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Facultad de Ciencias Psicológicas

Decana: Prof. Dra. Amelia H. Imbriano


Departamento de Psicología

DESARROLLOS EN PSICOANÁLISIS I

TRABAJO PRÁCTICO Nº2

Docente:

Lic. Alejandra Porras

Alumno:

Ian Eric Stutz (208838)

Día: Viernes
Turno: Mañana
Sede: Lanús
Año lectivo: 2019

INTRODUCCIÓN:
En el texto “La báscula del deseo”, Jaques Lacan plantea que a partir del

dispositivo del esquema óptico se visualiza cómo se produce la imagen real en el

interior del sujeto, gracias al espejo cóncavo.

El sujeto percibe una imagen virtual como real. Esto hace a la construcción del

“ideal del yo”, al origen fundamentalmente imaginario y especular del yo.

DESARROLLO:

El autor toma de Freud el concepto de Narcisismo. Sostiene que se produce una carga

narcisista, carga libidinal como una imagen del yo. Esto se produce en los primeros

momentos del desarrollo libidinal del niño.

Lacan se pregunta qué significa decir “YO” (je), y plantea que el sujeto al decir “yo”

(je), lo aprende en función del otro, nace en referencia a “TU”. El niño repite el “tú”,

para luego decir “yo”, por lo cual lo introyecta. El autor afirma que se construye en las

experiencias del lenguaje, porque el otro lo manifiesta, ordena, “desea”, él debe poder

reconocer órdenes y deseos de su padre o madre, maestros, pares. Pero el niño no sabe

nada de ese deseo, y no puede reconocerlo, porque no es su deseo propio. Esto se ve

manifestado en análisis del adulto, según Lacan, y afirma que el adulto debería buscar

sus propios deseos.

El autor formula hasta qué punto el sujeto puede reconocer su propio deseo. En

análisis se tendrá que preguntar de lo que “es” y de lo que “no es”, tendrá que buscar su

propia “verdad”. En tanto hable y busque su propia verdad, la misma va a surgir del

compromiso del sujeto en análisis. Además, Lacan sostiene que el sujeto reconstruye su

propia ignorancia, pero esta ignorancia no es pura ignorancia, es que el sujeto lo

“desconoce”, lo que no quiere conocer. En el sujeto se presenta una suerte de


contradicción. Lacan se pregunta sobre este desconocimiento de la función del yo, por

lo que aborda esta problemática.

Plantea que desde lo analizable nos entregamos a una operación de traducción a

desatar una verdad, más allá del lenguaje del sujeto. El autor postula que en el animal el

conocimiento de su mundo está dirigido por ciertas proyecciones que organizan ese

mundo, y en cambio en el hombre no ocurre nada semejante, la anarquía de sus

pulsiones están demostradas por la experiencia analítica, el objeto libidinal está

sometido a una diversidad. Debe verse cuál es la función de la imagen de su propio

cuerpo.

En el momento del estadio del espejo, si bien el niño muestra un estado de júbilo al

poder verse reflejado en el espejo, la conducta del niño cambia a los 18 meses, ya que

según Lacan el niño puede realizar juegos instrumentales y una actividad de control.

Pero lo que fundamentalmente se produce en el ocaso del “complejo de Edipo” es lo

que se llama “introyección”, se produce como una inversión en el esquema mental del

niño, lo que era el padre se convierte el “superyó”, conformando así según el autor el

superyó del niño.

Otro de los temas que desarrolla Lacan es la asunción jubilosa de un dominio que

aún no ha alcanzado el niño y que se produce a través de la mediación de la imagen del

otro. Sin embargo, se siente totalmente capaz de asumir este dominio en su interior.

Lacan designará a este momento con la expresión de “movimiento de báscula”. El

mismo se da durante el desarrollo del aparato psíquico y se asemeja al momento en que

desaparece el estadio del espejo.

Antes de la aparición del lenguaje, el deseo solo existe proyectado, alienado en

el otro, y finaliza con la destrucción del otro. Este deseo de rivalidad de competencia se

transforma en una mediación de reconocimiento gracias a “otros” que hablan, es decir


gracias a la comunicación. Sin embargo cuando surge algo en el otro que produce en el

sujeto volver a proyectar, completar, a nutrir el “Ideal-Ich”, el deseo retorna al sujeto,

pero ya no como deseo de destrucción sino de manera verbalizada.

Para Lacan el Yo no es sólido sino todo lo contrario, es frágil, puede desarmarse

fácilmente, es pura imagen e identificación. El Yo se asemeja a una cebolla, su núcleo

cubierto por muchas capas, representando a identificaciones imaginarias que provienen

del otro. El Yo está formado por una parte simbólica y otra real.

Entonces decimos que la salida del estadio del espejo se da por una primera

manifestación del lenguaje. Según Freud “el momento en que el deseo se humaniza es

también el momento en que el niño nace al lenguaje”. El niño en éste momento de

desarrollo entra en un crecimiento más coherente, es el momento en que nace el proceso

simbólico. El niño se vuelve capaz de simular por medio del juego la ausencia o la

presencia de la madre. Sería tolerar la espera, soportar la ausencia. El juego reproduce la

desaparición y reaparición de la madre. Para Freud el niño trata de no sufrir

pasivamente y con el juego asume una actividad activa. De esta manera aprende la

fuerza de la negativa, o sea con la presencia y ausencia del objeto deseado. La

introducción del símbolo anula la cosa existente, abre al mundo de la negatividad, es

aquí donde se sitúa el “masoquismo primordial”, entre lo imaginario y lo simbólico. En

este juego el sujeto aprende a constituirse.

CONCLUSIÓN:

En este movimiento de báscula, de intercambio con el otro, el hombre aprehende a

reconocer su cuerpo, como forma vacía, y también su deseo por intermedio del otro.

Deseo originario, inconstituído y confuso. El niño aprenderá cuando se ponga en juego


la comunicación, ya que en esta etapa no tiene la capacidad de comunicarse con

palabras, lo que siente es placer. En el juego donde el niño reproduce la ausencia y la

presencia de la madre, es el momento donde se va constituyendo como sujeto.

BIBLIOGRAFÍA:

Lacan, J. (1954). La báscula del deseo. Seminario 1: Los escritos técnicos de Freud

(1953 – 1954) – Parte 13. Ed. Paidós (1981).

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