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Teología Sacramental II

Unidad 1 no se toma

BAUTISMO

La importancia que tiene en la teología el estudio del bautismo no deriva sólo por ser un
sacramento de absoluta necesidad para salvarse, ni por ser la 1era puerta de entrada a la
Iglesia de Dios sino que la importancia le viene porque de él surge el imperativo
característico que impele al hombre a vivir como cristiano. San Pablo afianza este aspecto
con todos sus imperativos no sobre preceptos o prescripciones que regulan la conducta
sino sobre el ser nuevo que reclama un desarrollo de todas las facultades y en donde
radica la perfección; la doctrina o teología de la justificación la expone San Pablo de un
modo certero, maravilloso, en la doctrina misma del bautismo, que la encontramos en la
carta de Tito cap. 3, allí expone el estado de miseria en que el hombre se encontraba
(descarriado, viviendo en la maldad) y de la cual solo no podía salir, de modo que
reclamaba la intervención de alguien, capaz de sacar al hombre del pozo en que había
caído por su propia culpa, hasta que se manifestó la bondad de Dios, la benignidad y el
amor de Dios para con los hombres, y Él mismo nos salvó, gratuitamente y
correspondiéndole a Él la iniciativa de salvación; de manera que la salvación se realizó no
por nuestras buenas obras sino por la misma misericordia de Dios; esta salvación se realiza
en concreto y para cada uno mediante el bautismo por el cual nacemos de nuevo y
comenzamos a vivir una vida nueva, de modo que el misterio de Dios queda concentrado
en las aguas bautismales. La carta a los Romanos también es reflejo de lo que expresa en
la carta de Tito, la Iglesia expone ampliamente en la riqueza de la liturgia toda esta
dinámica moral del nuevo estado, de la nueva creatura, dramatizándolo en diálogos,
gestos.

Antiguamente se llegaba de manera oficial a la celebración del sacramento después de


períodos de preparación más o menos prolongados, en el libro de Hechos II encontramos
una gran riqueza en este aspecto “conviértanse, hagan penitencia y háganse bautizar” con
lo cual ya se nos muestra que se está inaugurando una vida nueva, de fidelidad, y el
catecumenado de una simple catequesis de preparación se convirtió en una institución
oficial de formación cristiana que culminaba con una verdadera encuesta sobre el
candidato, encuesta que debía estar abalada por la comunidad, pero la Iglesia que vivía en
el mundo pagano tuvo ritos e instituciones que fueron respondiendo a los momentos
históricos y ya en tiempos de Constantino, donde los bautismos eran múltiples, hacen
desaparecer poco a poco el catecumenado reduciéndolo a la sola preparación cuaresmal;
entonces los primeros tiempos y las herejías contribuyeron al desarrollo de la teología del
pecado original, pasando a la práctica del bautismo la insistencia sobre la destrucción del
pecado original, con lo cual se perdió poco a poco el colorido y la elocuencia propicios del
signo como tal, buscando más la eficacia objetiva que el compromiso de conversión, la
sociedad posterior organizada ya en regímenes de cristiandad ejerce una verdadera
presión sociológica a favor de los sacramentos, más especialmente del bautismo, y
aunque las costumbres se iban relajando la gente permaneció fiel a la práctica de bautizar
a sus hijos aunque los motivos no siempre estaban inspirados en la fe.

Actualmente el mundo paganizado ha forzado a la Iglesia a asumir una actitud de misión


viéndose obligada nuevamente a evangelizar a los padres que solicitan el bautismo para
sus hijos, por eso la mayoría de los cristianos no encuentra en el hecho de estar bautizado
un motivo para llevar una vida diferente de los que no lo están, sobre todo en el campo
económico, matrimonial, y ya ahora en el simple terreno de la sexualidad. La pastoral del
bautismo entonces se encuentra con problemas nuevos que debe resolver y debe estar
organizada sobre un sólido fundamento doctrinal que ilustre y que avive la fe,
precisamente las actitudes diferentes y a veces contradictorias que se advierten en la
pastoral del bautismo provienen de la confusión de ideas, tanto en la comprensión de los
principios como en la aplicación a casos concretos, ejemplo: la actitud de conceder el
bautismo a cualquiera que lo solicite basados en la necesidad del mismo o en su eficacia
sacramental, y la otra contraria denegarlo si no hay garantías ciertas de una vivencia de fe,
y aunque ambas fundadas en verdades que nadie pretende negar en su aplicación práctica
puede significar una salida cómoda para ahorrarse el esfuerzo de adaptación necesario,
con lo cual o se quebrantan otros principios o se exponen a peligros difíciles de prever ,
por ello la pastoral actual en vez de pronunciarse por una actitud o por otra tiende a
conjugar las verdades en que ambas se apoyan y subrayando unas u otras según las
circunstancias de lugar, ambiente o personas, por eso debemos tener muy presente que
como dice Santo Tomás de Aquino Q. 70, los sacramentos son protestación, queriendo
decir profesión de la fe pero de un modo más especial, el bautismo se llama sacramento
de la fe, y esta fe puede estar expresada de distintos modos independientes, en primer
lugar objetivamente, porque toda la acción sacramental antes de la intervención personal
del ministro o del sujeto es una afirmación de fe cristiana que la misma estructura del
sacramento proclama, y así como ciertas posturas usadas en el culto por sí mismas son
expresión religiosa , así el sacramento en sí mismo es expresión de la fe de la Iglesia y no
de este o aquel sujeto, 2do lugar la expresión de fe sacramental, que no es algo estático
porque el sacramento es propiamente una acción realizada por alguien, quien al ponerla
conscientemente, expresa sus propios sentimientos de fe, por lo tanto la
sacramentalización es manifestación de la fe del ministro aunque sigue manteniendo la
acción su significado objetivo, y el 3ero, la acción sacramental está destinada a producir
varios efectos, si no produjera ninguno sería vana, no habría sacramento, y al producir un
efecto, ese efecto es en alguien que lo recibe, quien al recibirlo hace suyo el sentido que
expresa la acción que en él se está realizando, por lo cual el sacramento es también
expresión de la fe del sujeto, la cual al menos será implícita desde el momento de la
sacramentalización, el momento en el cual se está realizando, para el adulto desde el
momento que acepta la sacramentalización (porque el niño es llevado por la fe de sus
padres)

Sabemos que para la fe de los sacramentos no se requiere la fe del ministro, pero la


Iglesia, que es la dispensadora de los mismos, dice Santo Tomás, quiere bautizar, para que
los hombres queden purificados de sus pecados y por ello en lo que a ella corresponde
quiere dar el bautismo a quienes tienen la fe conveniente sin la cual no hay remisión de
los pecados y por lo mismo deben negarse los sacramentos a quienes no quieren
apartarse del pecado, a los que no están dispuestos a salir de la infidelidad, q 3 de la suma
teológica artículo 68. Además hay que tener presente que el efecto del bautismo no es
transitorio sino que el que lo recibe queda constituido en un estado permanente,
miembro de Cristo y de la Iglesia, y este nuevo estado exige en él un compromiso serio de
conducir su vida conforme a su nueva dignidad de modo que no haya contradicción entre
su conducta y su nueva condición. Por eso en el bautismo se exigen garantías que no
reclaman otros sacramentos, como son en 1er lugar las de los padres pero
fundamentalmente las de los padrinos que son fiadores, no sólo de las disposiciones
presentes sino de la perseverancia futura, y así como un nuevo nacimiento es un hecho
social en el sentido que el recién nacido forma parte de una sociedad, porque nació en un
contexto social, en la familia, y además compromete a la sociedad ocuparse de él, porque
sabemos que solo un niño no puede realizarse ni física ni espiritualmente, así entonces el
bautismo no resulta un acto de exclusiva actividad privada sino que por él queda
incorporado a una sociedad, prescindiendo de la cual no podría salvarse, por eso podemos
decir que el primer efecto del bautismo es social, porque nos incorpora a la sociedad
salvífica y mediante ello se obtendrá la salvación individual, porque Dios quiso santificar y
salvar a los hombres, no individualmente y aislados entre sí, sino constituidos en un
pueblo.

Pastoralis actio  20 de octubre de 1980, fuerte movimiento postconciliar, se hace una


