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La historia del Principe Della Mafia y su Bella Ragazza, dos almas unidas

en un mundo lleno de caos. Quella destinata per te, nessuno la prenderà.


El verdadero amor espera. Sempre.
Esta es una traducción hecha en su mayoría por mí, AlePattz, con la ayuda
de otras traductoras, a quienes se mencionan antes del capítulo traducido
por cada una de ellas, y con la revisión y edición de las E.R.E..

Gracias a todas tenemos esta historia tan deseada en nuestras manos.

Como bien saben, esta historia fue editada por su autora para ser publicada
en dos libros, los invitamos a comprarlo en cualquiera de sus ediciones
para que sea tenida en cuenta su traducción al español.

Prólogo

"Este es un mundo de compensaciones, y el que no es esclavo, no debe consentir tener esclavos. Los
que niegan la libertad a los demás, no la merecen y en virtud de un Dios justo, no pueden retenerla
por mucho tiempo.”—Abraham Lincoln

Un día como hoy hace dieciséis años, una muchacha se encontraba en el frío y húmedo suelo en medio
de un pequeño establo oscuro y destartalado que olía a heno y estiércol, y dio a luz a una niña
prematura. Estaba terriblemente asustada por ella y su bebé. Soportó lo mejor que pudo, apretando los
dientes y permaneciendo en silencio a pesar del intenso dolor, empujando hasta el final y recibiendo a
su bebé en este mundo completamente sola. Cortó el cordón umbilical con unas tijeras de jardín y
envolvió a la niña en unos trapos viejos que encontró, haciéndolo lo mejor que pudo para mantenerla
caliente. Ella sabía que era muy pronto para que naciera, sabía que no había manera que hubieran
pasado 9 meses. La niña era muy pequeña, no estaba segura cuanto pesaba, pero no podía ser mucho
más de 2 kilos y medio. Su llanto era débil, su cuerpo ligeramente azul, pero ella se negaba a
renunciar a su hija. La sostuvo toda la noche, meciéndola y tranquilizándola, tratando de alimentarla
pero no tenía ni idea de cómo conseguir que la pequeña se aferrara al pecho.

La placenta la asustó llevándola a un ataque de pánico. No tenía idea de qué estaba pasando, ante la
idea de tener gemelos. Todavía no sabía qué iba a hacer con la primera que había tenido), no tenía idea
de cómo iba a criar una hija.

Todavía era una niña de apenas dieciséis y completamente inocente. Mientras sostenía a su bebé
durante la noche, mirando su carita arrugada y acariciando su pequeña mano alrededor de su dedo,
imaginaba un mundo más allá que aquel en el que ella vivía. Un mundo donde su hija pudiera florecer.
Donde pudiera ir a la escuela y tener amigos, un mundo donde pudiera enamorarse y casarse. Un
mundo donde su hija pudiera tener su propia casa, su propia carrera, su propia familia. Un mundo
donde su hija tuviera opciones, libertad.

Porque ella no las tenía en absoluto. Era una esclava, a merced de sus dueños. Ella fue secuestrada
cuando era un bebé, sus padres fueron asesinados. Los secuestradores sabían que podían recibir una
gran cantidad de dinero por ella al subastarla al mejor postor, no les importaba lo que buscaban de ella
o quién vendría por ella.

Si bien, tuvo algo de suerte. Sabía que podría haber terminado en alguna red de pedofilia, pero no fue
así. Fue comprada como un regalo para una mujer, una niña para una mujer que deseaba
desesperadamente tener una hija, ya que no podía tenerla por sí misma. Ya había tenido un hijo, pero
su nacimiento fue tan traumático que la había dejado estéril. Ellos no podían adoptar legalmente,
porque su esposo tenía un extenso expediente criminal y jamás hubieran sido aprobados.

Así que la compraron en el mercado negro.

No examinaron las cosas adecuadamente, la presencia de la niña tuvo el efecto contrario. En vez de
llenar el espacio vacío que la mujer tenía, solamente le recordaba su incapacidad para tener su propia
hija. A la niña la hicieron a un lado, la desecharon. Portaba el mismo apellido, pero no fue más familia
para ellos que el vecino. Tan pronto como tuvo edad suficiente para caminar y hablar, tuvo que
defenderse por sí misma y se vio forzada a ayudar para cuidar de sus necesidades.

La familia era poderosa. No estaba totalmente segura en qué estaban involucrados, pero sabía que no
era bueno. Eran dueños de algunos esclavos, y a lo largo de los años había visto a más de uno
asesinado a manos de la familia cuando trataban de escapar. No había escapatoria. Te encontraban si
es que lo intentabas, y eras ejecutado delante de todos para enviar un mensaje a los demás. Eran tus
dueños.

No veía mucho al hijo de sus amos, debido a que él estudiaba en un internado durante todo el año y la
mayoría de las veces pasaba el verano viajando con la familia. A ella siempre la dejaban atrás
mientras ellos veraneaban, pero nunca estaba sola. Siempre había alguien vigilándola.

El otoño en que cumplió 15 años, el padre cayó enfermo. Su hijo volvió a casa para ayudar a su madre
mientras su padre estaba fuera de servicio, por así decirlo. Tenía dieciocho años en ese entonces y era
volátil, pero no fue muy duro con ella, no la amenazaba o golpeaba como hacía con los demás, y no le
exigía nada. La mayor parte del tiempo la ignoraba, apenas notaba que existía. Pero después de
algunos meses cambió y comenzó a entrar por las noches a su cuarto furtivamente, acostándose con
ella, tocándola, cerniéndose sobre ella y empujándose dentro de ella.

Ella no fue educada pero conocía la realidad de la vida. Cuando su periodo dejó de venir sabía lo que
eso significaba. No estaba segura de qué hacer, a quién contarle o qué decir. Cuando finalmente reunió
el valor suficiente para confesarle a su ama que un niño estaba creciendo dentro de ella el hijo vino a
casa y anunció a la familia que iba a unirse en matrimonio con una chica del pueblo de buena familia.

Supo en ese momento que no podía decir nada. Ellos estaban contando con la unión de las familias
para su subsistencia, y el hecho de que estuviera embarazada a causa de su hijo, a pesar de que ella no
había instigado el contacto, la culparían solamente a ella. La habrían culpado por arruinar su futuro,
por arruinar sus planes.

Después de algún tiempo el padre se recuperó y el hijo se mudó, dejándola de nuevo en el olvido. Ella
mantuvo su embarazo en secreto, disimulándolo lo mejor que pudo. De cualquier manera nadie le
prestaba mucha atención, nadie reparaba en ella.

Así que cuando se sentó en ese establo, meciendo a esa pequeña bebé, se permitió olvidarse de la
manera en que vivía. Se permitió soñar con un mundo mejor para niña. Se permitió soñar con que su
hija tuviese un futuro en el que pudiese brillar.

Mantuvo al bebé escondido, durante algunos días, y la pequeña sobrevivió y prosperó


sorprendentemente dadas las circunstancias. Pero no podía mantener su secreto para siempre.

Una tarde el ama oyó débilmente el llanto de un bebé, y caminó hacia el establo, donde ella se
encontraba escondida con la niña. La ama se sorprendió, por decir lo menos. La muchacha estaba muy
asustada, temerosa de que ellos pusieran en venta la pequeña o incluso peor, terminaran con su vida.
Había visto esclavas quedar embarazadas a lo largo de los años, vio sus embarazos llegar a término y
bebés desaparecer. Pero la ama la sorprendió. Porque cuando vio el rostro del bebé, vio relucir los
rasgos de su hijo brillando hacia a ella. Sabía que la niña era de su sangre.

No aceptó al bebé como familia, se rehusó a reconocerlo de viva voz, pero le permitió conservarla. Y
durante dieciséis años la muchacha lo hizo lo mejor que pudo siendo la mejor madre que podía ser.
Ella no pudo escapar de la vida que tenía, había sido vendida, pero mantenía la esperanza que algún
día, su hija encontraría algo mejor. Y ella hizo todo lo que pudo para prepararla para una vida mejor, a
pesar de que ella por sí misma sabía poco sobre el mundo exterior.

La pequeña creció hasta convertirse en una hermosa niña. Los esclavos la mimaban en exceso, pero la
mayor parte de la familia la ignoraba. Alguna que otra vez atraparon a la ama mirándola fijamente,
sonriendo cuando ella pensaba que nadie estaba mirando. Eso le proporcionaba a la chica esperanza
que quizás su hija pudiera ser liberada. Ellos tampoco la trataban como a los demás, no la golpeaban o
la hacían trabajar demasiado duro. Allí había algo de bondad, bajo la superficie. Compasión por la hija
bastarda que su hijo trajo a la existencia.

No obstante, el verano antes del cumpleaños número 12 de la niña, todo cambió. Los amos de la casa
tuvieron un accidente de coche, muriendo por el impacto. En vez de ser liberados, como todos ellos
esperaban, el hijo intervino y se hizo cargo. Se convirtió en un hombre duro, su agresividad crecía a
medida que envejecía. No tenía una pizca de bondad en su interior, ninguna compasión.

Aún sentía debilidad por la joven a la que había dejado embarazada, a pesar del hecho que había
pasado más de una década desde la última vez que habían tenido contacto. Después de hacerse cargo,
comenzó a entrar de nuevo furtivamente en su cuarto por las noches a hacerla suya. Ella nunca se
defendió, sabía que si luchaba contra él podía significar la muerte. Todo lo que tenía que soportar eran
algunos minutos de su forma jadeante y sudorosa cerniéndose sobre ella por la noche, los otros eran
golpeados hasta sangrar.

El hombre no era estúpido, sabía que la niña era su hija y no le gustaba ni un poco. Durante cuatro
años la muchacha fue maltratada y torturada, su madre la protegía lo mejor que podía mientras se
protegía a sí misma. Sabía que muerta no le sería de ayuda y a veces no le quedaba más remedio que
sentarse y permitir que su hija soportara.

Finalmente, la esposa lo descubrió, se dio cuenta que la niña esclava era la hija ilegítima de su esposo.
La mujer no era capaz de llevar un bebé a término, todos sus embarazos terminaban en aborto
involuntario. Estaba enfurecida y quería que la niña se fuera. Exigió a su esposo deshacerse de ella.

La muchacha que dio a luz sola a un pequeñísimo bebé en un establo, era mi madre. Y ese bebé que
sobrevivió a pesar de las posibilidades en su contra, era yo. Mi nombre es Isabella Swan, y hoy es mi
decimosexto cumpleaños.

La gente se sorprendería si supiera que el mundo donde nací existe. Abraham Lincoln pronunció la
Proclamación de la Emancipación en 1862 y declaró que la posesión de otros seres humanos debía ser
anulada, pero no terminó ahí. La gente aún sigue siendo comprada y vendida, destinadas a la
servidumbre, despojadas de todos sus derechos y privilegios. Nací en 1989, más de un siglo después
de que Lincoln aboliera la esclavitud. La esclavitud existe en cada rincón de Estados Unidos, el tráfico
de esclavos fuera y dentro de las ciudades y suburbios se mantiene en secreto. Con el dinero suficiente
puedes comprar a alguien.

Es el año 2005... Y hoy seré vendida.

Capítulo 2: “La supervivencia del más apto”

“El sueño es bueno, la muerte es mejor, pero por supuesto,

lo mejor sería no haber nacido nunca.”-Heinrich Heine.


Isabella Swan

“Tienes que levantarte pronto cariño,” dijo mi madre en voz baja a mi lado. Refunfuñé
incoherentemente, manteniendo los ojos cerrados y dándome la vuelta alejándome de ella. Suspiró,
extendiendo la mano y acariciando mi pelo castaño con suavidad. Guardó silencio por unos momentos
y pude sentir su mano temblorosa, su respiración inestable. Estaba dándose fuerzas.

“Charles volverá pronto,” susurró, apenas audible, pero me estremecí cuando su nombre escapó de sus
labios. “Sabes lo que sucederá si estás todavía en la cama cuando él regrese.”

“Tal vez sea lo mejor, tal vez me mate y acabe de una vez,” murmuré. Mamá sollozó en voz alta por
mis palabras, perdiendo la compostura que se esforzaba por mantener. Suspiré con fuerza y murmuré
una disculpa rápidamente, sin querer molestarla.

Me levanté y me quedé allí mirándola. Estaba sentada en el suelo junto al colchón donde dormíamos.
Nuestra habitación era un desván dividido en la parte superior de un granero, el mismo granero donde
yo había nacido, a pocos metros de la casa. La habitación en sí era de dos metros de alto y 3 tres
metros por 3 tres metros. Ciertamente, era pequeño, pero había un gran ventanal que ocupaba casi toda
la pared que hacía que pareciera más abierto.

El rostro de mamá estaba hinchado, sus mejillas manchadas de lágrimas y sus ojos enrojecidos. Tuve
que apartar la mirada rápidamente, incapaz de soportarlo.

Charles Swan, el hombre cuya sangre corría por mis venas y cuyo ADN compartía, había partido hace
dos noches en un viaje de negocios para hablar con un ‘potencial comprador’. Él viajaba a menudo por
esa razón, porque no solo vendía inmuebles como pantalla, sino que también operaba una importante
banda de falsificadores y robo de identidad, pero no soy tonta. Sabía que era lo que estaba vendiendo
en este momento, a mí. Lo escuché discutiendo con su esposa sobre mí hace una semana. Ella le dijo
que quería que me fuera y sospecho que estaba insinuando que me matara, pero en lugar de eso
decidió que sería vendida. Le dijo que podía conseguir bastante dinero por mí, tenía a alguien en
mente que estaba buscando. Tenía previsto regresar esta mañana.

Estaba asustada, no había duda de ello. No tenía idea de lo que me deparaba el futuro, donde me
enviaría y en qué situación me encontraría. Además, nunca me había alejado de mi madre y eso era lo
que más me asustaba.

No tengo mucha experiencia en la vida. Puedo contar el número de veces que he estado fuera de la
propiedad de la familia Swan durante toda mi vida con mis dedos. Nunca he tenido la oportunidad de
socializar y probablemente el nombre de cualquier persona que he conocido lo recuerde fácilmente.
Sólo he conocido a una persona de mi edad y era una esclava que Charles compró el año pasado. Había
estado aquí poco más de una semana cuando intentó escapar. Él la atrapó a un kilómetro por la
carretera y la arrastró de vuelta, tirando de su cabello para meterla en la casa. Le pegó hasta matarla
frente a mí y la dejó tirada en el suelo durante horas. Me vi obligada a limpiar la sangre y los trozos de
carne incrustados en el suelo de madera después de que por fin quitara su cuerpo. Fue horrible y me
hizo vomitar, me gané o conseguí una paliza bastante mala por eso.
Y además de Charles y su padre, en realidad nunca había hablado con otro hombre. No recuerdo
mucho del padre de Charles, rara vez estaba alrededor, y Charles siempre había sido frío conmigo.
Aquí todos los esclavos eran mujeres, y cuando llegaban visitantes nos encerraban bajo llave. Los
hombres me asustaban, eran extraños, desconocidos. Había visto en varias ocasiones otros hombres, a
los que pagaban para montar guardia alrededor del perímetro de la propiedad, pero nunca había
interactuado con ellos. Los únicos que habían interactuado con los guardias eran los que fueron los
suficientemente estúpidos como para tratar de huir. No siempre estaban ahí y no siempre los veías
cuando estaban, pero siempre sabías que existía la posibilidad de que estuvieras siendo observado por
alguien en las sombras. Era como si estuvieran burlándose de nosotros, haciéndonos saber que,
técnicamente, escapar sin ser detectados era posible, simplemente nunca sabías cuando. Era jugar con
tu vida y muy pocos estaban dispuestos a correr ese riesgo. Los que lo hacían fallaban.

“Ya estoy levantada,” murmuré finalmente. Me levanté del colchón y me acerqué a la cómoda,
agarrando lo que sea que estuviera a la mano. Toda mi ropa estaba vieja y rota, ropa de segunda mano
que había sido de mi madre cuando tenía mi edad.

Me puse una camisa blanca que estaba cubierta de manchas y un par de pantalones vaqueros. Estaban
gastados y descoloridos, con las rodillas agujereadas por el uso y la parte baja deshilachada. No tenía
zapatos, no había tenido en años. Mis pies estaban ásperos, la piel gruesa y resistente de andar
descalza. Ya no me molestaba, podría pisar un clavo, y probablemente no me daría cuenta.

Mi madre caminó detrás de mí con un peine y comenzó a pasarlo por mi pelo, tratando de desenredar
los nudos. Fue inútil... necesitaba desesperadamente un buen lavado. Se dio por vencida después de un
minuto, cogiendo una goma y tirando de él hacia atrás.

Oí el sonido de un coche que venía por el camino y mi corazón empezó a acelerarse. Estaba congelada
en mi lugar, asustada. Mi madre corrió hacia la ventana, y miró hacia fuera. Sus ojos estaban muy
abiertos, con expresión de pánico. Ella sabía tan bien como yo que mi tiempo se estaba acabando,
sabía dónde había ido Charles.

El coche se detuvo frente de la casa y el motor se apagó. Oí la puerta del coche cerrarse de golpe y
escuché con atención, esperando oír alguna señal de que alguien venía con él.

“Está solo,” dijo mi madre, sonando complacida. Exhalé con fuerza, dándome cuenta de que había
estado conteniendo la respiración. Ella se volvió, sonriéndome ligeramente, con expresión aliviada. Se
acercó a mí rápidamente, abrazándome y apretándome con fuerza. “Tal vez ha cambiado de opinión.”

Reí con amargura. “Sí, claro.”

Ella suspiró, soltándome del abrazo y agarrando mi mano. “No pierdas la esperanza Isabella,” dijo con
severidad.

Asentí, más para calmarla que otra cosa. No tenía por qué saber que había perdido la esperanza hacía
mucho tiempo, cuando me di cuenta que un mundo entero existía más allá del nuestro, un mundo del
que sabía muy poco.

Salimos por la puerta, esperando llegar a la casa para recibir a Charles antes de que él decidiera venir
a buscarnos, cuando el sonido del crujir de la grava y el ronroneo de un motor fue captado por nuestros
oídos, lo que indicaba que un coche se acercaba por el camino de entrada. Giré mi cabeza rápidamente
hacia mi madre, el miedo y el pánico escrito en mi rostro. Su expresión idéntica a la mía.

“¡¡¡Isabella!!!” Charles gritó desde la casa. “¡Trae tu culo aquí de inmediato!”

Yo temblaba ligeramente, más aterrada que nunca. Mi madre trató de sonreír, obviamente queriendo
consolarme, pero le salió como una mueca.

“Vamos,” dijo en voz baja, llevándome fuera de la habitación y bajando las escaleras. Nos dirigimos a
la parte trasera de la casa y Charles estaba esperando en el vestíbulo, mirando hacia fuera por la puerta
principal. Nos escuchó venir y miró en nuestra dirección.

“¿Te he llamado, Renée?” Preguntó, con tono afilado. Mi madre se congeló en su lugar, mirando
rápidamente de Charles a mí.

“Solo pensé….” Empezó a decir.

“No estás aquí para pensar. Lleva tu culo arriba, a mi habitación, nos ocuparemos de ti más tarde.”

Mi madre asintió con la cabeza y trató de soltar mi mano, pero me aferré a ella con fuerza. Ella
suspiró, usando su otra mano para soltar mis dedos. “Todo estará bien cariño, no te preocupes. Sólo
escucha a Charles y compórtate lo mejor que puedas.”

Asentí con la cabeza y ella se inclinó para besar mi mejilla suavemente antes de retirarse subiendo las
escaleras. Charles me lanzó una mirada mordaz y caminé los últimos pasos para llegar al vestíbulo.
Me quedé mirando hacia al suelo, temblando de miedo y mordiendo mi labio inferior tratando de
mantener la compostura.

La puerta principal se abrió y oí un hombre hablar al instante. Su voz era calmada y ligeramente
suave, exactamente lo contrario a Charles. Levanté la vista en su dirección y casi me quedé sin aliento
al verlo. Era bastante alto, con el pelo rubio brillante peinado hacia atrás y chispeantes ojos azules.
Llevaba un traje que parecía caro y estaba hablando por un teléfono móvil. Él me estaba mirando y
alzó las cejas inquisitivamente cuando me vio mirándolo. Sentí el miedo disparase a través de mí,
miedo de lo que su reacción significaba, sin saber si estaría molesto porque lo había mirado. Charles
solía castigarnos si nos sorprendía mirándolo. Me sonrojé, avergonzada y volví a mirar al suelo.

Él hombre continuó hablando por teléfono, estaba hablando sobre algunos envíos procedentes de
alguna parte. No había hablado con ninguno, ni con Charles ni conmigo, ni siquiera para saludar.
Después de unos minutos de nuevo eché un vistazo y vi a Charles de pie al otro lado de la habitación,
casi tan nervioso como yo. Mi ceño se frunció con confusión, nunca lo había visto así. Charles estaba
siempre bajo control, nunca fuera de su juego. Pero ahora... ahora parecía nervioso. Siguió echando
vistazos nerviosos al hombre rubio, con sus ojos como dardos clavados en el suelo.

El miedo me sacudió aún más cuando me di cuenta que Charles estaba temeroso del hombre. Estaba
escrito en su cara.

El hombre de pelo rubio le dijo a quien estaba hablando que tenía que irse y cerró el teléfono con
fuerza.
Todo estaba en completo silencio, el único sonido que se oía era el bombeo de la sangre por todo mi
cuerpo con furia. Me quedé congelada en mi lugar, con miedo a moverme.

“Se ve horrible,” dijo el hombre después de un momento, su voz rezumaba disgusto. Mis ojos se
abrieron, sus palabras dolieron. Había recibido todos los insultos imaginables por parte de Charles y
su esposa y por lo general no les daba importancia, pero algo en este virtual extraño agrietó mi coraza
exterior.

“Sé que no es la muchacha más bonita...” Charles comenzó, pero el hombre de pelo rubio lo
interrumpió.

“No he dicho que sea fea,” dijo bruscamente. Charles dejó de hablar repentinamente. “Pero se ve
horrible. Tienes dinero, ¿no puedes darte el lujo de pagar unos cuantos dólares por una vestimenta
decente o un par de zapatos para la muchacha? ¡Cristo, mira que agrietados tiene los pies!”

“Yo, eh… bueno…” Charles murmuró. Eché un vistazo hacia el hombre rubio y este me miraba.
Nuestros ojos se encontraron y una leve sonrisa se deslizó sobre sus labios.

Volví a mirar al suelo después de un segundo, mantener contacto visual con él estaba siendo un poco
incómodo. No estaba acostumbrada a ello, el escrutinio de su mirada me hacía sentir incómoda.

“¿Cuánto?” Preguntó después de un momento.

“Bueno esperaba conseguir uno por ella,” Charles dijo. El hombre de pelo rubio se echó a reír.

“¿Uno, eh? ¿Cuándo fue la última vez que esta muchacha tuvo un buen baño?”

“¿750?” preguntó Charles, con voz esperanzada. “Quiero decir ella es todavía virgen.”

El hombre de pelo rubio estaba en silencio. No me atrevía a mirar hacia arriba, pero podía sentir su
mirada, podía sentir su mirada fija en mí. Mi corazón latía violentamente ante la mención de mi
virginidad, el miedo me estremeció. El único conocimiento que tenía del sexo era lo que las mujeres
de por aquí decían. Había visto a Charles tener relaciones sexuales con mi madre antes, los había
escuchado más veces de las que podía contar, y recuerdo claramente como lloraba después,
completamente asqueada. El sexo a mis ojos no era más que una forma repulsiva de castigo.

Con el tiempo miré de nuevo, el silencio me estaba agobiando. Mis ojos se encontraron con los suyos
de nuevo y él levantó las cejas inquisitivamente, así que desvié la mirada rápidamente, mordiendo mi
labio con nerviosismo.

“Ni siquiera puede mantener contacto visual conmigo. No hay manera de que pueda hacer el vuelo a
mi casa,” dijo, finalmente rompiendo el silencio.

“Muchacha,” dijo Charles bruscamente. Mi cabeza se levantó rápidamente y miré al hombre de pelo
rubio, asegurándome de hacer contacto visual. Lo último que quería hacer era enfurecer a Charles, una
paliza haría este día peor de lo que ya lo era.

“Lo siento amo Charles,” dije en voz baja. El hombre de pelo rubio sonrió después de un momento,
ladeando la cabeza y observándome. Finalmente asintió.
“Tiene potencial. Te voy a dar 500.”

Charles frunció el ceño. “Con su edad y la virginidad, podría conseguir mucho más por ella en una
subasta.” Mis ojos se abrieron ante la mención de la subasta. Sabía por las otras que las chicas que
compraban y vendían en las subastas normalmente terminaban siendo esclavas sexuales y prostitutas,
en tanto que algunas tenían suerte en ventas privadas.

El hombre de pelo rubio sonrió. “Posiblemente, pero no sirve mucho para lo que la quiero. Es evidente
que no está acostumbrada a estar rodeada de gente, tú has dicho que ni siquiera sabe leer o escribir.”

Finalmente rompí el contacto visual con él cuando mencionó la lectura y la escritura, mirando
nuevamente al suelo. Charles no lo sabía, pero había aprendido lo básico de ambos en los últimos
años. Las otras esclavas me enseñaron lo que sabían, que no era mucho, y el resto lo aprendí por mi
cuenta con el paso del tiempo. La esposa de Charles tenía la costumbre de ver la televisión con
subtítulos, lo que ayudó mucho. Había sido bendecida con una memoria increíble y todo había llegado
de forma natural para mí. Sin embargo, lo mantuve en secreto, porque un esclavo educado era visto
generalmente como un esclavo más peligroso.

“Es una trabajadora muy buena, puede cocinar y limpiar como los mejores.” Charles murmuró.
“Obediente. Vale cada centavo de los 750.”

“Puedo verlo. ¿Le pusiste chip de rastreo?”

“No, nunca tuve una razón para hacerlo. Ella ha estado aquí desde el día que nació, nunca mostró
ningún indicio de pensar en irse.”

Mi ceño se frunció en confusión. ¿Chip de rastreo?

“650, y es mi oferta final. Voy a tener que ponerle el chip de rastreo y es evidente que no tienes nada
para la muchacha, así que voy a tener que desembolsar dinero para arreglarla apropiadamente.”

Charles se quedó callado por un momento. “Tenemos un trato, “dijo finalmente.

Miré de nuevo y el hombre rubio sonrió.” Volveré mañana con el dinero. Límpiala un poco para mí,
no la voy a llevar a ningún lado con ese aspecto.”

Charles asintió con la cabeza, y extendió su mano para estrechar la del tipo de pelo rubio. Él abrió su
teléfono y marcó un número, en dirección a la puerta. Se detuvo en el umbral, volviéndose para
mirarme brevemente.

“¿Cuál es tu nombre, muchacha?”

“Isabella,” dije en voz baja, apenas audible.

“¿Perdón?” dijo, alzando las cejas expectante. No había podido oírme.

“Mi nombre es Isabella, señor.”

Él sonrió y asintió. “Bien, feliz cumpleaños Isabella.”


“Gracias, señor,” le dije, de vuelta. Había sido el en desearme un feliz cumpleaños, mi propia madre
no había mencionado el hecho de que hoy cumplía dieciséis años. Aunque los cumpleaños
normalmente no los celebrábamos, ya que no había nada que celebrar. Cuanta más edad tenían los
esclavos, menos útiles eran. En un momento dado se consideraban tan inútiles que eran eliminados.
Mi madre siempre había tratado de protegerme de eso, no quería que supiera que los esclavos se
enfrentaban a su propia forma de genocidio.

Él asintió con la cabeza y se dirigió a su coche. Me quedé congelada en mi lugar, sin atreverme a
moverme hasta que Charles me lo permitiera. Charles estaba en la puerta y vio como el coche se puso
en marcha y el hombre de pelo rubio se alejaba por el camino de entrada. Suspiró con fuerza y se
volvió hacia mí. Miré hacia él y vi que su expresión era despiadada, su mirada amenazante.

Camino hacia mí rápidamente, cerrando la distancia entre nosotros. Me preparé, sin saber lo que iba a
hacer, cuando su mano salió disparada y me dio una fuerte bofetada que me hizo girar el rostro. Mi
cabeza se sacudió de un lado al otro y llevé mi mano a mi mejilla mientras un dolor punzante me
atravesaba. De inmediato probé el sabor salado y amargo, dándome cuenta de que debía de estar
mordiéndome el labio, y había traspasado la piel con mis dientes por la fuerza de su golpe. Mis ojos se
llenaron de lágrimas y traté de mirar hacia otro lado luchando por retenerlas, sin querer que él me
viera llorar. Me chupé el labio, casi vomitando por el repugnante sabor de la sangre, pero no quería
que lo viera. La visión de sangre tendía a alentarlo, como si lo provocara a derramar aún más. Me
agarró por la barbilla con brusquedad y tiró de mi rostro hacia él, forzándome a mirarlo.

“Ese hombre es poderoso e importante. No me avergüences niña, ¿me oyes?” Gritó, con su cara a
pocos centímetros de la mía. Podía oler el hedor del alcohol en su aliento, sentir el rocío ligero de
saliva por sus palabras.

“Sí, amo Charles,” susurré, perdiendo la batalla y las lágrimas corriendo por mis mejillas. Él suspiró
exasperado, y me empujó hacia atrás. Tropecé, pero por suerte fui capaz de mantenerme en pie.

“Ve a la cocina y ayuda con el almuerzo, mientras voy a ocuparme de tu madre,” dijo. Yo asentí con la
cabeza.

“Sí, señor.” Me dirigí a la cocina, donde una esclava llamada Clara ya había comenzado el almuerzo.
Ella me miró cuando entré y sonrió con tristeza.

“¿Estás bien?” Preguntó en voz baja. Asentí con la cabeza pero no dije nada. Un lado de mi rostro
estaba palpitante, lágrimas aún corriendo por mi rostro.

Agarré una cuchara y fui a la estufa, revolviendo la pasta que Clara ya tenía hirviendo. Cerré los ojos y
suspiré cuando oí que empezaba el sonido familiar de golpes viniendo desde arriba. La habitación de
Charles estaba justo encima de la cocina y podíamos oír el cabecero de la cama golpeando contra la
pared cuando él abusaba de ella. Esa era su manera de castigar a mi mamá, por lo general nunca le
levantaba la mano, la degradaba de diferentes formas.

Finalmente bajaron, Charles se dirigió a su oficina y mamá se unió a nosotras en la cocina. Pude ver el
rastro de sus lágrimas en su rostro, pero ella me sonrió tratando de fingir que no pasaba nada.

Después de terminar de hacer el almuerzo, mi mamá y yo nos dirigimos al jardín. Sólo se nos permitía
comer cuando se nos llamaba y normalmente sólo ocurría una vez al día, usualmente por la noche. Me
puse de rodillas y comencé a arrancar mala hierba. Vivíamos en Phoenix, Arizona, que resultaba ser
uno de los lugares más calurosos y secos del país, por lo que no pasó mucho tiempo antes de que
empezara a sudar profusamente y mi piel se volviera de color rosa por la exposición al sol.

La esposa de Charles regresó y se dirigió a la casa. Ella había estado saliendo mucho últimamente, lo
que era realmente un dilema sin salida. Me ayudaba, ya que tendía a escogerme mí para torturarme
sólo por diversión, pero mi madre sufría más cuando la esposa de Charles se iba. Mamá decía que
ellos acostumbran aparentar que se amaban, pero su matrimonio se había convertido en uno de
conveniencia en su mayor parte. Sin duda no soy una experta en relaciones, pero sí sé que cualquier
tipo de vínculo que ellos compartían ahora no era algo de lo que quisiera ser parte. Era inestable,
siempre estaban peleando y gritando y enojados entre ellos. Imaginaba que eso no podía ser amor.

Sin embargo, yo tampoco era una erudita sobre el amor, así que, ¿qué sabía yo? Supongo que lo que
sentía por mi madre era una forma de amor y me gustaba creer que ella me amaba, pero nuestra
situación no era una que precisamente consintiese conexiones muy profundas. Tenías que distanciarte
un poco de todos los demás para sobrevivir en esta vida. Nunca sabías cuándo alguien cercano a ti iba
a ser herido justo frente a ti, o cuando su tiempo acabaría y sería asesinado. No había nada que
pudieras hacer para detenerlo, ya que al intervenir solo conseguías sufrir la misma suerte que ellos.
Tenías que mirar en primer lugar por ti, sin importar lo mucho que quisieras cuidar de los demás. No
estaba segura de haber sentido alguna vez lo que era realmente el amor y sabía que el amor romántico
estaba completamente fuera de cuestión. No tenía deseos de experimentarlo de todos modos, ningún
deseo de permitirme ser vulnerable. Vulnerabilidad es la manera más rápida de enterrarte tres metros
bajo tierra.

Mi madre trató de defenderme, protegerme de todo lo malo tanto como fuera posible. Me sentía como
una carga para ella, a menudo me preguntaba si habría sido mejor si nunca hubiera nacido. Nunca dije
esas cosas en voz alta, a sabiendas de que ella no estaría de acuerdo y me diría, lo valiosa que era y lo
mucho que significaba para ella. Una parte de mí se preguntaba si tal vez ser enviada lejos era lo
mejor. No tenía idea de en lo que me estaba metiendo, y tal vez estaba siendo enviada a una muerta
segura, pero al menos mi madre no tendría que soportar el peso de mi existencia sobre sus hombros.

Después de unos minutos, la esposa de Charles volvió a salir y bailó hacia el jardín, mirando hacia mí.
“He oído que hoy te han vendido a la familia Cullen,” me dijo, su voz sonando petulante. La miré y vi
una sonrisa siniestra jugando en sus labios. “No hay manera de que seas lo suficientemente buena para
ellos.”

Rió para sus adentros, divertida, y volvió a alejarse. Mi corazón latía frenéticamente y miré a mi
madre, que estaba distraída tirando de las malas hierbas y ahora parecía estar conmocionada.

“¿Sabes quiénes son?” Le pregunté después de unos minutos. Mi madre suspiró, dejó lo que estaba
haciendo y se sentó en sus rodillas.

“Oí el nombre a menudo mientras crecía. Familia poderosa. Crimen organizado. Ellos no son el tipo
de gente con la que te quieres cruzar, si sabes lo que quiero decir.”

Asentí con la cabeza, dándome cuenta ahora por qué Charles había estado tan nervioso en presencia
del hombre de pelo rubio. Él parecía lo suficientemente bueno, pero había una confianza en él que era
intimidante.

“Vas a estar bien,” mamá dijo finalmente, volviendo al trabajo. “Eres fuerte, siempre lo has sido.
Sobrevivirás. Honestamente, cualquier cosa tiene que ser mejor que este lugar.”

Trabajamos en silencio después de eso, las dos perdidas en nuestros pensamientos. Con el tiempo la
puerta trasera de la casa se abrió, Charles y su esposa salieron. “Renée, trae a Isabella a la casa y dale
un buen baño.”

Mi mamá se levantó y me tendió su mano. La tomé y me levantó del suelo. Nos dirigimos hacia la
casa lentamente. Mantuve la cabeza hacia abajo, tratando de evitar contacto visual mientras
pasábamos junto a Charles y su esposa. Sin embargo, antes de pasarlos, la esposa de Charles estiró su
pierna, haciéndome tropezar. Salí volando, cerrando los ojos y sacando las manos preparándome para
el impacto con el suelo. Caí en mis manos y rodillas, el dolor punzaba a través de mis extremidades.
Me levanté de un tirón y vi que mis manos estaban raspadas y llenas de grava. Miré hacia abajo y vi
que mis rodillas también estaban raspadas, un hilillo de sangre corría por mi pierna derecha
manchando mis pantalones.

“Has ensuciado mis zapatos, esclava,” dijo la esposa de Charles con desprecio, entrecerrándome sus
ojos.

“Lo siento, ama,” dije en voz baja.

La esposa de Charles se rio, pero él gruñó. “Limpia bien sus cortes mientras la bañas,” le dijo a mi
madre.

Subimos las escaleras hacia el cuarto de baño reservado para los sirvientes. Mi mamá empezó a llenar
la bañera de agua mientras me quitaba la ropa. Me deslicé dentro, siseando cuando el agua hirviendo
se puso en contacto con mi piel sensible. El agua causó que las palmas de mis manos y mis rodillas
escocieran.

Eché la cabeza hacia atrás para mojarla y ella agarró el champú, vertió un poco en su mano e hizo
espuma en mi cabeza. Cerré los ojos y suspiré contenta, sintiendo sus dedos masajear mi cuero
cabelludo. Sabía que era uno de los últimos momentos que compartiría con mi madre y estaba
saboreando cada segundo. No tenía idea de a dónde iba o lo que estaría haciendo, pero sí sabía lo que
estaba dejando atrás y eso dolía.
Capítulo 3: “El Cambio es Inevitable”

“En dos palabras puedo resumir todo lo que he aprendido

Acerca de la vida. Esta continúa. “– Robert Frost.

Isabella swan

Abrí la ventana de un tirón y me senté en el alféizar mirando hacia fuera. Me puse unos sencillos
Capri color negro que mi madre había logrado conseguir por ahí y una camiseta sin mangas color rosa
que Charles había conseguido en el armario de su mujer, muy a su pesar. La noche anterior, también
había comprado un par de sandalias negras, no quería que hoy estuviera descalza. Su esposa no había
estado muy feliz por eso, a pesar de que aparentemente había pagado sólo un dólar por ellas. Podía
oírlos discutir en la casa a mitad de la noche por eso.

Todo el mundo estaba trabajando fuera, pero yo tenía prohibido salir del cuarto en el granero, Charles
no quería que me ensuciara. Estaba sudando y la humedad era insoportable mi mamá me dijo que tenía
un poco amoratada en el rostro por el golpe que Charles me había dado el día anterior. Yo no lo había
visto, ya que no tenía exactamente acceso a un espejo, así que no estaba segura de lo malo que era en
realidad. Mi madre tendía a restarle importancia a ese tipo de cosas. También podía sentir la
quemadura del sol en mis mejillas de tanto trabajar fuera ayer, y las palmas de mis manos y rodillas
raspadas, pero aparte de eso estaba bastante bien. Mi cabello estaba limpio, sin nudos y caía por mi
espalda.

Estaba mirando fijamente a mi madre que trabajaba en el jardín. Parecía agotada, había pasado toda la
noche despierta conmigo llorando y abrazándome con fuerza. Era nuestra última noche juntas y ella no
quería perder ni un solo momento.

Oí el coche que se acercaba y la cabeza de Renée se levantó rápidamente y se paralizó. Miró hacia el
sonido y hacia mí, pareciendo aterrada. Volví la cabeza para mirar el coche, era negro con vidrios
oscuros polarizados, parecía costoso. Vi como el hombre de pelo rubio salió del asiento del conductor,
cerrando la puerta detrás de él. Estaba hablando por su teléfono móvil de nuevo y se detuvo,
mirándome en la ventana. Charles salió a la calle y lo saludó, pero él lo ignoró centrando su atención
en mí.

Después de un momento se dio la vuelta sonriendo.

Entraron en la casa y suspiré, pasando mis dedos por mi pelo nerviosa, tratando de asegurarme que
estuviera decente. Estaban en la oficina de Charles, su risa resonando en la casa y filtrándose por las
ventanas abiertas. Mi corazón latía frenéticamente y me sentía algo enferma, mareada y con náuseas.
No había comido en un tiempo, Charles se había negado a darnos de comer a ninguno la noche anterior
porque había atrapado a Clara probando algo de comida mientras preparaba la cena. Había probado
con el dedo un poco de salsa de una cuchara, alegando que solo era para asegurarse de que se hacía
correctamente y tenía buen sabor, pero a Charles no le importó. Probar cualquier cosa sin su permiso,
sin importar lo insignificante que fuera, era robar a sus ojos. A la hora de la cena nos llamó a todos al
patio y la ató a la barandilla del porche, obligándonos a ver como la azotaba con un trozo de cable. Fue
brutal, oyendo sus gritos y viéndola llorar, sin poder hacer nada para ayudarla.

Finalmente, Charles me gritó desde la casa y me puse de pie tomando una respiración profunda. Eché
un vistazo alrededor de la habitación que había compartido con mi madre toda mi vida, tomando una
última imagen antes de salir. Crucé lentamente el patio, asegurándome de no caer, ya que era torpe por
naturaleza y lo último que necesitaba ahora era avergonzarme a mí misma. Cuando llegué a la casa,
entré y miré hacia arriba, asegurándome de hacer contacto visual con el hombre de pelo rubio. Su
sonrisa desapareció inmediatamente al verme, y gruñó en voz alta.

“¿Qué demonios ha pasado con su cara?” Preguntó, su voz fuerte y enojada. Mis ojos se abrieron al
igual que los de Charles.

“Ella es torpe, se cayó,” murmuró Charles rápidamente. El hombre de pelo rubio suspiró, sacudiendo
la cabeza.

“¿Tienes algo de maquillaje? Tu esposa tiene que tener base o algo para tapar el moretón.”

“Eh, no estoy seguro cómo se sentirá mi esposa acerca de eso, me refiero a que su maquillaje cuesta
una fortuna, fue una mezcla y pedido especial,” dijo Charles.

“Bueno, no puedo llevarla en público con una puñetera huella de una mano en su cara, Charles.”
Escupió el hombre. Charles retrocedió ante su hostilidad y asintió.

“Sí, está bien, espere.” Charles se retiró de la habitación rápidamente, pasando a mi lado y subiendo
las escaleras hacia su habitación. Oí la voz de su esposa después de un momento, gritando,
definitivamente no estaba contenta. Charles le gritó de vuelta y comenzaron a pelear a gritos. Ya
estaba acostumbrada a sus peleas y ciertamente no era nada nuevo que yo fuera el origen del conflicto.

El hombre caminó hacia mí. Extendió su mano hacia mi cara e instantáneamente me estremecí. “No
voy a golpearte, muchacha,” dijo en voz baja. Pasó sus dedos ligeramente a lo largo del moretón,
inspeccionando mi rostro. Su tacto era suave y me sorprendió, nadie aparte de mi madre me había
tocado alguna vez tan gentilmente. “Vas a estar bien, habrá que cubrirlo muy bien.”

Un fuerte estruendo vino de arriba, seguido de más gritos, y salté. El hombre de pelo rubio gimió en
voz alta. “Estos ingratos,” murmuró más para sí mismo que nada. “Pero, ¿qué puedes esperar de un
hombre que vende su propia carne y sangre?”

Lo miré con sorpresa y me sonrió ligeramente. “Sí, no soy estúpido. Sé que eres su hija.”

Una puerta se cerró arriba con fuerza, haciendo eco a través de la casa y haciendo vibrar las paredes.
Los dos nos sobresaltamos por el sonido y dejó caer su mano. Charles bajó con el ceño fruncido y una
pequeña botella de base líquida en la mano. Se detuvo frente a mí, mirando entre la botella y yo, sin
saber qué hacer. No sabía nada de maquillaje y él tampoco. El hombre de pelo rubio maldijo en voz
baja, arrebatando la botella con dureza de la mano de Charles y abriéndola. La inclinó y puso un poco
en su dedo, acercándolo y frotándolo en mi mejilla.

Cuando estuvo satisfecho con mi apariencia, cerró la botella y la guardó en el bolsillo del pantalón.
Charles lo miró con incredulidad y el hombre le sonrío. “Dale las gracias a tu esposa por el maquillaje
en mi nombre, ¿quieres? Y agradece que no tome más que eso. Todo el mundo sabe que hay
consecuencias por entregar mercancía dañada, ¿qué estabas pensando al ponerle una mano encima
cuando acabas de venderla? ¿Has disfrutado dándole una última paliza? ¿Al menos dejaste intacta la
virginidad de la muchacha?”

Levanté la mirada y sonreí involuntariamente al ver la expresión atónita de Charles. El hombre me


atrapó y me detuve al instante, con miedo de parecer engreída o desafiante, pero él no reaccionó.
Charles me habría molido a golpes si alguna vez me hubiera sorprendido reaccionando de esa manera.

“Sí, ella sigue siendo pura, estoy totalmente seguro de que nunca ha andado follando por ahí. Yo
nunca la he tocado de esa manera y soy el único hombre que he estado a su alrededor.”

El hombre se quedó inmóvil, mirando a Charles con escepticismo. “¿Nunca?” Preguntó, un poco
indeciso, con incredulidad. Charles asintió con la cabeza.

“Además de mi padre cuando era una niña pequeña y ahora usted, nunca ha hablado o incluso ha
estado en la misma habitación con otro hombre.”

El hombre apretó el puente de su nariz, gimiendo. “No me extraña que sea tan aprensiva.” Rio entre
dientes después de un momento antes de reír a carcajadas. “¡Oh, esto va a ser divertido, muy
divertido!”

Las cosas se tranquilizaron, Charles parecía un poco asustado y el hombre parecía algo frustrado pero
casi divertido por algo. Estaba algo asustada y sorprendida por la reacción del hombre, aquello no
tenía mucho sentido para mí. ¿Qué tenía de gracioso el que no tuviera experiencia con los hombres? El
hecho de que sus palabras estuvieran empapadas de sarcasmo me preocupaba. “Un placer hacer
negocios contigo, Swan,” dijo después de un momento.

“Un placer, señor Cullen.” Charles murmuró en respuesta. El hombre se volvió y me miró, enarcando
las cejas expectante.
“¿Hay algo que te gustaría llevar contigo?” Negué con la cabeza ya que no tenía ninguna posesión
personal. “Bueno, supongo que entonces nos vamos.”

Me tendió la mano y yo fruncí el ceño, confundida, sin saber lo que quería. Él suspiró con fuerza y
tomó mi mano y jalando de mí hacia la puerta. El hombre se detuvo y levantó mi mano, mirando los
recientes raspones en mi palma. Se volvió y miró brevemente a Charles, sacudiendo la cabeza. Su
expresión era hostil, con los ojos entrecerrados, y sentí mi corazón empezar a acelerarse. Estaba claro
que este hombre podía ser terrible cuando quería serlo. Me volví y di una última mirada a Charles
antes de ser sacada fuera.

Me condujo hacia el coche y sin pensarlo me quedé inmóvil, deteniéndome bruscamente cuando mi
mirada se posó sobre mi madre de pie en el jardín. Ella me miraba con una expresión de horror. Las
dos sabíamos lo que venía, las dos sabíamos que me iba a ir y teníamos que aceptarlo a nuestra
manera, pero viéndolo suceder era algo totalmente diferente. Más difícil de lo que había imaginado
que sería.

El hombre sintió mi resistencia, negándome a dar un paso más, y miró a su alrededor con confusión
tratando de averiguar por qué había parado. Sus ojos se posaron sobre mi madre y suspiró. “¿Esa es tu
madre?” Preguntó. Asentí con la cabeza y sentí las lágrimas en mis ojos. Exhaló con fuerza, algo entre
un resoplido y un suspiro, al parecer frustrado, pero no completamente furioso. “Puedes tener un
momento para decir adiós.”

Mi cabeza salió disparada en su dirección, sorprendida. “¿Lo dice en serio?” Pregunté con cautela,
tratando de mantener a raya mi esperanza. No conocía a este hombre, no sabía si era algún tipo de
truco para ponerme a prueba.

Su expresión reflejaba su frustración. “No lo diría si no lo dijera en serio,” dijo enfáticamente. Hizo
un gesto con la cabeza en dirección a mi madre. “Tenemos cosas que hacer. No tengo todo el día. Ve.”

Dejó caer mi mano y miré a mi madre. Empecé a correr en su dirección, sacándome las sandalias en el
camino. Salté hacia ella y me atrapó, las dos dimos un traspié hacia atrás. Ella me abrazó con fuerza.
“Mi niña,” sollozaba.

Las lágrimas caían de mis ojos y la apreté con fuerza. “Te echaré de menos mamá.”

“Yo también te extrañaré. Y no pierdas la esperanza, Isabella. Prométemelo. Estás destinada para
más.” Asentí con la cabeza, incapaz de hablar a través de mi llanto ahora incontrolable. Ella se apartó
después de un momento, extendiendo su mano y limpiando las lágrimas de mis mejillas.

“No arruiné mi maquillaje, ¿o sí?” Le pregunté con cautela, temiendo que el duro trabajo para cubrir
mi moretón hubiera sido borrado. Sonrió y negó con la cabeza.

Eché un vistazo detrás de mí, viendo al hombre que miraba su reloj con una expresión molesta en su
rostro. Mi madre suspiró. “Debes irte,” dijo. Asentí con la cabeza, inclinándome y besando su mejilla
rápidamente. Me di la vuelta y eché a andar hacia el coche, recogiendo mis zapatos en el camino y
poniéndomelos de nuevo mientras miraba hacia el suelo. Alejarme de ella fue lo más difícil que había
hecho. Mi mamá era lo único constante y real en mi vida y sabía que, alejándome de ella,
probablemente nunca la volvería a ver.

Llegué al coche y él abrió la puerta del pasajero para mí. Me metí en el coche, agarré el cinturón de
seguridad y me lo puse. Solo me había subido a un coche unas cuantas veces y me sentía un poco fuera
de lugar. Él se subió en el asiento del conductor y se puso el cinturón de seguridad, encendió el coche
y empezó a alejarse. Miré por la ventana lateral llorando en silencio, tratando de contener las
lágrimas, pero continuaron desbordándose. En el estéreo del coche sonaba música clásica suave, por
suerte lo suficientemente fuerte como para ahogar mi respiración inestable.

“No estoy seguro si lo sabes, pero mi nombre es Dr. Carlisle Cullen,” dijo después de un momento,
rompiendo el silencio. Lo miré rápidamente con confusión, un poco sorprendida por el título. Él
sonrió ligeramente. “Sí, te aseguro que soy, en efecto, un doctor de verdad.”

Asentí con la cabeza una vez, reconociendo que lo había escuchado. “Lo siento, señor, no quise
parecer como si no le creyera. Solo pensaba…” Mi voz se desvaneció, deteniéndome a mí misma
antes de decir demasiado.

Él sonrió, aparentemente divertido, pero había una sutil seriedad en sus ojos. Pensé que había
aprendido a leer a la gente bastante bien durante los últimos años, un truco que tienes que aprender
sobre la marcha para mantenerte fuera de la línea de fuego cuando se vive una vida como la mía, pero
estaba teniendo dificultades para comprender sus estados de ánimo. Él no estaba reaccionando de la
manera que estaba acostumbrada que la gente reaccionara, sus expresiones eran contradictorias.
“Imagino que no es una parte de mi vida de la cual la gente te informaría. No, no hay nada
escandaloso o emociónate sobre el practicar medicina, ¿cierto?” Preguntó.

“Cierto,” dije en voz baja, mordiendo mi labio inferior con nerviosismo, sin saber si estaba jugando o
si estaba molesto por la insinuación de su otro estilo de vida. Hice una mueca cuando mis dientes se
clavaron en la zona herida que un día antes se había reventado.

“Entonces, ¿qué sabes acerca de mi familia?”

Me encogí de hombros. “No mucho. Solo que su familia puede tener vínculos con…. el crimen
organizado,” dije vacilante, sin saber que tanto se me permitía saber. Charles siempre nos ocultaba su
trabajo, cada vez que alguien cuestionaba o insinuaba sus implicaciones ilegales él lo castigaba
severamente.

Él asintió con la cabeza y por suerte no arremetió contra mí o pareció molesto, parecía estar pensando
en algo. “¿Sabes lo que significa estar vinculado con el crimen organizado?” Preguntó después de un
momento.

“No exactamente,” dije. “¿Es como en la película ‘Los Intocables’?”

Me miró con incredulidad antes de estallar en una carcajada histérica, tomándome por sorpresa. Se
recompuso después de un momento, limpiándose los ojos que habían empezado a lagrimear.

“Supongo que se podría decir eso. No sabía que eras una fan de este tipo de películas,” dijo, mirando
hacia mí.
Mis ojos se abrieron, y sentí el temor crecer dentro de mí. En realidad no teníamos permitido ver la
televisión y no estaba segura si él estaba al tanto de esto. Prácticamente acababa de confesar haber
visto por lo menos algo de la película ‘Los Intocables’, lo que indicaría que había sido desobediente.

“El amo Charles era un gran fan de ella, señor, la veía a menudo. Es solo una película, así que no estoy
no sabía que tan realista era.

Él sonrió. “Es bastante precisa, supongo. Es una historia basada en mi organización después de todo”.

Asentí con la cabeza, manteniendo la calma en el exterior pero ese hecho me asustaba un poco. No la
había visto completa, pero estaba llena a rebosar de hombres peligrosos y violencia. Se quedó callado
por un momento antes de suspirar. “Mira, vamos a dejar muy claro esto ahora. Voy a decirte lo que
siento que debes saber, y si tienes alguna pregunta eres libre de hacerla. Hay una cosa que aprenderás
rápidamente en mi casa, y eso es que somos gente abierta. No ocultamos ni guardamos secretos dentro
de las paredes de la propiedad Cullen, nunca lo hemos hecho y no vamos a empezar ahora. Escucharás
y verás cosas que probablemente no deberías, pero lo harás. En el momento en que lleguemos a mi
casa quiero que seas consciente de lo que se espera y no se espera de ti. Preveo un cierto período de
adaptación, pero quiero que las cosas vayan tan bien como sea posible desde el principio.”

Asentí en comprensión. Hizo una pausa durante un momento y parecía estar pensando, a juzgar por su
expresión. “En primer lugar, espero lealtad. Nada menos que lealtad completa y si se te considerara
una traidora, tendrás que enfrentarte a las consecuencias, en caso de que no estés al tanto del castigo
por traición en mi mundo, es la muerte. Podrás ver que dirijo mi hogar de manera diferente a los
demás y tu vida no va a ser para nada como lo ha sido con tu padre. Tendrás cierta libertad dentro de
mi casa y tu vida con nosotros te dará cierto sentido de normalidad, pero no te dejes engañar Isabella.
Soy tu dueño. Si me desafías, o actúas más allá de lo que considero un comportamiento normal, serás
castigada. Pero no te golpearé habitualmente por el simple hecho de hacerlo, ya que creo que eso es
despreciable. No abuso de niños, mis hijos pueden dar fe de eso.”

Lo miraba con un poco de sorpresa, asimilando sus palabras. Era difícil conciliar todo esto o entender
exactamente qué era lo que me estaba diciendo. Solo había vivido de una manera, y no tenía idea de lo
que significaba tener ciertas libertades o normalidad. No tenía idea de qué era normal.

Él me miraba expectante, obviamente queriendo que dijera algo en respuesta. No estaba segura de qué
decir o cómo reaccionar, así que solté lo primero que me vino a la mente. “¿Usted tiene hijos?”

Él asintió. “Los tengo. Tres adolescentes. Dos de dieciocho años y uno de diecisiete.”

“¿Gemelos?” Pregunté con curiosidad. Él negó con la cabeza.

“El mayor fue adoptado cuando tenía casi un año de edad. Los otros dos nacieron uno seguido del otro.
Básicamente, pasamos de no tener hijos a tener tres niños en un año.” Sentí el miedo crecer dentro de
mí ante la perspectiva de estar cerca de tres muchachos de mi edad. Apenas estaba lo suficientemente
cómoda alrededor del doctor Cullen incluso para hablar, ¿cómo iba lidiar con tres hombres de mi
edad? No tenía idea de qué esperar de ellos, cómo actuar en torno a ellos.

Se dio cuenta de mi expresión preocupada y sonrió ligeramente. “Sí, lo sé. Nunca has estado alrededor
de hombres, mucho menos de adolescentes. Estarás algo asustada.” Se rio para sí mismo, negando con
la cabeza.” Pero no te preocupes, mis hijos saben lo que se espera de ellos y actuarán adecuadamente.
Pueden ser revoltosos a veces, pero me gusta pensar que son chicos decentes en su mayor parte. Nunca
te levantarán una mano porque fueron educados para respetar a las mujeres. Y nunca te forzarán a
hacer algo que tú no quieras por la misma razón. Tal vez los encuentres un poco coquetos pero te
aseguro que son relativamente inofensivos. En realidad puede que hasta disfrutes de su compañía.”

Asentí con la cabeza, insegura de si podía o no ser una posibilidad, pero sin estar en desacuerdo con él.
No lo conocía lo suficiente como para saber si estaba mintiendo, pero estaba aliviada de saber que no
tenían planes de abusar de mí.

“Entonces, ¿qué se espera de mí?” Pregunté con cautela.

Suspiró. “Hace unos años trasladé a mi familia a Washington desde Chicago, por motivos de
seguridad. Todavía estoy muy involucrado en el negocio en Chicago, soy un Consigliere, o un tipo de
asesor dentro de la organización. Han tenido a mi familia en alta estima dentro de la orden desde hace
mucho tiempo y está arraigada en mí, pero tengo otra vida en Washington, donde de hecho practico la
medicina. Soy capaz de manejar muchos de mis otros asuntos desde lejos, pero toma mucho de mi
tiempo libre y a menudo no tengo más remedio que viajar a Chicago y hacerme cargo de las cosas en
persona.”

Me miró, supongo que para evaluar si estaba entendiendo o no y cómo estaba tomando la información
que estaba recibiendo. No tenía idea qué tenía que ver todo esto conmigo, pero asentí en
reconocimiento para que supiera que estaba escuchando.

“Debido a mi trabajo tengo muy poco tiempo para otras cosas. Mi casa necesita seguir funcionando y
manteniéndose, ahí es donde entras tú. Normalmente escogería a alguien más mayor, pero mis hijos ya
han crecido y pueden cuidar de sí mismos en casi todo, así que no necesitan a nadie para que cuide de
ellos. Me imaginé que ahora podría funcionar mejor si trajera a casa a alguien más cercano a su edad.”

“¿Así que, básicamente, cocinar y limpiar?” Pregunté. Él asintió.

“En su mayor parte, sí. Sin embargo, no espero que hagas todo por nosotros. Los muchachos son libres
de mantener sus habitaciones como quieran. Lo máximo que probablemente tendrás que hacer por
ellos es lavar su ropa, ya que estoy seguro que ninguno de ellos sabe cómo utilizar una lavadora o una
secadora. Si te piden que hagas algo en su dormitorio, se espera que lo hagas, pero no sucederá
frecuentemente. Los dos mayores son buenos en hacer lo que les corresponde y el más pequeño es un
poco quisquilloso con sus cosas, así que no estoy seguro de que alguna vez te invite a su habitación y
mucho menos pedirte que toques sus pertenecías. Y a menos que te inviten a sus habitaciones, no
debes entrar bajo ninguna circunstancia, ¿entiendes?”

“Sí, señor,” dije en voz baja.

“Básicamente, siempre y cuando las partes principales de la casa se mantengan al día y tengamos ropa
limpia que usar, no habrá ningún problema. En lo referente a la cocina, eres responsable de tener lista
la cena cada noche alrededor de las siete. El desayuno y el almuerzo normalmente no los hacemos en
casa o nosotros mismos nos encargamos de ello, pero si uno de nosotros te pide que prepares algo, por
supuesto debes hacerlo.”
Asentí con la cabeza. Parecía relativamente fácil hasta ahora, no acababa de comprender por qué había
necesidad de caer tan bajo como para comprar una esclava.

“¿Y su esposa, señor? ¿Dónde está ella?” Pregunté, notando que no había mencionado a la madre de
sus hijos. Su expresión cambió, estaba visiblemente molesto. No respondió ni siquiera volteó a verme
o asintió en reconocimiento de lo que había dicho. En lugar de eso, miró fijamente enfurecido a la
carretera. Me di cuenta que toqué una fibra sensible sacando a la luz un tema delicado.

Miré por la ventanilla, pensando. Estaba tratando de captar todo, tratando de entender cuál era mi
propósito.

“¿Tienes otra pregunta, Isabella?” Preguntó el doctor Cullen después de un rato, viendo el aspecto
ligeramente confundido en mi rostro. Lo miré y vi que me miraba con expectación.

“Supongo que tengo curiosidad por saber por qué me compró, señor.”

Sonrió ligeramente. “¿Por qué tú en particular o por qué compré a alguien de tu edad?”

“Ambas supongo, quiero decir que me pregunto, ¿por qué yo?, pero no entiendo por qué tendría que
comprar una esclava. ¿No podría solo contratar una cocinera y una sirvienta? Así por lo menos no
estaría violando la ley de esa manera.”

Él rio en voz alta, asustándome. “Querida, nada en mi vida es legal, lo cual es exactamente la razón
por lo que la ayuda legal es imposible. ¿Ya has olvidado la parte en la que te dije que no hay secretos
dentro de nuestra propiedad? Simplemente no puedo contratar a alguien y esperar que no vea nada o si
lo hace que mantenga la boca cerrada. No, necesito saber que mis secretos están a salvo.”

“Eso tiene sentido, supongo,” dije.

Él sonrió y condujo en silencio durante un rato. “En cuanto a por qué tú,” dijo finalmente. “Bueno…
tal vez te lo explique en otra ocasión.”

Después de estar en el coche durante unos veinte minutos, se detuvo en el estacionamiento de un gran
edificio y apagó el coche. Miré y vi un cartel verde, azul y blanco. No lo pude leer todo, pero pude
descifrar la frase que declaraba ‘Centro Médico’.

El doctor Cullen se volvió hacia mí, con una expresión seria. “Espero que te comportes lo mejor que
puedas ahí dentro. Voy a hacerlo lo más cómodo posible para ti, porque sé que probablemente nunca
has estado en un hospital o te han realizado un examen antes, pero hasta que no tengas el chip de
rastreo no puedo dejarte fuera de mi vista. ¿Entiendes?”

“¿Chip de rastreo?” Pregunté dudosa, sin entender en absoluto de lo que estaba hablando.

Se pellizcó el puente de la nariz, pareciendo frustrado. “Es un pequeño microchip, ¿sabes lo que es?”
Negué con la cabeza sin cuidado. “¿GPS?” Preguntó alzando las cejas. Negué con la cabeza sin más.
“Es difícil de explicar, solo tienes que verlo por ti misma,” dijo encogiéndose de hombros.

Salió rápidamente del coche y me desabroché el cinturón de seguridad. Caminó alrededor del coche
abriendo la puerta del pasajero y sosteniendo de nuevo su mano hacia mí. Esta vez la tomé
tímidamente. Me ayudó a salir del coche y cerró la puerta, dándose la vuelta y guiándome hacia el
edificio. Me soltó de la mano mientras caminábamos dentro del edificio, caminó lentamente por el
amplio pasillo iluminado, asegurándose que estaba a su lado todo el tiempo. Se detuvo en la puerta al
final del pasillo y llamó.

Un hombre de piel oscura abrió la puerta en seguida, sonriendo ampliamente en cuanto vio al doctor
Cullen, exhibiendo un gran hueco entre sus dientes frontales. Se movió hacia un lado, haciendo un
movimiento con la mano para que entráramos. El doctor Cullen entró y yo lo seguí. El otro hombre
cerró la puerta detrás de nosotros, poniéndole seguro. Mi corazón comenzó a acelerarse al oír el
sonido de la cerradura haciendo clic.

“Justo a tiempo,” dijo en un fuerte acento de Oriente Medio. “Entonces, esta es ella,” dijo,
volviéndose hacia mí. Sus ojos recorrieron de arriba a abajo mi cuerpo lentamente, haciéndome sentir
incómoda. Envolví mis brazos alrededor de mi pecho, sintiéndome algo expuesta.

“Sí,” dijo el doctor Cullen simplemente.

El hombre cruzó la habitación y abrió un cajón, rebuscando en él. Sacó una pequeña caja y un envase
blanco que contenía una jeringuilla. Abrió la caja y sacó algo tan pequeño que no pude verlo, pero
estaba en la punta de su dedo. Levantó la vista y me sonrió. “Ven y siéntate,” dijo el hombre
señalándome con su mano una silla a su lado. Miré al doctor Cullen y asintió con la cabeza, así que
caminé unos pocos pasos hacia delante y me senté con nerviosismo.

El hombre abrió la jeringuilla y sonrió. “Inclina la cabeza hacia delante, hacia tus rodillas,” dijo. Hice
lo que me dijo y sentí su mano agarrar el dobladillo de mi camisa y tirar hacia arriba para exponer mi
espalda. Mi corazón comenzó a acelerarse y sentí pánico, saltando rápidamente. El hombre me agarró
por el hombro, sujetándome con fuerza y forzándome a sentarme de nuevo en la silla. Agarró la parte
posterior de mi cabeza y obligó a bajarla con rudeza. Yo grité y el doctor Cullen gimió.

“Ten cuidado con ella, Ishmel,” dijo. El hombre soltó mi cabeza inmediatamente. El doctor Cullen se
paró frente a mí, y extendió su mano, colocándola con suavidad en la parte posterior de mi cabeza, sin
forzarme a bajarla pero con la presión suficiente para mantenerla en posición. Mi camisa fue
levantada de nuevo, exponiendo mi espalda. Sentí algo frío siendo frotado entre mis hombros y luego
un fuerte dolor. Grité de nuevo y el doctor Cullen suspiró. Movió su mano acariciando mi pelo
ligeramente.

Después de un segundo el dolor disminuyó y bajaron de nuevo mi camisa. El doctor Cullen me soltó y
dio unos pasos hacia atrás. Me enderecé en la silla, pero no me atreví a levantarme. Miré al suelo y
pude sentir una lágrima corriendo por mi mejilla.

El doctor Cullen le dio las gracias y él salió de la habitación, cerrando la puerta tras de sí. El doctor
Cullen estaba en silencio y se quedó en su lugar. Después de un momento no pude soportarlo más y
miré hacia arriba. Él me miraba fijamente.

“¿Estás bien?” preguntó. Asentí vacilante. “Iba a hacerte un examen completo hoy, pero por lo que
veo no iría muy bien. Así que supongo que puede esperar unos días, tendré que hacerlo yo mismo
cuando lleguemos a casa.”
Capítulo 4: “Hogar dulce Hogar”

“Usted vino al mundo sin nada, y el propósito de su

Vida es hacer algo de la nada.”- Henry Louis Mencken.

Isabella swan

El doctor Cullen condujo en silencio. No había dicho nada de nada desde que salimos del centro
médico. No estaba segura de si ese era su comportamiento habitual o si se había molestado cuando
entré en pánico. No me había explicado exactamente que habían hecho conmigo, pero me hacía una
idea bastante clara de que me habían puesto un chip de rastreo, lo que sea que eso significase. Eso me
puso nerviosa, el hablar de microchips y GPS. No podía ser bueno, estaba segura de ello.

Su teléfono sonó y él lo cogió mirando la pantalla. Suspiró de forma exagerada, pareciendo frustrado y
lo abrió. “Doctor Snow, ¿a qué debo el honor?” Dijo con una voz extrañamente animada que no
coincidía con su expresión. Oí una voz de hombre responder por la línea, pero no pude entender lo que
decía.

“¡¿Qué?! ¡¿Dónde está él?!”


El doctor Cullen resopló después de un momento, dio las gracias al doctor y colgó. Presionó un par de
botones en su teléfono y lo puso de vuelta en su oído escuchándolo sonar.

Una voz contestó seguida de un pitido y el doctor Cullen gruñó. “Edward Anthony tienes exactamente
veinte minutos para que me devuelvas la llamada o el carro se va,” dijo bruscamente. Cerró el teléfono
con fuerza y suspiró.

El doctor Cullen estaba callado de nuevo, un incómodo silencio permanecía en el coche. Después de
un momento mi estómago gruñó con fuerza y me sonrojé, avergonzada.

El doctor Cullen me miró en ese momento. “¿Te perdiste el desayuno esta mañana?”

Preguntó.

“Charles no nos permite desayunar, señor.”

Lo miré y lo atrapé rodando los ojos. “No me extraña que estés tan flaca. ¿Cuándo fue la última vez
que comiste?”

“La noche anterior a esta última,” dije. La cabeza del doctor Cullen se movió rápidamente en mi
dirección y me miró con incredulidad.

“Cristo, necesitas una hamburguesa con queso,” murmuró. Sonreí levemente.

Condujo alrededor de un minuto más o menos antes de pegar un frenazo y girar rápidamente a la
derecha entrando en un estacionamiento. Miré hacia arriba y vi los arcos de oro, y mis ojos se
ampliaron. No era completamente ignorante sobre el mundo exterior. El hecho de que no
experimentara personalmente las cosas no quería decir que no supiera que existían. De vez en cuando
llegaban a mis manos periódicos y revistas, y les echaba una ojeada cuando no había nadie cerca ya
que no sabían que yo sabía leer. También había podido ver algo de televisión en los últimos años.
Nunca llegué a sentarme y disfrutar de verla, pero podía echar unos vistazos furtivos cuando nadie me
estaba prestando atención y la escuchaba desde otra habitación cuando Charles y su esposa la estaban
viendo. Así que sólo porque técnicamente era una esclava desde el día en que nací, escondida del
mundo exterior, no quiere decir que no supiera qué era un McDonald’s.

“¿Has probado alguna vez la comida rápida?” Dijo mientras paraba en el autoservicio. Negué con la
cabeza y él suspiró.

“¿Qué quieres?”

“Eh, lo que usted quiera comprarme,” le dije, un poco sorprendida de que no sólo me fuera a comprar
algo de comer, sino que también me preguntara qué es lo que yo quería. Esta era sin duda la primera
vez que hacían eso por mí.

“Sólo tienes que elegir lo que quieres,” dijo, encogiéndose de hombros. Le eché un vistazo al menú, un
poco abrumada.

“Nuggets de pollo, supongo,” él asintió y pidió un McNugget combinado con una Coca-Cola. Pagó con
una tarjeta de crédito plateada y me entregó la bolsa de comida.
“Puedes comer en el coche,” dijo. Le sonreí y le di las gracias, pero él hizo un gesto con la mano como
si no fuera gran cosa. Le estaba agradeciendo por todo. Lo que a él no le parecía nada especial,
significaba mucho para mí. Era un simple gesto, pero nadie había sido nunca tan amable conmigo.

Comí despacio y en silencio, saboreando cada bocado, a pesar de que estaba muerta de hambre.
También disfrute de la efervescencia del refresco, ya que nunca lo había probado. Charles nos prohibía
todo lo que no fuera agua y el ocasional vaso de leche o jugo de fruta, que nos daba si lo veía
necesario.

El teléfono del doctor Cullen finalmente sonó y lo cogió. Sacudió la cabeza y lo abrió. “Eso fueron 27
minutos, Edward.”

Hubo silencio mientras el doctor Cullen escuchaba a la persona al otro lado del teléfono. Se detuvo en
la luz roja, y subió su mano para pellizcarse el puente de su nariz, cerrando los ojos. “Sólo han pasado
dos semanas, hijo. Dos semanas desde que volviste a Forks y no puedes mantenerte alejado de los
problemas. Tal vez la escuela secundaria pública no es para ti, tal vez deberías volver a la Academia
Gran River.”

Casi me reí a carcajadas al oír a la persona en el teléfono gritar “NO”, pero me contuve, sin querer
parecer que estaba escuchando lo que no debía. Deduje que Edward era uno de los hijos del doctor
Cullen.

El semáforo cambió, y el doctor Cullen todavía tenía los ojos cerrados. “Señor, la luz está verde,” dije
dudosa, sin saber cómo iba a tomarse mi interrupción. Sus ojos se abrieron y me miró, sonriendo
ligeramente mientras pisaba el acelerador.

“Sí, es ella,” dijo, mirando brevemente hacia mí. “Pero deja de cambiar el tema. Estaré en casa en un
par de horas y entonces lo discutiremos.”

El doctor Cullen cerró su teléfono y sacudió la cabeza. “¿He mencionado que mi hijo menor tiene la
habilidad de meterse en problemas? Se ve exactamente igual a su madre, pero te juro que es un clon de
mí a su edad. Él ya sigue mis pasos.”

“¿Y él es el quisquilloso?” Le pregunté.

El doctor Cullen sonrió. “Isabella, ¿siquiera sabes lo que significa quisquilloso?”

Le sonreí tímidamente, sonrojada de vergüenza. “No, señor.”

Se echó a reír. “Delicado. Peculiar. Exigente. Un gran dolor en el culo.”

Me reí en voz alta, deteniéndome de repente y cubriendo mi boca con la mano. Lo miré con ojos muy
abiertos. “Lo siento,” murmuré.

Él sonrió. “No hay necesidad de pedir disculpas. Reír es bueno, deberías hacerlo más a menudo.”

Asentí con la cabeza, sonriendo. Terminamos el viaje en silencio, ninguno de los dos dijimos una
palabra hasta que se detuvo en el aeropuerto. Estaba un poco temerosa de volar, ya que nunca había
considerado siquiera la opción de subirme a un avión, pero me quedé callada.
El doctor Cullen metió la mano en el asiento de atrás y agarró una bolsa. Sacó un frasco de pastillas
color naranja y la abrió, sacó una pequeña pastilla blanca y me la entregó. Lo miré interrogante.

“Es Ativan, para la ansiedad. Evitará que tengas un ataque de pánico.”

Asentí y tomé la píldora con cautela. Dentro de mí escuché una voz gritando que no confiaran él, ya
que nunca se debe confiar en alguien que compra a otro ser humano como si fuera una posesión. Pero
había una parte de mí que se sentía cómoda con el doctor Cullen, tan irracional como pudiera parecer.
A pesar de que era difícil de leer y, a menudo parecía molesto y frustrado por mi culpa, en general
había sido sorprendentemente amable. Él me miraba con expectación, así que metí la píldora en mi
boca, tragándola.

Seguí al doctor Cullen por el interior del aeropuerto, manteniéndome a su lado en todo momento
cuando devolvió el coche de alquiler y empezó a registrarnos en el vuelo a Seattle. Lo seguí a través
de seguridad, siguiendo sus indicaciones ya que estaba completamente fuera de mi elemento. Mi
temor aumentaba y temblaba ligeramente, ya que nunca antes había estado rodeada de tantas personas.
Era estresante.

El doctor Cullen sacó una tarjeta de identificación y me la entregó. La miré y vi que tenía mi foto en
ella. Los datos estaban correctos a excepción de la fecha de mi nacimiento, la que era dos años antes
de la fecha real.

Nos sentamos unos minutos hasta que tuviéramos que abordar el avión. Estaba mirando hacia abajo a
la tarjeta de identificación, un poco confundida, y el doctor Cullen miró hacia mí.

“Feliz cumpleaños número dieciocho,” dijo. Lo miré arqueando una ceja. Él sonrió. “No puedo tener a
una menor trabajando en mi casa, las leyes sobre el trabajo infantil y todo eso. Por mera precaución.”
Asentí un poco sorprendida de que se hubiera molestado tanto. Yo estaba acostumbrada a estar
escondida, sin que nadie supiera que existía.

Sentí que la droga me golpeó después de un momento, una ligera sensación relajante me invadió. Me
sentía inmensamente agradecida, mi miedo se disipaba.

Se escuchó una mujer por el intercomunicador anunciando que nuestro avión estaba siendo abordado.
El doctor Cullen había comprado asientos de primera clase, negándose a volar en turista y sin querer
dejarme fuera de su vista. Me asusté un poco en el despegue y al principio cuando hubo algo de
turbulencia, pero no fue tan malo como esperaba. Me quedé dormida a mitad del vuelo, totalmente
agotada por no haber dormido la noche anterior.

El vuelo duro unas tres horas. Llegamos cerca de las cinco de la tarde y el doctor Cullen me dio un
codazo para despertarme. Lo seguí al bajar del avión y al salir del aeropuerto hacia el
estacionamiento. Me llevó hasta un Mercedes Negro con vidrios polarizados, abrió la puerta del
pasajero y haciéndome entrar.

Condujo por la costa y nos embarcamos en un ferry alrededor de las 5:30. Estaba emocionada pero
traté de contenerme—nunca había estado en el agua antes y era absolutamente hermoso. El viaje en el
transbordador nos llevó cerca de una hora, al llegar nos deslizamos de nuevo en el coche para
dirigirnos de vuelta a la carretera.
Parecía que habíamos estado conduciendo por una eternidad cuando finalmente el doctor Cullen
desaceleró y salió de la carretera principal, para entrar en un camino lleno de vegetación.

Parecía estar en medio de la nada, no había otras casas cercanas. Ya estaba oscuro y miré el reloj en el
salpicadero. Eran las nueve y veinte de la noche.

El clima aquí era horrible. Yo estaba acostumbrada al aire caliente y seco de Phoenix, pero el aire aquí
era frío y húmedo. Todo en Phoenix era abierto y color marrón, aquí todo era verde y cubierto de
maleza.

Condujo por el estrecho camino durante algunos minutos, sin nada que nos rodeara excepto árboles,
antes de llegar a un claro. Mis ojos se abrieron y me quedé boquiabierta cuando la casa quedó a la
vista.

Era enorme. Siempre había pensado que Charles tenía una casa grande, pero esta era más del doble
que la suya. La casa parecía haber estado aquí durante mucho tiempo, pero se encontraba en muy
buenas condiciones. Era blanca, de tres pisos de alto con un gran porche alrededor del primer piso. El
claro donde estaba la casa tenía algunos árboles grandes dispersos, me imagino que daban sombra
durante el día.

El doctor Cullen me llevó hasta la puerta principal y la abrió, indicando con la mano que pasara. Lo
hice con timidez, sintiéndome completamente fuera de lugar. La casa era elegante, clásica, me sentía
que con tan sólo estar ahí la degradaba.

Entré en una habitación grande, lo suficientemente grande que originalmente podrían haber sido varias
habitaciones, y miré a mí alrededor. Todo estaba en diferentes tonos de blanco, haciéndola parecer
abierta y aireada. La pared del fondo era de cristal y se podía ver el patio trasero, apenas distinguiendo
los árboles en la oscuridad.

Miré a mi junto a mí, a la izquierda vi una plataforma con un piano en ella. Detrás del piano había una
puerta que daba a la cocina, por lo que pude adivinar. Delante a la izquierda había una sala de estar,
podía ver el sofá. A la derecha había una gran escalera, con algunas habitaciones detrás de ella, pero
no podría decir para lo que eran.

El doctor Cullen cerró con seguro la puerta principal y presionó algunos botones en un enorme teclado
que estaba en la pared. Pasó por delante de mí y entró en lo que creí que era la cocina y oí golpes de
gabinetes al cerrarse. No estaba segura de lo que debía hacer, si se suponía que tenía que seguirlo. Sin
embargo, él no me había dicho nada, así que me quedé en mi lugar, mirando al suelo.

Después de un momento escuché el movimiento de alguien bajando las escaleras. Me asomé, y mis
ojos se agrandaron al ver una enorme figura. Tenía el pelo corto y oscuro, ligeramente rizado. Tenía
unos músculos tan grandes que nunca antes había visto en otra persona y media por lo menos 1,82.
Parecía joven, sus rasgos faciales todavía algo suaves, pero su cuerpo era intimidante. Bajé
rápidamente mi mirada de nuevo al suelo, mi corazón acelerado. Se detuvo en el último escalón y
pude sentirlo mirándome.

“Hola hijo,” se oyó resonar la voz del doctor Cullen. Lo miré y estaba parado en la puerta de la cocina,
mirando al chico que acababa de bajar por las escaleras. Llevaba un sándwich en la mano, y me puse
nerviosa, sin saber si yo debería haberlo hecho por él.

“Podría haberle hecho algo de comer, señor,” dije en voz baja, mi voz quebrada por la ansiedad.

“Tonterías, niña, soy perfectamente capaz de hacerme un sándwich,” dijo con una sonrisa. Asentí y
volvía a mirar al suelo. Suspiró y se acercó, deteniéndose frente a mí. Extendió su mano y agarró mi
barbilla, tirando de mi cabeza para mirarlo. “Relájate,” dijo, en voz baja, dándome una pequeña
sonrisa. Le devolví la sonrisa, pero no logró calmar mis nervios. Oí a alguien bajando las escaleras y
el doctor Cullen me soltó, alejándose de delante de mí. Eché un vistazo y vi a un muchacho alto con la
piel ligeramente bronceada y el pelo rubio y rizado.

“Isabella, este es mi hijo el de en medio, Jasper.” dijo el doctor Cullen, señalando hacia el rubio.

“Hola Isabella,” dijo Jasper sonriendo cortésmente.

“Hola, Jasper, señor,” dije.

“Y este es mi hijo mayor Emmett,” dijo el doctor Cullen señalando hacia el gran chico de pelo oscuro.
Lo miré, y él sonrió, asintiendo con la cabeza.

“Hola,” me dijo. Sonreí.

“Hola, señor.”

Pegó una carcajada asustándome. “Oh, no, eso no puede ser. No puedo ser mucho mayor que tú. Señor
es totalmente innecesario.”

“Lo siento,” dije en voz baja, sonriendo levemente.

El doctor Cullen se echó a reír, divertido por algo. Lo miré y estaba negando con la cabeza. Después
de un momento se aclaró la garganta. “¿Dónde está Edward?” Preguntó.

Emmett rodó sus ojos. “En su cuarto.”

“¿Está solo?” El doctor Cullen preguntó, con voz vacilante, como si realmente no quisiera saber la
respuesta. Emmett se encogió de hombros.

El doctor Cullen negó con la cabeza. Sacó su móvil del bolsillo y marcó un número. “Trae tu culo a mi
oficina en los próximos cinco minutos,” dijo rápidamente antes de colgar. Él me sonrió. “Debes tener
hambre, Isabella. Por qué no vas a la cocina y te haces un sándwich. Después de que comas Jasper te
puede mostrar tu habitación. Tendré que comprarte algo de ropa mañana, pero intentaré conseguir algo
para que duermas esta noche.”

Asentí con la cabeza y vacilé, pero me di la vuelta y me alejé. Me detuve cuando entré en la enorme
cocina, que tenía de todo. Los mostradores eran de mármol, casi todo era negro y metálico,
exactamente lo contrario al resto de la casa.

Alguien pasó junto a mí y me estremecí por el inesperado contacto. Miré hacia arriba para ver a
Emmett mirándome inquisitivamente, obviamente escéptico por mi reacción, Jasper entró detrás de él
y me sonrió ligeramente.

“¿Tienes hambre?” Preguntó, alzando las cejas. Asentí con la cabeza y él abrió la puerta del
frigorífico, mirando dentro. Emmett agarró una barra de pan de la encimera y abrió la bolsa, mientras
que Jasper sacaba un poco de jamón y las rebanadas de queso.

“Eh, yo puedo hacer eso,” dije, dirigiéndome hacia ellos. La mano de Jasper salió disparada hacia mí y
me congelé abruptamente, retrocediendo instintivamente, preparándome para recibir el golpe. Él
frunció el ceño y mis ojos se abrieron cuando me di cuenta de que sólo había levantado la mano para
indicarme que me detuviera.

“No iba a pegarte,” dijo con incredulidad.

“Lo siento, sólo… estoy acostumbrada a ello.” Le dije, mi voz suave. Él suspiró.

“Me lo imagino,” murmuró. Cogió un poco de pan que Emmett le tendió e hizo un sándwich
rápidamente. Sacó una toalla de papel y me la entregó junto con el sándwich.

Lo tomé vacilante. “Gracias, señor.”

“No hay de qué.” Me quedé allí comiendo mi sándwich en silencio. Emmett se hizo uno y se fue en
dirección del piso de arriba. Jasper guardó todo y limpió, se volvió hacia mí cuando terminó. Estaba
callado, con una expresión curiosa. Su mirada me estaba poniendo nerviosa y mis manos comenzaron
a temblar. Después de un momento el suspiró y se dio la vuelta, dándome la espalda.

“¿Jasper, señor?” dije cuando terminé mi sándwich. “¿Dónde está el bote de la basura?”

Sonrió y abrió un gabinete junto a él, donde estaba el bote de la basura. Caminé y tiré mi toalla de
papel.

“Vamos, te voy a dar la gira,” dijo. Señaló el comedor junto a la cocina. Volvimos a la enorme
habitación y yo lo seguí hasta la sala de estar, donde señaló la televisión y el equipo de sonido, las
consolas de juegos y las computadoras. Le sonreí amablemente, sin comprender realmente por qué se
tomaba la molestia, pero fue amable de su parte de todos modos. Señaló el baño y la lavandería debajo
de la escalera, y otra habitación, la cual indicó que estaba cerrada con llave constantemente y solo el
doctor Cullen tenía la llave.

Empezamos a caminar hacia la escalera y Jasper vaciló. “El piano, del cual quizás desees mantenerte
alejada. Si Edward te atrapa tocándolo, probablemente te rompería los dedos.”

Su voz era seria y sentí que mi miedo aumentaba un poco ante sus palabras. Todavía tenía que conocer
a Edward, pero deduje que era el más problemático de los chicos Cullen y por lo que los otros habían
dicho, probablemente, el menos amigable.

Nos dirigimos por la amplia escalera al segundo piso y llegamos a un pasillo con paneles. Señaló su
habitación y frente a ella la de Emmett, luego hacia la parte posterior señaló la habitación del doctor
Cullen y su oficina.

Nos dimos la vuelta para dirigirnos de nuevo a las escaleras cuando de pronto una voz gritó una serie
de groserías dentro de la oficina del doctor Cullen. Me quedé inmóvil, mis ojos abiertos por la
sorpresa. Jasper se echó a reír sacudiendo la cabeza.

“Ese debe de ser Edward. Toma algún tiempo acostumbrarse a él.”

Jasper me llevó hasta el tercer piso, saliendo a otro largo pasillo con paneles. Al frente estaba una
habitación inmensa que Jasper dijo era la biblioteca. Caminamos hacia la parte de atrás y Jasper se
detuvo.

“Este es la habitación de Edward,” dijo, señalando a la de la derecha. “Y esta será la tuya,” dijo,
señalando a la de la izquierda. “Cada habitación tiene su propio baño.”

Asentí con la cabeza, dándole las gracias en voz baja. Sonrió y abrió la puerta de la recamara, agitando
mi interior. Entré con cautela y Jasper encendió la luz. Mis ojos se abrieron por la sorpresa ante lo
enorme que era la habitación. Estaba totalmente amueblada, una cama enorme con una cómoda de
caoba y un tocador con un gran espejo. La habitación tenía una alfombra de felpa blanca, las paredes
eran de un color marrón suave. Había un sofá de cuero marrón, cerca de la parte delantera de la
habitación con una pequeña mesa de caoba frente a él. Miré a mi alrededor y mis ojos se posaron en el
televisor de pantalla plana que colgaba de la pared. Lo miré boquiabierta por un momento,
parpadeando con rapidez y negando con la cabeza.

“¿Está seguro de que tengo que dormir aquí? Quiero decir, tiene que haber un error.”

Él rio suavemente. “No, ningún error. Definitivamente esta es tu habitación. Ponte cómoda, voy a ver
lo de tu ropa para dormir.”

Jasper dio media vuelta y salió, cerrando la puerta detrás de él. Me quedé inmóvil en mi lugar,
mirando todo a mi alrededor, decir que estaba asombrada era quedarme corta. Estaba totalmente
aturdida, fuera de mi elemento.

Después de unos minutos de completo silencio, una puerta se cerró con fuerza del otro lado del
pasillo, asustándome. Salté y grité agarrándome el pecho cuando mi corazón comenzó a acelerarse.
Suaves golpes se oyeron en mi puerta y esta se abrió lentamente. Me di la vuelta para ver al doctor
Cullen en la puerta. Sonrió y me tendió algo de ropa.

“Son algo grandes para ti, pero es lo mejor que pudimos conseguir por ahora.”

“Gracias,” dije, tomando la ropa. Él asintió y se volteó para irse, pero vaciló.

“Esta también es tu casa ahora, Isabella. Espero que te empieces a sentir cómoda aquí. Solo recuerda
todo lo que te he dicho y no deberías tener ningún problema. Pero si surge alguno, no dudes en acudir
a mí. ¿De acuerdo?”

“De acuerdo,” dije en voz baja.


Capítulo 5: “Un mundo completamente nuevo”

“Cada amigo representa un nuevo mundo en nosotros, un mundo que posiblemente no nacerá hasta
que ellos lleguen, y es solo por esta reunión que un nuevo mundo nace.” – Anais.

Isabella swan

Empecé a hiperventilar en el momento que el doctor Cullen cerró la puerta de mi habitación, y me


dejó sola el resto de la noche. Mis rodillas se tambaleaban y caminé lentamente hacia el sofá,
colapsando en él. Me sentía tan tonta, por derrumbarme como lo estaba haciendo, pero no podía
evitarlo. No estaba asustada en sí, o aterrada por el miedo. Estaba totalmente abrumada y confundida,
insegura por el giro que mi vida estaba tomando. Todo estaba sucediendo tan rápido, nada tenía
sentido. No estaba acostumbrada a los cambios, todo era nuevo para mí, tanto que no sabía cómo
tomarlo.

Después de calmarme lo suficiente como para moverme, me puse de pie y me quité la ropa. Recogí la
ropa que el doctor Cullen me había llevado y la extendí. Me puse el pantalón de franela de color rojo y
negro, enrollándolo por la cintura un par de veces para que me quedaran mejor. Todavía me quedaban
enormes, arrastrando por el suelo. Agarré la camisa y la miré vacilante. Decía Instituto de Forks en el
frente con la imagen de una pelota de fútbol. En la parte de atrás estaban las letras ‘C-U-L-L-E-N’ lo
que para mí probablemente sería su apellido, junto con el número 21. La deslicé por mi cuerpo y casi
cayó hasta mis rodillas.

Me acerqué a la puerta que conducía a mi cuarto de baño y la abrí. Encendí la luz y jadeé. El baño era
enorme, con baldosas blancas y una enorme bañera en la esquina. También había una ducha con
puertas de vidrio esmerilado y un enorme lavamanos con un gran espejo encima. Era impresionante,
por decir lo menos.

Encontré toallas y paños en un gabinete cerca de la taza y agarré uno de cada uno. La toalla era suave
y esponjosa, tenía un suave y delicado aroma a flores seguramente por el detergente que usaban para
lavarlas. Me acerqué al lavamanos y me lavé la cara, quitándome todo el maquillaje que el doctor
Cullen me había puesto y que todavía había desaparecido. Me sequé y me miré en el espejo,
frunciendo el ceño. El doctor Cullen tenía razón, se podía distinguir claramente en el moretón la débil
huella de una mano. Sin embargo, no era tan malo como pensaba, había tenido peores. Desde que la
esposa de Charles descubrió mi paternidad le tomó el gusto a marcar mi cara. Me habían golpeado tan
duro antes que mi rostro estaba hinchado y apenas podía ver a través de mis ojos. Mi nariz se había
roto una vez durante una paliza, pero nunca tuve atención médica por ello. Charles nunca nos dio
atención médica por nada, siempre dijo que si algo nos ocurría a uno de nosotros y no se curaba por sí
solo nos hacía un favor al sacarnos de nuestra miseria. Ahora mi nariz tenía una protuberancia y
estaba ligeramente torcida, pero no era tan horrible. Había sido relativamente afortunada al tratarse de
daños permanentes. Además de la nariz levemente desfigurada, todo lo que tenía eran cicatrices.
Había visto a otras mujeres perder dientes y romperse huesos importantes que nunca soldaron
adecuadamente, lo que, en cierto modo, las incapacitaba. Una chica quedó ciega de un ojo por una
patada en la cara. Este moretón no era nada. Se desvanecería y con él, el recuerdo. Los moretones se
olvidan fácilmente.

Apagué la luz y volví a entrar en la habitación. Me acerqué a la puerta para apagar la luz y me detuve.
Apenas podía oír la música que venía del otro lado del pasillo. No podía entender qué clase de música
era, pero sonaba un poco como rock suave. No es como si desde aquí pudiera reconocer el nombre del
artista o la canción. Nunca había estado expuesta a mucha música, además de lo que Charles y su
esposa de vez en cuando ponían o lo que oía proveniente de la televisión cuando pasaba. Sea lo que
sea, sonaba relajante y suave.

Apagué la luz y me acerqué a la cama, tirando del edredón y metiéndome en ella. El colchón era tan
suave que casi me hundí completamente en él. Las sábanas estaban lisas y sedosas, y el edredón
esponjoso y suave. Me envolví bien en el edredón y suspiré contenta cuando mi cabeza se hundió en la
almohada. No podía recordar alguna vez que hubiese estado tan cómoda, sintiéndome tan…. segura.

Era sorprendente como a pesar de estar totalmente agotada, no lograba conciliar el sueño, no podía
desconectar mi mente. Estaba tratando de asimilar todo, tratando de poner todo en orden en mi mente.

No me estaba engañando a mí misma, sabía lo que era. A pesar de la cómoda cama y la amplia
habitación, seguía siendo nada más que una esclava. Mi vida estaba en sus manos para que hicieran
conmigo lo que quisieran. El que parecieran más humanos de lo que estaba acostumbrada, no quería
decir que las cosas no pudieran cambiar rápidamente. No sería complaciente, no bajaría mi guardia.
Conocía mi lugar en el mundo, podrías disfrazarlo todo lo que quisieras, pero no cambiaba los hechos
básicos. Yo era una propiedad, le pertenecía a alguien.

En la casa de Charles había presenciado el temperamento del doctor Cullen, había visto cuanto miedo
Charles le había tenido. Me imagino que tenía que haber algún tipo de historia ahí, pero nada de lo que
tuviera conocimiento. Aparentemente, el doctor Cullen parecía ser relativamente tranquilo y
bonachón, pero no me engañaba pensando que no podía ser agresivo. Había visto en secreto ‘Los
Intocables’ más de una vez, sabía a ciencia cierta que hombres como él eran realmente peligrosos.
Tras esa apariencia tranquila, algo bullía en su interior, algo volátil, algo que no quería desatado sobre
mí. Charles era iracundo, perdía el control rápidamente y descargaba su furia contra ti, pero siempre
había sido soportable. Tenía la sensación de que el doctor Cullen era el tipo de hombre que rara vez
perdía el control, pero cuando lo hacía no podías escapar de él.

Sus hijos me sorprendieron. Emmett era intimidante, no había duda de ello, me sentía insignificante al
estar en una habitación con él debido a su tamaño. Instintivamente encendía el miedo. Sin embargo,
parecía agradable, con un carácter alegre y despreocupado. Su apariencia y personalidad
definitivamente no concordaban entre sí, me tomaría algún tiempo superar la aversión natural a él. En
cuanto a Jasper, había algo en él ligeramente calmante y relajante. Era dulce y cortés. Me había
impresionado su forma de tratarme, como si yo fuera su igual, incluso me había hecho un sándwich.
Me había servido a mí, la sirviente. Era desconcertante. Al principio me preguntaba si sabía lo que yo
era, pero el doctor Cullen me había asegurado que no había secretos en su casa.

Todavía tenía que conocer al más joven, Edward, y para ser honestos tendría que decir que estaba
inquieta por ello. Estaba preocupada por cómo iba a actuar, cómo me iba a tratar. La impresión que
tenía hasta ahora era que en general era algo exigente en cuanto a las cosas y que era bastante
problemático. Sin duda era malhablado y no tenía miedo de decirle a su padre lo que pensaba, así que
no estaba segura de que hubiera una razón para que no me agrediera verbalmente. Aunque el doctor
Cullen había dicho que era muy parecido a él, y eso me daba algo de esperanza. Al menos el doctor
Cullen no había sido tan malo.

Di vueltas en la cama toda la noche, conciliando el sueño eventualmente, pero despertando


abruptamente poco tiempo después, mirando confundida a mi alrededor. Cuando me daba cuenta de
donde estaba me volvía a quedar dormida, solo para continuar con el mismo patrón. En un momento
dado miré el reloj y vi que pasaban unos minutos de las cinco de la mañana. Charles siempre exigió
que nos levantáramos a las cinco para comenzar nuestro día y si se enteraba que no nos levantábamos
a tiempo nos castigaba. Pero dormíamos lo que queríamos cuando él se iba, esos días siempre fueron
nuestros días favoritos, cuando podíamos dormir hasta el mediodía y nadie diría nada. La gente que
nos vigilaba cuando Charles no estaba nunca le dijeron una palabra de ello.

Estaba que me subía por las paredes por no haberle preguntado al doctor Cullen a qué hora se esperaba
que me levantara por las mañanas. Me quedé recostada unos minutos, mirando el reloj, antes de
suspirar y levantarme. Ahora ya no podría conciliar el sueño de nuevo.

Rápidamente hice mi cama y caminé a través de la habitación, abrí la puerta lo más silencioso posible.
El piso estaba oscuro y silencioso, la música que había oído antes se había ido. Cerré la puerta y en
silencio me dirigí por el pasillo, envolviendo mis brazos alrededor de mi pecho. Estaba nerviosa y
ansiosa, un poco insegura de qué hacer. No podía solo estar paseándome por ahí, tenía que hacer algo.

Bajé las escaleras lentamente y con precaución por la oscuridad, rogando silenciosamente por no
tropezar y caer. Lo último que necesitaba era caerme y salir volando por las escaleras y despertar a
todos en la casa. El segundo piso también estaba oscuro, pero apenas pude escuchar el sonido de agua
corriendo en alguna de las habitaciones. Seguí bajando las escaleras con cuidado, haciendo una pausa
al llegar al vestíbulo.

La planta baja estaba a oscuras, excepto por un sutil resplandor que venía de la cocina. Caminé hacia
allá lentamente y escuché el sonido de cosas moviéndose, un gabinete cerrándose. Pasé por donde
estaba el piano y levanté la vista cuando llegué a la entrada de la cocina, deteniéndome bruscamente,
mis ojos se abrieron ante lo que estaba frente a mí.

Alguien estaba parado en la cocina, sirviéndose un vaso de jugo de naranja. No lo reconocí y supe de
inmediato que tenía que ser Edward. En el momento en que mis ojos se posaron en él algo despertó
dentro de mí, algo desconcertante e inesperado. Me quedé de piedra, congelada en mi lugar, incapaz
de pensar o actuar.

La cocina estaba oscura, pero lo podía ver claramente por la tenue luz del refrigerador. Era alto y
delgado, pero con un cuerpo bien formado. No llevaba puesta camisa y me estaba dando la espalda.
Pude ver un tatuaje bastante grande en el centro de la parte superior de su espalda, era circular y
parecía ser el símbolo de algún tipo de animal, una mano y algunos tréboles. La palabra “Cullen”
estaba escrito en él, lo que prácticamente me confirmó que esa palabra era, de hecho, su apellido. Pude
distinguir los músculos bien definidos de su espalda y sus brazos, y sus hombros ligeramente amplios.
Pude ver el comienzo de un tatuaje en su brazo izquierdo, pero no pude distinguir lo que era. Su piel
era pálida y casi brillaba con la luz. Su pelo era de un color bronce y era un desastre total, saliendo
disparado en todas las direcciones imaginables. Se giró un poco y quedó de medio lado, pude ver con
facilidad que su estómago estaba bien tonificado. Sus pantalones de franela verdes caían bajo sus
caderas, dejando al descubierto sus prominentes caderas y la parte superior de un par de bóxer negros.
Observé un lado de su cara y sus facciones eran angulares y afiladas. Su pelo desordenado caía hacia
delante, y algunas partes de él caían ligeramente en sus ojos.

No era en absoluto nada de lo que yo esperaba. Esperaba que su apariencia fuera dura, intimidante. La
persona que estaba delante de mí era fascinante. Nunca me había sentido atraída por alguien antes,
nunca pensé que lo haría, pero el chico frente a mí provocaba una parte de mí que no sabía que existía.
La parte que después de todo, seguía siendo una chica promedio de dieciséis años que reconocía algo
hermoso cuando lo veía.

Era completamente ridículo y estúpido, y traté de rechazarlo de inmediato. Era un niño rico malcriado
y yo era su esclava traída para encargarme de los quehaceres por él. Era ridículo enamorarme o
sentirme atraída por él, sintiendo esas mariposas al verlo. Estos sentimientos que tenía eran
vergonzosos y repulsivos.

Exhalé bruscamente, doliéndome el pecho. No me había dado cuenta que estaba conteniendo la
respiración. Edward lo escuchó y dio un salto, asustado. Su cabeza giró rápidamente en mi dirección,
sus ojos muy abiertos por la sorpresa. Dejó caer su bebida accidentalmente, el vaso golpeó contra el
suelo y el jugo de naranja voló por todas partes.

“¡Mierda!” gritó, saltando hacia atrás, pero no pudo evitar que el jugo de naranja le salpicara los
pantalones. Mis ojos se abrieron sorprendidos cuando él se congeló en su lugar, mirando hacia sus
pantalones empapados con incredulidad. Levantó su mirada lentamente hacia mí y arqueó una ceja, su
rostro pasó a través de diferentes emociones. Incredulidad. Shock. Confusión.

Yo había estado inmóvil, mirándolo con la boca abierta, pero en el momento que su rostro se
ensombreció con ira, mi sistema fue sacudido de vuelta a la vida. Corrí para agarrar el rollo de toallas
de papel. Prácticamente me arrojé a sus pies al mismo tiempo que él tomó una toalla de la encimera y
se agachó para limpiarlo el mismo. Chocamos, nuestras cabezas se golpearon con tanta fuerza que lo
lanzó hacia atrás. “¡Mierda!” gritó.
Un intenso y punzante dolor atravesó mi cabeza, mis ojos se llenaron de lágrimas mientras hacía una
mueca de dolor. Agarré mi frente y levanté mi mirada para ver a Edward sentado en el suelo,
frotándose la frente. Tenía el ceño fruncido y sus ojos se estrecharon hacia mí. Me di cuenta de un
pequeño vendaje que tenía a un lado de la frente, cerca de su ojo izquierdo. Mis ojos se ampliaron
sorprendidos cuando me di cuenta que había chocado con él cuando él ya estaba herido.

“¡¿Tienes que andar sorprendiendo a la puta gente?! ¡Cristo, eres peor que un maldito gato! ¡¿Tengo
que comprarte una campana?!” Escupió, todavía frotándose la cabeza. El miedo se disparó a través de
mí, y mis manos comenzaron a temblar.

“Lo siento tanto, señor,” dije, mi voz temblorosa. Solté mi cabeza y extendí la mano para agarrar la
toalla que él había dejado caer y empecé a limpiar el jugo de naranja en el suelo. Mi visión estaba
borrosa por las lágrimas y maldije en silencio cuando una se deslizó por mi mejilla. Esto estaba mal,
muy mal. Mi primera mañana aquí y ya había herido a alguien y hecho un desastre.

Grité con sorpresa y miedo cuando su mano agarró mi muñeca con fuerza, deteniendo mis
movimientos. Fue como si una descarga eléctrica se dispara a través de mí y jadeé. Lo miré con los
ojos abiertos, mi cuerpo temblando de miedo. Sus ojos se estrecharon y su mirada era intensa mientras
estudiaba mi rostro.

“¿Qué pasa contigo?” Preguntó en voz baja. Dudé un momento sin saber qué decir. No tenía idea de lo
que él quería escuchar, pero tenía que hacer algo, decir algo, para tratar de solucionar esto.

“Fue un accidente, señor. Le aseguro que nada como esto volverá a suceder. Por favor, no me
castigue,” dije en voz baja, mi tono suplicando para que me entendiera. Él arqueó una ceja mirándome
fijamente, sin soltar mis muñecas. Era desconcertante y aparté mi vista, mirando hacia el suelo,
tratando de prepararme para lo que vendría después.

“¿Por qué demonios te iba a castigar?” Preguntó después de un momento, su voz mezclada con
confusión. Lo miré sorprendida por su tono de voz, y vi que su expresión era de desconcierto.

“Ah, bueno, yo…” Tartamudeé. Traté de pensar claramente, pero la intensidad de su mirada me había
aturdido, desconcertado. Iba a hablar de nuevo cuando la luz del techo se encendió de repente,
haciendo que ambos hiciéramos un gesto y cerráramos los ojos.

“Maldita sea, Edward, deja ir a la muchacha,” dijo la voz del doctor Cullen, asustándome. Mi cabeza
se levantó rápidamente y abrí los ojos para verlo de pie junto a nosotros, con el ceño fruncido. Edward
miró molesto a su padre y luego me miró a mí, sus ojos finalmente se posaron en mi muñeca que
todavía agarraba con fuerza. Me soltó de inmediato, alejando su mano y poniéndose de pie.

“Lo siento,” murmuró, pasándose una mano por el pelo.

“¿Qué ha pasado?” El doctor Cullen preguntó bruscamente, señalando el desastre en el suelo.

“No volverá a suceder, señor, lo siento,” dije, al mismo tiempo que Edward murmuró. “Yo lo derramé,
me asustó.”

Lo miré con confusión y el doctor Cullen gruñó. “Ve, prepárate para la escuela, Edward,” dijo.
“Pero…” Edward comenzó, pero la mano del doctor Cullen se levantó rápidamente para silenciarlo. El
movimiento me sorprendió y di un respingo, lo que hizo que ambos me miraran.

“No me interesso un cazzo,”* dijo el doctor Cullen con un ligero acento, en un idioma que nunca había
escuchado antes. Sacudió la cabeza con frustración. “Solo vete, no tengo tiempo para ti esta mañana.”

“Bien, como jodidos sea,” dijo enojado, echándome un vistazo al pasar junto a mí cuando salió furioso
por la puerta.

De nuevo me puse a limpiar el jugo que se había derramado y el doctor Cullen suspiró. Se agachó y
cogió el rollo de toallas de papel, arrancó algunas y las colocó en parte del líquido derramado para
absorberlo. Mientras se acercaba su colonia se filtró por mi nariz, tenía un efecto calmante, el aroma y
mezcla embriagadora de maderas, almizcle y frutas. No olía nada parecido a Charles, que por lo
general olía asquerosamente, una mezcla de sudor y árboles de pino.

“¿Qué fue lo que te dije? Dolore nel culo,”* dijo. Lo miré y vi una leve sonrisa en sus labios, sacudió
su cabeza. Entonces vio mi mirada interrogante y se rio. “Es Italiano, significa dolor en el culo.”

“¿Habla usted Italiano, señor?” Le pregunté.

Él asintió con la cabeza. “Sí, lo hablamos con fluidez. Era el idioma preferido por la mayoría en
Chicago, ya que la organización es italiana y nosotros tenemos herencia Italiana. No lo hablamos a
menudo, así que no te preocupes. Por lo general, sale a relucir cuando uno de nosotros se siente
frustrado. Aunque probablemente Edward es la excepción, está bastante encariñado con las palabras
Italianas más coloridas.” Rodó los ojos pero pude ver el brillo en ellos al hablar de Edward. Era
evidente que sin importar si era o no problemático, quería a su hijo. “Hablando de Edward, él no suele
ser tan hostil. Es solo que ahora está algo cabreado conmigo.”

Asentí con la cabeza, sin saber por qué me estaba diciendo tanto y sorprendida porque pareciera que
estaba tratando de excusar la conducta de su hijo. Nunca antes alguien había intentado explicarme su
comportamiento; los amos tenían permitido actuar como quisieran con nosotros, sin importar qué.

“Yo puedo hacer esto señor,” dije de repente, con temor de que manchara su traje con jugo. Era muy
elegante y podía decir que había costado una fortuna.

“Sé que puedes hacerlo, Isabella,” dijo con firmeza, pero no se levantó. “De todos modos, ¿por qué
estas levantada tan temprano? Pensé que dormirías hasta el mediodía por lo menos, para recuperarte
de las emociones de ayer.”

“No sabía a qué hora se suponía que tenía que levantarme todos los días,” le dije, algo confundida.
“Así que me levante a la hora que el amo Charles siempre nos hacía levantarnos.”

El doctor Cullen suspiró, poniéndose de pie y tirando las toallas de papel en el bote de la basura. “Te
levantas cuando te despiertes. No voy a culparte si de vez en cuando duermes más, siempre y cuando
hagas lo que tengas que hacer. Los muchachos se van a la escuela alrededor de las siete y media, si
necesitan algo de ti y sigues dormida, te despertaran.”

“De acuerdo,” dije en voz baja. Me puse de pie y miré a mi alrededor, sosteniendo la toalla empapada
con jugo. El doctor Cullen sonrió.

“Hay una cesta en la lavandería para que la pongas dentro. Asegúrate de trapear el suelo después de
que los chicos se vayan a la escuela y asegúrate de que el resto de la casa esté en orden. No hay mucha
comida en la casa pero sírvete lo que sea. Traeré algo a casa para cenar, así que no tienes que
preocuparte por cocinar hasta mañana. Hoy deberías familiarizarte con la casa y ponerte cómoda. ¿De
acuerdo?”

Sonreí y asentí con la cabeza. “Sí, señor.”


Salí de la cocina y entre en la lavandería, arrojando la toalla en el cesto de mimbre que estaba en la
esquina. Caminé de vuelta y vi a Emmett y a Jasper comenzar a bajar las escaleras. Me alejé de ellos y
caminé de vuelta a la cocina y escuché algo de bulla. Me di la vuelta y vi a Edward volando por las
escaleras, agarrándose de Emmett con fuerza y saltando sobre su espalda. Emmett trató de quitárselo
de encima, gritando, pero Edward se rio y se aferró más a él. Me paré en seco, el sonido de la risa de
Edward provocó que una sonrisa involuntaria curvara mi boca. Era tan ligera y despreocupada,
melódica. Ahora todos estaban riéndose, era un espectáculo tan feliz, algo que nunca había visto antes.

Llegaron al final de la escalera y Edward soltó a Emmett, saltando lejos de él cuando Emmett trató de
darle un puñetazo. Edward se rio entre dientes y pasó su mano por su cabello húmedo, que seguía
apuntando en todas direcciones, pero estaba claro que se lo acababa de lavar ya que era un tono más
oscuro por la humedad, casi marrón. Levantó su vista hacia mí, sus penetrantes ojos verdes
encontraron los míos. Una sonrisa torcida dominó su rostro cuando me vio. Sentí que la sangre se
apresuraba a mis mejillas, coloreándolas con un profundo rubor, y miré instantáneamente hacia otro
lado. Mi corazón comenzó a acelerarse y sentí un hormigueo dispararse a través de mí cuando pasó
junto a mí, rozándome con su brazo. Dudó por un momento, sus pasos vacilantes cuando nuestra piel
se tocó. Lo miré y vi que me estaba mirando con una expresión de sorpresa. Aunque, se desvaneció al
instante y caminó por el pasillo hacia la sala de estar. Escuché rápidamente el televisor encendido.

“Ah, qué bueno que ya se levantaron,” dijo el doctor Cullen. Me di la vuelta y caminé hacia la cocina
deteniéndome en la puerta. No estaba segura de lo que tenía que hacer, si se supone que tenía que estar
allí o se consideraría que estaba espiando. “¿Creen que Alice o Rosalie me harían el favor de pasar
hoy por una tienda después de la escuela y comprar algunas cosas para Isabella? Lo haría yo mismo
después del trabajo, pero no sé nada de lo que usan las chicas y me sentiría un poco pervertido
comprando ropa interior y sostenes para una adolescente.”

Los chicos se rieron y yo solo agaché mi cabeza, un poco avergonzada.

“Sabes que Alice no dejará pasar la oportunidad de ir de compras, especialmente cuando alguien más
es el que paga,” dijo Jasper, riendo. Levanté la vista y vi al doctor Cullen asintiendo.

“Pues adelante, dale tu tarjeta de crédito y dile que traiga lo que compre lo más pronto que pueda.
Isabella, ¿qué talla de pantalones usas?”

Dudé, tratando de recordar. “Cuatro, señor,” dije, segura de que era la correcta.

“¿Zapatos?” Me preguntó.

Solo me quedé mirándolo, no muy segura, ya que los únicos zapatos que había tenido en años eran las
sandalias que había recibido el día anterior. Lentamente me encogí de hombros. Mirándolo con
cautela.

“Está bien. Dile a Alice que consiga pantalones de la talla cuatro y camisetas de la talla pequeña.
Supongo que los zapatos podrían ser del ocho, si no es la talla y no le sirven los podemos devolver. Y
por favor, dile que sea práctica, porque me imagino que Isabella no estará muy contenta si tiene que
andar por la casa en minifaldas y camisetas sin mangas y por encima del ombligo.” Mis ojos se
abrieron por la sorpresa, miedo corriendo a través de mí incluso ante la idea.
Emmett se echó a reír. “No lo sé papá, minifaldas podría ser bueno,” dijo, mientras me miraba y me
guiñaba un ojo. Me sonrojé e inmediatamente bajé la mirada al suelo. Sabía que estaba jugando, pero
era un poco incómodo. No estaba acostumbrada a tanta atención. Todos se rieron, pero el doctor
Cullen, por suerte cambio de tema.

“Compórtate muchacho, o se lo diré a Rosalie,” dijo el doctor Cullen. Jasper se rio y empujó a su
hermano jugando. “Como sea, también necesito que alguno de ustedes lleve a Isabella al
supermercado después de la escuela. Ella hará la comida, así que también debe hacer las compras.”

Levanté la cabeza rápidamente y miré al doctor Cullen en shock. ¿Quería que fuera de compras? Yo
nunca en mi vida había ido a una tienda.

“Yo lo haré,” dijo una voz detrás de mí. Por el susto, di un respingo y me di la vuelta para ver a
Edward allí parado. Sonriendo, con sus cejas levantadas mientras miraba a su padre.

El doctor Cullen suspiró. “¿No tienes entrenamiento hoy?” Le preguntó. Edward entró a la cocina
pasando a mi lado. Abrió un gabinete y sacó un tazón.

“Nop, tenemos libre los miércoles,” dijo encogiéndose de hombros. “Los muchachos están haciendo
pesas después de escuela, pero de todos modos no tengo planes de unirme a ellos.”

“Muy bien, vienes por ella después de la escuela,” le dijo a Edward el doctor Cullen. Edward asintió
con la cabeza y echó un vistazo rápido. Tenía una sonrisa pícara en el rostro que envió un escalofrío
por mi espalda.

No estaba segura de que pensar de Edward Cullen, pero de una cosa estaba segura. Él iba a complicar
mi vida.

*******
Non me ne frega un cazzo = Mi importa un demonio
Capítulo 6: “El problema con los problemas”

“El temperamento te mete en problemas. El orgullo te mantiene allí.” Desconocido

Edward cullen
“¡Vete a la mierda, patético hijo de puta!” Le grité, pateando con mis piernas frenéticamente, tratando
de soltarme de los brazos que me retenían. Sentí el hilillo caliente corriendo por un lado de mi cara y
un leve latido proveniente de la zona de mi ceja. Iba a asesinar a ese cabrón.

Alguien lo sujetó, levantándolo del suelo. Se los quitó de encima y escupió en la hierba, la sangre
corriendo por un lado de su boca. Le reventé bien la boca, tuvo suerte de que no le tumbé los putos
dientes.

“Eres un pendejo,” escupió. Me empujé hacia delante, tratando de llegar a él, pero me estaban
sosteniendo con demasiada fuerza.

“¡BASTA!” Gritó el entrenador Clapp, poniéndose entre nosotros. “¡Todos al suelo, de espalda,
ahora!”

Sonó un coro de gemidos, y numerosas miradas sucias se dirigieron rápidamente en mi dirección.


Alguien me empujó con rudeza y me di la vuelta rápidamente empujándolo de vuelta. Yo no empecé
esta mierda, así que no tenían por qué echarme la culpa.

“¡Dije que al suelo, Cullen!” Gritó el entrenador Clapp.

Rodé los ojos, frustrado, y me tumbé en el suelo. Hizo sonar su silbato y levantamos las piernas unos
centímetros en el aire, sosteniéndolas en esa posición. Haría cientos de flexiones y correría kilómetros
en lugar de estas ridículas elevaciones de piernas cualquier día, esta mierda duele.

“¡Sosténganlas!, diez minutos.” Todo el mundo se quejó de nuevo, se escucharon algunas maldiciones
en voz alta. “Chicos pueden agradecerle esto a Cullen y a Newton.”

Un día de estos iba a partirle la puta cara a Mike Newton. Era un cabrón arrogante, necesitaba que
alguien le desinflara ese ego. Había estado de vuelta en Forks por dos semanas ya y había hecho todo
lo que había podido para mantenerme fuera de problemas, pero al parecer había una conspiración por
ahí para joderme la vida.

El año pasado, pasé el primer semestre en el instituto de Forks. Era sólo un estudiante de segundo año,
pero gané reconocimiento al alcanzar un puesto en el equipo titular como el Quarterback titular.
Siempre fui popular, teniendo en cuenta que soy rico y bien parecido, y el apellido Cullen por sí solo
tiende a provocar cierta cantidad de respeto, incluso en una ciudad tan pequeña. Pero parece que desde
que me nombraron el Quarterback titular se triplicó. Las chicas están sobre mí y cobardes como Mike
Newton me envidian.
El año pasado se me fue un poco la cabeza, no puedo negarlo. Me metí en una situación que casi me
lleva a un centro de detención juvenil. Tuve suerte y mi padre usó algunos contactos para quitarme el
problema. Aunque no fue precisamente indulgente, considerando que su reputación había quedado
dañada con algunos de sus clientes, me envió interno a un colegio privado al otro lado del país por el
resto del año escolar. Un internado sólo de hombres, debo añadir. Esa mierda fue una tortura, y no
conseguí un sólo pedazo de culo el tiempo que estuve allí. Incluso pagó para que me quedara todo el
verano. Hombre, eso me encabronó. Mis hermanos consiguieron ir a Hawái y repantigarse en la playa
con un montón de perras en bikini y yo estaba atrapado allí, en un puto dormitorio diminuto con algún
friki virginal que se masturbaba con putos personajes de cómics. En el momento que entré en el avión
de regreso a Forks juré que iba a reformarme y no dejar que la mierda llegase a mi cabeza.

Pero es mucho más difícil decirlo que hacerlo. Porque las chicas todavía siguen persiguiéndome y las
pequeñas mierdas como Newton siguen estando celosos y tratando de provocarme. Y yo no tolero las
ofensas.

“Muy bien, niñitas,” dijo el entrenador Clapp, soplando su silbato para indicar que los diez minutos
habían terminado. Hubo un suspiro y un golpe colectivo cuando todos dejaron caer sus piernas. Nos
pusimos de pie y estiré mi espalda, ya que me dolía por haber estado acostado en el duro suelo.

“Newton, Cullen, suicidios. En la línea ahora. El resto puede irse.” (N.T. Los suicidios o llamados
también escaleras son ejercicios de aceleración y cambio de dirección, se corre por toda la cancha
tocando las líneas de división en intervalos. Se utilizan en casi todos los deportes y algunos
entrenadores los utilizan como castigo)

Maldije, enfadado. Mis piernas ya estaban adoloridas por haber estado aquí durante horas. Era martes
y no habíamos tenido clases por alguna mierda de taller para profesores, pero el entrenador Clapp
insistió en que de todos modos entrenáramos muy temprano esta mañana.

Fulminé a Newton con la mirada mientras caminaba hacia la línea. En los últimos días había estado
provocándome, encabronado porque había estado tratando de ligar con Jessica Stanley y ella no le
prestaba atención porque estaba obsesionada con mi polla. No me importaba para nada la chica, de
hecho era demasiado vulgar para mi gusto, ofreciéndose constantemente, casi rogando mamármela.
¿Y qué adolescente no se aprovecharía de eso? Honestamente, no era tan buena en la cama, era
mediocre en los mejor de los casos, pero no voy a ser precisamente exigente. Un polvo es un polvo.

El entrenador Clapp hizo sonar su silbato y empezamos a hacer los suicidios. Newton era el kicker del
equipo y lento como la mierda, así que lo vencí. Sus piernas le fallaron a mitad de una carrera y cayó
al suelo. El entrenador Clapp hizo sonar el silbato exasperado, y paré en seco. Sentí que la bilis subía
de inmediato y traté de frenarla, pero fue inútil. Me agaché y tomé inhalaciones profundas, pero
terminé vomitando.

“Nunca los quiero volver a ver peleando en mi campo de fútbol, ¿oyeron? Dense un abrazo,
reconcíliense y acaben con esta mierda de una vez,” nos dijo el entrenador Clapp. Lo miré con
incredulidad pero parecía hablar en serio.

Gruñí y me acerqué a Newton, dándole un abrazo a medias con un solo brazo que paso a ser un golpe
en la espalda, casi sacándole todo el aire. “Frocio,” le dije con frialdad, empujándolo y haciéndolo
tropezar. Él me miro mal, entrecerrando los ojos, pero yo sólo me reí entre dientes. Le había estado
diciendo esa mierda durante años y todavía no se había dado cuenta que le estaba llamando gay.

“Vayan al hospital los dos y que les revisen esas lindas caras, ambos van a necesitar puntos,” nos dijo
el entrenador Clapp.

Asentí y me dirigí al estacionamiento, saltando dentro de mi Volvo. Amaba mi coche, al fin había
logrado convencer a mi padre para que me lo comprara cuando regresé. Era un convertible C70 de
techo duro. Conduje al hospital y me precipité al interior, sin tener que esperar, ya que mi padre era
prácticamente la única persona que mantenía este hospital de mierda a flote. Me pusieron algunos
puntos en la frente, pero no fue tan malo. Había tenido peores. Estaba saliendo del hospital y me crucé
con Newton, a quien apenas iban a revisar y deliberadamente chocó conmigo. Me di la vuelta y lo
empujé, haciéndolo tropezar. Los de seguridad vinieron cuando escucharon el altercado, pero se
detuvieron abruptamente cuando se dieron cuenta que era yo.

Apenas logré salir al estacionamiento antes de que mi teléfono móvil empezara a sonar con una
llamada de mi padre. Gemí y lo puse en silencio, no estaba con humor para dar explicaciones. Sabía
que alguien del hospital le llamaría para contarle el puto chisme.

Volví a casa y me hice un sándwich, dirigiéndome a mi habitación. Encendí la televisión y empecé a


comer, simplemente disfrutando de poder sentarme y descansar

mis piernas. Mi teléfono sonó nuevamente y lo cogí viendo que era Jessica Stanley. Dudé con mi dedo
sobre el botón de contestar, contemplando responder para ver si la convencía para que viniera hasta
aquí y me la mamara, pero decidí ignorarla. No estaba de humor para lidiar con su parloteo,
contándome, como si me importara una mierda su vida. No era su novio. Me importa un bledo las
ridículas charlas y rumores que las perras del instituto de Forks divulgaban.

Llamé a mi correo de voz y escuché el mensaje de mi padre. Miré el reloj cuando oí que amenazaba
con quitarme el Volvo sino le devolvía la llamada en veinte minutos y gemí. Casi había pasado media
hora.

Le devolví la llamada de inmediato, tratando de ser amable y esa mierda, mantuve la compostura
hasta que amenazó con sacarme de Forks y enviarme de vuelta al internado.

Paseaba frenéticamente por la habitación tratando de explicarle cómo esa era una idea ridícula, cuando
una débil voz femenina se filtró a través del teléfono. Era dulce y parecía joven e inocente, pero
seductora al mismo tiempo. Le pregunté que si esa era la mujer que había ido a recoger y me dijo que
sí lo era, pero terminó abruptamente la conversación, sin querer hablar de ello por el momento.

No era tonto ni ingenuo. Mis hermanos y yo somos muy conscientes del estilo del estilo de vida de
nuestro padre; lo hemos sabido toda nuestra vida. Nunca nos lo ocultaron o nos mintieron sobre ello,
pero al mismo tiempo tampoco se ensalzaban por ello. Siempre trataban de no involucrarnos, pero a
veces era inevitable cuando sabíamos que nuestra vida era diferente. No importa cuánto tratara de
proteger a la familia de la violencia, estar en la mafia es una manera de poner en peligro a los que
conoces.

Sabía que estaba metido en tráfico de drogas y venta ilegal de armas. Sabía que tenía sangre en sus
manos, que había ayudado a organizar asesinatos y secuestros e incluso llevó a cabo algunos. Había
estado involucrado en lavado de dinero y extorsión, tenía cuentas en el extranjero sobrecargadas de
dinero para evitar el pago de impuestos. No sé si habría alguna ley que mi padre no hubiera
quebrantado. Era un tramposo, ladrón y asesino, no había forma de endulzar eso. La gente lo respetaba
y le temía, no sólo por el apellido, sino también por la forma en que se comportaba. Era tranquilo y
sereno—silencioso pero mortal.

Y sabía exactamente a que había ido a Phoenix. Sabía que la trata de esclavos aún existía en América.
No era la primera vez que mi padre había pagado dinero por poseer a otro ser humano. Habíamos
tenido dos desde que nos mudamos a Washington, cuando tenía ocho años. La primera fue una señora
mayor de pelo gris a quien llamábamos nona, la trajo para que se hiciera cargo de la casa y para
ayudarnos, porque aún éramos muy jóvenes. Estuvo cerca de una maldita década con nosotros, falleció
de un ataque al corazón hace algunos meses. Era una mujer agradable, nunca tuvimos queja alguna
sobre ella. Casi era como nuestra abuela.

Crecimos sintiendo cariño por ella y quiero pensar que el sentimiento era mutuo, a pesar del hecho de
que ella carecía de libertad de elección. La gente tiende a resentirse cuando le quitas la libertad, pero
ella no parecía demasiado desalentada por ello. Papá incineró su cuerpo y esparcimos sus cenizas por
el río, solía encantarle ir por ahí. Después que Nona muriese, trajo a una mujer llamada Janet. Tendría
unos cuarenta años, una mujer pequeña con el pelo rubio rizado. La odié desde el día que la conocí,
siempre siempre me miraba con ojos maliciosos que me hacían querer partirle la puta cara. Pero por
supuesto, nunca la toqué. Mi madre me enseñó a ser mejor que eso. Pero eso no significaba que no
desease desesperadamente hacerlo. No duró mucho tiempo, a pesar de que sospechaba que papá se la
follaba. Finalmente la atrapó en habitaciones donde no debería estar, y tocando cosas que no debería
tocar. Él era una persona relajada, no tenía muchas reglas, pero las que ponía tenías que seguirlas. No
tenía mucha tolerancia cuando se ignoraban sus órdenes. Si Carlisle Cullen te decía que saltaras, era
mejor que dieras el puto salto.

Mi hermano Emmett y yo aceptábamos la vida de nuestro padre, casi la aceptabamos como propia.
Sabíamos cuál era nuestro lugar. Emmett no tenía deseos de unirse a ella, pero no la desaprobaba. Yo,
presentía que me dirigía por ese camino. Sabía que los miembros de la organización en Chicago, me
miraban como si yo fuera el príncipe de la mafia, alguien que prometía. Decían que tenía el carácter
para ello, lo que sea que eso quisiera decir, y esperaban que encontrara mi camino cuando fuera algo
mayor. Lo aceptaba como una posibilidad, casi me enorgulleciéndome de ello. Jasper, por otro lado,
no estaba feliz con esto en absoluto. Evitaba la mayoría de las conversaciones relacionadas con ese
aspecto de la vida Cullen. Odiaba las armas y las drogas a las que estábamos expuestos, odiaba la
violencia. Emmett y yo teníamos la piel dura, pero Jasper era sensible. De los tres, él es el más
parecido a mamá. Yo podría parecerme a ella, pero Jasper tenía su alma. Mamá conocía la vida de mi
padre y la pasaba por alto porque lo amaba demasiado. Pero también era sensible. Nunca toleró la
esclavitud o la servidumbre, al igual que Jasper no lo hacía. Él está completamente indignado por ello.
Es una mierda, estoy de acuerdo, pero podía ver la lógica en ello. Si quieres lealtad y silencio, a veces
tienes que comprarlo.

Sé que Jasper iba a estar más molesto que nunca, porque esa dulce e inocente voz en el teléfono
pertenecía a una niña, no una mujer. Papá nunca nos dijo nada así que automáticamente asumimos que
iba a traer a alguna señora mayor, como antes, pero estaba claro que no lo era. Ella era joven.

Me pasé el día encerrado en mi habitación, sin ánimos de socializar a sabiendas de que iba a recibir
una regañina cuando papá llegara a casa. Tomé una siesta y jugueteé un poco con mi guitarra.
Finalmente llamé a Jessica Stanley y escuché sus mierdas unos minutos, pero le colgué cuando dijo
que no tenía como venir a mi casa. De ninguna manera iría a recogerla.

Finalmente papá llegó a casa. No sé si era tan malditamente perezoso como para subir las escaleras a
mi habitación o si pensaba que tenía compañía, pero me llamó al teléfono móvil y me dijo que bajara
a su oficina. Me regañó, como sospechaba que haría y de nuevo me amenazó con mandarme al
internado y quitarme el coche. En realidad le importaba una mierda que le reventara la boca Newton,
lo que le molestó fue mi actuación en su lugar de trabajo. Me castigó el siguiente fin de semana, lo
que realmente me encabronó porque el viernes por la noche teníamos un partido en casa y eso
significaba que después vendría una fiesta de puta madre. Había estado esperando con ansias unos
tragos de Patron (N.T. Es una marca de tequila), algunos golpes de la pipa y una buena follada.

Me pasé el resto de la noche en mi cuarto. No podía dormir, estaba muy encabronado y finalmente me
di por vencido y arrastré mi culo por las escaleras. Estaba de pie en la cocina, vertiendo un poco de
jugo de naranja, cuando un ruido me sobresaltó. Era como si alguien jadeara por aire y la casa estaba
tan silenciosa que hizo eco por todo el maldito lugar. Me volví en dirección del ruido y me sorprendió
tanto la vista delante de mí que tiré mi puta bebida.

Estaba sorprendido y confuso al principio, antes de dar paso a la ira. Estaba parado frente a la chica,
empapado con puto jugo de naranja y todo lo que pude hacer fue mirarla con la boca abierta. ¿Podía
ser más jodidamente estúpido?

Apenas podía ver a través de la habitación porque estaba muy oscuro, pero sus ojos estaban claros
como el día. Estaban muy abiertos y expresivos, parecía un ciervo frente a los faros de un coche.
Finalmente volví en mí e hice un movimiento para limpiar el jugo de naranja, pero evidentemente la
chica estaba adiestraba para hacer esa mierda, porque prácticamente me empujó en mi culo para
hacerlo ella misma. Le di un cabezazo e hice una mueca, ya que dolía como el demonio. Y a la manera
de Edward Cullen, mi respuesta natural al dolor es agredir verbalmente.

Evidentemente la asusté porque se negó a hacer contacto visual conmigo y temblaba. Extendí mi mano
y le agarré la muñeca para que dejara la puta limpieza, estaba siendo rara y ridícula y eso no me
gustaba. Se sintió como si ella me hubiera sacudido cuando la agarré, como pequeñas descargas de
electricidad estática corriendo a través de mí. Finalmente me miró y cuando sus ojos se encontraron
con los míos me dejó completamente atónito.

Sus mejillas estaban rojas y agrietadas por el sol y tenía un enorme moretón a un lado de su cara que
parecía ser la huella de la mano de alguien. Sus ojos estaban llenos de miedo y una lágrima corría por
su mejilla. Estaba claro que estaba agitada y asustada. La había pasado mal. Y era joven, oh tan
jodidamente joven. No podía ser mayor que yo, aún tenía su cara ligeramente redonda, por su
juventud. Todavía había inocencia en su rostro, pese a los signos de abuso y la evidente cautela en él.

Pero eso no fue lo que más me impresionó. Lo que casi me dejó sin aliento fue que debajo de todo eso,
ella era hermosa. He tenido mi cuota justa de chicas calientes, sexys y eróticas en ropas demasiado
ajustadas. Y la chica que estaba frente a mí no se parecía a ellas en absoluto. No parecía una modelo
de pasarela, no irradiaba atractivo sexual. Sólo era…. hermosa.

Le pregunté cuál era su problema, una puta pregunta estúpida, porque obviamente yo era parte del
problema. Pero sólo quería saber su historia, cómo demonios alguien como ella terminó en la
situación en la que ella estaba.

Fue entonces cuando prácticamente me rogó que no la castigara. Me miró, con un puto miedo de que
fuera a golpearla por mi error. La miré con incredulidad, preguntándome qué demonios había
experimentado esta chica para tener tanto miedo de mí. Por el amor de Dios, ni siquiera podía
mirarme a los ojos.

Por supuesto, como si la situación no fuera ya de por sí un desmadre, papá nos sorprendió sentados en
el suelo en un charco de jugo de naranja teniendo todavía sujeta de la mano a la chica. Sinceramente,
no me había dado cuenta de que todavía la seguía agarrando. Él se puso cortante conmigo,
maldiciéndome en italiano. Me dijo que me fuera, obviamente seguía molesto conmigo.

Subí las escaleras y me desvestí, saltando a la ducha. Me lavé las piernas pegajosas, donde el jugo me
había empapado y me lavé el cabello, sin molestarme en lavarme nada más. Mi polla estaba dura y
envolví mi mano alrededor de ella, bombeando un par de veces, pero no parecía que fuera a llegar.
Seguí pensando en la jodida chica en la planta baja, como se quedó limpiando mi desorden, y en lo
mal que eso estaba, lo cual era completamente ridículo, porque precisamente esa era la razón por la
que ella estaba aquí.

Me di por vencido de hacerme una paja, resignado a que probablemente tuviera que tomar a una de las
chicas de la escuela y escabullirnos para que se hiciera cargo de mi problema. Cerré la llave del agua y
salí, secándome. Agarré un par de bóxer de seda y unos vaqueros descoloridos y me los puse. Me puse
una camiseta blanca y encima de esta una camisa de manga larga y botones, doblando las mangas
hacia arriba.

Ni siquiera me molesté por arreglar mi cabello porque era inútil, la mierda tenía mente propia. Pasé
mis manos un par de veces, pero nada más. Sin embargo, parecía que a las chicas les encantaba, así
que, qué diablos.

Bajé las escaleras y vi a mis hermanos. Ayer no había visto a los cabrones en todo el día. Solíamos
estar muy unidos, pero cuando me fui al internado las cosas parecían haber cambiado. Ellos tenían
novias estables y sentaron cabeza, yo volví siendo la misma persona que cuando me fui. Alice y Rose
me agradan, las conozco desde que nos mudamos aquí de la escuela primaria y son chicas guay, pero
no estoy acostumbrado a ver a mis hermanos tan encariñados. Me fui y éramos amigos, todos nosotros
simplemente nos relajábamos juntos y ahora que he vuelto soy la puta quinta rueda. Sin embargo, creo
que es genial, me alegro por ellos, pero eso no significa que me guste estar rodeado de esa mierda todo
el tiempo. Yo no sirvo para toda esas pendejadas empalagosas de besos y abrazos. No busco ahogarme
en el amor, estoy perfectamente contento nadando en la lujuria.

Bajé volando las escaleras y salté sobre la espalda de Emmett, ese cabrón me las debía por levantarme
y tirarme al suelo de espaldas hace algunos días. Casi lo tiré por las escaleras ya que no me esperaba,
y trató de tirarme. Salté cuando llegamos al final de la escalera, trató de pegarme pero lo evité,
riéndome. Me di la vuelta para decirle algo, para burlarme un poco de él porque Emmett es divertido
cuando lo sacas de quicio, entonces mis ojos se posaron en la chica.

Nos miraba y sonreía. No pude evitar sonreír al verla, una mirada de puro asombro en su rostro. Se
sonrojó cuando le sonreí y bajó inmediatamente la mirada, de nuevo sin poder mirarme a los ojos. En
serio tendría que cambiar eso, esa mierda no funcionaría aquí.
Pasé junto a ella, mi brazo rozando el suyo. El bello de mi brazo se erizó y un estremecimiento corrió
por mi cuerpo. Me sorprendió un poco y vacilé, confundido. Era extraño, la misma sensación que se
disparó a través de mí cuando agarré su muñeca. Nunca había sentido nada parecido, como si su piel
tuviera una corriente eléctrica que entraba en mi sistema cada vez que la tocaba. Ella me miró, una
mirada de confusión en su cara y me sentí un idiota allí parado mirándola, así que di la media vuelta y
me dirigí a la televisión.

Puse el canal del tiempo, lo cual no tenía sentido teniendo en cuenta que es raro el día en que no llueva
en algún momento, pero no podía concentrarme en lo que estaba viendo. Volví a la cocina y los
escuché reír. Papá amenazaba con decirle algo a Rose. Me detuve detrás de la chica mientras ella
estaba en la puerta mirando al suelo. Oí a papá decir algo sobre llevar a Isabella al supermercado y sin
siquiera pensarlo dos veces, las palabras salieron de mi boca antes de que mi cerebro las registrara.

“Yo, lo haré,” le dije.

Ella se dio la vuelta sorprendida, y me miró. Pasé junto a ella y tomé un tazón para servirme algo de
cereal. Le aseguré a papá que no tenía práctica, gracias a Dios, teniendo en cuenta que aún tenía las
jodidas piernas adoloridas, y él estuvo de acuerdo. Me sorprendió un poco, considerando que
técnicamente estaba castigado y justo ahora no era su persona favorita.

La miré y vi que tenía una mirada de asombro en su rostro. Su nombre estaba haciendo eco en mi
mente: Era la primera vez que lo escuchaba, ni siquiera pensé antes cuál era su puñetero nombre. Pero
le queda bien. Isabella. Bella. Hermosa.

Y eso es lo que ella era. No tenía idea que tenía esta chica que me había cautivado, pero
definitivamente iba complicar mi puta vida.

Capítulo 7: “Predecible”

“La identidad humana es la cosa más frágil que tenemos, y con frecuencia solo se encuentra en
momentos de sinceridad.”- Alan Rudolph

Edward cullen

Estaba repantingado en el sofá con los pies sobre la mesa de café, comiendo un tazón de Lucky
Charms (N.T. Una marca de cereal con malvaviscos) Solo me gustaban los malvaviscos, las piezas
marrones me parecían demasiado blandas, pero era lo único que había en casa para desayunar y estaba
muerto de hambre. Sabía que Emmett me estaba maldiciendo en silencio, podía ver las miradas
furiosas que me echaba desde el otro lado de la habitación porque había usado la leche que quedaba y
tenía que comerse los cereales secos. Si te duermes pierdes, cabrón. Le gané.
Jasper entró en la habitación y se dejó caer en el sofá a mi lado, moviendo mi cojín y casi derramando
mi cereal. Lo miré y arqueé una ceja, pero él solo me ignoró y se encogió de hombros. Emmett resopló
y se levantó, saliendo furioso de la habitación y entrando en la cocina. Oí la puerta del gabinete
cerrarse con fuerza cuando tiró sus Lucky Charms, dándose por vencido y el ruido cuando lanzaba su
tazón al fregadero. Me reí entre dientes, tomando otro bocado de mi cereal.

“Es demasiado joven,” dijo Jasper tranquilamente después de un momento. Ni siquiera lo miré, no
tenía que preguntar de quién estaba hablando porque lo sabía. Sabía que la edad de Isabella realmente
le molestaría a Jasper, y odiaba admitirlo, incluso a mí mismo, pero a mí también me molestaba un
poco.

“De todas formas, ¿cuántos años tiene?” Pregunté con indiferencia, seguro de que si alguien lo sabía
era él. Jasper frunció el ceño.

“La compró el día que cumplió dieciséis años,” dijo, su voz llena de molestia. Suspiré asintiendo con
la cabeza. Sabía que ella era más joven que yo.

Emmett regresó con un sándwich y nos reímos de él. Acabé de desayunar, llevé el tazón a la cocina,
dejándolo en el fregadero y miré mi reloj.

Me dirigí a las escaleras y las subí rápidamente. Abrí de par en par la puerta de mi dormitorio y miré a
mi alrededor, buscando mi mochila. Mi habitación estaba hecha una puta mierda, y necesitaba
urgentemente una limpieza, pero no tenía la energía para hacerlo. Finalmente la encontré en una
esquina y agarré mis libros del escritorio. Di un último vistazo a mi alrededor, asegurándome que
llevaba todo, y me dirigí a la puerta.

La puerta al otro lado del pasillo se abrió inesperadamente e Isabella salió. Sus ojos se ampliaron con
una expresión de asombro en su cara cuando me vio. Sus ojos observaron a mi alrededor, obviamente
alcanzando a ver algo en mi habitación. Casi me sentí avergonzado, pero deseché esa mierda
rápidamente.

“Lo sé, es un puto desastre,” le dije, riendo entre dientes. Se sonrojó y de nuevo desvió su mirada al
suelo.

“Lo siento, señor,” dijo en voz baja. “No quise mirar.”

Gemí. “No tienes por qué pedir disculpas. La puerta estaba abierta, sería imposible no mirar.”

Ella levantó la vista y sonrió ligeramente, asintiendo una vez. La miré a los ojos durante un momento
y me sorprendí cuando no bajó la mirada. Era algo incómodo y extrañamente intenso, ninguno de los
dos habló o se movió, pero no podía apartar la mirada.

Mi teléfono comenzó a sonar de repente, asustándonos. Salté y maldije, metiendo la mano en mi


bolsillo y sacándolo. Eché un vistazo a la pantalla y gemí. Miré hacia arriba y fruncí el ceño cuando
me di cuenta que Isabella se había ido.

Me volví hacia el teléfono y contesté vacilante. “¿Qué quieres, Jessica?” Pregunté con un suspiro. Me
puse la mochila al hombro y cerré la puerta de mi habitación, dirigiéndome a las escaleras.
“Buenos días a ti también, Edward,” me dijo.

“Sí, buenos días,” murmuré. “¿Qué quieres?”

Ella suspiró exageradamente y yo rodé los ojos. “¿Me puedes llevar a la escuela?” me dijo, su voz
sonaba algo estridente. Hice una mueca.

“Lo siento nena, no puedo,” dije rápidamente. “Me tengo que ir, te veré más tarde.”

Colgué y metí el teléfono en mi bolsillo, sabía que iba a estar encabronada, pero francamente, me
importaba una mierda. Ella sabía que no era buena idea llamarme para que la llevara, ¿les parezco un
servicio de taxi?

Llegué al final de las escaleras y me detuve. Di unos pasos hacia la sala de estar y vi a mis hermanos
todavía sentados en el sofá. “¿Eh cabrones, quieren que los lleve?” Les pregunté.

Jasper me miró y luego miró su reloj. Sus ojos se abrieron como platos. “Mierda, ¿cuándo se ha hecho
tan tarde?”

Me encogí de hombros. Ambos se pusieron de pie y nos dirigimos a la puerta. Ellos discutían sobre
quién iba ir en el asiento del copiloto, Jasper finalmente cedió cuando Emmett le hizo una llave a la
cabeza. Me subí al coche y lo arranqué mientras mis hermanos se subían.

Conecté mi IPod en la base y la música clásica comenzó a sonar. Emmett gruñó, extendiendo su mano
hacia el estéreo.

“¿Siempre tienes que escuchar esta puta mierda de música?” Preguntó frustrado. Extendí la mano y
golpeé la suya con fuerza, me lanzó una mirada asesina pero, de todos modos, cambió la canción. Se
decidió por algo de hip-hop, una canción de Lil Kim.

“Mozart era un puto genio,” dije. Emmett rodó los ojos.

“Sí, bueno, también Lil Kim,” murmuró. Jasper y yo reímos.

Tuve que detenerme a echar gasolina de camino a la escuela pero hice que Jasper saliera y le echara,
porque odiaba echar gasolina. Aparqué en mi sitio habitual en el estacionamiento de la escuela y abrí
la puerta, mientras que un coche giró de repente para estacionar en la plaza de al lado, casi arrancando
mi puerta. Salí de un salto enfadado y vi que era el horrible y pequeño Honda de Lauren Mallory. Era
de color negro y parecería un coche decente si no le hubiera pegado calcomanías de color rosa
brillante en todas las ventanas y no le hubiera colgado collares de cuentas de Mardi Gras y un collar
de flores en el retrovisor. Era completamente ridículo, porque esa perra nunca había estado en Hawai y
seguro como la puta mierda que no nunca había ido a Mardi Gras (N.T. Mardi Gras es el nombre de
un carnaval que se celebra en Nueva Orleans, ahí regalan a todo el mundo collares de cuentas).
Supongo que pensaba que era genial o lo que sea, pero para mí la hacía parecer una farsante. Me di
cuenta que Jessica estaba en el asiento del pasajero y gemí.

“Eh, Edward,” dijo Lauren, queriendo parecer coqueta cuando salió del coche y se lamió los labios a
propósito mientras hablaba para que yo lo notara. Lauren siempre había sido tan fácil como Jessica,
pero al menos ella entendía cuál era su lugar y no trataba de disfrazar lo que había entre nosotros.
Sabía que era solo sexo. Antes habíamos estado juntos solo un par de veces y desde que había
regresado no habíamos tenido mucha interacción. Ella también había decidido probar suerte siendo
fiel y comprometiéndose con una persona.

“Lauren,” le dije para saludarla, sonriendo. Jessica saltó del asiento del pasajero y me sonrió.

“Te ves bien hoy,” me dijo Jessica.

“¿No me veo todos los días así?” Pregunté, alzando una ceja. Soltó unas risitas y asintió.

Tyler Crowley se acercó y pasó un brazo alrededor de la cintura de Lauren, asintiendo con la cabeza
hacía mí en forma de saludo. Asentí como respuesta. Era un buen tipo, tal vez demasiado enganchado
a Lauren, pero no podía culparlo, después de todo ella era un polvo decente. Me sorprendí cuando me
enteré que estaban saliendo, cuando recordaba claramente los días de fútbol del año pasado, a él
sentado en los vestuarios riéndose de los cuentos que nosotros compartíamos de las aventuras en la
cama con Lauren.

Avance unos cuantos pasos, cerrando la distancia entre Jessica y yo. “¿Sabes cómo te verías muy bien
está mañana?” Le pregunté en voz baja, tratando de parecer encantador.

“¿Cómo?” Preguntó, con la voz entrecortada, ya caliente y mojada.

“Bocchino,” le dije, deslizando mi dedo por sus labios. Ella siempre se derretía cuando le hablaba en
italiano, sin importar una mierda lo que le dijera. Hasta pedirle una puta mamada como lo estaba
haciendo le sonaba romántico. “Esa boca en mí.” Ella abrió los labios y llevó mi dedo índice a su
boca, chupándolo. Gemí y empecé a hablar, pero fui interrumpido abruptamente por un fuerte golpe y
un dolor agudo en la parte posterior de mi cabeza. Alejé la mano de Jessica y me agarré la parte de
atrás de mi cabeza, sobándome.

“¡¿Qué demonios?!” Grité.

“Eres una puta,” dijo la voz fría de Rosalie, entrecerrándome los ojos. Sonreí levemente, todavía
frotándome la cabeza. Debería haber sabido que era ella, Rosalie era la única que tenía las bolas para
hacer eso.

“Buenos días, Rose,” le dije. Emmett se acercó riendo, pasando su brazo por los hombros de Rose.
Jasper y Alice se acercaron detrás de ellos, agarrados de la mano.

“¿Por qué sigues aquí?” Rosalie preguntó mientras levantaba una ceja, su voz ácida y afilada. Miraba
por encima de mi hombro, donde Jessica seguía parada.

“Te veré más tarde, Edward,” murmuró Jessica, alejándose. Le rodé los ojos a Rose, pero no pude
evitar sonreír. Era bastante divertido ver cuánto miedo le tenían todas las chicas a Rosalie Hale. Alice
era su única amiga mujer, porque era la única con las agallas para enfrentarse a ella siempre que fuera
necesario.

“Acabas de ahuyentar mi mamada mañanera,” le dije, apoyándome en el coche y sacando mi mochila.


Cerré la puerta con llave y me volví hacia ellos.

“Hay un montón de mujeres por aquí que están más que dispuestas, no sé por qué le metes mano
constantemente a Stanley. Es repugnante.”

Me encogí de hombros. “Es la que se deja convencer más fácilmente para meternos en el armario del
conserje.”

Mis hermanos se rieron, pero Rose no lo encontró gracioso. “Te lo juro, nunca vas a conseguir una
chica decente con esa actitud,” me dijo, sacudiendo la cabeza.

Antes de que pudiera hablar y reiterarle que no deseaba sentar cabeza, intervino Alice. “Deberíamos
dejar en paz a Edward. Si quiere perder su tiempo con alguien como Jessica Stanley, es su problema.”

La miré, algo sorprendido, ya que ella siempre era la primera en sacar a colación el tema de mi falta
de compromiso. Sonrió ligeramente, encogiéndose de hombros ante mi mirada interrogante.

Le devolví la sonrisa, sin entender su repentino cambio de actitud, aunque apreciándolo.

“Como sea,” refunfuñó Rose, molesta.

“Papá volvió anoche,” dijo Emmett de repente, echándome una mirada rápida, tratando de desviar la
atención de mí. Se lo agradecí. Parecía ser cosa de todos los días, que uno de ellos me regañara por mi
llamada “promiscuidad”. ¿Y qué si me gustaba follar?

“¿En serio?” Rose preguntó con indiferencia, ni siquiera pretendiendo hacer que le interesaba.

“Sí, eso me recuerda,” dijo Jasper. “Alice, ¿qué vas a hacer después de la escuela?”

Ella se encogió de hombros. “No sé, ¿por qué?”

“Papá quiere saber si irías a una tienda y escogerías algo de ropa y otras cosas para la chica nueva que
ha traído a casa,” dijo Jasper, llevando la mano a su bolsillo para sacar su billetera. Él sabía que no
había manera que ella dijera que no. Cada uno teníamos nuestros recursos terapéuticos, el mío era la
música. Comprar era el de Alice. La tranquilizaba, le ayudaba a pensar, algo que nunca tuvo sentido
para mí, porque los centros comerciales me estresaban hasta la puta mierda. Pero, como sea, así era
Alice—excéntrica.

Los ojos de Alice se ampliaron. “¡Por supuesto!” Dijo con entusiasmo, sosteniendo su mano y
tomando la tarjeta de crédito.

“¿Así que consiguió una nueva?” Rose preguntó en voz baja. Rose y Alice eran las únicas personas
fuera de la familia que estaban al tanto de la verdadera naturaleza de la gente que traían a nuestra casa.

Todo el mundo se pensaba que vivían en casa porque eran amas de llaves o lo que sea para lo que las
contratábamos; pero Rose y Alice sabían que no estaban allí voluntariamente. De todos modos, ellas
eran como parte de la familia para nosotros, confiábamos en ella.

Todos asentimos y ella rió. “No va empezar a follar con esta también, ¿verdad?”
Emmett y yo nos reímos, ellas también sospechaban que papá había tenido líos sexuales con la mujer
anterior. Sin embargo, a Jasper no le pareció divertido.

“Teniendo en cuenta que es más joven que nosotros, espero que no,” dijo secamente. Todos nos
callamos al instante y Rose lo miró boquiabierta.

“¿Qué edad tiene?” Preguntó con incredulidad.

Jasper se rio con amargura. “Apenas dieciséis años.”

Alice miraba a su novio, con el ceño fruncido, obviamente en armonía a como él se sentía acerca de
eso. Ellos eran totalmente opuestos en cómo se veían y actuaban, pero al mismo tiempo se parecían
demasiado en la forma de pensar. Rose entrecerró ojos, frunciendo un poco el ceño.

“¿Ha traído a una adolescente a una casa llena de chicos adolescentes? ¿Cómo puede ser tan
jodidamente estúpido?” Preguntó, obviamente echando humo.

Rodé los ojos y Emmett suspiró. “No seas ridícula Rose, no es gran cosa.” Ella arqueó las cejas.

“¿No es gran cosa? ¿Una adolescente viviendo en la misma casa que el señor Me-Voy-A-Follar-Lo-
Que-Me-Sea-Más-Conveniente?” Dijo, haciendo un ademán hacia mí. Gemí, negando con la cabeza.

“Dame un puto respiro, Rose. Me conoces desde primaria; deberías conocerme mejor que eso.”

La campana sonó y Rose se fue furiosa inmediatamente. Emmett suspiró, frunciendo el ceño. Negué
con la cabeza y le di una sonrisa de simpatía. Rose podía ser un verdadero problema. Tenía la
sensación que en realidad estaba molesta por la idea de que una mujer joven viviera en la misma casa
que su novio. Rose estaba buena para caerse de espaldas y lo sabía, pero a veces podía ser celosa como
la mierda.

Emmett la siguió y me pasé los dedos por el pelo, dándome la vuelta para dirigirme al interior del
edificio. Oí que Jasper le susurró a Alice el nombre de Isabella, consideré merodear por ahí para
escuchar lo que le decía, pero decidí mejor no hacerlo. Quería llegar a la primera hora de clase y ver si
podía convencer a Jessica para que saliera del salón conmigo sigilosamente.

Pero, por supuesto, no resultó. Me deslicé en el escritorio junto a Jessica y me incliné, susurrándole
sobre saltarnos la clase. Pero ella solo se quedó mirando al frente, con un ridículo puchero en el rostro,
toda encabronada porque había dejado que Rose le hablará como lo había hecho. Como si yo tuviera
algún puto control sobre Rosalie Hale.

Las primeras horas de clase pasaron lentamente. La escuela siempre fue fácil para mí, no era
exactamente un niño prodigio pero había sido bendecido con la increíble memoria de papá. Si no fuera
un jodido vago a la hora de las tareas y los trabajos, estaría en el primer lugar de la clase. Aun así,
tenía un promedio decente, alrededor de 4.0, pero con mis clases del programa de colocación avanzada
podría ser un poco más alto.

Cuando llegó la hora del almuerzo me fui a la cafetería, me dejé caer en la pequeña silla de plástico en
nuestra mesa de siempre, en la esquina. Me había sentado en esa silla todos los días desde que era
estudiante de primer año, nadie se atrevía a sentarse en ella. La mayoría de la gente de aquí nos temía
por los chismes y rumores que andaban por ahí sobre los vínculos de mi familia con la mafia. Se ha
vinculado a los Cullen al crimen organizado desde los días de Al Capone y la prohibición, y muchos
de los chicos lo descartaban como una coincidencia, viendo que mi padre solo resultaba ser el doctor
del pueblo, pero por si acaso no se metían con nosotros. Pero quedaban unos pocos, como Mike
Newton, que eran demasiado estúpidos como para meterse en la cabeza que tenían que cuidarse de
nosotros. Y eso me encabronaba…. si había algo que odiaba, era que me faltaran al respeto.

Pero eso fue lo que me metió en problemas el año pasado, y no tenía intención de dejarme llevar de
nuevo por ese camino. Estaba haciendo mi mejor esfuerzo para ignorar a gente como Newton, pero era
mucho más fácil decirlo que hacerlo. No quería nada más que caminar a través de la cafetería, tirarlo
de la silla y darle una paliza frente de todos para mostrarles que no debían joderme. Nadie había dicho
nada sobre el vendaje en la cabeza, donde me habían dado los puntos y lo agradecía, si alguien lo
hiciera me enfurecería y terminaría buscando desquitarme sin pensarlo.

Alice y Jasper entraron en la cafetería de la mano, como de costumbre. Jasper se inclinó y la besó
suavemente, fue algo incómodo por lo alto que era él en comparación a ella, pero eso era cosa suya y a
ellos les importaba una mierda. Jasper se dirigió a la fila del almuerzo a coger algo de comida para
Alice, como de costumbre, y Alice se acercó a la mesa donde estaba sentado.

Mis hermanos solían ser espontáneos e impulsivos, pero al parecer me había perdido mucho durante
estos dos meses, porque volví a casa con los dos hijos de puta más predecibles del planeta. Puedo
asegurar que Jasper comerá una porción de pizza de queso, Alice tendrá una ensalada y compartirán
una puta coca, porque es exactamente lo que han hecho todos los días durante dos semanas. Rose y
Emmett no están mucho mejor…. y se preguntan por qué no tengo planes de tener novia. Esa mierda
tiene que ser aburrida.

“Eh, Edward,” dijo Alice, sentándose frente a mí y sonriendo.

“Eh enana, casi no te había visto,” dije con una sonrisa. Entrecerró los ojos en broma y me sacó la
lengua. Siempre me estaba metiendo con el hecho de que era verticalmente desfavorecida, ya que
apenas media metro y medio, o ni siquiera eso.

“Verás si alguna vez vuelvo a defenderte,” murmuró. Me reí.

“Sí, me sorprendió que lo hubieras hecho. Quiero decir, mierda Alice, normalmente tú eras la peor de
todos queriendo que siente cabeza.”

Alice sonrió. “Sí, me di cuenta que no tiene sentido tratar de hablar contigo al respecto, eres
demasiado cabeza dura. Lo entenderás por ti mismo muy pronto,” me dijo.

Rodé los ojos. “Mejor espera sentada, Alice,” murmuré. Jasper se acercó y dejó la bandeja frente a
Alice. Pizza de queso, ensalada y una puta coca, ¿qué es lo que dije?

“¿Qué es lo que tiene que esperar sentada?” Preguntó dejándose caer en la silla al lado de Alice.
Emmett y Rose se acercaron con su comida, sentándose a mi lado.

“Le dije a Edward que muy pronto decidirá establecerse con una chica,” Alice dijo, tomando un
bocado de su ensalada. Mis hermanos la miraron y murmuraron algo en voz baja.
“Compadezco a la chica que sea tan estúpida como para realmente salir con él,” dijo Rose, riendo. Me
volví y la miré furioso.

“¿Por qué?” Pregunté a la defensiva, seguramente no era tan malo. “Soy rico, tengo influencias, soy
inteligente, talentoso, tengo sentido del humor, y soy jodidamente sexy. Cualquier perra sería
afortunada de estar conmigo.”

Todos rodaron los ojos y Rose gruñó. “Exactamente por eso. Eres un gilipollas mimado y engreído.”

Reí amargamente, meciéndome en la silla hacia atrás sobre sus patas traseras. “Y lo dice la perra más
engreída que existe.”

Rose me miró con los ojos entrecerrados y se levantó rápidamente, empujando su silla hacia atrás
bruscamente, y saliendo furiosa de la habitación, golpeando la puerta con fuerza y llamando la
atención de todos en la cafetería.

Emmett me miró enfadado y se levantó, tomando su bandeja y la de Rose, y tirando la comida a la


basura. La siguió sin decir una palabra.

Que les dije, predecible. Rose se enfada y sale furiosa cuando alguien dice o hace algo que no le gusta,
y Emmett la sigue como un cachorrito.

Jasper se sentó en tranquilo, masticando su pizza en silencio. Alice suspiró y dejó caer el tenedor. “No
debes dudar de mí. Y para que lo sepas, no importa lo guapo o divertido o talentoso que seas, a
ninguna chica con una pizca de amor propio le gusta ser llamada por la palabra con ‘p’ por un hombre.
Tal vez si le bajas a eso, consigas una chica decente que se interese por las partes más encantadoras de
ti. Porque puedes ser encantador Edward, y eres un buen partido, pero estás perdiendo tu tiempo con
las furcias de por aquí.”

Se puso de pie y agarró su ensalada, caminó y la tiró a la basura, Jasper se levantó rápidamente.
Sacudió su cabeza con tristeza. “Si mamá pudiera verte ahora,” murmuró, alejándose.

Suspiré, pasando la mano por mi pelo. Papá siempre decía que mi mayor talento era encabronar a la
gente.
Capítulo 8: “Las cosas no siempre son lo que
parecen.”

“Sé que crees que entiendes lo que crees que yo dije, pero no estoy seguro de que te des cuenta de
que lo que escuchaste no es lo que quise decir.”- Robert McCloskey.

Isabella Swan

En el momento en que escuché el clic de la puerta al cerrarse y el coche arrancar, respiré con alivio.

La mañana había sido, ya de por sí, bastante larga y extraña, por decir algo. Después de que Edward se
había ofrecido a llevarme a hacer la compra y el doctor Cullen estuvo satisfecho de que las cosas se
hubieran resuelto en ese aspecto, se dispuso a salir hacia el hospital. Al salir me pidió que cambiara
las sábanas de su cama, al parecer quería que lo hiciera todos los miércoles y me avisó que el
maquillaje que había cogido de la casa de Charles estaba en su baño. Me dijo que hiciera lo posible
por cubrir el hematoma antes de salir en público con Edward, ya que era un pueblo pequeño. No quería
que nadie tuviera una idea equivocada, porque a la gente de por aquí al parecer le gustaban los
cotilleos y rápidamente sacaban conclusiones.

Después de que el doctor Cullen se fue, los chicos comenzaron a buscar algo para desayunar. El doctor
Cullen había dicho que en el desayuno cada quién veía por sí mismo y no tenía que cocinar, a menos
que se me pidiera, pero estar allí de pie, solo observando, me hizo sentir mal. Aunque, en realidad no
tenían nada para que cocinara, por lo que no podía ofrecer mis servicios. Me sentía inadecuada y fuera
de lugar, así que subí a mi habitación y decidí tomarme una ducha. Él no había dicho nada acerca de
baños o duchas, pero supuse, por su indignación hacia mi apariencia en la casa de Charles, que
prefería que estuviera siempre limpia. Estaba tan acostumbrada a que cada pequeño detalle de mi vida
estuviera controlado por adelantado, que estaba teniendo dificultades tratando de resolver las cosas yo
sola. Sabía que debería haber recibido especificaciones, pero tenía tanto miedo de decir o hacer algo
incorrecto que no pude formular ninguna pregunta. En mi mundo, nada, nada debe asumirse y lo sabía,
simplemente no lograba que mi cerebro funcionara correctamente en su presencia.

Ya había champú y acondicionador en el baño, junto con una pastilla de jabón.

Eran pequeñas muestras de todos los tamaños pero funcionaban bastante bien.

Salí de la ducha, sintiéndome más fresca de lo que me había sentido en mucho tiempo. En Phoenix,
estaba acostumbrada a empezar a sudar al momento de salir del agua, por el calor, la humedad y
nuestras condiciones de vida, no estando nunca realmente fresca. El aire de la casa Cullen estaba
regulado y parecía estar en algún punto entre cómodo y ligeramente frío.

Miré a mi alrededor y me di cuenta que no había ningún peine o cepillo. Pasé los dedos por mi pelo
para quitar los nudos, sin molestarme en hacer otra cosa. Los espejos estaban empañados por el vapor
de la ducha caliente que había tomado y en realidad estaba muy agradecida por ello, no tenía ganas de
verme. Sabía que tenía cicatrices por todo el cuerpo por los castigos de los últimos años y evitaba
mirarlas a toda costa. Me hacían sentir repugnante, indigna.

No tenía ropa nueva, así que me puse los capri negros del día anterior. No quería usar el top rosa,
porque era algo incómodo, así que me puse de nuevo la camiseta de fútbol. Esperaba que no les
importara. Abrí la puerta, decidiendo si bajar a la habitación del doctor Cullen para encontrar el
maquillaje y me congelé abruptamente cuando me di cuenta que la puerta frente a mí estaba abierta de
par en par. Edward estaba de pie dentro de la habitación y también parecía estar congelado en su lugar.
Miré alrededor, algo sorprendida, ya que nunca había visto una habitación tan desorganizada y caótica.
Dejó escapar una risa que sonaba un poco nerviosa y recitó algo a toda prisa sobre su dormitorio
estando hecho un desastre y me di cuenta que me había atrapado mirando con la boca abierta. Aparté
la vista rápidamente y me disculpé, recordando claramente que las habitaciones de los chicos estaban
prohibidas. Me dijo que no me disculpara y lo hizo parecer que no era gran cosa, lo que me
sorprendió, teniendo en cuenta que, tanto el Dr. Cullen como Jasper, habían mencionado que Edward
era un poco particular cuando se trataba de sus posesiones.

Lo miré sonriendo ligeramente, ya que él estaba siendo tan comprensivo. Nuestras miradas se
encontraron y miré dentro de la suya, en una especie de trance. Algo en sus ojos era hipnótico, el verde
esmeralda era intenso y ardiente y parecía que no podía dejar de mirarle. Eran tan expresivos y era
como si me gritaran haciéndome señas, llamándome. Mi pulso empezó a acelerarse y fue algo
incómodo, como era por lo general el contacto visual para mí, pero no importaba cuanto lo intentase,
no podía romper la conexión. Él no se movía ni hablaba y yo estaba entrando en pánico porque no
podía evaluar su estado de ánimo o disposición y eso era algo inquietante. El doctor Cullen había
dicho que Edward era muy parecido a él y empezaba a verlo, ambos eran misteriosos y no podía
leerlos.

El teléfono de Edward sonó y ambos dimos un respingo. Maldijo y finalmente, apartó la mirada
llevando la mano a su bolsillo. Exhalé bruscamente, dándome cuenta que había estado conteniendo la
respiración, una vez que respiré hondo, mi cabeza comenzó a aclararse y aproveché la oportunidad
para escapar de la situación. Me había asustado un poco ya que nunca había experimentado algo así.
Era como si estuviera en algún tipo de hechizo y no tuviera control sobre mí misma. Prácticamente
bajé las escaleras corriendo, dirigiéndome directamente hacia lo que Jasper me había dicho era la
habitación del doctor Cullen. Entré rápidamente, cerrando la puerta sin hacer ruido. Me recosté contra
la puerta y respiré profundamente varias veces para calmarme.

Me quedé en silencio, aguzando los oídos para escuchar los sonidos en la casa. Escuché a Edward
bajando las escaleras, hablando con alguien. Pasó de largo el segundo piso y pude oír su voz filtrarse
desde el piso inferior, pero no puede entender nada de lo que decía. Abrí la puerta del dormitorio del
doctor Cullen y caminé sin hacer ruido a la parte superior de las escaleras, escuchando. Vi a los tres
chicos dirigirse a la puerta de entrada, ninguno miró en mi dirección. Me quedé allí, mirando y
escuchando mientras desaparecían por la entrada, la puerta hizo clic detrás de ellos y el coche se puso
en marcha, alejándose de la casa.
Fue entonces cuando respiré aliviada… pero mi alegría no duró mucho.

Todo estaba tranquilo, demasiado tranquilo. Estaba acostumbrada al ruido constante, ya que siempre
había gente cerca cuando estaba en Phoenix. El silencio era ensordecedor.

Nunca me habían dejado por mi cuenta. A pesar de que técnicamente estaba sola, sospechaba que de
alguna manera me estaban vigilando, posiblemente por lo que sea que me habían hecho en el centro
médico. Chip de rastreo, era como el doctor Cullen lo había llamado. Todo eso me puso nerviosa y de
repente era híper consciente de todo.

Me quedé allí durante un momento, contemplando lo que debía hacer antes de bajar lentamente las
escaleras. El doctor Cullen me había dicho que me familiarizara con la casa, así que pensé que
cualquier lugar era bueno para empezar.

Pasé alrededor de una hora paseando por la casa y abriendo armarios y cajones, intentando hacerme
una idea de dónde estaba todo. Encontré todos los artículos de limpieza en un armario de la
lavandería. En el segundo piso, encontré otro armario que estaba lleno de sábanas, mantas y fundas de
almohada. No entré en las habitaciones de los chicos y tampoco en el cuarto del primer piso, del que
Jasper me había dicho que me mantuviera alejada. También me aseguré de pasar por alto el piano, no
quería ningún dedo roto.

Después de eso fregué el suelo de la cocina, ya que estaba un poco pegajoso por el zumo de naranja
que se había derramado. Lavé los platos del desayuno de los chicos, los sequé y los guardé. Tenían un
lavavajillas, pero francamente, no tenía idea de cómo usarlo ya que Charles nos hacía lavar todo a
mano, así que decidí que hacerlo yo era más fácil que correr el riesgo de averiar un aparato. Por
último, limpié todas las encimeras.

El resto de la planta baja estaba bastante limpia. Limpié el polvo los aparatos electrónicos en sala de
estar y cogí la botella transparente que tenía escrito en letras negras “Limpiador de ventanas- USO
EXCLUSIVO”, limpié los grandes ventanales que cubrían casi toda la pared del fondo. Tuve que usar
una silla para alcanzar la parte superior y casi me caigo, pero por suerte fui capaz de evitarlo.

Fui al baño y fregué el inodoro y el lavabo. Usé Windex en el espejo y luego sequé el suelo de baldosas
blancas.

Después, me dirigí a la segunda planta. Fui a la habitación del doctor Cullen y deshice su cama. Fui al
pasillo y abrí el armario de la ropa de cama, saqué un conjunto de sábanas y un edredón en blanco y
negro, parecido al que había quitado. Hice la cama de la manera en que a Charles le gustaba que lo
hiciera, sin saber cómo lo prefería el doctor Cullen. Charles había sido muy especial sobre cómo se
hacía su cama, así que era algo que había perfeccionado a lo largo de los años.

Llevé la ropa sucia a la lavandería. Su lavadora y secadora eran parecidas a las de Charles, así que
sabía cómo hacerlas funcionar. Las eché en la enorme lavadora y la encendí.

Cogí algunos suministros y me dirigí al piso de arriba. Fui al baño del doctor Cullen y fregué la bañera
y la ducha, que tenían algo de suciedad y parecía que no las habían limpiado en un tiempo. Después
fregué el lavabo y el inodoro, haciendo que brillaran tanto como fuera posible. Usé Windex en su
espejo del baño, por último, barrí y fregué el suelo. Volví a su habitación, quité el polvo y pulí los
muebles de madera. Por último, antes de salir de la habitación, utilicé el limpiador en sus ventanas.

Fui al tercer piso y entré en la biblioteca, jadeando por su tamaño. Debía de haber cientos de libros,
estante tras estante, llenos de ellos. Había un escritorio y algunas sillas colocadas alrededor, así como
una pequeña mesa. Limpié la habitación lo mejor que pude.

Devolví los suministros a la planta baja y cogí la aspiradora Dyson. La enchufé y la encendí, aspirando
las alfombras de la sala de estar y el comedor. Después de terminar, la cargué por las escaleras,
comenzando a sudar por primera vez desde que llegué a la casa de los Cullen, ya que pesaba al menos
nueve kilos y mi cuerpo estaba débil. Aspiré el pasillo y la habitación del doctor Cullen antes de
llevarla hasta el tercer piso y pasarla por el pasillo. Por último, aspiré la biblioteca, la llevé de nuevo
al primer piso y la guardé en el armario de la lavandería.

La lavadora había terminado, así que saqué la ropa y la puse en la secadora, encendiéndola. Cogí la
fregona y salí al vestíbulo para fregar el suelo de madera. Consideré mover la banqueta del piano y
limpiar debajo de él, pero finalmente decidí que sería mejor no acercarme.

Una vez que el suelo estuvo seco, volví a la lavandería y devolví los suministros, ordenando el cuarto.
La secadora dio un zumbido y saqué la ropa limpia y caliente, inhalando el aroma a limpio y
ligeramente floral. Las doblé y me dirigí de nuevo al segundo piso, colocándolas en el armario de la
ropa de cama.

Regresé a la habitación del doctor Cullen y miré el reloj. Pasaban unos minutos de las de las tres de la
tarde. No estaba segura de a qué hora volvería Edward a casa, pero estaba entrando en pánico sabiendo
que no faltaba mucho. Después del extraño encuentro de esta mañana, estaba un poco aprensiva
respecto a estar de nuevo en su presencia. Agarré la botella de maquillaje del baño del doctor Cullen y
me dirigí a mi habitación. Consideré tomar otra ducha, sabiendo que estaba algo sudorosa por el
trabajo, pero pensé que era una pérdida de tiempo, teniendo en cuenta que no tenía ropa limpia para
ponerme. Entré en mi baño y miré mi reflejo en el espejo, frunciendo el ceño. El moretón se había
desvanecido un poco a un color verdoso en los bordes, luciendo un poco desagradable en contraste con
mis mejillas enrojecidas. Me lavé el rostro, refrescando mi piel y secándola. Abrí el bote de
maquillaje y eché un poco en mi dedo. Lo apliqué sobre el moretón, haciendo mi mayor esfuerzo para
diluirlo, me parecía que estaba un poco embadurnado, ya que no tenía idea de lo que estaba haciendo.

Con un gemido, finalmente, me di por vencida, decidiendo que estaba suficientemente bien y cerré la
botella. Me lavé las manos y me puse mis sandalias negras antes de bajar. Eran alrededor de las tres y
media y mis nervios iban aumentando con cada minuto que pasaba.

Entré en la cocina, saqué un vaso y eché un poco de agua del grifo. La bebí de un trago, un poco
sedienta. Me sentía algo más cómoda después de haber pasado todo el día aquí, pero no lo
suficientemente cómoda para servirme algo de la cocina.

Lavé el vaso y lo estaba guardando, cuando oí el crujido de la grava cuando un coche se detuvo.
Aparté ligeramente la cortina y miré por la ventana. El coche era plateado y de líneas elegantes,
cristales polarizados y llantas plateadas y brillantes. Parecía nuevo o de lo contrario, muy bien
cuidado.
La puerta del conductor se abrió y Edward salió. Mis ojos se abrieron y mi respiración se detuvo al
verlo. El sol brillaba, haciendo que su pelo pareciera un poco más dorado de lo que era. Tenía la piel
tan pálida, que casi brillaba con el reflejo de la luz del sol y llevaba un par de gafas de sol negras.
Incluso el pequeño vendaje blanco en la esquina de su frente, parecía que le daba carácter. Hizo una
pausa antes de cerrar la puerta, pasando los dedos por su cabello y haciéndolo aún más caótico de lo
que ya era.

Solté la cortina y me aparté cuando levantó la vista hacia la casa, no quería que pensara que lo estaba
observando o algo parecido. Oí la puerta abrirse y cerrarse suavemente. Hubo un golpe un poco fuerte
que resonó en el silencio de la casa y luego un fuerte suspiro.

Me quedé inmóvil en mi lugar, mirando al suelo mientras escuchaba pasos. Mi corazón se aceleraba a
medida que se acercaban a mí. Los pasos se detuvieron abruptamente y levanté la vista para verlo
parado en la puerta. Sus cejas estaban levantadas y me miraba de forma interrogante.

Volví a bajar la vista al suelo, tratando de evitar el contacto visual para que no se repitiera lo de esta
mañana. Él se quedó callado por un momento antes de aclararse la garganta.

“¿Te gusta mi camisa?” Preguntó. Miré hacia él rápidamente, notando que su expresión no había
cambiado desde su mirada interrogante. Miré la camisa, dándome cuenta que él era, evidentemente, el
Cullen que llevaba el número 21 y jugaba fútbol en el instituto de Forks.

“Lo siento señor, en estos momentos no tengo otra cosa que usar. Le aseguro que se la devolveré tan
pronto como sea posible y en las mismas condiciones en la que me la prestaron.” Recité rápidamente.

Lo miré y sonrió. “No hay necesidad de pedir disculpas,” dijo encogiéndose de hombros. “Quédate con
ella el tiempo que quieras, te queda bien.”

Mis ojos se abrieron y aparté la mirada rápidamente. Maldije en silencio cuando sentí la sangre
apresurase a mis mejillas. No tenía ni idea de lo que quería decir con eso, pero sus palabras me
pusieron nerviosa.

“Olvida que acabo de decir eso,” murmuró, suspirando. Levanté la vista y vi que estaba pellizcándose
el puente de la nariz, pareciendo frustrado. Sonreí involuntariamente—definitivamente era igual a su
padre cuando gesticulaba. Me miró y rápidamente dejé de sonreír, desviando mis ojos de nuevo.
“Vamos, terminemos con esta mierda de una vez por todas.”

Suspiró y se dio la vuelta, alejándose. Fui detrás de él en silencio y le oí murmurar para sí mismo. No
pude entender la mayor parte, pero mi corazón se encogió cuando escuché ‘tan jodidamente estúpido’
¿Estaba hablando de mí? ¿Él realmente pensaba que era estúpida?

Llegó a la puerta y la abrió, dándose la vuelta. Dio un salto, asustado, cuando se dio cuenta que estaba
justo detrás de él.

“¡Joder, chica!” Gritó fuerte, agarrándose el pecho. “Necesitas aprender a hacer algún maldito ruido
para que la gente sepa que estás ahí. Esa mierda de andar a hurtadillas no va a funcionar.”
“Lo siento señor,” murmuré rápidamente, sintiendo las lágrimas brotando de mis ojos. “No tenía
intención de sorprenderlo, me enseñaron a ser lo más silenciosa posible en todo momento.”

“Sí, bueno, necesitas entrenarte de otra manera o vas a conseguir que me dé un ataque al corazón,”
dijo. Asentí, sin saber que decir y gimió, sacudiendo la cabeza. Dio media vuelta y salió por la puerta,
lo seguí y nos detuvimos en el porche. Le oí murmurar de nuevo ‘jodidamente estúpido’ mientras
cerraba la casa con llave.

Prácticamente saltó el porche, sacudiendo la cabeza. Se dirigió directamente a la puerta del conductor,
pero se detuvo abruptamente, gimiendo de nuevo. Dio la vuelta y se dirigió a la puerta del pasajero,
abriéndola y haciendo un ademán para que entrara. Le di las gracias en voz baja, subiendo al coche.
No respondió, pero asintió con la cabeza en respuesta. Cerró la puerta y se dirigió hacia el lado del
conductor.

El interior del coche estaba impecable y me ponía nerviosa. Todo era de piel y su olor era bastante
fuerte. Por lo que pude ver, no había suciedad en ningún sitio, todo se mantenía limpio y brillante. Sin
embargo, no estaba exactamente sorprendida, teniendo en cuenta que supuestamente era quisquilloso.

Se deslizó en el asiento del conductor y arrancó el coche. Me puse el cinturón de seguridad y miré
hacia él, notando que tenía el ceño fruncido y una postura un poco tensa. Puso el coche en marcha y se
puso a conducir de inmediato, sin molestarse en abrochar el cinturón de seguridad. Me agarré al
asiento con fuerza mientras aceleraba, levantando tierra y grava. Apenas redujo la velocidad cuando
dio un volantazo en el camino de entrada y salió a la carretera principal, con los neumáticos chillando.

Estaba asustada, no voy a negarlo. Parecía bastante despreocupado al conducir, jugando todo el tiempo
con la radio y buscando canciones, en lugar de prestar atención a la carretera. No dijo nada en
absoluto, ni siquiera miró en mi dirección. Era como si yo, ni siquiera, estuviera en el coche con él.

Condujo durante unos minutos antes de entrar en los límites del pueblo. Finalmente, se detuvo cuando
llegó a una tienda, aparcando en la parte de atrás del estacionamiento. Aparcó el coche en ángulo,
usando un par de plazas e ignorando las líneas pintadas. Fue algo confuso.

Apagó el motor y suspiró, sacando la llave. Salió y cerró la puerta con rapidez. Dudé brevemente. Sin
embargo, antes de llegar a la manilla de la puerta, estaba en mi lado, abriéndola.

Salí y cerró la puerta tras de mí. Hizo una pausa, me miró brevemente por primera vez desde que se
metió en su coche, antes de dar la vuelta y dirigirse a la tienda. Lo seguí, tratando de hacer algo de
ruido para no molestarle con mi silencio, pero no era tan fácil como pensaba que sería.

Llegamos al edificio y la puerta se abrió automáticamente. Entramos y se fue hacia una fila de carros.

Hizo una pausa y se volvió con una mirada expectante. Me quedé inmóvil, un poco asustada. Frunció
el ceño cuando vio mi expresión y vaciló antes de agarrar un carro y tirar de él.

“¿Alguna vez has hecho la compra tú sola?” Preguntó en voz baja, después de un segundo, mirándome
por el rabillo del ojo. Negué con la cabeza.

“No, nunca he estado en una tienda.”


Se quedó inmóvil, su cabeza giró rápidamente en mi dirección y me miró con incredulidad.

“¿Nunca?” Preguntó.

Negué con la cabeza. “Nunca. No se me permitía,” dije en voz baja. Suspiró y sacudió la cabeza,
aparentemente frustrado.

“Bueno, en realidad, tampoco puedo decir que alguna vez haya comprado comestibles,” dijo
encogiéndose de hombros. Lo miré sorprendida y sonrió levemente.

“¿En serio?” Pregunté, devolviéndole la sonrisa.

Él asintió, riendo suavemente entre dientes. “Sí, de verdad. Quiero decir. He ido a una tienda a
comprar algo concreto cuando me mandaban ir, pero en realidad nunca he ido a hacer la compra yo
solo. Afortunadamente, esa no es mi responsabilidad,” dijo.

Mi sonrisa cayó. Hacer la compra, según el doctor Cullen, sería mi responsabilidad. No estaba muy
segura de cómo iba a funcionar, pero sabía que Edward estaba aquí, teniendo que hacer mi trabajo y
eso no estaba bien.

“Lo siento,” dije en voz baja, mirando al suelo. Suspiró.

“No te disculpes, yo me ofrecí. Vamos a resolver esta mierda juntos.”

Hizo una pausa cuando llegamos a la sección de productos, mirando a su alrededor. Tenía una mirada
un poco confusa. Se volvió hacia mí después de un segundo y arqueó una ceja. “Tengo otra confesión,”
susurró, inclinándose ligeramente hacia mí.

“¿Y cuál es?” Le pregunté con el ceño fruncido.

“Tampoco puedo decir que, en realidad, alguna vez haya cocinado, así que no tengo idea qué es la
mitad de esta mierda o para qué sirve,” dijo, cogiendo un tallo de coles de Bruselas y observándolo
con escepticismo. No pude evitar la risa que se me escapó al ver su expresión. Volvió la cabeza y me
sonrió. “Hablando en serio, ¿qué coño es esto?” Preguntó, sosteniéndolo.

“Coles de Bruselas,” dije. Pareció sorprendido y miró el tallo que sostenía.

“Definitivamente no las compres,” murmuró, prácticamente arrojándolo de vuelta. Me reí, un poco


más fuerte de lo que esperaba y llevé la mano a mi boca para cubrirla. Se rio. “Tienes una bonita risa,”
dijo después de un momento. Me miró y sonrió.

“Gracias,” dije en voz baja. Asintió, pero por lo demás no respondió. Nos quedamos allí, mirándonos
el uno al otro por un momento, antes de que se aclarara la garganta y apartara la mirada, pasándose de
nuevo la mano por el pelo.

“Vamos a terminar con esto,” murmuró.

Asentí, sintiéndome un poco incómoda. Ahora había tensión, no lo entendía pero podía sentirla. “¿Qué
es lo que suelen comer? ¿Qué de cosas cocinan?”
Se rió secamente. “Emmett comería cualquier cosa. Demonios, probablemente comería coles de
Bruselas. Jasper y papá no son muy difíciles de complacer, al menos probarían cualquier cosa que
hicieras.”

“¿Y usted?” Pregunté, notando que no había mencionado nada sobre él. Suspiró y se encogió de
hombros.

“Quisquilloso,” murmuré para mí misma, disfrutando de la nueva palabra que el doctor Cullen me
había enseñado y dándome cuenta que Edward, no solo era especial sobre sus posesiones. Era exigente
en todo.

Me miró con incredulidad. “¿Cómo acabas de llamarme?” Preguntó.

Mis ojos se abrieron cuando me di cuenta de que acababa de decírselo a la cara. Me miraba
expectante, obviamente no iba a permitir que me saliera por la tangente. Suspiré. “Quisquilloso,” dije
en voz baja.

Negó con la cabeza. “Mi padre te enseñó esa mierda, ¿no? Ha estado diciéndome que soy un hijo de
puta quisquilloso durante años.”

Sonreí levemente, aliviada porque no estuviera molesto. Hacía menos de cuarenta y ocho horas, si le
hubiera murmurado la palabra quisquilloso a mi dueño, incluso sin saber su significado, habría sido
castigada severamente.

“Sí, su padre lo mencionó,” le dije. “Realmente, no tenía la intención de faltarle al respeto.”

Asintió con la cabeza. “Lo sé. Pero como sea, vamos a comprar. Parecemos idiotas aquí parados a un
lado de estas coles de mierda,” murmuró. Sonreí y asentí.

Edward agarró pequeñas bolsas verdes y empecé a echar frutas y verduras que pensé que serían buenas
para ellos. Fuimos por los demás pasillos y cogí lo que reconocía que había usado antes. Por suerte,
había pasado tanto tiempo en la cocina en casa de Charles, que reconocía el envase y no tenía que
lidiar con el hecho de que, supuestamente, era analfabeta. Clara me había enseñado a cocinar, así que
lo tenía bastante arraigado.

Edward me aseguró que debería coger todo lo que me llamara la atención y no me preocupara por el
dinero o lo lleno que estuviera el carro. Dijo que no tenía ganas de volver a un supermercado por un
buen tiempo y yo tenía el mismo sentimiento. Cogí todo lo necesario para las comidas y Edward,
agarró sus alimentos favoritos, como cereales, comida basura, patatas fritas, helados y refrescos. No
tenía ni idea cuando se trataba de esas cosas.

Nos dirigimos a la caja con el carro rebosante y Edward comenzó a arrojar las cosas en la banda
transportadora. Noté que la trabajadora estaba mirando a Edward, con los ojos muy abiertos y una gran
sonrisa en su rostro. Era tan extraño, lo miraba como si fuera un ídolo o algo parecido y ni siquiera
trataba de ocultar el hecho de que estaba mirándolo con la boca abierta. Sin embargo, Edward parecía
no haber reparado en ella.

Tan pronto como el gerente vio a Edward, se acercó a nosotros. “Señor Cullen, es un placer verlo,”
dijo, extendiendo la mano hacia él. Edward asintió y tomó su mano, agitándola con indiferencia.

El gerente comenzó a embolsar nuestros comestibles y a colocarlos en nuestro carrito. Di un paso


atrás y observé todo con asombro, la cajera y el gerente, ambos mirando a Edward con la boca abierta.
El gerente parecía querer impresionarlo, ya que la presencia de Edward parecía ponerlo un poco
nervioso, tal vez un poco temeroso y lo miraba para asegurarse que no estuviera molesto. Era tan
extraño, me preguntaba si tal vez la gente del pueblo sabía del otro aspecto de su vida o al menos lo
sospechaba. También me preguntaba si Edward estaba distraído o si estaba tan acostumbrado a ese
trato, que ni siquiera se inmutaba por ello. Sin embargo, no era normal, de eso estaba segura. Aunque,
tenía la sensación que la adolescente tras la caja registradora, lo miraba por razones diferentes a las
del gerente. Tenía secretas sospechas de que le gustaba.

Estaba tan fascinada por lo trabajadores, que Edward parecía desvanecerse en el fondo, hasta que
bruscamente su mano se disparó en mi dirección. Me encogí instintivamente y él se paralizó,
mirándome con los ojos entrecerrados. Extendió su mano frente a mí, despacio y cogió una barra de
chocolate del estante que tenía a mi lado. Lo lanzó a la cinta transportadora sin quitarme los ojos de
encima.

Aparté la vista, sin saber por qué me estaba mirando de la forma en la que lo estaba haciendo. No
podía comprender si estaba molesto o no. Todavía podía sentir su mirada en mí y me estaba poniendo
nerviosa.

“El total es 247,63 dólares,” dijo la chica de la caja registradora después de un momento. Mis ojos se
abrieron por la sorpresa ante el costo y miré a Edward, pero no parecía perturbado. Metió la mano en
su bolsillo trasero y sacó su billetera, la abrió y sacó una tarjeta plateada. Finalmente, se dio la vuelta
y aparto su vista de mí, deslizando rápidamente su tarjeta. Después de un segundo, la chica le dio un
trozo de papel y lo miré, viendo como firmaba con su nombre. Su escritura era bastante impresionante
y me di cuenta de lo infantil que era la mía. Imaginé que mi letra parecería la de un niño pequeño.

Se lo devolvió, mirándola por primera vez y ella le sonrió brillantemente. Él le sonrió, su sonrisa
torcida y encantadora. Mi corazón empezó a acelerarse al verla y a juzgar por la cara de la chica, el
suyo también. Traté de ignorar mi corazón palpitante, diciéndome que estaba siendo ridícula. Era
peligroso. Me estaba ablandando, logrando hacerme vulnerable simplemente porque era atractivo y
que iba a conseguir que me mataran si seguía así. Menos de veinticuatro horas y él ya me estaba
haciendo desmoronarme.

La chica quitó el recibo, agarró un pedazo de papel extra y escribió algo en él. Se los entregó a
Edward, él le asintió antes de darse la vuelta y alejarse. Cuando salíamos de la tienda, la chica me
estrechó sus ojos, mirando mi camiseta. Me di cuenta de que llevaba la ropa de Edward en público y
ella debía saberlo, porque su expresión era celosa y hostil. Suspiré y aparté mis ojos de ella, mirando
al suelo mientras nos íbamos.

Llegamos al coche y Edward lo puso en marcha. Apretó un botón y la parte de arriba del coche
empezó a moverse, asustándome. Vi con asombro cómo se doblaba hacia abajo, desapareciendo, a
medida que se volvía un convertible. Edward vio mi expresión de asombro y se echó a reír. Empezó a
agarrar las bolsas, arrojándolas a la parte de atrás. Rápidamente, comencé a ayudarle y cuando
terminamos me deslicé en el asiento del pasajero, mientras Edward devolvía el carro.
Regresó después de un momento y se subió, comenzando a conducir de inmediato. Sacó su barra de
chocolate, una caja triangular de color amarillo con grandes letras rojas a un lado, abriéndolo con
cuidado y quitándole el papel de aluminio. Partió dos triángulos con tranquilidad y me los dio.

Mis ojos se abrieron y lo miré con la boca abierta. Cuando no los tomé después de un segundo, me
miró levantando una ceja interrogante.

“¿No te gusta el chocolate?” Preguntó.

“Eh…yo nunca, eh, lo he probado,” murmuré.

Me miró sorprendido. “Cristo, chica, tómalo,” dijo, empujando el pedazo de chocolate en mi rostro.
Reí levemente y lo tomé, mordisqueándolo. Sonreí ampliamente ante el rico sabor con los pedacitos
crujientes que sabían a miel y gemí ante lo increíble que era. Me avergoncé un poco por mi reacción y
de inmediato me ruboricé profundamente. Edward simplemente se rio, asintiendo.

“Sí, lo sé…. una mierda increíble.”

Capítulo 9: “Una Primera Vez Para Todo.”

“El carácter es la suma de momentos que no podemos explicar.”—George Saunders

Edward cullen

Mi día se había ido al infierno rápidamente y aunque quisiera culpar a mis hermanos o a sus novias
por ello, el hecho era que todo era mi culpa.
Traté de ignorar las palabras de Jasper cuando salió de la cafetería. Fue una simple declaración, pero
tan putamente cargada de significado que era ridículo. En realidad, estaba bastante sorprendido de que
hubiera tenido el valor de decírmelo a la cara, porque todos sabían que era temperamental y como me
afectaba que la mencionaran.

‘Si mamá pudiera verte ahora….’

Sabía que estaría decepcionada, probablemente, bastante disgustada. Ella siempre había tratado de
hacer que la vida de papá no nos afectara, habíamos sido educados para ser caballeros y sobre todo
respetar a las mujeres y yo sabía que estaba fallando en eso. Podía ser un gilipollas, no podía negarlo,
era impetuoso y grosero. Cuando era más pequeño, era todo lo contrario, ingenuo, dulce y desesperado
por amor y afecto. Recuerdo un día, no debía de tener más de seis años, o menos, Emmett aprendió la
palabra ‘perra’ de uno de sus amigos y pensó que sería divertido volver a casa y enseñársela al
pequeño e ingenuo Edward. Estaba tan desesperado porque me quisiera y aceptara, que habría hecho
cualquier cosa que me pidiera. Era una pequeña mierda esquelética y Emmett siempre había sido tan
grande, que era como mi protector. Así es que, cuando me pidió que entrara en la cocina, donde estaba
mamá y le dijera ‘perra’, estuve dispuesto a hacerlo.

Por supuesto, la puta palabra la hizo llorar y después me sentí como una mierda, sin entender por qué
Emmett no me había dicho lo que significaba la maldita palabra. Si ella supiera que la usaba
diariamente para describir a la población femenina al completo, estaría muy decepcionada.

Pero tú sabes, ella no estaba aquí y no lo había estado en mucho tiempo. Era una persona amable,
sensible y compasiva. No estaba hecha para la vida de papá, no la aprobaba, pero lo amaba y por eso,
lo pasaba por alto. Estaba desesperada porque nosotros, sus chicos, fuéramos diferentes, no
adoptáramos ese estilo de vida. Tenía muchas esperanzas en mí, el más joven y más parecido a ella
cuando era pequeño. Me mimaba, quizás demasiado; siempre acostumbraba hablar de su pequeño y
dulce Edward y lo grande que sería algún día.

Sí, si pudiera verme ahora probablemente hubiera deseado que no hubiera nacido. He crecido para ser,
exactamente, lo que ella estaba tan desesperada por evitar para sus hijos. Tenía la mentalidad de la
mafia, la actitud de “nadie más importa, sino yo.” Ese chico dulce y compasivo que estaba
desesperado por amor y afecto, hacía demasiado tiempo de mierda que había muerto. Alejaba a la
gente de mí, los encabronaba, los utilizaba y, francamente, no me importaba. Pero en realidad, nadie
entendía lo que realmente había tenido que pasar, lo que había visto y había tenido que vivir
sabiéndolo. Si tuvieran, al igual que yo, las mismas imágenes y sonidos metidos en su cerebro, tal vez,
no me juzgarían o condenarían tan rápido.

Así que me levanté de la mesa de la cafetería y salí, pasé el resto de la jornada escolar tratando de
olvidarme, de nuevo, de ella, pero no pude. Seguía pesando en mi cabeza y me estaba encabronando.
En el último periodo, en clase de gimnasia, Jessica cambió de idea y decidió escabullirse conmigo,
pero no puede, no podía concentrarme.

Después de la escuela, Emmet se fue con Rose y Jasper tenía una reunión de algún club, así regresé a
casa solo. Estaba empezando a lamentar el haberme ofrecido a llevar a Isabella al supermercado, por
el estado de ánimo en el que estaba. Algo en ella me ponía nervioso y no podía pensar con claridad a
su alrededor. Hoy estaba distraído por culpa de Jasper y lo último que necesitaba era decirle algo
estúpido. Que ya de por sí, se comportaba de forma rara.
Me detuve en la casa y salí del coche, vacilante. Vi la cortina en la cocina moverse y me di cuenta que
ella me estaba mirando. Me dirigí al interior de la casa, tiré la mochila al suelo y entré en la cocina.
Me detuve en la puerta y la miré. Estaba de pie al lado del mostrador, sin moverse y mirando al suelo.
Parecía asustada como la mierda y la miré por un momento, dándome cuenta que llevaba puesta una
de mis camisetas de fútbol. Recordé que papá había venido a mi habitación la noche anterior y había
cogido algo de mi vestidor, pero estaba demasiado encabronado en ese momento como para darle
mucha importancia. Ahora me daba cuenta que le estaba buscando algo para que usara. Era grande,
pero de alguna manera, parecía quedarle bien, como si estar en ella fuera su sitio o algo así. Era un
sentimiento extraño, pero parecía ser lo correcto, como si tuviera que tenerla.

Ni siquiera me miraba y era incómodo, así que nervioso, solté algo sobre ella usando mi camiseta. Por
supuesto, pidió disculpas y dijo algo acerca de devolvérmela pero, realmente, la camiseta me
importaba una mierda. Le dije que se la quedara, le quedaba bien.

En cuanto apartó la mirada y su rostro se puso rojo, me di cuenta de lo que había dicho. Sonaba como
si estuviera tratando de ligármela. Ya se sentía lo suficientemente incómoda; se veía, tan claro como
el día, en su postura y su expresión, que se sentía fuera de lugar. Lo último que necesitaba era al idiota
de mí, actuando de forma hormonal.

Estaba frustrado y le dije que lo olvidara, era lo más cercano a una disculpa que se me ocurrió. La
miré y vi que estaba sonriendo pero, en ese momento, su rostro estaba de nuevo carente de expresión y
desvió la vista.

Le dije que nos fuéramos, así terminaríamos con las compras antes de que hiciera o dijera algo más
estúpido. Me estaba riñendo a mí mismo por ser un maldito idiota que no la oí venir detrás de mí, así
que de nuevo, logró asustarme cuando me di la vuelta. Y, por supuesto, exactamente igual que la
primera vez, arremetí contra ella antes de darme cuenta de lo que estaba haciendo. Ella se disculpó,
diciendo que la habían enseñado a estar siempre callada y para empeorar las cosas, le grité que tenía
que entrenarse de forma diferente. Entrenarse…. como un puto perro. En realidad, ¿Cómo podía llegar
a ser tan imbécil?

Estaba tan encabronado y ocupado hablando pestes de mí mismo que casi había olvidado mis modales,
por poco no le abro la puerta. No lo entendía, nunca había tratado a ninguna mujer así. No era su
culpa, ellas estaban ahí y yo siempre trataba de hacérselo lo más fácil posible.

Estuve distraído durante todo el viaje y traté de no mirarla. Algo en ella me ponía nervioso, necesitaba
descifrar qué era y solucionarlo, porque no podíamos continuar con la tensión o yo estallaría.

Llegamos a la tienda y aparqué el coche de lado para que nadie pudiera aparcar cerca de mí. La gente,
probablemente se encabronaría, aunque utilizara una jodida docena de sitios, nadie me diría una
mierda por ello. Entramos y parecía que Isabella estuviera a punto de tener un ataque de nervios.
Confesó que nunca había estado en una tienda y me dejó estupefacto. ¿Quién cojones no había estado
nunca dentro de una tienda? Traté de quitarle algo de su pánico y aligerar un poco el estado de ánimo.
Francamente, no sabía lo que estaba haciendo, nunca había tenido que comprar mierdas para hacer
comidas, no me sentía a gusto en el departamento de alimentos, ya que prácticamente no me gustaba
nada. Hasta la hice reír, estaba sorprendido de lo joven y despreocupada que parecía y sonaba en ese
momento. Le hice un cumplido por su risa y ella sonrió. Fue como un momento dulce, nos miramos
fijamente durante un rato hasta que se convirtió en algo extraño y tuve que apartar la mirada antes de
hacer algo estúpido. Se estaba metiendo bajo mi piel y me incomodaba.

No sabía nada de la chica, además de que tenía dieciséis años y se llamaba Isabella. Apenas me
hablaba, además de pedir disculpas por cosas por las que no debería disculparse. Por todo lo que sabía
de ella, podía ser tan tonta como el pomo de una puerta y carecer por completo de personalidad. Las
dos personas que papá había traído a casa antes que ella, habían sido ignorantes, analfabetas y me
atrevía a suponer que probablemente ella también lo era, lo que era jodidamente triste.

Me sorprendió cuando murmuró que yo era quisquilloso. Por lo que yo sabía, mi padre era el único
que utilizaba esa palabra, así que, inmediatamente, supe de donde la había sacado. Tenía curiosidad
por todo lo que mi padre le había dicho sobre mí, cuanto sabía, pero en medio de la tienda, no era el
lugar ni el momento para preguntarle. Me atrevía a suponer que no sabía gran cosa, ya que había sido
lo suficientemente valiente para llamarme así a la cara.

Recorrimos la tienda rápidamente. Me di cuenta que apenas miraba los paquetes que arrojaba en el
carrito. Yo me encargué de lo que no fuera para las comidas, para facilitarle las cosas hasta que se
hiciera una idea de nuestros hábitos alimenticios y preferencias.

Cuando terminamos de comprar, fuimos a la caja y puse todo en la cinta transportadora. El gerente se
acercó a saludarme, algo nada inusual. La gente tendía a querer satisfacerme, por una razón u otra.
Algunos lo hacían porque mi padre era un médico querido, el salvador del hospital o porque tenían una
idea de cuál era realmente el negocio familiar. Otros, lo hacían porque eran amantes del deporte y el
quarterback titular siempre era considerado como un Dios.

Extendí mi mano frente a Isabella para tomar una barra de Toblerone, porque era un glotón cuando se
trataba de ellos y ella se estremeció, alejándose de mí. La miré asombrado, sorprendido porque
creyera que la golpearía sin razón, sobre todo en medio de una puta tienda. Parecía avergonzada
después de su reacción, que era sencillamente desconcertante. Ni siquiera podía imaginar por lo que
habría pasado para ser tan desconfiada. Me volví para pagar y le presté atención a la chica de la caja,
que me estaba sonriendo de forma coqueta. Sabía quién era, era linda y había escuchado por ahí que
seguía siendo virgen. Hubiera sido divertido convencerla para llevarla a la cama y el sexo hubiera sido
bueno, puesto que era tan pequeña y sería estrecha, pero no habría valido la pena dado las posibles
consecuencias. Su padre era policía y lo último que necesitaba, era un hombre con una placa y una
pistola, tratando de vengarse de mí por desflorar a su pequeña niña y romper su corazón. Mi padre me
patearía el trasero por eso. Pero de todos modos, coqueteé con ella solo porque podía. Ella deslizó su
número de teléfono con el recibo y lo guardé en el bolsillo, haciendo una nota mental para tirarlo más
tarde.

Bajé la capota del coche, lo que pareció asombrar a Isabella. Su expresión fue tan simpática que no
podía dejar de reír. Después de meter la compra en el coche y devolver el carro, me subí en el coche y
saqué mi barra de chocolate. Me di cuenta que había sido un pendejo y no le había comprado uno, así
que partí un pedazo y se lo di. Me miró como si estuviera loco e inmediatamente, me pregunté si la
había cagado de nuevo. Pero entonces, me dijo que nunca había comido chocolate y eso me
sorprendió. ¿Quién demonios no había comido chocolate nunca? Lo cogió vacilante y le dio un
mordisco, la expresión de su rostro era impresionante. Parecía encantada y feliz, todo por un pedazo
de chocolate.

Y entonces ella gimió. Dio un puto gemido. Y no fue un delicado y suave gemido, fue uno de esos
gemidos guturales que dicen 'fóllame hasta dejarme tonta'. Fue directamente a mi polla y me endurecí
al instante. Reí y dije algo sobre lo bueno que era el chocolate, tratando de ignorar el bulto en mis
pantalones. ¿Dónde había estado antes, cuando lo había necesitado?

El viaje a casa fue en silencio. Puse algo de Debussy y lo tarareé. Isabella tenía la cabeza hacia atrás y
los ojos cerrados, el viento soplaba en su rostro. No dejaba de mirarla, como si fuera todo un
espectáculo. Tenía una sonrisa en sus labios, algo sobre su felicidad me hacía sonreír. Tenía la
sensación que ella tenía más demonios acechándola que yo.

Me detuve frente a la casa y gemí cuando vi el pequeño convertible rojo estacionado delante, lo que
indicaba que Emmett estaba en casa y estaba con Rose. Los ojos de Isabella se abrieron cuando vio el
coche, el pánico era evidente en su rostro. Suspiré y me pasé la mano por el pelo.

“Solo es la novia de Emmett. Aunque puede ser una perra, así que solo ignórala.”

Ella asintió, pero el pánico no se había ido. Salí de coche y caminé hacia su lado, abriéndole la puerta.
Empecé a agarrar bolsas y ella también, las llevamos a la casa y las dejamos en el suelo de la cocina.
Volví a salir y agarré las últimas bolsas, poniendo de nuevo la capota por si acaso llovía. Llevé las
bolsas y las dejé en el suelo, suspirando.

Abajo no había rastro de Emmett o Rose, así que imaginé que estarían en la habitación de Emmett.
“¿Crees que podrás guardar tú sola toda esta mierda?” Le pregunté. Isabella me miró y asintió,
volviendo rápidamente la cabeza. Suspiré de nuevo, pasando la mano por mi pelo. Era un hábito
nervioso que al parecer no podía evitar. “Está bien, solo junta todas las bolsas de plástico, ponlas
dentro de una sola y colócalas a un lado del bote de la basura. A mi padre le gusta reciclar y toda esa
mierda.”

Ella asintió, aun dándome la espalda. Dudé antes de darme la vuelta y dirigirme hacia las escaleras.
Empecé a subir lentamente las escaleras, escuchando. Pude oír voces que venían de la habitación de
Emmett y quería asegurarme de que no estuvieran follando antes de irrumpir.

Escuché a Jasper reír cuando me acerqué a la puerta. Toqué fuerte dos veces y abrí la puerta
inmediatamente. Ellos gritaron y saltaron asustados y me eché a reír. Emmett comenzó a toser al
instante, un gran resoplido de humo salió de él. La habitación estaba brumosa y el olor a marihuana
era fuerte. Inhalé profundamente. , disfrutando del olor a tierra y algo del humo que persistía en el
aire.

“Hijos de puta, realmente deberían aprender a ponerle seguro a la puerta,” dije, todavía riendo. Cerré
la puerta detrás de mí y puse el seguro. Emmett me tendió el porro en cuanto me acerqué y lo tomé.

Rose rodó los ojos. “¿Quién va a descubrirnos?”

“Nunca se sabe,” dije encogiéndome de hombros, llevando el porro a mis labios y dando una larga
calada. Me encantaba el olor de la marihuana y el sabor a fresa del papel de fumar. Lo mantuve en mis
pulmones y le pasé el porro a Jasper.

“¿Cómo han ido las compras?” Preguntó Emmett. Lo miré y vi que estaba sonriendo. Tenía los ojos
vidriosos y rojos—estaba drogado como el demonio.
“Sobreviví,” dije, finalmente exhalando. Tosí ligeramente por la sensación de ardor en mis pulmones,
ya sentía el calor corriendo por mi cuerpo, relajándome. “La cajera me dio su número de teléfono.”
Metí la mano en el bolsillo y saqué la pequeña hoja de papel, arrojándola en la cama de Emmett, a su
lado.

Emmett se echó a reír y Rose rodó los ojos, extendiendo su mano, tomando el porro de Jasper. “Quien
quiera que sea, tiene que ser mejor que Stanley,” dijo.

Negué con la cabeza. “Es la hija del nuevo policía. No tengo planes de ir a la cárcel por un culo.” Me
dejé caer al lado de Jasper, suspirando. “Entonces, ¿qué están haciendo? ¿Además de matar las células
del cerebro?”

Rose sonrió, pasándole el porro a Emmett. “Estamos haciendo apuestas.”

Mis cejas se elevaron y sonreí. Siempre estaban apostando por mierdas ridículas. Juro que mis
hermanos tenían una adicción a las apuestas. “Entonces, ¿por qué estamos apostando?”

“¿Quién hace llorar a Isabella primero?” Dijo Jasper, sacudiendo la cabeza. Rodé los ojos.

“¿Y quién apuesta qué?” Pregunté, mientras que Emmett me entregaba el porro. Tomé una calada y
Rose sonrió.

“Emmett dijo que sería Carlisle,” dijo. Mis ojos se abrieron ligeramente por la sorpresa. Creí que,
automáticamente, todos me señalarían.

“¿Por qué papá?” Pregunté, llevando el porro hasta mis labios y dando una larga calada, sosteniéndolo
mientras se lo pasaba a Jasper.

“Hombre, papá puede dar miedo. Tú lo sabes. Estoy acostumbrado a él y esas miradas que a veces da y
todavía me dan ganas de correr lo más lejos posible y esconderme. Me imagino que pronto la cagará y
él perderá los estribos con ella.”

Asentí, ya que podía suceder. “¿Y quién dijo Jasper?” Pregunté, exhalando el humo de mis pulmones
lentamente.

“Yo dije que Emmett, por su tamaño. Deberías haber visto su mirada cuando papá se lo presentó,
estaba asustada,” dijo Jasper. Lo miré y tenía el ceño fruncido.

“¿Y tú, Rose?” Le pregunté. Ella sonrió, estirando su mano y tomando el porro de Jasper.

“Tú, por supuesto,” dijo, tomando una calada.

Asentí, pensando lo mismo. “Entonces, ¿cuánto han apostado?”

Rose le pasó el porro a Emmett. “200 dólares cada uno,” dijo encogiéndose de hombros. Asentí otra
vez.

Pasé los dedos por mi pelo y me puse de pie. Estaba algo mareado y parpadeé varias veces para aclarar
mi visión. Le quité el porro a Emmett y sonreí.
“Bueno, yo diría que ustedes dos, hijos de puta, le deben a Rose 200 dólares cada uno, porque la perra
ya ganó,” le dije, dando una calada. Sus cabezas giraron bruscamente en mi dirección, mientras me
miraban con la boca abierta.

“¿Cuándo la hiciste llorar?” Jasper preguntó, con el ceño fruncido. Parecía enojado, a pesar de haber
entrado en la apuesta, seguía sin gustarle la idea de alguien ganando, porque eso significaba que
alguien había molestado a la chica indefensa de la planta baja.

“Esta mañana, la primera vez que hablé con ella. Me dio un susto de mierda y le grité,” dije
encogiéndome de hombros. “No fue mi intención, pero tú me conoces, reaccioné.”

Tomé una larga calada, sosteniéndola y le pasé el porro a Jasper. Me di la vuelta y me dirigí a la
puerta, quitándole el seguro y dejando rápidamente la habitación, antes de que cualquiera de ellos
pudiera hacer comentarios sobre lo que había dicho.

Bajé las escaleras y llegué al vestíbulo al mismo tiempo que Isabella salía de la cocina. Se congeló
cuando me vio y finalmente exhalé el humo dejando mis pulmones. Tosí y los ojos de Isabella se
estrecharon ligeramente.

“¿Lo has guardado todo?” Pregunté, quería asegurarme que había logrado recoger toda la comida.
Nunca me había importado una mierda, probablemente fuera la persona menos servicial de la casa,
pero una parte mí se sentía un poco protector con la chica y quería asegurarme que no se metiera en
problemas. Sabía que Emmett tenía razón, quizás hubiera sido el primero en hacerla llorar, pero no
estaba lejos de imaginar que pronto la cagaría e incurriría en la ira de papá.

“Sí, señor,” dijo en voz baja, mirándome.

Nos quedamos mirándonos el uno al otro. Sentí el impulso de decirle algo pero no tenía idea de qué
decir o hacer, así que me quedé allí parado, mirando.

Finalmente, después de un momento ella apartó sus ojos, mirando al suelo. Pasó por delante de mí y
subió las escaleras rápidamente, sin volver a mirarme.

Le eché un vistazo mi reloj y suspiré. Eran las cinco y media. Caminé y agarré mi mochila, que seguía
tirada junto a la puerta y subí las escaleras hasta mi habitación. Saqué mi libro de Historia Europea y
me dejé caer en el sofá de cuero de mi habitación, pasando las páginas hasta encontrar la sección sobre
la familia Medici durante el Renacimiento en Italia. Traté de leer algo, sabiendo que tenía que
presentar un ensayo en unos días pero no podía concentrarme. Después de leer el mismo párrafo una
docena de veces y aún sin retener nada, tiré el libro con frustración. Me recosté en el sofá cerrando los
ojos.

Cuando abrí los ojos, la habitación estaba un poco más oscura y el sol se estaba poniendo. Me
incorporé rápidamente, parpadeando con rapidez y mirando el reloj, sabiendo que me había quedado
dormido. Faltaban unos minutos para la siete.

Me levanté y estiré la espalda, pasando los dedos por mi pelo. Salí de la habitación y bajé las escaleras
lentamente. Oí la televisión de la sala cuando llegué a la planta baja y me dirigí en esa dirección.
Jasper estaba en el sofá, viendo Jeopardy. Emmett estaba al otro lado de la habitación sentado en una
silla, hablando por su teléfono móvil. Me dejé caer en el sofá y suspiré, mirando la televisión.

Jasper estaba recitando las respuestas a cada pregunta, la mayoría de ellas mal, pero no le importaba.
Le encantaba esa mierda de programa. Me recargué en el respaldo y miré divertido, riéndome de su
frustración.

Mis ojos se abrieron cuando una foto de un tallo de una col de Bruselas apareció en la pantalla y Alex
Trebek dijo: “Cada una de las plantas que ves aquí, produce docenas de estos vegetales.” La frente de
Jasper estaba fruncida y murmuró “guisantes”, lo que no tenía sentido.

“Es una puta col de Bruselas,” dije. Jasper giró la cabeza bruscamente en mi dirección y entrecerró los
ojos, cuando el tipo de la televisión confirmó que, efectivamente, se trataba de coles de Bruselas.

La puerta principal se abrió, desviando la atención de mí. Emmett se levantó inmediatamente y corrió
a la puerta delantera cuando mi padre entró en casa, arrancándole algunas bolsas. Papá se echó a reír y
sacudió la cabeza. Emmett llevó las bolsas a la mesa, mientras papá se dirigió a la sala de estar. Miró
a su alrededor brevemente, suspirando antes de que sus ojos se posaran en donde Jasper y yo
estábamos sentados en el sofá.

“¿Podría alguno de ustedes ir arriba y preguntarle a Isabella si tiene hambre?”

Capítulo 10: “Aprendiendo a Crecer en Filas.”


“Una mala hierba es una planta que ha dominado todas las habilidades de supervivencia, excepto la
de aprender a crecer en filas.”—Doug Larson

Isabella swan

Me acosté en mi cama mirando al techo, perdida en mis pensamientos. Todo era aún nuevo y extraño
para mí. Había sido un día raro y estaba empezando a entender lo que el doctor Cullen me había
explicado sobre la vida en su casa, cómo tendría una sensación de normalidad y algunas libertades.
Habían dejado que me las apañara yo sola, sin ninguna indicación en todo el día, permitiéndome
trabajar y hacer las cosas a mi ritmo y a la hora que quisiera. Fue tan extraño, después de haber pasado
los últimos dieciséis años con todo planificado. Me sentí incómoda, en conflicto por la forma en que
me trataban. No me sentía como una esclava en su presencia, casi me hacían sentir bienvenida. Y
aunque estaba bien que no me trataran con dureza cada minuto del día, no estaba segura de si me
agradaba del todo. Era demasiado nuevo, demasiado extraño. Nunca había experimentado un cambio y
era demasiado abrumador.

Además de eso, estaba Edward. Tenía temperamento fuerte, gritaba y utilizaba muchas palabras
groseras y más de una vez habían sido dirigidas hacia mí. Pero incluso en medio de ello no lo quiso
decir completamente en serio. A todos los demás, les hablaba de la misma forma y casi me trataba
como su igual.

El viaje desde la tienda había sido extraño. Apoyé la cabeza en el asiento y cerré los ojos, mientras el
cálido viento soplaba en mi rostro. Aún podía saborear la dulzura del chocolate en mis labios. Mis
pulmones respiraban una mezcla de la colonia de Edward, que era embriagadora y nublaba mis
sentidos, y el aroma de la vegetación exterior que estaba en el aire. En el radio sonaba música clásica,
no sabía qué era, pero la melodía era hermosa y cautivadora. Y por si eso fuera poco, Edward la estaba
tarareando en total armonía. Los sonidos que salían de él, eran suaves y dulces y enviaban un
cosquilleo por mi espalda. En este momento estaba contenta y feliz; oír, sentir, oler y probar cosas que
eran tan nuevas para mí.

Todo se vino abajo cuando llegamos la casa y abrí los ojos. La realidad volvió con toda su fuerza y
ella, en su totalidad, era aún más difícil después de olvidarla por un momento. Me asusté y miré a
Edward. Sentí una oleada de nostalgia y deseo, todo mi ser pidiendo, de nuevo, esa sensación que
acababa de perder.

Eso me asustó, no me gustó en lo más mínimo. Siempre había querido experimentar el mundo
exterior, aunque solo fuera por un momento, ahora que lo había hecho, deseaba que nunca hubiera
sucedido. Porque, por primera vez desde que era niña, sentí esperanza. Sentí felicidad. Y no me lo
podía permitir, porque cuando todo terminara, porque, inevitablemente, sucedería y me destruiría. No
podía bajar la guardia, tenía que ser fuerte.

Y culpé a Edward por haber roto ya mis defensas. No sé qué clase de poder tenía sobre mí que me
hacía olvidar, con tanta facilidad, mi lugar en el mundo, pero no me gustaba. Era peligroso,
probablemente, la persona más peligrosa que había conocido. Otros podían golpearme y castigarme
todo el día, dejándome maltratada y amoratada, pero nunca me habían doblegado. Edward, con tan
solo una sonrisa, ya había derrumbado mis muros.

Tenía que mantenerme alejada de él, no podía dejar que me derribara. Necesitaba recordar quién era
yo, por qué estaba aquí, porque olvidarlo sería mi perdición.

Me alegré cuando me dejó guardar los comestibles sola. Tenía una idea de donde iba cada cosa, así
que no fue tan difícil. En cuanto terminé, miré a mi alrededor para asegurarme que todo estaba en su
lugar, antes de salir corriendo y esconderme en mi habitación. Por supuesto, con la suerte que tenía, no
escapé inadvertida.

Edward estaba parado al pie de la escalera. Inmediatamente después de verlo, esos sentimientos se
agitaron dentro de mí. No lo entendía, no tenía sentido. Realmente, no conocía al chico. Todo lo que
sabía de él era malo y no debía pensar en él con cariño. En general, era una persona difícil, una gran
complicación, pero solo verlo hacía que todo pareciera muy simple. Lo miré fijamente por un
momento y él exhaló algo de humo, lo que me sorprendió, ya que era demasiado joven para ese mal
hábito y entonces me habló. Me vi obligada a responder, dejando a un lado los sentimientos en
conflicto dentro de mí. Me hacía sentir casi segura…. y no estaba segura. Y menos con él.

Salí corriendo de allí y me encerré en mi habitación. Oí a Edward subir y entrar en su cuarto y después
de un tiempo salir de nuevo. Incluso, cuando estaba fuera de mi línea de visión, me era difícil sacarlo
de mi cabeza. Quería conocerlo, oír su voz y sentir esas sensaciones que se agitaban en mi interior.
Pero no me lo podía permitir. Tenía que permanecer lejos de él.

Así que me acosté en mi cama, mirando al techo, tratando de analizarlo todo. No podía ser muy difícil
evitar a Edward. Por supuesto, lo había oído cuando iba y venía de su cuarto, pero no tenía que tener,
necesariamente, un contacto personal con él. Se había ido todo el día y podía terminar mi trabajo y
después, esconderme cuando estuviera en casa. Probablemente, también haría feliz al resto, al no tener
que verme y recordar que existía. Mientras todo estuviera limpio y ellos alimentados, en realidad no
tenían que verme, ¿verdad?

Hubo un suave golpe en la puerta, asustándome. No había oído a nadie subir las escaleras. Sentí el
pánico dispararse dentro de mí, mientras me levantaba de la cama. Me acerqué lentamente y agarré el
pomo de la puerta, tomando una respiración profunda antes de abrirla.

Jasper estaba en el pasillo y me sonreía levemente. Devolví la sonrisa por cortesía, aunque muy en el
fondo estaba un poco nerviosa, preguntándome qué quería. Un amo viniendo a llamarte, realmente,
nunca era algo bueno. En mi mundo, ser ignorado, era lo ideal.

“¿Quieres cenar con nosotros?” Preguntó. Mis ojos se abrieron por la sorpresa, cuando me di cuenta de
que estaba allí para invitarme a cenar. Miré al reloj que había detrás de mí y era casi las siete y media.
El doctor Cullen me había dicho que cenaban, a diario, a las siete, así que asumí que había llegado a
casa con la cena.

Entonces, empecé a sentir pánico. Siempre tenía que saludar a Charles cuando llegaba a casa,
¿esperaban lo mismo aquí? Jasper debió haber visto el miedo en mi rostro, porque suspiró en voz alta,
con el ceño fruncido.
“No tienes que hacerlo, lo sabes, ¿no?” Dijo en voz baja. “Está bien si no quieres bajar.”

Me miró inquisitivamente y sonrió de nuevo. Asentí.

“Gracias, señor,” dije, sintiéndome un poco aliviada. Él parecía sincero. “Por favor, dele también las
gracias al doctor Cullen por el ofrecimiento,” añadí, con la esperanza de que le diera el mensaje y el
doctor Cullen lo comprendiera. Incluso si no lo hiciera, podría recibir el castigo. En ese momento, el
castigo físico no sería tan malo, incluso podría ayudarme a recordar mi lugar. Estaba muerta de
hambre, pero no podía enfrentar a Edward, todavía no, al menos hasta que pudiera controlarme. Jasper
asintió.

“Lo haré.” Dudó, pero después de un segundo volvió a salir. Cerré la puerta suavemente y volví a
acostarme en mi cama.

Alrededor de una hora más tarde, oí pasos subiendo las escaleras y me preparé. Hubo otro golpe en mi
puerta, esta vez un poco más fuerte. Me levanté y caminé hacia la puerta, abriéndola.

Mis ojos se abrieron con sorpresa, al ver lo que había frente mí. Era una adolescente, con el pelo
negro, corto y con las puntas hacia todos lados. Era pequeña, más baja que yo y estaba vestida con
ropa elegante, maquillaje y joyas. Esbozó una sonrisa amplia y feliz.

“¡Hola Isabella!” Dijo con voz alta y alegre. Solo podía mirarla con la boca abierta por la sorpresa,
totalmente confundida.

“Eh…. hola,” le dije.

Ella se echó a reír. “Mi nombre es Alice. He sido amiga de los Cullen desde que éramos pequeños.
Jasper es mi novio.”

Asentí, recordando haber oído de ella. Era la chica a la que el doctor Cullen había enviado a comprar
ropa para mí.

“Es un placer conocerte, Alice,” dije en voz baja. No estaba segura de cómo saludarla.

Su sonrisa creció. “¡Eres tan correcta!” Dijo. Vi con asombro cómo pasaba junto a mí y entraba en mi
habitación, mirando a su alrededor. Fui a cerrar la puerta, cuando oí más pasos en las escaleras. Me
asomé y vi a Jasper y a Edward subiendo la escalera y llevando un montón de bolsas. Me hice a un
lado cuando entraron en la habitación, dejándolas caer en el suelo. Mis ojos se abrieron cuando vi
cuantas era. No podían ser todas para mí.

“Gracias, chicos,” dijo Alice. Ambos refunfuñaron un de nada y se marcharon. Edward cruzó el pasillo
hacia su habitación y Jasper volvió a bajar las escaleras. Cerré la puerta y me giré hacia Alice. Ella me
miraba con recelo. “¿Has salido hoy a la calle con eso?” Preguntó, señalando mi ropa.

“Sí, señorita,” dije en voz baja. Me miró con confusión y se echó a reír.

“Por favor, no me vuelvas a llamar señorita,” dijo. “Alice estará perfectamente bien. Y apuesto, a que
fuiste la envidia de las chicas de la ciudad, vistiendo la camiseta de fútbol de Edward.”
Sonreí. “Solo vimos a una chica, pero dudo que tenga motivos para envidiar a alguien como yo.”

Alice negó con la cabeza. “Las chicas de este pueblo están locas por él. El que estés usando su ropa, es
motivo suficiente para despertar sus celos. Además, no tienen idea de quién eres. Lo único que saben
es que trabajas para la familia Cullen y que vives en su mansión. Rose y yo, somos las únicas personas
que sabemos la verdad,” dijo.

Asentí, mirando al suelo. No estaba segura de cómo sentirme acerca de que las personas no supieran lo
que era yo, pero al mismo tiempo, no sabía cómo sentirme acerca de esta chica, frente a mí,
sabiéndolo.

“Como sea,” dijo después de un momento. “Tengo todo lo que necesitas por ahora. Eres una chica
bonita, puedo decirte tan solo con verte que todo te quedará bien y estarás genial.

“Gracias, Alice.”

Ella sonrió. “De nada,” dijo. Se dio la vuelta y se dirigió a la puerta, abriéndola. Hizo una pausa y se
volvió hacia mí. Nos quedamos allí por un momento, en silencio, antes de que ella se abalanzara sobre
mí y me envolviera con sus brazos. Mis ojos se abrieron por la sorpresa, mientras me apretaba con
fuerza.

“Parecía que no te vendría mal un abrazo,” dijo mientras se alejaba con una sonrisa. “Y no te
preocupes Isabella, todo irá bien. Vamos a ser grandes amigas.”

Se volvió y salió de la habitación sin decir una palabra, en dirección a las escaleras. Cerré la puerta y
suspiré. ¡¿Amigas?!

Me acerqué al sofá y me dejé caer en él, empezando a sacar cosas de las bolsas. Miré la ropa con la
boca abierta por la incredulidad, estaba sorprendida por la gran cantidad que había comprado. Había
docenas de camisetas, por lo menos diez pares de pantalones vaqueros, algún que otro tipo de
diferentes pantalones, junto con algunos cortos y Capris. Incluso había un par de faldas y vestidos, me
desconcertó por completo, no tenía idea para que los iba a necesitar. Había un sinnúmero de ropa
interior, algunas de las cuales nunca me imaginé usar, la tela apenas era visible. También había
algunos pares de zapatos, algunos casuales y otros de vestir. También había una docena de diferentes
conjuntos de pijamas, y una bolsa llena de artículos de tocador con olor afrutado, como champú,
desodorante, gel de baño e incluso algo de perfume.

No me molesté en quitarle las etiquetas; solo empecé a colgarlas en el armario como estaban. Puse
todo lo demás en la cómoda, e hice a un lado las bolsas vacías.
Después de colgarlo todo, cogí la bolsa de los productos de aseo y un pijama, dirigiéndome al cuarto
de baño. Me desnudé y entré en la ducha. El champú y el gel de baño tenían un fuerte olor a fresa, era
celestial. Me quedé bajo el chorro del agua durante bastante tiempo antes de cerrar la llave y salir.

Me puse el pijama, eran unos pantalones cortos con rayas rosas y negras, a juego con una camiseta
negra sin mangas. Miré a mí alrededor, dándome cuenta que aún no tenía un cepillo, pero por suerte
Alice había comprado algunas gomas para el pelo, así que solo lo eché hacia atrás.

Salí del baño y me dirigía a la cama, cuando un suave golpe sonó en mi puerta. Suspiré, cerrando los
ojos. Estaba agotada y, realmente, solo quería dormir un poco. Me acerqué tímidamente a la puerta y
la abrí. El doctor Cullen estaba parado en el pasillo y sonrió levemente cuando me vio.

“¿Puedo pasar?” Preguntó. Mis ojos se abrieron con sorpresa por su pregunta. Era su casa, ¿por qué
me preguntaba si podía entrar en una habitación?

“Por supuesto,” dije, haciéndome a un lado. Entró y miró a su alrededor.

“Así que, ¿la ropa te quedó?” Preguntó, alzando una ceja y mirando lo que llevaba. Asentí.

“No me la he probado toda, pero parece que sí, señor,” dije. Él asintió.

“Sí, usualmente, Alice es muy certera en esas cosas. Ella es como una hija para mí. Te agradará.”

Sonreí levemente. “Parece agradable.”

Él sonrió. “Sí, lo es. Su mejor amiga, Rosalie, también es como una hija para mí. Sin embargo, ella no
es tan alegre.”

Asentí. “Algo he oído,” murmuré, recordando lo que Edward había dicho sobre ella en el coche.

Sonrió y levantó una ceja interrogante. “¿En serio? ¿Quién te advirtió sobre Rosalie?”

“Edward, señor. Él dijo que era una…” Dudé, recordando que él la había llamado por una mala
palabra. No sabía si debía repetirle al doctor Cullen una cosa así, no quería causar ningún problema.

Vio mi expresión y se rio. “Me voy a aventurar a adivinar y decir que Edward la llamó perra,
¿correcto?” Sonreí y asentí. Él negó con la cabeza, sin dejar de reír. “Eso suena como Edward.
Hablando de él, ¿fue todo bien hoy? Sé que Edward puede ser un poco abrasivo.”

“Edward fue amable, muy servicial,” dije. El doctor Cullen pareció sorprendido.

“Wow, eso no es algo que escuche muy a menudo,” dijo, riendo entre dientes. “Como sea, vine para
felicitarle por el trabajo que hiciste hoy. Un día aquí y la casa se ve mejor de lo que se ha visto en
mucho tiempo. En serio, no puedo recordar la última vez que las ventanas no estuvieran sucias. Y en
caso de que te estés preguntando, todas las ventanas de la casa son a prueba de balas, por lo que
requieren el limpiador especial.”

Asentí de acuerdo. “Gracias por el cumplido, señor, fue un placer.”


Suspiró. “Lo dudo mucho. No tienes que mentir para complacerme, puedes hablar libremente, siempre
y cuando no seas irrespetuosa al hacerlo.”

“Nunca le faltaría al respeto, señor,” dije rápidamente.

“Nunca digas nunca, Isabella. La falta de respeto viene de muchas formas y algunas veces lo hacemos
sin darnos cuenta.”

Lo miré confundida, ya que sus palabras eran algo crípticas. Sonrió levemente y negó con la cabeza.
“No tenemos que adentrarnos en el tema en este momento, se está haciendo tarde. Que pases buena
noche, Isabella.”

“Buenas noches a usted también, señor,” dije. El doctor Cullen se dirigió a la puerta, haciendo una
pausa y girando la cabeza para mirarme.

“Una cosa más. No tienes que comer con nosotros si no te sientes cómoda, pero tengo que pedirte que
por favor, te asegures de comer en algún momento. Lo último que necesito es que colapses por
inanición. Puse tu cena en la nevera.”

“Sí, señor,” dije. Él asintió y salió, bajando las escaleras rápidamente. Me quedé parada unos
instantes, en conflicto, antes de salir y bajar las escaleras. Sonidos apagados procedían de todas las
habitaciones, donde asumí, estaban los muchachos. Fui directamente a la cocina y abrí el refrigerador,
viendo el recipiente desechable.

Lo saqué y lo abrí. Por lo que pude ver, era comida japonesa. Nunca la había comido, pero tenía
experiencia en cocinarla. Puse el recipiente en el microondas, cogí un vaso del gabinete y eché agua
del grifo. Cuando la comida estuvo caliente, la cogí y me dirigí al comedor. Puse la comida y el vaso
sobre la mesa y me senté. Comí en silencio, manteniendo la luz apagada, para no llamar la atención.

Cuando terminé de comer, tiré el recipiente, lavé mi vaso y lo guardé. Limpié un poco la cocina,
donde los Cullen habían cenado y después me dirigí al piso de arriba. Entré en mi habitación en
silencio y me dirigí al baño a cepillarme los dientes. Estaba un poco temerosa con la pasta de dientes
que Alice había comprado, ya que en realidad nunca había utilizado pasta comercial. Charles se
negaba a comprar para nosotros, pero mi madre siempre se las arreglaba para juntar suficiente sal y
bicarbonato de sodio, para hacer una mezcla que nos sirviese, así que mis dientes siempre estaban
limpios. El sabor de la pasta era tan fuerte que casi me hizo vomitar.

Después, me metí en la cama y, rápidamente, me quedé dormida. Dormí profundamente y desperté


cuando el sonido de un portazo vibró a través de mi habitación. Me incorporé bruscamente,
confundida y miré el reloj. Eran casi las ocho de la mañana.

Salté de la cama y, prácticamente, bajé corriendo las escaleras, consiguiendo un vistazo rápido de la
espalda de Edward, mientras salía corriendo por la puerta principal. Me dirigí al vestíbulo y miré por
la ventana. Edward subió rápidamente en su coche y lo encendió, haciendo rechinar las llantas
mientras volaba por la carretera. Estaba apurado y supuse que, probablemente, se le había hecho tarde
para la escuela, salía treinta minutos más tarde que el día anterior.

Subí y me vestí, poniéndome unos pantalones vaqueros de color claro y una camiseta azul de cuello en
V. Me quedaban perfectamente y sonreí en mis adentros, agradecida con la extraña chica que me había
comprado tanta ropa. Volví a pasar el día limpiando, recorriendo las habitaciones a en las que se me
permitía entrar. Todo estaba impecable desde el día anterior, pero de todos modos volví a limpiar.
Necesitaba algo para mantenerme ocupada.

Alrededor de las tres y media oí un coche acercándose. Entré en la cocina y vi el enorme jeep rojo
llegando. Desde que estaba aquí, había estado todo el tiempo junto a la casa, pero me sentía un poco
nerviosa no saber de quién era, ya que las ventanas eran oscuras.

Me quede allí, en silencio y congelada y después de un minuto se abrió la puerta principal. Escuché,
de inmediato, tanto la voz de Jasper como la de Emmett. Pasaron frente a la cocina, mirando dentro de
la habitación. Jasper me sonrió al mismo tiempo que Emmett asentía en forma de saludo, mientras se
dirigían a la sala de estar. Oí la televisión encenderse.

No sabía qué hacer. Consideré huir de la habitación ya que me sentía estúpida allí parada, pero por
alguna razón sentía que sería desobediente. Estaba ansiosa y necesitaba algo en que ocupar mi tiempo,
porque cuando no estaba ocupada mi mente vagaba. Eso no era bueno, porque mis pensamientos
divagaban hacia Edward. Después de un momento, suspiré y salí de la cocina. Entré en la sala de estar
y me detuve, mordiendo mi labio inferior. Ambos me miraron de forma interrogante y eso me puso
nerviosa.

“¿Puedo hacer algo por ustedes?” Pregunté.

“Estamos bien, puedes descansar,” dijo Emmett encogiéndose de hombros. Suspiré.

“¿Por favor? Tiene que haber algo, cualquier cosa que pueda hacer,” prácticamente imploré. La frente
de Jasper se frunció y Emmett se echó a reír.

“Mierda, no tienes que rogar,” dijo Emmett. “Quiero decir, siempre podría comer un sándwich.”

Le sonreí, aliviada por tener algo que hacer. Era completamente ridículo. Cualquiera pensaría que no
apreciaba ni disfrutaba de tener tiempo de descanso, pero era desesperante para mí. “¿Qué tipo de
sándwich le gustaría?”

Me miró desconcertado, evidentemente sorprendido porque en realidad se lo iba a hacer. “Demonios,


no sé. Lo puedes hacer solo de jalea y crema de cacahuete,” dijo. Asentí, dándome la vuelta y
dirigiéndome rápidamente a la cocina. Cogí lo necesario e hice un sándwich de mantequilla de
cacahuete y jalea de uva, colocándolo en un plato y agarrando una toalla de papel. Regresé a la sala de
estar y se lo di.

Él lo tomó y sonrió. Le devolví la sonrisa mientras tomaba un bocado. “¿Le gustaría algo de beber?”
Pregunté. Asintió con la cabeza.

“Sí, una coca cola, si no te importa,” dijo. Asentí.

“Por supuesto que no,” le dije. Fui y cogí la coca cola del refrigerador, dándosela a él. Me dirigí a la
cocina, lavé el cuchillo que había utilizado y limpié la encimera. Oí un fuerte suspiro detrás de mí y
me volví para ver a Jasper, mirándome con el ceño fruncido.
“¿Necesita algo, señor?” Pregunté. Suspiró otra vez.

“Lo vas a malcriar,” dijo, señalando con la cabeza en dirección a la sala de estar. “Realmente, no
tienes que hacer todo eso, podemos cuidarnos solos.”

“Lo sé. No quise dar a entender que no puedan, señor,” dije. “Es que prefiero estar ocupada. Estoy
acostumbrada a tener siempre, cosas que hacer y no puedo estar sin hacer nada. Me hace sentir
ansiosa.”

De nuevo, me mordí el labio con nerviosismo, sorprendida porque, simplemente, hubiera dicho eso de
un tirón, pero algo en Jasper me hacía sentir lo suficientemente cómoda para expresarme. Sonrió con
tristeza.

“Estoy seguro de que tengo algo de ropa para lavar,” dijo, encogiéndose de hombros. Sonreí
levemente. “Ven, vamos por ella.”

Seguí a Jasper fuera de la cocina y al piso de arriba. Abrió la puerta de su habitación y entró, yo me
detuve en la puerta. Se dio la vuelta y me miró interrogante. “El doctor Cullen me dijo que nunca
entrara en sus habitaciones, a menos que me dijesen lo contrario,” dije.

Se echó a reír. “No dudes en entrar en mi habitación en cualquier momento que desees. Aprendí a
ponerle seguro a mi puerta cuando estoy ocupado, porque Edward tiene la costumbre de entrar sin
permiso, pero si está abierto eres libre de entrar. Esta norma es por culpa de Edward y es solo por tú
propio bien; porque te aseguro que no querrás entrar a menos que él te lo pida.”

Asentí y di unos pasos hacia el frente. Extendí la mano para agarrar el asa de la canasta de Jasper y su
brazo se levantó con rapidez para detenerme. Una vez más retrocedí instintivamente, y él se congeló.

“Lo siento,” dije rápidamente, pidiendo disculpas por como acababa de reaccionar. Suspiré.

“Está bien. Me he preguntado por qué reaccionas así, pero no estoy seguro de querer saberlo. Sabes
que no te voy a pegar, ¿verdad?”

“Sí, señor,” dije. Sonrió y cogió la cesta, conduciéndome fuera de la habitación. Bajamos a la
lavandería y ordené su ropa, empezando con una carga. Me dio las gracias e hice un gesto con la mano
para quitarle importancia, un poco incómoda porque estuviera mostrando tanta gratitud. Ayer, me
habían dado las gracias más veces que en toda mi vida.

Después de dejar lavando la ropa de Jasper, me dirigí a mi cuarto. Lo limpié un poco antes de bajar de
nuevo. Lavé el plato de Emmett y puse en la secadora la ropa de Jasper, poniendo a lavar su segunda
carga.

Empecé a buscar en los gabinetes, a sabiendas de que tenía que preparar la cena, pero no tenía idea de
qué hacer. Suspiré y me dirigí a la sala de estar.

Jasper y Emmett miraron hacia mí cuando entré. “¿Alguna sugerencia para la cena?” Pregunté.
Emmett se echó a reír y Jasper sonrió sacudiendo la cabeza.

“Yo comeré cualquier cosa,” dijo Emmett. Jasper asintió, rodando sus ojos.
“Solo haz algo fácil que te quede sabroso,” sugirió Jasper. Asentí, volviendo a la cocina. No habían
sido de mucha ayuda.

Saqué del congelador un paquete de pollo, metiéndolo en el microondas y descongelándolo. La


secadora pitó y doblé la ropa de Jasper, poniendo a secar su segunda carga.

Cociné fettuccini Alfredo con pollo y champiñones. Preparé una ensalada y para complementar hice
palitos de pan caseros. Terminé de preparar la cena a las siete menos cuarto, y la mantuve caliente
mientras doblaba el resto de la ropa de Jasper.

La puerta principal se abrió cuando estaba en la lavandería, y me asomé para ver al doctor Cullen
entrar. Hizo una pausa en la puerta y sonrió. “¡Huele genial!” exclamó. Sonreí.

“Gracias, señor. La comida está lista. Está en la cocina calentándose.”

“Genial. Adelante, pon todo sobre la mesa, Edward llegará del entrenamiento de fútbol en unos
minutos y cenaremos.”

Asentí, mi sonrisa decayó ante la mención de Edward. Todavía estaba temerosa de estar cerca de él
otra vez. El doctor Cullen se dio cuenta de mi expresión y suspiró.

“Puedes ir a tu habitación si lo prefieres. Pero sírvete un plato para más tarde.”

Asentí. “Gracias, señor.” Pasé junto a él y puse la mesa, colocando la comida en el centro para que
pudieran servirse ellos mismos. Cuando terminé, cogí la canasta de ropa de Jasper y subí con ella las
escaleras. Llegué hasta el segundo piso, cuando la puerta principal se abrió.

La voz aterciopelada me golpeó al instante y me congelé en mi lugar, cerrando los ojos.

“¡Scopata,* ¿qué es ese olor?!”

Sonreí involuntariamente, antes de volver a caminar. Dudé antes de empujar y entrar en la habitación
de Jasper. Me había dicho que podía entrar y le estaba tomando la palabra, aceptando que no era un
truco. Colgué la ropa en el armario y guardé el resto de su ropa en la cómoda, devolviendo la cesta al
lugar de donde la habíamos cogido. Cuando acabé, me fui a mi cuarto y me encerré.

Me quedé allí, hasta que oí que Edward subía las escaleras y entraba en su habitación. Tal vez era
ridículo e inmaduro, pero dada la situación, sentía que era lo mejor que podía hacer. Necesitaba
mantener la distancia. Cuando todos estuvieron dormidos, bajé las escaleras a hurtadillas, cené en
silencio y lavé los platos antes de regresar a mi habitación.

La mañana siguiente, me quedé en mi habitación hasta que los chicos se fueron a la escuela. Limpié la
casa de nuevo, aunque estaba casi impecable. El doctor Cullen, me había dejado una nota en su
habitación, pidiéndome que lavara la ropa que había dejado apartada. La mayor parte de su ropa era
para lavar en seco, así que fue bastante fácil, pero estaba agradecida por estar ocupada por el trabajo.
Jasper y Emmett regresaron a casa de la escuela, de nuevo, sobre las tres y media y se repitió la rutina
del día anterior, excepto que hice sándwiches para ambos y Emmett me llevó su ropa para lavar.

