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Tengo que admitir que soy una terrible persona narrando y también una terrible persona

escribiendo, ya que, debido a esto, me ha llevado por miles de lugares sin antes haber ido.

Daniela… Bueno la conocí por el nombre de Nohemí jaja, no, no fue la típica historia de
cuentos y novelas donde un chico y una chica se conocen por el amigo de un amigo o chocan
o se saludan o eluden constantemente.

Ella me mencionó esto, la frase con la que inicia dicha diégesis

“La actitud es el pincel con el que la mente colorea nuestra vida. Nosotros elegimos los
colores. No dejes de ser espontáneo . 27/06/2019, Dani”

Y es que tenía toda la razón, nosotros elegimos los colores, algunas veces somos rojos, otras
disentimos con personas azules o disgustamos con personas amarillas, pero ella era verde.

Nunca fui de describir mediante colores, lo aprendí hace algunos meses, la verdad es que
nunca los aprecié, sin en cambio, ella siempre los usó para describir la vida, la vida de su
color.

Su color se vincula con el nacimiento, la vida, la fuerza y la energía, con la primavera, el


crecimiento y la idea de juventud; esa idea… la idea de juventud, la que guía a cada hombre
en sus mejores años.

La turmalina o la esmeralda, la prehnita o el peridoto, qué importaba, ella era admirada por
las piedras y ella admiraba éstas, viéndose fijamente como suelen verse dos espejos al ser
encontrados. Nohemí, o, mejor dicho, La chica de las pinturas.
Y yo, qué podía decir de mí, un chico de 22 años, que, en ocasiones, escribe cuando una
buena idea llega como una pieza, con delirios de grandeza y sueños de príncipes y reyes. Con
melodías por dondequiera que iluminan su cabeza.

Ella pintaba los cuadros más hermosos como nunca antes conocí y yo con mis letras donde
solía tener mil y un aventuras, decía que también le encantaban. Quizá era tiempo de
mancharnos de melodías y colores, así como llenarnos de risas y alegrías o quizá no… Eso
tendríamos que averiguarlo y lo descubriríamos en el camino de algunas pocas o de muchas
aventuras.

Esta es la historia de la chica de las pinturas y el chico de las melodías con sabor a fruta y
comienza así…
CAPÍTULO 1. CONTRASTE

Yo era un chico universitario que cursaba el octavo semestre de ingeniería mecánica


eléctrica. Fue un semestre duro con algunos problemas presentes y muchos caminos por
dudar, ya había vivido muchas noches como esas, pero ésta era algo diferente. Debo admitir
que nunca había gustado de ello, pero hace algunos meses un amigo me convenció “¿Por qué
no conoces a alguien?” y yo respondía “Pero ¿cómo lo voy a lograr? Jaja siempre ando
ocupado”. Y es que era cierto, siempre haciendo tarea, a la 1, a las 2, a las 3 de la mañana,
estudiando para una prueba, en algunas ocasiones pasaba mis tardes en un gimnasio, aunque
más que por resultados lo hacía por pasar el tiempo. Cenaba con amigos y con compañeros,
pero en el fondo me sentía algo vacío; no eran de ahí, yo tampoco, pues, estudiaba fuera
aproximadamente a 280 km de mi ciudad natal. Y no lo sé, me inundó aquel sentimiento,
aquella vez: “¿Por qué no?”.

Mi cuarto era pequeño, un baño, unas repisas, un escritorio, una cama, un ropero de tela,
algunos libros, cafetera, en fin, tenía lo necesario para vivir e inclusive hice algunas fiestas
ahí, pero ese no es el objetivo de este cuento.

Llegaba todos los días después de la escuela, aunque algunos no lo hice jaja. Aventaba la
mochila, recogía mi desorden, limpiaba un poco, ponía música, me hacía un café o un té y
me ponía a estudiar, hace 4 años que hacía lo mismo. Contrastes, era la rutina de todos los
días y bastante agobiantes algunas veces, muchos fines de semana sin salir, reuniones
pérdidas, en fin, siempre compromisos y a la vez ninguno. Creo que así estaba bien…

Estaba cansado de pasar las horas en el teléfono, escribiendo mensajes, recibiendo llamadas,
reírme en imágenes chistosas, porque al fin y al cabo todo era una farsa. Recordé sus palabras
“Deberías conocer a alguien” y pensé y pensé “¿Cómo?”, sólo tenía unas monedas en mi
bolsillo, algunas galletas en mi cajón, algunos dibujos malhechos y demasiadas hojas regadas
por todos lados; lo pensé, no le di mucha importancia.

Abrí mis redes sociales para buscar algunos documentos y una sugerencia apareció “Nohemí
Jiménez”, que afortunadamente después sabría que también se apellidaba Alpires jaja con
“s”.
Era alguien de mi casa, de Poza Rica, Veracruz. La agregué, me aceptó. A pesar de ello no
le hablé hasta pasado algunos días y ni siquiera recuerdo porqué lo hice, en fin.

Fue el jueves 6 de junio del 2019 a las 20:12, o al menos eso dice Facebook, el día en que le
mandé un mensaje. No sabía cómo presentarme pues ya sabía mi nombre y yo ya sabía el
suyo. La conversación fue algo así:

— ¡Hola! — Saludé.

—¡Hola! ¿Qué tal? — Contestó.

—Estoy estudiando, Alejandro, un gusto, aunque eso ya lo sabes jaja, y tú…—repliqué.

—Bueno, tenía mis sospechas, ahora lo confirmo jaja, mucho gusto Alejandro, yo me llamo
Daniela Nohemí—añadió—: me estoy tomando un receso, estaba haciendo un trabajo. ¿Qué
estudias?

