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DEL AGUA:
BAILES CANTAOS
NAVEGAN POR
LA MAGDALENA
POR:
SILVIO FERNANDO DAZA ROSALES(1)
ENRIQUE LUIS MUÑOZ VÉLEZ(2)
(1) Investigador musical. Músico. Gestor cultural del Magdalena Medio. Biólogo. Docente, Universidad de La
Paz, Barrancabermeja. Fundador del Grupo de Gaita Lumbalú de Barrancabermeja.
(2) Investigador musical. Gestor cultural. Filósofo. Docente de la Escuela de Verano, Universidad Tecnológica de
Bolívar. Miembro Fundador del Instituto Internacional de Estudios del Caribe.
A la memoria de Tata La Grande, residente de tierra firme al lado de
América y cuyas almas navegan por La Magdalena para siempre y a las
cantadoras(res) de los bailes cantao y a mi grupo del alma... Lumbalú!!!
Autores
Silvio Fernando Daza Rosales
Enrique Luis Muñoz Vélez
Colaboración especial:
Camilo Ernesto Daza Meneses (Música)
Marie Ducedame (Ilustradora Francesa)
Lic. Uriel Navarro Urbina (Semiólogo)
Manuel Antonio Pérez Herrera (Músico)
Pre-prensa e impresión:
Litodigital Barrancabermeja
litodigital@hotmail.com
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Prohibida la reproducción parcial o total de esta obra
bajo ningún medio físico ó tecnológico sin la autorización previa
de sus autores. Derechos Reservados
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Barrancabermeja, abril de 2008
Presentación
Este libro, La Memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena, del investi-
gador social Enrique Luís Muñoz Vélez y del profesor Silvio Fernando Daza Rosales, es el
6
Contenido
Presentación 5
A modo de advertencia 9
Visión del historiador 9
Los ojos de la memoria 10
Prácticas simbólicas 11
Preliminares 12
La diversidad etnica 12
EL RÍO: Guaca – Hayo, Arli y Yuma (La Magdalena) 17
RÍO LA MAGDALENA 17
TESTIMONIOS DE VIAJEROS 18
LA REGIÓN 22
ESTUDIOS CULTURALES 23
LA DIÁSPORA 107
MUSICAS DE IDA Y VUELTAS 108
HABILIDADES E INTERLENGUAJES 109
INTRANQUILIDAD SOCIAL 110
ENCUENTROS DE SONORIDADES 112
TANGO O GOLPE CONGO 116
NOTICIAS DE MÚSICOS NEGROS 117
NEGROS Y GITANOS EN LA MIRADA DE MARTÍN CORRALES 118
VARIANTES RÍTMICAS BAILES CANTAOS II 119
CHANDÉ 119
BERROCHE 120
GUACHERNA 122
BRINCAO 122
TUNA 124
SON DE NEGRO 124
PAJARITO 125
EL ZAMBAPALO 126
8 EL BULLERENGUE 126
CHALUPA 128
CONGO 129
LUMBALÚ 129
UNIVERSALIDAD 133
ANEXOS: 136
ANALISIS MELODICO, RITMICO Y FORMAL 154
Análisis Melódico: 154
A modo de advertencia
Las fiestas fueron comunes en la vida de las culturas americanas. Como en otros
pueblos de América los indígenas que habitaban el Nuevo Reino celebraban fiestas
vinculadas a actividades propias de su vida cotidiana o de su relación con el cosmos.
Con la conquista ellas variaron. Aquí nos interesa observar cómo se utilizaron las estruc-
turas religiosas cristianas para mantener la reproducción del universo indígena. Con el
correr de los años y la formación de una sociedad mestiza, las fiestas giraron en torno a
la religión aunque la sociedad acentuó su batalla por reencontrar en el cuerpo el mundo
perdido de los sentidos. La fiesta inventa nuevos espacios, para volverse mundana y
propensa a escandalizar y agrietar las normas de la moral cristiana. Los tiempos en que
prevalecen los combates entre la fe y las creencias en medio de la danza cambiaron
entre los siglos XVI a XVIII. Los indígenas derrotados en su fe por la prédica y la vigilia le
abrieron paso a la nueva sociedad de mestizos que arremeterá contra el dogma cristiano
acercando los cuerpos al despertar de los sentidos(1)”.
Hermes Tovar Pinzón
(1) Memoria Revista del Archivo General de la Nación, Bogotá, 2003, No. 9.
Los ojos de la memoria
Todo el cuerpo es memoria; los ojos son las ventanas de esa memoria que posibilita
al observador y a la persona o personas con capacidad de observancia a convertirse
en testigo de vista. Y, precisamente, ser testigo de vista faculta a la persona a dar fe a
testimoniar sobre los hechos vistos. La historia se vale de esas miradas que permiten a
indagar la verdad para esclarecer el pasado.
A modo de reminiscencia las miradas que escudriñan minuciosamente, con meticulo-
sidad son las que logran los hallazgos, y este, de manera esencial posibilita poner en
escena un hecho de la historia.
En la villa de Pamplona fue capturado a media noche el negro Fernando Cabamoche
que se juntaba en esa con los negros y negras que podía, convidándolos a un juego que
él hacia, puesta una caja con lumbre encendida en el centro del aposento y todos los
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
negros entorno de dicha caja. Fernando Cabamoche comenzaba a tocar un arquillo que
tenia puesto en la boca, y cantando en lengua (en africano una de tantas), y diciendo
volad, le respondían todos que volase, y apagando la luz y desnudándose en cueros,
proseguía diciendo que volaba, y le volvían a responder que volase.
Y se oían otras voces, como vuela, y las otras que volase, otros tocaban caja, haciendo
son suave en ella con las manos y unos palitos, y se oía tras unos golpecitos en la caja
volad. El negro Fernando Cabamoche fue traído a Cartagena de Indias para ser juzgado
por el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición(2).
Tanto el arco de boca como la caja y los palitos percutientes no son ajenos a nuestra
tradición instrumental, y mucho menos, cantar en lengua como se percibe en el lumbalú.
Por otro lado, se desprende que es un toque muy de los cantos negros o toques de
cabildo que dieron de alguna manera distinción a los bailes cantaos como huella de
auténtica expresión africana.
10
(2) Carta de 1 de septiembre de 1633; el negro Cabamoche fue castigado con azotes, cuando era Gobernador
Francisco de Murga. La documentación hace parte del Archivo de Salamanca y fue consultada por José
Toribio Medina y citada en su libro: “La Inquisición de Cartagena de Indias”, 1889.
Prácticas simbólicas
El símbolo solo tiene explicación y significación a partir de sí mismo, por tanto, las
comunidades donde se ejecutan los bailes cantaos desarrollan unas prácticas simbó-
licas, entre otras, La Vara Santa, que de cierta forma, trae desde el pasado a modo de
ícono festivo que representan un árbol que connota la música y el baile.
La Vara Santa o Mirto es citado por Erasmo de Rótterdam en “El Elogio de la Locura(3)”
como simbología de la música. El símbolo de La Vara Santa es universalizado por unos
de los pensadores más consistentes de la cultura europea.
Del pensamiento elemental al pensamiento cumbre se comparte un símbolo de gran
resonancia y significación simbólica.
Yo soy quien ha inventado el echar a suertes para designar el rey del festín, quien reparte
las ramas del mirto , quien hace cantar en coro, quien anima a las parejas a bailar.
11
La fecha del 12 de octubre de 1492 inscribe una nueva historia; el mundo desde luego,
ya no seria el mismo. Europa se autodescubre en el mar Caribe y el concepto conti-
nental se amplia. Una verdadera revolución que incorporaba tierras, un mar interno y
miles de ríos. La hidrografía ensanchaba sus límites y caudales lo que sugería una carto-
grafía diferente.
Pero al mismo tiempo, una variada gama poblacional con gentes y lenguas distintas,
hábitos y costumbres abiertamente oponibles a las prácticas del llamado “viejo mundo”.
Se vislumbra algo distinto parece otra naturaleza y lo era, con vegetación y animales
nunca visto. Todo ha cambiado hasta la manera de percibir el universo. El Mar Caribe
pare a América en el hemisferio occidental. La palabra apareció por primera vez en la
Cosmographiae Introductio (Introducción a la Cosmografía), editada y publicada en 1507
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
La diversidad etnica
(5) Arranz Márquez, Luis. Cristóbal Colón. Madrid: Ediciones Historia 16 y Quorum, 1986. Obra síntesis sobre la
figura colombina. Ballesteros Beretta, Antonio. Cristóbal Colón y el Descubrimiento de América. En “Historia
de América y los pueblos americanos”, dirigida por Antonio Ballesteros y Beretta. Tomos IV y V. Barcelona:
Salvat Editores, 1945. Una obra tradicional y muy importante durante muchos años.
Colón, Cristóbal. Diario de a bordo. En “Crónicas de América”. Tomo 9. Madrid: Ediciones Historia 16, 1985.
Se trata del texto original del primer viaje colombino, precedido de una amplia introducción.
Colón, Hernando. Historia del almirante. En “Crónicas de América”. Tomo 1. Madrid: Ediciones Historia 16,
1984. Esta biografía de Cristóbal Colón, escrita por su hijo Hernando, ha generado muchas controversias
que deben tenerse en cuenta.
descendientes conservaron su organología musical y son piezas de un enorme valor
instrumental y sonoro en distintos lugares de la geografía costeña.
Sin embargo, la compleja geografía de Colombia muestra como supervivencia sonora
otras culturas indígenas fuera del contexto Caribe cuya tradición permite un acercamiento
a sus fuentes sonoras y a la manera de hacer su música.
¿Cómo era la música precolombina? Interrogante aún irresuelto y que algunos
estudiosos del tema prefieren ignorar. La pregunta, quizás presenta una justificación en
palabras del sabio Isidoro de Sevilla, en una frase histórica, el enciclopedista y canónico
expuso en sus Etimologías: soni pereunt(6), los sonidos perecen porque no pueden fijarlos
la escritura musical. La organología musical de aquel período requiere del auxilio de la
arqueología y de la historia para suponer un sonido acudiendo a músicos diestros en el
oficio y al aporte de musicólogos y etnomusicólogos para aproximarno a su sonoridad.
Ésto facilita un mejor estudio acudiendo a la antropología, la etnografía y el folclor para
(6) Daniel Devoto. Expresiones Musicales. La Hora Actual De La Música En América Latina. Siglo XXI, 1977, p.
23.
nominación, la diferencia cultural opuesta a la categoría de pueblo para contraponerlo
a un conocimiento depurado, culto y perteneciente al peldaño más alto de la escalera
social. El pueblo como lo de abajo. Lo subalterno. Pueblo como agrupación humana de
larga duración y que es portadora de un patrimonio cultural.
El término folclor en la investigación se utiliza como un saber ancestral que permanece
en espacio y tiempo; esa permanencia condiciona que elementos del mismo deben
persistir como un saber, que a su vez, se alimenta de renovadas corrientes, ya que el
folclor no lo concebimos como un fósil, ni mucho menos, como un cadáver insepulto que
se resiste a ser enterrado. El folclor como lógico saber del pueblo se modifica y posibilita
un diálogo de negociación entre pasado, lo que debe permanecer (tradición), es decir, lo
que trasciende el espacio y el tiempo por el valor de su saber y el presente que modifica
y provoca el cambio (modernidad).
El término folclor le damos un alto sentido de significación social y de ninguna manera,
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
arrastra con un lastre de indignidades, todo lo contrario, se concibe como un saber valioso
y digno, al margen de su cuna humilde, éste tiene una carga de profundo contenido
poético en su construcción popular.
El concepto humildad denota bajeza como modo de ser de las personas que nacen
abajo, es decir, en el último peldaño de la escalera social. Y que asocian a la acción
de rendirse, que se rebaja voluntariamente, que suplica ante un ser superior. La cuna
humilde de condición pobre es la nacencia del saber popular, pero envuelto en digni-
dades. Aquí pobreza es límite y no-humillación y autonegación de un complejo saber de
raíz popular. El límite como frontera de saberes entre quien subordina y quien es subor-
dinado. En el contrapunto surge el saber de abajo como insurgencia y rebelión que
interroga al supuesto saber hegemónico, al poder que institucionaliza desde la cúspide
de un pensamiento aristocratizante (Proclamado como “clase alta”, élite).
Pues bien, el folclor considerado como un saber bajo, indujo a una alta figura de la
iglesia del medievo como Isidoro de Sevilla(7), a clasificar al artista popular como un ser
de condición baja, que adolece de historia social y lo que tiene es acceso a las páginas
de la crónica roja.
Nuestra valoración del folclor se inicia en reconocer en el artista popular a una persona
14 creadora, que es capaz de articular saberes hijo de su inventiva singular, que recoge de
la colectividad para luego devolverlo a su núcleo social de manera enriquecida y hacerlo
propiedad de todo un pueblo, donde no prima ningún afán personal y tiene como mayor
interés lo comunitario, la anonimia popular, que no distingue autoría alguna. Y lo que es
saber del pueblo se convierte en rico manantial de la colectividad.
(7) Autor de las Etimologías y catedrático de derecho canónico, su saber enciclopédico fue recogido en XX
volúmenes. Cfr. Gereme Bronislaw. El Marginado. Jacques Le Goff (Compilador). Interpretaciones históricas
al pensamiento de Isidoro de Sevilla en El Hombre Medioval. Madrid: Alianza Editorial, 1990, pp. 361 – 386.
La etnografía y el folclor han desempeñado una importante tarea en la fundamen-
tación de un estudio musical que se nutre y se desarrolla desde diferentes fuentes en
la formación de ritmos y aires de la cultura híbrida del Caribe colombiano, entre ellos,
los bailes cantaos.
La relación de etnografía y folclor resulta más orgánica de lo que las personas suponen
y ha de valorarse ampliamente en su estrecha interconexión. El estudio descriptivo de
las costumbres y tradiciones de los pueblos es el campo y objeto etnográfico a partir de
la observancia de sus modos de vida y la expresión de sus lenguas. Esa misma base
soporta el antropólogo para hablar de música primigenia. De tal manera que el folclo-
rista inmerso en la realidad antropológica cultural con ojo de etnógrafo y oído acucioso
valiéndose de la tradición oral queda convertido en notario publico al darle escritura al
cúmulo de experiencias artísticas que va descubriendo.
La música como práctica humana es histórica y los estudios culturales y el acervo
(8) Ramón Pelinski. Qué es la etnomusicologiaa. Universitat Jaume I. Sin más datos. Ver, Revista Musical
EL RÍO: Guaca – Hayo, Arli y
Yuma (La Magdalena)
Las familias indígenas vivieron del río y para el río. Una pretendida delimitación de su
trayectoria recibió de las comunidades aborígenes que hacían tránsito fluvial le dieron
a cada tramo nombres diversos. La parte más próxima a su nacimiento fue llamada:
Guaca – Hayo, que significa Río de las Tumbas. En la parte media entre su nacimiento
y el puerto de Tora (hoy, Barrancabermeja), le llaman Arli y del puerto de Tora hacia abajo
Yuma. El río servía de arteria de comunicación y comercio entre grupos étnicos diversos:
Yamecíes, Guamocoes, Yareguíes, Pantagoras, Carares, Panches y Opones. Según el
antropólogo francés Paúl Rivet, el valle medio del río Yuma estaba ocupado por etnia de
la familia Caribe en el momento que penetran los conquistadores europeos(9).
Desde el más remoto pasado el río ha sido espacio de confluencias interétnicas que
RÍO LA MAGDALENA
Codexxi, 1998.
(9) María Teresa Arcila Estrada. La Cultura En El Magdalena Medio en UN MUNDO QUE SE MUEVE COMO EL
RÍO. Pp. 17 – 21. Entre las fuentes citadas, Rafael Núñez O. Reseña Histórica de Barrancabermeja. Bogotá:
Editorial Colombia Nueva, 1987, p. 28. Aníbal Noguera. Crónica Grande del Río La Magdalena.
le puso el nombre; y el primero que lo navegó fue García de Lerma el año de 1531(10).
Nace de un pequeño lago que llaman del Buey al norte del Páramo de las Papas en
latitud norte 01 grado, 25’’, corre por el desierto Laboyos, atraviesa y riega las grandes
llanuras de Neiva, las selvas de Nare y Opón y siguiendo su curso de sur a norte con
cortas inflexiones entra en el mar de las Antillas(11).
El río La Magdalena es en gran parte la vida y la historia del país, son múltiples los
testimonios de su importancia en todos los órdenes del conocimiento y vía comuni-
cante de saberes. Eje fundamental para comunicar los Andes con el Caribe colombiano
y para que en sus aguas navegara en doble sentido la mercancí a que subía y bajaba
desde los puertos del Caribe al interior del país. Así como gente y mercancías subían y
bajaban, fue objeto de novelas que daban fe de ser camino indiscutido de la memoria de
la Nueva Granada y de cantos de poetas hasta nuestros días, por esas mismas cauda-
losas aguas navegaron diversas poblaciones indígenas, españoles y más tarde negros
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
TESTIMONIOS DE VIAJEROS
(12) Hamilton, citado por Noguera Mendoza, Aníbal en La Crónica Grande Del Río La Magdalena. Tomo I, p. 293.
pueblo. Río que más temprano que tarde, navegará en sus aguas en la añoranza feliz
de la hermandad. La vida como el amor siempre renace como acto de autopoiesis que
propicia su propio nacimiento enrostrando que la vida no se agota con la muerte.
De tal manera, que hacer conciencia y ser consciente del río La Magdalena de su valor
vital, es comenzar a pensar en él y, de esa manera, hemos pensado en nosotros mismo,
y en las futuras generaciones que cantarán Epifanía de gloria, y el río desde luego, será
otro, y la vida volverá al cauce pleno de su existencia natural y armónica.
El ilustre intelectual cartagenero, Manuel María Madiedo en el libro: “Ecos de la noche”,
publicado en 1870 recoge una semblanza de la vida del río La Magdalena, habla de los
bogas, las costumbres que definen esa cultura y desde ella aborda los bailes de tambor
de los negros y mulatos que cantan bailando como expresión común de ceremoniar la
vida; el aporte de Madiedo contribuye con el mundo festivo de los bailes cantaos que
ya había visto en su natal Cartagena desde temprana edad, ya que él nace en 1815 y
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
vivió una serie de experiencias en la travesía del Magdalena como arteria fluvial que
comunica a Colombia, señalando que estuvo una larga temporada en Magangué y luego
en la Dorada (Caldas).
Madiedo describe escenas de toques haciendo diferencia que ésta era una música
diferente a la de Europa, a la vez, expone escenas de costumbres donde menciona a
la cocina de los bogas.
El relato ofrece algunos giros burlescos sobre el saber bailar de los bogas: negros,
mulatos y zambos verdaderos cuadros de costumbres de la vida del río Magdalena.
El retrato epocal no deja por fuera las riñas entre los bogas. Llama la atención que el
patrón de los bogas estimula la pelea entre ellos, teniendo como base la narración de
Madiedo.
El Boga del Magdalena de Madiedo es un documento de primera mano en la comprensión
de la vida decimonónica teniendo como eje el río y las manifestaciones culturales que de
él se desprenden. Los rasgos característicos del boga aproximan a una pintura social
y cultural de la época.
El negro Candelario Obeso, canta de manera poética la vida del boga, lo pinta con un
lenguaje que expone en la “Canción del Boga Ausente”, evidencia un ritmo y una manera
20 de habla distinta, hija natural de su etnia.
Los tambores dialogan sin palabras base rítmica de los bailes cantaos que navegan
por La Magdalena. En Obesos se puede leer entre líneas, los bailes que él clasifica de
serenitos, jugueteando con los movimientos del cuerpo que cortejan a la hembra, ella
serena y garbosa, sensual y hembra que sin excesos siguen las pautas rítmicas de
tambores y el palmoteo de las cantaoras.