consulta a las conferencias episcopales y surge este documento; es muy actual porque nos
muestra la realidad, las cosas no cambiaron tanto, se recuerda la importancia del ritual del
bautismo del niño y este documento se promulga como respuesta a objeciones que se
estaban instaurando ¿es necesario el catecumenado antes del bautismo? otro planteo
¿es necesario bautizar a los niños? porque el concilio viene a mostrar qué significa la fe,
las cosas estaban siendo distorsionadas en su concepto, entonces la idea de que había que
conferirlo a la edad adulta, 13 años; la Santa Sede hace una encuesta sobre esta
problemática y el documento va a recordar puntos esenciales de la doctrina de la Iglesia
que no se pueden negar, y a la vez también dar directrices pastorales, en primer lugar va a
hablar de la doctrina de la Iglesia que no se pueden negar, y a la vez también dar
directrices pastorales, y va a decir respecto del bautismo de una praxis inmemorial, va a
citar a Orígenes, a San Agustín, y San Irineo va a decir que entre los bautizados hay niños e
infantes en su tiempo, de manera que echa por tierra la cuestión de si los niños deben o
no, si deben, avanza el documento y dice que en el siglo III manda bautizar en primer lugar
a los niños y dirá si estos no hablan que hablen sus padres por ellos, exigencia a los padres
para que lleven a los hijos a bautizarse, en el siglo IV el bautismo de niños sufre cierto
retroceso, San Ambrosio pedirá que no se retrase el bautismo de los niños, de todo esto
entonces la enseñanza del magisterio a fines del siglo IV con el auge del pelagianismo, la
Iglesia manda bautizar a los niños, es un momento fuerte de insistencia y en el año 418 el
Concilio de Cartago explícitamente condena a quienes niegan el bautismo de los niños.
Avanzando, en el año 1312 refiere el Concilio de Viena al efecto del bautismo en niños y
adultos también, que no implica sólo la remisión de los pecados sino también la gracia y
las virtudes, también el concilio de Florencia en 1442 hará referencia a que se bautice
prontamente a los niños, el documento hablará también del bautismo como misión de la
Iglesia, en el evangelio de Mateo (al final, 28) y cap 16 de Marcos, se nos pide responder a
la misión de Cristo porque todo bautizado forma parte integrante y fecunda de la misión
de la Iglesia, por el mismo mandato de Jesús “vayan y bauticen” y la Iglesia viene
enseñando que no conoce otro medio regular para que los niños entren al cielo más que
el bautismo, por eso si bien los niños no pueden profesar la fe, la Iglesia bautiza en su
propia fe, Santo Tomás enseña que el bautizado no cree por un acto personal sino por la
fe de la Iglesia que es quien le comunica precisamente, y esto queda reflejado en el ritual
cuando la Iglesia pide a padres y padrinos que profesen la fe en la que son bautizados los
niños, esto conlleva ciertamente el consentimiento de los padres (excepto en peligro de
muerte), pero el documento también reconoce las dificultades que surgieron, uno de ellos
es el tema del bautismo y el acto de fe, la respuesta: la Iglesia toma de la Sagrada Escritura
Hechos de los apóstoles cap 16 y 18 donde se nos narra que se bautizaba toda la familia,
se deduce que niños había y entonces eran bautizados, pero a la vez como el sacramento
es causa entonces no sólo se significa la fe en el sacramento sino que se causa la misma;
otro aspecto, el del bautismo y la recepción personal de la gracia, toda gracia está
destinada a una persona, esa gracia debe ser acogida conscientemente pero el niño en
persona antes de su manifestación como tal, de modo que su conciencia y su libertad
dispondrán de las energías difundidas en su alma por la gracia bautismal, otro aspecto es
el bautismo y la libertad del niño, el bautismo sería un atentado contra la libertad del
niño, de modo que la actitud neutra de una familia, sobre todo religiosa, es una opción
que privaría del bien esencial, la idea que subyace es ésta: “que elija cuando sea grande”.
Si se dice que el bautismo compromete la libertad debida que todo hombre tiene para con
Dios, obligaciones imprescriptibles, entonces sí podrá suceder que al llegar a adulto esta
persona rechace las obligaciones debidas al bautismo, en ese aspecto pastoralmente se
puede tranquilizar a la familia, hicieron lo que debían en lo referente a la educación de sus
hijos.

El bautismo de infantes: no obstante el ordenamiento jurídico de la Iglesia y la crítica que


muchas veces se le hace, los hombres en general preferimos normas precisas a que
atenernos cuando debemos actuar y sin preocuparnos mayormente de las razones
doctrinales en que se apoyan tales normas, por eso la ley del menor esfuerzo nos hace
contradictorios, porque si se pregunta por qué algo se hace así o por qué se adquieren
tales condiciones para proceder de un modo determinado la respuesta es porque así lo
dispone la ley, y tal es el caso del bautismo porque hasta hace poco nadie pensaba que el
bautismo de los niños presentara problema alguno, porque siempre se hizo así y ahora el
sólo planteo del mismo en muchos aspectos hasta incluso escandaliza. La ley de la Iglesia
es bien precisa, el bautismo nos dice, es puerta y fundamento de los sacramentos, para
salvarse es necesario que todos lo reciban, por eso advierte que es grave obligación que
tienen los fieles de hacer bautizar a los niños cuanto antes, la obligación recae sobre el
“cuanto antes”, sobre todo por el compromiso de salvación, claro que los adelantos de la
humanidad, sociales y en medicina, han reducido notablemente el peligro de mortalidad
infantil pero también este motivo ha contribuido a despreocuparse de dicha urgencia, por
lo cual se difieren los bautismos de los niños con pretextos como la concurrencia del
cumpleaños o la ausencia del padrino elegido por los padres. Contra este abuso ya en los
años 50 el llamado santo oficio da indicaciones precisas recordando el cumplimiento de la
norma, porque habían comenzado a plantearse ciertas cuestiones, sobre la muerte de los
niños muertos sin el bautismo, y se dudaba incluso de la necesidad del mismo, la norma o
la ley de la Iglesia, es ciertamente reflejo de la costumbre de la Iglesia, esta costumbre
debe ser siempre preferida de manera que hay que atenerse más a su autoridad que a la
doctrina de Agustín o Jerónimo, dice Santo Tomás Q 10, por eso el desarrollo de la
doctrina del pecado original ya contaba con mucho desarrollo previo. En la Iglesia el
problema actualmente es sobre todo pastoral, porque si bien no se duda la validez del
bautismo conferido a los niños hay sobrados motivos para dudar de la fidelidad a los
compromisos que el sacramento implica, por eso que ésta ha obligado a pastores y
teólogos a reflexionar sobre la práctica bautismal, y en este empeño no quedamos fuera
de los peligros, de los excesos teológicos, porque si es cierto que en el bautismo de los
niños la participación del sujeto es casi nula y exclusivamente pasiva, y por lo tanto el
aspecto humano de la acción sacramental es sólo del ministro sin embargo no se debe
olvidar que los elementos esenciales del sacramento se hallan presentes en esa acción y
los efectos fundamentales se realizan plenamente, por eso los excesos pastorales se
refieren aquí a cierto rigorismo en la práctica que incluso no están exentos de error
teológico. No es buena entonces la pastoral que no se funda en la teología que no tenga
consecuencias pastorales, por eso el problema se presenta bajo tres aspectos: 1. El
problema exegético e histórico: teniendo presentes los libros del NT que hablan de la
Iglesia primitiva, Hechos y cartas fundamental, se nos relatan hechos aislados que tienen
relación con el nuevo pueblo de Dios, y así en los Hechos de los apóstoles 16 y 18, se nos
narran por ej. el bautismo de tal y toda la casa, de modo que la casa comprende a todos
los que componen mujeres, niños y esclavos, es normal que en una casa haya niños, por
eso el bautismo de niños se hacía, insistimos en eso por la necesidad de la fe para el
bautismo, los apóstoles para bautizar le exigían a los adultos, pero cuando se bautizaba
una casa entera, la fe del jefe de la familia era la garantía de la fe de los demás miembros,
en el cap. 16 carcelero, de modo que el bautismo en los 1eros tiempos claramente se
administraba a adultos y a niños, 2. Teológico, porque San Agustín dice que la fe es la que
ha provocado la acción curativa del Señor; el bautismo es sacramento de la Iglesia y tiene
el sentido que ella le da y la eficacia que ella cree y posee, por eso se requiere la intención
de hacer lo que hace la Iglesia, de ahí que la fe de los padres y/o padrinos tiene valor
porque son miembros de la Iglesia, San Cipriano dice “sólo la Iglesia es la que unida a
Cristo engendra espiritualmente” “y para tener a Dios por padre es necesario tener a la
Iglesia por madre”, y San Agustín en su predicación por convencer a los fieles de la
realidad del pecado original parte de la práctica común del bautismo de los niños, los
niños son llevados a la Iglesia pero todavía no pueden caminar con sus propios pies, pero
va con los de otros, para ser curados, así es como la madre Iglesia le presta los pies a otros
para que vengan, el corazón de otros para que crean, los padres y padrinos, y la lengua de
otros para profesar la fe; avanzando en este tema Santo Tomás en la Q 69: los niños creen
no por un acto propio sino por la fe de la Iglesia que se les transmite, además el
sacramento produce su efecto si no se pone obstáculo y junto con él se infunden la gracia
y las virtudes. 3. Pastoral: de la absoluta necesidad del bautismo que surge de las mismas
palabras de Jesús, no tendría que haber ningún obstáculo pero la diversidad de conductas
que adoptan los pastores frente a la administración de los sacramentos y especialmente
en la cuestión del bautismo de los niños, indica bien claro que existe un problema pastoral
cuya solución ni es fácil ni puede ser uniforme, en toda acción pastoral hay subyacente
una cuestión de doctrina y la renovación pastoral precisamente se basa en el nuevo
enfoque de la teología sacramental, que trata de traer a la luz toda la dimensión del
sacramento: culto a Dios, santificación de los hombres, y edificación de la Iglesia
(sacrosantum concilium 59); la diversidad de conductas, entonces, que se señalan, exigiría
un ordenamiento jurídico que diera unidad, evitando la desorientación, tanto por parte de
los pastores como de los fieles, a principios de siglo XX parecería ignorarse el problema
pastoral porque la ley decía que exigía que los niños sean bautizados cuanto antes y no se
decía más, en aquel tiempo la Iglesia suponía un ambiente familiar cristiano.

Las prescripciones de la ley de la Iglesia en este punto son gravemente obligatorias, de


