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Concédeme, Señor,
serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar,
valor para cambiar lo que sí puedo
y sabiduría para distinguir lo uno de lo otro
o conjunto de síntomas que se desarrolla a lo largo de varias fases. Estas fases se suceden
invariablemente, con independencia de cómo se hayan resuelto (o dejado sin resolver) las
preocupaciones de cada persona.
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Este síndrome fue estudiado por Harold y Elizabeth Guarnieri1 en los años 80, al analizar la
reacción que provoca la informatización en una empresa. De ellos recibió el nombre de “Psycho-
Computer Syndrome”. Por supuesto, este fenómeno no es exclusivo de la situación que dio lugar
a su estudio y puede reconocerse en cualquier proceso de cambio.
1
Harold & Elizabeth Guarnieri. “The Psycho – Computer Syndrome” Computerworld Noviembre 1982
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El sentimiento de desintegración entre el ego y el status está tan firmemente ligado al
sentimiento de inseguridad que muchas veces se confunde con él. Si uno llega a la conclusión de
que puede adueñarse de la situación, estará en camino de integrarse en el cambio. Si no, se
quedará anclado en el desaliento.
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Los éxitos comienzan a dar su fruto. El personal empieza a usar sus habilidades y cada vez
se atreve con problemas más difíciles. Se genera una sensación de "¡Ajá, con que se trataba de
esto!”
8ª Fase.- Equilibrio
Lo peor ha pasado y ahora cada uno ya siente que puede organizarse y modificar a su
modo lo que está haciendo. Da igual que esto sea totalmente cierto o que al principio lo sea sólo
en parte. Lo que importa es que uno siente que ahora controla la situación.
En la 1ª Fase: Informar
Para contrarrestar la inseguridad propia de la primera fase es imprescindible definir cuanto
antes las nuevas tareas a realizar, para que la incertidumbre sobre lo que se espera de uno no se
sume a la ansiedad que provoca el no saber si se estará en condiciones de lograrlo.
Es por eso por lo que insistimos a nuestros clientes en que sean los directores los primeros
en recibir formación rigurosa, concisa y práctica cuando su organización se dispone a emprender
el camino de la excelencia. Nadie que se sienta inseguro sobre lo que sabe y lo que puede hacer
es capaz de transmitir seguridad.
En la 3ª fase: Apoyar
En la tercera fase hay que orientar a las personas hacia una actitud de desafío. Y, sobre
todo, tratar de que, cuanto antes, encuentren motivos para poner manos a la obra. Para ello es
importante que perciban una posición de apoyo y compromiso en quien provoca el desafío del
cambio: la dirección.
Es el momento de dar toda clase de explicaciones sobre las ventajas de la innovación y de
animar al personal a hacer todas la preguntas que necesite, hasta que cada uno esté seguro de
cuál es su papel en la nueva situación y de lo que va a recibir “a cambio del cambio”.
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El espíritu de desafío es la base para construir una actitud de colaboración frente a muchas
dificultades que habrá que superar entre todos. Los directores tienen que cultivar a toda costa el
espíritu de desafío y la forma de hacerlo es con el ejemplo. Lo demás son sólo buenas palabras.
Todas y cada una de las veces que hemos visto que un proyecto de mejora tardaba en
arrancar o “perdía gas” se debió a que los directores implicados practicaban el dicho “haced lo
que digo pero no lo que hago”.
En la 4ª Fase: Practicar
El tratamiento de la cuarta fase se resume en una palabra: práctica. Ahora que la gente
empieza a estar dispuesta a aprender conviene que lo haga participando cuanto antes en la tarea,
aunque al principio lo haga sólo a título de prueba. Y tan importante como eso es que reciba
reconocimiento, no sólo por los resultados que consiga sino también por el hecho de participar.
Esto es lo que ayuda a reducir las frustraciones que hacen que la gente dé marcha atrás. Si es
verdad que el éxito engendra éxito lo es igualmente que el reconocimiento engendra autoestima.
