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JOHANNA CAPLLIURE

JOHANNA CAPLLIURE

DE POLIZONES, MARINEROS SIN CAPITÁN Y


EXTRANJEROS NÓMADAS. LA AUTOBIOGRAFÍA COMO
TRAVESTISMO EN ISABELLE EBERHARDT

El joven marinero holandés David Jans, que había sufrido ciertas


dificultades para alistarse en el ejército por su falta de fuerza física, con-
siguió hacerse indispensable en su regimiento. En un fuerte de la Compa-
ñía de las Indias Occidentales situado en la costa occidental de África, su
finura en las tareas delicadas, su habilidad con la brújula, su inteligencia
y su facilidad para el cuidado de los enfermos le hizo indispensable en
esta comunidad masculina. Además, el barril de coñac que decidió com-
prar en Holanda para acompañarse en el viaje le valió la simpatía de al-
gunos de sus compañeros que pasaban el hastío del viaje con unos tragos.
En la Compañía, David tenía un camarada con el que dormía y
con el que pasaba la mayor parte del tiempo, especialmente aquellos
momentos en los que la embriaguez de las correrías les hacían enfren-
tarse a otros marineros cayendo en peleas y discusiones.
Al tiempo de su llegada al fuerte africano, David cayó enfermo 99
y fue llevado a la enfermería para ser atendido de sus fiebres. Allí su-
cedió algo altamente increíble. Su cronista nos lo relata así:

“en su larga postración, se le ensució la camisa y


dejó pasar varios días sin conseguir ponerse una limpia
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(…). Una noche David se levantó del lecho tres o cuatro


veces, pero, demasiado débil para tenerse en pie, volvió
a caer cada vez. Al día siguiente, unos soldados fueron a
visitar al compañero enfermo. Al entrar en la habitación,
vieron la camisa manchada de David. Declararon que no
estaba bien dejarle en ese estado, le obligaron a cambiar-
se de camisa. Quitándose entonces la que llevaba, sus pe-
chos quedaron al descubierto, ante lo cual todos se levan-
taron, atónitos al hallarse en compañía de una joven”. 1

En realidad el joven marinero David Jans era Maritgen Jans,


una mujer. Maritgen Jans pudo pasar inadvertida como mujer en su
disfraz de hombre durante tiempo, aunque fue descubierta en diferen-
tes ocasiones en las que se la vio desnuda. La heroína del mar medite-
rráneo y océano atlántico lesa en travesías y combates pudo esconder
su sexo los dos meses que estuvo convaleciente por una herida en el
trasero. Sin embargo, cuando se empezó a temer que engangrenara, se
hizo venir a otro médico para que la tratara. Entonces siendo desvesti-
da, recoge el cronista, el médico dijo: “pero aquí hay un corte más de
los que esperábamos encontrar”.2
A través del relato de David/Maritgen Jans nos gustaría comen-
zar nuestra travesía por los cabos y puertos de las costas del travestis-
mo femenino. Es decir: por las vidas de aquellas mujeres que se vis-
tieron de hombres en su vida cotidiana tomando no solo la vestimenta
de estos, sino las actitudes, gestos y oficios. También entendiéndolo
así: “viviendo como hombres”. Para ello hemos tomado este primer
caso en el que Jans es descubierto como mujer vestida de hombre, casi
como un polizón en el barco del género.
La vida de este marinero-mujer nos descubre en un primer
reflejo el secreto de la identidad o lo que es lo mismo, la imagen
que se refleja en el espejo no soy yo. Un espejismo en el estadio de
100 identificación del yo que pone en juego las teorías lacanianas de la
formación del yo a partir de la experiencia del espejo3. O también,
1.- Dekker, Rudolf M. y Van de Pol, Lotte, La doncella quiso ser marinero :
travestismo femenino en Europa (siglos XVII-XVIII), Madrid : Siglo XXI, 2006, p.28
2.- Íbid. 29.
3.- Lacan, Jacques, “El estadio del espejo como formador de la función del
yo [je] tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica, en Lacan, Jacques, Es-
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al menos, las vicisitudes que se pusieron de relieve con los estudios


de género de mediados del siglo XX con las cuestiones: qué es ser
mujer, qué es ser hombre, cuáles son los bordes de lo femenino y de
lo masculino. Estas cuestiones que hoy se nos devuelven envueltas
en desbordamiento de los significados de cada una de las etiquetas,
en siglos anteriores también generó ciertos devaneos en su definición
mostrando una suerte de sospecha o quizá vacilación ante aquellos
asuntos vinculados al género, sexo y deseo que siempre, ante la in-
comprensibilidad, se sometió a la idea del capricho de la depravación,
la desviación o lo anómalo4. El yo especular entra en disputa con el
yo social, rompiendo con la idea de identidad del espejo lacaniana.
Este último, el “yo social”, encorseta ortopédicamente los deseos y
proyecciones del yo del espejo. Por eso muchos de los casos que han
llegado a nuestros días se han disfrazado de mito o ficción para des-
activar su peligro social.

