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Régimen patrimonial del matrimonio

en el Código Civil y Comercial


El nuevo Código introduce, como principal novedad en materia matrimonial, la posibilidad de optar por un régimen
de separación de bienes, o por el tradicional régimen de comunidad.

En el Código Civil de la Nación vigente, el régimen patrimonial del matrimonio se caracteriza por la formación de
una masa de bienes que a su conclusión será repartida entre los cónyuges, teniendo así ambos una expectativa
común sobre los bienes adquiridos. El nuevo Código Civil y Comercial de la Nación (el “Nuevo Código”)
introduce la posibilidad de que los futuros esposos opten, mediante la celebración de convenciones
matrimoniales (las “Convenciones”), por un régimen de separación de bienes. Si no acuerdan un régimen en
particular, se aplicará de manera supletoria el régimen de comunidad de bienes.

Las Convenciones podrán tener por objeto únicamente: (i) la designación y avalúo de los bienes que cada uno
de los futuros esposos lleva al matrimonio, (ii) la enunciación de las deudas, (iii) las donaciones que se hagan
entre ellos y (iv) la opción elegida teniendo en cuenta los regímenes matrimoniales previstos en el Nuevo
Código. Para que las Convenciones tengan validez, deberán cumplir con la formalidad de ser celebradas
mediante escritura pública. Asimismo, para que las mismas sean oponibles a terceros, el acta matrimonial
deberá contener una anotación marginal que especifique el régimen elegido. Para que el régimen elegido pueda
modificarse debe haber transcurrido como mínimo un año de permanencia en el otro régimen. Esta modificación
deberá realizarse por convención de los cónyuges, también mediante escritura pública. En caso de que haya
acreedores perjudicados por el cambio, estos tendrán un año -desde la fecha en que tomaron conocimiento del
mismo- para oponerse.

Sin perjuicio de las diferencias existentes entre ambos regímenes, existen varias disposiciones en común, tales
como: el deber de contribución y sostenimiento entre los cónyuges, del hogar y de los hijos comunes, la
necesidad del asentimiento del cónyuge para disponer sobre los derechos relacionados a la vivienda familiar,
los mandatos entre los cónyuges para representarse mutuamente, y la representación judicial cuando uno de
los cónyuges está ausente o impedido de expresar su voluntad.

El nuevo régimen de comunidad de bienes guarda similitud con el del código vigente. Pese a algunos cambios,
sigue siendo aquel caracterizado por la distinción entre bienes propios -de cada uno de los cónyuges- y bienes
gananciales -adquiridos durante la vigencia del matrimonio-. Cada uno de los cónyuges responde frente a sus
acreedores con todos sus bienes propios y los gananciales por él adquiridos. Por los gastos de conservación y
reparación de los bienes gananciales responde también el cónyuge que no contrajo la deuda, pero sólo con sus
bienes gananciales.

En el régimen de separación de bienes los cónyuges conservan la libre administración y disposición de sus
bienes personales, y cada uno de ellos responde por las deudas por él contraídas, con excepción de aquellas
contraídas por uno de los cónyuges para solventar las necesidades ordinarias del hogar o el sostenimiento y la
educación de los hijos. Sólo en estos casos los cónyuges responden solidariamente.

Tanto en el régimen de comunidad de bienes, como en el de separación de bienes, el cese del mismo se
producirá por la disolución del matrimonio, o bien por la modificación del régimen convenido entre los cónyuges.
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Convenciones matrimoniales

ARTICULO 446.- Objeto. Antes de la celebración del matrimonio los futuros cónyuges pueden hacer convenciones que tengan
únicamente los objetos siguientes:

a) la designación y avalúo de los bienes que cada uno lleva al matrimonio;

b) la enunciación de las deudas;

c) las donaciones que se hagan entre ellos;

d) la opción que hagan por alguno de los regímenes patrimoniales previstos en este Código.

ARTICULO 447.- Nulidad de otros acuerdos. Toda convención entre los futuros cónyuges sobre cualquier otro objeto relativo a su
patrimonio es de ningún valor.

ARTICULO 448.- Forma. Las convenciones matrimoniales deben ser hechas por escritura pública antes de la celebración del
matrimonio, y sólo producen efectos a partir de esa celebración y en tanto el matrimonio no sea anulado. Pueden ser modificadas
antes del matrimonio, mediante un acto otorgado también por escritura pública. Para que la opción del artículo 446 inciso d),
produzca efectos respecto de terceros, debe anotarse marginalmente en el acta de matrimonio.

ARTICULO 449.- Modificación de régimen. Después de la celebración del matrimonio, el régimen patrimonial puede modificarse
por convención de los cónyuges. Esta convención puede ser otorgada después de un año de aplicación del régimen patrimonial,
convencional o legal, mediante escritura pública. Para que el cambio de régimen produzca efectos respecto de terceros, debe
anotarse marginalmente en el acta de matrimonio.

Los acreedores anteriores al cambio de régimen que sufran perjuicios por tal motivo pueden hacerlo declarar inoponible a ellos en
el término de un año a contar desde que lo conocieron.

ARTICULO 450.- Personas menores de edad. Las personas menores de edad autorizadas judicialmente para casarse no pueden
hacer donaciones en la convención matrimonial ni ejercer la opción prevista en el artículo 446 inciso d).

SECCION 2ª
Donaciones por razón de matrimonio

ARTICULO 451.- Normas aplicables. Las donaciones hechas en las convenciones matrimoniales se rigen por las disposiciones
relativas al contrato de donación. Sólo tienen efecto si el matrimonio se celebra.

ARTICULO 452.- Condición implícita. Las donaciones hechas por terceros a uno de los novios, o a ambos, o por uno de los
novios al otro, en consideración al matrimonio futuro, llevan implícita la condición de que se celebre matrimonio válido.

ARTICULO 453.- Oferta de donación. La oferta de donación hecha por terceros a uno de los novios, o a ambos queda sin efecto si
el matrimonio no se contrae en el plazo de un año. Se presume aceptada desde que el matrimonio se celebra, si antes no ha sido
revocada.
SECCION 3ª
Disposiciones comunes a todos los regímenes

ARTICULO 454.- Aplicación. Inderogabilidad. Las disposiciones de esta Sección se aplican, cualquiera sea el régimen
matrimonial, y excepto que se disponga otra cosa en las normas referentes a un régimen específico.

Son inderogables por convención de los cónyuges, anterior o posterior al matrimonio, excepto disposición expresa en contrario.

ARTICULO 455.- Deber de contribución. Los cónyuges deben contribuir a su propio sostenimiento, el del hogar y el de los hijos
comunes, en proporción a sus recursos. Esta obligación se extiende a las necesidades de los hijos menores de edad, con capacidad
restringida, o con discapacidad de uno de los cónyuges que conviven con ellos.

El cónyuge que no da cumplimiento a esta obligación puede ser demandado judicialmente por el otro para que lo haga, debiéndose
considerar que el trabajo en el hogar es computable como contribución a las cargas.

ARTICULO 456.- Actos que requieren asentimiento. Ninguno de los cónyuges puede, sin el asentimiento del otro, disponer de los
derechos sobre la vivienda familiar, ni de los muebles indispensables de ésta, ni transportarlos fuera de ella. El que no ha dado su
asentimiento puede demandar la nulidad del acto o la restitución de los muebles dentro del plazo de caducidad de seis meses de
haberlo conocido, pero no más allá de seis meses de la extinción del régimen matrimonial.

La vivienda familiar no puede ser ejecutada por deudas contraídas después de la celebración del matrimonio, excepto que lo hayan
sido por ambos cónyuges conjuntamente o por uno de ellos con el asentimiento del otro.

ARTICULO 457.- Requisitos del asentimiento. En todos los casos en que se requiere el asentimiento del cónyuge para el
otorgamiento de un acto jurídico, aquél debe versar sobre el acto en sí y sus elementos constitutivos.

ARTICULO 458.- Autorización judicial. Uno de los cónyuges puede ser autorizado judicialmente a otorgar un acto que requiera el
asentimiento del otro, si éste está ausente, es persona incapaz, está transitoriamente impedido de expresar su voluntad, o si su
negativa no está justificada por el interés de la familia. El acto otorgado con autorización judicial es oponible al cónyuge sin cuyo
asentimiento se lo otorgó, pero de él no deriva ninguna obligación personal a su cargo.

ARTICULO 459.- Mandato entre cónyuges. Uno de los cónyuges puede dar poder al otro para representarlo en el ejercicio de las
facultades que el régimen matrimonial le atribuye, pero no para darse a sí mismo el asentimiento en los casos en que se aplica el
artículo 456. La facultad de revocar el poder no puede ser objeto de limitaciones.

Excepto convención en contrario, el apoderado no está obligado a rendir cuentas de los frutos y rentas percibidos.

ARTICULO 460.- Ausencia o impedimento. Si uno de los cónyuges está ausente o impedido transitoriamente de expresar su
voluntad, el otro puede ser judicialmente autorizado para representarlo, sea de modo general o para ciertos actos en particular, en
el ejercicio de las facultades resultantes del régimen matrimonial, en la extensión fijada por el juez.

A falta de mandato expreso o de autorización judicial, a los actos otorgados por uno en representación del otro se les aplican las
normas del mandato tácito o de la gestión de negocios, según sea el caso.
ARTICULO 461.- Responsabilidad solidaria. Los cónyuges responden solidariamente por las obligaciones contraídas por uno de
ellos para solventar las necesidades ordinarias del hogar o el sostenimiento y la educación de los hijos de conformidad con lo
dispuesto en el artículo 455.

Fuera de esos casos, y excepto disposición en contrario del régimen matrimonial, ninguno de los cónyuges responde por las
obligaciones del otro.

ARTICULO 462.- Cosas muebles no registrables. Los actos de administración y disposición a título oneroso de cosas muebles no
registrables cuya tenencia ejerce individualmente uno de los cónyuges, celebrados por éste con terceros de buena fe, son válidos,
excepto que se trate de los muebles indispensables del hogar o de los objetos destinados al uso personal del otro cónyuge o al
ejercicio de su trabajo o profesión.

En tales casos, el otro cónyuge puede demandar la nulidad dentro del plazo de caducidad de seis meses de haber conocido el acto y
no más allá de seis meses de la extinción del régimen matrimonial.

CAPITULO 2
Régimen de comunidad
SECCION 1ª

Disposiciones generales

ARTICULO 463.- Carácter supletorio. A falta de opción hecha en la convención matrimonial, los cónyuges quedan sometidos
desde la celebración del matrimonio al régimen de comunidad de ganancias reglamentado en este Capítulo. No puede estipularse
que la comunidad comience antes o después, excepto el caso de cambio de régimen matrimonial previsto en el artículo 449.

SECCION 2ª
Bienes de los cónyuges

ARTICULO 464.- Bienes propios. Son bienes propios de cada uno de los cónyuges:

a) los bienes de los cuales los cónyuges tienen la propiedad, otro derecho real o la posesión al tiempo de la iniciación de la
comunidad;

b) los adquiridos durante la comunidad por herencia, legado o donación, aunque sea conjuntamente por ambos, y excepto la
recompensa debida a la comunidad por los cargos soportados por ésta.

Los recibidos conjuntamente por herencia, legado o donación se reputan propios por mitades, excepto que el testador o el donante
hayan designado partes determinadas.

No son propios los bienes recibidos por donaciones remuneratorias, excepto que los servicios que dieron lugar a ellas hubieran
sido prestados antes de la iniciación de la comunidad. En caso de que el valor de lo donado exceda de una equitativa remuneración
de los servicios recibidos, la comunidad debe recompensa al donatario por el exceso;

c) los adquiridos por permuta con otro bien propio, mediante la inversión de dinero propio, o la reinversión del producto de la
venta de bienes propios, sin perjuicio de la recompensa debida a la comunidad si hay un saldo soportado por ésta.
Sin embargo, si el saldo es superior al valor del aporte propio, el nuevo bien es ganancial, sin perjuicio de la recompensa debida al
cónyuge propietario;

d) los créditos o indemnizaciones que subrogan en el patrimonio de uno de los cónyuges a otro bien propio;

e) los productos de los bienes propios, con excepción de los de las canteras y minas;

f) las crías de los ganados propios que reemplazan en el plantel a los animales que faltan por cualquier causa. Sin embargo, si se ha
mejorado la calidad del ganado originario, las crías son gananciales y la comunidad debe al cónyuge propietario recompensa por el
valor del ganado propio aportado;

g) los adquiridos durante la comunidad, aunque sea a título oneroso, si el derecho de incorporarlos al patrimonio ya existía al
tiempo de su iniciación;

h) los adquiridos en virtud de un acto anterior a la comunidad viciado de nulidad relativa, confirmado durante ella;

i) los originariamente propios que vuelven al patrimonio del cónyuge por nulidad, resolución, rescisión o revocación de un acto
jurídico;

j) los incorporados por accesión a las cosas propias, sin perjuicio de la recompensa debida a la comunidad por el valor de las
mejoras o adquisiciones hechas con dinero de ella;

k) las partes indivisas adquiridas por cualquier título por el cónyuge que ya era propietario de una parte indivisa de un bien al
comenzar la comunidad, o que la adquirió durante ésta en calidad de propia, así como los valores nuevos y otros acrecimientos de
los valores mobiliarios propios, sin perjuicio de la recompensa debida a la comunidad en caso de haberse invertido bienes de ésta
para la adquisición;

l) la plena propiedad de bienes cuya nuda propiedad se adquirió antes del comienzo de la comunidad, si el usufructo se extingue
durante ella, así como la de los bienes gravados con otros derechos reales que se extinguen durante la comunidad, sin perjuicio del
derecho a recompensa si para extinguir el usufructo o los otros derechos reales se emplean bienes gananciales;

m) las ropas y los objetos de uso personal de uno de los cónyuges, sin perjuicio de la recompensa debida a la comunidad si son de
gran valor y se adquirieron con bienes de ésta; y los necesarios para el ejercicio de su trabajo o profesión, sin perjuicio de la
recompensa debida a la comunidad si fueron adquiridos con bienes gananciales;

n) las indemnizaciones por consecuencias no patrimoniales y por daño físico causado a la persona del cónyuge, excepto la del
lucro cesante correspondiente a ingresos que habrían sido gananciales;

ñ) el derecho a jubilación o pensión, y el derecho a alimentos, sin perjuicio del carácter ganancial de las cuotas devengadas
durante la comunidad y, en general, todos los derechos inherentes a la persona;

o) la propiedad intelectual, artística o industrial, si la obra intelectual ha sido publicada o interpretada por primera vez, la obra
artística ha sido concluida, o el invento, la marca o el diseño industrial han sido patentados o registrados antes del comienzo de la
comunidad.
El derecho moral sobre la obra intelectual es siempre personal del autor.