Y bueno, comenzamos a charlar sobre nosotros mismos, de dónde éramos, qué estudiábamos,
cuántos hermanos teníamos, algunos gustos, un par de canciones y su fruta favorita.
Mencionó que se comió un mango y que le gustaba el té de manzanilla con anís, los helados
de yogurt y el pastel de café. Incluso planeamos comer algo en un lugar fresco al aire libre,
cosa difícil de decidir debido al sofocante calor de nuestra ciudad. También hablamos sobre
mi infancia y algunas cosas que atesoraba y es que ¿A quién no le gustan las buenas historias?
Pintaba ser una buena oportunidad.

Nos mandamos un par de audios, pero no funcionaban así que intercambiamos números y
conversamos por celular. Esa misma noche hicimos nuestra primera llamada. No fue hace
mucho tiempo, pero han pasado muchas cosas y mi memoria a corto plazo no es que ayude
mucho, por eso creo que es importante anotar lo importante. Fue el 28 de mayo del 2019.

Platicamos algunos días más y recuerdo que había sido una semana bastante dura llena de
exámenes, tareas, muchos trabajos y algunos profesores bastante fastidiosos y al parecer ella
también estaba ocupada así que no hablamos tanto.

Gracias a Dios los celulares tienen registro de llamadas o no podría haber recordado la fecha.
10 de junio, era un lunes, me sentía cansado, me rechazaron un proyecto que llevaba dos
semanas trabajando en ello y tenía una prueba bastante complicada para la cual ya había
estudiado dos semanas, pero aun así ya había reprobado dos veces, era mi última oportunidad
y bueno tendí a barruntar y al mismo tiempo ser positivo, ya no sabía qué hacer.

Eran los 5 de la tarde y apenas regresaba a mí habitación desde las 8 de la mañana que salí.
Pensé en abrir la puerta, aventar mi mochila, y sentarme a repasar para algo que creía ya
muerto, en eso vi un mensaje de ella.

No tuve ganas de entrar, total, había hecho todo lo que había podido y un solo día antes no
iba a cambiar gran cosa el resultado que posiblemente obtendría en transferencia de calor; le
mandé algunos videos, sí, algunos videos con caras chistosas y comencé a fotografiar afuera
de la calle en que vivía. En mi mano traía un Fuze Tea de té negro sabor a limón. Me gusta
mencionar los detalles, creo que los detalles son buenos.

Ella también envió algunas fotos, se encontraba en la escuela esperando unas calificaciones
finales. Arropaba un lindo vestido con un patrón que me encantó y sus uñas pintaban de color
verde.

Deseaba que ella estuviera ahí, creo que esa es una de las desventajas que me ha traído ser
foráneo y estudiar fuera, que, a pesar de las buenas experiencias, siempre era lejano de la
gente que más quería cerca, aunque, esa situación no podía detenerme.

La tarde lucía increíble, el clima fresco con viento y un sol que roza la piel y el cual puedes
sentir suavemente su calidez. Tenía que salir con ella; olvidarse del mundo un rato y bueno,
hallábase ser agradable.
Un parqué, sí, o más que un parque era un campo el cual ya había visitado un par de veces,
no vivía lejos de él, en ocasiones solía correr en el andador y llegué a hacerlo con un
compañero de la universidad, pero al final terminé haciéndolo solo, recuerdo que tuvo que
irse por una llamada que recibió.

Al inicio del semestre quería retomar mis actividades físicas, que no frecuentaba mucho, por
cierto, pero no pude hacerlo porque el mismo andador estaba abonado y el olor era terrible y
aspecto horroroso. Estuve en un gimnasio, pero éste no es el fin del presente relato.

Le dije que, si quería salir jaja, que le marcaba y le enviaba fotos de donde estaba y accedió.
No tenía mucha batería mi celular pues estuvimos mensajeando un rato afuera de mi casa. Le
comenté que me esperara y cuando llegase le mandaba un mensaje.

Caminé y caminé o bueno, no seré un exagerado, estaba a dos o tres cuadras, sólo lo dije para
darle algo más de emoción y vaya sorpresa; el circuito, el pasto, los columpios, la glorieta, el
domo, todo, se veía tan lleno de vida. Gente jugaba al futbol y el pasto era verde, muy verde,
un verde tan genial que me asombró y con aquello rectifiqué o más bien, confirme aquel
dicho mío de algunos semestres: lo mejor sale de lo peor. Y es que es que cierto, las mejores
oportunidades suelen surgir cuando las cosas no pintan bien o no son como esperábamos,
algunas de ellas nos transforman el corazón, nos vuelven más empáticos; nos hacen más
humanos. Aunque claro, no aplica para todas las situaciones.

Me acerqué a los columpios que estaban pintados del mismo color del césped y le marqué,
charlamos en que recibía una calificación, no fue durante mucho tiempo, pero fue fantástico.
Se me agotó la batería. Regresé a mi cuarto a hacer el intento de seguir estudiando.

Al día siguiente enfrente la prueba, eran un par de problemas, bastantes pesados, el ingeniero
me volvió a regresar el trabajo y decidí mandar todo al carajo “por el día de hoy” jaja.
Llegó la noche, me acordé de Dani, quizá fue porque miré las estrellas y tuve ganas de una
buena canción. En épocas en las que mis vecinos no están, suelo salir a tomar el aire, sentarme
y escuchar música a todo volumen, ok lo último no pero sí, siempre con mis audífonos.

