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>CONSEJOS Á ANGÉLICA-$

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Á L .A S N I Ñ A S CRIS TIANAS

D.·· SILVERI A ESf1 f NOS 1\ DE HEN DÓ N.

BOGOTk-1887.
1\IPRE)o'TA DE S [f.YESTltE Y C011P_\,l.\,
11i,·eclo;·, A nlonio M. Silrrsf,·e.

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PRÓLOGO EDITORIAL.

Para cumplir la última y expresa vo-


luntad de la señora Doña Silveria Espi-
nosa de Rendón, resolvieron sus albaceas
dar á luz la presente obrita, ú pesar de
las imperfecciones de forma que el esta-
do de la autora, en los últimos años de
su vida., no le permitió corregir.
A despecho de esas imperfecciones, la
obrita es preciosa, como que contiene,
tratadas con maravilloso tino, cuantas
cuestiones pueden interesar á la buena y
cristiana educación de una j oYen. N o
hay peligro que en ella no se advierta,
error ó defecto que en ella no se corrija,
ni virtud que no se procure inculcar.
Si la obra francesa del Abate Lar-

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IV

feuill, titulada "La mujer en la Escuela


de Maria,'' goza de tanto y 1an mereci-
do crédito, ésta, que pertenec e al mismo
género, debe, si se atiende al fondo, dis-
frutarlo mayor, porque es mucho más
complet a.
Por desgraci a, la insigne autora, que
dedicó á pensar en ella casi toda su vida.,
sólo se consagró á darle forma en los úl-
timos años, y entre los torment os de la
cruel enferme dad que convirti ó para ella
esos últimos años en un verdade ro pur-
gatcrio; de donde nace que no pudiera
castigar la con todo el esmero que lo hu-
biera hecho en más propicia s circuns-
tancias.
Nótase desde luégo que la señora Es-
pinosa leía continu amente obras fi·ance-
sas, porque sus giros, algunas de sus
expresio nes, como el bien nmadct que
tanto usa, y hasta la repetició n continua
de los pronomb res personal es sujetos de

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verbo, tan necesaria en francé:::; como insu-
frible en castellano, denuncian el influ-
jo que ejercía en ella esa constante lec-
tura. Entre las composiciones poéticas
algunas se encontraron inconclusas;
otras tienen una versificación defectuosa,
pero siempre llenan el objeto que la se-
ñora Espinosa se propuso; de inculcar
mejor sus máximas á favor de.l gusto que
los niños y jóvenes tienen por el verso,
poniendo al fin de cada capítulo en pro-
sa, una composición poética que encierra
la misma doctrina.
Pe1judicó á la señora . Espinosa en
esta obra, hasta la necesidad de Yalerse,
para poner en limpio sus borradores, ele
copistas, quizás no siempre fieles, y que
en muchos casos ni aun lograrían enten-
der bien los mismos borradores. Muéve-
nos á creelo así, lo defectuoso ele la
puntuación; la falta en algui1os lugares
de palabras indispensables, ó la sustitu-

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\ T1

ción de la::; que debían hallarse por otras


evidentemente mal empleadas, y mús
que todo, el ver que esto se nota no sólo
en la parte inédita de este trabajo, sino
en las composiciones ya publicadas que
la autora insertó en él. Valga un ejem-
plo : en una de las más lindas poesías
que publicó en años pasados, la que de-
dicó á la caída de Lamennais, halla-
mos un verso que tenía dos ó tres sílabas
más de las debidas y no guardaba el con-
sonante, cosa que obligó al que esto es-
cribe (por no poder hallar ú mano alguno
de los periódicos en que esa poesía se
publicó) á cometer la profanación de re-
mendar ese verso para que guardara si-
quiera el metro y el consonante, y esto
ha sucedido en más de una ocasión.
Explicadas así con sinceridad las cau-
sas de los defectos que muchos hallará11
á este libro, mirándolo desde el punto
de vista literario, declaramos, para con-

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cluír, qu e no nos pesa ha.b er cont.ribuíclo
á s u publicació n, p orque así, imp erfect o
y t ollo, had un inme nso bi en.

Bogo t ú, Septiemb re de 188 7.

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INTRODUC CIÓN.

QUERIDAS É INOCENTES ~'dAS:


Bellas y amables jóvenes, es á ...-osotras á. quie-
nes se dirigen las páginas de un libro cuyo título
os hará recordar qne Angélica es, 6 debe ser, cada
una de Yosotras. Los que conocen y estiman las
bellas dotes con que el Ser Eterno ha enriquecido
el alma de la mujer, no ' 'acilau en decir que las
mujeres son los ángeles de la tierra. Y ¡ah! ¡Cuán
distinta sería la tierra si todos los que son apelli-
dados ángeles de ella llenasen su misión ! ...
Hablaros de esta misión tan honrosa, como dig-
na de vuestras atenciones, es el deseo de quien,
con un corazón lleno de benevolencia, os dirige las
palabras de amistad que hallaréis en este libro ...
Él no contiene nada u nevo, nada que no sea cono-
cido por vuestras madres y por las personas que
os dirigen; sin embargo, así como tenéis gusto en
conservar en una tarjeta fotográfica la imagen de
una persona que os es bien conocida, y si la amáis,
tenéis gusto eu contemplarla y someírle á Yeces,
así, os lo ruego, fijad vuestras miradas carifiosas
sobre las páginas de este libro: ellas os recordarán
los consejos que habéis recibido de personas que
os son bien queridas, ellas os rogarán que no los
olvidéis, os recomendarán la buena voluntad con
que debéis recibirlos, la docilidad con que debéis
aceptarlos, el amor con que debéis guardarlos en la
memoria, sí, pero más aúu en el corazón, para es-
parcirlos más tarde como saludables semillas al
rededol' vnéstro.

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Todos, queridas niña.s, todos, desde la alegre
mañana de la existencia hasta la opaca y enojosa
tarde de la vida, todos nevamos con nosotros algo
que es como germen del bien y como germen
del mal. ¡ Eso lo hemos ido recogiendo en el co-
mercio de la vida y en la sociedad de nuestros se-
mejante s! ¡Todos dejamos el rastro de nuestro
paso sobre el polvo del camino ! Y á la vera de él
¡ ay ! ¡ á la vera de él queda la simiente que deja-
mos caer ! ! ! Si la simiente es de aquellos buenos
consejos, de aque11as sabias lecciones de virtud
que nuestros padres y amigos depositaron en nues-
tro corazón, ¡felices de nosotros, y más felices aún
8i ella tiene la dicha de caer en un terreno fértil y
bien preparado, es decir, en corazones dóciles y
bien dispuestos, en corazone capaces de recibirla,
de abrigarla , de hacerla producir ! Mas si la simien-
te no es buena, ¡qué desgracia haberla sembrado,
verla crecer y tal vez reproducirse!
Semilla antigua depositada en un corazón de-
seoso de lmcer bien, cultivada por el amor y los
consejos de un padre, por la tierna y juiciosa di-
rección de una excelente madre, así como por las
santas enseñanzas de piadosos autores, es la que
se halla en este libro. Si la sembráis con esmero,
si la cultiváis con perseverancia, día vendrá en que
conozcáis cuán bueno, cuán útil, fecundo y conso-
lador es el cultivo de la virtud.
Queridas niñas, ¡ dichoso aquel que en la labor
de un terreno supo sembrar grano escogido . Más
dichoso aún si lo vió crecer lozana, y si lo halló
limpio y libre de cizaña el día de la recolección !
Que deis, pues, á la amista.d que os ofrece estas
páginas tan gran consuelo6 es la retribución que
se os pide.

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UNA CORONA Y UNAS FLORES.

A LA SEÑORITA DOÑA MARÍA lG:-IACIA YERGA,.JU, NIÑA DE CINCO AÑOS,

Ángel bello de Dios, niña inocente,


Que cariñosa logras enjugar·
De tu padre y tu madre el llanto ardiente,
¡ Cómo quisiera yo para tu frente
U na corona hallar !

Una corona, sí, cuya belleza


Cuyo brillo, magnífica riqueza,
Y mágico esplendor,
De tn vida alejará. la tristeza,
Las penas y el dolor !

¡ Como quisiera yo para tus ojos


Las :flores y las fuentes de un Edén
Y un jardín sin espinas, sin abrojos,
Donde pudieras t(t, libre de enojos,
Sobre el musgo doblar la blanca sién !
¡Un jardín esplendente y perfumado,
Donde el hielo jamás haya secado
El lirio y el rosal,
Donde el llanto jamás haya bajado
Al claro manantial !

¡Cómo quisiera yo que luz y calma


Hallara en todo tiempo tu existir,
Y que siempre llevaras tú la palma
De la santa virtud, que ofrece al alma
Paz al presente, dicha al porvenir !
Y que ese sol de tus presentes días

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No entoldasen jamás esas sombrías
Nubes de tempestad,
Ni huyesen de tu faz las alegrías
De tu primera edad !
¡Mas la tierra es tan pobre! ¡ N o hay corona
·Que no lleve consigo espinas mil !
,¡ Toda riqueza al fin se desmorona,
Y la gloria del mundo nos pregona
Que es pasajera y vil!
Mas hay una corona, noble y bella,
Que nunca deja dolorosa huella
De pena y de inquietud :
¡ N o busques otra, pues te basta ella:
Se llama la virtud !
Y si del mundo las escasas :flores
Perecen al soplar el huracán,
N o te aflijas por eso, no 1 no llores,
Que otras hay de hermosísimos colores
rQue nunca morirán.
Esas son las que tu ángel bondadoso
'Te brinda, compasivo y generoso,
iEn cada buena acción,
1
Que con acento dulce y fervoroso
Dicta á tu corazón.
Esa es, pues, la corona que yo anhelo
Lleve siempre tu frente virginal,
Y te merezca honor acá en el suelo,
Largos años de paz y de consuelo,
Y dicha celestial.
¡ Oh niña ! Sea cual fuere tu existencia,
Dirige hacia los Cielos con frecuencia
'Tu férvida oración,
Y así logres guardar con tu inocencia
La paz del corazón.

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EL SOL DE TU EXISTENCIA.
,
A UKA JOVEN.

¿No ves cuál brilla el sol de primavera


Sobre las frescas y lozanas flores ;
Y cómo á sus vi vísimos colores
1lliade con su luz nueva beldad 1
¿ N o ves cómo al brillar en la pradera
La embellece, la adorna, la engalana,
Y cesan, con la luz de la mañana,
Del campo la tristeza y soledad 1
¿ N o ves cómo sus rayos luminosos,
Al derramarse sobre clara fuente,
Hacen ver más hermosa y trasparente
El agua que contiene el manantial f
Del mismo modo, pues, el sol radiante
Que alumbra de una joven la existencia,
El que da brillo y gracia á su presencia,
Es la virtud, bendita y celestial.
Oh! guarda, pues, tu sol, porque en la tierra
Y en las horas de horrible desconsuelo,
Tú encontrarás quietud, fuerza y consuelo
Del sol de la virtud en el calor.
Guarda tu sol, y que su luz brillando
Sobre tn frente cándida y serena,
Te muestre siempre de dulzura llena,
Radiante ele modestia y de pudor.
Bogot¡¡, de 1858 á 60.

EL PRIMERO DE TODOS LOS DEBERES.

Gonocer á Dios, Angélica mía; conocer, adomr1


reverenciar y amar á ese Santísimo Sér, Incom.-

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prensible, Eterno, Inmenso, Omnipotente, Sapien-
tísimo, principio y fin de todas las cosas; conocer
sus soberanos atributos, adorar sus perfecciones
infinitas, amarle como á nuestro creador, bende-
cirle como á nuestro bienhechor, obedecerle como
á nuestro dueño y señor absoluto, agradecer sus
misericordias y vivir conforme á las santas leyes
que se ha dignado darnos y hacernos conocer, hé
aquí en compendio el primero y principal de nues-
tros de be res.
Que tu entendimiento, Angélica mía, se ocupe .
gustosamente de meditar en las bellezas de la
creación, para caminar hacia Dios.
La humilde florecilla que formó con tanta deli-
cadeza y maestría la mano del Señor, su forma y
su colorido, el suavísimo aroma que despide, ¡cuán-
tos y cuán dulces pensamientos no puede desper-
tar en una alma noble y agradecida ! Esa florecilla
puesta ante tus pasos, hija mía, hablará á tu co-
razón del amor eterno que la formó con tanto es-
mero para darte una pequeñísima muestra de su
Omnipotencia, de sn Sabiduría, de sn Bondad.
Ella dirá á tu alma :-" Y o soy la obra de aquel
Señor cuyo nombre no hay lengua alguna capaz
de pronunciar dignamente, pero que en medio de
su grandeza te ama y me lJa puesto hoy ante tus
ojos para que te recuerde la bondad y la ternura
con que se ocupa de ti!" Y te dirá aún más:
-"Mira, más dulce que mi aroma son las palabras
de amor y de esperanza que Él dirige á tu alma.
¡ Oh si tú las oyeras y supieras conesponder á su
amor eterno, cuán dichosa serías ! ¡ Cuán bien
aprenderías á cumplir tus deberes! ¡ Cómo com-
prenderías que todo cuanto hay bello y admirable
en el universo lo es porque sigue dócilmente el im-
pulso que le imprimió la mano Omnipotente de

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-i-

nuestro Dios ! ~N o ves ondear las mieses y balan-


cearse, las flores y seguir su carrera incesante las
fuentecillas? Es que ella-s obedecen al Señor. Le-
vanta los ojos á la altura y contempla los astros,
su luz, su esplendor, el orden con que recorren la
órbita que les fué señalada ... & no los ves obe-
dientes y sumisos 1 ¡ Oh niña, niña! ¡ En todo ese
conjunto de bellezas brillan los atributos del Señor!
Adórale rendida, bendícele amorosa y obedécele
ciegamente, para que tú también, criatura privile-
giada, ayudes á formar ese concierto admirable,
en el orden y en la distinguida esfera en que has
sido colocada.
Eso que dirá á tu alma la humilde violeta que
cultivas con tanto esmero y cuidado, Angélica mía,
eso mismo te dirán en su mudo lenguaje todas las
criaturas. Dichosa tú, si á favor de la santa calma
y del grato silencio que reinan en las almas ino-
centes, oyes su voz y sigues el ejemplo de sumi-
sión y obediencia que hasta las criaturas inanima-
das saben darnos.
LA Pl~ESENCIA DE DIOS.

Inmensidad etema, á quien el hombre débil


Adora enmudecido, sin comprender jamás,
Doquiera que mis ojos dirijo enajenada,
l Allí, Señor, te encuentro, allí, Señor, estás !
¡En el hisopo humilde y en la radiante estrella,
Del sol en los fulgores, como en el fiero mar,
Encuentro el santo sello de tu potente mano
Que tantas maravillas al mundo quiso dar !
¡Te ha11o en la existencia del invisible insecto,
En el aroma grato de la esplendente flor,
En las doradas mieses que cubren la pra.dera
Y en el cantar que ensaya el dulce ruiseñor !

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¡En el sllencio grave de la áspera montafia
En que rodando el trueno retumba con fragor,
En medio de la sombra de blanquesina niebla
Y en mí misma te encuentro, mi Dios y mi Sefior !
El curso de los astros, sus vívidos fulgores,
El cielo tachonado de estrellas mil y mil,
Los cedros gigantescos que guarda la montafia,
Y las galanas flores del perfumado Abril,
Doquiera de tus grandes, supremos atributos,
Encuentro tu presencia, ¡Eterna }1ajestad!
Y la razón humana atónita se inclina,
Y adora tu grandeza y admira tu bondad.

CONTINUACIÓN.

Si la armonía, el orden y la belleza Teinan de


una manera tan portentosa en las obras de Dios,
que caen bajo el imperio de nuestros sentidos,
~ por qué no confiar en que la armonía, el m·den y
la belleza existan en el orden sobrenatural, exi-
giendo de nosotros sumisión y obediencia á las
leyes del Sefior 1 ...
¡ Oh ! cuando á vista ~le los portentos de la crea-
ción alcanzamos á ver la inconcebible distancia
que media entre la Sabiduría y la Omnipotencia
del Altísimo, y la ignorancia, la pequefiez y la
impotencia nuéstra, no comprendemos, no, cómo
puede haber criatura racional que no doble su
frente sobre el polvo y diga:-" Sefior, si no pue-
do comprender lo que ven mis ojos, ni puedo hallar
en una semilla el arbusto que habrá de nacer de
ella, ni encuentro poder humano capaz de cambiar
ni en un ápice el orden que tú has establecido en
este mnndo visible; si en él encuentro tantos y

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tantos secretos, tantas y tantas maravillas, hasta
en la más ,pequeña planta, &cómo, Señor, cómo
querré comprender tus secretos~ ¿Cómo me a.tre-
veré á citarte ante el tribunal de mi débil razón,
para que me rindas cuenta de tus altísimas dispo-
siciones~"
¡ Oh Angélica mía ! ¡La soberbia huma na raya
en una demencia verdaderamente incomprensible !
Y esa razón que debiera hacemos humildes, que
debiera hacernos conocer nuestra. insuficiencia y
nuestr a ignorancia, que llevándonos á admirar la
obras del Seilor, debiera decir nos:- " 'l'ú que nada
puedes y nada sabes, ni fabricar con tu voluntad
un átomo de polvo, ni tejer con tus manos una
hebra de hierba, ni ailadir con todos tus esfuerzos
un solo rayo de luz al sol, calla y somete tu razón
al que te rodea de portentos para hacert e saber
que quien en el orden físico se muest ra tan infini-
tamen te superior á ti, bien merece tu respeto, tu
obediencia y tu amor."
¡Angélica. mía! Esa humildad, esa obediencia,
ese respeto, ese amor, te marcarán 1:1 senda que
debes seguir duran te tu cortísima mansión sobre
la tierra. En ellas encontrarás la clave que te en-
seilará cómo debes proceder en todas y cada una
de las circunstancias de la vida; porque la Sabi-
duría Etern a no ba descuidado dar leyes, precep-
tos y enseñanzas á sus criaturas racionales. Leyes,
preceptos y enseñanzas que, obedecidas y practi-
cadas fielmente, harán dichosa, tranquila y bien-
hechora nuestr a vida, le darán nobleza, le darán
~luria1 elevación y verdadera inmortalidad.

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TODO ES1'Á BIEN.

¡ Todo está bien ! ¡ Cuanto con mano santa


Quiso hacer nuestro altísimo Señor!
¡ Todo en orden, ó crece ó se levanta,
Desde el insecto y la peql\eña planta
Hasta los astros llenos de esplendor !
¡Sólo el alma del hombre, el alma bella,
Del mismo Dios celeste emanación,
Entre tan varios seres sólo ella
Se aflige, se conturba, se querella,
En continua ansiedad y turbación !
¡ Pace tranquilo el buey en la llanura,
Trisca alegre en el prado el alazán,
Se esconde la pantera en la espesura,
Y ninguno de entre ellos más ventura
Busca y anhela en congojoso afán !
¡Y el monarca del mundo ! ¡ Él, orgulloso,
Tiene siempre en sus labios un " Por qué ! "
Con el que ofende al Todopoderoso
Y se arranca el contento y el reposo
¡ Que sólo existen en la humilde fe !
¡ Ay ! ¡ él nunca jamás vive contento,
No le bastan ni el pan, ni la salud,
En la vida no ve sino un tormento,
Que redobla el humano entendimiento,
Sin la luz ele la fe, sin la virtud !
¡ Oh ! ¡ La luz de la fe ! ¡ Santa lumbrera,
Que ilumina las almas sin cesar,
Que las levanta de la triste esfera
En que unido al dolor, el mal impera
Y á otra región las lleva á descansar !
Que ella ilumine siempre mi camino,
Que en mis noches de insomnio me dé luz,
Y nunca olvidaré que el peregrino
Debe seguir tranquilo á su destino
Y llevar como báculo su cruz.

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EL DÓN DE L.A FE.

Tú que bas recibido el dón de la fe, Angélica


dichosa, aprende á estimar la incomparable felici~
dad que tan gratuitam ente ba querido concederte
el Señor. t Él te da honor, Él te da diguülad, Él te
da nobleza, Él es tu luz, tu báculo, tu guía en el
oscuro camino de la tierra. ¡Él será el muro que te
protege, el escudo que te guarde, el consuelo de
tu vida, la fuente de tu esperanza, de tu descanso,
ele tu paz, de tu bienestar temporal y eterno ! ¡ Oh
fe santa, oh fe divina, oh riqueza del alma! Con-
tigo el corazón pasa contento y satisfecho por en
medio del mundo, sean cuales fueren los dolores y
tropiezos que encuentre en Sil camino. ¡ Contigo el
alma siente la mano Todopoderosa del Señor que
la lleva, la sostiene y la conduce ! ¡Siente el cora-
zón de celestial amigo que emplea su poder y Sil
eterna sabiduría para guardarla ! ¡ Tiene una ley
que observar, un código que obedecer, una voz
que escuchar, una regla que seguir y un amor eter-
no que la llena, la, satisface, la encadena á una fe-
licidad inextinguible ! Con elb>, &qué importan los
combates de la vida, los dolores del cuerpo, los pe-
sares del alma, si ella tiene consuelos para todo y
medicinas que nunca son inertes 1
Este es el bien que tú posees, ángel mío, este
es tu incomparable bien y tu riqueza. Mas oye:
el dónde la fe Yive y se anaiga en el alma fiel,
humilde y laboriosa. El tiempo presente es malo,
Angélica, y la serpiente antigua dice hoy con voz
más alta:-" Se1·éis como dioses." Y el alma hu-
mana, altiva y osada, oree mucl.Jas wces que ha
llegado la hora en que de igual á igual puede pre-
sentat;se delante del Omnipotente y dirigirle ese
j Por qué! espantoso que no se podría comprender,

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sino dirigido por nn Dios, si posible fnera má¡.;


grande, más poderoso, más Aabio que lmbiese ven-
cido y subyugado á nuestro altísimo Sefíor. ¡ P e10
de parte de un gusano, de parte de nna criatura
vilísima, ignorantísima, incapaz de comprender ni
un átomo de lo que es Dios, de lo que ~on sus
altísimos atributos, es el colmo de 1:1 osadía y de
la más incalificable locura!!! Y sin embargo hs
cuestiones satánicas continúan y se trasmiten y
se generalizan; y con ellas entran al entendimien-
to dudas injuriosas á la divinidad, lindas que alte-
ran la fe y apagan el amor. Alteran la fe, ¡ PORQUJ<J
LA FE ES DÓN DE DIOS ! Y el alma ingrata y
desleal no merece los dones de su ~eñor. Así como
un bijo mal nacido que, colmado de los bene-
ficios que le ha dispensado su amante, noble y
generoso padre, presta oído atento {L los juicios
atrevidos y á las acusaciones injuriosas que un
Jacayo se atreve <:1. dirigir contra el honor y la dig-
nidad de su padre, desmerecería Rn confianza, des-
merecería sus títulos, desmerecerh sus dones y se
haría indigno de su amor; así, una criatura que
da entrad¿L en su alma á Jas sugestiones impías de
los enemigos de Dios, se 1Jace indigna del incom-
parable dóu de la fe ; y así como el amigo que
11ega á desconfiar de sn amigo, naturalmente pier-
de el amor que aquél, tierna y (licbosamente le
consagraba, así el alma que injuria al Señor, du-
dando de su verdad eterna, de u bondad infinita,
de su santidad perfectísima, huye de su lado, se
ausenta. de él, que es la fuente de todo bien, y se
une tal vez, {L pesar suyo, con su adversario astnto,
con el enemigo irreconciliable que lmbrá de per-
derla para siempre .. .
Tiembla, .Angélica mía, tiembla de relacionarte
ni por un día con alguna. alma que baya dado In-

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gar en ~u corazón á esas dudas impías que los ma-
los esph·itus dejan caer aquí y allí eu las conver-
8aciones, en los libros, en los periódicos y, en fin,
por dondequiera.
El dón de la fe es la riqueza de tu vida ; guár-
dale cuidadosa, lléntle sobre tu corazón y vive
atenta para preseryarte de las insitlias y asechan-
ílas que un día y otro encontrarás en tu camino.
Piensa frecuentemente en el valor de ese inapre-
ciable tesoro, y no lo expongas leyendo incau-
tamente libros que no te sean garantizados por
per. onas doctas y timoratas; no admitas á tu lado
per onas cuya religiosidad y buenos principios no
te sean bien conocidos. Y, finalmente, sé agradeci-
da, siempre agradecida al Seiior, que sin mérito
alguno de tu parte, te ha concedido ese bien tan
grande.

uX ASTRO O.A.iDO.
1
AT. ARATE LA1UlEI1AlS, EX SU 11ESISTE XCU A f,AS DECISfO:-IES DE LA
1
S<~XTA EDE, RESPECTO A St:S OPIXTOXES.

(1) ~\. tro de luz, del cielo desprendido,


Y entre el fango terreno sepultado,
~Quién de tu trono excelso y enYidiado
Con sacrílega mano te arrancó ~
¡ Qué nube borrascosa tus reflejos,
y tu gloria y tu mágica uelleza,
Tu renombre envidiable y tu grandeza,
En hora maldecida oscmeció ~
Los hijos de la luz ayer te vieron
En medio del espacio suspendido,
Con el placer que el náufrago perdido
(1) Personificación del Abate Lammena.is.

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V e en lontananza el faro protector ;


Y al contemplar la luz desconocida,
Que inundaba el espacio trasparen te
Y los rayos lanzados de tu frente,
Que al infierno llenaban de treror,
-¡ Salve ! clamaron, astro luminoso,
Que revelas de Dios la Omnipotencia,
Creación de su sabia Providencia,
Instrumen to feliz de su bondad.
¡ Salve, salve ! fanal esplendoroso,
Que disipas las urumas del Averno;
¡ Salve, salve ! ministro del Eterno,
Mensajero de paz y caridad ...
Mas, ¡ oh dolor 1 el ángel del abismo
Contemplaba envidioso tus fulgores,
Y henchido de satánicos rencores
rru benéfica luz juró eclipsar;
E hipócrita se puso en tu presencia,
Y te dijo doblando ht rodilla:
-"Astro de luz, del cielo maravilla,
A quien el Sol (2) se cansa de envidiar.
" ~Por qué la inmensidad de tus destinos
Al círculo somete~ de una esfera,
Pudiendo, libre, en tn feliz canera
El anchuroso espacio atravesar1
~Por qué te humilla el Sol y por qué sigues
Su altiva marcha con mirada inquieta 1
~ Ac.:<tso tú, cual mísero planeta,
Necesitas su luz para alumbrar 1
"Libre te ha criado el Dios del Universo,
Y el Sol te oprime, ¡oh necio! y te esclaviza ...
~Iás valiera mil veces que en ceniza
Sus rayos te tornaran sin piedad,
Que consentir sobre tu noble frente
De infame esdavitud el triste lema:
(1) SoL-Person ificación del Sumo Pontífice.

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¡ Sí ! mil veces su enojo y su anatema,
Por conservar tu cara libertad.
"Yo te daré mi cetro y mi corona,
Mi luz y mis fulgores eternales,
Y tú, de los monarcas terrenales
Domarás el orgullo y la altivez,
Y el Sol conocerá que se engañaba
.Al oprimir tu noble inteligencia,
Y su insensato orgnllo y su potencia
Sabremos humillar alguna vez."
Así el rebelde su insaciable envidia,
Su encono y sus rencores ocultaba,
Y astuto y vil de libertad te hablaba.,
Tan sólo para hacerse tu señor.
Él pintó tu virtud como vileza,
Y tú el deber por mengua reputaste,
Y por lavar tu afrenta renunciaste
Tu gloria., tu grandeza y tu esplendor.
Y el dragón infernal su hedionda cola
'rendió por el espacio cristalino,
Y te arrastró consigo en el c.:1.ruino,
Que su soberbia en otro tiempo abrió ;
Y aplaudieron las bordas infernales
Del dragón la victoria codiciada,
Y de gozo umt horrible carcajada,
Por el inmenso espacio resonó ...
Tal otro tiempo la infernal serpiente
Sedujo á la mujer desventurada,
A trocar por la ciencia ambicionada
La paz y la ventma del Edén;
Y entonces ¡ ay ! perdida su alegría,
Su juventud, su dicha y su inocencia,
A llorar aprendió, por toda ciencia,
Su mal presente y su pasado bien.
A ti del mismo modo te . ednjo,
Te hizo perder tu gloria y tu hermosura,

©Biblioteca Nacional de Colombia


-lG-

Y hoy, en Ye~ de fulgores, niebla oHcura


Cubre tus ojos, tu radiante faz;
Y un anatema en vez de bendi ·ione:;,
Y miseria en lugar tle tu riqueza,
Y triste olvido eu yez de tu grapdeza,
¡Y angustia en cambio de tu antigua paz!
La porción escogida no diYi ·a
En medio de la noche tus destello~,
Y busca en Yano entre los a ·tros bellos
Tus radiantes fulgores .v tu luz;
Y el ánge! compañero de tus glorias,
El guardián de tu vida y tn reposo,
Doliente y agitado y pesaro ·o,
Ora por ti de un Dios ante la Cruz.
Luminar eclipsado, ash'o gigante,
Vencido en la satánica contienda,
Devuelve yá la maldecitl¡Lprenda
Que puso entre tus mano:; Ratanás;
Levántate Sansón, y al ]l'ilisteo,
Que ciego· y sin cabellos te ha tle.jado,
Del templo, entre las naYes sepultado,
Con tu in>encible fuerza dejarás.
Levántate, infeliz, que el Dio · del Cielo
No confinó {L la tierra tu existencia;
Recuerda que los Cielos son tu herencia,
E iluminar al mundo tu misión;
Iluminarlo con la luz hermosa
Que puso Dios en tu elevada frente,
Pero incendiarlo 110, ciego y demente,
Con la antorcha fatal de la razón.

EL OBSEQUIO DE LA lUY-Ól\.

Cuando úuo se ha detenido á contemplar las


obras de Dios, el espectáculo que presenta á los

©Biblioteca Nacional de Colombia


-17-
ojos de la razón este Universo tan sembrado de
primores, tan admirable en sus bellezas, tan rico
en maravillas de tan diversas clases; cuando úno
encuentra tantm; riquezas en el reino mineral,
tantas curiosidades en el reino vegetal y tan ad-
mirable conjunto de portentos en el reino animal,
portentos qne nunea jamás hubiera imaginado la
orgullosa razón bnrnana, portentos incomprensi-
bles pam ella, tlespnés fle lt;tberlos visto ~- palpa-
do; cuando Últo, Angéliea mía, se IJa humillado
contemplan( lo lm; pasmof.\m; prodigios del poder yd1~
la sabiduría, <le Dios, el reconocer f.ill propia insu-
ficiencia, sn peqneltez, ~~~ ig:noraneia, f.ion actos
espontáneos drl alma,,\' eutouées nadn cnesta creer
todo lo que ht tradición :r ht revelación nos ense-
iían, y todo, tollo c:uanÚ) cree la Iglesia Católica. ·
¡ Entouce;; e;; dulce, es grato hacer la confesión
de nuestra creencia lnunilde, ~nmisa y amorosa.
Nuestra creencia en nn DioR To<'lopodcroso, Cria-
dor del cielo y <le la tierra, ! Nuestra creencia eu
un Dios infinitamente sal,io, in:finitantcntc bueno,
infinitamente santo, justo y lleno de pedrcüiones.
El Seiíor nos b<t dado ¡Jrnebas de ~n poder,
pruebas de sn sabidmía, pruebas tlC' sn amor, y
luégo exige tle llOSOtl'OS, los fa 'Ol'eCidOR, que crea-
IDOS e u Él y que creamos siempre IJien de Él. ¡Ah !
, i nosotros fuéramos agradecidos, si ·npiéramos
amar, nnnca jamás se presentar(a á nuestro en-
tcudimiento, ni aun á. nuestra im~ginación, un solo
pensamiento de duda ...
La fe, para ser Yirtnd, uecesita encontntr mis-
terios incomprensibles, enseñanza¡;; qne la razón
humana ni ·abe ni puede explicar. 1\Ias, si no
fuera a í, ¡ e11 dónde estaría el mérito de la fe!
~ Onál sería el homenaJe que le ofreciera uu~stra
razón 1 ~En clíínde estnría el sacrificio qne la bo!l-
2

©Biblioteca Nacional de Colombia


-18-

dad del Señor debiera más tarde recompensar f


¡ Qué digo más tarde ! Angélica mía, los recom-
pensa inmediatamente, con la paz y el bienestar
que concede al corazón.
Un día, uno de esos grandes oradores que ha
tenido la Francia, {1), uno de esos hombres extra-
ordinarios que, si thé y supo ser distinguido entre
la nobleza y entre los jurisconsultos ele su patria,
más distinguido y más grande ha sido como ora-
dor sagrado y como sacerdote católico; un día,
digo, ocupaba la cátedra sagrada en la Catedral
de París, ante un auditorio tan grande como esco-
gido, y, enumerando uno á uno los desconsuelos,
las tristezas, las amarguras de nua alma que no
se halla en posesión de la verdad y que la busca
· día y noche, que medita, que inquiere, que inda-
ga, que suspira, qne desea, qne se espanta, que
mira, que retrocede; ... qué sé yo, Angélica mía,
en medio de qué impresiones doloroRas y llenas
de inquietud, presentó el alma del incrédulo;
pero es el !Jecho que su auditorio, penetrado de
la consideración de tantas angustiaR, se hallaba
enajenado, y casi no osaba respirar. De repentP-, en
medio de la descripción de aquellos días y aquellas
noches amargas de quien husca y no halla, de
quien busca, no una talega de monedas, no una
joya preciosa, sino la verdad; la verdad eterna, la
verdad de qutl depende su sosi<>go aqní, :m nmtu-
ra más allá; de Tepente se suspende, pone sus dos
manos sobre el cora?.ón, levanta al Cielo sus ojos,
y con un aire lleno ele majestad y de dicha, mo-
viendo suaYemente la. cabeza, se dirige á. sus oyeu-
tes y les dice ... " ¡ Y nosotros, SPiíort>s, nosotros
creemos! ... " La mnltit.ud asombrada. con aquel
tan repentino, admirable y dulce contraste, em-
(1) :El R. P. Ravignan.

©Biblioteca Nacional de Colombia


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pez6 á aplaudir hasta con las manos; y entonces
la angustia y el dolor vinieron al alma del sacer-
dote, y con toda ella gritó:-¡ Silencio, señores,
silencio, por Dios !
Nosotros también, ..c\.ngélica, nosotros creemos,
¡Dios sea bendito! y la santa paz que reina en
nuestros días y nuestras noches es una de las re-
compensas de nuestra sumisión ... Guardemos,
pues, los ojos ele nuestra alma para que nunca
quieran escudriñar los misterios de Dios y queden
ofuscados. Acuérdate que quien se atreve á mirar
al sol de hito en hito queda en tinieblas, y que el
triste resultado de nuestras imprudencias en el or-
den natural puede ser una advertencia con que el
Señor nos favorece. Piensa que la hormiga no puede
comprender los equiángulos de que usa el geóme-
tra. Así, la mezquina y limitada inteligencia hu-
mana jamás llegará á comprender nada de cuanto
el infinito poder, la infinita sabiduría del Seño1·
haya decretado que sea un misterio para ella.

EL NIÑO Y LA. MADRE.

-¡Yo quiero alcanzar el sol!


¡ Oh madre! quiero cogerlo,
Quiero en mis brazos tenerlo,
Desbarata do también.
-Tú no puedes sostener
La luz del sol sin cegar,
Ni puedes basta él llegar ;
¡Ay, ltijo! piénsalo bien.
-Puedo subir en un globo,
Como ha subido Guerrero ...
¡ Oh madre ! madre, yo quiero
Esa luz examinar ...

©Biblioteca Nacional de Colombia


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-Nadie, nadie sin morir,
Ha subido á tanta altura,
¡Pobre hijo! esa locura
¡Cuánto mal te lJa de causar !
-¡Oh no, madre! ¡Si mis ojos
Beben la luz en sn frente,
Será ceguera aparente,
Pero yo veré mejor!
-Verás, hijo, las tinieblas,
Y las sombras, y el espanto,
Y vivirás en eliianto,
Y en un amargo doloL
-¡Ay madre! l y no he de adquirir
Esa ciencia que entreveo,
Y que busco y que deseo
Con un ardor sin igual ? ...
¡ Déjame, olJ madre, subir
Siquiera por un momento !
Sólo así estaré contento,
¡ Oh, no lo tengas á mal ! ...
-:N o lerantes la cabeza,
A í, no mires al cielo,
Inclínate, mira al suelo,
Y la lm1 te alumbrará.
Así también, hijo mío,
El Señor sabe dar ciencia
A quien le rinde obediencia
Y completa ie le (la.
Pero oscurece la mente
De quien quiera interrogarlo,
De quien quiera examinarlo
Con altivez infemal.
¡ Ay de aquel que no , e humilla
~\..nte ti, Seiior Dios mío!
¡Ay mil veces del impio
Que presume serte igual ! ...

©Biblioteca Nacional de Colombia


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¡ 1:\.y del hijo ! ¡ Ay de la madre !
¡ Ay de la esposa y la hermana,
Del que se inquieta y se afana
Interrogand o al Señor! ...
¡ De ese bogar huyó la luz,
El contento, la bonanza,
La ternura, la esperanza,
El bienestar y el amor !

EL TESORO Y LOS FRUTOS DE LA FE.

Nadie, Angélica mía, nadie, sin tener una fe


viva, podr{t comprender, podr{t sentir, podrá. agra-
decer al Señor, como es debido, el beneficio in-
menso que su bondad nos dispensa cuando nos
llama al gremio de la Iglesia Católica, al conoci-
miento de las verdades etemas, á la participación
de los dones y de las gracias sobrenatura les, con
los cuales nuestro desticno es soportable y nues-
tra peregrinación por este valle de lágrimas no es
tan dura, tan áspera, tan desesperant e como pu-
diera ser. El conocimient:.> de los atributos de
Dios, de esa altísima é incompreusible sabiduría,
de ese asombroso poder, de esa bomlad tan tierna,
tan inmensa, tan inagotable, de esa santidad infi-
nita; ese conocimiento, por imperfecto que sea,
¡oh Angélica mía ! ~cómo no ha de llenar al alma
racional de admiración, de respeto y de amor 'f
.Angélica, las almas humildes son agradecidas.
~eamos humildes y veremos bien cuánto es lo que
debemos á nuestro amantísimo Criador; cuánto
debe ser nuestro respeto, nuestra sumisión y nues-
tro amor hacia Él. Bntonces nos empeñarem os en
conocerlo mejor, en servirle más tielmente, en

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-22-

obedecerle constantemente y en amarle con todo


corazón.
Entonces el amor divino vendrá como un torren-
te á llenar nuestra alma oe esa incomparable for-
taleza y de esas inefables dulzmas que han expe-
rimentado los Santos, aun en medio de las más
aflictivas circunstancias. Ellos ban :abido cumplir
aquel precepto primero que resonó en el Sinaf, y
que, de siglo en siglo, han sido fuente de todo bien.
"Amarás al Señor, Dios tuyo, de todo tu corazón
y con toda tu alma, y con toda tn mente." (San
Mateo, capítulo 22). Ellos, basta entre los dolores
más acerbos de la vida, ban hallado dulzuras ine-
fables, consolaciones que les han hecho decir como
á. San Francisco Javier: "En medio de tanta ·
penalidades, sobreabundo en consolaciones." Y esto
hasta tal punto, que el fervoroso amigo de Dios,
tendiendo su mano, como para separar ó detener
el torrente de esas santas alegrías, exelamaba:
"Basta, Seííor, basta, basta." Y cuando llegaba
la hora de las amarguras y de las grandes tribula-
ciones de In vida, entonces extendía sus manos y
decía: "1\-Iás, Señor, más, más." Esto, Angélica
mía, esto es amar.
Embriagada cou la dulzura de este licor celes-
tütl, Santa Teresa decía: " O padecer, ó morir ;·"
y Santa Catalina de Génova, erwjenada contem-
plando la dulzun~ del amor di vino, decía: " Si una
pequeña parte de lo que siente un corazóu amante
de Dios cayese en el inficmo, los demonios se tra -
formarían en ángeles, porque allí donde entra un
poco de amor de Dios, no puede babel' ni pena ni
mal." ...
Nosotras, Angélica mía, nosotras que no hemos
experimentado estos santos ardores, nosotras que
no sabemos contemplar la grandeza de Dios, el

©Biblioteca Nacional de Colombia


-23-

poder de Dios, la sabiduría de Dios, la santidad


rle Dios, su belleza infinita y su bondad !:in límites,
¡oh, nosotras no comprendemos nada ,de lo que
los Santos han experimentado, de eso que les da
esa fortaleza, ese heroísmo, esos arranques de ter-
nura, y los arroja en ese· océano de consolaciones
en que nadan sus almas ; pero ·la historia está. ·a hí
para hacernos conocer y elividi~Lr esa felicidad !
Y no se dig~L que en otros siglos, siglos de oscu-
ridad y de ignorancia, era sólo cuando aparecían
esos fenómenos. ¡ Oh, no, en nuestros días, en este
siglo de impiedad y de materialismo, millares de
almas han podido ser testigos de los ardores celes-
tiales que hicieron de M. Vianey, el venerabl<'
Cura de Ars, como un holocausto vivo del santo
amor de Dios y del prójimo. Y testigos hay tam-
bién de la vida ejemplar y admirable de JUme. de
SwetcWne, la distinguida seúora rusa para quien,
después de estudi ar y conocer á foudo el Catoli-
cismo, no bubo sacrificio alguno <rne fuera de-
masiado para agrad ar á Dios! Y patria , parien-
tes, amigos, fortuna, posición social, todo fné nada
á sus ojos, deHpnés que conoció la verdad y expe-
rimen tó cuánto Yale y cuánto puede el santo amor
de Dios. Quien lea su vida, sus escritos, sus bellí-
simas cartas, sus pensamientos íntimos, podrá com-
prend er quién fué esa matro na tan juiciosa, tan
ilustra da y tan ejemplar, qne terminó su vida y
puso fin á sus brillantes escritos con las siguientes
palabras, dirigidas á una amiga suya, poco antes
de expirar. "No pidáis á Dios para mí ni un día
más de vida, ni un sufrimiento de menos." Pala-
bras que Tevelan bien -cnán grandes eran su fe, su
esperanza y su caridad. Virtud es con las cuales
hizo tanto bien en la tiena y dejó ~jemplos que
patent izan bien cuán amable, cuán bienhechora
es nuestr a santa fe.

