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TÍTULO I - DELITOS CONTRA LAS PERSONAS

DELITOS CONTRA LAS PERSONAS

I. Denominación y contenido

El Código Penal argentino comienza la enumeración de la parte especial con los delitos contra
las personas. En el Derecho argentino, este título es empleado por el Proyecto de TEJEDOR,
manteniéndose a través del Código de 1886 y de todos los proyectos de reforma hasta el
Código vigente. Los proyectos posteriores cambian de distintas maneras la denominación,
como enseguida veremos.

Se ha hecho notar que la ley no señala con esa denominación la verdadera objetividad
jurídica de los delitos que comprende en ese rubro, puesto que las personas son los titulares
de los bienes jurídicos lesionados, constituidos por la vida, la salud y integridad física. Se
aparta así la ley del criterio objetivo que debe caracterizar la clasificación de los delitos,
tomando en cuenta el bien jurídico lesionado o amenazado, según hemos visto en el
parágrafo anterior.

Se ha señalado, también, que la vida, la salud y la integridad corporal no son los únicos
bienes propios a la persona; lo son, también, entre otros, el honor y la libertad. Para dar
este alcance a la denominación, el Código italiano de 1930 se refiere a los delitos contra la
persona, en singular, en lugar de utilizar el plural, como lo hace el Código argentino,
entendiendo referirse así a las personas, no solamente en el sentido físico, sino en el
filosófico o moral, y comprendiendo de ese modo en el título los delitos contra el honor y
contra la libertad individual. Análogo criterio inspira el Proyecto de 1937 (COLL y GÓMEZ),
que bajo el título Delitos contra la persona incluye también los delitos contra el honor. El
Proyecto de 1941 (PECO) vuelve al sistema del código, en este punto, si bien adopta la
denominación Delitos contra la vida y la integridad corporal y de poner en peligro las
mismas, instituyendo títulos independientes con los delitos contra el honor y contra la
libertad, e incluyendo los delitos contra la libertad sexual en un capítulo dentro del título de
los delitos contra las buenas costumbres. El Proyecto de 1960 (SOLER) separa, también, en
títulos propios los delitos contra el honor, contra el pudor y moralidad sexual y contra la
libertad, denominando los que aquí nos ocupan delitos contra la vida y la integridad
personal.

Dentro del título de los delitos contra las personas, agrupa el código hechos que lesionan o
ponen en peligro la vida, la salud o la integridad física de las personas. Son contrarios a la
vida las distintas modalidades del homicidio y la muerte causada en duelo o por abandono de
personas; son contrarias a la salud o a la integridad física las lesiones, cualquiera sea su
causa; son, por último, de peligro para la vida, la salud o la integridad física, el duelo del
artículo 97, inciso 1º, primer supuesto; el mismo delito del artículo 98, inciso 3º; la
instigación al duelo de los artículos 99, inciso 1º, en los dos primeros supuestos, y 100,
inciso 1º, el duelo a muerte del artículo 103, en el caso de no producirse la muerte, el abuso
de armas de los artículos 104 y 105, y el abandono de personas de los artículos 106, primer
párrafo, 107 y 108.

El título comprende seis capítulos, que enumerados por su orden son: capítulo primero,
delitos contra la vida; capítulo segundo, lesiones; capítulo tercero, homicidio y lesiones en
riña; capítulo cuarto, duelo; capítulo quinto, abuso de armas y capítulo sexto, abandono de
personas.

Aparecen en distintos títulos de la ley otros delitos de peligro y de daño para las personas,
como por ejemplo, los incendios y otros estragos, los delitos contra la seguridad de los
medios de transporte y comunicación y, especialmente, los delitos contra la salud pública, en
particular los que consisten en envenenar o adulterar aguas potables o alimentos o
medicinas, previstos en el Capítulo IV del Título VII del Código. Es común que un hecho
lesione o ponga en peligro más de un bien jurídico y en tal caso, el legislador, para proceder
a situar las figuras delictivas en el título correspondiente, opta por el bien que juzga
preponderante, sin perjuicio de crear figuras agravadas para los casos en que el otro bien
jurídico haya sido efectivamente lesionado o puesto en peligro. Así ocurre, por ejemplo, con
el incendio cuando hubiere peligro de muerte para alguna persona o fuere causa inmediata
de la muerte de alguna persona (art. 186, apartados a], c] y d]). Lo mismo ocurre en el
artículo 190 bis, referido al que ejecutare cualquier acto que ponga en peligro la seguridad
de un tren, y en otros casos. Este sistema de coordinar las escalas penales con los varios
bienes jurídicos atacados es de correcta técnica legisferante.