modo que no pueden quedar tranquilos de conciencia aun aquellos pastores que hagan
suyas alguna de las opiniones que pretenden que en esos casos Dios proveerá, unos creen
que la voluntad salvífica de Dios que quiere que todos se salven excusa a tales niños de la
ley del bautismo, precisamente por la imposibilidad de someterse a ella, otros suponen
que en el momento de la muerte Dios daría al niño la capacidad de producir un acto de fe
y de caridad, capaz de asegurar la salvación, también otros consideran que así como para
el bautismo la fe de los otros (de la Iglesia) es suficiente para recibirlo válidamente,
sustituyéndose a la fe personal del niño que muere sin bautismo, el deseo de la Iglesia de
su salvación entonces equivaldría a un bautismo de deseo capaz de salvar, aquí
encontramos una postura más equilibrada, el consuelo como una aplicación pastoral, hay
otros que apelan a la solidaridad universal, en la muerte de Cristo, que va cambiando el
sentido de nuestra muerte, convertida en un paso al Padre; la lista de ideas podría
continuar pero no salen del terreno de la posibilidad hipotética, por otra parte contra
todas estas hipótesis se levanta la práctica uniforme de la Iglesia que además de haber
enseñado siempre la necesidad absoluta del bautismo para salvarse, también siempre ha
dado normas precisas para evitar que ningún niño muera sin bautismo, por eso ya el
catecismo romano dice que puesto que a los niños no se les depara otro medio para
conseguir la salvación fuera del bautismo, es fácil comprender el grave pecado que
cometen los que descuidan su pronta administración, en 1958 el santo oficio también
desaprueba esa práctica de diferir el bautismo, basada en opiniones desprovistas de
fundamentos sólidos, tenemos que tener muy presente la clasificación de los fetos
abortivos, el embrión de feto que es considerado antes del 3er mes todavía no ha
alcanzado forma humana, entonces la expulsión ante una situación de aborto es
irremediable, pero la ley de la Iglesia de bautizar todos los fetos abortivos de cualquier
edad mientras conste que estén vivos prescinde de las opiniones sobre el momento de la
animación racional del feto humano, porque la Iglesia sostiene que desde el momento en
que se da la unión de las células espermatozoide y óvulo Dios infunde el alma y aquí no
entramos en discusiones ni filosóficas ni teológicas, hay principio vital humano, no
pudiendo en una cuestión tan delicada apoyarnos en opiniones por probables que
parezcan, además el Estado mismo actual de la ciencia no aporta nada, no ha obtenido
certeza para ninguna de las teorías de animación, por lo tanto la práctica impuesta por la
ley eclesiástica de bautizar a los fetos abortivos de cualquier edad se basa en principios
indiscutidos que son: todo producto de la fecundación humana debe ser considerado
humano, con todos sus derechos, todo ser humano tiene alma inmortal destinada a la vida
eterna, para todo ser humano incapaz de actos conscientes el único medio de salvación es
el bautismo y de todo esto se deduce la grave obligación que tienen de bautizar
profesionales de la salud, padres y todos los cristianos que sepan y puedan hacerlo, en
este punto las dificultades provienen o de la ignorancia de la necesidad o del modo de
realizarlo, ante la primera se impone una catequesis general, es inconcebible que el
pueblo cristiano ignore cuáles son los medios necesarios para la salvación, porque además
la catequesis sacramental ofrece oportunidad de formación en casi todos los dogmas
cristianos, por eso fue importante la renovación que nos trajo el Concilio, el otro aspecto,
la ignorancia, implica también una instrucción especializada sobre el modo de administrar
el bautismo en circunstancias especiales, un dato importante lo podemos aportar en la
catequesis de preparación para el matrimonio, también la instrucción en un centro de
salud, en las actividades parroquiales.

Bautismo de adultos: se considera adulto a quien tiene uso de razón, para la ley los 7
años, por lo tanto si tiene 7 años no se lo debe bautizar sin formación catequística previa,
siendo el bautismo entonces necesario para salvarse, reconocida esta necesidad surge el
grave deber de pedir y recibir el bautismo, y se debe administrar el bautismo a los adultos
previa competente preparación, sabemos que también hay excepciones, en caso de
peligro de muerte si no han perdido los sentidos deben ser preparados según las
circunstancias, insistiendo sobre la existencia de Dios creador y remunerador, de la Sma.
Trinidad y de la encarnación del Verbo, y ciertamente se lleva a pedir un acto de fe y
arrepentimiento de sus pecados, esto según lo permitan las circunstancias, además tener
presente que no deben ser bautizados aquellos adultos que no han manifestado la
intención de recibir el bautismo ni aquellos que no aceptan verdades cristianas, aunque
crean en un solo Dios, en el caso de los menores de edad si han llegado a la edad de la
discreción (15 años aprox.) tienen derecho a pedir el bautismo aun estando bajo la patria
potestad, sin embargo si los padres se oponen será mejor diferir el bautismo y aquí
ciertamente entra en juego una actitud pastoral, además tenemos que tener muy
presente que en nuestra religión católica muchas veces se niegan a bautizar a sus hijos
hasta que sean mayores y puedan elegir por sí mismos, de todos modos aquí entra en
juego de nuevo toda una actitud pastoral, en el caso del adulto moribundo que se halla sin
sentido o quizá destituido de la facultad de hablar si antes de llegar a ese estado hubiera
manifestado la intención de ser bautizado se lo puede bautizar y de aquellos que de
ningún modo consta que tengan o hayan tenido tal intención no se los debe bautizar.

La administración del bautismo: siendo el bautismo fuente de vida y por él los hombres
incorporados y constituidos en pueblo de Dios y por el cual se adquiere el derecho de
participar de los otros sacramentos es natural que la Iglesia haya tenido particular interés
en rodear su celebración no sólo de especial solemnidad sino de exigir las mayores
garantías para su eficacia y tener la mayor certeza de recepción, por eso para la
administración del bautismo se exigen las máximas garantías, primero del ministro que
bautiza, segundo de la materia que se usa, tercero de los ritos que acentúan su
significado, cuarto de los padrinos que atestiguan la fe y que garanticen su perseverancia
posterior y quinto de los elementos probatorios de su válida recepción. 1ero: a la
pregunta de por qué uno no puede administrarse el bautismo a sí mismo, los mismos
padres de la Iglesia ya responden que así como nadie puede engendrarse a sí mismo
tampoco puede renacerse, además siendo el bautismo puerta de la Iglesia es ella quien
por el ministro le abre esas puertas y lo acepta, porque nadie forma parte de una sociedad
si no es aceptado por ella, además el Señor mandó a los apóstoles a bautizar, no a enseñar
que cada uno se bautice, y debido a la importancia de este sacramento, la administración
ordinaria es la solemne, en la cual se observan todas las ceremonias prescritas en el ritual,
y en el que claramente se dice que los ministros ordinarios del bautismo son el obispo, el
presbítero y el diácono, la legislación eclesiástica en este punto no permite que haya
como una anarquía, la que se daría si cualquiera bautizase donde quiere y cuando quiere,
por eso ha dado prescripciones muy minuciosas al respecto, en principio bautizar es una
función pastoral reservada por lo tanto a los pastores por cuanto su preocupación por el
rebaño comienza por el bautismo pero no termina con él, por lo tanto para no obstruir la
acción total del ministerio pastoral existe una jerarquía de precedencia que es necesario
respetar, y por eso en la antigua iglesia la potestad episcopal se manifestaba de un modo
particular bautizando, la ley de la Iglesia señala que es necesario poseer licencia para
bautizar y la constitución Lumen Gentium 29 reconoce que es oficio propio de los
diáconos, pero aclara con la autorización competente, de modo que es responsabilidad de
los pastores preparar a los candidatos con una formación adecuada y tener el control de la
vida religiosa local, comprendiendo así que los que no tienen oficio pastoral no deben
lícitamente bautizar sin la debida delegación, por el hecho ya hoy muy común de que los
niños suelen nacer fuera del domicilio paterno (clínicas, hospitales, etc.) la ley señala los
límites dentro de los cuales puede dar el bautismo en esos casos, en caso de necesidad
ante peligro inminente y especialmente en peligro de muerte cualquier persona movida
por recta intención puede, más aún debe administrar el bautismo, Santo Tomás en la q 67
recordando que el bautismo es el más necesario de los sacramentos para salvarse la
misericordia divina dispuso que así como la materia del bautismo es común porque es el
agua, el ministro sea cualquier hombre, de modo que el bautismo se confiere realizando
solamente lo necesario para la validez del sacramento, esto es en la ablución con el agua,
que el agua toque el cuerpo, la forma prescripta y la intención de hacer lo que hace la
Iglesia, y aquí la Iglesia en esto es solícita porque manda a los párrocos que instruya a los
fieles en esto.

La materia del bautismo

El bautismo se hace en el agua y el espíritu por disposición divina y muy justos motivos y el
1ero de ellos porque por el bautismo se nace a una vida nueva, el agua lo expresa
perfectamente, además porque los efectos del bautismo están claramente expresados en
el agua: limpia, renueva, lava, purifica, pero también el agua fue instrumento de grandes
hechos que tienen relación con el bautismo, y esto lo recuerda el ritual actual del
sacramento, sobre todo en el momento de bendecir el agua, en el principio del mundo,
dice el ritual, el espíritu soplaba sobre las aguas para que concibieran el poder de
comunicar vida, otro aspecto es el de las aguas del diluvio que prefiguraron el nuevo
nacimiento, porque una misma agua puso fin al pecado y dio origen a la santidad, otro
ejemplo es el de los hijos de Abraham liberados de la esclavitud de Egipto atravesando el
Mar Rojo, el agua que muestra cómo el pueblo fue salvado, y por último Cristo mismo que
no sólo quiso ser bautizado en las aguas del Jordán sino que consumado su sacrificio hizo
brotar de su costado junto con la sangre el agua, dando origen a los sacramentos de la
Iglesia. Debemos hacer una distinción: - materia remota, que refiere a toda agua natural
que provenga de mar, de pozo, aunque sea agua termal o medicinal, o de la licuación de la
nieve o del hielo, o aunque sea confeccionada en el laboratorio, pero en esto se insiste
porque no todo líquido es materia apta aunque en su composición entre en gran parte el
agua, dato a tener en cuenta porque entre nosotros no tenemos inconvenientes pero hay
lugares donde el agua no existe y ha sido tema de grandes conflictos, toda transmutación
del agua, sea natural o artificial si no destruye la especie agua es materia apta, de modo
que en la mezcla con otro cuerpo hay que atender si el compuesto no puede ser
considerado como agua verdadera, por lo tanto si ha dejado de serlo ya no es materia
apta, lo importante es que sea agua; - materia próxima: es la aplicación al sujeto de la
materia remota, que puede hacerse por inmersión, por infusión o por aspersión, el nuevo
ritual solo menciona los dos 1eros, es más la ley expresa que se usen esos dos según la
costumbre, 1) sumergida totalmente la persona 2) derramar el agua de modo que toque
el cuerpo 3) salpicar el agua, no está ya contemplado porque lo importante es que de la
acción resulte una verdadera ablución del sujeto, que el agua toque inmediatamente el
cuerpo, y puesto que los sacramentos son teología en acción, para la mayor comprensión
de su contenido todo debe desarrollarse dentro de un ceremonial capaz de ilustrar, de
avivar la fe poniéndola en actividad, no es lícito por lo tanto prescindir de las ceremonias
prescritas, y el ritual del bautismo usado hasta ahora es del 1614, y aunque en líneas
generales se conservan en el nuevo hay un mayor diálogo, mayor participación entre el
ministro y quien recibe el bautismo o quienes asisten a la celebración, de modo que hay
que darle un realce a los múltiples significados que se hacen en la celebración, llevarla
paso a paso, porque la ablución debe hacerse con agua bendecida para ese fin, pudiendo
hacerse para cada bautismo y además se destaca la expresión verbal de la forma, que
debe hacerse simultáneamente a la ablución del agua, debiendo contener
indefectiblemente los siguientes elementos: 1) el nombre 2) seguido de la persona del
bautizante, el pronombre personal “yo te bautizo”, si falta el “te” hace inválido el
bautismo 3) el acto de bautizar, significado en el verbo “bautizo” 4) la unidad de la
Trinidad, al expresar “en el nombre de…” 5) la Trinidad expresada en el nombre de cada
una de las personas, por lo que sería inválido el bautismo en nombre de la Santa Trinidad
o en nombre de Jesucristo, y además la distinción de las personas significada por la
conjunción “y”, “en el nombre del Padre y del Hijo y del espíritu Santo”, de manera que el
sacramento exige una materia y una forma sensibles según lo instituyó Cristo. En la forma
griega se dice “sea bautizado el ciervo de Dios, Carlos, en el nombre del…”, a nosotros no
nos es lícito usar esa fórmula, del bautismo dado en nombre de Cristo, Santo Tomás aclara
muy bien de una dispensa que el Señor ha dado para la enseñanza y la exégesis posterior
dice que esta excepción sólo quiere significar una diferencia entre el bautismo instituido
por Jesucristo y el del Bautista queda claramente definido que el bautismo se hace en el
nombre del y del y del.