El secreto de la identidad:
“Había una vez una alegre doncella
Que quiso navegar
Que quiso navegar
Había una vez una alegre doncella
Que quiso ser marinero y navegar muy lejos”.5

Los casos de las mujeres del siglo XVII-XVIII se conforman


como un primer desembarco donde hallamos formas de vida al mar-
gen de la norma y que extraordinariamente eran más normales de lo
que podamos pensar.

critos 1, México, Siglo XXI, 2009, pp. 99-105. En este caso de travestismo el reflejo
del espejo que configura el “yo” no es reconocido como tal hasta que es vestido con
las “ropas” adecuadas.
4.- Parece inevitable nombrar a Michel Foucault y sus estudios sobre prácticas
“anormales” en los que desarrolló una arqueología de las formas de saber y de poder 101
en torno a la formación de la sexualidad o de la enfermedad mental y sus vías mons-
truosas. Además, Foucault se erige como uno de los representantes de los estudios de
género y queer retomado en las dos últimas décadas.
5.- Famosa canción infantil de la tradición holandesa que tuvo origen en el
s.XVIII como canción de trabajo que se cantaba en los barcos. Hallada en Dekker,
Rudolf M. y Van de Pol, Lotte, La doncella quiso ser marinero: travestismo femenino
en Europa (siglos XVII-XVIII), Madrid : Siglo XXI, 2006.
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En el estudio de los historiadores Rudolf M. Dekker y Lotte van


de Pol sobre el travestismo femenino en la Europa de los siglos XVII
y XVIII, La doncella quiso ser marinero, se cuentan más de 115 casos
analizados. Su estudio pertenece a esa parte de la disciplina de la His-
toria que se ha denominado Historia Social por lo que intenta dar argu-
mentos suficientes sobre la práctica del travestismo de mujeres como
una situación habitual principalmente en el Norte de Europa (los Paí-
ses Bajos es el territorio del que se ocupan estos dos investigadores)
como forma marginal, pero alternativa a la vida consagrada al hogar o
a la prostitución que eran las únicas vías principales de supervivencia
para las jóvenes sin recursos. Muchas fueron las mujeres que decidie-
ron tomar los hábitos de hombre y adquirir una vida tal para salir de
la situación de precariedad y sometimiento alistándose en el Ejército
como en la Marina. Las empresas de marineros, porteadores o sastres
y también las de la estafa o el robo tuvieron un notable gusto para las
mujeres que decidieron librarse de las cadenas del sexo y ser libres
mediante la mascarada de la masculinidad. Así pues, las historias de
estas mujeres prevalecen entre el mito y la realidad: son algunos los
cuentos o canciones populares, como la citada más arriba, que han so-
brevivido dando cuenta de la vida de estas. La forma autobiográfica y
la ficción, la masculinidad y la feminidad serán los opuestos vencidos
por estas mujeres, no siendo ni uno ni otro.
Si la mayor parte de los casos hallados y estudiados pertenece a
mujeres que decidieron tomar la vestimenta de hombre para cambiar
de vida y salir de circunstancias difíciles, existen otros casos impor-
tantes en los que las mujeres se decidieron por ello para salvaguardar
su patria o por el amor procesado a otra mujer que tendría como deseo
tomarla como esposa. A veces, incluso, una mezcla de las tres. Sus
vidas quedan reseñadas en crónicas biográficas, autobiografías, cartas,
periódicos y principalmente en los archivos judiciales, así como los
documentos de las industrias de ultramar6 o de cuadernos de viajes. Lo
102 que debemos tener en cuenta es que los casos que han sido analizados
son aquellos que tuvieron repercusión mediática en su tiempo porque
las mujeres abandonaron su disfraz o porque fueron descubiertas. Por
lo tanto, es comprensible que otras tantas mujeres que sobrevivieron

6.- En el caso de Dekker y van de Pol hicieron gran uso de los materiales de
la VOC, Compañía Holandesa de las Indias Orientales.
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en su mascarada al desocultamiento llevaran a buen puerto su per-


formance hasta el punto de pasar inadvertidas y por consiguiente sin
dejar pruebas de su existencia.
Igualmente, es importante señalar que los casos que causa-
ron más reacciones sobre este tipo de travestismo fueron aquellos
que fracasaron en su realización. Probablemente el mayor número
de ellos fueron los que se descubrieron en los barcos cuando estas
mujeres fueron encontradas desnudas u orinando y eso que muchas
de ellas llegaron a utilizar un artefacto que hacía las suertes de un
pene artificial. Dicen los textos sobre Catharina Lincken (1721):
“[un] cuerno forrado de cuero por el que orinaba y [que llevaba]
prendido a su cuerpo”. Y en una canción popular neerlandesa sobre
una marinera de la VOC se canta: “Orinaba por una pipa artificial /
Igual que haría un joven”.
Por consiguiente, podemos discurrir que el travestismo feme-
nino de estos siglos señalados pudo devolver la mirada al espejo: yo
como otro, como él. Maritgen como David, el marinero.
Según las investigaciones históricas, estos casos no serían ex-
cepciones o rarezas de los siglos XVII-XVIII. De hecho, el travestis-
mo femenino se conformó como una práctica extendida aunque encu-
bierta que se fue desarrollando desde la Edad Media. La mayor parte
de sus expresiones se vieron atadas a un tiempo breve. A saber, el car-
naval. Durante la época del carnaval, un tiempo y espacio de subver-
sión de los roles, todo estaba permitido. El tema del “mundo al revés”,
de “la batalla de los pantalones”, se convirtió en una imagen poderosa
de la posibilidad de inversión de las formas, como puede observarse
en los trabajos de Mijail Bajtin sobre el contexto y producción literaria
de François Rabelais7. De hecho, son conocidos los casos en los que
alargándose la fiesta, algunas mujeres mantuvieron su disfraz de hom-
7.- Bajtin, Mijail, La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento.
El contexto de François Rabelais, Madrid, Alianza, 2003. Las tesis de Bajtin sobre
una carnavalización de los poderes subversivos se podría hacer extensivo a la idea de 103
una “carnavalización de la resistencia” en época contempóranea en el contexto de la
globalización. Sobre estas ideas se pueden consultar los textos escritos para la revista
Mono: Caplliure, J., “La carnavalización de la Resistencia”, Valencia, 2007. O, Ca-
plliure, J. “Una dulce disrupción del cotidiano?” en Territori GPS versus Lloc sense
ruta, Periferies.Primer encontre d’acció I pensament a la Marina (Dénia), Valencia,
Edicions de la UPV, 2008. Y, también, el texto de la conferencia Turba y carnival.
Prácticas de urgencia en el espacio público, recogido en el mismo libro.
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bre y aprovechando su poder se enaltecieron llevando a la revuelta a