De lo dicho resulta claramente que la denominación delitos contra las personas restringe el
contenido del título a los ataques contra la persona física, es decir contra la vida, la salud y
la integridad corporal de las personas (GONZÁLEZ ROURA, Derecho Penal, Buenos Aires,
1925, T. III, p. 5; QUINTANO RIPOLLÉS, Tratado de la parte especial del Derecho Penal,
Madrid, 1962, T. I, p. 30). Ciertamente, al referirnos a la salud comprendemos, también, la
persona en su aspecto mental o psíquico, lo que por otra parte, resulta claramente del modo
como describe la ley las figuras de lesiones en los artículos 89, 90 y 91.

La protección de la ley alcanza al ser humano desde el momento de su concepción a través


de las figuras del aborto criminal y le sigue hasta el momento de la muerte.

Hacemos a continuación una reseña del sistema seguido por el código en el título I, de los
delitos contra las personas, de la que resulta que, aún dentro del título, no están situadas
todas figuras en las que se prevé el resultado muerte o daño para el cuerpo o la salud en los
capítulos específicos de delitos contra la vida y lesiones.

II. El sistema del Código argentino

1 - LOS DELITOS CONTRA LA VIDA. En el capítulo I del título que consideramos agrupa la
ley, bajo la denominación Delitos contra la vida, las distintas modalidades del homicidio y el
aborto y la figura de la instigación o ayuda al suicidio.

1. He aquí el cuadro de las figuras contenidas en el capítulo I, de los delitos contra la vida:

Simple: artículo 79.

Homicidio

Delitos
contra la
vida
Agravado: Las distintas modalidades contenidas en los
siete incisos del artículo 80 o en los tres apartados del
artículo 81 bis.
Atenuado Homicidio emocional: artículo 81,
inciso 1º.
Preterintencional: artículo 82.
Homicidio culposo: artículo 84.
Infanticidio: artículo 81, inciso 2º.
Instigación o ayuda al suicidio: artículo 83.

Sin consentimiento, seguido de muerte: artículo 85,


inciso 1º.
Aborto
Con consentimiento, seguido de muerte: artículo 85,
inciso 2º.
Pena que corresponde a los profesionales: artículo 86.
Aborto necesario impune: artículo 86, inciso 1º.
Aborto sentimental impune: artículo 86, inciso 2º.
Aborto violento no intencional: artículo 87.
Pena que corresponde a la mujer: artículo 88.

2. Otras figuras del título I en las que se prevé el resultado muerte de una persona. La ley
contiene en el mismo título otras figuras en las que se prevé el resultado muerte de una
persona en capítulos diferentes:

a. La muerte causada en riña u homicidio tumultuario (art. 95).

b. La muerte causada en duelo regular (art. 97, inc. 2º).

c. La muerte causada en duelo irregular (art. 98, inc. 1º).

d. Pena para el que instigue a otro a provocar o aceptar un desafío, y para el que desacredite
públicamente a otro por no desafiar o por rehusar un desafío, cuando del duelo resultare la
muerte (art. 99 , inc. 2º).

e. Pena para el que provocare o diere causa a un desafío, proponiéndose un interés


pecuniario u otro objeto inmoral, cuando del duelo resultare la muerte (art. 100, inc. 3º).

f. La muerte causada en duelo por el combatiente que faltare, en daño de su adversario, a


las condiciones ajustadas por los padrinos (art. 101, inc. 2º).

g. Pena para los padrinos por la muerte causada en duelo como consecuencia de haber
usado ellos cualquier género de alevosía en la ejecución del mismo (art. 102).

h. Pena para los padrinos de un duelo que lo concertaren a muerte o en condiciones tales
que de ellas debiere resultar la muerte, si la muerte se produce (art. 103).

i. La muerte ocurrida a consecuencia de haber colocado a otro en una situación de


desamparo o del abandono de una persona incapaz de valerse, a quien se deba mantener o
cuidar o a la que el mismo autor haya incapacitado (art. 106, tercer párrafo).

j. Pena disminuida para el caso de muerte de un menor a consecuencia del abandono por la
madre poco después del nacimiento, para ocultar su deshonra.