Ritos: un rito es un sistema propio litúrgico que lleva consigo la misma voluntad de la
Iglesia, conocer los ritos, incluso tan lejanos a nosotros, nos hace descubrir el infinito
respecto de Dios por los hijos, manifiesto en la cultura, en el espacio, en el tiempo y en el
orden al culto debido a Dios porque precisamente el hombre es el que se expresa en un
espacio sagrado con gestos, actitudes, pero en un contexto mayor aún se va expresando
respetando su cultura, en signos litúrgicos que se agrupan formando ritos y familias
litúrgicas los cuales forman parte de una costumbre centenaria o inmemorial, a grandes
rasgos nos encontramos con la gran distinción de ritos (católicos) de oriente y occidente,
los de occidente son los más cercanos a nosotros por nuestra cultura. Lo que entra dentro
de la solemnidad del bautismo, si bien no afecta la validez de ningún modo puede
considerarse como superfluo, porque contribuye a la perfección del sacramento, de modo
que los momentos rituales no son un adorno sino un lenguaje expresivo utilizado para
hacer resaltar el sentido sacramental y grabar más hondo su significado, además los ritos
implican un compromiso formal de cumplir con lo explicitado, por ejemplo la luz, se
entrega para ser iluminado uno mismo pero también para llevar esa ley a los demás, el
vestido blanco no sólo significa la belleza espiritual sino también el compromiso de no
mancharlo con una conducta digna, por eso no debemos perder de vista la riqueza
espiritual, teológica y moral de los ritos, porque queda como letra muerta o lenguaje
desconocido cuando se desconoce su sentido y hasta se pueden tomar como actos
supersticiosos, de modo que las palabras deben ser pronunciadas adecuadamente, de
modo que todos entiendan, poner énfasis al comunicarlas, para que subraye lo sagrado
que se está viviendo, todo requiere ciertamente unción, de modo que la liturgia
sacramental debe ser realidad en nosotros como la cumbre a la que tienden la actividad
de la Iglesia y la fuente de la cual mana toda la fuerza.

Los padrinos: históricamente la institución se remonta a los orígenes mismos de la Iglesia,


porque en los primeros siglos el proselitismo religioso se hacía privadamente de persona a
persona y la institución no podría ser otra que privada, por lo tanto aquel que se
encargaba de hacer conocer la religión a otro la presentaba a la comunidad, saliendo
fiador de la recta intención y de la apropiada instrucción del candidato de modo que el
padrino se compromete a continuar sosteniendo, instruyendo a quien la Iglesia le
encomienda, sobre todo aquellos 1eros tiempos viviendo en un modo pagano se
necesitaba el sostén y el estímulo de alguien más robusto en la fe, de aquí la misión del
padrino, Santo Tomás q 67 dice que cada uno está obligado a cumplir con el cargo que ha
ocupado, de modo que el padrino toma para sí el oficio de pedagogo, por eso asume la
obligación de cuidar al ahijado cuando lo reclame la necesidad, esto nos muestra a las
claras que el padrino es una extensión de los padres y no una función social y las
condiciones son haber recibido bautismo, confirmación, eucaristía y llevar una vida
congruente con su fe, pero además la Iglesia ya habiendo superado el tiempo del martirio
y persecución considera la no obligatoriedad de tener padrino.

[Documental sobre el bautismo]

Sacramento de la confirmación

La constitución Divinae Consortium Naturae del Papa Pablo VI, 15 de agosto de 1971,
presenta sintéticamente la doctrina que señala la Iglesia sobre este sacramento, allí el
Papa dice que por el sacramento de la confirmación aquellos que han nacido a la vida
nueva por el sacramento del bautismo reciben el don infalible del Espíritu Santo y por Él,
provistos de una fuerza especial y marcados con el carácter de este sacramento son
unidos más perfectamente a la Iglesia y están más estrictamente obligados a difundir la fe;
en los tratados antiguos (todo lo anterior al CVII) tanto morales como dogmáticos, se le
daba muy poca significación a este sacramento, deteniéndose más sobre las cuestiones
del ministro que sobre su sentido, importancia, efectos, de hecho debemos reconocer que
explicar su sentido ha sido siempre difícil a predicadores, catequistas y teólogos, al
explicar que en el bautismo se recibe con la gracia todo el organismo espiritual con las
virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo resulta difícil determinar la gracia
sacramental de la confirmación, y así los que han querido atribuirle la gracia especial de
desarrollo o crecimiento no le han concedido más que una especie de calor que
favoreciera la vitalidad ya recibida en el bautismo , otros han pretendido ver la diferencia
en que el bautismo da nacimiento al cristiano y la confirmación lo constituye al cristiano
soldado de la milicia de Cristo, otros más recientes han creído ver en el bautismo un
sacramento personal y en la confirmación la dimensión eclesial, el carácter comunitario en
el sentido que el confirmado tiene funciones oficiales que no tenía el bautizado aun
cuando ninguna de estas soluciones sea totalmente falsa ciertamente en sí mismas no son
satisfactorias ni tampoco se llega a una solución al resumirlas todas para formar el todo y
entonces esta incomodidad queda reflejada en la poca importancia que se le da al
sacramento en la enseñanza y la vida práctica de los fieles, quienes no creyendo lo
indispensable lo dejan como si fuera un sacramento de lujo, por no decir superfluo,
además con o sin este sacramento pueden recibirse todos los otros, aunque el derecho
canónico mande que para el matrimonio y el orden sagrado se esté confirmado,
ciertamente su carencia no impide el matrimonio y así se confirma entonces la opinión de
su poca importancia. En cuanto a los efectos los autores se sienten tan incómodos para
explicarlos y determinarlos como se deduce de todo lo ya expuesto, se detienen más bien
en describir el don de fortaleza y sus consecuencias y la vida cristiana que en precisar lo
característico del sacramento, actualmente debido a los problemas que plantea la pastoral
más dinámica que vive en la Iglesia, sobre todo por circunstancias de descristianización de
la sociedad se están haciendo estudios más profundos y al mismo tiempo adaptaciones
más concretas, tratando sobre todo de no desubicarlo del vínculo de los sacramentos de
la iniciación cristiana, así entonces todo intento de revisión debe empezar por escudriñar
la práctica y la doctrina de la Iglesia primitiva recordando que la teología primero fue
vivida y practicada, y poco a poco se fue escribiendo y sistematizando, tanto en este punto
como en los demás. La iniciación cristiana terminaba en los primeros siglos con la
recepción de la Eucaristía de modo que pasaba por tres etapas, bautismo, confirmación,
eucaristía, el hecho de que los tres sacramentos se daban en una sola ceremonia pudo
hacer creer que no consideraba a la confirmación como distinta del bautismo y así lo
consideraron los protestantes, contra los cuales se lanzó la condenación en el Concilio de
Trento, sin embargo en los escritos más antiguos aparece la confirmación como
complemento necesario del bautismo y los escritos más antiguos están en Hechos 8, 9-25
y Hechos 19, 1-10 (que no se confunda con Pentecostés). Algunos exégetas modernos
dudan de ver en estos textos una verdadera prueba de este sacramento, sin embargo la
premura con que acudieron los apóstoles a imponer las manos a los que ya habían sido
bautizados indica que consideraban a esta imposición de manos un complemento
necesario par recibir de un modo particular al Espíritu Santo, en el año 400 el Papa San
Inocencio I tomando ya de la tradición enseña que aunque el presbítero puede bautizar a
los infantes no debe marcarlos en la frente con el óleo sino que corresponde hacerlo a los
obispos que comunican al Espíritu Santo como lo enseña no sólo la tradición de la Iglesia
sino el libro de los Hechos de los apóstoles. Cuando la confirmación se administraba
conjuntamente con el bautismo no había preocupación especial por distinguir el efecto
propio de cada sacramento de iniciación cristiana, sin embargo es muy uniforme la
afirmación de que se da para recibir el Espíritu Santo y sin duda su infusión debe ser algo
especial, algo distinto de la gracia recibida en el bautismo, al respecto Santo Tomás
mantiene la analogía de la vida corporal considerando este sacramento como el desarrollo
de la vida de la gracia y más específicamente para robustecer esa vida con el vigor especial
necesario ante situaciones que podrían hacer fluctuar la fe, de modo que el bautismo sería
el sacramento de la buena salud y la confirmación el sacramento del coraje, de todos
modos no podemos dejar de reconocer que no todos los soldados de buena salud son
valientes frente al enemigo porque precisamente aquí entra en juego todo un proceso de
conciencia y libertad.

