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BAUTISMO
La importancia que tiene en la teología el estudio del bautismo no deriva sólo por ser un
sacramento de absoluta necesidad para salvarse, ni por ser la 1era puerta de entrada a la
Iglesia de Dios sino que la importancia le viene porque de él surge el imperativo
característico que impele al hombre a vivir como cristiano. San Pablo afianza este aspecto
con todos sus imperativos no sobre preceptos o prescripciones que regulan la conducta
sino sobre el ser nuevo que reclama un desarrollo de todas las facultades y en donde
radica la perfección; la doctrina o teología de la justificación la expone San Pablo de un
modo certero, maravilloso, en la doctrina misma del bautismo, que la encontramos en la
carta de Tito cap. 3, allí expone el estado de miseria en que el hombre se encontraba
(descarriado, viviendo en la maldad) y de la cual solo no podía salir, de modo que
reclamaba la intervención de alguien, capaz de sacar al hombre del pozo en que había
caído por su propia culpa, hasta que se manifestó la bondad de Dios, la benignidad y el
amor de Dios para con los hombres, y Él mismo nos salvó, gratuitamente y
correspondiéndole a Él la iniciativa de salvación; de manera que la salvación se realizó no
por nuestras buenas obras sino por la misma misericordia de Dios; esta salvación se realiza
en concreto y para cada uno mediante el bautismo por el cual nacemos de nuevo y
comenzamos a vivir una vida nueva, de modo que el misterio de Dios queda concentrado
en las aguas bautismales. La carta a los Romanos también es reflejo de lo que expresa en
la carta de Tito, la Iglesia expone ampliamente en la riqueza de la liturgia toda esta
dinámica moral del nuevo estado, de la nueva creatura, dramatizándolo en diálogos,
gestos.
Bautismo de adultos: se considera adulto a quien tiene uso de razón, para la ley los 7
años, por lo tanto si tiene 7 años no se lo debe bautizar sin formación catequística previa,
siendo el bautismo entonces necesario para salvarse, reconocida esta necesidad surge el
grave deber de pedir y recibir el bautismo, y se debe administrar el bautismo a los adultos
previa competente preparación, sabemos que también hay excepciones, en caso de
peligro de muerte si no han perdido los sentidos deben ser preparados según las
circunstancias, insistiendo sobre la existencia de Dios creador y remunerador, de la Sma.
Trinidad y de la encarnación del Verbo, y ciertamente se lleva a pedir un acto de fe y
arrepentimiento de sus pecados, esto según lo permitan las circunstancias, además tener
presente que no deben ser bautizados aquellos adultos que no han manifestado la
intención de recibir el bautismo ni aquellos que no aceptan verdades cristianas, aunque
crean en un solo Dios, en el caso de los menores de edad si han llegado a la edad de la
discreción (15 años aprox.) tienen derecho a pedir el bautismo aun estando bajo la patria
potestad, sin embargo si los padres se oponen será mejor diferir el bautismo y aquí
ciertamente entra en juego una actitud pastoral, además tenemos que tener muy
presente que en nuestra religión católica muchas veces se niegan a bautizar a sus hijos
hasta que sean mayores y puedan elegir por sí mismos, de todos modos aquí entra en
juego de nuevo toda una actitud pastoral, en el caso del adulto moribundo que se halla sin
sentido o quizá destituido de la facultad de hablar si antes de llegar a ese estado hubiera
manifestado la intención de ser bautizado se lo puede bautizar y de aquellos que de
ningún modo consta que tengan o hayan tenido tal intención no se los debe bautizar.