Es de hacer notar que en algunos de estos casos, la pena es igual o mayor que la fijada por
el homicidio simple. Así, en el caso de muerte en duelo irregular, la pena es de ocho a
veinticinco años de prisión o reclusión (art. 98, inc. 1º); en el de quien provoca o da causa a
un desafío, proponiéndose un interés pecuniario u otro objeto inmoral, de diez a veinticinco
años de reclusión o prisión si la muerte se produce en el duelo (art. 100, inc. 3º); la misma
pena se determina para el combatiente que causare la muerte de su adversario habiendo
faltado a las condiciones ajustadas por los padrinos (art. 101, inc. 2º), y para los padrinos
que usaren cualquier género de alevosía en la ejecución del duelo, si de él resultare la
muerte (art. 102).

2 - DELITOS CONTRA LA SALUD Y LA INTEGRIDAD CORPORAL CONTENIDOS EN EL TÍTULO


I. En el capítulo de las lesiones prevé la ley, específicamente, los atentados contra la salud y
la integridad corporal.

1. Comprende el capítulo II, de las lesiones:

a. Las lesiones dolosas leves, graves y gravísimas (arts. 89, 90 y 91).

b. Las lesiones agravadas por concurrir alguna de las circunstancias previstas como
cualificativas del homicidio en el artículo 80 u 80 bis (art. 92).

c. Las lesiones atenuadas por haberse causado en un estado de emoción violenta y que las
circunstancias hicieren excusable (art. 93, remitiendo al art. 81, inc, 1º).

d. Pena que corresponde a las lesiones cuando concurren las circunstancias del artículo 81,
inciso 1º, conjuntamente con las del artículo 80, inciso 1º u 80 bis (art. 93, 2do. párr.).

e. Las lesiones culposas, sin distinción de su gravedad (art. 94).

2. Otras figuras con resultado de daño para la salud o la integridad corporal definidas en el
título I. Además de las figuras de lesiones que terminamos de enumerar, la ley contiene, en
el mismo título I, de los delitos contra las personas, otras figuras con resultado de daño para
el cuerpo o la salud:

a. Las lesiones causadas en riña (arts. 95 y 96).

b. Las causadas en duelo regular (art. 97, incs. 1º y 2º) y en duelo irregular (art. 98, inc.
2º).

c. Pena para el que instigue a otro a provocar o aceptar un duelo y para el que desacredite
públicamente a otro por no desafiar o por rehusar un desafío, si se realiza el duelo y resultan
lesiones (art. 99, incs. 1º y 2º).

d. Pena para el que provocare o diere causa a un desafío proponiéndose un interés


pecuniario u otro inmoral, si el duelo tiene lugar y resultan lesiones (art. 100, inc. 2º).

e. Las lesiones causadas en duelo por el combatiente que, en daño de su adversario, faltare
a las condiciones ajustadas por los padrinos (art. 101, inc. 1º).

f. Pena para los padrinos por las lesiones causadas en duelo como consecuencia de haber
ellos usado cualquier género de alevosía (art. 102).

g. Las lesiones leves producidas mediante disparo de armas de fuego, tienen la pena de este
último delito por expresa disposición del artículo 104.

h. Grave daño en el cuerpo o en la salud de la víctima, a consecuencia de haber colocado a


otro en una situación de desamparo o del abandono de una persona incapaz de valerse, a
quien se deba mantener o cuidar o la que el mismo autor haya incapacitado (art. 106, 2do.
párrafo). Pena disminuida para el mismo hecho cuando sea la consecuencia del abandono
por la madre de un menor poco después del nacimiento, para ocultar su deshonra (art. 107,
2do. párrafo).
3 - FIGURAS DE PELIGRO PARA LA VIDA, LA SALUD Y LA INTEGRIDAD CORPORAL
COMPRENDIDAS EN EL TÍTULO I. La ley contiene también en el título de los delitos contra las
personas, figuras de peligro que, por lo común implican riesgo indistinto para la vida y para
la salud o integridad corporal:

a. Son delitos de peligro para las personas, aun cuando la ley pueda tutelar con ellas otro
bien jurídico, las figuras del duelo regular e irregular, cuando de él no resultan lesiones ni
muerte (arts. 97, inc. 1º, primer supuesto, y 98, inc. 3º). Lo son, también, la instigación a
provocar un duelo, el descrédito público por no desafiar o por rehusar un desafío (art. 99,
inc. 1º, primero y segundo supuestos), y provocar o dar causa a un desafío (art. 100, inc.
1º), cuando el duelo no se realiza o realizándose, no se produce muerte ni lesiones. Por
último, dentro del capítulo del duelo, es de peligro el delito que cometen los padrinos que
conciertan un duelo a muerte o en condiciones tales que deba resultar la muerte, si ésta no
se produce (art. 103).

b. Son también delitos de peligro los previstos en el capítulo V, denominado abuso de armas
(arts. 104 y 105).

c. Son, por último, características figuras de peligro las de abandono de personas contenidas
en el capítulo VI, cuando no resultan lesiones ni muerte de menor o incapaz (arts. 106, 1er.
párrafo, 107, 1er. párrafo, y 108).

