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Institución Educativa “Juan Pio Montufar”

Nombre: Mateo Chalcualan

Curso: 3ero BGU “A”

Fecha: 2019/07/22

ENSAYO: La producción del conocimiento como tarea colaborativa y no como


producto del individuo.

En este ensayo se pretende defender la tesis de que la producción de conocimiento es


siempre una tarea colaborativa y nunca un producto del individuo. Es decir, que todo
conocimiento parte de una construcción de múltiples personajes, por lo que no se puede
atribuir el conocimiento a uno solo. Como decía Newton, el ser humano ve más lejos
porque está subido en hombros de gigantes y esto significa que la humanidad y su
progreso han dependido de los aportes que han hecho los genios universales a lo largo
de la historia. Para desarrollar ese trabajo, se ha decidido analizar dos materias o
ciencias distintas y sus casos particulares. En primer lugar, en el área de Astronomía se
analizará el caso del universo heliocéntrico, y en Física se analizará el caso del modelo
del átomo. A continuación, entonces, se muestran los detalles de estos dos productos
colectivos del conocimiento.

En primer lugar, tenemos el caso de la teoría heliocéntrica, la cual postula que el sol es
el centro y los planetas giran alrededor de este. Aunque esta afirmación puede resultar
obvia hoy en día, hasta el siglo XVI no se pensaba lo mismo. En efecto, tuvieron que
darse una serie de circunstancias hasta que la humanidad comprendió la verdad sobre
el sistema solar, como se verá en las siguientes secciones.

Para comprender cómo se dio con esta teoría, es necesario hacer un recorrido por la
historia de la astronomía y el entendimiento de los planetas. Todo empezó con la
curiosidad natural del hombre por saber qué era el sol y cuál era su relación con la tierra.
La experiencia común demuestra que el sol aparece por el oriente y se oculta por el
occidente, lo que da a entender que es el sol lo que se mueve, y no la tierra. Los griegos
se preocuparon por esta relación ya en el siglo IV antes de Cristo. Aristarco de Samos
logró intuir que la tierra era la que giraba alrededor del sol, pero su teoría perdió contra
la concepción de Aristóteles, para quien la tierra era el centro de la tierra y todos los
demás astros giraban en torno a este planeta.

Dado que Aristóteles tenía fama de sabio y había dado respuesta a varias preguntas en
la antigüedad, los posteriores filósofos y astrólogos lo consideraron como una autoridad
en la materia. Lastimosamente Aristóteles se equivocaba, y esta equivocación fue
tomada y formalizada por el sabio Ptolomeo, que en el siglo II d.C. realizó un modelo
explicativo matemático para justificar que el sol giraba alrededor de la tierra. Esta visión
duró más de 1000 años en Europa, hasta la época del Renacimiento. Entonces, un
canónigo polaco llamado Nicolas Copérnico volvió a revisar la obra de Aristóteles y de
Ptolomeo, descubriendo que había un error en los cálculos matemáticos. Así, utilizando
puramente la matemática y su ingenio, Copérnico logro establecer que la tierra no era
el centro del universo, como sostenía el geocentrismo, sino que giraba alrededor del sol.

El descubrimiento de Copérnico coincidió con la época de la invención de la imprenta,


de modo que su libro llegó a algunas mentes hábiles que fueron aportando más
conocimiento al tema del heliocentrismo. Una de estos personajes que sucedieron a
Copérnico fue Kepler, quien descubrió que las órbitas de los planetas no eran redondas,
sino elípticas.

Antes de continuar, es necesario explicar que la visión geocéntrica del mundo en


aquellos tiempos estaba promovida por la iglesia católica. Los católicos interpretaban
literalmente unos pasajes bíblicos que daban a entender que la tierra era el centro del
universo. Esta había sido una verdad indiscutible por cerca de 1000 años, de modo que
cuando empezaron a aparecer pensadores que sostenían el heliocentrismo, la iglesia
los despidió, acusándolos de promover falsas teorías y de atentar las enseñanzas de
una tradición que se remontaba más de 10 siglos atrás.

Quizá uno de los pensadores más interesantes en el desarrollo del heliocentrismo fue
Giordano Bruno. Este monje acusado de herejía sostenía que el sol, a parte de ser el
centro del sistema solar, no era mas que una diminuta estrella de los millones de ellas
que se veían todas las noches en el cielo. Su afirmación resulto ser cierta, aunque esto
le costo la vida, pues murió en la hoguera como castigo a sus teorías.

Luego, el pensador Galileo Galilei siguió investigando para dar sustento a esta teoría
del heliocentrismo, de modo que también hizo cálculos matemáticos y, lo que es más,
aplico el catalejo de barcos a la observación de los cielos. Así nació el primer telescopio
de la historia de la humanidad. No obstante, el pensador Galileo fue acusado de herejía,
y si pudo sobrevivir a la hoguera fue porque se detractó de su teoría en un juicio
organizado para condenarlo.