El doctor Cullen regresó temprano a casa, poco después de las cinco. Yo estaba en la cocina, mirando
en los gabinetes, tratando de decidir qué hacer para la cena. Entró en la cocina y sonrió.

“Me olvide por completo de decírtelo. Esta noche no tienes que cocinar,” dijo.

Lo miré sorprendida. “De acuerdo,” dije, cerrando el gabinete y dándome la vuelta.

“Edward tiene partido, así que los chicos no estarán en casa. Yo tengo que coger un vuelo esta noche y
estaré fuera el fin de semana por negocios.”

Asentí. “¿Está seguro de que no quiere que le haga algo de comer antes de que se vaya?” Pregunté. Él
sonrió.

“Estoy seguro. Solo relájate durante esta noche, haz palomitas y ve una película o algo.”

Lo miré sorprendida por su sugerencia, pero solo asentí. Él extendió su mano hacia mí y di un
respingo, alejándome, pero eso no le impidió agarrar mi hombro. Lo apretó un poco y sonrió. “Tengo
que ir a hacer la maleta y salir. Que tengas un buen fin de semana, Isabella.”

“Usted también, señor. Gracias,” dije. Asintió y se dio la vuelta para salir de la habitación.

Dudé brevemente antes de dirigirme a mi habitación. Preparé un baño de burbujas y me desvestí,


metiéndome dentro. Debí de quedarme dormida, porque mis ojos se abrieron de repente y un
escalofrío recorrió mi cuerpo por el agua helada. Me estremecí y salí, notando que mi cuerpo estaba
completamente arrugado. Me sequé y me puse algo de ropa antes de bajar las escaleras.

Ya estaba oscureciendo y el sol poniéndose. Miré el reloj, sorprendida de que fueran las ocho. La casa
estaba oscura y silenciosa. Fui a la cocina y me preparé sándwich, comiéndolo antes de subir otra vez.
Agarré el control remoto de una de las mesas caoba de mi habitación y traté de poner la televisión,
pero no pude pasar de una pantalla azul. Después de unos minutos me di por vencida, resignada al
hecho de que tendría que preguntarle a alguien como funcionaba.

Vagué por la casa algunos minutos, contemplando y vacilando. Terminé en la biblioteca y encontré
algunas hojas blancas y lápices en un escritorio. Cogí algunas y regresé a mi habitación, tumbándome
en mi cama y haciendo garabatos. Podía ser ignorante, pero eso no quería decir que careciese de
talento. Era buena dibujando, incluso con muy poca práctica. Era algo natural en mí. Era una de las
cosas que me hicieron mantenerme cuerda con Charles. Cogía papel y lápiz a escondidas, pero después
tenía que destruir todas las evidencias de mis dibujos, para no meterme en problemas. Usualmente, los
doblaba y los ponía en mi bolsillo, quemándolos hasta que se hicieran cenizas, en la primera
oportunidad que tenía.

Esbocé un dibujo del rostro de mi madre, sintiéndome un poco nostálgica. Era completamente
ridículo, anhelaba estar de vuelta en el lugar donde había sido maltratada brutalmente, pero realmente
extrañaba a mi madre. No tenía fotos de ella y sentía un miedo terrible a olvidar como era, que su
memoria empezara a desvanecerse. Ya echaba de menos su compañía, extrañaba tener a alguien con
quien hablar, alguien que me entendiera y simpatizara conmigo. Aquí me trataban muy bien, pero
nunca me había sentido tan sola en mi vida. Era deprimente.

Algún tiempo después, oí pasos en las escaleras. Me quedé inmóvil cuando se detuvieron frente a mi
puerta. Mi corazón empezó a acelerarse, el silencio era ensordecedor. Estaba esperando que se
movieran de nuevo o tocaran o algo así. El saber que solo estaban allí parados, me estaba poniendo
ansiosa. Lo sentí como una eternidad, pero de nuevo, escuché pasos y la puerta del otro lado del
pasillo se abrió y se cerró. La música comenzó a sonar casi de inmediato. Miré el reloj. Eran casi las
once y media.

Finalmente, me quedé dormida. Me desperté a la mañana siguiente y despacio me hice camino a la


planta baja a por algo de beber, casi chocando con Jasper cuando salía de la cocina. Le pregunté si
podía hacer algo por él y me informó que estaría entrando y saliendo todo el fin de semana y que
Emmett se había ido a pasar el día con su novia. Edward, al parecer y según había dicho Jasper, estaba
castigado por alguna razón, así que al menos que necesitara algo, casi estaría sola. Le sonreí y le di las
gracias, pero por dentro estaba devastada ante la idea de no tener nada que hacer.

Antes de irse con su novia, Jasper vino a mi habitación para enseñarme cómo funcionaba la televisión.
No me miró como si fuera idiota o me trató como si fuera estúpida y estuve muy agradecida. Jasper
era realmente una buena persona, por lo que podía decir. Traté de seguir sus instrucciones, pero, de
nuevo, terminé echándolo todo a perder y los dos nos pusimos a reír, pero él no lo hizo de forma
burlona. Y yo lo agradecía. Mientras me estaba ayudando, oí la puerta al otro lado del pasillo cerrarse
con un portazo, tan fuerte, que hizo vibrar las paredes de mi habitación. Jasper suspiró y negó con la
cabeza, pero no hizo ningún comentario.

Me quedé en mi cuarto casi todo el día, zapeando y pegada a la televisión, asombrada. No vi a Edward,
pero podía oírlo y era híper-consciente de lo cerca que estaba de mí.

Alrededor de las once y media de la noche, mi estómago gruñó. Durante todo el día no había comido
nada, así que salí de la cama y me dirigí a la planta baja en silencio. Oí la televisión cuando llegué al
vestíbulo y vi el suave resplandor desde la sala de estar. Di unos pasos en esa dirección y vi a Jasper
sentado en el sofá. Me miró y sonrió.

“Siéntate,” dijo, palmeando el cojín a su lado. Lo miré con incredulidad, un poco sorprendida de que
me invitara a sentarme con él.

“Déjeme coger algo para comer primero,” dije vacilante. “¿Quiere algo?”

Asintió. “Siempre que te prepares un sándwich, puedes hacerme uno también.”

Sonreí y me dirigí a la cocina, preparando rápidamente dos sándwiches de jamón y queso. Los puse en
platos y cogí servilletas de papel, dirigiéndome de nuevo a la sala de estar. Me senté en el sofá junto a
Jasper y comimos, viendo la televisión. Estaba viendo algún programa de comedia y en poco tiempo,
los dos nos estábamos riendo. Después de un rato, la puerta principal se abrió cuando Emmett llegó de
casa de su novia. Se dirigió directamente a la cocina y, después de unos minutos, salió con un tazón de
cereal. Me sonrió y se sentó en una silla del otro lado de la habitación.

“Solo Jasper podía conseguir que finalmente se divirtiera un jodido rato y se riera,” dijo Emmett,
después de unos minutos. Me sonrojé y los dos se rieron. Era relajante y me sentí bienvenida, fue
sorprendente.

Después de un rato, mis oídos registraron esa voz aterciopelada y me congelé a media carcajada. Miré
hacia arriba y vi a Edward de pie, a unos metros de nosotros. Ni siquiera le había oído acercarse. Me
tensé de inmediato, de pronto consciente de mí misma e híper-consciente de todo. Se sentó en el brazo
del sofá, junto a Jasper y se reía, bromeando con sus hermanos. Estaban hablando de su partido de
fútbol, que al parecer habían ganado. Me senté allí durante unos minutos, antes de que fuera
demasiado para mí. Me levanté y dije un rápido buenas noches, saliendo de la habitación sin darles
tiempo a registrar lo que, en realidad, estaba haciendo y responder.

*********************
Scopata = Joder

Capítulo 11: “Los Chicos Siempre Serán Chicos”


“Los chicos siempre serán chicos. E incluso eso no importa si tan solo pudiéramos evitar que las
chicas fueran chicas.”—Anne Frank
Edward cullen
Me estaba evitando, ahora estaba seguro de ello. Cuando se negó a cenar con nosotros la primera
noche, lo atribuí a su necesidad de adaptarse a la vida aquí. Siguió rehusando cenar con nosotros y
pensé que, tal vez, solo necesitaba sentirse cómoda estando a nuestro alrededor; que, quizás, solo era
tímida a la hora de comer. Era estúpido, pero sabía que algunas chicas eran así, se cohibían y no se
atrevían a comer delante de los chicos. Como sea, creí que era como ellas y prefería comer sola.
Demonios, incluso pensé que el simple hecho de ser hombres, era lo que la hacía cerrarse en sí misma.

Pero entonces, la sorprendí comiendo frente a mis hermanos. La escuché reír con ellos; la vi
pasándolo bien con ellos. Incluso, parecía un poco más relajada en torno a mi padre, por el amor de
dios, había pagado medio millón de dólares para poseerla. Pero ella se negaba, incluso, a mirarme o
estar en la misma habitación que yo. No podía entenderlo, ¿era el puto malo? Sabía que tenía una boca
sucia y podía ser impulsivo, pero me había estado esforzando por ser amable con ella, ¿no podía ver
eso? ¿Cuál era su problema conmigo?

Si entraba en la habitación donde ella estaba, se iba. Prácticamente, salía corriendo antes de pudiera
decir un puto hola. Se escondía en su habitación, fuera de vista la mayor parte del tiempo que yo
estaba en casa. No tenía ningún puto sentido. Quiero decir, ¿dije o hice algo? Había estado bien en el
puto supermercado, parecía relajada y casi feliz. Ella me sonrió, mierda, hasta se rio. Pero parecía que
desde que habíamos llegado a casa, hubiera estado jugando al retorcido juego de las escondidas, ella
se escondía esperando con todas sus fuerzas que no intentara buscarla.

El día de mi partido de fútbol, que había sido hace casi dos semanas, volví a casa un poco deprimido.
Estaba feliz porque habíamos ganado, pero el hecho de que todo el mundo estuviera de fiesta,
emborrachándose, drogándose y follando, mientras yo estaba castigado en casa me deprimió. Y sabía
muy bien, que mi padre revisaría las cámaras de seguridad para asegurarse de que tenía mi culo en
casa, como castigo por el incidente del hospital. Sabía que Isabella estaba en su habitación y consideré
tocar a su puerta, buscando algo de maldita compañía para no enloquecer, pero decidí no hacerlo. No
quería invadir su espacio o nada parecido. Su habitación era suya. Era lo único a lo que realmente
podía llamar su espacio y yo sería un idiota si violara eso y prácticamente la obligara a invitarme a
pasar el rato con ella. Porque sabía que si se lo pedía, no me diría que no. Así era como había sido
entrenada, eso estaba claro. Quisiera o no mi compañía, la soportaría porque se sentiría como si
tuviera que hacerlo. Y no quería que tuviera que hacer esa mierda. Me imaginé que se abriría y querría
pasar el rato, cuando estuviera lista.

Pero entonces, la jodida tarde siguiente la escuché a ella y a Jasper en su cuarto, riendo. Él estaba en
su espacio y ella estaba jodidamente feliz por ello. Era irracional de mi parte, pero sentí esa extraña
oleada de ira. Debería haber estado contento de que la pobre chica pareciera feliz por algo, cuando,
obviamente, había tenido una vida dura, pero no podía estarlo. Estaba encabronado, encabronado
porque no era yo. Era ridículo, pero no podía evitarlo.

Y entonces, me evitó todo el día y yo estaba aburrido como una ostra. Tomé una larga siesta porque no
había nada más que hacer y cuando desperté y me dirigí al primer piso, la encontré riéndose y pasando
el rato con mis hermanos. En el momento que me vio, se puso muy incómoda y se fue.
Las últimas dos semanas, no habían sido mucho mejores. Me evadía, apenas me dirigía cinco palabras
y dudo que me mirara a los ojos en lo absoluto. Eso estaba empezando a encabronarme, porque me
empezaba a sentirme tenso en mi propia casa. Estaba tratando de esperar a que pasara, esperando que
al tener un poco de paciencia, ella se relajara, pero no estaba funcionando. Finalmente, llegué a mi
punto de quiebre cuando Jasper, simplemente, tocó mi puta puerta después de salir de la habitación de
Isabella y me pidió mi ropa sucia para que Isabella pudiera lavarla al día siguiente. Mi hermano estaba
jugando el papel de mensajero. Estaba usando un puto intermediario, para evitar interactuar conmigo
del todo.

Necesitaba saber por qué y necesitábamos resolver lo que fuera necesario, porque no podíamos seguir
con esta mierda. Normalmente, me encantaría no tener que tratar con la gente, pero algo acerca de esta
chica se había metido bajo mi piel. Simplemente, no podía dejarlo pasar.

Me acosté en mi cama durante un rato, sin poder dormir. Toda esta situación estaba jodiendo mi
mente y así había sido desde el momento que puse mis ojos en ella en la cocina. Estaba de mal humor
y todo el mundo podía saberlo. Sabía que mis compañeros de equipo estaban molestos, porque la
estaba tomando con ellos durante el entrenamiento. Cuando, en realidad, solo quería golpear a alguien,
a quién fuera, solo quería sacar algo de jodida sangre. Pero no podía, porque mi coche no sobreviviría
una nueva ronda de castigo tan cerca de la última.

Por si fuera poco, no me había corrido en dos semanas, a menos que cuentes esa agresiva sesión de
masturbación el otro día en la ducha, que fue más para liberar algo de frustración que para conseguir
placer. Aunque, no fue por no intentarlo. Ya estaba teniendo problemas de rendimiento y eso me
estaba encabronando aún más.

Me incorporé sin ganas y miré el reloj. Tan solo eran unos minutos después de las nueve. Me levanté y
suspiré, pasando las manos por mi pelo con frustración. Caminé hacia la puerta y la abrí, saliendo al
pasillo. Escuché con atención y apenas se oía la televisión en la habitación de Isabella. Vacilé,
considerando si era o no, buena idea pero, finalmente dije, al diablo. No iba a conseguir dormir hasta
que no resolviera esta mierda, así que levanté la mano y llamé.

Después de un momento, no escuché ningún movimiento dentro de la habitación, así que volví a tocar,
esta vez más fuerte. Cuando de nuevo no hubo ningún movimiento, me empecé a sentir exasperado.
¿En serio iba a sentarse allí evadiéndome, esperando a que me fuera?

Toqué una vez más, haciendo una pausa. Cuando, de nuevo, no hubo ningún movimiento, dije: a la
mierda y giré el pomo.

En realidad, esperaba que la puerta estuviera cerrada con seguro, así que me sorprendí, cuando el
pomo giró sin problemas y la puerta se abrió. La abrí lentamente y le eché un vistazo al interior,
congelándome al instante.

Isabella estaba acostada en su cama, atravesada boca abajo. Llevaba un par de pantalones cortos
negros, y una camiseta sin mangas negra. Era asombrosa la cantidad de piel que estaba mostrando,
nunca había visto tanto de ella gemí en voz baja por la frustración, cuando mi polla se endureció.
Ahora quería cooperar conmigo.

Estaba dormida. Sus ojos estaban cerrados y podía ver el vaivén de su cuerpo cuando respiraba. Había
una pequeña sonrisa en sus labios y, de inmediato, me pregunté qué podría estar soñando para parecer
tan contenta. Rápidamente, traté de hacer ese pensamiento a un lado, ya que era jodidamente ridículo
que me importará una mierda lo que alguien estuviera soñando. La chica ni siquiera se acercaba a mí,
¿por qué me importaba?

La ropa negra hacía que su piel se viera más pálida de lo que era. Parecía tan frágil, casi como una
muñeca de porcelana. Dudé, suspirando, antes de cerrar la puerta detrás de mí. Di unos pasos hacia
ella en silencio, deteniéndome junto a su cama.

Las marcas que tenía en la piel cuando llegó, se habían ido, pero pude ver, claramente, que su piel
estaba cubierta de pequeñas cicatrices. Había tantas, que era evidente que había sido golpeada de
forma rutinaria por Dios sabe cuánto tiempo.

Me di cuenta que estaba acostada, ligeramente, sobre una hoja de papel. Mi ceño se frunció en
confusión, preguntándome que podría ser. Ya me sentía lo suficientemente mal por estar en su espacio
sin su permiso, pero mi curiosidad, se había despertado. Extendí mi mano y agarré la hoja, tirando de
ella despacio. Movió su cuerpo, rodando sobre su espalda al sentir el movimiento del papel. Me quedé
inmóvil, con los ojos muy abiertos, esperando que ella abriera sus ojos y me atrapara. La última puta
cosa que necesitaba, era que me atrapara de pie en su habitación mirándola. No solo la asustaría, sino
que mi padre me jodería por ello.

Sin embargo, siguió dormida y yo, respiré profundamente al verla. Su camiseta era tan escotada que
podía ver la cima de sus senos y su sujetador. Desvié los ojos rápidamente, sintiéndome como un puto
pervertido y mi mirada se posó en su estómago. Su camiseta se había levantado un poco, exponiendo
su ombligo. Sentí la erección en mis pantalones creciendo cada vez más y gemí.

Aparté la vista de ella rápidamente y agarré el papel que había a su lado. Lo levanté y le di la vuelta,
mis ojos se ampliaron.

Era un dibujo. No era un puto garabato o un monigote de mierda hecho con palitos como los que yo
hacía. Era bueno. Lo miré fijamente, con sorpresa, totalmente asombrado de que fuera tan
jodidamente talentosa. Quiero decir, ¿quién se imaginaba que una chica que no podía escribir su
nombre, fuera una artista? Era la imagen de una mujer; supongo que sería de mediana edad. Reconocí
algunos de sus rasgos, que también pertenecían a Isabella, así de bueno era el dibujo, y me di cuenta
que debía de ser su madre.

Y me sentí mal al instante. Estaba enojado con ella y a punto de soltarle algunas palabrotas por
hacerme sentir incómodo, mientras la chica se encerraba en su cuarto a hacer dibujos de su madre.
Todavía era una niña y había sido empujada a esta casa con un montón de gente que ni siquiera
conocía, obviamente extrañaba a su madre. Yo, de entre todos, sabía lo que se sentía al revolcarse en
la tristeza por perder a una madre. ¿Cuál era el puto problema, que no había sido comprensivo?

Suspiré y, de nuevo, puse el dibujo a su lado. Miré su rostro y me di cuenta que su sonrisa había
crecido. Sonreí involuntariamente al verla tan feliz, sintiéndome como un imbécil por ser tan egoísta y
enojarme porque Jasper la hiciera reír. ¿Qué diablos pasaba conmigo?

Extendí mi mano y aparté un mechón rebelde de pelo de su rostro, congelándome después. No me


había dado cuenta de lo que estaba haciendo. Suspiré y me di la vuelta, necesitaba salir pitando de allí,
antes de hacer algo estúpido que la despertara.

Me dirigí a la puerta, negando con la cabeza por mi estupidez, cuando su inocente voz entrecortada,
llegó a mis oídos.

“Edward,” dijo en voz baja. Me quedé helado a medio camino, mi polla se endureció aún más ante el
sonido de mi nombre saliendo de sus labios. Era la primera vez que la escuchaba decirlo y envió mi
sangre a correr por mi cuerpo y una puta extraña sensación de hormigueo a mi pecho. Maldije en voz
baja, porque me había sorprendido en su jodida habitación y me volví lentamente.

Mi ceño se frunció en confusión, cuando vi que sus ojos aún estaban cerrados. Su pecho subía y bajaba
constantemente y la sonrisa seguía en sus labios. Una fuerte y asombrosa sensación me invadió,
cuando me di cuenta que seguía durmiendo. Había hablado en su sueño y dicho mi nombre.

¿Estaba soñando conmigo?

La miré, por un momento, con los ojos muy abiertos, confusión y sorpresa rebotaban a través de mí.
Otra fuerte sensación bullía y parpadeé, rápidamente, un par de veces. Me sentí feliz, con esperanza.
¿Por qué demonios sentía esperanza?

Traté de hacer eso a un lado rápidamente, suprimiéndolo, antes de empezar a considerar seriamente
qué diablos significaba. Rápidamente, salí disparado de su habitación, lo más silenciosamente que
puede.

Me acosté en la cama, dando vueltas. No podía dormir porque no podía desconectar mi cerebro, no
podía dejar de preguntarme que había provocado que dijera mi nombre en sueños. No parecía molesta,
en realidad, parecía jodidamente feliz, lo que no tenía ningún sentido, considerando que ni siquiera se
acercaba a mí. Quiero decir, ¿era feliz por qué me encabronaba, disfrutaba jodiéndome?

La erección en mis pantalones palpitaba y era incómodo, así que, después de unos minutos,
moviéndome de un lado al otro tratando de ignorarlo, suspiré resignado. Bajé un poco mis pantalones
y la saqué, acariciándola despacio. No pasó mucho tiempo antes de que la tensión se acumulara y
pudiera sentir mi liberación acercándose. Apreté los dientes y cerré los ojos cuando el placer me
sacudió y exploté con fuerza. No pude detener el fuerte gruñido que escapó de mi garganta y sentí mi
cuerpo inmensamente relajado. Disminuí el movimiento y suspiré, finalmente, deteniéndome. Lo tenía
todo sobre mi puta mano y mi estómago, así que salí de la cama y me dirigí al baño, lavando la
sustancia pegajosa. Ahora, mis ojos estaban pesados por el cansancio y me tiré en la cama,
durmiéndome casi de inmediato. Era, exactamente, la mierda que necesitaba.

La mañana siguiente, desperté antes de lo habitual, sintiéndome bien descansado. Salí de la cama y
suspiré cuando los pensamientos sobre Isabella volvieron a mí. Definitivamente, necesitaba sacar a la
chica de mi sistema.

Salté a la ducha y me lavé, poniéndome algo de ropa después. Me habían quitado los puntos, pero
todavía quedaba una leve cicatriz sobre mi ojo y para ser honestos, me hacía parecer un tipo duro.
Tenía algunas cicatrices, la mayoría tenían historias locas detrás, pero no estaba feliz de que esta
viniera de Mike Newton.
Recogí mi ropa sucia y la arrojé en el cesto, abriendo la puerta de mi habitación. Vacilé, pero puse el
cesto a un lado de la puerta de Isabella. Si, por ahora, necesitaba acudir a Jasper para tratar conmigo,
podía lidiar con ello. Pero esto no duraría mucho tiempo, iba a hablar conmigo. Estaba decidido.
Estaba algo preocupado porque ella iba a lavar mi ropa interior pero, realmente, no había manera de
evitarlo, porque seguramente yo no los lavaría, teniendo en cuenta que no sabía nada sobre lavar.

Bajé las escaleras y cogí un tazón de cereal, dejándome caer en el sofá. Puse MTV y vi algunos videos
musicales para pasar el tiempo. Después de unos minutos, mis hermanos se me unieron y
desayunamos mientras charlábamos.

Después de un rato, sonó una bocina y Emmett se levantó de un salto diciendo que era Rose y que nos
veríamos más tarde. Miré mi reloj y vi que se iba temprano, lo que me decía que planeaban echar un
polvo en algún lugar antes de la escuela. Rose tenía un fetiche con los coches, le gustaba follar en él.

“Una scopata veloce,” murmuré a Jasper, diciéndole que Rose y Emmett iban a echar un polvo rápido.
Jasper se echó a reír, negando con la cabeza y Emmett se volvió para fulminarme con la mirada,
mostrándome su dedo medio. Yo solo sonreí, acababa de confirmarlo.

Jasper y yo nos sentamos viendo la televisión en silencio durante unos minutos, antes de que
suspirara. “Alice me pidió que invitara a Isabella al partido de mañana por la noche,” dijo. Lo miré y
elevé mis cejas algo sorprendido. Sabía que no estaba acostumbrada a estar alrededor de adolescentes,
así que no sabía cómo se tomaría llegar a un estadio lleno de ellos.

“¿Lo vas a hacer?” Pregunté.

Él suspiró otra vez. “Iba a hacerlo, pero primero quería asegurarme de que estabas de acuerdo.”

Fruncí el ceño en confusión. “¿Por qué no lo estaría?” Pregunté.

Se encogió de hombros. “No lo sé, tú eres el que juega y no quería hacer que perdieras el partido por
llevarla.”

Hice un gesto de negación con la cabeza. “¿Por qué el que ella estuviera allí me haría perder?”
Pregunté con confusión. Suspiró.

“En realidad, no lo sé, pero está claro que no se llevan bien. Estar a menos de cinco metros el uno del
otro los pone tensos. Quiero decir, diablos, ya ha estado por algunos días estresada al saber que tiene
que lavar tu ropa porque la necesitas, pero está condenadamente asustada solo por pedírtela.
Finalmente, me cansé de esa mierda y lo hice yo.”

Suspiré. “Joder, podría habérmela pedido, no le hubiera gritado. No sé cuál es su problema pero no le
he hecho nada. Pensé que lo habíamos llevado bien en el supermercado, pero desde entonces me ha
evitado como si estuviera enfermo o algo así. Me está sacando de quicio.”

Él negó. “No creo que te des cuenta de lo abrasivo que puedes llegar a ser. Ni siquiera tienes que decir
una palabra, solo con tu postura y la manera de mirar a la gente, puedes ser intimidante. En eso, te
pareces mucho a papá. Tale il padre, tale ilfiglio,” murmuró, de tal padre, tal hijo.

Suspiré y asentí. Realmente, no había nada que pudiera hacer sobre eso, simplemente era así. No
trataba de ser de esa forma, lo hacía inconscientemente. Miré el reloj, vi que eran las siete y media y
me levanté. “Vamos, cabrón, vámonos a la escuela y terminemos con este día,” murmuré.

Jasper tenía su propio coche, pero no era aficionado a la conducción, así que siempre iba con alguien.
Subimos al Volvo y repasé mi iPod, buscando la lista de reproducción de música clásica. Escuchaba
casi todo tipo de música, pero hoy necesitaba algo para calmar mis nervios. Últimamente, no había
tocado mucho el piano, había estado en algo así como un estancamiento musical y demasiado ocupado
como para tratar de concentrarme en eso.

Llegamos a la escuela y Alice se reunió con nosotros en el coche. Jasper se inclinó y la besó
rápidamente en cuanto la vio. Ella sonrió y se volvió hacia mí, alzando las cejas. “¿Por qué la cara
larga?” Preguntó.

Me encogí de hombros. Jasper sacudió la cabeza. “Él e Isabella no se llevan muy bien,” dijo. Rodé los
ojos.

“No es que no nos llevemos bien, es solo que, joder, sale huyendo cada vez que estoy cerca.”

Alice negó con la cabeza. “Isabella es una chica dulce, si te relajas ella se acercará.”

De nuevo, rodé los ojos. “Alice, has hablado con ella una vez, su primer día aquí. Desde entonces, se
ha encerrado en su habitación cada vez que has venido. No eres, precisamente, una experta en el
tema,” murmuré. Isabella, también había evadido con éxito a Alice, pero tenía la sensación de que
tenía más que ver con el hecho de que Alice, solo estaba en casa cuando Rose estaba allí. A todo el
mundo le gustaba Alice, pero todo el mundo evitaba a Rose.

Alice sonrió. “Siempre dudas de mí, Edward. A pesar de todo, solo sigue siendo una adolescente
promedio. No somos tan difíciles de entender si prestas atención.”

Me reí. “Si tú lo dices, enana. Todas las perras son desconcertantes.”

Ella rodó los ojos. “¿Qué te dije sobre la palabra con “p”, Edward? Caray, ¿nunca vas a aprender?”

Me encogí de hombros y sonreí, me di la vuelta y me alejé. Mi sonrisa se desvaneció en cuanto le di la


espalda. De nuevo, estaba tenso y exasperado. Caminé hacia Lauren, que me sonreía seductoramente.
Dudé antes de detenerme y levantar una ceja. Llevaba una falda corta y una camiseta negra muy
apretada, que mostraba demasiado escote. Sentí la agitación en mis pantalones y sonreí.

“¿Quieres?” Le pregunté, sin tener que hacer la pregunta completa. No había follado con Lauren por
un tiempo, tratando de respetar el asunto del Tyler, pero necesitaba descargar un poco de tensión y no
se me paró con Jessica. Ella sonrió y se encogió de hombros. “Vamos,” le dije, guiñándole un ojo. Me
di la vuelta y me dirigí hacia el coche, mirando hacia atrás para ver si me seguía, como sabía que
haría.

Me subí en el asiento del conductor y vi a Alice y Jasper mirándome, los dos frunciendo el ceño. Sin
embargo, los evité, no quería lidiar con ello. Lauren se metió en el asiento del pasajero. Encendí el
coche y di marcha atrás, saliendo rápidamente del estacionamiento.

“¿Lo quieres hacer aquí, en el coche?” Me preguntó. La miré con incredulidad.


“Por supuesto que no, no vamos a profanar los asientos de cuero. Este bebé es un “Área de no follar”.”

Ella sonrió. “¿Entonces en tu casa?”

Inmediatamente, me tensé. ¿Mi casa? Por lo general, es dónde llevaba a las chicas cuando nos
saltamos clases, pero ahora Isabella estaba allí. ¿Podría, realmente, follar ahora con alguien sabiendo
que ella estaba allí? “No, no vamos a recorrer todo el camino hasta mi casa,” le dije.

Tan pronto como llegué a una zona despoblada, me detuve y me dirigí lentamente hacia el bosque. En
cuanto quedamos fuera de la vista desde la carretera, detuve el coche. “¿Aquí?” Preguntó frunciendo
el ceño. Rodé los ojos.

“Oh, no seas delicada, deseas esta mierda tanto como yo. Dónde, no importa tanto como qué,” dije.
Estiré la mano, abrí la guantera y saqué un condón. Me bajé del coche y ella se encogió de hombros,
saliendo. Caminé hacia el frente del coche y se unió a mí. Se inclinó para besarme y volví la cabeza
para que sus labios rozaran mi mejilla. Yo no besaba en la boca, ella sabía esa mierda mejor que
nadie. Era demasiado íntimo. No había besado en los labios desde que era niño.

“Solo espera, un día me besarás,” dijo. Sonreí y negué con un gesto de cabeza, desabotonando y
bajando el cierre de mis pantalones mientras sacaba mi polla. Rompí el envoltorio del condón con mis
dientes y me lo puse, era casi un experto en esa mierda. Le di la vuelta para que estuviera de espaldas
a mí y la empujé hacia abajo sobre el capó del coche. Le levanté la falda, bajé su tanga y empujé
dentro de ella sin demora. Ella gritó y gimió ante la sensación.

“Espera sentada por ese beso,” dije en voz baja, inclinado con mis labios justo en su oído. Se
estremeció y sonrió. Siempre supe cómo conseguir que se corriera.

Golpeé dentro de ella, sin misericordia. Lauren era una pervertida y le gustaba rudo, lo que era bueno
para mí porque era, exactamente, lo que necesitaba. No me iba bien eso de tomárselo con calma.
Necesitaba salir y entrar, no me importaban una mierda los juegos previos. Hacer el amor era para las
personas que estaban enamoradas y, sin duda, ese no era yo.

Sentí su cuerpo tensarse, sus gritos cada vez más fuertes. Me incliné hacia adelante, hundí mis dientes
en su hombro y ella gritó, explotando en un orgasmo. Lamí el lugar que había mordido y soplé
suavemente mientras su orgasmo pasaba y, de nuevo, su cuerpo estalló, sus rodillas se doblaron
mientras gritaba mi nombre. Agarré sus caderas para sostenerla y sentí venir mi propia liberación.
Apreté los dientes y gruñí cuando me corrí.

Inmediatamente, salí de ella, quitándome el condón y tirándolo al suelo. Lauren puso la cabeza sobre
el capó de mi coche, girándola para mirarme. “Eso es tirar basura,” dijo, apuntando al condón en el
suelo. Sacudí la cabeza, encogiéndome de hombros.

“Eso es exhibicionismo,” dije, extendiendo mi mano y dándole una nalgada en el trasero aún expuesto.
Ella gritó y se levantó riéndose, mientras bajaba su falda. Subí la cremallera, me abroché los
pantalones y miré mi reloj. “Vámonos, llegaremos a tiempo para el segundo período.”

Hizo un puchero a la mención de volver a la escuela, pero no dijo nada. Nos metimos en el coche y
volvimos al instituto de Forks. Aparqué y bajamos justo cuando la campana del final del primer
período sonaba.

Caminé detrás de Lauren y subí mi mano por su muslo, rozando su tanga empapada. “Gracias nena,”
dije en voz baja, susurrando en su oído. Se estremeció de nuevo y yo reí entre dientes, alejando mi
mano y dirigiéndome al edificio. Pasé junto a Alice y le sonreí, pero ella solo rodó los ojos. Me eché a
reír.

El resto del día transcurrió sin incidentes. En el entrenamiento, los chicos se sintieron aliviados al
verme más relajado. Taylor estaba frío conmigo, pero lo ignoré, no dejando que me incomodara.

Me imagino que debió de haberse enterado de mi escapada con Lauren y estaba molesto por ello. No
sabía que era lo que pensaba que tenían, pero, evidentemente, ella no estaba en la misma página que él
si se había escapado tan rápido conmigo. No podía culparme por esa mierda, ese era un problema que
ellos debían resolver.

Volví a casa después del entrenamiento y entré, justo a tiempo para ver a Isabella subiendo por la
escalera. Suspiré y negué con la cabeza.

Me lavé las manos y me dirigí al comedor, donde la cena estaba esperando. Me dejé caer y mi padre
bendijo la mesa. Siempre me pareció irónico que insistiera en decir una oración todas las noches
durante la cena. Quiero decir, demonios, no creo que pedirle a Dios que bendijese nuestros alimentos,
valiese la pena el aliento que lleva decir las palabras, considerando que él ha asesinado sin
remordimientos, pero como sea.

La cena estuvo fantástica, como siempre. Isabella era una cocinera increíble. Dos semanas y todavía
no había hecho nada que no me gustara, y yo era exigente como el demonio. Mi padre y mis hermanos
también estaban complacidos, lo que era mucho, teniendo en cuenta que no creo que alguna vez
cuando alguna de las otras mujeres cocinaba, alguno de nosotros no hubiera tenido que hacerse
después un sándwich por no poder pasar la cena.

A mitad de la cena papá se aclaró la garganta. “Fue muy amable de tú parte invitar a Isabella al
partido de fútbol el viernes, Jasper,” dijo. Jasper asintió.

“Pensé que podría aprovechar a pasar un tiempo lejos de aquí. En realidad, ella no ha puesto un pie
fuera de casa desde que fue al supermercado,” dijo.

Papá se quedó inmóvil, su tenedor a medio camino hacia su boca. Miré a Jasper con incredulidad.
“¡¿No ha salido para nada?!” Pregunté.

Jasper negó. “No sabía que le estaba permitido. Nadie se lo explicó exactamente. Ni siquiera sabía que
tenía permitido ver la televisión en su habitación, hasta que papá le dijo que viera una película.”

Negué con la cabeza y papá gruño. “Debí haberlo sabido, considerando de donde viene,” murmuró
para sí mismo.

“¿De dónde viene?” Pregunté por curiosidad. Papá hizo un gesto de negación

“No es mi historia para compartirla, depende de si Isabella quiere decírtelo,” dijo. Reí secamente,
como si fuera a decírmelo, cuando ni siquiera me daba una puta mirada, y me volví hacia Jasper. Se
encogió de hombros, por la expresión en su cara, era obvio que no tenía idea de la respuesta.

“Voy a hablar con ella. De todos modos, he estado planeando llevarla a que se haga unos exámenes y
prefiero hacerlo todo, antes de que salga a socializar al instituto de Forks,” dijo papá después de un
momento.

“¿Así que va ir al partido?” Pregunté.

Jasper asintió. “Dijo que sí,” dijo.

Me quedé en silencio por un momento. “¿Dijo que sí porque quiere, o dijo que sí porque no cree que le
esté permitido decir que no?” Pregunté. Eché un vistazo alrededor de la mesa y vi que ninguno de
ellos sabía la respuesta. Suspiré. “Eso es lo que pensaba.”

Después de la cena, me dirigí a mi habitación y me detuve en el pasillo. Mi cesto estaba frente a mi


puerta, lleno de ropa limpia doblada. Isabella estaba parada junto a él, mirando al suelo y mordiendo
su labio inferior. Parecía asustada como la mierda y sentí una sacudida de tristeza atravesarme. No
tenía por qué estar tan jodidamente nerviosa a mí alrededor.

Suspiré y me dirigí hacia ella. Su cabeza se levantó rápidamente e hizo contacto visual conmigo por
primera vez, en casi dos semanas. “Yo, eh…” comenzó. Hice una pausa, esperando pacientemente a
que terminara. “Yo, eh, iba a guardarlas, pero eh…. no se me permite, y uh, no sabía lo que usted
querría, así que eh….”

Gemí y ella dejó de hablar inmediatamente, mirando de nuevo al suelo. “Quieres guardar mi ropa,”
dije, fue más una afirmación, que una pregunta. Estaba allí, obligada a hablar conmigo, porque no
quería dar la impresión de que estaba descuidando su trabajo, pero estaba claro que no estaba
precisamente cómoda haciéndolo. Sabía que hubiera estado feliz de entrar a hurtadillas, guardarla y
volver a salir a hurtadillas sin ser detectada, mi padre había puesto la regla de “no entrar sin permiso”
porque a las otras mujeres, les había gritado, así que ella no podía entrar.

“Sí, señor,” murmuró. Asentí, mirándola fijamente por un momento, en conflicto. Podía aliviar su
malestar fácilmente, diciéndole que yo mismo podía hacerlo y realmente podía hacerlo. O podría
decirle que lo hiciera. Lo que requería que entrara en mi cuarto, que era un desastre, pero ella ya lo
sabía. No dejaba que la gente entrara a mi cuarto a menudo, ya que no estaba del todo cómodo con
gente alrededor de mis pertenecías. Yo era tan extraño como para eso; supongo que era quisquilloso
cuando se trataba de mi mierda, pero como sea. Ambos estaríamos un poco incómodos, pero ella no
podría evitarme en mi puta habitación. El único momento en que las chicas eran invitadas a entrar, era
cuando me las tiraba y después las dejaba quedarse un rato, así no parecía un completo cabrón, pero en
el momento en que empezaban a mirar o tocar cosas las echaba.

Me sentía mal por su incomodidad, pero cuando era necesario, era egoísta. Buscaba lo que quería y,
justo ahora, lo que quería era que me reconociera.

“Bien,” dije. Me miró y frunció el ceño, sorprendida por mi respuesta. Supongo que pensaba que la
eximiría de su obligación. Arqueé una ceja.

“Está bien,” murmuró.


Abrí mi puerta y me hice a un lado, haciendo un ademán para que pasara. “Bien, adelante.”

Capítulo 12: “Compresión”

“Ningún hombre comprende un libro trascendente, hasta que ha visto y vivido, al menos, una parte
de su contenido.”—Ezra Pound

Isabella Swan

No estaba funcionando.

Las dos últimas semanas, había estado evitando a Edward. Apenas lo había visto o hablado con él.
Mantuve la distancia y traté de no permanecer mucho en su presencia. Esperaba que al mantenerme
alejada de él, de alguna manera, hiciera que esta tensión incómoda que había entre nosotros
desapareciera, que hiciera que estos extraños sentimientos que siempre tenía cuando estaba cerca de
él, se detuvieran.

Pero como dije, no estaba funcionando. Las sensaciones solo seguían creciendo y mi atracción por él
aumentando. Era ridículo y no me gustaba, pero no podía evitarlo.

No lo entendía, no entendía mi reacción hacia él. No entendía por qué mi pecho parecía que iba a
estallar cuando él hablaba, por qué cuando se acercaba a mí sentía hormigueo en la piel, por qué me
sentía mareada cuando oía su risa. No comprendía por qué sonreía involuntariamente cuando alguien
lo mencionaba, por qué estaba constantemente consciente de dónde estaba, por qué mi corazón
comenzaba a latir con fuerza cuando escuchaba su coche estacionarse frente a la casa. No tenía sentido
que estuviera siempre en mi mente y que los pensamientos sobre él, dispararan un cosquilleo por mi
cuerpo, provocando que despertaran partes de mí que habían estado dormidas y produciéndome
sentimientos y deseos que nunca había sentido. Me ponía nerviosa y ansiosa, me hacía sentir millones
de mariposas revoloteando dentro de mí y no tenía sentido, porque antes solo me había sentido
intranquila por miedo. Y no le tenía miedo, no me asustaba. Lo único que me atemorizaba, eran los
sentimientos que inspiraba en mí, porque no tenía idea de lo que significaban.

Apenas lo conocía. De hecho, me había propuesto no conocerlo. Pero nada de eso había funcionado o
hecho una diferencia, porque, de todos modos, seguía sintiendo lo mismo. Ni siquiera en mis sueños
podía escaparme de esos sentimientos, porque comenzó a adentrarse sigilosamente en ellos.
Constantemente, veía su rostro, escuchaba su risa y su voz.

No sabía que más hacer. Lo evadía tanto que ya no sabía cómo detenerme.

Ahora tenía que saberlo, tenía que haberlo descubierto. No era precisamente disimulada al hacerlo y
sabía que Jasper se había dado cuenta de que evitaba a su hermano, así que comprendí, que Edward
tenía que haberlo notado. Pero no tenía forma de explicarlo, no había manera de hacerle entender por
qué.

Lo peor, era que no tenía con quién hablar, nadie que me ayudara a entender o me diera consejos. Las
dos últimas semanas, había llegado a conocer a los otros chicos Cullen tan bien como se esperaba y el
doctor Cullen tenía razón, realmente, había llegado a disfrutar de la compañía de Jasper y Emmett.
Especialmente de Jasper, que era compresivo y simpático. Nunca me hacía preguntas o me presionaba
sobre por qué hacía o decía ciertas cosas. Simplemente lo aceptaba y lo agradecía. Podía imaginar
fácilmente, por qué él y esa chica, Alice, eran novios, parecían tener personalidades que se
complementaban la una a la otra.

Hablando de Alice, las últimas semanas había estado en casa un par de veces, pero yo la evitaba. Me
agradaba, pero no sabía cómo actuar a su alrededor. Me abrazó y me dijo que seríamos amigas y para
mí fue muy extraño, inesperado. No había estado aquí sin venir con Rosalie, la novia de Emmet y
había estado haciendo todo lo posible para mantenerme alejada de ella. Tanto Edward como el doctor
Cullen me habían avisado que no era agradable y yo no necesitaba una confrontación. Le tenía miedo
y ni siquiera había hablado con ella.

Anoche, Jasper había venido a mi habitación a dejar un paquete que Alice le había dado para mí. No
era la primera vez, en las últimas semanas, me había enviado paquetes a través de él un par de veces.
Él decía que eran cosas que se le había olvidado comprar, como unas lociones, una bata y un cepillo.
Estaba agradecida por todo, pero era abrumador. No parecía que valiera la pena, que gastaran tanto
dinero en mí. Entró, se sentó en mi sofá y me preguntó si ya había lavado la ropa sucia de Edward. Yo
había mencionado de pasada, que tenía que saber si Edward necesitaba que le lavara ropa, a los demás
les había lavado, al menos dos veces y de Edward aún no había lavado una sola pieza. Le dije que no,
que aún no le había preguntado y Jasper asintió. Se sentó en silencio durante unos minutos, antes de
suspirar y preguntarme si Edward me había hecho algo.

La pregunta me había cogido con la guardia baja y le aseguré que, de ninguna manera, Edward me
había hecho, pero no pareció creérselo. Cuando se fue, le oí llamar a la puerta de Edward y eso me
asustó un poco.

Anoche me quedé dormida agarrando el dibujo que había hecho de mi madre. Deseaba que estuviera
cerca, poder hablar con ella. Podría ayudarme a entender los sentimientos que estaba teniendo, aunque
ella nunca los hubiera experimentado. Mi madre siempre tenía una manera de hacerme sentir mejor,
aunque no tuviera la solución a mis problemas. Soñé con Edward de nuevo y me desperté con una
sensación de hormigueo danzando en mi piel.

Cuando me levanté y abrí la puerta, me congelé en el acto. La ropa sucia de Edward estaba en el
pasillo. Y comprendí, que esa era la razón por la que anoche, Jasper había ido a la habitación de
Edward y, al instante, me sentí horrible. Todos habían sido demasiado amables conmigo y yo solo
estaba esperando que todo se viniera abajo, que cambiara repentinamente, y descuidar el poco trabajo
que tenía que hacer sería una manera segura de propiciar esa caída. Y era una completa equivocación
que Jasper tuviera que intervenir para que yo hiciera mi trabajo, no podía dejar que eso sucediera de
nuevo. No podía permitir que mis sentimientos infantiles nublaran mi buen juicio. Tenía que seguir
esforzándome.
Como de costumbre, pasé el día limpiando y lavé la ropa de Edward, teniendo especial cuidado con
ella porque sabía que era exigente con sus cosas. La llevé arriba y la puse en el pasillo, fuera de su
habitación, sin saber qué hacer con ella. Siempre guardaba la ropa de los demás, cuando ellos me
daban permiso para entrar, pero nunca había tratado el tema con Edward y no había manera de que
simplemente entrara. El día transcurrió rápido.

El doctor Cullen llegó a casa y yo estaba poniendo la comida en la mesa, cuando Jasper entró en la
habitación.

“¿Isabella?” Dijo. Me miró y sonrió.

“¿Sí, Jasper?” Pregunté. Me había hecho jurar que no lo llamaría señor.

“¿Quieres venir con nosotros al partido de fútbol de Edward, mañana por la noche?” Me preguntó.

Dejé lo que estaba haciendo y lo miré con incredulidad. ¿Me estaba invitando a salir con ellos y
socializar? Lo miré fijamente por un momento, antes de mirar al doctor Cullen. Él me observaba con
interés y sonrió, asintiendo. No estaba segura de si eso significaba que se me permitía decir que sí, si
quería, o si él me decía que tenía que decir que sí, pero independientemente de ello, sabía que no podía
decir que no. No sería correcto.

“Sí,” dije en voz baja. Jasper sonrió y asintió. Terminé de sacar la comida, de repente estaba muy
nerviosa y me dirigí rápidamente a las escaleras. Oí el coche de Edward detenerse y la puerta principal
abrirse. Pude sentir su mirada sobre mí cuando llegué al segundo piso, pero no me atreví a dar la
vuelta y mirar.

Esperé en mi habitación hasta que escuché a Edward empezar a subir las escaleras del segundo piso.
Respiré profundamente para prepararme y salí al pasillo. Al menos tenía que ofrecerme a colocar su
ropa, ya que, para empezar, no había sido lo suficientemente valiente como para pedírsela.

Levanté la vista cuando llegó al piso y nuestros ojos se encontraron. Era la primera vez, en casi dos
semanas, que miraba en ellos y eran tan impresionantes como los recordaba. Se detuvo frente a mí y
empecé a tartamudear, en realidad, mis palabras no tenían sentido porque estaba muy nerviosa. Era la
primera vez que me dirigía a él en bastante tiempo. Él se dio cuenta de lo que quería y esperaba que
me despidiera, pero no lo hizo. Me sorprendió cuando abrió la puerta de su habitación y me indicó que
entrara.

Me sentía enferma, las mariposas revoloteaban dentro de mí. Di unos pasos dentro de su habitación,
deteniéndome justo en la entrada. Edward cogió el cesto de la ropa y lo dejó al lado de la puerta.
Estaba parado detrás de mí, tan cerca que mi piel hormigueaba. Podía olerlo y era embriagador,
nublaba por completo mis pensamientos. Inhalé bruscamente cuando oí el clic de la puerta al cerrarse
detrás de nosotros, encerrándonos juntos en la misma habitación.

Traté de hacer a un lado mi nerviosismo, ignorar su proximidad y su aroma, que me estaba haciendo
sentir aturdida, estaba decidida a hacer esto rápidamente. Me di la vuelta para tomar la canasta y mi
visión se nubló por el brusco movimiento. Casi perdí el equilibrio, pero Edward me agarró
rápidamente, manteniéndome en pie. La electricidad se disparó a través de mí por su toqué y jadeé.
Instintivamente, traté de alejarme de su toqué, estremeciéndome ante el inesperado contacto y Edward
me soltó.

“¿Estás bien?” Preguntó con las cejas levantadas. Parecía preocupado por mí de verdad y me hizo
sentir aún peor por toda la situación. No era su culpa que yo tuviera esos sentimientos tan ridículos e
inmaduros y estaba mal por mi parte tomarla con él.

“Sí, señor,” dije en voz baja, inhalando profundamente. Me di la vuelta y caminé hacia su canasta,
empezando a sacar su ropa. Tenía mucha, ya que no se la había lavado en bastante tiempo.

Edward pasó rozando junto a mí y se acercó a un escritorio al otro lado de la habitación. Sacó la silla y
se sentó, encorvado. Su postura era horrible. Traté de no mirarlo, pero sentía sus ojos en mí. Me estaba
poniendo más nerviosa y mis manos temblaban. No quería meter la pata o hacer algo que lo molestara.

Se quedó callado por un momento antes de suspirar. “¿Te puedo preguntar algo?” Preguntó.

Dudé. “Por supuesto, señor,” dije después de un momento.

Al principio no dijo nada, solo estaba sentado, mirándome. Finalmente, fue demasiado y dejé de hacer
lo que estaba haciendo, mirando en su dirección. Él sonrió cuando lo miré, pero no dijo nada.

“¿Tiene una pregunta, señor?” Pregunté.

Él asintió. “En realidad, tengo algunas. ¿No te importa? ¿Verdad?”

Negué con la cabeza. “Puede preguntarme cualquier cosa, señor,” Me arrepentí de mis palabras en el
momento que las pronuncié, temiendo que me preguntara algo vergonzoso. Me di la vuelta y comencé
a colgar más ropa, esperando que empezara con sus preguntas.

“¿Cuál es tu nombre completo?” Me preguntó.

“Isabella Marie Swan,” dije, un poco sorprendida por su pregunta.

“¿Dónde naciste?”

Suspiré. “Phoenix, Arizona.”

“Apuesto que no es fácil adaptarse a este deprimente clima cuando vienes de un lugar tan caliente y
seco.”

Sonreí levemente. “Sí, se necesita algo de tiempo para acostumbrarse.” Lo miré y lo vi asentir.

“¿Viviste allí toda tu vida?”

Asentí. “Hasta hace dos semanas, sí.”

“¿Lo extrañas?” Me congelé, algo sorprendida por su pregunta. No sabía cómo responderla.

¿Se supone que debería decir que no, porque decir que sí sería grosero? ¿Se ofendería si dijera que sí?
¿Realmente, podría decir que echaba de menos Phoenix, sin explicarle todo y que entendiera que no
era nada contra ellos o algo a favor de Charles, pero que eran mis sentimientos? “La verdad,” dijo,
leyendo mi expresión.

“Depende de lo que quiera decir con “eso”,” dije vacilante. Lo miré para evaluar su reacción y lo vi
mirándome con interés.

“Explícamelo,” dijo. Cerré los ojos y suspiré.

“No echo de menos a mis dueños,” dije. Nadie más me había pedido que hablara de esto y no me
sentía muy cómoda hablando de ello por primera vez, con la única persona que me ponía tan tensa
como estaba ahora.

“Te golpeaban,” dijo, su tono me dijo que era una declaración y no una pregunta. Lo miré y vi que
fruncía el ceño y parecía enojado. Asentí.

“Sí, señor. Eso es correcto.”

“Entonces, ¿cómo puedes extrañarlo? Evidentemente, no tenías buena vida si abusaban de ti.”

Suspiré. Sin saber cómo explicárselo. “Hay diferentes grados de buena,” le dije vacilante. “Pude
haberlo pasado mal allí porque abusaban físicamente de mí, pero lo que tenía era un sistema de apoyo,
personas que soportaban lo que yo soportaba y entendían la vida que tenía. En ese sentido, tenía una
buena vida en Phoenix.”

Lo miré y vi que sus ojos se estrechaban ligeramente. No parecía enojado por lo que había dicho, más
bien, era como si estuviera contemplando algo.

“¿Y qué hay de tu vida aquí? ¿Es un diferente grado de buena?”

Asentí. “Por supuesto. Tengo comida para comer y ropa que vestir y mis amos me tratan con
humanidad. La gente, en mi mundo, se esfuerza por este tipo de vida, una donde no tengas que vivir en
constante temor de pagar por los errores de otras personas con tu vida.”

“¿Y en Phoenix lo sentías? ¿El temor de ser asesinada sin razón?” Preguntó. Lo miré y vi que parecía
realmente interesado.

“Siempre hay una razón, señor. Solo no siempre una que hayas provocado.” Era curioso lo fácil que
era decirle estas cosas. Los nervios seguían allí, mi corazón seguía latiendo de prisa, pero no estaba
del todo incómoda. Hablar con él venía de forma más natural de lo que pensé que sería y me sentí
ridícula por mi comportamiento anterior. Solo había conseguido empeorar las cosas.

“Por eso me pediste que no te castigara cuando tiré el jugo de naranja. Estás acostumbrada a que te
culpen por todo, incluso si no tienes la culpa.”

Asentí. “Sin embargo, eso fue mi culpa, señor. Lo asusté y no debí haberlo hecho.”

Se burló. “No puedes culparte por eso. Estaba siendo un puto gato miedoso.”

“¿Así que, no era la única actuando como un gato?” Dije al instante, sin darme tiempo a pensar en lo
que estaba diciendo. Él me había gritado y me había dicho que necesitaba una campana porque era
peor que un gato.

Rio con fuerza. “Fliglio di a femmina,* ¿acabas de gastar una broma?” Sonreí con el sonido de su risa.
Era tan alegre y melódica. No tenía idea de lo que quería decir la primera parte de lo que había dicho,
pero una parte de mí, reconoció que, probablemente, no quería saberlo.

“¿Puedo hacerte otra pregunta?” Dijo después de un momento.

“Por supuesto.”

“¿Aquí temes por tu vida?” Preguntó, su voz baja y demandante. Lo miré y vi que su expresión
igualaba a su tono. Casi daba miedo la forma en que había pasado de la risa a parecer estricto, con
tanta rapidez.

Dudé, pero decidí decirle la verdad. Hasta ahora, no le había mentido y no quería empezar ahora.
“Siempre temo por mi vida, sería estúpido por mi parte no hacerlo. Solo porque no me castiguen por
los errores de alguien más, no quiere decir que algún día no tenga que pagar por los propios. Nadie es
perfecto y es probable que, en algún momento, diga o haga algo que no esté bien y soy muy consciente
de las posibles consecuencias. Mi vida no me pertenece, nunca me ha pertenecido. Ahora mismo, le
pertenece a usted y a su familia y es suya para quitármela cuando mejor le parezca.”

Él no respondió y yo no lo miré. Seguí guardando su ropa en silencio, sin saber su impresión sobre lo
que le había dicho. Después de un momento, se aclaró la garganta y me tensé ligeramente por instinto.

“¿Cuál es tu color favorito?” Preguntó de repente.

“Verde,” le dije de inmediato, sin siquiera pensarlo. Sentí el rubor subir a mis mejillas y volví la
cabeza para que no pudiera verlo. Sabía que lo había dicho porque era el color de sus ojos y no quería
tener que explicarlo.

Terminé rápidamente con la ropa y puse a un lado el cesto. Recobré la compostura, el rubor ya se
había ido, así que me volví hacia él. Me miraba intensamente, con una expresión ilegible.

“¿Necesita algo más?” Pregunté.

Él asintió. Y me quedé allí parada, por un momento, mirándolo, esperando que dijera lo que quería,
pero no lo hizo.

“¿Qué necesita?” Pregunté, finalmente, sin poder evitar que la tensión surgiera en la habitación.

“Necesito saber por qué me odias.”

Mis ojos se abrieron y parpadeé varias veces confusa. ¿Pensaba que lo odiaba? “¿Qué quiere decir?”

Suspiró pasándose la mano por el pelo. Estaba despeinado y apuntando para todos lados y solo lo
estaba poniendo peor. “Quiero decir, huyes de mí como la mierda, no me miras ni me hablas. La única
razón por la que lo estás haciendo ahora, es porque piensas que no tienes otra opción, porque tienes
que guardar mi ropa. Quiero decir, joder, yo podría hacer esa mierda, pero la única manera en que
puedo conseguir que te quedes en la misma puta habitación que yo, es darte trabajo que hacer. No
tienes problema en pasarlo bien con mis hermanos, así que, ¿cuál es el puto problema conmigo? ¿Soy
tan jodidamente horrible?”

Lo miré fijamente, sorprendida, mientras divagaba con frustración. Estaba un poco aturdida y no podía
hacer que mis labios se movieran para formar palabras.

“Y Dios, ahora estoy aquí sentado gritándote de nuevo y maldiciendo, como si eso fuera arreglar el
puto problema,” murmuró, mientras hacía un gesto de negación con la cabeza. “¿Ese es el problema?
¿Es mi temperamento? ¿Te doy miedo?” Sacudí mi cabeza, vacilante. Él gruño. “Entonces, ¿qué?”

“No lo odio. Es solo que….” Empecé, sin saber cómo explicarlo.

“Solo ¿qué?” Preguntó.

“Es que no lo entiendo,” dije en voz baja. Suspiró y abrió la boca para responder, pero fue
interrumpido por el timbre de su teléfono. Él gruñó con fuerza y lo cogió, mirándolo. Elevó la vista
hacia mí y suspiró.

“Que tenga una buena noche, señor,” dije, dándome la vuelta y dirigiéndome a la puerta.

“Isabella,” gritó, su teléfono seguía sonando. Volví la cabeza para mirarlo. Tenía el ceño fruncido.
“Creo que descubrirías que tenemos mucho más en común de lo que piensas, si, al menos, nos dieras
la oportunidad de conocernos.”

Se volvió de espaldas a mí y contestó su teléfono con un bajo. “Qué pasa.” Abrí la puerta y salí
rápidamente, cerrándola detrás de mí.

Entré en mi habitación y cerré la puerta, yendo directamente al baño. Tomé una ducha larga y caliente
para relajarme. La conversación con Edward había sido algo surrealista y estaba tratando de ponerlo
todo en orden en mi cabeza.

Después de mi ducha, me puse un pijama corto de los que Alice me había comprado. Se habían
convertido rápidamente, en mis favoritos. Me acosté en la cama pero no era capaz de desconectar mi
cerebro, así que cogí papel y lápiz y empecé a dibujar.

Dibujé a Edward. Hasta el último detalle de su rostro, había quedado grabado en mi memoria. La
forma exacta de su mandíbula, la curva de sus labios, el arco de sus cejas, el ángulo de su nariz.
Recordaba cada detalle de sus ojos, cada mota dorada en ellos, la forma en que el verde esmeralda
brillaba. Su caótico pelo y la forma en que a veces se metía en sus ojos. Tenía ligeras pecas por el sol
en su nariz y en la parte superior de sus mejillas y una pequeña cicatriz en el lado derecho de su labio
inferior, que apenas se veía, a menos que realmente te fijaras.

Cuando lo terminé, lo levanté y lo miré. Era decente, pero le faltaba algo. Tal vez era, que no había
color en sus ojos o quizás era, simplemente, que tenía el tipo de esplendor que no se puede traducir en
un papel. Fuera lo que fuese, algo no cuadraba y eso me frustraba. Hice una bola con él y lo arrojé a
través de la habitación, al bote de basura. Mi puntería falló y aterrizó en el suelo, cerca de la puerta,
pero solo gruñí y dije: “al diablo con él”. Me quedé acostada por un buen rato antes de quedarme
dormida. Me di cuenta, que estaba cómoda durmiendo con la luz encendida, no me sentía tan sola.

Me desperté por la mañana y salí de la cama. Me puse unos vaqueros y una camiseta rosa, antes de
dirigirme a la planta baja. Me quedé inmóvil a mitad de las escaleras, cuando oí la televisión
encendida en la sala de estar. Pasaban de las ocho y a esa hora, deberían de haberse ido todos.

Me dirigí al vestíbulo en silencio, caminando despacio hacia la sala de estar. El doctor Cullen estaba
sentado en el sofá con los pies apoyados sobre la mesa, y un ordenador portátil en su regazo. Vestía un
poco más casual que de costumbre, pero aún así, elegante.

Llevaba un par de gafas para leer, lo que me sorprendió, nunca las había visto. Mientras me acercaba
me miró y sonrió.

“Buenos días,” dijo calurosamente. El doctor Cullen y yo no interactuábamos mucho, ya que siempre
estaba ocupado, pero cuando lo hacíamos nos llevábamos bastante bien.

“Buenos días a usted también, amo Cullen,” murmuré, un poco confundida porque estuviera en casa.
En dos semanas, no había habido un día que se quedara en casa.

Sonrió. “Llamarme amo es completamente innecesario. Sé que a tus ojos, técnicamente es lo que soy,
pero prefiero que no te dirijas a mí de esa manera. Me hace sentir como si me pusieras al mismo nivel
que tu padre y prefiero pensar de mí mismo que soy mejor hombre que eso.”

Asentí. “Lo siento, señor.”

“No hay necesidad de disculparse, puedes llamarme Carlisle, o si te sientes incómoda con eso, doctor
Cullen estaría bien.”

“De acuerdo,” dije un poco sorprendida de que me pidiera que lo llamara por su nombre. “Y usted es
mejor hombre que mi padre, señor,” añadí rápidamente, no quería que creyera que pensaba mal de él.
Había sido amable conmigo.

Sonrió. “Gracias, solo los que son verdaderamente egoístas gozarían de ser llamados amos por una
inocente niña de dieciséis años. Y tengo que incluir a mi hijo Edward en eso, pero por otras razones.
Probablemente, lo disfrutaría enormemente como un típico adolescente. Son muy hormonales a su
edad,” dijo en broma. Sonreí y asentí.

"¿Puedo hacer algo por usted, señor?", Le pregunté. Él negó.

“En realidad, estaba esperando a que te levantaras, ya que tenemos planes. Lo he estado posponiendo
pero necesitas hacerte hoy los exámenes.”

Mis ojos se ampliaron por el miedo. No había olvidado lo que me había dicho en Phoenix, tendría que
hacerme unos exámenes, pero estaba un poco aprensiva acerca de qué se trataban. Una parte de mí,
esperaba que hubiera cambiado de opinión.

“No te preocupes, no serán insoportables y no llevarán mucho tiempo,” dijo. Asentí, suspirando. El
doctor Cullen cerró su computadora y la puso junto a él en el sofá. Se puso de pie y se estiró. Se
dirigió a la puerta y yo lo seguí. Me indicó que saliera mientras él presionaba algunos botones en el
teclado y salía, cerrando la puerta detrás de él. Abrió la puerta de su coche negro para mí y me deslicé
en el asiento del pasajero. Se subió y encendió el coche.

Condujo en silencio. El viaje pareció como si hubiera durado una eternidad, pero en realidad fue poco
más de una hora. Se detuvo frente a un gran edificio y pude leer la palabra “Clínica” a un costado.
Aparcó el coche y se volvió hacia mí, sonriendo suavemente.

“Esta es la ciudad de Port Ángeles. Tengo un amigo aquí que está al tanto de la situación y empleará la
mayor discreción. Yo podría, fácilmente, hacer todo esto, pero imaginé que te sentirías más cómoda si
no lo hiciera.”

“¿Qué van a hacer?” Pregunté con timidez. Él suspiró.

“Para empezar, unos exámenes físicos básicos, análisis de sangre para asegurarnos de que estás sana.
También te hará una prueba de papanicolaou. ¿Sabes lo que es?”

Negué. “No, señor.” Él suspiró de nuevo, pellizcándose el puente de la nariz. De repente, me asusté,
consciente de que no era bueno si estaba frustrado por ello.

“Tomará una muestra de entre tus piernas y hará algunas pruebas, por lo que sería incómodo para ti
que yo lo hiciera. Te pondré en control de natalidad porque es necesario.”

“¿Control de natalidad?” Casi grité, mis manos volaron hacia mi boca para cubrirla, sorprendida por
mi propio comportamiento. Gracias a Dios, no se enojó por mi arranque.

“No estoy insinuando nada, Isabella. Tu virginidad es tuya para que hagas lo que desees, nadie te
quitará nunca esa libertad. Creo que la violación y el asalto sexual es el crimen más atroz que puede
haber y no lo apruebo en lo absoluto, y si alguna vez alguien se aprovecha de ti de esa forma ten por
seguro que afrontará las consecuencias. Lo digo en serio. Pero no quiero correr riesgos y algo a lo que
no me puedo arriesgar es a un embarazo no planeado, ni deseado. Siempre es mejor prevenir que
lamentar, así que tengo que asegurarme de que si terminas participando en actividades sexuales con
alguien, no termine con el nacimiento de un niño. ¿Comprendes?”

Lo miré sorprendida. “Está bien,” dije, impactada y sin saber de qué otra manera responder. Asintió,
abrió su puerta y salió. Caminó hacia mi lado y abrió mi puerta, indicándome que saliera. Lo seguí al
interior del edificio, mi cuerpo temblaba ligeramente cuando estaba nerviosa y asustada.

Nos dirigimos directamente a una habitación con una mesa acolchada. Después de unos instantes,
entró un hombre mayor con el pelo gris, cerrando la puerta detrás de él.

“Me sorprende verte tan pronto, Carlisle. ¿Supongo que no salió bien la última vez?” Preguntó,
abriendo, inmediatamente, un cajón y sacando unas cosas. El doctor Cullen se echó a reír con
amargura.

“No, en lo absoluto, fue un desastre total. Estoy casi seguro que en esta ocasión he encontrado una
ganadora,” dijo, mirándome con una sonrisa. Comprendí, inmediatamente, que estaban hablando de
otra esclava, aparentemente, una que había tenido antes que yo. Al instante, me pregunté qué habría
pasado con ella pero, rápidamente, me negué a pensar en eso, sabiendo que no quería conocer la
respuesta.

El hombre asintió. “Bien. Podemos seguir adelante y empezar. Primero, voy a extraer la sangre y haré
la prueba en el laboratorio, personalmente. Mientras tanto, puedes tomar sus signos vitales y las
estadísticas y prepararla para el papanicolaou.”

El doctor Cullen asintió, volviéndose hacia mí. “Toma asiento,” dijo, palmeando la gran mesa
acolchada. Me subí, nerviosa y mis piernas no llegaban al suelo. El otro hombre se acercó a mí y
agarró mi brazo, atando algo alrededor de él. Me dio una pelota de goma y me dijo que la apretara. Le
obedecí e hice una mueca de dolor, cuando clavó una aguja en mi brazo, sin avisarme.

Me quedé quieta durante unos minutos, mientras él llenaba algunos frasquitos con mi sangre. Soltó la
liga y sacó la aguja de mi brazo, poniéndome una gasa. Salió de la habitación con la sangre sin decir
nada.

El doctor Cullen rodó una pequeña maquinita hacia donde yo estaba y envolvió algo alrededor de mi
brazo. Presionó un botón en la máquina y lo que estaba alrededor de mi brazo empezó a inflarse, hasta
que estuvo apretado y era ligeramente incómodo. Finalmente paró y en la máquina sonó un pitido.
Puso algo en mi dedo y lo sujetó durante un momento, hasta que la máquina pitó de nuevo. Por último,
tomó un termómetro y me dijo que lo pusiera bajo mi lengua. Lo sostuve ahí por un momento hasta
que la máquina pito de nuevo y lo cogió de vuelta.

Me indicó que me pusiera de pie y lo hice. Lo seguí por la habitación y me subí a una pesa. Movió el
marcador hasta que estableció mi peso y suspiró.

“Estás flaca, debes comer más,” murmuró. Sonreí ante su tono. Sacó una regla de metal con rapidez,
tan rápido que me sorprendió y di un respingo. Redujo la velocidad de sus movimientos a propósito, lo
que me hizo sentir mal.

Después, me hizo bajar y suspiró. “Vas a tener que quitarte la ropa. Allí hay una toalla con la que te
puedes envolver. No voy a salir de la habitación, pero te aseguro que no miraré.” Lo miré fijamente, el
miedo corriendo a través de mí y él suspiró. “Solo hazlo para que podamos acabar de una vez. Va a
suceder, cooperes o no y prefiero que sea en buenos términos y no tener que forzarte físicamente.”

Asentí vacilante. El doctor Cullen se acercó a la ventana y miró hacia afuera. Agarré la toalla y me
quité la ropa, envolviéndome en ella. Me subí en la mesa, temblando de miedo. La puerta se abrió y
grité, asustada. El doctor Cullen se dio la vuelta y miró hacia mí rápidamente, antes de volverse hacia
el otro doctor.

“¿Estamos listos?” Le preguntó al doctor Cullen. Este asintió.

“Isabella, acuéstate y sube hasta el final de la mesa. Coloca los pies en los estribos o reposapiés, como
quieras llamarlos. Y trata de relajarte,” dijo con calma. Hice lo que me había dicho, a pesar de mi
miedo, no quería molestar al doctor Cullen. Él se dio la vuelta y se alejó dándome la espalda de nuevo.
“Vas a sentir algo frío ahí abajo y luego sentirás algo de presión. Será incómodo y quizás un poco
doloroso, pero pasará rápido. ¿Entiendes?”

“Sí, señor,” dije en voz baja, cerrando los ojos. Sentí el frío y, al instante, me estremecí, llorando en
voz baja por el leve dolor y algo me penetró. Definitivamente, era incómodo y empecé a sentirme mal.
Apreté mis ojos con fuerza y sentí una lágrima deslizarse, cayendo por mi nariz.

“Todo listo,” dijo el hombre y sentí la presión disiparse al instante. Mantuve mis ojos cerrados y salté
cuando sentí manos sobre mis senos. “Solo estoy comprobando que no haya anomalías,” dijo. No
respondí, solo me tense hasta que sentí que sus manos se alejaban. “Por lo que veo, parece estar
perfecta. Sé que probablemente no te importa, pero definitivamente, nunca ha tenido ningún tipo de
contacto sexual.”

Sentí una mano sobre mi cabeza y abrí los ojos. Mi visión estaba borrosa por las lágrimas, pero pude
ver al doctor Cullen a mi lado. Acariciaba mi pelo suavemente, mirando al hombre. “Quiero que le
pongas la inyección del Depo Provera (N.T. Anticonceptivo) y si puedes tráeme un hisopo.”

El hombre asintió. “¿Prueba de ADN?” Preguntó. El doctor Cullen asintió.

El hombre salió de la habitación inmediatamente y el doctor Cullen suspiró. “Puedes vestirte,” me


dijo.

Caminó a través de la habitación y miró por la ventana. Me puse de pie, sosteniéndome en la mesa ya
que mis piernas temblaban y cogí mi ropa. Me vestí rápidamente en silencio.

El hombre regresó a los pocos minutos con una aguja y un hisopo. “Desabróchate los pantalones un
momento,” dijo. Me vi obligada y él los bajó un poco de la parte de atrás. Clavó la aguja en mi trasero
y salté. El dolor solo duró un segundo antes de que el hombre volviera a subir mis pantalones.
“Terminé.”

Asentí y abroché de nuevo mis pantalones. Estaba incómoda y abrumada y sentía lágrimas corriendo
por mis mejillas. El doctor Cullen me pidió que abriera la boca y lo hice, sin querer que se molestara.
En su mayor parte, sabía lo que era el ADN, pero no tenía idea de por qué él quería una prueba. Raspó
con el hisopo a lo largo de mi mejilla y sonrió, cerrándolo herméticamente en una bolsa de plástico.

“¿Puedes hacer la prueba por mí?” Le preguntó al hombre.

“Por supuesto,” le dijo. El doctor Cullen se lo dio y estrechó la mano del hombre antes de que este se
fuera.

“No más auscultar y pinchar,” dijo el doctor Cullen, sonriéndome. Extendió su mano y retrocedí,
causando que gimiera con irritación. Sin embargo, no lo detuvo. Su mano se elevó y se deslizó por mis
mejillas, limpiando mis lágrimas. “¿Tienes hambre? ¿Vamos a comer algo?”

******************
Figlio di a femmina = Hijo de puta
Capítulo 13: “El Problema Con La Gente.”

“El problema con la gente es que son solo humanos.”—Bill Watterson

Isabella swan

El doctor Cullen condujo por la ciudad y paró en otro estacionamiento. Miré hacia arriba y vi que el
edificio tenía un cartel rojo, blanco y negro, pero no conocía la palabra escrita en él. El doctor Cullen
me miró, así que giré la cabeza, no quería que me atrapara tratando de deletrear.

Se bajó del coche y me ayudó a salir. Lo seguí al interior de la tienda y, en el momento en el que
cruzamos la puerta, me di cuenta que era un lugar donde vendían teléfonos, los había por todas partes.
Un hombre saludó al doctor Cullen por su nombre, dándole la bienvenida a la tienda Verizon, lo que
me hizo darme cuenta que era lo que decía el cartel.

Retrocedí mientras el doctor Cullen hablaba con el hombre de un teléfono que, al parecer, había
pedido y le preguntaba si lo tenían listo. El hombre se alejó un momento y yo me quedé allí parada, en
silencio, mientras el doctor Cullen sacaba su teléfono y empezaba a juguetear con los botones. Unos
minutos después, el hombre volvió con un paquete. El doctor Cullen sacó una tarjeta de crédito
plateada y se dirigió al mostrador para pagar. Cuando acabó, se despidió y salimos de la tienda.

Me volví a subir al coche y el doctor Cullen condujo durante unos minutos, parando frente a lo que
parecía un restaurante, pero no puede leer el cartel. Cogió el paquete de la tienda que acabábamos de
dejar y rodeó el coche para llegar a mi lado, abriéndome la puerta y ayudándome a salir. Entramos e
inmediatamente nos sentamos. La camarera me entregó el menú y me quedé mirando la fotografía que
tenía delante, a sabiendas que el doctor Cullen tendría que pedir por mí.

Ordenó dos cocas, cogió el paquete y sacó un teléfono de color azul claro. Lo abrió y empezó a
presionar los botones. Me senté, de nuevo en silencio, sin querer molestarlo. La mujer volvió con
nuestras bebidas y el doctor Cullen pidió dos platos de fettucini Alfredo con pollo. Cuando la
camarera se fue, me miró y sonrió. “Eso está bien, ¿no?”

Asentí. “Sí señor, eso está bien.”

Asintió, volviendo su atención hacia el teléfono. Unos minutos más tarde, lo cerró con fuerza y lo
empujó sobre la mesa en mi dirección. Lo miré sorprendida y sonrió. “Es tuyo. No puedo dejar que
salgas de casa sin tener una forma de ponerte en contacto con cualquiera de nosotros, y no quiero que
estés sola en casa todo el día, sin una forma de contactar conmigo en caso de que algo pase, ya que no
tenemos teléfono en casa.”

Asentí y tomé el teléfono, recogiéndolo vacilante. Lo miré con cautela. “Gracias,” le dije.

Asintió. “Necesitamos cubrir algunas reglas básicas. He programado mi número de teléfono y el de los
chicos. Eres libre de conseguir los números de Alice y Rose si lo deseas. Puedes usar el teléfono para
hablar con cualquiera de ellos, el tiempo que quieras y cuantas veces quieras. Tienes permitido hacer
amigos, tanto hombres como mujeres, pero necesitarás una autorización previa, antes de desarrollar
cualquier tipo de amistad. Los chicos te alejarán de aquellos con quienes no debes juntarte. Debo
disculparme por no dejar claras algunas cosas; anoche, Jasper me comentó que no sabías que tenías
permitido salir de casa. Siempre y cuando el trabajo esté hecho y obviamente eres más que capaz de
hacerlo, eres libre de deambular por la propiedad. Las anteriores mujeres se habían aficionado a ir a
caminar al bosque, junto al río. Es muy bonito por allí. No estás obligada a trabajar fuera, tenemos
paisajistas, pero si lo deseas puedes plantar flores o un jardín o lo que sea. No sé si eso te gusta, pero
quería darte esa opción. También podrás salir en público, con el tiempo y una vez que te hayas
acostumbrado a la vida aquí, lo harás sola y necesito que siempre cuides cómo y qué dices. Cualquiera
con quién hables, NO debe de saber que no estás en mi casa voluntariamente. ¿Entiendes?”

“Sí, señor.”

“¿Recuerdas cuando te puse el chip de rastreo en Phoenix?” Preguntó. Asentí. “Debería habértelo
explicado mejor entonces, es un pequeño objeto que se inyecta bajo tu piel. Puedo rastrear tus
movimientos y vigilarte si así lo deseo. Puedo localizarte en cualquier parte del mundo si lo deseo,
con solo tocar un botón. Por eso, es imposible que puedas escapar y esconderte de mí. Dudo que hagas
algo así, pero es por precaución. Y como siempre tengo forma de encontrarte, tienes permitido salir
sola, porque estoy seguro de que volverás. No temo que vayas a la policía, puedo decir que eres
demasiado inteligente para eso. Eres consciente de que lo único que harías al involucrar a la policía, es
firmar tu sentencia de muerte.”

Asentí. La señora regresó con la comida y el doctor Cullen dejó de hablar. Comimos en silencio.

Después del almuerzo volvimos al coche y el doctor Cullen nos llevó de vuelta a su casa. Hice un poco
de limpieza mientras él se sentaba en el sofá con su ordenador portátil. Casi al mismo tiempo que
Emmett y Jasper entraron, el teléfono del doctor Cullen sonó. Él contestó y gruñó con fuerza,
colgando y maldiciendo. Lo miré y vi que estaba muy molesto.

“Hay algo de lo que debo encargarme en Chicago,” dijo. “Tengo que llamar al hospital y hacer la
maleta.”

Los chicos asintieron y no comentaron nada al respecto, lo que me decía que los viajes sorpresa a
Chicago no eran raros. El doctor Cullen se levantó y se dirigió a las escaleras, maldiciendo en voz baja
acerca de la gente incompetente. Me senté en la sala de estar con los chicos y el doctor Cullen regresó,
después de unos minutos, con una maleta.

“Chicos, cuiden a Isabella esta noche, ¿de acuerdo?” Ellos asintieron y el doctor Cullen salió y arrancó
su coche rápidamente. Yo suspiré.

Me dirigí al piso de arriba y me desvestí, entrando en la ducha. Me duché y me lavé el pelo, me sentía
un poco sucia después de mis exámenes. Salí y me sequé, poniéndome mi bata. Caminé por la
habitación y encendí la televisión, tumbándome en mi cama.

Debí de haberme quedado dormida, porque me incorporé bruscamente, confundida y escuché a alguien
golpeando a mi puerta. Miré el reloj y vi que eran casi las siete.

Me puse de pie y caminé hacia la puerta, vacilando al abrirla. Mis ojos se abrieron por sorpresa
cuando vi a Alice. Ella me sonrió.

“Ya era hora de que abrieras,” dijo. Pasó junto a mí al entrar en la habitación, dirigiéndose,
directamente, a mi armario. Se movió entre la ropa, sacando algunas cosas que todavía no había usado
porque no había encontrado razón para hacerlo. Las lanzó sobre mi cama y caminó hacia la cómoda,
sacando algunas prendas interiores. “Ponte estás y ven al baño,” dijo. Se dirigió al baño y cerró la
puerta.

Sabía que no debía discutir o estar en desacuerdo. Me puse la escasa ropa interior y el sujetador a
juego. Me puse unos ajustados pantalones vaqueros azul oscuro y una camiseta blanca. Encima me
puse el suéter color canela y me dirigí al baño. Cuando abrí la puerta Alice sonrió y asintió.

“¡Bien!” Ella saltó sobre el mostrador junto al lavamanos y me hizo un gesto con la mano para que me
pusiera entre sus piernas. La obedecí y ella agarró el cepillo, empezando a jugar con mi cabello. Sacó
algunos broches de su bolsillo, peinando hacia arriba la parte superior, dejando que el resto cayera
suelto por mi espalda. Cuando quedó satisfecha, sacó un poco de maquillaje y comenzó a aplicarlo en
mi rostro. Estaba un poco nerviosa pero traté de mantener la calma. Apenas conocía a Alice, pero,
dadas las circunstancias, no tenía más remedio que confiar en ella. Terminó rápidamente y asintió.
“Realmente, eres una chica hermosa,” dijo.

Sonreí. “Gracias,” dije en voz baja. No me sentía una chica hermosa pero, de todos modos, era
agradable escucharlo, ya que no recibía elogios por mi aspecto muy a menudo.

“No tienes que darme las gracias,” dijo encogiéndose de hombros. Me hice a un lado y ella saltó del
mostrador, dirigiéndose hacia la habitación. Me miré en el espejo y me congelé. Obviamente era yo,
pero lucía…. diferente. El maquillaje no estaba cargado y el peinado no era muy elaborado, pero la
combinación de ellos, casi me hizo sentir bonita.

Entré en la habitación y Alice agarró un cinturón, envolviéndolo alrededor de mi cintura. Me lanzó un


par de calcetines y me los puse mientras ella sacaba un par de botas peludas, que llegaban a media
pantorrilla.

Cuando estuve completamente vestida, sonrió y asintió. “Vas a volverlos locos,” dijo. Mis ojos se
abrieron por la sorpresa, sin saber a qué se refería. Se rio de mi expresión. “El único problema es que
no tienes las orejas perforadas. Pronto arreglaremos eso. Pero toma,” dijo, sacando un collar de su
bolsillo. Lo deslizó alrededor de mi cuello y sonrió.

Toqué el collar, mirándolo cautelosamente. Tenía un colgante en forma de corazón que tenía algunas
piedras brillantes, esperaba no fueran diamantes auténticos.

“Eh, gracias Alice,” murmuré. Ella sonrió.

“De nada. Estoy contenta de que vengas. Rosalie estará allí y sé que te han dicho que ella puede ser
mala, pero la clave con ella es ser sarcástico. Es extraña. Para que le agrades tienes que aprender a
contestar.”

La miré con incredulidad. ¿Esperaba que le contestara a alguien? Eso iba en contra de todo lo que
sabía. Ella vio mi expresión y asintió. “Ya verás, será más fácil de lo que crees.”

Alice cogió mi mano y me llevó fuera de la habitación. Vacilé, pero agarré el teléfono que el doctor
Cullen me había dado, poniéndolo en mi bolsillo trasero. Fui detrás de ella, tomando respiraciones
profundas para calmarme. Nos dirigimos al vestíbulo y vi a Jasper allí parado, esperándonos. Me
sonrió y se inclinó, besando a Alice en los labios. Aparté la vista de inmediato, no quería sentir que
estaba interrumpiendo o espiando su momento íntimo.

“Te ves muy bien, Isabella,” dijo Jasper. Le miré y vi que sonreía. Le devolví la sonrisa.

“Gracias, Jasper.”

Él asintió y abrió la puerta de la entrada, haciendo un gesto con la mano para que saliera. Lo hice y
Alice salió detrás de mí, seguida por Jasper, que pulsó los botones del teclado y cerró. Nos dirigimos a
un pequeño coche amarillo y me subí en la parte trasera. Jasper se subió en el asiento del pasajero y
Alice en el del conductor.

Traté de controlar mi respiración para no hiperventilar, pero estaba más que nerviosa. Alice se acercó
al instituto y mis ojos, se abrieron por la sorpresa por la gran cantidad de coches. Parecía que toda la
ciudad estaba allí. Alice aparcó y salimos. Mis rodillas temblaban y Alice entrelazó su brazo con el
mío, sujetándome. Jasper me sonrió con tristeza.

“Todo irá bien,” dijo. Caminé con ellos hacia el estadio. Alice no me soltó, sujetando mi brazo. Jasper
fue a la puerta, compró tres boletos y caminamos al interior. Había gente por todas partes y yo estaba
agradecida por el confort del agarré de Alice, de esta forma, no me sentía tan sola y fuera de lugar.
Seguimos a Jasper a las gradas y miré fijamente mis pies mientras subíamos por ellas, no quería
tropezar y hacer que Alice y yo cayéramos por las escaleras. Jasper encontró una fila apartada a mitad
de camino y dijo que nos sentáramos allí.

Miré a la multitud a mí alrededor. Había gente de todas las edades, desde personas mayores hasta
niños pequeños, pero en su mayor parte adolescentes. Algunas de las mujeres, estaban vestidas
alarmantemente lascivas, con montones de piel expuesta. En la calle hacía bastante frío, así que no
entendía por qué estaban usando ropa tan ligera. Debían de estar congelándose.

“Los partidos de fútbol de los viernes por la noche, siempre son grandes eventos por aquí,” Alice dijo
en voz baja. Me volví hacia ella y le sonreí levemente, asintiendo para hacerle saber que la había
escuchado.

Se oyó al locutor y una banda salió y empezó a tocar. Las animadoras salieron corriendo y empezaron
a corear algo que apenas pude escuchar, porque la gente empezó a gritar, todo el mundo menos
nosotros saltaba y hacía ruido. Alice sonrió y aplaudió un poco y Jasper echó hacia atrás, descansando
en las gradas con indiferencia.

El equipo de fútbol salió corriendo y levanté mis manos para cubrir mis oídos cuando los gritos se
hicieron más fuertes. Alice me lanzó una mirada comprensiva y apoyó su cabeza en mi hombro. Era
extraño, pero de alguna manera reconfortante. Apenas me conocía, pero era muy amable y actuaba
como si nos conociéramos desde hace años.

Después de un momento, bajé mis manos, la multitud se había calmado y la gente se volvió a sentar.
Escuché una risa familiar y mi cabeza se volvió rápidamente en la dirección de dónde provenía, mis
ojos se posaron en Emmett. Estaba subiendo los escalones de las gradas hacia nosotros, con el brazo
envuelto alrededor de una chica espectacular con el pelo largo y rubio. Inmediatamente, supe que era
Rosalie. Parecía que hubiera salido de la portada de una revista y sentí el miedo correr cuando su
mirada se posó en mí. Ella entrecerró sus ojos ligeramente, una de sus cejas un poco arqueada.
Definitivamente, era intimidante. Emmett saludó a Jasper y Alice y me sonrió.

“Hola Isabella,” dijo amablemente. Sonreí.

“Hola Emmett,” dije en voz baja, mi voz temblaba ligeramente, pero esperaba que ellos no se dieran
cuenta.

“Esta es Rosalie, mi novia,” dijo, haciendo un gesto con la cabeza hacia la rubia. Asentí.

“Es un placer conocerte al fin, Rosalie,” dije, tratando de que no detectaran el miedo. Ella me miró
fijamente por un momento, su mirada era tan intensa, que casi empecé a retorcerme.

“Sí,” dijo simplemente, alejándose de mí y sentándose en las gradas frente a nosotros. Palmeó el
asiento que tenía a su lado y Emmett, inmediatamente, se sentó, siendo, extrañamente obediente. Era
un poco sorprendente, ya que me había imaginado a Emmett como un líder y no como un seguidor. El
simple hecho de que la obedeciese con tanta rapidez, me asustó aún más.

Desvié mi atención al campo. No sabía casi nada de fútbol y no sabía lo que estaba sucediendo.
Observé durante unos minutos, mis ojos instintivamente escaneando a la gente en busca del número
21. No estaba de pie a un lado, así que imaginé que tendría que estar jugando.
Miré a los jugadores en el campo, pero por la forma en que estaban parados en ese momento no puede
distinguir los números. Vi como un tipo se estrellaba contra otro jugador tirándolo con fuerza sobre su
espalda. Hice una mueca y Emmett y Jasper maldijeron. Rosalie resopló y Alice suspiró. “¡Ay!”
murmuré, sabiendo que tenía que haber dolido.

“Él está bien, Edward es una pequeña mierda dura,” dijo Emmett. Mi ceño se frunció.

“¿Ese es Edward?” Pregunté con incredulidad, mirándolos a todos. Todos asintieron. Mi atención
volvió al campo y lo vi levantarse del suelo, agitando las manos y flexionando los dedos. Negaba con
la cabeza, aparentemente, furioso. Se volvió dándonos la espalda y pude ver claramente el 21 y apenas
pude distinguir su apellido garabateado encima.

“Sí, es el quarterback,” dijo Jasper. Asentí, vacilante, sin saber que implicaba ser el quarterback.
Emmett volvió la cabeza para mirarme y sonrió.

“No sabes una mierda de fútbol, ¿verdad? Puedo verlo en tu cara.”

Sonreí. “No. Me refiero a que he oído hablar de él, pero no tengo idea de lo que es o cual es el punto o
siquiera qué es lo que están haciendo.”

Emmett se echó reír y miré a Alice y Jasper, ambos luchando por no reírse. Me sonrojé y bajé la
cabeza avergonzada.

“Oh, no te avergüences,” dijo Emmett. Luego comenzó a decir, de un tirón, las bases del juego, de las
que la mayor parte no tenía sentido para mí, pero de todos modos escuchaba y trataba de entenderlo.
Cuando terminó, en cierto modo, entendía el punto, deduje que estaban tratando de traspasar al otro
equipo y recibir el balón sobre la línea de fondo y, a su vez, trataban de impedir que el otro equipo
hiciera lo mismo. No entendía el sistema de puntuación, pero deduje que el trabajo de Edward era
llevar la pelota a donde debería de estar.

“¿Y aquí a todo el mundo le gusta el fútbol, hasta las chicas? No sabía que un juego como este fuera
tan popular,” dije mirando alrededor a las gradas.

Rosalie soltó un bufido de nuevo y me sentí un poco nerviosa, avergonzada por estar sonando como
una idiota. Hizo un gesto de negación con la cabeza.

“Cariño, a la mayoría de las mujeres que están aquí, no les importa el fútbol para nada. Las únicas
bolas que les importan, son las que están en los pantalones de Edward.” Todo el mundo se echó a reír
y yo la miré sorprendida. No se molestó en volverse y mirarme, pero desde donde estaba sentada,
podía ver una pequeña sonrisa en sus labios.

“¿Así que están aquí por Edward?” Pregunté, esperando una aclaración.

“Muchas de ellas, sí. Edward es algo así como un, eh…. donnaiolo,” dijo Jasper. Emmett se echó a
reír.

“¿Qué significa eso?” Le pregunté, frunciendo el ceño en confusión.

“Significa que es un mujeriego,” dijo Emmett. Asentí y Rosalie resopló de nuevo.


“Es un puto, eso es lo que es. No puede mantener la polla en sus pantalones,” dijo.

Todos se rieron y yo me senté en silencio, mi atención volvió al campo. Edward caminó fuera del
campo y se quitó el casco. Sentí que mi respiración se detenía al verlo. Estaba sudoroso, era fácil
decirlo. Su pelo era un desastre y su rostro brillaba por la humedad. Alguien le tiró una toalla y se secó
los ojos, antes de agarrar una botella de agua. Un hombre mayor con un auricular, le dio una palmadita
en la espalda, le dijo algo y él asintió. Luego cogió la botella de agua y echó en chorro en su boca,
antes de echarse un chorro por la cabeza para refrescarse.

¿Por eso me hacía tener estos sentimientos? ¿Por qué él era así, a todas las chicas les hacía sentir de
esa forma?

Algunas chicas de las filas de abajo gritaron su nombre y volvió la cabeza en su dirección con rapidez.
Lo saludaron con la mano y él sonrió, asintiendo en señal de saludo. Su mirada se detuvo por los
alrededores un momento, antes de que sus ojos vagaran hacia nosotros. Emmett levantó su dedo medio
y Edward hizo una especie de gesto con la mano, que hizo reír a Emmett. Edward se rio, no pude oírlo
pero pude verlo y sus ojos vagaron hacia mí. Levantó la mano y la agitó ligeramente. Estaba a una
buena distancia de nosotros, pero todavía podía ver el brillo de color verde en sus ojos y estaban,
claramente, fijos en mí. Estaba un poco sorprendida por el saludo, pero lo saludé con la mano y sonreí.
Él sonrió con su encantadora sonrisa torcida y me sonrojé, apartando inmediatamente la mirada. Me
regañé mentalmente por la reacción y volví la mirada para ver que él seguía mirando hacia mí,
sonriendo con una ceja levantada. Negó y rio, dándose la vuelta y poniéndose de nuevo el casco, antes
de volver a salir al campo.

Miré alrededor y vi que las chicas que le habían gritado a Edward desde unas filas más abajo, estaban
mirándome fijamente y susurrando entre sí. Desvié la mirada, incómoda con la atención que,
obviamente, no era positiva y mis ojos se encontraron con un par de ellos, azules cristalinos.

Rosalie me miraba con expresión curiosa. Su mirada era incómoda, parecía que con su intensidad
podía mirar a través de mí. De repente, estaba híper consciente de mi entorno, una oleada de miedo
irracional corrió a través de mí, mientras me preguntaba si ella sabía. ¿Podría saber cómo Edward me
hacía sentir? ¿Pensaba que era repugnante o estúpida o infantil por ello? Aparté la vista
inmediatamente, mirando al suelo.

Después de un rato, los jugadores dejaron el campo y la banda empezó a tocar. Rosalie y Emmett se
pusieron de pie, diciendo que se iban a ir y murmurando un adiós. Jasper se puso de pie y se estiró,
sonriéndonos a Alice y a mí.
“Voy a tomar un refresco, ¿damas quieren ustedes algo?” Preguntó. Me congelé, sin saber que decir y
Alice le sonrió. Era evidente por el intercambio de miradas, que se tenían mucho cariño. Me hizo
darme cuenta que estaba en lo cierto, Charles y su esposa no se amaban. Las dos personas frente a mí
sí se amaban, estaba escrito en su rostro.

“Consíguenos algunas cocas,” dijo Alice. Jasper asintió y empezó a alejarse. Ella volvió su cabeza
hacia mí después de que él se hubiera ido y sonrió ampliamente.

“Creo que has hecho algunas amigas,” dijo, haciendo un gesto con la cabeza hacia las chicas de las
filas de abajo. Las miré y vi que todavía me miraban fijamente. Suspiré.

“Sí, que suerte tengo,” dije secamente. Alice se echó a reír.

“Tienes una gran personalidad. No es de extrañar que le gustes a los tres chicos.”

La miré. “No estoy segura de eso,” le dije. “Jasper y Emmett tal vez me tengan cariño, pero Edward no
mucho.”

Ella suspiró. “Edward siempre ha sido voluble con la gente, pero te aseguro que le agradas. Si no fuera
así, haría como que no existes. Edward es complicado, puede ser un poco egocéntrico. Si no le
importaras, ni siquiera te notaría o reconocería, y el simple hecho de que te haya saludado con la
mano, me dice que tengo razón.”

Asentí pero no hablé. Obviamente, Alice conocía a Edward mejor que yo, así que debería de confiar en
su opinión sobre el asunto. Pero había una parte de mí a la que se le hacía difícil creer, que Edward
sintiera algo más que fastidio hacia mí. Finalmente, Jasper volvió con nuestros refrescos y vimos la
segunda mitad del partido, charlando y riendo. Era agradable—me estaba aficionando a la compañía
de Alice.

El partido terminó y todos gritaban y animaban, porque, evidentemente, habían ganado. Alice
entrelazó de nuevo su brazo con el mío y seguimos a Jasper fuera del estadio hacia el coche. Jasper
tenía hambre, así que Alice condujo a través de la ciudad hacia un pequeño lugar donde vendían pizza.

Comimos la pizza y charlamos, el teléfono de Jasper sonó cuando estábamos terminando y contestó,
hablando con quién sea que fuera, por un momento, antes de colgar.

“Emmett quiere que vayamos a la fiesta,” dijo. Jasper y Alice me miraron, ambos con expresiones
interrogantes.

“Está bien,” dije dudosa, sin saber qué es lo que querían. Estaba totalmente a su merced, si decían que
íbamos a una fiesta no tenía más remedio que ir a la fiesta. No tenía una idea exacta de en qué
consistía, pero pensé que no sería tan malo.

Alice chilló y no pude evitar reírme de su reacción. Terminamos y nos dirigimos hacia el coche, Alice
condujo hacia otra parte de la ciudad. Mis ojos se abrieron con sorpresa cuando llegamos, ante la
cantidad de coches aparcados a lo largo de la calle cuando llegamos. Podía oír el fuerte golpeteo de
música rap sonando desde la casa y muchas personas fuera, en el jardín delantero. Alice entrelazó su
brazo con el mío de nuevo, sonriendo mientras me guiaba hacia la casa.
Estaba nerviosa, muy nerviosa. A pesar de que Alice permanecía conmigo, toda la gente y sus miradas
me asustaban un poco. Circulamos por ahí y Alice me presentó a algunas personas, pero no recordaba
ninguno de sus nombres porque estaba demasiado atemorizada como para concentrarme. Caminamos
por entre la multitud y capté el atisbo de un caótico pelo color bronce por el rabillo de mi ojo. Mi
cabeza se volvió rápidamente en esa dirección y vi a Edward sentado en una silla en la mesa de la
cocina con un montón de gente. Me azotó una oleada de una extraña emoción cuando vi que había una
chica sentada en su regazo. Tenía el pelo rubio rojizo y parecía una modelo, su apariencia
complementando totalmente con la de él. Parecían algo así como dos gotas de agua, dos personas
guapísimas en medio de un montón de gente promedio. Era como si…. se pertenecieran. Sentí que mi
pecho se apretaba y empecé a perder el aliento. Alguien llamó a Alice por su nombre y Alice gritó en
respuesta. La cabeza de Edward se volvió bruscamente en dirección de la voz de Alice, sus ojos se
posaron en mí. Estrechó sus ojos ligeramente y una oleada de miedo se disparó a través de mí. ¿Estaba
furioso porque estuviera allí? Parecía enojado, muy enojado. Empecé a hiperventilar y se levantó
rápidamente de un salto, casi tirando a la chica al suelo. Ella gritó y lo fulminó con la mirada,
obviamente asustada, pero él la ignoró.

“Hola,” dijo una voz masculina a mi lado, sorprendentemente cerca. Salté y volví la cabeza para ver a
un tipo con el pelo rubio de punta y ojos azules. Él me sonrió y yo le sonreí cortésmente de vuelta. Su
proximidad era un poco alarmante y mi miedo comenzó a aumentar, mi cuerpo temblaba.

Miré hacia Edward y vi que caminaba directamente hacia nosotros, estrechando sus ojos hacia Alice.
Alice me miró y sonrió con tristeza.

“Te llevaré a casa,” me dijo Alice. Asentí y abrí la boca para darle las gracias, pero Edward
interrumpió abruptamente.

“No, yo la llevo a casa.” Su voz tenía un tono duro, que envió un escalofrío por mi espalda.

Definitivamente no estaba contento.

Capítulo 14: “Dejando Al Descubierto Los


Colmillos”

“Me puedo describir como, agresiva, dura y desafiante, pero eso da la impresión de que soy mala y
no lo soy. La gente espera que tenga colmillos.”—Joan Jett

Edward cullen

Isabella Swan iba a ser mi muerte.

Era una persona compleja, ahora estaba claro. Mientras estaba en mi dormitorio contestando mis
ridículas y entrometidas preguntas, comencé a pintar un cuadro sobre lo profunda que era.

No era como la mayoría de la gente de nuestra edad. La vida le había dado experiencias que la
mayoría de los demás no podían entender y nunca lo harían. Podría no ser culta, pero estaba seguro
como la mierda que era inteligente. Había aprendido lecciones que perras como Jessica Stanley y
Lauren Mallory nunca aprenderían. Había aprendido el arte de la supervivencia en un mundo peligroso
y lo había hecho a base de sangre, sudor y lágrimas.

Con el simple hecho de que hubiera tenido las agallas de pararse frente a mí y decirme la alarmante
verdad, se había ganado una gran cantidad de mi puto respeto.

Era sorprendente cuanto teníamos en común cuando todo se resumía a eso. Nuestros mundos podían
ser diferentes, pero ambos peligrosos y ninguno de los dos teníamos elección en ello. Nacimos en
ellos, obligados a adaptarnos al peligro. Puede que ella no lo viera, pero yo sé, exactamente, lo que es
temer el tener que pagar los errores de otras personas. Yo sé cómo es vivir sabiendo que tu vida puede
terminar por una mierda que no tiene nada que ver contigo.

Puede que técnicamente solo fuera una niña de dieciséis años a los ojos de los demás, pero en mi
opinión era una mujer jodidamente fuerte. Resumiéndolo, estaría dispuesta a soportar cualquier
cantidad de dolor físico para hacer que el tormento emocional desapareciese. Aceptaría una puta
paliza brutal en lugar de la agonía de estar sola. Soportaría cualquier tortura, si eso significaba tener a
su madre de vuelta.

Y yo sabía exactamente como se sentía. Y sabía lo que pasaba cuando la tormenta emocional ganaba,
cuando te derrotaba y te abrumaba, porque veo el jodido resultado todos los días cuando me miro al
espejo.

Yo la entendía. Allí sentado, en mi habitación, mirando a la pequeña y frágil chica abatida por la vida,
¡joder! La entendía. Podíamos vivir en mundos separados, pero sufríamos la misma tortura mental. Y
quería ayudarla y estar ahí para ella y era aterrador, pero no la quería doblegada.

Se paró allí y dijo que me evitaba porque no me entendía, sin ver que éramos tan parecidos. Nadie me
había comprendido nunca y quería que ella lo hiciera. Necesitaba que lo hiciera.

Cuando Isabella se fue, no pude dormir. Me pasé la mitad de la noche dando vueltas, finalmente, me
di por vencido y salí de la cama.

Pasaba de la medianoche y la casa estaba en completo silencio. Me deslicé a la planta baja para beber
algo, regresando luego a mi habitación. Dudé en el pasillo entre nuestras habitaciones, escuchando
atentamente. Había luz filtrándose por debajo de la puerta de Isabella, pero no puede escuchar ningún
sonido dentro. Lo consideré por un momento antes de subir mi mano para tocar ligeramente, en caso
de que estuviera despierta. Cuando no hubo ningún ruido, giré el pomo y abrí la puerta lentamente.

Estaba dormida en su cama, acostada sobre las colchas y acurrucada en posición fetal. Parecía como si
estuviera abrazándose, tratando de reconfortarse. Di unos pasos al interior de la habitación y pateé
algo. Miré hacia abajo y vi que había tirado un pedazo de papel. Me agaché y lo recogí, vacilando
antes de abrirlo. Sentía que estaba invadiendo su privacidad y supongo que así era, pero parecía que no
podía evitarlo. Estaba cautivado por ella.

Abrí el papel y mis ojos se abrieron en sorpresa. Era un dibujo de mí, con cada puto detalle. Era casi
inquietante lo preciso que era. Incluso había dibujado mis ridículas pecas y esa cicatriz en el lado
derecho de mi labio inferior, que me había hecho cuando era un niño. Jesús, la mayoría de las personas
que me conocían desde hace años, no habían notado esa mierda y esta chica la había hecho sin apenas
mirarme.

Mi corazón latía con fuerza, sentí que mi pecho se hinchaba y gemí suavemente, deseando que la
mierda se detuviera. Dos semanas y ya estaba derrumbando mis barreras. No podía desarrollar
sentimientos por ella, porque era demasiado peligroso, pero no podía detenerlos. Algo me decía que,
joder, era demasiado tarde para volver atrás.

Me acerqué y me senté con cuidado en el borde de su cama. Me quedé mirando un poco el dibujo,
perdido en mis pensamientos. ¿Por qué me había dibujado? ¿Estaba sintiendo la misma mierda que yo
sentía? Si lo hacía, ¿estaba tan asustada y tan malditamente confundida como yo? Supongo que la
pregunta más importante era, por qué diablos lo había hecho una bola y lo había tirado. Tal vez solo
había dibujado esa mierda con el propósito de destruirla, ya que en la vida real no podía hacer nada
para dañarme. Tal vez era terapéutico, como el puñetero vudú.

La cama se movió ligeramente y me quedé inmóvil, mirándola. Se removió un poco, sus ojos cerrados
todo el tiempo. Tenía un sueño inquieto.

Gimió un poco en sueños y sonreí, tratando de ignorar otra vez, la agitación en mis pantalones. Joder,
estaba demasiado hormonal, tenía que lograr controlarme. Miré a sus labios entreabiertos y murmuró
algo, los sonidos eran confusos.

“Por favor,” dijo finalmente, con voz suave y entrecortada. Suspiré, cerrando los ojos. Desearía saber
lo que pensaba, lo que soñaba.

“Edward.” La palabra vino balanceándose desde sus labios después de un momento, apenas un susurro.
Abrí los ojos y la miré. Tenía una pequeña sonrisa en sus labios y sonreí en respuesta, de nuevo esa
puta sensación de que algo se hinchaba en mi pecho.

“La mia bella ragazza,*” susurré, extendiendo mi mano y acariciando su mejilla suavemente. Mi
chica hermosa. Ella gimió, inclinándose instintivamente hacia mi tacto.

Después de un momento, me levanté vacilante, antes de arrugar de nuevo el papel y tirarlo al suelo.
Realmente quería cogerlo y quedármelo, pero sabía que había una posibilidad de que se diera cuenta
de que no estaba y, probablemente, que yo lo había cogido.

Me fui a mi habitación y me dejé caer en mi cama. Me quedé dormido y desperté abruptamente con el
sonido de mi despertador a todo volumen. Gemí y lo golpeé con la mano hasta que se calló. Estaba
exhausto.

Salté a la ducha y me vestí rápidamente, con unos pantalones vaqueros y una camiseta sin mangas. Me
puse mi camiseta de fútbol y me eché colonia. Me puse unas zapatillas Nike Air Force One en blanco
y bajé las escaleras.

Se me había hecho tarde, Jasper y Emmett ya se habían ido. Vi que mi padre estaba sentado en la sala
de estar con su ordenador portátil y entré, dejándome caer a su lado. Miró su reloj y luego me miró a
mí, sabiendo que iba jodidamente tarde a la escuela, pero no dijo nada.

“Carlisle Cullen, tomándose un día libre. Va a nevar,” dije. Él se echó a reír, sacudiendo la cabeza.

“No sé si llamarlo un día de descanso, considerando que puede que sea tan estresante como un día en
el hospital,” dijo.

Arqueé una ceja. “¿Tan malo será?” Pregunté.

Se encogió de hombros. “Tal vez. No creo que haga una rabieta sobre esto, pero la voy a poner en
tratamiento para control de la natalidad, y no estoy seguro de cómo va a reaccionar al examen.
Todavía es virgen y probablemente enloquecerá cuando la toquen.”

Asentí pero no hablé. Estaba un poco sorprendido de que fuera pura. Había tratado de no pensar en su
historia de relaciones sexuales, a sabiendas que las chicas que viven su vida, probablemente, sean
violadas repetidamente. Tuve una sensación de alivio, al menos no había tenido que soportar ser
maltratada de esa manera.

Después de unos minutos, mi padre miró su reloj. “La campana acaba de sonar en el instituto de
Forks,” dijo, apurándome. Rodé mis ojos.

“Muy bien, ya me voy,” murmuré, poniéndome de pie. Agarré mi mochila y me dirigí a la puerta.

“Que tengas un buen día,” dijo.

“Sí, tú también. Buena suerte,” le dije cuando salía. Me subí en el Volvo y lo puse en marcha,
alejándome a gran velocidad. Tuve que registrarme cuando llegué a la escuela, ya que necesitaba un
pase para entrar en mitad del primer período. El día de clases pasó bastante rápido y después comí
algo con los chicos antes de que tuviéramos que presentarnos para el partido.

Volvimos a la escuela y nos vestimos con nuestros uniformes, haciendo estiramientos y ejercicios de
calentamiento. Cuando el juego comenzó me concentré. El partido comenzó bien, pero a mitad del
primer cuarto, Tyler Crowley descuidó su guardia, permitiendo que un puto tacleador defensivo,
atravesara la línea ofensiva. Salí despedido por los aires antes de que pudiera reaccionar, cayendo
sobre mi espalda. Esa mierda dolió, el dolor rebotando a través de mí. Me levanté del suelo
jodidamente encabronado. Cuando salí del campo, el entrenador Clapp me dijo que lo dejara pasar,
que no lo había hecho a propósito. Como sea.
Oí que me llamaban y eché un vistazo hacia las gradas y vi a las dos chicas. Eran estudiantes de
segundo año, chicas inocentes. No había estado con ninguna de ellas, pero siempre estaban riendo y
esa mierda a mi alrededor, así que me aseguré de coquetear con ellas. Puse una sonrisa en mi rostro,
interpretando el papel.

Miré a mi alrededor y vi a Emmett levantando el dedo medio. Puse mi mano debajo de mi barbilla e
hice un movimiento rápido, sacándola rozando mi barbilla. Solíamos ver a los tipos de la organización
en Chicago hacer esa mierda todo el tiempo, prefería decir “vete a la mierda", en vez de usar el dedo.
Me reí y miré detrás de él, mis ojos cayeron sobre Isabella. Estaba asombrado por cómo se veía, era
evidente que Alice había puesto manos en el asunto y la había arreglado. Se veía hermosa. Me estaba
mirando, así que la saludé con la mano. Parecía sorprendida por mi saludo, pero sonrió y me
respondió. Sonreí, agradecido de que al menos no me ignorara, era una ligera mejora. Se sonrojó y
apartó la mirada y su expresión fue jodidamente linda. Podía parecer tan tímida e inocente. Volvió a
mirarme y levanté una ceja, ella sonrió tímidamente en respuesta. Me reí y sacudí la cabeza. Sí,
definitivamente iba ser mi muerte.

El resto del partido pasó rápidamente. Tayler no la volvió a cagar, especialmente después de hacerle
una llave en el vestuario en el descanso, y ganamos fácilmente. Después del partido estaba en lo alto,
eufórico por haber ganado y deseando beber un poco de licor para celebrarlo.

Me quité el uniforme y me duché, poniéndome rápidamente los pantalones vaqueros y mi camiseta sin
mangas. Conduje a la fiesta, que era en casa de alguien de último año y dejé caer mi culo frente a la
mesa. Algunos de mis compañeros de equipo se unieron y nos servimos un trago.

En cuanto me senté, la adrenalina por el partido fue bajando y el dolor comenzó a filtrarse. La puta
espalda me estaba matando, mis músculos doloridos por el jodido golpe que me habían dado. Me eché
un trago de patrón (N.T. Una marca de tequila) rápidamente.

Tanya se acercó como si nada, balanceando sus caderas y tratando de parecer sexy. Se sentó en mi
regazo y levanté una ceja, pero solo sonrió seductoramente. Tanya era divertida, habíamos estado
juntos antes, pero ella era el tipo de chica que usualmente esperaba algo a cambio y yo no era uno que
diera.

Le dije a uno de los chicos que me echara otro trago, esperando que el alcohol matara el dolor en los
hombros y la espalda. Cogí el vaso y estaba a punto de llevármelo a los labios, cuando oí la voz de
Alice desde el otro lado de la habitación. Mi cabeza se movió rápidamente en su dirección y vi que
Isabella estaba aferrada a ella. Isabella me estaba mirando con expresión de sorpresa. Era difícil de
leer, parecía triste o herida o molesta, pero lo que estaba claro, es que no estaba cómoda. Podía ver el
miedo en sus ojos, la podía ver temblando ligeramente desde donde estaba sentado.

Me enojé. ¿En qué demonios estaban pensando haciéndola pasar por esto? Estaba claro que no estaba
preparada para ello, ¿por qué demonios lo estaría? Me levanté, casi tirando a Tanya al suelo. Se me
había olvidado que la perra estaba sobre mí. Vi como Mike Newton se acercaba a Isabella y le decía
algo. Ella dio un salto y lo miró, el miedo estaba claro como el agua, pero tenía una sonrisa pegada en
su rostro porque, por supuesto, no podía ser jodidamente grosera. Cristo, la primera vez que salía y la
arrastran a una fiesta con un montón de tipos borrachos, ruidosos e insoportables, buscando follar.
Podía ver a los tipos mirándola como si fuera carne fresca y eso me molestó, me encabronó. Era
demasiado buena para esa mierda, demasiado buena para esos cabrones.
Me acerqué a ellas y fulminé a Alice con la mirada. Ella sabía que estaba enojado e inmediatamente,
dijo que llevaría a Isabella a casa. Alice me conocía bien, no me tenía miedo, pero sabía que cuando
me enojaba, a veces podía perder el control. Todos lo habían aprendido el año pasado. Pero ya era
demasiado tarde para que lo arreglara, porque mi humor ya había cambiado y, simplemente, no podía
borrar la expresión en el rostro de Isabella y volver a divertirme.

“No, yo la llevo a casa,” dije con frialdad. Parecía que Alice quería discutir, así que la miré arqueando
una ceja, casi retándola a que lo hiciera. Suspiró y soltó el brazo de Isabella, murmurando un adiós y
disculpándose con ella. Isabella parecía sorprendida por todo esto, mirándonos completamente
asustada.

La agarré de la muñeca y retrocedió lejos de mi toque. Empujé a Newton, que parecía divertido por la
situación y le lancé una mirada que deliberadamente decía “joder, ni te atrevas”. Estaba furioso y
sabía que estaba haciendo una escena, pero no podía evitarlo. Saqué a Isabella de la casa y,
afortunadamente, ella no trató, en absoluto, de detenerme o resistirse. Cuando, finalmente, estuvimos
lejos de la gente, solté su muñeca, pero ella me siguió en silencio. Quité el seguro y abrí la puerta del
pasajero del Volvo, sin decir una palabra y sin apenas mirarla mientras pasaba frente a mí y se
deslizaba al interior. Cerré la puerta con bastante fuerza, enojado porque ella tuviera que pasar por
esto. Entré en el lado del conductor y arranqué el coche, alejándome inmediatamente de la acera a
gran velocidad. Encendí el estéreo, esperando que la música me distrajera y quizás me calmara, ya que
la música, por lo general, tenía ese efecto en mí. Conduje por la ciudad y gemí, golpeando los frenos
cuando llegué a la luz roja. El único coche en la puta carretera y la única maldita luz en este ridículo
pueblo y estaba en rojo.

Miré a Isabella. Su rostro resplandecía bajo la luz de la luna y pude ver que sus mejillas estaban
surcadas por lágrimas, el rímel corriéndose de sus ojos. Gemí y estiré la mano para limpiarlas,
deseando que dejara de llorar y un poco confundido del por qué lo estaba haciendo. “¿Estás bien?
¿Estás herida?” Le pregunté.

Isabella gritó y se apartó de mí, volviéndose para mirarme con miedo. Fruncí el ceño y comprendí que
estaba jodidamente atemorizada por mi culpa. Mi puta reacción la había aterrado más de lo que lo
había hecho la fiesta.

Mi irá aumentó y golpeé con las manos el volante, maldiciendo porque estaba molesto. Era tan
estúpido, ¿podría alguna vez no cagarla cuando estaba cerca de esta chica?

La luz cambió a verde y pisé el acelerador.

“Cristo, no tenía la intención de asustarte. Estoy furioso, pero no quiere decir que vaya desquitarme
contigo,” dije después de un momento. No respondió, solo se quedó mirando por la ventana. Seguía
llorando en silencio y eso hería mi corazón. ¿Qué pasaba con esta chica?

Me dirigí directamente a casa, parando frente a ella y aparcando. Ella abrió la puerta y salió antes que
yo pudiera llegar a su lado y abrirla. Se dirigió hacia la casa y corrí detrás de ella. Saqué mis llaves y
abrí la puerta principal, entrando para desactivar la alarma. Isabella me siguió al interior,
deteniéndose en el vestíbulo. “Siento que haya tenido que abandonar su fiesta. Lo siento si su noche se
arruinó por mi culpa,” dijo en voz baja. Suspiré.
“No es tu culpa. Y mi noche no está arruinada. De todos modos, esta noche no estaba de humor para
esa mierda,” dije.

Me miró sorprendida. “Pero, su novia, señor…” Comenzó. Fruncí el ceño con confusión antes de
darme cuenta, que ella estaba hablando de Tanya, a quién había visto sentada en mi regazo. Me reí,
probablemente demasiado fuerte, porque saltó sorprendida.

“No tengo novia, Isabella. Esa chica no significa nada para mí, me importa un bledo,” dije.

Ella me miró por un momento, antes de asentir y mirar al suelo. Suspiré. “Mira, vamos a ver una
película o algo así,” sugerí.

“Está bien,” dijo enseguida, sin dejar de mirar el suelo. Gruñí, extendiendo la mano para coger su
barbilla y levantar su cabeza para que me mirara.

“¿Ese es un ‘está bien, realmente quiero ver una película contigo Edward’ o es un ‘está bien, voy a
hacer la mierda digas porque creo que tengo que hacerlo’?" Pregunté. Ella solo me miró y sonrió
levemente. “Sabes, puedes estar en desacuerdo conmigo. Puedes discutir y decirme que no, si quieres.
No voy a castigarte o golpearte o nada de esas pendejadas. Puedes gritarme si eso te hace sentir mejor.
Quiero decir, probablemente voy a gritarte en respuesta, porque eso es lo que hago, pero no voy a
lastimarte físicamente. Así que no dudes en decirme que me vaya a la mierda, si quieres que me vaya
a la mierda, pero simplemente no digas ‘está bien’ porque no sé qué coño quieres decir con eso.”

“Está bien,” dijo, luciendo sorprendida. Gruñí, haciendo un gesto de negación. No estábamos llegando
a ningún maldito lugar.

“Mira, voy a ir a la sala de estar, poner una película, sentar mi culo en el sofá y verla. Si me
acompañas o no, es tu decisión,” le dije. Ella asintió, así que di media vuelta y me dirigí a la sala de
estar suspirando. Esto era malditamente complicado.

Encendí la luz y abrí un armario, mirando los DVD. Saqué Brigada 49 ya que todavía no la había visto
y Emmett seguía delirando por la puta película. La puse y volví a apagar la luz, dejándome caer en el
sofá con el control remoto. Me quité los zapatos y puse mis pies sobre la mesa de café, encorvándome
mientras comenzaba la película.

Ella no me siguió. Todo estaba en completo silencio, excepto por el sonido de la película, así que no
podía determinar qué coño estaba haciendo, me preguntaba, si tal vez seguía allí parada. Pero era
sigilosa, así que si incluso se estuviera moviendo a mi alrededor, probablemente, no podría oír una
mierda. Con lo jodidamente silenciosa que era, seguramente, podría ser una buena asesina.

Después de unos diez minutos, oí un ruido en la cocina, el sonido de un armario cerrándose. Unos
minutos más tarde, vi movimiento por el rabillo del ojo y levanté la vista. Mis ojos se ampliaron.
Isabella se detuvo frente a mí, sosteniendo un vaso. No me miraba, parecía que evitaba mi mirada a
propósito. Cogí el vaso y ella se sentó a mi lado en el sofá, poniendo un poco de distancia entre
nosotros. Tenía un vaso con agua y bebió un sorbo, dejándolo sobre la mesa, encima de en un
posavasos.

Miré mi vaso y lo llevé a mis labios, tomando un sorbo. Me sorprendí en el momento en el que el
líquido golpeó mi paladar, era coca de cereza. Y no solo imitación de coca de cereza de la que
compras en una botella o en una lata, era un puto jugo de cereza real, mezclado con coca. Levanté el
vaso hacia la luz y vi las cerezas en el fondo.

Estaba aturdido. Mi madre, acostumbraba hacérmelo casi todos los putos días después de la escuela
cuando era niño. Me refiero a que, sabía que iba a descubrir que me gustaba la coca de cereza, había
comprado un paquete de doce en el supermercado. ¿Pero se había tomado la molestia de prepararlo
cuando, realmente, hubiera podido agarrar una lata del refrigerador? Eso me pilló desprevenido.
Estaba acostumbrado a que me atendieran, pero el que ella hiciera algo tan jodidamente amable, me
sorprendió.

“Gracias,” dije después de un momento.

“De nada,” dijo en voz baja. Miré de reojo y vi que estaba viendo la película con atención, sus pies
sobre el sofá junto a ella y su cabeza ligeramente inclinada hacia un lado. Había llegado a cambiarse,
por lo que entendí por qué había tardado tanto, llevaba un par de pantalones de yoga negros y una
camiseta sin mangas, azul claro. Se había recogido el pelo en una cola de caballo y estaba muy casual,
pero lo hizo bien. Seguía luciendo bien.

“¿Ya has visto esta?” Pregunté después de un momento. Volvió la cabeza para mirarme
inquisitivamente, como si fuera una pregunta estúpida. Me reí entre dientes, dándome cuenta de que
probablemente lo era. “Realmente, no lo sé. Me refiero a que has pasado algo de tiempo con mis
hermanos, así que no sé qué es lo que has visto con ellos.”

“Vemos Jeopardy,” dijo. Me reí.

“A Jasper le encanta esa mierda. Creo que es una mierda en eso, el idiota. A veces me preguntó, si su
cerebro funciona correctamente.”

“Es mejor que yo,” dijo, encogiéndose de hombros. Sus palabras fueron casuales, pero
inmediatamente me sentí mal, porque de forma indirecta, prácticamente, insinué que era estúpida.

“No quise decir….” Empecé, suspirando. Pasé mi mano por el pelo con nerviosismo. Ella volvió la
cabeza para mirarme y sonrió con tristeza.

“Lo sé, es comprensible. No soy precisamente culta,” dijo. Había un toque de tristeza y anhelo en su
voz y me preguntaba si ella desearía poder aprender. La primera mujer que tuvimos, Nona, no tenía
deseos de aprender. Ella había aceptado su vida y después que la compramos ya no se esforzó por nada
más. La siguiente perra, no duró lo suficiente como para que me aprendiera ni siquiera su apellido,
mucho menos, algo más sobre ella. Isabella aún era joven, perfectamente capaz de aprender.

Pensé en hablarle de ello, pero antes de que pudiera, mi teléfono empezó a sonar. Lo cogí de la mesa
donde lo había dejado y miré la pantalla, era Jessica Stanley.

Lo puse en silencio y lo dejé junto a mí, volviendo mi atención a la película. Dio un pitido con un
mensaje, pero lo ignoré. Menos de cinco minutos más tarde, empezó a sonar otra vez. Suspiré y lo
miré, volviéndolo a silenciar. Esta vez era Tanya.
Sonó por tercera vez, Jessica de nuevo, apagué el sonido. Isabella seguía mirándome, como si se
sintiera mal. De nuevo, tiré el teléfono sobre la mesa y me levanté, gimiendo por el dolor en la espalda
y los hombros. Isabella se levantó rápidamente, tan rápido que me asustó y fruncí el ceño.

“¿Necesita algo?” Preguntó. Rodé los ojos.

“Vuelve a sentarte y relájate, ve la película. Vuelvo en un segundo,” murmuré.

Se sentó vacilante y yo salí, dirigiéndome de inmediato a las escaleras. Subí rápidamente hacia mi
habitación, empujando la puerta. Me acerqué a mi escritorio, sacando las llaves y abriendo el último
cajón. Sonreí ampliamente, mi escondite secreto.

Miré las botellas de licor, sacando una botella de vodka Grey Goose. Consideré agarrar la pipa y algo
de hierba, pero lo pensé mejor, no sabía cómo se sentiría ella con esa mierda. No quería hacerlo
delante de ella y terminar ofendiéndola. Volví a cerrar el cajón con llave y me dirigí a la planta baja.

Volví a la sala de estar y me senté otra vez a lado de Isabella, un poco más cerca de lo que estaba
antes. La miré y vi que me observaba con curiosidad. “Todo es mejor con un poco de licor,” dije
encogiéndome de hombros. Sonrió levemente. Abrí la botella y vertí un poco de bebida, vacilando
antes de llevarla a mis labios, e inclinarla. Hice una ligera mueca por lo fuerte que estaba e imagino
que la expresión de mi rostro tuvo que haber sido horrible, porque Isabella rompió a reír. Me reí entre
dientes y le pasé la botella, levantando una ceja. Sus ojos se abrieron y me miró con sorpresa.

“Eh…” Comenzó. Sonreí y sacudí la cabeza.

“Solo un sorbo, no te va a matar.” Empezó a morder su labio inferior pareciendo nerviosa, pero con
cautela extendió su mano para coger la botella. Respiró hondo, mirando fijamente la botella, antes de
llevarla a sus labios y empinarla. Tomó un pequeño sorbo y un escalofrío la atravesó, una mirada de
asco en su rostro. De inmediato, alejó la botella y empezó a toser. Me reí y cogí la botella,
inclinándola y tomando otro trago. Quemó un poco cuando bajaba, pero no demasiado. Puse la botella
sobre la mesa y estiré mi espalda, subiendo la mano para frotar la parte de atrás de mi cuello.

“¿Está bien?” Preguntó Isabella. La miré y vi que me observaba con una mirada curiosa en su rostro.
Suspiré.

“Sí, solo un poco dolorido por el golpe que recibí. Probablemente tenga que ir al quiropráctico o al
masajista o alguna mierda de esas mañana,” murmuré. Ella sonrió.

“Yo podría darle un masaje,” dijo con tranquilidad, encogiéndose de hombros. Arqueé una ceja, un
poco sorprendido por su oferta.

“No tienes que hacer eso,” dije. Sonrió de nuevo.

“Lo sé, pero pensé en ofrecerme.” La miré por un momento, inseguro de qué decir. ¿Acepto como un
cabrón de mierda y dejo que la chica me dé un masaje? Quiero decir, ni siquiera sabía si ella sabía qué
demonios estaba haciendo y probablemente, no ayudaría en nada a mi dolor, pero una parte de mí solo
gritaba por sentir su tacto. Sí, maldito adolescente hormonal promedio.

“De acuerdo,” dije después de un momento, encogiéndome de hombros. Sonrió y cambió su posición,
poniendo su espalda contra el respaldo del sofá. Hizo espacio entre sus piernas y palmeó el cojín. Reí
levemente, un poco por la incredulidad y me puse de pie agarrando mi bebida. Me senté con cuidado
entre sus piernas. Empecé a lamentarme de inmediato, cuando sentí mi polla endurecerse. Sus piernas
hacían presión contra las mías, su pecho, malditamente cerca de tocar mi espalda. Podía sentir el calor
saliendo de ella y el hecho de que estuviera entre sus muslos no se me escapaba. Quiero decir, no era
nada sexual, había follado a un montón de chicas y estado entre más muslos de los que era capaz de
recordar en ese momento, pero la forma en la que estábamos era íntima, joder, casi demasiado íntima.
Mi corazón comenzó a latir con fuerza mientras esperaba sentir su tacto. Ella dudó y me preguntaba si
estaba teniendo el mismo tipo de pensamientos, si estar tan cerca le hacía lo mismo que a mí.

Después de un momento sentí mi camisa moverse y sus manos subir por debajo de ella por mi espalda.
Un hormigueo se disparó en mi espalda por su toque, esa sensación eléctrica recorriéndome. Gemí
suavemente y cerré los ojos, la mierda se sentía bien. Deslizó sus manos por mi espalda ligeramente
un par de veces, casi me hizo jodidas cosquillas y mi cuerpo empezó a reaccionar. Joder, nunca me
habían tocado de esa forma. Era delicada y casi cariñosa y eso me asustó como la mierda y por eso
quería que cambiara de opinión y me alejara de un empujón, pero una gran parte de mí, deseaba que
nunca se detuviera. Estaba tan indeciso que era ridículo.

Cuando me di cuenta que sería jodidamente más fácil para ella si no llevaba puesta la camisa, bajé mis
manos, la agarré y me la quité rápidamente. Se tensó casi de inmediato y su respiración se detuvo con
sus manos sobre mis omóplatos, haciendo que me preguntara si había sido un error. No quería que se
sintiera incómoda. Pensé en levantarme y decirle que lo olvidara, pero antes de que pudiera, ella
habló.

“Sería mejor con un poco de loción o algo así,” dijo. Solté una risita y me levanté, sus manos se
deslizaron por mi espalda suavemente. Caminé hacia el baño, encendí la luz y miré a mi alrededor.
Abrí el armario y encontré un poco de aceite de bebé. Lo miré cautelosamente, preguntándome qué
demonios estaba haciendo eso en el baño de las visitas de la planta baja, pero vi que seguía sellado, así
que lo cogí. No tocaría una botella abierta de aceite para bebés en mi casa, ni con un palo de tres
metros, a sabiendas de que alguien, probablemente, lo habría usado para hacerse una paja.

“¿Esto funcionará?” Pregunté, caminando de vuelta a la sala de estar y sosteniendo en alto la botella.
La cabeza de Isabella se volvió rápidamente en mi dirección cuando escuchó mi voz. Sonreí con
satisfacción, sin perder el hecho de que sus ojos se detuvieron en mi pecho por un momento, antes de
mirar a mi rostro.

“Sí, eso es perfecto,” dijo, sus ojos una vez más bajando hacia mi pecho. Me aclaré la garganta y su
atención volvió rápidamente a mi rostro. Levanté una ceja y sonreí. Ella se sonrojó de un hermoso
tono de rojo y miró hacia otro lado, lo que me hizo reír.

Le entregué la botella y volví a sentarme entre sus piernas. La abrió y puso un poco en su mano antes
de poner la botella a su lado. Llevó sus manos a mi espalda y las presionó con firmeza, deslizándolas
hacia arriba por mi espalda, hacia mis hombros. Me sorprendió lo firme que su tacto era ahora. Gemí
mientras empezaba a masajear con determinación mis omóplatos y la parte de atrás de mi cuello. Sus
manos subían y bajaban por mi espalda repetidamente y sentí mis músculos aflojándose bajo su toque.
Lo siguió haciendo durante un rato y cerré los ojos, sin poder dejar de gemir como una pequeña puta.
Se sentía jodidamente fantástico, sin duda, sabía exactamente lo que estaba haciendo.
Después de un rato, su toque se suavizó y gruñí, no quería que se detuviera. Sus manos vagaban por mi
espalda con ternura y la sentí delineando las líneas de mi tatuaje entre mis omóplatos. Su mano
izquierda deambuló hacia abajo y delineó la cicatriz que corría a lo largo de mi costado. Esa mierda
hacía cosquillas y me estremecí levemente. Pasó una de sus manos hacía arriba, por mi columna
vertebral y mi cuello.

Eché la cabeza hacia atrás y sus dedos se filtraron a través de mi cabello, en la parte de atrás de mi
cabeza. Gemí mientras otro estremecimiento se disparaba a través de mí, su tacto ya no era para
aflojar los músculos, ahora era casi malditamente sensual. Apaciguó sus movimientos y estaba seguro
de que iba a apartarse, pero no lo hizo. Después de unos segundos, sus manos comenzaron a deambular
de nuevo, sus dedos entrelazándose en mi pelo desordenado, sus cortas uñas raspando con suavidad mi
cuero cabelludo.

Empecé a respirar pesadamente, realmente, estaba empezando a excitarme y sabía que tenía que parar.
Necesitábamos parar. Joder, estaba mal, pero Dios, se sentía tan bien. Estaba casi temblando de lo
bien que se sentía, estaba desesperado por su toque.

Me pareció oír algo y abrí los ojos. Vi el vestíbulo iluminarse ligeramente, indicando los faros de un
coche. Estiré mi mano hacia atrás, agarrando las manos de Isabella, deteniéndola.

“Alguien está aquí,” dije. Ella se tensó inmediatamente. Solté sus manos y me levanté. Ella saltó del
sofá, pasó junto a mí y se dirigió a las escaleras. Miré con incredulidad como las subía corriendo y
quedaba fuera de mi vista. Negué con la cabeza y agarré mi camisa, poniéndomela.

Me dejé caer otra vez en el sofá mientras la puerta principal se abría. Inmediatamente, oí la risa de
Alice y rodé los ojos. Cogí mi coca de cereza, la puta ya estaba diluida, pero me importó una mierda y
me la bebí toda. Agarré una cereza y la reventé en mi boca, masticándola mientras cogía mi teléfono.

Alice y Jasper entraron y se detuvieron, obviamente, preguntándose qué cojones estaba haciendo en la
maldita oscuridad con una pantalla azul en la televisión, cuando la película ya se había acabado. Ni
siquiera me molesté en mirarlos y empecé a desplazarme a través de mi teléfono. En la última hora
había recibido ocho llamadas y más de una docena de mensajes de texto de las perras.

“¿Isabella está bien?” Jasper preguntó después de un momento. Asentí, sin molestarme en mirarlo.

“No pensé que fuera a ponerse frenética,” dijo Alice en voz baja, sentándose a mi lado. Le eché un
vistazo rápido, riendo con sequedad.

“Qué me jodan y yo que pensaba que Mary Alice Brandon era una jodida sabelotodo.”

Capítulo 15: “Relámpago de luz”


“Ciertos pensamientos son plegarias. Hay momentos en que, cualquiera que sea la actitud del
cuerpo, el alma está de rodillas.” – Victor Hugo.

Isabella Swan
“¡¡Oye, Isabella!!”

Salté ante el sonido de una fuerte e inesperada voz y dejé caer el vaso que estaba sosteniendo. Se
estrelló contra el suelo, rompiéndose con el impacto y pequeños trozos de vidrio salieron volando. Mis
ojos se abrieron, el fuerte ruido sonando como si hiciera eco por toda la planta baja. Miré a Alice, que
tenía una mirada de asombro en su rostro. Ni siquiera me había dado cuenta que estaba aquí, pensaba
que estaba sola.

“Lo siento, no tenía intención de asustarte,” dijo disculpándose. Le hice un gesto con la mano y me
puse en cuclillas, empezando a recoger los trozos de cristal del suelo. Casi corrió hacia mí, queriendo
ayudar, pero solo consiguió asustarme aún más. Me estremecí, alejándome de ella y me pinché el dedo
con un trozo de vidrio filoso, dando un chillido. Agarré mi mano y vi el hilo de color rojo que fluía del
corte. Inmediatamente me sentí mareada, cuando el olor a óxido de la sangre me golpeó, y al verla me
entraron ganas de vomitar. Cerré los ojos y me dejé caer hacia atrás, sentándome, tratando de tomar
unas cuantas respiraciones profundas por la boca para calmarme y evitar el olor.

Había tenido un mal día…. un muy mal día. Me había despertado antes de que el sol se levantara, cada
pizca de mi cuerpo dolorido. En el momento en que abrí los ojos, mi estómago empezó a revolverse y
me levanté de un salto, corriendo al baño. Pasé la mayor parte de la mañana y la tarde allí, vomitando
lo que tenía calculado que podría, posiblemente, sumar mi peso corporal. El doctor Cullen había
venido a verme en algún momento de la tarde, estaba preocupado porque no había salido de mi
habitación durante todo el día y me encontró desmayada en el suelo, frente al inodoro. Entró de
inmediato en modo médico, comprobando mi pulso, respiración y temperatura y lo atribuyó a un virus
estomacal. Me dijo que me relajara y durmiera, que no me presionara o estresara y dejara que mi
cuerpo se fortaleciera, pero era mucho más fácil decirlo que hacerlo.

Me quedé en mi habitación todo el tiempo que pude. Mi estómago comenzó a asentarse, pero estaba
un poco aterrada ante la idea de estar en cama durante todo el día. Desde que había aprendido a
caminar y hablar, no había pasado un día sin que hiciera algún tipo de trabajo.

Así que una vez que estuve segura de que podía llegar a la planta baja por mí misma, salí de la cama y
me dirigí a las escaleras.

Era un desastre total y absoluto. Estaba sudorosa, mi ropa arrugada y mi cabello despeinado. No podía
oler bien, posiblemente sería una combinación de vómito y sudor. Me sentía tan mal como me veía,
completamente asquerosa.

Me agarré a la barandilla y comencé a bajar las escaleras, solo para llegar al segundo piso y
encontrarme cara a cara con Edward. Tenía su brazo envuelto en los hombros de una chica. Sus ojos se
ampliaron cuando me vio, su expresión era de asombro. Casi parecía culpable o avergonzado. Aparté
mis ojos, incapaz de mirarlo.

Hacía poco más de una semana que me había sacado de la fiesta después de su partido de fútbol,
trayéndome a casa. Esa noche me sorprendió y desde entonces me había sentido como si estuviera en
un torbellino, mis pensamientos y sentimientos todos revueltos y nada tenía sentido. Verdaderamente
me sentía como la ridícula y patética niña que siempre pensé que era.

Su comportamiento me había cogido por sorpresa. Casi había exigido que le dijera lo que pensaba, tan
difícil como ese concepto era para mí, en parte deseaba ser capaz de hablar libremente. Le hice una
auténtica coca de cereza, quería hacer algo para mostrarle mi agradecimiento. Pensé que le gustaría,
ya que sabía que bebía eso en lata. Había aprendido a dominar el arte de la coca de cereza en los
últimos años, cuando mi ama, en Phoenix, la bebía y exigía que estuviera perfecta. La perfecta
proporción de jugo de cereza en la coca, el número perfecto de cerezas. Cualquier pequeña
imperfección se traducía, literalmente, en una patada en alguna parte del cuerpo en la cual prefería no
ser pateada. Le gustaba patear a la gente detrás de las rodillas, ya que eso siempre causaba que se
desplomaran al suelo. Edward parecía apreciar el hecho de que le preparara una, aunque echase
alcohol en ella.

Parecía tenso. Me quedé mirando como estiraba su espalda, rodaba los hombros y levantaba la mano
para masajear su cuello. Después de un rato, me picó la curiosidad y le pregunté si estaba bien y
confesó que sus músculos estaban doloridos por el golpe que le había visto recibir. Supongo que no
era tan duro como Emmett pensaba que era.

El arte del masaje es algo que aprendes sobre la marcha cuando vives una vida como la mía. Largas
horas y días enteros de trabajo agotador, causan estragos en tu cuerpo, por lo que es esencial aprender
a relajarse y calmar los músculos para aliviar algo de dolor y de presión. Me ofrecí para darle un
masaje, tratando simplemente de ser amable, sin tener en cuenta lo que iba a suceder cuando
realmente lo tocara.

En el momento en que se sentó entre mis piernas, esos sentimientos empezaron, de nuevo, a agitarse
dentro de mí. Mis manos en su piel eran casi eléctricas. Su espalda era suave, sus músculos firmes y
esculpidos. Se había levantado a coger algo para que utilizara para darle el masaje, y mis ojos se
posaron sobre su pecho desnudo. Aquella primera mañana, estaba tan embelesada porque el jugo de
naranja se había derramado, que en realidad, no había conseguido esa gran vista de su pecho. Era
impresionante y parecía que no podía apartar los ojos de él.

El masaje comenzó lo bastante inocente y lo sentí relajarse, pero la estúpida y ridícula niña dentro de
mí, empezó a portarse mal tratando de tomar el mando. Prácticamente acaricié su espalda con la
mano, pasando mis dedos suavemente sobre su tatuaje. Tenía curiosidad por ellos y quería preguntarle
que significaban todos esos tatuajes, ya que tenía tres que yo supiera, pero no podía entender las
palabras. También tenía una prominente cicatriz en su costado, lo que la hubiera causado debía de
haber dolido y odiaba la idea de que alguna vez sufriera. La sensación de la piel de Edward, su olor y
los sonidos que estaba haciendo, me nublaron por completo. Apenas podía pensar con claridad.
Deslicé mi mano hacia arriba, por su columna y él echó la cabeza hacia atrás, mis dedos encontraron
camino por su pelo, era sorprendentemente suave y la sensación me cautivó.

Edward había empezado a respirar pesadamente y a gemir, y ese sonido me hacía cosas locas. Sentí
que mi cuerpo hormigueaba, mi respiración dificultosa. Empecé a tener pensamientos irracionales de
sus manos sobre mí, cuando agarró mis manos, impidiendo que le siguiera tocando. Me dijo que
alguien estaba en casa y de inmediato entré en pánico, aclarándose todo. Estaba tan avergonzada por
perder el control, que tuve miedo de mirar a Edward. Tenía miedo de lo que estuviera pensando o
sintiendo, miedo de que estuviera disgustado por que le hubiera tocado, miedo de que pudiera notar
los sentimientos que había tenido. Así que en el momento en que se levantó, corrí y me encerré en mi
habitación.

La semana pasada, pasó volando. Hice mi trabajo y no me crucé en su camino. Alice se detuvo una vez
y subió a mi habitación para disculparse por el incidente de la fiesta, pero le dije que no era gran cosa.
Simplemente no estaba preparada para eso, no sabía exactamente en lo que me estaba metiendo. Le
dije que eso no me impediría aventurarme a salir de la casa. Y no lo hizo, pasé la mayor parte de la
semana pasada en el patio. Ni siquiera me había dado cuenta que los Cullen tenían una piscina en su
propiedad, así de poco observadora había sido.

Vi a Edward un par de veces y lo atrapé mirándome fijamente, su expresión siempre una de


curiosidad. No podía saber lo que estaba pensando y me estaba volviendo loca. Durante toda la semana
no habíamos estado solos, siempre había alguien cerca. Seguía soñando con él casi cada noche.
Despertando el deseo de verlo y escuchar su voz. Era todo tan loco, su mera existencia causaba que mi
corazón se hinchara con una emoción desconocida, una que temía demasiado enfrentar o nombrar.

Incluso ahí parada, en la escalera, mirándolo con su brazo rodeando a la pequeña chica de pelo castaño
y rizado, mi corazón se hinchó. Y mirando a la chica, otra emoción llegó a la superficie, una emoción
que era aún más peligrosa que la otra, celos.

Prácticamente hui de ellos, casi cayendo por las escaleras porque estaba muy mareada. Entré en la
cocina y lavé y guardé algunos platos, y fue entonces cuando Alice me asustó.

Abrí los ojos, sintiendo que estaba otra vez bien y al instante vi el rostro de Alice. Estaba frunciendo
el ceño, sus ojos vidriosos. Parecía que estaba luchando por contener las lágrimas y eso me
sorprendió. Eché un vistazo alrededor rápidamente, asustada porque tal vez se había lastimado. Eso
era lo último que necesitaba, que se cortara con un vaso que yo había roto. Las últimas semanas había
evitado con éxito el castigo, no había tenido que experimentar la ira del doctor Cullen, pero sabía que
herir a una chica en la que pensaba como una hija haría precisamente eso.

“¿Estás bien, Alice?” Pregunté frenéticamente. Su ceño se frunció y asintió.

“Estoy bien, ¿tú estás bien?” Preguntó. Solo la miré fijamente por un momento. Por supuesto que no
estaba bien. Estaba tan sola y preocupada, que era ridículo. Estaba confundida y herida y,
simplemente, tan agotada emocionalmente que ya no sabía que camino podía tomar.

“Estoy bien,” dije en voz baja después de un momento, apartando la mirada de ella. No podía decirle
esas cosas, no podía decírselo a nadie.

Mis ojos se posaron en el pequeño charco de sangre en el suelo y gemí. Inmediatamente sentí la bilis
subiendo y me levanté de un salto, empujando a Alice al pasar. Agarré el bote de basura con el tiempo
justo para empezar a vomitar de nuevo. Sentí a Alice frotando mi espalda y tranquilizándome. Cuando
el vómito se calmó, dejé el bote de la basura, mi visión era borrosa por las lágrimas que corrían por
mis mejillas y los sollozos se escapaban por mi garganta.
Tomé unas cuantas respiraciones profundas, tratando de calmarme. Me di la vuelta comenzando a
recoger el cristal, tirándolo en el bote de la basura. Me estaba sintiendo mal otra vez y necesitaba
limpiar, antes de que alguien más lo viera.

“Ve arriba y acuéstate, yo termino de limpiar por ti y subo en un segundo,” dijo Alice. La miré
interrogante y ella asintió. Me sentía mal, no quería que ella limpiara, pero necesitaba
desesperadamente acostarme, antes de que volviera a vomitar. Murmuré un gracias y me levanté,
aferrándome a la encimera para estabilizarme. Una vez que me sentí lo suficientemente estable,
empecé a subir las escaleras.

Comencé a respirar fuertemente mientras subía el segundo tramo de escaleras hasta el tercer piso.
Tuve que hacer una pausa cuando llegué arriba, necesitaba recuperar el aliento. Mi visión estaba un
poco borrosa y mi cabeza latía con fuerza. Todo mi cuerpo dolía y estaba hormigueando.

Me dirigí a mi habitación y me detuve abruptamente en medio del pasillo cuando escuché a una chica
gritando. Di unos pasos vacilantes hacia adelante y sentí que me sacudía la devastación cuando
llegaron a mis oídos, sonidos familiares. Quejidos, gemidos, jadeos y gruñidos. Y pude escuchar un
débil sonido de golpeteo, que al instante me hizo pensar en mi madre y esos sonidos que escuchaba
cuando Charles tenía sexo con ella.

Edward estaba teniendo sexo con esa chica.

Oí a la chica gritar de nuevo, esta vez gritando el nombre de Edward. Perdí el aliento y un dolor
quemó en mi pecho. Mis ojos se llenaron de lágrimas y todo empezó a ponerse borroso. Mis rodillas
se aflojaron y escuché pasos detrás de mí, en las escaleras. Mis piernas cedieron y me desplomé, mi
cabeza golpeando contra la pared y mi cuerpo alcanzando el suelo con un fuerte golpe. Escuché
débilmente que Alice gritaba el nombre de Jasper, antes de perder el conocimiento.

“¿Isabella? Despierta bella ragazza,* abre los ojos para mí.” Escuché la familiar voz aterciopelada
filtrándose tan cerca, que se sentía como si estuviera justo en el oído.

“Dale una bofetada o algo, ¿no se supone qué es lo que tienes que hacer?” Dijo una voz femenina,
sonando muy lejos y un poco asustada. Era una voz que había escuchado antes, pero no una que
conociera muy bien. Me confundía, las palabras no tenían sentido.

“Joder, no voy a pegarle, nadie lo va a hacer,” la voz aterciopelada escupió al instante, el tono
agresivo envió un escalofrío por la columna.

Rogué para que mis ojos se abrieran, todo estaba borroso, pero pude distinguir un par de ojos verdes
cerniéndose justo frente a mí. Parpadeé un par de veces confundida, tratando de aclarar mi visión.

“¡¡Maledicalo,* no vuelvas a hacer eso otra vez!! ¡¿Me has escuchado?!” Gritó. Mis ojos se abrieron
con sorpresa por su ira, enfocando todo. Estaba visiblemente molesto y mirándome fijamente.

“¿Qué he hecho? Lo siento,” dije, mi ceño frunciéndose con confusión. No tenía idea de lo que estaba
sucediendo, pero lo que sea que fuera, de alguna manera, había metido la pata. Sentí que mi visión
volvía a ponerse borrosa, esta vez por las lágrimas. Su semblante se suavizó y gruñó, pellizcándose el
puente de su nariz.
“Te has desmayado. No quise gritarte, pero me asustaste hasta la mierda,” dijo.

“Oh,” dije, sin saber cómo responder. ¿Me desmayé? Traté de hacer memoria y mis ojos se abrieron
en shock cuando recordé que estaba en el pasillo, escuchando los sonidos que venían de la habitación
de Edward. “¡Oh Dios!” Grité cuando el recuerdo volvió a mí.

Edward parecía sorprendido por mi arranque. “Relájate,” dijo, su tono ahora, era suave. “Jasper ha
llamado a mi padre para que venga del trabajo y te revise. Te has golpeado con fuerza la cabeza.”

Eché un vistazo a mi alrededor y vi que estaba en mi habitación; Edward estaba sentado junto a mí, en
el borde de la cama. Me di cuenta que no llevaba camisa y tuve que apartar la mirada rápidamente,
antes de que nublara mis pensamientos. Traté de levantarme, pero Edward me agarró con fuerza,
tratando de hacer que me quedara acostada. Me apoyé en mis codos y miré más allá de él. Alice y la
chica de pelo rizado estaban paradas en la entrada, ambas mirándonos a Edward y a mí. Una pequeña
sonrisa apareció en los labios de Alice cuando la miré, pero no pude devolvérsela en respuesta. Miré a
la otra chica y sentí una oleada de tristeza cuando vi que no llevaba nada más que una enorme
camiseta, que obviamente, no era suya. Me di cuenta que tenía que ser de Edward.

Suspiré, dejándome caer de espaldas. Hice un gesto de negación y miré enojada el techo. Podía sentir
la mirada de Edward en mí y después de un segundo sentí el movimiento de la cama. Lo miré y lo vi
volver la cabeza y mirar hacia la puerta.

“Ve y ponte la puta ropa, Jessica,” dijo, el tono áspero volviendo a su voz. No levanté la vista, pero
después de un momento, escuché un portazo del otro lado del pasillo.

“Voy a ver cómo le está yendo a Jasper,” dijo Alice, saliendo disparada por la puerta. Casi de
inmediato, escuché sus pasos bajando las escaleras. Suspiré, sabiendo que Edward y yo estábamos
solos y cerré los ojos. Estaba un poco avergonzada, después de haberlo escuchado a él y a la chica y
obviamente, interrumpirlos. Me hizo sentir enferma la idea de ellos manteniendo relaciones sexuales
y traté de ignorarla, no queriendo lidiar con ello.

Después de un momento, sentí que pasaba su mano por mi frente. Las yemas de sus dedos estaban
frías y enviaron chispas a través de mi piel febril. “La mia bella ragazza,*” murmuró en voz baja,
mientras acariciaba la piel de mi rostro, tan suave que apenas lo oí. Sus palabras sonaban dulces y me
sentí reconfortada, aunque su significado era desconocido para mí.

Abrí los ojos y lo vi mirándome con intensidad. “¿Qué significa eso?” Le pregunté.

“¿Qué significa, qué?” Preguntó, sonriendo ligeramente.

“Um… la mia bella ragazza,” dije, aunque mi pronunciación lo hizo sonar como ‘lemona bella re-
gezzi.’

Edward me miró por un momento, pareciendo un poco sorprendido por mi pregunta. “No es
importante,” dijo finalmente, encogiéndose de hombros. “Si no lo he dicho en inglés, es porque
probablemente no te gustaría saberlo,” añadió.

Asentí, recordando que el doctor Cullen había dicho que Edward disfrutaba decir cosas coloridas en
italiano. Nos sentamos en silencio por un momento. Edward estaba acariciando mi mejilla suavemente
con el dorso de su mano y mirando mis ojos fijamente. Era un poco incómodo, pero no podía romper
con su mirada. Sus ojos estaban tan llenos de emoción, tan compasivos.

Una puerta se cerró con fuerza al otro lado del pasillo y Edward gruñó, rodando los ojos. Alejó su
mano de mí y se puso de pie, saliendo rápidamente de la habitación. Me incorporé y lo vi parado en el
pasillo con la chica de pelo rizado. Ella parecía enojada y Edward estaba hablando con ella. No pude
entender sus palabras, ya que eran susurros, pero sus labios se movían furiosamente. Finalmente, ella
resopló con fuerza y le dio la espalda alejándose y pisando con fuerza. Edward caminó de vuelta a la
habitación, negando y suspirando. Se sentó de nuevo en el borde de la cama y me miró.

“No quería interrumpir,” dije, sintiendo como si necesitara disculparme. Me sentía mal. No tenía idea
de quién era la chica, pero si Edward estaba teniendo sexo con ella, obviamente significaba algo para
él. “Y por favor, dígale a ella que lo siento.”

Su ceño se frunció. “¿Sentir qué?”

“Por interrumpirlos, usted sabe…. lo que estaban haciendo.” Dije un poco avergonzada e incapaz de
decirlo en voz alta. Sentí que mis mejillas enrojecían.

Los ojos de Edward se ampliaron, cuando obviamente, entendió de lo que estaba hablando.
“Jesucristo,” murmuró, haciendo un gesto de negación. Parecía avergonzado, lo que me sorprendió.
“No deberías haber escuchado esa mierda.”

Mis ojos se abrieron, temiendo que pensara que estaba escuchando a hurtadillas. “Lo siento, no estaba
tratando de… lo prometo. Solo estaba caminando por el pasillo y escuché los ruidos.”

Él gruñó, pellizcándose el puente de su nariz. “No te disculpes, no deberías de estar disculpándote, yo


debería hacerlo.”

Lo miré sorprendida… ¿Por qué iba él a pedir disculpas? No había hecho nada malo. Antes de que
pudiera decir algo, empezó a despotricar en italiano, tan rápido, confuso y apasionado que me
sobresaltó.

“Demonios Edward, disminuye la velocidad,” dijo la voz de Jasper desde la puerta. Alcé la vista y lo
vi allí parado con Alice, mirando a su hermano con sorpresa. Edward dejó de hablar de inmediato,
mirándolos. Su expresión casi era de horror.

“¿Colpo di fulmine*?” Dijo Jasper después de un momento, frunciendo el ceño mientras miraba a
Edward.

Edward gruñó, poniéndose de pie. “Mierda, solo ignórenme, no sé lo que estoy diciendo,” dijo
enérgicamente. Pasó junto a ellos y salió de la habitación sin decir otra palabra. Alice suspiró y entró,
sentándose en el lugar donde Edward había estado sentado.

“No sé qué le pasa, lo siento. Es bueno que no hables italiano porque, probablemente acabarías
asustándote,” dijo Jasper, negando con la cabeza. Le sonreí levemente.

“No es la primera vez que me habla en italiano. Aunque, nunca ha dicho mucho. Solo escucharlo me
hace sentir mareada.”

Alice sonrió. “Yo tampoco lo entiendo,” dijo. “Sé un poco de italiano, lo he aprendido a lo largo de los
años, pero no lo suficiente para entender todo.”

“Estoy seguro de que has captado lo fundamental,” dijo Jasper con suavidad, mirando a Alice. No me
perdí el hecho de que ella asintió en confirmación. “Cómo sea, mi padre ha dicho que bebas esto
despacio. Él estará pronto en casa.”

Jasper me tendió una botella de agua. Me senté y la cogí, abriéndola. Sentí que mi visión se nublaba
un poco por los mareos y tomé unos sorbos. Permanecieron callados mientras bebía el agua, pero
mantuvieron un intercambio de miradas que me preocupó un poco.

Escuché pasos en las escaleras y levanté la vista para ver al doctor Cullen detenerse en la entrada.
“¿Alguien sabe cuál es el problema de Edward? Casi hizo chocar ese maldito Volvo contra mi
Mercedes bajando a toda velocidad por el camino de entrada.”

“Quién sabe,” dijo Jasper rápidamente, mirando a Alice. Ella sonrió levemente y asintió una vez.
Estreché mis ojos ligeramente, con sospecha. Mantenían un secreto y no entendía por qué.

El doctor Cullen suspiró y avanzó. Alice se puso de pie y él tomó su lugar en la cama.

“He oído que le diste a los chicos un buen susto desmayándote frente a ellos. ¿Te sientes mejor?”

Asentí. “Un poco.” Sonrió y agarró mi muñeca para tomarme el pulso. Me estremecí por su toque,
como de costumbre, pero eso no lo detuvo. Sacó una pequeña linterna y alumbró en mis ojos.

“Debes de estar bien, solo un poco deshidratada. Bebe mucho líquido y duerme un poco. A menos que
vayas al baño, no quiero verte salir de esta cama hasta mañana, ¿me has oído?”

Asentí. Él sonrió ligeramente y se levantó. Miró su reloj, le dijo a Jasper que me trajera algunas
botellas de agua y se marchó rápidamente. Jasper dejó la habitación y Alice se sentó de nuevo a mi
lado.

“¿Pasa algo?” Pregunté en voz baja, curiosa. Se volvió y me sonrió, encogiéndose de hombros.

“No,” dijo. Podía decir por su expresión que estaba mintiendo. Pero nunca me atrevería a decirle eso.
Simplemente asentí y me volví a acostar, suspirando. Después de un momento, Jasper regresó con
cuatro botellas de agua y las puso junto a la cama. Me sonrió y agarró la mano de Alice. Ella rio
cuando la levantó de la cama. Ambos me desearon dulces sueños y dejaron la habitación rápidamente,
cerrando la puerta tras ellos.

Estaba agotada y el sueño me llevó al instante. Dormí a ratos por horas, durante toda la noche, solo
despertando el tiempo suficiente para beber algo de agua o ir al baño.

Me desperté a la mañana siguiente sintiéndome mareada, pero mi estómago ya no estaba revuelto. Salí
de la cama y me di una larga ducha caliente para refrescarme. Cepillé mi cabello y lo peiné hacia
atrás, y me puse unos pantalones vaqueros y una camiseta. Era lunes y la casa estaba desierta. Los
chicos estaban en la escuela y asumía que el Doctor Cullen estaba en el hospital. No estaba muy
segura de a dónde iba el doctor Cullen y por qué desaparecía tanto tiempo. Nunca estaba en casa.

Limpié la casa, la cual estaba más sucia de lo que la había visto últimamente, ya que el día anterior
había estado enferma y no había podido hacer nada. Cuando la casa estuvo decente, me dejé caer en el
sofá de la sala de estar. Estaba aburrida y me sentía sola, deseando no estarlo. Me estaba
acostumbrando a los chicos Cullen y deseando su compañía. Y Alice… disfrutaba inmensamente la
presencia de Alice.

Era casi como si tuviera amigos. Verdaderos amigos.

**********
La Mia Bella Ragazza = Mi Chica Hermosa

Bella Ragazza = Chica Hermosa

Maledicalo = Demonios

Colpo Di Fulmine = literalmente significa ‘un rayo’… pero es una expresión italiana usada para
describir la sensación de ser golpeado por el amor de forma tan intensa que es como si fueras
golpeado por un relámpago de luz o rayo… como el amor a primera vista

Capítulo 16 El Amor es como la guerra

“El amor es como la guerra, fácil de empezar, pero muy difícil de parar.”—Henry Louis
Mencken.

Edward cullen

“Voy a ducharme. Cuando llegue Alice, dile que suba,” dijo Jasper, levantándose del sofá donde
estaba sentado junto a mí. Levanté la mano con una floja señal de paz, para que supiera que lo había
escuchado. Estaba con mi ordenador portátil, descargando algunas canciones de I-Tunes para cargarlas
en mi IPod.

Un minuto después de que Jasper desapareciese por las escaleras, una ronda de golpes se oyeron en la
puerta principal. No me molesté en levantarme para contestar, sabía que era Alice. Después de los
golpes, casi de inmediato, la puerta se abrió y ella entró danzando. Pude sentir su presencia y alcé la
vista, levantando una ceja. Estaba empapada por la lluvia, ya que fuera caía una jodida lluvia
torrencial y me estaba mirando con el ceño fruncido.

“Jasper dijo que Isabella estaba enferma,” comentó.

“Sí,” murmuré, volviendo a mirar la pantalla. “Algún virus estomacal o alguna mierda de esas.” Mi
padre había dicho que la había encontrado en el suelo del baño vomitando sus tripas, y que tendría que
pasar el día en su habitación. Nos dijo que la dejáramos en paz y no le pidiéramos nada. De todas
formas, no tenía intención de hacerlo, podía arreglármelas solo bastante bien, pero estaba un poco
decepcionado porque eso significaba que no la vería durante todo el día.

“Jasper está en la ducha, dijo que subieras,” dije después de un momento, levantando de nuevo la vista
para mirarla. Suspiró y asintió, dándose la vuelta y dirigiéndose hacia las escaleras. De nuevo, volví
mi atención a la pantalla y mi computadora sonó. Suspiré mientras rodaba los ojos, cuando vi que era
un mensaje instantáneo de JStanley4387. Quiero decir, no me jodas, ¿no podía ser más creativa con
esa mierda?

Jstanley4387: ¿Q hacs?

‘En unos 10 minutos estaré dentro de ti, si traes tu culo aquí’ escribí. Volví a ITunes y después de un
momento sonó de nuevo.

Jstanley4387: jijiji

Rodé los ojos. Nadie dijo que era una jodida intelectual, eso seguro.

Jstanley4387: ¿D vrdad quiers q llegue?

Gruñí, haciendo un gesto de negación. Odiaba mandar textos, ¿estos cabrones no podían escribir sus
palabras o era demasiado trabajo para sus jodidas mentes enclenques, recordar las putas vocales?

‘Tengo toda la intención de hacer que llegues, así que apúrate’ escribí. Me desconecté y agarré mi
IPod, enchufándolo para cargarlo. Después de unos minutos me levanté, caminando a la cocina para
tomar algo de beber. Estaba tenso, mi cuerpo necesitaba alguna maldita liberación. Había estado
inundado con trabajos escolares, tuve una semana cargada de mierda con exámenes y el entrenamiento
de fútbol estaba pateándome el culo, así que había tenido poco tiempo para buscar placer. No ayudaba
que hubiese tenido una erección continua durante una semana, desde aquella noche en el sofá, cuando
Isabella masajeó mi espalda. Ni la cantidad de pajas que me había hecho, había acabado con ella y me
estaba volviendo loco.

Escuché el crujido de la grava y miré por la ventana. Vi el pequeño y viejo Toyota Corolla de color
rojo y sonreí. Encontré a Jessica en la puerta principal y le hice una seña para que entrara. Había
estacionado su pequeño pedazo de mierda al que llamaba coche, justo frente a la maldita puerta
principal y todavía utilizaba un puto paraguas para entrar. Jesús, ni siquiera Alice dejaba que un poco
de lluvia la molestara. No lo entendía, estaba a punto de joder su pelo y de cualquier forma, iba
empaparla completamente en sudor.

No puedo mentir, me sentía como una mierda trayéndola a casa con Isabella aquí. Pero estaba
lloviendo, así que era seguro como la mierda, que no saldríamos fuera. Nadie iba a follar en mi coche
y no había manera de que alguna vez, me subiera a esa trampa mortal que ella conducía, así que en ese
momento, realmente era mi única opción. Pensé que Isabella nunca se enteraría, ya que estaba
enferma en su habitación. Solo tenía que hacer que Jessica mantuviera bajos sus puñeteros ruidos.

Ni siquiera quería pensar en por qué me molestaba follar con una chica, estando Isabella en la misma
casa. Nunca me había importado una mierda. Ni siquiera me incomodaba que mi propio padre me
escuchara echando un polvo con una chica.

Jessica estaba risueña y empalagosa, desde el principio fue molesto, pero traté de ignorarlo. Puse mi
brazo sobre sus hombros y nos dirigimos hacia las escaleras, subiéndolas rápidamente. Llegamos al
segundo piso y me congelé cuando mis ojos se posaron en Isabella. Se veía jodidamente horrible, lo
más pálida que había visto a una persona. Estaba sudando y temblando ligeramente. Dolía verla tan
mal y entonces me sentí jodidamente avergonzado de estar allí parado con Jessica, joder, como si ella
me hubiera atrapado engañándola o algo así. Cristo, ¿qué me estaba pasando? No había razón para esa
mierda, no estaba haciendo nada malo.

Ella, prácticamente corrió pasando frente a nosotros y Jessica se rió por lo bajo. Rodé los ojos y tiré de
ella por las escaleras. En cuanto llegamos a mi habitación, Jessica fue directo a mi cuello y empezó a
besar y lamer.

“No me hagas una jodida marca,” dije, haciéndola retroceder hasta la cama. Sus rodillas golpearon el
borde y dejó caer su culo sobre ella. Me quité la camisa, tirándola al pie de la cama. Jessica se
desabrochó la suya y se la quitó. Se bajó los pantalones y los lanzó de una patada, recostándose sobre
sus codos mientras me miraba en bragas y sujetador. Desabroché mi cinturón y desabotoné y bajé el
cierre de mis pantalones. Los bajé junto con mi bóxer y mi polla saltó libre. Jessica gimió al verla y
sonreí. Sabía que había sido bendecido tanto en longitud como en grosor y tendía a dilatar a las chicas
cuando me follaban. Las vírgenes pasaban un mal rato haciéndolo por lo estrechas que eran y lo
grande que era yo. No había tomado muchas, por lo que sabía, creo que había desflorado a tres y,
probablemente, había hecho sus primeras veces, mucho más dolorosas de lo que deberían haber sido,
no solo por mi tamaño, sino porque no me lo había tomado con calma con ellas. Ellas querían follar
conmigo, así que las follaba. Ellas sabían en lo que se estaban metiendo.

Lancé mis pantalones y mi bóxer de una patada y caminé hacia el borde de la cama. Extendí mi mano
y agarré el brazo de Jessica, levantándola. Con una mano agarré mi polla, la otra la puse en la parte
posterior de la cabeza de Jessica. La empujé hacia adelante y separó sus labios, tomándome en su
boca. Se detuvo a medio camino y no la empujé más, sabiendo que no podía ir más allá. No era tan
pendejo como para producirle náuseas intencionalmente.

Empezó a mover su cabeza y chuparme, haciéndomelo lo más fuerte posible. Extendí mi mano y
desabroché su sujetador, quitándoselo. La rodeé con mi mano, pellizcando su pezón, haciéndola saltar
y gritar. Ella me rozó con sus dientes y siseé, echando la cabeza hacia atrás. Extendí mi mano y abrí el
cajón del buró junto a mi cama, sacando un condón. Lo abrí y me alejé de Jessica, poniéndomelo. Se
subió a la cama rápidamente y me subí encima de ella, quitándole la ropa interior. Abrió sus piernas y
me alineé con ella, dando una estocada en su interior, llenándola por completo en un solo movimiento.

Gritó y gimió. “Baja la voz,” dije, no quería que la gente la escuchara. Jessica me miró con
incredulidad, porque normalmente eso, no me importaba una mierda, pero simplemente no me sentía
cómodo con que Isabella pudiera oírnos. Traté de convencerme a mí mismo, que era porque estaba
enferma y era malditamente grosero mantenerla despierta si subía y trataba de dormir, ignorando esa
otra parte de mí, que simplemente no quería que se enterara de qué cojones estaba haciendo.

Agarré sus piernas y coloqué sus pantorrillas sobre mis hombros, golpeando en ella. Estaba tratando
de mantenerse callada, pero no podía evitar hacer ruidos, sobre todo cuando no me lo estaba tomando
con calma con ella. Ya sentía la tensión aumentando en mí, mi liberación viniendo rápidamente.

Estiré la mano y pellizqué el clítoris de Jessica, sabiendo que esa mierda la llevaría al orgasmo. Gritó
mi nombre y su coño comenzó a contraerse y convulsionarse mientras ella llegaba al orgasmo. Mi
liberación estaba jodidamente cerca y mis estocadas se hicieron más constantes, preparándome para
ello. Sentí viniendo ese familiar hormigueo, a sabiendas de que estaba cerca, cuando un fuerte golpe
rebotó a través de mi cuarto desde el pasillo. Sonó como si alguien hubiera golpeado la pared junto a
mi puerta con algo duro. Reduje mis movimientos, sorprendido y molesto, ya que la distracción había
hecho que desapareciera el hormigueo. Di una estocada más con fuerza, esperando que volviera,
cuando escuché que Alice llamaba a gritos a Jasper, un estridente grito de pánico. Me asustó hasta la
mierda, Alice no era alguien que se alterara y se pusiera frenética. Algo estaba muy mal.

Salí inmediatamente, quitándome el condón y tirándolo al suelo. Agarré un par de pantalones de


franela y me los puse, corriendo hacia la puerta. Jessica gritó detrás de mí, pero justo ahora, ella me
importaba una mierda. Abrí la puerta y mis ojos se ampliaron cuando vi a Isabella tendida en el suelo,
inconsciente, con Alice en cuclillas a su lado. Alice me miró, dejando ir un poco el pánico de su rostro
cuando me vio. Isabella no se movía, sus ojos estaban cerrados y si no fuera por el subir y bajar de su
pecho, juraría que estaba jodidamente muerta.

Los sentimientos que se dispararon en mí, casi me dejan sin aliento. El miedo y la desesperación que
sentía, era intensa. Allí de pie, viendo en el suelo su cuerpo pálido e inerte, estaba jodidamente
devastado.

Y entonces lo supe. Había levantado muros y evitado sentimientos sin importarme una mierda nadie
más, excepto yo y por defecto, mi familia y esta chica había entrado en mi vida como si nada y en un
maldito mes había destruido todo eso. Derrumbó mis muros y arrasó con mi duro exterior encontrando
su camino bajo mi piel y dentro de mi puñetero corazón. E hizo todo eso sin siquiera intentarlo, sin
desearlo.

Me había enamorado de ella. Estaba jodidamente enamorado. En esa fracción de segundo, mientras la
veía en el suelo desamparada, me di cuenta. La razón por la que no podía dejar de pensar en ella, la
razón por la que me escabullía en su habitación por la noche para verla dormir. La razón por la cual
me preguntaba en qué estaba pensando y qué era lo que soñaba. La razón por la cual la buscaba cada
vez que entraba en una habitación, la razón por la que escuchaba con atención los sonidos que venían
de su habitación. La razón por la que su maldita risa me hacía sonreír, la razón por la cual, al verla, mi
corazón se hinchaba.

Me preocupo por ella. No, borra eso. Joder, la amo. No me había permitido amar a nadie desde que
había perdido a mi madre, convenciéndome que el dolor de perder a alguien no lo valía, especialmente
cuando vives la vida que nosotros vivimos. Alejaba a la gente y los encabronaba, porque de esa forma
era más fácil. Nadie conseguía llegar a mí, siempre los mantenía alejados. Pero ella había conseguido
entrar.
Alejé esos pensamientos, tratando de olvidarme de ellos, no podía enfrentarlos y la levanté del suelo.
Estaba sorprendido por lo ligera que era. Joder, ¿esta chica comía?

Jasper subió y vio lo que estaba pasando, bajó corriendo las escaleras para coger su teléfono y llamar a
mi padre al hospital. Alice abrió la puerta de la habitación de Isabella y entré, acostando a Isabella en
su cama. Jessica salió de mi habitación, pero no le presté ninguna atención, en este momento, no
podría importarme menos. No mientras Isabella estuviera herida. En ese momento, nadie importaba
una mierda excepto ella.

“¿Isabella? Despierta bella ragazza, abre tus ojos para mí,” dije rápidamente. Ni siquiera pensé en lo
que estaba diciendo. Sabía que Alice estaba en la habitación y sabía suficiente italiano para entender
que acababa de llamar a Bella ‘chica hermosa’, pero las palabras, simplemente, fluyeron. Le había
cogido el gusto a referirme a ella así en mi cabeza. ¡Dios, ¿cómo no había descubierto antes que la
amaba?!

“Dale una bofetada o algo, ¿no se supone que es lo que tienes que hacer?” Preguntó Jessica desde la
entrada. Sentí una oleada de ira y hablé con brusquedad, gritándole que nadie iba a darle una pinche
bofetada. Los ojos de Isabella se abrieron y parpadeó. Sentí alivio al instante, los sentimientos dentro
de mí seguían siendo tan intensos y abrumadores que le hablé con rudeza, gritándole por haberse
desmayado, como si hubiera sido su culpa o hubiera podido evitarlo. Pensó que estaba en problemas y
sus ojos se llenaron de lágrimas, haciéndome sentir como un imbécil por mi reacción. Traté de
calmarme y explicárselo, diciéndole que se había desmayado y me había asustado.

Trató de incorporarse, lo hizo a pesar de mi insistencia. Miró hacia la puerta y su expresión cambio,
confundiéndome. Parecía estar un poco más relajada, como si estuviera bien, pero ahora parecía casi
devastada. Estaba confundido y despacio me di la vuelta, mirando hacia donde ella lo había hecho.
Mis ojos se posaron en Jessica y me di cuenta de que no estaba usando nada más que mi jodida
camiseta. Le hablé con brusquedad, encabronado, probablemente, más conmigo mismo que con nadie
más y le dije que se vistiera. Alice salió disparada por la puerta, justo después de Jessica.

Los ojos de Isabella estaban cerrados. La miré fijamente durante un momento y no pude evitar una
puta sonrisa. Dios, era hermosa. "La mia bella ragazza,” murmuré, acariciando su rostro. Sabía que
ella no sabía lo que esa mierda quería decir y me alegré por ello, pero parecía que no podía dejar de
decirlo. Abrió los ojos y me preguntó qué significaba y le dije que no importaba, que no le gustaría
saberlo.

Porque era cierto, no le gustaría. Si supiera que acababa de llamarla “mi chica hermosa”,
probablemente se pondría histérica o se asustaría. Nos miramos durante un momento y busqué en su
rostro alguna señal de que quizás, ella sintiera lo mismo que yo, tal vez solo estaba tan desconcertada
y perturbada como yo. Pero me miró como si estuviera aturdida y no pude leer su expresión.

Jessica cerró con fuerza la puerta de mi habitación y me levanté irritado. La detuve en el pasillo,
estaba cabreada conmigo, actuando como si estuviera celosa por la atención que le daba a Isabella. La
llamó jodida criada y reaccioné. Jessica no sabía toda la mierda de la esclavitud pero ella seguía
mirándola como alguien inferior porque, aparentemente, había sido contratada como empleada de la
casa y eso me encabronó. Mantuve la voz baja, pero mis palabras fueron cortantes. Probablemente
había herido sus sentimientos y posiblemente no volvería a conseguir meterme en sus pantalones de
nuevo, pero no me importaba. De todas formas, ella no valía la pena y me sentí protector con Isabella.
Joder, no dejaría que le faltara al respeto.

Volví con Isabella y ella se disculpó conmigo y me dijo que la disculpara con Jessica. Al principio
estaba confundido, pero entonces empezó a explicarse y caí en cuenta. Nos había oído. Había oído los
gemidos y los gritos de Jessica y estaba disculpándose por interrumpir nuestra follada. Ambos
estábamos avergonzados y me sentí como un cabrón. Estaba tan abrumado por todo y el hecho de que
ella supiera que acaba de tirarme a esa golfa barata, me llevó al límite.

Empecé a hablar rápidamente en italiano, sobre todo incoherencias sin sentido. Empecé a quejarme
por lo jodidamente estúpido que había sido y como arruinado toda la situación. Estaba despotricando
sobre mis sentimientos y lo ridículos eran y como nada tenía sentido. Estaba tan concentrado, que no
oí a mi hermano acercarse.

Me dijo que redujera la velocidad y levanté la vista hacia él, jodidamente horrorizado y esperando
como la mierda, que no hubiera entendido lo que había dicho. Pensé que por esta vez había tenido
suerte, pero entonces me miró confundido.

“¿Colpo di fulmine?” Preguntó. Sentí pavor corriendo por mi sistema. Él lo sabía. Había escuchado lo
suficiente para darse cuenta.

Colpo di fulmine. Cuando conoces a alguien y te golpea como un maldito rayo, amor a primera vista.

Le dije que me ignorara, que no había querido decir lo que sea que hubiera escuchado y salí corriendo
de allí. Necesitaba pensar, necesitaba aclarar mi cabeza. Fui a mi habitación, agarré mi camiseta y me
puse mis zapatos, bajando las escaleras. Salí y me metí en el Volvo y lo arranqué alejándome a gran
velocidad de la casa. Estuve a punto de golpear el coche de mi padre que se acercaba por el camino de
entrada, pero no me molesté en detenerme. Tenía que escapar.

Conduje a Port Angeles y me detuve en una tienda de licores. Compré una botella de vodka con mi
identificación falsa, una mierda barata porque su máquina para tarjetas de crédito no funcionaba y yo
no tenía mucho efectivo. Aunque no me importó, la mierda barata funcionaba bien. Alquilé una
habitación de hotel, usando también mi identificación falsa y me encerré en ella, poniéndome como
una puta cuba.

Finalmente, perdí el conocimiento y desperté la mañana siguiente alrededor de las once. Estaba
resacoso como la mierda y había faltado a la escuela, pero eso no me preocupaba. Mientras estuviera
sobrio y me sintiera mejor para la hora del entrenamiento de fútbol, estaría bien.

Dejé la habitación y caminé hacia el coche, haciendo una mueca por el brillante sol de mierda. Me
puse mis gafas de sol, sabiendo que mis ojos debían de estar inyectados en sangre. Conduje de vuelta a
casa al límite de velocidad, por primera vez en mi vida, no quería que me detuviera porque era muy
probable que todavía hubiera alcohol corriendo por mis venas. Estoy seguro que mi padre no estaría
muy contento de venir a pagar la fianza un lunes a mediodía, porque su hijo de diecisiete años estaba
conduciendo bajo su influencia.

Sí, no estoy tan seguro de que la policía estuviera muy contenta con la pistola Colt automática del 45,
oculta bajo mi asiento y cargada con balas de punta hueca. Ni siquiera estaba seguro de que mi padre
supiera que tenía esta mierda, después de la cagada del año pasado. No sabía cómo se sentiría, justo
ahora, con que tuviera otra puñetera arma. Pero él sabía que siempre era mejor prevenir que lamentar,
así que al menos, no creo que me patease el culo por ello. Mi padre amaba las armas, las trataba como
si las putas tuvieran sentimientos o algo así. Joder con un arma y no tratarla apropiadamente era una
falta de respeto a sus ojos. La última vez que había tocado su arma personal, casi tuvo un jodido
ataque de pánico.

Revisé mi teléfono de camino a casa. Anoche lo había dejado en el coche, sin molestarme por él. Vi
que Jasper me había llamado y llamé al buzón de voz, escuchando su mensaje. Decía que no le había
dicho a nadie lo que me había escuchado decir y para que no me preocupara, también decía que no le
concernía decir nada, independientemente de si era verdad o no. Jasper era un tipo legal y estaba
agradecido de que si alguien había escuchado esa mierda, hubiera sido él. Emmett se lo hubiera dicho
a todo el mundo, pensando que era gracioso. Y mi padre… bueno, me atrevería a suponer que si mi
padre llegase a tener un indicio de que tenía sentimientos románticos hacia la chica, ambos estaríamos
en peligro. Probablemente me daría una paliza por ser tan malditamente estúpido y no quiero imaginar
lo que le haría a ella. Probablemente, la haría desaparecer. Nada contra Isabella, estoy seguro, pero
soy su puto príncipe y el único que posiblemente siguiese sus pasos. No tenía ni puta idea de cómo se
tomaría la organización que un jodido Príncipe mafioso, se enamorara de su esclava. Probablemente
sería una vergüenza para mi padre. Honestamente no lo sé, pero no había jodida forma de que abordara
el tema con él.

No había forma de evitarla, porque eso, solo levantaría más sospechas. Y sabía malditamente bien,
que evitarla no iba a hacer que mis sentimientos desaparecieran. Sería su amigo, podríamos hacer eso.
Podríamos ser amigos. Mantendría mis sentimientos y compulsiones bajo control y nadie se daría
cuenta, montaría un maldito espectáculo si tuviera que hacerlo, si su vida dependiera de ello. Y
probablemente, así fuera. No podía concebir que fuera asesinada o enviada lejos porque mi yo
irracional y hormonal, no pudiera controlar sus impulsos.

Estacioné frente a la casa y salí del coche. Me dirigí a la casa y me detuve en el vestíbulo. Oí la
televisión en la sala de estar y caminé en esa dirección. Hice una pausa y sonreí cuando vi a Isabella
sentada en el sofá con el control remoto en su mano y su cabeza gacha. Estaba dormida.

Cogí sigilosamente de su mano el control remoto, apagando la televisión. Me di cuenta que tenía la
piel de gallina en sus brazos y subí al segundo piso, agarrando una manta del armario. Volví a bajar y
con cuidado la cubrí, no quería que tuviera frío.

Entré en la cocina y cogí algo de beber, dirigiéndome a mi habitación. Me metí en la ducha y me bañé,
poniéndome unos bóxers y unos pantalones vaqueros. Agarré una camisa del armario y me dirigí de
nuevo a la planta baja.

Cogí unas galletas de la cocina, necesitaba meter algo a en mi estómago para tratar de asentarlo. La
puñetera agua se me cayó al suelo mientras trataba de tomar una aspirina, así que la sequé con una
toalla. Caminé a la lavandería y arrojé la toalla en la cesta, dándome la vuelta y dirigiéndome de
nuevo hacia la cocina, cuando escuché la dulce e inocente voz.

“Edward.”

Me detuve y sonreí, suponiendo que estaba hablando de nuevo en sueños. La semana anterior, me
había escabullido en su habitación cada noche y como un reloj, decía mi nombre en sueños. Estaba
empezando a preguntarme, si ella tal vez tenía un sexto sentido que pudiera decirle cuando estaba
cerca y por eso lo murmuraba.

Me volví hacia ella, necesitando ver esa pequeña sonrisa jugando en sus labios, que usualmente
acompañaba mi nombre y me congelé. Mis ojos se abrieron cuando se encontraron dos orbes marrón
chocolate. Estaba despierta y mirándome fijamente.

“Hola,” dije. Ella sonrió.

“Hola,” dijo en voz baja.

Pasé mi mano por mi pelo, considerando qué hacer. Realmente quería sentarme con ella, pero sabía
que necesitaba llevar mi culo a la escuela y por lo menos, llegar al último período. Tenía gimnasia con
el Entrenador Clapp a última hora y teniendo en cuenta, que era mi entrenador de fútbol, maldición,
sabría que estaba haciendo novillos y probablemente, trataría de matarme en el campo con suicidios
como castigo.

Estaba mirándome expectante, obviamente, preguntándose por qué diablos solo estaba ahí parado.
Suspiré resignado y me acerqué a ella. Agarré el control remoto y quité la manta, sentándome junto a
ella. Sus ojos me estaban implorando y era una jodida invitación que no podía declinar.

“Hoy te ves mejor,” dije, encendiendo la televisión. Empecé a recorrer los canales, tratando de
encontrar algo decente a media tarde.

“Me siento mejor,” dijo. Asentí y lo dejé en alguna repetición aleatoria de Americas Funniest Home
Videos. Me senté en el sofá, un poco encorvado.

“¿No se supone que debe estar en la escuela?” Preguntó después de un momento. Miré hacia ella.

“Al parecer,” dije encogiéndome de hombros. “Pero no soy precisamente conocido por hacer lo que se
supone que debo de hacer.”

Ella sonrió. “Rebelde,” dijo.

Sonreí. Estaba gratamente sorprendido de lo relajadas que estaban las cosas. Esperaba alguna extraña
tensión, especialmente después de como se había profundizado toda esa mierda entre nosotros hasta
ahora, pero parecía más relajada ahora que antes.

Estuvo callada por un momento, así que la miré frunciendo el ceño, cuando me di cuenta que estaba
mirando fijamente mi pecho. Miré hacia abajo, dándome cuenta de que aún me faltaba ponerme la
camisa y vi que estaba mirando el tatuaje de mi pecho.

“El tiempo cura todas las heridas,” dije. Sus ojos se dispararon hacia los míos y su ceño se frunció.

“¿Qué?” Preguntó.

Suspiré. “El tatuaje en mi pecho. Il tempo guarisce tutti i mali. Significa ‘El tiempo cura todas las
heridas’.”
“Oh,” dijo en voz baja. “No pretendía mirar. Solo tenía curiosidad por ellos.”

Sonreí levemente. “Está bien. En realidad todos, Jasper, Emmett y yo lo tenemos; fuimos y nos lo
hicimos juntos. El tatuaje en mi espalda es el escudo de la familia Cullen.”

Ella asintió. “¿Y el que está en su brazo?”

Suspiré. “Es un diseño del Claddagh, representa el amor, la amistad y la lealtad. Es un símbolo
irlandés, por lo cual está en el trébol. Mi madre siempre llevaba un anillo de Claddagh, mi padre se lo
dio.”

Me sentí un poco incómodo mencionando a mi madre. Me miró sorprendida y me di cuenta de que


probablemente, nadie la había mencionado y era posible que tuviera curiosidad de por qué ella no
estaba aquí. Sin embargo, no estaba preparado para tener esa conversación, así que cambié
rápidamente de tema.

“Hay otro tatuaje en mi muñeca, Fiducia Nessuno.”

Sus ojos se abrieron con sorpresa. “¿Hay un tatuaje en su muñeca?” Preguntó.

Sonreí y asentí. “Por lo general, lo mantengo cubierto con mi reloj, por lo que nunca lo has notado.”
Estiré mi mano y desabroché mi reloj, quitándomelo. Giré mi brazo, extendiendo mi muñeca hacia
ella. Garabateado a través de las venas en letra pequeña, estaban las palabras.

Extendió su mano y rozó ligeramente con la punta de sus dedos a través de la tinta. Sentí el cosquilleo
en mi brazo por su toqué y cerré los ojos brevemente.

“¿Qué dice?” Preguntó en voz baja, sin dejar de mirarlo.

Suspiré, apartando mi brazo de ella y poniéndome el reloj otra vez. “Fiducia Nessuno. No confíes en
nadie.”

La miré y vi que sonrió, asintiendo. Y me di cuenta que de todos, ella lo entendería mejor que nadie.
Supongo que ella tampoco se permitía confiar en nadie.

“¿Le dolieron?” Preguntó después de unos minutos. Sonreí.

“Un poco. El de mi muñeca fue el peor. Pero he sentido dolores peores.” Otra vez asintió.

“¿Puedo preguntarte algo?” Pregunté después de un momento.

Me miró y asintió. “Por supuesto,” dijo en voz suave.

“¿Por qué no cenas con nosotros?” Pregunté con curiosidad. Parecía sorprendida por mi pregunta y
comenzó a morderse el labio inferior. “La verdad. Cualquiera que sea la respuesta, puedo soportarla.”

Suspiró. “Tenía miedo de enfrentarle,” dijo después de un minuto en voz baja. Asentí, un poco
sorprendido porque me hubiera escuchado y me hubiera dicho la puta verdad, pero no precisamente
sorprendido por la respuesta. Tenía la sensación de que era porque quería evitarme.
“Entonces, ¿por qué no comes ahora con nosotros? Ya no estás precisamente evitándome. De todos
modos, no es como si no me hubiera dado cuenta.”

Se encogió de hombros. “Supongo que no está bien. Alguien como yo no debería dormir en la misma
casa que alguien como usted, mucho menos sentarse en la misma mesa.”

La miré con incredulidad. “Cristo, niña, alguien realmente hizo un trabajo de mierda contigo. Con
quién sea que hayas estado antes de venir aquí, debe haber sido un puto cabrón.”

Sonrió, pero no le llegó a los ojos. Sus ojos estaban llenos de tristeza y desesperanza. “No estoy segura
de que se le pueda echar toda la culpa a él por cómo nos trataba, teniendo en cuenta que los niños son
un producto de su medio ambiente. Después de todo, solo sabemos lo que nos han enseñado. El
ejemplo no es lo principal que influye en otros. Es lo único que lo hace, amo Edward.”

Mis ojos se abrieron y la miré sorprendido. Sonaba como Yoda de Star Wars, arrojando la jodida
sabiduría, sumamente tranquila e inconexa. No había vida en sus palabras, en absoluto, ninguna
emoción en su voz. Sonaba como un maldito robot, poniendo excusas por cómo había sido tratada.
¡Me había llamado amo, por amor de Dios! ¡¿Y acababa de citar al puñetero Albert Schweitzer?!

Estaba atónito. Definitivamente, había más de la chica de lo que estaba a simple vista.

“¿Estás segura de que nunca has ido a la escuela?” Le pregunté rápidamente. Sus ojos se ampliaron
cuando me miró.

“Estoy segura, ¿por qué?” Preguntó, su expresión parecía asustada y un poco culpable, como si
estuviera ocultando algo.

“Eres inteligente. Por amor de Dios, acabas de citar a Albert Schweitzer. ¿Cómo sabes eso?”

Parpadeó un par de veces, pareciendo asustada y confundida. “No sé, tal vez del amo Charles. No
estoy muy segura de donde lo escuché.”

Arqueé una ceja, mirándola por un momento. Parecía casi culpable y tenía la ligera sospecha de que
estaba ocultándome algo y no me gustaba.

“¿Has estado con ese tipo, Charles, toda tu vida?” Pregunté, con curiosidad.

Vaciló. “Supongo que se puede decir eso. En realidad, no se convirtió en mi amo hasta que sus padres
murieron cuando yo tenía doce.”

“¿Ellos fueron tan malos como él?” Pregunté. Se encogió de hombros y medio negó con la cabeza. No
parecía cómoda hablando sobre esto, pero realmente quería conocer su historia, realmente necesitaba
saber. Parecía como si estuviera ocultando cosas y eso me sacaba de quicio.

“Normalmente eran indiferentes. Las palizas no comenzaron hasta que ellos murieron y aumentaron
hace unos meses, cuando la esposa del amo descubrió que….” empezó, arrastrando las palabras
rápidamente. Mordió su labio inferior con nerviosismo.

“¿Descubrió qué?” Pregunté.


Dudó. “Cuando descubrió mi origen, señor.”

Mi ceño se frunció. “¿Tu origen?” Pregunté, confundido.

Asintió. “La ama me despreció profundamente cuando descubrió, que el amo Charles era mi padre.”

Mis ojos se abrieron en sorpresa, la conmoción recorriéndome. ¿Su puto padre le había hecho esto?

“¿Tu amo fue tu padre?” Pregunté con incredulidad, medio gritando. Parecía avergonzada y apartó la
mirada, asintiendo.

“Mi madre era esclava de su familia y él la usaba solo por placer. No tenía la intención de crearme, la
única razón por la que nací es porque mi madre me mantuvo en secreto.”

Suspiré con fuerza, pellizcándome el puente de mi nariz. Su jodida sangre y carne le había hecho esto.
Era despreciable.

“Eso está jodidamente mal. ¿Tu propia familia? Eso es inmoral, no es ético. Podrían haberte tratado
mejor. Joder, debieron haberte tratado mejor.”

Se encogió de hombros. “Supongo que pensaron que estaban siendo justos permitiéndome vivir.
Probablemente, hubiera sido asesinada al descubrirme si no fuera porque me parecía lo suficiente a
Charles para que su madre atara cabos y se diera cuenta que era de la misma sangre. Tal vez de esa
forma, fueron éticos.”

Me quedé callado por un momento, suspirando. “Un hombre es realmente ético solo cuando obedece a
la obligación de ayudar a toda la vida que es capaz de ayudar y rehuirá de dañar nada que viva,” dije,
extrayendo otra cita de Albert Schweitzer que sabía. Le eché un vistazo y vi que una pequeña sonrisa
adornaba sus labios mientras absorbía mis palabras.

Sí, ella definitivamente sabía más de lo que dejaba ver.

Capítulo 17 Castigo

“Castigo—La justicia que el culpable imparte a aquellos que son capturados.”—Elbert Hubbard

Isabella swan
Suspiré y me di la vuelta, mirando el despertador. Los números eran de un amarillo chillón que
lastimaba mis ojos, incluso con la luz encendida. Vi que pasaban unos minutos de las seis de la
mañana y gemí. Estaba muerta de sed, mi garganta seca por la sed y, por alguna razón, había estado
inquieta toda la noche y sin realmente poder dormir. Me sentía un poco ansiosa y no podía determinar
por qué, simplemente, algo no iba bien.

Suspiré y me senté, lanzando el edredón para destaparme. Salí de la cama y me acerqué al armario,
mirando dentro. Aún no me sentía cómoda caminando por la casa en pijamas de pantalón corto, me
sentía algo indecente con ellos. Nunca me había puesto ropa tan pequeña en Phoenix, incluso con el
intenso calor que hacía allí. A la esposa de Charles le hubiera dado un ataque si las esclavas no
fuéramos completamente cubiertas. Deslicé mis pantalones cortos para quitármelos, dejándolos en el
suelo y me puse unos pantalones de yoga negros.

Abrí la puerta sin hacer ruido, escuchando. Estaba en silencio, de la habitación de Edward no venía
ninguno. Aunque en realidad, no esperaba escuchar nada con lo temprano que era. Si mis cálculos eran
correctos, no se levantaría hasta dentro de treinta minutos. Salí y bajé las escaleras, oí agua correr en
el segundo piso, indicando que alguien estaba levantado y se estaba preparando para el día. Parecía
como si viniera de la habitación del doctor Cullen. Me aseguré de guardar silencio para no despertar a
nadie que siguiera durmiendo. Llegué al primer piso y me congelé abruptamente, mis ojos se abrieron
cuando llegué al vestíbulo.

Estaba en completo silencio y oscuro, excepto por el débil resplandor de una luz que venía de la
cocina. Algo de ella se filtraba al vestíbulo, iluminando ligeramente la plataforma donde estaba el
piano. Apenas podía distinguir la forma de Edward bajo el resplandor de la luz. Estaba sentado en el
centro de la banqueta del piano, ligeramente echado hacia adelante con la cabeza agachada. No podía
ver su rostro desde donde estaba, pero basándome en su posición, supuse que estaba mirando las teclas
del piano.

Estaba un poco sorprendida. Jasper había insinuado que Edward era muy protector con su piano, pero
era la primera vez que lo veía sentado frente a él. Nunca lo había escuchado tocar, pero suponía que
sabía cómo hacerlo, considerando que era dueño de uno. La gente no compra pianos solo por como
lucen, ¿no?

Me debatí sobre qué hacer. Su lenguaje corporal me decía que algo iba mal, y me sentí como si
estuviera entrometiéndome en un momento que se supone, no debería ver. Algo sagrado, algo personal
y casi íntimo. Además, supuse que no me había oído bajar por las escaleras, ya que no se había vuelto
o me había reconocido y no quería asustarlo. Edward no reaccionaba bien cuando era sorprendido,
definitivamente, lo había aprendido por experiencia. Así que estaba congelada en mi lugar, indecisa.

Le oí exhalar con fuerza, su respiración inestable. Pasó sus manos por su cabeza, entrelazándolas en su
pelo. Agarró con fuerza sus desordenados mechones color bronce, dejando caer su cabeza aún más. Su
cuerpo empezó a temblar y sentí el dolor rasgar mi pecho cuando se le escapó un suave sollozo. Estaba
asustada y sorprendida, confundida y angustiada. Edward estaba llorando.

Inmediatamente di un paso atrás, lo más silencioso posible y me di la vuelta. Definitivamente, era un


momento personal, uno que había visto demasiado en el pasado. Era grosero de mi parte espiarlo o
mirar sin su consentimiento. Agarré la barandilla y empecé a subir los escalones, prácticamente
conteniendo la respiración y pisando ligeramente porque no quería llamar la atención. Exhalé,
suspirando de alivio cuando llegué al segundo piso. Definitivamente, no quería invadir su privacidad o
imponerme.

Regresé a mi habitación y me senté en mi cama, confundida. No podía dejar de pensar en él, devastado
como estaba en la planta baja, sufriendo por algo. Seguía sin saber exactamente qué era lo que sentía
por Edward, lo que eran esos sentimientos que fluían por mí. Nunca los había sentido y sospechaba,
basándome en los fuertes latidos de mi corazón y en la sensación de cosquilleo en mi piel, que eran
sentimientos románticos. Eso realmente me asustó, nunca pensé que fueran sentimientos a los que
alguna vez tuviera que hacer frente, y sabía que no había manera de que alguna vez estuviera en
posición de dejarme llevar por ellos. Y aunque pudiera, no estaba segura de si alguna vez querría
hacerlo, a pesar de que ya había conseguido afectarme demasiado. Tenía una debilidad por él, había
conseguido entrar y remover mi interior y eso me hacía vulnerable.

Sin embargo, lo que sí sabía, era que ver a Edward sufriendo, también me hacía sufrir a mí. No quería
que sufriera, jamás. Quería que sonriera y fuera feliz, porque su felicidad significaba la mía.
¿Significaba eso que lo amaba? ¿Eso era lo que eran estos sentimientos? ¿Estaba enamorada de
Edward Cullen? ¿Era tan patética como para enamorarme de él, la joven y ridícula esclava enamorada
de su amo? ¿De verdad, estaba tan loca?

Después de un momento, oí pasos por las escaleras y el sonido de la puerta de Edward abriéndose y
cerrándose. Me levanté y salí sin hacer ruido, bajando de nuevo las escaleras. Entré en la cocina y cogí
un vaso, sirviéndome un poco de agua. Estaba bebiéndola cuando oí pasos acercándose desde el pie de
la escalera. Levanté la vista un poco nerviosa, el haber visto a Edward esta mañana, solo había
incrementado esa extraña sensación que ya tenía, y vi a Emmett pasar frente a la cocina hacia la sala
de estar. No me miró, mantuvo sus ojos fijos al frente.

Suspiré, lavé el vaso y lo guardé en su lugar. Unos momentos más tarde, escuché más pasos y caminé
hacia la puerta, viendo a Jasper. Me sonrió levemente, pero su expresión era sombría, una sonrisa,
obviamente forzada, en aras de la cortesía. Seguí a Jasper a la sala de estar y él se dejó caer junto a
Emmett. Sus expresiones eran idénticas, ambos parecían deprimidos.

Definitivamente, algo estaba mal, estaba claro ahora. No solo era Edward, eran todos. Era como si una
nube negra se cerniera sobre la residencia Cullen, deprimiendo a todos. Sentí como si me estuviera
perdiendo de algo, alguna pieza del rompecabezas que desconocía. Hubo un incómodo silencio y la
tensión persistió, algo que jamás había sentido cerca de Jasper. Me sentí mal, no me gustaba verlos
afectados de esa forma. El que su depresión me afectara, también me sorprendió un poco. ¿Había
empezado a preocuparme por los otros chicos Cullen?

“¿Tienen hambre chicos? Puedo hacerles tostadas francesas o algo así,” les ofrecí. Me había levantado
temprano y no tenía nada que hacer a esta hora, así que no me importaba hacer el desayuno. Hasta el
momento, todavía no les había cocinado otra cosa más que la cena. Jasper me miró y sonrió, esta igual
de forzada que la anterior.

“Claro,” dijo en voz baja. Emmett no habló pero me miró y asintió.

Sonreí. “De acuerdo,” dije, dándome la vuelta y dirigiéndome a la cocina. Rompí algunos huevos y
cogí algo de pan, leche, vainilla y azúcar glas y empecé a preparar rápidamente tostadas francesas.
Después de un rato, oí pasos detrás de mí y me di la vuelta para ver a Edward entrando. Había tomado
una ducha, su cabello un tono más oscuro de lo usual y todavía un poco húmedo. Abrió el refrigerador
y cogió el jugo de naranja, pasando junto a mí para tomar un vaso.

“Huele bien,” dijo en voz baja, su voz hosca. No había chispa en sus palabras, nada de la pasión a la
que estaba acostumbrada. Por lo general, Edward siempre estaba animado cuando hablaba.

“¿Tiene hambre? Puedo hacerle algunas,” le dije tratando de hacer que mi voz sonara un poco
animada, a pesar de que me estaban asustando un poco. No entendía lo que estaba pasando.

“No tienes que hacer eso Bella,” dijo con la voz aún suave, pero con un ligero atisbo de esa chispa
cuando me llamó Bella. Había empezado a llamarme así hace unos días, el día que se había saltado las
clases y nos habíamos quedado charlando en el sofá. Me dijo que mi nombre era italiano y supongo
que solo lo acortó, ya que Bella, aparentemente, era una palabra italiana. No sabía lo que significaba y
no le pregunté, porque sonaba dulce y tenía miedo que me dijera que era algo vulgar. Me di cuenta que
no me llamaba así frente a su familia, así que supongo que no era tan cariñoso como deseaba. Supongo
que algunas veces, la ignorancia es felicidad.

“Lo sé, quiero hacerlo,” dije. Me miró y noté que sus ojos estaban rojos, círculos negros debajo de
ellos. Lucía completamente agotado y tuve que luchar contra el impulso de estirar mi mano y hacer
desaparecer las bolsas debajo de sus ojos.

“Está bien,” dijo sonriéndome levemente. Sus ojos permanecieron en mí por un momento, antes de
que tomara su jugo de naranja y se dirigiera a la sala de estar.

Después de terminar las tostadas francesas, las puse en la mesa junto con una botella de jarabe de arce
y algo de fruta. No estaba segura de cómo les gustaba a los chicos su desayuno, pero hice caritas
felices con un poco de crema batida y usé una cereza como nariz, esperando que tal vez eso, les hiciera
sonreír. Los chicos se sentaron y comenzaron a comer en silencio, ninguno de ellos, realmente
hablando.

Me dirigí a la cocina y empecé a limpiar. Después de unos minutos, el doctor Cullen entró, vistiendo
un poco casual.

“¿Servicio de desayuno?” Preguntó, su voz un poco apagada. Sonreí y asentí.

“¿Tiene hambre, señor? Puedo prepararle algo.”

Hizo un gesto de negación. “Te lo agradezco, pero no tengo mucho apetito. Hoy estaré en casa; tengo
algunas cosas que hacer aquí. Pasaré la mayor parte del tiempo en la habitación, aquí abajo en la
planta baja, junto a la lavandería. Trata de no molestarme a menos que sea una emergencia. Si me
necesitas utiliza el teléfono que te di y llama al mío. ¿De acuerdo?”

Asentí. “Sí, señor.” El doctor Cullen no dijo nada más y me di cuenta que su expresión era idéntica a
la de sus hijos. Parecía un poco irritado y sus ojos llenos de tristeza.

Salió de la cocina y caminó hacia la habitación al otro lado del pasillo. Sacó una llave y abrió,
entrando y cerrando la puerta detrás de él. Inmediatamente, oí de nuevo el clic de la cerradura. No
tenía idea de lo que había en esa habitación, pero sea lo que fuere, estaba bastante segura de que no era
nada bueno cuando estaba tan asegurada. Había muy poco en la casa que pudiera dar a entender a
alguien que estaban involucrados en el crimen organizado, así que imaginaba que toda la evidencia
debía de estar detrás de esa puerta cerrada.

Los chicos entraron en la cocina, poniendo los platos en el fregadero. Todos murmuraron un gracias,
saliendo rápidamente de la cocina. Subieron las escaleras para coger sus cosas para la escuela.
Después de un rato, los vi bajar y salir por la puerta principal. Edward vaciló en el vestíbulo,
obviamente considerando algo, antes de dar unos pasos hacia mí, entrando a la cocina.

“Asegúrate de terminar lo que necesitas hacer, pero trata de esconderte y no cruzarte en su camino,”
dijo, su voz seguía suave pero había un ligero tono afilado en sus palabras. Sonaba serio, como si me
estuviera advirtiendo sutilmente. Mi ceño se frunció, las palabras eran crípticas y ligeramente
alarmantes.

“Está bien,” dije asintiendo. Me miró fijamente por un momento y parecía que iba a decir algo más,
pero finalmente, solo suspiró y sacudió la cabeza.

“Nos vemos a las tres y media,” murmuró, dándose la vuelta y saliendo rápidamente por la puerta.

Suspiré, un poco desconcertada. Terminé de limpiar la cocina y entré en la lavandería para coger la
ropa limpia del doctor Cullen para poder guardarla. Era miércoles, así que sus sábanas tenían que
cambiarse y lavarse, pero por lo demás, no había mucho trabajo que hacer. Las palabras de Edward
permanecían en mi mente y decidí que terminaría lo que tenía que hacer en la habitación del doctor
Cullen y luego me escondería un rato, por si acaso. Si Edward me había dicho que lo hiciera, tenía que
haber una buena razón.

Llevé el cesto a la habitación del doctor Cullen, poniéndola junto a su puerta. Me sentía un poco rara
estando en su habitación con él en casa, porque nunca lo había hecho y me hacía sentir como si
estuviera invadiendo su espacio. Quité las sábanas rápidamente, llevándolas abajo y metiéndolas en la
lavadora. Volví a subir y cogí algo de ropa de cama del armario, volviendo a hacer su cama.

Caminé y cogí la canasta, llevándola hacia el tocador. Abrí el primer cajón y me congelé.

Encima de su ropa había un arma. Era plateada y muy brillante, tan brillante que podías ver tu reflejo
en ella. Había visto armas antes, a distancia, principalmente en la cintura de las personas que visitaban
a los Swan, pero nunca había estado tan cerca de una. Charles prefería usar sus manos para la
violencia y no las armas. Sabía que tenía una en la casa de Phoenix, pero estaba en una caja cerrada
con llave encima de su armario. Sabía que el doctor Cullen tenía, estando como estaba de involucrado
en el crimen organizado, pero en el tiempo que llevaba aquí, todavía no había visto una…. hasta ahora.

Dudé, sin saber qué hacer. Después de un momento, estiré la mano, tomándola cautelosamente, con la
intención de moverla para que no me estorbara y poder guardar su ropa. Era más pesada de lo que
esperaba que fuera, lo que me sorprendió. Traté de sostenerla de tal forma que no dejara huellas en las
partes brillantes, no quería mancharla porque evidente estaba bien cuidada. La miré en mi mano por
un segundo, un poco asombrada y aturdida por todo. Parecía un objeto de utilería como el que veías en
una película, parecía realmente antigua.

Oí el sonido de un clic y mi cabeza se volvió rápidamente en esa dirección y mis ojos se ampliaron de
inmediato. El doctor Cullen estaba parado justo en la entrada de la habitación y cerró la puerta detrás
de él, encerrándonos a ambos. Sentí un miedo intenso rasgando a través de mí ante su expresión. Su
rostro casi era una máscara sin expresión, pero sus ojos prácticamente brillaban con furia.

De inmediato dejé caer el arma, asustada. Hizo un leve ruido cuando cayó en el cajón. El fuego en los
ojos del doctor Cullen se desató aún más por el sonido de la caída del arma. Cerré el cajón
rápidamente, sin dejar de mirar hacia él, sin saber qué hacer. No se movió, solo estaba ahí parado,
mirándome. Después de un momento, estiró su mano detrás de él, tan lento que lo sentí como si
estuviera moviéndose a cámara lenta y agarró el cerrojo de la puerta. Le dio vuelta suavemente, el
fuerte chasquido casi hizo eco a través de la silenciosa habitación mientras cerraba la puerta con
seguro. Mi corazón comenzó a acelerarse, mi cuerpo temblando por el miedo. Había cometido un
grave error, en ese momento lo supe y por la mirada en el rostro del doctor Cullen, estaba en graves
problemas.

Nunca lo había visto de esta manera, la intensidad de sus ojos, la forma en que se oscurecieron un
poco y se volvieron duros no el azul brillante y cristalino al que estaba acostumbrada. Ahora eran
como un océano, agitados, oscuros y turbios. Ahora había un filo detrás de ellos, un brillo de maldad.
Mirándolo, finalmente vi al Carlisle Cullen que había causado que Charles se pusiera tenso por el
miedo. Este hombre era peligroso y mortal.

Él dio un paso adelante e instintivamente di un paso hacia atrás. Su expresión seguía en blanco, casi
calmada, pero esos ojos brillaron más al verme retroceder. En mi vida nunca había tenido tanto miedo
de alguien, como lo tenía en ese momento, viendo esa furia. No conocía en absoluto, al hombre frente
a mí.

Dio unos pasos más y me acorraló contra la pared. Estaba atrapada, no había ningún sitio al pudiera ir.
Para llegar a la puerta tenía que pasar junto a él e incluso si consiguiera escapar de su agarré, no había
manera de que fuera capaz de abrir el seguro de la puerta y salir bien librada de la habitación sin que
él me atrapara. Además, incluso tratar de huir era inútil. Correr solo empeoraría las cosas, porque era
inevitable que fuera capturada. No había forma de escapar, eso lo sabía.

El doctor Cullen se detuvo frente a la cómoda. Abrió el primer cajón y sacó el arma. La miró por un
momento, supongo que inspeccionándola para asegurarse que no se hubiera dañado. Rogué en silencio
que no la hubiera manchado y que no se hubiera dañado cuando la dejé caer en el cajón. No sabía nada
sobre cómo tratar con armas y solo esperaba que fueran tan duraderas como parecían.

“Las armas son algo bello, verdaderas obras de arte. Tan poderosas, tan fuertes,” dijo después de un
momento, volviendo a estirar la mano hacia el cajón. Sacó una bala con cuello dorado y la levantó.
“Es realmente increíble cuanta destrucción y devastación puede causar algo tan pequeño.” Su voz era
uniforme y calmada. Era como si fuera indiferente, sin ninguna emoción en absoluto. Eso me asustó
aún más, mis piernas temblaban mientras estaba contra la pared. Por la mirada en sus ojos, estaba
claro que no estaba feliz y eso significaba que estaba conteniéndose, guardándoselo. Era como una
bomba de relojería.

“¿Te gustan las armas, Isabella?” Preguntó, mirando hacia mí. Tenía sus cejas levantadas, expectante,
el fuego seguía en sus ojos.

“No, señor,” balbuceé con voz temblorosa.


Asintió, volviéndose de nuevo hacia la cómoda. Devolvió la bala de donde la había cogido y cerró el
cajón. Miró fijamente hacia abajo, a la parte superior de la cómoda por un momento, en completo
silencio, sosteniendo el arma en su mano, apuntando al suelo. Mi corazón latía violentamente con
miedo.

“Este es un revólver Smith Wesson 627, Magnum 357, ocho tiros. Por supuesto, balas de punta hueca,
para garantizar el máximo daño. Tengo muchas armas, desde rifles de asalto a AK-47, hasta comunes y
corrientes pistolas y revólveres Glock. Pero este… este es mi favorito,” dijo frente a mí, levantándolo
de lado frente a nosotros. Estaba mirando el arma, sus ojos seguían ardiendo.

Hizo una pausa por un momento, antes de que sus ojos se encontraran con los míos. Mis ojos se
abrieron con miedo cuando movió su mano y apuntó el arma directamente hacia mí. Caminó hacia
adelante, cerrando la distancia entre nosotros y colocó el cañón de la pistola justo en el centro de mi
garganta. Presionó con fuerza y jadeé, la fuerza que ejercía bloqueaba mi tráquea haciendo difícil el
respirar. Estaba temblando y solo podía respirar de forma superficial y él solo se quedó así, con las
cejas levantadas y mirando mis ojos con intensidad. No había compasión en él, nada de la
comprensión que había llegado a conocer. Había sido reemplazada por una crueldad que me asustó. Mi
visión se puso borrosa por las lágrimas y sentí que algunas se deslizaban por mi mejilla. Estaba
aterrada y temblando, incapaz de moverme o de hablar o respirar de verdad. Sonidos de gorgoteos y
jadeos y el inicio de sollozos ahogados escapaban de mi garganta, un poco bloqueada por el arma
presionada firmemente en mi tráquea.

“Solo el movimiento de un dedo en el gatillo, puede hacer un agujero en tu cuello, destruyendo


totalmente tu tráquea y tu laringe. Sin duda morirías, si tienes suerte, incluso sería rápido y sin dolor,
pero no hay garantías. Lo más probable es que fueras incapaz de hablar o respirar, pero ser
perfectamente capaz de sentir hasta que finalmente mueras asfixiada. Pero nunca se sabe con el
alcance de una 357 a quemarropa en el cuello. La bala podría rasgarte con suficiente fuerza que
incluso podría herir tu cabeza gravemente. Volar, literalmente, tu puta cabeza.”

Dejó la fuerza del arma contra mi cuello un poco más, finalmente permitiéndome tomar una
respiración profunda. Me miró por un segundo, antes de presionar el arma de nuevo con fuerza, con
mucha más fuerza que la primera vez. Bloqueó completamente el aire y sentí como si mi pecho fuera
a explotar. Mis ojos se abrieron aún más, mientras luchaba por respirar.

“Así que, ¿vemos que sucede cuando una 357 con balas de punta hueca alcanza de lleno tu cuello a
quemarropa, Isabella?” Preguntó. Traté de negar con la cabeza y hacer ruido, pero era difícil por la
fuerza con la que estaba presionando. Las lágrimas fluían libremente por mi rostro, mis ojos ardían.

Una pequeña y perversa sonrisa llegó a sus labios, enviando un miedo que rasgó a través de mí. “Sí,
creo que lo haremos,” dijo. Traté de gritar y me puse tensa. Me preparé para el golpe, para el dolor.
Sabía que era el final, sabía que era demasiado tarde para mí. Me iba a matar, estaba a punto de morir.
Solo esperaba no sentir, que fuera rápido. No estaba dispuesta a morir, no quería morir, pero no podía
hacer nada para detenerlo.

Por el rabillo del ojo vi su dedo mover un poco el gatillo, tirando hacia él. Cerré los ojos, apretándolos
con fuerza, esperando por una inminente explosión y salté cuando hubo un fuerte chasquido. La
presión en mi cuello desapareció de inmediato y me derrumbé en el suelo, incapaz de mantenerme en
pie. Estaba temblando y grité, asustada y confundida.
“Mírame,” dijo, su tono seguía monótono e indiferente. Me obligué a hacerlo, levanté mi mirada hacia
él. “Has tenido suerte de que el arma no estuviera cargada. Nunca toques el arma de un hombre sin su
permiso, ¿has entendido?” Asentí frenéticamente, tratando de recuperar el aliento mientras
hiperventilaba. “Si te vuelvo a atrapar tocando mi arma, te arrancaré personalmente cada uno de tus
dedos con un par de pinzas, para que no vuelvas a tocar nada, nunca más. Ahora, levántate, ve a tu
habitación y límpiate, estaré allí cuando haya conseguido lo necesario para tu castigo.”

Se dio la vuelta y salió de la habitación sin soltar la pistola. Me quedé allí sentada por un momento,
aturdida y asustada. ¡¿Ese no era mi castigo?! Estaba aterrada, sin saber a lo que me estaba
enfrentando. Me levanté con piernas temblorosas y despacio, me dirigí al pasillo y subí las escaleras
hacia el tercer piso. Llegué a mi habitación y me avergoncé y asusté cuando me di cuenta de que había
perdido el control de mi vejiga y me había orinado un poco en los pantalones por el miedo, y eso era
lo que el doctor Cullen había querido decir por limpiarme. Me cambié rápidamente, poniéndome la
primera cosa que encontré cogí los pantalones cortos de pijama negros que me había quitado antes.
Agarré la primera camiseta que vi en mi armario, que resultó ser la camiseta de fútbol de Edward. Él
me dijo que me la quedara, y se había negado a cogerla la única vez que traté de devolvérsela. Tal vez
el que la usara la había profanado o algo así.

Me senté en el borde de la cama, sin saber qué hacer. Después de un rato, oí pasos en la escalera y
miré el reloj. Eran apenas las tres, demasiado pronto para que fuera Edward, así que sabía lo que
significaba, era la hora de mi juicio.

La puerta se abrió y levanté la vista para ver al doctor Cullen entrar con un arma en su cintura.
Sostenía una cuerda, algunos pañuelos, un rollo de cinta adhesiva y un par de esposas. Mis ojos se
abrieron y empecé a llorar otra vez, aterrada y sin tener idea de lo que estaba a punto de hacerme.

“Ven aquí, al pie de la cama,” dijo. Me levanté y caminé con cautela hacia donde me había indicado.
Me quedé junto a la pata derecha de la cama y avanzó, poniéndose en cuclillas frente a mí. Cogió la
cuerda y ató mis tobillos juntos, sujetándolos con fuerza.

“Arrodíllate,” dijo rotundamente. Lo miré con miedo y levantó las cejas. Su expresión me asustó más
allá de lo creíble, sus ojos implorándome que presentara pelea. Tenía la sensación de que este lado del
doctor Cullen amaba la violencia, se deleitaba con ella y cuanta más, mejor, nada me gustaría más que
ser capaz de usar la fuerza e impedir que me lastimara.

Aunque no lo haría; no podía hacer de esto algo peor de lo que ya era. Se saldría con la suya,
cooperase o no. No había manera de que yo ganara.

Agarré el pie de la cama y me posicioné de rodillas lo mejor que pude, los amarres en los tobillos lo
hacían difícil. Él me empujó más abajo, para que mi trasero estuviera presionado contra mis
pantorrillas, posicionándome de tal manera que mi espalda estuviera contra la pata de la cama y yo
frente a la puerta. Puso las esposas en el suelo y agarró mi brazo, colocando un pañuelo en mi mano.
“Haz una bola con esto en tu puño,” dijo, su tono firme y demandante. Me obligué a hacerlo, él agarró
el rollo de cinta y comenzó a ponerla alrededor de mi puño, cubriéndolo completamente. Era
incómodo y no podía separar los dedos, pero el pañuelo en mi palma afortunadamente me dejaba un
poco de espacio para flexionarlos. Repitió el proceso con la otra mano, haciéndome imposible utilizar
cualquiera de ellas.
“Pon las manos detrás, en tu espalda,” dijo. Me vi obligada a hacerlo, sin querer luchar. Cerró con
fuerza las esposas en una de mis muñecas, asegurándola firmemente. Las ató a la pata de la cama
antes de asegurar con fuerza mi otra muñeca, básicamente, esposándome a la cama. Tomó los
extremos de las cuerdas en mis tobillos y los ató a la pata de la cama. Yo lloraba con fuerza. El doctor
Cullen se puso de pie y dio un paso atrás, mirándome. Levanté la vista hacia él, asustada e incómoda.
Parecía estar contemplando algo, y después de un momento, agarró el rollo de cinta. Cortó un pedazo,
rasgándolo con sus dientes y lo presionó rápidamente sobre mi boca, amortiguando mis sonidos.

“No quiero que tus ruidos molesten a Edward esta noche mientras trata de dormir.” Mis ojos se
ampliaron aún más. ¡¿Planeaba dejarme así toda la noche?! Miró a su alrededor y maldijo entre
dientes. “Olvidé la venda para tus ojos,” murmuró caminando hacia mi armario y abriéndolo. El
miedo se disparó a través de mí y traté de llamarlo sacudiendo mi cabeza frenéticamente. No me
gustaba la oscuridad y vendarme los ojos sería la tortura máxima… ni siquiera podía dormir en la
oscuridad.

Me miró y suspiró. “Bien, supongo que podemos prescindir de la venda en los ojos,” dijo. Cerró el
armario y comenzó a caminar hacia la puerta. “Quiero que pases la noche pensando sobre lo
afortunada que eres por haber llegado aquí. Tal vez te ayudará a recordar tu lugar y te recordará que no
tolero la falta de respeto. Volveré por la mañana antes de ir a trabajar para liberarte.” El doctor Cullen
salió y miré fijamente a la puerta mientras se cerraba con seguro, dejándome sola.

Esa extraña sensación con la que me había despertado aún persistía y se alojaba en mi estómago. Mi
mayor error había sido salir de la cama esta mañana.
Capítulo 18 La Desesperación y la esperanza

“Al igual que la desesperación puede llegar a alguien solo por otros seres humanos, la esperanza,
también, puede darse a alguien solo por otros seres humanos.”—Elie Wiesel

Isabella swan

Dejé escapar un sollozo ahogado cuando el doctor Cullen cerró la puerta tras de sí. Debían de ser las
tres de la tarde cuando entró, y considerando que había dicho que regresaría antes del trabajo, calculé
que estaría aquí, hasta por lo menos las seis de la mañana. Quince horas. Se esperaba que me sentara
aquí, en esta posición, durante quince horas, lo que era incómodo y ya de por sí un poco doloroso. No
tenía idea de cómo iba a sobrevivir a esto sin derrumbarme, pero supuse que ese era el punto. Él
quería doblegarme. Había estado muy satisfecha conmigo misma, olvidando quién era realmente yo.

El tiempo pasó tortuosamente lento. No podía ver el reloj desde donde estaba sentada, así que no tenía
forma de medir realmente el tiempo, pero cada segundo parecía sentirse como una eternidad. Después
de un rato, el sol comenzó a ponerse, la habitación cada vez más oscura. Me dolía cada músculo del
cuerpo por la posición y traté de moverme un poco para aliviar la tensión y la presión sobre mí, pero
no ayudó mucho. Tenía muy poca capacidad de maniobra, lo que imagino, era el punto. Mis rodillas
palpitaban, y tanto las muñecas por las esposas, como mis tobillos por las ataduras, quemaban. Incluso
mis dedos estaban acalambrados y agarrotados, y mis pies dormidos. Traté de quitar mi peso de ellos,
pero la posición de las esposas y de la cuerda atada a la pata de la cama, no me daban suficiente
espacio para mover mi cuerpo y hacerlo. Mi espalda dolía y punzaba.

Ya había sido golpeada antes hasta quedar casi irreconocible, ensangrentada y amoratada, pero la
tortura de soportar la posición en la que estaba, sola y ahora en la oscuridad, era lo peor que alguna
vez había tenido que soportar. No quería creer que el doctor Cullen pudiera ser tan cruel
intencionalmente. El doctor Cullen al que había llegado a conocer, no había sido abiertamente
malicioso. Algo había pasado para que actuase así, para hacer que todos actuasen así. Tenía que creer
que no había hecho nada para merecer este castigo tan severo. No había tenido intención de causar
algún daño o faltar al respeto, pero, ¿esto había sido lo que el doctor Cullen había querido decir en mi
habitación ese día, cuando dijo que a veces faltamos el respeto a la gente sin darnos cuenta de ello?
¿Era eso lo que había hecho? Solo la había tocado para moverla y hacer mi trabajo, no tenía intención
de hacer nada malo.

Oí pasos en la escalera después de lo que pareció una eternidad. Se detuvieron frente a mi habitación y
mi miedo aumentó de nuevo, sin saber quién era. Estaba desesperadamente asustada porque el doctor
Cullen regresara y decidiera que esto no era suficiente. En realidad no me había puesto un dedo
encima, no me había golpeado en absoluto, lo que me sorprendió. Tenía miedo que volviera en algún
momento y quisiera golpearme para mostrar su fuerza, ya que eso era lo que siempre hacía Charles.
Una vez escuché a Charles por casualidad decirle a alguien por teléfono, que nada ponía a un esclavo
más rápidamente en su lugar que un golpe en la cara. Pero después de un momento, los pasos
continuaron y oí la puerta de Edward abrirse y cerrarse.

A partir de ahí, el dolor solo aumentó, el escozor y el ardor de mi cuerpo se intensificaron. Finalmente
comencé a llorar, completamente agotada, pero el dolor me impedía conciliar el sueño. Parecía como
si alguien hubiera cogido cuchillos y apuñalado repetidamente mis rodillas. Mis piernas se habían
dormido debajo de mí, el dolor agudo y penetrante recorrió mis pantorrillas. Sin embargo, el
agotamiento finalmente ganó y con el tiempo caí en la inconsciencia.
Después de un rato, algo me sobresaltó y desperté y grité, el dolor en mi cuerpo casi explotó en el
momento en que abrí mis ojos. Ahora comprendía por qué me había puesto cinta en la boca,
amortiguaba los sonidos y sin ella, probablemente, habría despertado a Edward y posiblemente, al
resto de ellos. No tenía idea de la hora que era, pero estaba extremadamente oscuro. Después de un
momento, oí ruidos al otro lado de la habitación y levanté la cabeza rápidamente, el miedo me hizo
abrir más los ojos cuando me di cuenta que no estaba sola. Entrecerré mis ojos un poco, tratando de
ajustarlos a la oscuridad y despejar mi visión de las lágrimas. Veía borroso y los ojos me ardían pero
no podía secarlos. Después de unos segundos, apenas distinguí una figura parada del otro lado de la
habitación, en las sombras. Dio unos pasos hacia adelante y traté de retroceder, asustada y sin tener la
menor idea de quién era, pero estaba atrapada en esta posición. Vaciló, y asumo que se dio cuenta que
estaba tratando de alejarme de ella. Mi visión finalmente se adaptó y fruncí el ceño cuando distinguí
el caótico pelo y los tristes ojos verdes.

Lo miré fijamente un momento y él me devolvió la mirada frunciendo el ceño. Los dos parecíamos
estar aturdidos. Después de un momento, finalmente volvió a avanzar y se puso en cuclillas delante de
mí. Estiró su mano y di un respingo y grité. Normalmente no tendría miedo de Edward, era volátil,
pero por lo general, solo cuando lo sorprendías, así que no creía que me fuera a golpear, pero después
del cambio tan repentino en el doctor Cullen, ya no estaba segura de ninguno de ellos. Sin embargo, el
hecho de que me apartase de él, no lo disuadió. Pasó sus manos por mis mejillas, limpiando mis
lágrimas. Su mano acarició mi rostro por un momento, pasando por mi frente y tocando suavemente
mis mejillas, incluso pasando sus dedos por mi nariz. Lo miré sorprendida, su toque suave y casi
cariñoso y la mirada en su rostro casi igualaba sus caricias. Finalmente, pasó la yema de sus dedos con
lentitud por la cinta que cubría mi boca.

“Oh, la mía bella ragazza,” murmuró. “Tenía que asegurarme que estabas bien.” Sus palabras eran
suaves, pero su voz estaba cargada de emoción. Solo lo miré, más lágrimas resbalaban por mis
mejillas. Suspiró.

“Joder, siento tanto, tanto, tanto esto,” dijo. “No te mereces esto, por Dios, no te mereces esto. Traté
de advertirte, pero de todos modos, se las arregló para atraparte en el lugar equivocado y en el
momento equivocado. Sabe mejor que nadie que es estúpido dejar esa maldita pistola por ahí, sobre
todo, sabiendo que irías allí. Cualquier otro día se habría dado cuenta que él fue quién la cagó y no tú,
pero de todos los putos días, tenía que suceder hoy. Cristo, probablemente hizo esa mierda a
propósito.”

No traté de hacer ningún ruido o de hacer ningún tipo de movimiento con la cabeza, ya que no tenía
sentido para mí. ¿Por qué el doctor Cullen me haría esto a propósito? Solo lo miré interrogante.
Suspiró y se pasó la mano por el pelo. “Es el aniversario de, eh…. mierda. ¿Por qué coño no puedo
siquiera decirlo?” Escupió, pasando las manos por su cara y gruñendo en frustración. “Es el día en que
nuestras puñeteras vidas se arruinaron en Chicago, cuando perdimos a mi madre. Todos tuvimos un
mal día, pero él suele encabronarse con el mundo y puede ser jodidamente irracional y brutal, es por lo
que no fue a trabajar.”

Asentí y bajé la mirada, comprendiendo finalmente por qué habían estado alterados esta mañana. No
fue específico, pero imaginé que había querido decir que ella murió cuando dijo que la perdieron.
Ninguno de ellos había hablado nunca de ella y recordé que el doctor Cullen se había enfadado cuando
veníamos de Phoenix y la traje a colación. Ni siquiera sabía su nombre, nunca había visto ninguna foto
de ella. Supuse que era demasiado doloroso para ellos tenerlas por ahí, muy difícil mirarlas. El doctor
Cullen había dicho que Edward se parecía a su madre, por lo que imaginaba que tenía el pelo de color
bronce y unos sorprendentes ojos verdes. Apuesto a que era hermosa, tenía que haberlo sido para crear
a la criatura frente a mí. Me preguntaba qué era exactamente lo que le había pasado, lo que fuera, no
podía haber sido agradable.

“Me gustaría poder desatarte, pero el cabrón me mataría. Nos dijo que no viniéramos aquí, pero no
podía dormir, tenía que saber que estabas bien. Si me atrapa solo haría esta mierda peor y no puedo
hacerte eso. ¡Cristo, mírate! Hasta te envolvió las putas manos en puños con cinta para que no
pudieras deslizarlas por las esposas. Esto está mal, jodidamente mal.”

Lo miré con sorpresa cuando me di cuenta que sus ojos estaban llenos de lágrimas. No entendía
porque parecía importarle tanto, por qué estaba siendo tan comprensivo conmigo. Simplemente asentí
en respuesta, obviamente, incapaz de hablar. Se sentó allí durante un momento, solo mirándome. Su
expresión estaba llena de compasión y tristeza, lo que era a la vez reconfortante y sobrecogedor.

Levantó su mano y limpió más lágrimas, alcanzando mi pelo y poniéndolo detrás de mis orejas. Sus
dedos rozaron la cinta en mis labios una vez más y suspiró.

“Vuelvo por ti por la mañana, ¿de acuerdo? Resiste tesoro mio*, ya casi termina. Y te juro, no dejaré
que esta mierda vuelva a suceder nunca.”

Asentí y él se puso de pie, pasando las manos por su cabello. Me miró por un momento antes de darse
la vuelta y dirigirse a la puerta.

Mi cuerpo estaba ligeramente adormecido, obviamente, acostumbrándose gradualmente al dolor y


adaptándose. Apenas sentía mis piernas, pero mis muñecas seguían ardiendo inmensamente. Tardé un
tiempo, pero finalmente, me quedé dormida.

“Por favor, despierta para mí, Isabella.” Oí la voz del doctor Cullen y abrí los ojos rápidamente. Su
tono no era tan cruel como lo había sido el día anterior, así que me sentí un poco aliviada. Estaba en
cuclillas delante de mí, mirándome fijamente.

“Buenos días,” dijo. Asentí en respuesta, ya que no quería que pensara que estaba siendo irrespetuosa,
pero desde luego no eran buenos días para mí. Pero iba a ser tan obediente como fuera posible, ya que
no había manera de que pudiera soportar esto nunca más. El doctor Cullen podía decirme que el cielo
era verde y el pasto era morado y, llegado a este punto, estaría de acuerdo con él.

Extendió su mano y tiró de la esquina de la cinta adherida sobre mi boca. “Esto tirará un poco, pero
voy a ser rápido,” dijo. La arrancó rápido y grité cuando ardió. Mis ojos se llenaron de lágrimas,
mientras mis labios palpitaban y quemaban, agrietados por la cinta y sin poder humedecerlos.

El doctor Cullen se movió, así que estaba detrás de mí. Sacó unas tijeras pequeñas y cortó la cinta de
mis manos, desenredándola y tomando los pañuelos en ellas. Traté de flexionar mis dedos e hice una
mueca de dolor, gritando suavemente pues dolía muchísimo. Estaban acalambrados por estar en la
misma posición toda la noche.

Abrió las esposas, quitándomelas. Llevé mis manos al frente y froté mis muñecas, haciendo de nuevo
una mueca de dolor. Estaban cortadas, las esposas se habían clavado en mi piel y tenían sangre seca
endurecida a su alrededor. El doctor Cullen desató mis tobillos y una vez que estuve liberada, se puso
de pie rápidamente.

“Por favor, tómatelo con calma hoy, ¿de acuerdo? Traeré algo para la cena,” dijo, mirando hacia mí.

“Sí, señor,” dije en voz baja, diciendo mis primeras palabras desde la tarde de ayer. Mi voz era áspera,
mi garganta dolorida por los sollozos.

Asintió. Vaciló, mirándome como si quisiera decir algo más. Levanté la vista hacia él y me encontré
con sus ojos. Otra vez estaban llenos de compasión, de un color azul brillante y cristalino. Tuve que
apartar la mirada rápidamente, incapaz de soportarlo. No quería su compasión, no ahora. Finalmente,
suspiró, se dio la vuelta y se fue.

Me quedé en esa posición un momento antes de mover mis piernas para enderezarlas. Grité y sentí que
las lágrimas caían de mis ojos, el fuerte dolor punzando a través de mis músculos.

Me quedé allí un rato y eché la cabeza hacia delante. Levanté mi brazo y limpié mi nariz con la
camiseta. Recordé que era de Edward y me sentí horrible, pero mi nariz estaba goteando por haber
llorado y no había manera de que ahora me pudiera levantar para conseguir un pañuelo. Estaba
agradecida de no haber tenido ganas de hacer pis y de no haberlas tenido durante toda la noche. Al
parecer, el doctor Cullen ayer, había espantado todo de mí y no había tenido oportunidad de
reabastecer mi sistema. Estaba muerta de sed, mi cuerpo desesperado por agua. Estaba flexionando
mis dedos y moviendo mis rodillas, tratando de eliminar los calambres. Todo mi cuerpo parecía como
si estuviera ardiendo, mis músculos en llamas. Cada articulación dolía y tenía una contracción en el
cuello por dormir en la posición en que lo hice. Era un desastre total y absoluto. Me regañé
mentalmente por haberme puesto ayer los pantalones cortos, ya que solo habían empeorado las cosas.
La piel expuesta rozando contra la alfombra había dejado mis piernas hechas trizas, sobre todo porque
había sudado por estar sentada encima de ellas. Las rodillas eran lo peor, teniendo que soportar tanta
presión. Ardían por la alfombra y estaban agrietadas.

Después de unos minutos hubo un suave golpe en la puerta y se abrió lentamente. Miré hacia arriba y
vi a Edward. Se quedó allí por un momento, mirándome con una expresión triste en su rostro. No dije
nada, solo lo miraba. Sinceramente, no sabía que decir. No sabía si agradecerle por haber venido a
verme anoche, porque era una de las cosas más bonitas que alguien había hecho por mí, o si quería
gritarle por haberlo hecho, me sentía un poco molesta porque me hubiera visto de esa manera.
Después de un momento, dejó la puerta y se acercó, poniéndose en cuclillas frente a mí. Me tendió un
vaso, lleno de agua.

“Toma, bebe esto,” dijo con suavidad. Cogí el agua y traté de sonreír ante su generosidad, pero no
pude hacerlo. Cada movimiento, incluso algo tan simple como una sonrisa, dolía. Pero estaba
inmensamente agradecida por el agua.

Tendió su mano de nuevo y vi una pequeña píldora amarilla. Lo miré interrogante y sonrió levemente.
“Es Dilaudid, es el analgésico más fuerte que se puede conseguir. Los chicos de la escuela comerían
esta mierda como si fueran dulces si pudieran, te hace sentir bien. Te quitará el dolor.”

Asentí, tomando la píldora de la palma de su mano. La puse en mi lengua y tomé un trago de agua para
pasarlo. “Gracias,” dije, tratando de aclarar mi garganta y deshacerme de la picazón.
“No hay de qué. ¿Crees que puedes levantarte, tesoro?” Preguntó levantándose y tendiéndome su
mano. Puse una mano en la suya y agarré el estribo de la cama con la otra, tratando de levantarme.
Edward ayudó lo que pudo, tratando de ser gentil. Me puse de pie, gracias a él, pero cuando me soltó
mis rodillas cedieron y no pude sostener mi peso.

Edward me agarró para sostenerme antes de que cayera al suelo y grité de dolor. Su agarré era firme y
brusco, sabía que no tenía la intención de lastimarme, solo había reaccionado así para evitar que me
estrellara contra el suelo. Rápidamente me tomó en sus brazos, acunándome. Gruñó y parecía bastante
molesto, lo que me asustó un poco. No quería caerme, la última cosa que quería hacer era enfadarle
cuando estaba siendo tan amable conmigo.

“Lo siento,” dije en voz baja, un fuerte sollozo escapó de mi garganta mientras me quebraba una vez
más y las lágrimas corrían por mi rostro. Me miró y su rostro se suavizó un poco. Rápidamente salió
al pasillo, sosteniéndome aún y abrió la puerta de su habitación. Me llevó dentro y me acostó en su
cama. Estaba confundida y un poco sorprendida porque me hubiera llevado a su habitación, pero solo
me quedé allí acostada, lo más quieta posible. Desapareció en su cuarto de baño, volviendo un minuto
después con sus brazos llenos de cosas. Las dejó caer en la cama junto a mí y se sentó con cuidado.
Tenía una toallita en su mano.

“Tengo que limpiarte un poco, ¿de acuerdo? No quiero que esto se infecte,” dijo, su voz suave. Asentí,
sin saber qué decir. Estaba aturdida y abrumada. Edward se acercó y limpió mis mejillas manchadas
de lágrimas. La toallita estaba fría y húmeda pero se sentía bien contra mi piel. Pasó la toallita por mi
boca, siendo especialmente delicado, e hice una mueca de dolor porque mis labios estaban muy
resecos. Levantó mi brazo izquierdo y pasó la toallita por mi muñeca, limpiando la sangre seca. Hice
mi mejor esfuerzo para ignorar el dolor y traté de no mirar, ya que la sangre me mareaba, en su lugar
mantuve mi atención centrada en su rostro. Parecía estar profundamente concentrado, su atención fija
en lo que estaba haciendo. Sin embargo, había compasión en sus ojos, mezclada con una profunda
tristeza.

Limpió mi otra muñeca, bajando de nuevo mi brazo con suavidad. Dejó la toallita y agarró una toalla
seca para secar mis muñecas. Cogió un pequeño tubo y puso una pomada blanca y cremosa en sus
dedos, frotándola sobre los cortes en mis muñecas. Después, cogió un rollo de gasa y envolvió mis
muñecas, fijándolas con cinta adhesiva.

Me miró brevemente y sonrió cuando me vio mirándolo. Le di una pequeña sonrisa y miré hacia otro
lado, no quería ser grosera al quedarme mirándolo fijamente. Extendió su mano y agarró la toallita,
levantándose y entrando de nuevo al cuarto de baño. Oí el agua correr y volvió a salir después de haber
enjuagado la toallita. Lavó los raspones en mis rodillas y les puso pomada, prescindiendo de los
vendajes. Después, lavó las quemaduras de la cuerda en mis tobillos y aplicó pomada en ellos,
envolviéndolos con una gasa y poniéndoles cinta adhesiva.

Suspiró, volviéndose hacia mí. Me dio otra pequeña sonrisa y agarró una botella transparente con un
líquido de color azul. Lo miré con curiosidad, mientras ponía un poco en un paño limpio y seco. “Esto
es limpiador de cinta. A veces me quedo todo pegajoso por la cinta en el fútbol; neutraliza el material
pegajoso en tu piel. Sé que esta mierda puede ser irritante.”

Sonreí levemente y asentí para que supiera que le estaba escuchando. Frotó mis manos con eso y las
secó. “Mantén tu boca cerrada, estoy seguro que no sabe muy bien,” susurró antes de levantar el paño
y frotarlo alrededor de mi boca. Cerré mis ojos con fuerza, cuando el limpiador hizo que mis labios
hinchados ardieran aún más y olía horrible. Después de quitar el material pegajoso, se levantó y cogió
todas las cosas, llevándoselas y arrojándolas al cuarto de baño.

Volvió a salir y caminó al otro lado de la cama, sentándose a mi lado. Abrió un cajón junto a la cama y
sacó un tubo grande de vaselina. Lo miré interrogante, preguntándome por qué lo tenía allí, y sonrió
ampliamente por mi expresión. “Créeme, no quieres saberlo. Pero aún no he usado este, así es que no
te preocupes.”

Sonreí, sin tener idea de para qué lo había o no utilizado, pero comprendiendo que con Edward algunas
veces, definitivamente, era mejor no saber las cosas. Lo abrió y pasó su dedo índice por la punta,
poniendo un poco en su dedo. Puso el tubo a un lado y se volvió hacia mí. Extendió su mano y
delicadamente frotó su dedo en mi boca. Cerré mis ojos y separé mis labios, suspirando contenta
cuando la sensación de estar agrietados y el ardor, desapreció al instante. Disminuyó sus movimientos,
su dedo aún permanecía en mi labio inferior. Abrí mis ojos y lo vi mirándome fijamente, con
intensidad.

Parpadeó un par de veces, sacudió la cabeza, y apartó su mano. Le puso la tapa otra vez al tubo y lo
devolvió a su cajón. “¿Te sientes mejor?” Preguntó. Asentí.

“Creo que ya puedo caminar, así que puedo regresar a mi habitación,” dije en voz baja. No estaba
segura de que fuera cierto, ya que mi cuerpo aún dolía un poco, pero no era tan fuerte. Me atreví a
suponer que era la medicamento haciendo efecto y no que en realidad me hubiera curado del todo.

Me miró con una expresión de dolor en su rostro que me asustó. “¿Eso es lo que quieres? Si prefieres
estar en tu habitación lo entiendo,” dijo.

“Simplemente no quiero imponerme, sé que normalmente no permites que la gente entre aquí,” dije.
Él suspiró.

“No te estás imponiendo, Bella. Mierda, después de todo, fui yo quién te trajo aquí. Puedes quedarte
todo el tiempo que necesites.”

Sus palabras me sorprendieron. “Está bien,” dije en voz baja. “Gracias.”

Asintió y se levantó. “Voy a darme una ducha, volveré en unos minutos, solo relájate, ¿de acuerdo?”
Asentí, él se dio la vuelta y entró en el cuarto de baño, cerrando la puerta detrás de él con suavidad.

Me quedé allí recostada en la silenciosa habitación, escuchando el sonido del agua correr en el baño.
El sonido era suave y comencé a relajarme. La droga, finalmente, empezó a hacerme efecto de verdad,
hasta la última gota de dolor desapareció de mi cuerpo como una ola. Sentía como si estuviera
flotando en el aire, una sensación de hormigueo me recorría. Me sentía bien, casi feliz, y dada la
situación, eso empezó a asustarme. No debería sentirme de esta manera, no debería ser capaz de
sonreír o sentir felicidad. Era una esclava que al parecer, le había faltado al respeto a su amo y
acababa de sufrir una noche entera de castigo. Todavía debería de estar sintiendo ese dolor, sintiendo
ese miedo.

