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Había un niño que tenía muy mal carácter. Un día, su padre le dio una bolsa con clavos y
le dijo que cada vez que perdiera la calma, clavase un clavo en la cerca del patio de la
casa. El primer día, el niño clavó 37 clavos. Al día siguiente, menos, y así el resto de los
días. Él pequeño se iba dando cuenta que era más fácil controlar su genio y su mal carácter
que tener que clavar los clavos en la cerca. Finalmente llegó el día en que el niño no
perdió la calma ni una sola vez y fue alegre a contárselo a su padre. ¡Había conseguido,
finalmente, controlar su mal temperamento! Su padre, muy contento y satisfecho, le
sugirió entonces que por cada día que controlase su carácter, sacase un clavo de la cerca.
Los días pasaron y cuando el niño terminó de sacar todos los clavos fue a decírselo a su
padre.
Entonces el padre llevó a su hijo de la mano hasta la cerca y le dijo: – “Has trabajo duro
para clavar y quitar los clavos de esta cerca, pero fíjate en todos los agujeros que
quedaron. Jamás será la misma. Lo que quiero decir es que cuando dices o haces cosas
con mal genio, enfado y mal carácter dejas una cicatriz, como estos agujeros en la cerca.
Ya no importa que pidas perdón. La herida siempre estará allí. Y una herida física es igual
que una herida verbal. Los amigos, así como los padres y toda la familia, son verdaderas
joyas a quienes hay que valorar. Ellos te sonríen y te animan a mejorar. Te escuchan,
comparten una palabra de aliento y siempre tienen su corazón abierto para recibirte”. Las
palabras de su padre, así como la experiencia vivida con los clavos, hicieron con que el
niño reflexionase sobre las consecuencias de su carácter. Y colorín colorado, este cuento
se ha acabado.
2. EL PAPEL Y LA TINTA
3. UGA, LA TORTUGA
No todos los trabajos necesitan de obreros rápidos. Hay labores que requieren más tiempo
y esfuerzo. Si no lo intentas, nunca sabrás lo que eres capaz de hacer y siempre te quedarás
con la duda de qué hubiera sucedido si lo hubieras intentado alguna vez. Es mejor
intentarlo y no conseguirlo, que no hacerlo y vivir siempre con la espina clavada. La
constancia y la perseverancia son buenas aliadas para conseguir lo que nos proponemos,
por eso te aconsejo que lo intentes. Podrías sorprenderte de lo que eres capaz”. –
“¡Hormiguita, tienes razón! Esas palabras son lo que necesitaba: alguien que me ayudara
a comprender el valor del esfuerzo, prometo que lo intentaré. Así, Uga, la tortuga, empezó
a esforzarse en sus quehaceres. Se sentía feliz consigo misma pues cada día lograba lo
que se proponía, aunque fuera poco, ya que era consciente de que había hecho todo lo
posible por conseguirlo. – “He encontrado mi felicidad: lo que importa no es marcarse
metas grandes e imposibles, sino acabar todas las pequeñas tareas que contribuyen a
objetivos mayores”.
4. CARRERA DE ZAPATILLAS
Había llegado por fin el gran día. Todos los animales del bosque se levantaron temprano
porque ¡era el día de la gran carrera de zapatillas! A las nueve ya estaban todos reunidos
junto al lago. También estaba la jirafa, la más alta y hermosa del bosque. Pero era tan
presumida que no quería ser amiga de los demás animales, así que comenzó a burlarse de
sus amigos: – Ja, ja, ja, ja, se reía de la tortuga que era tan bajita y tan lenta. – Jo, jo, jo,
jo, se reía del rinoceronte que era tan gordo. – Je, je, je, je, se reía del elefante por su
trompa tan larga. Y entonces, llegó la hora de la largada. El zorro llevaba unas zapatillas
a rayas amarillas y rojas. La cebra, unas rosadas con moños muy grandes. El mono llevaba
unas zapatillas verdes con lunares anaranjados. La tortuga se puso unas zapatillas blancas
como las nubes. Y cuando estaban a punto de comenzar la carrera, la jirafa se puso
a llorar desesperada. Es que era tan alta, que ¡no podía atarse los cordones de sus
zapatillas! – “Ahhh, ahhhh, ¡qué alguien me ayude!” – gritó la jirafa. Y todos los animales
se quedaron mirándola.