©Biblioteca Nacional de Colombia


-24-
Y no fueron menos ilustres los que dejó la bella
y piadosa Lady Gwendalina Talbot, Princesa
Borgllese, tan distinguid a en el mundo por su
belleza y sus talentos como por sus heroicas
virtudes; que tan amada fué durante su vida como
llorada en su muerte, no sólo por Jos menesterosos,
de quienes fné madre, llermana, amiga y hasta sier-
va, sino también de la ·alta nobleza romana, entre
la cual brilló como un astro esplendoroso por tan
grande conjunto de cualidades como la adornaron,
no siendo la menor de ellas su altísima piedad.
Así, su vida escrita poco después de su muerte, y
las elegías que en tanto número se publicaron en-
tonces, dan testimonio tle que supo ser notable
por sus grandes \irtudes, aun más que por su re-
conocida belleza, sus raros talentos y su alta po-
sición social.
Angélica, no olvides nunca los bellos ejemplos
de virtud que nos han dejado tantas almas heroi-
cas que ltan vi vid o con la vida de la fe y han sa-
bido hacer que ella fructifique, haciendo bien á
otros y fabricando con este bien su corona eterna.

LAS VÍSPERAS DB LA CONCEPCI ÓN.

-~Es de gozo, prenda mía,


<~ue así brillan tus ~juelos,
Porque mañana es el día
De nuestra madre .María,
De la Reina de los Ciclos ?
-Es de un gozo, madre amada,
Tan grande y nuevo {t ht par,
Que me siento enajenada ,
Conmovida, basta llorar.

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-25-
Las palmas bato gozosa,
Siu comprender el por qué;
~Será, madre, que dichosa
Tengo amor y tengo fe'
-Los ojos alza á la altura,
Y di, si puedes decir,
Ouantas muestras de ternura
Ves por doquiera subir.
-~ Se podrán las luces bellas
Que brillan enumerar,
Si son más que las estrellas,
Cual las arenas del mar f
La música, el movimiento,
El numeroso gentío
Revelan uu sentimiento ...
¡Este pueblo no es impío! ..
Los cohetes repetido·,
Multiplicados, sin fin;
Tantas voces y sonidos,
Onal de espléndido festín;
Los fuegos artificiales,
La grande iluminación,
Los repiques generales,
'l'odo me llabla al corazón.
Todo, todo me enajena,
Sin comprender el por qué;
~Será que tengo alma buena,
Y que tengo amor y fe ~
¡Pensar, madre, que mañana
Es la fiesta universal
De mi dulce Souerana,
De mi madre celestial !
¡ Que l.Jabrá en su honor mil banderas
Bajo el firmamento azul,
Y mil flores lwchiceras
Y mil fest.ones de tul,

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Y mil coronas y palmas,
Enlazadas con primor,
l~evelando en cuantas almas
Hay fe santa y hay amor!
¡ Y tantos ojos festivos
Que se mueven para ver
Los emblemas expresivos
Que se encuentran por doquier !
¡Y ver el templo adornado
Con piadosa profusión,
Y al pueblo que en él postrado
Uinde á Dios adoración!
Y las calles inundadas
Por los que aman á María ...
;, Cómo no be de dar palmadas
De santo amor y alegría ~ ...
-Alégrate ¡ ay, bija mía!
Bien te puedes alegrar,
Porque es santa tu alegría.
¡ Oh, que el amor {L María
Tn vida sepa llenar !
, Tienes fe, tienes amor,
Angel que alegras mi vida ;
Y estos dones del Señor
Hacen tu dicha cumplida
En el valle del dolor.
Bate las palmas ahora,
Que bien las puede batir
Quien no ba llorado ni llora
Ni sabe lo que es sentir
Tristeza desgarradora.
¡ Ay, que la vida es un duelo
Cuando pasa la niñez,
Y sólo nos da consuelo
Alzar los ojos al Cielo
De nuestro llanto al través !

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-27-
Por eso cuando al conten to
Sucediere la aflicción,
En medio del sufrimiento
Guard a puro el sentim iento
De amor á tu religi6u.
Nunca olvides que en tu creencia,
Pobre niña, encon trarás
Consejo, valor, paciencia,
Bienes ¡ ay ! que en tu existencia
Por grand es reputa rás.
Y cuand o tome este día,
Esta fiesta universal,
Obsequia siempre, bija mía,
Con fervor, con alegría,
A tu l\Iadre celestial !

LA ESPER~ZA CRIST IANA.

¡ Qué bella eF-, Angélica mía, qué <lulce, qué


consoladora la e~peranza cristia na ! ¡ (~ué de for-
taleza, qné de consuelos, qué de alegrías comunica
al alma, que cmltPmplando en este lugar de des-
tierro torlas las miserias que la rodean, todos los
dolores que la atorm entan, se acongoja, y gime, y
se Ü~Jtiga buscando lle:scanso y bienestar, sin en-
co ntrar otra cosa qnn esperanzas meutirosas y
deseugaños amargos ! !
Angélica : tú eres joYeu, y ante los ojos de
tu alma :se presen tan mil y mil (á favor de los
graciosos prism as que fabri ca la imaginación) pa-
noram as encantadores. Y crees que la paz y el
contento van á acomp añarte en tu dichoso paso
por la tierra. ¡ Pobre de ti Ri das crédito á estas
quimeras! ¡Maña na, cuando nubes cenicientas en-

©Biblioteca Nacional de Colombia


-28-
tolden el horizonte de tu vitla, acuérdate que de-
ba~o del sol no hay senda alguna que no esté ex-
puesta. á sufrir el estrago de las tempestades, ni
camino sembrado de flores en que no se encuen-
tren espinas, y que la Sabiduría. Eterna, compade-
ciendo nuestras miserias, ha puesto ante los ojos
de nuestra alma, con el don de la fe, un punto lu-
minoso hacia el cual volvamos los ojos en medio de
las tinieblas que nos rodean : ese punto es la espe-
ranza. Como toda felicidad terrena es incompleta,
como todo bienest.:'tr temporal está sujeto á cam-
bios; como el alma humana para contentarse ne-
cesita una dicba sin sombras, bienes que la satis-
fagan y que no perezcan, el Señor Omnipotente
nos ha hecl1o saber que aquí no alcanzaremos
nunca esa ventura, pero que Él nos la dar{~. Él
nos la dará cuando termine el tiempo de la prue-
1m, si hemos trauajado bien, y si liemos sufrido el
peso de la vida constante y .·antamente.
¡ Jjj! peso de la. vida, Angélica, es todo lo que
nos amarga el alma, toLlo ·Jo que nos oprime el es-
píritu, todo lo que lastima el corazón, todo lo que
nos anebata el bien que poseemos, todo lo que
nos causa dolor ! . . . )fas, para todo esto, y para
muclto mús, hay 111edicina, y tú la encontrarás, si
te acostumbras á buscar luz y con. uelo para toda
dificultad, para toda amargnra, en las santas y
consoladoras verdades de nuestra divina religión.
Un día perderás algunos de tantos objetos frí-
volos que son el embeleso de la nifiez y de la
juventud; otro verás, qui~á, el doloroso cambio
que sufre, respecto de ti, el afecto de una amiga
y 1111e fonna.ba las delicias de tn vida; otm podrás
encontrar ~~ont.radiccione~:~ é iujustieias en el seno
de tu familia: si en estos ó semejantes casos
ocmres :í. tu memoria; si huscas en el tesoro

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-29-

de la fe y de la sana doctrina una palabra de con-


suelo, tú la hallarás. Tal Yez oirás en el fondo de
tu corazón algo que te diga:-¡ :Paeiencia pobre-
cilla! ~ Por qné te asombras ~ g,No sabías que
nada hay eterno en este mundo ~ Resígnate, que
tu resignación tendrá recom¡1ensa. Si recibes una
reprensión, vuelve a l tesoro de tn alma y allí en-
contntrás de nuevo palabras de esperanza, pala:..
bras que te reeordarán etián nece. ario te es perfec-
cionarte en la virtud, tmbHjar cada día en esa
labor del espíritu que tanto cuesta á la 11aturaleza,
recordando que, como dice San Pablo : "No son
condignos los pallecimientos de este siglo parct
rnerecer lct gloria que nos está 1Jreparcula," y así
como es cierto que el premio es imponderable,
también es cierto que nada defectuoso, nada im-
perfecto entrará (t la caE:a de nuestro Pach e Ce-
lestial.
·\J s ufrir las mil i11justicins del mnndo, si lleva-
rnos ante los ojos del alllla esa C8pcranza celestial,
bien pod~mos tlecirnos: ¡ ro importa ! Dios es
justo y El tiene remuneración superabundante
para todas las injusticias de la tierra. Cuando se nos
disminuyeren los bienes (]He poseemos; cuando nos
faltmen la· comodidade¡.; que apetecemos, Yendrá
la calma, si ~;abemos dPcimos : J1Jsto 110 es extraño,
vamo: de camino Lacia la patria, Lacia la patria
en donde no hay ]Jambre ni sed, eu donde no hay
escasez de ningún bien, c11 donde el rico no des-
deñará al pobre ... ! ~nframos, pues, para que
al llegar (~ las puertas tle la eternidad hallemos
entraLla al lugar del descanso interminable ....
Y si lnégo Yiene un dfa en que la muerte nos
arrebate los sere~-; queridos, los que llacfan el en-
canto de nuestra Yicla, los que erm1 nuestro am;
paro, nuestra gloria, nuestro amor, cnamlo enme-

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-30-
dio de ese dolor inexplicable uos ananquemos de
su lado, y los veamos partir para el sepulcro en
aJenos brazos, ~qué baremos f si tenemos fe y
esperanza, mirar al Cielo; esperar en la bondad
eterna del Señor, que un día reconstituirá, y para
siempre, las familias cristianas en el Cielo.
Entre tanto, Angélica, no deRfallezcamos; nues-
tro camino terrenal es áspero; los pocos bienes que
hallamos aquí son incompletos, sou engañosos,
son instables. Aceptemos la vida tal cual es, con
sus dolores, con sus peHares, con sus enfenneda-
des, ejercitando la pacieneia. Acrptcmos también
los días serenos que el Sefior nos conceda, sin
olvidar que todo bien terreno es pasajero, y que
en los días bonancibles debemos ser más fieles,
más constantes, más laborio, os e11 el cultivo de
nuestra alma, que en el eHtpefio de ser útiles á
nuestros semrjantes .... ¡Oh Angt"lica mía! Dios
es fiel, y, como dice San Pa.lllo: "Ni los ojos vie-
ron, ni los oídos oyermt, 11i en el cora%ón buma1to
puede c.:<tber eosa igual á la gloria que Dios tiene
preparada á los que le ama.n.
----- ...... ------------------- - .. -.--------.--.

EL AMO!{ ETERNO.

¡Incomprensible es, Angélica, incomprrnsible es


el sinsabor y la esterilidad de una vida. que no Psté
animada y enriquecifla con t•l Mm de la fe! ¡Qué
oscuridad, qué iuct>rtidumbre, qné vacío ... !
¡De dónde viene ... f ¡No lo sabe! ~Á dónde
va? ¡Loignora ... ! tQué espera ... 1 Nada! El
alma se contriRta de sólo pettsar qne una criatura
racional se halle así, ciega, sorda, mmia ante el

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-31-
espectáculo de la naturaleza, que por sí sola nos
habla de un Sér Supremo, lleno de poder, de sabi-
duría, de amor inmenso, de quien todo depende
y á quieD, la naturaleza entera obedece. Y más se
contrista cuando piensa que este corazón humano,
tan amante del poder, de la sabiduría, de la belleza,
no ame á Dios, fuente eterna de eternas per-
fecciones, y que viviendo ansioso de amor y feli-
cidad, no ame al amor eterno, que no envejece,
que no cansa, que no fatiga, que llena superabun-
dantemente todas las aspiraciones de nuestro po-
bre corazón, ele nuestro corazón, que no quedando
satisfecho con nada, sí queda satisfecho cuando lo
penetra una centella de amor de Dios ... ! Por eso
aquel ingenio incomparable, aquella alma de fuego
que sabía bien basta dónde alcanzan á contentar
las engañosas felicidades ele la tierra, San Agustín
decía: "Hicístenos, Señor, para ti, é inquieto está
nuestro corazón hasta que descanse en ti."
El mismo qne esto decía deploraba con tanta
ternura no haber conocido á Dios antes y le dirigía
palabras tan amorosas, que es como una osadía.
el haber querido acomodarlas al verso castellano,
traduciéndolas así:
¡Oh antiquísima, espléndida hermosura,
Qué tarde por mi mal te conocí!
¡Oh beldad, siempre nueva y siempre pura,
Cuán tarde, tarde, el corazón te di ... !
¡Oh ceguedad tristísima la mía,
Que hallándote doquier jamás te vi!
¡Oh tiempo malgastado en que ni un día
De amor á tu belleza concedí!
San Agustín, aquel ingenio subliwe, aquella

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-32-
alma tan noble, aquel corazón tan amante, no
podía conformarse con no haber conocido á Dios
antes y no haberle n.mado siempre, y nosotras,
Angélica, t,pasan•.mm; la vida sin empeñarnos en
aprender {t amar al Seiior~ &Y será justo qne em-
pleemos nuestro corazón en amar á las criaturas
iropet;fectas, ingratas, desleales, mezquinas, in-
constantes, y no tratemos ele conocer y de amar á.
nuestro Padre Celestial, nuestm bieubeel1or eter-
no, quien por corresponLlencia á sns imnen os :r
continuados beneficios sólo pide nuestro amor?
Oh . \ugélica! Si nosotros conociésemos bien
cuánto es lo que perdemos con nneRtra ingratitud
é indolencia, nuestro toraz6n se estremecería de
espanto al entrever los bieneR q nc despreciaremos
y los males que nos preparamos. Percl r durante la
viüa la felicidaü más completa, ofrecida á la exis-
tencia por el más grande, el más perfecto, ülmás
dulce de Jos amores! ¡ P 'nler esa paz, ese bienes-
tar, esa· dulzuras iuetable::; de una santa muerte,
y penler en la etemidad tantos grados de gloria
cuantos fueron los grados Lle gracia que el l:;eñor
destinara á nuestra felici!htu !-¿, Sabes tú lo que e~:;
un grado de gloria~ Yo entiendo q ne es pertenecer
á nna jerarquía m á: eleYada, con unwores dones,
más conocimiento de la Divinidau, más participa-
ción de su inmensa felicidad .... Y si acá en la
tierra nos agradan las ciencia¡;, loR Llellos conoci-
mientos, una posición social decente y elcn1.da, ~ có-
mo no desear esos bienes por toda una eternidad t
Si aquí tlonde todo es vanioad Lle vanidades,
como dijera el más sabio y poderoso <le los reym;,
vivimos anhelando ese uienestar que llamamo~
felicidad y del cual .-(llo se eonoce la palabra,
~por qué no buscarlo en floude verda(leramente se
halla~ La señora CraYell, la noble escritora que

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tan bien ha sabido tta·c er conocer el ta.lento y las


granues virtudes de sn distinguida familia, hablan-
do del asombroso cambio que el amor de Dios
había efectuado en el alnm de la bella é intere-
sante viuda de su hermano, y de la impresión que
habían dejado en sn alma las últimas confidencias
ue aquella hermana tan querida, dice: "Esta
conversación tan consoladora para mí, en el clía
de hoy, me tocó de tal mollo desde entonces, que
para no olvidarla ja.rnás, la escrioí poco después
del día en qnc tnm lugar y en qne por la última
vez abracé á esta arlmirabl1~ y querida amiga!
¡Nada cambio á las páginas que escribí entonces!
Ojalá puedan ellHs se1Tir para pateutizar la ex-
traña y consolarlora Yerdacl qne creo útil hacer
resaltar en la Yicb !le Alejandrina complet.:-índola.
Esta verdad es qne existe aun aquí abajo, una
felicidad más completa que la más completa felici-
dad, y un amor más grande que el más grande
amor .... "
Después, refiriendo su visita al cementerio, las
serias reflexiones que babfan sido objeto de su
coversación durante el camino, dice que gustaba
indecibleme nte de oír á Alejandrina bablar de
Dios y del alma, porqne esto bacía un gran bien
{L la suya.-En fiu, yo no pude prescindir de copiar
enterament e el trozo siguiente, tan admirablem en-
te bello y consolador ....
"Nosotras continuamo s así nuestro camino ele
re~reso, y cuando llegamos {t pasar la reja, Alejan-
drina me dijo estas palabras, prosiguiendo el dis-
curso que habíamos empezado. -' Ten presente lo
que voy á decirte : fija en tu pensamient o que todo
lo que tanto nos agrada en este mundo no es abso-
lutamente sino una sombra, y que la verdad de
todo esto est{L en el Cielo . . . . Y amar! amar
3

©Biblioteca Nacional de Colombia


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sobre todo, ¡.no es lo que hay de más dulce en la
tierra ... T Y yo te pregunto si no es fácil de
concebir que amar, amar al amor mismo debe ser
la perfección de esta dulzura, y amar á Jesucristo
no es otra cosa con tal que sepamos amarle abso-
lutamente y cuanto uno puede amar sobre la
tierra!' Yo no me habría consolado jamás si no
hubiese sabido que existe este amor á Dios y que
existirá para siempre."
Á este tiempo llegamos al banco que está cerca
del castillo. En la grada exterior de aquella puerta
se hallaban mncuas personas: yo la detuve enton-
ces y nos sentamos sobre el banco, siguiendo la
misma conversaciúu. Poco después ella se levantó
para ir á coger una rama de jazmín que caía sobre
la pared; luégo me la dió reserYando en su mano
una pequeñita parte de ella y quedándose de pie
delante de mí, conti11namos hablando.- Yo aca-
baba de decirlc:-¡T ú eres muy feliz en amar á
Dios tanto así !-BIJa me respondió (.y sus pala-
bras, su expresión, su aetitu(l, permanecieron
siempre grabadas en mi pensamien to):-"¡ Oh
Paulina! ~cómo imaginas que yo no ame á DiosT
~Cómo imaginas tú qne yo 110 me transporte
cuando pienso en Él f ¿Cómo quieres tú que en
esto tenga yo mérito alguno, ni aun el de la fe,
cuando pienso en el milagro que Él ha Lecho en
mi alma, y cnaJl(lo siento qne después ele haber
amado tánto y deseado t<11lto la felicidad de la
tierra, después de haberla tenido, de IJaberla per-
dido, de haber llegado al colmo de la desespera-
ción, yo tenga en el día de hoy el alma tan trans-
formada y tan llena tle felicidad que todo cuanto
he conocido ó l1e imagi11ado es uatla, nada, en
comparación suya 1"-Sorprend ida de oírla IIablar
así, la dije:-' Y si He te presentase aquí, y si se

©Biblioteca Nacional de Colombia


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te devolviese la vida t.'tl como te la habías soñado


con Alberto, y si se te prometiese por largos
años ... 1 Y sin vacilar me respon dió:-"N o la
aceptaría, absolutamente, no."
"¡Esta fué nuestra última conversación en este
mundo! Y así de pie, delante de ese banco, con el
aire animado, los ojos elevados al Cielo, con esa
pequeñ ita flor de jazmín en la mano, se me pre-
senta siempre, cuando trato de hacerla revivir en
mi memor ia; así la veo, tal como entonces la ví
para no volverla á ver más aquí abajo."
Poco tiempo después recibió la señora Craven
una carta de sn madre en que, refiriéndole todos
los pormenores de la enfermedau y muerte de
_,;\, Jejandrina, le df'cía qnc sus deseos de morir ha-
bían llegado á ser en ella como una pasión, que
frecuentemente pregun taba cuánto duraría su en-
fermedad, y al comprender que sn muerte tardaría
aún, exclamaba: " ¡Con que no será hoy cuando
veré á Dios!" Bn otm vez hacía esta recomenda-
ción: "Decid á, Paulina (la señora Craven), decid á
Paulina que es muy dulce moril'." En otra decía
á su suegra: "~Y vos, maclrina, no estáis afanada
por ir á ver {t Diosf" Así parece que el amor á
Dios lmbía superado en ella el amor á la vida y el
temor á la muerte.
Angélica, fija bien en tu pensamiento que esta
indecible f~licidad, <le amar {t Dios con todo el
corazón, existe en esta tierra; que ésta es la única
que empieza aquí pam co11tinnar eternam ente, y
que todo lo demás que juzgamos felicidad, apenas
lo entrevemos, apenas empezarnos á saborearlo,
cuando desaparece.

©Biblioteca Nacional de Colombia


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ESPER ANZA .

¡Pero hay un Cielo


Pobre alma rnfa
Y en Dios conña
Que á él irás!
Sf, hay 'tul Cielo
Donde Dios mora,
Do no se llora
Nunca, jamás .
¡ Mansióu <le gozo
Patria querida
Donde se olvida
Todo penar.
Tú eres el puerto,
De dulce calma,
Á donde el alma
Quiere llegar!
Ay! cómo el pecho
Desconsolado
De ti olvidado
Puede existir,
Si es tu memoria
Santa , flivina .,
La medicina
Que bace vivir!
¡Cómo la vida
Con sus cadenas
Y con sus penas
Podrá llevar
El que se :fija
Sólo en la tierra,
Donde se encien a
Tánto pe¡;;ar!
El que su vista
Jamás levant a

©Biblioteca Nacional de Colombia


-37- ·
Hacia. la santa
Mansión de paz,
Hallar no puede
Fuerza y consuelo
Si sufre un duelo
Crudo y tenaz.
Mas el que á lo alto
Vuelve los ojos,
Penas, enojos,
Luto, dolor, ·
Todo lo acepta
Con la esperanza
Del bien que alcanza

1 Un santo amor.
Sí, vi ve y sufre,
Y en su amargura
Halla ventura,
Gozo y placer !
El que del Cielo
Los resplandores,
En sus dolores
Alcanza á ver.
Mausi6n de gozo,
Patria querida
Donde se olvida
Todo pesar:
Tú eres el puerto
De dulce calma,
Á donde el alma
Quiere llegar!

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MI VENTURA Y :r.II ESPERANZA .

Qué dulce será vivir,


Vú•ir una eternidad,
Sin pensM más en mori1•,
Ni pensar en reducir
A guarismos nuestra edad.
ZoRRTLLA.

Qué dulce ser{b morir


Con una conciencia. pum,
Y sin temor ni amargura
Nuestra carrera finar.
Qué dulce será morir
Cuando la vida nos cansa
Y morir con la esperanza
De un eterno descansar.
Qué gusto será salir
Del espantoso destierro,
De las cadenas de hierro,
De la carne terrenal.
Qué gusto será decir
Un eterno adiós al mundo,
Á su aire fétido, inmundo,
Y á todo lo que es mortal.
Y al sonar nuestra última hora
Mirar del Cielo Jn. luz
Y estrechando nuestra cruz
En el Señor reposar.
Y entonces ver ese aurom
Del inmenso eterno día,
Esa mansión de alegría,
Do la pena no ha de entrar.
Ese lugar de contento
Do no hay dolor ni vejez,
Donde jamás, ni una vez
Tendremos por qué llorar.

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Dond e nunc a hay el torm ento
De recuerdos ui temores,
Don de nunc a hay sinsabores
Que nos haga n susp irar.
Oh! ¡cuál será en ese insta nte
De nues tra alma la sorpresa,
Al vet· la nuev a belleza
Del inmu table Jeho vá!
¡Al ver la luz pene trant e
De ese sér incomprensible,
Inme nso, grande, terrible,
Cual ba sido y cual será ... !
~Cómo expli car nues tro gozo
Al conocer á 1\iaría,
Cómo pinta r la alegría
Que nues tra alma senti rá
Al ver el rostr o precioso
De la más bella criat ura,
De la más sant a y más pura
Que jamá s existir{t?
De aque lla madr e amorosa
Que siempre nos escuchaba,
Que 1mestras pena s calm aba
Y por nosotros pedía.
Aque lla que tan llorosa
En el altar contemplamos,
La mism a á quien invocamos
Con tanta ternu ra un día.
No yá. con aquel semb lante
De tan amar ga tristeza,
Ni con aquella belleza
De Jas hijas de J udá,
Sino de gloria radia nte
Y de tan gran de hermosura,
Que jamá s á otra criat ura
Dios la ha dado ni la da.

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Y allí cerca. el descendiente
De los más grandes monarcas,
El Justo entre los Patriarcas,
El santísimo José.
Aquel varón eminente,
Dichoso entre los nacidos
Y el que entre mil escogidos
Sin par, escogido fué.
Ah! nosotros le veremos,
Y con gozo reverente
Doblaremos nuestra frente
Con ternura, con amor,
Y entonces recordaremos
Cuánta dicha hay en amarle
Cuando acierto en invoca,rle
Y en demandar su favor.
Veremos tantos profetas
Y patriarcas excelentes,
Y monarcas eminentes
Por su valor y piedad.
Y tantos anacoretas
Y ancianos tan respetables,
Tantas matronas amables
Ofrecernos su amistad.
Y allí estarán las Teresas,
Las Catalinas, las Rosas
Y mil ilustres esposas
Del Monarca celestial,
Qne del mundo las grandezas
Orgullosas despreciaron,
Porque ellas siempre aspiraron
Á la diadema etemal.
Los pontífices supremos
Cuya blanca cabellera
Más brillante que en la esfera
Un planeta lucirá.

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- 41 ----'

El Báculo al pie veremos


Y la Tiara respetable,
Mas la Cruz santa, adon\ble
Sobre su pecho arderá.. ·
Y estarán del Salyador
Los discípulos dichosos,
Con semblantes majestuosos
Despidiendo. inmensa luz,
Con voz sonora el amor
De Jesús publicarán,
Y un cántico entonarán
A las glorias de la Cruz.
Los mártires victoriosos,
Como el sol resplandecientes,
Con guirnaldas esplendentes
Y con palmas de mbí;
Los confesores celosos
De la gloria del Señor,
Ardiendo en célico amor
También estar{tn allí.
Y aquellos santos doctores,
Cuyos escritos amamos,
Porque en ellos tanto hallamos
Que admirar y que aprender;
Despidiendo resplandores
Inmeosos de su cabeza,
Excederán en belleza
Al sol qne empieza á nacer.
011! qué dulce compafifa!
Si Dios allí no estuviera,
Su presencia sola fuera
Una dicba celestial:
Que ella sola ofrecería, .
Aun acá, sobre la tiena,
Más goces de los que enciena
Toda dicha tenenal.

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Y los bienaventurados
Cou blanquísimos ropajes
Como de sedas y encajes,
Sin oro ni pedrería,
N o estarán condecorados
Con títulos ni blasones;
Pero, ¡ay Dios! g, con qué expresiones
Pintaremos su alegría~ ·
Este, este es el contento
Que vivimos anhelando,
Y que busc..1.mos llorando
Sin encontrarle jamás;
El bello ideal que un momento
N o abandonó nuestra mente
De una diclut puramente
Llena de gozo y de paz.
Tantos amigos queridos
Y parientes cariñosos,
Que mil ayes dolorosos
Nos hicieron exhalar;
Allá en el Cielo reunidos
N os estarán esperando,
Mientras nosotros llorando
Los años vemos pasar!
Ay ! g, hasta cuándo, Dios mío,
Iremos á acompañarlos 1
~No podremos alcanzarlos
Y amarte á par de ellos~ Sí.
Que á pesar del mundo impío
La impiedad no nos cegó:
Siempre el cristiano te amó
Y el cristiano espera en ti.
Sí, iré, mi dulce criador
Á tu alcázar celestial,
Veré t•l trono imperial
Y á ti mismo te Yeré.

©Biblioteca Nacional de Colombia


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Y abrasada en santo amor
Bendeciré tu bondad
Y en toda la eternidad
Por ti sólo viviré,
1\'[as allá, cual tiernas flores
Que el aquil6n uo sufrieron
Estarán los que murieron
Al acabar de nacer.
Fragantís imos olores
Por doquiera dt:>jar{m,
Y sus cantares serán
De inocencia y de placer.
Y espíritus venturoso s
De inmensa gracia adornados
Para siempre destinados
Á alabar á su criador.
Con ropajes majestuoso~>
Y con alas trasparent es,
Se cruzarán diligentes
En la mansión del Sefior.
Y por !loquiera fulgores
Y cantares misteriosos
Y conciertos armoniosos
Y etema satisf:teci6n.
Y siempre nuevos üwores
Y delicias sin 111edida. ....
j Oh patria, patria querida,
Mi cara Y tlnlee mansión!
~Qué i~allaré yo eu este suelo
Ni en sns glorias mentirosa s
Tan necias, tan tHmultuos~u.;,
~ran t;nezcla.das de dolor~
¡,Con qué pintar ese Cielo,
Esa dicba incomprensible,
Ese fuego inextingu ible
De etemo y ardiente amor!

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¡Oh corte siempre brillante,


Mansión de Dios eterual !
No, la pluma terrenal
No te intentó describir,
Sólo quiso en un instante
Con tu recuerdo querido
Consolar al afligido
Y hacerle acaso sonreír.
Porque es cierto que en la tierra
Jamás se encuentm consuelo,
Y si se busca, eu el Cielo
No más se puede encontrar.
Porque el mal aqn( se enciena
Y la pena y la aflicción,
Y en esta triste mansión
Se vi ve para llorar.
Mas, ay! que es una ventura
Para el triste desterrado
No encont,r ar ningún agrado
Que el destierro le haga amar.
Que fuera desgracia dma
'l'eniemlo hermosa mansión
Vivir en una prisión
Y al dejarla, suspirar.
Feliz, feliz quien no olvida
Que la dicha verdadera
Y la gloria duradera
En la tierra no hallará;
Que aquí no hay dicha cumplida,
Que el destierro es este suelo,
Nuestra mansión es el Cielo,
Nuestro destino, ir allá. ·

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A~IOR .~\_ LA VERDAD.

El día tremeiHlo y etemamente memorable en


que nuestro Divino Maestro fué acusado y con-
duciUo ante el Presidente Pilatos, y en el que éste,
deseando tener un conocimiento claro de los mo-
tivos que tu >iescn los judíos para pedir su muerte,
le dirigi6 preguntas sobre preguntas, se oyeron
salir de los labios del cliviuo acusado estas pala-
bras: "Yo para esto nací y p~tra esto vine al
mundo; para dar testimonio ele la verdad: todo
aquel que -pertenece {L la verdafl escucha mi voz."
~Tú te has fijado, Angélica mía, te has fijado
sériamente, alguna vez siquiera, en la nobleza de
la verdad, en la excelencia de la verdad, en sn
santidad, en su belleza .Y en su importancia'
¡Tal vez no! ¡Tú eres nna niña y las niñas no
cono ·en los valores ... ! Y cuán necesario es, .An-
gélicn, que el a.lma humana desde muy temprano
apreutla á conocer la importancia, el valor de la
verdad, su nobleza y todo euanto la hace digna de
nuestros respetos, digna de nuestro acendrado
amor! En donde no existe la verdad, todo es des-
preciahle; el oro falso por tener apariencia de oro,
se hace más vil que el más vil de los metales; un
hermoso diamante se contempla con admiración
y con agrado ; una falsificación de esta piedra pre-
ciosa se aparta con desdén, y el alma en que no
reina la verdad es un objeto de abominación á los
ojos de Dios y de desconfianza y menosprecio á los
ojos de los hombres ....
Por hoy no nos detendremos {b considerar la
fealdad de la mentira, la \'ileza, lo doble de la
falsedad, del engaño, y la detestación quH merecen
todos esos vicios que germinan en nn corazón des-
leal é innoble .... Que Dios presetTe tu vida de

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manchar tu alma con semejantes vilezas y te pre-
serve siempre de verte asociada con personas que
no tengan una alma recta, digna, noble y elevada!
porque el contagio es casi inevitable y ¡ay de ti si
lo recibes!
Si la verdad en todos los actos exteriores ue la
vida revela una alma noble y digna, el amor á la
verdad va todavía más adelante, este amor á la
verdad hará que la busquemos siempre y en todo.
En primer lugar debemos amar la verdad eterna
que es Dios; amar todo lo que él ha revelado,
todo lo que la Iglesia enseña, pues ella es la de-
positaria de la verdad. A mar el Evangelio, tesoro
inmenso de veruades etemas, de enseñanzas útiles,
de consejos admirables, libro divino, autorcba ce-
lestial encendida al impulso de la, palabra del
Verbo de Dios. Amando ese libro, meditando en
él y aprendiendo en él qué e. lo que debemos
temer, qué debemos buscar, qué debemos ltuír y
abonecer, aprenderemos á vivir con eRa vida que
Dios quiere que vivamos, con esa vida digna de
la nobleza de nuestra alma y merecedora de las
recompensas qne Dios tiene prometidas.
Oh! Angélica, si nosotms somos ciegos, es por-
que no aceptamos la luz con que nuestro Hacedor
divino ha querido rodearnos desde la hora feliz de
nuestra entrada al gremio de la Iglesia. Nosotros
en vez de amar la verdad amamos la mentira; en
vez de creer qne la tiena. es un lugar de prueba
en donde estaremos por poco tiempo, creemos que
permaneceremos en ella por largos años, y que,
por medio de tales suces.:>s, por medio de la reali-
zación de tales y tales esperanzas, hallaremos eso
que soñamos, eso que el mundo llama felicidad.
En vez de reconocer que la dicha no está aquí,
creemos al mundo que nos engaiin, que nos fascina,

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que nos promete para mañana, y siempre para ma-·
ñana, la felicidad. Siguiendo sus leyes divinas, y
él, el enemigo, el adversario de ,Jesucristo es oído,
es creído, es atendido, es respetado; sus decisio-
nes son la ley invariable qne arregla la conducta
de innumerables almas .... y no importa que esas
decisiones sean bárbaras, no importa que sean in-
morales, no importa que no den por fmto sino
lágrimas y amarguras; no importa que el desorden
entre en las familias y derribe las antiguas, juicio-
sas y modestas costumbres y arruine las fortunas ...
el mundo ha decidido que todos seamos iguales y
subamos al nivel de los que más alto suban, aun-
que esto sea en apariencia y á costa ele la vida y
del ahmt de los seres más queridos.
Asf, pues, Angélica mía, el amor al mundo y á
cuanto el mundo enseña, es un amor que destruye
el santo amor de lit verdad. Piensa seriamente,
bija mía, cuál es el verdadero mérito de una cria-
tunt racional, cnál es el verdadero mérito de una
joven, y procma día por dfa allquirir ese mérito.
Ese mérito está fundado en la verdad, es decir,
en la virtud, y 110 en esas exterioridades brillantes
que tanto aprecia el mundo.
N o pierdas el tiempo en adquirir el conocimiento
de cuanto en él se enseña, de cuanto en él se
aplaude. ~odo eso no es sino vanidad de vanida-
des que ocupan el tlempo y gastan la vida si u dejar
ni uu solo bien positivo!
Procura, hija mía, arlquirir el verdadero mérito,
y Dios bendecirá tus esfuerzos y, t~trde 6 temprano,
verás cómo sólo en la ~terdad y en la práctica
de la virtud se encuentra cuanto puede hacer lle-
vadero el peso de la vida, pero no en el mundo ni en
sus promesas, que todo eso es engaño, y después
que pasan los dfas y los aflos alimentando quimé-

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ricaR esperauzas, se llega al término de la vida sin


haber adquirido lo único que pudierá consolarnos:
¡una sólida virtud!

EL MUNDO (1).

¡Oh! m un do, quién pudiera retratart e


Con los colores, ay! que tú mereces.
:Mundo, mundo qne engaíias tantas veces
Sin que á advertirlo llep;ne el corazón.
Tú condnces al mal, y de la mauo
Llevas al mal sin declarar tu intento,
Y la clicba prometes y el contento
Y sólo das pesares y aflicción.
¡Oh ! ¡cómo es ciega, y ruda, y necia y loca
La juventud sencilla é ignorante,
Cómo el engaño que halla á cada instante
No la hace nnnca de pavor temblar!
Lleva á la danza el corazón tranquilo
Y una alma pura., dulce é inocente,
Y el corazón allí, y allí la mente
Locura y vanidad viene á encontra r;
Palabras seductoras que en el alma
Dejan como un aroma emponzoñado,
Que manchan el pudor cou que ha dotado
El mismo Dios la frente virginal ;
Cantares que despiertan las pasiones
Que retozan cual tigre pequeiinelo,
¡ Y se j nega con ellas sin recelo,
Sin sospechar siquiera que hagan mal!
Danzas ajenas de una noble virgen,
Que hacen crecer la vanidad insana
(1) Impresione s recibidas en un sermón predicado por el Re.
verendo Padre José Telésforn Paú!, de la Compañía de Jesús,
en el año de 1860.

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-4!l-

Y que trasforman, ay! {L una cristiana


En la graciosa ninfiL de un gentil.
Esos del mundo son los helios done:::,
Esas son las deliciaf;, los eucantos
Que hacen trocar Jo¡.; pensamientos santos
Por una loca. ,-anidad pueril.
Por esa loea vanidad que siendo
Tu compaiíera, tn terrible aliada
Vieue con mil joyeles at:n-iada
Para engañarnos ron risnciia fiotz,
Pa.r;t decirnos qne aborrece el crimen,
Que ama el pudor, que guarda la inocencia,
Que ella no mancha llllJH'a la conc!encia,
Que ella no tnrha ::;u dichosa paz.
Y juzga el corazón qne uo hay peligros
En escnebar atento sus lec-ciones,
Y ¡ay! ¡ay de Jos sencillos corazones
Que sus consejos lleguen á seguir!
Que cuando luzca la Yenlad hermosa
É iluminarlos eou sn lm: consiga,
Verán {L dónde, {L <lómle su enemiga
Los iba poco á poco á conducir.
¡Oh! jó,·cnes, hníd, bníd del m u mio,
De ese mundo Ütlaz y mentiroso
Si queréis conservar vuestro repo¡.;o,
La dicha de una noble juventud.
Alejaos de esas danzas y festines,
N o escnchéiR las palabras lisonjeras
Y los ojos cerrad {t esas quimeras
Si aun amáis la inocencia y la virtud. · ·
¡Oh, si supiérais bien cuánta ponzoña
Mezcla el mundo á sus mágicos festines,
Cuántas víboras hay en sus jardines
Que el corazón de:voran sin piedad ... !
N o qnisiérais tornar los castos ojos
Para mirarlos ni una vez siquiera·,

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Y bailaríais que es más dulce y placentera,
Vuestra inocente y dulce soledad.
La soledad en donde el alma guarda
'rranquila su inocencia y su pureza
Y aprende á desdeñar con entereza
De la mundana gloria el resplandor.
En donde encuentra el alma acongojada
Lo que de niños con atan buscamos
Y en el regazo matemal hallamos
En medio del pesar y del dolor.
Ella nos da la paz, la paz bendita,
Cuando pone su ltmte en nuest.ros ojos
Y vemos las espinas, los abrojos
Que por flores nos da la sociedad.
La sociedad mundana, engañadora,
Esa que tanto esteriliza el alma,
Que bace llorar por la apacible calma
De una modesta y unlce soledad.

BUEN 1!JMPLEO .DE LA VIDA.

Nuestro paso por la tierra, Angélica mía, si es


rápido como el de la nave que crnza las ondas del
Océano, como el de la aeta despedida al atmve-
sar el espacio, 110 es ni puede ser estéril. En pos
de nosotros, con nuestra decidida voluntad ó ~:~in
ella, dejamos rastros de bien ó de mal. Somos
como el sembrador que lleva consigo las semillas
que va depositando en la tierra abi-erta yá por la
reja del arado, las que escondidas ahí por cit•Jto
espacio de tiempo, germinan, nacen, crecen y tlan
fruto. Dichoso él si torios los granor.: que d('jó raer
sobre la tierra fueron buenos, útilt•s y saludahleR;
pero si sembró mala semilla, ella también nacerá

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·- 5 1 -

y dará fruto y producir{t semilla que perpetúe las


cosechas multiplicadas de mal~t simiente ... !
Triste condición de la humanidad decaída. Mu-
chas veces no somos capaces, 6 uo pensamos en
hacer bien, y á nuestro paso, día por día, vamos
sembrando el mal!
j Oh, si cada día de uuestra vida pensáramos
que somos sembradores del buen padre de familias,
con qu¿ esmero cuidaríamos de no dejar caer ni á
nuestro paso, ni de nuestras manos, ni de nuestros
labios una sola semilla dañina!
Hoy, Angélica mía, nosotras uo sahemos ni lo
que hemos hecho, ni lo que hemos sembrado, pero
cuando llegue el gran día de la recolección gene-
ral, entonces veremos cuáu poco bien hicimos, y,
ay! ojalá no hallemos pirámides enteras formadas
con Jos haces que durante años y años fucrou pro-
duciendo las semillas inútiles 6 dañinas que deja-
mos caer acá y allá, en medio de las risas y de las
bulliciosas alegrías de la niñez, de las aspiraciones
de la juventud y de los enojos y tl'iste;r,as de la
edad madura!
.:-\.ngélica mía, carísimo objeto de mi ternura,
aprende á rectificar tns pensamientos buscando
en todas las personas y en todas las cosas lo que
sea noble, digno, juicioso y estimable, pam no dar
los afectos de tu alma á necias bagatelas, para no
estimar la vanidad, para <lespreciai· el oropel muu-
dano, y consagr::tr tu aprecio á objetos que sean
dignos de merecerlo.
Medita en tus deberes para a.prender á cum-
plirlos. Piénsa en tu altísimo destino, t'D la
augusta. misión qne la. mujer cristiana tiene que
llenar sobre la ti::lrra y busca sin cesar cuál sea el
bien que tienes que cumplir y cuál el mal que
tienes que evitar.

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-52-
Tú sola no puedes hacer esto, pero en los bue-
nos libros hallarás maestros admirables, y en los
consejos de tus mayores, de las personas juiciosas
é iustmídas, llallarás innumerables documentos
que te senirán de regla si sabes guardarlos. Las
palabras de los ancianos Yirt.uosos son un tesoro,
bija mía, para el alma de uua niña dócil y amante
del bie11. JJos anciauos son buenos sembradores
de sanos consejos y de ::ulvertencias útiles. No los
destleííes nunca, abre tu corazón á las semillas de
\·irtud que la piedad y la. experiencia quieran de-
positar en él. Pero, bija mía, si la edad madura ó
la ancianidad 110 llevan consigo la corona de un
juicio ):lÓlido y tle una piedad sincera, no prestes
atención [~ sus enseñanzas, y si hay algo que te
indique que en aquellas cabezas cncanecidas no
hay pensamientos rectos, que en aquellos corazo-
nes gastados no llay piedad antigua, huye de su
lado. La ancianidad que carece de virtud es para
una alma joven, como esos árboles de nuestros
bosque"· :'t cuya sombra se sienta el viajero descui-
dado, sin sospechar que am reside la enfermedad
ó la muerte.
Angélica, aprende á vivir. Mira tu alma como
un huerto que te ha encomendado uuestro buen
Dios y cnltí>alo con perseverancia y con eRmero .