Pero no era así, no en este momento al menos. Después de un momento, suspiré contenta después y
cerré los ojos, la cama de Edward era cómoda, mucho más cómoda que la mía y eso era mucho decir.
Enterré mi cabeza en su almohada e inhalé, escalofríos corriendo por mi espalda.

Olía como él.

**********
Tesoro = Cariño

Capítulo 19 Penas Secretas

“Todo hombre tiene sus penas secretas que el mundo no conoce, y con frecuencia llamamos a un
hombre frío, cuando solo está triste.”—Henry Wadsworth Longfellow.

Edward Cullen

Si tuviera que clasificar los peores días de mi vida, creo que el de ayer, definitivamente, estaría entre
los cinco primeros. De hecho, estaba bastante seguro que ocuparía el número dos. El único día peor
que el de ayer, fue el día en que mi madre, Elizabeth, murió y estoy bastante seguro que nada podría
superar jamás la devastación de aquel horrible día. Han pasado nueve años de su muerte y todavía la
seguíamos llorando en el puto aniversario como si acabara de suceder. Aún estaba jodidamente
desconsolado, aunque nadie lo sabía. Nadie sabía que lloraba por esa mierda, o que no podía dormir
por ella. Nadie sabía que tenía malditas pesadillas todo el tiempo. No sabían que me sentaba en mi
piano y me quedaba mirando las teclas cuando estaba solo, y joder, cómo deseaba que ella aún
estuviera aquí para tocar el piano conmigo. Era pésima, yo tenía ocho años y era mejor que ella, pero
de cualquier manera, ella tocaba, orgullosa como la mierda de poder tocar ‘twinkle, twinkle, little
star’. No, nadie sabía que recordaba esa mierda o que pensaba en ella, porque nadie sabía que Edward
Cullen tenía sentimientos. Todos pensaban que era cruel y frío y demonios, tal vez lo era, pero eso no
quería decir que no sintiera. Simplemente no se lo mostraba a nadie, no dejaba que nadie me viera así.

Mi padre siempre estaba fuera de control cuando llegaba el aniversario. Siempre estaba enfadado,
sobre todo consigo mismo, y le sacaba la mierda a golpes a cualquiera que estuviera cerca. Ese día le
miras mal y te parte la cara. La única vez que estuvo cerca de golpearme fue en el cuarto aniversario
de su muerte, cuando tenía doce años. Aprendí rápidamente a evitarlo ese día, todos lo hicimos. Él
sabía que no debía intentar ir a trabajar, ya que probablemente, cogería un puto bisturí y si lo hacía,
apuñalaría a alguien. Siempre optaba por quedarse en casa y aislarse de la sociedad por la seguridad de
todos.

Sin embargo, este año, el problema era que se iba a quedar en la puñetera casa con una chica de
dieciséis años que apenas lo conocía, no entendía sus estados de ánimo o lo que lo hacía estallar. Nona
había aprendido esa mierda rápidamente y tenía su trabajo hecho incluso antes de que él se levantara
de la jodida cama y se escondía, y la segunda mujer no duró lo suficiente como para tener que pasar
por eso. Pero Isabella, era joven e ingenua. Y mi padre estaba enfadado con el mundo y buscando a
alguien con quién desquitarse. Alguien a quién culpar de algo, cualquier cosa para tratar de desviar su
atención de la culpa que sentía por lo que había pasado ese día en Chicago. El puto día del que nunca
hablamos. Jasper y Emmett están tristes ese día porque extrañaban a mi madre, pero ellos no sienten
la maldita confusión que mi padre y yo sentimos. Mi padre siente culpa por ser la causa, y yo siento
dolor por haber sido víctima de esa mierda y ser testigo de ella.

Yo, como Isabella, he pagado por los errores de otros, concretamente, los errores de mi padre. Tengo
cicatrices para probarlo, físicas y mentales.

Ayer, como es normal, estaba consternado, pero más nervioso de lo habitual porque estaba
preocupado. Preocupado por lo iba a pasar en la casa cuando yo estuviera en la escuela. Qué es lo que
iba a encender a mi padre, si le iba a hacer daño de alguna manera. No había una mierda que pudiera
hacer al respecto porque tenía un puto examen importante que no podía saltarme, y sabía que mi padre
no me escribiría una nota y así poder recuperarlo después. De todos modos, traté de quedarme en casa,
dispuesto a perder mi clase para asegurarme que no perdiera demasiado el control, pero me dijo que
no, me dijo que llevara mi culo a la escuela y recibiera educación. Así que fui a la escuela y esperé, y
joder, recé todo el día para que ella me hubiera escuchado. Que se hubiera escondido y se hubiera
quedado fuera de su camino.

En el momento que entramos por la puerta cuando llegamos de la escuela, sabía que no lo había hecho.
Sabía que había encontrado una maldita razón para desquitar su rabia con ella. Estaba de pie en la sala
de estar, mirando por la ventana hacia el patio trasero. Se volvió hacia nosotros y vi la fachada vacía y
tranquila, el fuego en sus ojos y el puñetero revólver Smith Wesson en su cintura. El miedo más grande
que jamás había sentido me atravesó al ver el arma, y mis piernas casi se doblaron.

Joder, por favor, dime que no la mató. Pensé.

“¿Qué hizo?” Preguntó Emmett con indiferencia, dejándose caer en el sofá. Mis hermanos también lo
sabían. Jasper me miró y frunció el ceño. Negué con la cabeza, jodidamente enojado y asustado,
deseando que no me mirara, porque era consciente que sabía que estaba enamorado de ella. Guardaría
el secreto y se lo llevaría a la tumba, pero cuando me miraba, sentía como si pudiera leer cada jodido
pensamiento y ver mis sentimientos, y eso me volvía loco.
“Tenía mi arma,” dijo rotundamente. Mis ojos se abrieron por la sorpresa, al igual que los de Jasper.

“¿Tenía tu arma? ¿De dónde la sacó?” Preguntó Jasper con incredulidad, completamente sorprendido.
Sabía que esta mierda estaba destrozando a Jasper por su odio a la violencia. Pero Jasper era pasivo, se
lo guardaría.

“En el cajón de mi cómoda,” dijo mi padre, encogiéndose de hombros.

Inmediatamente me enfurecí. Sabía que ella tenía que guardar su ropa esta mañana y él también lo
sabía. Sabía muy bien que no debía dejar esa mierda por ahí, en un cajón que ella tendría que abrir.
Inmediatamente sospeché que había hecho esa mierda intencionalmente; la puso en su camino,
sabiendo que probablemente ella trataría de mover esa mierda, porque todos conocíamos a Isabella lo
suficientemente bien para saber que no dejaría que nada le impidiera hacer su trabajo.

“¿Qué hiciste con ella?” Le pregunté, tratando de mantener mi tono uniforme, intentando no mostrar
mi rabia, pero, de todos modos, mi voz temblaba. Nunca había levantado la voz o me había enfadado
porque castigara a las otras mujeres, y sabía que si lo hacía por Isabella, tendría jodidas sospechas de
mí. Siempre era Jasper el que se molestaba por eso; por lo general, solo no me encogía de hombros y
decía “puta mala suerte.”

“La presioné contra su garganta y apreté el gatillo. No estaba cargada, pero hice que se orinara del
miedo. La envié a su habitación y como castigo, la puse en aislamiento durante la noche.”

Mis ojos se estrecharon ligeramente. Nunca dejaba su arma descargada. El único momento en que no
había balas en esa pistola, era cuando disparaba las ocho jodidas balas a alguien y estaba a punto de
volver a cargar. Suspiré con irritación, tratando de mantener la calma, pero estaba encabronado y a
punto de saltar.

“¿Por qué estaba tu arma descargada?” Pregunté con voz afilada. Se volvió y me miró, su rostro seguía
vacío.

“Acababa de limpiarla,” dijo, encogiéndose de hombros. Joder, estaba mintiendo, podía darme cuenta.

Mis ojos se estrecharon aún más. “Nunca pones esa puñetera pistola sin balas en el cajón, siempre la
vuelves a cargar antes de guardarla,” dije con brusquedad, gritándole.

Sus cejas se levantaron y pude ver la jodida ira en sus ojos. Quería arremeter contra mí, podía verlo.
Sí, estaba encabronado y estaba buscando una maldita pelea. No le importaba con quién, incluso
golpearía a su propia sangre si eso significaba aliviar algo de estrés y no sentir todo el peso y la culpa
que llevaba sobre sus hombros.

“¿Me estás acusando de algo, hijo?” Preguntó tratando de mantener la calma, pero su voz se elevó al
final, cuando me llamó hijo. Lo miré fijamente durante un momento, entrecerrando los ojos y
mostrando mi ira, pero no me importó. Estaba cabreado. Sabía lo que aislamiento significaba para mi
padre. Podía llamarlo como quisiera, pero sabía que eso significaba que la había encadenado o atado
de alguna jodida manera, utilizando las mismas técnicas que la organización utilizaba cuando
secuestraban personas. Me imaginaba que lo que le había hecho a Isabella era peor que cualquier cosa
que hubiera hecho en el pasado como un verdadero castigo, ya que ahora, por encima de todo, ella
estaba jodida, pagando por los malditos errores de los demás. Ahora mismo, ella estaba sufriendo, de
alguna manera, como alguna maldita expiación retorcida por la muerte de mi madre.

“Ninguna mierda va a hacer que vuelva,” escupí.

Mis hermanos me miraron sorprendidos y la máscara vacía y calmada de mi padre cayó, su rostro se
retorció de rabia. “¿Qué acabas de decir?” Gritó.

“Maldita sea, me has oído. Puedes mostrar tus puñeteros músculos y usar tu maldito poder e intimidar
a una chica inocente y eso no va a cambiar nada. Ella sigue jodidamente muerta y tú no tienes el poder
para evitarlo.”

En el momento en que las palabras salieron de mis labios enloqueció. Sacó la pistola de su cinturón a
la velocidad del rayo, sin ni siquiera pensárselo dos jodidas veces. La levantó y apuntó directamente a
mi cabeza. Jasper y Emmett gritaron, confusos y cagados de miedo, gritándole a mi padre para que se
detuviera. Pero, joder, solo me quedé allí, sin siquiera parpadear.

“No vas a dispararme. Me parezco demasiado a ella,” dije con calma. No bajó el arma, pero su mano
comenzó a temblar. Tenía mano firme y una puntería increíble, todo el mundo hablaba siempre de
cómo Carlisle Cullen era un perfecto tirador, pero joder, estaba nervioso. Verme a mí era como estar
viendo a mi madre. Si me disparaba, era como darle un puto tiro a ella. Y sabía muy bien que él nunca
lo haría.

“Fuera de mi puta vista,” escupió bajando finalmente el arma y volviéndola a poner en su cintura.

“Con mucho gusto,” dije. Jasper me agarró del brazo, tirando de mí hacia las escaleras.

“Y manténganse lejos de su habitación. Todos,” gritó mi padre mientras caminaba hacia el cuarto
debajo de las escaleras y abría la puerta. Entró y cerró de un portazo.

Seguí a Jasper hasta el segundo piso. “Maldita sea, Edward, ¿qué te pasa? Tampoco me gusta esa
mierda pero, ¿lanzarle así a mamá a la cara hoy, de todos los días? ¿Tienes ganas de morir?” Jasper
preguntó al llegar a su habitación. Me encogí de hombros, suspirando. Entramos en su habitación y
fumamos una gran cantidad de hierba para tratar de calmarme. No mencionó mis sentimientos por
Isabella, pero eran un maldito elefante enorme y rosado en la habitación, eso es seguro. (N.T. Esta
expresión ‘the elephant in the room’ se refiere a un problema obvio que nadie quiere discutir y
prefieren ignorar)

Finalmente, subí las escaleras hacia mi habitación, temiendo hacerlo. Estaba desesperado por ir a ver
cómo estaba, pero sabía que mi padre estaba despierto y la última maldita cosa que necesitaba era ser
atrapado ignorando abiertamente sus órdenes. Así que me fui a mi habitación y solo me acosté allí un
par de horas, dando vueltas y preocupándome. Enfermé, literalmente, de preocupación y en un
momento dado, corrí al baño, vomitando todo lo que tenía en mi estómago, después de eso ya no pude
aguantar esa mierda. Sabía que mi padre debería de estar durmiendo, así que me deslicé por el pasillo
y abrí su puerta lentamente.

Me quedé inmóvil en el interior cuando la vi, mi puto corazón se paró y el dolor rasgó a través de mí.
Estaba atada a la jodida cama de rodillas, con cinta adhesiva sobre su boca. Cristo, nunca había sido
tan brutal. Era doctor, sabía cuánto daño podía hacerle estar de rodillas durante mucho tiempo. A la
última señora siempre la dejó sentarse con las piernas estiradas, las esposas en sus tobillos y sus
manos detrás de la espalda esposadas a la cama. Joder, eso era suficientemente malo, ¿pero esto? Esto
era una maldita tortura.

Isabella estaba durmiendo con la cabeza caída y roncando ligeramente, mientras trataba de respirar
por la nariz que, obviamente, estaba tapada por haber estado llorando. Cerré la puerta tras de mí,
tratando de no hacer ruido, pero levantó la cabeza rápidamente, sus ojos escudriñando la oscuridad.
Me vio y sus ojos brillaron con miedo.

Me acerqué a ella, tratando de consolarla y joder, pedir disculpas por lo que estaba pasando. En
realidad, no podía creer que hubiera llegado a decir la palabra ‘lo siento’, nunca me había disculpado
por nada, pero ella tenía ese efecto en mí. No quería más que rescatarla sabiendo que tenía que ser
doloroso como el infierno, pero no había manera de que pudiera hacerlo. Si se soltaba de las ataduras,
aunque fuera yo el que la soltara, mi padre, probablemente, le volaría la cabeza. Y por Dios, no podía
pagar también por mis errores.

La llamé con nombres dulces con la esperanza de confortarla un poco a pesar de que no tenía ni idea
de lo que significaban. A las chicas solía gustarles cuando hablaba en italiano y Alice había dicho que
era una adolescente promedio, así que pensé que quizás podría ayudar, al menos un poco. Me había
acostumbrado a expresar mis sentimientos por ella en italiano en su cara. No sabía qué diablos estaba
diciendo y nunca preguntó, pero aliviaba un poco la tensión que se desarrollaba en mí por saber que,
finalmente, alguien me importaba y no podía hacer nada al respecto.

Le dije que resistiera y le juré que esto no volvería a suceder. Y lo dije en serio. No había una jodida
manera de que permitiera que pasara por esta mierda de nuevo. Puede que no fuera capaz de hacerla
mía, pero al menos, podría tratar de mantenerla a salvo. Joder, estaba enamorado de la chica y eso no
es algo que Edward Cullen haga. Pude que solo tuviera diecisiete años, pero no era lo que llamarían
joven e ingenuo. Si las cosas se pusieran duras, mierda, podría pelear sucio para defenderla. Pero no
podía poner su vida en peligro por descuido y ser la causa de sus problemas, no podía ser el agresor.
Después de un rato, regresé a mi habitación, dando vueltas hasta que finalmente escuché a mi padre
subir para liberarla. Cuando salió de la habitación lo encontré en el pasillo. Miré la puerta y luego lo
miré inquisitivamente. Él solo me miró un momento y tuvo la audacia de parecer jodidamente
culpable. Conocía a mi padre, sabía que no se disculparía o pediría perdón, como nunca lo había hecho
yo. Y estaba agradecido por eso, porque no había una puta manera que alguna vez dijera que lo
perdonaba, o que esa mierda estaba bien. Podía vivir con el remordimiento, dejar que se lo tragara y se
hundiese en él un poco. Ahora que había dormido un poco y estaba racional, sin revolcarse en su culpa
y dolor, sabía que la había cagado.

“Alguien tendrá que cuidar hoy de ella,” dijo. Yo asentí.

“Yo lo haré,” dije con tanta indiferencia como pude. Parecía sorprendido por mi ofrecimiento, y yo
estaba jodidamente agradecido. Ayer había estado tan cerca de explotar que no había sospechado de
mi forma de actuar. No podía dejar que mis emociones me controlaran, no ahora que él pensaba con
claridad.

“Llamaré a la escuela y te justificaré por faltar a clases y al entrenamiento de fútbol. Eres el que mejor
puede cuidar de ella, tiene algunas heridas que necesitan curarse y tú eres el que, por lo general, se
lastima, así que sabes cómo tratar con esa mierda.”

Sonreí, no porque estuviera feliz con él, sino porque estaba diciendo la maldita verdad. Por ahora, yo
era el maestro de los primeros auxilios.

Le llevé un poco de agua y cogí un analgésico del baño. No mentiré, tenía esa mierda con fines
recreativos. Son los mejores, te hacen flotar y olvidarte de todo, y sabía que a ella, ahora, podía serle
jodidamente útil.

Fui a su habitación e hice que se la tomara. No podía levantarse sola, así que la levanté, optando por
llevarla a mi habitación ya que allí sería más fácil curarla. Limpié y vendé sus heridas, intentando
quitar, lo mejor que pude, el adhesivo de su piel, porque sabía que podía ser molesto. Tenía los labios
agrietados e hinchados y parecía doloroso como el demonio, así que cogí vaselina de mi cajón. La
miró con sorpresa y demonios, solo esperaba que no se diera cuenta que había comprado esa mierda
con fines sexuales, así que le dije que ni siquiera preguntara. Puse un poco de vaselina en su boca y
cerró los ojos, exhalando algo parecido a un maldito gemido. Mi polla despertó, endureciéndose por el
sonido, y una imagen de ella haciendo esos puñeteros ruidos y retorciéndose debajo de mí en esa
cama, destelló en mi mente. Me congelé al instante, tratando de alejar esos pensamientos, no era el
maldito momento para ponerme hormonal. Estaba herida y dolorida y yo estaba jodidamente excitado,
y eso, simplemente, estaba mal. Después de un momento, me levanté con la excusa de tomar una
ducha.

Finalmente bajé mi erección gracias a una ducha de agua helada que podía congelar hasta los huesos.
Salí de la ducha, me sequé y pasé la mano por mi pelo. Me puse los calzoncillos y unos pantalones de
franela y regresé al dormitorio.

Me acerqué lentamente a la cama, deteniéndome junto a ella. Isabella tenía los ojos cerrados y estaba
acurrucada en mi cama, con el edredón envuelto a su alrededor y el rostro hundido en mi almohada.
Parecía que estaba dormida, tan dulce y realmente preciosa, una oleada de deseo me recorrió, pero no
era sexual. Joder, quería acurrucarme con ella. Quería que hundiera su rostro en mí y se envolviera a
mi alrededor, no en mi manta ni en mi almohada.

“Cristo,” murmuré, confundido por mis sentimientos. Nunca había estado interesado en esa mierda de
besos y abrazos cariñosos.

Los ojos de Isabella se abrieron con el sonido de mi voz. Me sonrió, un ligero brillo en sus ojos que
nunca había visto. Me sorprendió y le sonreí. Definitivamente, estaba sintiendo la euforia de la droga.

“Se siente bien, ¿no?” Le pregunté en broma. Su sonrisa se hizo un poco más grande y asintió. Me reí
entre dientes y me senté en la cama junto a ella, inclinándome hacia atrás y apoyándome en mis
antebrazos.

“¿No vas a llegar tarde a la escuela?” Preguntó. Me encogí de hombros.

“No voy a ir,” dije. Pareció sorprendida y sonrió. “Lo siento, pero hoy estás atrapada conmigo, espero
que no te importe.”

Sonrió con dulzura, acurrucándose aún más en la almohada. “No me importa,” dijo en voz baja. Asentí
y agarré el control remoto de mi estéreo, poniendo algo de música.

Estuvo silencio por un momento. Podía sentir sus ojos en mí y después de un momento, no pude
soportarlo más. Me volví hacia ella, apoyándome en el codo. “¿Quieres hablar de ello?” Pregunté.

Sonrió levemente. “No hay nada de qué hablar. Sobreviví, eso es lo que hago. Soy una superviviente.
Voy a seguir sobreviviendo hasta que no sobreviva más,” me eché a reír y ella soltó unas risitas. “Sí,
eso sonó raro, no muy inteligente. Creo que necesito un diccionario de sinónimos.”

Negué riendo, antes de que sus palabras me golpearan. La miré con curiosidad. Me di cuenta que la
droga ya le estaba haciendo sentir eufórica, desinhibida, y me preguntaba cuanto podía conseguir que
dijera, lo que confesaría sin miedo a meterse en problemas. Sabía que guardaba secretos y no la
culpaba por ello, pero simplemente, no me gustaba no saber las cosas.

“Te compraré un diccionario de sinónimos si prometes usarlo,” dije. Ella sonrió.

“De acuerdo, lo haré,” dijo con suavidad. La miré fijamente y vi que algo destelló en su rostro,
dándose cuenta de algo. “Tendrás que leérmelo,” añadió rápidamente.

Entrecerré los ojos ligeramente. “¿No puedes leerlo tú misma?” Pregunté.

Apartó sus ojos de mí. “Creo que el doctor Cullen te lo dijo. Soy analfabeta.”

“Es posible que lo haya mencionado, ¿pero realmente lo eres?” Le pregunté. Vaciló y me precipité
rápidamente, antes de que pudiera soltar la habitual mentira. “La verdad.”

“No,” dijo con voz vacilante y algo temblorosa. Mordió su labio inferior, un hábito nervioso que había
notado en ella. Hizo una mueca de dolor, ya que sus labios estaban hinchados y doloridos.

“¿Cómo aprendiste a leer?” Pregunté con curiosidad.

Ella suspiró. “Subtítulos,” murmuró. Comencé a reír y ella me miró interrogante, obviamente
sorprendida por mi reacción. ¡¿Quién coño aprende a leer con subtítulos?!

“No pretendía reírme de ti y esa mierda, pero me pareció divertido.”

Sonrió levemente, sin parecer nerviosa. Supongo que había estado esperando que me pusiera histérico
o algo así pero, ¿por qué coño iba a enfadarme porque pudiera leer?

“Sí, supongo que es un poco raro. No fue tan fácil aprender, no se me permitía ver la televisión, solo
conseguía vistazos ocasionales. El resto de los esclavos me enseñaron lo que sabían, pero no era
mucho.”

Asentí. “¿Por qué no le dijiste a mi padre que podías leer? Quiero decir, de todas formas, no le
importaría una mierda, pero realmente, no le gustan los mentirosos.”

Ella frunció el ceño, suspirando. “Yo no lo dije, fue Charles el que lo hizo. Charles seguía siendo mi
dueño en ese momento y a él si le hubiera importado. No podía hablar y menos cuando no me
correspondía y estar en desacuerdo con Charles cuando le dijo al doctor Cullen que era analfabeta,
habría sido masacrada por ser desobediente.”

“No entiendo por qué le importaba a ese tipo, Charles, el que pudieras o no leer, ¿cuál es el problema?
Cristo, probablemente sería beneficioso, no puedo entender cómo diablos puedes cocinar tan bien
siendo incapaz de leer las instrucciones.”

Se quedó callada por un momento. “Un esclavo educado, es un esclavo peligroso. Esclavos educados
tienen confianza. Son los que intentan escapar, porque saben que tienen una buena posibilidad de ser
capaces de sobrevivir en el mundo exterior, sabiendo leer y escribir lo suficiente como para
desempeñarse. Los esclavos ignorantes son más dependientes de alguien para sobrevivir, son más
fáciles de tener dominados, amo Edward.”

La miré fijamente, un poco sorprendido por su rápido cambio de tono. Sonaba de nuevo como un puto
robot, como si le hubieran lavado el cerebro.

“Está bien,” dije, sin saber qué mierda decir.

Se rio suavemente, mirándome. Parecía ligeramente divertida, con esa expresión despreocupada que
tenía antes. “Eso es un ‘está bien, entiendo tu punto Isabella’, o es un ‘está bien, estoy de acuerdo
contigo porque no sé qué más decir’, “dijo en broma.

La miré sorprendido, dándome cuenta que se estaba burlando de mí, porque la última vez que ella me
había dicho ‘está bien’ yo le dije la misma mierda. Nadie se había burlado nunca de mí estuviera o no,
relacionado conmigo, nadie tenía las pelotas para hacerlo. Era demasiado volátil, imprevisible,
siempre tenían miedo de que estallara.

“Has hecho todo jodidamente mal,” dije sacudiendo la cabeza juguetonamente. “Ni siquiera has
maldecido una vez.”

Se echó a reír. “Yo no maldigo.”

Arqueé una ceja. “¿Nada?” Negó con la cabeza. “¿Por qué no?”

Se encogió de hombros. “Una vez que coges el hábito, es difícil que puedas evitarlo. He visto a
muchas personas perder sus dientes por decir cosas desagradables en presencia de su amo sin ni
siquiera darse cuenta de lo que estaban diciendo.”

“¿Así que al no maldecir te ha llevado a conservar todos los dientes?” Pregunté, la idea de alguien
reventándole la boca me encabronó. Dios, me estaba volviendo jodidamente posesivo y protector con
ella, especialmente después de lo que mi padre le acababa de hacer pasar. Sentía la necesidad de
protegerla, aunque era evidente que era fuerte y podía soportar mucho más que la mayoría de la gente.
Ata a Jessica Stanley a una cama la mitad de un puto día hasta que sea incapaz de moverse y
sangrando, y garantizo que dos horas después de haber sido soltada, no estaría riéndose y bromeando.

“No, por pura suerte es por lo que he conservado todos mis dientes. Con los golpes que he recibido en
el rostro, me sorprende no estar más desfigurada de lo que estoy,” dijo.

Estreché los ojos ligeramente. “No estás desfigurada en absoluto,” dije, probablemente, con
demasiada firmeza porque parecía confundida por mi tono. Pero ella era hermosa y no podía
menospreciarse.

“Tengo la nariz torcida con un pequeño bulto,” dijo, con total naturalidad. La miré entrecerrando un
poco los ojos, mirando su nariz. Podía ver el chichón, pero no era prominente o algo así, le daba
carácter. Era una nariz linda.

Gemí para mis adentros rodando los ojos. ¿Una nariz linda? ¿De verdad, Edward? ¿Cuándo te
convertiste en un marica sentimental?

“No hay nada malo con tu nariz,” dije. “Pero, ¿cómo conseguiste este supuesto chichón horroroso que
te molesta tanto?”

Me miró por un momento. “Mi ama me dio una patada en la cara usando unos zapatos de tacón de
aguja,” dijo.

Me encogí ante el pensamiento. “¿Por qué te pateó?”

“Porque aparentemente raspé sus zapatos.”

“¿Cómo raspaste sus zapatos?” Sabía que estaba mal curiosear tanto, pero estaba siendo tan
jodidamente abierta y tenía curiosidad acerca de lo que había pasado. Quería saber todo lo que había
que saber sobre ella.

“De alguna forma, los raspé cuando me hizo tropezar,” dijo rotundamente.

“¿Por qué te hizo tropezar?” Pregunté.

“¿Para divertirse?” Dijo. “¿Entretenerse? Lo hacía a menudo.”

Fruncí el ceño, mi irá iba en aumento. ¿Qué diablos le pasa a la gente? “¿Así que esa perra te hizo
tropezar para reírse, y luego se encabronó porque aparentemente, rayaste su zapato en el proceso, así
que decidió patearte en la nariz?”

Ella asintió. “¿Estás seguro que no quieres saber de color era el zapato? Quiero decir, me has
preguntado todo lo demás, ¿por qué parar ahora?”

Abrí los ojos ante su actitud sarcástica, ya que fue completamente inesperada. Por mi expresión, debió
de haberse dado cuenta de lo que había dicho, porque sus ojos se agrandaron y se llenaron de miedo, y
levantó la mano para cubrirse la boca. Pensaba que estaba en problemas.

Parpadeé un par de veces y reí entre dientes, todavía un poco aturdido. “Lo siento…” Empezó a decir.

“No lo sientas. Te dije que dijeras lo que pensabas, dije en serio esa mierda. Es que no me esperaba
ese desparpajo. Tienes fuego por dentro. Y si de todos modos quieres decirme el color de los zapatos,
dímelo. Si estás harta de mis preguntas, dime que me vaya a la mierda,” dije. Le sonreí, esperando que
entendiera que no estaba molesto por ello. Dejó caer la mano de su boca y sonrió levemente.

“El zapato era rojo, y sinceramente, tus preguntas no me molestan. Aunque, no puedo creer el
arranque que acabo de tener.”
Le sonreí. “Es la droga, tiende a relajar cuando quita el dolor, borra el filtro entre tu cerebro y tu boca.
Por eso estás siendo tan abierta y honesta conmigo, por lo que en la pasada media hora, te las has
arreglado para burlarte de mí, ser sarcástica, y confesar que puedes leer.”

Solo me miró, supongo que asimilando lo que le acababa de decir. Toda la información que reveló era
jodidamente fuerte. “¿Así que supongo que cuando los efectos de la droga desaparezcan, no solo voy a
sentir dolor, sino que también estaré avergonzada por mi comportamiento?”

Hice un gesto de negación. “No hay razón para avergonzarse. Me gustas desinhibida.”

Sonrió ligeramente. “Bueno, si tienes preguntas, es mejor que las hagas ahora, porque no sé cuándo
podrás verme de nuevo desinhibida.”

Asentí, mirándola fijamente por un momento. Había tantas cosas que quería preguntarle, tanto que
quería saber…. pero lo que más me interesaba, nunca lo podría preguntar. Quería saber si ella se
sentía, como yo, si sentía esa chispa entre nosotros.

“¿Qué es lo peor que has visto?” Pregunté en su lugar. Hablar de sentimientos románticos era
demasiado peligroso para abordar.

Suspiró. “¿Más violento o más traumático?”

Me encogí de hombros. “¿Hay alguna diferencia?” Pregunté. Ella asintió. “Entonces dime ambas.”

“Las más violenta fue cuando Charles golpeó a una chica adolescente hasta matarla frente a mí y dejó
su cuerpo en la casa durante horas, tirada en el suelo. Cuando finalmente se la llevó, me vi obligada a
limpiar la sangre y la masa encefálica que había penetrado en el suelo de madera.”

La miré asombrado, sin saber qué coño esperaba oír, pero eso no era. “¿Y eso no es lo más traumático
que has visto?”

“No. La muerte no es tan traumática cuando es algo que ves de forma regular, cuando es algo que
siempre está presente, a la vuelta de la esquina. Te acostumbras a ella. Esa fue la peor porque era la
única persona de mi edad que había conocido antes de venir aquí.”

“Entonces, ¿cuál fue la más traumática?” Pregunté, total y jodidamente curioso.

“Ver a mi madre siendo violada. Yo no lo entendía. Puedo entender y acostumbrarme al abuso físico,
pero al no haber experimentado el abuso sexual, soy susceptible a ello, supongo que un poco ingenua
acerca de todo eso. No podía mostrar empatía porque no tenía ni idea por lo que estaba pasando, lo que
le hacía, obviamente, no le gustaba, pero él parecía disfrutarlo. Solo tenía cinco años la primera vez
que desperté y lo encontré haciéndoselo, era demasiado joven para darme cuenta de lo que estaba
pasando. Fue traumático y nunca lo olvidaré, ya que fue mi único contacto con el sexo. Mi mayor
temor es ser violada.”

Me quedé allí sentado por un momento, en silencio, solo mirándola, completamente asombrado por lo
que me acababa de decir. Inmediatamente me sentí inmensamente agradecido a cualquier puñetera
compañía farmacéutica que fabricaba esas potentes y pequeñas píldoras amarillas Dilaudid, y que
consiguieron que fuera como un libro abierto para mí. “Eso nunca te sucederá aquí, lo sabes, ¿verdad?
Ninguno de nosotros te haría eso jamás y si alguien alguna vez lo intenta, joder, lo mataré,” dije, mi
voz baja y enérgica. Esa mierda, también la decía en serio. Solo pensar en que alguien la tomara
contra su voluntad, me hacía tener instintos asesinos.

Me miró y por un momento, fue realmente intenso, tan jodidamente intenso que me hizo sentir como
si estuviera viendo a través de mí. “Sí,” dijo finalmente.

Asentí. “Mira, quiero decir, no puedo mentirte Bella. Tengo sexo, pero sé que ya sabes esa mierda
porque ese día lo oíste. El sexo puede ser algo hermoso entre dos personas que lo desean. Se siente
bien, en realidad puede ser jodidamente fantástico, el placer es diferente a todo lo demás. Pero nunca
estaría con una chica que no quisiera estar conmigo, nunca forzaría a nadie. Las chicas con las que
tengo sexo, lo desean,” dije, sintiéndome como un cabrón, sabiendo que, obviamente, el sexo era un
concepto extraño y aterrador para ella, ya que lo que conocía estaba limitado a la violación.

“¿Amas a esas chicas?” Preguntó en voz baja. Me quedé helado y la miré, totalmente sorprendido por
la pregunta. Su expresión era de curiosidad, sus ojos inocentes y suplicantes.

“No,” dije en voz baja, sintiéndome mal por la respuesta.

Ella asintió. “¿Alguna vez has estado enamorado?” Preguntó.

Por un minuto solo me quedé mirándola, sin saber cómo responder a eso. Estaba seguro como la
mierda de que no podía decirle ‘sí, joder, estoy enamorado de ti’ a pesar de que era la verdad. Pero no
me gustaba mentirle ya que había sido tan malditamente honesta y abierta conmigo.

“Tal vez,” dije por fin. “Todavía estoy tratando de averiguar qué es exactamente el amor.”

“Sí, yo también,” dijo en voz baja. Arqueé una ceja y ella sonrió levemente. “Es todo tan confuso.”

Asentí, sin dejar de mirarla. Me devolvió la mirada, era jodidamente intensa, impresionante. ¿Podría
de verdad sentir lo que yo sentía, eso era lo que había querido decir? ¿Estaba confundida por sus
sentimientos hacia mí? ¿Podría amarme?

Después de un momento bostezó y reí entre dientes. Tenía que estar agotada después de la noche que
había pasado. “¿Por qué no tomas una siesta?” Le sugerí. Ella me sonrió.

“¿Quieres que regrese a mi habitación?” Preguntó. Negué con la cabeza.

“No, puedes quedarte a dormir aquí,” dije, temiendo la idea de que se marchara. Sonrió y asintió.
Aparté la vista de ella, sin querer que pareciera que estaba mirándola, aunque eso era exactamente lo
que quería hacer. Me senté ahí durante unos minutos, inclinado hacia atrás y mirando el techo,
escuchando la música que estaba sonando.

“¿Edward?” Dijo en voz baja después de un rato. La miré y vi sus ojos ligeramente abiertos, indicando
que todavía estaba despierta.

“¿Sí?”

“¿Qué es lo peor que has visto?” Preguntó en voz baja, casi arrastrando las palabras por el
agotamiento. Miré de nuevo al techo, considerando si responder o no y cuánto decir. Era una historia
que nunca le había contado a nadie. Obviamente, mi familia sabía las partes técnicas, pero nunca había
hablado sobre haber estado allí, lo que pasó y de lo que fui testigo.

¿Podía contarle esa mierda? ¿Decirle exactamente cuánto teníamos en común cuando se trataba de
demonios internos?

Después de un momento, volví a mirarla y sonreí levemente cuando me di cuenta que estaba
profundamente dormida, probablemente se había quedado dormida tan pronto como las palabras
salieron de su boca. Se veía jodidamente perfecta dormida en mi cama, todo ello sintiéndose correcto.

Me di cuenta, que le contaría la historia. Diría o haría cualquier maldita cosa que ella me pidiera.

Capítulo 20 Olvidando lo aprendido

“El primer problema para todos nosotros, hombres y mujeres, no es aprender, sino desaprender.”—
Gloria Steinem.

Isabella swan

Gemí audiblemente, probablemente demasiado fuerte ya que el sonido parecía hacer eco por toda la
habitación, haciendo que mi cabeza martillara con más fuerza. Todo mi cuerpo dolía; músculos de los
que no había estado consciente estaban punzando. No sabía que algo tan insignificante como un dedo
meñique podía doler tanto.

Abrí mis ojos, entrecerrándolos inmediatamente confusa por mi entorno. Traté de levantar un poco mi
cabeza para conseguir una mejor visión de todo, pero no hizo más que enviar dolores agudos a través
de mi cabeza y mi cuello. Cerré los ojos apretándolos y dejé caer mi cabeza hacia atrás sobre mi
almohada.

Tomé una respiración profunda y casi jadeé cuando el aroma embriagador se filtró a través de mi nariz
y se quedó en mis pulmones. Olía como a sol, miel y extrañamente a lilas pero tenía un borde
almizclado en él. Era celestial y consumía cada célula de mi cuerpo. Y era totalmente Edward, la
esencia de él.

Me di cuenta de inmediato que estaba en su habitación, en su cama, oliendo la almohada en la que


recostaba su cabeza cada noche. Estaba envuelta en su manta, la misma manta en la que se acurrucaba
cada noche. Y a pesar del dolor y los achaques, mis labios lograron curvearse hacia arriba ante el
pensamiento.

Lo recordé trayéndome aquí y recordé que estábamos hablando, pero exactamente de qué hablamos en
realidad no lo sabía. Todo estaba en una especie de niebla y me di cuenta que tenía que haber sido la
droga que me dio la que nublaba las cosas. Esperaba que no hubiera dicho o hecho algo embarazoso
mientras estaba desorientada, y sin duda esperaba que no hubiera dicho nada que me metiera en más
problemas. Los profundos dolores en mi cuerpo, totalmente hasta el hueso, me decían que no podía
soportar otro castigo en este momento.

Me quede acostada allí por un momento, buscando en mi cerebro información acerca de lo que
podríamos haber hablado o acerca de lo que posiblemente había dicho. Mis ojos se abrieron cuando
recordé haberle dicho que podía leer y una oleada de miedo se disparó a través de mí. No lo recordaba
estando enojado, en realidad si mal no recuerdo se reía. Él no iba a decir eso de mí, ¿verdad? Todavía
no sabía que pensar de él. El doctor Cullen dijo que la lealtad era esencial en su casa y que no había
secretos... ¿Eso significa que Edward le diría al doctor Cullen? Recuerdo haber hablado un poco de
Phoenix, exactamente que dije no estaba segura de ello. Tuve un destello recordándolo a él hablando
sobre sexo y como lo tenía, y diciendo algo sobre que él nunca me haría eso a mí. Mi corazón
comenzó a latir con fuerza. ¿Cómo surgió ese tema? Oh Dios, no le dije que tenía sentimientos por él,
¿cierto? Pensé.

Cerré mis ojos con fuerza, tratando de recordar detalles de la conversación, cuando sentí que la cama
se movió un poco a mi lado. Abrí mis ojos un poco para echar un vistazo y vi a Edward sentado junto a
mí, mirándome. Su expresión era gentil, compasiva, y eso pareció aliviar mis miedos casi de
inmediato. Obviamente no dije o hice algo muy malo para que él me mirara de esa forma.

“¿Tuviste una buena siesta?” Preguntó. Asentí e hice una ligera mueca por el dolor punzante en mi
cuello. “¿Te duele?”

“Un poco,” dije en voz baja. Sonrió levemente.

“Puedo traerte otro analgésico,” ofreció, empezando a ponerse de pie.

“¡No!” Casi grité, deteniéndolo. Se quedó inmóvil y se dio la vuelta, levantando una ceja hacia mí,
confuso por mi arrebato. “Yo, eh… prefiero que no.”

“Está bien,” dijo, riendo entre dientes. “Al menos déjame traerte algunos Tylenol o algo así.”

Sonreí. “De acuerdo.” Se paró y caminó hacia el baño. Me incorporé para quedar sentada, rodando mis
hombros y tratando de estirar mi espalda para aflojar los músculos. Él volvió después de un minuto
con una botella de Tylenol y un tubo blanco de algo. Se sentó en la cama y abrió la botella de pastillas,
entregándome dos. Estiró su mano hacia la mesita junto a su cama y agarró una botella medio llena de
agua.

“Te prometo que no tengo ninguna enfermedad, pero si no te agrada la idea de beber después de mí
voy a bajar y traerte una para ti.”

Sonreí levemente, tomando la botella. “Ya he bebido después de ti una vez, después de tu partido de
fútbol.”

Por un momento pareció confundido antes de sonreír, obviamente recordando que había tomado un
sorbo de la botella de alcohol que me había ofrecido. Se recostó hacia atrás en sus antebrazos,
observándome. Empecé a sonrojarme, un poco avergonzada por la atención de su mirada. Abrí el agua
y tomé un sorbo, poniendo las pastillas en mi boca. “Hablando de ese día, estoy seguro de que te debo
una por el masaje, y estoy dispuesto a pagar,” dijo, sosteniendo en alto el tubo blanco. Lo miré
sorprendida y me congelé a medio beber. Jadeé y bajó agua por mi tráquea. Empecé a toser y rocié
agua sobre mí y su manta, ahogándome. Me miró asustado al principio, antes de estirar su mano y
empezar a golpearme en la espalda.

“Cristo, Bella, ¿estás bien?” Preguntó. Tosí un par de veces más, tratando de recuperar el aliento, mis
ojos llorosos.

“Sí,” escupí. “Bien.” Levanté la mano y sequé mis ojos. Él suspiró pasándose la mano por su pelo.

“Sólo es Icy hot, (N.T. Una crema para el dolor que se llama así por eso no traduje el nombre) aliviará
el dolor de los músculos. No voy a, abusar de ti o algo así,” murmuró.

Lo miré sorprendida. “Oh, lo sé… me refiero a que, nunca pensé que fueras a tocarme… de esa
forma… tú sabes,” murmuré. “Sólo me sorprendió, eso es todo.”

Me miró por un momento, asintiendo. “Bien,” dijo en voz baja. “Como sea, sí… acuéstate boca
abajo.” Me dio una pequeña sonrisa y se la devolví.

Dejé el agua a un lado y me rodé sobre mi estómago. Cerré mi s ojos y me tensé un poco, esperando su
toque.

Pareció dudar, pero pude sentir la cama desplazarse un poco cuando se movió. Salté levemente, un
poco asustada, cuando sentí sus manos en mis tobillos. Se detuvo, supongo que dándome tiempo que
para acostumbrarme a su toque, antes de que empezara a frotar suavemente mis pantorrillas. Estaba
frotando algún tipo de crema en ellas y olía horrible, como un muy fuerte olor a menta que quemaba la
nariz. Al principio era muy frío pero hacía que mi piel se sintiera cálida y hormigueaba, relajándome
por completo. Suspiré contenta cuando el dolor parecía disiparse un poco.
Subió hasta mis muslos, frotando el Icy hot en ellos. Sus movimientos eran lentos y suaves, la
sensación de sus manos sobre mí enviaba chispas a través de mi cuerpo. Sus manos se movieron hacia
arriba, deteniéndose justo donde terminaban mis pantalones cortos.

Pareció dudar un poco antes de que fueran debajo de mi camiseta, masajeo la parte baja de mi espalda
y los lados. Su toque me hacía cosquillas y tuve que morderme el labio para contener la risa, pero no
puede evitar retorcerme un poco. Se detuvo con sus manos en mis costados antes de moverlas hacia
arriba, rozando el broche de mi bra. Empezó a masajear mi espalda y hombros, deslizando sus manos
con cuidado debajo de los tirantes de mi bra para frotar la pomada.

Después de un momento quitó sus manos, suspirando. “Siéntate para mí,” dijo en voz baja.

Abrí mis ojos y me incorporé, sentándome, volviéndome para quedar frente a él. Me sonrió y tomó un
poco de crema del tubo. Estiró sus manos y las puso ligeramente encima de mis rodillas, masajeando
despacio el frente de mis muslos. Otra vez me retorcí un poco cuando sus manos se movieron hacia
arriba a lo largo del interior de mis muslos. Él estaba mirando mis piernas, al parecer aturdido. Su
toque envió chispas por mi cuerpo, despertando cada centímetro de mí. Después de un momento, quitó
sus manos de mis muslos, un ligero suspiro escapó de sus labios mientras me echaba un vistazo.
Sonrió levemente y tomó mis brazos, frotando en ellos la pomada. Por último tomó un poco en su
mano, estirándola y rodeando un poco para frotarla en la parte trasera de mi cuello.

“Listo, terminamos. ¿Te sientes mejor?” Preguntó en voz baja, poniéndole de nuevo la tapa al tubo y
mirando alrededor. Después de un segundo se encogió de hombros y sólo tiró el Icy hot en el suelo
junto a la cama, en un montón de lo que supuse era ropa sucia.

“Sí, gracias,” dije, riéndome un poco y sacudiendo la cabeza mientras miraba el tubo en suelo. Miré
alrededor, notando todo tipo de porquerías tiradas por donde quiera. El suelo estaba lleno de ropa,
libros, papeles, plumas y lápices. No estaba exactamente sucio o antihigiénico, ya que no había de
verdad tierra, comida o basura. Sólo estaba totalmente caótico con todas sus pertenencias esparcidas
alrededor. La única cosa que estaba en su lugar era su colección de música. Tenía toda una pared llena
de estantes de música junto con su enorme equipo de sonido. Todo estaba organizado y me di cuenta
que su música significaba mucho para él.

“De nada. Y sí, lo sé, sigue siendo un puto desastre,” dijo, mirando alrededor de su habitación cuando
notó mi vista deambular. Sonreí con timidez, sintiéndome un poco mal por estar viendo sus cosas.

“Puedo limpiarlo para ti,” ofrecí.

Me miró con incredulidad. “No voy a hacer que limpies mi cuarto,” dijo, rodando sus ojos.

“Lo sé, sólo pensé en ofrecértelo. Has sido tan generoso conmigo que me encantaría hacer algo a
cambio. Además, me daría algo que hacer,” dije, encogiéndome de hombros.

Me miró fijamente por un momento, con la ceja levantada. Parecía estar pensado, supongo que
considerando mi oferta. Realmente no me importaba hacerlo para él. “Tal vez algún día,” dijo
finalmente, encogiéndose de hombros y volviendo su rostro, echándole un vistazo a la desordenada
habitación. “Pero hoy, definitivamente no. Justo ahora no estás en posición de tratar con un puto
desastre como este.”
Sonreí. “Bueno, algún día entonces.”

Después de un momento me miró, una mirada intensa. Los dos estuvimos en silencio por un rato y el
silencio comenzó a ponerse un poco incómodo. Estaba tratando de pensar en algo que decir que se
llevara la tensión que se estaba acumulando, para aligerar de nuevo el ánimo, pero pareciera que no
pudiera hacer funcionar mi cerebro correctamente en su presencia. Sus ojos verdes me observaban y
no lograba concentrarme en nada más que ellos.

“¿Qué tan bien puedes leer?” Espetó después de un momento, levantándome una ceja. Mis ojos se
abrieron, su pregunta ocasional me sorprendió. “Eh... o sea, no tan bien,” tartamudeé. “Puedo
reconocer palabras comunes y puedo deletrear muchas otras palabras, pero a veces me lleva un tiempo
entenderlas.”

Él asintió. “¿Puedes escribir?”

“Eh, muy poco. Quiero decir, supongo que sé lo básico, pero no soy muy buena en eso.”

Volvió a asentir y todo quedó en silencio. No tenía idea por qué me lo estaba preguntando, lo que
significaba, pero estaría mintiendo si dijera que no me asustaba un poco. Los últimos días, me había
sentido más cómoda alrededor de Edward. No es que exactamente confiara en él, ya que en mi mundo
era una estupidez el poner tu confianza en otro. En primer lugar tienes que ver por ti mismo, y poner
tu confianza en otros sólo te hacía más vulnerable para ser aventado en la línea de fuego. La gente te
tiraría debajo de un autobús en un latido, para desviar la atención de sí mismos.

Eché un vistazo alrededor de la habitación de nuevo, necesitando evitar la mirada de esos ojos
hipnóticos, mi mirada se posó en su reloj de alarma. “¡Oh wow, no me di cuenta que era tan tarde!”
Exclamé cuando vi que ya eran las 4pm.

Edward miró el reloj. “Sí, dormiste un par de horas,” dijo. Comenzó a reírse después de un segundo.
“También debes haber tenido algunos sueños divertidos.”

Mis ojos se abrieron. Sabía que hablaba dormida, mi madre solía hacer comentarios al respecto
mientras crecía. De repente estaba extremadamente avergonzada y un poco asustada por lo que debí
haber dicho. Sentí aumentar la calidez de mis mejillas mientras el rubor se deslizaba por mi rostro. Él
se rió.

“Oh, no te avergüences. No dijiste nada demasiado loco,” dijo encogiéndose de hombros, pero el que
haya enfatizado la palabra “demasiado” no se me escapó. Asentí pero estaba tratando de recordar
mentalmente qué estaba soñando y así tener una idea de lo que pude haber dicho. A menudo Edward se
infiltraba en mis sueños y estaba temerosa de que hubiera dicho algo sobre él.

Mi estómago escogió ese momento para gruñir con fuerza. El día anterior no había cenado, tomando
en cuenta que estuve esposada a la cama toda la noche, y hoy todavía no había comido. Me sonrojé
aún más y él volvió a reír.

“¿Quieres que te traiga algo de comer?” me ofreció. Lo miré fijamente por un momento,
considerándolo, antes de negar con la cabeza.
“Creo que debería tratar de levantarme y moverme un poco,” dije. Pareció un ligeramente herido, una
extraña expresión destelló en su rostro. “¡Agradezco la oferta, de verdad! Es sólo que, cuanto más
tiempo este acostada más difícil va a ser mañana cuando tenga que levantarme, limpiar y hacer otras
cosas.” No quería molestarlo o hacerle pensar que no apreciaba lo que había hecho por mí hasta ahora.
Nadie había sido tan amable conmigo nunca como él lo había sido hoy y, de verdad, estaba agradecida
por ello.

Asintió. “Entiendo.” Se paró y me tendió su mano. Y me ayudó a levantarme para ponerme de pie. Me
sentía un poco mejor, gracias al Icy hot y el Tylenol, pero poner el peso sobre mis piernas fue un poco
difícil cuando mis rodillas estaban tan adoloridas.

Edward mantuvo su agarre firme en mi mano y me ayudó a caminar hacia la puerta. Tuve que dar
pequeños y lentos pasos, haciendo una ligera mueca cuando ejercía presión sobre mis rodillas. Tenía
la esperanza que una vez me moviera por ahí sería más fácil, que mi cuerpo se adaptaría. Salimos al
pasillo, la mano de Edward en la mía, y me llevó despacio a las escaleras.

Bajar las escaleras fue un poco difícil, pero Edward se aferró a mí todo el tiempo. Finalmente
logramos bajar hasta el vestíbulo y suspiré, tratando de sacar mi mano de la suya. Él dudó,
manteniendo su agarre por un momento. Me miró inquisitivamente y suspiró, soltándome finalmente.
“¿Quieres comer algo?” Pregunté en voz baja. Sólo me miraba, la mirada en su rostro ilegible.
Después de un momento negó con la cabeza lentamente. Le di una pequeña sonrisa, asintiendo, y me
dirigí a la cocina por mi cuenta.

Abrí el refrigerador y saqué una botella de agua. Miré a mí alrededor, agarrando un paquete de pan y
un poco de pavo y queso. Me hice un sándwich rápidamente y estaba guardando las cosas cuando
escuché la voz de Jasper. Todavía no me quedaba claro que había dormido tan tarde que los chicos ya
estarían de vuelta en casa de la escuela.

“¿Ella está bien?” Japer le preguntó a Edward, su voz baja, pero lo suficientemente alta como para que
la escuchara desde donde yo estaba. Sonreí levemente por el hecho de que Jasper estuviera preocupado
por mí. Era una persona dulce, tan compasiva.

“Tan bien como puede estar, supongo. Ella es un chingo más fuerte de lo que pensé,” Edward le
respondió.

“Sí, estoy sorprendido de verla ya levantada. Cuando Papá castigó a Janet por primera vez, ella estuvo
por lo menos dos días fuera de servicio,” Jasper susurró.

“Sí, bueno, Isabella la tuvo peor. Él apenas si le dio un poco de libertad para moverse, amarrándola a
la cama de rodillas. No puedo creer que haya hecho esa mierda, él sabía muy bien lo que hacía,”
Edward dijo.

“¡¿Entraste anoche?!” Jasper preguntó. “Cristo, Edward, si te hubiera atrapado…”

“Pero no me atrapó. Simplemente no pude dejarla allí sola, tenía que asegurarme de que estaba bien,”
dijo Edward. Había un dejo de tristeza en su voz que hizo que mi corazón latiera.

Oí que Jasper suspiró. “¿Estás bien? Me refiero a que, sé que no hemos hablado acerca de lo que
dijiste ese día y te conozco, lo vas a negar, pero sabes que no soy estúpido. Me doy cuenta. Y sé que
todo esto tiene que ser difícil...”

“¿Podemos de verdad no hablar justo ahora de esa mierda? Maldición, ella probablemente puede
escucharnos,” Edward dijo rápidamente, con brusquedad, su voz fuerte y afilada. Envió un escalofrío
por mi espalda. Edward había sido todo el día conmigo dulce y gentil, pero esto una vez más era un
recordatorio de que él tenía otro lado. Un lado volátil y peligroso.

Jasper se calló de una vez. Me quedé parada a lado de la encimera, haciendo caso omiso de mis
punzantes rodillas y comí rápidamente. Me di la vuelta y salí cojeando de la cocina, viendo a ambos,
Edward y Jasper parados en silencio en el vestíbulo. Jasper me sonrió con tristeza y Edward estaba
mirando al suelo, luciendo molesto.

Pasé junto a ellos, un poco confusa por la conversación que acababan de tener y la espesa tensión que
permanecía entre ellos ahora. ¿Qué había dicho Edward antes y que ahora negaba? ¿Y por qué la
mención de eso había hecho que Edward estallara de esa forma?

“Joder,” Edward escupió, su voz casi un gruñido. Había rabia en ella que era de alguna manera
aterradora.

“Sí, también lo veo,” Jasper respondió, su voz baja y mezclada con tristeza. No tenía idea de lo que
estaban hablando y no me molesté en detenerme para averiguarlo, parte de mí ni siquiera quería
saberlo. Utilicé el baño de abajo y volví a salir para encontrarme a Jasper esperándome justo al otro
lado de la puerta. Lo miré inquisitivamente y me sonrió levemente. Tomó mi brazo y me llevó al sofá,
sentándome con cuidado. Me acomodó de tal manera que quedara recostada de lado y mis ojos se
ampliaron por la sorpresa cuando él se sentó, agarrando mis piernas y poniéndolas en su regazo.

Edward entró en la habitación, cargando lo que parecían ser dos paquetes de hielo de primeros
auxilios. Se acercó y con cuidado los puso sobre mis rodillas, colocándolos de tal manera que no se
cayeran.

Siseé por el frío y lo miré inquisitivamente.

“Tus rodillas están hinchadas, esa mierda tiene que doler. El frío lo bajará un poco,” dijo. Asentí,
mirándolo. Sonrió levemente antes de acercarse a una silla y prácticamente dejarse caer en ella.

Jasper tomó el control remoto y me sonrió levemente mientras ponía un episodio de Jeopardy que
había grabado con el DVR. Edward gruñó, obviamente después de haber tenido que soportar horas del
programa de juegos con su hermano en los últimos años, pero por lo demás no hizo ningún
comentario.

Nos sentamos allí, platicando casualmente y viendo televisión. Tuve que reír a algunas de las
respuestas de Jasper a las preguntas de Jeopardy. En algún momento que respondí correctamente una
pregunta, Edward y Jasper me miraban sorprendidos, ninguno de los dos sabía la respuesta.

En un momento dado, Jasper estiró sus manos y comenzó a masajear mis pies. Le dije que no tenía
que hacer todo eso, que estaba acostumbrada a lidiar con el dolor, pero no me hizo caso y de todos
modos lo hizo. No tenía exactamente bonitos pies, ya que eran la parte más maltratada de mí, así que
me sorprendió que incluso los tocara. Suspiré contenta y cerré los ojos después que se negó a
detenerse, permitiéndome disfrutarlo ya que se sentía increíble.

Después de un rato la puerta principal se abrió y me tensé cuando escuché una risa femenina. Edward
gruñó y mis ojos se abrieron, mi cabeza se movió rápidamente en su dirección. Dejó caer su cabeza
ligeramente y pasó sus dedos por su cabello, luciendo irritado. Miré en dirección al vestíbulo y vi
cuando Emmett y su novia Rose entraron, seguidos por Alice. Alice sonrió ampliamente cuando me
vio.

“¡Hola, Isabella!” dijo. Sonreí ante su entusiasmo. Imaginaba que era casi imposible estar triste en
presencia de Alice, porque ella rezumaba felicidad.

“Hola, Alice.” Me sentía un poco incómoda con mis piernas en su novio, sobretodo tomando en cuenta
que seguía masajeando mis pies, pero no pareció perturbarla.

Se inclinó y besó a Jasper en los labios, apretándose junto a él en el sofá de tal manera que mis pies
casi la tocaban.

“¿Qué te pasó?” Preguntó, mirando mis rodillas. Jasper me miró con tristeza y abrió la boca para
hablar, pero yo lo interrumpí rápidamente.

“Soy torpe,” dije simplemente. Jasper me miró sorprendido por mi respuesta y Alice sonrió con
tristeza. No sé si me creyó, pero esperaba que sí, ya que de verdad no quería que supiera la verdad.

Ya estaba avergonzada lo suficiente por ello como estaba, con los chicos mirándome con tanta
lástima. No quería también su lástima, sólo me haría sentir peor.

Pude sentir sus ojos sobre mí y eché un vistazo en su dirección para ver a Rose mirándome fijamente.
Ella vio a Jasper masajeando mis pies, dándole una expresión de incredulidad, antes que su mirada
deambulara y se fijara en mi pecho. Levantó una ceja y de repente me sentí cohibida, bajando la
mirada. Mis ojos se abrieron cuando me di cuenta que seguía usando la camiseta de fútbol de Edward.

No entendía completamente su reacción. Parecía molesta por mi presencia, no muy contenta por el
hecho de que Edward y Jasper estaban siendo agradables conmigo. Era evidente que yo no le agradaba
y estaba incómoda estando cerca de ella. Apenas la conocía así que no podía predecir sus estados de
ánimo, no podía predecir lo que haría o como iba a reaccionar.

“Así que, Edward,” Rosalie finalmente dijo, rompiendo la incómoda tensión en la sala. Vi una
pequeña sonrisa en sus labios que me asustó un poco, ya que lucía maliciosa. Edward gruñó.

“¿Qué?” dijo bruscamente, su voz llena de irritación.

“¿A quién vas a llevar a la fiesta de Bienvenida?” Preguntó, sentándose en el brazo del sofá junto a
Alice.

Él gruñó de nuevo. “No sé, ni siquiera sé si voy a ir,” murmuró.

Rose se rió. “Por supuesto que vas a ir. Y en serio, tienes que resolver pronto esa mierda porque tienes
a la mitad del Instituto de Forks con un manojo de nervios. Todas las chicas conteniéndose, esperando
que Edward Cullen se los pida, y eso está encabronando a los chicos porque ninguna de las chicas se
compromete a ir con ellos.”

Edward suspiró. “Lo sé. Lo resolveré en el fin de semana.”

Nadie dijo nada después de eso, pero Jasper y Alice, ambos fruncieron el ceño y le lanzaron a Edward
miradas comprensivas. No entendía, ni siquiera tenía idea de que era una fiesta de Bienvenida.

Todos nos quedamos sentados ahí un rato, el resto de ellos platicando un poco pero yo me quedé en
silencio. En algún momento Alice estiró su mano y me hizo cosquillas en la parte de abajo del pie. Me
asustó e instintivamente alejé mi pie, gritando cuando el dolor viajó a través de mi pierna por el
movimiento repentino.

La bolsa de hielo se cayó de mi rodilla y golpeó el suelo. Los ojos de Alice se ampliaron mientras me
miraba fijamente, obviamente no esperaba mi reacción. Edward se levantó de un salto rápidamente,
gimiendo tan fuerte que se escuchó como un gruñido. Agarró el paquete de hielo y lo puso de nuevo en
mi rodilla con cuidado.

Alice intentó disculparse pero no le di importancia, diciéndole que no había ningún problema.

Eventualmente Alice y Rosalie se levantaron, ambas diciendo que tenían que llegar a casa. Alice me
dijo adiós y salieron. En el momento en que llegaron al vestíbulo la puerta principal se abrió
abruptamente.

“Hola, doc,” dijo Rosalie. Escuché una risa y me tensé, al darme cuenta que el doctor Cullen estaba en
casa. Miré el reloj y vi que eran las 5:45, lo que quería decir que había llegado temprano.

“Hola, chicas,” dijo, saludando a Rosalie y a Alice.

“¡¿Podemos tener otra vez una fiesta de Halloween este año?!” Alice soltó con entusiasmo, su voz
acelerada y las palabras pegadas apenas si se entendieron. Todos se echaron a reír, evidentemente
encontrando algo gracioso en ello. Yo me quedé sentada en silencio.

“Por supuesto que puedes. Aunque, estaré fuera de la ciudad ese día, así que siempre que me prometas
que no destruirás mi casa, es tuya,” dijo el doctor Cullen. Alice chilló.

“¡Ni siquiera te darás cuenta que tuvimos una fiesta, lo prometo!” Alice exclamó.

“Sí, estará limpia para cuando regreses,” dijo Rosalie. “Para eso tienes a la chica esclava, ¿cierto?”

Su tono fue un poco malicioso. Bajé la vista en el momento que las palabras dejaron sus labios, una
sensación de agitación se movió por mi estómago. De pronto me sentí muy incómoda allí.

“Demonios, Rose,” dijo Emmett, sonando un poco irritado. Levanté la vista y vi que estaba frunciendo
el ceño. Miré junto a mí y vi que Jasper me observaba. Me sonrió compasivamente pero aparté la
mirada rápidamente, incapaz de sostenerla. No quería su lástima. Estiré mis manos y quité los
paquetes de hielo de mis rodillas, bajando las piernas del regazo de Jasper y sentándome. Podía sentir
la mirada de Edward en mí, podía sentirla con tanta fuerza que me sorprendía que no hubiera hecho
unos hoyos a través de mí. Sin embargo, no podía mirarlo. No quería ver su expresión.
“Sé amable,” dijo el doctor Cullen en un tono paternal. Las chicas dijeron adiós entre dientes y
salieron, cerrando la puerta detrás de ellas.

Me quedé sentada, mirando hacia el suelo cuando el doctor Cullen entró. Se detuvo cuando llegó a la
sala de estar, suspirando. Hubo un extremadamente incómodo silencio y tensión que entraron con él,
peor de lo que nunca había sido. Sentí como que iba a vomitar, pero me contuve, centrando toda mi
atención en un pequeño punto en el suelo. Parecía como suciedad, una mancha, y estaba haciendo una
nota mental para fregarla más tarde cuando limpiara. Traté de pensar en qué químico sería mejor usar,
era algo completamente ridículo estar pensando en eso en ese momento, pero necesitaba algo para
mantener alejada mi atención del doctor Cullen y lo mal que me sentía cerca de él.

“Chicos, ¿podrían subir a su habitación por unos minutos? Me gustaría hablar con Isabella a solas,”
dijo finalmente, rompiendo el silencio. Mi corazón comenzó a acelerarse, el miedo corriendo a través
de mí tan intenso que mis manos comenzaron a temblar. Aunque, traté de mantener la calma y seguí
mirando fijamente el punto en el suelo. Después de un segundo Jasper y Emmett se pararon y pude
escuchar sus pasos cuando salieron. Edward se paró y dio unos pasos pero vaciló cuando se acercó a su
padre. Eche un breve vistazo y vi que él estaba mirando fijamente al doctor Cullen y pareciera que
quisiera decir algo. El doctor Cullen sólo lo miró, obviamente esperando a ver si hablaba. Después de
un momento Edward negó con la cabeza y apartó su mirada, dejando la sala rápidamente.

El doctor Cullen avanzó y mis ojos volvieron a bajar al suelo rápidamente, mirando ese punto de
nuevo fijamente. Se detuvo cuando llegó a mí, poniéndose en cuclillas delante de mí. Estaba
bloqueando el punto en el que había estado centrada así que miraba su hombro, incapaz de mirarlo a
los ojos. Había un hilo suelto en su camisa y me hice otra nota mental de encontrar la camisa y
cortarlo con las tijeras luego. Podía sentir su mirada sobre mí, pero tenía mucho miedo de mirarlo.

Por el rabillo del ojo vi que su mano subió y retrocedí, alejándome de él lo más que pude. Volví mi
cabeza hacia otro lado y presioné mi espalda contra el sofá, envolviendo mis brazos alrededor de mi
pecho. Se detuvo brevemente, al ver mi miedo, pero después de un momento, levantó su mano y la
puso en mi rodilla. La sensación de náuseas en la boca de mi estómago se encendió cuando su piel
entró en contacto con la mía y mordí mi labio inferior con fuerza, tratando de aguantar. Mis ojos se
llenaron de lágrimas.

“Debes de guardar reposo por unos días,” dijo mientras pasaba sus dedos por encima de mis rodillas y
las apretaba un poco. Hice una mueca, ya que estaban sensibles, y la sensación de sus manos sobre mí
me aterrorizaba.

“Estoy bien, señor,” dije rápidamente, mi voz temblorosa. Él suspiró.

“Tienes bursitis de rodilla por estar mucho tiempo de rodillas. Es cuando el pequeño saco sobre tu
rótula se inflama y se llena de líquido. Necesitas descansar con frecuencia y ponerles hielo algunas
veces al día hasta que la hinchazón desaparezca. Te conseguiré algo de Ibuprofeno para que tomes
también, ya que va a dolerte por un tiempo. ¿Entiendes?”

“Sí, señor,” dije.

“También tengo el resultado de tus exámenes. Estás sorprendentemente saludable, dada las
condiciones en las que vivías. Tienes algo de anemia, así que voy a darte algunas vitaminas, y por
supuesto estás por debajo de tu peso pero aparte de eso, estás bien,” dijo.

“Está bien,” dije, sin saber que más decir y sin querer parecer indiferente.

Soltó mi rodilla, pero no se levantó. Era incómodo, él de cuclillas frente a mí y mirándome fijamente
y nada quería más que se alejara de mí.

“¿Isabella?” dijo después de un momento, su voz un poco más suave que antes. “Mírame, por favor.”

Suspiré y miré hacia él. Sus ojos eran suaves, su mirada un poco triste. Había compasión en sus ojos,
lástima, que me hacía sentir más enferma. Sabía que estaba mal pero tuve que apartar la mirada
rápidamente, incapaz de soportarlo. Sentí que una lágrima se deslizó por mi mejilla y mentalmente me
maldije por ser tan débil. “Entiendo que estés molesta. Sé que no va a cambiar nada, pero por si sirve
de algo, no tenía la intención de ser tan cruel contigo.”

Asentí, sin poder hablar. Tenía miedo que sí destrababa mi mandíbula y abría la boca para hablar
perdería el control. No comprendía, ya que nunca había tenido estás reacciones después de que Charles
me castigara. Había soportado tanto de él y después era capaz de levantarme y seguir adelante. Pero en
una noche, sin siquiera levantar su mano hacia mí, el doctor Cullen me hizo pedazos.

“E ignora a Rosalie. Ella a menudo dice cosas sólo para hacer perder los estribos a alguien,” añadió,
poniéndose de pie. Después de un momento se dio la vuelta, saliendo de la sala de estar y subiendo las
escaleras. Me quedé allí sentada en silencio, tratando de serenarme. Necesitaba otra vez calmarme de
alguna manera, levantar mis muros y recuperar mis fuerza para poder seguir adelante. Finalmente me
levanté del sofá, haciendo una mueca por el dolor, y subiendo las escaleras. Llevaba la mitad del
primer piso cuando Edward y el doctor Cullen empezaron a bajarlas. Ambos se congelaron al verme.

Terminé de subirlas y murmuré un “con su permiso,” rozando a Edward al pasar junto a él y cojeando
un poco. Edward gimió, negando con la cabeza. Emmett salió de su habitación y me levantó sus cejas.

“¿No deberías tomártelo con calma, chica?” Preguntó. Yo sólo lo miré, y me encogí de hombros
levemente. Él rodó sus ojos y se acercó a mí, y grité cuando me levantó rápidamente.

“Cristo, Emmett, joder, se cuidadoso. Está lastimada,” Edward dijo con brusquedad.

“Oh relájate, ella es más fuerte de lo que piensas,” Emmett dijo con indiferencia, dirigiéndose al
tercer piso. Me sonrió levemente y abrió la puerta de mi habitación, sentándome en mi sofá.

“Eh, gracias,” murmuré, un poco aturdida. Además de las veces que había pasado el rato con él y
Jasper, no teníamos mucha interacción. La mayor parte de su tiempo la pasaba con su novia.

“No hay de qué,” dijo, encogiéndose de hombros. Sonrió y se dio la vuelta para salir, cerrando la
puerta detrás de él.

El resto de la noche voló relativamente rápido, ya que la pasé en mi cuarto bajo llave.
Afortunadamente nadie me molestó, ya que no estaba con el estado de ánimo para tratar con ninguno
de ellos. Me sentí mal por eso, cuando Jasper y Edward y hasta Emmett habían sido tan amables
conmigo, no podía lidiar con sus miradas. No quería su lástima o compasión. No quería que me
miraran como si realmente les importara lo que me pasaba. Yo no era más que algo de su propiedad
que habían comprado para hacer su vida más fácil.

A pesar de la siesta demasiado larga que había tomado más temprano durante el día, seguía agotada.
Me fui a la cama temprano, suspirando cuando mi cabeza tocó la almohada. No se sentía bien, la cama
no era tan cómoda, la almohada no olía como Edward. Traté de alejar ese pensamiento, sin querer
lidiar con eso. No quería sentir algo por él.

Esa noche tuve pesadillas. Pesadillas sobre el doctor Cullen y esa mirada que había tenido en sus ojos.
Me desperté asustada a mitad de la noche, sudando, temblando y con náuseas. Salí de la cama y corrí
al baño tan rápido como pude, lo que no fue fácil cuando el dolor seguía tan fuerte. Me desplomé en el
suelo frente a la taza del baño con náuseas y dando arcadas sin vomitar nada. Golpear la baldosa fría
empeoró mis rodillas aún más, enviando un dolor intenso a través de mis piernas. Mis ojos se llenaron
de lágrimas y comencé a sollozar, completamente abrumada y temblorosa. Cuando mi cuerpo se
tranquilizó y ya no daba arcadas, me acosté en el suelo y lloré en silencio. Lloré por mí, y por mi
madre, y por todo aquel cuya vida no le pertenece. Lloré por cada niño en el mundo que despierta cada
día sin su libertad, quienes nunca conocerán una vida sin dolor. Lloré por todos los que nunca
experimentarán el amor, aquellos que sólo conocen una vida llena de abusos.

Desperté la mañana siguiente, aún en el duro suelo frío del baño. Me obligué a levantarme, ignorando
el dolor cuando dormir en el suelo sólo lo había hecho peor. La casa estaba completamente en
silencio, ya todos se habían ido. Me dirigí a la planta baja, todavía cojeando, pero me obligué a
hacerlo, negándome a darme por vencida. Limpié la casa, fregando de arriba abajo lo mejor que pude
en mi condición. El dolor no me lo impidió, me animó a seguir adelante.

Estaba acostumbrada a eso, el dolor era algo que conocía muy bien. El dolor me recordó exactamente
quién era yo, me recordó mi lugar. Lo había estado olvidando últimamente, tan envuelta en esas
pequeñas partículas de libertad que había tenido en mis manos. Así que de cierto modo, era
bienvenido. Cada dolor punzante y fuerte ardor que se dispara en mí era un recordatorio de que aún
estaba viva, que era una sobreviviente.

Por primera vez desde que llegué a la casa de los Cullen, finalmente algo se sintió familiar para mí.
Capítulo 21 La relevancia de un hombre

“La relevancia de un hombre no está en lo que él ha logrado, sino más bien en lo que anhela
lograr.”—Kahlil Gibran.

Edward CULLen

Baile de Bienvenida.

Debería estar emocionado, ¿cierto? Después de todo, era mi puto momento de brillar. Todo el mundo
me prestaba atención la semana del baile de Bienvenida, todos los ojos en Edward Cullen, quaterback,
titular.

Rose no había mentido cuando dijo que todas las chicas del Instituto estaban conteniéndose hasta que
yo escogiera una cita. Francamente no me importaba; esas perras no podían importarme menos. Sólo
porque te lleve al baile no significa que te vayas conmigo. Entré a la escuela ese viernes por la
mañana, resuelto a invitar a la primera perra que se me acercara y terminar con esto.

Sin embargo, Stanley no contaba. Es seguro que en ocasiones especiales como los bailes las perras se
regalen y no tengo deseos de follar a esa zorra de nuevo, a pesar de que prácticamente había vuelto
arrojarse sobre mí todos los días. Francamente no tengo ganas de follar a nadie por el momento, lo que
era loco porque yo siempre tengo ganas de follar, así que eso no se le podía llamar exactamente un
factor de motivación. Cuando Stanley puntual como un reloj se acercó a mí en el estacionamiento de
la escuela, la mandé a volar. Podía ir con Newton, eran la pareja perfecta, los dos pendejos.

Entre en el edificio y me dirigí a mi casillero, parándome en seco cuando vi a Tanya bloqueándolo, su


cuerpo apoyado en la puerta. Llevaba la puta falda más corta que había visto nunca, sus largas piernas
desnudas y luciendo indecente. Me sorprendería si no la suspendieran por esa mierda, pero conociendo
a Tanya saldría de eso con una mamada. Negué con la cabeza y me acerqué a ella.

“Buenos días, Edward,” dijo ella prácticamente en un puto ronroneo. No puede evitar reír con
suficiencia ante sus intentos de seducción. Lástima por ella, esa mierda no iba a funcionar hoy.

“Buenos días a ti también,” dije. Me di la vuelta para abrir mi casillero y por suerte ella se quitó del
maldito camino antes de que la abriera, porque definitivamente la hubiera golpeado con ella y me
hubiera importado una mierda.

“¿Me prestas tus apuntes de trigonometría de ayer?” Preguntó, su voz seguía siendo ese ronroneo
seductor. Tenía que darle crédito a Tanya, ella podía hacer que hasta una palabra como trigonometría
sonara sexual.

Negué con la cabeza. “No es posible,” dije. Los tenía y sabía exactamente donde estaban pero si quería
notas debería haber prestado atención como el resto de nosotros. Además, yo tenía la costumbre de
garabatear en mis papeles y no había forma de saber qué otra cosa vería en ellos. Sólo me miró, sin
sorprenderse de lo que dije ya que siempre decía que no cuando la pinche gente me pedía cosas porque
no era una persona generosa. Soy un abusivo, eso es lo que soy. Espero que la gente me dé mierdas,
pero no doy nada a cambio. Tanya hizo sobresalir su labio inferior en un ridículo puchero después de
un momento, recordándome de alguna mierda que Stanley haría. Rodé los ojos y me encogí de
hombros. “Pero sé de algo que puedo hacer por ti.”

“¿Y qué es eso?” Preguntó, sonriendo.

“Puedo llevarte al maldito baile,” dije, encogiéndome de hombros. Sus ojos se ampliaron y su sonrisa
se iluminó y lucía como si hubiera ganado la puñetera lotería, lo que me hizo sonreír de nuevo con
suficiencia. Supongo que de alguna manera yo era la lotería en este pozo de mierda.

Así que, sí, eso fue hace una puta semana. Y esta semana pasada el Instituto de Forks ha estado en
modalidad de baile de Bienvenida, en un frenesí como si fuera la segunda venida de Cristo o algo así.
Y todo el tiempo he estado con un maldito mal humor, negándome a participar en esa ridiculez. Mis
hermanos aman el pinche espíritu de la semana, al igual que Alice. Rose cree que es demasiado buena
para esa mierda, pero me di cuenta que se divertía por el comportamiento de Emmett. A medida que la
semana pasaba, se hizo más y más ridículo, y yo me ponía más y más irritado.
Lunes fue un día de jornada para la orientación profesional, Jasper llevaba una bata de laboratorio de
papá y un estetoscopio, mientras que Emmett usaba un traje y llevaba un maletín porque quería ser un
puto CEO o algo así. Me dieron un montón de mierda porque no me disfracé. ¿Qué querían que
hiciera, que pusiera unos pinches zapatos con punta de ala y cargar con una AK-47? Porque al paso en
que iba, ese era mi futuro.

El martes era día de pijamas, lo que me molestó al extremo. Porque me vi forzado a mirar todas las
pijamas color rosa chicle con mierdas ridículas como caniches sobre ellas. Cristo, ¿podía una o dos de
ellas ser jodidamente razonable y usar un puto negligé o algo así? Joder al menos darme algo para
mirar. Emmett llevaba unas pijamas de Superman que ese día mostraba demasiado el maldito bulto en
sus pantalones. Jasper al menos tuvo la decencia de llevar algo más normal.

Miércoles fue el día de la “Infancia”, lo que me hizo sentir como un maldito pervertido estando
rodeando de tantas chicas con coletas, moños de color rosa, calcetines con vuelos y zapatos Mary
Jane. Emmett, les juro esa mierda, llevaba pantalones de brinca charcos y una maldita camiseta de los
Pitufos y trajo un puto triciclo a la escuela para montarlo alrededor de la plaza. Eso era algo que nunca
jodidos quería volver a ver. Jasper no estaba mucho mejor con sus overoles y su camiseta de los Dukes
de Hazard. Juro que nunca usamos esas mierdas de niños.

Y al jueves se le llamó el “día de locos”, donde se suponía que tenías que lucir totalmente ridículo con
toda la intención. Y vaya si mis hermanos tuvieron pinche éxito. Me negué a darle a alguno de esos
cabrones un aventón a la escuela. Ni siquiera quiero dar detalles de lo que llevaban puesto, pero juro
que la mitad lo consiguieron del armario de Isabella.

Hoy fue el día de los colores de la escuela y he visto más perras con pelo azul de lo que podía contar.
No era lindo, en lo absoluto. Pero al menos hoy me sumé usando mi camiseta de fútbol.

No me malinterpreten, por lo general me encantaría la semana del baile de Bienvenida. Y me di cuenta


que soné como el más grande cabrón en el mundo, como si tuviera un palo atorado en el culo o algo
así, pero no puedo evitarlo. Sabía la razón exacta por la que había estado de mal humor y esa razón
duerme en la puta habitación frente a la mía.

Ha estado fría toda la maldita semana y me estaba volviendo loco. Pareciera que desde que Rose la
llamara ‘esclava’ enfrente de ella, carajos, ha estado actuando como una. Ha estado hablando como un
pinche robot, llamándome amo Edward y odio esa mierda. Juro que quiero romperle la madre a
Rosalie por hacer eso, pero en el pasado todos simplemente la ignorábamos cuando actuaba como una
perra y si la defendiera ahora sería como si ondeara una puta bandera enorme de color rojo delante de
la cara de todos. Pero quiero de vuelta a la chica que durmió una siesta en mi cama y dijo cosas
devastadoramente tiernas y dulces en su sueño. La chica que reía y que se abrió conmigo. Porque esa
jodida chica me hace feliz, y me daba cuenta que sin ella era sólo un cabrón insoportable.

No era como si pudiera hacer algo al respecto, así que no sé porqué estaba siendo una perra llorona por
ello. No era como si pudiera demostrar mis sentimientos. Cristo, incluso me he encontrado soñando
despierto con llevarla al baile, ya que ella era la única con la que realmente quería hacer cualquier
cosa. Apuesto a que se vería impresionante vestida elegantemente con un vestido largo que abrace su
cuerpo, mostrando todas sus curvas. Porque a pesar de que estaba malditamente delgada y necesitaba
comer más, tenía una natural forma curvilínea y un bonito culo el cual me sorprendo a mí mismo
mirándolo constantemente como un puto pervertido. Aunque, era inútil pensar en todo eso, cuando no
podía llevarla. Aún si ella quisiera ir, eso sería como agitar una maldita bandera roja delante de papá.
Pero demonios si no iba a seguir soñando con esa mierda.

Y toda la semana ha sentido dolor, pero ha estado siendo tan jodidamente terca y se niega a tomar un
descanso. Ha estado limpiando y cocinando hasta caérsele el culo. Sólo quería agarrarla y sacudirla
hasta sacarle la mierda y decirle que se relajara. Porque me iba a hacer explotar si no me daba pronto
una puta sonrisa.

El que haya dejado de sonreír me estaba matando. Era seguro que la vería hacerlo en su sueño cuando
decía mi nombre pero ni siquiera eso ha vuelto a suceder. Porque nunca jodidos duerme. Esa noche la
escuché llorando, la noche siguiente de que papá le hizo esa mierda. Carajo, ella estaba sollozando y
me mató escucharla pero no sabía que hacer al respecto. Quería ir con ella y tratar de consolarla, y
luché contra el puñetero impulso por no querer ser un idiota e irrumpir ahí si ella sólo quería estar
sola. Sus sollozos cesaron eventualmente y su habitación quedó en silencio, así que entré a hurtadillas
para ver como estaba. Estaba confundido cuando vi que no estaba en su cama, pero vi la luz del baño
estaba prendida y me imaginé que estaba allí. Quería entrar y verificar que estaba bien, pero entrar en
su cuarto ya era bastante malo, no había puta manera de que entrara en su baño siguiéndola. Eso estaba
jodidamente mal, la idea se sentía pervertida. Así que volví a mi habitación y di vueltas toda la
maldita noche, preocupado.

Los siguientes días fueron igual de malos. La escuché moverse por su habitación toda la pinche noche,
sin descansar, joder, hasta sin dormir. Lloraba casi todas las noches y eso me carcome, rompe mi puto
corazón. No quería que llorara, no quería que sufriera. Pero la forma en que me hablaba me hacía
pensar que era parte de la puta razón de que estuviera sufriendo. Y quería ir con ella pero no quería
empeorar las cosas, no podía hacerle eso. No podía ser tan jodidamente egoísta. Dios, ¿dónde se había
ido la dulce chica con la sonrisa contagiosa? Echaba de menos verla dormir, escuchándola decir mi
nombre y ver como esa sonrisa curvaba sus labios hacia arriba. Amaba esa mierda. La esperaba. ¿Qué
tan patético era que el la mejor parte de mi día era cuando entraba a hurtadillas a la maldita habitación
de una chica para espiarla como Tom el mirón? (N.T. Un personaje de la leyenda de Lady Godiva que
no pudo resistir la tentación de mirar a la mujer por un agujero. Un Voyeur) Pero sí, no había estado
sucediendo y era jodidamente desdichado por eso.

Anduve en el desfile del baile de Bienvenida de la escuela, saludando y sonriendo como una puta
celebridad. Las perras gritaban mi nombre, pero me importaba una mierda. Isabella estaba bajo mi
piel.

Después del desfile, salté de mi Volvo e iba a encontrarme con los chicos para ir a comer algo antes
del partido, como de costumbre, a pesar de que no estaba precisamente de humor para eso. Pero era
una tradición, y no puedes romper una puñetera tradición como esa antes de un gran juego. Eso es
simplemente estar rogando por mala suerte. Estaba sentado en el estacionamiento de la escuela,
tratando de despejar mi cabeza. Tenía un juego esta noche, necesitaba concentrarme y resultaba difícil
sacar a Isabella de mi mente.

La puerta del pasajero de mi coche se abrió y mi cabeza se movió rápidamente en esa dirección, la ira
surgió a través de mí instintivamente porque alguien estaba en mi puto coche sin mi permiso. La gente
sabía cómo me sentía respecto a mi coche. Entrar en mi coche sin mi permiso sería como follar a mi
novia… si tuviera una. Era una maldita violación y sólo estarías pidiendo que te pateara el culo. Mis
ojos se abrieron un poco y la ira fue remplazada por la confusión cuando vi el pequeño trasero de
Alice subir. Cerró la puerta y se volvió hacia mí, sonriendo con dulzura.

“Hola, Edward,” dijo.

Sonreí levemente. “Hola, enana, ¿qué pasa?”

Se encogió de hombros. “No mucho, sólo quería asegurarme de que estabas bien.”

Mi ceño se frunció y la miré con incredulidad. ¿Estaba checándome? “¿Por qué no lo estaría? Tú sabes
cómo soy Alice. Esta gente está alimentando mi ego hoy. ¿Qué otra cosa necesitaría un hijo de puta
engreído como yo?”

Rió un poco pero no tuvo respuesta. Se quedó callada por un momento y empecé a ponerme incómodo,
preguntándome qué carajo era lo que realmente quería. Tenía que ser algo más que sólo checarme, ya
que no tenía ningún sentido. Ella suspiró después de un momento, sacudiendo la cabeza. “Te dije que
pasaría, pero dudaste de mí,” dijo en voz baja.

Le estreché los ojos ligeramente. “¿Decirme qué?”

“Que te ibas a enamorar.”

La miré con incredulidad y traté de hacerme el desentendido y parecer como si no supiera de qué
estaba hablando, pero por dentro estaba asustado. No había manera de que ella supiera, no podía
soportar a alguien más que me diera putas miradas comprensivas y porque me había enganché con la
única maldita chica en el mundo que no podía tener. Las miradas de Jasper eran lo suficientemente
malas, y si él fue y me delató con su novia iba a matar al cabrón.

“¡Por favor, enana! Tú sabes que la única persona que amo es a mí mismo,” dije, sonriendo.

Me sonrió levemente en respuesta. “No tienes que fingir conmigo, Edward. Yo sé que la amas.”

Negué con la cabeza. “¿Qué te hace pensar que la amo?” Pregunté, levantando una ceja interrogante.

Se echó a reir. “El simple hecho de que ni siquiera tienes que preguntarme de quién estoy hablando te
delata y lo sabes.” Rodé los ojos maldiciéndome mentalmente. No había disimulado bien esa mierda
en lo absoluto. “Además, he aprendido de ustedes suficiente italiano para entender algunas de las
cosas que le dices a ella.”

“Tal vez escuchaste mal,” dije, encogiéndome de hombros. Me tenía y yo lo sabía, pero no sólo iba
admitir esa mierda de buenas a primeras.

“Tal vez,” dijo. “Pero incluso sin haberte oído llamarla mi chica hermosa lo sabía, podía verlo.”

Suspiré. “¿Soy tan jodidamente obvio?” Pregunté, un poco irritado. Me dejé caer hacia el frente y
presioné mi frente contra el volante. Pensé que había estado disimulando muy bien pero
evidentemente no.

“No, eres realmente bueno fingiendo que no te importa, pero en realidad a mí nunca me has engañado.
Todos piensan que sólo eres una persona fría, pero yo sé que no lo eres. Yo sé que sólo das la
impresión de ser así porque estás triste. Sabía que la felicidad entraría un día a tu vida y cambiaría
todo, porque lo mereces. Honestamente. Y me doy cuenta por la forma en que la miras que es ella…
que ella es tu felicidad.”

Gemí. “Sí, bueno, ¿qué tan jodidamente bueno puede ser un atisbo de felicidad si no puedes tenerla?”

“¿Por qué piensas que no puedes tenerla?” Alice preguntó, su tono lleno de confusión. Le eché un
vistazo y la vi mirándome inquisitivamente.

“¿En serio, Alice?” Pregunté, rodando los ojos. ¿Era en tan jodidamente despistada? ¿No podía ver
que tan jodida estaba la situación? “¿Aún seguimos hablando de la misma gente aquí? Mírame a mí,
mírala a ella y carajo, dime si alguna vez funcionara. Te desafío a que lo hagas.”

Alice resopló. Me di cuenta que la estaba irritando y sonreí levemente. Alice no se irritaba a menudo
pero cuando lo hacía era divertido.

“L’amore e cieco,*” dijo, su puta pronunciación era espantosa pero de todos modos sabía lo que estaba
diciendo. El amor es ciego. Supongo que sabía más italiano de mierda de lo que pensaba.

“El amor puede ser ciego, Alice, pero mi padre no. No estoy preocupado de que el amor nos mate
como lo estoy de que él lo haga.”

Me miró por un segundo antes de encogerse de hombros con indiferencia. “Creo que tu papá sólo
estará feliz de que finalmente permitiste que alguien entrara en tu corazón, no importa quién sea.”

“¿Apostarías en ello la vida de Jasper?” Pregunté. Mi voz estaba más afilada de lo que pretendía y
sabía que ella no se merecía que le hablara con brusquedad cuando sólo estaba tratando de ayudar,
pero estaba molesto. Sólo me miró fijamente, sorprendida por mi tono. “Porque no puedo
simplemente poner en riesgo la vida de Isabella sólo por un presentimiento de que puede que él lo
acepte. No puedo jugar con su vida sólo porque mi estúpido culo fue a sentir algo por ella. Dios, sé
que soy arrogante pero, ¿crees que soy un cabrón tan egoísta como para arriesgar así su vida?”

Suspiró, apartando la mirada de mí. “¿Y por qué tienes que decirle?” Preguntó en voz baja después de
un momento.

Reí con amargura. “¿De verdad piensas que podemos ocultárselo? ¿Qué él no se daría cuenta de esa
mierda?”

Alice asintió con confianza y yo rodé los ojos. “Él raras veces está ahí Edward y de hecho sé que eres
bueno fingiendo que no te importa. Creo que puedes lograrlo.”

“¿Y qué hay de ella?” Pregunté, levantando una ceja. Estaba tratando de que sus puñeteras palabras no
me llegaran, ya que la idea de que realmente pudiera tener a la chica hacía que mi pinche pecho se
hinchara con los sentimientos que estaba tratando de reprimir.

Alice sonrió, sacudiendo la cabeza. “Si crees que Isabella no es la reina en ocultar cosas, estás loco.
Apenas la conozco, pero ya me doy cuenta que tiene secretos.”

Sonreí levemente, asintiendo. “Sí, los tiene,” dije. Me quedé en silencio por un momento antes de reír
entre dientes. “La semana pasada me enteré que no es analfabeta.”

Alice sonrió. “En realidad, eso ya lo sabía.” La miré sorprendido y me sonrió. “La atrapé deletreando
palabras en voz baja en el partido de fútbol. Estaba leyendo los nombres y los números en las
camisetas de fútbol. Por supuesto, no le pregunté sobre ello, pero lo noté.”

Parpadeé un par de veces, un poco aturdido. “Me pregunto cómo mi padre no la ha atrapado haciendo
esa mierda.”

Alice se encogió de hombros. “Tal vez él no es tan observador como piensas, Edward. Sin embargo,
aún pienso que no le importaría incluso si lo descubriera. Bueno, al menos no le importaría lo
suficiente como para que de verdad les hiciera daño a ninguno de los dos.”

Negué con la cabeza. “De todos modos, nada de eso importa Alice. No importa cómo me siento, no
hay forma de que ella sienta eso por mí.”

Alice levantó las cejas. “¿Por qué dices eso?”

“¿Me conoces?” Pregunté, levantando una ceja. “No es que sea exactamente un pinche tipo agradable,
¿sabes?”

Se echó a reír. “Como sea, Edward. Yo no te voy a decir que hacer. Sólo voy a decir que cuando llegué
el momento, lo sabrás. Tendrás que verlo por ti mismo.”

Negué con la cabeza. “Somos sus jodidos dueños, Alice, ella prácticamente es un pedazo de propiedad.
Me llama su pinche amo. ¿Cómo puede ella alguna vez llegar a amar a alguien tan malditamente
despreciable, con tanto poder sobre ella?”

Alice sonrió levemente. “L’amore e cieco,” dijo de nuevo, abriendo la puerta y saliendo de un salto.

El amor es jodidamente ciego.

Encendí el coche y me alejé después de que Alice saliera, haciendo rechinar las llantas porque estaba
molesto. Me encontré con los chicos en la pizzería y ellos comieron, pero yo no tenía mucho apetito
así que sólo despedacé un puto trozo de pizza con mis dedos, descargando lo que sentía en ello. Estaba
tratando de concentrarme y sacar esa mierda de mi mente, para poder poner la cabeza en el juego.
Sabía que esta noche era importante, sabía que era la jodida bienvenida. Finalmente, regresamos a la
escuela, nos vestimos y empezamos los calentamientos y estiramientos.

Para cuando llegó la hora del juego, por suerte estaba centrado. La multitud estaba vitoreando con
fuerza. El puñetero estadio estaba más lleno de lo habitual. No tenía idea si Isabella había venido al
juego o no, ni siquiera había preguntado si iban a traerla, e hice cada maldita cosa que puede para no
mirarla. Quería hacerlo, carajo, sólo quería verla, pero sabía que si la veía, eso sólo haría que esa
sensación de anhelo volviera. Y si no la encontraba, si no había venido, iba a doler. Lo sabía, así que
era mejor simplemente no saberlo por el momento.

La segunda parte del juego comenzó y estaba atento, pero se estaba haciendo más difícil mantener la
cabeza en el juego. Estábamos ganando arrogantemente y para cuando llegamos al inicio del último
cuarto, estaba desconcentrándome. Finalmente me permití buscar entre la multitud, sin poder
aguantarme más, y mis ojos se posaron sobre ella casi de inmediato. Por alguna razón mi familia
siempre se sentaba en la misma zona en cada juego; supongo que les gustaba ese lugar. Lucía
hermosa, llevaba esa camisa a rayas color rosa bebé, verde menta y canela, que hacía brillar su piel.

¿Cuándo empecé a notar mierdas como esa?, no lo sé. La única vez que notaba la ropa de las chicas en
el pasado, era cuando estaban jodidamente indecentes y las arrojaban al suelo cuando se estaban
desnudando para mí. Isabella no me estaba mirando, miraba hacia un lado, lejos de todos, mirando
fijamente hacia la nada. Se veía triste, tan jodidamente triste, y desde donde estaba podía ver el
cansancio en su rostro. Eché un vistazo a mi familia brevemente y vi que mi papá en realidad vino, lo
que era jodidamente impactante ya que siempre estaba demasiado ocupado para mierdas como estás.

Desvié la vista y no me permití mirar de nuevo hasta que sonó el silbatazo final y el juego había
terminado. Todo el mundo se abalanzó al puto campo, todos emocionados porque ganamos. No que
alguna vez hubiéramos perdido ni nada, no conmigo dirigiendo esta mierda.

Mi familia vino hacia mí, Emmett me tomó desprevenido y me tacleó, pasé todo el juego ileso sólo
para ser derribado por mi propio hermano. Me lo quité de encima, lo cual es mucho más fácil decir
que hacer cuando tenía la complexión de un puto Mack Truck. (N.T. En otras palabras un tráiler) Papá
me tendió su mano para ayudarme a levantarme. Me reí cuando me puse de pie, empujando a Emmett.

“Lo hiciste bien,” dijo papá, palmeandome la espalda. Sonreí con suficiencia, feliz que porque una vez
él estaba felicitándome por algo y no regañándome en público por cagarla. Todavía estaba
encabronado con él por al mierda que le hizo a Isabella y lo había estado ignorando toda la semana,
pero no podía negar que me hizo sentir bien que me felicitara.

“Gracias,” murmuré. Miré alrededor, buscando a Isabella instintivamente, mi ceño se frunció cuando
no la vi. Papá empezó a hablar con un tipo que evidentemente era su paciente y Emmett me dio la
espalda, hablando con Rose. Recorrí con la vista la multitud y localicé a Alice y Jasper, dando unos
pasos en su dirección, parándome en seco cuando me di cuenta que ella no estaba parada con ellos.

Empecé a entrar un poco en pánico, mirando frenéticamente a mí alrededor. Estaba aquí en alguna
parte, joder, la había visto aquí, pero no estaba con nadie que conociera. Estaba preocupado, había una
gran cantidad de gente en el estadio y tenía miedo de que se pusiera histérica rodeada de tantos
extraños. Odiaba pensar en ella sola y asustada.

Escudriñé el área y empecé a caminar por los alrededores buscándola, tropezando con la gente pero sin
importarme una mierda. Ese puto instinto de protegerla estaba avivándose y estaba desesperado por
encontrarla, asegurarme de que estaba bien. Finalmente vi algo verde y rosa por el rabillo del ojo, mi
cabeza se volteó rápidamente en esa dirección. Me congelé abruptamente por lo que vi frente de mí,
mis ojos se ampliaron.

Estaba por las gradas en una zona ligeramente aislada cubierta de hierba, parada con un tipo. Y no
cualquier tipo de mierda, un cabrón que reconocería en cualquier lugar. Esos putos pantalones
camuflajeados tipo cargo desgastados. La camiseta blanca demasiado apretada mostrando sus bíceps,
tratando de lucir grande y fuerte. El brillante pelo color negro y largo, recogido con una liga. Él
pensaba que era una mierda sexy, pero en realidad lucía como un puto finocchio.*

Sí, conocía muy bien a ese hijo de puta, porque era el mismo pendejo que me había hecho estallar el
año pasado. Era el único que me encabronaba y me hacía perder el control. Fue el cabrón que me envió
a un maldito internado pijo (N.T. En mi tierra diríamos fresa, pero por si no me entienden las
españolas o las de otros países), el que casi me hizo que destruyera mi puta vida. Lo odiaba, joder, lo
despreciaba, más que a nadie en el mundo. Quería romperle el cuello, sólo el verlo me hacía enojar.

Y estaba parado junto a la mujer que amaba, la única chica que había dejado entrar en mi pinche
corazón. Estaba hablando con ella, y ella le estaba dando una puta sonrisa a él. Ella sonrió. Había
estado esperando toda la maldita semana para que volviera sonreír y cuando lo hacía, le sonreía a él de
todas las demás personas. ¿Por qué a él? ¿Por qué coño no me sonreía a mí?

La furia asesina que se apoderó de mí me hizo temblar. Sólo me quedé allí, congelado en mi lugar,
temblando y encabronado. Escuché a alguien cerca diciendo mi nombre, y sonaba como Emmett, pero
no podía concentrarme en él. Tenía visión de túnel, todo lo que podía ver era a mi hermosa Isabella
parada junto a ese asqueroso chucho Jacob Black.

En el momento en que estiró su mano para tocarla, estallé. Comencé a correr directamente hacia ellos,
tan rápido como mis putas piernas me podían llevar. Oí gritos detrás de mí, mis hermanos, mi papá y
lo que sonaba como Alice, pero los ignoré. Alguien me estaba persiguiendo, los oía correr detrás de
mí, pero me importaba una mierda. El cabrón iba a pagar por ponerle un maldito dedo encima a mi
Bella Ragazza.

Llegué a la cerca de malla y me la agarré, saltando sobre ella como una maldita estrella de atletismo.
Caí de pie y comencé a correr de nuevo, y escuché a alguien saltar la malla después de mí. Jacob e
Isabella debieron escuchar la conmoción porque ambos levantaron la vista al mismo tiempo. Los ojos
de Isabella se ampliaron con la confusión y el miedo, y los ojos de Jacob se estrecharon cuando me
vio. Sí, el cabrón también me odiaba y no lo culpaba después de lo que hice el año pasado, pero no
podía lamentarme por esa mierda. Se lo merecía, se merecía mucho más. Estaba buscando una maldita
revancha entonces y la quería tanto como ahora. Así que corrí directamente hacia ese hijo de puta. Él
retrocedió unos cuantos pasos, como el maricón que era cuando se dio cuenta que no me iba a detener,
pero era demasiado tarde para que huyera de mí. Su culo era mío. Choqué directamente con él,
enviándolo hacia atrás de espaldas, con un ruido sordo. Él gritó, asustado, y aterricé justo encima de
él, mi rodilla justo en sus partes privadas. Gritó por el dolor, ya que probablemente le había aplastado
su puta polla con mi peso. Eché mi puño hacia atrás, para darle un puñetazo, decidido a romperle la
cara, cuando alguien consiguió agarrarme de la parte de atrás de mi camiseta y tiró de mí. Me
sacudieron con fuerza, mi puta camiseta ahorcándome por el cuello. Me asusté cuando mi padre se
interpuso entre nosotros, empujándome hacia atrás y alejándome de Jacob. Era seguro como la mierda,
que no esperaba que él fuera el que persiguiera mi trasero tan rápido. Los amigos de Jacob de la
reserva corrieron hacia él y lo levantaron del suelo, él parecía confuso y asustado, supongo que en
realidad no esperaba que chocara con él. Tenía sus manos sobre su entrepierna y probablemente me
hubiera reído y joder, me hubiera burlado de él si no fuera por la mirada que mi padre me estaba
echando. Estaba enojado, pellizcándose el puente de la nariz como normalmente hacía cuando estaba
tratando de calmarse. Tengo esa costumbre de mierda por él. Negué con la cabeza, suspirando con
fuerza. Sabía que él que estuviera orgulloso de mí no podía durar mucho maldito tiempo.

Escuché más conmoción detrás de mí y me volví para ver a mis hermanos corriendo hacia nosotros.
Alice pasó junto a mí y me echó un vistazo rápido, frunciendo el ceño y estrechando levemente sus
ojos. Sí, aparentemente no le pareció bien. Se dirigió directamente hacia Isabella y me hice a un lado,
queriendo verla para asegurarme que estaba bien. Sabía que Jacob no la había lastimado pero también
sabía que no le gustaba que la gente la tocara. Quiero decir, mierda, todavía respinga alejándose de mí.
Pero papá me agarró de la camiseta para detenerme, obviamente temeroso de que me fuera a lanzar a
ese cabrón. Agarré su mano y me la quité de encima, lo que probablemente fue un error y
posiblemente lo encabronó mucho más. Si no estuviéramos en público me podría haber quebrado los
putos dedos intencionalmente por ello, porque tú no tocabas al maldito Carlise Cullen. Lo esquivé
para así poder verla, mis ojos se ampliaron. Había lágrimas corriendo por el rostro de Isabella. Parecía
jodidamente asustada, su cuerpo temblaba.

Gemí. “Isabella,” dije rápidamente, queriendo que entendiera que hice esa mierda por su propio bien.
No había querido asustarla. Me miró cuando la llamé por su nombre pero apartó su mirada
rápidamente y miró hacia el suelo, incapaz de mantener contacto visual conmigo. Alice la agarró por
el brazo y comenzó a llevarla lejos de nosotros, susurrándole algo. Di unos pasos hacia el frente,
intentando ir tras ellas, pero Jasper saltó frente a mí.

“Tienes que dejarla ir y calmarte,” dijo, su voz baja, su tono agudo.

Estreché un poco mis ojos, jodidamente enojado de que estuviera diciéndome qué hacer, y estaba a
punto de discutir cuando papá interrumpió.
“Estoy de acuerdo. Supongo que esta es la primera vez que has visto a Jacob desde que regresaste así
que voy a tratar de ser comprensivo y no molestarme por tu comportamiento. Pero tienes que
mantenerte bajo control, muchacho. ¿Sabes por todo lo que tuve que pasar para sacarte de toda esa
mierda el año pasado? No voy a hacerlo de nuevo y lo digo en serio. Esta vez dejaré tu trasero en la
cárcel, así que es por tu bien que aprendas tu puta lección y rápido.”

Aparté la mirada de él y asentí. Estaba echando humo. No estaba siendo desagradecido por lo que hizo
por mí pero ya me estaba cansando de que me estuviera amenazando con esa mierda. Esto no tenía
nada que ver con eso, él no tenía un puto derecho de estar cerca de Isabella. Era escoria y ella era
buena, tan jodidamente buena para que la tocara.

Me di la vuelta y me alejé de ellos, dirigiéndome a los vestidores. Todos los chicos sólo me miraron,
sin decir mucho cuando vieron qué coño acababa de pasar. Me cambié rápidamente, azotando las
pinches puertas y maldiciendo en voz baja. Me puse un par de jeans y una camiseta sin mangas,
dirigiéndome a mí coche, acelerando como un maldito loco hacia la casa de Demetri donde era la after
party (N.T. Para esto no hay una frase muy adecuada en español así que no la traduje, aunque se puede
decir la fiesta después del juego. Sólo una descripción) Él estaba en el equipo de fútbol, un apoyador,
y sabía que él siempre tenía un montón de puto licor.

Me detuve frente a la casa, saliendo del coche y dirigiéndome al interior. La casa ya estaba llena con
gente celebrando. Pasé rozando algunas chicas y ninguna de ellas me dijo nada, me imagino que fue
porque mi expresión les decía que era por su bien que no molestaran. Estaba tan jodidamente
encabronado como para lidiar con la especie femenina.

Me dirigí a la cocina y me encontré con Felix, el hermano de Demetri. Me echó un vistazo y me tendió
todo un quinto de vodka (N.T. 750 ml, aunque conociendo a algunas de ustedes no necesitan que les
explique, jajaja. Y salud) “Parece que necesitas esto,” dijo. Me reí con amargura y tomé la botella,
desenroscando el tapón. Lo llevé a mis labios para tomar un gran puto trago, estremeciéndome cuando
bajó. Era mierda barata, no era suave para nada, pero haría muy bien su trabajo.

“¿Ya está aquí Cheney?” Pregunté. Felix me miró sorprendido, sabiendo muy bien por qué pedía a Ben
Cheney. Ben era un traficante de droga minoritario, sólo a nivel local, pero si vives en Forks y quieres
algo, viene de Ben. Es uno de los pocos hijos de puta que sabe que mi familia al menos tiene
conexiones con la droga, ya que mi padre lo abastece con su mierda. Tengo mis propias drogas en casa
pero no había manera de que fuera allí, no en el estado de ánimo en el que estaba. Ya la había cagado
bastante, molestándola lo suficiente por un día.

“Sí, está en el cuarto de atrás,” dijo Felix después de un momento. Asentí y tomé otro gran trago de
vodka antes de devolvérselo a Felix y caminar por el pasillo. La habitación estaba casi a oscuras
excepto por una pequeña lámpara con luz tenue. Era un pequeña antro, supongo que así puedes
llamarlo, con unos cuantos sofás y mesas. Había un par de personas ahí haciendo mierdas, sobre todo
fumando marihuana, y tenían el estéreo encendido con alguna ridícula música suave saliendo por los
altavoces. No pasaría mucho tiempo, cuando Demetri llegara aquí y pondría a todo volumen el hip hop
y volaría el pinche vidrio de las ventanas con el bajo. Todo el mundo levantó la vista hacia mí cuando
entré y me dieron un puto saludo afectuoso.

“Hola Cullen,” dijo Ben, asintiendo en señal de saludo. Era un cabrón tranquilo, me caía bien. Un
estudiante sobresaliente, tenía planes de ir a una de las putas universidades de mayor prestigio y
convertirse en abogado para todos los campos y estaba vendiendo para ahorrar dinero para la
universidad. Su novia Angela también era una chica dulce, todo lo contrario a la mayoría de las perras
de Forks.

“Cheney,” dije. Entré y me senté a su lado en el sofá.

“¿Necesitas algo? Tengo un poco de Viuda Blanca,” preguntó en voz baja.

“No, no quiero nada de hierba,” dije. “¿Tienes un poco de coca?”

Me miró, sorprendido por mi petición, pero asintió. Rara veces pedía algo tan fuerte como la cocaína
pero con la semana que estaba teniendo necesitaba una subida mayor. “¿Cuánto quieres?”

“Sólo un gramo,” le dije, encogiéndome de hombros. Volvió a asentir y se paró, saliendo de la


habitación. Regresó unos momentos después y me dio una pequeña bolsita. Puse un poco del polvo
blanco sobre la mesa frente a nosotros, lo suficiente para dos líneas. Metí la mano en mi bolsillo y
agarré mi cartera, sacando mi tarjeta American Express, ordenando la coca en líneas. Saqué un billete
y lo enrollé, llevándolo a mi nariz e inhalando rápidamente una de las líneas. Después me limpié la
nariz y sorbí un par de veces.

“Gracias, amigo,” murmuré. Mi nariz se adormeció casi de inmediato y el latido de mi corazón


comenzó a acelerarse.

Ben asintió, volviéndose a sentar. “Cuando quieras,” dijo. “¿Estás teniendo un mal día?”

Reí secamente. “Podrías decirse.” Me incliné hacia abajo y esnifé la segunda línea, cerrando los ojos y
recargándome en el sofá. La euforia comenzó a recorrer mi cuerpo, el calor partió de mi pecho y se
extendió a través de mis miembros. Me sentía ligero, invencible, como si no hubiera nada que me
preocupara en el mundo. Era exactamente lo que necesitaba.

Pasé el rato con Ben y algunos de mis compañeros de clase, flotando en el aire. Fue agradable
olvidarse de toda la mierda y sólo sentirte bien por un tiempo. Hice otra línea cuando me sentí bajar
de la euforia de las primeras dos.

Un poco más tarde Tanya entró en la habitación. Sonrió cuando me vio y se acercó a mí, dejándose
caer en mi regazo. Estaba empezando a pensar que era su puto asiento favorito, ya que cada vez que la
veía se sentaba sobre mí.

“Si vas a sentarte en mi regazo, perra, al menos deberías quitarte la ropa primero,” dije. Ella rodó los
ojos pero sonrió. Sentí que la euforia empezó a bajar, su presencia me molestaba por alguna razón y
mataba mi colocón. Así que empujé ligeramente a un lado a Tanya, y vacié un poco más de polvo,
haciendo otras dos líneas. Saqué mi billete y esnifé las dos rápidamente, limpiando mi nariz, porque la
congestión y el goteo eran demasiado. Vacié el resto del polvo, suficiente para una línea, y la alineé.
Le di el billete a Tanya y levanté una ceja. Parecía jodidamente sorprendida de que le estaba
ofreciendo y rápidamente saltó sobre esa mierda. Me di cuenta de que probablemente nunca antes le
había ofrecido nada y negué con la cabeza. Supongo que Edward Cullen enamorado era un cabrón
generoso después de todo, pensé.
En el momento en que las palabras resonaron en mi cabeza gruñí, probablemente jodidamente fuerte,
ya que ambos, Ben y Tanya me miraron inquisitivamente. Sacudí la cabeza y les di una mirada
diciéndoles que ni siquiera jodidos preguntaran.

Alguien se aclaró la garganta del otro lado de la habitación y levanté la vista para ver a Alice parada
en la puerta, sus manos en sus caderas y una ceja levantada. Tenía esa mirada irritada en su rostro de
nuevo, evidentemente seguía enojada por mi mal comportamiento en el juego. Comencé a reír y negué
con la cabeza. “Hola, enana,” dije.

Caminó hacia mí y se paró en seco. “Estás drogado,” dijo con toda naturalidad, su tono haciéndome
reír aún más. Sonaba como si acabara de hacer un puto gran descubrimiento milagroso.

“Sí, estoy jodidamente drogado.”

Negó con la cabeza. “Mucho si apenas puedo ver el verde en tus ojos. Son casi totalmente negros.”

Suspiré, encogiéndome de hombros, incapaz de que realmente me importara una mierda. Levanté a
Tanya y prácticamente la aventé sobre el regazo de Ben. Ella gritó y Ben gruñó, Ben no era un gran
fanático de Tanya. Le di el billete que había usado para esnifar la coca, el que era de $100, y trató de
rechazarlo porque prácticamente me había inhalado la mierda de mi familia. Pero era dinero que había
salido de su bolsillo y no podía hacerle esa putada, no cuando él la vendía por una buena causa. Quiero
decir, joder, me hizo sentir como si estuviera drogándome por una razón, como esos que corrían
maratones o maratones en bicicletas para recaudar fondos para organizaciones benéficas. Era un
puñetero maratón de coca para enviar a Yale a un chico que se lo merece. Casi me sentía justificado
pero no estaba muy seguro de que la pequeña duendecillo que estaba echando humo frente a mí viera
mi lógica. En realidad, ni siquiera estaba seguro de que tuviera jodido sentido. La coca tendía a joder
mi mente.

Me acerqué a Alice, sonriendo tímidamente, y puse mi brazo sobre su hombro. La saqué de la


habitación, caminando por el pasillo hacia una parte aislada de la casa.

“¿En serio, Edward? ¿Cocaína?” Dijo, su voz baja. Gruñí.

“Por favor no me eches bronca Alice. Sólo… no ahora, ¿de acuerdo? Sólo quiero saber si ella está
bien.”

“Va a estar bien, sólo la asustaste y por supuesto ella pensó que era culpa suya. Por cierto, tienes que
dejar de hacer eso. Tienes que controlar ese temperamento que tienes si quieres que alguna vez se
relaje y te deje entrar por completo.”

Gruñí, asintiendo porque sabía que estaba diciendo la verdad pero era mucho más fácil decirlo que
hacerlo. Reaccionaba mucho sin pensar y no sabía cómo dejar de hacer esa mierda. Alice extendió su
mano y me dio unas palmaditas en la mejilla con condescendencia, y se alejó.

Pasé el resto de la noche divirtiéndome con mis amigos, poniéndome aún más jodido. Encima del
alcohol, terminé en algún momento haciendo otras pocas líneas de coca. Sabía que iba a pagar por esa
mierda más tarde, pero por el momento no me importaba. Eventualmente tomé un poco de Vicodin
para disminuir el bajón para no andar como un jodido emo cuando los efectos de la coca
desaparecieran. Sabía que no podía ir a casa tan jodido como estaba, así que sólo me quedé dormido
en el sofá de Demetri.

Desperté la mañana siguiente con la peor resaca que había tenido, mi cabeza latía tan fuerte, que hacía
que mis ojos palpitaran. Me dirigí al coche e hice una mueca por la pinche luz del sol, poniéndome
mis gafas. De nuevo manejé a casa relativamente despacio, ya que evidentemente, todavía seguía
bastante jodido.

Me detuve frente a la casa cuando sentí un hilito de líquido caliente que salía de mi nariz.
Rápidamente bajé la visera y me miré en el espejo. Maldiciendo de nuevo cuando vi que era sangre.
Mi puta nariz estaba sangrando.

“Sólo mi maldita suerte,” murmuré. Me quité mi camiseta sin mangas y limpié la sangre, mantuve ahí
la camiseta y pellizqué mi nariz. Salí del coche, gimiendo, y me dirigí al interior de la casa. Entré en
el vestíbulo y vi a papá bajando las escaleras. Maldije en voz baja, había estado esperando entrar y
subir a mi habitación sin ser detectado. Me fulminó con la mirada y yo rodé los ojos.

“Sigue inhalando esa mierda y te va a dañar seriamente el tabique,” dijo.

Reí secamente. “¿Cómo sabes que no me dieron un puñetazo en la nariz?”

Negó con la cabeza. “Te conozco, Edward. Tus nudillos están bien. Si alguien te hubiera dado un
puñetazo en la nariz, tú le hubieras partido la cara.”

Suspiré. Me tenía acorralado. Se acercó a mí y levantó mi barbilla. Quité la camiseta y él le echó un


vistazo a mi nariz, luciendo en su modalidad de doctor.

“Deja la coca, ¿de acuerdo? Puede que la venda pero no me gusta y no quiero que mis hijos la
consuman.”

Soltó mi barbilla y se alejó, en dirección a la habitación debajo de las escaleras. Me di la vuelta y


entré en la cocina, tomando algunas aspirinas y bebiendo un chingo de agua.

Subí las escaleras y me dejé caer en mi cama, desmayándome al momento en que mi cabeza tocó la
almohada. Me desperté más tarde por un fuerte golpe en mi puerta. Salí de la cama, gruñendo, y
caminé hacia ella. La abrí y vi a Alice parada en el pasillo, sosteniendo una bolsa de ropa. Hizo una
mueca cuando me vio.

“Dios, luces como porquería,” dijo, echándome una ojeada. “En fin, te conseguí algo para que usaras
porque sabía que tú no lo harías.” Me reí y tomé la bolsa porque estaba diciendo la maldita verdad.
Sólo usaría cualquier putada que estuviera colgada en mi armario. “Tayna estará aquí pronto con
Rose.”

Suspiré y le di las gracias, cerrando mi puerta. Salté a la ducha y me lavé el pelo, tratando de
despertarme. Ni siquiera me molesté en tratar de hacer algo con mi cabello, sólo pasé mis dedos por él
y deje que hiciera lo suyo. Abrí la bolsa de ropa y saqué los pantalones negros y la camisa de vestir
color negro, poniéndomelos. Cogí unos zapatos de vestir negros de mi armario, poniéndomelos a pesar
de que eran incómodos como la mierda. Miré la corbata vacilante, ya que era de un color púrpura que
era casi un jodido color rosa y definitivamente no usaba el puto color rosa. Sin embargo, me la puse,
porque honestamente no sabía una mierda sobre la moda y Alice nunca antes me había aconsejado
mal.

Me rocié de colonia y me acerqué al escritorio, abriendo mi cajón escondido. Saqué un frasco y vertí
un poco de ajenjo en él. Esa mierda era fuerte y ha sido ilegal en los EE.UU. desde principios de 1900,
pero papá la importa al interior del país desde Suiza. Tomé un gran trago de la botella, siseando
porque estaba fuerte, antes de colocarla de nuevo en el cajón. Puse el frasco en mi bolsillo y salí,
deteniéndome en el pasillo cuando vi a Isabella subiendo las escaleras. Ella se congeló cuando sus
ojos se posaron en mí, su mirada intensa. Se sonrojó de un jodido rojo profundo y después de un
segundo miró hacia otro lado, lo que fue tanto lindo como confuso.

Realmente quería pensar en algo profundo que decir para hacer bien esa mierda, pero como un idiota
solté la primera cosa que se me vino a la mente. “Está puta corbata me hace lucir afrutado, ¿cierto?”

Ella me miró y se echó a reír. Me reí entre dientes y me sentí como un tonto por lo que dije, pero se
estaba riendo así que no podía lamentarme. No la había escuchado reírse durante toda la semana,
extrañaba esa mierda.

Se rió con tanta fuerza que lágrimas se asomaron por sus ojos. Me reí con ella, porque su risa me hacía
jodidamente feliz. Se calmó después de un momento, negando con la cabeza.

“No, no es así,” dijo, todavía riendo mientras pasaba frente a mí. Se dirigió a su habitación y la
observe a medida que desaparecía de mi vista.

Me dirigí a la planta baja y gemí en voz baja cuando vi que Tanya ya estaba allí y tenía puesto un
vestido púrpura casi jodidamente rosado, el mismo tono que la corbata. Me acerqué a donde estaba
sentada con Rose y me apoyé en la pared durante unos minutos antes de mirar mi reloj.

“Ven, vámonos,” murmuré. Agarrando la mano de Tanya, tratando de ser cortés y esa mierda,
llevándola a mi coche. Le ayudé a entrar en el asiento del pasajero y me subí, alejándome de la casa.

Llegamos al baile y entré con ella. Mis hermanos y sus mujeres entraron casi directamente detrás de
nosotros, habiendo salido casi al mismo tiempo que nosotros. Las chicas se fueron e hicieron lo que
carajos hicieran las chicas juntas en el baño, y yo tomé. En exceso.

Bailé un poco con Tanya, lo que en realidad equivalía a que ella frotara su trasero en mi entrepierna
con un poco de música rap. Trató de sacarme a la puñetera pista de baile durante una canción lenta
pero no acepté. Era demasiado íntimo para mi gusto. Rose y Emmett fueron coronados como el rey y
la reina del baile de Bienvenida, lo que no me sorprendió en lo más mínimo. Sabía que un puto Cullen
lo conseguiría, y hubiera sido yo si fuera estudiante de último año. Jasper había sido nominado, pero
se negó a participar, sacando su nombre de la competencia porque su novia era de tercer año como yo
y él no quería hacer esa mierda sin ella. Juro que esos dos eran como los pinches gemelos Bopsy, ya no
podían hacer ninguna mierda sin el otro. Por supuesto Rose era la estudiante de último año más
caliente así que nunca se cuestionó si iba o no a ser coronada.

Para cuando mi frasco estaba vacío, estaba borracho y aburrido como la mierda y mi polla estaba dura
por el trasero de Tanya frotándose encima toda la noche. Le dije a Tanya que estaba listo para irme,
ella sonrió de acuerdo, toda seductora. Sonreí con suficiencia y rodé los ojos, llevándola fuera del
edificio.

Manejé a su casa, ya que dijo que sus padres estaban fuera de la ciudad. Salí del coche y la ayudé a
salir. Entramos y ella se fue directo a la vitrina de licores, sacando una botella de vodka. Me la
entregó y la abrí tomando un trago. Me agarró de la corbata y me llevó por la casa como un perro, pero
estaba borracho y realmente me importaba una mierda. Estaba en piloto automático, joder, sólo
actuaba mecánicamente y sin pensar. Me llevó a su habitación, donde tomé más vodka.

Comenzó a besarme en el cuello y yo gemía, sintiendo que mi polla se endurecía aún más. Hice la
botella a un lado después de un minuto y ella me acercó a la cama, empujándome hacia abajo. Sólo me
quedé allí acostado y dejé que ella me desvistiera. Se quitó el vestido por encima de su cabeza,
tirándolo al suelo, subiéndose a la cama y cerniéndose sobre mí. Agarró mi polla e iba a hundirse en
mí cuando agarré sus caderas con fuerza, deteniéndola.

“No estoy tan jodidamente borracho,” dije, levantándola y quitándomela de encima. Me senté y
alcancé mis pantalones, sacando mi cartera.

“Estoy tomando la píldora,” se quejó. Me reí y sacudí la cabeza.

“Tú sabes esa mierda mejor que nadie, no voy sin protección. Nunca.” Francamente no confiaba en las
perras.

Podían intencionalmente dejar de tomar el anticonceptivo o mentirme para tratar de atraparme, y no se


sabe qué pinches enfermedades ella podría haber acumulado a lo largo de los años. No quería nada de
esa mierda. Saqué el condón y lo abrí, desenrollándolo. Me acosté y dejé que se subiera de nuevo,
bajando sobre mí.

Gemí, y sólo me quede allí acostado, dejando que hiciera el jodido trabajo. Después de un momento
me empecé a sentir incómodo, joder, demasiado íntimo. Ella iba muy lento, sus manos pasando por mi
cuerpo con suavidad y eso me estaba molestando. Nada de en ello se sentía correcto, su cuerpo no era
el correcto. No era pequeña y frágil como debería haber sido, no era tan pálida, su cabello y sus ojos
eran del puñetero color equivocado. Cerré mis ojos con fuerza, tratando de apartar esa mierda de mi
mente, pero seguía estando mal. No se escuchaba bien, su voz, gemidos y gruñidos no eran tan dulces,
melódicos e inocentes como deberían haber sido.

Sentí que mi polla se ablandaba y abrí los ojos en el tiempo justo para ver a Tanya a punto de darme
un pinche beso. Volví la cabeza de tal manera que sus labios rozaron mi mejilla. ¿Qué carajo estaba
mal con estas chicas?, sabían que yo no beso en la boca.

Nos di la vuelta así que ahora estaba encima de ella. Me recosté sobre mis rodillas y le di la vuelta de
tal manera que quedó sobre sus manos y rodillas. La empujé hacia abajo, para que nada más que su
trasero estuviera en el aire y empujé de nuevo dentro de ella. Gimió, jadeó y gritó mi nombre mientras
golpeaba dentro de ella y la puta vergüenza corrió a través de mí casi doblándome. ¿Qué carajos
estaba haciendo? No estaba bien. Joder, ni siquiera estaba disfrutando, lo estaba haciendo
mecánicamente. ¿Y para qué? Esta chica me importaba una mierda.

Salí rápidamente y me paré. “Me tengo que ir Tanya,” dije, quitándome el condón y tirándolo al bote
de la basura. Se sentó y me miró con incredulidad. Empecé a ponerme mi ropa y a agarrar mis cosas
en un jodido frenesí.

“¡¿Te vas?!” Preguntó con incredulidad. Suspiré y me dirigí a la puerta.

“No te quiero Tanya, nunca jodidos voy a quererte. Simplemente no está bien.”

Me di la vuelta y salí antes de que siquiera pudiera decir algo, esa fue una jugada de pendejo, lo sabía,
pero carajo, tenía que salir de allí.

Me subí al Volvo y quemé llanta yendo por su camino de entrada, volando por las calles. Estaba
hiperventilando, mi pecho dolía, donde estaba mi corazón. Joder, se sentía como si se estuviera
haciendo pedazos, destrozándose. Maldición, amaba a Isabella, no podía salir y hacer mierdas
estúpidas y mi corazón lo sabía. Mi corazón lo sentía, estaba sufriendo por mi pinche estupidez. ¿Qué
coño había hecho?

Sólo quería llegar a la puta casa.

************
L’amore e cieco = El amor es ciego

Finocchio =homosexual
Capítulo 22 Estalla en llamas

“En la vida de todos, en algún momento, nuestro fuego interior se apaga. Es entonces cuando
estalla en llamas por el encuentro con otro ser humano. Todos deberíamos estar agradecidos por las
personas que reavivan el espíritu interior.”—Albert Schweitzer

Isabella swan

Me di la vuelta y miré el reloj, haciendo una mueca por la estridencia de los números y suspiré.
Pasaban unos minutos de la medianoche.

Había sido una semana difícil por decir lo menos, estaba completamente agotada. Sin embargo, no
podía dormir, no había dormido mucho durante toda la semana. Finalmente me desmayé por el
agotamiento y me dormí durante una hora o dos, sólo para despertar abruptamente, gritando y sudando
frío. Todavía tenía pesadillas y no las entendía en absoluto, pero me asediaban y no parecían
detenerse. Tenía miedo de cerrar los ojos, miedo de revivir ese momento en la habitación del doctor
Cullen. Aunque, ya no sólo era él, era todo. Era como si el total de 16 años de negligencia y abuso
finalmente me habían alcanzado y se estaban repitiendo, torturándome en mis sueños. Vi la cara de
esa chica, la adolescente que Charles asesinó frente a mí. Vi esa mirada en los ojos de ella cuando
recibió ese último golpe en su cara con su bota de punta de acero, su vida dejándola. Vi la mirada en el
rostro de mi madre, el horror puro cuando Charles estaba violándola esa primera vez y ella miró hacia
mí y se dio cuenta que estaba despierta. Me perseguía, me torturaba. Quería culpar al doctor Cullen
por ello, culparlo por lo que me hizo, pero parte de mí admitía que probablemente Edward tuvo mucho
que ver en ello. Durante la semana pasada más de la conversación de ese día en su habitación empezó
a volver a mí y me di cuenta que le había confiado experiencias de las que nunca antes había hablado
tan explícitamente. Había estado reprimiendo todo y parecía que una vez que la presa se rompió el
diluvio comenzó. Ya no podía escapar; estaba obligada a hacer frente a los hechos.

Y quería dormir desesperadamente, y quería soñar de nuevo con Edward desesperadamente porque lo
extrañaba. Me daba cuenta que era patético. Lo que más esperaba en la vida era cuando soñaba con ese
guapísimo muchacho del otro lado del pasillo, soñaba que no éramos tan diferentes y que yo podía
gustarle como él me gustaba a mí.

Mis rodillas seguían inflamadas, pero no estaban tan mal que no pudiera que hacer lo que tenía que
hacer. Me ponía hielo en las noches y además de la pequeña cojera molesta, apenas sí se notaba. Traté
de limitarme a seguir las normas lo mejor que pude, hacer mi trabajo y no estorbar. Cuando no estaba
trabajando, estaba escondida en mi habitación o salía afuera a escondidas cuando no estaba lloviendo.
Los Cullen tenían una hermosa propiedad, todo verde y exuberante, el olor de la hierba y los árboles
tan extraños y cautivantes. Los únicos árboles que alguna vez vi en Phoenix eran estériles y feos, pero
los de aquí eran hermosos. Sabía que el doctor Cullen prefería que usara zapatos en base a la
conversación que él había tenido con Charles, pero me gustaba salir sin ellos disfrutando la sensación
de la hierba en mis pies descalzos y entre mis dedos. Estaba frío y húmedo, todo lo contrario del suelo
de arena, seco y caliente dónde había crecido. Aunque nunca dejé que el doctor Cullen me viera
hacerlo.

De hecho, las únicas personas que alguna vez me vieron salir fueron Jasper y Emmett, ya que
normalmente lo hacía entre esas horas cuando ellos llegaban a casa de la escuela y que el doctor
Cullen llegara a casa del trabajo. Edward siempre era el último en llegar, así que por supuesto nunca
lo vio. De vez en cuando, había sorprendido a Jasper parado en la ventana observándome con
curiosidad y pensé en invitarlo a acompañarme una o dos veces, pero nunca lo hice porque estaba
tratando de mantener mi distancia. Traté de parecer un poco distante con los chicos, pero era difícil.
Todos ellos habían sido tan amables conmigo y no se merecían ser tratados con frialdad, pero es sólo
que tenía tanto miedo de bajar la guardia de nuevo. Y Jasper y Emmett habían sido tan divertidos
durante toda la semana, vistiéndose como tontos todos los días, por lo que no me estaban ayudando
con mi resolución de verlos meramente como mis amos. Mantuve la compostura en torno a ellos, pero
cuando estaba sola me reía de cuan ridículo era todo, cuan despreocupados y jugetones podrían ser.

Cuando se trataba de Edward, era casi imposible ser indiferente. Edward estaba bajo mi piel, encontró
la forma de entrar hasta lo más profundo. Por alguna razón había estado de mal humor durante toda la
semana, su semblante casi igualaba el mío, así que eso me había ayudado a no quebrarme por
completo en su presencia. Creo que si hubiera estado riendo y sonriendo durante toda la semana, no
hubiera sido capaz de contenerme de hacer lo mismo.

Su partido de fútbol había sido incómodo. El doctor Cullen había sido amable conmigo durante toda la
semana, actuando casi como si el incidente en el que me esposó a la cama no hubiera ocurrido en lo
absoluto. No estaba cómoda alrededor de él, naturalmente temerosa, y traté de mantenerme alejada de
él tanto como fuera posible. El día del partido de fútbol vino a casa temprano del trabajo y declaró que
“todos” íbamos a ir al juego. No me preguntó si quería ir, supongo que sólo lo asumió. Y aún así, si no
quería, no tenía otro remedio. Cuando el amo dice que vas a hacer algo, el hecho es que tienes que
hacerlo. En sí no es que no quisiera ir al juego, cuando la idea de observar a Edward jugar me
entusiasmaba, pero sentarme en el partido de fútbol con el doctor Cullen no era mi idea de diversión.
Tenía tanto miedo de hacer algo mal, o hacer una escena sin querer y cometer un error. Todo el mundo
conocía al doctor Cullen, era tan respetado en la ciudad, y la última cosa que quería hacer era
avergonzarlo.

Después de que el juego terminó, todos se levantaron para ir al campo. Me quedé atrás y Alice me
miró inquisitivamente, obviamente sin entender que estaba pasando conmigo, pero le hice señas para
que siguiera adelante. Me quedé de pie a un lado yo sola, lejos de todos. Caminé un poco por ahí, sin
temor a perderme. Sabía que nunca me perdería porque el doctor Cullen siempre sería capaz de
encontrarme; se había asegurado de eso implantándome ese microchip en mi espalda. Simplemente no
me había sentido cómoda saliendo al campo a celebrar con todas esas personas. No era parte de su
mundo, y aunque estaba contenta de que Edward hubiera ganado no creía que tuviera derecho a
celebrar. No significaba nada para él sino una conveniencia, destinada para hacer su vida más fácil.
¿Por qué le importaría lo que tuviera que decir? Nunca a nadie le ha importado lo que pienso.

Así que me hice a un lado y deambulé por el césped, disfrutando de la sensación del aire frío y
ligeramente húmedo sobre mi piel y preguntándome que estaría haciendo mi madre. Preguntándome si
estaría bien. Su cumpleaños era en dos días, el domingo. Iba a cumplir 33 y aún era tan joven. Tenía
toda una vida por delante, y se merecía algo mucho mejor de lo que tenía, algo mucho mejor que la
vida que se le dio. Era tan fuerte, y a pesar de que siempre me decía que yo era la fuerte, me sentía
débil. Ya me estaba quebrando.

“¿Estás perdida?” Dijo una voz detrás de mí. Me di la vuelta para ver a un chico alto de piel morena y
cabello largo de color negro mirándome. Miré a mí alrededor y fue un poco incómodo darme cuenta
de que estaba a solas con él. No conocía a este chico, definitivamente no confiaba en él como no
confiaba en nadie, pero no quería ser grosera. No quería hacer una escena y avergonzar al doctor
Cullen. No había manera de que lo molestara en público.

“No, sólo estoy esperando a alguien,” dije. Él asintió.

“Debes de ser nueva por aquí. Soy Jacob Black,” dijo.

“Isabella Swan,” dije en voz baja.

“Bueno, Isabella Swan, es un placer conocerte,” dijo. Yo asentí.

“También es un placer conocerte, Jacob Black.”

“¿Estás bien? Pareces molesta por algo,” dijo después de un momento. La preocupación en su voz me
tomó por sorpresa, ya que no me conocía y no tenía razón para preocuparse por una chica extraña
como yo.

“Estoy bien,” dije rápidamente. Sólo se me quedó mirando, obviamente, por alguna razón sin creerme.
La forma en que me miraba me estaba haciendo sentir incómoda. No era de maldad o atemorizante,
pero era intensa. No quería que me mirara. No quería que me miraran. Quería que me ignoraran, me
las arreglaba mejor cuando era así, las cosas eran más fáciles de esa forma, simplificaba mi vida.

“¿Cómo llamas a un ciervo sin ojos?” Soltó de repente después de un momento. Mi ceño se frunció,
sorprendida por su pregunta.

“¿Perdón?” Dije.

Suspiró. “Dije que, ¿cómo llamas a un ciervo sin ojos?” Repitió.

“Nociervon Ojos,” dijo, sonriendo. “¿Lo entendiste? No sirven ojos.” (N.T. Como verán es disque un
chiste, algo difícil de traducir, sorry si no lo hice muy bien)

Sonreí de inmediato cuando entendí el chiste, se me escapó una risita. Era tan ridículo, cursi y
totalmente infantil, pero no podía negar que era divertido.

“¡Oh sí, logré que se riera! ¡Así está mucho mejor!” Dijo juguetón. Sonrió y se echó a reír en
respuesta a mi sonrisa, extendiendo su mano. De nuevo di un respingo por instinto, mi sonrisa decayó,
pero pareció no notarlo. Tocó mi brazo, apretándolo un poco de una forma amistosa.

“¿Tal vez nos podríamos ver por ahí alguna vez?” Sugirió, levantándome una ceja. Me congelé, sin
saber exactamente qué decir. No conocía a este chico y él no me conocía a mí. ¿Por qué querría volver
a verme de nuevo alguna vez?

“Eh…” Comencé a decir. Tenía miedo de decir algo incorrecto y ofenderlo, o que el doctor Cullen
descubriera que había sido grosera y se enojara. Sin embargo, antes de que pudiera responder, hubo
una fuerte conmoción que llamó nuestra atención. Ambos miramos hacia donde venía el ruido y mis
ojos se abrieron cuando vi a Edward corriendo a toda velocidad justo hacia nosotros, una mirada
asesina en su rostro. El miedo se disparó a través de mí, tan intenso que casi se me doblaron mis
rodillas. Instintivamente di unos pasos hacia atrás y observé a Jacob hacer lo mismo. Miré,
completamente horrorizada como Edward corrió directamente hacia Jacob, sin disminuir ni un poco la
velocidad y haciéndolo que se estrellara en el suelo. Edward cayó encima de él e hizo su puño hacia
atrás. Contuve la respiración, completamente asustada, y sentí las lágrimas corriendo por mis mejillas.

En todo lo que pude pensar es que Edward estaba atacando a este pobre chico, porque yo había estado
hablando con él. Traté de ser cortés porque pensé que es lo que se suponía debía de hacer, y en lugar
de eso conseguí que un pobre chico saliera lastimado por mi culpa. Alice me dijo que estaba siendo
ridícula, que nada tenía que ver conmigo, pero yo no podía creerlo.

Edward no había venido a casa anoche. No estaba segura de dónde estaba o qué estaba haciendo, pero
esperaba que estuviera bien. Era ridículo de mi parte el preocuparme por él, no me debería de importar
pero no podía evitarlo. Finalmente lo escuché subir en algún momento de la mañana a su habitación,
pero se quedó encerrado la mayor parte del día.

Limpié e hice mi trabajo habitual hasta que llegaron las chicas. Todas estaban de gala y lucían
increíble. Rose seguía mirándome como si estuviera tratando de leerme, como si cada pensamiento y
sentimiento estuviera escrito en mí en una lengua extranjera y lo estuviera descifrando todo. La otra
chica, cuyo nombre no recordaba, pero la recordaba como la que había estado sentada en el regazo de
Edward en la fiesta, seguía dándome miradas furiosas. Era muy bonita, pero el color de su vestido se
veía extraño en comparación con los tonos rojos en su cabello. No sabía mucho acerca de ropa y de
moda, tal vez yo estaba mal. Sin embargo, las miradas que me estaba echando me estaban haciendo
sentir incómoda, así que decidí escaparme a mí habitación.

No había sido lo suficientemente afortunada como para deslizarme sin ser detectada, ya que me
encontré con Edward en el pasillo. Estaba completamente asombrada por cuan guapo se veía vestido
de gala. Me quitó el aliento, haciéndome sonrojar y tuve que apartar la mirada. Era casi incómodo,
ninguno de los dos decía nada, pero entonces de pronto preguntó si la corbata lo hacía lucir afrutado.

Me reí, ridículamente alto y fuerte. Su corbata era del mismo color que el vestido de la chica, y
también pensé que se veía extraño contrastando con su tono de cabello bronce. Pero Edward se las
arregló para lucir bien con ella, me atrevía a suponer que no había nada en lo que no luciera bien.
Estaba casi avergonzada por mi ataque de risa, pero se sentía bien poder reírse de verdad por algo.
Edward también se echó a reír, cuyo sonido hacía cosas locas en mí. Dios, su risa era tan alucinante.
Edward feliz era una vista increíble, un espectáculo que me moría por ver.

Cuando se fueron al baile, estaba sola. El doctor Cullen había salido a alguna parte, creo que ha Seattle
para una conferencia o algo así, y no volvería hasta mañana. Pasé la noche sola, dibujando y viendo la
televisión, más aburrida que una ostra. De nuevo me quedé pensando en mi madre, lo cual era
bienvenido ya que cuando no estaba pensando en ella, estaba pensando demasiado en Edward y dónde
estaba. Él había salido con esa hermosa chica y aunque odiara admitirlo, estaba celosa. Y era tan
ridículo de mi parte estar celosa pero no lo podía evitar. Anhelaba estar en los zapatos de esa chica.
Desearía ser bonita y libre para poder salir y bailar con Edward y divertirme, y sólo ser una
adolescente sin preocupaciones. Y era inútil anhelar esas cosas, porque nunca tendría ninguna de ellas.
Nunca sería libre. Y nunca tendría a Edward.

Así que finalmente a la medianoche me di por vencida, cansada de regodearme en mi ridícula envidia
y de mi incapacidad de dormir sin sentir miedo, y decidí ir a la planta baja.

Bajé las escaleras despacio, sin hacer ruido. La casa estaba en silencio, tan inquietante, y cada ruido
que hacía me asustaba más que el silencio. Llegué al vestíbulo y suspiré, mirando a mí alrededor,
considerando qué hacer. Me dirigí a la cocina para tomar algo para beber y me congelé en la puerta, el
miedo se disparó a través de mí inmediatamente cuando vi la figura sentada allí.

El temor se disipó cuando reconocí las facciones cinceladas brillando bajo la luz de la luna que
entraba por la ventana. Mi ceño se frunció por la confusión y me quedé ahí parada inmovilizada,
totalmente desconcertada y sorprendida. Edward estaba sentado en la encimera junto al refrigerador,
ligeramente encorvado con una botella de lo que supuse era licor, en la mano. No sabía lo que estaba
haciendo, porqué estaba en casa. Ni siquiera lo había escuchado entrar y no tenía idea de cuánto
tiempo había estado aquí. Parecía molesto, demasiado, y eso hizo que un dolor punzante se disparara
en mi pecho. No quería que estuviera molesto. Antes había estado tan feliz, riendo conmigo en el
pasillo. Quería ver de nuevo ese lado de él. No sabía exactamente qué hacer, ya que no creía que me
hubiera escuchado y no quería asustarlo, especialmente si ya estaba molesto. Sorprender a Edward no
era prudente, ya que arremetía sin pensar, y el hecho de que estuviera bebiendo y molesto lo hacía aún
más impredecible.

Suspiré después de un momento, el sonido más fuerte de lo que esperaba. Su cabeza se movió
rápidamente en mi dirección y sus ojos instantáneamente encontraron los míos. Aún en la oscura
habitación podía ver el fuego en sus ojos, la chispa dentro del verde torbellino. Siempre había pasión
en los ojos de Edward, tenía mucho espíritu debajo de ese exterior endurecido.

Solo nos miramos el uno al otro por un momento y había una extraña tensión cuando ninguno de los
dos hablaba. “No quise interrumpir,” dije finalmente, sin poder soportar el silencio.

Edward rió con amargura. “No interrumpes, Isabella. Joder, no es como si estuviera haciendo algo.
Solo estoy sentado aquí, emborrachándome hasta quedar en coma.”

Su tono me sorprendió y estaba considerando darme la vuelta y alejarme, ya que parecía que no estaba
exactamente contento de verme allí.

“Acabo de sonar como un pendejo, ¿no?” Preguntó después de un segundo, su tono más suave. No
respondí, insegura si estar de acuerdo o en desacuerdo lo enojaría más. “Sabes que puedes decirme la
verdad. Siempre puedes decirme la verdad.”

“Sí,” dije simplemente, decidiendo solo hacer lo que vine a hacer. Avancé unos cuantos pasos y él me
miró inquisitivamente, pero pasé rozándolo para abrir el refrigerador. Saqué la jarra de jugo de
naranja y la puse junto a Edward en la encimera. Él estaba bloqueando ligeramente el gabinete donde
estaban los vasos y sabía que no había manera de que pudiera abrirlo sin golpearlo. “Yo, eh… necesito
un vaso,” dije vacilante.

Él asintió. Esperaba se quitara por completo de mi camino o se bajara de la encimera pero no lo hizo.
Simplemente movió un poco su cabeza hacia un lado, dándome el suficiente espacio justo para abrir la
puerta sin golpearlo. Dudé, pero me incliné hacia adelante, mi cuerpo presionándose ligeramente entre
sus piernas mientras extendia mi mano para abrir el gabinete, tuve que ponerme de puntillas para
alcanzarlos, mi cuerpo casi pegado al de Edward, su rostro solo a unos centímetros a lado del mío.
Podía sentir su calor corporal, olerlo y casi me mareaba. Estiré mi mano y agarré mi vaso, saltando y
casi tirándolo cuando Edward habló.

“Dame uno también,” dijo en voz baja, sus labios justo junto a mi oído, su aliento persistente en mi
cuello. Un escalofrío me atravesó y traté de detenerlo pero no pude. Edward se rió entre dientes y yo
me ruboricé, estirando mi mano rápidamente y agarrando un vaso para él. Cerré el gabinete,
resultando en un fuerte portazo que nos hizo saltar a ambos. Dejé los vasos abajo y agarré el jugo de
naranja. Me serví un poco, haciendo una pausa.

“¿Quieres un poco de esto?” Pregunté, sin saber si era para eso que quería el vaso. Edward me miró
por un segundo.

“Sip,” marcando la “p” al final enfatizando la palabra. “Definitivamente quiero un poco de eso,”
añadió en voz baja, riéndose consigo mismo de manera sarcástica. Lo miré con confusión, ya que
parecía que estaba reaccionando a alguna a una broma privada, y sólo movió su mano como diciendo
que no tenía importancia. Serví su jugo de naranja y volví a colocar el jugo en el refrigerador. Cogí mi
vaso y tomé un sorbo, mirando a Edward cautelosamente ya que su comportamiento me confundía.
Parte de mí quería largarse de ahí y esconderse, como lo había estado haciendo durante toda la
semana, pero una gran parte de mí estaba intrigada y quería quedarse. Esa parte de mí desesperada por
compañerismo, ansiando su compañía.

Edward se empinó la botella de alcohol, haciendo muecas y haciendo el ruido de un horrible gruñido
después de que la apartó de sus labios. “Mierda, eso está fuerte,” dijo, su voz un poco ronca. Tomó la
botella y vertió un poco en su vaso de jugo de naranja. Vaciló antes de estirar su mano y vertiendo un
poco en mi vaso. Lo miré sorprendida, un poco aturdida y él sólo se encogió de hombros. “Algunas
veces no me gusta beber solo.”

Parpadeé un par de veces, oliendo la bebida. “¿Qué es?” Le pregunté, mientras él colocaba la botella
en la encimera. Tomó un trago de su bebida antes de reír, de nuevo con un poco de amargura.

“¿Por qué me lo preguntas? Joder, puedes leer así que léelo.” Dijo. Mis ojos se abrieron estaba
estupefacta. Me miró y gruñó. “Lo siento. Cristo, de nuevo soné como un pendejo. No quise decir
eso.”

Asentí, aún aturdida, francamente ya no me importaba lo que era. Empiné la bebida y empecé a
engullirla, sedienta, un poco molesta y bastante lastimada. Era estúpido que me sintiera herida pero no
pude evitarlo. Ignoré la ligera sensación de ardor en la bebida, pero sobre todo aún con el sabor a jugo
de naranja. Edward me miró fijamente sorprendido cuando puse mi vaso vacío en la encimera junto a
él.

“La mia jodida bella ragazza,” dijo, riendo después. Negó con la cabeza, sin dejar de reír, y
empinando su bebida, la engulló y puso su vaso junto al mío.

“Tienes potencial, tesoro.”


Sonreí levemente. “Gracias... supongo,” dije. Él se rió de nuevo.

“Sí, es un cumplido. Y conseguirás más de donde vino este si puedes hacerlo de nuevo,” dijo, haciendo
una seña hacia el refrigerador. Vacilé, no del todo segura de si quería hacer esto cuando no había
manera de saber cómo iba a actuar bajo la influencia del alcohol, pero finalmente abrí la puerta y
agarré el jugo de naranja. Serví dos vasos más y Edward cogió la botella de licor, vertiendo un poco en
cada vaso. Tomé un profundo respiro y cogí el mío, empinándomelo. Empecé a engullirlo pero era
más fuerte esta vez, el ardor más prominente. Apenas si pude tomar la mitad antes de tener que apartar
el vaso. Haciendo una mueca y tosiendo un poco.

“¡Válgame Dios! Esto está fuerte,” Edward se rió y dejó su vaso en la encimera, el cual estaba vacío
como era de esperarse.

“Sí, ese lo cargué un poco.” Se bajó de la encimera y dio un paso hacia atrás, de forma que no me
golpeara. Agarró la jarra de jugo de naranja y vertió en mi vaso, llenándolo hasta arriba. Me entregó el
vaso y sonrió. “Esta vez no lo engullas, porque si lo haces te desmayarás y de verdad me gustaría algo
de jodida compañía.”

Le devolví la sonrisa y asentí, un poco asombrada de que realmente quería pasar tiempo conmigo. Una
oleada de emociones se disparó a través de mí, la esperanza y el anhelo volvieron, pero traté de
hacerlos retroceder porque era peligroso dejarlos salir. Llenó la mitad de su vaso con el líquido claro y
lo completo con un poco de jugo de naranja. Guardó el jugo de naranja y le puso la tapa al licor.
Vaciló, pero puso la botella de licor en el congelador antes de volverse hacia mí.

Me miró fijamente por un momento, sonriendo levemente. “Ven,” dijo, saliendo de la cocina. Dudé,
una vez más debatiéndome en si lo que estaba haciendo era o no lo mejor, pero a pesar de ello,
siguiéndolo. No podía pensar ahora en las consecuencias. Era demasiado tarde para eso. Edward
Cullen se había metido bajo mi piel y no había manera de sacarlo.

Subimos al tercer piso y él abrió su puerta, haciendo un ademán para que entrara. Entré y miré
alrededor. Él entró detrás de mí, cerrando la puerta. Se acercó al escritorio y puso allí su bebida,
sentándose en la silla. Vacilé, insegura de donde sentarme ya que no quería parecer que no respetaba
su territorio o lo estaba invadiendo. Volvió su cabeza para mirarme y sonrió levemente. “Puedes
sentarte donde quieras,” dijo, obviamente percibiendo mi dilema.

Sonreí y caminé hacia su cama, sentándome en ella. Tomé de mi bebida, agradecida de que ya no
estuviera tan fuerte ya que Edward la había diluido con el jugo.

“Juguemos a algo,” dijo Edward después de un momento. Le levanté mis cejas.

“¿Qué tipo de juego?” Pregunté, un poco nerviosa. No era muy buena con los juegos, no tenía mucha
experiencia con nada en lo absoluto.

Tomó un trago y se encogió de hombros. “¿Qué hay de 21 preguntas?” Sugirió. Sólo me quedé
mirándolo, sin tener idea de lo que era. Volvió su cabeza para mirarme, notando mi expresión. Se rió
levemente. “Nos turnamos, haciéndonos preguntas el uno al otro hasta que lleguemos a las 21. Una
mierda bastante simple, sin preocupaciones.”
“De acuerdo,” dije, ligeramente aliviada al menos sonaba fácil, pero al mismo tiempo un poco
nerviosa ya que adivinaba que podía preguntar cosas personales.

“La única regla es que no puedes mentir. Me importa una mierda cual sea la pregunta, sólo no me
mientas y yo no te mentiré. Y cada uno podemos conseguir un pase, con el que podemos negarnos a
contestar una pregunta si queremos,” añadió rápidamente. Asentí. Tomé un profundo respiro y empiné
mi vaso, engullendo la bebida. Ya estaba sintiendo el calor y algo de confusión dentro de mí, lo cual
imaginaba era la indicación de que el alcohol estaba haciendo efecto. Sabía todo acerca del alcohol, ya
que Charles bebía mucho y era un borracho cruel, así que estaba muy consciente de que entre más
tomara estaría más inhibida.

“¿Quieres ser la primera? ¿O quieres que yo vaya primero?” Preguntó.

“Tú primero,” dije, sin tener idea de qué preguntar y queriendo que el guiara. Miró hacia mí, sus ojos
cayeron en su vaso vacío. Estaba nerviosa, no podía mentir, y mi mano temblaba ligeramente,
agitando mi vaso. Esperaba que él no lo viera, pero tenía la sensación de que podía verlo, ya que
estaba mirando directamente hacia él. Después de un momento suspiró y se paró, tomando mi vaso y
colocándolo en el escritorio. Sacó sus llaves de su bolsillo y abrió un cajón en su escritorio. Eché un
vistazo, extrañamente sin preocuparme por meterme en problemas por ser entrometida. No sabía que
era, pero no tenía miedo de que él me castigara.

“¿Qué piensas acerca de las drogas?” Preguntó, mirándome. Por cierto, eso no cuenta como mi
pregunta. Sólo quiero saberlo antes de hacer esto, no quiero ofenderte o hacer algo que no quieras que
haga.”

Sonreí, un poco sorprendida de que me estuviera preguntando mi opinión sobre algo. “Supongo que no
me molestan. No sé exactamente mucho sobre ellas.”

“¿Los que estaban a tu alrededor no las usaban en Phoenix?” Preguntó. Negué con la cabeza. Charles
bebía, pero nunca utilizó drogas. Asintió, metiendo la mano en su cajón y sacando una bolsa llena de
algo verde. Parecían como hojas secas. Sacó un pedazo de algo marrón que parecía papel y lo llenó de
un poco de eso verde, enrollándolo y lamiéndolo para sellar el papel. Lo llevó a sus labios, sacando un
encendedor y encendiéndolo, inhalándolo como un cigarro.

Se paró y se acercó hacia mí. Mi corazón empezó a latir más rápido mientras se ponía de cuclillas
frente a mí, al nivel de mi rostro. “Esto te relajara,” dijo, sonriendo levemente y levantándome sus
cejas. “Es marihuana, nada loco o algo así, sólo una puta planta. No te daría nada que pudiera hacerte
daño. ¿Quieres probar?”

Sólo me quede mirándolo, un poco aturdida por su proximidad. Sus ojos miraban directamente a los
míos, estaba tan cerca el verde prácticamente estaba hipnotizándome, mientras se arremolinaban por
la emoción.

No ayudaba que la sensación de confusión dentro de mí había aumentado un poco por el alcohol.

Después de un momento asentí vacilante, un poco nerviosa porque no tenía idea de lo que estaba
haciendo. Sonrió y debió sentir mi aprensión. “Te lo pondré más fácil,” dijo. “Quédate quieta, abré la
boca e inhala lo que te doy, ¿de acuerdo? Cuando inhales, sólo mantenlo ahí lo más que puedas.
Asentí. Llevó la droga a sus labios y aspiró profundamente. Separé mis labios y me quedé lo más
quieta que pude, a pesar de mi ansiedad. Él hizo su cabeza hacia adelante, hacia mí y mi corazón
comenzó a acelerarse cuando inclinó su cabeza hacia un lado. Se detuvo cuando sus labios estaban
sólo a un centímetro de los míos y comenzó a exhalar, la mezcla del humo de sus pulmones y el aroma
embriagador de su colonia entró en mi sistema. Nubló todo y cerré los ojos, manteniéndolo en mis
pulmones. Ardía un poco, pero lo mantuve lo más que pude antes de finalmente soltarlo cuando me
faltó el aire. Exhalé despacio, abriendo mis ojos. Edward seguía frente a mí, pero había echado su
cabeza hacia atrás, su expresión de asombro. Su mirada era intensa, casi abrasándome.

Después de un segundo sonrió levemente, llevando de nuevo la droga a sus labios y aspirando otra vez.
Se inclinó hacia adelante rápidamente, deteniéndose con sus labios cerca de los míos y exhaló de
nuevo. Aspiré su aire y cerré los ojos una vez más, sosteniéndolo.

Sentí un hormigueo por todo mi cuerpo, y una intensa sensación de relajación se apoderó de mí.
Finalmente exhalé de nuevo, abriendo mis ojos. Edward sonrió con satisfacción, aún en cuclillas
frente a mí.

“Primera pregunta. ¿Cómo conoces esas citas de Albert Schweitzer?”

Me le quedé mirando por un momento, un poco sorprendida por la pregunta que eligió. “Mi primer
amo tenía uno de sus libros. Lo tomé cuando estaba aprendiendo a leer. Ninguno de los esclavos podía
escribir bien, así que necesitaba algo con lo que practicar.” Me sonrojé después de mi admisión y
Edward me miró interrogante.

“¿Eso te avergüenza?” Preguntó.

“Acabo de confesar que soy una ladrona,” dije. Edward se echó a reír, sacudiendo su cabeza.

“Sí, bueno, vives en una casa con un criminal de carrera cariño. El robo ni nos inmuta,” dijo
juguetonamente. Por fin se paró, dejando la droga en el escritorio, la que había sacado. Se sentó en la
silla junto al escritorio y se recostó en ella, frente a mí. “Tu turno.”

Suspiré, sin saber que preguntarle. “¿Cómo te hiciste esa cicatriz en tu costado?” Pregunté después de
un momento, sólo preguntando algo al azar. Él sólo se quedó ahí sentado, mirándome fijamente por un
momento, sin moverse.

“No me lo vas a poner fácil, ¿cierto?” Murmuró, subiendo su mano y pasándola por su pelo. “Me
dispararon. Tenía ocho años, la bala rasgó justo a través de mi costado.”

Mis ojos se ampliaron y lo miré horrorizada. No estaba segura de que tipo de respuesta esperaba, tal
vez que se cayó de una bicicleta o se cortó con algo, pero sin duda no esperaba que dijera que le
habían disparado.

“Lo siento,” dije en voz baja, bajando la vista al suelo, sintiéndome mal por sacar a colación algo así.

“No tienes por qué. Pero como te dije antes, somos más parecidos de lo que tú crees. Mi sangre se ha
derramado por mierda que tampoco es culpa mía.”

Por un momento lo miré fijamente, sorprendida. ¿Realmente podríamos tener cosas en común? “¿Por
qué te dispararon?” Le pregunté. Negó con la cabeza.

“Tú ya hiciste tu pregunta. Es mi turno,” dijo. Su tono no era duro en lo absoluto pero había un ligero
filo en sus palabras que me decía que tal vez eso era algo que no debería haberle preguntado… no
ahora, de todos modos. Se echó hacia atrás y me miró por un momento, obviamente pensando.
“Pregunta número tres-- ¿Tienes algunos talentos secretos?”

Fruncí el ceño. “Eh… no lo sé. No lo creo,” dije. Arqueó sus cejas con escepticismo.

“Tienes que ser buena en algo. Costura, dibujo, poesía, canto, algo.”

Me encogí de hombros. “Creo que sé dibujar, pero no sé si lo llamaría un talento o algo así. Nunca he
tenido la oportunidad de practicarlo de verdad.”

Él asintió. “¿Estarías dispuesta a dibujar algo para mí?”

Sonreí. “Ya hiciste tu pregunta,” dije a forma de juego. Se echó a reír, sacudiendo la cabeza.

“Bien, adelante, tu turno.”

Dudé. “¿Por qué atacaste a ese chico, Jacob, en el juego?” No estaba segura si realmente quería
escuchar la respuesta, no estaba segura si realmente quería escuchar que confirmara que era mi culpa.

Él gruñó. “Porque es un pendejo y se merece una golpiza. Él y yo simplemente no nos llevamos bien y
parece empeorar a medida que pasa el tiempo. No es la primera vez que lo golpeo y probablemente no
sea la última. Y le he hecho cosas mucho peores que sólo derribarlo, eso no es nada comparado con la
mierda que pasó el año pasado. Harías bien en mantenerte alejada de él, le gusta joder la vida de la
gente. Y no tengo la intención de asustarte, pero joder, no me gustó que te estuviera tocando. Él
destruye todo lo que toca y no quiero que tú seas una de esas cosas.”

Me quedé mirándolo fijamente, un poco sorprendida por la respuesta. No entendía exactamente a qué
se refería al decir que Jacob destruía todo lo que tocaba y que él no quería que yo fuera una de esas
cosas, no sabía qué pensar al respecto. Sonaba como si me estuviera protegiendo y de alguna manera
estaba acostumbrada a eso, en cierto modo, alguien protegiendo su propiedad, pero esto se sentía
diferente.

“Mi turno. Así que, ¿dibujarías algo para mí?” Preguntó. Me encogí de hombros.

“Algún día, supongo.” Me levantó una ceja.

“¿Algún día?” Preguntó inquisitivamente. Asentí. “¿Qué coño quieres decir con algún día? ¿Mañana?
¿La semana que viene? ¿Cuándo tenga 80 años?”

Sonreí levemente. “Supongo que te dibujaré algo el mismo algún día que tú finalmente me dejes
limpiar tu habitación.” Rodó los ojos y parecía que estaba a punto de discutir así que lo interrumpí
rápidamente e hice mi pregunta.

“¿Qué le hiciste a Jacob el año pasado?”


Rió con amargura. “¿Segura que quieres saberlo?” Lo miré fijamente por un momento, su reacción me
hizo pensármelo dos veces. Finalmente asentí, por pura curiosidad, y él suspiró. “Un día me encabronó
y estallé. Me dirigí a la reservación donde vive, saqué un arma, y le disparé a su coche. Le di al tanque
de gasolina, hizo chispas y voló la maldita cosa. Quiero decir, sí, sólo era un puto coche pero él
mimaba ese pedazo de mierda, ahorró y lo construyó él mismo. Trataron de acusarme de intento de
asesinato porque cuando llegué allí Jacob estaba en el coche. Pero él me vio sacando la pistola, saltó
del coche y corrió, y no disparé hasta que estuvo lejos, pero como sea. Papá pagó mucho puñetero
dinero a un montón de gente de mierda y cobró algunos favores para resolverlo. Me envió lejos por un
tiempo después de eso y ahora tengo prohibido poner un pie en la reservación. En el juego contigo fue
la primera vez que lo había visto desde entonces.”

Lo miré fijamente, un poco sorprendida de que se hubiera puesto tan violento. Jacob me había
parecido tan inofensivo cuando hablé con él, no podía imaginármelo siendo capaz de irritar a Edward
hasta el punto de que Edward estallara como lo hizo.

“¿Qué te dijo Jacob que te hizo sonreír?” Preguntó, levantándome una ceja. Frunció el ceño y parecía
estar un poco molesto sobre algo.

“Eh… me dijo un chiste,” dije. La frente de Edward se frunció y la ira en su rostro parecía aumentar.

“No fue un pinche chiste sucio, ¿verdad?” Preguntó con voz un poco fuerte. Reí levemente, un poco
confusa en cuanto a porque un chiste lo estaba haciendo enojar.

“No. Él me preguntó si sabía cómo le llamaban a un ciervo sin ojos.”

Edward rodó los ojos y negó con la cabeza, murmurando en voz baja. “Tu turno para hacer una
pregunta.”

“¿Ya no tocas el piano?” Pregunté. Me miró interrogante como si fuera una pregunta estúpida.
“Quiero decir, Jasper como que me dio a entender que te pones violento en lo relacionado con tu piano
así que me sorprende que nunca te haya visto tocarlo.”

Sonrió. “¿Ese cabrón te dijo que te quebraría los dedos si lo tocabas?” Asentí y se echó a reir, negando
con la cabeza. “Te juro por Dios que no tenía la intención de quebrarle los dedos a esa perra pero le
pedí que dejara de tocarlo y no quiso escuchar.”

Mis ojos se abrieron con horror. “¡¿De verdad le rompiste los dedos a alguien?!”

Él asintió. “La última mujer, Janet. No había estado aquí por más de una semana y ya la había
sorprendido haciendo esa mierda. No se detuvo cuando se lo pedí, así que agarré su mano con fuerza y
ella trató de apartarla. Jaló su dedo en la dirección contraria. Sin embargo, te juro que no era mi
intención hacer esa mierda. Y sí, todavía toco el piano. Sólo he estado ocupado y un poco metido en la
rutina,” dijo, encogiéndose de hombros.

Asentí y suspiré. “¿Lo último que soñaste?” Preguntó.

Me tomó un poco por sorpresa. “Eh… mi mamá,” dije. Era verdad, pero no le dije los detalles. No
tiene por qué saber que la soñaba siendo brutalizada. Miré el reloj y sonreí levemente, dándome
cuenta que ahora era domingo. “Hoy es su cumpleaños.”

Me miró sorprendido. “¿De verdad?” Asentí y sonrió. “Bueno, feliz cumpleaños para ella,” dijo,
cogiendo su bebida y levantándola en el aire antes de engullirla. Reí levemente, sacudiendo mi cabeza.

“¿Edward?” Dije después de un momento, vacilante, sin saber si quería hacer la pregunta pero la
mención de ella me dio curiosidad. “¿Puedo preguntarte algo?”

Me miró, su expresión seria. En base a mi tono supongo que pudo darse cuenta que no era una
pregunta del juego. “Sí,” dijo en voz baja, vacilante.

“¿Qué pasó con Janet?” Pregunté. Sabía que probablemente estaría muerta, pero tenía curiosidad de
saber que la llevó a eso. Yo misma había enfrentado la ira del doctor Cullen pero tenía curiosidad en
cuanto a que lo llevaba hasta el punto de que en realidad te matara. Edward suspiró, pasándose la
mano por su pelo.

“Ella no quiso escuchar, siguió desobedeciendo. Mi papá es bastante relajado pero cuando da una
orden lo dice en serio. Mierda, hasta yo escucho cuando me dice directamente que no haga algo.
Generalmente, como sea.” Rió levemente entre dientes. “Como sea, se le castigó por la misma mierda
una y otra vez y la cagó en grande, pero él estaba tratando de ser paciente con ella. Una noche que él la
tenía esposada y ella se las arregló para sacar sus manos de las esposas. Él la encontró libre de sus
ataduras la mañana siguiente y estalló. Una cosa es hacer algo que él puede considerar un error y
joder, otra es desafiarlo directamente, la cual es la razón por la que no podía desatarte esa noche a
pesar de quería hacerlo.”

“¿Así que la mató?” Pregunté en voz baja. Edward suspiró, encogiéndose de hombros.

“La sacó de la casa por el pelo y la internó en el bosque. Nunca escuché un disparo, pero para ser
sinceros no podría escucharlo, mientras tuviera un silenciador en su pistola. Sin embargo, nunca la
volví a ver, así que creo que sí. Trato de no pensar en esa mierda, sé que está jodidamente mal que
quiera ignorarlo pero lo hago.”

Asentí, en compresión. Me horrorizaba un poco, no voy a mentir, pero reconozco que lo que ella hizo
era algo que simplemente no le haces a tu amo. “Gracias,” dije. “Por decirme.”

Él asintió. “Vamos a considerar esa como tu pregunta,” dijo, sonriendo. Vaciló por un momento,
mirándome. “¿Alguna vez te han besado?”

Mis ojos se abrieron y lo miré, un poco atónita de que me preguntara eso. Negué con la cabeza
despacio. Me sentía un poco inepta por mi respuesta, admitiendo mi inocencia en el tema. “Sé que
probablemente me haga parecer inmadura ante ti, el que nunca nadie me haya besado,” murmuré,
bajando mis ojos de los suyos avergonzada.

Rió suavemente. “No, no te avergüences. Demonios, técnicamente yo tampoco.”

Mi ceño se frunció y lo miré. “Pero tú dijiste...” Comencé, recordando claramente la conversación


cuando él dijo que tenía sexo con chicas por placer.

Sonrió con tristeza. “Yo no besó, nunca besé a alguna de ellas en los labios,” dijo encogiéndose de
hombros.

“Demasiado mimoso y romántico. Quiero decir, puede que haya besado a una chica o dos cuando era
apenas un niño pero eso en realidad no cuenta cuando en aquel entonces ellas todavía tenían piojos.
Eso probablemente me haga parecer como un pendejo, que pueda tener sexo con ellas pero no
besarlas, pero ellas sabían como era yo.”

Lo estaba mirando, en shock. ¿De verdad nunca había besado a una chica? “¿Cuántas han sido?”
Pregunté. Su ceño se frunció en confusión.

“¿Cuántas chicas?” Preguntó. Asentí y una expresión de vergüenza se apoderó de su rostro. Dejó caer
la cabeza y pasó sus manos por su pelo, mirando al suelo. En realidad no dijo nada por un momento,
sólo se movía nervioso. Era un poco confuso, parecía casi avergonzado por ello.

“Cristo, no lo sé. Una docena y media más dos o tres, tal vez,” farbulló. Parpadeé un par de veces.

“Así que, ¿20 o 21?” Pregunté. Me miró y arqueó una ceja.

“Joder, eres rápida para las matemáticas. Pero sí, no lo sé. No es exactamente que tenga una lista por
ahí, pero esa probablemente es la cifra correcta. Y esa mierda es ridículamente alta, lo sé.” Negó con
la cabeza, pasando los dedos por su pelo de nuevo. Me observaba con cautela, frunciendo el ceño.

Parecía molesto por su propia respuesta y eso me entristeció. ¿Se arrepiente de alguna de esas chicas y
no le gusta hablar de ellas?

Sonreí, tratando de tranquilizarlo y sin querer que se sienta mal. Quiero decir, no entiendo
exactamente todo el tema del sexo pero él no había forzado a ninguna de esas chicas y él dice que lo
disfruta así que no entiendo por qué había de estar avergonzado.

Gruñó, pasando sus manos sobre su rostro en frustración. “Tema nuevo. Pregunta número… cualquier
puto número en el que estemos. ¿Cuándo fue lo más asustada que alguna vez has estado?”

Suspiré, pensando. “Probablemente en la habitación de tu padre.”

Frunció el ceño. “¿Cuándo apretó el gatillo?” Preguntó.

Lo miré con sorpresa. No sabía que él estaba consciente de lo que el doctor Cullen me había hecho.

“Eh, sí eso fue aterrador. Pero iba a decir que cuando escuché el clic de la puerta al cerrarse, al
levantar la mirada y ver su expresión. Nunca había visto tanta rabia en los ojos de una persona. Era
como si fuera una persona completamente diferente.”

Edward asintió, pero no hizo ningún comentario. “Tu turno,” dijo, me dio la espalda y tomó su vaso,
engulliendo el resto de su bebida.

“¿Dónde está tu mamá?” Solté antes de que incluso me diera cuenta de lo que estaba preguntando. Mis
ojos se ampliaron y mi mano se disparó hacia mi boca para taparla. Edward se quedó inmóvil, su vaso
en el aire. No podía ver su rostro, ya que estaba de espaldas, así que no estaba segura de si estaba
molesto o enojado.
“Chicago,” dijo simplemente después de un momento. Dejó su vaso a un lado y se volvió hacia mí.
Parecía estar bien, lo que me sorprendió casi tanto como su respuesta.

“¿Chicago?” Pregunté, un poco confusa. Estaba segura de que había fallecido.

Asintió. “Sí.” Dudó por un momento. “En realidad es técnicamente Hillside, sólo a unos pocos
kilómetros de Chicago. Está en el Cementerio Monte Carmelo.”

Fruncí el ceño, dándome cuenta de que en verdad estaba muerta. “Lo siento,” susurré, casi deseando
no haber preguntado. Fue un error de mi parte forzar un tema tan sensible como obviamente lo era su
madre. Si quería que supiera de ella, me lo diría. Se encogió de hombros.

“Está bien. Sólo no me preguntes justo ahora cómo llegó ahí, ¿de acuerdo? Esa es una puñetera
historia diferente para un diferente día de mierda.” Asentí, comprensivamente, y él sonrió levemente.

“¿Por qué el verde es tu color favorito?” Preguntó. Mis ojos se abrieron un poco y sentí el rubor
subiendo rápidamente. Aparté la vista de él y lo escuché reír.

“Paso,” murmuré, acostándome en su cama y cerrando los ojos, deseando que pudiera desaparecer.

Me había tomado por sorpresa y reaccioné sin pensar, lo que me hizo sentir como una idiota.

Él se rió aún más por mi reacción y sentí la cama moverse después de un segundo. Mis ojos se
abrieron de pronto e inmediatamente encontré esos verdes ardientes, ya que ahora estaba sentado junto
a mí y casi inclinándose encima de mí.

“Tu turno, ya que utilizaste tu pase,” dijo con diversión en su voz, sonriendo con su impresionante
sonrisa torcida. Suspiré y todavía podía sentir el rubor en mis mejillas.

“¿Cuál es tu color favorito?” Pregunté, demasiado nerviosa como para poder pensar en otra pregunta.

Su sonrisa creció un poco más.

“Justo ahora estoy dividido entre el marrón chocolate y ese lindo tono rojo rosáceo,” dijo ligeramente,
mirando directamente a mis ojos. Sentí que mi sonrojo se profundizaba y tuve que apartar la mirada
de él. Mi corazón latía rápidamente, su cercanía confundiéndome y haciéndome pensar que en realidad
estaba coqueteando conmigo. Sabía que sólo eran mis ridículos sentimientos controlándome y
ofuscándome, cuando en realidad no había manera de que él coqueteara con gente como yo. Rió entre
dientes.

“Mi turno. ¿Por qué te avergüenzas de tu color favorito?”

Lo miré, confusa. “Eso no es justo, ya pasé en esa pregunta.” Se rió, negando con la cabeza.

“No, tú pasaste en por qué es el verde tu color favorito. Ahora quiero saber porque es vergonzoso el
que verde sea tu color favorito. Dos cosas totalmente diferentes.” Dijo con total naturalidad, como si
fuera así de sencillo, y no hubiera manera de salir de esto. Gemí, cerrando los ojos. Rió entre dientes y
encontraba todo divertido, lo que sólo me avergonzaba aún más. “La verdad, Bella.”
Suspiré. Sentí la cama moverse y abrí los ojos para echarle un vistazo a Edward y verlo estirar la
mano y agarrar la marihuana. Lo encendió y aspiró profundamente, cerrando los ojos y sosteniéndolo.
Lo observé por un momento, un poco anonadada. Se veía tan tranquilo y relajado. Abrió sus ojos
después de un segundo y me miró. Vio que lo estaba mirando y sonrió su encantadora sonrisa torcida.
Sentí que un cosquilleo recorrió mi cuerpo, se me puso la piel de gallina al verlo. De verdad era
asombroso y no estaba segura si eran las drogas o el alcohol, pero algo me hizo sentir completamente
a gusto con él. Me sentía reconfortada y segura, y era total y absolutamente aterrador como disfrutaba
de esa idea. Porque nunca en mi vida, incluso cuando era una niña pequeña, nunca me sentí como si
estuviera a salvo con alguien. Ni siquiera con mi propia madre. Desde el principio supe que mi madre
era impotente y en realidad no podía protegerme, por mucho que quisiera hacerlo.

Pero recostada allí, mirando a Edward, me sentía protegida. A salvo. Me di cuenta, mirándolo y
viendo esa sonrisa y sintiendo esas cosas que surgen en mí, que confiaba en él. Nunca había confiado
en alguien en mi vida, no podía confiar en nadie. Pero por alguna razón confiaba en él. Y sabía que no
debía. No debería confiar en él menos que nadie. Era peligroso para mí. Era el hijo del hombre a quien
pertenecía, su familia tenía mi vida en sus manos. Él podía lastimarme y hasta matarme y yo era
incapaz de detenerlo. Pero de todos modos confiaba en él. Confiar era algo que él tampoco hacía. Y
era tan estúpido de mi parte, porque él me había mostrado que podía tener temperamento y era cruel y
negligente cuando se trataba de mujeres. No había razón para que el tuviera ninguna consideración con
mi vida.

Pero lo amaba, Cristo, amaba al chico. Podía sentirlo en cada centímetro de mi cuerpo, en cada latido
de mi corazón. Nunca supe lo que era realmente el amor hasta que llegué aquí, pero ahora lo sentía.
Me consumía por completo, y eso era aterrador, y enamorarme de él probablemente era la cosa más
estúpida que alguna vez había hecho. Pero no podía detenerlo. Me di cuenta, recostada allí, que haría
cualquier cosa que él me pidiera voluntariamente. Si Edward Cullen me quería, Edward Cullen podía
tomarme y no lo detendría. No quería detenerlo.

Edward se inclinó hacia adelante, sus ardientes ojos verdes mirando dentro de los míos. Había tanto
fuego en ellos, demasiadas chispas. Me tensé cuando se acercó a mí, deteniéndose cuando estaba a
unos simples centímetros de mis labios. Separé mis labios e inhalé todo lo que me dio, cerrando los
ojos y suspirando mientras saboreaba su aliento y olía su aroma.

Sentí que su rostro rozó contra mi mejilla, las chispas de su piel envió un hormigueo por mi cuerpo.
Podía sentir el ligero roce de su barba, áspera y rasposa, y pude sentirlo inhalando contra mi piel. Me
di cuenta que me estaba respirando y finalmente me permití preguntarme seriamente si tal vez, sólo
tal vez, esta hermosa criatura podría ansiar lo mismo que yo anhelaba. Si posiblemente él podía sentir
las mismas chispas que yo sentía.

Después de un momento, rompió la conexión, alejándose de mí. Lo sostuve lo más que pude, sin
querer dejarlo ir, pero finalmente la necesidad de mi cuerpo por oxigeno se impuso. Exhalé y sentí que
la cama se movió, Edward se estaba levantando. Mantuve mis ojos cerrados, sin querer abrirlos y
enfrentar la realidad. Todavía no.
Capítulo 23 Un Eco

“Porque él la amaba, ya que sólo se puede amar a alguien que es un eco de sí mismo en un
momento de profundo dolor.”—Orson Scott Card

Edward cullen

Vi como el rubor se deslizó hasta sus mejillas y ella apartó sus ojos de mí. No pude evitar reír, un
poco desconcertado por todo. La razón por la que le pregunté por su color favorito de nuevo es porque
tuvo exactamente la misma reacción la primera vez. No capté porqué era tan importante el color verde
para que ella tenga una reacción tan intensa, pero carajo si no me tenía curioso. No había manera de
que me lo dijera ahora.

Se tumbó en la cama, tratándose de escudarse de mí, y murmuró que pasaba. De todas las preguntas en
el mundo, pasó en una tan simple como un puñetero color. ¿Qué puede ser tan malditamente
vergonzoso de que te guste un color tan mundano como el verde para que ella sea tan evasiva? Juro
que es la maldita persona más compleja que alguna vez haya conocido. Era algo bueno que no le haya
preguntado sobre nada sexual como el adolescente hormonal que hay en mí quería preguntar. Quiero
decir, mierda, sabía que un hombre nunca la había tocado, pero realmente quería saber si ella se había
tocado. Tenía dieciséis años y a pesar de todo al menos tenía que tener pinche curiosidad por su
cuerpo. ¿Al menos alguna vez había sentido el placer de un orgasmo, aunque hubiera sido auto
inducido? Quiero decir, al menos la relajaría y en la vida que tiene apuesto que un poco de relajación
sería malditamente celestial.

Pero no podía peguntarle esa mierda. Perras normales se avergonzaban por completo cuando se trataba
de la masturbación; si se lo planteó a Isabella probablemente le dé un aneurisma o algo. Y estaba tan
relajada a mí alrededor; no quería arruinarlo por ser un pendejo hormonal entrometido.
No me gustó no verla así que me levanté y me senté en la cama junto a ella. Quería ver ese rubor, ya
que era malditamente lindo. Ni siquiera sabía que las chicas seguían haciendo esa mierda hasta que
ella llegó. Supongo que tal vez lo hacían y sólo usaban demasiado maldito maquillaje para que nadie
pudiera verlo.

Me incliné sobre ella y sus ojos se abrieron de golpe, mirando directamente a los míos. Le dije que
hiciera una pregunta ya que había pasado y me preguntó mi color favorito. Mierda, francamente no
tenía uno en específico, mi preferencia siempre cambiaba dependiendo de lo que se veía bien en el
momento. Y justo en ese momento, esos ojos de un profundo marrón chocolate y ese rubor rojo
rosáceo, joder, era todo lo que se veía bien para mí.

Se puso aún más roja cuando le dije eso y ni siquiera pudo darme una puta mirada. Era tan
malditamente linda que era ridículo. Le pregunté porque el color verde la avergonzaba y trató de
rehuir la pregunta de nuevo, todavía avergonzada, y no pude evitar reírme. Le dije que me dijera la
verdad y ella gruñó, cerrando sus ojos.

Estaba un poco ebrio y la hierba me tenía relajado. No podía creer que ella en realidad haya estado
dispuesta a beber el Everclear conmigo (N.T. El Everclear es alcohol casi puro y por lo mismo es
ilegal en los Estados Unidos), ya que esa mierda era fuerte, y estaba aún más jodidamente atónito de
que no hubiera salido corriendo o le hubiera dado un ataque de pánico cuando enrollé el porro. Sabía
que ella no había hecho nada como eso antes y Cristo, me sentía como un pendejo corrompiéndola.
Era tan inocente y pura, a diferencia de cualquier persona que alguna vez había conocido. Todo era
nuevo y asombroso para ella, y amaba la forma en que sus putos ojos se iluminaban cuando estaba
viendo o experimentando algo nuevo. Y tal vez era egoísta de mi parte el querer ponerla jodida y sin
inhibiciones, pero quería pasar un tiempo con ella, conseguir conocer su verdadero ser y no esa
versión robótica que había estado vagando por la casa toda la maldita semana. Quería que estuviera a
gusto conmigo y que me viera, como lo que era, otra pinche persona, un igual, y no como alguien por
encima de ella como un amo. Me di cuenta de que probablemente era difícil para ella, mirarme como
si fuera su igual, tomando en cuenta que mi padre había pagado dinero por ella. Pero ella no era un
pedazo de propiedad para mí. Era sólo una chica, y una jodida chica hermosa, y yo sólo era un chico
que quería conocerla.

Y no puedo mentir, verla inhalar el humo que yo había exhalado fue erótico. Se sentía como si me
estuviera tomando en su cuerpo, invitándome a entrar. Una puta parte de mí estaba dentro de ella,
fluyendo en ella. Era sensual e hizo que mi polla se endureciera más de lo que alguna vez la había
sentido. Estaba palpitando y traté de ignorar esa mierda, no queriendo ser indecente o espantarla. No
tengo idea de cómo se siente acerca de mí, si alguna vez me había deseado así. No tenía experiencia y
la verdad yo tampoco.

Joder, me mataba admitirme a mí mismo que era tan inexperto como ella en esa mierda. Podía follar a
una chica hasta dejarla sin sentido, hacerla gritar y llorar de placer, pero cuando se trataba de amar a
una no tenía idea de lo que estaba haciendo. Tenía miedo de lastimarla, o terminar lastimado. Puede
que ella sea fuerte en espíritu, pero cuando se reducía a eso, era jodidamente frágil. Tenía que caminar
en una línea tensa para evitar lastimarla. Sabía que no tenía material de novio ni nada, no había
mentido cuando le dije a Alice que ella no me querría así porque no era un buen tipo. Porque no lo era.
Tenía una pose, era engreído y estaba jodido. Me apresuré a llegar a casa porque me di cuenta de que
la amaba hasta el punto de que no podía estar con nadie más, joder, que me estaba engañando a mí
mismo tratando de ignorar lo que sentía y todavía me las había arreglado para ser un cabrón con ella.
No tenía idea cómo iba a actuar de acuerdo a mis sentimientos sin que mi padre lo averiguara, sólo
esperaba que Alice tuviera razón acerca de que no era observador y que ella fuera capaz de guardar un
secreto. Pero ya sabes, nada de esa mierda importa si no le gusto a ella.

Y Cristo, había utilizado a tantas chicas en los últimos años que era ridículo. No podía creer que me
había hecho esa pregunta. Pensé en pasar, pero sabía que si pasaba en esta eso me haría lucir mucho
peor, siendo incapaz de admitir el número. Honestamente no sé di la mejor estimación que pude. No
quiero que Isabella sea como ellas, no quiero que sea otro número en la lista. Ella era especial, quería
que las cosas fueran diferentes con ella. Quería amarla, no follarla. Por supuesto que me excitaba pero
no se trataba de eso, para nada. Quería su puta alma, no su cuerpo.

Extendí mi mano y agarré el porro, encendiéndolo y tomando una larga calada. Lo sostuve por un rato,
cerrando los ojos sólo sintiendo el ardor. Abrí los ojos y miré a Isabella, sonriendo cuando vi que me
estaba mirando fijamente. Había una mirada de vehemente deseo en su rostro, intenso deseo que era
casi sorprendente. Desearía saber lo que quería, que era lo que anhelaba. Quería preguntarle, decirle
que le daría lo que ella quisiera, pero no podía hacer eso. No estaba en posición de hacer promesas sin
saber en lo que me estaba metiendo. Me incliné hacia ella y se tensó levemente, pero no era por
miedo. Ella no tenía miedo de mí. Me detuve cerca de presionar mis labios en los suyos y exhalé.
Respiró lo que había sacado, cerrando los ojos y suspirando. Se veía tan contenta y relajada y
realmente era una hermosa vista. Estaba tan cerca que podía sentirla inhalando, pude oler el cítrico del
jugo de naranja y el olor amaderado de la marihuana y la menta de su pasta de dientes, todo en su
boca. En ese momento no deseaba nada más que besar sus labios, saborear su aliento y sentir su
lengua.

Mis propios deseos me asustaron, ya que yo no besaba. Nunca antes había querido darle un puto beso a
una chica. Pero en ese momento no quería nada más que sentir esos deliciosos labios presionados
contra los míos, para ver si eran tan suaves y tiernos como se veían, para probarla y ver si sabía tan
bien como olía.

Pero no podía. Por mucho que lo quisiera, que lo anhelara, sería el más grande cabrón en el planeta si
lo hiciera. Hace apenas unas horas estaba follando a Tanya y no podía sólo besarla así de rápido
después de eso. Ella se merecía algo mejor que esa mierda, no era sólo otra chica. Tenía que tratarla
con respeto, mostrarle que la adoraba con mi puñetero corazón y no dejar que las hormonas me
dominaran.

Y además, ¿qué puto derecho tenía de sólo ir y besar sus labios? Ella ya más o menos me había dicho
que preferiría que alguien la asesinara a que la violaran. Se necesita ser un verdadero pendejo de
mierda para sólo ir y besarla sin su consentimiento después de que ella confesó eso. Era un imbécil, sí,
pero no tan imbécil.

Me alejé de su boca y pasé mi nariz a lo largo de la línea de su mandíbula, apoyando mi mejilla en la


suya, sintiendo su calor corporal. Inhalé, y ella olía afrutada como a fresas y dulce, jodidamente
femenina, y era un olor fantástico. Me pregunté cómo olería abajo, si sus jugos femeninos eran tan
dulces como el resto de ella. Nunca antes había probado a una chica, yo no hacía esa mierda. Nunca
me entregué así, me la habían mamado muchas veces en el pasado pero nunca devolví el favor. Sin
embargo, demonios si no quería probar sus jugos. Pero tenía que apartar esa mierda e ignorar esos
impulsos porque me iban a meter en problemas si no lo hacía.
Aunque todo era demasiado, totalmente demasiado. Tenía que alejarme de ella antes de cruzar la
línea, antes de presionarla demasiado y asustarla porque estando tan cerca físicamente estaba
poniendo a prueba mi fuerza de voluntad. Nunca tuve que negarme algo que quería y era difícil como
el demonio hacerlo. Me senté, suspirando. Ella se quedó acostada, con sus ojos cerrados y sin respirar,
manteniendo mi aire en sus pulmones.

Después de un momento comenzó a exhalar, el humo filtrándose lentamente de sus labios entre
abiertos y su nariz. Me paré de la cama y salí de la habitación, cerrando la puerta detrás de mí. No
estaba incómodo en lo absoluto dejándola allí, lo que era jodidamente extraño para mí, ya que nunca
había confiado en alguien como para que estuviera alrededor de mi mierda. Supongo que confiar en
alguien tiende a presentarse junto con amarlos. No pensé que ella jodiera nada, honestamente no me
importaba si lo hacía. Nada de eso importaba en realidad.

Caminé por el pasillo y abrí la puerta de la biblioteca. Encendí la luz del techo, la cual estaba
jodidamente brillante porque era de alto voltaje y me hizo hacer una mueca. Entrecerré los ojos y
parpadeé un par de veces, tratando de ajustar mis ojos. Caminé frente a las estanterías por un
momento, recorriendo con la vista los títulos. Raras veces venía aquí, no tenía tiempo para leer con lo
ocupado que estaba. La mayoría de los libros eran de mi madre ya que coleccionaba esas pendejadas y
ninguno de nosotros en realidad los tocaba. Por lo general, sólo estaban allí acumulando polvo, sin
usarse como el resto de las cosas de mamá. Todo nos lo quedamos, papá se negó a regalar nada de
ello. Todo estaba en el desván de la casa, guardado en cajas y bajo llave.

Dudo que Isabella siquiera sabía que tenemos un ático. La única manera de llegar a él era a través de
la biblioteca y dudaba mucho que ella viniera aquí con bastante frecuencia siquiera para notar la
entrada a él. Quiero decir, me di cuenta de que algunas de las capas de polvo se habían ido así que era
evidente que ella había limpiado el puto lugar, pero como para pasar tiempo de calidad aquí, era poco
probable. También dudaba que ella supiera sobre el sótano, considerando que la única manera de
llegar ahí era a través de la habitación cerrada bajo las escaleras. Había otra entrada por fuera pero
estaba oculta por la maleza y ni siquiera creía que ella saliera para que lo notara. Como sea, no creo
que quiera ir allí abajo. Ahí es donde se guardaba todo el contrabando, las armas, las drogas, el dinero,
toda la mierda ilegal que papá estaba moviendo por la zona. Se parecía a un calabozo, una de esas
celdas de tortura que se ven en las películas. Y supongo que en cierto modo lo era, ya que había otra
habitación allá abajo destinada para encerrar a la gente en ella, con putas cadenas que colgaban del
techo y en las paredes. No creo que él alguna vez la haya usado, pero no apostaría en ello, podía meter
y sacar a alguien disimuladamente sin que nunca nos diéramos cuenta.

Papá era hábil para eso, podía mantener a alguien como rehén a unos pocos metros bajo nuestros pies
y joder, nunca ninguno de nosotros nos daríamos cuenta, porque con su comportamiento él nunca daría
indicación de que algo estaba pasando. Siempre tranquilo y con dominio de sí mismo. De todos los
putos rasgos que heredé de él, ¿por qué no había heredado ese? Si preguntáramos no nos mentiría, nos
diría la verdad, y esa en parte era la puta razón por la cual ninguno de nosotros preguntaba. La
ignorancia es felicidad, o lo que sea.

Miré a lo largo de la estantería, recorriendo con la vista los títulos. Me detuve cuando llegué al que
estaba buscando y lo saqué. Estaba viejo y desgastado por el uso, el maldito libro favorito de mi
madre. La cubierta tenía un poco de polvo, así que soplé para quitárselo, tosiendo y cerrando los ojos
cuando el polvo regreso a mí. Buen puto movimiento, Cullen.
Volví a apagar la luz y me dirigí de vuelta a la habitación. Abrí la puerta y mis ojos encontraron los
marrones suaves de Isabella instantáneamente. Se había movido de lugar y estaba acostada boca abajo
en mi cama, con los pies arriba de mis almohadas. Le di una pequeña sonrisa y cerré la puerta detrás
de mí con suavidad. Me acerqué a ella y le extendí el libro y ella extendió su mano vacilante,
tomándolo con cautela pero pareciendo confusa.

“Es ‘Cumbres Borrascosas’,” le dije, encogiéndome de hombros. “No es precisamente una historia
feliz toda puto color rosa. Es sobre amor y odio, obsesión y pasión, venganza y crueldad, y toda esa
otra mierda. Pensé que te gustaría.”

Sus ojos se abrieron un poco y bajó la vista a libro en sus manos. “Eh...” Comenzó a decir, su ceño se
frunció mientras miraba la cubierta. Me reí ante su reacción, tan jodidamente linda e inocente.
Quedándose completamente atónita por un maldito libro.

“Mira, no tienes que leerlo, sólo pensé que te daría algo que hacer,” dije, sin querer que pensara que la
estaba forzando a hacer algo.

“¡Oh no! ¡Quiero hacerlo! Es sólo que... ¿Qué pasa si tu padre lo encuentra?” Preguntó. Miré hacia
ella y la vi mirando el libro fijamente con esa pinche mirada en su rostro, esa mirada de asombro,
emoción y pasión que amaba tanto.

“No te preocupes por él,” le dije, encogiéndome de hombros. Levantó la vista hacia mí con una mirada
de incredulidad en su rostro. Le sonreí levemente. “Te tengo cubierta, confía en mí.”

Me miró por un momento y vi sus ojos cubrirse de lágrimas. Era sorprendente cuanta jodida emoción
había allí. Me di cuenta que estaba luchado por retenerlas, sin querer llorar. O sea, sólo era un libro,
pero supongo que para ella esa mierda era mucho más que eso. Pero para ser sincero, ella podía tener
la puta colección completa de libros si los quería, si ello significaba hacerla feliz.

“Está bien,” dijo en voz baja, mirando el libro. Lo abrió como por la mitad y se veía como si estuviera
echando un vistazo a la página. “Eh, no creo que pueda leer esto,” murmuró.

“¿Por qué?” Pregunté, confuso y con curiosidad. Miró hacia mí.

“Hay un montón de palabras grandes en esta cosa,” dijo. Me reí, negando con la cabeza. Joder,
esperaba que dijera que era demasiado escandaloso o algo así, no que era difícil.

“¿Puedes leer Albert Schweitzer pero no puedes leer esto?” Pregunté con incredulidad. Se encogió de
hombros.

“Ese fue el único libro que había tenido durante años, lo único que tenía para leer. No lo terminé todo
porque mucho de él no tenía sentido para mí pero me aprendí algo de memoria así que lo di por
terminado.”

Sonreí. “Ah, bueno… yo creo que puedes hacerlo. De todas formas, nos tienes a nosotros para
ayudarte.”

Sus ojos se abrieron. “¿Ayudarme?” Preguntó. Me encogí de hombros.


“Quiero decir, si no quieres ayuda aprendiendo y leyendo y esa mierda está bien. Pero estaré más que
feliz de hacer lo que pueda, y sé que Alice y Jasper también lo estarán,” dije. Tan encantados como
estaban esos dos con Isabella y considerando que sabían cómo me sentía por ella sabía malditamente
bien que saltarían ante la oportunidad.

Sólo me miró fijamente por un segundo. Se volvió y miró el libro en su mano, parpadeando un par de
veces. “De acuerdo,” dijo en voz baja.

Sonreí y finalmente me quité los zapatos. Mis putos pies me estaban matando, pero había estado tan
muerto de la curiosidad, perdido en mis pensamientos y la compañía de Isabella, para siquiera pensar
en quitármelos. Me subí a la cama y me acosté junto a ella de espaldas, agarrando el control del
estéreo, repasando mis CD en el reproductor hasta que encontré algo que me interesaba, “Still Not
Getting Any” de Simple Plan.

“Te veías guapo esta noche,” dijo Isabella en voz baja. La miré, un poco sorprendido por sus palabras.
Estaba acostumbrado a que las chicas me dijeran que me veía bien, Stanley alimentaba mi ego con esa
mierda todas las mañanas, pero que Isabella me lo dijera era diferente. Estaba extrañamente
asombrado, de que ella pensara que estaba jodidamente guapo, esa opinión envió esos malditas
oleadas de amor y deseo a través de mi pecho y al interior de mí corazón.

Ella me miraba y le sonreí en respuesta. “Gracias,” murmuré. “Aunque la puta corbata era afrutada.”

Se rió en respuesta, mirándome directamente a los ojos, me encantaba que ahora por lo general era
capaz de mantener el contacto visual conmigo, me sentía como si pudiera ver su pinche alma a través
de sus ojos. En ese momento sentí el impulso de decirle que era hermosa y las palabras casi salieron,
pero antes de que pudieran salir ella volvió su cabeza y se volvió a centrar en el libro. Suspiré,
pasando mis dedos por mi pelo, enojado porque había perdido la oportunidad de realmente hacerle un
puto cumplido. Dudaba que alguna jodida vez alguien le dijera que era hermosa pero de verdad lo era.

Volví a encender el porro y me quedé mirando el techo, escuchando la música. Le ofrecí a Isabella
dejarle que le diera una verdadera calada, pero ella me miró como si estuviera loco. Sabía que se le
estaba contagiando el subidón estando tan cerca de mí fumando y pude verla inhalando profundamente
en mi dirección de vez en cuando. Me hacía sentir calidez y alegría, y por un momento casi sentí como
si fuéramos puta gente normal. Sólo un chico acostado con una chica dándose un subidón mientras ella
leía un libro, ninguno de los dos más poderoso que el otro. Éramos iguales, honestamente, ambos un
poco jodidos, pero éramos solo nosotros, solo acostados juntos inocentemente en un cama.

Y me encantaba esa mierda.

Traté de no mirarla, ya que sabía que estaba tratando de leer y no quería incomodarla por estarla
observando. Pero por el rabillo del ojo pude ver su ceño fruncirse ocasionalmente, una mirada de pura
jodida concentración y determinación en su rostro mientras sus labios se movían y trataba de deletrear
esa mierda. Era gracioso y tan malditamente adorable, pero traté de no decirle eso porque no quería
que se avergonzara.

“¿Qué es un misántropo?” Preguntó después de un momento. Sonreí levemente, sintiéndome


jodidamente orgulloso de que se sintiera lo suficientemente cómoda para realmente pedirme la ayuda
que le ofrecí.
“Es alguien que por lo general odia a la gente, no confía en ellos,” dije. “Tú sabes, como Calamardo de
Bob Esponja.” Tan pronto dije esa mierda, me pateé mentalmente, sin saber si siquiera ella sabía
quién putas era Bob Esponja. Probablemente soné como un maldito idiota. Pero ella sólo me miró, con
una ceja levantada, y se rio.

“Gracias,” dijo en voz baja, volviendo con su libro. Estuvo callada por un momento antes de gruñir.
“¿Qué es, eh, solil... eh, que significa está palabra?”

Sonreí y me rodé para quedar boca abajo. El movimiento me dejó tan cerca de ella que nuestros
costados se tocaban. Eché un vistazo para ver lo que estaba señalando, mi barbilla apoyada en su
hombro.

“Soliloquio. Significan que hablaban consigo mismos.”

Sonrió y volvió su rostro para quedar frente al mío. Sus ojos estaba directamente delante de los míos,
nuestros rostros tan cerca que las puntas de nuestras narices se rozaban. Pensé que ella se iba a volver
rápidamente, ya que nuestra proximidad era realmente íntima, pero no lo hizo. Me miró fijamente y
pude sentir su aliento en mi piel. Después de un momento llevó su labio inferior a su boca y empezó a
morderlo como normalmente hacía cuando estaba nerviosa por algo. Estaba un poco confundido en
cuanto a por qué no se movía si estaba nerviosa, pero entonces su respiración se hizo un poco más
inestable. Mi frente se frunció levemente. ¿Quería que la besara? Dios, cuanto lo deseaba y estaba tan
jodidamente cerca, era difícil no hacerlo. Parecía como que lo deseaba pero estaba mal que lo hiciera,
especialmente después de toda esa mierda de Tanya. Y tenía tanto miedo de lastimar a esta chica o
forzarla demasiado o en llevarla a una dirección a dónde no quería ir.

Sin embargo, no tuve oportunidad de hacerlo, aunque lo hubiera querido. Mi teléfono sonó de repente,
asustándonos a ambos. Los dos saltamos y ella volvió su cabeza rápidamente, apartando su mirada de
mí. Gruñí y me rodé sobre mi espalda antes de sentarme. Agarré mi teléfono y maldije.

“¿Por qué coño mi padre me está llamando a las 3 de la mañana?” Pregunté, más para mí mismo que
para nadie. Era el baile de Bienvenida debía de suponer que estaba drogado o borracho a esta hora.
Llevé el teléfono a mi oído, suspirando.

“Sí doctor Cullen, ¿qué puedo hacer por usted a esta encantadora hora?” Pregunté, sarcásticamente. Él
suspiró.

“¿Estás en casa?” Preguntó.

“Sí, seguro que sí. He estado aquí por un rato.”

Suspiró. “¿Has visto a Isabella? Traté de llamarla más temprano y ver cómo estaba, pero no respondió.
Supuse que estaba dormida, pero me ha estado preocupando.”

Mi ceño se frunció en confusión. “¿Qué quieres decir con que trataste de llamarla?” Pregunté.

“Llamé al celular que le compré,” dijo. Estaba algo sorprendido, sin tener una puta idea de que él le
había dado un teléfono. Quiero decir, que tenía sentido que tuviera uno, aunque por lo general
teníamos instalado un teléfono fijo con las otras mujeres, pero sabía que el intentaba hacer las cosas
diferentes con Isabella. Intentaba darle un poco más de espacio para deambular, espacio que las otras
consiguieron cuando él se sintió cómodo con su lealtad.

“Oh. Bueno, ella está bien. Me ha estado haciendo compañía,” dije.

“¿En serio?” Me dijo, sonando sorprendido. Inmediatamente me pregunté si tal vez no debería haber
dicho eso, estaba jodidamente paranoico de agitarle esa maldita bandera roja en su rostro y la hierba
no estaba ayudando a mi paranoia. “Eso es bueno. Me alegro de que todos ustedes parecen haber hecho
amistad con ella. “

“Sí,” dije simplemente.

“Bueno, te dejo. Buenas noches,” dijo. Murmuré un buenas noches, colgué y puse mi teléfono a un
lado. Volví mi cabeza hacia Isabella y vi que me estaba observándome con cautela.

“Sólo quería saber si estabas bien, dijo que trató de llamarte.” Sus ojos se abrieron un poco y vi un
destello de miedo en ellos. Suspiré. “Relájate, no estás en problemas con él, sólo estaba preocupado.
Mi padre no suele ser tan pendejo, no te pongas nerviosa por más mierda. Quiero decir, no te culpo por
no ser su mayor fan después de lo que te hizo, pero él no va a hacer esa mierda otra vez.”

Asintió levemente y volvió a su libro, mordiendo su labio inferior. Estiré la mano y agarré el libro,
pero asegurándome de guardar su lugar. Me miró, jodidamente sorprendida de que le arrebaté el libro
de sus manos, y le sonreí.

“Ve y tráeme tu teléfono,” dije. Parecía un poco confundida, pero se levantó y se dirigió a la puerta.

Regresó después de un momento y me tendió un pequeño teléfono color azul claro. Le di las gracias y
lo tomé, haciéndole un ademán para que se volviera a sentar. Lo hizo y le volví a dar el libro. De
nuevo se estiró boca abajo en la cama, esta vez con su cabeza encima de las almohadas.

De nuevo me acosté de espaldas a su lado y abrí el teléfono. Lo examiné y noté que mi número estaba
programado en él, lo que imaginé había hecho mi padre. Me detuve en mi nombre y presioné el botón
de llamada, colgando después de que mi teléfono empezó a sonar. Dejé su teléfono en mi pecho y
estiré mi mano agarrando el mío. Lo abrí y fui a mis llamadas perdidas, programando su número en
mi directorio como “Bella Ragazza”. Tenía tantos números de teléfono de mujeres, pero ninguno de
ellos jodidos importaba más que el de ella. Vivía con ella por lo que era ridículo estar tan jodidamente
aturdido por conseguir su número de teléfono. Me sentía como un inexperto preadolescente con un
maldito enamoramiento.

“Me gusta esa canción,” Isabella dijo en voz baja junto a mí. La miré. Estaba viendo el libro, pero me
di cuenta que su atención estaba en la música. Suspiré cuando me di cuenta que canción era:
“Welcome to My life”. (N.T. Bienvenido a mi vida) Por supuesto que le gustaba esa, imaginaba que
ella podía relacionarse con ella.

No, tú no sabes cómo es

Ser herido, estar perdido, ser dejado en la oscuridad

Que te pateen cuando estás caído, sentirte como si hubieras sido pisoteado
Estar al borde del colapso y que no haya nadie para salvarte

No, tú no sabes cómo es

Bienvenido a mi vida.

Arrojé mi teléfono a un lado y volví a tomar el de ella, desplazándome a través de la configuración.


Edité su salvapantallas con algún diseño verde, ya que dijo que era su color favorito. Todavía estaba
tratando de descifrar que pasaba con esa mierda. Me puse en línea y descargué el ringtone de la
canción que estaba sonando, ya que le gustaba y era la única puta canción que sabía que le gustaba.
Nunca la oí escuchando música, lo que me pareció extraño. La música era un parte de mi pinche alma,
no podía imaginar la vida sin ella. Definitivamente tenía que hacer que cambiara su actitud hacia la
música.

Cerré el teléfono y lo puse a un lado, mirando hacia el techo. Todavía seguía bastante colocado,
relajado y simplemente contento. Después de un rato Isabella gruñó y cerró el libro, tirándolo hacia un
lado y acostando su cabeza en mi almohada. Le eché un vistazo y sonreí ante la mirada de irritación en
su rostro.

“¿Qué, no te gusta la historia?” Pregunté.

Me miró. “Estoy segura de que la historia estaría genial si pudiera entenderla,” dijo, dejando caer su
cabeza y cubriéndose con su cabello. Extendí mi mano y metí algo de su cabello detrás de su oreja de
manera que pudiera ver su rostro. Sonrió levemente cuando nuestros ojos conectaron.

“Paciencia, lo entenderás. Tengo la sensación que se volverá más fácil para ti una vez que te metas en
ello. Cristo, cualquiera que puede aprender lo básico de la lectura a través de los malditos subtítulos
tiene un talento innato para esa mierda.”

No sabía si estaba diciendo la verdad, pero quería hacerla sentir mejor. Nunca había enseñado a nadie
a leer, no tenía idea de lo que estaba haciendo, pero estaba malditamente seguro de darme una
oportunidad con ella. Asintió, pero no sabía si me creía o no.

“Gracias,” dijo. Asentí. Después de un segundo bostezo y parecía completamente agotada, como si
estuviera luchando duro contra el sueño. Estoy seguro de que el que el hecho de bombardear su cuerpo
con alcohol y drogas no estaba ayudando con su lucha para permanecer despierta. El hecho de que
llorara en las noches realmente me preocupaba y quería preguntarle por qué, pero no quería
presionarla o invadir su puta privacidad.

“Te ves agotada,” dije. Suspiró, sonriendo levemente. Obviamente sus párpados estaban pesados, ya
que seguían cerrándose solos ligeramente.

“Estaré bien,” dijo, su voz suave y dulce. Quería preguntarle si era verdad, si realmente iba a estar
bien, pero sólo me quedé sentado con la boca cerrada y sonriendo. Me paré y fui al baño a echarme
una meada, el alcohol en mi cuerpo drenándose a través de mí. Me lavé las manos y volví a salir,
caminando de vuelta hacia donde había estado acostado. Miré a Isabella y sonreí, porque sus ojos
estaban cerrados. Si no estaba ya dormida, pronto lo estaría. Joder, de verdad quería que se quedara
aquí conmigo, estaba feliz de que aún no intentara volver a su habitación. Imagino que sólo estaba tan
agotada que no podía siquiera pensar en levantarse. Sabía que mi cama era cómoda como la mierda.

Me senté al borde de la cama junto a ella y sus ojos se abrieron cuando la cama se movió. Parecía
doloroso cuan exhausta estaba.

“¿Bella?” Dije en voz baja cuando sus ojos se estaban cerrando de nuevo.

“¿Sí?”

Vacilé, inseguro de si debería molestarme en preguntar, pero seguía preocupándome y sabía que sería
así hasta que ella me diera una respuesta. Probablemente era algo de verdad jodidamente ridículo pero
tenía que saber. “¿Por qué te avergüenzas de que te guste el color verde?” Pregunté. Mi voz era baja,
prácticamente rogándole que esta vez me respondiera.

Suspiró y volvió la cabeza, desviando sus ojos de mí. Tomé eso como una señal de que no iba a
contestarme y estaba a punto de decirle que estaba bien, no tenía que decirme si no se sentía cómoda
con ello, cuando habló.

“Tus ojos son verdes,” dijo en voz baja, arrastró un poco las palabras por la fatiga y apenas fueron
audibles. Mi ceño se frunció en confusión por su respuesta. Quiero decir, por supuesto que mis putos
ojos eran verdes. ¿Qué tenían que ver con eso? La miré por un momento, notando su respiración
constante y un leve ronquido viniendo de ella. No era un ronquido molesto ni nada; era suave como
una puta respiración pesada. Me di cuenta de que estaba dormida.

Suspiré después de un momento, levantándome y apagando la luz del techo, cambiándome


rápidamente en un par de pantalones de franela y subiendo de nuevo a la cama. Me pregunté si debía
dormir en el puñetero sofá o algo así, sin querer ser un cabrón o hacerla sentir incómoda. Pero pensé,
se durmió en mi cama así que no tenía porque haber sido un jodido problema si dormía junto a ella.
Mantendría algún espacio entre nosotros y joder, no la tocaría o nada por el estilo. Lo mantendría
inocente. En realidad, nunca antes había dormido con una pinche chica, nunca había compartido mi
cama de forma no sexual y la idea por alguna razón me hacía sentir ansioso. Dios, era tan nuevo con
toda esta mierda, todo era tan íntimo.

Por un minuto, me quedé allí acostado tratando de entender porqué el que mis ojos eran verdes la haría
sentir avergonzada de que le gustara el color. Quiero decir, ¿se supone que era un insulto, como si eso
de alguna puta manera deshonrara el color? Pensé que tal vez sólo había dicho algo, medio dormida, y
tal vez esa mierda no significaba nada.

Me di por vencido después de un momento y cerré los ojos, a punto de quedarme dormido cuando la
mierda me golpeó. No estaba avergonzada que le gustara el color por mis ojos, por esa razón le
gustaba el pinche color. Por eso estaba avergonzada cuando lo dijo, porque no quería decirme que
tenía de especial ese color.

Sentí la cama moverse y abrí mis ojos, con jodido miedo de que se despertara, se levantara y se fuera.
No quería que se fuera. Me sentí aliviado cuando vi sus ojos y seguían cerrados y ella estaba dormida,
pero se había dado la vuelta quedando frente a mí. Me quedé un rato mirándola, observándola dormir,
perdido en mis pensamientos. Le gustaban mis ojos, obviamente lo suficiente para hacerlo su color
favorito. Sin embargo, ¿qué tanto le gustaba? Cristo, ¿podría amarme? Joder, ¿de verdad podía tener
el corazón de esta chica? Sería difícil como el demonio y jodidamente injusto tener que mantenerlo en
secreto, pero no podía negar que valdría la pena todo el puto trabajo. Ella lo valía.

Cerré los ojos y después de un tiempo me quedé dormido, cayendo en un profundo sueño. Algún
momento más tarde me desperté abruptamente por un pinche grito desgarrador en mi oído. Me
incorporé rápidamente, medio consciente y jodidamente asustado. Escuché el llanto y me di cuenta
que era Isabella y el miedo se disparó a través de mí, malditamente temeroso de que estuviera herida o
molesta, de que tal vez se puso histérica despertando en la cama junto a mí o alguna mierda como esa.
La miré, queriéndole dar una puta explicación o algo y mi ceño se frunció cuando vi que seguía
dormida. Lágrimas corrían por su mejilla de sus párpados todavía cerrados. Su cabeza se revolvía en
la cama y joder, estaba llorando y gimiendo, el verla me rompía mi puto corazón. Estaba teniendo una
pesadilla.

La agarré y la atraje hacia mí, envolviendo mis brazos a su alrededor. No lo pensé dos veces, ni
siquiera pensé en las posibles consecuencias. Joder, quería consolarla, quería hacer que esa mierda
desapareciera. Me sentía tan protector con ella, no quería que estuviera herida o asustada. Empecé a
mecerla, acallándola en voz baja, diciéndole que estaba salvo y que todo estaba bien, y que no iba a
permitir que nada la lastimara. Estaba empapada de sudor y temblando. Sabía todo acerca de
pesadillas, ya que normalmente las tenía un par de veces a la semana y las he tenido por pinches años.
Era una puta tortura.

Me agarré a ella con fuerza y eventualmente se calmó, volviendo a caer en un sueño apacible. Nos
acomodé un poco con su cabeza apoyada en mi pecho, mis brazos seguían envueltos alrededor de ella.
Me incliné y besé ligeramente la parte superior de su cabeza, suspirando.

“Sogni d’oro, la mia bella ragazza. Ti amo,” murmuré, cerré mis ojos y volví a quedarme dormido.

***********
Sogni d’oro, la mia bella ragazza = Dulces sueños mi chica hermosa

Ti amo = Te amo
Capítulo 24 Libro Profundo

“Ningún hombre entiende un libro profundo hasta que ha visto y vivido al menos una parte de su
contenido.”—Ezra Pound

Isabella swan

Estaba teniendo una mañana desconcertante. Sin embargo, no era del todo mala, era extraña.

Me había despertado a mediodía, unos minutos después de las doce, y estaba absolutamente
sorprendida por mi entorno. Tan pronto conseguí estar consciente el olor almizclado que había llegado
a asociar con Edward asaltó mis sentidos. Sentí algo caliente debajo de mí, su dureza un poco extraña
pero no precisamente incómoda. Abrí los ojos, extremadamente confundida y jadeé por la impresión
cuando me di cuenta que yacía en los brazos de Edward, mi cabeza en su pecho desnudo y mi brazo
descansando en su estómago tonificado. Me incorporé rápidamente, sin tener idea de cómo llegué ahí,
sinceramente sorprendida por ello. El brazo de Edward había estado envuelto en torno a mí, pero cayó
en la cama cuando me senté. Me senté tan rápido que se sacudió un poco y me congelé, totalmente
asustada de despertarlo. No podía entender cómo habíamos terminado en esa posición, cómo es que
ahora estaba durmiendo en su cama y en sus brazos. Ni siquiera sabía si él estaba consciente de que
estaba allí, si estaba consciente de que tenía sus brazos alrededor de mí. Tal vez estaba acostumbrado
a dormir con chicas y ni siquiera se le había ocurrido que era yo la que estaba allí, y tenía miedo de
que despertara y perdiera los estribos.

Se removió un poco, cambiando su posición y murmurando. Escuché ‘Bella’ entre su murmullo y


sonreí involuntariamente. Todavía no sabía lo que eso significaba en italiano, pero ahora me llamaba
así constantemente. Me di cuenta de que probablemente sólo estaba murmurando en italiano en
general, pero independientemente de ello mi corazón se hinchó con la remota posibilidad de que él lo
había dicho refiriéndose a mí.

Salí de su cama, tan callada y cuidadosamente como me fue posible para no molestarlo. Atravesé su
habitación de puntillas, abriendo la puerta y saliendo al pasillo. Cerré la puerta detrás de mí sin hacer
ruido, conteniendo la respiración mientras la puerta se cerraba. Me quedé ahí parada por un momento,
completamente asombrada de que no sólo había dormido hasta tarde sino que también había dormido
en la cama de Edward con él. Fui a mi habitación y caminé hacia mi armario, poniéndome un par de
vaqueros y una camiseta lisa color negro. Recogí mi cabello hacia atrás en una coleta desordenada y
me puse mis balerinas negras antes de dirigirme a la planta baja.

Anoche había pasado una buena cantidad de tiempo con Edward, por lo que recuerdo. Recuerdo el
juego de las preguntas que habíamos preguntado y contestado. También recuerdo que me dio un libro
que había leído acostada en su cama junto a él. Después de eso, nada. No recordaba haberme levantado
e irme a mi cuarto así que imagino que debo haberme quedado dormida en su cama y él fue demasiado
caballero como para despertarme y sacarme. Cómo había pasado de dormir en su cama a dormir en sus
brazos, no estoy segura. Recuerdo que anoche tuve otro pesadilla, otra de mi madre ya que hoy era su
cumpleaños, y estaba un poco preocupada de si le había molestado o no hablando en sueños. Esperaba
que no, esperaba que no hubiera sido una molestia. No sólo porque había invadido su cama y
aparentemente me le encimé mientras dormía, posiblemente lo mantuve despierto con mis arrebatos a
mitad de la noche. Me sentí mareada ante la idea de que lo había molestado. Él había sido demasiado
amable conmigo como para estar dándole lata.

Esperaba despertar esta mañana sintiéndome mal, ya que había conseguido ponerme ligeramente
ebria, así que quedé gratamente sorprendida de que no tenía dolor de cabeza. No sabía exactamente
qué es lo que se le había metido a Edward, por qué había estado actuando de la manera que lo estaba
haciendo. Imaginaba que algo tenía que haber ocurrido en su baile para molestarlo, pero me alegró que
pareciera más feliz a medida que la noche avanzaba. Sin embargo, me sorprendió cuan dulce era
conmigo y estaba un poco asustada, ya que el tiempo que pasábamos juntos parecía hacer que los
sentimientos que tenía hacia él fueran aún más fuertes. Anoche me di cuenta de que estaba enamorada
de él y no sabía lo que tenía que hacer al respecto, cómo se suponía que debería actuar hacia él. No
podía decirle, ya que tenía miedo de que me alejara si se enteraba de que mis sentimientos eran tan
profundos.

No sabía exactamente lo que él sentía por mí, no veía como pudiera alguna vez quererme siquiera una
fracción de la manera como yo lo quería, pero anoche me dio una pista de que tal vez al menos se
sentía atraído por mí. Sabía que Edward se sentía atraído por muchas mujeres, lo había escuchado de
algunas personas y hasta él mismo expresó que gustaba de la compañía femenina de una manera
íntima. Y juro que anoche estuvo a punto de besarme, justo antes de que su padre llamara. En ese
momento estaba en conflicto, completamente dividida entre desearlo por la forma en que me sentía, y
no desearlo porque tenía mucho miedo. Temerosa de todo lo romántico o sexual. No sabía lo que
estaba haciendo, nunca pensé que alguna vez estaría en la posición de besar a alguien, mucho menos
otra cosa. No sabía qué hacer, cómo se supone que se sentía o si dolería. Todo el concepto me asustó.

Pero pareciera que mi cuerpo me controlaba cuando estaba alrededor de Edward, mi corazón tomando
la delantera por encima de mi mente. Mi mente me dijo que era ridículo, peligroso. Pero mi corazón,
mi corazón me dijo que tenía razón. Mi corazón me decía que amar a Edward era para lo que estaba
destinada desde un principio.

Llegué a la planta baja y miré alrededor, suspirando. La casa estaba en completo silencio, hasta el
punto de que probablemente escucharías caer un alfiler en el piso de madera. Entré a la cocina y me
asomé por la ventana sobre el fregadero, notando que el coche de Edward era el único que estaba en el
camino de entrada. Me di cuenta que el resto de la familia seguía fuera, que Jasper y Emmett no
debieron de haber llegado anoche a casa en lo absoluto.

La casa estaba limpia desde ayer que la había limpiado por aburrimiento, así que en realidad no había
nada para que hiciera. Sin embargo, no quería sólo sentarme por ahí sin hacer nada, porque sabía que
si lo hacía sólo conseguiría deprimirme pensando en mi madre o me aterraría pensando en si Edward
se molestaría o no conmigo por todo el asunto de dónde dormí. Miré alrededor de la cocina, abriendo
gabinetes, y decidí cocinar algún tipo de galletas.

Teníamos que conseguir de nuevo provisiones, ya que otra vez estaban escaseando, pero teníamos todo
para preparar unas galletas de mantequilla de maní. Una cosa de la que me di cuenta era que a todos
los hombres Cullen les encantaba la mantequilla de maní. Era una de las pocas cosas en la que todos
estaban de acuerdo. No era nada fuera de lo normal encontrar a uno de ellos parados en la cocina en
algún momento del día comiendo mantequilla de maní de a cucharadas, directamente del tarro. Por
eso, me imaginé que todos ellos al menos apreciarían unas galletas de mantequilla de maní, y yo podía
cocinarlas bastante bien gracias a que a Charles le encantaban todo tipo de postres.

Saqué todos los ingredientes y empecé a mezclarlos, precalentando el horno. Tuve la masa preparada y
coloqué las bolas redondeadas en la charola. Estaba poniendo la primera tanda en el horno, ajustando
el temporizador, cuando hubo un golpe en la puerta. Me asustó y salté, no esperando que apareciera
nadie. Los golpes eran fuertes y enérgicos, sonaban bastante urgentes.

Miré por la ventana y vi un pequeño coche blanco en el camino de entrada. Quienquiera que fuera
volvió a tocar, con la misma energía, gemí. Miré alrededor buscando una toalla pero me encogí de
hombros y sólo limpié mis manos en mis pantalones. Tenía harina por toda mi ropa tal y como estaba
así que, que daño podía hacer un poco más. Estaba hecha un desastre por hornear y sentía vergüenza
de atender así a la puerta, pero era la única que podía hacerlo.

Nunca antes había estado en esta situación, ya que nunca había estado sola cuando alguien tocaba. No
estaba segura si en realidad debería de atender o no, ya que el doctor Cullen nunca me había dicho
nada sobre los visitantes, pero imaginé que sería parte de mis obligaciones ya que por lo general lo
eran para alguien como yo. La persona tocó por tercera vez y suspiré, resignada. Entré en el vestíbulo
y me asomé por la mirilla, mi ceño se frunció cuando vi que era una mujer. Aunque en realidad no
pude ver quién era, ya que estaba de espaldas a la puerta.

Quité el seguro a la puerta con cautela y tomé un profundo respiro, abriéndola despacio. La chica se
dio la vuelta cuando oyó la puerta abrirse y mis ojos se abrieron ligeramente cuando la reconocí como
la chica que Edward llevó al baile de anoche. Me entrecerró ligeramente sus ojos y arrugó su nariz,
una mirada de asco puro vino a su rostro mientras me miraba. Me sonrojé un poco, avergonzada y
sintiéndome completamente inadecuada. Ella era hermosa, incluso en un conjunto de chándal de color
rosa lucía como si pudiera ser una modelo. Me sentía inferior, y no ayudaba a mi confianza que estaba
cubierta en harina y masa de las galletas. Ella sólo se quedó allí por un momento, fulminándome con
la mirada, y me di cuenta que estaba tan bien arreglada que hasta su lápiz labial y su liga para el
cabello combinaban con su ropa.

“Tengo que ver a Edward,” dijo finalmente, había un poco de crueldad en su voz.

“Él, eh, sigue dormido,” murmuré. Se rió secamente y puso sus manos en sus caderas.
“No te pregunté qué estaba haciendo, fenómeno. Te dije que tengo que verlo. Así que corre y tráelo,
¿no es ese tu jodido trabajo?” Dijo despectivamente. Me sobresalté por su tono.

No sabía exactamente qué hacer. Edward me había recibido en su habitación y había sido amable
conmigo, pero no sabía si podía simplemente irrumpir en su habitación y despertarlo. Edward odiaba
que lo sorprendieran e imaginaba que al hacer eso definitivamente iba a sorprenderlo. Pero no quería
ser descortés y rechazar a su invitada, y posiblemente terminar molestándolo porque ella vino a verlo
y yo no le dije. No sabía si él querría verla, pero ya que la llevó al baile pensé que tal vez lo querría.
Tal vez él realmente se preocupara por ella, y sería un grave error despedir a su amiga si ella era
especial para él.

“Eh, en realidad no se supone que entre en su habitación,” dije, aún insegura de lo que se supone que
debería de hacer en esta situación. Gruñó, obviamente irritada conmigo, y rodó sus ojos.

“Jodida gente incompetente,” escupió. Sin previo aviso me empujó fuera de su camino y me tomó por
sorpresa. Tropecé hacia atrás, perdiendo el equilibrio. Lancé mis manos hacia atrás para detenerme
mientras caía sobre mi trasero. Entró rápidamente y muy molesta, rodeándome y casi pisando mi
mano, dirigiéndose directamente a las escaleras. Estaba completamente aturdida, sin saber qué hacer.
¿Debería seguirla, tratar de pararla? Subió los escalones, y lo hizo tan rápido que estaba
completamente fuera de la vista antes de que pudiera levantarme del suelo.

Me puse de pie, gimiendo y me dirigí a las escaleras. Subí la mitad de ellas cuando el temporizador
sonó en la cocina. Vacilé pero me di la vuelta y volví a bajar. Fui a la cocina y saqué las galletas del
horno, no queriendo que se quemaran y crear un desastre.

Me di cuenta en ese momento que seguir a la chica sería infructuoso, ya que llegó a la habitación de
Edward antes de que siquiera pudiera salir de la cocina. Suspiré, resignada a que ya era demasiado
tarde para hacer ahora algo al respecto, y puse la segunda tanda de galletas en el horno. Sólo tendría
que lidiar más tarde con las posibles consecuencias. Puse la primera tanda en charolas de alambre para
enfriarlas y salí al vestíbulo cuando escuché alboroto arriba.

“¡Eres un pendejo!” La chica gritó desde el segundo piso. Levanté la vista a los escalones y vi a
Edward empezando a bajarlos hacia el primer piso. Llevaba sólo un par de pantalones de franela, su
pecho todavía desnudo, y su pelo estaba más desordenado de lo usual. Ella definitivamente lo despertó
en medio de su sueño, a juzgar por su apariencia. Tenía una expresión de extrema molestia en su
rostro y empecé a sentirme un poco más nerviosa, al darme cuenta que estaban peleando. La chica
empezó a bajar los escalones detrás de él, gritando. Edward no dijo nada en respuesta a sus gritos pero
ella estaba llamándolo de lo peor. Escupiendo maldiciones que nunca antes había escuchado. Estaba
visiblemente molesta y me pregunté qué rayos podría haber hecho Edward para encender tanta furia en
ella. Me recordó un tanto como la esposa de Charles acostumbraba echársele encima.

Me quedé congelada en mi lugar en la plataforma junto al piano mientras ellos llegaban al vestíbulo.
Él levantó la vista hacia mí y se detuvo, inclinando su cabeza hacia un lado y levantando sus cejas.
Una sonrisa adornó sus labios, lo que me sorprendió. Me miraba con su hermosa sonrisa torcida,
parecía casi feliz de verme, ignorando completamente a la chica parada a menos de medio metro
detrás de él maldiciendo y gritando. Le di en cambio una pequeña sonrisa triste, tratando de ser
comprensiva y disculpándome al mismo tiempo, esperando que no estuviera molesto conmigo por su
presencia. La chica vio nuestro intercambio y pareció que sólo incrementó su intensa ira. Se congeló
abruptamente, estrechando sus ojos hacia mí.

“Oh, que jodidamente lindo. ¿Esa es la puta razón, Edward? ¿Esa perra? ¿Sirvienta y prostituta?”
Escupió. Edward se quedó inmóvil, su sonrisa decayó y la ira se apoderó de sus facciones una vez más.
Noté que sus ojos se oscurecieron ligeramente por la rabia a medida que volvía su cabeza para
fulminarla con la mirada.

“Si sabes lo que es bueno para ti Tanya, cerrarás la puta boca justo ahora,” dijo. Su voz era elevada y
su tono áspero y envió un escalofrío por mi columna vertebral. No era yo quién estaba en problemas o
a quién estaban gritando, pero independientemente de ello escuchar ese tono me asustó. Anoche me di
cuenta que Edward era más como doctor Cullen de lo que originalmente pensé. De hecho, Edward
podría ser peligroso, muy peligroso si lo cogías por su lado malo. Confesó haber volado el coche de
Jacob Black disparándole varias veces con Jacob presente. Él en sí mismo no me asustaba, ya que por
alguna razón me hacía sentir protegida, pero no obstante, era intimidante. Ella se rió secamente.
“Defensivo, ¿no? Es asqueroso; pensé que eras mejor que esa mierda Edward. ¡Mírala!” Volvió su
cabeza para de nuevo fulminarme con la mirada. “Así que, ¿cuánto te está pagando el doctor Cullen
para que folles a su hijo, eh? ¿Acaso lo sabe?”

Mis ojos se abrieron y la miré horrorizada. ¿Ella pensaba que Edward y yo estábamos teniendo sexo?
Edward miró hacia mí y algo en mi expresión debió encenderlo. Se acercó a Tanya y la agarró del
brazo. Abrió la puerta con tanta fuerza que la estrelló contra el muro. La sacó al patio y ella le estaba
gritando, todavía furiosa. Al principio pensé que él la estaba lastimando, pero me di cuenta que sólo la
tenía agarrada de la chaqueta y no a ella en realidad.

Entré a la cocina y miré por la ventana, sabiendo que no debería de ser entrometida pero sin poder
evitarlo. Estaba confundida y no tenía idea de lo que estaba pasando. Vi que la chica levantó su mano
tratando de darle una cachetada a Edward cuando él soltó su brazo. Él la eludió, agarrando su muñeca
para detenerla. Él empezó a gritarle, no pude escuchar lo que le decía pero era obvio que estaba
furioso. Después de un segundo la soltó y ella solo se quedó allí con sus ojos entrecerrados. Él se dio
la vuelta y comenzó a caminar de vuelta hacia la casa, dándole a ella la espalda.

El horno sonó de nuevo, la segunda tanda de galletas terminada. Estaba sacándolas cuando escuché la
puerta de enfrente cerrarse de golpe, con tanta fuerza que sacudió algunas de las cosas que estaban en
la encimera de la cocina. Escuché sus pasos mientras entraba a la cocina, pero no miré hacia él, con
miedo de su reacción. Me estaba reprimiendo a mí misma por haber abierto la puerta en primer lugar.

Edward se acercó a donde yo estaba, deteniéndose junto a mí. Miró por la ventana, gruñendo cuando
vio que Tanya seguía en el camino de entrada. “¿Por qué carajos la dejaste entrar aquí, de todos
modos?” Preguntó, sonando irritado.

Suspiré. “Lo siento. Honestamente, no quería hacerlo. Ella tocó así que no quise ser descórtes y atendí,
le dije que estabas durmiendo. Se enfadó cuando le dije que no podía ir a despertarte y me empujó
para quitarme del camino y subir ella misma a despertarte.”

Sus ojos se estrecharon y su cabeza volteó rápidamente en mi dirección. “¿Te golpeó?” Casi gritó y
esa expresión asesina de vuelta en su rostro.

Di un respingo, asustada por la rabia que estaba mostrando. “Eh… quiero decir, ella me empujó y me
caí pero en realidad no creo que ella quisiera lastimarme o algo así, señor.”

Gruñó con fuerza. “Joder, no me llames señor, Bella,” dijo. Se apartó de la encimera y se dio la vuelta,
saliendo de la cocina. Oí que la puerta de enfrente se abrió y volví a mirar por la ventana. Edward se
apresuró a llegar al coche de Tanya, deteniéndola cuando ella comenzó a echarse de reversa. Ella
golpeó los frenos y bajó la ventana. Edward se inclinó hacia la ventana y le dijo algo. No podía ver lo
bastante bien para saber si ella le respondió o no, pero después de un momento él se incorporó
retrocediendo. Siguió allí por un segundo, mirándola fijamente, antes de caminar hacia el frente del
coche. Gritó algo y golpeó sus puños sobre el capó del coche. Tanya pisó el acelerador y voló
rápidamente en reversa, alejándose de él. Mis ojos se abrieron cuando vi las abolladuras que sus
manos habían dejado.

Edward se alejó, luciendo completamente enfurecido. Se dirigió de vuelta a la casa, cerrando la puerta
de enfrente con fuerza, maldiciendo en voz baja. Subió corriendo las escaleras rápidamente, volviendo
unos momentos más tarde con sus llaves en la mano. Se dirigió afuera y se subió a su coche,
poniéndolo en marcha. Estaba un poco sorprendida y confusa, preguntándome por qué se iba. Pensé
que tal vez iba tras ella, pero en lugar de eso escuché la puerta del garaje abrirse. Edward nunca se
estacionaba en el garaje, en realidad ninguno de ellos se molestaba en hacerlo, así que lo observaba
con un poco de confusión cuando paró el coche y la cerró.

Un momento después volvió a la casa, entrando a la cocina donde yo estaba. Arrojó sus llaves sobre la
encimera, suspirando. Miró hacia mí y vio la confusión en mi rostro y suspiro, negando con la cabeza
y pasando sus dedos por su cabello. “Joder, tendría que matarla si resulta ser lo suficientemente
estúpida como para intentar hacerle daño al Volvo, así que para proteger su vida el puto coche estará
escondido hasta que ella se calme.”

Asentí, comprendiendo. Había aprendido que Edward era extremadamente protector con su coche y
podía imaginar qué tipo de rabia se encendería dentro de él si alguien lo dañaba. Finalmente empecé a
quitar la segunda tanda de galletas de la charola para hornear, poniéndolas sobre charolas de alambre.
“Lo siento si fue mi culpa,” murmuré. Suspiró, pasando los dedos por su cabello de nuevo.

“No es tu culpa, es la mía. Conozco a Tanya por un largo tiempo, y evidentemente en algún momento
ella se metió en la cabeza que me iba a enamorar de ella y sentar cabeza con ella, o lo que sea. Ella no
puede entender el concepto que no es exactamente mi tipo.”

Lo miré, ligeramente sorprendida. Edward extendió su mano rodeándome, rozando mi brazo y


agarrando una de las galletas de mantequilla de maní de la charola. “¿Ella no es tu tipo?” Pregunté con
incredulidad.

Él miró hacia mí, negando con la cabeza y tomando un bocado de la galleta. “No, ¿por qué te
sorprende? Y por cierto, esta galleta es una mierda fantástica.”

Le sonreí levemente por el cumplido. “Gracias. Y supongo que sólo me sorprendió porque saliste con
ella anoche y ella es una chica hermosa.”

“¿Crees que Tanya es hermosa?” Preguntó, su tono totalmente de curiosidad. Asentí.

“Se ve casi perfecta, como si perteneciera a la portada de una revista,” dije.


Se echó a reír. “Exacto. Ella no es una mierda real. Con la manos demasiado bien cuidadas,
jodidamente falsa. Se esfuerza demasiado. En realidad nunca podría estar con alguien que pasa horas
enfrente del espejo cada mañana poniéndose un chingo de maquillaje y perfeccionando su cabello sólo
para acabar luciendo como una maldita muñeca Barbie. Necesito alguien que no tenga miedo de
ensuciarse las manos y esa no es ella. Tanya explotaría si se astillara una puta uña. La perfección no es
mi definición de la belleza.”

“Oh,” dije simplemente, no exactamente segura de cómo responder a eso. Inmediatamente me


pregunté, qué pensaba él que era la belleza, pero era demasiado tímida para preguntar. Se rió de nuevo
por mi pobre respuesta, extendiendo su mano y agarrando otra galleta de la charola.

“Come una galleta, Bella,” dijo, dándose la vuelta y dirigiéndose por las escaleras.

Estaba limpiando la cocina cuando un coche se detuvo en el frente. Jasper y Emmett bajaron del Jeep
de Emmett, ambos actuando con lentitud y luciendo muy mal. Entraron en la casa y se dirigieron
directamente a la cocina. Jasper agarró algunas botellas de agua del refrigerador y Emmett agarró la
botella de aspirinas del gabinete.

Edward bajó los escalones y entró en la cocina. Miró a sus hermanos y se echó a reir, sacudiendo su
cabeza. “Sfatto,*” dijo, extendiendo su mano y palmeando a Jasper en la espalda. Jasper hizo una
mueca y se apartó de Edward, rodando los ojos.

“Sí, bueno, ¿a qué hora llegaste?” Preguntó. Edward se rió, encogiéndose de hombros.

“¿Quién carajos sabe? ¿A la medianoche, tal vez? No es que haya mirado al reloj cuando llegué,” dijo,
mirando hacia mí con sus cejas levantadas. Asentí y sonreí. Lo encontré en la cocina poco después de
la medianoche.

Sus dos hermanos lo miraron, obviamente sorprendidos por la respuesta. El teléfono de Emmett sonó
y lo respondió, dándole una última mirada extraña a Edward antes de salir de la habitación. Jasper solo
se quedó allí, mirando a Edward como si estuviera loco. “¿Hablas en serio? ¿De verdad llegaste a casa
a la medianoche?”

Edward asintió. “Isabella y yo pasamos el rato juntos como hasta las 3:30,” dijo, encogiéndose de
hombros. Jasper miró hacia mí y levantó una ceja. Le sonreí y asentí, confirmándolo. Me miró
fijamente por un momento con una expresión curiosa en su rostro antes de otra vez volverse hacia
Edward. Le arqueó una ceja y Edward gruñó, rodando los ojos.

“Joder, estábamos leyendo. Bueno, ella lo estaba. Yo me estaba dando un subidón y soplándole el
humo a ella,” dijo, riendo entre dientes. Mis ojos se abrieron por su confesión. Jasper se le quedó
viendo a Edward por un momento, luciendo completamente atónito.
“¿La drogaste?” Preguntó con incredulidad. Parpadeó un par de veces antes de que su cabeza se
volviera rápidamente en mi dirección, la sorpresa en su rostro. “Espera, pensé que eras analfabeta.”

Edward se rió con fuerza y me sonrojé, avergonzada. No podía creer que Edward estuviera diciendo
todo tan tranquilamente.

“Ella sabe lo básico, sólo falta pulirla un poco,” dijo Edward. Se echó hacia atrás apoyándose en la
encimera, agarrando otra galleta de la charola y masticándola. Se me quedó mirando y su mirada me
estaba haciendo sentir un poco cohibida. Jasper vio las galletas, y agarró una también, tomando un
bocado.

“No recuerdo la última vez que comí una verdadera galleta de mantequilla de maní hecha en casa,”
murmuró con la boca llena. Sonreí levemente. “En realidad, creo que nunca había comido una, y estas
están formidables. Pero, es genial que no seas completamente analfabeta. Vamos a tener que ayudarte
con eso.”

Edward me sonrió. “Sí, eso fue lo que le dije.”

Afuera oí crujir la grava y miré por la ventana para ver el coche negro detenerse. “El doctor Cullen
está en casa,” dije en voz baja, alejándome de los chicos. Agarré un recipiente del gabinete y empecé a
poner las galletas en él ahora que se habían enfriado. Escuché la puerta del frente abrirse y pasos
dirigiéndose hacia la cocina.

“Buenos días, chicos,” dijo el doctor Cullen, entrando a la habitación. Ambos murmuraron un buenos
días, y Jasper dio la media vuelta y se marchó. Edward se quedó atrás cerca de la entrada, observando
a su padre con curiosidad. El doctor Cullen se acercó hacia donde yo estaba, deteniéndose junto a mí.
Estaba tan cerca que su brazo rozaba con el mío y enviaba escalofríos por mi cuerpo debido al miedo.
La presencia del doctor Cullen todavía me inquietaba después de lo que pasó ese día. Me costaba
mucho dejar a un lado esa versión de él para aceptar de nuevo al hombre compasivo, y no estaba
segura de que alguna vez volviera a estar totalmente cómoda con él.

“Buenos días, dolcezza,” dijo con suavidad, alcanzando el recipiente frente a mí y agarrando una
galleta.

“Buenos días, señor,” dije en voz baja. “Eh… ¿qué significa eso?”

Me miró y levantó sus cejas, sonriendo. “¿Dolcezza?” Preguntó. Su expresión tranquila y


despreocupada, sus ojos prácticamente bailando. Parecía estar feliz y no era habitual en él. Rara vez
aparentaba estar relajado, por lo general su apariencia siempre tenía un borde duro.

“Sí, señor. Eso.”

Le dio un mordisco a la galleta asintiendo. “Básicamente es ‘dulzura’ en italiano. Y esta galleta está
increíble, gracias.”

Mis ojos se ampliaron y asentí, un poco aturdida. ¿Dulzura? Sonrió una vez más y se dio la vuelta,
saliendo de la cocina. No tenía idea de lo que se le había metido al doctor Cullen para que estuviera
tan feliz esta mañana pero era asombroso.
Seguí guardando las galletas y escuché pasos viniendo detrás de mí. Eché un vistazo alrededor y vi a
Edward acercarse. Se volvió y saltó sobre la encimera cerca de donde estaba parada y agarró otra
galleta del contenedor antes de que pudiera ponerle la tapa. Le sonreí, orgullosa de que parecía
disfrutar de mi repostería. Me devolvió la sonrisa y le dio un mordisco, mirándome fijamente.

“¿Estás bien?” Preguntó después de un momento, su voz baja y mezclada con preocupación. Lo miré y
vi que parecía genuinamente preocupado y eso me confundió un poco.

“Sí, estoy bien. ¿Por qué no había de estarlo?” Pregunté vacilante, con un poco de curiosidad del por
qué me estaba haciendo esa pregunta. Suspiró y pasó su mano por su pelo.

“Tienes pesadillas,” dijo, encogiéndose de hombros. Mis ojos se abrieron ligeramente y aparté la
mirada de él, avergonzada de que al parecer anoche lo había molestado después de todo.

“Lo siento si perturbé tu sueño,” dije en voz baja. “No tenía intención de hacerlo. Debí haber vuelto a
mi habitación.”

Gruñó. “Eso no me importa, angelo. No me molestaste, sólo me preocupé un poco cuando empezaste a
asustarme.”

Podía sentir sus ojos en mí pero no podía levantar la vista para encontrar su mirada. Sentí mis mejillas
ponerse cada vez más calientes por la vergüenza. “Estoy bien,” dije, vacilando. “Yo, eh... no sé por
qué pasó eso, por lo general no es así.” Estaba mintiendo pero me sentía un poco incómoda hablando
con él sobre eso. No quería que se preocupara por mí. No tenía porque hacer eso.

“Pendejadas,” dijo. Levanté la vista hacia él, un poco sorprendida. Tenía una ceja arqueada hacia mí.
“¿Por qué me estás mintiendo?”

Mi corazón comenzó a acelerarse mientras en mi interior comencé a entrar en pánico. “¿Qué te hace
pensar que estoy mintiendo?” Pregunté. Suspiró y negó con la cabeza.

“Puedo escucharte, ¿sabes? Gritas todas las noches. Y joder, luces como si no hubieras estado
durmiendo, como si anoche fuera lo que más has dormido en mucho tiempo,” dijo. Gemí y cerré los
ojos, poniendo mis manos sobre la encimera y agachando la cabeza. No podía creer que me pudiera
escuchar por las noches. No pensé que fuera así de ruidosa.