La necesidad de la confirmación: todos los autores están de acuerdo en que este


sacramento no es indispensable para la salvación, indispensable es aquello que de tal
manera es necesario para obtener un fin que omitido ese medio aunque sea sin culpa ese
fin no se puede alcanzar, ahora de la confirmación no se dice como del bautismo sino
renaces del agua y del Espíritu Santo no entrarás al Reino de los Cielos, pero esto nos lleva
a descubrir entonces que no sólo es obligatorio lo indispensablemente necesario sino
aquello que hace más segura la obtención del fin, de modo que no se puede decir que no
es necesaria la confirmación. De modo que la finalidad que tuvo el autor de este
sacramento dice bien claro que se trata de algo necesario y obligatorio, ya que si para
obtener el efecto que este sacramento produce hubiese otro recurso, otro medio, éste
entonces instituido por Jesucristo sería poco menos que inútil y no podemos creer que
Jesús haya establecido algo inútil; antiguamente se decía que este sacramento era para
recibir al Espíritu Santo pero Santo Tomás viene a darle fuerza de interpretación, él va a
especificar más diciendo que es para robustecer, fortalecer, cosa que fue pasando a través
de los Concilios y los teólogos, y esta especificación es necesaria porque el Espíritu Santo
que es el don de este sacramento también se da en el bautismo, por lo tanto en la
confirmación es para proveernos de una fuerza especial del Espíritu Santo, por eso si no
fuera necesario este sacramento no tendría sentido la solicitud maternal de la Iglesia de
administrarlo, tanto de la Iglesia primitiva como la Iglesia posterior, tanto en oriente como
en occidente, ahora la iglesia de oriente al administrar la confirmación inmediatamente
después del bautismo une en cierto modo su necesidad a la del bautismo y por eso ningún
bautizado carece de este sacramento, claro que como vemos en Hechos en la iglesia
primitiva era también así, de modo que la preocupación por bautizar estaba también
ligada a la de confirmar, en el año 311 el Papa San Milcíades dice después del bautismo
somos confirmados para la lucha, porque la confirmación arma y dispone para superar los
combates y las luchas de este mundo, entonces siendo esta vida una verdadera milicia en
la que los cristianos somos soldados, debiendo luchar todos para vencer y siendo tan
continua la lucha muchos se sentirían cobardes, vacíos, sin esa gracia especial, por nuestra
propia debilidad y a la vez por la astucia y el poder del mal que hacen que esta lucha sea
desproporcionada, por eso el Papa añade diciendo que esta gracia es necesaria y
claramente dice que no basta decir que la gracia se obtiene por la oración y la Eucaristía
porque la última es para vencer el desfallecimiento pero la de la confirmación es para el
coraje y la fortaleza, y vuelve otra vez hablando de que el soldado que no come se sentirá
débil pero también el soldado bien alimentado no siempre tiene el coraje para la pelea,
dándole la importancia especial que tiene este sacramento, por lo tanto quien no recibe
este sacramento compromete seriamente su perseverancia, lo que no deja de ser causa
grave, la oración frecuente también es necesaria pero a nadie se le oculta la diferencia de
obtener una gracia especial por el sacramento que la confiere, con esto entonces
reafirmamos la importancia y la necesidad del sacramento.

El haber concentrado casi exclusivamente la atención de lo necesario para salvarse ha


hecho perder de vista la perspectiva general de todo lo que se llama el organismo
sacramental de la Iglesia, porque si solo es cuestión de salvación, la mejor gracia que Dios
podría darnos es la muerte inmediatamente después del bautismo y no prolongar la vida
con tanto riesgo de perderse. Hay que reconocer que no basta solo ser engendrado para
vivir porque precisamente se vive para desarrollarse y ese desarrollarse implica el poder
alcanzar la edad perfecta en Cristo, para lo cual son necesarios otros recursos y entre ellos
son indispensables los sacramentos, particularmente aquí el de la confirmación. En la
Suma Teológica en la q 3 Santo Tomás hace una referencia bien explícita y él dice que
sería muy peligroso emigrar de esta vida sin la confirmación pero él no se refiere aquí al
peligro respecto de la salvación, ni siquiera de la necesidad de la lucha espiritual, sino que
refiere a que su privación sería en detrimento de la perfección cristiana porque la
intención de Dios es conducir todo a la perfección, entonces que así como no se llega al
desarrollo con la sola fuerza vital del recién nacido sino que se requieren otros recursos
indispensables así espiritualmente para el desarrollo de la regeneración no basta la gracia
bautismal que no puede estar detenida en su estado inicial sino que necesita otros
recursos y esos recursos Dios generosamente los ofrece a través de los medios por él
establecidos, por lo tanto respecto a esto no se puede prescindir del plan de Dios,
manifestado claramente en su institución del sacramento y también demostrado por la
solicitud de la Iglesia en que nadie carezca de él, impulsada la Iglesia por la fuerza del
Espíritu que la dirige, que la gobierna. Esto nos lleva entonces, esta necesidad y fines para
los cuales ha sido instituido, a ver la obligación de recibirlo y aquí no hablamos todavía de
grado de obligación pero su existencia (del sacramento) explica la solicitud que siempre ha
tenido la Iglesia de que ninguno carezca de los beneficios de la confirmación. Santo Tomás
no habla expresamente de obligación grave o leve pero al no considerar el grado de
obligación no autoriza a creer que para él no tiene importancia el recibir o no el
sacramento porque inmediatamente él va a decir que es de grave importancia
acomodarse a la intención de Dios que quiere conducir todo a la perfección y puesto que
este sacramento confiere la plenitud del desarrollo espiritual de algún modo lo debemos
considerar como necesario para la salvación e inmediatamente aclara más porque va a
decir que omitirlo deliberadamente aunque sin despreciarlo deja trunco el plan de Dios, lo
dice porque la culpa de quien lo omite no está en no despreciar la ley sino en el
incumplimiento cuando nada excusa de ella, porque ciertamente la ley pretende alcanzar
algún fin, entonces si la confirmación confiere la plenitud del desarrollo espiritual la
obligatoriedad de recibirla dependerá de la obligatoriedad que se tenga de procurar el
desarrollo de la vida espiritual, en general quienes estudian el sacramento desde la moral
sacramental culpan de falta grave a quienes rechazan el sacramento por desprecio, no
deja de ser cierto minimalismo porque incluso también hasta podemos decir es una de las
causas principales de que la predicación sobre este sacramento haya sido deficiente, por
lo tanto incluso muchos fieles piadosos no le han dado mucha importancia y hasta se ha
considerado como una bendición más. San Alfonso al tratar estos temas consideró en un
comienzo que no era falta grave omitir la recepción del sacramento pero en 1750 aprox. el
Papa Benedicto XIV, a través de una Bula Pontificia afirma que ya no puede ser probable la
opinión de quienes niegan la gravedad de la obligación de recibirlo, de modo que esta
intervención pontificia en cierto modo es lapidaria al afirmar que aquellos que pueden
recibir la confirmación si la rechazan o descuidan son culpables y culpables gravemente,
estas palabras del Papa fueron tomadas como tradición y la llamada propaganda fidei
reitera las palabras del Papa, añadiendo una seria razón que hasta el día de hoy no se ha
alterado, el sacramento de la confirmación no puede ser rechazado o descuidado sin
cometer pecado teniendo la ocasión propicia para recibirlo, y habla de doctrina que es
válida para todos los fieles del mundo, pero va a decir que tendrá una mayor aplicación
para aquellos fieles que se encuentran en tierra de misión.

Un argumento significativo de la obligación de confirmarse lo deducimos de la obligación


que tiene el ministro de administrar este sacramento, entonces si para el sujeto la
obligación de recibir la confirmación está condicionada a la ocasión o a la oportunidad de
contar con el ministro necesario esto atenuaría la ley de obligación de recibirlo, pero la ley
es más precisa cuando exige que los ministros oportunamente procure que todos reciben
la confirmación, de modo que, y esto es ley, la ley de la Iglesia dice que el obispo tiene la
obligación de administrar el sacramento a quienes lo pidan razonablemente, de manera
que se manda a que los obispos visiten anualmente la diócesis, si personalmente el obispo
se viera impedido de hacerlo debe tomar las medidas oportunas para que todos lo
reciban, esto explica entonces que se puede delegar la posibilidad de administrar el
sacramento al presbítero que por indulto posea la capacidad de confirmar como ministro
extraordinario.

El sujeto de la confirmación: válidamente no puede ser confirmado quien no haya recibido


el bautismo de agua porque no sería sujeto capaz, y el solo bautismo de deseo no capacita
a nadie para recibirlo, ahora, para recibirlo fructuosamente se requiere el estado de
gracia, lo que se exige para la licitud, no para la validez, lo mismo que suficiente
instrucción si ya tiene uso de razón; con estas dos premisas, el estado de gracia y la
instrucción ya estaría resuelto el tema moral, pero la edad requerida plantea diversas
cuestiones pastorales, sabemos que antiguamente inmediatamente después del bautismo
en una única ceremonia se administraba la confirmación tanto a niños como a adultos,
hoy la iglesia oriental mantiene esta práctica, ahora, en la iglesia latina la separación de
ambos sacramentos se va haciendo poco a poco, no sin dificultades y vacilaciones, debido
a que se consideró necesario destacar la presencia del obispo, quien con la imposición de
manos confiere la gracia sacramental, de modo que con la separación generalizada se
organiza la preparación y aun las ceremonias de confirmación con características propias
de cada región hasta el punto que en algunas partes subrayan más de la unción con el
crisma que la imposición de las manos; el problema de la edad para la confirmación afecta
solo a los niños bautizados porque los adultos que para el caso son los que ya tienen uso
de razón deben ser confirmados inmediatamente después del bautismo si lo reciben en
una sola celebración y terminado con la Eucaristía, con lo cual se conserva el orden de la
iniciación cristiana, la ley de la Iglesia aconseja que se difiera la confirmación hacia los 7
años, edad estimada de la discreción, sin embargo permite también adelantar el
sacramento o anticiparlo si lo reclama por ejemplo el peligro de muerte, si nos
adentramos en la historia de la Iglesia, de los sacramentos cuando la comunión se hacía
alrededor de los 12 años se observaba el orden de los 3 sacramentos, pero Pío X promovió
la comunión precoz de los niños entonces ahí fue invertido el orden; en la actualidad se
está reaccionando contra esta costumbre y el planteo del problema es no hasta qué edad
se lo puede diferir, retardar la administración del sacramento para hacerlo sacramento de
la adultez o de la adolescencia o pubertad es confundir el orden sobrenatural con el
natural y desvía su verdadero sentido y fin, Martimor dice que no se puede hacer de la
confirmación algo como la consagración religiosa que no se debe dar a los niños, entonces
acentuar demasiado que la confirmación es el sacramento de la acción, es más del
apostolado de la acción católica para lo cual se requiere formación o un adiestramiento
especial ha hecho perder de vista la esencia del sacramento que en sí misma no ha
cambiado de cuando se daba a los niños o como se da en la iglesia oriental, porque el
sacramento contribuye a la constitución del ser sobre el cual podrá construirse todo el
mecanismo de la acción, por eso pueden ser confirmados los niños en peligro de muerte,
los retardados, los amentes perpetuos.

