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I. Generalidades.
¿Qué es el TLC?
El Tratado de Libre Comercio, es un conjunto de reglas que los países acuerdan para vender y
comprar productos y servicios en una determinada región (Estado).
Se llama "zona de libre comercio", porque las reglas que se disponen definen cómo y cuándo se
eliminarán las barreras arancelarias para conseguir el libre paso de los productos y servicios entre
los Estados participantes; esto es, cómo y cuándo se eliminarán los permisos, las cuotas y las
licencias, y particularmente las tarifas y los aranceles, siendo éste uno de los principales objetivos
del Tratado. Además el TLC propugna la existencia de "condiciones de justa competencia" entre
los Estados participantes y ofrece no sólo proteger sino también velar por el cumplimiento de los
derechos de propiedad intelectual.
El TLC permite que cualquier país o grupo de países trate de incorporarse a él, en los términos y
condiciones convenidos por la Comisión de Libre Comercio según los procedimientos nacionales
de aprobación de cada país. Todo país puede declarar que el Tratado no se aplicará entre ese país
y cualquier solicitante. El Tratado prevé que la Comisión establecerá los términos y condiciones de
aceptación de cualquier solicitante. La comisión opera según una regla de consenso.
Según los resultados que han obtenido países que han celebrado tratados de libre comercio y que
han abierto sus mercados, ésta es una herramienta importante de crecimiento y desarrollo. Casos
como los de México y Chile que han firmado acuerdos comerciales con estados unidos muestran
que sus economías, han crecido notablemente, las exportaciones han aumentado, se ha generado
más empleo y los salarios han mejorado.
Con los TLC ganan especialmente los países pequeños, y particularmente su agricultura e industria.
Estados Unidos es mucho más grande que el Perú, pero esa es una característica que juega a
nuestro favor, porque poseemos un mercado pequeño con un bajo poder de compra, mientras
que nosotros, con sólo penetrar 0,1% más de su mercado, con productos en los que tenemos
ventajas, incrementaríamos nuestro PBI en 4%.
Pero más allá de los buenos resultados, no realizar acuerdos de libre comercio es cerrar las
puertas para que los productos no se puedan vender fácilmente en otros países, y perder un
mercado que otros seguramente aprovecharán.
Además, habrá que pagar un impuesto de ingreso (arancel) cuando se quieran entrar a
determinado mercado, lo que se constituye en una desventaja pues otros países que ya han
firmado acuerdos comercian sin pagar aranceles.
Igualmente, se dificulta la inversión nacional y extranjera pues quien quiera vender sus productos
en el exterior no podrá competir con otras empresas extranjeras. Como consecuencia la
producción nacional se estancará y no se generará más empleo y mayor crecimiento.
Por eso, en la actualidad, la mayoría de países del mundo están celebrando tratados de libre
comercio, lo que significa que están abriendo sus puertas al mercado mundial.
Perú y su TLC.
El 18 de noviembre de 2003, el Representante Comercial de Estados Unidos, embajador Robert
Zoellick, anunció la intención del Poder Ejecutivo de los Estados Unidos de iniciar negociaciones
con Colombia y Perú así como con Ecuador y Bolivia. Las negociaciones empezarían el 18 de Mayo
del 2004 en Colombia con aquellos países que se encuentren preparados. Para Estados Unidos, un
TLC con el bloque andino, significaba la ampliación de la lista de países en el hemisferio con los
cuales Estados Unidos mantiene Tratados de Libre Comercio y, en ese sentido, complementaria y
fortalecería el objetivo de culminar la negociación para establecer un Área de Libre Comercio de
las Américas (ALCA).
El Perú posee una economía pequeña, y por ello su desarrollo sostenido depende del crecimiento
de su comercio exterior, es decir, del acceso de sus exportaciones a mercados cada vez más
amplios. El Tratado de Libre Comercio (TLC) con los Estados Unidos ofrece la oportunidad de
vender nuestros productos a un mercado con un poder de compra 180 veces mayor que el
peruano.
Los hechos nos indican que el Perú se encuentra en una posición comercial y productivamente
expectante, a la que puede sacarle provecho: este año superará los 20 mil millones de dólares en
exportaciones y posiblemente los 3.000 millones de dólares en productos agrícolas.
Según la experiencia de otros países, el significativo potencial exportador del Perú y su evolución
exportadora reciente, el TLC con Estados Unidos representaría más exportaciones, más empresas
exportadoras (mayormente pequeñas), más empleos mejor pagados y mayor diversificación de la
oferta exportable.