“No sabía que podías escucharme. Lo siento,” murmuré, suspirando, y manteniendo mi cabeza gacha.

“No te disculpes. Sólo estaba preocupado por ti, y por supuesto no entiendo por qué carajos te paras
aquí y me mientes sobre eso.”

Sentí lágrimas brotando de mis ojos, pero las contuve, sin querer parecer como una idiota y llorar.
“Porque es estúpido, y no tiene importancia,” murmuré.

Suspiró pero no dijo nada. Después de un momento sentí su mano en la parte de atrás de mi cabeza.
Pasó sus manos por mi cabello con suavidad, llevándolos hacia abajo y frotando la parte superior de
mi espalda con delicadeza. “Es importante si te impide dormir. Para tu información, sé lo que es eso.”
Levanté la vista hacia él sorprendida. Sonrió levemente cuando mis ojos encontraron los suyos.
“¿Quieres contarme?”
Negué con la cabeza rápidamente. “Yo, eh… no,” dije. Sonrió levemente y asintió.

“Está bien. Si cambias de opinión, soy todo oídos. Y lo siento si de alguna manera te hice sentir
incómodo en la cama conmigo. Pero parecías calmarte un poco cuando te abrazaba.”

Mis ojos se ampliaron. ¿Él hizo eso? Pensé que prácticamente me había metido en sus brazos, para
nada consideré que lo hizo intencionalmente. “No, no me hiciste sentir incómoda. Eso fue, eh…”
Dudé, sin saber que decir. “¿Agradable?”

Sonrió y rió entre dientes, asintiendo y apartando la mirada. Quitó su mano de mi espalda y se bajó de
la encimera. “Sí, fue agradable,” dijo en voz baja, dándome una pequeña sonrisa antes de salir de la
cocina.

Suspiré, quitando la harina de mi ropa lo mejor que pude, y terminando de limpiar antes de dirigirme a
la sala de estar donde todos estaba reunidos. Edward me miró desde el lugar que había tomado en el
sofá y sonrió alegremente. “Oye Papá,” dijo, sus ojos seguían en mí. Mis ojos se entrecerraron un
poco, sin saber qué es lo que estaba haciendo pero tenía una mirada traviesa en su rostro que me
inquietaba.

“¿Sí?” El doctor Cullen respondió desde la silla donde estaba del otro lado de la habitación. No miró a
Edward, continuó mirando la televisión.

“Creo que vamos a enseñar a Isabella a leer,” dijo. “Al menos entonces alguien hará uso de la
biblioteca.” Mis ojos se ampliaron y el miedo se disparó a través de mí, miedo por la reacción del
doctor Cullen. Edward dijo que me cubriría cuando me dio el libro y no tenía idea qué quería decir con
eso, ¿pero de verdad podía ser así de simple?

El doctor Cullen miró brevemente hacia su hijo antes de mirar hacia mí. Levantó sus cejas y me miró
inquisitivamente por un momento, parecía considerarlo. “Está bien,” dijo finalmente, encogiéndose de
hombros y volviéndose otra vez hacia la televisión. Sólo me quedé mirándolo sorprendida, echando un
vistazo hacia Edward después. Él sonrió y me guiñó un ojo y yo bajé la vista. Sentí el rubor subir por
mis mejillas. “Toma asiento, Isabella.”

Levanté la vista para ver al doctor Cullen mirándome de nuevo. No podría decir por su expresión si se
trataba de una oferta o una demanda que me sentara con ellos pero sabía que era mejor prevenir que
lamentar. Suspiré y aparté mi vista de él, sin ser capaz todavía de mantener el contacto visual, y me
acerqué despacio al sofá. Me senté en medio, entre Jasper y Edward.

Edward tenía los pies sobre la mesa frente a él, encorvado hacia abajo con sus brazos cruzados sobre
el pecho. Mi brazo rozó el suyo y miró hacia mí, sonriendo ligeramente. Jasper tenía sus largas
piernas estiradas frente a él y estaba tamborileando sus dedos en el brazo del sofá. Nos sentamos en
silencio por un rato, su atención fija en la televisión. No tenía idea de lo que era, alguna película sobre
algún tipo. No podía concentrarme en ella, la cercanía de Edward me inquietaba.

Hubo un golpe en la puerta después de un rato y miré alrededor, confusa ya que nadie se levantaba
para atender. Consideré hacerlo yo misma pero tenía un poco de miedo después de mi previo
encuentro de esta mañana. Tocaron una vez más y sentí mi corazón acelerarse, finalmente surgió la
confusión cuando la puerta se abrió.
“¿Ninguno de ustedes decerebrados puede atender la puerta por mí?” La voz de Rosalie
inmediatamente se filtró. Miré hacia Edward y lo vi rodar los ojos. Me tensé, un poco temerosa de
ella. Pude escuchar el chasquido de sus tacones por el vestíbulo mientras caminaba hacia nosotros,
cada paso aumentaba mi ansiedad.

“Hola, Rosalie,” dijo el doctor Cullen cuando entró, sin dejar de mirar la televisión. Se detuvo, y miró
alrededor a todos nosotros, sus ojos se detuvieron en mí un poco más de lo que era cómodo para mí.

“Hola Doc, hola chicos,” murmuró. Edward y Jasper le murmuraron un hola y Emmett un entusiasta
‘hola nena.”

Todos se rieron de Emmett y Rose se acercó a donde estaba sentado. Se apretó en la silla con él,
sentándose en su regazo y envolviendo sus brazos en torno a él. Emmett la abrazó con fuerza y
compartieron una pequeña sonrisa, sus expresiones eran tanto amorosas como afectuosas. Era algo
sorprendente y sonreí instintivamente por la vista. Rosalie puede ser fría conmigo, pero me di cuenta
que no era una persona completamente mala. Era evidente que tenía un lado amable que Emmett vio
claramente.

Volví mi atención a la televisión, sin querer que Rosalie me atrapara mirándola. Traté de
concentrarme en ella, tratando de entender de qué se trataba la película. Pero Edward seguía muy
cerca de mí y eso estaba perturbando mi mente. Podía sentir el hormigueo en mi cuerpo por su toque,
el aroma de su colonia filtrándose por mis orificios nasales, haciendo que todo lo demás pareciera
simplemente tan insignificante.

“Oiga doc, ¿le dijo su hijo que esta mañana destartaló el coche de Tanya?” Rosalie preguntó, mirando
hacia Edward y sonriendo maliciosamente. Edward gruñó y rodó los ojos.

“No lo destartalé. Le hice una pequeña abolladura de mierda en el capó,” murmuró, sacudiendo su
cabeza.

“Y se lo merecía, irrumpiendo aquí esta mañana como un maldito interrogador y despertándome.


Pensé que era mejor golpear el puto coche que a ella. “

El doctor Cullen miró a su hijo. “¿Y por qué exactamente ella irrumpió aquí esta mañana para
interrogarte?”

Edward rodó los ojos. “Se puso toda psicópata porque no le di lo que quería. Quería una puta relación
conmigo o algo así.”

El doctor Cullen se echó a reír, negando con la cabeza. “Sí, bueno, eso pasa cuando les das falsas
esperanzas a las chicas, ¿sabes?”

Edward gruñó, entrecerrando ligeramente sus ojos hacia su padre. “Como sea, no le di falsas
esperanzas. Soy franco; ellas saben qué coño está pasando. Pero independientemente de eso, tal vez yo
merezca esa mierda, pero Isabella no merecía ser golpeada.”

Las cejas del doctor Cullen se levantaron y me miró. Mi corazón comenzó a acelerarse, sintiendo mi
estómago revuelto por el hecho de que me sacaran a relucir en la conversación.
“¿Tanya te golpeó?” Me preguntó.

Suspiré. “Sí, señor. Pero no creo que ella tuviera la intención de hacerme algún daño. Probablemente
fue un accidente.”

“Puras pendejadas,” dijo Edward, mirando hacia mí y arqueando una ceja. “Tanya estaba enojada,
sabía exactamente lo que estaba haciendo.”

El doctor Cullen suspiró, negando con la cabeza. “Supongo que sí. Me alegro de que no hubieras
salido lastimada Isabella. No debiste de estar en la línea de fuego con la puttani de Edward.”

Edward gimió pero sonrió levemente. No tenía idea de que era puttani pero tenía la sensación de que
no era un nombre muy agradable para las chicas. “Está bien. He sobrevivido a cosas mucho peores que
un empujón.”

Al momento que las palabras salieron de mis labios me sentí mal. El doctor Cullen se me quedó
viendo, su mirada era intensa. Probablemente pensó que estaba tratando de dejarlo en evidencia, ya
que me di cuenta que así es como sonaba. Era la verdad, él me había hecho algo peor de lo que alguna
vez Tanya pudiera haberme hecho, pero no era eso lo que quería decir. “Sí, lo has hecho,” dijo después
de un momento, volviendo de nuevo su cabeza hacia la televisión.

“Pareces preocupada.” Salté, un poco asustada cuando Edward acercó su cabeza a mí y me susurró, sus
labios tan cerca de mi oído que podía sentir su tibio aliento en mi cuello. Me estremecí ligeramente
por la sensación, mis mejillas enrojeciéndose de inmediato por la vergüenza ante mi reacción. Edward
rió levemente entre dientes, su boca aún cerca de mi oído. Podía sentir su cabello desordenado
rozando contra mi cuello y mi mejilla, haciéndole cosquillas a mi piel.

“Estoy bien,” dije en voz baja, volviendo la cabeza en su dirección. Estaba tan cerca que mi mejilla
que pasó rozando su nariz y la punta de nuestra nariz se rozó cuando nuestros ojos se encontraron.
Rápidamente echó su cabeza hacia atrás, pero mantuvo su mirada en mí. Levantó una ceja y nos
quedamos mirando el uno al otro por un momento.

“Odio esta película,” dijo Rosalie después de un momento, rompiendo el silencio en la habitación y
asustándome. Había estado tan atrapada en los ojos de Edward que me había olvidado que no
estábamos solos. Volví mi atención a la televisión, tratando de concentrarme en ella.

“Tú odias todo,” Edward murmuró. Sentí que el cojín se movió cuando él cambió ligeramente de
posición.

“Como sea. Sólo odio no saber el final. Quiero decir, en serio, ¿qué diablos paso con él?”

El doctor Cullen rió suavemente. “Ese es el punto. La muerte de Jimmy Hoffa está sin resolver.”

Mi ceño se frunció, ese nombre me sonaba un poco familiar. Supongo que el tipo en la película que
estábamos viendo se llamaba Jimmy Hoffa y evidentemente murió. Después de un momento sentí que
Edward se agachó en mi dirección. “Es una historia real. Él se desvaneció en el aire,” susurró. Sonreí
levemente, apreciando el gesto. Él debe haber visto la mirada de confusión en mi rostro.

“Vamos, no me den esa mierda. ¿Qué es lo que realmente pasó con él?” Rosalie preguntó.
El doctor Cullen suspiró y negó con la cabeza. “Si estás insinuando que yo tuve algo que ver con eso
Rosalie, estás equivocada. Yo tenía diez años cuando desapareció.”

Ella resopló. “Vamos, tiene que saber algo,” dijo. “Siempre he querido saber.”

Hubo un breve silencio. “Si fuera un hombre de apuestas, apostaría a que fue Frank Sheeran quién de
verdad lo liquidó. Me atrevería a suponer que fue cremado y sus cenizas eliminadas. Sin embargo,
Chicago no tuvo nada que ver con eso. Hoffa fue valioso para la familia con el lavado de dinero a
través de los casinos.”

El tono del doctor Cullen era uniforme, su voz carente de toda emoción. Era un poco espeluznante, me
recordó a como me había hablado ese día en su habitación.

“¿Así que no está bajo el Estadio de los Gigantes?” Emmett preguntó después de un momento. El
doctor Cullen se echó a reír.

“No, no lo creo. Bueno, no lo sé, pero si yo lo hubiera hecho lo hubiera cremado." Todos se quedaron
sentados alrededor, charlando tranquilamente sobre ese tipo Hoffa y riendo. Estaba un poco incómoda
con la situación, después de que se me recordara cuan insensible podía ser el doctor Cullen. No podía
exactamente correr a mi habitación y esconderme, sin saber cómo reaccionaría el doctor Cullen
considerando que él fue el que me dijo que me sentara en primer lugar. Después de un momento no lo
puede soportar más y me incliné hacia Edward.

“¿Quieres algo de tomar?” Pregunté en voz baja. Volvió su cabeza hacia mí y sonrió.

“Puedes traerme algo si quieres,” dijo, encogiéndose de hombros. Le sonreí y asentí, poniéndome de
pie. Di unos pasos hacia la cocina, deteniéndome abruptamente antes de salir de la habitación.

“Eh, ¿quiere algo de tomar doctor Cullen?” Pregunté vacilante. Sabía que sería descórtes no ofrecerlo
y los otros dos chicos ya tenían sus bebidas.

“No, gracias,” dijo, mirándome y sonriendo levemente. Forcé una pequeña sonrisa en respuesta para
ser educada, dándome la vuelta para salir cuando Rosalie intervino.

“Tomaré una botella de agua, gracias por preguntar,” comentó sarcásticamente. Mis pasos se
tambalearon y sentí elevarse el ritmo de mi corazón, un poco asustada de que hubiera metido la pata.
No sabía si se supone que tenía que preguntarle o cómo se supone exactamente que tenía que tratarla
cuando nos visitara. El doctor Cullen había dicho que ella era como una hija para él, ¿eso significaba
que tenía que tratarla como un miembro de la familia?

“Tú eres completamente capaz de conseguir tu propia agua, Rosalie. La última vez que lo comprobé,
no había nada de malo con tus piernas,” dijo el doctor Cullen. Su voz fue casual, pero me
sorprendieron un poco sus palabras. Rosalie resopló en respuesta, pero por lo demás no respondió.

Di unos pasos hacia la cocina y escuché la voz de Edward. “Eres una pinche perra, lo juro,” dijo.
Escuché a Rosalie murmurar un “como sea” en respuesta.

Entré en la cocina y abrí el refrigerador, mirando alrededor. Agarré una lata de coca, la abrí y la vertí
en un vaso. Agarré el contenedor de cerezas y mezclé un poco de jugo con la refresco, echando unas
pocas cerezas dentro y revolviéndolo. Metí la mano en el refrigerador y agarré una botella de agua,
dudando antes de agarrar otra.

Regresé a la sala de estar y me acerqué a Rosalie con cautela. “Aquí tienes,” dije en voz baja.
Tendiendo uno de las botellas de agua hacia ella. Ella me miró, levantando las cejas y se quedó así por
un momento antes de tomar el agua. De nuevo volvió su cabeza para mirar la televisión sin decir una
palabra.

Me acerqué al sofá, sentándome de nuevo entre Edward y Jasper. Le di a Edward el vaso de coca de
cereza y sonrió. “No tenías porqué haber hecho esa mierda, lo sabes,” dijo en voz baja, inclinándose
hacia mí para susurrarme. “En realidad no tenías que hacer nada de eso, puedo conseguir mi propia
bebida y sin duda esa perra también es capaz de hacer esa mierda por sí misma.” Llevó su bebida a sus
labios, tomando un sorbo. “Aunque, joder, realmente lo agradezco,” añadió, riendo entre dientes.

Sonreí levemente. “De nada,” dije en voz baja. Miré de nuevo hacia la televisión y algo por el rabillo
de mi ojo llamó la atención. Eché un vistazo y mis ojos se abrieron ligeramente cuando vi al doctor
Cullen mirándonos a Edward y a mí. No pude descifrar su expresión si estaba desilusionado, enojado o
triste, pero sus labios estaban un poco curveados hacia abajo y sus ojos ligeramente entrecerrados.
Empecé a sentirme cohibida, con miedo de que tal vez hubiera hecho algo mal. No podía evitar el
miedo constante que ahora sentía en torno a él, ya que siempre tenía miedo de cometer un error
involuntariamente que lo hiciera enojar.

El teléfono del doctor Cullen sonó y apartó su vista de nosotros, llevando su mano a su bolsillo para
encontrarlo. Lo sacó y miró la pantalla, una mirada de confusión en su rostro. Suspiró y lo contestó.

“Cullen al habla,” dijo. Estuvo callado por un momento. “¿Sí?”

Supongo que la persona en el teléfono estaba hablando, mientras el doctor Cullen se sentó en silencio
escuchando, la mirada confusa en su rostro fue cada vez mayor. “¿Cuántas marcas dijiste que tenías?”
Preguntó, su voz mostrando la misma cantidad de confusión. Una oleada de temor instintivo se
disparó a través de mí, sabiendo que ‘marcas' era como se llamaba a la gente que la mafia asesinaba.
“¿Estás seguro?”

Traté de no escuchar, no queriendo parecer como que estaba espiando ni nada, pero el doctor Cullen
estaba hablando bastante fuerte y claro. “Bueno, ¿quiénes eran?” Eché un vistazo y vi que Edward
estaba observando a su padre, sus ojos ligeramente entrecerrados.

“¡¿Qué?!” Dijo el doctor Cullen, su voz más fuerte que antes. “¿Cómo demonios es posible eso?” El
doctor Cullen gruñó después de un momento. “Hazlo otra vez. Si se trata de lo mismo, vamos a
rehacer todo. Pero eso tiene que estar equivocado. Y espero completa discreción, ¿me escuchaste? No
quiero que esto se filtre hasta que pueda resolverlo, sobre todo cuando tenemos tantas ratas en el
alcantarillado. Manténgalo extraoficial… simplemente no tenemos que golpear el colchón sobre esto
prematuramente. ¿Capisca?”

Lanzó su teléfono, pellizcando el puente de su nariz y mirando al suelo. Lo observé por el rabillo del
ojo, un poco confusa por su cambio de actitud. Antes había estado tan feliz.

“¿Isabella?” Dijo después de un momento. Lo miré y vi que me estaba mirando fijamente.


“¿Sí, señor?”

“¿Sabes mucho sobre los negocios de los Swan? ¿Alguna vez hablaron de ello cerca de ti?” Preguntó,
alzando las cejas inquisitivamente.

“Eh… no, señor,” dije vacilante, tomándome desprevenida, sin saber por qué me había preguntado
sobre Charles. “Quiero decir, éramos conscientes, pero Charles nos castigaría si alguna vez
insinuáramos que era más que un agente de bienes raíces.”

El doctor Cullen asintió, pero no respondió. Se quedó sentado mirando, su expresión indescifrable,
pero parecía como si me estuviera estudiando por alguna razón.

Después de un momento volvió su atención a Edward. Negó con la cabeza y se pellizcó el puente de la
nariz. “Una pinche coca de cereza,” murmuró, su voz una mezcla de rabia e incredulidad. Después de
eso se levantó bruscamente, agarrando su teléfono y saliendo de la habitación sin decir una palabra
más.

No tenía idea de lo que había sucedido, pero lo que fuera no podía ser bueno. Miré a Edward quién me
observaba con atención. Fruncí mi frente, confundida, y se encogió de hombros.

“Quiere romperme la madre,” dijo.

******************
Lenguaje de la Mafia:

Ratas= Alguien que dice secretos de la organización- en otras palabras soplón.

Extraoficial= Hacer algo sin el conocimiento de toda la ‘familia’.

Alcantarillado= ‘Gestión de residuos’ es un eufemismo para una organización de la mafia.

Golpear el colchón= Empezar una guerra con la organización rival.

Puttani = Puta

Capisca = Entiendes

Sfatto = Cuando estás jodido después de una noche salvaje

Dolcezza = Dulzura

Angelo = Ángel
Capítulo 25 Formas de Comunicación

“Las palabras son una forma maravillosa de comunicación, pero nunca remplazarán a los besos y
los puñetazos.”—Ashleigh Brilliant

Edward cullen

Me senté en la pequeña e incómoda silla de plástico, removiéndome porque el culo me dolía. Estaba
golpeando la punta de mi lápiz contra el escritorio, cada golpecito irritando hasta la mierda a todos a
mi alrededor, pero no me importaba. Estaba aburrido, ansioso y listo para terminar de una vez con la
ridícula clase de mierda. Tanya estaba sentada detrás de mí y casi podía sentir sus ojos clavados en la
parte posterior de mí cabeza. Estaba enojada conmigo y honestamente no me importaba lo que
pensara, pero estaba consiguiendo molestarme escuchando sus exagerados suspiros y resoplidos. Cada
exhalación y ruido que venía de ella me hacía querer darle un puñetazo en su puta cara, así de molesto
era. Nunca había arremetido con tal fuerza contra una chica que la golpeara, aunque algunas veces he
querido hacerlo. Esa es la única razón por la que Tanya se ha salido con la suya tantas veces a lo largo
de los años faltándome al respeto, no golpeo a las mujeres. Pero, ¡me lleva el diablo! Si ella no me ha
tentado. Desafortunadamente Tanya sabía que no la golpearía, a pesar de lo mucho que deseaba poder
hacerlo, y por eso tenía las bolas para hablarme de la forma en que lo hacía.

Escuché que dijeron mi nombre y miré hacia la maestra parada junto al pizarrón. Me miraba como
esperando algo y murmuré algunas maldiciones en voz baja. No había estado prestando atención a las
mierdas que estaba diciendo o lo que estaba repasando, así que francamente no tenía idea de porqué
me estaba llamando.

“¿Podría repetir eso por favor, Señorita Jones?” Pregunté, usando mi voz seductora, suave y
encantadora a la que incluso las maestras parecían no poder resistirse, y le arqueé una ceja. Vi la
esquina de su boca levantarse en una pequeña sonrisa y sonreí. Sí, hasta esa perra frígida me deseaba,
era ridículo.

“¿Cuál es la respuesta a la pregunta 21?” Preguntó. Eché un vistazo a mi libro, rezando que hubiera
estado escuchando lo suficiente al menos inconscientemente para estar en la puta página correcta.

“315 grados,” murmuré. Levanté la vista y vi que asintió levemente, pasándose con alguien más.
Suspiré, negando con la cabeza y mirando el reloj. Sólo faltaban 15 minutos.

“¿Qué te tiene tan distraído?” Tanya susurró, apoyándose en su escritorio de manera que su boca
estaba cerca de mí oído. Moví mi cabeza lejos de ella rápidamente, asqueado por la sensación de su
aliento en mi piel, y gruñí.

“Como si fuera de tu puta incumbencia,” murmuré, más fuerte de lo que pensé ya que todos a mí
alrededor me miraron con molestia. Rodé mis ojos, todos ellos podían besarme el culo. Me senté en
silencio, escuchando a Tanya continuar con sus ridículos resoplidos detrás de mí por el resto de la
clase, sólo mirando fijamente al reloj mientras los segundos pasaban.

Finalmente la campana sonó y cerré mi libro con fuerza, murmurando un “joder ya era hora” bajó mi
aliento.

“¿Qué es lo que te pasa últimamente? Te lo juro, toma algo de Midol o algo así y recupérate de ese
Síndrome Premenstrual, porque este no eres tú,” dijo Tanya, arrojando su libro en su mochila. Rodé
los ojos de nuevo.

“¿Alguna vez has pensado que tal vez no me conoces?” Pregunté, molesto de que me estuviera
gritando. “¿Y por qué carajos todavía me hablas?”

Resopló otra vez. “¿Tal vez porque solíamos ser amigos?” Dijo.

“Sí, bueno, tú casi mataste eso cuando irrumpiste en mi casa como si la maldita policía viniera a
interrogarme,” escupí. Seguía enojado con ella, sin hablarle por lo que ocurrió ese día que ella se
presentó en la casa. Le pagué por los daños causados a su coche, sólo para que no hiciera una maldita
rabieta y tratara de demandarme o alguna mierda de esas, pero a estas alturas ella y yo estamos muy
lejos de ser “amigos”. Había entrado en mi habitación gritando esa mierda de que nos pertenecíamos
el uno al otro y que estaba arruinando todo. Nunca le había hecho una promesa, y estaba malditamente
seguro que no le había hecho ningún voto, así que no tenía puto derecho de actuar de esa forma.
También, había estado teniendo una mañana extraordinariamente fantástica, soñando con Isabella y
deseando despertar con ella en mis brazos. En lugar de eso, me desperté con la estridente voz de Tanya
y con Isabella por ningún lado. Ignoré a Tanya lo mejor que pude, sin importarme una mierda lo que
pensara de mí, pero cuando empezó con Isabella, algo dentro de mí se encendió. Joder, casi la golpeé
como si fuera un hombre, sin importarme una mierda en el momento, pero lo que me detuvo fue el
hecho de saber que Isabella lo vería y no podía hacer esa putada frente a ella. Cristo, estaba tratando
de ganar su corazón, lo último que tenía que hacer era pegarle a una mujer frente a ella, aún si esa
mujer era alguien tan vil como Tanya. Dios, ¿cómo fue que alguna vez follé a esa chica? ¿Qué fue lo
que le vi? Traté de calmarme, pero cuando volví a la casa e Isabella mencionó que Tanya la había
golpeado, me perdí. Volví a salir corriendo hacia su coche y bajó la ventanilla, pensando que había
cambiado de opinión y estaba tratando de reconciliarme con ella o algo así. Me apoyé en su ventana y
le dije con mi voz más fría y dura que si alguna vez volvía a tocar a Isabella no dudaría en joder su
mundo. Y lo dije en serio. A ella no le pondría un dedo encima, pero cueste lo que cueste la dañaría.

“Y si vas a venir mañana a la fiesta, te agradecería que dejaras esa jodida actitud en casa, Tanya,” dije
con firmeza. Me levanté y me colgué la mochila al hombro, dándome la vuelta y saliendo de la
habitación. Todo el mundo se dirigía al quinta hora de clase, pero yo pasé de largo el salón de clases y
salí del edificio, dirigiéndome directamente al estacionamiento de los estudiantes. La única razón por
la que hoy vine a la escuela fue por el examen de trigonometría que acaba de tomar en la última hora y
no había forma de que soportara alguna otra puta clase. Hoy no.

Desde que nos mudamos a Washington, cada año habíamos tenido una fiesta de Halloween, por lo
general Alice se encarga de todos los detalles al respecto, toda la mierda de la planificación con
decoraciones e invitaciones, y el resto de nosotros normalmente sólo vamos a disfrutar. En este
pequeñísimo pueblo siempre es un gran acontecimiento, cada año todos lo esperan con ansias.

Alice también se encarga de los disfraces. No tenía idea de qué diablos había planeado para este año y
no lo sabría hasta que se presentara en la casa con todo por la mañana. Al principio estaba algo
preocupado, montando una enorme fiesta en la casa con Isabella allí, pero Alice y Jasper habían
insistido en que todo estaría bien. Aunque yo no sabía si confiar en su opinión sobre el tema
considerando que esos pendejos la habían llevado a la fiesta después de mi juego y ella no pudo
manejar la situación. Volví a plantear el tema a Isabella algunas veces, tratando de medir su reacción a
la idea de una fiesta en la casa, y ella en realidad no se asustó por ello, pero me di cuenta que estaba
un poco aprensiva. Traté de asegurarle que todo iba a estar bien, pero honestamente ni siquiera yo
podía saberlo. Las perras eran impredecibles.

Le aseguré en múltiples ocasiones que no tenía que participar, que podía quedarse en su cuarto si
quería y que nadie la molestaría. Nadie tenía permitido subir hasta el tercer piso durante nuestras
fiestas, ellos lo sabían. No había absolutamente ninguna razón para que alguien subiera allí, así que la
dejarían en paz. Pero ella dijo que estaba bien con todo ello. Sin embargo, no puedo negar que estaba
un poco preocupado, preguntándome si ella tenía idea de todo en lo que se estaba metiendo.

Me dirigí hacia mi coche y lo encendí, rechinando las llantas y saliendo del estacionamiento
rápidamente. Busqué en mi iPod, poniendo algo de hip hop, sólo porque me daba la gana. Tengo un
gusto tan ecléctico en música que es ridículo, mi música tiende a cambiar con mi estado de ánimo.
Volé por los caminos, dirigiéndome a la casa. Papá había salido de la ciudad esta mañana en un viaje a
Chicago para tratar con asuntos de la borgata (N.T. Borgata: Familia. La unidad estructural básica de
la sociedad de la mafia) y no regresaría por lo menos durante algunos días. Deduje por su
conversación telefónica la semana pasada que estaban teniendo problemas con gente infiltrándose y
desafiando el juramento de lealtad Omertá (N.T. Omertá normalmente se refiere al estricto código de
silencio de la mafia) y contando secretos de la familia, así que ellos iban a ordenar y limpiar la casa.
Sin embargo, esa conversación me confundió, ya que normalmente cuando papá habla de negocios
puedo entender bastante bien todo, teniendo tanta práctica a lo largo de los años espiando como la
pequeña mierda entrometida que suelo ser. Me sabía todas las palabras en clave y lo que realmente
significaba lo que lo que decían, lo cual siempre me dio una buena idea de la mierda en la que mi
padre andaba metido. Decía “marcas” e instintivamente pensaba que estaba hablando de matar a
alguien, pero eso no tiene ningún puto sentido. Ellos nunca habían sido tan malditamente evidentes
sobre matar personas cuando hablan porque nunca sabes quién jodidos pudiera estar interviniendo la
línea, especialmente ahora, con el Departamento de Justicia sobre ellos. Cuando hablan acerca de
liquidar a alguien, hablan acerca de remodelar, pintar la casa era asesinar, por la sangre salpicando las
putas paredes, y un trabajo de carpintería es deshacerse del cuerpo y limpiar. Quieres acabar con
alguien, pídele a un asesino a sueldo un contrato para pintar una casa y hacer algún trabajo de
carpintería. Así que no podía entender de qué clase de puñeteras “marcas” estaba hablando y por qué
básicamente la conversación lo había impactado. Volvió a casa con un puto humor estelar e imaginé
que significaba que probablemente se había echado un polvo mientras estuvo fuera, una mierda en la
que no me gustaría pensar, pero algo de esa conversación había acabado con su buen humor. Tenía que
ser algo serio, ya que estaba preocupada porque empezara una guerra por lo que sea que fuera, y desde
entonces ha estado distraído. Toda la maldita semana ha estado al límite, mirando fijamente a la gente
como si el cabrón pudiera leer sus mentes. Joder, el que él esté al límite me pone paranoico, ya que
normalmente es tan indiferente con todo, así que por mucho que quiera a mi padre me alegra que se
haya ido por un tiempo. Necesito un maldito descanso de todo eso.

Me detuve frente a la casa y apagué el coche. Salí y cerré la puerta, dirigiéndome hacia la casa. Entré
y me paré en seco en el vestíbulo. Olía como a pino-sol, a limón y pino, jodidamente limpio. Por lo
general el olor de los productos químicos de limpieza me molestaba y hubiera refunfuñado y abierto
ventanas para sacar el olor, pero simplemente esa mierda ya no me molesta ahora porque sé que es el
trabajo de Isabella. La chica podría traer una maldita mofeta a la casa y dejarla que rocíe todo y deje
su puto hedor, y yo probablemente lo dejaría pasar y soportaría esa mierda en tanto a ella le guste. Lo
juro, ella me tiene envuelto en su dedo meñique y ni siquiera se había dado cuenta. El lugar estaba
impecable, el piso casi brillaba ya que obviamente lo había fregado hasta dejarlo como espejo. La casa
estaba en completo silencio, así que no tenía idea de donde estaba o lo que estaba haciendo, pero era
evidente que había tenido una mañana muy ocupada. Recorrí la planta baja, mirando alrededor y
notando que todas las habitaciones estaban igual de limpias.

Me dirigí hacia las escaleras, un poco confundido del por qué había limpiado tanto. Papá se había ido
y ella ya debería de haber sabido que realmente a ninguno de nosotros nos importaba una mierda si se
relajaba un poco. Llegué al segundo piso y vi todas las puertas cerradas y ni un sonido por ningún
lado, así que imaginé que no estaba allí. Subí al tercer piso y caminé hacia nuestras habitaciones.
Escuché la televisión en su habitación y me detuve en su puerta, escuchando. Después de un segundo
levanté mi mano y toqué suavemente.

Escuché un grito y la puerta se abrió rápidamente. Isabella se quedó ahí parada, mirándome con los
ojos amplios, luciendo completamente asustada. Le arqueé una ceja, mis ojos inmediatamente
deambularon hacia abajo y recorrieron su cuerpo. Estaba usando esos putos pantalones cortos y esa
escotada camiseta sin mangas, la misma ropa que había estado usando la primera noche que había
entrado sigilosamente a su habitación para verla dormir. El negro hacía que su piel luciera tan suave y
cremosa que tuve que resistir el fuerte impulso hirviendo dentro de mí de extender mi mano y
acariciarla.

“Vístete,” dije, levantando una ceja. Frunció el ceño en confusión, bajando la vista para mirarse. Sus
ojos se abrieron ligeramente por la sorpresa, supongo que al darse cuenta que tan poca ropa tenía
puesta en realidad.

“Lo siento mucho,” murmuró, mirándome. La miré inquisitivamente, confundido del por qué se estaba
disculpando conmigo, cuando me di cuenta de lo que había dicho. Ella pensó que le estaba diciendo
que se vistiera, debido a la cantidad de piel que estaba mostrando.

“No te disculpes. En serio, nunca jodidos te disculpes por eso,” dije riendo entre dientes, bajando mis
ojos, recorriendo su cuerpo de nuevo. Era tan obvio, que estaba echándole un vistazo pero realmente
no me importaba si ella se daba cuenta. Por supuesto que me preocuparía si se sintiera incómoda, pero
en realidad no podía preocuparme si ella se daba cuenta que me sentía atraído por ella. Sinceramente,
ella ya tendría que haberlo sospechado de todas formas. La había estado llamando con nombres dulces
y coqueteando con ella durante toda la semana. "Es sólo que tenemos que ir a un lugar y estoy seguro
de que preferirías ponerte algo más antes de irnos.”

“Está bien,” dijo vacilante. “Sólo dame un momento, ¿de acuerdo?”

Asentí. “Tómate todo el tiempo que necesites. Voy a estar en la cocina.”

Sonrió, con su sonrisa inocente y dulce y asintió. Me quedé allí por un momento, sólo mirándola y
sonriendo, antes de darme la vuelta y dirigirme hacia las escaleras para darle algo de privacidad. No
quería parecer como si quisiera ver lo que iba a hacer o algo así, aunque eso era exactamente lo que
quería hacer.

Me dirigí a la planta baja y entré a la cocina, abriendo el refrigerador y mirando alrededor. Suspiré y
agarré una botella de agua, abriéndola y tomando un trago. Después de un momento, escuché sus pasos
por las escaleras y sonreí para mis adentros. Estaba mejorando en dejarse escuchar y no ser tan
jodidamente sigilosa todo el tiempo en torno a mí. Odiaba que se me aparecieran de repente.

Me acerqué a la puerta de la cocina cuando llegó al vestíbulo. Llevaba unos jeans y una camiseta,
luciendo casual. Era agradable que una jodida chica estuviera tranquila a mí alrededor, sin
preocuparse tanto por las apariencias.

Me sonrió con dulzura, alzando sus cejas. “Estoy lista,” dijo, encogiéndose de hombros. Sonreí y
asentí con la cabeza, dudando antes de dirigirme a la puerta. La abrí y ella salió pasando junto a mí, de
manera que yo pudiera activar la alarma y cerrar.

Abrí la puerta del pasajero del coche para ella, y me agradeció en voz baja. Subí por el lado del
conductor y encendí el coche, alejándonos de la casa.

“¿A dónde vamos?” Pregunto. Miré hacia ella, dándome cuenta que se acababa de subir a un puto
coche conmigo, sin tener idea de a dónde íbamos. No estaba seguro de cómo sentirme al respecto,
había estado tratando de que dijera lo que pensara cuando estuviera con ella, y defenderse por sí
misma, diciéndole que podía decirme que no. Demonios, esperaba que no solo me hubiera seguido y
hacer lo que le dije simplemente porque sintió que no tenía opción. Pero la otra maldita alternativa era
que ella confiaba en mí y no estaba seguro sobre ello. Quería que confiara en mí, quería que creyera
que nunca la lastimaría intencionalmente, y haría lo que pudiera por ayudarla, ¿pero podría la chica de
verdad poner su puta confianza en mí hasta el punto en que me seguiría a ciegas? No lo sabía.

Abrí la consola central, mirando dentro, buscando la lista. “Abre la guantera, debe de haber un pedazo
de papel ahí,” dije. Me miró con confusión, supongo que porque no le respondí la pinche pregunta,
pero de todos modos hizo lo que le dije. Abrió la guantera y empezó a mover cosas, buscándola. Eche
un vistazo y vi que sacó algo y lo puso en alto, una mirada confusa en su rostro. Mis ojos se abrieron
por la sorpresa y gruñí cuando me di cuenta que había encontrado los putos condones que siempre
guardaba en el coche por si acaso. “Cristo, había olvidado que estaban ahí,” murmuré, sintiéndome
como un pendejo. Quiero decir, no era como si estuvieran usados o algo así, pero no me agradó que los
viera porque probablemente eso le recordaría que era un tipo de pendejo que follaba a las chicas sólo
por el gusto de follar. Me echó un vistazo confundida sosteniendo la pequeña caja negra de Magnum.

“Eh… ¿qué es esto?” Preguntó vacilante, su ceño fruncido. Gruñí de nuevo, dándome cuenta que ni
siquiera sabía que era un condón y sabiendo que tenía que explicarle.

“Es un condón. Tú, eh…te lo pones… o quiero decir, un tipo se lo pone cuando estás, tú sabes…”
Tartamudeé. Me pasé la mano por el pelo por nerviosismo, sin saber cómo carajos decirlo y
sintiéndome como un idiota. ¡Dios, ¿por qué está chica me pone tan malditamente nervioso?!

Gruñí, ahora más irritado por mi puta incompetencia. Me miraba con curiosidad, obviamente
esperando una maldita respuesta y sin entender. “Son para el sexo, Isabella.”

Sus ojos se abrieron de la impresión y dejó caer al caja, soltándola rápidamente como si el tocarla
fuera doloroso o algo así. Casi me reí por su reacción, y probablemente lo hubiera hecho si no
estuviera tan avergonzado por ello. Estiré mi mano y le arrebaté los condones de su regazo y bajé mi
ventanilla, tirándolos a la carretera. Sus ojos se abrieron impresionada por mi comportamiento. “Para
que sepas, son sólo por protección. Para así no contagiarte de ninguna enfermedad o hacer bebés.
Siento que tuvieras que encontrarlos.”

Asintió vacilante, comprendiendo. Parpadeó un par de veces, obviamente aún tratando de asimilarlo y
probablemente tratando de entender por qué demonios acababa tirarlos por la ventana en medio de mi
reacción exagerada. Me miró brevemente y me dio una pequeña sonrisa.

“No es gran cosa,” dijo en voz baja. Agarró un pedazo de papel doblado y lo levantó, mirándome
inquisitivamente. “¿Es este?”

Asentí, agradecido que pasáramos de este desastre de conversación. “Sí, esa es. Ábrela, ¿qué dice?”
Cerró la guantera y desdoblo el papel, recorriéndolo con la vista. Después de un momento sus ojos se
estrecharon levemente y vi que sus labios se movían mientras deletreada en silencio algunas de las
palabras. “En voz alta, Bella.”

Me miró con sus ojos amplios antes de volver su atención a la lista. “Eh... papas…Pret-- eh...
pretzels... Soda… ¿Vamos al supermercado?”
Sonreí. “Sí, de hecho, ahí es a dónde vamos. Alice me dio esa lista hace ya casi una semana para
conseguir esa mierda para la fiesta y todavía no lo he hecho. Honestamente, ella mejor que nadie sabe
que no debería pedirme esas putadas porque siempre se me olvida, pero si no lo hago ahora me va a
matar. Pensé que mientras estuviéramos allí podríamos abastecer la casa ya que se nos empieza a
escasear la mierda. Tú sabes, dos pájaros de un tiro.”

No sabía si ella había escuchado esa expresión pero sonrió y asintió como si entendiera, volviendo su
atención a la lista. “¿Quieres que prepare algo para la fiesta?” Preguntó.

“No,” dije rápidamente, probablemente con demasiada fuerza ya que saltó levemente. “Quiero decir,
no tienes que hacer esa mierda. No quiero que cocines para toda esa maldita gente o cualquier otra
cosa; deberías de estar disfrutando del descanso ahora que Papá no está. Es Halloween, tú también
deberías divertirte.”

Sonrió ligeramente. “De verdad, no me importaría,” dijo encogiéndose de hombros. Rodé mis ojos.

“Bueno, a mí sí me importaría. Así que, ¿me harías el favor de relajarte un poco? Porque no quiero
que te molestes en hacer nada por esos hijos de puta. Si cualquiera de ellos te pide algo, asegúrate de
decirles que te besen el culo,” le dije. Me preocupaba que su instinto natural de hacer lo que se le
pedía se activara y empezara a aceptar las putas órdenes de las perras. Realmente no quería hacer una
escena en la fiesta, pero lo haría, no iba a permitir que le faltaran al respecto en su propia casa. Porque
eso era exactamente lo que era, y me di cuenta que tal vez ella no se sentía como si tuviera un hogar,
pero lo tenía. Su hogar estaba con nosotros, conmigo.

“Está bien,” murmuró. Rodé los ojos.

“¿En serio, Bella? ¿Sólo “está bien”? Lo digo en serio, prométeme que si alguno de ellos te ordena
algo, le vas a decir que no,” le dije.

Suspiró. “Lo prometo.”

Asentí, esperando que no fuera una pinche rompepromesas. “Bien,” dije. Nos detuvimos en el
estacionamiento de la tienda y nos bajamos del coche, dirigiéndonos al interior. Isabella agarró el
carro, esta vez sin una pizca de duda o miedo, y sonreí. Era algo tan simple, pero ella realmente se
había adaptado y progresado mucho desde que llegó aquí, a Forks. Finalmente estaba empezando a
acostumbrarse a las cosas, sintiéndose relajada afuera en el mundo. Todavía me era difícil creer que
pasó toda su vida hasta ahora fuera del ojo público. Habían cometido una gran injusticia con el mundo,
guardando bajo llave a tan hermosa criatura como ella.

Iba a darme la lista y negué con la cabeza. Llevé mi mano a mi bolsillo y saqué una pluma,
entregándosela. Era mi puñetera pluma favorita, la que escribía sin problemas y parecía tener un
suministro interminable y fluido de tinta. Sí, era quisquilloso hasta con mis utensilios de escritura, no
podía evitar esa mierda. La tomó vacilante y sonreí. Prácticamente quité sus dedos del carro y empecé
a empujarlo. “Puedes encargarte de la lista,” le dije. Parecía sorprendida y parpadeó un par de veces,
pero asintió. Supongo que la práctica hace la perfección, ¿cierto? Leyendo las palabras y asegurándose
de que teníamos todo por lo menos la ayudaría a aplicar la mierda que había aprendido. Había estado
ocupado toda la semana con el fútbol y la escuela, y en realidad no había podido ayudarla, pero Jasper
dijo que pasó un rato con ella algunos días de esta semana y que trabajaron en ello. Dijo que le había
ayudado con la práctica de algunos aspectos técnicos, como rimas, sílabas, el sonido de las letras y
esas pendejadas. No sé, como ya he dicho no sé casi nada de cómo enseñar cosas a la gente, pero él lo
hizo sonar como si supiera lo que estaba haciendo, así que le estaba agradecido. Alice también estuvo
con él algunos de esos días y ella trabajó en un preescolar durante el verano, así que supongo que ella
sabía cómo la gente aprende a leer. Sí, en eso yo estaba completamente fuera de mi elemento,
tratándose de eso, probablemente yo sería de muy poca ayuda para ella.

Recorrimos la tienda y lanzamos mierda en el carro, tanto de la lista como para la casa. No habíamos
vuelto a hacer compras desde ese día hace unas semanas atrás, aunque todos nos hemos detenido en la
tienda para tomar mierdas necesarias como leche. Con el tiempo, ella ya le había encontrado el modo
a nuestros hábitos alimenticios y ni siquiera tuve que hacer mucho, ya que también agarró nuestras
botanas y bebidas favoritas. Joder, de hecho, había ganado algo de peso desde que ella se mudó a
causa de su asombrosa forma de cocinar, lo cual era agradable pero jodidamente molesto porque tenía
que pasar más horas en el gimnasio de la escuela para mantenerme en forma. Sinceramente no podía
entender cómo carajos Isabella seguía tan delgada, podían serle útiles unos cinco kilos adicionales por
lo menos. Empezaba a preguntarme si iba a tener que comenzar a forzarla para que se alimentara.
Joder, nunca la veía comer nada.

Después de que recorrimos todos los pasillos, me entregó la lista de nuevo. La vi y sonreí, viendo todo
tachado. Metí el papel en mi bolsillo con la pluma y nos dirigimos hacia la caja registradora. Empecé
a lanzar mierda en la cinta transportadora, agradecido de que esta vez la cajera era una mujer mayor y
no una de las perras del Instituto de Forks, ya que todas ellas seguían en la escuela. No estaba seguro
de cómo manejar que alguien se me lanzara o intentara ligar conmigo enfrente de Isabella. Cristo,
ellas podían ser persistentes y no tenía intención de volver a follarme a alguna de ellas, pero no sabía
exactamente como rechazarlas sin pegarles en la puta nariz o algo así. Esta semana pasada le había
dicho a un par de chicas que no estaba interesado y sólo rodaron los ojos y se rieron, pensando que
estaba haciendo una puta broma y murmuraron que cambiaría de opinión. Supongo que era difícil para
ellas entender que Edward Cullen ya no iba a follar por ahí, como si para ellas no tuviera sentido. Y no
es como si pudiera explicarles por qué, pero ese día en la casa, Tanya había captado rápidamente esa
mierda. Había estado enojada y gritando y no creo que en realidad que creyera esa mierda que estaba
escupiendo, pero me seguía preocupando. Este pueblo era pequeño y las personas tenían unas jodidas
bocas enormes, y estaba preocupado que los rumores llegaran a papá. Y no quería que Isabella tuviera
una idea equivocada sobre esa mierda, especialmente si ve a otras chicas coqueteando conmigo, o
tratando de manosearme, o algo así. Durante toda la puñetera semana había estado armándome de
valor para decirle que me gustaba y era difícil como el demonio. Quiero decir, no estaba planeado
confesar mi puto amor eterno o nada por el estilo, no quería asustarla hasta la mierda, pero quería que
supiera que pensaba que era especial. Supongo que no había nada de malo en eso y tal vez me ayudaría
a evaluar que tan receptiva estaría para algo más, pero no podía negar que estaba jodidamente
nervioso. ¿Quién iba a decir que Edward Cullen alguna vez iba a estar jodidamente ansioso por una
chica? Seguro que nunca lo hubiera imaginado posible.

Puse todas las compras en la banda y me di la vuelta, a punto de agarrar mi barra de Toblerone para
conseguir mi dosis de chocolate, y me congelé. Mis cejas se levantaron por la puta sorpresa cuando vi
que Isabella se me había adelantado y me estaba tendiendo una. Sonreí con satisfacción, orgulloso
como la mierda de que hubiera recordado algo tan trivial. Era observadora, eso es seguro. “Gracias,”
le dije, tomándola y lanzándola con el resto de nuestras compras. “Agarra una para ti también.”
Me miró sorprendida, dudando antes de agarrar una segunda barra de chocolate y poniéndola con los
comestibles. Me volví de nuevo hacia la cajera, sacando la American Express y pagando cuando me
dijo el total. El gerente se acercó de nuevo y embolso los comestibles, lamiéndome el culo como de
costumbre. Le agradecí, e Isabella y yo salimos de la tienda dirigiéndonos hacia el coche.

Cargué los comestibles en la parte de atrás, sin bajar el techo porque era un día gris y lloviznaba. Solía
gustarme la lluvia, y amaba las putas tormentas cuando era niño, pero empezaba a odiarla porque me
impedía poder utilizar el convertible. El invierno se aproximaba y pasaría un tiempo antes de que
volviera a bajar el techo. Nos subimos al coche y le di a Isabella su barra de Toblerone. “Gracias,
Edward,” dijo amablemente con una sonrisa, abriendo la barra de chocolate muy meticulosamente,
arrancando un triángulo para comerlo. Reí entre dientes, abriendo el mío y dándole una mordida.

“Cuando quieras, bella ragazza, ni siquiera tienes que darme las gracias,” dije. Encendí el coche,
sonriendo, y dirigiéndome a la carretera.

En el camino a casa hablamos de cosas sin importancia, sobre todo sobre el clima y mierdas casuales
como la vegetación, pero sólo conversar con ella era agradable. Era bastante inteligente e ingeniosa
cuando se abría, nunca dejaba de asombrarme cuando abría la boca para hablar. Al momento que
llegamos a la casa, estaba lloviendo con fuerza así que me estacioné lo más cerca que pude a la puerta
principal. Apagué el coche y le di mis llaves. Me miró confundida y sonreí.

“Abre la puerta,” le dije, señalándole la llave de la casa. Papá no le había dado una todavía, , supongo
que porque ella nunca iba a ningún lado sin nosotros, pero supongo que muy pronto lo haría. “Presiona
los números 62373 en el teclado y presiona el botón rojo grande. ¿Crees que puedes hacerlo?”

Asintió vacilante. “62373,” repitió. Le sonreí y asentí.

Salió rápidamente y corrió a la puerta de entrada, poniendo la llave en la cerradura. Sonreí, mirándola,
y bajé una vez tuvo la puerta abierta. Agarré un montón de bolsas y la seguí, arrojándolas justo al
pasar la puerta en el vestíbulo. Ella se volvió, regresando al coche y lancé mi mano hacia el frente de
ella para detenerla. No pensé antes de hacerlo, joder, sólo quería decirle que se quedara en la casa para
que no se mojara, pero dio un salto hacia atrás y sus manos volaron frente a ella para protegerse.
Retiré mi mano rápidamente, sintiéndome como un idiota por asustarla. Seguía muy insegura con los
movimientos bruscos y yo debería saber esa mierda mejor que nadie.

“No tenía la intención de asustarte,” murmuré. Asintió y bajó sus manos, dándome una pequeña
sonrisa. Parecía avergonzada por su reacción, pero en realidad no fue su culpa. “Adelántate y empieza
a guardar esa mierda, yo traeré las bolsas del coche. No quiero que te mojes y te enfermes o algo así.”

Me lanzó una mirada que parecía una mezcla entre confusión y diversión, pero asintió y comenzó a
agarrar bolsas para llevarlas a la cocina. Terminé de descargar el coche y dejé caer todas las bolsas en
el piso. Empecé a sacar cosas y arrojándolas donde creía que iban. Probablemente le estaba haciendo
el trabajo más difícil atravesándome en su camino, pero me sentía como si al menos estaba tratando
de ayudar. No quería que hiciera esa mierda sola.

Jasper y Emmett llegaron a casa cuando habíamos terminando de guardar los comestibles. Entraron a
la casa y nos quedamos charlando un poco antes de que Emmett sugiriera ordenar una pizza y ver una
película. Alice y Rose estaban ocupadas con la preparación de Halloween así es que ninguno de esos
dos cabrones tenía algo que hacer. Todos estuvimos de acuerdo y él fue al centro para conseguir la
comida, mientras Isabella, Jasper y yo nos sentamos a charlar en la sala de estar. Seguía esperando que
Isabella tratara de irse y esconderse en su habitación o alguna mierda así, ya que esta sería la primera
vez que en realidad comería con nosotros. Emmett regresó a casa con tres pizzas, una con todo para él
solo, una de queso sencilla porque Jasper siempre se comía la puta pizza de queso sencilla, y una solo
de pepperoni porque evidentemente soy quisquilloso y no sabía qué pedir para mí. Bueno, en realidad,
como Emmett dijo, “Al pendejo de Edward no le gusta ninguna mierda que le traiga, así que le pedí lo
usual y espero que no se queje demasiado.”

Rodé mis ojos y agarré la caja de la de pepperoni, sin molestarme en darle las gracias después de eso.
Puse la caja en la mesa de café, dejándome caer en el sofá. Miré a Isabella, bastante sorprendido de
que siguiera allí, y palmeé el cojín junto a mí, diciéndole que se sentara. Dudó, y vi sus ojos moverse
rápidamente hacia las escaleras, pero le arqueé una ceja y le lancé una mirada que claramente decía
“no te atrevas a hacer esa mierda”. Arrastraría su culo de regreso, no había duda de ello. No había
razón para que no comiera con nosotros.

Suspiró y se sentó junto a mí, dándome una pequeña sonrisa. Nos quedamos allí sentados, comiendo
pizza directamente de la caja, y Jasper puso la película de “Los Cazafantasmas”, la que todos
habíamos visto un chingo de veces pero era evidente que Isabella no, porque tenía toda su atención.
Pensé que ellos querrían ver una película de terror como ‘Viernes 13’ ya que este fin de semana era
Halloween, pero se agradecía que se fueran por algo un poco menos agresivo. Toda la semana Isabella
había estado teniendo pesadillas, y me encontré escabulléndome a su habitación para tratar de
consolarla. No sabía si ella se había dado cuenta que hacía esa mierda, cuando nunca se había
despertado viéndome, pero por lo general mi presencia parecía calmarla un poco. Sí, me estaba
haciendo jodidamente blando, pero me encantaba hacer esa mierda. Amaba saber que sólo mi toque
podía alejar sus demonios, incluso si sólo era por un momento.

Cuando “Los Cazafantasmas” terminó, Jasper puso la de “Los Cazafantasmas 2” e Isabella estuvo tan
cautivada con esa como con la primera. Cuando terminó, Jasper se ofreció a poner la tercera parte,
pero ella se rehusó, diciendo que se iba a ir a la cama. Ella se fue y yo me quedé con mis hermanos por
un rato, viendo una desquiciante película subtitulada de lucha japonesa que Emmett había comprado,
antes de subir a mi habitación.

La habitación de Isabella estuvo extrañamente silenciosa la mayor parte de la noche. En algún


momento de la medianoche me escabullí al interior y la vi durmiendo, luciendo jodidamente pacífica
y casi feliz. Me senté en el borde de su cama y la observé por un rato, esperando que dijera mi nombre
pero nunca lo hizo. No tenía razón creíble para tocarla, ya que no estaba en pánico ni nada, pero no
pude evitarlo. Acaricié su cabello por un momento, pasando mi mano a lo largo de su suave mejilla.
Finalmente me levanté y suspiré, pasando mis dedos por mi cabello, sabiendo que tenía que irme antes
de que me atrapara. Salí de su habitación y me dirigí a la planta baja, sentando mi trasero enfrente del
piano. Sinceramente, no había estado tocando mucho hasta la semana pasada, pero tenía una melodía
paseándose en mi cabeza que me estaba volviendo loco. Después de tranquilizar a Isabella por sus
pesadillas, por lo general vengo aquí y jugueteo un rato con ella, tratando de darle cuerpo. Papá estaría
feliz si supiera que en realidad estaba tocando y componiendo un poco, ya que sabía que odiaba ver el
piano sentado en una esquina recolectando polvo. Aunque nunca me ha dicho una mierda en mi cara,
ya que sería un puto hipócrita si lo hiciera.

Como a las 3 am me di por vencido y subí a mi habitación, acostándome en la cama y quedándome


profundamente dormido tan pronto mi cabeza tocó la almohada. Un fuerte golpeteo en la puta puerta
me despertó más tarde y me incorporé rápidamente, asustado, y miré al reloj. Mis ojos se abrieron
cuando vi que ya era la 1 pm. Cristo, ya había dormido la mitad del maldito día.

Salté de la cama, maldiciendo por que quién sea que fuera seguía golpeando la puñetera puerta como
si fuera la policía con una maldita orden de registro. Abrí la puerta y vi a Alice parada allí con las
manos en sus caderas y sus ojos ligeramente entrecerrados.

“Me pregunto si tenías la intención de levantarte hoy,” dijo, con molestia en su voz. Rodé mis ojos,
sacudiendo mi cabeza.

“¿Importa que te de una puta respuesta Alice, considerando que ya estoy levantado?” Pregunté. Ella
sonrió y negó con la cabeza.

“Estamos decorando, baja en 10 minutos,” dijo, dando la media vuelta y alejándose. Negué con la
cabeza y cerré la puerta, suspirando. Me acerqué a mi cómoda y saqué una camiseta sin mangas,
poniéndomela con mis pantalones de franela de la pijama. Ni siquiera iba a molestarme en vestirme,
cuando en poco tiempo Alice nos obligaría a ponernos disfraces de todos modos.

Me dirigí a la planta baja, gimiendo cuando escuché la voz de Rosalie. Odiaba tratar con ella cuando
acababa de despertar porque entonces era más pendejo y ella siempre era una perra bocazas. Sí,
siempre chocábamos pero más por las mañanas. Me dirigí a la sala de estar donde estaban ellos,
todavía medio dormido y sin ganas de pasar mi día decorando cuando esa mierda sólo iba a ser
arrancada de nuevo, no le veía el caso. Podía escuchar a Rosalie y Alice charlando, pero la puta
habitación estaba extrañamente en silencio, Jasper y Emmett no estaban por ningún lado. Rosalie y
Alice estaban paradas sobre unas sillas junto a las ventanas, tratando de clavar con tachuelas
serpentinas de color negro y naranja a la pared, e Isabella estaba sentada en el sofá, revisando una caja
de lo que parecían flores falsas y las estaba separando en pilas por colores. Le levanté una ceja,
preguntando que carajos estaba haciendo, pero ella sólo se encogió de hombros, obviamente sin tener
idea para qué carajos Alice tenía flores falsas. Le sonreí levemente y negué con la cabeza. Me acerqué
a dónde estaban las otras dos y agarré la silla dónde Rosalie estaba parada, sacudiéndola. Ella gritó, ya
que le di un susto de mierda y casi hice que se callera porque no me había escuchado acercarme.
Extendió su mano para darme un manotazo y salté hacia atrás. Estrechó sus ojos y saltó de la puta
silla, corriendo directamente hacia mí. Me agaché y me cubrí la cabeza y me golpeó dos veces en la
espalda.

“Eres un idiota, Edward,” escupió. Dejé caer mis manos, riéndome.

“Sí, bueno, tú golpeas como niñita,” dije. De nuevo estrechó sus ojos y su puño salió disparado,
pegándome justo en el puto pecho. “¡Cristo! ¡Esa mierda dolió!” dije, frotando el lugar donde su puño
había golpeado.

“¿Quién es la niñita ahora?” Preguntó, levantando una ceja y sonriendo con suficiencia. Rodé mis ojos
y di la media vuelta alejándome de ella, mirando a Isabella. Ella nos observaba con cuidado.

“¿Edward puedes ayudar a Isabella a separar esas flores?” Alice preguntó detrás de mí. Suspiré y
asentí con la cabeza.
“Claro, enana. ¿Cómo sea, para que carajos son?” Pregunté, caminando hacia Isabella. Ella me sonrió
y le guiñé un ojo, lo que hizo que se sonrojara. Reí entre dientes y me dirigí al estéreo. “¿Alguna de
ustedes tiene su iPod?”

“Son para la decoración idiota,” dijo Alice juguetonamente. Saltó de la silla y caminó hacia su cartera,
sacando su pequeño iPod color rosa. Me lo entregó y lo puse en la estación base, poniendo algo de
música porque esta mierda estaba demasiada silenciosa y yo no podía hacer nada sin ruido de fondo.

Me senté junto a Isabella y comencé a separar flores. Después de un rato, Jasper y Emmett entraron
desde afuera, cargando cajas con aún más mierda. La mayor parte del tiempo Isabella estuvo callada,
sólo escuchándonos charlar, y ya extrañaba el sonido de su voz.

Empezó una canción de Justin Timberlake, una de las nuevas, llamada “Like I Love You”. No era un
gran fan de su música, pero empecé a escuchar la letra y me reí entre dientes. Carajo, si no tenía
sentido para mí ahora.

Nos pusimos de pie y empezamos a colgar racimos de flores color naranja y negro alrededor de la
habitación. “¿Te gusta Justin Timberlake?” Pregunté, levantando una ceja y mirando a Isabella. Ella
me miró, pareció confundida por un segundo antes de encogerse de hombros.

“No en lo particular,” dijo. La miré sorprendido, todavía sin haber conocido a una puta adolescente
que no amara a ese pendejo.

“Pensaba que todas las perras amaban a Justin Timberlake,” dije, encogiéndome de hombros. Se quedó
paralizada, su ceño se frunció, sus ojos se estrecharon y prácticamente me fulminó con la mirada.
Nunca antes la había visto mirarme tan enojada y me asustó. Cristo, le había gritado, dicho
maldiciones y había sido un completo pendejo y ella nunca le daba importancia, ¿pero se había
enojado por Justin Timberlake? Vaya momento para tomar mi consejo de defenderse.

“¿Cómo me acabas de llamar?” Preguntó después de un momento, su voz baja pero tenía un filo que
nunca antes le había escuchado. Casi me dio miedo, esta suave y pequeña gatita me gruñía como si
estuviera a punto de sacar las garras. Por un momento mi ceño se frunció, sin saber de qué carajos
estaba hablando y deseando que se fuera esa mirada enojada en su rostro. Escuché que Rose se rió por
lo bajo y la miré. En su mayor parte parecía jodidamente divertida por algo. Alice estaba frunciendo el
ceño, y mis hermanos estaban observando con una mirada de pura anticipación en su rostro. Sacudí mi
cabeza, tratando de recordar qué fue lo que dije que podría haberla molestado tanto. Quiero decir, sólo
le pregunté si le gustaba Justin Timberlake, porque todas las perras lo amaban.

Mis ojos se abrieron y gruñí. “Ah, mierda...” Murmuré. Joder, la acababa de llamar perra. Sacudí mi
cabeza con pura incredulidad porque acababa de arrojarle eso. “Nada.”

Me miró furiosa por un poco más, girando su cabeza y volviendo al trabajo. Rose se echó a reír otra
vez, obviamente amando esta mierda.

La observé por un rato, sintiéndome como un idiota ya que era obvio que no le había gustado que la
llamara así, aún si en verdad no lo había dicho con mala intención. Finalmente fue demasiado así que
me acerqué a ella y me incliné, con mis labios cerca de su oído. Inhalé brevemente, su cabello y su
pelo oliendo a fresas deliciosas. “Lo siento,” susurré.
Me echó un vistazo y se encogió de hombros. “Está bien,” dijo en voz baja. Gemí, negando con la
cabeza.

“En realidad no quise decir eso, de verdad,” murmuré. Sonrió ligeramente y asintió, pero no dijo nada.
No sé si me creyó pero esperaba que sí.

Me alejé de ella y noté que Rose nos observaba con curiosidad. Por un momento la fulminé con la
mirada, preguntándome qué demonios la tenía tan interesada, antes de cruzar la habitación y continuar
poniendo esas malditas feas flores por todas partes.

Terminamos de decorar y Alice comenzó a sacar bolsas de disfraces. Nos entregó uno a cada uno de
nosotros, quedándose con dos. “Voy a arreglarme con Isabella, estoy segura de que ustedes pueden
vestirse solos,” dijo. Todos murmuramos de acuerdo. Abrí mi bolsa y sonreí, se fue con el tema pirata.

“Espera, ¿no tengo espada?” Emmett preguntó, mirando dentro de su bolsa. Reí entre dientes y Jasper
gruñó. Cada año ese cabrón quería un arma, y cada año se emborracha y causa destrozos con ella.
Siempre vamos con los temas en los que Alice coordina todos nuestros disfraces, ella realmente es una
maestra en esa mierda. Inmediatamente me pregunté qué disfraz era el de Isabella, ya que Alice me
había prometido que no sería demasiado escandaloso porque sabía que no se sentiría cómoda con algo
sensual. Sabía que preguntar sería una pérdida de tiempo, ya que Alice simplemente me daría esa
sonrisa malvada que prácticamente grita “yo sé una mierda que tú no” y se negaría a responder.

Alice condujo a Isabella arriba. Se veía jodidamente nerviosa y me sentía mal por ella, pero imaginé
que estaría bien. Subí a mi habitación, lanzando la bolsa a mi cama y desvistiéndome. Salté a la ducha,
lavándome muy bien ya que por alguna razón me sentía sucio. Salí y me sequé, entrando a la
habitación y sacando el disfraz. Me puse unos boxers, los pantalones negros y unas botas negras. Me
puse una camiseta sin mangas y la camisa blanca abrochada hasta arriba encima de ella. También el
chaleco negro, abotonado hasta arriba, y amarré la faja roja alrededor de mi cintura. Agarré el pañuelo
rojo y entré al baño, tratando de peinar my pinche cabello de manera que pudiera amarrar el pañuelo
alrededor de mi cabeza. Me miré en el espejo y sonreí con suficiencia, me veía de poca madre. Agarré
el sombrero y me lo puse en la cabeza ligeramente inclinado, haciendo que me viera mucho mejor.

Miré el reloj, dándome cuenta que sólo teníamos unos 30 minutos hasta que la gente comenzara a
aparecerse. Me rocié con colonia y me dirigí a la planta baja, deteniéndome en el segundo piso y me
eché a reir cuando vi a mis hermanos. Emmett traía puestos unos pantalones capri con rayas negras y
blancas con un chaleco rojo desabotonado sin camisa debajo de él, una enorme arracada dorada y un
parche en el ojo. Y de alguna manera había conseguido una pinche espada de alguna parte. Jasper lucía
como el Capitán Garfio, con la túnica formal, una camisa con volantes y un sombrero enorme. Sí,
definitivamente yo tenía que ser el pirata cool.

Me dirigí a la planta baja y agarré mi teléfono, marcando el número de teléfono de papá. Sonó un par
de veces antes de que contestara su buzón, así que supuse que estaba ocupado con los negocios.
Sinceramente, ni siquiera quise pensar en qué carajos estaba haciendo en este momento, pero
probablemente era ilegal y jodidamente violento. Su buzón pitó y suspiré. “Papá, tu hijo mayor tiene
una espada, así que si alguna mierda se rompe fue él. Sólo estaba llamando para avisarte de antemano
que voy a ir al sótano para conseguir algo de licor para la fiesta.” Colgué y puse el teléfono en mi
bolsillo, sacando mis llaves. Era el único que tenía una llave del cuarto además de papá, y sólo la
usaba cuando tenía permiso para ello. Abrí la puerta y me deslicé en el interior, cerrándola detrás de
mí y poniéndole llave. No quería a nadie pasando por aquí y deambulando en el cuarto mientras yo
estaba abajo… Papá no se enojaría si Jasper o Emmett entraran, pero si lo hacía alguien más, se
encendería. Este era el único cuarto dentro de la casa que tenía una cámara de seguridad, así que él se
enteraría si alguien entraba. El cuarto lucía como una oficina normal, con un escritorio de madera de
caoba con una laptop colocada encima de él y un sillón de cuero. Había una sección en la esquina que
daba a un vestidor donde papá mantenía algunos de sus artículos más ostentosos, como los trajes
italianos, sombreros y sus zapatos con punto de ala, básicamente, la mierda que se utiliza para
exhibirse cuando tienen ganas de vestirse para la ocasión. En el piso del vestidor había una gran
alfombra Persa. Agarré la alfombra y la doble, dejando al descubierto la puerta en la esquina del piso.
La abrí y bajé el tramo de escaleras al sótano. Encendí la luz y un sutil resplandor vino al cuarto.
Estaba lleno de putas cajas. Agarré una caja vacía y comencé a meter botellas de licor. No fui más allá
de donde estaban las escaleras, sin necesidad de pasar por donde estaban sus armas o ver la cámara de
tortura.

Volví a subir con la caja llena de licor, cerrando todo y saliendo a la sala de estar. Le entregué la caja
a Jasper y cerré de nuevo el cuarto con llave.

Rose bajó las escaleras, vestida como una moza pirata cachonda. Resistí el impulso de decirle algo de
su disfraz, que se supone que se tenía que vestir de algo que ella no fuera, porque mi pecho todavía
dolía del puñetazo que antes me había dado. Tenía la sensación de que me iba a dejar un moretón.

Rosalie hizo algún tipo de ponche alcohólico y sacó la licuadora, preparando tandas de Margaritas.
Entré en la sala de estar y puse un poco de música, dejando caer mi trasero en el sófa con una botella
de vodka Grey Goose. La gente empezó a llegar y todos empezamos a beber y a relajarnos. Alguien
empezó un juego de cartas en la mesa del comedor y mis adictos hermanos comenzaron a jugar. Alice
había colocado una mesa junto a la ventana y algunos de mis compañeros de equipo empezaron un
juego de Beer Pong, metiéndome en el juego. (N.T. Beer Pong es un juego de beber en el que los
jugadores tratan de encestar desde el extremo de una mesa, con pelotas de ping-pong en vasos llenos
de cerveza. Normalmente se juega por equipos formados por dos personas, básicamente si encestan en
un vaso del equipo contrario ellos se lo tienen que beber y viceversa, gana quién no caiga borracho)
Odiaba la cerveza, especialmente la mierda barata, pero joder, era Halloween así que no me iba a
quejar. Estábamos riendo y bromeando, algunos poniéndose borrachos hasta la mierda. Yo tenía una
gran tolerancia al alcohol ya que bebía mucho licor fuerte solo, así que apenas si me pegó.

Tanya se acercó a mí mientras estábamos jugando y sonrió con mucha dulzura. Rodé mis ojos,
dándome cuenta que estaba tratando de ser seductora. Estaba vestida como un conejo, con unos
pantalones color gris verdaderamente cortos que mostraban indicios de su nalgas, y una bola de
algodón blanca en el trasero, una reveladora camiseta gris muy ajustada y unas putas orejas de conejo.
Normalmente encontraba esa mierda excitante, pero ahora tan solo el mirarla me molestaba. Quería
decirle que ya no estaba invitada, pero no podía hacer esa mierda. Podría ser mí casa, pero no era sólo
mi fiesta. Ella y Rose eran amigas e imaginé que me arrancaría la cabeza si le decía a Tanya que no
viniera.

Miré el reloj cuando el juego Beer Pong terminó, mis ojos se abrieron por la sorpresa cuando me di
cuenta que ya había pasado una hora desde que la fiesta comenzó. Miré alrededor, preocupado por
Isabella, preguntándome donde estaba ya que no la había visto. Jessica se me acercó mientras buscaba
a Isabella y empezó a hablar. La miré brevemente mientras ella parloteaba sobre algo, pero
alejándome después de un momento, porque no tenía paciencia para sus tonterías. Estaba disfrazada
como Dorothy del Mago de Oz con un cortísimo vestido, normalmente trataría de inclinarla sobre algo
y tomar ventaja de ello, pero el verla ya ni siquiera se me ponía dura la polla. En realidad, ya ni
siquiera la encontraba atractiva, el sonido de su voz me crispaba los nervios.

Entré en la cocina y me congelé cuando vi a Alice. Comencé a reírme histéricamente, negando con la
cabeza. Estaba vestida como un puto loro, con un vestido bastante colorido que estaba cubierto de
plumas, y tenía un pico amarillo en la nariz y unos zapatos de tacón alto de color amarillo. Sólo Alice
podía pensar en esa mierda.

“Hola, Polly,” dije en broma, dándole un codazo. Sonrió levemente, codeándome de vuelta. Miré
alrededor antes de volver con Alice, levantándole una ceja.

Suspiró, obviamente entendiendo que demonios era lo que estaba buscando. “Ella estaba muy
nerviosa, no quería bajar. Jasper subió para ver cómo estaba hace unos minutos,” dijo Alice. Suspiré y
asentí con la cabeza, para nada sorprendido.

Alice me dio una sonrisa comprensiva y entrelazo su brazo con el mío, sacándome de la cocina y
guiándome hacia el vestíbulo. La mayor parte del vestíbulo estaba vacío, excepto por la gente que se
filtraba al piso de arriba para fumar en la habitación de Emmett. Las drogas tenían que quedarse en
una de las recamaras, ya que a papá no le gustaba que hiciéramos esa mierda en las áreas comunes,
porque en lo personal él no las consumía.

Nos quedamos parados en la plataforma junto al piano, sólo esperando por ahí para asegurarnos que
estaba bien. Después de un momento vi a Jasper bajar las escaleras y fruncí el ceño cuando vi que
estaba solo. Suspiré y bajé la vista al suelo, negando con la cabeza. No podía mentir, estaba
jodidamente decepcionado. No la culpaba por no querer asistir a la fiesta, pero era egoísta y de verdad
quería verla.

Me di la vuelta y estaba a punto de irme cuando escuché la risa, ese sonido, inocente, dulce y
melódico que amaba tanto. Mi cabeza volteó rápidamente hacia las escaleras y vi a Jasper ahí parado
esperando por Isabella mientras ella comenzaba a bajar desde el segundo piso. Cuando la vi mis ojos
se abrieron por la sorpresa, mi respiración se detuvo.

Se veía hermosa. No, se veía más que hermosa. Literalmente quitaba el aliento, que ya es decir mucho
porque se necesitaba mucho para aturdirme. Llevaba un vestido dorado brillante, no muy apretado
pero mostraba sus curvas y caía ligeramente por encima de sus rodillas. Tenía un fleco alrededor de
los bordes hecho de falsas monedas de oro de piratas y llevaba un par de botas peludas de color
marrón que le llegaban a mitad de la pantorrilla. Tenía puesto un montón de joyería de fantasía dorada
con diferentes collares de piedras, colgando alrededor de su cuello y muñecas. Su cabello estaba
ondulado y llevaba puesta una corona dorada. El maquillaje no era exagerado, pero era un poco
brillante, su piel resplandecía. Miré a Alice y le arqueé una ceja.

“Ella es nuestro tesoro, ¿eh?” Pregunté. Alice sonrió ampliamente y se encogió de hombros. Negué
con la cabeza y me reí entre dientes. Sólo la pinche Alice haría eso.

Jasper la llevó hacia nosotros. Ella sonrió tímidamente, viéndose tan jodidamente linda y tímida.
Jasper tomó la mano de Alice y se la llevó, dejándonos solos a Isabella y a mí. Alice miró hacia atrás
y me guiñó un ojo. Rodé los ojos ante sus juegos, pero no pude evitar la enorme sonrisa que vino a mi
rostro.

Me quedé mirando a Isabella por un momento. “La mia bella ragazza,” dije en voz baja, estirando mi
mano para tomar la suya. Ella levantó la vista, encontrando mis ojos. Había un brillo en los de ella, un
brillo de felicidad. Bajó la vista a nuestras manos y luego de nuevo miró hacia mí.

“¿Qué significa eso?” Preguntó.

Sonreí y sacudí al cabeza. Me di la vuelta y me dirigí a la cocina, llevándola a ella conmigo. Agarré
una botella de licor de la encimera y la abrí, tomando un trago. Se lo tendí a ella pero negó con la
cabeza, sin querer nada. Me encogí de hombros y tomé otro trago, dejando la botella a un lado.

“¿Qué tal, Cullen?” Eché un vistazo detrás de mí y vi a Ben y a Angela entrar en la cocina. Ben estaba
vestido como un vaquero y Angela como una india.

“Cheney,” dije, asintiendo en reconocimiento. “Esta es Isabella. Isabella, este es Ben y su novia
Angela.” Ellos saludaron a Isabella y ella les devolvió el saludo, diciendo que era un placer
conocerlos, sorprendiéndome por cuan jodidamente segura y encantadora sonó cuando los saludó. Por
la mirada en sus ojos, sabía que estaba nerviosa pero estaba intentando ser fuerte y estaba presentando
un gran espectáculo. Nos quedamos ahí hablando durante unos minutos, Isabella callada la mayor
parte del tiempo pero viéndose atenta, sonriendo y toda esa mierda. Después de un rato Alice se
acercó, diciendo que quería pedir prestada a Isabella por un momento. Le sonreí mientras Alice se la
llevaba.

Me acerqué a la mesa y me enganché en otra ronda de Beer Pong, sin poder sacar a Isabella de mi
mente. Sin importar donde estuviera mis ojos se desviaban en su dirección y cada vez que la veía, ella
me veía a mí. Yo sonreía con suficiencia y ella se sonrojaba y apartaba la mirada. Después de
aproximadamente media hora no pude aguantar más y caminé a la cocina donde estaba. Tan pronto
como llegué a la entrada Rose se acercó, deteniéndose frente a ella. “Tráeme un vaso de ponche,” le
dijo, tendiéndole el vaso a Isabella. Me quedé inmóvil y contuve la respiración, esperando su reacción,
joder, esperaba que no cediera y lo hiciera. Isabella vaciló por un momento.

“Lo siento, pero no,” dijo finalmente. Rose le arqueó una ceja.

“¿Perdón?” Dijo.

“Dije que no. El ponche está justo ahí, si tienes sed,” dijo, encogiéndose de hombros. Mis ojos se
abrieron por su valentía, una sensación de jodido orgullo me atravesó porque de verdad se había
defendido por sí misma. Di unos pasos hacia adelante y Rose miró hacia mí. Sonreí con suficiencia y
ella me entrecerró los ojos.

“Supongo que te lo dijo,” dije, encogiéndome de hombros. Isabella dio un salto, sin haberme
escuchado mientras me acercaba, y volteó a mirarme.

“Sí, supongo que lo hizo,” dijo Rose. “Joder, ya era hora.” Observé con incredulidad como Rose se
acercaba y llenaba su vaso de ponche. Nos miró por un momento, sacudiendo la cabeza. “Aunque yo
debería haber sido el maldito tesoro,” añadió, dándose la vuelta para marcharse.
“No, creo que ser la moza es perfecto para ti,” dijo Isabella, sin ninguna pinche duda. Inmediatamente
comencé a reírme y Rose se congeló a mitad de camino. La mano de Isabella se disparó hacia su boca,
cubriéndola, al darse cuenta de lo que acababa de decir.

Rose volvió la cabeza y nos miró. Su mirada era amenazante y de inmediato me preocupé, mierda,
finalmente iba a tener que golpear a una chica, si Rose venía por Isabella no iba a dudar en actuar. Me
preparé para cuando se abalanzara, pero nunca lo hizo. Después de un momento, Rose suavizó su
expresión. “Puede que todavía haya esperanza para ti,” dijo, sacudiendo la cabeza y saliendo de la
habitación.

“¡Ah, Bella, eso fue jodidamente brillante!” Dije, asombrado. Comencé a reír y tomé su mano,
haciéndola girar. La sorprendí y se echó a reír, casi perdiendo el equilibrio. La alcancé a sostener para
que no se cayera y la atraje hacia mí. Estaba excitado y me sentía atrevido. La canción de Prince
“Kiss” empezó a sonar y en ese momento no deseaba otra cosa más que ella bailara conmigo. Quería
sentir su cuerpo cerca de mí, quería abrazarla y estar sólo por un momento con ella. Sujeté sus caderas
y ella saltó levemente, pero no se alejó de mí. Empecé a balancear su cuerpo al ritmo de la música y
ella parecía un poco temerosa, obviamente, no por bailar.

“Relájate, tesoro mio,” le dije, sonriendo. Ella sonrió levemente en respuesta, alejando un poco de la
ansiedad en su rostro. Tomé sus brazos colocándolos por encima de mis hombros antes de colocar de
nuevo mis manos en sus caderas, acercándola aún más a mí.

“¿Por qué me dices así?” Preguntó en voz baja.

De nuevo sonreí con suficiencia, debatiéndome en realmente si contestarle está vez o no. “Te lo dije
en italiano pero técnicamente significa lo mismo en español, aunque algunos lo usan en lugar de
cariño,” dije encogiéndome de hombros. “Así que, te dije tesoro mio... porque justo ahora literalmente
lo eres.”

Ella se sonrojó y apartó la vista de mí, me reí entre dientes. Nos movimos al compás de la música y
comencé a cantar el coro, ya que era la única parte que me sabía de la puta canción.

“Tú no tienes que ser rica para ser mi chica,” canté en voz baja, mis labios cerca de su oído. “No
tienes que ser cool, para dominar mi mundo. No hay un signo con el que sea particularmente
compatible. Sólo quiero tu tiempo libre y tú...”

Incliné su cuerpo hacia atrás, sobresaltándola. Gritó y me abrazo con fuerza poniendo sus brazos
alrededor de mi cuello y me reí. “Beso.” Dije bromeando, terminando el coro. La levanté rápidamente
y la hice girar de nuevo, porque era jodidamente hermosa y merecía ser exhibida. Casi pierde el
equilibrio de nuevo y la atrapé, poniendo su cuerpo tan cerca del mío que nuestras narices se rozaban,
y nuestras frentes se tocaban. Ella se reía, el sonido tan jodidamente despreocupado y feliz que hizo
que mi pecho se hinchara con todo el amor que sentía por ella. Me iba a alejar un poco, no queriendo
hacerla sentir incómoda al estar tan cerca, y me detuve abruptamente cuando los labios de Isabella
rozaron los míos. Fue suave e inocente, apenas un beso, pero joder, eso era exactamente lo que era.
Casi pensé que tal vez me lo estaba imaginando, pero podía sentir en mis labios un hormigueo. Lleve
mi labio inferior al interior de mi boca, lamiéndolo, y pude saborear el brillo labial que estaba usando
en sus labios. Me pregunté si fue un accidente, si tal vez esa no fue su intención, ¿pero cómo carajos
besas accidentalmente a alguien? Ella tuvo que inclinar un poco la cabeza hacia un lado para hacerlo.
No, eso no fue un puto accidente. Presionó sus labios con los míos a propósito.

Ella se apartó rápidamente de mí, con los ojos muy abiertos. Llevó sus manos a su boca para cubrirla,
con una mirada de puro horror en su rostro. Yo simplemente estaba pasmado, incapaz de hacer otra
cosa que no fuera mirarla boquiabierto. No podía creer que me dio un beso. Había estado deseando esa
mierda desde ese día en mi habitación, besar su boca y saborear sus labios, pero sin saber cómo
hacerlo, ni siquiera consideré en algún momento que ella hiciera el primer movimiento. Y Dios, eso
fue jodidamente valiente de su parte, sobretodo porque le dije que yo simplemente no hacía esa
mierda, que no besaba en la boca.

Isabella dio unos pasos hacia atrás y mi ceño se frunció por la confusión, sin saber lo que estaba
haciendo. Comenzó a darse la vuelta y me di cuenta de que estaba a punto de salir huyendo. La
alcancé, agarrándola del brazo, volviéndola hacia mí y atrayéndola de tal manera que su cuerpo estaba
presionado con el mío. Sus manos cayeron de su boca, y sus ojos se abrieron aún más. Sin pensarlo
dos veces, presioné mis labios firmemente con los suyos. Inclinando la cabeza hacia un lado y
besándola apasionadamente. Cerré los ojos y saboreé su boca, sólo disfrutando de su jodida suavidad y
dulzura. Por un segundo pareció quedarse inmóvil antes de comenzar a responder el beso, sus labios
moviéndose con los míos y ligeramente entre abiertos. Podía sentir su aliento, su respiración
inestable, no sabía si por nerviosismo o ansiedad. Sentí su brazo levantarse y pasó su mano por mi
nuca, entrelazando sus dedos en el cabello que sobresalía de mi pañuelo por mi cuello. Su tacto era
suave, sus manos temblorosas. Gemí en su boca porque esa mierda hacía cosquillas y me aparté
ligeramente. Sentí que mi polla se endurecía y no quería ser un puto indecente y presionarla contra
ella. Además, no sabía si ella temblaba de miedo, si la había jodido, y la había asustado, y eso me
preocupó porque no quería asustarla por besarla así. Quiero decir, ella empezó esa mierda y me
respondió el beso así que no creía que estuviera asustada, pero no quería abrumarla. Abrí los ojos y
aparté mis labios de los suyos, notando que sus ojos estaban cerrados y parecía jodidamente relajada.
Los abrió lentamente, encontrándose con los míos. Sonreí y la miré por un momento. Sonrió y se
sonrojó, mordiendo su labio inferior nerviosamente y apartado su mirada de la mía. Tan jodidamente
tímida. Reí entre dientes y estiré mi mano agarrando su barbilla, volviendo su cabeza de manera que
me mirara. Sus ojos vacilantes, de nuevo encontraron los míos y me incliné hacia adelante,
presionando mis labios con los suyos una vez más, haciéndolo con suavidad esta vez. Le di un beso
dulce e inocente. Ella me respondió el beso, todavía ruborizada.

“¡Mierda!” Me aparté de Isabella rápidamente, rompiendo el beso y dejando caer mi mano cuando
escuché la voz de mi hermano. Miré en esa dirección y vi a Jasper y Alice de pie en la puerta de la
cocina. Alice estaba sonriendo y Jasper lucía jodidamente asombrado, mirándonos con los ojos muy
abiertos. Isabella levantó la vista hacia ellos, ella también estaba con los ojos muy abiertos, joder,
viéndose casi horrorizada, con temor, como si la hubieran sorprendido haciendo algo malo. Supongo
que de alguna forma ella probablemente pensaba eso.

“Yo, eh… tengo que ir al baño,” dijo Isabella, con la voz temblorosa. Practicamente salió corriendo de
la habitación, sin darnos si quiera oportunidad de reaccionar. Miré a Alice y ella sonrió, asintiendo
con la cabeza y yendo tras Isabella. Suspiré y levanté mi mano, frotando la parte de atrás de mi cuello
con nerviosismo.

“No era mi intención interrumpir,” dijo Jasper, avanzando y dándome unas ligeras palmadas en la
espalda. “Pero mierda, sin duda no esperaba entrar en la cocina y ver eso. Me imaginé que ibas a
intentar algo en privado, no rodeado de tanta maldita gente.”
Mis ojos se abrieron levemente. “Ni siquiera pensé en esa mierda. Cristo, ¿cuántos vieron?”

Jasper se rió. “No lo sé. Además de Alice y yo, creo que Lauren.”

“¿Lauren?” Pregunté. Jasper asintió.

“Estaba justo detrás de nosotros cuando nos detuvimos en la entrada. No sé dónde se fue, así que tal
vez se distrajo y en realidad no vio nada.”

Gemí, rodando los ojos. “Como sea. No tenía la intención de hacerlo aquí, pero ella me besó primero y
joder, no pude contenerme.”

Jasper me miró con incredulidad, echándose a reír y murmurando algo en voz baja, negando con la
cabeza. Alice volvió a entrar y me sonrió ligeramente. “Dijo que saldría en un momento, necesitaba un
momento a solas.”

Asentí con la cabeza y suspiré, agarrando mi botella de Grey Goose y saliendo a la sala de estar.
Comencé a tomar tragos de ella, haciendo una mueca por el ardor pero eso no me detuvo. Me paré
cerca de la mesa del Beer Pong, viendo como le pateaban el trasero a Emmett. Estaba empezando a
ponerse borracho y torpe, lo que no era raro en nuestras fiestas. Le daba a lo máximo otros treinta
minutos y estaría blandiendo esa espada por todos lados y rompiendo mierdas con ella.

Después de un momento, sentí un cuerpo apoyarse en mi espalda, y una mano rodearme y agarrar mi
polla a través de mis pantalones. Salté y dije una maldición, alejándome y dándome la vuelta. Lauren
estaba parada allí, sonriéndome. “Cristo, ¿qué coños, Lauren?”

“Puedo encargarme de eso por ti,” dijo, sus ojos bajando hacia el bulto en mis pantalones antes de
levantar la vista de nuevo y arquearme una ceja. Rodé mis ojos.

“Estoy seguro de que podrías,” dije. La miré y sacudí mi cabeza. Estaba usando un disfraz de diabla
con un leotardo super apretado de un vivo color rojo y unas medias de red, con cuernos de diablo y una
cola colgando de su trasero. “¿Dónde está tu novio?” Pregunté, dándole una mirada inquisitiva que
coincidió con la que ella me dio.

Estrechó los ojos levemente. “Nunca antes te habías preocupado por él,” dijo con total naturalidad. Me
encogí de hombros, tomando un trago de vodka.

“Es evidente que tú tampoco te preocupas por él,” dije. Ella rodó los ojos.

“Me preocupo por Tyler, pero él no es como tú. Te deseo, siempre te he deseado. Nos podría ir bien
juntos, tú sabes. Juntos, somos buenos. Puedo ocuparme de ti como ella no puede,” dijo. Por un
momento mi ceño se frunció por la confusión, antes de que me diera cuenta de que carajos estaba
diciendo. Sí, ella definitivamente me vio besar a Isabella. “Así que, ¿qué hay de diferente en ella? He
estado tratando de que me des un puto beso hace largo tiempo, ¿sabes?”

Me encogí de hombros, tomando otro trago de vodka. “¿En que es diferente? En que ella no es del tipo
que me deje inclinarla sobre el capó de mi coche en medio del bosque y follarla hasta perder el
sentido, sólo por diversión.”
Lauren me arqueó una ceja. “No vi que te quejaras en el momento, Cullen.”

Me reí entre dientes. “No, eso fue bueno. Agradezco esa mierda.” Tomé otro trago de vodka, sin estar
disfrutando de esta conversación. “Pero esa no es precisamente la forma en que te ganas el amor de un
tipo y su respeto.”

Sus cejas se levantaron. “¿Amas a esa chica?” Preguntó.

Reí con amargura. “¿Eso qué carajos importa Lauren? Lo que sí es seguro es que a ti, no te amo.”

Joder, era algo difícil de decir, pero no quería responder esa pregunta, y quería que se fuera y me
dejara solo. Se me quedó viendo por un segundo, la expresión en su rostro indicando que estaba
bastante enojada, antes de darse la vuelta y alejarse furiosa. Bebí un poco más de vodka y terminé de
ver el juego de Beer Pong. Jodidamente molesto con estas mujeres. ¿No podían hacerse la maldita
idea?

Después de un rato miré a mí alrededor, buscando a Isabella, deseando hablar con ella y ver si estaba
bien. No quería que estuviera asustada por el beso y le quería explicar que significaba algo para mí,
que no le di el beso sólo por las putas hormonas. Después de un momento, vi a Alice y Jasper pero no
la vi con ellos. Alice me miró y le di una mirada interrogante, preguntando dónde carajos estaba
Isabella. Alice sólo se encogió de hombros, obviamente sin saber la respuesta. Asentí, suponiendo que
eso significaba que probablemente estaba arriba, y articulando que iba a revisar cómo estaba.

Salí de la habitación, pasando junto a Ben y Angela que venían bajando las escaleras.

“¿Han visto a Isabella, chicos?” Pregunté, recordando que los había presentado anteriormente.

“Sí, hace unos minutos se dirigía al piso de arriba. La vi con Mike en las escaleras,” dijo Angela. Me
paré en seco, volviéndome y levantándole una ceja.

“¿Estaba con Newton?” Pregunté. Angela asintió y gemí. Ese idiota estaba borracho; no lo quería
cerca de ella. Subí las escaleras al segundo piso, mirando alrededor sin ver a ninguno de ellos. Empecé
a entrar un poco en pánico. Todo el mundo sabía que debería mantenerse alejados del tercer piso, iba a
matar a ese hijo de puta si allí es donde estaba.

Subí las escaleras al tercer piso, caminando en silencio por el pasillo. Pude ver que la puerta de
Isabella estaba abierta y caminé hacia allá, paralizándome cuando escuché la voz masculina. Una furia
asesina se apoderó de mí y casi corrí el resto del maldito camino a su habitación. Me detuve en la
entrada y vi a Isabella parada justo al otro lado de la puerta, Mike agachado frente a ella, con la mano
en una de sus botas. Joder, ni siquiera lo pensé, ni siquiera me detuve a tratar de comprender qué
carajos él estaba haciendo. Lo único que importaba es que estaba aquí arriba, donde se suponía que no
debería estar y tenía un maldito dedo en mi chica, y además en su habitación.

Di un paso para entrar e Isabella levantó la vista hacia mí, sus ojos se abrieron ante la expresión en mi
rostro. Agarré con fuerza la camiseta de Newton por la espalda y lo levanté con brusquedad,
asfixiándolo con la tela. Lo saqué al pasillo arrastrándolo, furioso, tan encabronado que estaba
temblando. Él jadeó, asustado, y se dio la vuelta para quedar frente a mí. Lo empujé, lanzándolo a la
pared. Sus ojos se abrieron con miedo e hice mi puño hacia atrás para luego lanzarlo hacia delante,
golpeando con fuerza su puta nariz. Él gritó y le empezó a salir sangre de la nariz. Lo volví a golpear,
dándole una pinche paliza en la cara. Levantó sus manos a la defensiva, tratando de protegerse y
dándome un puñetazo en la boca. Mordí mi labio y probé la puñetera sangre cuando mi labio se abrió.
El que hubiera hecho contacto conmigo me encabronó mucho más, aún si hubiera sido un accidente.
Empecé a golpearlo con fuerza y él trataba de protegerse, pero era jodidamente inútil. Su culo era mío.

Se dejó caer en suelo, tratando de alejarse de mí, y se cubrió así mismo poniéndose en posición fetal.
Me agarré de la pared, haciendo mi pie hacia atrás y comencé a patearlo con fuerza. Él estaba gritando
y tratando de detenerme, intentando sujetar mi pie. Escuché gritos y pasos en la escalera y alguien me
agarró, jalándome hacia atrás. “Joder, cálmate, Edward,” dijo Jasper. Me zafé de él agachándome
hacia Newton. Tenía una herida profunda en la puta cabeza y la nariz rota, su ojo derecho ya estaba
hinchado.

Lo sujeté con fuerza y lo levanté un poco, de manera que me mirara. Lo golpee de nuevo contra la
pared y gritó. “Si alguna vez vuelves a ponerle un puto dedo encima, te juro por Dios que te arrancaré
cada uno de ellos,” dije con dureza. Él sólo se me quedó mirando, luciendo asustado. Escuché un jadeo
y volví mi cabeza. Isabella me miraba fijamente, con miedo puro en su rostro. Me sorprendió y me
puse de pie, estirando una mano hacia ella. Joder, no quería asustarla, ese pendejo no debería haber
estado en su habitación. Ella dio un respingo alejándose de mí y dando unos pasos hacia atrás. Di un
paso hacia adelante, ella se dio la vuelta y entró corriendo a su habitación. Cerrando la maldita puerta
con fuerza detrás de ella y me dirigí hacia allá, queriendo asegurarme de que estaba bien. Alcancé la
perilla para ir tras ella y escuché el click de la cerradura, congelándome abruptamente.

Isabella nunca antes había cerrado la puerta con seguro.


Capítulo 26 Disposiciones

"He aprendido por experiencia que la mayor parte de nuestra felicidad o miseria depende de
nuestra disposición y no de nuestras circunstancias." -- Martha Washington.

Isabella swan

Alice me dio una pequeña sonrisa desde la puerta antes de cerrarla suavemente detrás de ella, al salir
del cuarto. Me senté en mi cama, mirando hacia la puerta, sintiéndome mareada y nerviosa. Podía
escuchar la música de abajo, el murmullo débil de la gente hablando.

La semana pasada les aseguré en múltiples ocasiones que estaba bien con lo de la fiesta, que no era
gran cosa, pero el hecho de pensar en ello hacía que me sintiera enferma. No me sentía bien alrededor
de mucha gente, sobre todo sabiendo que Edward conocía a todos ellos muy bien. Había demasiadas
chicas en la fiesta; chicas que yo sabía que él conocía íntimamente, y tenía miedo de cómo iba a
reaccionar cuando lo viera con ellas. Estaba enamorada de él, tuve que lidiar con eso en mi mente, y
sabía que junto con eso iban a venir sensaciones no muy agradables como los celos. Sabía que verlo
con esas otras chicas me iba a lastimar, especialmente si él las tocaba o se portaba romántico con
ellas. Una parte de mí quería quedarse en mi cuarto y cerrar los ojos con fuerza, cubrir mis oídos y
pretender que nada estaba pasando, quedarme en mi pequeña burbuja de ignorancia. Pero no quería
decepcionarlos. Ellos habían hablado emocionados acerca de la fiesta y Alice me había dicho que feliz
la haría que yo disfrutara con ellos, no podía simplemente acobardarme y encerrarme como una niña
inmadura.

Me sentía como una verdadera adolescente por primera vez en mi vida, pasando el día en
decoraciones, pasándola bien y arreglándome para la fiesta. No tenía que preocuparme por las tareas o
responsabilidades, solamente relajarme y divertirme. Pero no era fácil, todo se resume a que todavía
me sentía fuera de lugar. Todavía sentía como si no perteneciera allí, como que contrastaba y era
inferior a los demás presentes. Y estaba con miedo de bajar esas escaleras, porque temía que con una
sola mirada ellos sabrían exactamente quién era. Sabrían que no era igual a ellos.

Me senté allí durante un rato, sintiéndome horrible porque todo el trabajo de Alice se fuera a la
basura. Ella había puesto toda su creatividad para armar un disfraz realmente hermoso, y yo solo
estaba sentada aquí escondida y dejando que nadie lo viera.

Después de un tiempo hubo un golpe suave en mi puerta y me tensé, sin saber quién podría ser. Ellos
habían dicho que nadie tenía permitido estar en el tercer piso por eso me imaginé que podría ser uno
de los chicos, o quizás Alice, pero no estaba segura de que la gente no ignorara las reglas y llegara
hasta aquí. Me quedé sentada por un momento, debatiéndome entre si ignorarlo o no, sólo por si acaso,
cuando oí la voz de Jasper. “¿Isabella? ¿Puedo entrar?”.
Me relajé un poco, al darme cuenta de que era alguien que conocía y suspiré. Me puse de pie y caminé
hacia la puerta, abriéndola lentamente. Sus ojos se abrieron ligeramente cuando me vio y sonrió.
“Molto bella”, dijo, sus ojos le echaron un vistazo a mi disfraz.

“¿Qué significa eso?” pregunté, dando un paso atrás e indicándole que pasara. Él entró a la habitación
y yo cerré la puerta detrás de él, caminando hacia la cama y sentándome en ella. Él se acercó y se
sentó junto a mí, apoyándose sobre sus codos.

“Molto Bella quieres decir 'muy hermosa',” dijo sonriendo.

“Gracias”, dije, sorprendida de que me llamara hermosa. Sonreí y me ruboricé por su cumplido, sin
estar acostumbrada a que la gente me dijera esas cosas. Él asintió.

Por un momento estuvimos en silencio y Jasper se quedó mirando a la nada, como sumido en sus
pensamientos. Me pregunté porqué estaba allí conmigo en lugar de abajo en la fiesta y estaba
empezando a preocuparme un poco. Suspiró después de un momento, negando con la cabeza
ligeramente. “Nella vita-chi non risica-non rosica”, dijo en voz baja. “En la vida si no se arriesga no
se gana. Mi madre nos decía eso todo el tiempo. Cada vez que alguno de nosotros se sentía nervioso
por algo, o no queríamos hacer algo porque teníamos miedo a las consecuencias, ella nos lanzaba esa
frase. Realmente eso fue hace mucho tiempo, pero aun puedo escuchar su voz decírmelo”.

Lo observé mientras sonreía levemente para sí mismo, obviamente recordando. Me entristecí un poco
e inmediatamente pensé en mi propia madre, tratando de evocar su voz en mi mente. No quería olvidar
como sonaba.

”Mi madre me enseñó mucho, pero eso es lo que más recuerdo. Ella me enseñó que no debía de tener
miedo y asumir los riesgos. Quizás no siempre resulte, y a veces se puede fallar miserablemente y
puedes salir herido. Pero nunca lo sabrás si no lo intentas. Y si funciona, ¿no habrá valido la pena
todo?"

Hizo una pausa por un momento, y suspiro. “Puedes jugar sobre seguro, Isabella. No te culparía ni un
poco por ello. Puedes continuar como hasta ahora lo has hecho y sobrevivir, ¿pero eso es lo que
realmente quieres? ¿Sigue siendo eso suficiente, sólo sobrevivir? ¿Realmente es lo que quieres, si eso
es lo que implica sobrevivir?” Volvió su rostro hacia mí, mirándome directamente a los ojos. “O
podrías aventurarte y tomar riesgos. Intentarlo mientras puedas. No existen garantías, pero hay
muchas posibilidades. No te prometo que las cosas funcionen de la forma que tú quieras, o que
obtendrás todo lo que quieras, pero puedo prometerte que nada cambiará y que no conseguirás nada si
al menos no lo intentas.”

Me le quedé mirando, asimilando sus palabras. Me miró expectante así que asentí, sin saber qué era
exactamente lo que quería que dijera. Lo entendía, y tenía mucho sentido, pero no estaba exactamente
segura de lo que se supone tenía que hacer. Él sonrió ligeramente. “Mi madre te habría caído bien.
Ella era fuerte de espíritu, la persona más fuerte que he conocido en mi vida. La única persona que he
conocido tan fuerte como ella eres tú”. Lo miré con incredulidad y se carcajeó. “En serio. Tú eres
dura, pequeña. Y tal como mi madre te hubiera caído bien, ella te hubiera amado. Quiero decir…ella
no habría estado de acuerdo con la parte de la esclavitud, habría condenado absolutamente que eso
pasara bajo su techo, pero si te hubiera conocido y visto la fuerza de espíritu que tienes, te hubiera
adorado completamente. Simplemente era ese tipo de persona, compasiva y amorosa”.
De nuevo volvió su cabeza mirando a la nada. “Falta algo en nuestras vidas sin ella, ninguno de
nosotros ha sido el mismo desde que murió. Edward no siempre ha sido un pendejo, ¿sabes? Él era el
que se parecía más a mamá, tenía un gran corazón y era compasivo, cuando era niño no mataba ni a
una mosca. Era demasiado ingenuo y también crédulo…. Pero todo cambió cuando ella murió. Se
encerró en sí mismo ante todos, se aisló pensando que era más fácil permanecer distante. Que era
menos doloroso de esa forma. Muy rápidamente olvidó la lección que mamá se esforzó por enseñarle.
Edward tomaría riesgos físicos sin pensarlo… algunas veces te soy honesto me pregunto si tiene
alguna consideración por su vida… pero todo lo que implica emociones esta fuera de cuestión. Tú eres
buena para él, ¿sabes? Eres buena para todos nosotros, pero sobre todo para él. Pienso que le recuerdas
a mamá, le recuerdas esa parte de compasión que todavía existe. Pienso que eres la primera mujer que
él ve como una persona y no como un objeto desde que perdimos a mamá”.

Mi frente se frunció por la confusión. Jasper vio mi expresión y asintió, sonriendo ligeramente.
“¿Extraño no es así? Me imagino que pasaste tu vida entera sintiéndote como un objeto y no una
persona, básicamente teniendo a alguien a quien perteneces y quien te posee, controlando todos los
aspectos de tu vida. Terminas aquí y conoces a alguien que ha tratado a todas las mujeres así, y
termina cambiando esa parte de él por ti. Sé que probablemente no ves eso porque no lo conociste
antes, pero te aseguro que es verdad. Tú has logrado acceder de alguna manera a un aparte de Edward
que nosotros pensamos que se había ido, la parte de él que pensamos que había muerto con mamá”.

Sentí lagrimas correr por mi mejilla y parpadeé varias veces, sorprendida de que estaba llorando. Las
palabras de Jasper tocaron una parte profunda de mí, esa parte que yo también pensé que había muerto
y luchaba por contener. La esperanza, el deseo por algo más de la vida. Jasper extendió su mano y secó
mis lágrimas, sonriendo ligeramente.

“¿Por qué?”. Pregunté. Me miro cuestionándome. “¿Por qué soy yo tan diferente para él?”.

Jasper se encogió de hombros. “Tendrás que preguntarle eso a Edward. Quiero decir, podría soltarte
algunas teorías acerca porque él te ve diferente desde el primer día que llegaste a esta casa, uno por
supuesto sería que probablemente le recuerdas a mamá, pero él es el único que realmente puede
contestarte eso”.

Yo asentí haciéndole ver que comprendía. Nos quedamos en silencio por un momento antes de que
Jasper se levantara y suspirara. “Entonces, dime Isabella. ¿Vamos a jugar a lo seguro y limitarnos a
sobrevivir, o vamos a salir allá afuera y tomar riesgos y verdaderamente tratar de vivir?”

Lo miré fijamente por un momento, considerándolo, antes de tomar un profundo respiro y poniéndome
de pie. Jasper sonrió, absolutamente complacido con mi respuesta, y alcanzó mi mano. Me guío fuera
de la habitación y hacia el pasillo, bajando las escaleras. Nos encontramos a Emmett en el segundo
piso y Jasper logró evadirlo y siguió bajando las escaleras, pero el saltó delante de mí con la espada
desenvainada. Hacía horribles ruidos de pirata, de acuerdo al personaje de su disfraz, viéndose
completamente ridículo. No puede evitar reírme de él, su comportamiento me hizo relajarme
ligeramente.

Bajé las escaleras después de Jasper, levantando la mirada y deteniéndola en Edward y Alice. Él se
veía muy guapo en su traje de pirata y me miraba mientras bajaba las escaleras. Mi corazón empezó a
acelerarse, esos sentimientos que tenía por él empezaron a bullir dentro de mí. Me detuve frente a él y
sonreí nerviosa mientras que Jasper se llevó a Alice.
“La mia bella ragazza”, dijo suavemente, tomando mi mano. Estaba ligeramente aturdida y muy
curiosa por saber qué significaba eso, pero como siempre, no me lo diría. Me ofreció alcohol, que me
negué a tomar ya que no me sentiría cómoda estando embriagada alrededor de todos estos extraños, y
presentándome a alguna personas. Después de un rato Alice me alejó, presentándome a más personas y
estaba un poco aturdida de que tan agradables se comportaban conmigo, pero no podía centrarme en
ninguno de ellos. Instintivamente mis ojos se desviaban hacia Edward. Él me vio observándolo y miré
hacia otro lado, avergonzada de que me atrapara, pero no lo pude evitar. Me sentía atraída hacia él por
instinto.

Después de un tiempo, finalmente me sentía cómoda y decidí tomar por mi cuenta alguna bebida.
Entré a la cocina y me encontré con Rosalie, quien me dijo que le consiguiera algo de ponche. Dudé,
mi instinto natural es a hacer lo que me digan, pero tenía las palabras de Edward resonando en mi
mente. Me había hecho prometerle que diría que no, que no atendería a nadie en la fiesta, y yo no era
el tipo de persona que rompía promesas, en especial cuando era a Edward al que se lo había
prometido. Así que tomé una respiración profunda para prepararme para las posibles consecuencias
por ser insolente y le dije que no. Edward dijo algo detrás de mí y brinqué, no había escuchado que se
aproximaba. Rosalie parecía casi contenta porque la había enfrentado, lo que supongo daba sentido a
lo que Alice me dijo; que por alguna razón esa era la llave para ganársela. Mencionó algo sobre mi
disfraz y yo dije algo sobre el suyo, sorprendiéndola tanto a ella como a Edward. Ella se fue y Edward
me agarró, aparentemente extasiado por mi comportamiento por alguna razón. Era tan extraño, que
alguien me celebrara que fuera insolente. Solo hace unas pocas semanas atrás habría sido golpeada
hasta estar cerca de morir si le decía eso a mi amo o la gente que él conocía. Me hizo girar, me tomó
desprevenida y estuve cerca de caer, pero su felicidad me hacía reír.

Tomó mis caderas y empezó a balancearme con la música, me puse un poco nerviosa yo nunca antes
había bailado y tenía miedo de verme estúpida o arruinarlo y hacer que se frustrara. El sintió mi
aprehensión porque sonrió ligeramente y dijo “Relájate, tesoro mio” mientras ponía mis brazos arriba
de sus hombros. Era un momento completamente abrumador, bailando con Edward, y le pregunté por
qué me decía tesoro. Esperaba que no me lo dijera, así que me sorprendí cuando me lo explicó. Me
sonrojé, sorprendida de que me hubiera llamado así varias veces en estas semanas. Lo encontró
divertido y empezó a cantar al ritmo de la canción, su voz suave y cálida, enviando escalofríos a través
de mí. Las palabras eran dulces y me hacían sentir esa esperanza otra vez. De pronto me echó hacia
atrás y grité, porque me sorprendió por completo. Me levantó y me hizo girar, atrapándome otra vez
cuando estaba a punto de caer. Me eché a reír, probablemente demasiado fuerte pero no pude evitarlo.
Me sentí ligera y despreocupada, e incluso un poco hermosa ese momento. Me acercó más a él y mi
corazón empezó acelerarse por la cercanía. Su cuerpo estaba pegado al mío; irradiaba calor de él,
nuestras frentes se tocaron con un brillo de sudor en la suya. Mi nariz rozó la suya y lo miré a los ojos.
Eran de un verde intenso, tan brillante y emocional. Mirando en sus ojos podía ver la compasión y el
amor dentro de él, esas cosas que Jasper había dicho que ellos creían que habían desaparecido. Pero
que yo sabía que existían en él, y que eran potentes. Jasper dijo que de alguna manera yo hice que
regresaran y en todo lo que podía pensar era en sus palabras, como Edward me veía como una persona
y no como objeto. Para Edward no era una posesión o una esclava, era sólo una chica. Y en eso
momento lo sentí. No me sentía más que una simple chica… una chica enamorada del maravilloso
chico frente a ella.

Estaba tan cerca de él que podía sentir su aliento en mí. Las palabras de Jasper resonaban en mi
cabeza, si no arriesgas, no ganas, apenas si lo pensé. Incline mi cabeza para un lado y avancé
lentamente, rozando mis labios con los suyos suavemente. No sabía lo que estaba haciendo pero lo
amaba y eso era todo lo que importaba en ese momento. Quería que lo viera; quería que sintiera el
amor.

Me retiré rápidamente y mis ojos se abrieron. Al instante me sentí horrible, recordando que Edward no
besaba a la gente en los labios. El miedo me atravesó y sentí mis rodillas temblar, en mi estómago
aumentaron las náuseas. Cubrí mi boca con mis manos, completamente horrorizada por haber sido tan
estúpida. Jasper me había dicho que fuera valiente y tomara riesgos, pero no me dijo que forzará a la
gente a hacer lo que no querían.

Empecé a retroceder y el ceño de Edward se frunció. Me di la vuelta para huir, con miedo de su
reacción, cuando el extendió la mano y me agarró. Me tensé y lo miré sorprendida cuando me atrajo
hacia él. Mis manos cayeron de mi boca y la cabeza de Edward avanzó hacia adelante. Presionó sus
labios contra los míos y empezó a besarme. Estuve en shock por un momento, completamente
confundida y aturdida. Sus labios eran suaves pero su beso con fuerza y apasionado. Él sabía a alcohol,
era una extraña combinación pero era parte de Edward y lo amaba. Empecé a responder el beso, sin
tener idea de lo que estaba haciendo pero sólo seguí sus movimientos. Estaba tan abrumada con esas
emociones que temblaba, pero sólo cerré los ojos y me permití sentirlo todo. Mis manos encontraron
su camino dentro de su cabello y gimió en mi boca, alejándose de mí. Abrí vacilante mis ojos y vi a
Edward mirándome y sonriendo. Estaba nerviosa y mordí mi labio inferior mientras sentía el rubor
subir en mis mejillas. Traté de mirar hacia otro lado, avergonzada por lo que había hecho, pero
Edward levantó mi barbilla para que lo volviera a ver. Se inclinó hacia adelante y beso mis labios una
vez más, esta vez suave y con dulzura.

El resplandor del momento no podía durar. Jasper y Alice entraron, atrapándonos. Edward se alejó de
mí rápidamente que temí que se molestara porque la gente nos viera. Dejé la habitación
precipitadamente y me encerré en el baño, tomando respiraciones para calmarme. Alice tocó la puerta
y le dije que salía en un minuto, que sólo necesitaba un momento a solas. Me miré en el espejo y
sonreí involuntariamente, llevando mi mano a mis labios. Estaban ligeramente hinchados por la fuerza
de su beso y me hormigueaban, mi labial había desaparecido. Todavía estaba tan aturdida por todo, mi
mente trabajando a millones de kilómetros por minuto tratando de ordenar lo sucedido. ¿Qué
significaba todo eso? ¿Qué había pasado? ¿Quiere decir que le gusto como él me gusta a mí? ¿Siente
las mismas chispas que siento yo?

Salí del baño finalmente, sintiéndome ligeramente abrumada por todo eso. Miré alrededor, buscando a
Alice para hacerle saber que estaba bien ya que había sido tan amable de venir a verme y me detuve
abruptamente cuando vi a Edward. Una chica rubia estaba detrás de él y envolviendo su brazo a su
alrededor, agarrándolo.

Me giré y alejé rápidamente, sintiéndome mal. No quería ver eso, no podía quedarme y verlo con otra
chica. Ella era bonita y llevaba ropa reveladora y no había manera que alguien como yo compitiera
con ella.

Me dirigí hacia las escaleras rápidamente, sólo esperaba escapar y olvidarme de ello. Iba a mitad de
camino del segundo piso cuando vi a Tanya en lo alto de las escaleras, sonriendo y sus manos en sus
caderas. Mi corazón empezó acelerarse rápidamente por el miedo y miré hacia el suelo, esperando que
me ignorara. Sin embargo, no tuve esa suerte. En el momento que llegué donde ella estaba, se movió
hacia mí, intencionalmente golpeándome con fuerza y empujándome contra la pared. Hice una mueca
y ella retrocedió, sonriendo con maldad.

“Oh lo siento muuucho,” dijo sarcásticamente, “No vi que estabas ahí”.

No le dije nada, sin querer una confrontación, y sólo me di la vuelta para dirigirme al segundo tramo
de escaleras. Sin embargo, aparentemente ignorarla fue lo peor que hice, al momento que traté de
alejarme de ella sacó el codo rápidamente y me golpeó con fuerza en las costillas. Grité y agarré mi
costado, mis ojos se llenaron de lágrimas por el golpe bajo.

Sentí que una mano agarró mi brazo y mis ojos se abrieron por el miedo. Giré mi cabeza rápidamente,
sorprendida cuando vi que era un chico de cabello rubio. Tenía una expresión de preocupación en su
rostro y lo reconocí como el que había hablado conmigo en la fiesta a la que Alice y Jasper me habían
llevado.

“¿Estás bien?” preguntó, levantando sus cejas en expresión de interrogación. Yo asentí rápidamente y
parpadeé, tratando de limpiar mis ojos de las lágrimas, no quería que me vieran llorando. Sentía que
ya destacaba lo suficiente, no quería darle a la gente más razones para que me notaran.

“Estoy bien” dije. Mi voz se quebró suavemente por la lucha para contener las lágrimas pero sonreí
levemente, esperando que no se diera cuenta. “Gracias por preguntar”.

El asintió. “Sí, sé que a veces Tanya puede ser una perra, le encanta torturar a las personas. La hace
sentir mejor que los demás o lo que sea. Por cierto soy Mike”.

“Isabella” murmuré. “Yo, eh… solo me iba a la cama”. Me volví y me dirigí a las escaleras para el
tercer piso y vacilé, notando que ahí también era donde Tanya estaba deambulando. Estaba parada
justo enfrente de ellas, hablando con otra chica. No reconocí a la segunda chica pero era muy bonita.
Ambas no dejaban de mirarme, cuchichear y reírse. No tenía idea de lo que tenían planeado, pero
definitivamente parecía que nada bueno. Consideré dar la vuelta y volver corriendo a la plata baja pero
no quería tener que ver de nuevo a Edward con esa chica. Ver eso me lastimaría más que cualquier
golpe físico que Tanya podía lanzarme.

“Por lo menos deja que te ayude a subir las escaleras,” dijo Mike, mirando hacia donde Tanya estaba
parada. Le estreché mis ojos con recelo, pero sonrió amablemente. No creía que un chico fuera lo
suficientemente estúpido como para que intentara algo conmigo en la casa de los Cullen con tanta
gente presente, pero para ser honestos no lo sabía. En realidad no conocía a esta gente. Tanya no tuvo
ningún problema en poner sus manos sobre mí, así que, ¿qué detendría a Mike de hacer lo mismo?
Sopesé mis opciones y después de un momento asentí, prefiriendo darle una oportunidad a Mike a
soportar uno más de los numeritos de Tanya si me encontraba sola. Sabía que Tanya quería
lastimarme por alguna razón y Mike no había hecho nada que sugiriera que no estaba siendo un
caballero. Tanto el Dr. Cullen como Edward me habían indicado que ningún tipo me tocaría
sexualmente sin mi permiso y si alguien lo intentaba ellos lo lastimarían. Era extraño, pero eso de
alguna forma me hacía sentir a salvo, a salvo de los hombres. Sabía que probablemente no debería
sentirme así, pero lo hacía.

Él subió las escaleras conmigo, pasando junto a Tanya. Ella estrechó los ojos y me dio una mirada
amenazante, pero no me habló o trató de tocarme con Mike entre nosotras. Él estaba balbuceando
algo, no estaba muy segura acerca de qué. Sinceramente, no le estaba prestando mucha atención, sólo
quería llegar a mi habitación. Se detuvo en mi puerta y yo la abrí, caminado al interior. Le agradecí y
él me dio las buenas noches, dándose la vuelta para alejarse. Inmediatamente me agaché para
desabrochar mis botas, porque mis pies estaban sudando como locos. El cierre estaba atorado y tiré de
él con fuerza. Se me zafó y me cortó el dedo al tratar de bajarlo.

“¡Auch!” Grité. “¡Mierda!”

Mike apareció en la puerta rápidamente, cuando me escuchó gritar. “¿Estás bien?” Preguntó
preocupado. Levanté la vista hacia él y fruncí el ceño.

“El cierre se atoró,” murmuré. Se rió suavemente y avanzó, poniéndose de cuclillas frente a mí. Tiró
del cierre con fuerza y gruñí cuando le fue fácil bajarlo. ¿Por qué no puede hacer eso?

Capté un movimiento por el rabillo de mi ojo en el pasillo y levanté la vista. Edward entró en mi
habitación, la expresión de su rostro francamente aterradora. Mis ojos se abrieron por el miedo, sin
saber porque estaba molesto. Agarró a Mike por la camisa con fuerza y lo levantó alejándolo de mí,
sacándolo a rastras de la habitación. Observé, horrorizada, cuando Edward arrojó al chico contra la
pared y empezó a golpearlo en el rostro. Comenzó a correr sangre de la nariz del chico y empezó a
gritar, pero Edward no se detuvo. Mike sacó las manos rápidamente mientras trataba de protegerse y
accidentalmente golpeó a Edward en el rostro. Edward comenzó a temblar con más fuerza, el hecho de
que Mike hubiera hecho contacto con él obviamente lo incitó más. Comenzó a golpearlo con más
fuerza y Mike se desplomó en el suelo, tratando de protegerse. Estaba paralizada completamente,
atónita, horrorizada y aterrada cuando Edward se sostuvo con fuerza contra la pared y comenzó a
golpear a Mike con el pie. Viendo a Edward golpear al chico me sacó de mi estupor y salí corriendo de
la habitación, necesitando hacer algo para detenerlo antes de que de verdad le hiciera daño. Vi a
Charles golpear a una chica hasta matarla a patadas como Edward estaba pateando a Mike. Observé
como la vida de esa chica la dejaba y esa imagen me perseguía todos los días, y cada noche en mis
sueños, no había manera de que pudiera sólo quedarme allí y observar que ocurriera de nuevo. Él no
había hecho nada malo. Edward debe haberlo malinterpretado, y lo recordé diciendo que nadie tenía
permitido estar en el tercer piso, pero necesitaba que Edward se diera cuenta que el chico no hacía
ningún daño, sólo trataba de ayudarme manteniéndome fuera del alcance de Tanya.

Jasper y algunos otros subieron las escaleras corriendo al mismo tiempo que yo salía al pasillo,
alejando a Edward de Mike. Edward aún tenía esa mirada asesina en su rostro. Se zafó de Jasper y
levantó a Mike para mirarlo. Mike se veía muy mal, pero resultar herido por ser golpeado
innumerables veces en el rostro sabía que a menudo lucía peor de lo que en realidad era. Gracias a
Dios seguía consciente.

“Si alguna vez vuelves a ponerle un puto dedo encima, te juro por Dios que te arrancaré cada uno de
ellos para que no vuelvas a tocar nada de nuevo,” dijo Edward, su voz dura y fría. Mis ojos se abrieron
ante sus palabras y jadeé, miedo y pavor se dispararon a través de mí ya que inmediatamente pensé en
el doctor Cullen. Eso fue casi exactamente lo que él me había dicho cuando toqué su arma. Edward me
miró, la rabia en su rostro murió lentamente cuando sus ojos encontraron los míos. Se paró y estiró
una mano hacia mí pero retrocedí, sin querer lidiar con ello. No podía creer que había dicho eso. Se
dirigió hacia mí, yo me volví y entre corriendo a mi habitación, cerrando la puerta y poniéndole
seguro de manera que no pudiera entrar. Sólo quería estar sola, necesitaba pensar. Estaba confundida,
me invadieron tantas diferentes emociones y sentimientos, necesitaba tiempo para considerar todas y
cada una de ellas, para poder entenderlo todo.
Me quedé boca abajo en mi cama y agarré mi almohada, cubriendo mi cabeza con ella. Tocaron mi
puerta y escuché a Edward gritar mi nombre pero lo ignoré. Después de un momento se detuvo y todo
en el pasillo quedó en silencio.

Finalmente me senté y empecé a quitarme la joyería, por último me quité las botas. No me molesté en
cambiarme, sólo me quité el vestido y me acosté en bra y panties. Podía escuchar la música en la
planta baja, la gente charlando mientras la fiesta continuaba durante toda la noche. Sólo me quedé
acostada ahí la mayor parte de la noche, tratando de entender las cosas en mi cabeza. Estaba
preocupada por Mike, esperando que Edward no le hubiera causado mucho daño y aunque era ridículo,
estaba preocupada por Edward. Sus acciones no tenían ningún sentido para mí, no lo entendía. Era
difícil conciliar al Edward que acababa de golpear a ese chico en el pasillo por tocarme, al Edward que
veo cuando él y yo estamos solos. Para alguien que supuestamente me ve como una persona y no un
objeto, ciertamente actuó de forma posesiva como si fuera un pedazo de propiedad que tenía que
vigilar.

Con el tiempo me quedé dormida, pero el sueño no duró mucho. En poco tiempo, me desperté sudando
y gritando, por haber tenido una pesadilla. Hubo otro golpe en mi puerta y me quedé inmóvil, tratando
de calmarme. Sólo me quedé ahí mientras tocaban, con la esperanza que se fuera. No estaba en estado
de ánimo como para compañía, o con humor para hablar de nada de eso. Aún no.

“¿Isabella? Por favor, abre la puerta, puedo escucharte.” Suspiré y cerré los ojos cuando escuché la
voz de Edward. Tocó de nuevo por un rato, llamándome, prácticamente rogándome que lo dejara
entrar. Una parte de mí quería hacerlo, la parte que nunca quería negarle nada a esa hermosa criatura,
pero dejando eso a un lado, simplemente necesitaba estar sola por un rato. Finalmente dejó de tocar y
escuché la puerta de su habitación cerrarse.

Eventualmente me volví a quedar dormida y desperté alrededor de las 7 am. Salí de la cama y me puse
un par de pantalones de yoga y una camiseta sin mangas, sin preocuparme por como lucía. Me lavé el
rostro, tratando de quitarme el maquillaje que Alice me había aplicado, pero el brillo era persistente y
se aferraba a mi piel, así que me di por vencida. Tomaría una ducha más tarde, después de limpiar. Mi
cabello estaba ondulado y cubierto con spray para el cabello que necesitaba quitarlo
desesperadamente, lavándolo. Utilizando mis dedos lo recogí hacia atrás, sólo poniendo una banda
elástica en él por ahora.

Caminé hacia la puerta de la habitación, abriéndola y me congelé. Mis ojos se abrieron con horror
cuando vi las salpicaduras de sangre en la pared y la alfombra. Aparté la mirada rápidamente,
gimiendo, y dirigiéndome hacia las escaleras. El segundo piso no estaba tan mal, el pasillo, igual. Los
chicos seguían dormidos, así que no tenía idea de cómo estaban sus habitaciones. Bajé al vestíbulo y
me congelé una vez más, mis ojos se abrieron con pura incredulidad.

Nunca en mi vida había visto tal desastre. Caminé despacio por la planta baja, completamente
asombrada. Había basura por todos lados, latas de cerveza y botellas vacías. Había comida por todo el
lugar, en la alfombra y sobre los muebles. También había líquidos derramados por todas partes y el
lugar olía horrible como a cerveza y sudor. Había algunos vidrios rotos en la esquina de la habitación
y uno de los cojines del sofá estaba extrañamente desaparecido.

Entré en la cocina y jadeé. El fregadero estaba amontonado hasta arriba con vasos sucios, las
encimeras cubiertas con latas, botellas y comida. Gemí y fui hacia el refrigerador, agarrando una
botella de agua mineral antes de ir hacia la lavandería. Tomé algunos trapos y un par de guantes. Volví
a subir al piso de arriba, dejando los artículos en el pasillo. Fui a mi habitación y agarré una botella de
peróxido de mi baño y lo llevé al pasillo.

Me arrodillé y me puse los guantes, abriendo el agua mineral y vertiendo un poco en la mancha de
sangre. Hice lo mejor que pude para no pensar en que era sangre, ya que si lo hiciera probablemente
me sentiría mal. Odiaba la sangre, pero tenía bastante experiencia limpiándola a través de los años.
Agarré un trapo y me incliné hacia adelante apoyándome en mis manos y empecé a tallar la mancha,
quitando lo más que podía. Usé un poco de agua mineral y limpié la sangre de la pared, agradecida que
por lo menos salió de allí con bastante facilidad.

Cerré el agua mineral y abrí el peróxido, vertiendo un poco en lo que quedaba de la mancha. La estaba
tallando, rezando porque la alfombra no se decolorara por el peróxido y que toda esa sangre saliera,
cuando la puerta de Edward se abrió. Me congelé, mi corazón se aceleró rápidamente, y miré hacia
arriba. Dio un paso fuera de su habitación, luciendo completamente desaliñado y agotado. Sus ojos se
abrieron un poco cuando bajó la vista hacia mí. Suspiró y frunció el ceño, cerrando sus ojos
brevemente.

“Cristo, ¿qué estás haciendo? ¡No deberías estar haciendo eso!” Se agachó junto a mí y me arrebató el
trapo de la mano. Estaba un poco asustada, sin saber que era lo que estaba haciendo mal, y me senté
sobre mis rodillas. Me miraba furioso y me pregunté si tal vez no debería estar usando peróxido en su
alfombra, si tal vez él sabía algo que yo no. Tenían ventanas especiales que requerían un limpiador
especial, así que tal vez tenían una alfombra especial. Sólo estaba tratando de limpiar, sin querer que
la sangre se extendiera más de lo que ya estaba, sin querer que nada estuviera arruinado cuando el
doctor Cullen llegara a casa. Mis ojos empezaron a llenarse de lágrimas y mentalmente me maldije
por ser tan débil, pero seguía tan confundida y sinceramente agotada y agobiada que simplemente no
pude soportar que me mirara así. No podía soportar que me mirara como si hubiera arruinado todo.

“Joder, ¿estás llorando?” Preguntó con incredulidad. Volví mi cabeza para otro lado y cerré los ojos,
deseando que dejara de reaccionar con tanta intensidad. Sólo estaba empeorando las cosas para mí. De
nuevo abrí los ojos y capté un movimiento de su mano dirigiéndose hacia mí. Retrocedí dando un
respingo, instintivamente echándome hacia atrás y alejándome de su alcance. Se paralizó y su rostro
se nubló con confusión y una mirada de dolor en sus ojos que me impactó. Dejó caer su mano y
parpadeó un par de veces, sin dejar de mirarme. Después de un momento, negó con la cabeza y pasó
una mano por su pelo. “Juro, que me parece que no puedo hacer nada bien contigo.”

Mi ceño se frunció. “Lo siento,” dije instintivamente. Sin comprender, pero no quería molestarlo. Mi
respuesta pareció molestarlo aún más, ya que gimió y lanzó el trapo hacia la pared. Hizo un pequeño
ruido sordo y cayó al piso.

“¡¿Tú te disculpas?! ¡¿De qué te estás disculpando?! ¡Ció é scopare pazzeco*! ¡Voy a volverme
malditamente loco si no paramos este puto baile que estamos haciendo Isabella!”

Sólo me le quedé mirando sorprendida, él elevó un poco su voz con pasión. Estaba realmente nervioso
sobre algo y no tenía idea de que era. “¿De qué estás hablando?” Pregunté, sacudiendo la cabeza,
tratando de entender lo que estaba pasando. ¿Qué baile estábamos haciendo? No estaba tratando de
molestarlo; no tenía la intención de hacer cosas que lo volvieran loco.
Gruñó y extendió la mano, de repente agarrándome con fuerza. Bajé la vista a su mano sobre mi brazo,
luchando contra las sensaciones que su toque le daba a mi cuerpo. El cosquilleo que corría a través de
mí, la oleada de emociones que evocaba. Sólo me le quedé mirando fijamente a su mano, confundida
del por qué me estaba tocando, pero esa parte irracional de mí deseando que jamás dejara de hacerlo.

“Dime que no sientes eso,” me dijo, su voz un poco más baja, pero aún con fuerza. Levanté la vista
hacia él, mis ojos muy abiertos, con miedo de que me hubiera descubierto. Que él supiera lo que su
toque me hacía. Todo en lo que podía pensar era en que lo había besado anoche, tenía que ser tan
obvio. ¿Era por eso que estaba molesto? “Dime que no sientes esas mismas chispas que siento y
desistiré de esto y te dejaré en paz. Pero estoy cansado de intentar mantenerme alejado de ti, Bella.”

Lo miré fijamente por un momento, completamente aturdida. Bajé la vista a su mano brevemente
antes de verlo de nuevo a los ojos. Su mirada era tan intensa, el verde tan vivo. “¿También lo sientes?”
Pregunté vacilante, tratando de asegurarme de que lo había escuchado bien. Él se rió suavemente, con
ansiedad.

“Por supuesto que lo siento. Cristo, tiene que ser obvio lo que estoy sintiendo. Quiero decir, te besé
anoche,” dijo.

Parpadeé un par de veces, sorprendida. “Pero yo te besé… no debería haberlo hecho, porque me dijiste
que tú no hacías eso….” Empecé a decir rápidamente, confundida. Se echó a reír de nuevo.

“Apenas sí rozaste mis labios. Yo prácticamente asalté tu puta boca. Y tienes razón, yo no hago eso,
que es lo que lo hace un pinche locura. He estado tratando de reunir las bolas para decirte esta mierda
toda la maldita semana.” Suspiró, y pasó su mano por su cabello, mirándome fijamente, sus ojos
prácticamente implorándome, pero qué, en realidad no lo sabía.

“Dime, ¿de qué estás hablando?” Pregunté, confundida respecto a qué era exactamente lo que estaba
diciendo.

Gimió y se puso de pie, negando con la cabeza. “Madonn’, ¡dovete scopante scherzandolo! ¡Non
potete essere quei ciechi. ¡Sparimi giá nella testa maledetta dio e superilo con! ¡Mettalo dalla mia
miseria scopante! ¡¿Come potete non vedere quello ti amo?!”*

Sólo me le quedé mirando mientras despotricaba en italiano, sin entender una sola palabra saliendo de
su boca. Después de un momento suspiré y estiré mi mano, agarrando el trapo que me había
arrebatado y tirado. Volví a tallar el peróxido en la alfombra, sabiendo que tratar de escucharlo era
inútil.

Después de un momento se calmó y detuvo su paseo, parándose junto a mí. Suspiró y se sentó,
dejándose caer hacia atrás de tal manera que estaba apoyado contra la pared. Atrajo sus rodillas hacia
arriba y envolvió sus brazos en ellas, su postura indicando que se sentía derrotado.

Le eché un vistazo después de un rato y vi que me miraba con curiosidad. Se veía agotado, sus ojos
rojos con prominentes círculos oscuros debajo de ellos. “¿Vas a traducir?” Pregunté tímidamente,
alzando las cejas inquisitivamente. Negó con la cabeza, sus labios curveados hacia arriba ligeramente.
Asentí, sin sorprenderme en lo absoluto.
“Yo limpio la sangre,” dijo después de un momento. “Yo derramé esa mierda, no deberías ser tú quien
lo haga.”

Me encogí de hombros, sentándome sobre mi trasero y tendiendo el trapo junto a mí. Había un ligero
tono rosado en una pequeña parte de la alfombra, pero la mayor parte se había quitado. “¿Él está
bien?” Pregunté.

Edward me miró por un momento, su rostro casi inexpresivo. “¿Importa?” Finalmente preguntó.

Suspiré, sacudiendo mi cabeza por su indisposición a darme una respuesta directa.

“Él me ayudó, ¿sabes?” dije en voz baja. Edward levantó sus cejas interrogante, obviamente
preguntándose de que estaba hablando. “Me acorralaron en las escaleras cuando iba camino a mi
habitación y él intervino para detenerlas. Me acompañó a mi habitación para que me dejaran en paz.”

Sus ojos se estrecharon ligeramente. “¿Quién te acorraló?” Preguntó, su voz con un borde duro en ella.
Me encogí de hombros.

“¿Importa?” Pregunté, lanzándole de vuelta su propia declaración. Puede que a él no le importaba si


Mike Newton estaba bien, pero a mí sí me importaba.

Gruñó. “Newton está bien, se recuperará completamente. Se veía mucho peor de lo que era. Ahora,
¿quién te acorraló?”

“Tanya,” dije. Sus ojos se oscurecieron, su expresión cambió a una de ira intensa. Tenía la sensación
de que seguía enojado con ella por cómo había actuado en el anterior encuentro.

“¿Ella te tocó?” Preguntó. Me di cuenta por la tensión en su voz que estaba luchando para mantener la
calma.

“Sí, pero no tiene importancia. No dejó ninguna marca ni nada,” dije, encogiéndome de hombros.
Había tenido mucho peores que un golpe con el codo o un empujón.

Edward negó con la cabeza. “No me importa si no dejó marcas, es importante. Ella no tiene derecho a
ponerte un dedo encima.”

Suspiré. “¿Qué, también vas a golpearla por tocarme? Primero Jacob Black, luego Mike Newton.
¿Quién sigue? ¿Vas a golpear a todo el que me toque? Mira, sé que soy tu propiedad, Edward y no
tengo derecho a decirte lo que tienes qué hacer, pero no me gusta que la gente salga lastimada por mi
culpa. Ya antes te había dicho que he pasado mi vida pagando por los errores de otros y no soporto
saber que otros están derramando sangre por mi culpa. Si quieres culpar a alguien, cúlpame a mí.
Castígame. Pero por favor, no sigas lastimando a otras personas porque han tenido la desgracia de
cruzarse en mi camino.”

Sus ojos se ampliaron y me miró con incredulidad. Me pregunté de inmediato si tal vez no debería de
haber dicho eso. Era extraño cuan relajada me sentía cuando hablaba con Edward y expresaba lo que
estaba en mi mente, pero reconocía que había algunas cosas que nunca debería decir. “¿Crees que
pienso en ti como una pertenencia, algo que poseo?” Preguntó, su voz baja, casi un susurro. Hubo un
poco de dolor evidente en su voz.
Me encogí de hombros. “Ya no sé que pensar. Al principio no lo creía así, pero cuando atacas a esas
personas es como si estuvieras molesto porque se están metiendo con una de tus posesiones. Le dijiste
a Mike casi exactamente lo mismo que me dijo el doctor Cullen ese día en su habitación cuando toqué
su arma.”

Suspiró, entrelazando sus dedos en su cabello y agarrando mechones de él en un puño. Parecía


frustrado. “Demonios, nunca quise darte esa impresión. A veces tengo problemas con mi
temperamento, Bella, y salto sobre las personas sin siquiera pensarlo. Joder, siento tanto haberte
recordado a mi padre, no quiero recordarte nunca esa mierda porque nunca jamás te haría algo así, te
juro por Dios que nunca lo haría. Es sólo que, me siento…” Él vaciló, tomando un profundo respiro y
mirándome. “Me siento protector contigo, y no porque crea que me perteneces, sino porque quiero que
me pertenezcas.”

Mi ceño se frunció por la confusión. “¿Hay alguna diferencia?” Pregunté. Gimió, cerrando sus ojos.

“Esa mierda no salió bien. Cristo. Mira, yo, eh…me preocupo por ti, ¿de acuerdo?” Dijo vacilante,
observándome con cautela. “Y, carajo, sé que algunas veces exagero, pero es porque no quiero que
nadie te lastime. No hago esa mierda intencionalmente. No eres como nadie que haya conocido. Me
tienes cautivado.”

Sólo me le quedé mirando impactada. “¿Te cautivo?” Pregunté, sorprendida de que hubiera dicho eso.
Edward, definitivamente me cautivaba, ya que era un ser humano complejo y deslumbrante, pero no
podía entender como alguien como yo podía interesarle a él. No había nada especial en mí, nada que
pudiera ofrecerle que otra chica no pudiera hacerlo mejor.

Suspiró. “No te ves a ti misma con claridad, ¿sabes? Eres diferente, no como todo el resto de ellos.
Eres perceptiva, jodidamente fuerte y madura más allá de tu edad. Puedes entenderme de la forma que
nadie más puede hacerlo. Y eres, molto bella,” dijo.

Parpadeé un par de veces, sorprendida cuando recordé esas palabras. Jasper me las había dicho anoche,
cuando me vio con mi disfraz. “¿Tú crees que soy… hermosa?” Pregunté con incredulidad.

Sus ojos se abrieron cuando se dio cuenta que sabía lo que significaba. Sonrió con timidez, asintiendo
ligeramente con la cabeza. Se deslizó acercándose a mí, cerrando algo de la distancia entre nosotros,
por lo que quedó sentado frente a mí con nuestras piernas tocándose. “La mia bella ragazza,” dijo en
voz baja, mirando a mis ojos fijamente.

“Sabes que no sé qué quiere decir eso,” murmuré, sintiendo el rubor subir a mis mejillas por la
intensidad de su mirada. Siempre se había rehusado a decirme cuando le preguntaba y era
enloquecedor. Me preguntaba si Jasper o Emmett me dirían, si Alice sabría, y había considerado
preguntarles pero no lo haría por vergüenza. Edward asintió, levantando su mano. Pasó el dorso de sus
dedos a lo largo de mi sonrojada mejilla, bajando y acariciando la línea de la mandíbula, mis ojos
parpadearon intentando cerrarse ante su suave tacto, mi cabeza instintivamente se inclinó en su
dirección. “Mi chica hermosa,” susurró.

Abrí los ojos y lo miré de nuevo, completamente aturdida por la expresión en su rostro. Había tanto
amor y compasión reflejándose en sus ojos, su rostro suave pero lleno de emoción. Su mano acarició
suavemente la línea de mi mandíbula una vez más antes de bajar y tomar mi barbilla. Llevó hacia
arriba su pulgar y masajeo mi labio inferior con suavidad y exhalé un suspiro tembloroso, mi corazón
corriendo a gran velocidad. El deseo en su rostro era impresionante, me consumía. Se sentía tan
surrealista, estaba nerviosa y emocionada, algo aturdida pero completamente esperanzada, y ese
sentimiento por sí solo me hacía sentir mareada. Edward me miraba con tal intensidad que sentía
como si pudiera mirar a través de mí, ver más allá de mi exterior y dentro de mi alma.

Bajó la vista a mis labios brevemente antes de mirarme otra vez a los ojos. Su cabeza avanzó
lentamente hacia adelante, con cautela, observándome. Mi corazón se estaba acelerando, latiendo con
tanta fuerza que casi dolía y me preguntaba si tal vez él pudiera escucharlo. Me incliné ligeramente
hacia adelante, cerrando un poco más la distancia entre nosotros. Sonrió levemente por mi
movimiento y cerró el resto de la distancia, inclinando su cabeza hacia un lado y presionando sus
labios contra los míos con suavidad. Gemí cuando sentí un hormigueo en mis labios por la conexión y
Edward gruñó en respuesta. Su mano aun sujetaba mi barbilla mientras me besaba. Cerré mis ojos y
subí mi mano, vacilando antes de colocar mi palma apoyada en su mejilla. Su piel era tibia al tacto, su
rostro un poco áspero por su barba insipiente. Sentí que Edward levantó su otra mano y la colocó
encima de la mía en su mejilla, quitando mi mano de él después de un momento. Entrelazó nuestros
dedos juntos, las puso en su regazo.

Después de un momento se apartó de mis labios y abrí mis ojos. Sonrió y rápidamente se inclinó hacia
adelante para besarme una vez más, brevemente, con suavidad. “No creo que seas hermosa, Bella. Sé
que eres hermosa.”

Me sonrojé y él rió entre dientes. “Gracias,” dije en voz baja. Sentí mis ojos llenarse de lágrimas, pero
no eran mis usuales lágrimas de tristeza. Estas eran, lágrimas de alegría, lágrimas de esperanza. Me
asustaron, ya que todo el concepto aún era extraño para mí, pero no traté de detenerlas. “Tú también lo
eres.”

Sonrió con suficiencia, su linda sonrisa torcida triunfando sobre su rostro. “¿Crees que soy hermoso?”
Preguntó juguetón, arqueando una ceja.

Me eché a reír suavemente. “¿Tal vez guapo es más apropiado? Sin embargo, eres una hermosa
persona.”

Él rió entre dientes, negando con la cabeza. “Sí, no puedo decir que alguna vez haya escuchado eso.
Me han llamado de todas las formas habidas y por haber, pero una persona hermosa no es una de
ellas.”

Sonreí y me encogí de hombros. “Entonces, todos tienen que estar ciegos para no verlo.”

Su sonrisa creció, sus ardientes ojos verdes prácticamente centellearon de alegría. Me miró por un
momento antes de inclinarse hacia adelante y una vez más presionar sus labios contra los míos, suave
y dulcemente. “Ahora que he empezado, no creo que pueda detenerme,” dijo en voz baja cuando se
apartó. Me sonrojé, asintiendo con la cabeza. Bajé la vista a nuestras manos, nuestros dedos seguían
entrelazados, yaciendo en su regazo. Todo esto era tan abrumador, nada tenía sentido. No podía
entender lo que todo eso significaba. Que era exactamente lo que estaba diciendo, que significaba para
él, para mí… para ambos. ¿Qué sucedería después?

Debería de haber estado pensando lo mismo que yo porque suspiro. “Que te parece si vamos abajo y
arreglamos un poco, y tal vez entonces podamos volver aquí y hablar sobre todo lo que significa todo
esto,” sugirió, levantando nuestras manos para enfatizar de lo que estaba hablando. Lo miré y asentí.
Suspiró de nuevo y soltó mi mano. La quité de su regazo y agarré los guantes y el trapo del piso,
poniéndome de pie. Yo estaba aún tan asombrada y aturdida que me costó mucho mirar a Edward. Se
paró y agarró mi brazo levemente e instintivamente me tensé. “Oye, relájate, ¿de acuerdo? No tienes
por qué tener miedo de mí, ni por esto o por lo que sea. Lo resolveremos. Y no tienes por qué
esconderte de mí, no tienes por qué sentirte tímida o cerrarte en ti misma, ¿está bien?”

Levanté la vista hacia él y asentí. “Lo siento,” murmuré, sintiéndome mal porque él acababa de abrirse
conmigo y yo me estaba reteniendo y tensándome. Edward sacudió su cabeza.

“No te disculpes. Tengo más mierda de la que disculparme que tú,” dijo, pasando la mano por su
cabello. Le sonreí, dándome cuenta que simplemente estaba tan nervioso como yo. No tenía ningún
sentido, ya que Edward tenía experiencia con las chicas, pero era reconfortante saber que no era la
única ansiosa por todo esto. Él vaciló y nos quedamos en el pasillo por un momento, antes de que se
volviera y se dirigiera hacia las escaleras. Lo seguí, sin desear para nada llegar a la gran cantidad de
trabajo de limpieza que nos esperaba.

Edward se congeló cuando llegó al final de las escaleras, tan abruptamente que no me di cuenta que se
había detenido y choque contra él. Mis ojos se abrieron un poco y comencé a alejarme, sin saber cómo
iba a reaccionar por su temperamento, pero él simplemente se dio media vuelta y agarró mi brazo,
deteniéndome a su lado. Su atención estaba centrada en la habitación frente a nosotros, su expresión
de pura incredulidad.

“Sí, eh…” Comenzó, su ceño se frunció mientras parecía estar concentrado en algo. “Qué tal si
olvidamos lo que dije sobre limpiar y simplemente volvemos arriba.”

Reí involuntariamente ante su expresión y me miró, arqueando una ceja y sonriendo. Sacudí mi
cabeza, devolviéndole la sonrisa. “Está bien,” dije, sin querer que se sintiera obligado a ayudar. De
todos modos, esa era mi responsabilidad, la razón por la que fui traída a la casa de los Cullen en
primer lugar.

Me dio una mirada interrogante, por alguna razón obviamente no esperaba esa respuesta, pero se
encogió de hombros. “Bueno,” dijo, agarrando mi mano y dándose la vuelta hacia los escalones. Mi
ceño se frunció por la confusión y me resistí cuando intentó llevarme hacia ellos. Se detuvo cuando se
dio cuenta que no me estaba moviendo. Me miró, viendo mi expresión confundida. “Pensé que íbamos
a volver arriba y hablar.”

Por un momento me quedé mirándolo, negando con la cabeza. “Yo, eh, tengo que limpiar,” murmuré.
Gruñó y rodó los ojos.

“Acabas de decir que estaba bien cuando dije que nos olvidaríamos de eso,” dijo con una leve
irritación en su voz. Suspiré, dándome cuenta de que lo estaba confundiendo.

“Sí, que podíamos olvidarnos de que tú vas a limpiar. Pero yo realmente tengo que hacerlo, no puedo
dejar que la casa se quede así,” dije, tratando de aclarar. Sólo me miró fijamente, luciendo un poco
frustrado. Empecé a sentirme algo incómoda por el escrutinio de sus ojos y estaba a punto de alejarme
de él cuando habló.
“Él no va a regresar por unos días, sabes. El desorden puede esperar un poco, no tiene jodida
importancia,” dijo, encogiéndose de hombros. Sólo lo miré con incredulidad por su indiferencia.

“Pero, eh…” Comencé, mirando el desastre a mí alrededor. No había manera de que sólo me fuera y
me relajara, sabiendo cuan desordenado estaba todo. Me sentiría nerviosa constantemente hasta que la
casa estuviera otra vez en orden.

Se encogió de hombros después de un momento. “Bien,” dijo simplemente, volviendo a bajar el


escalón hacia el vestíbulo. Me quedé parada y observé mientras se dirigía a la lavandería,
desapareciendo dentro de ella. Reapareció después de un momento con un montón de bolsas negras. Se
acercó a mí y me dio una. “Tú empieza recogiendo las latas de aluminio y yo me encargaré de
cualquier mierda que se haya roto, ya que sé muy bien que no hay manera que todo haya sobrevivido
la noche intacto.”

Sonreí levemente, un poco sorprendida de que en realidad él fuera a ayudarme a limpiar. “Tú no tienes
que hacer esto, yo puedo hacerlo,” dije, una vez más sin querer que se sintiera obligado. Él gruñó.

“Sé que puedes, Isabella. Cristo, sólo déjame ayudarte con esta mierda para que termines más rápido,”
me dijo. De nuevo sonaba molesto, así que cerré la boca y asentí, sabiendo que no era prudente
discutir. Había llegado a creer que realmente podría discutir con Edward y él lo entendería, aunque
probablemente me respondería, pero no quería ser irrespetuosa sólo porque él me permitía hacerlo.

“Está bien. Y tienes razón, hay algunos vidrios rotos en la sala de estar,” dije. Rodó los ojos y gruñó.

“Por supuesto que los hay. Y apuesto a que esa mierda la hizo Emmett. Su culo debería de estar aquí
limpiando este desastre,” murmuró, dándose la vuelta y dirigiéndose a la sala de estar. Me quedé ahí
parada, observándolo por un momento, sin poder dejar de sonreír. Estaba murmurando para sí mismo,
probablemente maldiciendo a juzgar por sus expresiones faciales, y empezó a lanzar cosas dentro de
una bolsa de basura. Era algo tan simple, pero un gesto tan dulce de su parte estar aquí abajo conmigo,
ayudándome. Me atreví a suponer que no era algo que hacía muy a menudo.

Fui a la cocina y empecé a tirar las latas en la bolsa de basura, recogiendo la encimera. Cada minuto o
algo así escuchaba ruido en la sala de estar, el sonido de algo siendo arrojado o Edward gritando con
fuerza por algo. Traté de ignorarlo y enfocarme en lo que estaba haciendo, pero cada “demonios” o
“puta madre” o “Jesús Cristo” o “¡¿Qué carajos es eso?!” que venía de la sala de estar me hacía reír.
Era tan absolutamente Edward. Ya había recogido todas las latas y arrastré la bolsa hacia un lado de la
habitación, amarrándola. Me acerqué al fregadero y saqué todos los platos sucios preparando algo de
burbujeante agua caliente. Comenzaba a lavar los platos cuando Edward entró. Dejó caer una bolsa de
basura amarrada junto a la bolsa de latas que yo había juntado, el sonido de vidrio crujiendo haciendo
eco al golpear el suelo.

“Tenemos un lavavajillas, no tienes que hacer esa mierda a mano. ¿Y has visto el puto cojín del sofá?
Porque no puedo encontrarlo,” dijo, definitivamente molesto.

“No sé como funciona el lavavajillas. Y no, no he visto el cojín del sofá,” dije, incapaz de dejar de
reír. Él llegó detrás de mí y mi corazón comenzó a acelerarse por su proximidad.

“¿Te estás riendo de mí?” preguntó en un susurró, sus labios justo a un lado de mi oído. Me estremecí
involuntariamente ante la sensación de su aliento sobre mí.

“Eh… no,” murmuré. Rió entre dientes y me rodeó, moviendo el seguro en la puerta del lavavajillas y
abriéndola. Sacó la rejilla superior y me miró con una pequeña sonrisa.

“Saca las malditas manos de esa agua sucia y llena esto con platos,” dijo, haciendo un ademán hacia la
rejilla. Lo miré con cautela, preguntándome si sabía lo que estaba haciendo. No podía imaginarme a
Edward alguna vez lavando platos, y considerando que no podía hacer funcionar una lavadora, tenía la
sensación de que sólo estaba improvisando.

Empecé a llenar las rejillas con los platos sucios mientras él se paró atrás observándome. Cuando
estuvo lleno di un paso atrás y lo miré inquisitivamente. Sonrió y asintió, luciendo bastante orgulloso.
Si estaba orgulloso de sí mismo o de mí, no estaba segura, pero a pesar de todo me hizo sonreír. Me di
la vuelta, comenzando a guardar los pocos platos que había logrado lavar a mano antes de que Edward
interviniera. Miré por el rabillo de mi ojo mientras añadía el jabón y cerraba la puerta, asegurándola.
Se le quedó mirando por un momento, estrechando sus ojos con una expresión de confusión en su
rostro. Me contuve la risa, sin querer que pensara que estaba burlándome de él, cuando me di cuenta
de que definitivamente no tenía idea de lo que estaba haciendo. Después de un segundo, extendió su
mano y presionó algunos botones y la encendió. Saltó cuando comenzó a hacer ruido y quitó su mano
rápidamente, obviamente sorprendido de que consiguió hacerla funcionar. Se encogió de hombros y
me miró, dándome una rápida sonrisa orgullosa y saliendo de la cocina. En cuanto se perdió de vista
me eché a reír, negando con la cabeza.

Después de un momento salí de la cocina y llevando algunos de los trapos sucios a la lavandería para
arrojarlos en el cesto. Me di cuenta de que estaba lleno y lancé rápidamente la ropa sucia a la
lavadora, empezando con una carga mientras estaba allí. Salí de la lavandería y miré hacia Edward.
Tenía la sala de estar bastante limpia, además de aspirada, y estaba mirando fijamente al sofá. Su
expresión era intensa, tenía sus ojos entrecerrados como si estuviera tratando de intimidarlo para que
le dijera dónde estaba el cojín. Me reí un poco más fuerte de lo que deseaba, mi mano subió para
cubrir mi boca mientras la cabeza de Edward se volvió rápidamente en mi dirección. Me miró por un
momento, sus labios ligeramente curveados hacia arriba antes de volverse otra vez al sofá. Negué con
la cabeza y caminé de vuelta a la cocina, riéndome suavemente para mí misma.
Entré, y al momento que me acerqué al fregadero me topé con algo resbaladizo. Me resbalé, mi pie
casi voló hacia arriba. Agarré la encimera rápidamente, sujetándome con fuerza para mantenerme en
pie. Miré a mí alrededor en confusión, mis ojos se abrieron cuando vi las burbujas filtrándose del
lavavajillas. El suelo estaba cubierto de espuma y continuaba derramándose bastante rápido.

“¡Edward!” Grité instantáneamente, un poco asustada. No había forma de que esto fuera normal.
Escuché pasos aproximándose y volví mi cabeza para verlo prácticamente entrar corriendo en la
cocina, con una mirada de preocupación en su rostro. Mis ojos se ampliaron y abrí la boca para
advertirle, apenas conseguí decir “cuidado” antes de que llegara a un charco de agua jabonosa y
empezara a resbalarse. Se alcanzó a detener, manteniendo el equilibrio y miró a su alrededor en
confusión. Sus ojos se abrieron cuando vio las burbujas derramándose desde el lavavajillas.

“¡Puta madre!, ¡figlio di puttana!” dijo, caminando con cuidado a través de las burbujas hacia el
lavavajillas. Empezó a presionar botones frenéticamente y tirando de la puerta tratando de pararla.
Continuó derramando burbujas y él gimió, prácticamente golpeando los botones con fuerza. Su
temperamento se encendió después de un momento y llevó su pie hacia atrás, golpeando la puerta con
fuerza. Hizo una mueca con el crujido que se escuchó, mis ojos se ampliaron cuando vi la pequeña
abolladura que había dejado al frente. Maldijo y cojeó en un pie por un momento.

“Maldita sea,” gritó, golpeando de nuevo los botones. De repente se detuvo y él se congeló, mirándolo
fijamente, sorprendido. Me miró con cautela, asumo esperando mi reacción. Parecía avergonzado por
ello.

“Creo que tenemos un pequeño problema aquí,” murmuré después de un momento. Sus ojos se
estrecharon un poco con molestia y traté de mantener la calma, pero la situación entera era
simplemente demasiado.

El piso de la cocina estaba cubierto de burbujas y era completamente ridículo, y habíamos logrado
hacer un desastre aún mayor que con el que habíamos empezado, pero parte de mí lo encontraba para
morirse de la risa. Después de un segundo esbocé una sonrisa involuntaria, luchando por contener la
risa. Sin embargo, Edward logró verlo y estrechó aún más sus ojos, evidentemente sin ver el humor de
la situación. Su irritación sólo hacía la situación aún más graciosa para mí y solté una carcajada.
Comenzando a reír y subí mi mano para cubrir mi boca y callarme, pero era inútil. Mi risa sólo se hizo
más fuerte.

“¿Te estás riendo de mí otra vez?” Edward preguntó, arqueándome una ceja, sin verle lo gracioso ni un
poco. Comencé a reír más fuerte, todo mi cuerpo temblando por la risa. Traté de alejarme de la
encimera, sin prestar atención a lo que estaba haciendo en medio de mi ataque de risa, y metí mi pie
en un charco. Me resbalé, perdiendo el equilibrio. Edward se movió rápidamente hacia adelante para
atraparme y patinó en un charco, su pie salió volando. Me agarró pero en lugar de evitar que llegara al
suelo nos tumbó a ambos. Caí de espaldas con un ruido sordo y Edward aterrizó directamente encima
de mí. Gemí y cerré los ojos, casi quedándome sin aliento por la fuerza de su peso sobre mí. Se
levantó rápidamente y abrí los ojos para verlo cerniéndose sobre mí con una expresión de horror en su
rostro.

“Cristo, Isabella, ¿estás bien? Joder, lo siento tanto; ¡no quise derribarte! ¿Te lastimaste? ¿Te lastimé?
¡Joder, di algo!” Escupió aterrado, sus ojos amplios. Sólo me quedé mirándolo por un momento antes
de levantarme de manera que quedé sentada. Él se apartó rápidamente, sentándose en el suelo frente a
mí. En realidad no me dolía, sólo estaba aturdida por lo que pasó. Estaba cubierta en burbujas, mi
espalda completamente empapada con jabonosa agua caliente. Él me miraba preocupado, toda la
situación completamente ridícula. Después de un momento empecé a temblar y subí mis manos para
cubrir mi boca. Los ojos de Edward se abrieron más por el miedo.

“No llores, ¡mierda! ¡¿Dónde te lastimaste?!” Al momento que las palabras salieron de su boca, no
puede contenerme. Me eché a reír como histérica, con tanta fuerza que me dolían los costados. Apenas
si podía respirar en medio de mi ataque de risa. Sentí mis ojos llenarse de lágrimas y aparté las manos
de mi boca, para limpiarlas. Nunca me había reído tanto en mi vida e imaginé que debería verme
absolutamente ridícula, pero no podía detenerme.

Edward me observaba, completamente atónito con una mirada de total impaciencia en su rostro. “¡Me
diste un puto susto! ¡Joder, pensé que te había lastimado!” Gritó. Me sentí mal porque evidentemente
lo había asustado, pero pareciera que no me importaba su molestia ya que no podía dejar de reírme.
Después de un momento no pudo mantener su fachada de enojado y la comisura de sus labios se
levantó. Empezó a reír entre dientes, negando con la cabeza y mirando a su alrededor. Después de un
momento recuperé el aliento, tomando unas respiraciones profundas para calmarme.

“Yo, eh…” Empecé, sacudiendo la cabeza. “Creo que puede que hayas hecho algo mal, Edward.” Bajó
su mano y agarró un puño de burbujas de jabón cuando empecé a reír de nuevo, arrojándomela a mí.
Rápidamente volteé mi cabeza y me salpicaron el pecho y la mejilla. Ni siquiera dudé, ni siquiera me
detuve a pensar que estaba haciendo. Agarré algunas burbujas y se las arrojé de vuelta. Lo salpicaron
directamente en el rostro. Cerró sus ojos y subió su mano para limpiarlas.

“¡No puedo creer que hayas hecho eso!” me dijo. Se abalanzó hacia adelante y empecé a correrme
hacia atrás, todavía riendo. No parecía molesto, pero tenía una mirada decidida en su rostro y no
estaba segura de qué iba a hacer. Me atrapó antes de que pudiera escaparme y me empujó suavemente
hacia atrás, de manera que estaba en el suelo de nuevo acostada en las burbujas de jabón. Se cernió
sobre mí, sin dejarme sentir su peso pero manteniendo su cuerpo pegado al mío, inmovilizándome.
Agarré un poco de burbujas del suelo junto a nosotros y se las lancé, una pequeña cantidad de ellas le
dieron directo en la nariz. Me reí aún más fuerte y él empezó a reír junto conmigo, sin molestarse en
quitarlas. Se agachó y frotó su nariz contra la mía, pasando algunas de las burbujas sobre mí. Después,
no se apartó, mantuvo su cuerpo pegado al mío, su nariz tocando la mía, y me miró fijamente. Su
expresión era tranquilizadora, ya que parecía contento a pesar de la situación. Después de un momento
levanté mi cabeza, sintiéndome valiente, y presioné mis labios con los suyos con suavidad.
Rápidamente me aparté, mirándolo con cautela, sin saber si estuvo bien lo que había hecho. Sonrió
levemente y se inclinó hacia abajo para besarme de nuevo. Cerré mis ojos, simplemente disfrutando
de la sensación. Nunca antes había entendido el atractivo de besarse, lo que era tan agradable de
conectar las bocas, pero ahora lo entendía. Sus labios eran suaves y húmedos, su sabor dulce pero con
un toque de menta de su pasta de dientes. Abrí mis labios y gemí suavemente cuando empezó a
besarme con más firmeza, mis ojos se abrieron de repente cuando su lengua rozó mi labio inferior. Me
quedé helada cuando se deslizó un poco en mi boca, tocando la punta de mi lengua. Sintió que me
tensé y se apartó, abriendo sus ojos.

“¿Fue demasiado?” preguntó dudoso. Negué con la cabeza y sonreí levemente.

“Sólo… me sorprendió,” dije en voz baja, sintiéndome sonrojar. Rió entre dientes y se inclinó hacia
abajo besando mis labios una vez más. Se hizo hacia atrás y se sentó, tomando mi mano para
levantarme de manera que estaba sentada. Me miró y se echó a reír, extendiendo su mano para quitar
algunas burbujas que se pegaron a mi cabello.

“Qué tal si limpiamos este desastre para que podamos hablar,” dijo, mirando el desastre que era la
cocina a nuestro alrededor. Asentí y se puso de pie, extendiendo su mano y agarrando la mía para
ponerme de pie. Se pasó una mano por su pelo, gimiendo.

“Y una siesta. Definitivamente también voy a necesitar una puta siesta después de esto.”

**********
Molto Bella = Muy hermosa

Nella vita – chi non risica – non rosica = En la vida quién no arriesga no gana

Ciò è scopare pazzesco = Esta es una puta locura

Madonn', dovete scopante scherzandolo. Non potete essere quei ciechi. Sparimi già nella testa
maledetta dio e superilo con. Mettalo dalla mia miseria scopante. Come potete non vedere quello ti
amo?! = Mierda, ¡tienes que estar haciéndome una puta broma! ¡No puedes estar tan ciega!
¡Dispárame ya en la maldita cabeza y acabemos con esto! ¡Sácame de mi puta miseria! ¿Cómo es que
no te has dado cuenta que te amo?)

Figlio di puttana = Literalmente ‘hijo de una puta’, pero es el equivalente de ‘hijo de puta’

(Madonna = Jerga italiana para Mierda, pero la Mafia lo abrevia a Madonn’)


Capítulo 27 La Vibración de la Belleza

“En el corazón de cada hombre hay un nervio secreto que responde a la vibración de la belleza.”—
Christopher Darlington Morley

Edward cullen

Regresé a la cocina y me apoyé en el marco de la puerta, cruzando los brazos sobre mi pecho. Isabella
estaba sacando los últimos platos del lavavajillas y guardándolos. Sonreí para mí mismo, negando con
la cabeza. Evidentemente el lavavajillas llevaba un limpiador especial y sólo porque estás lavando los
platos no quiere decir que puedes usar detergente. ¿Quién iba a saber esa mierda? Nunca antes había
operado esa maldita cosa y de verdad, sólo quería ayudar pero sólo conseguí hacer un maldito desastre
de todo. Esa es precisamente la razón por la que nunca ayudaba—Tenía la costumbre de sólo
complicar las mierdas. Aunque Isabella no parecía molesta por ello, afortunadamente. A mí me
encabronó, ya que realmente quería largarme al piso de arriba para que pudiéramos hablar antes de
que mis hermanos se despertaran. Y honestamente, no estaba muy contento por haber cometido un
error frente a ella, esa mierda fue vergonzosa. En realidad nunca antes había tratado de impresionar a
una chica, la mayoría de las perras naturalmente se impresionaban por quien era, pero quería
impresionarla a ella. Me sentía como un maldito perro, queriendo saltar por aros, girarme y mendigar
pinches golosinas. Pero ella lo encontró muy gracioso, así que por supuesto todo valió la pena. Si eso
fue lo que tomó para hacerla reír, la cagaría con más frecuencia.

Me sentía como un pendejo, dejando que ella limpiara el piso, pero sabía que ella sería más eficiente
para esa mierda y lo haría más rápido que lo que yo podría hacerlo. O sea, yo lo habría hecho, pero
entonces ella tendría que ir detrás de mí y rehacerlo, por lo que tenía sentido que ella se encargara en
primer lugar. Al menos hice el intento de aspirar la sala de estar, pero intentar es la palabra clave ya
que la mierda era más difícil de lo que parecía. Sabía que ella volvería y lo haría de nuevo antes de
papá llegara a casa y no la culpo, apesto para esta mierda de limpiar.
Isabella se apartó de la encimera y gritó, sorprendida cuando me vio. Evidentemente, no me escuchó
acercarme y no esperaba mi presencia. Se agarró el pecho por el susto pero me dio una pequeña
sonrisa. “Terminé,” dijo, mirando alrededor. Asentí, inspeccionando la cocina. El puto piso estaba tan
limpio, que prácticamente brillaba, casi podías ver tu reflejo en él.

“Bien, porque estoy jodidamente agotado,” dije. Anoche apenas si había conseguido conciliar el sueño
porque había estado muy preocupado por ella. Durante toda la noche se negó a responderme o abrirme
la puerta y me estaba volviendo loco sin saber lo que estaba pensando o cómo la estaba llevando. No
tenía la intención de asustarla; pensé que la estaba ayudando. Ahora me había dado cuenta cómo
exactamente se había visto y me sentí mal por esa mierda. Nunca quise que pensara que yo la veía
como un trozo de propiedad y así era exactamente como se vio. Y seguramente ayudó que me había
comportado como un maldito salvaje que le recordó una combinación de su anterior amo y mi padre.
Ella me había contado esa historia sobre como observó a esa chica adolescente ser golpeada hasta
muerte y me dijo lo mucho que le había afectado, y como un pendejo fui y casi hice lo mismo justo
frente a ella a alguien que, joder, al parecer la había ayudado. Y maldición, sino me siento ahora como
un cabrón por haberle hecho eso a Newton. Nunca pensé que llegaría el puñetero día que me
arrepentiría de romperle toda la madre a ese cabrón, pero él evitó que Isabella fuera acosada por
Tanya así que en ese momento no se merecía mi ira. Seguía sin confiar en él y sin quererlo cerca de
ella, pero estaba malditamente seguro que no debí haberle pegado tan fuerte como lo hice.

Me di la vuelta y salí de la cocina, mirando detrás de mí cuando llegué a las escaleras para asegurarme
de que ella me seguía. Me dio una pequeña sonrisa y le extendí mi mano. Sabía que cuando papá
regresara no podríamos estar haciendo pendejadas como agarrarnos de las manos cuando él estuviera
cerca, de manera que ahora estaba tomando todo lo que podía. Con cautela colocó su mano en la mía y
yo sonreí satisfecho, entrelazando nuestros dedos. Ella tenía unas manos jodidamente pequeñas y
sorprendentemente suaves. La mayoría de las perras del Instituto de Forks tenía manos suaves, por lo
que no era algo extraño para mí o nada por el estilo, pero la mayor parte del trabajo que esas perras
hacen con sus manos es frotarse el clítoris y follarse con los dedos. No me sorprendía que sus manos
no estuvieran callosas, agrietadas o ásperas. Pero me sorprendió con Isabella, tomando en cuenta que
todo el maldito día se anda jodiendo con químicos agresivos para la limpieza.

Subimos las escaleras en silencio. Cuando nos acercábamos al segundo piso escuché las voces de mis
hermanos y rogué en puto silencio que se quedaran en sus cuartos hasta que nos hubiéramos ido. No
estaba de humor para que me distrajeran de lo que quería hacer y tener que lidiar con ellos. Con Jasper
no era tan malo, ya que sabía de mis sentimientos por Isabella pero Emmett era otra historia. Confiaba
en mi hermano con mi vida, pero no era exactamente lo que llamaría discreto. No le diría a la gente a
propósito para empezar alguna mierda intencionalmente, pero era un puto Chiacchierone y no quería
que dijera algo sin querer a la persona equivocada. Controlarlo sería difícil por el momento. Sabía que
con el tiempo le diría, ya que era imposible esconderle esa mierda para siempre, pero hoy no era el día
para ello.

Di un suspiro de alivio cuando llegamos a la segunda serie de escaleras sin que nos hablaran, miré
hacia atrás a Isabella y vi su suspiro, su expresión también de alivio. Me di cuenta de que
probablemente estaba pensando lo mismo que yo y era algo reconfortante. Era tranquilizador pensar
que quería ser tan cautelosa como yo. No estaba seguro si ella entendía completamente todos los
obstáculos que estaban en nuestro camino, si estaba consciente sobre la fina línea sobre la que
teníamos que caminar y estaba algo preocupado de planteárselo. No quería que pensara que estaba
avergonzado de ella o que pensara que estaba usándola o algo así porque eso estaba lejos de la verdad.
Si pudiera salir con ella y presumirla al mundo, estaría jodidamente orgulloso de ponerme de pie y
decir que ella era mi chica. Pero no podía, porque no estaba seguro de que eso no causaría su perdición
y joder, no podía arriesgarla así. Mierda, ella era demasiado importante, una persona demasiado
hermosa.

La llevé por el pasillo hacia nuestras habitaciones y abrí mi puerta, pero Isabella se resistió cuando
traté de jalarla hacia adentro. Me detuve y la miré con curiosidad, preguntándome porque no venía.

“¿No quieres hablar?” Pregunté, confundido. Bajó la vista para mirarse antes de mirarme de nuevo.

“Yo, eh… necesito una ducha,” dijo vacilante. Bajé la vista mirándola, echándole un vistazo.
Definitivamente estaba sudada y sucia, y probablemente sintiéndose asquerosa por prácticamente
bañarse en la puñetera agua jabonosa del lavavajillas. Todavía tenía el brillo de anoche por todas
partes, su cabello rizado y tieso, hacía atrás en una cola de caballo con piezas que sobresalían por
todas partes. Sin embargo, todo eso en realidad me importaba una mierda, no es como si apestara o
algo así. Seguía oliendo a putas fresas y completamente femenina. Pero, ¿quién diablos era yo para
decirle a la chica que no podía bañarse si ella quería hacerlo?

“Está bien,” murmuré, aflojando el agarre de su mano. Ella no se soltó, aún conservando sus dedos
envueltos alrededor de los míos. Bajé la vista a nuestras manos y luego le arquee una ceja. “¿Intentas
meterme a la ducha contigo? Porque de otra manera no creo que puedas tomar una si sigues agarrada a
mí.”

Sus ojos se abrieron un poco y rápidamente soltó mi mano, poniéndose roja. “Lo siento,” murmuró,
obviamente avergonzada. Reí entre dientes, sacudiendo la cabeza.

“No te disculpes,” dije, extendiendo mi mano y metiendo un pedazo de cabello rebelde detrás de su
oreja. “Ve y toma tu ducha, has lo que tengas que hacer. Siempre que cuando hayas terminado sólo
vengas a mi habitación y hablemos. Y no te molestes en tocar la puta puerta, porque voy a estar bajo
las mantas y muy perezoso como para abrirla, así que simplemente entra y acompáñame, ¿de
acuerdo?”

Se me quedó mirando por un momento antes de asentir. Se dio la vuelta y se dirigió a su habitación,
dándome un último vistazo y sonrió antes de cerrar la puerta detrás de ella. Suspiré y entré en mi
habitación, cerrando la puerta. Podría simplemente dejarla abierta para ella pero lo odiaba. Me sentía
demasiado expuesto con la maldita puerta abierta de par en par, como si cualquiera pudiera entrar. No
es como si una puerta pudiera detenerlos, especialmente porque no le puse el seguro, pero me da un
falso sentido de seguridad, privacidad o lo que sea.

Consideré tomar yo también una ducha, ya que también estuve chapoteando en el agua de los platos,
pero francamente no tenía la energía para eso. Me desnudé y tiré la asquerosa ropa al otro lado de la
habitación sobre una pila de ropa sucia que estaba haciéndose cada vez más grande, tan grande que
estaba empezando a parecer un puta montaña. Pronto me iba a quedar sin ropa limpia y necesitaba
lavarla desesperadamente pero me sentía como un cabrón pidiéndole que ella lo hiciera. No quería que
limpiara por mí, aunque sabía que no me diría que no. Simplemente no me atrevía a pedírselo. Quiero
decir, ¿las novias hacen ese tipo de mierdas por sus novios? No lo sabía considerando que nunca antes
había tenido novia. Y Cristo, ¿siquiera era eso lo que era? ¿Mi novia?
Estaba malditamente confundido, sobre toda la situación. Todo lo que sabía es que ella había robado
mi puñetero corazón y que no había manera de que sólo retrocediera. Los sentimientos que tenía con
ella no eran sentimientos que hubiera tenido con nadie más. Eran sensaciones que nunca pensé que
sentiría y ahora que las había experimentado, las ansiaba. Las necesitaba. Ahora ya no podía
imaginarme la vida sin ellas. En un espacio tan corto de tiempo ella se había apoderado de mí, me
había consumido completamente. Mierda, ella ahora era parte de mí. Era como el aire que respiraba.
No, ella no era mi novia. Ella era mi vida.

Me puse un par de boxers y unos pantalones cortos de baloncesto, porque todos mis pantalones de
pijama estaban sucios, no quería estar indecente y estar acostado por ahí en boxers cuando ella entrara.
Agarré el control remoto del estéreo y lo encendí, recorriendo los CDs y deteniéndome cuando llegué
al de Coldplay. Me dejé caer en la cama boca abajo, acurrucando la cabeza en una de mis almohadas y
tirando del edredón encima de mí. Estaba más que agotado, mis párpados pesaban y casi al instante se
cerraron.

Caí en sueño ligero. Escuché el clic de la puerta y después de un rato sentí la cama moverse y forcé a
mis ojos a abrirse. Isabella estaba sentada en el borde de la cama, mirándome. Sonreí en el momento
que la vi. Tenía su pelo suelto, cayendo en cascada en su espalda y usaba una pijama de color marrón
que era casi el mismo tono exacto de marrón de sus ojos. Agarré el edredón y tiré de él hacia atrás,
haciendo un movimiento con mi cabeza para que se subiera a la cama. Estaba jodidamente cansado
para pararme y tener esta conversación, tendría que acostarse también. Vaciló pero me complació,
acercándose a mí y acostándose. Agarró una almohada, acurrucándose en ella y arrojé de nuevo el
cobertor encima de ella.

“No quería despertarte,” susurró. Sonreí, negando con la cabeza.

“Está bien. Sólo estaba dormitando, esperándote,” murmuré. “Por cierto, te ves mejor. Es decir, no
estoy diciendo que al principio lucieras mal o nada por el estilo, sólo que te ves bien después de la
ducha. Cristo, eso tampoco sonó bien. Joder, sólo ignórame.”

Se rió levemente, obviamente divertida por mis divagaciones tontas. Juro que con ella se me trababa
tanto la lengua que era ridículo. “Entiendo. Me siento mejor.” Asentí, suspirando, ¿podía ser más
idiota? “Aunque, tú te ves agotado,” añadió después de un segundo.

Me miraba con intensidad. Después de un momento estiró su mano y vaciló dejándola en el aire. Le
sonreí, tratando de darle la confianza que podía tocarme y que no me molestaría ni nada. Me di cuenta,
de que tan difícil como era toda esta mierda para mí, era mucho más difícil para ella. Me devolvió la
sonrisa y continuó moviendo su mano hacia mí, con cuidado. Pasó su mano a lo largo de mis mejillas
y debajo de mis ojos. Cerré los ojos, disfrutando de su ligero toque. Exploró mi rostro con sus dedos,
bajándolos por mi nariz y a través de mi frente. Pasó sus dedos por mi pelo y gemí ya que me hacía
cosquillas y se sentía jodidamente fantástico. Me encantaba que me acariciaran el cabello.

Después de un momento abrí mis ojos, sorprendiéndome por su expresión. Lucía jodidamente
atemorizada y aún con su mano en mi mejilla. Miré confundido como sus ojos se ponían vidriosos por
las lágrimas y ella parpadeó un par de veces. Una lágrima se escapó de la esquina de su ojo y se
deslizó por su nariz. Rápidamente estiré mi mano, queriendo secarla y ella dio un ligero respingo,
cerrando sus ojos. Suspiré y fruncí el ceño, haciendo mis movimientos más lentos. Sequé la lágrima
de su rostro y abrió de nuevo sus ojos, mirándome.
“No voy a pegarte, sabes. Nunca te pegaría,” dije en voz baja. Odiaba que a menudo se alejara de mí
pero aceptaba que no era nada personal. Cuando la gente me asustaba yo decía maldiciones, y ella
respingaba. “Pero, ¿estás bien? ¿Por qué estás llorando?”

Ella sonrió levemente, otra lágrima se escapó y corrió por su mejilla. “Estoy bien, sólo un poco
abrumada eso es todo.”

Asentí, mostrándole que la entendía. Suspiré y tomé un profundo respiro, sin saber cómo empezar esta
maldita conversación, que decir exactamente. No quería soltar todo de golpe y asustarla, pero tampoco
quería que tuviera la impresión equivocada y pensara que el asunto me era indiferente. No quería que
pensara que ella no era importante para mí, porque lo era.

“¿Bella?” Pregunté después de un momento de silencio. Todavía no estaba seguro de cómo abordar
esto y pensé que simplemente haciéndolo y no pensarlo demasiado era el camino a seguir.

“¿Sí?” Preguntó, un leve titubeo en su voz, obviamente sólo ansiosa por esta conversación que
estábamos a punto de tener.

“¿Qué te dio el valor de besarme anoche?” Pregunté. Sus ojos se abrieron ligeramente por la sorpresa
ante mi pregunta. “Quiero decir, definitivamente no me estoy quejando ya que soy demasiado cobarde
como para dar el primer paso, pero tengo curiosidad por saber que te hizo tomar ese riesgo.”

Ella suspiró. “Jasper,” murmuró. Mis ojos se estrecharon ligeramente. ¿Qué carajos tenía que ver
Jasper con eso?

“Él no te dijo que me besaras, ¿cierto? Porque juro que si sólo hiciste esa mierda porque ese hijo de
puta…” Comencé, sintiendo la ira surgiendo en mí. Suspiró con fuerza.

“No, él no me dijo que te besara. Él no tenía idea de que lo haría, ni siquiera tenía la idea de que
quisiera hacerlo. Sólo me dio un pequeño consejo sobre tomar riesgos y citó algo en italiano sobre el
que no arriesga no gana, y cuando estábamos en la cocina simplemente lo recordé y actué, en realidad
no lo pensé dos veces,” divagó, encogiéndose de hombros.

La miré sorprendido. “¿Nella vita—chi non risica—non rosica?” Pregunté. Me miró por un momento,
viéndose algo confundida.

“Sí, sonó más o menos así,” dijo. Negué con la cabeza, suspirando. De todas las putas cosas que
pueden utilizarse para una maldita charla motivacional, él usaba esa. Había escuchado esa mierda más
veces de las que podía contar.

“Mi madre solía decir esa mierda todo el tiempo,” murmuré. Isabella sonrió levemente, asintiendo.

“Lo sé, él me lo dijo,” dijo. Mis ojos se estrecharon ligeramente. ¿Jasper le habló de mamá?

“¿Dijo algo más sobre mi madre?” Pregunté con curiosidad, con la jodida esperanza de que no le
hubiera contado la puta historia. Sabía que le diría algún día, pero no estaba seguro de que ella
estuviera lista para escucharlo, todavía. Esa mierda era algo personal y odiaba que la gente me mirara
con la maldita lástima. Pobre del pequeño Edward Cullen de mierda tuvo que ver a su mamita morir.
Ninguno de ellos jamás podría entender esa mierda.
“En realidad no, sólo que era una persona cálida, muy fuerte, y que él piensa que yo le hubiera
agradado,” dijo, con algo de aprensión en su voz. Me confundió por un momento antes de darme
cuenta que tenía miedo de mi reacción. Obviamente, la estaba atemorizando por la puta forma como
estaba actuando. Traté de hacer retroceder mi enojo que usualmente acompañaba el que alguien tocara
el tema de mi mamá y calmarme. No era la culpa de Isabella y no tenía porque atacarla por ello.

“Sí, lo era,” dije, tratando de mantener mi tono de voz. “Y él tiene razón, ella te hubiera amado.” De
inmediato imaginé a mi madre conociendo a Isabella y sonreí involuntariamente. Joder,
definitivamente ella le hubiera agradado. Tenía la misma fuerza, valor y compasión. Tenía que
resistirme rápidamente a esos pensamientos y sentimientos también, ya que pensar demasiado en eso
sólo me estaba poniendo de mal humor. Mamá se había ido, había estado ausente durante mucho
tiempo. No se podía volver de la pinche muerte, así que preguntarse “que hubiera pasado si” era una
pérdida de tiempo.

Isabella se quedó callada, mirándome con recelo. Suspiré, al darme cuenta que estaba jodiendo nuestro
momento al ponerme temperamental. Necesitaba aprender a controlar mi ira con ella si quería que
algún día verdaderamente dejara la guardia baja y me dejara entrar por completo. No podía esperar
que se abriera a mí si yo me cerraba a la primera mención de algo sensible.

Todavía tenía su mano en mi mejilla y la comenzó a mover de nuevo. Levanté mi mano y la coloqué
encima de la suya, suspirando y cerrando brevemente los ojos por la sensación de su tacto.

“¿Tú…?” Comenzó, haciendo una pausa. Abrí los ojos y la miré inquisitivamente, cuando no terminó
de hablar.

“¿Yo qué?” Pregunté en voz baja.

“¿Tú de verdad sientes eso?” Preguntó, acariciando con su pulgar mi mejilla y enviando esas chispas
que hormigueaban a través de mí.

“Sí, de verdad lo siento. Y lo he sentido desde la primera vez que te toqué en la cocina. También me
dio un susto de mierda. Fue como si me hubieras dado una puta descarga, como si hubiera electricidad
bajo tu piel.”

Ella sonrió. “Yo también la sentí en ese momento. ¿Qué crees que sea?”

Suspiré, encogiéndome de hombros levemente. “¿Colpo di fulmine? Tal vez tú seas mi cantante,” dije,
ella sólo se me quedó viendo confundida y sonreí levemente. No tenía una puta idea de lo que le
estaba hablando. Era mucho más fácil expresarme en italiano. “Supongo que vas a querer que te
traduzca, ¿correcto?”

Ella sonrió. “Por favor,” dijo, su voz tan dulce y cálida. Era muy difícil para mí decir esa mierda en
voz alta, tan difícil decirle y abrirme, pero a ella no le podía decir que no, no cuando de ella salió un
puto por favor.

“Cantante, es como se oye. Tú sabes, más o menos como si tú me llamaras, como si cantaras para mí.
Me recuerda el zumbido que siento cuando toco tu piel. Y colpo di fulmine, literalmente significa rayo
o relámpago de luz, pero es como cuando conoces a alguien y te sientes atraído por él, al instante, tan
intenso como si hubieras sido golpeado por un rayo.”

Me miró fijamente por un momento, obviamente asimilando lo que había dicho. Quería decirle que
eso significaba que la amaba, que estaba destinada a ser mía y joder, sólo mía y que éramos almas
gemelas, pero no quería asustarla. Además, no había forma de que consiguiera que esas puñeteras
palabras salieran de mi boca. Esa mierda era intensa.

“Bien,” dijo después de un momento. Reí entre dientes, sacudiendo la cabeza por su respuesta.

“¿Ese un “bien” Edward, eres un idiota por lo que acabas de decir, o es un “bien” eso también tiene
sentido para mí?” Pregunté, arqueándole una ceja. Ya sabía que odiaba esa mierda, cuando ella
simplemente decía un puto “bien” y no decía más.

“Es un, “bien” tiene sentido,” dijo sonriendo. “Es una especie de sensación extraña. Sin embargo, es
agradable.”

Otra vez comenzó a acariciar mi rostro, mirando mis ojos fijamente. Después de un momento me
incliné hacia adelante y ella siguió mi ejemplo, inclinándose en mi dirección. Presioné ligeramente
mis labios a los suyos, dándole un pequeño y casto beso. Quería tratar de darle un beso más profundo,
deseando probar su boca de verdad, pero no sabía que tan cómoda estaría con ello. Quiero decir, usé
un poco de lengua en la cocina y dijo que no fue demasiado y quería intentarlo de nuevo, pero no
estaba seguro. Sin embargo, sus besos eran dulces y su aliento cálido. Me estaba obsesionando cada
vez más con besar su boca y me pregunté si ella se sentía de la misma forma. Me aparté de su boca y
sonreí. “Tus besos son increíbles,” dije. Se sonrojó y me reí entre dientes. “¿Por qué desapareciste
anoche de la fiesta? Entiendo porque te pusiste jodidamente nerviosa cuando Jasper entró, pero pensé
que al menos después vendrías a encontrarme. Empecé a preocuparme y fui a buscarte, y bueno… tú
sabes el resto…”

Ella se quedó inmóvil, su sonrisa decayó. Desvió su mirada de mí, el color prácticamente se fue de su
rostro. Me le quedé viendo sorprendido, confuso por su reacción. “¿Bella? ¿Qué pasa?” Estiré mi
mano y tomé su barbilla, volviendo su rostro para que me viera otra vez.

“Yo, eh… fui a buscarte. Pero estabas ocupado,” murmuró. Mi ceño se frunció por la confusión.

“¿Estaba ocupado?” Pregunté, sin saber de lo que estaba hablando. Yo sólo me quedé por allí
esperando que ella apareciera después de que huyó.

Suspiró. “Estabas con una chica. Una hermosa de cabello rubio. No quería interrumpir.”

La miré conmocionado cuando me di cuenta de que me había visto hablando con Lauren. Sentí mi
estómago revuelto, con la pinche esperanza de que no hubiera visto a Lauren manoseándome.

“Sabes que yo no quiero a esa chica, ¿verdad?” Dije rápidamente, queriendo que entendiera que ella
era la única por la que me preocupaba así. Me miró interrogante y gemí.

“Cristo, hablaba en serio cuando dije que me preocupaba por ti. Ninguna de esas chicas alguna vez
significó algo para mí, no como tú lo haces. Ya he terminado con todas ellas, no quiero a nadie más
que ti.”
Tenía una mirada de pánico en su rostro que me confundió como la mierda. La miré fijamente,
frunciendo el ceño, tratando de entender qué carajos había dicho que la había preocupado. “Yo, eh…
yo no creo…” Comenzó, volviendo a apartar sus ojos de mí. Su voz sonaba asustada.

Suspiré, sin entender de qué carajos estaba hablando, que la había asustado. “Habla conmigo, Bella.
Simplemente dime lo que hay en tu mente.”

“Es sólo que no creo que pueda, eh, hacer... lo que esas chicas hacen para ti. Tú papá me dijo que no
tenía que hacerlo, así que no pensé... quiero decir, es sólo que no esperaba…” Balbuceó después de un
momento, todavía incapaz de mirarme. La miré fijamente, tratando de entender qué quería decir
cuando hizo el pinche clic en mi cerebro. Estaba preocupada porque yo esperara que comenzara a
tener sexo conmigo.

Gemí y estiré mi mano, atrayendo su rostro hacia mí de manera que pudiera mirarme. Una vez que
nuestros ojos se encontraron miré en su interior por un momento. Definitivamente se veía alarmada,
aprensiva.

“No espero nada de ti tesoro. Necesito que entiendas eso. Eres jodidamente hermosa, y no puedo
mentir, me siento atraído por ti. Pero nunca te tocaría de ninguna forma que tú no quieras y joder, sin
duda no quiero que te sientas obligada a dejarme que lo haga sólo porque puede que lo desee. Sólo
vamos a hacer lo que tú quieras hacer, ¿de acuerdo? Puedes tener cualquier parte de mí que desees,
podemos ser lo que sea que tú quieras que seamos.”

Ella me miró confundida, pero no respondió. Levanté una ceja, esperando su pregunta, ya que sabía
que venía. Me di cuenta por su expresión. “¿Qué quieres decir? ¿Cómo te gustaría tocarme?"
Finalmente preguntó, vacilante.

Suspiré, pellizcándome el puente de mi nariz. Por supuesto que no entendería y querría una aclaración
de tocar. “Quiero decir, tocarte de manera sexual, tu coñ—, eh, tus partes femeninas,” murmuré,
sintiéndome jodidamente avergonzando. No tenía una maldita idea de cómo expresar esto y no sonar
como un cabrón estimulado por las hormonas. Sus ojos se abrieron y me miró impactada. Gemí,
cerrando los ojos. “Entiendo que justo ahora no es algo con lo que te sientas cómoda, no estoy tratando
de sugerir nada. Sólo estoy diciendo que algún día puede que lo desees, pero no sientas que tienes que
hacerlo. Ya te había dicho antes que esa mierda puede ser estupenda cuando es entre dos personas que
lo desean. Comprendo que tú en realidad no lo entiendas por la historia que hay allí, pero me gustaría
pensar que con el tiempo te sentirás más cómoda conmigo de esa forma y quizás algún día quieras
explorar.”

Sólo se me quedó mirando, con los ojos abiertos y luciendo completamente incómoda como yo me
sentía.

"Eh… Yo no, eh, sé...” Murmuró. Yo suspiré.

“¿Qué es lo que te asusta tanto al respecto? Quiero decir, entiendo que sea completamente extraño
para ti y que tuviste que ver que lo usaron en contra de tu madre, mierda, lo que está realmente mal y
comprendo eso totalmente. Pero, ¿por qué todo lo que tiene que ver con el tema te asusta?”

Parpadeó un par de veces, apartando su mirada de mí. Se veía tan avergonzada y casi le dije que lo
olvidara, pero de verdad quería saber. No estaba tratando de meterme en sus pantalones, de todas las
cosas importantes de la vida, ahora mismo no podía importarme menos el puñetero sexo. Pero quería
saber dónde estaban sus límites, que era exactamente lo que la hacía sentir tan incómoda cuando se
trataba de relaciones íntimas para que no la presionara demasiado accidentalmente y asustarla. No
quería que sufriera, y estaba malditamente seguro que no quería ser yo el que la lastimara.

“Supongo que es sólo que en realidad no lo entiendo,” dijo en voz baja, su rostro sonrojándose de ese
rojo rosáceo.

Sonreí ligeramente por su inocencia, sin querer que se sintiera avergonzada o nada por el estilo.
“¿Nunca has tenido curiosidad?” Pregunté. Me miró interrogante. “Quiero decir, ¿nunca has explorado
tu cuerpo, estimularte ahí abajo? No hay nada vergonzoso en ello, casi todo el mundo hace esa
mierda.” Me sentí como un pendejo, preguntándole sobre masturbación, pero de verdad tenía
curiosidad. No era de extrañar que no entendiera el atractivo del sexo, si nunca antes se había tocado
ella misma.

Me miró con nerviosismo, retorciéndose. “No,” murmuró, apenas algo coherente. Se veía realmente
incómoda, moviéndose como si estuviera lista para levantarse y huir de la maldita habitación.

“¿Qué tal si por ahora cambiamos de tema?” Sugerí rápidamente, sin querer que se fuera. Me miró y
parecía visiblemente aliviada. Sonrió y asintió, aún sonrojada.

“¿Puedo preguntarte algo?” Preguntó en voz baja después de un momento de silencio. Asentí.
“¿Estabas molesto por qué Jasper vio nuestro beso?”

Sonreí. “No. Quiero decir, hubiera preferido que no hubiéramos sido interrumpidos, pero
honestamente no me importó que él viera. Ya hace un tiempo que Jasper ha estado muy al tanto de mis
sentimientos, al igual que Alice. Nuestro secreto está a salvo con ellos.”

Me miró con intensidad, como si estuviera leyéndome. “¿Secreto?” Preguntó, levantando sus cejas.
Suspiré.

“Mira, no quiero que recibas la impresión equivocada, o que creas que estoy avergonzado o algo así
porque no lo estoy. Por ahora, sólo tenemos que mantener esto como un secreto entre nosotros. No sé
cómo vaya a reaccionar mi padre, y hasta que pueda garantizar que no se pondrá histérico por ello, no
podemos permitir que lo sepa. No podría soportarlo si él tratara de alejarte de mí, o si arremete contra
ti por ello. No puedo permitir que tú sufras por mí. Simplemente no quiero que nada te pase, ¿sabes?
Y probablemente sea de verdad egoísta de mi parte el siquiera ponerte en esta puta posición, pero no
puedo evitarlo. Me siento atraído por ti, como si fuera una mierda magnética y no puedo permanecer
lejos de ti. Tú eres todo en lo que pienso, joder, tú eres todo lo que me importa.”

Ella me miró fijamente, obviamente asimilando lo que había dicho. “Lo primero que me dijo el doctor
Cullen cuando me compró fue que en su casa no había secretos,” dijo finalmente.

Me eché a reír, lo cual probablemente fue jodidamente inapropiado, ya que ella estaba hablando muy
enserio, pero el idea fue graciosa para mí. “Todos tienen secretos, Isabella, incluso mi padre,” dije,
negando con la cabeza. Mi padre definitivamente tenía su parte correspondiente de putos secretos.
“Si piensas que no puedes hacerlo, lo entiendo. Desistiré.”

Sus ojos se abrieron levemente. “¡No!” Espetó rápidamente. Se sonrojó por su reacción y yo me reí
entre dientes. “No quiero que te alejes.”

Asentí y extendí mi mano, acariciando su mejilla sonrojada. “Bien, porque en realidad no quiero
hacerlo. Y no puedo prometerte que todo va a ser fácil, o que todo va a ser maldita felicidad. No soy
perfecto, estoy lejos de serlo, y probablemente habrá veces en que te saque de quicio y vas a querer
romperme toda la madre por mi actitud. Nunca he hecho nada de esto antes, en realidad no sé qué
mierda estoy haciendo. Realmente voy a tratar de ser bueno contigo, pero para ser honestos, no puedo
prometerte nada. Como ya dije, no sé cómo reaccionará mi padre y no va a ser fácil pretender que
nada de esto está sucediendo cuando él esté cerca.”

Ella se quedó en silencio por un momento, sólo observándome. “Yo tampoco sé lo que estoy
haciendo,” murmuró finalmente. Sonreí.

“Aprenderemos juntos,” dije, tratando de tranquilizarla. “Sólo dime lo que quieres de mí y yo me las
ingeniaré con esa mierda. Dijiste que no querías que desistiera, así que, ¿hasta dónde quieres que
llegue? ¿Qué exactamente es lo que sientes por mí?”

Sonrió pero parecía nerviosa. Podía sentir su aprensión. Me deslicé hacia ella, inclinando un poco para
ver sus ojos. No quería que se sintiera nerviosa al hablar conmigo.

“No seas tímida, sólo somos nosotros. Conmigo puedes ser tú misma, lo digo en serio. No tengas
miedo de decirme nada.”

“Yo, eh… no lo sé. Todo es tan nuevo para mí. Nunca antes he sentido nada como esto,” comenzó, su
ceño se frunció con un gesto de concentración en su rostro mientras me miraba a los ojos.

“Tú me das esperanza y eso me asusta. Hace mucho tiempo que dejé de esperar algo para mí.”

“¿Te sorprendería si te dijera lo mismo?” Pregunté. Sus ojos se abrieron ligeramente por la sorpresa y
sonrió. “Es cierto.”

“Tú me haces feliz,” dijo después de un momento. “Pienso en ti constantemente, no eres como todos
los demás. Yo, eh… no sé exactamente hasta dónde podemos llegar, pero no me gusta estar sin ti. Es
como si la felicidad fuera absorbida de mi mundo cuando tú no estás.”

Sonreí, orgulloso de que hubiera sacado eso, tiene que haber sido difícil expresar esa mierda,
especialmente para ella. Estaba acostumbrada a ocultarse en sí misma, cerrándose a todos para
mantenerse a salvo. No confiaba en nadie y el simple hecho que estuviera diciéndome esta mierda
indicaba que al menos empezaba a confiar en mí. No era tan torpe como para no reconocer eso, al
menos. Era malditamente importante.

“¿Confías en mí?” Pregunté tímidamente. Por un momento se me quedó viendo, obviamente sumida
en sus pensamientos.

“Sí,” dijo simplemente. Sonreí y asentí con la cabeza, feliz de que lo admitiera.
“Entonces, ¿confías en que tengo buenas intenciones? ¿Qué no te lastimaría intencionalmente?” Ella
asintió, mirándome con recelo, obviamente preguntándose donde carajos iba con esto. “Simplemente
nos tomaremos esta mierda con calma y dejar que evolucione por sí sola. Sólo sigue mi ejemplo
cuando estemos cerca de mi padre y estaremos bien, y lo haremos funcionar. No puedo predecir el
futuro, pero voy a hacer todo lo que este en mi poder para ayudarte y protegerte. No voy a dejar que
nadie te haga daño, ¿de acuerdo?”

Ella asintió. “De acuerdo,” dijo. “Gracias.”

Sonreí. “No, gracias a ti. Tú eres la que se está arriesgando dándome una oportunidad y confiando en
mí. Te lo agradezco, y no lo voy a dar por sentado.”

“El que no arriesga, no gana, ¿cierto?” Dijo dudosa. Me miró recelosa, obviamente tratando de evaluar
mi reacción.

“El que no arriesga, no gana,” murmuré, asintiendo con la cabeza. Sonrió levemente. La miré a los
ojos por un momento, prácticamente hipnotizado por la puta emoción que se arremolinaba en ellos.
Me incliné un poco más hacia adelante y ella me siguió. Presioné suavemente mis labios en los de ella
antes de profundizar ligeramente el beso. Ella abrió los labios y llevé mi lengua hacia afuera,
deslizándola en sus labios suavemente y encontrando su lengua. Esta vez no se tensó o se apartó de mí.
Masajeaba su lengua con la mía, cerrando los piches ojos y simplemente disfrutando de su sabor dulce
y un poco a menta. Era buena besando, obviamente esa mierda le venía natural. Sus labios se movían
en armonía con los míos, su lengua danzando delicadamente con la mía. No era vulgar o empalagoso,
era dulce y apasionado e hizo que mi puto pecho se hinchara con satisfacción. Besarla fue mejor que
follar a cualquiera de las perras del Instituto de Forks, porque había sentimiento detrás de esa mierda.
No era sólo físico, aunque el aspecto físico se sentía genial. Era algo emocional, no estábamos
conectados sólo por los labios, nuestras puñeteras almas se conectaron cuando la besé.

Después de un momento me aparté, sin querer abrumarla, y abrí mis ojos. Ella mantuvo sus ojos
cerrados por un poco más, su rostro se veía jodidamente relajado. Es como si de alguna manera
hubiera hecho que su preocupación desapareciera, como si hubiera hecho que todo en el mundo
estuviera bien de nuevo sólo por besar sus labios. Las nubes se abrieron y la maldita luz brilló y todo
era arcoíris y mariposas. Finalmente abrió los ojos y sonrió. “Wow,” murmuró sin aliento.

Me reí por su reacción. “Slinguata*,” dije en voz baja. “Beso francés. Va a ser difícil no hacer eso
constantemente. Ahora que sé como es, no voy a ser capaz de mantener mis labios lejos de ti.”

Se sonrojó, estirando su mano y pasando suavemente sus dedos por mis labios. Me dio algo de
cosquillas, mi boca seguía hormigueando por el beso. “Tienes labios tan suaves,” dijo. “Son
sorprendentemente dulces para decir cosas tan malas.”

Me eché a reír, negando con la cabeza ante el cumplido ocasional. Sonrió y se echó a reír. “Nunca
dejas de sorprenderme,” dije extendiendo mi mano y deslizando mi dedo índice en sus labios. Me
incliné y le di un rápido y casto beso. “¿Qué tal si ahora tomamos esa siesta antes de que te pongas a
delirar y me digas que huelo a rayos de sol o algo así?”

Por un momento sólo se quedó mirándome, viéndose sorprendida. “Pero si hueles a eso,” dijo. Mi
ceño se frunció por la confusión. “A rayos de sol.”
De nuevo empecé a reír. “¿Y cómo exactamente huelen los rayos de sol, Bella?”

Se encogió de hombros, sonriendo. “Cálidos. Dulces. Es acogedor, huelen a bondad pura. Es un olor
hermoso. Me recuerda la felicidad.”

La miraba sorprendido, perplejo por su respuesta. Joder, estaba hablando totalmente en serio.
“Gracias,” murmuré, sin saber que más decir. Esa probablemente era la puta cosa más bonita y
profunda que alguna vez alguien me haya dicho. Había sido halagado durante toda mi vida por
mierdas, pero ella simplemente superó todo. Y lo hizo de todas las cosas, diciendo que olía a rayos de
sol. Ella definitivamente era compleja.

Asintió en respuesta y me miró por un momento antes de permitir que sus ojos se cerraran. Después
que se reguló su respiración supe que estaba dormida, también cerré mis ojos y rápidamente caí en la
inconsciencia. Soñaba una y otra vez, destellos extraños, algunos buenos pero también malos en su
mayor parte. Vi a mi madre con el tiempo, la vi siendo de nuevo asesinada. Ocasionalmente revivía
ese día en mis sueños, me insultaba y me torturaba mientras dormía. El dolor de revivirlo era peor que
el dolor físico que sentí ese día, la carne rasgada y el ardor abrasador cuando la bala me atravesó no
era nada comparado con la tortura emocional que sufri. Me senté de golpe y grité cuando el sonido del
disparo rebotó en mi mente, agarrándome el puto pecho para calmarme. Estaba hiperventilando y traté
de tomar algunas respiraciones profundas, mis ojos escocían por las lágrimas. Joder, odiaba llorar y
traté de luchar contra esa mierda. Me hacía sentir débil, como un maldito mariquita.

Escuché un ruido a mi lado y mi cabeza se volvió rápidamente en esa dirección. Isabella me miraba
fijamente, luciendo completamente horrorizada. Gemí, cuando me di cuenta que la había despertado
con mi puta pesadilla y probablemente la había asustado con esa mierda. Me dejé caer de nuevo junto
a ella, sacudiendo mi cabeza. Pasé mis manos por mi rostro, estaba caliente y sudando. “Te dije que
sabía lo que era tener pesadillas,” murmuré después de un momento. Todavía podía sentir sus ojos en
mí, observándome.

“¿Quieres… hablar de ello?” Preguntó vacilante. Suspiré.

“¿Quieres hablar sobre las tuyas?” Pregunté, volviendo mi cabeza para mirarla. Ella sólo se me quedó
viendo, considerándolo. Finalmente negó con la cabeza. “Sí, yo tampoco.”

Extendí mis brazos y la envolví en ellos, atrayéndola hacia mí. Se veía un poco asustada, pero no se
resistió. Se acurrucó en mí y la abracé con su cabeza apoyada en mi pecho. Agaché la cabeza para
apoyarla encima de la suya, suspirando. Con el tiempo ambos nos volvimos a quedar dormidos.

Cuando volví a despertar, la habitación estaba a oscuras. Le eché un vistazo al reloj, parpadeando un
par de veces para borrar la neblina en mi visión por dormir. Eran un poco después de las 9pm.

Me moví un poco, moviendo a Isabella para así poder levantarme y orinar. Mi vejiga estaba llena y
necesitaba mear desesperadamente. Salí de la cama, mirando a Isabella rápidamente para asegurarme
de que no la hubiera despertado. Habíamos dormido la mitad del puñetero día y probablemente
ninguno de los dos dormiríamos bien durante toda la noche, pero se veía tan malditamente contenta y
tranquila acostada ahí como para que la molestara.

Entré en el baño e hice lo que tenía que hacer, lavando mis manos y salpicando agua en mi rostro para
deshacerme de algo de la somnolencia. Volví a entrar en la habitación y me congelé cuando vi que
Isabella estaba sentada. “¿Tuviste una buena siesta?” Pregunté, pude ver su pequeña sonrisa en la
oscuridad.

“Sí,” me dijo. “¿Y tú?”

Me encogí de hombros. “Estuvo bien,” dije, sin querer meterme en todo el asunto de la pesadilla de
nuevo. “¿Tienes hambre? Podemos bajar y comer algo.” Ella asintió y bajó de la cama, estirándose. Su
camisa se subió cuando levantó sus brazos en el aire, dejando expuesta su cintura pálida y delgada, su
estómago plano y su sexy ombligo. Volví mi cabeza rápidamente, sintiendo mi polla endurecerse. Ella
no tenía una maldita idea de las reacciones que provocaba dentro de mí, ni idea de cuan atractiva era.

Abrí la puerta de la habitación y ella salió, dirigiéndose por las escaleras. La seguí, todavía
bostezando. No tenía sueño pero me sentía jodidamente agotado. Llegamos al vestíbulo y escuchamos
la televisión en la sala de estar y la voz de Emmett se filtró hacia nosotros. Miré a Isabella, quién me
observaba de cerca. “No hay mejor momento que ahora para poner a prueba nuestra fuerza de
voluntad,” dije, encogiéndome de hombros. Asintió, luciendo un poco confundida por algo.

“Te voy a hacer un sándwich,” dijo, dirigiéndose a la cocina rápidamente. Vi como desapareció, un
poco desconcertado. Negué con la cabeza y me dirigí a la sala de estar, congelándome tan pronto como
llegué.

“¿Dónde estaba el puto cojín del sofá?” Grité con fuerza, al momento que lo vi de nuevo en su lugar.
Había pasado la mitad de la pinche mañana buscando la maldita cosa, encabronado y estresado por
donde podría estar perdido un puto cojín. Sabía que papá nos mataría a todos si llegaba a casa y de
todas las cosas su puñetero sofá había perdido una pieza. Había pagado mucho dinero por él,
comprándolo directamente desde Italia. Me sorprendía que no tuviera todavía el plástico en él. Mi voz
elevada y mi repentina aparición, asustó a Emmett y a Jasper, quienes gritaron y saltaron. Jasper volcó
en su regazo el tazón de palomitas, derramando algunas en el suelo. Me dejé caer en el sofá junto a
Jasper, ignorando la mirada de asustados que ambos me estaban dando. “Y limpia esas pinches
palomitas, pendejo. Pasé la maldita aspiradora esta mañana.”

“¡¿Tú limpiaste?!” Emmett preguntó con incredulidad. Rodé los ojos.

“Joder, alguien tenía que hacerlo, y ustedes Jamooks no sacarían su culo de la cama y harían esa
mierda,” dije. “Y en serio, ¿dónde estaba el cojín? Porque estuve tan cerca de encender toda la maldita
cosa y dejar que seguro pagara por él para conseguir uno nuevo.”

Jasper se echó a reír, recogiendo del piso las palomitas de maíz. “Emmett lo encontró en su bañera,”
dijo. Mi ceño se frunció.

“¿Por qué estaba en la bañera?” Pregunté. Ambos se encogieron de hombros, obviamente tampoco
tenían idea. Gemí y sacudí la cabeza. Después de un momento Isabella entró, tendiéndome un plato.
Lo tomé y le di una pequeña sonrisa, lo puse en mi regazo y levanté los pies poniéndolos sobre la
mesa de café. Ella colocó su plato en la mesa y miró a mis hermanos.

“¿Alguno de ustedes necesita algo?” Preguntó. Ellos murmuraron que no y asintió, dándose la vuelta y
regresando a la cocina. Suspiré y tomé un bocado de mi sándwich, volviendo mi atención a la
televisión. Por la esquina de mi ojo vi a Jasper y me di cuenta que me miraba fijamente. Lo miré y le
arqueé una ceja interrogante, preguntando qué carajos me estaba mirando.

Isabella regresó a la habitación antes de que pudiera decir algo, y él se volvió para otro lado. Ella me
dio un vaso de coca de cereza y le sonreí. Se metió junto a mí, sentándose entre Jasper y yo, agarrando
su plato y recargándose, dándole una mordida a su sándwich.

Por un rato nos quedamos en silencio y aún percibía que Jasper nos miraba. En serio me estaba
volviendo loco. Estaba tratando de ser indiferente con esa mierda y él me estaba haciendo sentir como
si fuera malditamente obvio que estaba enamorado de la chica. Si tenía esta maldita paranoia
alrededor de Jasper, ¿cómo carajos iba a lograrlo con mi padre? Miré a Isabella y ella estaba sentada
completamente tranquila, sin dar ningún puto indicio de que era gran cosa para ella. Me di cuenta de
que Alice tenía razón, era la reina para ocultar mierdas.

Después de un rato el teléfono de Emmett sonó y lo tomó, mirando la pantalla. Se paró y salió de la
habitación, respondiendo al salir. Lo primero que salió de sus labios fue ‘que traes puesto, bebé’. Rodé
los ojos, negando con la cabeza. Putas hormonas. Seguía percibiendo la mirada de Jasper y me estaba
crispando los nervios. Traté de ignorarlo pero fue demasiado. “¡Mannaggia, ¿Che cazzo vuoi?! “ Dije
con brusquedad, volviéndome para fulminarlo con la mirada.

Me levantó las cejas, sorprendido por mi arrebato.

“¿Paranoico?” Su rostro prácticamente danzaba con humor mientras me preguntaba si estaba


paranoico. Sonrió con suficiencia y rodé los ojos.

“Va’fa Napoli,” murmuré, diciéndole que se fuera al demonio. Se rió entre dientes, obviamente
jodidamente divertido, y mis ojos se estrecharon.

“¿Gli avete detto che la amavate?” Preguntó. Negué con la cabeza. Quería saber si le dije que la
amaba… como si fuera de su maldita incumbencia.

“Vaffanculo,” escupí, diciéndole que se fuera a la mierda. Me volví a la televisión, tratando de


ignorarlo. Se echó a reir y se levantó.

“Farsi una canna,” dijo, diciéndome que me fumara un porro como si esa mierda en realidad ayudara
con la paranoia. Miró a Isabella y sonrió antes de salir. Gemí, sacudiendo mi cabeza.

“¿Vas a traducir?” Isabella preguntó en voz baja junto a mí. La miré y le sonreí levemente.

“Ni siquiera carajos quieres saberlo,” murmuré. Asintió y se volvió otra vez a la televisión. Nos
quedamos sentados por un poco más, sólo viendo alguna maldita película sobre un hospital. No podía
concentrarme en la televisión, mi atención seguía vagando hacia Isabella. Ella observaba el programa
con atención, mordiéndose el labio inferior. Todavía estaba tenso y jodidamente aburrido, así que
después de un rato, suspiré y me puse de pie. Isabella levantó la vista hacia mí y sonrió. “¿Quieres
subir?” Pregunté. No quería asumir que quería ir conmigo, pero joder, no me quería ir sin ella.

Se encogió de hombros y se levantó. Sonreí y agarré el control remoto, apagando la televisión. Agarré
su mano, entrelazando nuestros dedos y la llevé hacia las escaleras. Logramos subir al segundo piso y
me detuve, caminando hacia la habitación de Jasper y tocando la puerta. Ahora ese cabrón mantenía la
puerta cerrada con llave, sabiendo que me importaba una mierda e irrumpiría cuando quisiera. Emmett
todavía tenía que aprender esa lección. Jasper abrió la puerta y me levantó una ceja.

“Me quede sin nada y realmente no quiero bajar para conseguir algo,” dije. Ayer acababa de tomar un
chingo de alcohol del sótano para la fiesta, no había forma de que pudiera bajar allí esta noche y
agarrar algo de hierba sin que papá supiera y se llevara mi mierda. Tenía la costumbre de vigilar
cuanto tomábamos, con fines de hacer un inventario o lo que sea. ¿Quién carajos sabe? Jasper sonrió y
volvió a entrar a su habitación, abriendo un cajón de su tocador y sacando una bolsa de hierba. Me la
lanzó y la agarré en el aire.

“Grazie,” dije, asintiendo con la cabeza en agradecimiento.

“Sí, ni lo menciones,” dijo. Isabella y yo nos dirigimos al tercer piso, y ella se detuvo en el pasillo,
mirando a la puerta de su habitación. La miré confundido y sonrió ligeramente.

“No sé, quiero decir… en cual habitación debería…” ella tartamudeó, sonrojándose. Me reí entre
dientes, dándome cuenta que no sabía si se suponía que iba a irse a su habitación o si todavía tenía
permitido entrar en la mía.

“Oh, vamos tesoro, no sería una fiesta sin ti,” dije juguetonamente, asintiendo con la cabeza hacia mi
habitación. Abrí la puerta y sonrió, caminando al interior. Entré y cerré la puerta detrás de mí. Caminé
hacia mi escritorio y me senté, sacando el papel de fumar y enrollándome un porro. Ella se sentó con
cuidado en la cama, observándome.

“¿Puedo preguntarte algo, Edward?” Preguntó en voz baja después de un momento.

“Por supuesto que puedes,” dije, llevando el porro a mi boca y lamiéndolo para sellar el papel. Lo
encendí y me puse de pie, acercándome y sentándome junto a ella en la cama. La miré esperando por
su pregunta.

“¿Por qué le disparaste a Jacob Black el año pasado?” Preguntó. Mi ceño se frunció y por un momento
me quedé mirándola, sorprendido por su pregunta. De todas las putas cosas que pudiera preguntarme,
¿ella quería hablar de ese pendejo?

“¿Por qué quieres saber eso?” Pregunté vacilante. Se encogió de hombros.

“Sólo por curiosidad. Quiero decir, sólo me preguntaba que podía hacer alguien que te haya molestado
tanto.”

Suspiré, dándole un largo toque al porro y acostándome en la cama, mi cabeza hundiéndose en la


almohada. Cerré los ojos y retuve el humo en mis pulmones, sólo sintiendo el ardor. Sentí la cama
moverse junto a mí cuando Isabella se acostó. Exhalé y suspiré, sin querer contarle la pinche historia
pero le había dicho que podía preguntarme lo que quisiera. “En aquellos tiempos Jacob y yo solíamos
ser buenos amigos. En realidad, era amigo de todos nosotros. Como sea, solía tener un poco de
ego...bueno, de acuerdo, todavía soy jodidamente arrogante, me doy cuenta de eso. Pero el año pasado
era aún peor. Joder, pensé que era invencible, intocable, que nadie podía joderme o que siquiera lo
intentarían. Estaba un poco fuera de control con las mujeres y cometí el error de tener sexo con la
hermana mayor de Jacob que estaba casada cuando estaba de visita en Navidad. Lo sé, estuvo
jodidamente mal, y hasta me disculpe con él por eso. No hice esa mierda para lastimar a Jacob, no
tenía nada que ver con él. Y yo no doy ninguna puta disculpa a la gente, pero hice una excepción con
él porque me sentí como un pendejo haciéndole eso a alguien de su familia. Sin embargo,
evidentemente eso no fue suficiente para él. Le había confiado una mierda a él, cosas que, joder,
simplemente no contaría, él traicionó mi confianza y empezó a chismear mis asuntos personales a
otras personas. Me di cuenta de lo que había hecho y lo llamé para enfrentarlo, él soltó la boca y
empezó a decir cosas de mamá. Sabía muy bien que no debía hablar de ella. Quiero decir, tú has visto
como cambia mi humor cuando sólo la mencionan de pasada, imagínate que tanto me enciendo cuando
alguien dice algo malo de ella. Respondí, perdiendo totalmente el control, y entonces fue cuando fui a
su casa y volé su mierda.”

Me di otro toque y me di la vuelta para quedar de lado frente a ella. Me estaba observando y casi
aparté la mirada rápidamente, sin querer ver la puta lástima por mamá o la indignación por lo que
había hecho. Me sorprendió cuando no vi nada de eso en sus ojos. No había nada más que comprensión
y aceptación. “Gracias por contármelo,” dijo en voz baja. Asentí y exhalé, soplándole a ella el humo
de mis pulmones. Echó su cabeza hacia atrás y rió.

Nos quedamos acostados por un rato, charlando y escuchando música. Me di un subidón y ella sólo me
observó, sonriendo y carcajeándose. Era agradable, sólo estar con ella. No fue hasta que estuve allí
acostado que de verdad me di cuenta que tanto exactamente hacía falta en mi vida. Ella me había
cambiado, sacando una parte de mí que nunca pensé que vería de nuevo. Estaba haciendo de mí la
persona que nunca pensé que sería de nuevo. Estaba convirtiéndome en el hijo de Elizabeth y Carlisle,
y no el heredero de Carlisle “La sanguijuela” Cullen, su Príncipe de la Mafia.

Finalmente se quedó dormida y encendí la alarma del reloj antes de dormirme. Ambos despertamos de
golpe por la fuerte alarma de las 6:30. Gemí y le di un manotazo, dispuesto a callarlo. No quería ir a la
escuela, sin querer nada más que quedarme en casa y permanecer en la cama con la hermosa chica a
mi lado, pero sabía que mi padre me patearía el trasero si se enteraba que falté a la escuela mientras él
no estaba.

Isabella se levantó y me dio una rápida sonrisa antes de salir de la habitación. Suspiré y salí de la
cama arrastrando mi culo hasta la ducha. Me duché y me puse algo de ropa. Abrí el cajón de mi
escritorio y saqué mi frasco, llenándolo y poniéndolo en mi bolsillo antes de dirigirme a la planta
baja. Tenía la sensación de que sería un muy largo día y lo necesitaría más o menos a la mitad de él.
Tomé un tazón de cereal, sentando un rato con mis hermanos en la sala de estar. Muy a mi pesar,
Isabella no bajó. Quería verla antes de irme, besarla de nuevo. Dios, estaba obsesionado con besar sus
putos labios suaves.

Conduje a la escuela con mis hermanos, una vez más Emmett se puso a repasar las canciones en mi
iPod y apoderarse de mi estéreo. Traté de ignorarlo, haciendo retroceder mi enojo, pero él sabe que me
encabrono cuando la gente jode con mi música. Finalmente fue demasiado y extendí mi mano dándole
un golpe en el brazo, diciéndole que parara con esa mierda. Pero, por supuesto, siendo Emmett, me
devolvió el golpe aún más fuerte y lo siguió haciendo.

Estaba enojado cuando llegamos a la escuela, ignorando a quien trató de hablarme en el


estacionamiento. Jessica pareció ofendida cuando no toleré su habitual coqueteo matutino. Ella
siempre alimentaba mi ego y solía disfrutarlo, pero ahora simplemente me importaba una mierda.
Temprano, me dirigí a mi clase, sin siquiera molestarme en esperar a la campana, y vacilé en la
explanada cuando vi a Mike Newton sentado en una mesa con Eric Yorkie. Su cara estaba toda jodida,
su nariz estaba rota, su ojo morado, y tenía algunas laceraciones.

Me acerqué a él con cautela. Él y Yorkie levantaron la vista cuando me acerqué, ambos mirándome
con escepticismo, preguntándose qué demonios quería. “Necesito hablar con Newton,” dije,
arqueándole una ceja a Yorkie. Se levantó rápidamente y se escabulló sin decir una puta palabra. Sí,
todavía lo tenía.

Me dejé caer frente a la mesa, al otro lado de Newton. Me miraba confundido, sus hombros tensos.
Lucía como si se estuviera preparando para que de nuevo le partiera toda la madre. “Probablemente no
debía de haberte jodido tanto,” dije, cruzando los brazos sobre mi pecho y fulminándolo con la
mirada. “Sabías muy bien que no deberías de estar en el tercer piso, ya antes habíamos dejado clara
esa mierda. Si en ese momento hubiera sabido por qué estabas ahí, no te hubiera pateado el trasero…
como sea, no tan fuerte. Pero no lo sabía, así que lo hice.” Sonreí con suficiencia y él rodó los ojos.
Eso era lo más cercano a un “lo siento” que ese hijo de puta conseguiría alguna vez de mí y lo sabía.

“Sí,” murmuró.

“Y te diré algo Newton. La próxima vez que quieras hacer una fiesta, me avisas. Me aseguraré que
tengas ahí mucho alcohol y muchas perras. ¿Te cae?” Asintió y suspiró. Eso era lo más que podía
hacer para compensarlo de alguna manera. La campana sonó y se iba a poner de pie pero estiré la
mano y sujeté con fuerza su camisa, volviéndolo a poner en su asiento con brusquedad. Se me quedó
viendo horrorizado, sus ojos amplios por el miedo. “Pero si alguna vez vuelves a tocar a Isabella, te
arrancaré los putos brazos. Lo digo en serio.” Solté su camisa y me paré, dándome la vuelta para
alejarme. “Finocchio,” dije.

“Todo un pendejo,” murmuró. Sonreí con suficiencia y negué con la cabeza. Al menos el cabrón tenía
bolas.

Mis primeras clases volaron muy rápido. La cuarta hora de trigonometría llegó y tomé un buen trago
de mi frasco antes de entrar tranquilamente. Caminé hacia mi escritorio y me deslicé en mi asiento
frente a Tanya. La escuché suspirar con fuerza y sonreí para mí mismo.

Me di la vuelta en mi asiento para verla, acercándome a ella. Parecía sorprendida, sus ojos se abrieron
antes de que una pequeña sonrisa envolviera sus labios. Le di mi sonrisa carismática, esa que sabía a
ciencia cierta que hacía que las perras mojaran sus bragas.

“Hola, Edward,” dijo, usando su tono seductor y batiendo sus pestañas, tratando de verse linda e
inocente cuando estaba muy lejos de serlo. Mantuve mi rostro con una sonrisa de suficiencia,
ignorando mi instinto de hacer una mueca, y luchar contra el impulso de darle un golpe en su puta
cara.

“Hola, Tanya,” dije, bajando la vista y notando que traía puesta su camisa escotada favorita con el
puto sostén rosado que resaltaba por debajo. Levanté la vista de nuevo hacia su rostro, mi sonrisa cada
vez mayor. “Así que, estaba pensando...” Comencé.

“¿Sí? ¿En qué?” Preguntó con ansiedad. Me reí entre dientes, lamiendo mis labios. La perra pensó que
la deseaba.

“Oh, en esa pequeña, eh… en esa pequeña celebración de “bon voyage” que tuvimos el año pasado,
justo antes de que me fuera. Ese pequeño regalo que me diste. ¿Lo recuerdas? Estoy bastante sueguro
que estabas usando ese mismo sostén,” dije, mi voz baja con ese filo encantador en ella. Estiré mi
mano y agarré el tirante de su sostén, estirándolo levemente y soltándolo. En realidad quería agarrar
esa cosa, envolverla en su maldito cuello y estrangularla con él, pero me mantuve calmado.

Ella bajó la vista hacia su sostén y sonrió, volviendo su atención otra vez hacia mí. “Sí, también lo
creo. Y por supuesto que me acuerdo.”

Asentí. “También me gustan los pequeños recuerdos que tengo de ese día. Tú sabes, las fotos. Anoche
estaba acostado en la cama pensando en ellas.”

“¿De verdad?” Preguntó, escuchándose jodidamente extasiada y esperanzada. Reí entre dientes y
asentí.

“¿Sabes lo que pienso?” Pregunté en voz baja, inclinándome más hacia ella. Ella se inclinó hacia
adelante, cerrando más la distancia entre nosotros.

“¿Qué?” Preguntó, lamiendo sus labios y mirándome con deseo. Sus ojos de nuevo se encontraron con
los míos y le arqueé una ceja, mi sonrisa decayó. Vi que sus ojos se nublaron con confusión, su sonrisa
vaciló.

“Creo que la cagaste,” dije, mi voz dura y fría. Su sonrisa decayó completamente por mi tono y se
congeló. “Recuerdo claramente haberte dicho que si le volvías a poner una mano encima a Isabella
jodería tu mundo. Y anoche estaba acostado en mi cama, preguntándome qué exactamente podía hacer
para dejarte claro que hablaba en serio. Y fue entonces cuando me acordé de esas fotos. Creo que
conozco a bastantes personas que también estarían interesadas en verlas.”

Se me quedó viendo, con la boca abierta, atónita. Otra vez sonreí con suficiencia y sacudí mi cabeza.

“Aunque, tengo que pensar si voy a compartirlas o no. Tú sabes que no me gusta compartir pero Dios,
es sólo que se siente que es… lo correcto. Casi, adecuado. Supongo que sólo tendrás que esperar y ver
qué es lo que decido.”

Me di la vuelta otra vez, encorvándome en mi asiento mientras el profesor comenzó la clase. Tomé
notas e hice garabatos, escribiendo el nombre de Isabella como alguna perra preadolescente con un
maldito enamoramiento obsesivo. Me dio fuerte.

Cuando la clase terminó, recogí mis libros. Tanya pasó junto a mí rápidamente, con los ojos en el
suelo. Me reí entre dientes y salí del salón, avistando a Lauren en el pasillo. Corrí para alcanzarla,
echando mi brazo por encima de su hombro. Al principio la asusté hasta que se dio cuenta que era yo y
entonces sonrió. Le sonreí con aire de suficiencia.

La llevé hacia afuera, a la explanada, esperando hasta que estuvimos donde la mayoría de la gente no
nos pudiera escuchar. “Tus padres son muy religiosos, ¿verdad? Aquella vez casi te envían a una
escuela católica, ¿no es cierto?” Rodó los ojos y asintió, mirándome con curiosidad, obviamente
preguntándose por qué carajos le estaba preguntando eso. “Ah. Así que entiendo que ellos no saben
que a su pequeña le gusta comer coño. Me imagino que no estarían muy felices si lo descubrieran.”

Ella se paró en seco y quité mi brazo, volviéndome para fulminarla con la mirada. “¿Qué quieres?”
Preguntó, estrechando sus ojos. Trató de fingir como si no le importara y sólo estuviera enojada, pero
podía ver su miedo. Me encogí de hombros con indiferencia.

“Sólo digo que todos tenemos algunas cosas que preferiríamos que no llegaran a oídos de nuestros
padres. Cosas que preferiríamos que se quedaran entre los que estuvieron allí.”

Por un momento, me miró fijamente. “Así que, ¿si no le digo a tu padre lo que vi, no le dirás a mis
padres lo que viste?”

“No exactamente,” dije. “Mira, yo no iría y sólo le diría a tus padres. Eso sería actuar como un
pendejo, así como yo sé que tú no irías y solo le dirías a mi padre. No eres tan jodidamente estúpida.
Pero sé que tienes una boca muy grande y si tú lo esparces con cualquiera de estos cabrones por aquí,
es seguro que con el tiempo llegará a oídos de mi padre. Al igual que si les doy una pista a estos
cabrones sobre tus, eh, actividades extracurriculares, también es seguro que llegará a oídos de tus
padres. Es gracioso, como es el chisme en este puto ridículo pueblo, ¿eh?”

Sus ojos se abrieron levemente y trató de conservar la calma. Joder, me di cuenta que era demasiado
tarde, que ya había esparcido con la gente lo que vio. Cristo, no me importaba si cualquiera de esos
hijos de puta lo sabía, pero estaba preocupado por la reacción de mi padre. Mi padre era el único con
el poder de destruir lo que había entre nosotros, de destruirla. Y si se esparcía, era seguro que
eventualmente llegaría a él.

“Será mejor que encuentres una manera de retractarte de esa mierda, y rápido,” le dije con
brusquedad. Me di la vuelta y empecé a alejarme hacia mi siguiente clase.

El resto del día transcurrió lentamente. Las clases se me hicieron demasiado pesadas y la práctica de
fútbol fue aún peor. El entrenador Clapp nos mató con los ejercicios, ya que este viernes fue nuestro
último partido de temporada regular. Estábamos invictos y los play offs comenzarían pronto para el
campeonato estatal. No había puta manera de que ganáramos el campeonato, no con algunos de estos
cabrones jugando, pero el entrenador Clapp estaba determinado a reventarnos el culo y llevarnos tan
lejos como pudiera.

Después de las prácticas llegué a las duchas, quitándome la suciedad y el hedor de mierda, sin querer
volver a casa oliendo como un maldito cerdo. Me puse rápidamente mis jeans y mi camiseta sin
mangas, dirigiéndome hacia el Volvo y me subí. Estaba ansioso por ver a Isabella. Toda esta mierda
parecía tan surrealista, era difícil creer que había algo entre nosotros. Quiero decir, no tenía un puto
nombre para ello, supongo que puede decirse que era mi novia pero eso sonaba demasiado trivial. Ella
era más que eso. Simplemente era… la mia bella ragazza.

Aceleré para llegar a casa y me detuve en nuestra entrada, golpeando el freno bruscamente y derrapé
hasta detenerme cuando vi los coches frente a la casa. Miedo corrió através de mí y mis manos
comenzaron a temblar. Inmediatamente vi el Mercedes negro de papá y me sorprendí de verlo, ya que
no lo esperaba en casa por algunos días más, pero esa no fue la mierda que me sorprendió más. Fueron
los dos coches estacionados detrás del suyo, los idénticos sedan color negro rentados con vidrios
oscuros polarizados, los que me hicieron sentir pánico. No sabía exactamente quién era, pero sabía lo
que significaba. Sabía que no había vuelto solo de Chicago. Trajo algunos mafiosi con él.

A mí no me asustaban, ya que probablemente terminaría ahí junto a ellos algún día. Pero nunca era
algo bueno cuando los negocios venían a tu casa. No todos en el borgata eran tranquilos como mi
padre, algunos de ellos eran unos grandísimos pendejos y no me gusto saber que estaban ahí dentro
con la chica que amaba. No se sabía cómo iban a tratarla o actuar hacia ella. Mi padre nunca dejaría
que la tocaran, pero sabía que las palabras podían lastimarla tanto como podría hacerlo ponerle la
mano encima.

Bajé del coche y me dirigí al interior. Tan pronto llegué al vestíbulo escuché las voces en la sala de
estar e inmediatamente reconocí la voz de Aro. Aro era el jefe, el don. El padrino de la organización.
Para colmo, literalmente, era mi puto padrino. Me trataba como la maldita realeza, me había
malcriado desde que estaba pequeño.

Pasé junto a la cocina, mirando hacia adentro. Isabella estaba dentro, haciendo la cena.
Inmediatamente miró hacia mí, supongo que sintiendo mi presencia. Le sonreí y a cambio me dio una
pequeña sonrisa, pero no se veía feliz en lo absoluto. Se volvió después de un momento, centrándose
de nuevo en la comida. Suspiré y pasé una mano por mi pelo, dándome la vuelta para dirigirme a la
sala de estar.

Entré e inmediatamente todos miraron en mi dirección. Aro sonrió cuando me vio, al igual que Royce.
Royce era un Caporegime, uno de los hombres que organizaba y dirigía un equipo de soldados de a
pie. Él y mi padre siempre se llevaban bien, pero era un tipo duro con una actitud de “no me fastidies
o yo te fastidio”. Los otros dos tipos no los reconocí pero sabía que no estaban en lo alto del mando,
probablemente soldados de a pie. Diría que eran simplemente colegas, pero dudo que mi padre los
trajera a su casa si no fueran iniciados, si no habían hecho el voto de silencio Omerta.

“¡Ah, el príncipe della mafia! ¡Aquí está mi ahijado!” Dijo Aro feliz. Sonreí y me acerqué,
inclinándome para darle un leve abrazo. “¿Cómo estás?”

“Me alegro de verte Aro. Lo llevó bien,” le dije, sonriendo con satisfacción. Estiré mi mano y estreché
la de Royce, saludándolo con cortesía. Miré a los otros dos tipos. Uno de ellos, un hombre negro alto y
fornido, con rastas, asintió en forma de saludo. Aro lo presentó como Laurent. El otro tipo, uno alto y
desgarbado con cabello rubio recogido en una cola de caballo, me miraba con recelo. Naturalmente, el
cabrón no parecía tener buenas intenciones. Asentí en forma de saludo pero le estreché mis ojos
cuando Aro lo introdujo como James. Su nombre me sonó conocido y me acordé que fue cuando papá
había llegado con la última mujer que había comprado de un tipo nuevo en la organización con el
mismo nombre.

Papá se aclaró la garganta y miré en su dirección. Se puso de pie y le dijo a los otros tipos que volvería
en unos minutos, volviéndose y fulminándome con la mirada. Sentí que el pinche color se fue de mi
rostro por su expresión. Salió de la sala de estar y lo seguí, ya entrando en puto pánico. No sabía si
sólo estaba siendo paranoico, pero algo andaba mal. Mi padre se veía encabronado.

Se detuvo en el vestíbulo, junto a la cocina. Miró hacia adentro, observando a Isabella por un
momento. No pude entender su expresión, no sabía si tal vez ya se había dado cuenta de esa mierda.
Me detuve junto a él y me miró.
“Sube ahora a mi oficina. Subiré en unos minutos. Tenemos que hablar.”

************
Chiacchierone = Cotorro, parlanchín

Slinguata = Beso Francés (literalmente ‘trabajo de lengua’)

Jamook = Jerga para idiota

Mannaggia =Maldición/¡Dios mío!

Che cazzo vuoi? = ¿Qué coño?

Paranoico = Paranoico

Va’ fa Napoli = Vete Al Diablo (literalmente ‘vete a Nápoles’)

Gli avete detto che la amavate? = ¿Ya le has dicho que la amas?

Vaffanculo = Vete a la mierda

Farsi una canna = fumarse un porro

Grazie = Gracias

Finocchio = término despectivo para ‘gay’

Principe della Mafia = Príncipe de la mafia


Capítulo 28 Moralidad Oculta

“Todo tiene una moral, sólo si puedes encontrarla.”—Lewis Carroll

Isabella swan

Esto no era real, no podía ser real. No había manera de que esto realmente estuviera sucediendo, y de
todas las personas, a mí. Tal vez todos estos años que había pasado reprimiendo mis esperanzas y
sueños para el futuro, sepultándolas en mi interior y ocultándolas finalmente había causada estragos
en mí y estaba alucinando. O tal vez simplemente estaba dormida y estaba soñando esta muy bien
elaborada fantasía. O tal vez había muerto y esta era una versión inesperadamente extraña del cielo.
Pero si realmente existía un Dios, no creía que pudiera ser tan cruel como para hacerme la propiedad
de alguien en el más allá. Había soportado lo suficiente en la tierra y me gustaba pensar que al menos
con la muerte finalmente sería libre. Así que, no, definitivamente no estaba muerta... aún no, de todos
modos. Y se sentía demasiado real para mí como para estar dormida. Estiré y mi mano y me pellizqué
el antebrazo, sólo por si acaso, gritando con fuerza por el dolor agudo. Gemí y froté mi brazo, notando
la pequeña mancha roja que ya estaba apareciendo, eso se iba a volver un moretón. Sí, definitivamente
estaba despierta.

Así que entonces, tenía que estar alucinando. Me preguntó si el doctor Cullen me mataría y me sacaría
de mi miseria, o si trataría de ser humano y me entregaría a un centro psiquiátrico. Supongo que la
primera, considerando que sabía demasiado de él para dejarme libre en las manos de otros cuando
estaba mentalmente inestable. No se sabía lo que diría en ese estado. Sólo podía esperar que lo hiciera
rápido y sin dolor cuando terminara con mi vida y no me hiciera sufrir más de lo que tenía que
hacerlo.

Debido a que era simplemente imposible que fuera algo real. Definitivamente no había manera de que
hubiera pasado con Edward prácticamente todo el día de ayer, y que él hubiera confesado que tenía
profundos sentimientos por mí. Había sido tan abierto y honesto conmigo, y habíamos permutado a
tener algún tipo de relación amorosa secreta. No tenía idea del cual era su nombre, en lo que esto me
convertía para él, pero sabía que era intenso, sorprendente y francamente aterrador. A pesar de la
ansiedad que me causaba, simplemente se sentía lo correcto para mí. Me sentía como si me
correspondiera estar junto a Edward. Mi entera existencia la había pasado perteneciendo a otras
personas, pero por primera vez me sentía como si de verdad quisiera pertenecer a alguien. Edward me
confundió cuando ayer expresó ese preciso sentimiento, pero esta mañana desperté entendiendo
finalmente que había querido decir con ello. No se trataba de ser una posesión suya, era sobre ser una
parte de él.

Simplemente no parecía capaz de entenderlo. Me había tratado con tanta dulzura, había sido tan gentil,
atento y comprensivo. Me aseguró que haría todo lo que estuviera en su poder para que no me dañaran,
me había dicho que confiara en él. Y aunque me diera miedo la situación, confiaba en él para
mantenerme a salvo. También me aseguró que sólo me tocaría y estaría conmigo en las formas que yo
quisiera. No es que en realidad hubiera entendido lo que me dijo, ya que era muy inexperta en cuanto a
tener intimidad y francamente el concepto de que alguien preguntara mi opinión me ponía nerviosa.
No estaba acostumbrada a ello, a las personas nunca antes les había importado lo que pensaba, sentía o
quería, pero a Edward sí le importaba. Me asusté un poco ante la idea de de tener sexo con él cuando
surgió el tema, no porque tuviera miedo de que me lastimara, cuando confiaba en que él nunca me
causaría daño intencionalmente, sino porque no sabía exactamente lo que era tener sexo. Edward me
dijo que lo que mi madre sufrió no era realmente el mismo tipo de sexo que nosotros tendríamos, así
que no tenía ni idea de cómo sería. Dijo que se sentía bien, y que algún día podría sentirme lo
suficientemente cómoda como para querer experimentarlo con él. No estaba segura de qué pensar, ya
que pareciera que no podía entender el concepto. Quería creerle pero eso me asustaba, así que estaba
agradecida que Edward no insistiera con el tema. Me sugirió que yo me tocara, para explorar mi
cuerpo, y eso me impactó sobremanera. ¿Realmente podría hacer algo así? No estaba tan segura. El
sólo pensarlo me avergonzaba.

Y sus besos… wow, sus besos eran increíbles. Me quitaban el aliento, su sabor era cálido, penetrante y
completamente embriagador. La sensación de sus labios presionados contra los míos enviaba oleadas
de chispas a través de mis venas. La sensación de estar en sus brazos, él abrazándome mientras
duermo, era reconfortante. Incluso sujetar su mano era sorprendente. Sus manos eran grandes y
fuertes, sus dedos largos, su agarre firme. Sólo sus manos me hacían sentir segura. No eran manos que
alguna vez me harían daño. Eran manos que no habían hecho nada más hasta ahora que confortarme y
tratar de protegerme. No quería soltar sus manos nunca, nunca quería que dejaran mi piel.

Pero nada de eso importaba, porque nada de esto era real. Estaba alucinando y tan pronto como el
doctor Cullen llegara a casa de Chicago estaría muerta. Él me encontraría, probablemente
balanceándome en una esquina y balbuceando incoherencias sobre estar enamorada de su hijo, y me
arrastraría hacia afuera al bosque y me sacaría de mi miseria. Inmediatamente me pregunté qué haría
con mi cuerpo después de que estuviera muerta. Nunca supe realmente lo que había hecho Charles con
la gente que asesinó a lo largo de los años, no tenía idea que exactamente había hecho con esa chica
adolescente. ¿Me enterraría allí, entre los árboles? ¿Tal vez tire mi cuerpo al río? ¿Me dejaría
completa o me desmembraría? Creo que sería más probable que me quemara y botara mis cenizas en
algún lado, ya que dijo que eso hubiera hecho con Jimmy Hoffa. Supongo que era lógico, sin dejar
detrás evidencia. Sería como si nunca hubiera existido y supongo que de cierta forma no existía. No
tenía certificado de nacimiento o número de seguro social… nadie echaría de menos a alguien que
nunca nació, ¿cierto?

Me puse rápidamente unos vaqueros y una camiseta y me dirigí a la planta baja con tiempo suficiente
para escuchar la puerta principal cerrarse y el coche encenderse al frente de la casa. Entré a la cocina y
me asomé por la ventana para ver el coche de Edward alejarse, el verlo me hizo sonreír. Deseaba que
no tuviera que irse, ya que las cosas parecían tan aburridas sin él alrededor. Había menos color en la
vida sin la presencia de Edward. Bien, así que me di cuenta de que en realidad no estaba alucinando.
No había imaginado el día de ayer. Pero todavía lo sentía tan surrealista y tenía la sensación de que
tomaría bastante tiempo para que lo asimilara.

Suspiré y me alejé de la ventana cuando el coche desapareció completamente de la vista, y deambulé


un rato por la planta baja. Saqué la aspiradora y aspiré la alfombra de la sala de estar. Ayer Edward
había hecho un buen intento y había hecho un trabajo bastante decente. La habitación del doctor
Cullen no había sido tocada así que no había nada para que hiciera allí.

Terminé en algún momento alrededor de las 3pm y me dirigía de vuelta al piso de arriba cuando
escuché una serie de puertas de coche cerrándose afuera. Me congelé, debatiéndome en qué hacer.
Todavía era muy temprano para que fuera uno de los chicos, y había demasiados para ser solo la
familia. Después de un momento la puerta principal se abrió e inmediatamente escuché algunas voces,
una era la del doctor Cullen. No tenía idea de cuándo estaría de vuelta de su viaje, pero no esperaba
que fuera tan pronto. Entró en el vestíbulo y mis ojos se abrieron por la sorpresa cuando otros cuatro
hombres entraron detrás de él. Sentí levantarse a los vellos en la parte de atrás de mi cuello, naúseas
hirviendo en la boca de mi estómago. Instintivamente di un paso atrás, queriendo escapar. No me
sentía cómoda allí, no me sentía segura con tantos hombres extraños alrededor.