El ministro ordinario y extraordinario: para este sacramento debemos hacer una salvedad
porque aquí no hablamos de ministro ordinario sino que hablamos del ministro originario
de la confirmación que es el obispo quien una vez consagrado cuida administrar siempre,
válidamente y en todas partes y puesto que esta facultad le viene de su propia
consagración episcopal es de derecho divino y por eso su ejercicio válido no requiere
autorización alguna de nadie, el ejercicio de esta potestad viene dado desde el momento
de la consagración episcopal y para la licitud en la administración del sacramento la ley
exige que sólo se haga en su propia diócesis, el extraordinario es el presbítero a quien por
derecho común el obispo le confiere esta facultad.

[Falta una clase]

El documento llega a algunas conclusiones, diciendo que es posible que en el futuro los
cristianos acudan menos frecuentemente al sacramento de la reconciliación, es posible
que también se acuda cada vez menos al sacerdote para preguntar cuál es la decisión más
acorde con la moral, es posible también que los cristianos encuentren menos conflicto con
las posiciones de la Iglesia respecto a determinadas maneras de proceder, pero todo ello
no significará relajamiento moral ni relativismo, podría significar un progreso en la
madurez moral cristiana, podría significar la terminación de una época legalista, juridicista
y hasta quizá ineficiente en el progreso de la comunidad cristiana y que dé inicio a un
cristianismo serio, responsable, autónomo y capaz de decidir de manera efectiva en el
mejoramiento de una sociedad que sigue a Cristo y por lo tanto a la doctrina evangélica
fundamental de nuestra religión, de modo que vemos que en el sínodo queda abierto a
una posibilidad de renovación. Este sínodo se convoca precisamente por ciertas
desviaciones postconciliares que se fueron manifestando, donde gran influencia ha tenido
la pérdida del sentido del pecado, una realidad que muestra cómo se ha eliminado Dios y
el demonio juntamente, presentando un mundo donde no hay santos ni pecadores, en
torno a esto se ha llegado incluso a hablar de la moral auténtica, donde no cabe ni Dios ni
el demonio, hay que ser auténtico, como uno es, la norma de moralidad no existe, no es
corriente cristiana; también la psicología y psiquiatría sin Dios que muchas veces más que
en medicinas de las afecciones mentales se han convertido en cirugía dedicada a amputar
el órgano de la sensibilidad moral, la conciencia, muchas situaciones también novelescas
presentan hasta personajes desprejuiciados, el avivado, el atrevido que triunfa, contra el
apocado religioso, el indeciso, se fue creando una mentalidad difusa de la cual nació la
moral sin pecado, uno de los grandes exponentes es Freud y sus seguidores, porque el
pecado concentrando la preocupación en la culpa origina psicosis y que solo se vence con
actos objetivamente contrarios a la moral, el eje del psicoanálisis es que hay que liberarse
del trauma (a costa de lo que sea). Esta moral sin pecado ha llegado a poner en duda
hasta la misma posibilidad de pecar, apoyados en los datos de la psicología que descubre
que la libertad necesaria se halla frenada o tal vez anulada por los condicionamientos que
muchas veces pueden ser biológicos pero generalmente hacen hincapié en lo social y
religioso, incluso aun en la actualidad podemos encontrar confesores que basados en
estudios sobre psicología infantil no sólo llegan a afirmar que los niños antes de la
pubertad no pueden tener la conciencia desarrollada de modo que sean capaces de pecar
sino que en la práctica aunque admiten a los niños a la 1era comunión los rechazan del
confesionario antes de esa edad. El documento va a decir que los niños tienen que recibir
la comunión y la penitencia desde la edad de la discreción, el Papa Pablo VI explícitamente
manda poner fin a esa práctica de no confesar a los chicos y por ende en todas partes
tienen que observar el decreto “quan singulari”, no se trata de regimentar la confesión de
modo que se aplique a los niños un criterio estandarizado sin tener en cuenta la diferencia
de capacidad que existe entre niño y niño porque si la fe es infantil el raciocinio también
es infantil pero no es irracional, además la introducción en algunas partes de la absolución
colectiva con motivo de celebraciones públicas de la penitencia muy útiles por cierto pero
mal realizadas y peor comprendidas van dando lugar a interpretaciones encontradas con
la verdad de la Iglesia ya enseñada en Concilios anteriores. Otros para hacer más fácil han
sostenido el valor sacramental del acto penitencial que se hace al principio de la misa, por
lo tanto sería innecesaria la confesión y quedaría abolida la confesión secreta, por otro
lado en aquel tiempo en Roma se estaba estudiando la posibilidad de introducir diversas
formas de administrar el sacramento y la prensa malintencionada lanzó una noticia de la
posible abolición de la confesión, lo cual dio lugar a declaraciones episcopales y del Papa,
pero en ese tiempo y ese punto nos encontramos con una noticia de la que muchos fieles
se hicieron eco quedando en muchos que ya no es necesario confesarse, pero el ritual
declara expresamente que por disposición de Dios misericordioso para recibir el remedio
saludable del sacramento de la penitencia el fiel debe confesar al sacerdote todos y cada
uno de los pecados graves que recuerda después de examinar su conciencia.

Actos del penitente: cuando hablamos de los sacramentos en general los actos propios del
sujeto son necesarios para percibir el efecto o los frutos del sacramento ya constituido, así
por ejemplo la falta de fe o de amor no hacen inválida la Eucaristía pero serían ineficaces,
en la penitencia a tal punto entran en la estructura del signo sacramental estos actos que
sin ellos no habría sacramento como por ej también en el matrimonio la alianza es
constitutivo del mismo, el Concilio de Trento va a dar un lugar preponderante al
sacramento de la penitencia (reacción contra el protestantismo el Concilio de Trento), dice
que son cuasimateria de este sacramento los actos del penitente, a saber contrición,
confesión, satisfacción, que por institución divina se requieren para la integridad del
sacramento y para la plena y perfecta remisión de los pecados, por esa razón son partes
de la penitencia. De modo que la exigencia de estos actos personales viene de la
naturaleza propia del pecado que es voluntario rompimiento con Dios, un deliberado
apego a lo malo, a lo torcido y por lo tanto la metanoia (cambio, transformación) exige un
cambio de actitud y una rectificación del desvío en que el hombre se ha colocado
pecando, el Concilio le llama a estos actos cuasimateria en cuanto que son sensibles pero
no materiales, pero son tan necesarios para la realización del sacramento como lo es el
agua para el bautismo, aunque no todos los teólogos conciben del mismo modo esta
necesidad. Para Santo Tomás estos actos son materia que hacen el sacramento porque no
dejan de ser actos exteriores sensibles que guardan respecto a este sacramento la misma
relación que el agua respecto del bautismo, a tal punto que Santo Tomás le llama a estos
actos integrales pero no como partes que completan el sacramento sino que él las
considera integrantes entre sí, porque conjuntamente deben constituir el todo, y él afirma
sin que cada una de ellas tenga su virtualidad ni toda su esencia, es decir que cada una de
las partes integran la materia constituida en su totalidad y además los actos del penitente
cumplen perfectamente su misión de simbolismo propio de los sacramentos, significando
la gracia propia de este sacramento en lo que hace a la aversión del pecado y la vuelta a
Dios que espera para perdonar. Por otro lado respecto de los actos del penitente los
escotistas van a sostener que son partes complementarias del sacramento y que obran
como requisitos previos necesarios y en este sentido serían disposiciones internas
subjetivas que para unos basta de hecho existan en el alma sin necesidad de manifestarla
pero también ante esta postura están quienes sostienen que deben ser sensibles para que
puedan ser percibidas y de ahí en adelante se juzgue y se pueda hacer lo que se llama el
veredicto y la sentencia absoluta, el argumento de quienes sostienen esto está en la
práctica de la Iglesia de absolver a los moribundos privados de sus sentidos e
imposibilitados de realizar los actos propios del penitente, pero siempre la Iglesia la ha
puesto en duda, diciendo que se da condicionalmente porque si pudiera servir en dicha
emergencia, siguiendo entonces el Concilio la absolución del sacerdote tiene todo su
sentido de forma si afecta a los sentidos del penitente manifestado por los actos
requeridos, además en la mente del Concilio es un acto judicial, una sentencia que recae
sobre todo el proceso instituido, lo cual exige un conocimiento de la causa para hacer un
juicio justo y este juicio más que sobre la culpabilidad debe dirigirse a las disposiciones de
repudio del pecado cometido, como así también a la buena voluntad de asumir los
compromisos que derivan de la culpa y además de la misericordia de Dios que espera
también un cambio de perspectiva en el futuro.

