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ANALES DE LITERATURA CHILENA

Año 19, junio 2018, número 29, 179-194


ISSN 0717-6058

PALABRAS VARONILES EN BOCA DE MUJERES. LA ARENGA MILITAR


FEMENINA EN DOS TEXTOS TEMPRANO-COLONIALES DE CHILE Y
RÍO DE LA PLATA1

MANLY WORDS IN THE MOUTH OF WOMEN. THE FEMALE MILITARY


HARANGUE IN TWO EARLY-COLONIAL TEXTS OF CHILE AND RIO DE LA
PLATA

Silvia Tieffemberg
Universidad de Buenos Aires
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
silvia.tieffemberg@gmail.com

RESUMEN

Este trabajo analiza una arenga militar femenina presente en el canto XVI de la Argentina y conquista del
Río de la Plata (1602) de Martín del Barco Centenera. El análisis se realiza a partir de una introducción
breve sobre la arenga militar según los modelos clásicos, y sus reformulaciones en La Araucana (1569,
1578 y 1589) de Alonso de Ercilla, único hipotexto reconocido expresamente por Barco Centenera. Además,
considera las figuras femeninas que enuncian estos parlamentos militares en la perspectiva del modelo de
la matrona romana, lo que permite ampliar la red de análisis a textos como la Década Quinta de Diogo do
Couto (1595) y la carta (1556) de Isabel de Guevara, expedicionaria en la armada de Pedro de Mendoza.
Finalmente, el trabajo muestra la reconfiguración del modelo erciliano en el texto de Centenera a través
de la introducción de elementos humorístico-grotescos.

Palabras clave: arenga militar femenina.

1
Este trabajo se inscribe en el proyecto de investigación I + D “Constelaciones textuales
rioplatenses en el período temprano-colonial: proyecciones, reescrituras y refuncionalizaciones
(siglos XVI y XVII)”, que desarrollo como Investigadora en el Consejo Nacional de Inves-
tigaciones Científicas y Técnicas. Dicho proyecto está radicado en la Facultad de Filosofía y
Letras de la Universidad de Buenos Aires.
180 Silvia Tieffemberg

ABSTRACT

This work analyzes a feminine military harangue present in the 16th Chapter of Argentina and conquest of
the Rio de la Plata (1602) of Martín del Barco Centenera. The analysis is made from a brief introduction
on military harangue according to the classic models, and its reformulations in La Araucana (1569, 1578
and 1589) by Alonso de Ercilla, the only hypotext explicitly recognized by Barco Centenera. In addition,
it considers the feminine figures that enunciate these military parliaments in the perspective of the model
of the Roman matron, which allows to extend the network of analysis to texts like the Fifth Decade of
Diogo do Couto (1595) and the letter (1556) of Isabel of Guevara, expeditionary in the navy of Pedro de
Mendoza. Finally, the work shows the reconfiguration of the ercilian model in Centenera’s text through
the introduction of humorous-grotesque elements.

Key Words: feminine military harangue.

“las fatigadas mujeres los curaban y los miraban y les


guisaban la comida, […] animándolos con palabras
varoniles, que no se dejasen morir”. Isabel de Guevara.

“Carta”. 1556

En el canto XVI de la Argentina y conquista del Río de la Plata de Martín del


Barco Centenera –primer gran poema rioplatense temprano-colonial– encontramos,
en el marco de una junta de guerra, el parlamento de una mujer indígena que, pese
a su brevedad, tan solo dos versos, puede considerarse una arenga militar femenina.
Esta arenga es el resultado de un largo proceso no exento de complejidad en el que se
reconfiguran modelos retóricos que parten de la cultura grecolatina. Así, las arengas
que se registran en textos de los siglos XVI y XVII, tanto metropolitanos como colo-
niales, se nutren de discursos militares presentes, entre otras, en las obras de Tucídides,
Tácito o Dion Casio2. Pero además, las figuras femeninas que enuncian estas arengas
responden, en gran medida, al modelo de la matrona romana, lo que nos permite con-
siderar dentro de este proceso algunas crónicas portuguesas del siglo XVI y la carta
de una expedicionaria que llegó al Río de la Plata en la armada de Pedro de Mendoza.
En esa perspectiva, este trabajo propone una lectura del canto citado de Cente-
nera, partiendo de una introducción breve sobre la arenga militar según los modelos

2
Me refiero solo a estos tres autores de la antigüedad puesto que la bibliografía que voy
a utilizar remite específicamente a ellos, pero, de hecho encontramos arengas militares también
en Apiano, Heródoto, Homero, Jenofonte, Julio César, Polibio, Pompeyo Trogo, Salustio, Tito
Livio, Virgilio.
PALABRAS VARONILES EN BOCA DE MUJERES 181

clásicos, y sus reformulaciones en La Araucana de Alonso de Ercilla, único hipotexto


reconocido expresamente por el autor de la Argentina3.
Ahora bien, la propuesta pretende trascender el mero análisis textual y adentrarse
en la comprensión de la complejidad de las redes de transmisión de modelos, tópicos y
matrices narrativas entre los centros metropolitanos y virreinales y sus periferias, que
se generaron a partir del momento de la llegada de los contingentes colonizadores a
América. La diversidad de experiencias concurrentes en la situación colonial hace
necesario un enfoque que matice las especificidades de la coyuntura americana, con-
siderando las oscilaciones de un proceso –ni lineal ni unívoco– en el que los nuevos
textos se identifican y se alejan, a un mismo tiempo, del modelo retórico al que se
sienten referidos.