Sin embargo, el TLC no conlleva beneficios automáticos. Por ello, al negociarlo, es necesario
adecuar tanto la institucionalidad pública como la privada a los desafíos de una economía abierta y
global. Los sectores público y privado tienen que continuar haciendo su tarea para superar los
problemas estructurales del país y elevar la competitividad de las empresas con el fin de
maximizar los beneficios potenciales del TLC.
Los siguientes son los principales hechos del proceso que, según la secretaria de Comercio de
Estados Unidos, Susan Schwab, puede entrar en vigor la próxima semana:
- Durante el 2004.
El 3 de mayo: El presidente de Perú, Alejandro Toledo, anuncia que su país y Estados
Unidos acordaron el inicio de las negociaciones para un Tratado de Libre Comercio.
El 18 de mayo Perú, Ecuador y Colombia inician las negociaciones con Estados Unidos para
suscribir el TLC.
- Durante el 2005.
El 9 de octubre: Toledo afirma que Perú exigirá reciprocidad en las negociaciones para el
tratado comercial.
- Durante el 2006.
El 12 de abril: Perú y Estados Unidos suscriben en Washington el Acuerdo de Promoción
Comercial (APC), nombre formal del TLC, con la presencia de los presidentes George W. Bush y
Alejandro Toledo.
El 6 de junio el Gobierno peruano envía al Congreso el texto del TLC para su debate e insta
a su aprobación con “carácter de urgencia”.
El 28 de junio el pleno del Congreso peruano aprueba el acuerdo por 79 votos a favor, 14
en contra y seis abstenciones. La oposición responde con una ola de protestas en todo el país.
El 30 de junio el presidente electo peruano, Alan García, afirma que intentará renegociar el
TLC para mejorar sus condiciones.
El 4 de julio los gremios agrarios paralizan ocho regiones del Perú en rechazo al acuerdo.
- Durante el 2007.
El 25 de abril después de una visita de dos días a Washington, el presidente García afirma
que Perú tiene “casi todas” las posibilidades de que el Congreso de Estados Unidos apruebe el
tratado.
El 10 de mayo Perú informa que hará enmiendas al TLC para que sea ratificado por el
Congreso estadounidense, mientras que el subsecretario de Estado de EE.UU., John Negroponte,
dice en Lima que el TLC tiene una “importancia estratégica”.
El 6 de junio la secretaria de Estado de EE.UU., Condoleezza Rice, asegura que el TLC con
Perú será el primero en ser ratificado por el Congreso de su país.
El 27 de septiembre el presidente Bush remite al Congreso de su país el texto del TLC, para
el cual pide una pronta aprobación.
El 15 de octubre durante el debate presidencial con su rival, John McCain, Obama asegura
que el tratado con Perú está “mejor estructurado” y marca una pauta al futuro en los acuerdos
comerciales que suscribirá Estados Unidos.
- Durante el 2009.
El 13 de enero la representante comercial del presidente George W. Bush, Susan Schwab,
asegura que el tratado comercial puede entrar en efecto antes del 20 de enero, día del cambio de
Gobierno en su país.
El Congreso de Perú aprueba el proyecto que permite la implementación del TLC, con
modificaciones en el Código Penal, las leyes del Ambiente, de Salud, de Facilitación del Comercio
Exterior y diversos decretos legislativos.
El TLC consolidaría el acceso preferencial del Perú a la economía más grande del mundo, lo que le
permitiría ganar competitividad frente a otros países que no gozan de preferencias similares y
ponerse en igualdad de condiciones frente a aquellos que sí gozan de ellas. Un propósito en las
negociaciones -que incluyen todos los aspectos de la relación económica bilateral- es obtener un
acuerdo equilibrado e integral que beneficie el desarrollo de las cadenas productivas de la
economía.
No hay duda, de que la propiedad intelectual es el tema más controversial de las negociaciones del
TLC, es prácticamente un consenso. Pues ya en el circulo de analistas se ratificó el pensamiento;
que el conocimiento y los avances tecnológicos son el verdadero motor del crecimiento de las
economías en este mundo globalizado. Y quien tenga acceso a ese conocimiento, o quien lo posea,
es el que tiene la capacidad de crecer y por supuesto de hacerse más rico. Y aquellos a los que se
les limiten el acceso o se les haga imposible el mismo, por razones económicas, seguirán
marginados y agobiados por los problemas sociales y por la pobreza.
