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Sobre El Capital de Marx: asimilación de clase y contra hegemonía cultural1

Miguel Eduardo Cárdenas Rivera y Luis David Albarracín Guio


Colectivo Comuna y Comunidad2

Introducción

Asimilar una obra de literatura científica como El Capital, presupone la existencia de una capacidad
intelectual por parte del proletariado –constituido como clase– frente a la burguesía; en términos de
lucha contra la dominación ideológica, implica tener la capacidad política de ejercer una contra
hegemonía cultural.

Este trabajo considera que la conformación de la burguesía como clase mundial, le permitió asimilar
a través de sus esferas intelectuales el significado histórico de El Capital, para frenar el impulso de
la lucha obrera, mientras que el proletariado, afectado históricamente por el mito del partido leninista
como “correa de transmisión”, en vez de asumir a Marx como una guía de pensamiento estratégico,
lo ha tomado como un dogma de fe contenido en una Biblia y difundido por un grupúsculo de
“ilustradores”, yerro edificado sobre su debilidad educativa y fragmentación corporativa.

Este análisis postula tres elementos desestimados por el ‘marxismo apocado’, pero pertinentes para 1
emprender la tarea de relectura de la obra culmen de Marx, con el objetivo de hacerla un insumo
teórico-práctico para la emancipación colectiva de la clase oprimida, con la prescindencia de tutores
o guías espirituales de esta radical búsqueda histórica.

En cuanto al método de trabajo se trata una sistematización de lecturas y discusiones en grupo, las
conclusiones corren por cuenta del proceso mismo, y extraer líneas de acción es cometido de quienes
lo estudien al calor de la praxis dentro de la revolución social, imbuidos con un ethos basado en la
filosofía moral del comunismo. En su sustancia constituye un instrumento para adelantar la tarea
táctica en curso: librar la forma superior de lucha, la lucha ideológica.

La ponencia es resultado de un trabajo de riguroso seguimiento a los debates preparatorios de este


seminario realizados anualmente a partir de 2014 y, se presenta en 2017, año en que ha habido un
amplio e inusitado despliegue de actividades en todo el mundo en torno al sesquicentenario de El
capital tomo I; antesala de un 2018 cuando se programa la conmemoración del bicentenario del
nacimiento de Carlos Marx, efemérides de carácter universal, en las que se debe aprovechar el actual
y vigoroso impulso para profundizar lo que a continuación se expone.

1 Ponencia sustentada ante el IV Seminario Internacional “150 años de El Capital”, Bogotá 3 al 6 de octubre de 2017,
organizado por CEIS-INEDO, bajo la coordinación académica de la profesora Magda Rivera.
2 Colectivo de trabajo político de carácter libre y abierto en el que convergen activistas sociales. Su método de discusión se

basa en el diálogo entre comunes en procura del bien vivir y la unidad en la diversidad. Para contacto:
comunaycomunidad@gmail.com
1. Constitución del grupo social en clase

Con base en Gómez de Mantilla3, se puede aseverar que para Marx no existen las clases sin una
lucha entre ellas. Este enfrentamiento tiene un claro contenido político que marca la relación entre
la clase dominante y la clase dominada.

A su vez, Marx identifica una dicotomía entre una clase en sí y una clase para sí, en la cual, la
primera se conforma apenas con el compartir una situación objetiva entre varios individuos,
mientras la segunda se construye luego del reconocimiento grupal como sujeto colectivo que
comparte formas propias de ver el mundo; esto no quiere decir la sumatoria de intelectualidades
individuales, sino algo cualitativamente diferente, colegiado, -una conciencia social-, definido en
el juego político concreto, por tanto, esta materialización objetiva de las cosmovisiones y de los
imaginarios que se objetivan en comportamientos sociales aceptados, compartidos, recreados y
reproducidos por la clase como lo “real”4, conforma su ideología y constituye un marco de
pugnacidad que define a las clases y sitúa a una de ellas sobre la otra en el debate público.

En la misma línea, se tiene que a la par del proceso material o de las relaciones económicas, se
gestan los procesos ideológicos y simbólicos que configuran las clases para-sí, estos enfrentan a
las clases dominantes con su poder económico, su claridad, su capital cultural y conceptual,
expandido y curricularmente vigente, -con todas las armas fiscas y discursivas a su servicio-, frente
aquellas clases que, dice Marx, “no tienen nada que perder, solo sus cadenas”, esas que postergan
2
su formación ideológica, por debatirse la búsqueda de su sobrevivencia diaria.

Ahora, cuando Marx habla de que dos grandes clases –la burguesía y el proletariado– se enfrentan
cada vez más entre sí, no pasa por alto en ningún análisis concreto la multiplicidad de “fases
intermedias y de transición”, ni la posibilidad de diversas alianzas en la lucha de clases. Pero lo
decisivo en la mencionada teoría es que, en un número de manos cada vez menor, se concentran
medios de producción cada vez más poderosos y capital cada vez más colosal, al mismo tiempo en
que crece incesantemente la masa de personas que carecen de medios de producción de toda índole y
se ven obligados a vivir a partir de la venta de su fuerza de trabajo, por tanto, el capital y el trabajo
se enfrentan el uno al otro, oscureciéndolo todo.

De manera temporal y bajo ciertas circunstancias, los estratos intermedios o las clases en transición,
también son capaces de conquistar el poder, pero nunca de mantenerse en él. Sólo se convierten en
clases dominantes, los propietarios de los medios de producción en masa (los señores de la tierra, del
comercio, de la industria, la “ciencia” y del capital financiero). Por mucho que se diferencien entre sí
las formas de dominación –desde la despótica hasta la democrática–, todas ellas se apoyan, sobre el
poder de disposición de los medios de producción, sobre las instituciones establecidas para la
protección de las relaciones de producción y, sobre el hábito de someterse al orden establecido en
cuanto único orden que ha probado preservar del caos y resguardar a la comunidad, precepto
constituido por antonomasia como “el” orden, por encima de las tradiciones y los convencionalismos,

3 Gómez de Mantilla, Luz Teresa (2014). La sociología en El Capital de Karl Marx. Bogotá: Universidad Nacional de
Colombia, pp. 190-192.
4
Sánchez Vázquez, Adolfo (1983). Ensayos marxistas sobre filosofía e ideología. México D.F: Océano.
más allá de las leyes que otorgan a las situaciones habituales la bendición de lo “sagrado” o de lo
“eterno”.

2. División del trabajo y escenarios de pugna entre clases

Nuestra reconocida autora considera que Marx también asigna un papel importante a ciertos sectores
de la clase burguesa que pueden hacer suyos los intereses proletarios, en especial a los intelectuales.
A ellos les concede la tarea de analizar el proceso, explicar las leyes y comprender teóricamente el
movimiento en su génesis, en su dinámica y en su disolución, conocimiento del adversario que es
insoslayable en toda disputa declarada.

De manera específica, la clase dominante necesita de un poder ejecutivo armado y soportado


económicamente por los medios producción a su cargo, (al cual que esté dispuesto a otorgarle, legal
o ideológicamente, poderes dictatoriales “en situaciones de necesidad”), pero lo que asegura su
dominio por encima de todo, es el poder cosificado de las relaciones de propiedad y de las relaciones
jurídicas, esto es, su autoridad hecha “elemento” imprescindible en toda sociedad.

En la Ideología alemana5, se explica:


Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; en otras palabras, la
clase que ejerce el poder material es, al mismo tiempo, quien ejerce el poder espiritual que
en ella domina. La clase que dispone de los medios para la producción material, por ese hecho 3
dispone también, de los medios para la producción espiritual, obligando con ello, por regla
general, a someterse a su definición de las ideas a quienes carecen de medios para la
producción espiritual…Los individuos que forman la clase dominante tienen, entre otras,
conciencia de ello y piensan en consonancia con ello; por tanto, en cuanto dominan como
clase y determinan todo el ámbito de una época histórica, es evidente que lo hacen en toda
su extensión y, por consiguiente, también como seres pensantes, como productores de
pensamientos, dominan y regulan la producción y distribución de las ideas de su tiempo,
razón por la cual sus ideas son las idas dominantes de la época.

La división del trabajo conduce también en el seno de la clase dominante, a una división de la labor
entre quienes piensan y quienes actúan.
Cabe incluso la posibilidad de que, dentro de esta clase, el divorcio conduzca a un cierto
enfrentamiento y una cierta hostilidad entre las dos partes, que, sin embargo, desaparecerán
por sí mismas ante cualquier conflicto que pueda poner en peligro a la propia clase y en que,
por tanto, se esfume también la apariencia de que las ideas dominantes no son las ideas de la
clase dominante, sino que poseen un poder propio, aparte del poder de esta clase. La
existencia de ideas revolucionarias en determinada época presupone ya la existencia de una
clase revolucionaria.6

Los círculos anti-intelectuales del movimiento obrero se apoyan con frecuencia en este pasaje, con
lo cual pasan por alto que “en cada colisión práctica susceptible de poner en peligro a la clase misma”,

5 Marx, Carlos y Engels, Federico. La ideología alemana, Crítica de la novísima filosofía alemana en las personas de sus
representantes Feuerbach, B. Bauer y Stirner y del socialismo alemán en las de sus diferentes profetas. 4ª. Edición española.
Buenos Aires: Ediciones Pueblos Unidos, 1973. Allí se lee: “…hasta ahora, las revoluciones, dentro del régimen de la
división del trabajo, tenían necesariamente que conducir a nuevas instituciones políticas (…) [contrario sensu] la revolución
comunista, al acabar con la división el trabajo, elimina por último las instituciones políticas…”, p. 452.
6 Ibídem.
las ideas de la clase dominante, en realidad, no entran en conflicto con la clase ni consigo mismas,
sino lo que ocurre la mayoría de las veces es que los “productores de ideas”, esto es, los intelectuales,
reniegan de la clase dominante para luchar contra ella –conjetura el Manifiesto Comunista–:
Por último, en los momentos en que la lucha de clases se acerca al momento final, el proceso
de descomposición de la clase dominante y de toda la vieja sociedad cobra un carácter tan
violento y tan agudo, que una pequeña parte de la clase dominante se desprende de ésta para
pasarse a la clase revolucionaria, a la clase en cuyas manos se halla el futuro. Y así como
antes una parte de la nobleza se pasaba a la burguesía, ahora una parte de la burguesía se pasa
al proletariado, principalmente una parte de los ideólogos de la burguesía, que han logrado
elevarse trabajosamente hasta la conciencia teórica de todo el movimiento histórico.7

Más aún, la clase que, en virtud de sus condiciones existenciales, entra en colisión con la clase
dominante, se convierte en clase revolucionaria, no sin la intervención de pensadores provenientes
de otras esferas, “quienes, analizando teóricamente el curso de la historia, han logrado ver claro sus
derroteros”. Marx y Engels se contaban entre tales pensadores.