La administración del bautismo: siendo el bautismo fuente de vida y por él los hombres
incorporados y constituidos en pueblo de Dios y por el cual se adquiere el derecho de
participar de los otros sacramentos es natural que la Iglesia haya tenido particular interés
en rodear su celebración no sólo de especial solemnidad sino de exigir las mayores
garantías para su eficacia y tener la mayor certeza de recepción, por eso para la
administración del bautismo se exigen las máximas garantías, primero del ministro que
bautiza, segundo de la materia que se usa, tercero de los ritos que acentúan su
significado, cuarto de los padrinos que atestiguan la fe y que garanticen su perseverancia
posterior y quinto de los elementos probatorios de su válida recepción. 1ero: a la
pregunta de por qué uno no puede administrarse el bautismo a sí mismo, los mismos
padres de la Iglesia ya responden que así como nadie puede engendrarse a sí mismo
tampoco puede renacerse, además siendo el bautismo puerta de la Iglesia es ella quien
por el ministro le abre esas puertas y lo acepta, porque nadie forma parte de una sociedad
si no es aceptado por ella, además el Señor mandó a los apóstoles a bautizar, no a enseñar
que cada uno se bautice, y debido a la importancia de este sacramento, la administración
ordinaria es la solemne, en la cual se observan todas las ceremonias prescritas en el ritual,
y en el que claramente se dice que los ministros ordinarios del bautismo son el obispo, el
presbítero y el diácono, la legislación eclesiástica en este punto no permite que haya
como una anarquía, la que se daría si cualquiera bautizase donde quiere y cuando quiere,
por eso ha dado prescripciones muy minuciosas al respecto, en principio bautizar es una
función pastoral reservada por lo tanto a los pastores por cuanto su preocupación por el
rebaño comienza por el bautismo pero no termina con él, por lo tanto para no obstruir la
acción total del ministerio pastoral existe una jerarquía de precedencia que es necesario
respetar, y por eso en la antigua iglesia la potestad episcopal se manifestaba de un modo
particular bautizando, la ley de la Iglesia señala que es necesario poseer licencia para
bautizar y la constitución Lumen Gentium 29 reconoce que es oficio propio de los
diáconos, pero aclara con la autorización competente, de modo que es responsabilidad de
los pastores preparar a los candidatos con una formación adecuada y tener el control de la
vida religiosa local, comprendiendo así que los que no tienen oficio pastoral no deben
lícitamente bautizar sin la debida delegación, por el hecho ya hoy muy común de que los
niños suelen nacer fuera del domicilio paterno (clínicas, hospitales, etc.) la ley señala los
límites dentro de los cuales puede dar el bautismo en esos casos, en caso de necesidad
ante peligro inminente y especialmente en peligro de muerte cualquier persona movida
por recta intención puede, más aún debe administrar el bautismo, Santo Tomás en la q 67
recordando que el bautismo es el más necesario de los sacramentos para salvarse la
misericordia divina dispuso que así como la materia del bautismo es común porque es el
agua, el ministro sea cualquier hombre, de modo que el bautismo se confiere realizando
solamente lo necesario para la validez del sacramento, esto es en la ablución con el agua,
que el agua toque el cuerpo, la forma prescripta y la intención de hacer lo que hace la
Iglesia, y aquí la Iglesia en esto es solícita porque manda a los párrocos que instruya a los
fieles en esto.
El bautismo se hace en el agua y el espíritu por disposición divina y muy justos motivos y el
1ero de ellos porque por el bautismo se nace a una vida nueva, el agua lo expresa
perfectamente, además porque los efectos del bautismo están claramente expresados en
el agua: limpia, renueva, lava, purifica, pero también el agua fue instrumento de grandes
hechos que tienen relación con el bautismo, y esto lo recuerda el ritual actual del
sacramento, sobre todo en el momento de bendecir el agua, en el principio del mundo,
dice el ritual, el espíritu soplaba sobre las aguas para que concibieran el poder de
comunicar vida, otro aspecto es el de las aguas del diluvio que prefiguraron el nuevo
nacimiento, porque una misma agua puso fin al pecado y dio origen a la santidad, otro
ejemplo es el de los hijos de Abraham liberados de la esclavitud de Egipto atravesando el
Mar Rojo, el agua que muestra cómo el pueblo fue salvado, y por último Cristo mismo que
no sólo quiso ser bautizado en las aguas del Jordán sino que consumado su sacrificio hizo
brotar de su costado junto con la sangre el agua, dando origen a los sacramentos de la
Iglesia. Debemos hacer una distinción: - materia remota, que refiere a toda agua natural
que provenga de mar, de pozo, aunque sea agua termal o medicinal, o de la licuación de la
nieve o del hielo, o aunque sea confeccionada en el laboratorio, pero en esto se insiste
porque no todo líquido es materia apta aunque en su composición entre en gran parte el