DELITOS CONTRA LA VIDA

§ 78 - EL HOMICIDIO SIMPLE

1 - CONCEPTO. El homicidio, en general, se puede definir como la muerte de un ser humano.


El homicidio simple, así llamado por ser la figura de homicidio con menos requisitos, que
prevé el artículo 79 del Código Penal argentino es un homicidio doloso; por tanto, muerte de
un ser humano causada dolosamente, cuando no concurra ninguna de las circunstancias que
la ley selecciona para definir las modalidades cualificadas por agravación o atenuación. Como
quiera que la ley describe las figuras dolosas, en general, sin hacer una referencia expresa a
la culpabilidad, el artículo 79 define el homicidio simple diciendo: Se aplicará reclusión o
prisión de ocho a veinticinco años al que matare a otro, siempre que en este Código no se
establezca otra pena. Esta fórmula, en su sencillez, es clara y precisa y no ofrece dificultades
a la interpretación (conforme: JUAN P. RAMOS, Curso de Derecho Penal, Buenos Aires, 1938,
T. V, nº 6, p. 11). El Proyecto de 1937 (COLL y GÓMEZ) utiliza la misma fórmula (art. 115).
Los proyectos de 1941 (PECO) y de 1960 (SOLER), la simplifican más aún, diciendo
únicamente, el que matare a otro (arts. 111 y 110, respectivamente). No se necesita más;
no se crearán con ello problemas de interpretación.

Siendo el homicidio simple la figura dolosa con menos requisitos entre las que tienen por
resultado la muerte de un ser humano, las reflexiones que aquí se hacen sobre la inteligencia
de las palabras matar a otro son válidas para todas las modalidades del homicidio, y aun
para todas las figuras del Código en las que se prevé como resultado la muerte de un ser
humano.

7/9/2004
2 - LA ACCIÓN. LA TENTATIVA. La acción del sujeto activo consiste en matar a un ser
humano. La acción es matar; el resultado material tipificado es la muerte. Es, pues, un delito
instantáneo que se consuma en el momento de producirse la muerte de la víctima.

La muerte puede ser causada por acción u omisión. Se trata de una figura en la que la ley ha
tipificado un resultado material - la muerte -, siendo indiferente la modalidad de la acción en
este aspecto (T. I, § 25, I, 2.).

Se trata de un delito de resultado material, que admite la tentativa y todas las formas de
participación.

No siempre resulta fácil, en la práctica, calificar una tentativa de homicidio. La exigencia de


que el contenido del dolo debe ser probado plenamente, es propia de un Derecho Penal que
funda la responsabilidad en la culpa. Por esto no resultan siempre suficientes para tener por
cierto el propósito de matar ni las manifestaciones del autor de las que parezca poder
inferirse esa intención, ni la capacidad ofensiva del medio empleado. A esta dificultad debe
agregarse el hecho de que los llamados delitos de sangre son tipificados seleccionando
preponderantemente su aspecto objetivo, es decir, el resultado. Todo ello conduce, en la
práctica, a que el hecho sea objeto de adecuación a la figura que prevé el resultado que
realmente se causó, y cuando ninguno se produjo o sólo se causaron lesiones leves, queda
como remanente un abuso de armas, figura de peligro para las personas, cuya función no
parece ser otra que la de no dejar impunes precisamente los hechos en el que los propósitos
del autor no han podido ser plenamente probados (véase § 89, II, 3-.).

La Cámara del Crimen de la Capital hizo aplicación extrema de estos principios, al condenar a
cuatro años de prisión por el delito de lesiones con alevosía, en un caso en el que una mujer
disparó a quemarropa a medianoche contra su concubino, que estaba acostado a su lado,
dirigiendo el arma hacia su cabeza, y apercibiéndose de que el agredido aún vivía, desistió
de proseguir su acción, saliendo a la calle y se entregó a la policía juntamente con el arma
empleada. La mujer había comprado el arma que colocó esa noche debajo del colchón y
había tratado de retener a su concubino "con caricias" luego de una discusión.