I.

La arenga militar, según explica Juan Carlos Iglesias-Zoido (Lope 115-116),


es uno de los tipos de discurso de mayor recurrencia en la historiografía renacentista.
La imitación de los modelos grecolatinos durante el Renacimiento se tradujo en la
adopción de procedimientos retóricos que sin seguir una normativa específica, se
registraron en la totalidad de las obras historiográficas de los siglos XVI y XVII: la
arenga militar es uno de estos procedimientos y la encontramos, en especial, cuando
se refieren situaciones bélicas4. La finalidad de este tipo de discurso –cuyo modelo se
remonta a Tucídides–, dice Luís Ferreira Henriques, “es la de inspirar a las tropas la
confianza necesaria para la victoria” (La arenga 37, traducción mía), de manera que
se liga indefectiblemente a la argumentación y a la persuasión.

3
La obra de Centenera parece evidenciar solo el conocimiento de la Primera parte
de La Araucana, probablemente esta haya comenzado a circular en el Río de la Plata poco
después de su llegada a territorio chileno, alrededor de 1571, tal como indica Miguel Donoso
Rodríguez (28). En el canto XXIV de la Argentina Centenera se refiere a Ercilla como Arzila:
“no conviene yo trate, pues Arzila/ en Chile con primor se despabila.” (358).
4
Además del artículo que utilizo para este trabajo, Iglesias-Zoido tiene otro excelente
estudio que lo complementa, “La argumentación en las arengas militares de Tucídides” (2008),
donde analiza la arenga militar en Tucídides desde el modelo homérico. Para un estudio de
tópicos y alusiones en los discursos bélicos de autores latinos resulta muy provechoso el artículo
“La arenga militar en la historiografía latina” (2008) de María Luisa Harto Trujillo, mientras
que, para una inserción más amplia de la arenga militar, es sumamente útil “La arenga militar
desde la perspectiva de la tradición polemológica grecolatina” (2007) de David Paniagua Aguilar,
quien estudia las normas que rigen las arengas en los tratados militares de la tradición bélica
grecolatina, que difieren -en algunos casos- de las de la historiografía y la retórica.
182 Silvia Tieffemberg

En las obras más importantes de la historiografía clásica se pueden delimitar tres


grandes grupos de discursos, “discursos de embajadores y arengas militares, discursos
de defensa o acusación y discursos de alabanza o vituperio” (Iglesias-Zoido, Lope
116), que se corresponden, respectivamente, con el género deliberativo5, el judicial y
el epidíctico6. Las arengas –en cuanto al proceso compositivo-argumentativo– combi-
naban en su estructura interna distintos tópoi o capitula finalia que se articulaban para
dar cuenta del objetivo final de la argumentación (Ferreira Henriques, La arenga 10).
La utilización de estos tópoi respondía por lo menos a tres elementos que variaban
según el texto en el que se insertaba la arenga: quién la pronunciaba, en qué contexto
se pronunciaba y qué efectos se esperaba producir con esas palabras (Iglesias-Zoido,
Lope 117). Para que las arengas cumplieran con su objetivo debían contener en su
estructura discursiva, básicamente, dos componentes: uno que apuntaba a lo instructivo,
propio de la argumentación estratégica, y otro, que remitía al ámbito de las emociones
(Ferreira Henriques, La arenga 10). Si bien las arengas pertenecen al género delibe-
rativo porque están destinadas a animar a las tropas en la batalla, en algunos casos, se
utilizaban para elogiar o criticar a los soldados, de manera que se emparentan, también,
con el género epidíctico (Iglesias-Zoido, Lope 117).
Por otra parte, la importancia de las arengas dentro de los textos historiográficos
puede comprobarse atendiendo al éxito editorial que, especialmente desde mediados
del siglo XVI, comienzan a tener publicaciones misceláneas con selecciones de arengas
militares, “como las Orationi militari de Remigio Nannini en italiano (1557 y 1560) y
las Harangues militaires et concions de Princes, Capitaines, Ambassadeurs de François
de Belleforest en francés (1573)” (Iglesias-Zoido, Lope 119-120).
Más allá de la historiografía, la arenga militar formaba parte de la cultura del
Renacimiento (Burckhardt 124) y se registraba también en narraciones literarias de
episodios bélicos: Cervantes parodia una arenga en el Viaje al Parnaso (1614) y Lope
de Vega la utiliza en varias obras de su producción dramática.
Finalmente, dentro de las arengas militares encontramos un tipo particular de
ellas: la arenga militar femenina. Los discursos de mujeres en situaciones bélicas, tal
vez debido a su escasa frecuencia en relación con los pronunciados por varones, no
han sido objeto habitual por parte de la crítica especializada: este es el caso particular
de arengas militares femeninas registradas en textos coloniales del siglo XVI7.