11 de junio, fue 11 de junio, hice la llamada. Conversamos durante una hora a la luz de la
noche, yo comía un burrito, galletas de avena con granola y un té, moría de hambre, ella por
su lado, cenaba únicamente una manzana verde, no lo sé, quiero pensar que es porque es su
color favorito. Hicimos planes de vernos para cuando yo regresara, iríamos a una cafetería
donde venden un excelente pay de leche. Me encontraba emocionado. Era martes y
saldríamos el lunes; no hablamos mucho nuevamente esa semana, ella iba a clases de baile y
yo terminaba los asuntos de la carrera para poder aprobar e irme libre.

Me pareció muy chistoso o muy curioso, siempre me gustaron los contrastes: en los
instrumentos, en las comidas, en los colores, en los sabores, en las ideas, en la filosofía. Ella
pintaba y yo escribía, ella bailaba y yo tenía mil canciones y me encantaba la buena música,
incluso tocaba un instrumento. Contrastes… ¡Que fabulosa palabra!
CAPÍTULO 2. PRELUDIO

La primer cita

Considero que las palabras son muy importantes y que no hay que tomarlas a la ligera, que
hay que tener mucho cuidado con lo que en realidad se quiere decir y se quiere transmitir a
través de ellas. Las palabras, así como los colores, no son ningún juguete, sólo los más sabios
y experimentados saben usarlas de manera pura e inocente sin intenciones de cabildeo.

Siempre aprecié las palabras, la simplicidad de éstas, y la profundidad de sus significados,


así es, significados y es que lo significados también son importantes, pero ¿Qué significa
esto? ¿Qué significaba ella? No lo sé, un preludio quizá.

Les contaré un secreto, la primera vez que escuché esa palabra ni siquiera estaba en español
y data de hace muchos años en un mundo de fantasía donde un niño le dieron la encomiendo
de salvar el mundo y el coraje, con su valor, eran su mayor arma. Con esa aventura aprendí
muchas cosas, que la valentía, el poder y la sabiduría podrían guiarte a hacer las mejores
hazañas, sólo había que saber utilizarlas. Así lo hice con cada una de mis letras, o bueno, al
menos eso intentaba.

... Pospusimos la salida, ella tenía que ir a sus clases de dibujo. a la escuela y muchos otros
pendientes, por mi parte, acababa de llegar a mi casa; estar con la familia, visitar algunos
amigos, ayudar a la casa, bueno esperé y vaya que aprendí a esperar, siempre aprendí a
esperar.

“El tiempo de todas formas va a pasar”

Lo escuché en internet de un chico llamado Vic Blazquez (desconozco cómo se escriba aquel
nombre) y tenía razón. A veces somos tan desesperados y ese tiempo a final de cuentas va a
pasar; esperamos hasta el siguiente lunes, 24 de junio. “Será una buena manera de iniciar la
semana” me confesó, y vaya que lo sería.

Saben… para seguir escribiendo o continuar escribiendo, debo recordar los sentimientos, las
sensaciones de aquel momento y ello toma algunos segundos que me permitiré darme ahora
mismo, quizá no lo noten, pero así es como sucede.
Estaba algo nervioso al fin y al cabo ¿qué hablaría con ella? Nunca antes la había visto ¿qué
haría? Tenía que hacerlo perfecto o grato, no lo sé, con sus palabras me dijo “te debo un baile
¿qué bailaremos?” a lo cual contesté “No te preocupes yo me encargo de ello” y es que
conocía cientos de canciones, pero no sabría cuál quedaría con el momento.

Mi hermana vino de visita, hace algunos meses no la veía y únicamente me reúno con ella y
mi madre aproximadamente unos 4-5 veces al año. La ciudad es pequeña, por lo cual no hay
muchos lugares a donde ir, decidimos dar vueltas en el auto y así lo hicimos. En la radio hay
una estación que no recuerdo su frecuencia, pero se llamaba “oldies” y como mandado a
hacer encontré la canción perfecta, ya la había escuchado antes pero no recordaba el nombre
así que la grabé con el celular para después buscarla.

Me puse a buscar playlist en spotify y en youtube, no la encontraba, gracias al cielo tengo un


gran amigo al cual le decimos “Elvis”, él sabe mucho de canciones ochenteras y noventeras
(su verdadero nombre es Julio César) así que le mandé el audio que grabé y me dijo “Es esta,
Have You Even Seen The Rain”. Algún día tengo que agradecerle por ello.

¿Por qué no podía perderme la oportunidad de un baile? Bueno, hay una pequeña historia
relacionada con eso, yo tenía 18 años, pero uno es muy joven a esa edad e ignora las
oportunidades buenas y no quería desaprovechar ésta a pesar de no saber bailar.

Quedamos de vernos a las 4 de la tarde en una pizzería llamada “Danny´s” y curiosamente


ella se llama Daniela. Casi todo lo que hago o lo que digo tiene un porqué, no lo tomo o lo
decido a la ligera, error que cometí un par de veces antes, pero ya había aprendido que habría
que tener mucho cuidado con las comas y con los acentos. Escogí esa pizzería porque bueno,
creo que la infancia influye mucho en nuestros actos de cuando somos adultos y esa era mi
pizzería favorita, aunque ella no lo sabía.

Llegó el día y como la piña era su fruta favorita le preparé agua de piña, también tenía algunos
chicles de colores en mi casa así que consideré que sería una buena idea hacer bombas de
chicle y ver quién hacía la más grande; separé algunos rojos y unos verdes, era claro cuales
iban a ser los de ella.