El zorro fue a hablar con ella y le dijo: – “Tú te reías de los demás animales porque eran
diferentes. Es cierto, todos somos diferentes, pero todos tenemos algo bueno y todos
podemos ser amigos y ayudarnos cuando lo necesitemos”. Entonces la jirafa pidió perdón
a todos por haberse reído de ellos. Pronto vinieron las hormigas, que treparon por sus
zapatillas para atarle los cordones. Finalmente, se pusieron todos los animales en la línea
de partida. En sus marcas, preparados, listos, ¡YA! Cuando terminó la carrera, todos
festejaron porque habían ganado una nueva amiga que además había aprendido lo que
significaba la amistad.
5. UN CONEJO EN LA VÍA
Daniel se divertía dentro del coche con su hermano menor, Carlos. Iban de paseo con sus
padres al Lago Rosado. Allí irían a nadar en sus tibias aguas y elevarían sus nuevas
cometas. Sería un paseo inolvidable. De pronto el coche se detuvo con un brusco frenazo.
Daniel oyó a su padre exclamar con voz ronca: – “¡Oh, mi Dios, lo he atropellado!” –
“¿A quién, a quién?”, le preguntó Daniel. – “No se preocupen”, respondió su padre-. “No
es nada”. El auto inició su marcha de nuevo y la madre de los chicos encendió la radio,
empezó a sonar una canción de moda en los altavoces. – “Cantemos esta canción”, dijo
mirando a los niños en el asiento de atrás.
La mamá comenzó a tararear una canción. Sin embargo, Daniel miró por la ventana
trasera y vio tendido sobre la carretera a un conejo. – “Para el coche papi”, gritó Daniel.
“Por favor, detente”. – “¿Para qué?”, respondió su padre. – “¡El conejo se ha quedado
tendido en la carretera!” – “Dejémoslo”, dijo la madre. “Es solo un animal”. – “No, no,
detente. Debemos recogerlo y llevarlo al hospital de animales”. Los dos niños estaban
muy preocupados y tristes. – “Bueno, está bien”- dijo el padre dándose cuenta de su error.
Y dando la vuelta recogieron al conejo herido. Sin embargo, al reiniciar su viaje una
patrulla de la policía les detuvo en el camino para alertarles sobre que una gran roca había
caído en el camino y que había cerrado el paso.
Hubo una vez un lobo muy rico pero muy avaro. Nunca dio ni un poco de lo mucho que
le sobraba. Sin embargo, cuando se hizo viejo, empezó a pensar en su propia vida, sentado
en la puerta de su casa. Un burrito que pasaba por allí le preguntó: “¿Podrías prestarme
cuatro medidas de trigo, vecino?”. “Te daré ocho, si prometes velar por mi sepulcro en
las tres noches siguientes a mi entierro”. “Está bien”, dijo el burrito. A los pocos días el
lobo murió y el burrito fue a velar su sepultura. Durante la tercera noche se le unió el pato
que no tenía casa. Y juntos estaban cuando, en medio de una espantosa ráfaga de viento,
llego el aguilucho y les dijo: “Si me dejáis apoderarme del lobo os daré una bolsa de oro”.
“Será suficiente si llenas una de mis botas”, le dijo el pato, que era muy astuto.
El aguilucho se marchó para regresar enseguida con un gran saco de oro, que empezó a
volcar sobre la bota que el sagaz pato había colocado sobre una fosa. Como no tenía suela
y la fosa estaba vacía no acababa de llenarse. El aguilucho decidió ir entonces en busca
de todo el oro del mundo. Y cuando intentaba cruzar un precipicio con cien bolsas
colgando de su pico, cayó sin remedio. “Amigo burrito, ya somos ricos”, dije el pato. “La
maldad del aguilucho nos ha beneficiado. Y ahora nosotros y todos los pobres de la ciudad
con los que compartiremos el oro nunca más pasaremos necesidades”, dijo el borrico. Así
hicieron y las personas del pueblo se convirtieron en las más ricas del mundo.