agua, dato a tener en cuenta porque entre nosotros no tenemos inconvenientes pero hay
lugares donde el agua no existe y ha sido tema de grandes conflictos, toda transmutación
del agua, sea natural o artificial si no destruye la especie agua es materia apta, de modo
que en la mezcla con otro cuerpo hay que atender si el compuesto no puede ser
considerado como agua verdadera, por lo tanto si ha dejado de serlo ya no es materia
apta, lo importante es que sea agua; - materia próxima: es la aplicación al sujeto de la
materia remota, que puede hacerse por inmersión, por infusión o por aspersión, el nuevo
ritual solo menciona los dos 1eros, es más la ley expresa que se usen esos dos según la
costumbre, 1) sumergida totalmente la persona 2) derramar el agua de modo que toque
el cuerpo 3) salpicar el agua, no está ya contemplado porque lo importante es que de la
acción resulte una verdadera ablución del sujeto, que el agua toque inmediatamente el
cuerpo, y puesto que los sacramentos son teología en acción, para la mayor comprensión
de su contenido todo debe desarrollarse dentro de un ceremonial capaz de ilustrar, de
avivar la fe poniéndola en actividad, no es lícito por lo tanto prescindir de las ceremonias
prescritas, y el ritual del bautismo usado hasta ahora es del 1614, y aunque en líneas
generales se conservan en el nuevo hay un mayor diálogo, mayor participación entre el
ministro y quien recibe el bautismo o quienes asisten a la celebración, de modo que hay
que darle un realce a los múltiples significados que se hacen en la celebración, llevarla
paso a paso, porque la ablución debe hacerse con agua bendecida para ese fin, pudiendo
hacerse para cada bautismo y además se destaca la expresión verbal de la forma, que
debe hacerse simultáneamente a la ablución del agua, debiendo contener
indefectiblemente los siguientes elementos: 1) el nombre 2) seguido de la persona del
bautizante, el pronombre personal “yo te bautizo”, si falta el “te” hace inválido el
bautismo 3) el acto de bautizar, significado en el verbo “bautizo” 4) la unidad de la
Trinidad, al expresar “en el nombre de…” 5) la Trinidad expresada en el nombre de cada
una de las personas, por lo que sería inválido el bautismo en nombre de la Santa Trinidad
o en nombre de Jesucristo, y además la distinción de las personas significada por la
conjunción “y”, “en el nombre del Padre y del Hijo y del espíritu Santo”, de manera que el
sacramento exige una materia y una forma sensibles según lo instituyó Cristo. En la forma
griega se dice “sea bautizado el ciervo de Dios, Carlos, en el nombre del…”, a nosotros no
nos es lícito usar esa fórmula, del bautismo dado en nombre de Cristo, Santo Tomás aclara
muy bien de una dispensa que el Señor ha dado para la enseñanza y la exégesis posterior
dice que esta excepción sólo quiere significar una diferencia entre el bautismo instituido
por Jesucristo y el del Bautista queda claramente definido que el bautismo se hace en el
nombre del y del y del.
Ritos: un rito es un sistema propio litúrgico que lleva consigo la misma voluntad de la
Iglesia, conocer los ritos, incluso tan lejanos a nosotros, nos hace descubrir el infinito
respecto de Dios por los hijos, manifiesto en la cultura, en el espacio, en el tiempo y en el
orden al culto debido a Dios porque precisamente el hombre es el que se expresa en un
espacio sagrado con gestos, actitudes, pero en un contexto mayor aún se va expresando
respetando su cultura, en signos litúrgicos que se agrupan formando ritos y familias
litúrgicas los cuales forman parte de una costumbre centenaria o inmemorial, a grandes
rasgos nos encontramos con la gran distinción de ritos (católicos) de oriente y occidente,
los de occidente son los más cercanos a nosotros por nuestra cultura. Lo que entra dentro
de la solemnidad del bautismo, si bien no afecta la validez de ningún modo puede
considerarse como superfluo, porque contribuye a la perfección del sacramento, de modo
que los momentos rituales no son un adorno sino un lenguaje expresivo utilizado para
hacer resaltar el sentido sacramental y grabar más hondo su significado, además los ritos
implican un compromiso formal de cumplir con lo explicitado, por ejemplo la luz, se
entrega para ser iluminado uno mismo pero también para llevar esa ley a los demás, el
vestido blanco no sólo significa la belleza espiritual sino también el compromiso de no
mancharlo con una conducta digna, por eso no debemos perder de vista la riqueza
espiritual, teológica y moral de los ritos, porque queda como letra muerta o lenguaje
desconocido cuando se desconoce su sentido y hasta se pueden tomar como actos
supersticiosos, de modo que las palabras deben ser pronunciadas adecuadamente, de
modo que todos entiendan, poner énfasis al comunicarlas, para que subraye lo sagrado
que se está viviendo, todo requiere ciertamente unción, de modo que la liturgia
sacramental debe ser realidad en nosotros como la cumbre a la que tienden la actividad
de la Iglesia y la fuente de la cual mana toda la fuerza.
