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LA FILOSOFÍA LATINOAMERICANA COMO PROBLEMA Y UN EPÍLOGO

DESDE LA OTRA ORILLA.

I.
El libro que hoy presentamos, La filosofía en América Latina como problema y
un epílogo desde la otra orilla, cuyo coordinador es Juan Cristóbal Cruz
Revueltas, es un volumen estimulante y polémico, que toca problemas que han
sido objeto de un largo debate en nuestro medio y que avanza proposiciones
que merecen un dilatado y reflexivo análisis en el que deberían intervenir otras
posiciones y en particular los que velada o abiertamente son objeto de críticas:
los filósofos latinoamericanistas; marxistas; poscolonialistas y aún
posmodernos, quienes no tienen lugar en este libro. Nadie puede objetar el
derecho a que los autores incluidos expresen sus posiciones pero si se busca
avanzar en medio de una situación de crisis como la que atravesamos para
apuntar caminos de futuro, se requiere practicar la isegoría que, como todo
mundo sabe, no significa otra cosa que el diálogo y la democracia.
Lo anterior es importante porque el libro se publica cuando América
Latina se encuentra viviendo una de las situaciones más dramáticas de su
historia y el mundo entero está sometido a una recomposición global debido,
entre muchas causas, a los efectos de la revolución científico-técnica; el
resurgimiento de los fundamentalismos y las decisiones ilegales e inmorales
del imperio norteamericano que han roto el orden internacional con su reciente
bombardeo a Irak.
Esta situación requiere la intervención urgente del enfoque filosófico en
todas sus disciplinas para que junto a las ciencias y la práctica política, se
encuentren soluciones a un futuro que hoy aparece como incierto, en varios de
los sentidos de este concepto.
Pero ¿qué pasa con la filosofía que se produce en América Latina? Por
un lado, parece que no acierta en encontrar el camino para actualizar su
planteamiento, es decir, para responder a las exigencias de la vida y de nuestra
vida, y sin embargo, tengo la impresión, por lo que dicen muchos de los autores
incluidos, de que se coincide, en términos generales, con esta necesidad
aunque se difiera del enfoque adoptado.
La filosofía que se hace en América Latina sufre, como dice Carlos
Pereda, una doble aunque yo diría que una triple invisibilidad: la primera es el
ancestral ninguneo que se practica en los grandes países productores con
respecto a lo producido en América Latina (véase la denuncia de Guillermo
Hurtado para el caso de los analíticos); la segunda es el desconocimiento
supino que tienen muchos de los que trabajan en filosofía en estos lugares
acerca de lo producido por sus propios colegas mientras ponen sus ojos en las
comunidades filosóficas europeas (léase en el libro, el artículo de Eduardo
Rabossi que suscribo plenamente) y la tercera es la ausencia de
planteamientos filosóficos en la esfera pública.

2.
Ahora bien, el libro plantea temas muy diversos:
-Uno de ellos es el de la situación del filósofo en América Latina analizado por
Juan Cristóbal Cruz.
2

-Otro es el de las condiciones existentes para la docencia, la investigación y la


difusión de la filosofía en nuestros países, abordado por Eduardo Rabossi y la
filósofa venezolana, Luz Marina Barreto.
-El tercero es el de la modernidad y la forma específica en que la hemos
asumido los latinoamericanos y diferente a otras apropiaciones a través de la
cultura y del lenguaje, según nos dice Bolívar Echeverría, de lo cual se
desprendería un debate sobre si podemos hablar de una “filosofía sin más”
cuyo modelo sería el de la modernidad europea o un proyecto reflexivo que
diera cuenta de nuestra modernización, con lo cual se reivindicaría, de manera
insospechada la filosofía latinoamericana.
-Un cuarto tema sería la importancia de cultivar el ensayo filosófico, de acuerdo
con Carlos Pereda. Por cierto, estoy de acuerdo con su denuncia del
sucursalismo y del afán de novedades, aunque ya lo había hecho Gaos en la
década de los cincuenta pero no estoy de acuerdo con ciertas afirmaciones
excesivas como las de “el estructuralismo delirante y marxista de Althusser”
(p.62) Yo nunca fui althusseriano pero considero que Althusser hizo
aportaciones destacadas a la filosofía en general y la marxista en particular.
Recuerdo aquí solo sus análisis sobre la ideología; los problemas
epistemológicos de El Capital y un interesante texto sobre la “transformación
de la filosofía” que se derivó de una conferencia impartida en Granada, entre
otros. Tampoco estoy de acuerdo con que hable de “una idea monstruosa, las
“filosofías nacionales”. Más productivo sería explicar por qué se desarrolló esta
vertiente y cuál es la evaluación podemos hacer de ella. Pereda elogia el texto
de Villoro Los grandes momentos del indigenismo en México, que es producto
de su etapa historicista, por tanto, de ello se sigue que no todos los intentos de
realizar una filosofía nacional son condenables. Pero además, el sucursalismo
y el afán de novedades que se presenta en nuestros países no son causas sino
síntomas de algo más profundo y que es el lugar que ocupa la filosofía en el
sistema cultural de una sociedad compleja, dependiente, con una forma
específica del desarrollo de la modernidad y con una nacionalidad bastante
tardía.

-Un quinto tema es el de cómo somos tratados en los países altamente


desarrollados y cómo los propios autores latinoamericanos publican artículos
en enciclopedias como la de Routledge en donde ofrecen versiones parciales y
limitadas de la propia filosofía latinoamericana, como lo critica Guillermo
Hurtado en una de sus colaboraciones.