El asunto es crítico. Lograr que los bienes ingresen al mercado estadounidense gracias a las rebajas
arancelarias es importante y ayuda a crecer, pero no es algo de vida o muerte. Por el contrario si
no se logra transferencia de tecnología en condiciones apropiadas o si los recursos naturales o lo
que llaman nuestra diversidad y materia prima deja de ser propia porque se apropian de ella las
multinacionales dueñas del conocimiento científico, eso sí es grave y compromete el futuro de un
país como el Perú.
El tema es complejo y muy amplio. Va mucho más allá de lo que se ha debatido públicamente
sobre fármacos y genéricos. Por supuesto que la salud pública hay que defenderla con todo y el
acceso a medicamentos baratos es parte de esa lucha. Sin embargo el farmacéutico es apenas un
punto de la agenda sobre la propiedad intelectual. Esta tiene que ver con patentes, con marcas,
con los derechos de autor, con la piratería, con la apropiación de seres vivos como las plantas y
animales, con la cooperación técnica y la transferencia de tecnología, con el Internet y con el
derecho penal, pues se busca castigar con penas más severas a quienes infrinjan las normas que
protegen el conocimiento y la tecnología. Los Estados Unidos lo que buscan, lo dijo el señor
Zoellick el 2005, en una comunicación a la Cámara de Representantes de su país, es poner en línea
a los países andinos con sus políticas, sus prácticas, sus leyes y todos los acuerdos internacionales
sobre la materia.
Los Estados Unidos, entonces; utilizarán su gran poder político en esta negociación y
establecimiento de un TLC. La razón es clara. Detrás de ese poder político hay un gran poder
económico, representado en todas las multinacionales propietarias de las tecnologías y del dinero
para hacer investigación y desarrollo. Será muy difícil, también se dijo, que acepten lo que interesa
a los países en desarrollo y otorgarán concesiones comerciales para que éstos le giren cheques en
el campo de la propiedad intelectual. La negociación es en el fondo un asunto de intereses
económicos. En este sentido se podría afirmar, que para los negociadores norteamericanos no
existían palabras como caridad, buena voluntad, salud pública, derechos humanos, conocimiento
tradicional, derechos de los niños, tratamiento humanitario y objetivos del milenio. Es decir que
en la negociación no se puede apelar a la inequidad social porque eso no conmoverá a la
contraparte.
Una de las partes centrales de este marco regulador del comercio de bienes es el programa de
desgravación arancelaria (Barreras Arancelarias y No Arancelarias), mediante el cual se plantea la
eliminación progresiva de los aranceles sobre bienes originarios, de acuerdo con unas listas de
desgravación.
El arancel de partida con que se inicia el programa de desgravación en Estados Unidos y Canadá es
el arancel del Sistema General de Preferencias, es decir el arancel preferencial o en su defecto el
de nación más favorecida mientras que para México será su arancel aplicado. Esto es importante,
porque no se empieza con los aranceles consolidados en el GATT que en algunos casos son más
altos, sino que se empieza con el arancel aplicado.
Por otro lado, con el Tratado se consolidaron a México los beneficios del Sistema Generalizado de
Preferencias (SGP). El TLC elimina las cuotas para productos que cumplen con la regla de origen,
mientras que los permisos de importación entre los tres países se substituyen por la cuota-arancel,
es decir se fija una cuota de importación libre de impuestos y una vez cubierta la cuota se paga el
arancel establecido por el TLC.
En cambio en el Perú, en caso de conflicto entre una ley y el tratado, prevalece el tratado.
Esto afecta como es lógico de sobremanera pues condiciona la manera en como llevaremos
nuestras leyes. Es también una cuestión de soberanía. La solución no estaría en que EE.UU. cambie
sino que nosotros disminuyamos también el rango jurídico del tratado, para que no influya en
nuestra organización.
El gobierno peruano logró que se firme “la carta de entendimiento” la cual habla sobre la
importancia de nuestra biodiversidad, la distribución equitativa, etc. pero EE.UU. al firmarla no se
compromete a nada pues la carta termina diciendo: “puede ser adecuadamente atendido a través
de contratos”. En pocas, palabras, no se consiguió nada.
El TLC y el agro:
Supuestamente las diferencias entre EEUU y Perú (país que casi no puede compensar las pérdidas
de los afectados) serían justificadas con la gradualidad en la desgravación arancelaria.
A pesar de eso, dos tercios del comercio han sido desgravados inmediatamente. Sólo en lácteos,
arroz, carne de bovino y cuartos traseros de pollo se aceptaron plazos largos. Aunque, para
compensar esto se ha dado la concesión, en algunos casos, de ingresar grandes cuotas liberadas
del pago de arancel.