grupos sociales frente a la autoridad dominadora.
Curiosamente pervivió, según la representación en diferentes
grabados de los carnavales celebrados en París durante el siglo XIX,
un imaginario de travestismo en el que las mujeres se ataviaban grácil-
mente como estibadores del puerto o marineros marselleses adquirien-
do, así, una gran importancia el tipo “debardeusses” como disfraz; de
la misma manera que los personajes de la Commedia dell’Arte toma-
ran la fiesta con sus tipológicas vestimentas en otras épocas.
No obstante, aunque la imagen representa el disfraz del car-
naval, debemos aclarar la importancia de la realidad del travestismo
como forma de vida entre los géneros y los sexos, y más allá de ellos.
Por lo tanto, nuestro acercamiento no trata de ser un estudio de la ima-
gen de la mujer travestida, sino de la forma de vida de estas mujeres
vestidas de hombre. Por eso, ya viene siendo el momento en el que
expliquemos qué diferencias se hallan entre disfrazarse y travestirse y
qué tipo de travestismo ofrece nuestro estudio.
Los estudios clásicos de travestismo, como Mother Camp de
Esther Newton de 1972, suelen otorgar a este una desviación femeni-
na. Es decir, el trabajo antropológico de Newton se basa en los relatos
y testimonios de informantes hombres que adquieren el rol de mu-
jer. “Los female impersonators (mujeres impostoras) son performers
altamente especializados. La especialidad está definida por el hecho
de que sus miembros son hombres que performan exclusivamente, o
principalmente, en el personaje social de mujer”8. El atrezzo que los
acompaña se convierte en una “completa panoplia visual de “femini-
dad”: pelo largo (postizo o propio), maquillaje femenino y vestido,
joyería femenina, pecho (sea falso o inducido por la toma de hormo-
nas), y zapatos de tacón fino”.9 Los dos tipos de travestis (drag queen)
que analiza la antropóloga son: los transformistas cuya práctica del
travestismo se ofrece en shows de clubs y los mariquitas o travestis
104 que hacen la calle (street female impersonator) que incluyen su “ac-
tuación” femenina a sus vidas cotidianas. Estos últimos pertenecen a
la escala social más baja, siendo una parte de esta subcultura gay que

8.- Newton, Esther, Mother Camp, Chicago, The University of Chicago Press,
1972. La traducción es nuestra.
9.- Íbid, p.5
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se ve ligada a jóvenes desempleados que se prostituyen y acaban co-


queteando con las drogas. El mundo drag, según Newton, demostraría
que “el comportamiento de rol sexual es una apariencia, un afuera”.10
Sin embargo, nuestra demanda se origina más allá de la apariencia,
inclinándose hacia el adentro, el interior o la interioridad del yo.
Por otro lado, lo que pone de manifiesto los estudios clásicos
del travestismo es la diferenciación de tratamiento entre los casos
masculinos o femeninos. Durante mucho tiempo, el travestismo de
los hombres ha sido censurado por entenderse como una desviación:
era totalmente indecoroso que un hombre se vistiera de mujer. Sin
embargo, aunque no era bien visto, pero tampoco prohibido legal-
mente, que una mujer vistiera la ropa de un hombre generaba menos
oprobio. Porque los valores al hacerse “pasar por” hombre eran más
cercanos a un ideal virtuoso que el de la mujer. Esto pondría de relie-
ve la transformación que ha tenido lugar entre el mundo gay y drag
queen, y el mundo lesbiano y drag king. El éxito de las drag queen en
el mundo social, la TV, el cine, la música; y la vinculación a contextos
marginales o underground de lesbianas, drag king. De hecho, Esther
Newton pone de manifiesto en su ensayo la necesidad de testimonios
de drag kings que relaten sus historias para poder detectar las rela-
ciones y distinciones de los diferentes tipos de travestismo femenino
y masculino.
Huelga reiterar la necesidad que remarca Newton, puesto que
hasta ese momento –años 70– la tipología de lesbianas, mujeres mas-
culinas o mujeres travestidas (“masculinity impersonators” ) solo po-
dían arrojarnos etiquetas difíciles de mantener. Si volvemos a la obra
de Dekker y Van de Pol, importante trabajo para secuenciar la vida de
las mujeres travestidas, observamos como se nos ofrece el siguiente
marco a partir del sexo y el deseo sexual.
Los motivos sexuales del travestismo, leeríamos en la obra, se
suelen relacionar con 4 tipologías clásicas que la teoría queer irá des-
haciéndose de ellas a cada estadio de representación: la intersexua- 105
lidad (hermafroditismo), travestismo (se relacionaba con mujeres
heterosexuales), la homosexualidad (lesbianismo, tribadismo…) y la
transexualidad (mujeres que se creían hombres). Las luchas identi-
tarias, de género, el feminismo y la teoría queer han conseguido que

10.- Íbid. 104.