ARTICULO 465.- Bienes gananciales. Son bienes gananciales:

a) los creados, adquiridos por título oneroso o comenzados a poseer durante la comunidad por uno u otro de los cónyuges, o por
ambos en conjunto, siempre que no estén incluidos en la enunciación del artículo 464;

b) los adquiridos durante la comunidad por hechos de azar, como lotería, juego, apuestas, o hallazgo de tesoro;

c) los frutos naturales, industriales o civiles de los bienes propios y gananciales, devengados durante la comunidad;

d) los frutos civiles de la profesión, trabajo, comercio o industria de uno u otro cónyuge, devengados durante la comunidad;

e) lo devengado durante la comunidad como consecuencia del derecho de usufructo de carácter propio;

f) los bienes adquiridos después de la extinción de la comunidad por permuta con otro bien ganancial, mediante la inversión de
dinero ganancial, o la reinversión del producto de la venta de bienes gananciales, sin perjuicio de la recompensa debida al cónyuge
si hay un saldo soportado por su patrimonio propio.

Sin embargo, si el saldo es superior al valor del aporte ganancial, el nuevo bien es propio, sin perjuicio de la recompensa debida a
la comunidad;

g) los créditos o indemnizaciones que subrogan a otro bien ganancial;

h) los productos de los bienes gananciales, y los de las canteras y minas propias, extraídos durante la comunidad;

i) las crías de los ganados gananciales que reemplazan en el plantel a los animales que faltan por cualquier causa y las crías de los
ganados propios que excedan el plantel original;

j) los adquiridos después de la extinción de la comunidad, si el derecho de incorporarlos al patrimonio había sido adquirido a título
oneroso durante ella;

k) los adquiridos por título oneroso durante la comunidad en virtud de un acto viciado de nulidad relativa, confirmado después de
la disolución de aquélla;

l) los originariamente gananciales que vuelven al patrimonio ganancial del cónyuge por nulidad, resolución, rescisión o revocación
de un acto jurídico;

m) los incorporados por accesión a las cosas gananciales, sin perjuicio de la recompensa debida al cónyuge por el valor de las
mejoras o adquisiciones hechas con sus bienes propios;

n) las partes indivisas adquiridas por cualquier título por el cónyuge que ya era propietario de una parte indivisa de carácter
ganancial de un bien al extinguirse la comunidad, sin perjuicio de la recompensa debida al cónyuge en caso de haberse invertido
bienes propios de éste para la adquisición;
ñ) la plena propiedad de bienes cuya nuda propiedad se adquirió a título oneroso durante la comunidad, si el usufructo se consolida
después de su extinción, así como la de los bienes gravados con derechos reales que se extinguen después de aquélla, sin perjuicio
del derecho a recompensa si para extinguir el usufructo o los otros derechos reales se emplean bienes propios.

No son gananciales las indemnizaciones percibidas por la muerte del otro cónyuge, incluso las provenientes de un contrato de
seguro, sin perjuicio, en este caso, de la recompensa debida a la comunidad por las primas pagadas con dinero de ésta.

ARTICULO 466.- Prueba del carácter propio o ganancial. Se presume, excepto prueba en contrario, que son gananciales todos los
bienes existentes al momento de la extinción de la comunidad. Respecto de terceros, no es suficiente prueba del carácter propio la
confesión de los cónyuges.

Para que sea oponible a terceros el carácter propio de los bienes registrables adquiridos durante la comunidad por inversión o
reinversión de bienes propios, es necesario que en el acto de adquisición se haga constar esa circunstancia, determinándose su
origen, con la conformidad del otro cónyuge. En caso de no podérsela obtener, o de negarla éste, el adquirente puede requerir una
declaración judicial del carácter propio del bien, de la que se debe tomar nota marginal en el instrumento del cual resulta el título
de adquisición. El adquirente también puede pedir esa declaración judicial en caso de haberse omitido la constancia en el acto de
adquisición.

SECCION 3ª
Deudas de los cónyuges

ARTICULO 467.- Responsabilidad. Cada uno de los cónyuges responde frente a sus acreedores con todos sus bienes propios y los
gananciales por él adquiridos.

Por los gastos de conservación y reparación de los bienes gananciales responde también el cónyuge que no contrajo la deuda, pero
sólo con sus bienes gananciales.

ARTICULO 468.- Recompensa. El cónyuge cuya deuda personal fue solventada con fondos gananciales, debe recompensa a la
comunidad; y ésta debe recompensa al cónyuge que solventó con fondos propios deudas de la comunidad.

SECCION 4ª
Gestión de los bienes en la comunidad

ARTICULO 469.- Bienes propios. Cada uno de los cónyuges tiene la libre administración y disposición de sus bienes propios,
excepto lo dispuesto en el artículo 456.

ARTICULO 470.- Bienes gananciales. La administración y disposición de los bienes gananciales corresponde al cónyuge que los
ha adquirido.

Sin embargo, es necesario el asentimiento del otro para enajenar o gravar:

a) los bienes registrables;

b) las acciones nominativas no endosables y las no cartulares, con excepción de las autorizadas para la oferta pública, sin perjuicio
de la aplicación del artículo 1824.

c) las participaciones en sociedades no exceptuadas en el inciso anterior;


d) los establecimientos comerciales, industriales o agropecuarios.

También requieren asentimiento las promesas de los actos comprendidos en los incisos anteriores.

Al asentimiento y a su omisión se aplican las normas de los artículos 456 a 459.

ARTICULO 471.- Bienes adquiridos conjuntamente. La administración y disposición de los bienes adquiridos conjuntamente por
los cónyuges corresponde en conjunto a ambos, cualquiera que sea la importancia de la parte correspondiente a cada uno. En caso
de disenso entre ellos, el que toma la iniciativa del acto puede requerir que se lo autorice judicialmente en los términos del artículo
458.

A las partes indivisas de dichos bienes se aplican los dos artículos anteriores.

A las cosas se aplican las normas del condominio en todo lo no previsto en este artículo. Si alguno de los cónyuges solicita la
división de un condominio, el juez de la causa puede negarla si afecta el interés familiar.

ARTICULO 472.- Ausencia de prueba. Se reputa que pertenecen a los dos cónyuges por mitades indivisas los bienes respecto de
los cuales ninguno de ellos puede justificar la propiedad exclusiva.

ARTICULO 473.- Fraude. Son inoponibles al otro cónyuge los actos otorgados por uno de ellos dentro de los límites de sus
facultades pero con el propósito de defraudarlo.

ARTICULO 474.- Administración sin mandato expreso. Si uno de los cónyuges administra los bienes del otro sin mandato
expreso, se aplican las normas del mandato o de la gestión de negocios, según sea el caso.

SECCION 5ª
Extinción de la comunidad

ARTICULO 475.- Causas. La comunidad se extingue por:

a) la muerte comprobada o presunta de uno de los cónyuges;

b) la anulación del matrimonio putativo;

c) el divorcio;

d) la separación judicial de bienes;

e) la modificación del régimen matrimonial convenido.

ARTICULO 476.- Muerte real y presunta. La comunidad se extingue por muerte de uno de los cónyuges. En el supuesto de
presunción de fallecimiento, los efectos de la extinción se retrotraen al día presuntivo del fallecimiento.

ARTICULO 477.- Separación judicial de bienes. La separación judicial de bienes puede ser solicitada por uno de los cónyuges:

a) si la mala administración del otro le acarrea el peligro de perder su eventual derecho sobre los bienes gananciales;

b) si se declara el concurso preventivo o la quiebra del otro cónyuge;


c) si los cónyuges están separados de hecho sin voluntad de unirse;

d) si por incapacidad o excusa de uno de los cónyuges, se designa curador del otro a un tercero.

ARTICULO 478.- Exclusión de la subrogación. La acción de separación de bienes no puede ser promovida por los acreedores del
cónyuge por vía de subrogación.

ARTICULO 479.- Medidas cautelares. En la acción de separación judicial de bienes se pueden solicitar las medidas previstas en el
artículo 483.

ARTICULO 480.- Momento de la extinción. La anulación del matrimonio, el divorcio o la separación de bienes producen la
extinción de la comunidad con efecto retroactivo al día de la notificación de la demanda o de la petición conjunta de los cónyuges.

Si la separación de hecho sin voluntad de unirse precedió a la anulación del matrimonio o al divorcio, la sentencia tiene efectos
retroactivos al día de esa separación.

El juez puede modificar la extensión del efecto retroactivo fundándose en la existencia de fraude o abuso del derecho.

En todos los casos, quedan a salvo los derechos de los terceros de buena fe que no sean adquirentes a título gratuito.

En el caso de separación judicial de bienes, los cónyuges quedan sometidos al régimen establecido en los artículos 505, 506, 507 y
508.

SECCION 6ª
Indivisión postcomunitaria

ARTICULO 481.- Reglas aplicables. Extinguido el régimen por muerte de uno de los cónyuges, o producido el fallecimiento,
mientras subsiste la indivisión postcomunitaria se aplican las reglas de la indivisión hereditaria.

Si se extingue en vida de ambos cónyuges, la indivisión se rige por los artículos siguientes de esta Sección.

ARTICULO 482.- Reglas de administración. Si durante la indivisión postcomunitaria los ex cónyuges no acuerdan las reglas de
administración y disposición de los bienes indivisos, subsisten las relativas al régimen de comunidad, en cuanto no sean
modificadas en esta Sección.

Cada uno de los copartícipes tiene la obligación de informar al otro, con antelación razonable, su intención de otorgar actos que
excedan de la administración ordinaria de los bienes indivisos. El segundo puede formular oposición cuando el acto proyectado
vulnera sus derechos.

ARTICULO 483.- Medidas protectorias. En caso de que se vean afectados sus intereses, los partícipes pueden solicitar, además de
las medidas que prevean los procedimientos locales, las siguientes:

a) la autorización para realizar por sí solo un acto para el que sería necesario el consentimiento del otro, si la negativa es
injustificada;

b) su designación o la de un tercero como administrador de la masa del otro; su desempeño se rige por las facultades y
obligaciones de la administración de la herencia.
ARTICULO 484.- Uso de los bienes indivisos. Cada copartícipe puede usar y disfrutar de los bienes indivisos conforme a su
destino, en la medida compatible con el derecho del otro.

Si no hay acuerdo, el ejercicio de este derecho es regulado por el juez.

El uso y goce excluyente sobre toda la cosa en medida mayor o calidad distinta a la convenida, sòlo da derecho a indemnizar al
copartícipe a partir de la oposición fehaciente, y en beneficio del oponente.

ARTICULO 485.- Frutos y rentas. Los frutos y rentas de los bienes indivisos acrecen a la indivisión. El copropietario que los
percibe debe rendición de cuentas, y el que tiene el uso o goce exclusivo de alguno de los bienes indivisos debe una compensación
a la masa desde que el otro la solicita.

ARTICULO 486.- Pasivo. En las relaciones con terceros acreedores, durante la indivisión postcomunitaria se aplican las normas
de los artículos 461, 462 y 467 sin perjuicio del derecho de éstos de subrogarse en los derechos de su deudor para solicitar la
partición de la masa común.

ARTICULO 487.- Efectos frente a los acreedores. La disolución del régimen no puede perjudicar los derechos de los acreedores
anteriores sobre la integralidad del patrimonio de su deudor.

SECCION 7ª
Liquidación de la comunidad

ARTICULO 488.- Recompensas. Extinguida la comunidad, se procede a su liquidación. A tal fin, se establece la cuenta de las
recompensas que la comunidad debe a cada cónyuge y la que cada uno debe a la comunidad, según las reglas de los artículos
siguientes.

ARTICULO 489.- Cargas de la comunidad. Son a cargo de la comunidad:

a) las obligaciones contraídas durante la comunidad, no previstas en el artículo siguiente;

b) el sostenimiento del hogar, de los hijos comunes y de los que cada uno tenga, y los alimentos que cada uno está obligado a dar;

c) las donaciones de bienes gananciales hechas a los hijos comunes, y aun la de bienes propios si están destinados a su
establecimiento o colocación;

d) los gastos de conservación y reparación de los bienes propios y gananciales.

ARTICULO 490.- Obligaciones personales. Son obligaciones personales de los cónyuges:

a) las contraídas antes del comienzo de la comunidad;

b) las que gravan las herencias, legados o donaciones recibidos por uno de los cónyuges;

c) las contraídas para adquirir o mejorar bienes propios;

d) las resultantes de garantías personales o reales dadas por uno de los cónyuges a un tercero, sin que de ellas derive beneficio para
el patrimonio ganancial;
e) las derivadas de la responsabilidad extracontractual y de sanciones legales.

ARTICULO 491.- Casos de recompensas. La comunidad debe recompensa al cónyuge si se ha beneficiado en detrimento del
patrimonio propio, y el cónyuge a la comunidad si se ha beneficiado en detrimento del haber de la comunidad.

Si durante la comunidad uno de los cónyuges ha enajenado bienes propios a título oneroso sin reinvertir su precio se presume,
excepto prueba en contrario, que lo percibido ha beneficiado a la comunidad.

Si la participación de carácter propio de uno de los cónyuges en una sociedad adquiere un mayor valor a causa de la capitalización
de utilidades durante la comunidad, el cónyuge socio debe recompensa a la comunidad. Esta solución es aplicable a los fondos de
comercio.

ARTICULO 492.- Prueba. La prueba del derecho a recompensa incumbe a quien la invoca, y puede ser hecha por cualquier medio
probatorio.

ARTICULO 493.- Monto. El monto de la recompensa es igual al menor de los valores que representan la erogación y el provecho
subsistente para el cónyuge o para la comunidad, al día de su extinción, apreciados en valores constantes. Si de la erogación no
derivó ningún beneficio, se toma en cuenta el valor de aquélla.

ARTICULO 494.- Valuación de las recompensas. Los bienes que originan recompensas se valúan según su estado al día de la
disolución del régimen y según su valor al tiempo de la liquidación.

ARTICULO 495.- Liquidación. Efectuado el balance de las recompensas adeudadas por cada uno de los cónyuges a la comunidad
y por ésta a aquél, el saldo en favor de la comunidad debe colacionarlo a la masa común, y el saldo en favor del cónyuge le debe
ser atribuido a éste sobre la masa común.

En caso de insuficiencia de la masa ganancial, en la partición se atribuye un crédito a un cónyuge contra el otro.

SECCION 8ª
Partición de la comunidad

ARTICULO 496.- Derecho de pedirla. Disuelta la comunidad, la partición puede ser solicitada en todo tiempo, excepto
disposición legal en contrario.

ARTICULO 497.- Masa partible. La masa común se integra con la suma de los activos gananciales líquidos de uno y otro
cónyuge.