EEUU entró al Tratado con la intención de eliminar la franja de precios (esta se aplica para
proteger a ciertos productos agrarios. El motivo es que hay una gran variación en los precios de los
productos del agro, entonces ella estabiliza los costos de importación y protege la producción y el
consumo). En el capítulo II del TLC se dice: “Perú no deberá aplicar ningún sistema de banda de
precios (Sistema de Franjas de Precios) a mercancías agrícolas importados de los Estados Unidos”.
A pesar de ello, el MINCETUR dice que la franja se podrá aplicar por la diferencia que hay entre el
arancel base acordado con EE.UU. y el arancel total vigente (ej. 52% y 25% en el arroz). Sin
embargo está diferencia significa ya una disminución en comparación al consolidado ante la OMC
que es de 68% para los productos en la franja. Esto significa que el Perú se expondrá a las
consecuencias de estas fluctuaciones. Para contrarrestar esto se creó la SEA (Salvaguarda especial
agropecuaria), reconocida por la OMC. Esta pararía fenómenos imprevistos no necesariamente
vinculados al TLC. Hasta aquí, todo sonaría como una buena solución. Los países andinos
propusieron que esta salvaguardia sea permanente y que se debería activar “en la forma de
derecho o arancel, con un disparador por precios o por volumen”. Pero EE.UU. logró que esta
salvaguardia exista sólo durante el período de desgravación (es decir, cuando estamos más
vulnerables, ella no existirá). Además, sólo se aplicará a 36 partidas arancelarias. A esto hay que
agregarle que si se llega a activar la salvaguardia sólo se restaurarían los aranceles originales e
irían decreciendo.
Con respecto a la aplicación de cuotas, se establecieron las abiertas, es decir, aumentan cada año.
Por ejemplo, la cuota anual de arroz es de 74 mil toneladas que ingresan sin pago de arancel. Esta
aumentará cada año 6%. En cinco años serán 100 mil toneladas. En el caso del maíz es peor, pues
al cabo de 5 años entrarán aproximadamente 670 mil toneladas y sin la posibilidad de una
salvaguarda especial.
Esto se debe contrastar con las condiciones dadas a EE.UU.: “EE.UU. Sólo acepta eliminar subsidios
a la exportación en el comercio bilateral, condicionando a que terceros países tampoco puedan
acceder a nuestro mercado apelando a este tipo de subsidios; en caso de ocurrir esto último,
EE.UU. se reserva el derecho de reimplantar sus subsidios a la exportación”. Bueno, esto significa
que se nos condiciona con quien vamos a negociar después. Y yo que pensaba que lo de “libre”
comercio era verdad.
No se puede esperar un cambio en la política de los subsidios por parte de EE.UU. ya que su
programa fiscal multianual 2002-2012 garantiza los recursos para los programas de apoyo directo
al productor norteamericano. Además, su ley agrícola determina la aplicación de esos recursos
hasta el 2007, habiendo ya comenzado la elaboración del presupuesto para el próximo período (a
2014).
Se debe agregar que los productos que se exportan a EE.UU. no son agrícolas. Los principales son
el oro (28.7%) y los cátodos y secciones de cátodos de cobre refinado (12%). Por ello, no se espera
que a partir del TLC se comience a exportar productos agrícolas hacia un mercado que ya tiene
tendría cubierta esa demanda.
Según la revista de Agraria “el problema central radica en que las concesiones (...) son
incompatibles con cualquier programa de fortalecimiento de capacidades productivas que incluya
sinceramente a la mayor parte del universo de productores agrarios. Se pretendería transformar la
agricultura en una actividad reservada para ciertas elites, que deberían abocarse a producir solo
productos de exportación orientados a mercados en desarrollo, con el empleo generalizado de
alta y costosa tecnología”. Al parecer; esta posición está más que demostrada al ver las
consecuencias negativas en la mayoría de productos agrícolas y al ver que no todos los
agricultores pueden ser agroexportadores (requisitos: identificación de nicho de alta rentabilidad,
importante inversión, largo tiempo de maduración, requerimientos agronómicos (tierra, clima…),
requerimientos tecnológicos (riego) y economías de escala).
Es obvia la diferencia entre el trato que se le otorga a sus productos y el que ellos exportan. Esto
provoca costos- económicos y sociales- que no podrán ser compensados por ningún boom
agroexportador. Además, los más afectados son los que menos posibilidad tienen de enfrentarse a
las consecuencias: los pequeños productores, los campesinos.