Sin embargo, se sostiene que es precisamente este aspecto el que ha congelado la obra de Marx y en
especial El Capital, cercenándose por sí misma su calidad de generar un pensamiento vivo, puesto
que ha sido la excusa de personajes que han edificado su papel dentro del movimiento revolucionario,
como profesionales de la “ilustración marxista”, únicos depositarios de la formación académica y
cultural necesaria para entender las fórmulas de El Capital, por tanto, exclusivos llamados a 4
encabezar la avanzada de activismo político e ideológico, sin importar si su tutela convierta a los
trabajadores y oprimidos en dependientes de tal guía, postergando de esa manera su reconocimiento
como clase para-sí, pues generalmente se considera que son dos o tres personajes, los que llegan a
ser acreditados como aquellos con la claridad suficiente para disputar los espacios de poder,
reservados para la burguesía o la clase intelectual y no para la clase oprimida en su totalidad.

En primer lugar, esta forma de leer El Capital y la obra de Marx, ha sido útil a la burguesía, la cual
en su interior sí tiene una conformación por esferas, no solo posee un sector ejecutivo y con autoridad
militar que reprime o divide los conflictos, los movimientos, los sindicatos y las mesas de diálogo
que propone, para hacer parecer que la demandas de los ciudadanos son aisladas y sus causas no
obedecen al modelo económico o a su estructura de dominación.

A la par, la burguesía ostenta un sector intelectual que supo entender las categorías contenidas en la
obra de Marx, para aplicar medidas que contuvieran el impulso del movimiento revolucionario o
“calmaran su indignación”, tales como la dirección y “financiación” estatal del modelo educativo o
de formación de fuerza laboral8, la creación de sistemas de previsión, protección o beneficencia
social, la creación y cooptación de sindicatos o asociaciones gremiales9, la formulación de modelos
de economía “solidaria” y emprendimiento individual, bajo la consigna de “sé tu propio jefe”, y otras

7 Ibídem.
8 Camacho Miranda, Guillermo. “Gramsci y el proceso hegemónico educativo”. Revista Electrónica Educare, vol. IX, núm.
2, 2006, pp. 13-39. Universidad Nacional. Heredia, Costa Rica.
9 Baldasarre, A. (2001). Los derechos sociales. Serie de Teoría Jurídica y Filosofía del Derecho. Serie de Teoría Jurídica y

Filosofía del Derecho, 20. Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 51-52.


tantas medidas que han dificultado el derrumbe de las relaciones sociales de producción capitalista
junto a sus formas de orden o autoridad jerarquizadas.

Por otro lado, desde los centros de “salvaguarda” de las ideas de Marx, al interior de la izquierda y
la derecha, se ha presentado una versión de El Capital (entre otras obras de este autor) autorizada
para su lectura, una versión encerrada principalmente en formas clásicas como, la nacionalización y
estatalización de los medios de producción, el centralismo en la toma de decisiones al interior de la
clase revolucionaria o –visión de partido único–, cargado del sectarismo y, la segregación cualquier
opción de “revisión de las ideas de Marx”, las cuales llevarían a entender que el problema es
simplemente cambiar de patrono privado a estatal.

3. Desarrollo histórico y organizativo de la clase trabajadora

En concordancia con Franḉois Furet10 antes del estallido de la guerra de 1914, la idea de revolución
había acabado por adquirir una apariencia insensata, al punto en que Lenin llegaría a afirmar: “los
de la vieja generación quizá no lleguemos a ver las batallas decisivas de esa futura revolución" 11.
Sin embargo, la situación política generada por la primera guerra mundial generó una formidable
renovación de la idea revolucionaria, la cual, tras la bandera de paz, pan y tierra, facilitó la llegada
de los bolcheviques al poder en Rusia12, quienes por fin encontraron la oportunidad de suceder a
los jacobinos y a la Comuna. 5
Paralelamente, desde el período de tiempo transcurrido en Europa desde los finales del siglo XIX
hasta el estallido de la guerra de 1914, se fue reduciendo la distancia que separaba al burgués del
aristócrata, de esa manera, se aproximaron sus ideas, sus gustos y hasta sus géneros de vida; la
reverencia a la democracia electoral o representativa y el culto a la nación –cuya increíble fuerza
se demostrará en la guerra–, los fueron soldando en una voluntad política común, así mismo, como
se verá más adelante, tras es la idea aristocrática de “virtud” e “ilustración”, la burguesía encontró
la base y la motivación para asimilar convenientemente la obra de El Capital mediante sus
grupúsculos intelectuales.

En tal sentido, de la lectura de Furet13 se tiene que lo más sorprendente de la situación nacida de la
guerra, fue el resurgimiento de la idea de revolución incluso en la derecha, sector político que
aunque es muy antirrevolucionario en espíritu, generalmente no es contrarrevolucionario en
política: porque una contrarrevolución sería de todos modos una revolución. Esta doble disposición
moral permitió a las antiguas noblezas agregarse a los partidos conservadores, o incluso a los
liberales, al mismo tiempo en que la derecha tradicional redujo el alcance de su hostilidad contra la
burguesía14.

10 Furet, Franḉois (1995). El pasado de una ilusión. Ensayo sobre la idea comunista en el siglo XX. México D.F.: Fondo de
Cultura Económica, p. 31.
11 Uliánov, Vladímir Ilich. Informe de la Revolución de 1905 (enero 1917), t. 24, p. 274). Citado por Marta Harnecker en

“Cómo vio Lenin el socialismo en la URSS”, en Revista Rovapolis, N° 3, abril de 2008.


12 Furet, p. 31.
13 Ibídem.
14 Furet, p. 31.
Con el pasar de los años se gestó la ilusión de un mundo bipolar, en primer lugar, se fue
constituyendo una fuerza que llegó a agrupar a la tercera parte de la población mundial en el siglo
XX, tras la agrupación de naciones en la URSS –el bloque oriental–, el cual se fue gestando
mediante la represión y dirección ideológica de Moscú.

A causa del anterior fenómeno, se observa cómo en años posteriores, en Alemania la cuestión del
poder resaltó dos extremos de la escena política, los cuales el electorado reforzó con sus votos a
partir de 1930; en las elecciones de septiembre de esa misma anualidad el partido nacional
socialista, con 102 diputados, se consolidó como el segundo partido de mayor acogida en el
Reichstag, –después de la socialdemocracia, que retrocedió respecto a 1928–, al mismo tiempo,
los comunistas aumentaron en un tercio su capital electoral. La crisis económica viene a aumentar
el desafecto que se vivía desde el origen de la República de Weimar y lleva la cúspide de opinión
a estos polos revolucionarios y reaccionarios del tablero político.

Entonces, basados en el contexto de inicio de siglo, consideramos que la pugna fue ganada por la
“ultraderecha”, sector político que posteriormente logró su ascenso al poder en Europa occidental,
durante un periodo de lucha al interior de los llamados “centro e izquierda” europea. Retomando la
lectura de Furet15 se tiene como caso ejemplar el modelo de Partido Comunista Europeo,
manipulado desde Moscú durante una de las fases más sectarias del Komintern, quien no tiene otra
estrategia que luchar por la revolución proletaria, al hacerlo, no establece ninguna diferencia entre
democracia liberal y fascismo, o nazismo en este caso y por ello se le dificulta responder a las
6
estrategias de cada una.

Para ese momento, la lucha de los comunistas tiene un blanco favorito, que no es los nazis, ni los
demócratas, sino la socialdemocracia, que en el lenguaje de la época se denomina el
“socialfascismo” y poco importa que los socialistas luchen como puedan contra los nazis, la censura
no se dirigió contra su ideología; pues su crimen fue “dividir a la clase obrera”, es decir, ser hostiles
a la vulgata leninista del marxismo en nombre de la democracia política.

De contera, con Furet se concluiría que los bolcheviques y demás partidarios de Moscú aprendieron
de Lenin que la primera condición para triunfar, es quebrantar a sus cercanos, tal y como lo hicieron
con los mencheviques y la comuna posteriormente tuvieron que liquidar a los socialistas alemanes,
responsables de haber defendido victoriosamente contra ellos –gracias a los acuerdos establecidos
con el Reichswehr– a la República de noviembre de 191816.

Con esto, se creó una línea de dirección política intocable por el movimiento obrero, la idea del
autoproclamado socialismo real moldeó las categorías económicas presuntamente anticapitalistas,
las formas ideológicas del pensamiento proletario y sus estructuras organizativas, sellándolas con
un el logo cientificista de “marxismo”, a tal punto en que, dentro de este último aspecto se cayó en
el absurdo de aceptar que:
La categoría de partido revolucionario surge del hecho de que el socialismo marxista es una
ciencia que, en último análisis, puede ser asimilada completamente sólo en forma individual,

15 Ibídem.
16 Furet, pp. 226-227.
y no de manera colectiva. El marxismo constituye la culminación (y en parte también la
disolución) de por lo menos tres ciencias sociales: la filosofía clásica alemana, la economía
política clásica, y la ciencia política francesa clásica (el socialismo y la historiografía
franceses). Su asimilación presupone, por lo menos, un entendimiento de la dialéctica
materialista, del materialismo histórico, de la teoría económica marxista y la historia crítica
de las revoluciones y del movimiento obrero moderno. (…) Es absurda la noción de que esta
colosal suma de conocimientos e información pueda de alguna manera fluir
“espontáneamente” al trabajar en un torno o en una máquina sumadora17.

Con lo anterior, autores como Mandel18 intentaron justificar la existencia de un sector de personajes
a quienes se les designa explícitamente para estudiar las complejísimas categorías del marxismo y
hacer de ellas un sistema aplicable al necesario activismo, se supone que este grupo, gracias a su
brillantez, tiene la claridad para relevar de la tarea de aprendizaje teórico a la masa de oprimidos,
faltos de pericia en entendimiento del pensamiento de Marx, para así delegar en dicha masa
únicamente ciertas labores en el actuar del movimiento proletario.