Estos cantos y bailes son expresiones de una cultura singular, sui generis, ya que
constituyen unas prácticas sociales, históricas, culturales y simbólicas para comprender
el mundo costeño a partir de sus fiestas y tradiciones religiosas.
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
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ESTUDIOS CULTURALES
La música es quizás una de las mayores construcciones del espíritu humano que
trasciende todas las esferas, gracias a los colectivos sociales que participan en ella:
músicos y espectadores en plena comunión entre oído, vista y cuerpo. Y toda la parafer-
nalia instrumental que en conjunto hacen la música.
En ese orden de idea la música posibilita los estudios culturales y con ellos los imagi-
narios sociales que permiten la comprensión de un territorio, sus gentes y maneras de
(13) Silvio Fernando Daza Rosales. La Tambora No Morirá. Ponencia. Tamalameque, 2003. Los bailes cantaos
son dinámicos y cambian en el interior de sus propias prácticas culturales y en el contexto que lo origina,
dialoga permanentemente pasado y modernidad.
(14) Orlando Fals Borda. Retorno A La Tierra. Historia Doble De La Costa – 4. Bogotá: Carlos Valencia Editores,
1986, pp. 124 A – 125 A. Enrique Luis Muñoz. Fandangos de la Pascua de Diciembre, 1990. (Inédito). Y
Fandangos de Lengua en la Bahía de Cartagena. Ponencia Cartagena, 1996. (Inédito).
herencia africana que aún pervive en diversas manifestaciones, entre otras, la música
y la danza.
Las personalidades del mundo intelectual afro en América, previamente citadas, con
lujo de detalles, ratifican el rastro africano como un tejido múltiple, es decir, multié-
tnico y cultural, que rompe con el estereotipo de reducir lo negro a lo pinturesco de lo
musical danzario. La cosmovisión africana, y desde luego, su cultura dispersa en suelo
de América, constituye un poderoso acervo cultural de hondo calado desde la travesía
del negro, la misma que impone el régimen esclavista en la sociedad colonial, y cuyas
raíces colorean de diversas formas el tono de lo que somos como pueblo y cultura en
todas sus expresiones, y una de ellas, el lenguaje, su canto y su baile.
Lenguaje que sabe exponer una idea, un pensamiento como viva expresión dinámica de
una cultura sonora. Canto que exterioriza la manera de comprensión de la vida comuni-
taria de un alto contenido social y pedagógico del sustrato africano que fija un saber
Con el dominico Fray Bartolomé de las Casas, el mundo occidental comienza a saber
de los areytos (areítos), él da noticia de las celebraciones indígenas en el mar Caribe y
dice que dichas danzas son comunes en otras islas y tierra firme. La voz del dominico
fue crítica contra la estructura económica de la época y un defensor del indígena. Los
franciscanos no se levantaron en defensa del indígena, toda su mirada complaciente y
sus loas eran para la España conquistadora. Bartolomé de las Casas aboga por la justicia,
por la misericordia que lleva al amor del miserable y que según el filósofo Enrique Dussel
es la esencia de la caridad. Y para el dominico de las Casas, la caridad es la forma de
todas las virtudes. Él considera que la justicia se refiere al otro. Y la conquista no respetó
al otro, lo ultrajó, lo pisoteó y explotó. Desde la perspectiva del padre de las Casas –
sostiene Dussel – la religión es una virtud que depende de la justicia.
Fray Bartolomé de las casas hace justicia con el indígena y con sus formas culturales,
entre ellas, los areítos:
Los indios de estas islas, y aún de todas las Indias, son inclinadísimos y acostum-
brados a mucho bailar, y, para hacer son que les ayude a las voces o cantos que
bailando cantan y sones que hacen, tenían unos cascabeles muy sutiles, hechos de
maderas, muy artificiosamente, con unas piedrecitas dentro, los cuales sonaban, pero
26 poco y roncamente(15).
Con Fray Bartolomé de las Casas al describir un areíto se va encontrando una aproxi-
mación al término bailes cantaos. Esto, desde luego, no lleva a una inferencia lógica
que sea la matriz del ritmo, simple y llanamente, se encuentra una semejanza con la
hibridación musical bailable de fuerte acento negro de los bailes cantaos que navegan
por la Magdalena y que al exponer sus textos hay grandes similitudes en lo que narran;
(15) Historia general de las Indias. T. I, p. 280. Los cascabeles eran las maracas que también son muy comunes
en África.
ahora bien, el formato y el toque son diferentes hasta la forma de baile que describen
los cronistas de Indias.
Los areítos de los cuales da noticia de las Casas son de la isla de Santo Domingo.
Gonzalo Fernández de Oviedo al referirse a los areítos de Cuba son como de esta isla (la
Española – Santo Domingo) ya que él escribe viviendo en Santo Domingo y rememora la
experiencia visual de los areítos cubanos. Oviedo expresa que – esta manera de baile e
cantar es muy común en todas las Indias, aunque en diversas lenguas -. Aquí ya advierte
Oviedo que el areíto es un genérico como nominación, se deduce, que toda fiesta musical
danzaria indígena no sea referenciada necesariamente con ese término(16).
Las letras de sus cantos eran referir cosas antiguas y otras veces niñerías. Son cantos
que narran los acontecimientos de la comunidad, la vida, las funciones sociales de cierta
importancia religiosa, mágica, política y educativa(17).
El antropólogo Fernando Ortiz comenta que los indios de Cuba a partir de sus areítos
(16) Historia general y natural de las Indias. Libro XVII, Cap. IV.
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31
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
32
Las Hijas de Doña Diana Barrancabermeja - Santander
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
Los Hijos de Chaulo, Tamalameque – Cesar
33
Martina Camargo y Héctor Buitrago, Cantadores San Martin de Loba - Bolívar
PEDAGOGÍA
Fernando Ortiz bebe en la fuente de Driberg e infiere que las danzas de los negros
africanos al igual que su música son escuelas que hacen de puente entre la vida y el
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
arte. En el arte musical danzario África no solo muestra la riqueza cultural, sino su magis-
terio visual auditivo de los acontecimientos de su historia ancestral.
Se enuncia el problema con el antropólogo cubano don Fernando Ortiz, cuando
afirma: “Los negros africanos tienen cantos bailados que se clasifican como gnómico o
de función pedagógica(23)”. La tesis ortecina, bien pudo inducir la nominación de cantos
bailados a bailes cantaos. Quizás, fue el sociólogo Orlando Fals Borda, quien insinúa
la nominación cuando habla de fandango cantao o baile de tambora(24); y en esa misma
posibilidad, el antropólogo antioqueño, Ramiro Delgado Sánchez, con sus investigaciones
sobre el pueblo de Talaigua. Él se refiere al chandé como un baile cantao(25). O tal vez,
la antropóloga Gloria Triana en sus trabajos exploratorios la que acuñó la expresión, que
más tarde divulgaría el folclorista Carlos Arturo Franco Medina, quien socializa la nomen-
clatura. Él publica su trabajo: “Bailes cantados de la Costa Atlántica”, en Nueva Revista
Colombiana de Folclor. Vol. 1, No. 2, 1987. Con el trabajo de Franco Medina, comienza
hablarse de bailes cantados (cantaos) en Colombia.
34
(23) Ortiz. Los bailes y el teatro de los negros en el folklore de Cuba. La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1985,
p. 275. La primera edición es de 1951.
(24) Fals Borda, publica el primer tomo de La Historia Doble de la Costa: Mompox y Loba en 1979 y Retorno a la
tierra que hace el IV tomo para la misma casa editorial en 1986.
(25) Ramiro Delgado. Cotidianidad y fiesta en el municipio de Talaigua. Boletín Cultural Y Bibliográfico. Banco de
la República. Volumen XXIV, 12-87. P. 46. Nota de observación, las investigaciones de Delgado son
anteriores de 1985 y conforman el cuerpo de su trabajo de pregrado.
LA CLASIFICACION DE FRANCO MEDINA
Lumbalú
Bullerengue
Chalupa
Chuana
Tuna
Fandango Cantao (Fandanguito)
Pajarito
Baile negro
Congo
Tambora
Chandé
EXTRAPOLACIÓN
35
La extrapolación del texto de Ortiz permite establecer un vínculo de la cultura africana
a partir de la música y el baile, señalando que elementos se comparten y cuales de
ellos, perviven en el folclor costeño y hacen parte de la memoria del agua de los bailes
cantaos que navegan por La Magdalena. Con la diferencia específica, que la mujer juega
(27) Chuana es el nombre indígena de la gaita cabeza de cera. En los pueblos de la bahía de Cartagena las
poblaciones negras llaman chuana a los bailes de gaitas.
un papel protagónico en los bailes cantaos y es preponderante su participación con
respecto al hombre; aquí pues, cabe resaltar de manera sobresaliente, el rol individual
y social de la mujer si se entra a comparar con el folclor cubano, cuya expresión cantos
bailados difiere en contenido y forma con el nuestro. La tesis de Ortiz de lo gnómico
expresa una intención de función pedagógica, que hace del arte musical bailable del
sustrato africano, una condición singular, que expone la tradición a modo de academia
de historia, donde el canto asume el texto narrativo de los sucesos. Las cantaoras y en
menor proporción, los hombres a palabra cantada matizadas por los golpes de tambor
y otros elementos percutidos logran matrimoniar canto y baile como un juego de la vida.
Esta modalidad de los bailes cantaos es lo que se conoce en etnomusicología como
action songs (cantos actuantes).
En la África negra el canto, o sea la unión de la palabra y música, tiende casi siempre
a una acción complementaria. Lo complementario trasciende lo artístico y propone mirar
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
la acción social de la cultura africana: ritualidad, cantos de trabajo, los cantos bailados,
los cantos mímicos, verdaderos ejercicios gnómicos, los cantos juegos, cantos historias
y cantos danzas, hacen de acuerdo con P. Lastrade en su estudio de la “Literatura Tradi-
cional de la Lengua Bantú”, lo que él acuñó como action songs(28).
Sobre los cantos bailados, Ortiz sostiene que: “La categoría más importante, por su
complejidad, abundancia y trascendencia, acaso sea el de los cantos bailados, pues en
África por lo común el canto ritual colectivo se completa con la danza(29)”.
Por lo general el negro colectivamente no baila sin canto (bailes cantaos), ni canta sin
baile (cantos bailados). La relación alternativa de los términos en referencia de acuerdo
con su inversión se corresponde en parte con los cantos gnómicos, donde es menor la
intensidad de lo lírico con lo dramático. Por su parte los cantos de j uegos, cantos de
trabajos se observan una mayor intensidad entre lo lírico con lo dramático. De alguna
manera estos cantos bailados presentan una profundad representación de la vida del
negro que evoca en suelo americano.
En cuanto a lo gnómico, el término remite a sentencia, lo que hay que decidir o lo
que decide de acuerdo con cierta intención, ésta es de carácter eminentemente social
y pedagógica. Pero la mayor claridad del término lo expone la poesía gnómica, que
36 tiene que ver con la palabra recitada o con la palabra cantada que abunda en la cultura
afroamericana.
Para una mejor comprensión del concepto gnómico en la deducción de Fernando Ortiz,
es bueno remitir al lector a la raíz del vocablo poesía, que en lengua griega significa
construcción física que da la palabra que canta un hecho. Física del sonido que se
apalabra y que construye una imagen de mundo que como acto fundacional crea la
(30) Poiesis o poiético es física. El tejido hematopoyético es parte del núcleo óseo, en él se forma la sangre que
va a fluir e irrigar el cuerpo humano. La poiesis o (poyesis) es la palabra que fluye para dar imagen y sentido
a algo. Cfr. Platón. Diálogos. Editorial Porrúa. Aristóteles. Poética. Editorial Aguilar. Filosofía de la praxis en
Adolfo Sánchez Vásquez. Editorial Grijalbo.
(31) Enrique Dussel. Bartolomé de las Casas: Conversión y religión. Ponencia. I Congreso Internacional de
Filosofía Latinoamericana. Universidad Santo Tomás, Bogotá, 1980. Enrique Luis Muñoz Vélez, hizo parte de
los miembros fundadores del congreso y participó en las mesas de trabajo con Dussel.
(32) Enrique Luis Muñoz Vélez. La Música popular: Bailes y estigmas sociales. La Champeta La verdad del
cuerpo. Ponencia presentada en el Encuentro de Investigadores de Música Afrocaribe en el marco de la II
Feria del Libro de la Gran Cuenca del Caribe en el 2002. Revista Huellas, Nos. 67 y 68, p. 16.
función es organizar el trabajo de la enseñanza. Desde esa perspectiva, está implícita
la acción de “yo enseño”, que es lo que traduce del griego el término didáctica. Cuánta
enseñanza está contenida en las expresiones de los bailes cantaos, es el problema que
hay que desentrañar desde el horizonte pedagógico, para luego, hacerlo visible en las
prácticas educativas como una opción de saber.
La didáctica se orienta a la solución de problemas y desde ahí, posibilita un discurso
metateórico de pretensión científica. Y se interpela, cuando plantea desde dónde y cómo
se enseña la disciplina. Pues bien, los bailes cantaos proponen un territorio, un escenario
estético pedagógico y es en su seno de dichas manifestaciones folclóricas, dónde nos
interrogamos e interrogamos a los demás.
La base esencial del estudio de los bailes cantaos lo pone en escenas las comunidades
del río La Magdalena; la vida del río que amen de sus actividades de trabajo, también
disfruta su ocio creador como otra manera de comprensión temporal y no agotar la vida
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
39
(33) Estudio de la ciencia de la belleza en Estética, 1735.
(34) Para Kant lo bello es aquello que place universalmente sin concepto, sin necesidad de tener un conocimiento
previo (del objeto) que opera a modo de abismo entre los sentidos y el pensamiento. Cfr. Crítica del juicio.
(35) Hegel en Lecciones sobre estética, habla del sentido y del sentir, lo que produce la obra de arte con respecto
a las sensaciones que debe producir lo bello artístico.
(36) Schiller, la obra citada. Buenos Aires: Editorial Espasa Calpe, 1943, p. 86.
(37) Stendhal. Una Interpretación Sensual del Arte. Cuadernos Marginales, No. 27, 1972.
(38) El filósofo francés Hipólito Adolfo Taine en el libro: Del Ideal En El Arte, en el capítulo II, habla del grado de
importancia del carácter; temperamento es temperatura, carácter del ser en un contexto geográfico, clima,
atmósfera, lo que viene a mostrar su concepto es una alta influencia de Stendhal.
naveguen saberes diversos, que se intercomuniquen logrando afinidades y diferencias
a través del arte musical danzario.
La actividad estética que deriva de los bailes cantaos está impregnada de subjetividad
ya que los que participan en ella, de manera directa e indirecta son seres humanos y
se relacionan con prácticas culturales concretas (objetivas) mediante lo percibido de la
acción creativa y de un lenguaje musical danzario.
Una mirada comprensiva a la realidad de los bailes cantaos, sitúa el discurso en
una cultura concreta, objetiva y localizable en la región del Magdalena Medio como el
escenario por donde se desplaza y ejecuta la expresión folclórica en la convocatoria
artística de personas de poblaciones de Cesar, Magdalena, Bolívar y Santander.
La estética de estas manifestaciones de bailes cantaos como actividad humana está
involucrada como experiencia subjetiva que se relaciona con un mundo extra – subjetiva
natural y artificial (lo objetivo). La percepción de la realidad objetiva por un sujeto que
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
hace consciente ese conocimiento y lo transforma mediante una praxis pedagógica que
expone como saber estético lo percibido, gracias a una producción humana: toque, baile
y canto en cuanto a emisión y recepción de un evento artístico que presenta un lenguaje
de expresión y creación permanente(39).
Las observaciones de los bailes cantaos y la permanencia de contacto e intercambios
culturales entre actores artísticos. Músicos, danzantes, cantantes y cantaoras, especta-
dores y jurados facilita un diálogo de saberes y discusiones sanas, reflexivas sobre estas
prácticas culturales que en cada festival propicia un lugar para el encuentro académico
y un estímulo en propiciar público y sensibilidad de la enseñanza que deja los bailes
cantaos en la región que se estudia.
40
(39) La investigación propone una diferenciación de los conceptos conocimiento y sabiduría. Lo primero,
comprende lo formal académico consistido en hechos fácticos y explicables a través de un cuerpo de
hipótesis consistente y teorías que dan razones de experiencias cognitivas que estudian una realidad
concreta. Lo segundo, sugiere una comprensión de una realidad consistida en lo emocional, intuida e
inspirada en prácticas culturales que especulan desde su propio mirar como sujetos históricos que hacen de
actores de su propio proyecto de vida y, desde esa base son al mismo tiempo, espectadores de lo que a bien
saben hacer, sin pretensión alguna, de estar contemplando desde la experiencia que fundamenta el
conocimiento teórico.
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
41
Toda reflexión surge de una experiencia, de una praxis, caso concreto: los bailes
cantaos y lo que ellos, desde sus propias experiencias estéticas logran definir en la
construcción de La Memoria del Agua: Bailes Cantaos Navegan por La Magdalena.
Desde una perspectiva pedagógica y una praxis artística a través de la música se
inicia la escritura de la memoria del agua, metáfora del río La Magdalena por donde
navegan los bailes cantaos en viajes de ida y vuelta de la tradición en la comunicación
de la cultura.
¿Qué expresan los bailes cantaos? Responder el interrogante va más allá a una posición
de simples observadores. Se recurre a un ejercicio interdisciplinario, donde convoca la
geografía, la historia, la economía, la sociología, la antropología, la psicología, la semio-
logía, la música, la danza, la religiosidad, la pedagogía, la filosofía estética, la musicología
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
y ante todo, los actores artísticos que como sujetos históricos viven una experiencia de
cuya praxis el investigador convierte en cuerpo teórico. Praxis pedagógica que permite
articular un discurso que de razones y explique el contenido de un saber estético del
lenguaje musical, vocal y corporal de los bailes cantaos o cantos bailados.
Lo que expresan los bailes cantaos son saberes diversos, síntesis de siglos de una
cultura híbrida que en lo negro tiene y presenta su mayor grado de definición y predo-
minio de los toques que realizan la percusión, la manera de expresar la canción y la
traducción corporal de traducir canto y ritmo en melodía bailable.
En Colombia, un gran número de manifestaciones culturales de origen popular se
acompaña de la música y la danza más representativas de sus pueblos. A menudo estas
artes revierten tal vigor y encanto entre los pobladores que se convierten en compo-
nentes protagónicos y de gran importancia en muchos eventos. Así sucede con algunos
bailes cantaos de la región Caribe colombiana, interpretados generalmente por orquestas
de percusión y voces, bailados en pareja, y en donde música y danza se entretejen de
manera muy singular, reflejando la gran atracción hacia el baile y el canto por parte del
costeño(40). Entre los bailes cantados más conocidos encontramos el bullerengue, el
fandango, el lumbalú, el chandé y la tambora, sin desconocer la gran variedad de ritmos,
42 danzas y cantos, en otros bailes cantados de la región(41).
(...) La tambora hace parte de las tradiciones ancestrales de los pobladores de las
riveras del curso medio y bajo del río Magdalena y de sus afluentes en la región de Loba,
(40) Javier Ocampo López. Las Fiestas y el Folclor de Colombia., citado por Guillermo Carbó Ronderos en el
texto del Cd, Tambora Baile cantado en Colombia. Yai Records, 2003, p.3.