La contrición: ocupa el primer lugar entre los actos del penitente y es un dolor del alma y
detestación del pecado cometido con propósito de no pecar en adelante y además va
acompañada de la confianza en la divina misericordia; ocupa el 1er lugar porque los otros
actos, c y s, en algunos casos pueden faltar, por ej moribundos, casos de urgencia,
mientras que si falta la contrición el sacramento es nulo porque si no hay contrición
todavía continúa la aprobación del pecado pasado, el apego de la voluntad al mismo,
incluso con el ánimo de reincidir en cuanto se presente la ocasión; la contrición implica
entonces no solamente la cesación del pecado y el propósito de una nueva vida sino que
se requiere según el mismo Concilio una sincera detestación de la vida pasada, pecadora.
El Concilio entonces recalca que es necesaria la confianza en la divina misericordia, lo cual
supone una fe más o menos esclarecida aunque sea implícita y en esto insiste porque
generalmente la debilidad de la contrición es producto de falta de fe o de poca vitalidad
para despertar el dolor auténtico, hay que procurar avivar la fe, por eso el nuevo ritual
incorpora la lectura de la Palabra de Dios, ahora, no hay remisión posible si no se cree en
el amor misericordioso de Dios, aquel hijo pródigo del evangelio si hubiese creído que su
padre muy ofendido por su actitud iba a ser extremadamente severo con él no habría
regresado, es más podríamos decir que hubiera dado todo por perdido, porque es
suficiente la vergüenza del pecado, la decepción, incluso el reconocimiento del mal
cometido si no hay confianza en la misericordia, Santo Tomás en este punto pone el
ejemplo de Judas que reconoció su pecado y quiso deshacer lo hecho queriendo restituir
las 30 monedas pero no creyó en la misericordia (se suicidó), como sí creyó Pedro, por eso
no creer en la misericordia de Dios es creer que es vengativo ignorando que la
misericordia como dice Santiago en el capítulo 2 está por sobre el juicio. Además si la
enseñanza de los profetas no fuera capaz de alimentar la fe en la misericordia la cruz y la
pasión de Cristo serían un argumento sin sentido, patético, porque en él hay un
ofrecimiento para la remisión de los pecados, de las manchas de las que los hombres no
han podido ser purificados por la ley, por eso en Hechos aquel que cree en Él es
justificado, de modo que es por el derramamiento de su sangre que se obtiene la remisión
de los pecados y de este modo resulta que el perdón de los pecados es una participación
efectiva en la pasión de Cristo que se hace manifiesta y segura por el sacramento de la
reconciliación instituido como canal de gracia que se conecta con su fuente que es el
calvario, de aquí entonces aquellas palabras de Jesús, lo que quiero es misericordia y no
sacrificios.

4 cualidades de la contrición, debe ser 1) interna 2) sobrenatural 3) universal y 4) suma


apreciativamente

1) lo cual implica que debe existir de verdad aunque no sea sensible (no es asunto de
sentimiento sino de voluntad) de manera que las muestras exteriores de dolor no
tienen valor alguno si no son expresión de la verdad interior, esto nos lleva a
reafirmar que el creer que se tiene la contrición suficiente no hace que exista lo
que en realidad no existe porque no es cuestión de buena fe sino de realidades
concreta. Otro dato interesante respecto de la contrición está en aquellos
penitentes que se acusan de dolerse de no sentir dolor, aquí ya el Concilio de
Trento considera esta cuestión enseñando que si existe la detestación del mal
pasado y el empeño por cambiar eso ya es desapego del pecado, vuelta a la casa
del padre, de modo que hay entonces suficientes razones para presumir que el
dolor es verdadero.
2) Un acto hecho bajo el influjo de la gracia actual que nunca se niega a quien tiene la
buena voluntad
3) Se extiende a todos los pecados mortales aunque no los tenga presente en el
momento. Si el pecador se arrepiente movido por un solo pecado particular los
otros no serían afectados por el arrepentimiento y por lo tanto permaneciendo
ellos no habría infusión de gracia alguna, esto no significa que sea necesario
concebir el dolor explícitamente de cada pecado sino que basta el dolor implícito,
lo cual se concibe cuando el motivo de contrición es general y ese motivo incluye
todo pecado.
4) Por la contrición el pecador arrepentido cambia totalmente su opción, de modo
que si el pecado le hizo preferir la creatura al Creador por la contrición debe
cambiar totalmente de dirección.

El Concilio de Trento hace una distinción entre contrición perfecta (procede del amor de
Dios) y contrición imperfecta o atrición (la causan motivos de orden inferior), esta división
perdura desde el siglo XII debido a la importancia que se le da a los motivos que causan la
contrición, ya que ésta es la que produce la justificación y esto lo encontramos en Jn 14
cuando Jesús dice si alguien me ama ese será amado por mi Padre e iremos a Él, aquí nos
estamos encontrando ya con la caridad perfecta.

Propósito

El propósito que se exige para el sacramento necesariamente está incluido en la


contrición. Psicológicamente es posible detestar el pecado por sobre todas las cosas pero
también psicológicamente y al mismo tiempo es posible querer pecar de nuevo, el dolor
verdadero y sumo produce el propósito firme y deliberado de no reincidir (aunque no
tenga la seguridad de lograrlo). Los pecadores reincidentes se pueden ver sumidos en el
desengaño o la desesperación, de modo que aquí es importante que el penitente
descubra que esto es un trabajo sobrenatural donde Dios tiene la parte más importante
en cuya eficacia el penitente debe confiar, el propósito le ayudará a ir superando esta
situación, y aquí entra lo que Santo Tomás llama firmeza (propongo firmemente no pecar
más); además el propósito debe ser eficaz porque la convicción de volver a pecado
muchas veces puede ser fruto de la debilidad (deseo) y no precisamente de la voluntad,
de modo que la eficacia estará en el querer no reincidir, lo que implica la búsqueda de
medios conducentes a evitarlo, que fortalecen la voluntad; también debe ser universal,
esto implica no sólo evitar los pecados cometidos y confesados sino cualquier clase de
pecados.

Confesión

La declaración de los pecados propios o confesión secreta no es sólo parte del sacramento
de la reconciliación sino también elemento importante de la conversión total a Dios. Santo
Tomás dice que el pecado contribuye fuertemente a convertir al hombre en hipócrita ante
su propia conciencia, ante los demás y ante Dios mismo, y la única manera de volver a la
sinceridad es reconocer la culpa, es confesar el pecado. Mateo 7 – Juan 3.

La confesión debe estar revestida de estas características propias, acto de culto y signo de
la gracia, distinguiéndose de un simple desahogo psicológico. La confesión es una
verdadera alabanza a Dios porque lo reconocemos santo y misericordioso y cuya voluntad
es que todos nos salvemos.

Actos del penitente

La confesión es la parte más laboriosa del sacramento, tanto para el penitente que debe
superar la natural repugnancia de desnudar su alma como también para el confesor que
debe armarse de gran paciencia y de una elevada dosis de comprensión. El penitente hace
un acto de fe muy grande al aceptar someterse al plan de Dios que ha establecido una
comunidad de salvación para facilitar nuestra conversión y al mismo tiempo garantizarnos
el perdón con signos sociales, sensibles y eficaces de justificación, por eso es necesario
que los fieles comprendan que este sacramento ha sido establecido en beneficio del
pecador como una medicina segura de curación y no para avergonzarlo y humillarlo. La
confesión implica desapego y ruptura, tanto más decidida y sincera cuanto más costosa ha
sido la declaración humilde de las culpas. Es un error creer que la confesión hecha un
manto de olvido sobre el pasado como si no hubiese existido, al contrario uno recuerda
las derrotas sufridas para estimularse a futuras victorias.

Aspectos que hacen a la integridad de la confesión

Integridad material: consiste en declarar todos los pecados graves cometidos y que no han
sido absueltos directamente por la confesión.
Integridad formal: confesar los pecados que uno recuerda al momento de ejercitar el
sacramento y cuya declaración no esté impedida por otro motivo.

La integridad material no siempre es posible, la formal sí y es necesaria, de modo que


omitir un pecado sería excluirlo de la absolución y por lo tanto dice el Concilio una
profanación del sacramento al pretender que se absuelvan unos pecados y otros no, sería
un sacrilegio.

Excepciones a la integridad de la confesión: 1. Olvido: Es una causa lógica porque no se


puede pretender la integridad material de aquel que habiendo hecho un diligente examen
de su vida no recuerda todos los pecados cometidos 2. Impotencia física: por ejemplo la
falta de tiempo, cuando la confesión detallada resulta imposible, ante un peligro
inminente de muerte, fuera de peligro de muerte es lícito absolver sacramentalmente en
forma simultánea a varios fieles que se han confesado en forma general
convenientemente arrepentidos y en caso de grave necesidad (ejemplo: está cuando no
hay cantidad suficiente de confesores) quedando la obligación de confesarse individual y
detalladamente en algún momento, otro caso puede ser enfermedad que impida una
confesión prolija por dolor, fiebre o debilidad, así como también por deficiencias en el
habla o diferente idioma 3.Imposibilidad moral: consiste en una grave dificultad en
superar un peligro que surgiría de la confesión íntegra y que podría dañar al confesor, al
penitente o a un tercero, y en estos casos nos encontramos con el peligro o riesgo de vida
o de contagio si se prolonga la confesión, otro caso podría ser de injusta persecución o
pérdida de empleo (ej. cualquier persona que esté empleada en la parroquia), peligro de
violar el sigilo, peligro de perder la fama o dañar la de terceros (ej. conocidos del
confesor). La vergüenza natural que suele acompañar la confesión de los pecados no es
excusa que exima la integridad sino más bien una expresión penitencial expiatoria normal,
si se tratara de una vergüenza extraordinaria psicológicamente insuperable y también
debida quizá a la circunstancia muy particular de la relación del penitente con el confesor
cuya convivencia quedaría afectada, habría suficiente motivo para estar exceptuado de
confesarse íntegramente. Para la aplicación de todos los principios que aquí se deben
considerar, debe tenerse presente que tendrá que haber certeza de la experiencia del
confesor, el penitente debe callar el pecado ante el supuesto peligro pero siempre
suponiendo que no hay otro confesor y requiriendo cierta urgencia de confesión, de lo
contrario habrá que diferirla.

