0 Bewertungen0% fanden dieses Dokument nützlich (0 Abstimmungen)
47 Ansichten6 Seiten
El origen de los Agustinos Recoletos en Colombia se remonta a finales del siglo XVI cuando un sacerdote Agustino aconsejó a unos ermitaños que construyeron una ermita a la Virgen de la Candelaria que buscaran apoyo de su orden religiosa. En 1604, la ermita fue ofrecida a la provincia agustiniana de Colombia y se estableció allí la primera comunidad de recoletos colombianos. Más tarde, los recoletos fundaron otros conventos en varias ciudades de Colombia, Perú, Bolivia y
El origen de los Agustinos Recoletos en Colombia se remonta a finales del siglo XVI cuando un sacerdote Agustino aconsejó a unos ermitaños que construyeron una ermita a la Virgen de la Candelaria que buscaran apoyo de su orden religiosa. En 1604, la ermita fue ofrecida a la provincia agustiniana de Colombia y se estableció allí la primera comunidad de recoletos colombianos. Más tarde, los recoletos fundaron otros conventos en varias ciudades de Colombia, Perú, Bolivia y
El origen de los Agustinos Recoletos en Colombia se remonta a finales del siglo XVI cuando un sacerdote Agustino aconsejó a unos ermitaños que construyeron una ermita a la Virgen de la Candelaria que buscaran apoyo de su orden religiosa. En 1604, la ermita fue ofrecida a la provincia agustiniana de Colombia y se estableció allí la primera comunidad de recoletos colombianos. Más tarde, los recoletos fundaron otros conventos en varias ciudades de Colombia, Perú, Bolivia y
El origen de los Agustinos Recoletos en Colombia se remonta a finales
del siglo XVI cuando el sacerdote Agustino Mateo Delgado entró en contac- to con unos ermitaños que habían construido una ermita a la Virgen de la Can- delaria a orillas del río Gachaneca, donde actualmente se levanta el Convento de El Desierto de la Candelaria, en Ráquira, Boyacá; a estos ermitaños les aconsejó que buscaran apoyo en los superiores de su Orden para transformar la ermita en un convento regular e implantar el estilo propio de las recoleccio- nes. Los ermitaños acogieron el consejo y en mayo de 1604 ofrecieron la er- mita a la provincia agustiniana de Colombia con la condición de que colocaran en ella religiosos recoletos; el 29 de junio de ese año el consejo provincial aceptó la donación y encomendó al Provincial, padre Vicente Mallol, la redac- ción de los estatutos que deberían vivir los religiosos. El padre Vicente Mallot ejecutó el mandato del consejo con prontitud: el 12 de agosto de 1604 un delegado tomaba posesión de la ermita e imponía el hábito a los primeros recoletos colombianos: Mateo Delgado, Antonio Correa y Juan Rodríguez. En 1629 se unieron a los recoletos españoles y fortalecieron una experiencia reformada que lentamente fue marcando su huella en la historia. Pronto los muros del primitivo convento resultaron estrechos para alojar a quienes deseaban abrazar el ideal agustino recoleto y por ello en el giro de pocos años de fueron fundados otros conventos en Cartagena, Panamá, Bogotá, Tunja, Cartago (Costa Rica), Honda, Lima (Perú) y Misque (Bolivia), entre otros. RESTAURACIÓN Luego de que en 1861 el general Mosquera despojara a las comunidades de los bienes y exclaustrara a sus miembros, con buena fortuna la comunidad salvó el convento de Ráquira y parte del convento de Bogotá. Una vez disminuyó el anticlericalismo, pidieron ayuda a Madrid, pero tardó 24 años en llegar porque sólo en 1888 la primera misión restauradora puso sus pies en Colombia; la empresa era ardua, pero se pudo realizar dado él esfuerzo de sus integrantes y las circunstancias políticas, tanto de Colombia como de Filipinas, que facilitaron la incorporación de 65 religiosos agustinos recoletos españoles entre 1888 y 1898. San Ezequiel Moreno, superior de la primera misión restaurado, se preocupó por implantar la vida común en El Desierto y revivir la tradición misionera de la Provincia regresando a Casanare en 1891 donde fue creado, tres años des- pués, el primer vicariato apostólico entregado a la Orden. Desde la restauración, la Provincia ha venido trabajando con vitalidad, en su avance espiritual y material. Desde 1911 se han realizado con la correspondien- te periodicidad los capítulos provinciales, con excepción del de 1941, por divi- siones internas que se presentaron en la época. De la vitalidad de la Provincia da cuenta el ingreso en el apostolado educativo y el nacimiento de otras dos provincias de la Orden: San Agustín y La Conso- lación; la primera en 1943 con sede en Estados Unidos, la segunda en 1961, por decisión de la curia general, con sede en España y ministerios allí y Cen- troamérica ¿Qué es un Agustino Recoleto? Somos una familia de religiosos con más de 1200 miembros en el mundo conocida como la Orden de Agustinos Recoletos, quienes buscamos amar a Dios a través del seguimiento de Cristo casto pobre y obediente, entregándonos al servicio de la humanidad, compartiéndolo todo y procurando la felicidad según el ejemplo de San Agustín. ORDEN Significa que somos una organización de vida religiosa reconocida por la Iglesia que tiene una amplia historia y cuyos miembros viven en comunidad, dedicando sus vidas y esfuerzos a Dios bajo la orientación de una “regla” de vida, es decir unos criterios dados por nuestro fundador, San Agustín. AGUSTINOS El nombre nos viene de nuestro inspirador: San Agustín, a quien llamamos cariñosamente “nuestro padre”, gran santo que vivió entre los siglos IV y V y que con sus numerosos escritos y experiencia de vida ha influido toda la historia de la Iglesia. Su ideal fue la entrega y el amor de Dios a través de la vida en comunidad y al servicio de la Iglesia, lo cual lo lleva a fundar monasterios de varones y mujeres y a dictar toda una doctrina sobre la vida religiosa. RECOLETOS Hace referencia a un movimiento espiritual surgido a finales de la edad media que, inspirado por Dios, buscaba más radicalidad, más compromiso, más fidelidad y coherencia de vida en todos aquellos que se habían consagrado a Dios. El término significa recogimiento e indica una actitud especial de conversión hacia Dios en la continua consideración en la historia personal de su amor y en el permanente deseo de seguir a Cristo como centro de la vida.