Llegué al lugar, algo temprano pues tenía que pasar por un par de cosas antes,
aproximadamente a las 3:47 pm.
Siempre suelen sucederme cosas extrañas con la gente, no lo sé, me ven en la calle y me
piden un favor o una indicación o me preguntan de cómo se hace algo, para ser sincero a
veces asusta jaja, siento que me van a asaltar así que siempre guardo mi distancia y bueno
aquel día no fue la excepción.

Un señor me preguntó sobre si el parquímetro estaba bien y yo ni idea, nunca voy al centro
en auto por lo mismo, pero rectificamos y sí. Posteriormente se me acercó un muchacho como
de 25 años, un teléfono en la mano izquierda y una libreta en la mano derecha, como yo traía
una mochila se acercó a preguntarme si tenía una pluma o un lápiz y le presté uno
momentáneamente, terminó de escribir, me agradeció y se marchó, bueno en fin, así he
conocido a más gente la cual nunca he vuelto a ver como en aquella parada de autobús o
aquel centro comercial de la ciudad de México, conversaciones muy interesantes con
personas totalmente desconocidas. Eso me tranquilizaría un poco, pues, si ella no me conocía
entonces tendríamos mucho de qué platicar, entonces, llegó.

Caminando de lejos, claramente la reconocí y la saludé con un “Hola crayola” jaja. Entramos
y conversamos, conversamos mucho y salió perfecto, incluyendo la pizza con piña que a
mucho no les gusta, pero a mí me encanta, aunque un señor intentó vendernos libros
apostólicos viejos, todo estuvo bien. Le gustó el agua, hicimos bombas de chicle y me tomó
una foto intentando hacer una porque no me quedaban. Fue bastante divertido.

Escuchar música… es una gran apuesta, pero tenía que hacerla, al fin y al cabo, todo en esta
vida son apuestas; quería escuchar música con ella. Tenía un pequeño adaptador que permitía
conectar dos audífonos al mismo tiempo, así que agradecí que ella llevara los suyos, ambos
los conecté y puse una canción. Sentados, le pedí su mano, y en un intento por bailar dentro
de la pizzería comencé a jugar con ella, pero había mucha gente. Parecíamos locos, incluso
cantábamos por tramos, pero qué importaba, el mundo se reducía a nuestra música y ahí fue
cuando le dije “me debes un baile”.

Olvidarse del mundo, de lo que los rodea, de la realidad ¿de qué sirve una buena compañía
si no te puedes olvidar de la realidad con ella? Siempre, toda la vida, estamos rodeados de
esto o aquello que nos agobia, que nos perpetua, que nos distrae. “Una realidad…” que frase
tan más tajante y llena de verdad, pero yo, nunca fui de ellos, aunque les molestara.
¿Por qué no hacer una fantasía? ¿Por qué no bailar frente a todos y olvidarnos del mundo y
todos sus problemas y responsabilidad? ¿Por qué querer ser real si el existir era así? Aunque
mi realidad no era mala yo prefería soñar. Decidí tomar su mano.

Terminamos de comer y lo restante lo pedimos para llevar, eran unas rebanadas muy ricas.
Por cierto, casi olvidaba el termo, pero el mesero me recordó y lo llevé de nuevo.

Caminamos un par de cuadras

—¿Aquí? —preguntó.

—Sí, aquí—contesté.

—Pero hay mucha gente— replicó.

—No importa—le dije—bailemos.

Y bailamos con las canciones que preparé, bailamos como locos sin saber improvisar, dando
pasos y con algunas pisadas intencionadas, mi mochila se atoró en la ropa de un señor que
iba pasando y rodeado de personas todo era un caos, pues, nos dirigían la mirada, aun así, fue
el mejor baile que jamás haya bailado.

Cada nuevo atisbo de felicidad se me apaga pronto porque el día tiene pocas horas para
vernos, me tienes bailando en una cuerda floja [..] Nadie es dueño de esto, pero me fascina
pensar que el tiempo es nuestro…

- Serotonina

La acompañé a su transporte escuchando algunas canciones, improvisando Wannabe, lo


hacíamos un poco mejor. Esperaba verla pronto.
La segunda cita

Dicen que las secuelas nunca son buenas o están lejos de serlo, pero yo estaba en contra de
todo ello. Las primeras veces, las segundas veces, las terceras veces. Siempre deseamos
reservar algo especial para alguna ocasión; un panecillo, algunas galletas, un helado o
algunos chocolates, siempre deseamos guardar algo especial para cada ocasión. Nos
perdemos tanto olvidándonos del momento.

Tanto nos afectan o nos afligen las pérdidas que pueden o no suceder, no siempre podemos
tener control sobre éstas, pero en algunas ocasiones así es, lo tenemos y cuando la vida te da
esas oportunidades, las de decidir, puede ser una gran ventaja o una gran carga ¿y si lo hice
bien? ¿habré hecho lo correcto? ¿y si no escogí lo mejor? Extrañar, siempre tendemos a
extrañar, pero ¿qué es aquello que se extraña? No sé ustedes, pero yo solamente he llegado a
extrañar los buenos momentos, aquello que he atesorado con el corazón. No tendría por qué
extrañarla ¿por qué debería alejarme? cosa que siempre he hecho, y ella no tendría por qué
extrañarme ¿y sí esta vez lo hiciera diferente? ¿sería nuestra decisión o una cuestión de
suerte? En fin, yo no quisiera que ella lo hiciera ni yo tampoco tenía el deseo de hacerlo. Dejé
a un lado todo eso, total, apenas transcurrió un día de vernos.