(41) Carlos Francos Medina. Bailes Cantados de la Costa Atlántica. Nueva Revista Colombiana de Folclor, Vol. 1
No. 2, 1987, en Carbó Ronderos, el texto citado.
cruce de los departamentos de Magdalena, Cesar y Bolívar(42).
El contexto de la investigación La Memoria del Agua: Bailes Cantaos Navegan por
La Magdalena es un concepto más amplio desde lo geográfico, que el planteamiento
de Carbó Ronderos. Ahora, articular la geografía santandereana que hace parte del
Magdalena Medio, permite situar el trabajo de indagación en una región más extensa
y que la práctica pedagógica y artística musical nos motiva a realizar una reflexión
pedagógica, estética y social de esta tradición musical bailable.
El estudio musicológico de Carbó Ronderos sobre la tambora y sus variantes, es el
trabajo más completo, exigente y hasta la presente deja una discografía de dos volúmenes
musicales, sustanciales documentos sonoros que sirven de acopio documental a futuras
generaciones de investigadores y de personas comunes interesadas en estas expre-
siones populares.
Sobre la tambora, quizás, el documento escrito anterior a la investigación del musicólogo
La dificultad de establecer los orígenes es uno de los problemas que enfrenta la inves-
tigación. A la carencia de fuentes confiables que no permitan plantear un cuerpo de
hipótesis, necesariamente, hay que recurrir a conjeturas que de alguna manera, sean
válidas y mirarse en el espejo de la heurística para echar mano de la creación artística
y entre ella, la novela histórica, rica mixtura de realidad y ficción.
La ficción de ninguna manera compite con la realidad, ya que ella la construye desde
sus propios imaginarios; el texto o la textura de la ficción lleva en cada puntada la hilada
de la imaginación y los puntos clave de su fantasía. Entonces, la ficción no es que no 43
le interese la verdad, lo que ella privilegia de manera primordial, es la creación de un
imaginario que configura su propia realidad, es decir, la de una creación estética que
de manera esencial cuenta su verdad inventada. Lo ficcional no evade la realidad de
la verdad histórica, simple y llanamente, hace un guiño, más bien, lo que propone es
ver como articula otra manera de mirar los hechos, desde los pretiles de la fantasía y la
imaginación sabe bordar la inventiva recreadora de la historia que ella crea.
Vega, entre otros, como figuras cumbres de las letras así lo testimonian en sus obras.
Y un mayor espejo donde hay que verse como legado cultural es la poesía española,
en cada uno de sus versos está contenido los hilos conductores de los cruces sociorra-
ciales que quedan como impronta en América que los canta de acuerdo con la región
para otorgarle un toque diferencial.
Sevilla hace lengua en la calle de La Ronda Esquina, allí bebe, baila y canta en tierra
de negros. Sancho Panza, piensa vender muchos negros y hacerse poderoso, si bien
es fruto de la imaginación, Cervantes ha vivido en Sevilla y sabe a conciencia que por
sus calles jacarandea aquella gente, vio y escuchó relatos de sus andanzas e intuye
los recovecos del alma popular que luego recrea en sus obras, principalmente, en el
Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha. El jaleo andaluz ha dejado una siembra
frondosa en el folclor de América y una cosecha primaria quedó en las Antillas con el
merengue dominicano y parte de ella en el suelo del Caribe colombiano en el coplerío
que sustenta los bailes cantaos .
Jalear es animar con palmas y hacer lenguas a los que bailan y cantan en la alegría
del bullicio festivo y es una costumbre común en la Sevilla de Cervantes. Por jaleo se
conoce en Sevilla un baile cantado muy popular de los negros. Y las jácaras son romances
44 breves que trata de la vida airada(43) o mala vida del hampa sevillana que populariza en
España, Francisco de Quevedo. Es recurrente la imagen prejuiciada de mirar los bailes
negros y ser referenciados siempre como fiestas de altanería y sus espacios como
lugares de ruidos y de desorden.
En un texto poético de la literatura caribeña hay un retrato elocuente de esa percepción
amañada, de sesgos ventajosos en el discurso descalificatorio de la útil verdad, que
pretenden mostrar como realidad desde las arenas movedizas de la mentira. Y a la cual
El fragmento poético es del cubano Regino Pedrozo, del texto: “Negro Hermano Negro”
formula un reclamo a la dignidad del negro y deja entrever que lo han caricaturizado como
lo muestra el estereotipo del tambor. El negro reclama y exige con el arte poético en la
voz de Pedrozo, igualdad, libertad y oportunidad para la persona negra. Y ante todo, que
sea mirado de otra manera, que se haga una lectura diferente a la percepción eurocen-
(44) Se conserva la escritura de la época. Tovar Pinzón. Op. Cit. David A. Brading. Orbe Indiano, citado por Tovar
Pinzón en La Fiesta Contra El Dogma.
“usan de ritos y ceremonias antiguas en borracheras y bayles superticiosos” por lo cual
se prohibían tales celebraciones(45).
(...)La diversión y la fiesta se convertían en máscaras para ocultar verdades profundas
del mundo de las creencias prehispánicas. La modificación del paisaje mediante el oculta-
miento de los centros ceremoniales fue otro modo de enmascarar la comunicación de
los hombres con sus dioses. Y el cuerpo, en donde habitaban los gestos y el lenguaje,
el origen y el movimiento se convirtió en una región para el castigo y la búsqueda de la
delación. Las mediaciones, es decir, las representaciones de tunjos, chaquiras y seres
zoomorfos enriquecidos de oro y piedras preciosas huyeron a la clandestinidad con sus
formas de algodón o de metales sin nobleza. La máscara, la clandestinidad y el silencio
fueron modos de conservar la memoria. Destruir todo ello con el incendio, la tortura, la
prédica, la vigilancia y la imposición de un calendario cristiano fueron en esencia los
mecanismos empleados por la iglesia para ganar no solo las almas sino el control del
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
(45) Constituciones Sinodales. Fray Juan de los Barrios 1566 ( pp. 457 – 568) en Mario Germán Romero. Fray
Juan de los Barrios y la Evangelización del Nuevo Reino de Granada, Academia Colombiana de Historia,
Bogotá, 1960, pp. 468 – 9, citado por Tovar Pinzón en la obra referenciada.
(46) María Lucía de la Cruz Federici. Representación religiosa en el Altiplano Cundiboyacense Durante la Colonia,
citado por Tovar Pinzón.
(47) Ángel López Cantos. Juegos, Fiestas y Diversiones en la América Española. Editorial Mapfre, Madrid, 1992,
citado por Tovar Pinzón.
lidad de romper monotonías institucionales. Lo festivo era el tiempo del desafío a la fe,
a la moral y al equilibrio. Era el tiempo de volver a encontrar el cuerpo que la iglesia
insistía en ocultar y separar. Las fiestas eran el tiempo de la unidad de las cicatrices que
dividían la vida, el cuerpo y el alma como si fuesen sombras imborrables.
La cultura africana protege su memoria a través de los cabildos negros, de lengua y
nación, son significativas las referencias que aportan Diego Ortiz de Zúñiga y Fernando
Ortiz, que brindan unas páginas comprensivas al respecto en obras como: “Los Anales
de Sevilla” y “Los Cabildos Afrocubanos” y “Fiesta Afrocubana del día de Reyes”.
“Allá en Sevilla tuvieron y tienen aún cofradías hasta los gitanos, raza ésta que, cuando
en Andalucía está más soldada a la blanca que en otros países”. La evocación remite a
F. Pabanó en su “Historia y costumbres de gitanos” y lo ratifica la obra de Diego Ortiz de
Zúñiga en los “Anales de Sevilla”, testimonios de primera mano en la comprensión del
significado de los cabildos de negros y cofradías. En el interior de los cabildos de negros
(48) Fernando Ortiz. Los Cabildos Afrocubanos en Etnia y Sociedad. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana,
1993, p. 58.
negro no sólo se les prohibe andar de noche, también le vedan vender vino y desde
luego, bebérselo, para ello, requiere de un permiso de sus amos y para 1573 no se les
deja que se junten a cantar y bailar los domingos y las celebraciones santas en las calles,
sino en la parte asignada por el Concejo Municipal, para la misma fecha ya existe en la
ciudad un poste para azotar negros(49). En este período Cartagena queda convertida en
el principal centro negrero de las Indias españolas y luego Veracruz.
En la Cartagena colonial(50) los negros prevalecían en las calles de Santa Clara (barrio
de Santo Toribio) y tres núcleos(51) en Santo Domingo (barrio Santa Catalina) y en la
calle de la Catedral (Santa Catalina), en la calle Alcibia (barrio de Nuestra Señora de la
Merced), en la calle San Agustín (Santo Toribio), en la calle del Tejadillo (Nuestra Señora
de la Merced donde dan noticias que en una de esas casas hay 200 negros) y en la Plaza
de los Jagüeyes (Santo Toribio), la adjetivación para referirse a los naturales de Africa
se les llamaron negrerías. Al racializarlos de hecho se les discriminaba, eran los otros,
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
(50) Enrique Luis Muñoz Vélez. Cartagena Festiva: El Once de Noviembre y sus Signos Culturales”. Investigación
comisionada por el Concurso Nacional de Belleza. La ciudad presenta una nomenclatura teológica. Santa
catalina era el sector de la catedral. Nuestra Señora de la Merced el área que comprende el Teatro Heredia,
calle de la factoría, calle don Sancho, calle de la chichería y calle del Estanco del Aguardiente. San
Sebastián, comprendía desde la Plaza de la Hierba(Coches) hasta donde está ubicada la India Catalina.
Santo Toribio es el Barrio de Sandiego y el extramuros del Getsemaní (Molino de Aceite, es el nombre
48 primigenio en honor al huerto de los Olivos).
(51) Los tres núcleos de negros se refieren lo más probables a tres naciones africanas.
(52) Ángel Valtierra. Pedro Claver. Tomo II,1980, pp. 200 – 227. Cuando se habla de que las plañideras eran
mujeres alquiladas para llorar a muertos ajenos a su dolor y por esa experiencia funeraria cobraban un
dinero, dicha práctica fue impuesta por sus amos y no obedece a una tradición africana. Enrique Luis Muñoz
Vélez. “Vivos que le cantan a la muerte”. Ponencia. Universidad Jorge Tadeo Lozano en el programa de jazz
sobre la vida de Luis Armstrong, 2004.
(53) Son expresiones sincréticas con influencias del catolicismo. Enrique Luis Muñoz Vélez. Rosarios Cantaos
Rituales de la Muerte. La Plaza. Año 1 No. 6 de 2000, pp. 4 y 5. El Grupo Lumbalú que funda Silvio
Fernando Daza Rosales en Barrancabermeja tiene como centro de estudio los funerales de muerte en
Palenque y es apartir de ese proyecto en que emprende la investigación de los bailes cantaos en el
Magdalena Medio.
el presente es el último informe de esta organización que se tiene noticia en la Cartagena
colonial. Ya que tres años después 1780 el Gobernador Juan de Torrezar Díaz Pimienta
decidío prohibir estas agrupaciones de naciones africanas.
Las fiestas de la Candelaria de la Popa y la de los negros esclavos San Blas fueron
la mayor convocatoria festiva donde los cabildos negros hacían presencia con toda la
parafernalia cerebratoria de sus ritos y cultos africanos(54). No hay que perder de vista que
Cartagena de Indias fue asiento de la trata negrera, puerto principal y Plaza Fuerte militar
en el período colonial y además, la Inquisición hizo presencia en la ciudad en 1600 consti-
tuyéndose con Lima y México en los lugares del poder del Santo Oficio en América.
El folclor venezolano presenta a través de su población negra manifestaciones cultu-
rales y musicales danzarias que reflejan el parentesco con los rituales de los cabildos
negros donde el espíritu de África vuela al viento dejando al aire sus profundos saberes
milenarios. La presencia de África en América la expone magistralmente el sociólogo
(54) Véase a Edgar J. Gutiérrez S. Fiestas: Once de Noviembre en Cartagena de Indias 1910 – 1930. Medellín:
Editorial Lealón, 2000, p. 47.
(55) Pollak Elttz. Op. Cit Caracas, 1972, p . 69.
lo que llama la atención es el formato instrumental que hace presencia en diferentes lugares
de América. Ahora es bastante elocuente que en el folclor venezolano se encuentre un tambor
que le llaman mina un nombre de una de las naciones africanas afincadas en Colombia y
que configura un cabildo de negro en la Cartagena Colonial. Ahora bien, lo que se trata de
exponer que no necesariamente, el formato de dos tambores conlleve a la nominación de
bailes cantaos. La investigación da prioridad al proceso de interpolación y extrapolación para
realizar análisis comparativos con la presencia musical africana en América y en ese orden
de idea en el folclor del Caribe colombiano.
Sin embargo, Pollak Eltz – cuenta que – los espectadores forman un círculo. Una voz
de mujer empieza a cantar: “ololó, ololó, ololé”, los cantantes dan palmadas rítmicas y
el toque del Tambor Redondo continúa marcado por el tambor corrido. Ella al describir
el baile comenta. El hombre baila y se acerca a la mujer sin tocarla. Y luego, concluye
- el Tambor Redondo en Venezuela es una batería compuesta de tres tambores: pujao,
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
(57) Artel. Tambores En La Noche. Bogotá: Plaza & Janés, 1986, p. 27.
Los cabildos negros, de nación y lengua son el resultado de la política de control del
gobierno colonial español; nunca una organización africana de formación de combate,
resistencia y lucha militar de confrontación. Ellos surgieron en el seno de las catedrales
de Sevilla y Toledo en 1390 como estrategia de poder de control a través de censos y
empadronamientos para saber cuántos eran y cómo estaban ubicados y en que tipo de
vivienda, para así, saber que hacían y facilitar su adoctrinamiento religioso, de allí se
desprende la comprensión de darles licencia para sus bailes y fiestas, pero a su vez,
FARSAS SANTAS
La literatura del siglo XIV y años subsiguientes da fe de las farsas santas, en obras
de Diego Sánchez de Badajoz, Mateo Alemán, Miguel de Cervantes y Saavedra, Lope
de Vega, Tirso de Molina y Pedro Calderón de la Barca para sólo destacar algunos de
ellos. En Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán hay trazos de los cabildos y de las
farsas santas. Al igual que en El Quijote de la Mancha de Cervantes. En Diego Sánchez
de Badajoz, Lope de Vega, Tirso de Molina y Calderón de la Barca por sus miradas y
devoción cristianas suavizan el concepto de farsas santas y representan al ser humano
tocados y seducidos por las inclinaciones de la carne en sus celebres Autos Sacramen-
tales(62).
Algunos estudiosos de la literatura de los autos sacramentales como: Dámaso Alonso,
José María Díaz y Eugenio Frutos relacionan el sentido ritual de la propia fiesta con fines
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
Los cabildos para algunos especialistas con mirada sesgada y llenos de prejuicios no
eran más que una corporación que reunía a personas ineptas, bulliciosas, desordenadas
y además: flojas, de malas costumbres y rencorosas. El tenor de la descripción de esos
(61) Representa en la literatura dramática, lo ridículo, lo cómico, lo grotesco, lo chabacano, lo inferior que define
la tramoya. La tramoya la impone lo eclesiástico. El drama litúrgico renace en Europa en el interior de la
52 iglesia católica romana con el afán e interés de ampliar su área de influencia la jerarquía católica adoptó con
frecuencia festivales que tenían un marcado carácter pagano y popular que venía de los cuadros de
costumbres de la época y que exponía el teatro callejero en el siglo X; los diferentes ritos celestiales ofrecían
posibilidad de representación dramática de hecho, la misma misa no estaba lejos de ser un drama. Los autos
sacramentales hacen parte del teatro religioso, durante el período medieval surgieron obras populares que
retratan las farsas santas y dramas pastorales con bases en personajes teológicos a partir de alegorías y no
de episodios bíblicos representados por juglares. Entre esas representaciones existe una obra anónima
española titulada: “El Hombre”, que es la disputa entre el alma y el cuerpo; la obra en mención tiene
tácitamente los elementos del carnaval, es decir, festinar la carne para luego festinar el espíritu como aire en
movimiento y soplo de vida.
(62) Sacramentar en la liturgia significa convertir el pan en el cuerpo de Cristo (eucaristía); pero la acepción de
dicho término, comprendido como auto sacramental, significa ocultar, disimular y esconder, y es
precisamente, lo que hacen las farsas santas.
entendidos hace parte del Tomo I de la Enciclopedia Universal Sopena de 1953, p. 1466.
Las asociaciones de esclavos por una misma nación y lengua agrupados en cabildos
conforma en su estructura las combinaciones e inventarios de un cúmulo de valores
materiales, y sobre todo, espirituales de la tradición africana que nutrió y definió de
alta manera el contenido cultural de América.
La génesis de los cabildos presenta una doble dimensión: la política que es homónima
y que referencia como ayuntamiento o concejo municipal. La religiosa conectada con las
cofradías o hermandades de los cuerpos eclesiales. El cabildo visto como un elemento
cultural participa desde la Edad Media en el proceso formativo de las villas a ciudades de
la socialización de las mismas con el proceso de la colonización española en América.
Hay que recordar, que en las reuniones de la Edad Media, el protocolo exigía dar inicio
a la conversación con la lectura y discusión de un capítulo de la Sagrada Escritura, u otro,
documento sagrado. Las primeras altas jerarquías de la Iglesia Católica con regencia
(63) Enrique Luis Muñoz Vélez. Los Cabildos Festivos En La Independencia de Cartagena en Cartagena Festiva:
El Once de Noviembre y sus Signos Culturales. Bogotá, 2006, en proceso de edición.
cultural fue los palenques que estuvieron dispersos en una amplia geografía del Caribe
colombiano y de una alta significación para los bailes cantaos los comprendidos en el
Bajo Magdalena y el Magdalena Medio, convertidos en lugares de resistencias y confron-
tación.
Los palenques considerados por ilegítimo por estar poblado de cimarrones, negros
fugitivos que permanecieron al margen de las leyes coloniales. El historiador Jorge
Conde Calderón, comenta que los cimarrones estaban relacionados con la esclavitud
y la trata negrera.
Los palenques eran palizadas que cerraban un terreno o un rancherío de negros
fugitivos, construidos por éstos para su defensa. En una carta al rey, del 16 de febrero
de 1603, el Gobernador de Cartagena, Gerónimo de Suazo los describe como un “fuerte
de madera y faxina tan fuerte que si se pusieran a defenderlo fuera necesario batirle y
se pasara muy grande trabajo en tomarlo por ser necesario entrar con el agua y el cieno
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
a los pechos(64)”.
Pero, la verdadera resistencia eran las juntas, cuadros de organización militar e
ideológica que tenían los negros para confrontarse en lucha con los colonizadores y
contra el instrumento de tortura de la iglesia a través de la inquisición.
La Inquisición que era el aparato represivo de la Iglesia Católica, consideraba las juntas
como dominio del mal, centro de ritos y ceremoniales del demonio y campo de brujería.
Las juntas de acuerdo con las observaciones del cristianismo eran asociaciones de
negros que se reunían para adorar al demonio y estaban al margen del control del poder
religioso español. Sin embargo, las juntas diferían de los cabildos de negros. Las juntas
eran organizaciones sociales, políticas y culturales desde su propia valoración y revita-
lización de sus saberes y establecer profundos lazos de comunicación entre los negros,
dicho en otras palabras, eran centros de lucha y confrontación contra el espacio y juris-
dicción del dominio español.
El cimarronaje y el ámbito de los palenques como territorio bien pudo inspirarse en
las juntas (llamado por algunos estudiosos como cabildos de resistencia ideológica y
militar(65)). La sociedad esclavista choca con las juntas convertidas en espacio de firmeza
física y cultural.