Sacramento de la confirmación
La constitución Divinae Consortium Naturae del Papa Pablo VI, 15 de agosto de 1971,
presenta sintéticamente la doctrina que señala la Iglesia sobre este sacramento, allí el
Papa dice que por el sacramento de la confirmación aquellos que han nacido a la vida
nueva por el sacramento del bautismo reciben el don infalible del Espíritu Santo y por Él,
provistos de una fuerza especial y marcados con el carácter de este sacramento son
unidos más perfectamente a la Iglesia y están más estrictamente obligados a difundir la fe;
en los tratados antiguos (todo lo anterior al CVII) tanto morales como dogmáticos, se le
daba muy poca significación a este sacramento, deteniéndose más sobre las cuestiones
del ministro que sobre su sentido, importancia, efectos, de hecho debemos reconocer que
explicar su sentido ha sido siempre difícil a predicadores, catequistas y teólogos, al
explicar que en el bautismo se recibe con la gracia todo el organismo espiritual con las
virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo resulta difícil determinar la gracia
sacramental de la confirmación, y así los que han querido atribuirle la gracia especial de
desarrollo o crecimiento no le han concedido más que una especie de calor que
favoreciera la vitalidad ya recibida en el bautismo , otros han pretendido ver la diferencia
en que el bautismo da nacimiento al cristiano y la confirmación lo constituye al cristiano
soldado de la milicia de Cristo, otros más recientes han creído ver en el bautismo un
sacramento personal y en la confirmación la dimensión eclesial, el carácter comunitario en
el sentido que el confirmado tiene funciones oficiales que no tenía el bautizado aun
cuando ninguna de estas soluciones sea totalmente falsa ciertamente en sí mismas no son
satisfactorias ni tampoco se llega a una solución al resumirlas todas para formar el todo y
entonces esta incomodidad queda reflejada en la poca importancia que se le da al
sacramento en la enseñanza y la vida práctica de los fieles, quienes no creyendo lo
indispensable lo dejan como si fuera un sacramento de lujo, por no decir superfluo,
además con o sin este sacramento pueden recibirse todos los otros, aunque el derecho
canónico mande que para el matrimonio y el orden sagrado se esté confirmado,
ciertamente su carencia no impide el matrimonio y así se confirma entonces la opinión de
su poca importancia. En cuanto a los efectos los autores se sienten tan incómodos para
explicarlos y determinarlos como se deduce de todo lo ya expuesto, se detienen más bien
en describir el don de fortaleza y sus consecuencias y la vida cristiana que en precisar lo
característico del sacramento, actualmente debido a los problemas que plantea la pastoral
más dinámica que vive en la Iglesia, sobre todo por circunstancias de descristianización de
la sociedad se están haciendo estudios más profundos y al mismo tiempo adaptaciones
más concretas, tratando sobre todo de no desubicarlo del vínculo de los sacramentos de
la iniciación cristiana, así entonces todo intento de revisión debe empezar por escudriñar
la práctica y la doctrina de la Iglesia primitiva recordando que la teología primero fue
vivida y practicada, y poco a poco se fue escribiendo y sistematizando, tanto en este punto
como en los demás. La iniciación cristiana terminaba en los primeros siglos con la
recepción de la Eucaristía de modo que pasaba por tres etapas, bautismo, confirmación,
eucaristía, el hecho de que los tres sacramentos se daban en una sola ceremonia pudo
hacer creer que no consideraba a la confirmación como distinta del bautismo y así lo
consideraron los protestantes, contra los cuales se lanzó la condenación en el Concilio de
Trento, sin embargo en los escritos más antiguos aparece la confirmación como
complemento necesario del bautismo y los escritos más antiguos están en Hechos 8, 9-25
y Hechos 19, 1-10 (que no se confunda con Pentecostés). Algunos exégetas modernos
dudan de ver en estos textos una verdadera prueba de este sacramento, sin embargo la
premura con que acudieron los apóstoles a imponer las manos a los que ya habían sido
bautizados indica que consideraban a esta imposición de manos un complemento
necesario par recibir de un modo particular al Espíritu Santo, en el año 400 el Papa San
Inocencio I tomando ya de la tradición enseña que aunque el presbítero puede bautizar a
los infantes no debe marcarlos en la frente con el óleo sino que corresponde hacerlo a los
obispos que comunican al Espíritu Santo como lo enseña no sólo la tradición de la Iglesia
sino el libro de los Hechos de los apóstoles. Cuando la confirmación se administraba
conjuntamente con el bautismo no había preocupación especial por distinguir el efecto
propio de cada sacramento de iniciación cristiana, sin embargo es muy uniforme la
afirmación de que se da para recibir el Espíritu Santo y sin duda su infusión debe ser algo
especial, algo distinto de la gracia recibida en el bautismo, al respecto Santo Tomás
mantiene la analogía de la vida corporal considerando este sacramento como el desarrollo
de la vida de la gracia y más específicamente para robustecer esa vida con el vigor especial
necesario ante situaciones que podrían hacer fluctuar la fe, de modo que el bautismo sería
el sacramento de la buena salud y la confirmación el sacramento del coraje, de todos
modos no podemos dejar de reconocer que no todos los soldados de buena salud son
valientes frente al enemigo porque precisamente aquí entra en juego todo un proceso de
conciencia y libertad.