El doctor Cullen miró las escaleras casi al instante y el terror corrió por mi cuerpo cuando sus ojos se
posaron en mí. Me arqueó una ceja expectante y me quedé helada, sin saber qué se suponía que tenía
que hacer. Su expresión era seria; su rostro tenía un borde severo en él. Entonces me di cuenta que
estos hombres eran sus compañeros de trabajo, pero no del tipo de los que trabajaban con él en el
hospital. Estaban involucrados en el crimen organizado. No estaba completamente instruida en cuanto
a la mafia pero había aprendido lo suficiente para darme cuenta que el lado indulgente del doctor
Cullen era una rareza en su línea de trabajo. Lo más probable es que estos hombres eran como mi
padre, fríos e indiferentes, sin tener consideración por gente como yo. Ellos eran como esa parte del
doctor Cullen que había visto en su habitación. Eran peligrosos.

No sabía qué hacer. Deseaba desesperadamente darme la vuelta y subir corriendo a mi habitación y
encerrarme, pero tenía miedo que lo consideraran como una falta de respeto. Charles siempre nos
obligaba a escondernos cuando tenía visita, quería que estuviéramos fuera de su vista y de su mente.
¿Pero era eso lo que quería el doctor Cullen? No quería subir corriendo a mi habitación y ser grosera
cuando se esperaba que sirviera a sus invitados. En realidad, nunca antes había tenido invitados, así
que en realidad todavía no me había topado con este problema. No quería irrumpir allí y verme como
si me estuviera entrometiendo, estando donde no debería de estar. Charles solía decirnos todo el
tiempo que la curiosidad mató al gato y no quería que pensaran que estaba siendo entrometida. Los
otros hombres parecían ajenos a mi presencia, ya que estaban charlando entre sí, pero el doctor Cullen
seguía mirándome. Tomé un profundo respiro y di un paso hacia abajo, queriendo evaluar su reacción.
La comisura de su labio se torció hacia arriba ligeramente cuando vio mi movimiento y volvió la
cabeza, centrando su atención en un hombre mayor con piel tan pálida que casi era blanca. Llevaba un
fino traje y estaba más elegantemente vestido que el resto de ellos.

Tomé la reacción del doctor Cullen como indicación de que, de hecho, debería bajar. Se dirigieron a la
sala de estar, y bajé las escaleras despacio. Mis piernas estaban temblando, mis nervios de punta.
Llegué al vestíbulo y me detuve, tomando algunas respiraciones profundas para calmarme. Me dirigí
hacia la sala de estar despacio y en silencio, ya que sabía que algunas veces estos tipos de hombres
preferían que los de mi tipo fueran silenciosos. Estaba completamente fuera de práctica después de
haber estado en la casa de los Cullen. En ese exacto momento me di cuenta cuanto en realidad había
cambiado en tan corto tiempo sin siquiera saberlo. Estaba tan lejos de ser la tímida Isabella Swan que
había subsistido en Phoenix, la chica que era prácticamente una aparición. Me había acostumbrado a
ser parte de algo y no quedarme parada en los alrededores tratando de ser invisible.

Me detuve al estar cerca de ellos, ya que estaban charlando y no querían ser interrumpidos. Me quedé
allí por un momento antes de que el doctor Cullen me viera por el rabillo de su ojo. Su cabeza se
volvió en mi dirección y una vez más levantó sus cejas. El resto de los hombres se dieron cuenta y
volvieron su atención hacia mí. Estaba incómoda bajo el escrutinio de su mirada, y sentí que mis
rodillas temblaban. Rogué en silencio que mis piernas no fallaran por mi ansiedad.

“¿Le gustaría a usted y sus invitados algo de beber, señor?” Pregunté, tratando de hablar con fuerza y
claridad pero mi voz se quebró a la mitad de lo que decía. Me regañé mentalmente por resultar tan
débil.

Él asintió. “Sí, Isabella. Sólo serán unas botellas de agua por ahora.”

Asentí y me di la vuelta, dejando rápidamente la habitación. Entré en la cocina y abrí el refrigerador,


agarrando cinco botellas de agua. Las cogí en mis brazos, cerrando la puerta con el pie. Me dirigí
rápidamente hacia la sala de estar y empecé a repartir a los hombres las botellas de agua. Me abstuve
de mantener contacto visual con ellos para así no ponerme más nerviosa, sólo le di una mirada amable
a cada uno para no parecer mal educada. Un hombre con pelo negro oscuro que parecía tener la edad
del doctor Cullen me dio las gracias, pero tenía un ligero filo severo en su voz que era algo
desconcertante. El hombre mayor con el traje fino también me agradeció, su gratitud sonó más
genuina. Los otros dos me hacían sentir incómoda, especialmente el tipo de pelo rubio. Me estaba
mirando fijamente y sonriendo con suficiencia, su mirada algo maliciosa. Me miraba como si fuera un
predador y yo fuera su presa, como si fuera algo para comer.

“Isabella, estos son amigos míos de Chicago,” dijo el doctor Cullen cuando le entregué la última
botella de agua a un tipo negro con su pelo retorcido. Miré hacia él, un poco sorprendida de que
estuviera intentando conversar conmigo delante de sus invitados. Me señaló a los hombres y me los
presentó como Aro, Royce, James, y Laurent. Los saludé, tratando de ser agradable, sin querer
avergonzar al doctor Cullen por falta de modales.

“Así que es ella,” dijo el hombre mayor llamado Aro cuando el doctor Cullen terminó de presentarme
a los hombres. Miré en su dirección y él me sonrió cuando nuestros ojos se encontraron. Rápidamente
rompí el contacto visual, centrando mi atención en el suelo. Él definitivamente era intimidante, pero
no podía llamarlo precisamente hostil.

“Sí,” dijo simplemente el doctor Cullen, abriendo su botella de agua y tomando un trago de ella. Me
quedé parada a un lado de la habitación, sin saber que se suponía que tenía que hacer. No quería sólo
irme porque quería y esperaba que el doctor Cullen me despidiera.

“Es bueno verla finalmente después de todo este tiempo,” dijo Aro. Mi ceño se frunció ligeramente en
confusión, ya que sólo había estado en la casa de los Cullen por poco más de un mes. Eso no era
mucho tiempo, y, ¿a qué se debe que tuviera ese interés por verme? Sólo era otra niña esclava. “Tengo
curiosidad, Carlise. Dime… ¿vale la pena?”

El doctor Cullen se rió con amargura por la pregunta, el sonido envió escalofríos por mi columna
vertebral. No era agradable en absoluto; había un borde malicioso en ella que me preocupó. ¿En
realidad había sido tan mala? Había hecho todo lo que él me pedía que hiciera y él no había dicho que
estuviera decepcionado excepto por ese incidente con su arma. Acepté mi castigo con calma y había
hecho todo lo posible para no desobedecer y mantenerme fuera de su camino tanto como fuera posible.

“Depende. ¿Me lo preguntas en lo personal, o me preguntas como hombre de negocios?” El doctor


Cullen preguntó, su voz plana. Tenía esa expresión vacía en su rostro que me asustaba. Aro se rió,
obviamente encontrando gracioso algo en la respuesta del doctor Cullen. “¿Qué hay en lo personal?
¿Crees que valió la pena?”

El doctor Cullen me miró, sus ojos encontraron los míos. Mis ojos se abrieron y una oleada de miedo
atravesó mi cuerpo, con tanta intensidad que casi colapsé. Sus ojos estaban oscuros, su
comportamiento atemorizaba. Se veía casi como lucía ese día en su habitación con su expresión
amenazante. Él ya no era el compasivo y bondadoso doctor Cullen. Era ese hombre peligroso que se
había encolerizado y había perdido completamente el control.

El doctor Cullen volvió su cabeza de mí, mirando al vacío. “En absoluto. Por supuesto que no valía la
pena,” dijo con firmeza. Casi me quedé sin aliento cuando habló, un dolor en mi pecho que me
asustaba. Sus palabras dolían y era completamente ridículo, pero me sentía traicionada. Pensaba que
había encajado bastante bien, a pesar de ese único incidente el doctor Cullen había sido extrañamente
amable conmigo. Me llamaba con nombres cariñosos, los mismos con los que, me había dado cuenta,
llamaba a Alice y Rosalie.

¿Realmente había sido así de decepcionante? ¿Se arrepentía de haberme comprado? ¿Planeaba
enviarme lejos?

Mis ojos se llenaron con lágrimas ante todas las incógnitas y las reprimí, sin deseos de llorar delante
de estos hombres, sobre todo sobre algo completamente absurdo. No era de su familia, no era nada
para él sino una posesión. ¿Por qué me importaba tanto lo que él pensaba de mí? Me di cuenta que
Edward tenía razón, el doctor Cullen nunca aprobaría que su hijo alguna vez tocara a alguien como yo.

“¿Pero, hablando como un hombre de negocios?” El doctor Cullen continuó después de un momento.
“Ella es obediente y muy trabajadora. Nunca tengo que decirle que haga nada; nunca tengo que darle
recordatorios; ella automáticamente lo hace por su cuenta y no mete la nariz donde no le corresponde.
Tengo la ropa limpia, una casa limpia, comida decente para comer. Así que, supongo que en ese
sentido vale la pena. Vale la pena cada centavo que pagué por ella, y algo más.”

Sólo lo miré fijamente con confusión, sin comprender. Si tenía todas esas cosas positivas que decir
sobre mí, ¿por qué en lo personal pensaba que no valía la pena comprarme? Sin embargo, Aro asintió
y pareció comprender lo que el doctor Cullen estaba diciendo, obviamente entendiendo algo que yo no
capté.

“Y a todo esto, ¿cuánto pagaste por ella?” El hombre de pelo oscuro llamado Royce preguntó.

“650.000,” dijo el doctor Cullen, encogiéndose de hombros. Mis ojos se abrieron por la sorpresa, ya
que no sabía que había pagado tanto por mí. Eso parecía una gran cantidad para el poco trabajo que yo
hacía. Casi me sentí mal, como si lo hubieran estafado.

“Maldición, eso es barato,” dijo Laurent. El doctor Cullen asintió de acuerdo. Yo sólo los miré
fijamente en shock, sorprendida de que ellos consideraran que era un precio bajo.

“Swan quería al menos un millón por ella porque es joven y todavía es virgen, pero no iba a darle a ese
cerdo tanto dinero. Sabía que él me la vendería por lo que sea que le ofreciera, no había manera de que
me rechazara,” dijo el doctor Cullen, sonriendo.

Aro se rió. “Sabes que tú podrías haberle dado 20 dólares y él te la habría entregado, con miedo de no
hacerlo.”

El doctor Cullen se encogió de hombros. “Sí, pero me sentía un poco generoso, qué puedo decir.”
Todos se rieron y yo sólo me quedé ahí, mirándolos. Estaba completamente atónita que estuvieran
hablando de negocios justo enfrente de mí, actuando como si ni siquiera estuviera allí. Y además
estaban hablando de mi compra.

“Se ve que sería una buena goomah*,” James intervino después de un momento, el sonido de su voz
envió un escalofrío por mi columna vertebral. Lo miré, la sonrisa diabólica en su rostro de inmediato
me hizo sentir enferma. La forma en que me miraba me hizo sentir muy incómoda. De todos ellos, él
era el que menos me agradaba.

“Estoy bastante seguro que para tener una goomah, debería tener una esposa,” dijo el doctor Cullen
con dureza, con tanta brusquedad que salté y mi cabeza se movió rápidamente en su dirección.
Fulminaba a James con la mirada, con furia asesina. No tenía idea de que era una goomah, pero estaba
muy segura que no era algo agradable para provocar tal reacción en el doctor Cullen.

“Es cierto,” dijo James, seguía mirándome fijamente y sonriendo. La ira del doctor Cullen no parecía
perturbarlo en lo absoluto. “Te daré lo doble de lo que pagaste por la chica.

Mis ojos se abrieron por el miedo ante la idea de ser vendida a este hombre, y miré rápidamente al
doctor Cullen. Él había dicho que no valía la pena, ¿eso quería decir que me vendería? Era un montón
de dinero el que James estaba ofreciendo. El doctor Cullen se volvió a mirarme brevemente antes de
negar con la cabeza. “Isabella no está en venta,” dijo con firmeza.

Cerré los ojos y di un suspiro de alivio. “Che peccato*,” dijo James, encogiéndose de hombros. Un
leve silencio incómodo se invadió la habitación y me quedé mirando hacia el suelo, sin saber que
debería hacer. Después de un momento el doctor Cullen aclaró su garganta. “Porque no continúas tu
trabajo y empiezas a hacer la cena, Isabella. Mis invitados nos acompañarán esta noche, así que
tendrás mucho que hacer.”

Asentí. “Sí, señor,” dije rápidamente dándome la vuelta y dejando la habitación. Mi corazón seguía
acelerado cuando huí a la cocina. Me apoyé en el mostrador tomando algunas respiraciones profundas
tratando de calmarme y relajarme. Después de un rato escuché el sonido de la grava crujiendo y me
asomé por la ventana, viendo el pequeño coche amarillo detenerse. Jasper salió del asiento del
pasajero y le dijo adiós con la mano a Alice mientras ella se alejaba de la casa. Él entró, caminando
directamente a la sala de estar. Escuché cuando saludó brevemente a los hombres antes de dirigirse a
la cocina.

Me sonrió, caminando hacia el refrigerador y abriendo la puerta. Sacó una lata de coca y cerró la
puerta, apoyándose en ella mientras abría su refresco. “Te ves preocupada,” dijo. Le sonreí levemente.
“Sólo un poco incómoda,” dije en voz baja. Jasper asintió.

“¿Te haría sentir mejor si te dijera que también me hacen sentir incómodo?” Preguntó, su voz baja.
Obviamente, no quería que los visitantes lo escucharan.

Lo miré sorprendida. “¿Y es así?” Pregunté. Él asintió.

“Siempre ha sido así. Nunca me ha gustado este estilo de vida, nunca me he sentido cómodo con él.
Mi mamá tampoco lo estaba, ella trató de mantener a sus chicos lejos de esta vida. Edward es el único
que parece haberla aceptado de buena gana,” dijo, encogiéndose de hombros. Asentí, recordando que
el doctor Cullen me dijo que Edward parecía estar siguiendo sus pasos. Era un poco difícil de
entender, ya que el Edward que había llegado a conocer no era un ser humano cruel. Tenía carácter, sí,
pero también era compasivo y cariñoso. Me alejé de Jasper y empecé a gabinetes, tratando de decidir
qué hacer para la cena. “¿Alguna sugerencia sobre lo que debo cocinar?” Le pregunté. Él suspiró.

“Haz lo que hiciste la primera noche que cocinaste para nosotros,” sugirió. Lo miré y sonreí, dándole
las gracias. Él asintió y salió de la cocina, subiendo las escaleras. Me concentré en la comida, sin
querer equivocarme. Todavía no había arruinado una cena y no quería empezar ahora cuando el doctor
Cullen tenía invitados importantes.

La mayor parte del tiempo me dejaron sola, permitiéndome cocinar en paz. Con el tiempo Emmett
llegó a casa, saludándome con la mano rápidamente desde el vestíbulo ya que se dirigía al piso de
arriba. Después de un rato, Carlisle y sus invitados entraron en la habitación cerrada bajo las escaleras,
dejando la planta baja en relativo silencio.

Después de un momento escuché una puerta abrirse y el sonido de pasos que se acercaban. Me tensé
levemente, sin saber quien era pero rogando por que fuera el doctor Cullen. Traté de concentrarme en
lo que estaba haciendo, tratando de ignorar la extraña sensación que se arrastraba por mi piel
erizándola. Cuando los pasos se detuvieron después de un momento, miré detrás de mí y vi a James
parado en la entrada. Me quedé congelada en mi lugar mientras él sonreía, sus ojos bajando
lentamente mientras miraba mi cuerpo. Me hizo sentir incómoda y rápidamente le di la espalda,
centrándome en la estufa frente a mí, sólo esperando que diera la vuelta y se alejara después de haber
visto lo que vino a ver. No habló, pero pude sentir sus ojos clavados en mí.

Estaba revolviendo los fideos, cuando sus pasos empezaron de nuevo lentamente mientras caminaba
hacia mí. Estaba tan tensa que mis músculos dolían. Mis manos temblaban, cada paso hacía que mi
corazón corriera aún más rápido. Se detuvo detrás de mí e inclinó su cabeza hacia adelante, aspirando
mi pelo. Escalofríos de asco me asaltaron cuando sentí su aliento en mi cuello. Levantó su mano,
corriendo por mi brazo el dorso de sus dedos. Mis ojos se llenaron de lágrimas y empecé a temblar,
tratando de retenerlas.

“Él debió haberte vendido a mí,” dijo, su voz baja y su tono perverso. “Podríamos haber tenido un
poco de diversión.”

Seguí congelada en mi lugar y sentí que una lágrima se deslizó por mi mejilla a medida que su mano
recorría hacia abajo mi costado. Lloré en voz baja, temerosa de lo que estaba haciendo, cuando su
mano se detuvo en mi cadera. Cerré mis ojos con fuerza, para prepararme para lo que sea que estaba
por venir, cuando escuché una pequeña conmoción y me empujaron con fuerza hacia un lado, la mano
de James ya no estaba en mi cadera. La sacudida me lanzó hacia la estufa y mi mano golpeó la olla de
fideos hirviendo, el dolor abrasador recorrió mi mano. Mis ojos se abrieron de golpe y aparté mi mano
rápidamente, tomándola cuando comenzó a palpitar. Escuché un ruido fuerte, el sonido de algo
golpeando con fuerza la encimera, y grité. Miré en la dirección del ruido, impactada cuando vi que el
doctor Cullen tenía a James prensado contra la encimera con un cuchillo de cocina apretado contra su
cuello. James estaba tenso y el doctor Cullen se veía tan enojado que quería matarlo, sus ojos
entrecerrados y sus fosas nasales dilatadas por la ira. No tenía idea de dónde había salido, cuando no
lo había escuchado acercarse en lo absoluto, pero ese día que me atrapó sosteniendo su arma aprendí
que era sigiloso. Empecé a hiperventilar, asustada y confundida. Obviamente estaba agradecida, pero
su comportamiento me asustaba. El doctor Cullen me asustaba, no había duda de ello.

“No tocarás mi propiedad, ¿me escuchaste chico?” El doctor Cullen dijo con dureza. James sólo se le
quedó viendo.

“Te escuché,” dijo finalmente. El doctor Cullen se quedó ahí parado, mirándolo fijamente por un poco
más, la hoja del cuchillo tan apretada en él que cualquier ligero movimiento de parte uno o del otro y
cortaría la piel. Puede ver el cuello de James palpitando por el fuerte latido de su corazón.

“No lo vuelvas a hacer,” dijo el doctor Cullen, apartando el cuchillo y dando un paso atrás. James se
relajó un poco y me dio una rápida mirada antes de darse la vuelta y salir de la habitación. El doctor
Cullen resopló y se volvió hacia mí. Arrojó el cuchillo en el fregadero y dio unos pasos en mi
dirección. Instintivamente retrocedí, sujetando mi mano que se sentía como si estuviera en llamas. Me
tropecé con mis propios pies y caí hacia atrás, aterrizando sobre mi trasero. Grité y el doctor Cullen se
detuvo, gruñendo. Se pellizcó el puente de su nariz con molestia.

“Lo siento,” dije rápidamente, sabiendo que estaba molesto. Las lágrimas seguían cayendo por mis
mejillas, mi voz temblorosa por tratar de retenerlas.

Él se acercó y se agachó junto a mí. “No te disculpes, tú no hiciste nada malo. No tenía la intención de
empujarte y hacer que te lastimaras,” dijo. Alcanzó mi mano y la tomó, pasando por alto el hecho de
que una vez más retrocedí. Sostuvo mi mano en alto, evaluando la quemadura. Suspiró y se puso de
pie, caminando hacia el fregadero. Puso el tapón y llenó el fregadero con agua fría. “Ven aquí,” dijo.
Me levanté vacilante y me acerqué a él. Tomó mi mano y la puso en el agua fría. “Mantenla
sumergida durante unos veinte minutos. Más tarde le pondremos un poco de crema, ¿está bien?”

“Está bien,” dije en voz baja, con la vista en el fregadero. Mi palma me punzaba, el agua tan fría hacía
mis dedos hormiguearan. Suspiró y se dio la vuelta para alejarse.

“Y eso no debería haber ocurrido, no debería haberte tocado. No volverá a suceder,” añadió, dudando.
Levanté la vista y lo vi mirándome. Asentí de manera que supiera que lo escuché. Asintió en
respuesta, se dio la vuelta y salió.

Miré el reloj en la estufa, contando exactamente veinte minutos. El agua estaba molestándome y
quería sacar mi mano de ella, pero no quería ignorar lo que el doctor Cullen me dijo. Era obvio que
hoy estaba presto a perder el control y no quería causar otro de sus episodios sin querer. Cuando
pasaron los veinte minutos saqué mi mano, dejando que se fuera el agua del fregadero. Rápidamente
sequé mi mano y otra vez me volví hacia la estufa, suspirando. Los fideos que estaba cocinando
estaban arruinados, hechos papilla completamente. Los tiré a la basura y empecé con otra olla de agua
hirviendo, todavía tratando de ignorar la ligera sensación de ardor en mi mano.

Estaba hirviendo la segunda tanda de fideos cuando escuché el coche afuera derrapar bruscamente
hasta detenerse. Miré por la ventana y vi el Volvo, observé con curiosidad como Edward salió y
estudió los otros coches en la entrada. Mi corazón latió rápidamente, mariposas revolotearon en mi
estómago. Él entró y se detuvo en el vestíbulo, volviéndose a mirarme. Sonrió, el verlo envió un
hormigueo por todo mi cuerpo. Le di una pequeña sonrisa en respuesta pero volví mi atención a los
fideos hirviendo. Sin querer prolongarlo o pensar demasiado en ello. Todavía estaba tan abrumada por
todo, teniendo dificultades para realmente comprender que Edward de verdad me quería como yo lo
quería a él.

Edward se dirigió a la sala de estar y terminé los fideos, preparando el resto de la cena. Me estaba
preparando para poner la mesa cuando escuché la voz del doctor Cullen. Levanté la vista y lo vi a él y
a Edward parado en vestíbulo. Edward me miró, luciendo un poco asustado. Volvió su atención a su
padre y asintió con la cabeza, dándose la vuelta y dirigiéndose a las escaleras. El doctor Cullen vaciló
en el vestíbulo antes de dar unos pasos al interior de la cocina.

“¿Ya casi terminas?” Preguntó, levantándome las cejas. Asentí lentamente.

“Está terminado, sólo tengo que poner la mesa, señor,” dije. Él asintió.

“Bien. Sólo déjalo ahí, puedo poner a Jasper a que lo haga.” Lo miré en confusión y él suspiró.
“Quiero que subas a tu habitación y que te quedes ahí por el resto de la noche, ¿de acuerdo? Y mantén
tu puerta cerrada con seguro. Enviaré a unos de los chicos más tarde con tu cena y la crema para las
quemaduras.”

Asentí y rápidamente miré alrededor para asegurarme de que todo estaba en orden antes de salir de la
cocina. El doctor Cullen me siguió al subir las escaleras, desapareciendo en su oficina cuando
llegamos al segundo piso. Fui hasta el tercer piso y directo a mi habitación, entrando y cerrando la
puerta detrás de mí como me pidió el doctor Cullen. Estaba algo nerviosa, sin saber porqué
prácticamente había sido confinada aquí arriba.

Me senté por ahí por unos minutos sintiéndome inquieta. Encendí la televisión y repasé los canales,
tratando de encontrar algo que ver pero fue en vano. Pareciera que no podía concentrarme. Después de
un rato me di por vencida y entré en el baño, quitándome la ropa y abriendo el agua caliente de la
ducha para tratar de relajarme y deshacerme de algo de la tensión en mis músculos. Me sentía sucia
después de tener las manos de ese hombre sobre mí y quería quitarme esa sensación. Lavé mi cabello
y mi cuerpo, enjuagándome y saliendo de la ducha. Me sequé y me puse mi bata rápidamente, atándola
en torno a mi cintura. No me molesté con mi cabello, pensando que lidiaría con él luego. El baño
estaba completamente nublado por el vapor, así que no podría verme en el espejo de todos modos.

Abrí la puerta para regresar a la habitación y me paré en seco cuando percibí movimiento por el
rabillo del ojo. Agarré mi pecho y solté un grito cuando vi que Edward estaba parado frente a la
televisión con el control remoto en su mano, repasando los canales. Se volvió a mirarme, levantando
una ceja y sonriendo.

“¡¿Cómo entraste aquí?!” Pregunté con incredulidad, sabiendo que había cerrado la puerta con llave.
Se rió entre dientes, colocando el control remoto en la mesa. Metió la mano en su bolsillo y sacó un
llavero, balanceando una llave frente a mí. “¿Tienes una llave de mi habitación?”

Negó con la cabeza y puso la llave de vuelta en su bolsillo. “No la tenía. Aunque, mi papá me la acaba
de dar.”

Mi ceño se frunció por la confusión, un poco aturdida. “¿Tu papá te dio una llave de mi habitación?”
Pregunté incrédula. Edward asintió.

“Me dijo que te vigilara por los próximos días, mientras los mafiosos están en el pueblo. No quiere
que te quedes sola.”

Le levanté mis cejas. “Así que eres, como… ¿mi niñera?”

Él rió entre dientes. “Supongo que algo así.”

“¿Por qué tú?” Pregunté confundida. Me arqueó una ceja y parecía un tanto herido por mi pregunta.

“¿Soy tan malo como para pasar el rato conmigo?” Preguntó. Mis ojos se abrieron cuando me di
cuenta de lo que estaba pensando y negué frenéticamente con la cabeza, sin querer que tuviera una
idea equivocada.

“¡No quise decir eso! Sólo estoy sorprendida de que tu papá te lo pidiera.” Asintió y sonrió levemente.
Sentí un gran alivio de que pareciera entender.

“Sí, bueno, evidentemente estoy siendo castigado por darle en toda la madre a Newton,” dijo
encogiéndose de hombros. “No que considere esto un castigo ni nada,” añadió rápidamente. “Él me
dijo que encendiera las cámaras en la casa y estaba a punto de volverme loco, preguntándome cómo
carajos iba a poder seguir saliéndome con la mía y escabullirme aquí por la noches sin que me
atrapara, cuando me dio la llave y me dijo que te vigilara. Resolvió mi puto problema.”

Le estreché mis ojos cuando registré sus palabras. “¿Te escabulles aquí a menudo?” Pregunté.

Se quedó inmóvil con mi pregunta y desvió su mirada, viéndose un poco asustado. Me di cuenta que
sin querer acaba de decir algo que no había querido decir. “Allí está tu cena,” dijo, señalando la mesa
junto a mi sofá. Estaba cambiando de tema, obviamente evitando tener que contestar la pregunta.

“Gracias. ¿Con qué frecuencia te escabullías aquí?” Le pregunté de nuevo. Se encogió de hombros,
dando un gemido bajo.

“No muy a menudo. Pero tu comida se va a enfriar,” dijo. Hizo una pausa, mirándome a de reojo.
Sacudió la cabeza levemente y sonrió con su deslumbrante sonrisa torcida. “Y es posible que quieras
ponerte algo de ropa.”

Mi ceño se frunció y bajé la vista, jadeando. Me abracé a mí misma, espantada de que había estado
aquí parada en nada más que una bata y no me había dado cuenta.

“¡Dios mío, lo siento! Estoy indecente.”

Él se rió ente dientes. “Lo estás. Totalmente indecente. Debería de ser ilegal ser tan jodidamente
tentadora.”

Mis ojos se abrieron ligeramente. “¿Tentadora?” Pregunté. Caminé y agarré mi ropa interior, así como
un par de pantalones cortos y la camiseta de fútbol de Edward que me habían dado mi primera noche
en la casa. De ropa era mi artículo favorito, tan cómoda y de alguna manera calmante. En ella me
sentía extrañamente confortada.

“Sí, tentadora. Ahora, ve a vestirte y ven a comer tu cena antes de que en serio se te enfríe,” dijo.
Dudé, queriendo saber qué encontraba tan tentador de mí, pero decidí no preguntar. Me di la vuelta y
entré al baño, dejando caer la bata y poniéndome mi pijama. Rápidamente pasé mis dedos por mi pelo
para quitar los nudos y salí de nuevo a la habitación. Edward seguía parado en el mismo lugar,
luciendo un poco incómodo por alguna razón. Me acerqué y me senté en el sofá, dándole una pequeña
sonrisa cuando me miró. Cogí mi plato y comencé a comer un poco, sin tener realmente apetito.

“¿Te vas a sentar?” Pregunté después de un momento, sin saber porque sólo estaba parado allí. Suspiró
y asintió.

“No sabía si querías que lo hiciera, o lo que sea,” murmuró. En mi interior rodé mis ojos por su
disparate, como si no lo quisiera aquí. Se dirigió hacia mí y metió la mano en su bolsillo, sacando un
pequeño tubo. “Casi se me olvidaba esta mierda. Mi papá dijo que te quemaste la mano cuando él
agarró por el cuello a ese pendejo.”

“Sí. Aunque no está tan mal,” dije, levantando mi mano. Se sentó en el borde del sofá quedando frente
a mí y agarró mi mano con cuidado, inspeccionándola.

“Mal o no, joder, no debiste haberte quemado, porque ese cabrón no debió haberte tocado,” Edward
dijo con firmeza, su tono volviéndose de pronto frío. Lo miré con recelo, un poco desconcertada por su
rápido cambio de comportamiento. Su temperamento era impredecible, casi tanto como el del doctor
Cullen.

Abrió el tubo y comenzó a frotar un poco de crema en mi quemadura, tratando de ser delicado.
Después de que terminó cerró el tubo y lo puso en la mesa. Levantó su vista, encontrando mis ojos
después de un segundo. Yo sólo me le quedé mirando, hipnotizada por el visible cambio de matiz en el
color verde de acuerdo a su estado de ánimo. Después de un momento su expresión severa se suavizó y
suspiró. Bajó la vista a mis labios brevemente antes de mirar de vuelta a mis ojos e inclinarse hacia
adelante. Mi corazón empezó a acelerarse y alejé mi cabeza de él antes de que pudiera besarme. Su
ceño se frunció, su rostro se ensombreció con desvastación. Lucía como si se sintiera derrotado, como
si lo estuviera rechazando.

“¿Dijiste que tu padre te dijo que encendieras las cámaras?” Pregunté rápidamente, recordando que
había mencionado eso y sin querer que pensara que no quería o no me gustaban sus besos.
Simplemente no quería que Edward fuera sorprendido haciendo nada que metiera en problemas a
cualquiera de los dos. Al principio me miró confundido antes de sonreír ligeramente.

“Ninguna de las habitaciones o baños tiene cámaras. Son muy personales, sería jodidamente
pervertido grabar esa mierda. Normalmente sólo tiene encendida las cámaras en la oficina de la planta
baja, pero debido a los visitantes encendió las que están en los pasillos y la planta baja. Siempre nos
advierte cuando lo hace, no nos quiere paranoicos o jodidamente incómodos en nuestra propia casa.
No hay problema, no va ver una mierda.”

Asentí con la cabeza, comprendiendo. Con eso me sentí aliviada, ya que no estaba muy cómoda siendo
observada y grabada, especialmente no en mi cuarto. Me miró fijamente por un momento antes de
arquear una ceja. “Entonces, ¿puedo darte un beso o qué?”

Sonreí y asentí. Se inclinó hacia adelante y ladeó su cabeza, presionando sus labios a los míos. Su
lengua salió casi de inmediato y trató de profundizar el beso. Tomé el plato que seguía en mi regazo y
a tientas encontré la mesa, colocándolo en ella. Llevé mis manos hacia arriba y entrelacé mis dedos en
su caótico pelo, atrayendo su cabeza hacia mí. Gimió y se apretó a mí, empujándome hacia atrás sobre
mi espalda y cerniéndose sobre mí. Mi corazón comenzó a correr como loco, mis manos temblaban.
Sus labios se movían febrilmente, su lengua danzando con la mía frenéticamente. Había tanta pasión
en ese beso, tanto deseo.

Después de un momento separé mi cabeza, jadeando por aire, sin aliento. Los labios de Edward
bajaron por la línea de mi mandíbula y llevó su boca a mi cuello, plantando besos por todos lados. El
cosquilleo se disparó a través de mí, la sensación de sus labios húmedos y aliento cálido provocó un
escalofrío que me asaltó por completo. Lo sentí colocar su mano sobre mi rodilla y empezó a llevarla
lentamente hacia arriba por mi muslo desnudo. Instintivamente me tensé, sin asustarme pero un poco
sorprendida por las sensaciones. Sintió mi tensión y su mano se detuvo en seco, apartando
rápidamente sus labios de mi cuello.

“Lo siento,” murmuró, alejándose un poco y sentándose. Quitó su mano de mi pierna pero se sentó
mirándome, obviamente esperando mi reacción. Le sonreí, sin querer que sintiera como si hubiera
hecho algo malo, y me incorporé.

“Está bien. No deberías pedirme disculpas por tocarme,” dije. Sonrió suavemente y miró hacia otro
lado, asintiendo con su cabeza hacia mi plato.

“Come, Bella. Tal vez veamos una película o algo así.” Asentí en respuesta, agarrando el plato de la
mesa y tomando un bocado. Ahora estaba algo frío, pero no me molestaba. Había pasado la mitad de
mi vida comiendo la comida fría.

Terminé de comer mientras Edward repasaba los canales, tratando de encontrar algo para ver. Le dejó
en una película que dijo se llamaba “Eterno resplador de una mente sin recuerdos”

Parecía gustarle, pero para mí parecía bastante extraña. Finalmente cuando terminé de comer coloqué
abajo mi plato y al mismo tiempo Edward se puso de pie. Estaba viendo la televisión pero vi algo por
la esquina de mi ojo. Miré a Edward, mis ojos se abrieron por la impresión cuando sacó de su cintura
bajo su camisa una pistola negra. La puso en la mesa frente a nosotros, volviéndose a sentar junto a
mí. Me quedé mirando hacia la pistola en la mesa con horror, completamente atónita de que él la
tuviera. No puedo negar que me asusté un poco y mis manos empezaron a temblar. Él me miró y
sonrió al ver mi expresión. “Más vale prevenir que lamentar,” murmuró.

Levanté la vista y encontré su mirada brevemente antes de volver a mirar hacia el arma. Después de
un momento, Edward extendió su mano y la volvió a tomar, sosteniéndola y observándola. “No tienes
porque tener miedo de las armas,” dijo con suavidad. “Las armas no te hacen daño. Son los idiotas con
sus dedos en el gatillo de los que tienes que preocuparte.”
Volví a mirarlo, notando que me miraba con preocupación. Sonreí levemente, tratando de asegurarle
que estaba bien. “Es sólo que yo… eh, no estoy acostumbrada a ellas, supongo. Simplemente no
esperaba que tuvieras una.”

Él asintió, volviendo de nuevo su atención a la pistola. Después de un momento, la volvió a colocar


sobre la mesa. “Sí, la guardo bajo el asiento del conductor en el coche, sólo por protección, ya sabes.
Tal vez te enseñe a disparar uno de estos días. Es la forma más fácil de acostumbrarte a ellas. Solía
tenerle miedo a las armas cuando era más joven, pero papá me llevó al campo de tiro y en lugar de eso
me enseñó a respetarlas.”

Mis ojos se abrieron y lo miré boquiabierta. ¿Quería enseñarme a usar un arma? Me miró y
rápidamente negué con la cabeza. “Yo, eh… no creo que… tu padre… ya sabes…” Balbuceé,
sorprendida por su sugerencia. No había manera de que el doctor Cullen estuviera de acuerdo con eso.

Edward se encogió de hombros. “Confía en mí,” dijo simplemente. Se echó hacia atrás, ligeramente
encorvado, y puso su brazo alrededor de mis hombros. Me atrajo hacia él y no me resistí
recorriéndome un poco y apoyando mi cabeza en su hombro. Él me apretó levemente, bajando su
cabeza para descansarla encima de la mía. Todavía estaba un poco aturdida, por la conversación que
acabábamos de tener y no dejaba de mirar el arma sobre la mesa. Edward puso su otra mano en su
regazo y después de un momento estiré mi mano con cuidado hacia ella. Edward bajó la vista a su
regazo, mientras corría ligeramente mis dedos por su antebrazo, antes de acariciar suavemente su
muñeca y el dorso de su mano. Él giró su mano después de un momento de manera que su palma
estaba hacia arriba. Pasé ligeramente mi dedo índice alrededor de su palma, trazando las líneas y
pliegues. Sus dedos temblaron un poco y levanté la vista brevemente, notando que estaba sonriendo
ligeramente. Sonreí, peguntándome si le hacía cosquillas. No tenía idea si le daban cosquillas.

Volví a bajar la vista a su mano, moviendo hacia abajo mis dedos y pasándolos ligeramente a través
del tatuaje en su muñeca el que decía “no confíes en nadie” en italiano.

“¿De verdad crees eso?” Pregunté en voz baja. Pude sentir su mirada en mí, su cuerpo moviéndose un
poco.

“¿Creer qué?” Preguntó vacilante.

“Que no debes confiar en nadie,” dije, trazando ligeramente las letras del tatuaje con mi dedo índice.
Él suspiró.

“Solía hacerlo,” dijo finalmente. “Hasta que entraste por la puerta y a mi vida.”

Levanté la vista hacia él, un poco sorprendida. “¿Confías en mí?” Pregunté. Asintió, frunciendo el
ceño.

“¿Por qué te sorprende? Demonios, te dejo dormir en mi cama y te ofrezco enseñarte a disparar mi
arma. ¿Crees que haría eso si no confiara en ti? Simplemente yo no hago esa mierda, ¿sabes? Yo no
soy así,” dijo.

Asentí, sonriendo después de un momento. “Es cierto, tú eres quisquilloso,” murmuré. Se rió entre
dientes, sacudiendo suavemente nuestros cuerpos con el movimiento, y sacudió la cabeza.
“Sí, soy un puto quisquilloso. En serio, ¿realmente soy tan malo?” Preguntó. Me reí un poco.

“No, no eres tan malo,” dije. “Sin embargo, todavía no me dejas limpiar tu habitación,” añadí con
rapidez. Él suspiró exageradamente.

“Eso no es porque sea quisquilloso o porque no confíe en ti. Me siento como un pendejo haciendo que
limpies por mí. Quiero decir, tú eres mi chica, no se supone que tengas que hacer esa mierda,”
murmuró. Mis ojos se abrieron un poco por la sorpresa, una oleada de esperanza y satisfacción surgió
en mi interior cuando las palabras “mi chica” resbalaron de sus labios.

“¿Pero no te das cuenta?” Pregunté, enderezándome un poco de manera que pudiera mirarlo a la cara.
Echó un vistazo en mi dirección y se encontró con mis ojos. “Esa es una de las pocas cosas que puedo
hacer por ti. No puedo darte nada, realmente no tengo nada para ofrecerte Edward. Ni una forma de
hacerte feliz o mantenerte interesado.”

Él sólo se quedó viéndome por un momento, su expresión intensa. Empecé a sentirme avergonzada,
preguntándome si había dicho o no algo mal. Aparté la mirada, temerosa de su reacción. Se movió
rápidamente y tomó mi barbilla, levantando mi rostro de manera que pudiera mirarlo otra vez.

“Te lo dije, no te ves a ti misma con claridad. No quiero que te sientas como si tuvieras que hacer
cosas para impresionarme, o tratar de ganarme para consevar mi pinche afecto. Esa mierda es tuya
para siempre.” Se inclinó y rápidamente presionó sus labios en los míos, con suavidad. “¿Esto
precisamente? Esto es lo que me hace feliz. El que sólo seas tú misma es suficiente para mantener mi
interés. Sólo quiero verte y estar cerca de ti.”

Yo solo lo miré boquiabierta y sentí mis ojos llenarse de lágrimas por sus palabras. ¿De verdad podía
ser así de simple? Sentí una lágrima deslizarse y caer por mi mejilla. Edward extendió su mano y la
enjugó, sonriendo levemente. “Eres tan malditamente pura y buena, realmente única en tu clase. Estoy
malditamente seguro que no merezco a alguien como tú, después de todas las pendejadas que he hecho
en mi vida. Sólo espero poder estar a la altura de lo que necesitas. Espero que pueda ser lo
suficientemente bueno para ti.”

Parpadeé un par de veces. “Tú eres demasiado bueno para mí,” murmuré, sorprendida de que dijera
una cosa así. Se rió entre dientes, negando con la cabeza.

“¿En serio estamos hablando de la misma persona aquí? ¿El hijo de puta egoísta y engreído, que dice
maldiciones y grita, hace explotar coches y le rompe la madre a la gente porque tiene un maldito
temperamento que no puede controlar? Tú sabes, ¿el pendejo que bebe como un maldito pez y fríe su
cerebro con drogas sólo por joder? ¿El que usa a la gente por placer sin que le importe una mierda,
sólo sus propias necesidades y dice al diablo con todos los demás? ¿Ese hijo de puta es demasiado
bueno para ti?” Preguntó, arqueándome una ceja.

Me reí de su descripción de sí mismo, negando con la cabeza. “No, no estoy hablando de él. Estoy
hablando del chico que compartió su chocolate conmigo cuando probablemente nunca antes había
compartido nada en su vida. El que me dio el libro favorito de su madre porque pensaba que merecía
ser capaz de leer. El que parece estar sanándome constantemente porque me hago daño, cuando no
tiene que hacerlo. Estoy hablando del chico que se refrena físicamente a sí mismo para no hacerme
sentir incómoda y pregunta mi opinión cuando en realidad podría salirse con la suya sin tener que
hacer eso. Pero lo hace, porque eso es lo que él es, muy en su interior. Es compasivo y cariñoso. Estoy
hablando del chico que trata de poner mis necesidades por encima de sus deseos, el que me trata como
si sólo fuera una chica normal. El chico que necesita desesperadamente una limpieza en su cuarto y
lavar su ropa pero elige vivir en el caos y está a punto de empezar a usar ropa sucia porque es
demasiado cortés como para pedirle a la chica a quien besa que lo ayude.”

Edward parpadeó un par de veces, aparentemente desconcertado. “Wow,” murmuró. Le sonreí. “Tal
vez no soy la única que no se ve a sí misma con claridad,” dije, encogiéndome de hombros. “Puede
que digas cosas groseras y que tengas temperamento fuerte y hagas algunas, eh, cosas desagradables
algunas veces, pero eso no define quién eres.”

Me miró fijamente y en silencio por un momento antes de suspirar. De nuevo me atrajo hacia él con su
brazo alrededor de mí y volví a apoyar mi cabeza en su hombro. Empezó a masajear mi brazo en
círculos con su pulgar. “Eres realmente asombrosa,” dijo en voz baja. Sonreí, cerrando mis ojos y
acurrucándome más a él. Era cálido, su esencia me envolvía.

Edward extendió su mano y tomó la mía, pasando sus dedos a lo largo de los míos, igual que yo había
hecho con los suyos. Me hizo cosquillas y me reí un poco cuando las cosquillas subieron disparadas
por mi brazo. “¿Estás bien, tesoro?” Preguntó después de un momento. Abrí mis ojos y lo miré,
dándome cuenta de su expresión seria.

“Sí, mi mano ya no me duele tanto,” dije con indiferencia. Ya me había quemado antes, en realidad no
era importante. El dolor se desvanecería y se curaría. Él suspiró.

“No estoy hablando de tu mano, aunque me alegro de que esté bien. Me refiero al hecho de que él te
haya tocado,” dijo en voz baja, frunciendo el ceño. Aparté la mirada de él, volviendo mi atención a la
película, sin saber qué decir. Todavía estaba asustada por ello, el pensar en sus manos sobre mí me
hacía sentir náuseas, ya que había una malicia en él que no me gustaba. Él definitivamente tenía malas
intenciones y no tenía ningún respeto por los demás.

“Supongo que sí,” dije después de un momento. “Quiero decir, en realidad no me hizo daño. Sólo me
asustó un poco.”

Edward suspiró, apretándome ligeramente en un semi abrazo. Envolví mi brazo alrededor de su torso,
devolviéndole el abrazo. Acercó su cabeza y besó la parte superior de la mía. “Él no se acercará a ti de
nuevo. Mi papá no lo quiere aquí, no le gusta ni un poco. No confía en él en lo absoluto, cree que se
trae algo más entre manos. Se irá en algunos días y mientras tanto tú no te quedarás sola.”

Levanté la vista hacia él. “¿Qué pasa cuando estés en la escuela?” Pregunté. Edward sonrió levemente.
“La mayor parte del tiempo mi papá andará por aquí. Cuando él no pueda vigilarte, uno de nosotros se
quedará en casa. Probablemente Jasper. En realidad, no puedo faltar más días de este semestre pero lo
haré si es necesario. Y estaré contigo por las noches. Los tipos entrarán y saldrán de la casa día y
noche pero no dormirán aquí. Sólo llevarán a cabo actividades comerciales o lo que sea.”

Asentí. No estaba del todo cómoda con la idea de pasar mucho tiempo con el doctor Cullen, pero
cualquier día lo preferiría a él en lugar de a James. “¿Puedo preguntarte algo?” Le pregunté después de
un momento, enderezándome un poco para mirarlo.
Edward suspiró. “Puedes preguntarme lo que sea.” Sonrió ligeramente, enarcando sus cejas de manera
expectante.

“¿Qué es una, eh… goomah?” Pregunté, recordando la conversación entre James y el doctor Cullen.

El ceño de Edward se frunció, sus ojos se estrecharon levemente y su sonrisa decayó. “¿Dónde
escuchaste eso?” Preguntó vacilante, su voz baja con un ligero filo en ella. Lo que sea que fuera,
evidentemente molestó a Edward.

“Eh… James le dijo a tu papá que yo sería una buena, lo que sea que fuera eso. Tú papá se enfadó
bastante por ello y James se ofreció a comprarme,” dije en voz baja, volviendo a recostar mi cabeza y
acurrucándome en su cuello. Edward se tensó levemente, su mano en mi brazo tembló un poco. Lo
miré de reojo y vi la ira en su rostro. Su otra mano estaba apretada en un puño y estaba luchando por
mantener la calma.

“Una goomah es una amante de la mafia. Muchos mafiosos las tienen, la chica adicional a donde
acuden por sexo, con quien engañan a sus esposas. Mi papá es uno de los pocos que nunca hizo eso. O
al menos espero que nunca haya hecho esa mierda, porque estaría jodidamente encabronado si me
entero de que alguna vez le hizo eso a mi madre. Por lo general son chicas jóvenes, de edad
universitaria, que ellos pueden consentir con regalos a cambio de tener sexo. Los hace sentirse bien
consigo mismos, tener a una jovencita hermosa envolviendo sus pollas. Luego hay algunos que
encuentrar placer en la dominación y el uso de la fuerza, como James. Tendría una goomah para
hacerlo sentir poderoso cuando en realidad no es más que un enfermo stronzo de mierda. Ellos son los
que prefieren usar a… eh… el servicio.” La última parte la dijo vacilante y sonó más como una
pregunta que una declaración. Obviamente estaba tratando de ser sensible cuando se refería a los de
mi clase.

“Puedes decirlo, ¿sabes? La palabra “esclavo” no me molesta. Sé lo que soy,” dije en voz baja.

Él gruño. “Bueno, a mí me molesta esa mierda,” dijo, sonando totalmente molesto.

Suspiré, sabiendo que era inútil presionar al respecto, ya que él sólo se molestaría más por cualquier
cosa. Era sólo una palabra, sea que la dijera o no, no cambia nada.

“Entonces, básicamente James quiere hacer conmigo lo que Charles le hacía a mi madre,” dije en voz
baja, sintiendo repugnancia.

“Sí. Sin embargo, nunca voy a dejar que esa mierda suceda, tendrán que matarme primero.” Mis ojos
se abrieron ligeramente ante lo contundente de su declaración. Me aparté de él rápidamente, mirando
hacia su rostro. Su expresión era severa, completamente seria. Estaba asombrada.

Me había dicho que mataría por mí y le creía… pero, ¿realmente moriría por mí? ¿Se preocupaba
tanto por mí que daría su propia vida por la mía?

Lo miré fijamente por un rato y él sostuvo mi mirada.

“¿Cuán a menudo te has escabullido a mi habitación?” Pregunté, mi ceño fruncido. Realmente


necesitaba saber la respuesta. Él siguió mirándome y cuando habló no hubo vacilación en su voz, no
hubo vergüenza en su respuesta.

“Todas las noches.”

*************
Goomah = Amante de la Mafia

Che peccato = Que pena/Que lástima

Stronzo = Bastardo (traducción aproximada, es una palabra usada generalmente en referencia a


alguien que no te guste o que encuentres desagradable)
Capítulo 29 Siendo yo mismo

“Preferiría lamentarme de no haber hecho lo que me decía la gente, que lamentarme por no hacer
lo que mi corazón me dicte y preguntarme que hubiera sido de mi vida si sólo hubiera sido yo
mismo.”—Brittany Renee

Edward cullen
Me senté en el gran sillón de cuero negro en la oficina de mi padre. Tratando de verme todo
indiferente y jodidamente aburrido, hundido en el sillón. Pero por dentro estaba en un total caos, ya
que tenía miedo que esa mierda me explotara en la cara. No había jodida manera que él ya hubiera
escuchado de ese beso, había estado en Chicago y no había salido al pueblo para escuchar los chismes
acompañado de los mafiosos. A la puta gente de Forks les molestaría su presencia y solo alimentaría
los rumores de las relaciones de mi padre con el crimen organizado. Pero irracional como sea la
mierda, todavía tenía miedo y me estaba derrumbando por dentro. No tenía idea de qué demonios iba a
hacer si él irrumpía aquí y exigía saber qué coño estaba pasando entre Isabella y yo. No podía
mentirle. Mierda, mi padre era como un maldito detector de mentiras andante cuando se trataba de mí.
Él conocía todas mis señales, inmediatamente se daría cuenta si me tomaba desprevenido y trataba de
mentir. Francamente yo era un buen mentiroso hijo de puta pero mi padre sabía cómo sonsacarte la
mierda. Iría por una de dos rutas, ya sea que estuviera extremadamente paciente hablando pendejadas
en círculos sobre tonterías hasta que terminaras admitiendo la mierda sin que te dieras cuenta de ello o
entraría corriendo y simplemente empezaría a soltar todo para tomarte desprevenido y hacerte entrar
en pánico. Normalmente conmigo se iba por la segunda, Y no me daba suficiente jodido tiempo para
confrontarlo. Demonios, probablemente empezaría a tartamudear como solía hacerlo cuando era niño
y me confrontaba.

Tamborileé mis dedos en el brazo de la silla, jodidamente impaciente, con ganas de terminar con esto
y preguntándome qué demonios pasaba con Isabella. Ella no estaba feliz, pude verlo en su rostro
cuando la vi en la cocina. Cristo, ¿ya la había cuestionado mi padre por lo de nosotros? ¿Era esa
mierda la que estaba mal con ella? Si era así, el que tratara de mentir sería una pérdida de maldito
tiempo. Él debe haberla presionado hasta hacerla sucumbir, ella no sabía cómo era él cuando
presionaba por información. Tú le decías la mierda sin siquiera darte cuenta. Dios, esperaba que no
hubiera hecho un maldito interrogatorio.

La puerta detrás de mí se abrió después de un momento y detuve mi tamborileo, a sabiendas de que lo


vería y se daría cuenta de que estaba estresado. Cerró la puerta detrás de él sin hacer ruido y rodeó su
escritorio, sentándose frente a él. Levanté la vista y vi que ni siquiera me estaba mirando, pero esa
expresión encabronada seguía en su rostro. De inmediato abrió su laptop y la encendió, suspirando con
fuerza.

No me habló, ni siquiera me saludó con un asentamiento de cabeza, estuve sentado ahí por un puto
minuto o algo así y mi ansiedad estaba aumentando. El silencio de mi padre era muchas veces peor
que sus gritos. El silencio significaba que estaba sumido en sus pensamientos sobre algo, que alguna
mierda le estaba molestando. Le gustaba interiorizar las cosas, él pensaba las cosas y siempre
analizaba todo, y esa mierda era peligrosa podría salir con algunas putas ideas brutales en esa cabeza
retorcida. Probablemente está teorizando cual es la mejor manera de colgarme por las bolas en un
maldito árbol, trabajando cuidadosamente en un loco y ridículo problema matemático en cuanto a que
tan grueso tendría que ser el árbol y cuál sería la mejor manera de sujetarlas de manera que no cortara
mi escroto o rompiera la cuerda. Sin duda mi padre era inteligente y tener un maldito título médico no
ayudaba en el asunto. Podría inventarse algunas formas interesantes de lastimar a la gente o matarla.
No lo llamaban la maldita sanguijuela por nada, su método favorito de asesinato era aparentemente
hacer que la gente sangrara hasta la muerte, drenar su sangre hasta que quedaran secos, de manera que
era lento y doloroso. No, una puta bala en la cabeza no era suficiente para él, tenía que ser creativo.
Cualquier día recibiría una bala en la cabeza en lugar de lo que fuera que estuviera pensando en
hacerme en este momento.

“¿Te gusta el número trece, Edward?” Preguntó después de un momento, su voz solemne y serena. Mi
ceño se frunció por su repentina pregunta. Estuvo callado lo que pareció una maldita eternidad y
cuando habló finalmente, ¿me pregunta por un número?

“En serio, sólo es un puto número,” dije después de un momento, sin saber a dónde quería llegar. Sin
embargo, mi padre siempre tenía un propósito para todo lo que decía; él no saldría simplemente con
una maldita pregunta al azar sin tener una razón. Como, ¿cuántos metros de cuerda necesitaría para
colgar mi estúpido culo del árbol de roble del patio trasero? ¿Cuántos centímetros a la redonda debería
tener la rama del árbol para sostener mi peso?

“Sí. Yo mismo nunca he entendido la fascinación por él. Hay incluso un trastorno psicológico tratando
con el miedo a ese número. Triscaidecafobia. Es extraño cuán aprensiva está la gente por algo tan
trivial como un número. Hay un sinnúmero de rascacielos que ni siquiera tienen un piso trece por el
miedo irracional a él, uno de ellos el UBS Tower en Chicago. En realidad, en Italia el número trece es
considerado un número de suerte. Aunque en la región de Campania, en el sur del país, el término
“tredici”, el cual por supuesto sabes es el número trece en italiano, se utiliza como argot que significa
que la suerte de alguien se ha convertido rápidamente en mierda,” dijo, escribiendo en su laptop.
Seguía sin siquiera molestarse en mirarme. Sólo lo miraba con la boca abierta, preguntándome porqué
carajos estaba soltando todo esto.

Él no continuó con la conversación, cualquiera que haya sido su jodido propósito, y aumentó el
silencio en la habitación a excepción del sonido de sus dedos presionando furiosamente las teclas
mientras escribía. Otra vez empecé a tamborilear mis dedos, todavía malditamente estresado y ahora
completamente desconcertado en cuanto a qué demonios estaba tramando. El clic de las teclas estaba
irritando mis nervios, el silencio me incomodaba. Empecé a tamborilear mis dedos con más fuerza,
sin poder soportarlo.

“Sabes, agradezco la puta trivia, papá. Estoy seguro de que si alguna vez voy a un maldito Jeopardy
me sería útil, pero no entiendo que carajos tiene que ver conmigo,” escupí después de un momento,
más cortante de lo que intentaba que se escuchara. Pero estaba molesto y mi temperamento me
traicionó. Inmediatamente sus dedos dejaron de moverse en las teclas y levantó la vista hacia mí,
arqueando su ceja interrogante. Gemí, dándome cuenta que estaba haciendo justo lo que él quería. El
truco más viejo en el libro, confundirlos para que cedan.
“Tredici,” dijo después de un momento, bajando la vista de nuevo a la laptop y volviendo a escribir.
Simplemente me quedé mirándolo, tratando de descifrar sus comentarios crípticos.

“¿Me estás diciendo que mi suerte se acaba de ir a la mierda?” Pregunté vacilante. Suspiró con fuerza.

“No sólo la tuya, hijo,” murmuró. Mi ceño se frunció y estaba a punto de pedir que me explicara
cuando empezó a hablar otra vez. “Y sólo para advertirte, acabo de encender las cámaras de la planta
baja y de los pasillos. Así que nada de inhalar polvo en mi sala de estar, sabes que no me gusta esa
mierda y estaré vigilando.”

Lo miré fijamente por un momento, sintiendo la angustia en mi pecho. Si tenía las cámaras encendidas
no había manera de que pudiera escaparme a escondidas y pasar tiempo con Isabella sin que él lo
viera. Empecé a sentir un poco de pánico en mi interior por el hecho, preguntándome irracionalmente
si esa era la jodida razón por la que lo había hecho. Demonios, ¿de verdad sabía esa mierda? ¿Cómo
pudo haberlo averiguarlo tan pronto? ¿Esa era la razón por la que nuestra suerte se estaba acabando?

“No consumo coca,” murmuré, ofendido aunque no tenía derecho a estarlo. Levantó la vista hacia mí y
arqueó una ceja, yo rodé los ojos. “Ya no más,” corregí inmediatamente. Sí, había esnifado la maldita
coca, denme un respiro. No tenía intención de volver a hacerlo.

Él sonrió levemente. “Bien. No me gustaría tener que contratar un cirujano plástico para arreglar esa
cara bonita cuando la desfigures por joderte la nariz. Una vez vi como una chica destruyó por
completo la suya; ahora luce como si tuviera un hocico de cerdo. Voy a tener que mostrarte las fotos
algún día para que puedas ver la destrucción que puede causar. “

Gruñí. “Cristo, no necesito una puñetera intervención. Dije que había terminado con eso. ¿Y por qué
encendiste las cámaras?” Pregunté. Su ceño se frunció y me miró de manera extraña como si fuera una
pregunta estúpida.

“¿No las enciendo siempre que tenemos visitas?” Preguntó. Me encogí de hombros, sintiéndome como
un maldito idiota porque siempre lo hacía y en mi pánico irracional ni siquiera se me ocurrió.

“Hablando del número trece, Edward, ¿estás consciente que desde que regresaste a Forks, has hecho
que Michael Newton reciba exactamente trece puntos de sutura?” Preguntó.

Gruñí, rodando los ojos. Por supuesto, había descubierto lo de la puta pelea. El doctor Snow llamaría a
mi padre en el momento en que Newton abandonó el consultorio. El entrometido hijo de puta siempre
me estaba delatando. “Mierda, mira, sobre Newton. Juro por Dios que no hice esa putada sólo por
gusto…” Empecé, pero su mano se disparó hacia arriba diciéndome en silencio que cerrara la maldita
boca. Dejé de tratar de explicarme y sólo refunfuñé un poco para mí mismo, a sabiendas de que si no
quería escuchar mi puta explicación, no la escucharía y soltarlo sería una pérdida de maldito tiempo.

“Cuando me llamaron por primera vez sobre Michael yendo al hospital desde la fiesta de Halloween y
que me dijeron que evidentemente tú le habías dado una golpiza, voy a admitir que estaba furioso, mi
primera reacción fue llamarte y decirte que empacaras tu mierda porque te enviaría directamente de
regreso a la Academia de Gran River. Pero sabía que no podía enviarte lejos, no ahora, porque voy a
necesitarte por aquí. Sin embargo, eso no quiere decir que te has librado de ser castigado por ello,
Edward. Tienes que aprender a controlar ese maldito temperamento tuyo antes de que te encuentres de
nuevo en serios problemas,” dijo. Suspiré, negando con la cabeza. Él tenía razón pero no estaba de
humor para un discurso. Pero de nuevo, nunca estaba de puto humor para un discurso.

“Entonces, ¿cuál es mi castigo?” Pregunté, levantando mis cejas. “¿Vas a quedarte con el puñetero
coche?”

Se rió secamente. “¿Y tener que llevar tu culo por ahí? Lo siento hijo, no estoy de humor para eso esta
semana.”

Di un suspiro de alivio, agradecido de que al menos no iba a quitarme el Volvo. “¿Entonces qué?”

Él suspiró y continuó escribiendo por un momento. Se detuvo y se recostó en su silla, mirándome.


“Necesito un favor.”

Mis ojos se entrecerraron brevemente. ¿Me estaba pidiendo un pinche favor? Eso no podía ser bueno.

“¿Qué tipo de favor?” Pregunté con recelo.

Se quedó callado, aparentemente contemplando algo.” Necesito que alguien vigile a Isabella por las
noches.” Mis ojos se abrieron en shock, ya que me sorprendió completamente. No sabía qué tipo de
favor esperar, pero era seguro que no que me pidiera vigilarla a ella.

“¿Quieres que la espíe?” Pregunté incrédulo, sin entender su jodida petición. ¿Ella había hecho algo
que yo no sabía? Él suspiró, sacudiendo su cabeza.

“No, no necesito que la espíes. No me ha dado ninguna razón para desconfiar de ella. Pero necesito
alguien que la vigile y se asegure que permanezca a salvo.” Mi ceño se frunció, mis ojos se
estrecharon.

“¿Por qué no iba a estar a salvo?” Pregunté inmediatamente confundido, sintiendo de repente ese puto
miedo e ira hirviendo dentro de mí ante la idea de ella estando en peligro. Era protector con ella, no
podía evitarlo.

Él se inclinó hacia adelante y comenzó a escribir de nuevo en la laptop, apartando su mirada de mí.
“Evidentemente James ha tomado interés en ella. Antes lo encontré tocándola en la cocina.”

Mis ojos se ampliaron y la rabia se desbordó, consumiéndome al instante. ¿Él le puso una de sus
malditas, asquerosas y callosas manos encima a mi chica? ¿En MI jodida chica? Ese hijo de puta
estaba muerto. “¿Qué demonios fue lo que le hizo?” Grité, poniéndome de pie tan rápido que empujé
hacia atrás la silla. Mi papá levantó la vista inmediatamente, viéndose bastante sorprendido por mi
arrebato. Sabía que tenía que actuar como si nada pero estaba jodidamente encabronado. Nadie la toca
cuando no desea ser tocada.

“Él no la lastimó, cálmate,” dijo, todo malditamente indiferente. Su tono sólo me encabronó mucho
más. “Entré en la cocina y lo vi parado junto a ella, bajando su mano por su costado. Obviamente sus
avances no eran deseados, porque ella estaba llorando. Sin embargo, me encargué de ello.”

“¿Te encargaste de ello? Joder, ¿es todo lo que vas a decir, que te encargaste de esa mierda? ¿Por qué
carajos él todavía está aquí?” Escupí. Empecé a andar de un lado para el otro frente a su escritorio,
apretando los puños y la mandíbula, tratando de contener las putas ganas de golpear algo o a alguien.

“Sí, me encargué de ello. Cristo, Edward, ¿qué demonios te pasa? ¿No te acabo de decir hace un
minuto que tienes que controlar tu temperamento?” Preguntó. Me volví para fulminarlo con la mirada,
notando que él me observaba con recelo. Gemí, y me volví a dejar caer en la silla, todavía apretando
mis puños pero tratando de relajarme. Dios, ya estaba echando todo a perder con mis malditas
reacciones.

“Tú sabes que no me gusta esa mierda, me dan ganas de matar a alguien cuando le hacen eso a las
mujeres,” murmuré, mirando a la pared a un lado de su oído. Daba la ilusión de contacto visual, sin
tener que verlo en realidad a los putos ojos. Lo vi asentir por mi visión periférica.

“Lo sé, lo entiendo. Pero necesito que estés bajo control, porque necesito de tu ayuda esta semana. No
quiero que vigiles todo por mí. Mira, voy a ser honesto contigo. No confío en James en lo absoluto.
Creo que está tramando algo, tiene segundas intenciones. Es una rata y no sé exactamente lo que está
tramando pero no es nada bueno. No tiene ningún respeto en lo absoluto y no lo quiero en ninguna
parte de mí casa. Me desharía de él en un instante si pudiera, pero la verdad es que no puedo. Aro
piensa muy bien de él, siempre lo ha hecho, y está cegado por el hecho de que técnicamente es familia
para él.”

Lo miré sorprendido. “¿James está relacionado con Aro?”. Él suspiró.

“Estoy un poco sorprendido de que no lo recuerdes. La madre de James estaba casada con el hermano
de Aro, así que es el sobrino de Aro.”

Me quedé mirándolo sorprendido cuando todo hizo clic. “¿Es la misma mierda escuálida que solía
seguir a Emmett por todos lados como si fuera un puto Dios?” Pregunté con incredulidad. Recordaba
claramente al sobrino de Aro de cuando éramos niños en Chicago, excepto que en aquel entonces le
decían Jamie. Era un niño pequeño, flaco como un palillo de dientes y débil. Solía estar siempre a los
talones de Emmett como un jodido cachorrito y Emmett lo odiaba, siempre quejándose y lloriqueando
sobre cuán molesto era. Sin embargo, Mamá siempre lo regañaba por eso, diciéndole a Emmett que
teníamos que mirar por aquellos que no eran tan fuertes como nosotros, que un poco de paciencia y
compresión era esencial cuando la gente levantaba la vista hacia nosotros y debíamos utilizar nuestro
poder e influencia para ayudar a los que menos pueden.

Él sonrió levemente. “Sí, el mismo. Tú sabes que Aro no le queda familia consanguínea, tanto su
hermano como su hermana fueron asesinados en los últimos años, y Aro no tiene hijos. Esa es la razón
por la siempre ha estado obsesionado contigo, tú eres lo más parecido a un hijo que él tiene. Su
ahijado. Conseguir que crea que James es una verdadera amenaza no será una tarea fácil, pero te lo
estoy diciendo ahora mismo, eso es exactamente lo que es. Él es una amenaza para la entera
organización, y ahora es una amenaza personal para todos nosotros. Ya ha puesto su mano en algo que
no le pertenece. Tocó mi propiedad dentro de mí casa. Eso es una falta de respeto y no lo permitiré.
Estuve a punto de cortarle el jodido cuello, estaba tan enojado que accidentalmente ocasioné que Bella
se quemara cuando se lo quité de encima,” dijo de un tirón.

“¿Ella se quemó?” Pregunté, inmediatamente preocupado de que estuviera herida. Él asintió.

“Sí, pero está bien. Fue superficial. Sabes que no te estaría pidiendo esto si no considerara que fuera
necesario. Sé que tú no eres exactamente una persona sociable, Edward, e interpretar el papel de
guardaespaldas de una adolescente no es tu idea de diversión. Se lo hubiera pedido a uno de tus
hermanos pero el hecho es que necesito a alguien que no dude en jalar del gatillo, si es necesario. No
estoy del todo seguro de lo que es capaz pero no puedo correr ningún riesgo. ¿Entiendes lo que estoy
diciendo?”

Me miraba fijamente expectante, sus cejas levantadas. Su expresión estaba completamente seria, no
había diversión en su voz. Me estaba pidiendo que la vigilara porque sabía que de todos sus hijos,
sería el único con las suficientes bolas para dispárale a ese hijo de puta, si era necesario. Y tenía
razón, lo haría. Mataría por ella, no había duda al respecto.

“Entiendo,” dije con calma, asintiendo. Él asintió y me miró fijamente por un momento antes de abrir
el cajón de su escritorio. Sacó una llave en un llavero y la tiró al otro lado del escritorio hacia mí. La
atrapé y lo miré interrogante.

“Es la llave de la habitación de Isabella. Le dije que subiera allí y mantuviera la puerta cerrada. Sé
cómo eres sobre tu habitación con no dejar que la gente entre e imaginé que podrías pasar durmiendo
algunos días en su sofá. Tú sabes, castigo y todo eso por los trece puntos de sutura,” él dijo. Le sonreí
levemente después de un momento. “No creo que ronque, pero no prometo nada. Bien merecido te lo
tendrías si lo hace.”

Rodé mis ojos pero asentí. Sabía que ella no roncaba, pero joder, sí hablaba en sueños. Aunque, no le
iba a decir eso a él. Nos quedamos sentados en silencio por un momento, ambos sumidos en nuestros
pensamientos. “¿Realmente crees que él puede ser un gran peligro?” Pregunté un poco sorprendido
que mi padre estuviera recurriendo a medidas tan drásticas.

Él asintió. “Tenemos un montón de problemas urdiéndose en Chicago. Los federales ya han atrapado a
14 de nuestros hombres en cargos RICO y de asesinato, y tenemos a un tipo cantando como un canario
para mantenerse fuera del corredor de la muerte. Con la distracción del Departamento de Justicia
tratando de derribar la organización, hay poco atención en otras cosas que suceden dentro de las
paredes de la fortaleza, por así decirlo. No sé con quién se asocia James y lo que busca, pero sé que
está corrompido y tengo la sensación de que tiene algo que ver conmigo.”

Mi ceño se frunció. “¿Por qué habría de tener una vendetta contra ti?” Pregunté. Se encogió de
hombros.

“En sí, no sé si es una vendetta, no sé si es personal o si simplemente está tratando de hacer unos
movimientos para obtener más poder dentro del negocio. Pero sí sé que se enfoca en mí, porque creo
que la última mujer que traje a esta casa fue colocada aquí por él.”

Me le quedé mirando pasmado. “¿Ella era una puta espía? Cristo, y yo pensando que sólo estabas
follándote a la perra.”

Me miró por un momento con el ceño fruncido antes de que se echara a reír y negara con la cabeza.
“¿Por qué piensas eso?”

Me encogí de hombros. “No lo sé, supongo que las miradas que le dabas. Esa mierda era estresante y
era incómodo estar en la misma habitación que ustedes algunas veces.”
Él suspiró, sacudiendo la cabeza. “Pensé que me conocías mejor que eso, Edward. Estaba
observándola porque había algo sospechoso en ella. ¿De verdad crees que le haría eso a una mujer, que
la usaría por sexo? Te lo he dicho muchas veces y he intentado inculcarlo en ustedes, que el asalto
sexual está mal, que nunca debes tocar a una mujer sin su consentimiento. Así que, ¿por qué crees que
le daría la espalda a lo que les dije y lo haría yo mismo?”

Suspiré. “Lo sé. Cristo, papá, no creo que estuvieras violándola. Pensé que esa mierda era consensual
o algo así.”

Él sonrió, negando con la cabeza. “¿De verdad crees que ella estaría dispuesta a tener sexo conmigo?
De ninguna manera.”

Me encogí de hombros y aparté levemente la mirada, mirando fijamente a la pared detrás de él. “No lo
sé, supongo. ¿No crees que eso sea posible?”

“¿El que una esclava y su dueño tengan una relación íntima?” Preguntó, levantando sus cejas. Asentí
levemente, vacilante. Suspiró y estuvo en silencio por un momento, con la vista en su escritorio.
Parecía estar sumido en sus pensamientos. “Es posible, pero no probable. Él tiene que ser un hombre
compasivo y tratarla con amabilidad y ella tiene que tener un gran corazón como para ser capaz de
aceptarlo por quién es. Se necesitaría un tipo de mujer fuerte que sea capaz de ver a su dueño como un
simple hombre y no como su amo. Ver más allá de la situación y verlo por lo que él es por dentro y no
por lo que es. Pero, tú sabes, simplemente porque puede pasar, no necesariamente quiere decir que
sucederá. Estarías invitando a los problemas en tu vida y complicando las cosas por pasar por alto los
límites. Mezclar los mundos así, es solo pedir penas, la gente sale lastimada de esa forma. Es un poco
de placer, ¿realmente vale la pena el dolor potencial? No estoy seguro. Depende de la mujer, supongo.
Sin embargo, sé que no estoy interesado en invitar más mierda en nuestras vidas.”

Asentí. “Entonces, básicamente... ¿no la hubieras follado incluso si ella lo hubiera querido?”

Él se echó a reír. “No, no lo hubiera hecho. De todas formas, Janet no era ese tipo de mujer, ella veía
el mundo en blanco y negro, y las cosas a sus ojos estaban bien o mal, bueno o malo. No tenía el
cerebro o el corazón para ver más allá de las etiquetas. Y en cuanto a si era o no una espía, no puedo
decir con toda seguridad que lo fuera, pero me pareció sospechoso que así como así James tenía una
mujer a la venta, bastante barata, cuando yo necesitaba una. Ella era demasiado entrometida para su
propio bien, siguió husmeando en lugares donde no debería. Tú viste cuan desafiante e irrespetuosa
era. Traté de darle el beneficio de la duda, pero cuando recibí la última factura del teléfono vi un
número sospechoso en él, de un teléfono celular desechable con un código de área de Illinois. Ahí fue
donde comencé a sospechar. Estoy seguro que recuerdas que estaba esposada porque con las cámaras
de vigilancia la atrapé entrando de nuevo en la oficina de la planta baja, que fue la razón por la que le
puse más cerraduras esa noche. No estaba pensando en matar a la mujer, pero abrí la factura del
teléfono y cuando le pregunté de quién era el número al que había estado llamando, descubrí que se
había soltado de sus ataduras y… simplemente estallé. La vi como una amenaza para mi familia.”

Asentí en comprensión. “¿Y crees que era a James a quién estaba llamando?”

Él se encogió de hombros. “Es lo más probable. Después yo mismo llamé a ese número, y alguien
contestó pero no habló. Supongo que estaban esperando que Janet hablara primero. Sus intenciones
definitivamente no eran buenas.”
“¿Cuánto tiempo estarán aquí esos tipos?” Pregunté.

Él se encogió de hombros. “Unos cuantos días, hasta el viernes al menos. Esta mañana los federales
allanaron uno de los clubes de striptease que manejamos. Por suerte no consiguieron nada, pero hay
algunos embarques que llegan esta semana y que se suponía que serían enviados desde allí, que
obviamente, ahora no se puede. Cuando eso sucedió, Aro decidió que se movieran algunas de las
operaciones desde aquí, ya que los federales no están enterados de esta ubicación así que es el lugar
más seguro para pasar algunas de las cosas. Fue una decisión espontánea, literalmente la manifestó e
hizo algunas llamadas y a la hora estábamos en un avión. Estarán entrando y saliendo de la casa a
todas horas, así que no quiero que Isabella se queda sola en ningún momento.”

“¿Qué pasa durante el día cuando esté en la escuela?” Pregunté. Él suspiró.

“Andaré un poco por aquí y, cuando no pueda, uno de tus hermanos puede quedarse en casa con ella,”
dijo. “Realmente no me importa quién la vigile durante el día, siempre y cuando esté vigilada.”

Asentí. “Simplemente no lo entiendo, ¿por qué él iba a estar tan interesado en Bella?” Pregunté
después de un momento. Quiero decir, entiendo el atractivo. Joder, ella me conquistó y envió mi vida
en una caída en picada la primera vez que la vi, ¿pero que él le falte el respeto a mi padre
abiertamente e intente algo en su casa? Eso es una puta locura. Las cejas de mi padre se levantaron por
la sorpresa.

“¿Quién?” Preguntó. Mi ceño se frunció por su pregunta.

“¿Qué quieres decir con, quién? Isabella. Por qué carajos James está tan interesado en ella,” dije con
confusión. ¿De quién carajos creía él que estaba hablando?

“Ah, bueno, no estaba consciente de que había adquirido un apodo,” dijo indiferente. Me congelé,
devanándome los sesos furiosamente, tratando de averiguar de qué estaba hablando cuando me golpeó.
Mierda, acaba de llamarla “Bella” delante de él.

“Bella, Isabella. Sólo recorté la mierda,” dije encogiéndome de hombros. Él me miró por un momento
y empecé a entrar en pánico, preocupado de que estaba empezando a unir las putas piezas. Dios, ¿qué
carajos estaba mal conmigo? Una conversación con mi padre desde que empezamos cualquiera que
sea la mierda que estábamos haciendo y ya la había cagado y le había dado todas las pistas que alguna
vez necesitaría.

Se me quedó mirando, con tanta maldita intensidad que era como si me estuviera leyendo. Me di
cuenta que estaba buscando “señales”, tratando de averiguar si estaba siendo o no honesto con él. Me
quedé quieto y mantuve contacto visual, sabiendo que si me retorcía o apartaba la puñetera mirada le
diría todo lo que quería saber.

“¿Estás seguro que no la llamaste Bella porque significa “Hermosa”?” Preguntó. Sólo me quedé
mirándolo. Sabía que no podía mentir, él se daría cuenta. Necesitaba una manera de evadir la
pregunta.

“¿Tú llamas a Rosalie, Rose porque ella huele jodidamente bien?” Pregunté después de un momento,
arqueándole una ceja. Él sonrió y negó con la cabeza.
“No sé por qué James está interesado en, uh, ¿es, Bella?” Dijo, todavía sonriendo. Rodé los ojos y él
rió entre dientes. Se estaba burlando de mí, encontrándolo malditamente divertido. “Tal vez sólo sea
para provocarme. Él es del tipo que hace las cosas simplemente por emoción. La única razón por la
que viola la ley es porque es emocionante y él sabe que está mal, para él es como drogarse. Me
imagino que con las mujeres probablemente sería lo mismo. La quiere porque no puede tenerla,” dijo.

Asentí, sintiendo la ira ebullendo de nuevo. Sin embargo, ya había hecho que mi papá sospechara lo
suficiente para una maldita conversación, así que me contuve, apretando mis puños y poniendo cara de
póker. “Debería haber sospechado que esto sucedería, pero aun así no había nada que pudiera hacer al
respecto.”

Estreché ligeramente mis ojos. “Podrías haberla mantenido arriba en su habitación de manera que él ni
siquiera se hubiera enterado que ella estaba aquí.”

Me miró fijamente por un momento. “¿Desde cuándo escondemos el servicio? Ellos andaban cerca de
Nona y Janet en sus visitas.”

Gemí. “Sí, bueno, ninguna de ellas era una chica de dieciséis años,” dije molesto.

Él suspiró. “Incluso si hubiera querido esconderla, no hubiera podido. Ellos sabían que estaba aquí.
Eventualmente Aro hubiera preguntado por ella y hubiera querido verla. Supuse que era mejor para
ella que bajara a ellos que ellos fueran a buscarla. Traté de facilitarle las cosas y debería haberla
despedido de inmediato y decirle que se fuera al piso de arriba, pero no quería despertar la curiosidad
de James por tratarla diferente de lo que normalmente lo haría con una esclava. Es la misma razón por
la que no la llamé para decirle que veníamos. No sabía que querían venir a la casa esta noche, pensé
que esta noche podría darle algunas advertencias sobre ellos cuando llegara a casa. Para cuando me di
cuenta, era demasiado tarde para advertirle ya que James estaba en el carro conmigo, y llamándola
hubiera despertado sus sospechas. No creo que James se dé cuenta de quién es ella y prefiero que no lo
averigüe.”

Mi ceño se frunció y me quedé mirándolo con confusión. ¿Por qué carajos querría Aro verla? Él no era
del tipo que le importara una mierda el servicio. ¿Y qué quiso decir con lo de que James no sepa quién
es ella? “¿Quién es ella?” Pregunté receloso.

Me miró fijamente por un momento, su rostro inexpresivo. “¿Perdón?”

“Dijiste que James no se sepa quién es. ¿Qué quieres decir con eso?” Se encogió de hombros
indiferente y yo gemí. “¿Su padre es algún cabrón importante o algo así? ¿Es de eso de lo que estás
hablando? ¿No quieres que sepa de dónde la conseguiste?”

Él suspiró y estuvo en silencio por un momento, obviamente, considerando que mierda decirme.

“Él sabe que compré una esclava joven de dieciséis años de Charles Swan y eso es todo lo que necesita
saber. ¿Y cómo supiste que era su padre? No recuerdo alguna vez haberte dicho eso.”

Me encogí de hombros. “Es posible que ella lo haya mencionado,” murmuré.

“Me sorprende que ella te haya dicho eso,” dijo. “No es que precisamente Charles la haya reconocido
como su hija y no lo admitiría en voz alta, aunque el pendejo era muy consciente de que era su padre.
No muchas personas saben esa pequeña pieza de información. En realidad puede que Aro y yo seamos
los únicos dentro de la organización que lo sabemos. La esposa de Charles acababa de enterarse, por lo
que se deshizo de Isabella.”

“Entonces, supongo que él es importante, si es o no el padre de un niño le importaría a alguien en la


organización.”

Él se encogió de hombros. “El padre de Charles era un iniciado, vigiló nuestros intereses en los
casinos de Las Vegas por un tiempo. Él y su esposa ahora están muertos. Charles es sólo un asociado,
en realidad nunca ha entrado a la organización. Sin embargo, él dirige una muy significativa banda de
ladrones de identidad y falsificadores, una que su padre inició años atrás. En realidad, él es quien
elaboró esa identificación falsa que tú tanto amas. Aunque, no llamaría precisamente a Charles
importante para nosotros, cuando siempre es reemplazable. Pero a pesar de eso, nada de ello importa.
Honestamente, quién es Isabella es irrelevante. James ha puesto sus ojos en ella y ella necesita que se
le proteja por esa simple razón.”

Asentí, de manera que supiera que estaba escuchando. En realidad, todavía no tenía un puto sentido
para mí que haría a Isabella tan especial que Aro quisiera verla, pero sabía que él no iba a decírmelo.
Ya de por sí no estaba siendo completamente sincero conmigo, ya que estaba parloteando sobre
mierda solo para darme medias respuestas, para ser evasivo. “Bueno, lo que sea. Está bien. Yo la
vigilaré,” dije, encogiéndome de hombros. Él asintió y cerró su laptop.

“Bien. Bajemos para la cena y luego puedes llevarle un plato,” dijo, poniéndose de pie y empujando su
silla. Me puse de pie, pasando mi mano por mi cabello, un poco aturdido por la conversación. Vine
aquí asustado y en realidad el cabrón sólo me facilitó las cosas sin darse cuenta.

Él se dirigió hacia la puerta y lo seguí. Pausó por un momento, volviéndose hacia mí. “¿Necesitas que
te consiga un arma de abajo?” Preguntó en voz baja. Negué con la cabeza.

“Tengo una en el coche,” dije, encogiéndome de hombros. Me gustaba mi arma, la prefería ya que me
sentía cómodo con ella. Sus cejas se levantaron por la sorpresa.

“¿Ya la tienes? ¿Y cuánto tiempo ha estado la mencionada arma en tu coche?” Preguntó.

Sonreí con suficiencia. “¿Cuánto tiempo tiene el mencionado coche siendo mío?”

Él negó con la cabeza. “No pierdes el tiempo, ¿cierto?” Murmuró. Se desvió a su habitación sin
siquiera a esperar mi respuesta. Me quedé por allí por un momento antes de caminar lentamente hacia
la escalera. Tomé un par de respiraciones profundas en mi camino hacia abajo, queriendo
estabilizarme antes de tener que enfrentar a ese enfermo hijo de puta de James. Quería partirle toda la
madre por ponerle una mano encima a Isabella, por asustarla obviamente. Quiero decir, ¡joder, la hizo
llorar! Maldición, no era de extrañar que no luciera feliz cuando llegué a casa. Dudé en el vestíbulo,
realmente sin puto humor de lidiar con ninguno de ellos. Pude escuchar a Aro hablando en la sala de
estar. Estaban hablando de negocios, las nuevas acusaciones en contra de algunos de sus hombres.
Escuché pasos en las escaleras detrás de mí después de un momento y me di la vuelta, viendo a mi
padre y a mis hermanos. Emmett se dirigió directo a los tipos y Jasper fue a la cocina. Papá se detuvo
frente a mí y me tendió un tubo de pomada para quemaduras.
“Asegúrate de que más tarde se ponga esto en su mano,” dijo. Suspiré y asentí, tomándolo y
deslizándolo en mi bolsillo. Entró a la sala de estar y anunció a los hombres que era hora de comer.

Los escuché a todos correr hacia la mesa, obviamente, todos con puta hambre. Yo entré en la cocina
mientras Jasper estaba agarrando la comida, ayudando ya que Isabella estaba arriba. Lo detuve y
agarré un plato, echándole comida rápidamente. Lo puse en el refrigerador mientras Jasper llevó el
resto de la comida a la mesa. Después de un momento me dirigí hacia ellos, deslizándome en una silla
al final de la mesa junto a Jasper. James sacó la silla frente a mí y se sentó, inclinándose hacia atrás y
observándome con curiosidad. Le estreché mis ojos, rogándole silenciosamente que me dijera alguna
mierda irrespetuosa, para darme una maldita razón para pararme y darle un puñetazo en la puta boca.
Empezaron a servirse la comida y agarré un poco, en realidad sin puta hambre. Sólo quería subir y
asegurarme que Isabella estuviera bien.

Le di vueltas a la comida en mi plato con mi tenedor, tratando de ignorar la mirada que James me
estaba dando. Ella había hecho mi pinche comida favorita y normalmente la devoraría pero
simplemente no tenía apetito. Estaban todos charlando pero no estaba de humor para añadirme a la
conversación, me importaba una mierda lo que sea.

“Así que, Edward,” dijo Aro finalmente. Detuve el movimiento de mi tenedor y lo miré, levantando
una ceja y preguntándome qué carajos quería. “Vas a tener dieciocho en algunos meses, ¿alguna idea
de lo que planeas hacer?” Sonrió alegremente, sin siquiera ocultar su puta esperanza que planeara ir a
Chicago a trabajar para él. Seis jodidas semanas atrás no habría dudado, hubiera declarado que iba a
estar ahí el pinche día que cumpliera los 18, pero la mierda era diferente ahora. No tenía idea qué
demonios me deparaba el futuro, dónde terminaría, pero ahora no sólo estaba pensando en mí. Estaba
pensando en la hermosa chica dos pisos arriba, encerrada en su puta habitación como una prisionera.
Ni siquiera tenía idea cómo demonios iba a cambiar, cómo alguna vez ella y yo íbamos a ser capaces
de una verdadera vida juntos, pero estaba decidido a encontrar una jodida manera.

Me quedé en silencio, sin saber qué carajos decir. Papá se aclaró la garganta después de un momento.
“Edward es libre de elegir qué es lo que quiere hacer con su vida, pero me gustaría pensar que andará
por aquí hasta que por lo menos se gradúe del instituto.”

James se rió secamente y mi cabeza se volvió rápidamente en su dirección, mis ojos se estrecharon
aún más. ¿De qué carajos se estaba riendo ese pendejo? “La escuela es inútil. ¿Qué te da un diploma
estos días? ¿Un trabajo en McDonald’s? Es una pérdida de tiempo. Hay dinero haciéndose allá afuera,
y ningún pedazo de papel de algún pequeño Instituto importa mucho cuando es solo eso, un papel,”
dijo, sacudiendo su cabeza y riéndose para sí mismo. Sentí la ira aumentar de nuevo mientras lo
fulminaba con la mirada.

“Puede que un diploma no importe en nuestra línea de trabajo, pero no se trata del pedazo de papel. Se
trata sobre empezar lo que terminaste, siendo dedicado y no dándose por vencido. No hay nada peor
que un oportunista,” dijo mi papá con brusquedad. Lo miré, levantando las cejas por la sorpresa. Sabía
malditamente bien que ya no estaba hablando de mí graduándome del puto Instituto. Era un jodido tiro
directo al pendejo frente a mí.

“Yo no diría que es ser un oportunista, yo diría que es más como pensarlo un poco y cambiar tus
prioridades,” dijo James tranquilamente, encogiéndose de hombros.
“Tal vez tus prioridades no deberían cambiar cuando estás en un camino en el que juraste que te
quedarías,” papá dijo bruscamente. “La madre de Edward hubiera querido que siguiera dedicado a sus
estudios y los terminara.”

Mis ojos se ampliaron y miré a mi padre, un poco sorprendido de que hubiera hablado de mamá.

James se encogió de hombros otra vez. “Pero Elizabeth no está aquí ahora, ¿cierto? Entonces, ¿qué
importa lo que ella querría?”

Hubo un jadeo colectivo alrededor de la mesa y mi papá se levantó rápidamente, su silla voló hacia
atrás y se estrelló contra el suelo. “No digas su nombre, ¡tú maldito scarafaggio! ¡E importa porque
nunca desprecias a tu puta familia! ¡Siempre permaneces leal!”

Aro se puso de pie y agarró el brazo de papá, sacándolo de la habitación. Ellos se fueron y yo sólo me
quedé ahí, jodidamente asombrado de que mi papá acababa de estallar de esa forma. Miré alrededor de
la mesa, notando que todos menos James lucían simplemente asombrados como yo. Le entrecerré mis
ojos a James, ya que estaba sonriendo con suficiencia para sí mismo. Ahora que sabía quién era, podía
ver indicios en él del molesto pequeño imbécil.

Mi padre y Aro regresaron después de un momento, volviéndose a sentar. Ninguno se veía feliz.
Volvieron a comer sin decir una palabra, siendo el único sonido en la habitación ese rechinar de los
tenedores en los platos. Empezaba a sacarme de quicio y estaba dándole vueltas a la comida
furiosamente, sin siquiera tomar un sólo bocado. Mi temperamento se estaba enardeciendo y estaba
peligrosamente cerca a explotar.

Después de un momento llegó a ser demasiado y dejé caer mi tenedor. Golpeó el plato con un largo
tintineo y todos miraron hacia mí. “¿Puedo retirarme?” Pregunté con frialdad, apretando los dientes.

“Sí,” dijo mi padre simplemente. Empujé mi silla hacia atrás con fuerza y boté mi servilleta encima
de mi plato, dándome la vuelta y saliendo de la habitación rápidamente. Me importa una mierda
recoger mi plato y limpiar en este momento, alguien más podría hacer esa mierda. De inmediato me
dirigí hacia la puerta principal, sacando las llaves de mi bolsillo y presionando el botón para abrir las
puertas de mi coche. Abrí el lado del conductor y extendí mi mano debajo del asiento, sacando la
glock. La puse en mi cintura y me bajé la camisa encima de ella, cerrando otra vez el Volvo y
volviendo a entrar. Fui a la cocina y agarré el plato de Isabella, metiéndolo en el microondas por un
minuto. Cuando terminó me dirigí al piso de arriba, subiendo los escalones rápidamente. Quería verla,
asegurarme que estaba bien. Me detuve cuando llegué a su puerta, agarrando la manija y tratando de
darle vuelta. Por supuesto, estaba cerrada con llave, lo que me hizo feliz porque ella había escuchado a
mi padre. Toqué levemente y escuché, sin oír un sonido dentro de la habitación. Toqué una vez más y
seguía sin haber sonido alguno. La llamé por su nombre y no recibí respuesta, e inmediatamente me
preocupé un poco. Llevé mi mano a mi bolsillo y saqué la llave que mi papá me dio, quitando el
seguro de la puerta y abriéndola despacio.

Entré y escuché el agua corriendo en el baño, de inmediato sentí un jodido alivio de que al menos
estaba bien. Vacilé, preguntándome qué diablos se supone que debía hacer. No quería imponerme y
entrar por la fuerza en su habitación mientras ella estaba en la ducha, pero al mismo tiempo no quería
quedarme parado en el maldito pasillo y esperarla. Después de un momento suspiré y coloqué el plato
en la mesa, cerrando la puerta sin hacer ruido y poniéndole llave. Agarré el control remoto y encendí
la televisión, repasando los canales para encontrar algo que ver mientras esperaba.

Se cerró la llave del agua en el baño después de un momento y la puerta se abrió. Escuché que Isabella
gritó y me volví para mirarla, sonriendo. Mi polla empezó a endurecerse de inmediato cuando vi la
cremosa piel expuesta en sus piernas y sus clavículas, ya que no llevaba nada más que una maldita y
muy corta bata blanca. Jesús, ella era jodidamente hermosa.

Parecía sorprendida por mi presencia e inmediatamente me pregunté si la había jodido, si tal vez no
debería haber entrado. Le mostré la llave y ella se sorprendió de que la tuviera, pero al menos no
parecía enojada, y le expliqué sobre como mi papá quería que no la perdiera de vista por algunos días.
Empecé a decirle sobre las cámaras alrededor de la casa y mierda, dije demasiado, cometiendo el error
de decirle que me escabullía a su habitación. Lo pescó antes que me diera cuenta que pendejada había
dicho y me la señaló. Juró que ella es demasiado perceptiva para su pinche bien. Traté de cambiar el
tema y señalé su comida, pero simplemente me volvió a hacer la puta pregunta, obviamente sin
dejarlo pasar. Se parecía mucho a mí cuando se trataba de ser persistente, no le había permitido salirse
con la suya evadiendo el tema de su color favorito y ella no me iba a permitir salirme con la mía
evadiendo el tema de mí colándome en su habitación.

Le di una respuesta a medias y parecía como que fuera a discutir, obviamente queriendo saber la
verdad. Ella seguía parada allí en nada más que esa maldita bata, lo cual estaba haciendo que mi polla
palpitara, rogando por algo de liberación. No estaba avergonzado de admitir que había estado
haciéndome más pajas la semana pasada que nunca antes, pero parece que sólo empeoró las cosas. Mi
cuerpo estaba ansioso por el toque de una mujer, mi polla rogaba por sentir el interior de un suave y
rosado coño. Demonios, qué no daría por explorar ese cuerpo suyo. Todo lo que tomaría sería deshacer
ese pequeño lazo en el cinturón sujetando su bata y estaría desnuda para mí. Mierda, incluso pensar en
ello hacía que mis pantalones crecieran aún más.

No podía hacer esa mierda, tenía que controlarme. Era una total pendejada siquiera pensar esas cosas
sobre ella; no estaba ni cerca de estar lista para ese tipo de mierda. Pasaría mucho tiempo hasta que lo
estuviera, si alguna vez lo estaba. No sabía cómo iba a hacerlo, como me iba a pasar tanto tiempo sin
sexo. Estaba acostumbrado a tener esa mierda constantemente, en cualquier momento que lo quería. Y
sería tan jodidamente fácil tomar el teléfono y llamar a una de las perras de la escuela, correrían hacia
aquí en un latido y se encargarían de mi puñetero problema. Pero no quería eso, no podía hacer eso.
Demonios, estaba jodidamente seguro que de todos modos no sería capaz de responderle a ninguna de
ellas. Incluso las últimas veces que lo intenté la mierda no resultó, y eso fue antes de que verdad
empezara cualquier cosa con la hermosa criatura frente a mí. Amo a esta chica y si eso significaba
prescindir de ello, simplemente iba a prescindir de ello, incluso si eso implicaba que mis bolas se
volvieran tan azules que estuvieran malditamente moradas y mi polla se secara y se atrofiara por falta
de uso.

Está bien, puede que estuviera exagerando. Era un adolescente normal así que no habrá tal cosa de
falta de uso. Pero estaba bastante seguro que iba a conseguir el túnel carpiano y joder mi muñeca si
me seguía haciendo pajas tantas veces como lo había estado haciendo.

No quería que se vistiera, joder, nunca quise que se cubriera, pero si se quedaba así mucho más tiempo
sabía que no iba a ser capaz de controlarme. Así que le sugerí que se vistiera y ella miró hacia abajo,
jodidamente sorprendida de que estuviera tan expuesta. Me reí entre dientes, sorprendido. Quiero
decir, ¿cuándo demonios llegó a estar tan a gusto conmigo que podía quedarse parada ahí en esa
brevísima bata que apenas le cubría sus partes femeninas? Diablos, tal vez estaba más cómoda de lo
que pensaba, tal vez me dejara explorar su cuerpo antes de lo que originalmente creía.

Se avergonzó y se sonrojó, prácticamente disculpándose por estar indecente. Me reí entre dientes, ya
que tenía razón. Definitivamente estaba indecente, tan indecente que estaba teniendo dificultades para
controlar mis impulsos. Se volvió para ir al baño a vestirse y vi como sus caderas se balanceaban
ligeramente, la bata revelando la parte posterior de sus muslos casi todo el camino hacia arriba hasta
la curva de su trasero. Mis ojos se detuvieron ahí por un momento y vi cómo se alejaba,
preguntándome si su trasero era tan suave como el resto de ella. Me pregunté cómo se sentiría pasar
mis manos sobre la parte abultada de este, sujetar esas caderas balanceándose mientras hundía mi
polla dentro de ella. Ella era tan pequeña y pura, apuesto a que estaría jodidamente apretada. Dios, me
preguntaba cómo sonaría, qué sonidos haría. ¿Sería de esas que gritan, o de esas de suaves gemidos,
ronroneando como una pinche gatita?

Joder, ¡ya basta Cullen! Me regañé mentalmente cuando cerró la puerta, desapareciendo de mi vista.
Tenía que dejar de tener esos malditos pensamientos, tenía que conseguir controlarme. Si alguna vez
siquiera intentaba alguna pendejada con ella cuando estaba en este estado de ánimo, la asustaría y
lastimaría. No podía hacer esa mierda, no podía simplemente follarla. Ella tenía miedo al sexo y el
que yo actuara como un animal salvaje sólo profundizaría su miedo. De todas formas, ella no era ese
tipo de chica, valía más y merecía mucho más que eso. Ella merecía que le hicieran el amor, ser
querida y venerada como una maldita diosa. Tenía que ser paciente con ella, lo que era jodidamente
difícil ya que nunca antes había tenido que ser paciente o esperar por algo que quiero.

Iba a tener que encontrar la manera de prepararla para ese momento, cómo conseguir que se sintera
cómoda con la intimidad. Sí, quería tener sexo con ella algún día, joder, no puedo mentir. La amo. Sí
el sexo era malditamente grandioso sin ningún apego emocional imagino que tiene que ser cien veces
mejor cuando estás jodidamente enamorado de la otra persona. Pero en realidad no se trataba de
conseguir mojar mi polla. Quería que ella experimentara las grandes cosas de la vida conmigo, quería
hacerla sentir bien. Nunca había tenido que esforzarme por hacer que una chica se sintiera bien, no
estaba seguro de cómo empezar. Pero estaba decidido a encontrar una manera de llevarnos ahí. Y sabía
que eso caería sobre mis hombros, ya que no había manera de que ella tomara la iniciativa.

Francamente, no tenía puta idea de lo que estaba haciendo. Me quedé parado ahí, sin moverme de mí
sitio, tratando de acomodar mi polla en mis pantalones porque estaba dura y era incómodo. Isabella
volvió a salir del baño y no me moví, ya que me sentía como si estuviera invadiendo su espacio. Esta
era la primera vez que había estado en su habitación para simplemente pasar el rato y me sentía fuera
de lugar. O sea, joder, ella ni siquiera me había invitado a entrar, yo simplemente irrumpí en su
habitación y declaré que estaba jodidamente atrapada aquí conmigo.

Ella me mencionó que me sentara y la complací, agradecido de que no me pidiera que me fuera o lo
que sea. Saqué la pomada que mi papá me había dado y curé su mano. Sabía que ella era
perfectamente capaz de cuidar de sí misma, había sufrido mierdas mucho peores que una simple y
penosa quemadura, pero me gustaba hacerlo por ella. Me sentía protector y quería encargarme
personalmente de todo lo que la aquejaba. Era mi forma de mostrarle que me preocupo por su
bienestar.

Después de curar su mano, compartimos un beso bastante intenso. Al principio ella se apartó de mí,
nerviosa por las cámaras en la casa, pero le expliqué que estábamos a salvo en la habitación, que nadie
vería. Estaba jodidamente orgulloso que ella había pensado en ello. Era cuidadosa, tenía que darle
crédito por eso. Hasta ahora, yo había cometido más putos errores que ella. La sensación de sus dedos
pasando por mi cabello mientras la besaba, sus manos atrayendo mi cabeza hacia ella hizo que esas
putas hormonas resurgieran y gemí, empujándola hacia atrás sobre su espalda. Me cerní sobre ella y la
besé, embriagado por ella. Después de un momento se apartó y jadeó por aire, pero fue demasiado
pronto, no estaba dispuesto a dejarla, no estaba listo para apartarme. Joder, sabía que tenía que
hacerlo, no quería presionarla demasiado, pero necesitaba más. Llevé mis labios hacia abajo y besé su
cuello. Ella era suave y cálida, su piel suave y tan jodidamente limpia por su ducha.

Se le puso la piel de gallina y un suave ruido se escapó de sus labios, casi un gemido. Me di cuenta
que definitivamente ella era una de esas que daban putos ronroneos, de que la haría lloriquear, gemir y
dar suaves gritos. Mierda, sólo de pensarlo me excitaba aún más. Mi polla palpitaba con fuerza,
rogando por pinche atención. Ella olía divino, tan jodidamente bien que casi quería morderla y
probarla de verdad. Sin embargo, a ella no le gustaría lo pervertido, así no era ella. Eso sería
jodidamente cruel, nunca podría hacerle esa mierda, no con su torcida visión del sexo. Nunca podría
ser rudo con ella, tenía que ser lento y gentil.

Sin embargo, el problema es que Edward Cullen nunca ha hecho esa mierda lenta y gentil. Edward
Cullen folla salvajemente a las chicas, hasta dejarlas atontadas porque sabe que es bueno en eso. Me vi
tan atrapado en el momento, besándola con pasión, que no me di cuenta que mi puta mano empezó a
deambular hacia arriba en su muslo desnudo hasta que sentí que se tensó. Me di cuenta de lo que
estaba pasando y me aparté rápidamente, disculpándome. Ella me sonrió y me dijo que no me
disculpara por tocarla, sin saber que era mucho más que eso. Estaba disculpándome porque estaba
pensando con mi polla, dejándome llevar por mis hormonas cuando le hice la maldita promesa de que
sería lo contrario.

Ella terminó de comer y puse una película. El arma en mi cintura, ahora se me estaba enterrando un
poco por moverme en el sofá, así que me puse de pie y la saqué tendiéndola en la mesa. Le eché un
vistazo a Isabella y la vi mirándola sorprendida, obviamente no del todo cómoda con las armas. Traté
de explicarle que era por su seguridad, más vale prevenir que lamentar, y le ofrecí en alguna ocasión
enseñarle a disparar. Con el estilo de vida en el que estamos involucrados, francamente es estúpido no
saber cómo disparar un arma. Jasper odia esas mierdas pero incluso él puede dispararle a un objetivo
si es necesario hacerlo. El problema, sin embargo, es que raras veces Jasper consideraba esa mierda
necesaria. Él no cree que la violencia sea siempre la respuesta. Ella me miró como si estuviera loco
cuando le ofrecí enseñarle como disparar, obviamente preocupada por la reacción de mi papá. Sí,
probablemente él no estaría feliz al respecto, pero confiaba en ella, confiaba en que no usaría lo que le
enseñara para poner fin a cualquiera de nuestras puñeteras vidas.

La atraje hacia mí y nos acurrucamos un poco en el sofá. Isabella acarició ligeramente mi brazo, su
toque enviando ese hormigueo a través de mí. Ella tocó el tema de mi tatuaje y parecía jodidamente
sorprendida cuando le dije que confiaba en ella. Quiero decir, era un poco desconcertante que no se
diera cuenta de ello y evidentemente el hecho de que no la dejaba limpiar mi cuarto o lavar mi ropa le
decía que no confiaba en ella. Eso me pareció una puta locura y traté de explicarle que no quería
hacerla que hiciera esa mierda porque ella era mi chica y simplemente no se sentía correcto.

Ella se enderezó para mirarme y me dijo que quería hacer esa mierda porque básicamente se sentía
inadecuada, que no tenía nada que ofrecerme para mantener mi puto interés en ella. Sólo me quedé
mirándola, atónito. ¿De verdad pensaba que iba a perder interés en ella sino hacía esa mierda por mí?
Ella era mi maldita vida ahora, no había forma de que alguna vez perdiera el interés en ella. Era tan
compleja y hacía que todo se sintiera tan jodidamente fresco y nuevo otra vez, como si todo en el
mundo lo estuviera experimentando por primera vez. ¿Cómo podría alguna vez no querer eso? Ella
trajo la luz de nuevo a mí vida, la luz que se había apagado en el momento en que esa bala, me
atravesó todos esos años atrás. Mi mundo no era nada más que oscuridad hasta que ella entró en él e
iluminó el maldito cielo como si fuera el 4 de Julio. Pero ella no veía eso, y supongo era mi puta culpa
porque no se lo había dicho. Ella no era una maldita lectora de mentes, aunque haría esta mierda
mucho más fácil si alguno de los dos lo fuera de manera que finalmente pudiéramos estar en misma
maldita sintonía.

Ella desvió la mirada rápidamente, viéndose nerviosa. Sujeté su barbilla, levantando su rostro de
manera que me mirara. Tenía que decirle que tenía mi afecto y nada lo haría desmerecer, que ella no
tenía que hacer nada más que darme el gusto de su compañía. Joder, sabía que no era un gran ser
humano con el cual pasar el rato así que con el simple hecho de que me soportara y me dejara besar
esos labios carnosos de ella era suficiente para mantenerme embelesado.

Sí, lo admito. Estoy jodidamente embelesado, y ni siquiera recibí coño para estarlo. Ella me tenía
envuelto en su dedo meñique sólo por la chispa en sus ojos color chocolate.

Le di un breve y pequeño beso y traté de explicárselo, hacerle entender que ella me daba más de lo que
merecía y no necesitaba hacer esa mierda por mí. Vi como sus ojos se llenaron de lágrimas y una se
deslizó por su mejilla. La enjugué, mi puto corazón se hinchó al verlo. Le dije que esperaba poder ser
lo suficientemente bueno para ella, que pudiera ser lo que ella necesitaba y esa mierda la decía en
serio. Tan poco como pudiera ofrecerme, yo podía ofrecerle mucho menos. No podía hacerle ninguna
promesa para el futuro, no podía darle ninguna garantía. Haría mi mejor esfuerzo por encontrar una
solución para nosotros, pero no se sabe qué diablos iba a suceder. Todo lo que podía darle era un lugar
en mi corazón. Haría todo lo que pudiera para mantenerla a salvo, pero la verdad era que simplemente
algunas cosas se escapaban de nuestras manos.

Parecía sorprendida por mis palabras y murmuró que era demasiado bueno para ella. Me reí, aunque
no debí haberlo hecho porque ella estaba seria cuando dijo esa mierda, pero estaba tan equivocada que
era ridículo. Todo lo bueno acerca de mí era material e insignificante. Lucía bien y era rico, ¿y qué?
Cuando mi abuelo murió nos dejó a cada uno seis millones de dólares, la mitad a la cual tendría
acceso cuando cumpliera los dieciocho en algunos meses. El resto se me entregaría cuando cumpliera
los 25. Jasper y Emmett ya habían recibido la mitad de lo suyo pero ninguno de ellos lo había tocado
porque no había razón para hacerlo. Papá mantenía su cuenta de banco repleta y nos dejaba gastar
libremente lo que quisiéramos. Sin embargo, ninguno de nosotros era extravagante en realidad, así que
no era como si saliéramos y gastáramos cientos de miles en carros y mierda. Así que, sí, podría
comprarle el mundo si lo quisiera, pero estaba impotente para darle cualquier puta cosa que ella
realmente quisiera. Y había muchas cosas malas en mí, mi temperamento y mi egoísmo, no había
manera posible de que en realidad ella disfrutara de mi jodida actitud.

Le dije eso y ella se echó a reír negando con la cabeza. Empezó a parlotear acerca de cómo ella me
veía realmente y yo sólo me le quedé mirando, jodidamente atónito de la forma como ella me veía.
Señaló las pequeñas mierdas, las cosas que ni siquiera pensé dos veces y simplemente las hice porque
se sentía correcto el hacerlo. Como compartir mi dulce y darle un libro. Quiero decir, esa mierda era
trivial, no fue como si hubiera puesto un gran esfuerzo en ello. Todo eso simplemente parecía ser cosa
de sentido común el hacerlas. Pero era evidente que significaba mucho más para ella. Dijo que mis
malas cualidades y hábitos no me hacían quién soy y eso me hizo pensar en lo que mi padre había
dicho en su oficina, cómo se necesitaba una mujer fuerte con un gran corazón para poder ver más allá
de las etiquetas. Joder, entonces me di cuenta de que ella realmente me vio, y no a la persona que se
supone que era. No me vio como alguien que la poseyera o tuviera poder sobre ella. Me vio como un
simple muchacho de 17 años quien estaba jodidamente dañado, pero que aún tenía un corazón y no
quería ser un monstruo.

Puse mi brazo a su alrededor y la atraje hacia mí, queriendo simplemente darle un puto abrazo.
Todavía era un jodido cobarde para decirle cómo me sentía realmente por ella, no podía lograr que
esas dos malditas palabras salieran. Pero quería mostrárselo y esperaba que al menos ella lo sintiera.
Hablamos un poco sobre James y le aseguré que estaría a salvo y ella me preguntó que era una
goomah. La ira hirvió de nuevo pero traté de contener esa mierda, a sabiendas que tenía que controlar
mi puñetero temperamento. Enfrentar a James no iba a ayudar en nada. Traté de explicárselo sin ser
vulgar o un pendejo sobre ello, sabía que iba a ser un maldito tema sensible ya que aparentemente su
padre mantuvo a su madre como una goomah contra su voluntad. Ella comprendió lo que le estaba
diciendo y supongo se dio cuenta de que estaba tratando de medirme porque me dijo que podía
llamarla una esclava, pero esa palabra sólo me encabronaba. Ella no me etiquetaba y yo no le iba a dar
una puta etiqueta, ella era mucho más que esa mierda.

Le dije que tendrían que matarme antes de que dejara que alguien le hiciera eso a ella y lo dije en
serio. Como dijo mamá, tienes que cuidar de aquellos quienes no son capaces de hacerlo por sí
mismos. Sabía que si mi madre estuviera aquí, eso sería exactamente lo que me diría. Ella sonreiría
con esa jodida pequeña sonrisa feliz suya y me diría que fuera paciente y comprensivo con ella,
porque por alguna maldita razón ella cuidaba de mí cuando no merecía esa mierda, y ella me diría que
la protegiera, porque ella no puede protegerse a sí misma. Quedándose sin hacer nada y guardando
silencio, nunca se ayuda a la víctima, eso siempre ayuda al torturador. Me recordó el poema que
leímos en la clase de Inglés, el que era sobre el holocausto llamado “Primero Vinieron”. En ese
momento, apenas presté atención a esa mierda y era extraño que lo acabara de recordar, pero ahora
tenía sentido para mí. Supongo que mi cerebro retuvo esa mierda, esperando por el momento perfecto
para utilizarlo. Si no defiendo a alguien que lo necesita, ¿quién carajos va a defenderme a mí?

Cuando estábamos en la oficina de papá y él dijo que sólo porque dos personas como ella y yo se
enamoraran no significaba que deberían de estar juntos, esa mierda dolió un poco. Me confirmó que él
nunca lo aceptaría con los brazos abiertos; lo vería como un enorme riesgo de disturbio para su
maldita burbujita de vida feliz. Tenía suficientes problemas con el trabajo, nunca querría algo
remotamente capaz de causar problemas en su casa. Este era su santuario, donde podía olvidarse de lo
ridículamente caótico que el mundo era. Y de alguna manera podía ver su punto. Era un gran riesgo y
las cosas podrían ser de verdad jodidamente complicadas por traspasar los límites. Pero él tenía razón.
Dependía de la chica. Y yo sabía sin lugar a dudas que la chica hermosa sentada frente a mí,
definitivamente lo valía. Ella valía cada gota de posible dolor que pudiera causarme.

Me di cuenta de que si mi madre hubiera sido capaz de verme los últimos años, habría estado
decepcionada. Pero sabía que si me viera ahora, ella lo aprobaría. Estaría feliz de que me estoy
abriendo y no estaba tomando el camino más fácil. Me felicitaría por ser lo suficientemente fuerte
para correr el riesgo. Recitaría su “Nella vita- chi non risica- non rosica” el que no arriesga no gana
una mierda y diría algo ridículamente cursi como “ve por ellos, tigre”. Porque así es como mi mamá
era, y qué fue lo que alguna vez vio en mi pesimista padre, no lo sé. Joder, supongo que lo mismo que
Isabella vio en mí, considerando que soy muy parecido a él y ella es muy parecida a mí mamá. L’e
amore e cieco. El amor es ciego. Pero lo que sabía es que si estuviera viva, ahora estaría jodidamente
orgullosa de mí, y eso era todo lo que importaba. Mi mamá siempre veía lo bueno en la vida y ella
sabría que lo que he encontrado con Isabella es jodidamente mejor que simplemente “bueno”.

La amo, y joder, moriría por ella si tuviera que hacerlo, porque de eso se trata el amor. Todo fue tan
rápido que me sorprendió y todavía estaba tratando de lidiar con ello y lo que significaba, pero estaba
seguro de una cosa: No podría vivir en un mundo donde ella no existiera.

Ella me miró fijamente a los ojos como si estuviera leyendo mi puta alma. No sabía lo que estaba
buscando, lo que estaba tratando de ver allí, pero esperaba que lo encontrara. Porque lo que vi en sus
ojos era lo que me había pasado buscando los últimos nueve años sin siquiera saberlo. La chispa de la
vida que murió con mi madre se reavivó en ella.

Después de un momento su ceño se frunció. “¿Con cuanta frecuencia te escabullías a mi habitación?”


Preguntó, todavía mirándome fijamente a los ojos. Me quedé ahí por un momento, devolviéndole la
mirada. No podía mentirle, no quería hacerlo.

“Todas las noches,” le dije.

Se quedó viéndome por un momento más y esperé por su respuesta. Casi esperaba que me abofeteara y
me llamara pervertido o algo así, pero no lo hizo. Simplemente volvió a recostar su cabeza después de
un momento y se acurrucó junto a mí otra vez. Me incliné y besé ligeramente el tope de su cabeza,
cerrando los ojos e inhalando su esencia. Vimos el resto de la película en silencio, simplemente
juntos. Finalmente se quedó dormida y la aparté de mí, con cuidado de no despertarla. La levanté con
cuidado y la llevé a la cama, recostándola. Puse el despertador a las 6:30, ya que no tenía otra opción
que ir a la puta escuela por la mañana y caminé hacia la televisión para apagarla. Me debatí en el
interruptor de la luz, dudando un momento antes de apagarlo. Sabía que ella dormía con la luz
encendida pero francamente yo no podía hacerlo. Yo la mantendría a salvo, no tenía por qué tener
miedo a la oscuridad cuando yo estaba allí. Agarré mi arma y caminé hacia la cama poniéndola en la
mesita de noche. Me metí a la cama junto a ella, atrayéndola hacia mí. Se acurrucó en mi pecho y
suspiró contenta mientras ponía la manta sobre nosotros. Era la primera vez en putos siglos que
dormía en algún otro lugar que no fuera mi cama y me preocupó no poder conciliar el sueño, pero fue
infundado ya que me quedé dormido rápidamente con ella en mis brazos.

Me desperté con el sonido de la alarma y escuché a Isabella murmurando, dándose la vuelta. Seguía
dormida y sonriendo, obviamente soñando. La observé por un momento y sentí que mi pecho se
hinchó cuando ella murmuró mi nombre. Me incliné y besé ligeramente su mejilla antes de
levantarme de la cama. Agarré el arma y me dirigí a la puerta, abriéndola y saliendo al pasillo. Usé la
llave para cerrar de nuevo y deslicé el arma en mi cintura, bajando las escaleras. Me encontré con
papá en el segundo piso y se me quedó viendo por un momento. Lucía jodidamente agotado, como si
no hubiera dormido nada.

“Jasper se va a quedar hoy con ella en casa,” murmuró. “Y yo estaré cerca.” Asentí y me di la vuelta
después de un momento, bajando al primer piso. Agarré una barra de granola y la mastiqué,
consiguiendo algo de beber y volviendo a subir a mi habitación. Me metí rápidamente a la ducha y me
puse algo de ropa, mis últimos malditos vaqueros limpios. Cuando ya estaba vestido y listo, volví a
bajar. Pasé unos minutos con Emmett y a las 7:30 nos paramos para salir a la escuela. Vi a Jasper en la
cocina y me detuve mientras Emmett se dirigía afuera.

“Vas a cuidar de ella, ¿de acuerdo?” Dije. Él sonrió y asintió, levantando la mano hacia arriba con el
signo de honor de los exploradores. “Y hazme un favor y dile que puede entrar a mi habitación a
buscar mi ropa y lavarla, no porque ella tenga que hacer esa mierda, sino porque apreciaría si tuviera
unos pantalones que usar para mañana. Preferiría no tener que ir a la escuela en puñeteros boxers por
el resto de la semana.”

Jasper se rió. “Apuesto a que Jessica le gustaría eso.”

Rodé mis ojos. “Que la jodan a esa perra,” dije. Él se rió un poco más.

“Yo paso,” dijo, alejándose. Negué con la cabeza y salí, subiéndome al coche donde Emmett estaba
refunfuñando impaciente.

Viajamos a la escuela en silencio. Emmett ni siquiera se molestó en joder con mi música, lo cual
aprecié. Tan pronto como llegamos a la escuela, salí y me dirigí directamente a mi clase, sin
molestarme en esperar la campana. Los primeros períodos se me hicieron pesados y para cuando llegó
la hora de trigonometría estaba molesto y extrañaba como la mierda a Isabella. Tanya estaba sentada
detrás de mí como de costumbre, poniéndome de los nervios suspirando y resoplando. La maestra
estaba haciendo un repaso para un próximo examen, pero esa mierda ya me la sabía y no me pude
concentrar en ella. Saqué mi teléfono de mi bolsillo y empecé a repasar lo que tenía, aburrido como la
mierda. Me detuve en la entrada que decía Bella Ragazza por un momento, contemplándolo. No creo
que alguna vez use su puto teléfono pero sabía que por lo general lo mantenía cargado y con ella, por
si acaso. Fui a mis mensajes y abrí un nuevo mensaje de texto, poniendo su número desde mi
directorio. Dudé, sin saber que decir, pero escribí “Te extraño, tesoro mio.” Vacilé con mi dedo sobre
el botón de enviar, preguntándome si era un error, pero presionándolo después de un momento. Puse el
teléfono en mi escritorio y de nuevo levanté la vista hacia la maestra, escuchando mientras ella
parloteaba acerca de los malditos senos y cosenos, como si alguna jodida vez fuera a utilizar esa
mierda.

La clase pasó lentamente. Apoyé mi cabeza con mi codo en mi escritorio y cerré mis ojos,
jodidamente aburrido y su voz monótona me estaba poniendo a dormir. Seguí abriendo mis ojos y
mirando al reloj, haciendo la maldita cuenta regresiva hasta que pudiera irme. Cinco minutos para que
la campana sonara y escuché el fuerte sonido vibrando. Mis ojos se abrieron de golpe y la gente a mí
alrededor me miró, molesta, pero me importó una mierda. Cogí mi teléfono y miré la pantalla: 1
nuevo mensaje de texto.

Presioné el botón de “leer”, mis ojos se abrieron por la sorpresa. “Yo también, Sempre.” Parpadeé un
par de veces, malditamente atónito.

“¡No me jodas!” Dije, asombrado. La maestra dejó de hablar y la clase se quedó en silencio, yo
levanté la vista, dándome cuenta que acababa de decir esa mierda en voz alta. Gemí. “No quise decir
eso. Ignórenme, continúen,” murmuré. La maestra me miró fijamente por un momento más,
obviamente consciente que debería castigarme y toda esa mierda por interrumpir su clase con malas
palabras, pero después de un momento suspiró resignada.
“Creo que por hoy vamos a detenernos allí, ya que el señor Cullen tiene su mente en otra parte,” dijo,
negando con la cabeza. Rodé mis ojos y ella se fue y se sentó frente a su escritorio. Mis compañeros
de clase comenzaron a hablar entre ellos y volví a mirar a mi teléfono. No pude evitar la puta sonrisa
que vino a mis labios cuando volví a leer las palabras. Jasper tuvo que haberla ayudado con esa
mierda, ya que ella no sabía italiano pero eso no importaba, era el jodido sentimiento. Sempre.
Siempre.

“¿Hablando con tu chica?” Tanya preguntó, inclinándose hacia adelante y tratando de echar un vistazo
sobre mi hombro y ver mi móvil. Alejé el teléfono de manera que no pudiera verlo y suspiré.

“¿Qué chica sería esa, Tanya?” Pregunté, molesto. Ella se rió.

“La criadita. De hecho escuché que la besaste, lo que no creí en lo absoluto ya que tú no besas, pero
aun así, lo escuché,” murmuró. Me tensé y sentí la ira corriendo dentro de mí.

“¿Quién te dijo esa mierda?” Pregunté, tratando de mantenerme calmado. Se encogió de hombros.

“Lauren, creo,” dijo. Gruñí.

“Sí, bueno, Lauren es una schifosa. Ella sólo esta encabronada porque no la quiero,” murmuré.

Tanya suspiró pero no respondió. Se volvió y comenzó a platicar con su amiga Kate y yo volví a mirar
mi teléfono, leyendo las palabras una vez más. No iba a permitir que Tanya o los putos chismes me
molestaran. Simplemente iba a hacer lo que jodidos quería, y dejar que las cosas caigan por su propio
peso. De todas formas, ahora no podía hacer nada para detenerlo.

Abrí un mensaje de texto y rápidamente escribí un mensaje, enviándolo y poniendo el teléfono en mi


bolsillo mientras la campana sonaba.

“Sempre, Bella.” Siempre, hermosa.

*************
Scarafaggio = cucaracha

Nella vita – chi non risica – non rosica = En la vida: quién no arriesga no gana

L’amore e cieco = El Amor es ciego

Schifosa = jerga para una chica fea

Sempre = Siempre
Capítulo 30 Fortaleza

“La fortaleza no proviene de la capacidad fisíca. Proviene de una voluntad indomable.” - -


Mahatma Gandhi.

Isabella swan

Me senté y miré a mí alrededor, entrecerrando los ojos y parpadeando un par de veces. Llevé mis
manos hacia arriba para quitar el sueño de mis ojos y miré el reloj de alarma. Pasaban unos minutos
de las 8 AM y estaba sola. Me di cuenta que Edward tenía que haberse levantado y se fue a la escuela,
de alguna manera arreglándoselas para no despertarme en el proceso. Anoche dormí como una piedra,
más profundo de lo que recordaba haber dormido alguna vez. Sólo desperté una vez a mitad de la
noche, necesitando orinar desesperadamente. No recuerdo haberme ido a la cama, pero cuando
desperté dormía sobre el pecho de Edward estrechándome con fuerza entre sus brazos. Era cómodo y
no quería moverme de mi lugar, pero mi vejiga estaba gritando que no tenía más remedio que
levantarme. Tomó un minuto antes de que pudiera soltarme del agarre de Edward, ya que cada vez que
intentaba quitar sus manos murmuraba algo y me apretaba con más fuerza. Me reí en voz alta en el
momento en que finalmente me había liberado y me agarró con fuerza atrayéndome de nuevo hacia él,
murmurando “no pueden tenerla, mi chica”. Su voz era áspera por dormir y sonó tan primitivo y
protector. Extrañamente calentó mi corazón y casi me orinaba de la risa, sorprendida de que no lo
haya despertado por sacudirnos a ambos cuando me reí. Después de un momento, finalmente me liberé
y logré llegar al baño sin despertarlo. Cuando regresé él se había acurrucado en una bola bajo las
sábanas. Me subí a la cama a su lado, quedando frente a él, y lo observé dormir durante unos minutos.
Se veía tan relajado y contento, y totalmente vulnerable. Me debatí por un momento pero llevé mi
mano a su pelo y lo acaricié suavemente. Él gimió ante mi tacto, moviéndose levemente hacia mí. Eso
fue lo último que recuerdo hasta ahora, así que comprendí que debí haberme quedado dormida de
nuevo.

Me quité las mantas de encima y salí de la cama, estirándome. Caminé hacia mi armario y tomé algo
de ropa, quitándome mis pijamas y poniéndomela rápidamente. Me debatí en si quedarme o no todo el
día con la camiseta de fútbol de Edward, quería porque me sentía cómoda en ella, pero sabía que ya
que el doctor Cullen tenía compañía debería lucir lo más decente posible. No estaba tan segura que
una esclava debería andar paseándose por la casa usando la ropa de su amo, aún si su amo es bastante
dadivoso y comprensivo. Tenía la sensación de que los visitantes del doctor Cullen no lo encontrarían
aceptable o adecuado.

Me puse rápidamente unos pantalones caqui y una camisa de manga larga color negro. Me puse mis
balerinas color negro, las cuales con el tiempo se habían convertido en mis favoritas. Eran tan
cómodas que a menudo olvidaba que estaba usando zapatos cuando las traía puestas, lo que era una
bendición para alguien que seguía acostumbrada a estar descalza. Cepillé mi pelo y lo puse en cola
caballo baja en mi nuca, dándome un vistazo rápido en el espejo. Era simple, no había duda al
respecto, pero al menos me veía presentable.

Tomé mi teléfono y lo deslicé en mi bolsillo como solía hacer. El doctor Cullen estaba en la casa, por
supuesto, pero me quedé con la costumbre de traerlo siempre conmigo por si acaso. La única vez que
él llamó fue una de las pocas veces que andaba sin él, y no quería que se repitiera nunca. Salí despacio
de la habitación, asegurándome de ser lo más silenciosa posible. Llegué al segundo piso y me congelé,
mi ceño se frunció cuando vi la puerta de la habitación de Jasper abierta de par en par. Todas las
puertas de la casa por lo general siempre se mantenían cerradas, sin importar si alguien estaba en ella
o no. Me acerqué lentamente, deteniéndome en la puerta y mirando alrededor. Parecía vacía y la luz
estaba encendida. Jasper siempre decía que tenía permitido entrar en su habitación siempre que
necesitara entrar pero aún me sentía como si estuviera invadiendo su espacio, así que muy rara vez me
aventuraba a entrar.

“¿Jasper?” Lo llamé en voz baja, vacilante. No hubo respuesta. Di un paso al interior y vi la puerta de
su baño abierta, confirmándome que la habitación estaba completamente desierta. Me imaginé que
estaba en la escuela, pero no podía entender porque había dejado la habitación tan abierta y expuesta.
Él definitivamente no hacía eso. Presioné el interruptor, apagando la luz, y salí de la habitación
cerrando la puerta. Me volví hacia las escaleras y grité cuando di un paso y choqué con una forma
parada allí.

Di un paso hacia atrás para alejarme al instante, asustada por su aparición. Me presioné contra la
puerta y cerré los ojos con fuerza, preparándome para lo que fuera que estuviera por venir. Después de
un momento sentí unas manos en mis brazos, el toque suave.

“¿Isabella? ¿Estás bien?” Eché un vistazo ante el sonido de la voz de Jasper y lo vi de pie frente a mí,
una mirada de preocupación en su rostro. A Jasper siempre le preocupaba cuando me alejaba encogida
de miedo, aunque parecía entender que no era nada personal. Simplemente era una reacción natural, ya
que instintivamente estaba tratando de protegerme.

“Sí, lo siento,” murmuré, relajándome un poco y alejándome de la puerta. Tomé una respiración
profunda y le di una pequeña sonrisa. “Vi que tu puerta estaba abierta y me preocupó un poco porque
nunca la dejas abierta. No esperaba que alguien estuviera parado allí cuando me di la vuelta.”

Él asintió, obviamente en comprensión. “Siento haberte sorprendido, no era mi intención.”

Me encogí de hombros ligeramente, diciéndole en silencio que no había problema. Lo miré fijamente
por un momento, frunciendo el ceño. “¿No se te hace tarde para la escuela?” Le pregunté. Pasaban de
las 8 y sabía que los chicos siempre se iban alrededor de las 7:30. Él sonrió.

“Me tomé el día libre,” dijo encogiéndose de hombros. Lo miré confundida antes de que cayera en
cuenta.

“Deberes de niñera,” murmuré, sintiéndome de pronto ridícula que él estuviera perdiendo un día de
escuela para vigilarme. No estaba bien, no era justo que él sufriera por mi debilidad. Jasper vio mi
molestia y suspiró.

“Llamarlo deberes de niñera sugiere que yo en realidad no quiero estar aquí. Prefiero llamarlo tiempo
de calidad,” dijo. Le sonreí levemente y asentí, contenta de que al menos él parecía no verme como
una carga, aunque me estaba sintiendo como una.

“Bien, entonces. Tiempo de calidad,” le dije. Él me devolvió la sonrisa, viéndose bastante satisfecho.
“¿Qué vamos estar haciendo exactamente durante nuestro tiempo de calidad?”

Él se echó a reír. “Bueno, vamos a hacer un poco de limpieza, y luego vamos a pasar algo de tiempo
en la biblioteca, y tal vez salir un poco antes de hacer la cena. Lo sé, en realidad nada emocionante,
pero, ¿qué te parece?”

Sonreí y asentí. “Suena bien,” murmuré.

Él me devolvió la sonrisa y se volvió para dirigirse por las escaleras hacia el pasillo del tercer piso,
como sea, él iba en la dirección opuesta. Me detuve brevemente, pero lo seguí sin saber lo que estaba
haciendo. Se detuvo frente a la puerta de la habitación de Edward y se volvió hacia mí, arqueando sus
cejas.

“¿Quieres entrar o lo hago yo?” Preguntó. Mi ceño se frunció por la confusión.

“¿Por qué vamos a entrar en la habitación de Edward?” Pregunté vacilante, sin saber a dónde quería
llegar. Por supuesto que estaba cómoda con Edward y confiaba en él, pero simplemente todavía no
podía invadir su espacio sin su permiso.

Por un momento, Jasper pareció confundido por mi pregunta antes de sonreír. “Creo que olvidé
mencionarlo. Edward necesita que laven su ropa y esta mañana me pidió que te lo pidiera a ti. Dijo
que no tenías qué hacerlo, pero que te lo agradecería, considerando que oficialmente se quedó sin
pantalones.” Me le quedé viendo a Jasper, muy sorprendida de que en verdad Edward me estuviera
pidiendo que lo hiciera, especialmente después de nuestra conversación de la noche anterior. “Así que,
alguien tiene que entrar y tomarla. Por supuesto, él te dio su permiso, pero no sé qué tan cómoda te
sientas entrando a la, eh, selva.”

Me encogí de hombros, sonriendo ligeramente ante su descripción de la habitación de Edward.


“Siempre y cuando haya dicho que está bien, no hay problema,” le dije, Jasper asintió con la cabeza.

“Bien. Tú vas por la ropa y yo te veré abajo,” dijo.

“Eh, está bien,” murmuré, todavía aturdida. Él me dio una rápida sonrisa y se volvió para irse. Por un
momento, dudé en el pasillo antes de alcanzar la perilla y girarla con cuidado. Abrí la puerta despacio
y di un paso al interior, mirando alrededor brevemente. Por supuesto, todavía estaba en total caos, y
mis ojos se posaron en su pistola sobre la cama. Me le quedé mirando por un momento, recordando su
ofrecimiento de anoche de enseñarme algún día cómo usarla. Sonreí involuntariamente ante su
muestra de confianza como para poner un arma en mi mano cuando podía con tanta facilidad usarla
contra él. Por supuesto, nunca haría eso, pero tenía que confiar verdaderamente en mí para correr ese
riesgo.

Aparté la vista de la pistola e ignoré el desastre mientras maniobraba en mi camino a su enorme pila
de ropa sucia. Luché contra mi instinto natural de recoger los diferentes objetos que yacían en el suelo
poniéndolos donde iban, y en su lugar pasé por encima de ellos o los rodeé. Él me había dado permiso
para lavar su ropa pero no me había dicho nada de acerca de tocar el resto de sus cosas. A pesar de
todo lo que había pasado entre nosotros, él seguía siendo quisquilloso y no quería cruzar ninguna
línea.

Agarré su cesto, el cual estaba extrañamente vacío. No entendía exactamente, por qué tiraba toda su
ropa sucia en el suelo cuando tenía un excelente y perfecto cesto para meterla, pero imaginé
simplemente que era Edward. Era su forma de ser un poco estrafalario, curiosamente su desorden tenía
un poco de organización en él. Puede que las cosas no estén donde se supone que deben estar, pero
estaban en algún lugar dónde probablemente él pudiera encontrarlas fácilmente de ser necesario.

Separé rápidamente su ropa, agarrando toda la oscura y lanzándola en el cesto. Hice un montón de
blanca y un montón de ropa de colores claros para lavar más tarde. Había algunas sábanas apiladas en
la esquina y me quedé viéndolas por un momento. No sabía porque estaban allí y no quería tocar nada
sin que él me lo dijera. Saqué el cesto lleno al pasillo y cerré la puerta de la habitación de Edward.
Llevé el cesto por el pasillo y baje con él las escaleras al segundo piso, quedándome inmóvil cuando
llegué a la segunda parte de las escaleras. El doctor Cullen estaba subiendo por ellas con el tipo
llamado Laurent. Me hice a un lado y bajé la vista al suelo, esperando a que pasaran antes de que me
dirigiera abajo. Cuando llegaron al segundo piso el doctor Cullen me miró.

“Buenos días, Isabella,” dijo cortésmente, aunque un poco frío y formal, ligeramente diferente a como
normalmente me saludaba. No era de extrañar, supongo que lo que era sorprendente es el hecho de que
no siempre me tratara de esa manera.

“Buenos días para usted también, señor,” dije, levantando la vista hacia él y asegurándome de que mi
voz fuera clara para no parecer irrespetuosa.

“No te molestes hoy con mi oficina, estaré trabajando en ella,” dijo. Asentí con la cabeza.

“Sí, señor,” le dije. Él asintió y se dirigió a la puerta de su oficina. Miré hacia el otro tipo, quien me
daba una mirada extraña. Rápidamente aparté la vista, mirando de nuevo al suelo. Ellos se dirigieron
al interior de la oficina del doctor Cullen y yo bajé las escaleras rápidamente a la planta baja con el
cesto. Me fui directamente a la lavandería y Jasper entró detrás de mí, sosteniendo una botella de agua
sin abrir.

“Pensé que tendrías sed,” dijo sonriendo. Le sonreí y le di rápidamente las gracias, abriéndola y
tomando un trago. La puse a un lado y encendí la lavadora, poniendo dentro la ropa de Edward
mientras Jasper se dirigía de nuevo a la sala de estar. Después que terminé me dirigí a la cocina,
poniendo los platos en el lavavajillas y poniéndolo en marcha. Después del percance de Edward ese
día en el que teníamos burbujas por todas partes, descubrimos como hacerla funcionar correctamente,
lo que hacía que lavar los platos fuera mucho más fácil para mí. Demasiado fácil, de hecho, casi se
sentía que estaba haciendo trampa.

Limpié las encimeras y me aseguré que la cocina estuviera decente antes de salir a la sala de estar.
Ordené un poco y limpié la mesa del comedor.

“¿Quieres que te ayude?” Jasper ofreció después de un momento. Él sólo había estado parado por ahí y
me observaba, viéndose bastante aburrido.
“No, aunque muchas gracias por la oferta. Puedes ir a hacer algo, puedo encargarme de esto sola. No
tienes por qué estar viendo, me imagino que tiene que ser aburrido,” le dije, encogiéndome de
hombros. Él suspiró.

“Eres terriblemente terca, sabes,” murmuró. Lo miré con sorpresa y él sonrió. “Lo eres. Alguien te
ofrece ayuda y tú lo rechazas. ¿Quién hace eso?”

Me encogí de hombros. “¿Alguna vez ofreciste ayudar a las otras mujeres a limpiar?” Pregunté,
mirándolo con curiosidad. Jasper era un buen tipo, pero en realidad no lo tomé por el tipo que limpia
sólo por el gusto de hacerlo. Se me quedó viendo por un momento antes de negar con la cabeza. “Bien,
entonces. No hay nada especial en mí, Jasper. Puedo ser más joven de lo que ellas eran, pero sigo
siendo simplemente como ellas. No tienes que tratarme como una niña; en realidad nunca, alguna vez
me he sentido como una niña. Estoy acostumbrada a esto, no te preocupes. Puedo encargarme de mis
responsabilidades.”

Él suspiró y bajó la vista, al parecer molesto por mis palabras. Lo miré con curiosidad por un
momento, pero no quería entrometerme preguntándole qué estaba pensando. Terminé rápidamente mi
limpieza y me giré de nuevo hacia Jasper, quién seguía simplemente allí parado. “De todos modos,
creo que ya terminé,” dije, encogiéndome de hombros, con la esperanza de que se animara. Él sonrió
levemente y asintió.

“Bien, subamos a la biblioteca,” sugirió. Asentí y di otro vistazo rápido a mí alrededor antes de salir
detrás de Jasper y hacia las escaleras. Lo seguí hacia arriba a la biblioteca y me senté ante la pequeña
mesa en el interior. Jasper se acercó al escritorio y agarró un lápiz y algo de papel antes de venir y
sentarse frente a mí. Empujó el papel y el lápiz hacia mí, sonriendo. “Podemos practicar con la
escritura,” dijo, su voz no sonaba demandante, pero más sugerente. Me di cuenta que me estaba dando
la opción, podría negarme y él no tendría problema con ello. Sonreí levemente y asentí, levantando el
lápiz.

Puse la punta en el papel y vacilé. “¿Qué debo escribir?” Pregunté, levantando la vista hacia él. Se
encogió de hombros.

“Simplemente comienza con tu nombre, que siempre es una cosa segura,” sugirió. Asentí y volví mi
atención al papel y comencé a escribir mi nombre. Era de trazo poco firme, las letras demasiado
grandes para las líneas, pero al menos era legible. Escribí ‘Isabella Marie Swan’ y miré a Jasper. Él
sonrió. “En realidad no eres tan mala, sabes. Y la práctica hace la perfección, así que estarás
escribiendo novelas en poco tiempo. Ahora puedes escribir mi nombre.”

Volví a mirar al papel y vacilé. “¿Jasper?” Pregunté, deletreándolo en mi cabeza y adivinando como se
escribe. Él se rió entre dientes.

“Justo en el clavo. Eres mejor de lo que crees,” dijo. Sonreí y empecé a escribir su nombre de pila, un
poco orgullosa de que lo adiviné correctamente. “Mi segundo nombre es Whitlock,” dijo después de
un momento antes de proceder a deletrearlo. Lo miré sorprendida ante el nombre inusual y él se
encogió de hombros al ver mi expresión. “Tendrás que preguntarle a mi padre de dónde vino ese, ya
que no tengo nada qué ver con ello,” dijo, con una sonrisa. Asentí y volví mi atención al papel,
escribiendo su segundo nombre. Escribí su apellido y me miró inquisitivamente, obviamente
preguntándose cómo sabía deletrearlo.
“Está escrito en la parte de atrás de las camisetas de fútbol de Edward,” dije, encogiéndome de
hombros. Él sonrió y asintió con la cabeza.

“Sí, lo está. Ahora puedes escribir su nombre.”

Sonreí y de nuevo volví mi atención al papel una vez más. Escribí ‘Edward’ recordando como
deletrearlo por haberlo visto antes escrito en alguna parte. Miré a Jasper interrogante, preguntando
cual era el resto de su nombre. Jasper sonrió. “¿No sabes su segundo nombre?” Preguntó. Negué con la
cabeza.

“Nunca me lo dijo,” murmuré. “Pero, pensándolo bien, supongo que en realidad nunca se lo pregunté.”
Jasper asintió con la cabeza.

“Es Anthony. Él consiguió el nombre normal,” dijo. Sonreí y volví mi atención al papel, deletreándolo
en mi cabeza y escribiéndolo. Jasper lo vio y sonrió cuando vio que lo escribí bien. Hice el resto de
sus nombres con la ayuda de Jasper antes de tomar un descanso. Estaba verdaderamente agradecida
por toda la ayuda de Jasper al enseñarme, o su insistencia en que practicara. No parecía como si fuera
gran cosa, pero para mí significó mucho que él hiciera un esfuerzo y pareciera querer que mejorara.

Volví a subir a la habitación de Edward y tomé su segunda carga de ropa, llevándola abajo y
poniéndola en la lavadora, después de poner su primera carga en la secadora. Después de ponerlas a
funcionar, regresé a la biblioteca con Jasper, y él leyó un libro mientras yo practicaba un poco más
con la escritura.

“Te equivocas, ¿sabes?” Dijo Jasper de repente después de un largo momento de silencio. Miré hacia
él con confusión.

“¿Sobre qué estoy equivocada?” Pregunté, sin saber de qué estaba hablando, ya que ninguno de los dos
había dicho una sola palabra en al menos veinte minutos.

“En la planta baja, dijiste que no eras especial. Eso realmente me molestó, porque te equivocas. Tú
eres especial. Estás trayendo a mi hermano a la vida, lo estás convirtiendo de nuevo en la persona que
solía ser. Sólo eso, te hace muy especial,” dijo. Sonreí levemente y negué con la cabeza.

“No he hecho nada para cambiar a Edward, él lo ha hecho todo por sí mismo. Yo no merezco ese
crédito,” le dije. No obstante, me sentí ruborizar y desvié la mirada avergonzada. Jasper se rió entre
dientes y abrió la boca para hablar cuando un fuerte ruido sonó y mi bolsillo empezó a vibrar. Grité y
me puse de pie rápidamente, asustada. Metí la mano en mi bolsillo y saqué mi teléfono de un tirón,
mirándolo con sorpresa. Cuando se detuvo y la luz de la pantalla se apagó, miré a Jasper confundida.
Él sonrió levemente.

“Ábrelo,” dijo. Lo abrí y miré la pantalla, entrecerrando los ojos un poco para leer lo que decía.

“Dice que tengo un mensaje,” dije después de un momento, vacilante. Jasper se rió entre dientes.

“Presiona el botón grande que está en la parte superior del centro para leerlo,” dijo. Asentí y presioné
el botón grande, entonces la pantalla cambió. “Usa las flechas para desplazarte por él.”

Levanté la vista brevemente hacia Jasper antes de volver mi atención al teléfono. Inmediatamente vi
el nombre de Edward y sonreí, al darme cuenta que él era el que me había enviado el mensaje. Me
desplacé hacia abajo con la flecha y entrecerré los ojos, tratando de leerlo. Capté la parte del “Te
extraño” pero no reconocí la última parte. Volví a sentarme con el teléfono y me le quedé viendo por
un momento, tratando de entenderlo. Me tomó un minuto o algo así, deletrear algo que reconocí e hizo
clic en mi cabeza. Era italiano, como Edward a veces me llamaba, “tesoro mio”. Lo recordé de
Halloween, cuando él me dijo que significaba lo mismo en español, parecido a cuando te dicen
“cariño”.

Sonreí y sentí mis ojos llenarse de lágrimas por el hecho de que Edward me envió un mensaje desde la
escuela para decirme que me extrañaba. Sentí que una se deslizó por mi mejilla y rápidamente la
limpié, con la esperanza de que Jasper no la hubiera visto. “Supongo que es de Edward, ¿verdad?”
Jasper preguntó en voz baja después de un momento. Levanté la vista hacia él y vi que estaba
observándome, una mirada de pura compasión en su rostro. Asentí ligeramente. “Presiona el botón
pequeño en la parte superior derecha para responderlo.”

Volví a bajar la vista a mi teléfono y presioné el botón, la pantalla volvió a cambiar. Vi que el número
de Edward se programó automáticamente en el espacio de enviar. “Así que, eh… ¿cómo le hago para
escribir?” Pregunté vacilante, sintiéndome estúpida por tener que preguntar. Él sonrió amablemente y
me explicó sobre presionar los números una cierta cantidad de veces para conseguir las letras y lo que
tenía que hacer si quería el número. Fue claro y conciso en su explicación, ningún dejo de burla, lo que
realmente aprecié. Lo abrevié, simplemente porque era más fácil, y esperaba que a Edward no le
importara demasiado.

“¿Jasper?” Pregunté después de un momento, vacilante.

“¿Sí?” Él preguntó con curiosidad.

“¿Cómo se dice “siempre” en italiano?” Levanté la vista y lo vi sonreír.

“Sempre,” dijo en un marcado acento que hizo que su voz sonara encantadora. De inmediato me
pregunté si él le hablaba a Alice en italiano, ya que el idioma sonaba muy romántico. “Semp-re.”

Asentí con la cabeza y volví a mirar hacia mi teléfono y empecé a escribirlo. Lo estropeé una vez y
Jasper me dijo como borrarlo. Conseguí escribirlo todo y él me dijo que presionara de nuevo el botón
grande para enviarlo. Lo hice y cerré el teléfono, volviéndolo a poner abajo cuando las palabras
“Mensaje enviado” aparecieron.

“Debería terminar de lavar,” murmuré después de un momento. Jasper asintió.

“Sí, y qué te parece si tomamos algo rápido para comer y salimos por un rato, tomar un descanso fuera
de la casa. Es un bonito día,” sugirió. Asentí y me puse de pie, agarrando mi teléfono. Iba a deslizarlo
en mi bolsillo cuando empezó de nuevo a vibrar y hacer ruido. Lo abrí y vi que tenía otro mensaje.
Apreté el botón grande y sonreí cuando vi las palabras “Sempre, Bella.”

Cerré el teléfono y lo deslicé en mi bolsillo, sintiéndome absolutamente aturdida. Jasper se rió entre
dientes al ver mi expresión y yo me eché a reír, incapaz de contener mí alegría interior. Era tan trivial,
pero sólo la idea me hizo sentir muy bien en el interior. Edward me hizo sentir como si realmente yo
significara algo. Me dirigí a la habitación de Edward y tomé su última carga de ropa, caminando
cansadamente a la planta baja. Saqué su primera carga de la secadora, las doblé y las puse a un lado.
Se segunda carga entró en la secadora y empecé a lavar la última. Cuando terminé me dirigí hacia la
cocina y casi choqué con Jasper en el vestíbulo. Él me entregó un sándwich y yo sonreí alegremente.

“Muchas gracias,” dije, abrumada con gratitud. Era demasiado extraño tener a alguien más preparando
o haciendo cosas para mí. Él se encogió de hombros con indiferencia, como si no fuera nada del otro
mundo, y se dirigió hacia la puerta trasera. Lo seguí al patio, suspirando contenta a medida que sentía
los rayos del sol en mi rostro. No estaba muy caliente pero tampoco hacía demasiado frío. El aire tenía
una ligera humedad y sólo había lo suficiente para ser una brisa lo que lo hacía confortable.

Jasper y yo caminamos a través del patio, sólo paseando casualmente hacia los árboles. Estaba
dejando que él guiara, ya que en realidad no tenía idea de lo que estaba haciendo. Él estaba charlando
tranquilamente sobre cosas al azar, muchas de ellas sobre Alice. Habló tan bien de ella que me hizo
sonreír. Era claro que estaban perdidamente enamorados el uno del otro. Yo había añadido unas
cuantas palabras aquí y allá cuando comenzó a caminar por el bosque. Al principio estaba un poco
preocupada, ya que yo no había ido tan lejos todavía, pero imaginé que no había problema si seguía a
Jasper. Él no me llevaría a algún lugar donde me pudiera meter en problemas.

Podía escuchar el sonido del agua corriendo cada vez más cerca a medida que caminábamos, y nos
detuvimos cuando los árboles se escasearon y nos encontramos con un río. Sonreí y caminé hacia su
orilla, mirando hacia abajo. El agua no estaba muy contaminada, estaba muy clara, lo que me
sorprendió dada la humedad del suelo. Me imaginé que estaría turbia.

“¿Sigue siendo de su propiedad?” Pregunté. Él asintió con la cabeza.

“Sí, sigue otros cien metros o algo así hacia allá,” dijo, señalando más allá del río.

“Es hermoso,” murmuré, poniéndome de cuclillas y bajando mi mano al río. El agua estaba fría pero
se sentía increíble en mi piel.

Él se rió ligeramente. “Sí, supongo que sí. Aunque yo no soy muy dado a la naturaleza. No salgo aquí
a menudo. Edward es el hermano que juega en el bosque.”

Lo miré sorprendida. “¿Edward viene aquí?” Le pregunté.

Él asintió. “Bueno, solía hacerlo. En realidad, no ha venido aquí desde que volvió del internado. Pero
siempre solía pasar tiempo en el bosque cuando quería estar solo. Estaba de mal humor, tú sabes,
desanimado y sólo quería escaparse. Bajaba al río o iba de excursión. Corre mucho a lo largo del
camino para mantenerse en forma cuando no está jugando fútbol.”

Asentí, todavía un poco sorprendida de que Edward se volviera a la naturaleza cuando estaba
deprimido, ya que parecía un poco quisquilloso como para ensuciarse o lidiar con insectos y la fauna
silvestre. Pero supongo que todavía tengo mucho que aprender acerca de él, ya que es sumamente
complejo y sigue siendo tan misterioso para mí.

Me puse de pie y dudé mirando hacia Jasper. Él se sentó en el suelo con cuidado y se apoyó contra un
árbol, mirando hacia el agua. Yo también me volví hacia el río, contemplándolo por un momento. Me
agaché y me quité los zapatos, poniéndolos a un lado. Enrollé las piernas de mis pantalones hasta las
rodillas y comencé a bajar a la orilla del río al agua poco profunda.

“Sabes que esa agua está helada,” dijo Jasper rápidamente. Me encogí de hombros y me metí en el
agua, mis pies punzaron por la frialdad, pero eso no me detuvo. Rápidamente se acostumbraron, el
dolor disminuyó. “Y probablemente haya todo tipo de criaturas allí, insectos o serpientes, o peces.”

Me reí un levemente. “Yo crecí con escorpiones, Jasper. No tengo miedo de nada en esta agua.” Di
vueltas por ahí un poco y sonreí cuando sentí el fango moverse entre mis dedos. El agua pasando por
mis pies se sentía increíble, casi relajante.

“¿Le tienes miedo a algo?” Preguntó en voz baja. Miré hacia atrás para verlo, notando su expresión
seria.

“Todo el mundo le tiene miedo a algo,” le dije, encogiéndome de hombros.

“Entonces, ¿tú a qué le tienes miedo?” Preguntó con curiosidad. Suspiré. No había manera que pudiera
decirle mi mayor temor. Había compartido con Edward que temía ser violada, que el sexo me
asustaba, pero era demasiado personal para compartirlo con Jasper. Este miedo se sentía como algo
irracional tenerlo y confesarlo, dado que lo más seguro es que los tres chicos ya han experimentado el
sexo.

“La esperanza,” dije en voz baja después de un momento, admitiendo la única cosa aparte de esa a la
que realmente le temía. “Le temo a la esperanza.”

Su ceño se frunció. “¿La esperanza te da miedo?” Yo asentí.

“No me permito esperar nada,” dije. “Es peligroso tener esperanza cuando se vive una vida como la
mía. Simplemente es pedir salir lastimado. Con el dolor físico es fácil salir adelante, lo cual es
precisamente por lo que no tengo miedo de la violencia física. El dolor emocional es otra historia. Es
mejor sólo aceptar la vida tal y como es y no esperar por más o mejor. Cuando no esperas nada, no te
decepcionas cuando no recibes nada.” Él suspiró.

“Eso es triste,” murmuró. Me encogí de hombros, ya que sólo era un hecho de la vida para mí.
“¿Ahora tienes esperanza?”

Caminé por el lodo por un momento, pensando. “Supongo que sí. De alguna manera, al menos.” Dije
encogiéndome de hombros. “¿Tú a qué le tienes miedo?” Añadí rápidamente, sin querer detenerme
demasiado en el hecho que ahora tenía la única cosa a la cual me propuse que nunca sucumbiría.

Él suspiró. “Mi mayor temor es perder a mi padre.” Lo miré sorprendida y él asintió. “Ya he perdido a
mi madre a causa de su estilo de vida, no quiero perderlo a él también.”

Asentí con la cabeza. “Eso tiene sentido,” le dije, sintiendo un dolor en el pecho por la tristeza de
Jasper. Mi madre aún vivía, hasta donde yo sabía de todos modos, pero todavía me sentía como si la
hubiera perdido.

Nos quedamos en silencio por un rato, ambos pensando. “Siempre tienes que tener esperanza, sabes,”
dijo finalmente en voz baja. “Hay más en este mundo allá fuera para ti.” Yo me reí, negando con la
cabeza.
“Te oyes igual a mi madre,” dije, recordando de inmediato el sonido de su voz cuando ella me decía
casi exactamente lo mismo una y otra vez. “Ella solía sermonearme constantemente sobre tener
esperanza. ‘No pierdas la esperanza’ ‘Estás destinada para más, Isabella’,” dije, tratando de imitar su
voz. Sentí un leve dolor en el pecho pensando en ella, pero traté de ignorarlo.

“Suena como una mujer inteligente,” dijo Jasper. Lo miré y sonreí.

“Supongo que tenía cierta cantidad de sabiduría,” le dije. No podrías llamar a mi madre precisamente
una intelectual, pero tenía el tipo de inteligencia que contaba en mi mundo. Tenía buenos instintos de
supervivencia.

“¿Así que la conoces? ¿A tu mamá?” Preguntó con curiosidad. Lo miré con sorpresa, ya que pensé que
él ya lo sabía.

“Sí. Me sorprende que Edward no te haya dicho eso ya,” dije, encogiéndome de hombros.

Él negó con la cabeza. “Edward no te haría eso. Cualquier cosa que le digas él lo mantendrá en su
cabeza bajo llave. Tu historia es tuya para compartirla.”

Sonreí levemente. “Entonces, sí, conozco a mi madre,” le dije. Él sonrió.

“¿Cuánto tiempo ha pasado desde que la viste?” Preguntó.

“La última vez que la vi fue el día que tu padre me recogió,” dije en voz baja. “Y supongo que esa es
la última vez que la veré.”

“Espera, ¿mi padre te separó de tu madre? ¿Él lo sabía?” Jasper preguntó, un ligero filo en su voz. Lo
miré sorprendida.

“Sí, lo sabía. Él me dio la oportunidad de despedirme de ella,” le dije.

Jasper gruñó y refunfuñó molesto en voz baja. Nos quedamos en silencio por un momento, él
pensando y yo pisoteando en el río. “Lo siento,” dijo después de un momento en voz baja. Miré hacia
él con confusión, con curiosidad por el por qué se estaba disculpando conmigo.

“¿Por qué te estás disculpando?” Pregunté. Él suspiró.

“Por tu situación. El hecho de que mi padre te haya comprado y te hayas visto obligada a vivir en
nuestra casa,” dijo, su voz mezclada con tristeza. Sonreí levemente, apreciando el hecho de que él
sintiera compasión por mí. Era tan extraño, ya que siempre he odiado que la gente sienta compasión,
pero algo hizo que ahora se sintiera bien cuando la persona la muestra es evidentemente sincera al
hacerlo.

“Tú no tienes por qué pedirme disculpas,” dije, negando con la cabeza. “Tú padre no es tan malo para
tener como amo.”

“Pero él te separó de tu madre, eso simplemente no está bien,” murmuró. Negué con la cabeza.

“Daba miedo ser separada de ella, lo admito. Y constantemente me preocupo por ella. Pero yo no diría
que no está bien. Si supieras de dónde vengo Jasper verías que estoy bastante bien aquí. Incluso mi
madre diría que él me hizo un gran favor al comprarme.”

“A todo esto, ¿de dónde vienes?” Preguntó con curiosidad. Suspiré y bajé la vista al agua, salpicando
un poco mis pies.

“Phoenix,” murmuré. Él suspiró.

“Eso ya lo sabía,” dijo, rodando los ojos. Me reí un poco. “¿Naciste en esta vida? ¿Tus padres eran
esclavos?”

“Mi madre lo era. Ella fue comprada cuando era un bebé.”

“¿Y tu padre?” Él preguntó con curiosidad. Suspiré.

“Él era el amo,” murmuré, sin disfrutar precisamente de este tema. No me gusta pensar en Charles,
mucho menos hablar de él.

Sus ojos se ampliaron. “¿Entonces tu padre era tu amo?”

Asentí con la cabeza. “Hasta que tu padre me compró, sí. No era un amo amable. Tu padre me da
comida para comer y cama para dormir dentro. Mi padre rara vez me alimentaba y me rehuía
mandándome a un granero. Tu padre sólo me castigó una vez. Mi padre me golpeaba rutinariamente y
permitía que su esposa me golpeara todos los días por diversión.”

Él suspiró. “¿Qué clase de padre hace eso?” Preguntó, más para sí mismo que a mí.

Me encogí de hombros. “Supongo que uno que no quiere a su hijo.”

“¿Cuál es el nombre de tu padre?” Preguntó.

“Charles Swan,” dije en voz baja. Él suspiró y se quedó en silencio por un momento.

“Ese nombre me suena tan familiar. Recuerdo a algunos Swan ser mencionados antes.” Se quedó en
silencio de nuevo y lo miré, notando que parecía estar absorto en sus pensamientos. Después de un
momento, sus ojos se abrieron levemente y me miró con la boca abierta. “¡Oh mierda, Charlie Swan!
Joder, ¿cuál es el nombre de su esposa?”

Dudé, un poco sorprendida por su repentino cambio de actitud y el hecho de que maldijo. Jasper muy
rara vez decía maldiciones. “Jane,” dije simplemente. En realidad nunca había dicho su nombre real
en voz alta, ya que ella insistía en que siempre se le llamara “ama”.

Él gruñó, sacudiendo la cabeza. “Maldición, esperaba que no dijeras eso,” dijo. Yo sólo lo miré
sorprendida.

“¿Supongo que eso significa que los conoces?” Le pregunté. Él suspiró y asintió con la cabeza.

“Sé quiénes son. ¿Le has dicho a Edward esto? Me sorprende que no lo haya descubierto y tenga algo
que decir al respecto,” dijo, negando con la cabeza.
“Eh, le hablé de ellos, pero nunca le dije el nombre de mi ama, no lo creo,” dije, encogiéndome de
hombros. No entendía por qué era tan importante. Para mí era evidente que la familia Cullen conocía a
la familia Swan, teniendo en cuenta que el doctor Cullen me había comprado en privado. “De todos
modos, no es importante. Ella ya no es mi ama.”

Él asintió. “Me alegró de que no lo sea.” Miró su reloj y suspiró. “Deberíamos regresar, terminar la
ropa de Edward y empezar la cena”. Subí a la orilla del río, bajé la vista y sonreí cuando noté mis pies
cubiertos de fango. Me volví a poner rápidamente mis zapatos y desenrollé mis pantalones, tratando
de lucir una vez más presentable. Algo me decía que el doctor Cullen no estaría muy feliz con una
sirvienta con los pies llenos de fango correteando por su casa cuando tenía visitas importantes.

Jasper y yo caminamos de vuelta a la casa tranquilamente. Él parecía sumido en sus pensamientos


sobre algo y tenía una expresión triste en su rostro. Me empecé a sentir mal, preocupada de que
hubiera dicho algo que lo hubiera molestado de nuevo. Llegamos a la línea de árboles para caminar en
el patio trasero y los pasos de Jasper titubearon un poco. Levanté la vista, mi ceño frunciéndose en
confusión cuando vi un camión con una caja blanca bastante grande en el patio trasero. Todos los
hombres de la noche anterior estaban allí, ayudando a descargar las cajas. Las estaban llevando al
interior de una puerta en un costado de la casa, una que nunca antes había visto. Ya que estaba cubierta
de enredaderas y hierba crecida.

“No sabía que ahí había una puerta,” dije con curiosidad. Jasper suspiró.

“Conduce al sótano, el cual está fuera de tu alcance. Es la misma razón por la que no puedes entrar en
la oficina bajo las escaleras, también conduce al sótano. Te juro que no quieres bajar allí, ya que ni
siquiera yo quiero bajar allí.”

Asentí, comprendiendo finalmente que ese era el lugar donde se contenían las actividades ilegales.
Jasper comenzó a caminar otra vez y yo lo seguí hacia la puerta trasera. Levanté la vista y vi a James
de pie junto al camión, observándome con curiosidad. Aparté la vista rápidamente, sin querer dar la
impresión equivocada, no quería que pensara que tenía la más remota curiosidad por él. Seguí a Jasper
dentro y fuimos directo a la lavandería, sacando la ropa de Edward de la secadora y doblándola. Eché
dentro de la secadora la última carga y me dirigí a la cocina. Cuando llegué al vestíbulo la puerta
principal se abrió y Emmett entró. Me dio una pequeña sonrisa y asintió en forma de saludo antes de
pasar junto a mí hacia la sala de estar. Fui a la cocina y comencé a ver en los gabinetes y el
refrigerador, tratando de encontrar algo qué hacer para la cena. No estaba segura si los invitados se
quedarían otra vez, pero no quería ir allí y preguntar, ya que eso sería interrumpir y esa era la última
cosa que quería hacer. Me debatía en la cantidad a preparar cuando escuché el sonido de la grava crujir
y un motor rugiendo. Miré por la ventana y vi el camión rodar alrededor de la casa y bajar por el
camino, desapareciendo de la vista. Escuché que una puerta se abrió y la voz del doctor Cullen se
filtró casi de inmediato. Me quedé en la cocina, tensándome un poco cuando pasos se acercaron a mí.

“¿Comenzando con la cena?” La voz del doctor Cullen dijo detrás de mí. Me di la vuelta despacio, lo
miré y asentí con la cabeza.

“Sí, señor.” Él sonrió.

“Bien, me muero de hambre. Sólo vamos a tener un invitado a cenar. Y te agradecería si esta noche te
quedas y comes con nosotros,” dijo. Mis ojos se abrieron ante su petición, algo de pánico surgió a
través de mí. Él suspiró, dándose cuenta de mi expresión.

“Estarás bien, es sólo una comida. Aro es importante para nosotros, ya que él es el jefe. Supongo que
podrías decir que es mi amo de alguna forma,” dijo, sonriendo. Le devolví la sonrisa, al darme cuenta
de que estaba tratando de ser divertido.

“Sí, señor.”

Por un momento permaneció vacilante en la cocina, mirándome con curiosidad. Fue algo incómodo,
que se me quedara mirando de la manera en que lo estaba haciendo. Era como si estuviera buscando
algo en específico. Empecé a inquietarme bajo su mirada y él suspiró, dándose la vuelta y dejando la
cocina.

Saqué un paquete de filetes, descongelándolos. Envolví algunas papas en aluminio y las coloqué en el
horno para hacer papas horneadas. Empecé a revolver algunos ingredientes para hacer algunos
panecillos de levadura, dejando que la masa subiera. Escuché el zumbido de la secadora y lavé mis
manos. Fui y doblé el resto de la ropa de Edward y empecé a llenar el cesto de ellas. Las llevé arriba a
su habitación y volví a bajar para recoger el resto de ellas. Fui a su habitación y la puse sobre la cama,
mirando alrededor por un momento. Ya una vez antes había guardado su ropa, así que por suerte sabía
dónde iba todo. La tarea fue bastante rápida y cerré la puerta de nuevo cuando terminé. Me dirigí otra
vez a la planta baja hacia la cocina y volví a trabajar en la cena.

Preparé una ensalada César, ya tenía los filetes descongelados y estaba cocinándolos, asegurándome
de no dejarlos secos. Terminé los panecillos y las papas cuando escuché el coche detenerse afuera.
Miré por la ventana y sonreí cuando vi que era Edward llegando a casa del fútbol. Saqué los filetes y
comencé a llevar las cosas a la mesa, colocándolas cuando él entró en la casa. Todos los demás
estaban en la sala de estar, viendo televisión y charlando mientras esperaban la cena. Volví a la cocina
y tomé el resto de la comida cuando Edward entró.

“¿Necesitas ayuda?” Preguntó en voz baja, manteniendo alguna distancia entre nosotros, supongo que
por las cámaras. Sonreí levemente.

“No, gracias. Tengo todo listo,” le dije. Él asintió.

“Subiré a verte tan pronto pueda alejarme de la mesa,” dijo. Negué con la cabeza y su rostro se
ensombreció por el dolor antes de que tuviera la oportunidad de explicarle. Para dar la impresión de
ser duro, Edward era sin duda sensible. “¿No quieres que suba?” Preguntó, su voz mezclada con el
mismo dolor que mostraba en su rostro.

Rodé los ojos por su suposición. “Por supuesto que quiero. Pero tu padre dijo que esta noche tenía que
quedarme aquí para cenar por su invitado, así que no hay razón para que te apresures en irte.”

Él me miró confundido. “¿Él te está haciendo cenar con nosotros porque Aro está aquí?”

Me encogí de hombros. “Evidentemente.” Él suspiró y negó con la cabeza, aparentemente confundido


del porqué. Inmediatamente me pregunté si alguna de las otras mujeres se quedó a cenar cuando hubo
visitas.
Él parecía que estaba a punto de decir algo más cuando su padre caminó detrás de él, pasando junto a
él para entrar en la cocina. Él se acercó y abrió el gabinete, sacando una botella de alcohol color
naranja, volví a echar un vistazo a la entrada y noté que Edward se había ido.

“Ven aquí, Isabella,” dijo, colocando la botella en la encimera. Abrió el refrigerador y sacó otra
botella de alcohol, una simple botella oscura con una etiqueta marrón, así como una botella de agua
mineral. Llevó su mano al gabinete y sacó dos vasos muy pequeños. Me acerqué y me detuve junto a
él, mirando el alcohol frente a él con cuidado. “Voy a mostrarte cómo hacer un Aperol Spritz. Es
nuestra bebida preferida y te la hubiera enseñado antes, si hubiera sabido que tendríamos visitas. Pero
mejor tarde que nunca, supongo. ¿De acuerdo?”

Asentí con la cabeza. “Está bien, señor.”

Él asintió y sonrío levemente. “Llenas los vasos hasta la mitad con hielo,” dijo, dando un paso hacia
atrás. Hice lo que me dijo y me volví hacia él, esperando por el resto de sus instrucciones. Él sonrió y
dio un paso al frente, cogiendo la botella oscura. “Este es Prosecco, un vino italiano.” Abrió la botella
y vertió un poco en los vasos hasta que estaban llenos casi a la mitad, la puso abajo y cogió la botella
de color naranja. “Y este es Aperol, un licor de naranja o algo así.” Vertió de ese en los vasos casi
tanto como lo hizo con el vino, tal vez un poco menos.

“Ahora agrega un poco de agua mineral en ellos.”

Abrí el agua mineral y vertí un poco en cada vaso. Le volví a poner la tapa y la dejé a un lado, mirando
al doctor Cullen. “Bien. Ahora lleva uno de estos vasos a Aro, en la sala de estar.”

Mis ojos se abrieron un poco y él levantó su ceja, obviamente viendo mi indecisión. Finalmente asentí
y tomé el vaso, dándome la vuelta y saliendo de la cocina. Entré a la sala de estar en silencio y me
acerqué a donde estaba sentado Aro en el sofá. Edward estaba sentado a su lado y levantó la vista
hacia mí, sonriendo y guiñándome un ojo cuando me acerqué. Yo sonreí y me sonrojé un poco,
apartando la mirada de él rápidamente.

“Aquí está su bebida señor,” dije en voz baja, tratando de hablar con claridad por respeto. Aro me
miró y sonrió, tomando el vaso.

“Gracias, querida,” dijo, asintiendo con la cabeza. Asentí en respuesta.

“De nada, señor.” Di unos pasos hacia atrás y me di la vuelta, volviendo rápidamente a la cocina. El
doctor Cullen seguía parado allí, bebiendo de su vaso.

“Ves. Eso no fue tan malo, ¿verdad?” Preguntó. Yo negué con la cabeza.

“No, señor,” murmuré. Agarré el resto de la comida y la llevé a la mesa mientras el doctor Cullen se
dirigía a la sala de estar. Di unos pasos en esa dirección, aclarando mi garganta ligeramente. “La cena
está lista,” les dije.

Todos se levantaron y se dirigieron hacia la mesa, charlando entre ellos. Yo sólo me quedé allí y llevé
mi labio inferior al interior de mi boca, mordiéndolo nerviosamente. No sabía lo que se supone que
tenía qué hacer, ya que en realidad nunca había estado por ahí a la hora de la cena. ¿Se esperaba que
les sirviera?

Edward pasó rozándome, inclinando su cabeza hacia mí. “Sólo siéntate y relájate,” susurró. Le di una
pequeña sonrisa y asentí, agradecida por su ayuda y compresión.

Me senté frente a Edward y todos agarramos algo de comida, sirviéndonos nosotros mismos. Yo sólo
tomé un poco, demasiado nerviosa para realmente comer, pero sin querer parecer maleducada. Sólo
empujé de aquí para allá la mayor parte de mi comida, tomando algunos pequeños mordiscos para
aparentar. Seguí mirando hacia Edward, notando que él estaba haciendo lo mismo. Todos los demás
estaban platicando, pero Edward parecía estar en su propio mundo, perdido en sus pensamientos.

“Así que, Isabella...” Escuché mi nombre en una voz extraña y el tenedor resbaló de mis dedos, ya que
me sobresaltó. Sonó contra mi plato e hice una mueca ante el sonido, sintiéndome como una idiota e
inmediatamente me preocupé de que mi torpeza fuera a molestarlos. Volví a recogerlo y levanté la
vista, mis ojos de inmediato se encontraron con los de Edward. Él me miraba con inquietud,
obviamente preocupado. Aparté la vista de él rápidamente, tomando una respiración profunda
mientras miraba hacia donde Aro y el doctor Cullen estaban sentados.

“¿Sí, señor?” Pregunté, mi ansiedad se triplicó al ser abordada directamente. En este momento sólo
quería pasar desapercibida, ojalá hubiera podido ser pasada por alto.

“No tienes porque estar nerviosa querida, te aseguro que no tengo la intención de causarte daño.
Quiero disculparme por las insinuaciones de mi sobrino ayer. A veces es un poco problemático y le
gusta empujar los límites, pero no es una mala persona,” dijo Aro, sonriendo amablemente. Asentí con
la cabeza, pero Edward se rió misteriosamente y empezó a refunfuñar en voz baja, obviamente sin
gustarle la descripción de Aro sobre James.

“Entiendo, señor,” dije en voz baja. Él asintió.

“Bien. También tenía curiosidad sobre cómo habías encontrado la vida aquí con Carlisle. He oído
hablar mucho de ti a través de los años, tengo que decir que es un placer el poder finalmente verte en
persona. Ya que escondida como te mantuvieron, casi me preguntaba si eras sólo un producto de la
imaginación,” dijo. Mi ceño se frunció por la confusión, sorprendida de que hubiera dicho eso. No
podía entender cómo era posible que él siquiera hubiera escuchado de mi existencia, considerando que
mi padre ni siquiera me reconoce.

Miré a mí alrededor brevemente, notando a los tres chicos viéndose igual de confusos. Edward miraba
fijamente a Aro con los ojos ligeramente entrecerrados, su tenedor suspendido en el aire.

“Eh, los Cullen son amables conmigo, señor,” comencé, confundida. “Me tratan bastante bien.”

Aro asintió. “Es bueno escuchar eso, aunque nunca lo dudé por un momento. Imagino que tiene que
ser una inmensa mejoría de esa horrible situación en la que creciste en Phoenix. Si yo hubiera sabido
antes que los Swan trataron a su propia carne y sangre tan duramente, hubiera intervenido y hecho
algo yo mismo, pero para cuando Carlisle lo descubrió y me informó, era demasiado complicado para
simplemente intervenir sin causarte más daño.”

Me le quedé mirando confundida, sin saber de lo que estaba hablando. Sus palabras no tenían ningún
sentido para mí. Sacudí mi cabeza para intentar aclararla, tratando examinar las cosas.

“¿De qué carajos estás hablando?” Dijo Edward después de un momento, antes de que siquiera tuviera
la oportunidad de ordenar mis pensamientos. El doctor Cullen gimió.

“Cuida tu lenguaje en la mesa, hijo,” replicó el doctor Cullen. Edward rodó los ojos y Aro se echó a
reír.

“Tal vez, he dicho demasiado,” dijo Aro, encogiéndose de hombros. El doctor Cullen asintió,
murmurando “tal vez, y una mierda” en voz baja. Por desgracia, fue más fuerte de lo que pensó, ya que
todos lo escuchamos.

Sin embargo, Aro simplemente se rió. “Ah, en realidad no importa, olviden que lo dije. Sólo que sepas
que me alegro que tú situación haya mejorado.”

Asentí, pero Edward negó con la cabeza. “No, no puedes decir una mierda así y simplemente decir
“olviden que lo dije”. Si sabías que uno de los tuyos estaba abusando de un niño, independientemente
de si era de ellos o no, ¿por qué no hiciste nada al respecto? Sé como son las reglas de la organización,
desapruebas el que niños sean lastimados por cualquiera de los tuyos, punto.”

Aro suspiró y miró hacia el doctor Cullen, levantando las cejas. El doctor Cullen negó con la cabeza
levemente, mirando hacia Edward. Mis ojos se estrecharon un poco ante su silenciosa conversación,
ya que era evidente que estaban ocultando algo y era evidente que tenía que ver todo conmigo.

“Descubrimos su parentesco cuando ella tenía 12 años, más o menos cuando sus abuelos murieron.
Para ese tiempo, en realidad no estaban abusando de ella. Tal vez la maltrataban, pero estábamos
bastante seguros de que en ese momento, no estaba en verdadero peligro. Nos pareció que sería más
perjudicial separarla de su madre de lo que era permitir que se quedará allí,” dijo deliberadamente el
doctor Cullen.

“Sin considerar que,” comenzó Aro. “Charles Swan es apenas uno de los nuestros. Su padre fue un
miembro de la organización hace muchos años y de haber sabido antes que él a sabiendas estaba
maltratando a su propia nieta, lo hubiéramos reprendido por su comportamiento. Pero no tenemos
poder sobre Charles y sus decisiones, ya que no tiene lealtad jurada hacia nosotros. Hay ciertas reglas
que rigen esta vida Edward, reglas que no puedes simplemente pasar por alto porque no te gusta algo
que está pasando. Los sentimientos personales no pueden anular el código de conducta, y si tú
permites que sea así estás pidiendo una guerra innecesaria.”

Edward se le quedó viendo a Aro por un momento, antes de mirar a su padre. Seguí su mirada y vi que
la atención del doctor Cullen estaba enfocada en mí y que parecía completamente ajeno a las duras
miradas de su hijo menor. Quería preguntar cómo es que siquiera sabían de mi existencia en primer
lugar, pero no creí correcto preguntarles de esa manera. Toda mi vida, siempre estuve en la sombra,
nunca resaltaba lo suficiente para ser notada por alguien, así que no entendía por qué incluso sabían de
mí como para alguna vez preguntarse sobre mi parentesco. Me aclaré la garganta después de un
segundo, cuando un silencio incómodo comenzó a elaborase en la mesa.

“Gracias, señor, por su preocupación,” murmuré. Aro asintió con la cabeza.


“De nada, querida.”

Todos terminamos de comer en relativo silencio, la tensión seguía aumentando a pesar de lo que yo
había dicho para ponerle fin. Después de un rato Edward dejó caer el tenedor y empujó su silla hacia
atrás.

“¿Me puedo retirar?” Preguntó. El doctor Cullen dijo que sí y él se puso de pie, saliendo de la
habitación inmediatamente. No estaba del todo segura de lo que pasaba con él, pero estaba preocupada
de que posiblemente yo lo había molestado. Mordisqueé un poco más de mi comida, mirando hacia el
plato de Edward y dándome cuenta de que casi no lo había tocado.

“El resto de ustedes pueden retirarse cuando hayan terminado,” dijo el doctor Cullen después de un
momento, cuando el sonido de un motor rugió en la casa. Miré detrás de mí hacia las ventanas y vi que
el camión con la caja blanca se detuvo detrás de la casa. Miré al doctor Cullen y asentí,
agradeciéndole en silencio. Me levanté y agarré mi plato, extendí mi mano y agarré el de Edward. Los
llevé a la cocina y tiré las sobras, colocándolos en el fregadero.

Me dirigí hacia las escaleras y las subí lentamente, todavía un poco desconcertada por la atención que
había recibido en la cena. Llegué hasta el tercer piso y abrí la puerta de mi habitación. Me detuve en la
puerta, notando a Edward sentado al borde de mi cama con la cabeza gacha, mientras miraba fijamente
el suelo.

“¿Estás bien?” Pregunté vacilante, cerrando suavemente la puerta detrás de mí. Él levantó la vista
hacia mí y asintió con la cabeza.

“Sí,” murmuró, mirándome fijamente. Sonreí levemente, queriendo aliviar lo que sea que le estuviera
molestando.

“¿No te gustó lo que cociné?” Pregunté caminando hacia él. Frunció el ceño ante mi pregunta.

“¿Por qué crees eso?” Preguntó. Me senté a su lado y me encogí de hombros.

“No lo sé, hoy no comiste nada,” le dije. Él suspiró.

“En realidad no tenía apetito. No tiene nada que ver con lo que cocinaste,” murmuró. Asentí y me
quité los zapatos, subiendo mis piernas a la cama y tumbándome de espaldas.

Edward se recostó en la cama, apoyándose en sus codos de manera que pudiera ver mi rostro. Me miró
por un momento antes de inclinarse hacia mí y besar mis labios suavemente. “Ellos están ocultando
algo,” dijo en voz queda después de un momento. “Y eso me molesta.” Yo asentí con la cabeza.

“No sé qué podría ser,” le dije. “No sé siquiera cómo sabían de mí.” Ambos nos quedamos en silencio
y Edward movió su cuerpo de manera que estaba acostado junto a mí y viéndome a los ojos. Extendió
su mano y acarició mi mejilla suavemente con el dorso de sus dedos. Después de un momento se oyó
un golpe en la puerta y Edward retiró su mano rápidamente, levantándose de la cama de inmediato. Él
caminó hacia la puerta y la abrió, gimiendo.

Me levanté ligeramente y vi a Jasper. Sus ojos se encontraron con los míos y le di una pequeña
sonrisa.
“Hola, Jasper,” le dije. Él asintió con la cabeza en señal de saludo, pasando junto a Edward y entrando
en la habitación. Edward cerró la puerta y se acercó, dejándose caer de nuevo en la cama junto a mí.

“¿Qué pasa, Jazz?” Murmuró Edward, mientras se recostaba de nuevo y empezaba a acariciar mi
mejilla otra vez. Estaba algo sorprendida de que mostrara tanto afecto delante de su hermano y lo miré
con sorpresa. Él sonrió levemente y se inclinó hacia mí, colocando un pequeño y leve beso en mis
labios. Me sonrojé y escuché la risa de Jasper.

“Ustedes chicos, se ven bien juntos,” dijo. Lo miré y vi que estaba sonriendo. Edward rodó los ojos,
pero sonrió con suficiencia. “Como sea, sólo quería ver si sabías de dónde exactamente vino Isabella,
Edward.”

“¿Qué quieres decir? Ella vino de con ese tipo Swan en Phoenix,” dijo Edward, su atención seguía
centrada en mí. Parecía estar apenas consciente de la presencia de su hermano con las miradas que me
estaba dando.

“Sí, ¿pero el nombre todavía no te ha dado la impresión de ser familiar? ¿Charles Swan? Lo
conocemos como Charlie,” dijo Jasper. El ceño de Edward se frunció y parecía estar considerándolo,
pero continuaba acariciando mi mejilla.

“Me parece algo familiar, me pareció así la primera vez que lo escuché,” dijo Edward. “No sé, me
imaginé que tal vez escuché a papá decirlo en algún momento.”

Jasper suspiró. “¿Ayudaría si supieras que el nombre de su esposa es Jane?” Preguntó, acercándose y
sentándose en el borde de la cama junto a mí. El ceño de Edward se frunció aún más.

“Jane Swan,” murmuró, obviamente tratando de ubicar el nombre. Jasper asintió con la cabeza.

“Sí, tú sabes. ¿La Jane que vive en Arizona?” Jasper insinuó. La mano de Edward dejó de moverse de
inmediato cuando dejó de acariciar mi mejilla. Su expresión cambió a una de ira.

“No puede ser,” él dijo. Jasper suspiró.

“Sí, ella,” él murmuró.

Edward se sentó rápidamente, tan rápido que me asustó, y mis ojos se abrieron por la sorpresa.

Edward metió la mano en su bolsillo y sacó su teléfono.

“Ese hijo de puta, ¿sabía la mierda que su hermana estaba haciendo? Joder, pensé que él era mejor que
eso,” Edward casi gritó, abriendo su teléfono de golpe y presionando botones mientras se desplazaba a
través de los números. Jasper extendió su mano rápidamente y le arrebató el teléfono a Edward.

“¡¿Qué demonios estás haciendo?! ¡¿Vas a llamar a Alec?!” Preguntó Jasper con incredulidad. Edward
lo fulminó con la mirada.

“Maldición, claro que voy a llamarlo. Joder, quiero saber si él sabía que esa maldita hermana demente
suya golpeaba a una chica sin ninguna maldita razón,” Edward dijo con brusquedad, tratando de
agarrar su teléfono de nuevo. Su rostro estaba ensombrecido por la ira y pude ver su mano temblar
levemente.

Jasper suspiró y alejó el teléfono de manera que Edward no pudiera alcanzarlo. “¡Maldita sea!
¿Quieres meterte en problemas, Edward? Sabes que no puedes ir preguntando cosas así. Y si no te
relajas tú solo vas a delatarte.”

Edward gruñó. “¡Cristo, Jasper, no puedes simplemente entrar aquí y decirme que la maldita hermana
de nuestro tío es la perra que la torturaba y esperar que me relaje al saber esa mierda!” él casi gritó.
Mis ojos se ampliaron por la sorpresa y me senté derecha, mirando de Jasper a Edward.

“¿El hermano de Jane es su tío?” Pregunté con incredulidad. “¿Eso significa que ella es su tía?”

“NO,” ambos dijeron con rudeza, al mismo tiempo. Di un respingo por el tono de ambos.

Jasper suspiró. “Nuestra tía está casada con el hermano de Jane. Solíamos escuchar historias sobre ella
todo el tiempo. En Chicago la llaman ‘La loca Janie’.

Asentí y me quedé en silencio, asimilándolo todo. “Devuélveme mi teléfono,” dijo Edward con calma
después de un momento, sosteniendo su mano. Jasper lo miró con recelo y Edward gimió. “Joder, no
voy a llamarlo, Cristo. Sólo quiero mi puto teléfono. Llamándolo por eso sólo va hacer que la gente
sospeche, ahora me doy cuenta de eso.”

Jasper asintió y le devolvió el teléfono a Edward. Edward lo volvió a deslizar en su bolsillo y se


recostó de nuevo en la cama. Me acosté junto a él y Jasper se disculpó por interrumpirnos, pero
hicimos un ademán con la mano, diciéndole que no tenía importancia. Edward le dijo que no tenía la
intención de gritarle y por suerte Jasper pareció entender. Él era muy consciente del problema de su
hermano con su temperamento.

Después que Jasper se fue, pasamos cerca de veinte minutos sólo acostados en silencio, mirándonos el
uno al otro con él acariciando mi rostro con suavidad, finalmente Edward suspiró y se sentó. “Voy a
cambiarme. Volveré en unos minutos, ¿está bien?” Asentí y él sonrió, rozando las yemas de sus dedos
a través de mis labios con suavidad antes de salir. Me quedé allí por un momento después que se fue,
antes de levantarme y sacar una pijama de mi cómoda. Me desvestí y me las puse rápidamente,
aventando mi ropa sucia al canasto.

Caminé hacia la cama para subirme de nuevo cuando hubo un suave golpe en la puerta y se abrió.
Edward entró, usando sólo unos pantalones de franela con unos boxers negros asomándose alrededor
de su cintura. Él estaba tan cómodo mostrando tanta piel que era casi alarmante. Lo miré fijamente
por un momento, apenas notando el arma en su mano porque estaba concentrada en su pecho desnudo
y sus músculos tonificados.

“¿Preferirías que usara una camiseta? Quiero decir, puedo conseguir una limpia, considerando que hoy
lavaste mi ropa. Por cierto, gracias por eso,” preguntó después de un momento, cerrando la puerta
detrás de él. Levanté la vista a su rostro y vi que me levantaba una ceja, una pequeña sonrisa de
complicidad en sus labios. Me di cuenta que me había atrapado mirando fijamente su piel expuesta, a
sabiendas que me lo estaba comiendo con los ojos, y me ruboricé. Negué con la cabeza rápidamente,
sin querer que se pusiera una camiseta. Se rió entre dientes y sacudió su cabeza, alcanzando la puerta
detrás de él para poner el seguro. “Sabes que tú tampoco tienes que usar una,” dijo en broma mientras
se acercaba a mí. Lo miré con confusión por un momento, antes de que comprendiera. Mis ojos se
abrieron por la sorpresa y lo miré boquiabierta. Él se rió entre dientes y puso la pistola en la mesita de
noche, programando la alarma.

“Ehh…” comencé, nerviosa por su comentario. Sentí mis mejillas enrojecerse por la vergüenza y
aparté la mirada.

“Relájate, tesoro,” dijo en voz baja, subiendo a la cama a mi lado. Estiró su mano y agarró mi barbilla,
atrayendo mi rostro hacia él. Encontré sus ojos y vi el brillo en ellos, la chispa de felicidad que tanto
disfrutaba. Él sonrió y yo le sonreí en respuesta. “Puedes quedarte con tu camiseta si quieres,” dijo
jugando. “Tal vez en otra ocasión.”

“Tal vez,” dije en voz baja. Sus ojos se ampliaron por la sorpresa.

“Ah, así que eres de mente abierta, ¿eh? Excelente,” dijo, sonriendo con suficiencia y asintiendo. Me
reí y encogí de hombros. Era tan fácil ser abierta y juguetona con Edward. Su presencia siempre me
relajaba. “Tengo que admitirlo. Lo espero con ansias. Pero como sea, estoy agotado. He tenido un día
muy largo, así que, ¿qué tal si dormimos un poco?” Sugirió. Yo asentí con la cabeza.

“Suena bien para mí,” le dije. Él asintió y se paró, caminando hacia el interruptor y apagando la luz.
Volvió y se metió en la cama, atrayéndome a él y lanzando la manta sobre nosotros. Me acurruqué en
su pecho y me apretó con fuerza, besando el tope de mi cabeza. Dormir con Edward hacía que la
oscuridad no pareciera tan solitaria o molesta. No sabía cómo alguna vez iba a ser capaz de volver a
dormir sin él.

“Sogni d’oro, la mia bella ragazza,” murmuró. Sonreí.

“¿La traducción?” Pregunté en voz baja. Reconocí la mitad de ella, pero no estaba segura de la
primera parte. Él se rió entre dientes.

“Dulces sueños, mi chica hermosa,” dijo. Mi sonrisa se hizo más grande y cerré los ojos,
acurrucándome en su pecho. Él era tan cálido, sus brazos reconfortantes.

“Sempre,” murmuré, recordando la palabra del mensaje de texto. Él se echó a reír, la vibración de su
risa sacudiendo el cuerpo de ambos.

“Efectivamente, sempre,” dijo, con diversión en su voz. Me reí levemente y lo sentí moverse un poco,
descansado su cabeza sobre la mía. Me quedé rápidamente dormida en sus brazos. Finalmente abrí mis
ojos un poco y miré alrededor, teniendo una ligera sensación de Déjà vu. Pasaban un poco de las 8
a.m. según el reloj de alarma y una vez más, Edward se había ido. Me sorprendía como podía salirse
de la cama sin que lo notara. Últimamente había tenido un sueño tan inquieto que me sorprendió que
ahora pude dormir en medio de una alarma sonando. Salí de la cama y me dirigí al baño, salpicando
agua en mi cara para despertarme. Volví a mi habitación y me quité mis pijamas, poniéndome unos
vaqueros holgados y una camiseta rosa. Recogí mi cabello hacia atrás y me dirigí a la puerta,
preguntándome si Jasper se quedaría de nuevo hoy conmigo. Abrí la puerta para salir al pasillo y grité,
sorprendida cuando vi el cuerpo frente a mí bloqueando la entrada.

“Ya era hora de que despertaras,” dijo Emmett con una sonrisa. Sólo me quedé mirándolo en shock,
agarrándome el pecho con mi mano, tratando de calmar y regularizar mi ritmo cardíaco de nuevo. Él
sostenía unos DVD, un tazón de palomitas y tenía algunas botellas de agua en el hueco de su brazo. Se
quedó de pie junto a mí sonriendo, esperando pacientemente que me recuperara del susto.

“Buenos días, Emmett,” logré decir después de un momento. Él se rió.

“Sí, es un buen día. Ahora, date la vuelta y entra de nuevo a la habitación,” dijo.

Mi ceño se frunció con confusión.

“¿Perdón?” Pregunté tímidamente. Él se echó a reír.

“Dije, vas a entrar de nuevo a la habitación,” él dijo. Yo sólo me quedé allí, atónita, y él se rió un poco
más. Él dio un paso hacia adelante e instintivamente di un paso hacia atrás. Él encontró gracioso y lo
hizo de nuevo, lo que hizo que yo diera otro paso hacia atrás. Él continuó hasta que ambos estábamos
dentro de la habitación, y estiró su mano detrás de él, cerrando la puerta. Me rodeó y colocó el tazón
sobre la mesa en frente del sofá, sacando un DVD de su caja y acercándose al reproductor de DVD
metiéndolo dentro. Yo sólo me quedé inmóvil, mirando todo conmocionada ya que él estuvo todo el
tiempo silbando para sí mismo. Agarró el control remoto y se acercó al sofá, dejándose caer y
levantado los pies poniéndolos sobre la mesa. Presionó algunos botones para comenzar la película,
agarrando el tazón de palomitas y centrándose en la pantalla. Se saltó los adelantos y comenzó a
comer las palomitas, masticando ruidosamente. Era bastante desconcertante, ya que era como si
estuviera completamente ajeno a mi presencia y simplemente estaba poniéndose cómodo en mi
habitación. No me sentía incómoda, ya que él no me molestaba, pero era abrumador. No solíamos
pasar tiempo juntos en el mismo lugar.

“¿Sólo vas a quedarte ahí parada? Porque creo que tus pies puede que se cansen después de un par de
horas,” dijo después de un momento, mirando hacia mí y alzando las cejas con una sonrisa en su
rostro. “Ven aquí y siéntate, toma algunas palomitas antes de que me las coma todas. Si conoces algo
de mí, debes saber que la comida no dura mucho tiempo cuando estoy cerca.”

Sonreí y asentí con la cabeza, acercándome a él lentamente. Me senté a su lado y miré a la pantalla, mi
frente se frunció cuando me di cuenta que había puesto una caricatura. Abrí la boca para preguntarle
que estábamos viendo cuando él empujó el tazón de palomitas en mi cara. El movimiento repentino
me asustó y di un respingo. Él se congeló, mirándome con recelo.

“¿Le tienes miedo a las palomitas?” Me preguntó después de un segundo, su tono completamente en
serio. Sonreí, riéndome un poco.

“No,” le dije. Él asintió y empujó más el tazón hacia mí. Tomé un puñado y él sonrió, retirando el
tazón. Empecé a comer las palomitas, mirando la pantalla cautelosamente.

“Eh, ¿qué es eso?”

Él me miró, entrecerrando los ojos. “¿Me estás tomando el pelo?” Dijo. Negué con la cabeza dudosa y
él hizo un sonido con su lengua. “¡Por Dios, no sabes nada de la vida! ¡Es Shrek! ¡Me encanta está
mierda!” Dijo, con una sonrisa brillante y volviendo su atención a la película mientras lanzaba un
puñado de palomitas en su boca.
Sonreí levemente ante su naturaleza joven y traviesa, y volví a mirar a la pantalla. “Supongo que es
apropiado,” dije después de un momento. Él me miró brevemente.

“¿Qué es apropiado?” Preguntó.

“El hecho de que estemos viendo caricaturas. Quiero decir, ¿no es eso lo que la gente suele hacer
cuando cuida niños?” Pregunté bromeando.

Su cabeza se volvió rápidamente en mi dirección, sus ojos abriéndose ligeramente. “¿Acabas de decir
un chiste?” Preguntó, sonando sorprendido. Me encogí de hombros y él empezó a reír, sacudiendo su
cabeza. Estiré mi mano y agarré un puñado de palomitas del tazón, la acción hizo que sonriera
ampliamente. Por alguna razón, parecía estar orgulloso, supongo que feliz de que me estaba relajando
a su alrededor. “Es bueno saber que tienes sentido del humor, pequeña. Estaba un poco confundido en
cuanto a qué demonios vio Edward en ti, para hacer que quisiera estar contigo y esa mierda, sin ánimo
de ofender ni nada, pero creo que ahora puedo verlo,” dijo.

Mis ojos se ampliaron y lo miré horrorizada cuando registré sus palabras. Él vio mi expresión y se
echó a reír. “Eh, no sé… quiero decir, ¿cómo sabes…” Balbuceé, totalmente asombrada ya que tenía
la impresión de que sólo Jasper sabía de ello.

“No soy tan distraído como él cree que soy. Me doy cuenta que no estoy mucho por aquí y él y yo no
somos tan cercanos como solíamos serlo, pero me gusta pensar que todavía conozco muy bien a mi
hermano. Entiendo porque quiere guardarse esa mierda, como sé que a veces puedo ser un bocazas.
Pero reconozco que es una situación delicada y que ambos están tomando putos riesgos al hacer lo que
sea que estén haciendo y no voy a soltar la lengua y ponerte en peligro.”

Asentí con la cabeza. “¿Hace cuánto que lo sabes?” Pregunté.

Él sonrió. “Cuando estábamos decorando para la fiesta de Halloween, y accidentalmente él te llamó


perra. La mirada en su pinche rostro cuando lo miraste furiosa no tenía precio. Dios, él estaba tan
jodidamente aturdido y herido, pensé que la pequeña mierda iba a empezar a llorar.” Hizo una pausa y
se echó a reír sacudiendo la cabeza. “Pero al momento que te dijo que lo sentía, lo confirmó. No lo
escuché decirlo, ya que él trató de disimularlo, pero Rose lo escuchó. Verás, Edward no da una pinche
disculpa por nada, no importa cuán mal esté. Simplemente él no hace esa mierda. Él podría dispararte
por accidente y en vez de decir que lo siente, dice algo como “bueno, esa mierda apesta”.
Simplemente así es él, o supongo que así era. Mi papá es igual, demonios, si dejas de respirar
esperando una disculpa de su parte, él sólo se sienta ahí y te deja morir antes de murmurar la pinche
palabra lo siento. Pero sí, entonces lo supe. Sabía que el hijo de puta se había enamorado, cuando se
arrepintió de decir la palabra perra y se disculpó por ello.”

Lo miré fijamente, aturdida. “Eh, quiero decir, no sé si diría que él se… enamoró.” Susurré la última
parte, haciéndose difícil incluso el que la palabra dejara mis labios. El concepto era tan desconcertante
e impactante para mí. Sabía en lo profundo de mi corazón que amaba a Edward Cullen, sin embargo
me gustaría poder creer que él algún día podría amarme de verdad.

“Por favor, chica. Ese imbécil está enamorado. Si eso no es amor, entonces no sé qué es el amor. Lo
tienes dominado. Él ha dejado a todas sus pequeñas golfas y eso es algo que nunca pensé que vería. El
pasatiempo favorito de Edward siempre ha sido correrse,” él dijo. Mi ceño se frunció con confusión.
“¿Correrse?” Pregunté. Emmett me miró, notando mi expresión desconcertada y comenzó a reír
histéricamente.

“Oh, tan inocente,” dijo, extendiendo su mano y revolviendo mi cabello juguetonamente. “Ve la
película, está buena. Pero pregúntale a Edward que es correrse cuando llegue a casa, quiero verlo
tratando de explicarte esa mierda.”

Asentí vacilante, no muy segura del todo ahora de querer saber lo que significaba. Me concentré en la
televisión y comí un poco más de palomitas. La película resultó ser bastante buena, y me reí unas
cuantas veces. Obviamente, Emmett era un gran fan de ella, ya que en varios puntos dijo las líneas
junto con los personajes. Cuando Shrek terminó, Emmett se levantó y puso un segundo DVD, que
resultó ser Shrek 2.

Charlamos un poco durante la película, pero en su mayor parte la vimos en silencio, riendo. Fue muy
agradable estar en la presencia de Emmett, solía ser tan intimidante debido a su tamaño pero me
estaba dando cuenta que tenía un carácter gentil y despreocupado.

Cuando la segunda película terminó, miró su reloj y se levantó. “Tengo que ir a tomar una ducha. Rose
va a salir temprano de la escuela y vendrá aquí para recoger algo. ¿Crees que te las puedes arreglar
estando sola por unos minutos? Quiero decir, si no, puedes venir conmigo. Bueno, no ha tomar una
ducha, por supuesto,” dijo, riendo.

Yo sonreí y asentí con la cabeza. “Estaré bien. No necesito que me vigilen como un halcón, puedo
cuidarme.”

Él sonrió. “Está bien. Vuelvo en unos minutos y podemos conseguir algo de comer o algo así. Esas
palomitas no me van a durar mucho.”

“Suena bien,” le dije. Él asintió y salió de la habitación, dejándome sola. Me quedé sentada ahí por
unos minutos en silencio, aburrida. Pensé en tratar de mandarle un mensaje de texto a Edward pero no
sabía cómo hacerlo sin responder a uno que ya estuviera ahí. Imaginé que tenía que tener a alguien que
me lo explicara. Todavía estaba un poco desconcertada y tratando de lidiar y evaluar con la
conversación que había tenido con Emmett, conmocionada con la idea de que Edward podía estar
enamorado de mí. Quiero decir, Emmett lo sabría, ¿no? Él conocía a Edward bastante bien y parecía
seguro de ello. Pero, ¿por qué Edward no me lo había dicho si era así? Pero supongo que no tenía
derecho a pedir eso, considerando que yo misma aún no se lo expresaba. Yo no lo había hecho por
miedo a asustarlo, pero él tenía que saber que no iba a asustarme porque me lo dijera. Todavía no me
sentía digna de su simple afecto, el que él me dijera que me amaba me volvería loca.

Después de un rato me levanté, sedienta por las palomitas y mi botella de agua estaba vacía. Salí de la
habitación hacia el pasillo, con la intención de ir rápidamente a la planta baja por algo de beber. A un
metro o menos de la cima de las escaleras me congelé cuando vi a la persona subiendo las escaleras,
un pavor inmenso y miedo corrieron a través de mí, con tanta fuerza que dejé de respirar por instinto.
Lo reconocí de inmediato, era James. Di un paso hacia atrás, tratando de no hacer ruido y esperando
que no me hubiera visto. Quería volver rápidamente a mi habitación y cerrar la puerta. No podía saber
a ciencia cierta por qué estaba subiendo al tercer piso, pero la lógica me decía que era la única cosa
aquí que le interesaría.
Di un paso, y evidentemente el movimiento captó su atención, porque miró hacia arriba directamente
hacia mí. Mis ojos se abrieron aún más, cuando una sonrisa maliciosa apareció en su cara. Lo miré a
los ojos y vi una chispa que me asustó, una chispa de ira, rabia y lujuria.

Él apresuró sus movimientos al subir las escaleras y mi corazón comenzó a latir con fuerza, esa voz en
el fondo de mi cabeza diciéndome que escapara. Di unos pasos hacia atrás rápidamente y me di la
vuelta, casi corriendo hacia mi puerta. Podía escuchar sus pasos detrás de mí, ya que ahora él también
estaba corriendo. Agarré la perilla y la giré, abriendo y entrando a la habitación. Agarré la puerta y
rápidamente la cerré, pero metió su pie con rapidez antes de que la puerta pudiera cerrarse. La fuerza
con que lo hizo causó que la puerta se abriera de nuevo con fuerza, estrellándose contra la pared
cuando él la empujó. Mi corazón latía violentamente y empecé a retroceder alejándome de la puerta,
mirando alrededor rápidamente por algo que agarrar, algo con que golpearlo. Consideré gritar, pero
tenía miedo de sólo alentarlo más, sabía que gente como él se excita con mujeres que se defienden
verbalmente. Mi madre me había enseñado eso. Luchar sólo lo hacía peor, pelear sólo lo hace más
violento, y hace que te lastimen más. Me di cuenta por la mirada en sus ojos que era exactamente lo
que quería, podía decir por su expresión que estaba decidido a obtenerlo de mí. Dio un paso hacia
adentro y yo me eché hacia atrás, todavía buscando frenéticamente alrededor por algo que pudiera
utilizar. Cerró la puerta detrás de él y mis piernas casi se doblaron cuando escuché la cerradura de la
puerta hacer clic cuando nos encerró.

“Mmmm, al fin solos,” dijo en voz baja, quitándose el abrigo y arrojándolo sobre la mesa cerca de él.
Llevaba un traje básico, lo que lo hacía parecer casi respetable como un hombre de negocios. Pero yo
sabía que no era respetable. Él era cruel, peligroso y malvado, y estaba determinado a obtener de mí la
única cosa que no estaba dispuesta a dar. No era suyo para tomarlo; el doctor Cullen había jurado que
era mío y sólo mío para darlo voluntariamente si así lo decidía. Él iba a hacer conmigo la única cosa
que tenía un miedo terrible de hacer, lo que esperaba nunca tener que soportar. Él me iba a tratar
brutalmente, torturarme para su propio placer retorcido. El hombre cruel delante de mí estaba aquí
para violarme.

Él aflojó su corbata, quitándosela. Se sacó su camisa de sus pantalones, dejándola colgando. Empecé a
hiperventilar, retrocediendo con rapidez, todavía mirando alrededor frenéticamente. Se dirigió hacia
mí y grité, asustada cuando un fuerte ruido sonó en mi bolsillo empezando a vibrar con un mensaje de
texto. Rápidamente metí la mano, recordando de pronto mi teléfono. Pensé que tal vez podría llamar a
alguien con rapidez, alertar al doctor Cullen o a Emmett, seguramente ellos vendrían a ayudarme. Lo
abrí y empecé a presionar botones frenéticamente, sin tener idea de lo que estaba haciendo, cuando
rápidamente fue arrebatado de mi mano. Él lo lanzó al otro lado de la habitación y golpeó el suelo con
un ruido sordo.

“Mantente callada y compórtate, y no será tan malo,” dijo. “De todos modos, no tiene ningún caso
pelear. Carlisle se ha ido y ese gran idiota está en la planta baja con su novia, él no está preocupado
por ti. Demonios, no eres tan especial. Eres sólo una esclava, a ninguno de ellos les importas una
mierda. Sí, Carlisle podría encabronarse de que toqué su propiedad, pero lo superará. Le pagaré por
ello más tarde, por tus servicios. En realidad, demonios, ni siquiera tiene que saberlo. Puede ser
nuestro pequeño secreto. Así que, acéptalo como una niña grande, como una buena chica lo haría y haz
que valga la pena para ti.” Lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas y retrocedí aún más, mis
piernas chocaron con el borde de la cama.

“Por favor, no. No me toque, por favor. Haré cualquier cosa, por favor, sólo no haga esto,” dije
sofocada por las lágrimas.

“Oh, vamos, cosita dulce, no seas así,” dijo, sonriendo. Inmediatamente me di cuenta que le gustaba
que suplicara, eso lo hacía mejor para él. “Tú sirves para ganarte la vida, es para eso que existes. ¿No
te gusta hacer a la gente feliz, complacerlas haciendo un buen trabajo? Eso es todo lo que tienes que
hacer ahora, hacer un buen trabajo para mí. Complacerme.”

Una canción comenzó a sonar al otro lado de la habitación desde mi teléfono, la canción que reconocí
como la que escuché en la habitación de Edward, ese día. Yo le había dicho que me gustaba, que me
sentía relacionada con ella. Inmediatamente me pregunté si eso significaba que él estaba llamando,
pero no era como si pudiese ayudarme ahora. No estaba aquí para salvarme. Él dijo que nunca dejaría
que algo así me pasara, pero no estaba aquí para impedirlo. Estaba fuera de sus manos. No podía
depender de él ahora, tenía que encontrar una manera de protegerme.

“Mierda, apuesto a que estás apretada,” dijo, su sonrisa cada vez mayor. “No como esa última perra
Janet. Ella tenía sus beneficios, pero tenía esa mierda demasiado floja para mi gusto.”

Él avanzó para cerrar la distancia entre nosotros, sus manos bajando cuando comenzó a desabrochar su
cinturón. Me dieron náuseas y contuve la necesidad de dar arcadas cuando mi cuerpo empezó a
temblar del miedo y el asco. Rápidamente me hice a un lado, esperando conseguir rodearlo, pero no
fui lo suficientemente rápida. Él caminó casi en sintonía conmigo, bloqueando mi paso. Di unos pasos
hacia atrás cuando comenzó a desabrochar sus pantalones.

“De rodillas, chúpalo, compláceme y ponme duro. Y no te atrevas a darme una pinche mordida o te
tumbo todos los dientes,” dijo, con voz casi arenosa por el deseo. Las ganas de vomitar ganaron en ese
momento y volví la cabeza hacia un lado, dando arcadas secas. Él me agarró del pelo, y tiró de mi
cabeza quedando frente a él, su expresión oscura y enojada. “Joder, ¡basta!, acéptalo como una maldita
mujer,” dijo con dureza. Sacó la pistola de la cintura de sus pantalones, mientras bajaba el cierre,
estirando su mano y colocándola sobre la mesa detrás de mí.

“Y el arma tiene seguro, no podrás dispararla, así que ni siquiera pienses en nada estúpido perra.”

Mi teléfono empezó a sonar otra vez y él agarró mi cabeza con una mano, tratando con fuerza de
obligarme a ponerme de rodillas, mientras su otra mano se metió en su pantalón. Me di cuenta que se
me estaba acabando el tiempo, pánico surgió a través de mí. Ni siquiera me detuve a pensar sobre lo
que estaba haciendo, sólo actué por instinto. Estiré mi mano detrás de mí y agarré la punta del arma,
levantándola rápidamente. Utilicé cada gota de energía y fuerza que tenía y la hice girar, golpeándolo
en la cabeza con el mango. No fue lo suficiente para derribarlo por completo, pero fue lo suficiente
para hacerlo tropezar y hacer una mueca por el dolor. Era todo lo que necesitaba, una distracción. Sólo
pude comprarme algunos segundos. En el momento que tropezó y me soltó, tiré la pistola al otro lado
de la habitación y corrí directamente hacia la puerta. Él se recuperó rápidamente y comenzó a ir detrás
de mí, sosteniendo arriba sus pantalones y gritando que iba a conseguirlo. Yo ni siquiera quería saber
que quería decir con eso, pero lo que fuera, sabía que no podía soportarlo. Llegué a la puerta y quité el
seguro con rapidez, mi mano yendo hacia la perilla. Iba a girarla y él me sujetó, una de sus manos
subió y cubrió mi boca, ya que había empezado a gritar por el miedo. Él nos dio la vuelta
empujándome con violencia, y me envió volando hacia atrás. Caí sobre mi trasero y cerré los ojos,
tratando de alejarme de él mientras caminaba furioso hacia mí. Escuché un golpe un poco fuerte y mis
ojos se abrieron de golpe. Pude ver la luz que se filtraba en la habitación desde el pasillo, indicando
que la puerta estaba abierta. James estaba bloqueando mi vista de la puerta y volvió su cabeza para
mirar. De la nada un zapato de tacón rojo apareció entre sus piernas por detrás de él, conectando con
fuerza con sus partes privadas. Sus rodillas se doblaron y gritó, sus manos se fueron inmediatamente a
esa zona mientras se desplomaba en el suelo. Rápidamente me quité de su camino y mis ojos se
ampliaron por la impresión cuando vi a Rosalie parada allí, con el ceño fruncido y sus manos en las
caderas. Me obligué a ponerme de pie y escapé, corriendo hacia la puerta. Esperaba que Rosalie me
siguiera, pero no lo hizo.

“No es no, pendejo,” dijo, su voz áspera. Hizo su pie hacia atrás y lo pateó con fuerza en su costado.

Escuché pasos frenéticos y miré al pasillo para ver a Emmett subir corriendo, su teléfono celular en su
oído. “¡Puta madre!” Exclamó, mirando dentro de la habitación. Sus ojos se abrieron por la sorpresa.
“Cristo, bebé, ¿tú hiciste eso? ¡Mierda sí! ¡Esa es mi chica!”

Rose se encogió de hombros con indiferencia, pero una pequeña sonrisa envolvió sus labios. Ella me
miró, cuando estaba parada en la puerta temblando. “¿Estás bien?” Preguntó.

Asentí con la cabeza. “Mierda, sí, ¿estás bien gatita?” Preguntó Emmett. “¡Cristo, lo siento, te juro
que pensé que el cabrón se había ido, no sabía que seguía aquí!”

Negué con la cabeza. “Está bien. Estoy bien,” dije, subiendo mi mano y secando mis ojos. Todavía
tenía lágrimas fluyendo.

Escuché gritos ahogados y miré hacia Emmett para verlo sosteniendo su teléfono lejos de su oído,
haciendo una mueca por el fuerte ruido procediendo de él. “¡Maldita sea, Edward! Cálmate de una
puta vez, él no le hizo daño,” dijo Emmett. Él me miró. “No te hizo daño, ¿verdad?” Me preguntó en
voz baja, sosteniendo el teléfono lejos.

Negué con la cabeza. Le eché un vistazo a James y lo vi sentado, fulminándome con la mirada.
Emmett miró hacia James, su rostro retorcido por la rabia, ahora que el susto había pasado. “Isabella,
entra en la habitación de Edward y cierra la puerta. Rose, ve con ella. Edward, tengo que irme,” colgó
el teléfono, su voz dura y fría. Se puso delante de mí y yo di unos pasos hacia atrás al pasillo, abriendo
la puerta de la habitación de Edward. Miré de nuevo en mi habitación y vi a Rosalie agacharse y
recoger el arma de James del piso. Ella me dio un vistazo rápido antes de volverse hacia Emmett.

“Yo no voy a ninguna parte, no me trates como una pinche inútil, Emmett,” ella escupió. Emmett
suspiró, pero no discutió con ella, sólo la rodeó.

Cerré la puerta de la habitación de Edward y le puse seguro, acercándome a la cama y sentándome en


el borde. Me mecí levemente, aturdida y aún asustada, sintiéndome asqueada, mi cuerpo temblando.
Casi inmediatamente oí gritos en el pasillo, golpes fuertes y ruidos. Lleve mis manos a mis oídos,
cubriéndolos, sin tener idea de lo que estaba pasando pero sin querer escucharlo, me quedé ahí sentada
mirando fijamente al reloj en silencio, contando los minutos. Pasaron 3 minutos. Pasaron 5 minutos.
Pasaron 8 minutos. Seguí meciéndome y temblando, mordiendo mi labio inferior mientras las
lágrimas brotaban de mis ojos. Pasaron 16 minutos. 25 minutos. Quité mis manos de mis oídos,
escuchando el silencio. Después de casi 30 minutos, escuché pasos frenéticos en el pasillo. Alguien
trató de girar la perilla de la puerta, pero estaba con seguro y no había manera de que me levantara y la
abriera. Escuché el tintineo de llaves y quitaron el seguro de la puerta, abriéndola con brusquedad.
Levanté la vista y vi a Edward de pie allí, luciendo desesperado, despeinado, asustado y dolido. Él se
veía como yo me sentía. Se detuvo por un momento, sólo se me quedó mirándome sentada en su cama
meciéndome y llorando, antes de que corriera hacia mí. Él me levantó rápidamente y se sentó en la
cama, acunándome en sus brazos. Él comenzó a mecerme y acallarme, diciéndome que estaba bien,
que todo estaba bien, disculpándose por no protegerme. Quería decirle que no era su culpa, que él me
había ayudado, que me hizo una persona más fuerte, y si no fuera por él no hubiera tenido el valor de
siquiera tratar de defenderme. Pero no pude. No pude hacer que saliera nada. Apenas si me acurruqué
a él cuando me mecía, mi rostro hundido en su cuello mientras sollozaba.

“Sabía que algo andaba mal cuando te envié ese mensaje e inmediatamente recibí un montón de letras
desordenadas. Traté de llamar un par de veces, pero no obtuve respuesta, así que llamé a Emmett y le
dije que fuera a verte,” susurró, explicándome cuando no era necesaria una explicación. Me abrazó
con fuerza; obviamente tratando de hacerme sentir segura otra vez, hacerme sentir protegida.

“¿Está bien?”

Escuché la voz del doctor Cullen y miré hacia la puerta. Mi visión estaba borrosa por las lágrimas, mis
ojos me ardían, pero pude distinguir su expresión y ver la tristeza en ellos. Él me dio una pequeña
sonrisa cuando vio que lo miraba y rápidamente aparté la mirada, cerrando los ojos.

“Lo estará,” dijo Edward simplemente. “¿Él ya se ha ido?”

El doctor Cullen suspiró. “Sí, Aro lo está llevando ahora al aeropuerto, poniéndolo en un avión de
vuelta a Chicago. Emmett lo jodió bastante, incluso Rosalie consiguió darle algunos golpes. Escuché
que el corte debajo de su ojo, el que necesitó varios puntos de sutura, fue de Isabella.”

Edward no respondió de inmediato, continuó meciéndome y acallándome. “Lo hubiera matado,” dijo
al fin después de un momento, su voz completamente seria, su tono severo.

Todo estuvo en silencio por un rato y yo mantuve mis ojos cerrados, acurrucándome en Edward.
Estaba empezando a preguntarme si nos habíamos quedado solos cuando la voz del Dr. Cullen se
escuchó, su áspero y frío tono rompiendo el silencio.

“Yo también lo hubiera matado.”


Capítulo 31 Lo que se requiere

“Se necesita más valor para revelar las inseguridades que para ocultarlas, más fuerza para
relacionarse con la gente que para dominarlas, más “virilidad” para acatar principios bien
pensados más que por reflejo ciego. La tenacidad está en el alma y el espíritu, no en los músculos y
una mente inmadura.”—Alex Karras

Edward cullen

Me deslicé de mi asiento y me acerqué al escritorio de la maestra, tendiéndole mi examen. Al


principio ella me miró sorprendida, obviamente porque había terminado esa mierda demasiado rápido,
pero después de un momento tomó el papel con cuidado. Ella me dio una sonrisita y pareciera como
que estaba a punto de decirme algo, pero yo le di la espalda y caminé de regreso hacia mi escritorio
con indiferencia. Realmente no estaba de puto humor para seguirle la corriente y hacerla sentir bien
consigo misma por coquetear con ella como si realmente la deseara o alguna mierda. Solía disfrutar de
esas pendejadas, seducir a las maestras sólo por el placer de hacerlo, pero eso ya me importaba una
mierda. No necesitaba coquetear para obtener buenas calificaciones; yo podía sacarlas fácilmente por
mi cuenta usando mi pinche cerebro.

Me deslicé de vuelta en mi asiento, y saqué el teléfono de mi bolsillo y abrí un juego de Sudoku para
jugar y pasar el tiempo. La habitación estaba en completo silencio excepto por los sonidos de los
lápices chirriando contra el papel y borradores frotando frenéticamente y por supuesto, los ridículos
resoplidos de Tanya. No la llevaba bien con el silencio, hacía que todo alterara mis putos nervios.

Después de un rato me di por vencido en el juego, porque el silencio y los pequeños, irritantes y
jodidos sonidos estaban rompiendo mi concentración, así que abrí mis mensajes. Puse el número de
Isabella y escribí “espero que tengas un buen día, tesoro”, presionando rápidamente el botón de enviar.
Puse el teléfono en mi escritorio, imaginándome que le tomaría un tiempo para responder si siquiera
se molestara en hacer esa mierda, y miré alrededor de la habitación. Todos se veían enfocados y esa
mierda, concentrándose con fuerza. Bueno, todos con excepción de Ben Cheney, ya que él era el otro
único hijo de puta en la clase con un cerebro funcionando así que, él también ya había terminado.

Menos de un minuto después mi teléfono comenzó a vibrar, dándome un puto susto. Lo tomé
rápidamente para que dejara de hacer ruido, sin querer encabronar a nadie, o hacerlos que la cagaran
en sus exámenes por mi culpa. Podía ser jodidamente generoso y amable cuando quería serlo. Abrí el
nuevo mensaje, mi ceño se frunció al instante que lo vi. “Vorazyvgs”.

Me le quedé mirando por un momento confundido. Al principio pensé que tal vez ella había golpeado
accidentalmente algunos botones estando en su bolsillo, pero entonces recordé que tenía un teléfono
que se abría, así que eso no era posible. No podía entender esa mierda, pero me estaba molestando.
Levanté la vista al reloj, dándome cuenta que al menos faltaban 20 minutos hasta el final de la clase.
No había pinche manera que pudiera esperar tanto, la espera me iba a volver loco.

Me deslicé para salir de mi asiento y puse el teléfono en mi bolsillo, caminando hacia el escritorio de
la maestra. Me incliné y le sonreí, esa sonrisa mía encantadora cuando ella levantó la vista a mi rostro.

Sus labios se curvearon hacia arriba y sus ojos se iluminaron al ver mi expresión. “¿Puedo ir al baño?”
Pregunté en voz baja. Ella sólo se me quedó viendo por un momento, ya que sabía muy bien que tenía
una puta regla de ‘nadie jodidos se va de la sala hasta que todos los exámenes sean entregados’ y
tomaría hasta el puñetero final de la clase para la idiota de Tanya el terminarlo.

“Uh, no sé, Edward…” Comenzó. Mi sonrisa creció un poco más.

“Aww, vamos. No me haga rogar,” le dije, en un maldito tono sugerente como si estuviera
coqueteando.

Se me quedó mirando por otro momento antes de suspirar.

“Está bien,” dijo, rodando los ojos pero sonriendo. Me reí entre dientes.

“Gracias,” le dije, guiñándole un ojo. Me enderecé y me dirigí a la puerta, abriéndola y saliendo


rápidamente al pasillo. Comencé a bajar por el pasillo hacia el baño, volviendo a sacar mi teléfono y
abriendo mis contactos. Encontré el número de Isabella y rápidamente presioné el botón de llamada,
llevando el teléfono a mi oído mientras me dirigía al interior del baño. Quería escuchar su voz para
confirmar que todo estaba bien, porque esa mierda ya me estaba molestando y tenía una extraña
sensación de que algo estaba mal. Sonó un par de veces antes de que el correo de voz contestara.
Colgué rápidamente y volví a marcar el número. Estaba empezando a entrar en pánico, esperando que
ella la hubiera cagado con él y no pudiera encontrar la manera de que esa mierda funcionara. Ella
estaba en casa con Emmett y ese cabrón no era tan útil como Jasper y ella no parecía estar tan cómoda
con él, así que imaginé que probablemente no tendría el valor de pedirle ningún tipo de ayuda. Más
tarde tendría que enseñarle cómo hacer que el teléfono funcionara adecuadamente, debí haberle
enseñado esa mierda antes.

Su correo de voz contestó por segunda vez y colgué. Desplazándome de nuevo por mis contactos,
hasta que encontré a Emmett. Apreté el botón de llamada y sonó dos veces antes de que mi hermano
contestara.
“¿No deberías estar en clase y esa mierda, hombre?” Preguntó inmediatamente. Rodé los ojos y gruñí.

“Sí, vete a la mierda. ¿Estás con Isabella?” Le pregunté.

“Estoy en casa,” dijo simplemente, sonando jodidamente relajado y despreocupado.

“Sé que estás en la puta casa, pendejo,” escupí, sabiendo malditamente bien que él no podía irse de la
casa porque papá le había dicho que se quedara. “No te pregunte eso, te pregunte si estabas con
Isabella.”

“Caray, Relájate, hermano. Ella está arriba en su habitación,” dijo. Escuché la risa femenina en el
fondo y la reconocí de inmediato como la de Rosalie. Me congelé, dándome cuenta que él no le estaba
prestando ni un poco de puñetera atención a Isabella porque su maldita novia estaba allí.

“Ella dijo que no necesitaba que la cuidaran, que estaba bien.”

Gruñí con molestia. “Jodido idiota, ¿no te has puesto a pensar que ella no sabe que no debe quedarse
sola? No está contestando mis llamadas y acabo de recibir un pinche mensaje realmente raro y
necesito saber si ella está bien."

Inmediatamente me pregunté si no debería haber dicho eso y haber esperado que él preguntara por qué
carajos la estaba llamando o ella mandándome mensajes, y por qué carajos parecía tan preocupado
porque ella estuviera bien, pero él no cuestionó mis motivos. “Está bien, maldita sea, relájate. Voy a
ver cómo está,” dijo. Había tensión en su voz y comenzó a toser después que sacó las palabras de su
boca. Gruñí, al darme cuenta que estaba fumando.

“Cristo, Emmett, ¿te estás drogando?” Pregunté con incredulidad. Negué con la cabeza y comencé a
dar vueltas en el baño, irritado y preocupado por ella.

“No estés chingando, hombre. Dije que estoy checándola,” dijo. Hubo una leve conmoción en su
extremo de la línea y lo escuché murmurar “mierda” bajo su aliento, seguido por algunos ruidos
apagados y su respiración aumento. Comprendí que el cabrón estaba corriendo y mi miedo se
incrementó cuando me di cuenta que algo estaba jodidamente mal. Había estado esperando que me
hubiera preocupado sin motivo, pero ahora estaba seguro de ello, algo estaba sucediendo allí.

“¿Qué coño está pasando, Emmett? ¿Es James?” Pregunté frenéticamente, gritando, sin preocuparme
una mierda si perturbaba algunas clases cercanas. Alguien gritó y me di la vuelta para ver algún
pequeño novato cabrón entrando, pero el sonido de mi voz lo hizo pararse en seco. Le di una mirada
dura y le arquee una ceja. “¿Qué carajos estás mirando?” Le espeté. Sus ojos se agrandaron y salió
corriendo como la mierda rápidamente de allí.

“Puta madre,” exclamó Emmett. “Cristo, bebé, ¿tú hiciste eso? ¡Mierda, sí! ¡Esa es mi chica!”

Mi ceño se frunció cuando me di cuenta que estaba hablando con Rose. Empecé a maldecir,
preguntándome si siquiera estaba checando a Isabella, cuando oí la voz de Rose en el fondo
preguntándole a alguien si estaba bien. “Mierda sí, ¿estás bien, gatita? ¡Cristo, lo siento, te juro que
pensé que el cabrón se había ido, no sabía que seguía aquí!”

De nuevo me congelé y sentí que el temor y el miedo corrían a través de mí por las palabras de
Emmett. Tenía la puta razón, alguien estaba allí arriba con ella y sabía exactamente quién era ese hijo
de puta. Escuché la voz de Isabella en el fondo declarar que estaba bien, pero no me lo creí ni por un
segundo. Estaba tratando de aguantar y ser fuerte, pero pude escuchar su voz malditamente temblorosa
a través de la línea. Empecé a gritar en el teléfono, gritándole a Emmett que me dijera qué carajos
había pasado, gritando que iba a matar a ese hijo de puta, gritándole que se asegurara que ese cabrón
no le hubiera tocado un maldito pelo de su cabeza. Estaba encabronado y rezándole a Dios que no le
hubiera hecho daño, que ese cabrón no la hubiera violado, porque si lo había hecho iba a castrarlo
antes de volarle los putos sesos. Nadie tocaba a mi maldita chica, a menos que quisiera se tocada, y
ese pendejo iba a pagar si lo hizo.

“¡Maldita sea, Edward! Cálmate de una puta vez, él no le hizo daño,” dijo Emmett mientras yo estaba
gritando. Gruñí y continué gritando y maldiciendo, mis declaraciones probablemente jodidamente
incoherentes por mi rabia. Oí pasos que se acercaban y levanté la vista hacia la puerta de entrada para
ver al director entrar con ese pequeño novato cabrón al que le grité un momento antes. Gruñí con más
fuerza, consciente que la pequeña mierda fue y me acusó por maldita intimidación o algo así.

“Isabella, entra en la habitación de Edward y cierra la puerta. Rose, ve con ella. Edward, tengo que
irme,” dijo mi hermano con voz firme. Me di cuenta que estaba jodidamente encabronado y empecé a
preguntarle qué estaba pasando, tratando de conseguir alguna maldita información, cuando la línea se
cortó.

“¡Mierda!” Grité, sin importarme siquiera que el director estuviera parado a unos pocos metros de mí,
mirándome como si fuera la maldita policía y yo fuera algún criminal que estaba aquí para ser
arrestado. Miré a la pequeña mierda de primer año y mi expresión debió haber sido intimidante porque
él se encogió detrás de la puta figura de autoridad, supongo que pensando que él podía protegerlo.
Pero podría noquear al hijo de puta sin ningún problema, ya que no me asustaba ni un poco.

“Sr. Cullen, le agradecería una explicación...” Empezó, tratando de sonar firme pero sabía que no me
intimidaba. Él estaba cagado de miedo por mi padre y sabía malditamente bien que él nunca se pasaría
de la raya conmigo, y correr el riesgo de tener que enfrentar la ira del doctor Carlisle Cullen. El año
pasado me atraparon drogándome en el estacionamiento de la escuela y él trató de echarme, pero mi
padre se presentó esa tarde para una “conferencia con los padres”. Una maldita conversación en la
oficina del hombre y fue como si esa mierda nunca hubiera pasado, el director incluso me dio una puta
disculpa por agobiarme y causar que faltara a clase.

“Y me encantaría darle una, de verdad. Joder, no hay nada más que me gustaría hacer que quedarme
aquí y tratar de explicarle esa mierda, pero tengo que llegar a casa. Es una emergencia,” dije con
mordacidad. Puse el teléfono en mi bolsillo y empecé a caminar en su dirección, los dos se hicieron a
un lado para dejarme pasar. El director se me quedó mirando con la boca abierta, jodidamente atónito
por mi rotunda desobediencia, pero no dijo una mierda mientras pasaba furioso.

Corrí por el pasillo y saliendo por la puerta, sin importarme una mierda que estaba dejando mis libros
en la clase de trigonometría. Me preocuparía más tarde por ellos. Salí corriendo hacia el
estacionamiento y saqué las llaves de mi bolsillo, apretando el botón para quitar el seguro de las
puertas. Rápidamente me deslicé en el asiento del conductor y encendí el coche, sin molestarme con el
puñetero cinturón de seguridad. Eché el coche en reversa y voló hacia atrás, metiendo rápidamente el
cambio con fuerza y salí volando del estacionamiento, tan rápido que piedras y tierra volaron y
rociaron los putos carros cercanos. Volé por las calles y tripliqué el límite de velocidad, queriendo
llegar a casa tan rápido como fuera posible. Tenía que asegurarme personalmente que ella estaba bien,
tenía que asegurarme que no la había violado. Volé a través de los caminos y rápidamente llegué al
camino de entrada de la casa, dando un brusco giro y malditamente cerca de fallar y llevarme un árbol
en el proceso. Bajé volando por el camino de entrada y derrapé hasta parar frente a la casa, justo detrás
del Mercedes de papá. Estaba tan furioso, que inmediatamente llevé mi mano debajo del asiento del
conductor por mi pinche arma; fue como por instinto cuando estaba tan cegado por la ira. Fue lo que
sucedió el año pasado con Jacob, cuando volé su mierda. Fue como si estuviera en jodido piloto
automático y ni siquiera me di cuenta de lo que estaba haciendo. No la sentí bajo el asiento y
comprendí después de un momento que era porque la puta cosa seguía arriba en mi habitación. Gruñí,
preguntándome qué carajos estaba haciendo, ya que no podía sólo irrumpir en la maldita casa agitando
una Glock como puñetero maniático. Bajé del coche y cerré la puerta con fuerza, corriendo hacia la
casa. Abrí la puerta rápidamente y con tanta fuerza que rebotó en la jodida pared. De inmediato
escuché gritos desde el segundo piso, algunas voces todas mezcladas y sonando enojadas. Eran tan
fuertes y contundentes, que por un momento me aturdieron y me congelé. Levanté la vista y vi a mi
padre bajar las escaleras, con una expresión que indicaba que estaba muy, muy enojado. Tomaba
profundas respiraciones, las aletas de su nariz se movían al resoplar por la rabia. Ni siquiera me miró,
mantuvo sus ojos enfocados al suelo en un intento de calmarse a medida que llegaba al vestíbulo y se
dirigió directamente a la cocina. Escuché que las voces enojadas se hacían más fuertes y levanté la
vista a las escaleras para ver a Aro, mis ojos se ampliaron por la impresión cuando vi que él estaba
prácticamente arrastrando a James por las putas escaleras y gritándole cuan decepcionado estaba.
Emmett y Rose estaban detrás de ellos, ambos luciendo encabronados y gritando. Rose estaba
vomitando cada pinche maldición que se le ocurrió, soltando mierdas de locura como “hijo de tu
recontra pinche putísima madre y pinche pendejo maricón”, y Emmett estaba gritando sobre “cómo
iba a romperle el puto cuello”. Yo sólo me quedé allí, aturdido por la escena que se estaba
representando frente a mí. Rose se acercó a James y le pegó una vez en la parte trasera de su cabeza
con fuerza y jadeé, sorprendido por su maldita valentía, o mierda, tal vez era estupidez. James se
detuvo y se volvió hacia Rose, obviamente encabronado porque le pegara, pero Aro lo sujetó y lo
arrastró el resto del camino por las escaleras. Aro lo empujó a través del vestíbulo agarrando con su
mano la parte trasera de su cuello y lo llevó a la cocina. Rose y Emmett se detuvieron en el vestíbulo
cuando me vieron allí parado, y finalmente cerré la puerta detrás de mí. Rose seguía maldiciendo en
voz alta, pero Emmett se calló y me miraba con recelo.

“Debí haberla vigilado mejor,” dijo, mirándome directamente. No tenía que darle una puñetera
respuesta; él ya sabía todo lo que tenía que decir. La había cagado y no había maldita razón para que
lo reprendiera por ello, cuando lo había reconocido. Emmett no lo habría hecho jodidamente a
propósito, descuidar su obligación y esa mierda.

“Sólo nunca dejemos que vuelva a suceder,” dije deliberadamente, alejándome de él para echar un
vistazo en la cocina. James estaba de pie junto a la encimera mirando a mi padre, que tenía una puta
aguja e hilo y estaba cosiendo algo en la cara del pendejo. Él se veía bastante jodido, pude ver su ojo
hinchado y su nariz rota con manchas de sangre alrededor, su labio partido e hinchado. Su cabello
estaba hecho una mierda y estaba completamente desaliñado.

Sin embargo, no fue suficiente, nada lo era. Ese hijo de puta no debería estar parado allí, no debería
estar respirando. Noté que su maldito pantalón estaba desabrochado y empecé a temblar de rabia, mi
respiración se aceleró. Eché un vistazo a mí alrededor rápidamente, esperando ver a Isabella. Rose se
acercó detrás de mí y suspiró.
“Tú chica está bien,” dijo en voz baja. “Está en tu habitación.” Miré hacia atrás hacia ella, mi ceño
fruncido y empecé a sentir un poco de pánico cuando ella la llamó mi chica. ¿Cómo carajos sabía esa
mierda? Ella vio mi expresión confusa y rodó los ojos. “No me des esa pinche mirada, no soy idiota.”

Desvié la mirada de ella y suspiré, mirando a mi padre en la cocina. Todos los demás ya parecían
saber esa mierda, sólo sería cuestión de tiempo antes de que él se diera cuenta.

Mi padre le estaba diciendo algo a James, hablando en voz baja así que no pude escucharlo, pero por la
expresión de su rostro me di cuenta que no era una mierda agradable. Aro se paseaba por la habitación,
hablando por su celular y viéndose encabronado. Después de un momento James se rió por lo bajo,
alejándose de mi padre quién estaba tratando de terminar de coser un corte. Estaba seguro que mi
padre no quería hacer esa mierda, pero no tenía puta elección. Él era un maldito médico y el jefe lo
esperaba de él, no importa cuán jodidamente ruin era el pendejo que estaba herido.

“Esa puta perra lo deseaba, ella lo estaba pidiendo,” James se burló. Sentí la puta rabia hirviendo
cuando sus palabras me impactaron e inmediatamente mis piernas empezaron a moverse.

“¿Qué coño acabas de decir?” Le grité, dirigiéndome directamente hacia él. Él me miró y entrecerró
sus ojos. Aro me escuchó y dio unos pasos en mi dirección.

“Dije, que ella quería que la follara,” espetó. Tomé velocidad y le salté directamente, queriendo
joderlo por haber dicho esa mierda. Él trató de quitarse del camino, pero mi papá estaba parado en su
camino, bloqueando su huida. Tiré mi puño hacia atrás y le di un puñetazo en la pinche nariz, con
fuerza. Él se tambaleó hacia atrás, chocando contra la encimera, y le pegué otra vez antes de que Aro
me sujetara y alejara.

“¡Maldito mentiroso! ¡Estás jodidamente enfermo!” Grité, mientras Aro me arrastraba al otro lado de
la habitación.

James se enderezó y llevó su mano a la nariz para apretarla, ya que estaba derramando sangre por su
rostro. Mi padre le lanzó una toalla para contener la sangre de manera que no llegara al piso y lo
empujó de nuevo a la encimera con brusquedad, agarrando la aguja y volviendo a coserlo
inmediatamente. Él le clavó con fuerza esa mierda, de forma deliberada a juzgar por la pinche sonrisa
de suficiencia que tenía cuando James gritó un poco.

Aro me sacó al vestíbulo y me llevó hacia las escaleras. Miré a mí alrededor, notando que Rose y
Emmett se habían ido. “Esta mierda no está bien,” escupí, zafándome de su agarré. Sacudí mi mano,
ya que dolía un poco por haber golpeado con la nariz de James con tanta fuerza. Estaba encabronado
de que ellos sólo estaban parados por ahí mientras que ese idiota se quedaba allí, prácticamente
burlándose de la mierda que trató de hacer. Aro suspiró, negando con la cabeza.

“Sé que no está bien, mi muchacho. ¿Pero no acabamos de tener una conversación ayer sobre como los
sentimientos personales no tienen cabida en nuestro negocio? También estoy molesto, sabía que él se
interesó en ella pero no pensé que mi sobrino hiciera tal cosa y tratara de violar a la niña. Pero más
molesto que esté en lo personal sobre esto, no puedo permitir que se opaquen las reglas. Él le faltó el
respeto a tu padre por tocar su propiedad y él enfrentará las consecuencias por ello, pero no fue una
violación grave, Edward. Ella es sólo una propiedad, el que él la usara no sería diferente de que él
comiera algo del refrigerador de tu padre sin permiso.”
Yo sólo lo miré fijamente, jodidamente atónito y encabronado. “Entonces, ¿ella no vale más que un
puto sándwich para ustedes? ¿Esa pendejada es lo que me estás diciendo? Oh, a quién carajos le
importa si él viola a una chica, ella no es malditamente especial porque no fue lo suficientemente
afortunada como para haber nacido en una puta familia poderosa. A quién carajos le importa cómo se
sienta ella, a quién mierda le importa si él la trata brutalmente,” le dije con incredulidad. Gruñí,
negando con la cabeza.

“Baja la voz antes de que molestes a tu padre,” dijo con firmeza y en voz baja. Le entrecerré mis ojos,
preguntándome por qué carajos estaba tan preocupado que mi padre escuchara y negó con la cabeza.
“Yo no dije que no valía más que un sándwich, Edward. Esa chica que esta allá arriba significa para tu
padre más de lo que tú claramente entiendes. Pero nada de eso importa en el mundo de los negocios,
dentro de la organización las cosas son en blanco y negro y tú lo sabes. Sólo porque ella es más que
una simple esclava para él, personalmente, no quiere decir que no sea simplemente una esclava más en
el punto de vista de los negocios. Tienes que aprender a distinguir entre lo que es personal y lo que son
negocios, tienes que aprender a seguir el código de conducta aquí,” dijo, pegándome con fuerza en la
parte de atrás de mi cabeza, “y no te dejes llevar demasiado por esto,” dijo, pegándome en el pecho
donde está mi corazón. Di un traspié hacia atrás, jodidamente impactado.

“En el momento en que ayer me insultaste en la mesa supe que ella se te había metido aquí,” dijo,
pegándome de nuevo en el pecho. “Y vas a causar problemas si no empiezas a usar esto,” dijo,
golpeándome de nuevo en la cabeza. Agarré su mano, porque esa pinche mierda dolía.

“Joder, deja de golpearme,” dije con brusquedad. “¿Y qué coño quieres decir con que es más
importante para mi padre de lo que entiendo?” Él sonrió y negó con la cabeza, obviamente no me iba a
decir una mierda. Ya me estaba cansando de todos sus malditos secretos.

“Sabes que te veo como un hijo, Edward, y siempre te he tratado como si fueras mío. Siempre he
querido solo lo que es mejor para ti. No te estoy diciendo que no dejes entrar a la niña aquí,” dijo,
tocándome levemente en el pecho, “e incluso si hubiera querido decirte eso, sería inútil, porque sé que
ya es demasiado tarde. Lo que te estoy diciendo es que no dejes que los sentimientos dominen sobre
todo lo demás. Tienes que ser racional. Está bien si permites que el corazón llevé la delantera cuando
estás a solas con ella, pero una vez que salgas en presencia de otros, tienes que permitir que esto tome
la iniciativa,” dijo, tocando levemente mi frente con su dedo. “¿Entiendes lo que te estoy diciendo?
Necesitas equilibrio querido muchacho. No sé si tu padre ya se habrá dado cuenta, ya que ha estado
bastante agobiado con los negocios y lidiando con sus propios problemas, pero si sigues así, sólo será
cuestión de tiempo. Es como si lo tuvieras tatuado en la frente, hijo, con la forma tan obvia como estás
actuando.”

Gemí y pasé las manos por mi rostro, frustrado. Estaba jodidamente asombrado que él me hubiera
descubierto tan malditamente rápido. Todo se estaba convirtiendo en una mierda con tanta rapidez.
“Mierda,” murmuré, sacudiendo mi cabeza y pasando mis dedos por mi cabeza.

Aro sonrió levemente. “No te estreses por ello,” dijo, estirando su mano y apretando mi hombro.
“Entiendo que es una chica dulce y estás enamorado. Estás cosas pasan, pero como bien sabes, algunas
personas desaprueban que los nuestros, eh, se unan con los de su clase. Yo mismo no veo el problema,
ya que es evidente que sería difícil que encontraras a una mujer más leal que alguien como ella. Pero
es una situación frágil, y no una de la que se deba hacer alarde, en especial alrededor de tu padre. Es
una tensión adicional y una complicación que él no necesita en estos momentos. Hay cosas que no
sabes Edward, cosas que me gustaría poder decirte, pero que no estoy en posición de contarlas. Pero
confía en mí cuando te digo, que no es el momento para no hacer caso a la razón. Te beneficiará
enormemente ahora y a largo plazo si puedes aprender el equilibrio entre el corazón y la mente, y
actuar en consecuencia y apropiadamente en las situaciones adecuadas. Si quieres dale a la chica tu
corazón, pero actúa con lógica y no con las emociones cuando estés cerca de tu padre y quien lo
acompañe. ¿Me entiendes?”

Asentí con la cabeza, vacilante. “Sí, entiendo lo que estás diciendo. Simplemente no me había dado
cuenta cuán jodidamente obvio estaba siendo.”

Él sonrió encogiéndose de hombros. “Uno de los efectos secundarios del primer amor, nos pones los
nervios de punta. Sólo relájate y mantén la calma, y hagas lo que hagas, sé paciente, jovencito. Es una
situación complicada, una en la que tienes que ir con cuidado. Si juegas bien tus cartas y usas ese
cerebro tuyo, no veo razón por la que no puedas algún día estar con esa chica, si eso es lo que
realmente deseas. Pero ahora no es el momento de exponer su amor para que todo el mundo lo vea, y
sobre todo no es el tiempo para que lo restriegues en el rostro de tu padre. Nunca lo olvides, Quella
destinata per te, nessuno la prenderá*.”

Asentí, sonriendo ligeramente. Curiosamente sentí un poco de alivio que él lo supiera y al menos
aceptara una parte de ello. “Lo intentaré. Aunque, es jodidamente difícil, sólo sentarte y no hacer nada
a veces.”