Nos pusimos de acuerdo, jueves 27 de junio. Y no, no es que tuviera prisa o ansias por verla,
aunque tengo que confesar que lo último sí, mi tiempo se estaba acabando, siempre odie eso,
que mi tiempo se acabase, y no, no es que tenga prisa, sencillamente no me siento de algún
lado, no estoy en mi casa, no estoy en donde estudio, no estoy en ningún lugar. Eso me
recuerda a una melodía que la escuché de la manera más amarga, una canción que me
mostraron y que no la esperaba “El extranjero”, dice así

Yo vengo de una tierra lejana,


donde las aves cantan distinto,
donde se toma buen vino tinto
y el sol es tímido por la mañana.
Igual que el viento sacude ramas,
triste o contento siempre cantando,
tal vez detenga mi paso cuando
sople el viento en el ancho mar.

Y no soy extranjero,
yo no soy extranjero
en ningún lugar,
en ningún lugar...

Que en mi espíritu, el vagabundo,


andar prefiero que echar raíces,
buscando nuevas horas felices

En ningún lado busco consuelo


por estar sin saber hasta cuándo.
Sufro la pena de ir contemplando
la misma luna en distintos cielos […]

Si a ratos retomo el vuelo


voy hacia donde nadie me espera,
con la distancia por compañera
y el horizonte por religión.

Y no soy extranjero,
yo no soy extranjero
en ningún lugar,
en ningún lugar.
No sé qué busco, no sé qué quiero…
Y siempre que la escuchaba me dejaba un sentimiento de vacío ¿mi vida tendría que ser así?
¿sin ninguna raíz? ¿viendo la luna en distintos cielos sin saber qué quiero? No, yo me negaba
a eso. Al fin y al cabo, vamos a morir, pero tampoco quería morir perdiendo.

Cuando llegue aquel instante, ya no habrá misterio. Con los pies por delante rumbo al
cementerio, todos elegantes con el gesto serio, aunque hayas sido pobre o el dueño de un
imperio.

Cuando nos entierran nada nos llevamos, acostados en la misma tierra porque cuando llegue
aquel instante, ya no habrá misterio. Con los pies por delante rumbo al cementerio, todos
elegantes con el gesto serio, aunque hayas sido pobre o el dueño de un imperio, nada es
importante cuando en cautiverio, nos llevan en cajón al cementerio.

- Vamos a morir, Paté de Fúa.

Las cosas no fueron fáciles debo de admitir, aunque tampoco difíciles, sólo digo lo primero
para darle más emoción a las experiencias.

Emoción a las experiencias… cuando todo culmine, sólo importa lo que cargamos en el
corazón y la intensidad con la que vivimos aquellas pérdidas. Porque sí, a pesar de no querer
perder, lo tengo que reconocer, todo en esta vida son pérdidas, pero el temor de perder algo
no debe quitarnos el sueño o cohibir esa sensación de llegarnos a entusiasmar y yo me
encontraba entusiasmado.
Así que estaba dispuesto a perder o a ganar, de cualquier forma, o como ocurriese, tenía que
hacerlo de nuevo con las primeras veces de las primeras veces. Nunca cuentes todo, eso me
lo decían, porque en realidad esta no es ni de cerca la verdadera razón por la cual me duelen
perder algunas cosas, en fin.

¿Qué iba a preparar? ¿Qué iba a hacer? Dicen que uno debe dejar a que las cosas fluyan,
hecho por el cual me he estropeado algunas veces y es que, qué debe hacer uno ¿ser inmóvil,
hacer que las cosas sucedan? creo que es una mezcla de ambas, entre el actuar y el esperar,
pero estaba cansado de esperar, ya no quería esperar más y ¿por qué no querer hacerlo si las
mejores cosas llegan con el tiempo? No lo sé, creo que es una consecuencia de escribir tanto,
de pensar tanto, te dan buenas ideas, pero sólo eso. Jaja, ya hasta olvidé lo que estaba diciendo
¿en qué estaba? Ah sí, en nuestra segunda cita.

Pretextos, siempre es bueno buscar el mejor pretexto para hacer o comenzar algo, claro,
siempre y cuando éste sea de carácter afable, y es que un pretexto es lo que es, algo antes de
un texto, de uno que debería ser escrito, una precuela o una idea y ¿cuál era mi idea? Bueno,
creo que las intenciones eran obvias.

Marionetas, sí, marionetas, era divertido, tenía unas cuantas que se podían colocar en los
dedos ¿en dónde las conseguí? Bueno, mi madre es maestra y hacía dinámicas de aprendizaje
con sus alumnos y una de ellas era ponerse marionetas o muñequitos en los dedos y hacer
historietas o diálogos con ellos. Pensé en llevarlas, pero sólo encontré una de spiderman,
igual sería divertido y quizá tendría la oportunidad de dibujar rostros en sus deditos, todo
estaba planeado o bueno, casi todo.

Quedamos de vernos en una plaza, la cual era bastante pequeña, cosa que ya suelo decir,
pues, he vivido en la capital del país y visitado ciudades donde sus centros comerciales están
rodeados de lagos y espectáculos de agua. Aunque bueno saben, nunca es el lugar, es la
compañía, como en el invierno pasado donde me encontraba con un doctor en biomecánica
que trabaja en Alemania, su amigo procedente del mismo país, su novia polaca, un químico
doctor de la UNAM y una ingeniero petrolero compartiendo la misma mesa en la cena de
víspera de navidad en Valladolid con saxofonista en vivo y platillos de chef, un lugar muy
elegante y gente bastante culta pero fue muy aburrido, yo sólo quería divertirme y cuando
acabó todo eso me fui al parque con mi familia a tirar chispitas y a hacer poses de superhéroes
arrojando unos pequeños fuegos artificiales a media noche, esa es otra historia.