ARTICULO 498.- División. La masa común se divide por partes iguales entre los cónyuges, sin consideración al monto de los
bienes propios ni a la contribución de cada uno a la adquisición de los gananciales. Si se produce por muerte de uno de los
cónyuges, los herederos reciben su parte sobre la mitad de gananciales que hubiese correspondido al causante. Si todos los
interesados son plenamente capaces, se aplica el convenio libremente acordado.

ARTICULO 499.- Atribución preferencial. Uno de los cónyuges puede solicitar la atribución preferencial de los bienes amparados
por la propiedad intelectual o artística, de los bienes de uso relacionados con su actividad profesional, del establecimiento
comercial, industrial o agropecuario por él adquirido o formado que constituya una unidad económica, y de la vivienda por él
ocupada al tiempo de la extinción de la comunidad, aunque excedan de su parte en ésta, con cargo de pagar en dinero la diferencia
al otro cónyuge o a sus herederos. Habida cuenta de las circunstancias, el juez puede conceder plazos para el pago si ofrece
garantías suficientes.

ARTICULO 500.- Forma de la partición. El inventario y división de los bienes se hacen en la forma prescripta para la partición de
las herencias.

ARTICULO 501.- Gastos. Los gastos a que dé lugar el inventario y división de los bienes de la comunidad están a cargo de los
cónyuges, o del supérstite y los herederos del premuerto, a prorrata de su participación en los bienes.

ARTICULO 502.- Responsabilidad posterior a la partición por deudas anteriores. Después de la partición, cada uno de los
cónyuges responde frente a sus acreedores por las deudas contraídas con anterioridad con sus bienes propios y la porción que se le
adjudicó de los gananciales.

ARTICULO 503.- Liquidación de dos o más comunidades. Cuando se ejecute simultáneamente la liquidación de dos o más
comunidades contraídas por una misma persona, se admite toda clase de pruebas, a falta de inventarios, para determinar la
participación de cada una. En caso de duda, los bienes se atribuyen a cada una de las comunidades en proporción al tiempo de su
duración.

ARTICULO 504.- Bigamia. En caso de bigamia y buena fe del segundo cónyuge, el primero tiene derecho a la mitad de los
gananciales hasta la disolución de su matrimonio, y el segundo a la mitad de la masa ganancial formada por él y el bígamo hasta la
notificación de la demanda de nulidad.

CAPITULO 3
Régimen de separación de bienes

ARTICULO 505.- Gestión de los bienes. En el régimen de separación de bienes, cada uno de los cónyuges conserva la libre
administración y disposición de sus bienes personales, excepto lo dispuesto en el artículo 456.

Cada uno de ellos responde por las deudas por él contraídas, excepto lo dispuesto en el artículo 461.

ARTICULO 506.- Prueba de la propiedad. Tanto respecto del otro cónyuge como de terceros, cada uno de los cónyuges puede
demostrar la propiedad exclusiva de un bien por todos los medios de prueba. Los bienes cuya propiedad exclusiva no se pueda
demostrar, se presume que pertenecen a ambos cónyuges por mitades.

Demandada por uno de los cónyuges la división de un condominio entre ellos, el juez puede negarla si afecta el interés familiar.

ARTICULO 507.- Cese del régimen. Cesa la separación de bienes por la disolución del matrimonio y por la modificación del
régimen convenido entre los cónyuges.

ARTICULO 508.- Disolución del matrimonio. Disuelto el matrimonio, a falta de acuerdo entre los cónyuges separados de bienes o
sus herederos, la partición de los bienes indivisos se hace en la forma prescripta para la partición de las herencias.

ARTICULO 522.-Protección de la vivienda familiar. Si la unión convivencial ha sido inscripta, ninguno de los convivientes
puede, sin el asentimiento del otro, disponer de los derechos sobre la vivienda familiar, ni de los muebles indispensables de ésta, ni
transportarlos fuera de la vivienda. El juez puede autorizar la disposición del bien si es prescindible y el interés familiar no resulta
comprometido.
Si no media esa autorización, el que no ha dado su asentimiento puede demandar la nulidad del acto dentro del plazo de caducidad
de seis meses de haberlo conocido, y siempre que continuase la convivencia.

La vivienda familiar no puede ser ejecutada por deudas contraídas después de la inscripción de la unión convivencial, excepto que
hayan sido contraídas por ambos convivientes o por uno de ellos con el asentimiento del otro.

http://www.revista-notariado.org.ar/2018/12/cuestiones-sobre-la-calificacion-de-bienes-en-el-regimen-patrimonial-
del-matrimonio/ Natalia E. Torres Santomé

Resumen: En el presente trabajo se aborda la problemática referida a la calificación de bienes en el régimen


patrimonial del matrimonio. El tema se proyecta tanto en la relación de los cónyuges entre sí, como respecto a
la relación entre cada uno de los cónyuges y los terceros, y responde a la pregunta acerca de a qué patrimonio
deberán incorporarse los bienes que ingresan durante la comunidad. El régimen patrimonial de comunidad de
ganancias presenta en el Código Civil y Comercial algunas innovaciones respecto del cuerpo normativo anterior,
por ello se analizan los lineamientos clásicos y algunos supuestos específicos que en virtud de su complejidad
requieren un análisis detallado. En ese sentido se abordan los casos de bienes adquiridos con dinero ganancial
y con dinero propio, la cuestión referida a la adquisición de partes indivisas y lo relativo a las indemnizaciones.

Palabras clave: régimen de bienes, comunidad de ganancias, calificación de bienes, matrimonio, régimen
patrimonial.
Recibido: 30/5/2018 | Aceptado: 25/6/2018

1. Introducción ^

El régimen patrimonial del matrimonio hace referencia a dos grandes universos de relaciones. Por un lado las
relaciones de los cónyuges entre sí y, por otro, las relaciones de los cónyuges con los terceros.

En nuestro ordenamiento, cuando hacemos referencia a la cuestión de la calificación, inevitablemente estamos


en el ámbito del régimen de comunidad –o que antes llamábamos “sociedad conyugal”– y ello es así ya que es
el único régimen donde los bienes podrán tener calificaciones diferentes. En efecto, recordando que nuestro
Código solo admite dos regímenes patrimoniales –el de comunidad y el de separación de bienes–, la calificación
solo opera respecto del primero, ya que en el segundo todos los bienes serán de carácter personal.

Lo referente a la calificación de los bienes incorporados durante la vigencia de la comunidad afecta a su vez a
ambos universos, el interno y el externo. Afecta al ámbito interno, es decir, las relaciones entre los cónyuges, ya
que traerá como consecuencias qué bienes se integran a la masa a liquidar a la finalización de la comunidad, y
cuáles quedan afuera, abriendo además las puertas a las cuentas de las recompensas.

Respecto del ámbito externo, la calificación de bienes determinará el ingreso o no del bien al patrimonio del
cónyuge deudor y, con ello, la ampliación (o no) de la masa sobre la que el acreedor puede cobrarse.

Durante la vigencia del matrimonio, la calificación del bien resultará trascendente respecto de los cónyuges pero
no trascenderá hacia los terceros, frente a los que cada cónyuge responderá con los bienes de su titularidad,
sean estos propios o gananciales. Ello en virtud del principio de responsabilidad separada del artículo 467 con
su excepción. Decimos que afectará en el ámbito interno, ya que durante la vigencia de la comunidad, la
calificación determinará, respecto de los cónyuges, la administración y disposición del bien, y, asimismo,
conformará la masa de garantía común de los acreedores del cónyuge titular.
La calificación de los bienes, al igual que todo lo referido a la regulación del régimen patrimonial del matrimonio
es de orden público. 1 Es decir, no importa la voluntad de los cónyuges para integrar o no el bien a la masa de
gananciales o propios; la calificación del mismo dependerá de lo establecido por la ley en los artículos 464, 465
y 466 del Código Civil y Comercial de la Nación (en adelante, “CCCN”).

En este trabajo, abordaremos lo referente a los lineamientos tradicionales para determinar la calificación, a la
presunción de ganancialidad, a los ámbitos de aplicación de los artículos 464 y 465 CCCN, y a algunos de los
supuestos novedosos incorporados por el nuevo cuerpo legal.

2. Los lineamientos tradicionales ^

Cuando nos referimos a calificar bienes dentro de un régimen patrimonial matrimonial, partimos de tres
lineamientos básicos, que nos permiten, en la mayoría de los casos, determinar a priori si un bien se califica
como propio o como ganancial. Los lineamientos deben entrecruzarse a los fines de analizar la situación
específica. Estos lineamientos pueden resumirse en tres:

 a) La fecha de adquisición

 b) el carácter de la adquisición

 c) el carácter de los fondos

El primero de ellos refiere al momento temporal en que el bien fue adquirido. Ello significa que los bienes
adquiridos antes del inicio de la comunidad, o una vez finalizada la misma son, a priori, propios; en tanto que los
bienes adquiridos durante la vigencia de la comunidad son, también a priori, gananciales.

El segundo lineamiento refiere al carácter de la adquisición, esto es si la misma fue realizada de forma gratuita u
onerosa. La adquisición gratuita es aquella que nace de una herencia, de un legado o de una donación u otro
acto a título gratuito. Ello implica que aun cuando el bien fuera incorporado durante la vigencia de la comunidad
–lo que por imperio del primer lineamiento sería ganancial–, si esta incorporación fue gratuita, el bien reviste el
carácter de propio.

El tercero y último refiere al carácter de los fondos, y a la situación de la inversión o reinversión de fondos. Para
determinar el carácter de un bien, es necesario determinar si el mismo fue adquirido utilizando fondos propios o
gananciales. Esto significa que aun dentro de la comunidad puede darse el supuesto de la adquisición onerosa
de un bien, que aun así sea propio, o que un bien adquirido luego de extinguida la comunidad deba calificarse
como ganancial.

Con estos tres parámetros es posible resolver buena parte de los supuestos. Sin embargo, existen situaciones
que no pueden ser resueltas por su intermedio. Algunas, porque la propia ley las califica de manera expresa y
otras por las circunstancias dudosas que puede presentar la adquisición. Para el primer supuesto,
el CCCN incorpora dos artículos en particular, el 464 y el 465. Para el segundo supuesto, se mantiene vigente la
presunción de ganancialidad. Empecemos por esta última.

3. La presunción de ganancialidad. El problema de la conformidad ^

El artículo 466 CCCN establece:

Se presume, excepto prueba en contrario, que son gananciales todos los bienes existentes al momento de la
extinción de la comunidad. Respecto de terceros, no es suficiente prueba del carácter propio la confesión de los
cónyuges.
Para que sea oponible a terceros, el carácter propio de los bienes registrables adquiridos durante la comunidad
por inversión o reinversión de bienes propios, es necesario que en el acto de adquisición se haga constar esa
circunstancia, determinándose su origen, con la conformidad del otro cónyuge. En caso de no podérsela
obtener, o de negarla éste, el adquirente puede requerir una declaración judicial del carácter propio del bien, de
la que se debe tomar nota marginal en el instrumento del cual resulta el título de adquisición. El adquirente
también puede pedir esa declaración judicial en caso de haberse omitido la constancia en el acto de
adquisición.

La presunción de ganancialidad implica que al momento de finalizar la comunidad se asumirán como


gananciales todos aquellos bienes de los que no se puede acreditar el carácter de propios. El CCCN titula este
artículo como “prueba del carácter propio o ganancial”, lo que mantiene la calidad de presunción en materia
exclusivamente probatoria.

Ello ya había sido señalado por la doctrina desde antaño, que, en referencia al artículo 1271 del Código
Civil anterior (en adelante, “CCIV”), sostenía:

Probada fehacientemente la manera en que fue adquirido el bien, la presunción del 1271 cesa de producir
efectos, ya que ha sido reemplazada por otros medios de prueba. Y se tratará, atento a los que estos arrojen,
de determinar qué dispositivo legal es aplicable para calificar el bien. Agregaremos entonces que es un sustituto
de la prueba, cuando de ésta no resulte que se trata de un bien propio o ganancial. En el supuesto la
presunción legal lo agrupa entre los gananciales. 2

Ocurre entonces que la manifestación o declaración del carácter del bien realizada por los cónyuges puede
operar en términos de prueba respecto de la relación interna, y siempre y cuando se corresponda con lo
establecido por el ordenamiento. Como señala Kemelmajer, el reconocimiento espontáneo respecto de las
circunstancias de tiempo y lugar existentes al momento de adquirir un bien –y con ello la calificación que él
mismo reciba– pueden ser admitidas en tanto no se advierta falsedad en los dichos ni intención de perjudicar a
un tercero. 3

En el mismo sentido, la Corte Suprema de Justicia de Santa Fe 4 señaló que

Cuando lo que se pretende es la recalificación de los bienes que forman parte de la sociedad conyugal, debe
estarse a la realidad de los fondos aportados para la adquisición del inmueble, con independencia de lo
afirmado por las partes, ya que así lo exige el orden público comprometido en el régimen patrimonial
matrimonial, insusceptible de verse modificado por convenciones entre los cónyuges. 5

Ya en la primera mitad del siglo pasado, la jurisprudencia sostenía que la confesión de los cónyuges respecto
del carácter del bien solo conservaba su valor cuando se trataba de litigios entre ellos. 6 Por otra parte, la
ineficacia de la confesión cuando podía perjudicar a terceros, surgía en el CCIV expresamente en el artículo
1260. 7

Todo ello da cuenta del imperio del orden público respecto a la calificación de los bienes, sin perjuicio de lo que
puede ocurrir respecto de la prueba del carácter de un bien determinado. El CCCN no alteró esta
situación, 8 sino que la reguló de manera particular. En efecto, las manifestaciones respecto del carácter del
bien al momento de la adquisición, tanto por parte del cónyuge adquirente como por parte del no adquirente
fueron específicamente previstas en el CCCN, determinando qué ocurre respecto de la confesión y también
cuáles son los requisitos para que esas manifestaciones sean oponibles a terceros.

Ya durante la vigencia del CCIV, la cuestión de la manifestación del carácter propio del bien en la escritura de
adquisición traía algunas dificultades. 9 La doctrina, con algunas diferencias de criterios en lo particular,
acordaba en lo general que

… puede abrigarse un criterio más amplio o más restringido en cuanto a los alcances que debe tener la
manifestación escrituraria […] Se trata de una justificación que permita rodear la declaración de una cierta
seriedad que motive la inversión de la carga de la prueba. La declaración debe ser completa y suficiente… 10
Respecto de la manifestación del cónyuge no adquirente se señalaba que la misma no resultaba exigible,
aunque sí recomendable, a los fines de invertir la carga de la prueba.

