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Apuntes sobre “La poética del relato de viaje entre la Edad Media y

el siglo XXI” de Julio Peñate Rivero


DANIEL SANTA ISAZA
SEMINARIO DE LITERARURA DE VIAJES / MAESTRÍA EN LITERATURA
UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA

¿Qué rasgos nucleares del relato de viajes de la Edad Media perviven aún como
facciones del relato de viajes del siglo XXI? ¿Son la doble temporalidad, la presencia del
azar, los recursos retóricos y las variaciones de lo maravilloso signos inequívocos del género
en ambos periodos? ¿Las dinámicas modernas de desplazamiento, la ilustración fotográfica
y la complejidad de la edición han modificado en algún grado esta disciplina científica? Sobre
esta clase de interrogantes gravita el argumento de Julio Peñate Rivero (2015) en el ensayo
titulado “La poética del relato de viaje entre la Edad Media y el siglo XXI”, que no es otra
cosa que la reproducción de la conferencia plenaria pronunciada en las Undécimas Jomadas
Internacionales de Literatura Española Medieval en la Pontificia Universidad Católica
Argentina.
La virtud de la tesis de Peñate es, a nuestro juicio, la valoración de cuatro elementos
de continuidad del género entre la Edad Media y la actualidad, a saber, la alusión al viandante
escritor cuyo viaje resulta teniendo tanto un sentido físico como espiritual; los destinos
“típicos” que, si bien han modificado sus fronteras, siguen siendo los mismos; la
multiplicidad de motivos que estimulan el viaje (espiritualidad, cultura, comercio,
diplomacia, etc.), y, por último, “la transformación interna del viajero por la experiencia de
su periplo” (p. 44). Tal acción comparativa nos conduce a la valoración de aspectos generales
que, en suma, son comunes a los dos periodos, y que deben ser comprendidos como
coyunturales a la intensidad que acarrea el viaje. Ya el suizo Nicolas Bouvier bellamente
había traducido esta idea: “Creemos hacer un viaje pero pronto es el viaje el que nos hace...,
o nos deshace” (2004, p. 82).
Peñate inicia su disertación poniendo en cuestión tres principios fundamentales del
relato de viajes en ambos periodos: la observación, la experimentación y la comparación.
Sobre el primero, citando a Claude Bernard (1866), califica como imprescindible la actitud
de apertura del viajero hacia el mundo “para escuchar la naturaleza y escribir bajo su dictado”
(p. 52). Al respecto de la experimentación, describe la ruptura, siempre difícil de asimilar,
del legado oral o escrito del cual proviene el viajero; de este modo, el viandante, encausado
por el asombro de la experiencia novedosa, niega o al menos emprende una revaloración de
su legado natural. Finalmente, Peñate atestigua que la comparación entre los rasgos genéticos
de la cultura del viajero y de la nueva cultura a la que este se ve enfrentado (rituales,
costumbres, valores), es siempre el escenario que estimula la solución del gran interrogante
sobre la medida “en que nuestras normas de vida pueden ser válidas para los demás” (p. 45).
No es descabellado hablar en este punto de la alteridad: quien viaja avanza en busca
de lo diferente, de la confrontación (entiéndase el concepto en su acepción positiva) con el
otro como estímulo del viajero creador de un relato. El contacto con entornos o personas
ajenas sugiere, además, un proceso de evolución, ya propia, ya de una cultura, que no puede
ser entendido sin el viaje; es decir, el buen relato ha de dar cuenta de ese acontecimiento en
que el viajero y a la alteridad son puestos sobre una misma balanza.
Comienza, entonces, el juego de la interpretación, pues, a nuestro modo de ver, “relato
de viaje” no es sinónimo de “relato científico”: basta con el impacto del encuentro con la
alteridad ⎯o la ruptura de los rasgos genéticos propios de la cultura del viajero⎯ para
entender que, en nuestro caso, el viaje está estimulado por pretensiones meramente
narrativas. ¿Dónde está, pues, la frontera que separa a la veracidad de la ficcionalidad? Sea
oportuno recordar aquí la frase que “dicen que dijo” Benjamin Disraeli: “como todos los
grandes viajeros, he visto más de lo que recuerdo y recuerdo más de lo que he visto”. Razones
como estas nos dan motivos suficientes para de nuevo considerar que, aunque en el siglo XXI
los viajeros sean incontables y las guías turísticas inabarcables, la composición de relatos de
viajes con cierto nivel estético y literario es más bien cosa de pocos; “no sigue una estructura
estandarizada […] sino que posee su propia lógica estructural y formal que lo distingue de
todo lo que no es él y lo convierte en objeto estético digno de ser apreciado como tal” (p. 47).
Ahora bien, ¿qué elementos estéticos configuran los relatos de viajes de la Edad
Medio y el siglo XXI que los hacen distintos de cualquier otro cuerpo textual que, bien o mal,
remite o proviene del viaje como tal? Peñate Rivero enumera nueve rasgos particulares que
guardan estricta relación con la diégesis, la estructura y los recursos retóricos:
(1) Comparando Le devisement du monde (2013) de Marco Polo con Ventanas de
Manhattan (2004) de Antonio Muñoz Molina, entre otros libros, nuestro autor comprueba
que los relatos de viajes en ambos periodos describen con mayor rigor ya sea las las escalas
del viaje (paradas hechas en las ciudades visitadas), las etapas del viaje (trayecto entre escala
y escala), y a veces ambas.
(2) Tanto en la Edad Media como en el siglo XXI, los relatos de viaje suelen revestirse
de doble temporalidad: una progresiva (sobre el viaje que se va haciendo) y una regresiva
(sobre lo acontecido en un lugar determinado).
(3) Así como los relatos de viaje medievales contienen múltiples variantes del azar en
razón a las distancias, los caminos, los medios de transporte, entre otros factores, los relatos
del siglo XXI no huyen a esa variable aunque las circunstancias del viaje sean distintas. En
este último caso, el azar está sujeto elementos como las condiciones climáticas o políticas,
obstáculos inesperados, enfermedades, accidentes, descubrimientos de nuevos lugares, etc.
(4) Las variantes en la dirección del viaje siguen siendo las mismas en los relatos de
ambos periodos. Por un lado tenemos la desviación viática, concerniente a la posibilidad de
modificar el trayecto trazado por cuanto este “se va enriqueciendo a medida que avanza de
un modo acaso no pensado al iniciarlo”; y la desviación en el centro radial, que transgrede
la configuración lineal del viaje para construirse en torno a sitios privilegiados por su
ubicación, infraestructura, tecnología, etc., y “que funcionan como núcleos a partir de los
cuales el protagonista realiza salidas o expediciones de ida y vuelta” (p. 49).
(5) Citando un fragmento del prólogo de La casa del viento (2001) en que Héctor
Tizón dice que “el regreso no existe”, Julio Peñate indica que, excepto en los viajes circulares
alrededor del planeta en los cuales el viandante avanza por el camino de retomo, “la vuelta
(el regreso) suele ocupar un espacio textual muy limitado desde el relato medieval, […] el
viaje interesa fundamentalmente en la medida en que se avanza hacia o por lo diferente, lo
desconocido” (pp. 49.50).
(6) Desde la Edad Media hasta nuestros días, en los relatos de viaje abundan las
digresiones de contenido cultural, ensayístico, histórico y de reflexión personal. De hecho,
en Poética del relato de viajes (1997) Sofía Carrizo detalla tres tipos de formas digresivas
propias de los relatos de viaje medievales que se despliegan de meditaciones, conocimientos
y actitudes admirativas propias de los narradores (p. 169). Sea como fuere, en este aspecto
las cosas tampoco han cambiado demasiado.
(7) “La maravilla”, entendida como el efecto que produce en el viajero “lo real
maravilloso”, sigue siendo, a pesar de la modernidad tecnológica que todo lo acerca, todo lo
explica, todo lo revela, una característica innegable de los relatos de viaje del siglo XXI. Si
bien “la maravilla” parecía tener mayor sentido en las crónicas del periodo colonial, por
ejemplo, continúa siendo objeto de admiración para los viajeros modernos que intentan
comprender la unidad que existe entre real y lo fantástico. Pensemos en las palabras de
asombro de Alejo Carpentier cuando durante su expedición fluvial de 1947 por la Venezuela
profunda dijo: “poco a poco remontando el Orinoco, me fui dando cuenta de que hay un
tiempo espacio americano”1.
(8) También los recursos retóricos siguen siendo los mismos en los relatos de viaje
de los periodos que nos ocupan. Nos referimos con esto a la hipérbole, la evidencia, la
preterición, la prolepsis, la acumulación enumerativa, la remisión de la responsabilidad de lo
contado, la interpelación, la ironía, la elipsis narrativa, la comparación entre objetos reales o
imaginarios, entre otros.
(9) Finalmente, Peñate atribuye a los relatos de viaje medievales y modernos los
mismos recursos expositivos. Según la elección del narrador, el viajero puede expresar con
mayor libertad y contundencia, sugerir distancia entre el autor y el texto, variar el discurso,
etc. Dice:
Las diversas variantes […] las encontramos ampliamente representadas en relatos
medievales y posteriores: el predominio de la 3a impersonal en Benjamín de Tudela,
la alternancia entre 1a y 3a de singular en Marco Polo, el uso sistemático de la 3a con
el apelativo “el viajero” en Viaje a la Alcarria de Cela, con sus seguidores y sus
reticentes. Buen ejemplo de lo primero es Trás-os-Montes (1998) de Julio
Llamazares; de lo segundo, Viaje al Rincón de Ademuz (1968) de Francisco Candel.
Así pues, aquí como en tantos otros casos, la tradición no solo marcó el camino sino
que en buena medida continúa siendo un referente esencial (p. 51).

