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Introduccion
Jesucristo, luz verdadera que ilumina a todo hombre
Todos estamos llamados a la salvación mediante la fe en Jesucristo, luz verdadera que
ilumina a todo hombre , los hombres llegan a ser luz en el Señor e hijos de la luz, y se
santifican obedeciendo a la verdad. Mas esta obediencia no siempre es fácil. Debido al
misterioso pecado del principio, cometido por instigación de Satanás, que es mentiroso
y padre de la mentira, el hombre es tentado continuamente a apartar su mirada del Dios
vivo y verdadero y dirigirla a los ídolos , cambiando la verdad de Dios por la mentira; de
esta manera, su capacidad para conocer la verdad queda ofuscada y debilitada su
voluntad para someterse a ella. Y así, abandonándose al relativismo y al escepticismo ,
busca una libertad ilusoria fuera de la verdad misma.
CAPITULO I
Cristo y la respuesta a la pregunta moral
Para que los hombres puedan realizar este encuentro con
Cristo, Dios ha querido su Iglesia. En efecto, ella desea
servir solamente para este fin: que todo hombre pueda
encontrar a Cristo, de modo que Cristo pueda recorrer con
cada uno el camino de la vida.Es necesario que el hombre
de hoy se dirija nuevamente a Cristo para obtener de él la
respuesta sobre lo que es bueno y lo que es malo.
Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir la
vida eterna?
Desde la profundidad del corazón surge la pregunta que el joven rico dirige a Jesús de
Nazaret: una pregunta esencial e ineludible para la vida de todo hombre, pues se refiere
al bien moral que hay que practicar y a la vida eterna. El interlocutor de Jesús intuye que
hay una conexión entre el bien moral y el pleno cumplimiento del propio destino.
Uno solo es el Bueno
Jesús relaciona la cuestión de la acción moralmente buena con sus raíces religiosas,
con el reconocimiento de Dios, única bondad, plenitud de la vida, término último del
obrar humano, felicidad perfecta.
La vida moral se presenta como la respuesta debida a las iniciativas gratuitas que el
amor de Dios multiplica en favor del hombre.
Webgrafia
http://www.archivalencia.org/documentos/ficheros_documentos/jpiienc1993_veritatis_splend
or.pdf
http://es.catholic.net/op/articulos/1724/veritatis-splendor.html
Bibliografia
CAPITULO III
"PARA NO DESVIRTUAR LA CRUZ DE CRISTO"
El bien moral para la vida de la iglesia y del mundo «Para ser libres nos libertó
Cristo
La reflexión racional y la experiencia cotidiana demuestran la debilidad que marca la
libertad del hombre. Es libertad real, pero contingente. No tiene su origen absoluto e
incondicionado en sí misma, sino en la existencia en la que se encuentra y para la cual
representa, al mismo tiempo, un límite y una posibilidad.
Caminar en la luz
La contraposición, más aún, la radical separación entre libertad y verdad es
consecuencia, manifestación y realización de otra dicotomía más grave y nociva la que
se produce entre fe y moral. Esta separación constituye una de las preocupaciones
pastorales más agudas de la Iglesia en el presente proceso de secularismo, en el cual
muchos hombres piensan y viven como si Dios no existiera.
El martirio, exaltación de la santidad inviolable de la ley de Dios
La relación entre fe y moral resplandece con toda su intensidad en el respeto
incondicionado que se debe a las exigencias ineludibles de la dignidad personal de cada
hombre, exigencias tuteladas por las normas morales que prohíben sin excepción los
actos intrínsecamente malos.
Las normas morales universales e inmutables al servicio de la persona y de la
sociedad
En realidad, la verdadera comprensión y la genuina compasión deben significar amor a
la persona, a su verdadero bien, a su libertad auténtica. Y esto no se da, ciertamente,
escondiendo o debilitando la verdad moral, sino proponiéndola con su profundo
significado de irradiación de la sabiduría eterna de Dios, recibida por medio de Cristo, y
de servicio al hombre, al crecimiento de su libertad y a la búsqueda de su felicidad.
La moral y la renovación de la vida social y política
Ciertamente, es largo y fatigoso el camino que hay que recorrer, muchos y grandes son
los esfuerzos por realizar para que pueda darse semejante renovación, incluso por las
causas múltiples y graves que generan y favorecen las situaciones de injusticia presentes
hoy en el mundo.
Gracia y obediencia a la ley de Dios
El ámbito espiritual de la esperanza siempre está abierto al hombre, con la ayuda de la
gracia divina y con la colaboración de la libertad humana.
Pero las tentaciones se pueden vencer y los pecados se pueden evitar porque, junto con
los mandamientos, el Señor nos da la posibilidad de observarlos,sus ojos están sobre
los que le temen, él conoce todas las obras del hombre.
Moral y nueva evangelización
La evangelización es el desafío más perentorio y exigente que la Iglesia está llamada a
afrontar desde su origen mismo. En realidad, este reto no lo plantean sólo las situaciones
sociales y culturales, que la Iglesia encuentra a lo largo de la historia, sino que está
contenido en el mandato de Jesús resucitado, que define la razón misma de la existencia
de la Iglesia.
El servicio de los teólogos moralistas
El servicio que los teólogos moralistas están llamados a ofrecer en la hora presente es
de importancia primordial, no sólo para la vida y la misión de la Iglesia, sino también para
la sociedad y la cultura humana.
Nuestras responsabilidades como pastores
Cada uno de nosotros conoce la importancia de la doctrina que representa el núcleo de
las enseñanzas de esta encíclica y que hoy volvemos a recordar con la autoridad del
sucesor de Pedro. Cada uno de nosotros puede advertir la gravedad de cuanto está en
juego, no sólo para cada persona sino también para toda la sociedad, con la reafirmación
de la universalidad e inmutabilidad de los mandamientos morales y, en particular, de
aquellos que prohiben siempre y sin excepción los actos intrínsecamente malos.
CONCLUSIÓN
Esta es la consoladora certeza de la fe cristiana, a la cual debe su profunda humanidad
y su extraordinaria sencillez. A veces, en las discusiones sobre los nuevos y complejos
problemas morales, puede parecer como si la moral cristiana fuese en sí misma
demasiado difícil ardua para ser comprendida y casi imposible de practicarse. Esto es
falso, porque en términos de sencillez evangélica consiste fundamentalmente en el
seguimiento de Jesucristo, en el abandonarse a él, en el dejarse transformar por su
gracia y ser renovados por su misericordia, que se alcanzan en la vida de comunión de
su Iglesia.
OPINION