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estos estudios comiencen a ser encarnados por un sinfín de sujetos


nómadas que abren las puertas a que la ficción de las canciones popu-
lares de marineros y soldados se convierta en vida y celebración de los
cuerpos. Así las prácticas drag king han ido desmontando estas tipolo-
gías remezclándolas y aportando nuevas figuras de lo que podríamos
llamar masculinidad femenina. Pongamos un ejemplo.
La espalda de Jack II, fotografía de Del Grace Volcano. Una
fuerte espalda concentra la atención del objetivo, los músculos son
marcado por las sombras con una finura extrema como si se tratara de
la piel marmórea de una escultura griega. El brazo pone en torsión la
hercúlea forma introduciéndose en el pantalón blanco de marinero una
mano que se sitúa cerca de tocar las varoniles posaderas. Volvemos la
mirada hacia la columna vertebral ascendiendo hacia una nuca rapada
y que en su copín corana un birrete marinero.
Esta famosa imagen del artista hermafrodita, “terrorista de gé-
nero”, Del Grace Volcano posee una cara A: el rostro y el torso de
Jack. En la imagen se rompe con el espejismo del masculino marinero
fotografiado. Jack posee un torso de mujer, dos mamas desarrolladas.
Aunque su apariencia sigue teniendo una “masculidad” inapropiada.
La masculinidad femenina, término teorizado por Judith/Jack
Halberstam y que de alguna manera retomaría el trabajo de Newton
ampliando el campo de estudio, expresa una ontología que ”no pue-
de ser reducida al cuerpo del hombre y sus efectos”11 ya sean estos
sociales, culturales o políticos. La masculinidad femenina pondría en
crisis las masculinidades heroicas que concentran todo su saber-poder
en el cuerpo del hombre blanco, heterosexual, joven y de clase alta. A
nivel teórico, la noción de masculinidad femenina es fundamental para
los estudios feministas, de género o queer, puesto que mediante esta
concepción se afirma una identidad construida no en base a la imita-
ción (tendencia de los drag queens), sino como forma de conocimiento
sobre la configuración de la masculinidad como tal. Esta perspectiva
106 servirá como herramienta de revisión de otros conceptos como el de fe-
minidad, mujer u hombre o los de homosexual, lesbiana, heterosexual
y, evidentemente, transexualidad. Por tanto, según Halberstam debe-
ríamos hablar “en términos fractales o en geometrías de género”12. La

11.- Halberstam, J, Masculinidad femenina, Madrid, Egales, 2008.


12.- Íbid. 44.
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representación de esta masculinidad femenina ampliaría el espectro de


figuras que resituarían todas estas ideas en las chicazo, las femmes, la
femme falsa, las butch, la drag marica, la masculinidad desnaturalizada
(entendiendo esta como las otras masculinidades negras, latinas, asiá-
ticas) que traspasarían las imágenes de la tríbada, la hermafrodita y la
marido-mujer.
En la representación de la masculinidad femenina son conocidas
las imágenes de Catherine Opie o Del Grace Volcano (como ejemplo13)
de las comunidades drag king. Pero también serían imprescindibles los
talleres de drag king en que a partir de la performance de género, la
mascarada masculina pondría en práctica todas estas concepciones. De
hecho, me gustaría acercarme al ejercicio del drag king desde los talle-
res desarrollados por el colectivo de artistas feminista-queer O.R.G.I.A,
representantes de estas prácticas en el estado español. O.R.G.I.A es
conocido como un colectivo de artistas multidiciplinares y activistas
cuyas prácticas discurren entre la práctica y la teoría, el activismo y la
creación, la docencia y la exhibición/manifestación. Pueden ser consi-
deradas como las primeras organizadoras de talleres drag king en nues-
tro país y las primeras en presentar una masculinidad ibérica contextua-
lizada en los años 60-70. De hecho, uno de sus trabajos más conocidos
en la construcción del macho español franquista y postfranquista es la
Serie Verde en la que vinculándose a cinco tipos de machos ibéricos
nos dan las claves de la performance de masculinidad y de los arqueti-
pos de la época nacional con figuras que nos recordarían a los papeles
protagonizados por los actores Alfredo Landa, Antonio Ozores, Pajares
y Esteso, Toni Leblanc, Manolo Escobar o José Sacristán.
Pero también, como decíamos, el ejemplo de O.R.G.I.A es fun-
damental para entender la práctica del drag king como metodología14.
En sus talleres la performance de masculinidad que pasa por el apren-
dizaje de la colocación de las piernas al andar o sentarse marcando la