El juez doctor LEJARZA, que fundó el fallo de la mayoría, formuló los siguientes conceptos: la
intención ha de ser probada tan cabalmente como la acción, porque no es lícito deducir
aquélla de ésta por más expresiva que haya sido. Los hechos de sangre son delitos de
resultado y se responde sólo por ese extremo. Para que la intención pueda serle
sobreañadida como un elemento agravante, debe ser probada de manera objetiva y plena,
como deben quedar probados todos los hechos que se imputan y reprimen. Además, esa
intención no basta con tenerla sino que ha menester exteriorizarla mediante actos
inequívocos dirigidos a ese fin. Quedarse a mitad de camino, como en este caso, no la
prueba ni confirma, por más que se la haya expresado oralmente con vehemencia. Una cosa
es lo que uno pretende hacer en determinadas circunstancias y otra lo que uno realmente
hace. El Derecho Penal sólo pide cuentas por esto último; ya se dijo que este tipo de delitos
lo son de resultado, y en ellos la intención no probada que los animó ha de quedar a la
sombra de nuestro juicio, más falible cuanto más ufano (La Ley, 27 de octubre de 1960, con
nota de ELÍAS NEUMAN).

En fallos anteriores el tribunal había mantenido ya el criterio de que la tentativa de homicidio


debe ser descartada toda vez que no está probada categóricamente la intención de matar, ya
que para que se dé la tentativa de un delito se requiere la exigencia subjetiva del fin o
intención de cometerlo, a título de dolo directo, quedando excluido el indeterminado y
eventual (La Ley, T. 93, p. 26).

3 - LOS MEDIOS. Cualquiera que sea el medio con el que se cause la muerte es apto para
caracterizar el homicidio. El Código no requiere ni excluye aquí determinados medios; sólo
dan lugar a distinta adecuación los medios que la ley selecciona para constituir con ellos
circunstancias de las figuras de homicidios agravados, como, por ejemplo, el veneno (art.
80, inc. 2º).
1. La cuestión de los llamados medios morales ha motivado una disidencia en doctrina, que
sigue prolongándose en el tiempo. La mayoría de los autores franceses y alemanes pensaron
que el homicidio requiere la materialidad de la acción; que se use de medios perceptibles por
los sentidos, quedando así descartado el que se ha dado en llamar homicidio moral (Fue muy
difundida en este sentido la opinión decididamente contraria a los medios morales de
CHAVEAU - HELIE, Théorie du Code pénal, París, 1872-73; T. III, p. 400). Frente a este
punto de vista, se alza gran parte de la doctrina italiana, encabezada por FRANCISCO
CARRARA, para quien son totalmente indiferentes a la esencia del hecho los medio utilizados
para matar, puesto que han sido eficaces (Programa, § 1087). Más recientemente, MANCINI
se muestra partidario decidido de aceptar los medios morales, y lo ilustra con un caso de
homicidio causado por esos medios en Basilea en el año 1910, en el que una joven enferma
muere por la emoción que le produce una carta en la que su novio, con el que había tenido
ya dos hijos, le hace saber que se había casado con otra (Trattato di Diritto penale, Vol. VII,
nº 3). El caso citado, como todos los que se suelen traer a consideración, ofrece la dificultad
de la prueba, que el propio MANCINI reconoce. Pero esto en nada obsta a la configuración
del delito. Ya se sabe que la comprobación del nexo causal adquiere su mayor y más difícil
campo de aplicación en el área de los delitos contra las personas.

En la literatura jurídica argentina admiten el llamado homicidio moral TEJEDOR (Curso de


Derecho Criminal, nº 318), RIVAROLA (Exposición y crítica del Código Penal, Buenos Aires,
1890, nº 425), MALAGARRIGA (Código Penal argentino, 1927, T. II, p. 5), GONZÁLEZ
ROURA (Derecho Penal, T. III, nº3), EUSEBIO GÓMEZ (Tratado, cit., T. II, nº 366), JUAN P.
RAMOS (Curso, cit., nº 34), ALFREDO MOLINARIO (Derecho Penal, segundo curso, p. 29),
RODOLFO MORENO (El Código Penal y sus antecedentes, T. III, p. 322), SEBASTIÁN SOLER
(Derecho Penal argentino, T. III, § 78, II), MARIO A. ODERIGO (Código Penal anotado, nota
281) y RICARDO C. NÚÑEZ (Derecho Penal argentino, T. III, 1961, p. 25). Se manifiesta en
contra JIMÉNEZ DE ASÚA (La relación de causalidad y la responsabilidad criminal, en La Ley,
T. XVI, p. 835), basándose en la falta de tipicidad de la acción, criterio que no compartimos,
al menos para el Código argentino. Ya hemos dicho que, a nuestro juicio, la ley no selecciona
ni excluye medios. Todo queda reducido a un problema de relación causal que debe ser
apreciado ex post (conformes: O. VANNINI, Il delitto di omicidio, Milano, 1946, p. 12; G.
MAGGIORE, Derecho Penal, Bogotá, 1955, Vol. IV, p. 279).