.\MOR,\ LAS OCUPACIONES ÚTILES.

Hay seres, ..,.'\.ugélica mía, para quienes el tiem-


po, ese dón de Dios, es una carga pesada; para
quienes esa riqueza de inapreciable valor, es como
un mueble molesto que no saben en dónde colocar
y que al fin terminan por ceder á quien primero se

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presente, sin pensar en que más tarde habr{tu de
llorar su pérdida. ¡Esto sucede muchas veces!
Durante la carrera de tu vida encontrarás mu-
chas, muchas personas á quienes consume el tedio,
para quienes nada valen los deberes de su estado,
para quienes nada interesa el bienestar ajeno, para
quienes la dicha de hacer bien no tiene aliciente
alguno. Entonces el hastío, ese tedio que causa la
inacción, las emp_uja fuera de su hogar á derramar
inútilmente sus horas en conversaciones frívolas
y en parlerías cuando menos insustanciales.
Angélica, cuando un día de la vida nos hemos
dejado avasallar por esta peligrosa enfermedad
del alma, al siguiente su violencia se lla aumen-
tado, y cuando se ha 1ormado el hábito de vivir
inútilmente, difícil, mny dificil es retroceder ... !
Y ¡ay! que duele el corazón y se contrista el
<tima pensando en el amargo porvenir que espera
ú una criatura racional, que por la inacción se ha
dejado envilecer hasta asemejarse ú esos desdi-
chados animales cuya suerte es dormir y engor-
dar . . . . y esto cuando al lado de ese letargo
no han crecido todas las torcidas inclinaciones de
la naturaleza humana y todas esa pasiones que
10en y devoran el Gorazón.
Por el contrario, Angélica mía, la somisa. asoma
á los labios, el corazón palpita de gozo, cuando
en medio de los azares tlc la vida encontramos con
familias laboriosas, en cuyo semblante se ve la
animación que da el contento interior, la satisfac-
ción del cumplimiento de los deberes, el santo, el
ntil, el noble empleo d.el tiempo ... ! Y cuando
se contempla r~ las jóvenes de una de esas familias
juiciosas y patriarcales ocupadas, no en las inuti-
lidades de una vanida.d pueril, no en lamentarse
de no hallar en la vida suficientes goces, sino en

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cumplir alegre y fielmente con los deberes de su
estado, ya en su estudio, ya en su labor, ya en su
dibujo, ya en su buen libro, 6 ya también ayudan-
do á su madre en el desempeño de las ocupaciones
domésticas, o dando lecciones útiles (~ sus peque-
ños hermanitos, ó acallando al qne llora en la
cuna, 6 utilizando la ropa usada con hacerla nueva,
como decía el buen Sa.o Francisco de Sales, para
vestir con ella ú lo& niños pobres, ¡sentimos que
todo esto es bello, que todo esto ·promete un por-
venir bendito ú h joven que ponga su amor en el
cumplimiento de sus deberes y en hacer útil su
paso por la tierra ... ! Entonces, en el silencio y
la paz del alma, se bendice al Señor, porque aun
tiene sobre la tierra criaturas que con verdad pue-
den decir "¡somos cristianas!"

EL 'l'RAJ3AJO.

¡Castigo fué ... ! Pero endulzado tanto


Por la amorosa mano del Señor,
Que él mil veces enjuga nuestm llanto
Y llega á ser nuestro mayQr encanto,
Nuestro indecible amor!
¡ Ob, trabajar! Cuando el dolor lacera
El enfermizo y débil corazón,
Cuando se busca alivio por doquiera,
¡Oh, quién después de Dios darlo pudiera
Con tanta profusión!
Al duro batallar de los dolores
Se opone del trabajo él batallar;
El movimiento aduerme esos fnroreR
Que así como volcanes bramadores
Quisieran estallar !

©Biblioteca Nacional de Colombia


~¡,..
-Do-

~ ¿Quién conduce á la senda del delito


A la joYen sin madre ni heredad!
¡,Quién enciende en su mente el apetito
De goces, con las iras del precito,
Si no es la ociosidad!
¡Y quién le da el contento y la alegría
Que tanto brillan en su dulce faz
Desde que asoma el luminar del dfa
Hasta la noche p{tlida y sombría
En que se duerme en paz z
Es del traba:io el saludable encanto
Que del tedio disipa la inquietud;
El amor al deber, que alivia tanto
La terrena amargura, y es el santo
Amor á la virtud!
¡Oh, si el padre, la madre y el hermano
De la niñez supieran conducir
La mente, el corazón, los pies, la mano,
¡Cuánto pesar el corazón humano
Dejara de sufrir!
¡Oh! bendito el Señor omnipotente,
Cuya sentencia, llena de bondad
Si exige que el sudor bañe la frente)
En él bendice la apacible fuente
Que da prosperidad.

OFICIOSIDA D Y CONDESCEN DENCIA .

. ¡Cuán bellas son, Angélica mía, las pequeñas


virtudes que sabe practicar un corazón cristiano y
g~neroso 1 ¡Cuán dulces, cuán gratas esas peque-
ñas atenciones, que tánto valen ~- que tan poco
cnestan, cuando no nos hemos dejado llevar de
las rastreras pasionsillas que nacen del orgn11o, de

©Biblioteca Nacional de Colombia


~56-

la sob(ft'bia y <le la envidia! ¡Cuán distinta es,


querida míaJ una joven atenta, amable, dulce,
obsequiosa con sus pat.lres, sus hermanos, sus
amigas y basta con sus domésticos, de esas cria-
turas ensimismadas, que llasta en el menor de sus
movimientos revela,u el vacío que llay en su pobre
alma, la falta de todo cuanto pudiem ser grato y
dulce á sus semejantes! La primera, al compren-
der que se presenta la ocasión de hacer uu peque-
ño ó grande servicio, corre generosa {t ofrecerlo.
Los movimientos de sus ojos, de sn cabeza, de sus
labios, de sus manos, todo dice: mi corazón es el
corazón de . una hija pa1·a los mayores, de una
hermana para loR iguale¡.;, de nna amiga para
todos. Si hay una mo}e¡.;tia que tomar, ella la
acepta, si hay una, ,·entaja que escoger, ella la
cede; si hay un servicio que oti·eccr, ella lo eje-
cuta; si hay no obsequio que pre,entar, ella lo
ofrece .... ¡Oh! corazones nobles y generosos,
formados en la escuela. del más sabio, del más
grande, del más generoso de los maestros y que
se hizo el más humilde tle todos los nacidos!
¡Qué bellos sois vosotros, qué clulce vivir á vues-
tro lado!
La segunda, Angélica .... es mejor que yo no
te presente su retrato: baste decirte que es el re-
verso de la primera. Que si ésta es como una
bella fior que encanta los ojos y pcrfnma el am-
biente, aquélla es como nn zarzal inodoro, que ni
cautiva al verlo, ui convida á contemplarlo, ni
(iünsuela . al poseerlo. ¡Ay! ¡un corazón duro y
am-este, uqa alma inflexible, es semejante á una
piedra que no merece estar emiquecida con la luz
de 1~ 1·azóri, .u~ tener por compafiera una alma
ipmórtal '. r •• L~ .nobleza de nuestra alma exige
que DO nos dej~IDOS avas~llar por las pasiones,

©Biblioteca Nacional de Colombia


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cuyo fruto son el envilecimiento y la vergüenza!
La luz de la razón debe servirnos ele antorcha en
el camino de la vida para buscar el verdadero
bien. ¡Y quien ha tenido la dicha de nacer en el
~eno de la religión católica, tan santa, tan noble,
tan ilustrada, tan filosófica y tan dulce, no tiene
excusa cuando se d~ja arrastrar por las inclina-
ciones naturales!
Angélica, sé ollsequiosa, sé condescendiente du-
rante tu vida, sé como esas arpas eólicas que dan
sonidos tan dulces y cadenciosos aun con el ligero
contacto de la brisa, y no te asemejes nunca al
zarzal inculto que hace brotar sangre al que pasa
descuidado por cerca de él.

¡Pasé por cerca de ella,


Y percibí su olor ... !
¡La vi modesta y bella
Encantadora flor ... !
Sin pretensión altiva
Se inclina con dulzura,
Como una dulce y pnra
Imagen del pudor!
¡ Cual sabe hac•' r favores
Benéfica mnjcr,
Así ella sus olores
Derrama por doq nier!
¡::1\Iiradla siempre, olJ, niíias!
¡ Miradla con cuidado!
~Su bondadoso agrado
N o fuera bien teucr t

©Biblioteca Nacional de Colombia


-58-
Su afable continente,
Su aroma, su beldad,
Retratan dulcemente
La juvenil bondad ..
Su vista agrada tanto
Cual perfumada brisa,
Cual plácida sonrisa
De afecto y amistad.
Procura, oh niña, ser
Cual rosa perfumada
Y nunca, nunca en nada
Hortiga parecer.
j Á qué punzar airada
Á quien te da la mano!
Á qué un orgullo insano
Quisieras pretender.
Procura de reseda
Tu corazón formar
Y así feliz él pueda
Tu vida embalsamar.
Y á todos será grata ·
Tu dulce compañía
Que á todos cada día
Contento sabrás dar.

SENCILLE Z.

Las almas nobles, puras é inocentes, uo necesi-


t.an de artificio alguno para hacerse amar. El
corazón se inclina naturalme nte hacia ellas con
agrado, como se inclina á contemplar 1a delicada
:flor que empieza á abrirse bajo la sua,·e influencia

©Biblioteca Nacional de Colombia


-59-

de las brisas de la maiíana; eon la suavidad eon


que se aspira su perfume, con el gozo que se siente
al ver rayar la luz de un día sereno.
Si la falsedad, la doblez, los artificios son odio-
sos en todos los seres auimados, ¡cuánto más lo
serán en um~ joven, cuyos ornatos son la, lealtad,
el candor y la sencillez! ~Quién puede amar ~
una criatma que inspira recelos y desconfi:~nzas f
¡Quién puede virir contento á su lado~ 'Quién
puede confiar en su :LJnistad y buen afecto' Los
atractivos natnral es mueven el comzóu á favor de
una joven en quien brillan las gracias de la pri-
mera edad; mas si eu ella se encuen tran los de-
fectos de una vejez mancha da por la hipocresía y
el fingimiento, ¡,quién no apartar á sus ojos con
indignación y con desprecio de una criatura seme-
jante 1 ¡Oh, desdichada la oiiía á quien el hábito
de ocultar sus faltas haya llevado á perder su
sencillez y el candor· qne tleben reinar en todas
sus acciones! ¡Tiembla, · Augélica mía, de este
vicio! En van u las j6\·eru~s se lisonjean con la
esperanza de poder· ocultarlo: la edad madura
tiene ojos muy perspicaces y no es tan facil en-
gañarla.
Cuando el corazón ha perdido la sencillez que
la !Jumildau y la inocencia debieran conservar en
él, todo revela est~t funesta pérdida: los ojos pier-
den su mirada dulce y serena, la boca pierde su
graciosa sourisa, el color de las mt>,jillas se altera,
la fi·ente pierde su tersma, los pasos son cautelo-
sos y los movimientos todos carecen de esa dulce
naturalidad que es tan grata .v tau apacible. Por
el contrario, nna alma sencilla resplaudece al tra-
vés de los c~ios de nna joven candorosa con un
brillo inexplicable: su sonrisa es siempre suare y
modesta, su frente virginal parece llevar una co-

©Biblioteca Nacional de Colombia


-60-

rona. de honor y dignidad, y en sus pasos y en


todas sus maneras se descubre la augusta majes-
tad de una alma noble y pura. Su presencia no
inspira recelos, sus palabras no despiertan des-
confianzas y el corazón se siente feliz al contemplar
todas las gracias y todos los atractivos de la ju-
ventud, hermanados con 1:1 inocencia. y la lealtad.
En fin, Angélica, cuando Ja sencillez reina en el
alma·de una joven, hasta sus vestidos anuncian la
existencia de esta virtud en su alma. Ella no se
empeñará eu buscar Jos adol'llos más brillantes y
costosos para ataviarse, no adoptará los aires, las
maneras y los trajes que uua moda reciente venga
á presentarle, sin consultar lo que debe al pudor,
{L la modestia, (L ht decencia, al buen gusto, {L la
discreción y al estado de su fortuna; no sacri-
ficará su dignidad y su decoro á la neeia compla-
cencia de contemplarse ataviada según el modelo
de los últimos figurines, por más ridículos y extra-
vagantes que éstos parezcan á loR OjOS ue) buen
gusto y por más vituperables que sean ,t, los ojos
del pudor y la decencia ; no gastar{L largas horas
delante de un espejo para rizar su~:~ cabellos,
para cubrirlos de nna multitud de :flores, de cintas,
de colgantes y de dijes que no añadirán ningún
atractivo á ~n figma y sí revelarán sn Yanidad;
no estudiará aires, movimientos, miradas y ade-
mmws pam asemejarse á otras jóvenes que tal
vel!l son la burla y el ludibrio de la sociedad,
aunque la juventud les finja adoraciones para
tener anécdotas que referir y chistes con que sa-
zonar sns reuniones en esos Jugares en donde la
reputación de las jóvenes ambiciosas de obsequios
tanto padece.
Cuando avanees en la carren\ de la vida, Angé-
lica mía, y en mil y mil ocasiones descubras las

©Biblioteca Nacional de Colombia


-61-
uecedades y las locuras que hace cometer la falta
de sencillez; las dobleces, las malicias que guardan
muchos corazones, las falsedades, disimulos y
engaños que encierran; las susceptibilidades y re-
sentimientos que los atormentan; los juicios es-
pantosamente temerarios que forman; ¡cómo llega-
rás tú :.'t aborrecer este defecto, cómo te alegrarás
si te has preservado de él, cómo beudecirás al
Señor que ha querido adornar el tuyo con una
santa y eandorosa sencillez! Y nunca,, Angélica,
nunca la deplores. aunque la malicia uc ajenos
corazones llegue :1 herir el tuyo bueno é inocente.
Entonces, Angélica, ruega al Señor que te dé la
prudencia de la serpiente, unida á la sencillez de
la paloma, y descansa en sus brazos paternales,
esperando que él te defienda de la astucia de los
que abusan de las virtudes ajenas para dar pábulo
á su maldad.

¡ Qué bellos son los ojos recatados,


Qué bella la mirada candorosa,
Qué dulce la sonrisa pudorosa
Y el candor virginal, qué bello es!
¿Qué corona tan rica tiene el mundo
Que brille más en la serena frente
De una virgen cristiana é inocente
Que su noble pureza y sencillez 1
¡Oh! ninguna, que más que los diamantes
Que de Golconda el Universo admira
. Vale una alma sin dolo, sin mentira,
Un sencillo, inocente corazón.
Y cuando esa alma brilla en las miradas
Y en la frente serena resplandece,
Del oro el resplandor desaparece
Cual fugitiva y mágica ilusión.

©Biblioteca Nacional de Colombia


-62- -
¡ Ob! jó,·enes, velad para que nunca
Vuestra frente se mire despojada
De e~:~a coron:~ bella, ó que empañada
Y cuuierta de orín se deje ver.
Que no es sólo la infamia y el delito
Lo que puede mancllar nuestra existencia,
La mancha cuanto ofende la inocencia
Y el candor virginal de la mujer.
¡ Ob! la menfim vil y el fingimiento,
La necia afectación, la hipocresía,
Van formando en el alma cada día
Un fo11do ele malicia y de doblez
Que manchan y destrnyen implacables
De las santas virtudes el conjunto ....
¡O! jóvenes, velad sin que baya un punto
En que falte la noble ReHcillez.

CORDIALIDAD .

Haular á una joven bien nacida de este senti-


miento bellísimo, y que parece tan natural en su
alma, casi es, Angéliea mía, una injuria. Mas si
la bondad de Dios le ha colocado en la tnya, mis
palabras serYidn para que sepas agradecerle este
dón, y para que ni los malos iustintos de la natu-
raleza, 11i el contagio del muudo, ni la aridez que
dejan en el espíritu los pesares de la vida, ni los
desengaños é illgratitndt·s de tus semejantes sean
capaces de destmírlo ó debilitarlo en tu alma.
Es la cordialidad un ~:~ol brillante que se levanta
en el alma. humana para darle luz, calor y alegría
en beneficio de todo el género humano; es uua
flor aromática que se alegra al poder .ofi·ecer sus
perfumes á todos Jos que la rode~m; e una fuente

©Biblioteca Nacional de Colombia


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cristalina que nunca niega sus aguas {L quien las
necesita, y que las concede al buey que pace en la
llanura, al paJarillo que canta entre las ramas, al
altivo león, á la liebre fugitiva, al manso corde-
rillo lo mismo que al fatigado caminante. ¡Oh,
qué grato será para ti, Angélica. inocente, ser tan
suave, tan dulce, tan amable y bienhechora como
el sol que dora los campos, como la flor que los
embellece, como la fuente que los fertiliza! ¡Qué
grato para ti dar consuelo al menesteroso, alivio
al enfermo, contento y alegría á la sociedad en
que has nacido! ¡Qué grato para ti poner los ojos
de tu alma sobre tu noble corazón y no hallar en
él ni envidias, ni rencores, ni amarguras, ni anti-
patías, ni odios, ni recelos!
El mundo, angel mío, está lleno de amarguras
y sinsabores; pero mira, la cordialidad y la bene-
volencia, bijas de la santa caridad cristiana, todo
lo endulzan y todo lo facilitan. La buena voluntad
hace tolerables los defectos ajenos, enseña á disi-
mular y á excusar las faltas de nuestros semejan-
tes, y con ella es muy fácil perdonar las injurias,
olvidar los agravios y seguir amando al que ciego
por una pasión ó por un engaño nos hace mal.
Es tanta dicl.ta poner un poco de esa suave dul-
zura que destila la cordialidad sobre la herida
abierta en nuestro corazón por una mano incauta
ó apasionada y suavizar con ella nuestra amar-
gura ; que no, A!lgélica, no es caro el sacrificio
que nos da tanto bien, cuando apacigua las tem-
pestades próximas á estallar en el ·fondo del cora-
zón. Por el contrario, es tan trist~ vivir con el
al alma emponr.oñada, mirar uon recelo á nues-
tros semejantes, no hallar oolleza sin defecto, ni
virtud sin manchas, ni reputación sin sombras,
que sería mejor escondernos en las montañas si

©Biblioteca Nacional de Colombia


-64-
hubiésemos de vidt a::;í en la sooiedad. ¡Esto
sería tan insufrible como si hallásemos siempre
empafiada la luz del sol, muHtios los campos, siu
olor las flores ... !
¡No, Angélica 1nía, uo! X o dejes empañar tu
corazón por el orgullo altanero, ni por la rastrera
envidia, ni por el dnro egoísmo, que son por lo
regular las fuentes de donde nace la falta de bene-
voíencia y de amor hacia nuestros Hcmejautes. N o
pierdas ocasión de manifestarte respetuosa cou
los ancianos, atenta pero modesta y grave con lo.·
jóvenes afables, y complaciente con tus iguale~:~,
compasiva con los necesitados y smwa con tus
inferiores. ¡La vida es muy corta y es preciso
fabricar, mientras ella dura, un poco de miel que
sirva para. el convite de la etemidad!

J,AH AllEJA~.

Bien hayan las abejas generosas


Que con el grato jugo de las flores
Se alimentan y alivian sus dolores
Y en sn colmena guardan dulce miel.
Bien hayan las abejas que 110 toman
De la áspera verbena la amargura
Y su morada llenan de dulzura
Y nunca en ella se fabrica hiel.
Bien puede haber bretónica y ajenjo
Allá. donde fabrican su colmena,
Y haber puede amarguísima verbena
Allí donde ellas van á traba¡jar.
Pero ¡qué les importa, si ellas saben
Recoger con solícito cuidado
De las flores el néctar delicado
Y su amargura saben deseebarT

©Biblioteca Nacional de Colombia


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Ellas no miran nunca las espinas
Que el tallo cnllren de la ulanca ro¡;a,
Que en Ja¡;; flores no buscan otra cosa
Que l::t miel que en sn cali;.-; se form6;
~o miran si son bellas y lozanas,
Hi están c11 el jardín ó en la pradera,
Las l>nscan doncle C'stén, y do1Hlc quiera
Buenas sn noble al'i'tn las encontró.
'l'al, Ang(.lica amada, e· el <lcstino
Que tiene la mujer sohl'C la tiena,
OonYertir en dulzma cuanto eneierra
De sim;a l1or la vida terrenal.
Xo tener ni nna gota 1le <llnargnnt
All{t en el fondo de sn nol>le alma,
N o perder la quietud, la flnlce calma
Porqne lJ;Lya espinas que le cam;e11 mal.
Onarda miel exq11isita y ;.;ahulable
Para todos, ~ \.JJgélica inocente,
Excepto pma aquel que osado intente
Marchitar tn virtud ó tn candor.
De resto ni la falta de atractivos,
De talento, de nombre, de riqueza
1'e lle,-ell {t tratar con aspereza
.\_ quien amar te ordena tu Seíior.

ASl' IlL\.Cro :~\I<JIS.

¿, Aspira~ á ser feliz, q ueritla Angélk~t? ¡Sin


duda! ~Quién no ha Koiíaclo con la felicidad f
~ Qtúén no ha' tendido sn vista á lo lejos para vm·
si halla trazado un camino para ir hacia ella, para
arrojarse en sus brazos, entrar en su brillante
carretela y seguir con ella por los hermosos y ale-
gres campos de la tierra~
5

©Biblioteca Nacional de Colombia


-66-
Sí, esos son los sueños de la juventud, las ilu-
siones de la primera edad, la perspectiva que en-
canta, el afán que martiriza y el engaño que nos
preocupa, basta que el tiempo y la experiencia nos
dicen: Oálmate, no busques más ese ideal en los
oscuros senderos de la tierra; la felicidad no está
aquí, este es el valle de los dolores, de las lágri-
mas, de las amarguras sin cuento .... Este es el
verdadero puente de Jos suspiros ... ! Aquí hay
mentiras que encantan, que seducen y llevan las
almas al borde de abismos espantosos .... Hay
promesas tan atractivas, tan risueñas, que el co-
razón se abre de par en par tratando de recibirlas,
y cuando vuelve {L buscarlas ya no halla sino una
careta que le sonríe ir6nicamente con esa sonrisa
cruel de la burla! Aquí Jos afectos puros, santos,
verdaderos son raros; m1a que otra vez brotan en
corazones nobles y virtuosos; una que otra vez
duran y saben consolar, pe•·o muchas se disipan
con una ütci lida<l indecible ... ! Aquí todas las
criaturas racionales buscan la perfección en sus
semeja11tes, y como todos son imperfectos, se has-
tían, se cansan, y el fdolo de arena que fabricó la
imaginación, día por día se va desmoronando ... !
Los humanos piensan que las 1·iquezas les darán
felicidad, y si {L fuerza de fatiga¡; llegan á adqui-
rirlas, las zozobras y los cuidados que acarrean
les quitan el descanso, y un día llega en que las
pierden, porque todo en el mundo es instable, y
entonces el dolor, los descontentos, las iras los
conducen á la desesperación y á veces al suicidio.
Los lJonores, el renombre, las distinciones, tam-
bién se presentan como elementos de dicha, mas
ellos también son fugaces é inconstantes como
todo lo demás, y mientras duran también están
cercados de sinsabores, y :,í. veces tan amargos, que

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-67-

hacen repetir á quien los posee las palabras que·


Tarquino dirigió {~ sn corona al contemplar su
belleza: "Insigni a más rica y brillante que feliz,
la dijo, si se supiera cuántas amarguras, cuántos
disgustos y dolores llevas contigo, no habría quien
se inclinara á recogerte cuando te hallaras por el
suelo."
Esto, ADgélica mía, enseñan el tiempo y la
experiencia. Y si. para los hombres, seres fuertes,
robustos, libres é independientes, tiene lafelicidad
tantos y tan grandes adversarios, ~cuántos serán
los que l.Jalla una pobre mujer, débil, impoten te,
enfermiza y sentenciada por Dios y por la sociedad
á vivir en la dependencia y la sumisió n'
¡No, Angélica, uo! Sin unaiudc pendenc iacom-
pleta, sin nn poder absoluto, sin una fuerza indo-
mable, sin una salud constante, sin una sabiduría
asombrosa., sin todos estos doues reunidos, sin una
virtud perfecta., no puede haber felicidad, ~y quién,
quién los ha reunido jamás en sí~ ~Salomón '? ~El
más sabio, el más Tico, el más poderoso de los
reyes ... ~ Mas él dijo: "Vanida rl ele 'Ntnidcules
y todo ctjlicci6n de espf.rittt."
En el semlero de la virtud, sin aspiraciones
imposibles, sin deseos ardientes, tranquila s en el
lugar en que la Provideneia divina nos ha coloca-
do, trabajan do por Yencer nuestras desarregladas
pasiones, bajo la protección y atLxilio de Dios,
nosotras hallaremo¡.; algo que nos haga dulce y
soport.:1.b le nuestra condición; pero locas, corriendo
desaladas tras los sueños de una imaginaeión exal-
tada, no, nunca, jamás. Fatiga, clesencanto, crue-
les amargur as y al fin la ruina del honor y de la
paz del alma es lo que encuentr a ht mujer que no
busca su bienestn,r en la sumisión á su destino y
el cumplimiento de su deber.

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Á UNA FUENTECILLA.

Clara fuente, i/L dónde vas


Que no detienes jamás
'l'u paso raudo y Yeloz ~
¡Oh, desdichada de ti!
No, no te alejes de aquí,
N o Y~Lyas del mar en pos!
~-l la sombra de la palma
&No sientes nacer la calma ... ~
¿Y las flores del rosal
No embalsamau el ambiente,
Ko engalanan tu corriente,
No juegan con tu cristal?
¡ Oll, detente, escucha, ven ... !
¡Aquí tienes un Edén
En que poder descausar!
Aquí tienes flores mil,
U o eterno y claro Abril ....
¡Oh, no vayas hasta el mar!
En el mar 110 hay ruiseñores
Ni hermosas palmas, ni flores
Entre sus ondas Ycrás ....
Esa jornada es muy larga,
Del mar el agua es amarga,
'ru dulzura perderás ... !
¡Oh, fue11tecilla querida!
¡Por la dicha ele tu vida,
Oh, detente, vuelve atrás!
¡No me atiendes! ¡Cada instante
Signes, signes adelante,
Al prado no volverás!
¡Huyes, hu) es y me dejas,
Xi mis ruegos, ni mis quejas
're pudieron retener!
¡Ojalá que al fin no llores

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-69-
Por las palmas y las flores
Que tanto amabas ayer!
¡Que las ondas encrespadas
Turbulentas, apiñadas
N o te causen mucho mal,
Y que entre tanta amargura
Puedas guardar tu dulzura,
Pobreci.llo manantial!
¡ Oh, cuando el mar se sacuda
Con su furia áspera y ruda,
Tú ele mí te acordarás,
Y al sentirte sepultada,
Por las ondas azotada
Por tu valle gemirás!
El que sale de las sendas
De la paz y la inocencia
Lleva su triste existencia
A un revuelto, oscuro mar,
Y el contento y la alegría
Y la, dulce y noble calma
t¿ue la Yirtud brinda al alma,
Y{t no volverCt á. encontral'.

)!ODEHACIÓN DE LOS DESEO, .

Así como ht paz del alma es uno de los más


grandes bienes que se digna concedernos la mano
del Señor durante nuestra mansión en la tierra,
así uno ele los mayores males que podemos pade-
cer en ella, es el de ser Yíctimas de los deseos
inmoderados del corazón. IJa paz es un bien tan
excelente, que cuando el Divino Maestro de los
hombres desdeñaba todos los bienes de la tierra y
los juzgaba indignos de nuestros deseos, él mismo

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se empeñaba en desearla para sus discípulos, y por
eso repetía tantas veces: "La paz os doy, lt~ l)(tZ
os df!io, la paz se(t con vosotros."
Mas, Angélica mía, la paz no puede residir en
corazón que se halla dominado por los deseos,
combatido por ellos como la nave por las olas
tumultuosas de un mar agitado.
¡Ay, .Angélica! el día más claro y sereno se
oscurece cuando el viento amontona las nubes
que cubren el cielo con su triste manto! La flor
más lozana y bella de los jardines, palidece y se
deshoja cuando es combatida por el vendaba! y
azotada por una impetuosa lluvia; el pajarillo deja
de cantar cuando retumban los truenos en el bos-
que, haciendo estremecer los árboles de la mon-
taña. Las tempestades siempre son temibles, mas
las tempestades del alma son Jas más espantosas,
y los deseos del corazón, que se levantan como
vapores cargados de electricidad, son los que las
forman. t Querrías tú Yer el día sereno de tu ju-
ventud y de tn inocencia oscurecido por las nubes
amenazantes~ ¡Querrías tú ser la d.elicada flor de
los jardines, tronchada por el aquilón de las pasio-
nes, deshojada, y marchita por las lágrimas ardien-
tes que hace brotar la desesperación? &Querrías
verte acongojada y medrosa como el tímido paja-
rillo que en medio de la tempestad bnsca un asilo
donde guarecerse~ No, Angélica, que valen más
y son n1cjores la luz clara y serena de tus días, la
frescura de tu inocente rostro, tus apacibles can-
tares y tus alegres endechas, que la s::ttisfacción
de tantos, tan vanos, tan locos y tan pueriles
deseos como agitan el corazón eu los primeros
días de la vida. ¡Oh, dichosa la niña que ha en-
contrado al empezar su carrera una mano tierna
y vigorosa que sep::t reprimirlos y contrariarlos

©Biblioteca Nacional de Colombia


-71-
aun antes que la razón brille en su alma! Dichosa
ella si su madre la. ha enseñado á renuncia r á sn
propia voluntad y ometerse dócilmente á la aje-
na! Pero infeliz, mil veces infeliz, si se ha acos-
tumbrad o á Yer satisfechos sus a.ntojos a.penas
han aparecido en su alma, porque si son fáciles de
contenta r los deseos de una niíia, no lo ,son los de
una joven, y aunque lo fueran, la felicida.d no está
en contenta r nuestros deseos, sino en saber repri-
mirlos y aneglarl os á la razón, al deber y á las
circunsta ncias de la. Yida ; mas esto no se consigue
cuando la tarea se ha empezado tarde, cuando la
libertad de desearlo todo, la facilidad tle conse-
guirlo todo, ha vigorizauo las malas iu,clinaciones
de la naturale za. Llega un día en que la pobre
niña, {L quien sus padres han querido hacer feliz
condescendiendo en todos sus caprichos, se hace
joven, con la juventud aparecen nuevos deseos, á
los antojos inocente s y pueriles de la infancia, se
suceden los ardiente s deseos de la juventud , y
entonces 'qué hacerf: 6 condescender ó negar; si
se condesciende, adiós santos precepto s de moral,
adiós fortuna, buen nombre y reputaci ón; si no se
condesciende, adiós bienesta r, adiós paz doméstica,
adiós respeto, amor y obediencia filial. Todo cae
por tierra, todo desaparece. Entonce s una bija yá
no es para sus padres su corona de honor, el con-
suelo de su vejez, la alegría de sus canas; será
su tormento , su martirio, su castigo, y ¡oh! des-
gracia inaudita , aquella hija podrá brillar por la
riqueza de sus adornos que acaso habrán costado
más de un ¡ay! doloroso á sus padres; podrá ser
aplaudid a por su belleza y atractivo s, podrá ver
satisfech a hast.:1. cierto punto su vanidad, pero
¡ay 1 ¡podrá ser feliz? ¡ Bso no! que la felicidad
que contenta el corazón, la felicidad que bendice

©Biblioteca Nacional de Colombia


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Dios, no se encuentra sino en el cumplimiento de
los deberes, en la satisfacción de l~L conciencia, en
la práctica de las virtudes, en la paz del alma,
y todas esas vanas y quiméricas ·Satisfacciones
que el mundo llama felicidades, han pasado por
enmedio de borrascas, salpicadas con lágrimas
amargas, manchadas con innumerables faltas, en-
venenadas con mil y mil sinsabores y remordi-
mientos ... ! ¡ OlJ, Augérica mía, cuánto mejor te
fuera dormir en la tumba con el suefio bendito de la
inocencia, que recoger esas flores impuras que arTo-
ja el mundo á Jos pies de tantas jóvenes inexpertas
y desdichadas ... ! Cuánto mejor te fuera ser la
bija de un escuro labriego, {L quien l:t necesicJad de
trabajar sin descansar hubiera privado de esos
tleseos insaciables que aparejan tantas borrascas,
que el idolillo mal contentadizo {L quien el bienes-
tar, el descanso, la ociosidad hacen sentir cada día
la necesidad de apetecer nuevos adornos, nuevas
satisfacciones, nuevos aplausos, nuevas comodi-
dades! ¡Cuánto mejor te fuera ser la pobre don-
cellita campesina, sobre cuya cabeza extienden sus
ancianos padres las trémulas manos para llendecirla,
llorando ele ternma y alegría, que la elegante jo-
ven que trae los cuidados y los desvelos cerca del
lecho de su padre y hace mezclar con lágrimas la
oración de su madre.
Angélica, más fácil es mitigar la sed de un
hidrópico, que satisfacer todos los deseos que apa-
recen en el corar.6n hnmaoo cuando no se ha
trabajado en dirigirlos al bien y en ref1·enarlos
constantemente. Aprende, pues, con tiempo á re-
frenar los tuyos. La rarea no es tan áspera y tan
difícil como pareee á primera \'ista; cuando hay
tlocilidad, sumisión, obediencia y amor á Jos pa-
clres, nada tiene de imposible; fácilmente se acos-

©Biblioteca Nacional de Colombia


-73-
tu mbra. el corazón á esperar la decisión de la auto-
ridad y del cariño paternal antes de aceptar el
deseo que se present~t en él, y la satisfacción que
los pequeüos sacrificios hechos ante el deber dejan
en el alma, es más dulce, mil Yeces más grata que
la consecución de los propios deseos. Un príncipe
ilustre, un sabio dist,inguido, un gran Santo, en
fin, San Francisco de Sales, acostumbraba decir:
''Yo deseo ]JOCO y lo poco qne dl'seo lo deseo poco."
Piensa, pues, imitarle y añadirás á tus atractivos
el encanto que les da la virtnd ; ú tu bienestar
presente la esperanza de un porvenir tranquilo,
y {t los bienes que el Señor te ha concedido el
bien inapreciable ele la paz del alma .

•\.UNA l\TARJPOSA.

(~uién te hubiera predicho ¡oh! inconstaJJte,


Desdichada, inexperta m~triposa,
Cuando buscabas una y otra rosa
Entre las bellas flores del pensil,
Y cuando el sol doblaba tu belleza
Y te daba la luz nue,·os colores,
Y eras la envidia de las frescal:! flores
Que cubren la pradera en el A.bl'il.
Quién te lmbie.ra predicho que tu gozo,
Tus galas, tu altivez, tu donosura,
Por ostentar ¡oh! loca tn hermosura,
Por buscar otra luz, otro calor
Hubieras de perder entre la llama
De tristísima antorclm solitaria
Y en f:lilenciosa calma funeraria
Cambiaran tu contento y esplendor.
Tú del bosque pasaste á la pra(lera.,

©Biblioteca Nacional de Colombia


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De la pradera basta el jardín viniste,
Luégo la llama ardiente descubriste
É incauta la cercaste con afán,
Y perdiste, infelice, la existencia
Porque yá á contentarte no ba ·taba
El bosque donde sólo resonaba,
En la copa del roble el burac{~n.
Ni la risueña, anchlsima pradera
Y{t bastaba tampoco á tus deseos,
Que allí sólo escuchabas los g01jeos
Del dulce risucñor y del tnrpial,
Y ansiaba~ contemplar otras bellezas,
Otro clima, otra luz, otros colores,
Y visitaste del jardín las flores
Sin temer las espinas del rosal.
Y aspirando el perfume delicado
Del clavel, del jazmín y la mosqueta,
M{t · vana te mostra 'te y más inquieta,
Diste ensanche á tu necia presunción.
Yo no lloro por ti, mísero insecto,
Mas lloro por la cándida belleza
Que pierde por su incauta ligereza
La santa y dulce paz rlel corazón.

LA PAZ DEI, ALMA.

Biena1:enturatlos los pacíficos 1Jorque ellos lJO-


seerán la tierra, decía nuestro divino Salvador y
celestial Maestro. Sí, Angélica, mía, ¡Bienaven-
tttrados los 11acijicos! ¡Qué cosa llay más suave que
contemplar la vida de esas almas que viven en el
seno de la paz, que se asemejan á un día sereno,
en el que no hay Tmbes sombrías, ni borrascas
ruidosas, ni truenos amenazantes, ni huracanes
impetuosos!

©Biblioteca Nacional de Colombia


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El sol de justicia orilla en ellas con todo su
esplendor. Las tempestades que produce la ira,
no se sienten jamás al rededor de ellas. 1~1 hura-
cán de las pasiones uo se desencadena en su seno.
Tranquilas siempre, si el Señor les da tlías prós-
peros y risueflos, bendicen su santa mano, sin que
el bienestar las desvanezca y llene de altivez.
Si les envía tribulaciones, también laH bendicen,
sabiendo qne 110 se desprende una hojita, ni
una flor del arbusto que erece entre los bos-
ques, sin que su eterna Providencia lo dispon-
ga. Si tienen amigos, reconocen que sus favores
son un:L muestra del eterno amor de su Dios. Si
tienen adversarios no ven en ellos siuo instmmen-
tos con que el Divino Artífice quiere pulirlas ....
Ellas no conocen otros enemigos contra cuyos
esfuerzos deban luchar, que sus pasiones. Hé
aquí, Angélica mía, cómo poseen la tierra, porque
á todo deben dar s11 jnsto precio. Para ellas, es
verdad, habrá aflicciones, pero la dulzura innega-
ble que derrama en su alma la santa paz, sabrá
endulzadas y disminnír una gran parte de sn
amargura; bailarán sinsahores y contradicciones,
pero la ira no ailadirá su torcedor insoportable á
los disgustos de la vida. Tendrán pesares, pero
también tendrán consuelos indecibles. Se verán
asaltadas por el temor, pero la esperanza celestial
se presentará delante de ellas con su brillante an-
torcha para guiarlas y conducirlas. ¡ Ob, Angélica
mía! Digamos como unestro Divino Maestro,
siempre, siempre: Bienr:t'~.:enturados los l)(tcfjicos,
y como San Francisco de Sales, Biena11enturados
los co,r azones blandos.
¡ Ob, qué feliz sería yo si con el ligero é imper-
fecto bosquejo que be trazado de los bienes que
disfruta una alma buena y pacífica, hiciera nacer

©Biblioteca Nacional de Colombia


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en la tuya el deseo sincero de adquirirlos traba-
jando con valor y perseverancia en alcanzar las
virtudes necesarias para lograr establecer en tu
corazón el reinado de la paz! ¡Los rencores, la
susceptibilidad del carácter, las antipatías, los de-
seos inmoderados, la vanidad y todas las pasiones
tumultuosas, la alejan del corazón, la abogan, la
hacen desaparecer. Así, no dejes, Angélica mía.,
que ellas echen raíces en tu alma, pues es tan
fácil ahogarlas en la mañana de la Yida, como
dificil arrancarlas más tarde. Reflexiona cuá11 t ris-
te es la existencia de aquellas personas para quie-
nes el buen nombre, ó la hermosura, ó la prospe-
ridad ajena es un torcedor; la de aquéllas otras
que están dominadas por sns aversiones, rencores
y antipatías; la de aquéllas á quienes todo hiere,
todo lastima, y que ha,llan en todo intenciones daña:-
das y motivos de queja; la de otras que auren su
corazón ú todas las vanidades, á todos Jos deseos,
y á quienes apenas contenta un antojo vano y
pueril, cuaudo otros y otros ciento se suce(len sin
intermisión, y que pasando sus días en el ansia de
coutentarlos, jamás disfrutan <le reposo, y tenien~
do el almn, siempre llena de amargura la trasmitcu
á sus amigos y allegados.! Para ellas no hay vir-
tud sin defectos, reputación sin mancha, buenos
oficios sin fines siniestros, amistad sin faltas. La
hiel que llevan en sn se1w llena de amargura sus
días y sns noche¡;, sn alimento y sn bebida, las
tempestades que se anidan en su corazón, se d,es-
cnbreu sobre su frente y rodean de tinieulas su
triste vida; sns amigos se fatigan cerca de ellas,
y sin tlnda son nna calamidad para sns deudos ó
allegados.
¡ Ob! si ellas al principio de su vida hubieran
cuidado 1le arrojar fuera de sn alma el germen de

©Biblioteca Nacional de Colombia


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esas pasiones inbustas, ¡ cnán felices serían, cuán
amadas de todos, cuán alegre .r tranquilo el llori-
zonte de su vi ua! Pero ¡ay! quizá les faltó uua
madre ó una amiga que las corrigiese, ó fueron
indóciles <t ellas, y por eso prepararon un camino
sembrado de abrojos, por el cual tienen que pasar
llenas de fatigas y dolores, sin recoger jamá otros
fmtos que lágrimas, desesperación y abandono.
Tú, \..ngélica mía, eres joven, tu ('Orazóu es
susceptible ann de abrazar el bie11 y de huír del
mal, aprovecha, pues, la estación de la siemura,
arranca con mano firme la zarza y la maleza que
puede haber nacido en él, y cnltinL con alegría y
perseverancia la lmeua, semilla de las virtudes,
para que puedas recoger más adelante una copiosa
cosecha de paz ~- de inocente y suave tranquilidad.

AYEH 1 TIOY 't' )L\:\.1\X.\.

Ayer no más, ayer anr1 eras lliíío,


Y de tu dnlcP madre la teruura
l<"'onnaua de tu Yida la Yentnra,
Y la gloria, el eucnnto y el placer;
Hoy eres hombre y el dolor amargo
~meos formó sobre tu blanca frente,
Y aunque al Señor adoras reverente,
Hoy llorarás sin duda por ayer!
Ayer la luz, las flores y las fuentes
Eran puras y bellas á, tus ojos,
Hoy al pie de las flores hay abrojos
Y ·n belleza empiezau {L perder.
Pero aun tienes afectos que mitigan
Los pesares que hallaste en tu carrera,
Y aun u¡;¡a hija tienes, llechicera .•..
¡No llores más! ¡No llores por ayer!

