificar esta forma de conceptualizar y


utilizar la escala. Por una parte, los cambios sociales generales, asociados en gran
medida al crecimiento de las articulaciones entre diversos lugares y sociedades
del planeta, han planteado la necesidad de recurrir a un mayor número de escalas
para comprenderla en forma acabada. El predominio de la escala estatal se ha
visto, de este modo, cuestionado por una parte por la creciente importancia de la
escala global, y por otra, por el énfasis que se ha puesto en escalas subnacionales,
tales como las locales o regionales.

Más importante aún, la creciente complejización de lo social ha demandado un


nuevo tratamiento de la cuestión de las escalas, fundamentalmente a partir del
reconocimiento de que los fenómenos sociales, aun aquellos que están siendo
estudiados en un ámbito espacial concreto, definido a una escala determinada,
requieren para su comprensión del tratamiento de aspectos del fenómeno que
acontecen en otras escalas. La noción de articulación escalar (o juego de
escalas) ha ido cobrando fuerza para dar cuenta de esta cuestión (Herod, 2003).
Desde esta perspectiva, la escala deja de ser un dato previo, para convertirse en
un recurso al que se acude en la medida de lo necesario para comprender el
objeto de investigación que se ha definido. Así por ejemplo, si estuviésemos
interesados en analizar los procesos de desindustrialización o
empobrecimiento de la población de una determinada localidad, el análisis
que llevaríamos a cabo (definido en la escala local de "esa" localidad), muy
probablemente requerirá que incorporemos procesos sociales y económicos
que acontecen en otras escalas, por ejemplo la escala global en la que se
llevan a cabo las estrategias de división espacial del trabajo de grandes
empresas que actúan en todo el mundo, pues son estas estrategias globales
las que explican, en último término, las decisiones de localización de sus
plantas; quizás debamos también recurrir a la escala estatal, pues
probablemente las políticas del Estado (definidas no sólo para la localidad
que nos ocupa) tengan injerencia en lo que en dicha localidad sucede, o
incluso medien entre las decisiones globales de las empresas y las
consecuencias que se perciben en el ámbito local.

La cuestión de las escalas ha cobrado importancia también a partir de un


conjunto de trabajos que vienen considerando el juego o articulación escalar
como un "recurso" al que los actores sociales acuden en pro de la consecución de
sus objetivos; en general esta temática está siendo denominada política de
escala(González, 2005; Herod, 2003). Interesa aquí reconocer cómo, actores
situados en ámbitos espaciales concretos (por ejemplo una ciudad, un
municipio o un país) se relacionan con otros que actúan en otros ámbitos para,
con esto, alcanzar objetivos que se definen y pueden realizarse en el
primero. Esto es lo que sucede, por ejemplo, cuando ante un problema local
(escala local) se llevan a cabo acciones de reclamo en otras escalas, por
ejemplo nacional o global, tratando de modificar las condiciones locales que
generan el problema en cuestión, y obtener una solución que les resulte
favorable. Muchos movimientos ambientalistas recurren también a este tipo
de estrategia.