54 La Inquisición española fue fundada en 1478 en el reinado de Fernando V e Isabel I.
En Lima la Inquisición aparece en 1570 y en Ciudad de México en 1571; ciento veintidós
años después de haberse creado en España aparece en Cartagena de Indias. Con la
Inquisición, la Iglesia desde 1606 opera en Cartagena, utilizaba toda una estructura de
(64) Roberto Arrázola Caicedo. (Compilador). Palenque primer pueblo libre de América, citado por Jorge Conde
Calderón en Espacio, Sociedad y Conflictos en la Provincia de Cartagena 1740 – 1815, Fondo de
Publicaciones Universidad del Atlántico, 1999, p. 44.
(65) Connota diferencia sustancial con lo festivo de comparsas.
castigo, un aparataje monstruoso de toda clase de tortura, la estrategia consistía en
aplicar castigo físico para poner como ejemplo al negro sometido, vestido con el difamante
símbolo de la vergüenza pública con el San Benito, y de esa manera, los negros escar-
mentaran de sus prácticas religiosas y culturales(66).
Para la historiadora Luz Adriana Amaya Restrepo: “Ciento de miles de hombres,
mujeres, niños y niñas fueron traídas desde el África occidental a este puerto para vivir un
destino que jamás escogieron”(67). - Amaya Restrepo – comenta, que el proyecto político
del esclavizante consistía en la aplicación de que el negro asimilara su cultura por medio
de la fórmula de torturar cuerpos para redimir almas. Dicho en otras palabras, el control del
espíritu a través del adoctrinamiento religioso era una estrategia de dominación política,
y a la vez, una negación a sus estimativos culturales y creencias.
Orlando Fals Borda, sostiene que en la provincia de Cartagena entre 1599 y 1788,
se establecieron por lo menos 33 pueblos de negros, de los cuales 21 eran palenques.
(66) Enrique Luis Muñoz Vélez. “Religiosidad Popular en Cartagena de Indias”. Ponencia en el Festival de
Bullerengue en el Seminario – Taller del Cabildo de Torices.
(67) Memorias. “Afroandinidad”. Encuentro para la promoción y difusión del patrimonio folclórico de los países
andinos, 2000, p. 296.
(68) Fals Borda. Capitalismo, hacienda y poblamiento en la costa Atlántica, Bogotá, 1976, p. 23. Joseph Palacio
de la Vega, Diario de Viaje, 1786 – 1788, Bogotá, Editorial ABC, 1955, citado en Mompox y Loba, p. 52 B.
(69) Fals Borda. Ibid.
Cantaos Navegan por La Magdalena, donde la presencia negra colorea de manera intensa esta
rítmica y sus variantes. Música y baile que expone toda una región como espacio económico
y cultural donde el río La Magdalena sirve de vehículo de comunicación y de confluencias
geográficas que integran los departamentos de Cesar, Magdalena, Bolívar y Santander. Y es
esta región a través de sus pobladores que mediante prácticas culturales lograron arraigar
los bailes cantaos, hoy por medio de festivales y grupos de proyección han logrado divulgar y
promover la vida artística de estos pescadores y agricultores la gran mayoría de ellos, gracias
a estos hombres y mujeres elementales como la misma agua que los baña y da vida logra
que los bailes cantaos pervivir en tiempos modernos.
Entre tanto, la hibridación cultural de los bailes cantaos expone con sus propios actores
temas de rancio abolengo popular que hoy son piezas antológicas como “La Candela
Viva”. La Gente del Paso, Cesar, recuerda a la cantaora Juana Díaz, la hizo celebre,
madre del juglar Alejandro Durán Díaz.
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
Una mirada social histórica nos sitúa en la etapa colonial donde se privilegiaba el
término casta para señalar el orden en la escalera racial (70) de la época, y poder dar
explicaciones a los componentes sociales de la organización política - administrativa de
aquel período de nuestra historia. La sociedad esclavista tuvo en la presencia del negro
un recurso físico puesto al servicio de la colonización española para explotar las minas
de oro y plata, ya que el período colonial la economía de la Nueva Granada fue sustan-
tivamente minero, donde el negro entra a suplir el trabajo del indígena. Las faenas del
campo y el trabajo duro, donde se requería de la fuerza física del negro se utilizó con
fines productivos, es decir, se buscó el beneficio del colonizador español en contra de
la destrucción física más no mental del negro(71).
La pronta presencia del elemento negro en nuestra historia trajo consigo la explotación
de su fuerza de trabajo, ya que era visto como un simple instrumento de producción, en
sustitución del indio diezmado por el sometimiento esclavista y por las enfermedades
que estos trajeron a América. Hasta los conventos exigieron su presencia física como
56 fuerza de trabajo; el trabajo de un negro triplicaba la producción de un indígena. Sobre
ese cálculo funesto la sociedad colonial incentivó el mercado de la trata negrera con la
bendición de la iglesia(72).
(70) A luz de un nuevo milenio el término raza será reemplazado en el trabajo por etnia, que referencia culturas, y
costumbres. Fernando Ortiz considera el término raza de mala cuna y mala procedencia.
(71) Enrique Luis Muñoz Vélez. El Bullerengue Ritmo y Canto a la Vida. Paccarina Uno. Instituto de
Investigaciones y Desarrollo Andino. Lima, Perú, 2006, p. 55.
(72) Jaime Jaramillo Uribe. Ensayos sobre historia social colombiana.
El negro en la economía colonial fue determinante, desde mediado el siglo XVI jugó
papel importante en la sociedad neogranadina, en la medida que el aborigen descendía
tanto en su fuerza como en su existencia. El historiador Jorge Palacios Preciado sostiene
– que el elemento africano participó, en primer término, en algunas empresas de conquista
y expansión, en su condición de esclavo doméstico de capitanes y empresarios(73).
El trabajo del negro fue tan valorado que se le consideró insustituible para ciertos
oficios, es más, señala Palacios Preciado que para la sociedad colonial el negro llegó a
ser estimado como objeto de ostentación y lujo. Es decir, una simple cosa, jamás una
persona, por tanto, su espiritualidad y su condición de ser en el color, su manera de ver
el mundo, sus credos, costumbres y cultura nunca se tuvo en cuenta para el reconoci-
miento de sus valores y dignidades. Solo valía como animal productor, como prenda de
posesión en mano del amo.
Entre tanto, en Cartagena, la mayoría de los funcionarios de la Corona que compraba
(73) Palacios Preciado. La esclavitud y la sociedad esclavista. Manual de Historia de Colombia. Tomo I, p. 306.
(74) Palacios Preciado, referencia al Archivo General de Indias (AGI), Santa Fe, 454 Cartas de oficiales reales,
Santa Fe, 472, cuentas de pago, p. 310.
caja de resonancia en sí mismo. Persona (per – sonare) significa lo que suena; lo negro
deja de ser un adjetivo casi siempre despectivo para tomarse como aquello que señala
desde la instancia de la pigmentación un atributo de lo personal humano en su manera
de sonar. El es significado y significante como persona real, que siente y expresa deseos
de abierta comunicación más allá del lenguaje apalabrado, su corporalidad es rica en
manifestaciones comunicativa como la mímica, el baile y la danza.
La voz y las manos fueron los instrumentos primerizos de los cuales se valió el hombre
y la mujer en los albores del oficio musical. Instrumentos de origen natural se le vinculó
otro miembro corporal, los pies. Esto quiere decir, que el mismo individuo se convirtió
en instrumento musical, como bien lo señala Fernando Ortiz en su celebrada obra: Los
Instrumentos Musicales Afrocubano, en sus 5 volúmenes. Dado que el hombre y la mujer
son un instrumento natural, esas mismas especificidades le corresponden a la población
afrodescendiente que ejecutan los bailes cantaos.
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
La copla anterior pertenece al folclor andaluz del siglo XVII; una voz femenina asume
la canción donde se alude a las palmas, redoblan en palmas sus cantares para ser fiel
a su tradición de hondo salero africano. La región de Andalucía bulle desde el pasado
(75)
las resonancias africanas en su música .
Con sus manos y pies, batiendo el suelo y otras partes de su cuerpo hombres y mujeres
lograron hacer música. Música preinstrumental llama Schaeffner, o sea música de instru-
mentos anatómicos. La voz y la percusión somática fueron fundamentales en la organi-
zación musical de los fandangos de lenguas (bailes cantaos). Todo el cuerpo como una
58 gran batería sonora tuvo el negro en su elaboración primaria de sus inicios musicales,
por lo tanto, el cuerpo es memoria de sonoridades que luego se exterioriza.
En sí mismo, el negro es ya un instrumento de música, - nos lo cuenta Coeuroy y
Schaeffner -, tanto por el ritmo que le sacude como por la habilidad de sus miembros y
por los recursos de los matices de la voz. La cultura negra supo aprovechar como nadie
su propia anatomía para imponer la instrumentalidad corporal con un alto magisterio
(75) Muñoz Vélez. Op. Cit. Paccarina Uno, p. 57. Ver, Silvio Daza Rosales, en Internet, La Tambora No Morirá. El
trabajo corresponde a una investigación conjunta que fue publicada por separado.
artístico. Aportaron la gracia y la picardía de su lenguaje corporal para abrir a partir de
ellos mismos, una mirada estética de alto contenido estésico (deleite de los sentidos).
El zapateado ya estaba en la música que España trae a América, música ennegrecida desde
la misma península ibérica, como lo refiere Fray Iñigo Abad en su Historia de Puerto Rico. El
texto representa el canto de una mojiganga del siglo XVII, bastante conocida en Andalucía,
TESTIMONIOS HISTÓRICOS
Una de las fuentes de rigor en el rastreo de los bailes cantaos lo aporta el padre Labat,
que viajó por las Antillas en el siglo XVII, él describe una calinda (calenda o caringa) de
1698 y la expone de la siguiente manera:
El baile más usual entre los esclavos y que mayor alegría les produce se llama calenda. 59
Proviene de la costa de Guinea, probablemente de Ardra. Los españoles lo aprendieron
de los negros, y lo bailan en toda América como los negros.
(...) Ya que las posiciones y los movimientos de esta danza son sumamente lascivos,
los amos descentes se la prohiben a sus esclavos y cuidan de que no la bailen. Más
éstos sienten tal gusto por ella que aún los niños que apenas son capaces de soste-
nerse sobre sus pies tratan de imitar a sus padres cuando los ven bailar y se pasan días
enteros en este ejercicio. Los bailarines se colocan en dos hileras, uno frente a la otra,
los hombres de un lado y del otro las mujeres. El público y aquellos que esperan que
les toque el turno forman un círculo alrededor de los bailarines y de los tambores. Una
persona bien dotada entona una canción que compone por urgencia del momento sobre
algún tema que consideran apropiado, y cuyo estribillo, cantado por todos los especta-
dores, se acompaña de palmadas(76).
El documento del padre Labat deja de manera clara el formato de tambores, palmas,
canto y coro; aproxima la descripción a los bailes cantaos del Caribe colombiano. Lo
que pone en escena Labat es el formato instrumental y preinstrumental que aporta la
voz humana y las palmas, en la descripción del baile está presente la figura simbólica
de la sexualidad que llaman vacunao y que en las márgenes de La Magdalena se puede
apreciar en ciertos bailes cantaos.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
Para algunos historiadores fandango o bunde resulta una disyunción inclusiva; sin
embargo, para la etnomusicología son dos complejos rítmicos diferentes, dicho en otras
palabras: fandango o bunde es una disyunción rítmica, por lo tanto, cada complejo rítmico
presenta sus golpes y matices tímbricos de manera diferente.
¿Desde qué época se habla de fandango? ¿Y desde luego, cuándo se habla de bunde?
La pertinencia del doble interrogante, sitúa de cierta manera, por lo menos, posibilitar
algunas hipótesis sobre ambas matrices rítmicas. Son claves los países de la península
Ibérica: España y Portugal, y de manera primordial para ellos, y funesto para África la
trata negrera. Las expresiones fandango para España y bunde para Portugal estaban
en boga y se consolida en el período colonial para referencia de un tipo de música que
ejecutan las personas pertenecientes a la baja escalera social que Occidente racializa
para tomar distancia desde la esfera de poder a través del lenguaje.
Entre tanto, la lógica del discurso centra dos términos desde dos idiomas distintos y
una misma raíz lingüística la románica: fandango [español] y bunde [portugués]. Si bien
ambos vocablos aluden a expresiones musicales, también presentan diferencias signi-
ficativas y aproximaciones a través del baile.
Fandango tiene una doble connotación: ritmo musical y lugar donde se celebra el baile.
60 El primero hace referencia a la matriz rítmica, la segunda, el sitio donde se ejecuta y se
baila esa música. Bunde, deriva de bunda, que en la antigua lengua portuguesa significa,
nalga, trasero. Lo más probable, que los portugueses dedicados a la trata negrera hayan
asociado el volumen protuberante de las caderas y sensualidad de las mujeres negras
a distinguir ciertos bailes y etnias bajo este rótulo, y dada la facilidad del negro a impro-
visar, poco a poco, sus toques matrimoniaban corporalidad, plasticidad proveniente de
(76) Labat, citado por Janheinz Jahn. Las Culturas Neoafricanas. México: Fondo de Cultura Económica, 1963, pp.
107 – 108.
una música, lo más probable nombrada desde la antropometría de las caderas de la
mujer negra. Los bundes de negros también significan lugares de bailes.
Mientras el término fandango es familiar en la mayoría de países de América, no sucede
lo mismo con bunde, el único lugar que registra el vocablo es el folclor colombiano. Aquí
surge entonces, la primera gran dificultad en establecer diferencias y parentescos.
Qué nación africana produjo el acontecimiento histórico, social y cultural que permitiera
hablar de bunde y que documento de primera mano hace mención del término para dar a
conocer una música y una manera de bailar que escandalizaba las miradas de los santos
varones de la iglesia. Y de hecho supone una mayor laxitud para los fandangos.
Una mirada a los componentes étnicos de Cartagena y más tarde a otras regiones del
suelo colombiano permite reconocer cruces culturales fruto de los encuentros corporales
entre diversas poblaciones que logra su mayor tono con los arrochelados [fugitivos de
todos los colores de las leyes coloniales], y una mayor configuración étnica entre los pares
FANDANGOS EN EUROPA 61
FANDANGOS Y CONTRADANZAS
(77) Es una pequeña banda constituida por instrumentos metálicos: cornetas, cornos, bugles, trombones y tubas.
histórica sobre los bundes, la noticia más común que da referencia de ellos son
las prohibiciones.
Hasta dónde pudo haber un temor generalizado de los negros en Cartagena y sus
provincias a no ser carne de hoguera inquisitiva al exponer cierto tipo de música y
danza ritual conocidas en Cuba, Brasil y Haití para solo citar tres países que si lograron
desarrollar sus complejas ceremonias y ritos donde el tambor oficia como instrumento
sagrado.
64 FANDANGOS
(78) Palenque primer pueblo libre de América. Cartagena: Editorial Hernández, 1970.
BUNDES
(80) Los ilustrados Jorge Juan y Antonio de Ulloa, en G. Piñeres, Eduardo. Documentos para la Historia del
Departamento de Bolívar, 1890, p. 341, numeral 86.
(81) Op. Cit., numeral 87.
beso en el culo en la insignia del animal cabrío. Estas consideraciones deben estimarse
para evaluar el bunde como ritmo musical bailable y comprender de alguna manera parte
de su simbología cultural.
Una lectura del acopio documental del Archivo Histórico de Cartagena sobre el tópico
remite al General Joaquín Posada Gutiérrez como fuente más próxima a nuestros
días; y, a las relaciones epistolares de los obispos de Cartagena con las autoridades
españolas como un hecho que impone la distancia histórica de aquellos sucesos en la
vida cotidiana de la ciudad.
Desde el espejo de referencia más cercano la obra: “Las Memorias Histórico Políticas”
del General Posada Gutiérrez facilita una lectura genérica y a la vez sitúa en ese complejo
al currulao y más tarde al mapalé. Desde allí, se hace una retrospectiva que comunica
la investigación con el pasado hasta el siglo XVI y mirar en sentido perspectivo hasta
nuestros días y hacer un giro de guiño al Pacífico donde se dan estas tonadas de bunde
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
66
(82) Cabe anotar que las cartas de los obispos a las autoridades españolas describen juntas de indios, mestizos,
negros y zambos con las mezclas raciales de otras nominaciones en los mencionados bundes a mediado el
siglo XVIII.
Cantadores y Cantadoras de Baile Cantao
67
68
(De Izq. a Der. 2da) Ana Matilde Sajonero, Rio Viejo, Bolívar
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
Eulalia González, La reina del Bullarengue (q.e.p.d.)
69
(De Der. A Izq.) Carlos Franco (q.e.p.d.), Gloria Triana, Estefanía Caicedo (q.e.p.d.) y Álvaro Suezcún
70
71
72
73
74
Diluvina Barrionuevo, Silvio Daza y Diógenes Pino, Colacho Maestre y Simón Martínez (Investigadores)
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
(De Izq. a Der.) Carlos Franco (q.e.p.d.) Pionero en la Investigación de los bailes Cantaos, y Silvio Daza Rosales
75
(De Der. A Izq.) Carlos Vásquez, Chela Orozco, Silvio Daza y Armando Franco, Investigadores de los bailes cantaos
en la depresión momposina.
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
Guillermo Carbó, Investigador de los Bailes Cantaos, Tesis Laureada en la Sorbona de Paris
Las “Memorias Histórica - políticas” del general cartagenero son una fuente de primera
mano, ya que él fue testigo y actor de la agitada vida política del país, participó en las
guerras civiles y estuvo atento a los acontecimientos sociales y culturales de la Cartagena
que le tocó vivir, dejando un vivo retrato narrativo del siglo XIX, donde expone lo que le
tocó presenciar, entre el humo de las guerras y las sonoridades interétnicas que hacen
parte del folclor costeño y las castas sociales jerarquizadas en los escenarios de la
música y el baile.
El general Joaquín Posada Gutiérrez no fue afecto al baile, lo considera antihi-
76 giénico, sin embargo, no pudo sustraerse al mismo, dejando una semblanza histórica
en torno a las celebraciones de las fiestas de la Virgen de la Candelaria de la Popa
en 1826 y relaciona al Libertador Simón Bolívar con la crisis de salud que lo lleva a
refugiarse en el Pie de la Popa, un lugar más fresco y apartado del calor del recinto
amurallado.
Posada Gutiérrez habla del dos de febrero y reitera la fama de la fecha que celebra a la
Virgen de la Candelaria de la Popa, a tal punto, de decir, que su fiesta era nombrada en
toda la Nueva Granada, y puntualiza, para referirse a sus contemporáneos, que quedan
ya pocos como testigos de vista, lo que lo motiva a escribir sus memorias.
La parte pertinente a la gente pobre, libres, esclavos, pardos, negros, labradores,
carboneros, carreteros, pescadores y afines, los nombra como de pie descalzo, manera
característica de señalar la élite de Cartagena a las personas humildes. Comenta que,
no había salón de baile para ellos, ni tenían la capacidad para comprender la compostura
de la casta de los blancos de Castilla ni la de los criollos. Los descalifica ya que no son
educados, y justifica diciendo que prefieren el cielo abierto, la libertad natural que los
asocia a su condición de animal, es lo que puede deducirse de la lectura. Quien racializa
desde el poder señala la condición animal del otro, lo que puede interpretarse entre líneas
- por eso bailan a los sones del atronador tambor africano, que se toca -, esto es, que se
golpea con las manos sobre el parche, y hombres y mujeres en gran rueda, pareados
pero sueltos sin darse las manos, dando vueltas alrededor de los tamborileros.