Mandel19 considera que en caso de establecerse una correlación entre la burocracia estalinista –
resultado del precitado “socialismo real”- y “el concepto leninista del partido”, se tendría que
hacer al menos una mención al tema de los intelectuales, pues la postura de Stalin no habría sido el
resultado de la “teoría de la organización” leninista sino la consecuencia de la desaparición de un
componente decisivo de esta noción: la presencia de una capa amplia de cuadros obreros, educados
en la revolución y en mantener un alto grado de actividad, vinculada íntimamente con las masas; 7
sin embargo, en la práctica lo que sucedió en aquel bloque oriental es que grupúsculos cada vez
más pequeños de intelectuales, se hicieron imprescindibles para un proyecto de sociedad
burocratizada muy lejano de la abolición de las relaciones sociales capitalistas.

Es por lo anterior, que Mandel20 intentó reconsiderar esta postura a través de la lectura del lamentable
efecto histórico de ese proceso de “socialismo”:
Aun así, es correcto afirmar que la participación de la intelectualidad revolucionaria rusa en
la construcción de un partido revolucionario de clase del proletariado ruso, fue, de todas
maneras, una selección individual pura sin raíces sociales. Y desde la Revolución de Octubre,
ello se ha vuelto inevitablemente en contra de la revolución proletaria, pues las masas de la
intelectualidad técnica no fueron capaces de pasarse al campo de la revolución. En principio
sabotearon la producción económica y los métodos de organización social dentro de la escala
más amplia; más tarde su cooperación tuvo que ser “comprada” por medio de salarios
elevados; finalmente se convirtieron en la fuerza motora de la burocratización y de la
degeneración de la revolución.21

Al mismo tiempo en que sucedía esto, en segundo lugar se alineó un bloque occidental con dirección
anglosajona, donde la burguesía liberal, gracias a sus intelectuales, apeló a fórmulas socialcristianas
o keynesianas como salida a la guerra y, con el fin de contener la «amenaza soviética», recogió y
encerró dentro del modelo de democracia representativa (parlamentaria o presidencialista) demandas

17 Mandel, Ernest (1940). La teoría leninista de la organización, p. 8, recuperado el 1 de septiembre de 2017 de:
https://www.ernestmandel.org/es/escritos/pdf/form_teoria-leninista-organizacio.pdf
18
Ibid.
19 Ibídem
20 Idem.
21 Ibídem, p. 29.
sociales, tales como, mayor poder de decisión en las fábricas, menores jornadas, o mayor retribución
por la fuerza de trabajo empleada, para hacer de ellas dispositivos de dominación sutil, a saber,
sindicatos de colaboración encerrados en la idea corporativa, modelos de previsión social «por aportes
solidarios entre trabajador y empleador», modelos de maximización de utilidades a través de la
producción en serie –fordismo–, aplicación de la fuerza de trabajo fuera de la fábrica, teletrabajo o
trabajo en casa, salarios mínimos legales nacionales fijados arropando jurídicamente fórmulas de
mercado, entre otras22; fórmulas que luego –años ochenta hacia acá- se presentarían exitosamente
como la presunta alternativa a la disyuntiva izquierda-derecha en la era del “nuevo liberalismo”.

4. Supresión del papel de los intelectuales y elementos para un acercamiento crítico a


Marx

Retomar la crítica global al capitalismo desde Marx, concierne revisar el funcionamiento del
conjunto del sistema de economía política de los Estados burgueses, incluido el mercado mundial,
y de paso implica retomar la reflexiones del pensador de Tréveris para mostrar de qué manera un
partido político puede sustituir a la burguesía nacional en el servicio a un sistema económico de
Estado, que de proletario solo tiene el nombre, como fue el caso de la Rusia soviética23. 8
Entonces, la labor de reescritura de Marx dirigida a las ingenuas masas inició no sin cierto relumbrón
y hasta con erudición y sensatez en los manuales de marxismo, pergeñados por intelectuales orgánicos
respetabilísimos de la talla de Nicolás Bujarin, Franz Mehring, Jorge Pléjanov, entre otros. La
catástrofe sobrevino con la consolidación de la ortodoxia marxista-leninista-estalinista: la obra de
Marx conoció una gran distorsión inescrupulosa hasta el punto de que no era posible reconocer las
ideas originales y en el vertedero propio del manual en que se había convertido su trabajo científico.

Sin embargo, perduró por mucho tiempo la idea de que para emprender una tarea de trasformación
social fundamentada en los textos de Marx, se debía conocer de una gran cantidad de temas y ello no
estaba al alcance de la masa, por esto se requerían de “intelectuales orgánicos”, que fatídicamente
vinieron fue a ocultar la esencia de la obra de Marx, la eliminación de las clases y por consiguiente
del Estado, un objetivo que los haría innecesarios, he ahí la razón de su silencio.

A pesar de lo anterior, cabe dejar en claro que, un tópico clave en la idea comunista es la supresión
de las clases y por ende del Estado. Este propósito involucra dos aspectos diferentes y

22 Sobre esto en particular pueden dar cuenta textos como: Giraldo, César (2007). ¿Protección o desprotección social?.
Bogotá: Universidad Nacional, Ediciones Desdeabajo, Fundación Cesde; Baldasarre, A. (2001). Los derechos sociales.
Serie de Teoría Jurídica y Filosofía del Derecho. Serie de Teoría Jurídica y Filosofía del Derecho, 20. Bogotá: Universidad
Externado de Colombia, 51-52.
23 Siguiendo a Hobsbawn, se encuentra que tras la victoria del régimen bolchevique entre 1918-1920, era evidente que el

comunismo de guerra, cargado de planificación estatal de la propiedad y supresión -o captura institucional- del sistema de
precios, con el fin de agilizar la gestión económica militar, por necesario que hubiese sido en su momento, no podía continuar,
a causa de las disputas en torno a la confiscación militar del grano; y en parte también porque el comunismo de guerra no
proporcionaba ningún método eficaz para restaurar una economía prácticamente destruida tras la violencia, por tanto, en
voces de Hobsbawn, como respuesta a esto Lenin introdujo la Nueva Política Económica (NEP) en 1921, lo que significó en
la práctica el restablecimiento del mercado y supuso una retirada del comunismo de guerra al «capitalismo de estado»,
procediendo a la industrialización masiva mediante la planificación estatal –con rezagos coercitivos– la cual se convirtió en
una clara prioridad para el gobierno soviético hasta su ocaso. Véase Hobsbawm, Eric (1994). La historia del siglo XX. Buenos
Aires: Grijalbo-Mondadori.
complementarios, a saber: en primer lugar, la eliminación de la propiedad privada sobre los medios
de producción, que suprime las clases y desmonta al Estado como aparato represivo para dar curso a
una modalidad de administración pública como expresión del autogobierno de los trabajadores sin
representación, ni representados.

En segundo lugar, la superación de la diferencia entre intelectuales y trabajadores, como problema de


fondo en la tarea de supresión de las clases sociales, pues en la distinción intelectual de los hombres,
se encuentra el germen de una nueva burguesía compuesta de burócratas, profesores y técnicos, que
se superpone a los trabajadores.

Apelemos entonces a Iring Fetscher24, quien con precisión explica:


Según la convicción de Marx es necesario suprimir las clases antes de que perezca el Estado,
antes de eliminar sus ‘funciones políticas’. (…) A primera vista esta supresión de las clases
no parece ser un problema muy grave. Ya que Marx define las clases sociales por su
participación o no participación en los medios de producción, parece que bastaría que la
sociedad adquiera estos medios de producción para liquidar a las clases.
Pero aunque esta solución parece ser muy plausible el pensamiento inicial de Marx va más
allá todavía y exige además la supresión de la división del trabajo, de la cual, según la teoría
marxista, surgió también la separación en clases. Especialmente la división en trabajo manual 9
y trabajo intelectual se considera peligrosa y funesta. No sólo porque debido a esta separación
la obra intelectual podría fingir ser independiente de la práctica, ser rango más elevado y el
único trabajo “auténtico” como lo acentúa la Ideología Alemana 25, sino sobre todo porque el
trabajo intelectual es, en efecto, casi siempre una forma “más elevada” y determinante. En
una sociedad en la que hay capas claramente diferenciables de intelectuales y trabajadores
manuales existe siempre un germen esencial para la formación de nuevas clases, aunque no
exista propiedad privada de los medios de producción”.

Así mismo, la referencia a Gramsci es imprescindible, pues como afirma Miranda Camacho:
El aporte de Gramsci radica en interpretar el equilibrio entre el papel de dominación y el de
hegemonía ejercida a través de organizaciones, tales como la escuela, la Iglesia, etc. en la
sociedad civil, en la cual los intelectuales realizan su tarea. La función del Estado, por
consiguiente, no solo es de aparato represivo y de mando en resguardo de los intereses
económicos de la clase dirigente, sino también de mediador entre estos intereses y los de las
clases subordinadas. En consecuencia el Estado representa la unidad de objetivos políticos y
económicos logrados por medio de la hegemonía ideológica y cultural. Para la articulación
de un bloque de fuerzas, el Estado trabaja en la formación de una voluntad nacional (unidad
social-cultural), representando las ideas de las clases dirigentes como valores universales, es
decir, creando una unidad intelectual y moral (Macciocchi, 1980)26.

24 Fetscher, Iring (1963). “Karl Marx y la futura sociedad sin clases”. Revista ECO, N° 43, pp. 98-99.
25 “La división del trabajo es realmente división desde el instante en el que aparece una división del trabajo material y
espiritual. Desde este instante la conciencia puede imaginarse realmente que es algo distinto de la conciencia de la práctica
existente, representarse realmente algo sin representarse nada real. Desde este momento la conciencia es capaz de
emanciparse del mundo y de pasar a la formación de la teoría, teología, filosofía, moral, etc….”. Marx-Engels, Obras, t. III,
p. 31.
26 Miranda Camacho, Guillermo. Ibídem, p 24. Véase también Cárdenas Rivera, Miguel Eduardo (2015). “Hegemonía en

Colombia: caracterización y alternativas frente al poder global”. EN: Hidalgo Flor, Francisco y Márquez-Fernández, Álvaro
(coordinadores). Contra hegemonía y buen vivir. México. Universidad Autónoma Metropolitana – Xochimilco, 2ª. Edición,
pp. 189-210. Consúltese:
https://publicaciones.xoc.uam.mx/Busqueda.php?Terminos=C%C3%A1rdenas+Rivera&TipoMaterial=3&Indice=2
Por tal razón, se considera que la eliminación del estado exige la eliminación del papel de los
intelectuales dentro del proyecto comunista, pues hacen parte del soporte de subordinación de una
clase a otra; el estado, depositario de la racionalidad instrumental y de la distribución de privilegios,
requiere de profesionales que dirijan la acción colectiva, de recursos que soporten esta dirección y
de la especialización e inaccesibilidad de los saberes que reposan en estos personajes, las cuales
generan la reverencia o la dependencia a ellos.