Quedan esbozados, de este modo, los apuntes sobre las observaciones más notables
que, a nuestro manera de ver, elabora Julio Peñate, aunque, valga la pena decirlo, son muchas
más las consideraciones del texto en mención que guardan la misma importancia que las aquí
referidas.


1
Carpentier, Alejo. La cultura en Cuba y en el mundo. Programa semanal de Radio Habana, Cuba,
domingo 26 de febrero de 1965. Conferencia grabada en cinta magnetofónica.
Bibliografía

Bernard, Claude. (1966). Introduction á 1'étude de la médecine experiméntale. Gamier: París.


Bouvier, Nicolas. (2004). L’usage du monde, en Œuvres. Gallimard: París.
Carpentier, Alejo. (1965). La cultura en Cuba y en el mundo. Programa semanal de Radio Habana, Cuba.
Carrizo, Sofía. (1997). Poética del relato de viajes. Reichenberger: Kassel.
Muñoz, Antonio. (2004). Ventanas de Manhattan. Seix Barral: Barcelona.
Peñate, Julio. (2015). La poética del relato de viaje entre la Edad Media y el siglo XXI. Letras 71, pp. 41-
62.
Polo, Marco. (2013). Le devisement du monde. Klincksieck: París.
Tizón, Héctor. (2001). La casa y el viento. Alfaguara: Buenos Aires.

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