No hemos encontrado, en cambio, en la jurisprudencia argentina decisiones en las que se


condene al autor de un homicidio cometido por los llamados medios morales.

2. El problema de las concausas ha sido también objeto de consideración particular con


motivo del delito de homicidio. El Código no contiene disposición alguna referida a qué debe
entenderse por concausa y cuál es el efecto que a las mismas debe atribuirse. En la parte
general, al ocuparnos de la relación causal, hemos dejado sentado nuestro punto de vista, en
el sentido de no dar significado a las circunstancias preexistentes, concurrentes o
sobrevivientes que coadyuvan a la producción del resultado (véase T. I, § 23, I, 9- y 10-).

La jurisprudencia ha desconocido, en general, significación a esas circunstancias (Suprema


Corte de Tucumán, La Ley, T. 8, ps. 714 y 1123; Cámara Federal de Bahía Blanca, La Ley, T.
9, p. 859; Suprema Corte de Buenos Aires, La Ley, T. 37, p. 72; Cámara del Crimen de la
Capital, Fallos, T. V, ps. 274 y 278). Aceptó, en cambio, que excluyen la relación causal las
circunstancias extrañas que determinan el resultado por sí mismas (Suprema Corte de
Tucumán, La Ley, T. 28, p. 81; Cámara del Crimen de la Capital, Fallos, T. V, p. 276).

El Proyecto de 1937 (COLL y GÓMEZ) dispone expresamente que las causas preexistentes,
simultáneas o sobrevivientes que guardan una relación directa con el delito, no excluyen la
relación entre éste y su resultado (art. 5º).

7/9/2004
4 - EL SUJETO PASIVO. Sujeto pasivo del homicidio es un ser humano, entendiendo por tal
todo ente que presente signos característicos de humanidad, sin distinción de cualidades o
accidentes (art. 51 del Cód. Civil). El homicidio consiste en matar a otro; por tanto, la propia
muerte voluntaria (suicidio) no constituye el delito, aunque algunas formas de participación
en él estén penadas en forma autónoma por el artículo 83 (MEZGER, Libro de estudio, cit.,
parte especial, § 5, III. Conforme, para el Derecho español, J. A. RODRÍGUEZ MUÑOZ,
Derecho Penal, parte especial, Madrid, 1949, p. 226). Pero sí es homicidio quitarse la vida
como instrumento de un tercero en virtud de violencia, coacción, incapacidad o error. El
homicida es en este caso el autor de la violencia, coacción, etcétera. Tampoco es suicida el
que se causa la muerte por efecto de la agresión ajena. Por ejemplo, el que se lesiona
mortalmente al aferrar el arma del agresor o para parar el golpe del atacante; o el que lo
hace por su torpeza derivada de su situación atribulada frente a la agresión (R. C. NÚÑEZ,
Derecho Penal argentino, T. III, ps. 24-25).

Ya hemos dicho que la ley penal tutela la vida humana desde la concepción del ser hasta su
muerte. Mas es preciso determinar desde qué momento el ser tiene la calidad de persona
para la ley penal, pues las penas y modalidades del aborto y el homicidio son
sustancialmente distintas. La transformación del feto en persona está separada por el
nacimiento. Sin embargo, esto resulta bastante impreciso.