La descripción de Posada Gutiérrez, deja bien claro que se trata de instrumentos de
percusión en el cuadro que expone, cantarinas y bailadores definen lo musical. Si bien
(83) Posada Gutiérrez, Joaquín. Memorias Histórica – Políticas. 2ed. Bogotá: Imprenta Nacional, 1929. Tomo II,
pp. 199 – 200.
(84) La continuidad y saltos en las transformaciones musicales en el último cuarto de siglo XVIII, pueden estar
expresas en las tres primeras décadas del siglo XIX.
(85) Muñoz Vélez, Enrique Luis. La Música Popular en Cartagena en el siglo XX: Ritmos, trovadores, pregones y
músicos, en Cartagena de Indias En El Siglo XX. Calvo Stevenson, Haroldo – Meisel Roca, Adolfo Editores.
Universidad Jorge Tadeo Lozano – Banco de la República, 2000.
vancia del General sobre el mundo festivo religioso de la Virgen de la Candelaria de la
Popa, explica de alguna forma, lo que la iglesia católica consiente de las manifestaciones
culturales de la herencia africana ligada a su culto, y aquellas que sanciona desde el
mismo albor de la ciudad.
En ese mismo orden de idea, hay que preguntarse, por qué “el currulao de los negros
que ahora llaman mapalé”, desde qué fecha se da el nombre, y qué diferencias pudo
existir en ese momento con el ritmo del currulao del Pacífico y el tambor [currulao, tambor
membranofono, abarrilado semejante al alegre] de ese nombre en el Magdalena Medio
bolivarense y otras regiones de las márgenes del río Magdalena. La duda surge ya que
las memorias fueron escritas y publicadas por lo menos, el primer tomo entre 1863
y 1865 y los otros dos tomos publicados después de 1881, cuando el General había
muerto. Es decir, si el término mapalé ya se expresa en 1826 o mucho años antes, o tal
vez, después, es la gran incógnita por despejar.
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
HISTORIA DE CRONISTAS
Los cronistas de Indias narran la música y bailes de negros en el mar de las Antillas,
estos relatos concuerdan en la instrumentación, canto y danza comunes en los pueblos de
América donde la cultura africana hizo presencia hasta arraigarse y fundirse con las tonadas 79
indígenas y europeas. Uno de los testimonios más consistente lo brinda el Padre Labat:
El padre Labat viajó por las Antillas en el siglo XVII, describe una calinda [calenda,
caringa] de 1698 como sigue:
(86) Conversaciones con Aarón Gamaliel Ramos, Cartagena, 1997. Cfr. Enrique Luis Muñoz Vélez. El Frenético
Ritmo del Mapalé. La Plaza Año 2 No. 9, de 2001, p. 14. Ver Iconografía Concurso Nacional de Belleza sobre
el Mapalé.
(87) Violeta Hemsy de Gainza. Fundamentos, materiales y técnicas de la educación musical, ensayos y
conferencias 1967 – 1974. Buenos Aires: Editorial Ricordi, 1977, p. 3.
El baile más usual entre los esclavos y que mayor alegría les produce se llama calenda.
Provenía de la Costa de Guinea, probablemente de Ardra. Los españoles la aprendieron
de los negros y lo bailan en toda América como los negros(88).
Labat, la considera lasciva y los amos la consideran indecente, y la prohíben a sus
esclavos y cuidan que no la bailen. Los bailarines y bailarinas danzan en torno de los
tamboreros, una voz prima canta y un coro de voces responde.
Otro testimonio importante por ser un hombre de la época la aporta Moreau de Saint
Méry:
Un baile negro vino con ellos de África, lo llama calenda. Las negras ordenadas en
un círculo marcando el compás con batir de manos y responden en coro a uno o dos
cantadores, cuyas penetrantes voces repiten o improvisan cantarcillos. Pues los negros
poseen el talento de la improvisación, y esto les da ocasión para dar rienda suelta a su
carácter burlón.
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
(...) Otra danza de origen africano es la chica, que en las islas de Barlovento, en el
Congo y Cayena se llama simplemente calenda y que los españoles designan con el
nombre de fandango. Este baile tiene una melodía propia y un ritmo muy marcado. La
gracia de este baile consiste en la perfección con que la bailarina es capaz de mover la
cadera y la parte inferior de la espalda: nalgas, mientras el resto del cuerpo permanece
en una especie de inmovilidad que no pierde ni siquiera con el más mínimo movimiento
(89)
de los brazos que agitan las dos puntas de una pañoleta o de la falda .
Lo expuesto Moreau de Saint Méry, prácticamente, insinúa una diferencia a partir de
un ritmo muy marcado, y recalca al decir, que presenta una melodía propia. Supone lo
anterior un patrón rítmico bien acentuado, que puede derivar en otros ritmos que parten
de él, lo que bien podría ser una matriz musical de donde se desprendes otros similares,
de ahí, se puede conjeturar un poco, porque se generaliza ciertos ritmos y estilos en
uno solo. Aún persisten muchos vacíos en el estudio musicológico y etnomusicológico
en Colombia. Estos vacíos son más evidentes en los trabajos publicados sobre el folclor
del país.
El musicólogo bogotano Egberto Bermúdez, ofrece una distinción entre musicología
y etnomusicología:
80 Una de los obstáculos fundamentales es el carácter diverso de las fuentes de donde se
obtiene información sobre los distintos tipos de músicas. Si bien la música de tradición
europea se puede documentar según los criterios de la musicología histórica, esto no es
(88) Labat. Nuevos Viajes a las islas de América, 1722, Tomo II, p. 51. Documentos cedidos por el antropólogo e
investigador folclórico peruano José Carlos Vilcapoma y el musicólogo venezolano Rafael Salazar.
(89) El padre Labat, citado por Luis Elie Moreau de Saint Méry. Descripciones Topográficas e Histórica de la
parte francesa de la Isla de Santo Domingo, 1797 – 1798. Tomo I, p. 44. La nota y el subrayado es mío. La
parte francesa de la Isla de Santo Domingo se refiere a Haití y las nalgas hay que relacionarla con los
bundes.
posible para aquella de los centenares de grupos amerindios, la de los esclavos africanos
y sus descendientes, y la de los diferentes tipos de grupos raciales que se consolidaron
como resultado de nuestra peculiar mezcla de razas. Para superar esta situación es
necesario, entonces, combinar criterios musicológicos y etnomusicológicos; los primeros
están orientados al estudio de documentos escritos, referencias históricas, partituras e
información contextual, mientras que en los segundos el énfasis está en el análisis de
la tradición oral actual y de su desarrollo histórico(90).
Las pautas que indica el musicólogo Bermúdez, sirven de horizonte para desarrollar la
investigación musical, mucho más, si el tema es del folclor, que requiere trabajo explo-
ratorio y las observaciones que marca él de acuerdo con la fuente oral.
Por lo tanto, restaurar el pasado musical del Caribe colombiano, hay que entrar a consi-
derar fundamentalmente, lo que propone Bermúdez, y de manera especial, el mapalé; el
campo folclórico es terreno para el etnomusicólogo y escenario de estudio antropológico,
¿DE DÓNDE?
Todos los indicios y vestigios de estas danzas provienen de África: calenda, chica,
currulao, bunde y fandango ya hibridizado en Andalucía, que más tarde se dispersan
por las Antillas y con el mercado de la trata negrera va aparecer en distintas geografía
de América.
La fecha es imprecisa, hasta ahora, el documento que abre una ruta a la indagación 81
más cierta, lo ofrece el General Joaquín Posada Gutiérrez, no obstante, puede existir
extraviadas otras fuentes más distantes a nuestros días, por lo tanto, no se descarta,
que estudios enjundiosos, más temprano que tarde, puedan resolver un cúmulo de
interrogantes, que el presente ensayo plantea. Conscientes, de qué las preguntas de
(90) Música: La tradición indígena y su aporte colonial, en Gran Enciclopedia de Colombia, 1993, p. 205.
(91) Por sonotipos debe entenderse la fuente sonora y las estructuras rítmicas, melodías, armonías y timbres que
producen el flujo sonoro y su transformación musical.
la situación problema, casi siempre, son más sólidas, que las mismas afirmaciones de
partidas, en el intento de allanar los caminos de la memoria histórica entre el currulao y
el mapalé, para lograr llegar a éste último.
¿QUÉ ES EL CURRULAO? Sendos interrogantes que se miran en el espejo retros-
pectivo de “Las Memorias Histórico – Políticas” del General Joaquín Posada Gutiérrez,
y partiendo de esos documentos formular hipótesis y entrar un poco a conjeturar donde
surjan los vacíos en las escasas fuentes musicales.
¿QUÉ ES EL MAPALÉ?
En base con la documentación que aporta el General Joaquín Posada Gutiérrez, comienza
hablarse en Colombia del ritmo mapalé. El destacado folclorista Guillermo Abadía Morales, al
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
referirse al ritmo lo clasifica en las músicas mulata y negra. Le encuentra origen al nombre,
basándose en la opinión de un músico folclórico, Abimael Caballero Sierra, sostiene que,
mapalé es un pez y la danza es un cuadro imitativo de los movimientos del animal y los
desplazamientos de los pescadores por sujetarlo en tierra.
Abadía Morales, recalca que el nombre de mapalé también se conoce un tambor de
dos parches. Igualmente el canto – señala – el estudioso investigador del folclor, alterna
la parte lenta con la parte movida en su forma que es dialogada. De tal manera, pez,
canto, danza y tambor reciben el mismo nombre de mapalé(92).
EL RITMO
(92) Abadía Morales, Guillermo. La Música Folklórica Colombiana. Universidad Nacional de Colombia, Bogotá,
1973, p. 96.
su organología base: llamador, alegre y tambora. Las palmas, tablitas, guacho y
voces hacen de función complementaria y de brillo a los aspectos melódicos que
se desprenden de la percusión.
El ritmo es inherente a la naturaleza física; el movimiento de la batería de percusión
y a la corporalidad de los bailadores, expone con amplitud la fuerza motriz de la vida y,
diferencia la métrica que es de carácter mental ligada a la pulsión percutida. Hay que
considerar, que el sentido rítmico desde lo personal es innato, y éste, sujeta los ritmos
provenientes de la métrica y no lo contrario. En el mapalé prima la columna rítmica
sobre cualquiera posibilidad melódica y armónica, es decir, el timbre lo pulsa las voces
de la percusión.
El tamborero, Encarnación Tovar [El Diablo], sostiene, que el mapalé es una música
negra, el macho [tambor], hace el llamado a la hembra [tambor] para que responda, la
breve pausa la aprovecha la tambora, que indica la precisión donde debe entrar el alegre
del Candombe observó unos toques de tambores y voces con el nombre de zarabanda,
pero con unas pequeñas diferencias rítmicas. En Lima, Perú, participa en un encuentro
de músicas étnicas y pudo presenciar los toques y cantos de festejos landó de profundo
acento africano, muy parecidos al mapalé. Y parte de su texto dice: negrito ven/préndeme
la vela/ pa’quemá esa negra/(96)pa’ quemarle el alcatraz [trasero].
En África se encuentran bailes y grupos de tamboreros que ejecutan estructuras rítmicas
a 6/8 que pueden ser las matrices originales del mapalé, e igualmente, su forma danzaria
en los trabajos del coreógrafo.
La percusión del mapalé presenta varias características, la de golpe: instrumentos
de la misma naturaleza, tales como las palmas y tablitas. Sacudimiento: guacho y, la
percusión propiamente dicha: mano y cuero del tambor [hembra y macho] y baqueta
y cuero en la tambora. La anterior clasificación se ha utilizado teniendo en cuenta los
conceptos del músico del folclor venezolano: Israel Girón, director de la Orquesta Odila
Fundef en el marco del taller del Primer Encuentro Para La Difusión Del Patrimonio
Folclórico De Los Países Andinos, desarrollado en Cartagena de Indias, entre 8 al 14
de octubre de 2000.
84 COREOGRAFÍA
(94) Entrevista con Juan Sierra Salazar, Cartagena, 13 de diciembre de 200. Cfr. Muñoz Vélez. El Frenético Ritmo
del Mapalé. La Plaza, Año 2 No. 9 de 2001, p. 14.
(95) Entrevista, 24 de septiembre de 2006.
(97) Escobar Zamora, Cielo Patricia. Danzas Folclóricas Colombianas. Editorial Magisterio, 1997, p. 50.
El mapalé se caracteriza por una alternancia de toques lentos y rápidos que impone
la batería de tambores. Tambores que tocan a las exigencias de los bailadores y a la
expresividad sensual de los cuerpos.
(99) Categoría social y antropológica, introducida por Ortiz, Fernando, para designar las transformaciones
culturales de los grupos subalternos en contacto con la dominante al lograr reelaboraciones de los patrones
impuestos. El zambo es el cruce del negro con el indio. El boga es el hombre que trabaja en el transporte del
río. Ver, Noguera Mendoza, Aníbal. Crónica Grande del Río La Magdalena. Bogotá: Ediciones Sol y Luna,
1980, p. 78.
(100) En la antigua provincia de Cartagena y pueblos de la bahía se habla de fandangos de lenguas. Cfr. Muñoz
Vélez, Enrique Luis. El Bullerengue: Ritmo y canto a la vida. Revista Paccarina Uno. Instituto de
Investigaciones y Desarrollo Andino[IIDA]. Lima, 2006.
cada país. El currulao de acuerdo con el acopio documental en Cartagena de principios de
siglo XIX lo llama Posada Gutiérrez currulao obedeciendo a las voces múltiples del pueblo. El
mismo toque del Pacífico, pero con un tiempo más reposado; en el Magdalena Medio Boliva-
rense el currulao es un tambor. En cuanto al guaguancó, éste hay que ubicarlo en el complejo
de la rumba africana, de donde deriva la cubana y la palenquera.
El guaguancó que se desprende de la parte de improvisación del mapalé referencia de
manera fundamental, la relación de canto y juegos de tambores en el toque comunes en la
estructura rítmica africana, base sustancial de la música cubana y en gran parte del Caribe
y de la América de herencia negra. El guaguancó en la música cubana lo encuadra el
toque de la clave que fija el ritmo, esa misma función la cumple el llamador en el mapalé.
Tanto en el conjunto típico del guaguancó cubano como en el mapalé operan los tambores
haciendo franjas rítmico-melódicas con el acompañamiento de voz y coro.
En el mapalé tradicional se dan pocas variantes, sin embargo, se perciben células
de ideas, la música folclórica del Caribe colombiano no queda inserta en esa entidad
publica, solo se referencia como muestra de lo regional, no define un concepto de perte-
nencia desde lo constitutivo nacional.
Por lo tanto, la música folclórica del Caribe colombiano no participa como expresión de lo
popular nacional sino como aire musical de las regiones que no están en el centro de lo que
es la Nación como lo predominante. Así mismo, otras regiones recibirán un trato igual.
La Nación desde esa perspectiva excluyente niega imposibilita hablar de un folclor
nacional, solo lo nomina desde lo formal y valida y estimula lo andino como centro de
poder cultural como diseño de lo político como eje de dominio: autoridad y potestad de
lo gubernamental.
De ahí que la identidad por lo menos para el Caribe colombiano sea con Cuba, República
Dominicana, Puerto Rico, Venezuela, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Guatemala,
Honduras para nombrar los de habla compartida con el español.
Poner a dialogar a las regiones de Colombia con el centro andino resignifica y recompone
el mapa cultural y desde luego, el concepto de Nación y la tradición musical diversa juega
un importante papel de cohesión social y, explica de mejor manera los imaginarios
políticos culturales.
88 La identidad de la Nación y de sus músicas solo es posible a través de un dialogo en
que se reconozcan y se legalicen las partes desde lo institucional. Ya que, el arte musical
en sus diversos géneros legitima dichas prácticas folclóricas como expresiones vivas
identitarias de lo multicultural en la configuración de etnias diferentes en lo que somos
como pueblo y cultura.
Nación constituida desde la diversidad y en ellas se expresan las músicas folclóricas
y populares en el amplio tejido social y cultural de lo regional. Las identidades sonoras
diversas nos ponen en sintonía con el mundo globalizado, y a la vez, nos muestran como
cultura diferente que en unidad diversa identifican a Colombia.
Cuando Totó La Momposina canta en los escenarios del mundo no canta como la hija
de Talaiagua Nuevo o Talaiagua Viejo, Mompós, Barrancabermeja, simplemente en su
canto y baile, en la manera de decir la melodía y la contundencia rítmica resuena es la
nación, diluyendo así lo regional. Canta la patria toda como un solo idioma musical.
De esa misma forma cantó por diversos solares del mundo Estefanía Caicedo, negra
bullerenguera, cantadora y bailadora de velorio con su voz de monte y fandangos de
lenguas ancestrales barruntados de africanismos. De igual manera y con magisterio
indiscutidos: Petrona Martínez y Etelvina Maldonado.
En un plano más local, Agripina Echeverri, Eulalia González, Irene Martínez, Pacha
Gambao, Nicolasa Villacob, Eufemia Contreras, Lourdes Acosta, Emilia Herrera, Martina
Camargo, Venancia Barriosnuevo, Rosalía Urrutia, Diofelina epalza, Petrona Centeno,
Asteria Camargo, entre voces vivas y muertas.
La historia de los bailes cantaos desde el más remoto pasado hasta hoy permite mostrar
(101) Celania Morales. Entrevistas varias ( 1999 – 2007), vive hoy ya desconectada de la realidad, su memoria de
anciana es poco coherente. Ella fue testigo de los toque de cabildos de negros, bailes cantaos y toques de
chuana en la década de 1920 en adelante.
La expresión fandango de lengua invita a celebrar un escenario significado por la música
que se canta y baila, de alguna manera, esta tradición da uso y prioridad a la palabra
que relata y que asume el canto sin otra pretensión que expresar la vida cotidiana como
elementalidad de una cultura sonora.
La música de los bailes cantaos hace parte de las identidades sociales, culturales
simbólicas que facilita desde su estudio la comprensión de imaginarios colectivos que el
habla sonora posibilita en un formato instrumental con énfasis en la función rítmica.
Hoy los estudios culturales de estas prácticas musicales sugieren una mirada inclusiva,
de que no sean vistas como subcultura, sino como una viva expresión de arte que hay
que valorar como otra forma estética de hacer música.
Los bailes cantaos exponen el mundo de la vida campirana, su mundo, no pretenden
otra cosa que comunicar y comunicarse bajo el pretexto musical, sin más. La manera de
producir su música refleja fiel mente su modo de ser y de comportarse en lo individual y
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
lo social. Poner en escena los bailes cantaos es exteriorizar la cotidianidad que cantan
y bailan como socialización y mecanismos de convivencia sana y armónica, muy a
pesar, que son lugares por donde transita la guerra como pugna de intereses de clases
y descomposición política con el componente degenerativo de la mafia de la droga.
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Diluvia Barriosnuevo de Hatillo de Loba - Bolívar y Hernando Moreno “Cosaco” de Tamalameque - Cesar
“La mujer guarda una postura moderada, serena y armoniosa, su cuerpo erguido, la
cara levantada, el brazo derecho extendido manteniendo con la mano la parte baja la
pollera a una altura media, mientras la otra reposa sobre su cadera o recoge igualmente
el otro extremo de la falda”.