7. LA RATITA BLANCA
El hada soberana de las cumbres invitó un día a todas las hadas de las nieves a una fiesta
en su palacio. Todas acudieron envueltas en sus capas de armiño y guiando sus carrozas
de escarcha. Sin embargo, una de ellas, Alba, al oír llorar a unos niños que vivían en una
solitaria cabaña, se detuvo en el camino. El hada entró en la pobre casa y encendió la
chimenea. Los niños, calentándose junto a las llamas, le contaron que sus padres hablan
ido a trabajar a la ciudad y mientras tanto, se morían de frío y miedo. –“Me quedaré con
vosotros hasta que vuestros padres regresen”, prometió. Y así lo hizo, pero a la hora de
marcharse, nerviosa por el castigo que podía imponerle su soberana por la tardanza,
olvidó la varita mágica en el interior de la cabaña.
El hada de las cumbres miró con enojo a Alba. “No solo te presentas tarde, sino que
además lo haces sin tu varita? ¡Mereces un buen castigo!” Las demás hadas defendieron
a su compañera en desgracia. –“Sabemos que Alba no ha llegado temprano y ha olvidado
su varita. Ha faltado, sí, pero por su buen corazón, el castigo no puede ser eterno. Te
pedimos que el castigo solo dure cien años, durante los cuales vagara por el mundo
convertida en una ratita blanca”. Así que si veis por casualidad a una ratita muy linda y
de blancura deslumbrante, sabed que es Alba, nuestra hadita, que todavía no ha cumplido
su castigo.
8. LA AVENTURA DEL AGUA
9. LA GRATITUD DE LA FIERA
Durante varios días, el león y el hombre compartieron la cueva hasta que Androcles,
creyendo que ya no le buscarían se decidió a salir. Varios centuriones romanos armados
con sus lanzas cayeron sobre él y le llevaron prisionero al circo. Pasados unos días, fue
sacado de su pestilente mazmorra. El recinto estaba lleno a rebosar de gentes ansiosas de
contemplar la lucha. Androcles se aprestó a luchar con el león que se dirigía hacia él. De
pronto, con un espantoso rugido, la fiera se detuvo en seco y comenzó a restregar
cariñosamente su cabezota contra el cuerpo del esclavo. –“¡Sublime! ¡Es sublime! ¡César,
perdona al esclavo, pues ha sometido a la fiera!” -gritaban los espectadores. El emperador
ordenó que el esclavo fuera puesto en libertad. Sin embargo, lo que todos ignoraron era
que Androcles no poseía ningún poder especial y que lo que había ocurrido no era sino la
demostración de la gratitud del animal.
10. SECRETO A VOCES
Gretel, la hija del Alcalde, era muy curiosa. Quería saberlo todo, pero no sabía guardar
un secreto. –“¿Qué hablabas con el Gobernador?”, le preguntó a su padre, después de
intentar escuchar una larga conversación entre los dos hombres. –“Estábamos hablando
sobre el gran reloj que mañana, a las doce, vamos a colocar en el Ayuntamiento. Pero es
un secreto y no debes divulgarlo”. Gretel prometió callar, pero a las doce del día siguiente
estaba en la plaza con todas sus compañeras de la escuela para ver cómo colocaban el
reloj en el ayuntamiento. Sin embargo, grande fue su sorpresa al ver que tal reloj no
existía. El Alcalde quiso dar una lección a su hija y en verdad fue dura, pues las niñas del
pueblo estuvieron mofándose de ella durante varios años. Eso sí, le sirvió para saber callar
a tiempo.
11. EL GIGANTE BONACHÓN.
En una carta, su abuelo le dice que esas letras forman palabras amables que, si las
regalas a los demás, pueden conseguir que las personas hagan muchas cosas: hacer reír al
que está triste, llorar de alegría, entender cuando no entendemos, abrir el corazón a los
demás, enseñarnos a escuchar sin hablar.
Daniel juega muy contento en su habitación, monta y desmonta palabras sin cesar. Hay
veces que las letras se unen solas para formar palabras fantásticas, imaginarias, y es que
Daniel es mágico, es un mago de las palabras.
