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El documento analiza dos obras clave de la literatura gauchesca argentina: el Fausto de Estanislao del Campo y el Martín Fierro de José Hernández. Argumenta que el Fausto representa el punto más alto de la gauchesca porque ridiculiza y estereotipa al gaucho de una manera más polarizada. Mientras que el Martín Fierro introduce un giro cualitativo al fantasmear la identidad del autor y cuestionar si el subalterno puede hablar a través de la pluma del dominante.
El documento analiza dos obras clave de la literatura gauchesca argentina: el Fausto de Estanislao del Campo y el Martín Fierro de José Hernández. Argumenta que el Fausto representa el punto más alto de la gauchesca porque ridiculiza y estereotipa al gaucho de una manera más polarizada. Mientras que el Martín Fierro introduce un giro cualitativo al fantasmear la identidad del autor y cuestionar si el subalterno puede hablar a través de la pluma del dominante.
El documento analiza dos obras clave de la literatura gauchesca argentina: el Fausto de Estanislao del Campo y el Martín Fierro de José Hernández. Argumenta que el Fausto representa el punto más alto de la gauchesca porque ridiculiza y estereotipa al gaucho de una manera más polarizada. Mientras que el Martín Fierro introduce un giro cualitativo al fantasmear la identidad del autor y cuestionar si el subalterno puede hablar a través de la pluma del dominante.
- Si tendría que establecer, como se suele hacer, un ciclo vital, una ciclo de desarrollo de
la gauchesca, diría que su punto culminante es el Fausto de Estanislao del Campo, y no el
Martín Fierro. Este dicho necesita de cierta perspectiva, de ciertas concepciones subyacentes: en primer lugar intentar pensar a la gauchesca como producción social implica, en buena parte, pensar a los grupos sociales implicados: quienes la escriben, y quienes son escritos. Así, el Fausto es el punto más álgido de la gauchesca porque es donde se cristaliza más densamente esa oposición real de grupos humanos, y cuando digo que la oposición se densifica quiero decir qué más se polariza. Entonces, en la dinámica de la gauchesca, quienes la escriben -y leen- se sitúan en un polo, y quienes son escritos en el otro: es la ridiculización del gaucho que lleva a cabo Estanislao del Campo, su estupidización, su caracterización de agnósticos: todo aquello que los hace ser los otros. Porque (quizá alguien ya lo haya dicho) la gauchesca, desde una perspectiva de la producción, composición y circulación de los discursos -entre ellos el literario-, siempre ha sido eso: los ricos hablando de los pobres, los ricos hablando por los pobres; quiero decir, los ricos hablándole a los ricos de los pobres, o incluso los ricos hablándole a los ricos a través de los pobres de cómo los pobres ven a los ricos, pero como son los ricos los que en realidad están hablando a través de los pobres, en el fondo la gauchesca es un espejo: la mirada-máscara del gaucho sirve para informar a los ricos cómo se ven ellos mismos. Esto pasa en el Fausto más claro que el agua, ergo es el punto más álgido de la gauchesca. ¿y qué le sigue a esto? Bajtín ha dicho que la parodia requiere de una cierta saturación de un estilo literario o discurso para, partiendo de esa saturación, poder invertir los sentidos de esos discursos, que se convierten en discursos parodiados: el Martín Fierro respecto al Fausto ¿O no hay un sentido inverso en lo que al gaucho respecta -mejor dicho a lo que el gaucho significa-?
- Martín Fierro representa un salto cualitativo en la historia de la literatura argentina:
Hernández se afantasma en la escritura (Barthes), se alteriza, casi que borra la relación de enunciar con el enunciador real. Lee su propia mismidad de un lugar otro, desde una lengua ajena. Y concluye con lo inesperado: el pasaje a “los infieles”, la pérdida de la identidad, el fin de una metamorfosis. Hay que hacerle al texto una pregunta, junto con Gayatri Spivak: ¿puede hablar el subalterno desde la pluma del dominante? Tal vez La Ida sea un texto en donde esa ficción se acerca lo más posible a darnos una respuesta afirmativa.
- Dialectiza la dicotomía de Sarmiento: en La Ida, los dualidades se complejizan porque
cada polo parece tener el germen de su opuesto. En La Vuelta se retorna a lo simple. Opera según la lógica de la guerra: el enemigo (indios) se convierte en potencial aliado, es la negación de la negación, lo cual constituye una de las leyes de la dialéctica.
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