Quedamos de vernos a las 4:30 pm y tuve algo de complicaciones ese día para poder verla,
el auto de descompuso no arrancaba y no es que me lo prestaran jaja, sino que, debía llevarlo
al taller. A las 9 de la mañana quedé de con el electricista, ya que el problema era de esa
índole, se pospuso la hora y fue a la 1 de la tarde, pero después él no tuvo tiempo así que
dejamos lo del carro para el día siguiente, viernes en la mañana. Entre esas 5 horas fui por
unos limones y le hice agua de limón, no encontré el exprimidor y pues me lavé muy bien las
manos y los exprimí a mano, por suerte en el verano del 2012 trabajé en una taquería y
aprendí a partirlos genial y a sacar el máximo jugo posible, sólo que no sabía cuánta azúcar
debía de tener, casi no hacía de ese sabor, el limón es amargo ¿cuánta dulzura le añadiría?
Tuvo que ser a prueba y error, en una jarra hice el agua primero y probándola dije “le falta
más limón”, “le falta más azúcar” hasta llegar al mejor balance que pude conseguir. Después
lo deposité en un termo o recipiente con hielo para que estuviese fresca porque vaya que
hacía calor.

Jueves de helado 2x1, en Nutrissa, si alguna vez esta historia llega a ser leída por más de dos
personas incluyéndome, deberían de darme algo por la publicidad jaja o quizá demandarme
por mencionar marcas sin permiso, no lo sé. Ir a ese lugar fue idea mía.

La heladería, sí, creo que así se le dice, no estoy muy seguro, estaba dentro de Liverpool que
antes era Fábricas de Francia, cuando era un chiquillo, aproximadamente hace 17 años, me
encantaba subir y bajar por las escaleras eléctricas jaja, pensé que sería divertido hacerlo con
ella y se lo propuse más tarde.

Llegamos casi puntuales, como 4:40-4:45 pm, había algo de tráfico, nos vimos, la saludé, le
di un abrazo y subimos por los helados, no sin antes jugar en las escaleras eléctricas. Sin
quererlo o pensar los pedimos igual con granola, o creo que eso era, uvas verdes y kiwi.

No había lugares para sentarse, cosa terrible, pero nos encontrábamos en la sección de
muebles, a mí me parece algo descarado sentarse en ellos pues son de exhibición, aun así, se
veían cómodos y todos o la mayoría que comían helados estaban disfrutándolos en ellos. Dije
“por qué no” entonces ahí nos sentamos.
Nuevamente fue muy agradable, charlamos, saqué el títere de spiderman, dibujamos caras
chistosas en nuestros dedos, una feliz, otra enojada, triste, también preocupada y orgullosa.
Había música como en toda tienda departamental sólo que era extraño porque había dos al
mismo tiempo, de reggaetón y de violín.

Ahora que lo pienso, hablo más de la experiencia previa, de la percepción de a través de mis
ojos más que de los hechos, supongo que se debe a que me la pasé tan bien que no lo sé
describir, guardo las imágenes y el momento en mis memorias. Si me concentro las recordaré
mejor y es lo que haré justo ahora.

Vestía una blusa o un vestido negro sin mangas, de tirantes y yo una playera estampada de
guayabera un pantalón de mezclilla y unos zapatos, azules. Cuando terminamos de comer el
helado bajamos por las escaleras normales, ya que eran las que nos quedaban más cerca y
bueno fuimos a Chedraui, yo quería bailar nuevamente con ella y teníamos que aprovechar
los pasillos y que había menos gente que en el centro, quizá esta vez mi mochila no se atoraría
con la ropa de una transeúnte principalmente porque no llevaba mochila, Daniela sí.

Me contó una historia que cuenta era niña, su mamá le pegó, ya saben, cuando se educaba a
los niños a la antigua y que considero que es la mejor educación. Tenía ganas de jugar a la
cocina y a la comida así que agarró la despensa y el aceite y lo tiró en su casa e hizo un
desastre, curiosamente aquel día, o sea, el de esta salida, el pasillo de los aceites era el más
vacío de todos, así que lo escogimos para bailar.

Improvisamos, nos olvidamos del mundo, dimos vueltas juntos porque compartíamos
audífonos y no nos podíamos separar, no puse mucha atención a la gente, aunque quiero
suponer que nos miraban raro, seguramente pensaron “aquellos años…”

De hecho, no hicimos más que eso, se pasó rápido, bailamos, o al menos, eso intentábamos,
no hubo fotos, no tuvimos tiempo para ello.

Cuando llegó la hora de irnos, pasamos por nuestras cosas a paquetería, y justo cuando
pensaba que no podía ser mejor, me tuvo un regalo. Me dijo que cerrara los ojos, los cerré,
me dijo que los abriera, y era un cuadro, o eso parecía, lo envolvió muy bien, con mucha
cinta y un moño café.
Le pregunté si podría abrirlo allí mismo o en mi casa, me dijo que estaba bien si desenvolvía;
con ansías lo hice y vaya sorpresa, era una tortuga, una hermosa tortuga. Llena de muchos
colores, ella sabía que era mi animal favorito y de verdad me encantó.

La abracé de nuevo, y me gusta ser recíproco, así que le dije que escuchara conmigo una
canción que tanto me gusta y trae buenos recuerdos, no asociados a nadie, es más como un
sentimiento de paz, de tranquilidad. Si todo en un futuro fuera a funcionar, creo que sería
bueno hacerla parte de algo importante y si no llegase a ser así, de todos modos, ese
sentimiento no se iría. Creo que también eso significaba ser el chico de las melodías con
sabor a fruta.