Las clases sociales y la tutela burocrática nunca van a ser eliminadas, de no ser por un trabajo de
emancipación de clase en conjunto, pues a pesar del esfuerzo que puedan hacer “intelectuales
orgánicos”, o un gran número de “cuadros” dentro clases oprimidas, la labor de superación del
capitalismo y el principio de autoridad estatal no tiene una forma logarítmica para ser enseñada a las
masas, no existe un manual para construir la igualdad o la libertad.

Continuando esta lectura, con Gramsci podemos sostener que no hay actividad humana que se
sustraiga de la actividad intelectual, por tanto, específicamente lo que debe atraer la atención de los
trabajadores es la eliminación de los llamados “intelectuales orgánicos”27 quienes se constituyen
como una capa social ligada a la estructura en el campo económico, encargada de conferirle
homogeneidad y dirección al bloque de ideas que forman la concepción del mundo y la manera en
que el grupo dirigente difunde su ideología.

Específicamente, en palabras de Miranda Camacho28, la mencionada “organicidad intelectual”


radicaría en la permanencia y la función de organización de la estructura que hoy es necesaria para 10
articular las masas humanas, igualmente, su rol en los grupos sociales estaría marcado, en primer
lugar, por el proceso de complejidad que caracteriza a capitalismo, cuya racionalidad instrumental
divide toda teoría o concepto, haciendo necesaria la especialización de quien quiera apreciarlo y, en
segundo lugar, por el rezago histórico de dominación que explica el origen de la tecnocracia moderna,
que gravita en sus esferas privada y pública con categorías de personas privilegiadas por el los
organismos de dirección del capital trasnacional.

En razón a lo anterior, es que para la abolición del capitalismo y sus relaciones sociales, se requiere
de un esfuerzo de la clase trabajadora, para que desde la práctica de lucha se pueda comprender
críticamente las categorías principales de la obra de Marx y en especial El Capital, sin necesidad
de predicadores, que limiten su análisis o supongan sus tesis para sostener ideas de capitalismo de
estado como la promovida por la URSS, en las líneas precedentes se formularán algunos aspectos
de esa alternativa de abordaje a Marx.

5. Las afonías de El Capital y el rescate de la obra de Marx de las garras del “marxismo”

A causa del desprestigio de la obra de Marx, debido a la idea de supuestamente haber “patrocinado”
aquel “socialismo real”, desde hace varias décadas el movimiento obrero se debate entre la

27 Ibídem.
28 Ibídem.
desmovilización y la relectura de los textos de este autor, como uno de tantos instrumentos necesarios
para reconstruir el fundamento teórico de la lucha insubordinada,29.

Manuel Sacristán en 1983 consideró el clima de antimarxismo dominante en la década de 1980 (y


que se extendió a los años posteriores al derrumbe de los “socialismos reales”) era un fenómeno
acotado; de ese modo, se daba por sentado que Marx seguiría leyéndose en el siglo XXI, tan sólo por
la notable proliferación contemporánea de ediciones de su obra, hoy se comprueba que el de Sacristán
fue un pronóstico certero.

No obstante, se puede añadir que el Marx del siglo XXI intenta perfilarse como un pensador liberado
de la pesada hipoteca del siglo pasado, cuando se lo consideraba el responsable intelectual del
‘comunismo’ del siglo XX30. Marx volvió a emerger de entre los escombros del Muro de Berlín. No
el mismo Marx, claro, sino el autor del siglo XXI del que hablaba Sacristán: uno más secularizado,
menos sujetado a las experiencias políticas y los sistemas ideológicos del siglo XX.

Las preguntas sobre el fracaso de los “socialismos reales” comenzaron a dirigirse a la obra del propio
Marx, y aunque el filósofo de Tréveris no ofrecía, como en el pasado, una respuesta a cada
interrogante, el siglo XX terminó con la esperanza de “volver a Marx”, de encarar su obra “sin
ismos”31, incluso, admitiendo que su profecía en torno a la emancipación humana había fracasado.

Dentro de la postura de Sacristán también se destaca que, cada época histórica recompone el corpus 11
de las obras legadas por el autor conforme se aborda con renovadas interrogaciones. Ciertas obras,
canónicas en un tiempo histórico, pasan en otro a un segundo o tercer plano, mientras que otras
laterales ayer, ocupan hoy el centro del canon de lectura.

En ese sentido, el criterio adoptado en esta propuesta de relectura es desembarazarse de los


lineamientos de buena parte de los “marxismos” del siglo XX, que distinguían entre, un “joven Marx”
“premarxista” y uno “maduro”, entre uno “demócrata” y otro comunista, o que oponían a un “Marx
político” a uno “científico”, un Marx de la ética y la subjetividad contrapuesto a uno estructural de
las leyes objetivas de la historia, tampoco se dispone distinción entre aquel estudioso del
“materialismo dialéctico” y el del “materialismo histórico”.

Marx no fue, estrictamente hablando, ni un filósofo, ni un economista, ni un historiador ni un


organizador político; al mismo tiempo, en cierto sentido fue todo eso. Marx en sus diversos perfiles
fue un autor capaz de desafiar los sistemas filosóficos de su tiempo, postular un nuevo lenguaje para
la política, abordar el ensayo histórico-político y al mismo tiempo someter a crítica radical una ciencia
emergente, la economía política.

Maximilien Rubel es de aquellos que ha tratado de emprender esta tarea, confrontar la pléyade de
codificadores del marxismo con la reflexión del propio Marx, parte de la idea de un pensamiento en
construcción a lo largo de su vida, sumándola al carácter fragmentario, inédito y de publicación

29 Manuel Sacristán, “¿Qué Marx se leerá en el siglo XXI?”, suplemento especial del diario El País, Madrid, 14 de marzo
de 1983, reproducido en Praxis, n° 1, Buenos Aires, primavera de 1983.
30 John Holloway, “La liberación de Marx”, en el volumen colectivo La liberación de Marx, Buenos Aires, Tierra del Fuego,

1992, pp. 9-18.


31 Francisco Fernández Buey (1998). Marx (sin ismos). Barcelona: El Viejo Topo.
póstuma de sus textos; así, propone no vacilar en separar a Engels de Marx, considerar la obra y la
vida de Marx como un todo. Rubel demuestra por qué no se puede tachar a Marx de haber fundado
un marxismo –como sistema de pensamiento autónomo, acabado y delimitado por sus textos–,
cualquiera que sea.

No obstante, comprender el alcance y sentido intelectual de Marx, implica divisar su herencia


intelectual, su filiación y conflicto con relación, a los filósofos alemanes, a los pensadores ingleses y
franceses de la reforma social, así mismo, entender la estrechez material y los avatares de su
existencia diaria, no para exigir tecnificación de su estudio, pero si para quitarle de encima la carga
de decirse creador de un sistema teórico rígido. Marx no pudo terminar su trabajo, incluso, varió,
redujo y adaptó su horizonte conceptual a lo largo de su vida, como buen hombre de crítica, de ahí
la distancia que separa la obra realizada bajo su dirección frente a los intentos de sus adeptos y
discípulos de fundar un sistema de pensamiento cerrado llamado “marxismo”.

Por tanto, lo que se propone este documento es superar el síndrome de la “camisa de fuerza” de El
Capital, en el desarrollo de este intento de desacralización de Marx y a causa del carácter meramente
propositivo, se postularán solo tres focos de análisis que comprometen la tarea de los hombres y
mujeres o los de los círculos de rescritura marxista que pretenden, desde la disputa colectiva y la
asociación voluntaria, al mismo tiempo resaltar sus aciertos y enfrentar sus yerros.

5.1. Relaciones sociales de producción capitalista y fundamento del recorte de la jornada


laboral 12
El gran ideólogo de la burguesía liberal Isaiah Berlin en su biografía sobre Marx explica con precisión
que:
La producción es una actividad social. Toda forma de trabajo cooperativo o de división del
trabajo, cualquiera que sea su origen, crea propósitos comunes e intereses comunes, los cuales
no son analizables como mera suma de los intereses o aspiraciones individuales de los seres
humanos a quienes incumben. Si, según acontece en la sociedad capitalista, un sector de la
sociedad se apropia del producto del trabajo social total para su exclusivo beneficio, como
parte de un desarrollo histórico inexorable que Engels, más explícitamente (y mucho más
mecánicamente) que Marx, intenta describir, ello va contra las necesidades humanas
<<naturales>> –contra lo que los hombres, cuya esencia, como seres humanos, es ser
sociales– necesitan para desarrollarse libre y plenamente. De acuerdo con Marx, quienes
acumulan en sus manos los medios de producción y, por lo tanto, también los frutos de ésta,
bajo la forma del capital, forzosamente desposeen a la mayoría de los productores –los
trabajadores– de lo que éstos crean y, de este modo, dividen la sociedad en explotadores y
explotados; los intereses de ambas clases son opuestos; el bienestar de cada clase depende de
la capacidad para aprovecharse del adversario en una guerra continua, guerra que determina
todas las instituciones de esa sociedad32.

A pesar de la precisión de la anterior lectura, en realidad, para Marx el problema crucial de la vida
humana es más profundo, agudo y complejo, se trata del asunto de la enajenación propia del

32Berlin, Isaiah (2000). Karl Marx. Su vida y su entorno. Madrid: Alianza Editorial, pp. 126-127.
capitalismo moderno, las relaciones sociales jerarquizadas, impersonales y autoritarias que están
implícitas en el modelo de producción capitalista33.

Realmente, la mayor preocupación de Marx es la división profunda que en la sociedad produce la


separación entre el productor de mercancías y el trabajador, tal y como describe en el primer tomo
de El Capital, la relación entre ellos forma un mundo y una sociedad en cuya puerta está escrito
“Prohibida la entrada excepto para asuntos de negocios”, de tal manera que, la única fuerza que los
une y relaciona entre sí es el egoísmo, el provecho y el interés privado de cada uno: “(…) Así la
asociación entre empresario y obrero está dominada por una indiferencia básica hacia los seres
humanos, por una actitud que considera al hombre como nada y al producto como todo”34.