El artículo 466 del CCCN determina que, respecto de terceros, no resulta suficiente la manifestación de los
cónyuges. Para que sea oponible, se establece en primer lugar la obligatoriedad de acreditar el origen de los
fondos al momento de la adquisición. Esto facilita en gran medida la cuestión y alcanzaría para dar cuenta de la
calificación del bien. Sin embargo, la normativa da un paso más y exige que se acompañe de la conformidad del
cónyuge no adquirente.

El CCCN comentado por el equipo de Lorenzetti sostiene:

Resulta altamente auspicioso que el CCyC haya especificado, en forma completa y en una sola norma, los
recaudos legales que debe contener el instrumento de adquisición de un bien propio por subrogación para
quedar excluido de la presunción de ganancialidad, incluyéndose entre ellos la conformidad del cónyuge no
adquirente, así como el mecanismo para obtenerla. 11

Sin embargo, atento al imperio del orden público en la materia y el carácter iuris tantum de la presunción, no
parece tener sustento la exigencia de una conformidad prestada por quien en ninguna otra circunstancia –
salvando el supuesto de la vivienda familiar– deberá dar conformidad, asentimiento o consentimiento alguno al
momento de disponer ese bien. Pero además, esta conformidad solicitada, que no es asentimiento ni
consentimiento, no se reduce a una “buena práctica” o alguna recomendación. Es exigida con tal firmeza que si
la misma faltara debe suplírsela con una declaración judicial.

La sanción impuesta ante la ausencia es que el carácter alegado no será oponible a los terceros. Sin embargo,
si se prueba efectivamente el carácter de propio, esta calificación surgirá del orden público y no de la
conformidad del otro cónyuge. Por el contrario, si aun existiendo la conformidad el acreedor demuestra que el
bien es ganancial, por imperio del orden público se impone su pertenencia a la masa de la comunidad. Lo
contrario implicaría que la conformidad transformara la presunción en iure et de iure.

No obstante, la redacción del artículo ha ido incluso un poco más lejos al establecer que, ante la ausencia o la
negativa de la conformidad en el acto, debe suplirse con una declaración judicial. Ello también resulta un tanto
excesivo y en ese sentido se expidió el fallo “Pugliese”, 12 apenas el CCCN entró en vigencia. En efecto, la
petición judicial, que se hizo en virtud de no haber incorporado oportunamente la conformidad, tramitó por vía de
acción declarativa. Las acciones meramente declarativas o declarativas de certeza son un instituto proveniente
del derecho procesal tendientes a, tal como señala el artículo 322 del Código Procesal Civil y Comercial de la
Nación:

… hacer cesar un estado de incertidumbre sobre la existencia, alcance o modalidades de una relación jurídica,
siempre que esa falta de certeza pudiera producir un perjuicio o lesión actual al actor, y éste no dispusiere de
otro medio legal para ponerle término inmediatamente.

Efectivamente, el camino procesal incoado era el correcto, ya que la ausencia de la conformidad señalaba un
estado de incertidumbre sobre el alcance de una relación jurídica. Sin embargo, la acción fue rechazada in
limine, sosteniéndose que

… nada impide que ambos cónyuges efectúen una declaración notarial complementaria del acto escriturario en
cuestión […] y su consecuente inscripción en el Registro de la Propiedad Inmueble. Esta posibilidad constituye,
en sí misma, un serio valladar para la procedencia de la vía elegida. 13

En definitiva, la exigencia de la conformidad del cónyuge no adquirente y, ante su negativa o ausencia, la


realización de una declaración judicial, no aparecen como la solución a la que se aspiraba.

4. El ámbito de aplicación de los artículos 464 y 465 ^


La sistematización en materia de bienes del CCCN se destaca como un aporte sustancial y clarificador, en
particular en la comparación con el cuerpo codificado anterior. La redacción y el orden del articulado permiten
abordar el tema de forma clara y sencilla. En efecto, la segunda sección correspondiente al capítulo del régimen
de comunidad refiere puntualmente a la situación de los bienes en el mismo y está compuesta por tres artículos.
El primero (464) refiere a los bienes propios de los cónyuges; el segundo (465) refiere a los gananciales y el
tercero, como ya hemos visto, a la presunción de ganancialidad (466).

Cuando comenzamos el trabajo señalamos los tres lineamientos básicos que permiten calificar los bienes en
una gran cantidad de casos. Estos lineamientos surgían en el CCIV de los artículos 1266 (subrogación real),
1267 (adquisición anterior) y 1271 (adquisición a título gratuito), y fueron incorporados al CCCN en los incisos
c), a) y b) del artículo 464 y en los incisos f) y a) del 465.

Para abordar la cuestión, podemos plantearla en estos términos: si en el artículo 464 están enumerados los
bienes propios, y en virtud de la propia comunidad y de la presunción de ganancialidad, los bienes que no sean
propios serán gananciales. Entonces, ¿por qué es necesaria la enumeración del artículo 465? La respuesta a
esta pregunta surge del ámbito de aplicación en la línea temporal de cada uno de estos artículos.

Imaginemos una línea de tiempo que se extiende desde antes de la comunidad y hasta luego de extinguida.
Esta línea se dividirá en tres tramos: el primero, anterior a la comunidad; el segundo se extenderá durante la
vigencia de la misma, y el tercero, ocupará el período que va desde la extinción y hasta la partición. Durante el
primer tramo, claramente todos los bienes serán propios, ya que no existe la comunidad que obligue a la
calificación, de forma tal que carece de importancia cualquier circunstancia relativa a la adquisición del bien.
Este tramo solo cobrará relevancia respecto a la calificación de los bienes, cuando refiramos a la fecha de
adquisición del bien o el inicio del derecho sobre el mismo. En el segundo tramo –la vigencia de la comunidad–
aparece con todo su poderío la presunción de ganancialidad.

Como ya hemos explicado, la incorporación de bienes se asume dentro de la masa de gananciales, excepto que
se acredite alguna de las circunstancias que permitan abstraerlos de esta masa. Es allí donde el artículo 464
adquiere toda su virtualidad. En tanto un bien responda a algunos de los incisos del artículo 464, será propio,
aun siendo adquirido durante la vigencia de la comunidad. Asimismo, el artículo 465 operará respecto de
supuestos específicos, a los que la propia ley califica de gananciales, por ejemplo los adquiridos por hechos de
azar. El 465 en este período refiere a aquellos bienes “sobre los cuales los esposos tienen un derecho en
expectativa al momento de la extinción”. 14

El último tramo está conformado por el período de tiempo que va desde la extinción de la comunidad hasta la
efectiva partición. Aquí no opera la presunción de ganancialidad en tanto ya no existe la comunidad. El principio
general que rige en este período es que los bienes que ingresan al patrimonio de cada uno de los cónyuges que
conformaron esa comunidad son propios. Sin embargo, este principio tiene excepciones ya que puede ocurrir
que aun luego de extinguida la comunidad, ingresen al patrimonio bienes que le pertenezcan. Es aquí donde el
artículo 465 aparece para regular estos supuestos. Si el bien fue incorporado luego de la extinción de la
comunidad, de todas formas será ganancial en tanto responda a alguno de los supuestos del artículo 465.

Identificar el ámbito de aplicación de cada uno de estos artículos en la línea temporal permite abordar la
cuestión de la calificación de forma sencilla, algo que no ocurría en el CCIV.

5. Tres supuestos específicos: mayores aportes, partes indivisas, indemnizaciones ^

En la enumeración realizada en los artículos 464 y 465 se han incorporado algunos supuestos específicos, que
ya se habían presentado en jurisprudencia durante la vigencia del CCIV y que generaban debates y posturas
encontradas. Abordaremos tres de ellos: el supuesto de adquisición de un bien, realizado con aportes propios y
gananciales; el supuesto de adquisición de partes indivisas y en tercer lugar, lo referido a las indemnizaciones.

5.1. Los mayores aportes ^


No resulta extraño a la vida cotidiana matrimonial que un bien se adquiera por la inversión conjunta de fondos
propios y gananciales. Resultaba entonces necesario clarificar qué calificación tendría ese bien ya que el CCIV
no lo preveía de manera expresa.

El artículo 464 en el inciso c), y el artículo 465 en el inciso f), abordan específicamente estos supuestos,
conjuntamente con el concepto de subrogación. En ambos, luego de determinar el carácter del bien de acuerdo
al origen de los fondos con que fue adquirido, se agrega un párrafo especial que sostiene, mutatis mutandi, “Sin
embargo, si el saldo es superior al valor del aporte propio, el nuevo bien es ganancial, sin perjuicio de la
recompensa debida a la comunidad”.

Frente a estos supuestos durante la vigencia del CCIV, Solari sostenía:

En la hipótesis que nos ocupa –subrogación real– se toma como elemento determinante el origen de los fondos
empleados para la adquisición del bien. En cambio, no es decisivo que para la subrogación real los precios sean
exactamente iguales o la exacta equivalencia entre lo recibido en la enajenación del bien propio y lo empleado
en la nueva adquisición. En realidad, el mayor valor de los fondos –gananciales o propios– determinará si
estamos en presencia de una subrogación real. Así, cuando un inmueble es adquirido en parte con dinero
propio y en parte con ganancial, el bien será propio o ganancial según quien sea el que haya integrado el
importe mayor; todo ello, sin perjuicio del derecho de crédito por los fondos gananciales que se hubiere
utilizado. 15

En igual sentido se expedía la jurisprudencia. 16 Por ejemplo, la Sala I de la Cámara Nacional de Apelaciones
en lo Civil sostuvo en 2007 que, habiéndose acreditado que el actor había comprado un bien empleando dinero
en parte propio y en parte ganancial, y siendo la proporción del capital propio muy superior al ganancial,
correspondía calificar dicho bien como propio del actor, sin perjuicio de la recompensa que la contraria pudiera
reclamar en la oportunidad de liquidarse los bienes de la sociedad conyugal. 17

El problema que se genera respecto de esta solución se presenta cuando el bien es adquirido en igual
proporción con bienes propios y gananciales. Frente a este supuesto, aparecen dos respuestas posibles. Por un
lado, aquella que entiende que, durante la vigencia de la comunidad, se impone la presunción de ganancialidad,
en tanto no puede acreditarse un mayor aporte del patrimonio propio. En segundo lugar, encontramos la postura
que sostiene que de la redacción del inciso c) del artículo 464 se desprende la preeminencia del carácter propio
del nuevo bien adquirido. 18 Aún no existe una tendencia judicial sostenida que nos permita visualizar cuál será
la solución adoptada.

5.2. Las partes indivisas ^

Las nuevas partes indivisas adquiridas sobre un bien del cual alguno de los cónyuges era propietario
previamente, ya fuera en carácter propio o ganancial, revisten la misma calificación que revistiera la adquisición
originaria. La solución prevista en el inc. k) del artículo 464 y en el inc. n) del artículo 465 continúa la solución
adoptada por la Cámara Nacional Civil en el plenario “Sanz”. 19 El fallo que dio lugar al plenario se originó ante
el requerimiento por parte del Registro de la Propiedad Inmueble acerca de que el cónyuge del vendedor
prestara su asentimiento –en ese entonces en virtud del artículo 1277 CCIV– para disponer de la transmisión de
una porción indivisa a la que entendía, le correspondía el carácter de ganancial.

El plenario contó con muy fuertes argumentos, tanto en la mayoría como en la minoría, y dio lugar al debate
acerca de la existencia o inexistencia de bienes duales en nuestro régimen. La postura mayoritaria entendió que
la adquisición de porciones indivisas en diferentes circunstancias temporales no modificaba el carácter de la
adquisición original, en tanto en derecho de condominio lleva ontológicamente incorporada la vocación al todo.

Si bien los supuestos fácticos del plenario no son exactamente los mismos que los presupuestos de la norma
actual, la solución resulta idéntica, con base en el carácter declarativo de la partición. Este carácter declarativo
da cuenta que la cuota parte originaria no constituye el objeto de la relación jurídica, sino que constituye la
medida de un derecho que se ejerce sobre la universalidad, es decir sobre la totalidad de la cosa –con las
limitaciones propias del condominio– de forma tal que las adquisiciones posteriores solo varían la extensión del
derecho, pero no su origen o título. 20 Ello, claramente sin perjuicio del derecho de recompensa debido al
patrimonio que aportara los fondos subsiguientes.

5.3. Las indemnizaciones ^

Mazzinghi 21 señalaba, en virtud de lo dispuesto en el artículo 1266 CCIV, que el principio de la subrogación
real si bien no estaba establecido con una formulación especialmente clara, permitía generalizar el criterio que
inspiraba los supuestos contemplados y aplicarlos a otros casos. Si bien se partía del término “real”, el concepto
era amplio y extensivo a derechos y créditos. Borda 22 aplicaba esta idea a las indemnizaciones por daños
sufridos en un bien propio y a las indemnizaciones por expropiación.

El artículo 464 CCCN, en el inciso n), mantiene esta tesitura, refiriendo específicamente a las indemnizaciones
“por consecuencias no patrimoniales y por daño físico”. El mismo inciso excluye de manera expresa el rubro del
lucro cesante cuando correspondiere a ingresos que hubieran sido gananciales. Por su parte, el inciso g) del ar-
tículo 465 refiere que son gananciales los créditos e indemnizaciones que subrogan a un bien ganancial. Es
decir que para saber la calificación de una indemnización será necesario determinar qué carácter tenía el bien
que está siendo indemnizado. Esta situación aparece como equitativa y responde a los lineamientos planteados
por la doctrina y jurisprudencia anterior al nuevo cuerpo legal.

La particularidad que presenta en la práctica esta calificación es que la indemnización podrá presentar en la
liquidación rubros que sean de carácter propio y rubros que sean de carácter ganancial. Un ejemplo al respecto
es el caso de una indemnización por despido discriminatorio. Los rubros correspondientes al lucro cesante
tendrán el carácter ganancial, en tanto que el rubro correspondiente al daño moral será de carácter propio.

Algo similar ocurre con los intereses devengados, ya que solo serán gananciales aquellos que nazcan durante
la vigencia de la comunidad, y solo hasta su extinción. Es que tanto el lucro cesante como los intereses
presentan el carácter de frutos, de forma tal que serán gananciales o propios en virtud de su circunstancia
temporal.

La jurisprudencia actual ha dicho al respecto:

Este precepto mantiene una redacción semejante a la del quinto párrafo del art. 1272 del CCIV, del cual parte el
criterio mayoritariamente aceptado, que establece que la indemnización por despido injustificado es ganancial si
el distrato se produjo con anterioridad a la disolución de la sociedad conyugal, y que es un bien propio si se
produjo con posterioridad, porque el perjuicio de la falta de trabajo recaerá solamente sobre el cónyuge
despedido. 23

Un supuesto especial está previsto en el artículo 465 in fine:

No son gananciales las indemnizaciones percibidas por la muerte del otro cónyuge, incluso las provenientes de
un contrato de seguro, sin perjuicio, en este caso, de la recompensa debida a la comunidad por las primas
pagadas con dinero de ésta.