Lleva unos días preparando un regalo muy especial para aquellos que más quiere. Es muy
divertido ver la cara de mamá cuando descubre por la mañana un buenos días,
preciosa debajo de la almohada; o cuando papá encuentra en su coche un te quiero de
color azul.
Sus palabras son amables y bonitas, cortas, largas, que suenan bien y hacen sentir
bien: gracias, te quiero, buenos días, por favor, lo siento, me gustas.
Daniel sabe que las palabras son poderosas y a él le gusta jugar con ellas y ver la cara de
felicidad de la gente cuando las oye. Sabe bien que las palabras amables son mágicas, son
como llaves que te abren la puerta de los demás.
FIN
16. Santilín.
Siempre está atento a los juegos de los otros animalitos. Con mucha paciencia trata de
enseñarles que pueden entretenerse sin dañar las plantas, sin pisotear el césped, sin
destruir lo hermoso que la naturaleza nos regala.
El puercoespín pidió disculpas y triste regresó a su casa. Los demás se quedaron afligidos,
menos Santilin, que estaba seguro de encontrar una solución.
- Esperen, ya vuelvo.
Le colocaron la gorra sobre el lomo y, de esta forma tan sencilla, taparon las púas para
que no los pinchara y así pudieran compartir los juegos.
Tan contentos estaban que, tomados de las manos, formaron una gran ronda
y cantaron felices.
FIN
17. Cuento corto del sistema solar.
Un día decidió hacer algo para poder estar acompañado en un espacio tan vacío, así que
llamó a la señora Gravedad que era muy seria pero le ayudaba a que el polvo y el gas
estuvieran unidos sin que salieran de su nube.
A la señora Gravedad le dio pena que el Sol estuviera tan sólo así que hizo uso de todas
sus fuerzas para que el polvo y el gas se juntaran más y más y más. Tanto se juntaron que
empezó a arder. El sol entonces se convirtió en una súper llama, enorme que daba mucha
luz y mucho calor.
Justo en el momento en el que el sol comenzó a arder, muchas piedrecitas salieron
disparadas hacia el espacio vacío, pero para que no se alejaran demasiado la señora
Gravedad las dejó flotando en el espacio cerca de la gran bola de fuego que era ahora el
Sol. Así comenzaron a girar a su alrededor todos estos pequeños trocitos, unos más
cerca y otros más lejos.
Años después de que pasara esto, el sol seguía solo, así que la señora Gravedad decidió
ir juntando poco a poco todos estos trocitos de piedras y se fueron formando bolas
grandes, de diferentes colores y tamaños. Así consiguió juntar 8 bolas y así nacieron los
planetas.
El Sol estaba muy contento y ahora sólo tenía que dar nombre a sus nuevos amigos:
- Tu que estás más cercano a mi como te mueves muy muy rápido te llamaré Mercurio.
- A ti, tan gracioso, que está detrás de Mercurio y giras al revés de tus hermanos te pondré
de nombre Venus.
- ¡Oh!- dijo sobresaltado al ver al siguiente lleno de agua y zonas de tierra- a ti te
llamaré Tierra.
- El siguiente planeta que veo es más pequeño que la tierra y es de color rojo, tu
serás Marte.
- A ti, que tienes unas rayas y tienes varias lunas te pondré de nombre Júpiter, eres el
más grande eh.
- Eh tu, el de los anillos alrededor, tu nombre será Saturno.
- Oye, ¿y tu por qué giras tan inclinado? - dijo el Sol - Un cometa me golpeó - respondió
el planeta. Bueno te daré un nombre muy bonito, serás Urano.
- Uy, y tu no te quedes ahí atrás, eres el último, giras tan lento alrededor del sol que tardas
160 años en dar la vuelta completa y tu color también es azul. Pues bien, tu nombre
será Neptuno.
El Sol estaba radiante de contento pero antes de dejar que los planetas siguieran girando
y girando, la señora Gravedad les advirtió:
- No tengáis ningún miedo, yo estaré vigilando y cuidando de que nada os suceda.