Esa despersonalización tiene una profunda influencia sobre el proceso laboral. Convierte al obrero,
según Marx, “en un monstruo, fomentando artificialmente una de sus habilidades parciales, a costa
de aplastar todo un mundo de fecundos estímulos y capacidades”(…) “Además de distribuir los
diversos trabajos parciales entre diversos individuos, se secciona al individuo mismo, se le convierte
en un aparato automático adscrito a un trabajo parcial”35.

Mientras en etapas anteriores del desarrollo económico “el obrero se sirve de la herramienta: en la
fábrica sirve a la máquina. Allí los movimientos del instrumento de trabajo parten de él; aquí es él 13
quien tiene que seguir sus movimientos”36. Según Marx mientras en la manufactura (como este autor
denomina a la primera etapa de la economía capitalista), los obreros son otros tantos miembros de
un mecanismo vivo, en la fábrica existe “por encima de ellos un mecanismo muerto, al que se les
incorpora como apéndices vivos”37. El “trabajo mecánico”, nos dice Marx “confisca toda la libre
actividad física y espiritual del hombre”. Para subrayar este punto Marx cita a A. Fergusson,
contemporáneo de Adam Smith, quien exclamó al describir la vida económica moderna: “Estamos
creando una nación de Ilotas; no existe entre nosotros un solo hombre libre”38.

Esta pérdida de libertad, no la desigualdad de salarios o los bajos ingresos del obrero -como a menudo
se ha afirmado– es la preocupación más profunda de Marx. Para él la esencia del trabajo humano
asalariado no es la libertad, dice en los Manuscritos Económico filosóficos:
Cierto, que también el animal produce. Construye su nido, construye su morada, como la
abeja, el castor, la hormiga, etc. Pero sólo produce aquello que necesita directamente para sí
o para su cría; produce de un modo unilateral, mientras que la producción del hombre es
universal; (el animal) sólo produce bajo el acicate de la necesidad física inmediata, mientras

33 Zuleta, Estanislao. Acerca de la naturaleza de las ciencias sociales. 1ª. ed. Ediciones Contravía, Santafé de Bogotá.
1999.
34 Marx, El Capital, tomo I, p. 128; Marx, Manuscritos económico-filosóficos, p. 63. Véase también Marx, La Miseria de

la filosofía, p. 48, texto en que Marx puntualiza que la única cosa considerada en el trabajo capitalista es el tiempo, es decir,
el número de hora por las cuales debe pagarse al trabajador. “El tiempo lo es todo, el hombre no es nada; es, a lo sumo, la
cristalización del tiempo”.
35 Marx, El Capital, tomo I, p. 293.
36 Ibídem.
37 Marx, Karl. El Capital. Crítica de la economía política, Tomo I (1867). Siglo XXI Editores.
38 Marx, El Capital, tomo I, pp. 288, 349-350.
que el hombre produce también sin la coacción de la necesidad física y cuando se halla libre
de ella es cuando verdaderamente produce (paréntesis y subrayado fuera del texto original)39.

Por consiguiente, el carácter del trabajo cambia con el surgimiento de la empresa moderna. Marx
dice que el obrero a partir de entonces “no se afirma, sino que se niega en su trabajo”40 por tanto, “el
obrero solo se siente en sí fuera del trabajo, y en éste se siente fuera de sí”41. “No trabaja
voluntariamente, sino a la fuerza, su trabajo es un trabajo forzado”42 toda vez que, el trabajo no
representa la satisfacción de una necesidad, sino un medio para satisfacer necesidades lejanas a él. El
carácter extraño del trabajo asalariado y fabril se manifiesta en toda su fuerza en el hecho de que el
trabajador huye de él como si escapase de la peste: “(…) El hombre (el obrero) sólo se siente como
un ser que obra libremente en sus funciones animales, cuando come, bebe y procrea…para
convertirse, en sus funciones humanas, simplemente como un animal. Lo animal se trueca en lo
humano, y lo humano en animal43.

En el mismo sentido Walicki, en una interpretación de los textos de Marx sobre el trabajo, afirma:
La trágica ley del desarrollo a través de la alienación demanda sacrificios. La especie humana
puede desarrollarse sólo exteriorizando sus facultades internas, objetivando su actividad y
perdiendo el control sobre ella, creando así un mundo externo y autónomo, que confronta a
las personas como fuerzas extrañas de la naturaleza, y crece a expensas de los seres humanos
individuales. Este mundo alienado de productos humanos, los objetos de la economía 14
política, es una forma de auto creación humana, que sienta los fundamentos para la liberación
del hombre del yugo de la naturaleza externa; al mismo tiempo, es una forma de auto
esclavitud humana. (…) La actividad del trabajo alienado aumenta la libertad del hombre en
relación a la naturaleza externa pero, al mismo tiempo, trae consigo la degradación del
hombre como un ser racional y autoconsciente. Este estado de cosas afecta a todos los
hombres pero, sobre todo, a los trabajadores, que se niegan a sí mismos en su trabajo,
sintiéndose libremente activos sólo en las funciones animales de comer, beber y procrear. La
relación entre el trabajador y el producto de su trabajo se vuelve inversamente proporcional:
"Mientras más poderoso se vuelve el mundo objetivo y ajeno que él cree opuesto a sí mismo,
más pobre se vuelve él mismo en su vida interior y menos puede llamarla propia". 44

Con este tópico, Marx estaba aludiendo (materialmente) que, a fin de entender lo que ocurre en el
mercado, hay que salir de él y entrar en la fábrica, que es donde se cosifican las relaciones entre los
seres humanos y se convierten en bienes; allí se plantea la superación de preguntas como “¿cuándo
comienza mi día y cuando termina?”, ¿cuánto tiempo le dedico a una labor que no deseo ni me
satisface, con el fin de consumir artículos que no requiero?, ¿en cuánto se tasa el tiempo libre que
me deja la fábrica y como puedo reemplazarlo por objetos de consumo?.

El postulado ético fijado en la eliminación de relaciones sociales propias de modelo de producción


capitalista y el análisis científico son inseparables en el caso de Marx, nada que ver con la divulgación

39 Marx, Manuscritos económico-filosóficos, pp. 67-68.


40 Ibídem.
41 Ibídem.
42 Ibídem. En este tópico se acerca al marxismo de David Harvey, por tanto puede tratarse de un puente para enlazar con las

perspectivas actuales del marxismo.


43 Marx, Manuscritos económico-filosóficos, pp. 65-66.
44 Walicki, Andrzej. “Karl Marx como filósofo de la libertad”, p. 10, publicado originalmente en Critical Review, A Journal

of Books and Ideas, Volumen 2. Número 4, 1988. Digitalizado por el Centro de Estudios Públicos de Chile, tomado el 1 de
septiembre de 2016, de: https://www.cepchile.cl/cep/site/artic/20160303/asocfile/20160303183505/rev36_walicki.pdf
que ha tenido el marxismo –del cual Marx fue su crítico más radical en su origen–; en parte a ello
se debe la ineficacia de las intervenciones del autoproclamado “socialismo real” en las relaciones
laborales.

En tal medida, repasando los diversos borradores y revisiones escritas durante la redacción de El
Capital, Marx tomó la decisión de incluir en el primer volumen el capítulo sobre la jornada de trabajo,
la importancia de esta decisión residió en que Marx estaba introduciendo directamente en su teoría,
la lucha de los trabajadores por acortar la jornada de trabajo asalariado, como camino usado para
librarse de aquel tipo de trabajo y su alienación, no para avaluar la fuerza laboral como mercancía.

Precisamente, la burguesía se sintió amenazada y se entregó en la disputa por la jornada debido a la


trasgresividad de sus fundamentos, así mismo, esparció sus relaciones sociales alienantes a otros
horarios, algo plenamente verificable en la actualidad, tal y como Alejandro Teitelbaum45 indica:
…el sistema capitalista en su estado actual trata de superar sus contradicciones insolubles
inherentes a la apropiación por los dueños de los instrumentos y medios de producción y de
cambio de buena parte del trabajo humano social (plusvalía) apoderándose de la mayor parte
del creciente tiempo libre social (distribución desigual del tiempo libre social ganado con el
15
aumento de la productividad) para “poner plustrabajo”, como escribe Marx en los Elementos
fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) y apoderándose también
del escaso tiempo libre particular que les queda a quienes trabajan, mercantilizándolo como
objeto de consumo.
De modo que puede decirse que la esclavitud asalariada propia del capitalismo, que pudo
entenderse limitada sólo a la jornada laboral, ahora se extiende a todo el tiempo de la vida de
los asalariados. De alguna manera, ha desaparecido la diferencia entre la esclavitud como
sistema prevaleciente en la antigüedad (el esclavo al servicio del amo de manera permanente)
y la esclavitud asalariada moderna.

A pesar de su relevancia, este tema no ha sido resaltado mayoritariamente dentro del legado de Marx;
con la obra El Capital, como símbolo del malentendido, el “marxismo” ha vivido en una completa
mistificación semántica que ha dejado la pelea por la libertad y la superación de las relaciones
sociales de producción del capital tras la tasa de explotación laboral o “salario”. La variedad de las
voces que hablan de protagonismo del problema de la alienación y la libertad en la obra del pensador
de Tréveris (Adolfo Sánchez Vázquez46, Norberto Bobbio47, o más recientemente David Harvey48),
hoy genera la falsa idea de que disputar cosas distintas a contraprestación laboral es liberalismo.

45 Teitelbaum Alejandro. “La esclavitud contemporánea – el papel de la cibernética”. Tomado el 7 de septiembre de 2017
de: https://www.alainet.org/es/articulo/175490
46 Sánchez Vázquez, Adolfo (2006). “Ética y Marxismo”. En: La teoría marxista hoy. Problemas y perspectivas. Buenos

Aires: CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales.