El ministro ordinario y extraordinario: para este sacramento debemos hacer una salvedad
porque aquí no hablamos de ministro ordinario sino que hablamos del ministro originario
de la confirmación que es el obispo quien una vez consagrado cuida administrar siempre,
válidamente y en todas partes y puesto que esta facultad le viene de su propia
consagración episcopal es de derecho divino y por eso su ejercicio válido no requiere
autorización alguna de nadie, el ejercicio de esta potestad viene dado desde el momento
de la consagración episcopal y para la licitud en la administración del sacramento la ley
exige que sólo se haga en su propia diócesis, el extraordinario es el presbítero a quien por
derecho común el obispo le confiere esta facultad.
El documento llega a algunas conclusiones, diciendo que es posible que en el futuro los
cristianos acudan menos frecuentemente al sacramento de la reconciliación, es posible
que también se acuda cada vez menos al sacerdote para preguntar cuál es la decisión más
acorde con la moral, es posible también que los cristianos encuentren menos conflicto con
las posiciones de la Iglesia respecto a determinadas maneras de proceder, pero todo ello
no significará relajamiento moral ni relativismo, podría significar un progreso en la
madurez moral cristiana, podría significar la terminación de una época legalista, juridicista
y hasta quizá ineficiente en el progreso de la comunidad cristiana y que dé inicio a un
cristianismo serio, responsable, autónomo y capaz de decidir de manera efectiva en el
mejoramiento de una sociedad que sigue a Cristo y por lo tanto a la doctrina evangélica
fundamental de nuestra religión, de modo que vemos que en el sínodo queda abierto a
una posibilidad de renovación. Este sínodo se convoca precisamente por ciertas
desviaciones postconciliares que se fueron manifestando, donde gran influencia ha tenido
la pérdida del sentido del pecado, una realidad que muestra cómo se ha eliminado Dios y
el demonio juntamente, presentando un mundo donde no hay santos ni pecadores, en
torno a esto se ha llegado incluso a hablar de la moral auténtica, donde no cabe ni Dios ni
el demonio, hay que ser auténtico, como uno es, la norma de moralidad no existe, no es
corriente cristiana; también la psicología y psiquiatría sin Dios que muchas veces más que
en medicinas de las afecciones mentales se han convertido en cirugía dedicada a amputar
el órgano de la sensibilidad moral, la conciencia, muchas situaciones también novelescas
presentan hasta personajes desprejuiciados, el avivado, el atrevido que triunfa, contra el
apocado religioso, el indeciso, se fue creando una mentalidad difusa de la cual nació la
moral sin pecado, uno de los grandes exponentes es Freud y sus seguidores, porque el
pecado concentrando la preocupación en la culpa origina psicosis y que solo se vence con
actos objetivamente contrarios a la moral, el eje del psicoanálisis es que hay que liberarse
del trauma (a costa de lo que sea). Esta moral sin pecado ha llegado a poner en duda
hasta la misma posibilidad de pecar, apoyados en los datos de la psicología que descubre
que la libertad necesaria se halla frenada o tal vez anulada por los condicionamientos que
muchas veces pueden ser biológicos pero generalmente hacen hincapié en lo social y
religioso, incluso aun en la actualidad podemos encontrar confesores que basados en
estudios sobre psicología infantil no sólo llegan a afirmar que los niños antes de la
pubertad no pueden tener la conciencia desarrollada de modo que sean capaces de pecar
sino que en la práctica aunque admiten a los niños a la 1era comunión los rechazan del
confesionario antes de esa edad. El documento va a decir que los niños tienen que recibir
la comunión y la penitencia desde la edad de la discreción, el Papa Pablo VI explícitamente
manda poner fin a esa práctica de no confesar a los chicos y por ende en todas partes
tienen que observar el decreto “quan singulari”, no se trata de regimentar la confesión de
modo que se aplique a los niños un criterio estandarizado sin tener en cuenta la diferencia
de capacidad que existe entre niño y niño porque si la fe es infantil el raciocinio también
es infantil pero no es irracional, además la introducción en algunas partes de la absolución
colectiva con motivo de celebraciones públicas de la penitencia muy útiles por cierto pero
mal realizadas y peor comprendidas van dando lugar a interpretaciones encontradas con
la verdad de la Iglesia ya enseñada en Concilios anteriores. Otros para hacer más fácil han
sostenido el valor sacramental del acto penitencial que se hace al principio de la misa, por
lo tanto sería innecesaria la confesión y quedaría abolida la confesión secreta, por otro
lado en aquel tiempo en Roma se estaba estudiando la posibilidad de introducir diversas
formas de administrar el sacramento y la prensa malintencionada lanzó una noticia de la
posible abolición de la confesión, lo cual dio lugar a declaraciones episcopales y del Papa,
pero en ese tiempo y ese punto nos encontramos con una noticia de la que muchos fieles
se hicieron eco quedando en muchos que ya no es necesario confesarse, pero el ritual
declara expresamente que por disposición de Dios misericordioso para recibir el remedio
saludable del sacramento de la penitencia el fiel debe confesar al sacerdote todos y cada
uno de los pecados graves que recuerda después de examinar su conciencia.