Él asintió. “¿Te sorprendería saber que tu padre todavía tiene ese problema a veces? Normalmente es
tan juicioso, pero cuando se trata de algo en lo que tiene sentimientos personales, todavía tiende a
reaccionar desproporcionadamente. He pasado años tratando de conseguir que reconozca los límites,
pero a veces todavía se encuentra cruzando la línea y siguiendo sus emociones. Eso es lo que lo hace
tan impredecible y peligroso, por lo cual no puede servir para ser el jefe. En eso te pareces mucho a él,
no siempre piensas antes de actuar.”

Hubo un fuerte golpe en la cocina y escuché a mi padre gritar. “Probablemente ahora es uno de esos
momentos con tu padre. Ve arriba y revisa a la chica, ya que estoy seguro que probablemente está
bastante asustada al estar sola. Estoy seguro que tu padre entenderá y no pensará nada por ello, dado
los sentimientos de la familia sobre el asalto sexual.”

Él se volvió para dirigirse a la cocina y yo me fui por las escaleras, subiéndolas rápidamente. Cuando
llegué al segundo tramo de escaleras empecé a subirlas corriendo, queriendo verla desesperadamente.
Me sentí como un puto pendejo, quedándome tanto tiempo por allí en la planta baja cuando ella
probablemente me necesitaba. Corrí a mi habitación y traté de abrir la puerta, pero estaba cerrada con
llave. Ni siquiera me molesté en llamar, cuando sabía que no se levantaría a abrir. Saqué las llaves de
mi bolsillo y quité el seguro rápidamente, abriéndola. Mis ojos se posaron en ella al instante, y sólo
me quedé allí, mirándola fijamente por un momento en un puto trance. Se veía tan asustada,
meciéndose suavemente hacia adelante y atrás, llorando en voz baja. Aspiró con fuerza, tratando de
recuperar el aliento de tanto llorar y me sacó de mi estupor. Corrí hacia ella, sin importarme una
mierda la puerta y rápidamente la levanté en mis brazos. Sólo quería abrazarla, quería que se sintiera
segura. Necesitaba que supiera que nadie iba a lastimarla, que estaba bien. Odiaba que tuviera miedo
en su propia casa, en nuestra puta casa.

La acuné en mis brazos y la mecí suavemente, ya que el movimiento de alguna manera parecía
calmarla naturalmente. Hacía un sonido para acallarla, tratando de conseguir que sus sollozos
disminuyeran, y susurrándole cuanto sentía que esa mierda sucediera. No estaba herida físicamente, él
no había podido violarla, pero joder, se estaba colapsando en su interior y quería hacerla sentir bien.
Estaba divagando con todo lo que había en mi cabeza, tratando de encontrar algo qué decir para
hacerla sentir mejor. Ella tenía tanto miedo de ser violada, acababa de mirar a los ojos a ese maldito
miedo, se encontró cara a cara con él. Era tan jodidamente fuerte y sabía que justo ahora,
probablemente, no se sentía así, pero lo era. Me disculpé por no estar allí para ella, por no estar allí
para ayudarla, como le había hecho la jodida promesa de que estaría. Gracias a Dios por la
intervención de mi hermano y su novia, pues yo le resulté inútil cuando ella más me necesitaba.

Ella estaba llorando en mi cuello, agarrada a mí con tanta maldita fuerza que estaba jodidamente cerca
de lastimarme. Pero eso me importaba una mierda. Podría golpearme, hacerme moretones y sacarme
sangre y yo no haría ni una mueca, me sentaría ahí y lo resistiría si con ello me llevara algo de su
dolor. Joder, ella no debería sentir dolor, punto.

La apreté con fuerza, esperando que se sintiera a salvo conmigo, esperando que esto no la hiciera
alejarse de mí. Le expliqué que sabía que algo andaba mal por el mensaje de texto, y cómo le hablé a
Emmett. Esperaba que entendiera esa mierda, que hubiera querido estar allí para ella, que había
intentado ayudarla incluso aunque personalmente fallé en protegerla.

Capté un movimiento en la puerta y levanté la vista para ver a mi padre. Lo miré a los ojos y él me
observó con Isabella por un momento. No estaba preocupado porque sospechara, ya que sabía que
podía hacerme el desentendido. Sólo me quedé allí meciéndola, haciendo suaves sonidos para
acallarla.

“¿Ella está bien?” Preguntó después de un momento. La preocupación era evidente en su voz. Y supe
que realmente quería saber y no sólo estaba aquí por las apariencias. La cabeza de Isabella se movió
rápidamente por el sonido de su voz y ella lo miró. Él le sonrió ligeramente, y me di cuenta que estaba
tratando de consolarla a su manera. Mi padre no era bueno con la mierda sentimental, no era bueno
tratando de hacer las cosas bien o hacer que la gente se sintiera mejor y animarla. Pero trató de hacer
esa mierda y tenía que darle algo de crédito por siquiera molestarse en subir. Isabella rápidamente
apartó la mirada, volviendo a poner su cabeza en el hueco de mi cuello. Al instante, la sonrisa de mi
padre decayó y se le quedó mirando, una expresión desconcertada en su rostro. Con certeza, no parecía
contento pero había algo más que eso. Parecía como si de verdad estuviera preocupado por ella y que
estaba triste. Yo estaba tan confundido; no parecía capaz de entenderlo. Ellos estaban ocultando algo
sobre Isabella, eso estaba jodidamente claro como el día. Si las palabras de Aro allá abajo sobre que
Isabella significaba más para mi padre de lo que sabía no revelaron esa mierda, la expresión de mi
padre lo acaba de hacer.

“Lo estará,” le dije, porque era verdad si yo tuviera algo que ver con eso. Y no sólo estaba hablando
sobre el incidente. Estaba hablando en general. Mi chica iba a estar bien, me iba a asegurar de ello.
“¿Él se ha ido?” Pregunté vacilante, esperando como el infierno que ese hijo de puta no siguiera en la
planta baja.

“Sí, Aro lo está llevando al aeropuerto ahora, poniéndolo en el avión de regreso a Chicago. Emmett lo
jodió bastante, incluso Rosalie consiguió darle algunos golpes. Escuché que el corte debajo de su ojo,
el que necesitó varios puntos de sutura, fue de Isabella,” dijo. Asentí levemente pero me quedé en
silencio mientras continuaba meciéndola, tratando de absorber toda esa mierda. Me sorprendió que
ella lo hubiera herido, que de verdad se hubiera defendido. Estaba orgulloso de ella, mi pecho se
hinchó con satisfacción porque lo enfrentó de alguna manera y lo golpeó con alguna mierda. Pero
rápidamente alejé esos sentimientos, porque no era el puto momento de sentirse bien por algo. Ella
estaba sufriendo y necesitaba estar segura que no estaba sola, que yo estaba aquí para ella.

“Lo hubiera matado,” dije. Si hubiera sido el que la salvo, hubiera acabado con su vida. Aro no
hubiera estado feliz al respecto, en especial a juzgar por esa conversación, personal versus negocios
que tuvimos abajo, pero no hubiera sido capaz de detenerme. Miré a mi padre y vi que su atención
estaba fija en Isabella, ya que la estaba mirando con bastante intensidad. Ella tenía los ojos cerrados y
seguía llorando, pero gracias a Dios se había calmado un poco desde que entré. Estaba tan concentrado
en ella que me pregunté si siquiera me había escuchado decir esa mierda, pero después de unos
momentos respondió.

“Yo también lo hubiera matado.” Mis ojos se abrieron un poco mientras su mirada permaneció en
Isabella por un momento más antes de que metiera su mano y agarrará el pomo de la puerta,
cerrándola. Me quedé sentado en silencio, meciéndola y acallándola, a medida que escuchaba sus
pasos bajar por el pasillo y llegar a las escaleras. Me estaba dejando a solas con ella, dejándome una
vez más a mí tratar de sanar sus heridas.

Aro tenía razón, era como si tuviera un puto tatuaje en mi frente.

La mecí por otros minutos más, hasta que sus sollozos parecieron disminuir casi por completo,
todavía estaba sorbiendo por su nariz, pero parecía tranquila casi en su totalidad. “¿Bella, cariño?”
Dije en voz baja. “Qué tal si nos acostamos, ¿está bien?”

Ella asintió con su cabeza levemente y me puse de pie, aún acunándola. Me agarró aún con más fuerza
y estaba temblando ligeramente. Me acerqué a la cama y la acosté en ella con su cabeza en la
almohada. Ella se aferró a mí cuando traté de apartarme y me reí un poco entre dientes. “Me voy a
acostar contigo, relájate,” murmuré. Ella dudó pero finalmente me soltó. Me enderecé y me estiré un
poco, ya que estaba jodidamente adolorido por estar sentado allí, meciéndola, pero no me importaba,
valió la pena. Ella valió la pena. Me quité los zapatos y caminé hacia el otro lado de la cama y me
subí, con los putos vaqueros puestos y mi camisa abotonada, pero en ese momento me importaba una
mierda. Ella se dio la vuelta para quedar frente a mí y yo estiré mi mano hacia abajo para agarrar el
edredón y subiéndolo encima de nosotros. No lo necesitábamos, la temperatura en la habitación era
confortable, sino un poco caliente, pero pensé que ella se sentiría más segura cubierta. Su rostro estaba
enrojecido y surcado por las lágrimas, sus ojos enrojecidos por el llanto. Estiré mi mano para apartar
algo de cabello rebelde de su rostro y dio un respingo pero no dejé que eso me molestara. Metí su pelo
detrás de su oreja y pasé mis manos por sus mejillas, limpiando las lágrimas. Me moví un poco para
acercarme a ella, sin querer invadir su maldito espacio personal pero queriendo consolarla con mi
presencia. De todos modos, por lo general parecía ayudarla.

Ella me miró a los ojos por un momento y yo le devolví la mirada. Las lágrimas habían dejado de
fluir, pero parecía completamente agotada, exhausta. “¿Quieres tomar una siesta?” Le pregunté
suavemente.

“No,” dijo, su voz ronca por tanto llorar. “Sólo quiero quedarme aquí acostada por un rato.”

Asentí con la cabeza. “¿Quieres que me vaya?” Pregunté vacilante, sin querer quedarme si ella
prefería estar a solas. De inmediato sus ojos se ampliaron y negó con la cabeza frenéticamente. “Está
bien, no te preocupes. Me quedaré. Podemos quedarnos aquí todo el tiempo que desees. Podemos
quedarnos aquí por una puta semana, si te apetece.”

Ella esbozó una pequeña sonrisa y yo le di una en respuesta. Simplemente nos quedamos allí,
acostados en silencio, contemplándonos el uno al otro. Después de un momento acerqué mi mano a
ella y la pasé sobre su costado y comencé a frotar su espalda con suavidad. Me movía despacio y
vacilante, temeroso de que no quisiera ser tocada así que estaba midiendo su reacción a ello. Por
suerte no parecía molestarle. Se movió acercándose a mí, después de un minuto o menos. Sonreí y
cerré el resto de la distancia, malditamente cerca de presionar mi cuerpo contra el suyo. Después de un
momento ella acercó su cabeza y presionó su frente contra la mía, cerrando sus ojos. Levanté mi mano
y empecé a acariciar su pelo con suavidad. Podía sentir su aliento en mi rostro y olía tan dulce que
quería probarla, besarla, pero tenía miedo de que fuera inapropiado. Después de un momento echó su
cabeza hacia atrás y abrió sus ojos de nuevo, mirándome. “Lo siento,” susurró.

Mi ceño se frunció y la miré con incredulidad. “¿Lo sientes? ¿De qué te estás disculpando?”

“Por ser tan patética y débil. Por derrumbarme de esa forma,” murmuró, rodado sus ojos y frunciendo
el ceño. Suspiré y negué con la cabeza, comprendiendo que mi suposición era cierta y que ella sentía
que no valía nada.

“No eres débil, ni jodidamente patética. Cristo, Isabella, te defendiste. Esa mierda requirió fuerza y
coraje. Tienes todo el puto derecho a estar conmocionada por lo que pasó, no hay razón para que te
disculpes por nada. Lo hiciste malditamente bien, Ragazza. ¡Y a todo esto con qué lo golpeaste?” Le
pregunté.

Ella suspiró. “Con su arma. No pude encontrar nada más y él la puso en la mesa, así que la agarré y lo
golpeé en la cara con ella,” dijo en voz baja, casi sonando jodidamente avergonzada por ello, pero yo
estaba atónito. ¿Le pegó con la puñetera pistola? El valor que eso requirió, especialmente con su obvio
miedo a las armas, era sorprendente.

“Maldición, eso fue jodidamente valiente,” le dije, queriendo que comprendiera que estaba contento
de que se hubiera defendido. “Estoy orgulloso de ti.”

Sus ojos se abrieron un poco por mis palabras. “¿Estás orgulloso de mí?” Preguntó con incredulidad.
Yo sonreí y asentí con la cabeza, comprendiendo que mi jodido orgullo era de verdad irrelevante, pero
de todos modos quería que ella lo supiera.

“Demonios sí, estoy orgulloso de ti. Te defendiste, no muchas personas tienen el coraje de hacerlo,” le
dije. Ella se me quedó mirando por un momento antes de sonreír levemente.

“Lo hice por ti,” dijo en voz baja. En ese momento mis ojos se ampliaron.

“¿Por mí?” Pregunté. Ella asintió con la cabeza.

“Pensé en ti y supe que no podía sólo rendirme ante él, supe que si hubieras estado allí me hubieras
dicho que me resistiera, así que lo hice,” dijo. Sentí que mi pecho se hinchó ante sus palabras.
“Bien. Porque ningún cabrón toca a mi chica a menos que quiera que la toquen,” dije con firmeza. Ella
sonrió y se sonrojó con ese pinche color entre rosa y rojo tan hermoso.

“Gracias,” susurró. “Por protegerme, porque sabes que me aterra.”

Suspiré, asintiendo con la cabeza. “Ninguna mujer debe ser violada de esa forma. Esa es una de las
cosas que mi madre siempre nos enseñó y se aseguró de que entendiéramos. Ella solía decir que no
importan las circunstancias, no importa la situación de la mujer, ella siempre debe de mantener el
poder sobre su sexualidad. Ella sabía acerca de todo sobre la esclavitud, la mayoría de los que están en
la organización son dueños de personas y por supuesto ella lo odiaba, pero sabía que no podía hacer
nada para detenerlo. Era demasiado grande, algo muy fuera de sus manos. Pero una cosa que no pudo
aceptar, era que la gente usara a los que poseían para la búsqueda del placer. Siempre decía que el
cuerpo de una mujer era un templo y nunca deberías entrar sin una invitación. Por supuesto, yo sólo
era un puto niño, así que en el momento no lo comprendí realmente, pero insistió mucho en que
recordara las palabras y capté lo que estaba diciendo cuando era un poco mayor.”

Ella asintió y se me quedó mirando por un momento antes de inclinar su cabeza lentamente hacia
adelante, rozando sus labios en los míos con suavidad. Brevemente le devolví el beso, pero me aseguré
de mantenerlo inocente sin querer que se sintiera presionada ni nada. Ella se apartó y sonrió
levemente, recostando de nuevo su cabeza en la almohada. “Suena como si ella fuera una mujer buena
y apasionada,” dijo en voz baja. Sonreí y asentí con la cabeza.

“Sí, lo era. Era un tema que significaba mucho para ella. Ella, eh…” Hice una pausa y pasé mis dedos
por mi pelo con nerviosismo. Era un puñetero tema difícil y no era fácil hablar sobre ello, pero por
alguna razón sentía que ella debería saberlo. Quería compartir esto con ella, ya que era una mierda que
nunca había hablado con nadie. No sabía si en realidad alguna vez alguien le había explicado eso a
Alice o Rose, imagino que sí, cuando ellas parecían entender nuestra postura sobre el tema. Era la
razón por la cual mi padre era tan riguroso sobre el tema, por lo cual él querría matar a cualquiera que
lo intentara bajo su techo. “Mi madre fue, eh… violada,” dije vacilante.

Sus ojos se abrieron un poco y me miró fijamente. “¿Lo fue?” Preguntó sorprendida. Asentí, jugando
con mi jodido cabello otra vez nervioso.

“Fue cuando era más joven o lo que sea, no conozco los detalles. Pero ella nunca se avergonzó de ello,
no se avergonzaba de llamarse a sí misma una sobreviviente. En realidad ella nunca tuvo que trabajar
porque mi papá tenía mucho dinero, pero pasó la mayor parte de su tiempo libre ofreciéndose como
defensora de las víctimas de violación, ayudando a las víctimas de abuso sexual a hacerle frente y
tratar con ello. A mi papá no le gusta hablar de eso, pero aun así dona dinero cada año al centro de
violaciones en Chicago en el que mi mamá trabajaba, en su nombre, en honor a su memoria o lo que
sea,” murmuré.

“Wow,” dijo en voz baja, todavía luciendo un poco sorprendida. Asentí con la cabeza y suspiré. Por un
momento nos miramos el uno al otro antes de que la alcanzara y la atrajera hacia mí, moviéndonos un
poco de manera que su cabeza estuviera sobre mi pecho. Ella se acurrucó junto a mí y la besé en la
parte superior de su cabeza.

“Esa es la razón por la que nunca quiero que sientas que tienes que dejar que te toque. Tu cuerpo es tu
templo y no vendré a él a menos que quieras que lo haga,” le dije. Al momento que las palabras
dejaron mi boca me eché a reír, dándome cuenta de cuan pinche pervertido se escuchó eso. ¡¿No
vendré a él?! Cristo, ¿podía ser más jodidamente idiota? “Sí, eso sonó jodidamente enfermo, no quise
decirlo de esa forma,” dije, riendo y negando con la cabeza. Isabella levantó su cabeza para mirarme y
me miraba confundida.

“¿Qué hay de enfermo en eso?” Preguntó. Gruñí, por supuesto, ella no captó la connotación pervertida
de esa mierda.

“No te preocupes por eso, no es nada,” dije, sacudiendo mi cabeza. Ella estrechó sus ojos levemente,
obviamente sin gustarle mis evasivas.

“Quiero saber,” dijo. Gruñí y cerré los ojos, sabiendo que no podía no explicarle si ella quería saber
esa mierda. Era un imbécil por ella, me tenía envuelto alrededor de su jodido dedo.

“Cuando una persona tiene un orgasmo, se le dice “venirse”. Se están viniendo, ya sabes,” tartamudeé.

Ella me miraba con atención, su expresión tan jodidamente seria que me estaba poniendo nervioso.
“Así que cuando dije que no vendré a él, sonó como si estuviera diciendo que no, tú sabes, no me
vendría dentro de ti.” Ella aún me miraba con confusión y gemí. “Sabes muy poco sobre sexo, ¿no?”

Ella asintió vacilante, luciendo avergonzada. “Quiero decir, sé dónde va qué o lo que sea...” Murmuró.
Yo suspiré.

“Hay mucho más en ello que meter algo dentro de algo. Se trata de tocar y acariciar, amar y adorar. Se
trata de hacer que la persona se sienta bien. Y, joder… ¿cómo explico esta mierda? Llega un punto en
que todo eso se acumula y empieza a darte cosquillas, supongo, y entonces te golpea y el más intenso
placer que jamás hayas sentido corre a través de ti. Quiero decir, no es tan fácil de explicar. Supongo
que es más o menos como cuando justo antes de que estornudes, tienes que hacer una pausa breve
cuando se está acumulando en el interior y tú casi te paralizas cuando te golpea. ¿Entiendes de lo que
hablo?”

Me sentí como un maldito idiota trabándome con esto. ¿Cómo carajos le explicas un orgasmo a
alguien tan ingenuo sobre todas las cosas íntimas? Afortunadamente, en lugar de mirarme como si
fuera un estúpido, ella sonrió y asintió. “Sí, se siente bien, como si algo de tensión se liberara,” dijo.
Yo sonreí.

“Sí, exacto. Es más o menos así pero multiplicado por mil. Todo tu cuerpo hormiguea y se relaja, se
siente puta madre. Eso es lo que es tener un orgasmo. Y tú no tienes que hacer todo y tener sexo para
tener un orgasmo, puedes hacer eso con sólo tocarte y acariciarte. Quiero decir, que la gente llama esa
mierda de diferentes formas, tener un orgasmo, o eyacular, o venirse, o correrse o lo que sea, pero
todo significa lo mismo.”

Sus ojos se ampliaron y ella se volvió de un puto rojo brillante, desviando la mirada de mí. Mi ceño se
frunció y traté de pensar en qué carajos acababa de decir, esperando que no hubiera dicho una mierda
demasiado vulgar. Estaba tratando de ser delicado con esa mierda por ella. “¿Isabella? ¿Dije algo
malo?”

Ella me miró y sonrió tímidamente. “¿Correrse?” Preguntó vacilante, levantando sus cejas. Yo me
encogí de hombros.

“Sí, algunas personas lo llaman así. ¿Por qué?”

Ella negó con la cabeza, todavía luciendo avergonzada. “Yo sólo… quiero decir, Emmett dijo eso hoy,
me dijo que te preguntara lo que era cuando no entendí,” dijo en voz baja. Por un momento la miré
fijamente impactado antes de gruñir y rodar los ojos.

“Ese cabrón,” dije, negando con la cabeza. “¿Por qué carajos te estaba hablando de correrse?” No
estaba seguro que me gustara la idea de que él, de toda la puta gente, le diera una charla sexual. Ese
cabrón podía ser grosero.

Ella se encogió de hombros. “Dijo que era tu pasatiempo favorito, que nunca pensó que te vería
renunciar a tus chicas y que debes estar…” Comenzó, pero su voz se apagó y se encogió de hombros,
de nuevo desviando la mirada de mí y ruborizándose, viéndose casi jodidamente asustada.

“Que debía estar, ¿qué?” Le pregunté con curiosidad, preguntándome qué carajos mi le había dicho mi
hermano. Imaginé que si Rose sabía, ese cabrón sabía y quería saber qué carajos le había dicho a ella
que concerniera a nuestra relación.

“No es importante,” ella dijo rápidamente, sacudiendo su cabeza. Entrecerré un poco mis ojos.

“Es importante, ¿qué dijo? Quiero decir, sí, me gusta tener orgasmos, se siente bien. Pero no necesito
a ninguna de esas perras para eso, ya no las quiero. Ya te dije que tú eres la única chica que quiero en
mi vida y lo digo en serio. Puedo masturbarme, no me avergüenzo de esa mierda,” dije de un tirón,
mirándola. Sus ojos se ampliaron un poco por un segundo antes de que sonriera ligeramente con un
brillo de curiosidad en sus ojos.

“¿Tú te masturbas?” Me preguntó dudosa, mirándome inquisitivamente. Gruñí y cerré mis ojos
brevemente.

“Sí, lo hago. Y tú también puedes, esa es la razón por la que te sugerí que te tocaras. Pero ese es otro
tema, estás tratando de desviar mi atención de la cuestión que nos ocupa. ¿Qué dijo Emmett?" Le
pregunté.

Ella suspiró. “No recuerdo,” murmuró. No le creí, ni por un puto minuto, cuando ni siquiera me
miraba.

“Pendejadas,” dije con firmeza. Ella me miró y se congeló, luciendo como un puto venado
encandilado por las luces del coche. “¿Por qué me mientes?”

Ella negó con la cabeza, sólo mirándome con la boca abierta y viéndose como si tuviera miedo de que
estuviera en malditos problemas por mentir. Quiero decir, mierda, ¿qué tenía tanto miedo de decirme?
“Eh, él sólo...” Comenzó, suspirando y cerrando los ojos. “Él dijo que pensaba que tú…quiero decir,
porque tú no has estado con otras chicas, él simplemente pensó que tal vez...”

Me quedé ahí, esperando pacientemente mientras tropezaba con las palabras, todavía sin decirme lo
que el jodido de Emmett le dijo. Suspiré después que se detuvo de nuevo y estiré mi mano, tomando
con mi mano su mejilla para que me mirara. Sus ojos encontraron los míos y sostuve su mirada por un
momento antes de inclinarme y besarla ligeramente. Inmediatamente sus labios se separaron y mis
ojos se ampliaron cuando sentí su suave y húmeda lengua rozar contra mi labio inferior. Abrí mi boca
y profundicé el beso, sacando mi lengua para mezclarse con la suya. Estaba sorprendido de que esta
vez ella hubiera tomado la jodida iniciativa, ya que era seguro que no esperaba esa mierda.
Continuamos besándonos un poco más, nuestras bocas moviéndose juntas, lenta pero
apasionadamente, nuestras lenguas acariciándose la una a la otra de forma sincronizada. Era
putamente excitante, el sólo besarla. Mi polla empezó a endurecerse y gemí en su boca cuando sentí su
mano en mi nuca, alborotando mi cabello, despacio y con suavidad. Pasó sus dedos por mis cabellos,
agarrando un puñado y jalando aún más mi cabeza hacia ella. Su respiración era cada vez más errática
e inestable y sentí que sus dedos temblaban. Por un momento me asusté e iba a apartar mi cabeza,
temeroso de que fuera demasiado para ella, que después de lo que había tenido que pasar hoy no
pudiera soportarlo, pero al momento que me retiré, ella se aferró con más fuerza y se movió conmigo.
Abrí los ojos y mi besó fue titubeante cuando vi la puta expresión en su rostro. Tenía sus ojos cerrados
así que no podía verlos, pero sabía que si estuvieran abiertos vería el deseo claro como el día. Estaba
escrito en su expresión, enfatizado por su respiración y su temblor. Me sorprendió y me pregunté si
siquiera ella entendía lo que estaba sintiendo, pero era jodidamente claro para mí. Mi chica estaba
excitada.

Extendí mi mano y la coloqué en su cadera y saltó levemente por mi toque, pero no abrió sus ojos, ni
dejó de besarme. Y dejé que mis ojos se cerraran de nuevo, permitiéndome simplemente sentir las
putas sensaciones de su boca en la mía, sus manos en mi pelo y empecé a frotar suavemente su cadera.
Ella empezó a retorcerse un poco y dejó escapar un suave gemido que se fue directo a mi polla. Me
puse más duro de lo que jamás había sentido antes y rápidamente alejé mi cabeza de ella, rompiendo
el beso. Ella abrió los ojos y se quedó ahí mirándome fijamente, respirando con pesadez. Yo tenía
razón, al momento que esas orbes color chocolate encontraron las míos, vi esa pinche chispa de lujuria
en ellos. Ella parpadeó un par de veces, luciendo aturdida mientras recobraba el aliento.

Joder, la deseaba, más de lo que nunca había deseado algo. La palpitación en mis pantalones era casi
insoportable, pero ahora sabía que no era el momento de empujar los límites y explorar, no después de
la mierda por la que había pasado. Él no la había tocado o violado, pero el cabrón la había asustado y
necesitaba un tiempo para lidiar con eso. No quería apresurarla o presionarla, incluso si ella parecía
querer ir más allá.

“Tenemos que parar,” dije, recuperando mi aliento. Se me quedó mirando por un momento y vi un
destello de dolor cruzar por su rostro. Parpadeé un par de veces y negué con la cabeza. “No porque
quiera, simplemente nosotros… tú sabes… hoy no,” murmuré. Después de un momento ella asintió y
llevó su labio inferior dentro de su boca para mordisquearlo, luciendo jodidamente nerviosa. Extendí
mi mano y rocé mis dedos por sus labios, los cuales estaban un poco hinchados por la fuerza del beso.
Ella liberó su labio de sus dientes y sonrió levemente. Le devolví la sonrisa y me incliné hacia ella,
dándole otro pequeño beso.

“Eres increíble,” murmuré, rozando mi nariz a lo largo de la línea de su mandíbula después de apartar
mis labios de los de ella. Suspiró contenta.

Me aparté y recosté mi cabeza en la almohada, estirando mis brazos y envolviéndolos en torno a ella.
La atraje hacia mí rápidamente, apretándola con fuerza. Ella se rodó hacia su otro costado y se volvió
a acurrucar en mí, con su espalda apoyada en mi pecho y su pelo extendido en la almohada frente a mí.
Moví un poco mi cuerpo, cubriéndola con mi brazo y sujetándola con fuerza, pero apartando la parte
inferior de mi cuerpo, para no presionar en ella mi aún palpitante polla. Eso estaría mal de muchas
formas, a pesar que el puto adolescente hormonal que vivía en mí no quería nada más que restregar
esa mierda en su pequeño y apretado culo.

La habitación estaba en silencio, siendo los únicos sonidos los de nuestra respiración y el leve silbido
del aire soplando en la habitación desde la rejilla de ventilación en el techo. Isabella llevó sus manos
hacia arriba y cogió el brazo que había envuelto en ella, tomando una de sus manos y entrelazando
nuestros dedos. Levantó nuestras manos para posarlas en su pecho. Después de un momento sentí su
respiración y la ligera humedad de su boca a medida que rozaba sus labios a través de mis nudillos, los
cuales estaban un poco hinchados y amoratados por golpear a James. Me pregunté si ella sabía eso, si
vio que estaban hinchados y por eso los besaba. Sonreí para mis adentros y cerré los ojos, inhalando el
delicioso olor de su cabello. Era jodidamente sensual, simplemente yacer con ella, abrazándola.

Nos quedamos allí por un rato, ninguno de nosotros habló o se movió. Su mano libre, la que no
sostenía la mía estaba frotando suavemente mi antebrazo, así que sabía que todavía estaba despierta.
No podía ver su rostro, por lo cual no podía saber cómo se sentía, si estaba sonriendo o molesta, o lo
que sea, pero su silencio me dio curiosidad.

“¿Qué estás pensando?” Pregunté en voz baja, tratando de no hacer tanto ruido porque la habitación
estaba tan silenciosa que la asustaría. Ella saltó un poco, pero su suave caricia en mi brazo no se
detuvo, así que sabía que no la había dado un susto de mierda.

“Sólo me preguntaba si… eh, no lo sé,” murmuró. “Es una estupidez.”

Mi ceño se frunció por la confusión y mi curiosidad aumento. “Nada de lo que piensas es estúpido.
Puedes decirme lo que sea, lo sabes, puedes preguntarme lo que quieras.” Suspiró y continuó frotando
mi brazo, quedándose completamente en silencio por unos momentos.

“¿Crees qué...” comenzó, pausando y tomando una respiración profunda. Su mano empezó a temblar
levemente e inmediatamente mi preocupación aumentó, preguntándome qué carajos la tenía tan
asustada. No me gustaba que tuviera miedo de nada; quería quitarle todas sus putas preocupaciones.
“¿Crees que alguna vez pudieras, eh… amar a alguien… como yo?” Preguntó vacilante después de un
momento, casi prácticamente susurrando la pinche palabra “amar”. Su mano estaba realmente
temblando por los nervios y me congelé, pasmado por la pregunta. No sé qué esperar que ella
preguntara, qué esperaba que estuviera pensando, pero era seguro como la mierda que no era eso.

“Eh, quieres decir...” Comencé, parpadeando un par de veces y sacudiendo la cabeza, tratando de
aclarar mi puta mente de manera que pudiera sonar coherente. Estaba sorprendido de siquiera
escucharla decir esa palabra. Antes de que pudiera ordenar mis malditos pensamientos y responder de
verdad, ella intervino, su voz sonando un poco alarmada.

“Emmett sólo dijo que tú deberías… tú sabes. Pero simplemente olvida que lo pregunté, ¿de acuerdo?
Te dije que era una estupidez,” dijo. Obviamente trató de retractarse, pero pude oír claramente la
jodida devastación en su voz. Tomó mi indecisión como rechazo y no podía permitir eso. Ella acaba
de tener las putas agallas de hablar de amor, un tema el cual yo no ni siquiera había sido lo
suficientemente valiente para traerlo a colación, y me congelé con un maldito gallina.

“Nunca podría amar a alguien como tú, Isabella, porque no hay nadie como tú,” solté rápidamente.
Ella se congeló, su cuerpo levemente tenso. “Esa mierda no sé escuchó bien, Cristo. Si me estás
preguntando si te amo, entonces sí, Isabella, la maldita respuesta es sí. Joder, te amo.”

Su mano en mi brazo se detuvo y lo apretó, sujetándolo con fuerza. Sentí que todo su cuerpo tembló
levemente y su respiración se entrecortó. “¿Tú… me amas?” Susurró.

Yo suspiré. “Sí. Y tal vez es demasiado pronto para que esté enamorado, pero lo siento y no puedo
negar esa mierda. Ni siquiera sabía lo que era realmente el amor romántico hasta que entraste en mi
vida, pero ahora lo sé. Y espero que eso no te de un susto de mierda o algo así y no espero que sientas
lo mismo, te dije que tomaría lo que sea que me des,” le dije, sin querer que se sintiera obligada
porque yo estuviera tan involucrado emocionalmente con ella.

“Pero lo hago,” dijo. “Te amo, Edward.”

Al momento que las palabras salieron de sus labios sentí mi puto pecho hincharse, con más fuerza que
nunca antes. Mi corazón latía de manera irregular, y sentía esa mierda como si fuera a explotar. Los
sentimientos eran tan intensos que casi dolían. Recordé una vez escuchar a mí padre decirle a mi tía
Esme, que amó tanto a mi madre que era físicamente doloroso, pero que era un dolor bueno. Y no
entendí lo que quiso decir con esa mierda, pero ahora lo entendía. Porque tenía un dolor en mi pecho,
originándose justo en el centro de mi corazón, pero no era un dolor malo. Era el dolor más grandioso
que alguna vez hubiera sentido. Era el dolor del puto amor verdadero tan rebosante que consumía
todo, tan intenso que me quitaba el maldito aliento. Después de eso ninguno de nosotros dijo nada,
simplemente yacimos juntos, disfrutando del silencio, sólo disfrutando el estar jodidamente
enamorados. Después de un rato su respiración se regularizó y me di cuenta de que estaba durmiendo.
Le di un pequeño beso en la cabeza y dejé que mis ojos se cerraran, cayendo en un sueño intranquilo.

Escuché la inolvidable melodía filtrándose en mi subconsciente, las notas repitiéndose en mi mente y


sonando, como un recordatorio constante de esa noche. Era la pesadilla que venía a menudo. Acababa
de aprender a tocar esa canción en el piano y estaba tan orgulloso. Si hubiera sabido lo que sucedería
esa noche, hubiera escogido algo más feliz, algo con más vida que la marcha fúnebre de Chopin. Me
he preguntado miles de veces por qué tuve que escoger ese día para tocar la maldita marcha fúnebre.
Pero no sabía lo que iba a suceder, no había manera de que pudiera haberlo predicho. En su momento
pensé que tal vez fue mi culpa, que tal vez había traído sobre nosotros la mala suerte por haber tocado
algo tan morboso, tan omnisciente. Era irracional e ilógico, pero sólo tenía ocho años, demasiado
joven para tener que lidiar con esa mierda.

La melodía se hizo más fuerte en mi mente, burlándose de mí. Podía ver el rostro de mi madre, su
cabello ondulado y ojos chispeantes, esa sonrisa suya tan llena de orgullo. Era tan jodidamente
hermosa, y siempre brillaba tanto que parecía un ángel. Yo era un niño de mamá, mi madre era mi
mundo. La seguía a todas partes, haría cualquier cosa que ella me pidiera. Mis hermanos siempre
salían a jugar, ensuciándose, montando bicicleta y corriendo por ahí como almas en pena y yo siempre
parado junto a la sombra de mi madre, preguntándole si quería que la ayudara en algo. Pidiéndole que
jugara conmigo. Pidiéndole que practicara el piano conmigo. ¿Qué jodido niño de 8 años tiene a su
madre como su mejor amigo? Dios, la amaba. Era tan paciente, amable, compasiva y tan jodidamente
cariñosa. Ella me mimó demasiado con su amor. Hacía pequeñas cosas como cocinarme galletas y
hacerme cocas de cereza, sólo para mostrarme lo mucho que se preocupaba por mí.

Y esa noche había estado tan jodidamente orgullosa de mí, hablando maravillas sobre mí. Escuché sus
palabras filtrándose a través de la inolvidable melodía en mi mente. “Mi sole*,” dijo, con voz suave y
dulce pero jodidamente radiante de alegría. Ella siempre me llamó su sole, su sol, porque decía que yo
brillaba con tanta intensidad. Yo era su sol; agregaba calor a su mundo, hacía todo brillante y más
fresco.

Ella se estaba riendo, el sonido tan abrumador que casi ahogó esa melodía tortuosa en el fondo. Su
sonrisa era tan luminosa y despreocupada, tan feliz. Era una noche tan hermosa que ella dijo que
caminaríamos a casa en lugar de llamar a un coche para recogernos, y yo estaba preocupado de que
papá se molestara, cuando odiaba dejarnos sin protección durante la noche en las calles, pero ella
insistió en que estaba bien, que papi entendería. Yo confié en ella, y no discutí. Mamá era una diosa,
infalible. Si ella lo decía, yo lo creía.

Salió de la nada. Imágenes empezaron a destellar en mi mente, tan rápidas y frenéticas que mi cerebro
apenas si pudo seguirlas para registrarlas. Los neumáticos chirriando. La expresión de puro terror en
el rostro de mi madre. Sus voces, tan frías y crueles, sus palabras tan horrendas. Mi mamá me gritaba
para que me fuera de allí. “¡Corre, Edward! ¡Corre y no te detengas, bebé!” Sus gritos tan fuertes en la
noche, pero no había nadie alrededor que la escuchara. Yo estaba inmóvil, porque era mi madre y yo
no me podía ir sin ella. No me quería ir solo; ella tenía que irse conmigo. Era su puto sole, siempre
bajo su sombra. Tenía que quedarme a su lado, que era donde pertenecía. Su mirada desesperada
cuando me vio que no me movía, el abrumador miedo de mierda en sus ojos. Joder, en ese momento
ella lo sabía, sabía que era su final. Pero estaba pensando en mí, su hijo menor, su corazón. “Si me
amas, Edward, correrás,” dijo con firmeza, mientras lágrimas se derramaban de sus ojos. Dudé,
cagado de miedo, pero al momento que ella gritó con firmeza, “¡Hazlo!” justo cuando ellos llegaron a
nosotros, di la media vuelta y hui en la dirección opuesta por el callejón.

“¡Cállala!” Un hombre gritó. Mi madre dio el más aterrador y escalofriante grito que alguna vez
hubiera escuchado, tan inquietante que casi se me doblaron las rodillas. Mis pasos se tambalearon y
me di la vuelta, asustado. ¡Ellos la estaban lastimando, ellos estaban lastimando a mi madre! ¡Ella era
mi mundo y ellos la estaban lastimando!

La fuerte explosión del disparo rebotó en mi mente y me senté de golpe, gritando. Rápidamente miré a
mi alrededor, jodidamente asustado como siempre. Me di cuenta que estaba en mi habitación y agarré
mi pecho con fuerza, tratando de calmar mi corazón. Miré a mi lado y vi los ojos de Isabella, estaban
abiertos de par en par, su rostro ensombrecido por la preocupación. Ella estaba preocupada por mí.
Dejé que mi cuerpo volviera a caer sobre la cama y gemí, pasando mis manos por mi rostro. Estaba
sudando y temblando, mi respiración era errática. Me tomé un par de respiraciones profundas tratando
de calmarme y alcancé a Isabella. Esperé que huyera de mí, pero me sorprendió cuando en lugar de esa
mierda volvió a mis brazos, acurrucándose en mi pecho. Envolví mis brazos a su alrededor y la apreté
con fuerza, frotando su espalda. Se quedó callada, sin presionarme para que hablara, sin pedir una
pinche explicación. Fue tan comprensiva, mucho más de lo que yo merecía.

“Tenía ocho años,” dije finalmente, mi voz gruesa. Sentí que las putas lágrimas ya empezaban a
acumularse y aclaré mi garganta, tratando de detenerlas. Quería decirle esto ahora, quería que supiera.
“Tuve un recital de piano, acababa de llegar al nivel 7 en habilidades. Ya era tarde cuando terminó y
mi madre quería caminar a casa porque estaba tan agradable afuera y ella quería dar un paseo y mirar
las estrellas. Siempre amó la jodida naturaleza y nunca tenía suficiente de sólo disfrutar de la belleza
del mundo. Vivíamos algo lejos y tomamos un atajo a través de algunos callejones. Un coche se
detuvo, un coche negro con vidrios oscuros. Era un puto coche de mafioso, se podría decir con sólo
mirarlo. Ella lo vio y supo esa mierda, no sé cómo, pero lo supo. Me dijo que corriera, que la dejara
ahí y yo no quise. Pero ella me hizo que lo hiciera, joder, ella me dijo que si la amaba correría. Y la
amaba y siempre la escuchaba, así que corrí.” Ahora las lágrimas caían a raudales por mis mejillas,
era inútil luchar contra ellas. Esas mierdas caían sea que quisiera o no. “Llegué al final del callejón y
ella gritó, y me volví con el tiempo suficiente para ver cómo un hombre le empujaba una pistola en la
boca y apretaba el gatillo. La sangre salpicó la puta pared del edificio a su lado y ella cayó al suelo
con un ruido sordo. Les grité y ellos miraron hacia mí. Había dos y uno me apuntó con su arma, yo me
volví para correr, porque ella me había dicho que nunca jodidos me detuviera y ya una puñetera vez no
la había escuchado, así es que no lo quería hacer de nuevo. Se escuchó otra fuerte explosión antes de
que pudiera doblar en la esquina y el peor y más abrasador dolor que nunca había sentido desgarró a
través de mí. Pero nunca jodidos me detuve, ignoré el puto dolor y la sangre saliendo de mí. Corrí y
me escondí detrás de un contenedor de basura de mierda a unas pocas cuadras de distancia, temblando
y llorando por mi madre que yacía muerta en la puta calle. Finalmente me desmayé, por una
combinación de dolor y pérdida de sangre.”

Hice una pausa para aclarar de nuevo mi garganta y tomar una profunda respiración. “Al parecer
alguien siguió el rastro de sangre que dejé y me encontró. Lo siguiente que recuerdo es despertar en el
hospital viendo a mi padre, viendo la jodida devastación en su rostro. Él estaba llorando y nunca antes
lo había visto llorar. Estaba sentado junto a mi cama repitiendo “todo esto es mi puta culpa”. Le dije
que no fue su culpa, que era la mía. Quería hacerlo sentir mejor, no quería que se derrumbara. Mi
padre era la persona más fuerte que conocía, entonces, siempre me intimidó con su comportamiento.
Y mierda, era más mi culpa que de él. Joder, yo corrí. Simplemente la dejé ahí para que muriera, sólo
la abandoné. Ella me necesitaba y yo fui el cabrón que la defraudé.”

Dejé salir un suspiro tembloroso, sin molestarme siquiera en limpiarme las putas lágrimas o acallar
mi llanto. Isabella no me soltó y yo sólo la apreté con fuerza, sólo sintiendo su jodido calor y vida. No
podía perderla. No podría hacer frente a otra pérdida como la de mi madre. Ella se quedó callada por
un rato, su mano acariciando ligeramente mi pecho. Agradecí el gesto, agradecí su toque. Después de
un rato suspiró y levantó su cabeza para mirarme. Parpadeé un par de veces, sorprendido cuando vi
que su rostro también estaba surcado por las lágrimas.

“Tú no la defraudaste,” dijo. “Hiciste exactamente lo que ella necesitaba que hicieras.”

La miré fijamente por un momento antes de estirar mi mano y limpiar las lágrimas de sus mejillas.

“¿Y qué fue eso?” Pregunté en voz baja.

Ella me miró a los ojos con intensidad, estirando su mano y limpiando mis mejillas justo como le
había hecho a ella. “Sobreviviste.”

****************
Sole = Sol

Quella destinata per te, nessuno la prenderà = “Nadie tomará al que está destinado para ti.” (es
decir, “el verdadero amor espera”)
Capítulo 32 Todo estaba dicho

“¿Cómo sucedió que sus labios se unieron? ¿Cómo es que sucede que los pájaros cantan, que la
nieve se derrite, que las rosas florecen, que el amanecer blanquea detrás de las marcadas siluetas de
los árboles en la temblorosa cima de la colina? Un beso y todo estaba dicho” -- Victor Hugo

Isabella swan
Traducido por Lanenisita
Me incorporé y miré el reloj de alarma que estaba sobre la pequeña mesa, suspirando un poco para mí
misma. Edward cambió su posición un poco, sintiendo mi movimiento, y murmuró en sueños. Se
aferró a mí y yo descansé mi cabeza sobre su pecho, no queriendo abandonar la calidez y comodidad
de su abrazo.

Era por muy temprano por la mañana, poco después de las 5 am según el reloj. Hoy era Día de Acción
de Gracias y yo sabía que todos los chicos estarían en casa a causa de la festividad, ya que habían
estado libres de escuela toda la semana, y el doctor Cullen tenía el día libre de trabajo. Yo había
planeado una gran comida y necesitaba ir a la planta baja a la cocina para empezar, pero la cama de
Edward estaba demasiado cómoda para salir.

Han pasado un par de semanas desde el encuentro en mi habitación ese día con James, cuando los
amigos mafiosos de la organización del doctor Cullen vinieron de visita. El resto de su estancia fue de
pocos incidentes gracias a Dios y ellos partieron la mañana del sábado para volver a Chicago.
Mantuvieron distancia de mí el resto de la visita, ninguno de ellos me hablaba o siquiera reconocían
mi presencia cuando estaba cerca. Me trataban como yo estaba acostumbrada a ser tratada por todos
en Phoenix, actuaban como si yo no existiera. Pensé que quizás estaban molestos por culpa mía, que
me despreciaban por lo que pasó con James, pero Edward me aseguró que ese no era el caso. Él dijo
que estaban simplemente tratando de ser respetuosos conmigo por lo que sucedió, por lo que uno de
ellos había tratado de hacerme. Dijo que la mayoría de las personas de la organización estarían
avergonzadas por los actos de James, ya que en su conjunto, la organización estaba en contra de
hacerles daño a mujeres y niños. Yo no lograba entenderlo muy bien, ya que la mayoría de ellos eran
dueños de esclavas mujeres, así que, en esencia ¿eso no es hacerle daño a una mujer? Él dijo que no
era lo mismo, pero cuando presioné por una explicación, no pudo darme ninguna. Había tartamudeado
en búsqueda de las palabras correctas y terminó frustrado y diciéndome que “era simple y jodidamente
diferente y eso es todo”, lo que sea que significara. No lo presioné más, solo tomé de sus palabras el
hecho que ellos no aprobaron los actos de James y que estaban tratando de ser respetuosos conmigo.
Ese concepto en sí mismo me desconcertó, sin embargo, no era capaz de captar la idea de que aquellos
hombres alguna vez tendrían motivos para querer ser respetuosos con alguien como yo. Respeto era un
concepto que yo conocía muy bien, ya que me vi obligada a fingir respeto hacia hombres malos toda
mi vida, y entendí que para los hombres como mi padre y el doctor Cullen recibir respeto es vital para
su supervivencia en su línea de negocios. Pero la idea de que alguna vez me respetaran un poquito a
cambio, nunca pasó por mi mente. Yo era una esclava, ellos me veían como la propiedad de alguien.
La única explicación que se me podría ocurrir era me respetaban por el hombre al que yo pertenecía.
Debía admitir que el resto de hombres no se parecían ni un poco a James, aparentemente no eran
groseros o desagradables. El resto de ellos eran muy tranquilos y tenían una cierta presencia, una
especie de refinamiento, y una cosa que todos parecían compartir era una admiración común por el
doctor Cullen. Incluso ese hombre, Aro, quién el doctor Cullen indicó que era su jefe, parecía tener un
alto concepto de mi dueño.

Todo el día después de la confrontación con James, lo pasé encerrada en la habitación de Edward, y
nos dejaron solos la mayor parte del tiempo. Dormimos la siesta y me desperté con el sonido del grito
desgarrador de Edward, sorprendiéndome con su evidente pánico. Él parecía tan asustado, estaba
sudando y su cuerpo temblaba. Me sorprendió, y me senté en la cama, congelada por un momento,
completamente preocupada por él. Él me miró cuando se dio cuenta de que no estaba solo y me acercó
a él, aferrándome a su cuerpo firmemente. Me encontré sobre él y pude sentir su pecho subir y bajar
de forma errática, su respiración inestable. Me aferré a él con fuerza, preguntándome qué estaba mal
con él, pero no queriendo presionarlo para que hablara. Yo sabía exactamente qué era lo que él estaba
sintiendo, teniendo en cuenta que yo también desperté gritando en la noche, y sabiendo cuán difícil
podría ser que uno se abra acerca de las cosas que nos acechan. Después de un momento, pareció
ralentizar su respiración y empezó a contarme la historia sobre la muerte de su madre, como él había
estado allí y había visto su violenta muerte, atestiguando cómo la vida la abandonaba. Me contó su
conflicto interno, su dolor irracional y la culpa por haberla dejado en ese momento, por no hacer nada
para ayudarla o detenerlo cuando en realidad él no podría haber hecho nada. Estaba indefenso y no era
culpa suya, era sólo un niño en ese tiempo. No me podía imaginar el dolor con el que había tenido que
vivir a través años, enfrentando lo que vio y experimentó. Yo había visto gente morir, visto como su
luz se apagaba, pero jamás se me había permitido tener un apego emocional con cualquiera de ellos.
Estaba claro que la madre de Edward había sido su mundo entero en ese entonces, así que ver lo que
más te importaba, desaparecer justo enfrente de tus ojos, era inconcebible para mí.

Empecé a ver realmente cuanto Edward y yo podríamos relacionarnos mutuamente en ese momento.
Los dos habíamos sido perseguidos por cosas por las que no podíamos hacer nada para detenerlas,
ambos impotentes ante el dolor emocional y mental infligido hacia nosotros. Los dos habíamos
derramado sangre y enfrentado a la muerte y ambos habíamos sobrevivido, aunque los dos estábamos
un poco rotos por dentro a causa de aquello. Edward y yo éramos tan diferentes por fuera, vivíamos en
mundos completamente diferentes, pero aun así, éramos muy parecidos por dentro. Me recosté en sus
brazos y me aferré a él, llorando mientras me contaba sobre la muerte de su madre. Lloré por el final
de su vida, lloré por su miedo y dolor en esos momentos finales, cuando sabía que era el fin. Y lloré
por él, por su inmensa pérdida y su dolor, tanto emocional como físico. Yo quería que él viera que no
le había fallado, que no había sido una decepción. Que había hecho exactamente lo que ella necesitaba
que él hiciera. Ella tenía que saber que él estaría a salvo, que había sobrevivido, que había avanzado y
estaría bien en la vida sin ella. Porque es así como las madres son con sus hijos, incluso a mi propia
madre. Ellas tienen esperanza por el futuro de sus hijos, incluso cuando ellas mismas no tengan un
futuro por delante.

Y el ver las lágrimas de Edward dolía, al verle llorar y sentir tal dolor, eso rompió mi corazón. No
quería estuviese herido, no quería que estuviese roto. Edward siempre me había parecido tan fuerte.
Ver sus lágrimas había roto ese último pedazo de la pared que yo había mantenido en torno a mi
corazón, la última pequeña defensa en la que me había protegido.

Nos pasamos el resto del día durmiendo y acurrucándonos, solo estando juntos en la tranquila
habitación. Él me estaba dando tiempo y yo aprecié muchísimo su paciencia. Yo había estado
preocupada por lo que el doctor Cullen podría pensar sobre nosotros estando allí juntos, pero Edward
me aseguró que debido a sus antecedentes en el tema de la violación, su padre en realidad no lo
cuestionaría. Él había abandonado la habitación dos veces, una para tomar algo de comer, y la segunda
vez para recuperar sus libros, ya que uno de sus compañeros de clase al parecer había pasado por la
casa dejándolos para él. Evidentemente, en su apuro por llegar a casa para ver cómo estaba, él había
dejado todo en su salón en la escuela.

A la mañana siguiente nos levantamos y finalmente salimos de la habitación, los dos regresando a
nuestra realidad. Él fue a la escuela y yo intenté salir adelante, tratando de dejar el incidente detrás de
mí. James se había ido y yo estaba segura, no había razón para mí en revolcarme o permanecer en el
miedo que había causado. Tenía que ser fuerte y seguir adelante, no podía permitir que él me quebrara.
No podía permitir que él tenga ningún poder sobre mi vida. Suficiente gente ya me controlaba, no
necesitaba que él fuera otro. Yo tenía muy poca libertad de decisión, pero una decisión que yo podría
tomar era cómo iba a reaccionar a lo que él había tratado de hacer. Podría haberme forzado a
esconderme en mi caparazón, pero él no lo valía.

Volvimos a la rutina después de ese día. Antes de que saliéramos de su habitación esa mañana,
Edward me informó de que íbamos a tener andarnos con cuidado en torno a su padre, y me aseguró
que yo tenía su amor y que nada iba a cambiar eso. Me dijo que no tome su comportamiento alrededor
de otros para indicar sus verdaderos sentimientos hacia mí. Me hizo prometer que yo siempre tenía
que recordar que - no importaba lo que pueda ser dicho o hecho en compañía de otros- yo tenía que
recordar que la verdad era que él me amaba con todo su corazón. Dijo que debíamos ser cautelosos, y
yo comprendí completamente eso, pero tampoco podía mentir y decir que los primeros incidentes no
fueron desalentadores.

Él actuó desligado de mí, completamente desinteresado. Y era porque yo lo amaba completamente,


que me dolía ver tanta indiferencia de su parte. Me decía continuamente que esa no era la forma en
que realmente sentía, y aunque mi mente lo comprendía, mi corazón todavía lo tomaba como algo
personal. Le devolví la indiferencia, lo que no fue difícil para mí, ya que yo estaba acostumbrada a
reprimir mis pensamientos y sentimientos frente a otros. Después de unos días se hizo más fácil, pero
aún no era algo que me gustaba hacer o experimentar. Deseé que nosotros pudiésemos ser solo
nosotros, que pudiésemos estar juntos y ser felices, pero sabía que simplemente eso no era posible. A
menudo me encontraba a mí misma preguntándome si alguna vez sería posible y aunque tenía la
esperanza, una parte de mí realmente lo dudaba y me preguntaba si tal vez, yo solo estaba poniéndome
en la línea de fuego para mi total destrucción. Sin embargo, era demasiado tarde para cambiar el
rumbo o volver. Había tomado un camino y no lo haría de ninguna otra manera, tenía que enfrentar
cualquiera de las consecuencias que se me presentaran y que valdrían la pena al final, por el hecho de
experimentar el amor de Edward.

Y cuando estábamos solos, era muy fácil ver que Edward Cullen verdaderamente me amaba. Era tan
abrumador, la idea de que una hermosa criatura honestamente pudiese estar enamorado de mí. Pero él
me lo decía frecuentemente y cada vez esas palabras traían lágrimas a mis ojos, y lo demostraba con
sus acciones cuando no había nadie alrededor. Me trataba tan tierna y afectuosamente, como si de
veras yo fuese un tesoro para ser adorado. Era tan amable y paciente, tan comprensivo. Era un hombre
tan hermoso y me sentí muy bendecida por conocerlo, por tenerlo en mi vida.

Permanecí por unos pocos minutos en cama con Edward, solamente admirando su rostro pacífico.
Cayó en un sueño profundo después de un momento y empezó a roncar suavemente, lo que me hizo
reír un poco. A veces, hacía los más graciosos ruidos cuando dormía. Yo podía tener, incluso
conversaciones completas conmigo misma en mi sueño, ocasionalmente; pero Edward gemía y gruñía
y murmuraba toda la noche.

Todavía nos las arreglábamos para dormir juntos casi cada noche, uno de nosotros silenciosamente
colándose en la habitación del otro en la mitad de la noche. Las primeras noches después de que las
visitas del doctor Cullen se marcharan, nos vimos obligados a mantenernos alejados durante las
noches, ya que el doctor Cullen no había apagado todavía las cámaras en los pasillos y no teníamos
ninguna razón lógica para permanecer en la habitación del otro por las noches, por si él lo hubiese
observado y visto en el sistema de vigilancia. Y ninguno de nosotros realmente pudo conciliar el
sueño aquellos días, porque nos habíamos acostumbrado a tener al otro en la cama, así que dormir solo
casi parecía mal.

Y dormir con Edward era celestial. Realmente nunca me tocó, con la excepción de sostener mi mano y
besarme, y tal vez un roce ocasional en la espalda o acariciar mi cabello, pero era íntimo de su propia
manera. Para ser sincera, no tenía miedo de que él me tocara, ya que cuando me besaba podía sentir mi
cuerpo reaccionar a él por su propia cuenta, y sentía mucha curiosidad acerca de esto, queriendo
explorar más. Pero era muy tímida como para decir algo. Sabía que yo no estaba lista para tener sexo
con él y no sabía cuándo o si alguna vez lo estaría, pero él me había dicho que podía hacerlo solo
tocándome y eso me intrigó mucho. ¿Podría yo tocarlo y hacerlo sentir bien, así como las otras chicas
lo hicieron sentir? No me hizo sentir como si tuviese que hacerlo, pero yo quería. Lo amaba tanto y su
felicidad significaba mucho para mí. Yo quería hacerlo feliz, quería hacerlo sentir bien. Me decía a
menudo lo bien que yo lo hacía sentir por dentro, pero, ¿podría hacerlo sentir bien por fuera también?
¿Querría que yo hiciera eso? Sin embargo, no tenía idea de lo que estaba haciendo, no tenía idea de
cómo una debería tocar a un hombre para hacerlo sentirse bien y me sentía muy avergonzada de
preguntarlo.

Cambié de posición un rato después, alejándome un poco de Edward, asegurándome de no molestarlo


o despertarlo, y salí de la cama. Me estiré rápidamente para soltar un poco el cuerpo y enfocar mis
ojos para ver a mi alrededor. Edward siempre mantenía las persianas cerradas y tenía las cortinas más
gruesas que jamás había visto en mi vida, así que, si el sol estaba saliendo allí afuera, la habitación
todavía estaría envuelta en oscuridad.

Maniobré mi camino a través del desorden, ya que él todavía no me había permitido limpiar su
habitación realmente, mi pie fue atrapado por uno de sus libros que estaba abierto muy cerca de la
puerta de la habitación. Tropecé hacia adelante, casi perdiendo el equilibrio, pero por suerte me pude
recuperar rápidamente. Gruñí en voz baja, casi por debajo de mi aliento, agachándome y frotando mi
pie en el lugar donde me había golpeado. Miré a Edward para asegurarme que la leve conmoción no lo
hubiese molestado, y vi los cobertores moverse de posición mientras él se movía un poco, pero aun así
seguía dormido. Tomé el pomo de la puerta y la abrí muy despacio, saliendo al pasillo. Cerré la puerta
detrás de mí y me colé en mi habitación, abriéndola la puerta y escurriéndome en su interior. Me quité
mi pijama y la dejé en mi cesto de ropa, tomando unos pantalones de color caqui y una camiseta
marrón para luego ponérmelos. Fui al baño y lavé mi rostro, cepillando mi cabello y acomodándolo
hacia atrás, tratando así de hacerme ver decente.

Salí de la habitación y caminé hasta las escaleras, bajándolas rápidamente pero sin hacer ruido. La
casa estaba en silencio y a oscuras en su totalidad e imaginé que los cuatro estarían dormidos ya que
era una ocasión especial. Honestamente, no estaba segura de ello, ya que esa era mi primera festividad
en la casa de los Cullen. Todo lo que se me dijo fue que ellos se quedarían en casa y descansarían, y el
doctor Cullen me dijo que preparara la cena de Acción de Gracias tal y como era en la casa de los
Swan. Yo había ido a la tienda de comestibles la noche del viernes pasado con Emmett para conseguir
algunos víveres y lo necesario para la cena de hoy, ya que Edward había estado fuera de Forks por su
partido de fútbol. Era, al parecer, su último juego del año, ya que ellos habían perdido y quedaron
fuera de los playoffs. Jasper había asistido al juego con Alice, y Rose estaba castigada así que Emmett
se ofreció como voluntario para el trabajo. La compra de comestibles con él, fue una experiencia
completamente diferente que hacer las compras con Edward. Edward era mucho más pasivo y
reservado cuando compraba, tomando solo lo usual y manteniéndose fiel a los productos que conocía,
en cambio Emmett era mucho más entusiasta con el trabajo. Escudriñaba cada pasillo y chequeaba
cada paquete y señalaba cada cosa, proclamando en voz alta cuan increíble era cada una y cuan
necesario era que las probemos. Aquello fue algo casi vergonzoso además de ser una gran distracción
para mí ya que perdí el enfoque y olvidaba lo que estaba haciendo cuando él gritaba en voz alta desde
el siguiente pasillo acerca de algo que quería. Un par de veces me eché a reír, casi al borde de las
lágrimas, cuando Emmett había aparecido por la esquina con un sus brazos llenos de comida chatarra,
sonriendo alegremente, casi saltando de la alegría. Terminamos con dos carritos enteros con comida y
una cuenta a pagar escandalosa, algo por lo que el doctor Cullen no estaría completamente feliz. Él
podía pagarla, por supuesto, pero dijo que era el hecho lo que estaba mal. No podía entender por qué
Emmett necesitaría cuatro sabores diferentes de helado, tampoco pareció entender la explicación de
Emmett sobre la importancia de comprar ambas clases de pretzels, los lisos y los curvos. El doctor
Cullen se limitó a sacudir su cabeza y decir que aquella era la primera y la última vez que él haría esa
tarea, que Emmett estaba desterrado para siempre de hacer las compras de comestibles.

Llegué al vestíbulo y me dirigí a la cocina, prendiendo la lámpara del techo ya que estaba aún muy
oscuro. Muy rara vez estaba aquí abajo tan temprano en la mañana, ya que usualmente no me
despertaba cada mañana hasta que el sol haya salido por completo. La luz era brillante y molesta, así
que de manera inesperada hice una mueca y me moví hacia atrás rápidamente. La luz lastimó mis ojos
y parpadeé un par de veces, tratando de ajustar mi visión una vez más. Caminé hasta el refrigerador
muy despacio, abriéndolo y tomando el pavo que estaba en el fondo del mismo. Estaba muy pesado
por lo que gruñí cuando lo tomé, dejándolo sobre el mostrador. Saqué el pan tostado de la alacena y
empecé a dejar el pavo listo para meterlo al horno. Acción de Gracias era una de las comidas con la
que yo me sentía confiada, ya que había ayudado a prepararlas desde que tuve la edad suficiente como
para alcanzar los mostradores. El primer Día de Acción de Gracias con Charles luego que los Swan
más viejos murieran unos años atrás, recibí una paliza bastante fuerte debido a que la hora de la cena
había llegado y el pavo no estuvo listo sino hasta después de 20 minutos de lo que Charles lo quería.
Desde ese día, me volví muy buena en los tiempos de cocción de las cosas, asegurándome que la
comida estuviese siempre perfecta y a tiempo.

Cuando el horno se había precalentado lo suficiente y el pavo estaba listo, lo deslicé dentro del horno.
Empecé a tomar cosas del refrigerador y de la alacena, con el fin de preparar la salsa de arándanos, y
el pastel de calabazas hecho en casa, y empecé a mezclarlo todo y dejarlo listo para luego. Abrí la
puerta del refrigerador y busqué con la mirada los huevos, mis ojos se abrieron ligeramente cuando vi
que no había ninguno en el lugar donde usualmente están. Emmett me había ayudado a guardar los
comestibles, o al menos lo había intentado, por lo que esperaba que quizás, los haya puesto en el lugar
equivocado. Me agaché un poco y comencé a apartar cosas, empezando a entrar en pánico un poco
cuando no los encontré escondidos detrás de ninguna cosa. No había manera posible que yo pudiese
hacer la cena sin los huevos, ellos eran en definitiva, esenciales. Empecé a sacar cosas fuera de mi
camino, buscando de manera frenética, sabiendo que los huevos tenían que estar allí en algún lugar.
Traté de volver mentalmente y recordar si los habíamos comprado en la tienda de comestibles ya que
los huevos eran siempre importantes y yo no los hubiese olvidado, pero Emmett me tenía tan
desenfocada y distraída que a duras penas podía recordar la mayoría de las cosas importantes.

Me di cuenta después de un momento que mi búsqueda era infructuosa, ya que había movido casi todo
al menos tres veces y simplemente los huevos no estaban allí. Debo de haberlos olvidado en la tienda.
Gemí en voz alta para mí misma, moviendo mi cabeza. “¡Mierda!”, mascullé lo suficientemente
fuerte, jadeando de inmediato en cuanto me di cuenta de la palabra que había escapado de mis labios.
Escuché una leve tos detrás de mí y rápidamente me volteé, dando la vuelta tan rápido que me hizo
sentir mareada y casi me hace caer. Me agarré de la puerta del refrigerador para estabilizarme,
entrecerré los ojos en la oscuridad. Pude ver una forma de pie en las sombras y me di cuenta que
quizás haya sido atrapada diciendo groserías. Cuando el mareo disminuyó, mi visión ajustó mi mirada
en el doctor Cullen. Él estaba de pie en la puerta de la cocina, con sus brazos cruzados sobre su pecho.
Estaba vestido de manera muy casual, con unos pantalones claros y una camiseta polo negra. Su
cabello estaba ligeramente húmedo por la ducha, haciendo verlo un tono más oscuro que su brillante
color rubio, estaba peinado hacia atrás. Me quedé viéndolo por un momento con los ojos bien abiertos,
mi corazón latiendo de manera errática, él me miro de vuelta. Estaba empezando a entrar en pánico un
poquito, ya que no sabía por cuánto tiempo él había estado allí y no estaba segura si me había
escuchado en realidad. Esperaba que no, ya que no estaba segura como reaccionaría si me escuchaba
diciendo una mala palabra.

“Yo, eh…” Empecé de manera nerviosa, mirando con recelo. No estaba segura qué decirle, o el por
qué él estaba allí de pie.

“¿Mierda?” él preguntó, alzando sus cejas hacia mí. Sentí pavor en ese momento, percatándome que,
de hecho, sí había escuchado lo que yo había dicho.

“Lo siento, señor, yo no quise decirlo. No me di cuenta lo que estaba diciendo, solo se me escapó” dije
rápidamente. Él negó con su cabeza y sonrió.

“Está bien” dijo él, encogiéndose de hombros. Mis ojos se abrieron por la sorpresa, atónita de que a él
pareciera no importarle. Él se rió de mi expresión. “¿Qué? ¿Pensabas que estabas en problemas por
eso?” él preguntó.

Yo asentí levemente. “Es decir, bueno, yo nunca había dicho una palabra como esa antes…” empecé
diciendo. Él me miró sorprendido, con sus ojos muy abiertos.

“¿Esa fue la primera vez en tu vida que has maldecido?” él preguntó. Yo asentí con la cabeza.

“Sabía que no debía decir esas cosas en casa de los Swan” dije. Mis ojos se abrieron cuando me di
cuenta lo que había dicho y negué rápidamente con la cabeza. “No es que no sepa que aquí no debo
decirlas, no quise que sonara de esa manera. Es solo que, es decir, era diferente allá y aquí no es
diferente…” Hice una pausa, insegura de cómo explicarlo, sabiendo que estaba sonando como una
idiota y que mis palabras no estaban teniendo ningún sentido lógico. No quería que él pensara que yo
no le temía como a un amo, tampoco quería que pensara que estaba siendo irrespetuosa de manera
intencional. Él sonrió y alzó su mano para detener mis divagaciones, yo paré de hablar de inmediato,
mirándolo con cautela.

“No es gran cosa. Honestamente, estoy sorprendido de que no digas más cosas. Es un efecto
secundario de andar mucho tiempo con mi hijo menor, él tiende a tener ese efecto ya que es aficionado
de decir cosas desagradables” dijo. Me miraba intensamente, como si estuviese tratando de medir mi
reacción a lo que había dicho. Me pregunté inmediatamente si estaba tratando de engañarme o si esta
era alguna clase de prueba, pero hasta ahora el doctor Cullen había probado que no era de los que
jugaban con las personas. Lo que dijo fue lo que en realidad quería decir, y lo que quiso decir fue lo
que dijo. Pero, aun así, el que él mencionara a Edward me hizo poner nerviosa.

“Sí, Edward parece tenerle mucho cariño a las palabras coloridas, pero yo trato de evitarlas, para así
no tomar el hábito y accidentalmente decirlas en momentos inapropiados, como en la presencia de mi
am…eh,” me detuve, percatándome de que estuve a punto de llamarlo mi amo, sabiendo que a él no le
gustaba esa palabra. Él me miró y alzó sus cejas, obviamente esperando que yo terminara de hablar.
“…En la presencias de aquellos que merecen mayor respeto”

Sonrió. “Ese fue una buena atrapada”, dijo, moviendo su cabeza y riendo por lo bajo. “Eres rápida.”
Yo le sonreí levemente en gesto cordial, pero todavía me estaba haciendo sentir muy nerviosa.
“Gracias, señor. De veras, quise decir cada palabra. Usted merece mi respeto y decir esas palabras en
frente de usted es inapropiado.”

Él suspiró. “No tienes que besar mi trasero, Isabella. Lo aprecio, pero es innecesario. Mis hijos me
maldicen todo el tiempo,” dijo encogiéndose de hombros como si en serio no fuese gran cosa.

“Pero no soy uno de sus hijos, señor,” le dije de manera simple. Me miró fijamente por un momento,
su mirada era intensa.

“No, no lo eres,” dijo finalmente. Él suspiró y pasó su mano por su cabello, el cual ya estaba seco y
estaba volviendo al color rubio claro al que yo estaba acostumbrada a ver. El movimiento le desordenó
un poco el cabello y yo sonreí de manera involuntaria, pensando en Edward. “Así que… ¿Por qué
estabas maldiciendo de todas formas? ¿Hay algún problema? Preguntó después de un momento. Yo
suspiré.

“No tenemos huevos, señor” le dije tímidamente, sin saber cómo él iba a responder. Era mi
responsabilidad asegurarme de que tuviésemos la comida que necesitábamos y era evidente que había
fallado en esa tarea. “Creo que… no los compré en la tienda.”

Él asintió. “No me sorprende, dado el desastre de aquel viaje de compras. De todas formas ¿Quién
necesita siete sabores diferentes de patatas fritas?" Él preguntó con su ceño fruncido. Me encogí de
hombros y él suspiró, moviendo su cabeza. “En fin, me imagino que eso significa que tenemos que ir a
la tienda por ellos. ¿No es cierto? Él preguntó. Mis ojos se abrieron un poco y asentí vacilante,
sorprendida por su reacción. Yo esperaba al menos que él estuviese irritado por mi error pero me
comprendió por completo, ni siquiera parecía como si fuese a echarme la culpa del todo.
“Supongo que sí” murmuré. Él sonrió.

“Anda a ponerte tus zapatos y toma una chaqueta para irnos,” dijo. Yo solo lo miré por un momento,
atónita. Él rió, sacudiendo su cabeza. “Es para hoy, si no te importa”

“Sí, señor,” dije inmediatamente, asustada por que mi vacilación era molesta para él. Caminé pasando
muy cerca de él y salí de la cocina, dirigiéndome a las escaleras rápidamente. Caminé despacio por el
tercer piso, no queriendo despertar a Edward, y me metí en mi habitación. Tomé mi chaqueta del
armario y me lo puse, cerrándolo rápidamente. Era de color azul marino y no era tan abrigadora, pero
era la única que tenía y al menos debía de servir. Saqué un par de medias y me calcé un par de zapatos
cafés. Salí de la habitación, cerrando la puerta muy despacito una vez más, y bajé las escaleras. El
doctor Cullen estaba de pie en el vestíbulo con su abrigo puesto, meciéndose hacia adelante y hacia
atrás sobre sus talones mientras esperaba. Alzó su mirada y la fijó en mí, frunciendo el ceño ante mi
apariencia.

“¿Ese es el único abrigo que tienes? Preguntó. Yo asentí vacilante, preguntándome qué era lo que
estaba mal con mi abrigo. Él suspiró “Pronto vas a necesitar un abrigo más grueso para el invierno.
Voy a tratar de recordar de pedirle a Alice que consiga uno para ti”.

Yo asentí. “Muchas gracias, señor,” dije suavemente, un poco asombrada de que él me estuviese
comprándome todavía más cosas. Ya tenía suficiente por ahora.

“No lo menciones, dolcezza,”dijo en voz baja, sonriendo ligeramente, mientras me miraba. Su


expresión era suave y muy sorprendente, ya que me miraba como si verdaderamente se preocupara por
mí. Alejé mi mirada de él rápidamente, ya que era algo un poco incómodo. Fijé mi mirada en el suelo.
Empecé a mordisquear mi labio inferior de manera nerviosa, sin saber cómo tomar su estado de
ánimo. El doctor Cullen era tan cálido y tan frío conmigo y siempre sentía como si él supiera más de
lo que debería, como cuando me miraba, parecía ser capaz de descifrar todos mis secretos y eso me
asustaba. Había estado pensando mucho en lo que él dijo aquella tarde cuando su acompañante estuvo
aquí y yo cené con ellos. Me pregunté por cuánto tiempo exactamente el doctor Cullen había conocido
mi existencia, me pregunté también sobre cuánto podía saber de mí. Él carraspeó después de un
segundo y yo lo miré, percatándome que parecía sentirse casi tan incómodo como yo me sentía.
“Deberíamos irnos,” dijo él. Yo asentí y le di una pequeña sonrisa antes de dirigirme a la puerta.

Abrí la puerta de entrada y me estremecí en el momento que el aire frío me golpeó. El Dr. Cullen
caminó detrás de mí y echó una mirada a la entrada de la casa, gimiendo en voz alta y con irritación.
Mi ceño se frunció y rápidamente eché un vistazo, preguntándome que era lo que lo había molestado.
Se quedó inmóvil y yo lo miré, notando que parecía concentrado en algo.

“Señor, ¿hay algún problema?” pregunté, tratando de adivinar por qué estábamos allí de pie
solamente. Estaba haciendo muchísimo frío y mi cuerpo estaba temblando por ello, mi nariz estaba
empezando a congelarse. Él suspiró.

“Edward tiene bloqueado mi coche,” dijo él, negando con su cabeza. Miré hacia los vehículos y me di
cuenta que el coche negro del doctor Cullen estaba estacionado al fondo, muy cerca de la casa y el
coche plateado de Edward estaba estacionado detrás de él, aparcado de manera torcida como
usualmente lo aparcaba. Una vez le pregunté el porqué él siempre estacionaba su coche en la dirección
contraria de la que los demás lo hacían y lo que dijo fue que de esta manera su coche no sería
lastimado por idiotas quienes no podía aparcar así sus vidas dependiesen de ello, o lo que sea que
aquello signifique. No lo entendí muy bien, ya que para mí parecía que era él quien no sabía estacionar
su coche, ya que todos hacían lo mismo, pero supuse que era simplemente él. Edward podía ser tan
confuso a veces.

“Espera aquí un segundo,” dijo. El doctor Cullen regresó y fue al interior de la casa mientras yo seguía
de pie en el porche, moqueando y temblando, deseando que él se apurara y me dejara ingresar al
interior de un vehículo para poder calentarme nuevamente. Regresó después de un segundo y cerró la
puerta principal. Me dio una sonrisa mientras salía del porche y yo lo seguía muy de cerca. Mis ojos
se abrieron en señal de sorpresa cuando nos dirigimos al coche de Edward con una llave en sus manos.
Libró los seguros de la puerta del acompañante y la abrió, asintiendo con la cabeza indicándome así
que entrara. Me subí no muy convencida, abrochándome el cinturón de seguridad mientras el doctor
Cullen cerraba la puerta. Él caminó hasta llegar al lado del conductor y se subió al coche, tratando de
acomodar el asiento moviéndolo. Me pregunté de inmediato si Edward se podría molesto cuando
supiera que su padre se había metido con su coche, ya que él era tan quisquilloso.

El doctor Cullen parecía muy a gusto con la posición del asiento después de un momento y cerró la
puerta. Estiró su mano y abrió la consola central, mirando dentro de ella. La cerró después de un
segundo y se acercó a mí, causando que me tensara brevemente a causa de su cercanía. Abrió la
guantera y miró dentro de ella cerrándola de golpe después de un segundo. Echó un vistazo a sus
lados, buscando en las grietas entre los asientos, antes de llegar por debajo de su asiento. Se echó a
reír después de un momento y retiró su mano, mis ojos se abrieron por completo cuando vi que sacó el
arma que yo sabía que Edward tenía. La miró por un momento, mirándola con peculiaridad. Chequeó
rápidamente para ver si el arma estaba cargada y luego la regresó debajo del asiento. Suspiró y
encendió la marcha del auto, meneando su cabeza y riéndose para sí mismo.

Encendió la calefacción y yo me senté muy quieta mientras el calor me golpeaba, calentándome de tal
manera que mi temblor se detuvo. Él salió de la calzada rápidamente y se dirigió a la autopista,
conduciendo en relativo silencio. Encendió algo de música después de un momento, jugueteó con la
radio de Edward, tratando de encontrar algo para escuchar. El ambiente se sentía ligeramente tenso, un
silencio incómodo nos rodeó, pero como yo no sabía qué decir solo me quedé callada.

Debido a que era muy temprano y además era día festivo, cada tienda por la que pasábamos estaba
cerrada, pero él continuó conduciendo en completo silencio. Después de poco más de una hora de
conducir, encontró una tienda con un letrero luminoso que decía “Abierto” por lo que se detuvo en el
estacionamiento. Me miró y me dio una ligera sonrisa, saliendo del coche. Abrí la puerta y salí del
coche, siguiéndolo al interior de la tienda.

Se dirigió hacia la sección de lácteos en seguida, tomando de inmediato la primera docena de huevos
que vio. Lo observé y luché contra la urgencia de decirle que abriera el cartón de huevos y se
asegurara que ninguno de ellos estuviese roto, ya que no creía que estuviese bien decirle qué debía de
hacer. Se volteó y lo alzó un poco, sonriendo como si él estuviese bastante orgulloso de sí mismo. Le
di una sonrisa también. “¿Algo más?” él preguntó. Yo negué con la cabeza y él asintió. Empezó a
caminar hasta la caja registradora, pareciendo no tener apuro ahora que tenía los huevos en su poder.
Dejó los huevos sobre la banda registradora y miró hacia atrás, al mostrador de golosinas. Escaneó
rápidamente el mostrador con la mirada antes de sonreír y acercarse. Mis ojos se abrieron por
completo a causa de la sorpresa cuando él tomó una barra de Toblerone y la dejó junto a los huevos.
“¿Quieres chocolate?” preguntó.
“Eh, no, gracias, señor” dije, todavía sorprendida ligeramente de que él también comiera las barras de
Toblerone. Me miró algo confundido pero asintió después de un momento y se volteó. La joven mujer
marcó los artículos en la caja y él sacó su billetera, entregándole algo de dinero en efectivo. Ella le
entregó el cambio y él le agradeció de manera cortés, tomando la bolsa y dirigiéndose al coche. Abrió
la puerta del pasajero y la mantuvo abierta para mí, mientras yo ingresaba en él. Cerró la puerta y
caminó rodeando el coche hasta llegar al asiento del conductor. Se sentó y dejó los huevos en el
asiento trasero, sacando la golosina de la bolsa. Encendió el coche y abrió su chocolate, tomando un
bocado. Yo lo veía curiosa y empecé a reírme después de un momento, intimidada un poco por cuán
similar era con su hijo. Él escuchó mi risa y me miró alzando una ceja. “¿Qué es tan gracioso?”
preguntó con una sonrisa. Yo negué con la cabeza, riéndome ligeramente todavía.

“Nada, es sólo que acaba de recordarme a Edward. Él siempre toma esa golosina cada vez que
venimos a la tienda, también,” dije. Él sonrió.

“Sí, yo lo introduje a la maravilla que es Toblerone. Solía comprárselos cuando viajaba a Europa y les
traía a los chicos cuando estaba de regreso a casa. Eso fue antes de que se pudieran comprar aquí en
Estados Unidos,” dijo él. Yo sonreí y asentí comprendiendo su explicación. Encendió el coche
nuevamente, y tomó otro bocado antes de dejarlo sobre su regazo y poner el coche en marcha. Salimos
del estacionamiento de regreso a la autopista con destino a la casa. Estuvo callado por un rato antes de
suspirar y dirigirse a mí.

“Ustedes parecen llevarse muy bien” dijo. Mi ceño se frunció y volteé a verlo, preguntándome de qué
era lo que estaba hablando.

“¿Quién”? pregunté vacilante. El fijó su mirada en mí muy brevemente antes de volver a enfocar la
mirada en el camino otra vez.

“Tú y Edward. Debo admitirlo, cuando recién te rescaté de tu padre, estaba un poco preocupado acerca
de cómo tú y él podrían llevarse bien. Sé que mi hijo puede llegar a ser un poco abrasivo y tú eres tan
tímida, tenía un poco de temor de que te asustara con su comportamiento y actitud. Pero pareces estar
a gusto con él. Es un poco sorpresivo, me pregunto a qué se debe,” dijo mientras fijaba su mirada en
mí. Él tenía una expresión de expectativa en su rostro, como si de verdad estuviera tratando de buscar
una explicación para eso. Me asusté internamente un poco, preocupada de que me estuviese
examinando, pero por fuera mantuve la calma.

“No estoy segura,” dije en tono vacilante. No estaba segura de cómo explicarlo, ni siquiera podía
decirle algo que tuviese una pizca de sentido sin que eso levantara sospechas. “Supongo que tal vez es
porque él es muy decidido. No se necesita muchas conjeturas de mi parte como para anticipar su
reacción a las cosas.”

“Supongo que eso tiene lógica,” dijo encogiéndose de hombros. Yo asentí y fijé mi mirada en la
ventana, evitando así tener que discutir más sobre eso. Gracias al cielo, el doctor Cullen no me
presionó ni tampoco dijo nada más al respecto. Trajo a colación temas más triviales, tales como el
clima y las festividades, preguntándome si yo participaba o no en las fiestas en casa de mi padre.

Para cuando llegamos a Forks, una hora después, la tensión y la incomodidad parecía disminuir
ligeramente. No estaba del todo cómoda con el doctor Cullen y no estaba segura de que algún día lo
estaría, pero era agradable no sentirme temerosa de él nuevamente. Llegamos a la casa y estacionó el
coche en el garaje, aparcándolo de manera de que no bloqueara el suyo otra vez. Salí del coche y cerré
la puerta mientras el doctor Cullen sacaba los huevos y aseguraba las puertas. Nos dirigimos a la casa
y el doctor Cullen abrió la puerta principal para mí, alentándome a entrar. Llegué al vestíbulo y alcé la
mirada para ver a Edward de pie a unos pocos pasos de allí, con una expresión de asombro en su
rostro. Parecía preocupado y algo resentido, y quizás un poco atemorizado. Fruncí el ceño,
preguntándome qué era lo que lo tenía molesto. Miró detrás de mí, y en cuanto vio al doctor Cullen
entrar, su expresión cambió rápidamente a una de rabia. El doctor Cullen lo miró y suspiró.

“Si no quieres que yo conduzca tu coche, quizás no deberías bloquear el mío” dijo encogiéndose de
hombros. Edward solo rodó los ojos.

“Joder, simplemente lo hubieras movido y llevado el tuyo” dijo él, sonando irritado. Me di cuenta
entonces que él estaba preocupado por su coche y que esa era la razón por la cual el parecía molesto
cuando lo vi al entrar. Edward adoraba su coche, eso estaba más claro que el agua.

“Sí, pude haberlo hecho. Pero, ¿sabes algo? Yo pagué por tu coche, así que… ¡Qué demonios!” fue la
respuesta del doctor Cullen. Edward rodó sus ojos nuevamente pero no rebatió la respuesta. El doctor
Cullen me extendió la bolsa con huevos y yo la tomé de manera cautelosa, dudando por un segundo
antes de voltearme y dirigirme a la cocina. Regresé rápidamente a mis labores de cocina, tratando de
terminar la cena pronto.

Pasé el resto del día correteando por la cocina, preparando la cena. Ellos me dejaron sola la mayor
parte del tiempo. Se sentaron en la sala viendo fútbol americano y conversando entre ellos. De vez en
cuando daba un vistazo breve a Edward y él hacía lo mismo con pequeñas sonrisas o guiños cuando su
padre no estaba cerca, pero no intercambiamos muchas palabras además de unas pocas y casuales. En
un momento del día, él vino a la cocina en busca de algo de tomar y de manera deliberada rozó mi
cuerpo. Pude sentir su pecho detrás de mi espalda, la calidez de su cuerpo filtrándose a través de
nuestras ropas y alcanzando mi piel. Aquello hizo que mi cuerpo entero tuviera un hormigueo y dejé
escapar un suave gemido debido a la sensación, algo que Edward respondió con gruñido gutural. Su
padre entró a la cocina unos pocos segundos después y nuestro momento había finalizado, pero la
sensación de hormigueo en mi piel se mantuvo.

Empecé poniendo la mesa y preparando el resto de cosas mientras ellos terminaban. Estaba a punto de
sacar el pavo del horno cuando el doctor Cullen entró a la cocina. “Yo puedo hacer eso por ti”, dijo él.
Alcé mi mirada y le sonreí, ya que la bandeja estaba un poco pesada. Me hice a un lado y sacó el pavo,
dejándolo sobre el mostrador. Revisé el pavo para asegurarme que estuviese perfecto, ya que no quería
servirles nada a media cocción. “¿Qué te parece si subes, te refrescas y cambias tu ropa rápidamente y
bajas para la cena? Yo puedo poner el pavo sobre la mesa. Te estaremos esperando,” dijo sonriente.
Mis ojos se abrieron a causa de la sorpresa, ya que, en realidad, yo no había planeado cenar con ellos.
Todavía no había adquirido el hábito de quedarme y comer en la hora de la cena.

“Está bien,”” le dije, aún sorprendida pero sabiendo por su expresión de que no tomaría un no por
respuesta en este tema. Limpié mis manos y me dirigí a las escaleras, subiéndolas de inmediato. Entré
a mi habitación, para luego quitarme algunas prendas. Fui al baño y me vi al espejo, aún un poco
sorprendida por lo desaliñada que lucía. Estaba manchada y salpicada con comida, mis pantalones
sucios por limpiar mis manos en ellos. Me desnudé y los dejé a un lado rápidamente, me puse un
pantalón negro y una camiseta rosada. Me calcé mis zapatillas de bailarina negras, no queriendo bajar
descalza, y peiné mi cabello. Lo dejé suelto pero recogido detrás de mis orejas. Después de que me
asegurara de lucir decente, me dirigí a la planta baja, deteniéndome en el vestíbulo cuando alcancé a
ver a Edward. Él sonrió ligeramente y sus ojos escanearon mi cuerpo por un momento antes de que
pasara rozando junto a mí y se dirigiera al piso de arriba. Llegué al área de la sala, los otros tres
hombres me miraron y me sonrieron pero enfocando su atención de regreso en el juego que estaban
viendo. Edward regresó un momento después y el doctor Cullen carraspeó y se puso de pie.

“Muy bien, ¡Vamos a comer!” dijo. El rostro de Emmett brilló de emoción, para luego salir del sofá
con un brinco y correr a la mesa. El resto de chicos se carcajearon y yo sonreí por su entusiasmo.
Caminé hasta la mesa y Jasper acercó una silla para mí de manera cortés. Le di una pequeña sonrisa y
le susurré ‘gracias’, para luego sentarme. Era extraño, ser tratada como si fuese una invitada en la
mesa de la cena. Jasper se sentó a mi lado y Edward se sentó frente a mí, así como lo había hecho la
única vez que comí con ellos.

Todos ellos inclinaron la cabeza y yo imité su gesto, y el doctor Cullen hizo una bendición rápida.
Estaba sorprendida de que él rezara, ya que no parecía ese tipo de persona, considerando el tipo de
negocios en el que estaba involucrado, pero el hecho es que el doctor Cullen seguía siendo para mí un
misterio. Después de la oración, empezó a cortar el pavo y todos comenzamos a servirnos comida
ayudándonos mutuamente. Ellos mantuvieron una conversación cortés por un rato, yo permanecía
sentada en silencio, tomando algunos bocados de comida, pero aún nerviosa por el hecho de estar en la
mesa con ellos, así que no comí mucho. Después de 15 minutos, el doctor Cullen aclaró su garganta y
yo lo miré, deteniendo el movimiento de mi tenedor. “Vamos a hacer una ronda, y vamos a compartir
con los otros las cosas por las que estamos agradecidos.” Mis ojos se abrieron ligeramente y él sonrió.
“Es una costumbre nuestra, la hacemos todos los años. Es algo que mi esposa comenzó”.

Yo asentí y él volteó su cabeza para mirar a Emmett. Emmett hizo a un lado su tenedor, recargando su
espalda en la silla. “Estoy agradecido por Rosalie, y por aquellos labios sensuales que ella posee” fue
como él empezó. El doctor Cullen rodó sus ojos y los otros chicos se rieron. Su padre hizo un ademán
con su mano después de un momento. “Estoy agradecido de que finalmente me graduaré del instituto,
pronto, para ir la universidad. Estoy agradecido por todo lo que tenemos, por supuesto. ¡Y agradecido
por esta comida ya que está malditamente buena! ¡Gracias, Isabella!” el exclamó. Yo me sonrojé
mientras él me miraba con entusiasmo y todos rieron. El doctor Cullen miró a Edward después,
alzando sus cejas de forma expectante.

Edward suspiró. “Estoy agradecido por el Volvo, maldita sea que estoy agradecido de que no lo
regresaste con un ningún rayón,” dijo, alzando una ceja a su padre. El doctor Cullen sonrió y asintió.
“Estoy agradecido por estar en casa, fuera de ese ridículo internado. Estoy agradecido por la música y
por mi pistola. Amo mi pinche pistola”

Lo miré con sorpresa mientras él asentía para sí mismo, sonriendo. El doctor Cullen se rió entre
dientes. “Sí, es una buena pistola, la vi en tu auto. Es una 1911 .45 ACP, una pequeña pero poderosa
arma. ¿De dónde la sacaste?”.

Edward miró a su padre y se encogió de hombros. “Supongo que no me acuerdo,” dijo él, sonriente. Su
padre se echó a reír y negó con la cabeza.

“Me parece justo” dijo él. “¿Has terminado?”


Edward se encogió de hombros. “Estoy agradecido por todos ustedes, incluso si me sacan de mis
jodidas casillas. Oh… y los orgasmos, definitivamente estoy agradecido por esos”.

Mis ojos se abrieron como platos ante sus palabras y todos los demás rieron. “Jasper,” dijo el doctor
Cullen.

“Alice por amarme, papá por todo su apoyo, financiero y emocional. A mis hermanos por su
compañía. Isabella por todo lo que hace por nosotros, y por ser mi amiga a pesar de las
circunstancias,” dijo él. Yo lo miré fijamente sorprendida y él sonrió suavemente.

“¿Isabella?” dijo el doctor Cullen. “¿De qué estás agradecida?”

Yo suspiré y bajé mi mirada a la mesa, mis nervios me tenían frustrada debido a sus miradas fijadas
en mí. Dudé, contemplando la nada. “Comida, agua y un techo,” dije encogiéndome de hombros. Alcé
mi mirada al doctor Cullen y él sonrió.

“Esas son buenas cosas para estar agradecido. La mayoría de las personas toman los conceptos básicos
por sentado” dijo. Yo asentí.

“Sí, cuando tú vives la mayor parte de tu vida sin ellas, aprendes a apreciarlas,” le dije suavemente.
“Estoy agradecida por su amabilidad, también.” Mantuve mi mirada en la mesa y pude sentir los ojos
de Edward sobre mí, pero no me atreví a mirarlo. Hubo una pequeña pausa y un persistente silencio
me estaba haciendo sentir incómoda antes de que el doctor Cullen hablara de nuevo.

“Estoy agradecido por mis hijos y por sus parejas. Estoy agradecido por la paz que tenemos
garantizada viviendo aquí, agradecido de que soy capaz de ejercer la medicina. Estoy agradecido por
nuestra salud y bienestar, y por último, por la seguridad de Isabella,” dijo. Yo lo miré con sorpresa y
él se encontró con mis ojos, mirándome por un momento. Aquello era, ligeramente extraño, tener a mi
amo proclamando que estaba agradecido de que yo estaba a salvo. No estaba segura cómo tomar sus
palabras, o qué fue lo que quiso decir con ellas. ¿Estaría alguna vez verdaderamente segura?

Volteó su cabeza y volvió a comer después de un momento, un silencio invadió la mesa. Volví a mi
comida, pero no tenía mucho apetito. Unos minutos después, el doctor Cullen bajó su tenedor,
haciendo un ligero tintineo cuando rozó el plato, y empujó su silla hacia afuera.

“Bien, estoy lleno. Ustedes están excusados de retirarse una vez que hayan terminado” dijo, tomando
su plato y poniéndose de pie. Él se volteó y caminó unos pocos pasos con dirección a la cocina,
vacilante antes de que se detuviera en la esquina. “¿Isabella?”

“¿Sí, señor?” dije de forma dudosa, insegura de lo que quería.

“Gracias,” dijo él. Mis ojos se abrieron un poco y yo asentí cuando fijó su mirada en mí.

“De nada, señor” le dije. No estaba muy segura exactamente por qué me estaba agradeciendo, pero
asumí que debía ser por la comida. Él asintió en respuesta y salió de la estancia rápidamente. Dudé por
un momento antes de retirar mi silla, tomar mi plato y ponerme de pie. Salí del área del comedor de
inmediato y fui a la cocina. Retiré los restos de comida del plato así como el doctor Cullen lo había
hecho, y empecé a cargar el lavaplatos y a limpiar la cocina.
Jasper vino un momento después, limpiando también el plato y dejándolo sobre la rejilla del
lavaplatos. Me sonrió y salió de la cocina, dirigiéndose a las escaleras. Emmett y Edward vinieron
juntos enseguida, limpiando sus platos y poniéndolos sobre la rejilla también. Emmett salió de la
cocina a la sala, sacando su teléfono celular y marcando un número. Edward permaneció en la cocina
por un momento, de pie, de manera extraña y hacia un lado, solo mirándome.

Suspiró después de un momento cuando el doctor Cullen caminó por el vestíbulo donde alcanzaba a
escucharnos, y se volteó para irse. Lo miré y lo vi dirigirse a las escaleras.

Terminé de limpiar la cocina, desechando todas las sobras y encendiendo el lavaplatos. Lavé los
mesones y limpié la mesa del comedor, dejando el trapo sucio dentro de un cesto en el cuarto de
lavado. Miré todo mi alrededor brevemente antes de ir a las escaleras, subiéndolas lentamente hasta el
tercer piso. Quería tomar un baño y relajarme un poco.

Llegué al tercer piso y fui a mi puerta, dudando en el pasillo cuando vi que la puerta de la habitación
estaba completamente abierta. Él estaba sentado en su escritorio con uno de sus libros del instituto
abierto en frente de él mientras lo miraba fijamente. Yo sonreí levemente, ya que se veía bastante
adorable y muy pasivo concentrado completamente en su libro. Volteé para dirigirme a mi habitación,
no queriendo molestarlo, cuando escuché su voz.

“¿Isabella?” él preguntó. Yo volteé a ver y lo vi mirándome con curiosidad.

“¿Sí, Edward?”

Él sonrió cuando yo dije su nombre. “¿Quieres ver una película o algo así?”. Yo sonreí y me encogí de
hombros.

"Está bien. Aunque quisiera tomar un baño primero,” le dije. Él asintió con su cabeza.

“Eso está bien. Solamente ven cuando hayas terminado. Estaré aquí dentro” dijo, volviendo su mirada
a su libro. Yo volteé y sonreí para mí misma, suspirando levemente.

Fui a mi habitación y me saqué toda la ropa, tomando mi albornoz y dirigiéndome al baño. Lo dejé
junto a la bañera y empecé a llenarla con agua caliente, poniendo en él algo de jabón de burbujas de
fresas. Después de que la bañera se hubiese llenado, me zambullí, suspirando contenta cuando el agua
calentó mi piel. Me recosté ligeramente en la bañera y cerré los ojos, solamente disfrutando del baño.
Me acosté por un momento allí, jugando con las burbujas, llenando mis manos con las mismas y
soplándolas. Me recordó el desastre de la cocina, cuando Edward la embarró tratando de usar el
lavaplatos, y me encontré a mí misma riendo a carcajadas gracias al recuerdo. Tomé una esponja
después de un momento y empecé a restregarme con ella, jadeando cuando limpié con un poco más de
fuerza de la usual, mis partes femeninas. Me tensé cuando una sacudida atravesó mis piernas, el
cosquilleo se mantuvo incluso después de eso. Eso me asustó un poco y alejé mi mano rápidamente,
dejando caer la esponja en el proceso.

Me senté allí por un momento, asombrada, antes de que lentamente mi mano regresara al agua. Estaba
un poco aprensiva, quizás un poco avergonzada, pero aun así le permití a mi mano regresar al lugar
donde había estado. Rocé con mis dedos el mismo punto y eso me causó cosquillas, provocando en mi
cuerpo una sensación de hormigueo. Presioné un poco más fuerte y jadeé de nuevo a medida que la
fuerte sacudida atravesaba mi cuerpo. No sabía lo que estaba haciendo pero aquello se sentía tan bien,
así que lo hice de nuevo, solamente disfrutando de la sensación. Continué frotando mis dedos hacia
adelante y hacia atrás sobre ese punto, las sensaciones recorriéndome por completo. Mis piernas
estaba hormigueándome y mis respiros comenzaron a incrementarse por lo que cerré los ojos tratando
de relajarme. Se sentía como si mi cuerpo tuviese voluntad propia, ya que empecé a retorcerme por mi
toque, una sensación extraña burbujeando sobre la superficie de mi piel. Continúe con los
movimientos ya que sentí la sensación crecer y mi cuerpo comenzó a temblar. Sentí la tensión
multiplicada por cuatro un momento después, tan intensa que me sobresaltó, removí mi mano,
abriendo los ojos de inmediato. Mi cuerpo estaba rígido y sentí la tensión disminuir casi
inmediatamente después de haber quitado la mano, una vibración quedó allí justo en el lugar donde yo
me estuve frotando. Mi respiración volvió a controlarse después de un minuto, yo sólo permanecí
sentada allí, tratando de calmar mi cuerpo y de volver a la normalidad. Se había sentido bien, tan
intensamente bien que apenas podía soportarlo, pero los sentimientos me asustaron un poco. Edward
dijo que yo podía hacerme sentir bien a mí misma y yo realmente no lo entendí en ese momento, pero
ahora sí que lo hacía. Me sentí algo avergonzada de haber hecho eso, de haberme tocado a mí misma
allí abajo, pero él dijo que la mayoría de personas lo hacían. Él admitió hacerlo también y no estaba
para nada avergonzado de aquello. Pero aun así, se sentía incorrecto, como si yo no debería estar
haciendo eso, y yo simplemente no podía dejar pasar el hecho que tampoco me había permitido
terminar. Yo había sentido la tensión que él describió pero me detuve antes de que la oleada de placer
explotara en mi interior. Todo aquello era tan extraño; no podía creer lo que pude haber hecho así
como lo que hice.

Me senté allí por un momento hasta que el agua se enfrió, antes de que finalmente lavara mi cabello y
saliera de la bañera. Me sequé por completo y me puse el albornoz, tomando mi cepillo para librarme
de los nudos de mi cabello. Me dirigí a la habitación y me puse la ropa interior, sacando unos
pantalones negros cortos y poniéndomelos. Tomé la camisa de fútbol de Edward y la deslicé por mi
cabeza. Me dirigí a la puerta y me detuve un momento con la mano en el pomo, ligeramente nerviosa
por alguna razón. Era tan irracional, pero estaba asustada de que pudiese ser capaz de adivinar lo que
yo había hecho. Sabía que incluso, si él llegaba a saber que me había tocado a mí misma, no tendría
nada que decir sobre eso, ya que había sido él quien me había animado a hacerlo, pero aun así, me
sentía avergonzada. Había un dolor sordo allí abajo, una ligera vibración que extrañamente se sentía
como si me estuviese llamando, impulsándome a que la toque. Era desconcertante, aquellas
sensaciones, el deseo de ser tocada. Me pregunté si a lo mejor no debía ir a la habitación de Edward en
esa condición, si aquello no sería correcto de mi parte. Me sentía tan estúpida cuestionándome, ya que
debía ir donde Edward debido a que estaba esperándome. Únicamente estaba teniendo problemas
absorbiendo todos aquellos nuevos impulsos y deseos.

“¡MIERDA!” salté, mi corazón comenzó a latir con fuerza sobresaltado por la palabra que rebotó
fuertemente a través del piso. Tomé el pomo de la puerta y la abrí rápido, preocupada de que algo
anduviese mal. Alcé mi mirada y mis ojos se clavaron en Edward instantáneamente. Estaba de pie,
cerca de la puerta dentro de su habitación, mirando alrededor como su estuviese buscando algo. Estaba
pasando sus manos por su cabello con fuerza, luciendo frustrado. Yo me quedé de pie y lo vi por un
momento mientras él soltaba aún más groserías, no tan fuerte como antes. Empezó a patear algo del
desastre que había en el suelo de su habitación. Sonreí ante su numerito, moviendo mi cabeza.

“¿Se te ha perdido algo?” le pregunté. Él saltó debido al sonido de mi voz y se volteó de inmediato
con sus ojos entrecerrados. Obviamente no había notado que yo estaba allí de pie mirándolo así que
había sido atrapado con la guardia baja cuando yo hablé.

“¡Cristo! ¿Por qué nunca puedes hacer un sólo jodido ruido?” espetó. “¿Estás tratando de darme un
maldito ataque al corazón?” Lo miré, ya que no estaba exactamente sorprendida de su reacción. Debo
admitir que no me gusta cuando Edward me hablaba de manera brusca, pero aquello era parte de quién
era, así que nunca le dije nada por eso. Yo no era la indicada para dictar cómo debía ser su conducta,
ni tampoco quería serlo. Amaba a Edward por quién era y yo no quería que dejara de ser él mismo.
Eso fue una de las cosas que hizo que nos engancháramos tan bien. Él nunca trató de cambiarme o
criticarme. Aceptó mis rarezas y defectos, incluso si no le gustaban, y había hecho su mejor esfuerzo
en hacerme una persona autónoma, pero jamás me criticó cuando yo era débil.

Me miró por un momento con una mirada de rabia antes de que el gesto de su rostro se suavizara.
Suspiró y pasó su mano por su cabello. “Perdí mi teléfono,” dijo con voz irritada. Sonreí levemente y
asentí, volteándome y caminando de regreso a mi habitación. Tomé mi teléfono que estaba sobre la
mesita y lo abrí, presionando el botón derecho para abrir la libreta de contactos. Después de lo que
pasó con James, Edward me había enseñado como usar todas las funciones del teléfono. De manera
rutinaria me enviaba mensajes de texto desde el instituto y la semana anterior me llamó una vez
durante su hora de almuerzo.

Encontré el nombre de Edward y presioné el botón de llamar. En cuestión de segundos una débil
melodía empezó a sonar, una canción que no reconocí. Regresé hasta la puerta y vi como Edward
había empezado a patear algunas cosas en el piso, buscando entre una pila de libros. Encontró su
teléfono después de un momento. Presioné el botón rojo para terminar la llamada y dejó de sonar
inmediatamente. Regresé a mi habitación y dejé el teléfono sobre la mesa donde lo había encontrado,
volteándome enseguida. Di un grito ahogado y agarré mi pecho cuando vi a Edward en mi habitación,
de pie justo detrás de mí. Él sonrió ligeramente y me acercó a sus brazos, envolviéndolos a mí
alrededor. Me sorprendió por un momento pero enseguida envolví mis brazos alrededor suyo y lo
apreté de regreso.

“Fui un imbécil, no debí haberte tratado de manera brusca,” dijo con voz suave. Le sonreí y me alejé
un poco de él. “¿Qué tal si vemos esa película ahora?” Sugirió en tono de disculpa.

Asentí, apreciando el hecho que pareciera arrepentido cuando no era necesario. Sabía cómo era él.
Tomó mi mano, entrelazando nuestros dedos y me llevó por el pasillo hasta su habitación. Sonreí y
agarré el pomo, cerrando la puerta de mi habitación rápidamente. Una vez que estuvimos en su
habitación, él cerró la puerta y caminó hasta la cama, dejándose caer sobre ella.

“Hay algunos DVD en el estante,” dijo él, señalando hacia la pared que albergaban su colección de
música. Yo lo miré con gesto de sorpresa al inicio, ligeramente asombrada de que me dejara escoger
la película, pero después de un momento caminé hasta el estante y comencé a ver los títulos. Estaba
empezando a mejorar muchísimo con la lectura gracias a Jasper y Alice, y Edward se había vuelto un
poco persistente en hacerme leer cosas en cada oportunidad que tenía. Supuse que esa era su manera
de ayudar.

“¿Sabes algo? No conozco ninguna de estas,” dije al no reconocer ninguna de esas películas. Él rió y
miró detrás de mí. Estaba negando con su cabeza. “Solo escoge una, me importa una mierda cual
veamos, mientras pueda pasar un tiempo a solas contigo,” dijo. Sonreí y regresé mi mirada a las
películas, sintiendo mi corazón hinchado de felicidad. Todavía estaba admirada de que él disfrutara
tanto mi compañía, ya que parecía que cada rato libre que tenía, lo pasaba conmigo. Tomé una
película, sin importarme cual era, y la sostuve en alto para mostrársela. Él apenas la vio, encogiéndose
de hombros, tomando el control remoto y prendiendo el reproductor de DVD. Presionó un botón y se
abrió. Abrí el estuche y saqué el disco, dejándolo sobre el reproductor. Devolví el estuche al estante y
regresé a la cama, sentándome junto a Edward. Él presionó el botón en el control remoto para cerrar el
reproductor de DVD, dejando el control junto a él mientras esperaba a que se cargara la película.
Empezó a desabotonar su camisa muy despacio, sacándosela y lanzándola por la habitación, así que se
quedó apenas con su camiseta interior blanca. Me miró y le sonreí, inclinándose hacia mí y
acariciando mis labios con los suyos de manera suave. “Hueles bien,” murmuró recorriendo con su
nariz mi mejilla y la parte inferior de mi mandíbula.

“Tú siempre hueles bien,” le respondí cuando él se alejó. Él rió entre dientes.

“Al igual que un rayo de sol, ¿verdad?” él preguntó bromeando, empujándome con su brazo. Yo sonreí
y me encogí de hombros.

“Y como lilas y miel,” dije. Él rió, negando con su cabeza. Se puso de pie y agarró el control remoto
mirando a la pantalla. Se quedó paralizado y se volvió, levantando una ceja hacia mí.

“¿Estás segura de que quieres ver ésta?” Preguntó. Yo lo miré confundida, preguntándome cuál era el
problema con la película y me encogí de hombros. Él hizo lo mismo y enseguida presionó el botón de
reproducción.

Edward lanzó el control remoto a la cama y caminando hasta allí, apagó la luz. Debido al espesor de
las cortinas, la habitación se oscureció considerablemente a pesar de que afuera aún había luz solar. Se
acercó a la cama y se deslizó en ella, sentándose con su espalda apoyada en el cabecero de la misma.
Se acercó a mí y me tomó del brazo, mientras yo me reía y él inclinaba mi cuerpo de tal manera que
mi cabeza quedó en su regazo. Él miró hacia abajo, a mi rostro y sonrió, tomando su mano y peinando
mi cabello con ella de manera suave. “¿Sabes que esta película está llena de escenas de sexo, drogas y
violencia, verdad?” Preguntó. Mis ojos se abrieron como platos debido a la sorpresa y él se echó a reír,
obviamente anticipando mi reacción por adelantado.

“No, no lo sabía,” le respondí. Miré hacia arriba para verlo y se encogió de hombros.

“Creo que debías haber leído la portada, ¿eh?” dijo en broma. Yo rodé mis ojos y él volvió a echarse a
reír.

La película empezó y rápidamente me di cuenta que Edward no estaba exagerando. Evidentemente


entendí por qué se llamaba “Boogie Nights” (N.T. En español sería algo como: “Noches de fiesta”) y
era acerca de un tipo que hacía videos pornográficos por dinero. Era en definitiva, una película
intensa. Me reí en algunas ocasiones y me asusté cuando se volvió violenta, pero las partes más
sorprendentes es cuando hablaban de sexo. Me encontré a mí misma sonrojándome y sintiendo cada
vez más vergüenza mientras Edward se reía. Sentí su mirada durante toda la película, y yo en
ocasiones también lo miraba, mis ojos se encontraban con los suyos de manera instantánea. Era
impresionante obsesionado de mí estaba Edward, y eso me hacía sentir un poco tímida. Pasó casi toda
la película acariciando mi cabello y mejilla o frotando mi espalda. Casi al final de la película, nos
movió de posición y se acostó junto a mí, atrayéndome a su cuerpo y envolviéndome con sus brazos
mientras veíamos el final de la película. Cuando los créditos empezaron a salir al final, agarró el
control remoto y apagó el televisor. La habitación quedó en completa oscuridad, mientras que el sol se
estaba ocultando allá afuera, finalmente. Giré mi cuerpo un poco, quedando de lado, para así poder
verlo. Él hizo lo mismo y me miró de frente.

“Estaba asustado esta mañana,” dijo suavemente. Mis ojos se abrieron ligeramente y lo miré algo
confundida, sin saber a qué se refería. Él suspiró. “Me desperté para encontrar que mi coche y mi
chica habían desaparecido. Es como si alguien hubiese destrozado todo mi mundo.”

Yo le sonreí levemente. “¿Y cuál estabas más molesto por perder”? le pregunté. Me miró por un
momento y yo me pregunté si en verdad lo estaba pensando. Se inclinó hasta mí y presionó sus labios
con los míos, abriéndolos un poco y sacando un poco su lengua para acariciar mi labio inferior. Abrí
mi boca para él, y él inclinó la cabeza a un lado, para profundizar el beso. Gimió despacio y se separó
de mí un momento después “La chica, definitivamente. Puedo comprar un nuevo coche, pero ella es
irremplazable.” Sentí un sonrojó arremolinar en mi rostro y él se echó a reír. Alzó su mano y acarició
mi mejilla con la punta de sus dedos. Gemí suavemente e incliné mi cabeza hacia su mano,
disfrutando de las chispas que provocaba su contacto. Él descansó su mano en mi mejilla y me miró
por un momento, su mirada era intensa. Había tanta emoción en sus ojos, tanto amor chispeante dentro
de sus hipnóticos ojos verdes.

“Te amo,” le susurré después de un momento. Él esbozó una sonrisa.

“Yo también te amo, la mia bella ragazza,” dijo él. Le sonreí y sentí mi sonrojo profundizarse con el
sonido del acento que usaba cuando hablaba tan suavemente en otro idioma. Aparté mi mirada de él,
ligeramente avergonzada por mi reacción al escucharlo hablar italiano, y él se echó a reír. “¿Por qué
esa reacción?” Preguntó.

Yo me encogí de hombros, mirándolo y sonriendo tímidamente. “Me gusta cuando hablas en italiano,”
dije un tanto vacilante. “Suena…” empecé diciendo para luego hacer una pausa. “…bien.” Susurré
aquella última parte, sin saber cómo describirlo. Sonaba romántico y el simple sonido de las palabras
creaba una sensación extraña dentro de mí. Sus ojos se abrieron un poco al escuchar mi confesión.

“¿En serio?” Preguntó. Asentí y él sonrió con picardía. Se acercó lo más posible a mi cuerpo, tanto así
que estaba casi presionando su cuerpo contra el mío, alzó su cabeza, trayendo sus labios a mi oído. “Ti
amo tantissimo, fin dal giorno in cui ci siamo incontrati ho sentito un sentimento speciale tra noi. Mi
hai reso felice come mai prima*.”

Cerré mis ojos y dejé escapar un suave gemido mientras su aliento golpeaba mi oído. Él hizo una
pausa, moviendo ligeramente su cabeza y acariciando su mejilla contra la mía. El incipiente vello
facial de su rostro me hizo cosquillas. “Sei la prima cosa che penso quando mi sveglio, e l'ultima
quando mi addormento. Ti amo, la mia bella ragazza*,” susurró después de un momento. Mi
respiración se detuvo y sentí un cosquilleo recorrer mi cuerpo. Abrí los ojos y se encontraron de
inmediato con los suyos. Su mirada era intensa, su expresión, sorprendente. Su respiración era algo
errática y profunda. Inclinó su cabeza hacia adelante y presionó sus labios contra los míos con fuerza,
con tanta pasión que fui empujada hacia tras ligeramente. Rodé sobre mi espalda y él se movió
conmigo, ubicándose sobre mí sin descansar su peso en mi cuerpo. Lo besé en respuesta, de la misma
manera apasionada que él estaba haciendo conmigo, queriendo que fuera capaz de sentir cuanto lo
quería, queriendo que sintiera cómo yo me sentía. Abrí mi boca para él y nuestras lenguas se
mezclaron, nuestros labios moviéndose frenéticamente. Subí un poco mis manos y me aferré a sus
hombros, tratando de atraerlo lo más posible a mí. Puso un poco más de su peso sobre mí, todavía
conteniéndolo. Gemí cuando sentí su calor corporal. Con mis manos recorrí su espalda, tratando de
sentir su piel. Era tan cálida que mis manos me picaban por tocarla, me picaban por sentirla. Encontré
el borde de su camiseta y metí mis manos debajo de ella, alzándola ligeramente en el proceso. Los
besos de Edward vacilaron por un segundo cuando sintió mis manos en su espalda desnuda, pero
aquella vacilación no duró mucho. Continuó besándome con fuerza. Estaba empezando a perder mi
aliento a causa de lo frenético que era su beso. Moví mi cabeza ligeramente, separando mis labios de
los suyos para tomar una bocanada de aire. Intenté regresar mis labios a los suyos pero antes de que
pudiera hacerlo, su boca empezó a recorrer la línea de mi mandíbula, dejando besos húmedos a su
paso. Su boca descansó en mi cuello, y empezó a besar justo allí, enviando escalofríos por mi espalda.
Mi respiración se volvió más trabajosa y recorrí con mis manos su espalda, tocando su piel con mis
dedos. Él se alejó de mi cuello rápidamente y yo me congelé cuando, abruptamente se sentó, dándome
a entender que había terminado ya y que no quería besarme más. Eso, casi hiere mis sentimientos, lo
que era tan desconcertante en sí, que estuviese interesada en hacer esto. Pero, en vez de levantarse
completamente de la cama, simplemente agarró el borde de su camiseta y la alzó para sacarla por su
cabeza rápidamente. La dejó caer por algún lado de la habitación y se dispuso a volver a su lugar junto
a mí, pero dudando a medio camino, mirando mi rostro. Lo miré, preguntándome por qué se había
detenido. Cualquier duda que él hubiese tenido, de seguro fue desechada por mi expresión, ya que sus
labios viajaron de regreso a mi cuello de inmediato. Gemí suavemente cuando sentí su aliento soplar
por aquel punto de humedad que él había creado con sus besos húmedos, las cosquillas no paraban de
recorrer mi cuerpo y morir en mi centro. Me retorcí un poco y Edward gimió mientras movía su
cuerpo contra el mío. Recorrí con mis manos su espalda y mis dedos encontraron el camino a su
cabello, recorriéndolo a través de sus desordenadas hebras. Sentí sus labios en mi oído y jadeé cuando
sentí su suave y mojada lengua recorrer el lóbulo de mi oreja. Agarré su cabello con fuerza, temblando
ante la sensación. Se sentía sorprendentemente bien, las emociones surgiendo en mí parecían casi
increíbles. Lo escuché soltar una risa ahogada debido a mi reacción mientras depositaba un suave beso
detrás de mi lóbulo, besando todo a su paso hasta llegar a mi cuello. Cambió la posición de su cuerpo
después de un segundo, moviéndose sobre mí un poco más. Se movió al otro lado de mi cuello y
empezó a besarlo. Sentí su mano descansar sobre mi rodilla y la dejó allí por un momento antes de
empezar, suavemente, a recorrer mi muslo. Me retorcí ante aquello, mi respiración se volvió más
errática, como si en verdad me estuviese costando trabajo respirar.

Edward se retiró después de un segundo, levantando su cabeza para verme. Miró fijamente mis ojos
por un momento, su mirada era intensa, como si estuviese buscando algo específico, como si estuviese
buscando una respuesta a una pregunta no formulada. Quise preguntarle qué era lo que quería saber,
quería preguntarle qué era lo que estaba buscando, pero antes de que hubiese incluso abierto la boca
para formar una palabra, él pareció encontrar una respuesta. Las comisuras de sus labios se alzaron
ligeramente y se inclinó hacia adelante, presionando sus labios contra los míos. Me besó dulcemente,
suavemente, su lengua apenas rozando mis labios y de manera suave acariciando mi lengua. Movió su
cabeza después de un segundo y yo envolví mis brazos a su alrededor fuertemente mientras él
acercaba sus labios a mi oído.

“Déjame hacerte sentir bien,” susurró, su voz temblaba por la emoción. Me estremecí cuando su
aliento golpeó mi oído. “Prometto di non danneggiarlo. Prometo no hacerte daño, nena.”

Mi cuerpo tembló y mi respiración se detuvo ante sus palabras. Mi agarre fue incluso más fuerte,
apretándolo a mi cuerpo lo más fuerte posible. Él dejó un poco más de peso sobre mi cuerpo, para
acostarse sobre mí, su mano subiendo y bajando por mi muslo. Estaba estremeciéndome por su
contacto, mi cuerpo empezaba a encenderse con un fuego que nunca antes había sentido. “Confío en
ti,” le susurré después de un momento, mi voz era entrecortada y temblaba por la anticipación. No
tenía miedo, porque de verdad confiaba en él. Confiaba en que no me haría daño. Él me amaba, le creí
cuando me lo dijo. Me protegió y nunca haría nada para violarme, nunca haría nada con lo que yo
estuviese incómoda. Levantó su cuerpo y me miró a los ojos. Yo le devolví la mirada, queriendo que
viese que hablaba en serio. Que confiaba en él y que podía tocarme, ya que sabía que no me
presionaría más lejos de lo debido.

Se inclinó hacía a mí y presionó sus labios contra los míos levemente. Se retiró un poco hacia atrás y
se inclinó hacia su mesa de noche, tomando el control remoto de su equipo de música. Presionó un
botón y la música apareció, era algo de música clásica suave. Dejó a un lado el control remoto y
volvió hasta mí. “Dime que pare en cualquier momento y lo haré, ¿de acuerdo?”, dijo suavemente, su
expresión y tono eran completamente serios.

Yo asentí. “Está bien”. Susurré. Él sonrió ligeramente y cambió su cuerpo de posición de tal manera
que estaba acostado a mi lado, mientras yo seguía recostada sobre mi espalda. Se inclinó hacia mí y
me besó de manera breve.

“Solo relájate” murmuró con sus labios sobre los míos. Llevé mis manos hacia su cabello,
entrelazándolas mientras sus labios se movían hacia abajo, besando mi cuello una vez más. Después
de un momento, sentí mi camiseta ser levantada levemente y sus manos recorrer mi estómago con
suavidad. Subió mi camiseta lo suficiente como para exponer mi estómago y cambió la posición de su
cuerpo para quedar de alguna manera, más abajo que yo en la cama. Cerré los ojos, tratando de
relajarme, y temblé cuando sentí su respiración sobre mi estómago. Empezó a dejar ligeros besos por
toda mi carne y quedé sin aliento cuando sentí su lengua meterse en mi ombligo. Eso envió cosquillas
por toda mi parte baja. Bajé mis manos, dejando una en su espalda alta, acariciando levemente su
tatuaje. La otra mano la dejé en la parte trasera de su cabeza, recorriendo con mis dedos su cabello.

Besó casi cada pulgada expuesta de mi piel que pudo encontrar. Sus manos vagaban por mi muslo, de
arriba a abajo con suavidad. Yo me estremecí, gimiendo suavemente mientras me tocaba. Levantó su
cuerpo después de un momento y tomando mi camiseta me miró. “¿Puedo”? preguntó, mirando hacia
mi camiseta brevemente. Lo miré por un momento pero asentí con algo de duda. Él asintió una vez y
removió la camiseta hacia arriba mientras yo me movía para que pudiese retirarla del todo. Él se
recostó despacio junto a mí y miró mi torso expuesto, gimiendo. Me tensé un poco, sintiéndome
tímida por lo que estaba pasando pero sin saber el porqué estaba reaccionando de esa manera. Todavía
estaba usando mi sostén, nunca había estado expuesta en frente de un hombre antes. Me miró y se
inclinó hacia adelante, besando mis labios con suavidad.

“Bella. Tan hermosa,” susurró sobre mis labios. Bajó sus labios y besó la base de mi garganta, y yo
cerré mis ojos y eché la cabeza hacia atrás para que pudiese tener mejor acceso. Besó a lo largo de mi
clavícula y en medio de mis pechos. Bajó una de sus manos después de un momento y con ella rozó
mis pechos aún cubiertos por el sostén, yo gemí. Todavía estaba besando mi piel cuando usando una
mano, la coló debajo del sostén, levantando un poco la copa del mismo. Di un grito ahogado cuando su
mano entró en contacto con mi pecho desnudo, sus dedos ligeramente rozando mi pezón. Se puso duró
bajo su toque y gemí mientras unas chispas bailaban a través de mi piel. Estiró su brazo e hizo lo
mismo con el otro pecho, levantando la copa y acariciando con sus dedos mi pezón. Él retiró su boca
de mi cuello y llevó sus manos atrás de mí rápidamente, desabrochando mi sostén. Estaba ligeramente
sorprendida por cuán rápido lo hizo, incluso yo he tenido problemas para desabrochar sostenes a
veces. Miró mi cara de sorpresa y sonrió tímidamente. Removió el sostén y lo dejó a un lado. Se
volvió sentar y miró mi pecho desnudo por un momento, su mirada me estaba empezando a poner
nerviosa. Edward era experimentando y yo no sabía que era a lo que él estaba acostumbrado, si mis
pechos eran lo suficientemente grandes o simplemente estaban bien. Miró mi rostro, viendo mi
expresión de preocupación. Suspiró y se inclinó hacia mí, besándome con suavidad.

“Eres jodidamente perfecta” dijo, llevando una de sus manos hacia abajo y tomando uno de mis
pechos. Sonreí levemente, ya que era tan propio de Edward maldecir en un momento tan dulce como
este. Regreso mi sonrisa y miró hacia abajo, fijando sus ojos en mis pechos. Llevó sus labios a ellos
después de un momento y jadeé mientras usaba su lengua, arremolinándola alrededor de uno de mis
pezones. Mi espalda se arqueó y él gruñó, usando su mano en el pecho en el cual su boca no estaba.
Dejó besos por toda la piel de mis pechos, succionando con suavidad mis pezones y jugando con ellos
con su lengua. Se sentía tan increíble, diferente a cualquier cosa que yo hubiese podido imaginar. Yo
lo tenía aferrado a mí con fuerza, apretándome a él desde su cabello y retorciéndome. Retiró su boca
de mis pechos después de un momento y empezó a besar su camino de regreso a mi cuello nuevamente
mientras su mano derecha empezaba a acariciar mi estómago nuevamente, recorriendo a través de mi
ombligo.

“Tan jodidamente hermosa,” él murmuró sobre mi piel “Il vostro corpo responde perfettamente al mio
tocco*.” Gemí y él llevó sus labios a los míos, besándome con suavidad. “¿Se siente bien, tesoro?”

Asentí, suspirando. Él sonrió un poco, mirándome a los ojos. Sus manos en mi estómago empezaron a
viajar al sur y mis ojos se abrieron con sorpresa cuando sentí sus dedos deslizarse por la cintura de
mis pantaloncillos. Él hizo una pausa con su mano allí, alzando una ceja hacia mí. “Puedes decirme
que me detenga y lo haré,” él dijo, con su voz completamente seria. “No te presionaré para ir más allá.
Pero te prometo que si permites que mi mano siga, no iré muy lejos, te prometo que no pondré nada
dentro de ti. Yo sé que no estás lista para eso. Permaneceré completamente en la parte externa.”

Yo asentí después de un momento, relajándome de nuevo. Confiaba que hablaba en serio. Él sonrió y
se inclinó hacia adelante, presionando sus labios sobre los míos nuevamente. Su mano siguió bajando,
deslizándose dentro de mis pantaloncillos. Con sus dedos recorrió suavemente la tela de mis bragas,
solo acariciándolas con suavidad. Profundizó su beso después de un momento, inclinando su cabeza y
sacando su lengua para juguetear con la mía. Escogió ese preciso momento para mover su mano
incluso más abajo, frotando sobre mis braguitas pero en medio de mis piernas, justo en el centro. Yo
jadeé y él gimió en mi boca.

“Arrapatissimo*,” Masculló sobre mis labios, su voz áspera. “Dios, estás empapada.”

Me confundí por un momento, pero antes de que en realidad pudiese formular algún pensamiento
coherente sobre lo que dijo, él presionó su mano con un poco más de fuerza y yo gemí, echando mi
cabeza hacia atrás. Sus labios fueron a mi cuello y empezó a lamer y a besar todo el camino y a través
de mi clavícula.

“Abre tus piernas un poco, nena,” él susurró. Yo dudé pero hice lo que él me pidió. Movió su mano
levemente para agarrar mi pierna y hacerla para atrás, abriéndome para darle mejor acceso. Su mano
regresó directamente al punto y yo jadeé de nuevo cuando empezó a frotarlo. Su boca fue a mis
pechos, él lamía mis pezones mientras su mano empezaba a frotar en círculos el área allí abajo,
presionándola firmemente. Las cosquillas atravesaron todo mi cuerpo, descargas de electricidad
recorrieron mis venas. Mis piernas empezaron a temblar, mi respiración se volvió errática. Jadeos y
gemidos suaves escapaban de mi garganta de manera involuntaria. Arqueé mi espalda cuando él
empezó a incrementar el ritmo en sus movimientos. Agarré las sábanas, haciendo un puño con ellas,
apretando mis ojos fuertemente. Las sensaciones eran intensas, tan intensas que apenas podía
soportarlas. Se sentía tan bien, mejor que cualquier cosa que yo hubiese alguna vez imaginado que un
simple roce podía hacerme sentir. Era como si todo mi cuerpo estuviese en llamas, las chispas
recorriendo mi sistema. Mi piel estaba sonrojada, mi cuerpo entero estaba caliente. Me preocupé por
un momento por eso, incluso me sentí algo avergonzada pero antes de que pudiera preocuparme un
poco más, él movió su mano rápidamente y lo sentí meterla dentro de mi ropa interior. Jadeé y
lloriqueé cuando sus dedos entraron en contacto con el área, sin ninguna clase de tela por medio de
ellos. Edward comenzó a gemir.

“Stupore*,” él masculló sobre mi piel, su voz era áspera. Llevó su lengua a uno de mis pechos y dibujó
con ella el área alrededor de mi pezón antes de cerrar sus labios en él y succionarlo. Gemí y dejé la
mano que tenía sobre la cama, para que encontrara su camino hacia el cabello de Edward. El gimió de
nuevo y empezó a succionar mi pezón con más fuerza, su mano en mis pantaloncillos moviéndose más
rápido y presionando más fuerte. “Solo siéntelo nena. È tutto per voi. Lo voglio venire per me*.”

Gemí cuando el italiano fue pronunciado por sus labios, su voz ronca y sus palabras entrecortadas. Él
estaba respirando con dificultad, casi tan duro como yo lo estaba haciendo. Podía sentir sus aliento
soplar sobre los puntos húmedos sobre mi piel y eso envió hormigueos en mi columna vertebral. Su
mano estaba frotando círculos desesperados en mi ropa interior y las sensaciones crecían cada vez
más. Podía sentir la presión intensificándose, la tensión creciendo y volviéndose fuerte. Empecé a
jadear y a gemir, incapaz de detenerme yo misma. Mi cuerpo parecía tener voluntad propia y empecé a
retorcerme, moviendo mis caderas. Él gimió y separó su boca de mis pechos, llevando sus labios a
encontrarse con los míos. Presionó su boca contra la mía y trajo su lengua de inmediato, besándome
profundamente y de manera frenética. Empecé a perder el aliento mientras el placer se fortaleció y me
recorrió por completo. Mis ojos se abrieron por completo cuando sentí a mi cuerpo paralizarse casi
totalmente, todo me cosquilleaba pero parecía congelado. Edward sintió a mi cuerpo tensarse y se
separó de mis labios brevemente, mirando a mis ojos. La comisura de sus labios se alzó hasta el
infinito. “Así es, la mia bella ragazza,” él susurró. Presionó mi punto más firme y yo jadeé mientras
frotaba un par de veces más. Casi de la nada, todo pareció hervir dentro de mí y mis piernas
empezaron a temblar, mi cuerpo entero se estremeció. Lloriqueé, casi hasta grité cuando, algo que
parecía una explosión, ocurrió dentro de mí, la más intensa sensación que jamás había sentido
rápidamente se disparó por mis piernas y subió a mi estómago, tan fuerte, mi espalda se arqueó y
perdí el aliento por completo. Se sintió tan bien que casi hasta dolió. Edward presionó sus labios sobre
los míos firmemente, amortiguando mis sonidos de inmediato. Yo lo envolví en mis brazos con
fuerza, aferrándome a él mientras continuaba moviendo su mano, las sensaciones continuaron
disparándose en mi interior. Se sentía como si estuviese teniendo espasmos musculares, como si mi
cuerpo entero estuviese reaccionando y trabajando por sí solo, sin ninguna ayuda de mi parte. Estaba
gimiendo y lloriqueando en su boca mientras él me sostenía fuertemente a él y dejaba salir todo lo que
tenía adentro. La sensación desapareció después de un momento, la tensión liberándose de mis
músculos. Mi lloriqueo se calmó y el beso de Edward se suavizó mientras movía un poco la mano de
ese punto. No la removió del todo, de hecho empezó a recorrer con su mano la parte exterior de mis
partes femeninas, acariciando el vello de allí abajo con suavidad.
Él removió sus labios de los míos y empezó a besar suavemente mi cuello una vez más. Alejó su mano
de allí después de un momento y empezó a acariciar mi estómago con suavidad, recorriendo con su
mano su camino hacia arriba y masajeando con cuidado mis pechos y explorando mis pezones con la
punta de sus dedos. Se movía lentamente, su roce era suave mientras yo seguía acostada muy quieta,
respirando pesadamente.

Él se echó para atrás después de un minuto o algo así, sentándose despacio para verme. Me miró a los
ojos, su expresión era intensa. Lo miré y traté de recuperar mi respiración y ponerla bajo control. Él
no decía nada, solo me miraba mientras yo empezaba a sentirme tímida nuevamente. Mi cuerpo se
sentía como una gelatina y apenas si me podía mover, cada pulgada de mí sintiéndose relajada y
exhausta. Había sido una experiencia asombrosa y estaba tratando de asimilarla, asimilar aquellas
sensaciones que me recorrieron por completo. Nunca dudé cuando me dijo que podía hacerme sentir
bien solo tocándome, pero jamás esperé tal intensidad. Una cosa es escucharlo, otra cosa es
experimentarlo.

“¿En qué estás pensando?” Le pregunté después de un momento, incapaz de aceptar su silencio ya que
me estaba poniendo ansiosa. No sabía lo que yo estaba haciendo y tampoco sabía si quizás hubiese
hecho algo mal, o si no hice algo que se suponía debía haber hecho. Me miró por un momento más
antes de que la comisura de sus labios se levantara y me sonriera con esa adorable sonrisa torcida que
él sabía hacer, aquella que siempre provocaba que mi corazón se saltara un latido. Me sentí
sonriéndole en respuesta, incapaz de contenerme. Él se rió y se inclinó, besándome suavemente.
Envolvió mi cuerpo con sus brazos, apretándome a él y rodándonos por la cama muy rápido. Me
sorprendió al principio y se echó a reír, lo que resultó en que yo también soltara una risita cuando él
recostó su espalda sobre la cama, conmigo encima de él.

“Oh, mi Bella,” dijo, su voz derramaba felicidad. “Estoy pensando en que si yo pudiese pasar el resto
de mi vida viéndote de esta manera, yo sería el maldito más feliz del planeta. Eso fue jodidamente
hermoso”.

Mis ojos se abrieron con sorpresa y me apretó con fuerza, meciendo mi cuerpo con su abrazo. Él nos
subió un poco después de un momento y se agachó, agarrando el cobertor y tirando de él hasta
cubrirnos.

Permanecimos quietos por un momento, su mano acariciando con gentileza mi espalda desnuda,
nuestros torsos desnudos presionándose mutuamente mientras él me apretaba con fuerza, la sensación
de su piel desnuda bajo la mía era increíble. Solo permanecí allí, disfrutando de las emociones, del
cosquilleo que de manera leve aún se sentía por debajo de mi piel y la sensación de calor del cuerpo de
Edward filtrándose fuera de él.

“¿Estás bien?” preguntó despacito un momento después, con algo de duda en sus palabras. Mi ceño se
frunció y levanté un poco para verlo. Me miraba con preocupación por alguna razón.

“¿Por qué no habría de estarlo?” Le pregunté confundida. Suspiró y se encogió de hombros un poco,
todavía acariciando mi espalda con su mano. Alargó su otra mano y dibujó mis labios con su dedo
índice.

“Estás callada,” dijo él. Sonreí levemente.


“Te prometo que estoy bien,” le dije, esperando con eso tranquilizarlo de que no me pasaba nada malo.
“De hecho, estoy muy bien. Muchas gracias…por eso…” murmuré, sonrojándome.

Él se rió, su expresión era alegre. “De nada, pero te aseguro, que no tienes que agradecerme. Yo puedo
hacer esa mierda en cualquier momento que desees, será mi placer hacerlo. Así que, eh…” él empezó
alzando una de sus cejas y sonriendo. “¿Lo disfrutaste?”

Yo asentí, sonrojándome aún más y sonriendo tímidamente. Edward rió entre dientes y recorrí con el
dorso de su mano, mi mejilla enrojecida. “Debo decir, que estoy bastante sorprendido de que tu rubor
se extienda a lo largo de todo tu cuerpo,” dijo él, su mano moviéndose un poco más abajo.
Recorriendo con sus dedos mi cuello y mi pecho, explorando también mis pechos. Gemí suavemente
cuando su mano entró en contacto con mi pezón, mientras se erguía de inmediato bajo su toque. Miré
hacia abajo y vi que mi pecho estaba, de hecho, sonrojado. Miré a Edward y vi que él estaba mirando
mi pecho, sus dedos haciendo círculos alrededor de mis pezones. Me hizo sentir algo nerviosa estar
frente a un hombre sin camisa, con sus ojos fijos en mi pecho. Me empecé a retorcer un poco y él me
miró al rostro.

“No seas tímida, amore mio*,” dijo suavemente. Se movió un poco de tal manera que pudo llevar
ambas manos a mis pechos para tomarlos, masajeándolos con gentileza. “Tienes un cuerpo increíble”.

Yo gemí con suavidad, dejando que mis ojos se cerraran un poco. Llevé mis manos hacia arriba y las
dejé sobre las suyas.

“Te amo, Edward Cullen,” dije suavemente. Sentí como la cama se movió y él removió sus manos de
mis pechos. Abrí los ojos y lo vi sentarse frente a mí. Envolvió mi cuerpo con sus brazos y me acercó
a él nuevamente, acostándonos sobre la cama una vez más. Me acurruqué junto a él, con mi cara en su
cuello. Dejé un beso suave cerca del hueco de su garganta y sentí su cuerpo temblar. Me di cuenta que
aquella era la primera vez que yo había besado a alguien en otro lugar que no fuese los labios e
instantáneamente me sentí mal, ya que él había repartido besos por todos lados y sus manos habían
tocado mi cuerpo entero y yo nunca había hecho algo similar con él. No tenía idea de lo que estaba
haciendo, como tratarlo, como hacerlo sentir bien. Él empezó a frotar mi espalda y besó mi cabeza.

“Te amo, Isabella Marie Swan. Sempre,” dijo él. Moví mi cabeza y lo miré, viendo cómo sus ojos se
cerraban de a poco. Ubiqué mi rostro en el hueco de su cuello, inhalando su aroma. Olía tan
asombroso, tan reconfortante.

“Sempre,” le susurré en respuesta, cerrando mis ojos. Y allí supe que era verdad. Que yo amaría a
Edward por siempre, el tiempo que yo viva. Él sería mi “siempre”.

**************
Ti amo tantissimo, fin dal giorno in cui ci siamo incontrati ho sentito un sentimento speciale tra noi =
Te amo tanto, desde el día que nos conocimos sentí una conexión contigo

Mi hai reso felice come mai prima = Me has hecho más feliz de lo que nunca he sido

Sei la prima cosa che penso quando mi sveglio, e l’ultima quando mi addormento = Eres en lo primero
que pienso cuando despierto y en lo último que pienso cuando me quedo dormido
Ti amo, la mia bella ragazza = Te amo, mi chica hermosa

Prometto di non danneggiarlo = Prometo no hacerte daño

Il vostro corpo risponde perfettamente al mio tocco = Tu cuerpo responde perfectamente a mis
caricias

Dolcezza = Dulzura/cariño

Arrapatissimo = Jerga que significa muy excitada sexualmente

Stupore = Increíble

È tutto per voi = Todo es por ti

Lo voglio venire per me = Quiero que te corras para mí

Amore mio = Mi amor

Sempre = Siempre

Capítulo 33 La Felicidad

“El amor es la condición en que la felicidad de la otra persona es esencial para la tuya propia.”--
Heinlein Robert A.

Edward Cullen
Abrí los ojos y gemí, ya que mi brazo estaba dormido y sentía como si estuvieran siendo clavadas en
él un millón de agujas simultáneamente, por algún pendejo sádico. Le eché un vistazo y vi que estaba
atrapado bajo el cuerpo de Isabella, en algún momento se había movido sobre su espalda con su
cabeza en mi hombro. Traté de sacar mi brazo de debajo de ella con cuidado y murmuró en su sueño,
rodándose de encima de mí. Di un suspiro de alivio y me senté, rodando mi hombro y flexionando mi
brazo, tratando de que fluyera de nuevo la jodida circulación.

Me quité la manta, ya que estaba jodidamente caliente en la habitación porque por alguna maldita
razón mi padre estaba manteniendo la temperatura alta en la casa, lancé mis piernas hacia el costado
de la cama. Todavía estaba usando mis vaqueros, ni siquiera me había molestado en cambiarme para
dormir, y estaba jodidamente sudoroso e incómodo. Me puse de pie, estirando mi espalda y
flexionando de nuevo mi brazo, y me acerqué a la cómoda. Abrí el cajón de en medio y saqué un par
de pantalones de pijama de franela. Caminé hacia la cama y los arrojé en el extremo de ella,
desabroché mis pantalones y bajé el cierre, quitándomelos. Me puse rápidamente los pantalones de
franela y me senté con cuidado en el extremo de la cama, mirando fijamente a Isabella.

Ella ahora estaba acurrucada con su almohada, abrazándola con fuerza. Había empujado la manta
debajo de su cintura, dejando al descubierto su espalda desnuda. Dejé que mis ojos se entretuvieran en
ella por un momento, pude ver las leves crestas de su columna vertebral y pude ver un atisbo de su
seno de lado derecho. Ella era tan jodidamente hermosa y me molestó que no lo viera. Podía ver la
aprensión en su expresión, su nerviosismo y timidez cuando permitió que su carne quedara expuesta
para mí. No soy un puto estúpido; sabía que era muy difícil para ella. Ella no había hecho esa mierda;
sabía que era el primero que alguna vez había visto sus senos así. Y joder, eran increíbles. Tan
perfectamente proporcionados, un poco más que un puño, sólo lo suficiente para ahuecar mi mano en
ellos y masajearlos y acariciar a los cabrones. Me sentí como algún maldito chico inexperto,
acariciando su primer par de tetas, pero nunca antes les había prestado mucha atención. Era algo así
como del tipo de entrar, conseguir lo mío y salir, y ocasionalmente había apretado o pellizcado uno
solamente por el placer de hacerlo, pero había algo sobre sus senos que simplemente me atraía. Eran
gallardos, sus areolas de un rosa rojizo, casi del mismo pinche color de su sonrojo. Y sus pezones eran
sensacionales y tan jodidamente sensibles a mi tacto, endureciéndose bajo las puntas de mis dedos.

Lo que vi del resto de su cuerpo era simplemente tan increíble, no estaba mintiendo cuando dije eso.
Me encantó su puto estómago, ya que era suave pero delgado, y había algo en su maldito ombligo que
me había fascinado. Y su piel era tan tersa y cremosa, el sabor de su carne era increíble con un toque
ligeramente salado en ella. No le quité las prendas de abajo, porque trataba de hacerlo lo más
confortable posible para ella, sin querer exponerla por completo. Joder, no quería presionarla
demasiado lejos, demasiado rápido y tenerla completamente desnuda. Honestamente, si le hubiera
quitado su ropa interior, tenía miedo de que no hubiera podido contenerme tanto, como si hubiera
tenido que luchar contra la pinches ganas de fisgonear. Sabía que ella no estaba preparada para eso, así
que me fui a lo seguro y sólo metí mis manos en sus bragas. Y que me jodan, si no estaba
completamente empapada, jodidamente excitada y caliente. Su vello púbico era sorprendentemente
suave, y rizado, no fuera de control pero aun así, era natural. Joder, no puedo mentir, en el pasado
siempre he preferido un coño completamente depilado, pero algo sobre sentir el pelo de Bella de ahí
abajo, esa mierda me encendió a lo grande. No pude evitar acariciar esa mierda y sentí ganas de frotar
mi mejilla contra él, queriendo frotar mi puta nariz contra su clítoris y oler su excitación, sacar mi
lengua y probar su humedad, la razón por la que la dejé con su maldita ropa interior, porque eso sería
presionarla demasiado. Sin embargo, ella olía dulce y todavía podía oler su excitación.

Y Cristo, si no era receptiva, todo su cuerpo respondió perfectamente a mi tacto. Ella realmente se
estaba poniendo jodidamente caliente y eso me excitaba más de lo que podía creer, verla sonrosarse
por su rubor de la cabeza a los pies. Se contorsionaba y retorcía, y empezó a sacudir sus caderas contra
mi mano, impresionándome con su intrepidez. Y estaba haciendo ruidos eróticos y guturales,
lloriqueando, gimiendo y quejándose en voz baja. Esos ruidos se fueron directamente a mi polla y
estaba palpitando fuera de control, estaba tan jodidamente dura que estaba goteando maldito líquido
pre seminal, pero traté de ignorarlo porque su supone que esa mierda no era para mí. Era para mi
chica, se trataba de hacerla sentir bien a ella. Y pareciera que no podía dejar de besarla, lamerla y
tocarla, simplemente deseando probar cada puñetero centímetro de piel expuesta donde pudiera poner
mi boca.

Sin embargo, jamás nada podrá igualar el haberla ayudado a experimentar su primer puto orgasmo.
Fue asombroso, la forma en que su cuerpo se tensó y comenzó a temblar mientras traspasaba a través
de ella. Ella arqueó su espalda y hubo un intervalo, de unos pocos segundos, donde estuvo casi
completamente paralizada, antes de que soltara un puto gemido gutural. Era fuerte, más fuerte de lo
que alguna vez hubiera esperado escuchar de su boca, e inmediatamente estrellé mis labios con los
suyos tratando de sofocar el sonido, porque había personas a sólo un maldito piso debajo de nosotros.
Sabía que era jodidamente estúpido de mi parte hacer esa mierda con mi padre en casa y despierto,
pero simplemente no pensé en esa mierda en el momento, lo único que importaba era hacerla sentir
bien. Y no esperaba que fuera ruidosa, pero lo fue. Y joder, ese sonido me sorprendió, me dio malditos
escalofríos, y la ayudé a sobrellevar su orgasmo, acariciándola suavemente por un rato, casi en
maldito estado de estupor por ello.

Había tenido mucho sexo en mi vida, más sexo de lo que jamás podría sentarme y calcular, y había
dado un montón de puñeteros orgasmos en los últimos años. Jamás había estado con una chica sin
hacerla venirse, era en lo que era jodidamente bueno. Pero nada, y me refiero a nada, fue alguna vez
tan jodidamente erótico y satisfactorio como ver a Isabella alcanzar la cima y explotar en el clímax.
La forma en que su rostro se contorsiono por el placer agonizante y como todo su cuerpo tembló, fue
jodidamente hermoso. Ella no puso un dedo en mi polla, pero en mi mente se sentía como si acabara
de experimentar la follada de mi vida simplemente con verla.

Sin embargo, físicamente era otra historia. Físicamente estaba en puta agonía. No estaba
acostumbrado a no ser el que se corriera.

Todavía todo era bastante impresionante, casi irreal. Me quedé sentado ahí viendo el movimiento de
su espalda descubierta a medida que respiraba profundamente en su sueño y todavía estaba tratando de
aceptar el hecho de que había redondeado rápidamente algunas malditas bases. Ni siquiera podría
decirte, que fue lo que lo provocó; simplemente parecía como si de la nada ambos supimos que era
momento de avanzar con esta mierda.

Y la forma en que ella casi se derritió cuando le hablé en italiano, fue increíble. Su carne se erizó
cuando susurré contra su piel, diciéndole cosas sexys en un idioma extranjero. Ella no podía
comprender lo que le estaba diciendo, pero simplemente pareciera como si su cuerpo lo entendió,
respondiendo adecuadamente a ello. Joder, dejaría de hablar inglés y seguiría con el italiano si ella
siempre va a responder de esa manera, eso era malditamente seguro.

La observé en silencio en la oscuridad, mi polla siguió palpitando un poco y necesitaba encontrar una
liberación pronto. Isabella empezó a murmurar dormida, obviamente soñando, y sonreí cuando
escuché mi nombre salir de sus labios. Otra vez estaba diciendo esa mierda todas las noches y todavía
era mi puta hora favorita del día, cuando me hablaba en sueños. Todavía no le había preguntado qué
era lo que soñaba que la hacía hablar de mí, pero había una pequeña parte de mí que no quería saberlo.
Tenía miedo de que fuera alguna mierda trivial y arruinara el subidón natural que conseguía con ello,
deseando como la mierda que ella en realidad estuviera fantaseando conmigo. Le eché un vistazo al
reloj de alarma colocado sobre la mesa y vi que pasaba un poco de las 2 am. Todavía estaba agotado,
pero cuando me había despertado había tenido leves destellos de mi pesadilla habitual, y no quería
cerrar los ojos justo ahora con miedo de que viniera con toda su fuerza. No quiero que esta maldita
noche quedé arruinada por otra pesadilla; estaba en la pinche novena nube y no quería tener que lidiar
con esos demonios esta noche. Me levanté después de un momento y caminé hacia la puerta en
silencio, pateando algo accidentalmente en el maldito piso y casi cayéndome. Sí, mi puta habitación se
me estaba saliendo de control, teníamos que hacer algo sobre esa mierda pronto. Tal vez la limpie
mañana y deje que ella me ayude si quiere, pero joder, no podía simplemente sentarme y pedirle que
lo hiciera por mí mientras mi perezoso culo la observa. Eso simplemente estaba malditamente mal.

Maldije cuando mi dedo gordo del pie comenzó a punzar por lo que sea que había pateado y me
acerqué a la puerta abriéndola. Salí al pasillo y cerré la puerta con suavidad, bajando las escaleras.
Llegué al vestíbulo y salté cuando levanté la vista y vi a una persona de pie en la puerta de la cocina,
agarrando mi pecho cuando mi corazón comenzó a latir con fuerza por tomarme desprevenido. No
esperaba que alguien estuviera levantado a esta puñetera hora, mucho menos a mi maldito padre.

“¡Mierda, papá!”. Dije con brusquedad. “¡Me asustaste!”. Mi padre suspiró y negó con la cabeza,
luciendo algo molesto.

“Cuida tu boca,” dijo enfáticamente. Él odia cuando digo lo que él denomina “blasfemias”, porque
evidentemente asesinar estaba jodidamente bien pero tomar el nombre del Señor en vano era un
maldito pecado que al parecer no podía tolerar. “Y tal vez, si perfeccionaras tus habilidades de
observación, la gente no te atraparía desprevenido,” añadió rápidamente. Rodé mis ojos.

“Como sea,” murmuré. Me dirigí hacia la cocina y él se hizo a un lado para dejarme pasar. Caminé
hacia el gabinete y lo abrí, sacando un vaso. Abrí el refrigerador y agarré el galón de jugo de naranja,
sacándolo y vertiendo un poco en mi vaso. Puse el galón de vuelta en el refrigerador y me giré para
ver a mi padre parado en la puerta observándome con curiosidad. Cerré la puerta del refrigerador y me
apoyé contra la encimera, tomando un trago.

“¿Insomnio?” Preguntó después de un momento, levantando las cejas. Me encogí de hombros y tomé
otro trago.

“Creo que puede decirse eso,” respondí. Él asintió con la cabeza.

“¿Son de nuevo las pesadillas?” Preguntó, su voz vacilante. Suspiré.

“Si me estás preguntando si todavía las tengo, entonces sí,” dije, molesto de que sacara esa mierda, ya
que no estaba de humor para hablar de eso justo ahora. Sin embargo, me di cuenta por su expresión,
que estaba realmente preocupado, así que traté de mantener la calma, sin querer reaccionar con
brusquedad cuando sólo estaba de ser paternal y esa mierda.

“Sabes, que puedo recetarte de nuevo Trazadona si quieres,” sugirió. Rápidamente negué con la cabeza
y tomé otro trago de mi jugo.

“¿Y ponerme todo psicótico de nuevo? No, gracias, paso,” murmuré. La última vez que probé esa
mierda me quitó las pesadillas pero empecé a actuar como el puto Guasón de Batman, riendo todo el
tiempo como un maniático sin razón y siendo temerario hasta el punto que fui casi un puto suicida.
También me jodió en lo sexual, incrementó mi deseo de tener sexo y me mantuvo constantemente
erecto, cualquier pinche cosa me excitaba, pero no importa lo que hiciera, simplemente no podía
correrme. Esa mierda era una tortura, nunca conseguí un puto alivio de ello. Él asintió como si me
hubiera entendido, y yo suspiré. “Así que, ¿por qué estás levantado, de todos modos?” Le pregunté,
antes de que pudiera decir algo más sobre mis pesadillas, porque ya no quería hablar sobre mis
problemas de mierda.
Él negó con la cabeza. “Tengo que prepararme para irme a Chicago,” dijo, la irritación volvió a su
voz. Mis ojos se abrieron un poco por la sorpresa.

“¿Ahora?” Pregunté confundido. Él asintió. “No sabía que tenías que ir a Chicago este fin de semana.”

Él se encogió de hombros. “Yo tampoco hasta hace unos veinte minutos que tu padrino llamó. Se
supone que partiría el próximo fin de semana para poder iniciar a algunos hombres, pero
evidentemente el problema con los rusos está aumentando, así que vamos a presionar para tener una
reunión este fin de semana con algunos de ellos.”

Mi ceño se frunció por la confusión. “¿Están teniendo problemas con los rusos?”

Él asintió con la cabeza. “Son hijos de puta bastante brutales. Están operando con la idea “cada uno ve
por sí mismo”, no tienen absolutamente ninguna lealtad por nadie. Es realmente lamentable que ellos
sean considerados como del crimen organizado, ya que no hay absolutamente nada de organizado en
nada de lo que ellos hacen. No tienen una jerarquía de poder, y luchan constantemente entre ellos.
Harían cualquier cosa por un dólar y es evidente que no tienen respeto por nadie, lo que es algo que
sabes que la organización no puede tolerar que continúe en nuestras calles. Ellos en realidad no son
mejores que los delincuentes callejeros comunes.”

Yo solamente me quedé mirándolo por un momento, un poco sorprendido, ya que no había escuchado
en bastante tiempo que ellos que tuvieran tantos problemas con grupos rivales. La gente tiende a
quitarse del camino de la organización por obvias razones, ya que su mano abarca bastante y no
aceptan pendejadas, así que encabronarlos era bastante estúpido. “Bueno, buena suerte y esa mierda,”
le dije, sin saber que otra mierda decir al respecto. Él se echó a reír de mi pobre respuesta, sacudiendo
la cabeza.

“Sí, gracias. Con suerte, estaré de vuelta el domingo en la noche,” dijo. Asentí, reconociendo que lo
había escuchado, y él dudó por un momento. Me observaba con curiosidad y abrió la boca como si
fuera a decir algo, pero rápidamente la cerró. Gimió y negó con la cabeza. “Que tengas un buen fin de
semana, hijo,” dijo, dándose la vuelta y saliendo de la cocina a toda prisa antes de que yo siquiera
pudiera decir algo.

Me quedé ahí parado por un momento con el ceño fruncido, mirando el lugar donde él había estado
parado, preguntándome que carajos había sido ese último pequeño intercambio. Suspiré después de un
momento, desconcertado, pero mi padre siempre era malditamente confuso, así que en realidad no era
nada nuevo. Empiné mi vaso, tomando el último sorbo de mi jugo y lo puse en el fregadero. Salí de la
cocina y comencé a subir las escaleras, viendo la puerta de la habitación de papá abierta con la luz
encendida, cuando llegué al segundo piso. Pude escuchar su voz dentro, se estaba quejando y sonaba
exasperado, pero no puede entender nada de lo que decía. Me dirigí al tercer piso y abrí la puerta de la
habitación sin hacer ruido, deslizándome al interior rápidamente. Cerré la puerta y me quedé ahí
parado por un momento, mirando hacia la cama. Isabella estaba tumbada de espaldas, su pinche pecho
desnudo completamente descubierto, ya que la manta estaba completamente a un lado. Estaba
empezando a sentirme como un maldito mirón o alguna mierda de esas, parado allí mirándola, pero
estaba hipnotizado por la vista. Sus pezones estaban erectos, piedrecitas como piel de gallina
danzaban a lo largo de su carne, e involuntariamente me encontré lamiendo mis labios, deseando
chuparlos, dar vuelta en torno a ellos con mi lengua. Mi polla se movió ante la imagen mental
mientras sangre corría de vuelta justo a esa zona, mis pantalones aumentaron. Gemí en voz baja y
sacudí la cabeza, sabiendo muy bien que cuando comenzaba a palpitar eso, no había manera de que
pudiera subirme de vuelta a la cama y volver a dormir. Mi polla me estaba gritando, encabronada por
la falta de atención que estaba recibiendo, ya que era una puta egoísta y no le gustaba ser descuidada.

Me dirigí al baño, deslizándome al interior y cerrando la puerta sin hacer ruido. La cerradura haciendo
clic se escuchó con fuerza en la puta habitación en silencio y me congelé, paranoico de que esa mierda
iba a despertar a Isabella. Escuché por un momento y no oí ni un sonido procedente de la recámara y
me relajé un poco, regañándome mentalmente por ser un puto mariquita asustado. Eché un vistazo
alrededor del baño, considerando que hacer. Pensé en meterme en la ducha, pero estaba preocupado
que el sonido del agua corriendo despertará a Isabella y ella se preguntara por qué carajos me estaba
duchando a las 2 de la mañana. Después de un momento, dije a la mierda y me apoyé contra la puerta,
imaginando que era un buen lugar ya que lo iba a hacer jodidamente rápido.

Dejé que el peso de mi cuerpo descansara en ella y estiré mis manos, tirando hacia abajo de la parte
delantera de mis pantalones y boxers. Mi polla saltó libre inmediatamente, erguida en el aire, dura
como el infierno. Envolví mi mano derecha en torno a ella, empuñándola en la parte inferior, y gemí
por la sensación. Estaba llena de sangre y palpitando hasta el punto de doler como la mierda. Se le
podía ver moverse en mi mano, necesitando fricción y liberación. Subí mi mano acariciando mi eje de
una vez, pasando mi palma por la hinchada cabeza, siseando porque estaba jodidamente sensible.
Goteaba líquido pre seminal como nunca antes y deslicé mi mano sobre él, recolectándolo en mi
palma. Bajé mi mano por mi eje lubricándolo un poco con mi semilla que ya se había derramado y
acaricié un par de veces todo el largo de mi polla. Quité mi mano después de un momento y la acerqué
a mi boca, aclarándome la garganta y escupiendo en mi palma. Se sentía asqueroso tener un escupitajo
en mi mano y esa mierda, pero todos mis lubricantes estaban en la recámara y no había puta manera
de que pudiera ir allí y tomarlos sin sentirme aún peor de lo que ya me sentía por hacer esto. Mi chica
dormía tranquilamente a unos pocos metros de mí y yo me estaba haciéndome una paja como un
maldito pervertido.

Llevé mi mano abajo y la envolví alrededor de mi polla con fuerza, acariciándola unas cuantas veces
para esparcir la lubricación. Me volví a relajar contra la puerta, subiendo y bajando mi mano a todo lo
largo de mi eje, torciendo mi mano al llegar a la punta para masajear la cabeza. Gemí suavemente y
continué acariciándola, incrementando el ritmo y empuñándola con más fuerza después de un
momento. Mi respiración empezó a acelerarse, mi ritmo cardíaco aumentando a medida que
masajeaba mi carne hinchada con un agarre firme. Estaba palpitando en mi mano; podía sentir la
sangre corriendo frenéticamente bajo la piel. Moví mi mano hacia atrás y hacia adelante, gimiendo en
voz baja cuando el placer comenzó a correr a través de mis venas. Cerré mis ojos y pensé en mi chica,
imaginándola yaciendo en mis sábanas arrugadas, su pelo castaño claro esparcido por todas partes en
la almohada. Pensé en la forma en que su cuerpo se retorció por mi toque, la forma en que sus piernas
vibraron cuando presioné mis dedos contra su clítoris, la forma en que prácticamente perdió el puto
control y se derritió para mí. La forma en que movió sus caderas, completamente excitada, su cuerpo
jodidamente desesperado porque le diera el placer que ella anhelaba tanto. Pensé en la forma en que
gritó cuando se corría, como arqueó su espalda y todo su pinche cuerpo se sonrojaba de ese hermoso
color rosa. La forma en que su rostro se retorció de placer, cuan jodidamente mojada estaba para mí.
Como olía tan jodidamente dulce como el néctar, como alguna maldita fruta prohibida que estaba
desesperado por probar. Era un hombre jodidamente hambriento y ella era una de las más grandes
exquisiteces ahí fuera, y la necesitaba. Joder, la ansiaba como nunca había ansiado nada antes. Gemí y
comencé a acariciarlo más rápido, empujando mis caderas con el movimiento de mi mano. Imaginé
sus senos, me imaginé capturando esos pezones erectos con mi boca, rozándolos suavemente con mis
dientes. Pensé en esos putos ruidos primitivos que escaparon de sus labios, esos gemidos guturales y
gruñidos y esos gritos guturales jodidamente calientes que dejó salir mientras ella explotaba en mi
mano. Pensé en cuan mojada estaba, en como su dulce calidez se filtró en mi mano mientras la frotaba
con ella.

Sentí la tensión acumularse en mí, mis músculos contraerse a medida que mi liberación se acercaba,
apreté con más fuerza e hice mis estocadas más pausadas, retorciendo mi mano y apretando con
suavidad la hinchada cabeza color púrpura. La sentí empezar a hervir bajo mi piel mientras la piel de
gallina cubría mi cuerpo, mi respiración se hizo irregular. Eché mi cabeza hacia atrás, golpeándola
contra la puerta, y cerré mis ojos con fuerza. Bombeé frenéticamente y sentí la calidez corriendo por
mis venas. Todo mi cuerpo se tensó cuando el placer se disparó a través de mi sistema y apreté los
dientes cuando mi polla comenzó a palpitar. Solté un gruñido, el sonido áspero cuando se quedó
atorado en mi garganta, y agarré con fuerza el marco de la puerta con mi mano libre mientras mi
liberación se apresuró hacia mí. Mis piernas temblaron con la intensidad con la que me vine,
atrapando con la mano la mayor parte mientras masajeaba la cabeza de mi polla. Esa mierda estaba
pegajosa y se sentía simplemente asquerosa en mi mano, pero no quería chorrear esa mierda en el
suelo y no levantarlo todo en la oscuridad y que Isabella viniera a hacer pipí o algo por la mañana y lo
descubriera. No sabría qué carajos era pero aun así, esa mierda no estaba bien.

Dejé de mover mi mano cuando la explosión se disipó y me relajé contra la puerta, completamente
agotado. Tomé unas cuantas respiraciones profundas, tratando de calmarme. Mis piernas se sentían
como si fueran jodidamente inútiles, como si no me resistirían si trataba de caminar. Mis párpados
estaban pesados y me sentí jodidamente exhausto por cuán intenso había sido ese orgasmo. Me había
estado haciendo una paja cada puto día últimamente, pero ninguna de ellas había llegado al nivel de
esta.

Mi maldita polla se movió un par de veces mientras se desinflaba. Después de un momento me quité
de la puerta y me acerqué al lavamanos, abriendo la llave del agua con la mano que no estaba
pegajosa. Lavé mis manos con un poco de jabón antibacterial y agarré una toallita, quitando el semen
y saliva de mi polla. La metí de nuevo en mis pantalones, haciendo una ligera mueca porque la puta
cosa ahora estaba sensible, y cerré la llave del agua. Me sequé las manos y caminé hacia la puerta,
dudando brevemente con mi mano en el pomo. Abrí la puerta lentamente y miré en la habitación hacia
la cama donde yacía Isabella. Ahora estaba acurrucada en una bola, luciendo jodidamente contenta.
Me acerqué a la cama y me subí junto a ella, alcanzando su espalda después de un momento para
acariciarla. Ella suspiró en sus sueños, y me deslicé acercándome a ella, envolviendo mis brazos a su
alrededor y acercándola a mí para poder abrazarla. Rápidamente caí en un sueño profundo, una vez
que estuvo de vuelta en mis brazos. Abrí mis ojos mucho más tarde y miré alrededor, la habitación
estaba levemente iluminada por la luz del sol del exterior. Eché un vistazo a mi lado, mi ceño se
frunció cuando me di cuenta que estaba jodidamente solo. Me senté rápidamente, mis ojos revisando
frenéticamente la habitación, preguntándome dónde demonios estaba ella. Miré el reloj junto a mi
cama, mis ojos se ampliaron cuando vi que eran casi las 2 pm. Nunca dormía hasta tan tarde, a menos
que realmente me hubiera jodido la noche anterior y sabía malditamente bien que mi chica no dormía
así. Ella se habrá levantado hace horas. Salí de la cama y me dirigí a la puerta, la abrí y salí al pasillo.
Me detuve en la puerta de su habitación, preguntándome si estaba allí adentro. Me pasé las manos por
mi cara un par de veces, tratando de deshacerme de la maldita confusión y despertarme mientras
trataba de escuchar sonidos en el interior. Toqué después de un momento y no escuché nada, así que
abrí la puerta para confirmar que no estaba allí. Suspiré y cerré la puerta de su habitación,
dirigiéndome a las escaleras. Llegué al segundo piso y seguí bajando las escaleras, me congelé cuando
escuché voces que se filtraban hacia arriba. Eran varias y gemí, dándome cuenta que mis hermanos y
sus malditas novias estaban abajo.

Bajé las escaleras despacio, sin ánimo de lidiar con ellos pero deseando encontrar a Isabella, y me
detuve cuando llegué al vestíbulo. Escuché la risa familiar sonar desde la sala de estar y mis ojos se
ampliaron por la sorpresa, cuando me di cuenta que Isabella estaba allí con ellos, charlando y riendo.
Caminé en esa dirección y vi a Isabella parada en el borde de la habitación, de espaldas a mí. Todos
los demás estaban holgazaneando por ahí, y tenían la televisión encendida pasando un episodio del
puñetero Jeopardy, como de costumbre. Rose me vio cuando me acerqué y sonrió con suficiencia, con
esa puta mirada en su rostro que tiene usualmente cuando esta de humor para ser una pinche perra
conmigo. Rodé los ojos y caminé hacia Isabella, acercándome por detrás de ella. Envolví mis brazos
alrededor de su cintura y la apreté hacia mí. Suspirando satisfecho por su calor corporal. Ella se tensó
por la sorpresa, obviamente, sin saber que yo estaba allí, pero se relajó un poco cuando cayó en cuenta
que sólo era yo.

“Buenos días, la mia bella ragazza,” murmuré, mis labios cerca de su oído. Ella sonrió, pero antes de
que pudiera responder, tiré de ella hacia la silla más cercana. La asusté, pero se rió un poco cuando me
senté, atrayéndola a mi regazo. Cerré los ojos y la apreté contra mí, apoyando mi mejilla en su hombro
con mi rostro en su cuello. Inhalé profundamente, oliendo su embriagador aroma afrutado ya que
evidentemente había tomado una puta ducha esta mañana, inclinándome para presionar un pequeño
beso en su cuello. Ella se aferró con sus manos a mis brazos que estaban envueltos a su alrededor y se
estremeció cuando mis labios encontraron su piel. Abrí los ojos y levanté la vista para encontrarme
con cuatro pares de ojos mirando directamente hacia mí, con expresiones atónitas en sus putas caras.
Supongo, a juzgar por la miradas que me estaban dando, que no esperaban que demostrara tanto mis
pinches sentimientos por mi chica con ellos alrededor.

Rodé los ojos y me retiré del cuello de Isabella. “No me den esas malditas miradas, sé que todos
ustedes, hijos de puta, ya saben,” les dije. Tan pronto como las palabras salieron de mis labios, Alice
tenía la sonrisa más grande en su cara que jamás había visto. Gemí y negué con la cabeza,
reclinándome en la silla y atrayendo a Isabella aún más hacia mí, manteniendo mis brazos envueltos
en torno a ella con fuerza. Era un poco más baja que yo y su cabeza vino a apoyarse en mi pecho.
Incliné mi cabeza y besé la cima de la suya brevemente antes de descansar mi mejilla en ella.

“Una cosa es saberlo, hermano, y otra verlo de verdad,” dijo Emmett, sacudiendo su cabeza. Se echó a
reír después de un segundo. “Pero realmente es bueno verlo, te diré.”

“Sí, bueno, es jodidamente bueno sentirlo,” dije. Él sonrió con suficiencia y asintió, obviamente
comprendiendo. Yo le había estado diciendo mierdas sobre que era un mariquita desde que comenzó a
salir con Rosalie, y ahora me encontraba haciendo la misma mierda por la que le había dicho esas
pendejadas.

“¿Quién carajos eres tú y que has hecho con el pendejo de corazón frío que solía vivir aquí?” Rosalie
preguntó inmediatamente, levantando sus cejas y sonriendo con burla. Yo le rodé los ojos.

“Ciucciami il cazzo*, perra,” le dije molesto. Joder, estaba teniendo una bonita mañana y ella iba a
arruinar mi estado de ánimo con su mala leche. Sentí que Isabella respingó cuando sus rudas palabras
salieron volando de su boca. Comencé a frotar en círculos en su costado donde mi mano estaba
descansando, tratando de relajarla un poco.

“¿Chupar tu polla, Cullen?” Escupió Rosalie. “No tocaría esa pinche cosa ni con la boca de Tanya
Denali. No se sabe cuáles enfermedades de mierda tienes recorriéndote con tantas golfas con las que
has follado por ahí. Eres un puto, así de simple, y una perra tendría que ser estúpida para estar alguna
vez contigo con tu historia.”

Cualquier seguridad que mi abrazo le estaba proporcionando a Isabella, se deshizo por completo
cuando esas malditas palabras fueron registradas por ella. Se tensó por completo, su cuerpo
jodidamente rígido se sentía como si estuviera hecha de piedra. Rápidamente me enderecé un poco,
encabronado, e Isabella trató de pararse de mi regazo. La agarré con fuerza, manteniendo mis brazos a
su alrededor, sin querer que las pinches palabras de Rosalie la hicieran huir de mí. Joder, yo la amaba
y ella tenía que saberlo, ella no podía permitir que una cabrona como Rosalie Lilian Hale estropeara
esa mierda.

Isabella agarró mis brazos con fuerza y trató de quitarse mis puñeteros brazos de encima y vacilé, sin
querer que se levantara. “Por favor, déjame ir, Edward,” dijo después de un segundo, hablando en voz
baja. Su voz temblaba y yo gemí, sabiendo que no podía detenerla en contra de su voluntad. Quité mis
brazos y ella se levantó rápidamente de un salto, saliendo prácticamente disparada de la puta
habitación. Gruñí y me pasé las manos por el pelo, mirando furioso a Rosalie, encabronado de que
hubiera dicho esa mierda enfrente de Isabella. Mis manos temblaban y mi temperamento se enardeció
a medida que escuchaba los pasos de Isabella en las escaleras, subiéndolos rápidamente.

Rosalie sólo se me quedó mirando, luciendo casi jodidamente satisfecha de sí misma, y nadie le dijo
una mierda, porque por supuesto nadie, jamás, le llamaba la atención a Rosalie por ser una perra, pero
esta vez había ido demasiado lejos por haber ofendido a mi chica. Estallé. “Eres una pinche perra,
¿sabías? A mí puedes decirme todas las pendejadas que quieras, puedo soportarlo y atacarte de vuelta,
pero no tienes puto derecho a hacer lo que acabas de hacer. Sabes malditamente bien que estoy limpio
y que mi sentimientos son jodidamente diferentes con ella, pero aun así, te sientas ahí y escupes esa
mierda y tratas de hacerle creer que no soy nada más que un puto error. ¡Eso no está bien! Ella no es
como nosotros Rosalie, no puedes hacer esa pinche mierda con ella, y si no puedes respetar eso y darle
un poco de maldita cortesía en su propia casa de mierda, joder, tal vez no deberías venir,” le escupí,
mirándola fijamente. Sus ojos se abrieron un poco, supongo que sorprendida de que le estuviera
llamando la atención, y ella miró a su novio. Él estaba mirando fijamente hacia el frente, luciendo
absorto en sus pensamientos y después de un segundo se volvió para mirarla.

“Deberías ir a disculparte, Rose,” dijo finalmente. Parecía indignada y se le quedó mirando a Emmett
con incredulidad. Él vio su expresión y sacudió la cabeza, suspirando. “Edward tiene razón, joder,
sabes que te amo, nena, y me encanta tu descaro, pero no puedes decir mierdas como esas cuando se
trata de esa chica y esperar que se le resbale. Ella ya lidia con suficiente mierda, no necesita gente que
le meta ideas en la cabeza que arruine la única cosa medio decente que tiene a su favor. Edward puede
tener un pasado turbio, pero incluso tú tienes que admitir que ese cabrón ha cambiado por ella.”

Rose se le quedó mirando a Emmett atónita por un momento, obviamente jodidamente sorprendida
por el hecho de que él estaba en contra de ella en algo. Emmett siempre estaba de su lado en mierdas,
la dejaba que se saliera con la suya en todo y nunca le llamaba la atención por sus pendejadas.
Comprendió que él iba en serio después de un momento y volvió su cabeza hacia mí, estrechando
levemente sus ojos y frunciendo el ceño. Le sonreí con suficiencia, siendo un pendejo y regodeándome
porque era malditamente cierto que yo tenía razón en esto. Ella rodó los ojos y resopló, levantándose
de un salto y saliendo furiosa de la habitación, pisando fuerte de manera que el sonido de sus tacones
resonaba con fuerza a través de todo el primer piso. Suspiré y negué con la cabeza cuando la escuché
empezar a subir las escaleras, volviéndome a Emmett.

“Será mejor que sea jodidamente amable con ella allá arriba,” le dije con seriedad. Emmett asintió.

“Lo será. Ella puede ser dura, pero sabes que Rose no es una mala persona,” dijo, su voz sonaba
arrepentida. Pasé mi mano por mi pelo y asentí, suspirando. Nos quedamos todos por ahí sentados en
un jodido silencio incómodo por un rato, sin que ninguno de nosotros supiera qué carajos decir. Yo
estaba preocupado por las pendejadas que Rosalie le estaría escupiendo a Isabella allá arriba y el resto
de ellos lucían jodidamente avergonzados por lo ocurrido y preocupados por lo que podría estar
sucediendo.

“Soy una mala amiga,” dijo Alice después de un momento. Levanté la vista y vi que ella estaba
frunciendo el ceño. Me miró, sus ojos apagados, sin ese brillo de entusiasmo que ella normalmente
tenía, había desaparecido. “Le dije que seríamos buenas amigas cuando la conocí por primera vez, y
nunca estoy ahí para ella. Ni siquiera los defendí cuando Rosalie te hizo menos, ¿qué clase de amiga
soy? Apuesto a que podría necesitar una buena amiga, algo de charla de chicas.”

Suspiré y asentí con la cabeza e iba a hablar, porque una cosa que le faltaba a Isabella era una buena
amiga con quién hablar, pero la risa atronadora de Emmett me interrumpió. Todos lo miramos
confundidos, preguntándonos que carajos era tan gracioso. Él sacudió la cabeza después de un
momento, sin dejar de reír. “Sí, estoy seguro que definitivamente podría necesitar una charla de chicas
después de lo de anoche,” dijo, mirándome con una expresión divertida. Mis ojos se ampliaron y me
quedé mirándolo, sabiendo inmediatamente que de alguna manera el hijo de puta sabía.

“¿Qué pasó anoche?” Dijo Alice, mirando hacia mí. Yo la miré a ella, manteniendo mi expresión
calmada y me encogí de hombros, fingiendo ignorancia. Le reduje mis ojos a Emmett, dándole una
mirada que claramente decía que mantuviera su puta boca cerrada, pero sabía que no serviría.

Él se rió de nuevo. “Sí, Edward, ¿qué pasó anoche?” Preguntó divertido.

“Vaffanculo*,” dije, mi pinche tono totalmente en serio.

Para nada encontré todo esto malditamente divertido.

Él se echó a reír, disfrutando de mi molestia. “Awww, vamos. No seas así, hermano. Todos somos
familia aquí. Entonces, ¿tú, eh, tú sabes… sverginare*?” Mis ojos se estrecharon, mi ira aumentó
vertiginosamente cuando me preguntó si la había desvirgado.

“¡No, no lo hiciste!” Dijo Jasper sorprendido, volviéndose para mirarme con los ojos abiertos como
platos. Gruñí y rodé los ojos.

“No, no lo hice. Cristo, déjenme jodidamente en paz,” espeté.

Emmett se echó a reír. “Entonces, ¿qué fue eso?” Preguntó. “Porque estoy seguro como la mierda que
la escuché gritando y no era por miedo, te puedo asegurar.”

“¿La escuchaste?” Pregunté vacilante. Él asintió con entusiasmo y gemí, sintiendo un poco de pánico
en mi pecho. Si él había escuchado esa mierda, ¿también mi padre? ¿Es por eso que él estaba actuando
tan jodidamente raro esta mañana?

“Sí, pero fue sólo porque estaba en el tercer piso. Estaba buscando para ver si teníamos una copia del
libro “El Gran Mar de los Sargazos” en la biblioteca, porque olvidé el mío en la escuela y se supone
que tengo que tener leída esa mierda para el lunes. Pero sí, escuché esa mierda en el pinche pasillo.
También me asustó como la mierda,” dijo entre risas.

Gruñí rodando los ojos. “¿De verdad crees que ella estaría cómoda con que sepas sobre su maldita
vida sexual?” Pregunté con fastidio, levantándole una ceja, con la puta esperanza que dejara el tema.
Su sonrisa de suficiencia sólo creció en respuesta.

“Así es que, ¿ahora tiene una?” Preguntó. “Una vida sexual, quiero decir,” lo fulminé con la mirada,
furioso de que me estuviera cuestionando y presionándome sobre el tema, sin tener la intención de
siquiera darle gusto con una puta respuesta.

“Entonces, ustedes chicos…”Alice comenzó, vacilante. “¿Cachondearon? Me refiero a que tú, tú


sabes…”

Rodé los ojos por su línea de cuestionamiento. “Sólo la toqué, ¿de acuerdo? Así que, sólo déjenlo ya,”
dije. Ella sonrió alegremente y llevó su mano hacia arriba, pretendiendo cerrar sus labios con un
cierre. Suspiré y negué con la cabeza. “Y les agradecería si ninguno de ustedes cabrones se burlan de
ella al respecto, porque ya es lo suficientemente tímida,” dije, poniéndome de pie y mirando a mis
hermanos. Ambos lanzaron sus manos hacia arriba en un signo de honor de los exploradores,
mirándose el uno al otro y riéndose. Negué con la cabeza, a veces podían ser unos putos idiotas.

Me di la vuelta para salir de la habitación, queriendo revisar a Isabella porque había estado arriba con
Rosalie por bastante jodido tiempo, cuando Alice se levantó de un salto y corrió hacia mí. Me congelé,
jodidamente confundido y sorprendido cuando envolvió sus minúsculos brazos alrededor de mí y me
apretó tan fuerte como pudo. Me reí entre dientes y le di unas palmaditas en la espalda.

“¿Y eso por qué fue, enana?” Le pregunté. Ella se apartó de mí y sonrió, mirándome. Estaba atónito
cuando vi que sus putos ojos estaban vidriosos y estaba a punto de chillar.

“Por ser tan bueno con ella,” dijo en voz baja, totalmente en serio. Me eché a reír.

“No tienes por qué abrazarme por eso. Mierda, probablemente ella es la que puede necesitar el abrazo
por tener que aguantar mi culo,” dije. Alice se echó a reír.

“No eres tan malo,” dijo, pegándome ligeramente en el brazo. Rodé mis ojos y sonreí.

“Gracias, enanita,” le dije. Le froté la espalda brevemente y me volví a dar la vuelta, dirigiéndome a
las escaleras. Las subí rápidamente y pasé la mano por mi pelo, dudando cuando llegué al tercer piso.
Lentamente me acerqué a la puerta de la habitación de Isabella y me quedé allí, escuchando. Podía
escuchar susurros en el interior, pero no puede entender nada de lo que decían, pero al menos no eran
pinches gritos. Después de un momento, suspiré y levanté mi mano para tocar, sintiéndome como un
maldito idiota, sólo parado allí en el pasillo y queriendo asegurarme que la mierda estaba bien
adentro. Antes de que pudiera tocar la maldita puerta, se abrió rápidamente, de manera tan abrupta que
me asustó, y me encontré cara a cara con Rose. Me entrecerró un poco los ojos y la miré con rabia,
porque simplemente esa es la mierda que Rose y yo hacíamos. Nos dábamos miradas del mal el uno al
otro.

“Qué, joder, ¿estás espiando?” Preguntó. “¿No crees que ella se puede cuidar sola?” Yo le rodé los
ojos.

“No, sólo me estoy asegurando que no trajiste tus malditos monos voladores contigo, bruja,” le dije.
(N.T. Monos voladores o Winged monkeys son personajes del “El Mago de Oz” que han ocupado su
lugar propio en la cultura popular, regularmente se hace referencia a ellos en situaciones cómicas o
irónicas como una fuente del mal o miedo) Por un momento me fulminó con la mirada, tratando de
mantener su expresión seria, pero después de un segundo esbozó una sonrisa.

“Vete a la mierda, Cullen,” dijo, sacudiendo la cabeza. Sonreí con suficiencia.

“Tú también vete a la mierda, Hale.”

Ella pasó rozándome y movió rápidamente hacia afuera su codo pero lo esquivé saliendo de su camino
para que no pudiera golpearme. Negué con la cabeza y entré en la habitación de Isabella,
deteniéndome cuando la vi parada frente a su cama. Ella se veía toda incómoda y linda, sonriendo
tímidamente mientras me miraba. Estaba haciendo girar sus pulgares, entrelazando sus dedos frente a
ella con nerviosismo.

Yo sonreí y cerré su puerta suavemente detrás de mí.

“¿Estás bien?” Le pregunté, alzando las cejas. No parecía molesta, pero nunca sabía esa mierda con
ella, ya que era bastante buena ocultando sus emociones. Asintió con entusiasmo y me reí entre
dientes. Me le quedé viendo por un momento y se removió un poco, parecía ansiosa. Avancé
lentamente hacia ella y me observó, sonriendo. El rubor se deslizó a sus mejillas y desvió su mirada
cuando llegué lo suficientemente cerca como para tocarla. Mi ceño se frunció brevemente, confundido
por su reacción pero ella me volvió a mirar después de un segundo y llevó su labio inferior a su boca,
masticándolo con nerviosismo. La miré a los ojos y vi la emoción, la felicidad y la leve aprensión, y
caí en cuenta, ella estaba pensando en lo que pasó anoche.

Le sonreí y pasé mi mano por mi pelo, sacudiendo mi cabeza. Extendí mis brazos y los envolví a su
alrededor, atrayéndola después de un momento en un abrazo. Ella apoyó su cabeza contra mi pecho y
me apretó de vuelta.

“Mi Bella, realmente eres asombrosa,” susurré. Se apartó para mirarme, puro asombro en sus ojos.

“¿De verdad crees eso?” me preguntó, su pinche voz sonando rebosante de alegría. Me reí entre
dientes y de nuevo la atraje a mí con fuerza, meciéndonos en un abrazo.

“Por supuesto que digo esa mierda en serio, nena,” le dije. Dio unas risitas, el sonido tan
despreocupado y feliz que hizo que mi pecho se hinchara de nuevo con toda esa puta satisfacción.
Amaba cuando hacía feliz a mi chica. Me aparté un poco de ella y la miré a los ojos, sólo disfrutando
de toda la emoción creciendo en ellos. Me incliné hacia adelante y presioné mis labios con los suyos
con suavidad, y ella los separó, sacando su lengua y rozándola a través de mi labio inferior. Me reí
entre dientes contra su boca, sorprendido por su audacia y abrí mi boca para ella. Saqué mi lengua
para mezclarla con la suya, besándola con profundidad y apasionadamente. Después de un momento,
apartó su cabeza, sonrojada y respirando pesadamente.

“Wow,” dijo, sin aliento. Le sonreí con suficiencia y asentí.

“¿Qué tal si nos vestimos y hacemos algo?” Sugerí. Mi puta habitación podía esperar, hoy ella
merecía que la llevara a algún lado y que le diera gusto. Sus ojos se abrieron un poco.

“¿Cómo qué?” Preguntó. Me encogí de hombros.

“Lo que sea que quieras hacer,” le dije. Realmente me importaba una mierda lo que hiciéramos,
siempre y cuando pasáramos algo de tiempo juntos lejos de la maldita casa. “Podríamos ir al cine, o al
parque, o a dónde sea. Tal vez cenar algo,” sugerí. No tenía ni puta idea de lo que la gente hacía para
divertirse, ya que lo más cercano que llegué a una jodida cita antes de que ella llegara a mi vida fue
pasar por el maldito autoservicio del restaurante de comida rápida de camino a dejar a una perra
después de follármela. Sí, era un pendejo, e incluso la hacía comprarse su propia comida de mierda.

Ella se me quedó mirando con una extraña expresión en su rostro. “Como, ¿en público?” Dijo
vacilante después de un momento. Me eché a reír y asentí, preguntándome a qué carajos pensó ella
que me refería. Se me quedó viendo un momento más antes de sonreír y asentir. “Está bien,” dijo.
“Yo, eh… me voy a vestir.”

Sonreí. “Tómate tu tiempo, de todos modos me tengo que duchar,” le dije. Me sentía asqueroso, sin
haberme duchado, tomando en cuenta que me había corrido en el baño ayer en la noche y sudado como
un maldito cerdo mientras dormía. No me había visto en un espejo, pero imaginaba que mi puto pelo
estaba para todos lados y mi piel estaba desaseada.

“Está bien,” dijo, asintiendo levemente. Sus ojos brillaban y puedo decir que estaba tratando de
contener su emoción. Me le quedé viendo por un momento, sonriendo y mirando fijamente a esos
hermosos ojos suyos, asombrado de como algo tan jodidamente trivial como una película, podía
hacerla iluminarse tanto. Humedecí mis labios y me incliné hacia adelante, presionando los suyos
suavemente.

“Volveré,” le dije en voz baja. Ella sonrío y me di la vuelta para salir de su habitación. Me quité la
ropa, arrojándolas sobre la pila de ropa al otro lado de la habitación y entré al baño. Abrí la llave del
agua caliente y entré bajo el agua, lavando mi cuerpo rápidamente. Me lavé el pelo y cerré la llave,
saliendo de la ducha y secándome. Envolví la toalla alrededor de mi cintura y entré a la recamara,
mirando en mi armario.

Me quedé ahí parado por un momento, mirando la ropa, considerando que usar como una maldita niña
remilgada. Quería verme bien para ella, y joder, nunca antes había tratado de lucir bien porque esa
mierda sólo pasaba naturalmente, pero sentía como si tuviera que poner un poco más de esfuerzo en
esa mierda por ella, porque era importante para mí. Esto era como nuestra pinche primera cita o algo
así, y tal vez no contaba porque se me estaba facilitando mucho ya que era el pinche mediodía y no le
estaba trayendo unas putas flores o conociendo a sus malditos padres, pero aun así se sentía especial.

Saqué un par de boxers y una camiseta sin mangas de mi tocador, dejando caer la toalla y
poniéndomelos. Agarré unos vaqueros de color azul oscuro, ajados y descoloridos y me los puse,
poniéndome un cinturón negro para evitar que las mierdas se caigan. Saqué una camisa verde de
manga larga con botones del armario y me la puse, porque el verde era su color favorito y sabía que le
gustaría esa mierda ya que resaltaba el color de mis ojos, o algo así dijo la pinche Alice que hacía,
como sea. Me quedé con algunos botones de la parte superior desabrochados y enrollé las mangas
hacia arriba porque de lo contrario me sentía sofocado. Me puse un par de botas negras y entré en el
baño, mirándome en el espejo. Me veía bien, como siempre, no es como si alguna vez lo hubiera
dudado, pero como sea.

Me lavé los dientes y me rocié con colonia, deseando oler bien para mi chica. Es decir, evidentemente
a ella le gustaba mi olor natural jodidamente soleado, pero aun así, puse algo de esfuerzo en esa
mierda. Me quedé mirando mi cabello por un momento, pero me encogí de hombros y dije a la
chingada porque no había nada que pudiera hacer por esa mierda. Me pasé los dedos por él y sólo lo
dejé hacer lo suyo.

Agarré mis llaves, mi teléfono y mi iPod deslizándolos en mi bolsillo, y me puse mi reloj. Salí al
pasillo y levanté la vista, notando que la puerta de Isabella estaba abierta. Me congelé cuando la vi
parada en la entrada, mis ojos inmediatamente recorrieron el largo de su cuerpo. Llevaba unos
vaqueros ligeramente de vestir, los cuales estaban jodidamente ajustados y un suéter con rayas azules
y canela. Llevaba un par de botas color canela y estaba ahí parada, inquieta y mirándome nerviosa. Le
sonreí con suficiencia y ella sonrió tímidamente.

“¿Yo, eh… me veo bien?” Preguntó vacilante. “Quiero decir, no sé cómo ponerme maquillaje u otras
cosas.”

Me le quedé mirando sorprendido por un momento, atónito de que ella pensara que lo necesitaba.
“Bien, no te hace justicia, y no necesitas maquillaje. Tú, Isabela, eres naturalmente splendido,” dije.
Sus ojos se abrieron un poco.

“¿Qué significa eso?” Preguntó vacilante, como si casi tuviera miedo de la respuesta. Me eché a reír.

“Espléndida. Magnífica. Preciosa. ¿Hace falta que siga?” Pregunté, levantándole una ceja. Se ruborizó
y negó con la cabeza.

“Gracias. Tú, eh… te ves de verdad guapo. Siempre es así,” dijo con nerviosismo. Fue jodidamente
dulce que me estuviera haciendo un cumplido, y me sentí bien de escuchar que ella me encontraba
atractivo, no es como si dudara esa mierda, pero aun así era bueno escucharla decir esas palabras. Me
reí entre dientes de su nerviosismo, porque ella era simplemente jodidamente linda y tomé su mano.
Ella tomó la mía con cautela, entrelazando nuestros dedos y sonriendo.

“¿Nos vamos?” Pregunté, haciendo una seña con la cabeza hacia las escaleras. Ella asintió y me volví
llevándola abajo. Llegamos al vestíbulo y ella iba a apartar su mano de la mía ya que mis hermanos y
sus novias todavía estaban en el primer piso, pero yo la sujeté con fuerza. Me dirigí directamente a la
puerta principal, pero antes de que pudiéramos escabullirnos sin ser detectados Jasper salió de la
cocina. Él se paró en seco y nos miró y me detuve, dando un suspiro.
“¿A dónde van?” Preguntó, mirando entre Isabella y yo. Su mirada vino a posarse en nuestras manos
unidas y sonrió levemente.

“Tengo una cita con una chica hermosa,” le dije, sonriendo con complicidad. Llevé nuestras manos a
mi boca y besé el dorso de la mano de ella con suavidad. Isabella se sonrojó y Jasper se echó a reír.

“Bueno, chicos tengan cuidado y diviértanse,” dijo con voz de adulto con tono burlón antes de reírse y
negar con la cabeza. Le rodé los ojos, pero me reí y asentí. La saqué por la puerta principal antes de
que alguien más nos pudiera detener y quisieran echarse una puta charla, esos entrometidos hijos de
puta.

La ayudé a entrar al coche y rodeé subiendo en el asiento del conductor. Gemí cuando el asiento estaba
más atrás de donde lo mantenía, confundido por un momento antes de que cayera en cuenta que mi
pinche padre fue el último en conducirlo. “¿Tenía que joder mi asiento?” Dije con irritación, tratando
de volver a ponerlo como me gustaba. Era delicado con esa mierda, me había llevado casi 20 malditos
minutos que quedara perfecto, cuando obtuve el coche por primera vez. Isabella se rió y mi cabeza se
movió rápidamente en su dirección, fulminándola con la mirada, inmediatamente jodidamente irritado
de que se estuviera riendo de mí.

“Joder, ¿te parece gracioso?” Pregunté, mi tono más duro de lo que intentaba que saliera. Ella dejó de
reír de inmediato, poniendo su rostro al instante carente de expresión. Gemí y relajé mi expresión,
negando con la cabeza por el puto hecho de que le había hablado de una manera tan brusca y sin
maldita razón. Estaba seguro de tener un buen puñetero comienzo. “Lo siento, odio cuando la gente
jode con mi mierda,” le dije en tono de disculpa. Ella sonrió levemente.

“No tienes que dar explicaciones. Soy muy consciente de que eres quisquilloso, ¿recuerdas?” Dijo, en
broma. Rodé mis ojos y seguí jodiendo con mi asiento, tratando de ponerlo bien. Ella sólo se quedó
ahí sentada esperando, sin señales de impaciencia, lo cual apreciaba porque no había maldita forma de
que pudiera conducir a ningún lado con un asiento incómodo. Finalmente lo puse bien y lo fijé,
poniéndome mi cinturón de seguridad y encendiendo el coche. Rápidamente lo eché en reversa y lo
giré rápidamente, poniéndolo en marcha y bajando por el camino de entrada.

Llegué a la carretera principal y saqué mi iPod, conectándolo. Empecé a desplazarme a través de la


música hasta que encontré algo un poco animado y me volví para mirar a Isabella. Ella estaba mirando
por la ventana lateral, viéndose entretenida con una pequeña sonrisa tocando sus labios. Negué con la
cabeza y estiré mi mano, agarrando la suya. Uní nuestros dedos y los llevé hacia arriba besando de
nuevo el dorso de su mano suavemente. “¿Sabes? No sé cómo con lo jodida que estás me aguantas
tesoro. Puedo ser un verdadero pendejo. Creo que en lo único que soy bueno, es dando orgasmos.” Sus
ojos se abrieron como platos y me miró con la boca abierta, atónita, sus mejillas enrojecidas. Me eché
a reír por su reacción, sacudiendo mi cabeza. “¿Sabes? Puedo darte uno ahora mismo, todo lo que
tienes que hacer es desabrochar con rapidez esos vaqueros para mí,” le dije bromeando, guiñándole un
ojo. Ella se me quedó mirando y sus ojos se ampliaron aún más, lo que a su vez me hizo reír con más
fuerza. Empezó a chisporrotear palabras, desvariando con nerviosismo. Levanté nuestras manos
entrelazadas y presioné mi dedo índice en sus labios diciéndole en silencio que se callara. “Solo estoy
bromeando. Bueno, me refiero a que realmente podría hacerlo, no hay duda de ello. Pero solo estoy
jugando contigo.”

Aparté mi mano de su boca y ella sonrió con timidez. “Tal vez algún día,” murmuró. Yo le sonreí con
complicidad.

“Sigues con tu mente abierta, eso es genial. Debo haber hecho un maldito buen trabajo entonces,” le
dije, todavía bromeando. Su sonrisa creció y apartó su mirada de mí, volviendo su atención al paisaje
que pasaba velozmente. Todavía estaba ruborizada y llevó su labio inferior al interior de su boca,
aunque por ello sabía que su mente todavía estaba concentrada en lo que pasó anoche. Estaba feliz de
que le hubiera gustado esa mierda, de que pudiera hacer algo así por ella, de que podía hacerla sentir
bien. Ella se merecía un poco de placer en su vida.

Viajamos en relativo silencio por un tiempo, sólo tomados de la mano escuchando la música.
Charlamos de tonterías, sólo diciendo pendejadas sobre temas neutrales. Ella nunca dejó de
sorprenderme con su inteligencia, su conocimiento de mierdas de las que no debería saber nada. Era
naturalmente inteligente y sabía que si se le daba la oportunidad, joder, ella podría realmente brillar y
florecer.

Llegamos a Port Angeles y conduje directamente al restaurante italiano. Descendí la velocidad y me


iba a detener en el estacionamiento, pero mi mirada inmediatamente descendió en el Honda negro con
pegatinas de color rosa y los jodidos collares de cuentas y flores de Mardi Gras que colgaban del
espejo retrovisor. Aceleré de nuevo y continué, pasando el restaurante, sabiendo que no podíamos ir a
comer ahí si la pinche Lauren estaba allí. Esa perra tenía la boca demasiado grande y ya una vez había
contado el chisme. Fue afortunada de que mi padre no me hubiera dicho una mierda sobre el beso que
Isabella y yo compartimos en Halloween, ya que los cabrones de la escuela todavía sacaban esa
mierda por ella. Isabella me lanzó una rápida mirada, luciendo un poco confundida por mi decisión de
último segundo de pasar el restaurante, pero no me preguntó sobre ello.

Después de un momento, di una vuelta en U y volví, estacionándome en el restaurante de carnes junto


a La Bella Italia. Me sentí como un puto pendejo al tener que hacer eso, pero estacioné el coche a la
vuelta de la esquina, de modo que Lauren no viera la mierda cuando saliera. Apagué el motor y Bella
se volvió hacia mí, sonriendo levemente.

“Conoces a alguien ahí, ¿no es cierto?” Preguntó en voz baja, asintiendo con la cabeza hacia La Bella
Italia. Suspiré y me pasé la mano por mi pelo con nerviosismo, sabiendo que me había descubierto
pero sin querer que tuviera la jodida idea equivocada de ello.

“Sí. Quiero decir, normalmente no me importaría, y no quiero que pienses que es porque no quiero que
me vean contigo, porque lo quiero. Joder, te amo y alardearía de esa mierda si pudiera. Es sólo que,
ella es una perra y tiene una maldita boca grande y…” Empecé a divagar. Isabella levantó su mano
rápidamente, colocando su dedo índice contra mis labios, justo como yo le había hecho a ella. Me
congelé y cerré la maldita boca, sorprendido de que tuviera las putas agallas para hacer eso, sabiendo
cómo podría ser mi temperamento.

“No necesitas explicarte,” dijo en voz baja. Asentí con la cabeza y dudé, mirándola fijamente. Era
extraño cuan malditamente comprensiva y resignada era sobre esas mierdas, sin ponerse toda nerviosa
o asustada por mis tendencias de pendejo y nuestra jodida situación. Le di una pequeña sonrisa y abrí
mi puerta, saliendo del coche. Di la vuelta y la ayudé a salir, tomando su mano y guiándola al interior
del restaurante. Le pasé un poco de dinero a la perra en la puerta para que nos sentara rápidamente, en
algún lugar apartado. Isabella cogió el menú y sonreí, observándola fruncir el ceño y sus putos labios
moverse mientras deletreaba en silencio para sí misma. Se estaba haciendo buena en esa mierda,
estaba orgulloso de ella.

La camarera vino a tomar nuestra orden e Isabella me miró, supuse que esperando que ordenara por
ella, pero sólo le devolví la mirada. Ella entendió después de un momento y sus ojos se ampliaron
levemente, dándose cuenta de que tenía que leer lo que quería en jodida voz alta. Sin embargo, ella ya
era una puñetera experta, preocupándose por nada, y yo ordené para mí básicamente la misma maldita
cosa.

Hablamos tranquilamente, charlando y riendo. El ambiente era completamente relajado y era


agradable verla en público, sin aprensión o miedo. Esperaba que esa mierda fuera un poco tensa, ya
que no solía salir a menudo rodeada de un montón de gente, pero una vez más me sorprendió. Me
preguntaba si alguna vez habrá un momento en que no me sorprenda. La mujer con toda seguridad era
un enigma.

La cuenta llegó y la pagué con la American Express, dejándole a la pinche camarera una fuerte propina
por dejarnos solos y no coquetear conmigo. Ayudé a Bella a salir de su silla, tratando de ser un puto
caballero, y tomé su mano. Salimos hacia el coche y subimos, conduje a través de la ciudad hacia el
cine. Entré con ella y le eché un vistazo a la lista de películas, suspirando.

“¿Qué tienes ganas de ver?” Le pregunté. Ella levantó la vista y entrecerró los ojos, leyendo los títulos
de las películas. Me quedé allí parado mientras ella los revisaba, tratando de ser jodidamente paciente
porque ella se lo merecía. Me esperó a que arreglara el maldito asiento del coche, podía contenerme
un poco mientras trataba de entender esa mierda.

“No tengo idea de lo que se tratan ninguna” dijo finalmente, suspirado y negando con la cabeza.
Sonreí levemente e incliné mi cabeza hacia ella.

“Tenemos una historia real sobre una puta estrella de rock llamado Johnny Cash. Hay una sobre una
familia con un montón de pinches niños. Una sobre unos niños que juegan a un juego de mesa y se ven
atrapados en esa mierda y terminan en el espacio exterior,” le dije, leyendo a través de los títulos.

Ella me miró confundida por la última y me reí entre dientes, sacudiendo la cabeza. “Ni siquiera
preguntes, tampoco sé que es esa mierda. Hay una comedia romántica sobre un tipo que quiere estar
con una perra, pero ella sólo quiere que sean amigos. Y por supuesto está, Harry Potter,” le dije,
encogiéndome de hombros. Otra vez me miró con confusión.

“¿Harry Potter?” Preguntó. Asentí con la cabeza.

“Sí, ese tipo mago de mierda en esa escuela de magia,” le dije. Se me quedó mirando, obviamente sin
saber de qué mierdas estaba hablando, y suspiré. “Es lo mejor en cartelera, así que, ¿qué tal si
simplemente la vemos? Probablemente te gustará.”

Ella sonrió y se encogió de hombros. “Por mí está bien,” dijo. Asentí y la guié hacia la ventanilla,
comprando dos boletos para Harry Potter y el Cáliz de Fuego. Entramos al cine y compré una refresco
enorme, y sólo una mierda de esas porque esos hijos de puta eran caros y una caja de sour patch kids,
(N.T. Sour Patch Kids- caramelo suave con una capa de azúcar ácida, me imagino que como un tipo de
gomitas pero ácidas) porque siempre compraba sour patch kids cuando iba al jodido cine. Le pregunté
a Isabella si quería algo más pero se rehusó, joder, no me sorprendió porque ella es tan jodidamente
fácil de complacer. Caminamos hacia la sala e Isabella titubeó cuando entramos, mirando a su
alrededor. Mi ceño se frunció por un momento antes de que cayera en cuenta que esta era su primera
vez en una sala de cine. A veces era fácil olvidar que todo en el puto mundo todavía era nuevo para
ella y no había experimentado la mierda trivial que la mayoría de nosotros dábamos por sentado.
Estiré mi mano y tomé la suya, apretándola suavemente. Me miró y le sonreí, tratando de
tranquilizarla. Tomé una fila en la parte de atrás, pensando que sería más fácil para ella si sentía la
pinche necesidad de escapar por alguna razón, y me dejé caer en el asiento. Ella se sentó a mi lado, un
poco tensa. Puse los pies encima del asiento frente a mí, porque era un pendejo como para hacerlo y
sabía que ningún cabrón se sentaría en él si hacia eso, y le dije a Isabella que hiciera lo mismo. Al
principio, me miró como si fuera estúpido pero lo hizo, sumiéndose en el asiento y levantando sus
pies. Sonrió después de un momento y parecía un poco relajada por suerte. Puse el refresco en el
portavasos junto a mí y subí el apoyabrazos que estaba entre nosotros, poniendo mi brazo alrededor de
ella y atrayéndola a mí. Se acurrucó en mis brazos, colocando su cabeza en mi hombro y pareció
relajarse aún más cuando comencé a frotar suavemente su brazo. El teatro se llenó rápidamente, pero
como preví ningún malnacido se sentó cerca de nosotros, porque sabían con sólo verme que era un
pendejo. La sala se oscureció considerablemente y sentí a Isabella tensarse un poco, pero seguí
frotando su brazo y la acerque más a mí. Después de un momento, la pantalla se iluminó a medida que
la película comenzaba, y en el momento en que el sonido retumbó en los altavoces Isabella saltó y
gritó bastante fuerte, evidentemente no se lo esperaba. Un chico dos filas abajo se volvió para mirarla
furioso y yo le estreché mis ojos. Él me miró y se volteó de nuevo con rapidez cuando vio mi
expresión. Sí, me había convertido en alguien tierno con ella, pero todavía podía ser un intimidante
hijo de puta cuando quería serlo.

Ella se relajó de nuevo para el momento en que la película real comenzó y abrí la caja de dulces. Metí
unos cuantos en mi boca y le tendí a ella la caja. La miró por un momento antes de sacar un trozo, y
meterlo en su boca. Ella hizo la pinche cara más graciosa que había visto tan pronto llegó a su lengua
y me eché a reír, apretándola.

“Está ácida esa mierda, ¿eh?” Le dije bromeando. Dio unas risitas, masticándola.

“Aunque están buenas,” dijo. Asentí y le volví a tender la caja. Esta vez tomó dos y sonreí con
suficiencia.

Ella estaba viendo la película con intensidad, fijando toda su atención en ella. A mí, realmente, me
importaba una mierda la película, no tenía ningún interés en esa mierda mágica, así que me pasé la
mayor parte del tiempo centrado en ella. Sus reacciones por esa mierda eran jodidamente divertidas y
estaba tan embelesada con todo. Compartimos la soda y nos comimos los dulces jodidamente
relajados en ello, no era gran cosa, pero para nosotros dos lo era. Porque, joder, yo estaba
compartiendo y esa era una de esas cosas que yo obviamente no hacía, pero con ella sí. Y ella estaba
comiendo y bebiendo tranquilamente conmigo, sin tener ningún reparo en acercarse y beber de la
pajilla mientras yo sostenía el refresco o comía un trozo de dulce directamente de mi mano, y esa era
una mierda que definitivamente le había enseñado que no debería hacer. Ella realmente estaba siendo
atrevida conmigo, bajando la guardia completamente y reconozco que eso no es fácil para ella.

En algún momento hacia la mitad de la película, comenzó a inquietarse un poco en el asiento, tratando
de ponerse cómoda. Se volvió hacia mí y sonrió cuando vio que la estaba observando. Mantuvo el
contacto visual por un rato, simplemente mirándome fijamente a los ojos y sonriendo feliz, luciendo
jodidamente contenta de estar conmigo. Bajé la vista a sus labios, notando un poco de azúcar en ellos
por los dulces y sonreí. Me incliné hacia adelante y se tensó un poco pero no se alejó de mí. Presioné
mi boca en la suya con suavidad, sacando mi lengua y pasándola a través de su labio inferior para
quitar el azúcar. La besé suavemente y ella me devolvió el beso, pero me di cuenta que estaba nerviosa
por ello ya que se retorcía un poco. Levantó su mano y la ahueco en mi mejilla mientras yo la besaba y
pude sentirla temblar un poco contra mi piel. Me aparté de sus labios al darme cuenta que todavía no
se sentía cómoda haciendo esa mierda con gente alrededor. Parecía preocupada y le sonreí levemente,
atrayéndola de nuevo a mí. Otra vez apoyó su cabeza en mi hombro y volvió su atención a la película.
La vio en silencio por un rato e incliné mi cabeza, apoyándola encima de la suya.

“¿Sabes? Ese tipo como que se parece a ti,” dijo en voz baja, cuando la película estaba llegando a su
final. No tenía idea de qué carajos estaban pasando, pero parecían estar corriendo a través de un
laberinto endemoniado o algo así. Mi ceño se frunció cuando los dos tipos sujetaron algo con fuerza
fueron desintegrados del puto laberinto.

“¿Qué tipo?” Le pregunté confundido. Ella suspiró.

“El que está en la película. El chico, Cedric,” me dijo. Miré la pantalla por un momento, recordando
esas perras en la escuela diciendo eso mismo la semana pasada y no les hice caso, pero si mi chica lo
decía tal vez era cierto.

“No lo sé, ¿crees que ese imbécil se parece a mí?” Le pregunté, mirando al chico pero sin verlo
realmente. Su ceño se frunció brevemente y se encogió de hombros.

“Un poco,” dijo. Asentí y lo miré fijamente, tratando de ver el parecido. Algunas otras personas
aparecieron en la pantalla y de la nada, el chico que evidentemente se parecía a mí cayó al suelo
muerto.

“Bueno, que me jodan, morí,” dije, parpadeando confundido, porque no tenía idea de qué carajos
acababa de pasar, Isabella empezó a reír, pero no se molestó en responder. Joder, no la culpaba, yo
tampoco respondería para seguirle la corriente a un pendejo como yo.

Vimos el resto de la película en silencio. Tomé su mano cuando empezaron a pasar los créditos y
salimos de la sala rápidamente antes que todos los demás. La llevé a la salida, tirando a la basura el
vaso de refresco vacío y el envase de dulces por el camino. La ayudé a entrar en el coche y charló
sobre la película durante todo el camino a casa, jodidamente entusiasmada con ella. No tenía puta idea
de lo que estaba hablando, porque no había visto más de diez jodidos minutos de la película, pero
sonreí y la escuché con atención, su felicidad me hacía feliz. Estaba contento de que ella se había
divertido, que era lo único que realmente importaba.

Era de noche cuando llegamos y la casa estaba completamente en silencio. Nos dirigimos al tercer
piso y ella vaciló en el pasillo, diciendo que se iba a cambiar para acostarse. Asentí y entré en mi
habitación, quitándome la ropa rápidamente. Me puse unos pantalones cortos y me senté frente a mi
escritorio, sacando mis llaves. Abrí el cajón de mi escritorio y miré en el interior, sacando mi bolsa de
hierba. Había estado reduciendo esa mierda últimamente, sintiéndome como un pendejo consumiendo
drogas alrededor de Isabella cuando ella era tan jodidamente pura, pero no podía eliminar esa mierda
por completo. Era uno de mis placeres culpables, me relajaba y yo podía ser un pendejo amargado, así
que todo lo que me tranquilice es algo bueno. Agarré una de mis pipas de vidrio y la llené por
completo, agarrando mi encendedor y tomando un toque. Lo estaba conteniendo en mis pulmones
cuando Isabella regresó entrando a la habitación. Llevaba un par de pantalones cortos color rosa y una
camiseta sin mangas del mismo color y mis ojos se agrandaron cuando vi cuanta piel estaba
mostrando. Me sorprendió un poco y comencé a toser, olvidándome del pinche humo en mis
pulmones. Ella se detuvo y me miró con una expresión preocupada, pero yo sólo le hice una seña con
la mano diciéndole que no pasaba nada mientras recuperaba el aliento.

“¿Estás bien?” Preguntó, dejándose caer en mi cama. Asentí, aclarando mi garganta.

“Sí, estoy bien,” dije, mi voz tensa y mi garganta ardiéndome un poco. Me quedé mirándola por un
momento, sonriendo. “Estás jodidamente hermosa, Isabella.”

Ella sonrió y se sonrojó, sus pinches mejillas volviéndose del mismo color que su ropa. Sonreí y negué
con la cabeza, ya que ella era tan jodidamente pura y buena, y no la merecía. Tomé otro toque de
hierba, inhalando profundamente y lo sostuve en mis pulmones.

“Gracias, Edward. Me haces sentir hermosa,” dijo en voz baja. Me le quedé mirando sorprendido
cuando registré sus palabras, y dejé que el humo saliera. Estaba contento de que la hiciera sentir de esa
manera, porque debería sentirse así. Ella era hermosa.

“Te amo,” dije después de un momento, cuando mis pulmones se despejaron, con mi voz baja y mi
tono completamente en serio. Todavía me asustaba un poco decir esas putas palabras y abrirme de esa
manera, pero trataba de ignorar eso y decírselo de todos modos a menudo para asegurarle que tenía mi
corazón. Rápidamente le di otro toque, conteniéndolo y poniendo la pipa y el encendedor sobre el
escritorio. Me puse de pie y ella me dio una amplia sonrisa.

“También te amo. Demasiado,” dijo, su voz tan dulce y entrecortada. El sonido de ella se fue
directamente a mi polla y la sentí endurecerse. Gemí y empecé a acercarme a la cama, sin prestar
atención a lo que estaba haciendo. Pateé un puto libro de texto que estaba en el suelo y grité, el humo
dejando mis pulmones en un soplido. Empecé a toser y me dejé caer en la cama, agarrando mi pinche
pie. Esa fue la segunda vez en el maldito día que me lastimo tratando de caminar en mi jodida
habitación.

“¿Estás bien?” Preguntó Isabella, pasando su mano por mi espalda con suavidad. Lo que envió un
escalofrío por mi columna vertebral y casi me hizo olvidar mi punzante dedo gordo de mierda. Me
acosté en la cama e Isabella retrocedió un poco supongo que para darme espacio, pero antes de que
pudiera alejarse, apoyé mi cabeza en su regazo. Levanté la vista a su rostro y ella miró hacia mí,
sonriendo alegremente. Su expresión era suave, completamente llena de amor intenso y devoción. Esa
mierda era impresionante, ver cómo se centraba en mí. Seguí siendo tan surrealista, joder, esta chica
de verdad me amaba como yo a ella.

“Estoy bien. Estoy feliz de que me ames, porque necesito un favor,” le dije después de un momento.
“Y no cualquier favor, un jodido favor enorme.” Su ceño se frunció y se me quedó mirando.

“¿Qué?” Preguntó, vacilante.

Le sonreí. “Mi puta habitación necesita una limpieza,” le dije. Sus ojos se abrieron un poco por un
momento, antes de que se echara a reír, sacudiéndonos a ambos con su risa.
“Sí, la necesita,” dijo. Asentí, sonriendo y giré mi cabeza para acurrucarla en su regazo. Estaba
jodidamente cálido y cómodo, su piel se sonrojó ligeramente. Llevé mi mano hacia arriba y comencé a
frotar su muslo levemente, lo que hizo que se retorciera un poco. Quería inhalar profundamente,
preguntándome si podría oler su dulce coño a través del fina tela que estaba entre mi rostro y él, pero
pensé que eso estaría mal en todos los aspectos, así es que soporté el impulso. A veces era tan
hormonal; no podía detener a mi sucia mente de mierda. Isabella bajó sus manos y empezó a pasar los
dedos de una de ellas por mi cabello, su otra mano frotando mi espalda ligeramente. Suspiré contento,
cerrando mis ojos.

“Aunque, mañana. Limpiar puede esperar para mañana.”

**************
Ciucciami il cazzo = Chúpame la polla

Vaffanculo = Vete a tomar por el culo/Vete a la mierda

Sverginare = término un poco vulgar para describir el tomar la virginidad de alguien


Capítulo 34 Pasado, presente y futuro

“Siempre mantén un pie en el pasado, tu cabeza en el presente y tus ojos en el futuro” – John Smith

Isabella swan
Traducido por Lanenisita

Me escabullí al interior de la habitación rápidamente, cerrando la puerta detrás de mí con más fuerza
de lo que yo solía hacerlo, lo noté por el estruendo que hizo. Recosté mi espalda en ella, cerrando mis
ojos y suspirando. Me sentía como una completa idiota al haber huido de la habitación, absolutamente
patética y débil, y no podía ni siquiera empezar a imaginar qué era lo que Edward estaba pensando allí
abajo, cómo debe de estar sintiéndose a causa de mi reacción.

No podía negar que las palabras de Rosalie me habían golpeado muy fuerte. Ella ni siquiera me las
decía a mí, pero aun así me habían dolido. Ella trató de insinuar el hecho de que Edward había tenido
un montón de chicas, y aunque él me lo había admitido antes, cuando Rosalie lo dijo, ella lo hizo
parecer mucho peor de lo que él lo hizo. Ella lo hizo ver como si él fuese una mala persona por
completo, lo hizo parecer como si él me fuese a usar al igual que lo hizo con el resto de chicas, y que
yo era una estúpida por dejar que él se me acercara. Y yo supe, muy en el fondo, que entregarle a
Edward mi corazón no era exactamente lo más sabio de mi parte, darle acceso a partes de mí que había
mantenido privadas, pero al mismo tiempo confiaba en que él no me fuese a herir de manera
intencionada. Si lo hacía sin intención, sin embargo, era otra historia, y traté de no pensar en los
“¿Qué pasa si?” Pero ella, prácticamente, me los recordó, me los restregó en la cara. ¿Qué pasa si él se
daba cuenta que yo no era los suficientemente buena para él y decidía que quería volver donde esas
chicas porque yo no valía la pena como para aguantarse un problema? ¿Qué pasaría si se hartaba de mí
y la novedad de la situación desaparecía? ¿Se iría y me dejaría en el pasado así como había hecho con
el resto de ellas? Yo no quería que Edward pensara que yo no creía en su amor, porque fue claro
cuando yo lo miré a sus ojos cuando él me lo dijo. Pero, ¿era su amor suficiente para retenerlo junto a
mí? Todavía no estaba segura de eso.

Hubo un ligero golpe en mi puerta después de un momento, apenas registrado por mis oídos, pero era
gracias a que yo estaba recostada sobre ella, que sentí la puerta vibrar un poco. Di un pequeño grito y
salté, agarrando mi pecho ya que no esperaba un sobresalto así. Mis manos empezaron a temblar y me
volteé, tomando la cerradura de la puerta y girándola lentamente. Abrí la puerta algo vacilante, y mis
ojos se abrieron por completo a causa de la impresión cuando me encontré cara a cara con Rosalie. La
miré fijamente por un momento, asombrada y preguntándome que era lo que quería. Temí
instantáneamente que estuviera aquí para gritarme, para decirme en la cara y no frente a las demás
personas alrededor, lo estúpida que en realidad era. Ella solo se quedó allí de pie, por un momento,
mirándome sin decirme nada, y eso me estaba poniendo ansiosa al extremo.

Suspiró con fuerza, sonando irritada, y yo retrocedí inmediatamente por instinto. Dio un paso adelante
en la puerta y yo me moví de allí rápidamente mientras ella entraba al dormitorio. Caminó hasta la
cama, se iba a sentar pero se quedó inmóvil, volteando y frunciéndole el ceño a la cama por alguna
razón. Se movió rápidamente en mi dirección y enseguida alzó sus cejas.

“No has follado con Edward en esta cama, ¿verdad?” preguntó. Mis ojos se abrieron debido al shock
por sus palabras.

“Eh, ¿disculpe?” espeté. Ella rodó sus ojos y gruñó.

“Sexo, Isabella. No has tenido relaciones sexuales con ese imbécil en esta cama, ¿verdad?” Preguntó,
aclarando su punto pero pareciendo un poco molesta porque pensó que debía hacerlo. Entendí lo que
ella quiso decir la primera vez pero estaba simplemente sorprendida de que ella me hiciera esa
pregunta.

“Um, no. Digo, nosotros no hemos, usted sabe… así que no, no lo hemos hecho en esa cama,” dije con
nerviosismo. Ella me miró por un momento con una expresión de incredulidad en su rostro antes de
volver su mirada de regreso a la cama. Dudó brevemente pero se sentó con cuidado en el borde de la
misma, como si le tuviese miedo a la cama.

“¿Estás hablando en serio?” ella preguntó mirándome nuevamente y alzando sus cejas. Asentí.

“Sí, señorita,” dije suavemente, desviando mi mirada de la suya y fijándola en el piso. Yo no estaba
del todo cómoda hablando de esto, especialmente no con ella cuando ella había dado su opinión muy
clara en el tema de Edward y el sexo. Ella rió después de un momento y yo la miré brevemente para
ver la expresión de diversión en su rostro.

“Así que Edward está siendo célibe, ¿eh?” Apuesto que su jodido brazo se está cansando,” dijo
sonriendo. La miré confundida y ella rió, notando mi expresión, “Tú sabes, ¿de tanto sacudírsela?”

Mi ceño se frunció. “Sacudirse ¿qué?” ella me miró con incredulidad por un momento antes de
echarse a reír una vez más, y de manera ruidosa esta ocasión. Negó con su cabeza, obviamente
divertida por mi ignorancia. Entrecerré los ojos, sin apreciar el hecho que se riera de mí, pero cuando
ella me miró una vez más, endurecí mi expresión, poniéndome aquella máscara sin emociones que
estaba acostumbrada a usar. La última cosa que yo quería era exasperar a Rosalie más de lo que
naturalmente estaba a causa mía.

“Dios, estás tan perdida en esto. Sacudírsela significa masturbarse. Al menos sabes lo que es eso,
¿verdad?” Ella preguntó. Yo asentí, mis ojos se abrieron un poco debido al tema. “Bien, porque en
realidad no tengo deseos de tener que explicarte acerca de cómo se hace esa mierda. Y no hay ninguna
jodida manera de que ese chico esté tranquilo sin hacerlo, él adora tener relaciones sexuales, así que
debe estarse tocándose eso. MUCHO,”

Rió nuevamente, moviendo su cabeza. Yo la miré, bastante sorprendida por toda la información. Alzó
su mirada hacia mí, su expresión era de expectativa como si estuviese esperando alguna clase de
confirmación o negación sobre el tema de mi parte. Yo simplemente me encogí de hombros. “No
podría saberlo”, dije en tono suave.
Ella suspiró. “Sí, supongo que tú no podrías saberlo,” murmuró, sonando un poco irritada y
decepcionada. “Cierra la puerta, ven acá y siéntate. Tengo algo que decirte.”

Sentí un poco de pánico crecer dentro de mí, sin saber lo que quería. Me volteé y cerré la puerta
despacio, caminando hasta el otro lado de la cama y sentándome. Dejé mis manos sobre mi regazo y
volteé hacia ella, mirándola con recelo. Ella suspiró y mantuvo su mirada fija lejos de mí, como si
estuviese mirando a la nada.

“¿Sabes? Mi padre solía joder a golpes a mi madre,” ella dijo de manera abrupta e imprevista. Mis
ojos se abrieron con sorpresa y la miré, sin saber por qué ella me estaba diciendo eso. Hizo una pausa
y continuó con su mirada lejos de mí, casi como si estuviese obviando mi presencia junto a ella.
“Desde que recuerdo, él abusaba de ella. Y ella siempre lo aceptaba, sin defenderse nunca. Dejaba que
él le pegara todo lo que quisiera, sin ninguna maldita razón, y luego ella lo excusaría por hacerlo. Él la
dejaba sangrando y herida, incapaz de poder caminar algunas veces, pero aun así, ella solo aceptaba
esa mierda, como si aquello fuese parte de su vida. Yo odiaba eso, me daba asco porque sabía que
papá no hacía eso con las demás personas, y eso me hizo odiarla porque ella solo se resignaba y lo
aceptaba, como si no hubiese algo que ella pudiese hacer para cambiarlo. Si lo había, pero ella simple
y sencillamente no lo haría. Yo creía que ella era patética y débil, indigna de mi admiración. Estaba
avergonzada de llamarla mi madre, avergonzada de su comportamiento casi al igual que el
comportamiento de mi padre. Él siempre me dejó en paz, generalmente siempre me ignoraba, pero
cuando él me alzó la mano un día mientras estaba borracho y me cacheteó, yo ni siquiera lo dudé, le
devolví el golpe. Él nunca más me volvió a golpear”.

Hizo una pausa y me miró brevemente, antes de volver a mirar a otro lado y continuar. “Él murió un
par de años atrás, un accidente extraño, lo que sea, y yo recuerdo cuando me dijeron que él estaba
muerto, me sentí malditamente feliz. Quizás es algo enfermizo, pero estaba complacida de que él se
hubiera ido. Me sentí… libre. Pero cuando vi a mi madre llorando, y le pregunté por qué ella estaba
molesta, como una idiota pensé por un momento que quizás había algún error y que él si había
sobrevivido y que por eso ella estaba llorando porque el pendejo todavía estaría cerca para torturarla,
pero en vez de eso ella dijo ‘Rosie, nena, tu papi está en el cielo ahora’. Recuerdo haberme reído,
porque no había ninguna jodida manera que de ese imbécil fuese al cielo, mi madre solo me miró,
confundida por mi carcajada.”

Ella se rió con amargura, moviendo su cabeza. “Yo no podía entender sus lágrimas, y ella no podía
entender mi alegría. A ella realmente le dolió su muerte, estaba devastada porque él estaba muerto.
Ese hombre la torturaba a diario, abusando de ella y controlándola, y joder, ella lo extrañaba y lo
quería de vuelta. El poco respeto que aún le tenía a mi madre, lo perdí ese día. Entendía que ella no
estaba del todo cuerda, tantos años de abusos puede dejar a la víctima con su cerebro lavado, pero yo
simplemente no podía respetarla más. ¿Dónde estaba su orgullo, su autoestima, su sentido de auto-
preservación?”

“El doctor C, es lo más cercano que tengo a un padre real y que respeto. Y puedo imaginar que tú no
puedes entender eso, que suena jodidamente retorcido para ti porque él es el hombre que te controla.
Para tus ojos, probablemente él no es mejor que mi abusivo y alcohólico padre. Pero él ha estado para
mí cuando nadie más lo estuvo. Yo no podía apoyarme en mi madre o depender de ella porque ella
estaba totalmente fuera de control y no podía aceptar que necesitaba alguna clase de ayuda. El doctor
C, ha hecho todo lo que alguna vez he necesitado, y aunque probablemente él jamás me diga la jodida
verdad, estoy segura que él fue quien resolvió, por mí, el problema con mi padre.”
Mis ojos se abrieron completamente y la miré sorprendida. “¿El doctor Cullen mató a su padre?” le
pregunté. Ella volteó para verme por un segundo, su expresión era casi de tristeza.

“Yo creo, sí. Él nunca vendría y me lo diría, pero es demasiada coincidencia que mi padre justamente
se muriera en un insólito accidente en el bosque casi el mismo día que le confesé al doctor C, que él
me había golpeado,” dijo ella.

Nos quedamos sentadas en silencio por un momento. Yo estaba asimilando todo lo que ella me había
dicho mientras ella volvía a mirar a la nada nuevamente. “No me gusta cuando las personas no se
defienden a sí mismas. Me recuerdan a mi madre, me recuerdan todo lo que pasó. Yo presiono a la
gente, la saco de sus casillas y les digo cosas groseras para que ellos se subleven, de esa manera se
podrán de pie y se defenderán a sí mismos. Joder, yo intimido a las personas porque necesitan
aprender a ponerse de pie y defenderse antes de que alguien más venga y abuse de ellos, lo que en
realidad significa que les harán daño. Y quizás es una manera jodida de hacer las cosas, pero es quién
soy, en quien mis padres me convirtieron. Y yo solo puedo respetar a la gente que se defiende, los que
no aceptan mierdas. Es por eso que me gustan mucho esos imbéciles de allá abajo, es por eso que
estuve feliz cuando me callaste en Halloween.”

Ella se volvió hacia mí y yo asentí, de esa manera ella sabría que yo la estaba escuchando. Viéndolo
en retrospectiva, sus acciones de alguna manera tenían sentido. Ella estaba acostumbrada a ver a su
madre derrumbada, viéndola como ella solamente aceptaba todo, así que era por eso que ella
derrumbaba a la gente y juzgaba su personalidad basada en quien aceptara o no ser derrumbado. Ella
no podía soportar estar rodeada de personas como su madre, y me arriesgaría a suponer que era porque
a ella le dolía mucho recordarla.

“Vivo con mis abuelos ahora. Mi madre murió,” ella añadió rápidamente. “Pero ese no es el punto
realmente. El punto es que, me gustan las personas que se defienden a sí mismas y que no soportan
que otros los estén ordenando o controlando. Yo te he tratado de la misma manera en que trato a los
demás y eso no estuvo bien, porque tú no eres como los demás. Tú no tienes la opción de defenderte,
no realmente. Así que, lo siento por haber sido tan perra contigo porque tú no puedes evitar tus
circunstancias y estuvo mal de mi parte tratar de presionarte, de forzarte a ser alguien que claramente
tú no eres capaz de ser. Nada de esto es tu culpa y, debo decir, que me tiene cabreada de que sea de
esta manera, gracias al hombre que yo respeto como un padre. Estoy teniendo problemas con
adaptarme a esa mierda.”

Yo la miré sorprendida, asombrada por el hecho de que ella se estuviese disculpando. Ella me miró y
pude descifrar por su expresión de que no era fácil para ella admitir lo que había admitido. Le sonreí
un poco esperando ser amable, dejándole saber que la entendía, y asentí una sola vez. “Es entendible.
Una disculpa es innecesaria pero de todas maneras lo aprecio y la acepto,” le dije con voz suave. Ella
asintió, suspirando. Se mantuvo en silencio por un momento, nuevamente viendo a la nada, y
poniéndome un poco nerviosa.

“Él está cambiando,” dijo ella después de un momento. Yo la miré confundida y ella sonrió. “No te
puedo mentir y hacerte pensar que él es alguna clase de príncipe encantado montado en un caballo
blanco, porque claramente ese no es Edward Cullen. Ha estado con un chingo de chicas y puede ser
bastante imbécil. Pero es diferente contigo y eso es muy extraño de ver. Es decir, pasó de estar con
casi todas esas chicas de la escuela, lavándoles el cerebro con unas pocas palabras para tenerlas a su
disposición, a prácticamente ni siquiera notar que ellas respiran. Y…, santo cielo, ellas lo odian. Pero
a él no le importa, lo ha superado. Y fue mi error llevarte a pensar que él no tiene interés en ti, porque
claramente sí lo tiene. Pero

Edward y yo, nosotros tenemos una extraña clase de amistad. Si alguna vez yo lo necesitara sé que él
estaría para mí sin dudar, y si él alguna vez me necesitara yo no lo pensaría dos veces, él tendría mi
ayuda. Pero hasta eso, hasta que alguna de esas situaciones surja, nos irritamos mutuamente y decimos
cosas malvadas para disgustar al otro, porque es así como somos. Nos sacamos de casillas
intencionalmente como una manera de protegernos a nosotros mismos. Oh, y puedo asegurarte de que
él no tiene ninguna enfermedad, así que no tengas miedo por eso porque él es una persona cuidadosa.
Pero aun así, yo no tocaría su polla. Ugh, es que ni siquiera puedo pensar en eso.” Ella arrugó su nariz,
haciendo una cara de asco y yo reí levemente. Ella sonrió, moviendo su cabeza.

“No puedo siquiera imaginarlo. La mayoría de chicas idolatran a ese chico, pero para mí él es solo el
pequeño y molesto Edward. Pero, dime Isabella, ¿al menos has tocado su polla, incluso si no la has
usado?” Ella preguntó sonriendo con complicidad. Mis ojos se abrieron sorprendidos por su pregunta.

“Eh, es decir…no” dije rápidamente, negando con mi cabeza. Ella parecía sorprendida.

“¿Para nada?" Ella preguntó. Yo negué con la cabeza. “¿La has visto?” negué nuevamente de manera
vacilante y sus ojos se entrecerraron un poco. “¿Al menos te ha tocado?” ella preguntó.

Yo sonreí y me sonrojé involuntariamente, reprendiéndome mentalmente por mi reacción. Ella


empezó a reírse. “Quiero decir… él me ha tocado…por allí…abajo,” mascullé, avergonzada.

“¿Pero aún no lo has tocado, para nada? ¿Ni siquiera le has echado un vistazo? Wow… Me sorprende
que al final él fuese tan desinteresado,” dijo, más para ella que para mí. “Después de todo, ¿por qué no
lo has tocado o echado un vistazo? ¿No sientes algo de curiosidad?”

Yo sonreí con un aire de culpabilidad y empecé a mordisquear mi labio inferior de manera nerviosa.
No me sentía muy cómoda hablando de este tema y con Rosalie mucho menos, pero ella parecía estar
genuinamente interesada ya que no había burla en su voz. La miré debatiéndome en cómo responder a
esa pregunta, pero dándome cuenta después de un momento que no tenía a nadie más para hablar y
confiarle esto, y que esta probablemente sea mi única oportunidad de sacar todo aquello que estaba en
mi cabeza.

“Sí, tengo curiosidad. Pero, quiero decir, yo nunca he visto una y no sé lo que tengo qué hacer o por
dónde empezar,” le dije nerviosa. Ella sonrió un poco, mirando de manera compresiva.

“¿Sabes? Todo lo que tienes que hacer es decirle a Cullen eso y estoy segura que con mucho gusto se
la sacará para ti y te enseñará cómo funcionan las cosas,” dijo. Mis ojos se abrieron por completo
asombrados por su sugerencia, ella se rió “Hablo en serio. Conozco a Edward lo suficiente como para
saber que no es tímido con esa mierda. ¿Y por la manera que ese chico está atraído por ti? Puedo jurar
que probablemente se corra en sus jodidos pantalones antes de que pueda al menos sacar su polla si tú
le pides verla o tocarla. Pero entiendo si no estás lista para ser tan audaz, así que si tienes otras
preguntas, siéntete libre de preguntarme y yo trataré de responderlas, si es que eso te ayuda a que te
sientas cómoda.”
La miré por un momento, debatiendo su oferta. “¿Son… grandes?” le pregunté finalmente. En cuanto
la pregunta escapó de mis labios me sonrojé, avergonzada por estar preguntando eso. Ella sonrió.

“Suelen serlo. Vienen en diferentes tamaños, no hay dos iguales. No lo digo por experiencia o algo así,
pero corre el rumor de que Edward es de los que la tiene grande”.

“¿En serio?” pregunté en tono vacilante. Ella asintió.

“Las chicas a veces le dicen ‘Cocky Cullen’, y no es porque él sea vanidoso. Es porque el chico es
evidentemente aventajado,” ella dijo. Hizo una pausa y se rió. “Ese hijo de puta solía bromear acerca
de tener una polla de 9 pulgadas (23 centímetros), yo siempre pensé que él estaba exagerando hasta
que las chicas de la escuela empezaron a hablar de eso.” (N.T. aquí la escritora usa un juego de
palabras ya que cock significa polla y cocky vendría a ser como “gran polla” no tiene una traducción
muy literal y a la vez cocky significa engreído o vanidoso).

Me senté en silencio por un momento, tratando de imaginar una regla de medición en mi cabeza para
calcular cuando grande era 9 pulgadas. Rosalie debió haber imaginado lo que yo estaba haciendo
porque rió y levantó sus manos, enseñándome una longitud estimada con sus dedos. Mis ojos se
abrieron sorprendidos y la miré boquiabierta, lo que causó que se riera una vez más. Probablemente yo
me debería haber sentido ofendida porque se reía de mí, pero no parecía haber rencor alguno en su
risa.

“Sip, es bastante grande. Pero no dejes que el tamaño te asuste. Alice probablemente te diría que el
tamaño no importa, te diría alguna de esas mierdas de que ‘no es el tamaño del barco, sino el
movimiento del océano lo que importa’. Pero yo seré la perra que te lo diga, y muy claro, que entre
más grande es usualmente mejor, mientras ellos sepan lo que hacen con ella,” dijo. Yo asentí, todavía
un poco asombrada.

“¿Y eso cabe… allí abajo?” pregunté, sorprendida, ya que aquello no parecía creíble. Ella sonrió y
asintió.

“Una mujer se ensacha para acomodarse,” ella dijo. Yo asentí, tratando de captar el concepto.

“Pero… ¿eso duele?” pregunté tímidamente. No estaba del todo preocupada por el asunto del dolor, ya
que he soportado dolores torturantes antes, y el concepto de ser lastimada físicamente no me asustaba.
Era más bien lo desconocido lo que me molestaba. Ella suspiró.

“Puede doler la primera vez. Pero mientras el chico sepa lo que está haciendo, eso puede volverse tan
fácil e indoloro como sea posible. Y no todo el dolor es malo en el sexo, un poco de dolor se siente
bien” dijo ella. Yo la miré, tratando de asimilar la idea, y ella suspiró. “Pero en serio, no seas tímida
con Edward acerca de esto, porque te aseguro de que ese chico no tiene vergüenza y te hablará de esto
de manera directa.”

Le sonreí. “Está bien,” le dije en tono suave, sin estar del todo segura de que tenga el valor para
decirle algo como eso a él sin sentirme completamente avergonzada, pero quería también que ella
sepa que había escuchado su consejo y lo había apreciado. Nos sentamos en silencio por un momento
antes de que ella aclarara su garganta y se pusiera de pie, alisando las inexistentes arrugas de sus
prendas.
“Y eso es todo lo que en realidad tengo que decir,” dijo, volteándome a ver. “No te puedo prometer
que no volveré a portarme como una perra contigo, o que accidentalmente diga algo para molestarte,
porque así soy yo, pero intentaré ser un poco más sensible a tu, eh…situación,” dijo ella. “Y realmente
te agradecería si lo que yo dije no sale de esta habitación, ya que no quiero que tu novio piense que me
estoy volviendo más delicada. Odiaría tener que patearlo en polla de supuestamente nueve pulgadas
para probar lo contrario, porque estoy segura de que tu estarás queriendo usarla en poco tiempo.” Mis
ojos se abrieron del todo mientras un sonrojo invadió de inmediato mis mejillas y ella sonrió,
moviendo su cabeza. Caminó hasta la puerta, abriéndola rápidamente y quedándose inmóvil.

“¿Qué? Joder, ¿estás espiando?" Dijo ella, sonando irritada. “¿No crees que ella se puede cuidar sola?”

Mi ceño se frunció y miré hacia el frente, asombrada, cuando vi a Edward allí de pie. Él mencionó
algo sobre los monos voladores y traté de contener la risa, sabiendo exactamente a qué lo estaba
aludiendo. Había visto el Mago de Oz, muchas veces a través de los años, como para saber por qué lo
había mencionado. Ellos intercambiaron un par de palabras más, y ella intentó golpearlo al irse, pero
él logró esquivarla y entró a la habitación. Yo me quedé allí de pie, un poco nerviosa ya que los
recuerdos de la noche anterior volvieron a mi cabeza y esa era la primera vez que estábamos solos
desde aquello. Las palabras de Rosalie también retumbaron en mi cabeza, y curiosamente tuve que
resistir las ganas de mirar sus pantalones para ver si podía observar alguna indicación de sus partes
masculinas. Era tan tonto, pero al parecer yo no podía parar de pensar en eso, así que simplemente
estuve allí de pie, tratando de contener mis reacciones. Él caminó hasta mí y yo empecé a
ruborizarme, tuve que desviar la mirada ya que su proximidad solo estaba haciendo aquellos
pensamientos, peores. Él pareció anticiparse a lo que yo estaba pensando porque se rió y me abrazó,
diciéndome palabras dulces que llenaron de calor mi corazón. Me besó en los labios de manera suave
pero aquellos pensamientos todavía me perseguían, estaban fuera de control haciéndome querer un
poco más que un beso. Yo sabía que, emocionalmente no estaba completamente lista para más, que
debía trabajar en mí misma para llegar a eso, pero mi cuerpo me estaba traicionando y tratando de
actuar por su cuenta.

Él sugirió que saliéramos por allí por el resto del día y me sorprendió de que me invitara a salir en
público, ya que se suponía que debíamos ser cuidadosos para que su padre no se enterara, pero al
parecer él no estaba preocupado por eso. Él fue a tomar una ducha y yo nerviosa cambié mi ropa,
mirando al closet y tratando de elegir algo que me hiciera lucir decente. Edward estaba acostumbrado
a ser visto con chicas lindas, chicas que se veían como unas modelos, y eso me hizo sentir algo
ansiosa ya que yo jamás podría verme como ellas lo hacían. Saqué algo de ropa que ya había usado ya
que no parecían ser sensibles al lavado, y peiné mi cabello hacia atrás dejándolo suelto. Me rocié algo
de perfume, no sabía cómo ponerme el maquillaje de manera apropiada, así que ni siquiera me
molesté en intentarlo. Me sentí un poco fuera de lugar, pero afortunadamente él pareció contento
cuando me vio y me dijo que creía que lucía bien.

Edward era hermoso, sin duda. Él usaba una camisa verde que hacía que sus ojos brillen, sacando de
ellos unos tonos destellantes. Estaba deslumbrada con ellos, asombrada de cuan increíble era él y
cómo yo había tenido la suerte de que entrara en mi vida. Me condujo hasta el coche y tuvo un
pequeño berrinche con el asiento, alzándome la voz un poco, yo en cambió le di un poco de tiempo
para que él se tranquilizara. Se disculpó después, como solía hacerlo y sugirió darme un orgasmo en el
coche. Sólo había estado bromeando pero yo estaba asombrada por su franqueza, su despreocupación
sobre el tema. Recordé entonces lo que Rosalie había dicho, sobre como él no tenía vergüenza y yo no
debería ser tímida en hablar con él sobre estas cosas. Pero sabía también que hablarlo en el coche, no
era una buena idea.

Salimos a cenar y supe inmediatamente, basado en su expresión cuando omitió abruptamente el


primer restaurante, que él conocía a alguien allí y que no quería ser atrapado. Un leve atisbo de pánico
recorrió sus facciones y se tensó un poco. Trató de aligerar el ambiente pero él no tenía que pretender
nada conmigo. Lo comprendí completamente y no lo culpé por ello. En esta relación es como si se nos
hubiese entregado una baraja de naipes y era ahora en que debíamos aprender a jugar bien cada uno de
ellos. La velada en sí estuvo muy bien, la conversación fue relajada y la comida estuvo fabulosa.

Salimos del restaurante y fuimos al cine, decidiendo a último momento ver una película de un chico
llamado Harry Potter. Edward compró golosinas y refrescos, lo que curiosamente ni siquiera me
sorprendió. Nos ubicamos en la última fila del cine. Me resultó un poco oscuro al principio, estar en
un lugar tan grande pero a la vez tan cerrado, con tantas personas. Había mucho ruido, y estaba oscuro
y lleno de gente. La única cosa que me detuvo de tener un ataque de pánico inmediato fue el hecho que
Edward no me soltó la mano en ningún momento. No estaba segura si entendía cuánto me afectaba su
toque con mi piel, lo mucho que su presencia me tranquilizaba, pero yo sabía que sin él no lo hubiese
logrado.

Él compartió sus golosinas y refresco conmigo, y después de unos minutos me relajé y empecé a
prestar atención a la película. Al llegar a la mitad de la película Edward se acercó y me besó, lo que
me sorprendió ya que estábamos en público y la gente lo vería, pero a él parecía no importarle. Fue un
beso dulce, muy amable y compasivo.

El camino de regreso a casa desde el cine transcurrió con celeridad. No me di cuenta hasta que
llegamos a la entrada de Forks, de que yo había estado hablando sin parar casi todo el tiempo. Aquello
me sorprendió, ya que yo nunca había hablado demasiado y apenas le había dado a Edward la
oportunidad de decir algo en absoluto. Lo miré cuando estacionó el coche en frente de la casa,
ligeramente ansiosa y preocupada de que todo mi parloteo lo haya irritado, pero él simplemente me
sonrió y parecía estar genuinamente feliz.