47 Bobbio, Norberto (2001). Ni con Marx ni contra Marx. México D.F.: Fondo de Cultura Económica.
48 En cuanto a la jornada de trabajo, Harvey menciona en su referencia a Marx: “Los capitalistas tratan de apoderarse de

cada instante del tiempo del trabajador durante el proceso de trabajo. No compran simplemente su fuerza de trabajo durante
doce horas; tienen que asegurarse de que cada segundo de esas doce horas se aprovecha con la máxima intensidad, y a eso
atiende, por supuesto, el sistema disciplinario y supervisor de una fábrica.” Harvey, David. Guía del Capital de Marx, libro
primero. Editorial Akal. Madrid, 2014, p. 142. Por esa vía Harvey rescataba la conexión entre los primeros textos de M.
Foucault y este aspecto de Marx, pues esa disciplina es la que delimita el modo de producción capitalista y repele todo
individuo o discurso que intente destronar su visión de eficiencia comercial. Harvey acierta en cuanto a que la pelea por la
jornada del trabajo, es una pugna por salir de la alienación del trabajo, quitarle campo a su negación de libertad, para buscar
otros modelos y relaciones de producción.
5.2. Crítica al Estado y a la forma mercancía

Como ya se anotó, aquel que criticaba al Estado sentenciando que “La existencia del Estado y de la
esclavitud son inseparables”49, fue convertido en el aval y patrocinador del mayor Estado, la Rusia
llamada soviética y la China llamada comunista. El crítico del despotismo, en cualquiera de sus
formas50, convertido en ideólogo de regímenes totalitarios, el que hablara del fin del capitalismo y
del comunismo como del fin del Estado, del capital y de las clases, incluido el proletariado, fue
convertido en padre de partido e ideólogo de un movimiento obrero basado en la perduración del
proletariado y no en su destrucción.

No obstante, consideramos que existen elementos para salir de aquella falsa representación, por
ejemplo, dentro de los análisis que Marx hace sobre el movimiento obrero ruso del siglo XIX, existen
rescatables vínculos entre su frente a la Comuna de París (18 de marzo de 1871 – 28 de mayo de
1871) y la supresión de la autoridad en el campo de la gestión pública.

Siguiendo a Rubel y a Janover51, los escritos periodísticos de Marx proporcionan numerosas muestras
del inicio de esta relación dialéctica al interior de su estudio, en el que se entremezclan la observación
del historiador y la visión anticipadora del utópico; en esta faceta, el pensador de Tréveris comprendía
al Estado, así:

El Estado burgués no es más que una seguridad recíproca de la clase burguesa contra sus 16
miembros individuales y contra la clase explotada, seguridad que ha de volverse cada vez más
costosa y aparentemente cada vez más difícil (...) Evidentemente, la sociedad no puede tolerar
que se constituya en su seno una clase que se rebele contra sus condiciones de existencia. (…)
Tras la abolición del impuesto se disimula la abolición del Estado. La abolición del Estado sólo
tiene sentido entre los comunistas como resultado necesario de la abolición de las clases; una
vez desaparecidas éstas, desaparece automáticamente la necesidad de un poder organizado de
una clase para mantener a otra bajo su yugo.” (N.Rh.Z.-Revista, IV, 1850, MEW, VIII. p.288).

En la misma línea, se considera que posteriormente, ese carácter dicotómico de en su idea sobre el
Estado, se expresó acentuadamente cuando se proclamó la Comuna, pues a pesar de que el pensador
de Tréveris teóricamente apoyaba cualquier levantamiento de la clase obrera, en un primer momento
se sintió distante de lo que entendía como falta de preparación de los comuneros.

Sin embargo, más adelante la dinámica misma de la lucha le hizo reconocer las graves repercusiones
que tendría su rechazo o apoyo, y al final, plenamente consciente de lo que estaba en juego, se decidió
enérgicamente por su declarado aliento, elaborando, a través de la Internacional, una interpretación
favorable –e incluso “transfigurativa”52 – de lo sucedido en Francia, la cual, de hecho funcionó como
una especie de manifiesto que ampliaba y prolongaba lo que los comuneros estaban logrando.

49 Jaramillo, Rubén (editor) (2008). Marx, Karl. Escritos de Juventud sobre el Derecho. Textos 1837-1847. Barcelona:
Anthropos Editorial, pp. 111-132.
50 Ya sea el bonapartismo en Francia, el prusianismo en Alemania, o el zarismo en Rusia.
51 Rubel, Maximilien; Janover, Louis. (1997). Marx Anarquista. Ediciones Omegalfa. Recuperado el 28 de agosto de:

file:///C:/Users/ASUS/Downloads/marx-anarquista%20(1).pdf
52 Ross, Kristin (2016). Lujo comunal. El imaginario político de la comuna de parís. Madrid: Ediciones Akal.
Entre los efectos que generó en el pensamiento de Marx el haber apreciado la “propia existencia en
acto”53 de la Comuna, debemos resaltar, entre otras, la dirección filosófica y política que Marx
emprende después de la Comuna, la cual se refleja en sus escritos sobre comunidades ancestrales y
los textos de última década de su vida; en particular, en la carta a Vera Zasúlich se puede apreciar
una predilección por la dialéctica delimitada por el espacio geográfico, esto es, dependiente de las
condiciones específicas de cada lugar, en oposición al trascendentalismo hegeliano54.

Continuando con lo expuesto por Ross55, se tiene que en 1872, un año después de esta carta, la nueva
frase que Marx agregó en el nuevo prefacio al Manifiesto Comunista, es decir, que “la clase obrera
no puede simplemente tomar posesión del aparato estatal existente y ponerlo en marcha para sus
propios fines”, indica claramente el distanciamiento al que lo llevó la Comuna con respecto a sus
pensamientos anteriores sobre la centralización del Estado.

Así mismo, del análisis hecho por Rubel a esta carta, se establece que su influencia se manifestó en
otro aparte del Manifiesto Comunista, al mencionar que: “Si la revolución rusa pasa a ser la señal de
una revolución obrera en Occidente, de manera que las dos revoluciones se completan, la actual
propiedad comunal rusa puede convertirse en el punto de partida de una revolución comunista”56.
17
Por tanto, la comprensión que Marx fue consolidando era que bajo el Segundo Imperio, la
independencia formal del Estado con respecto a la sociedad civil, su crecimiento como “una
excrecencia parasitaria” injertada en la sociedad civil, era de por sí la forma mediante la que
gobernaba la burguesía.57 Atacar la presunta separación entre el Estado y la sociedad civil no era uno
de los objetivos remotos del comunismo, sino el medio práctico para su consecución, el medio propio
de la lucha de clases.

Este apoyo a la Comuna significa en Marx una negación de la necesidad del estado, pues retomando
a Ross58, el perfil comunal con todos sus límites y contradicciones más que una forma, era un
conjunto de actos de desmantelamiento de la autoridad estatizada, era la crítica del Estado burocrático
hecha acto; una crítica que según Marx era su mayor medida social59, en palabras suyas equivalía a
la abolición del Estado. Los comuneros parisinos no habían decretado o proclamado la abolición del
Estado, sino que más bien habían emprendido, paso a paso, el desmantelamiento de todos sus
fundamentos burocráticos, en el poco tiempo que tuvieron a su disposición.

53 Ibídem.
54 Es clave entender la importancia de esta célebre carta calendada en Londres el 8 de marzo de 1881, por la forma como
termina Marx: “El análisis presentado en El Capital no da, pues, razones, en pro ni en contra de la vitalidad de la comuna
rural, pero el estudio especial que de ella he hecho, y cuyos materiales he buscado en las fuentes originales, me ha
convencido de que esta comuna es el punto de apoyo de la regeneración social en Rusia, más para que pueda funcionar
como tal será preciso eliminar primeramente las influencias deletéreas que la acosan por todas partes y a continuación
asegurarle las condiciones normales para un desarrollo espontáneo”. Véase Marx, Karl. Escritos sobre la comunidad
ancestral. La Paz: Vicepresidencia del Estado Plurinacional, 2015, p. 204.
55 Marx, Karl (2001). Prefacio a la edición en alemán de 1872 del Manifiesto Comunista. Madrid: Akal, p. 6.
56
Rubel, Maximilien (2003). Marx sin mito. Barcelona: Octaedro, p, 138.
57 Marx, Karl (2003). La guerra civil en Francia. Madrid: Fundación Federico Engels, p. 69.
58 Ross, Kristin (2016). Lujo comunal. El imaginario político de la comuna de París. Madrid: Ediciones.
59 Ibídem, p. 68.
La Comuna, agente y no órgano parlamentario, era ejecutiva y legislativa al mismo tiempo. El
Ejército fue eliminado, todos los extranjeros fueron admitidos en la Comuna, los funcionarios
estatales fueron eliminados (algunas de sus tareas aun existían, pero las podía llevar a cabo cualquier
persona, por el salario medio de un obrero, siendo susceptible de revocación inmediata), los
sacerdotes fueron enviados a la esfera de la vida privada; tal proyecto culminó con una masacre de
clase en el centro mismo de la “civilizada” Europa, fusilamientos en masa en mayo de 1871, al igual
que Marx, la intelectualidad burguesa, como buena interprete de los fundamentos teóricos del
movimiento obrero, supo que en la Comuna estaba una verdadera amenaza a su poderío.

La Comuna, recuerda Engels, “no tenía ideales que realizar, pero produjo una filosofía de la libertad
superior a la Declaración de Independencia de Estados Unidos o la declaración de los Derechos del
Hombre, porque era concreta”.

Continuando con la lectura de esta autora, con posterioridad a la Comuna, Marx se dedicó
principalmente, por un lado, a preparar lo que algunos entienden ahora como la edición definitiva del
primer volumen de El Capital, la edición francesa, única cuya publicación supervisó personalmente,
por otro lado, se entregó a continuar su estudio sobre los textos del ruso Chernishevsky, incluidos
sus Ensayos sobre la propiedad comunitaria de la tierra y las formas comunales rusas.

Dunayevskaya señala que uno de los principales cambios que hizo Marx a la edición francesa de El
Capital, fue la nutrición del apartado sobre el fetichismo de la mercancía, para resaltar no sólo el 18
intercambio de mercancías, sino también la naturaleza dual inherente al trabajo asalariado, su
condición simultanea de fuerza y producto60.

Lo que Marx identificó en la Comuna fue la disolución real del fetichismo de la mercancía y el
establecimiento de su negación: las relaciones sociales como “trabajo libremente asociado”. Toda
vez que la actividad creadora de los comuneros revelaba, mejor que cualquier estudio teórico, el
fetichismo de la mercancía inherente a la forma propia del producto del trabajo como mercancía,
incluido especialmente el propio trabajo como mercancía, lo cual abandonaban en la práctica. Lo que
los comuneros, en forma de su propio “trabajo libremente asociado”, habían dejado presente era todo
lo contrario a la cosificación del hombre61.