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Ayer pasó ... ! De ayer no queda nada,
Hoy tienes esperanzas y consuelos
:Si vuelves á sufrir, basta Jos Cielos
4-lza los ojos y ora con fervor!
Que las lágrimas ¡ay! por uua hora
Humedecen, no más, nuestras mejillas,
Si doblamos lmmildes las rodillas
Para adorar la voluntad de Dios.
La ventura de ayt~r y sus pesares,
De hoy el gozo y la plácida bonauza,
¡Oh, todo es nada! pues quizá no alcanza
A durar lo qne dura humilde flor;
Por eso mira al Cielo cuando rías
Y mira al Cielo cuan1lo triste llores,
Que allá sí son eternos los amores
Y allá no lle_ga el terrenal dolor!
Dichoso e( que de 'l.llléH de haher llorado
El precio de su llanto ha conocido
Y mirando á la altnra ha conseguido
Dar {L gu vida paz y libm tall.
¡ Oll, uel dolor no importa la amargura!
Que al impulso del duelo y los pesares,
Oomo la nave vuela entre los mares
Vuela el alma en la cruda adversidad.
V uel a á su fin, y cuando alegre toca
Del proceloso mar en la ancha orilla,
.Al dejar en la arena su barquilla
Ríe de la pasada tempestad!
¡Ay! así ríen las a.lmas de Jos justos,
Quiera Dios que nosotros consigamos
Reír como ellos, si por fin llegamos
Al puerto de la Santa eternidad!

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Gl<JNEROSIDAD.

Es tan natmal al alma humana amar todo


cuanto es noble, bello, grande y elevado, que si la.
práctica de las virtudes fuera tan fácil como nos
es el amarlas, serían muy pocos los malvados que
se encontrasen en la tierra. Asf, Angélica mía,
g,quién será quien no estime y ame la generosidad
con que otro perdone las injmias, excuse las faltas
de sus semejantes, disimule sus errores ó pinte
con colores menos vivos sus defectos f ¿Quién
será el que no ame la mano generosa que sabe
desprenderse de una parte ele sus bienes por ali-
viar las miserias ajenas~ g, Quién será el que no
admire el corazón del héroe que sacrifica sn vid~t
en las aras de la patria, 6 su reposo, su quietud
y bienestar al alivio del indigente que gime en
la orfandad 6 que su pira en el lecho del dolor, 6
que arrastra. la cadena del cauti1eriof g, Quién
qne 110 ame {t un Carlos Borromeo, un Luis
Gonzaga, un BeiEunce ó una Baronesa de Ohan-
tal, al verlos en medio de los enfermos ó cui-
dando de los apestados de lVIilán, de Roma y
de Marsella~ ~Quién que no se entusiasme al
contemplar ft un Paulino de Nola, á un Ramón
Nonato, á un Vicente de Paúl, llevando las cade-
nas del cautivo y sacrificando su libertad y su
reposo por darlos á los desdichados que gemían
bajo el yugo del cautiverio? ¡Oh, tal vez nadie,
Angélica! lVIas g, cuántos serán los que sepan itni-
tarlos t ¡Oh: pocos, muy pocos! Y, cosa extraña,
cuando nuestro corazóu vive ansioso de todo bien
terreno, se contenta con amar y admirar en los
otros los únicos bienes grandes, envidiables, dura-
deros y efectivos que existen en el mundo! Sin
embfl,rgo, Angélica, este germen de amor á la

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-80-
virtud puede crecer y clar sns fruto::; si se cultiva
con esmero y constancia. Procuremos, pues, cul-
tivar en nuestra, alma todo Rentimiento generoso,
y huyamos de las ideas mezquina que despierta,
en el alrll:t PI necio orgullo ó el vilísimo egoísmo.
El que quiere vivir sólo para sí, uo es digno de
vivir en sociedad; el que qniere re unir para. sí sólo
todas las ventajas (JUe lJrintb la vida social, el
que no se intere a por t•l bienestar de su;; seme-
jantes debe vivir desechado de todos. 1~1 que no
quiere incomodarse por nadie no merece que otros
le sirnm; el qne nada quiere dar en beneficio
aJeno, nada debe pedir, nada debe desear de lo::;
otros; el que no tiene nna alrua deseosa de comu-
nicar los bienes que él ha recibido de Dios; el que
no se complaee en l.ract>r hieu {t sus hermanos y
en que éstos participen de los consuelo.' que la
divina Providencia ha depositado en las manos de
los nnos para que sin·an al ali\ io de los otros,
que respete al menos la miseria :1jena. y que se
oculte en lo profundo <le las seln\S como el león y
el buitre, á satisfacer su egoísmo, ¡_.wro que uo
busque seres humanos que le acompaucu, porque
él es indigno de la compaiíía tic los lromhrel:i.
En cuanto {L ti, Angélica, 110 omita~; ocasio11
alguua de t>jereer tn generosidad en todo sentido.
En medio de la sociedad hallará::; earacteres into-
leraGtes, genios át!pcros, (lelicados, sm;ceptibles, an-
tipáticos, exigentes, descontentadizos y amargos:
guárdate de pagar sus malos procederes con otras
monedas que las que ofrecen la grandeza de alma,
la dulzura y la ~e11erosidad del corazón. Sentirás
repugnancia, es Yerdad, sentir{\s disgusto, pero,
¡acaso vivimos en la tierra sólo para contentarnos
y para obedecer á nuestras inclinacioues! ¡Nos
creeríamos mejores que los brutos, para quienes no

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-81-

hay otra le.\· <¡ue la de snK instintos uaturale~, si


no prouediéramos de un modo diferente del que
ellos proceden ? Y la razón, y las instrucciones
que h emos recibido, y la nobleza y dignidad de
nuestro sér, y los don<•s sobrenaturales que reci-
bimos del ~eiior, ¡de uada ser\'iríau ... ~ X o,
Angélica, primero PS , Pr lo que debemos ser, aun-
que esto nos encstc J¡acer Yiolt>ntia á nneJStras
inclinacione:-; natnralcs!
'l'ambién ballaní.R ingratitudes .'· malas corres-
pondencias, pero Ri te l1as acostumbrado {t l1accr
bien tle la manera que l.l pn'scrihe PI Bntngelio
~anto, esto no l1erirá sino muy leYPllH'llte tu eora-
7.Ún, y acaso sentirús cierto commPlo al pensar que
una deuda que había {t tn lit,·or en la tiena se l!a
traspasado al Uielo; que aquí se tP habría cubierto
con tiena, eon CL·ni7.a, con hulllo ntno, y all{t tiene
yc't un Yalor indecible y te será pagada con J·iquc-
znJS cternaJS. Ré, pues, gene roRa, _\.ngélica mía,
genemsa pam no juzgar mal ligeralllente, de los
deseos, de las palabras y accione~ de tus seme-
jante ·. Ré generosa para perdonar sus fhltas, pam
disimularlas y excwmrlas JJasta donde te sea per-
mitido; generosa para ali Yiar sus pellas en todo
sentido! \ Tela sobre ti misma para 110 dar entrada
en t.n alma á Hentimientos mezquinos y Yulgares,
)" fijando muclms Yeces tu pensamieuto en la ge-
nerosidad eon que el Padre cele 'ti al trata á sus
miserables criaturas, procura, aunque de tan lejos,
tomarle por modelo y no retroceder nunca ante el
repugnante aspecto de la ingratitud y del egoümw
de tus semejantes.

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-82-
SOMBRAS Y LUZ .

Brilla la luz de la rosada aurora,


Y las altas colinas v las selvas
De graciosos arbustos y de flores
Engalanad as, por doquier se ostentan
Así, mi amiga, en los primeros años,
En la plácida edad tle la inocencia,
':Podo brilla á los ojos deslumbrados
Y en todo sitio el corazón se alegra.
Baja el sol del zenit, y pardas nubes
:-;u claro resplamlor osadas Yelan,
Palidecen las flores de los campos
Y pierden su magnífica belleza;
Así los desenga.iios, los uisgustos,
Y de la vida las amargas penas
Bn el buma.no corazón marchitan
Las locas cspemuzas de la tierra.
Llega por fin la nocliC, y en sileneio
La clara luna en el espacio reina,
Y el tranquilo rnmor de oculta fuente
Descle lejos se escueba cu la pradera,
Así también después de las borrascas
Que atligen y osenrecen la existencia.

USO DE LA PALABl~A.

¡Qué dón, Angélica mía, qué dón el que Dios


ha concedido <Í la humanida d en el uso de la pala-
bra! ¡Qué instrnmen to de música habrá, que pue-
da dar souidos tan c;tdenciosos como lo sol'l. las
palabras benévolas pronunciadas por una persona
culta y dictadas por un corazón puro y sincero!
¡ Qué armonías pueden compararse {t las santas

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-83-
palabras que el misionero católico deja oír desde
lo alto de la cátedra sagrada., 6 á la cabecera del
enfermo, 6 en los oídos de la mujer afligida que
corre á depositar sus secretos en su corazón de
padre! ¡Qué consuelos pueden brindar las rique-
zas, las diversiones, los honores, que puedc.w com-
pararse á los que ofrecen las dulces palabras de
una madre que instruye á su hija, de nn amigo
fiel que acompaña á su amigo en medio del infor-
tunio, de un vadre que dirige y apaga con su
mano tmuquila los ardores ele h desesperación
que aparecen sobre el alma de un bijo imprudente.
La palabra humana bien dirigida, ¡oh! cuántos
bienes hace, cuántos consuelos ofrece, cuánto po-
der tiene, cuántas bellezas cncierm, cnántos teso-
J'OS de virtud presenta ; pero mal dirigida, ¡ ay! es
tal que nada, hay tan malo, tan venenoso, tan fatal
para la humanidad.
La palabra lmm<ma, Angélica mía., es seme-
jante al fuego que bien manejado es tan útil~ tan
benéfico, as( en el hogar doméstico como en el
taller del artesano, en Pl lauoratorio del farma-
ceuta y del químico; tan útil que las fábricas, las
manufacturas, hL medicina, la náutica, y qué sé yo
qué más de cuanto nos es necesario en la vida, deja-
ría de existir sin la acción del fuego; al fuego que
prepam nuestros :tlimentos, <1ue nos calienta y
vivifica, cuya luz consoladora nos aeompaña de
noche, disipa las tinieblas, nos detiende de tantos
peligros, nos auxilia para prolongar las tareas
empezadas ú pa.ra dar recreaeiún á nuestro espí-
ritu después dt• las fatigas del tlía. En él se en-
ciende ht luz que brilla en el nlt~tr doméstico, lo
mismo que las antorchas que anliemlo sobre los
altares de nuestros templos, simbolizan la fe del
pueblo. ¡ Ob, fuego, fuego bendito empleado para

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-84--
el bien! ¡ (~uién pudient ponerte :-;ol.Jre la lengua de
todas y cada nna dt!' las mujeres cristianas! ¡Ay,
entonces se regeneraría la sociedad ! Entoncel:l, en
el recinto doméstico, habría paz y pmsperidad, los
uifios crecerían al lado dP t>hs ]Jadres eomo vásta-
gos robustos, de saludables troncos, cultivados con
esmero; sobre ellos ltahrían caído como un rocío
benéfico las ¡.;;mtas enseííanzas tle nuestra augusta
religión; los ::;auos consejos de la prudencia y los
graves mandatos uel deber. Y las nií:ias, como
puuorosas sensitivas, COIIIO fragantes Yioletas, se
levantarían bellas, dec;orosas, awabks y lmenas
para ser la gloria tle ::;us padres, el honor de Ja¡.;
tamilias Y las bienhechoras de la ;-;t,cicdad.
La smita palabra de la 111adre piadm·m é i.lnstra-
ua, las habría hecho .·er cuanto bueno puede ser
umt jowm cristiana ....
1\fedita, Á\.ng~lica mía, medita en el ·m lor de
e::;te dón tau grande, tan bello, tan útil, t~tn noble,
tan consolador. Fija tu atención cu los fines con
que el Señor te lo Ita concedido. No apartPs tu
memoria del bien que con él puedes baeer y de
las riquezas qne cou t~ l puedes conqui.'tar ....
_\.ngélica, el mundo no serfa lwy lo que es, la
sociedad no sería tan iusnstancial, tan loca, tan
uesleal, tau culpable, tan descreída .Y tan impía, si
nosotras, todas nosotra~>, ea ,·ez <le lllOYer nuestra
lengua incousideratlameute, la huhil-mmos r-;ientpre
movido para el bien ....
T.Jos oídos de los uií:ios siempre estáu atento~:; á
la::; palabras de los mayores, y entonces caen al
contzón como semi.llas que producen, ó el bien ó el
mal. Los j6venes abren su alma pam atender á
laf' palabras de una llla-drc, de una hermana, y
más aúu, de una joven en quien á las gracias de
la juventud se unen las gracias del ente ndimiento

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-85-
y el imperio de la virtu<l, y bé aquí por qué en
el juicio de Dios, pesarán tmJto las palabras
inútiles . ...

MEDITACIÓ:X.

Grato es mirar cual brilla y resplandece


Bn el Oriente el disco esplendoroso
De ese brillante sol, de e~:~e coloso
Que al Universo <toima con su luz.
Pero ¡ay! es triste recordar que un día
Sufrirá de la muerte los desmayos
Y apagará sus encendidos rayos
El resplandor de la divina Oruz.
~ Qué harán enton ce~:~ ¡ay! en la montaña
Las ignoradas fuentes cristalinas,
Qué dirán esos bosques y colinas
Que le deben su gala y esplendor!
~ Qué pensarán los lagos asombrados,
Qué pensarán las tristes a.vccillas,
Do encontrarán las lindas florecillas
Quien anime sn vívido color?
¡, Quú pensará la luna cuando mire
Marchito y empaliado su semblante
Y contemple del sol agonizante
El temblor y la horrible palidez~
¡,Qué dirán las cascadas orgullosas
Que con la luz del sol y sus destellos
Ven trocarse en guirnaldas sus cabellos
Y en iris de indecible brillantez '~
Y el mar, el mar saüudo y proceloso,
¡Ah! cómo entonces mugirá de espanto,
Y al sol preguntará deshecho en llanto
Si en esa hora morirán los dos.
Y el sol responder{t con voz doliente:

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-Sü-

-"He llegado hasta el fin de mi camino,


Y yá el Cielo cual déuil pergamino
Se va enrrollando porque viene Dios.
"No llores mar que tu misión llenaste;
Yo no lloro tampoco que á la mí'a
N o he ütltado jamás! ¡Ni un sólo tlfa
Contra el querer de Dios me rebelé!
Pero el hombre, infeliz, el hombre ingrato,
Dotado de tan noble inteligencia,
¡Oh! &qué hará del Señor eu la presencia
Cuando su enojo por doquiera ve 1

"Y la mujer, y la mujer eristiana,


Con tanto amor, por Dios ennoblecida,
Cuya dulce palabra luz y vida
En el modesto bogar pudiera, ser:
¿En qué ocupó la luz de sus pupilas,
l-~ qué aplicó su poderoso encanto,
¡Oh! cuál ser{t su pena y sn quebranto
Cuando conozca lo que pudo hacer ... ? "

-" Oscurécete, ¡Oh, sol! el mar responde,


.P or la raza de Adán haciendo duelo.
Todo es angustia en el mundano snelo,
De su historia llegamos al confín.
Era preciso ya que terminara ....
De crímenes la tierra est{t repleta ... !
¡Oyes, oye~; ... ? La angélica trompeta
Da la señal al mundo de su rln ... ! "

lU~SlGNACIÓN.

Cuán digna, cuán uoble, cuán grande y cuán


bella es, Angélica. mía, esa santa virtud de la re-
signación de nuestra voluntad :í la voluntad de

©Biblioteca Nacional de Colombia


-R7-

Dios. Es un acto de sumisión, uu acto de humil-


dad, un acto de amor divino, y g, qué cosa más
justa y más razonable que someter nuestra volun-
tad á la voluntad de nuestro creador y soberano
dueño~ ¿Qué cosa más conveniente que inclinar-
nos ante las decisiones de la sabiduría eterna?
¿ Qué cosa más grande que renunciar á nuestra
propia· voluntad para someterla á la santa y per-
fectísima voluntad del Soberano del Universo1 g, Y
qué cosa más dulce y más bella que descansar
entre los brazos ele nuestro Padre celestial ... ~
Sí, Angélica, esto y mncbo más es la resigna-
ción humilde del alma cristiana á todas y cada
una de las disposiciones de aquel Señor, cuya vo-
hmtad es todo generosidad y amor. Y este mismo
y sapientísimo amor eterno, y esta misma incom-
parable generosidad divina, exige de las criaturas,
y hasta de las más puras y más amadas, sacri-
ficios, y sacrificios dolorosos {L la naturaleza ... !
Mas, g,qué hacer~ El orden de la divina Provi-
dencia es invariable: si nos inclinamos humildes
ante sus santas disposiciones, el Señor nos dará for-
taleza y consuelos inefables que dulcifiquen nues-
tros dolores; si resistimos, si nos rebelamos, j oh!
no hay palabras para describir todo el hon:or de
nuestras amargmas ....
Brota cerca de nuestro corazón una linda v
perfumada florecilla : cada día se hace rn{ts bella,
cada día nos embelesa más; quisiéramos con
nuestra sonrisa, con nuestros cnidado3, con nues-
tras miradas llenas de amor, cubrirla, .fortificarla,
embellecerla más y más; pero llega un día en
que el huracán la troncha ó en que el hielo cae
sobre ella y la abrasa, j oh dolor! Esa era la deli-
cada criatura que crecía á nuestro lado ; el herma-
nito, el sobrino qne el Señor nos habfa dado por

©Biblioteca Nacional de Colombia


-88-
unos llías, nada más, y que luégo quiso colocar
con los ángeles del Cielo t ¡:Feliz él, pues salió
del mundo antes de conocerlo y antes de man-
charse t
Hay un Mbol ftondoso eu nuestra casa; sn vista
nos con~uela, sn fiombra nos protege, sus frutos
nol:l alimentan. Desde el día de nuestro nacimiento
él fué nuestro amor, nuestro amparo, niwstra
riqueza .... ¡ Mas en la tierra nada hay eterno!
Un día viene en que aparece la muerte ante
nosotros, y levantando la inexorable segur la hace
caer con violencia sobre el árbol querido ; lo tron-
cha, lo corta, lo carga sobre el hombro y se lo lle-
va! La familia se levanta, corre, se acerca, grita,
llama, junta sus manos, se anodilla llorando ... !
¡Todo es inútil t Dios lo ba dispuesto, y sólo El
puede aliviar este indecible dolor del alma, si
nosotros, humillándonos, inclinamo~:; la cabez~L so-
metiendo nuestra voluntad impotente y loca á su
voluntad soberana, adorando las disposiciones de
su sabiduría etema, y esperando, como dice el
Padre But la reconstitución de la, familia cristia-
na en la patria celestial ....
Luégo la yedra, que había Yivido apoyada en
el robusto tronco, la dulcísima yedra que durante
tantos años había extendido sus ramas sobre nos-
otros y había sabido cubrirnos, defendernos, abri-
garnos tan ~u:wemente .... Ella también cae, se
marchita y muere ... t
Así, Angélica mía, el {u·IJol protector, la tiema
yedra, son 'Duest1 os buenos y amorosos padres.
y cuando el Seüor los retira de nuestro lado es
cuando sabemos qné cosa sea un gran dolor y
cuán grandes son los consuelos que nos ofrece
nuestra santa religión ... !
Entonces la fe nos diee lo que Dios llace: lo que

©Biblioteca Nacional de Colombia


-8!}-

Él dispone todo es bueno, todo es conveniente!


N o resistas .... Esta separación no es eterna, sé
fiel, que Dios es fiel en sus promesas ! Y á cesará
Ja noche y vendrá el día en que el contento y la
felicidad no tendrán cambios ni estarán salpicados
de lágrimas. Luégo la caridad, el santo amor de
Dios levantará su voz para decirte: Dios te ama
si tú le amas, es tu deber sacrificarle tus afectos,
tus deseos, tu voluntad entera. Dios es grande,
Dios es magnífico en sus recompensas, entrégale
tu herido corazón y él lo sanar{t ...•
Así, Angélica, y del mismo modo en todas las
aflicciones, en todos los infortunios, eu todas las
contradicciones, en todos los sinsabores de la vida,
no hay alivio, medicina y consuelo que puedan
compararse á los que nos ofrece nuestra santa
religión. La te, la esperanza, la caridad, son la luz,
son el báculo, son el consuelo, y fuera de ellas
todo es débil é insuficiente y mezquino.
Sin ellas el dolor raya en desesperación de in-
fierno. Los contratiempos nos envenenan, las in-
gratitudes, las decepciones, las enemistades nos
enfurecen, y la vida con sus disgustos y amargmas
se hace insoportable!
Feliz mil veces, feliz el que en todo tiempo y
en todas circunstancias sal1e decir humilde y re-
signado: j Dios mío, hágase tu voluntad!

ACTO DE ABANDONO :FJN LAH !lfANOS DBL SEÑOR.

Tú qne has dispuesto que indecibles penas


Vengan {L herir mi pobre corazón,
Oye benigno la plegaria mía,
Dios de mis padres y mi e temo Dios!

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-!lO-

'l'uyo es mi sér y tuya. mi existencia,


Mi porvenir depende de tu amor;
Si quieres consolarme te bendigo,
Si quieres afligirme tuya soy.
Estas amargas penas que me cercan
D{tdivas ¡ay! de tu cariño son,
Y en oro aquilatado convertirlas
Con tu divina gracia puedo yo.
Pero recibe tú cada. suspiro
Que me arranca la pena y elllolor
Como un recuerdo que te ofrece el alma
En medio de su angustia y aflicción.

Y cada gota del amargo llanto


Que brote de mis ojos, ¡ ob, mi Dios!
Como un himno ferviente y armonioso
De fe, de gratitud y santo amor.
Y cada espina que mis pies lastime
Mientras andando hacia tu alcázar voy,
Recíbela también, ¡oh padre mío!
Oomo una fresca y perfumada flor.
Tú con bellos plumajes has vestido,
¡Oh mi Dios! á. las aves inocentes,
Y de galas hermosas y esplendentes
Á tantas flores que los ojos ven.
Tú has vestido á los prados de verdura
Y á las selvas de robles y de pinos,
Y desnudos están tus pies divinos
Y de espinas cercada está tu sien.
Y no es sólo nn pueblo impfo
El que á tus sienes divinas

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-91-
Cifie coromt de espinas,
j Oh, mi amado Redentor!
No es sólo él quien te despoja
De tus vestidos sagrados,
Fueron también mis pecados
Y mi horrible desamor.

Tú de estrellas Ycstiste el firmamento ,


Y luz y claridad has dado al día,
Y á ti, mi Dios, {t ti con mano impía
Tus vestidos arranca el hombre vil,
Que para ti piedad no tuvo el mundo,
Ni gratitud, 11i afecto, ni ternura,
Ni tuvo pam ti la tierra impura
Sino espinas, Sefior, espinas mil.

Y no es sólo un pueblo impío


El que á tus . ienes diYinas
Oifie corona 1lc espinas,
¡Oh mi amado Redentor!
No e sólo él quien te despoja
De tus vestidos sagrados,
Fueron también mis pecados
Y mi horriule desamor.

Yo no he sabido despojar, Dios mío,


De sus necias y viles aficiones,
De sus locas, tristísimas pasiones
A mi ingrato, rebelde corazón.
Y en vallo me mostraste tú el camino
Que parte de la tiena )' llega al Cielo.
¡Ay! en Yano te hiciste mi modelo
Sufriendo tan tenihle humillación.

Y no es sólo un pueblo impío


El que {t tus sienes divinas

©Biblioteca Nacional de Colombia


-92-

Ciñe corona de espinas,


¡Oh mi amado Retlentor!
No es sólo él quien te tlespoja
De tus vestidos sagratlos,
li'ueron también mis pecados
Y mi horrible desamor.

'l'ú cambiaste por mí tu ser divino,


Con tu vida la vida me compraste,
Con tu sangre divina tú lavaste
Las manchas que el pecado me dejó.
¡Oh! ¿qué quieres de mí por lo que diste!
Nada, te negaré, que en mi pobreza
Mi corazón te ofrezco, mi temeza
Y cuanto quieras tú lo quiero yo.

Y nu es sólo un pueblo impío


Bl que {t tus tlienes divinas
Ciiie corona de espinas,
¡Oh mi amado Redentor!
N o e¡;; sólo él quien te despoja
De tus vestidos sagrauos,
li'ueron también mis pecados
Y mi horrible desamor.

¡Oh! si al \'erte desnudo y humillado


La lección que me ofreces recibiera,
Con gozo y prontitud yo te ofreciera
Cuanto me di6 tu amor y tu bondad.
Dame tu amor, ¡ oll ney y padre mío!
Dame nn amor vivísimo y constante
Y haz que en verdad te diga en adelante
Hágase en mí, Señor, tu voluntad.
Y 110 es sólo un pueblo impío
Bl que á tus sim1es divinas

©Biblioteca Nacional de Colombia


-!)3 -

Oiííe corona de espinaH,


¡ Ob mi amado Redent or!
No es sólo él quien te despoja
De tus vestidos sagrado s,
Fueron también mis pecados
Y mi l10nible desamo r.

IUJ:-:iPETO ¡( l,A VERDAD .

Pa,rece, AngélietL mía, que no hubiera un solo


sér raciona l, 11i aun un solo sér sensible y animad o
que 110 amase h Yerdad : desde el arrciano Yenera-
ble haRta el inocent e parvu 1ito, totlos detesta n la
mentira , todoí:i se ofenden con ella y todos cuidan
de que la vardad brille en las accione s ajenas y
¡;;e ostente :obre todos los labios. Y Riu embarg o, la
mentira vive por doquier a, y por doquier a reina,
para tormen to de loH mortale s y para Ycrgilenza
de la humani dad.
¡Ay, Angélica mía, ¡ ct'm10 quisiera yo que tu
alma, tan bella, tan intelige nte, tan noble y
candoro sa, fijándos e bien en la l!oniblc fealdad y
vileza que acompa üa á la 1nentira , la detesta se
cou toda¡.; RUS fuerzas y huyese de ella constan te-
mente! ¡Cómo quisiera yo que meditan do en la
majesta d, excelen cia ." belleza que rodean á la
verdad santa y augusta , la amases, la siguiese s, la
contem plases, y nunca, mmca te separas es de ella!
Mira el pajarillo que canta triste ó alegre, que
pía quejum broso cuaurlo se aleja su madre, y que
gmjea regocija do y se armlla á sí mismo content o
cuando ésta vueiYe: ¿, \'C R ?, expresa Jo que siente
y u o sabe engafia r. Los árboles se cubren de flores,
y todos, anciano~S y uiüos, saben que después de
las flore~S viene el fruto : ¿ves en ellos también la
expre:;;i6n de la Yenlad t El cielo se cnbre de nubes,

©Biblioteca Nacional de Colombia


-94-
sopla la helada Yentolina, reLnmha el trueno, y el
labrador y el caminante saben que viene la lluvia, y
si el primero se alegra, ambos se guarecen de ella.
La flor que se inclina marchita y entristecida
nos avisa que le ha faltado humedad ; la refresca
el riego y vuelve {t levantarse fresca y lozana:
ella no fingió tristeza. ·ni fiuge luégo alegría. ~Por
qué, pues, la criatnra noble, inteligente y privile-
giada; la criatura dotada de una alma racional,
la criatura altiva que uo se cree inferior á nadie,
ha de envilecerse y huudirse en el polvo y hacerse
inferior llasta {t la oriaturas inanimadas, man-
qhando su alma con la f~tlsedad y la mentira~
Angélica, ¿ sabes cuándo y por qué se prefie-
re la mentira á la venlad! La, mentira se prefie-
re á ht verdad cuando se intenta cometer una
falta 6 cuando cornetilla y{t se quiere P-ncubrirla.
¡Así, la mentira es r-;icmpre la compañera vilísi-
ma de toda maldad! ¡ On{tntas veces la mentira
sirve para cngaüar {t un padre, {t una madre, :1 un
amigo, á nn bienhechor, pam burlarse de su bue-
na fe, de la sinceridad y nobleza de otra~:; almas!
"La boca que miente mata su alma," dice la
Sagrada Escritura, y mata también la estimación
que se tuviera á su persona y la confianza y los
afectos que antes se le hubieran concedido. ¡Oh!
la boca que miente revela que el alma que la
anima est{L muy lejos de la virtud, está muy
enferma, y tan enferma que es preciso huírle
para que el contacto que pudiéramos tener con
ella no nos claiíe! H uírle, porque al lado de una
alma falsa no está seguro ni el lwnor, ni la tran-
quilidad, ni la paz del hogar doméstico, ni Ja
constancia de las buenas relaciones .... Huírle
para que el doméstico que nos acompaña no
aprenda el arte de hacer mal á sus bienhechores;

©Biblioteca Nacional de Colombia


-95-
para que el niño inocente que pone el oído atento
á sus palabras no se contagie.
Angélica, amor del alma m fa, dulce y cariñosa ni-
ña, cuya sonrisa inocente revela la belleza y el can-
dor de tu alma: ¡vela cuidadosa para que ese conta-
gio no venga sobre ti! Nunca rías, nunca celebres
el engaño, la astucia, la mentira de otra niüa, ni de
la joven que te sirve, 'ni deL doméstico de la casa.
:No oigas, no atiendas á r:;u::; palabras. La mentira
es siempre mala, siempre dañina.
Dios, Angélica, Dios es la misma verdad, ver-
dad eterna, verdad inmutable. ¡El tiene un día en
que la verda,d de touos los hombres y de todos
Jos siglos aparecerá radiante y consoladora para
todas las almas que uan sido heridas ó mancha-
das por la mentira! En ese día caerá por tierra la
careta de los falsarios, y se verá limpio el buen
nombre que ellos oscnrecieron.
Las criaturas de Dios, {L quienes la palabra.
mentirosa de la serpiente antigua no ha engañado,
permanecen fieles á la verdad. La flor del valle,
el pajarillo que canta, la res que llora soure la
sangre <le su semejante, el penillo que gime
ausente de 1m duefto, y cone y salta alborozado
cuando le vuelve á ver, no saben mentir, no sa-
ben engañar! ¡Oh! Angélic.'l, parecc qne la des-
cendencia de Em llevara consigo el contagio que
aquella desdichada madre hubiera. recibido de la
serpiente, y es triste, muy triste pensar que cria-
turas racionales, dotadas de una alma inmortal,
destinadas á elevarse y á unirse por medio de la
virtud ú la Y erdau E tema, no teman ver en si la
manclla que imprime la mentira! En cuanto á ti,
espero qne sabrás amar siempre la verdad, que
ella resplandecerá sobre tí como resplandece en la
frente, en los ojos, en la sonrisa de las almas
puras y llenas de nobleza!

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. !)()-

,\ üN A llOSA l\lAlWHlTA.

¡Oh! tú que fuiste lJella en otros días


:-;ouerana teli~ t1e tantas flore:;,
¿ Qn<~ se l1icieron tus yfvidos colores,
'J'u llCI'lllOS<l te~, tn lustre Yirgiual?
JDónde cst(w esas galas con que hacías
'l'au Ya ua ostentación de tn riqueza~
Di, ¿ qné se hizo tu c·01te y tu noble~a
(~né lticiste <·1 <"etro y la diadema real~
lnielic<\ dt ti que 110 supiste
Cuando jo\·e11, tan J're~;;ea y tan lowua,
~abia ocultarte {t la mirada in ·ana
De aquel que de tn tallo te arrancó.
¡ 9ll, necia, necia flor! cuando Yiniste
~ \ cmiqnecer cou tn precioso aroma
~1 Yil f::alún qtw fijtida carconm
En ve~ de tm; hec!Ji~os te dejó .
. \yer 110 mús ... ! tan pnra .Y tan ltcrmoBa
Bxl1alaudo sua.dsimo::; olOL·cs,
'l'e llamaban la reina <le las 1iores,
La gloria y onmmento del jardín,
Y hoy con Ütz altanera r clesdeiíosa
Por ¿scamio te toman éu la mano,
Y en ::;n mente tal yez n.lgún protimo
Compara tu existencia con tn fiu.
¿ Qné te flinió ¡ olJ ! reina destronat1n
Ese <·erco de espinas punzadoras,
(~ne te Yelaba en tus bermosas hora:;,
Que pudo tu belleza tlefender ... ·~
llo~· eu tierra, marchita y deshojada
Xi un rayo de beldad bay en tu frente,
~i un recuerdo feliíl quedó {t tu mente,
Ni tu aroma supiste detener.
Quiílá ayer á la tímida Yioleta
Que 110:\· ronserm su fresco colorido,

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-97 - ··

¡Adió~, dijh;te, quédate al olvido


Mísera, tl'iste, simplecilla flor!
Y de hoy más, el lisonjero poeta
Que celebral.m tanto tu hermosura
Hindc lJOmenaje {L la violeta oscura
Que guarda intactl~ \"irginal pudor.
Que SÍ aurnimn lo:-; hombres la beJleZc\
É inciensos queman ;í, beldad profana,
No es el brillo d<~ astuta ('orte.·ana
El que rinde su altiYO corazón,
!Ds más hien el candor y la pnre~a
De nna motlesta y \·irginal sonri~a,
.\nn no einpaiía<la por inmnmla hrii:m
De blanda corrnptora adnlnci6n.
¡Ay! tle e;:;ns tlon'H
~ ceias,
prothnas,
las lll<l.fian;lH
<~ue f'll
Del clam Abril
~\brau altivas
L~L blanca frente
Hesplandecien te
De eucantos mil.
¡ A.r! de esas flore~
Que se desviaron
Y no llenamn
Sn augusto fin.
Que el Cielo en balde
N o da á las flores
Gratos colores,
Bello carmín.
¡Ay de esas flores
.En cuyo seno
Deja veneno
Necio reptil !
Así cual deja

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-98-
Amor liviano
Eu pecho insano
Ponzoña vil.
Guardad, ¡ oh! flores
Vuestra belleza,
Vuestra pureza,
V uestro candor,
Qne no hay tesoro
Cual la inocencia
En la existencia
De linda flor.

1\IODESTIA, DECORO .

¡Oh niña! Si tú supieras medir el precio de las


virtudes de una mujer, si conocieras lo que ellas
valen para el tiempo y para la eternida d; si abrie-
ras tu alma. desuc la maiíana de la vida á la luz
de la verdad, ltUllelL, jamás olvidarías que el bien-
estar de la vida es el ti·nto de la virtud, que el
verdadero mérito está en la virtud, que la buena
posición soeial ::;e adquiere con la virtud y que
nada vale eu una mujer, 11i la belleza, ni el talento,
ni las gracias, ni las hauilidade¡;;, si le falta el can-
dor que revela una alma inoceute, la sencillez que
es el sello de una alma recta, la dulzura que es su
ornato, y el decoro y la modestia, qne son su riqueza
incomparalJie, su corona majestuosa.
¡ Nilia, niiía! que ahont empir.zas {L abrir tus ojos
(~ la luz 1lel mnnclo, no dejes q11e la vanidad te enga-
ñe, de modo qne empieces á buscar ojos que te mi-
ren, labios que te aplaudan, somisas que te adulen,
porque ¡ay! todo esto mancha el alma, todo esto
marchita el esplendor de la jnvcntml, todo esto

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-99-

pone una marea de vituperio ó menosprecio sobre


la frente de una niña!
La joven modesta y pudorosa, la que defiende
sus ojos de las miradas impetuosas de los hombres,
la que esquiva sns adulaciones y sus alabanzas
con noble y prudente dignidad, esa adquiere entre
las personas cultas una colocación altísima; los
hombres de valer se inclinan reverentes ante ella,
los locos, los mal acostumbrados no se atreven á
mirarla con esa, mirada, con esa risa atrevida con
que se dirigen ú las jóvenes infelices que, en
cambio de una alabanza 6 de nn amor fingido
sacrifican su decoro y se convierten en un objeto
de diversión, de pasatiempo, de burla y de desdén
mm pam aquellos de quienes f)Uizá esperaban ho-
nor y engrandecimiento!
¡Oh, desdichadas jóvenes las que tuercen su
camino, seducidas por una necia vanidad! ¡Para
ellas no babrá verdadero respeto, ni verdadera
estimación, ni \'Caladero amor! La sociedad es
temible, los bombres son delicados, el decoro de
una joven es lo que ellos aprecian y enaltecen, y
aunque ellos mismos no sean juiciosos ni tengan
virtud alguna, basta en una joven una nparicncia,
nna ::;ombra de ligereza, para qne la condenen y
la coloquen en ni número de lns mujeres despre-
eiábles. ·
¡.Angélica mía, nifia carísima, aprende {L vivir
con la modestin, el decoro y la dignidad que
correspondeu á nna virgen cristiana, {L mm niña
bien nacida! Guarda tus oídos de conversaciones
ajenas de tn edad y de tn cRtado, guarda tn aJma
de lecturar- frívola.s, de verso¡;; apa~io11ados. Esa
alma tuya necesita tle alimentos :-;anos en lecturas
1Ítiles y ~juiciosas que la den lnz ":!' Jorta.leza. Tu
alma. necesita \'ivir en una atm6sfem fresen, libre

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-100-

de emanacion es daiíiuas, de impresione~:; y tle


ejemplos indelicados qnc llevan consigo un conta-
gio pestilenci a! .. . .
Ama la compañía tle tu madre: on sombra e~
la más benéfica de cuantas sombras terrenales se
pueden recibir. Sn amor, el que mejor puede am-
pararte. 'l'en gusto en estar ú sn lado, en Yerla,
en oírla, e11 haularle; confíale todos tus pensa-
mientos, tus impresione¡.;, tus deseos. ¡Ay, hija
mía, la joven que no ama la eompaúía de su
madre es la más desventur ada, ltt que más se
aleja de la senda del bien, la que mús se acerca al
infortunio , y ¡quién sabe si al deslwnor! Tn madre,
Angélica, es el {mgel Yisible (}uc Dios te ha con-
cedido. Una mirada suya bastará pam que no
des nn paso ... ¿Qué digo ·q para que ni unn. sola
línea resbale tu pie fuera del carril de la moLlestia.
Ama su compaiíía, mi dulce Angélica, úmala, si
quieres preservar te ue tanto lodo como puede saltar
al rostro de una niúa {t quien falta mm defensa!
Ama á tu dnlce madre, yo te lo mego ; respétala,
oye gustosa sus acl \'CJ'tencias, sigue sus consejos y
bendice {L Dios llena de gratitud por tantos bienes,
como son los que eon ella y co11 !>tt amor te lta
concedido .

.Bellas sou esas flores 11aturale¡;


Que en su modestia llevau su esplendor,
Y alivio ofrece á los terrenos males
Su delicioso olor.
'l'al es la humilde y cándida Yiolet.a,
Flor inocente y llena de beldad
Que merece los cantos del poeta
Radiantes de Yerdad.

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-109-
I•JJ,J~OO[ÓI\ VB J~S'L\.DO.

_i_ugélica, .;i eres una niúa dócil, obediente¡ ::;i


eres una nilía puntual eJ I asistir {t las instruccio-
nes que se te httyan sei'ial<tdo; ~i tienes interés en
aprender, cu cmnplir tns debcre~, t'll hacerte amar,
siendo lmena, rreo qnc temln'ts gnsto, y mucho
más gusto que las uiiías indóciles y desaplicadas
euau(lo llega la hora tle la re<;reaciún y <;orres á
jug.:tr l'Oil el penillo que tt• rediJe alborozado ú
con la gatita tnJ·o;; 111ovirnientos son tan graciosos.
Las horas tle rc('rcn,ei61I que llegan tlespnÍ's del
cLmtplimiento de 11nestnts obligacioucs, no dejan
e11 el alma ni cansancio ni tristeza. EstaH horas,
uiüa querida, :-;on tal ver. más dulces, más satis-
!actorias 11ue ta11ta~ que se anltelan en la vida y
que desynés 11ne vasa11 dejan el alma llena de
astí o Y llc tristeza!
Disthlt:L de ellas cou e 1 llescuido natnral tle la
iuocencia, y no pienses e11 tin pmTcnir euyn. pers-
pectiva no debe por hoy interesarte. Goza, goza, y
no te aütnes por ser grande. ~o dejes entrar en tu
espíritu la idea de que d ser joYen, el dejar de ser
niña ha,yn. de ser mm ft~licidad .... ¡ 011, hija
mía! La ü~licidarl de la inoceucia y la que bl'inda
el hogar paterno en los primeros a,üos de la. vida,
l:iOll bienes de nn vrecio incomparable, de un pre-
cio que no se cotl.Oce sino cuando después de lar-
gos afíos de vicisitudes y de ama,rguras Yolvcmos
{L pensar en los n:egres días tle nuestra infancia,
en el acendrado amor de nuestros padres, en la
temura de nuestra, madre, en el descanso que te-
níamos cuando en nuestras enfermedades v dolo-
res nos abrigaba eu su regazo y con sn calor y sus
caricias conciliaba nuestro sueño.
De estos amores, _\ngélica, 1lc estos ~autos y

©Biblioteca Nacional de Colombia


-llO-

dulcísimos amores, pocos, muy pocos se hallan


después en la vida, pocos hay que puedan series se-
mejantes. Acéptalos, pues, con buena voluntad y
con ardiente gratitud, sigue viviendo tranquila y
contenta en los días que te resten de tu hermosa
primavera, pues por ricas y brillantes que puedan
parecer otras estaciones de la vida, ninguna es más
bella, ninguna más dulce qne ésta en que tú te
encuentras hoy. ¡Ay, ojalá pueda serte duradera!
Me imagino que tú, querida niña, tú qne lees
ahora estas líneas, has dejado de ser adolescente, y
que te hallas de pie á las puertas del mundo, ena-
jenarla contemplando sus fiestas, soñao1lo con un
bienestar envidiable, gozando de una absoluta
independencia, deslumbrada con ese refinamiento
del lnjo que tanto seduce y encanta á las jóvenes,
y que tan contrario es {t su felicidad.