13.- Uno de los ejemplos curatoriales en contexto español más importantes 107
sobre las nuevas masculinidades en las que se introdujo el trabajo de Opie y Volcano
es la exposición Héroes caídos. Masculinidad y representación, EACC, Castellón,
Generalitat Valenciana, 2002; proyecto comisariado por José Miguel G. Cortés.
14.- Texto de O.R.G.I.A,“Bastos, copas, oros, espadas y dildos. Los reyes de
la baraja española”, para el catálogo Cano, Caplliure y Lozano (Ed.), Fugas subver-
sivas. Reflexiones híbridas sobre las identidades, La Nau, Valencia, Universitat de
València, 2005.
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virilidad del pene, el taller de piropos o la conducta de macho marcan


la deconstrucción de género como se había dado en décadas anteriores
como estrategia de desestabilización del poder patriarcal y de la mas-
culinidad y feminidad naturalizada.
Por lo tanto, a modo de primera conclusión, podríamos declarar
que el travestismo femenino, el vivir como un hombre o la mascu-
linidad femenina se identifican con un empoderamiento de cuerpos
deseantes y peligrosos por su poder de subvertir las normas, los roles
y las figuras de poder a través de la escritura del cuerpo, la experiencia
de las formas de vida y la biografía de estos.
Llegados a este punto en el que hemos ido deslizándonos por las
vicisitudes de la práctica del travestismo femenino, es el momento de
poner nuestro interés en la autobiografía y cómo esta puede entenderse
como una forma de mudar de piel o travestirse.

“Travestismo continuo”: autobiografía


En primer lugar entenderíamos la autobiografía como el espacio
en el que el cuerpo deseante podría hacerse yo. La escritura se revela
como una acción performativa de construcción del yo a través de la
forma autobiográfica. Así suena en las palabras de Friedrich Nietzsche
en la que es conocida como su autobiografía, Ecce Homo: “Yo me
cuento mi historia a mí mismo. Me relato mi vida, la recito y la cuento
para mí”. Sin embargo, más que la propia acción performativa de la
escritura autobiográfica lo que nos preocupa es la forma en la que la
construcción del yo fluctúa entre las aguas de la ficción y la realidad
por estar atado al relato. De estas relaciones ambiguas entre la ficción
y la realidad que conforman el relato de la vida del yo, no nos interesa
tanto cómo se construye el tiempo vivido, la persona pasada -epitafio
de lo que fui, como nos traería Paul de Man-, sino más bien la visión
dicotómica de un yo que son dos en el mismo tiempo presente e inac-
tual; como sucedería con el mismo travestismo.
108 Y es cierto que en el centro de la autobiografía se refugia el
autor, actor en el travestismo: actuante. Con la escritura de la vida
del yo podría “convertirme en autor de mis propios placeres”, decla-
ra Edward Said15, saliendo del poder del núcleo familiar y la escue-

15.- Edward Said escribe estas líneas en su autobiografía: Fuera de lugar,


Barcelona, Debolsillo, 2003.
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la en su caso, pero también desligándose de las normas sociales. El


sueño, la ensoñación (revêrie de Jean Jacques Rousseau16 o Hélène
Cixous17), parece ser el lugar frontera en el que vive lo deseado, lugar
que deambula entre la creación, la escritura y la vida. En ocasiones
la forma de relatar el yo es la del “juego infinito de equivocaciones”
que supone la máscara. La máscara del yo. Un “Yo” que es capaz de
ejecutar lo que el yo quizá no hubiera hecho nunca o quizá hizo pero
ha preferido olvidar.
Entonces, podríamos argüir que de la importancia del autor de
la autobiografía, el yo, la noción de autoreferencialidad será funda-
mental en su estudio. De hecho, Philippe Lejeune, experto en crítica
autobiográfica, fortalece esta idea mediante su pacto autobiográfico
por el cual damos por correcto que el testimonio expuesto en la auto-
biografía es verdadero, puesto que el autor, el narrador y el personaje
tendrán que referir a la misma persona.
No obstante, este pacto autobiográfico es roto constantemente
con las prácticas propias de la escritura del yo en el que esta vez sí que
se mezclan la realidad y la ficción para hacer posible otra forma de vi-
vir. Por lo tanto, de nuevo en voz de Lejeune, podríamos decir que “[e]
l éxito de la palabra “autobiografía” está sin duda unido a la tensión
entre estos dos polos, a la ambigüedad o a la indecisión que permite,
al nuevo espacio de lectura y de interpretación que hace posible, a las
nuevas estrategias de escritura que puede designar“.18 Esta obertura a
un horizonte de posibilidades que ofrece la escritura de la vida del yo
podría describirse en palabras de Roland Barthes en Roland Barthes
par Roland Barthes que “escribiéndome, yo no haría más que repetir
la operación extrema por la que Balzac, en Sarrasine, hace coincidir
la castración y la castratura: yo soy yo mismo mi propio símbolo, yo
soy la historia que me llega”.19
Con el ser por venir la autobiografía se convierte en perver-
sión del propio género sexual, ruptura de géneros literarios, muerte
de la propia autobiografía para devenir otra escritura del yo. Puesto 109

16.- Les rêveries du promeneur solitaire.