En la misma medida desapareció el trabajo como labor asalariada, forzada o encuadrada en un


contrato asimétrico entre propietario y desposeído. El trabajo productivo cobraba un sentido más
amplio que el de una actividad útil a las necesidades de la sociedad en su conjunto, tal y como afirmó
Marx el trabajo productivo dejaba de ser un “atributo de clase”.62

Después de detallar en las acciones de los comuneros lo que podría ser en realidad el trabajo
libremente asociado, Marx recogió elementos para estudiar, -a través de rupturas con el concepto de
teoría-, la forma de la mercancía, como opuesto a aquel trabajo asociado que constató en Francia.

60 Véase Raya Dunayevskaya, Filosofía y revolución. De Hegel a Sartre y de Marx a Mao, trad. de Ofelia Castillo, Aníbal
Leal y Marcela Suárez, México, Siglo XXI, 2004. Citada por Ross, Kristin, en: Lujo comunal. El imaginario político de la
comuna de París. Ediciones Akal. Madrid, 2016.
61 Ibídem
62 K. Marx, La guerra civil en Francia, p. 72.
5.6. Otros aspectos relevantes de la teoría económica de El Capital

Retomando a Perrotini63, los elementos teóricos deslumbrantes que ofrece Marx son los siguientes:
primero, mientras otros autores comienzan por la renta, el beneficio y el interés, su análisis inicia por
la fuente prístina de esas variables de distribución, él va directo a “la forma general de la plusvalía”;
segundo, a diferencia de los economistas políticos, Marx expone el doble carácter del trabajo
(concreto y abstracto) que corresponde al “doble carácter de la mercancía”, y, tercero, “por primera
vez los salarios se muestran como la forma irracional en que aparece una relación oculta”64.

Otros aspectos del libro primero que por primera vez en la historia de la economía se tratan de modo
sistemático son el análisis de los determinantes de la acumulación de capital, el desempleo y su
función estructural en el ciclo de la producción, la regulación de los salarios y la explotación.

Marx analiza el proceso de producción del capital en el libro I porque ha descubierto, tras muchos
años de investigación teórica y empírica, que la fuente original de la explotación y de la alienación
capitalistas reside en las relaciones sociales de producción de la sociedad moderna; el origen de la
alienación no es antropológico ni moral ni cultural, sino económico político.

Marx explica en la sección séptima el proceso de acumulación del capital, su origen histórico y la
implacable lógica del proceso de competencia capitalista, que obliga al empresario a convertir la
plusvalía en capital continua e inexorablemente; el capital genera plusvalía y esta engendra nuevo
capital, se repite el ciclo y así el origen de este círculo se pierde en el éter fenomenológico del mundo 19
fetichizado de las mercancías.

La marcha sutil de la rueda de la acumulación y reproducción del capital, a través del terso
intercambio mercantil de valores equivalentes guiado por la mano invisible, se encarga de fraguar en
la conciencia de los individuos la convicción de que éste es el único mundo posible; o de que éste es
el fin de la historia, como quisiera Francis Fukuyama, sino también de que ésta es la única historia.
En esa línea, el capitalismo se muestra robusto y vital, en la superficie cosificada de las relaciones
mercantiles cotidianas, la frugalidad, la abstinencia, la divisa estoica sustine et abstine emerge como
la única causa lógica del nacimiento histórico del capital, y la ética protestante como la regla moral
de conducta ad hoc a esa historia, sin embargo, como ya dijimos esta no es una fatalidad inevitable,
son las fuerzas vivas de la sociedad las que labran su destino a partir de los conflictos inherente a
ellas.

En la visión de Perrotini65 en este ethos de El Capital, es donde reside gran parte de la razón
exclamaron “¡Marx tenía razón!”, la cual explica por qué quienes protestaron ante la crisis de 2008 y
los coletazos que seguimos viviendo. Esta razón no radica en la justeza de todas sus teorías, ni en la
cabal comprensión de su obra, que exige al lector una cultura enciclopédica clásica, renacentista y
moderna, amén de conocer plenamente de economía, de filosofía, lenguas muertas y vivas, etcétera,

63 Perrotini Hernández, Ignacio (2014). “El Capital de Marx, una obra viva, abierta, felizmente inacabada”. Estudio
introductorio a El Capital I. Crítica de la economía política. México. FCE, pp. XI-XII-XV-XVI-XVII.
64 Carta de Marx a Engels, 8 de enero de 1868, en Marx y Engels, Cartas sobre El Capital, p. 90.
65 Perrotini, ibídem.
sino en elementos como los acá enunciados, ya que atraviesan la cotidianidad de la vida humana,
dándole su profundidad66.

5.5. Globalización del capitalismo

Quizás el aspecto más importante de la actual fase histórica, no solo desde el punto de vista
económico, sino desde todos los más importantes puntos de vista sociales, es la llamada
globalización, que influye de manera cada vez más relevante sobre las relaciones humanas
contemporáneas.

Existe una relación muy estrecha entre la obra de Marx y el fenómeno en cuestión, de hecho, Marx
previó sus principales características, lo explicó remitiéndose a las leyes de movimiento del modo de
producción capitalista, y sobre todo, basó en él la posibilidad de construir relaciones de producción
sociales alternativas. Es evidente la relación entre Marx y la globalización; –como hemos afirmado
al inicio–, nuestro objetivo principal es, precisamente, verificar la actualidad del teórico alemán.

En palabras de Marx y Engels consignadas en 1848 en el Manifiesto Comunista:


La gran industria ha creado el mercado mundial, ya preparado por el descubrimiento de
América. El mercado mundial aceleró prodigiosamente el desarrollo del comercio, de la
navegación y de todos los medios de transporte por tierra. Este desarrollo influyó a su vez en
el auge de la industria, y a medida que se iban extendiendo la industria, el comercio, la 20
navegación y los ferrocarriles, se desarrollaba la burguesía, multiplicando sus capitales (…)
Espoleada por la necesidad de dar cada vez mayor salida a sus productos, la burguesía recorre
el mundo entero (…) Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía dio un
carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países. Con gran sentimiento
de los reaccionarios, ha quitado a la industria su base nacional (…) En lugar del antiguo
aislamiento de las regiones y naciones que se bastaban a sí mismas, se establece un
intercambio universal, una interdependencia universal de las naciones (…) (La burguesía)
obliga a todas las naciones, si no quieren sucumbir, a adoptar el modo burgués de producción,
las constriñe a introducir la llamada civilización, es decir, a hacerse burgueses. En una
palabra: se forja un mundo a su imagen y semejanza.

Con Marx se tiene que la globalización es esencialmente la construcción de un mercado mundial


único. Más precisamente, es la extensión a nivel mundial de las relaciones de producción y de
intercambio capitalistas, cuyo agente histórico es una clase social: la burguesía. Por eso algunos la
denominan la mundialización, ya que supera la mera descripción superficial del fenómeno e
identifica sus causas y tendencias profundas. Estas se pueden encontrar en el afianzamiento a escala
planetaria del modo de producción capitalista que, unificando a la economía mundial en un mercado
único, absorbe y elimina cualquier otro modo de producción preexistente.

66 Nouriel Roubini, profesor de Economía de la Universidad de Nueva York, considerado un “gurú” del sistema financiero
después de que saltó a la fama al “predecir” la crisis de 2008, concedió una entrevista televisada al Wall Street Journal. Esto
es parte de lo que afirmó. “Karl Marx llevaba razón. Llegado a cierto punto, el capitalismo puede destruirse a sí mismo. No
puedes perseverar en el desplazamiento de ingreso del trabajo al capital in tener un exceso de capacidad y una falta de
demanda agregada. Y eso es lo que ha ocurrido. Pensábamos que los mercados funcionaban. Pues no están funcionando. El
individuo puede ser racional. Las empresas, para sobrevivir y salir adelante, pueden abaratar más y más los costos del
trabajo, pero los costes del trabajo son los ingresos y el consumo de otro. Por eso es un proceso autodestructivo”.
Debido a lo anterior, impresiona el hecho de que, hace más de 150 años fue postulado elementos que
sirvieran para retratar un fenómeno cuyo funcionamiento llega a completarse solamente hasta ahora,
resulta todavía más relevante, que los mecanismos casuales y las modalidades de la mundialización,
identificados por Marx, son confirmados por el devenir histórico.

Las causas de la mundialización pueden remitirse a lo que Marx llama la ley de la tendencia
decreciente de la tasa de ganancia, expuesta en la tercera sección del tercer libro de El Capital. Si
bien el primer libro representa la base fundamental del estudio del modo de producción de la
sociedad del capital –conteniendo la exposición de la teoría del valor y la definición de sus
consecuencias en la ley general de la acumulación– es la ley de la tendencia decreciente lo que
representa el verdadero corazón de El Capital de Marx.

Esto es así, en primer lugar, porque esta ley describe y explica el movimiento contradictorio,
compuesto por crisis y expansión de la acumulación sobre bases cada vez más amplias, que es
característica fundamental del modo de producción capitalista. Desde este punto de vista, la ley de
la tendencia decreciente de la tasa de ganancia es de gran actualidad, porque en ella se puede basar
la interpretación de la realidad contemporánea caracterizada al mismo tiempo por la inminencia de
la crisis y la extensión del mercado a dimensiones mundiales.

Pero existen más elementos a resaltar, aspectos de mayores implicaciones no sólo teóricas, sino
también históricas y políticas; en la ley de la tasa decreciente halla fundamento la cuestión del
carácter transitorio del modo de producción capitalista y la posibilidad de realización, sobre la base 21
de las contradicciones intrínsecas a la ley, de una sociedad comunista. En esencia, el fundamento
de cientificidad que Marx atribuye a su concepción de la transformación social, en alternativa a los
proyectos utópicos de la sociedad socialista, o a la aceptación más o menos mejorada en sentido
reformista de la sociedad capitalista, reside de manera considerable en esta parte de El Capital.

5.3. Intelectualidad y filosofía de aula

A pesar del oscuro panorama retratado en la cruda observación de Marx sobre la modernidad
capitalista, según Ross67 la Comuna también dejó muy claro que son las masas las que forjan la
historia y, al hacerlo, reforman no sólo la realidad sino también la teoría; siguiendo el proceso de
lucha de material; Marx descubre un nuevo mundo cognitivo y su debate ya no es con pensadores,
las teorías o su raíz burguesa, es la discusión frente a la historia de las luchas de clases la que se
convierte en la teoría, como historia de las relaciones de producción.