Guillermo Carbó Ronderos(102)
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(102) Musicólogo barranquillero. El trabajo investigativo de la tambora de Carbó Ronderos, es pionero en el campo
académico de los bailes cantados, y de un enorme contenido pedagógico y estético en la sistematización de
la cultura oral devenida en canto y baile, prácticas ancestrales que trascienden lugares y tiempo. La
investigación de campo y de suyo la observancia directa, notaciones musicales, descripciones rítmicas y
tonadas, grabaciones in situ han dado como resultado las ediciones de dos Cds: “Tambora Baile cantado en
Colombia” y “Tambora II”. Documentos fonográficos de notable valor artístico de cantos tradicionales en Alto
del Rosario, Hatillo de Loba, San Martín de Loba y Tamalameque. El antecedente con Isabel Aretz y su
investigación del Lumbalú en 1956. Y, posteriormente el análisis histórico del complejo genérico de los bailes
cantados se encuentra a modo de variante rítmica en el estudio del bullerengue que realiza en 1964 George
List en “Música y Poesía en un Pueblo Colombiano, editado en 1994 por el Patronato Colombiano de Artes y
Ciencias.
NOTAS PRELIMINARES DESDE LA
PERSPECTIVA DE CARBÓ
(103) La investigación se centra en la expresión musical danzaria común a la región; por eso no se hace mención
del bullerengue, chalupa, zambapalo y otros, que componen los fandangos de lengua y otras zonas
geográficas.
El trabajo de investigación se fundamenta desde el campo interdisciplinario, teniendo
como principal objetivo el carácter pedagógico que intenta mostrar, explicar y dar razones
de una rica veta folclórica que navega por La Magdalena como memoria ancestral en
forma de cantos y bailes donde la figura de la mujer es protagónica.
La memoria del agua evoca la travesía humana y cultural de los componentes étnicos
que fueron construyendo de manera colectiva las variantes rítmicas de una música
cantada y bailada de un profundo arraigo popular en las comunidades rianas, eje comuni-
cante entre los puertos marinos del Caribe colombiano con los pueblos asentados en las
márgenes de La Magdalena(104).
A la generación de músicos, cantadoras, bailadores y bailadoras que ponen en escenas
los bailes cantaos el reconocimiento del tiempo, a hombres y mujeres anónimas, sin
pretensión alguna, sólo el ímpetu de gozarse la vida a través del canto y el baile han
dejado la sembradura en tierra fértil, la fecunda savia que alimenta el río La Magdalena
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
El investigador musical Diógenes Armando Pino Ávila, considera que la tambora ritmo,
proviene su nombre del instrumento llamado tambora, tambor hembra de forma cilín-
(104) Poly Martínez. En medio del Magdalena. Diálogo con Carlos Vásquez y Silvio Daza, dos hombres que viven
para la cultura del Magdalena Medio santandereano. El Espectador Magazín Dominical, 1990, pp. 21 –25.
drica de madera y doble cuero, generalmente de carnero en sus bocas, que se golpean
con unas varas o mambacos. Pino Ávila, reconoce cuatro modalidades en la tambora:
La tambora-tambora, la guacherna, el berroche y chandé.
La tambora, con este nombre se conoce una modalidad de canto y baile autóctono
del municipio de Tamalameque en el departamento del Cesar difundida y practicada hace
siglo a lo largo y ancho del Río Magdalena, específicamente en la región conocida como
la Depresión Momposina, adentrándose por caños y ciénagas en toda su extensión,
convirtiéndose este baile cantao, en la identidad cultural y folclórica de todos los pueblos,
veredas y rancherías de este vasto territorio(105).
Pino Ávila al afirmar que la tambora es modalidad de canto y baile autóctono del
municipio de Tamalameque, le está otorgando la oriundez del ritmo, lo localiza y de
hecho le define una cuna de nacimiento. Lo autóctono es un vocablo polémico, proble-
mático que fija un lugar específico y no tiene en cuenta que la música y sus sujetos histó-
(105) Pino Ávila. Texto, Cd, “Pasea la Tambora”. Fondo Mixto de Cultura del Cesar.
que - en este rasca-pie de la danza, el parejo invita a la mujer, mientras ella lo esquiva
-. Resalta el papel de la mujer.- Ella coquetea pero rehuye a la galantería del parejo;
solo permite el mayor acercamiento en una parte de la tambora que llaman el “gozao”,
donde se acelera el ritmo de la canción y se repican tanto en los cueros del currulao y
de la tambora - . Pues, él acusa su mirada escudriñadora y remata: “la pareja realiza en
su danza las actividades que el cantador en sus versos va narrando(106)”.
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
(107) Silvio Fernando Daza Rosales. Ensayo Sobre La Cultura Del Hombre De La Ribera Desde Barrancabermeja
BAILES CANTAOS
Entre el complejo genérico de los bailes cantaos, el mapalé es uno de ellos en sus
diez y seis variantes rítmicas.
La mano golpea el cuero tenso por el aro y la madera, surge la fuente sonora de bronca
voz que motiva al cuerpo a zarandearse, bajo los estremecimientos que percuten y hablan
al cuerpo despacito en el diálogo intenso de cadera y pie.
Quizás, el ritmo de mapalé sea el menos estudiado en la música de Colombia, inclu-
yendo su área de influencia en el Caribe, muy a pesar de que, su enorme parentesco con
otras músicas de las Antillas hagan evidente elementos compartidos sustentados en una
Hasta La Depresión Momposina, 1993. Enrique Luis Muñoz Vélez. Las Sonoridades del Río La Magdalena:
Hombre y Agua. Festival Gastronómico del Magdalena Medio, San Pablo, Sur de Bolívar, 1984.
(108) El presente ensayo hace parte de la ponencia: Una Mirada Al Sentimiento De La Música Popular Costeña,
expuesto en el III Seminario Internacional de Estudios del Caribe por Enrique Luis Muñoz Vélez, Cartagena,
1997.
Lo etéreo de los términos genéricos dificulta los orígenes, los hace gaseoso y poco
confiable, como sucede con los fandangos o bundes, aquí se presenta un problema. A
qué llama la España colonial fandango, y si bajo esa etiqueta establece una diferencia
sustantiva con el término que adjetiva: bunde de negro. Entre el fandango y el bunde se
encuentran las coordenadas del currulao o mapalé.
VARIANTES RÍTMICAS DE
LOS BAILES CANTAOS
En la misma fuente se detalla el filón del acervo folclórico costeño con sus formas y
variantes al tomar vida propia en las fiestas del 11 de noviembre, cuna de los aconte-
cimientos sociales culturales en la historia de Cartagena, y donde la mayoría de sus
sucesos se alinderan con el glorioso día, entre ellos, el nacimiento del Club Cartagena(109)
en donde se desarrolla otro tipo de música. Por el Paseo de los Mártires se inició el
desfile de los negritos: comparsa de gente de color, que se oscurece aún más el rostro
(con brea marinera), baila al son de unos tamboriles africanos y piden plata para tomarse
el ron de la alegría. Y la escenificación de los bandos de piratas y defensores con los
tiros de buscapiés(110).
La comparsa de negritos en la crónica de Ximénez referencia a ritmo de son de negro,
muy popular en la zona del Canal del Dique. El son de negro, es una de las dieciséis
variantes rítmicas de los fandangos de lenguas que se presenta en una amplia zona
geográfica en el Canal del Dique. Su danza es gestual y pantomímica, con expresiones en
el rostro que llevan tiznado (para dar la sensación óptica de ser negros timbos, parecerse
más al africano bozal) y morisquetas que dan la sensación que los ojos del danzante se
van a desorbitar. Danza de forma paródica que remeda en su bailes la mofa en contra
del español. Allí bulle la música folclórica a partir del son de negros que tributa en el
106 mundo festivo del 11 de noviembre, pues muestra una de las variantes de los bailes
cantaos como un componente más de lo carnavalero que se articula al jolgorio político
de la independencia de Cartagena de Indias.
Las variantes rítmicas de los bailes cantaos y las músicas de idas y vueltas son puestas
en escenas en el carnaval de Barranquilla de manera diversa a través de comparsas y
grupos de danzas.
(110) Estampas de un 11 de noviembre. Por: Ximénez. Diario de la Costa, sábado 11 de noviembre de 1944, p.19.
La base de la música africana es el ritmo esa es su característica peculiar, y no puede
considerarse única, sino la más preponderante. Son en su esencia complejos rítmicos
formados por elementos simples y que no pueden comprenderse aisladamente. Hay que
estimarlos en su conjunto instrumental incluyendo al mismo cuerpo.
Se ha escrito sobre la música africana negra que al sonar de los tambores en una
danza ritual es indescriptiblemente excitante, así lo señala Leopoldo Stokowski(111). Y
puede acuñarse dicha afirmación para los bailes cantaos. Los tambores del folclor colom-
biano son de afinación indefinida lo que hace de los toques relaciones muy complejas
si se comparan con las percusiones occidentales.
En la música de los bailes cantaos es predominante los instrumentos de funciones
rítmicas, con variedad de tambores y formas y tamaño, donde sobresale el sonido
percutido por choque, fricción y agitación casi siempre. Hay que aclarar que no se llegan
a baterías grandes como en Uganda que integran 15 tambores.
LA DIÁSPORA 107
Los esclavos llegados a España durante los siglos XVI y XVII fueron sacados directa-
mente del dilatado litoral comprendido entre el Senegal y Mozambique (Guinea, Santo
Tomé, Cabo Verde, Angola, Congo, etc.), siendo mayoritariamente jolof, mandingas y
congos. Aunque parte de ellos fueron enviados a América, la mayoría de los desembar-
(111) BIBL.: A. M. IONES, Studies in African Music, Nueva York 1959; África negra (la música en), en Enciclopedia
Salvat de la Música, I, Barcelona 1967.
cados vivieron y murieron en territorio español sin haber salido nunca hacia las colonias
americanas. Las naciones de los guineos son los directos cultores donde negros y mulatos
del Caribe colombiano heredaron esos toques y maneras de bailar cantando.
El profesor español Eloy Martín Corrales sostiene en la Revista Factoría No. 12 que
los esclavos llegaron a la península con bailes y cantes africanos que por la viveza de
su ritmo y la sensualidad de sus movimientos llamaron pronto la atención de la sociedad
esclavista que los acogía. La afición de estos colectivos por la música, que practicaban
especialmente en sus reuniones en los días festivos, despertó pronto el interés ajeno.
Sirva de ejemplo el caso de Sevilla, ciudad donde, al menos desde finales del siglo
XIV, se les permitía celebrar tales fiestas. El paso de los siglos no vino sino a confirmar
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
(112) Ver, Enrique Luis Muñoz Vélez. Los Cabildos Negros de Lengua y Nación en las Fiestas de Independencia
de Cartagena. Revista Cidap, Nos. 63 y 64, OEA, Cuenca – Ecuador, 2007.
La iglesia, por su parte, denunció continuamente la gran sensualidad que, en su opinión,
era característica de los citados bailes. En Cartagena de Indias fueron famosas las prohi-
biciones de los bundes (113)o bailes de negros. Con el fin de facilitar su condena (y reducir
su vertiente sensual) favoreció su inclusión en las fiestas de carácter religioso, como la
del Corpus, en la que los negros con sus danzas y bailes (en calidad de diablitos) repre-
sentaban al pecado que era finalmente vencido por la divinidad de sus amos blancos.
Debe recordarse que uno de los más importantes privilegios de las cofradías de negros
fue su participación en los desfiles procesionales, especialmente durante el Corpus
Christi, la Semana Santa y otras fiestas religiosas.
Su presencia en tales actos se pone de relieve en diversos ejemplos. Los esclavos
participaron activamente en la acogida que la ciudad dispensó a la reina Isabel la
católica en 1477. Del mismo modo, en la procesión del Corpus de Sevilla de 1590 partici
paron negros y mulatos “danzando y tañendo con guitarras, sonajas y tamboril”. Gran
HABILIDADES E INTERLENGUAJES
Las habilidades musicales de negros y mulatos, esclavos y libertos, así como su habla
característica, no tardaron en ser ridiculizados por parte de los demás sectores de la
sociedad, por más que algunos de ellos no gozaran de mucha más consideración social
que sus vecinos negros. Así, los desfiles procesionales de las cofradías de los negros
sevillanos fueron objeto de las burlas hirientes del público asistente, que aprovechaba 109
su paso “para reír y mofar de ella”. Un testigo coetáneo afirmó al respecto que “parece
más entremés de comedia que acto de devoción”. En el teatro y la literatura de los siglos
XVI, XVII y XVIII abundan los personajes negros caracterizados como tipos cómicos y
grotescos, casi siempre víctimas de feroces parodias: “El negrito hablador y sin color anda
la niña”, “Negro del mejor amo”, “Del negro hablador”, “Sainete y baile de los negros”,
“El Entremés de los negros”, “Negra por amor”, “Negro más prodigioso”, “Baile entre-
ennegrecida Cervantes Saavedra narra en sus obras literarias la alta presencia negra
en toda la región.
INTRANQUILIDAD SOCIAL
Sin embargo, para las autoridades civiles, y para sus propietarios, tales danzas fueron
un continuo motivo de intranquilidad, dados los frecuentes altercados que se producían
favorecidos por la abundante ingestión de vino, afirma Martín Corrales. De ahí que se
pusieran trabas a las reuniones de los esclavos, al tiempo que se limitaba la venta de
vino y se les dificultaba el acceso a las tabernas. Tales medidas no fueron aceptadas por
los implicados, que las ignoraron en la práctica. En Sevilla, la nutrida población esclava
se reunía para celebrar grandes bailes (uno de los lugares más usuales de los “cabildos
de negros” fue la plaza de Santa María la Blanca), acompañados de panderos, “tabiles”
y otros instrumentos, no quedándole a las autoridades otra salida que la reglamen-
tación de tales encuentros. Esta política de encuadramiento de las fiestas y hábitos de
los esclavos también se aplicó en las localidades de Jerez, Valladolid, Málaga, Moguer,
Tenerife, Murcia, etc(114). Los bailes cantaos de cierta manera pueden rastrearse a partir
110 de los cabildos de negros.
La iglesia, por su parte, denunció continuamente la gran sensualidad que, en su opinión,
era característica de los citados bailes. En Cartagena de Indias fueron famosas las prohi-
biciones de los bundes (115)o bailes de negros. Con el fin de facilitar su condena (y reducir
su vertiente sensual) favoreció su inclusión en las fiestas de carácter religioso, como la
(114) Ver, Enrique Luis Muñoz Vélez. Los Cabildos Negros de Lengua y Nación en las Fiestas de Independencia
de Cartagena. Revista Cidap, Nos. 63 y 64, OEA, Cuenca – Ecuador, 2007.
(115) En el antiguo portugués bunde es nalga, trasero.
del Corpus, en la que los negros con sus danzas y bailes (en calidad de diablitos) repre-
sentaban al pecado que era finalmente vencido por la divinidad de sus amos blancos.
Debe recordarse que uno de los más importantes privilegios de las cofradías de negros
fue su participación en los desfiles procesionales, especialmente durante el Corpus
Christi, la Semana Santa y otras fiestas religiosas.
Su presencia en tales actos se pone de relieve en diversos ejemplos. Los esclavos
participaron activamente en la acogida que la ciudad dispensó a la reina Isabel la
católica en 1477. Del mismo modo, en la procesión del Corpus de Sevilla de 1590 partici
paron negros y mulatos “danzando y tañendo con guitarras, sonajas y tamboril”. Gran
resonancia tuvieron las dos fiestas organizadas en 1615 en honor de la Purísima por los
negros sevillanos, así como la celebrada en 1655 con motivo de un acto de desagravio
a la Virgen. Mientras tanto, las fiestas anuales de la Cofradía de Nuestra Señora de los
Ángeles se siguieron celebrando hasta 1803. Entre 1564 y 1659 aparecen documen-
permiten desentrañar la historia de los bailes cantaos; de tal manera que “Los sones
negros del flamenco, su origen africano del profesor Martín Corrales resulta de una impor-
tancia vital para comprender los bailes negros del Caribe colombiano.
ENCUENTROS DE SONORIDADES
El Zarambeque fue un baile generalmente aceptado como de origen africano, tal como
reconocía en 1739 el “Diccionario de Autoridades”: “Tañido, y danza muy alegre, y bulli-
ciosa, la cual es muy frecuente entre los negros”. Para Cotarelo, el guineo y el zaram-
beque eran lo mismo, mientras que para A. Larrea, también era conocido como zambí,
no faltando quien lo identificaba como el zumbé (¿cumbé?), como sucede en el entremés
“Los gorrones”. En todo caso, el zarambeque tuvo indudable éxito en la segunda mitad
del siglo XVII, tal como se demuestra por su aparición en diversos entremeses y demás
piezas: “El Portugués”, “Niño caballero”, “La fiesta de Palacio”, “El parto de Juan Rana”,
baile de los “Borrachos”, “La boda de Juan Rana”, “Las Naciones”, “El Retrato de Juan
Rana”, “Los Sones”, “El Sacristán Berengeno”, “El colegio de los Gorrones”, “Sainetes
del Matemático”, “El zarambeque de Cupido”, “Auto de la Nave” (atribuido a Calderón de
112 la Barca), “El primer duelo del mundo”, “Mojigangas del Zarambeque” y “Mojiganga del
Mundi Nuevo”. En el siglo XVIII Fernando de Castro lo incluyó en el fin de fiesta “Doña
Parva Materia”, así como en el entremés “El destierro del hoyo” y Ramón de la Cruz lo
hizo cantar por un coro de “negritas”. Aquí cabe señalar, que lo más probable que la
matriz de nuestros bailes y cantos negros provengan de estas relaciones rítmicas, que
casi siempre, se referencia genéricamente.
Es posible que también fueran de origen africano aquellos bailes referidos a la etnia
mandinga. Sirva de ejemplo “La pícara Justina” donde se menciona la “jácara al uso de
la mandilandinga”. En el baile “El rechazo” encontramos una alusión al estribillo de origen
africano “¡Ye, Ye!”, que también aparece en el “Entremés del niño caballero”. El Cumbé,
baile originario del Golfo de Guinea que algunos identificaban con el zarambeque, fue
definido de la siguiente manera en el “Diccionario de Autoridades”: “Baile de negros, que
se hace al son de un tañido alegre, que se llama del mismo modo, y consiste en muchos
meneos de cuerpo à un lado y à otro”. En la mojiganga de “La burla del papel” se nos
informa de su aceptación entre los jóvenes.
Otros bailes y cantes también pudieron tener un origen africano, máxime si tenemos en
cuenta que fueron negros reales o fingidos quienes lo ejecutaron en escena. Entre los
ejemplos disponibles: “Entremés del platillo”, “En la fiesta del Santísimo Sacramento”,
“A lo mismo”, “En la Fiesta de la Adoración de los Reyes” (las dos últimas piezas de
Luis de Góngora), “Mojiganga de la negra”, “Mojiganga del Mundi Nuevo”, entremeses
“El borracho” y “Los negros de Santo Tomé”. En el siglo XVIII aparece en el “Entremés
segundo del negro”. A la chacona le atribuyen un origen afroamericano Cervantes,
tono y versos”. Por su parte, Simón de Aguado en 1602 ponía en boca de una negra una
frase que (aunque no se refería a la música), resumía, a mi entender, la contribución de
la música negra (la aprendida en la tierra de nacimiento de los esclavos) a la andaluza
(la originaria enriquecida con el forzado contacto de la música europea): “Monicongo
nacimos, Sevilla bautízamelo”.
Así, pues, se produjo un doble proceso en el que a los negros les fue fácil introducir
su propia música originaria de África, pero también les fue fácil adoptar buena parte
de los cantes y bailes populares del momento, así como los instrumentos europeos
que hasta entonces les habían sido extraños. Estamos, pues, ante un caso claro de
aculturación de la población esclava que, sin olvidar el tañido de sus tambores y ritmos
propios, tenderá a adoptar la guitarra, la bandurria, las castañuelas y otros instrumentos
europeos. Negros y mulatos, esclavos o libres, habían añadido a la vivacidad de los
ritmos africanos algunas reglas e instrumentos de la música española. Los esclavos
“blanquearon” su música, lo que les permitió extenderla a más amplios sectores de la
sociedad que los esclavizaba y se burlaba de ellos. El éxito de la música africana explica
que los negros y mulatos pudieran cantar y bailar, sin intermediarios fingidos o postizos,
en los escenarios españoles.