En la 5ª Fase: Investigar
La quinta fase es sin duda la más delicada. Las reacciones personales pasan a
aglutinarse en actitudes de grupo. Ha llegado el momento de abrir las antenas, estar atento a lo
que está ocurriendo en los distintos grupos y deslindar los pros y los contras del proceso. Tal vez
haya que revisar la estrategia si descubrimos que el rechazo se debe a fallos en el planteamiento.
En esta etapa, el grupo de los indecisos puede ser una buena fuente de información sobre
el ambiente general. Pero ¡cuidado con la forma de conseguir esa información! Si se da motivo
para que alguien imagine que se les está tratando como a "enchufados" o utilizando como
soplones, todo el proceso puede irse a pique.
En la 7ª Fase: Reconocer
Cuando los éxitos comienzan a dar sus primeros frutos y se advierte que el personal
recobra la confianza, ha llegado la hora de disminuir la actitud de guía pero también de aumentar
el reconocimiento.
La dirección debe recordar que tiene un papel fundamental como fuente de seguridad en lo
profesional. La comunicación clara y el ejemplo de los directores son las herramientas más
poderosas para proporcionar esa seguridad. El reconocimiento es la herramienta para reforzarla.
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Y repitamos una vez más: primero, el reconocimiento no ha de ser sólo por los logros obtenidos
sino también por el hecho de estar participando; segundo, el reconocimiento no tiene por qué ser
exclusivamente económico.
En la 8ª Fase: Recapitular
Por fin se va propagando la sensación de que la nueva situación está controlada. Y
existe una señal que permite detectar que estamos en ese punto: el personal empieza a
establecer nuevas rutinas en su propio trabajo. Si se está atento a esa señal se podrá aumentar
su satisfacción y mantener el sentimiento de éxito.
Ahora es el momento de presentarles a todos el camino que se ha recorrido, reconocer que
el objetivo era difícil y que, finalmente, se ha logrado. Eso es lo que termina de reforzar las
conductas, ayuda a comprender que las cosas tenían un sentido y prepara el terreno para el
próximo cambio.
Y no hay por qué escatimar las felicitaciones. Las buenas noticias también son noticias.
Pero esto no quiere decir que se pueda bajar la guardia. Al contrario, ha llegado la hora
de establecer nuevos planes y compromisos. Y sobre todo, de diseñar una estrategia de apoyo
continuo para que los resultados mejoren cada día.
Si se para el cambio es como si se parase el tiempo. La organización se paraliza y si no se
da cuenta de ello, muere.
CONCLUSIÓN
Entre todos los retos que deben afrontar los directores a la hora de implantar un cambio
cultural, tal vez el más interesante desde el punto de vista humano es el de cómo tratar el
síndrome que acabamos de estudiar.
El primer paso para enfrentarse con éxito al cambio consiste en reconocer a tiempo las
resistencias que, sin duda, va provocar. El secreto para ganar la partida estriba en tratar esas
resistencias no como obstáculos insalvables sino como fases necesarias dentro de un síndrome.
Si los directivos se preocupan de estudiar el desarrollo de este síndrome, estarán mucho mejor
equipados para hacer frente a la resistencia a los cambios.
Y lo que es aun más decisivo, adquirirán la certeza de que no están sufriendo una
fastidiosa contrariedad sino atacando un problema que bien vale la pena resolver.
Decía Henry Ford: "Muchas cosas se dicen de los que fracasaron pero lo que no se dice es
que más de la mitad fracasaron porque abandonaron".
El temor al cambio no se puede tratar atendiendo sólo a la lógica porque, como todos los temores, tiene una
base emocional.
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Bibliografía
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"La comunicación, un problema de la organización
moderna "
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Deusto, 1974
“La Quinta Disciplina”.
Barcelona, Granica 1992
Brooking, A.
“El Capital Intelectual”.
Paidós Empresa, 1997
Galpin, Timothy J.
"La cara humana del cambio"
Díaz de Santos, 1998
Janis, Irving L.
"Victims of Groupthink"
Houghton Mifflin, 1972
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