El Código Civil declara que la existencia de las personas comienza con la separación completa
del seno materno (art. 74). Observa SOLER que si esa fuera la noción exacta, no podría
decirse que comete homicidio quien mata a una criatura antes de su completa separación;
sin embargo, el artículo 81, inciso 2º del Código Penal describe la figura del infanticidio en el
capítulo de los delitos contra la vida, refiriéndose a la muerte causada durante el nacimiento
(D. p. argentino, cit., T. III, § 78, I). Es evidente que de no mediar las circunstancias que
motivan la penalidad atenuada, el hecho es un homicidio. Así, pues, para ley penal se es
sujeto pasivo de homicidio desde el momento en que comienza el nacimiento. Es decir, en el
parto natural, con los primeros dolores del parto; en él provocado, desde que comienza la
expulsión o la extracción de la criatura. SOLER, citando a FRANK y a LISZT - SCHMIDT, se
refiere sólo a los dolores del parto (obra y lugar citados); R. C. NÚÑEZ, contemplando
también el parto artificial, habla sólo de expulsión (D. p. argentino, cit., T. III, p. 24).

Carece de significado que la criatura presente o no condición de viabilidad, como no lo tiene,


tampoco, que una persona esté irremisiblemente condenada a morir por la naturaleza o por
la ley. El derecho toma en cuenta la existencia de vida en el momento del ataque. De no
haber vida en ese momento, entonces sí, el delito es imposible.

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4 - EL SUJETO PASIVO. Sujeto pasivo del homicidio es un ser humano, entendiendo por tal
todo ente que presente signos característicos de humanidad, sin distinción de cualidades o
accidentes (art. 51 del Cód. Civil). El homicidio consiste en matar a otro; por tanto, la propia
muerte voluntaria (suicidio) no constituye el delito, aunque algunas formas de participación
en él estén penadas en forma autónoma por el artículo 83 (MEZGER, Libro de estudio, cit.,
parte especial, § 5, III. Conforme, para el Derecho español, J. A. RODRÍGUEZ MUÑOZ,
Derecho Penal, parte especial, Madrid, 1949, p. 226). Pero sí es homicidio quitarse la vida
como instrumento de un tercero en virtud de violencia, coacción, incapacidad o error. El
homicida es en este caso el autor de la violencia, coacción, etcétera. Tampoco es suicida el
que se causa la muerte por efecto de la agresión ajena. Por ejemplo, el que se lesiona
mortalmente al aferrar el arma del agresor o para parar el golpe del atacante; o el que lo
hace por su torpeza derivada de su situación atribulada frente a la agresión (R. C. NÚÑEZ,
Derecho Penal argentino, T. III, ps. 24-25).

Ya hemos dicho que la ley penal tutela la vida humana desde la concepción del ser hasta su
muerte. Mas es preciso determinar desde qué momento el ser tiene la calidad de persona
para la ley penal, pues las penas y modalidades del aborto y el homicidio son
sustancialmente distintas. La transformación del feto en persona está separada por el
nacimiento. Sin embargo, esto resulta bastante impreciso.

El Código Civil declara que la existencia de las personas comienza con la separación completa
del seno materno (art. 74). Observa SOLER que si esa fuera la noción exacta, no podría
decirse que comete homicidio quien mata a una criatura antes de su completa separación;
sin embargo, el artículo 81, inciso 2º del Código Penal describe la figura del infanticidio en el
capítulo de los delitos contra la vida, refiriéndose a la muerte causada durante el nacimiento
(D. p. argentino, cit., T. III, § 78, I). Es evidente que de no mediar las circunstancias que
motivan la penalidad atenuada, el hecho es un homicidio. Así, pues, para ley penal se es
sujeto pasivo de homicidio desde el momento en que comienza el nacimiento. Es decir, en el
parto natural, con los primeros dolores del parto; en él provocado, desde que comienza la
expulsión o la extracción de la criatura. SOLER, citando a FRANK y a LISZT - SCHMIDT, se
refiere sólo a los dolores del parto (obra y lugar citados); R. C. NÚÑEZ, contemplando
también el parto artificial, habla sólo de expulsión (D. p. argentino, cit., T. III, p. 24).

Carece de significado que la criatura presente o no condición de viabilidad, como no lo tiene,


tampoco, que una persona esté irremisiblemente condenada a morir por la naturaleza o por
la ley. El derecho toma en cuenta la existencia de vida en el momento del ataque. De no
haber vida en ese momento, entonces sí, el delito es imposible.

5 - ASPECTO SUBJETIVO. LA PREMEDITACIÓN. Hemos adelantado que el homicidio simple


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del artículo 79 es un homicidio doloso. Todas las formas del dolo son aptas: directo e
indirecto, cierto o condicionado.

La Exposición de motivos de 1891, con evidente error técnico, requiere el dolo cierto: "se
tratará aquí del homicidio doloso, con dolo cierto, o sea con intención determinada de matar,
forma que no requiere precisamente que haya mediado premeditación, concepto que de
conformidad con el Código vigente, no mencionamos como circunstancia cualificativa del
homicidio, pero que servirá, cuando concurra, para demostrar la intención determinada de
matar" (ps. 129-130).