17.- Las ensoñaciones de la mujer salvaje.
18.- LEJEUNE, P., El pacto autobiográfico y otros estudios, Madrid, Mega-
zul-Endymion, 1994, p. 130.
19.- BARTHES, R., Roland Barthes par Roland Barthes, Paris, Seuil, 1993,
p. 62. La traducción es nuestra.
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que solo en este quicio entre la ficción y la realidad donde se sitúa


la autobiografía brotan “ideas que me habrían parecido intolerables,
incomprensibles y pavorosas si no hubieran surgido tras un sueño o un
poema”20 y yo incluiría en la autobiografía que ha traspasado la puerta
de la ficción. Esta relación con una “razón poética” (en palabras de
María Zambrano), el pensamiento que bebe de la imaginación, pene-
tra en cada poro pigmentado por la tinta de la escritura. La creación
y con ello la forma de construcción ficcional produciría un ser activo
en deriva de libertad. La escritura se convertiría en forma de vida y la
autobiografía en la expresión más audaz de la propia vida en la que
se abocarían los deseos, sueños, ambiciones, terrores, pesadillas, así
como las propias acciones. Vivir en la escritura, vivir en la obra, en la
raíz de la desobra es una forma de vida. Así la autobiografía permite
en su mayor grado de ficción, lo que se conoce a partir de los estudios
de Serge Doubrowsky, otro crítico de la autobiografía, como auto-
ficción. Es decir, representarse bajo múltiples cuerpos, innumerables
nombres, actuando de cualquier manera. El yo ficcional y el yo real
acaban conviviendo en la autobiografía en cierta o gran ambigüedad.
Ambos yos son reales. Ya no luchan por ser el verdadero, ya que la fic-
ción no es mentira. Ella abre la puerta del alma. Los dos yos conviven
entre el texto y la escritura, entre el vivir y la vida.
Así, el pacto ambiguo21 que pone de relieve la autoficción al
consensuar las relaciones entre autobiografía y relato novelesco- según
Manuel Alberca- sería la estrategia ideal con la que definir la forma de
muchas creaciones literarias y artísticas, e incluso muchas expresiones
de vida, como sería el travestismo. En ambos (autobiografía y relato no-
velesco) encontramos la irrefutable verificación de la imposibilidad de
contar(se) uno mismo como un todo conjurado y encerrado en sí mismo.
Extraña ambivalencia en los géneros tanto literarios como sexuales en
los que se ve rebasada la imagen de la unilateralidad de la identidad. El
relato autobiográfico se traviste. El yo no se esconde en el personaje para
110 relatarse, el disfraz auxilia al ser que se anhela: el ser travestido. El ser
verdadero. El ser que se escribe y en la escritura adquiere su identidad.

20.- LORDE, A., “La poesía no es un lujo”, en La hermana, la extranjera:


artículos y conferencias, Madrid, Horas y horas, 2003, p. 15.
21.- ALBERCA, Manuel, El pacto ambiguo. De la novela autobiográfica a la
autoficción, Madrid, Biblioteca Nueva, 2007, p.32.
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Las sospechas abocadas a la autobiografía y al travestismo por


su ambigüedad, su condición subversiva y su fin en la desobra solo
puede ofrecérsenos como una vía de escapatoria.

La autobiografía travesti: Isabelle Eberhardt.


Por último, me gustaría analizar un caso de autobiografía traves-
ti en el que se podría estudiar todas las ideas que hemos ido avanzando
en los párrafos anteriores a través de la figura de la Isabelle Eberhardt.
Añadiendo un tipo de travestismo más que sería el intercultural.

“Mi cuerpo está en Occidente, mi alma está en Oriente”.


Pierre Loti

Ginebra, 1877, en el seno de una familia rusa de orígenes judíos


y emigrada a Suiza nace Isabelle Eberhardt. Hija de la ruso-alemana
Nathalie de Moëder, esposa del general ruso De Moëder, y de padre
desconocido será la única entre sus tres hermanos inscrita bajo el nom-
bre de soltera de su madre –Eberhardt– al no ser reconocida como
hija suya ni por Moëder ni por Alexandre Trophimowski, amante de
Nathalie, mentor y padre real de Isabelle.
Su infancia transcurre en la Ville-Neuve donde Vava, nombre ca-
riñoso con el que llaman los niños a Alexandre Trophimowski, enseña
filosofía, historia, geografía, química e incluso algo de medicina. Y por
supuesto, las lenguas que conocía: griego, latín, turco, árabe, alemán,
italiano y ruso. Aunque en la villa, como buenos aristócratas, hablarán
con su madre francés. Trophimowski marcará los primeros años de for-
mación de Isabelle. Antiguo pope ortodoxo y anarquista, buen amigo de
Bakunin y discípulo de Tolstoï educará a los Moëder-Eberhardt en un
vasto campo de conocimiento en el que las disciplinas más teóricas se
compaginarán con las más prácticas, atendiendo también a las labores
en el jardín. Una infancia en la que tanto las niñas como los niños se-
rán educados de la misma forma siguiendo las doctrinas anarquistas sin 111
atender a su diferencia de género. Este gesto se verá en la forma de ves-
tirse se Isabelle que lo hace como uno más de sus hermanos hombres.
Un visitante de la Ville-Neuve testimonia las dificultades que
tiene para ver en Isabelle más que a un chico: “En el patio había un
joven chico cortando la madera. Grande, bien découpé, parecía tener
JOHANNA CAPLLIURE

