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LA JUVENTUD COMO CAMINO DE IGLESIA

Uno de los desafíos más grandes que tiene actualmente la iglesia es la constante lucha por
renovarse en el tiempo con aquellos que quieren “envejecerla” y volverla inútil1. Por ello, el
papel de la juventud es fundamental para lograr este “aggiornamento2” de manera que la
Iglesia conduzca a todos sus hijos hacia Aquel que hace nuevas todas las cosas.

En nuestro tiempo, donde la evangelización no puede ser la misma de hace dos décadas,
donde los retos impuestos por las ideologías y los adoctrinamientos sociales demandan una
visión más profunda de Evangelio, el Espíritu sopla en dirección hacia la juventud deseosa de
difundir la verdad de Cristo. La Iglesia no debe ignorar ese viento, escuchando y orientando
su labor pastoral hacia los jóvenes, para lograr así afrontar los retos de una época que exige
mucho, que ama poco y que comprende menos.
Uno de los errores más frecuentes, es pensar que los jóvenes se han ido del seno de la Iglesia,
que a ella ya no le interesan y que ellos se han hecho indiferentes a lo religioso y se han
dejado absorber por las propuestas del mundo contemporáneo. Quizá, la iglesia debería
preguntarse ¿Qué no ha hecho para alentar a los jóvenes a un seguimiento más intenso de
Cristo? Reconocer que no hemos sido capaces de afrontar las realidades de este siglo y que
nos hemos quedado en los métodos pastorales de antaño, a veces indiferentes a las
problemáticas actuales, es dar el primer paso a una autentica renovación de una Iglesia joven
y apasionada. La juventud de la Iglesia, sim embargo, no radica en la permisividad o en un
replanteamiento de la moral ni de los principios cristianos, sino en ser ella misma: acogiendo
la palabra de Dios que es siempre nueva, actualizando el Sacrificio Eucarístico y permitiendo
que el Espíritu lo haga todo nuevo3. Se trata de una renovación dentro de sí misma
reconociéndose y dándose a conocer; sin pretender, de ninguna manera, asemejarse a las
modas de la contemporaneidad. La iglesia, hoy como siempre, está llamada a caminar al
mismo tiempo con el hombre, más no al mismo ritmo del mundo.

La actitud con la que la iglesia debe acercarse a los jóvenes es siempre una actitud de escucha
y de comprensión. A los jóvenes les duele la Iglesia, les duele sus problemas y desean
participar en temas de gran importancia para la salvación del género humano. Con sus
aportaciones académicas y prácticas la juventud puede mostrar a la Iglesia caminos hasta
ahora ignorados, en los cuales ella podrá encontrar el impulso para una autentica nueva
evangelización sin perderse a Ella misma. Esto no se trata, sin embargo, de decir que aquellos

1
Papa Francisco, 2019, Christus Vivit, 35
2
Término italiano utilizado durante el Concilio Vaticano II y que los papas Juan XXIII y Pablo
VI «popularizaron como expresión del deseo de que la Iglesia católica saliese actualizada del
Concilio Vaticano II» (Wikipedia, 2018)
3
Papa Francisco, 2019, Christus Vivit, 35
que ya han pasado el umbral de la juventud ya no tengan un lugar importante en la Iglesia; al
contrario, la apertura a trabajar jóvenes junto con ancianos es la base y la fortaleza de su
futuro. Trabajando juntos “podremos estar bien arraigados en el presente, y desde aquí
frecuentar el pasado y el futuro: frecuentar el pasado, para aprender de la historia y para sanar
las heridas que a veces nos condicionan; frecuentar el futuro, para alimentar el entusiasmo,
hacer germinar sueños, suscitar profecías, hacer florecer esperanzas4.” Más aun, la juventud
de la iglesia no radica en una edad sino en la actitud de quien reconoce a un Cristo vivo que
viene a dar vida en abundancia.

Salir del conformismo del pasado y tener una actitud de apertura y de escucha dará a la Iglesia
aires nuevos y esperanzadores, haciéndola joven y apasionada, reviviendo los sentimientos de
una comunidad que reconoce que Cristo ha resucitado, que está en medio de nosotros y que
vive y nos quiere siempre vivos.

Por: Santiago Castro

4
Papa Francisco, 2019 Christus Vivit, 199

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