Y desde entonces los 8 planetas giran alrededor del sol que ya está contento porque sus
amigos siempre están con él en el espacio. FIN.
18. El árbol mágico
Había una vez un niño cuya mayor ilusión era tener un cohete y dispararlo
hacia la luna, pero tenía tan poco dinero que no podía comprar ninguno. Un
día, junto a la acera descubrió la caja de uno de sus cohetes favoritos, pero al
abrirla descubrió que sólo contenía un pequeño cohete de papel averiado,
resultado de un error en la fábrica.
El niño se apenó mucho, pero pensando que por fin tenía un
cohete, comenzó a preparar un escenario para lanzarlo. Durante muchos días
recogió papeles de todas las formas y colores, y se dedicó con toda su alma
a dibujar, recortar, pegar y colorear todas las estrellas y planetas para crear
un espacio de papel. Fue un trabajo dificilísimo, pero el resultado final fue
tan magnífico que la pared de su habitación parecía una ventana abierta al
espacio sideral.
Desde entonces el niño disfrutaba cada día jugando con su cohete de papel,
hasta que un compañero visitó su habitación y al ver aquel espectacular
escenario, le propuso cambiárselo por un cohete auténtico que tenía en
casa. Aquello casi le volvió loco de alegría, y aceptó el cambio encantado.
Desde entonces, cada día, al jugar con su cohete nuevo, el niño echaba de
menos su cohete de papel, con su escenario y sus planetas, porque
realmente disfrutaba mucho más jugando con su viejo cohete. Entonces se
dio cuenta de que se sentía mucho mejor cuando jugaba con aquellos
juguetes que él mismo había construido con esfuerzo e ilusión.
Y así, aquel niño empezó a construir él mismo todos sus juguetes, y cuando
creció, se convirtió en el mejor juguetero del mundo.
21. El elefante fotógrafo
Había una vez un elefante que quería ser fotógrafo. Sus amigos se reían cada
vez que le oían decir aquello:
- Qué tontería - decían unos- ¡no hay cámaras de fotos para elefantes!
- Qué pérdida de tiempo -decían los otros- si aquí no hay nada que
fotografíar...
Pero el elefante seguía con su ilusión, y poco a poco fue reuniendo trastos y
aparatos con los que fabricar una gran cámara de fotos. Tuvo que hacerlo
prácticamente todo: desde un botón que se pulsara con la trompa, hasta un
objetivo del tamaño del ojo de un elefante, y finalmente un montón de
hierros para poder colgarse la cámara sobre la cabeza.
Así que una vez acabada, pudo hacer sus primeras fotos, pero su cámara
para elefantes era tan grandota y extraña que paracecía una gran y ridícula
máscara, y muchos se reían tanto al verle aparecer, que el elefante comenzó
a pensar en abandonar su sueño.. Para más desgracia, parecían tener razón
los que decían que no había nada que fotografiar en aquel lugar...
Pero no fue así. Resultó que la pinta del elefante con su cámara era tan
divertida, que nadie podía dejar de reir al verle, y usando un montón de buen
humor, el elefante consiguió divertidísimas e increíbles fotos de todos los
animales, siempre alegres y contentos, ¡incluso del malhumorado rino!; de
esta forma se convirtió en el fotógrafo oficial de la sabana, y de todas partes
acudían los animales para sacarse una sonriente foto para el pasaporte al
zoo.
22. Los últimos dinosaurios
Así que el pez gigante se largó de allí envuelto en picores, y en cuanto se fue, todos lo
peces acudieron a felicitar al pulpo por ser tan valiente. Entonces el pececillo les contó
que él había ayudado al pulpo unos días antes, pero que nunca había conocido a nadie
tan agradecido que llegara a hacer algo tan peligroso. Al oir esto, los demás peces del
lugar descubrieron lo genial que era aquel pulpito tímido, y no había habitante de aquellas
rocas que no quisiera ser amigo de un pulpo tan valiente y agradecido.