la edad de 16 años. Figura redonda, con la cara un poco llenita, rostro


imberbe, cabellos negros”.22
La facilidad con la que Isabelle adquiere sus cambios de iden-
tidad se observa precozmente en sus diarios y cartas familiares, sobre
todo la correspondencia con su estimado hermano Augustin, que serán
firmados con nombres cambiantes (tanto femeninos como masculi-
nos). Dándole cierta importancia a los de Isabelle de Moërder o Nico-
lai Podolinsky (con el que pone de relieve sus orígenes rusos, en busca
de su identidad. Algo que se le había arrebatado al ser tratada como
ilegítima). Pasando, así, a ser un marinero en Marsella.
Desde un primer momento, Isabelle juega a ser otros, puesto que
no sabe bien quién es: ilegítima y exiliada. Identificaciones que desde
su niñez la hacen sentirse como una verdadera paria. Los conceptos de
ilegítima, exiliada o paria no harán más que remarcar la personalidad que
desarrollará más adelante: la vida nómada, la vida vagabunda, en la que se
deja llevar por los paseos de su destino: el desierto argelino. Por lo tanto,
esta incerteza de su identidad se convertirá en una forma de nomadismo
del yo, otorgándole la virtud de poder adquirir la vestimenta, el género y
la vida que ella desee mostrar según el interlocutor ante el que se presente.
Una de las primeras anécdotas que se recogen en su Lettres et
journaliers es la carta que escribe en árabe a Abou Naddara, experto
en estudios orientales, ante el que se presenta como un joven estudian-
te orientalista utilizando la primera persona en masculino y de la que
nunca se deshará en su escritura íntima.
Su primer viaje a Argelia, en Bône, la llevará a adquirir su iden-
tidad musulmana, su identidad oriental. Su deseo por Oriente, como
el de otros escritores orientalistas –entre los que destaca su adorado
Lotti– la hacen transformarse hacia su identidad de nómada. Vestida
con el burnous se mezclará con las gentes para practicar su árabe e ini-
ciarse en la cotidianidad del pueblo argelino fuera del barrio burgués
destinado a los europeos.
112 Ahmed, uno de sus fieles compañeros en Túnez, dice de ella:

“Cuánto más viril es tu naturaleza que la mía y


cuánto más que yo estás hecha para las luchas duras y

22.- EBERHARDT, Isabelle, Lettres et journaliers, Paris, J’ai lu, 1991, p.21.
Traducción nuestra.
DE POLIZONES, MARINEROS SIN CAPITÁN Y...

despiadadas de la vida…”. ”Mahmoud es una naturaleza


masculina pura y él está a mil leguas de mí (…)”.23

Autores como Hedi Abdel-Jaouad llegan a declarar que su cuer-


po travestido es la primera forma de autoexilio de la autora. Según
Abdel-Jaouad: “opta por una radical “desterritorialización” de sí mis-
ma al asumir una variedad de nombres masculinos e identidades”.24
Hablaríamos de un “travesti o travestismo onomástico”. De hecho,
pronto cambiará su nombre por el de Mahmoud Saadi, identidad mas-
culina que prolongará a su vuelta a Argelia y que ella define como “la
personnalité aimée”. Esta nueva identidad musulmana le ayudará a
acceder como un joven estudiante, un Taleb, a la escuela de la Zaouïa
a través de su introducción en la orden sufí de la Kadriya y al acerca-
miento de los marabouts (hombres santos). Su aproximación no es la
del conocimiento del orientalista, sino la de un creyente y practicante
del Islam. De hecho, Mahmoud Saadi le favorecería en “su hégira del
alma”, en su abandono místico.
Su iniciación y más tarde profundización en el estudio del Islam
le permitirá comunicarse con las figuras del poder oriental, los sabios,
los chektifs; motivo por el que más tarde el ejército francés reclamará
sus servicios en viaje de exploración/explotación a través de la figura
del general Lyautey; o también teniendo un papel importante como re-
portera para el periódico bilingüe franco-árabe Al Akhbar cuyo editor
Victor Barrucand será una pieza fundamental en el legado escriturario
de Isabelle Eberhardt.
Una vez más, me gustaría que este “travestismo onomástico” se
entendiera bajo la metáfora del rosario musulmán. El rosario musul-
mán está compuesto por 100 granos/bolitas. Cada uno de ellos afirma
una cualidad de Dios: el Único, el Sabio, el Omnisciente, el Generoso,
el Creador, el Juez, el Señor de los Mundos,… así hasta llegar al más
grande en el que al final se dice su nombre: Allah! Esta multiplicidad
de maneras de llamar a Dios es la misma que se da en la figura de 113
Isabelle Eberhardt. Tanto los nombres con los que firma, así como las

23.- Íbid, p.63.


24.- ABDEL-JAOUAD, Hedi, “Isabelle Eberhardt: Portrait
of the Artist as a
Young Nomad” artículo publicado en la revista Yale French Studies, 83, 1993, p. 107.
Traducción nuestra.
JOHANNA CAPLLIURE