Las indemnizaciones por muerte de unos de los cónyuges ingresan al patrimonio del supérstite como propias.
Ello permite una protección mayor del viudo o viuda, en virtud de las concurrencias sucesorias. Estas
indemnizaciones no formarán parte de la comunidad hereditaria del causante, ya que son propios del supérstite.

El carácter de la indemnización no suplanta ni cancela la recompensa debida a la comunidad ganancial por las
primas aportadas por esta en el caso de las indemnizaciones que se derivan de un contrato de seguro. En este
supuesto la comunidad ganancial –que debe liquidarse entre el supérstite y los herederos del causante– deberá
recibir la recompensa que, entonces, formará parte del acervo de la comunidad hereditaria.
A lo largo del articulado del CCCN se puede observar que si bien se aleja indefectiblemente de la postura que
propugnaba la existencia de bienes duales en el ordenamiento, dentro del ítem indemnizaciones podemos
encontrar cierta dualidad.

6. A modo de conclusión ^

La regulación del régimen matrimonial de comunidad en el Código Civil y Comercial ha traído respuestas a
muchos de los conflictos que hasta su sanción requerían soluciones pretorianas. No obstante ello, presenta
también algunas regulaciones que parecen complejizar aún más algunos supuestos.

Actualmente, la jurisprudencia aún se presenta muy limitada en la materia, lo que no permite inferir una línea
clara acerca de cómo se interpretarán o cargarán de contenido estas normas.

La conformidad del cónyuge no adquirente en el instrumento de adquisición de un bien propio resulta pasible de
una mirada crítica, en tanto la regulación de los supuestos de mayores aportes y de partes indivisas se
presentan como clarificadores y oportunos.

El régimen patrimonial matrimonial mantiene en el nuevo cuerpo legal el imperio casi absoluto del orden público,
limitando la autonomía de la voluntad de los cónyuges a la elección de alguno de los dos regímenes propuestos.
Una vez optado por uno de ellos, el mismo será regido por las normas que lo regulan, y la autonomía de la
voluntad solo tendrá la extensión que el ordenamiento expresamente le acuerde. En el régimen de comunidad,
esto aparece de forma aún más palmaria.

La calificación de los bienes es uno de los supuestos donde este imperio se observa en todo su esplendor.

APROXIMACION EN EL REGIMEN PATRIMONIAL DEL MATRIMONIO


CCCN http://www.revista-notariado.org.ar/2016/06/aproximacion-al-regimen-patrimonial-del-matrimonio-
en-el-codigo-civil-y-comercial-de-la-nacion/ Romina I. Cerniello | Néstor D. Goicoechea

1. Introducción ^
Es nuestra intención en el presente artículo efectuar un análisis sucinto del régimen patrimonial del matrimonio
en el Código Civil y Comercial de la Nación (CCCN), deteniéndonos en algunas normas que a nuestro entender
resultan relevantes, porque implican la incorporación de nuevos institutos o la adopción de una postura
manifiesta respecto de cuestiones que en la doctrina y la jurisprudencia eran controvertidas, contribuyendo a la
seguridad jurídica en esos supuestos. No obstante, también se analizarán las cuestiones sobre las cuales el
CCCN no se expide y las disyuntivas que la nueva legislación de fondo trae aparejadas.

Entre las novedades en la materia, se destaca sin lugar a dudas la facultad de optar por un régimen de
separación de bienes, posibilitándose por primera vez salir del régimen único legal y forzoso de comunidad de
gananciales previsto por Vélez. Esto resulta un avance fundamental para los tiempos que corren, pues la vida
de los matrimonios actuales poco tiene en común con la de los matrimonios del siglo XIX.

No obstante, tampoco implica una total apertura a la autonomía de la voluntad, pues solo versa sobre la
posibilidad de elegir entre el régimen de comunidad y el régimen de separación de bienes y sobre la posibilidad
de mutar entre ellos una vez transcurrido cierto tiempo; pero las reglas propias de cada uno de los sistemas
siguen siendo de orden público. Esto puede resultar criticable, especialmente teniendo en cuenta que en la
regulación de las uniones convivenciales prevalece la autonomía de la voluntad de los convivientes (arts. 513,
514 y cc.); no adherimos a esas críticas, por entender que tal regulación imperativa del régimen patrimonial del
matrimonio hace a la seguridad jurídica.
2. Convenciones matrimoniales. Elección y cambio de
régimen ^
El CCCN regula las convenciones matrimoniales en los artículos 446 a 450, pero no brinda una definición, sino
que se limita a enumerar los supuestos admitidos (art. 446). Son las convenciones previas al matrimonio que, al
igual que en el Código derogado (CCIV), deben efectuarse con anterioridad al matrimonio, por escritura pública,
solo pueden referirse a los contenidos taxativamente permitidos y se consideran sujetas a la condición
suspensiva de que se celebre un matrimonio válido.

En el artículo 449 se autoriza la modificación del régimen, también mediante una convención, en este caso
formalizada durante el matrimonio, también mediante escritura pública. Se trata de acuerdos, pactos, contratos
o capitulaciones entre los contrayentes o los cónyuges, relativos a los efectos económicos de su matrimonio. 1

2.1. Objeto ^
Pueden referirse únicamente a los objetos siguientes (art. 446).

 a) “Designación y avalúo de los bienes que cada uno lleva al matrimonio”.


Este inciso guarda relación con el inciso primero del artículo 1217 CCIV, agregando el avalúo a la
posibilidad de la simple designación. Teniendo en cuenta la presunción de ganancialidad del artículo 466,
este inventario constituye un medio para preconstituir la prueba de la calidad de propios de los bienes que
cada cónyuge lleva al matrimonio, especialmente bienes muebles no registrables (dinero, obras de arte,
joyas, etc.) y derechos personales (ej. boletos de compraventa sin fecha cierta).
 b) “La enunciación de las deudas”.
Es la contrapartida del inciso a). Puede realizarse un inventario del pasivo, posibilidad que resulta
relevante para determinar que dichas deudas no quedarán encuadradas en los supuestos de
responsabilidad de los artículos 461 y 467 cuando carezcan de un título que permita identificar la fecha
cierta en la cuales fueron contraídas. Fuera de esto, estimamos que la opción no será utilizada por
implicar, además, un reconocimiento de las obligaciones.
 c) “Las donaciones que se hagan entre ellos”.
Son las donaciones realizadas por uno de los contrayentes al otro por razón del matrimonio –se analizarán
en el ítem 2.5–.
 d) “La opción que hagan por alguno de los regímenes patrimoniales previstos en este Código”. Como se
expuso en la introducción, esta es la gran modificación en materia de efectos patrimoniales del
matrimonio. No obstante –reiteramos–, no se puede elaborar libremente el régimen patrimonial
matrimonial, sino que la ley únicamente admite que los interesados opten por uno de los dos regímenes
que regula: comunidad de gananciales o separación de bienes. Es por esto que se habla de una
autonomía de la voluntad restringida, 2a diferencia de lo que ocurre en otros países donde son los propios
contrayentes o cónyuges, como interesados, quienes estructuran el régimen de bienes que mejor se
adecua a su situación particular. 3 A falta de opción hecha en la convención matrimonial, los cónyuges
quedan sometidos al régimen de comunidad de ganancias (carácter supletorio, art. 463). Y los menores de
edad autorizados judicialmente para casarse no pueden optar por el régimen de separación ni hacerse
donaciones en la convención matrimonial (art. 450).

Toda disposición patrimonial que exceda el contenido delimitado por estos cuatro incisos carecerá de validez
(art. 447). De incluirse cláusulas que refieran a otros temas patrimoniales, ello no implicará la nulidad de la
convención, sino que sería una nulidad parcial (art. 389).

2.2. Forma ^
Conforme a los artículos 448 y 449, tanto las convenciones matrimoniales como la convención referida a la
modificación de régimen patrimonial después de celebrado el matrimonio deben efectuarse por escritura
pública. Asimismo, para que produzcan efectos frente a terceros, las convenciones deberán anotarse
marginalmente en el acta de matrimonio. En las prematrimoniales serán los contrayentes quienes se encargarán
de manifestarlo ante el oficial del Registro Civil para que éste lo asiente, y en las convenciones posteriores al
matrimonio será el escribano el encargado de rogar dicha anotación. En este punto cabe destacar que las
convenciones también deberían inscribirse en los registros de bienes.

Respecto del carácter de la solemnidad impuesta, debemos concluir que esta es relativa, por no haberse
impuesto expresamente la escritura pública bajo sanción de nulidad (arts. 285, 969, 1018 y cc.). Se trata de una
omisión importante –e involuntaria– del legislador, pues, por su contenido, estas convenciones no deberían
quedar sujetas a la posibilidad de posteriores acciones de escrituración, lo que resultaría un ridículo y podría
afectar derechos de terceros.

2.2.1. Forma de optar por el régimen de separación ^


Algunos autores interpretan que la opción puede efectuarse directamente ante el oficial público que celebra el
matrimonio, sin necesidad de una convención previa por escritura pública. Este requisito sí sería ineludible para
el caso de querer modificar el régimen con posterioridad a la celebración del matrimonio (art. 449).

Quienes sostienen que esta vía es posible fundan su opinión en la letra del artículo 420, que dice:

Acta de matrimonio y copia. La celebración del matrimonio se consigna en un acta que debe contener: […] i)
declaración de los contrayentes de si se ha celebrado o no convención matrimonial y, en caso afirmativo, su
fecha y el registro notarial en el que se otorgó; j) declaración de los contrayentes, si se ha optado por el régimen
de separación de bienes…

Entienden que el tratamiento separado de las convenciones en el inciso i) y la opción de régimen en el inciso j)
brindan la posibilidad de efectuar la opción por el régimen de separación tanto en una convención previa,
conforme al artículo 446, como por una simple declaración ante el oficial del Registro Civil.

No compartimos esta opinión. Si bien la lectura del artículo 420 puede dar lugar a dudas, hay varios argumentos
para negar dicha posibilidad. En primer lugar, debe estarse al principio de especialidad. El artículo 420 solo trae
una enunciación con respecto a los requisitos formales del acta de matrimonio, mientras que los artículos 447 y
448 regulan expresamente el contenido de las convenciones matrimoniales y la forma impuesta. En segundo
lugar, el artículo 463, relativo al carácter supletorio del régimen de comunidad, resulta categórico al establecer
que “a falta de opción hecha en la convención matrimonial, los cónyuges quedan sometidos desde la
celebración del matrimonio al régimen de comunidad de gananciales”. Si bien en los fundamentos del CCCN se
afirma que la elección del régimen “se realiza por escritura pública antes de la celebración del matrimonio o
frente al funcionario del Estado Civil y Capacidad de las Personas”, de más está señalar que esta última opción
no resulta de la disposición sancionada, donde debió haberse explicitado. 4 Por último, la escritura pública no
solo se exige por la presencia de un oficial público que recepta dicha declaración de voluntad, supuesto que
estaría cumplido con el oficial del registro civil; sino que la exigencia responde a la necesidad de garantizar que
dicha elección, por su trascendencia en la vida futura del matrimonio, sea realizada en un acto reflexivo, luego
de ser debidamente asesorados por el escribano interviniente sobre su alcance y consecuencias. Estos
requisitos mal podrían darse en el acto matrimonial sin un profesional idóneo, donde la consulta respecto a este
tema podría resultar intempestiva y la respuesta, basada o inducida por un error de uno o ambos cónyuges o,
aún peor, por dolo de uno de ellos.

Por lo expuesto –reiteramos–, sostenemos que no es posible que los contrayentes opten por el régimen de
separación de bienes ante el oficial del registro civil.

2.3. Modificación del régimen patrimonial ^


El artículo 449 CCCN expresa:

Después de la celebración del matrimonio, el régimen patrimonial puede modificarse por convención de los
cónyuges. Esta convención puede ser otorgada después de un año de aplicación del régimen patrimonial,
convencional o legal, mediante escritura pública. Para que el cambio produzca efectos, debe anotarse
marginalmente en el acta de matrimonio.

Esta norma les amplía a los cónyuges la posibilidad de elección, pues, además de poder optar con anterioridad
al matrimonio por alguno de los regímenes, les brinda el derecho a variar de régimen con posterioridad a la
celebración de las nupcias y cuantas veces lo deseen (siempre que se respeten las condiciones señaladas por
la norma). Resulta importante porque les da a los cónyuges la posibilidad de elegir con la tranquilidad de que
esa decisión no resultará definitiva y, fundamentalmente, porque les brinda el derecho de variar de régimen a
todas aquellas parejas que han contraído nupcias con anterioridad a la vigencia del CCCN.

2.3.1. Requisitos para el cambio de régimen ^


 a) Acuerdo de ambos cónyuges:
Es imprescindible la voluntad de ambos integrantes del matrimonio, no siendo posible variar de régimen
por decisión unilateral.
 b) Plazo:
Debe haber transcurrido un año de aplicación del régimen patrimonial que se está variando, o sea, un año
desde la celebración del matrimonio o desde el otorgamiento de la escritura de mutación de régimen
patrimonial. Cabe dilucidar cómo computar el plazo de un año para aquellos matrimonios celebrados con
anterioridad a la vigencia del CCCN. Aquellas parejas que ya cuentan con un año de casados a partir de
la entrada en vigencia del CCCN pueden optar inmediatamente por variar al régimen de separación. No
obstante, hay autores que sostienen que debe esperarse un año desde el 1 de agosto de 2015. La
aplicación de los plazos en tiempos de transición normativa siempre resulta conflictiva, y la redacción del
artículo 7 del CCCN para resolver esta situación no es del todo clara, y puede dar lugar a discusiones.
 c) Escritura pública:
Nuevamente debe recurrirse a la intervención del notariado para otorgar estos actos tan trascendentes en
la vida conyugal. No debemos perder de vista que en el caso de mutar del régimen de comunidad al de
separación de bienes se producirá la disolución de la comunidad de gananciales, generándose la
indivisión poscomunitaria y todas las consecuencias que esto conlleva, incluso la necesidad de proceder
simultánea o posteriormente a su liquidación.
 d) Inscripción en el Registro Civil:
Para producir efectos frente a terceros, esta convención también debe ser inscripta en el Registro Civil
mediante nota marginal en la partida de matrimonio. Si bien la publicidad en esta materia resulta
necesaria, el hecho de que se trate de registros locales y de que no exista un registro federal resta
eficacia y practicidad al sistema, pues siempre deberá anotarse en el registro donde los cónyuges hayan
contraído nupcias, sin importar el lugar de radicación del matrimonio al momento de otorgar la escritura de
modificación de régimen. Y al problema de la distancia de los registros se le suma el de la validez
temporal de las partidas que ellos extienden.

