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CATEDRA
Signo e im agen
Título original de la obra: Traite du signe visuel.
Pour une rhétorique de l'image
21,1 De una sintaxis, en el ai so en que los signos que lo componen sean combina
bles (lo que no siempre ocurre: existen sistemas de signo único),
A propósito de sistemas, Eco (1978: 178-191) hablaba de «galaxias
expresivas» y de «nebulosas de contenido215.
Señalemos que las características (I) y (II) de las semióticas de
tipo 2 no están ligadas necesariamente o, en todo caso, el carácter
vago de los conjuntos puede ser sólo la característica de un solo
plano (el de la expresión sola o el del contenido). Así, en tal compo
sición de Vasarely, se disciernen unidades de expresión fácilmente
segregables y muy organizadas entre; ellas (de manera que el enun
ciado parece parcialmente tener la característica de una semiótica de
tipo 1), pero ningún contenido es proporcionado al destinatario por
un diccionario que preexistiría al enunciado (y aquí, tenemos la carac
terística (II) de las semióticas del tipo 2). En este caso, el destinatario
juega un papel decisivo en cuanto a la atribución de contenidos a las
unidades del enunciado y al enunciado en su conjunto.
Esta atribución de contenido no tiene, por otra parte, ningún
carácter de necesidad. Cuando no ocurre, no hay signo. Cuando
ocurre, porciones de contenido, tanto estrictas como vagas, pueden
ser asociadas con formas de la expresión216.
2” En estos códigos, «la expresión es una especie de galaxia textual que debería
vehiculizar porciones imprecisas de contenido, o una nebulosa de contenido [...], Son
situaciones culturales en las que aún no ha sido elaborado un sistema de contenido
precisamente diferenciado cuyas unidades segmentadas pueden corresponder exacta
mente a las de un sistema de expresión. En situaciones como ésta, la expresión es
producida según la ratio difficilis, y frecuentemente no puede ser reproducida,
porque el contenido, que sin embargo es expresado, no puede ser analizado ni regis
trado por sus intérpretes. Es entonces cuando Ia ratio difficilis gobierna operaciones
de institución de código» (Eco, 1978: 147-148). El razonamiento de Eco no está siem
pre exento de deslices, pues el término ratio se aplica unas veces a la relación conte
nido/forma, y otras a la relación tipo/token, A propósito de estas semióticas, otros
invocaban enunciados que constituyen ellos mismos su propio código, Como mucho,
se debería hablar de «sistemas asistemáticós». El funcionamiento vago de estos siste
mas puede sin duda explicarse por reglas bastante precisas, incluso estrictas, pero
esas reglas no son inmanentes al sistema (son, por ejemplo, determinaciones socio-
culturales).
21* Eco ha visto bien la existencia de este tipo de código, en el que él sitúa lo que
llama pseu do-im idades com binatorias: «Así, líneas de un cuadro de Mondrian o notas
de una partitura: es difícil de determinar el significado, ofrecidas como son a diversas
interpretaciones y privadas de un lazo riguroso con un contenido preciso. Se podría
decir que se trata de unidades dispuestas a llegar a ser funtivas sin que su destino sea
predeterminado» (1988: 143). Pero desde el momento en que el trabajo ele interpreta
ción comienza, el lazo asignado puede ser riguroso.
2.1,3. Esto demuestra que no hay, de hecho, una simple polariza
ción tipo 1 versus tipo 2, sino más bien un con tin u u m que nos hace
ir de lo que Eco llama la vatio fa c ilis más pura a la ratio difficilis más
pura: (A) expresión estrictamente formalizada + contenido estricta
mente formalizado + lazo estable; ( B á) expresión estrictamente
formalizada + contenido poco formalizado + lazo inestable; (B b)
expresión poco formalizada + contenido, estrictamente formalizado +
lazo inestable; (C) expresión poco formalizada + contenido poco
formalizado + lazo inestable2’7. Como, ejemplos de semiótic|i próxi
mas al tipo 1, podemos, citar el bastón blanco del ciego, las flechas
indicadoras, los logotipos , más famosos, los estereotipos icónicos, el
humo de la elección papal, La lengua tiende a habituarse a ese
modelo (incluso si sabemos que la biunivocidad de sus signos es una
añagaza), de la misma manera que el dominio icónico. Los signos
plásticos constituyen, por su parte, una semiótica de tipo 2.
217 Las combinaciones del tipo <ontenido ’(o expresión) poco formalizadas» y «lazo
inestable» son imposibles. F. Saint-Martin (1987: 105) reprocha igualmente a Eco su
excesiva binariedad: «Podríamos resumir esas ratios en el cuadro siguiente:
a) expresión codificada
b) contenido conocido, segmentado
Ratio fa cilis
c) expresión codificada
d) contenido confuso, no segmentado
3.2. R ed u n d a n c ia
21í> El enunciado proverbial es, pues, figurado globalmente, pero no ofrece una
pareja base-elemento figurada: es entre el enunciado y el contexto donde se sitúa la
desviación. A propósito de la gramática del proverbio, véase el aún actual artículo de
Greimas, 1960 (reimpreso en Greimas, 1970: 309-314).
de la profundidad (las zonas icónicas), en otras se afirma lo plano
del soporte: retórica, pues, ya que un mismo enunciado hace
coexistir la bidimensionalidad y la tridimensionalidad, a la cual se
añade una retórica de la discontinuidad: los blancos percibidos
pueden ser revaluados ¡cónicam ente en p orciones de paisajes
concebidos (el /blanco/ com o «cielo», «nieve» o «niebla») o, a la
inversa, los fragmentos manifestados son denunciados como artifi
cios. La lectura oriental, aunque igualmente retórica, es c^ferente:
revela otro tipo de emparejamiento de los polos de la figura (modo
de representación que llamaremos más adelante— en 12.3.— el in
p ra esen tia desglosado), cuyo ejemplo más claro es el acoplamiento
(o comparación en.el dominio lingüístico). Aquí todo es orden, nada
es desorden, no hay discontinuidad, sino fusión, y es que el/vacío/
es esta vez una especie de zona histolítica, una niebla genitoía, el
lugar de una metamorfosis de los contrarios. Es, sin duda, la forma
más extrema que ,se pueda concebir de lo que llamaremos el tercer
mediador (véase § 6.2,).
Aquí tenem os, pues, una vez más, una isotopía proyectada,
proporcionada por la cultura. Lo que es proyectado es la obligación
de proceder a una conjunción retórica cuando hay un /vacío/, y el
sentido dado a ese /vacío/ es muy general: lejos de tener las funcio
nes, precisas que le da la lectura occidental, reviste el sentido que el
álgebra le da a x o el lenguaje corriente a fu la n o .
4. LA RELACIÓN RETÓRICA
221 Algunos grandes pintores han podido describir explícitamente esta concomi
tancia como una servidumbre de la que era necesario liberarse; citemos, por ejem
plo, estas palabras de Braque: «La puesta a punto del color llegó con ios papeles
pegados Ahí llegamos a disociar netamente el color de la forma [...]. El color
actúa simultáneamente con la forma, no tiene nada que ver con ella» (citado por
Leymarie, 1961: 56).