Finalmente, quien ató los cabos de la teoría heliocéntrica fue Newton, quien llegó a
proponer su ley de la gravedad universal, donde afirmaba que los cuerpos mas grandes
atraen a los más pequeños en proporción directa a su masa. Esta idea explicaba a la
perfección por qué el sol, de una masa superior, lograba hacer girar a los planetas a su
alrededor.
Aunque la investigación posterior ha dado a conocer múltiples detalles sobre el sistema
solar y su composición, los mencionados autores son los pioneros en lo que respecta a
la defensa de la teoría heliocéntrica. Como se puede observar, cada uno aportó con su
genio a sustentar la teoría, en una tradición que se remontaba incluso hasta la época de
los griegos. Entonces, en este primer caso queda comprobado que, efectivamente, el
conocimiento es un proceso de construcción colectiva entre muchos, y no el resultado
del esfuerzo de una sola persona.

Por otro lado, tenemos el caso del átomo, en la rama de la física. Similar a lo que sucedió
con la teoría heliocéntrica, la historia del átomo también comienza en Grecia. En efecto,
el concepto de átomo ya existía entre los antiguos griegos, propuesto como una teoría
por los filósofos Demócrito Leucipo y Epicuro. Es increíble pensar que estos sabios
dieron con el concepto del átomo por pura especulación. En otras palabras, ello se
hicieron la pregunta de qué pasaría si vamos dividiendo algo en partes cada vez más
pequeñas. Como ‘algo’ será siempre mayor que la ‘nada’, los autores intuyeron que
debía haber una partícula indivisible que era común en todos los cuerpos. Fue así como
nació el concepto de átomo, que en griego quiere decir, precisamente, que no tiene
división.

Sin embargo, pese a la novedosa y revolucionaria idea de estos pensadores griego, el


concepto cayó en el olvido por cerca de dos mil años. Con la revolución de las ciencias
en el siglo XVII, el químico francés Lavoisier postuló que la materia no se crea ni se
destruye, sino que se transforma. Entonces, los científicos de aquella época recuperaron
el concepto de la antigua Gracia y lo adaptaron a la observación y especulación
matemáticas.

El primero en pensar en los átomos como algo real fue Dalton, en 1803. Este físico
propuso un modelo atómico compacto, que se podría representar como un esfera sólida
y hermética. Así, Dalton postuló que la materia estaba compuesta por partículas
diminutas y básicas que no se podían destruir. Que estos átomos presentaban
características similares, pues para transformarse necesitaban ser adaptables a
distintas circunstancias. Y que los átomos al unirse formaban lo que Lavoisier explicó
que eran los elementos.

El Modelo Atómico de Lewis representó un paso importante hacia el entendimiento del


enlace químico, ya que introdujo el concepto de "valencia de un átomo", es decir, la
cantidad de electrones en el último nivel de energía del átomo que se pondrán en juego
en un enlace químico. Así, este autor aporto con algunos valiosos elementos en lo que
fue el desarrollo del modelo atómico.
El próximo en aportar al problema del desarrollo del modelo atómico fue Thompson,
quien descubrió los electrones, que son partículas con carga negativa. No obstante,
Thompson ubicó los electrones dentro del modelo compacto de Dalton. Es así que
Thompson postulo que los electrones eran partículas negativas dentro de un átomo con
carga positiva, y que el átomo podía considerarse como una esfera con electrones
negativos en su interior.

Siguiendo con el recorrido del modelo atómico, Rutherford fue quien pensó que el átomo
estaba constituido por un centro alrededor del cual giraban los electrones de carga
negativa. Entonces, para este modelo, la disposición de los electrones es girando
alrededor de un núcleo central con otras particularidades que serían descubiertas
después.

El modelo atómico más popular, que tiene semejanza al sistema solar, es el de Born.
Para este físico del siglo XX, los electrones giran alrededor de un núcleo, como había
enseñado Rutherford, pero el núcleo está formado por protones y neutrones, dos
partículas que en química determinan el peso y la masa atómica. Además, Born
descubrió que los átomos, al saltar de una órbita a otra, poseen la capacidad de liberar
energía.

Respecto al modelo atómico y al átomo en sí, hoy en día sabemos mucho más que en
otros tiempos. Por ejemplo, se sabe que los protones, neutrones y electrones no son las
partículas mas pequeñas, sino que existen obras subpartículas, a las cuales se encarga
de estudiar la mecánica cuántica.

En todo caso, la historia del átomo y del modelo atómico demuestra nuevamente que
no existen los genios que sacan las ideas de la nada, sino que todo conocimiento es el
resultado de una construcción colectiva del pensamiento. En esto se confirma además
las palabras de Newton, quien decía que vemos mas lejos por estar subidos en hombros
de gigantes. En el colegio, este detalle es importante, pues nos enseña a que debemos
crear comunidades educativas donde la colaboración y la participación constituyan
elementos claves para construir ideas y saberes.

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