2.4. Capacidad ^
El CCCN suprime el requisito del asentimiento de los representantes legales de las personas menores de edad,
pero, como contrapartida, les niega a los adolescentes la posibilidad de celebrar pactos por los cuales efectúen
donaciones o elijan el régimen patrimonial del matrimonio. La solución es acertada: no parece apropiado
permitirles antes de los dieciocho años de edad tomar decisiones económicas de entidad tal que requieran una
deliberación propia del mayor de edad; máxime cuando el sometimiento al régimen de comunidad no afecta su
interés en la medida en que es el que mejor protege a las personas en situación de vulnerabilidad.

La norma se refiere específicamente a las personas menores de edad. No comprende el caso del matrimonio
celebrado con dispensa por falta de salud mental (art. 405). En estos supuestos podrían aplicarse los mismos
argumentos, sin perjuicio de remitirse a los términos de la sentencia de dispensa y, eventualmente, de la
resolución que se haya pronunciado sobre la restricción de la capacidad de la persona que contrae
matrimonio. 5

2.5. Donaciones en razón del matrimonio ^


Están reguladas en los artículos 451 a 453 del CCCN. Se simplifica su tratamiento en comparación con el CCIV;
este incluía normas relativas a las donaciones y a la dote de la mujer (arts. 1230-1260), muchas de las cuales
se consideraban tácitamente derogadas. La realidad actual torna innecesaria una cantidad mayor de normas y,
con muy buena técnica, el CCCN remite al título de las donaciones para todo lo que no se regule especialmente
(art. 451 CCCN).

Conforme al artículo 452, entendemos por donaciones en razón de matrimonio aquellas “hechas por terceros a
uno de los novios, o a ambos, o por uno de los novios al otro, en consideración al matrimonio futuro”. Estas
donaciones se consideran implícitamente sometidas a la condición suspensiva de que se celebre un matrimonio
válido. A diferencia del art. 1240 CCIV, en el CCCN no se dispone la irrevocabilidad de las donaciones por
causa de matrimonio. De esta manera, son aplicables las normas generales para la revocación de las
donaciones, sin perjuicio de la protección del cónyuge de buena fe si el matrimonio fuera anulado, quien puede
revocar las donaciones realizadas al de mala fe (art. 429 inc. b). Asimismo, por el artículo 453, las ofertas de
donación hechas por terceros caducan si el matrimonio no se celebra dentro del término de un año y se
consideran tácitamente aceptadas desde la celebración del matrimonio si antes no fueron revocadas. No
expresa qué sucedería con la oferta hecha por un tercero que fallece antes del año de la celebración del
matrimonio; puede entenderse que, por aplicación de las reglas generales, también caduca.

3. Disposiciones comunes a ambos regímenes ^


Las normas dispuestas entre los artículos 454 y 462 constituyen un estatuto inderogable para el matrimonio, con
independencia del régimen patrimonial aplicable (cfr. art. 454). Es un régimen primario, existente en otros
países, que se encuentra destinado a la protección de los intereses familiares comprometidos. Son, según se ha
dicho, normas demostrativas de la solidaridad familiar. 6

Dentro de estas normas, resalta el requisito del asentimiento para la disposición de los derechos sobre la
vivienda y los muebles indispensables de ella. –Este tema, que, junto con el artículo 522 (uniones
convivenciales inscriptas), constituye un verdadero sistema de orden legal e inderogable de protección de la
vivienda familiar, será analizado en el acápite siguiente. Si bien el CCCN regula un régimen de protección de la
vivienda entre los artículos 244 y 256, este régimen es de carácter voluntario y la protección operará en tanto se
cumplan los requisitos de afectación y estos continúen vigentes. Por el contrario, la protección dispuesta en el
artículo 456 es legal y de aplicación inmediata y forzosa. La protección no deriva solamente del requisito del
asentimiento para disponer, sino fundamentalmente del último párrafo del 456, al disponer la inejecutabilidad de
la vivienda familiar por deudas que no hayan sido contraídas por ambos cónyuges o por uno con el asentimiento
del otro. Además, el asentimiento se requiere para disponer de los derechos personales sobre la vivienda
familiar y de los muebles indispensables de esta y, respecto de estos últimos, para trasportarlos fuera de ella–.

Asimismo, son normas aplicables a todo matrimonio el deber de contribución regulado (art. 455), la
responsabilidad solidaria de ambos cónyuges para solventar las necesidades del hogar o el sostenimiento y
educación de los hijos (art. 461), la posibilidad de autorización judicial para el caso de ausencia o impedimento
para expresar la voluntad de uno de los cónyuges (art. 460) y las reglas para la disposición de las cosas
muebles no registrables (art. 462).

4. Asentimiento conyugal ^
Se ha definido al asentimiento como

… una declaración unilateral y autónoma que tiene por finalidad complementar la voluntad del cónyuge titular,
cumpliendo así el requisito que la ley exige para disponer de bienes inmuebles, muebles y derechos
registrales. 7

El requisito del asentimiento conyugal fue incorporado a nuestro derecho positivo por la Ley 17711 en el artículo
1277 CCIV; se entendió como una potestad de control otorgada al cónyuge no titular en aras de la protección de
los intereses familiares, y la propia Ley 17711 fue la que puso punto final a los resabios del sistema de
administración marital previsto por Vélez.

El CCCN amplía la protección, pues exige asentimiento no solo a los cónyuges, en ambos regímenes
patrimoniales, sino también a los convivientes, y porque incorpora actos que ahora requieren asentimiento y que
antes no lo exigían o eran dudosos. Asimismo, presenta normas específicas en cuanto a los requisitos del
asentimiento, poderes para otorgarlo y efectos en caso de omisión.

4.1. Casos que requieren asentimiento ^


El juego de los artículos 470 y 456 del CCCN viene a reemplazar al antiguo artículo 1277 CCIV en sus dos
párrafos. Con respecto a los bienes gananciales, el artículo 470 establece que será necesario el asentimiento
del cónyuge no titular para enajenar o gravar: a) los bienes registrables, b) las acciones nominativas no
endosables y las no cartulares, con excepción de las autorizadas para la oferta pública, c) las participaciones en
sociedades no exceptuadas en el inciso anterior, d) los establecimientos comerciales, industriales o
agropecuarios. También requieren asentimiento las promesas de los actos comprendidos en los incisos
anteriores.

En comparación con el primer párrafo del artículo 1277 CCIV, podemos decir que se mantiene el requisito del
asentimiento respecto de los bienes registrables y participaciones societarias, precisando el supuesto de las
acciones de sociedades anónimas, que había sido objeto de amplio debate en la doctrina. También se incorpora
de modo expreso el supuesto de los establecimientos comerciales, industriales o agropecuarios y se requiere el
asentimiento para las promesas de dichos actos, lo que es importante en materia de boleto de compraventa y
juicio por escrituración. Respecto de la cesión de los boletos, creemos que en los casos en que no se trate de la
vivienda familiar no debería requerirse el asentimiento del cónyuge del cedente.

El artículo 456 CCCN se corresponde con el segundo párrafo del artículo 1277 CCIV, que requería el
asentimiento para disponer del inmueble propio cuando fuera sede del hogar conyugal y vivieran allí hijos
menores o incapaces. El artículo 456 mantiene y amplía dicha protección:

Ninguno de los cónyuges puede, sin el asentimiento del otro, disponer de los derechos sobre la vivienda
familiar, ni de los muebles indispensables de ésta, ni transportarlos fuera de ella.

Este artículo se ubica dentro de las normas aplicables a todo matrimonio, independientemente del régimen
patrimonial elegido. De esta manera, el asentimiento se requiere sin atender al carácter propio o ganancial del
bien, aun en un régimen de separación.

El legislador ha extendido el requisito para todo acto de disposición de derechos sobre la vivienda. Ya no será
necesario que tengan hijos menores o incapaces que vivan en el inmueble para requerir el asentimiento.
Además, abarca la disposición de todo tipo de derechos, pues no se limita a los reales. 8 El legislador extendió
la protección a los bienes muebles indispensables de la vivienda, de los que no se podrá disponer ni podrán ser
transportados fuera de ella sin asentimiento, lo que resultará sin dudas una prerrogativa de difícil aplicación.

4.2. Requisitos. Asentimiento anticipado ^


El artículo 457 CCCN dispone:

En todos los casos en que se requiere el asentimiento del cónyuge para el otorgamiento del acto, aquel debe
versar sobre el acto en sí, y sus elementos constitutivos.

Estos requisitos se refieren tanto al caso del artículo 456 como a los supuestos regulados en el artículo 470, por
remisión expresa de este último.

Esta norma trajo una pronta y adversa reacción por parte del notariado. 9 En primer lugar, se advierte un uso
vago del lenguaje al referirse a “el acto en sí” y sus elementos “constitutivos”. La alusión al “acto en sí” implica el
reconocimiento normativo de la tesis que interpretaba improcedente el asentimiento general anticipado, tema
que ha sido un punto de desacuerdo en doctrina y jurisprudencia 10 –la posición predominante dentro del
notariado ha sido la validez y defensa de dicha figura, en virtud de la confianza que existe entre los esposos–.
Con respecto a la mención a los elementos “constitutivos”, una primera lectura parece indicar que al momento
de otorgar el asentimiento el cónyuge no titular deberá conocer todos los elementos esenciales del acto jurídico
que otorgará su consorte, esto es, sujeto, objeto y causa. Dicha interpretación haría prácticamente imposible el
otorgamiento de un asentimiento anticipado. La posición que hace operativo un asentimiento anticipado es la
que entiende que solo deben enunciarse aquellos elementos que resulten relevantes a efectos de realizar el
control que la ley le otorga de forma irrenunciable al cónyuge no titular. En el supuesto de la disposición de un
inmueble, estamos de acuerdo con aquellos autores que sostienen que alcanza con describir la naturaleza del
acto a otorgar, el bien y, en su caso, el precio mínimo que debería obtenerse. En definitiva, la persona que
resulte compradora no es relevante a efectos del control que debe cumplirse.

4.3. Poder para asentir ^


Aclaración previa: el asentimiento anticipado, ya sea especial o general, no es igual que el otorgamiento de un
poder para que el apoderado, en uso de la representación conferida, otorgue el asentimiento en el caso
concreto. La diferencia es fundamental, pues en el asentimiento anticipado el cónyuge ya prestó la conformidad
requerida, mientras que en el apoderamiento el cónyuge no asiente sino que le encomienda al apoderado que
otorgue el asentimiento en un caso concreto.

Durante la vigencia del CCIV, la diferencia no resultó tan relevante en la medida en que los requisitos para el
asentimiento anticipado y para el poder para asentir eran los mismos: individualizar el bien objeto del acto –
doctrina mayoritaria–. Sin embargo, la diferencia vuelva a tomar relevancia como consecuencia del juego de los
artículos 457 y 375 CCCN. Este último, relativo a los apoderamientos, dispone que serán necesarias facultades
especiales para “b) otorgar el asentimiento conyugal, si el acto lo requiere, caso en el que deben identificarse
los bienes a que se refiere”. Frente a esto, la discusión gira en torno a interpretar si al requisito del artículo 375
deben sumárseles los requisitos del artículo 457 sobre los elementos constitutivos del acto.

Compartimos la opinión de quienes sostienen que el apoderamiento para prestar el asentimiento es válido con
la sola mención del bien. Nótese que el inciso b) del artículo 375 es el único supuesto en el que el CCCN solicita
el llamado poder específico o especialísimo, requisito que no ha sido mantenido ni siquiera en materia de
donación inmobiliaria. Imponerle al apoderamiento los requisitos del asentimiento es un sinsentido, pues no
sería necesario otorgar el poder de contarse con todos los requisitos para otorgar el asentimiento anticipado.
Por otro lado, en el supuesto del apoderamiento, será el apoderado quien otorgue el asentimiento al cónyuge
del poderdante, y dicho acto será imputable al poderdante como si hubiese actuado él mismo. La diferencia
radica en la relación que se entabla entre el poderdante y el apoderado: si el poder se otorga en basa a un
contrato de mandato y el mandatario actúa en contra de las indicaciones del mandante, esa desobediencia
permanece en la faz interna de la relación contractual entre mandante y mandatario y dará lugar al reclamo del
primero al segundo, pero resultará inoponible al tercero contratante de buena fe, en tanto en cuanto el poder
cumpla los requisitos legales.

4.4. Mandato entre cónyuges y asentimiento conyugal ^


El artículo 459 CCCN, luego de establecer como regla general la posibilidad de que los cónyuges celebren entre
sí contrato de mandato, expresamente dispone que dicho mandato no podrá ser “para darse a sí mismo el
asentimiento en los casos en que se aplica el artículo 456”. En primer lugar, la prohibición responde a la
dinámica general adoptada en la materia de asentimiento, esto es, se adoptó una postura en la cual se
desalienta la confianza en el cónyuge. Desde ese punto de partida, resulta coherente que si no puede otorgarse
un asentimiento general anticipado, ni siquiera especial si no se cuenta con “los elementos constitutivos del
acto”, tampoco pueda otorgarse mandato al otro cónyuge, pues en definitiva estaría entregando el control del
acto al sujeto pasible de control.

La discusión en torno a este tema deriva de la remisión que el artículo 470 (asentimiento de los bienes
gananciales) hace a las disposiciones de régimen general en materia de regímenes patrimoniales, que se
refieren al asentimiento para disponer de los derechos sobre la vivienda. Como vimos, el artículo 459 prohíbe
dar mandato al cónyuge para asentir “en los casos en que se aplica el artículo 456”, es decir, para la disposición
de la vivienda. Asimismo, el último párrafo del artículo 470 dispone que “al asentimiento y a su omisión se
aplican las normas de los artículos 456 a 459”. Contrapuestas las dos normas, lo que hay que interpretar es si la
prohibición alcanza los supuestos en que se dispone de bienes gananciales que no sean el inmueble que
constituye la vivienda familiar.

Quienes opinan que en este caso no es aplicable la prohibición fundan su opinión en la letra del propio artículo
459, que dice que se aplica a los casos del 456, y expresan que la remisión solo tiene por fin ratificar la regla
general que les permite a los cónyuges celebrar el contrato de mandato. Respecto de este argumento, la
remisión expresa del artículo 470 al 459 no puede tener como objetivo la repetición de una regla general que de
todas formas se aplicaría, justamente por encontrarse entre las normas aplicables a todos los regímenes. La
remisión al artículo 459 se torna trascendente si se entiende que se refiere a la prohibición de que el mandato
verse sobre el asentimiento conyugal. Esta interpretación es la que, lamentablemente, 11 más se adapta a la
idea global adoptada por el legislador. Por otro lado, también le es aplicable el argumento vertido con respecto
al artículo 459 de que se estaría delegando el control en el sujeto que debe controlarse, que parece ser lo que el
legislador buscó evitar.