¿CUAL ES EL ESTILO DE VIDA RELIGIOSA?
Vivimos una experiencia de seguimiento de Jesús muy particular conocida también como “consagración”, es decir la entrega total a Dios de manera exclusiva y radical. Nace de una acción divina: Dios llama a una persona para dedicársela a Si mismo y al mismo tiempo, da la gracia de responder profunda y libremente. La resultante es una alianza de mutuo amor y fidelidad, de comunión y misión para gloria de Dios, realización de la persona consagrada y salvación del mundo. Jesús mismo es Aquel a quien el Padre consagró y envió en el más alto de los modos, por eso el religioso o consagrado entrega su vida a Dios como Jesús lo hace: dependiendo del Padre, amándole sobre todas las cosas y entregado por entero a su voluntad. Y aunque estos aspectos de entrega son comunes a todos los cristianos, los consagrados los enfatizan a través de la “profesión” o compromiso total de los llamados “consejos evangélicos” o “votos”: castidad, pobreza y obediencia. El voto de castidad es el testimonio de la amplitud del amor de Dios a través de la entrega de la capacidad afectiva particular a Dios quien saca a la persona del egoísmo y el simple placer, para llevarla a ser fecunda en la amplitud de un amor que lejos de hacerse exclusivo se muestra como universal e incluyente. El voto de pobreza es el testimonio El voto de obediencia es el testimo- de que Cristo es lo único necesario en nio de que la verdadera y profunda la vida del ser humano y que el único autonomía del hombre radica en la valor a ser buscado sobre todo es entrega de su voluntad para hacer la Dios mismo, perla de enorme valor del Padre, quien conduce a la persona por la cual se renuncia a la lícita posi- a la plena libertad y por tanto a la feli- bilidad de adquirir bienes materiales, cidad a través de la participación en el manifestando con este desapego la ri- reinado de Cristo que no vino a ser queza de ser amado de Dios y poder servido sino a servir. compartir la vida con otros.
¿QUE ES EL CARISMA?
Podríamos decir que el carisma es la personalidad de una comunidad religiosa,
aquello que lo hacer ser lo que es, le da identidad y a la vez lo diferencia de otra forma de espiritualidad en la Iglesia. Se trata de un don singular que Dios otorga para que los consagrados y consagradas den testimonio de Cristo enfatizando una realidad concreta de Dios.
¿Y CUAL ES EL CARISMA DE LOS AGUSTINOS
RECOLETOS? Lo podemos enunciar así: Es el amor a Dios sin condición, que une las almas y los corazones en convivencia comunitaria de hermanos, y que se difunde hacia todos los hombres para ganarlos y unirlos en Cristo dentro de su Iglesia. Para entenderlo mejor, podemos decir que el carisma Agustino Recoleto se compone de tres elementos o más agustinianamente de tres amores, a saber: contemplación, comunidad, apostolado (amor casto, amor ordenado y amor difusivo). CONTEMPLACIÓN: “AMOR CASTO” La contemplación es la natural atracción que Dios ejerce sobre el ser humano. Dios es irresistible, tanto que no podemos dejar de verlo, escucharlo, sentirlo, admirarlo y amarlo. Nos descubrimos dependientes de Dios, le necesitamos, le buscamos y nos entregamos a él. La espiritualidad agustiniana entiende esta contemplación como vida para Dios, vida con Dios, vida en Dios y vida de Dios mismo. COMUNIDAD: “AMOR ORDENADO” Cuando el ser humano se encuentra con Dios el gozo que produce este en- cuentro y el amor que ocasiona son tan grandes, que no queda otro camino que compartirlos, por eso la dimensión comunitaria nace de la dimensión contem- plativa, porque la persona humana no puede vivir en soledad absoluta y Dios mismo es comunidad trinitaria. La contemplación tiene tal fuerza de unión que hace de los amantes de Dios una sola alma y un solo corazón. APOSTOLADO: “AMOR DIFUSIVO” El hombre o la mujer agustiniana (a), que por la contemplación se consagran a Dios y comparte su vida en comunidad, se siente también impulsado a co- municar la verdad de Dios. Por eso el agustino recoleto va a donde la Iglesia lo necesite. El objetivo último es llevar a cabo la misión que Cristo coloca a su Iglesia: “Id pues, y haced discípulos a todas las gentes…” (Mt 28,19), que tra- bajemos para que todos amen a Dios y se amen como hermanos. Por ende la característica más visible en esta dimensión es el servicio, porque como dice el mismo Agustín “quien no vive para servir, no sirve para vivir”.