Edward y yo fuimos directo al tercer piso, y me escabullí en mi dormitorio para cambiar mi ropa. No
estaba acostumbrada a usar ropa apretada y estaba un poco incómoda al tener que usar unos vaqueros
tan estrechos. Me los saqué rápidamente, dejando mi ropa en la cesta y poniendo las botas de regreso
en el closet. Me quedé de pie frente al vestidor usando únicamente mi sostén y mi ropa interior,
dudando por un segundo. Tomé unos pantaloncillos cortos y una camiseta sin mangas de color rosa
pálido, y me los puse enseguida. El doctor Cullen mantenía la casa muy agradable, ligeramente cálida,
algo a lo que yo estaba acostumbrada y le agradecía por el gesto. Fui al baño y tomé una bandita para
el cabello, tirando de mi cabello hacia atrás en una coleta suelta. Me dirigí a la habitación de Edward,
vacilando en el pasillo pero no tomándome la molestia de llamar a su puerta ya que sabía que él estaba
esperándome. Entré a la habitación y vi a Edward, quien estaba sentado en la silla de su escritorio. Me
miró y de inmediato empezó a toser, una gran bocanada de humo escapó de su boca. Me quedé helada
por un momento y lo miré con sorpresa, dándome cuenta en ese momento estaba fumando marihuana.
Edward no lo hacía muy a menudo; personalmente creo que lo había visto hacerlo tres veces desde que
él sopló el humo en mí. Su cara se tornó ligeramente roja al toser y parecía tener problemas para
recuperar su aliento. Lo miré, un poco preocupada pero él me hizo un gesto con su mano, indicándome
en silencio que estaba bien. Me acerqué hasta él tímidamente y me senté en su cama, todavía
mirándolo con recelo.
“¿Estás bien?” le pregunté mientras me sentaba. Él aclaró su garganta y asintió, pareciendo haber
recuperado la compostura.

Me dijo que estaba bien, su voz era áspera a causa del humo, haciendo del sonido algo más ronco. Me
recordó su voz cuando recién se levantaba por las mañanas, sintiéndose aún un poco grogui y ronco a
causa del sueño. Aquello era extraño, pero aun así lo encontré sexy. Él me miró por un momento,
sonriendo. “Estás jodidamente hermosa, Isabella” dijo finalmente.

Yo sonreí y me sonrojé, ya que había sido atrapada por sorpresa por su repentino elogio. Nunca pensé
en mí como una persona hermosa pero Edward conocía muy bien la manera de hacerme sentir como si
lo fuese. Le dije eso mientras él inhalaba un poco más de marihuana, le dije que me hacía sentir
hermosa. Me miró por un momento, al parecer estaba asimilando mis palabras, y exhaló.

“Te amo,” me dijo, su voz era completamente seria y era tan baja que parecía apenas un susurro. Le
creí cuando me habló, le creí con cada parte de mi alma. Él se levantó de su silla, y lo miré
sonriéndole, y tratando con todas las fuerzas que tenía de evitar que las lágrimas de alegría se
derramaran de mis ojos, evitando así asustarlo por mi reacción excesiva. Mi corazón latía a mil por
hora mientras fijaba mi mirada en él, con la emoción recorriendo todo mi cuerpo.

“Yo también te amo. Demasiado,” le dije suavemente. Él gimió de manera ligera a medida que las
palabras abandonaron mis labios y se dirigía hacia mí. Mis ojos se abrieron en sorpresa cuando él
pateó uno de sus libros del instituto que había dejado tirado en el piso, aullando y causando de esta
manera que el humo de sus pulmones sea viera forzado a salir. Empezó a toser y se dejó caer en la
cama, agarrando su pie.

“¿Estás bien?” le pregunté de manera vacilante, pasando mi mano de arriba hacia abajo por su espalda.
Él tenía su cabeza inclinada y estaba sobando su pie, me preocupé de que pudiese estar irritado. Había
tenido una tarde increíble junto a él y no quería que se molestara, gritara y que todo se eche a perder.
Se estremeció un poco y acostó rápidamente en la cama. Traté de moverme, sin querer molestarlo ya
que no podía evaluar su estado de ánimo y no quería irritarlo más, pero antes de que pudiese hacer
algo, él descansó su cabeza en mi regazo.

Aquello me sorprendió por un momento pero él alzó su mirada a mi rostro, luciendo relajado sin
importarle su pie, obviamente lastimado. Yo le sonreí y lo miré a los ojos, disfrutando del brillo en
ellos. De inmediato pensé en cuán afortunada era al tenerlo. Nunca imaginé que algo tan increíble
pudiese sucederme a mí, de que yo pudiese conocer a alguien tan hermosamente imperfecto como él.

Él habló después de un momento, diciéndome que necesitaba un favor. Aquello me confundió


brevemente, le pregunté de qué se trataba a sabiendas, que independientemente de lo que él me pida,
era muy improbable que yo alguna vez le pueda decir no. Era devota a esta hermosa criatura, y sabía
que nada iba a cambiar aquello. Sonrió con complicidad y me dijo que su habitación necesitaba ser
limpiada y yo reí, porque era verdad y estaba complacida de que al fin lo reconociera. Él sonrió y
volteó su cabeza, acurrucándose en mi regazo. Con una de sus manos empezó a acariciar mi muslo y
pude sentir su aliento sobre mi piel expuesta. Empecé a retorcerme, sintiendo cosquillas atravesar mi
cuerpo y deteniéndose entre mis piernas, despertando así cada centímetro de mi cuerpo. Comencé a
acariciar su espalda y a pasar mi mano por su cabello, adorando la sensación de su suave y
desordenado cabello cobrizo por mis dedos. Él necesitaba urgente un corte de cabello, ya que le había
crecido un poco desde mi llegada y estaba empezado a salirse de control, pero aún mantenía ese
encanto y que era parte de quien él era.

Él suspiró y yo miré hacia abajo, notando que había cerrado sus ojos. “Aunque, mañana. Limpiar
puede esperar para mañana,” murmuró, moviendo un poco su cabeza como si estuviese tratando de
hacer una pequeña madriguera en mi regazo. Yo le sonreí y lo miré, acariciándolo con suavidad. Sus
labios se movían un poco, pequeñas sonrisas aparecían en su boca.

Mi mano, que estaba acariciando su espalda, dejó de hacerlo para descansar a un costado de su cuerpo,
cerca de sus caderas. Todavía lo estaba mirando, cuando vi que sus ojos se abrieron y su mirada se
dirigió a mí. Me sonrió con su deslumbrante sonrisa torcida cuando vio que lo estaba mirando.

“¿Quieres hacer algo?” él preguntó de manera suave.

“¿Cómo qué?” le pregunté. Se encogió de hombros ligeramente y suspiró levantándose de mi regazo.


Él salió de la cama y caminó hasta su escritorio, asegurándose de evitar el libro que había pateado.
Tomó un nuevo porro de marihuana y lo encendió, fumando un poco de él. Exhaló después de un
momento.

“Nunca terminamos nuestro juego de 21 preguntas ese día,” dijo. Yo lo miré sorprendida y le sonreí.

“De acuerdo,” le respondí. Él asintió, sonriendo, e inhaló otro poco de marihuana. Dejó el porro sobre
el escritorio y caminó hasta mí, sentándose suavemente a mi lado en la cama. Alzó una de sus cejas
dándome una mirada inquisidora y sonreí, sabiendo de inmediato lo que él quería hacer. Se inclinó a
mí muy despacio, dejando que sus labios apenas tocasen a los míos, y empezó a exhalar. Yo cerré mis
ojos e inhalé, llevando su humo a mis pulmones. Lo retuve allí y lo escuché reír entre dientes cuando
retiró un poco sus labios de los míos. Abrí mis ojos y vi que aún estaba muy cerca de mi rostro, su
nariz apenas tocaba la mía. Exhalé, dejando que el humo salga, y una vez que mis pulmones
estuviesen limpios se inclinó y presionó sus labios contra los míos de manera poderosa. La fuerza con
la que lo hizo me empujó hacia atrás y ambos reímos cuando él se ubicó sobre mí, besándome
profundamente. Yo envolví mis brazos alrededor de él y lo besé con todas las fuerzas que tenía.
Finalmente él se separó de mis labios después de un momento y sonrió, besándome suavemente un par
de veces más.

“No existe cosa más jodidamente sexy que verte respirar mi humo,” dijo con voz ronca. Aquello
mandó un escalofrío por mi columna vertebral y gemí suavemente cuando él se volvió a inclinar hacia
mí y presionó su boca en mi cuello.

“Pregunta número, cualquier maldito número que sea. ¿Me quisiste besar ese día? Porque, joder, juro
que creí que sí querías hacerlo, pero no estaba seguro así que no lo hice,” él murmuró, sus labios
todavía recorrían mi piel. Suspiré, dejando recorrer mis dedos por su cabello.

“Sí,” susurré suavemente. “Aunque, yo, eh…estaba asustada.”

Él gruñó. “¿Todavía estás asustada?” me preguntó. Yo dudé por un instante, considerando una
respuesta. Su aliento se sentía soplar a través de mi cuello, provocándome cosquillas desde la cabeza a
los pies.
“Sí,” le dije. “Pero no por la misma razón que lo estuve antes.”

Sus labios abandonaron mi cuello y se sentó, alzando sus cejas. Su expresión demostraba un genuino
interés. “¿Por qué estás asustada ahora?” él preguntó curioso.

Suspiré, llevando mi labio inferior a mi boca para morder de manera nerviosa. “¿No es mi turno para
hacer una pregunta?” le pregunté. Él gruñó, rodando sus ojos.

“Solo responde por favor,” me dijo. “¿Por qué estás asustada?”

“Estoy asustada de perderte,” le dije casi en susurro, mi voz temblaba un poco a causa de los nervios.
No era tan fácil admitir mis inseguridades, de permitirme a mí misma ser vista de manera tan
vulnerable. La vulnerabilidad jamás había sido una cosa buena para alguien como yo.

Él suspiró y me miró fijamente por un momento, su mirada era intensa. Se alejó de mí cambiando su
posición y se sentó, quitándose rápidamente su camiseta. Lo miré confundida, sin saber lo que él
estaba haciendo y ligeramente asustada de que yo hubiese dicho algo malo. Él se acostó junto a mí
después de un momento, recostándose sobre su costado. Yo rodé sobre mi costado y él estiró su mano
abruptamente, agarrando la mía con fuerza. Me estremecí ante lo ocurrido, no de miedo sino por haber
sido tomada desprevenida, él lo notó y soltó su agarre un poco. Después de un momento, tomó mi
mano y la dejó suavemente sobre su pecho, justo en el lugar donde estaba su corazón. Puso su mano
sobre la mía y la presionó, mirándome a los ojos intensamente. Su expresión era impresionante,
completamente sobrecogedora ya que el amor que él sentía se percibía por doquier. Su piel se sentía
muy cálida al tocarla, pude sentir de manera leve su corazón latiendo en su pecho debajo de mi mano.

“¿Puedes sentir eso?” él preguntó en voz baja. Asentí, un poco asombrada por su seriedad. “No me iré
a ningún lado, Isabella. Esto es tuyo.”

Sentí mis ojos llenarse con lágrimas, traté de reprimirlas pero fue inútil. Una de ellas se escapó casi de
inmediato, rodando por mi mejilla. Él sonrió y removió su mano que estaba sobre la mía, alzándola a
mi rostro para limpiar la lágrima. “Tu turno de hacer una pregunta, tesoro,” dijo.

Yo suspiré. “¿A qué le tienes miedo?” pregunté, manteniendo mi mano sobre su corazón. Estaba
maravillada de ser capaz de sentir latir su corazón, era como si estuviese en sincronía con el mío. Él
suspiró.

“A que tú salgas lastimada por mi culpa,” respondió sin vacilar. Mis ojos se abrieron a causa de la
sorpresa, ya que no esperaba esa respuesta. “Tengo miedo de que mi padre vaya a alejarte de mí, o de
que algo salga jodidamente mal cuando yo trate de robarte”.

Mis ojos se abrieron aún más. “¿Robarme?” le pregunté, un poco en pánico. Él me sonrió levemente.

“De acuerdo, no robarte de manera literal, no vayas a entrar en un jodido pánico conmigo. Pero voy a
tratar de averiguar la manera de sacarte de esta situación,” dijo.

Lo miré por un momento, luchando contra la esperanza que estaba tratando de invadir mi cuerpo. Era
peligroso para mí siquiera empezar a esperanzarme en la libertad, ya que los esclavos no eran
simplemente liberados. Los esclavos eran usados y desechados cuando su tiempo había llegado.
Nosotros sabíamos demasiadas cosas como para ser simplemente liberados al mundo exterior. Había
pensado en ocasiones anteriores, como Edward y yo pudiésemos estar juntos, y me di cuenta que algo
debía pasarnos para que aquello durara. Él se iría pronto, ya que era casi un adulto, y si nada ocurría él
me dejaría en su pasado mientras seguía con su vida. Pero el concepto de que yo pudiese encontrar la
libertad que anhelaba, era difícil de aceptar.

“No hay ninguna salida a esto, Edward,” le dije después de un momento, el pesimismo una vez más le
ganaba la lucha a la esperanza que yo misma reprimía. Su ceño se frunció ante mis palabras y me miró
confundido. “Esta no es solo una etapa de mi vida. Esta es MI vida. La esclavitud es lo que me trajo al
mundo, y probablemente sea la que me saque de él. No vale la pena siquiera intentar cambiar eso, es
inútil.”

Sus ojos se estrecharon mientras su rostro se ensombreció de ira. Mis ojos se abrieron con sorpresa
debido a su repentino cambio de comportamiento. Había un fuego en sus ojos, una chispa de ira
arremolinándose en el verde de su mirada que me asustó. Él se sentó rápidamente, alejándose de mí,
retiré la mano de su pecho. Mi corazón empezó a latir de manera errática, debido a mi asombro y
confusión por su reacción. Él se quedó allí frente a mí y me miró furioso. “Nunca más vuelvas a decir
esa mierda,” dijo bruscamente, alzando su voz. Solo lo miré, sin saber lo que se suponía debía hacer o
decir, o sin saber al menos que fue exactamente lo que dije mal. Él tomó un respiro profundo, al
parecer para tratar de calmarse, pero no funcionó ya que el fuego aún ardía en su mirada. “Estoy
tratando de no encabronarme contigo, pero no puedes decir mierda como esas. Joder, no puedes
rendirte simplemente así como así. Hay mucho más que vivir que solamente esta mierda, allá afuera
existe todo un maldito mundo para ti y por el que tú tendrás que pelear junto a mí. Tienes que tener
una puta confianza en mí, no puedes simplemente rendirte y decir que esto no tiene maldito sentido.
Porque no es jodidamente en vano. Maldición, si fuese así, entonces, ¿por qué carajos estamos aquí?
¿Yo no tengo sentido para ti?”

“¡No!” le dije rápidamente, mi ceño estaba fruncido. No quise que pensara que él no significaba nada
para mí, porque sí era importante para mí. Él era todo para mí. Me senté rápidamente y sentí mis ojos
llenarse de lágrimas nuevamente. “No eres en vano o sin sentido. Tú eres la única cosa en mi vida que
tiene algún sentido, Edward.”

Él suspiró y negó con su cabeza, aún luciendo algo molesto. “¿Entonces valgo la puta pena para luchar
por mí? Porque si tú no estás dispuesta a luchar, tienes que decírmelo ahora. Porque estoy
completamente preparado para hacer cualquier pendejada que sea necesaria, y no voy a hacer esa
mierda para nada, si tú ni siquiera lo quieres intentar.”

“Por supuesto que vale la pena luchar por ti,” le dije, llevando mi temblorosa mano rápidamente a su
rostro para tocar su mejilla. Esperaba que me evitara, debido a que la ira estaba todavía escrita en su
rostro, pero no lo hizo. Inclinó un poco su cabeza al sentir mi roce y suspiró fuertemente.

“Entonces no vuelvas a decir esa mierda, ¿entendido? Cuando digo que voy a tratar de averiguar una
manera para sacarte de esto, lo digo en serio. Joder, no estoy jugando aquí, es en serio cuando te digo
que te amo, no son solo palabras para mí. Y Cristo, lamento estar gritando, pero me encabrona cuando
te menosprecias y dudas de las cosas,” dijo. La expresión de rabia en su rostro se había disuelto un
poco, y había sido reemplazada por una de tristeza, de dolor. Él estaba viéndome de manera intensa,
sólo asentí.
“No es tan fácil tener esperanza,” le dije, esperando que me entendería. Él suspiró, alcanzando mi
mano y poniendo la suya encima de la mía sobre su mejilla. Se apoyó un poco más en mi toque.

“¿Crees que no sé eso, tesoro? Pero tú debes de tener un poco de fe en mí. Volere è potere*,” dijo.

“¿Qué significa eso?” le pregunté. Me sonrió levemente.

“Donde existe voluntad, existe un camino,” me dijo. “Mi papá dice esa mierda todo el tiempo. Es su
respuesta para cada jodida cosa.”

Le sonreí levemente y asentí. “Lo lamento, por dudar,” murmuré. Él se encogió de hombros.

“Sin sangre, no hay culpa,” dijo con indiferencia. Miró hacia el reloj y suspiró, agarrando su cabello
con su mano. “¿Qué tal si sólo vamos a dormir?” él sugirió, volteando a verme. Sonreí y asentí.

“Suena bien,” le dije. Se levantó de la cama y tomó el control remoto, prendiendo su equipo de música
para escuchar algo de música suave en piano. Dejó el control remoto y regresó hasta la cama, tocando
el interruptor de la luz para que la misma se apagara. Subió a la cama, y me acercó a él rápidamente,
envolviendo con sus brazos mi cuerpo. Acarició mi cabello, inhalándolo.

“Buenas noches, Isabella,” dijo suavemente. Su voz tenía tintes de tristeza en ella y me sentí mal por
eso inmediatamente, sabiendo que había sido yo quién había matado su estado de ánimo y que
prácticamente había arruinado el recuerdo de una bonita noche.

“Buenas noches, Edward,” le susurré. Sentí una lágrima rodar por mi mejilla y cerré mis ojos,
ignorándola. Me aferré a sus brazos, los mismos que estaban envolviéndome, sujetándolo fuertemente
a mi cuerpo sin querer que me soltase jamás. Es que es tan difícil ser optimista cuando vives de la
forma en que yo lo hago.

Caí en un profundo sueño y por primera vez en mucho tiempo, las pesadillas se filtraron en mi
inconsciente. Empezaron como breves destellos de mi vida, imágenes inofensivas de momentos con
mi madre, pero que en sí eran difíciles de ver. Duros de revivir, ya que ella no estaba allí conmigo.
Ella se veía tan distante y se sentía como si hubiese pasado una vida entera desde que la había visto u
oído por última vez, y me preocupé de que ella no sea nada más que una aparición para mí de ahora en
adelante, un producto de mi imaginación. Rápidamente la imagen se transformó en violencia, en la
brutalidad que yo presencié, el asesinato al que fui forzada a ver y que luego tuve que limpiar. Reviví
algunas de mis peores palizas, Jane pateándome en el rostro, Charles agarrándome por el cabello y
arrastrándome hasta el patio. Las correas, los látigos y los palos que ellos usaban en mí. Los golpes,
las bofetadas, las patadas y los empujones. Y la sangre, ¡oh, tanta sangre! De esa imagen, cambió a la
mirada furibunda del doctor Cullen, la rabia y la indiferencia en sus ojos cuando él apuntó con su
pistola a mi garganta, el fuerte clic cuando apretó el gatillo.

Me senté de manera abrupta mientras recuperaba la conciencia, miré frenéticamente alrededor del
cuarto oscuro. Estaba temblando y sentí nauseas. Sentí la bilis subir hasta mi boca y rápidamente salté
de la cama, corriendo hasta el baño de Edward. Colapsé en el piso y me quedé congelada sobre su
inodoro, con mis músculos entumecidos y con unas terribles ganas de llorar. Me quedé sentada allí por
un momento mientras mi cuerpo se calmaba, tratando de recomponerme.
Me puse de pie después de un momento, mis piernas aún se sentían un poco temblorosas y todo mi
cuerpo estaba sudado, pero al menos mi estómago estaba tranquilo. Caminé de regreso a la habitación,
mirando la cama y frunciendo el ceño. Edward no estaba allí, y juzgando por el hecho de que no había
ido detrás de mí cuando salí corriendo al baño, asumí que no había estado en la cama por un buen
tiempo.

Dudé al principio pero, aun así, salí por la puerta, escabulléndome hacia el pasillo. El tercer piso
estaba oscuro y en completo silencio, casi de manera misteriosa. Bajé las escaleras en silencio,
dirigiéndome hacia el segundo piso. Me dirigí hacia las escaleras que conducían al vestíbulo, pensado
que quizás él estuviese consiguiendo algo de tomar, pero me detuve de manera abrupta cuando
escuché que la música inició.

Era inquietante y oscura, mezclada con tristeza. No sabía qué canción era pero sonaba sobrecogedora
mientras retumbaba en la silenciosa casa. Caminé por los escalones muy despacio, asegurándome de
permanecer en silencio, y me detuve en la parte superior. Me senté sin hacer ruido y miré a través de
la barandilla, la plataforma sobre la que estaba el piano. Edward estaba sentando en el banquillo,
tocando las inquietantes notas de una manera muy hermosa, encorvado ligeramente logrando que su
postura hiciese juego con el tono de la melodía. La música se hizo más fuerte después de un momento,
al tiempo que él empezó a golpear las teclas de manera casi furiosa, pero tan rápido como se disparó,
así mismo regresó a las suaves e inquietantes notas.

Apoyé mi cabeza en la barandilla, haciéndome una pequeña bolita, y observándolo tocar por un
momento. Estaba completamente deslumbrada, escuchando tanta emoción derramarse de la yema de
sus dedos. Él parecía estar tocando la misma tonada oscura pero en una continua repetición; en cuanto
esta terminaba, él volvía a tocarla nuevamente.

Me pregunté cuán seguido tocaba el piano por las noches, o si es que él se escapaba de la cama con
frecuencia. A menos de que Edward me despierte por una pesadilla, últimamente yo era capaz de
dormir toda la noche, no despertándome hasta que el sol haya salido totalmente allá afuera. ¿Él
siempre hacía esto? ¿Era parte de su rutina hacerlo? ¿O es que yo realmente lo había molestado más
temprano esa noche hasta llegar al punto donde no quisiese dormir conmigo, no quisiese estar cerca de
mí?

Mis párpados se sintieron pesados pero traté de mantenerlos abiertos, sin querer levantarme e irme
todavía. Estaba del todo cautivada por la música que estaba tocando como para querer volver a la
cama. Sin embargo, debí haber perdido mi batalla con mis párpados, porque la siguiente cosa que supe
fue que estaba siendo sacudida por alguien, mis ojos se abrieron de golpe, estaba completamente
sorprendida y perpleja. Mi mirada recayó en Edward de inmediato y miré a mí alrededor con
confusión, asombrada cuando vi que estábamos en el segundo piso y que él me estaba meciendo en sus
brazos. Me di cuenta en ese momento que me había quedado dormida mientras lo escuchaba tocar, y
que debió encontrarme cuando se dirigía de regreso arriba. Le di una mirada de disculpa esperando
que no se hubiese molestado por espiarlo mientras tocaba, pero él simplemente sonrió.

“Tenemos camas, tesoro, no tienes por qué dormir en el piso,” dijo en broma. Yo sonreí ligeramente.

“Me desperté y no estabas, y luego te vi tocando pero no quería interrumpir,” le respondí, algo grogui
a causa del sueño.
“Hubieses bajado, no me hubiese molestado. Y lamento haberte gritado hace un rato, lo siento si eso te
molestó,” dijo. Comenzó a subir las escaleras para dirigirse al tercer piso y yo envolví su cuello con
mis brazos mientras él me apretaba más a su cuerpo en un abrazo.

“Está bien,” murmuré. Él suspiró, negando con su cabeza.

“No, no está bien,” dijo, sonando exasperado.

Yo suspiré pero no discutí con él. Apoyé mi cabeza en su pecho y cerré mis ojos mientras llegábamos
al tercer piso y él me llevaba a su habitación. Me dejó sobre la cama y rodeándola, arrastrándose a mi
lado. Me acercó a su cuerpo y yo me acurruqué en su pecho, volviendo a quedarme dormida de
inmediato.

Me levanté mucho después y levanté la cabeza un poco para ver la hora en el reloj. Me sorprendí
cuando vi que habían pasado unos minutos después de las 10 am. Escapé con suavidad de los brazos de
Edward, siendo cuidadosa de no despertarlo y salí de la cama. Sorteé mi salida de su habitación en
medio de su desorden, agradecida de que pronto estaríamos haciendo algo al respecto y me dirigí al
pasillo. Cerré la puerta detrás de mí con cuidado y me dirigí hasta las escaleras. Las bajé rápidamente,
haciendo una pausa cuando llegué al vestíbulo y escuché la tv encendida en la sala. Caminé en
silencio, sorprendiéndome cuando vi a Jasper sentado en el sofá con el control remoto en su mano. Él
me miró y sonrió.

“Buenos días, dormilona,” me dijo. Yo sonreí.

“Buenos días, Jasper,” le dije con calidez. “¿Tienes hambre? Iba a preparar el desayuno.”

Su sonrisa creció. “Eso es terriblemente dulce de tu parte. Sí, podría comer algo,” me respondió. Yo
asentí.

“Bien, ¿Emmett está en casa?” le pregunté. Él asintió.

“Sí, fue a tomar una ducha. Debería bajar en un rato más.” Dijo. Yo sonreí y murmuré un ‘está bien’,
volteándome y dirigiéndome a la cocina. Sabía que si Emmett estaba en casa, necesitaría preparar un
poco más de comida, ya que él tenía un apetito voraz. Empecé friendo algo de tocino y preparé la
mezcla para la masa de los pancakes.

Empecé justamente con eso, rompiendo un par de huevos en una sartén, revolviéndolos. Estaba
ocupada trabajando en el desayuno, sacando también algo de fruta para picarla, cuando Emmett bajó
por las escaleras. Estaba hablando por su teléfono celular y al llegar al vestíbulo se detuvo,
mirándome y sonriéndome. Jasper caminó desde la sala hasta la cocina, y saltó sobre el mostrador,
sentándose a pocos centímetros de la estufa.

“¿Tuviste una buena cita ayer?” Preguntó curioso. “¿Qué hicieron?” yo alcé la mirada y le sonreí.

“Sí, fue genial,” le respondí. “Él me llevó a cenar y luego vimos una película.” Él asintió mientras
sonreía feliz.

“Eso es bueno, tú sabes, estaba algo preocupado al principio. Edward nunca ha sacado a ninguna chica
antes, así que no sabía si de hecho él sabía lo que en realidad era una cita. Estaba preocupado que
quizás pensara que una cita consistía en ‘fajarse a una chica’ en el parque y luego comprarle una cajita
feliz. (N.T. Balling a girl = fajarse una chica, se refiere a toda clase de actividad sexual que involucre
a un chico y una chica pero que no involucre el coito, tales como sexo oral, masturbación, besos, etc.)

Lo miré confundida. “¿Qué?” le pregunté, insegura de lo que se refería cuando dijo lo de fajarse a una
chica. Aunque, sabía muy bien que una cajita feliz era algo que se compraba en McDonald’s.

“¿Qué parte no entendiste?” me preguntó vacilante, luciendo como si estuviera arrepentido de lo que
dijo.

Me encogí de hombros “¿Fajarse una chica?” le pregunté. Él suspiró y cerró sus ojos, pero antes de
que pudiese responderme alguien aclaró su garganta desde la puerta. Di un salto a causa del sobresalto
y me viré rápidamente, mis ojos se abrieron por completo cuando vi a Edward. Él se veía algo
desaliñado a causa del sueño, su cabello estaba todo parado. Y no estaba usando nada más que sus
shorts.

Escuché a Jasper murmurar una maldición y los ojos de Edward se fijaron de inmediato en él. “¿Qué
eres, la puta Gestapo?” Edward preguntó. “¿Interrogándola y todas esa mierdas?” Jasper suspiró.

“Solo tenía curiosidad,” Jasper respondió, encogiéndose de hombros. Edward rodó sus ojos.

“Lo que sea. Yo sé cómo tratar a una chica,” dijo Edward, sonando a la defensiva. Él me miró,
luciendo ligeramente aprensivo e inquisitivo. Lo miré por un momento, confundida por la mirada que
me estaba dando, hasta que la realidad me golpeó. Él no creía sus propias palabras y estaba mirando,
tratando de encontrar en mí una confirmación de que él me había tratado bien. Le sonreí, ya que de
cierta forma era simpático ver a alguien tan seguro como Edward, buscar respuesta en alguien como
yo para aumentar su confianza.

“¡Huelo comida!” Emmett gritó emocionado en cuanto terminó su llamada. Entró a la cocina,
empujando a Jasper y a Edward. Caminó directamente hasta mí y se acercó, tratando de robar un poco
de tocino. Sin siquiera pensarlo azoté su mano, congelándome de inmediato cuando me di cuenta lo
que había hecho. Recuerdo que mi madre azotaba mi mano incontables veces cuando yo era más
pequeña y trataba de robar un poco de comida, sin entender el porqué no me estaba permitido aquello,
y yo acababa de hacer lo mismo a Emmett casi por instinto. Sin embargo, sabía muy bien que no debía
haber hecho eso, sabía que no debía ponerle una mano encima a un amo.

Emmett se quedó inmóvil, asombrado por mi comportamiento, y me miró con su mano aún en el aire.
Miré a Jasper y vi que él parecía igual de asombrado. Me volteé para ver a Edward y él me miraba
sonriente, tratando de aguantar una carcajada.

“¿Acabas de golpearme?”, Emmett preguntó en tono vacilante. “Porque te juro por Dios que creó que
lo hiciste, o quizás solo acabo de imaginar esa mierda.”

Sus palabras causaron que Edward no aguantara más y comenzara a carcajearse de manera histérica.
Jasper rió entre dientes y Emmett me miró con su ceja alzada, obviamente esperando una respuesta.
Empecé a balbucear de manera incoherente y Edward se rió aún más duro. Caminó hasta mí y me
envolvió en sus brazos, besando mi cabeza.
“Te lo mereces, cabrón,” dijo Edward en tono de broma. Emmett lo miró y le sonrió abiertamente. Él
extendió su mano rápidamente, robando un pedazo de tocino antes que ninguno de nosotros notáramos
lo que estaba haciendo y llevándoselo a la boca.

“Síp, la gatita aquí presente tiene cojones, lo puedo ver,” Dijo Emmett. “Toma una chingo de valentía
tratar de interponerse entre la comida y yo.”

Le sonreí e iba a disculparme con Emmett, ya que mi intención no había sido golpearlo, pero Edward
habló antes de que yo pudiese decir algo. “¿Por qué la llamaste gatita?” preguntó.

Emmett sonrió. “Porque es como una jodida gatita, es por eso. Toda linda y tierna y de aspecto
inocente, pero de la nada sus garras saldrán y se alzarán, y te mostraran una pizca de aquel pequeño y
vicioso animal en ella. Digo, ella todavía es relativamente inofensiva, pero tampoco es completamente
indefensa. ¿Sabes?”

Lo miré asustada por su percepción sobre mí y Edward rió. “Sí, lo sé.”

“Sí, claro que lo sabes, ella te tiene agarrado por las bolas,” Dijo Emmett de inmediato. Edward gruñó.

“¿Y Rosalie no te tiene con una jodida correa como si fuese un maldito perrito faldero?” Edward
preguntó de manera severa.

“Mierda, ya quisiera ella. Yo hago las cosas por mi cuenta, tonto,” dijo Emmett sonriendo y
asintiendo. Tanto Jasper como Edward empezaron a reír con fuerza.

“Ya lo quisieras tú,” dijo Jasper. “No estoy avergonzado de decir que Alice me tiene envuelto en su
dedo meñique, y te estás engañando a ti mismo si no piensas que es Rosalie quien lleva los pantalones
en su relación. Tú eres incluso peor de lo que es Edward. Al menos él admite ser un mandilón.” Mi
ceño se frunció a causa de la confusión y Edward gruñó.

“Eh… ¿La comida está lista? Dije al no entender lo que ellos estaban hablando y sintiendo como si
estuviese entrometiéndome en una conversación que se suponía no debía escuchar. Sonó más a una
pregunta que a una afirmación cuando lo dije pero ellos al menos entendieron la idea. Emmett abrió de
golpe una de las puertas de la alacena para tomar un plato, casi golpeando a Jasper. Él saltó del mesón
mientras reía, dejándole el camino libre. Edward permaneció donde estaba, abrazándome. Se agachó
un poco y besó mi cuello suavemente mientras sus hermanos servían su propia comida.

Edward y yo tomamos nuestros platos al final, y fuimos a la sala para comer y ver algo de TV.
Después del desayuno, regresé a la cocina y limpié un poco mientras los chicos conversaban. No
quedaron muchas sobras, eso gracias a Emmett, así que todo lo que tenía que hacer era lavar los platos
y limpiar los mesones.

Edward entró cuando estaba casi por terminar, recostando su espalda en el marco de la puerta y
cruzando sus brazos sobre su pecho. Me miró en silencio; su mirada era tan intensa que parecía como
si me penetrara por completo. Aquello me hizo sentir algo tímida y sentí ruborizarme de manera
ocasional cuando hacíamos contacto visual.

“¿Terminaste?” me preguntó después de un momento. Miré alrededor y asentí. “¿Estás lista para
enfrentar mi habitación conmigo?”

Le sonreí y asentí con entusiasmo, sintiéndome un poco más emocionada por limpiar de lo que por lo
general lo estaría. Pero era algo importante para mí que él me dejara limpiar su habitación finalmente,
así que por esta ocasión se sintió diferente. Él sonrió al sentir mi entusiasmo, y señaló con su cabeza
las escaleras antes de voltearse. Lo seguí y subí las escaleras en silencio.

Llegamos a su habitación y él entró, deteniéndose en la puerta. Me detuve a su lado y miré a mi


alrededor, sin saber por dónde empezar. Suspiró después de un momento, agarrándose su cabello de
manera nerviosa. “Mira, no tengo ni idea qué será lo que puedas encontrar en este desastre, así que me
voy a disculpar de antemano por eso, así no tengo que hacerlo cada vez que alguna mierda aparezca,”
dijo. Sonreí.

“Está bien, no es gran cosa,” le dije, encogiéndome de hombros. Él rió entre dientes.

“Yo no diría eso todavía,” murmuró. Caminó por toda la habitación y empezó a recoger su ropa sucia,
lanzándolas en el cesto. Dudé, pero aclaré mi garganta después de un segundo.

“¿Quieres separarlas?” le pregunté. Se paralizó, sosteniendo un par de pantalones, y se volteó para


alzarme una ceja.

“¿Separarlas para qué? Preguntó. Sonreí levemente.

“Separarlas para que yo pueda lavarlas. Tienes que separar la ropa por colores,” le dije. Su ceño se
frunció a causa de la confusión y yo empecé a reír. “Una pila de ropa blanca y otra de pila de ropa de
color servirá,” le dije, tratando de dejarlo claro para hacerlo más fácil para él. Fue bastante evidente,
de hecho casi inmediato, que él no tenía ni idea lo que estaba haciendo. Suspiró y alzó su mano para
hacerme un saludo de tipo militar.

“Sí, señora” él murmuró. Me paralicé, mi sonrisa se esfumó preocupada de que él pensara que estaba
tratando de mandarlo, cuando mi única intención era hacer el trabajo más fácil para ambos. Él vio mi
expresión y volvió a suspirar, pasando sus dedos por su cabello. “Estoy bromeando, relájate. Puedo
manejar esto de separar la ropa, sólo que no estaba consciente que debía hacer esa mierda.”

Asentí. Él volvió a su tarea con la ropa, escarbando la que estaba en la cesta y sacándola mientras se
quejaba en voz baja. Empezó a lanzarlas en dos montones, miré alrededor nuevamente, sin saber qué
hacer primero. Me agaché y recogí uno de sus libros del instituto. Caminé hasta su escritorio y lo dejé
sobre él. Recogí otro de sus libros y lo dejé en el escritorio, congelándome cuando reconocí mi
nombre en un pedazo de papel que sobresalía del libro. Eché un vistazo breve a Edward quien estaba
concentrado en la clasificación de la ropa, y regresé mi mirada al libro. Lo abrí para ver el papel,
sonreí cuando vi mi nombre escrito un par de veces. Aquella parecía ser una tarea de matemáticas o
algo por el estilo y él había garabateado los bordes.

“Así que, eh…” Edward empezó. Yo cerré el libro rápidamente y volteé a verlo, para evitar que
pensara que yo estaba curioseando entre sus cosas solo por diversión. Él sostenía una camiseta blanca
con rayas azul marino, y la miraba con cautela. ¿“Considerarías esto ropa de color o blanca?” Él
preguntó. Volteó a verme brevemente. “Y los libros van en la mochila que está allá,” dijo, señalando
con su cabeza a la mochila que estaba junto a la cama.
Yo sonreí y asentí. “Es de color” le dije. Miré hacía las pilas de ropa por un segundo. “Esa camiseta
blanca con el diseño verde en la espalda también es considerada color.”

Él miró abajo a la pila de ropa, entrecerrando los ojos. Tomó la camiseta y la lanzó a la otra pila de
ropa, refunfuñando. Escuché la palabra ‘mierda’ en medio de sus gruñidos y tuve que contener mi risa,
sabiendo que él no sobreviviría a este trabajo sin lanzar una buena sarta de maldiciones. “¿Cómo
mierda puedes deducirlo? Parecía un maldito blanco para mí,” dijo, sonando irritado. Yo sonreí,
encogiéndome de hombros.

“La etiqueta dice que no se debe usar cloro,” le dije. Atravesé su habitación y tomé su mochila, para
caminar de regreso al escritorio y guardar los libros en ella. Él me miró con algo de disgusto y regresó
a lo de la ropa.

“Joder, no me dijiste que leyera las malditas etiquetas,” dijo. Traté de retener mi carcajada
nuevamente debido a su enojo, a sabiendas que aquello solamente podía empeorar su irritación. Estaba
claro que estaba fuera de su ambiente aquí, pero apreciaba el hecho que estuviese intentando hacer
algo por sí mismo. Continué recogiendo libros que estaba esparcidos por toda la habitación, unos eran
del instituto y otros obviamente eran de lectura personal. Me sorprendió un poco el ver tantos libros,
ya que no creí que Edward fuese la clase de personas que lee por placer. Tomé un pequeño libro café
después de un momento y miré su cubierta. Estaba un poco gastado, se veía bastante viejo y no había
nada en su portada a excepción de dos palabras doradas. No las reconocí así que pensé que quizás
estaban en algún lenguaje extranjero. Mi ceño se frunció por la confusión y lo miré con cautela, sin
saber qué hacer con él.

“Edward, ¿este es un libro de texto del instituto?” le pregunté vacilante. Él me miró y se paralizó
cuando vio el libro. Sonrió después de un segundo, y negó con su cabeza.

“No, esa no es la mierda que te enseñan en la escuela, cariño,” me dijo, riendo entre dientes y sonando
bastante divertido. Miré nuevamente la cubierta.

“¿Es esto italiano?” le pregunté. Él me miró, todavía luciendo divertido y negó con su cabeza cuando
hizo contacto visual conmigo. “Entonces, ¿qué es?” pregunté.

Él rió nuevamente. “Es, eh…” empezó diciendo. Hizo una pausa y negó con su cabeza. “Cristo, es una
mierda que pudiese enseñarte más fácil que explicártelo”.

Mi ceño se frunció y miré nuevamente la portada del libro, ligeramente confundida y un poco nerviosa
a causa de su reacción. Abrí el libro de manera vacilante y mis ojos de inmediato se posaron en la
imagen de un hombre y una mujer. Me confundió por un segundo ya que el hombre estaba sentado y la
mujer estaba doblada en un ángulo extraño, flexionando su espalda hacía él mientras lo miraba. Traté
de averiguar qué era lo que estaban haciendo. Mis ojos se abrieron del todo después de un momento
cuando noté que la cabeza del hombre estaba en medio de las piernas de ella y ella tenía sus partes
masculinas en su boca. Grité a causa de la sorpresa y de inmediato solté el libro, asustada. Cayó en el
piso, aterrizando boca arriba con un sonido seco. Edward empezó a reír con fuerza y caminó hasta
donde yo estaba, deteniéndose a mi lado. Miró hacia abajo y vio la imagen de la mujer haciendo una
postura extraña con las partes privadas del hombre en su boca, fijando su mirada en ella por un
momento. Yo solo permanecí estupefacta, sorprendida. Él me miró y sonrió.
“¿Cuán flexible eres?” me preguntó en tono de broma, mirando a la imagen brevemente. Yo jadeé y él
empezó a reír, negando con la cabeza. “Estoy bromeando,” me dijo mientras se agachaba y tomaba el
libro. Lo cerró y palmeó la cubierta del libro, suspirando. “Se llama el Kama Sutra, es como la Biblia
del sexo. Y si esto te resultó vergonzoso, quizás quieras dejar de curiosear alrededor del cuarto porque
llegado a cierto punto, te vas a ver forzada a encontrar la pornografía real.”

“¿Tienes pornografía?” le pregunté, mis ojos completamente abiertos por la sorpresa. Después de ver
la película ‘Boogie Nights’ estaba bastante consciente lo que era la pornografía. Él rió entre dientes y
asintió.

“Sí, tengo pornografía, Isabella. La mayoría de hombres tiene pornografía. Mierda, muchas perras
incluso tienen pornografía aunque a ellas no les guste admitirlo,” él dijo, volteándose y dejando el
libro de Kama Sutra sobre su escritorio. Empezó a caminar por la habitación pero se detuvo y regresó
a mirarme, sonriendo tímidamente. “Quise decir chicas, no perras. Error de mi parte”

Le sonreí ligeramente, encogiéndome de hombros. “Está bien,” le dije alejándome un poco de él y


mirando alrededor de la habitación. Edward terminó de separar la ropa mientras yo terminaba de
recoger sus libros. Llevé la cesta de ropa blanca abajo y empecé a llenar la lavadora, sacando unas
pocas prendas de la cesta a las que obviamente no se les podía poner cloro. Simplemente las dejé a un
lado en el cuarto de lavado para meterlas en la siguiente carga de ropa a lavar, no queriendo hacer un
gran alboroto por aquello, ya que sabía que Edward lo haría si notaba que él había cometido algún
error. Tendía a ser perfeccionista, me di cuenta de eso y no quise armar un embrollo si eso era de fácil
solución. Me encontré a Jasper en el pasillo del segundo piso. Él rió cuando le dije que estábamos
limpiando la habitación de Edward y me deseó buena suerte en eso debido a la naturaleza peculiar de
Edward con sus pertenencias.

Regresé a la habitación de Edward con el cesto de ropa vacía y me detuve en la puerta cuando lo vi
que estaba acostado en su cama, tumbado boca abajo con los ojos cerrados. Me detuve allí y observé
su espalda un momento, casi deslumbrada por la manera en que sus músculos estaban esculpidos y
cómo su tatuaje se destacaba prominente en su pálida piel. Se volteó después de un momento y abrió
sus ojos, mirándome. Sonrió de manera perezosa.

“Me rindo,” murmuró. Yo solté una risita y negué con la cabeza ante el hecho de que todo lo que había
hecho era dividir la ropa en dos pilas, y que en ello había hecho un trabajo bastante malo. Se rió y se
sentó. “En serio, esta mierda es trabajo duro.”

“Eh, no es tan malo,” le dije, encogiéndome de hombros. Rodó sus ojos y se puso de pie, pasando una
mano por su cabello. Empecé a tomar la ropa de color de la pila y la lancé en el cesto, sacándolo de la
habitación y dejándolo en el pasillo para que no estorbara. Miré alrededor brevemente, mis ojos se
detuvieron en un juego de sábanas que estaban en una esquina. Caminé hasta ellas con la intención de
alcanzarlas y tomarlas, pero Edward gritó abruptamente, deteniéndome. Yo me detuve y lo miré, él
caminó hasta mí y las recogió el mismo. Caminó con dirección a la puerta y las lanzó en el pasillo. Yo
lo miré confundida, preguntándome por qué había reaccionado de esa manera. “¿Había algo malo con
esas sábanas?” le pregunté con duda. Él gruñó, negando con la cabeza.

“Están contaminadas,” dijo simplemente. Lo miré, sin entender lo que había dicho, dándome cuenta
después de un momento que no pretendía decirme nada más sobre eso. Recogió algunos discos de
música y empezó a organizar sus DVD, así que caminé hasta su cama y saqué las sábanas. Edward
cambiaba por si solo sus sábanas con frecuencia, ya que él no era exactamente muy insalubre, gracias
a Dios, y cada vez que lo hacía, usualmente solo dejaba las sábanas sucias en la cesta del cuarto de
lavado. Dejé caer en el suelo las sábanas, fundas de almohada y el edredón en el pasillo,
asegurándome de mantenerlas separadas de las sábanas supuestamente contaminadas ya que Edward
había reaccionado muy fuerte acerca de eso. Me dirigí al segundo piso, sacando del armario sábanas
limpias y una manta, asegurándome de tomar alguna que Edward ya hubiese usado antes, en caso que
él fuese exigente en eso también. Las llevé al dormitorio de Edward y empecé a hacer la cama. Él
estaba jugando con su estéreo, tenía el reproductor de discos abierto y estaba poniendo en él algunos
discos. Lo cerró después de un momento, dejando las cajas de los discos de regreso en su lugar inicial
y encendió el estéreo. Algo de ruidosa música rap se escuchó enseguida, el sonido del bajo retumbaba
en las paredes, y él sonreía al parecer bastante complacido por ello. Había notado en el último par de
semanas que el gusto de Edward con respecto a la música era bastante amplio, que iban rápidamente
desde suaves tonadas de piano a canciones de rock estruendosas, a vulgares canciones de rap. Incluso
le oí que una vez escuchaba una canción de música country, pero él pretendió no saber de qué estaba
yo hablando cuando por alguna razón se lo mencioné más tarde aquel día.

Él caminó por la habitación y se sentó en la silla de su escritorio, tomando su pipa de marihuana que
había dejado allí la noche anterior. Terminé de hacer su cama y él encendió la pipa, absorbiendo un
poco de ella. Empecé a caminar por todo el cuarto, agarrando cosas al azar que estaban en el piso y
alzándolas en el lugar donde yo asumía debían ir. Edward se acomodó en la silla y me miró
intensamente, haciéndome sentir un poco tímida. No me importó que no estuviese haciendo nada para
ayudarme, ya que honestamente sabía que yo haría un mejor trabajo si me dejaban hacerlo por mi
cuenta, pero su mirada me estaba poniendo nerviosa, ya que sabía cómo era él con sus cosas.
Ocasionalmente ponía una expresión irritada en su rostro y sabía que estaba tratando de contenerse de
hacerle honor a su reputación de ser tan quisquilloso. Apreciaba su represión a su natural instinto de
intervenir, ya que esperaba que al menos él empezara a quitarme cosas de la manos para evitar que
mis dedos las tocaran.

Dejó su pipa después de un momento y se puso de pie. La canción cambió y él empezó a reír, negando
con su cabeza. Lo miré confundida y empezó a menear su cabeza, cantando la letra de la canción.
Regresé a mi tarea de recoger cosas pero escuchando su voz, riendo un poco para mí misma. La letra
de la canción era vulgar, al igual que la mayoría del rap que escuchaba, pero él tenía la manera de
hacer que aquello no sonara tan mal cuando venía de sus labios.

Empezó a ayudarme nuevamente, recogiendo cosas y dejándolas en su lugar. El piso quedó limpio
después de un corto tiempo y luego tomó otro receso. Decidí llevar la ropa abajo y empezar con mi
tarea de lavado, poniendo la primera carga de ropa en la secadora y llenando la lavadora con la
segunda carga. Regresé a la habitación y vi a Edward mirando su armario. Se agachó y empezó a sacar
cosas del piso del armario, dejándolas a un lado. Miré alrededor de la habitación y vi el borde de un
libro sobresalir cerca del pie de su cama. Caminé hasta él y me arrodillé, alzando un poco el edredón y
mirando debajo de la cama. Mis ojos se abrieron asustados cuando vi cuán desordenado estaba allí
abajo, mi ceño se frunció confundido cuando vi unas cajas. Estiré la mano y saqué de allí unos libros y
un par de revistas al igual que un par de DVD, sin tocar las cajas ya que no tenía idea qué eran. Bajé
nuevamente el edredón y miré el montón de cosas que saqué debajo de la cama. Me acomodé un poco
en el suelo, jadeando cuando vi una mujer semidesnuda en la portada de una de las cajas de DVD. La
tapé con mi mano rápidamente, pero al parecer no fui suficientemente rápida ya que Edward me había
descubierto. Empezó a reír, negando con su cabeza.
“Te dije que encontrarías la pornografía,” me dijo. Tomé el DVD y rápidamente lo envié de regreso
debajo de la cama, lo que provocó únicamente que él riera aún más fuerte. Se acercó y se acuclilló
frente a mí, estirando la mano debajo de la cama y tomándolo. Lo sostuvo frente a mí y me sonrojé,
evitando mirarlo, estaba avergonzada. Se acercó a mí y tomó mi barbilla levantando mi cabeza para
que yo pudiese verlo. Hice contacto visual con él pero aún podía ver el DVD por el rabillo de mis ojos,
lo que hizo que mi rubor fuese más profundo.

“¿Lo quieres ver?” preguntó suavemente, con un brillo malicioso en sus ojos. Mis ojos se abrieron
asustados y negué rápidamente con mi cabeza. Él rió y asintió, poniéndose de pie. Caminó hasta su
escritorio y abrió un cajón, para dejar el DVD allí dentro. “Me parece justo. Quizás en otra ocasión,”
dijo. Me miró, alzando sus cejas con expectativa. Yo empecé a morder mi labio inferior de manera
nerviosa.

“Quizás,” le respondí suavemente. Sonrió y asintió, cerrando el cajón. Miré al piso a la pila de cosas,
las clasifiqué y las regresé al lugar donde pertenecían. El teléfono de Edward sonó después de un
momento y él se sentó en su escritorio, para contestar la llamada. Suspiró y presionó un botón,
llevándoselo a su oído.

“¿Qué hay, Ben?” dijo. Hubo una pausa y Edward empezó a reír, moviendo su cabeza. Edward empezó
a hablar algo sobre algún profesor y traté de bloquear su voz en mis oídos, sin querer inmiscuirme ya
que no quería que pensara que era entrometida o que no confiaba en él. Saqué un paquete de fotos que
estaban debajo de la cama y los sostuve en el aire, llamando la atención a Edward con la mano para
que me viera. Sonrió y señaló con la cabeza un cajón. Miré en esa dirección pero él aclaró su garganta
de inmediato. Me volteé para verlo y cubrió el teléfono con su mano. “Pues verlas si quieres, son solo
fotos de mis hermanos y de Alice y Rose y de otras cosas.” dijo. Yo sonreí en respuesta y retiró su
mano del teléfono, para inmediatamente decirle algo a Ben. Abrí el paquete y saqué las fotos, dejando
la envoltura sobre el aparador. Las revisé, sonriendo a la foto de los cinco haciendo cosas como ir a
parques de diversiones y fiestas y otras en las que estaban solo pasando el tiempo. Habían unas pocas
con ese chico Jacob Black en ellas, y dudaba que Edward supiese aquello ya que me podría aventurar a
adivinar que si supiera no las hubiese guardado. Todos se veían muy jóvenes y despreocupados, pero
en la mayoría de ellas había algo extraño en Edward. Había ese entumecimiento en sus ojos, el brillo
del fuego y la emoción a la que estaba acostumbrada a ver, no estaba. Estaba sonriendo pero había
tristeza en él, una soledad. Todo el mundo me había dicho que Edward había cambiado desde que me
conoció, y ver esas imágenes de él sin vida me hizo dar cuenta de que todos me decían la verdad.
Estaba claro que se veía reprimido e infeliz.

Llegué hasta una foto de Edward, solo y muy tranquilo. Era una imagen de cuerpo entero, al parecer
tomada por alguien más. De inmediato me pregunté si al menos sabía que alguien le había tomado esa
foto, ya que no estaba prestando ni un poco de atención a la cámara. Estaba de pie frente a la playa,
vistiendo nada más que un bañador, y mirando al agua. Estaba solo y tenía una expresión sombría en
su rostro. El sol estaba brillando con fuerza, era tan brillante incluso que hacía que su pálida piel
pareciera casi brillar. Aquello me quitó el aliento, ya que se veía tan devastadoramente hermoso pero
al mismo tiempo se veía tan claramente roto. Era una foto hermosa, tenía en ella mucha emoción. Yo
había escuchado la expresión ‘Una imagen vale más que mil palabras’ pero nunca la había entendido
realmente hasta que me topé con la foto de Edward en la playa. La imagen definitivamente decía
demasiado.

Estaba completamente en trance a causa de la foto que ni siquiera me di cuenta que Edward había
terminado su conversación telefónica y que estaba junto a mí, hasta que habló. “Estaba tan
jodidamente pálido que casi podía cegar a la gente,” dijo, mirando sobre mi hombro. Yo salté,
asustada por su proximidad y volteé mi cabeza para verlo. Estiró su mano y la dejó en mi brazo,
acariciándolo levemente. Yo sonreí y regresé la mirada a la foto.

“Te veías impresionante” le dije en voz baja. Él rió entre dientes.

“¿Me veía impresionante? ¿Ya no me veo impresionante?”, preguntó en broma. Agarró un mechón de
mi cabello y lo apartó de mi hombro, exponiendo mi cuello. Se inclinó y dejó un suave beso en la
parte de atrás de mi cuello, haciendo que un cosquilleo recorriera toda mi espalda.

“Claro que todavía te ves impresionante,” le dije, casi sin aliento. “Pero esta es realmente una foto
hermosa.”

Él soltó una risita y se apartó de mi cuello. “Puedes quedártela” me dijo, encogiéndose de hombros.
Yo volteé y lo miré sorprendida.

“¿En serio?” le pregunté. Él sonrió y asintió.

“Sí, en serio. Veo a ese imbécil cada maldito día en el espejo, no necesito una foto de él.” me dijo.
Sonreí de oreja a oreja, asombrada y abrumada. Era algo pequeño pero significaba mucho que él me
diera la foto.

“Gracias,” le dije entusiasta. Él rió y asintió, inclinándose hacia adelante y presionando sus labios con
los míos suavemente.

“De nada, tesoro. Ahora, si me disculpas, tengo un pequeño asunto que atender. Ben va a pasar por la
casa para recoger algunas cosas que mi padre dejó para él. Regresaré enseguida. ¿De acuerdo?” Dijo.
Yo asentí y él me besó de manera rápida otra vez antes de salir de la habitación.

Caminé hasta mi habitación y miré alrededor, tratando de decidir. Finalmente guardé la foto en el
cajón de mi ropa interior, sabiendo que era el lugar menos probable que el doctor Cullen pudiera ver.
No estaba segura cuál sería su reacción al saber que yo tenía una foto de su hijo medio desnudo y no
quería tener que explicárselo.

Regresé a la habitación de Edward y terminé de revisar las fotos. Las puse en la envoltura nuevamente
y abrí el cajón donde me dijo que debían ir, paralizándome inmediatamente. Descansando encima del
cajón había una muñeca sin rostro, hecha de hojas de maíz. Sabía que era de eso ya que eran los únicos
juguetes que tuve cuando crecí, debido a que pueden ser fácilmente hechos de cosas desechables y en
las cuales no se gastaba dinero. Dejé el paquete de fotos en el cajón y tomé la muñeca con cuidado, sin
querer dañarla. Me pregunté de inmediato por qué Edward tendría una cosa como esa y supe que debía
tener algún tipo de significado para él para que la conservara. La miré fijamente, viendo cada detalle
cuando escuché una garganta aclararse. Alcé la cabeza rápidamente, mis ojos se abrieron por completo
cuando vi a Edward de pie en la puerta con una ceja alzada hacia mí. No pude ver bien su expresión así
que no pude medir su estado de ánimo, pero no estaba sonriendo así que me aventuré a pensar que no
estaba del todo complacido. Desvié mi mirada de él rápidamente y dejé la muñeca de regreso al cajón,
para luego cerrarlo. No sabía qué hacer, él no se movía, estaba simplemente mirándome con una
expresión indescifrable.
“Lo siento, no debí haber tocado tus cosas,” le dije en voz baja, incapaz de manejar su silencio.
Aquello me asustó un poco y estaba temerosa de haber cruzado una línea que no debía haber cruzado.
Permaneció inmóvil por un momento más y mi nerviosismo creció. Empecé a morder mi labio
inferior, con miedo de cual pudiese ser su reacción cuando él finalmente hablase. Yo sabía cómo era
él, y cuán estúpida fui al tocar cosas que le pertenecían sin su permiso, y claramente él no me había
permitido tocar la muñeca. Su mano se extendió hasta mí de manera abrupta después de un momento,
y aquello me asustó. Me estremecí de inmediato pero eso no lo detuvo. Pasó la yema de sus dedos por
mi boca, retirando mi labio inferior de mis dientes.

“Vas a provocarte un sangrado si sigues haciendo esa mierda,” me dijo en voz baja. Lo miré y su
expresión se había suavizado, su rostro era el mismo que el de la foto que me había dado. “Mi madre
solía hacer esas muñecas para las niñas que llegaban al albergue cuando ella trabajaba como defensora
de mujeres violadas. Todo el dinero que recibían en donaciones iba directamente al programa en sí,
pero ella siempre se sintió mal por las niñas, sintiendo que ellas necesitaban algo de atención
personalizada. Así que hacía esas muñecas para las niñas pequeñas, ya que eran baratas y fáciles.
Teníamos el suficiente dinero para que ella pudiese comprar a cada niña un puto juguete, pero decía
que algo simple y personal era mejor”

Lo miré con sorpresa, atónita de que me estuviese contando la historia de la muñeca. Me miró
nuevamente y me sonrió. “Estoy de acuerdo, algo simple y personal es mejor,” le dije suavemente, sin
saber que más decir. Sonrió levemente.

“Un par de meses atrás hubiese estado en desacuerdo contigo,” dijo, negando con su cabeza.

“¿Y ahora?” le pregunté vacilante, curiosa de saber lo que pensaba. Él suspiró, encogiéndose de
hombros.

“Todo es diferente ahora.”

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Volere è potere = Donde existe voluntad, existe un camino
Capítulo 35 La medida de un hombre

“Para medir al hombre, mide su corazón” – Audrey Hepburn

Isabella swan
Traducido por Lanenisita

Estaba acostada en mi cama con un montón de papeles frente a mí, apretando el lápiz entre mis dedos.
Hice un boceto breve en el papel en blanco que estaba encima del montón, deteniéndome después de
un momento para mirarlo fijamente. Continué con mi boceto, deteniéndome una vez más, antes de
gruñir y agarrar el papel. Lo hice una pequeña bolita, con fuerza, y lo lancé al piso. Fijé mi atención al
papel en blanco que estaba ahora encima del montón, contemplándolo brevemente antes de empezar
nuevamente a hacer un boceto.

Había estado haciendo lo mismo por un buen rato ya, un par de horas si era honesta, y no había hecho
nada en absoluto. Tomaba una hoja de papel y dibujaba algo en ella, casi de inmediato sintiéndome
insatisfecha con ella. Yo misma hacía una pequeña rabieta, reprendiéndome por mi inutilidad mental y
autoproclamado mi falta de talento, para luego desechar el dibujo sin pensarlo mucho y empezaba
nuevamente. El piso estaba cubierto con muchas bolas de papel blanco, y si me ponía a adivinar, podía
decir que en el piso había al menos dos docenas de esas bolas. Me negué a contarlas siquiera, para ser
sincera no quería verlas, ya que aquello me haría sentir mal por desperdiciar tanto papel. Papel que era
hecho de árboles, y aunque seguramente no había escasez de árboles en el pequeño pueblo donde los
Cullen vivían, creía que ellos, los árboles, no eran algo que debía ser desperdiciado o tomado por
sentado. Los árboles vivían y respiraba, y aunque ellos no podían pensar o sentir, sentía que debían ser
apreciados. Ayudaban a proveernos de nuestro oxígeno y nos daban sombra. Y cuando tú eres criado
en la forma en la que lo fui, sabes que un árbol era una cosa de misterio, una de belleza. Era increíble
lo que un árbol puede soportar y sobrevivir, creciendo fuerte y cada vez más grande, no permitiendo
que los males de la tierra lo detenga. ¿Era tonto pensar tan profundamente sobre algo salido de la
madera y las hojas? Probablemente. Pero lo hacía, y el hecho que uno de ellos había sido cortado y
simplemente destruido para que yo pueda desperdiciar papel por esencialmente ninguna razón, ya que
no estaba logrando nada con mis dibujos, me hizo sentir horrible.

Estaba tratando de hacerle un dibujo a Edward, porque claramente recordaba haberle dicho que le
haría uno el día en que él finalmente me permitiese limpiar su habitación. Él no había dicho nada al
respecto, así que no estaba siquiera segura si recordaba aquel intercambio, pero yo sí lo hacía. Me di
cuenta que quizás a él no le importase, pero yo no iba a retractarme en lo que había dicho porque
siempre le había sido fiel a mi palabra. No tenía mucho que ofrecerle, pero mi honestidad y la
convicción de que siempre hablaba en serio, era algo que quería garantizarle siempre.
Hice el boceto de otro dibujo, gruñendo fuertemente cuando lo vi con disgusto y lo arrugué haciendo
una bolita. Lo lancé al aire con fuerza, y ése se estrelló en la pared, para luego caer al piso con un
sonido seco. Miré al reloj despertador que estaba sobre la mesita junto a mi cama y suspiré,
percatándome que eran casi las 2 pm.

Habían pasado un par de semanas desde que habíamos limpiado la habitación de Edward y parecía
haber sucedido un ligero cambio en su comportamiento desde ese día. Mantenía su habitación limpia
la mayor parte del tiempo, pero ocasionalmente todavía lanzaba algo al piso y lo dejaba simplemente
allí. Yo dejaba que las cosas permanecieran allí por un día o dos, de esa manera él no se sentiría como
si lo estuviese juzgando o acosándolo por sus hábitos, antes de recogerla y ponerla en el lugar al que
pertenecía. De vez en cuando había murmurado algo como que era innecesario para mí el regresar sus
cosas al lugar correcto, pero en realidad nunca dijo nada acerca del hecho de que yo me encargara de
limpiar ahora. De hecho, parecía que su habitación había comenzado, poco a poco, a transformarse en
ser mi habitación también. Yo, por supuesto, todavía mantenía todas mis cosas cruzando el pasillo por
el doctor Cullen, pero Edward insistía en que nosotros durmiésemos en su cama cada noche, así que
realmente mi cama ya no se usó más. Me dijo que podía pasar el rato en su habitación el tiempo en
que él estuviese en la escuela y unas cuantas veces lo hice, pero el hecho de estar allí sin él se sentía
raro, así que solía pasar el rato en mi habitación cuando no estaba. Pero incluso mi habitación no se
sentía del todo bien, se había empezado a sentir casi desconocida para mí. Me di cuenta,
eventualmente, que era el hecho que Edward no estuviese allí lo era lo que estaba mal y no las
habitaciones en sí.

Nuestra relación parecía haber cambiado un poco desde el día que se molestó y me gritó cuando le dije
que no tenía sentido el tratar de salvarme. No me había dado cuenta hasta ese momento, exactamente
cuan serio era él, no había tenido intención de ofenderlo con mis palabras. Edward bromeaba
refiriéndose a aquello como nuestra ‘primera pelea,’ pero yo le dije que aquello había sido
simplemente un momento de caldeadas emociones conflictivas. Edward se rió de mí por eso,
diciéndome que eso era exactamente lo que una pelea significaba, pero pensé que eso no debería
contar ya que no tuve un desacuerdo verbal con él, yo había aceptado todo lo que había dicho de
inmediato. Él dijo que ya no importaba, que yo era muy pacífica para tratar de argumentar algo y solo
me dio la razón. Me enfureció cuando dijo eso y se lo dije, diciéndole en voz alta que estaba
completamente equivocado. Él se puso de inmediato en su posición defensiva como usualmente lo
hace, entrecerrando sus ojos mientras su temperamento hervía ya que, claramente, Edward Cullen
detestaba que alguien le gritara. Gritó también, diciéndome que él tenía la “maldita razón” y luego
lanzaba un par de palabras en italiano por lo que me aventuraba a adivinar que aquellas eran
maldiciones, antes de decir que yo estaba “ciega como un jodido murciélago” y diciendo que yo no le
había “gritado” antes, así que me pidió que dejara de gritarle. Yo solamente permanecí allí y lo miré
confundida por un momento, asombrada de que me había gritado básicamente para decirme que yo
nunca le había gritado antes por el hecho que sí le grité un poco, y que ahora estábamos peleando por
el hecho de si habíamos tenido o no una pelea antes. Aquello no tenía sentido, para nada.

Fui capaz de controlarme a mí misma por casi 30 segundos después de eso, antes de estallar en risas
debido a lo absurdo de la situación. Mi carcajada lo irritó aún más, ya que lo vi ponerse
completamente serio y determinado a ser él quien tenga la razón. Empezó a soltar aún más tonterías
que tampoco tenían sentido para mí. Continuó gritándome “fuori di testa”, palabras que luego
admitiría que significaba que yo estaba básicamente loca, y mirándome como si yo fuese una
maniática. Probablemente debía haberme sentido temerosa a causa de su hostilidad en ese momento,
pero no fui capaz de sentir miedo con él. Yo había visto su alma, y era amable. Sabía que jamás me
pondría una mano encima para provocarme daño físico, por lo que supe que su rabia externa era solo
un show. Siguió gritando y yo seguí riéndome, lo que únicamente provocaba que él gritase más fuerte,
lo que hacía que yo riera todavía más duro. Era un círculo ridículo que continuó por al menos cinco
minutos antes de que él finalmente se calmara lo suficiente antes de preguntarme qué era tan gracioso.

Le expliqué que, él básicamente estaba gritando sin razón porque se había contradicho a sí mismo, y
me miró con una expresión en blanco antes de romper en risas. Me reí con él, tan duro que incluso me
sacó algunas lágrimas. Cuando finalmente logramos calmarnos, Edward dio su brazo a torcer,
admitiendo que aparentemente estaba equivocado y me preguntó si yo pensaba que eso podía contar
como nuestra primera pelea, ya que me había rehusado a reconocer la anterior. Yo sonreí y me encogí
de hombros, dándole la razón. Podría llamarlo como quisiera, etiquetándolo no cambiaría en nada lo
que había pasado.

Aquellas no fueron nuestras únicas discusiones durante la semana, ya que ocasionalmente uno de
nosotros diría algo para molestar al otro, pero nunca era nada malo. Estaba empezando a encontrar mi
voz cuando estaba cerca de Edward, empezando a expresar mi opinión más seguido y decirle cuando
no me gustaba algo que hacía. Me mantenía paciente cuando tenía sus colapsos emocionales, al igual
que él trataba de ser paciente conmigo, incluso cuando aquello no era la cosa más fácil en el mundo.
Encontramos un delicado balance, entre expresarnos nosotros mismos hacia el otro y aceptar a la vez
los defectos del otro, pero parecíamos estarlo manejando muy bien, creciendo emocionalmente a la
vez.

Miré nuevamente el pedazo de papel en blanco que estaba frente a mí, suspirando. No tenía ni idea
siquiera qué dibujaría para él, qué querría él. Pensé por un momento en preguntárselo, trayendo a
colación el tema, pero no quería que se decepcionase si yo no podía hacerlo de manera correcta. Y de
la forma como se veía hasta ahora, no había manera alguna que yo pudiese producir algo que se
considerase digno de ser visto por él, al igual que todo lo que yo había bosquejado de manera
elemental.

Dejé a un lado el lápiz después de un momento y me puse de pie, mirando alrededor. Suspiré y empecé
a recoger todos los pedazos de papel arrugados, arrojándolos al bote de basura. Tenía razón, dos
docenas. Después de haberlos desechado, salí de la habitación y bajé.

Hoy era viernes, 16 de diciembre, y era el último día de clases de Edward antes de sus vacaciones de
Navidad. Estaba muy emocionada con la idea de que él estuviese en casa todos los días por las
próximas dos semanas, pero tenía que admitir también que me sentía en conflicto acerca de las
festividades en sí. Nosotros nunca fuimos capaces de celebrarla de verdad en Phoenix, pero me
entristeció un poco el hecho de que ésta sería la primera Navidad sin mi madre a mi lado. Ella siempre
había amado la fecha, adoraba ver las luces y el árbol que los Swan ponían cada año. Nunca se
pronunció al respecto, pero estaba claro, por la mirada en sus ojos mientras ella se sentaba en la
ventana del granero donde nosotras dormíamos y miraba con atención a la casa, que ella deseaba
poder participar de la fiesta. Yo sabía que ella quería ser parte de algo, de que ambas queríamos serlo,
y que, por solo una ocasión, no estuviésemos sentadas afuera, mirándolo. Yo conocía muy bien ese
sentimiento, el de mirar pero jamás experimentar, así que el hecho que los Cullen me hayan incluido
en la celebración me hizo sentir ligeramente culpable. Me debatía entre la culpa por tener la capacidad
de ser partícipe de algo que mi madre siempre había deseado, la tristeza por no estar con ella, y
finalmente mi entusiasmo, de ser por primera vez tomada en cuenta.
No lo esperaba, para ser honesta, fue por ello que hace una semana cuando Alice prácticamente corrió
al interior de la casa arrastrando a Jasper detrás de ella, y declarando que era hora de empezar a
decorar la casa de los Cullen para la Navidad, que me tomó por sorpresa. Jasper y Edward habían
desaparecido por algún lado de la casa y regresaron un momento después cargando muchas cajas
llenas con artículos decorativos. Los chicos colocaron las luces colgantes y las guirnaldas por toda la
casa, y Alice y yo colgamos el muérdago y arreglamos las poinsettias. (N.T. poinsettias o flores de
Nochebuena, es aquella flor roja de pétalos puntiagudos que se usan para todas las decoraciones
navideñas) Rosalie y Emmett se aparecieron un poco más tarde con un árbol de Navidad real y los
chicos lo colocaron en la sala junto a la ventana. Yo nunca había visto un árbol de Navidad real antes,
ya que los Swan siempre usaban un árbol falso, de plástico, y yo estaba prácticamente deslumbrada
por él. Era grande y hermoso y olía increíble, a fresco y pino. Le colgaron luces de colores en él y
nosotras lo decoramos con la caja de adornos que los chicos encontraron, luego que todo estuvo en su
sitio fue cuando me enamoré por completo de él. Eso fue, hasta que me di cuenta cuan desastrosos
pueden ser los árboles de Navidad reales. Yo había estado limpiando las hojas de pino caída toda la
semana, y todavía era un problema lidiar con ellas.

La presencia del doctor Cullen también había sido algo escasa en las últimas semanas. No estaba
segura donde estaba o que era lo estaba haciendo, pero hubieron algunas noches en las que no llegaba
a cada hasta después que el sol hubiese salido por la mañana, y solamente se quedaba en casa el
suficiente tiempo para cambiar su ropa y comer algo. No le hice ninguna pregunta, ya que no tenía el
derecho de preguntar qué era lo que mi amo hacía en su tiempo libre, pero sí encontré extraño el hecho
de que me dejase sola por tanto tiempo. Sabía que los chicos estarían en casa, y estaba completamente
consciente del chip en mi espalda que le aseguraba que él siempre tuviese el control de mi ubicación,
pero aun así me sorprendía. Los chicos por el contrario no parecían estar sorprendidos por su ausencia
durante esas semanas por lo que me pregunté si aquello ocurría ocasionalmente, si travesaba ciertos
periodos en los que prácticamente desaparecía del mapa pero todavía estaba cerca y era capaz de
aparecerse en cualquier momento sin aviso previo.

Todavía estaba cocinando la cena cada noche a las 7 pm, aun cuando el doctor Cullen no estaba
usualmente en casa. Empecé a comer en la mesa con ellos por petición de Edward. Él no me hubiese
forzado a hacerlo, por supuesto, pero dijo que apreciaría el hecho de que considerara el cenar con
ellos. No podía rechazar su petición, no solo porque me lo había pedido con tanta amabilidad sino que
para ser honesta no tenía motivos para rechazarlo. Había estado comiendo cerca de ellos el tiempo
suficiente para sentirme cómoda con eso, y ellos tenían una manera de hacerme sentir como si en
verdad perteneciera a su mundo. Cabe mencionar que hubo momentos raros, tales como las noches en
las que el doctor Cullen estaba en casa para la cena y terminé sin tener nada de apetito. Apenas me
hablaba cuando estábamos en la mesa, y cuando lo hacía eran cortesías básicas, pero había algo en su
presencia que hacía que esa pequeña parte de mí que todavía se sentía como si fuese nada más que una
niña esclava se reavivara. Ocasionalmente lo encontré dándome esas miradas que me hacían sentir
incómoda, ya que parecía que estaba observándome fijamente como si quisiera leer mi mente. Se
sentía como si estuviese esperando a que yo hiciese algo, como si estuviese a la expectativa de que en
el cualquier momento algo suceda y que él lo notara. Estuve a punto de preguntarme si quizás sabía
algo acerca de Edward y yo, pero me imaginé que si él estaba al tanto de eso, no nos hubiese dejado a
los dos solos por mucho tiempo sin supervisión. No pude descifrarlo por mí misma, incluso le
mencioné el tema a Edward, él solo se encogió de hombros y dijo que su padre a veces tenía estados
de ánimo extraños y que era mejor simplemente ignorarlo. Incluso chequeó las cámaras del pasillo
para asegurarse de que estaban apagadas y de esta manera controlar mi pánico. Hasta bromeó con eso,
diciéndome que estaba siendo paranoica y que estábamos ocultándonos muy bien, pero no estaba
segura de ello. Había algo raro en todo esto y no era capaz de descifrarlo, pero al menos parecía que el
doctor Cullen sí estaba ocultando algo.

De acuerdo, así que yo sabía de hecho que el doctor Cullen estaba ocultando algo que tenía que ver
conmigo, Edward y yo lo sabíamos desde aquella visita de esos hombres de Chicago, pero ahora
parecía ser más obvio.

Me dirigí a la cocina y abrí el refrigerador, tomando un refresco. La abrí y estaba tomando un sorbo
cuando escuché un sonido sordo muy fuerte. Mi ceño se frunció y miré por la ventana para ver un gran
camión café estacionarse frente a la casa. Me quedé viéndolo con asombro y vi las letras UPS a un
costado, escritas en color amarillo. Un hombre vestido con un uniforme de color marrón abrió la
puerta y se bajó del camión, caminando hacia la parte trasera del mismo. Se quedó atrás del camión
por un momento antes de reaparecer con una pequeña caja en sus manos. Se dirigió a la puerta de
entrada de la casa y con duda, caminé lentamente hasta el vestíbulo mientras él empezaba a tocar la
puerta. Caminé hasta la puerta principal y me detuve un momento con mi mano en la perilla, tomando
un profundo respiro mientras tocaba una vez más. Abrí la puerta con cautela y miré al hombre con
recelo. Él me sonrió de manera cortés y me entregó una pequeña maquinita portátil que se parecía en
algo a una compleja calculadora. “Necesito que firme esto,” me dijo. Mis ojos se abrieron
asombrados, tomé el aparato con cuidado. Eché un vistazo a la pantalla y vi una línea en blanco. Tomé
el pequeño apuntador negro que más parecía como si fuese un lápiz y presioné sobre la línea. Dudé por
un segundo y miré al hombre para ver en su semblante una mirada de preocupación, ya que él
obviamente se estaba preguntando el por qué yo todavía no había firmado la cosa esa. Suspiré y miré a
la pantalla nuevamente, lentamente empecé a deletrear mi nombre. De inmediato me sentí agradecida
de haber pasado más tiempo con Alice en las últimas semanas y de estar empezando a imitar su
escritura cursiva, ya que creía que ella escribía precioso. Puse mi nombre lo mejor que pude y alcé mi
mirada, entregándole el aparatito al hombre. Él me sonrió levemente, tomándolo en sus manos. Me
extendió una caja y yo la tomé con cuidado, sorprendida de cuan liviana era. Casi se sentía como si la
caja estuviese vacía.

“Que tenga un buen día,” dijo el hombre de manera educada. Yo asentí, sonriendo.

“Usted también, señor,” murmuré, volteándome y caminando de regreso al interior de la casa. Cerré la
puerta rápidamente y miré la caja, entrecerrando los ojos para leer la letra diminuta. Vi el nombre de
Edward y sonreí, dándome cuenta de que era para él. Subí las escaleras inmediatamente, yendo
directamente a la habitación de Edward. Abrí la puerta y entré, mirando alrededor. Dejé la caja sobre
su escritorio y recogí algunas cosas que estaban en el piso y que él había dejado allí en los últimos
días, regresándolas al lugar donde pertenecían. Salí de la habitación y bajé nuevamente,
paralizándome en el camino entre las escaleras y el vestíbulo, cuando escuché la puerta principal
abrirse. Mis ojos se abrieron con sorpresa cuando escuché la voz del doctor Cullen filtrarse al interior
de la casa. Entró al vestíbulo, cerrando la puerta detrás de él. Tenía su teléfono en su oreja y estaba
hablando con alguien, sonando bastante irritado, su voz se escuchaba aguda. Él removió su abrigo,
dejándolo en su brazo doblado mientras miraba a las escaleras. Sus ojos se fijaron en mí y su mirada
se congeló allí, mirando detalladamente mi silueta. Permanecí congelada, un poco insegura sobre qué
debía hacer ya que él no se estaba moviendo, solo me estaba viendo. Se despidió de quien sea que
estuviese al teléfono y presionó un botón en su teléfono, finalizando así la llamada.
“¿Puedes subir a mi oficina? Estaré allí en un momento,” me dijo. Aunque lo pidió como si fuese una
pregunta, no esperó una respuesta de mi parte así que yo sabía que aquello no era negociable. Alejó su
mirada de mí y empezó a buscar algo en su teléfono, presionando un botón y llevándolo a su oreja
nuevamente. Dudé un momento en las escaleras, sintiéndome un poco ansiosa, preocupada acerca del
porqué quería verme. Quien quiera que sea la persona a quien él estaba llamando debió haber
contestado enseguida ya que el doctor Cullen empezó a hablar de inmediato.

“Sí, soy yo. Estoy a punto de hacerlo ahora, así que te veo allí en una hora más o menos,” dijo
rápidamente, caminando por el vestíbulo. Sentí la cerradura de una puerta sonar debajo de las
escaleras y luego escuché la puerta abrirse, el doctor Cullen entró y cerró la puerta detrás de él. Di un
paso hacia atrás de manera nerviosa antes de voltearme y lentamente regresar hasta la parte alta de las
escaleras. Caminé hasta la oficina del doctor Cullen y entré con cuidado, sentándome cuidadosamente
en una silla frente a su escritorio. La habitación estaba en completo silencio, con excepción del
continuo tic tac del reloj en la pared detrás de mí, que estaba poniendo mis nervios de punta y me
estaba poniendo un poco más ansiosa. Aquello pareció una eternidad, estar allí sentada en silencio
antes de que escuchara unos pasos en la escalera. Los pasos se acercaron a la oficina y mi corazón
empezó a latir de manera errática, sin saber el porqué yo estaba allí o qué quería él de mí. Nunca me
había llamado a su oficina antes así que no tenía ni idea de qué podía ir todo esto.

La puerta se abrió detrás de mí y contuve el aliento de manera instintiva, tensándome cuando el doctor
Cullen entró y cerró la puerta detrás de él, suspirando de manera audible. Esperaba que caminara hasta
el escritorio y tomara asiento en su silla pero en vez de eso, vino y se puso de pie frente a mí. Mis ojos
se abrieron por completo y lo miré, mi miedo creció debido a su proximidad. No había hecho nada
malo, nada por lo cual podía ser castigada. Mi ceño se frunció cuando vi que tenía un gran hisopo de
algodón en su mano, un par de guantes de látex y un pequeño recipiente plástico transparente.

Dejó el contenedor sobre su escritorio y empezó a ponerse los guantes, mirándome intensamente.
Abrió el hisopo, desechando el papel en el que estaba envuelto, y se agachó hasta estar a mi altura. Sus
rodillas sonaron mientras lo hacía, el sonido provocó en mí una mueca de dolor, pero él pareció no
notarlo. Lo miré con cautela y él sonrió cortésmente, pero había algo extraño acerca de su expresión.
No era una expresión de maldad, pero tampoco lo era de felicidad. Hubo un indicio de su preocupación
actual, quizás un poco de fastidio, pero era en su mayoría una expresión de tristeza, lo cual me
sorprendió. Me miró confundido, preguntándose quizás el porqué lo estaba mirando de esa manera.

“Abre la boca,” ordenó en voz baja. Obedecí inmediatamente, ligeramente nerviosa y confundida por
lo que iba a hacer pero también sabía que no había manera en la que yo podía cuestionarlo sobre esto.
Puso el hisopo de algodón en mi boca y lo pasó por el interior de mi mejilla. Permanecí paralizada,
completamente inmóvil al igual que él, no queriendo arruinar lo que sea que estuviese haciendo. Él
sacó el hisopo de mi boca y suspiró, poniéndose de pie. Abrió el recipiente con una mano y dejó el
hisopo al interior del mismo. Lo tapó y caminó hasta el bote de basura, sacándose los guantes y
desechándolos en el interior. Dejé que mi boca se cerrara, mirándolo con curiosidad. Suspiró después
de un momento y caminó de regreso hasta donde yo estaba, permaneciendo frente a mí. Apoyó su
cuerpo en el escritorio y cruzó sus brazos sobre su pecho, mirándome fijamente. Lo miré e hice
contacto visual con él, preguntándome por qué me estaba mirando de esa manera, y qué estaba
pensando. Sus ojos me recorrieron levemente, y nuevamente tuvo esa mirada, como si quisiera leerme.

Él abrió su boca para hablar después de un momento pero la cerró de inmediato, todavía mirándome.
Mi ceño se frunció y lo miré confundida. Suspiró y abrió su boca nuevamente. “Tú no te ves…”
empezó diciendo, pero fue interrumpido de manera abrupta cuando su teléfono sonó. Él gruñó y negó
con su cabeza. “Puedes retirarte,” dijo con molestia, agarrando el teléfono de su bolsillo. Me quedé
sentada por un momento, curiosa por lo que estuvo a punto de decir, pero me miró de manera
concienzuda, obviamente preguntándose por qué seguía todavía allí sentada, así que me puse de pie.

“Sí, señor,” murmuré, saliendo de su oficina. Hice una pausa en el pasillo, insegura de qué hacer a
continuación. Decidí bajar las escaleras y esperar a que los chicos volvieran de la escuela. Fui
directamente a la sala, sentándome en el sofá. Miré a mí alrededor y tomé el control remoto,
encendiendo el TV. Bajé un poco el volumen, evitando de esa manera molestar al doctor Cullen en
caso de que me escuchara, me senté en silencio por unos minutos. Después de un rato escuché las
puertas de un auto afuera y sonreí de manera involuntaria, mirando al reloj y percatándome que la
escuela había terminado. La puerta principal se abrió y escuché la voz de los tres chicos
inmediatamente, mientras ellos reían y conversaban animados. Se dirigieron a la sala y alcé la mirada,
mis ojos se posaron rápidamente en Edward. Él sonrió levemente y me guiñó un ojo, caminando hasta
la sala y dejándose caer en una silla que estaba en el salón. Quizás había visto el auto de su padre
afuera así que a lo mejor estaba siendo cauteloso, tratando de no levantar sospecha alguna al estar muy
cerca de mí. Jasper me miró y me sonrió, asintiendo en forma de saludo antes de sentarse en el otro
extremo del sofá. Emmett se acercó, sonriendo, y se dejó caer junto a mí, tan cerca que su cuerpo
aterrizó casi encima de mí. Arrojó su brazo sobre mi hombro, envolviéndome con el mismo y
acercándome aún más a él.

“¿Qué hay de nuevo gatita”? preguntó en tono de broma. “¿Me extrañaste el tiempo que estuve en la
escuela?” Sonreí, encogiéndome de hombros, mientras Edward le lanzaba una mirada de fastidio.
Emmett empezó a reírse, sacudiendo su cabeza.

“Creo que tu novio está celoso,” dijo Emmett, acercándose a mí y pretendiendo susurrar pero su voz
era tan fuerte como para que Edward lo escuchase. Edward entrecerró los ojos, no pareciendo muy
feliz, pero la molestia solo parecía hacer a Emmett un poco más feliz.

Escuché pasos en las escaleras después de un momento y traté de separarme de Emmett, sabiendo que
el doctor Cullen estaba cerca y sabiendo también que él probablemente no debería ver esto. Emmett
me miró confundido, obviamente preguntándose qué estaba haciendo, me apretó aún más a su cuerpo,
negándose a dejarme ir. Lo miré con pánico y me congelé al ver como el doctor Cullen se dirigía a la
sala donde estábamos nosotros. Miró a su hijo con su brazo a mi alrededor y su ceño se frunció
confundido por un momento. Me miró antes de fijar su atención en Emmett. Emmett simplemente le
sonrió de manera amplia y el doctor Cullen rodó sus ojos, negando con su cabeza.

“No permitas que Rosalie te vea haciendo eso,” dijo. “Empezarías una guerra y odiaría tener que
intervenir.”

Emmett rió, asombrado. “¿Intervendrías? ¿A favor de quién estarías?” preguntó curioso. El doctor
Cullen alzó una ceja e hizo una pausa, aparentemente analizando la pregunta. Me tensé, ya que sabía
muy bien la respuesta pero no estaba completamente segura de que pudiese aceptar una confirmación
verbal en este momento. Miré alrededor y vi a Edward y a Jasper luciendo casi tan tensos como lo
estaba yo, alternando cautelosamente sus miradas entre Emmett y el doctor Cullen.

“Yo no dije nada de ponerme a favor de alguien. Simplemente dije que intervendría. Tengo la política
de mantenerme neutral,” dijo finalmente el doctor Cullen. Me relajé un poco con su respuesta evasiva,
agradecida de que no tuviese que escuchar su declaración sobre como yo no significaba nada para él,
aun cuando ya me sentía de esa manera. Escuchar que te lo digan y saberlo únicamente en tu mente
son dos cosas distintas.

“Como Suiza,” le dije inmediatamente, recordando haber escuchado, mientras veía la TV un día con
Jasper, que Suiza tiene la política de siempre mantenerse neutral en los conflictos. No tenía ni idea el
porqué aquello vino a mi mente en ese momento o por qué lo dije incluso en voz alta, pero lo hice.
Cuatro pares de ojos me miraron inmediatamente, con expresiones de confusión y asombro en sus
rostros. Miré alrededor, sintiéndome nerviosa por ser el centro de atención, y suspiré. “Jeopardy,”
murmuré, tratando de explicar pero sintiéndome tan nerviosa como para realmente vocalizar algo.
Ellos empezaron a reírse y yo les sonreí.

“Sí, como Suiza,” dijo el doctor Cullen, negando con su cabeza y sonriendo con una expresión de
diversión en su rostro.

“Puras excusas,” murmuró Emmett, sonando casi decepcionado de que su padre no escogiera entre
Rosalie y yo. El doctor Cullen rió ante su respuesta, y se encogió de hombros. “Está bien, entonces, tú
puedes ser neutral y todo pero sé muy bien que harías una puta apuesta. Así que digamos que esto es
una apuesta… ¿En cuál de las dos pondrías tu dinero?”

El doctor Cullen suspiró y yo me tensé nuevamente. “¿En serio me estás preguntando quién pienso que
ganaría en una pelea, Rosalie o Isabella?”

Emmett asintió. “Sí, supongo que estoy haciendo esa puta pregunta,” dijo él, riéndose para sí mismo.
Escuché a Edward gruñir al otro extremo del salón y alcé la mirada para ver un semblante irritado en
su rostro, sus hombros entumecidos. No estaba muy feliz con esta conversación, al igual que yo.

El doctor Cullen se encogió de hombros. “Bueno, por un lado, Rosalie puede ser bastante ruda y
protectora, y es bastante buena dando golpes bajos. Estoy segura que James puede testificar sobre eso,
con el golpe que recibió en sus partes privadas. Pero por el otro lado, Isabella tiene un don para la
supervivencia y la perseverancia; no puedes vencerla por mucho tiempo. Tampoco es indefensa, James
también puede ser testigo de eso. Él tiene una cicatriz bastante grande en su rostro en el lugar en que
Isabella lo golpeó con la pistola, y debo decir que no está muy contento por eso.” Él hizo una pausa y
se rió levemente, sacudiendo su cabeza. “Rosalie está acostumbrada a tener a otras personas que la
ayuden a arreglar sus líos, pero Isabella está acostumbrada a lidiar con sus problemas sola. Si las
ponen frente a frente, debo decir que Isabella fácilmente le ganaría,” dijo él. Mis ojos se abrieron por
completo a causa de la sorpresa y lo miré, asombrada de que dijera algo así. “Pero no le digas a
Rosalie que dije eso o te juro, que te haré sufrir, chico.”

Emmett se rió. “Mierda, yo no le diría nada de esto a Rosalie, ni siquiera si mi vida dependiera de
ello. Patearía mi culo para tratar de probar que estás equivocado.”

“Sí, lo haría,” dijo el doctor Cullen riéndose. “Probablemente también te vencería. De hecho, sé que
Isabella también puede hacerlo. Isabella puede, probablemente patear todos sus traseros,” dijo en tono
de broma, mirándome.

Sentí mis mejillas ruborizarse a causa de la vergüenza cuando todos me miraron. “Eh, yo no estoy
segura sobre eso, señor,” le dije, un poco asombrada acerca de toda la conversación.
“No te subestimes a ti misma, niña,” dijo después de un momento, mirándome intensamente. “Yo no
lo hago.”

Mi ceño se frunció confundido y lo miré, sin saber a lo que se refería. ¿No me subestimaba? No podía
descifrarlo por su expresión si eso era algo bueno o malo. Su expresión facial era completamente nula.
Un silencio incómodo rodeó el salón mientras el doctor Cullen me miraba, una vez más como si
estuviese tratando de leerme. Sentí cómo un poco de pánico invadía mi cuerpo y me inquietaba de
manera incómoda.

El doctor Cullen aclaró su garganta después de un momento y finalmente desvió su mirada de mí,
mirando al piso. “Tengo algunas cosas que hacer, probablemente no podré volver a casa hasta mañana
por la tarde. Que tengan una buena noche todos ustedes,” murmuró, mientras se volteaba y salía del
salón. Un silencio incómodo quedó en el ambiente acompañando sus pasos, todos nos sentamos
inmóviles al tiempo que la puerta principal se abría y se cerraba al salir el doctor Cullen. Escuché el
auto encenderse en la entrada de la casa y Edward suspiró.

“Bueno, eso fue jodidamente extraño,” dijo él. Alcé mi mirada y lo vi llevando una mano a su cabello,
con un semblante de asombro en su rostro. Alzó su mirada, mirándome por un momento antes de
mirar a Emmett. “Y quita tu maldito brazo de mi chica antes de que te quiebre esa mierda.”

Emmett rió, sacando su brazo de mí. Se inclinó en mi dirección, con una sonrisa. “Te dije que estaba
celoso,” él simuló un susurro. Yo sonreí y escuché a Edward gruñir.

“Como sea. Y ¿Qué coño va mal contigo, preguntándole mierdas como esa? ¿Quién ganaría en una
maldita pelea? ¿Qué clase de pregunta es esa?” Edward escupió, sonando bastante irritado. Se puso de
pie y caminó hasta el sofá, su expresión era de intensa molestia. Hizo una pausa cuanto estuvo frente a
mí y me ofreció su mano, alzando una ceja. Le sonreí levemente y estiré mi brazo, dejando mi mano
sobre la suya. Él me respondió con otra sonrisa y me levantó del sofá con un tirón, manteniendo su
mano en la mía y entrelazando nuestros dedos.

“Eh, era una maldita buena pregunta, eso era lo que era. Y, ¿por qué coño estás tan molesto por eso?
Debería ser yo el que debe estar molesto. Escogió a tu chica y no a la mía,” dijo Emmett, haciendo
sobresalir su labio en un puchero. Me reí por lo bajo y Edward rodó sus ojos.

“Como sea, supéralo,” Edward murmuró. Lo miré y le sonreí. “En fin, vamos a estar en el piso de
arriba. Ustedes par de imbéciles, está cada uno por su propia cuenta para la cena.”

Él se volteó y empezó a abandonar el salón, llevándome con él de la mano. Comencé a reír y miré
hacia el sofá. Jasper estaba sonriéndonos, luciendo bastante complacido al igual que siempre lo hacía
con nosotros. Jasper me había confesado en una de nuestras sesiones de ‘aprendizaje’ que se sentía
emocionado al ver a su hermano actuar de una manera tan despreocupada, como el joven de 17 años
que era. Dijo que había estado cuidando de él por los últimos años, preocupado de que lo pudiese
perder de manera abrupta en cuanto Edward cumpliera los 18, pudiendo irse y unirse al mundo de su
padre, así que era un alivio verlo abrirse de nuevo. Le di a Jasper una sonrisa en respuesta y miré a
Emmett, quien todavía tenía ese ridículo puchero en su rostro. Reí un poco más y negué con mi cabeza
al tiempo que Edward me llevaba al vestíbulo. Se dirigió a las escaleras e hizo una pausa, mirando a
su alrededor. Lo miré confundida, sin saber el porqué estábamos allí de pie sin hacer nada. Sonrió y
negó con la cabeza después de un momento, regresando su mirada a las escaleras y subirlas
posteriormente.

Fuimos directamente a la habitación de Edward como usualmente lo hacíamos cuando él llegaba a


casa de la escuela. Soltó mi mano y entró a la habitación, haciendo una pausa y llevando una mano a
su cabello. Entré y cerré la puerta a mis espaldas, sin saber por qué estábamos solamente allí de pie,
pero en el momento en que el seguro de la puerta sonó, él se volteó y vino directamente hacia mí. Mis
ojos se abrieron sorprendidos y retrocedí de manera instintiva. Presioné mi cuerpo contra la puerta y
él presionó su cuerpo contra el mío, recorriendo con su nariz mi mandíbula. Se inclinó y empezó a
besar mi cuello, enviando escalofríos por mi espalda. Alcé mi mano y recorrí su cabello con mis
dedos, inclinando un poco mi cabeza y dejando que un suave gemido escapara de mis labios. Se sentía
tan bien cuando él besaba mi cuerpo, cosa que le gustaba hacer a menudo, pero no era tan contundente
cuando lo hacía. A mí no me importaba, pero lo encontré un poco sorpresivo. Nuestra relación física
no se había desarrollado más, realmente, ya que todavía era muy tímida como para intentar llevar las
cosas más allá, y parecía que él estaba esperando una señal de mi parte antes de hacer algo más. Me
había tocado un par de veces más desde aquel primer encuentro, todas las veces manteniendo mis
bragas puestas y solamente tocándome por la parte externa. Estaba tratando de sentirme cada vez más
cómoda con eso, ya no tan tímida o avergonzada por el hecho de dejarlo ver mi cuerpo, y pensé en la
idea de permitir que él intentara un poco más pero no estaba segura cómo sacar el tema. Estaba
completamente fuera de mi elemento, ya que era en esto donde Edward era experimentado, así que era
un poco intimidante que él permitiera que yo llevara el mando en esto. Aunque yo entendía que estaba
tratando de ser cortés y no empujarme más allá de mis límites, y apreciaba completamente su gesto,
pero al mismo tiempo aquello me hacía sentir mal. Lo estaba descuidando, pasando por alto sus
necesidades y deseos – Sabía eso. Él me estaba dando y yo lo estaba tomando, pero nunca dando nada
a cambio. Y quería hacerlo, mi Dios sabe cuánto yo quería hacerlo sentir tan bien como él me hacía
sentir; era solo cuestión de hacer que las palabras salieran de mis labios para que él lo supiese. Casi se
lo dije un par de veces, pero cada ocasión las palabras parecían atorarse en mi garganta y el momento
se esfumaba rápidamente.

“Oh mi Bella,” él susurró, su voz era ronca mientras me apretaba contra la puerta. Sentí su lengua salir
de su boca y recorrer mi mandíbula hasta alcanzar mi oído. Tomó mí lóbulo entre sus labios de
manera breve antes de pasar su lengua en él. Sopló ligeramente en mi oído y me estremecí, mi piel se
puso como la de una gallina. Me aferré a su cabello con fuerza, un gemido fuerte e involuntario escapó
de mi garganta. Él gruñó en respuesta, sus labios atacando mi cuello nuevamente. Mi respiración era
cada vez más inestable, mi corazón latía enloquecido en mi pecho. “Mi sei mancata*,” murmuró con
sus labios sobre mi cuello.

“¿Qué…eh…qué significa eso?”, le dije casi sin aliento. Él gimió, mientras continuaba besando mi
cuello.

“Te extrañé,” murmuró, finalmente separando sus labios de mi cuello y mirándome. Sonreí
ampliamente.

“Solo fueron un par de horas,” le dije. Él sonrió y se encogió de hombros.

“Cada hora sin ti es una hora demasiado larga,” me dijo. Mi sonrisa creció y sentí el sonrojo
apoderarse de mi rostro. Rió por lo bajo y se inclinó un poco, presionando sus labios sobre los míos.
Cerré los ojos y lo besé en respuesta, abriendo un poco mis labios y sintiendo su suave y cálida lengua
acariciar la mía. Gemí en su boca y él rió antes de profundizar el beso un poco más, el movimiento de
sus labios era cada vez más frenético. Envolví mis brazos en su cuerpo con fuerza, mi cuerpo entero
sintiéndose un poco más caliente, la electricidad de su toque atravesando mi sistema. Todavía tenía
ese zumbido en mi cuerpo que provenía de Edward cada vez que nos tocábamos y como siempre hizo
cosas asombrosas a mi cuerpo, haciéndome desear más de él.

Sentí el deseo de que tocara cada centímetro de mi cuerpo, estableciéndose firmemente entre mis
piernas. Me puse en puntillas para alcanzarlo mejor, ya que era mucho más pequeña que él y no quería
que se lastimara su espalda por tener que encorvarse. Sin embargo, no pude mantener el balance más
allá de unos pocos segundos, ya que era tan torpe y casi pierdo el equilibrio. Edward me agarró para
estabilizarme cuando casi lastimé mi pie, riendo contra mis labios por mi falta de equilibrio. Envolví
su cuello con mis brazos fuertemente, sin querer que rompiera el beso, y él se agachó rápidamente y
agarró mis muslos. Me sentí confundida por un momento, sin saber lo que estaba haciendo, hasta que
mis piernas se elevaron. Entendí su intención después de un momento, lo cual me sorprendió un poco
ya que no había hecho algo parecido antes, pero envolví mis piernas alrededor de su cintura mientras
él me apretaba con fuerza contra la puerta. Empecé a retorcerme un poco y Edward gruñó en mis
labios. Di un grito ahogado en su boca cuando presionó su cuerpo aún más cerca y sentí algo duro
rozar el punto que en mi cuerpo palpitaba por su toque. Yo estaba usando un par de finos pantalones
de yoga, así que no había mucha tela cubriendo esa área. Un temblor sacudió mi cuerpo mientras
sentía la chispa del placer recorrerme. Edward se alejó un poco de mí, su ceño estaba fruncido
ligeramente, al tiempo que me veía con preocupación. Lo miré, asombrada, respirando de manera
errática. Empezó a alejarse de mí y me bajó dejándome sobre mis pies, obviamente confundido por mi
reacción, pero me aferré a él con fuerza y negué frenéticamente con la cabeza. No quería que se
detuviera, no todavía. Su ceño se frunció aún más y me miró como si estuviese interrogándome. Yo
retorcía mis caderas un poco, mi cuerpo anhelante de placer y rocé nuevamente ese punto en mi
cuerpo, jadeando. Me di cuenta que estaba rozando la hebilla de su cinturón al mismo tiempo que él
pareció darse cuenta de lo que estaba pasando, el por qué estaba reaccionando de la forma que lo
estaba haciendo. Me mostró su encantadora sonrisa, lo que provocó únicamente que mi deseo por él
aumentase, y me presionase nuevamente contra la puerta.

“¿Ti tira la fregna*?” Él murmuró, presionando sus labios contra los míos. Empujó sus caderas
golpeando duro ese punto entre mis piernas, causando un placer que se disparó en mi cuerpo.
Lloriqueé, pero el sonido se amortiguó en sus labios. No tenía ni idea lo que él estaba diciendo y no
parecía reunir la fuerza suficiente como para preguntárselo, ya que mi cuerpo estaba sofocado de
curiosidad. Continuó besándome y embistiendo sus caderas hacia adelante, frotando ese punto entre
mis piernas. Sentí la tensión recorrerme con rapidez, mi piernas temblaban. Me aferré a él con fuerza
y lo besé frenéticamente, retorciendo mis caderas un poco al ritmo que él estaba llevando, frotando mi
punto sensible. Se alejó de mi boca después de un momento y abrí los ojos para verlo mirarme
intensamente, su expresión me sorprendió. Estaba respirando de manera pesada y sus ojos estaban casi
prendidos en fuego, destellando de puro deseo. La expresión de su rostro me llevó hasta el borde y él
sacudió sus caderas, golpeando el punto con fuerza, grité al tiempo que mi cuerpo explotaba de placer.
Mis músculos se tensaron y eché mi cabeza hacia atrás, golpeándome contra la puerta. Apreté con
fuerza mis ojos y continué lloriqueando mientras él continuaba con sus movimientos, empujándome
un poco más allá en la espiral de la felicidad, esta vez no hizo ningún movimiento para acallar mis
ruidos como usualmente lo hacía. Bajó la intensidad de sus movimientos después de un momento
cuando empecé a calmarme mientras mantenía los ojos cerrados, tratando de recuperar mi aliento. Mi
cuerpo enteró hormigueaba, ese punto entre mis piernas palpitaba sensiblemente. Él movió un poco la
posición de mi cuerpo después de un momento, alejándome de su cinturón, asumí que estaría sensible
durante un tiempo. Él no me bajó, ya que mis piernas permanecieron envueltas en sus caderas, y
continuaba aferrada a él, tratando de recuperar mi aliento. Tenía miedo de caerme si trataba de
ponerme sobre mis pies, ya que mis piernas se sentían como gelatina. Nos alejó de la puerta después
de un segundo y caminó conmigo en su cuerpo hasta llegar a la cama, dejándome recostada sobre mi
espalda. Mantuve mi mirada en él, y no intentó alejarse de mí, en lugar de eso, capturó mis labios en
un dulce beso.

Me retorcí un poco, mi cuerpo todavía estaba temblando, y jadeé. Mis ojos se abrieron con pánico
cuando sentí el bulto en los pantalones de Edward. Apenas me podía rozar contra eso, pero se podía
ver que era grande y duro, ya que evidentemente estaba excitado. Mi corazón empezó a latir con
fuerza nuevamente y moví mis caderas para presionarme contra su bulto una y otra vez. Edward gimió
muy fuerte y se alejó un poco, pero lo detuve: Lo hice una vez más, me rocé en su cuerpo y él gimió,
sonando desesperado.

“Dios, ¿Sabes lo que me estás haciendo Bella?, dijo él, su voz estaba llena de emoción. Me detuve de
inmediato y me tensé un poco, sin saber si lo que había dicho era bueno o malo. Él estaba respirando
pesadamente y parecía un poco tenso, como si estuviese luchando por mantener su autocontrol. Estaba
preocupada de que podía empezar a molestarse o enojarse por lo que yo estaba haciendo, o si eso era
algo que se suponía no debía hacer.

“Lo siento,” dije rápidamente. Su ceño se frunció y me miró confundido, evidentemente no


comprendiendo mi disculpa. “Yo, eh…es decir, no quise, tú sabes…Yo solamente…” le dije
divagando. Suspiró y me sonrió levemente, levantando su dedo índice y presionándolo en mis labios
para silenciarme.

“No tienes que explicar nada, tesoro”, dijo suavemente, su voz era cálida. Yo respondí su sonrisa con
otra, sintiéndome ligeramente avergonzada y sonrojándome con fuerza. Él rió despacito, negando con
su cabeza. “Me sorprendiste un poco, tratando de tener sexo conmigo con nuestra ropa puesta,” dijo en
broma. Mis ojos se abrieron asustados por sus palabras y él rió.

“Yo, eh… se sintió bien, no pude evitarlo,” le dije, ruborizándome. Él sonrió.

“Me agrada que se sintiera bien, angelo,” él susurró, inclinándose un poco y besándome suavemente.
“Mi objetivo es complacerte”.

Sus palabras era genuinas, su tono era suave. Me miró por un momento, el deseo todavía ardía en
llamas en sus ojos, su amor por mí era tan claro como la luz del sol. Se movió un poco y de manera
breve pude verlo tocándose allí abajo rápidamente. Mi ceño se frunció y lo miré de regreso.

“¿Estás bien?” le pregunté, un poco preocupada. Él sonrió tímidamente.

“Sí, estoy bien. Es solo que, para los hombres no es tan fácil, eh, aplacarse,” dijo él, sonando un poco
nervioso. Mi ceño se frunció porque no tenía ni idea de que significaba la palabra aplacarse y no
entendía el por qué él se sentía nervioso por ello.

“¿Aplacarse?” le pregunté dubitativa.

“Calmarse. Nosotros, eh, tú sabes… nosotros nos ponemos en ambiente, tú sabes, y ya sabes como eso
de los hombres crece así que usualmente la única manera de detenerlo es… tú sabes…” dijo Edward,
sonando completamente aturdido. Yo lo miré confundida, sin entender nada.

“No, no lo sé,” le dije después de un momento. “Creo que quizás ese puede ser el problema.”

Gimió, alejándose de mí. Yo liberé mis piernas de sus caderas finalmente y le permití sentarse.
“Cristo, ¿Por qué mierda estoy divagando, como si fuese algún maldito idiota incompetente que jamás
ha visto un coño en su vida?” espetó, sonando irritado. Lo miré asustada y él me devolvió la mirada,
negando con su cabeza.

“¿Por qué simplemente no lo dices? No se supone que seas tímido acerca de…estas cosas,” le sugerí,
confundida tanto como él lo estaba. Me senté a su lado, moviendo un poco mi posición para darle algo
más de espacio.

Él suspiró. “No lo diré porque estoy tratando de ser un puto sensible por tu propio bien, Isabella.” Dijo
con irritación, desviando su mirada de mí. Rodé mis ojos, sabiendo que no me vería pero estaba un
poco molesta con él al verlo intentar protegerme de estas cosas.

“Bueno, no lo seas. Quizás si lo dices, finalmente lo pueda entender,” le dije, más clara de lo que quise
sonar en realidad. Su cabeza se volteó en mi dirección al escuchar mi voz en alto.

“¿Quieres que lo diga simplemente?” me preguntó, alzándome una ceja. Dudé un poco pero asentí, ya
que sentí que yo debía saber que era lo que estaba sucediendo con él. “Mi polla está dura. Crece
cuando me excito. Y la mierda esa no se va hasta que no me corra,” dijo simplemente. Mis ojos se
abrieron sorprendidos.

“¿Crece todavía más? Le pregunté, asombrada. Él me miró confundido y asintió. “¿Cuánto más puede
crecer?” Inquirí vacilante, preguntándome si las nueve pulgadas era la medición final.

Me miró por un momento antes de que empezara a reír de manera histérica. Negó con su cabeza,
divertido. “¿En serio me estás preguntando cuán grande es mi polla, cariño?” Preguntó, su tonó volvió
a ser bromista, ya que la irritación parecía haberse disipado. Me sonrojé y asentí, dándome cuenta que
eso era exactamente lo que le estaba preguntado.

“Quiero decir, Rosalie dijo…” empecé, antes de darme cuenta lo que estaba diciendo. Sus ojos se
entrecerraron un poco cuando dije el nombre de Rosalie y mis ojos se abrieron por completo.

“¿Qué carajos te dijo Rosalie?” me preguntó bruscamente. Me quedé inmóvil, recordando haberle
asegurado a Rosalie que no diría a nadie lo que ella y yo hablamos en el dormitorio.

"Eh, quiero decir, nada realmente…” empecé diciendo. Me alzó una ceja en el momento en que mis
palabras abandonaron mis labios, obviamente no aceptando mis evasivas. Suspiré e hice una pausa,
trayendo mi labio inferior a mi boca para mordisquearlo nerviosamente. No quería volver al tema de
Rosalie ya que eso iría en contra de mi palabra. Él me miró por un momento antes de suspirar y pasar
sus dedos por su cabello.

“Solo dímelo, ¿de acuerdo? No le diré ni una mierda a ella, Rosalie no sabrá que tú me dijiste algo,”
dijo en voz baja. Lo miré por un momento antes de asentir.
“Más o menos dijo que tú eras…eh…grande,” le dije, sintiendo el rubor llenar mis mejillas
rápidamente. Sus ojos se abrieron por completo y yo alejé mi mirada de él, sintiéndome ligeramente
avergonzada.

“¿Ella te dijo que yo tenía una polla grande?” Preguntó después de un momento, el asombro era
evidente en su voz. Lo miré y vi la esquina de sus labios luchar por levantarse en una sonrisa pero la
estaba reteniendo. Asentí con duda y él me miró, divertido. “¿Por qué demonios Rosalie Hale estaba
hablando de mi polla?”

Yo me encogí de hombros, todavía sonrojada. “Yo, eh, le pregunté,” le dije en voz baja. Su ceño se
frunció confundido.

“¿Tú le preguntaste a Rosalie cuán grande era mi polla?” Me preguntó, esperando una aclaración.
Suspiré, mordiendo mi labio.

“Quiero decir, yo le pregunté cuán grande eran en general y ella mencionó que las chicas en la escuela
hablaban de que tú la tenías más grande que el resto de los chicos,” le solté nerviosamente. Él suspiró.

“¿Y le preguntaste algo más sobre el sexo?" Preguntó. Me encogí de hombros una vez más, alejando
mi mirada de la suya. Él me estaba viendo fijamente haciendo más difícil el hablar sobre el tema.

“Solo pregunté si…eh…dolería,” le dije. Se mantuvo en silencio por un momento antes de alzar su
mano y tomar mi barbilla, levantando mi cara para verlo.

“Eso probablemente duela un poco, tesoro,” me dijo suavemente, su expresión era completamente
seria. “Cuando, o supongo, pase, te prometo que voy a ser tan delicado como pueda serlo, porque tú
sabes que yo jamás te lastimaría a propósito. Y sí, tú puedes hablarme sobre estas mierdas, no debes
recurrir a Rosalie Hale.”

Yo asentí. “Lo sé. Es solo que… no sé lo que estoy haciendo, y es vergonzoso porque tú si lo sabes, y
no quiero decepcionarte…” le murmuré. Él gimió, negando con su cabeza para interrumpirme.

“No me vas a decepcionar, no espero nada de ti. Ya te lo he dicho. Nosotros estamos aprendiendo
juntos aquí. Sí, yo puedo follar a una chica, tontita Isabella, pero esta mierda que estamos haciendo,
¿esa mierda que acabamos de hacer contra la puerta? Eso es nuevo para mí. Yo no sé qué demonios
estoy haciendo, casi al igual que tú,” me dijo, mirándome fijamente.

Yo suspiré, “Pero sí lo sabes, porque sabes qué te complace y qué no. Yo no sé cómo hacerte sentir
bien, para nada. Ni siquiera sé cómo tocarte,” le dije. Él me miró por un momento antes de que una
pequeña sonrisa apareciese en sus labios.

“¿Y no crees que yo te lo puedo enseñar? Porque te aseguro que lo haría, esa mierda no es problema
para mí,” me dijo. Hizo una pausa, su sonrisa creció. “Y sí, es grande. Cualquier momento en que
quieras verla, aprender de primera mano, solo házmelo saber,” me dijo en broma antes de reírse. Mis
ojos se abrieron por completo y lo miré fijamente, sintiendo a mis labios curvarse en una sonrisa. Él
me miró y me dio una expresión confusa.

“¿En serio?” le pregunté, tratando de contener la emoción que sentí burbujear en mi interior. Su ceño
se frunció confundido y mi sonrisa creció. “¿En serio tú… me enseñarías?”

Él me miró asustado por un momento, alzando sus cejas. “¿Hablas en serio?” me preguntó. Yo asentí
de manera entusiasta, sonriendo mientras él sonreía ante mi reacción. Pasó una mano por su cabello,
riendo y negando con su cabeza, obviamente asombrado pero al menos divertido de alguna manera. Yo
estaba mordisqueando mi labio y mirándolo, tratando de contener mí entusiasmo. No podía negar que
en mi estómago se sentía un burbujeó similar al de la cerveza, sentía también algo de pánico y
nerviosismo al llevar las cosas un poco más allá. Los latidos de mi corazón se alteraron comenzando a
sonar con más fuerza, debido a una mezcla de miedo y anticipación.

“¿Y quieres hacer esto ahora?” me preguntó después de un momento, alzando sus cejas a la
expectativa. Dudé por medio segundo antes de asentir una vez más. Él parpadeó un par de veces
asombrado, y pasó su mano por su cabello nerviosamente otra vez. Aquel era un patrón de Edward, me
había dado cuenta de eso. Se sentó en silencio por un momento y parecía estar pensando, mientras me
miraba. Estaba empezando a ponerme ansiosa por su silencio, preguntándome que era lo que pasa por
su cabeza en ese momento o si quizás había cometido un error. Sin embargo, me sonrió después de un
momento, la curva de sus labios de inmediato alivió en algo mi pánico. Le regresé la sonrisa y él se
deslizó ligeramente más cerca de mí, inclinándose y capturando mis labios en un beso. Permití que
mis ojos se cerraran y abrí mis labios para que su lengua se colara al interior de mi boca. Él me besó
profundamente y me empujó un poco hacia atrás sobre mi espalda. Me recosté en la cama y él cambió
la posición de su cuerpo para yacer a mi lado, ligeramente cubriendo mi cuerpo pero manteniendo su
peso alejado de mí. Me besó de manera apasionada y yo lo besé con todo lo que tenía, relajándome en
la cama. Mi nerviosismo estaba dando un poco de tregua, subí mis manos envolviéndolas en torno a él
y acariciando con los dedos aquellas hebras color bronce que estaban en la parte trasera de su cuello.
Después de un momento, él alzó una de sus manos y tomando una de las mías la retiró de su cabello,
agarrándola levemente y poniéndola en medio de nosotros. Jadeé y mis ojos se abrieron de golpe
cuando él tomó mi mano y la presionó sobre el bulto en sus pantalones, en la parte externa de su ropa.
Podía sentir fácilmente su dureza a través de sus pantalones vaqueros, podía sentir el calor. Él sintió
cuando me tensé ligeramente y se alejó de mis labios, abriendo sus ojos.

“¿Estás segura de esto? No tienes que hacerlo,” me dijo suavemente.

“Estoy segura,” le respondí rápidamente. “Es solo que estoy… un poquito nerviosa.” Él sonrió y se
inclinó un poco, besándome suave y dulcemente, un delicado e inocente beso.

“Relájate, tesoro. Soy solamente yo, solo somos nosotros,” murmuró sobre mi boca. Puedes detenerlo
en cualquier momento.”

“Está bien,” le susurré. Se separó un poco de mí para mirarme a los ojos. Tenía una relativa expresión
de calma en su rostro, pero sus ojos estaban prácticamente gritando a causa de emociones escondidas.
Había asombro y sorpresa, diversión y entusiasmo, felicidad y amor, y un poco de miedo y aprensión.
Y la única razón por la que sabía que estaba sintiendo esas cosas era porque eran exactamente las
mismas emociones que surgían de mi cuerpo en ese momento. Me reconocí a mí misma en él, lo que
era tan sorprendente que incluso esfumó por completo el pánico que sentía. Esta hermosa criatura, a
pesar de toda su experiencia pasada, estaba casi tan abrumado acerca de lo que estábamos haciendo al
igual que yo. Sonreí levemente después de un momento y me incliné para besarlo de nuevo. Dejé que
mis ojos se cerraran y que él profundizara el beso, tomando mi mano y lentamente empezando a
moverla en un movimiento circular sobre el bulto en sus pantalones. Lo mantuvo así por un minuto
más o menos, me di cuenta que era probable que estuviese haciendo esto solo por mi beneficio,
tratando de alentarme para que lo tocase. Era impresionante cuan considerado y compresivo era él,
especialmente cuando se trataba de cosas que parecían tan naturales y despreocupadas para él. Edward
me había demostrado que podía ser un hombre paciente, a pesar de su temperamento.

Después de un momento removió su mano de la mía pero yo continué frotando esa área por un
momento. Él alejó mi mano después de unos pocos segundos y alejó sus labios de los míos. Abrí los
ojos por completo cuando lo vi sentarse y empezar a sacarse sus pantalones. El sonido de la hebilla de
su cinturón retumbó, al igual que lo hizo mi frecuencia cardiaca, mi ansiedad y anticipación se
incrementaron. Se quedó un momento de pie y dejó sus pantalones caer, dejándolo únicamente en sus
boxers negros. Con una patada alejó sus pantalones rápidamente, desechándolos en el piso y
sentándose de regreso en la cama. Me apoyé en mis codos para verlo y volteó su cabeza para verme,
una pequeña sonrisa asomó en sus labios. Se acostó a mi lado, sobre su costado de manera que estaba
mirándome de frente, y miré fijamente sus ojos. Él me vio de manera intensa por un momento, como
si estuviese en busca de alguna respuesta, alzó su mano y recorrió con su dedo índice mis labios de
manera suave.

“Tan hermosa,” susurró. “Tanto gentile e tanto onesta pare la donna mia*.” Yo sonreí mientras el
italiano escapaba de sus labios, alzó su mano, agarrando la mía una vez más. Me miraba con cautela,
sus movimientos eran lentos y deliberados, dándome tiempo de arrepentirme y cambiar de idea. Pero
no tenía intenciones de arrepentirme, mi decisión estaba tomada. Quería tocarlo, quería sentirlo.
Quería hacerlo sentir tan bien como él me hacía sentir.

Dejó su mano sobre la mía, por encima de sus boxers. Yo di un grito ahogado cuando lo sentí a través
de la fina tela, cuando sentí su dureza y tamaño. Empecé a mover mi mano ligeramente, todavía
mirando sus ojos, él sonreía. Me permitió acariciarlo sobre sus boxers un momento más antes de
alejar su mano de la mía. Alejé mi mano rápidamente al tiempo que él bajaba la parte delantera de sus
boxers. Continué mirando sus ojos, mi mano suspendida en el aire, mi mente luchando con todo lo que
tenía para no mirar hacia debajo de manera inmediata. Sabía que se la había sacado, podía ver por la
expresión de su rostro, la manera en la que sus ojos prácticamente bailaban de emoción. Pude ver por
mi visión periférica que su brazo se estaba moviendo, su hombro cambiando de posición, me di cuenta
entonces que él se estaba tocando a sí mismo. No me estaba obligando a hacer nada, no me estaba
forzando a hacer nada. Simplemente me miraba con cautela, mirando cualquier indicio de aflicción.
Sonreí ante ese hecho y su sonrisa creció aún más, ese brillo en sus ojos creció de manera prominente.
Traje mi labio inferior a mi boca, mordisqueándolo nerviosamente como era mi costumbre, y en
silencio conté hasta diez mientras mantenía contacto visual con él. Era solo Edward, éramos solo
nosotros. Él era mi puerto seguro, mi única chispa de calidez y felicidad en mi vida de agitación.

Cuando llegué a diez, finalmente rompí el contacto visual y miré hacia abajo. Me quedé inmóvil, mis
ojos se abrieron de puro asombro cuando se encontraron con su masculinidad. Se veía prominente,
erecta y absolutamente impactante. Su mano estaba envuelta alrededor de ella fuertemente,
acariciándola de arriba abajo por toda su longitud muy suavemente. Era definitivamente grande y supe
de inmediato que ninguna de ellas había exagerado con respecto a su tamaño, de hecho creo que lo
subestimaron. Alcé la mirada a su rostro por un momento, asombrada, él se limitó a sonreír con aire
de suficiencia. Miré hacia abajo nuevamente y sentí como la comisura de sus labios se levantó un
poco.

Edward Cullen definitivamente no se sentía tímido acerca de sus partes masculinas, eso era seguro.
Dudé, sin saber qué hacer, pero acercando mi mano muy despacio después de un momento. Rocé con
la yema de mis dedos la punta de su virilidad, para sentir de inmediato una leve humedad en la punta,
Edward siseó. Detuve el movimiento de mis dedos y lo miré rápidamente, mirando sus ojos cerrados.
Él los abrió después de un segundo y me miró, sonriendo con picardía. Sentí el sonrojó arrebolar en mi
rostro mientras me miraba, aparté mi mirada de él, bajándola a su masculinidad. Toqué la punta
nuevamente, reuniendo con mis dedos algo del líquido, y suavemente dejando que los mismos
recorran toda su longitud. Edward quitó su mano, alzándola y acariciando levemente mi brazo. Lo
miré nuevamente y vi sus ojos cerrados una vez más. Su erección se mantenía erguida por sí sola,
obviamente sin necesitar ayuda alguna, y miré con sorpresa cuando eso se movió. Dudé por un
segundo antes de empezar a mover mi mano nuevamente, explorándolo con mis dedos. Edward
permanecía quieto, manteniendo sus ojos cerrados y acariciando ligeramente mi brazo, me di cuenta
entonces que él estaba siendo paciente y dando el tiempo necesario para familiarizarme con todo esto.
De manera simple toqué cada pulgada de la misma con la punta de mis dedos, sintiendo el calor de su
piel y la dureza de ella, acostumbrándome a la longitud y circunferencia. Honestamente esperaba estar
aterrada con respecto a esto pero era extraño que no lo estuviese. Me sentía más que todo deslumbrada
por el hecho, de ver esta parte de Edward que no había visto antes, de verlo aquí recostado
completamente expuesto a mí sin una sola pizca de ansiedad sobre esto.

Después de un momento envolví mi mano alrededor de su masculinidad, sintiéndolo en la palma de mi


mano. Edward gruñó ligeramente y la mano que estaba acariciando mi brazo, bajó. Colocó su mano
sobre la mía, agarrándola con firmeza, y empezando suavemente a moverla de arriba abajo por toda su
longitud. Mi mano temblaba ligeramente bajo la suya, no de miedo sino por los nervios, y me
pregunté si él podía sentirla. Me pregunté si podía sentir mi ansiedad. Miré su rostro, esperando
encontrarme con sus ojos todavía cerrados, pero en vez de eso me encontré con sus ojos verdes de
inmediato y me quedé prendida por la intensidad que en ellos se reflejaba. Estaba moviendo nuestras
manos a lo largo de él, agarrándolo fuertemente. Podía sentir su calor, podía sentir la sangre corriendo
bajo su superficie mientras latía en mi mano. La respiración de Edward era inestable, lamió sus labios
mientras me miraba, antes de inclinarse un poco y presionar su boca con la mía. Abrí mis labios y él
me besó profundamente, su lengua de inmediato empezó a mezclarse con la mía en un movimiento
frenético.

Mi ritmo cardíaco iba en aumento, mi respiración se volvió errática mientras él me besaba


apasionadamente, moviendo mi mano por toda su virilidad con fuerza. La sensación de sus labios
sobre los míos y el grosor en la palma de mi mano, me pusieron la piel de gallina por todo el cuerpo,
un escalofrío se disparó en mi espalda para instalarse en mi centro. Me estaba empezando a excitar
sintiendo su excitación, el deseo corría con fuerza a través de mí. Él dejó escapar un gemido gutural
después de un momento y empezó a mover nuestras manos más rápido, agarrándolo todavía más
fuerte. Podía sentir su palpitación muy levemente, sentir que crecía aun más en mi mano.

“Così scopare buon*,” murmuró sin aliento con sus labios todavía presionando los míos. Su voz
rasposa estaba llena de lujuria. “Joder, tu mano se siente increíble, tesoro”.

Yo sonreí involuntariamente, un escalofrío me recorrió por completo al escuchar sus palabras. El


hecho que estaba haciendo sentir bien a Edward, provocaba cosas locas en mi propio cuerpo, pude
sentir la humedad filtrándose entre mis piernas. Gruñó, alejando sus labios de los míos y moviéndose
un poco hacia atrás para recostarse sobre su espalda. Mantuvo el movimiento de nuestras manos y
liberó su otra mano de en medio de nosotros. Yo miré su rostro y vi que me estaba mirando, su
expresión era intensa. Estiró su mano libre y levemente la dejó recorrer sobre mis pechos cubiertos,
apretándolos con suavidad. Recorrió mi estómago, todavía mirándome, antes de que sus dedos
descansaran sobre el borde de mis pantalones. Dudó por un segundo antes de subir mi camiseta
levemente y deslizar su mano libre allí abajo en la parte delantera de mis pantalones. Yo jadeé
ruidosamente, sorprendida mientras sus dedos acariciaban mi punto sensible. “Cristo, estás tan
húmeda, cariño,” dijo en un jadeo. Gemí al escuchar el sonido de su voz, ante la sensación de sus
dedos mientras ellos presionaban mi punto sensible, enviando descargadas de placer a través de mi
cuerpo. Empecé a retorcerme y a mover mis caderas, causando que sus dedos se frotaran en mí,
enviando más temblores por todo mi cuerpo. “Eso es, amor, necesito que te sientas bien también.”

Gemí y cerré los ojos mientras Edward incrementaba el ritmo de nuestras manos sobre su
masculinidad. Sus respiraciones se volvieron todavía más erráticas, gemidos guturales escapaban de
sus labios. Yo estaba gimiendo y frotándome a mí misma sobre su mano, el placer me recorría por
completo. Sentí la presión crecer en mi interior de manera instantánea, mis músculos se tensaron
mientras mis piernas empezaban a temblar. Mordí mi labio inferior y dejé caer mi cabeza hacia atrás
mientras el placer me llevaba a la cima. Mi cuerpo explotó y temblé, y lloriqueé también, mi cuerpo
entero casi se paralizó por lo ocurrido. Apreté con más fuerza a Edward y el gruñó fuertemente,
moviendo nuestras manos todavía más rápido. Empezó a hacer sonidos sorprendentes, gruñidos y
gemidos fuertes mientras mascullaba casi sin aliento palabras al azar, la mayoría de ellas en italiano
acompañadas con unos cuantos ‘joder’ en ellas. Mis ojos se abrieron cuando mi orgasmo se disipó y
miré a Edward, mi respiración era superficial y mi cuerpo todavía estaba temblando. Él tenía sus ojos
cerrados con mucha fuerza, sus dientes apretados, y la expresión en su rostro era de un placer
inexplicable. Su nariz se arrugó después de un segundo, mientras su cuerpo se puso rígido, su
masculinidad se sentía palpitante y pulsante en mi mano. Su espalda se arqueó ligeramente y él
embistió con sus caderas un par de veces antes de que un gruñido sonoro, algo parecido a un rugido,
escapara de su garganta. Miré hacia abajo y sentí su virilidad inflamarse en mi mano, mis ojos se
abrieron con asombro y un grito sonoro escapó de mí cuando él lo apretó y un líquido blanco saliera
disparado de él. Él continuó rugiendo al tiempo que movía nuestras manos unas cuantas veces más, la
sustancia blanca salía de allí y llegaba a nuestras manos. Era pegajosa, casi viscosa y un poco espesa.
Él todavía estaba apretándola, pero la hinchazón comenzó a bajar un poco y redujo la velocidad de
nuestras manos, moviéndolas un par de veces más antes de pararlas por completo. Soltó su mano mas
no la removió de allí, todavía sosteniendo mi mano en su masculinidad al tiempo que la misma
comenzó a desinflarse frente a mis ojos. Lo miré con asombro, completamente aturdida por lo que
acababa de pasar.

“Joder,” gruñó Edward después de un momento. Miré a su rostro justo cuando sus ojos se abrieron.
Respiraba de manera pesada, una mirada de pura relajación estaba en su rostro. Me miró e hizo
contacto visual conmigo, y el verde de sus ojos era tan brillante e intenso que me hizo dibujar una
sonrisa brillante. Él sonrió en respuesta y removió su mano que estaba sobre la mía, gruñendo y
limpiándola en su camiseta. Yo lo solté finalmente, mirando hacia abajo y notando que ya no había
ninguna gran erección erguida allí, y que se había encogido. Finalmente él sacó sus manos de mis
pantalones, acariciando mi punto mientras lo hacía y haciéndome lloriquear ya que estaba sensible y
palpitante. Sonrió, una risa ligera escapó de sus labios. Bajó su mano y se metió a sí mismo en sus
boxers, gruñendo mientras lo hacía. Rodó sobre su lado para verme y sonreír brillantemente, luciendo
extremadamente satisfecho de sí mismo.
“Eso estuvo, eh… tú sabes… ¿bien?” le pregunté dubitativa. Empezó a reír, el sonido de su risa era de
felicidad y despreocupación.

“Bien no es suficiente. Eso fue como el Cuatro de Julio, como los malditos fuegos pirotécnicos,” dijo
entusiasmado. Mi ceño se frunció ligeramente debido a la confusión y él rió.

“¿Qué?” le pregunté. Simplemente sonrió y negó con su cabeza.

“Fue jodidamente espectacular,” dijo. “Gracias. ¿Estuvo bien para ti, verdad? Joder, no te forcé
mucho, ¿no es cierto?” preguntó rápidamente, su tono de voz cambió de inmediato de felicidad a
pánico.

“No, estuvo bien. Fue como, eh, realmente una sorpresa pero de una buena manera,” le dije, sin saber
realmente como describirlo. Él sonrió y asintió.

“Bien. Realmente necesito tomar una puta ducha porque estoy malditamente pegajoso, pero me siento
demasiado perezoso para hacer eso ahora. Creo que ni siquiera puedo moverme.” dijo en un susurro.

Yo sonreí. “Sé de lo que estás hablando. También estoy un poco pegajosa,” le dije, sosteniendo mi
mano hacia arriba. Él rió entre dientes.

“Bueno, entonces, podemos ser perezosos y permanecer pegajosos juntos,” me dijo, estirando sus
brazos y envolviéndolos en mi cuerpo. Me acercó a él rápidamente y reí mientras rodábamos por la
cama, cambiando de posición nuestros cuerpos hasta llegar a las almohadas. Me apretó con fuerza a su
cuerpo, su amor por mí era tan evidente en su comportamiento que era como si físicamente yo pudiese
sentirlo. Era como si yo flotara en el aire por la euforia que me recorría completamente.

Nos acostamos por un momento en silencio, solamente disfrutando el estar en los brazos del otro antes
de que Edward se levantara y fuese al baño. Regresó, y cuando iba a subir a la cama hizo una pausa,
mirando hacia el escritorio.

“¿De dónde vino esa caja?” preguntó confundido. Mi ceño se frunció momentáneamente sin saber de
qué estaba hablando, antes de que recordara al hombre que llegó a casa con ese paquete.

“Un hombre en un camión café con las letras UPS escritas en él, lo dejó hoy,” le dije. “Tenía tu
nombre escrito allí, firmé para recibirlo.”

Él me miró sorprendido. “¿Firmaste?” preguntó. Lo miré y asentí, sin saber por qué le pareció tan
raro. Su sonrisa brilló. “Te estás volviendo jodidamente buena en esta mierda de la alfabetización
cariño, en poco tiempo vas a poner empezar a escribirme poemas de amor y esas mierdas,” dijo en
tono de broma. Empecé a reír y él sonrió conmigo, subiendo de nuevo a la cama. Edward estaba
definitivamente de muy buen humor ahora, su felicidad era tan clara como el día. “Me alegra que haya
llegado hoy, estaba preocupado que la mierda esa no llegara hasta después de Navidad y entonces no
tuviese un maldito regalo para ti.”

Mis ojos se abrieron sorprendidos y lo miré, asombrada por sus palabras. “¿Un regalo para mí?” le
pregunté dubitativa. Su ceño se frunció para luego asentir.

“Sí, ¿Qué es lo jodidamente extraño en eso? No pensaste que, en serio, no compraría algo para ti.
¿Verdad?” preguntó. Parpadeé un par de veces, asombrada y sin saber cómo responder a eso.

“Eh, es decir, creo que solamente no esperaba un regalo,” le dije. Él suspiró.

“Bueno, entonces espéralo porque lo vas a tener. De hecho, vas a tener más de uno, porque estoy
malditamente seguro que todos los demás te han comprado algo también,” dijo. Lo miré asustada,
completamente abrumada.

“Pero, uh, yo no puedo darte un regalo,” balbuceé. Él sonrió levemente.

“Me acabas de dar mi regalo, Isabella. Y ni siquiera tuve que desenvolverlo. Fue el mejor maldito
regalo de mi vida,” dijo él, su tono de voz era completamente serio. Me miró fijamente, obviamente a
la espera que yo comprendiera lo que acababa de decir. Suspiré y asentí. Me atrajo a su cuerpo
nuevamente, envolviéndome con sus brazos muy cerca suyo.

“Todavía deseo poder comprarte algo,” le dije en voz baja.

“No necesito nada más que a ti,” él murmuró de inmediato. “Pero tendremos muchas más navidades
juntos para que me mimes como un pinche consentido si quieres, una vez que averigüemos cómo salir
de esta mierda.”

Sonreí para mí misma, sintiendo aquella esperanza llenando mi cuerpo, sobre todo porque ahora sentía
todo el tiempo que cuando Edward hablaba de nosotros lo hacía refiriéndose a un futuro real juntos,
uno en que nosotros no tengamos que escondernos o aparentar nada. Uno en el que fuésemos iguales
sin esas complicaciones.

“¿Ustedes tienen una gran Navidad?” le pregunté curiosa. Él suspiró.

“No, realmente. No tenemos mucha familia cercana, así que usualmente solo somos nosotros. Mi tía
Esme viene unos pocos días este año, creo. Ella es la hermana de mi papá y es una persona muy
relajada, te caerá bien. Te tratará amablemente. Además de ella y su esposo, quien tú sabes es
hermano de Jane, nosotros no tenemos muchos parientes. Mi abuelo está muerto y no vemos a nuestra
abuela,” me dijo, con un atisbo de tristeza en su voz. Me di cuenta entonces que el tema de la familia
era algo delicado de tratar para él.

“¿Por qué ustedes no ven a su abuela?” le pregunté. Él suspiro nuevamente.

“Ella está en un asilo de ancianos en Chicago, tiene demencia o algo parecido. No lo sé realmente,
quizás es Alzheimer. En fin, el punto es que, su memoria se va por ratos y no se comporta como ella
solía ser, y mi padre no quiere que estemos cerca de ella por algunas de las mierdas que suele decir. Él
la visita todo el tiempo, casi cada vez que va a Chicago, pero nosotros nunca vamos. Ella
aparentemente jamás aprobó a mi madre, quería que mi padre se casara con una ‘fruta prohibida’
como ella la llamaba,” dijo él.

“¿Qué es una fruta prohibida?” le pregunté. Él rió levemente.

“Fruta prohibida, significa en la jerga de la mafia, una dulce chica italiana de pura raza,” me dijo.
“Evidentemente mi abuela tenía muchas esperanzas que mi padre pudiese encontrar una, pero en vez
de eso él escogió a la pelirroja irlandesa. Los irlandeses y los italianos jamás se llevaron bien en
Chicago, así que eso resultó ser como una bofetada en el rostro para ella. Ella se mantuvo con su boca
cerrada con el paso de los años, pero aparentemente ahora que ha envejecido, expresa su disgusto por
mi madre con algunos términos bastante feos.”

“Oh,” dije simplemente, un poco asombrada y completamente entristecida por la noticia. No podía
culpar al doctor Cullen de mantener a sus hijos alejados de ella, ya que era evidente que su madre era
un tema delicado de tratar. “¿Y la familia de tu mamá?

Se mantuvo en silencio por un momento y me pregunté si quizás hice la pregunta equivocada, si


quizás lo estaba haciendo enojar, pero finalmente habló en voz baja. “Ella no tenía familia. No era
americana por nacimiento; aparentemente nació en Irlanda y migró a aquí. Eventualmente adquirió la
ciudadanía al casarse con mi padre pero la familia con la que llegó al parecer murió hace mucho
tiempo atrás, y nosotros no sabemos si exista más familia en Irlanda.”

Asentí, ya que eso tenía sentido. “¿Has pensado alguna vez en buscarlos?”

“No,” dijo en voz baja. “Me di cuenta que ellos jamás vinieron a buscar a mi madre, jamás
preguntaron qué carajos le pasó, así que, ¿por qué mierda deben importarme ellos? No sé si papá sabe
de alguno de ellos, él no toca ese tema y mi madre tampoco mencionó esa mierda. ¡Demonios! Ni
siquiera sabía que ella había nacido en la maldita Irlanda, me enteré después que muriera al encontrar
una pila de papeles en la oficina de mi padre, registro de ciudadanía y certificado de nacimiento y esas
mierdas. Le pregunté acerca de ello y me dijo que ella había inmigrado aquí, que sus padres murieron
y que ella no tenía a nadie más, y eso era todo.”

Asentí. Los dos estuvimos en silencio por un rato, perdidos en nuestros pensamientos. Yo estaba
pensando en la madre de Edward, como ella prácticamente no tenía a nadie más en el mundo que a su
esposo, y sobre cuán devota debió ser a su familia. Pensé en cuanto podía parecerme a ella, realmente
al no tener nada de familia.

“Solía soñar en tener una gran familia,” le dije con suavidad después de un momento. “Cuando era
más joven tenía un montón de amigos imaginarios. Mi mamá solía reírse, decía que desde el momento
en que pude hablar y caminar, tenía ya conversaciones con mis amigos imaginarios, y les decía que
ellos eran mis hermanos o hermanas o que eran mis hijos. Ella creía que aquello era adorable, siempre
me decía que cuando yo creciera podría tener una gran familia de verdad. Era muy dulce de su parte.
No quería destrozarme con la verdad.”

Edward me acercó a él, sujetándome muy cerca de su cuerpo. Enterró su rostro en mi cabello e inhaló.
Estuvimos en silencio por un momento y a pesar de que aún era temprano y el sol todavía se veía en el
cielo, estaba exhausta. Dejé que mis ojos se cerraran despacio y estaba casi dormida cuando escuché la
voz de Edward, tan bajito que fue casi inaudible.

“Podemos tener una gran familia”

**************
Mi sei mancata = Te extrañé
Ti tira la fregna? = ¿Estás excitada?

Tanto gentile e tanto onesta pare la donna mia = “Tan gentil y tan honesta mi dama parece ser (una
línea de La Vita Nuova de Dante Alighieri)

Cosi scopare buon = Tan jodidamente bueno


Capítulo 36 El Centro de tu ser

“Quiero que seas todo lo que eres, en el centro de tu ser.”- Confucio

Edward cullen
Navidad.

No puedo mentir; solía odiar esa mierda. Cuando era niño me gustaba porque mamá lo hacía especial,
horneando galletas de Navidad como para una semana completa y contaba historias sobre Santa y esa
mierda. Siempre estábamos juntos como una familia, viendo Rudolph y Frosty y Es una vida
maravillosa. Ella constantemente tarareaba canciones de Navidad y joder, prácticamente me rogaba
que las tocara en el piano para ella, y era mi mamá, así que por supuesto no podía decir un puto no,
aunque en el fondo despreciaba la mayor parte de la música de Navidad. Era siempre la época del año
que esperaba con más ansias. Pero después de que ella murió, había perdido todo interés en las fiestas.
Supongo que básicamente había perdido todo interés en la mayoría de las cosas de la vida, pero en
especial la Navidad.

La primera Navidad después de su muerte, papá no aparecía por ningún lado, así que no solamente
estábamos sin ella, sino también sin él. Pasamos de tenerlos siempre a los dos, a de pronto no tener a
ninguno. mamá había estado muerta por tan sólo dos meses y nosotros apenas lo habíamos visto
durante ese tiempo. De hecho, apenas lo vimos ese primer año completo después que ella murió.
Cambió drásticamente durante ese tiempo, casi al punto de ser irreconocible. Fue hace algunos años
que realmente comenzó a actuar como un padre, hasta que finalmente comenzó a tratarnos de nuevo
como su familia. Me atrevo a pensar que estuvo distante durante ese tiempo a causa de la culpa y la
vergüenza por lo que había pasado, la culpa que todavía lleva con él. Nos quedamos en Chicago el
tiempo suficiente para recuperarme de la herida de bala y para enterrar a mamá, y luego tía Esme nos
subió a los tres chicos a un coche y condujo a través del país hasta esta casa en Washington. Éramos
tan jóvenes que en realidad no entendimos una mierda, todavía estábamos de duelo y confundidos por
lo que había pasado, no podíamos entender dónde estaba papá. Esme se quedó con nosotros ese primer
año y papá se presentó una vez al mes, tal vez, pero actuaba tan jodidamente frío y distante que era
como si realmente no estuviera aquí. Apenas si me miraba cuando nos visitó, y joder, en aquel tiempo
pensé que era porque me culpaba… Demonios, yo me culpaba. Pero después de todos estos años me
doy cuenta de que no era porque él creyera que yo había hecho algo malo, sino que era porque yo era
tan malditamente parecido a ella. Eso es difícil de soportar para algunas personas, los que realmente
conocían a mi madre. Dicen que les impacta cuánto me parezco a ella, así que imagino que era
jodidamente difícil para papá estar cerca de mí cuando él estaba de duelo. Un día finalmente se
presentó, unos días después del primer aniversario de su muerte, y entonces simplemente se quedó.
Esme se estuvo por aquí un par de semanas, supongo que para asegurarse que Papá no iba a levantarse
a mitad de la puta noche y abandonarnos. Para ese tiempo ya teníamos a Nona, ya que durante una de
sus visitas la había traído y prácticamente la entregó como un paquete antes de irse de nuevo. Nunca
habíamos tenido esclavos en Chicago así que fue una maldita conmoción para nosotros como niños,
pero Esme la ayudó a instalarse y nos ayudó a acostumbrarnos a su presencia. Nos dijo que siempre la
tratáramos de forma justa y que cuando estuviera segura de que Papá estuviera lo suficientemente
estable como para que ella pudiera irse, volaría de vuelta a Chicago.

Creo que la ausencia de mi padre ese año, realmente afectó a Jasper, porque fue en ese tiempo que su
personalidad cambió. Él se volvió jodidamente sensible y emocional, y así no era él antes. Cuando era
niño, Jasper era duro, intenso… en ese entonces era un pequeño guerrero. Pero a él le pegó fuerte la
muerte de mamá, lo ablandó, y sé que está que se caga del miedo de perder también a mi padre. A mí
ni me inmutó su ausencia, porque yo ya estaba perdido. Ese año estuve como un zombi, no quise
hablar con nadie o siquiera hacer algo. Esme hizo todo lo que pudo por hacerme hablar o reír, trató de
hacerme tocar el piano, pero yo sólo me quedé ahí sentado mirando a la puta nada, ignorándola por
completo. Amaba a Esme pero ella no era mi puta madre, así que no quería escuchar sus estúpidas
bromas o tocar el maldito piano. Mi madre se había ido y simplemente todo me importaba una mierda
si ella no estaba allí.

Esme trató de hacer esa primera Navidad especial, tratando de darnos a los niños un poco de felicidad
en nuestra sombría vida, pero se volvió un maldito desastre total. Jasper se había derrumbado y lloró
como un puñetero bebé y Emmett hizo un puto berrinche y gritó, porque se encabronó después que
mamá murió y papá se fue, y yo únicamente me quedé ahí sentado ignorándolos a todos y sin
importarme una mierda. Esme lloraba, porque todos estábamos tan jodidos y no había nada que ella
pudiera hacer al respecto. Esme quería sanarnos, arreglarlo todo, y ese día se dio cuenta que no podía.

Las siguientes Navidades fueron un poco mejor. Papá estaba ahí e insistió en que montáramos un
espectáculo y pretendiéramos ser felices y que disfrutábamos, porque eso era lo que mamá querría. Sí,
él usó la puta memoria de mamá para manipularnos y nosotros se lo permitimos, solamente porque
estaba tan malditamente destrozado como el resto de nosotros.

Con el tiempo volví en mí, pero nunca fui el mismo. Una vez que empecé a hablar de nuevo, comencé
a encabronar a la gente con mi boca. Una vez que empecé a hacer cosas de nuevo, comencé a lastimar
a la gente con mis acciones. Intencionalmente era un pendejo y no había nada que nadie pudiera haber
hecho para cambiarlo… o eso creía, hasta que Isabella entró en mi vida.

Con el tiempo mis hermanos llegaron a disfrutar otra vez de la Navidad, y creo que Alice y Rose
merecen todo el crédito por esa mierda. Ellas devolvieron esa chispa a sus vidas, una luz en medio de
la oscuridad donde nos habíamos quedado atrapados. Me siento tan jodidamente estúpido por no
haberme dado cuenta antes de que ellos estaban enamorados, debería haber sido claro como el agua
para mí, ya que paso tanto tiempo con ellos, tomando en cuenta que eran los únicos que pasaban por
alto mis tendencias de pendejo y no se tomaban esa mierda como algo personal. Pero, de nuevo, en ese
tiempo realmente ni siquiera reconocía lo que era el amor, así que tal vez no debería sorprenderme de
que no pude verlo.

Esme nos visitó casi todos los años, una o dos veces arrastrando consigo a su esposo, pero por lo
general llegaba ella sola. Siempre venía por mi padre porque no quería que tuviera que estar solo
durante las navidades, porque esos días eran realmente difíciles para él. Creo que Esme fue la que lo
ayudó a salir de la oscuridad. Ella es la hermana mayor y no aceptaba estupideces de su hermanito, no
dejaría que se consumiera por completo y se ensombreciera por la noche.

En cuanto a mí, a pesar de que ponía una sonrisa y fingía ser jodidamente feliz frente a todos por su
bien, odiaba la Navidad. La Navidad me hacía pensar en galletas de azúcar y el tintineo de las
campanas, y el maldito Santa Claus y sus renos, esa era una mierda en la que no me gustaba pensar
porque me recordaba a mi madre, me recordaba que ella no estaba aquí.

Este año, sin embargo… este año era diferente. Pero, de nuevo, ¿qué mierda no era diferente ahora?

Navidad estaba a dos días de distancia, o el día después de Nochebuena para aquellos que no pueden
leer correctamente el puto calendario y darse cuenta de esa mierda. Si le preguntaras a Alice,
probablemente lo llamaría la víspera de Nochebuena, lo que es jodidamente estúpido, pero en fin.
Entiendes lo que digo, se acerca rápidamente. Estos días pasados había estado sentado y observando a
Isabella contagiarse del espíritu de la Navidad, sus ojos estaban brillantes, su rostro iluminado como
un niño en una maldita tienda de juguetes. Creerías que encontró el pinche Santo Grial o que se había
ganado la lotería de millones por la forma en que está actuando. Nunca había visto tanto entusiasmo
por la mierda de la Navidad desde… bueno, desde mi madre.

Y eso me hacía tener sentimientos encontrados, ya que una parte de mí quería olvidarse de toda esa
mierda, olvidarme de todo y volver a mi agujero, pero luego estaba esa gran parte de mí que no podía
evitar sentirse feliz porque ella estaba feliz. Era extraño cuan envueltas estaban mis emociones en
torno a ella. Cuando mi chica estaba triste, yo estaba triste. Cuando mi chica estaba feliz, yo estaba
jodidamente contento. Cristo, me estaba convirtiendo en un co-dependiente o algo así y realmente
estaba jodiendo mi cabeza, sobre todo ahora. Odiaba la maldita Navidad, pero ahora no podía esperar
por esa mierda.

Finalmente había encontrado la luz en la oscuridad… pero tenía un miedo terrible de que esa luz
estuviera en un temporizador, y nunca sabría cuando se activaría.

Mi tía Esme llegaría del aeropuerto mañana y cada minuto que pasaba parecía aumentar mi ansiedad
por la situación. Mi tía era una mujer increíble y yo sabía malditamente bien que le encantaría
Isabella, así que no tenía por qué preocuparme de que la maltratara o algo por el estilo, en absoluto.
Esme fue siempre bienvenida, era amable, compasiva y cariñosa por naturaleza. Era una cuidadora,
siempre queriendo cuidar de la gente y hubiera sido una fantástica madre, si no hubiera perdido la
facultad cuando el cáncer la obligó a hacerse una histerectomía cuando era más joven. Yo solía
preguntarle porque nunca adoptó, sin comprender el concepto de que su esposo en ese tiempo era un
asesino a sueldo y ninguna jodida agencia los aprobaría para adopción, debido a los rumores. Papá le
dijo que simplemente podría comprar un bebé en el mercado negro, esa mierda me sorprendió ya que
entonces era más chico y todavía un poco ingenuo sobre la trata de esclavos, pero Esme se negó a ir
por ese camino.

Así que, sí, en sí no estaba preocupado por Esme. Sin embargo, lo que me preocupaba es cómo iba
actuar Isabella con mi tía aquí. Ella ahora estaba jodidamente feliz, prácticamente resplandeciente, y
no quería que todo eso se fuera por el caño cuando Esme apareciera. Comprendí que esta era la
primera Navidad verdadera para Isabella y quería hacerla lo más especial para ella como podía, dada
la situación, y no quería que se arruinara porque ella se volviera instintivamente a esa mentalidad de
esclava que de vez en cuando todavía tenía. Sé que en verdad no puede evitarlo, se había arraigado en
ella prácticamente desde su nacimiento, pero odio esa mierda y ella lo sabe. Odio cuando se pone
prácticamente como un robot y está en piloto automático. Me encanta ver vida en ella, la chispa y el
entusiasmo. Quería ver esa mierda en esta Navidad, porque lo había extrañado por un montón de putos
años y era la única razón por la que no estaba temiendo este día de fiesta tanto como los demás.
Le eché un vistazo a mi reloj, viendo que pasaban unos minutos de las 6 am. Había estado despierto
por al menos una hora, incapaz de apaciguar mi mente y volver a dormir. Isabella estaba acurrucada
en una bola a mi lado, envuelta en el edredón, luciendo completa y jodidamente contenta.
Últimamente ella realmente se sentía a gusto en mi habitación, en parte por mi insistencia, pero estaba
feliz de que pareciera tan cómoda aquí. Amaba compartir mi espacio con ella, amaba siempre tenerla
ahí junto a mí. Si me saliera con la mía, probablemente empezaría a pasar su mierda para acá, pero
sabía que estaría presionando demasiado. La mayor parte del tiempo mi papá no venía a mi
habitación, pero conociendo mi maldita suerte él necesitaría algo y vería una puta camiseta rosa
colgando en mi armario y cualquiera se daría cuenta de nosotros o empezaría a preocuparse por mi
travestismo.

Para ser honesto, él probablemente sospechará de una puta manera u otra tal y como estaban las cosas,
pero no necesitaba añadir más leña al fuego. Sé que Isabella ha estado un poco preocupada de que él
sepa de lo nuestro, pero todavía estaba esta parte de mí que pensaba que no había puta manera que
pudiera ser así, pues de lo contrario él definitivamente hubiera dicho algo. Pero aun así, él tenía que
saber que algo estaba pasando, aún si por lo general no estaba aquí. Era un maldito milagro si alguien
no le había ido con el chisme acerca del beso allá en Halloween, ya que la boca enorme de la maldita
Lauren había esparcido esa mierda por el pueblo, tanto que la extranjera que casi no hablaba inglés en
la tintorería lo supo en esa semana. Y aun así, él tenía que saber que yo había dejado de pasar el rato
con todas esas chicas de la escuela. Además de ese día que Tanya se presentó en la casa para dejar mis
libros de la escuela que había dejado precipitadamente en la clase de Trigonometría, ninguna de esas
perras había estado en la casa. Él solía comentar sobre como parecía que tuviera una puta puerta
giratoria cuando se trataba de las chicas en los alrededores de Forks, así que el hecho de que ninguna
de ellas había estado cerca tenía que haber despertado su curiosidad.

A pesar de eso, no había dicho una mierda al respecto, así que me sentía un poco aliviado y con la
esperanza de que si aún no sabía, no iba a enojarse. Pero de ninguna manera le diría a Isabella mis
sospechas, porque ella tenía las suyas y no quería casi confirmarle esa mierda. Como estaban las
cosas, ella ya estaba lo suficientemente paranoica y no quería que se asustara y volviera a la antigua
versión de sí misma, porque la Isabella Swan con la que me había acostumbrado a convivir estás
últimas semanas era jodidamente increíble.

Ella era ingeniosa, juguetona y coqueta, tan jodidamente ingenua y dulce. Tenía un increíble sentido
del humor y era tan naturalmente inteligente, que era casi asombroso. Como ese incidente de la
semana pasada, cuando dejó salir por casualidad que Suiza era un país neutral… ¿qué maldito
adolescente de 16 años memorizaría ese hecho y después lo sacaría en el momento adecuado? Yo
había estado viendo constantemente Jeopardy desde hace años por Jasper y no puedo acordarme de la
mierda que dicen allí, pero ella parecía absorber cada maldita pieza de información emitida en cada
episodio. Siempre estaba diciendo casualmente mierda que había aprendido en Jeopardy. Era
sensacional y no podía dejar de preguntarme cuál era su coeficiente intelectual, porque me atrevo a
suponer que podía estar cerca de ser una maldita genio con la forma en que funcionaba su cerebro.
Isabella Swan era un puto rompecabezas, un enigma, y joder, me la estaba pasando como nunca
tratando de entenderla.

Y Dios, era jodidamente hermosa. He pensado eso desde el primer día que posé mis ojos en ella en la
cocina, cuando derramé mi jugo de naranja, pero mi admiración por ella físicamente estaba creciendo.
No creo que ella se dé cuenta, pero ella había cambiado mucho en cuanto a apariencia desde que había
venido a vivir con nosotros. Su esencia todavía estaba allí pero ahora resplandecía, su piel está
jodidamente radiante. Sus ojos resplandecen, su sonrisa es alegre, y su pelo prácticamente brilla. Es
toda una belleza natural, y esa es la mierda por la que todas esas chicas del instituto de Forks se
rompen el culo por conseguir, pero mi chica no tiene que esforzarse por ello. Tampoco es tan frágil
como lo fue alguna vez, no se ve débil o asustada. Ella es fuerte y ahora puedes saber con solamente
mirarla que es una luchadora. Finalmente está empezando a ganar unos cuantos kilos, rellenándose un
poco, y luciendo malditamente saludable.

Y su cuerpo, Cristo, al parecer no puedo conseguir suficiente de su cuerpo. Todavía no he llegado a


quitarle la ropa interior, pero estoy trabajando en ello, porque juro que verla completamente desnuda
tumbada en mi cama va a ser como estar parado en medio de la maldita Capilla Sixtina y contemplar
las magníficas pinturas de Miguel Ángel. Sí, aprendí esa mierda de mi chica, quién lo aprendió del
maldito Jeopardy. Todos estos años de educación formal y la chica sin educación casi analfabeta
quién se crió en un maldito granero me deja boquiabierto con su conocimiento. Ella es jodidamente
increíble, ¿ya lo había mencionado?

No estoy diciendo que Isabella sea perfecta, porque no lo es. A veces pone a prueba mi paciencia, pero
sé que yo también lo hago con ella, así que supongo que de esa manera nos equilibramos el uno al
otro. No discutíamos mucho, pero cuando lo hacíamos por lo general eran estupideces que ni siquiera
importaban. Como esa maldita discusión sobre si habíamos peleado. ¿Quién demonios discute sobre si
sí o no se peleó? Evidentemente lo hicimos. Pero de todos modos, nos reímos bastante por eso, así que
tal vez valió la pena. Casi siempre terminamos riendo después de nuestras disputas.

Isabella empezó a murmurar dormida, la mayor parte eran incoherencias. “Sólo es un conejo Edward,”
murmuró en voz baja después de un momento. Mi ceño se frunció, ya que no tenía una puta idea de lo
que estaba hablando. “No me lastimó.” Eso me tomó desprevenido y le eché un vistazo justo a tiempo
para verla rodarse hacia mí con brusquedad. Ella agitó su brazo, casi pegándome en la cabeza con la
mano. Me alejé rápidamente para que ella no me diera un puto golpe en la cara por accidente, pero en
mi apuro no me di maldita cuenta de que ya estaba justo en el borde de la cama. Mi parte superior se
fue de lado y traté de agarrar la mesa para detenerme, pero un lugar de eso accidentalmente golpeé el
reloj de alarma, dándole un manotazo y causando que cayera al suelo. Grité mientras me tambaleaba
en la cama, cayendo de espaldas. Golpeé el suelo con un fuerte ruido sordo y gemí por el dolor que se
disparó por mi espalda. Mis piernas cayeron al suelo y cerré los ojos, haciendo una mueca. Escuché el
ligero chirrido de la cama, el movimiento de las sábanas y el edredón.

“¿Edward?” Su voz era suave y vacilante, y se escuchaba jodidamente cerca. Abrí los ojos un poco
para verla inclinada sobre el borde de la cama, mirándome con confusión. “¿Por qué estás en el
suelo?”

Solamente me le quedé mirando por un momento, conteniendo la risa por su expresión. Parecía
completamente desconcertada y me miraba con intensidad, como si pudiera encontrar la puta
respuesta si me miraba lo suficiente. Suspiré y rápidamente extendí mis manos, sujetando sus brazos.
Sus ojos se abrieron por la sorpresa y se aferró al edredón con fuerza mientras la jalaba, tirándola de la
cama hacia mí. Ella gritó sorprendida y trató de aferrarse a la cama, pero fue en vano. Cayó encima de
mí junto con el edredón y gruñí, gritando con fuerza y tratando de moverla cuando su pierna se azotó
en mi dura polla. Ella jadeó al darse cuenta de lo sucedido, y trató de quitarse de encima, pero envolví
mis brazos a su alrededor con fuerza para detenerla.
“En realidad, no planeé bien esta mierda,” le dije con los dientes apretados. Mi polla palpitaba un
poco por el golpe y retorcía mis caderas, tratando de cambiar la posición de nuestros cuerpos para que
ella no estuviera encima de esa mierda.

“No quise golpear tu… cosa,” susurró. Me reí entre dientes ante la inocencia de su voz y la apreté en
un abrazo, amando el calor de su jodido cuerpo contra mí.

“¿Y cuál esa cosa?” Le pregunté jugando. Levantó la cabeza para mirarme, luciendo un poco
sorprendida por mi pregunta. Vi como sus mejillas se sonrojaban y su labio inferior era capturado por
sus dientes.

“Tú sabes, tu… eh… pene,” dijo, en voz tan baja que casi no entendí la palabra. Su voz era
entrecortada y gemí cuando sentí endurecerme debajo de ella.

“Cristo, Bella, solamente tú puedes hacer que un término como ‘pene’ suene jodidamente sexy,” le
dije, moviéndome un poco. Sus ojos se abrieron un poco y una sonrisa curveó sus labios. “Y si te
interesa saberlo, estoy en el suelo porque prácticamente me sacaste de la maldita cama tratando de
golpearme.”

Inmediatamente su sonrisa cayó. “¿Hice qué?” Preguntó, sonando sorprendida.

Yo suspiré. “Dijiste algo sobre un maldito conejo y casi me diste un puñetazo en la cabeza. Me caí del
suelo tratando de escapar,” le dije. Ella jadeó, sus ojos abriéndose aún más, obviamente asombrada y
avergonzada por su comportamiento.

“¡Oh no, lo siento mucho!” Dijo rápidamente. “Te juro que no…” Rápidamente quité mi brazo de en
torno a ella, subiendo mi mano y cubriendo su boca con ella antes de que pudiera decir nada más. Ella
murmuró contra mi palma por un segundo antes de callarse.

“Deja de pedir disculpas. Estabas dormida,” le dije serio, sin querer que sintiera que tenía que pedir
que la perdonara por una mierda que ella no tenía intención de hacer, algo en lo que no tenía control.
“Fue un accidente. Aunque, realmente quiero saber qué carajos estabas soñando.”

Su rubor se intensificó. “En el sueño había un conejo, tú le gritabas porque robó mi zanahoria.”

Me le quedé mirando sorprendido antes de echarme a reír. “¿Yo le estaba gritando a un conejo?” Ella
sonrió y se encogió de hombros.

“Estabas enojado, porque tú me diste la zanahoria y no entendiste por qué él la tomó,” ella dijo en voz
baja. Me reí un poco más, dándome cuenta que probablemente le habría gritado a un puto conejo si
robó algo que le di a mi chica.

“Tienes sueños extraños,” le dije. Ella se encogió de hombros.

“Normalmente no son tan raros. La mayor parte del tiempo tienen sentido,” dijo. Suspiré y de nuevo la
apreté a mí con fuerza. Ella recostó su cabeza en mi pecho y por un momento, acurrucándonos en el
suelo en silencio.

“¿Sueñas mucho conmigo?” Le pregunté. Ella suspiró suavemente.


“Por supuesto que sí,” murmuró, acurrucándose aún más a mí. Le sonreí levemente, inclinándome y
besando la cima de su cabeza.

Nos quedamos en silencio por un rato, abrazándonos el uno al otro. Mi espalda estaba empezando a
doler por estar acostado en el suelo duro con su peso sobre mí. Ella no se movía y no podía ver su
rostro, ya que estaba enterrado en mi puto pecho, así que no podía saber si siquiera estaba despierta.

“¿Bella?” Dije finalmente en voz baja, sin poder aguantarlo más. De inmediato levantó la cabeza para
mirarme. Le sonreí levemente, removiendo mi mano de entorno suyo y acariciando su mejilla con el
dorso de mi mano. “Sólo quería ver si todavía estabas despierta.”

Ella sonrió. “En realidad, no estoy tan cansada,” murmuró. Asentí con la cabeza.

“¿Quieres hacer hoy algo conmigo?” Pregunté, levantando las cejas inquisitivamente. Su ceño se
frunció y se me quedó mirando por un momento, considerándolo.

“Depende de lo que sea,” dijo finalmente. Le sonreí con suficiencia, orgulloso de su respuesta. En el
pasado ella siempre fue tan conforme, automáticamente diciendo sí cuando le pedías algo porque
sentía que no tenía una maldita opción. Estaba empezando a pensar más por sí misma cuando estaba
conmigo, expresando su opinión.

“Bueno, desafortunadamente tengo que confesar que soy un flojo hijo de puta, lo que significa que
todavía no he conseguido ningún regalo de Navidad para ninguno de esos imbéciles de allá abajo, así
que tengo que ir a hacer eso,” le dije. Por lo general, compro todo en línea porque odio los putos
centros comerciales, pero no lo hice este año porque quería llevar a Isabela conmigo. Ella nunca tuvo
la oportunidad de hacer una mierda tan mundana como ir de compras, y pensé que lo disfrutaría.
Pensaba en ir mucho antes, por lo cual compré su regalo en línea, pero por supuesto como de
costumbre lo dejé para lo último. Sin embargo, supongo que no había problema con mi holgazaneo
porque de todos modos tenía que recoger el regalo de mi padre hasta ahora.

Su sonrisa creció. “¿Quieres que vaya contigo a hacer las compras de Navidad?” Preguntó, sus ojos
iluminados por la emoción. Me reí entre dientes y asentí.

“Sí. Quiero decir, si quieres,” le dije. Ella asintió con entusiasmo y se quitó de encima de mí
poniéndose de pie de un salto. Me miró fijamente, sonriendo expectante, y yo me eché a reír porque el
maldito sol ni siquiera se había levantado y ella ya quería alistarse e irse. Me forcé a levantarme y me
puse de pie, estirando mi espalda. Me crujió y gemí, sacudiendo mi cabeza. “Muy bien, hermosa, ve a
vestirte y nos iremos,” le dije, pasándome una mano por el pelo. Ella asintió con entusiasmo y se
volvió, prácticamente salió saltando de la puta habitación. Me reí y negué con la cabeza, acercándome
al armario y sacando algo de ropa. Me desvestí y me puso unos vaqueros, agarré una camiseta lisa
color azul marino poniéndomela. Me puse un par de Nike air force one y agarré mi chaqueta Sean
John Navy. Dudé, pero agarré mi gorra blanca de béisbol de los Cubs de Chicago con las letras azul
marino porque esa mierda combinaba con mi conjunto y mi cabello se estaba poniendo
completamente fuera de control. Me la puse en la cabeza y agarré mi billetera, llaves, teléfono e iPod,
saliendo de la habitación. Crucé el pasillo y abrí la puerta de la habitación de Isabella, sin siquiera
tomarme la molestia de llamar. Ella me miró y sonreí con complicidad, viendo que estaba parada en
nada más que un par de ajustados vaqueros y un sostén de encaje de color negro.
“Mmmm,” murmuré, permitiendo que mis ojos descendieran lentamente sobre su cuerpo. Ella se
ruborizó y sacó una camiseta de su armario, poniéndosela rápidamente. Sonrió tímidamente y sacó
una chaqueta ligera. “¿No tienes nada más grueso? Sé que vienes del desierto y todo eso bebé, pero
está frío como la mierda allá afuera, y quiero decir tan frío que los pezones cortan el puto vidrio.”

Ella sonrió pero negó con la cabeza. “En realidad, no tengo un abrigo grande. Tu padre dijo que le
diría a Alice que me consiguiera uno hace unas semanas, pero supongo que se le olvidó.”

Yo suspiré, rodando los ojos. Sonaba como mi maldito padre últimamente, totalmente distraído.
Levanté mi dedo índice, diciéndole en silencio que esperara, y volví a cruzar el pasillo a mi
habitación. Miré en mi armario y saqué mi abrigo negro con capucha de Christian Dior, pensando que
le quedaría más o menos bien. Regresé a su habitación y sonreí cuando vi que seguía de pie en el
mismo lugar, esperando pacientemente. Le tendí el abrigo y ella lo tomó con cuidado, poniéndoselo.
Por supuesto, estaba un poco grande, así que le enrollé un poco las mangas. Ella sonrió levemente,
bajando la vista al abrigo.

“Es un abrigo muy bonito,” dijo en voz baja, viéndose casi con miedo de llevarlo. Sonreí y asentí con
la cabeza. Era un abrigo de casi $2.000 dólares, pero no había puñetera manera de que fuera a decirle
eso a ella definitivamente se lo quitaría y se negaría a usarlo por miedo a joderlo.

“Es únicamente un abrigo Isabella,” le dije con indiferencia y encogiéndome de hombros. Me miró
por un momento pero asintió con la cabeza, afortunadamente sin discutir sobre algo tan estúpido como
un maldito abrigo. Se puso un par de Sketchers de color negro liso y le arqueé una ceja. “¿Alice te
compró Sketchers?” Le pregunté, ya que en realidad nunca antes la había visto usar zapatillas de
deporte. Ella bajó la vista a sus pies, entrecerrando los ojos para leer la pequeña palabra al costado de
ellos. Sonreí, ya que era tan jodidamente lindo como arrugaba su nariz en concentración.

“Supongo que sí, si eso es lo que son,” dijo finalmente, volviendo a levantar la vista hacia mí. “¿Hay
algo malo con ellos?”

Me encogí de hombros, ya que yo odia los malditos Sketchers y pensaba que eran feos como el
demonio, pero de nuevo, no le iba a decir eso a ella. Eso fue lo que Alice le compró y ella no tenía la
culpa y me atreví a suponer que un zapato era un puto zapato para ella. Le importaba una mierda qué
marca era o cómo se veían, sobre todo tomando en cuenta que en realidad nunca tuvo zapatos hasta
que llegó aquí.

“Están bien,” le dije. “Yo prefiero los Nike.”

Ella asintió, bajando la vista a mis pies. “Bueno, Alice no me compró Nikes,” dijo con toda
naturalidad. Mis ojos se abrieron un poco ante su mordacidad y ella me sonrió con timidez.

“Alice no lo hizo, pero yo puedo hacerlo,” le dije enfáticamente. Ella sólo se me quedó mirando por
un momento antes de rodar los ojos.

“No hay nada malo con mis zapatos. Hacen lo que tienen que hacer,” dijo. Me encogí de hombros pero
no discutí, sabiendo que no nos llevaría a ningún lado. Le dejaría creer que no importaba, porque así
era ella, y le compraría unos malditos Nikes, porque así era yo, y los dos seremos jodidamente felices
cuando los acepte, porque joder, así éramos como pareja.
“¿Estás lista?” Le pregunté. Ella asintió y extendí mi mano, agarrando la suya y entrelazando nuestros
dedos. Nos dirigimos hacia la puerta y ella rápidamente apagó la luz cuando nos íbamos. Bajamos las
escaleras en silencio, ya que todavía era muy temprano y no quería despertar a mis hermanos.
Estábamos bajando el segundo tramo de escaleras hacia el vestíbulo, cuando escuché el golpe de un
gabinete en la cocina. Me congelé, al igual que Isabella, y mi corazón comenzó a latir con fuerza.

Saqué mi mano de la de ella rápidamente cuando vi la figura de mi padre pasar por la puerta hacia el
vestíbulo. Él levantó la vista a las escaleras y me quedé inmóvil cuando su mirada se quedó fija en
nosotros. El maldito pánico comenzó a surgir a través de mí y tragué, tratando de contener esa mierda.
Él dijo que no estaría en casa hasta mañana cuando llegara Esme, él era la última persona con la que
esperaba toparme en la planta baja.

Su mirada era penetrante mientras miraba de Isabella a mí. “Se levantaron temprano, chicos,” dijo
finalmente con indiferencia. Di un suspiro de alivio de que al menos su tono no demostraba enojo.

“Llegaste antes a casa,” le dije. Sonrió levemente, asintiendo con la cabeza.

“Pensé en venir a casa y dormir un poco, en lugar de gastar dinero en una habitación de hotel. Tengo
algunos negocios en Port Angeles un poco más tarde,” dijo. Asentí, mirándolo fijamente, sin saber qué
hacer. Él me miraba con curiosidad, obviamente preguntándose qué carajos estábamos haciendo
Isabella y yo.

Isabella se aclaró la garganta después de un momento de un maldito silencio incómodo. “Buenos días,
doctor Cullen. Espero que duerma bien.”

Él sonrió. “Buenos días a ti también. Y gracias. ¿Van a salir a alguna parte?” Preguntó, levantando las
cejas. Suspiré, resignado, y comencé a bajar los últimos escalones hacia el vestíbulo.

“Vamos a hacer compras Navideñas,” murmuré. “Tengo que hacer esa mierda y pensé que a ella le
gustaría ir, ya que nunca ha hecho nada como esa pendejada antes.”

Isabella bajó al vestíbulo y se hizo a un lado. Le eché un vistazo y noté que su rostro estaba carente de
expresión, pero podía ver el temor en sus ojos.

“Oh, bueno, eso es amable de tu parte, hijo,” él dijo. “¿Supongo que ya que estás parado tan temprano
vas a ir a Seattle?” Preguntó, de nuevo alzando las cejas. Asentí vacilante, dándome cuenta que
debería haberle preguntado si podía llevarla tan jodidamente lejos. Si fuera Port Angeles, él no
hubiera dicho una mierda por ello, pero Seattle era muchísimo más lejos. No estaba seguro qué tanto
confiaba él en Isabella hasta ahora, si no querría que estuviera rodeada de tanta maldita gente dónde
pudiera fácilmente escapar. Yo sabía que no lo haría, yo tenía puta confianza en ella y sabía que no
trataría de escapar, pero no sabía si él también.

Él asintió con la cabeza en respuesta a mi gesto, mirando hacia Isabella. Sus ojos se ampliaron, una
expresión de asombro en su rostro. Mi ceño se frunció y miré hacia ella, preguntándome qué lo había
sorprendido tanto cuando recordé que llevaba mi maldito abrigo. Y no cualquier abrigo, el artículo de
ropa más caro que he comprado. Él se quejó porque pagué demasiado por un abrigo al momento que
vio el cargo en la factura de su tarjeta de crédito.
“Olvidé por completo que la muchacha necesita un abrigo. Consíguele uno mientras andan de
compras, ¿quieres?” Él preguntó, volviendo a mirar hacia mí. Asentí vacilante y me sonrió. “Sólo no
pagues tanto por el de ella como lo hiciste con ese.”

Rodé los ojos. “Como sea, valió la pena cada puto centavo.” Él se echó a reír volviendo a mirar hacia
Isabella.

“Si tú lo dices, Edward,” dijo, sacudiendo la cabeza. “Pero sí, vayan y consigue cualquier otra cosa
que ella necesite mientras estén fuera.”

Asentí con la cabeza. “Lo haré.”

“Bien. Tengan cuidado,” dijo, bostezando. Se acercó a nosotros y me palmeó brevemente en la espalda
antes de empezar a subir las escaleras. Por un momento me quedé paralizado, un poco sorprendido de
que no hubiera tenido nada malo que decir. Esperaba que por lo menos estuviera jodidamente enojado
de que haya tratado de sacarla sin consultarlo, pero no lo estaba. Después de unos segundos me volví y
dirigí a la puerta principal cuando la voz de mi padre me detuvo.

“¿Edward?” Él dijo. Gemí suavemente, dándome la vuelta y arqueando una ceja, preguntándome si me
había librado de esa mierda demasiado fácil y los gritos venían ahora. Él estaba parado hacia la parte
superior de las escaleras, con la mirada fija en Isabella.

“¿Sí, papá?” Le pregunté, esperando que no hubiera cambiado de jodida opinión. Lo último que quería
es que ella se sintiera humillada por él dándoselas de jefecito y diciendo que tenía que quedarse en
casa.

“Déjala que escoja algunos regalos para tus hermanos, y para Rose y Alice. Puedes sacar algo de
dinero de la cuenta para ella o cargarlo a la Amex, no importa,” dijo. Me quedé mirándolo por un
momento, atónito de que hubiera hecho esa mierda ya que él nunca le había dado dinero a nadie de la
servidumbre antes de Navidad para que pudiera comprar regalos. Él miró hacia mí expectante, así que
finalmente asentí. Sonrió y se dio la vuelta, subiendo el resto de las escaleras, desapareciendo en el
segundo piso. Miré fijamente al lugar donde él había estado de pie, con el ceño fruncido por la
confusión. Salté cuando sentí la mano de Isabella en mi brazo, sorprendido de que hubiera estado en
tal estado de trance. Volví mi cabeza para mirarla y me di cuenta que ella parecía estar tan
desconcertada como yo.

Lucía como si fuera a decir algo así que me quedé parado con paciencia, esperando por su pregunta.
Me imaginé que probablemente quería saber qué fue toda esa mierda, por qué le estaba dando dinero
para comprar, pero yo no tenía la maldita respuesta a esa pregunta. Finalmente abrió la boca, su ceño
fruncido y los ojos ligeramente entrecerrados por la concentración y dijo de un tirón la última maldita
cosa que esperaba que preguntara en ese momento.

“¿Exactamente cuánto pagaste por este abrigo, Edward?”

Me eché a reír, negando con la cabeza. “Creo que no recuerdo el precio exacto en la etiqueta, Bella,”
dije sonriendo. Ella rodó los ojos, pero sonrió.

“Está bien,” murmuró. “No creo que sepas, exactamente, por qué está él siendo tan generoso conmigo,
¿verdad?”

Suspiré, encogiéndome de hombros. “Tú conjetura es tan buena como la mía. Te lo dije, él tiene sus
putos secretos y mierda.” Mi padre definitivamente estaba ocultando secretos importantes, putos
secretos que quiero conocer porque tienen que ver con mi chica, pero no tengo idea de cómo
averiguarlo sin delatarme completamente. Ni siquiera estaba seguro de cómo abordar el tema, porque
no tenía la más mínima idea de qué relación tenían o qué tan serios eran.

“Está bien. Pero tal vez deberíamos irnos antes de que cambie de parecer,” dijo ella. Sonreí levemente
y asentí, volviéndome y abriendo la puerta. Ella salió al porche, temblando al momento que el aire la
golpeó. Afuera estaba malditamente frío, estábamos bajo cero. Salí detrás de ella, cerrando la puerta.
Nos dirigimos a mi coche y abrí la puerta para ella, ayudándola a entrar. Cerré la puerta del pasajero y
rodeé el coche corriendo, deslizándome en el asiento del conductor. Mis malditos dientes castañeaban,
mis putos dedos ya estaban congelados. Saqué la llave y encendí el coche, de inmediato dándole a todo
lo que daba a la calefacción.

“Dios, hace frío,” dijo Isabella, sus dientes castañeaban. Le eché un vistazo y sonrió.

“Te lo dije, tus jodidos pezones podrían cortar el vidrio,” le dije. Ella rodó los ojos y yo me eché a
reír. “Lo digo en serio. Desabrocha el abrigo, quítate la camisa y déjame ver,” le dije jugando,
extendiendo mi mano y apretando su seno izquierdo a través del abrigo. Ella me miró con sus ojos
amplios y estiró su mano, golpeando mi brazo con fuerza. Quité rápidamente mi mano de su teta,
frotándome el brazo donde ella me golpeó, y riéndome. “Cristo, no tenías por qué golpearme tesoro,
solo estaba comprobando. Tú sabes, con fines de investigación y esa mierda.”

Ella se echó a reír, sacudiendo su cabeza. Estaba tan jodidamente agradecido de que se estuviera
relajando sexualmente conmigo lo suficiente que pudiera bromear con ella, porque así era yo. Tenía
una jodida mente sucia, no podía evitarlo. Me reí entre dientes y metí la mano en mi bolsillo, sacando
el iPod. Lo conecté y comencé a desplazarme a través de la música mientras esperábamos que se
descongelaran las ventanas. Después de un momento me di por vencido, volviéndome hacia Isabella.
“¿Puedes manejar uno de estos?” Pregunté, haciendo un gesto con la cabeza hacia el iPod. Ella me
miró sorprendida y yo sonreí. “Solamente presiona estos botones hasta que llegues a una canción que
te guste, ¿de acuerdo? No soy tan jodidamente exigente, me gusta toda la música que hay en él ya que
es mía y todo.”

Ella asintió vacilante y puse el coche en marcha, ya que ahora podía ver por el parabrisas. Salí del
camino de entrada y llegué a la carretera principal, acelerando porque era un puto largo viaje a Seattle.

Charlamos tranquilamente durante el viaje y ella repasó la música, de vez en cuando decidiéndose por
una canción. Me di cuenta de que tenía un gusto bastante ecléctico y pareciera que casi toda le
gustaba. Tengo que admitir, que fue difícil dejar que alguien más tuviera el control de mi música,
incluso ella, pero lo hacía porque no tenía idea de qué carajos le gustaba y quería saber.

El sol había salido y estaba brillando con ganas para el momento en que llegamos al ferry. Compré el
boleto y lo saqué, estacionándome. Isabella se veía aprensiva y un poco tensa, y sabía que se había
subido cuando mi padre la trajo desde Phoenix, pero probablemente había estado muy aturdida porque
en ese momento todo era muy nuevo para ella. Estiré mi mano y agarré la suya, entrelazando nuestros
dedos. Ella me miró y sonrió, su tensión disipándose.
La miré por un momento antes de inclinarme hacia ella. Siguió mi ejemplo y presioné mis labios en
los suyos, separando sus labios con mi lengua. Ella gimió en mi boca y la besé con intensidad.

“Te amo,” le dije, a medida que me alejaba de su boca. Ella sonrió.

“Yo también te amo, Edward,” dijo en voz baja. Sonreí complacido porque amé cuando ella dijo que
me amaba. Hizo que mi corazón fallara y latiera de forma errática, el sonido de mi nombre
deslizándose por sus labios, joder, fue lo que más me excitó.

Nos quedamos en el coche durante el viaje en ferry, porque afuera estaba jodidamente frío, y arranqué
cuando llegamos al otro lado. Manejé directamente hacia el centro comercial Northgate, esperando
que no estuviera tan lleno como si me hubiera ido directamente al maldito centro de la ciudad, y
llegamos justo cuando estaban abriendo. Estacioné el coche y salí, caminando hacia Isabella y
ayudándola a salir. Le di una sonrisa y me incliné, dándole un beso breve.

“Ven, vamos a gastar algo de puto dinero,” le dije. Ella sonrió y asintió, tomando mi mano. Nos
dirigimos al interior y de inmediato se empezó a tensar, porque el lugar era bastante grande y aunque
era temprano, ya había mucha gente. Supongo que eso sucede cuando te esperas a comprar en el
último puñetero minuto, tienes que lidiar con las multitudes.

Sujeté su mano y empecé a parlotear sobre mierda, esperando que centrara su atención en mí y no en
las otras personas alrededor. Caminamos por el centro comercial por algunos minutos, sin entrar
todavía en ninguna tienda, dándole tiempo para que se relajara. Finalmente su tensión pareció
aliviarse un poco, así que la arrastré a Game Stop para poder conseguir un maldito juego para Emmett,
ya que eso era lo que por lo general hacía con su tiempo libre cuando no estaba con Rosalie. Le
conseguí “Stars Wars: Battlefront II” para xBox y agarré para Jasper “Age of Empire III” para la PC,
porque a Jasper le gustaba esa mierda. Isabella se aferró a mí todo el tiempo en la tienda, soltándome
solamente el tiempo suficiente para poder sacar mi billetera para pagar.

“¿Sabes qué quieres comprarles a todos?” Le pregunté, echándole un vistazo cuando salimos de Game
Stop. Ella frunció el ceño y negó con la cabeza.

“Yo, eh… en realidad no sé qué les gusta o qué es lo que hay,” dijo en voz baja. Asentí con la cabeza,
suspirando. Ella nunca antes había estado en una jodida tienda como esta, así que por supuesto no lo
sabía.

“Bueno, les encontraremos algo. Mis hermanos son fáciles. A Jasper le gusta cualquier cosa que
requiera estrategia, a él le gusta todo eso de la historia y esa mierda. Especialmente la Guerra Civil. Ni
siquiera sé si sabes qué es la guerra civil, pero es cuando la escl…”

Me interrumpí rápidamente, congelándome, dándome cuenta que estaba a punto de decir que fue
cuando los esclavos fueron liberados. Ella me miró y sonrió con tristeza.

“Fue la guerra por la esclavitud, lo sé. Abraham Lincoln declaró que la esclavitud estaba mal y en
1865 los esclavos fueron liberados y el Congreso declaró ilegal la posesión de otra persona,” dijo en
voz baja. Suspiré, apretando su mano levemente.

“No sabía que conocías esa mierda, pero supongo que sí. Demonios, te lo sabes mejor que yo. No
podría haberte dicho el puto año,” le dije. Ella sonrió, encogiéndose de hombros.

“Puede que no tengamos educación, pero algo de lo que todos sabemos es de la Proclamación de
Emancipación,” ella dijo. “Al igual que todo cristiano tiene conocimiento de la biblia, todo esclavo
sabe del documento que se supone terminaría con el sufrimiento. Es la única cosa a la que la mayoría
se aferra, es la única pizca de esperanza que tienen.”

Me quedé mirándola, la tristeza rasgando a través de mí cuando vi sus ojos vidriosos por las lágrimas
que estaba luchando por contener. Tenía una expresión triste en su rostro y parpadeó un par de veces,
una lágrima escapándose y deslizándose por su mejilla. Ella levantó su mano y la limpió rápidamente,
aclarándose la garganta. “Ven, vamos a comprar,” dijo. Comenzó a caminar de nuevo, pero yo me
quedé inmóvil, agarrando su mano. Sintió mi resistencia y se detuvo, volviéndose hacia mí. La miré
fijamente por un momento, de pie a mitad del maldito centro comercial con gente por todas partes,
pero no me importaba. Tiré de su brazo, acercándola a mí y presioné mis labios a los suyos con
rapidez. Al principio ella se tensó, pero se relajó cuando la abracé con fuerza. Aparté mis labios de los
suyos y ella colocó su cabeza en mi pecho. La apreté con fuerza, sabiendo que la gente probablemente
se estaba preguntando que carajos pasaba con nosotros, pero lo único que me importaba era el dolor
emocional que sentía mi chica.

“No puedo salvarlos a todos, Bella, pero te prometo que te salvaré,” dije en voz baja. “Así sea la
última maldita cosa que haga.”

Ella se apartó de mí y aflojé mi agarre. Otra lágrima se deslizó por su mejilla pero sonrió. “Ya me has
salvado, más de lo que crees. No espero nada más, pero estoy agradecida.”

Sonreí levemente. “Bueno,” dije, soltándola y limpiando sus lágrimas. “Pero pronto voy a emitir una
Proclamación de Emancipación para Isabella Swan, forzando a los que están al mando a liberarte.”

Su ceño se frunció brevemente antes de que una expresión de comprensión llegara a su rostro. “Así
que, ¿tú eres Abraham Lincoln y tu padre es el Congreso?” Preguntó ella, sonriendo.

Me reí entre dientes. “Estaba pensando que yo era el Norte y él el Sur, y por supuesto el puto Norte
gana, pero supongo que podrías decir eso. Siempre y cuando no me disparen como lo hicieron con
Lincoln. Quiero decir, en un santiamén recibiría un puta bala por ti, tesoro, pero no estoy deseando
tener que hacerlo. El último dolió como la mierda, como para querer recibir otro.”

Sus ojos se abrieron sorprendidos y se me quedó viendo boquiabierta. Abrió la boca y pareciera que
estaba a punto de discutir, así que levanté mi mano para silenciarla antes de que siquiera empezara. “Y
joder, ni siquiera te atrevas a decir que no lo vales, o que no tiene sentido, o ninguna de esas mierdas
porque no quiero escucharlo.”

Su boca se cerró de pronto y sonreí. “Bien. Ahora, volvamos a las compras, porque ya tenemos
suficiente de conversaciones serias por hoy. Únicamente quiero pasar algo de tiempo con mi chica
lejos de toda esa mierda.”

Ella sonrió levemente. “Bueno, eso suena bien.” Asentí con la cabeza y llevé hacia arriba nuestras
manos entrelazadas, besando el dorso de la suya antes de caminar de nuevo por el centro comercial.
“¿Qué jodidos estaba diciendo antes de que me distrajera?” Le pregunté.

Ella se rió, el alegre sonido disipó un poco el peso que sentía en mi corazón. “Que a Jasper le gusta la
guerra civil,” ella dijo. Asentí, recordado como es que llegamos al tema de la esclavitud.

“Sí, le gusta. Y Emmett, bueno, él es la persona más poco exigente del planeta. Le encantan los juegos
de video, su guitarra y su novia. Y en cuanto a ella…” Empecé, pero Isabella me interrumpió
rápidamente.

“¿Emmett toca la guitarra?” Preguntó. Asentí con la cabeza.

“Sí, los tres sabemos tocar la guitarra, aunque definitivamente no soy tan bueno como Emmett,” dije.
Ella me miró sorprendida.

“No sabía que también tocaras la guitarra,” dijo. Yo sonreí.

“¿No has notado la guitarra que está en la esquina de la habitación?” Le pregunté. Ella se encogió de
hombros.

“La vi, pero no sabía si sabías usarla ya que nunca la tocas,” dijo.

“Sí, bueno, la tomo de vez en cuando. Siempre he sido diestro en la música, significa mucho para mí.
Pasé por una larga fase en la que me negué a tocar el piano, aunque es eso en lo que realmente está mi
corazón, pero no pude resistir el impulso de crear música por completo. Así que me conseguí la
guitarra, porque podía tocarla encerrado en mi habitación, lejos de todos los demás,” le dije.

Ella asintió, al parecer comprendiendo. Por un buen tiempo después de la muerte de mi madre no pude
soportar tocar, después de que fuera asesinada viniendo de mi recital de piano. Aún toco pocas veces
y, por lo general, cuando lo hago es la puta Marcha Fúnebre, la maldita canción que estaba tocando esa
noche ya que se quedó para siempre en mi cabeza. Pero como todo lo demás, incluso eso había
cambiado. Porque de nuevo me estaban comiendo las ganas de tocar más, melodías ocasionales
rondaban por mi mente, con las cuales jugueteo en esos momentos en los que estoy solo. Y sabía que
era gracias a ella, porque Isabella me dio inspiración y abrió esas partes de mí que había estado
encerrando durante años.

“Siento haberte interrumpido, simplemente estaba sorprendida. ¿Estabas diciendo algo sobre
Rosalie?” Ella dijo. Asentí con la cabeza.

“Sí, Rosalie es una perra exigente, y disculpa mi lenguaje pero lo es. Pero ella ama su coche y le
encanta verse bien. No estoy diciendo que crea que se vea bien o esa mierda,” rápidamente añadí,
echándole un vistazo a Isabella. Ella sonrió pero no dijo nada, así que continué. “Alice es fácil, a ella
le gusta todo.”

Ella sonrió. “¿Y tú? ¿Qué le gusta al quisquilloso de Edward Cullen?” Preguntó, levantado sus cejas.

Me reí entre dientes. “A él le gusta su novia, su coche y su piano. A la mierda todo lo demás.”

Ella se echó a reír. “Bueno. No creo que pueda poner ninguna de esas cosas bajo el árbol para ti.”
Me encogí de hombros. “No lo sé nena, me gusta algo la idea de que estés tú debajo con nada más que
un moño rojo,” dije en broma. Ella jadeó y yo me reí entre dientes. “Sí, reservaremos esa idea para
futuras Navidades. Aunque, hablando en serio, no necesito nada pero si te hace sentir mejor, yo mismo
escogeré algo y tú lo envuelves para mí.”

Ella sonrió y asintió con la cabeza. “Gracias. Me haría sentir mejor.”

Dimos un paseo por el centro comercial por un rato e Isabella empezó a relajarse, en realidad
sintiéndose lo suficientemente cómoda como para soltar mi mano y caminar a una tienda, aunque
siempre asegurándose de que estaba a la vista. Terminamos encontrando algunas piezas de ajedrez de
la maldita guerra civil para que Isabella le comprara a Jasper, los cuales sabía que le iban a encantar.
Le estábamos echando un vistazo a una tienda de música y agarré un nuevo juego de herramientas para
Emmett, porque estaba cansado de que me pidiera el mío, e Isabella casualmente se encontró algunas
uñas blancas con “Rose” escrito con negro y un dibujo con plantilla de la flor del otro lado. Ella las
agarró de inmediato y tengo que admitirlo, era un regalo jodidamente bueno. Sabía que a él le
encantarían, porque no se veían para nada afeminados y también le haría ganar malditos puntos con su
vanidosa novia.

Finalmente nos desvié a la zapatería y escogí un par de Nikes blanco y negro con el logotipo de Nike
en color rosa para Isabella, porque mi padre dijo que le consiguiera todo lo que necesitara y creí que
necesitaba un par de Nikes. Cogí un par de Nikes color verde y blanco para mí, ya que a mi chica le
gustaba el verde, y le dije que ese podría ser su regalo para mí. Parecía que iba a discutir una vez más,
obviamente queriéndome comprar algo más personal que un par de zapatos, pero se dio por vencida.
Tomé los zapatos y puse los dos pares en el mostrador, esperando que la señora que manejaba la
registradora viniera a marcar la venta, ya que estaba hablando con otro cliente. Me puse algo
impaciente esperando y envolví mis brazos en torno a Isabella, pegando su espalda a mí. Ella levantó
sus manos y frotó mis antebrazos, recostándose en mí. Inhalé su cabello, oliendo la dulzura frutal y
apoyé mi cabeza en la de ella. Solamente nos quedamos allí de pie, abrazándonos el uno al otro,
cuando escuché mi nombre a nuestra espalda. Ella se tensó en el momento en que las palabras
“Edward Cullen” llegaron a sus oídos, pero yo tan solo giré un poco mi cabeza para mirar porque
reconocí la voz al toque y no había mierda de qué preocuparse.

“¿Qué hay, Ben?” Pregunté, sonriéndole a él y a Angela. Giré nuestros cuerpos para quedar frente a
ellos e Isabella seguía tensa, pero no trató de apartarse.

“Vaya, entonces, supongo que es verdad,” dijo Angela, mirando de Isabella a mí. Rodé los ojos pero
sonreí con suficiencia.

“No sé de qué estás hablando, Angela,” le dije. Ella sonrió.

“No te preocupes, sabes que no soy chismosa. Tu vida amorosa es privada. Aunque he de decir que
nunca pensé que sucedería, pero me alegra que así sea,” dijo.

“Sí, yo también me alegro,” le dije, inclinándome y dándole a Isabella un breve beso en la mejilla.
Ella sonrió y se ruborizó, lo que nos hizo a todos reír. “De todas maneras, ¿qué carajos están haciendo,
chicos?”

Ben se encogió de hombros. “Terminando algunas compras de última hora, escapándonos un rato de
Forks.”

Asentí con la cabeza. La señora empezó a marcar mis zapatos, así que solté mis brazos de Isabella y
metí la mano en mi bolsillo sacando mi billetera. Le entregué la American Express, gimiendo cuando
la mujer pidió ver mi identificación. Firmé el jodido papelito después de que se aseguró que yo era
Edward Cullen e Isabella agarró la bolsa antes de que yo pudiera discutir. Le arqueé una ceja, dándole
una mirada inquisidora, pero ella solamente sonrió.

“En fin, estábamos a punto de ir a comprar algo para comer en Panara Bread, ¿quieren acompañarnos
chicos?” Angela preguntó. Negué con la cabeza.

“Voy a llevarla a Red Robin, porque quiero algo extremadamente poco saludable y no voy a sobrevivir
el resto de este viaje de compras sin un maldito trago. O dos. Tal vez tres,” le dije. Ben se echó a reír y
Angela rodó los ojos en broma, pero Isabella me miró sorprendida.

“Con novia o sin novia, veo que sigues siendo el mismo Cullen,” dijo Angela. Me encogí de hombros
y me reí entre dientes.

“Siempre,” le dije. “Aunque primero tengo que ir a dejar estás bolsas al coche, porque se están
poniendo jodidamente pesadas.” Ben asintió y sostuvo en alto las putas bolsas que él estaba cuidando,
indicándome lo mismo. Las mierdas que hacíamos por las chicas, lo juro.

Isabella sonrió. “Tengo que ir al baño,” dijo en voz baja, mirándome. Le sonreí y asentí con la cabeza,
y estando a punto de abrir la boca y decirle que caminaríamos hacia allá, cuando Angela intervino.
“Yo puedo mostrarle dónde están los baños mientras ustedes se libran de esas bolsas,” dijo. Miré a
Isabella vacilante, y ella pareció congelarse por un momento antes de asentir con la cabeza, fijando
una sonrisa en su rostro. No podría decir si estaba de acuerdo porque sintió que debía de hacerlo, o
porque realmente estaba bien con ello. Angela sonrió y le tendió la bolsa que estaba sujetando a Ben, y
yo me giré hacia Isabella para que me mirara.

“Puedes decir que no, bebé,” le susurré, inclinándome y besando brevemente sus labios. Ella se
ruborizó.

“Está bien, es razonable,” murmuró. Yo sonreí.

“De acuerdo. No te preocupes, Angela es agradable,” le dije. Ella sonreí y asintió

“Está bien. Sólo, eh… no te tardes, ¿de acuerdo?” Ella dijo, levantándome sus cejas. Asentí con la
cabeza.

“Solamente serán unos minutos, y luego vamos a conseguir algo de comer,” le dije. Ella sonrió,
aparentemente aliviada, y me incliné para besarla de nuevo con suavidad, tratando de tranquilizarla.
Finalmente se apartó de mí y se volvió hacia Angela, quien le sonreía. Me dio una última mirada y me
entregó la bolsa de zapatos antes de alejarse.

Cristo, únicamente iba a ir al puto baño y la vería en unos cinco minutos, pero verla alejarse de mí era
malditamente difícil. Ben se acercó y me palmeó en la espalda, riéndose.

“Cullen, estás jodidamente enamorado, quién lo hubiera pensado,” dijo, divertido. Estiré mi brazo y le
di un puñetazo en el brazo, sonriendo.

“Sí, bueno, guárdate esa mierda porque estamos tratando de mantenerlo en secreto,” le dije. “No sé
cómo se lo vaya a tomar mi padre, ya que vivimos juntos y toda esa mierda.”

Él asintió con la cabeza. “Sabes que no diré nada. Sin embargo, hablando de tu padre, me topé con él
ayer en Forks, me preguntó por ti.”

Mis ojos se estrecharon un poco y miré a Ben. “¿Qué quería saber?”

Ben se encogió de hombros. “Tan solo me preguntó si me había dado cuenta que parecías más feliz
últimamente. También quería saber si últimamente me habías comprado mierda fuerte. Le dije que no
me habías comprado mierda en aproximadamente dos meses, que parecías estar un poco más
tranquilo, pero que aparte de eso, seguías siendo el mismo Cullen.”

Asentí con la cabeza. “Sí, tengo que dejar esa mierda. La última vez me dio una hemorragia nasal de
los mil demonios.” Dije. Ben asintió con la cabeza.

“Por eso nunca la toco,” dijo. Rodé los ojos.

“Aun así, me la vendes a mí,” le dije. Él se echó a reír.

“Bueno, ¿quién me la vendió a mí en primer lugar?” Me preguntó. Me reí entre dientes negando con la
cabeza, porque que de todos modos era mi culpa, siendo yo el que conectó a Ben con papá y sus
contactos de mierda. Salimos del centro comercial y nos dirigimos hacia el estacionamiento a dejar
las bolsas. Encontré el Volvo y abrí el maletero, poniendo las bolsas dentro y cerrándolo. Ben estaba
estacionado a unas dos filas más allá y se volvió a reunir conmigo en mi coche, dirigiéndonos de
nuevo al interior. Caminamos al otro extremo del centro comercial, donde estaba la zona de
restaurantes, y la vi de inmediato mientras me acercaba. Estaba sonriendo, viéndose realmente feliz,
como una jodida adolescente normal. Angela le dijo algo y ella levantó la vista, sus ojos encontraron
los míos y de inmediato centellearon, su rostro se iluminó. Sí, joder, era fácil ver que ella me amaba.
Sonreí con suficiencia y me acerqué a ella, envolviendo mis brazos a su alrededor. “Mi sei mancata*,”
le murmuré. Ella sonrió y me devolvió el abrazo. “¿Estás lista para ir a comer, tesoro?” Ella se alejó
un poco y asintió con cabeza. Nos despedimos de Ben y Angela y nos dirigimos a Red Robin, donde
dijo la señora que al menos teníamos que esperar unos 45 minutos, pero después de pedir hablar con el
gerente y pasarle algo de dinero, nos pasaron rápidamente. Ordenamos unas hamburguesas enormes,
lo cual fue divertido observar como ella trataba de comérsela, y me tomé un Té helado Nuclear (N.T.
Una bebida con vodka) porque no estaba mintiendo cuando dije que iba a necesitar un trago para
soportar el resto de las compras. Terminé tomando un segundo, sabiendo que los efectos de esa mierda
se pasarían para cuando tuviera que conducir, y le di un sorbo a Isabella disimuladamente. Ella hizo la
puta cara más chistosa que había visto y me reí con fuerza, probablemente perturbando a los pendejos
que estaban sentados cerca, pero me importaba una mierda.

“¿Así que tú y Angela se llevaron bien?” Le pregunté. Ella sonrió y asintió con la cabeza.

“Sí, ella fue muy amable. Me preguntó cómo conocí a tu familia, cómo es que me vine a vivir contigo
y no supe cómo contestarle, así que sólo le dije que nuestras familias se conocían,” ella me dijo.
Asentí con la cabeza.
“Eso funciona. Supongo que también es la puta verdad,” dije, encogiéndome de hombros. Ella asintió
con la cabeza. “¿Sabes? Ustedes dos podrían ser amigas. Tienes permitido tenerlas, puede que te guste
tener a alguien en torno a ti que no sepa… tú sabes…” Le dije, sin querer decir esa mierda
directamente. Ella suspiró y negó con la cabeza.

“Ella es una buena persona, pero no sería justo,” ella dijo. La miré confundido y sonrió con tristeza.
“¿Qué clase de amiga sería, mintiéndole acerca de mí? Claramente no puedo decirle la verdad, y
estaría mal inducirla en una amistad bajo esas circunstancias. No sería justo para ella y no quiero ser
esa clase de persona.”

Me le quedé mirando por un momento, un poco sorprendido de lo jodidamente desinteresada que era,
pero no pude encontrar algún argumento para tratar de cambiar su forma de pensar que no me hiciera
ver como un grandísimo pendejo. ¿Qué se supone que le iba a decir? ‘¿Caray, Bella, todos decimos
jodidas mentiras así que no importa?’ Así que, solamente me quedé en silencio y mantuve la boca
cerrada con comprensión. Después de comer de nuevo nos pusimos en camino por el centro comercial.
Llegamos a Victoria Secret y me detuve frente a la tienda, sonriendo con suficiencia. Isabella vio la
tienda vacilante, sus ojos se abrieron por la sorpresa cuando vio los maniquíes con la lencería en el
escaparate. Me reí entre dientes y la metí, agradecido de que no se resistiera en realidad.

“¿La gente realmente usa esto?” Preguntó en voz baja después de un momento. Me encogí de
hombros.

“Algunas chicas lo hacen. Apuesto a que te verías sexy en uno de estos modelitos,” le dije, pasando mi
mano a lo largo de una lencería extravagante de color negro, transparente con encaje y ligas colgando
de ella. Horrorizada, abrió mucho los ojos y me miró boquiabierta.

“No la vas a comprar para mí, ¿cierto?” Preguntó, sonando un poco aterrada. Me reí entre dientes,
moviendo la cabeza.

“No. No ahora de todos modos. Tal vez en algunos años. Pero puedes comprar algo de ropa sexy para
mí,” le dije, levantando una ceja. Ella se ruborizó y me reí. “Vamos,” le dije, agarrando de nuevo su
mano y llevándola hacia un estante de conjuntos de sostenes y bragas, le dije que escogiera un
conjunto a juego y ella me miró sorprendida por un momento, pero finalmente se volvió hacia ellos,
mirándolos con cuidado. Sacó un sostén de encaje color azul con un par de cacheteros a juego y me
miró nerviosa, llevando su labio inferior al interior de su boca para masticarlo. Sonreí y los tomé,
caminando hacia el mostrador. Se los entregué a la señora, sin una pizca de maldita vergüenza por
estar en esta tienda como la mayoría de los hombres estaría, y compré dos tarjetas de regalo de $100
dólares para Alice y Rose porque le saco al bulto cuando se trata de comprarles mierdas y siempre les
compro tarjetas de regalo.

Dejamos la tienda y ella miró hacia atrás brevemente. No me perdí la pequeña sonrisa que puso en sus
labios cuando vio la lencería, una vez más. Sí, definitivamente mi chica tenía potencial en ese
departamento.

Recorrimos las tiendas por un rato e Isabella encontró una foto enmarcada de Campanita del Ballet de
Peter Pan. Su rostro se iluminó y lo agarró para Alice de inmediato. Tuve que admitir, que esa mierda
era perfecta, porque Alice amaba las bailarinas ya que solía ser una cuando era más joven y por
supuesto, Alice misma se parece a una maldita pequeña duende. Pasamos caminando junto a una
tienda de juguetes cuando Isabella vio un BMW con control remoto en el escaparate. Se detuvo y se
volvió hacia mí, arqueando sus cejas, expectante. Le eché un vistazo y sonreí, dándome cuenta que era
exactamente el mismo puto coche que Rosalie conducía. Me reí entre dientes y la arrastré al interior
de la tienda, porque era el regalo perfecto para Rose. Mi chica, ni siquiera necesitó mi ayuda, ella por
sí sola era excelente para dar regalos.

Después de terminar con eso entré en una tienda para echarle un vistazo a algunas figuras de jade,
tratando de escoger una para Esme. Sabía que ella las coleccionaba ya que solía verlas por toda su
casa. Estaba examinando algunas cuando Bella se echó a reír. Apuntó a un león, sonriendo.

“Me gusta el león. Me recuerda tu cabello,” dijo en broma. Rodé los ojos, pero agarré el león.

“Sí, lo sé, necesito un maldito corte,” murmuré. Me acerqué al mostrador para pagarlo e Isabella
continúo riéndose. Agarré la bolsa y salimos de la tienda. De nuevo comencé a andar por el centro
comercial, pero Isabella vaciló. Me detuve y me volví para mirarla, ella sonrió. Alzó la mano y me
quitó la gorra de béisbol, pasando sus dedos por mi desordenado cabello. Dio unas risitas y se alzó de
puntillas, su rostro iluminado por la alegría. Sonreí, porque era jodidamente imposible no sonreír
cuando ella estaba tan feliz, y me agaché. Ella me besó con profundidad, dejándome jodidamente
atónito porque estábamos en público, y después de un momento me aparté. Ella se rió un poco más,
sonando malditamente despreocupada.

“Me gusta tu cabello, te da carácter,” dijo. Le sonreí y le arrebaté la gorra poniéndomela de nuevo.
Estiré mi mano y rocé sus labios con la punta de mis dedos.

“Vaya, gracias,” le dije. “¿Ya estás casi lista para irnos de aquí? Todo esta gente me está haciendo
sentir puta claustrofobia y mis malditos pies me están empezando a doler.”

Ella sonrió, mirando alrededor. Estaba sorprendido de que ya no entrara en pánico por la gran cantidad
de gente que había aquí en este momento. Finalmente asintió. “Sí, estoy lista. Pero, eh… ¿debería
comprar algo para tu padre?” Preguntó. Le negué con la cabeza y su ceño se frunció.

“¿No sería faltarle al respeto el no hacerlo?”

Suspiré. “No, él no espera nada,” le dije, encogiéndome de hombros. No veía cual era el problema,
pero ella sólo se quedó ahí parada, mirándome.

“Sin embargo, creo que debería de hacerlo,” dijo. Gruñí, pero asentí con la cabeza.

“Bien, simplemente cómprale una jodida corbata o algo así,” murmuré. Ella asintió y de nuevo
empezamos a caminar por el centro comercial. Entré en una tienda y ella eligió una corbata Salvatore
Ferragamo de seda italiana color verde, lo que tengo que admitir era un bonito regalo de mierda.
Pagué y la estaba sacando de la tienda, pero me congelé y me quejé. “Mierda nena, nos olvidamos de
comprarte un abrigo.”

Ella parecía sorprendida, obviamente también se le había olvidado. Salimos al centro comercial y
caminamos por él, deteniéndonos en The Gap. No era un gran fan de The Gap, pero sabía que ahí
tenían abrigos para ella. Ella escogió una chaqueta marrón y nos quedamos parados haciendo fila unos
20 malditos minutos, antes de que pudiera pagar por ella. Finalmente salimos de la tienda y me volví
hacia ella, arqueándole una ceja. “¿Ya hemos terminado?” Le pregunté. Ella sonrió y asintió, lo que
me hizo dar un suspiro de alivio. Necesitaba otro puto trago después de todo eso. O tal vez un porro.
Algo para calmar mis malditos nervios.

Salimos hacia el coche y abrí su puerta, ayudándola a entrar. Arrojé las bolsas en el maletero y entré,
encendiendo el coche y poniéndole en marcha. El tráfico estaba jodidamente pesado, lo que me
molestó porque odiaba ir despacio y estar sentado ahí. Estaba agarrando el volante con fuerza,
enojado, mi temperamento comenzaba a aflorar. Estaba tomando respiraciones profundas, porque
habíamos tenido un buen día y no quería explotar y arruinárselo a ella. Estaba actuando casi
jodidamente normal, tan despreocupada y feliz, y no necesitaba ser un idiota con ella sin ningún
motivo, sólo porque un maldito idiota en una camioneta enorme con un chingo de niños no pueda
conducir 3 putos metros sin golpear los putos frenos sin necesidad.

¿Quién necesita un puto coche tan grande de todos modos? Juro que parece más un autobús que nada,
¿cuántos malditos niños necesita una persona? De acuerdo, me di cuenta que estaba siendo un pendejo
porque estaba molesto, pero no podía evitarlo. Apenas la semana pasada le había dicho a Isabella que
podía tener una gran familia, si ella quería, y esa mierda la dije en serio. Honestamente, nunca,
siquiera, había pensado en tener hijos, pensé que envejecería y moriría sin heredero, porque eso era
mejor que afligir al mundo con otro gilipollas como yo. Pero Isabella era jodidamente buena, ella
tenía una hermosa alma, así que probablemente equilibraría mis obviamente jodidos genes en
cualquier prole que creemos. Y podía imaginarla con un montón de pequeños cabrones pelirrojos
como yo armando jodidos escándalos y pequeñas bellezas como ella, toda dulzura y esa mierda. Una
casa enorme llena de bondad y maldad, equilibrándose entre sí. Podíamos tener niños uno tras otro
como mamá lo hizo, ya que ella siempre quiso una jodida familia grande. No sé por qué se detuvo
después de mí, papá dijo que ella quería tener al menos media docena más. Pero, como sea, podíamos
permitírnoslo. Podíamos tener tantos bebés como ella quisiera, podíamos ser la próxima maldita
generación de la familia Duggar, (N.T. De un reality show llamado 19 Niños y Contando, la familia
Duggar la componen el papá Jim Bob la mamá Michelle Duggar y sus 19 hijos) embarazándonos cada
puto año. Pero ya saben, nada de eso sucederá nunca si esa maldita camioneta delante de nosotros no
se quitaba de mi puto camino.

“¿Estás bien?” Preguntó Isabella en voz baja después de un momento. Le eché un vistazo y puse una
jodida sonrisa en mi rostro para esconder mi ira irracional, pero obviamente no la convencí. Me
miraba con escepticismo.

“¿Por qué no lo estaría?” Le pregunté.

Ella suspiró. “Estás rechinando los dientes, lo haces cuando estás irritado por algo.”

“¿Lo hago?”

“Cuando hago algo que encuentras molesto, empiezas a rechinar los dientes, supongo que para evitar
decir algo,” dijo en voz baja. Sonreí, está vez con más ganas y quité mi mano del volante. Estiré mi
mano y tomé la suya, entrelazando nuestros dedos y colocándolas en su muslo.

“No me di cuenta que hacía esa mierda. Pero sí, últimamente he estado tratando de controlar mi mal
genio porque sé que exploto por mierdas estúpidas. Justo como ahora, estoy malditamente cerca de
gritarle a esa puta camioneta frente a nosotros, pero no es como si fuera su maldita culpa. Ellos tienen
un coche frente a ellos. Tú no hiciste nada malo, tuve un hermoso día contigo,” le dije. Ella sonrío
levemente, asintiendo con la cabeza.

“También tuve un hermoso día,” dijo en voz baja, volviendo su cabeza y mirando por la ventana. Miré
el reloj, dándome cuenta que ya pasaban de las 6 pm, lo que significaba que habíamos estado en ese
maldito centro comercial como 8 horas.

“¿Tienes hambre de nuevo?” Podemos detenernos en algún lugar de camino a casa. De todos modos,
tengo que pasar a algún lugar en Port Angeles,” le ofrecí. Ella sacudió la cabeza.

“No, pero gracias,” me dijo. Asentí con la cabeza y volví mi atención hacia el tráfico, una vez más
molesto de que no nos estuviéramos moviendo. Empecé a parlotear con toda tranquilidad acerca de
pendejadas, tratando de distraerme. Finalmente comenzamos a movernos, conduje a través de la
ciudad hacia el ferry. Lo abordamos y esta vez nos bajamos, ya que se había calentado un poco.
Paseamos por la cubierta e Isabella observaba el agua con asombro, mientras yo envolvía mis brazos
en torno a ella y solamente la abrazaba. Cuando llegamos a la orilla, volvimos a subir al coche y lo
puse en marcha, saliendo del ferry.

El viaje a Port Angeles pasó relativamente rápido, a pesar de la distancia. Me detuve frente a la vieja
casa de ladrillo, apagando el motor. Suspiré, vacilante. “Prefiero que esperes aquí, no quiero que
entres en este lugar,” le dije. Su ceño se frunció y se me quedó viendo con confusión.

“¿Qué es este lugar?” Me preguntó. Le sonreí con timidez.

“Es un… bueno, es donde consigo toda la mierda mala con la que no quieres tener nada que ver. No sé
cómo lo llamarías. Pero consigo mierda del mercado por medio de estos chicos y necesito recoger el
presente de mi padre,” le dije. “Sólo estaré unos minutos.”

Ella asintió vacilante y extendí mi mano, abriendo la guantera. Saqué el sobre manila y la cerré,
inclinándome y dándole a Isabella un breve beso. Salí, cerrando las puertas y encerrándola dentro. El
barrio era relativamente seguro, a pesar de que la casa era en sí la más peligrosa de la ciudad, así que
sabía que estaría más segura en el puto coche que en la casa. Me guardé el sobre en el abrigo y me
acerqué a la puerta, tocando suavemente, asegurándome de no tocar con fuerza como la maldita
policía y hacerlos que se pusieran paranoicos. La puerta de entrada se abrió después de un momento y
el tipo me miró con recelo antes de hacerse a un lado y apurarme a entrar. Caminé por el corredor
hacia una gran habitación. Un hombre me miró y sonrió.

“Ah, el joven señor Cullen, me preguntaba cuándo iba a llegar. Pensé que tal vez habías cambiado de
opinión,” dijo. Sonreí con suficiencia.

“¿Desde cuándo cambio de opinión?” Le pregunté. Él se echó a reír, negando con la cabeza.

“Nunca,” dijo. Asentí y él se levantó, saliendo de la habitación. Me quedé ahí, mirando alrededor.
Había unos cuantos hombres en la casa, todos ellos con armas claramente expuestas. Todos ellos eran
cabrones duros, sin un solo hueso compasivo en su puto cuerpo.

El hombre volvió después de un momento cargando el arma de gran tamaño. Era una M1 Garand, tipo
militar, Nacional para Combate Tipo 2, calidad de colección. Era lo mejor de lo mejor cuando se
trataba de rifles militares en la opinión de mi padre. Puedes conseguirlos por excedentes a través del
gobierno, pero este tipo de arma en particular estaba retenida por al menos un año y no era fácil
conseguir una aprobación a través del Programa de Tiradores Civiles Expertos (N.T. Civilian
Markmanship Program- es un programa decretado por el gobierno de los Estados Unidos que
promueve el entrenamiento seguro para armas y prácticas de rifle para todo ciudadano estadounidense
calificado. Todo ciudadano estadounidense que no tenga prohibido legalmente poseer un arma puede
comprar un rifle de excedente militar de este programa, obviamente esto no incluye a miembros de la
mafia) especialmente cuando eres sospechoso de estar vinculado a cualquier persona en dentro de la
mafia. Mi padre tenía uno hace un año en Chicago, pero fue decomisado por la ATF (N.T.
Departamento de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos. Organización de las autoridades
federales que investiga y prevé los delitos federales que implican el uso ilícito, la fabricación y
posesión de armas de fuego, además de otras cosas).

Me lo entregó y lo miré brevemente, asintiendo con la cabeza. Metí la mano en mi abrigo y saqué el
sobre, entregándoselo. Él lo abrió y sacó el efectivo, contándolo para asegurarse que todos los $6,000
estaban ahí.

“Siempre mi cliente favorito,” dijo, sonriendo. Entró en la habitación del fondo y regresó con una caja
larga para meter el rifle. Lanzó dentro algunas municiones y me lo entregó, estirando su mano. Se la
estreché con firmeza y asentí con la cabeza.

“Es bueno hacer negocios contigo,” le dije. Me di la vuelta y salí rápidamente de la casa,
prácticamente bajando los pinches escalones del frente de un salto para llegar al coche. Abrí el
maletero y puse el paquete dentro, quité el seguro de las puertas y entré. Isabella me miró inquisitiva,
obviamente preguntándose qué había comprado, y le sonreí tímidamente. “Es un arma.”

Ella asintió con compresión y volvió la cabeza para mirar por la ventana. Encendí el coche y me alejé
de la acera, acelerando a casa.

Estaba oscuro cuando llegamos, aún más frío de lo que había estado esta mañana. Salimos del coche y
abrí el maletero, empezando a agarrar las bolsas. Isabella se acercó a ayudar, pero le dije que entrara
directamente en la casa, porque estaba jodidamente frío y no quería que se enfermara. Caminó hacia el
porche y abrió la puerta, manteniéndola abierta para mí. Aventé las bolsas dentro del vestíbulo y cerré
el coche, poniendo los seguros. Entré y subimos las bolsas a mi habitación.

Isabella se quitó el abrigo que llevaba y lo colocó con cuidado a lo ancho del extremo de la cama. Me
quité el mío y lo arrojé hacia el armario, pero aterrizó en el suelo. Vi que la comisura de sus labios se
elevó un poco y gemí. Caminé hacia allá y recogí el abrigo, agarrando un gancho para colgarlo.
Extendí mi mano y me dio el otro, que también colgué.

“¿Feliz?” Le pregunté. Ella sonrió.

“Nunca estuve infeliz, Edward,” dijo, su voz dulce y entrecortada con un deje de diversión. Rodé los
ojos y me acerqué a ella, envolviendo mis brazos a su alrededor. De inmediato me fui a su cuello,
degustando su carne deliciosa. Ella gimió y ladeó su cabeza para darme un mejor acceso. Levantó sus
manos y agarró mi gorra, sacándola y arrojándola al otro lado de la habitación. Empecé a reír y me
aparté de su cuello.
“¿Cuál es la razón por la cual tú puedes tirar las malditas cosas por la habitación y yo no?” Le
pregunté. Ella sonrió y se encogió de hombros.

“No sé de qué estás hablando,” dijo jugando. Rodé los ojos y la hice caminar hacia atrás, levantándola
y arrojándola sobre la cama. Ella se echó a reír y se quitó los zapatos, dejándolos caer al suelo con un
ruido sordo. Yo me quité los míos y me subí a la cama, cerniéndome sobre ella y besándola
brevemente, antes de caer a su lado en la cama porque mis extremidades estaban cansadas.

“Cristo, estoy tan malditamente cansado para incluso una sesión de besos y manoseo,” le dije. Mi
cuerpo de verdad se sentía malditamente agotado, mis párpados pesados por la falta de sueño de
anoche. Isabella suspiró, rodándose hacia su costado.

“Yo estoy…” Empezó, antes de que se le escapara un pinche bostezo. Me eché a reír y la atraje hacia
mí, abrazándola con fuerza.

“Lo sé nena, yo también,” le dije. “Vamos a dormir.” Cerré mis ojos y ella se acurrucó en mí,
tarareando suavemente.

“Tengo que ir a mi habitación a cambiarme,” murmuró. Yo gemí.

“No, no lo harás. No puedes dejarme sólo,” le dije, haciendo un puto puchero. Estaba demasiado
cómodo como para que ella se levantara, no quería moverme. Ella se rió.

“Solamente me iré por unos minutos,” me dijo. Negué con la cabeza.

“Pero te voy a extrañar,” le dije, dándome cuenta de que estaba lloriqueando como una pequeña perra,
pero no me importó. No quería que se moviera. Ella era jodidamente cálida y acogedora.

Ella se rió un poco más. “Pero estos vaqueros son incómodos,” dijo.

“Pues quítatelos,” le dije. Ella suspiró.

“¿Y está camiseta? No está exactamente diseñada para dormir en ella.”

“Quítatela también,” le dije de inmediato.

“¿Y qué pasa con la luz?”

“¿Qué pasa con ella? Siempre acostumbrabas dormir con ella encendida,” murmuré. Ella me había
confesado que solía dormir con la luz encendida para no sentirse tan sola, tan abandonada, pero que ya
no necesitaba esa mierda desde que me tenía a mí.

Se quedó callada por un momento, acurrucándose más en mí. Le sonreí, sabiendo que estaba cediendo
con esa mierda.

“Tienes una respuesta para todo, ¿cierto?” Murmuró después de un rato. Me reí entre dientes.

“Tú sabes que sí,” le dije. Ella suspiró y se levantó. Rápidamente abrí los ojos, pensando que tal vez se
iba a ir después de todo. Cristo, realmente no había ningún problema, simplemente estaba siendo un
pendejo al respecto. “Puedes ir a cambiarte Bella. Voy a estar aquí,” le dije, sin querer que estuviera
jodidamente incómoda. Ella me echó un vistazo y sonrió, bajando su mano y agarrando el dobladillo
de su camiseta. La subió por sobre su cabeza, dejando al descubierto su sujetador de encaje negro.
Gruñí cuando lo vi y ella se rió.

“Sé que puedo ir a cambiarme,” dijo, tirando la camiseta en el suelo. Se acostó junto a mí y se
desabrochó y bajó el cierre de sus vaqueros, levantándose un poco para bajarlos de su trasero. Levantó
las piernas y se los sacó, dejándolos caer al suelo. Me le quedé mirando aturdido, sorprendido de que
realmente lo hiciera. Dejé que mis ojos bajaran lentamente por su cuerpo, sintiendo mi polla
endurecerse.

“Cristo, eres hermosa,” le dije, extendiendo mi mano y pasándola por su estómago. Deslicé mis dedos
bajo la copa de su sujetador, encontrando inmediatamente su pezón endurecido. Ella jadeó y me di la
vuelta, a punto de besarla pero ella alejó su cuerpo de mí y dio unas risitas.

“Pensé que estabas demasiado cansado para una sesión de besos y manoseo, Edward,” me dijo. Yo
gruñí.

“Pensé que lo estaba pero luego vienes tú y prácticamente me haces un puto striptease. No puedes
esperar en serio que me quede con las manos quietas contigo usando únicamente eso,” le dije. Ella se
rió aún más.

“Tú fuiste el que me dijo que lo hiciera,” dijo. Suspiré, rodando los ojos.

“Lo sé, pero maldita sea, en cierto modo no esperaba que lo hicieras. Te estás volviendo terriblemente
atrevida, tesoro,” le dije. “Pero sí, tienes razón. Sin tocar, lo entiendo.”

Me desabroché la hebilla del cinturón y me lo quité, arrojándolo al suelo. Me desabroché los


pantalones y me los quité, dejándolos también caer en el suelo. Me senté y me quité la camisa,
tirándola a un lado, quedándome en calzoncillos. Me levanté de la cama y caminé hacia el interruptor
de la luz apagando la luz. Caminé de regreso y me dejé caer en la cama de nuevo con un gemido.
Isabella se rió y de nuevo se acurrucó en mí. “Puedes tocar,” dijo en voz baja. Suspiré y la apreté.

“Lo sé, pero realmente estoy agotado,” le dije, cerrando los ojos. Ella se echó a reír y yo junto con
ella, porque me di cuenta que acabamos de pasar por toda esa mierda por nada. Rápidamente caí en
sueño profundo sin sueños. Me desperté en una habitación envuelta parcialmente en luz y le eché un
vistazo al reloj, viendo que eran casi las 11 am. Escuché a Isabella murmurar y la miré para ver sus
ojos abiertos. Me vio mirándole y sonrió somnolienta.

“Buenos días,” murmuró. Sonreí, rodándome ligeramente sobre ella y besando la punta de su nariz.

“Buenos días para ti también, bella durmiente,” dije en voz baja. Ella se rió y se incorporó de manera
que estaba sentada. Salí de la cama y estiré mi espalda. “Tengo que tomar una ducha.”

Ella suspiró. “Yo también,” dijo, poniéndose de pie. Comenzó a recoger la ropa y me quedé parado,
observándola, prácticamente hipnotizado por la jodida manera en que se le hacían unos ligeros
hoyuelos en el trasero cuando se erguía y como su vientre se tensaba cuando se inclinaba. Eran
pequeñas mierdas, pero eran mierdas que nunca antes había notado. Una vez que había recogido su
ropa, atravesó corriendo rápidamente el pasillo.

Entré al baño y me quité los boxers, abriendo el agua caliente y poniéndome debajo de la ducha. Me
lavé el cuerpo rápidamente, lavando mi cabello. Mi polla estaba dura y me debatí por un momento
antes de apoyarme contra la pared de la ducha, envolviendo mi mano en ella. La acaricié un par de
veces, gimiendo y cerrando los ojos. Casi de inmediato la tensión empezó a aumentar y la acaricié
más rápido, agarrándola con fuerza. Me tomó un par de minutos llegar a la cima, mis rodillas casi se
sacudieron cuando exploté. Gruñí, apretando los dientes para mantener bajo el maldito ruido, y todo
mi cuerpo se sacudió. Me lavé con rapidez y cerré la llave del agua, sintiéndome mucho mejor
después de conseguir algo de liberación. Sí, joder, todavía me seguía masturbando diario, a veces
varias veces. Mi apetito sexual siempre ha estado fuera de control y mi chica haciéndome una paja no
iba a cambiar eso.

Cristo, con sólo pensar en ella haciéndome una paja ya tenía a mi polla moviéndose de nuevo. La
forma en que se sentía su pequeña mano envuelta en torno a ella, sus pinches reacciones tan inocentes.
Juro que fue el mejor puto orgasmo de mi vida. Al principio ella había estado un poco temerosa pero
se sobrepuso, obviamente determinada y jodidamente empecinada en darme placer. Fue entrañable,
tenía que reconocerlo. Mi niña era tenaz y llena de determinación. No tenía duda alguna de que si
Isabella Swan se proponía algo, iba a tener éxito en ello.

Ella no me había tocado desde entonces pero el recuerdo de ello estaba tatuado en fuego en mi mente.
Para ser honesto, yo tampoco la había tocado en realidad, aunque hubiera querido hacerlo, porque no
quería hacer del sexo una mierda entre nosotros, no quería que se convirtiera en solamente parte de la
rutina o algo así. Básicamente no quería que pensara que, porque estaba durmiendo en mi puta cama
todas las noches, tenía que hacer que me corriera cada noche.

Así que, sí, todavía sigo recurriendo a masturbarme en la puñetera ducha, tratando de caminar en una
fina línea en lo que tiene que ver con intimar con ella de manera que se siga sintiendo cómoda estando
tan cerca físicamente de mí.

Me vestí e Isabella regresó a mi habitación después de un rato, toda fresca, limpia y oliendo
jodidamente fantástico. No pude resistir acariciar su cuello con mi nariz y mordisquear un poco el
lóbulo de su oreja por lo deliciosa que estaba. Tomamos algo para desayunar en la cocina y platicamos
con mis hermanos un rato antes de encerrarnos en mi habitación para envolver regalos. Obviamente
ella nunca antes había envuelto nada en su puta vida, porque estaba siendo una maldita perfeccionista
y lo veía como si fuera algún tipo de rompecabezas complejo que estaba tratando de entender. Me tuve
que reír de ella un par de veces cuando su cara se arrugó por la concentración y empezó a doblar
meticulosamente el puñetero papel. Yo tan solo envolví la mierda sin ningún cuidado, asegurándome
que no se vea y lo pegué con cinta para que se sujetara. Probablemente utilicé un rollo entero de cinta,
y probablemente necesiten un puto cuchillo para atravesarlo, pero está envuelto así que esa mierda
tiene que contar para algo.

Después de envolver los regalos, tomamos algo de comer y volvimos a mi habitación para ver una
película. Alrededor de las 5 pm suspiré y me levanté, apagando la televisión. Le eché un vistazo a
Isabella y ella me miró con escepticismo. Estaba un poco nervioso y podía sentir la preocupación en
mi interior luchando por adueñarse de mí, porque sabía que Esme estaría aquí con mi padre en
cualquier momento.
“Mi tía deberá estar aquí pronto,” dije en voz baja. Ella se me quedó viendo por un momento antes de
asentir, sonriendo.

“¿Deberíamos bajar?” Preguntó en voz baja. La miré por un momento antes de asentir.

“Sí, probablemente deberíamos hacerlo. Sólo relájate, ¿de acuerdo? Esme es amable,” le dije, tratando
de tranquilizarla una vez más. Ella asintió y se puso de pie, pasando las manos por su ropa un poco
nerviosa. Salí de la habitación y me siguió, bajando las escaleras en silencio. Escuché la televisión
cuando llegamos al vestíbulo y nos dirigimos a la sala de estar. Jasper y Emmet levantaron la vista
hacia nosotros, sonriendo, y me dejé caer en el sofá en el extremo opuesto que Jasper. Isabella dudó,
pero se acercó y se sentó con cuidado entre Jasper y yo.

Nos sentamos tranquilamente charlando, viendo Kill Bill. Isabella la veía atentamente pero tenía una
expresión de confusión en su rostro, obviamente sin tener una puta idea de qué se trataba. Después de
unos 45 minutos oí un coche detenerse afuera en el frente y por la esquina de mi ojo pude ver a
Isabella tensarse un poco, obviamente porque también lo había escuchado.

Extendí mi mano y la coloqué en su rodilla en un intento de apretarla levemente, tratando de


tranquilizarla, pero evidentemente estaba más nerviosa de lo que esperaba porque gritó y dio un salto.
Me congelé, y Jasper y Emmett miraron hacia nosotros confundidos. Negué con la cabeza y les lancé
unas miradas que claramente les decían que no hicieran ni una puta pregunta, y permanecieron en
silencio.

La puerta principal se abrió e inmediatamente escuché la voz de mi padre, seguida por una
encantadora, cálida y suave risa. Jasper y Emmett de inmediato se entusiasmaron, levantándose de un
salto. Escuché la puerta principal cerrarse y los dos se dirigieron directamente a la sala de estar,
hablando y riendo. Mi expectación crecía con cada paso que daban, ya que amaba a mi jodida tía y la
extrañaba una mierda, pero sabía que a cada paso la ansiedad de Isabella aumentaba. Levanté la vista a
medida que se acercaban, sonriendo al momento que mis ojos se posaron en Esme. Jasper y Emmett
prácticamente la atropellaron tratando de abrazarla, haciéndola desaparecer entre ellos. Esme no era
precisamente una persona pequeña, tal vez 1,70 de estatura, pero era delgada y había algo delicado en
su apariencia. Su rostro era en forma de corazón y tenía el cabello de un castaño dorado suave, casi del
color del caramelo, y cálidos ojos castaños que coincidían con el color de su pelo. Su apariencia era
completamente opuesta a la de papá, ya que él lucía como su madre y ella se parecía a su padre.
Supongo que más o menos como Jasper y yo, algunas personas piensan que ni siquiera parecemos
hermanos en lo absoluto, porque nos parecemos mucho cada uno al padre opuesto. Como sea,
solamente con mirar a Esme puedes saber que es de buen corazón, su modo de ser simplemente exuda
empatía.

Esme se echó a reír, apretando en un abrazo la figura alta y desgarbada de Jasper. Ella se apartó y
Emmett envolvió sus brazos a su alrededor. Ella lanzó un grito y todos nos reímos, a excepción de
Isabella, que parecía jodidamente congelada mientras miraba fijamente a Esme.

Emmett finalmente la dejó en el suelo y ella se dio la vuelta, mirándome. Sonrió alegremente y
extendió sus brazos. Dudé, pero me puse de pie, caminando hacia ella. Ella envolvió sus pequeños
brazos alrededor de mí, tirando de mí hacia ella y suspiró. Me abrazó con fuerza, meciéndonos hacia
adelante y hacia atrás.
“Juro que te pareces más y más a ella cada vez que te veo, chico,” dijo en voz baja, lo suficientemente
alto para que sólo yo lo escuchara. No tenía que ser específica, yo sabía de qué carajos estaba
hablando. Suspiré y respondí su abrazo, sin molestarme en responder porque realmente no había nada
que decir. Era la verdad, y Esme era una de las pocas personas que no tenía miedo de hablarme
abiertamente de mi madre.

Me solté de su abrazo y ella me miró, sonriendo. Levantó una mano y me dio una ligera palmadita en
la mejilla. “¿Te estás portando bien, Edward? No le estás haciendo pasar a tu padre un infierno otra
vez, ¿cierto?” Preguntó. El año pasado, cuando fui enviado a la Academia de Gran River ella voló un
fin de semana y me regañó por mi comportamiento, básicamente diciéndome que creciera de un puta
vez y les diera una razón para estar orgullosos de mí.

Me encogí de hombros, sonriendo. “No he hecho explotar nada últimamente, Esme, si es lo que estás
preguntando,” le dije jugando. Ella sonrió, sacudiendo la cabeza.

“Bueno, supongo que entonces ese es un comienzo, ¿no?” Ella dijo. Me reí entre dientes y asentí. Mi
papá se aclaró la garganta un poco y me alejé de Esme para mirarlo. Él miraba fijamente hacia el sofá
y me di la vuelta rápidamente para ver a Isabella parada allí, mirando al suelo. Sólo el verla luciendo
tan temerosa y aprensiva tiró de mi corazón y tuve que luchar con todas mis fuerzas contra el impulso
de correr directamente hacia ella y alzarla en brazos y decirle que no tenía por qué sentir miedo de
nada porque yo la protejo.

“¿Isabella, supongo?” Preguntó Esme con suavidad. Ella levantó la vista del suelo, haciendo contacto
visual con mi tía. Se veía tan jodidamente asustada, la misma mirada en sus ojos que tenía el primer
día que llegó aquí. Esa mirada de miedo a lo desconocido, de miedo al pasado.

“Sí, señora,” dijo en voz baja, volviendo a mirar hacia el suelo. Suspiré y me pasé una mano por el
pelo, nervioso y no precisamente feliz de ver que mi peor maldita pesadilla hoy se estaba cumpliendo
y estaba recurriendo de nuevo a esa chica tímida y destrozada que había sido. No lo entendía, no había
razón para esa mierda.

“Es bueno conocerte finalmente. He oído hablar mucho de ti,” dijo Esme. Le eché un vistazo a mi tía,
estrechando mis ojos levemente. En ese momento me di cuenta que ella sabía cualquier maldito
secreto que mi padre se estuviera guardando, ya que mi padre le contaba todo. Ella era su confidente,
su mejor amigo. Esme albergaba tantos de los secretos de mi padre, que era ridículo, y era evidente
que cargaba también con este. Esme me miró y sonrió con malicia, obviamente sabiendo de lo que me
había dado cuenta. Quería saber la mierda que ellos sabían, que hacía a Isabella tan diferente.

“También es un placer conocerla, Sra. Evanson, señora,” dijo Isabella en voz baja. Mi ceño se frunció
por un momento cuando la llamó por su nombre, ya que no recordaba haberle dicho alguna vez el puto
apellido de casada de mi tía, pero entonces recordé que Esme estaba casada con el hermano de su
antigua ama, así que por supuesto ella sabía su puto nombre.

Esme se rió un poco. “Llámame Esme, querida. La Señora Evanson es mi suegra, y toda una bruja
mala por cierto.”

Mi papá empezó a reír con fuerza. Todos lo miramos a él, pero solamente negó con la cabeza,
obviamente sin ningún interés de compartir lo que sea que era tan jodidamente gracioso. Compartió
una mirada cómplice con Esme, cuando era obvio que estaban respondiendo a una broma privada y
trató de contenerse después de un momento. De nuevo aclaró su garganta, ahogando su risa y se quedó
en silencio, pero la comisura de sus labios seguía luchando por elevarse. Era extraño verlo tan
jodidamente relajado y feliz, tuve que admitir que era agradable ver esta parte de él de nuevo. Joder,
ese era el padre que amaba y admiraba.

“En fin,” dijo Esme. “Estoy hambrienta y agotada por el viaje, así que no esperes que esta noche sea
buena compañía.”

Isabella le echó un vistazo al reloj, sus ojos se abrieron levemente. “Yo, eh… debería comenzar a
preparar la cena,” dijo rápidamente. Inició su camino para salir de la habitación, pero mi papá se puso
delante de ella para detenerla. Ella levantó la vista hacia él, congelándose, una expresión de miedo
extremo destelló en su rostro a medida que retrocedía por su aparición en su camino. Él levantó las
manos en señal de paz cuando ella retrocedió, para mostrarle que no era su intención hacerle daño.
Ella bajó la mirada al suelo, temblando un poco. Yo me quedé ahí inmóvil, jodidamente aturdido por
su comportamiento. Estaba seguro que ella había dejado atrás esa mierda, el constante miedo, ya que
parecía tan abierta alrededor de nosotros. Quiero decir, tenía miedo que empezara hablar como robot y
esa mierda, pero nunca imaginé que trataría de huir de mi padre del puto terror.

“Tranquila, niña,” dijo papá vacilante, estaba visto que tampoco esperaba esa reacción. “Únicamente
te iba a decir que no te preocupes por la cena esta noche. Voy a comprar pizza,” dijo. Isabella asintió
con la cabeza, todavía mirando al suelo. Tenía sus manos apretadas en puños a sus costados y los
podía ver temblar.

“¿Puedo retirarme, am--, eh, señor?” Preguntó con voz temblorosa. Me encogí cuando ella casi lo
llamó su pinche amo. Él suspiró.

“Sí, Isabella, puedes retirarte,” él dijo en voz baja. Ella le agradeció en voz baja y salió corriendo de la
puta habitación, corriendo por las malditas escaleras. Me quedé ahí parado y mirando fijamente el
lugar donde ella había estado parada, jodidamente sorprendido por lo que acababa de pasar. Todo el
mundo se quedó en silencio por un momento y miré a todos a mí alrededor. Jasper y Emmett me
miraban interrogantes, pero yo sólo me encogí de hombros porque no tenía una puta idea de qué
demonios pasó. Esme se acercó a mi padre y le frotó la espalda levemente. “Debería haberlo pensado,”
él murmuró. Ella sonrió con tristeza.

“No podías saberlo. Ni siquiera se me ocurrió que ella lo hiciera,” respondió Esme con suavidad. Yo
los miraba con desconfianza, preguntándome de que carajos estaban hablando.

“¿No podía haber sabido qué?” Pregunté, arqueándoles una ceja. Ambos me miraron confundidos. “¿Y
ni siquiera se te ocurrió que ella hiciera qué? Joder. ¿Qué saliera corriendo?”

La expresión confusa de Esme cambió después de un momento y sonrió con complicidad. Una
pequeña oleada de pánico me atravesó, ya que Esme podía descifrarme y ni siquiera había pensado en
esa mierda de antemano. Mantuve mi rostro carente de expresión, pero ella simplemente sacudió
ligeramente su cabeza, sonriendo.

“Eso no importa ahora, nos ocuparemos de ella más tarde,” dijo mi padre. “Sólo denle algo de tiempo.
Edward, ¿por qué no corres y traes la cena?”
Él se dio la vuelta y se marchó, así que sabía que no era una mierda negociable. Gruñí y subí las
escaleras corriendo, agarré mi abrigo, las llaves del coche y mi billetera. Isabella estaba en su
habitación con la puerta cerrada. Escuché en el pasillo por un momento, preguntándome que estaba
haciendo, y no escuché ningún ruido. Consideré el tocar o entrar a ver si estaba bien, pero Esme tenía
hambre y sabía que se preguntarían que me había tomado tanto maldito tiempo. Así que simplemente
me fui, esperando que estuviera resolviendo y analizando lo que sea que le hubiera hecho encerrarse
en sí misma y tener una puta regresión de esa magnitud, resignado a que hablaría con ella de alguna
manera más tarde. Salí y me subí al Volvo, conduciendo por la ciudad a la pizzería. Agarré la cena
rápidamente y conduje de vuelta a casa. Cuando llegué a la casa la atmósfera era menos tensa, y nos
sentamos alrededor platicando y comiendo por un tiempo. Esme estaba compartiendo historias de
Chicago y preguntándonos sobre la vida aquí, en Washington, ocasionalmente regalándonos unas
cuantas historias de mi padre por diversión. Le encantaba contar jodidas historias de papá mientras
crecía, tratando de avergonzarlo. Aunque él siempre, simplemente se reía, como si cuando su hermana
estaba cerca su antiguo yo al que estábamos acostumbrados parecía volver a salir.

Esme comenzó a bostezar después de un rato. “Así que, no sé ustedes chicos, pero esta dama necesita
descansar un poco,” dijo. Yo sonreí.

“Puedes dormir en mi habitación,” le ofrecí. Esme me miró atónita y sorprendida, evidentemente no


esperaba que ofreciera esa mierda. “Y no te preocupes, no es un desastre, y las sábanas están limpias,
así que no te espera ninguna sorpresa,” le dije, haciéndole un guiñó juguetón. Sí, ella sabía sobre todas
esas chicas de mierda con las que acostumbraba pasar el rato.