4.5. Venia judicial supletoria ^


En comparación con la norma anterior, el artículo 458 CCCN mantiene la posibilidad de solicitar la venia judicial
supletoria y amplía los casos en que puede aplicarse, pues se refiere a cualquier supuesto en que no pueda
obtenerse el asentimiento, ya sea por negativa injustificada, ausencia, incapacidad, o impedimento transitorio.

4.6. Omisión del asentimiento. Efectos. Caducidad y


prescripción^
Desde la sanción de la Ley 17711 se ha discutido qué ineficacia afectaba al acto en el cual se había omitido el
asentimiento del artículo 1277 CCIV. Para algunos, era un caso de nulidad relativa; para otros, el acto era
inoponible al cónyuge. El CCCN termina con la discusión, optando por la nulidad relativa a favor del cónyuge no
titular, en el artículo 456. Esto nos dará una base normativa sólida sobre la cual trabajar, especialmente al
momento de calificar antecedentes en los cuales se haya omitido el asentimiento, pues la omisión podrá ser
confirmada por el cónyuge que debió asentir.

El plazo de caducidad de seis meses resulta muy útil desde el punto de vista práctico. No obstante, debemos
ser muy precavidos al momento de considerar el transcurso de dicho plazo como un supuesto de subsanación,
por cuanto la determinación del momento en que el cónyuge pudo conocer el acto de enajenación no siempre
es certero. En principio, los supuestos del artículo 456 parecen ser más claros, pues, tratándose de la vivienda
familiar, difícilmente pueda alegarse que desconocía la situación luego de los seis meses de otorgado el acto.
No obstante, el vendedor pudo haber continuado en posesión del bien sin que su cónyuge tomara conocimiento
de la venta efectuada.

4.7. Acreditación de la innecesariedad del asentimiento ^


Ante la existencia de tantas normas nuevas en la materia, lo que resulta relevante para el notario será como
manejarse respecto de aquellos bienes propios (o sujetos al régimen de separación de bienes) que no
constituyan la vivienda familiar. Estimamos que seguirá siendo una manifestación del enajenante, que requerirá
para la buena fe del adquirente la previa visita del bien para verificar que el inmueble no constituya la vivienda
familiar del disponente, sin necesidad de solicitar ninguna constancia adicional.

5. Régimen de comunidad ^
Este régimen, 12 adoptado por Vélez como sistema único e inderogable, continúa en el CCCN, pero con
algunas modificaciones y con carácter de supletorio, ya que, en el supuesto de no haberse hecho la opción por
el régimen de separación de bienes, “los cónyuges quedan sometidos desde la celebración del matrimonio al
régimen de comunidad de ganancias” (art. 463).

Al igual que en el régimen del CCIV, el régimen de comunidad actual implica que los bienes que integren la
comunidad sean denominados o calificados como gananciales, los que, por ser producto del esfuerzo común de
la pareja, serán liquidables por partes iguales al momento de la disolución de la comunidad, por cualquiera de
las causales posibles. En consecuencia, continúa la existencia de las cuatro masas de bienes, esto es, los
bienes propios y los bienes gananciales de cada uno de los cónyuges.

5.1. Calificación de los bienes ^


La enumeración de las reglas para calificar los bienes se encuentra en los artículos 464 (propios) y 465
(gananciales). Se mantienen los principios generales planteados por el CCIV, solucionándose a su vez las
grandes discusiones doctrinarias que se plantearon por falta de regulación expresa, fundamentalmente en
materia de los denominados bienes mixtos.

Los tres grandes principios rectores para la calificación continúan vigentes:

 a) El tiempo:
Los bienes adquiridos antes de la vigencia de la comunidad son propios y los adquiridos con posterioridad
se presumirán gananciales. Se mantiene asimismo la regla de la causa anterior (art. 464 inc. g y art. 465
inc. j).
 b) El título de adquisición:
Aquellos adquiridos por herencia, legado o donación serán propios y aquellos obtenidos a título oneroso
serán gananciales, en principio.
 c) La subrogación real:
Los bienes que se adquieran por intercambio de bienes propios mantendrán ese carácter y a la inversa
cuando sean gananciales.

Debemos sumarles a estos principios el de accesión o acrecentamiento. La accesión por acrecentamientos


naturales, materiales, construcción y demás supuestos implican que el bien mantiene su carácter originario, sin
perjuicio del derecho de recompensa en caso de corresponder.

En virtud de no haber grandes modificaciones en este punto, nos detendremos solo en el análisis de supuestos
que han generado conflicto.

5.1.1. Bienes mixtos ^


Los denominados bienes mixtos siempre han sido motivo de conflicto atento a la falta de regulación expresa en
la regulación velezana, por lo que su normativización constituye una novedad. Al referirnos a bienes mixtos, hay
dos supuestos a analizar:

 a) Adquisición de un bien con dinero en parte propio y en parte ganancial. En estos casos, la doctrina
mayoritaria le ha otorgado al bien el carácter de la mayor cantidad de dinero invertido. Esta regla se
receptó en el CCCN, 13 imponiendo las recompensas que correspondan.
 b) Adquisiciones de partes indivisas que resulten de títulos distintos. 14 Este es el supuesto que ha
producido mayores contradicciones y ha generado dos corrientes doctrinarias, la monista y la
dualista. 15Para la primera, los bienes debían calificarse siempre y en su totalidad como propios o como
gananciales, y, en el caso de aportes mixtos, jugaba la regla de las recompensas al momento de la
disolución de la sociedad conyugal. Por el contrario, para la postura dualista, no existía inconveniente en
sostener que un bien de titularidad de un cónyuge solo pudiera ser en parte propio y en parte ganancial,
atento a la diferente calificación de los bienes o fondos utilizados para su adquisición. Dichas posturas,
enfrentadas durante décadas, fueron sostenidas por respetados juristas.
El desarrollo y fundamento de ambas posturas excede el objetivo de este trabajo, por cuanto el CCCN ha
tomado una decisión categórica a favor de la postura monista. 16 La solución podrá ser compartida o no, pero
tiene el valor de haber finalizado una discusión que implicaba una gran inseguridad en el tráfico inmobiliario, ya
que las consecuencias de tomar una u otra postura eran muy diversos en algunas situaciones (p. ej.: la
necesidad o no de asentimiento, o de realizar el juicio sucesorio del cónyuge no titular). Asimismo, cabe aclarar
que dichas discusiones continuarán en torno al derecho transitorio, es decir, respecto de qué reglas aplicar a los
bienes adquiridos con anterioridad a la vigencia del CCCN. 17

5.1.2. Acciones en aumento de capital por capitalización de utilidades ^


El artículo 491 CCCN toma postura en otra discusión doctrinaria que ha dado lugar a amplios debates. Se trata
del supuesto de quien posee acciones (u otra participación societaria) de carácter propio y luego la cantidad de
acciones o participaciones acrece en virtud de la suscripción realizada en oportunidad de un aumento de capital
por capitalización de utilidades. La doctrina se dividió en torno a calificar dichas acciones o participaciones como
propias o gananciales. 18

El citado artículo ofrece una solución al calificarlas como propias, estableciendo una recompensa a favor de la
comunidad. 19 Esta solución nos parece parcial e incompleta. Sin embargo, el análisis de las teorías relativas al
tema exceden las posibilidades brindadas para el desarrollo del presente trabajo, por lo cual nos limitamos a
mencionar la solución adoptada.

5.1.3. Bienes gananciales anómalos ^


Al igual que en el artículo 1306 CCIV, el artículo 480 CCCN establece que la extinción de la comunidad tiene
efecto retroactivo, ya sea al día de la notificación de la demanda o al de la petición conjunta de los cónyuges
para los casos de divorcio, anulación de matrimonio o separación de bienes. Asimismo –y manteniendo las
similitudes–, establece que en caso de haber existido separación de hecho sin voluntad de unirse previamente a
la anulación, divorcio o separación de bienes, la sentencia tiene efectos retroactivos a la fecha de esa
separación.

Hay un nuevo criterio en materia de divorcio: no solo desapareció la noción de culpa, sino que directamente
desapareció la noción de causa. Esto explica que haya desaparecido la vieja distinción del artículo 1306 CCIV
en torno a que la no participación solo beneficiaría al cónyuge inocente, que había dado lugar a un amplio
debate para los supuestos de presentación conjunta. 20 Aclarado esto, podemos definir los bienes gananciales
anómalos como aquellos que el cónyuge separado de hecho adquiere a título oneroso y que, una vez dictada la
sentencia de divorcio, deberán considerarse fuera de la comunidad, en virtud del efecto retroactivo citado.
Lógicamente, dicho principio deberá ser conjugado con el principio de la subrogación real, por lo que si el
cónyuge separado de hecho adquiere el bien con dinero o a cambio de bienes gananciales adquiridos antes de
la separación, los nuevos bienes no quedarán excluidos de la comunidad al momento de la disolución. 21

5.1.4. Prueba del carácter frente a terceros ^


Como sabemos, entre los cónyuges siempre podrán alegar y probar por cualquier medio que un determinado
bien es propio o ganancial, pero frente a terceros deben establecerse reglas claras, para evitar la inseguridad en
el tráfico de bienes. Al respecto, y en torno al artículo 1246 CCIV, fue tejiéndose toda una doctrina y
jurisprudencia que fue avanzando y desarrollándose en la medida en que el régimen original previsto por el
Codificador fue mutando como consecuencia de las reformas parciales. 22

Desde hace varias décadas, el notariado tenía como postura casi unánime que al momento de adquirirse un
bien con dinero propio, para hacer ese carácter oponible a terceros, debía dejarse constancia de ello en la
escritura y justificar cómo el dinero utilizado era propio, no bastando la simple declaración del adquirente. De allí
que siempre debíamos remitirnos a documentos que resultaran prueba suficiente, tales como la escritura de
venta de un bien propio o la donación del dinero instrumentada en escritura o instrumento privado con firma
certificada, etc. Ante estas remisiones, la manifestación del cónyuge del adquirente ratificando esta
circunstancia resultaba innecesaria, aunque por práctica se la incluía cuando era posible, por la invocación de la
teoría de los actos propios. Asimismo, ante la omisión en la escritura de adquisición, admitíamos la escritura
complementaria de recalificación, que podía efectuarse incluso simultáneamente con la disposición del bien.

El artículo 466 CCCN receptó parcialmente esta teoría. 23 La innovación poco feliz para el notariado fue la
incorporación del requisito de la conformidad del cónyuge del adquirente, la que no podrá ser suplida ni
complementada posteriormente sin recurrir a la vía judicial. Un error merecedor de modificación.

5.2. Administración de los bienes de la comunidad ^


Los artículos 469 y 470 mantienen los principios de los arts. 1276 y 1277 CCIV (Ley 17711). Esto implica que
cada cónyuge tiene la libre administración de sus bienes propios y gananciales, con las limitaciones que
imponen los artículos 470 (disposición y gravamen de los bienes gananciales) y 456 (vivienda) –sobre este tema
remitimos al punto 4–.

La novedad está dada por el artículo 471, 24 en materia de bienes que pertenecen a ambos cónyuges en
condominio: la ganancialidad implica un apartamiento parcial del régimen de condominio, pues las decisiones
deberán ser tomadas por ambos sin que importe la parte indivisa que cada uno posea.

5.3. Extinción de la comunidad ^


Los supuestos de extinción de la comunidad están indicados en el artículo 475 CCCN: a) la muerte comprobada
o presunta de uno de los cónyuges, b) la anulación del matrimonio putativo, c) el divorcio, d) la separación
judicial de bienes y e) la modificación del régimen matrimonial convenido. Los últimos dos supuestos son los
únicos en los cuales se extingue la comunidad pero manteniéndose el vínculo matrimonial. Respecto de la
separación judicial de bienes, los supuestos para solicitarla se encuentran regulados en el artículo 477, al cual
remitimos. En relación con la modificación del régimen, remitimos al comentario realizado en el punto 2.

Todos los supuestos de disolución de la comunidad provocarán que la masa de bienes gananciales de ambos
cónyuges pase a integrar la indivisión poscomunitaria matrimonial –este tema se tratará a continuación–.

5.4. Indivisión poscomunitaria ^


Al igual que con el sistema anterior, en el CCCN, una vez extinguida la comunidad por cualquier causa, surge la
indivisión poscomunitaria y los bienes gananciales pasan a integrar la masa indivisa hasta que se concreta la
partición y la adjudicación de los bienes al patrimonio individual de los ex cónyuges. La discusión acerca de la
naturaleza jurídica de esta indivisión ha sido materia de intenso debate en la doctrina: por un lado, la posición
que sostiene que se trata de una universalidad de hecho, un condominio, y por el otro, la que consideramos
acertada, que se trata de una universalidad jurídica, cuyas características son asimilables a la comunidad
hereditaria.

Con respecto a las reglas aplicables para la administración y disposición de los bienes gananciales durante este
periodo de indivisión poscomunitaria, el CCCN estipula dos principios (art. 481):

 a) Si la extinción se da por muerte de uno de los cónyuges, se aplican las reglas de la indivisión
hereditaria. Reitera la remisión que efectuaba Vélez Sársfield respecto de este supuesto. En dichos casos,
deberán oportunamente liquidarse conjuntamente la indivisión poscomunitaria matrimonial y la indivisión
hereditaria.
 b) En el resto de los supuestos, es decir, aquellos en los cuales la disolución de la comunidad se da en
vida de ambos cónyuges, se aplicarán las reglas del artículo 482.

Este artículo deja de lado la postura mayoritaria, que requería la codisposición sin importar quién fuera el
propietario antes de la disolución 25 y adopta la postura minoritaria. Esta última, encabezada por Zannoni,
sostiene la aplicación de los artículos 1276 y 1277 CCIV hasta tanto se efectuara la partición, por lo cual cada
cónyuge seguía administrando y disponiendo libremente de sus bienes gananciales, con la sola limitación de
requerirse el asentimiento en los casos del artículo 1277 y solicitarse certificado de inhibiciones también por el
cónyuge no titular (extremo que el propio Zannoni debió reconocer en un fallo 26). Es decir, con anterioridad a la
reforma y sin importar la postura que se adoptara, si al acto habían comparecido ambos cónyuges y se habían
solicitado inhibiciones por ambos, el título no resultaba objetable.

