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En el Capítulo X “El Fin del Milenio” del libro “Historia del Siglo XX”, Eric Hobsbawm presenta el
escenario en que se desarrolla nuestro mundo al finalizar el siglo XX. La imagen que ofrece el autor
es la de un conglomerado de países que no logran establecer un ordenamiento, ni una estructura
que los dirija de forma macro, y sólo se atisba el poder manipulador de una súper potencia que ha
logrado imponer su forma de vida, política y economía a casi todo el planeta. Nos ofrece también la
reacción espontánea que las personas, agrupadas o no, tienen ante estos hechos, y cuáles serían
las consecuencias para nuestro hábitat si una creencia económica sigue avanzando sin medir
consecuencias. El texto es la imagen de un periodo histórico que podríamos llamar de transición,
pero hacia qué… imposible saberlo. Como bien dice el autor, la Futurología no es el campo de la
historia, pero evidentemente, “El Fin del Milenio” nos ofrece lineamientos de lo que podría suceder.
Economía de la Desigualdad
Según Hobsbawm, la brecha entre los ricos y pobres se siguió ensanchando en el mundo de finales
del siglo XX. El capitalismo vive un inusitado auge, producido principalmente por el colapso de la
Unión Soviética y del ideal socialista, pero en su renovación ha desarrollado un carácter que
propende a la desigualdad como factor de desarrollo.
La situación de desigualdad económica y de mala distribución de las riquezas, señala Hobsbawm,
es “caldo de cultivo” para innumerables problemas futuros. El auge del neoliberalismo económico ha
traído riqueza a algunos países, “La edad de oro”, pero también, ha aumentado y hecho más pobre
a un porcentaje mucho mayor. El desempleo, y el empleo precario, ocasionados por la necesidad de
los capitalistas de bajar los costos de producción y de mano de obra, se han convertido en fenómenos
demasiado comunes no sólo en los países subdesarrollados, sino también en las otroras “Grandes
Potencias” (Alemania, Gran Bretaña, Francia).
Para Hobsbawm, el principal problema que debe enfrentar el mundo, no es cómo multiplicar la
riqueza de las naciones, sino cómo distribuirla equitativamente en beneficio de sus habitantes. Y ése
debería ser el gran tema del nuevo milenio: “La distribución social, y no el crecimiento”.
Democracia, Desidia Política y Medios de Comunicación
En este punto, nuevamente el rol de la potencia hegemónica se hace notorio. Estados Unidos ha
sido capaz de manipular a los organismos internacionales, supuestamente imparciales, que tenían
como objetivo apoyar a los países más desarraigados. El FMI o el Banco Mundial, han sido
eficazmente utilizados por Estados Unidos, para propagar su ideología y economía, sobretodo en
las naciones más pobres que recurren a ellos por apoyo económico. Curiosamente, el aumento en
la brecha entre ricos y pobres favoreció a estas entidades de crédito, y por ende, al país que los
dirige. De esta forma, se expandió el concepto de libre mercado, la empresa privada y el comercio
libre mundial.
En otro aspecto, el adelanto tecnológico trajo consigo la masificación de los medios de comunicación.
Herramientas fundamentales para la difusión de doctrinas, pero también para pulsar el actuar de los
políticos. Cada vez fue más difícil controlarlos, y las principales tendencias ideológicas podían contar
editorialmente con algún medio. “La importancia de los mass media en el proceso electoral, opacó a
los partidos e incluso al sistema electoral”.
La opinión pública surge como elemento decidor a la hora de establecer programas de gobierno,
pero es también fuertemente manipulada, porque su voto representa el pensamiento o la creencia
popular. Es ésta “Opinión pública”, la que va a guiar las principales decisiones, aunque muchas veces
ni siquiera esté informada o verdaderamente le importe lo que se discute. La opinión pública será el
benefactor anónimo y descaracterizado, al cual se le van a prometer todas las regalías y todos los
sueños. De esta forma, señala Hobsbawm, “la política se convirtió en un ejercicio de evasión, ya que
los políticos se cuidaban de decir aquello que la opinión pública no quería oír”.
Este panorama hizo que a fines de siglo, un gran número de ciudadanos se haya defraudado de la
política, dejando tales asuntos fuera de su incumbencia, en manos de “la clase política”. Para
muchos, el proceso político pasó a ser irrelevante, y empezaron a adquirir inusitada importancia las
actividades que provocaban placeres momentáneos y escapatoria, como los espectáculos, el
consumo, las actividades deportivas, y por supuesto, las drogas. La idea de partidos de masa, como
en la primera mitad del siglo XX, era en este periodo, impracticable.
No obstante, la despolitización de las masas no dejó el camino libre a los políticos del todo. A fines
del siglo XX, los grupos minoritarios y disidentes estuvieron siempre atentos por actuar en el
escenario político, empleando incluso los medios de comunicación. De esta forma, concluye
Hobsbawm, en el siglo XX la gente corriente entró en la historia por su propio derecho colectivo: “El
siglo que acabó demostró que se puede gobernar contra todo el pueblo por algún tiempo, y contra
una parte del pueblo todo el tiempo, pero no contra todo el pueblo todo el tiempo”.
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