-El sexto tema es el abordado por Jorge Secada “Una nota sobre Borges y la
filosofía latinoamericana” en donde el autor no sólo se contenta con hacer una
crítica superficial de tres filósofos latinoamericanos (Zea, Korn y Romero) sino
que convierte al fundador de la organización terrorista “Sendero Luminoso” en
un epígono (¿?) de José Carlos Mariátegui, autor de páginas brillantes ajenas
al fundamentalismo, lo que me parece, para decir lo menos, un desatino.

- La interesante propuesta de Jesús Rodríguez sobre los temas de


filosofía política y que a pesar de su intento de hacernos a todos
rawlsianos, debería ser objeto de una discusión más amplia.
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- El tema de la filosofía de la liberación en el que Enrique Dussel se


defiende de sus críticos.

-
-Finalmente mencionaré el tema de la originalidad expuesto por Maité Ezcurdia
desde posiciones analíticas y la ácida crítica que realiza el filósofo español
Antonio Valdecantos sobre la filosofía española. Uno puede estar de acuerdo
con algunas tesis pero no en que lance al cesto de la basura todas las obras de
sus colegas. Mas valdría hacer un estudio más puntual.

3.
Ahora bien, como es evidente, no puedo referirme a todo y por tanto, en
forma sumaria apuntaré algunas cuestiones:

1. La primera que podemos plantear a propósito de la filosofía en América


Latina es la siguiente:

¿La filosofía es una reflexión que puede liberarse, por completo, del
contexto histórico, social, cultural e ideológico en que surge o no es posible,
independientemente de que sus autores estén concientes o no de ello?

Juan Cristóbal Cruz Revueltas critica los extremos del universalismo formal
y del contextualismo considerando que la reivindicación de una filosofía
latinoamericana surge del interés por “un pensamiento elaborado por “nosotros”
y para “nosotros” cuyo lema no puede ser otro que el de “pensar por cuenta
propia”. (p.20) y que sin embargo, le parece censurable porque el tema de la
identidad ha naufragado para dar lugar a las “identidades líquidas”. A pesar de
ello, la pregunta sobre la filosofía latinoamericana puede ser pensada desde el
modelo de la “relación entre lo singular y lo universal que nos ofrece Kant en su
Crítica del gusto. “Una experiencia singular que sin poder demostrarlo tiene la
pretensión o la esperanza de poder ser universalmente compartida” (33.

Por mi lado diría que si bien el tema de la identidad y la independencia de


los pueblos latinoamericanos dio lugar a la pregunta por un pensamiento
propio, ello no quiere decir que al surgir el actual proceso de fragmentación y
multiplicación de las identidades pierda vigencia: 1) la importancia de
reivindicar un pensamiento propio; 2) la propia reflexión sobre las identidades
incluyendo el de la latinoamericana (hoy bastante golpeada); 3) el valor de la
filosofía producida en nuestro medio y su sentido y finalmente, 4) el tema de la
autenticidad entendida tanto como coherencia con su propia acción (tesis de
Villoro) como el de la reflexión sobre los grandes problemas que nos afectan.

De igual forma, he sostenido, en varios trabajos, que puede habría que


distinguir entre un universalismo abstracto propio de la lógica, la filosofía de las
matemáticas y la cognitiva (y quienes trabajen estas temáticas en forma
creativa son, con todo derecho, filósofos y además filósofos latinoamericanos) y
las disciplinas y temáticas (como el caso de la ética, estética, filosofía de la
historia, de la política, de la cultura) que forzosamente están relacionados con
problemas que surgen de la realidad circundante independientemente de sus
pretensiones de universalidad.
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Pero aún queda otro tema. En mi opinión, en América Latina ha habido


una escisión que juzgo anómala entre filósofos universalistas formales
(preferentemente analíticos) y contextualistas (preferentemente historicistas)
que se han repartido los campos de atención (lenguaje o historia de las ideas) y
se han descalificado mutuamente. Esta división del trabajo es absurda y esta
descalificación sólo envenena cualquier diálogo posible. No puede haber
diálogo si hay una previa descalificación del oponente filosófico y mucho
menos, si no hay una lectura puntual de las propuestas de cada uno.

Es por ello que he propuesto, en varias ocasiones y lo hago ahora, la


necesidad de que hagamos, colectivamente y desprejuiciadamente una
evaluación de lo producido en al filosofía mexicana y latinoamericana en toda
su historia pero en especial en el último siglo, para recuperar nuestro propio
suelo.

Este proyecto coincide con lo que Guillermo Hurtado plantea en su ensayo


“Mas allá de la modernización y de la autenticidad. Un proyecto de
metafilosofía práctica latinoamericana”. Hurtado llama “metafilosofía” a una
“reflexión filosófica acerca de la naturaleza, forma y alcances de la filosofía”
(p.96). También podríamos llamarla autorreflexión filosófica que han hecho los
grandes filósofos y que debe hacerse hoy. Estoy de acuerdo con que esta
autorreflexión no debe confundirse con la sociología ni con la historia pero,
desde mi punto de vista, se requieren como ciencias auxiliares.

Tengo diversas observaciones sobre lo que Hurtado llama “Modelo


modernizador” y “modelo de la autenticidad” pero en general coincido en la
necesidad de fortalecer las tradiciones y constituir una verdadera comunidad
filosófica, a partir de un “modelo dialógico” sin embargo, para crear una
tradición hay que poner de manifiesto su entramado polémico y para crear una
comunidad dialógica se requiere establecer un marco de diálogo en torno a
problemáticas desde diversos enfoques y un mínimo respeto al otro. Este tipo
de diálogo es inexistente en México y probablemente en Latinoamérica. Espero
que este libro, en donde se sostienen posiciones dignas de debate, contribuya
a su iniciación.

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