El artículo 482 dispone que

Si durante la indivisión post comunitaria los ex cónyuges no acuerdan las reglas de administración y disposición
de los bienes indivisos, subsisten las relativas al régimen de comunidad, en cuanto no sean modificadas en esta
Sección.
Cada uno de los copartícipes tiene la obligación de informar al otro, con antelación razonable, su intención de
otorgar actos que excedan de la administración ordinaria de los bienes indivisos. El segundo puede formular
oposición cuando el acto proyectado vulnera sus derechos.

No obstante haberse adoptado la postura minoritaria, sostenemos que nada ha cambiado desde el punto de
vista práctico, con la excepción del posible pacto entre los cónyuges –se analizará más adelante–, esto es, si al
acto dispositivo concurren ambos cónyuges y se pide certificado de inhibiciones por los dos, nada habrá que
objetar respecto del título, por lo que la conclusión anterior se mantiene. 27 Si el cónyuge titular dispone con el
asentimiento del otro, el acto estará correctamente otorgado; y para quienes consideramos que la indivisión
poscomunitaria sigue siendo una universalidad jurídica, el mismo artículo 482 nos da la llave para seguir
otorgando las escrituras recurriendo a la codisposición, pues las reglas relativas a la comunidad se mantienen
en tanto en cuanto los cónyuges no hayan acordado algo distinto. Ello implica que si recurrimos a la
codisposición, debemos entenderla como un pacto implícito de los cónyuges para disponer del bien de esta
manera y, congruentemente con la posición anterior a la reforma, sostener que es una partición parcial.

Con respecto al pacto entre cónyuges al que refiere el artículo 482, además de la función expresada en el
párrafo anterior, entendemos que pueden importar una nueva incumbencia notarial, más allá de nuestra función
calificadora y asesora. Estos pactos pueden resultar especialmente interesantes para aquellas parejas que
tengan un establecimiento comercial o industrial en común que sea el sustento de la familia. En este caso, el
interés familiar podría justificar que ambos acuerden prorrogar este estado de indivisión para el beneficio
común, estableciendo, por ejemplo, qué rol y qué decisiones tomará cada uno y qué actos deberán ser
otorgados por ambos.

No creemos que los pactos sobre administración y disposición de los bienes indivisos sean muy utilizados fuera
de estos supuestos. En caso de que exista acuerdo, se procederá a la liquidación y partición de la comunidad,
sin prolongar innecesariamente este estado de indivisión, pues siempre se tiende a su extinción más que a su
continuidad.

5.5. Liquidación y partición de la comunidad ^


5.5.1. Liquidación ^
La liquidación se define como el proceso mediante el cual se procede a

… establecer con precisión la composición de la masa por dividir. Para ello es necesario concluir los negocios
pendientes, determinar el carácter de los bienes y fijar su valor, pagar las dudas a favor de terceros, ajustar las
cuentas entre la sociedad conyugal y los cónyuges, y separar los bienes propios de cada cónyuge, para
finalmente establecer el saldo partible. Todo este conjunto de operaciones es lo que configura la liquidación de
la sociedad conyugal –hoy comunidad–. 28

La regulación de la liquidación de la comunidad se encuentra en los artículos 488 a 495 CCCN. Las reglas
desarrolladas en base a la legislación y la doctrina anteriores han sido mantenidas en el nuevo cuerpo legal, y
se ha logrado así el pleno reconocimiento del sistema de recompensas. De esta forma, todas las obligaciones
que haya soportado un cónyuge a favor de la comunidad, y viceversa, serán compensadas mediante un cálculo
aritmético al momento de la liquidación, restándose o sumándose a las hijuelas respectivas. Lo mismo ocurrirá
con las recompensas para los supuestos de bienes mixtos o de mejoras en bienes propios con fondos de la
comunidad, y viceversa, conforme ha sido expuesto en el punto 5. Los artículos 489 y 490 CCCN disponen
cuáles son las cargas de la sociedad conyugal y cuáles son las obligaciones personales de los cónyuges (debe
tenerse en cuenta el art. 468, que establece el citado sistema de recompensas). En caso de que no exista
acuerdo entre los cónyuges, la liquidación y la partición deberán efectuarse por vía judicial.

5.5.2. Partición ^
El CCCN incorpora una regulación integral y sistemática de la partición de la sociedad conyugal, incumbencia
notarial que genera especial interés. Los artículos 496 a 498 CCCN mantienen vigentes las reglas de la
legislación derogada; es decir, todos los bienes gananciales conforman la masa partible, sobre la cual cada
cónyuge tiene derecho a una mitad. 29

El artículo 498 es la piedra angular del sistema de comunidad de ganancias (art. 1315 CCIV), es decir, el
derecho a la partición por mitades de los gananciales, sin importar los aportes de cada uno a la adquisición de
los mismos. Asimismo, también queda expresamente establecido que, en caso de disolución por fallecimiento,
los sucesores del causante ocupan el lugar de este con respecto a los derechos sobre la masa partible. En este
supuesto, la indivisión poscomunitaria matrimonial deberá liquidarse y partirse junto con la comunidad
hereditaria conformada por la herencia del causante, en el marco del juicio sucesorio. No obstante, si la
liquidación y la partición se efectúan en vida de ambos cónyuges, los cónyuges también deberán, por remisión
expresa del art. 500, utilizar las formas prescriptas para la partición de las herencias (se mantiene la remisión
que efectuaba el CCIV).

En el sistema derogado, la partición podía ser judicial, mixta o privada. La denominación que le asignábamos
dependía de las siguientes circunstancias:

 a) judicial cuando era efectuada totalmente por los partidores designados judicialmente, circunstancia que
se producía en caso de que no existiera acuerdo entre los comuneros o hubiera menores o incapaces;
 b) mixta cuando el acuerdo celebrado por los comuneros en instrumento privado era presentado ante el
juez para su homologación (art. 1184 inc. 2 CCIV);
 c) privada cuando la efectuaban sin ningún tipo de intervención judicial, para lo cual debía recurrirse a la
escritura (arts. 1184 inc.2, 1313 y cc. CCIV).

El CCCN establece en su artículo 2371 los supuestos en que la partición debe efectuarse
judicialmente. 30Fuera de los casos allí establecidos, los cónyuges podrán recurrir a la partición privada
dispuesta en el artículo 2369:

… si todos los copartícipes están presente y son plenamente capaces, la partición puede hacerse en la forma y
por el acto que por unanimidad juzguen convenientes. La partición puede ser total o parcial.

El sistema ya no contempla expresamente la partición mixta, pues la regla del artículo 1184, inciso 2, in fine, del
CCIV no ha sido replicada. Será discutible en el marco de los procesos sucesorios la procedencia o no de ella.
Por su parte, con respecto a la disolución de la comunidad por sentencia de divorcio, la procedencia de dicha
vía parece inferirse del juego de los artículos 439 y 440, 31 que establecen el convenio regulador que debe
presentarse con la petición de divorcio. Para los supuestos de extinción de disolución por modificación del
régimen patrimonial o por separación judicial de bienes, parece que los cónyuges deberán recurrir
exclusivamente a la partición privada o judicial, según sea el caso.

La novedad en materia de partición privada es que la forma instrumental ya no requiere la escritura pública en
todos los casos. Lógicamente, esta será necesaria cuando verse sobre bienes inmuebles (art. 1017). Ello
implica que –con las críticas que inevitablemente merece del notariado– los convenios celebrados por
instrumento privado deben considerarse plenamente válidos sin ninguna otra formalidad cuando no versen
sobre bienes inmuebles o no se dé algún otro supuesto que imponga la escritura como formalidad.

En relación con la posibilidad de los cónyuges de resolver libremente como dividir los bienes, la última parte del
artículo 498 CCCN adoptó la posición doctrinaria según la cual los cónyuges pueden acordar libremente cómo
partir la masa indivisa, sin necesidad de cumplir expresamente con la partición por mitades. 32 En efecto, la
liquidación de la comunidad implica un negocio no solo patrimonial sino también extrapatrimonial, en donde lo
que se resuelve no es solamente la partición de una masa de bienes, sino cómo reasignar el patrimonio de una
familia luego de una ruptura por divorcio o por las nuevas causales introducidas. En este tipo de actos, pueden
jugar diversas situaciones cuya valoración económica escapa al contenido del negocio y que deben permitirse
en virtud de la autonomía de la voluntad de las partes. ¿Quién podría decirle a un cónyuge que no puede
adjudicar totalmente un inmueble al otro, si allí es donde el adjudicatario continuará criando a los hijos, o en el
caso de que el patrimonio adjudicado a un cónyuge resulte la compensación por haber abandonado el mercado
laboral para dedicarse a la crianza de los hijos? Como dijimos, la infinidad de situaciones que pueden rodear la
decisión de los cónyuges en estos casos impide que podamos analizarlo como un simple contrato de cambio, y
la falta de equivalencia en las hijuelas no debe llevarnos a efectuar ningún tipo de observación al acto.

Como último comentario respecto del tema: siempre se ha sostenido la posibilidad de que los cónyuges
compensen las hijuelas con sus respectivos bienes propios. Esta opinión continúa vigente hoy y puede
encuadrarse perfectamente en el artículo 441 CCCN para el caso de disolución por divorcio, 33 aclarando que
dicho artículo puede también aplicarse en caso de divorcio de cónyuges con régimen de separación de bienes.

6. Régimen de separación de bienes ^


6.1. Concepto y caracterización del sistema ^
Como hemos dicho, la posibilidad que tienen los cónyuges de optar por este régimen patrimonial ha sido la gran
novedad introducida por el CCCN en la materia. Con respecto a la importancia de la apertura y su valoración,
nos remitimos a lo dicho en la introducción del presente trabajo.

El régimen de separación de bienes está regulado en los artículos 505 a 508. El 505 establece la regla general
del sistema cuando establece que “en el régimen de separación de bienes, cada uno de los cónyuges
conserva la libre administración y disposición de sus bienes personales”. Esto implica que cada cónyuge
será dueño exclusivo de los bienes que cada uno adquiera y que estos no se encuentran sometidos a ningún
tipo de régimen de ganancialidad. En este orden de ideas, no corresponde hablar de bienes propios o
gananciales, sino, como dice el artículo, de bienes “personales” de cada uno de los cónyuges. Asimismo, en
caso de cotitularidad o condominio, no es aplicable lo dispuesto por el artículo 471, por lo que las decisiones
deberán tomarse atendiendo a la porción que cada uno posea en el bien, no siendo aplicable la excepción
citada. En este régimen, la libre administración y disposición de los bienes de cada cónyuge solo encuentra su
limitación en el supuesto de la vivienda familiar (art. 456).

La separación de bienes respecto de los activos de cada cónyuge también tiene su correlato desde el punto de
vista de los pasivos o deudas, al no existir la noción de “cargas”. De conformidad con el artículo 505, cada
cónyuge responde por las deudas por él contraídas, con la sola limitación de la responsabilidad solidaria a que
se refiere el artículo 461 y –agregamos– el deber de contribución que estipula el artículo 455, ambas normas
dispuestas para todos los regímenes.

6.2. Acreditación del régimen en los actos notariales ^


Debemos distinguir dos momentos en la práctica notarial. En las escrituras por las cuales adquiera una persona
casada bajo el régimen de separación, será de buena práctica dejar constancia de la manifestación del
adquirente y de que nos ha exhibido la respectiva partida de matrimonio con la nota marginal pertinente,
solicitando la inscripción de esta situación en el Registro de la Propiedad. Esta aclaración en el título de
adquisición resulta solo una cuestión de buena práctica y en nada altera la situación, pues la prueba frente a
terceros, e incluso entre cónyuges, será siempre el acta de matrimonio. No resultan aplicables en este régimen
los requisitos del artículo 466 y la ausencia de dicha mención en el título de adquisición no impedirá que el
titular pueda acreditarlo por escritura complementaria o incluso en forma simultánea con el acto de disposición
del bien.
En el supuesto de disposición, podremos remitirnos a la manifestación efectuada en la adquisición o, como
dijimos, aclararlo en dicho acto si se omitió anteriormente. Estimamos que la escritura de convención
prematrimonial o matrimonial por la cual se optó por este régimen deberá ser materia del estudio de títulos.

6.3. Cese del régimen y disolución del matrimonio ^


El artículo 507 CCCN establece que el cese del régimen se da por la disolución del vínculo matrimonial (por
divorcio o fallecimiento) o por la modificación del régimen acordado por ambos cónyuges –ver punto 2.3–. Es el
artículo 508, 34 referido a los efectos en caso de disolución, el que debe ser objeto de críticas, pues resulta
contradictorio con el régimen mismo, ya que no logra determinarse correctamente a qué se refiere con “bienes
indivisos”. Al no existir comunidad, no existe indivisión poscomunitaria matrimonial; en caso de disolución por
divorcio, nada debería cambiar respecto a la titularidad de los bienes y cosas; 35 y en caso disolución por
fallecimiento, los únicos bienes que integrarán el acervo sucesorio y serán partibles son los que eran de
titularidad del cónyuge fallecido. 36

7. Contratación entre cónyuges ^


Respecto a los contratos entre cónyuges, Vélez había optado por un sistema intermedio, donde se admitía la
validez de determinados contratos y se establecían incapacidades para otros, 37 con el fin de evitar el fraude a
terceros y al propio sistema patrimonial matrimonial. Estos fundamentos también han sido materia de crítica.

La discusión se encontraba en determinar en qué situación se encontraban los contratos que no eran
expresamente prohibidos, entendiéndose mayoritariamente que aquellos se encontraban permitidos, pues las
incapacidades de derecho deben interpretarse en forma restrictiva. En términos generales, no se discutía la
viabilidad del comodato, el mandato, sociedades de capital y responsabilidad limitada (art. 27 Ley 19550). La
intención de los autores del anteproyecto del CCCN fue eliminar la discusión, adoptando un sistema plenamente
permisivo, sin prohibiciones. No obstante, el Poder Ejecutivo varió el criterio de la Comisión Redactora y en el
proyecto definitivo que se envió al parlamento y resultó aprobado se incluyó una prohibición genérica de
contratar para los cónyuges en régimen de comunidad. 38 Esto invirtió la situación proyectada e impuso en el
cuerpo del CCCN un sistema prohibitivo, en el cual deberá considerarse prohibido todo contrato que no esté
expresamente autorizado, salvo el caso de separación de bienes. Las únicas excepciones a esta regla en el
nuevo sistema son el mandato (art. 459 39), las sociedades (art. 27 Ley General de Sociedades 40) y la
modificación del régimen patrimonial –punto 2–.

8. Conclusión ^
Más allá de las distintas opiniones y críticas, las modificaciones introducidas por el CCCN ponen fin a varios
debates tradicionales y tienen un impacto inmediato en el quehacer del notariado. Por tal motivo, el estudio
profundo y pormenorizado de estas modificaciones resulta un requisito ineludible para ejercer la función con la
probidad que la ley nos exige.

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