23. El hada fea
Había una vez una aprendiz de hada madrina, mágica y maravillosa, la más lista y
amable de las hadas. Pero era también una hada muy fea, y por mucho que se
esforzaba en mostrar sus muchas cualidades, parecía que todos estaban
empeñados en que lo más importante de una hada tenía que ser su belleza. En la
escuela de hadas no le hacían caso, y cada vez que volaba a una misión para ayudar
a un niño o cualquier otra persona en apuros, antes de poder abrir la boca, ya la
estaban chillando y gritando:
- tu eres como eres, con cada uno de tus granos y tus arrugas; y seguro que es así
por alguna razón especial...
Pero un día, las brujas del país vecino arrasaron el país, haciendo prisioneras a
todas las hadas y magos. Nuestra hada, poco antes de ser atacada, hechizó sus
propios vestidos, y ayudada por su fea cara, se hizo pasar por bruja. Así, pudo
seguirlas hasta su guarida, y una vez allí, con su magia preparó una gran fiesta para
todas, adornando la cueva con murciélagos, sapos y arañas, y música de lobos
aullando.
Durante la fiesta, corrió a liberar a todas las hadas y magos, que con un gran
hechizo consiguieron encerrar a todas las brujas en la montaña durante los
siguientes 100 años.
Había una vez un canguro que era un auténtico campeón de las carreras, pero al
que el éxito había vuelto vanidoso, burlón y antipático.La principal víctima de sus
burlas era un pequeño pingüino, al que su andar lento y torpón impedía siquiera
acabar las carreras.
Un día el zorro, el encargado de organizarlas,publicó en todas partes que su
favorito para la siguiente carrera era el pobre pingüino. Todos pensaban que era
una broma, pero aún así el vanidoso canguro se enfadó muchísimo, y sus burlas
contra el pingüino se intensificaron. Este no quería participar, pero era costumbre
que todos lo hicieran, así que el día de la carrera se unió al grupo que siguió al zorro
hasta el lugar de inicio. El zorro los guió montaña arriba durante un buen rato,
siempre con las mofas sobre el pingüino, sobre que si bajaría rondando o
resbalando sobre su barriga...
Pero cuando llegaron a la cima, todos callaron.La cima de la montaña era un cráter
que había rellenado un gran lago. Entonces el zorro dio la señal de salida
diciendo: "La carrera es cruzar hasta el otro lado". El pingüino, emocionado, corrió
torpemente a la orilla, pero una vez en el agua, su velocidad era insuperable, y
ganó con una gran diferencia, mientras el canguro apenas consiguió llegar a la otra
orilla, lloroso, humillado y medio ahogado. Y aunque parecía que el pingüino le
esperaba para devolverle las burlas, este había aprendido de su sufrimiento, y en
lugar de devolvérselas, se ofreció a enseñarle a nadar.
Aquel día todos se divirtieron de lo lindo jugando en el lago. Pero el que más lo hizo
fue el zorro, que con su ingenio había conseguido bajarle los humos al vanidoso
canguro.
25. Los juguetes ordenados
Érase una vez un niño que cambió de casa y al llegar a su nueva habitación vió que
estaba llena de juguetes, cuentos, libros, lápices... todos perfectamente
ordenados. Ese día jugó todo lo que quiso, pero se acostó sin haberlos recogido.
Misteriosamente, a la mañana siguiente todos los juguetes aparecieron ordenados
y en sus sitios correspondientes. Estaba seguro de que nadie había entrado en su
habitación, aunque el niño no le dio importancia. Y ocurrió lo mismo ese día y al
otro, pero al cuarto día, cuando se disponía a coger el primer juguete, éste saltó de
su alcance y dijo "¡No quiero jugar contigo!". El niño creía estar alucinado, pero
pasó lo mismo con cada juguete que intentó tocar, hasta que finalmente uno de los
juguetes, un viejo osito de peluche, dijo: "¿Por qué te sorprende que no queramos
jugar contigo? Siempre nos dejas muy lejos de nuestro sitio especial, que es donde
estamos más cómodos y más a gustito ¿sabes lo difícil que es para los libros subir a
las estanterías, o para los lápices saltar al bote? ¡Y no tienes ni idea de lo incómodo
y frío que es el suelo! No jugaremos contigo hasta que prometas dejarnos en
nuestras casitas antes de dormir"