Actos del penitente: cuando hablamos de los sacramentos en general los actos propios del
sujeto son necesarios para percibir el efecto o los frutos del sacramento ya constituido, así
por ejemplo la falta de fe o de amor no hacen inválida la Eucaristía pero serían ineficaces,
en la penitencia a tal punto entran en la estructura del signo sacramental estos actos que
sin ellos no habría sacramento como por ej también en el matrimonio la alianza es
constitutivo del mismo, el Concilio de Trento va a dar un lugar preponderante al
sacramento de la penitencia (reacción contra el protestantismo el Concilio de Trento), dice
que son cuasimateria de este sacramento los actos del penitente, a saber contrición,
confesión, satisfacción, que por institución divina se requieren para la integridad del
sacramento y para la plena y perfecta remisión de los pecados, por esa razón son partes
de la penitencia. De modo que la exigencia de estos actos personales viene de la
naturaleza propia del pecado que es voluntario rompimiento con Dios, un deliberado
apego a lo malo, a lo torcido y por lo tanto la metanoia (cambio, transformación) exige un
cambio de actitud y una rectificación del desvío en que el hombre se ha colocado
pecando, el Concilio le llama a estos actos cuasimateria en cuanto que son sensibles pero
no materiales, pero son tan necesarios para la realización del sacramento como lo es el
agua para el bautismo, aunque no todos los teólogos conciben del mismo modo esta
necesidad. Para Santo Tomás estos actos son materia que hacen el sacramento porque no
dejan de ser actos exteriores sensibles que guardan respecto a este sacramento la misma
relación que el agua respecto del bautismo, a tal punto que Santo Tomás le llama a estos
actos integrales pero no como partes que completan el sacramento sino que él las
considera integrantes entre sí, porque conjuntamente deben constituir el todo, y él afirma
sin que cada una de ellas tenga su virtualidad ni toda su esencia, es decir que cada una de
las partes integran la materia constituida en su totalidad y además los actos del penitente
cumplen perfectamente su misión de simbolismo propio de los sacramentos, significando
la gracia propia de este sacramento en lo que hace a la aversión del pecado y la vuelta a
Dios que espera para perdonar. Por otro lado respecto de los actos del penitente los
escotistas van a sostener que son partes complementarias del sacramento y que obran
como requisitos previos necesarios y en este sentido serían disposiciones internas
subjetivas que para unos basta de hecho existan en el alma sin necesidad de manifestarla
pero también ante esta postura están quienes sostienen que deben ser sensibles para que
puedan ser percibidas y de ahí en adelante se juzgue y se pueda hacer lo que se llama el
veredicto y la sentencia absoluta, el argumento de quienes sostienen esto está en la
práctica de la Iglesia de absolver a los moribundos privados de sus sentidos e
imposibilitados de realizar los actos propios del penitente, pero siempre la Iglesia la ha
puesto en duda, diciendo que se da condicionalmente porque si pudiera servir en dicha
emergencia, siguiendo entonces el Concilio la absolución del sacerdote tiene todo su
sentido de forma si afecta a los sentidos del penitente manifestado por los actos
requeridos, además en la mente del Concilio es un acto judicial, una sentencia que recae
sobre todo el proceso instituido, lo cual exige un conocimiento de la causa para hacer un
juicio justo y este juicio más que sobre la culpabilidad debe dirigirse a las disposiciones de
repudio del pecado cometido, como así también a la buena voluntad de asumir los
compromisos que derivan de la culpa y además de la misericordia de Dios que espera
también un cambio de perspectiva en el futuro.