JJL\ AHU.L\.

b Por qué desgracia, ..Angélica mía, por qué des-


gracia se desdeñan hoy las nobles y sencillas
ocupaciones que en otro tiempo baeían las delicias
de nuestras madres, eran aplaudidas por nuestros
mayores y se consideraban tan útiles como honro-
sas, tan dulces como adaptadas {t nuestra debili-
dad~ La aguja, ¡Oh! la aguja, cómo es amada de
mi corazón! ¡Cuántas horas pueden pasarse con
ella entre los dedos con el alma tranquila y satis-
techa!
¡U na puntada, otra puntada, cien más! y entre
tanto se recuerdan las bellas páginas del último
libro que se ba leído, los nobles hechos que honran
la humanidad, las virtudes que la ennoblecen; se

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-111-
l:lUSpira pensando que no hemos alcanzado á imi-
tarlas, y en ese dulce silencio y en esa suave con-
templación, pasan rápidas las horas, la obra se
adelanta y el tiempo se ha empleado útil y noble-
mente !
¡Cuántas veces después de esas apacibles re-
:tlexiones, de esa meditación sosegada, de ese
entretenimiento íntimo, se toman resoluciones ge-
nerosas y una santa empresa viene á complementar
la dulzma de nuestra lmmilde tarea!
f_;as tareas intelectuales, si son nobles y bellas,
uo siempre son adaptadas á nuestra condición, {b
nuestl'as circunstancias, á nuestros deberes, y
cuando por ellas nos separamos de la senda que
Dios y la sociedad nos han señalado, entonces en
lugar de ser loables llegan á merecer el vituperio. ·
Muchos hombres hay que abominan en las
mujeres el cultivo de las letras, porque ese amor
suele Lacer que se descuide el cumplimiento de
las obligaeiones.
La Heina de Castilla D~ Isabel, aquella noble,
inteligente y generosa Reina, cuyo nombre glorio-
::>o conservarcí siempre la historia, gustaba decir:
"'l'engo la satisfhcción de recordar que el Rey
D. Fcrnal1Clo no Ita usado desde que es mi esposo
nna sola camisa que no sea hecha por mis manos."
Las damas de la Corte de Luis XIV, aquellas
sefioras de títulos, de alta posición social, esposas
de homures distinguidos, 110 desdeñaban en sus
reuniones ue con fianza conversar alegremente,
teniendo entre RUS manos alguna labor, renovando
algún uonlado de oro qne se hnbiera desmejorado
t>n el vcstülo clel esposo ó ele! hermano.

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-112-

A ~Il~ (,lrJ~HlJ>A~ A:\Ll(t-Ai'\


L .\ S ~·\I'JXOJ: .\1' n. 11. DE )f. Y 11. lf. DE ll . BX 1877.

¡. :Saueil'\ <.:tÍJuo fie Yi,·e en tlll retiro


r.. ejos tlelJUlllltlo y <le su pompa, \':Uta ?
¿ Oó1uo es el despertar cada maiíana,
Cómo I'S la vitla srria de Ycnlatl ~
¡ I~a Y ida kCJÜ ! ;., ¡.;Pria pero amable,
Bu que s<' ,.i,·e s6Jo para el alma,
l~n <[lle se gttl'\ta <le licio;;a calma,
l•jn tranquila, apa<.:ible soledad ~
¿ 9ncn~is que yo Ol'\ tlescriba euúnto siente
El alma, mientras oye confnodida,
La llh;toria dolorosa tle la Yida,
Ante ('] dintel tk o~cum ctemiclad ~
; Cuúndo Re al.m.•n de par en par las puertas,
De nncstm pobre entenna inteligencin,
Y apnreceu la l n:-. )' la COJICiencia,
Uon su augusta y seYcm majestad !
~ On{tndo las aguas de revueltos mares
:Se le>autau en negro torbellino,
Y cnbreu cou sus ondas el camino
.Mientras l.mtma espantoso Ye}J(labal ?
¡, Onámlo al rendirse el alma, la tormenta
Poco <t poco se calm:t y se serena,
Y deja de mugir, y ya 110 suena
~ino la ,·oz del Padre Oclcstial ?
Entonces es cuando los ojos vuedeu
.Mirar cuanto se encuentra allí escondido,
Cuanto hay allí de odioso, aborrecido,
Al amor infinito que JlOS creú.
Y entonces cuando el alma se estremece
Oontemplamlo su origen soberano ;
Y el negro abismo en que el orgnllo humano
Rn última grandeza sepultó !

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-11::-

Y al f•ontemplar los bienes, los .thvores


Con que el Señor dotó llllCRtra existencia,
Las mnestraH de su etemíL omnipotencia,
De Rll infinito y pittcmal amor;
Y al pensar en lm; quejaR que tonnamoH
Porque no nos contenta {L tmestro modo,
Y no cambia en delicias todo, todo
Omwto 11os e,; motiso de dolor,
Bl alma. Re conturba, se entristece,
~e reconoce eiega y pesarosa,
Hallando ya, por tin, e11 eatla cosa,
Unún gralllleR bienes el ~eiíor hL dió:
Cómo ~para ella no t'un<ló t'll el tiempo,
Herencia \'ana lle plal:er .' · encant(),
)~ en sn amor infinito, aJHargo llanto
.\su ]JI·c,·e d<'sticno acompaiíó ·
Para qLw usí lo lmse¡tw, pues la tiene
l{,escrmda una llt'rcnda ·'' una gloria
No mezquina, 110 ,·:um ·' ' 1.rnn1:litoria,
N o Hcnwjaute :'L ht tllW al lwnto rla;
1\Im; digna de lns almas inn1ortalcs,
Bspleudoro ·a y eelestial corona,
Que e¡.; nuestro Dio::;, aqnel (l'Hl galm dona
Y todo bien entre Sil mano est:L
Y parece que el nlnm Ya sa.liemlo
De entre el mísero polvo de ht tierra,
Y paso á pa. o cuanto aqní se eucicrm
Va perdiendo su brillo y su calor.
Y en cambio de esos f;Uefios tencnalcs
.e~ que clamo::; el nombre de ventura,
El alma. m gustando esa dulzura
Que sólo encierra el cúliz del Seiíor.
Y lo qne siente cuando yá gozo;,;a
8e desprende del mnndo misemble,
Y una gota de dicha inexplicable
D e f'se bendito y <:elestial licor
8

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-114 -

Con que obsequia el Eterno :'~ sus amigos,


Desciend e sobre el alma y la enajena,
Y de tau grande bienesta r la llena
Que olvida todo mundana l dolor,
Eso no es dable que la lengua humana
Acierte claramen te á definirlo;
Eso el alma feliz pnede sentirlo
Pero decirlo bien, jamás podrá.
Es como un rayo de la luz dl'l Cielo,
Como una gota de la dicha inmensa,
Y de esa paz dulcísimt~ é intensa
(~ue s6lo en Dios el alma encont.rmit.
Y de la altura do feliz se eneuentr a
Descend er á la tiena yá no quiere,
(~ue á todo cuanto existe acá prefiere
~n dulce paz, sn amable libertad.
Libre se ve de halagos mundana les
Y libre del fnror de las pasiones,
Lejos de <'ngaiíofi, lejos de traiciones
Y en plena posesión de la verdad !

FLT~XJHLLIDAD DID CAHÁC'l' ER.

Durante los días de nuestra vitla, t1nerida niña,


se nos presenta n muchas ocasiones en que debié-
ramos recordar aquellas dulces palabras de San
[i'rancisco rle Sales : " Bienave ntnrados lt1s cora-
zones ulaudos, porque nunca se quebrará n." Y no
sólo, Angélica mía, no se qucbrad tn ellos sino que
110 qncbrarítn á otro:;, ni q nehrarán sus relaciones
buenas, ni lJHeurnrún la paz de sus familias, ni
quebrará n la buena. opiui(m en que los tenga la
sociedad, ni se endnrece rán en el <:amiuo del mal,
en la senda de los rencores, de las represalias, de

©Biblioteca Nacional de Colombia


-11.5-

los odios, de las Yenganza~:>, que tantas lágrimas


han hecho derramar á los ojos humanos!
En el camino de la vida todos cometemos desa-
ciet tos, toJos tenemos horas Lle oscnridad, y en
esas horas desdiehadas, bien puede suceder que
un amigo, nn bienhechor, una persona querida
tropiece con Jlosotro~S . Un corazón duro, inmode-
rado al sentir el choque, tlevolver{~ el golpe cou
nn e'mpel lón más fuerte .Y decidido.
Un corazón Liando y educado abrirá campo
suavemente, y si es posible, ofrecerá una excusa
graciosa y amable á quieu tal Yez lo maltrate ....
Esto último, Angélica, es propio \le almas no-
bles, piadosas y bien educadas; lo contrario es.
una brutalidad, ó por lo menos n11 testimonio de
que aquella alma no ba pasado por el molue de la
verdadera civilizacióJJ, ni La. visitado la escuela de
las virtudes, cnyos alumnos aprenden á vencer su
carácter aun en las circunstancias más difíciles.
La historia uos pr<'senta ejemplos admirables
de esta, verdatl, ~y en quién "? En 111m multitud
de personas distinguidas por sn mérito, por sus
riquezas, por sn posición ~ocia!, y {~ <lespecbo de
circnnstancias en que el orgullo hnbiera podido
hablar muv alto.
Uno de ·Jo~ Heyes de _Francia había. despachado
durante largas l1oras de la noche una muy abul-
tada corrcspon<l<>n<:.ia. _,_\J rayar la amora, cansado
de sn pe. ada tan•a, 111and6 á Htl 8ecretario que
cerrase los pliegos y pnsies<> ant<'s la. salvadera en
los que e::;taban frct<icos; el deprndientc, medio
dormido, tomó el tintero < ~ 11 n'z de ht salntdera v
lo dernánú sobrn la mesa. Bl Rey se sintió alté-
m<lo, J1Cro exem;ando el det<iaeierto, s6lo dijo :
"Este es el tintem y t•sta es la sah·adera," y en
silencio volvió {l, toma.r la pluma y ¡.;ignió escri-
biemlo hasta repo11er lo perdido.

©Biblioteca Nacional de Colombia


-lJlj-

Bu no sé qu•S circun.·tancia, í:lan l!'rancisco ele


B01ja, siendo aún Duque de Gandía, no vaciló en
dar la satisfacción más rendida, más suave y más
humilde que se puede decir par;L serenar á un se-
ñor de la Corte que se qu ejaba de él ele la manera
más dura y Yiolent<t: ¿ por qué no hemos de se-
guir nosotros los ejl:'mplm; <le los Santos, que ·on
los llHtestro:-~ <1ne Diu,.; pone ante los ojos ele nuc¡.;-
tra. alma para lp:te lo:-; imitemos?
El santo Po11tífice Pío IX, siendo Obispo de
I mola, tm·o por a<l versario :'L Hll .> de los más distin-
guidosmagiRtrados de la eiudad. JiJI bondadoso Pon-
tífice ton oda muy bien 1'1 disgusto, la aversión con
t[Ue Jo mimb~t; muchas ,·eces se encontraban en al-
guna reunión, y el Obispo no eesabtt de manifestarle
sus más rendida · ate11cione ·, sin que el :Magistra-
do supiese cone ·ponderla::; debidamente. J.1a espo-
~a de éste, IIUC amaua conlialmcntn al .·auto Obis-
po, se pre::;eutó (t (~1 y le rogó que se dignare sacar
J. e pi] a, al último Üe ::; UH niño;;, pal'<L lo CUal quiso
tambiéu qnc el mi::;mo Obispo eHcribiesc uu billete
al :Magistrado ofrcciéudole este obsequio. No se
sabe qué re¡;poudt:>ría el magistrado t'L tan benévola
petición : tal Yc:r. guardó ..;ilencio y 110 l"espondió
nadtt al bou<lado::;o Obispo. Poco tiempo tlespués,
Pío lX: fué elm·allo (L la t-4illn. Pontifical, y después
lle lmber t o mallo puscsi6n de Hll altísillla dignidad,
llirigi6 Hll billete al J\J agistrmlo llc lmola, conce-
bido <.:It c¡.;tos término::;: "No habéis querido ad-
mitir por patlrino <le vuestro niiío al Obispo de
[rnola, ¿ qneréi::; admitir allora al Obispo (\e
Homa, . "
E tos ejetuvlul'i :so11 tan bellos, tan tocante::;, que
110 dudo, .\ngélica mía, que tu corazón, tan suaye,
tan bueno, tan amoroHo, los admire y qniem imi-
tarlo~.

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-117-

Ln. vida. está. llena de tantos sinsabores, de tan-


tas contrariedades, y nosotras tropezamos á. cada
paso con tantas y tan agudas espinas ; que es ne-
cesario recibir sin cesar auxilios de lo alto para no
desmayar en el propósito de sufrir con paciencia
las eontrariedadcs que se nos presentan y las he-
ridas que reciben, ya nuestro amor propio, ya
nuestra delicadeza, ya ht propin. dignidad, y ya
también el pobre corazón.
]

En Jas últimas hora:-; de la tanle


Bll bramar de los vientos escuché;
Y tlobln.rse los cctll'Ol:i alt~meros
Yo Yi, yo vi también!
Y e1upujadm; por recia, recia Yentolina
Urnesas gotas de lluvia vi caer;
V el prado por ht niebla oscmecido
En poco tiempo fué!
Y perdieron lo¡,; árboles sus ramas,
Los arbustos quebráron ·e {t su vez ;
Y cayeron las flores y los fruto:s,
(;}ala y prez del Yer'gel !
Al contemplar la furia de los vientos,
I<JI ge111ir de las ramas, al vaivén
De tan tlistintos golpes combatidas,
Y tanta. lobreguez !
De las rudas pasione:-l de los hombre!'
Pareci6me la lucha comprender;
Y por quien vive sometido á ella¡,;,
Doliente suspiré !
¡ AlJ, que sufi'ir del alma tempestades
Y de. la paz bendita carecer,
ER duro, y abrigar tantos pesareR
Incomprensible es!

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-118-
Y penando en tamafia desventura
Los tristes ojos á la altura alcé,
Para pedir la santa paz del alma,
Al soberano Sér!
Y la virtud. para el que ciego y débil,
Nunca, nunca ha sabido comprender,
Que domar las pasione::; es victoria
Qne alcanza ltonor y prez.
¡ Oh tlichoso mil Yeces quien los doma,
Quien no lleva consigo amarga hiel,
Ni negras tempestades qne á la tierra
'l'an grande mal traen !

11
¡ Unál me atligió del caminante pobre
La miseria, el dolor, la desnudez,
En medio clel horrible torl.Jellino
Que yo alcanzaba á ver!
~Era verdad que el viento me traía
Los tristeK ayes qne exhalab~t él? ....
¡ Lo ignoro! Sf, sufrí por los que sufren ;
Eso tan sólo fué !
Ay, qnieu se duele del dolor e~jeno ...
Es que ha sufrido, que lloró tal >ez,
Y Ralle cómo afligen los dolores
(~ue hallamoH por doquier.
En cascada trocó8e el manso arroyo,
Y el labriego infeliz no alcanza :'t YCI'
En dónde, sin peligro de la vida
Puede fijar el pie !
En tanto mira la doliente espo::;a,
De sn albergue inteliz en el dintel,
Cómo barrió la tempestad honiule
De su esposo la mies !

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-119-
Oremos, pue~:;, por los que allllnndo Yienen
Y buscan en el mundo un bello edén,
Y lloran, si tropiezan con zarzales,
El delicado pie !
Y si es bueno el orar por los que sufreu
De una suerte contraria 1:1 esquivez;
Cn{mto más lo será por los que huyen
Del soberano bien.
Y;L alegrarán la sonrosada anrom
Y los rayos del sol, prado y ve1jel ;
JHas la diclla, {L la choza de los pobres,
Tarde podr{L ,-olver!
Dichosos ellos si pacientes sufren
La tristeza, orfandad y desnudez,
Mas dichosos si esperan y sí sabcm,
Orar, amar, creer.

HRNI.'lTUD.

¡ Qué deber tau grande, tan imperioso, tan dul-


ce, querida niiía, es el de reconocer los beneficios
recibidos y agradecerlos con toda el alrua! Cum-
plir este deber, es seiíal inequívoca de una alma
recta, noble y humilde. Así como desconocer los
beneficios ó recibirlos con fi'ialdad, y 110 guardar
una dulce y constante memoria de ellos, es indicio
de una alma fría, dma, soberbia é innoble.
Vela, bija mía, sobre tu alma, para que el fuego
de la soberbia no convierta en ceniza los bienes
que recibas de Dios, de tus padres, de tus maes-
tros, de tus directores y amigos.
Vela, querida niña, para que el orgullo no te
haga creer que todo lo que se te concede te es
debido, qne todo lo que se te ofrece es pequeño

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-l20-

para lo que debieran poner ú tus pim; tu;; padre~,


tus hermanos, tus amigos.
No dés entrada en tu alma al de~dén ni al me-
nosprecio, respecto de los obsequio::; que se te
ofrezcan, por pequeños é insignificante::; que pue-
dan ser, por lmmiltlc qne sea Ja, perr-;on::t que te Jol'
presente.
¡ Oh, Angélica ! El1neuospreüio t]cl cariiío tiew·
;.;iempre un carácter tan tlmo, tan cruel, tan inno-
ble, que el corazón humano se resiente y estalla,
y por Jo común hace qne h buena Yoluntad S<'
convierta en odio profundo.
Cuando te encargo la gratitud l1asta para cou
elllobrc mendigo que te sonrfe, )' :si posible es,
hasta para con el perrillo (lllC te halaga, i, qué te
diré respecto de tm; padres, qné te (liré n·specto
tle Dios 'f
Para hacerte est<L última n'eomendaciúu, qui-
~:;iera yo tener el alma, el ingenio, la, p~tlal>ra de un
~an ...ignstín, y lntgo llennte de la mano .Ll valle
de las flores, {t uno · de esos campos que hay eu
nuestra patria, en donde todo Cl'l bello, suaYe, eH-
cantador, en donde todo habla al corazón, todo
sabe deeirnos con m1 acento inimitable : ¡ Qué
bueno es Dios! Rí, auge! mío, f;Í, qu(. bueno es
Dios ....
La vi::;ta de uu bello campo dumute la~ prime-
ras horas de una alegre mafiaua, i cómo contenta
el corazón ! ¡ Cómo se siente uno s~~tisfecho y lleno
de inexplicable bienestar al pasear los ojos sobre
esa extensa alfombra de rerdma, al camiuar sobre
ella y sentirla tan suave, tan blanda, tan rica en
los olores! Al ver esa wultitnd de reses descan-
:saudo contentas sobre el pasto y rnmiando la
grama, el poleo, el tomillo, y al YCl' más allá. las
vacas tendidas lamiendo sus becerrillos, como para

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-121-

mauifestal'les su ternura y consolarse de la pena


que !Jan sufrido al verse separadas de ellos, mien-
tras la mano del hombre destinaba su regalada
leche para alimento suyo y de sn familia, bacien-
llo de ella tantas y tan sabrosas Yiandas. ¿Y todo
esto, .AJJgélica, todo esto no nos bar{L lleeir, qué
bueno es Dios! Sí, digámoslo siempre, pero digá-
moslo con el corazón lleno de amor y (le gratitud.
f'ómo quisiera yo, Angélica, que esos senti-
mientos reinaran siempre en tu alma, de tal suer-
te, que nunca se borrara en ella la. memorüt de los
beneficio~:;. Oómo quisiera yo que tú, y cada una
de l:ts criatnms sensibles y racionales :;;npiéra,mos
me<litar.
(~ue al levantar los ojos al Cielo pensáram os en
la mauo cele tial, infinitamente poderosa, que ex-
tiende ese manto <tznl sobre 1mestras cabezas, .\
mcendió esos brillantes lnminares, qne tantos bir-
nes uos dispensau.
(~ue al recorrer los c:ampos, al ,·er ~tts flores, al
coger sus fi·ntos, al contempla r sus fuentes, ben-
dijéramos ese amor ctemo, qne así cuida tanto de
aliment.-'tr nuestra vida como ele recrear nuestros
i>Cntidos, y que pasando de la gratitud qne debe-
mos á Dios por los beneficios que nos lm concedi-
do Cll el orden natural, meditáram os también ell
los que le debemos en el orden sobrenatm al ! ....
}las, aunque nos empeuára mos en esto, bija mía,
pasaríamos la vida sin llegar á enumerarlos, sin
llegar á conocerlos en su ex te.nsiúu y agradecerlos
debidame nte; pero nuestra ~Lima rebosaría. de gra-
titud y de t('J uura hacia 11uestro celestial bicuhe-
chor, y aprcnclerfamm; (L amarle Ycrdaderamente.
Luégo conoceríamos ta.rnbién algo ¡\e lo que
debemos {t nuestros padres, á nuestJ.~Js hermanos,
:í nuestros amigos .v bienhechores. Bste conocí-

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-12~-

miento aumentaría nuestro amor, y en Yez de de-


jarnos dominar de esas tristes pasiones de egoís-
mo, ele orgullo, de desdén y ele menosprecio hacüt
nuestros semejantes, tendríamos el corazón lleno
ele esos sentimientos llenévolos que tan lluenos
son para el camino ele la vida y tan consoladores
para el término de ella.

PRUDENCIA.

Gran Yentaja es saber medir todas nuestras pa-


labras, de tal suerte que en circunstancias dadas
no digamos ni una palabra más de lo que convie-
ne ni una palabra menos de lo que se debe.
Difícil es saber callar, pero, en fin, es más fácil á
nuestra miseria callar basta enmudecer que hablar
sin cometer faltas.
Oreo que este tino admirable no puede adquirirse
ni con el estudio, ni con la reflexión, ni con la
experiencia, ni con el arrepentimiento de nuestras
indiscreciones, ni con un cuidado constante y
asiduo; si cada día no lo pedimos á Dios fervo-
rosamente, y d6spués con el auxilio de los medios
anteriormente propuestos. Y aun así siempre ten-
clremos que ueplorar muchas faltas.
Es bien extraño sentimos muchas veces dis-
puestos, más bien á no quejarnos de las ofensas
que recibimos de nuestros enemigos, que á callar
y disimular las que recibimos de nuestros amigos.
Como si. la amistad nos diese el derecho de ser
menos indulgentes y sufl'idos con los que nos han
hecho bien que con los que JlOS hacen mal. &Es
tal vez que las quejas del corazón tienen una voz
más penetrante en ciertas almas que las quejas
del orgullo, ó del intenSs, ó del amor propio 1 ¡No
lo sé!

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-123-
Ay que atiigeu al alma ac:ougojada
De este mundo los míseros cautarer:;,
Si en las lloras de duelo y de pesares,
Inspiran tanto horror, tanto desuén.
¡De (Jllé sin·e al que llora haber oído
Alegres melodías y cantos bellos,
Si nunca en sns recuerdo::; dejan ellos
A mwstra pobre Yida nn solo Lien !
EspecUicnlo s, danzas y festiues,
No voh·{Lis :'t pasar ante mis ojos;
Dejadme, 110 sembréis ya más abrojos
"En mi tristü ca mi 110 terrenal
Arpas y dnlces liras, no voiYáis
A resonar jamás en mis oídos,
Por ellos han paRado los gemidos
Del que á la tierra da, ·u adiós final.
Yo busco la wnlad, vosotros siempre
Cuando el tloliente corazón suspirn,
Tenéis para acallarle una mentira
De falsa gloria t. pasajero alllor,
Dejad me ya ; n1r:;otras no sabéis
D::~r consueloR ;ti ánima dolienlt',
Ni ahmr del JJOIYo I;L abatida freilte
Del que gillle l'itttni<lo eu el tlolor.
QuimÚ:ti> <le la tiena yo os conozco,
\Tuestros notlll.lres C'OilSetTo en la llH'llloria.
Amor, honorp;.:, fen1entida gloria,
Danza!', fe:-;tint>s, ¡ay! callad, C'nllad,
Vosotms tne engaiiasteis : n1estros pa:;os
8eguí incesante, llelimnte y <'icga;
'' J_~négo dijisteis, y<t htnoc!H• llega."
Y sola me l'llf'ontré en la oscttridacl.
Husqné :'t mi amante palhe, Iltl existía;
Busqué ú mi compai'tero, l1:tl1ía parti(lo;
Y del alma lancé triste gemido,
¡ Y nadie ú mi gemido respomlití!

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-124-

Y (L la luz del relámpago ¡,;inie:stru,


Vi que mil tumbas sin cesar ::;e alzaban,
'rumbas oscuras donde ya se halla1Ja11
0Qjetos mil que el corazón amó.
Y yosotros YOlYéi., \'Olvéis ahora,
'L de mundana gloria y de ieRtines,
~Ie babláis y de mágicos jardin('K
Y de espléndido alegm porveuir!
~Y vosotras pensáis que yo os escucho,
Fantasmas de la tierra eugaiíadoras,
Y os consagro, infeliz, las pocas horas
Que habré en el triste mundo de Yivir ~
No lo penséis, eallad.-l\[i pobre alma
No necesiüL yá vuestros consuelo~,
IWa .fija sus ojos <•n los Cielos
Para encontrar la. diclut y la. verdad.
Y esa miracb sola. satisface
'l'odo el afán (le pa>~ y de Yentura,
(~uc Plleuentm el corazón l~n esta, illlpum
Tierra de iugmtituü y de orfandad.
gsa, es h medieina con que alivio
Lo~ <lCel \'OS dolores de 111i al1na,
L<L (lllC fuerza, valor, co11tento y ealma
Ofrece ú mi üoliente corazón .
.Esa mirm1a para 1ní es tan llnlc<'
( ~omo es pam el :-;rilieuto caminante.

AB:-lEUAUIÚ:-l.

~o uubms, _\ugélica lllía, tu gracioso rostro cou


tu~:; tlos ulancal:l mano:-;
cn:-uHlo Yeat-l el título que
he dado (L este capítulo; 110 gimas, 110 te llames
desgraciada, y oye con docilhl:ul las palabras qne
te dirige Hna. amiga que tiene por ti nn amor muy
semejante al de tn !mena madre.

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-125 -

Sin b abnegación tu Yida será umL especie d(·


infierno intolerable, espantoso, tus días se pasa-
rán en una lucha incesan te eutre tus dcReos y tns
deberc~, entre tu volunta d y la aJena.
'ru religión exigirá de ti que renuncies Ct mu-
cbas de tus inclinaciones, tú resistirás, y esta resis-
tencia Her(L tn martirio.
'rus padres cxigir(w que renuncies á muclws de
tus deseos, t(t resistirás, y sin embargo la Yoluntad
patema se cnmplir{L á despecllo tuyo.
La sociedad exigir{L tle ti que renuncie. · (L tu YO-
Juntad mncllm; Yeccg, tú resistirás, y la sociedad
lanzará contra ti sur:; ell\·enenados dardos.
Ya seas hija, ya scar:; esposa, ya ~:;eas madre, ya
pases tus días en el. celibato, nunca, Angélica,
nunca serás libre, nunca scráH :eiíora de tu YO-
luntad. 1ja sociedad, la religión y la tU.milia llO te
imponen un yugo sino que pouen delante de ti m1
baluart e que defienda tu Yirtnd, mientra s que al
lado de la abnegación hallaráH la recompensa, así
como al lado <le la resistencia hallarás el castigo.
b Quién no te amará, Angélica mía., si te acos-
tumbra s desde niña {L renunci ar voluntariamentt·
(L tus deseos? Dios estará content o de ti porque
Ye que inclinas tu fi·ente á obedecer su YOlnntad.
'.rus padres llorarán de placer y sabráu recom-
pensar tus sacrificios, cuauuo después de negarse
{L compla certe viereu que no has perdido la sere-
nidad de tu sembla nte. •
Tus maestro s ballarún un Yenlade ro placer en
dirigirte, tus llerruanos en acompaiíarsc contigo,
tus domésticos en servirte, y tus amigos en 1i·c-
cueutar tu sociedad.
Si más tarue el Señor te coloca en el estado del
matrimonio, si Él te da un esposo leal, intelige nte
y virtuoso, por deber y por gratitud debes somc-

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-12()-

terte á su voluntad, acomudnrtc :í sus inclina-


óones y preferirlas ú las tuyas: (h! este modo
llegarús ú merecer de él un respeto semejante al
f1Ue un hijo tiene por su madre, una confianza
indestrnctil.Jie, nn afecto constante, porque no
lml>rús agriado sn carácter con tus eontradiccio-
nes, 110 habds acibarado sus días coi.l tus exigen-
cias y no hahrús hecho }Jt'sada sn autoridad reve-
lándote contra ella. 'Po<los nos ca,nsa,mos fácil-
mente lle con templar una hermo,·a ti gura, de oír
una música, agradable, mas nadie se ca,nsa de ht
eompaüíct rlc una, persona lmmilde, rc~<ignada;
previsiva y complací ntc.
¡Oh, cnán odiosa é insoportable :-;e lmr{t la mu-
jer que quiera que sus caprichos y deseos seau
una. ley para su familia y para todos los que la
rodean, mas la que se ha acostnmbrado, por con-
tentar ú los otros lmsta. llOIHle el deber se lo
permita, :í.rounnciar sn voluntad, es unaantorcba
hienbcclloi<t que lleva la. luz y la alegría á donde
quiera que va, es nn sol qnc embellece los días <le
¡.;us deudoR y amigos, es un ángel qne mantiene el
contento y la paíl en el seno (le la familia! Dichosa
ella, por cierto, si fL sn abnegación afiade la pru-
tlencia, para ceder en todo lo que toca á sus deseos,
para anticiparse :1 los ajenos y para negar todo lo
que es contrario á su deber, pero negar con razón,
negar co11 sereuidad, negar como niega una madre,
ron dignidad ~· con nobleíla.
Dificil es llegar á este grado rle virtn<l, sí, difícil
es, Jlcro no imposible. Tú eres cristiana y sabes
que Dios _es el dispensador tlc todos los bienes ;
ocurre {t J~l cada día, y l~l te dm {L 1herza para
coronar tu empresa; se contenta con verte lJacer
pequeñas concesiones, soportar las contrariedades,
renunciar á tus deseos y con qne no te a:fiijas por
las dificnltades qne halleR.

©Biblioteca Nacional de Colombia


-127-
Los niños no hablan bien desde el día en que em-
piezan á balbncea.r las primeras palabras ; no cami-
nan hien desde el día en que se ponen de pie por la
primera vez; meses y años se necesitan nara que
lleguen á hablar correctamente , para que logren
caminar con firmeza. 'rú eres niíia, empie:.~a, pues,
al lado de tu madre y de tus maestros {t pronun-
ciar las primeras palabras de este dificil idioma,
(t dar los primeros pasos, y día llegará en que con
el auxilio de tu. padre celestial sepas caminar bien
por la senda de la abnegación.
Entonces, superadas las dificultades, verás cuáu
suave es ese camino; las espinas se trocarán
para ti en flores, porque la costumbre pnede for-
mar en nosotros una ·nueva naturaleza, y cuando
se )lega á contraer el hábito de no admitir en
nuestro eorazón ningún deseo que no sea condi-
cional, es muy fácil renunciar á todos ac¡uéllos
que no son 0onformes al deber ó á la voluntad ele
las personas tle quienes depeudemos.
Angélica, piensa bien que la paz y la tranqui-
lidad. son llos grandes bienes, y que éstos no se
adquieren sino :'L costa de muchos sacrificios.

¿ (~nién no sed tlicboso cuando al lado


[. ogra vivir, Angélica inocente,
De aquella jo1en que cual sol naciente
Disipa con sn luz la oscurida.u ~
¡,Por qué si agradan tánto la belleza,
Los perfu111e~, la luz y la armonía,
Perfume, y lnz, y grata rnelouía
8on para el al111a humana. la hotHl:ul?
Es tan grato mirar siempre serena
De nna niiía la frente pudorosa
Y en sn sonrisa. pnra y cariiiosa
Deseulwir la. bondad del corazón!

©Biblioteca Nacional de Colombia


-128- '
Valen tánto :-;u~ nobles :-;aeritieios,
(~uc si el muudo a¡,;ombrado Jo¡; pregona,
Sólo Dios en los Ciclos galardona
Del alnm la perfecta abuegación.
¡Oh almegación bendita y genero~<~,
Banta riqueza del hogar cristiano
Oou que la ltija, la, madre y el hermano
8abeu sn Yoluntad !:lacrificar
Con go:t,o, con amor y eon tcrunra,
¿\1 bien de todo¡;, (t la dicha ajena,
Y con el alma tk tenHII'<I llena
Xada cogeu y to(lo saben tlnr!

O'flL\ \' J~ /. MOD~Jll.\CIÓX lJB LO~ l>I<J :-i~O!".

Un hombre (llH~ c:reía que la felieidad cmJ. ·iste


en satisfheer Jos deseos, decía un día{~ 1\Ieneclemo,
filósofo griego:-" :Es una gran felicidad tener lo
que se desea."-"1\iayor es, le contest6 el filó¡;ofo,
estar contento con lo que se tiene.''
IAt mayor parte de las pena:-; qu :; :mfrimo::; en
la Yida, Angélica mín, uaceu de la multitud é
insaciabilidad de nuestros deseos. La mayor parte
de los disgustos que acil.>aran nuestros días y de
los disgustos que proporcionamos á los demás,
tienen su raíz en esta falta (le moderación !le los
deseo::;.
"Yo deseo poco, y lo poco qne deseo lo deseo
poco," decía aquel gran sauto, modelo de abnega-
ción, de mansedumbre, de dulzura y de santa ~~
noble cortesanía, lJablo de San l~rancisco de Sales,
de ese Pontífice ilustre tan amado de Dios y de
los hombres.
Oh Angélica mía, una flor, 1111 tocado, un Yes-

©Biblioteca Nacional de Colombia


-12~1-

tido, por !Jermosus que sean, no merecen que un


corazon geueroso se aficione de ellos hasta perder
la. paz ni por m1 solo instante. U na diversión, un
baile, una tertulia, 110 proporcionan tanta alegría
y tanto biene~tar, que por asistir {t ellos se com-
prometa la qnictu<l de una alrna noble é inocente.
Para pensaminntos y deseos mús nobleí:> y eleva-
dos nos lJa dado el Neiíur las tiwultades del alma,
no para emplearlas Pll 11iíierías, no para fatigarlas,
bnscan<lo los medios de adquirir bagatelas, que no
tienen sino un mérito caprichoso, y que muy bien
pncde11 llegar :'t se r <.:a u~a de grandes <lesas tres,
de amargui~L sin tél'lllino.
Ouautlo algún de. ·ro n~ lie111ente Ycnga {L turbar
tu alma, .Angélica mía, arrójale al instaute de ti,
míralo como nwt elJis¡>a que ha caído sobre tn
corazón, <1ue pnetlt' pro(lucir uu gran incendio.
Por mny jnsLo .r laudabl1' que él sea, modéralc
para que uo altere la, paz tle tn alma; establece
condiciones j nsta}; y prutlente~', y ¡.;ujeta tu espí-
ritu, domina tn Yolnntad pam que iiC someta {t
ellas, como un medio de consen·ar e11 calma tn
corazón. 8obrc todo, prepárate siempre para ver
contrariado~:> tus deseos y para reuunciar ú ellos si
la justicia, el deber, la prudencia 6 la caridad lle-
garen ú exigirlo. Y no pienses qne estos sacrificios
sean tan gmndcs como ahora presumes : la buena
Yoluntad alijcra siempre el tmbajo, así como la re-
sistencia le aumenta. La resistcucia de la Yoluntad
es el gran obstáculo que la Yirtnd eucuentra. en nos-
otros. Sométase la Yoluntad y todas la, dificultade:
cesarán.
una niflat!UC, habiéudoseleuegad o pOl'SUS padres
nn::t flor, una cinta, un juguete, ó alguna otra co a,
haya inclinado dulcemente sn cabeza sin proferir
una palabra de disgusto, i no es nna criatura digna
!1

©Biblioteca Nacional de Colombia


-130-
de amor y de estimación l ¿ uo quisieras tú mis-
ma. ir en el instante á abrazarla y {L satisfacer sus
deseos ~ Hé allí, pues, cómo la belleíla de la virtud
gana tu corazón.
Una joven desea ansiosamente un objeto ue lu-
jo, un auomo costoso, pero comprendiendo que
sus padres no pueden frteihnente complacerla, guar-
tla en su corazón ese deseo importuno, se resigna,
ó en medio de ese sacrificio diario y constante,
permanece tmnqnila, contenta, con la sonrh;a sobre
sus labios, siu quejarse, siu murmurar de la Di-
vina Providencia. ~No te parece, Angélica, digna
de tn amor y muy digna ue ser imitada~ &No
cree:; que ella será la delicia y el encanto de su
Htmilia ~ ~No sientes que tu eomzóu se inclina
hacia ella, que quisierai:i conocerla, tal vez para
ofrecerla lo mismo que desea 1 Pum; ese senti-
miento nace tlel amor que inspira en tu alma la
virtud, porque ella es sie111pre bella, siempre inte-
re¡.;ante, siempre amable.
~¡tú pudieras couocer ladiJereucia que existe en-
tre una alma que modera sus deseoi:i y los somete {L
Hn razón y á su deber, y otra que los abriga, los
alimenta y se empeiía en Ratisfacerlm;, ~te asom-
brarfaB al w~r hL calma y el hieneHtar que reina Ctl
la primera, y la inquietud, el disgui:itO y la. amar-
gura de que está llena la segunda ! porque, .An-
gélica mía, los deseos 110 duermen en el alma que
los abriga y acaricia; ellos Yelau para, martirizar-
la y deRgal'l'arla; Yel::m para reproducirse y mul-
tiplicarse sin término: 1111 LleReo que se fija en
el corazón t>:-> como nna pit'drccilla que cae en
medio f!e un lago y forma un círculo pequeño, y
luégo ot.ro mayor, y en seguida otro )' otros muchos
que se snceden.
j 1\y, Angélica! j ui la ciencia, ni l~t paz, ni la

©Biblioteca Nacional de Colombia


-131-

virtud, llanín jamús su morada en uu corazón en-


tregado á sus caprichos y deseos ! ¡Dichosa tú, si
tus padres contradicen los tuyos frecuentement e y
te acostumbran :1 renunciar [t ellos ! ¡ Dichosa tú,
:,;i agradecida á los bienes qnc el Sefior te ha con-
cedido, no dejas que tu pensamiento se fije en los
que no te lla otorgado, y contenta con los dones
que l.las recibido, te reconoces indigna de ellos, y
le bendices, y cada día le ofreces el homenaje de
tu gratitud y tns puras alabanzas !
:Modera tus deseos, r\ngélica, modera tus de-
seos, y evitarás muchos disgustos á tu pobre cora-
zón, mncbas lágrimas á. tus ojos y muchas faltas
:1 tu noble alma, faltas que sin dnda te darían in-
numerables horas tle amargnm y de arrepenti-
miento.

X o abras tn corazón á los deseos,


Pma, inocente niüa,
::\lira la hermosa flor de la. campiña
Cuán bella bajo espeso matorral
Ostenta, sns colores.
Ella del ' OI no sufi:e los ardores,
Ni se dobla. al furor del Yendabal.
fJa;; flores tlel j ;wdín brillan tan sólo
l ; na escasa mañana,
':{ en 1111 rico jarrón do porcelana.
Pronto, muy pronto, las verá.· morir;
(~ue una atmósfera impura
Pesa mucho, y su débil hcrmosma
No puede al aire intecto resistir.
::\fas !liclwsa la ffor de la. montafia:
::\Iovida. por Ja urisa,
Oonse1Ta ;;n beldad y sn son•·is:_L
:-5in que In !lolJie nunca el a1]Uiló11 .
. \sí, nifia inocentt•,

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-132-

Lejos del mundo y de su impuro ambiente,


Guarda, feliz la paz del corazóu.
Porque mira, las danzas, los festines,
Las esplendentes galas,
:Muchas horas tristísimas y malas
]Un cambio de su brillo te darán.
No las busques, ¡ ollnifia!
(~ue es llll'jor habitar en la campifia,
.\1 abrigo <le pl-rficlo hnracáu.