Walking down the street


I saw you crying
alone
And I thought a million
words to say to you
but I don't […]

The city and the stars,


the storm in your eyes.
Everything makes me feel high.
Let's go to the city
or sit down by the river.
I'll say the things that you love.
- Fantasy, Useless Youth

Nuevamente la acompañé a su parada, caminamos, charlamos sobre un par de historias,


escuchamos música. Nos veríamos otra vez. Era bueno conocerse.
Tercera cita…

Bueno, creo que así me gustaba llamarle, “cita”, aunque no sé exactamente a qué se refiera
con eso, tengo un concepto o una cuestión, qué más da, ya no importaba darles nombres a las
cosas, ya no quería siquiera nombrarlas, clasificarlas o esperar algo de ellas. Quizá éste suene
un comentario algo desilusionador, pero en realidad no, esperar algo de ellas… ¿Por qué
quería esperar algo? ¿No se supone que las mejores cosas se hacen con inocencia y de manera
desinteresada? A quién engañamos, somos humanos, y la mayoría de las veces esperamos
obtener algo, no miento, así lo he hecho, pero no esta vez, no quería hacerlo así. Todo esto
era nuevo para mí y un poco complicado porque en realidad nunca lo había hecho ¿tendría
que aprender? ¿seguiría escribiendo? Eso no lo sé y no dependía sólo de mí. Tampoco regalo
letras o palabras a cualquier desconocido.

Fue maravillosa, muy agradable, tanto la chica como la salida. Sé que lo leerá y por ello lo
manifiesto, a veces quisiera saber qué piensa sobre todo esto, pero la duda y la incógnita es
parte de la vida y le da un poco de emoción. Ante tal hecho confieso que, he conocido a
mucha gente, en fiestas, reuniones, cumpleaños, salones, bares, paradas de autobús,
transporte público, en internet, en el tren, en bancas de un parque, centrales de autobuses, en
el taxi, el aeropuerto, museos, etc., y al menos compartido alguna bebida, un trago o una
buena plática, pero nunca jamás tuve una cita tan agradable hasta ahora con su carisma, sus
sorpresas y su espontaneidad. He aquí lo que sucedió.

Fue hace una semana y dos días, o bueno a la fecha que es hoy, 10 de julio del 2019 a las
1:05 de la mañana, no tuve ganas de dormir temprano.

—Oye, tengo 2 ideas, una pregunta ¿te gusta la miel natural? —continuó—otra pregunta ¿y
la canela? Esta vez no estaremos en un lugar con clima, en la mañana decidiré dependiendo
de cómo vea el cielo, igual, sólo podre robarte hasta mediodía. Lleva un short y una playera
por si acaso.

Después yo balbuceé, no dije cosas muy importantes, nos veríamos el siguiente día a las 8 de
la mañana en la central de ADO de la ciudad y ella me llevaría a dónde quisiera, la verdad es
que ya lo sospechaba.
Llegué puntual, o más o menos, unos diez minutos de retraso, no había desayunado y
necesitaba saldo así que pasé antes a un Oxxo a recargar y por algo para desayunar. Quería
llevarle emperador de limón, le gustan, pero no había así que le llevé barritas de piña y yo
me compré unas barritas de fresa.

Nos saludamos, nos vimos, claro está jaja, me dijo “vamos” y tomamos un taxi a “Papantla”,
un municipio que antes fue pueblo mágico, lugar de donde es originaria la vainilla y donde
sus hijos “vuelan”, o eso dicen cuando unos cuantos de éstos se avientan de una gran asta y
los 4 dan 13 vueltas cada uno para completar el número 52 que era el número de años que
tardaban los ciclos solares según los mexicas y los mayas.

En el transcurso, nos hicimos dibujos en las manos, ella dibujó en las mías y yo en las de ella.
También saqué de nuevo el títere de spiderman y una señora de al lado me preguntó en donde
los había conseguido, la verdad es que no tenía ni la menor idea, yo sólo me los robé de mi
casa, o bueno, los pedí prestados.

En fin, llegamos, hace mucho no iba a ese lugar o relativamente mucho, como hace un año;
para mí, ahí vendían el mejor zacahuilt y las mejores enchiladas.

Daniela, llevaba un vestido, con mangas, y no puedo decir que de rombos porque las figurillas
no eran como tal así, pero sí puedo decir el color, beige con café o al menos es lo que
recuerdo.

Había un monumento, algo grande, aunque no tanto, una estatua de un volador de Papantla
que estaba hasta arriba y yo nunca había subido hasta ahí. Subiríamos, no sin antes comprar
un coctel de frutas el cual tenía mango, piña, jícama, sandía y melón según yo.

Tuvimos que caminar un cerro de calles pavimentadas, había algunos perros, pero yo jugaba
diciéndole que eran bestias salvajes que protegían la estatura de que nadie la profanara. Es
bueno divertirse con la imaginación.

Llegamos, no había gente, a ambos no nos gustaba que hubiese mucha o hubiese alguna,
preferíamos un poco más la privacidad, no porque fuera malo o porque hiciéramos cosas que
no fueran correctas, simplemente creo que es mejor cuando se está solo para poder bailar y
expresarse con libertad, ver mucha gente, es como estar bajo la presión de las miradas.
Llevó sus dibujos, su carpeta de dibujos, los cuales me encantan, no digo “encantaban” sino
encantan, en tiempo presente, tengo algunos de ellos guardados en mi celular, soy su fan, de
lo que pinta, de lo que dibuja, lo hace realmente bien e inclusive yo lo intenté, le hice uno,
aunque a la fecha no lo ha visto. También tuve un sueño con una roca gigante que parecía
isla y las olas la cubrían y la descubrían constantemente, le dije que se la iba a dibujar porque
era hermosa y quería enseñárselo, aunque no lo había plasmado todavía.