La contrición: ocupa el primer lugar entre los actos del penitente y es un dolor del alma y
detestación del pecado cometido con propósito de no pecar en adelante y además va
acompañada de la confianza en la divina misericordia; ocupa el 1er lugar porque los otros
actos, c y s, en algunos casos pueden faltar, por ej moribundos, casos de urgencia,
mientras que si falta la contrición el sacramento es nulo porque si no hay contrición
todavía continúa la aprobación del pecado pasado, el apego de la voluntad al mismo,
incluso con el ánimo de reincidir en cuanto se presente la ocasión; la contrición implica
entonces no solamente la cesación del pecado y el propósito de una nueva vida sino que
se requiere según el mismo Concilio una sincera detestación de la vida pasada, pecadora.
El Concilio entonces recalca que es necesaria la confianza en la divina misericordia, lo cual
supone una fe más o menos esclarecida aunque sea implícita y en esto insiste porque
generalmente la debilidad de la contrición es producto de falta de fe o de poca vitalidad
para despertar el dolor auténtico, hay que procurar avivar la fe, por eso el nuevo ritual
incorpora la lectura de la Palabra de Dios, ahora, no hay remisión posible si no se cree en
el amor misericordioso de Dios, aquel hijo pródigo del evangelio si hubiese creído que su
padre muy ofendido por su actitud iba a ser extremadamente severo con él no habría
regresado, es más podríamos decir que hubiera dado todo por perdido, porque es
suficiente la vergüenza del pecado, la decepción, incluso el reconocimiento del mal
cometido si no hay confianza en la misericordia, Santo Tomás en este punto pone el
ejemplo de Judas que reconoció su pecado y quiso deshacer lo hecho queriendo restituir
las 30 monedas pero no creyó en la misericordia (se suicidó), como sí creyó Pedro, por eso
no creer en la misericordia de Dios es creer que es vengativo ignorando que la
misericordia como dice Santiago en el capítulo 2 está por sobre el juicio. Además si la
enseñanza de los profetas no fuera capaz de alimentar la fe en la misericordia la cruz y la
pasión de Cristo serían un argumento sin sentido, patético, porque en él hay un
ofrecimiento para la remisión de los pecados, de las manchas de las que los hombres no
han podido ser purificados por la ley, por eso en Hechos aquel que cree en Él es
justificado, de modo que es por el derramamiento de su sangre que se obtiene la remisión
de los pecados y de este modo resulta que el perdón de los pecados es una participación
efectiva en la pasión de Cristo que se hace manifiesta y segura por el sacramento de la
reconciliación instituido como canal de gracia que se conecta con su fuente que es el
calvario, de aquí entonces aquellas palabras de Jesús, lo que quiero es misericordia y no
sacrificios.
1) lo cual implica que debe existir de verdad aunque no sea sensible (no es asunto de
sentimiento sino de voluntad) de manera que las muestras exteriores de dolor no
tienen valor alguno si no son expresión de la verdad interior, esto nos lleva a
reafirmar que el creer que se tiene la contrición suficiente no hace que exista lo
que en realidad no existe porque no es cuestión de buena fe sino de realidades
concreta. Otro dato interesante respecto de la contrición está en aquellos
penitentes que se acusan de dolerse de no sentir dolor, aquí ya el Concilio de
Trento considera esta cuestión enseñando que si existe la detestación del mal
pasado y el empeño por cambiar eso ya es desapego del pecado, vuelta a la casa
del padre, de modo que hay entonces suficientes razones para presumir que el
dolor es verdadero.
2) Un acto hecho bajo el influjo de la gracia actual que nunca se niega a quien tiene la
buena voluntad
3) Se extiende a todos los pecados mortales aunque no los tenga presente en el
momento. Si el pecador se arrepiente movido por un solo pecado particular los
otros no serían afectados por el arrepentimiento y por lo tanto permaneciendo
ellos no habría infusión de gracia alguna, esto no significa que sea necesario
concebir el dolor explícitamente de cada pecado sino que basta el dolor implícito,
lo cual se concibe cuando el motivo de contrición es general y ese motivo incluye
todo pecado.
4) Por la contrición el pecador arrepentido cambia totalmente su opción, de modo
que si el pecado le hizo preferir la creatura al Creador por la contrición debe
cambiar totalmente de dirección.