El homicidio premeditado es para la ley argentina un homicidio simple. Esto resulta ya del
párrafo de la Exposición de motivos de 1891 que terminamos de transcribir, pero lo decisivo
es que la premeditación no aparece como circunstancia agravante en ninguna forma.

La jurisprudencia española ha definido la premeditación -agravante prevista en el artículo


406, circunstancia 4º del Código Penal español - como el claro designio preconcebido, formal
y persistente de ejecutar el delito, que no ofrezca duda racional sobre la fría y madura
reflexión dolosa, sin que esté sujeta a tiempo determinado (Doctrina penal del Tribunal
Supremo, por M. RODRÍGUEZ NAVARRO, Madrid, 1947, T. II, p. 3455). Declaró, también,
que puede concurrir con la alevosía (obra y lugar citados).

El Proyecto de PECO agrava el homicidio cometido con premeditación, si los motivos son
bajos o fútiles (art. 112, inc. 3º).

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6 - OTRAS MODALIDADES DEL HOMICIDIO COMPRENDIDAS EN EL ARTÍCULO 79. Otras
modalidades del homicidio, que en los proyectos y aun en el derecho positivo, han sido
previstas como formas atenuadas o agravadas, son para la ley vigente homicidio simple.

a. Se han previsto como formas atenuadas, el homicidio piadoso, eutanásico o a ruego, el


consentido, y el doble suicidio concertado. El Proyecto de 1937 (COLL y GÓMEZ) contiene la
figura atenuada del homicidio movido por un sentimiento de piedad ante el dolor físico de la
víctima, si fuera intolerable, y las circunstancias evidenciaron la inutilidad de todo auxilio
para salvar la vida del sufriente (art. 117, inc. 2º). El Proyecto de 1941 (PECO) prevé como
formas atenuadas el homicidio consentido y el piadoso ejecutados a ruego (art. 114, párrafos
2do. y 3ro.), fijando pena menor para este último. La misma pena aplica para el caso en que
se hubiera concertado seriamente el suicidio común, aunque asumiera la forma del homicidio
consentido (art. 114, párrafo cuarto). El Proyecto de 1960 (SOLER), contempla con pena
sensiblemente menor que la del homicidio simple; el homicidio por piedad de un enfermo o
herido grave y probablemente incurable ante su pedido serio e insistente (art. 115).

El homicidio provocado por la víctima es, también, un homicidio simple. La hipótesis fue
expresamente excluida del proyecto, que lo incluía como figura atenuada en un primer inciso
del artículo 81, que disponía: "al que matare a otro, si la víctima misma provocó el acto
homicida con ofensas o injurias ilícitas y graves". La disposición aparecía, en términos
idénticos en el Código de 1886 y fue mantenido por la Ley de Reformas, por el Proyecto de
1891, con algunas variantes en la redacción (art. 112, inc. 1º) y por el Proyecto de 1906,
que reprodujo la fórmula del código derogado (art. 85, inc. 1º). La Comisión del Senado
fundió el inciso 1º que comentamos y el 3º del proyecto -que contemplaba los casos en que
el ascendiente, cónyuge o hermano matara a su descendiente, cónyuge o hermana en el acto
de sorprenderlos en ilegítimo concúbito- en la fórmula del actual inciso 1º, por haber "creído
más justo y razonable establecer una regla general para el caso de homicidio por pasión, que
puede ser aplicable, cuando las circunstancias lo hicieren excusable a los que se encontraren
en las condiciones preindicadas" (Informe, ps. 81-82). Así, pues, el homicidio será
privilegiado por el estado de emoción violenta que pueda haber motivado la provocación,
pero no por la provocación misma (véase infra, § 80, 1, 2).

b. Se ha previsto como forma agravada, el homicidio para excitar o satisfacer deseos


sexuales en el Proyecto de 1960 (art. 111, inc. 4º). Esta misma circunstancia, tuvo vigencia
en el Derecho argentino, a través de la modificación introducida por el artículo 5º del
decreto-ley 4778/63, derogado por la ley 16648 .

El Proyecto de 1891 aplicaba la pena de presidio perpetuo, como homicidio cualificado, a


quien matare a la vez a dos o más personas (art. 111, inc. 3º). Se da como antecedente el
artículo 280 del Código húngaro.

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