5
Género nacido en el siglo V a.C. “para hablar ante la asamblea política o ante los
tribunales con fines claramente persuasivos” (Ruiz de la Cierva 2).
6
“[…] texto, […] discurso o […] género […] dirigido al elogio o la censura de alguien”
(DRAE).
7
De hecho, el único trabajo que encontré al respecto es el de Joaquín Zuleta, que cito
en este artículo. Por otro lado, Iglesias-Zoido en “Aproximación a las claves de la más reciente
PALABRAS VARONILES EN BOCA DE MUJERES 183

Ahora bien, para los fines de este trabajo me interesan en especial dos obras
literarias temprano-coloniales que narran la conquista de Chile y Río de la Plata, y
presentan discursos militares enunciados por mujeres: La Araucana de Alonso de
Ercilla y la Argentina de Martín del Barco Centenera8.

II.

Alonso de Ercilla y Zúñiga llega a América en 1556, en la misma embarca-


ción que traía a Andrés Hurtado de Mendoza, futuro virrey del Perú, y a Jerónimo de
Alderete, nombrado gobernador de Chile. Ante la muerte en viaje del gobernador, el
virrey designa a su hijo, García Hurtado, en el cargo vacante y Ercilla lo acompaña en
la primera incursión bélica contra los indígenas rebeldes del actual territorio chileno,
que habitaban la región de Arauco. Y aunque solo toma parte en los enfrentamientos
poco más de un año, lo vivido se convierte en materia prima para La Araucana, cuya
Primera Parte, a su costa, se publica en 1569. Las cuatro ediciones que median entre
esta y la Segunda Parte, muestran el éxito editorial del texto, y la publicación de la
Tercera Parte en 1589, encuentra a Ercilla como un poeta ya consagrado. La Arauca-
na se convierte en un texto modélico en la península con gran celeridad: en 1580 en
el Arte poética en romance castellano, Miguel Sánchez de Lima califica a Ercilla de
excelentísimo poeta, y entre los preceptistas del siglo XVII se lo cita como ejemplo
de la elocuencia castellana. Cervantes lo nombra y encomia en La Galatea (1585) y el
Quijote (1605), mientras que Lope de Vega, en el Laurel de Apolo (1630), considera
a Ercilla el primer poeta épico y lo convierte en uno de los personajes de su Arauco
domado (1627). La repercusión en América no fue menor, en muchas “Informaciones
de méritos y servicios” encontramos pasajes de La Araucana citados como prueba
(Morínigo 26), y Alonso de Góngora Marmolejo, cronista temprano del reino de Chile,
comienza a escribir su Historia en 1572, a raíz de haber leído la Primera Parte del
texto (Donoso Rodríguez 28). Además, existen al menos tres obras que tienen como
tema principal las guerras de Arauco y remiten a La Araucana como hipotexto, en
mayor o menor medida. Me refiero, por supuesto, a Arauco domado (1596) de Pedro
de Oña, Purén indómito (ca. 1600) de Diego Arias de Saavedra y Las guerras de Chile
(ca. 1625), atribuido por José Toribio Medina a Juan de Mendoza y Monteagudo9.

investigación sobre arenga militar. 2008-2010” (2010) observa el renovado interés que suscita
el tema en la crítica académica de los últimos años.
8
La Argentina se publicó a comienzos del siglo XVII pero se terminó de escribir en la
última década del siglo XVI.
9
Existe gran cantidad de bibliografía especializada que estudia la interacción América/
España en la literatura del siglo de Oro, a modo de ejemplo pueden citarse los trabajos de Ignacio
184 Silvia Tieffemberg