formas con las que es llamada por los demás: la nómada apasionada,
la buena nómada, la ardiente nómada, la andrógina del desierto, la
amazona del desierto, la hermana de la caridad del Islam, Notre Dame
du Sahara,... hasta llegar a Isabelle Eberhardt.
La identidad móvil de Isabelle Eberhardt pasará desde la pro-
pia denominación, el nombre que se da o con el que firma sus textos;
las vestimentas de mujer, de hombre, à la manière occidental, dégui-
sé en bornous, de marinero; hasta el papel activo que desarrolla en
su vida: estudiante musulmán de la Kadriya, periodista francófona,
espía rusa a favor de la Legion Française, compañero (Mahmoud
Saadi) y, a la vez, esposa de Ehnni y como, por supuesto, escritora:
Isabelle Eberhardt.
Una de las anécdotas que se retoman en las cartas que le escri-
be a su esposo Slimene Ehnni dice: “Sí, en verdad, yo estoy casada
contigo ante Dios y ante el Islam. Pero yo no soy una vulgar Fatma o
una Oucha cualquiera. También soy tu hermano Mahmoud, servidor
de Dios y de Djilani, más bien que servidora de su esposo que es toda
mujer árabe”.25
Para finaliza este acercamiento a la identidad nómada, nos gus-
taría introducir la noción d’écriture pseudonomique que Leila Hadou-
che-Dris emplea en el análisis de la identidad de nuestra escritora.
Hadouche-Dris nos explica el uso del pseudónimo en Eberhardt, fren-
te al de otros escritores que buscan el anonimato. Este será un caso te-
rapéutico de personalidad múltiple en la que un nombre va matando al
otro hasta llegar a la personalidad deseada. En su tesis concluye con la
idea de que el deseo de Eberhardt llega a su plenitud con el nombre de
Mahmoud Saadi. Y que “cada etapa en el itinerario de esta escritura,
cada carta escrita y cada hoja rellena, contiene en abismo la historia
de Isabelle Eberhardt”.26
Aunque nuestra intención esté completamente alejada de un
análisis psicoanalítico de nuestra escritora, sí que nos ha parecido
114 acertado la idea que propone Hadouche-Dris de entender la produc-
ción textual de Eberhardt en mise en abyme (recordando a Nietzsche
25.- EBERHARDT, Isabelle, Lettres et journaliers, Paris, J’ai lu, 1991, p.
238. Traducción nuestra.
26.- Hadouche-Dris, L., “Aventure d’un pseudonyme et Construction de soi:
Mahmoud Saadi dans l’écriture intime d’Isabelle Eberhardt”. En la revista Synergies,
Algerie nº1-2007, p.111. Traducción nuestra.
DE POLIZONES, MARINEROS SIN CAPITÁN Y...

con el “yo me cuento mi historia a mí mismo”). La autobiografía cons-


tante en la obra de Eberhardt se ve marcada por la imperiosa necesidad
de travestirse por el nombre y por el hábito con el que se cuenta así
misma.
Por último, Isabelle Eberhardt volvería a ser Isabelle Eberhardt
en dos sentidos. Por un lado, como la firmante de sus textos, la escri-
tora. Pero, por otro lado, como Isabelle Eberhardt el mito. Esa misma
idea de mise en abyme que se proyecta sobre la obra de Eberhardt nos
sirve para entender el paso a su propia ficcionalización y cómo este es
estirado por el propio Barrucand, editor de sus textos, pero también
por el resto de comentaristas y críticos que tomamos a Isabelle Eber-
hardt como ficción de nuestras narraciones y de nuestras esperanzas.

“Sé bien que esta manera de vivir es peligrosa,


pero el momento del peligro es también el momento de
la esperanza”.
Isabelle Eberhardt

Johanna Caplliure
Crítico de arte

BIBLIOGRAFÍA

• ABDEL-JAOUAD, Hedi, “Isabelle Eberhardt: Portrait
of the


Artist as a Young Nomad”, Yale French Studies, 83, 1993.
• ALBERCA, Manuel, El pacto ambiguo. De la novela au-
tobiográfica a la autoficción, Madrid, Biblioteca Nueva, 115
2007.
• BARTHES, Roland., Roland Barthes par Roland Barthes,
Paris, Seuil, 1993, p. 62.
• EBERHARDT, Isabelle, Lettres et journaliers, Paris, J’ai
lu, 1991.
JOHANNA CAPLLIURE

• CANO, CAPLLIURE y LOZANO (Ed.), Fugas subver-


sivas. Reflexiones híbridas sobre las identidades, La Nau,
Valencia, Universitat de València, 2005.
• DEKKER, Rudolf M. y VAN DE POL, Lotte, La doncella
quiso ser marinero : travestismo femenino en Europa (si-
glos XVII-XVIII), Madrid : Siglo XXI, 2006, p.28
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nidad y representación, EACC, Castellón, Generalitat Va-
lenciana, 2002.
• HADOUCHE-DRIS, Leila., “Aventure d’un pseudonyme
et Construction de soi: Mahmoud Saadi dans l’écriture in-
time d’Isabelle Eberhardt”. En la revista Synergies, Algerie
nº1-2007, p.111.
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• LEJEUNE, Philippe, El pacto autobiográfico y otros estu-
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y horas, 2003.
• NEWTON, Esther, Mother Camp, Chicago, The University
of Chicago Press, 1972.

IMÁGENES:
Fig. 1 y 2.
O.R.G.I.A, Serie Verde, Secuencia 1, 2004, Lambda RC s/aluminio, varias
dimensiones.
116
Fig. 3 y 4.
Composición de imágenes de dos talleres drag king (taller de travestismo)
realizados por el colectivo O.R.G.I.A. El primero pertenece al proyecto Iden-
tidades Estratégicas. Prácticas de Intervención Cultural en la Sala Matilde
Salvador, Centro Cultural La Nau, UV, 2005 y el segundo se inscribe en las
II Jornadas de Políticas Lésbicas de la FELGT, Centro Cultural la Petxina,
Valencia, 2006.
DE POLIZONES, MARINEROS SIN CAPITÁN Y...

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Fig. 1.
JOHANNA CAPLLIURE

Fig. 2.

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Fig. 3.
DE POLIZONES, MARINEROS SIN CAPITÁN Y...

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Fig. 4.

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