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Seamos valientes

De que los tiempos están cambiando no nos cabe la menor duda.


Y que ese cambio nos afecta al los cristianos, es más que evidente:
cada vez menos proclamamos y/o practicamos nuestra religión.
Hoy es más cómodo el profesar culto al cuerpo. Al placer personal. A disfrutar del
momento, pues ya veremos los problemas que tendremos mañana para impedirnos
vivir cómodamente.
Todo esto trasladado a nosotros, se puede resumir en una menor práctica de nuestras
“obligaciones” como cristianos.
Yo me pregunto ¿por qué tiene que ser una obligación practicar nuestra Fe? ¿Por qué
tiene que ser una obligación el vivir para que nuestros semejantes vivan mejor? Pienso
que debe servirnos de estímulo trabajar para que yo y mis semejantes podamos vivir un
poco mejor de lo que vivimos.

Hay quienes opinan, y luchan para ello, que las manifestaciones públicas de fe son
caducas, ineficaces, molestas, etc. Todas ellas son opiniones respetables. Pero
superficiales y vanas que manifiestan una débil convicción en los sentimientos basadas
en la debilidad del ser humano. Pues sólo vemos por los ojos y creemos en lo que vemos
o tocamos. Dudamos de todo aquello de lo que no somos capaces de encontrar una
explicación acorde a nuestra lógica. Quizás por miedo a lo desconocido. O tal vez por el
orgullo de no reconocer que podemos estar equivocados.
Si caemos en la tentación de entrar en el corro de las discusiones, podríamos alegar que
de caducas, ineficaces, molestas, perjudiciales, ilegales y con alevosía son las
manifestaciones ociosas que tienen gran parte de la juventud que nos critica, con sus
“fiestas botellonas” y demás actividades de vandalismo que genera esas aglomeraciones
sin control alguno.
Igualmente debe preocuparnos la crítica de quienes tienen esa acción por bandera sin
ofrecer, o lo que es lo mismo, sin querer aportar causa justificada. Son personas que no
están involucradas con ningún movimiento social por el mero hecho de no
comprometerse con nada ni nadie. Sólo les importa el vivir sin pena ni gloria.

De los llamados “ateos” cabe distinguir dos grupos: los ateos convencidos y los “anti-
religiosos”.
Por parte de los ateos convencidos, están los que serían capaces de discutir con Dios
mismo la posibilidad de que esté equivocado. Y eso es lo grave. Lo preocupante de este
grupo es que están firmemente convencidos de poder lograr convencerle. Claro,
siempre que se produzca ese encuentro. Lo cual es una incongruencia, pues si están
convencidos de la inexistencia de Dios, ¿cómo van a discutir con Él?

Pero los que nos deben preocupar seriamente son los anti-religiosos. Son personas
intolerantes que están en contra de cualquier muestra de veneración o adoración a
cualquier imagen o idea de fe que ellos desconozcan o comprendan. Sus prácticas son
despectivas y agresivas, escudándose únicamente en su parcial punto de vista
autoritaria.
Ante este clima de adversión, los cristianos tenemos que seguir viviendo y trabajando
como siempre. Siguiendo las enseñanzas de Jesucristo, valorando positivamente su
trabajo, luchando por la dignidad de la vida, difundiendo el evangelio y tolerando a
todas las demás formas de pensar, actuando y ofreciendo nuestra ayuda en todas las
adversidades.
Los cristianos tenemos que ser valientes y salir a la calle con alegría y decisión. No
recluirnos en nuestras iglesias para escuchar y hablar de la palabra de Dios. No tenemos
que ocultarnos de nada ni de nadie, pues no tenemos que avergonzarnos de nada.
Tomemos el ejemplo de los primeros cristianos que abiertamente y con alegría vivían
sus creencia, incluso costándoles la vida, siendo minoría.

Manuel Jesús Almonte Hijón

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