Contemporáneo de los anteriores y nacido también bajo el signo de La Araucana,


encontramos un poema que no lleva por tema la conquista de Chile sino la del Río de
la Plata: es la Argentina de Martín del Barco Centenera (1602). A este poema me voy
a referir, en particular, en el último apartado de este artículo.
Tal como indica Joaquín Zuleta (122), en La Araucana encontramos una
importante cantidad de arengas militares. La mayoría de estas son pronunciadas por
jefes indígenas: solamente dos están puestas en boca de españoles, una de ellas es la
de doña Mencía de los Nidos.
En el Canto VII de la Primera Parte de La Araucana Alonso de Ercilla relata el
despoblamiento de la ciudad de Concepción, ocurrido en 1554. Este hecho tiene un peso
simbólico de importancia en la historia chilena colonial puesto que está estrechamente
ligado a la muerte de Pedro de Valdivia. La ciudad de Concepción había sido fundada
por él en 1550 y en ella se encontraba cuando, cuatro años más tarde, recibió la noticia de
que un levantamiento de los indígenas de la región había destruido el fuerte de Tucapel.
Valdivia se dirigió hacia el fuerte y no solamente perdió su vida, también el ejército
español quedó devastado. A eso se sumó el “desastre de Marihueñu”, ocurrido también
en 1554, donde fue derrotado Francisco de Villagra, compañero de Valdivia desde los
inicios de la colonización. Los pobladores de Concepción, frente a esta situación y ante los
rumores de un avance indígena, abandonaron la ciudad, que efectivamente fue saqueada
e incendiada pocos días después. En este contexto, magistralmente recreado por Ercilla,
una pobladora de Concepción, doña Mencía de los Nidos10, se yergue desde su cama de
enferma para pronunciar una arenga donde insta a los vecinos a no desamparar la ciudad:

“¡Oh valiente nación; a quien tan cara


cuesta la tierra y opinión ganada
por el rigor y filo de la espada!,

decidme ¿qué es de aquella fortaleza


que contra los que así teméis mostrastes?
[…] ¿Adónde vais, cuitados de vosotros,
que no viene ninguno tras nosotros?

Arellano Ayuso, Leopoldo Castedo, Carlos Mata Induraín, Marcos A. Morínigo, Miguel Zugasti.
Es muy provechoso, especialmente para el ciclo de Arauco, el Blog de literatura de Carlos
Mata, Ínsula Barañaria https://insulabaranaria.wordpress.com/.../arauco-en-la 31 Julio 2017.
10
Históricamente documentada, doña Mencía Álvarez de los Nidos tenía alrededor de
cuarenta años cuando ocurrió la despoblación. Murió longeva: en 1603, “otorgó poder para
testar” (Donoso Rodríguez 519). Véase, además, Doña Mencía de Nidos en Memoria Chilena,
Biblioteca Nacional de Chile http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-70148.html. 31
Julio 2017.
PALABRAS VARONILES EN BOCA DE MUJERES 185

[…] ¿Qué cosa puede haber más afrentosa,


que ser huéspedes toda nuestra vida?
¡Volved, que a los honrados vida honrada
les conviene o la muerte acelerada!

¡Volved, no vais así desa manera,


ni del temor os deis tan por amigos,
que yo me ofrezco aquí, que la primera
me arrojaré en los hierros enemigos!
¡Haré yo esta palabra verdadera
y vosotros seréis dello testigos!
¡Volved, volved!” (Ercilla I 259-261)

Se trata de una arenga que, desde el inicio, apela a lo emocional y exhorta a


defender lo conseguido, es decir que se puede encuadrar dentro del tipo deliberativo,
según el estudio ya citado de Ferreira Henriques (La arenga 109). Acuerdo, además,
con Joaquín Zuleta, quien identifica en el discurso de Doña Mencía fórmulas retóricas
de amplia circulación en la época, como el tópico del ubi sunt, el honor y la valentía
caballerescos (117). Creo, por otra parte, que se trata de una arenga que se enmarca
también, y de manera especial, en el género epidíctico. Puesta en boca de una mujer
enferma que se dirige a quienes −calificados como hijos incorregibles y obstinados
(Ercilla I 261)− ,van huyendo en lugar de defender la ciudad, esta arenga es una crítica
indirecta al accionar de los españoles en Chile, y muestra, bien es sabido, la opinión
del autor al respecto. El vocablo “volved”, que se repite en la arenga hasta adquirir el
valor emblemático de la palabra final, indica que doña Mencía concluye un discurso
infructuoso, contemplando las espaldas fugaces de sus coterráneos en Concepción. Así
lo entiende también Góngora Marmolejo quien, en el capítulo XVII de su Historia,
refiere el despoblamiento de la ciudad de Concepción y en ese contexto convierte la
arenga de doña Mencía en un diálogo frente a frente con Francisco de Villagra. La
mujer, blandiendo una enorme espada, “con ánimo más de hombre que de mujer”
(Góngora Marmolejo 204), increpa a Villagra cuando este ordena el abandono de la
ciudad, diciéndole:

“váyase vuesa merced enhorabuena, que las mujeres sustentaremos nuestras


casas y haciendas, y no dejarnos ansí ir perdidas a las ajenas, sin ver por qué
más de por una nueva que se ha echado por el pueblo, que debe haber salido
de algún hombrecillo sin ánimo” (204).