K ada, ~\.ngélica mía, uat.la merece fijar tanto


unestra atención y despertar nuestros deseos, como
la adquisición de una Yerdaclem y sólilla piedad.
La vida preseute no nos ha sido <lada sino como
tiempo de prueba, tiempo de adquirir méritos,
para qu(\ el Seiíor uos coucedit b Yenladem Yicla,
la vida siu pesares, la vida sin engaiíos, ht vida
sin dolores, la vida eterna .r biemwentnrada ....
}.fas para conseguir tanto bien, preciso es que tra-
bajemos, preci o es que rectifiquemos nuestras
inclinacioues, y sujetándolas al cumplimiento t.k
todos nuestros tleheres, practiquemos firmeme11t(•
la Yirtnd .
.:\Ias para practicar la \'irtud, pam Yencer las
11mlas incliuacioucs de nuestra uatmaleza decaída
y corrompit.la, por la culpa tle nuestros primeros
padrer:;, no basta qu • uosotros conozcamos la ue-
cesidad de practicar el bien, no hasta fJUC el der:;eo
<le nuestt·a perfección moral reine en nuestra alma:
11ecesitamos además una fuerza superior, una fuer-
za :obrenatural que nos dé aliento para sollrepo-
nernos ú la~> tendencias desarregladas que senti-
mof-l dentro fle nosotros mismos, ya al orgullo, ya

©Biblioteca Nacional de Colombia


á la soberbia, ya ÍL la vanidad, {t la cólera, á la
venganza, ÍL Ja, pereza, á la ociosidad y ÍL tantas
otras qnc son l<L vergüenza y el tormeu to de la
vida. J'Uas eRa fuerza sobrenatural, Angélica mía,
esa fuerza admirable baja de los Cielos, es dón de
Dios, y el Sefior se complace en concederla á las
almas humildes que la desean y se la piden con
humildad, fervor y perseverancia.
LaR prácticas de piedad, Angélica., sou los me-
(lios de comunicación que existen entre la criatur a
vilísima y el Altísimo Seftor del Universo, entre
las más oscuras tinieblas de ignorancia y la luz
infinita <le la eterna sabidnría, entre la pequeñez
extrem a, la. debilidad incomparaule y hL grandeza
suprema, la bondad inagotable y el poder infinito!
¡Oh, ~\.ngélica! si nosotros meditáramos bien lo
que son estas relaciones, en el honor qne nos
ofrecen y la felicidad que nos conceden, no seda-
mos tan indolentes, tan necios, tan desdichados
. como somos ... ! Y si conociéramol:i cuánto las
JJecesitamos no cesaríamos· de solicitarla..
"Pídem e, uos dice el amor ctemo, y te daré
cuanto necesite¡,;; llámame en la tribulación y yo
mandan~ mis ángeles á qne te den auxilio. lnvó-
ca.me, y yo estan~ pronto á socone rte. Yisítame y
<'Uando salgas de mi presencia, llm·arás el cora-
zón fuerte coutra lm; tentaciones, valeroso en Jos
contratiempos, lleno de suavidad para templa r las
amarg uras del destierro! ~i tú supieras, pobre
criatm a, lo que soy para las almas que me aman,
para las que saben hablar conmigo de corazón {L
coraz6u, 110 te mostrarías tan remisa para doblar
las rodillas ante tu padre celestial y peclirlc cuanto
11ecesite tu corazón."
A. í, ~ \ngélica, así babht el ::Seíior :ti alma cris-
tiana por medio tle sus ministros, por medio de

©Biblioteca Nacional de Colombia


- t34-

las buenas lecturas, por medio del ejemplo de i:iUS


santos; pero nosotros somos duros y tardos de
corazón, como decía al pueblo judío nuestro DiYi-
no Salvador , y vivimos pobres de virtnde~, pol.Jres
de alegría espiritua l y pol.Jres ele bienes Yerda-
deros, porque no somos fieles, sinceram ente fieles
y constant es en las pdtcticas santas de nnestr;t
augusta religión.
Y esto no quiere decir que nua joven ltaya tle
abandon ar sus deberes doméstic os y sociall'~, sus
estudios , sns recreacio nes inocente~; y moderad a ·,
para consagra rse entera y absoluta mente :'t las
austerida des de los anacoret as y {L la contemp la-
ción tle las verdades eternas. ¡No! cada estado
tiene sus deberes y cada yocación tiene los suyo~.
Un buen método, una buena distribuc ión de nues-
tro tiempo, deja lugar para todo. Y si las oeupa-
ciones diarias nos dejan tiempo para recrear nues-
tros sentitlos con el cultivo de las flores, con el
ejercicio de la música, con el desahogo del canto,
del paseo, de la conversa ción con nuestros amigo;;
y allegado s, i por qué nos habr{L de 1hltar para dat
gracias á nuestm bienllecltot· soberano , para lla-
blar con él t1e nuestras penas y dificultad es, ¡mra
ilustrar nucRtro entendim iento con su:-: diYina"
luces, y fortalece r une.'trn. Yolnntad con ¡.;n po<1e-
roso a,uxilio?
En fin, ~\.ugélica, 110 oh·id<•:-: nunca <}tiC la ad-
quisición tle las virtudes es y debe ser la gtan
tarea de nncstm vit1a, y que pam esto HtÍlo Dios
puede darnos las luces y las fnerzas que nos son
necesaria s, y que el Scííor, cu el orden c1iviuo de
:-;n sabia provideu cia, lm tlispuest o que ocnrrau1os
á. él mismo, como si tnYiera necesida d de Yernos
cerca, de oímos llablarle y de complac erse más y
más, colmánd onos de sus dones y prepaní.uclonos
para <tne merezca mos el premio eterno.

©Biblioteca Nacional de Colombia


-l:t>-
Qr L~.J A~ Y CONSUELOS.

¿Por qué quieres, Seüor, que te pidamos


El santo gozo que te place dar,
Si tú sabes, mi Dios, lo que anllelamos,
Y que en vano del mundo demandamos
Commelo en nn pesar?
¡Por qné si tú nos vistes y alimentaR
Sin qne acaso pidamos ni una vez
Los bienes que amoroso nos presenta;:;,
'Pan severo, Señor, así te ostentas
Cuando llorar nos ves~
~\las tiene la parda golondrina
Y su nido en el bueco de nn peñón,
i Y en la tierra vilísima y mezquina
No ha de encontrar el alma pcregriua
Descanso ni mansión f
Hay prrm el cuerpo púrpura y brocado,
Jugoso vino y delicado pan,
Cama de plumas regalada y l>lauda,
Y si contento el únima demanda
&Burlado YC su af{m?
Haces al hombre grande y poderoso,
Le das entendimiento y voluntad
Y pones al alcauce de su m::uw
Cuanto halaga y contenta el cueqlO lt umauo,
Salud y libertad.
Y Ctk'lndo gime en incansable duelo
El alma presa de dolor tenaz,
¡,No ha de encontrar en el mnndauo suelo
Alivio, ni descanso, ni consuelo,
Ni duradera paz ... t
¡Por qué es esto, Señor, por qué no llegas
Hasta hacer de la tierra nn bello edén ?

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-136-
~Por qué el gozo y la paz así nos niegas,
Por qu1~ á los dones de tu amor no agrega~
El más complet~ bien ... f

11

Allá en la corte lloude Dios impera


Es do se halla ht luz sin tmbación,
Y abdicara el Seiior si toda entera
.\ nuestros pies vilísiroos pusiera
La eterna creación.
Bajara el Cielo {t la mundana tierm
.A perder su belleza y esplendor,
~i al mundo villas penas y la guerra,
Y los males sin cuento que él encierra
Quitárale el Seiior.
La ingratitud, entonces más impía,
Oc Dios JJos alejara más y más,
Nuestro mismo contento borraría
La memoria del gozo y la alegría
Que no cesa jamás.
8oberbios ¡ay! nuestra mezquina ciencia
Hinchara el orgulloso corazón,
Pereciera la cándida inocencia
Y arrastrada se viera la existencia
A un mar de corrupción.
Olvidados de Dios y del contento
Que él da en retorno del terreno mal,
No acogiera la mente ni un momento
l~i'iC santo y sublime pensamiento
De dicha celestial.
¡ 011! mil veces bendito el crudo llantor
Bendita la tristeza .r la inquietud,
Y bendito mil veces el (1uebranto
(~u mantiene eu el alma el fuego santo
De amor y <le Yirtud.

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-137-

Bsa. necesidad que nos maltrata


De contento, de paz, <le eterno amor,
Es el lazo flrmísimo que ata
A la criatma miserable, ingrata,
Con su eternal Beíior.
J.iJlla nos Jlm·a {t su eterna! presencia,
Ella revive Ja apagada fe,
y· nos muestra. el saber y la clemencia
Con que al Líen la. Divina I)rovidencia
Conduce nuestro pie.
¡.Ay! Jtl quiere qne sólo recibamos
El contento y la pmr, de ~n bondad,
Y por eso Él exige si lloramos
Que la paz y t>l consuelo le pidamos
En toda adversichvl.

PH~\O'l'lUA~ DE L .:\ HELf<HÚX .

j (~né dura, qué :uuarga, qué pesada, qné inso-


portable sería, querida Angélica, la ,·ida ele mm
mujer, que aspirase {t conscn'ar stt dignidad sin
menoscabo, su honor :-;in mancha, :-;n virtud sin
sombras, si la conserYación de tan inestimable s
t{3soros morales esttl\'iesc confiada {l!licameute {t
su fiaq neza y debilidad ! ....
1Ias no es así: el soberano :-4l'iior (lcl UniYer:-~o
ha provisto de tantos apo_,·os~ (le tantos auxilios,
de tantos cousuelos nne. tra Yilla, fJUe ni el fnrm,
ni la desesperación, Jli la ttisteza, rli el desaliento,
debieran jamás ser conocidos por las almas cristia-
nas! No lo "erhm si ellas no ,·e oh·idaran tántas
veces tlc lo que constituye nno (le su¡; principales
deberes y el gran sostén de su flaqtH'Z<t.

©Biblioteca Nacional de Colombia


- J0K-

Angélica, ~ seremoH tan iugrato~ que podamos


olvidar ese acto lwmiltle y sincero: de profunda
adoración, que del>e rendir la criatura miserable
al Hacedor Omnipotente de todo cuanto existe~
¿~o tendremos para nuestro amabilísimo dueño
la. voz del l1ijo amoroHo que saluda á su Padre ce-
lestial, ht ex:presión de agratlecimie11to que la cria-
tura rlCcc,·itada dirige (t su eterno y generoso
bienheclwr, ni la, :úplica ardiente y fervorosa con
que el alma culpable ruega al Altísimo Señor per-
done sns ±hitas, ui ese grito del alma qne se reco-
noce débil é iusuficiente para sobrelleYar el peso
de la Yida, tan sembrada de dolores, tan cercada
de peligros ; y pide tiwor al úrbitm soberano del
Universo para no desmayar en tan áspera jorna-
da~ ... Angélica, todo eso es oración y nada más! Y
<'sa e,; la luz, el apoyo y el consuelo de la. vida, si
se pmctica no olvidando jam{u; que es con Dio:;
eon quieu ¡;e habla.
¡ Oh Angélica! Bi Dios 110 JLOS hubiera pemü-
Lido hablarle, ¿qué sería, de no::;otros en este m nu-
do tan lleno de miserias, de engaños, de (lolores,
de aflicciones, de i ncertidnm bres, de oscuridades
y de peligros ?
¡, Qué sería de nosotros, cuando entrando al
interior de uuestm alma, pensáramos en lo que es
nuestra vida, tan lH'C\'e, tan frágil, tan insuficiente
para satisfacer esas aspiraciones, esos dP eoR de
t'elieitlaü qnc nos ocupan~
~ Qué sería de nosotras, t:iegas, imleti:msas, ines-
pertas, sin comunicación algumt con la Sabiduría
etcrua, sin luz, sin auxilio, sin consuelo ni espe-
ranza '? ... Mas oramo~-;, y ht luz brilla, el día apa-
rece, la¡; esperanzas nos ¡;onríen ; y, ¡ ay ! para
quien sabe orar, la tierra deja de ~:;er oscura, los
dolore,; se mitigan y el llanto no es ya. el gemido

©Biblioteca Nacional de Colombia


-139-
amargo de la desesperación, siuo algo como el úl-
timo sollozo tlc un nifio que halla ú su madre por
quie11 lloralJa !
Oremos, ..\ngélica, mía. Orelllos siempre, y día
por día Ycremos ensancharse el horizonte de nues-
tras espera mmí\ !
La palabra eterna, que baja tle lo alto al <:orazón
lnunano, vicn(• llena ele lnz y dP dnbmra, y sin
sílabas, :,;in sonidos, se hace entender, y le da
Yida. y lo regocija con ese regocijo que Jos Santos
han experimentado, y qne las almas tibias por
nuestra indoleneia no sentimos, pero sí alcanza-
mos á entrever ú {t percibir, en la, palabra, eu la
mirada, en la. somil:;a .... y yo no sé en qné más,
uc las almas que sabe11 11ablar con Dios.
Oremm;, .._\ugélica mfa, y aprendercmo:-; á pa::,ar
por la ticna llC\' HIHlo alegre y Yalerosamente
nuestra cruz, L'8a parte de trabnjos, tle dolores y
nmarguraR, qne es la herencia tle lo~:; tlesdichadox
hijos de B,·a !
Oremos, .Angl>liéa, y l<t brillante Ct•rou:t de ho-
nor, nucstm corona <le cri tia!las tieiPs y uc muje-
res piadosas 110 <.:aerá rota en el fango, al quitarla
1le la frente pam ir <Í dorlllir en la tnmha nnt·stro
último Huefío.
Oremos, ~\ng¡~Jit:a 1nía, ore01os siempre,~· a6Í
cuando llegue la hora 111•1 último c01nbate, quizá
tendremos fuerzas para sonreír, al Yer que se
<tbrcll para uosotros las p1wrtas dl' la l'tt•rnidad.

~\co::;t(nuhrate, ni1-1a iJien :ilmt(la,


A levantar (L Dios PI eorazó11,
A agrad<·cer lmmilclc sns hond:Hks,
A tlrmandar coustante sn ÜlYOr.
La gran<lt' oscuridad en que \"i\·in1o,:;
Bie11 necesita 1le la lnz de Dios:

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- J4-0-

Y la miseria lmmaua y su iguonLilcia,


Necesitan ctemo protector.
Empiezas de la vida tu camiuo,
B ignoras los peligros que uay en él,
Antes de dar un paso, dulce niíia,
Piensa que debes afirmar el pie ;
Si quieres caminar hacia lm; Uielos,
Alza, tus manos, que el Scííor es fiel ;
Y t..'to sólo apoyáudote ctt Ja¡.; suyas,
Podrás sin riesgo y siu temor correr.
Ay (le la joven que miró á lo lejof',
Y de ficciones se dejó engañar,
Porque no supo levanta!· la Yista,
Y buscar en los Cielos la Yerdad ;
Ella creyó escuchar alegre:-; cantos,
Uuando sor<lo bramaba el llllmcán,
La oscura selva le lingió jardines,
Y músicas, lejana tempestad ....
Muy áspem es la enda de la vida,
Oscuro y peligroso CR Rn confín ;
~ólo el Sefíor, Eterno, Omuipotcttte,
Nos puecle sin peligro coutlnciL
Llámale sin cesar, jo,·cu queritla,
En sus manos está tu porYcnir,
1~1 f'S 1u dneíío, tu amoroso padre,
Dr. tn 'itla principio y santo fin!

El aluta ltummm, ~\.ugélica mía, ex ciega, es


débil, es tmfermiza. Uomo ci('ga y como débil,
al transitar por las sendas terrenales, cae mucbas
veces, se bicre, y enaudo menos, signe Hn f•amino
con Jos pie::- t•nlodados.

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- 14-1-

~.Podr{L clcjar de vivi r entristecida , al considerar


:u miseria, sn debilidad, sus enfermedad es, su ce-
guera 't ~ Y uo tlesearíL encontrar nu médico que
h cure, un amigo á quien confiar sm> penas, uu
confidente en quien depositar sus pensamiento s, y
de quien pueda recibir couscjos, en ·ciíanzas y con-
:-;nelos ~
Bl Di vi no Jjcgislador, _\ngélica, lta sabido pro-
Yeer tle auxilio ú todas las necesidades del alma;
y al establecer el santo uilmnal de la penitencia.,
ha no m hrado por .i nez {L un .:\linh;tm Huyo, que lo
representa, que en su uombre ~- con su autoridad
nos juzga, <¡Ut' almubmtlo con la didna luz nos
dirige, que movido por el tliYiuo amor nos oye, y
en el nombre de Dios nos aiJsuelve · {L él damos el
título de padre, y él nos mim como ú hijos ele su
corazón. En sn Bt·no podemos depositar todas
nuestras peuas, aun las má íntimas, seguras d••
t¡uc nmiC<L se alJriríu1 ::;us labios para referir cnále ·
hayan ::;ido nuestras confidencias .
Sn expcrienei<L darú luz ú nuestras oscmidades ,
c~tlmará nuestra::; iuqnietndes , y no.- llm-:L eouocer
cuánto vale un amigo leal, atectnoso y <le¡;;intere-
:;;ado.
Ese saeenlote Yeuembk, ese homhre anJatlo de
Dios, depositario del poder tlel mismo Dios para
perdomw, es el médico de las almas ; y en su 'l'ri-
buual santo, (t <lomk vamm-; enfermos para ser
cnra.dos, flacos para ser a.leutaüos, tristes para ser
com;olados, en ese 1'ribnnal augusto, eu ese juicio
~ecreto que He llanut In, Uoufesióu, se ven milagros
que el mnntlo no conoce, se reciben co11snelos que
la palabm no alcanza á ma.nite~-;tar, .Y el corazón, que
se incliua a,llí desfallecido por su falta de fuerzas,
cansmlo de las Jncbas de la vida, ó frenético por
la ira, (, postmclo por los pe¡.;ares, ·e IC'\'anta fuer-

©Biblioteca Nacional de Colombia


-142-
te, animoso, eonsolado, y si los ojo¡-; se bailan
aún humedecidos cou las lágrimas, e u el semblante
brilla la pal':, y en los labios aparece l:t somü;a que
brota de una alma ::;atisfecba y feliz.
¡ Y rómo no! }._ngélica, si allí ha::; lJaulado con
Dios, te lws rec.mciliado con Dios, y recibido el
perdón de Dios !
¡ Ol1 ,\Hgélica, si nosotros couociéramo~; bien
todo lo (lllC de grande, de santo, de consolador y
benéfico encierra la conü~sión, uos asombraríamos
al ver cómo la Sabiduría etema sabe presentar al
alma humana todo cua11to le es necesario, en el
estado miserabilísimo {t que la conducen las pasio-
nes, su lamentable ignorancia y su eterna flaque-
za; nos asomuraríamos, y 110 cesaríamos de dar
gracias al Altísimo por tan gran beneficio !
¡Criminales ha habi<lo e11 todo tiempo, que arre-
pentidos del delito que acalJan de cometer, corren á
buscar un juez ante quien clcmmciarse, y á quien
pedir justicia, contra sí mismos, y se fleHesperarfan
si no se les iiupusiese u11 castigo!
Y nosotros tamlJién, nunqne por la uicbosa su-
jeción en que Dios y la sociedad nos han coloca-
do, no tengamos la desgracia de ver manchada
nuestra alma con el honiblc Liznc de espantosos
uelitos, siempre tenemos necesidad de luz, ele apo-
yo, de consuelo, siempre somo¡,; viajeros expuestos
ít caer, y necesitamos quien nos lemnte; siempre
nos ensucia el polro del camino, y necesitamos
entrar (t la santa Piscina p:tra salir de ella limpios
y regenerados, y esta reparación del mal que Le-
mos sufrido es una nPCeHidad.
La niña que rodeada tle caricias, se deHcnida y
tleja caer su muñeca, el ídolo tle la ini\.tncia, llora in-
consolable al verla rota, la lcvauta, y HU primer
impnlso es el de rcuuil· los pedazos y devolverle el

©Biblioteca Nacional de Colombia


-143-
sér que tenía. ¡lié aquí PI arrepentimient o, y co-
mo un acto de reparación ! ¡ Pero en vano !
Cada uno de nosotros, al daiíar nna alhaja, nu
objeto preuioso, suspira y hace lo mi mo que la
niiía, y lo mismo que quisiera, hacer el criminal
mTepentido. JYias la reparaci6n, la reparación com-
pleta, cuando se ba, manchado el alma, ú cuando
se ba dado muerte al alma, al alma propia, al
primero y más grande de los bienes, sólo se consi-
gne allí, allí donde la saugre <le Ull Dios lava las
manchas, y hace el milagro <lP llevolver l:t vida al
alma que la penli6.
Cada uno <le nosotros ama la pulcritud y el aseo
de su persona. Cada uno de nosotros deja con fre-
cuencia la ropa usada, se viste otra perfectamente
blanca, y basta el sucio y desdichado mendigo
siente la necesidad de verse limpio ; y nosotros,
seres delicados, amantes de la decencia, ¿dejare-
mos nuestra alma, la parte más noble y digna de
nuestro sér, cubierta de polvo, acaso ~le inmundi-
cia, y 110 sentiremos la necesidad de asearla, de
baiíarla, de curada, llc embellecerla'
Cuida, pues Angélica mía, cuida <imante tu vida
de la limpieza de tn alma, cuida de uo asemejarte
:'t esos idiotas, que ni se esLiman ni se interesau
en ser estimados. Estima en gran manera la dig-
nidad y alteza de tn origen. 'l'n alma, imagen de
Dios; tn propia alma, cuya salud y vida es tusa-
lud, es tn vida, necesita que la vigiles, que la
atieudas, qne la examines, qne la tlirijas, que In
asistas, y ¡,;i la n::.. eníi>rma, que la IleYes al médi-
co cou tanto cRmero cual el que tienen las !me-
nas madres con sus hijos peqncltitos cuando en-
ferman .
Los filt'lsoiils paganos cnidauan de examinar el
estado tlc su alnw, de \'Ciar sobre ella para qne no

©Biblioteca Nacional de Colombia


-144-

contrajese malos hái.Jitos y se euvileciesc. Á\sí,


nosotros también, al examinar nuestra alma, Ye-
rcmos 11nesLros errores, determinaremos corregir-
los, y buscarelllos eu Dios ~- eu ¡;;us 1\Iinistros el
auxilio que uecesitamos para hacer que nuestra
>id<t sea, uohle y digna á lo~-; ~jos fle Dios y :( Jo¡;;
de nnestroH Hcmejantes.

011, eoutigu Heíwr y l'adre mío,


Uoutigo iré al tlc:;tieno y {L ht mnertc,
(~ue no Lay tan uegra ~- espantosa snerle,
(~uc coutigo m<> pueda acobardar;
Porque tú eres mi ~-;anta medicina,
Y mi gloria, mi ltouor y mi riqueza,
'N1 mi amparo, mi amor, mi fortaleza,
Y cuanto tengo Y puedo yo esperar.
¡ ~ \s( te digo yo ! ¡ Iuégo cobarde,
~ólo al rumor de tentación ligera
Jiuír acongojada, yo quisiera,
Lleua de miedo, de pueril temor !
Y cedo al de:;aliento, y uo te invoco,
Para aléanzar tu protección di vi na;
Y ht herida no m{u.; de le\·e espina
Basta mil veces á agotar mi ardor !
¡ ~oy tan déuil, ~eíwr y Padre mío !
'ran pobre de vittnd y de constancia,
(~ue estando tú á dos paHos de distancia
Xi un momento me pnetlo :;ostencr !
Yo más que uadie necesita siem1we
1'n protrcci6n, tn apoyo Hoherano,

©Biblioteca Nacional de Colombia


~o retires de mí tu santa manrJ.
O sin aliento me verús caer
Visíta.me, Hciíor, y no te a.IP.ies
De tu mísera euümna criatura,
mna el oujeto fué de tn ternura,
Ella el objeto üe tu amor aun es ;
Que 110 lut podido, no, mi cobardía,
l\Ii ingrn.titud Yilísinm y constante,
Hacer qne tú me olvides, ni nn in.tante,
Ni que me arrojes n n11ca tlP tns pies.
Es por eso que espero llle lm·autes
Y que el valor me <les qn<" ne<:esito.
gso te pido yo, si te ' 'isito,
Y si k dignas vit>itarme (t mí.
¡Oh, qué fuem tlc mí si no esenc:haras
Mi triste queja·'· mi ardoroso ruego !
¡Ni un t>olo insbtnte ha.llant de sosiego
Y sin ren1eclio te penliera.-Sí!
Y tu sa11gre divina, y tus rlolores,
Y tu~:; lágrimas ¡ ay ! ¡ oh Padre mÍIJ !
Perdidas para mí, por mi desvío,
Perdidas sin tu amparo fueran ya ~
Pero tú me perdonas bondadoso,
Y cuando vienes á mi pobre alma.
'l'anta dicll~t le das, y tauta calma,
Que unnca. tu visita oh'idaré.
¡ Cómo quisiera yo eucontra.r palabras
Uou que poder decirte lo que Hiento !
¡ D'Ias para qué! .... Tú lees mi pensamiento
Y sabes lo <fUe siente el corazón,
)fejor que yo, tú sabes, Padre mío,
Si te amo, si te pienso, si te adoro ....
¡ Oh, de vergüenza y de tristeza lloro!
Vo no sé amarte, no .... es ilusión!
Pero tú puedes en el alma mía
Encender t"Se fuego :o;oberano,
10

©Biblioteca Nacional de Colombia


-146-
Y aniquilar con tu potente mano
Todo amor, todo afecto terrenal.
¡Ay, Jímpiala del polvo miserable,
Que sin cesar sobre ella el mundo envía 7
Y sé tú solo, ¡ oh Dios ! su compañía,
Y llévala á la patria celestial !

LA VIANDA CELESTIAl,,

Después que el alma humana ha tenido la


dicha de purificarse, de recobrar la salud y la vida
de la gracia que había perdido por su falta; des-
pués que cnal el ltijo pródigo ba vuelto á la casa
de su padre, y abrazando sus rodillas le ha pedido
se digne perdonar los diRgustoH que le ha dado,
se siente tranquila, Pnjnga sus lágrimas y tra-
yendo á la memoria cuán amargas ~:;ou las horas
en que faltan la paz y la alegría de la conciencia,
y cuán dulces los momentos en que se cumple
una reparación santa, en que se llora á los pies
del padre y del amigo celestial s· en que al fin se
oyen las palabra~:; tle penlón, suspira consolada y
exhala en esos últimos ~:;uspiros como las heces
que han quedado en el fondo llel corazón, de esos
dolores íntimos que sólo Dios conoce y sólo Él
sabe curar!
Entonces aquel amor eterno c1uc el ciego no
conoce, que el insensible 110 sientt>, que el ingrato
no corresponde, hace 4ne el ministro, dispensador
llel perdón, invite al alllla regenerada á ir á sen-
tarse al banquete dPl HPy de Reyes y Señor de
los Señores, ''y allí H?eihir el pan de vida, allí ser
alimentada con la pura RIIRtanria de la verdad
eterna, que allí el Verbo hecho carue se da

©Biblioteca Nacional de Colombia


-147-

á nosotros como nuestro verbo interior, como


nuestra palabra, como nuestra sabidmía, como
nuestra vida, nuestro sér y nuestro todo! Aquí
la pura fe y el puro amor son los que se alimen-
tan de la pura verdad de Dios, hecho una misma
cosa con nosotros .... ¡ Oh Cielo, decía Fenelónt
mientras que phtzca á. Dios mantenerme fuera de
vuestras puertas eternales, en este lugar de des-
tierro, yo no iré á buscarolS más lejos, pues os
encuentro en la tierra! ¡Yo no conozco ni qniero
conocer otro Cielo que mi Dios, y mi Dios está
conmigo en este valle de lágrima~ ! ¡ Yo lo llevo,
yo lo glorifico en mi corazón; ~Jl vi ve en mí, no
soy yo quien vivo!" (1)
"La divina Eucaristía es el alimento uel alma,
<~S el principio de su fortaleza, es el sostén contra
su debilidad, es el mejor preservativo contra las.
tent.:'tciones. Ahora, f0 CÓmo podría el alma vivir
por largo tiempo de la vida divina sin recibir su
alimento celestial~ ~Cómo el hombre tan débil
por su naturaleza podría refl.istir á las penas de la
vida, á sus numemsos peligros, á sus continuas
tentaciones si no tomara el divino Yiático ~ ¡Cómo
podría conservar por largo tiempo el calor vital
en medio de la at.111ósfera fría, helada, penetrante
de este mundo si no se acercase por lo menos de
tiempo en tiempo al centro de la. hoguera que
c:tlienta. y reanillla las almas ... ·~ ¡ Ob, cierta-
mente se podría afirmar, Hin temor de inemrir en
exagera.üióu, qne una de las principales cansas de
la indiferencia religiosa es la el'casez d~ las comu-
niones! El espíritu cristiano se disipa; el hombre,
entregado á sí mismo, se deja llevar de la corriente
de la iniquidad, las nubes de las pasiones oscure-
cen ht inteligencia y el hombre se bace inc:rédnlo;
(l) }'ene16n, Manual de piedad.

©Biblioteca Nacional de Colombia


l48-
[t, él le parece que su iucredulidad es fi·uto del
raciocinio, pero se engaña, es la com;ecuencia de
un error prúctico e u la vida! Si él hubiera sido
fiel al Dios de la Eucaristía, se habría conservado
fuerte y puro, nunca le hubiera faltado la luz
divina y la fe se habría conservado en su corazón
como una lúmpam mistPrios~t n.lumbmndo la~:~
tinieblas de cst<' mundo .... " ( l)
:Sí, •\.ugélica. mía, para eouservar 1<1 vida del
<tlmtt se necesita vivir en unióu del autor de la
vida; para. que uuestra vida sea lo que debe ser,
necesitamos bel>er en ht fueutc del bien, luz, for~
taleza, geuerosidad, amor, espíritu tle sacrificio y,
en :fin, todo lo que constituye la perfección de la
virtud. Para llegar Ct esta perfección es que Dios
nos ha dado la vida, y luégo añade Ct nuestra vida
mttural ht vida sobrenatura l, la vida ele ht gracia
en la Santa Eucaristía. Que ella sea tu <tmor,
~\ngélica mía, que ella sea tu luz, tn sostén y tu
·consuelo durante la doloros<t peregrinación ú que
nuestro padre celestial nos hfb ~ometido, para que
nunca desfallezcas y nunca. llore¡,¡ siu consuelo ui
esperanza. en medio de !oH pesares, de los dolores,
de los contratiemp os de que está llena nuestra
vida, y para que la alegría de una buena concien-
cia y de una vida noble, pura, útil y digna, te acom-
pañe hasta qne ¡.;e ünmpla cu ti el deseo con que
el ministro de Dios pone sol>re tu lengua el pan
celestial: ¡ Qtw el Cuerpo de NuestN Señor Jesu-
cristo gHai'll(' tu alma pwra la 1•idct Ptn·na! ¡ Así
sea,!
¡!) De ~f , mseii o r Lamlri ot, La. Santo, ]!; ,.cacistt•.t.

©Biblioteca Nacional de Colombia


- 14!)-

Á "\[[ :lfUY l}üEHlUA I;QllRL:XA .:\i LU{ÍA .JOSEFA


~AJU..VJA Y Eí'P~OHA.

1L>\ YÍspera de ~u primera comuni6n).

Al entmr por la scutht peligro~<1


De e¡.¡te valle de llanto y de tristeza,
'L'an cercado de llorriblrs precipicios,
'ran áspero, tan lleno de miserias,
Necesitas de luz, ¡oh .Josefina!
De Yalor necesitas, y de fnerzaH
Y de un:t mano santa y poderos<~
Que á hL n 'z te conduzca y te sostenga.
Tiellef-l, e:> cierto, ú tu amorosa madre,
Uuyn, dulce tcmura er:; tn riqueza,
( 1uyos .·autos consejo¡.¡ Hon tu guía
Y cuyo fuerte amparo eH tu defensa;
J•ero <tl alma 110 l.Jastan ¡ay! no bastau
De mut madre el amor y la prudencia,
~i sus t.iernos, tlulcísímoH ~.:onsejoH,
~i su ardoroso afán, ni sn tristeza,.
(~uc la enda es difícil y escarpada,
Y se pas~L por ella entre tinieblas,
Y la cruzau anchísimos torrentes,
Y rápida es n ncstra fugaz carrera,
Y nuestra mente, ¡oh nií:ia! que se juzga
'L'an sabía y perspicaz, siendo tan ciega,
Parte veloz apenas raya el alba
A buscar Jos encantos de la tierra.
Y luégo nos refiere cuán hermosas
t5on de la clara fuente las riberas,
Y cm1u sabroso el perfumauo aml.iiente,
La u ulee libertad que brindan ellas!
Onánto es gra.to vagar por Ja¡;; montañas

©Biblioteca Nacional de Colombia


-150-
Y descansar al pie de las palmeras,
Y recoger las flores de los prados
Y engalanar con ellas ht cabeza ... !
Y recorrer alegres los jardines
Y buscar emociones balagiieñm;,
En medio de las danr.as bulliciosas
En el tumulto de mundanas fiestas ....
¡Bellct l'S llt vicln! el corazón exclama,
Partamos sin tardanza á esas riberas,
Cortemos esas flores oloro, as,
Coronemos con ellas la cabev.a ... !
Ir

Ya pasaron, ¡oh niña! algunos afio:;;,


Imagina que estamos á la vera,
Y al confín del camino de la Yida
Sentadas junto de uua oscura selm;
Que desde allí lanzamos nuostrm; ojos
Por vol\'er {t mirar aquella senda
Que Yimos tan alegre :r tan lozana
En el albor de 11uestm edad primera.
Ya no es la misma, ¡no! yá no hay jardines
Ni floridas, espléndidas riberas,
Ni danzas bulliciosas, ni coronas,
Ni nwYimiento, ni brillante fiesta!
Sólo se· Yen peuascos escarpados,
rrorrentes q nc de lo alto se despeiian,
Que cortan el camino rebramando
Y abriendo precipicio¡.; por doquiera! ...
¡Cuántas penas, angustias y doloreH
Tan triste perspectiva nos recuerda!
¡Cuántos peligros en que Dios tan sólo
Guardó por su piedad nuestra existencia!
¡ On(mtas, cuántas espinas pnnr.adoras

©Biblioteca Nacional de Colombia


-151-
Que hieren uue::;tros pies, nuestra cabeza
Y nuestro pobre corazón que hallamos
Despedazado al fin de la Cc:'UTcra ! ...
¡Y de cuántos horribles hnrac~me¡,;
Y deshechas horrísonas tormentas
Guardamos la memoria, .Josefina,
Con un Yelo oscurisimo cubierta ... !
¡A. y, así tiene el corazón 1m mano
Cuando toca luwia el fin de su carrera
Como un haz de recuerdos punzadores
Que llenan de amargura la existencia!
Y siente levantarse de sn seno
Un enjambre oscmísimo de quejaiS,
De la impotencia y mezquindaclllcl mundo,
De la nada de todas sus promesaiS ... !

Mas no por eso, J m;efina mía,


Tu corazón se llene de tristeza,
Que si el mundo nos briod[t falsos bienes
Dios promete nua dicha sempiterna!
Y por c::;o al entrar por el camino
De este valle de llanto y de mi ·eria~,
Tan sombreado de amargos desengaños,
De sobresaltos y espantosas penas,
J1Jl Señor te convitla bondadoso
A que te sientes á su augusta mesa
Y te alimentes, ¡ay, ángel querido,
Con el pan de salud y vida eterna!
Con ese pan que en esa noche oscura
Nos t1a la luz y la bendita ciencia,
Que hace mirar como una vana sombra
Los bienes y los males de la tierra !
El sostendrá tu vacilante paso,
El llenará tu corazón de fuerza,
Y mientras comas de él, niña querida,
:Nada en el mundo, ¡ob, nada, nada temas!

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- };)~-

Uon él viene {L nuestra alnw, 1111 :santo gozo


Que al gozo de los Cielos se asemeja,
La posesión de Dios ! qne es cuanto existe
De inmenso gozo, de Yentura inmensa ... !

Ahora, pues, tu corazón prepara,


Abre de par en par sus anchas puertas,
~iembra de hermosas ttorcs su camino
Y derrama perfumes por doquiera:
Huega al ángel hermoso que te guarda
r['e preste SU profumla l"CYerencia,
Al serafín sus célicos ardores
Y {L tu J\Iatlre di vi na su pureza:
\:" escondida en la nad;L l1e tu nada,
Más humilde que el poho de la tiena,
ltuega al Seíior, al t:;auto de lós Santo¡.;
Que baje al alma de sn pobre sierva!
Y cuando ya le mires en tn seno
Y en él la gloria de los Cielos tengas,
Abrázate con Él, llora, de gozo,
Ofrécele tu amor, tu vida entera, ... !
¡Oh, dichosa de ti si nnnca olvida¡,;
Esta tan grande, tan solemne fiesta
Que guarda en sí la dicha interminable,
J)a santa, dulce y celestial promesa!

TIA -:\IBlnl Y" • 'El>.

~í, Angélica, el almtL sufre ltamure y sed. El:


alma siente una necesidad, u11 anhelo, un deseo·
que no se satisface con 11adn. de lo que encuentra
en la tierra.
Un pensador ilustre, uno de los más distÍiwui.-
dos oradores de nuestro siglo, M. Lanu·l'iot,.. ti~nc·

©Biblioteca Nacional de Colombia


-1ií3-

sobre este ¡;ufrimientu del alma peusamieutos tau


elevados, tan admirables, tan bieu expresados, que
sería una especie de egoísmo el no hacer que tú,
Angélica mía, los conozcas, y lo¡; aprecies, y los
medites, y te sirvan tle antorcha en el osenro ca-
mino de la Yida.
El distinguido Obi:spo habla así á lm.; ::;eüora;:;
de la Congregación, de la :Jiiserieonlia tle Ueims:
"Vosotras tenéis una, inteligencia formada para
recibir la luz y que tiene hambre y sed de verdad;
esta bambre y esta sed o,· atormentan, solJre todo
en ciertas época~>, en que el sentido de lo infinito
se despierta en Yosotras, en que In. vista de la¡.;
mentiras ~- Jas perndia:-.; lmmanas indigna {L mm
alma, formada para la, vel'll:l<l. J~ntonces os reti-
ráis sobre altmas üwisibler-;, sobre e¡;a¡.; monta-
lía:-.; eHpil'ituales del alma, en que parect' que nno
está. máK cerca del l'i<::lo. Yosotras soííáis con otra
cosa; sul:lpin'Í is por la lnz pum y sin :;omlJras dt•
la verdad; queniais lJMiaros en eHas olas divinas,
J.ejaro · penetrar de sn :nstancia, infinita, penlero!-i
en ese océano, y separaros enteramente y para
siempre de esta tiena. <le lllentira y de iniquidad!
¿Y salléis vosotras lo que es eHe snfrimiento, lo que
significa esa angustia, de la cual vosotras mismas
no os dáis perfecta cuenta ? Es el presentimiento
de la Uomuuión l!~ucarística, 1lc todo lo que ella
liOS prepara en los Fiiglos de la. etemidad. '\'oso-
tras ~;u. piráis por el reinado de la verdad, que-
rríais uniros ít ella, identifkaro¡.; eon ella; y ::;i
los sabios, cuando son perseguidos por la pasión
del estudio, tmtau, como se üice, de devorar la
verdad en los libros, vosotras queniais devorar la.
verdad en su esencia infiuita, querríais ' sacudir
todas esas nubes de la tierra, todos (·sos fantasmas
que se os aparecen, todas esas co1nerlias que se

©Biblioteca Nacional de Colombia


-1.)4-

representan por donde quiera; qnernats, como


decía un antiguo, llegar {t las fuentes frescas y lu-
minosas de la verdad, sumergiros en ellas y desa-
parecer uajo sus profundidades, como un sér que
ha encontrado el yerdadero elemento de su Yida.'
Yo os lo repito, alma::; heridas, almas ulceradas
por una llaga <livina, por una llaga devoradora;
vosotras tenéis el presentimiento de la Comunión,
porque la santa Comnnióu es, bajo los velos de la
fe, la unión con la verdad infinita; es una realidad
misteriosa, y al mismo tiempo el símuolo y la
prenda de sn posesión completa, en la eternidad."

Cuando se piensa, Angélica mía, en la dignidad


y excelencia del alma humana, en la <Llteza. de su
origen, en la elevación de su destino, eu su inmor-
talidad gloriosa, y en todas las dotes con qne el
Señor la ha distinguido y adornado, se alegra '31
corazón, y levantando la frente miramos al cielo
con una especie de pasmosa satisfacción y dulcísi-
ma esperanza.
Mas fLy; ¡cuántas veces tenemos que inclinarla
tle nuevo, cubierta de vergilenza al contcmplat
cuán mal correspondemos á lo que reclama de
nosotros la dignidad gloriosa de nuestro sér, con
nuestra vida, con nuestros afectos, con nuestras
costumures é inclinaciones! Debiendo tener nues-
tras aspiraciones fijas en la altma, las inclina-
mos neciamente á la tierra; teniendo coronas con
que ceñir nuestra frente, nos entretenemos en
cortar las frágiles florecillas que encontramos eu
nuestro camino; debiendo adornar y embellecer

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-15:)-

esa alma inmortal que se nos ha dado, sólo cuida-


mos de adomar fll polvo vil que la encierra; de-
biendo a.spirar {t hacer cosas grandes y dignas de
la inmortalida d, disipamos el tiempo empleándol o
en niñerías estúpidas y mezquinas. Debiendo
amar la ciencia ue Jas ciencias, la virtud, amamos
los fi:-ívolos pasatiempo::; y las mentidas satisfaccio-
nes del corazón . ¡ Cuánta¡;; contradiccio nes entre
nuestras costmn brm;, nuestros afectos y 11 u estros
clestinos! i Ctün f¡'tcilnwnte nos contentamo s con
la sombra. de una felicidau quimérica dejando la
verdadera y sólida, dicha ! ¡ N os dejamos engañar
como el niiio, solta11do el oro que tenemos en la
mano por recibir un puiíado de confites !
.c\.ngélica, eres todavía nifia y sin embargo es uc-
cesario que desde ahora te acostumbre s Ú.lJCllsar en
cosas dignas de tn inteligencia , á. hacer cot>as úti-
les y la,udablcs, {L desear bicues positivos y dma-
cleros, útiles conocimiento:,;, sólidas cualidades, vir-
tudes verdaderas. J1Js preciso que aprendas ú dis-
tinguir lo que constituye el verdadero mérito dt>
una cl'iatunL racional, euyo origen es grande y cuyo
destino no está cneeJTítLlo en este mezquino círculo
de dfas que eomporwn la vida. terrenal. :Forma
una alta idea. de tn Rér; piensa que tn alma estCt
dotada de poteneia:,; ;ulmirables, qnt~ la memoria,
ese don extensísimo del Uiclo, no se te IJa dado
para retener bagatelas, r1oLieias insnstaneialc:,;, eo-
plas é ltistorias tal ve;~, itHleeorot;aR.
Piensa qne tienes utt tesoro iurrrenso en tn
comprensió n y entendimien to, y no lo disipes oen-
pándolo en niüerías, en Y:tnas curiosidades ú en la
adquiflición de conoeimient m; inútilc:,;, y mucho
menos en entender cu esas historias inconvenien -
tes, en esos ruido:,;os (l inmorales acontecimie ntoH,
que tan fmcuentes son en las societlades en que

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- Uíti-

no reinan la. Yirtud, I:L sólida picnad y lag ;.;antas


doctlinas de la. moral cristiaua .
.Estima en lo qne valen lo¡; atectos de tu comzón
y gnárdalos pant aquellas pen.;onas qne de ante-
mano te hayan merecido la amü;tad y estimación
de tus padres y de las geutc;.; r;ensatas. No te pa-
gues de Yanas exterioridadcH, (k atractiYo::; y gm-
cias superficiales, ama lo que debe ~:>er amado, la
virtud, el talento juicioso .Y euno1Jlecido por cos-
tumbres intachables, y los :,;entimientos 11oble:-; y
elevados de los corazones generoso~.
];~t hermosura, las Jw.bili.dade~:~, el iugeuio, las
huenas maneras y las gracias de una buena eou-
versacióu pueden agradar; mas si estas bellas elo-
tes no están nnidas {L sólidar; drtndes dignas lle
estimacióu, desvía tu;; ojo~:~ y tu inteligencia de
los ~ttractivos superficiales que dan esas gracia::;
pasújcras, par:.t qne tu corazón, débil é inocente,
no se atlcione ú nada q U~' no Hl'a HHlY tligno <le
esti111ación y <le re:speto.
~\hom bien, ..:\ngélica. mía; si esta¡.; eualidmles
del ingenio y del espíritu 110 son digna::; tle íljar tu
atenci6n, ni <le merecer tu atecto cuando Ho estúu
unidas á la ,·irtud, ¡, lo serán loí:! espectácnlos, las
diYcn;iones y los pasatiempos ? ; lo serán 1:18 re-
ereaeiones peligrosas, Jos aplausos '! ¿, lo f;el ún los
brillante;; adornw.;, los ricos \'estidos, las galas in-
moderadas~ Olt .\.ngélica, ¡ cuá.n pequeiías é iu-
signHkante~; sou y tlcben ser ante los ojos de una
jovcJJ fillC conoce, estima y respeta la grandeza )-
dignidad de :m alma! ~\.y, Angélica mía, tú no
saLei-; hoy en{LUt[L felicidad puede dar á la existen-
cia de una débil mujer el conocimiento de la gran-
deza d<' :,;n alma y de la sautidad de HU misión y
de la eternidad de su destino. ¡Cuánta elevacióu
en sm; ideas, en<Ínto desprecio por los mezquinos

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- l:J7-

bienes de ht tierra, cuá11ta resignación ~n los con-


tratiempos, cu{tnta esperanza asilada en el fondo
del alma, cuánta uoblez:L en el porte, cuánto y
cuán importante tlominio sobre sus inclinacioner:;,
cu::'toto amor :'t sus deberes, cuánta generosidad
para perdonar las iujurias, cuánta magnanimidad
para, sobreponerse :'L las opiniones caprichosas é
injustas de la sociedad, cuánto denuedo y noble
altivez pam colocarse lejos, muy J~jos de las apre-
ciaciones vnlga1·es y de los juicios erróneos de l:l,
multitud! .. ..
Oh ~ \.ngélic:a, esto \·ale mucho. ¡ Dicllosa tú si
{L fuerza, de ocupar tn mente en pensamientos ele-
vados, aprendes á juzgar con rectitnd cuál sea el
verdadero valor que tengan todas las cosas, todas
las personas y todos los ~:;ucesos que te rodean du-
rante tn vida ! N o te contentes, no, con ser como
las avecillas del bosque, las cuales emplean ·u vida
y sus instintos en componer su bdllante plumaje
y dar al viento sus arm(micos gmjeos; porque, no
lo olvides, tú tienes una alma inteligente é inmor-
tal, y quien ha- sido eriada pam elevar sn vuelo
hasta, la altura, aun más que la águila altiva, nun-
ca debe abatirse resbalando vilmente sobre el haz
tle la tierra, como el reptil despreciable que se
arrastra en el faugo porque no puede mirar al
cielo ni. tiene alaR con que elevarse hasta la altura.