El examen de conciencia: es un recurso normal para poder cumplir con el deber de la


integridad de la confesión pero no es parte del sacramento, quienes no necesitan hacerlo
no cometen falta si lo omiten, sin embargo forma parte de las buenas disposiciones del
penitente. No puede exigirse por igual a todos los penitentes, debe ser proporcionada a la
personalidad, sea culto o ignorante, niño o adulto, y también debe ajustarse al momento
presente. El examen no debe convertirse en un tormento y menos prolongarse
escrupulosamente, por eso en este punto la catequesis clara, serena, hecha
oportunamente es la mejor formadora de conciencias.

La repetición de la confesión: debe repetirse necesariamente aquella confesión de la cual


consta con certeza moral que ha sido mal hecha y por lo tanto es inválida (ej: no contar
algún pecado, no estar arrepentido, que el confesor no esté autorizado para confesar)

Satisfacción: la satisfacción sacramental es una obra penal impuesta por el confesor en el


sacramento de la penitencia para reparar la injuria hecha a Dios y expiar la pena
contraída, es una obra de justicia, por eso no puede ser omitida sin quedar en deuda.
Debe ser cumplida normalmente de inmediato después de la confesión (y antes de la
siguiente) porque es parte integral, de modo que diferida notablemente puede ser pecado
grave porque se puede exponer a no cumplirla, olvidarla, etc. No tiene sentido imponer
penitencia a quienes están imposibilitados de cumplirla (ej. moribundo), en todo caso se
pueden imponer obras que tengan carácter de expiación (ej. jaculatorias), el Concilio de
Trento dice que deben imponerse proporcionalmente satisfacciones según las clases de
pecado y las condiciones del penitente. Existe un caso extraordinario que es cuando el
sacerdote está dispuesto a satisfacer por el penitente.

Sigilo sacramental

Concepto y naturaleza: el sigilo es la obligación estrictísima de guardar absoluto secreto


acerca de todo lo declarado por el penitente en orden a la absolución; esta obligación la
imponen 3 fuentes fundamentales, la 1era el derecho natural, que manda guardar secreto
para no perjudicar al prójimo, la 2da es el derecho divino, implícito en la institución de
este sacramento, al no estar protegido por un riguroso secreto se convertiría en algo
odioso para todos, inútil y dañino para la comunidad, por esto toda violación de este
secreto constituye un verdadero sacrilegio, la 3era es el derecho eclesiástico, que precisa
los dos anteriores a la vez que también establece penas para aquellos que se atreven a
violarlo.

La violación de dicho sigilo puede ser directa o indirecta, la 1era se da cuando se revela el
pecador y el pecado, aunque sea leve, y la 2da cuando por lo que se dice o se hace los
demás pueden llegar a descubrir o sospechar quién es el pecador. La ley de la Iglesia
destaca que el confesor que viola directamente el sigilo sacramental incurre en
excomunión reservada a la Santa Sede apostólica, y a quien lo viola indirectamente se lo
ha de castigar en proporción con la gravedad del delito.

Requisitos previos a la ordenación sagrada: *La confirmación *La admisión: antes del
diaconado se debe hacer el rito de adscripción como candidato con la admisión del obispo
propio o del superior, y previa petición escrita firmada a mano por el mismo candidato y
aceptada también por escrito por la autoridad *Ministerios: se deben recibir y ejercitar
durante un tiempo oportuno los ministerios de lector y acólito y la ley manda que entre el
acolitado y el diaconado debe darse un espacio del al menos 6 meses *La declaración de
libertad: antes del diaconado el candidato entregará al obispo propio o al superior una
declaración escrita firmada por él, testificando que recibirá el orden sagrado espontánea y
libremente y que se dedicará al ministerio eclesiástico a perpetuidad *La aceptación del
celibato (con la excepción del candidato a diácono permanente ya casado) *Ejercicios
espirituales: antes de recibir cualquier orden los candidatos deben realizar ejercicios
espirituales durante 5 días al menos.

Irregularidades y otros impedimentos

 Irregularidades para recibir las órdenes: -locura o enfermedad psíquica -delito de


herejía, apostasía o cisma –atentado de matrimonio, haber contraído matrimonio,
aun el civil -haber cometido homicidio voluntario o haber procurado el aborto -
haber producido mutilación a sí mismo o a otro o haber intentado quitarse la vida -
haber realizado un acto de orden que esté reservado a los obispos pero estándole
prohibido ejercer
 Impedimentos: -ser varón casado (excepto para el diácono permanente) -tener un
cargo público, en la administración pública de lo que se tenga que rendir cuenta
 Irregularidades para ejercer las órdenes: -haberse ordenado ilegítimamente -
irregularidades para ordenarse (ya mencionadas)
 Impedimentos para ejercer las órdenes: -cuestión psíquica e impedimentos ya
mencionados

Dispensa de irregularidades e impedimentos: en 1er lugar las que están reservadas a la


Santa Sede, y aquí entran tanto las irregularidades para recibir el orden como para ejercer,
y entre ellas tenemos irregularidades por delito público (apostasía, herejía o cisma), por
atentado de matrimonio, de homicidio voluntario, y también cita la ley el impedimento de
amencia (grado particular de enfermedad mental).
Matrimonio

Estado de vida santificado por un especial sacramento, es decir el estado de vida


matrimonial y familiar en el cual se da un ejercicio y una hermosa escuela para el
apostolado de los laicos. Allí los cónyuges tienen su propia vocación de ser el uno para el
otro y para sus hijos testigos de la fe y del amor de Cristo.

La definición jurídica contenida en el antiguo código (1917) decía que el matrimonio es el


derecho perpetuo y exclusivo que tienen mutuamente los esposos en el cuerpo para los
actos propios de la generación. El CVII viene a cambiarla notablemente, despojándola del
matiz biologicista y va a hablar ahora de una íntima comunidad de vida y amor establecida
en una alianza basada en el consentimiento personal e irrevocable por el cual los
cónyuges se entregan y aceptan originándose un vínculo que no depende del arbitrio
humano con miras al bien de los cónyuges y su prole pero también de la sociedad. El
Concilio va a decir que el amor, aun el estéril, cumple su función de agente máximo de
perfección mutua, de desarrollo de todas las virtudes que reciben de él una fuerza única,
capaz de superar todos los obstáculos porque el amor es algo muy superior a la mera
inclinación erótica.

De modo que antes se destacaba mucho que la prole era el fin primario y predominante
del matrimonio hasta el punto que todo lo demás sólo tenía sentido si estaba subordinado
a él, pero el Concilio va a destacar ahora la comunidad de amor.

Diversas acepciones de la palabra matrimonio: *matrimonio: matri monium, oficio de la


madre, la mujer es la 1era en educar a los hijos, también significa unión legítima entre
varón y mujer *cónyuges: ponerse bajo el mismo yugo *nupsias o connubio: casarse con
alguien y compartir la vida, opuesto al contubernio *consortes: viene de cum y sors, con
igual suerte, tanto en la prosperidad como en la adversidad *casamiento: viene de habitar
en el mismo lecho o casa *bodas: de origen incierto, quizás se refiere a la fiesta en torno
al matrimonio

Nomenclatura canónica: *matrimonio rato: matrimonio válido de los bautizados,


contraído según las leyes divinas y eclesiásticas *matrimonio consumado: esto nos indica
que el matrimonio es consumado cuando existió posteriormente a la celebración la unión
sexual perfecta y aquí la ley dice que esa unión será perfecta si es apta de sí para la
procreación.

La ley eclesiástica apoyada en la ley divina señala como propiedades esenciales del
matrimonio la unidad (consiste en que un verdadero matrimonio canónico sólo es posible
entre un solo varón y una sola mujer, la monogamia es el medio para lograr los fines o
valores del matrimonio) e indisolubilidad (aquella propiedad esencial del matrimonio en
virtud de la cual el vínculo conyugal válidamente constituido no puede disolverse ni
extinguirse salvo por la muerte de uno de los cónyuges)

Consentimiento matrimonial: la importancia que tiene el consentimiento deriva de que


para que haya verdadero o válido matrimonio es necesario que las personas sean hábiles
para contraerlo, hábiles significa que haya ausencia de impedimentos, además que lo
quieran y lo realicen como corresponde, por eso es un acto de la voluntad por la cual el
varón y la mujer se entregan y se aceptan mutuamente en alianza irrevocable.

Impedimentos dirimentes del matrimonio: *impedimento de edad: resulta inválido el


matrimonio del varón antes de los 16 años y de la mujer antes de los 14, esto es lo que
dice la ley canónica, y antes de los 18 para el varón y 16 para la mujer, decreto de la
Conferencia Episcopal Argentina, de modo que estamos hablando de ilícito, no de
inválido; si son menores deben tener la autorización de sus padres *impotencia: consiste
en la incapacidad antecedente al matrimonio y perpetua para realizar el acto conyugal, ya
sea en la mujer o en el varón *vínculo: es el vínculo de un matrimonio anterior
válidamente contraído y aun subsistente, por lo tanto no resulta del nuevo matrimonio
civil de las personas *disparidad de cultos: cuando una de las personas es bautizada
católica mientras que la otra no está bautizada, pero aquí también nos vamos a encontrar
con la dispensa que se puede dar para la formación de un matrimonio mixto *el orden: es
inválido el matrimonio para quienes hayan recibido las órdenes sagradas, diáconos,
sacerdotes, obispos *voto: comprende a todos quienes hayan hecho voto público y
perpetuo de castidad en un instituto religioso, sólo puede ser dispensado por la Santa
Sede *rapto: en estos tiempos no es muy frecuente, no puede haber matrimonio válido
entre el raptor y la mujer raptada *crimen: quienes con el fin de contraer matrimonio con
alguien causan o cooperan con la muerte del cónyuge de esa persona o de su propio
cónyuge invalidan el matrimonio *consanguinidad: este impedimento anula el matrimonio
siempre en línea recta entre todos los ascendientes y descendientes y hasta el cuarto
grado de línea colateral *afinidad: consiste en el parentesco político, ej. intento de casarse
con la suegra o la hijastra.

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