La composición de la figura de Mencía de los Nidos que realiza Ercilla, por


otra parte, se nutre de un modelo retórico de larga trayectoria en la cultura aurisecular:
186 Silvia Tieffemberg

el de la matrona romana. Aunque nunca es nombrada como tal, la capacidad de de-


cidir frente a una situación de riesgo y la fluidez oratoria con que se presenta a doña
Mencía en La Araucana remite a aquellas mujeres de la aristocracia romana que, en
los comienzos del imperio, adquirieron un protagonismo que les permitió “ejercer el
liderazgo en ausencia de los hombres en misiones militares y gubernamentales” (Po-
meroy 171). El modelo de la matrona romana fue Cornelia, viuda de Tiberio Graco y
madre de doce hijos, quien –ya mayor– fue reconocida con una estatua que se exhibió
en el Foro. Seguramente a ella alude Góngora Marmolejo cuando refiere el episodio de
doña Mencía: “que si esta matrona fuera en tiempo que Roma mandaba el mundo y le
acaeciera caso semejante, le hicieran templo en donde fuera venerada para siempre.”
(Góngora Marmolejo 205).
Por otro lado, además del texto de Ercilla, la figura de una mujer que asume el
rol del soldado en una situación bélica y arenga a los varones es un tópico frecuente
dentro de la cronística portuguesa del siglo XVI. Así lo ejemplifica Ferreira Henriques
(A arenga 129) con referencia a Isabel y Anna Fernándes, ambas heroínas en las Décadas
de Asia de Diogo do Couto11: durante el asalto turco a la fortaleza de Diu entre 1538 y
1546, algunas mujeres alentaron con palabras vehementes a la tropa desmoralizada y
lograron que el enemigo no tomara la isla (118). Se trata, en la mayoría de los casos, de
arengas de poca extensión, explica el autor, cuya estructura contempla la exhortación
a las tropas pero carece de instrucción o didache, es decir, que presenta una versión
sintética del modelo propuesto por Tucídides (136, traducción mia)12.
Efectivamente, en la Década V, Libro IV, capítulo VI, finalizada en 1595, Anna
Fernándes es descrita junto a sus compañeras acarreando piedras, tierra y maderas
para colaborar en la reparación de las murallas, pero, como si esto no fuera suficiente,
dice el cronista,

[…] a todos los heridos que estaban en su casa con su marido, ella con sus propias
manos les limpiaba las heridas y componía los vendajes, preparaba nuevamente
los ungüentos, e incluso los hospedaba en su casa y les cocinaba y daba sus
conservas y cuidados, con tanto amor como si todos fueran sus propios hijos. Y
no satisfecha todavía con esto, sin tomar reposo, una vez que llegaba la noche

11
Diogo do Couto, historiador portugués de fines del siglo XVI, fue comisionado por
Felipe II para que continuara la labor emprendida por Joao do Barros en 1552. Barros había
publicado en esa fecha el primero de los cuatro tomos sobre la historia de los portugueses en la
India, concebida por períodos de diez años por lo que se llamó Décadas de Asia. Hechos que
los portugueses hicieron en el descubrimiento y conquista de los mares y tierras de Oriente.
Couto agregó nueve libros más, completando catorce volúmenes.
12
Comparto, además, la perspectiva de Ferreira Henríques (A arenga 2012), en cuanto
a no diferenciar entre arengas enunciadas a través de discursos directos y arengas referidas.
PALABRAS VARONILES EN BOCA DE MUJERES 187

y los arropaba, salía de su casa apoyada en un bastón, (porque era ya anciana y


un tanto pesada) e iba a recorrer todos los lugares de la fortaleza, animando a
todos, recordándoles sus obligaciones y predisponiéndolos a hacer guardia. Y
todavía fue más allá, porque todas las veces que había asaltos, acudía al lugar
donde peleaban y con ánimo varonil se metía en medio de todos, animándolos
y persuadiéndolos que peleasen […], y viendo una vez […] que algunos se
escapaban […], enfrentándolos con palabras muy honradas, los hizo volver a
sus lugares.” (Couto 349-350) (traducción y énfasis mío)

III.

Este pasaje protagonizado por Anna Fernándes en su actividad incesante de curar


a los soldados y alimentarlos, recorrer los puestos de centinela para animar a los que
debían hacer guardia e, incluso, apersonarse en el campo de batalla para arengar a los
varones exhaustos, parece tener su correlato en un texto rioplatense contemporáneo.
En la carta que la expedicionaria Isabel de Guevara dirige a la princesa Juana en 1556,
encontramos una descripción de la situación de los hombres y mujeres llegados a la
región en la armada de Pedro de Mendoza, con notables semejanzas en relación con
la crónica de Diogo do Couto:

Vinieron los hombres en tanta flaqueza, que todos los trabajos cargaban de las
pobres mujeres, así en lavarles las ropas, como en curarles, hacerles de comer
lo poco que tenían, limpiarlos, hacer centinela, rondar los fuegos13, armar las
ballestas, […] y levantar los soldados, los que estaban para ello, dar arma14
por el campo15 a voces, sargenteando y poniendo en orden los soldados; […]
[Estos] determinaron subir el rio arriba, así flacos como estaban y en entrada
de invierno, en dos bergantines […] y las fatigadas mujeres los curaban y los
miraban y les guisaban la comida, trayendo la leña a cuestas de fuera del navío,
y animándolos con palabras varoniles, que no se dejasen morir, […], metién-
dolos a cuestas en los bergantines, con tanto amor como si fueran sus propios
hijos. (Guevara 208) (modernización y destacados míos)

13
fuegos: “[…] ahumadas que se hacen de noche en las atalayas de la costa, para advertir
si hay enemigos o no” (Diccionario de Autoridades).
14
dar arma por tocar al arma: “es tocar a prevenirse los soldados y acudir a algún
puesto” (Diccionario de Autoridades).
15
campo: “el ejército formado, que está en descubierto” (Diccionario de Autoridades).
188 Silvia Tieffemberg

Del análisis de ambos textos surgen dos cuestiones. Por una parte, el hecho de
que la carta, una producción colonial, sea treinta años anterior a la crónica portuguesa,
permite plantear la posibilidad de que exista un tercer texto, aún desconocido, que actúe
como hipotexto de los anteriores. Por otra parte, los dos fragmentos muestran, desde
lo narrativo-argumental, que en situaciones bélicas extremas las mujeres podían ser
construidas asumiendo roles socioculturalmente asignados a los varones (Tieffemberg,
Guevara 295). Así, la derrota de Villagra frente a Lautaro en la batalla de Marihueñu
habilita que doña Mencía tome la espada y la palabra, y lo mismo ocurre con Anna
Fernándes y el asedio turco a las tropas portuguesas, o con Isabel de Guevara y el
cerco indígena que lleva a la antropofagia a la armada mendocina. La debilidad de los
varones convierte a las mujeres, no solamente en soldados, también las transforma en
jefes capaces de arengar a su tropa mientras que, por el contrario, los soldados trans-
mutan en niños pequeños, carecen de voz propia y deben ser arropados y cargados en
brazos por sus mujeres-madres. Esta inversión de roles comporta una visión crítica
del desempeño de los soldados en situaciones bélicas, ya puntualizada en Ercilla.
En esta misma perspectiva, Eric Adler16 analiza una arenga militar femenina
presente en los Anales de Tácito y en la Historia romana de Dion Casio. Se trata del
discurso que la reina icena, Boudica, dirigió a sus seguidores, cuando –alrededor del
año 60 a.C.– acaudilló el mayor levantamiento contra los romanos, ocurrido en la actual
Gran Bretaña durante el reinado de Nerón. Tanto en el texto de Tácito como en el de
Dion Casio, de acuerdo con el análisis de Adler, se produce una configuración de la
reina como un jefe guerrero y una feminización del ejército romano, pusilánime ante
las tropas icenas. Esta masculinización del bárbaro vencido que se corresponde con
una feminización del vencedor, concluye Adler, es −para los dos autores estudiados−,
el resultado de los errores y desórdenes de la administración romana sobre sus colonias
(136). En este sentido, entonces, no parece aventurado afirmar que los pasajes analizados
de la crónica de Diogo do Couto, La Araucana de Alonso de Ercilla y la carta de Isabel
de Guevara responden a una misma matriz narrativa, en tanto comparten un horizonte
retórico de producción donde los modelos greco-latinos se reconfiguran, debido a lo
cual presentan, también, sus críticas a la implementación del sistema colonial en las

16
Adler se detiene, en particular, en los discursos pronunciados por los enemigos de
Roma que se registran en textos de Salustio, Polibio, Tito Libio, Pompeyo Trogo, Dión Casio
Coceyano y Tácito, y su propuesta de lectura es que “[e]stas creaciones retóricas a menudo con-
tienen los más polémicos sentimientos anti-romanos que puedan ser encontrados en la literatura
antigua. Por lo tanto, pueden servir potencialmente como una ventana que permita acceder a
las críticas al imperialismo romano, y más ampliamente, a la sociedad romana, presentes en
los autores antiguos” (traducción mía 4).
PALABRAS VARONILES EN BOCA DE MUJERES 189

áreas geográficas de expansión a través de arengas de mujeres que, masculinizadas,


asumen roles reservados a los soldados.
Ahora bien, las arengas consideradas hasta aquí, a diferencia de las de Tácito y
Dion Casio, que están puestas en boca de una mujer del entorno “bárbaro” e impactan
sobre el ejército romano, pertenecen a mujeres del mundo peninsular y las críticas al
sistema colonial están dirigidas al propio entorno de pertenencia. Veamos un ejemplo
más ahora de la Tercera parte de La Araucana. Alonso de Ercilla privilegió en su texto
a los jefes indígenas como protagonistas/ enunciadores de la mayoría de sus arengas
militares, pero puso en boca de Fresia, esposa de Caupolicán, la arenga más acabada,
en mi opinión, tanto desde lo retórico, como desde lo emocional. Recordemos que
Fresia encuentra a su marido preso de los españoles y lo repudia por su cobardía,
no conforme con lo cual, da una vuelta de tuerca al componente de feminización ya
trabajado y le entrega a su hijo. Fruto de la cobardía, Caupolicán se ha convertido en
mujer y Fresia, ante esa situación, carece de rol social:

“Críale, críale tú que ese membrudo


cuerpo en sexo de hembra se ha trocado;
que yo no quiero título de madre
del hijo infame del infame padre” (Ercilla II 346)

Pero también en este caso se trata de una arenga que –aunque enunciada por
una mujer indígena– focaliza sus críticas, como en los casos anteriores, en el grupo
de procedencia. Existe, sin embargo, en la región rioplatense temprano-colonial un
texto donde la arenga militar femenina procede de una indígena, pero impacta sobre
el bando enemigo, los españoles.

IV.

El poema Argentina y conquista del Río de la Plata fue publicado por Martín
del Barco Centenera en Lisboa, en 1602. Centenera se embarca como arcediano de
la iglesia del Paraguay en la armada del adelantado Joan Ortiz de Zárate en 1571 y
dos años después arriba al Río de la Plata, donde permanecerá hasta 1594. Lo visto y
lo vivido durante los años de estancia en la región constituirá el cuerpo principal de
su obra. La Argentina, compuesta en octavas reales y organizada en cantos, sigue el
modelo épico de La Araucana. Si bien este texto de Centenera no permite un encuadre
genérico que satisfaga completamente17, coincido con Eugenia Ortiz Gambetta en cuanto

17
Me he referido a los debates en torno a este tema en la obra de Centenera en
Tieffemberg, Disputas 365-372. De igual manera, Rosalba Campra reflexiona a partir de la
Argentina sobre “el problema de la colocación de un texto en un sistema” (393).
190 Silvia Tieffemberg

a su cercanía con la épica burlesca y, en consecuencia, la importancia que poseen las


“figuras humorísticas”, que el autor introduce a través de “la ironía, el grotesco y la
sátira: elementos constantes que marcan su estilo” (72)18.
La Argentina consta de veintiocho cantos, aunque solo voy a referirme al canto
XVI, pues allí encontramos un parlamento femenino que, si bien puede reconocerse
como una arenga militar, se identifica con el modelo erciliano pero se aleja de él a
través de figuras humorísticas, mientras que presenta una organización de la estructura
interna de características propias.
Este canto narra el levantamiento de Diego de Mendoza en Santa Cruz de la
Sierra, el enfrentamiento de Mendoza con el virrey Francisco de Toledo19 y la inter-
vención del cacique Ybitupuá en el conflicto. En 1568 y ante la muerte del gobernador
Nuflo de Chávez, Mendoza fue nombrado gobernador de la Provincia de los Mojos
por elección popular. Un año después, el virrey decidió reemplazarlo por Juan Pérez
de Zurita, quien, a su llegada a Santa Cruz en 1571, fue destituido por los partidarios
de Mendoza y enviado de vuelta hacia Perú. Toledo ordenó el ajusticiamiento de
Mendoza y la restitución de Zurita en su puesto.
En el poema de Centenera, Diego de Mendoza, frente a la llegada inminente del
virrey, se presenta ante el cacique Ybitupuá y se dirige a él mediante lo que Iglesias-
Zoido identifica como “discurso de embajador” e incluye junto, a la arenga, dentro
del género deliberativo (La arenga116). Este discurso finaliza exhortando al cacique
a que unan sus fuerzas,

“[…] se junten mano armada


y no den al virrey paso ni entrada.

Que si el virrey se le entra por la tierra,


que vivirá en eterna servidumbre,” (Centenera 237)

18
En el mismo sentido, Graciela Maturo afirma que la Argentina es el ejemplo de “la
épica cómica del siglo XVI”, que puede considerarse “inserta entre lo épico tradicional y lo
humorístico novelesco” (37).
19
Santa Cruz de la Sierra, actual territorio de la República de Bolivia, fue fundada en
1561 por Nuflo de Chávez por orden del gobernador García Hurtado de Mendoza y en 1570,
separada de la jurisdicción de la gobernación del Paraguay, pasó a integrar la región de los Mo-
jos, junto a Chiquitos. Diego de Mendoza fue una figura de singular importancia en la historia
boliviana. Criollo asunceño nacido en 1540, acompañó a Nuflo de Chávez en las fundaciones
de Nueva Asunción en 1559 y Santa Cruz de la Sierra en 1561. Véase Sanabria Fernández,
1998.
PALABRAS VARONILES EN BOCA DE MUJERES 191

El cacique no acepta la propuesta y decide convocar a un consejo de guerra con


sus capitanes, frente a quienes prudentemente razona:

“[…]de todos el resguardo nos conviene


y guardar nuestra tierra libertada,
que si cualquiera de ellos nos venciere,
de nosotros hará lo que quisiere” (Centenera 238)

Ahora bien, el consejo de guerra descrito en el texto de Centenera es una versión


humorística del que refiere Ercilla en el canto II, de la Primera parte de La Araucana.
En este, el anciano Colocolo, a través de una extensa arenga –elogiada por Voltaire−,
ayuda a dirimir quién será el capitán que se ponga al frente de las tropas para resistir
la presencia española en tierras araucanas. Aunque el alcohol ha convertido la junta en
disputa airada, las palabras del anciano traen la calma, el silencio y la posibilidad de
llegar a un acuerdo, que finaliza por celebrarse con “una fiesta honrosa” debido a que
se ha llegado a una “justa elección” (Ercilla I 165). En la Argentina, por el contrario,
la decisión de hacer frente a los españoles, y además, “conquistar Los Charcas, Cuzco
y Lima”, que alcanza consenso en la junta de guerreros, no procede del razonamiento:
se toma a partir de “agüeros” (Centenera [1602] 1998: 238). Además, cuando se realiza
el festejo bebiendo chicha y un anciano –versión depreciada de Colocolo– toma la
palabra para pedir prudencia, uno de los jefes indígenas lo increpa pidiendo venganza:

“Más valdría, […]


matar toda la sangre vieja y fría,
pues quita a los osados corazones
la causa de venganza y ocasiones” (239)

Es entonces cuando el alcohol convierte a la junta en una gritería de borrachos


donde “cada cual su caso difería/con borradas razones y dislates” (239). Finalmente,
una mujer indígena aplaca los ánimos de los varones que discuten, a través de una
arenga que sintetiza lo propuesto por el cacique:

Una india que las tazas ministraba,


muy vieja, lagoñosa y colmilluda,
a todos los mancebos animaba
con su lengua mordaz y tartamuda,
entre otras muchas cosas que hablaba,
aquesta razón dice la barbuda:
“En medio el Paraguay y Perú estamos,
aquestos y a los otros resistamos”
192 Silvia Tieffemberg

Gran grito y alarido levantaron


los indios en le oír estas razones,
el dicho con aplauso celebraron,
cesando diferentes opiniones,
el consejo con gozo consumaron
conformes en el alma y corazones,
subjectándose al dicho de la vieja
y así cada cual de ellos se apareja (239-240).

El análisis de este pasaje hace evidente la reconfiguración del modelo erciliano


a través de la introducción de elementos humorístico-grotescos. La abundancia pilosa
en el rostro, los colmillos largos, los ojos que destilan humor legañoso, la discapacidad
física y la incapacidad retórica dan cuerpo a una figura que –en las antípodas de doña
Mencía y la matrona romana–, define, sin embargo, la situación y resuelve la trama
narrativa. Esta mujer indígena, que no se nombra sino como “la vieja” o “la barbuda”
y cuya tarea en la junta de guerra, hasta ese momento, había consistido en distribuir las
bebidas alcohólicas, enuncia la argumentación exhortativa final que pone equilibrio en
el disenso. Pero además, si bien la brevedad de esta arenga parece emparentarla con
aquellas estudiadas por Ferreira Henriques en la cronística portuguesa, creo que, en
realidad, estamos ante el último eslabón de una estructura argumentativa enunciada
por tres emisores, que –al igual que la resolución a través del humor– no se registra
en los textos hasta aquí considerados. Quien introduce el tema principal de la arenga
es Diego de Mendoza: permitir que el virrey se apodere de la región “será vivir en
eterna servidumbre”. El segundo emisor es el cacique Ibitupuá, quien no acepta aliarse
con Mendoza pero adopta su argumento y lo desarrolla: es conveniente resguardarse
de todos los españoles puesto que “si cualquiera de ellos nos venciere,/ de nosotros
hará lo que quisiere”. Finalmente, la vieja indígena retoma y sintetiza el desarrollo
argumental de los dos emisores anteriores y concluye con la exhortación final que
apela a lo emocional: “a estos y a los otros resistamos”. Esta arenga, a través de una
estructura que solo encontramos en Centenera, responde, sin embargo, al modelo
clásico que deriva de Tucídides: los dos primeros emisores expresan la instrucción,
mientras que la tercera dirige su discurso al ámbito de las emociones de los “mancebos”
y logra que estos acepten la propuesta “conformes en el alma y corazones”. Así, las
palabras de esta anciana grotesca al punto de lo bestial, enemiga de los vencedores
como la reina icena que describen Tácito y Dion Casio, cumple sobradamente con el
objetivo de la arenga, en tanto inspira a la hueste indígena la confianza necesaria para
decidir la batalla.
PALABRAS VARONILES EN BOCA DE MUJERES 193

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