114 No menos importancia tiene el señalar que los peninsulares se fueron aficionando al
mismo tiempo a los ritmos y sones africanos, tal como se observa en las citadas coplas
de Reynosa que se debían de “cantar al tono de Guineo”.
A fines del siglo XVIII y comienzos del XIX se produjo cierto renacer de la esclavitud
en España, fenómeno vinculado con la creciente introducción del cultivo de la caña de
azúcar en Cuba basado en la mano de obra esclava africana y con la repatriación de
enriquecidos indianos (buena parte de los cuales participaron en la trata negrera) con
sus esclavos favoritos, que formaban parte, uno de tantos, de sus símbolos de riqueza
y poder atesorados en la isla antillana. De ahí, la relativamente importante presencia de
negros esclavos y libres, así como mulatos, en diversas ciudades españolas: Sevilla,
Cádiz, El Puerto de Santa María, Málaga, Madrid, Badajoz, Murcia, Barcelona, Valencia
y Mallorca.
Su participación fue muy importante en los ambientes musicales de la época: comedias,
sainetes, entremeses, zarzuelas, etc. los incluían con frecuencia en su reparto. Entre
las piezas más frecuentemente representadas en el siglo XVIII, algunas de las cuales
procedían de las centurias anteriores, hay que destacar “El Negro más prodigioso o el
Mágico africano”, “El Negro Sensible”, “El Valiente negro de Flandes”, “El esclavo de
su honra y Negro del cuerpo blanco”, “Entremés de la negra lectora”, etc. Los negros
también fueron protagonistas de los romances y demás literatura de cordel (uno de los
mejores ejemplos es la famosa relación “Boda de negros” del Puerto de Santa María),
aunque por lo general aparecían como seres malvados y lujuriosos que ejecutaban todo
tipo de crímenes horrendos y violaciones sin cuento en las personas de sus amos. En
Los tangos parecen protagonizar este proceso. Aunque las dificultades para establecer
su origen son evidentes, existen testimonios que sitúan su nacimiento en La Habana (al
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
menos en su forma moderna) a comienzos del Ochocientos. Otro testimonio, esta vez
de 1814, señala la presencia de bailes conocidos como tangos en Cádiz, mientras que
en 1821 se bailaba en los escenarios de Barcelona las “boleras del tango”. Paulatina-
mente se cantaron casi por toda la península. En 1847 se editó en Cádiz una zarzuela
que hacía alusión a “mis tangos de Sevilla”. Un año más tarde el “Semanario Pintoresco
Español” publicaba un artículo en el que se citaban “los perezosos compases del punto
de la Habana o en los salvajes gritos del tango”.
De 1849 es el texto de una carta que abundaba en la temprana aclimatación del tango
americano en Cádiz y Sevilla, fenómeno que corroboraba el Diccionario de la Real
Academia Español al acoger el vocablo tango en 1852. Diez años más tarde, Davillier
daba cuenta de una fiesta en Triana en la que una joven gitana “bailó el tango americano
con extraordinaria gracia.
El tango es un baile de negros que tiene un ritmo muy marcado y fuertemente
acentuado”. En la plaza de toros sevillana el mismo autor presenció una corrida en la
que intervino una cuadrilla de negros (“súbditos del rey Congo”), los cuales “ hicieron
su entrada bailando la ‘sopimpa’, un baile negro cuyo ritmo marcaba la orquesta, ejecu-
tando después otras danzas de su país, como el ‘cucullé’ y el ‘tango americano’ “, ritmo
116 éste último que fue coreado por el público. Finalmente, también estuvo presente en una
reunión de los trabajadores de una bodega jerezana en la que se cantaron “las coplas del
‘Tango americano’, una de las canciones más populares de Andalucía”. Posteriormente,
en 1886, tenemos noticias de un cuadro flamenco Sevilla no compuesto por seis
cantaores que incluían en su repertorio los tangos, así como un numeroso grupo de
sevillanas que cantaron “muy graciosos tangos, que nacidos en tierras americanas, aquí
han tomado carta de naturaleza”. Un año más tarde, y en una fiesta flamenca celebrada
en Sevilla, sabemos de “una hermosa mujer que se ‘bailó’ unos tangos y unas segui-
dillas gitanas”.
A la vista de lo expuesto puede aventurarse que en la década de los cuarenta se produjo
la popularización del tango, lo que favoreció su inclusión por parte de los autores de
zarzuelas para aprovechar del favor del público. En pocos años se difundieron extraordi-
nariamente los tangos en Sevilla, Cádiz, Jerez, Sanlúcar de Barrameda, Almería, Córdoba,
Madrid, Barcelona, Lérida y hasta Sant Feliu de Guíxols: Tango americano, Tango de los
Negros, Tangos del Cucoyé, Tango del Chorlito, Tangos de Las viejas ricas de Cádiz,
Tangos de la flamenca, Tango del Sangá, Sangá, Tango del caracolillo, etc. Aunque
no con tanto éxito, el punto de La Habana, las guajiras (1874 y 1789), las habaneras
(1865, 1867, 1868, 1876, 1877, 1880, 1883 y 1885) también estuvieron presentes en
los escenarios y reuniones festivas de Sevilla, Cádiz, etc.
El éxito de tales cantes, bailes y ritmos fue de extraordinaria importancia para la música
andaluza, ya que favoreció que estos elementos africanos y afroamericanos pudieran
entrar a formar parte de lo que en breve llegaría a ser conocido como flamenco. La revita-
lización del gusto por la música con elementos africanos y afroamericanos se produjo
cuando escaseaban sus intérpretes en los escenarios profesionales y en los espacios
de sociabilidad populares. Todo parece indicar que los gitanos supieron llenar el vacío
creado y apoderarse lenta, pero claramente, de esta música. En efecto, los gitanos
cumplieron una importantísima labor al incorporar a su repertorio musical buena parte
de los bailes y cantes de origen africano, ya fuesen los que llegaron directamente de
África, ya fuesen los que llegaron posteriormente vía América. El trabajo de demostrar
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
la anterior hipótesis está por hacer, aunque se pueden aducir algunos argumentos que
apuntarían en la citada dirección:
La condición de comunidad marginal y marginada compartida por negros y gitanos
en el periodo citado.
El hecho sabido de que los gitanos acogieran a no pocos desertores de la España
oficial (entre ellos negros esclavos o libertos) a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII,
lo que debió de favorecer la mezcla de músicas.
La proverbial afición y la habilidad que negros y gitanos poseen en el terreno musical.
La incorporación musical de los gitanos a las fiestas religiosas, camino recorrido con
anterioridad por los negros.
El hecho de que los gitanos también fueran representados en los escenarios al modo
como lo fueron los negros. En la “Mojiganga de la gitanada”, de 1670, intervenían dos
negrillos que cantaban el estribillo del Gurrumé.
El infructuoso intento llevado a cabo desde el poder de atenuar la presencia en
escenarios y fiestas populares, como lo demuestra la Real Cédula de 1633 al disponer
“que ni en danzas ni en otro acto alguno se permita acción ni representación, traje, ni
nombre de gitanos pena de dos años de destierro y de 50.000 maravedíes”.
118 La constatación de que, por fortuna, los bailes y cantes de los gitanos ganaron el terri-
torio de las tabernas, de las plazas y de las calles.
En definitiva, todo parece indicar que los gitanos fueron incorporando a su acervo
musical cantes, bailes y ritmos africanos y afroamericanos. En los siglos XVI y XVII lo
hicieron con los aportados por los esclavos traídos a la península, y en los siglos XVIII y
XIX con los sones afroamericanos llegados del Nuevo Mundo. Su labor permitió que la
herencia musical de los esclavos negros en España (rejuvenecida posteriormente por la
música afroamericana), no se perdiera totalmente, en especial en Andalucía.
Las impurezas de la supuesta pureza étnico-cultural se viene abajo si el observador
acucioso en las ojeadas a las hojas de las páginas de la historia descubren los intri-
cados procedimientos de aclarar los eventos de la historia. Los gitanos se apropiaron del
cumbé, baile que aparecen ejecutando en la pieza “El tutor embustero”. También inclu-
yeron en su repertorio el Mandingoy, como lo demuestra el caso de la nieta de Balthasar
Montes, que en 1746 bailó el “Maguindoi”. O el que un poco más tarde, en 1776, un viajero
extranjero por la España dieciochesca, Henry Swimburne, anotó que los gitanos de Cádiz
se dedicaban “a bailar un baile indecente que se llamaba Mandingoy”, que posterior-
mente vuelve a aparecer en la pieza “Los gitanos tragedistas”. En 1827 se representó
en los escenarios barceloneses el “gitano baile, nominado el zarambeque o cachucha”.
Más importancia tiene el que los gitanos se hicieran con el dominio de los tangos, tal
como ponen de manifiesto las noticias comentadas con anterioridad.
Estébanez Calderón – señala Martín Corrales - captó plenamente la labor “blanqueadora”
llevada a cabo por los gitanos, aunque no los citara directamente: “En vano es que de las
CHANDÉ
Entre las variantes rítmicas de los bailes cantaos es una de las expresiones más
conocidas tanto en el Bajo Magdalena, Depresión Momposina y el Magdalena Medio.
De acuerdo con la clasificación del folclorista Carlos Franco expuesta en la publicación
Nueva Revista del Folklor, Vol. 1 No. 2, Bogotá, 1987., el chandé pertenece al segundo
grupo o bailes aporreados donde precisa dos subgrupos al que pertenecen la tambora:
berroche, mapalé y guacherna; el otro: el zambapalo y el son.
El chandé al igual que las otras variantes rítmicas ha navegado por La Magdalena en
la oralidad de generaciones que la trasmiten como parte de su saber ancestral y que
otras descendencias han ido modificando de acuerdo alianza y arreglos con la movilidad
social e imaginarios culturales y simbólicos en que le ha tocado vivir.
De acuerdo con la documentación de archivo los palenques de Panamá presentan
grandes analogías con algunos toques de tambor de los bailes cantaos nuestros, ya
que allá existe el bullerengue, y es perceptible células rítmicas que se encuentran en
toques como: “Cartagena es buena tierra” de Adolfo Mejía y “Te Olvidé” de Antonio
Maria Peñalosa.
El tema de Adolfo Mejía fue prensado en Nueva York para el sello Columbia, registro
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
No. 4354 – X, marzo de 1933 como sonsonete, debido a su célula repetitiva constante
rítmica de los bailes cantaos. El Conjunto Típico de Adolfo Mejía y Lasislao Orozco tenía
como cantante al panameño Alcides Briceño (quien nació a finales del siglo XIX por lo
tanto era colombiano, ya que Panamá no se había separado de Colombia). La reconocida
musicóloga Ellie Anne Duque comenta sobre “Cartagena es buena tierra”, el texto –
“está llena de humor y la línea melódica, - recuerda el diseño de coplas para la impro-
visación. Tiene dos secciones de música, la segunda de ellas un estribillo conversando
y cantando”(116). El tema musical en mención abre una discusión hasta donde se asocia
este tema y el de Peñalosa al chandé del Cesar, Magdalena, mompós, San Martín de
Loba, Hatillo de Loba, Alto del Rosario, entre otras poblaciones.
BERROCHE
(116) Texto del folleto Adolfo Mejía Obras para piano, p. 8. Gracias al investigador musical cubano Cristóbal Díaz
Ayala hemos tenido acceso al Catalogo de Richar K. Spottswood en su 7 Volúmenes; los compositores y
orquestas colombianas aparecen en el Vol. 4. El tema de Mejía también fue grabado por Lucho Bermúdez
bajo el titulo del Lp., Mapalés Callejeros. “Cartagena es buena tierra” aparece grabado como chandé – porro
en la versión del Grupo de Ladislao Orozco Jr., Lp. Cantares de la Universidad. Mosaico Corralito, Lado B
No.2. De la Universidad de Cartagena. Existe otro Lp., variado de un conjunto de Barranquilla. Y más
recientemente en ritmo de chandé con la Orquesta Big Band de Juancho Torres, en el corte 6 del cd No.19.
En el catalogo del compositor Adolfo Mejía que registra Sayco aparece registrado como chandé.
prensados en dos Cds que él aporta en el estudio de exploración etnomusicológico,
y que hoy son una valiosa fuente de consulta sonora y respaldada en un libro donde
aparecen las transcripciones de partituras y comentarios desde el lenguaje mismo de
cada una de las variantes rítmicas.
Desde la perspectiva del musicólogo “A pilá arroz(117)”, este la cataloga como berroche,
lo que confirma una vez más, que los temas tradicionales de los bailes cantaos son
ejecutados en diferentes ritmos teniendo en cuenta los toques predominantes en cada
región.
En el tema en mención que Carbó reconoce como berroche, registro: “Tambora, Bailes
Cantados”, corte 13 se aprecia que la introducción la realiza una voz masculina ( Ismael
Ardila); luego, comienza la maraca seguida por la tambora y el coro.
La tambora continúa en su toque característico dándole entrada a la voz líder y el coro
responde; se desarrolla el tema, las palmas y maracas se apoyan para darle énfasis
(117) En la bahía de Cartagena el mismo tema es conocido en aire de bullerengue y en la región de los Montes de
Maria donde se dan los asentamientos negros. Tomado del Cd. Baile Cantado de Colombia. Producciones
Tambora – Yai Records. 2003. El trabajo de campo de Carbó se realizo en Altos del Rosario, Hatillo de Loba,
San Martín de Loba y Tamalameque.
(118) Carbó. A Ritmo de Tambora – tambora. Revista Huellas, No. 39, Barranquilla. Universidad del Norte, 1993,
pp. 27 a 58.
(119) Notas al folleto del disco: Tambora Baile Cantado en Colombia Vol. I. P. 6.
De importancia suma resulta la observancia del musicólogo barranquillero, primero
por la autoridad en el tema debido a su formación académica, que a su vez, funda-
menta en una investigación exploratoria sobre unas determinadas variantes de los
bailes cantaos(120).
El berroche y la tambora guardan muchas semejanzas y diferencias. El fondo rítmico
de la tambora y del berroche guarda una íntima relación, que establece pautas diferen-
ciales de acuerdo con los ataques de cada aire. El tiempo en el toque berroche es más
rápido que la tambora.
GUACHERNA
la célula de dicho toque; el currulao da unos golpes rápidos comparado con la tambora,
el tamborero levanta con sus piernas el tambor que el ser percutido y caer al suelo da
un timbre diferente(121), que luego, matiza con repiques cuyo tamboreo se acopla con el
golpe de conjunto instrumental.
Las maracas acompañan el golpe de la tambora; las tablitas en su conjunto acompañan
las voces instrumentales, incluyendo las voz prima y el coro, y que a veces, dan un
movimiento acelerado. Hay que tener en cuenta como atacan los diferentes instrumentos;
principalmente la tambora donde se dan dos timbres: uno en el cuero y el otro en la
madera. El ritmo de la guacherna es menos acelerado que La tambora y mucho menos
que el berroche para indicar así diferencias entre ellos, por lo menos, en la música de
estos bailes cantaos en Arenal Bolívar. Lo que el musicólogo Carbó señala que el toque
de las palmas en el complejo de la tambora es un rasgo característico de esta música.
La pulsación constante y regular de las palmas y no se pierde, ya que en muchas veces
esta pulsación es doblada o triplicada. Palmas y coros en acompañamiento que insinúan
a la pareja de bailadores en los reemplazos de la rueda del baile.
BRINCAO
122
Lo más probable que este ritmo sea uno de los más antiguos en la modalidad de los
bailes cantaos por la utilización de un sólo tambor percutido con las manos y acoplado a
(120) Con la estudiante de 8 semestre de la Escuela Superior de Bellas Artes se trabajo algunas variantes rítmicas
de los bailes cantaos para su ponencia: Bailes Cantaos en el marco SEGUNDO ENCUENTRO EN
INVESTIGACIÓN EN ARTES Y PRIMERO EN MÚSICA Y ESCENICAS CIDESBA.
(121) Esa característica es más una forma de estilo que un toque en particular de la guacherna, ya que se aprecia
en cualquiera de las variantes rítmicas de los bailes cantaos y toques afines como el porro e inclusive en la
cumbia y en el fandango.
las palmas y tablitas en la ocupación rítmica si la investigación se atiene a documentos
del siglo XVI; y en la parte melódica la voz prima y el coro. Los primeros tratantes de
negros fueron los portugueses y hay claras muestras que algunas expresiones lingüís-
ticas provengan de aquel idioma. Eles brincaos (que traduce ellos juegan) y en Rio Viejo
sur de Bolívar esta modalidad es una especie de juego. Os meninos estao brincaos (los
niños están jugando) y en la población aludida son rondas infantiles. Y la tambora o
bombo portugués al igual al bombo africano o tambora guarda gran parentesco con la
tambora costeña apunta George List en su trabajo de campo: “Música y Poesía en un
pueblo colombiano”.
Hace medio siglo era muy común ver en Rio Viejo Sur de Bolívar los cantos brincaos
o cantos de esclavos como los llama la población mayor, era parte de la diversión de la
comunidad. Los juegos musicales de los cantos brincaos participan personas de todas
las edades, principalmente adolescentes; cada juego tenia su propio canto, se bailaba
(122) Experiencias pedagógicas recogidas en el Primer Encuentro Gastronómico y Musical de los Pueblos del
Magdalena Medio. San Pablo, 19985. Organizadores: Gustavo Márquez, Walter Arroyo, Alexis Rodríguez,
Edilberto Herrera, Magali Lastra, Robinson Zambrano, Víctor Sajonero, Wilson de la Cruz, Mabel (el apellido
no se recuerda), Pedro Carreño, Amauri Rincón, Víctor Vásquez y Enrique Luis Muñoz, cuerpo de
profesores del Colegio Cooperativo Tecnológico y Agropecuario de San Pablo Sur de Bolívar. Por
Barrancabermeja: Jairo Vargas, Santiago Martínez y Silvio Daza Rosales.
TUNA
Son rondas de bailes cantaos que van de casa en casa y que guarda esa mixtura cultural
de España y los pueblos de África, entre canto y toque. Cantos de calles más que de plaza;
en su acostumbrado paseo la tuna como canto además de ser una visita es también un
anuncio de la persona que se va de la rueda de la tambora y que al dedicarle el golpe de
tuna simboliza a más del reclamo se le impone una multa consistente en una botella de
ron si la persona huidiza no sale a bailar. El baile se realiza paseaíto, simulando caminar
de manera cadenciosa para no perder el golpe rítmico del aire de tuna.
El golpe de tuna lo define el currulao con un ritmo persistente y bien acentuado, con
mayor énfasis en la mano derecha que es la que mantiene el pulso del aire para cerrar el
toque con ambas manos en función de la tambora que lleva el mismo golpe. Las maracas
apoyan el toque de currulao y tambora y las tablitas mantienen el compás rítmico con
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
repiques rápidos en varias ocasiones que rompen el fondo rítmico de los instrumentos.
SON DE NEGRO
(123) Puede aludir a una expresión del pueblo llano y al mismo tiempo puede referenciar aires europeos ya
hibridizado.
llevan flores adornando su cabello y los hombres las cortejan con gestos coqueteros y
llenos de picardía, con sus cuerpos semidesnudos, vestidos con pantalones a la altura
de los tobillos, calzan abarcas tres punta con sombrero campesino y untados de mezcla
de polvo mineral (carbón y aceite), igualmente el conductor o jefe de la cuadrilla de la
danza enarbola una bandera de color rojo como símbolo de libertad(124).