No lo sé, nunca intenté dibujar, pero ella me inspiró a hacerlo, aunque eso viene después,
después de este día quizá podría hacerle unos dibujos, pero eso no dependía de mí. En fin.

Me vendó los ojos con un pañuelo oscuro con estampado como de hojas rojas y amarillas.
Me hizo algo de comer y tenía que adivinar qué era, así que tomó el tenedor y me dio a probar
de lo que había hecho.

Manzana, cereal, maracuyá, mango, piña. Lo último no lo adiviné, no sé por qué, pero no
recordaba ese sabor. Después de que abrí los ojos y me dio de nuevo de comer, eran hot
cakes, que, a mí parecer, fueron demasiado ricos. Fue un gran gesto, algo muy lindo, en serio,
un gran detalle.

No podían faltar la música ni las canciones así que llevé una pequeña bocina, no sonaba tan
fuerte y tampoco sonaba tan bien, pero tenía algunos bajos y el sonido no estaba viciado.

Bailamos, reímos, comimos, cantamos, fue espectacular, la verdad y lo mejor no terminaba


ahí, faltaba aún mucho más.

Nos acercamos al mirador, aunque tampoco sé si podría llamarle así, a pesar de ello, todo se
veía espectacular, el día no estaba tan soleado, un poco nublado, lo cual nos ayudó mucho.
De pronto me miró y me dijo “voy a unir tus lunares” y sí, tengo muchos, unió los de mi
brazo izquierdo, uno a uno con diferentes colores y me hizo uno nuevo, gracias a Dios que
no hizo lo mismo que en el libro donde lo leyó, donde la chica le enterraba el pincel, sí, creo
que era un pincel, para hacerlo.

Llevábamos ya como hora y media de pie, y le dije que, si nos sentábamos, no había donde,
pero estaba el suelo y no nos importó, en eso llegó más gente que luego se fue, no obstante,
no creo que valga la pena describirlos, las demás personas no me importaban ahora, no en
ese momento.
Hubo un par de cosas más que sólo nosotros recordamos, como hacer el intento de enseñarme
un paso de salsa o rock and roll, taparnos con la playera extra que llevé y usar mi short de
almohada, hablaré de lo que aconteció después, lo que creo que fue importante.

Nos sentamos, nos recargamos, fue grandioso, fue muy tierno, todo, no sabía si debía darle
un beso. Siempre me dijeron “debes de tener la iniciativa o si no lo haces te puedes quedar
con ganas de más, tú bésala si se da el momento ¿qué puedes perder?” ¿Era el momento? No
lo sé, pero tampoco sabía si habría otro como éste entonces lo hice, le di un beso, claro, no
fue un beso espontáneo. Como en toda película o novela o lo que hayan leído, primero me
acerqué, le di una caricia, la miré a los ojos, aún no lo hice, besé su mejilla, besé su frente,
besé nuevamente su mejilla mientras con mis manos rocé su piel y ahí fue cuando se lo planté.

No, no fue un beso largo ni uno de Hollywood, fue más un beso inocente como aquellos que
se dan en secundaria, con pena, con un poco de dudas, algo de dulzura y una que otra risa.
Ambos pensamos que estaba mal, posiblemente porque no éramos nada, fue la primera vez
que me importó no ser nada de alguien y darle un beso, ella no merecía únicamente aquello.
Aun así, no me arrepiento de nada.

Nos miramos, le había escrito algo la noche anterior y creo que quedó perfecto con el
momento. Me dijo que era muy lindo, que le gustó.

Me gustas, tengo que admitir eso, Me gustas y no para darte un beso. Me gustas y me gusta
verte reír y me gusta compartir contigo.

Y es que no lo necesito, no necesito un beso o la caricia radioactiva que despiertan tus


cabellos,

Sentirte libre, sentirte tuya, con esa capacidad de pintar la vida de todos los colores. Hace
disfrutable conversar contigo.

Porque no eres azul, no eres roja ni tampoco verde. Eres toda una gama y esa es la razón
por la cual me gusta verte.
Muy jóvenes, ser muy jóvenes, 22, 20 casi 21, estudiantes, cada quien quería algo, yo vivía
en otra ciudad, aunque le dije que regresaría. Hablamos un poco sobre el futuro ¿Qué
haríamos? ¿Ofrecernos amistad? ¿Darle un nombre? Ella decía no estar lista.

¿Qué importaba? Nada era muy necesario a excepción de las risas, las alegrías y los bailes;
los sueños de cada uno carecían de significado, pues, por unos momentos el mundo no
importaba tanto. Era hora de irse, había llegado casi el mediodía.

Bajamos, caminamos, tomamos el transporte, eludimos un poco el tema y yo intenté contarle


algo más sobre mí, no sé si fue bueno o fue malo, sólo quería que ella conociera como había
evolucionado mi corazón a ser lo que soy y que los errores que cometí no los quería volver a
cometer. Creo que logré lo contrario, intenté repararlo, hice lo mejor que pude.

Regresamos a Poza Rica, la acompañé a su transporte, no fue una despedida muy larga ni
muy emotiva, quería verla de nuevo, cosa que posiblemente tomaría algo de tiempo, ella
iniciaría un curso en el cual estaría la mayoría del día, y bueno, yo también estaría ocupado,
sería paciente con un pequeño regalo el cual conseguiría en la semana, ya lo tenía pensado.

Me encantó terminar con las manos y con el brazo manchado por las puntas de sus bolígrafos
de colores.
¿CAPÍTULO 3?

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