Bsa eres tú, reptil c:tbominablc


Que te arrastras inmunda, por el suelo,
Porque pesajustísima del Cielo
Sobre tu raza eternn. maldición !

©Biblioteca Nacional de Colombia


-158-
Bsa eres tú, uel fa11go habitadora,
Cruda encmig<t de la humana gente,
Por quien urota el sudor de nuestra frente,
Por quien existe el llanto y la aflicción 1
Del primer crimen con que el hombre insano
Osó queurar de Dios el mandamiento
La ca.usa fuiste tú, tú el instrumento,
Que ~atanás en su furor buscó,
Y del primer suspiro doloroso
Que la mujer lanzara en su agonía
La causa fuiste tú, tú quien impía
Su venturosa paz le arrebató.
Con tus promesas é infernal astucia
Tú labraste su horrible desventura,
Y en vez de darle ciencia, <le amargura
Llenaste su pacífico existir ;
Y lágrimas la diste por bebiua,
Desde que á ser culpable la arrastraste
Y á sus míseros hijos condenaste
L\. llorar en la tierra y ú morir.
¡ Qné diclm para ti ! que con envidia
La grandtza. del lwmbrc contemplabas
Y en su inocencia y Ru ventma hallabas
Un torcedor para tu pecho vil!
¡ Qué dicha para ti el haber trocado
Su uienandanza, su eterna! grandeza,
En tanto atan y mísera pobreza
Y en tanto duelo su primer abril !
¡ Qué gloria para ti, verle caído
Perdida la quietud y la inocencia
Y darle en vez de sn adorada ciencia
La humillación y el llanto {t conocer!
Mas ¡ay de ti, reptil abominnblc!
Mas ¡ ay ele ti, vilísima serpiente !
Porque ha de hollar tu maldecida frente
La. planta virginal de una mujer!

©Biblioteca Nacional de Colombia


-159-
li

Ves cumplida, por fin, la gran promesa


Que hizo al hombre su Dios Omnipotente
Y una doncella pura é inocente
'ru satánico orgullo quebrantó;
Y en v~tno ya de tu poder antiguo
Quieres buscar un resto por doquiera,
Que si venciste {t la mujer primera
La escogida de Dios te encadenó.
Y por eso te escondes en el fango
Y no alzas nunca tu maldita frente
A contemplar con gratitud ardiente
Las portentosas obras del Señor,
Y por eso aborreces {L los hombres
Que alzan su frente hasta tocar al cielo
Donde ~speranzas hallan en su duelo,
Y delicias que colmen su dolor.
Sí, porque ves que el hombre apenas toca,
El sucio polYo con ligera planta,
Y que del lodo presto se Jevantc't
Para acercarse mús á su Hacedor;
Porque conoce¡.: l:lll elevado origen,
Hijo de Dios, de Dios l~t semejanza,
Grande por sí, más grande en su esperanza,
Heredero del reino del Señor.
Porque sabes mny bien que el hombre teme
:\[anchada Ycr su ennoblecida fi·ente,
Y tiembla y se llonoriza si en su mente
Un pensamiento infame descubrió;
Por eso, miseraule, le maldices
Le de. pedaz:u; con tn boca impura.,
Y en acecharle aleve, tn ventura,
'ru placer y tu gloria se fiucó! ...
Y cuando sufres de tu negro encono
Y de tn envidia el iofemal tormento,

©Biblioteca Nacional de Colombia


-HiO-

're JJOJnbra¡.; á ti 1uismo el in¡;trunwnto


De la, jnsta vengauza del Neiior;
Y enumeras defhomhre las miserias
Para anaucarle toda sn csperamm,
Y le niegas con Dios la semejanza,
Cuando t~xela.mas rugiente de furor.
"Oh, si el sauto recuerdo de su origen
Pudiera yo anancar tle sn memoria
. U tin lograra entw la sncia escoria
Verle ~:;umido cual me encne11tro vo!
)fas son tan grau(lc:-; sn altiYez )' 'orgullo
(~ue •lt'l mundo se juzga t\l souenu1o ....
Blason~L de inmortal ese gusano
•\_ quien del Jodo vil .Telwvá torrnó !
"¿Cómo inmortal y grande y poderoso
JDI juguete de necias aficiones,
g¡ esclaYo infeliz de las pasiones
(l,ue deYomv su propio corazón ?·
¡No! como yo,¡ gusauo miserable!
Y como yo, ¡ mortal infortunado !
Más soberbio que yo, xí, más cnlpatlo,
lVIás indigno de gracia ~' de perdón."
'ral dices tú, serpiente detestable,
(~, ne si del hombre envidias la grandeza,
Ya que alcauzar no puedes su nobleza
~\. tu 11ivel quisiérasle bajar.
Hf, porque al Yer cuanto en el mundo es grande
Y bello, desde el hom hre hasta las flores,
'l'u desconsuelo aumenta y tus furoreA,
Y con tn aliento qniéreslo manchar.

Ul

\:'o te he eucontnulo entre las flores bellas


De la pradera y del ja,rdín ameno,
Ornlta sí, mas con el pecho lleno

©Biblioteca Nacional de Colombia


-Wl-

De \·eueuosa envidia y de rell(:or.


Yo te he visto romper laR gayas flore:-;
Del tulipán, fiel lirio y la mosqnetn,
Y con lodo mancl 1ar de la Yioktn
f!jl bellísimo y tímido color.
Yo te he \"isto también quebrar el tallo
De la gentil .Y púdita aznceua,
Y con tu boca, de imnmulicias llena,
Kus bals{tmicas hojas destrozar.
Yo te he ,·isto rozaiHio cou tu csea111a
u .epugnantc, enlodatla y at;querosa,
l~l hotoncillo de fragante rosa
<Jnyo aroma 110 cesas de envidiar.
Yo te he visto t.ronehando los ;~rhm;tos
e.¿nc con afán cultiva el janlim•ro
(lnc sólo ot~jcto tlc sn atl'm y •~smern
De sus fi1tigas y cnidados son.
'L'e oí tambit\n :,;ilbar eomo i1uit.uulo
Del cínito la necia carcajada,
Al contemplar rná,u vil ~' degratlad~L
De mm mnjer tornó la t'Ondici6n.
Bnsc:u; el dtliz dt> la tlor lH'I'IIIO!-<a
Pam :UT~jar al aire sn semilla
Como el pudor de ,·irginal mejilla
]1}1 libertino ::wranea sin piedad,
Como el ateo en el hnm~mo pecho
De la virtud el germen solieita,
Cuando audaz y .·acrílego le quita
l;;.t esperanza, ln. fe, la caridad.
¡ Oh, qué desgracia para ti ! J >otada
De un instinto tan claro y 1lespejado,
'rn inclinación 111alignn te hn, llevado
.A Lacer el mal y uetestar el bien ! ....
Tú que pudiste ser como la abeja,
De los hombres amiga bienhechora,
¡, Por qné has querido ser merce<'dora
11

©Biblioteca Nacional de Colombia


-162-
De su j nsto rencor desde el Edén 1
¡Oh! ¡,Por qué en vez de alzar como las aves.
De gratitn<l mil llimnos al Eterno,
Con tu silbido imitas del infierno
La algazara y el hórrido estridl'r?
~Por qué en vez de servir á las criaturas
Que formó con bondad su santa mano,
Has de ofrecerlas en tu diente insano
Un veneno terrible y uestructor ~
¡ Ob ! si fueras benigna y candorosa
Cual uel bosque las simples avecillas,
Y pura cual las bellas florecillas
Que son el ornamento del pensil !
Si fueras inocente y llalagüeña,
Y benéfica, y dnlce, y generosa,
Fneras noble también, fncras l.termosa,
Que es sólo tu maldad quien te hace vil.

ESTll\fACJÓN Y ltESPETO 1
J_,AS }'AUULT.ADES
DEL ALMA.

Graodes son tos dones que Dios ba concedido


á. la ltumaJpidad, An¡.!éliea amada. Pero así como
un montañés ignorante eclnt por tierra un árbol
mediciual de raro precio, y lo convierte en leña
que hace quemar f'in pena alguna, y como otro
rústico deniba un monumento importante ó mu-
tila una maguíiic:L estatua .... Y ar;í como un
niño iucnlto rompe nna bella pintura, dalia un
mueble exquüdto, cleHgarra. un libro precioso ....
así la h11mani<lad irretiexi\·a se acoi:iLumbm á da-
ñar, á ma.neltar, {~ malbaratar las más preciosas y
estimables riquezas del alma, que son la memoria,
el entendimiento y la voluntad ... !
· Sí, Angéliea, la lmmanidad 110 piensa, por eso

©Biblioteca Nacional de Colombia


-163-
uo conoce, no estima como debiera los incompa-
rables tlones con que la sabiduría eterna la ha
favoreci1lo; por eso no sabe utilizar ni salle hon-
rar las potencias del aJma, empleándolas debida-
mente.... .
Para hacer mús perceptible mi pensamiento,
quiero, Angélica mía., presentar {t los ojos de ttl
almtt un ejemplo: fmagina que entras al aposeut<r
de una de tus amigas, y al ver por tierra un bello
cofrecito <le nácar con dibujos de oro ricamente
cincelados, te diceg á ti misma: qué obra tan bella,.
qué mueble tan exquisito, sin onda que en él sólo.
se guardan perlas y diamantes.
La intimidad te da permiso para ver las rique-
zas qne entre seda y algodones perfumados debe
guardar tan precioso mueble ....
Tuerces la llave, levantas la tapa .... Un olor
acre, desagradable hiere tu olfltto .... Allí no
hay lo que lleuiem haber: .... lo que hay son unas
frutas en putreütc<:ión .... duraznos, U\'as, cirue-
las, mangos olvidallos allí que se han daiíado, y ad-
heridos á la finísima conekt la han manebado y
mancbado sin remedio ....
Así, Angélica mía qtwri(la, así queda nuestra
memori<l, uuest.m inteligeuci;~, nnestra Yoluntad
cuando las ocupamos imlehillamente . ]{eflexionc-
moH nn poeo:
¿Serán dignas de oc u par la, memo1·i<t de una
joven, y su entPIHiimiento y los afectos de su cora-
zón tántas futilidades, tántas mit;erias, tántas lo-
curas eomo sin eesar se crm:an dehtnte de nosotros,
sin que la retlexiiÍn y el j nicio no¡;; hagan separar
de ellas 1ft inwgimwiór1 f g1 aclomo de 1111a cabeza,
el color ó el corte de un trnje, la novedad <le un
mueble, ~merecerán Ir oras l,ll te ras de meditación,
de contenrrlaci6n , <le anlientes deseos, (le largas

©Biblioteca Nacional de Colombia


- 1()4-

y reiteradas eonterencias entre jóvenc~ bien edu-


cadas, piadosas é inteligentes !
~Los versos, los romances, las novelas pre~:;tarán
materias tan dignas y eiPvadas Ct la memorÜL y al
eutendimien to, que sin ril':-;go pueda cousagn't rseles
el día y ht noche, haciendo de ellaK el a.limento
üworito del ahn~t .. . t l,o:-; figurines de la moda,
la c róni ca <le las tertulias, las anécdotas de las
.O.isensi.oucs de hts H:tmilias, los suceso~:; menos
edificantes, ¿serán asuntos que conjusticüt y ba:jo
el dictado de la decencia deban ocnpar las facnlta-
lles del ahnct sin euvilceerlas .Y <legr::ttbrlas '!
Los hombre~-; poco e!iCrupnloso>; y hasta lo~:; más
despreocupa dos, notau bien cu{tuto hay de incon-
veniente en todo esto, lo gna,rdan en sn cora.zón y
<le ahí toman motivo pam despreciar (t las muje-
res, porque <·.Jlos, ú pesar <k todo, ;tmatt el juicio,
la. dignidad y la. virtud.
Así, Angélica, a~-;í potlrütmos ~:;eguir exaluiuando
los materia.les co11 que mnclms \'eces se llenan la~
ahua.s, y lmllarímnos que dentro <le ellas casi no
hay uada de lo c¡ue tleuicr:t b::tber, y qnc ~;i pmlitL
ra.mos lcYantar el Yclo qnc las cubre, 110 hallaría -
mos perlas ~- tliama.ute~:;, qniero (lecir, eouocimien-
to¡.; útiles, nobles idea.~-;, elevación de sentimiento s
y el bne11 olor dt• las virtudes, ~-;ino ltqjn~-; sPcas,
tlorc~-; nwrehita.;, poln>, mhwria ~· nada.
Neres racional e~-;, ;, por qué no empleatttos laH
t~wultalle~-; de nneRtra, alllla ta.11 tlignamentc <·omo
\'llas liiCl'CCPII 1 ...
¡ A11gélica, Dios yi\·c, y hL meuwria de Dim; es
muy tluke, muy grande, mny fligna tlt> oc11par laH
potencias tlc nuestm alma!
La rreacióti eutera, tan asombrosa, tan bella,
tan grata, es muy digna de ocupar nucstm aten-
dón, muy ca.par. de condnciruot> (L Illeditacione ~r
.admira hles, {t nw¡litaeione¡.; santas y sa In dables !

©Biblioteca Nacional de Colombia


-JI)!)-

Üt~> leye::; que la H<tuhlmía etema IIO::l lta dado


~:;on tan razouables, tan llenas üc justicia, tan
capaces de mantener el orden, ht tranquilidad, el
bienestar c11 la familia humana, que llleditadas y
obedecidas darían la paz al Universo, y en ver- de
la sangre que corre Ct torrente:-; ('ll los eampos de
batalla, se verían por tloll(le qniern los frntos del
trabajo y de la Yirtud.
La misión de la IUl\jer t'JJ el seno üe la ÜLrnilia
es tan honrosa, qne bien meditada haría que cada
nna de nosotras, cumpliendo con ella, llegara
:1 contribuír aumirablement(' ;'t hacer la, dicha de
la sociedad, ú darle honor y glori<t y duradt>ra paz.
Mas no pensamos, .\.ngélica, 110 liJf'<lit:nnos, )" de
:>hí viene tánto y tánto mal!
En nuestros 'clías, ángel mío, en 11uestros días
moría nn joYen 011 tm ltospital. Uabía sitlo ltcrido
ele muerte 11<' ht manera 111Ús trágica _,- ulús dolo-
rosa que es posiule, y al <lespedirse de la sociedad
escribía t•stas palabws: " H(! oru.:ado la sentlct do
ht ·vith~ sin recogerme t:n mí ni IW iw:;tantc . .• ! "
¡ Esa fné su desgrac:ia! ¡ N UtH.:a supo meditar,
nunca :mpo pensar Lle dúnuc Yenfa, ú dónde iba,
cuál e m su destino, para qni\ Fit' Jc babía concedido
Ja virla, en qué dcLía emplear laf-.i facultades del
alma. .... ~- ~t· lliw illfeliz y mu,rití prematura-
mente!

<)b cuán triste y oscura y desdichada


Es la Yida de aquel que no medita,
Y \'Í\·~ sin pensar que uecesita,
~auer lle dónde Yieue,
Saber (L dónde va.

©Biblioteca Nacional de Colombia


-16ti-

El que mirar no sabe al alma propia


Ni la coteja con la ley divina,
N o sabe, no, si al bien 6 al mal se incliua,
N o sabe de do viene
Ni sabe :'t dónde va.
¡ Oh triste el alma cuyas grandes p1wrtas
Samás se abrieron {L ht luz del dfa,
Y siempre eu noche lóbrega y sombría
N o sabe de do viene
No sabe :'t dónde va!
El qne quiere salvar un m1cho paso
Atento mira, ateuto considera
El vuelo que ha de dar tí su barrem
De~:;de dónde la empic~-:a
Y hasta qué punto Ya.
La joven inexperta que hoy empieza
A transitar la senda de la Yida,
~Podrá correr alegre y advertida,
Sin pe11sar de <lo Yienl',
Sin meditar do va?
Meditad, meditad, amadas niiías:
La senda de la vida es muy oscnm,
No la toméis jamás :'t la Yentura
Sin pen ar d6nde empieza
Sin meditar do va!

¡Paz á las almas, ~\..ugé lica mía! ¡Que ellas


sigan su camino hacia, la eterniclad, alumbradas
por el sol ele justicia! ¡ (~ue Rn carrera sea pacífi-
ca y tranquila como la suave corriente de la igno-
rada fuentecilla del desierto, y q ne, como ella, pasen
haciendo bien. Par. {t las almas de la¡;¡ ancimms!

©Biblioteca Nacional de Colombia


-167-

¡Paz {t las almas de las j6venes! Que el polvo que


levanta el vendaba! del mundo no venga {L lasti-
mar sus ojos; que los torbellinos de marchita hoja-
rasca y de mezquinas pajas que se forman en el
espacio u o les finjan ni palmas, ni coronas, ni flore~,
ui jardines que llevcu tras sí sus úvidas miradas.
¡Oh, quién pudiera fijar en el pecllo jm'cnil la se-
renidad y la calma de la edad madura! ¡Quién
pudiera, sin apartar de sus labios la dulcísima son-
risa de la inocencia, llacerles ver las sendas difíciles,
los pasos peligrosos por donde tendr{m que tran-
sitar ! ¡ Quién pudiera poner ante ellos nn camino
seguro, sin emboscadas, sin precipicios, sin tem-
1Jestades, in torbellinos ! .. ..
Angélica mía, bendice al eiíor que basta ahora
lln. preservado tn viua de las tempestades del
alma. Pero oye: algunos caminos carreteros llay
en nuesh·n. patria, mas no lo son todos ; y en gran
número los hay difíciles y peligrosos. La senda de
la vida se asemeja bien á las sendas por las cuales
nosotros tenemos que transitar cuando salimos de
amestras casas.
Bueno es viajar, Angélica mía, lmeno· es viajar,
pero meditando, y comparando los contrastes que
hallamos con las dificultades que tan frccneute-
mente se nos presentan en la vida.
Brilla espléndida la, luz ele la maiíana. ;:;algamos
.ae nuestro hogar. ¡Qué bellos campos, qué alegre
perspectiva., qué frescura tan grata, t1ué ciclo tan
azul! . . . Ou{mtas flores, cuántas fmtas, cuánta
dulzura .... ¡ Oh! ¡ Esa es la adole¡;;cencia., la bella
juventud!
Termina la pradera: es necesario tomar una
senda áspera y empinada. Los rayos del sol nos
lleslumbmn, sn ardor nos abrasa, la fatiga nos
agobia .... y no hay una choza, ni un árbol que

©Biblioteca Nacional de Colombia


- lfitt-

nos culJra .\' nu~-; refresque. ~ólo Dio;; puede llamo;;.


auxilio .... Bsperemos, ,~¡ 110 nos faltará! ... .
¡ 011 Augélic;t! Bsta es l~t IJom ele los Hacrificios .. .
J'1Jsa hora en qne e¡.; necesario t>mpezar á dominar-
.nos, (L contradeciruo:s, (t veucemo;;, {L tmbHjar eu
adquirir las Yirtudes .... Y esto cau:sa, est_o fati-
ga .... Pero Dios est:t ahí: inYoqnérnoslo. ~l est{L
ahí pam soconemoH .... l)oco á poco ~-;e ya, oscu-
rccientlo el llíH, nubes (·cnicienta~-; vau cambiando
la, per:spectiva .... Esas ~'011 lm; decepcione:, lo!:>
uesengaÜOS, la COIJHCCUeUCÜI 7 trLJ \'l.'Z 7 de CllVÍuias
Heerctas .... ~opla el Lclado vendahal de las moa-
tafias, llegamos á uuas lwjadas dilieilcs, peligrosas;
la niebla cmza delante t1e 11 nc:stros ~jo¡.; .... ¡Ay,
esos gon Jo¡.; amargos <lías en que la calnmnüL nos
turba, e u que las ingra,titndes nos desorieut~lll, m1
qtw el desamor u os hiela ! .... Hctum bau los trne-
noH, viene la lluvia, se cmzan lo:'! relámpago::;, cae
el rayo! ... Hé aquí los doloreg, las enfermedades,
la muerte üe los seres quel'idol:l, •p:te hacían la deli-
cia ue 1mestm vitla ! .... ~ Qué se hace entonces ~
Guarecerse rlebajo de un árbol, clamar á Dios y es-
perar á que pase Ja tempestad ! ... y ¡.;iewpre, siem-
pre seguir nuestro camino evitando los malos pasos.
Esta es, Angélica mía, la, bi toria de nuestm
vida. Elht no es otra cosa que un camino {Lspero,
peligroso, que va por en medio de sendas difíciles, e11
clonde apem.tl:l se encucnt.m nno que ott·o punb>
pam reposar por ureve rato, una que otra flor para
recrear Jos ojos, una que otm perspectiva risuefia1
para que desmtnse por unos momentos el comzóu'r
y pueda, con menos dificultad, continuar su viaje t
¡ Valor, Angélica mía ! valor, resignación y eons- · ·
.tancia par3J seguir el camino de la Yida, mirando
siempre al Ciclo, y llegar (t 1111 término feliz y des~
<:ansar eternamente.

©Biblioteca Nacional de Colombia


-Itm-

.I'JL AÑO ~{JgYo.

~;n t-1 alhuut de In. seiiot'<t .:\1argal'ila C. •le l'lll' i1.

~.No Yes cómo se pa::;au, )Largal'ita,


Una en pos Lle otra, las fngacc::; hora:-,
Y cómo se leva,ntan las amora:-
y huye eada 1m a para no ,·ol\'er ~
Así pasaron los felices días
De uuestr:t débil y dichosa iuütu<:ia,
Y su recuerdo lleno ílc fraga.nci<t
Podemos solamente retener.
¡ Cuántas vicisitudes, cuántas penas,
Han uutrchit.'tdo luégo nuestros días!
¡ Cuántos pesares, cuántas agonías
Ha suti·ido 111ás tarde el corazón !
¡Ay, :Margarita! un aíio tra: otro aíio
Viene con su placer ó sn amargma
Y ca.da uno 11os dice: " fJa \·entnm
De este mundo falaz es ilusión ! "
'J'ú eres feliz ahora, mas tu diei~:L
Mezclada eon las pemtR lle !::t. nn ·encía
're hace probar también por experiencia
Que no hay gozo sin mezcla de pesar.
¡ Alt! si al fin :-tprencliése1nos nosotras
.\levantar más alto el pensamiento,
A. despreciar la pena y el eonteuto
Que por tan corto tiempo han de dura.r.
¡ Cómo entouces con ánimo tranquilo
Miráramos llegar Jos nueros a.ltoH
Sin temer los pesares .r los d:uíos
Que en ellos nos po<lr[ut sobrere11ir t
El alma fuerte con sn 14.~ divina
Puestos los ojos en la lnz del cielo,
~Jspt>ra.m de Dios todo consuelo
Y llt>jara e u su ma.no el pOl'\'Cll ir.

©Biblioteca Nacional de Colombia


-170-
1Dste e~:;, oh :Margarita, mi deseo.
Cuando el aiio <]Ue empieza nos saluda
Si paz serena, si tormenta crnda,
_\ nuestras puertas viésemos llegar,
<~ue la dicha no alcance ú deslumhramo~,
Que la pena jamás nos acobarde,
(~ue Pl bien ó el mal que el porveuir nos guarde
Nos sepa impertmbables encontrar.

j (l U AH DA lJI<iL C'Olt1\ZÓN !

¿Qué cutentlerá¡.¡ tú, niüa querida, qué enten-


derás tú de estas palabras : guarda del corazón ~
¡. Guárdalo de qué, de quién, por qué, para qué,
en dónde, cuándo, cómo? .... ¡Ay, pobres niñas!
uulces, puras, nobles, sencilla~:;, inocentes en medio
tle un mundo áspero, amargo, maligno, vil, inno-
ble, tlesleal, mali ·io ·o, injusto y detestable! ! ! ...
¡ Oh sí, Angélica mía! El corazón se parte de
dolor cuando contempla la alegTC y <:onfiada fran-
queza con que umt niña inocente, al salir de la
adolescencia, entreabre hL puerta que da entrada ú
la gran plaza, de la sociedad humana ! ....
¡Esa serías tú, llija mía, dulce amor del cont-
zón! ¡ Oh, cómo me parece verte parada en ese
peligroso umbral, contemplando el aspecto mágico
del mundo! ¡ Qué bello, qué alegre, qué deslum-
brador ! ¡ Cuántas figuras atractivas pasan por de-
lante de ti ! ¡ Cuántos rcl{Lmpagos de luz ! ¡cuán-
tas flores para los ojos ! ¡ Cn{mtos perfumes para
el olfato! ¡ Cuántos conciertos para los oídos !
¡ Cuántas esperanzas para el corazón ! ....
~ Eso ves, eso contemplas á la puerta del mundo T
Y si yo te dijera, AngPlica mía., que de todo eso

©Biblioteca Nacional de Colombia


-lí l -

tienes r1ue guardar el eorazón, J¡ qué dirías t(L! ...


'J1 e contristarías, ~ no I'S verdad ? _Mas no te alar-
mes, o.re tranqnila mis palahras, atiéndclas c·on
tlocilidad.
Uoy tus atectos son pmos .Y ardientes. N o los
prodigue::;, hija mía. ~o los des incautamente.
Iloy t\.l contzóu está eubierto con el IJlaoco y ri-
c}nísimo vestido ele tn ,·irgiua\ pmeza; eui<la, bija
mía., cuida de él. Ri ws procederes indebidos, y si
oyes con atenei6u pahdmts inconvenientes , la m::m-
clm q ne eaer{L sobre c~l no se borrar{t jalllás !
Ri penmtucct>s allí doudc el ain•. t1uc se respira
está infestado por lm; mil enfennedadPs que sufren
las nlma::;, ya de ltamlm· y secl de placen·~, ya dc·l
tlcsco de sobresalir, ya, (kl afán de ücslnmhrar, ya
clcl anhelo insaciable de nspimr rl perfume mnhria-
gador de las :tlalJa,¡Jzas, ya de la, locura de las eou-
(JUistas, y:t (te la nmidad y la fiebre lenta de la
cuviUia y la::> riralitlades, ya del frenesí tlel orgullo
herido, y ele l:t detracción, )' de lm; Ycngauzas y la
cloblez ~- la f:1.J:.;etlad!! ! ¡ A.v l1ija lllÍa! J, Qué sería
1le ti ? Cl'odo c•so lta.Y en el IIJtUH.lo; y al lado dt·
t•::;as fignra:,; brillantc•s y de esas sonrisal':l seducto-
ra::;, y en llledio de las dnlc:es palal>ms 1le aieeto .v
de :tmista.tl, y l'lt el seno tle las dinw~iones y los
espectáculos .... ltay t:ínto n~neuo! .... Por eso.
Augélica, mía., cuida th' 1u e0raz6n ; aprende {~
guanla.rlo, ¡¡, ¡m•servarlo !le! contagio. Hecuerd:t
citH' tn comze)n e:,; tn tesoro, PS el templo de Dios,
es la eaja {t don<le PI :-;eiíor n•mld un tlía (t lmscar
los tesoros de inocencia, ptn·eza y senci!Jcy, que ::;n
santa mano puso ('ll ella eneomend{tndo tc sn cns-
to(li::t y orüen{tndote trabajar con ellos y aunwn-
t:wlos! N o lo oh·icles, no lv olvides j:wt(ts!
Las santas y severas verdades <le~ nnest1a au-
gm;ta creencia, son nuestro escudo c·ontra los mil

©Biblioteca Nacional de Colombia


-In-
y mil peligros que nos cen:;w en el úspero sendero
de l::t vida! Son la mano sagrada que nos muestra
el camino que conduce al t<1mplo ele la sabiduría,
y ese para nosotras es aquél en <ttte apre1Hlemo~
:~ vivir, á vivir noble y santamente.
'rú, Angélica mía, por ti sola, y en e¡;a. eLlaü tle
encantos é ilusiones, no :-;er:'t.~ capa~ d(' apartar
de tus labio:-; el néctar c¡ue el rmurdo te presente,
y::t en las conversaciones franca!> _,. amistosas c011
las jóvenes <le tn edad, ya en el enrioso romance,
en ht interesante novela, en hL seductora poesía,
en el magnífico espectácnlo, en el alegre festín; ...
mas .·i eres dócil i"l los consejos y advertencias de
tu prudente madre, <le tu juicioso y experimenta-
do padre, ó tlcl anciano amigo qne dirigr tn vida,
tú podrás, sí, podrás tomar de <HlUCl eonjunto d<·
placeres lo qne no dañe tu alma, lo que no apa-
r~jc dolores y arrepcntimientoR amargos al rer;to
de tus días. Podrás tomar COII vrudencia y discre-
ción las recreaciones que amenicen 1111 poco tn
existencia, mas 110 qne la lkncu, mas 110 qne ht
malgasten, 111as no que Pnvencnánclola la hastíe11
<le sns deberes y le preparen nna vida inútil ,\
llena <le am:ugnraR.

V.\LOH DB LA l~OCK~CU.

Niiías, niftas, si ¡.¡alJéis


Cuánto vale la inocencia,
Si su valor compreutléis
Por ningún bien lo cambiéis
~i ann por la misma existeneia.
Dichosas os llamaría
Yo que en, la rlicha no creo,

©Biblioteca Nacional de Colombia


-na-
V ncstm ~nertc en ,-idiaría
Y por lograrla daría
Cuanto en la tiena poseo.
Ella consuelo os dará
Bu las penas de la vida,
Ella siempre os honrar{~;
Vuestra corona ser{~
Bella, uoble y bendecida.
Guardaclla cual la riqueza
.Más grande qne os brinda el Cit>lo,
Prefcridla á la belleza,
A cnauta dicha y grandeza
Os puede ofrecer el suelo.
Trabajad pa.m guardarla
Esforzá.os en retenerla,
Orad para uo mancharla,
Vuestra dicha es conservarla,
Vuestra desgracia perderla.
Si ú comprender alcanzáis
Uc la inocencia el valor,
Si guardando su esplendor
A ser ancianas llegáis,
¡ Oh ! no quer{ds más honor.
Dichosas os llamaría
Aunque cu la dicha no eren,
Vnesh·a suerte envidiaría
Y por lograrl:t daría
Uuanto en la vida pm;co.
-Niñas, niiías, si sabéis
Unánto es bella l::t inocencia
Si sn valor comprendéis,
Por ningúu bien lo cambiéis
~¡ ann por la mü;m;t existencia.

©Biblioteca Nacional de Colombia


-174-
OUf!ri\'0 Dl~L .ALM.\.

Aprovecha, Ang1~. 1iea mía, los bello::; días de ttt


risueña juventud, aprovéchalos cultirando tn es-
píritu, adquiriendo el hábito feliz de lmcer bien y
de reunir nn gran tesoro de virtud que te sirva
para pod("r sobrellevar los días renüleros, que por
lo regular llegan cargados de nubes cenicientas.
Cnando en los primeros días de la vida no se ha
cultivado la tierra del corazóu, arrancando <le ella
toda maleza; cuando en la bella estación de las
esperanzas no se ban sembrado en esta tierra
inculta las bnenas semillas de santoR deseos, de
principios rectos, de sólidas virtudes; llega la
tarde de la vida., la Ma <'stación uc las tempes-
tades ; sopla el viento de la adversidad y se
siente el hielo de los desengaiíos y el Lambre
<le nn poco de bienest..1-r, y para entonces no hay ni
nn pensamiento suave qne, como el vellón de lana,
nos dé calor, ni mt árbol sobre el cual podamos
apoyarnos, ni un grano 1le trigo tomado de la
cosecha! ¡Entonces se vuelven los ojos con dolor
hacia atrás, se tienden los braws Lacia la juven-
tud, como queriendo a. in;e <le ella! ~Pero para
qué '? La juventud sólo eti uuena pam sembrar,
lle resto, aunque bella y lisonjera., también tiene
sus tempestades, tempestades honiules que pasan
sin embargo, y dejan lugar para continuar la siem-
bra. Mas en la estación de las co. cchC:Js.si uo se ba
se m hrado, ~que se cogerá f
¡Oh, hija mía, siembra, siembra sin cesar, limpia
tu campo, poda tus pequefios arbustos, aleja, des-
truye Jos iusectos que ve11gan {t <levorar tus semi-
llas, y no pierdas en vano ni nno s6lo de los pri-
mf'ros tlfas lle tu vida! Planta, \' cultiva con
esmero los árboles santos que más tarde te darán

©Biblioteca Nacional de Colombia


-175-
dulcísimos ti'tltos, amigable sombra y tuerte apoyo.
El árbol de la santa mansedumbre, el de la ben-
uita benevolencia, el de la augusta caridad, y
tántos otros que son la riqueza de ese huerto de
tu alma que te ha confiado el Señor. Quiz{~ al
plantarlos, hija mía, sentirás como espinas que te
hieren dolorosamente; mas no temas. Quizá cuan-
do hayan creeido uu poco, querrás, para defenderte
del huracán, apoyarte sobre ellos, y volverás á
sentir que te hiereu, Juas no importa: ese dolor
pasará. Deja que crezcan más, sigue dándoles tus
cuidados, y al fin sus dulces frutos, su regalada
sombra, su grato olor recompensarán tus desvelos,
y 15U vigoroso tronco será tu am1)aro en los oscuros
dfas tle las tempestades.
Oreéme, bija mía: es una desgracia inmensa la
de no cultivar con tiempo nuestro campo. En el
otofio de la vida ya no es tiempo de sembrar:
entonces se coge lo que ha nacido. Una mujer
gloriosamente célebre, decía: "N uestro corazón
es una tierra que, aunque fértil, no produce sino
zarzas y espinas cuando no se ha cultivado."
(Santa 'l'eresa eh~ Jesús). ~Querrías hallar en el
tuyo s61o ;;:m·zas y eRpinas cuaudo llegues {t la
edad 1uadum! ~ (luenías bailar en vez de sa-
r.onados frutG~s, los que te produjeran el auoso
tTonco de la vanidad, los rastrer0s abrojos de la
envidia, el árbol YCJJenoso de la soberbia, los car-
dos y las espinas de la ociosidad~ &Querrías tú
ver en él, en vez de bellísimas flores, insectos da-
ñinof.:, gusanos repugnantes y larvas esp<:tutosas f
j N o, 110 lo querrás !
~i pudieras juz-gar, íwgel mío, de totla la feal-
dad que e11cierra mm alma sobre la, cual han
pasado los afios sin dejar otra cosa que Jos restos
inútiles de las mezquiuas obras quf\ dentro de

©Biblioteca Nacional de Colombia


-171)-

ello::; t:tln·ic6 la vanidad, 1-itmtirías tllt dolor tan


gmntle en tn eorazún que hoy no puedes com-
preutlel'lo, y temblaría~ al pensar que 110 obstante
tus bellas inclinacioue~, los buenoH priucípios que
has recibido, laH telices cireunstanc ias que te ro-
dean, te fuese posible resbalar y caer e11 ese
abismo profundo {L tlonde la oeiosidad conduce á
tantas y ta11tas infelices m njeres! ¡ A donde las
empuja la ntnhlad y t'll rloude las sppnlta <>1 des-
liOnor y la \'l'l'~iienza!

¡, \'es eómo pasan de tus uellos día::'


Uomo en tropel las lwras presmosas '? .•.
; Qu6 bienes te dejaron generosas
Que alegren tn amoroso corazón ?
¡Pobre tnnjer! 'J'I'isteztL y desencanto
Y all{L en el fondo osemo de tu seno
l n flepósito amargo de veneno
Y un 1nísero hacesillo de ilusión.
Ducnne por hoj'. ~Iafiana nuents horas
'l'e ofrec •t·úu tltl 11uevo mm esperauza,
;\fas ,·ol\·er{L la uoche sin tanlanza
Y la amarga tristeza \'Olverú.
¡Pobre mnjet! tendrá· por compaficros
De tu existencia el tedio y el hastío!
La Y:.tnidad es madm del vacío
Y en t~l tn corazón mtda hallar{L.
Esa es la suerte mísera, horroro::;a
<Jue toc<t siempre (t la mujer mnndaua,
_\. la que uo tomó e11 su edad temprana
11}l hábito feliz de hacer el IJien.
, \ la que 11ecia imaginó lmstalm11
La jnn'nttul, la gracia, la hPrntosura

©Biblioteca Nacional de Colombia


-177-

Pam ual'le el contento y la veutma


Y fijar su existencia. eu nn EUén!
~\.sí <·omo han pm;ado dP tus días
Oomo en tro¡wl las lJor:rs prc;;nro. ·as,
•\sí Yeudrán las lloras teuehro:,;as
Y ya sin cspenwza ni ilusión.
¡Oh! que la \"ida inútil es amarga
\ - UO dej;t ni a.liYio ni C'OIIRHI'IO,
~¡ estimacirín, ni go<·r·¡,; un Pl ;;neJo,
~i t•speram:a dP etr•rno ¡!;<llanlún.

ImBJDR~:-4 P.\1:.\ ('OX LO~ l'.\DHE:-4.

lJJm rlt- las !ristl'zns irH'OIISOlables que ¡mxkee


el al111a t'll 1'1 tiell llJO presente, t's lct de. ver esta-
bleeiclo C.ll el lllllltclo tur <lesorclen gen<.:ntl qtw
parece irrem<'diabk. 1~1 a.ugusto ,\ <LUtado Pon tí-
Uce Pío 1X s<· c·ontrisütha eontt'lllplamlo eómo Ht'
había <Lpodemdo t1el lllliiH.lo r'st· e::;píritn c1e rebe-
lión qn<' c1eRtt·n.Ye por c·ompletu ht :u·monÍtt social,
y quie11 lo <:OJiteJUpla <'ll h hom prr•¡.;ente Ye qu<'
<'rece, y creee sin intPnupciún. Y así como una
rn{tquiua 1111 pnedc' fnucionar 11i <lar el fmto que
se espera r1e l'lla,, si totlas y cacla nna cll' las piezas
rle que se compone uo oenpau el lng:tr que les co-
rrespomle, ;tsí la :-;ocieclad no puede ...;er lo que
rlebiera, mientras ead~. uno tle lo<> miemln·o¡;; df:'
que se wm pone JLO ocn¡w sn lugar y no l'nnc·ionc
conforme {t sn destino.
Rn el orden natural la~ eriatura:-; ;mituadas \'
las ioanimad::u;, todas sigueu, toda..; otwdeceu áJ
impnl¡;;o qne han Teeihido de fin rliYinn Hacedor.
1:!