El Concilio de Trento hace una distinción entre contrición perfecta (procede del amor de
Dios) y contrición imperfecta o atrición (la causan motivos de orden inferior), esta división
perdura desde el siglo XII debido a la importancia que se le da a los motivos que causan la
contrición, ya que ésta es la que produce la justificación y esto lo encontramos en Jn 14
cuando Jesús dice si alguien me ama ese será amado por mi Padre e iremos a Él, aquí nos
estamos encontrando ya con la caridad perfecta.
Propósito
Confesión
La declaración de los pecados propios o confesión secreta no es sólo parte del sacramento
de la reconciliación sino también elemento importante de la conversión total a Dios. Santo
Tomás dice que el pecado contribuye fuertemente a convertir al hombre en hipócrita ante
su propia conciencia, ante los demás y ante Dios mismo, y la única manera de volver a la
sinceridad es reconocer la culpa, es confesar el pecado. Mateo 7 – Juan 3.
La confesión debe estar revestida de estas características propias, acto de culto y signo de
la gracia, distinguiéndose de un simple desahogo psicológico. La confesión es una
verdadera alabanza a Dios porque lo reconocemos santo y misericordioso y cuya voluntad
es que todos nos salvemos.
La confesión es la parte más laboriosa del sacramento, tanto para el penitente que debe
superar la natural repugnancia de desnudar su alma como también para el confesor que
debe armarse de gran paciencia y de una elevada dosis de comprensión. El penitente hace
un acto de fe muy grande al aceptar someterse al plan de Dios que ha establecido una
comunidad de salvación para facilitar nuestra conversión y al mismo tiempo garantizarnos
el perdón con signos sociales, sensibles y eficaces de justificación, por eso es necesario
que los fieles comprendan que este sacramento ha sido establecido en beneficio del
pecador como una medicina segura de curación y no para avergonzarlo y humillarlo. La
confesión implica desapego y ruptura, tanto más decidida y sincera cuanto más costosa ha
sido la declaración humilde de las culpas. Es un error creer que la confesión hecha un
manto de olvido sobre el pasado como si no hubiese existido, al contrario uno recuerda
las derrotas sufridas para estimularse a futuras victorias.
Integridad material: consiste en declarar todos los pecados graves cometidos y que no han
sido absueltos directamente por la confesión.
Integridad formal: confesar los pecados que uno recuerda al momento de ejercitar el
sacramento y cuya declaración no esté impedida por otro motivo.
Sigilo sacramental
La violación de dicho sigilo puede ser directa o indirecta, la 1era se da cuando se revela el
pecador y el pecado, aunque sea leve, y la 2da cuando por lo que se dice o se hace los
demás pueden llegar a descubrir o sospechar quién es el pecador. La ley de la Iglesia
destaca que el confesor que viola directamente el sigilo sacramental incurre en
excomunión reservada a la Santa Sede apostólica, y a quien lo viola indirectamente se lo
ha de castigar en proporción con la gravedad del delito.
Requisitos previos a la ordenación sagrada: *La confirmación *La admisión: antes del
diaconado se debe hacer el rito de adscripción como candidato con la admisión del obispo
propio o del superior, y previa petición escrita firmada a mano por el mismo candidato y
aceptada también por escrito por la autoridad *Ministerios: se deben recibir y ejercitar
durante un tiempo oportuno los ministerios de lector y acólito y la ley manda que entre el
acolitado y el diaconado debe darse un espacio del al menos 6 meses *La declaración de
libertad: antes del diaconado el candidato entregará al obispo propio o al superior una
declaración escrita firmada por él, testificando que recibirá el orden sagrado espontánea y
libremente y que se dedicará al ministerio eclesiástico a perpetuidad *La aceptación del
celibato (con la excepción del candidato a diácono permanente ya casado) *Ejercicios
espirituales: antes de recibir cualquier orden los candidatos deben realizar ejercicios
espirituales durante 5 días al menos.
De modo que antes se destacaba mucho que la prole era el fin primario y predominante
del matrimonio hasta el punto que todo lo demás sólo tenía sentido si estaba subordinado
a él, pero el Concilio va a destacar ahora la comunidad de amor.
La ley eclesiástica apoyada en la ley divina señala como propiedades esenciales del
matrimonio la unidad (consiste en que un verdadero matrimonio canónico sólo es posible
entre un solo varón y una sola mujer, la monogamia es el medio para lograr los fines o
valores del matrimonio) e indisolubilidad (aquella propiedad esencial del matrimonio en
virtud de la cual el vínculo conyugal válidamente constituido no puede disolverse ni
extinguirse salvo por la muerte de uno de los cónyuges)