En el capítulo de El Capital sobre la jornada de trabajo, Marx a la par narra la propia constitución
de la clase obrera como sujeto revolucionario, pensando junto a las fuerzas humanas puestas en
movimiento, de esta forma expresa: “De repente, sin embargo, surge la voz del trabajador,
previamente ahogada en el ruido y la furia del proceso de producción”, un pensamiento en marcha
alejado de la contemplación y el purismo académico o intelectual68 En ese entendido, el trabajador,
el oprimido y el observador pasan de creerse un elemento ajeno a la realidad que perciben e intentan

67 Ross, Kristin en Lujo comunal. El imaginario político de la comuna de París. Ediciones Akal. Madrid, 2016.
68 K. Marx, El Capital, cit., libro I, t. I, p. 312.
cambiar, para convertirse en modulador del objeto de estudio, motor u obstáculo para la
transformación social.

5.4. Visión desarrollista de la historia

Profundizando en hitos anteriores marcados en el calendario, en El Capital, Marx explica el proceso


de acumulación del capital, la expropiación de los medios de producción a los productores
precapitalistas como su origen histórico y la implacable lógica del proceso de competencia
capitalista, que obliga al empresario a convertir la plusvalía en capital continua e inexorablemente;
el capital genera plusvalía y esta engendra nuevo capital, se repite el ciclo y así el origen de este
círculo se pierde en el éter fenomenológico del mundo fetichizado de las mercancías.

Sin embargo, bajo interpretaciones selectivas de dicha “obra cumbre” de Marx, ampliamente se ha
sostenido que la visión de Marx es lineal, profética a la usanza de un mesías y dolorosamente
catastrófica, esto no solo ha sido objeto de ataques teóricos sino un desestimulante para la intensión
de forjar una alternativa entre las masas oprimidas; con este trabajo se intenta proponer tópicos diluir
tal apariencia.

Comoquiera que el origen del capital consistió en la cancelación de formas previas de organización
de la producción de la vida material, la forma capitalista de organizar la producción, la circulación,
y el consumo de el objeto de la riqueza no es una forma eterna, inmutable; en consecuencia, esta
forma de organización social es tan histórica como otras que han existido y se han extinguido. 22
Paralelamente, a través de la lectura de Rubel tenemos que dentro de la correspondencia entre
Mikhailovski y Marx, frente a la acusación hecha por varios personajes –ampliamente difundida
desde entonces hasta la actualidad-, consistente en que Marx entendía el capital como una fatalidad
a la cual ningún país podía escapar, el pensador de Tréveris respondía afirmando que la génesis del
capitalismo occidental en ningún momento puede ser “una teoría histórico-filosófica del curso
general fatalmente impuesto a todos los pueblos”69.

Del mismo modo, Marx le indicaba a Mikhailovski que: “Si Rusia tiende a convertirse en una nación
capitalista a la manera de las naciones de Europa occidental, y durante los últimos años (…) no lo
logrará sin haber transformado previamente una buena parte de sus campesinos en proletarios; y
después de esto, una vez llevada al seno del régimen capitalista, sufrirá sus leyes implacables como
otras naciones profanas”70 lo cual puede corresponderse al resultado que dejó la expropiación de
campesinos libres en Rusia, el engrosamiento de las filas de proletarios atomizados, algo muy lejano
a la idea de clase para sí en camino a la eliminación de las clases.

En este orden de ideas, también se tiene que el capitalismo no es un modelo económico inevitable,
por el cual hay que pasar y desarrollar para luego fundar el comunismo, pero tampoco es un modelo
que se derrumbará por sí mismo, si bien conlleva unas contradicciones propias e irreconciliables en
su interior, es la acción humana la que dará con su fin, así mismo, las crisis capitalistas no son muestra

69
Rubel, Maximilien (2003). Marx sin mito. Barcelona: Octaedro, p, 138
70 Ibídem, p 137.
de venida del comunismo, son señal de su condición natural, así mismo, el desarrollo económico,
técnico o científico y la positivización de derechos sociales no es sinónimo de progreso humano.

En consecuencia, se rescata una visión de Marx sobre la historia, resaltada por personajes como
Walter Benjamin71, es decir, una perspectiva no lineal y metafísica de la historia, donde pasan a ser
las clases quienes construyen la construyen a contrapelo de la realidad que viven, para luego de sus
victorias, plasmarla en lecturas historiográficas.

6. Perspectivas de una relectura no intelectual al pensador de Tréveris

La reacción de varias comunidades a la mundialización del capital y la imposición de los designios


económicos de las organizaciones internacionales (ONU/OTAN/OEA/UE), nos enseña que en la
actualidad, si no hay un regreso a Marx, al menos existe un nuevo intento de regreso de Marx en la
teoría social, la filosofía política e incluso más allá, en los debates internos de la sociedad.

Como dijimos, se ha venido examinando las cosas más de cerca, y la constatación que algunos (no
sólo a este lado del ex telón de acero) habían hecho tiempo atrás –a saber, que las versiones oficiales
y de vulgatas “revolucionarias” con fines políticos de las camarillas dirigentes de las democracias
llamadas “populares” no sólo constituían un empobrecimiento del pensamiento de Marx, sino una
traición pura, la cual lastimosamente alcanzó un mayor eco, los temas que han sido expuestos son
tan solo algunos de tópicos que la idea de partido centralizado generalmente desestimó tras su
tecnocracia. 23

Al final, el paréntesis en la historia conflictiva de propietarios y desposeídos no lo habrán constituido


los setenta años de “comunismo” (mera versión planificada y dirigida de una economía que, en sí
misma, seguía siendo capitalista), sino los tres o cuatro años que siguieron a la caída del muro,
durante los cuales algunos pudieron creer o quisieron hacer creer que “la economía social de
mercado” –a la que el mundo entero, incluida China, se convertía– era la solución definitiva e incluso
el fin de la historia.

No obstante, sometido a los efectos de la aceleración de la mundialización neoliberal, las


contradicciones del capitalismo son cada vez más evidentes y sus efectos destructores para las
sociedades, las culturas humanas y para el medio ambiente resultaban cada vez más visibles, la idea
propiamente marxiana según la cual el modo de producción capitalista es un modo de producción
históricamente determinado, y en esa medida, históricamente superable, empezó a recuperar el color.

El mundo globalizado de comienzos del tercer milenio fue asombrosamente parecido al descrito en
el Manifiesto Comunista72. La crisis bursátil e hipotecaria que estalló en 2008 vino a recordar que al
menos el diagnóstico crítico de Marx sobre la dinámica de expansión del capitalismo, con sus crisis
periódicas y con su carga de miseria, exclusión y violencia sistémica, permanece vigente. Las
reediciones de El Capital se reactivaron entonces en todo el globo73.

71 Löwy, Michael. “El marxismo romántico de Walter Benjamin”. Revista Bajo el Volcán, vol. 4, núm. 8, 2004, pp. 85-100
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Puebla, México.
72 Hobsbawn, Eric J. (2011). Cómo cambiar al mundo. Marx y el marxismo. 1840-2011. Buenos Aires: Crítica, p. 15.
73 Marcello Musto, “Marx: el regreso del gigante”, La Razón, La Paz, 25 de noviembre de 2001.
No obstante, es una ingenuidad pretender “que todo está en Marx”, que Marx era el único que tenía
la razón, que todas las evoluciones de las sociedad capitalista, incluidos los fenómenos recientes de
financiarización del capital, estaban ya descritos con exactitud y anticipadas hasta cierto punto en El
Capital.

Tampoco se puede pretender que todo lo que “es” de Marx y está “en” Marx sea acertado y bueno,
mientras que todo lo que se ha expresado en su nombre sería falso y malo, es necesario dejar de
considerar El Capital como un monumento intocable e intentar, por el contrario, proseguir una
búsqueda que el propio Marx no llegó a concluir, para así llevar a sus últimas consecuencias “la
lógica de El Capital”

En realidad, el marxismo no existe, por la simple y buena razón de que lo que ha existido y existe
son marxismos. Para estas empresas teóricas de primera magnitud la prioridad ha sido pensar con
Marx, pero siempre yendo más allá de Marx y abriendo a partir de él nuevas vías, vías necesarias en
virtud de unas coyunturas históricas que también eran nuevas.

La tarea a plantearse mucho menos puede ser dedicarse a una crítica del “marxismo” como necesaria
condición previa para acceder al texto mismo de Marx, como si éste fuese un tesoro inaccesible al
limpiarlo de todas las escorias acumuladas en el tiempo.

Se requiere acercarse colectivamente a Marx y a sus textos, con la intención comprender la lógica de
una formación social real y concreta para preguntar: ¿dónde pueden encontrar los hombres el punto
de apoyo que los haga inventar una nueva organización social que produzca la riqueza social al
24
margen de la sola lógica del valor y que haga posible el bien vivir de todos?

Dado que este problema mantendrá su actualidad mientras siga en pie una formación social fundada
en la dominación, en la destrucción de la riqueza social en provecho de la forma valor de la riqueza,
se reiterará y habrá que reiterar el esfuerzo de leer y releer a Marx.

7. Salvedad de la relectura a Marx

A pesar de que la clase oprimida, no requiere de ser poliglota, ni comprender de un sinfín de textos,
culturas, cifras, categorías y representaciones para asimilar ese ethos de El Capital, es claro que sí
necesita una disciplina de estudio, la configuración de redes de discusión en todas las esferas de la
sociedad, ello sí requiere en cada individuo, de una disciplina mental y una colisión frente a las
necesidades de supervivencia con las que nos reta el mundo capitalista, para poder aportar a la
configuración de clase para sí, pues toda revolución es en últimas una gran conversación.

Se requiere simplemente iniciar la tarea de la reconstrucción contra hegemónica de los fundamentos


de la lucha de los oprimidos y oprimidas, evitar que nazcan en el seno del mismo los intelectuales
que se hagan patronos y guías de su trabajo, releyendo no solo a Marx sino a múltiples autores,
estableciendo puentes entre la eliminación de la propiedad privada, las relaciones sociales de
producción capitalista, la dominación de género y la reconfiguración del territorio para la gestión
colectiva de las necesidades y los bienes comunes, desde la asociación voluntaria; esto es, asumir el
anticapitalismo desde la vivencia de una postura teórico práctica. [Versión 9.02.18]
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