 AGNEW, J. (s/f.), Una alternativa teórica acerca del lugar y la política,


Buenos Aires, ficha de cátedra (traducido de J. Agnew, Place and politics,
Winchester, Allen Unwin, 1987).
 AUYERO, Javier (2002), "La geografía de la protesta", Trabajo y
Sociedad, Nro.4 Vol.3 marzo-abril de 2002, Santiago del Estero, Univ.
Nac. Sgo. del Estero.http://www.unse.edu.ar/trabajoysociedad/
 BALLESTEROS, Jesús y José Pérez Adan (eds.) (1997), Sociedad y
medio ambiente, Madrid, Trotta.
 BARROS, Claudia (2000), "Reflexiones sobre la relación entre lugar y
comunidad", Documents d'Analise Geographica, 37: 81-94. Barcelona,
UAB.
 CASTELLS, Manuel (1998), Information Technology, Globalization and
Social Development, paper preparado para UNRISD-Conference on
Information Technologies and Social Development, Palais des Nations,
Geneva (California, University of California).
 CASTELLS, Manuel (2000), La era de la información. Economía,
sociedad y cultura, Madrid, Alianza (3 vols.).
 ESCOLAR, M.; S. Quintero Palacios y C. Reboratti (1994), "Geographical
identity and patriotic representation in Argentina", en David Hooson
(ed.), Geography and national Identity, Oxford, Blackwell.
 GALAFASSI, Guido (2002), "Racionalidad moderna y problemática
ambiental. Una interpretación a la luz de la articulación sociedad-
naturaleza", en Guido Galafassi y Adrián Zarrilli,Ambiente, sociedad y
naturaleza. Entre la teoría social y la historia, Bernal (Bs. Aires),
UNQuilmes Ediciones, pp.13-62.
 GARCIA CODRÓN, Juan C. y Fernando Silió Cervera (2000), "Riesgos
naturales en los Andes: cambio ambiental, percepción y
sostenibilidad", Boletín de la Asociación de Geógrafos Españoles AGE,
30: 69-84..
 GÓMEZ MENDOZA, Josefina, Julio Muñoz Jiménez y Nicolás Ortega
Cantero (1994), El pensamiento geográfico. Estudio interpretativo y
antología de textos (De Humboldt a las tendencias radicales), segunda
edición corregida y ampliada, Madrid, Alianza (Universidad Textos).
 GONÇALVES, Carlos Walter Porto (2001), Geo-grafias. Movimientos
sociales, nuevas territorialidades y sustentabilidad, México, Siglo XXI.
 GONZALEZ, Sara (2005), "La geografía escalar del capitalismo
actual", Scripta Nova, Revista electrónica de Geografía y Ciencias
Sociales, 9(189), mayo (http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-189.htm)
 HARVEY, David (1998), La condición de la posmodernidad.
Investigación sobre los orígenes del cambio cultural, Buenos Aires,
Amorrortu.
 HEROD, Andrew (2003), "Scale: the local and the global", en S.
Holloway et al., Key concepts in geography, Londres, Sage, pp. 229-248.
 LOIS, Carla (2002), "De desierto ignoto a territorio representado.
Cartografía, estado y territorio en el Gran Chaco argentino (1866-
1916)", Cuadernos de Territorio, 10, Buenos Aires, Instituto de Geografía,
UBA.
 MANZANAL, Mabel (2005), Regiones, territorios e institucionalidad del
desarrollo rural, trabajo presentado en Primeras Jornadas "El desarrollo
rural en su perspectiva institucional y territorial", Buenos Aires,
IGeo/FFyL/UBA, junio.
 MASSEY, Doreen (1984), Spatial divisions of labor. Social structures and
the geography of production, Londres, MacMillan.
 MASSEY, Douglas S. et al. (1993), "Theories of international migration: a
review and appraisal",Population and Development Review, 19(3): 431-
466, Nueva York, Population Council.
 MÉNDEZ GUTIÉRREZ DEL VALLE, Ricardo (2004), Globalización y
organización espacial de la actividad económica, en Juan Romero
(coord.), Geografía Humana. Procesos, riesgos e incertidumbres en un
mundo globalizado, Barcelona, Ariel, pp. 203-254.
 MORAES, Antonio C. Robert y DA COSTA, Wanderley Messias
(1987), Geografia crítica. A valorização do espaço, San Pablo, Hucitec.
 MORAES, Antonio Carlos Robert (1994), Meio ambiente e ciências
humanas, San Paulo, Hucitec.
 NOGUÉ FONT, Joan y Joan Vicente Ruti (2001), Geopolítica, identidad y
globalización, Barcelona, Ariel (Geografía).
 NOGUÉ, Joan y Abel Albet (2004), "Cartografía de los cambios sociales y
culturales", en Juan Romero (coord.), Geografía Humana. Procesos,
riesgos e incertidumbres en un mundo globalizado, Barcelona, Ariel, pp.
159-202.
 ORTEGA VALCÁRCEL, José (2004), "La Geografía para el siglo XXI",
en Juan Romero (coord.), Geografía Humana. Procesos, riesgos e
incertidumbres en un mundo globalizado, Barcelona, Ariel, pp. 25-53.
 REBORATTI, Carlos (1999), Ambiente y sociedad. Conceptos y
relaciones, Buenos Aires, Ariel.
 ROMERO, Juan y Joan Nogué (2004), "Globalización y nuevo (des)orden
mundial", en Juan Romero (coord.), Geografía Humana. Procesos, riesgos
e incertidumbres en un mundo globalizado, Barcelona, Ariel, pp. 101-158.
 SACK, Robert (1983), "Human territoriality: a theory", Annals of the
Association of American Geographers, 73(1): 55-74.
 SACK, Robert (1986), Human territoriality. Its theory and history.
Londres, Cambridge University Press.
 SÁNCHEZ, Joan-Eugeni (1991), Espacio, economía y sociedad, Madrid,
Siglo XXI.
 SANTOS, Milton (1986), Por uma geografia nova. Da crítica da
geografia a uma geografia critica, San Pablo, Hucitec,
 SANTOS, Milton (1996a), De la totalidad al lugar, Barcelona, Oikos Tau.
 SANTOS, Milton (1996b), A natureza do espaço. Tecnica e tempo, razão
e emoção. San Pablo, Hucitec.
 SASSEN, Saskia (1999), La ciudad global. Nueva York, Londres, Tokio,
Buenos Aires, Eudeba.
 SOJA, Edward (1985), "La espacialidad de la vida social: hacia una
reteorización transformativa", en D. Gregory y J. Urry, Social relations
and spatial structures, Londres, MacMillan (Ficha, traducción de Horacio
Torres).
 SOJA, Edward (1993), Geografias pos-modernas: a reafirmação do
espaço na teoria social crítica, Río de Janeiro, Jorge Zahar Editor.
 TAYLOR, Peter J. (1994), Geografía política: economía mundo, estado-
nación y localidad, Madrid, Trama Editorial

Das könnte Ihnen auch gefallen