©Biblioteca Nacional de Colombia


-178-
Los ar:;tros, día por día y siglo por siglo, recorren la
órbita que la mano de Dios les destinó, sin in-
terrupción, sin cambio, sin tropiezo, sin impedir
unos á otros su carrera. lDl cardo silvestre, el
humilde hisopo, la grama inodora y el rastrero
abrojo, nunca han ambicionado pasar entre las
plantas á un rango más elevado, ni ser algo de
aquello que Dios no Jos ha hecho. El lwmbre,.
Ja criatura racional, ella sí aspira siempre á me-
jorar su condición, y sobre esto nada bay que
reprobar, mientras sus deseos y sus aspiraciones no
se opongan al orden social y á la justicia. Mejorar
de condici6n por medio del trabajo, del estudio,
de la honradez, no es una cosa reprensible sino
laudable, pero dejarse llevar de deseos insaciables
de felicidad, de liuertad, de independencia, de en-
grandecimient.o, y valerse, pant llegar al fin ambi-
cionado, del espíritu de insubordinación, de rebelión
y de invasión, eso es lo qne bay vituperable, lo
que es sobremanera reprensible, lo que desquicia
la sociedad, lo que ca.usa el dolor y la desgracia
tanto en la sociedad como en la familia.
El hijo que resiste las 6nlene:; de su padre y se
cree capaz de afrontar el porvenir sin necesidad
de mano que le conduzca, y no se considera en el
deber de acatar autoridad alguna, aunqne apenas
acabe de salir de la infancia, ese deja el puesto que
Dios le ha señalado en la escala social y entra en
la senda de la rebelión, y no muy tarde será un
imitador del Hijo Pródigo en sus díaR malos.
La hija que 110 da fe á 1m¡ palabras de su madre,
que no oye con gusto sus cons(•jos y advertencias,
que tiene en más precio su propio juicio, sn pare-
cer, sus opiniones, sus cleseoR, y que se queja y se
desconsuela j nzgaudo servitlum hre ominosa el
respeto y la ouediencia, y caclenas tle amargo eau-

©Biblioteca Nacional de Colombia


- '1 79-

tiverio los lazos de amor con que la experie ncia


y la ternura matern al detiene sus pasos, esa ha
salido también del puesto que Dios le ha señalado
y fuera del cual hará caer sobre sí el desprecio de
la sociedad ....
En cuanto á ti, Angélica mía, yo lo espero :
arrullad<~ amoros amente en el seno materno , ama-
mantad a con la leche de la sana doctrina del Sal-
vador divino, ilustrad a el alma con la luz de las
sanas meditaciones, de oportunos consejos, de
juiciosas lecturas, tú uo mirarás la protección pa-
terna como un eautiverio, ni el aurigo del seno
matern al como una prisión .... Tó, blanca palo-
ma del hogar doméstico, no querrás leYantar el!
vuelo para ir á contem plar el ruidoso movimient()
de los traficantes desde los techog de los altos edi-
ficios. Tú no inquiet arás los días de tu padre, no
serás almoha da de espinas para la sien encane-
cicla de tu marlre, ni harás que sns ojos se hume-
Jezcan con lágrimas amarga s al ver en ti dureza
<le carácter, espíritu <le rebelión, menosprecio,
desdén, ingratitlHl y desamor !
¡Angéli ca, Angélic a! Sé para tus padres tan
suave corno la l!risa de la tarde después de un
día caluroso. Sé como llll vellón de lana, como
un tibio cobertor, que calienta y abriga eu los
rigores del inviemo. Sé tan delicada como es
delicado y grato al tacto un abrigo de terciopelo.
Sé humilde y dnlee <:omo la tela rizada para el
vendaje de UJl herido. Sé tan atenta y previsiva
como lo eran lo~ antiguos doméstico,· de las casas
señoriales. Que tu amor, tu~ euidatlos, tn obedien-
cia y tu teruma hagan que tus ¡.mdres levante n
sus manos pam bendecirte, mientra~ el amor y la
emoción hacen que el llanto brote dP sus ojos.
Ámalos , Angélic<L mífl, árnalos como Dios quiere

©Biblioteca Nacional de Colombia


-1~0-

que los mues. Oye l:mmhm ~-;n~-; leccioues, sus cou-


sejos, sus advertencias. Ellos, enseñados por l:t ex-
periencia, lleuos de amor por ti, iluminauos con
esa luz celestial que ht sabidmía. etenm concede á
todo aquel que tiene qut• desempeñar alguua im-
portante misión sobm la timT<l, ellos te alumbra-
rán, te di~·igiráu, k cousohr{m, serán siempre tm;
mejores <tniigos, tm escudo que parará los golpe::-;
del inforLnuio, pam que uo lleguen basta ti !
.:\!Iientras Pilos vivau, .\ngéliea, no limes, uo te
inquietes, 110 te atlijas; 111as si lleg<m' {L faltar á
tu vida est<· muro proteetor, si llegan· á faltar á
tu corazl)¡¡ este asilo, oh •\.ugélica, cntonce.· sí
sabrás cuál Ps el vacío que queda, al rededor de ti,
<mál e:-; la dcsolació11 llel alum, cuál e · la desapa-
rición repeutitm de la, más grawle protección tem-
poral y cld más grande de los a.ruores terrenos. Sé
hnena, _\.ugélica, sé humilde ~- agradecida pam
que Dios <·onsen't' <·erca ck ti el tesoro <le In vida.

(lle spué ~ el e s u mu e rt t•¡.

¡ Oll, cÓIIW YÍ<'ues tú, uoulte por uocbe .


. \ Yisitm llll' 1'11 sllefios, ma1lre mía!
¡ Y e11án grata tu amadn, compaltía
El pobre corazón s~Lbe sentir !
¡ Oll, si Yolvieras como en otro tielll}J(I,
Con tu ilustrado juicio ~- tn conlma
. \. clirigir mis pa 'OB en la o~enm
Y ¡wlip:roi~a senda ele! Yivir!

©Biblioteca Nacional de Colombia


.\PÉNDICK

La ~\sociaeióu de las lámparas eucarísticas, fué


aprobad::t el 21 de Enero de 1863 por un Obispo
tle !<~rancia, y para la misma Diócesis el 27 de
N ovicmbrc, por el Soberano Pontífice Pío IX, de
santa memoria. Esperamos que (t la feclla haya
sido aprobada para todo el Universo C<tt6lico.
N osotror-; v~tmos (t l1acer conocer <letalladamentl'
cuál er-; estP homenaje mudo que la::; almas pia-
tlmms ofrecen al Sagmdo ComzóH de .J (•sús ('ll ln
Sagrada Bucal'istía.
Ué aquí el Reglamento «lP la ~\.;,;ociacióll de las
l{nHparas eucarísticas:
"Esta obra ofref'e el peusamicuto toeaute de
nnir al pie tle los altares (los personas asociadas,
por medio de tlos lámparas que, (t la misma hora
y durante Ulm hora todos los días, ardau, según
su intenci{m, represent(LOdolas aute ('] :-;agrado
( Jorazón Lle ¡¡ esús en la Eucaristía.
"Cuarenta y oeho personas, dando cada una eu
f~'rancia llll Ü'UII(;ll J' ClllCUCUta céntimos por afio,
proporciounn l<t euota s•1ficiente para mantener
dos lámparas destinadas, una en acci(iu de gracia.·
y otra en repa,ración.
"Estas personas, así de flos en llm;, durante la~
veinticuatro horas del día y de la noche, forman
una adoración perpetua. Puent de estas cuarenta~
ocho personas, se admiten otras flos cou la obliga-
<'ión de proporcional' las mechas correspondientes.
"Cacb par de asociados recibe la hora que se le
de. tine, y ésta será permanente, pero nadie está

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-182-

obligado á hacer personalmente esta adoración.


La lámpara ~mple á esto, orando con los que oran
y orando por los que no oran. Ella es una limosna,
es un homenaje, es un hecho que existe, es mt
testimonio actual y continuo de la buena voluntad
del donador, y es la expresión, renoYada Hin cesar,
de los sentimientos de su corazón.
"La muerte no interrump e si no se quiere esta
súplica eotidiana, y hL lámpara continúa ardiendo
por el reposo del alma de aquellas personas que
antes de morir hayan asegurado el capital nece-
sario {L Ja renta que corresponda anualmen te al
gasto que ocasione en la Diócesis eu que se esta-
blezca."

.A.FEO'fOI:> AL S.ACHtA.DO OOl~A.ZÓN D..U: .JESÚH.

Oh! tú, Seíior, que tánto me Las amado,


(~ue siendo inmenso, eterno y poderoso ·
Dejaste el grande, altísimo reposo
De tu gloria infinita y celestial;
Y por mostrarm e tu ternura inmensa
Un corazón de carne aquí tomaste,
Y niíio y pobre y débil te mostraste
Naciendo en nn vilísimo portal ;
Y pasaste tu vida generosa
De los ciclos mostrándome el camiuo,
Sediento como un triste peregrino,
Y cansado, mi Rey, como un pastor:
Como un pastor que lleva largas bora~
De correr tras la oveja desdichada,
Que insensata se huyó de hL manada,
Y de su dueño desdeiíó el amor.
Y no contento con hablarme siempre
Por medio de tu amor y tn doctrina,

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-183-
Otra euseiíanza altísima y divina,
Con tu ejemplo quisísteme dejar.
Y, mira cómo se ama,-me dijiste ....
Y escupido te vi, y abofeteado,
Con azotes sin cuento destrozado,
Y de dolor sumido en hondo m::tr:
Coronado de espinas punzadoras,
Hecho el juguete vil de un pueblo insano,
Hollado cual vilísimo gusano,
Que estruja un hombre con su dum pie:
Desnudo y enclavauo ... y, en fin, muerto!
Y muerto entre tormentos siu medida ! !
Y al terminar, rrü Dios, tu santa vida
Decir al hombre, míra si te amé!
Ay! ¿Hasta cuándo, oh Padre, ¡Padre mío!
He de sentir asido al triste suelo,
Duro, helado, de mármol y de hielo,
Para ti mi infelice corazón ?
¿Por qué no arde, Seüor, por qué no vive
Para buscarte á. ti sin que un momento
Halle lejos de ti mi pensamiento
Alivio, ni descanso, ni mansión T
Yo amo al perrillo que mis pasos sigue,
Al pá:iaro que canta en mi ventana,
Las fl.ores y la luz de la mafiana,
¡ Y sólo para ti no tengo amor !
¡A ti, que tanto, tanto me has amado!
¡ A ti, mi Dios, que me amas todavía,
Arbitro eterno de la suerte mía,
Mi Dios, mi Padre y mi único ~efior!
¡ Dame tu amor, tu santo amor, Dios mío !
Por tu bondad eterna é infinita.
¡ Es tu amor lo que mi alma necesita,
Es lo que pido yo á tu corazón !
Él, encerrado en ancho mar de fuego
'Tiene llamas que ablanden mi dureza,

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-IR4 -

Que devuelvan al alma ht llelleza


Que perdió con su ingrata rebelión.
Y Ri es preciso que la cruz yo acepte,
Y con tus santas llamas tu eorona,
:-;oy muy flaca, Señor, maR tú perdona,
Y esfuérzame y enséiíame á sufrir.
Haz que viva contigo eu este mundo,
Haz que sufi·a por ti toda amargu ra,
Que {~, ti sólo com;agre la temm a
Que puede en mi alma m'Í ·era existir.
Dame unos ojos con que yo te mire,
\' me mire á mí misma, tal cual soy,
Que me hagan Yer, :-::;efíor, por dónde Yoy,
Y todo lo que tú quieres de mí :
Y dame un corazón ardien te y pmo,
Un corazón ~~.mante y generoso,
Que no busque el r1escanso ui el reposo,
~ino agrada rte y pad(-'re r por ti.
~\íio 18Wí.

t-iOXB1 '0.

:J1ientras más tn(~ eastiga s múH te amo,


Y mientr as más me afliges más te quiero,
y mientr as má: me quites más espero,
Y más y más tu proteccióu reclamo.
Mientr as más de:olado, más te llamo,
~\.unque te muestre~< mál' y más severo,
Y aunque sólo por ti de angust ia muero,
8ólo á tus pie:-; mis lágrim as derramo.
:Xo me ocultes más tiempo tu presencia.
:No aumen tes con tu enojo mis dolores,
:Xo dejes sin tu ampar o mi existencia,
Porque á pesar de todos los rigores
Con que me aflige aquí tu providencia,
Tú eres mi Dios y todos mis amores.

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-1!'15-

¡ Oh autiquí::üma, espléntlida hermosura,


(~ué tarde por mi mal te conocí !
¡ Oh beldad siempre nueva y siempre pnra,
Cuán tarde, tarde, el corazón te di !
¡ Oh ceguedad tristísima la. mía,
Que hallándote doquier jamús te vi !
¡ Oh tiempo mal gastado, en que ni un día
De amor (t tu belleza conce(lí !

SUXWJ'O . \. HJSÚI" ClW CU'IUADO.

¡ Por mí, gran Dios, tu rostro maltratado


Oou horrihle~, Hangrientas bofetadas,
Y tus cúndidas sienes traspasadas
<'on las espinas que brotó el pPcado!
¡.Por mí, de pie¡;; y manos enclaYado,
Y tus carnes divinas destrozadas!
Y por mü; culpas ¡ ay ! multiplicadas,
.Muerto en h Un1.7, .v herido tu costado!
¡ Oll, que tu sangre augn¡.;ta, Padre amante,
Que tu cruda y bondísima tristeza,
lfagau que al contemplart1~ agonizante,
Velada por hL muerte tu grandeza,
De amor yo :ienta un rayo penetrante
Que de mi pecho ablande la dureza!

UNA 11 J.JA J)l·l ::vfAJtlA .\ ~lT :\1.\ llR1•l S.\X'fÍSUL\..

_\_ti vcugo, ~eüom inmaculada,


11Jmperatriz del Cielo y de la tierra ;
(~ue en tu sublime, imponderable gloria
A nadie desatiendes ni desdeüaR :

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-186 -
A saludart e vengo complacida,
Uegocijada, alegre y placentera,
Porque á tu amor me encuentro consagrada
Y eres mi madre generosa y tierna.
¡Oh Madre, oh dulce Madre! que me escuchas,
Que conoces del mundo las miserias,
Que ves mi juventutl y los peligros
(~ue el alma humana por doquier encuentr a.
Alcánzame la luz que necesito
Para, no caminar entre tinieblas.
Y resbalar, tal vez, desventurada,
Entre el inmundo t~-..ngo que me cerca.
Alc{mzamc valor, ¡ oh :Madre mía !
Para vencer la natural tendencia,
(,~uc nos empuja al mal, mientras vivimos
Con tanto ardor y tan constante fuerza !
¡ Ay! alcánzame que odie, que abomine,
Y que con toda el alma yo aborrezoa
El pecado, Señora y dulce Madre,
Que es de las almas la asquerosa lepra;
La gran degradación, la gran deshonra,
La más grande de todas las miserias,
El origen de todos nuestros males
El monstruo horrible que el Señor tlete ta !
Sí, Hbtame, Seiíora, del pecado,
Por tu santa y limpísima pureza,
Y pues fuiste sin mancha concebida
Y sin mancha pasaste por la tierra,
Y sin mancha, sin sombra, sin defecto,
Allá en el Cielo para siempre reinas,
Aparta de mi vida toda culpa,
Y apártala también ¡oh Madre tierna!
De mis pobres hermanas, hijas tuyas,
Que como yo, Señora, están expuestas
En medio de este mundo corrompido,
..~. tanto y tanto mal como nos cerca!

©Biblioteca Nacional de Colombia


- 18'1-
Enciende eu nuestras almas, oh Señora,
Del amor celestial la santa hoguera,
Y haz que él devore cuanto el alma humana,
Guarda de paj~t estéril y maleza.
Y, pues eres tan suave, tan humilde,
'.ran sencilla, tan dulce, tan modesta,
Haz que tus hijas todas, dulce Madre,
'Pn mansedumbre imiten, tu modestia,
Detestando el espíritu mundano
Que blandamente al precipicio lleva,
Y siguiendo tu pasos siempre rectos,
Hasta llegar á. la mansión eterna.
Octubre de 1875.

I<JL UUl\fO DEL JNWENSO.

A !11. seíiorit:t D.• Bertilda !:)amper y Aeoeta .

Cm·o.
Si causa tal delicia,
~i tanto gozo encierra
Cantar sobre la tierra
Y ante el hendito altar,
Cantemos, y en el alma
Pongamos fuego intenso,
Y eu él, el i:iacro incienso
Quememos al cantar.
}JI humo del incienso,
Es ¡ay! del !¡ne se queja,
Balido de la ov~ja
Que llama {~ su pastor.
Que snba, pues, mi ruego,
Como el incienso sube,

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-lXX-

Eu Y<tporosa 11ube
De grato y bneu olor.
El humo del incienso
liJs muestra de te pura,
Es prenda de temura,
De humilde adoración ;
(~ue suba {L ti, Dio::; n1ío,
(~ue suba con mi canto
Llevándote el ¡ay ! ¡.;anto
Del pobre corazón.
JDse iueienso olorot>o
Y ese humo bendecido,
Que sirv~m de gemido,
De fervida oración.
(lne snlKt {L ti, Dios lllÍo,
gterno He y del ( 'ielo,
Dulcísimo consuelo
l)p enfermo corazón.
Y ú ti t[Lmbiún !lllO snba,
Dnlc:ísin1a 2\iaría,
(~tw snba, en claro día,
<) ('ll triRtc o::;euridad ;
<~u c suba cnundo canta,
<llH\ suba cuando adora,,
qm· snb~L cuando llora,
L;¡ t ristP hunmnidatl.

De paso esta mos en la, oscura tiernt


)fañaua nos iremos,
Como se han ido tantos,
-~Y d!' los muertos !

©Biblioteca Nacional de Colombia


- lt!!)-

He~meuan de plegaria lastimera


Los lloloroHos eeo::;,
Eso es para decimos:
" N~~ acalm el tiempo !"
Hov wás de die;-; ::;entados {L ht mesa
· Eu nuestro hogar uos ütltau,
que lo::; bagan preRente¡.:
.Yne~;tras plegarias.
r ~leYClllOS al Uielo eacla. día
~ uestrm:; tiemo:-: da more::;,
Por padres )' por madres,
Pnr bienhechores.
IDilos em11 tan hueuos y <l.lllOI'Ot-iOS ! ....
\- con~uelm; espera11
De los que los lloraron
, \ cá e u la tierra.
1-'o~:; antiguos 1le;j~tban enlutado
lDl <U;ieuto querido,
Del paurc, dC\ la madn·,
Y (lel amigo.
Y su plato eollnatlo de manjares,
Nabroso¡.; y cr-;cogidos ;
Er::t el pl::tto del Jmwrto,
Y el pobrecito.
JDl lnto lJtH' gu<<rdau::ut nuestro::; padre;,;
Bm tan noble y digno! •..
Y el muerto uo era m1wrto
Dado al olvido.
La, ingratitud esqui\'a y tlesdeiiosa
De nuestro ¡;iglo,
~o reinaba, üll las al111a~
L>e lo~ antiguos.
Para ellos los Jimtdos no eran muerto~.
En polvo eom·ertidol:i,·
Eran tan sólo ausente ·,
Padre;;~' amigos.

©Biblioteca Nacional de Colombia


-l!lO -

Y hallarlos esperaban eu el Cielo


Para vivir unidos,
~in penas, sin temores,
Y sin martirios!
Y por ellos oraban fervorosos
A tarde y á mañana,
Y limosnas por ellos
Multiplicaban.
Y eu su eomercio santo con los nmertos,
Aun para si lograban,
Riqueza de virtudes
Y de esperanzas.
¡ Ob ! si nosotros fuéramos ahora
Como eutonce eran ellos,
N o fuera tan amargo
Nuestro destierro!
Usos consoladores y beuditos
De los pasados tiempos ! ....
Al menos los cristianos
Volvamos á ellos!

A lJ.A VIRGEN ftfARÍ A,

'
A. L DI!C~~H..<RSE COMO .\RTI OUJ,O DE l'E EL M IS1'1.:R 10 DE
SU IN~!AGUJ,ADA

CONCEPCIÓN .

Si no han visto los ojos terrenales


Nada grande en el valle limitado,
Si jamás nuestra mente ha divisado
Un rasgo sólo de tu bello sér;
Si el hombre en este mundo se halla ciego,
Si está en tinieblas su orgullosa mente,
Si es su ciencia mezquina, insuficiente,
¡ Cómo podrá tu gloria comprender 1

©Biblioteca Nacional de Colombia


-191-
~Cómo podrá decirte santa y pura
Si no sabe quizá lo que es pureza 1
¡Cómo pintar, Señora, tu belleza,
Si nada bello en este mundo ve!
Llena de gracia, t cómo puede el hombre
Ofrecerte su cántiga mezquina~
Madre de Dios, purísima y divina,
¡ Cómo basta ti mi voz eleYaré 1
Yo debiera sellar mi hnmilde labio,
Y postrándome al pie de tus altares,
Yo debiera ofrecerte los cantares
De los ángeles pmos del Edén ;
Pero tú eres mi llermana boudadosa,
Inmaculada Empm·atriz del Cielo,
Mi soberana Madre, mi consuelo,
Y la esperan.?.a de rui etemo bien.
¡Cómo callarme yo, cuando tus hijos
Doquier entonan himnos de victoria,
Cuando el Cielo nos da la inmensa ~loria,
Que á nuestros pa.Urt>s lltmca coneedió T
Cuando la tierra, a Izando la. cabeza
En ti sus ojos moribundos tija,
Y al vet'te dice :-¡ Oh Diof.! ! esa es mi hija,
La única gloria que te ofrt>zco yo 1
¿ Cómo porlrá callarRe QttiPll te ama,
A.unqne gima abrumada t.le 1lolon•s,
Si dan fuerza á las alruas tns amores
Para alegrarse en medio 1lel dolor;
Para alegrarRe cual Ja¡.; ah nas jn~t.as
Que, olvidando Rn mí~em existeneia,
Van á cantar, Seíiora, en tu presenda.
Sus bellos himnos de ferYit-nte amor f
Yo no te11go nsa ftterza con qne 'el Cielo
La virtntl dt~ los j u~tof'l ~alardona,
Pero la Iglesia tu ala.lm11za etttluta,
Te proclama Rin ma11clta ori¡.ri11al ;

©Biblioteca Nacional de Colombia


- 1!1~-

\:" yo, aULHJlte cercada d!~ ;unargura~,


\:"cubierta de luto fuuemrio,
<Juiero hacer qne resuene en el Santuario
El e('u de mi dtutico filial.
El eco de mi am01:, aunque lllüzclado
()on mis ay<"s de insólita agonía,
Oomo se mezelan en el alma. rní:1
}Ii gozo, ruü; pesares y mi f!,,
¡ ~\..sí se lllezelarán ! Jlero ;, qué importa!
¡ Oh! 6 qué importa, ~eiíor;, qnP vil llanto
~e mezcle ~i!('lwioso cou el eanto
<!ne á tn amor y {L tn gloria cousttgré !
Quizás nn tlía doliente jilgnerillo,
Uon el primer albor de la maiia11a,
Putlo ensayar al pie de tn ventmw,
:-\n inarmónica r mísera canción;
Si entonce oíste la sencilla tront
(Jne el cantor de los uosqlll'K ensayaua,
;, Desecharás la ,·o;r, co11 que te alaba
)[i enfernw y atligido corazón t
Hu<la, ignoraut!!, !~ iega, enmudecida,
Yo no acierto á cantar emuo tlcuiera;
~o hallo esa ,·oz con qnt· expresar ptidiera
'l'u gloria, ¡ oh l\Iatlrc ! y mi terdentP amor.
Perdón, ~eiion1 ! •1 polYo tui:erable
~ubir no ~Llcanz<t ú tan inruem;a altura;
:-:ii qnierPs que yo e~mte tn hennosnra,
Llcnt mi almn ú ht ü<Ula del Reúor.
Entonces ¡ ay ! al ver las mantYillns
<~.uc los ojos hnnmnos nnuca \'Íeron,
~\l oír e~m; cantos que no oyeron,
Los 0antares del Yalle terrenal,
Sabré decirte lo qnu no lte podido
gil mis cant.os lle amor y de tristeza,
Y cantaré tu gloria y tn heller.a,
Sin tr.rmino l'll la Patria <'el estial.

©Biblioteca Nacional de Colombia


-193-

¡Vida bendita de mi pobre Yida!


¡Dulce con¡.;nelo de mi triste alma!
Eu el mar de este mundo dulce calma
nii bien, mi glori~t, mi salnd, mi amor!
Cuando el contacto con el necio mnndo
:Me separe (]e ti, hlíl de mi vida,
,"'iento al pensar en ti, cual una herida,
La cruda destcmplau za y el dolor!
¡Oh! Yida tle mi vida, lníl del alma,
Beatitud ele mi destierro amargo!
Si pones :1 tn a.usencia nn plazo largo,
b06mo podré, mi bien, :-;in ti yi\·id
¡Oh! contigo la~ tri¡.;tc¡.; decepciones
Que tá.nto, tánto, amargan la existencia,
k Qué podrán importarme si la esencia
Del :;;ufrimicnto me llaces adquirid
Tú sólo, mi Señor y Padre mío,
Cuando amante te dignas visitarme,
Paz verdadera y santa sabes darme
Aun en medio de cruda tempestad!
¡Pero ~Ly, pero ay! que si de ti me alejo,
Si re:;;balo en el áspero camino,
'rú te me escondes, mi Pastor DiYiuo
Y yo gimo en alllarga soledad!
¡Oh, con cuánto temor, con qué cuidado
Debe el alma guardarse á cada paso,
Y desque nace el día, llasta su ocaso
Debe mirar á dónde pone el pie!
Redes del mundo, si se acerca al mundo,
Y en soledad tranquila y escondida,
Tempestad, ó combate, y triste herida,
Doquier que el alma en esta tierra esté!
Pero á tn lado y {t tus pies, Dios mío,
¡Cuántas veces dormimos sosegados
1 :~

©Biblioteca Nacional de Colombia


-194 -

Y el sosiego nos hace descuid ados


Y perezos os la sabrosa paz!
¡Oh, qué baremo s, Señor y Padre a.mante,
Para hallarte y tenerte sin recelo!
¡Sufrir y orar! ¡Que ,·ólo en el Ci'elo
Veremo s sin temor la santa paz!

Á LA J\lADl~I<} ~A~~rÍ~DL\. DESOLA DA.

(l\1emoria s de !" vida de la Virgen ).

Bajand o va del monte


Curiosa muched umbre
Y erguido all{t en b cumbre
lJn gran madero está.
Ef sol fwergonzado
Sin brillo nt A ocultars e,
La uoche al present arse
Hu luto extende rá.
~e Ye sobre una, piedm
'l'eudido 1111 cuerpo santo
Y el ¡ay! de nn gran quebran to
'11 an sólo se oye allá.
El alma de una madre,
La madre más amante ,
'ral vez en ese instante
Miránd ole dirá:
Desde el primer momen to
Bn que te vi, Rey mfo,
En el oscuro y ii'ío
J<Jstablo de Betblén ,
:VIezclóse á, mi ternura ,
Mezcló se á mi content o,
Cual sombra de nn tormen to
IJO que hoy mis ojos ven.

©Biblioteca Nacional de Colombia


- ]!):)-

~lira ba tu alba frente,


~o sé lo que l-:>entía,
Xo Hé lo qne veía
::m :-;oberano bien!
¿Era acaso la sangre
De esas sienes divinas?
~Eran ¡ ay ! las espinas,
Lo que hoy n1is ojos ven~
Predíjome un anciano
l rn gran dolor futuro,
Yo lo juzgué muy c.luro,
)fas tánto, tánto, no!
Porque ¡ay! para ¡;aberlo
Aun era necesario
Uegar hasta el Calvario
Como he llegado yo!
Huí despavorida,
Llevándote conmigo
Cuando nn fiero enemigo
rre quiso hacer morir.
Entonces entre penas
Y :trnargos sinsabores,
Amor de mi amores,
Pndiste tú viyir!
Llegó una triste noche
Doee <tííos tú contabas,
Conmigo no te hallabas
Y todo me Ji-titó!
Bm;cándote ¡Joquiera
Llora,ba sin couHnelo,
Perdí mi luz, mi cielo
·y easi morí yo!
.:\fas ¡ay! lns amarguras
De aquellos tristes días,
rPan llenos de agonías,
El'illl KOrn hr:t no n1:ís!

©Biblioteca Nacional de Colombia


-19 6-

8ombr:1 negra, espantosa.


De este dolor presen te
Que mi alma, sufre, y siente
Sin expres ar jamás!
::\fas hoy cuallllo te encuen tro
Uonvulso, agoni%ante,
Y miro tn seml, Jante
'ran 11oble y helio ayer,
'l'au lívido, tan triste,
rl'an crudam ente herido ! ...
;, Cómo el:> que yo be vivido,
Yo mísera mnjer ~ ...
¡Llegó la hont suprem a
Llegó el tremen do día!
Hé aquí ht profecí a
Que yo debí cumpli r ! ...
¡Yo, madre desolad a,
::;iguiéodote á la muerte ,
~iguiéndote hasta verte
En una Cruz morir ! ...
¿Ay, cómo es que te tengo
~\hora entre mis brazos,
El cuerpo Lecho pcdazoR,
Herido el corazó n,
Y quedo yo con vida
J!Jn esta, oscma tierra
Y una tumba 110 encicn a
('ontig o mi afliecióll ~ ...
¡ Onán eorta fué tu vida,
Cuán grande s tus dolores,
Qué inmens os los favores
Que tú supiste hacer!
¡Y cuánto es espantol'la
La ingrati tud human a,
Cuán dura, cuán insana
Contigo supo ser!

©Biblioteca Nacional de Colombia


-U}7-

¡Oh! si al menos el mundo


Volviera á ti los ojos
\:" postrado de hinojos
Horara su maldad,
Yo J\iadre desolada
'ruviera ese consuelo
En mi tenible duelo
Y <tmarga soledad ! ...

lu\ ClUS'riAXA EX EL HARE::.II.

Bn un henno::;o, espléndido retrete,


Ornado de lucientes damacinas,
De pebeteH, de alfolll lmu; y cortinas
Hin con.·uelo lloraba mm mujel'.
Uon su rodilla en tierra y mnuas manos
Oruzadas eon t!olor ¡.¡olJre su frente,
.\nte una cruz oraba reY<lrente,
Para calm ar ¡.¡n acervo padecer.
Los más lJcllos <lialllantes de Golconda
Y las plun1as, las perlar,; y corales,
Las brillantes sanda.l ias ,. los sllales
HodalJau en la alíombm 'con desdén.
6 (~ué le importaban {L la triste joYen,
Vendida al musulmán por un pirata,
1.1as camillas de mármol y de plata,
1~1 magnífico lujo del Harem ? ..•
I1o que importa al turpial encarcelado
De su jaula el vistoso colorido,
8i le faltan sus bosques y su nido,
De su par<>ja. el tímido cantal'.
Así la triste jo,·en que perdía.
'rodo lo que halagaba sn existencia,
De. defiaba esa mísera opulencia
Que nunca e l corazón puede eugafiar.

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-U l8-

Pero guar daba siempre feiTorosa


Un Crucifijo de marfil y de oro,
Su único bien y su. único tesoro,
El solo alivio de su crudo afau.
Oou él habl aba de n patr ia ama nte,
De sus secretos, futimos dolorcíi,
De los crudos recelos y temores
Que le insp irab a el fiero musulmán.
La ama ba el mus ulm án y le ofrecía
Su mano y la corona de sulta11a,
:;y[as la pobre caut iva era crist iana
Y supo conserYar HU dignidad.
Por e~o del sultá n Ct los suspiros
Con testa ba, éOil útz indiferente,
Y pura , reca tada é imponente,
Uon sn desdén doblaba . u beldad.

Era bella la crist iana


Que fué vendida, al Sult án
Oomo una rosa tem pran a
Qoe inclina la Ütz lozana
~\ 1 soplo del hura cán.
Am ada <lel Gra n Sei:íor
Con extr emo , con delirio,
Era para ella ese amo r
Sn torm ento , su martirio,
:-3u verdugo ater rado r.
Orgulloso el musulmún
Pres enta ba á la cristiana,
Las leyes llel alcorán,
El títul o <le Sult ana
Y el gran de nom bre de OI:HnCtll .
Y la, virgen inoccntt•
Llor aba al pie de la Cntt :
Rogando al Omn ipot ente

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-199 -
Que rt>flejase en su mente
Un destello de sn luz:
El sol la encontra ba orando,
Y al ponerse la veía
Siempre pálida. y temblando,
(~ue ante la Cruz sollozando
Fervoros a repetía:
"Confor ta, Seiíor, mi fe
Y mi amor y mi esperanza,
Y no dejes que flaquée
En los peligros mi pie,
Ni mi ardor en la bonanza.
"Esclav a de un musulmán,
.1\Ias libre para adorarte
Yo no cesaré de amarte,
(Jue yo uo temo al Hultáu,
~ólo temo disgusta rte.
"Por conservar mi inocencia,
Por guardar tus mandam ientos,
~Qué me importan los tormento :
(¿ue al quitarme la existencia
~"-firmen mis juramen tos?
"rpn ley, mi Dios, es la ley,
(~ue mi padre me enseiíó,
Esa sola guardo yo,
Y tú eres mi único l~ey,
Qne otro rey no tengo, no.
"Yo desprecio esta grandeza
Con que el Hnltán me aprisiona,
Yo desprecio esa corona
Que mi honor y mi nobleza
Y tu sanüt ley baldona.
"Libra ¡oh Dios! mí j nventud
De ese nombre de Sultana,
Viviré en la esclavitud,
}fas defiende mi virtud
Y mi nombre ele cristiana.

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-200-
•: Si la maucba ue un desdo
Bncierm tanta fealdad,
~-Qué le sirve su heldad
A una doncella, ¡Dios mío!
Que olvilla su dignidad~
" &(~ué le sirve su nobleza
Y su Hombre de cristiana
:::;¡ por una gloria vana
~acrítica su pureza,
Oual la triste musulmana~
"Venderse así por un pan!
¡1-Dntregar sn corazón
Y oh·idar Hllreligión
Por contentar (le un Sultán
Jja maldecida pasión ! ...
"Eso nunca el .A gareno
De Blanca eouseguirá,
Que ella adora al X azaren o,
~u cruz lleva sobre Pl seno
Y por ella morirá ! ... "

Sobre el mmo resbaló


Una puerta misteriosa,
Y una so m bm apareció
(~ue sin mo\'erse escuchó
La plegaria de la hermosa.
Esta dobló su cabeza
Sobre la Cruz bendecida,
Que en medio ele sn tristeza
Era su amor, ¡.;u riqueza,
Y el encanto Je ::-;u vida.
Entonces la muda sombra
Devorando su tormento
. \.vanzó con paso lento,
Y parado e11 l<L ancha alfombra
J1e dijo con ;;onlo acento:

©Biblioteca Nacional de Colombia


-201-
"-Cristiana altiva, orgullosa~
Vuelve ahora ú repetir
Esa oración fervorosa
Y prepárate ú morir,
() á ser mafi::w a mi esposa.
"Pero tiembla si desdefias
La grandeza y la corona
Con que mi amor te aprisiona.
Si en enojarme te empefias, ·
Mí enojo ú nadie perdona.
"Hay un alfanje cortante
Que viene á tu blanco cuello ;
:Mas signe, sigue adelante,
Que tu discurso es tan bello
Como es bello tu semblante.
"Pero Blanca,, ten en cuenta
(~ue sí llegas ú irritarme
Al punto sauré YCngarme,
Que tu cabeza está en venta
Y aquí no hay quien me desarme.
''Entre tn muerte y mi amor
Escoge pronto, cristiana,
Aun puedo llacertn 1'\ultana,
Hasta l10y dura mi f~1xor
Y mi enojo l1asta nmfíana."
rrraoquila, noble y serena,
~in turbación, sin atr~n,
De santa esperanza lh>ua,
Escuchó la nazarena
J"'as palabras del 8ultún.
Y levantaullo la. frente,
~iempre pum y recatada,
'l'an grave como imponente,
Contestó con YOZ calmada
Al gran Monarca de Oriente:
"-Moriré, .·eftor, 111afiana,

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-202-
Kada tengo qne aü:ulir,
Ya lo sabéis, soy cristiaua,
Y antes que ser musulmana
Quiero dejar de existir.
"Haced, pues, lo que gustéis,
Nada me importa la vida.
Vos siu duda no sabéil:;
Que si una csclav~t tenéi;,;
Yo es esclava envilecida.
"bPens{Lis acaso que pnedo
De espanto retroceder 1 ...
N o, sefior, no tengo miPdo,
Y ni un paso retrocedo
Hi est{t adelante el deber.
"Vos no sabéis cuánto puede
Esta fe santa y divina
Que me alienta y me ilumina,
Ni cuánto bien me concede
En esta tierra mezquina.
"Vos no podéis comprender
Ouá.nto valen pam mí,
Esa tierra en que nací
Y mi. honor y mi deber
Y la fe que recibí.
"Me ofrecéis vuestros ütvores,
8efior, y vuestra grandeza,
Yo prefiero mi tristeza,
Que están lejos mis amores
Y no ambiciono riqueza.
"g,~Ie ofrecéis vuestra temura
Y queréis comprar la mía~
g, Qué riqueza bastaría
Para darme {L mí ventunL
Y volverme la alegría ? ...
"De una cristiana el amor
.Jamás se compra con oro,

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-203-
Y ni aun tenéis un tesoro
En vuestJ o fmperio, seiíor,
Que valga, lo que yo lloro.

"Escuchad me: prollletí


.Mi corazón y mi mano
A un valiente castellano,
Y etcma fe le ofrecí
Porque e::;e nobl e es cristiano.
"Porque !~1 al d~trme sn amor
Por t;ierva no me tomaba,
Y si sn amor Hle juraba,
~'[i dignidad y mi honor
Siempre hidaJgo respetaba.
''Su 1e, sellor, es mi fe
Y sn cspent11za la mía,
Y cmtndo muera. r:;a.bré
Que cr; lot; Oielos algún día
De nuevo le encontraré."

Uonfnndido, mJonadado,
lndeci~;o .Y te m uloroso,
Bl mnsu 1mún orgulloso
IIontlo sm;pim lanzó.
Desprel"ia<lo sn c:niüo
Y burlmhL su esperanza,
~u amor gri tah;t venAanr,a,
Y ClJfurcddo exclltmó :
"-Yo 110 KP qué me detiene,
Y o 110 ::;é. por (}lH~ vacilo,
'l'n vida. pende <le un hilo
J)csventmada mujer.
"~Por q U(~, por q né me detengo
Cunndo mi enojo eK profun11o,
Yo que nada e11 este llllllH1o
~i {t nadie Kllpe temer 1 ... "

©Biblioteca Nacional de Colombia


-~04-

Y aunque cif>go en su furor,.


ltsclavo de la belleza
Volvió bacía atrá. · la caueza
Y el duro acero ulaodi6
8in mirar ú la cristiana,
Que al escuchar la sentencia
Dobló humilde la rodilla
Y las dos manos juntó,
Y en ac~itud suplicante
Dijo al Sultán orgulloso:
"-¡Oh ·euor! sed generoso
Y atendedme, por ihvor,
Concededme unos momentos
Para serenar mi alma,
Y ponerla en .·anta, calma
En manos uc mi ~eiíor."

:MEUI'J'A()JÓN.

¡Eres grande, oll llli Dios! euamlo tn mam>


Anoja soun~ el mundo una saeta,
Uuando mueves los lalJios del Profeta
l>ara anunciar castigo y <1estrucción,
Y cmtndo muge prolongado trneno,
Y erizan las centellas el espacio,
Cambiadas ya las nubes en topacio
En negro amenazante pabellón !
Y cuando alzas üel mar las 11egras olas
Bn fmioso y oscuro torlJellino,
Y se mezclan lo::; eco::; del marino
Con la tremenda vo2: del icYiatán,
Y cuando el uarco crnge ÍL ca1b in:'ltante~
Y se postra temlJlando el pasajero,
Y el mísero saber tlel naiiclero
i::lc aniqnila, al fmor tlel hm·aciÍil !

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-205-
j Eres gra,nde, ~eíior, cuando la tierra
A tu vor. se estremece conturbada,
Y desquici:t convulsa y agitarla,
Los palacios que el hom ure levantó!
Y cuando enciendes una miua oculta
Con la mano quizá de mt triste ciego,
Y en un instmltc sólo, en polvo y fuego
~e cambia cuanto el hombre fabricó!
~ Qné son ante tus ojos esos reyes
(~ue (t la. muerte conduceu sus legiones 1
~Qué :;on <'ll tu presencia las naciones
Que á las naciones mueven cruda lid~
¿Qué valen su;; altí.·imas murallas,
Si tú quieres tornarlas en pavesas;
Qué son de sus guerreros las empresas
Si tú les dices, una vez, lmíd 1 ....
~Qué es el hombre por fiu, miseria y uada
Que en medio de su loco desvarío,
Om!tipotente cree su poderío
Su fuerza, su saber y su razón~
j Omnipotente! y huyen sus quimeras,
Al soplo de tus labios soberanos,
Y se tornan en polvo entre 'eus Dlanos,
Los ídolos que alzó su corazón ! ! !
Ay, el hombre, tan débil como alth·o,
'l'odo Jo espera de su vana ciencia ;
Y se atreve (t juzgar tu provideneia
Y á desdeliar tn amparo y tu favor,
Pero tú que eres bueno y compasivo
Más grande en tn bondau que en tus enojos
Fijas sohre él tus paternales ~jos,
Llenos de etemo, de infinito amor.
Para él haces crecer los altos eedros,
Para él la palma altiva se levanta,
Para él formaR del ave la garganta,
Para. t-1 f'OITC el pulido manantial ;

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- 20()-

Y son para él lns aromadas ti·utas,


Y las hermosas flores del verano,
El abunda nte y nutritivo grano,
Y de la abeja cándida el panal;
Y son para él los peces de los lagos,
_El caballo orgulloso y altanero,
La mansa vaca, el tímido cordero,
Y el perro noble, carifíoso y fiel ;
Las gruesas venas de luciente oro,
Las perlas, Jos corales, los diamantes,
Y hasta los astros bellos, rutilantes,
Tienen su lu~ para alumbrarle á él;
Y para él el cariiio de una madre,
Angel ele amor que al borde de su cuna,
Contaba con afán una por una
Las pulsaciones de su débil sien.
¡Una madre! el tesoro de la vida,
La imagen de tu eterna vigilancia,
1~1 amparo y la antorch a de la infancia,
Y de la loca juventu d sostén.
Y los hijos, la esposa iuolatrada.,
El alma imagen ele tu sér divino,
La antorch a de la fe que en su camino,
Su vacilante paso alumbr arú! ....
¡ Oh, mi Dios! no es posible que mi lttbio
De tu bondad las muestras enumere,
Que no el que vive, no, sino el (1ue muere
Tu interminable amor conocerá.
¡ Ay ! que es amor tu ser indefinible,
Itey de los Cielos y Señor del mundo,
Y es amor sin medida y sin segundo:
Amor que nadie alcanza á comprender,
Amor que en nuestra mente se refleja
Cuando vamos al pie de tus altares
A referirte nuestros mil pesa,res
Dejando nuestnu~ lágrimaR correr.

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-207-
'fu amor es lo que el alma reconoce
Y lo que el pecho destrozado siente,
Y lo que alcanza á percibir la mente
En todo, todo cuanto tú le des.
Y es por eso que el alma desolada,
Ouando sn cáliz de dolor apura,
Hepleto de cansancio y de amargma,
Oorre {t buscar alivio aute tus pies:
Y por eso yo canto tu grandeza,
Hasta do el alma destrozada alcanza,
Y tu amor, ¡ oh mi Dios! que es la esperanza
Que en mi doliente corazón quedó.
'Pu amor, y no tn enojo es la palabra
(~ue en la faz de este mundo se halla escl'itn,
Y esa palabra altísima y bendita
l~}s la que admiro con trasporte yo !

Esta composición fué cledicada al ~eñor Ricardo Carrasquilla


el 20 de :Mayo de 185R.

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BIBLIOTECA NACIONAL CE COLOMBIA

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