De acuerdo con la investigación de Pérez Herrera el son de negro coreomusicalmente
se desarrolla en tres versiones o momentos así:
Invitación a la fiesta que se inicia con un saludo, baile callejero, ritmo de llamado o cabildo
estructurado en compás de 6/8, acompañado de su tonada tradicional de “La Rama del
Tamarindo”; se pone en escena el juego de son de negro, un baile lúdico, gestual de confron-
tación que rememora acciones guerrera y que lo hace objeto de la parafernalia del carnaval
costeño. Pérez Herrera, apunta, la llegada o reposo que se escenifica en el sitio de la fiesta;
aquí se desarrolla la parte conocida como bozá (sabrosura intensa), el clímax rítmico del son
PAJARITO
El canto de pajarito es muy común en la zona del Canal del Dique, principalmente en
Barranca Nueva, donde es parte de una variante rítmica de un son negro, se desarrolla
en la célula rítmica de estos toques, o como expresión de un toque que presenta un ritmo
propio en los toques negros o congo. Estos cantos y bailes tuvieron un desarrollo en la
década de 1920 como parte identitaria de la cultura del agua donde la mayor influencia
la comprenden los pueblos de la bahía de Cartagena y los pueblos negros de los montes
de Maria, entre ellos: María La Baja, San Pablo, San Basilio de Palenque, Mahates,
Malagana, Gambote, San Cayetano, San Onofre, escenarios del bullerengue, chalupa, 125
fandanguito y congo. Muy famoso es el grupo de San Martín de Barranca Nueva y de
manera singular la cantadora Manuela Torres, miembro de una de las familias musicales
de mayor tradición en la región.
(124) Ver, Manuel Antonio Pérez Herrera. El Son de Negro en Santa Lucia y Área del Canal del Dique.
Barranquilla, 2001, p. 12.. El trabajo del investigador Pérez Herrera se complementa con una información
bajada de Internet, http//www. Sondenegroysondepajarito. Formato pdf.
(125) Ibid.
El tamborero y antropólogo cartagenero Edgar Benítez ha sido uno de los mayores
estudiosos de estas modalidades de los bailes cantaos muy difundida en Santa Lucía y
en algunas poblaciones del Urabá antioqueño, donde el pajarito lo interpretan con dos
tambores, el menor de mayor tamaño del llamador en el formato típico de los conjuntos
de gaitas y el otro, más grande que el tambor alegre.
EL ZAMBAPALO
Parece una síntesis rítmica de los bailes cantaos ya que hay varios toques caracterís-
ticos del complejo musical bailable. Cada instrumento percute un ritmo preciso y que en
conjunto definen el aire de zambapalo. Desde una postura lingüística el término remite
a trifulca a desorden donde participan varias personas. El zambapalo es el ritmo más
sincrético del complejo de los bailes cantaos.
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
Para el percusionista Víctor Medrano Caicedo (El Docto(126)) el alegre da el golpe carac-
terístico del fandango; la tambora se ejecuta dando el golpe de son corrido; el llamador
lleva el pulso rítmico de chandé; el guache de chalupa o de son corrido de acuerdo a la
elección del tamborero. Una verdadera polirritmia es el zambapalo.
El tamborero de Petrona Martínez, el percusionista Stanly Montero Morales(127) el
zambapalo son varios ritmos en uno solo: el alegre va en ritmo de chalupa; la tambora
lleva golpe de cumbión; el llamador fija el ritmo ya sea de mapalé o de son de negro.
Para él la diferencia entre son de negro y mapalé está en el canteo y fondeo del alegre;
la tambora percute la madera. Existen diferencias electivas como van los golpes carac-
terísticos en cada función rítmica.
El tamborero José Encarnación Babilonia de la isla de Bocachica, la base del zambapalo
la constituye la tambora y el llamador y el alegre establece las diferencias. Predomina
el mapalé o el son de negro.
Encarnación Tovar (El Diablo) el zambapalo es golpe de son de negro (danza de
negro como se conoce en San Onofre, Evitar, Mahates y Malagana), con alternancia de
fandango o mapalé y es un aire difícil porque hay que ejecutar varios toques al mismo
tiempo(128).
126
EL BULLERENGUE
Es quizás el baile cantao de mayor referencia histórica, y uno de los referentes más claro
si se atiene el investigador a la documentación de los bailes de Sevilla (España) debido
(126) Hijo de la afamada cantaora de bailes cantaos Estefanía Caicedo. Entrevista, 1 de noviembre de 2007.
La copla anterior pertenece al folclor andaluz, una voz femenina asume la canción
donde se alude a las palmas, redoblan en palmas sus cantares para ser fiel a su tradición
de hondo salero africano. La región de Andalucía bulle desde el pasado remoto las
resonancias africanas en su música.
Con sus manos y pies, batiendo el suelo y otras partes de su cuerpo hombres y mujeres
(129) Lo estésico es el mayor deleite, goce de los sentidos en la expresividad y plasticidad del cuerpo al danzar.
Con Silvio Daza se desarrollan unos estudios de campo en los diversos festivales don él ha sido jurado y
expositor de los bailes cantaos. Reflexiones que posteriormente dieron pie a este trabajo conjunto.
como se van a cruzar las etnias y de ellas las culturas derivadas de las mismas.(130)
La música a mano fue la primera, quizás sus antecedentes se remonta a los sonidos
conocidos como ululato, entre ellos, indudablemente estuvo el nacimiento de la música
del cuerpo. El cuerpo como realidad plástica, como caja de resonancia sonora es una
realidad que nos la recuerda para siempre el merengue fandangueado.
Allí donde hay un negro existe un tambor. Así pregona a los cuatro vientos la costumbre
popular, podría ser una expresión exagerada, pero que de todas maneras hay que consi-
derar en los estudios de las músicas negras. Y además, si se tiene en cuenta el alto
sentido rítmico de la etnia negra. Ahora bien, la expresión por hiperbólica que ésta sea,
en ningún momento la realidad poblacional del negro la ha desmentido, habida cuenta,
que él percute con todo, con lo que encuentra, inclusive con su propio cuerpo.
El negro expresa cada emoción con el movimiento rítmico de su cuerpo, hasta cuando camina
parece una danza – dice Geogorofer Gorer en la obra África Dances, publicada en Londres
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
en 1935; en dicha obra se resalta el baile. Una manera de significar la capacidad danzaria en
el Caribe colombiano bien puede ser la figura de Delia Zapata Olivella, ella no caminaba, ella
danzaba. El cuerpo utilizado como materia tímbrica, como instrumento musical y así lo testi-
monia la historia de muchas culturas, entre ellas, la africana; pero cuerpo también es memoria
en la expresión musical danzaria de lo negro, de su plástica corporal.
El cuerpo es un instrumento musical y el negro no escapa a esa dimensión y condición
de ser una caja de resonancia en sí mismo. Persona lo que significa es lo que suena; su
corporalidad es rica en expresividad, comunicación y danza gracias a su fácil plasticidad.
El ritmo le viene de bien adentro, es intimo y corporal, es vivencia y recuerdo al mismo
tiempo, en un amasijo de sentimientos múltiples trasmutados en música de extraordi-
naria rítmica. La fuerza oral y la manera de decir la copla en ellas exponen profundas
melodías en el cancionero afroamericano del Caribe colombiano.
CHALUPA
La chalupa es una especie de bullerengue corrido, rápido y muchas veces con variante
de tiempo cadencioso, que da la sensación de un bullerengue sentao, lento en un breve
128 pasaje; luego, el ritmo acelera a manera de fandango cantao. La chalupa se desarrolla
en compás de 4/4; es un toque que en ciertos pasajes (contactos a manera de rito) a
través de los toques de cabildos se perciben en ciertos fragmentos del lumbalú, y puede
ser un ritmo intermedio entre el bullerengue y algunas variantes del lumbalú. La chalupa
es un ritmo muy popular en el palenque de San Basilio, Palenquito, Mahate, Malagana,
San Cayetano, Gamero, Gambote, Flamenco, Maria La Baja y San Pablo (palenque de
(130) Enrique Luis Muñoz Vélez. El bullerengue: Ritmo y canto a la vida. Revista Paccarina Uno. Instituto de
Investigaciones y Desarrollo Andino. Lima, marzo, 2006, p. 57. IIDA
los Montes de Maria, no confundirlo con la población del mismo nombre del Magdalena
Medio en el Sur de Bolívar). Entre las intérpretes más conocidas de esta tonada se
encuentra: Petrona Martínez y Etelvina Maldonado, entre otras cantaoras.
Conocidas chalupas de Petrona Martínez, tales como: “La vida vale la pena”, “Mi Catana”,
“La Currumba”, “La Coclá”, “Chivirica” y “Los Tres Solitos”. De Etelvina Maldonado: “Así,
Así”, “Juana Gómez” y “Camisola”, entre otras.
CONGO
LUMBALÚ
(131) WWW.Musicalafrolatino.com
y a los muertos dentro de la parafernalia de su panteón de dioses. Vida y muerte como
relación intima orgánica en la cultura africana.
El pensamiento africano es más intuitivo que racional, en su sistema de valores el
hombre es visto como naturaleza es parte de ella, de ahí que busca la armonía en su
carácter dinámico que expresan con su pensamiento creativo y la participación de todos
los seres: hombres, animales y vegetales con el cosmos en el que significan las cosas
y sus relaciones en el sentido comunitario.
La celebración del lumbalú se encuentra reflejada en esa doble instancia del término
muntu, vida y muerte como una sola identidad, unidad. Quienes celebran participan
vivamente; el celebrado encarna a la muerte. Los celebrantes a la vida, entre ambos se
cumplen el rito, la muerte es trascendida por la vida.
El lumbalú como influencia bantu se encuentra ligado a la palabra muntu, envuelta en canto
funerario, en ellos se emplean vocablos africanos del kimbundu y el kikongo tales como:
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
Chi ma Congo
Chi ma Luango
Chi ma ri luago
De Angola.(132)
Palabras que aluden pasajes de la vida del difunto mientras lloran y sus lugares de
procedencia que rememoran gracias a la tradición oral. Congo referencia a los prove-
nientes del río del mismo nombre, que algunos llaman Zaire, y espacio geográfico de la
cultura bantú. Luango era parte del territorialidad del Congo, y bajo el término Angola
completan el contexto formativo bantu.
Otro cántico se refiere a las deidades y a su importancia en la cultura palenquera de
acuerdo con el estudio del lumbalú del antropólogo Aquiles Escalante, donde se menciona
al dios kalunga.
Kalunga lunga manquisé
Gombe manciale
Yansu me la co
Kalunga lunga manquise
130 Elpe elóo negro congo
Gombo manciale
Ario negro congo chimbumbe. (133)
(132) Aquiles Escalante. Influencia bantu en la cultura popular en la Costa Atlántica colombiana. Revista Desarrollo
No. 87 de 1988. Ver los estudios de Enrique Luis Muñoz Vélez en Fiesta Funeral: Lumbalú para Batata III.
Palobra No. 6, 2005, p. 157. Silvio Daza Rosales. Ensayo Sobre La Cultura Del Hombre De La Ribera
Desde Barrancabermeja Hasta La Depresión Momposina, 1993. Parcialmente publicado en Vanguardia
Liberal
(133) Muñoz Velez. Op. Cit., p. 158.
Escalante sostiene en su estudio sobre el lumbalu que kalunga es una deidad Consti-
tutiva del panteón Congo – Angola, fragmento de la cultura del África Occidental en el
palenque de San Basilio. La base de la cultura bantu es eminentemente religiosa y rendía
culto a los antepasados, a sus dioses de manera principal, de donde vienen todas las
personas, ese padre progenitor del mundo y de la humanidad, vive arriba (cielo) y lo
nombran en sus cantos Nzambi (sambe o sambi).
Ee mamée, sambe urile e lée lóo
Elée loo a lée
Sambe urile mamée eee.
(134) Claves de lenguaje oculto a modo de dominio hermético que solo tiene significación en el interior de ciertas
culturas que socializan en ciertas cofradías o cabildos de negro, lengua y nación.
lo valoramos solamente con Panamá y Colombia por soportar una historia conjunta y
compartida por medio de la música.
Desde la perspectiva musicológica el lumbalú remite a un canto ancestral que referencia
de manera directa a la cultura africana. De alguna manera, el lumbalú es parte de la
conservación de la herencia África como expresión viva de una música ritual que pervive
en el palenque de San Basilio. África es multicultural, es decir, muchas culturas y cada
cultura tiene diferentes músicas: entre las manifestaciones sagradas y paganas. El
rastro musical de África en América debe valorarse en término de cambios. Musical-
mente hablando cómo es la música actual de África para así responder el gran interro-
gante que se plantea la musicóloga Isabel Aretz, - cuando se pregunta, ¿dónde y cómo
se conserva la música africana? -. Clave para la comprensión de la música tradicional
de allá y de acá.
Debemos suponer que las músicas de África de nuestro tiempo tampoco son las mismas
La memoria del agua: bailes cantaos navegan por la Magdalena
que trajeron que resonaban en los tiempos de la exportación de esclavos, ese señala-
miento hay que estimarlo de manera consistente y más en términos del presente(135).
No pueden ser las mismas músicas, es la conclusión lógica que expresa la connotada
musicóloga, valoración que debe tenerse en cuenta a la hora de mirar pasado y presente
desde una perspectiva histórica. Las circunstancias cambian y los descendientes de
esclavos más o menos mestizados sus músicas no pueden ser las mismas que trajeron
sus antepasados, se dan y operan otros contextos culturales y simbólicos y unas nuevas
condiciones de vida. El africano tuvo que adaptar sus músicas y danzas a otras formas de
vida y solo conservar lo más esencial de sus tradiciones. Lo que supone que los toques
de cabildos si le facilitaron expresarse con todo su andamiaje cultural simbólico.
Por lo tanto, las músicas de origen africano que perviven, entre ellas, el lumbalú en lo
más hondo de su ritualizacion desarrollan también matices diferentes, lo que la hace
una cultura afroamericana.
Los integrantes del palenque de San Basilio conservan el lumbalú, ritual de los muertos,
que realizan para festejar ya que, según ellos, se pone fin a sus sufrimientos, en tanto
que lloran el nacimiento de un niño porque viene a sufrir, - dice, que eso se lo enseño
Batata (el abuelo de Batata III) en 1956(136).
132 La observancia del ritual fúnebre lo relata Aretz en los siguientes términos:
Batata se coloca en la puerta del cuarto o de la sala, frente a la cabeza del cadáver
que permanece encajonado y sin tapar en el centro de una de las dos habitaciones de la
casa, a su diestra o siniestra se sitúa el encargado de tocar el llamador; el jefe del cabildo,
en el centro de las cuales baila una de ellas con uno de los miembros de la antedicha
(135) Isabel Aretz. África en América Latina (Relator Manuel Moreno Fraginals). UNESCO. Siglo XXI, 1977, p. 238.
UNIVERSALIDAD
(139) Fuente. Pacantó, Cd doble que trae una entrevista con la cantaora.
El 27 de octubre de 2006 Totó obtiene el Premio Womex, Feria del World Music en
Sevilla, la misma tierra donde se cultivaron las músicas negras procedentes de la legen-
daria África. Y desde allí se trasladan a América y en el Caribe colombiano se asentaron
para navegar por La Magdalena. Actúa esa noche gloriosa con Patrona Martines y Juanes.
No cabe duda alguna, en el folclor de Colombia es la figura de mayor universalidad; ya
la Academia de Estocolmo se estuvo bajo el delirio de sus magistrales cantos y bailes
en 1982, como parte de la delegación que acompañó a García Márquez.
La música como práctica humana pone en escena de manera viva los bailes cantaos,
folclor rebautizado hoy bajo la etiqueta comercial de World Music o músicas del mundo,
músicas vagabundas sonoridades planetarias, así participa nuestra música. Recordar
que lo planetario es lo que circula, trasunta en el mundo, vaga en el mundo y los bailes
cantaos tiene esas errancias trashumantes desde muchos siglos atrás.
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Anexos
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ANEXOS:
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ANALISIS MELODICO, RITMICO Y FORMAL
Tema: MARÍA
Autor: Adolfo Mejía
Ritmo: Chandé
Análisis Melódico:
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Parte de un Sol Agudo, Hasta un Re Sostenido intermedio.
Análisis Rítmico:
Su entrada es en Anacrusa, En el Segundo tiempo (Débil) del Compás.
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Análisis Melódico:
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Se marca muy acentuadamente la silaba, dejando claro el ritmo sincopado, con muchas
ligaduras de prolongación.
La Interválica en el transcurso del tema va ampliando en su extensión dando un ámbito
máximo de Novena.
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Parte de un Re Agudo hasta el Do Central.
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Izq a Der. Silvio Daza Rosales y Enrique Muñoz Vélez
Los autores son dos cartageneros raizales :Silvio Fernando y Enrique Luís, más
que amigos conjugan una hermandad indisoluble tejida con los lazos de la niñez,
de la familiaridad, los afectos y los días aciagos de la incertidumbre; nacidos ambos
en la misma calle, del mismo barrio, del mismo terruño: Cartagena de Indias.
Los dos están unidos desde lo más profundo de sus ancestros por el tañido
de una tambora percutida por unas manos tempestuosas y rugosas venidas
de África. Enrique Luís, el maestro, y Silvio Fernando, el discípulo. Muñoz
Vélez, fue profesor de literatura, filosofía y matemática de Daza Rosales.
El hijo de Trini, Silvio Fernando, y el de América, Enrique Luís, residente ella en tierra firme 181
aunque no en el solar de vivos, y cubierta por el manto de la eternidad han conservado una
amistad extendida, ya familiar, y a prueba de golpes de tiempos enlazados por el paso de los días.
A Silvio y Enrique la vida les diseñó caminos diferentes en días brumosos para trasegar
por mundos ignotos durante lustros. Sin embargo, la existencia les tenía marcada la
senda de un nuevo reencuentro, 1984, en Barrancabermeja.
Aunados e inquietos tanto por sus preocupaciones particulares como por los ritmos
folclóricos de bailes cantaos y cantos bailaos a lo largo del río de la Magdalena y las
márgenes costeras del mar caribe, comienzan a desandar los caminos disímiles dejados
de conocer por cada uno para mostrarse, confrontar y comparar sus trabajos de campo
en torno a la música de tamboras, esencia de un pasado ancestral y negroide, resultado
expuesto en este trabajo que le presentan al público titulado, La Memoria del Agua: bailes
cantaos navegan por La Magdalena.
La Memoria del Agua: bailes cantaos navegan por La Magdalena, es el itinerario
histórico-cultural hecho por Daza Rosales y Muñoz Vélez, cuyo epicentro de exploración
es el Río Grande de la Magdalena. En él se recupera una de las manifestaciones sincré-
ticas de mayor vitalidad en nuestros país, que se vivifica de manera continua con ritmos,
voces, golpeteos corporales y de tamboras para hacerse sentir como expresión pluri-
cultural auténtica y manifestarse en ejecutantes y pobladores en exteriorización de su
espiritualidad y de sus imaginarios germinales a lo largo de la ribera y de las costas.
Reflexionada y decantada la vida por ambas vertientes, los autores hacen reconocimiento
a sus familias, mantenidas unidas bajo la égida afectiva de estos dos maestros, que con
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sus realizaciones, han dejado huellas para la posteridad. Silvio reafirma su sentimiento por
Trinidad(mama), Fabiola (esposa), Oswaldo (hermano), Lenín, Diana, Camilo Ernesto, Diego
y Silvio Yovanni (hijos). Y Enrique por Carmen Alicia (esposa), Ludys María y Estefanía (hijas).
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