Ella se echó a reír, negando con la cabeza. “Isabella tiene que ser buena, si logró que tornado alley
esté limpio,” dijo en broma. (N.T. Tornado alley- El callejón de los tornados un término coloquial
usado en los Estados Unidos para referirse a un amplio territorio del país donde los tornados son más
destructivos y frecuentes) Me encogí de hombros.

“Ella puede ser malditamente insistente. No le gustan las cosas sucias,” le dije. Emmett resopló y
luchó para contener la risa, obviamente encontrando jodidamente gracioso algo de lo que dije. Lo
fulminé con la mirada y él trató de contenerse, poniendo su cara seria. Él tenía una maldita mente
pervertida, eso es seguro.

“Está bien,” dijo Esme. “Gracias. Aunque, ¿estás seguro? Porque puedo dormir en el sofá.”

“Estoy seguro,” le dije. Ella sabía malditamente bien que nunca la haríamos dormir en el sofá. Por lo
general, ella tomaba la habitación de huéspedes y al servicio era a los que se sacaba, pero no había
maldita manera de que le hiciera eso a Isabella. De todos modos, sabía que no conseguiría dormir
mucho esta puta noche, y como sea con un poco de suerte, podía escabullirme a la habitación de
Isabella por un rato. Es decir, si ella no cerraba con llave la puta puerta. “Sólo no toques nada de mi
mierda,” añadí rápidamente. Ella se echó a reír.

“Ah, sí, ahí está el Edward que conozco,” dijo. Mi papá se rió.

“Quisquilloso hijo de puta,” dijo en tono de broma. Rodé los ojos.

“Como sea, simplemente me gusta mi mierda y no me gusta que la gente se meta con ella,” dije. Esme
se me quedó mirando por un momento, sonriendo, pero asintió.
“Bien, buenas noches chicos,” ella dijo. Palmeó en la espalda a Jasper y Emmett, estirando su mano y
revolviendo mi cabello. Gruñí y me alejé, lo que sólo la hizo reír. Se inclinó y besó a mi padre en la
mejilla antes de irse por las escaleras.

Papá dijo que se retiraba, pero se detuvo para agradecerme por ofrecer mi cama. Asentí y me dijo que
durmiera donde me diera la puta gana, a lo cual no le dije una mierda ya que ya lo había planeado de
todos modos. Me senté por ahí con mis hermanos por unas horas, viendo películas, antes de que
finalmente se retiraran a dormir. Agarré mi laptop y el nuevo iPod de color negro de mi mochila que
estaba situada a un lado del sofá, encendiéndolos. El iPod era el regalo de Navidad para Isabella y no
había tenido oportunidad de cargarlo todavía, postergándolo como siempre, en parte porque no tenía
puta idea de que maldita música le gustaba hasta hoy. Me desplacé a través de iTunes y lo cargué con
un montón de canciones que pensé que le gustarían, agarré mi teléfono y le envíe a Alice algunos
mensajes de texto, preguntándole qué carajo escuchaban las chicas. A la larga me respondió el
mensaje con algunas sugerencias, lo cual le agradecí. Sí, le agradecí, tenía algo de putos modales,
incluso si la había levantado de la maldita cama para hacer que me ayude.

Después de haberlo cargado, lo metí de nuevo en mi mochila, sabiendo que tenía que envolver esa
mierda por la mañana. Guardé la laptop y me levanté, subiendo las escaleras. Las pisé con cuidado, sin
querer ser escuchado, y abrí la puerta de la habitación de Isabella sin hacer ruido. Me escabullí dentro
y me metí a la cama junto a ella, atrayéndola hacia mí. Murmuró algo entre sueños y se acurrucó en
mi pecho. Besé brevemente el tope de su cabeza y me quedé dormido por un rato, cogiendo algunas
horas de sueño.

Me desperté de nuevo alrededor de las 5 am y salí de la cama. Ella seguía durmiendo, y me atrevo a
suponer que probablemente no había despertado para nada, así que probablemente no tenía puta idea
de que siquiera había subido aquí. Le di un ligero beso en la frente y salí de la habitación, regresando a
la planta baja. La casa estaba extrañamente silenciosa, todavía estaba oscuro. Fui a la cocina y agarré
algo de beber, regresando al vestíbulo y sentándome en la banqueta del piano. Rocé brevemente la
punta de mis dedos sobre las teclas, recordando todas aquellas Navidades que me senté frente al piano
y toqué para mi madre. Después de un momento, comencé a juguetear un poco con la Marcha Fúnebre,
como acostumbraba hacer cuando me sentaba en el pinche piano. Estuve tocando por unos minutos,
cuando escuché un ruido detrás de mí, el crujido de un escalón. Me detuve a mitad de la nota y me giré
rápidamente, mi puto temperamento encendiéndose de inmediato. Me quedé inmóvil cuando vi a
Isabella en el último escalón, mirándome sorprendida. La miré fijamente por un momento, un poco
extrañado de verla, pero después de un momento palmeé la banqueta junto a mí. Ella se vio
sorprendida, pero bajó al vestíbulo, acercándose a mí. Se sentó con cuidado a mi lado, levantando la
vista y sonriendo con tristeza.

“Tocas maravillosamente bien,” dijo en voz baja. Sonreí levemente.

“Gracias,” le dije. Ella asintió y bajó la vista a las teclas. Tomé una respiración profunda, sabiendo
que se preguntaba por qué me detuve, y coloqué mis dedos de nuevo en las teclas. Otra vez, empecé a
tocar la Marcha Fúnebre, con la necesidad de terminarla porque odiaba detenerme a mitad de la
melodía, y ella escuchó en silencio por un rato, su mirada fija en mis dedos.

“¿Es la única melodía que te sabes?” Preguntó finalmente. Negué con la cabeza, completando las
últimas notas.
“No, me sé muchas melodías. He estado escribiendo las mías desde que era un niño, melodías que
giraban en está jodida cabeza mía,” le dije. Ella sonrió levemente.

“¿Tú escribiste esa? Suena un poco… triste,” dijo. Me reí secamente.

“No, no la escribí. Y es triste, porque es la jodida Marcha Fúnebre. Es lo que estaba tocando esa
noche,” le dije, esperando que no tuviera que aclarar nada más que eso. Ella asintió y sonrió con
comprensión, obviamente captando lo que estaba insinuando.

“¿Puedes tocar algo más para mí?” Preguntó, su voz sonando con ilusión. Una repentina ola de ira me
atravesó de inmediato ante su pedido, pero la controlé, sabiendo que no podía enojarme porque me
pidiera una mierda así. Era irracional y estúpido, y tenía que aprender a lidiar con mis emociones
apropiadamente, sobre todo si iba a compartir mi vida con esta chica. Después de un segundo le eché
un vistazo y vi ese brillo en sus ojos, y no pude evitar sonreír.

“Sí, por supuesto,” le dije. Puse las manos sobre las teclas y dudé, pero empecé a tocar suavemente la
melodía en la que había estado trabajando, la que había estado flotando en mi cabeza desde que ella
apareció en mi vida. Era su canción, su nana. Ella había inspirado esa mierda. Parecía fascinada por
ella, sus ojos centelleaban mientras observaba mis dedos flotando a través de las teclas. Puse en ella
mi corazón y mi alma, porque se trataba únicamente de ella y joder, quería que sintiera cuanto la
amaba. Ella cerró los ojos después de un momento e inclinó su cabeza para descansarla en mi hombro.
Seguí tocando por un rato, antes de completar las notas y terminarla. El vestíbulo quedó en completo
silencio y ella abrió los ojos, levantando su cabeza para mirarme. “Feliz Navidad, la mia bella
ragazza,” le susurré. Ella sonrió y me susurró ‘Feliz Navidad’ en respuesta. Me miró a los ojos por un
momento y comenzó a inclinarse, deseando que la besara, cuando escuché un escalón crujir detrás de
nosotros. Me aparté rápidamente e Isabella se puso rígida. Mi cabeza se volvió rápidamente y vi a
Esme parada en las escaleras, mirándonos. Gemí en voz baja, preguntándome qué carajos había visto.

“¿Interrumpo?” Preguntó en voz baja. Negué con la cabeza e Isabella se levantó de la banqueta,
dirigiéndose a la cocina. Esme bajó el resto de los escalones al vestíbulo, e Isabella regresó saliendo
de la cocina con una botella de agua, pasando junto a nosotros y subiendo rápidamente las escaleras.
Suspiré y la vi desaparecer de mi vista, pasando la mano por mi cabello. Esme se sentó a mi lado en la
banqueta, suspirando. “Esa fue una hermosa canción. ¿La escribiste tú?”

Me encogí de hombros. “No es nada,” murmuré. Ella sonrió y negó con la cabeza.

“Siempre tan talentoso,” dijo suavemente. “Tu madre siempre estuvo orgullosa de ello, su pequeño
Mozart.”

Rodé los ojos pero no respondí. Sin embargo, ella sabía que no lo haría, así que no le molestó.

“Te levantaste demasiado temprano,” dije finalmente. Ella se encogió de hombros.

“Tú también,” me dijo. Sonreí. Juro que era tan parecida a mi padre en cuanto a ser evasiva, que era
ridículo. Ella suspiró después de un momento. “Ella me reconoció,” dijo en voz baja, su voz mezclada
con un poco de tristeza. Mi ceño se frunció por la confusión con ese comentario casual.

“¿Quién?” Le pregunté. Me miró y sonrió con tristeza.


“Isabella. A eso es a lo que nos estábamos refiriendo ayer tu padre y yo, el porqué está actuando tan
temerosa. Ella me reconoció,” me dijo.

Me quedé sentado por un momento mientras caía en cuenta. Por supuesto, la jodida Esme debió ser
sometida a visitar ese agujero del infierno por su marido, así que tenía sentido que Isabella la haya
visto antes, lo que supongo es la razón por la que está tan jodidamente inquieta por ella. Cualquiera en
su maldito y sano juicio estaría un poco temeroso de alguien que se mezclaba con los hijos de puta que
la torturaban.

“Entonces, ¿visitaste a los Swan y ella te vio? Joder, ¿alguna vez pensaste en ayudar a la pobre chica,
salvándola de tu maldita y lunática cuñada que la golpeaba hasta el cansancio sin ninguna razón?
Quiero decir, Cristo, ¿no se supone que eres toda maternal y esa mierda? Joder, ¿no podías haber
hecho algo? ¿Qué ella no era tan jodidamente importante como para tratar de ayudarla?” Le pregunté,
levantando una ceja. Joder, sabía que no podía culpar a Esme, pero me encabronaba que mi familia
solamente se sentó por ahí, sabiendo lo que le estaba sucediendo, y no hizo un carajo al respecto.

Esme suspiró y negó con la cabeza. “Quería hacerlo, créeme que lo hice. Hablé con Alec al respecto,
tratando de que Jane la dejara en paz. Pero estaba fuera de mis manos, Edward, era parte de sus
negocios y…”

“Sí, sí, sí,” le dije, cortándola rápidamente. “La mierda de tengo que mantener los negocios y lo
personal por separado, el código de conducta y toda esa otra mierda. Lo sé, no tienes que tratar de
convencerme con esas pendejadas. Aunque eso no lo hace correcto.”

Ella se rió un poco. “Veo que has estado hablando con Aro,” me dijo. Rodé los ojos pero asentí con la
cabeza. “Bueno, no obstante, ahora que tu padre la consiguió está a salvo.”

La miré con desconfianza. “¿Qué te hace pensar que está segura aquí?” Le pregunté. Ella me miró
confundida y reí secamente. “Quiero decir, ¿supiste de la puta ejecución simulada y como la ató y
esposó a la cama?”

Ella suspiró, frunciendo el ceño. “Sí, él me dijo lo que le hizo. También se siente terrible por ello,
nada de eso volverá a suceder.”

Negué con la cabeza. “¿Cómo puedes estar tan segura?” Le pregunté. “Quiero decir, amo a mi padre,
pero algunas veces puede ser una maldita bala perdida.”

Ella sonrió. “Sí, puede ser así. Pero confía en mí, él nunca le volverá a poner un dedo encima a esa
chica.”

La miré, estrechando mis ojos levemente. “¿Por qué?” Le pregunté. Ella me miró desconcertada.
“¿Qué la hace tan especial que nunca le volvería a hacer daño?”

Se me quedó mirando por un momento, antes de sonreír, de nuevo esa maldita sonrisa cómplice. Ella
sacudió su cabeza. “No es mi secreto para contarlo, lo siento.” Estreché mis ojos con recelo y ella se
echó a reír. Estaba a punto de discutir, queriendo saber de quién era el puto secreto, cuando se puso de
pie.
“Ahora, si me disculpas apuesto sobrino mío, arriba hay una chica confundida con la que necesito
tener una conversación.”

**************
Mi sei mancata = Te extrañé
Capítulo 37 Perfección

“Se llega a amar no cuando se encuentra a la persona perfecta, sino cuando aprendemos a ver de
manera perfecta a la persona imperfecta.” - Sam Keen

Isabella swan
Traducido por Lanenisita

Me senté en el borde de mi cama, temblando ligeramente y golpeteando mi pie en el suelo con


nerviosismo. Estaba inquieta, tan ansiosa y asustada, sintiéndome confundida e insegura de mí misma.
¿Qué me estaba pasando, por qué estaba actuando de esta manera? Yo nunca le había hablado a esa
mujer antes de ayer por la noche, apenas si la había visto de lejos un par de veces. Ella nunca había
hecho nada para herirme, así que, ¿por qué me sentía tan temerosa de ella? De hecho, ella nunca había
tenido conocimiento de mi existencia antes, apenas me había visto. Yo simplemente había visto su
rostro mientras miraba por la ventana del granero en Phoenix cuando ella visitó la casa de los Swan.
Era tan ridículo de mi parte actuar de manera tan infantil y aterrorizada, pero a veces algo acerca de su
presencia aquí me hacía sentir que aquellos dos mundos de repente se mezclaron. Se sentía como si mi
anterior vida, la vida de constante dolor y tortura, estaba de repente uniéndose con mi nueva vida, la
vida donde yo me sentía casi contenta. Era atemorizante, me hizo sentir como si las paredes
estuviesen atrapándome de repente.

Yo sabía poco o nada acerca de ella como persona, pero una cosa que si sabía con certeza es que ella
había pasado mucho tiempo cerca de las personas que me lastimaban, las personas que me torturaban
solo por diversión. Yo la había visto sonreírles, hablarles. Edward había hablado muy bien de Esme,
asegurándome que ella era una dulce y amorosa mujer, pero ¿Cómo puede alguien así estar tan a gusto
cerca de personas tan viles como mi padre y su mujer?

Yo me sentía nerviosa acerca de su venida a la casa, ya que sabía que ella estaba relacionada con Jane
a través del matrimonio, pero no fue hasta que la vi entrar a la sala con el doctor Cullen que todo se
esclareció. Aquello me golpeó como una tonelada de ladrillos cuando posé mis ojos en ella y reconocí
aquel cabello caramelo y su rostro en forma de corazón. Era irracional, pero en ese momento se sintió
como si mi padre hubiese entrado por la puerta, entrado a la vida en la que yo empezaba a sentirme
segura y a salvo para poner todo de cabeza. Para torturarme nuevamente, para hacer mi existencia un
infierno viviente. Sentí pánico y reaccioné de manera instintiva a aquello, retrayéndome y casi
llamando al doctor Cullen amo en su cara. No podía ni siquiera imaginar lo que Edward estaba
pensando, mirándome tratar a su familia de esa manera. Me preguntaba si finalmente se había dado
cuenta que yo era una pérdida de tiempo, que jamás podía ser parte de su mundo. Ni siquiera podía
estar frente a su tía, quién él mismo me había prometido que era completamente inofensiva, sin
desmoronarme.
Permanecí en mi habitación toda la noche, llorando hasta quedarme dormida con la luz encendida ya
que sabía que aquel a quien yo amaba estaba en el piso de abajo y que él no podía venir hasta mí, que
no podía estar conmigo. Ni siquiera sabía si podía haber alguna ocasión en la que él en verdad podría
estar conmigo… si en realidad quería estar conmigo. Yo lo necesitaba de manera desesperada,
necesitaba de su fuerza, pero simplemente no podía tenerlo. Yo tenía que apoyarme en mi propia
fuerza, tenía que apoyarme en mí misma debido a que Edward no podía llevarme en sus brazos y
protegerme en todo esto. No podía volverme tan dependiente de él, necesitaba pararme en mis propios
pies.

El problema, sin embargo, es que mis rodillas estaban temblorosas y tenía miedo de que si intentaba
pararme sobre mis pies sin un apoyo, colapsaría.

Ustedes podrían pensar que yo estaba acostumbrada a valerme por mí misma, habiendo crecido de la
manera en que lo hice, pero era diferente en ese entonces. En Phoenix yo no tenía más opción que
ponerme de pie y enfrentar todo. Aquí yo sí tenía una opción. Y cuando tú tienes una opción entre
enfrentar algo difícil y evitarlo, la evasión tiende a ganar. Pero yo no quería ser una de esas personas
que se alejan asustados de situaciones así simplemente por el hecho que ellos pudiesen sentirse
incómodos. Yo no quería ser débil, no quería ser una cobarde. Yo quería ser fuerte, no porque tenía
que serlo, sino porque yo quería serlo. Porque ponerse de pie y enfrentar situaciones con la cabeza en
alto era la cosa más correcta por hacer, la cosa más fuerte por hacer.

Me desperté de manera abrupta debido a un ruido esa mañana, se escuchaba como el sonido de una
puerta abriéndose, pero no podía estar segura de ello. Me quedé inmóvil por un momento, mirando al
reloj y notando que eran unos pocos minutos pasados de las 5 am. Dudé, sin saber que era lo que yo
quería hacer o siquiera que era lo que se suponía debía hacer, pero eventualmente me levanté y me
dirigí hacia abajo para sentirme segura. Era Navidad, y yo sabía que la cena debía ser cocinada pero
nadie había dicho nada al respecto. Dejando a un lado que mencionara que Esme estaría de visita, muy
poco fue mencionado acerca de la festividad de hoy, así que asumí que simplemente debía hacer lo
que siempre había hecho en Phoenix por Navidad. Después de todo, fue de esa manera como ellos
manejaron el Día de Acción de Gracias.

Hice una pausa cuando llegué al segundo piso y escuché la música del piano colarse por las escaleras.
Era la misma triste melodía que le había escuchado tocar antes, la misma que me había hecho dormir
sobre los escalones. Bajé las escaleras algo dubitativa, ya que la vez anterior él había dicho que yo
podía haber bajado y escuchado, pero no estaba segura si aquella oferta seguía en pie ya que no quería
molestarlo. No sabía lo que podía estar pensando o sintiendo, especialmente después de cómo
reaccioné con su tía el día de ayer. Estaba claro que ella era querida por todos ellos, y el doctor Cullen
siempre había dejado en claro que la familia era importante. ¿Les había faltado el respeto a todos sin
querer al reaccionar tan fuertemente? ¿Estaría Edward molesto conmigo? ¿Podría él incluso odiarme?

El último escalón crujió y yo me tensé cuando su melodía se detuvo de manera abrupta en la mitad de
una nota. Él volteó su cabeza para mirarme, y yo solo me quedé de pie allí, con el pánico
invadiéndome al ver su expresión de enojo. Su rostro se suavizó después de un momento y me hizo
una seña para que me acercara a él, lo cual me sorprendió un poco. Él no parecía estar tan molesto
conmigo, quizás un poco irritado en general. Me senté junto a él y él finalizó su canción inolvidable,
eventualmente tocando otra para mí. La segunda era hermosa, tan poderosa y emocional, llena de
amor, felicidad y maravilla. Era asombroso cuanta emoción podía contener una canción, cuanto
sentimiento se podía poner tan solo presionando unas teclas. Aquello hizo recordar en mí todo el amor
que sentía por Edward y me apoyé en su hombro, solo sintiendo su calor e inhalando su aroma, por un
breve momento sintiendo nuevamente esa seguridad que yo tan desesperadamente anhelaba.

Pero claro que aquello no duraría mucho. Él finalizó la canción y me susurró de manera muy dulce,
causándome que mi corazón se disparara emocionado. Era probablemente irracional de mi parte el
pensar que no me quería más, pero aun así yo todavía tenía mucho miedo de que todo se viniese abajo,
tenía mucho miedo de perderlo. Él significaba mucho para mí, y en mi vida nunca algo me había
importado tanto como me importaba él. Se inclinó para besarme después de un momento, y mi
corazón empezó a latir rápidamente debido a la anticipación. Sus labios eran siempre tan suaves, su
boca siempre sabía a menta y era tan suave, su aliento era cálido. Besarlo era increíble, era mi cosa
favorita. Pero antes que nuestros labios se conectaran el escalón crujió detrás de nosotros y yo me
congelé, mi corazón casi se detiene a causa del temor. Edward se alejó rápidamente, rabia y temor
asomaron por su rostro mientras volteaba a ver a las escaleras. Yo me volteé y vi a Esme de pie,
mirándonos a los dos. Yo no la conocía muy bien como para ser capaz de leer su expresión así que no
pude saber cuál era su reacción, lo que ella estaba pensando o lo mucho que ella potencialmente pudo
haber visto. Yo me levanté rápidamente, tomando algo para beber y prácticamente corrí hasta las
escaleras de regreso a mi habitación.

Y aquí estoy, temblando y confusa y repente recordando que yo debía estar supuestamente empezando
ya a hacer la cena, ya que esa había sido la razón por la cual bajé en primer lugar. Me sentía
completamente fuera de mi propio juego, cometiendo errores a diestra y siniestra. Me di cuenta que
sería prácticamente un milagro si lograba sobrevivir a este día sin casi forzar al doctor Cullen a que
me golpeara o me encadenara a la cama, ya que era seguro que seguiría echando todo a perder. Si yo
hubiese hecho algo como esto el año anterior en Phoenix, probablemente hubiera sido atada a la
barandilla del porche y azotada con un cinturón hasta que mi cuerpo entero estuviese sangrando y
cubierto de moretones. Él probablemente me hubiese dejado allí también, sangrando por Dios sabe
cuánto tiempo.

Me di cuenta que estaba tomando las cosas a la ligera últimamente. Yo me aseguraba que la casa
estuviese siempre en orden, pero no había hecho nada extraordinario más que aquello que se suponía
debía hacer. Esa no era yo – Yo era siempre tan meticulosa. El doctor Cullen no había dicho nada al
respecto sin embargo, ya que yo lo mantenía alimentado cuando él estaba aquí y me aseguraba de que
la casa no estuviese desordenada. Tenía siempre su ropa limpia, y cambiaba sus sábanas cada
miércoles como era lo usual así que no tenía una razón válida para quejarse. Si se me decía que hiciera
algo, yo lo hacía, y obedecía sus reglas en gran parte… la única regla que me encontré desobedeciendo
fue la de no tener secretos. Yo era leal a su familia, como él lo demandó, y se mantendría de esa
manera pero estaba claro para mí que el doctor Cullen estaba guardando secretos, y hasta que pudiese
averiguar cuáles eran esos secretos, no tenía más opción que guardar mis propios secretos para
tenerlos a salvo. Afortunadamente no me había confrontado de manera directa acerca de alguno de mis
secretos, así que no tenía por qué mentirle. Honestamente yo no estaba segura de lo que haría si se me
acercara y me preguntara si Edward y yo teníamos una relación amorosa. ¿Le guardaría mis secretos y
le mentiría, o le diría la verdad y arriesgándome así que él nos separara? Supongo que nunca sabría
que diría a menos que aquello sucediese.

Hubo un ligero golpeteo en mi puerta después de un momento y mi corazón empezó a latir


rápidamente, tan fuerte que mi cuerpo entero estaba vibrando a causa de su fuerza. Me sentí enferma a
causa de los nervios, mi estómago mareado y débil. Me di cuenta de que el hecho que la noche
anterior no había comido nada no me estaba ayudando a sentirme fuerte. Me puse de pie cuando
golpearon de nuevo y caminé hasta la puerta, tomando el pomo con mis manos temblorosas y
sudorosas. Le di la vuelta y abrí la puerta lentamente, alarma recorrió mi cuerpo cuando vi a Esme de
pie en el pasillo. Una ligera sonrisa apareció en sus labios y yo solo me quedé allí de pie, sorprendida
por su presencia, sin saber que decir o hacer. Lucía completamente inofensiva, incluso amable, pero
mirarla me recordó mi pasado.

“¿Puedo hablar contigo un momento?” ella preguntó suavemente. Yo asentí algo vacilante, sin tener
idea de lo que quería hablarme pero lo que si sabía es que yo no podía decirle no y cerrarle la puerta
en la cara. Me hice a un lado y ella entró a la habitación, mirando alrededor por un momento antes de
tomar asiento en mi cama. Su postura era relajada, completamente opuesta a como estaba Rosalie
cuando ella estuvo aquí para hablar conmigo. La actitud de Esme era de completa tranquilidad y yo
probablemente me hubiese sentido más a gusto alrededor de ella si ella no fuese tan cercana a una
época siniestra de mi vida.

Ella palmeó la cama junto a ella, sonriendo, indicando que yo debía sentarme allí. Caminé dubitativa y
me senté con cuidado, mordisqueando mi labio de manera nerviosa. Estaba tratando de detener el
temblor en mis manos para que ella no pudiese ver mi aprensión, queriendo parecer fuerte y no tan
vulnerable.

“Quería contarte una historia, ¿Te opondrías a eso?” ella preguntó suavemente después de un
momento. La miré, algo sorprendida, pero luego negué con la cabeza. Ella sonrió nuevamente y luego
vi un ligero brillo en su mirada, algo de compasión. Me recordó a Edward, aquella mirada en sus ojos,
la paciencia y compresión, y aquello borró un poco mi miedo. “Bien. Veamos, por donde empiezo,”
dijo ella, frunciendo su ceño. “Se supone que debo regresar hasta el inicio, así tiene más sentido.” Me
miró y yo asentí, no teniendo idea que historia me contaría pero no queriendo parecer como si yo no la
escucharía o estuviese interesada. Asintió en respuesta, suspirando.

“A inicios de la década del 70 se avecinaban problemas, una tipo de guerra clandestina entre las
organizaciones. La lucha estalló por todo el país, no solo estaba centrada en Chicago, aunque Chicago
no era ciertamente un lugar seguro en ese tiempo. Se construyeron casas de seguridad en todo el país y
los hombres enviaban a sus familias allá, tratando de alejarlas de la línea de fuego. Esta casa era una
de ellas, era donde mi padre nos envió.”

Ella hizo una pausa y me miró, asumo que trató de medir si yo estaba prestando o no atención. Yo
asentí y ella continuó.

“Yo tenía once años en ese entonces, y fue aquí donde conocí a Alec y Jane. Su padre estaba en la
organización con mi padre y ellos habían sido enviados aquí por su padre para mantenerlos a salvo. Mi
madre los vigilaba, ya que su propia madre se había rehusado a abandonar su hogar. Yo no sé si tú
fuiste alguna vez tan desafortunada como para conocer a la señora Evanson, pero ella era tan
insensible y egocéntrica. Una horrible mujer,”

Sonreí, ya que sí, había sido tan desafortunada y había tenido un encuentro con ella un poco después
de que Charles tomara el control de la casa Swan. Vino para cenar con Jane y no hizo nada más que
ridiculizarme todo el tiempo. Nunca tenía nada amable que decir. “En fin, Carlisle y yo odiamos de
inmediato a Jane. Ella era una malvada y pequeña imbécil, quien a propósito rompía las cosas y
causaba problemas, le robaba a la gente. Tenía una habilidad para herir a la gente, aún la tiene. Estoy
segura que tú puedes dar fe de ello,” dijo ella. Me miró expectante y yo asentí, confirmándolo. Ella
asintió en respuesta, suspirando. “Alec era casi el polo opuesto de Janie. Era así como la llamábamos
en ese entonces, Janie… eventualmente ella logró tener el sobrenombre de Loca Janie, y hay personas
que aún la llaman así dentro de la organización. Mi esposo siempre se ríe de eso. Pero de todas
formas, me desvié del

tema, regresemos a Alec. Él es el tipo de persona que nunca se mete en problemas, siempre alejándose
de ellos y protegiéndose a sí mismo. Era tranquilo, rara vez hablaba. De hecho, cuando lo conocimos
por primera vez, Carlisle y yo pensamos que era mudo ya que no había dicho una simple palabra en
días.”

Ella hizo una pausa, suspirando. “Yo recuerdo un día en que todos nosotros estábamos cerca del río
jugando y Janie empezó a lanzar rocas, golpeándome con ellas. Alec solo retrocedió y nos miró, su
expresión estaba completamente en blanco como si fuese ajeno a lo que estaba ocurriendo. Nosotros
pensábamos que él era una persona fácil de disuadir, permitiendo a su hermana salirse con la suya en
cualquier cosa que hiciese. Sin embargo, Carlisle no permitiría aquello, así que entró en su modo
protector como lo hacía usualmente y trató de detenerla, pero ella no lo escuchaba y seguía lanzando
las piedras. Así que Carlisle tomó una gran roca y se la lanzó, golpeándola en la cara. Ella empezó a
llorar y corrió de regreso a la casa, chismoseando a todo el mundo cuán malvado era Carlisle y cómo
él la golpeó sin razón. Mi mamá se molestó ya que la roca que le había lanzado Carlisle le había
dejado una marca, y tomó uno de los cinturones de mi padre, con la intención de pegarle a Carlisle. Mi
madre no es una mala persona pero ella no tenía ningún problema en golpear a uno de nosotros si
hacíamos algo malo. Traté de decirle que no había sido culpa de Carlisle pero me ignoró, ya que
estaba acostumbrada a que nos manteníamos unidos en todo. Nosotros siempre estábamos
apoyándonos el uno al otro, mi hermano y yo. Ella hizo el cinturón hacia atrás para tomar fuerza y
cuando el cinturón estaba, literalmente, a punto de hacer contacto con él, Alec habló. Salió de la nada
y nos sorprendió a todos, ya que su voz era tan calmada y dominante. Este pequeño niño no había
dicho una sola palabra en días, y la primera vez que él abrió su boca, habló con autoridad. Él dijo ‘No
creo que usted deba golpearlo’, y mi madre se detuvo y le preguntó porqué. Alec dijo que Carlisle solo
estaba tratando de proteger a su familia, y una persona jamás debería enfrentar un castigo por proteger
a los suyos. Mi madre solo lo miró por un momento antes de dejar ir a Carlisle.”

Ella se rió levemente para sí misma, negando con su cabeza. “Y ese es mi esposo. A él siempre le
interesan sus propios asuntos, rara vez interviene, pero cuando habla, tú lo escuchas. No es tan
despiadado como parecería ser, pero actúa por la lógica y no por las emociones y le da a la gente una
oportunidad de luchar sus propias batallas, de solucionar las cosas antes de que él meta sus narices. Y
no le gusta tener que hacerlo, así que no lo hará a menos que sienta que no tiene otra opción.”

Ella suspiró. “Tú probablemente te estás preguntando a donde voy con todo esto, ¿cierto?” preguntó,
fijando su mirada en mí. Yo asentí dubitativa y ella sonrió con simpatía. “Yo sé que tú me reconoces,
que me habías visto antes en Phoenix en la casa de los Swan, y es por eso que estabas tan asustada
ayer cuando entré a la casa. Pero quiero que sepas que yo no soy como ellos, que mi esposo no es
como ellos. Nosotros, también, lidiamos con personas con las que no queremos hacerlo, a veces
poniéndonos máscaras, sonriendo y sobrellevándolo por el bien de las apariencias. Yo quiero que
sepas que hice todo lo que podía haber hecho en ese entonces para tratar de ayudarte, ya que yo sabía
cómo era Janie. Pero mi esposo, él creyó que no era su trabajo el sacarte de allí, no creyó que nosotros
debíamos intervenir. Pero quiero que sepas que mantuvo un ojo puesto en ti, ya que eso es lo que hace.
Él observa. Y cuando supo que Janie había llegado a su punto de quiebre y te quiso lejos, él habló y le
dijo que ella no podía matarte ya que sintió que lo haría si todo eso continuaba. Y como te dije,
cuando él habla, la gente lo escucha… incluso ese espectro desgraciado que tiene por hermana.”

La miré con sorpresa y ella sonrió. “Si tan solo pudiese hacer que hablase más a menudo, estaríamos
en el negocio, pero es así como es mi esposo. Eso es lo que entiendes cuando te involucras con un
hombre que creció en este mundo. Ellos tienen defectos, recurren a la violencia y hacen cosas
desagradables a veces, cosas que la mayoría de mujeres se sentirían avergonzadas que sus esposos
hicieran, pero no nosotras. Entendemos que es algo arraigado en ellos, al igual que hay cosas
arraigadas en nosotras. He aceptado a Alec por quien es, nunca traté de cambiar a la persona dentro de
él. Elizabeth era de la misma forma, ella no estaba del todo contenta con la vida de Carlisle pero lo
supo sobrellevar porque lo amaba. Lo aceptó por quien era, de la misma manera que estoy segura tú
aceptas a Edward.”

Mis ojos se abrieron levemente debido a la mención de Edward, un pequeño oleada de alarma me
recorrió por completo. No estaba segura cómo reaccionar, que decir frente a esto, o exactamente a
donde quería llegar ella con esa afirmación. ¿Sabía acerca de nosotros, lo había descubierto? ¿Había
visto allá abajo más de lo que yo pensé? Traté de mantener mi expresión neutral y así no darle ninguna
pista en caso de que no supiera nada, pero ella me miró expectante, obviamente a la espera de alguna
clase de respuesta.

“Yo acepto a todos los chicos Cullen por quienes son,” le dije de manera vacilante. Ella se rió
levemente de mi afirmación, negando con su cabeza.

“Estoy segura que lo haces Isabella,” dijo ella, sonando ligeramente asombrada, “Mis sobrinos son
unos chicos increíbles, soy bendecida por tenerlos a ellos en mi vida. Y sé que es un terrible error de
mi parte escoger un favorito, pero debo confesar que soy un poco parcial con aquel sentado allá abajo
en frente de su piano. Él tiene un alma tan gentil debajo de toda esa armadura que usa, y es agradable
ver a alguien finalmente hacer una grieta a través de ella.”

Yo asentí, mi corazón latía frenéticamente. No quería darle ninguna clase de confirmación verbal pero
estaba claro por sus palabras que ella sabía de nosotros. “Él es… bueno,” dije finalmente. Su sonrisa
creció.

“Sí, él lo es,” dijo ella. Me miró por un momento, su expresión era suave y amorosa. Fue sorprendente
verla mirarme de esa manera, y me di cuenta que si no hubiese entrado en pánico antes, me hubiese
dado cuenta que ella no era como Charles y Jane.

“Suficiente de hablar acerca de Edward, ya que estoy segura que no estaría muy feliz si nosotras
estamos chismeando a sus espaldas. Él tiene un temperamento algo especial, tú sabes,” dijo ella en
broma. Sonreí y asentí. “En fin, de regreso al tema. Solo quería que supieras que no pretendo hacerte
ningún daño, y que no quiero que me sitúes en el mismo lugar que aquellas viles criaturas en Phoenix,
ya que a mí no me agradan más de lo que te agradan a ti. Entiendo completamente si aún te sientes
incómoda cerca de mí, debido al hecho que yo estaba al tanto de lo que tú tuviste que pasar y no
intervine, pero quiero que sepas que quise hacerlo. Simplemente estaba fuera de mis manos. Hice lo
que personalmente pude haber hecho, y creo que lo que fuiste obligada a soportar estaba
completamente mal y es imperdonable. ¿De acuerdo?”
Yo asentí. “Lo entiendo. Y lamento por cómo la traté y por cómo respondí a su presencia,” le dije en
voz baja, sintiéndome apenada por como reaccioné. Ella sonrió con cariño, encogiéndose de hombros.

“Está bien. Solo no quería que tu festividad se arruine por el hecho que estar yo aquí. Quiero que
disfrutes, ya que sé que nunca has tenido la oportunidad de celebrar Navidad antes,” ella dijo. Yo
sonreí, sintiéndome agradecida. Esme era claramente una buena persona, justo como Edward había
dicho que era, y que yo obviamente había reaccionado de una manera extrema.

“Gracias. Por decirme todo esto,” le dije. Ella asintió, levantando su mano y acarició mi cabello de
manera amable. Yo me tensé un poco, ya que sentí el gesto algo maternal y me recordó una vez más
aquella culpa que yo sentía por estar sin mi propia madre este año. Podía imaginármela sentada en esa
ventana, completamente sola, mirando la decoración navideña y queriendo desesperadamente unirse a
la celebración. “¿Puedo preguntarle algo?” le pregunté tentativamente después de un momento. Sus
ojos se abrieron levemente con sorpresa y ella asintió de forma entusiasta.

“Claro que puedes,” dijo ella, sonriendo. Yo sonreí en respuesta a su obvia alegría. Era algo extraño
que algo tan simple como que quiera preguntarle algo le causara emoción.

“¿Ha estado en Phoenix últimamente?” le pregunté. Fijé mi mirada en ella implorándole, desesperada
por saber cómo estaba mi madre pero a la vez una parte de mí estaba temerosa de su respuesta. Ella
sonrió de manera triste.

“No he ido, pero he escuchado de Carlisle que a tu madre le está yendo tan bien como se espera, dada
su situación,” dijo ella en voz baja, obviamente sabiendo el por qué yo lo había preguntado. Me tomó
un momento antes que sus palabras se filtraran por completo en mí y que mi ceño se frunciera debido
a la confusión.

“¿El doctor Cullen ha estado en Phoenix?” le pregunté con sorpresa. Ella asintió.

“Una vez, hasta donde yo sé. Él y Alec fueron juntos,” dijo ella. Yo asentí y parpadeé un par de veces,
ligeramente asombrada. No podía negar que aquello me había dolido un poco, saber que el doctor
Cullen había ido a Phoenix y había visto a mi madre, pero luego me di cuenta que era irracional
sentirse herida por algo así. Él no tenía ningún motivo para mencionármelo, no tenía ninguna
obligación para conmigo. Era mi amo y yo era su esclava, a eso se reducía todo, y no podía permitir
que mis emociones me atraparan.

“Gracias, por decírmelo,” le dije finalmente en voz baja.

“Claro,” dijo ella suavemente. Se sentó por un momento mirándome, la mirada que me estaba dando
me hacía sentir ligeramente incómoda. "Probablemente debería ir y empezar con la cena” dijo ella
finalmente. Mis ojos se abrieron con sorpresa y salté de la cama rápidamente, con una nueva oleada de
pánico surgiendo dentro de mí. Me había olvidado de la cena por completo, una vez más.

“Oh no, lo siento, yo debería haberla ya empezado” le dije frenéticamente, esperando que ellos no se
molestaran. Ella rió y la miré confundida, sin saber el por qué ella reaccionó de esa manera.

“Relájate, pequeña. La cena de Navidad es mi trabajo, yo la hago cada año. De hecho, la espero con
emoción,” ella dijo.
“¿Qué?” le pregunté, parpadeando un par de veces. Escuché cada palabra que ella había dicho pero era
un poco difícil para mí de entender. Ella sonrió, negando con su cabeza.

“Dije que la cena es mi trabajo hoy. Tu trabajo es simplemente ser tú misma y divertirte. ¿Crees que
puedas llevarte bien con eso?” ella preguntó. Yo la miré fijamente por un momento antes de asentir
con duda, ya que aún me sentía fuera de guardia. Ella sonrió y se puso de pie, acercándose a mí y
golpeando mi espalda suavemente. “Bien. Te veré abajo.”

Ella caminó hasta la puerta y la miré salir al pasillo, desapareciendo de mi vista. Me quedé allí de pie
y agaché mi cabeza en dirección al suelo, ligeramente impresionada acerca de todo lo ocurrido
mientras trataba de asimilarlo. Escuché una puerta después de un momento y alcé mi mirada para ver
a Edward entrar a su habitación, sosteniendo un regalo en sus manos. Él se detuvo y me miró
momentáneamente, luciendo un poco preocupado.

Miró brevemente el pasillo antes de cruzarlo y caminar hacia mi habitación. Al entrar, cerró la puerta
con un poco de fuerza, causando que se azotara contra el marco e hiciera vibrar las paredes. Dejó el
regalo sobre mi sofá y se dirigió de inmediato hacia mí, a paso firme. Sus fuertes movimientos me
tomaron desprevenida por lo que retrocedí un par de pasos de manera instintiva, haciendo que la parte
de atrás de mis rodillas se golpearan contra la cama. Sin embargo, mi reacción no logró disuadirlo, ya
que en ese mismo momento él llegó hasta donde estaba yo y envolvió mi cuerpo entre sus brazos y
presionó su boca contra la mía con fuerza. Me caí hacía atrás aterrizando en la cama y él quedó sobre
mí, besándome de manera frenética. Mi respiración comenzó a ser algo errática al tiempo que su
lengua invadía mi boca, jugueteando con mi lengua desesperada, mientras extendía mis brazos y me
aferraba a su cabello. Él gruñó levemente y profundizó el beso aun más cuando yo halé un poco sus
desordenadas hebras cobrizas. Llevó mi labio inferior a su boca y lo succionó por un momento antes
de morderlo levemente. Aquello me dejó aturdida por un momento ya que lo sentí ligeramente
animalístico, su reacción fue primaria. Él sintió que me tensé a causa de la sorpresa y alejó sus labios
de inmediato.

“Lo siento,” dijo él, su voz rasposa, su respiración tan errática como la mía. Yo gemí levemente, el
sonido de su anhelo me envió un fuerte cosquilleo por todo mi cuerpo. Había sido tomada por sorpresa
por su comportamiento pero no era una reacción negativa. De hecho, sentí una repentina urgencia por
él, mi piel picándome por la electricidad, mi cuerpo calentándose por el deseo.

“No lo lamentes,” le dije. “Solo me sorprendió.”

“Bien,” dijo él, acariciando mi cuello y empezando a dejar besos húmedos en su camino. Yo gemí
levemente y eché mi cabeza hacia atrás para darle un mayor acceso. “¿Estás bien? Estaba
preocupado,” él sopló sobre mi cuello, su aliento recorriendo cada punto húmedo. Yo me estremecí y
sentí humedad filtrarse en medio de mis piernas.

Suspiré. “Estoy bien, solo tuve una reacción exagerada. Lamento haberte preocupado,” le dije casi sin
aliento. Él murmuró sobre mi cuello en respuesta, la vibración de sus labios ocasionaron que toda mi
piel se estremeciera.

“Creo que ella lo sabe,” dijo él en voz baja, trayendo su boca de regreso hacia arriba y besando la línea
de mi mandíbula. No necesitaba especificar nada, yo sabía de lo que estaba hablando.
“Yo sé que ella lo sabe. Lo insinuó, pero…eh…” hice una pausa mientras él mordisqueaba mi barbilla
levemente con sus dientes antes de presionar sus labios contra los míos nuevamente, con fuerza.
Respondí su beso con cada gota de pasión que pude reunir, envolviendo mis brazos alrededor de él
fuertemente. Él presionó su cuerpo contra el mío y pude sentir la dureza en sus pantalones.

“Joder,” dijo finalmente, alejándose de mi boca, respirando pesadamente. Mordió mi barbilla


nuevamente. “No hay nada que podamos hacer sobre eso ahora. No sé si ella le dirá algo a mi padre
pero si lo hace, nosotros lo enfrentaremos.”

Murmuré un si en respuesta, asintiendo con mi cabeza levemente. “No parecía estar molesta, o eso
creo,” dije, tratando de recuperar mi aliento. Edward suspiró y se alejó un poco más. Liberé mi agarre
de su cuerpo y él rodó por la cama, quedando acostado junto a mí.

“Sí, lo sé. Y Cristo, lamento si te acabo de atacar de esa manera pero se sentía como una maldita
eternidad desde la última vez que te besé,” dijo él. Me reí levemente, rodando en la cama para verlo de
frente. Él rodó también para verme y sonrió, para luego dejar un suave e inocente beso en mis labios.

“No necesitas disculparte. Me gustó,” le dije. Alzó sus cejas y sonrió.

“Te gustó, ¿eh? Mmmm,” dijo él, alzando su dedo índice y recorriendo con el mi labio inferior,
ligeramente hinchado por la fuerza del beso. “Quizás podamos hacer algo con eso esta noche. Pero
probablemente deberíamos bajar ahora, sé que es probable que mi papá esté despierto y que quieran
hacer intercambio de regalos ahora y esas mierdas.”

Asentí algo dubitativa y me senté en la cama, ligeramente nerviosa. Estaba completamente fuera de
mi elemento con todas las cosas relacionadas a la Navidad, la ansiedad recorría todo mi cuerpo. No
me sentía exactamente temerosa de ver a Esme otra vez, no después que ella personalmente me
asegurara que no estaba aquí para hacerme daño, pero tenía miedo que a la familia no le gustasen los
regalos y estaba un poco nerviosa acerca de abrir los regalos que ellos me darían. Todo esto se sentía
de cierta manera erróneo, ellos dándome cosas, y yo odiaba ser el centro de atención.

Edward salió de la cama, levantándose y estirándose. “Quiero que tú abras el mío aquí arriba,” dijo él,
caminando hasta el sofá y tomando el regalo que había dejado cuando entró a la habitación. Caminó de
regreso hasta mí y sentó conmigo en la cama nuevamente. Me extendió una pequeña caja y yo la tomé
con cuidado, mis nervios a flor de piel y mis manos temblando ligeramente. Llevé mi labio inferior a
mi boca, mordisqueándolo, pero me estremecí ya que el labio ya estaba de por si hinchado. Miré a
Edward y él sonrió con simpatía. “Solo ábrelo, no es gran cosa.”

Asentí y regresé mi mirada al regalo. Era difícil encontrar un punto por dónde empezar a abrirlo, ya
que había usado demasiada cinta adhesiva para envolverlo. Rió, obviamente divertido por aquello y yo
reí porque era un severo desperdicio de toda esa cinta adhesiva y papel que había usado pero no podía
criticarlo por ello. Como dijo Esme, yo aceptaba a Edward, quisquilloso y todo como era. Finalmente
encontré un espacio donde podía halar y empecé a desenvolver el papel, dejándolo a un lado de la
cama junto a mí. Después que todo el papel fue removido, saqué el pedazo de cinta adhesiva que
cubría la pequeña caja y la abrí con cuidado, mirando en su interior. Mi ceño se frunció debido a la
confusión por un momento antes de que mis ojos se abrieran con sorpresa cuando me di cuenta que era
un reproductor musical como el que tenía Edward. Levanté mi mirada y lo vi con sorpresa, el rió
ligeramente.
“Estos tienen que ser costosos,” le dije, levemente asombrada por el hecho que hubiese gastado tanto
dinero. Él rodó sus ojos, estirando su mano y quitándome la caja.

“Primera regla de Navidad, tesoro. Nunca preguntes cuánto pagó la gente por los regalos,” dijo él,
sacando el reproductor de música de la caja. Lo acercó con rapidez a mí y sonrió. “Y no, no es tan
costoso así que relájate. Le cargué con canciones para ti, le puse unas mierdas que asumo te gustaron
ya que las escuchaste en mi auto, y Alice me ayudó a escoger algunas de esas mierdas que las chicas
de ahora escuchan. No lo sé, lo que sea, puedes borrar las que no te gusten. Quería comprarte joyas
pero sabía que eso hubiese sido la más grande y maldita bandera roja del mundo, si tú ibas caminando
por la casa usando diamantes y mi padre conseguía el estado de cuenta de la tarjeta de crédito y veía
una compra mía en el puto Tiffanny’s o lo que sea. Pero la música significa mucho para mí, y me di
cuenta que podría ser útil cuando estés limpiando y esas mierdas, y tú sabes...”

Lo miré asustada mientras él divagaba cosas sin sentido, dándome cuenta que estaba nervioso por el
regalo. Era un poco asombroso ver eso pero me hizo sentir mejor, sabiendo que yo no era la única
nerviosa por ello. Estuvo diciendo algunas cosas sobre el reproductor de música y yo levanté mi mano
para ponerla sobre la suya. Dejó de hablar y me miró, con un poco de aprensión en sus ojos. Sonreí
alegre y todo pareció desaparecer ya que él respondió a mi sonrisa con otra.

“Gracias. Es perfecto,” le dije. Rodó sus ojos pero continuó sonriendo, obviamente complacido de que
yo estuviese feliz.

“No es lo que hubiese querido darte, pero…”él empezó a hablar. Yo levanté mi mano y presioné mi
dedo índice en sus labios, silenciándolo. Se quedó en silencio y se acercó a mí, retirando mi dedo y
presionando mis labios contra los suyos de manera suave.

“Es perfecto,” le susurré sobre su boca, porque en realidad lo era. Era completa y genuinamente
Edward. La música significaba mucho para él y estaba tratando de compartir esa parte de él conmigo,
y eso significaba mucho para mí.”

Me alejé de él, tomando el reproductor de música de sus manos y dejándolo en la cama junto a mí. Me
puse de pie con cuidado y caminé hasta el otro lado de la cama, dudando por un momento. Mis nervios
me estaban atacando una vez más y por un breve instante reconsideré lo que estaba haciendo, sabiendo
que no tenía que hacerlo y que él nunca se enteraría de ello. Pero él había confiado en mí dos veces
hoy, dándome el regalo de algo tan sagrado como la música en ambas ocasiones, y yo quería
devolverle el gesto.

Me estaba viendo de manera escéptica, claramente sin saber lo que estaba haciendo. “Yo, uh… dibujé
algo para ti,” le dije en voz baja. Sus ojos se abrieron con sorpresa al principio antes de sonreír, su
rostro estaba prácticamente iluminado de alegría. Eso hizo que mi corazón comenzase a latir más
fuerte, mi ansiedad sobre si a él le gustase o no, crecía dentro de mí.

“Pensé que lo habías olvidado,” dijo él. Sonreí y negué con mi cabeza.

“Nunca olvido, Edward,” le dije. Él sonrió y asintió, pasando su mano por su cabello.

“Voy a tener que recordar eso después, cuando joda algo, ya que eso podría suceder eventualmente,"
dijo en broma. Reí despacito y abrí el cajón de la mesita junto a mi cama, sacando el pedazo de papel
blanco que allí estaba. Cerré el cajón y miré el dibujo, sosteniéndolo de tal manera que no pudiese
verlo. Empecé a morder mi labio inferior, mi mano tembló nuevamente mientras lo veía.

"Es, eh... Quiero decir, no es tan bueno," le dije nerviosa. Él suspiró.

"Estoy segura que es hermoso, nena," me dijo suavemente. Yo alcé mi mirada y vi que su expresión
era tranquila, de compresión, pero sus ojos parecían estar saltando con aparente emoción. Suspiré,
resignada a que no había ya marcha atrás, y le entregué el papel. Él sonrió y lo tomó rápidamente,
volteándolo y fijando sus ojos en él. Me senté con cuidado sobre la cama, mirándolo, y vi sus ojos
abrirse por completo cuando vio el dibujo.

Tenía una sensación de náuseas en la boca de mi estómago, y tragué un par de veces, tratando de
contener mis nervios antes de verme forzada a correr hacia el baño y vomitar. Además de mi madre,
nadie más había visto antes un dibujo hecho por mí. Mi madre siempre hablaba entusiasmada sobre lo
talentosa que yo era pero ella era mi madre, ¿No se supone que debía decir cosas así? Tenía miedo que
solo estuviese diciendo esas cosas para intentar hacerme sentir bien cuando en realidad yo no tenía
absolutamente nada de talento.

Él permaneció en silencio, casi demasiado tranquilo mientras veía el dibujo. Suspiré y cerré mis ojos,
lamentando instantáneamente el habérselo dado. Todo lo que había visto mientras lo dibujaba, eran
imperfecciones, pero toda mi vida lo que siempre veía eran las imperfecciones. Sentí que mi dibujo
era simple, pero una vez más, era como siempre me había sentido con respecto al sujeto de mi dibujo.
Debatí por un buen rato sobre dibujar algunas cosas distintas, algo así como a él mismo o su auto o su
piano, antes de finalmente decidirme por dibujarme a mí misma. Se sintió mal en ese entonces, casi
como si yo fuese presumida o algo así, pero él me había dado una foto suya y yo decidí devolverle el
gesto.

Pero ahora... Ahora que él lo miraba tan intensamente, estaba haciendo conjeturas sobre mi decisión.

"Jesucristo," dijo después de un momento, su voz estaba mezclada con algo de asombro. Abrí mis ojos
despacito y lo vi mirarme atentamente, sus ojos abiertos por completo y su expresión completamente
seria. Yo fruncí mi ceño.

"Te dije que no era tan bueno," le dije, mi voz era temblorosa. Su ceño se frunció por un momento
antes que sus ojos se abrieran por completo nuevamente.

"Joder, Bella, ¡Esto es asombroso! ¿Estoy jodidamente sin palabras aquí y tú piensas que tu dibujo
apesta? Esto es impresionante. Tú tienes el verdadero y maldito talento," dijo él con total naturalidad.
Yo lo miré por un momento.

"¿En serio?" Le pregunté algo dubitativa. Él rió secamente, mirando al dibujo y pasando una mano por
su cabello.

"Sí, en serio. Esto lo mejor que alguien ha hecho por mí, el mejor puto regalo que he recibido en mi
vida. Tú eres jodidamente asombrosa, tienes que ver eso," él dijo.

Parpadeé un par de veces y sentí mis ojos llenarse con lágrimas. "Yo, eh..." Empecé a decir,
asombrada de cierta forma por su intensa reacción. "Iba a dibujar tu auto," murmuré, sin saber que
decir, sintiéndome un poco abrumada por su reacción.

"Estoy seguro que eso hubiese sido jodidamente tan bueno como este, pero esto es perfecto. Te dije
que te quería por Navidad y tú me lo diste. No podría haber imaginado algo mejor para dibujar. Esto
es jodidamente hermoso. Tú eres jodidamente hermosa," dijo él. Dejó el papel sobre la cama y se
inclinó hacia mí, abarcando mi mejilla en la palma de su mano y presionando sus labios en los míos.
Me besó suave y dulcemente, el beso estaba lleno de amor y adoración. Cerré mis ojos y gemí en su
boca, lo que él respondió con un gemido gutural por su parte.

"Deberíamos bajar," dijo mientras se alejaba de mí. Abrí mis ojos y lo miré. Mis nervios se alteraron
con la sola mención de bajar las escaleras, pero él sonrió para darme confianza lo que pareció calmar
mis nervios. Asentí y nos pusimos de pie, dirigiéndonos hasta la puerta. Hizo una pausa al llegar a la
mitad del pasillo y luego regresó a mi habitación, para tomar su dibujo. Caminó por el pasillo, entró a
su habitación y lo dejó sobre su escritorio. "Voy a enmarcar esa mierda," dijo él con un guiño cuando
regresó hasta donde estaba yo. Me sonrojé y sonreí, sorprendida por cuanto parecía haberle gustado el
regalo, y él soltó una risita. Se dirigió hasta las escaleras y yo lo seguí, manteniendo algo de distancia
entre nosotros.

Llegó al segundo piso y oí un grito fuerte, lo que causó que me paralizara. Edward también se quedó
inmóvil y gritó "Joder" en voz alta, antes que de la nada apareciera una silueta y le saltara encima.
Miré con asombro la forma en cómo Emmett lo había derribado, lanzándolo al suelo, mientras reía.
Edward gruñó fuertemente al tiempo que caía en el piso con un sonido sordo y Emmett aterrizaba
sobre él. "¡Buon natale*, pequeño hermano!" Emmett declaró en voz alta, su voz estaba llena de
entusiasmo.

"Vete a la mierda, quítate de encima," Edward gritó. Había algo de diversión en su voz así que supe
que él no estaba realmente molesto o herido. Bajé los últimos escalones que me quedaban hasta llegar
al segundo piso y escuché una risita desde el otro lado de la estancia. Alcé mi mirada y vi al doctor
Cullen apoyado en el marco de la puerta de su habitación, vestido casualmente con un pantalón de
vestir y una camisa de botones con las mangas recogidas y un par de botones abiertos en la parte
superior. Tenía sus brazos cruzados sobre su pecho y estaba moviendo su cabeza, obviamente
divertido por la escena.

"Emmett, no lastimes a tu hermano. Estará muy quisquilloso hoy si se lastima y no puede jugar en la
nieve," dijo el doctor Cullen. Mi ceño se frunció y los chicos dejaron de pelear, ambos inmóviles y
mirando al doctor Cullen.

"¿Nieve?" ambos dijeron a la vez. Reí, y ambos chicos gritaron en voz alta "¡Jinx!" una vez más al
unísono. El doctor Cullen empezó a reírse, al igual que hizo Emmett. (N.T. Jinx es una expresión
idiomática que en el inglés se usa como cuando en el caso de Emmett y Edward, alguien dice lo
mismo al mismo tiempo que otro, en algunos países se dice: Me debes una coca cola, o chócala. Es
diferente en cada país así que decidí dejarlo así).

"Yo dije esa mierda primero," Emmett gritó. Edward gruñó.

"No lo hiciste, ¡Maldición! Y joder, sal de aquí," dijo él, liberando su brazo y empezando a golpear a
Emmett en el estómago. Emmett gruñó y cayó sobre Edward, lo que causó que él gruñera fuertemente
por el peso adicional.
"Wow, ¿Qué está pasando aquí?" Jasper dijo, bajando las escaleras hasta el segundo piso. Él miró a sus
hermanos algo escéptico, mientras Emmett todavía estaba encima de Edward y Edward estaba
gritando un montón de groserías diferentes.

"Evidentemente tus hermanos no estaban al tanto que nevó," dijo el doctor Cullen, encogiéndose de
hombros. La cabeza de Emmett se alzó a la mención de la palabra nieve nuevamente y finalmente se
levantó de encima de Edward. Estiró su mano para ayudar a su hermano a levantarse, pero Edward
golpeó su mano para retirarla del camino y ponerse de pie por sí mismo.

"¿En serio nevó?" Emmett preguntó, su voz estaba llena de esperanza. Edward sonrió y me miró
brevemente.

"Sí," dijo simplemente el doctor Cullen. Emmett lo miró con desconfianza, como si no le creyese por
alguna razón, el doctor Cullen rodó sus ojos. "Anda y mira si no me crees."

Emmett sonrió y corrió por las escaleras, saltando por el pasamanos y deslizándose hasta abajo. Jasper
negó con su cabeza y caminó hasta su habitación, riendo. "Lo juro, yo no entiendo a ese chico en
algunas ocasiones," murmuró por lo bajo el doctor Cullen. Yo reí y el doctor Cullen me miró,
sonriendo ligeramente y moviendo su cabeza. Miró a Edward por un momento, sonriendo, antes que
sus ojos retornaran a mí. "Buon natale. Feliz Navidad, a los dos. Tu primera Navidad y tu primera
nevada, día increíble, eh?" él preguntó, mirándome.

Yo sonreí y asentí. "Feliz Navidad para usted también, señor. Y gracias."

"¿Por?" él preguntó, alzando sus cejas de manera inquisidora.

"Por incluirme," le dije. Él sonrió.

"Por supuesto, dolcezza, no hubiese podido ser de otra manera," dijo con voz baja. Se acercó a mí y
acarició mi espalda suavemente, casi de una manera paternal, y miró a Edward un segundo antes de
dirigirse a las escaleras con rumbo al vestíbulo. Edward y yo permanecimos allí muy callados por un
momento antes que él suspirara, pasando su mano por su cabello.

"Puedo jurar que es un jodido bipolar o algo así," murmuró él. Sonreí, negando con mi cabeza.

"¿Personalidades divididas? ¿Dr. Jekyll y Mr. Hyde?" Le pregunté. Edward sonrió, asintiendo

"Malditamente correcto. Cambia de humor tan rápidamente que me va a ocasionar un trauma" dijo él.
"¿Cómo carajos se supone que debo entender esa mierda?" Le sonreí, encogiéndome de hombros.

"Supongo que quizás no debas entenderla. Deberías únicamente disfrutar al Dr. Jekyll mientras esté
aquí, y esperar que Mr. Hyde no aparezca hoy," le dije. Edward sonrió.

"Sí, esperemos esa mierda. Por cierto, ¿Has leído alguna vez el libro o has visto la película, o es solo
una pizca más del jodido conocimiento que has adquirido de Jeopardy?" él preguntó, sonriendo
tímidamente. Era increíble cuantas cosas uno puede aprender en 30 minutos viendo TV. Edward soltó
una risita. "¿Sabes cuál era el primer nombre del malvado, de Mr. Hyde?" él preguntó. Yo negué con
mi cabeza de manera dubitativa y él sonrió de lado. Miró por la estancia rápidamente, fijando su
mirada en la escalera para asegurarse que nadie nos viera al pasar, y caminó hasta donde estaba yo. Se
acercó por atrás y se acercó a mí, sus labios cerca de mi oído. "Edward," dijo en voz baja, acercándose
aún más. Apartó mi cabello hacia un lado y dejó un pequeño beso en mi nuca antes de hundir sus
dientes en mí, pero no lo suficiente como para herirme pero sí lo bastante como para asustarme. Yo
salté y di un pequeño grito y él rió, alejándose.

Me guiñó el ojo para luego voltearse, y bajar corriendo las escaleras. Lo escuché gritar nuevamente,
una nueva grosería, cuando llegó al vestíbulo, y Emmett rió inmediatamente. Negué con mi cabeza,
levemente asombrada por su comportamiento. Caminé hasta las escaleras y Jasper salió de su
habitación, cerrando la puerta detrás de él. Me sonrió y caminó hasta mí, poniendo su brazo sobre mi
hombro y bajando conmigo las escaleras.

“Feliz Navidad, Señorita Isabella,” dijo él. “¿Has visto la nieve ya?” yo sonreí.

“Feliz Navidad para usted también, Jasper,” le dije. “Y, no. De hecho yo nunca he visto la nieve
antes.”

Sus ojos se abrieron a causa de la sorpresa cuando llegamos al vestíbulo. “Bueno entonces, vamos a
tener que cambiar esa situación, querida,” me dijo. Quise dirigirme hacia la cocina pero él me detuvo,
guiándome hasta la sala. Yo alcé la mirada y me quedé paralizada, mis ojos abiertos por completo a
causa de la impresión en cuanto mi mirada se fijó en la gran ventana. El patio trasero en su totalidad
estaba cubierto de blanco; lo único verde que se lograba divisar eran segmentos de ramas de árboles al
azar. Me quedé viendo a la ventana impactada, mirando los gruesos y blancos copos de nieve cayendo
desde el cielo. “Rara vez se ve tanta nieve por aquí debido a la altitud en la que estamos. Hermoso,
¿No lo crees?” Jasper preguntó en voz baja.

Miré fijamente la ventana, completamente abrumada. Hermoso ni siquiera le hacía justicia. Era
asombroso y estaba completamente cautivada, paralizada por cuán precioso todo parecía. Se veía casi
como una escena de una película o una asombrosa pintura. “Es perfecto,” susurré, caminando hasta la
ventana. Presioné mi mano en el vidrio y me quedé mirando la nieve caer por un momento antes de
escuchar una garganta aclararse detrás de mí. Me volteé y vi que todos se habían reunido en la sala
mientras yo estaba en mi trance, cautivada por la nieve. Todos me estaban mirando, todas sus
expresiones de sorpresa. Estaban todos sonriendo, pero había también un poco de preocupación y
compasión en sus ojos. Mi ceño se frunció y parpadeé un par de veces, dándome cuenta que había
lágrimas corriendo por mis mejillas. Levanté mi mano y las limpié rápidamente, sonriendo de manera
tímida. Yo aclaré mi garganta, sorprendida por mi reacción.

“Lo siento,” dije, sintiéndome incómoda por ser el centro de atención, sintiendo como si yo estaba
causando una escena.

“No necesitas disculparte, querida,” Esme interrumpió rápidamente.

“Sí,” el doctor Cullen dijo. “¿Por qué mejor no vamos y abrimos los regalos?”

Emmett gritó entusiasmado y yo reí, ya que obviamente estaba emocionado por la Navidad. Noté que
todos los regalos estaban debajo del árbol y me di cuenta que Edward debió haber traído los nuestros
en algún momento. Caminé hasta ellos y me senté en el sofá, mis nervios a punto de estallar. Edward
me miró y dudó, pero caminó hasta mí y se sentó a mi lado. “Relájate,” me susurró. Yo sonreí
suavemente y asentí.
El doctor Cullen empezó a repartir los regalos y yo me asombré cuando me entregó cuatro regalos. Mi
ceño se frunció a causa de la confusión, porque Edward ya me había dado mi regalo. Aquello me
golpeó después de un momento y mis ojos se abrieron con horror. “No le compré nada a Esme,” dije
en voz baja a Edward. Él se encogió de hombros con indiferencia.

“Ella no espera nada,” él me dijo. Suspiré, sintiéndome mal, pero sabía que en realidad no había nada
que pudiera hacer al respecto. Tomé el regalo que estaba encima y entrecerré los ojos, leyendo la
etiqueta. Reconocí el nombre de Emmett y sonreí, mirándolo. Él estaba hurgando entre sus regalos
verdaderamente emocionado, luciendo tan joven y tonto por un momento. Espié al doctor Cullen con
el rabillo de mi ojo y le di un vistazo. Él me estaba viendo con cuidado y sonrió cuando mis ojos
encontraron los suyos. Respondí su sonrisa con otra pero volteé rápidamente, ya que me parecía un
poco extraño ver cuán agradable estaba siendo conmigo.

Abrí el regalo de Emmett, y empecé a reír cuando vi que era un juego de Monopolio de Shrek. Yo
sabía lo que era un Monopolio, ya que Charles tenía la versión original, pero claro que Emmett
compraría el de Shrek ya que nosotros habíamos visto esas películas juntos. Emmett me miró y sonrió.

“Eso es para que tú y yo juguemos, gatita. Estos tontos podrán haberte enseñado a leer pero yo te voy a
enseñar cómo usar el dinero y esas mierdas,” dijo él. Yo sonreí alegremente y escuché a Edward
gruñir.

“Tú eres la última jodida persona que ella necesita para que le enseñe acerca del dinero a través del
Monopolio. Tú eres un maldito estafador, le robas al maldito banco,” dijo él. Emmett rió
estruendosamente.

“No lo hago, tú solo estás molesto porque apestas en el juego,” Emmett dijo. Solté una risita y dejé el
juego a un lado, rápidamente agradeciendo a Emmett por él. Los dos continuaron con su disputa sobre
el Monopolio, acusándose el uno al otro de hacer trampa y de ser malos perdedores. Miré el segundo
regalo, entrecerrando los ojos y leyendo el nombre de Jasper. Lo abrí con cuidado y sonreí cuando vi
que era una caja llena de materiales artísticos, tableros para escribir y cuadernos de dibujo. Alcé la
mirada hacia Jasper y sonreí, agradeciéndole. Él asintió y sonrió.

“No hay de qué,” dijo cortésmente. Dejé la caja a un lado y tomé el tercer regalo, leyendo el nombre
de Esme. Yo suspiré y empecé a romper el papel, ligeramente más nerviosa acerca de este regalo que
sobre los otros. Abrí la caja y jadeé cuando vi que era una cámara de fotos muy linda y un álbum de
fotos vacío. Alcé la mirada y la miré con sorpresa, asombrada por el hecho que me haya comprado
algo tan caro. Ella sonrió dulcemente.

“Pensé que te gustaría. Estoy segura que uno de los chicos te puede ayudar averiguando como
funciona y puedas imprimir tus fotos,” dijo ella. Yo asentí y sentí lágrimas desbordándose en mis
ojos, abrumada por toda la generosidad de los Cullen. Susurré un agradecimiento, mi voz quebrándose
mientras una lágrima rodaba por mi mejilla. Edward se acercó a mí y acarició mi espalda con
suavidad, asombrándome ya que su padre estaba sentado en la sala, pero traté de no reaccionar a ello.
Pensé que quizás si yo hacía parecer que el gesto no era gran cosa, el doctor Cullen simplemente haría
caso omiso. Dejé el regalo de Esme a un lado y tomé la caja del doctor Cullen, el cual era bastante
pesada por así decirlo. Lo abrí y parpadeé un par de veces, sorprendida cuando vi que eran muchos
libros. Alcé la mirada al doctor Cullen y él sonrió.
“La mayoría de los libros en la biblioteca son bastante viejos, así que pensé que te gustarían unas
opciones más actuales,” dijo él. Sonreí, bastante contenta por su consideración, y le agradecí. Él
simplemente asintió en respuesta.

Todos parecían muy contentos cuando abrieron los regalos que yo compré para ellos. Tenía que
admitirlo, ir de compras había resultado ser bastante intimidante al principio, pero una vez que me
relajé y me di cuenta que Edward no iba a dejarme sola en medio de un montón de extraños, la pasé
bien. Nunca había estado en un centro comercial antes por lo que estaba bastante asombrada por
cuantas cosas habían allí que uno podía comprar, cuantas distintas opciones podías encontrar. Era
bastante sorprendente, pero a la vez completamente abrumador. Aunque él había sido de gran ayuda,
siendo tan paciente y comprensivo conmigo. Todo el día me sentí casi como una persona normal,
como si yo fuese una simple chica de 16 años allí afuera en el mundo con su novio, solo disfrutando
de las pequeñas cosas que la vida tiene para ofrecer. Y él me trató como su novia todo el día, besando
y abrazándome constantemente y haciéndome sentir segura. No me había dado cuenta de aquello
antes, pero había estado en desesperada necesidad de esa clase de atención de parte suya. A pesar que
sabía que nosotros debíamos ser cuidadosos cerca de su padre, todavía me dolía en una parte muy
profunda de mi cuando él actuaba frío y distante, constantemente alejándose de mí. No había actuado
así cuando estuvimos de compras, ni siquiera cuando algunos de sus amigos del instituto lo vieron. Me
di cuenta que ellos eran personas agradables y que Edward debe confiar en ellos al grado de permitir
que nuestra relación sea expuesta a ellos, pero era agradable que finalmente alguien nos viese. Se
sentía maravilloso simplemente estar juntos, no preocupándonos por nadie más.

Le prometí a Jasper que aprendería a jugar ajedrez con él, y le aseguré a Emmett que él podría tocar
una canción para mí con su guitarra. Su alegría era genuina y aquello calentó mi corazón, sentirme
casi como una parte de ellos, como si yo en verdad pertenecía a ellos. El doctor Cullen incluso me
había sonreído cálidamente y me agradeció por el regalo que le di, diciéndome que era innecesario
pero que se sentía halagado de que yo haya pensado en él. ¿Mi amo, diciéndome que esta halagado por
algo que yo había hecho para él? Eso era asombroso.

A pesar de la hermosa mañana que había tenido, todavía existía esa otra parte de mí, esa pequeña parte
que sentía nada más que pura culpa acerca de todo. Mi mente seguía distraída en mi madre, ya que me
preguntaba que estaría haciendo ella hoy. Cuando miré por la sala, llena de papel de envoltura, los
regalos alrededor nuestro, los platos de galletas y bocaditos que estábamos comiendo, sentí casi como
si yo estuviese traicionándola. Cuando recordé el hecho que alguien más estaría haciendo la cena por
mí, que yo era libre de pasar todo el día haciendo nada más que disfrutar mis regalos y mirar
programas de Navidad en la TV, me sentía asqueada con mi comportamiento. Y cuando vi el rostro de
Esme, y recordé ese pequeño granero lleno de humedad en el que yo me sentaba y la veía pasar, me
sentí enferma sabiendo que era así como mi madre estaba ahora. Mirando por la ventana de ese
húmedo granero, desesperadamente pidiendo por más. Desesperadamente deseando por algo que yo
ahora tenía.

¿Qué clase de hija era yo? ¿Por qué fui yo la que tuve esta suerte y no ella? Ella había soportado
mucho más que yo, ella había sufrido mucho más de lo que yo lo había hecho. ¿Por qué ella no estaba
en un lugar mejor, por qué no estaba comiendo galletas dulces y viendo tontos dibujos animados y
escuchando a alguien tararear de manera vaga una ridícula versión de Jingle Bells? No sentí como que
yo lo mereciese, no había hecho nada para ganármelo. Ella había luchado por más de 30 años y había
sobrevivido, había soportado abusos y había criado a una niña lo mejor que pudo en deplorables
condiciones. ¿Por qué ella no podía tener un descanso de todo esto? ¿Por qué no puede estar aquí?

Había estado tan perdida en mis pensamientos que ni siquiera había notado que todos habían
empezado a salir del salón hasta que la mano de Edward se acercó a la mía. Apretó mi rodilla y yo
salté, asustada. Él me miró inquisitivamente, obviamente no esperaba mi reacción.

“¿Estás bien, cariño?” me preguntó en voz baja. “Te ves algo molesta.” Yo sonreí tristemente,
encogiéndome de hombros.

“Solo, eh, estaba pensando en mi madre,” le dije con voz suave. Sentí lágrimas en mis ojos y traté de
retenerlas, no quería llorar. Edward suspiró y puso su brazo alrededor mío, atrayéndome a su pecho.
Me acurruqué junto a él y se inclinó, besando la parte superior de mi cabeza.

“Te entiendo, yo también extraño a mi madre. Ella siempre amó la Navidad,” dijo él en voz baja,
inclinando su cabeza y descansándola sobre la mía. Ambos nos quedamos en silencio por un momento
y me empecé a sentir incluso peor, lloriqueando por mi madre cuando ella estaba viva allí afuera en
algún lugar. La madre de Edward ya no estaba en este mundo. Él tenía más razón que yo para estar
molesto, y parecía estar controlándose a sí mismo bastante bien.

“No estamos siendo muy cuidadosos,” murmuré, sabiendo que su padre podría entrar en cualquier
momento y vernos de esta forma. Suspiró, murmurando de acuerdo pero no haciendo ningún
movimiento para moverse de mi lado.

“Entonces, ¿Dónde están todos? Pregunté un rato después. Edward se encogió de hombros.

“Jasper y Emmett fueron a buscar a Alice y Rosalie. Debes haber estado bastante aturdida porque ellos
hablaron sobre eso por al menos veinte malditos minutos. Papá fue a su oficina y Esme anda por aquí,
en algún lugar,” dijo él. Yo asentí en respuesta y levanté mi cabeza, enderezándome. Él removió su
brazo de mí y suspiró, pasando su mano por su cabello.

Nos sentamos en silencio por un rato, solo viendo la TV. No estaba realmente prestando atención al
programa, ya que mi mente todavía estaba absorta en pensamientos del pasado. Esme entró a la sala
después de un momento y nos miró, sonriendo de manera alegre.

“¿Están bien chicos?” ella preguntó en voz baja. Yo sonreí y asentí, pero Edward solo se encogió de
hombros. Esme suspiró y frunció el ceño, mirando hacia el vestíbulo brevemente antes de caminar
hasta donde estábamos nosotros. Se puso en cuclillas delante de Edward, mirándolo con ternura. Él la
miró por un momento y ella sonrió. “Tira più un carro di figa che un pelo di bue*,” dijo ella, su tono
sonaba casi bromista.

Edward empezó a reír y Esme me miró brevemente, sonriendo. Edward negó con su cabeza, fijando
sus ojos en mí por un momento. “De hecho, Esme. De hecho,” dijo él, sonriendo.

La sonrisa de Esme se volvió más brillante y ella golpeó su barbilla con su puño. “Frente en alto,
vaquero,” dijo ella. Se acercó un poco a mí y golpeó mi pierna levemente antes de ponerse de pie y
salir de la sala. Miré a Edward algo confundida y él sonrió pero no dijo nada.

“¿No vas a traducir eso para mí?” le pregunté dudosa. Él rió, negando con su cabeza.
“Esencialmente acaba de decir que un hombre haría lo que sea por el amor de una mujer,” dijo él.
“Solo que lo dijo en palabras más coloridas”.

Entrecerré los ojos levemente, preguntándome cuáles eran esas palabras más coloridas que Esme
había usado ya que ella no parecía el tipo de persona que habla de manera vulgar, pero Edward parecía
haberle puesto punto final al tema. Estiró su mano sobre mí y tomó la cámara que Esme había
comprado para mí, abriéndola. Lo miré mientras le ponía las baterías y empezó a curiosear con ella.
Encontró la manera cómo usarla y empezó a enseñarme a hacerlo cuando la puerta principal se abrió y
una fuerte risa retumbó por toda la casa. Alice llegó dando saltitos hasta la sala, casi corriendo.

“¡Feliz Navidad, Edward, Isabella!” dijo ella, con voz alegre, su rostro radiante de emoción. Corrió
hasta nosotros y me envolvió con sus brazos, apretándome fuertemente. Aquello me sorprendió un
poco pero yo la apreté en respuesta, murmurando Feliz Navidad. Me dejó ir y me sonrió antes de
envolver con sus brazos a Edward. Él se rió y la apretó también.

Rosalie entró a la sala, tranquila y serena como de costumbre, y se sentó con cuidado en la silla
diagonal a nosotros. Cruzó sus piernas y empezó a mover su pie de manera casi impaciente. Estaba
sonriendo maliciosamente, lo que me preocupó un poco. La había visto un par de veces desde el día
que hablamos en mi habitación y siempre había sido cortes y amigable, casi aceptándome, pero algo
en su sonrisa puso mis nervios de punta. Jasper y Emmett entraron a la sala después de un momento y
dejaron algunos regalos sobre la mesa. La sonrisa de Rosalie creció y ella aclaró su garganta, tomando
un regalo de la mesa.

“¿Puedo hablar contigo en tu habitación por un momento, Isabella?” ella preguntó. Yo me tensé
ligeramente, sin saber el por qué ella quería verme a solas. No sonaba molesta en lo absoluto, un poco
divertida sí, pero todavía tenía esa sonrisa dibujada en sus labios. Asentí algo vacilante y miré a
Edward brevemente antes de ponerme de pie. Rosalie salió de la sala sin decir palabra alguna y se
dirigió hasta las escaleras, subiéndolas lentamente. Yo la seguí, mi ansiedad crecía con cada paso.
Llegamos a la habitación y ella abrió la puerta, caminando al interior y haciendo una pausa. Entré y
cerré la puerta con cuidado, mirándola con recelo.

“Pensé que preferirías estar sola cuando abrieras esto,” dijo ella, su diversión era todavía evidente.
Mis ojos se abrieron levemente y tomé el regalo que ella me estaba dando. Caminé por la habitación y
me senté en mi cama, nerviosa mientras empezaba a arrancar el papel. Ella se quedó de pie y cruzó sus
brazos sobre su pecho, sonriendo. Puse el papel a un lado y miré el paquete con cautela, leyéndolo.

“¿Masajeador personal a prueba de agua?” dije después de un momento. Rosalie rió.

“El mismo. Yo tengo uno para mí, perfecto para la bañera, proporciona orgasmos increíbles,” dijo ella
con indiferencia. Di un grito ahogado, asombrada por sus palabras, y dejé caer el paquete. Cayó en el
piso y ella empezó a reír, caminando hasta mí y agachándose para recogerlo. Me lo entregó
nuevamente y yo lo tomé con cuidado, mi mano temblaba levemente. “No te va a morder. Yo
personalmente digo que todas las chicas deberían tener uno de estos. Una chica necesita tener un
orgasmo de vez en cuando, y cariño, esos chicos allí abajo no siempre son convenientes.”

La miré por un momento, boquiabierta. Finalmente miré hacia abajo, al paquete en mis manos y lo vi
con cuidado. “Así que esto es, eh… quiero decir…sí,” murmuré, sonrojándome. Ella se rió.
“Sí, lo es,” dijo ella. “Como te dije, pensé que querías abrirlo en privado.”

Mi sonrojo se intensificó y asentí. Me puse de pie después de un momento y miré a mi alrededor,


debatiéndome, antes de caminar por la habitación y abrir el cajón de mi ropa interior. Lo deslicé al
interior del cajón y lo cerré. “Gracias Rosalie,” dije en voz baja. “En verdad.”

Ella asintió “De nada. Y no seas demasiado tímida para probarlo, no hay ninguna culpa en ello. Ahora
regresemos allá abajo antes que a ese novio tuyo se ponga inquieto y decida venir a rescatarte,” dijo
ella, rodando sus ojos. Se dirigió a la puerta y salió de la habitación, con camino a las escaleras. Yo
dudé por un momento, sintiéndome ligeramente avergonzada pero tratando de mantenerme bajo
control. Finalmente salí de la habitación y me dirigí abajo, encontrándome a Edward en el segundo
piso. Él miró rápidamente a su alrededor para asegurarse que nadie nos viese antes de rozar su cuerpo
con el mío. Me tambaleé un poco y se detuvo, inclinándose y besando mis labios rápidamente, con
suavidad.

“Te amo,” susurró en voz baja, solo lo suficientemente fuerte como para que yo lo escuchase. Empezó
a caminar nuevamente, dirigiéndose al tercer piso. Lo vi hasta que desapareció de mi vista y sonreí,
dirigiéndome al vestíbulo. Caminé hacia la sala donde estaban todos reunidos, esta vez incluyendo a
Rosalie y Alice. Me quedé de pie junto a la pared, una vez más quedándome en segundo plano, solo
viéndolos a todos. Era bastante reconfortante ver lo feliz que ellos se veían, riendo y bromeando y
abrazándose. La escena era alegre y la adoración que ellos sentían por los demás era completamente
evidente. Miré como el doctor Cullen y su hermana reían juntos a causa de un secreto susurrado, y
Rosalie se sentó en el regazo de Emmett y él la sostuvo con fuerza, y Alice chilló cuando Jasper la
besó. El amor en el lugar era tan puro y fuerte, y sentí mis ojos empañados a causa de la intensidad de
todo esto.

Escuché unos pasos y levanté mi mirada para ver a Edward caminar en dirección a mí. Estaba llevando
los regalos de Alice y Rosalie y los dejó en la sala para luego voltearse y caminar hacia mí
nuevamente. Hizo una pausa frente a mí. “¿Estás bien?” preguntó, su voz tenía un atisbo de
preocupación. Yo sonreí y asentí.

“Sí, ¿Por qué no habría de estarlo?” le pregunté, un poco confundida acerca del por qué estaba
preocupado. Suspiró y se encogió de hombros.

“Estás aquí de pie, sola, como si no te sintieras cómoda aquí,” dijo él. Yo sonreí ligeramente.

“Me siento bien. Es solo un hábito, quedarse afuera solo viendo lo que hay adentro,” dije,
encogiéndome de hombros. Él sonrió.

“Bueno, nosotros vamos a tener que romper con ese hábito, porque tu perteneces adentro conmigo,”
dijo él en voz baja. “Sempre.”

Me ruboricé levemente. “Sempre,” murmuré. Se rió y yo miré sus ojos por un momento, hipnotizada.
El amor que sentía proveniente de la sala hace un momento estaba siendo reflejado directamente hacia
mí a través de ese verde ardiente en sus ojos, sentí mi corazón acelerarse e hincharse, emociones
poderosas surgieron por todo mi cuerpo.
Rompí el contacto visual después de un segundo, incapaz de mantenerlo por más tiempo sin perder la
razón y terminar haciendo algo estúpido, como atacar sus labios justo en ese momento. Miré por
encima de su hombro y mis ojos entraron de inmediato en contacto con unos intensos ojos azules. Me
quedé inmóvil, la penetrante mirada casi me paralizó.

Finalmente rompí el contacto visual y miré al suelo, parpadeando un par de veces. “Tu padre,”
murmuré en voz baja. Edward suspiró y se volteó, alejándose de mí de inmediato. Caminó hasta la
sala y se sentó en el brazo del sofá, jugando a empujar a Jasper con su codo.

Caminé unos cuantos pasos hasta la sala, haciendo una pausa. Empezaron a entregarse regalos entre
ellos y yo me senté y los miré con diversión. Rose abrió mi regalo y sus ojos se abrieron
completamente, su rostro se iluminó cuando vio que era una versión miniatura de su auto. Alzó su
mirada y me sonrió alegre, murmurando “gracias”. Yo asentí y ella continuó mirándome fijamente,
sonriendo. Era sorprendente ver a Rosalie luciendo genuinamente feliz, su alegría fijada en mí.
Edward alzó su mirada hacia ella y su expresión cambió de inmediato, de regreso a un ceño fruncido.
Alzó una ceja hacia él, dándole una mirada de irritación, y él rodó sus ojos, fingiendo molestia.
Cuando él alejó su mirada de ella, vi sus labios curvarse ligeramente en una sonrisa y Rosalie sonrió,
guiñándome un ojo.

Definitivamente no estaba bromeando cuando dijo que ella y Edward disfrutaban sacarse de quicio
mutuamente y ser enervantes. Era bastante atractivo de ver, ya que ellos peleaban como verdaderos
hermanos.

Alice abrió el regalo que yo le di y chilló fuertemente, saltando y corriendo hacia mí. Me envolvió en
un abrazo y yo empecé a reír, abrazándola en respuesta. “¡¡Muchas gracias, me encanta!! ¡Yo solía ser
una bailarina y amo demasiado el ballet de Peter Pan, voy a pedirle a Jasper que me lleve a verlo
pronto ya que es tan hermoso de admirar! ¡Tú lo amarás también, deberías verlo algún día!” parloteó
rápidamente, con emoción. Todos empezaron a reírse y yo me sonrojé por cuanto agradecimiento ella
me estaba mostrando.

“No hay de qué, Alice,” le dije en voz baja. Me soltó de su abrazo y sonrió, asintiendo. Ella se volteó y
tomó un sobre que estaba sobre la mesa y me lo entregó.

“Feliz Navidad, Isabella,” dijo ella. Yo tomé el sobre de sus manos y sonreí. Abrí la solapa del sobre
con cuidado y saqué su contenido, entrecerrando los ojos levemente para leerlo. “Es un certificado de
regalo para un día de Spa, en Spa Noir en Seattle. Ya lo he arreglado con Carlisle, él dijo que Rose y
yo podíamos llevarte cuando quisieras ir, ya que en realidad es un regalo de ambas.”

Mis ojos se abrieron con sorpresa y la miré. “¿Spa?” le pregunté. Ella sonrió y asintió.

“Así que puedes ser mimada. ¡Masajes y manicure y pedicura!” dijo ella emocionada. Yo parpadeé un
par de veces, asombrada, y miré a Rose. Ella me sonrió y volví mi mirada al certificado de regalo.

“Gracias, a ambas. En serio,” le dije. El concepto de ser mimada era un poco desconcertante, pero no
podía negar la emoción que sentía por la idea.

“De nada,” ambas dijeron al mismo tiempo. Se miraron la una a la otra y empezaron a reírse.
“¡Jinx!” Emmett gritó en voz alta, con emoción en su voz. Rosalie gruñó y golpeó la parte de atrás de
su cabeza, causando que el resto se riera.

“Tú solo dices jinx cuando eres una de las personas que dijo algo al mismo tiempo que otra, idiota,”
dijo ella. Emmett rascó la parte de atrás de su cabeza y se encogió de hombros.

“Solo lo estaba haciendo por ti nena,” dijo en broma. Él la removió de su regazo y miró alrededor
brevemente antes de sonreír de manera alegre. “¡¡Hora de jugar en la nieve!!”

Todos parecieron saltar emocionados a la vez y yo solo me quedé allí, ligeramente sobresaltada. El
doctor Cullen y Esme riendo cuando todos comenzaron a correr saliendo de la sala, pero Edward se
quedó entretenido con algo. Me miró y apuntó con su cabeza las escaleras, silenciosamente diciendo
que vaya con él. Sonreí levemente y salí de la sala después de él.

“Necesitas abrigarte también, para que puedas jugar en la nieve,” dijo él, sonriendo. Yo lo miré
sorprendida y el soltó una risita. “Vamos, será divertido.”

Yo asentí y lo seguí por las escaleras hasta el tercer piso. Fui a mi habitación y miré mi armario,
sacando mis botas altas y peludas de color café. Me las puse y agarré mi nuevo y enorme abrigo,
poniéndomelo y cerrándole el cierre. Edward entró a mi habitación y me entregó un par de guantes y
yo empecé a ponérmelos mientras él ponía un gorro negro en mi cabeza, cubriendo con él mis orejas.
“Ya está, toda calentita y perfecta para acurrucar,” dijo él, sonriendo cálidamente. Volvió a su
habitación y yo lo seguí, mirando cómo se ponía su abrigo y su gorro y sus guantes. Me besó
brevemente saliendo de su habitación y bajando las escaleras.

Lo seguí hasta el vestíbulo, donde sus hermanos y sus novias estaban esperando. Alice enlazó su brazo
con el mío y me llevó con dirección a la puerta trasera, todos nos seguían atrás. Emmett prácticamente
corrió encima de nosotras y abrió la puerta trasera, caminando con dificultad en la nieve y dejándose
caer, enviando partículas blancas voladoras por doquier. Yo reí y Rosalie resopló, pero sonrió. Dudé
un momento mientras estaba en la sala y me alejé de Alice, tomando mi cámara. “¿Puedes tomar
algunas fotos por mí?” le pregunté a Alice algo dubitativa. Ella sonrió y asintió, tomando la cámara y
metiéndola en su bolsillo antes de enlazar su brazo con el mío una vez más.

Yo me estremecí cuando salí al aire frío y Alice apretó mi brazo. “Amo la nieve,” dijo ella, sonriendo.

Yo respondí su sonrisa. “Sí, es agradable,” le dije en voz baja. Emmett se levantó y empezó a reunir
nieve en sus manos, haciendo bolas y golpeando a sus hermanos con ellas. Yo reí cuando Jasper y
Edward empezaron a hacer bolas y a golpearlo también. Todos se salieron de control después de un
momento y las bolas de nieve empezaron a volar por la cabeza de las chicas. Yo me agaché y apenas
pude evitar una, pero Rosalie no tuvo tanta suerte y fue golpeada con una en el pecho. Ella entrecerró
sus ojos maliciosamente.

“Imbéciles,” espetó, agachándose y haciendo una bola de nieve. La lanzó y golpeó a Emmett justo en
la cabeza. Sus ojos se abrieron con sorpresa y empezó a caminar hasta ella, acechándola, alzándola y
cargándola sobre su hombro. Ella empezó a gritar y a golpearlo en la espalda, y todos empezamos a
reír. Estaba gritando para que la bajara así que él sonrió después de un momento y la soltó en la nieve.
Ella gruñó y saltó enseguida, cubierta toda de blanco, y corrió directo hacia él. Yo reí cuando
empezaron a pelear en el suelo, empujándose mutuamente con sus manos llenas de nieve.
Alice tuvo que soltarme ya que estaba tomando fotos para mí de todos y de todo. Yo me puse en
cuclillas después de un momento y pasé mi mano por una pila de nieve. Estaba muy fría y podía sentir
lo helado de ella a través de los guantes. El aire también estaba muy frío y podía sentir mi nariz
enfriarse, e imaginé que mi rostro probablemente estuviese sonrojado. Tomé un puñado de nieve y
luego abrí mi mano, mirándola amontonarse por mis dedos. Era bastante asombroso de ver, ya que yo
solo había escuchado sobre ella. Alcé mi mirada después de un momento y vi a Edward que estaba allí
de pie mirándome, sonriéndome con amor. Lo miré y él me guiñó el ojo, lo que causó que me
ruborizara. Él sonrió alegre para sí mismo y yo empecé a morder mi labio inferior, mirando
nuevamente a la nieve a mis pies.

"¡Hagamos muñecos de nieve!" exclamó Alice después de un momento. Emmett gritó en aceptación y
saltó emocionado. Rosalie se levantó del suelo, resoplando, y queriendo limpiar la nieve de su cuerpo
pero era inútil... Ambos estaban completamente cubiertos de nieve.

Empezaron a hacer grandes bolas para los muñecos de nieve y Jasper me animó para ayudarlo a buscar
algunos palitos para sus brazos. Todos nos reímos y bromeamos cuando intentamos armar los
muñecos, ocasionalmente se golpeaban los unos a los otros con bolas de nieve. Era algo divertido de
ver y tenía que admitirlo, eso llenó de calidez mi corazón, el sentirme incluida en algo. Me sentí tan
joven y feliz y liviana y solo por un momento me permití a mí misma el sentir de esa manera, permití
que la culpa se disipara.

Después de que los muñecos de nieve fueron armados de alguna forma por así decirlo, Edward caminó
hasta mí y se detuvo a mi lado. "¿Quieres dar un paseo conmigo?" preguntó con tono suave. Yo sonreí
y asentí mientras él señalaba con su cabeza al bosque. Empezó a caminar con dirección a los árboles y
yo lo seguí, caminando pesadamente a través de la nieve lo mejor que podía. Encontré que era un poco
difícil caminar en ella, aunque el resto de ellos lo hacían parecer tan fácil. Llegamos a los primeros
árboles que se divisaban y Edward extendió su mano cubierta con su guante hacia mí. Tomé su mano y
él entrelazó nuestros dedos.

"Así que, ¿Te gusta la nieve, mi Bella?" preguntó él, mirándome mientras caminábamos por los
árboles. Yo sonreí y me encogí de hombros.

"Es bonita. Fría pero aun así es hermosa de ver," le dije. Él asintió.

“No tan hermosa como tú,” dijo él, alzando sus cejas. Me sonrojé y él soltó una risita.

Caminamos en silencio con dirección al río, el sonido de la corriente del agua se hacía más fuerte cada
vez. Él caminó más despacio e hizo una pausa en la ribera del río, mirando el agua. Yo recliné mi
cabeza en su hombro y él soltó mi mano, pasando su brazo sobre mi hombro y apretándome contra su
cuerpo. “Solía venir aquí todo el tiempo cuando era un niño cuando quería estar solo. Solía pasear por
estos bosques por horas, me perdí un par de ocasiones. La única vez que he sentido que recupero la paz
es cuando estoy aquí en el bosque.” Hizo una pausa y suspiró. “De hecho, hay un pequeño prado a
pocas millas de aquí. Está fuera del sendero así que nadie va allá nunca. Quizás te lleve allí y te
muestre cuando el clima mejore.”

Lo miré a la cara, sonriendo. Él estaba mirando a los árboles, una mirada de añoranza marcada en sus
facciones. Debió haber sentido mi mirada porque sonrió después de un segundo. “¿Te gusta algo de lo
que ves?” me preguntó en tono de broma. Yo le di un codazo de manera juguetona y reí.
“Sabes que sí,” le dije. Él sonrió y me apretó a él con más fuerza.

Nos quedamos allí de pie y en silencio bajo los árboles hasta que dos ardillas pasaron corriendo. Yo
sonreí y las miré mientras ellas correteaban por la nieve cerca de nosotros, persiguiéndose
mutuamente. Subieron al árbol junto a nosotros después de un segundo, saltando sobre una rama. Me
agaché, al percatarme lo que estaban haciendo, pero Edward alzó su mirada justo en el momento en
que una de las ardillas golpeó un montoncito de nieve de la rama, mandándolo a volar. Le cayó justo
en la cara y yo empecé a reír histérica mientras él solo se quedó de pie allí, congelado, mirando a la
rama ahora sin nieve.

“Hija de puta, voy a matar a esa maldita ardilla,” dijo él. Yo empecé a reír incluso más fuerte,
doblando mi cuerpo y agarrándome el vientre, tratando de recuperar mi aliento. Me miró, alzando una
ceja. “¿Encuentras algo divertido?” él preguntó, su voz completamente calmada y tranquila, su
expresión era seria. Asentí y seguí riendo. Él entrecerró sus ojos levemente pero sonrió, mientras yo
trataba de refrenarme, de calmarme, porque sabía por su expresión que iba a hacerme algo. Estaba
escrito en su rostro, era evidente por el brillo travieso en sus ojos. Mordí mi labio para tragarme la
risa, pero en el momento que lo hice, la ardilla corrió nuevamente por el árbol. Me alejé unos cuantos
pasos y la nieve cayó sobre Edward una vez más.

Empecé a reír otra vez de manera inmediata y sus ojos se entrecerraron aun más. Se acercó a mí en ese
instante, y mis ojos se abrieron por completo. Retrocedí un par de pasos mientras él se acercaba,
volteándome después de un momento y empezando a correr. Apenas logré avanzar un par de pasos
antes que mi torpeza se hiciese presente y mi pie se atorara con algo en el piso. Me caí en la nieve
enterrando mi cara en ella y escuché a Edward empezar a reír de inmediato.

“¿Ves?” Eso es lo que pasa cuando te ríes de mí,” me dijo. Yo sonreí y rodé para quedar de frente y
verlo, tomando un puñado de nieve en mis manos y lanzándoselo. Le di justo en el pecho y sus ojos se
abrieron con sorpresa.

“Eso es lo que pasa cuando te ríes de mí,” le dije. Empezó a reír, negando con su cabeza.

“Me parece justo,” dijo él. Me extendió su mano y yo la tomé con cuidado. Tiró de mí hacia arriba y
soltó una risita. “Estás completamente cubierta de nieve,” me dijo, limpiando mi abrigo. Yo sonreí y
me encogí de hombros.

“Es solo agua, no me va a hacer daño,” le dije. Él rodó sus ojos.

“Puedes congelarte. Enfermarte, pescar una neumonía. Joder, incluso hasta hipotermia. Toda clase de
mierdas pueden pasarte,” él dijo. Solo reí.

“Edward, yo nací prematuramente en medio de un granero sucio y desagradable. Mi madre dice que
era pequeñísima y estaba azul y me las arreglé para sobrevivir. He pasado días enteros siendo
golpeada más veces de las que puedo contar y sobreviví. He tenido una pistola metida en mi garganta
y sobreviví. Esto es solo agua congelada…Voy a sobrevivir.”

Él suspiró fuerte, levemente irritado. Esperé que empezara una discusión conmigo y lo miré, notando
que estaba rechinando sus dientes. Sonreí, sabiendo que estaba tratando de controlar su temperamento
por mi bien.

Nos quedamos en silencio por un momento y él dejó de rechinar sus dientes un rato después,
calmándose. “Yo también fui prematuro,” dijo finalmente. Yo lo miré con sorpresa y él asintió. “Solo
fueron unas pocas semanas antes. Jasper tenía apenas nueve meses de edad cuando ellos tuvieron a
Emmett, y él tenía solo un año. Así que mamá tenía dos bebés en casa y tenía como seis y medio, o
siete meses de embarazo de mí. Ella se rehusó a conseguir ayuda al principio, quería hacerlo todo por
su cuenta pero aparentemente era mucho para ella. Logró manejarlo por un par de semanas antes que
el estrés fuese demasiado y ella terminara empezando con su labor de parto.”

“Wow,” le dije. “Eso debió ser muy duro para ella, tres bebés a la vez.”

Él asintió. “Sí. Decidieron esperar hasta que todos nosotros al menos dejáramos de usar pañales antes
de tener más hijos. Ella quería un montón de niños. No sé por qué se detuvieron.” Su voz estaba llena
de nostalgia cuando él habló de su madre. Podía ver que era duro para él pero Edward estaba tratando
de abrirse cada vez más conmigo.

Sonreí levemente y acorté la distancia entre nosotros, envolviendo con mis brazos su cuello y mirando
su rostro. Puso sus manos en mis caderas y me miró, sonriente. “Quizás se dieron cuenta que ellos
había creado la perfección cuando te hicieron y no necesitaban seguir tratando,” le dije en voz baja.
Sonrió e inclinó su cabeza, capturando mis labios con los suyos de manera suave. Yo cerré mis ojos y
suspiré al tiempo que él separaba mis labios con su lengua, besándome apasionadamente.

Se alejó de mis labios después de un momento y yo abrí los ojos para verlo mirarme intensamente.

“Estoy bastante lejos de ser perfecto, Isabella,” me dijo. “Tengo más defectos que virtudes.” Yo
sonreí, negando con mi cabeza.

“Tú quizás puedas tener defectos, pero esa es la parte qué te hace ser tan maravilloso. Tú eres
perfecto…perfecto para mí.”

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Buon natale = Feliz navidad

Tira più un carro di figa che un pelo di bue = Un pelo de coño puede halar más peso que una manada
de toros. (Traducido libremente: Un hombre haría lo que fuera por el amor de una mujer)
Capítulo 38 A pesar de todo

“Es realmente maravilloso que yo no haya abandonado todos mi ideales, porque ellos parecen ser
tan absurdos e imposibles de lograr. Aun así los mantengo, porque a pesar de todo todavía creo que
hay personas de buen corazón.”-- Anne Frank

Dr. Carlisle cullen


Traducido por Lanenisita

Permanecí de pie frente al gran ventanal de la sala, mirando afuera al gran patio trasero. Los chicos
estaban fuera, jugando con la nieve, lanzándose bolas y tratando de hacer un horrendo muñeco de
nieve. Todos ellos estaban riendo y parecían bastante alegres, lo cual debía admitir era una vista
bastante magnífica. Honestamente no podía recordar cuándo fue la última vez que vi a mis tres chicos
verdaderamente felices todos al mismo tiempo, ya que por una razón u otra al menos uno de ellos
parecía estar sufriendo. Usualmente era Edward, ya que por años parecía que mi hijo menor
permanecía en un perpetuo estado de agitación y angustia. Su alma había sido quebrantada, su corazón
desgarrado, y me culpo a mí mismo con bastante frecuencia por eso. Me culpo a mí mismo por no
hacer nada para apaciguar sus preocupaciones ese terrible día de hace tantos años atrás, cuando él
despertó en esa habitación de hospital para darse cuenta que su madre estaba en realidad muerta y que
no había sido una horrible pesadilla evocada por su mente. Mi pequeño, el que más se parecía a
Elizabeth en apariencia y espíritu, yo le había fallado hace mucho tiempo atrás.

Nunca me perdonaré a mí mismo el hecho de haberme alejado de mi familia después de la muerte de


Elizabeth, y me siento como menos hombre por admitirlo, pero no podía soportar el ver a mi hijo en
ese tiempo. Todavía existen días en los que tengo que alejar mi mirada de él, días en los que trato de
mantener mi distancia de Edward porque él es un recordatorio constante de mi esposa y de lo que le
pasó a ella. Y verlo completamente destrozado por dentro, verlo fingir felicidad para poder satisfacer
al resto de nosotros solo hacía que yo me sintiera peor al respecto. Es duro para mí pensar lo que mi
hijo tuvo que soportar, lo que él tuvo que presenciar ese horrendo día. He tratado de reconstruir en mi
mente todo lo que pasó ese día durante estos años, aunque él en realidad jamás me contó la historia
por sí mismo, yo sabía que tuvo que haberla visto morir. Ella era tan hermosa y él adoraba tanto a su
madre, y se vio forzado a ver como la vida la abandonaba. No puedo siquiera imaginar cómo se tuvo
que haber sentido.

Y mi esposa… es tan difícil encontrar las palabras correctas para describirla. Elizabeth era una
criatura magnífica; ella tenía el alma más dulce y amable que un ser humano pudiese tener. Yo
prometí amarla y atesorarla y cuidar de ella, y había fallado…terriblemente. Edward de manera
irracional se culpó a si mismo por la muerte de su madre, pero él no sabe ni la mitad de ello. No sabe
de mi estupidez, de mi ingenuidad. No sabe cuánto yo le fallé a mi esposa, cuanto fallé al darme
cuenta de lo que estaba pasando antes que fuese demasiado tarde.
Esme se acercó hasta mí y se quedó de pie a mi lado, envolviendo con sus pequeños brazos mi brazo
derecho, abrazándolo. Arrimó su cabeza a mi cuerpo y suspiró. Los dos nos quedamos en silencio,
mirando al patio, absorbiendo toda esa inocencia despreocupada. Yo daría lo que sea con tal de ser
capaz de regresar a esos días, ser feliz de nuevo sin cargar con las heridas que la vida me había dejado.

“Sorprendí a Edward en el piano esta mañana,” dijo Esme. “Estaba tocando.”

Yo suspiré. “¿Estrellita, estrellita ¿Dónde estás?, o la Marcha Fúnebre?" Le pregunté. Esas eran las
únicas dos canciones que mi hijo volvió a tocar, cuando él logró de alguna manera volver a sentarse
frente a las teclas de su piano.

“Ninguna de las dos,” ella dijo. Pude escuchar alegría en su voz. “Era algo nuevo. Algo original.”

Mis ojos se abrieron levemente a causa de la sorpresa por el hecho de que él haya compuesto algo.
“Wow,” le dije simplemente. Ella asintió sobre mi brazo pero no respondió.

“No puedo creer que no me lo hayas dicho,” dijo Esme en voz baja después de un rato. Yo miré a mi
hermana y vi que su mirada estaba fija en Edward allí afuera en la nieve. Sabía de lo que ella estaba
hablando por la expresión en su rostro, ese amor compasivo que ella mostraba a menudo. Suspiré,
negando con mi cabeza.

“¿Qué querías que te dijera? ¿Qué mi hijo menor es un idiota?” Le pregunté. Esme gruñó,
golpeándome en las costillas con su codo.

“No le digas así,” dijo ella bruscamente. Yo negué y nos quedamos en silencio otra vez, mientras
seguía viendo a los chicos jugar afuera. “Él la ama,” añadió después de un momento, su voz era suave.

Yo rodé mis ojos. “Ella es solo algo nuevo para él, carne fresca. La novedad se le pasará pronto y la
olvidará,” le dije.

“Oh, por favor. Ni siquiera tú te crees eso pequeño hermano,” dijo ella, negando con su cabeza.

“Puedo tener esa esperanza,” le dije. Ella rodó sus ojos y miró nuevamente a los chicos.

“Ellos se hacen felices el uno al otro,” dijo ella. Miré por la ventana y vi como mi hijo miró a Isabella,
sus ojos se iluminaron cuando los dos hicieron contacto visual. Yo suspiré.

“Los dos son idiotas,” le dije con un tono de frustración.

“¡Carlisle!” dijo Esme, enojada, mientras me empujaba. Trastabillé un par de pasos y solté una risita.
Esme negó y rodó sus ojos, agarrando mi brazo nuevamente y acercándome a ella para abrazarla.
“¿Qué vas a hacer?” preguntó después de un momento.

“No lo sé,” le dije. Era la verdad; no tenía ni idea como manejar la situación. “Cuando me enteré al
principio pensé en enviártela a Chicago por un tiempo… como si ustedes dos la hubiesen adquirido,
eso es todo.”

Ella suspiró. “Sabes que nosotros lo hubiésemos hecho,” dijo ella. Yo bajé mi mirada y alcé mis cejas,
mirándola escépticamente. Ella alzó su mirada y me sonrió tímida. “Hubiese convencido a mi esposo
de alguna manera.”

Yo reí ligeramente, negando. Alec no era alguien tan fácil de convencer y yo dudaba que incluso Esme
le hubiese hablado de eso sin involucrarme, si es que ella le iba a decir la verdad de la situación. Se
había negado a intervenir en la situación de Isabella a través de los años e insistía que Esme también
se mantuviera al margen, y yo no lo culpaba ni un poquito por hacerlo. Toda la situación era un
desastre.

“Si tú lo dices, Esme. Yo mismo, no estoy tan seguro de eso. Sin embargo, eso ya no importa ahora. Es
muy tarde para eso. Dejé pasar esa pequeña oportunidad,” le dije. Sabía que si yo trataba de enviarla a
Chicago con Esme mi hijo iría de inmediato tras ella y eso era la última cosa que quería que
sucediese.

“Creo te estás engañando a ti mismo si tú en realidad crees que tuviste alguna vez una pequeña
oportunidad. Esos dos están completamente enamorados. È stato amore a primavista*, lo puedo
apostar” dijo ella. Yo suspiré y negué con mi cabeza pero no respondí porque no tenía nada que decir.
Sabía muy en el fondo de mí que mi hermana tenía razón, aunque yo no quise admitirlo.

La verdad en todo este asunto es, que yo sabía hace algún tiempo lo que estaba pasando. Sospeché de
la atracción entre los dos antes que ellos mismos se diesen cuenta. Estaba preocupado cómo esos dos
se iban a llevar, y la primera mañana cuando fui a la cocina temí lo peor. Ella era de por sí bastante
tímida, aterrada del mundo, y yo tenía miedo que la naturaleza abrasiva de mi hijo le causaría un
desequilibrio antes que ella pudiese poner sus pies sobre la tierra. Los dos estaba en el piso de la
cocina esa mañana, sentados en medio de un charco de jugo de naranja, Isabella temblando de miedo y
Edward mirándola con confusión. Él la tenía agarrada con fuerza, manteniéndola allí por el fuerte
agarre en sus muñecas, y reaccioné con brusquedad, asumiendo automáticamente que eso era
exactamente lo que había ocurrido, Edward la soltó de inmediato, casi como si ella estuviese ardiendo
en llamas y su toque lo quemara, y se puso de pie. La primera frase que salió de su boca después que
él la soltó, fue la última frase que yo alguna vez esperé oír de él. Era una frase tan simple, una frase
que la mayoría de personas usan libremente y sin necesidad, pero que es muy poderosa para personas
como nosotros. Es algo que él no había dicho desde que era ese pequeño e inocente niño de 8 años,
ignorante de los problemas del mundo. Él ni siquiera me la había dicho el año pasado cuando se metió
en ese problema y yo tuve que mover todos los hilos y usar todas las conexiones que podía para evitar
los cargos, para que él pudiese tener una segunda oportunidad, un borrón y cuenta nueva. Pero él la
había dicho de manera tan casual esa mañana, tan despreocupada que yo sabía que él ni siquiera se
había dado cuenta lo que había dicho. Solo salió de su boca tan naturalmente, como si no fuese gran
cosa y no tenía mayores connotaciones. Pero lo hizo, y en el momento en que mis oídos lo registraron,
supe que mi hijo se había topado con la persona que finalmente lograría romper su caparazón, incluso
si él no lo sabía aún.

La frase que él dijo fue “lo siento.”

Esa es una frase que ni siquiera yo me atrevo a decir, no importa la situación. Una frase que debí decir
cuando actué de manera tan brutal con Isabella en el aniversario de la muerte de Elizabeth. Me
imaginé a mi esposa viéndome desde el cielo, bastante avergonzada por mi comportamiento,
disgustada conmigo. No era justo lo que pasó, ella no lo merecía. Yo lo hice a propósito para herirla
cuando ella no era más que una niña atrapada en una vida terrible de la que ella no podía salir.
Racionalmente hablando yo sabía que nada de eso había sido su culpa, que ella no podía evitar lo que
pasó al igual que cualquiera de mis hijos no podían evitar las cartas que el destino les había echado.
Pero yo no soy siempre racional, y no siempre pienso claramente.

Si le preguntas a mi hermana, ella probablemente te dirá que yo era un buen hombre muy en lo
profundo de mí. Un hombre decente, con un corazón lleno de compasión y una gran capacidad de
amar. Elizabeth te hubiese dicho la misma cosa. Ella nunca vio el mal que acechaba dentro de mí, pero
una vez más no podía estar seguro si ese mal no apareció hasta que ella se fue. Yo siempre había
tenido fallas pero no fue hasta que mi esposa fue arrebatada de mi lado hace tantos años atrás que la
oscuridad hizo presa dentro de mí. Casi me vi poseído por ella, completamente consumido por la rabia
y la tristeza y la culpa. Estaba hambriento de sangre, y sin importar a cuantas personas yo matara en
mi búsqueda de venganza, esas ansias jamás se iban a desvanecer por completo. Esa tímida chica de
cabello castaño que estaba allí afuera, la misma con la cual el más joven de mis hijos se había
encariñado tanto en los últimos meses, se volvió casi una casualidad en esa guerra personal en la que
yo estaba peleando, en mi búsqueda de venganza. Ahora, cuando la veo a ella, veo mi propia
expiación, mi última oportunidad para intentar arreglar todo lo que hice mal en su momento. No es
que diga que la oscuridad dentro de mí no asoma su horrenda cabeza y atenta en tomar el control sobre
mí. No es que diga que no tengo esos estados de ánimo en los que tengo que luchar contra la necesidad
de arremeter contra Isabella, luchar contra esa ira irracional que me hace querer agarrarla y romper su
cuello.

Yo era un hombre dividido, dividido entre querer ayudar a alguien y querer destruirlo a la vez. Y eso
me enferma, porque, ¿qué hombre decente podría sentir alguna vez la necesidad de lastimar una niña
inocente?

Empecé a tamborilear mi pulgar sobre mi pierna, tratando de controlarme a mí mismo, mientras veía a
Edward hacerse a un lado y quedarse quieto, con su mirada prácticamente penetrando a Isabella. Se
quedó allí de pie por un momento antes de acercarse a ella, y detenerse a su lado de manera casual. Se
inclinó y le dijo algo y ella asintió en respuesta. Yo rechiné mis dientes y me tensé un poco,
tamborileando mi pulgar con rapidez cuando señaló con su cabeza al bosque y se alejó con ella
siguiéndolo de cerca.

"Relájate, Carlisle," dijo Esme en tono suave, sintiendo mi tensión. Suspiré pesadamente e intenté
relajarme, tomando un par de bocanadas de aire pero fue inútil. Ellos llegaron al inicio del bosque y
Edward se le acercó, tomando su mano. Gruñí fuertemente y negué con mi cabeza, alejándome de
Esme y dando la espalda a la ventana. No quería ver lo que estaba pasando, no quería enfrentarme a
eso. Caminé hasta la sala y me senté en una silla, restregando mi cara con mis manos a causa de la
frustración.

Esme se quedó de pie frente a la ventana por un momento más, mirando al resto de chicos terminar de
hacer esos decrépitos muñecos de nieve, antes de voltearse y caminar hasta mí. Se sentó enfrente mío
y yo pude sentir sus ojos atravesarme, su mirada era intensa.

"Es lindo ver cuán ingeniosos ellos creen que están siendo. Me recuerdan esos tiempos, cuando tú..."
ella empezó diciendo, sonriendo para sí mismo por su remembranza.

Me di cuenta a dónde quería llegar ella con su comentario y alcé mi mano de inmediato, mirándola.
"¡Detente!" le dije en tono firme, no queriendo que empezase el tema. Ella sonrió y alzó su mano, para
de manera bromista pretender que cerraba sus labios como un cierre. Lo encontraba divertido, y quizás
si yo fuese un hombre completamente racional lo vería de la misma manera, pero no lo era. No
encontraba nada lindo en la situación en la que nos encontrábamos.

"¿Por qué no los dejas simplemente ser ellos mismos? Edward está tan feliz. Siempre fue tan infeliz y
ahora está sonriendo. Su vida se está iluminando de nuevo," Esme preguntó después de un momento.
Yo negué con mi cabeza.

"Sabes el porqué," simplemente le dije. Ella suspiró, levemente irritada por mi respuesta. “Maldita sea
hermanita, ¿En serio crees que yo no quiero que mi hijo sea feliz? ¡Claro que quiero! Amo verlo con
vida nuevamente. ¿Pero crees seriamente, que después de todo, lo que están haciendo es sensato? No
puedes pensar que esto es lo mejor, que esos dos deberían estar juntos."

Ella me miró, entrecerrando los ojos con un poco de irritación. "¿No debería ser su decisión?" ella me
preguntó. Negué con la cabeza, frunciendo el ceño.

"Ellos no saben nada, no saben lo suficiente para ser capaces de tomar esa decisión," le dije. Ella me
alzó una ceja, obviamente no estaba de acuerdo con eso tampoco.

"Quizás deberías decírselo entonces," ella dijo cortante. Yo entrecerré los ojos levemente y ella negó
con su cabeza, sabiendo que yo estaba a punto de discutir. "Ya sospecha que tú le estás guardando un
secreto, Carlisle. No es un idiota. Creo que deberías decirle la verdad."

Yo reí amargamente. "¿La verdad, Esme? ¿Exactamente de cuál verdad estás hablando? ¿O quizás
cuánto de esa verdad debería decirle? ¿Tú quieres que le diga toda la verdad a él, poner todas las
cartas sobre la mesa para que él las vea? ¿Qué tal si le digo sobre la parte que lo va a herir, las
pequeñas piezas de verdad que lo van a destrozar? Maldición, quieres que sea feliz, ¿en serio crees
entonces que si él sabe la verdad de lo que pasó va a ser feliz? Porque no lo será, eso lo va a herir
tremendamente. Se parece mucho a mí ahora y tú lo sabes, tienes que admitir que hay una posibilidad
muy clara que si yo le confieso lo que la chica de allí afuera significa probablemente aquello lo deje
como loco. Con respecto a mí, con respecto a ella, pero maldita sea que será con alguno de nosotros.
¡Cristo, Esme, yo traté de matarla! ¡Lo intenté más de una vez! En serio no puedes decirme que crees
que Edward se lo tomará a la ligera, que solo se encogerá de hombros. Y si le digo la verdad eso hará
que él me pregunte sobre todo, que él dude sobre mí. Edward y yo apenas tenemos una relación cordial
si así podemos llamarla, ¿acaso no puedes ver que eso podía arruinar el último pedazo del lazo que
nos une? Porque yo sí lo veo, lo veo claramente. ¿Es eso lo que quieres?”

Ella solo me miró, luciendo ligeramente asombrada por mi sermón. Yo negué con mi cabeza,
levemente exasperado. “No, eso no es lo que tú quieres. Tú quieres que yo le diga solo una parte de la
verdad para hacerle creer que está perfectamente bien que él e Isabella estén juntos. Pero yo no puedo
hacer eso; no puedo engañarlo con pedazos de la verdad. O es todo o no es nada, Esme. Y si le digo
toda la verdad, estoy seguro que él, o bien va a ir y arremeter contra ella a causa de su rabia irracional,
o va a tratar de llevársela y huir. Y yo no puedo permitir que ninguna de las dos cosas ocurra, ya que
eso hará que todo lo que ocurrió y todo lo que estoy tratando de hacer aquí sea un completo
desperdicio. O incluso peor, él podría arremeter contra nosotros dos y desaparecer, sin querer saber
nada de nosotros y eso lo va a destruir. Elizabeth no hubiese querido que su hijo sea sacrificado, eso lo
sabes.”

Esme suspiró, frunciendo el ceño. “Ella hubiese estado feliz, verlos a los dos de esa manera,” ella dijo
suavemente. “Yo solo deseo… que hubiese una alternativa.”

Yo asentí. “Lo sé, yo también deseo lo mismo. He estado tratando de encontrar un término medio para
todo esto, razón por la cual no le he dicho nada a ninguno de los dos, pero el problema es que no
encuentro una solución para esto. No veo la forma de lograrlo sin herir a uno de ellos. Quizás se
podría hacer bajo circunstancias normales, pero no después de esa maldita prueba de ADN. Jesús, ¿por
qué tuve que hacer que ellos la hicieran? Esperaba que viniera algo de los ancestros de la familia Swan
pero en el momento en que recibí la llamada que decía que provenía más que solo de los Swan, me di
cuenta que estaba atrapado en esto. Y que había sido tan malditamente estúpido para no verlo antes,
debí haberlo sabido.”

Esme negó con su cabeza. “Tú no podrías haberlo sabido Carlisle, nadie lo sabía.” Yo suspiré y me
senté en silencio por un momento. “¿Ya sabes que vas a hacer acerca de eso? ¿Acerca de los
resultados del ADN?”

Yo negué levemente. “No lo sé. Sé lo que se supone debo de hacer, se supone que debo siempre elegir
el maldito negocio y quizás la cosa más lógica de hacer sería contarlo y exponérselos, pero las
implicaciones de hacerlo son jodidamente aterradoras. La potencial ira, el problema que
probablemente nos caiga encima, sin mencionar que sería como echar a los lobos a Isabella. Y maldita
sea, si eso sucede, no puedo imaginar lo que mi hijo pueda hacer para ir tras ella. Yo solo deseo no
haber hecho esa maldita prueba, así yo no tendría que tomar esta clase de decisiones.”

Esme movió su cabeza. “Tú no puedes vivir del ‘qué hubiese pasado si’ Carlisle. Lo hecho, hecho
está.”

Yo me reí amargamente. “Siempre he vivido con el ‘qué hubiese pasado si’. Apenas duermo por las
noches pensando acerca de aquellas cosas, preguntándome como un pequeño movimiento pudo
cambiarlo todo, golpeándome a mí mismo por todos los errores que he cometido. Es mi culpa que
estemos donde estamos, pude haberlo detenido antes que todo empezara. Eso es todo en lo que puedo
pensar y sé que es irracional pero no puedo dejar de hacerlo. ¿Qué hubiese pasado si yo no hubiese
llevado a mi esposa a Las Vegas ese fin de semana? ¿Qué hubiese pasado si nosotros íbamos una
semana antes o una semana después? Demonios, ¿Qué hubiese pasado si hubiésemos llegado una hora
después, o incluso una hora antes? ¿Por qué ella tenía que estar en ese preciso lugar en ese preciso
momento? En todo lo que puedo pensar es como las cosas hubiesen sido diferentes, cuan felices
seríamos aún. Y me culpo a mí mismo por todo aquello. Diablos, incluso a veces culpo a papá de esto,
y me cabreo tanto Esme, me cabreo tanto con esa niña allá afuera y sé que está mal porque nada de eso
fue su culpa, pero no puedo evitarlo.”

“Si ese día no hubiese pasado Carlisle, la chica que está allí afuera probablemente hubiese muerto. Tú
la estás salvando y ella lo está sanando a él. ¿No hace entonces que todo valga la pena?”

Yo reí sin ganas, negando con mi cabeza. “Tú suenas exactamente igual a Aro. Si nosotros no
hubiésemos estado allí Esme, mi hijo no hubiese necesitado sanar y estoy jodidamente seguro que mi
esposa tampoco estuviese muerta ahora. Así que no, el viaje no valió la pena.”

Febrero 14, 1993


El camino era largo y desierto, nada que ver aparte de unas figuras abultadas de color café a los
costados de la autopista y pequeños atisbos de color verde en forma de arbustos y cactus. El aire era
caliente y sofocante, y a pesar del hecho que el aire acondicionado del auto estaba encendido en su
máxima potencia, el sudor se había empezado a filtrar por mi cuerpo. Alcé mi mano y limpié mi
frente del sudor, mientras suspiraba. Yo odiaba el sur.

Estaba molesto. Estaba todo sudoroso, y me sentía demasiado miserable. Sin contar el sonido del
motor rugir y el ruido de la transmisión cambiar la velocidad, había demasiado silencio en el auto. La
radio estaba apagada, por lo que después de un momento estiré mi mano y la encendí, explorando
rápidamente entre las estaciones, tratando de encontrar algo que distraiga a mi mente de toda esa
situación. No me importaba que estación fuese, solo necesitaba algo de ruido. Estaba rechinando mis
dientes, tratando de controlar mi temperamento pero el silencio estaba a punto de llevarme al borde de
la locura. Ella sabía que yo odiaba cuando se quedaba en silencio. Prefería que me gritara y castigara,
en vez de que solo estuviese allí sentada en silencio como lo estaba, ignorándome y mirando a la
ventana con esa expresión en blanco dibujada en su rostro.

Maldije después de un momento y estrellé mi mano en la radio, mi irritación estaba sacando lo mejor
de mí y causando que mi temperamento entrara en punto de ebullición. Ella suspiró de manera
dramática pero a pesar de eso no hubo otra indicación que denotara que notaba mi presencia. Pero lo
hacía, ella siempre lo hacía. Y sabía de mis estados de ánimo, así que me aventuré a adivinar que sabía
exactamente como me sentía en ese preciso momento. Sabía lo que me estaba haciendo.

“Maldita sea, Lizzie, si tú no dices algo juro por Dios que voy a entrar en combustión espontánea”,
mascullé con mis dientes apretados. Exhaló bruscamente y dirigió su mirada a mí brevemente, para
luego desviarla de regreso a la ventana, a esas formas de color café con tintes de verdes en ellas.

Mis dientes rechinaron nuevamente y apagué la radio, sabiendo que era inútil poner algo de música.
De todas maneras ella hubiese apagado la radio después de un momento, empecinada a infligir una
tortura emocional sobre mí a través del absoluto silencio. “¿Qué quieres que haga? ¿Eh? Es mi trabajo
Elizabeth, tú lo sabías cuando te casaste conmigo.”

Ella rió amargamente. “Es nuestro aniversario Carlisle,” dijo, su tono de voz era mordaz, y lleno de
rabia y resentimiento. Elizabeth rara vez se molestaba pero cuando lo hacía, ella podía ser bastante
venenosa y ese veneno casi siempre era disparado directamente hacia mí.

“Eso lo sé, pero tú sabes que a ellos no les importa. Dicen anda y yo voy,” le dije, suspirando de
manera exagerada. Sabía que yo había tomado ese juramento, que me había comprometido a la
organización y que cuando ellos llamasen yo estaría allí, 24 horas al día 7 días a la semana 365 días al
año. Ellos eran relativamente flexibles y por lo general no me daban muchas molestias, pero el quid de
la cuestión era que yo era el hombre que estaba más abajo en el tótem y que cuando ellos ladraban, yo
respondía. (N.T. Aquí cuando Carlisle habla del tótem se refiere a la organización, los hombres que se
encuentran en la parte baja o base de la estructura son los que por lo general hacen la parte fea del
trabajo)

“Lo sé,” dijo ella firmemente. “Pero no te sientes allí y actúes como si yo no tuviese el derecho a
sentirme molesta. Tú sabes cómo me siento con respecto a este lugar, con respecto a estos…Bichos.”
Suspiré, negando con mi cabeza. “Nunca dije que no tenías el derecho a estar molestar. Y sabes que a
mí me disgusta este lugar tanto como a ti, entonces, ¿por qué te las tomas en mi contra?” Tú no tenías
que venir, te hubieses quedado en el hotel y hubieses esperado.”

Ella volteó a verme y sus ojos se entrecerraron. “¡Tienes que estar bromeando! ¿Esperas que yo me
quede en una habitación del hotel, sola, en nuestro aniversario, mientras tú estás allí afuera haciendo
Dios sabe que cosa? Hubieses estado fuera todo el día. No te hubiese visto para nada este día”.

Yo rodé mis ojos. “¿Y esta mierda es mejor que no verme? ¿Estar sentada en un auto por cinco horas,
dándome la maldita ley del hielo como si todo esto fuese mi culpa? ¿Tú crees que yo quiero venir
hasta acá, tú no crees que yo prefiero pasar el día contigo en Las Vegas?” Entendía el por qué ella
estaba molesta, en serio lo hacía, pero no podía aceptar que me echara la culpa de esto. Hice mi mejor
esfuerzo, hice todo lo que estaba en mis manos para hacerlo especial para ella. Había planeado el
viaje, había acordado con Esme y Alec para que ellos se quedaran con los chicos durante el fin de
semana en Chicago mientras yo volaba con ella a Las Vegas por nuestro aniversario. Tenía todo el fin
de semana planeado, ya que era nuestra primera vez en la cuidad. La llevaría a bailar y a los casinos,
compré tickets para un show al que yo sabía que ella quería asistir. Iba a darle de comer y de beber,
tratarla como la princesa que era, y le haría el amor durante toda la noche. Ella era mi corazón, mi
alma gemela, y estaba ansioso de pasar un tiempo a solas, solo nosotros dos, lejos de todo lo que
pudiese ser remotamente complicado. Estaba harto de las complicaciones, era todo lo que teníamos
siempre. Necesitábamos una oportunidad para huir de todo eso, de escapar del estrés y ser solo
nosotros, y pensaba con seguridad que finalmente esta vez podríamos tener esa oportunidad.

Pero en el momento en que aterrizamos en Las Vegas, todo se vino abajo. Les dije a donde estaría
durante el fin de semana, ya que no era una decisión muy sabia simplemente desaparecer del radar sin
razón alguna, así que ellos me localizaron en el hotel. No habíamos desempacado todavía, Elizabeth se
veía radiante, emocionada por todo lo que haríamos, pero en el momento en que me llamaron desde la
recepción del hotel y dijeron que era una llamada importante, su luminosidad desapareció. Sabía lo
que aquello significaba. Sabía que las complicaciones habían vuelto a atraparnos.

Era mi padre quien llamaba, diciéndome que ya que estaba cerca, ellos necesitaban que condujera
hasta Phoenix en la mañana para ir a recoger unos papeles importantes de Charles Swan Padre. Era un
hombre de confianza para la organización que vigilaba nuestros intereses en los casinos de Las Vegas,
ya que la organización lavaba dinero a través de ellos y manejaba algunos negocios por debajo de la
mesa en la ciudad. Los Swan eran personas decentes hasta donde yo sabía, ya que personalmente solo
los había visto un par de ocasiones en Chicago cuando ellos nos habían ido a visitar. Charles Padre era
un tipo un poco rudo, pero parecía ser honesto y respetable, y su esposa Makenna era siempre tan
agradable.

Traté de liberarme de la situación, diciéndole a mi padre que yo volaría hasta allá con mi propio
dinero y conseguiría esos papeles en Phoenix si es que ellos podían esperar hasta que yo volviera el
lunes, pero él insistió que eso debía ser hecho el sábado por la tarde. Me quejé, enfurecido por lo que
me estaba haciendo. Sabía lo que este fin de semana significaba para nosotros, pero él simplemente
exigió que yo cumpliera y cerró la llamada, caso cerrado. En el momento en que el tono de llamada
sonó en mi oído yo sabía que no había nada más que hacer, no había manera de librarse de eso. Mi
padre despachó una orden, su palabra era definitiva y nadie podía ignorarlo sin hacer frente a las
consecuencias, ni siquiera yo. Él era el jefe, la cabeza de la familia. Habló, y yo cumplí, porque
cuando tú entras a la organización tu compromiso con la familia siempre es lo primero… y por
familia ellos no se refieren a los lazos sanguíneos. Ellos se refieren a la Borgata, la familia de la
Mafia.

Elizabeth suspiró después de un momento, sonando resignada. Muy en el fondo ella entendía, y estaba
claro que a no le gustaba pero también sabía que no había nada que yo pudiese hacer al respecto. Yo
había sido tan joven, fue en mi cumpleaños número dieciocho cuando tomé el juramento y
comprometí mi vida a ellos, y había vivido cada día de mi vida deseando poder retractarme. Pero no
podía… una vez que tú entras a esa habitación y empieza la ceremonia dándote la adhesión completa a
La Cosa Nostra, no hay vuelta atrás. Era la primera cosa que ellos te decían cuando te hacían la
inducción. Solo hay una manera de entrar y una manera de salir – Tú entrabas con tus propios pies, y
salías en un ataúd. (N.T. La Cosa Nostra es como se denomina a la organización de la mafia en los
Estados Unidos).

Es difícil para un joven de dieciocho años entender verdaderamente lo que significa comprometer su
vida a una organización. No podía renegar de ello. No era como un matrimonio, en donde tú
comprometes tu vida a otra personas pero sabes que sí algo no sale bien siempre existe el divorcio.
No, no había divorcio en la mafia. Los jóvenes eran atrapados por el brillo de la gloria, por las
apariencias externas. Ellos ven las mujeres y el dinero, el poder y el respeto, y terminan tan
deslumbrados por aquello que no piensan en las implicaciones, en las consecuencias. Yo lo hice. Solo
vi las partes ostentosas de ese estilo de vida y el temor que mi padre generaba en las personas me
intrigó. Quería dinero fácil, la emoción, el poder. Y el día que mi inducción fue realizada en lo único
en lo que podía pensar era en cuán orgulloso de mí estaba mi padre, en cómo las personas me iban a
respetar. Elizabeth había estado un poco indecisa sobre mí haciendo todo esto, pero yo traté de
tranquilizarla diciéndole que todo estaba bien, que esto nos iba a proveer de protección de por vida. Y
ella me creyó, confió en mi juicio así que no me presionó para tratar de cambiar mi opinión, a pesar
que ella deseaba que nosotros solo pudiésemos ser capaces de huir lejos y empezar una vida libre de
todo esto.

No fue sino hasta años después que el peso de la realidad de la situación me cayó encima. Me había
unido a la organización por protección, cuando en realidad el hecho que yo me uniera a ellos nos
obligó a tener que ser protegidos en primer lugar. Yo había atraído el peligro a nosotros, lo había
invitado a entrar a nuestras vidas. ¡Qué estúpido e ingenuo había sido, completamente ignorante!
Estaba cegado por los signos de dólares, atraído por una falsa sensación de seguridad, nunca teniendo
en cuenta el terror y la potencial violencia que podía entrar en erupción en cualquier momento.

Suspiré y miré a Elizabeth. Nos habíamos casado apenas un par de semanas después de mi inducción,
en una pequeña ceremonia en un arrebato de capricho en el día de San Valentín. Yo había querido
darle una enorme y espectacular boda, haciéndole sentir que ella debía tener un día magnifico en el
que pudiese brillar. Estaba dispuesto a llevar las cosas hasta el extremo porque ella se lo merecía,
porque valía la pena. Pero ella no lo quiso, en vez de eso me pidió que nos casáramos en privado, de
manera discreta, con la presencia de mi familia únicamente. Mis padres nos ofrecieron su casa, un
sacerdote local que mi padre conocía fue quien celebró la ceremonia. Esme vino para estar con
Elizabeth ese día, ya que ella no tenía a nadie más, pero Alec se mantuvo alejado. Yo sabía que
Elizabeth lo hubiese recibido, pero él sintió que no era justo entrometerse en su día especial. Tenía
que respetarlo por eso, aún cuando yo hubiese deseado que estuviese a mi lado y fuera el padrino de la
boda.
Había pasado ya una década desde ese día, diez muy complicados años, pero habían valido la pena por
cada problema que pasamos. Le agradecía a Dios cada día por ella, por traerla a mi vida. Ella era mi
mundo, mi razón de existir. Ella y nuestros hijos eran lo único que me empujaba a seguir adelante en
la vida, lo único que me mantenía a flote. Habíamos tenido tres niños, Jasper vino primero y tenía
cinco años ya. Nuestra primera vez juntos después de haber tenido a Jasper, concebimos a Edward.
Elizabeth siempre había querido tener una gran familia pero nunca imaginamos que ella pudiese
quedar embarazada tan rápido otra vez. Estaba preocupado de que aquello fuese muy difícil para ella,
pero insistió que estaba bien.

Nuestro otro hijo, quien esencialmente es nuestro hijo mayor, vino a nosotros por la gracia de Dios.
Hasta que estuvo a punto de dar a luz a Jasper, Elizabeth fue voluntaria en un centro de defensa de
mujeres violadas y continuamente aconsejaba a una joven llamada María. María había sido violada y
quedó embarazada a causa de aquello, y Elizabeth había tratado de ayudarla a pasar por todo eso.
María dio a luz y desapareció de la vista de todo el mundo, y eso siempre preocupó a mi esposa ya que
no sabía que había ocurrido con ella y el bebé. Una tarde por causalidad Elizabeth decidió pasar por el
centro de ayuda para enseñarles a Jasper, ya que las mujeres que trabajan con ella estaban encantadas
con el bebé, y ella encontró a María de pie cerca de la esquina del edificio. Se acercó y vio que María
estaba llorando, se veía asustada mientras sostenía un niño pequeño. Ella prácticamente empujó el
niño a Elizabeth y mi esposa lo tomó, asombrada. María declaró que ella no podía hacer esto por más
tiempo; no podía ver al bebé ya que era un constante recordatorio de lo que le ocurrió. Elizabeth solo
se quedó allí de pie, embarazada de unos pocos meses y sosteniendo dos bebés en sus brazos, sin saber
qué hacer. Trató de hablar con María, convencerla que entrara al edificio, animándola a conseguir
ayuda, pero María se negó y solo se volteó dejando a Elizabeth y al bebé, huyendo de ellos.

Y fue así como Emmett llegó a nuestras vidas. Elizabeth se vio obligada a cuidar de él y yo no
entendía el por qué ella lo hacía, ya que de por si ella estaba abrumada con Jasper y teníamos otro
bebé en camino, pero luego me di cuenta que ella vio todo eso como karma. Elizabeth era un fiel
creyente del destino, no creía que nada en la vida era accidente o coincidencia, y ella sintió que lo que
le había ocurrido a ella la había conducido a este inocente bebé que necesitaba ayuda, que necesitaba
amor. Yo finalmente acepté todo esto cuando me di cuenta que ella hablaba en serio y que no daría un
paso atrás y acepté que nosotros nos quedáramos con él. Buscamos a María y ella firmó los todos
documentos para que nosotros lo pudiéramos adoptar legamente.

Emmett recién había cumplido seis años, y nuestro más pequeño, Edward, tenía cuatro. Los tres eran
niños estupendos, los mayores eran un poco traviesos. Edward era por decirlo así, el más tranquilo.
Era como la sombra de Elizabeth. Seguía a su madre dondequiera, imitaba cada cosa que ella hacía.
Era casi imposible ver a mi esposa sin un pequeño y escuálido niño pelirrojo aferrado a su lado. De
hecho, él era tan niñito de mamá que nosotros apenas fuimos capaces de escaparnos este fin de
semana, ya que por primera vez él no había tenido reparos en hacer una enorme rabieta. Lloró y gritó,
rogándole a ella que no lo dejase, yo sabía que aquello había encogido su corazón ya que sus ojos se
llenaron de lágrimas. Ella estuvo a punto de ceder, diciéndome que olvidáramos la idea de irnos, que
ella quería quedarse en casa. Pero insistí en ir, que nos escapáramos juntos ya que teníamos demasiado
tiempo sin pasar un fin de semana solos los dos, sin interrupciones, así que ella aguantó todo el
berrinche y se mantuvo fuerte, tranquilizando a Edward diciéndole que estaría de regreso, que ella
jamás lo dejaría.

Podría apostar que se sentía arrepentida ahora, arrepentida de aceptar venir conmigo a Las Vegas.
Porque en vez de apostar y hacer el amor y bailar, estábamos conduciendo en esa desolada y sucia
autopista en las afueras de Phoenix. En vez de reír y disfrutar, ella estaba molesta y decepcionada.

“Joder, lo siento, ¿de acuerdo?” Solté finalmente, incapaz de aguantar la situación un minuto más. Yo
no era de las personas que se disculpaba por cualquiera cosa, era mi regla general, pero era diferente
con mi esposa. Ella era probablemente la única persona a la que no dudaba decirle lo siento, y a veces
sentía como si constantemente me estaba disculpando con ella. Sentía como si yo jodía todo, a veces
sentía como si no fuera capaz de hacer algo bien cuando se refería a ella. “Prometo recompensarte por
todo esto de alguna manera, te lo prometo stella mia. Ti amo, perdonilo. Per favore*.”

Ella me miró, entrecerrando sus ojos. “Ni siquiera te atrevas a intentar deslumbrarme hablando en
italiano, Carlisle Cullen,” me dijo con tono firme. Le sonreí tímido, volviendo a mirar a la autopista.

Ella se quedó en silencio por un momento y esperé pacientemente, conocía a mi esposa muy bien.
Suspiró finalmente, resignada. “Esa bruja malvada será mejor que no esté aquí,” dijo ella, su voz no
sonaba ya molesta pero sí estaba teñida de disgusto. Sonreí levemente, negando con mi cabeza.
Siempre se había referido a la Sra. Evanson como la bruja malvada, negándose a llamarla por su
nombre ya que era como tener veneno en su lengua.

“Los Evanson no estarán allí. Esa mujer rara vez sale de su casa,” le dije. Yo sabía que ella sabía eso y
el hecho que se lo repitiera no era necesario, pero traté de tranquilizarla de todos modos. Asintió
después de un momento, con una mirada contemplativa en su rostro. Miró por la ventana, una vez más
fijando su mirada en el monótono paisaje, pero esta vez la atmósfera al interior del auto era más
ligera. Ninguno de los dos estaba feliz, pero la tensión se había disipado cuando ella al final aceptó
nuestro próximo destino.

Yo me acerqué a la radio y lo encendí nuevamente, buscando entre las estaciones hasta que encontré
algo de música clásica suave. Los labios de Elizabeth se curvaron en una sonrisa y ella me miró. Había
en sus ojos un leve brillo que me hizo sonreír.

“'’O sole mio* puede tocar eso,” dijo ella, con orgullo evidente en su voz. Siempre había llamado a
Edward ‘mi sol’ por cuanta luz él irradiaba. “La aprendió en su lección de la semana pasada. La ha
estado tocando por algunos días.” Yo le sonreí en respuesta, asintiendo. Él era un niño realmente
talentoso y el piano parecía ser algo natural para él. Nosotros siempre habíamos tenido uno, más como
exhibición que por otra cosa ya que ni mi esposa ni yo podíamos realmente tocar, pero Edward había
estado curioseando con él desde que empezó a caminar. Todo empezó con él tocando las teclas de
manera indiscriminada pero con el tiempo se transformó en que pudo ser capaz de juntar algunas notas
y recordarlas, componiendo esencialmente sus propias y pequeñas melodías. Era casi como un
pequeño prodigio pero nosotros jamás lo presionamos, nunca tratamos de imponer nada con respecto a
su obvio talento. Queríamos que él floreciera por su propia cuenta. Apenas había comenzado sus
lecciones de piano y estaba aprendiendo a leer partituras, lo cual nos dijeron que era completamente
sorprendente para él ya que apenas tenía cuatro años de edad, pero él encontraba que las lecciones eran
mundanas y estaba empezando a perder la paciencia con ellas. Era feliz únicamente presionando las
teclas por su cuenta.

“Él podría ser un increíble pianista algún día. El próximo Mozart,” dijo de manera efusiva. “Podría ser
lo que sea que quiera ser.” Su voz era melancólica y yo sonreí levemente.
“Sí, él puede ser cualquier cosa. Si quiere ser un músico, él puede ser uno. Puede ser un maestro o un
artista o un abogado, eso no me importa, con tal que sea alguien en la vida. Todo lo que quiero es que
mis hijos sean alguien en la vida,” le dije. Elizabeth sonrió y asintió.

“Podría ser un doctor como tú,” ella dijo. Yo rodé mis ojos.

“Solo porque asisto a una escuela de medicina para obtener el título no significa que yo pueda llegar a
ser un doctor en realidad Elizabeth. El internado toma mucho tiempo y dedicación, la residencia
también es cruel. No tengo el tiempo libre como para dedicarlo a eso, no con todo lo demás encima,”
le dije. Ella sonrió de manera triste.

“Quizás algún día,” dijo ella, encogiéndose de hombros. Yo también me encogí de hombros, dándole
una pequeña sonrisa. Estaba bastante seguro que ese ‘algún día’ no existiría pero no le iba a decir eso
a ella, ya que yo sabía que ella aún tenía la esperanza que eso pudiese ocurrir.

Ella habló un poco más sobre Edward y el piano antes de sumergirse en otras conversaciones acerca de
los chicos. Yo sonreí y la escuché, sabiendo que sus nervios estaban en aumento mientras más nos
acercábamos a la residencia Swan, permitiéndole tener algo de tiempo para asimilar la situación.

Bajé la velocidad en cuando llegamos a un pequeño sendero en el desierto, que dirigía a la propiedad
de los Swan. Elizabeth se tensó levemente en cuanto yo entré por ese camino, sus palabras se
volvieron entrecortadas. Estiré mi mano y la dejé sobre su rodilla, apretándola levemente.

“Relájate, ¿sí? No es gran cosa. Lo haré lo más rápido que pueda y tú nunca más tendrás que regresar
aquí,” le dije. Suspiró y asintió, todavía sintiéndose un poco tensa.

Conduje despacio por el largo tramo, ya que el camino estaba lleno de baches y yo no quería estropear
demasiado el auto rentado. La casa apareció a la vista enseguida y los ojos de Elizabeth se abrieron
como platos levemente, su pierna temblaba un poco debajo de mi mano. Estaba nerviosa y ansiosa.
Quería decirle que no tenía nada de qué preocuparse pero sabía que mis palabras serían inútiles. Se
sentía incómoda aquí sin importar lo que yo dijera. Aparqué en frente de la casa y apagué el motor,
sacando la llave del interruptor del auto. Miré a Elizabeth y vi que ella estaba mirando por la ventana,
la aprensión era clara en su mirada.

“¿Estás lista?” le pregunté. Ella suspiró, negando con su cabeza.

“Tan lista como pudiese alguna vez estarlo Carlisle,” me dijo en voz baja, su voz era temblorosa. Yo
asentí con la cabeza y vacilé un poco, pero estiré mi mano y abrí mi puerta. Salí del auto y lo rodeé,
abriendo su puerta del coche por ella. Le ofrecí mi mano y ella la tomó con cuidado. La ayudé a salir
del coche y cerré la puerta, entrelazando nuestros dedos. Empecé a guiarla hasta la casa pero ella se
resistió un poco cuando llegamos a los escalones. “Puedo, eh… tener un minuto, ¿por favor?” ella
pidió en voz baja. Yo suspiré y asentí.

“Por supuesto que puedes Lizzie. Tómate todo el tiempo que necesites,” le dije. Ella sonrió de manera
cálida.”

“Gracias. Puedes ir avanzando,” ella dijo. Dudé pero ella asintió, asumo que trataba de asegurarme
que estaba bien. Yo asentí en respuesta y solté su mano, pasando mis dedos por mi cabello. La miré
por un momento antes de voltearme y caminar hasta los escalones despacio, dirigiéndome a la puerta
principal. Toqué la puerta despacio y tomando un profundo respiro, no deseando estar allí. Nadie
respondió después de un momento así que alcé mi mano nuevamente y toqué, pero en cuanto lo hice
escuché un chillido agudo detrás de mí, casi como un gritito. Me giré rápidamente, asombrado, y vi a
una pequeña y frágil niña castaña corriendo en dirección a Elizabeth. Era pequeñísima, quizás llegaba
a la altura de la rodilla y era casi tan delgada como un mondadientes. Su cabello estaba enmarañado y
estaba imposiblemente sucia, cubierta de tierra y usando ropa que estaba hecha jirones. Elizabeth
escuchó el ruido y se volteó, sus ojos se abrieron con sorpresa en cuanto vio a la niña. Elizabeth se
quedó inmóvil y a la niña le parecía completamente ajena la presencia de Elizabeth en su camino, ya
que después de un segundo se estrelló contra Elizabeth. Ella se tambaleó un par de pasos debido a la
fuerza del golpe y la niña voló hacia atrás cayendo sobre su trasero. Elizabeth parpadeó un par de
veces, asombrada, y la pequeña niña la miró confundida. Su pequeña nariz llena de tierra se arrugó
mientras miraba a mi esposa, su ceño estaba fruncido. Miraba a Elizabeth de manera intensa,
concentrándose incluso más en el rostro de mi esposa. Elizabeth la miró en respuesta, el desconcierto
era evidente en su semblante.

"Estás terriblemente sucia, pequeñita," mi esposa dijo finalmente, mirando a la niña. El rostro de la
niña se arrugó aun más al tiempo que bajaba la mirada para verse a sí misma.

"¿Dónde?" preguntó confundida, su voz era aguda y dulce. Elizabeth rió y se puso de cuclillas frente a
la pequeña niña.

"Por todos lados," le dijo ella. Elizabeth sonrió y alzó su dedo índice, presionándolo sobre la nariz
arrugada de la niña. La pequeña niña sonrió, con una mirada de tranquilidad en su rostro.

"Oh, está bien," dijo simplemente, como si esa respuesta fuese un alivio para ella. Después de un
segundo su animó cambió, sus ojos se abrieron mientras la emoción resaltaba en su rostro. “¿Quieres
jugar?” ella le preguntó, casi chillando. Elizabeth rió, la sonrisa en su rostro brilló ante la pregunta de
la pequeña niña.

“¿Qué vamos a jugar?” Ella preguntó, su voz era suave y cariñosa, esa calidez que yo amaba de
Elizabeth saliendo a flote. La pequeña niña se encogió de hombros, su rostro nuevamente se arrugó.

“No lo sep,” dijo ella. La pequeña empezó a morder su labio inferior, pareciendo estar bastante
concentrada.

“¿Cuál es tu nombre, cariño?” Elizabeth le preguntó en voz baja. La pequeña niña sonrió una vez más.

“Isabella,” le dijo ella. Cuando dijo su nombre sonó más como ‘Izza-bewa’ pero mi esposa pareció
entenderle, ya que ella asintió y repitió su nombre. Yo no era muy bueno interpretando a los niños, ya
que ni siquiera a los míos les entendía todavía a veces cuando hablaban.

“¿Y cuántos años tienes, pequeña Isabella?” Elizabeth le preguntó. La pequeña niña arrugó su rostro
otra vez.

“¡Tres!” dijo en voz alta, alzando dos dedos. Elizabeth empezó a reír y se acercó a ella, suavemente
sacando otro dedito de Isabella para que ella mostrase tres.
“Wow, así que eres una niña grande, ¿eh?” Elizabeth preguntó. Isabella asintió de manera entusiasta.

“¡Eso es lo que dice mi mami!” dijo ella, sonriendo alegremente. “Mami dice que las niñas grandes
son buenas. ¿Yo soy buena si estoy sucia? Mami dice que la suciedad no es buena, y no le gusta
cuando yo voy a lugares llenos de tierra pero a mí me gusta la tierra. ¡Ohhh podemos jugar en ella!”
sus ojos se abrieron con emoción y Elizabeth sonrió.

“Supongo que podemos hacerlo. ¿Qué más te gusta hacer?” mi esposa le preguntó. La pequeña niña se
encogió de hombros.

“No sep. A veces yo ayudo a mami pero ella dijo que no hoy,” dijo la niña, mordisqueando su labio
inferior nuevamente. Ella se levantó del suelo finalmente, poniéndose de pie junto a mi esposa.
Elizabeth se acercó a ella y limpió algo de tierra que llevaba ella encima, pero era inútil ya que no
había manera posible de que la niña esté cercanamente limpia sin un buen baño y un par de prendas
limpias. Elizabeth la miró, su mirada cayó a los pies de la pequeña niña. Estaba descalza, sus pies
estaban llenos de tierra.

“Estás sangrando,” le dijo Elizabeth, su ceño fruncido. La pequeña niña bajó la mirada a sus pies, su
rostro se arrugó una vez más. Sonreí al ver cuán expresiva era la frágil pequeña. “Debes haber cortado
tu pie con algo. ¿Te arde?”

Isabella negó con su cabeza. “¡Yo siempre sangro, no me duele! Mami dice que soy valiente,” dijo ella
con orgullo. Elizabeth sonrió ligeramente.

“¡Oh, supongo que eres valiente entonces!” ella le dijo. “Aunque podrías no sangrar si usaras tus
zapatos. ¿La arena no quema tus pies?”

Isabella negó nuevamente. “¡Me gusta la arena, es sucia! No tengo zapatos, mami dice que cuando sea
grande puedo tener sus zapatos pero no soy tan grande ahora. Y sangrar está bien siempre y cuando no
entre a la casa. Se supone que no debo entrar allí, el amo se molesta.”

En el momento en que la palabra ‘amo’ escapó de los labios de la pequeña niña, fue el momento en
que mi esposa se percató de todo. Yo había estado tan absorto en su conversación que no me había
dado cuenta que mi esposa no había notado que la pequeña niña era una esclava. Las esclavas de su
edad eran raras en lugares como este y me pareció escuchar alguna vez que los Swan tenía una niña
esclava, así que no me sorprendió del todo. Pero mi esposa era un caso aparte. Era evidente que la
pequeña no era un miembro de la familia, ya que ninguna familia de la mafia que se asocie con
nosotros permitiría que una de sus propias hijas estuviese en un estado tan deplorable, pero por
supuesto eso no era algo que Elizabeth notara. El concepto de que esa pequeñita fuese esclavizada
como una sirvienta o una trabajadora sería algo que su mente naturalmente se negaría a considerar, no
era capaz de aceptar. Elizabeth naturalmente hubiese asumido lo mejor, no queriendo admitir el peor
escenario. Su mente la protegería ante aquella posibilidad como un mecanismo de defensa, como una
manera de protegerla del dolor.

Cuando la sonrisa de Elizabeth cayó y sus ojos se abrieron con asombro, me di cuenta que yo debí
haberle advertido con anticipación sobre esta posibilidad. Ella miró a Isabella, su expresión era una
plétora de diferentes emociones que iban desde la rabia a la tristeza y al dolor. Isabella la miró con
duda, luciendo confundida.
“¿Lizzie?” le dije en voz baja, un poco preocupado por ella. Me ignoró y continuó mirando
intensamente a la pequeña niña. Me acerqué un paso hacia ellas y escuché unos pasos detrás de mí. La
puerta se empezó a abrir y yo volteé mi cabeza rápidamente, quedando cara a cara con Charles Padre.
Él parecía admirado por mi presencia y parpadeó un par de veces, haciendo una pausa.

“¡Señor Cullen, no lo escuché golpear la puerta! Qué bueno verlo,” él dijo cortésmente, extendiendo
su mano hacia mí. Yo le di un apretón de manos, apretando fuertemente como un signo de respeto y
como una forma de medir al otro en nuestro mundo. Él me doblaba la edad y había sido cercano a la
organización por mucho más tiempo que yo así que él tenía señorío, aunque nuestros rangos eran los
mismos. Yo sabía el hecho que siendo mi padre el jefe me daba una pequeña ventaja sobre él, y sabía
que estaba consciente de eso también.

“Opino igual,” le dije. Yo me volteé para señalar a mi esposa y poder compartir con ella los saludos de
cortesía, la vi de pie allí, mirándonos cuidadosamente. Isabella estaba también parada allí, sus ojos
estaban fijos en Charles Padre. Miró a mi esposa brevemente y sonrió antes que su mirada se fijara en
la pequeña niña. Hizo una mueca, la ira mostrándose en su rostro.

“Niña, sabes muy bien que no debes estar afuera cuando tengo visitas. ¿Dónde está tú maldita madre?”
Le preguntó furioso. Una mirada de miedo apareció en el rostro de la pequeña niña mientras se
estremecía por el tono de su voz. “¡Renée!” gritó él en voz alta, negando con su cabeza. “Gente
jodidamente incompetente.”

Una mujer apareció corriendo por la esquina trasera de la casa, paralizándose y abriendo sus ojos
completamente cuando vio a Isabella de pie allí. Ella miró al porche, asustada. “Lo lamento tanto
señor, yo debí haberla vigilado mejor. Yo aceptaré el castigo y le juro que no volverá a ocurrir jamás,”
dijo rápidamente. Charles Padre asintió y la mujer corrió, tomando a la niña y llevándosela con ella.
Mi esposa las miró, diferentes emociones cruzaron por su rostro. Podía ver sus manos temblar, yo
sabía que estaba luchando por retener sus emociones pero se podía ver que estaba luchando con todas
sus fuerzas. Ella se volteó y miró a la mujer caminar con su hija en un largo sendero de tierra con
dirección a un árbol inhóspito. La mujer le dijo algo a Isabella, moviendo su dedo frente a su rostro, su
expresión era sin duda de decepción. La pequeña niña mantuvo su cabeza agachada y miró al suelo, su
postura era rígida pero prácticamente estaba gritando de tristeza. Ella finalmente asintió y la mujer
dio unas ligeras palmaditas en su cabeza, alejándose de allí y negando con su cabeza. Isabella se sentó
en la tierra, todavía mirando al suelo.

Elizabeth ni siquiera lo dudó. Yo suspiré y negué con mi cabeza cuando ella cruzó el patio, caminando
hasta donde estaba Isabella. Se puso en cuclillas frente a ella y le dijo algo, a lo cual Isabella asintió.
Elizabeth se sentó en la tierra, estirando sus piernas hacia adelante, el rostro de Isabella se animó.
Miré la escena con asombro cuando mi esposa comenzó a pasar sus dedos por la tierra, recogiendo un
poco y haciendo una pila con ella. Isabella sonrió, tan alegremente que se podía ver el brillo de sus
dientes desde donde yo me encontraba, y empezó a jugar con tierra junto a mi esposa.

Suspiré y me volteé para ver a Charles Padre, quién me estaba viendo cautelosamente. “Yo, eh… yo
no creí…” él dijo. Alcé mi mano para detenerlo y negué con mi cabeza.

“No importa. Solo vamos al grano y terminemos con esto,” le dije. Él asintió y entró a la casa, yo lo
seguí de cerca. Fuimos a su oficina y buscó entre sus papeles por un buen rato, sacando los archivos
que mi padre estaba necesitando. Tomó cerca de una hora hasta que todo estuvo listo y yo tenía lo que
necesitaba.

Intercambiamos despedidas y salí por la puerta principal, congelándome cuando alcé mi mirada y vi a
mi esposa sentada en el porche con Isabella. Cerré mis ojos, suspirando. Isabella estaba riendo y
Elizabeth tenía unas hojas de maíz en sus manos, torciéndolas para darles la forma de una muñeca.
Abrí la puerta y me acerqué al porche, ambas me miraron.

“¿Me prestas tu navaja?” mi esposa me pidió de inmediato, la alegría era evidente en su voz. Suspiré y
metí la mano en mi bolsillo, para sacar la navaja. Ella la tomó y sacó el lazo que ataba su cabello. Lo
cortó con la navaja y empezó a atar a la muñeca, asegurando así que la misma mantenga la forma. Una
vez que ella la aseguró como debía le mostró la muñeca a Isabella. Ella la tomó con cuidado,
mirándola con sus ojos bien abiertos. Había asombro en su rostro, sorpresa también. Me percaté que la
pequeña niña probablemente nunca había tenido un juguete antes, nunca había tenido nada con que
jugar.

“Deberíamos irnos,” le dije en voz baja después de un momento, sin saber cómo reaccionaría mi
esposa una vez que ella asimilase todo. Ella suspiró y asintió, frunciendo el ceño levemente.

Ella alzó su mano y acarició el cabello enmarañado de Isabella. “Gracias por dejarme jugar contigo,
Isabella,” ella dijo suavemente. “Sé una niña buena por tu mami, ¿de acuerdo?”

Isabella asintió. “Lo seré. ¿Volverás para jugar conmigo otra vez? Me gustas, yo no tengo amigos
reales con quien jugar”

Elizabeth suspiró y sonrió triste. Vi sus ojos llenarse de lágrimas y desvié mi mirada, incapaz de
soportar ver la escena. “Veré que puedo hacer, pequeñita,” le dijo en voz baja, su voz era temblorosa.
Fuera de mi perímetro visual vi a mi esposa inclinarse un poco y presionar sus labios en la frente de
Isabella. “Adiós, bella bambina*.”

Elizabeth se puso de pie y bajó los escalones con dirección al coche. Yo la seguí, mirando brevemente
a la pequeña y frágil niña. Me sonrió con emoción y se despidió con su manita cuando me vio mirarla.
Yo le di una breve sonrisa antes de voltearme y dirigirme al auto, pero mis pasos fueron detenidos
abruptamente cuando sentí que algo golpeó mi pierna. Miré abajo rápidamente, asombrado, y vi a
Isabella colgada de mi pierna, abrazándola.

Reí y me incliné un poco, acariciando levemente su cabeza. “¡Gracias por visitarme!” dijo ella
emocionada mientras me soltaba. Yo sonreí y asentí.

“De nada, pequeña,” le dije. Ella asintió y se volteó, alejándose mientras daba pequeños saltos con
dirección al gran montículo de tierra. La vimos lanzarse en él, haciendo que la arena caliente volara
por todos lados. Yo me volteé hacia el coche y abrí la puerta del pasajero, ayudando a Elizabeth a
entrar antes de rodearlo y abrir la puerta del conductor. Me deslicé al interior del coche y lo encendí,
prendiendo el aire acondicionado a toda potencia. Estaba empapado de sudor ahora y mi ropa estaba
pegada a mí, pero por supuesto aquello no parecía molestar en absoluto a Elizabeth. Lancé los
archivos que Charles Padre me había dado en el asiento trasero y puse la marcha del coche en reversa,
girando un poco mi cuerpo y mirando hacia atrás al camino. Elizabeth se quedó en silencio, mirando
la ventana mientras nos alejábamos de la casa, una expresión de aturdimiento en su rostro. Vi lágrimas
rodar por su mejilla y suspiré, alzando mi mano y limpiándolas con mis dedos.
Miré el reloj del salpicadero y sonreí. “Llegaremos a Las Vegas con el suficiente tiempo para ver el
show de esta noche,” le dije. Elizabeth suspiró y negó con su cabeza.

“Solo llévame a casa, Carlisle,” dijo ella en voz baja. “Quiero ver a mis hijos.”

Yo fruncí el ceño y asentí, no me sentía completamente sorprendido por aquello pero si un poco
dolido. Conduje hasta llegar a la autopista y el coche se llenó nuevamente de un profundo silencio, el
único sonido era el ronroneo del motor y el de la transmisión cambiando las marchas. No era un
silencio de enojo esta vez, era uno solemne. Yo miraba a mi esposa de manera periódica, el verla
mirar fijamente la ventana mientras lloraba destrozó mi corazón.

“¿Sabes?, los chicos están empezando a crecer, quizás ahora podamos empezar a intentar tener una
niña,” le dije finalmente, queriendo animarla. Ella siempre había querido más niños pero nos
detuvimos después de Edward porque ella estaba demasiado abrumada con todo aquello. Pero ahora él
tenía cuatro y empezaría la escuela pronto al igual que los otros chicos, así que tener otro bebé parecía
tener sentido.

Elizabeth pareció no reaccionar al principio, continuó mirando por la ventana viendo el paisaje volar
frente a sus ojos. Su falta de reacción estaba preocupándome un poco y empecé a sentirme un tanto
tenso, el silencio nuevamente estaba empezando a colmar mis nervios.

Ella negó con su cabeza después de un momento. “La única niña que quiero intentar tener Carlisle es
esa bella bambina que está allá en esa casa, porque alguien necesita salvarla. Ella es tan alegre,
demasiado buena para estar atrapada en una vida como esa. Si quieres darme un hija Carlisle, dame
esa.”

~*~

Fue así como Isabella Swan entró como una bala de cañón a mi vida, poniendo todo de cabeza. La pedí
para mí una semana después, y Charles Padre de mala gana me informó que ella no estaba a la venta.
Sin importar cuánto dinero yo ofreciese, él no cambiaría de opinión. Traté de explicarle eso a mi
esposa y esperé que con eso ella olvidara todo el asunto pero simplemente no lo aceptó. La pequeña y
frágil niña que ella había conocido en Phoenix se convirtió casi en una obsesión para ella y yo
continuamente le decía que lo olvidara, que dejara el asunto como estaba, y después de un tiempo creí
que ella lo había hecho… pero me equivoqué. Había hecho cosas a mis espaldas, contratando
investigadores privados y hacienda investigaciones, contactando personas y haciendo preguntas que
ella no debió haber hecho en primer lugar. Y yo había estado tan cegado con respecto a eso, viviendo
dentro de mi coraza de ignorancia e inocentemente creyendo que todo en mi vida estaba bien. Que
todo estaba genial. Yo era una persona muy astuta, tenía un ojo certero para muchas cosas y muy
pocas cosas se me escapaba, pero mi esposa tenía un talento para los secretos. Había pasado casi toda
su vida usando una máscara, escondiéndole a la gente cosas, y logró también esconderlas de mí. Yo no
tenía idea de lo que mi esposa estaba haciendo, aunque tuve que haber estado muy consciente de ello.
Tuve que haber sabido que ella no dejaría así el asunto, yo debía haber sabido lo que esa pequeña niña
significaba para ella.

Ella había estado tan desesperada por salvar a Emmett, un niño producto de una violación, porque ella
también había sido violada. A ella no le importaba lo que aquello había ocasionado en su vida, la
presión de todo aquello ya tenía estresada su vida. Vio todo aquello como una señal de que ella debía
haber estado en el exacto momento en que María estaba allí de pie en esa esquina sosteniendo a ese
bebé. Dios se lo había traído como compensación por todo lo que ella había tenido que soportar en su
vida. Yo debí haber sabido que ella vería a Isabella de la misma manera que vio a Emmett.

Han pasado casi trece años desde aquella tarde en Phoenix y nueve desde la muerte de Elizabeth, y no
ha pasado un solo día en el que yo no haya pensado en aquella pequeña niña por la cual mi esposa se
sacrificó. Fue duro para mí aceptarlo, y sería incluso más duro para Edward que lo acepte.

Yo nunca les dije a mis hijos quién mató a su madre y porqué. Todos ellos asumieron que ella fue un
daño colateral, una casualidad al azar que resultó del hecho de estar conectado con la mafia. Yo les
permití que creyeran que toda la culpa recaía en mis hombros, no teniendo el corazón suficiente para
decirles que su madre había sido asesinada porque ella hizo algo que sabía muy bien que no debía
hacer. Hizo preguntas, y yo le había dicho muchas veces con anterioridad que eso simplemente no se
podía hacer en mi mundo. Hacer preguntas, meter tus narices en los asuntos de la gente haría que te
matasen. Ella lo sabía y aun así lo hizo. No quería que ninguno de mis hijos pensara que su madre
había ofrecido su vida de manera casual a causa de un extraño, esencialmente abandonándolos por
tratar de salvar a una niñita que ninguno de nosotros conocía en realidad. No quería que ellos creyesen
que su madre pensara que una niña esclava era más importante que ellos, no quería que dudasen del
amor que ella sintió por ellos.

Y estaba incluso más temeroso de decirles ahora… ¿Cómo le dices a tu hijo que su madre fue
asesinada frente a él y que incluso él casi muere a causa de su novia? ¿Cómo le explicas que él fue
lastimado por dentro, y que estaba siendo curado, reconstruido por la misma persona que de manera
inconsciente lo partió en dos en primer lugar? ¿Cómo hago que mi hijo vea que eso no fue culpa de
Isabella, cuando yo mismo la he culpado de aquello después de todos estos años?

Mi esposa había estado tan desesperada por salvar a la niña, tan desesperada que incluso se sacrificó
por ella, y estaba haciendo todo lo que podía para tratar de terminar lo que ella empezó… pero era
difícil, porque la oscuridad todavía merodeaba debajo de la superficie de mi piel, amenazando con
consumirme.

Me sobresalté levemente cuando sentí la mano de Esme en mi hombro. Había estado tan perdido en
mis pensamientos que casi había olvidado que ella estaba aún en la habitación. Ella suspiró y acarició
mi espalda con cariño.

“Ella me preguntó por su madre, ¿sabes? Queriendo saber si yo la había visto,” dijo Esme. Yo sonreí
despacio, mientras asentía.

“Estoy un poco sorprendido que ella no me haya preguntado por su madre en absoluto, pero supongo
que no se siente cómoda conmigo como para hacerlo. Todavía veo algo de aprensión y miedo en sus
ojos cuando está cerca de mí,” le dije. “En verdad jodí todo con ella, pero supongo que eso es lo único
en lo que soy bueno. Joder las cosas una y otra vez.”

“Ah, no seas tan duro contigo mismo. Creo que siempre hay espacio para la redención,” ella me dijo.
“De hecho, yo tengo fe que encontrarás la manera de hacer que todo esto funcione, de salvarla como
Elizabeth quiso salvarla además de encontrar la manera para que aquellos hermosos niños que están
allá afuera sean felices juntos.”
Ella señaló con su cabeza la ventana y alcé la mirada, mirando a Edward e Isabella salir de los árboles
y caminar al patio trasero. Ambos estaban sonriendo alegres, riendo despreocupados. Gruñí, negando
con la cabeza.

“Tú siempre pensaste en grande con respecto a mí, Esme,” le dije, poniéndome de pie. “No soy un
obrador de milagros. Pero en el momento en que ellos entren, dile a Isabella que vaya a mi oficina
para que pueda hablar con ella.”

Salí de la habitación, ignorando la mirada penetrante de Esme. Subí rápidamente los escalones
dirigiéndome directo a mi oficina. Abrí la puerta y me deslicé al interior, encendiendo la luz y
caminando hasta el escritorio, dejándome caer en la silla. Suspiré y abrí la portátil, encendiéndola.
Abrí el último cajón de mi escritorio y saqué unos papeles, volteándolos y haciendo algunas notas
sobre ellos.

Trabajar con la organización se había vuelto pesado nuevamente, ya que había muchos problemas
provenientes de puntos que parecían requerir constantemente mi atención. Mi trabajo en el hospital se
estaba volviendo tenso, no pasaba allí el tiempo que realmente quería pasar y la mayor parte del
trabajo estaba siendo llevado a cabo por otros médicos. Siempre quise ser un doctor y ayudar a la
gente a sanar, lo cual podría parecer algo extraño ya que yo había acabado con algunas vidas
cruelmente. Mientras mi padre fue el jefe, mi sueño fue imposible de llevar a cabo, ya que él tenía
mucha esperanza que yo siguiera sus mismos pasos dentro de la organización. Pensaba que la escuela
de medicina era inútil, una pérdida de tiempo, y pensaba que debía enfocar más mi atención en el
negocio. Murió un año después que Elizabeth y yo hiciéramos ese viaje a Phoenix que cambiaría
nuestro destino, un infartó lo mató mientras dormía. Aro subió de rango entonces, posesionándose
como Jefe. Aro me había tomado bajo sus alas muy tempranamente y me encontré a mí mismo
subiendo de rango rápidamente bajo su liderazgo. Después de todo lo que pasó con Elizabeth, me llevé
a mis hijos a Washington, Aro me dio su bendición para practicar la medicina. Era un hombre
indulgente, yo estaba agradecido por ello. Entendió la importancia de la familia ya que él mismo
estaba muy apegado a su familia, lo cual podía ser tanto una bendición como una maldición. Encontré
que aquello era algo parecido a lo que vivía estos días, aunque sentía que cada día que pasaba esto era
como una maldición.

Estaba escribiendo un mail a un compañero de trabajo cuando un leve y tímido golpe se escuchó en la
puerta. “Entra,” grité, sabiendo desde ya que era Isabella. La puerta se abrió lentamente y ella entró,
cerrando la puerta detrás de ella. Alcé la mirada y me percaté de su miedo de inmediato, ya que el
mismo resaltaba feroz en su mirada. Isabella era una chica fuerte, el tipo de chica que puede esconder
secretos muy bien. Muy parecida a mi esposa en ese sentido. Pero no me conocía en absoluto; ella no
sabía lo bien que yo podía leer a las personas.

Tanto ella como mi hijo pensaban que ellos estaban siendo muy cuidadosos, pero ambos habían
cometido algunos errores a lo largo del trayecto. Eso sí, no eran tantos como los que yo creí que
podían cometer dada la situación. Ella cometió un rápido desliz al inicio prácticamente admitiéndome
que podía leer, ella jamás se dio cuenta que yo me percaté de aquello. En su primer día aquí leyó lo
que decía en la botella del líquido limpiador de ventanas, ya que en la misma había una notita que
decía que su uso era para las ventanas. Ella sabía lo que allí decía, lo usó en las ventanas y luego lo
reconoció cuando se lo pregunté.

Los dos habían tenido un comportamiento notable cuando las cámaras de seguridad estaban
encendidas, manteniendo la distancia entre ambos, pero veía claramente en las imágenes de los videos
que miré después, que había algo entre ellos. Era casi como magnética la manera en que se movían
cuando estaban cerca. Podía ver los roces sutiles de piel que había entre ellos cuando caminaban uno
junto al otro, las miradas que se intercambiaban. Ellos habían cometido un error con respecto a las
cámaras que estaban al exterior de la casa, ya que lo vi besando a Isabella en su auto hace un par de
días atrás, pero nuevamente, no eran tantos los errores que cometieron en comparación a lo que yo
esperaba.

“Toma asiento, Isabella.” le dije, señalando con mi cabeza la silla frente a mí. Ella asintió en
respuesta y caminó hasta la silla, sentándose cuidadosamente. Me miraba con cautela, manteniendo
una expresión nula en su rostro pero sus ojos se mantenían muy expresivos. Yo cerré la laptop y la
miré por un momento. “¿Estás teniendo un buen día, dolcezza?” le pregunté. Ella sonrió alegre y
asintió.

“Sí, señor. Gracias,” dijo ella cortésmente. Era siempre cortés, siempre mantenía sus buenos modales
cuando estaba cerca de mí.

“Bien” le dije, asintiendo. “¿Existe algún problema si te hago una pregunta?”

Vi como el pánico se apoderó de su mirada pero ella asintió. “Claro que no hay problema,” dijo ella.

“Antes de que yo me presentara esa tarde cuando te traje de la casa de tu padre, ¿recuerdas haberme
visto alguna vez?” Le pregunté. Su ceño se frunció un poco, su rostro se arrugó en signo de confusión.
Sonreí de manera involuntaria, ya que me recordó la mirada que ella le dio a Elizabeth ese día cuando
mi esposa le dijo que estaba sucia.

“No, señor,” respondió dubitativa finalmente, mirándome con cautela. Yo asentí, suspirando. La visita
a Phoenix en nuestro aniversario no había sido la única vez que yo estuve en contacto con Isabella. Un
par de meses después, mi padre me envió nuevamente y Elizabeth me rogó que la llevara. Me resistí al
principio pero finalmente acepté, ya que de manera ocasional las esposas viajaban con nosotros
cuando hacíamos negocios y creí que no habría mucho problema en ello. Fuimos una tercera vez cerca
de dos meses después del segundo viaje, y esa vez llevábamos a Edward con nosotros. Me imaginé que
si ella no recordaba haberme visto antes, no había manera posible que ella recordara haber visto a
Edward antes. Edward apenas había cumplido cinco para ese entonces e Isabella aún tenía tres, así que
no era precisamente que ninguno de los dos tuviese recuerdos de ese evento, pero me preguntaba si
quizás su primer encuentro hizo que ellos de manera subconsciente se sintiesen cómodos el uno con el
otro, sintiéndose levemente familiares. También me preguntaba a menudo si el hecho que el parecido
que Edward tenía con Elizabeth se hubiese registrado en el subconsciente de Isabella, aun cuando ella
no entendiese lo que estaba sucediendo con ella misma. Traté de engañarla en Acción de Gracias, me
sentí horrible por el hecho de hacerlo pero ella me estaba evadiendo tanto como podía y yo quería
tener una razón para poder estar un momento a solas con ella sin levantar mucha sospecha. Así que me
deshice de los huevos que ella compró en el supermercado, sabiendo que ella los necesitaría para
cocinar la cena de Acción de Gracias, y así poder llevarla en el auto hasta la tienda. Durante el
trayecto le pregunté si ella tenía alguna idea del por qué parecía llevarse tan bien con Edward, tratando
de medir si quizás él le parecía familiar de manera inconsciente, pero ella evadió mi pregunta de
manera experta.

“La primera vez que te conocí Isabella, tú tenías tres años de edad,” le dije, sabiendo que mi confesión
no decía mucho. “Bueno, tú le dijiste a mi esposa y a mí que tenías tres, pero levantaste solo dos
dedos.” Ella sonrió ante aquel hecho y yo sonreí en respuesta. “En fin, me sorprende un poco que tú
recuerdes a mi hermana pero no a mí, ya que yo te vi en algunas ocasiones durante estos años.”

Su sonrisa desapareció, el pánico volvió a sus ojos. “Lo siento, señor,” dijo ella rápidamente. Mi ceño
se frunció un poco a causa de la confusión.

“La disculpa es innecesaria, niña. Solo me sentía realmente curioso, eso es todo. Pero en fin, la razón
por la cual te pedí que vinieras aquí es porque tengo algo que darte. Me debatí a mí mismo si el darte
esto sería beneficioso para ti o no pero me di cuenta que sería grosero de mi parte tenerlo en mis
manos y no compartirlo contigo,” le dije. Ella me miró confundida y algo de aprensión.

“Está bien,” dijo ella en voz suave. Sonreí levemente y abrí el primer cajón de mi escritorio, sacando
de él una foto. La había tenido en mi poder hace un par de semanas, desde mi visita a Phoenix con
Alec. Él fue enviado allí por negocios, ya que a él siempre lo envían dado que aquella es la residencia
de su hermana, y a mí no me gustaba ir por mis razones personales. Él sabía parte de la razón por la
que estaba allí esa vez, obtener esta foto, pero no compartí el resto de información con él. No quería
abrumarlo con información e involucrarlo de manera innecesaria, así que no le dije que la razón por la
que yo estaba realmente allí era para obtener el ADN de Renée.

Dejé la foto sobre el escritorio frente a mí y la deslicé por el mismo hasta llegar a ella. La tomó algo
dubitativa, su mano temblaba un poco, y la miró. Sus ojos se abrieron sorprendidos cuando miró la
foto y vi lágrimas llenar sus ojos de inmediato.

“Vi a tu madre unas semanas atrás mientras estuvimos allí por negocios y tomé esa fotografía. Pensé
que tú deberías saber que ella está bien. Preguntó por ti y le dije que te estabas acostumbrando muy
bien aquí. Me pidió que te recuerde que te ama mucho,” le dije.

Isabella miró la fotografía fijamente, su máscara en blanco cayó y una enorme gama de diferentes
emociones se reflejaron en su rostro. Las lágrimas empezaron a rodar por su mejilla y levantó su dedo
pulgar, trazando con él el perfil de su madre en la foto. Finalmente alzó la mirada después de un
minuto, su rostro estaba bañado en lágrimas.

“Gracias,” ella balbuceó, su voz era ahogada. Yo sonreí y ella aclaró su garganta, ruborizándose.
“Gracias por mostrármela, señor.”

Yo asentí. “De nada. Eso era todo lo que quería, así que puedes volver y reincorpórate a las
festividades con los chicos,” le dije, poniéndome de pie y rodeando el escritorio con dirección a la
puerta. Asintió y se puso de pie, bajando la mirada hacia la foto. Me la extendió con su mano
temblorosa después de un momento y yo negué con la cabeza. “Puedes quedártela.”

Sus ojos se abrieron levemente sorprendidos. Yo abrí la puerta para que ella pudiese irse, ya que sabía
que probablemente se sentía incómoda estando a solas conmigo, ella dio un par de pasos hacia
adelante. Sus pasos se detuvieron después de un momento y se volteó rápidamente quedando frente a
mí. Mi ceño se frunció y ella se acercó a mí de inmediato. Me preparé para lo que podría hacer, pero
me asusté cuando ella rodeó con sus brazos mi cuerpo, abrazándome. Yo reí, asombrado de verla
colgada de mí, y yo rodeé con mis brazos su cuerpo de manera leve, dando leve golpecitos en su
espalda.
“Muchas gracias, doctor Cullen,” ella dijo entusiasmada. Asentí cuando ella se alejó de mí.

“De nada, niña. ¿Sabes?, tú hiciste lo mismo la primera vez que te vi, excepto que para ese entonces tu
apenas llegabas a mi rodilla,” le dije, recordando el asombroso abrazo que ella me dio cuando salió de
la nada en el momento en que yo me iba. Isabella se quedó admirada a causa de aquella información y
yo solté una risita, asintiendo. “No eras tan tímida en ese entonces.”

Ella sonrió levemente y se volteó enseguida, abandonando la oficina. La escuché subir las escaleras
hasta el tercer piso y cerré la puerta de la oficina, caminando hasta el escritorio y sentándome.
Empecé a revisar nuevamente mis archivos y cerca de quince minutos después hubo otro golpe en la
puerta, éste era un poco más sonoro que el de Isabella. Abrí la boca para decirles que pasaran, pero
antes que pudiese decir una sola palabra la puerta se abrió. Suspiré y negué con la cabeza.

“No deberías entrar a una habitación sin permiso, Edward,” le dije, cerrando la carpeta frente a mí y
mirando a mi hijo. Él se detuvo en cuanto entró en la oficina, estaba sosteniendo una caja grande.

“¿Por qué?, ¿Hay algo que estás tratando de ocultar? No creo que nosotros mantengamos secretos en
esta casa,” él dijo, sonriendo. Rodé mis ojos pero sonreí ante su no-tan-sutil intento de tratar de
conseguir información.

"Supongo que probablemente tengo tantos secretos como tú, hijo,” le dije en voz baja. Él solo me
miró, y pude notar un breve atisbo de terror en su expresión. Aquello lo había notado mucho más
últimamente, ya que sabía que él sospechaba que yo sabía lo que ellos estaban haciendo. “¿Vas a
tomar asiento”? le pregunté finalmente. Se encogió de hombros y caminó hasta mi escritorio, dejando
la caja sobre mis carpetas. Yo lo miré confundido y su sonrisa creció.

“¡Oh, vamos! ¿En serio creías que mi único regalo por Navidad sería un jodido diario médico? Creí
que me conocías mejor que esa mierda,” él dijo, dejándose caer en la silla frente a mi escritorio. Yo
sonreí y negué con la cabeza, no me sentía completamente sorprendido.

“Sí te conozco hijo, muy bien de hecho,” le dije. Abrí la caja, mis ojos se abrieron un poco cuando mi
mirada se posó en el revólver M1 Garand. Lo saqué de la caja, mirándolo, mi sonrisa se hizo aun más
grande. Era una pistola hermosa, una obra maestra en mi opinión además de ser una de mis favoritas.
Me sentía algo cabreado cuando el gobierno se apoderó de la mía con todos esos argumentos ridículos
cuando estábamos en Chicago y nunca me la devolvieron una vez que probé que yo no estaba haciendo
nada malo, declarando que ellos se habían equivocado. Recibía un rechazo por parte del gobierno cada
vez que yo intentaba conseguir otra, aun cuando mi registro criminal estaba técnicamente inmaculado,
ya que ellos sabían que yo estaba vinculado a la mafia aunque ellos no pudiesen probarlo. Se podía
conseguir una en el mercado negro en ciertas ocasiones, pero cada vez que lograba conseguir una, la
misma se encontraba en deplorables condiciones y ellos me pedían una cantidad exagerada de dinero
por ella. “¡Qué buena mierda, hijo! ¿Qué he hecho para merecer esto?” le pregunté, mirándolo. Él se
encogió de hombres.

“Nadie ha dicho que te merezcas esa mierda,” dijo él en broma. Yo reí, negando con la cabeza.

“Gracias de todos modos. Pero debo preguntar, ¿De dónde carajos conseguiste esta cosa?” le pregunté.
Él se encogió de hombros nuevamente, sonriendo. Me sentía bastante curioso con relación a las
conexiones de mi hijo, ya que él nunca me había solicitado información de ese tipo ni tampoco a mis
fuentes usuales sobre la manera de conseguir un arma. Aunque no me sentía precisamente molesto, me
sentí algo atemorizado de que mi hijo menor se había metido tan profundamente en este estilo de vida
que él pudo obtener una M1 Garand a la edad de diecisiete años sin tener mayores inconvenientes.
Quería más para él, ya que era demasiado brillante como para meterse en actividades ilícitas para
sobrevivir. Teníamos muchísimo dinero; no necesitaba involucrarse por esa razón. Yo no quería que él
cometiese los mismos errores que yo y que se involucrara en esto sin saber lo que estaba haciendo, sin
comprender realmente las implicaciones que esto tenía. Yo sabía que Aro tenía puestas sus esperanzas
en que Edward se le uniera y fuese a Chicago, y sabía que estaba siendo hipócrita al no querer que eso
ocurriese, pero la idea de que él siguiera mis pasos me asustó.

“Fue de lo más curioso, yo estaba caminando por la calle y solo me tropecé con la pinche cosa. Una
historia de la vida real,” él dijo en tono de broma. Yo reí nuevamente.

“Sí, podría apostar que así sucedió,” le dije, negando con mi cabeza. “Sin embargo, muchas gracias, en
serio.”

Él asintió. “De nada,” me dijo serio. “Digamos que es mi manera de compensarte por toda la mierda
por la que te he hecho pasar estos últimos años.”

Yo reí y negué con mi cabeza. “Oh no, va a tomar mucho más que un arma para que tú compenses
todo lo que hiciste;” le dije. “Pudiste haber matado a Jacob, pudiste haber prendido fuego a la casa de
Billy Black. Cabreaste a toda una tribu de Nativos Americanos. No puedes venir y sobornarme con un
arma y esperar que todo sea perdonado.”

Él se encogió de hombros, pasando una mano por su cabello. “Tú enviaste mi culo a esa maldita
escuela de niños ricos por varios jodidos meses con un grupo de nerds degenerados. Creo que he
pagado lo suficiente mi crimen.”

Yo asentí. “Supongo que lo hiciste. No chicas por meses, el máximo castigo para ti ¿eh?” le dije. Se
encogió de hombros con indiferencia y sonrió. Mi hijo había sido un playboy arrogante, cosa lo que lo
metió en líos en primer lugar, yo me sentí feliz de que aquello había terminado. Sabía el por qué había
terminado esta etapa, yo sabía que era por Isabella y me sentía agradecido por eso, incluso cuando yo
no me sentía exactamente feliz por su relación. No estaba seguro si él estaba intimando con Isabella, y
realmente esperaba que no fuese así pero una parte de mi reconocía que aquello era una posibilidad
real. No me gustaba no saber lo que estaba sucediendo bajo mi techo pero ese era un tema en el que
escogí no inmiscuirme, esperando que él no lo hubiese hecho. Ella estaba protegida al menos, ya que
puse en ella un método anticonceptivo como una precaución al azar, así que al menos sabía que no
habría ninguna descendencia accidental de la que preocuparme y que pudiese complicar las cosas.

Lo que sí sabía es que ellos dormían juntos. Lo descubrí por accidente.

“Sobreviví,” él dijo después de un momento. Yo asentí.

“Es bueno tenerte en casa, hijo, en verdad,” le dije. “Espero que nunca tengas que irte de nuevo.” Él
sonrió.

“Sí, yo también lo espero. Es bueno estar en casa.”


***************
È stato amore a prima vista = Fue amor a primera vista

Stella mia = Estrella mía

Ti amo, perdonilo. Per favore = Te amo, perdóname. Por favor

‘O sole mio = Mi sol

Bella bambina = Hermosa niñita

Capítulo 39 Algo en lugar de nada


“Prefiero haber tenido un efluvio de su cabello, un beso de su boca, un toque de su mano, que una
eternidad sin ello.”- (Película City of Angeles)

Edward cullen

Abrí la puerta trasera de la casa haciéndome a un lado para que Isabella pudiera entrar. Sus mejillas
estaban sonrojadas, su nariz de un rojo brillante. Ella se estaba sorbiendo la nariz y sus ropas
empapadas por revolcarse en la nieve, por lo que obviamente estaba jodidamente fría. Se estremeció
cuando entró en la casa, su cuerpo tratando de adaptarse a la calidez una vez más. Me miró y me dio
una pequeña sonrisa mientras se dirigía hacia las escaleras, y cerré la puerta. Mis hermanos y sus
novias todavía seguían jugando afuera, pero estaba malditamente frío para mí. Mi puta polla estaba
congelada y mis bolas a punto de secarse en mi interior. Me gustaba la nieve y todo eso, pero solo en
cantidad limitada.

Comencé a caminar en dirección a las escaleras, chorreando puñetera agua y nieve por todo el maldito
piso, pero no había mucho que pudiera hacer al respecto sin desnudarme allí y en ese justo momento.
Y joder, lo haría, ya que no tenía vergüenza, pero no estaba seguro de que a Esme le gustaría que
caminara por la casa con la polla colgando y las bolas revoloteando al viento y esa mierda.

Isabella llegó al último escalón y estaba a punto de subirlo cuando Esme salió de la cocina. Me miró
brevemente, sonriendo, antes de volver su atención a Isabella.

“Isabella, querida, Carlisle quiere verte en su oficina cuando tengas un momento,” ella le dijo.

Isabella se tensó un poco, deteniéndose. Giró su cabeza para mirar a Esme y sonrió, pero obviamente
fue forzada. Pude ver la leve preocupación en sus ojos.

“Sí, señora,” dijo en voz baja. “Gracias.” Ella me miró brevemente con una expresión de pánico antes
de volverse y comenzar a subir las escaleras. Me volví para mirar a Esme, arqueándole una ceja
interrogante.

“Oye, no está planeando arruinarle su maldita Navidad, ¿verdad?” Pregunté. Esme sonrió y negó con
la cabeza.

“No, estoy absolutamente segura que está a punto de hacerla un millón de veces mejor, hijo,” dijo.
Estreché mis ojos levemente.

“¿Cómo?” Le pregunté.

“¿Por qué no esperas y le preguntas a ella? Estoy segura que te contará,” ella me dijo, dándome esa
sonrisa de complicidad. Rodé los ojos pero sonreí levemente, porque me sentía jodidamente bien de
que Esme supiera.
“Sí, ella me lo dirá,” dije sacudiendo la cabeza. “Ella no me oculta ninguna mierda.”

Los ojos de Esme se ampliaron levemente y me miró con escepticismo. “¿No lo hace?” Preguntó.
Negué con la cabeza y ella asintió. “Así que, ¿te contó de su vida en Phoenix?”

Me encogí de hombros. “Ella me contó algo. Quiero decir, no es exactamente su tema favorito,
considerando lo que esa perra loca de tu cuñada le hizo. Estoy condenadamente enojado con tu esposo
por esa mierda, por cierto. Asegúrate de decirle que algún día voy a patearle su jodido trasero por eso.
Joder, él debe de haberla asfixiado con una almohada o algo así cuando eran niños.”

Esme se echó a reír. “Sabes que no puedes culpar a Alec por lo haga su hermana. Y me gustaría verte
tratando de darle una paliza a mi esposo,” me dijo, empujándome con el codo. “Te noquearía de
inmediato.”

Me reí entre dientes. “Lo que sea, podría ganarle si él diera una puta pelea justa. Pero conociéndolo,
solo se quedaría ahí parado y me dejaría darle un par de puñetazos para luego sacar su maldita pistola
y la haría estallar justo entre mis ojos.”

Ella suspiró, negando con la cabeza. “Él no haría eso,” dijo. Rodé los ojos.

“Stronzata*, tú sabes malditamente bien que sí lo haría. El tío Alec puede ser genial y todo pero puede
ser jodidamente atemorizante cuando está callado,” le dije. Cuando era un niño pequeño él solía
asustarme como la mierda con su forma de ser. Él es del tipo que solo habla cuando tiene algo que
decir, de lo contrario solo se sienta ahí y escucha, asimilando todo lo que dicen los demás y
observando su comportamiento. Cuando eres un niño pequeño eso puede asustarte, hacerte sentir como
si estuvieras bajo un maldito microscopio y solo estuviera esperando quela jodieras. Odiaba cuando
papá y mamá nos dejaban con Esme para quedarnos cuando Alec estaba en casa, hacía malditos
berrinches. A veces cedían y me llevaban con ellos, pero la mayoría de las veces papá solo me daba
una mirada que decía “aguántate como una pinche hombre” y se iban. Y tenía los nervios de punta
todo el maldito tiempo porque Alec era un sigiloso hijo de puta y podía acercarse a ti a hurtadillas y
esa mierda. No es sorpresa que hubiera comenzado como un maldito matón dentro de la organización.

Siempre he tenido la sensación de que él intimidaba un poco a mi mamá, porque ella siempre estaba
mirándolo con recelo cuando estaba cerca y él siempre mantuvo su distancia de ella, como si supiera
que la intimidaba o esa mierda. Después que mamá murió, él empezó a venir con Esme y me
acostumbré a él en su mayor parte con el paso del tiempo. Era bastante inofensivo, por lo que
obviamente tenía que tener un maldito corazón para que alguien como Esme estuviera con él durante
tanto tiempo, y nos llevamos bastante bien… aunque de vez en cuando todavía me asustaba como la
mierda.

“Mi esposo puede ser un hombre callado, pero no es cruel,” ella dijo, mirándome. “Se preocupa por ti,
y lo sabes.”

Yo sonreí. “Lo sé. Aunque, ¿por qué carajos no está él aquí? ¿Tenía algo mejor que hacer que pasar la
Navidad con nosotros?” Le pregunté. Ella suspiró.

“Iba a venir, pero no estaba seguro de cómo iba a reaccionar Isabella a él, así que se quedó en casa,”
ella dijo. La miré sorprendido y me sonrió levemente. “Dijo que si puede asustarte a ti, seguramente
asustaría a la tímida chica Swan, sobre todo porque está relacionado con Jane. Supongo que estuvo
bien que no viniera, teniendo en cuenta que me tuvo miedo hasta a mí.”

Me reí secamente. “Sí, Alec definitivamente le daría un susto de mierda. Sin embargo, eso fue muy
amable de su parte. Tal vez no lo joda la próxima vez que lo vea después de todo, ya que está siendo
tan considerado y esa mierda con Bella,” le dije. Los ojos de Esme se ampliaron levemente y se rió.

“¿Bella?” Preguntó. Gemí y rodé los ojos.

“Sí, Bella. ¿Hay algún puto problema con eso?” Pregunté. Ella siguió riéndose suavemente para sí
misma y negó con la cabeza.

“No… solo me recordó a tu madre, eso es todo,” dijo ella. Mis ojos se estrecharon un poco.

“¿Por qué el que yo la llame Bella te recuerda a mi madre?” Pregunté. Ella me miró confundida
brevemente antes de que destellara en sus ojos algo que se parecía malditamente cerca al pánico. “La
verdad, Esme. Porque joder, sé que lo sabes y no me gusta que la gente me oculte las mierdas.”

Ella suspiró y negó con la cabeza. “No sé de lo que estás hablando. Solo me recordó a tu madre porque
a ella le gustaba esa palabra, bella.”

Mis ojos se estrecharon aun más. “¿Qué es tan importante que ni siquiera puedes decirme?” Pregunté.
Ella me miró y se encogió de hombros.

“No es mi secreto para contarlo,” dijo. Rodé los ojos, sacudiendo mi cabeza.

“Como sea,” murmuré, irritado. Ella suspiró y acercó su mano, frotando mi espalda con suavidad.

“Lo siento hijo, vas a tener que preguntarle a tu padre. No puedo descubrir sus secretos más de lo que
puedo descubrir los tuyos. Hablando de eso, ¿no es un poco hipócrita enojarte con las personas porque
no te mantienen al tanto de las cosas cuando tú mismo has estado tratando de ocultarle cosas a tu
padre?” Preguntó. Me le quedé mirando por un momento, sabiendo que ella tenía la puñetera razón,
pero sin que me gustara que se me acusara de ello.

“¿Tratando?” Le pregunté después de un segundo, cuando registré exactamente lo que había dicho.
“¿Estás insinuando que estoy fallando? ¿Lo sabe? ¿Cristo, esa es la puta razón por la que la llamó a su
oficina?” Sentí un repentino aumento de pánico a través de mí, y Esme debió haberlo sentido porque
me rodó los ojos.

“Oh por dios, deja de ser tan paranoico,” dijo. “Te dije que estaba allá arriba haciendo algo bueno.
Relájate.”

Suspiré, sacudiendo la cabeza. “Estoy tratando de relajarme, pero maldita sea, es más fácil decirlo que
hacerlo. ¿Tienes alguna idea de cuán difícil es esta mierda? Solo estoy esperando a que todo se venga
abajo o nos estalle en la puta cara en el momento en que mi padre se dé cuenta de que estoy
enamorado de su jodida escl—“ Me detuve, incapaz de siquiera terminar de decir esa maldita palabra.
Escuché a Esme reírse levemente y la miré arqueando una ceja. “¿Algo jodidamente divertido?” Le
pregunté.
Ella sacudió la cabeza. “No, solo tuve una sensación extraña de déjà vu. Solo ignórame,” me dijo. Yo
la miré confundido pero ella me dio una mirada que claramente decía “ni te molestes en preguntar”,
así que lo ignoré, sabiendo que era una pérdida de tiempo el siquiera tratar de sonsacarle algo. Ella
siempre guardaba los secretos de papá, se los llevaría con ella a la puta tumba.

“Lo que sea,” murmuré, un poco molesto por la situación. Esme sonrió y comenzó a frotar de nuevo
mi espalda.

“Por si sirve de algo, creo que es una chica encantadora. Se ven muy dulces juntos,” dijo.

“Gracias,” murmuré. “Aunque no estoy seguro de que mi padre comparta el mismo sentimiento.”

Ella suspiró.

“Tu padre es complicado, ya lo sabes. Simplemente vete con él con cuidado por el momento, y estoy
segura que resultará,” dijo en voz baja. Suspiré y asentí, pasando la mano por mi pelo. Me hizo sentir
un poco mejor escuchar que Esme dijera eso, el tener su apoyo, pero la entera situación seguía
preocupándome. Hubo una breve pausa antes de que ella suspirara. “Tu madre estaría feliz.”

La miré de soslayó asintiendo. “Creo que mamá la hubiera querido. Si alguna vez hubiera tenido la
oportunidad de conocerla, de todos modos,” los ojos de Esme se ampliaron un poco y hubo un destello
de sorpresa en su rostro antes de poner su expresión seria. Entrecerré mis ojos con recelo. “Es un puto
secreto enorme, ¿cierto?” Pregunté.

Ella sonrió suavemente. “No sé de qué estás hablando,” dijo. Gemí con fuerza, exasperado.

“Lo que jodidos digas. Voy a tomar una ducha y a cambiarme, así que puede que no quieras subir a mi
habitación a menos que quieras un espectáculo,” gruñí, dándome la vuelta y dirigiéndome a las
escaleras. Empecé a subirlas pero Esme me detuvo a mitad de camino al segundo piso.

“¿Edward?” Dijo en voz baja, con compasión. Miré hacia ella y vi que estaba sonriendo con amor.
“Hubiera sido imposible que Elizabeth no amara a Isabella.

Me le quedé mirando por un momento antes de asentir. Suspiré y empecé a subir los escalones de
nuevo. Me di cuenta que la puerta de la oficina de mi padre estaba cerrada cuando llegué al segundo
piso, ya que obviamente Isabella estaba ahí con él. Subí al tercer piso y abrí la puerta de mi
habitación, entrando sigilosamente. Encendí la luz y cerré la puerta detrás de mí, empezando de una
vez a quitarme la ropa húmeda. La arrojé a la cesta, la mayor parte cayendo a un lado de ella, pero en
ese momento me importó una mierda. Entré al baño y abrí la llave del agua, dando un paso bajo el
chorro de la ducha una vez que el agua estuvo caliente. Lavé mi pelo y me quedé parado un rato bajo
el chorro, permitiendo que el agua calentara mi cuerpo y enrojeciera un poco mi piel. Finalmente,
después de un momento cerré la llave del agua y salí, agarrando una toalla blanca y secándome. La
envolví alrededor de mi cintura y volví a salir a la habitación, parándome en seco cuando vi a Isabella
sentada al borde de mi cama. Estaba sosteniendo una foto en su mano, mirándola con intensidad.

“¿Qué tienes ahí, nena?” Le pregunté en voz baja, con curiosidad. Ella levantó la vista hacia mí y mi
ceño se frunció cuando noté que sus mejillas estaban manchadas de lágrimas, sus ojos inyectados en
sangre de llorar. “¿Estás bien?”
Ella sonrió suavemente, asintiendo con la cabeza. Levantó un poco la foto en su mano. “Es, eh… es mi
madre,” dijo en voz baja, con su voz quebrándose. Mis ojos se abrieron por la sorpresa.

“¿Conseguiste una foto de tu mamá?” Le pregunté. Ella asintió con la cabeza.

“Tu padre acaba de dármela,” dijo en voz baja, apartando la vista de mí y bajándola de nueva hacia la
foto. “La tomó para mí cuando fue a Phoenix con tu tío.”

La miré atónito por un momento, bastante sorprendido por cuan amable de parte de mi padre había
sido eso. Pasé una mano por mi pelo mojado y me di cuenta que estaba simplemente parado ahí,
completamente desnudo excepto por la puta toallita que apenas cubría mi polla. Me acerqué a mi
cómoda, abriendo el primer cajón y saqué un par de boxers.

“Bueno, eso fue muy jodidamente amable de su parte,” le dije. Me volví hacia ella y vi que su mirada
estaba fija en mí, sus ojos se quedaron un largo rato en mi pecho. Después de un momento me aclaré
la garganta y sus ojos subieron de golpe a mi rostro. “¿Quieres verme mientras me visto?” Le pregunté
en broma. Sus ojos se abrieron ligeramente y se sonrojó, un rubor rosado en sus mejillas. Me reí entre
dientes, negando con la cabeza. “Bueno, entonces ve para otro lado tesoro, porque estoy a punto de
dejar caer esta toalla.”

Ella giró levemente su cabeza de manera que estaba viendo para otro lado, pero la atrapé viéndome de
soslayo mientras me quitaba la toalla. Me eché a reír, y su sonrojo se profundizó mientras cerraba sus
ojos de golpe y se giraba por completo de manera que su espalda estaba hacia mí.

Negué con la cabeza, riendo entre dientes, y arrojé la toalla hacia el cesto. Me puse rápidamente mis
boxers y agarré unos vaqueros. Me los puse, los abroché y me acerqué a la cama. Me senté junto a
Isabella, di un suspiro, y envolví mis brazos en torno a ella. Ella dio un saltito pero abrió los ojos y se
inclinó hacia mí.

“¿Puedo verla?” Le pregunté, estirando mi mano hacia la foto que estaba sosteniendo. Ella
automáticamente la apretó más fuerte cuando la toqué y me reí. “Voy a devolvértela, Bella.”

Me miró y sonrió con timidez, soltándola para que pudiera tomarla. “Lo siento,” murmuró, sonando
un poco avergonzada. Le sonreí y me encogí de hombros.

“No importa,” le dije, mirando la foto. Era una foto de una mujer, bastante delgada y de aspecto algo
frágil, con cabello corto color castaño. La reconocí de inmediato, ya que había visto el dibujo que
Isabella había hecho de ella aquella vez en su habitación, y pude ver fácilmente en ella muchos rasgos
de Isabella. Estaba parada en lo que parecía ser el desierto, lo que tenía puto sentido ya que Phoenix
estaba en el maldito desierto, y había una gran casa de color blanco y gris en el fondo. Junto a la casa
había otro edificio más pequeño, un viejo establo, y atrás de la casa había algunos grandes montículos
de color marrón e hileras de árboles. Mi ceño se frunció y la miré fijamente por un momento, ya que
la escena por alguna razón me parecía sorprendentemente familiar.

Isabella inclinó su cabeza posándola sobre mi hombro, suspirando. “Ahora puedes ver mi casa,” dijo
en voz baja, extendiendo su mano y señalando el granero.

“Esa no es tu casa. Tu casa es aquí conmigo,” dije con firmeza, sin gustarme que llamara casa a un
puñetero lugar tan ridículo. “Y no puedo creer que de verdad te hayan hecho vivir en esa mierda.”

Ella se encogió de hombros. “Sobreviví,” dijo simplemente. Rodé los ojos.

“Hay mucho más en la vida que solo sobrevivir, Isabella,” le dije. Ella dio un suave suspiro.

“¿Cómo qué?” Preguntó. Yo me encogí de hombros.

“No sé. Joder, ¿qué tal ser feliz?” Dije, sin saber como responder a eso. Ella se rió suavemente.

“La felicidad no es nada más que buena salud y un mala memoria,” dijo en son de broma. Mi ceño se
frunció y la miré para encontrarme con una pequeña sonrisa en sus labios. Ella me echó un vistazo y
su sonrisa creció cuando levantó su cabeza de mi hombro. “Albert Schweitzer.”

Rodé los ojos jugando. “Tú y tus malditas citas de Schweitzer. Juro por dios que eres demasiado
inteligente para tu propio bien, probablemente podrías hacer mi puta tarea por mí,” le dije.

“Yo no diría eso,” dijo riendo. “Sé lo que sé, ni más ni menos.”

Me eché a reír sacudiendo la cabeza. “Como tú digas, Bella Ragazza. Deberías darte más crédito.
Como con tus dibujos, dudas de ti misma cuando no tienes un pinche razón para ello, tienes talento.”

“Gracias,” dijo en voz baja, con sinceridad. Le di una sonrisa y asentí, mirándola por un momento
antes de inclinarme y besar sus labios con suavidad, sacando mi lengua brevemente para saborear su
boca.

“Prego,” le dije, apartándome. Su ceño se frunció minuciosamente.

“¿Prego? ¿No es esa una salsa para espagueti?” Preguntó confundida. Me eché a reír sacudiendo la
cabeza ante su seriedad. Se veía tan jodidamente linda con esas arruguitas en su frente y la expresión
de concentración y confusión en su rostro.

“Es una marca de salsa, sí. Pero significa “de nada” en italiano,” le dije. Ella asintió y me sonrió y yo
volví mi atención a la fotografía. “Esa casa me parece algo familiar.”

“¿En serio?” Ella preguntó. Yo asentí con la cabeza.

“Sí. Probablemente vi una foto de ella antes, o algo,” le dije, encogiéndome de hombros. “De
cualquier forma, gracias por enseñármela. Tendremos que conseguirte un marco para ella.”

Le di la foto y ella la tomó con cuidado, mirándola y sonriendo levemente. “¿Puedo preguntarte algo?”
Preguntó. Yo asentí con la cabeza. “¿Por qué no tienes fotos de tu mamá?”

Suspiré y pasé mi mano por mi pelo. “Tenemos. La mayoría están arriba en el ático con el resto de las
cosas de mamá, pero hay algunas por aquí en algún lado. Es solo que… es algo difícil mirarlas
constantemente.” Después que mi padre llegó a quedarse a casa después de ese primer año y Esme se
fue, él fue por toda la casa bajando cada foto de mamá que Esme había colgado. Sé que conserva una
en el cajón de su oficina, ya que anteriormente he entrado y lo he sorprendido mirándola, pero guardó
el resto. Nosotros tenemos fotos de ella pero también las mantenemos arriba. Probablemente no tenga
ningún sentido para ella, pero era más fácil al no tener que mirar su rostro todos los días. Supongo que
algunos lo llamarían evasión o lo que sea, pero era menos doloroso de esa forma. “Voy a tener que
sacar una para que puedas verla uno de estos días.”

Isabella sonrió. “Me gustaría. Apuesto a que es hermosa.”

Me reí entre dientes. “Por supuesto. Ella me hizo,” le dije bromeando. Isabella me empujó
suavemente, rodando sus ojos, pero se echó a reír. “De acuerdo, de acuerdo. Lo sé, estoy siendo
engreído. Pero sí, ella era hermosa. Si bien, me parezco a ella. Cabello rojizo, ojos verdes. En fin…
suficiente de eso.”

Ella me miró, observándome por un momento, pero asintió con la cabeza en comprensión. Volvió a
fijar su atención en la foto de su madre y yo me puse de pie, acercándome a mi armario y agarrando
una camiseta.

“Debería ir a ver si tu tía necesita ayuda,” dijo en voz baja. Me puse la camiseta y me volví para
mirarla.

“Estoy seguro que a ella le gustaría eso,” le dije. “Aunque no tienes que hacerlo.” Isabella sonrió y se
puso de pie.

“Lo sé,” dijo, caminando y deteniéndose justo frente a mí. Ella sonrió ampliamente por un momento,
el verla hizo que mi pecho se hinchara un poco. Dios, ella se veía tan maldita y genuinamente feliz,
más feliz de lo que jamás la había visto. No puedo negar que me hizo sentir un poco celoso que fuera
por una mierda que mi padre había hecho por ella, pero no podía ser un pendejo y dejar que mis
problemas arruinaran su felicidad. “Te veo abajo, guapo.”

Se puso de puntillas y rápidamente rozó sus labios con los míos. Me reí entre dientes y negué con la
cabeza cuando se giró y salió por la puerta. Entró en su habitación y colocó la fotografía encima de su
cómoda antes de salir y bajar las escaleras.

Cogí la caja que contenía el verdadero regalo de mi padre y salí de la habitación hacia el segundo piso.
No se lo di mientras estábamos intercambiando regalos porque sabía que Jasper estaría incómodo con
esa mierda y no quería hacerle eso en Navidad. Me detuve frente a la puerta de la oficina de mi padre
y toqué brevemente antes de abrir la puerta.

“No deberías entrar a una habitación sin permiso, Edward,” mi padre dijo de golpe, cerrando una
carpeta frente a él y mirándome detenidamente.

“¿Por qué? ¿Hay algo que estés tratando de ocultar? No creo que mantengamos secretos en esta casa,”
le dije, sonriendo con suficiencia, enfrentándolo con su mierda. Sonrió y rodó los ojos, obviamente
divertido.

“Supongo que probablemente tengo tantos secretos como tú, hijo,” dijo después de un momento,
obsevándome con curiosidad y todavía luciendo divertido. Registré sus palabras y empecé a sentir
pánico una vez más pero hice a un lado esa mierda, sin querer demostrarlo. Joder, estaba probándome,
lo sabía. “¿Vas a tomar asiento?” Preguntó después de un momento, levantándome una ceja. Me
encogí de hombres y caminé hacia el escritorio, tratando de mantener mis nervios a raya. Coloqué la
caja frente a él, observándolo. Miró la caja con aprensión, obviamente, sin tener una puta idea de lo
que era.

“Oh, vamos. ¿En serio creías que mi único regalo por Navidad sería un jodido diario médico? Creí que
me conocías mejor que esa mierda,” le dije, dejando caer mi culo en la silla frente a él. Sonrió,
viéndose bastante contento. Sí, desde un principio supo que era pinche contrabando.

“Sí te conozco hijo, muy bien de hecho,” dijo con indiferencia, pero no pude evitar sentir que había
connotaciones mucho más profundas en esa mierda. Cristo, Esme tenía razón, estaba jodidamente
paranoico. Abrió la caja y pareció sorprendido de ver el M1 Garand, sacándolo y sonriendo radiante
con alegría. “¡Qué buena mierda, hijo! ¿Qué he hecho para merecer esto?” Preguntó, mirándome. Tuve
el impulso repentino de decirle que se lo merecía porque iba a aceptar mi puta relación con Isabella le
gustara o no, pero en vez de eso cerré la boca y solo me encogí de hombros, porque las probabilidades
de que esa mierda sucediera no eran muy altas.

“Nadie ha dicho que te merezcas esa mierda,” le dije en broma. Él se echó a reír y me preguntó de
dónde lo había conseguido, y me hice el disimulado como de costumbre. No había maldita manera de
que revelara mi fuente, ya que sabía que había una gran posibilidad de que les cerrara el negocio. Me
agradeció y luego por un momento se puso serio cuando volvió a salir el tema de esa mierda con Jacob
Black. La puta tribu Quileute seguía muy sensible sobre eso, bastantes molestos por lo que había
hecho en sus tierras, así que no esperaba que papá estuviera feliz por ello, pero odiaba cuando arrojaba
esa mierda en mi cara. Sacó a colación el hecho que no había tenido ninguna chica cuando había
estado lejos, cuando era una escuela solo para chicos, y no supe que decir. O sea, sí, esa mierda había
sido una tortura en su momento porque el sexo era lo único que tenía entonces. No puedo negar que
echo de menos esa mierda. Echo de menos tener mi polla húmeda, daría cualquier cosa por oler la
excitación de una mujer y sentir el calor resbaladizo envolverme y escuchar la piel sudorosa
chapotear, pero no me iba a morir sin eso. Había encontrado algo mucho mejor, algo por lo que valía
la pena esperar.

Así que le dije que había sobrevivido, porque joder, lo hice. Mi chica me dijo que era un sobreviviente
y supongo que tenía razón. No importa que mierdas, iba a sobrevivir. Igual que ella. Sin embargo,
hablé en serio cuando dije que había más en la vida que sobrevivir, porque lo había y lo
encontraríamos juntos.

“Es bueno tenerte en casa hijo, en verdad,” él dijo. “Espero que nunca tengas que irte de nuevo.”

Sonreí, porque su voz sonaba malditamente genuina y era agradable escuchar eso.

“Sí, yo también lo espero. Es bueno estar en casa,” le dije. No tenía intención de irme de nuevo a
ninguna parte, no a menos que llevara a Isabella conmigo.

Asintió y me miró por un momento, sonriendo. “Bueno, gracias por el juguete,” dijo, sosteniendo el
arma. “Voy a tener que despejar mi horario uno de estos días y llevarte a disparar.”

Me reí entre dientes. “¿Estás seguro de eso Papá?” Le pregunté, levantando una ceja. “¿Y despejar tu
horario? Creeré esa mierda cuando lo vea.”

Él se rió un poco. “Sí, creo que estaría bien. Y estoy seguro que puedo encontrar algo de tiempo para
mi hijo pequeño.”

Me le quedé mirando por un momento, un poco sorprendido de que en serio parecía querer pasar
tiempo conmigo. Finalmente asentí con la cabeza. “De acuerdo, entonces. Solo avísame cuando y allí
estaré,” le dije.

Me sonrió y estaba a punto de decir algo cuando alguien se aclaró la garganta detrás de mí. Él miró
por encima de mi hombro hacia la entrada y volví la cabeza para ver a Isabella parada en la puerta. Se
veía un poco nerviosa, jugueteando con sus pulgares y mirando a mi padre.

“¿Sí?” Dijo mi padre después de un momento, levantando las cejas.

“Esme me pidió que le dijera que la cena está lista, señor,” ella dijo en voz baja. Papá sonrió,
asintiendo con la cabeza.

“Gracias, Isabella,” él dijo, su voz cálida. Era extraño cuan casi jodidamente agradable era con ella en
estos días. Nada que ver con cabrón que le puso a mi chica cinta adhesiva y la esposó a una maldita
cama.

“Prego, señor,” dijo ella, sonriendo suavemente. Yo sonreí con suficiencia, ya que le acababa de
enseñar esa mierda, y le eché un vistazo a mi padre quién tenía una expresión atónita en su rostro. La
miraba sorprendido.

“Wow,” dijo después de un momento. Me eché a reír e Isabella se contuvo de reírse por su expresión.
Era raro sorprender a mi padre, pero ella lo había hecho con éxito.

“Es jodidamente inteligente, ¿eh? Deberías de escuchar la mierda que repite que aprendió en
Jeopardy. Es como una maldita esponja y esa mierda, simplemente absorbiendo todo lo que le
arrojamos,” le dije. “Me sorprende que no haya empezado ya a maldecir por escucharme decir esa
mierda.”

Mi padre le sonrió a Isabella y yo giré mi cabeza para mirarla. Sus ojos estaban amplios y se estaba
sonrojando, sonriendo con timidez. Mi ceño se frunció por la confusión ante su reacción y ella me
miró de soslayo, luciendo casi avergonzada sobre algo.

“Oh, pero ella ha aprendido palabrotas de ti hijo,” dijo mi papá. Lo miré sorprendido y vi que le seguía
sonriendo a ella. “Le oí decir una palabrota esta mañana.”

“¿En serio?” Le pregunté atónito. Nunca antes le había escuchado decir nada grosero y era irracional,
pero casi me sentí malditamente celoso de que no había estado allí para experimentarlo y mi padre sí.
De nuevo me volví hacia Isabella, sonriendo. “¿Qué dijiste?”

Me miró horrorizada, pero no respondió, obviamente sin querer repetirlo. Llevó su labio inferior al
interior de su boca para mordisquearlo con nerviosismo, mirando de mí a mi padre. Me reí entre
dientes, negando con la cabeza. Se veía tan jodidamente inocente e ingenua ahí, ruborizada por decir
una mala palabra, pero no me engañaba. Mi chica podía ser una maldita tigresa.

“Vamos, puedes decirlo. ¿Fue joder? Porque yo digo mucho joder. ¿Hijo de puta? ¿Mierda, tal vez? ¿O
fue maldito? ¿Maldición? ¿Pendejo? ¿Puta? ¿Perra?” Sus ojos se entrecerraron ligeramente con esa
última, su reacción me hizo liarme y titubear. “Eh... Bueno, definitivamente no fue perra. ¿Ojete?
¿Polla? ¿Chupapollas? ¿Gilipollas? ¿Cabrón? ¿Maricón?” Ella me miró horrorizada, sus ojos
abriéndose más y su rubor profundizándose.

“Creo que eso es suficiente, Edward,” dijo mi padre con algo de diversión en su voz. Lo miré y vi que
estaba tratando de contener su sonrisa. Yo sonreí y me encogí de hombros, e Isabella siguió parada ahí
viéndome boquiabierta. “La palabra no importa, pero si insistes en saber ella dijo ‘mierda’”

Yo sonreí con suficiencia y asentí con la cabeza. “Bien,” le dije. Mi padre se echó a reír y yo reí entre
dientes. Ella solo se quedó ahí mirándome con nerviosismo, sonrojándose con ese maldito rubor y
mordisqueando ese labio inferior suyo. Pude ver sus dientes enterrándose en la carne y era algo
caliente, y sentí que mis pantalones comenzaban a levantarse ante la vista. Se veía tan malditamente
inocente y lista para tomarla, y Cristo, yo quería tomarla. El simple hecho de que una mala palabra se
había deslizado de esos labios me encendió y quería escuchar esa mierda, quería que me dijera cosas
sucias.

“Supongo que deberíamos bajar para cenar, antes de que Esme tenga un ataque de histeria.” Volví a
mirar a mi padre y vi que nos observaba a Isabella y a mí con curiosidad. Asentí con la cabeza y me
puse de pie. Isabella se giró y salió de la habitación rápidamente, podía escuchar sus pies golpeando
los escalones cuando prácticamente los bajó corriendo.

Suspiré y comencé a salir de la habitación con mi padre tras de mí. Bajé por las escaleras y fui
directamente a la sala de estar donde todos estaban sentados, esperando. Mi papá entró detrás de mí,
palmeando levemente mi espalda.

“¿Estamos listos para comer, hermana?” Él preguntó, mirando hacia Esme. Esme sonrió y asintió con
la cabeza hacia la mesa. Emmett se levantó de un saltó y prácticamente corrió hacia la mesa, porque
ese hijo de puta siempre era el primero allí. El resto de nosotros íbamos detrás, incluyendo a Alice y
Rosalie. Ellas siempre pasaban la cena de Navidad con nosotros, ya que los abuelos de Rosalie nunca
hacían gran cosa para las celebraciones y la familia de Alice siempre tenía su gran cena en
Nochebuena.

Saqué una silla y asentí con la cabeza hacia ella, mirando a Isabella. Ella me sonrió con suavidad,
sentándose con cuidado y yo empujé la silla hacia adentro. Caminé hacia el otro lado de la mesa y me
senté frente a ella, dándole una pequeña sonrisa. Jasper y Alice se sentaron junto a ella, y Rose y
Emmett se sentaron a mi lado, con mi papá y Esme en los extremos. Todos nos servimos e Isabella se
sirvió una cucharada de todo, pero no era mucha comida en lo absoluto. Se había acostumbrada a
comer con nosotros a la mesa, pero ahora se veía un poco nerviosa. Empecé a picotear mi comida y
ella empezó a empujar la suya por su plato, mientras que todos prácticamente la devoraban. Ellos
empezaron a contar historias de Navidades pasadas e Isabella escuchaba con atención, como si
estuviera asimilando toda esa mierda. Sus ojos brillaban y una sonrisa jugaba en sus labios cuando mi
padre y Esme contaron historias de mí y mis hermanos, que tan quisquilloso era y cuanto
acostumbrábamos pelear por mierdas estúpidas, como quién agarró la última galleta de azúcar. Ella se
echó a reír cuando le contaron sobre Emmett cuando me envolvió en pinche papel y cinta cuando tenía
como 6 años, y como Jasper se cagó del susto cuando vio que mi papá se comía las galletas de Santa
un año.

Fue un momento extraño, pero al mirar alrededor de la mesa a mi familia e Isabella, fue la primera
vez en mucho maldito tiempo que me sentí completo. Esa mierda simplemente se sentía bien, como si
todos debiéramos estar aquí. Que ella pertenecía aquí, conmigo, con nosotros, y algún puto giro del
destino nos había llevado hasta aquí. Y todo era jodido, porque estábamos destrozados, mi madre
estaba muerta e Isabella había pasado su vida sufriendo cuando no debería haber sido así, pero toda
esa mierda nos había llevado a este momento. A este momento, donde estoy sentado a la mesa con las
únicas personas en el mundo a quienes más amo, y escuchar a mi chica reír tan despreocupada y feliz.
Supe entonces, que estaba donde se supone debería estar, estaba destinado a ser así. Y teníamos un
montón de mierda que resolver, un montón de problemas a los que buscar solución. Tenía que
averiguar qué diablos iba a hacer con mi vida y tenía que encontrar una manera para conseguir
liberarla de sus cadenas invisibles, pero en ese puñetero momento, simplemente lo supe. Supe que
todo estaría bien de alguna manera. De alguna manera, todos descifraríamos esta mierda de la forma
que se supone tenía que ser. Porque joder, habíamos sobrevivido hasta ahora y continuaríamos
haciéndolo. Me importaba una mierda lo que ella dijera; la felicidad era mucho más que buena salud y
una mala memoria. La felicidad era esta; era ella y nosotros, y este momento. A la mierda con Albert
Schweitzer, él puede besar mi maldito culo. La felicidad era real.

Sentí un golpe en mi pantorrilla y mi ceño se frunció mientras miraba hacia Isabella. Su sonrisa se
curveó un poco más cuando me miró brevemente de soslayo. Yo sonreí y mis ojos se abrieron un poco
cuando sentí su pie subiendo por mi pantorrilla. Mi pinche chica estaba filtreando conmigo jugando
con sus pies por debajo de la mesa.

Isabella y yo nos quedamos en silencio mientras todos los demás charlaban durante el resto de la cena.
Parecía estar escuchando con atención, pero podía ver su sonrisa cada vez que echaba un vistazo hacia
mí, obviamente sin estar prestando mucha atención a ellos como parecía. Yo estaba tratando de verme
como si estuviera participando o prestando puta atención, pero pareciera que en todo lo que podía
centrarme era la sensación de los pies de Isabella en mí. Se había quitado el zapato y sus dedos se
estaban moviendo debajo de la pierna de mi pantalón, acariciando mi piel desnuda. Me hacía
cosquillas y tenía que contener el impulso de reír o de dar un puto gemido, porque esa mierda se sentía
bien. Envió un hormigueo por mi pierna y directo a mi puta entrepierna, ya que mi polla se estaba
endureciendo y comenzando a latir un poco, con ganas de un poco de jodida atención.

Después de un momento el teléfono de mi padre sonó y gimió, haciendo su silla hacia atrás y
metiendo la mano en su bolsillo. Lo sacó y suspiró cuando lo miró, llevándolo a su oído.

“Doctor Cullen al habla,” dijo con firmeza en un tono de voz de negocios. Y supe malditamente bien
lo que era, estaba siendo llamado a trabajar. Suspiró y levantó su mano, apretándose el puente de la
nariz. “¿No puedes conseguir a alguien más? Bien. Estaré allí.”

Cerró su teléfono de un golpe y miró hacia Esme. Ella sonrió levemente, comprendiendo. Mi padre no
tenía que ser un doctor, no tenía que trabajar en ese puto hospital para arreglárselas, pero lo hacía
porque eran una de las pocas cosas en la vida que se sentía bien al hacerlas. Supongo que sentía que
curando a la gente de alguna manera compensaba aquellos que había dañado personalmente.

“Mañana me debes el día, hermanito. Solo tú y yo,” dijo Esme. Mi padre asintió después de un
momento, sonriendo con timidez.

“Soy todo tuyo. Dormiré algo en el hospital para estar descansado,” dijo. “Y puedes tomar mi
habitación esta noche, ya que no voy a estar en casa.”
Esme le sonrió y agradeció a papá, y traté de contener mi jodida sonrisa de suficiencia porque estaba
extasiado de tener mi maldita habitación de vuelta. Sí, quería ser amable y darle a Esme un lugar
donde dormir, pero me encantaba mi cama y ahora sabía que podía arrastrar de nuevo a mi pinche
chica a mi cama esta noche sin ningún problema, ya que nadie tenía motivos para subir al tercer piso e
investigar.

Habíamos terminado de cenar y papá acababa de decirnos que podíamos retirarnos. Subió las escaleras
para prepararse para el trabajo, y Jasper y Emmett se fueron a dejar a sus novias a su casa. Alice nos
abrazó a ambos y Rose actuó como siempre como una perra, pero no estuvo tan jodidamente mal. Me
dio un codazo en las costillas y le dijo algo a Isabella sobre utilizar su regalo, lo que hizo sonrojar
profundamente a Isabella. La miré con desconfianza, preguntándome que carajos se trataba eso, pero
ella me ignoró y comenzó a recoger los platos y a llevarlos a la cocina. Esme entró a la sala de estar
para llamar a Alec y yo empecé a ayudar a Isabella, como sea, tanto como podía hacer esa mierda. No
era bueno con lo de ser acomedido, así que en realidad solo me atravesaba en su pinche camino.

“Así que, ¿qué regalo te dio Rose?” Le pregunté en voz baja, abriendo el lavavajillas y sacando la
canastilla. Isabella comenzó a mordisquear su labio inferior, su rubor solo aumentó, pero actuaba
como si no hubiera escuchado mi puta pregunta. Suspiré después de un momento, preguntándome
porque demonios estaba ocultándome cosas. “¿Me lo enseñas?”

Se detuvo bruscamente, abriendo los ojos por la sorpresa. Negó con la cabeza casi de forma frenética y
mis ojos se estrecharon un poco. “¿Qué me estás ocultando?”

Ella se encogió de hombros. “Quiero decir, es solo… una cosa, nada en realidad…”

Mi ceño se frunció por la confusión. “¿Qué quieres decir?” Le pregunté, sin entender. Ella suspiró y se
encogió de hombros.

“Es solo una cosa…” Dijo otra vez. Le arqueé una ceja y ella suspiró de nuevo. “No quiero hablar de
ello,” me imploró. Suspiré, pasando la mano por mi cabello.

“Como sea, solo tenía jodida curiosidad, no me digas entonces. Me importa una mierda,” dije con
brusquedad, sin tener idea de cuál era el pinche problema y molestó porque me estuviera ocultando
mierdas. Ella suspiró exageradamente, sonando igual de molesta que yo, y siguió poniendo los platos
en el lavavajillas. La miré y vi las arruguitas en su frente, sus ojos ligeramente entrecerrados. Sí,
estaba preocupado de que papá le arruinara el día y aquí estaba yo, jodiéndolo yo mismo.

Estaba a punto de abrir mi boca y decir algo, decirle que no estaba tratando de ser un pendejo, cuando
mi padre bajó los escalones y se dirigió a la cocina. Me hice a un lado y él se acercó, rozándome al
pasar mientras se dirigía al refrigerador. Sacó una botella de agua y tomó un sorbo, dándonos a
Isabella y a mí una mirada de curiosidad. “Que pasen buenas noches chicos,” dijo, dándose la vuelta y
saliendo de la cocina. Sacó sus llaves y le dijo adiós a Esme con la mano antes de salir por la puerta
principal.

Isabella continuó llenando el lavavajillas con platos y se agachó para agarrar el jabón para platos.
Suspiré y me acerqué cuando ella se enderezó, congelándose de repente cuando se encontró cara a cara
conmigo. Tomé el jabón de sus manos y le sonreí levemente, inclinándome y besándola con suavidad.
“Lo siento,” murmuré contra sus labios. Ella suspiró y se echó hacia atrás, asintiendo.
Comenzó a limpiar las encimeras y yo vertí el jabón y encendí el lavavajillas, malditamente orgulloso
de mí mismo por recordar como hacerla funcionar. Esta vez sin putas burbujas monstruosas.

Ella todavía no había hablado conmigo y volvió a su trabajo en silencio. Me estaba poniendo los
nervios de punta y de nuevo me quedé mirándola, esperando que dijera una maldita palabra. Terminó
de limpiar las cosas y salió para arrojar el trapo en el cesto de la lavandería.

Caminé tranquilamente hacia la puerta de la cocina y me apoyé en ella, cruzando los brazos sobre mi
pecho esperándola. Después de un momento escuché la lavadora encenderse cuando empezó a lavar
una carga de ropa. Finalmente ella salió de la lavandería y mi ceño se frunció con confusión en cuanto
ella pasó tan campante frente a mí, dirigiéndose directamente a las escaleras sin decir una palabra.
Empezó a subirlas rápidamente y gemí, pasando la mano por mi pelo. Me quité del marco de la puerta
y me dirigí hacia las escaleras, subiéndolas detrás de ella. Llegué al tercer piso y me detuve, ya que las
dos puertas de las habitaciones estaban cerradas y no tenía idea en que cuarto había entrado. Lo
consideré antes de dirigirme al mío y tenía mi mano sobre la perilla cuando escuché la televisión
encenderse en su habitación, el sonido de la música de Navidad proviniendo de algún programa.

Dudé por un momento, al darme cuenta que si ella se fue a su habitación era probable que estaba
jodidamente enojada conmigo y quería alejarse, pero era un pendejo egoísta y joder, no pude permitir
que me evitara.

Toqué suavemente en su puerta pero no esperé a que contestara, porque parte de mí entendió no me
daría una maldita respuesta. Conmigo ya no era esa chica asustada y sumisa, no abriría la puerta
porque pensara que tenía que hacerlo. Ella probablemente dejaría mi culo parado aquí en el pasillo y
me ignoraría.

Así que abrí la puerta, jodidamente contento de que no estuviera cerrada con llave. No creo poder
soportar que me deje afuera, aún si había sido un pendejo. Entré en su habitación y cerré la puerta sin
hacer ruido detrás de mí. Isabella salió del baño después de un segundo y le eché un vistazo, pero
desvié la mirada rápidamente. Suspiré y una vez más pasé la mano por mi cabello, porque estaba
nervioso por la maldita ley del hielo. Odiaba esa mierda.

“Lo siento…” Empecé, dando una puta disculpa una vez más porque solo quería que hablara conmigo
y no me gustaba que estuviera molesta. Perdí los estribos, pero no fue gran cosa, levantó su mano en
un claro gesto que decía “ni te molestes con esa mierda” y me callé, porque ella tenía ese maldito
control sobre mí de manera natural. Por un momento me dejó atónito, mi pinche reacción natural a
obedecer, y me quedé ahí parado y confundido. ¿Cómo demonios tenía ese control sobre mí?

“En el primer cajón,” dijo simplemente, abriendo finalmente la boca para hablar. Mi ceño se frunció y
me quedé mirándola, sin saber que quería decir. Suspiró y asintió su cabeza hacia su tocador. “En el
cajón de arriba, Edward. ¿Quieres saber que me dio Rosalie como regalo de Navidad? Está en el cajón
de arriba.”

La miré sorprendido. “¿En tu cajón de la ropa interior?” Le pregunté con confusión. Ella suspiró y se
encogió de hombros.

“¿Es ese un problema? ¿Mi ropa interior te asusta?” Preguntó con brusquedad, escuchándose algo
sarcástica. Mi temperamento se encendió de forma natural y traté de responderle, sin gustarme su tono
o entender cuál era su maldito problema. Y era algo irracional, pero parte de mí sentía como que
estaba tratando de insinuar algo sobre su ropa interior, como si hubiera sido demasiado maricón como
para quitársela. Sabía que eso no era lo que quería decir y solo estaba proyectando en ella mis propias
inseguridades de mierda, pero no pude evitarlo. Sí, me molestaba un poco que no había llegado más
lejos con ella, solo porque estaba seguro de que podía pero era demasiado gallina para tratar de
presionarla.

“Mannaggia, lévati dai coglioni, rompiballe*,” me quejé en voz baja, acercándome a su tocador,
tratando de controlar mi ira para no lastimar más sus pinches sentimientos de lo que ya lo había
hecho. Ella suspiró y se sentó en la cama, sacudiendo la cabeza. Abrí con fuerza el cajón del tocador,
casi meciendo al cabrón, y me congelé de pronto cuando miré hacia abajo. El cajón estaba repleto de
sexy mierda de encaje transparente que nunca antes había visto, que desee con todas mis fuerzas poder
verlas en ella, pero no fue eso lo que realmente llamó mi atención. Fue lo que estaba colocado encima
de esa mierda, todavía en su envoltorio de plástico transparente, sobresaliendo como un maldito
pulgar enorme que me sorprendió.

Un pequeño vibrador púrpura.

Rosalie jodida Hale le compró a mi novia un maldito vibrador. Joder no estaba seguro si quería
golpearla por esto, o besar sus malditos pies y postrarme ante ella en agradecimiento.

Me giré lentamente, sin molestarme siquiera en cerrar el cajón, y miré a Isabella. Estaba viendo la
televisión pero sabía que no estaba prestando ninguna atención. Estaba nerviosa, y era fácil ver que
estaba avergonzada por ello. Y eso me hizo sentir el más grande pendejo, porque ahora su reacción
tuvo sentido. Por supuesto que ella no quería hablar de esa mierda, pero presioné demasiado y me
molesté, y ella obviamente estaba incómoda.

“¿Bella?” Dije en voz baja. Ella se quedó inmóvil por un momento, pero me miró vacilante,
mordisqueando su labio y mirándome con recelo. “Soy un pendejo.”

Ella sonrió suavemente. “No, no lo eres,” dijo en voz baja. Me reí secamente, sacudiendo la cabeza.

“Sí, realmente lo soy,” le dije, acercándome y sentándome junto a ella con suavidad. Estiré la mano y
metí algo de cabello detrás de su oreja, suspirando. “No debería haberme enojado contigo, es
simplemente que no me gusta que me ocultes mierdas. Quiero decir, ahora lo entiendo, lo siento. Eso
probablemente fue jodidamente vergonzoso para ti.”

Ella se encogió de hombros, fingiendo indiferencia, pero sus mejillas se estaban sonrosando por el
rubor de su vergüenza. “Está bien. Es solo que yo, tú sabes, no sé nada sobre eso, así que es un poco
extraño para mí.”

“Bueno, tal vez te enseñe uno de estos días,” dije a la ligera, encogiéndome de hombros. Sus ojos se
abrieron por la sorpresa y yo me reí entre dientes. “Sí, se cómo funciona un vibrador Bella. Mierda,
eso de verdad sería caliente. Tú sabes, siempre y cuando no permitas que me sustituya,” le dije
bromeando, extendiendo mi mano y pasándola por su muslo. Ella dio un saltito y su sonrojo se
intensificó mientras me miraba sorprendida.

“Por supuesto que no,” dijo ella, sonriendo con timidez. Levanté las cejas inquisitivamente y dejé mi
mano en el interior de su muslo.

“Por supuesto que no, ¿qué?” Pregunté.

“Por supuesto que no te remplazaría, nada lo haría,” dijo en voz baja, sonando casi avergonzada al
decir eso. Sonreí con suficiencia y sentí mi corazón hincharse con sus palabras.

“Mmmm, eso es agradable de escuchar,” le dije, moviendo mi mano de nuevo y rozándola ligeramente
sobre la entrepierna de sus pantalones. Podía sentir el calor que irradiaba, el calor puro del sexo. Ella
se retorció un poco bajo mi toque y bajé de nuevo mi mano por su muslo. “Nadie te remplazaría
tampoco, tesoro. Nunca. Tú eres para mí.”

Me miró fijamente por un momento antes de que la sonrisa se dibujara en sus labios y sus ojos se
iluminaran. “Te amo, Edward,” dijo con total naturalidad. Me reí entre dientes, amando escuchar esas
malditas palabras y el entusiasmo con que ella las decía.

“Yo también te amo,” le dije, inclinándome hacia ella y besando sus labios suavemente. “Y siento que
sea tan pendejo algunas veces.”

Ella se encogió de hombros. “Estás perdonado,” dijo simplemente. Le sonreí asintiendo con la cabeza.

“Grazie,” le dije, presionando una vez más mi boca en la suya, sacando mi lengua y pasándola por su
labio inferior. Ella se rió un poco, murmurando ‘prego’ contra mis labios. Me reí entre dientes y metí
mi lengua en su boca, ella abrió sus labios para mí y suspiró. La besé a fondo y me reposicioné,
empujándola de espaldas sobre la cama y cerniéndome sobre ella.

Ella envolvió sus brazos en torno a mí, sus dedos subiendo y entrelazándose en mi cabello. Me jaló
hacia ella, respondiendo a mi beso apasionadamente. Al principio me resistí, porque no quería poner
todo mi peso sobre su pequeña forma y porque mi polla estaba dura como el puto acero y no quería ser
obsceno y esa mierda, pero ella gimió y tiró de mi con más fuerza. Finalmente cedí y me acosté más
encima de ella, mi palpitante erección presionada en ella. Ella gimió y sus labios comenzaron a
moverse frenéticamente contra los míos y meció sus caderas, presionándolas en mí. Yo presioné las
mías, la fricción de su entrepierna frotándose contra mí envió estremecimientos que hicieron estragos
en mi cuerpo. Lo hizo de nuevo y gemí, separando un poco más sus muslos con mis piernas y
empujando mis caderas directo hacia ella. Jadeó cuando mi polla golpeó el lugar adecuando entre sus
piernas y me agarró con más fuerza, besándome con firmeza mientras continuaba restregando sus
caderas en mí.

La deseaba. Joder, la deseaba más de lo que jamás había deseado nada. Deseaba cada parte de ella.
Quería lamer, chupar y saborear cada centímetro de su carne, explorar cada centímetro de ese maldito
cuerpo perfecto. Y quería follarla, Dios, cuanto quería follar ese coño, pero no podía hacer eso. Ella no
era una chica para ser follada. Era una chica para hacerle el amor y por más que deseara hacer esa
mierda, una pequeña voz en el fondo de mi mente me decía que fuera más despacio y esperara, porque
todavía no era el puto momento. Y no sé de dónde demonios venía esa voz, y una parte de mí quería
matarla, porque nunca antes había tenido una maldita conciencia y era molesto porque mi polla estaba
gritando por sentirla desde el interior. Pero lo cierto era que estaba allí y me estaba diciendo que no
intentara empujarla allí todavía y no podía simplemente ignorar eso. Y no podía llegar ahí con ella
hasta que no sintiera que era lo correcto, porque ella era jodidamente especial para mí, y la ocasión
tenía que ser especial. Pero no necesitaba desflorarla para sentirme bien, y sin duda no necesitaba
meter mi polla en algún lugar para hacerla sentir bien.

“Nena,” le dije, jadeando, apartándome finalmente de sus labios. Ella estaba prácticamente jadeando
por aire y entre abrió sus ojos para mirarme. Sus párpados estaban pesados, su rostro nublado por el
deseo, podía sentir su cuerpo retorcerse bajo el mío. Sí, ella estaba caliente como el infierno. “¿Puedo
tocarte?”

Ella asintió sin dudarlo. “Sí,” dijo sin aliento. Sonreí con suficiencia y asentí con la cabeza.

“Bien,” dije, agachándome y besándola con suavidad por un momento. Me senté después de un
momento y bajé mis manos agarrando mi camiseta y quitándomela. La tiré al suelo junto a la cama y
ella se levantó en sus codos, sus ojos abiertos por la sorpresa mientras miraba fijamente mi pecho
desnudo. Ella tenía la costumbre de follarme con la mirada cuando no tenía la camiseta puesta y era
mono como el infierno, porque ni siquiera trataba de ocultar esa putada. No había forma de ocultar su
admiración por mi cuerpo, eso era seguro.

Rápidamente me quité los zapatos, dejándolos caer al suelo con un ruido sordo. Sus ojos se abrieron
aun más y extendí mis manos, quitándole los suyos y tirándolos junto a los míos. Volví a ponerme
encima de ella y sonrió, levantando su mano y pasándola a través del tatuaje en mi pecho.

“¿De verdad crees que el tiempo cura todas las heridas?” Me preguntó. Me reí suavemente por su
pinche pregunta, un poco sorprendido de que siquiera recordara lo que esa mierda decía.

“Sí,” murmuré, empujando su cabeza hacia un lado y presionando mis labios en su cuello. Besé su
garganta y agarré el dobladillo de su camiseta, empezando a tirar de ella hacia arriba. Me retiré un
poco para mirarla, para asegurarme de que se sintiera bien con esa mierda, y ella sonrió cuando
hicimos contacto visual y se incorporó un poco. Tiré de su camiseta sobre su cabeza y la tiré al suelo,
gimiendo cuando vi el sostén de encaje rojo. Llevé mi mano a su espalda y abrí el broche rápidamente
y ella me miró con curiosidad, como solía hacer cuando desabrochaba su sostén. Sí, con el tiempo
había dominado esa mierda, si daban una medalla de oro por desabrochar sostenes, Edward Cullen
ganaría esa mierda sin lugar a dudas.

Le quité el sostén y lo tiré al suelo, subiendo mi mano y pasándola ligeramente en sus senos. Ella
gimió y sus pezones se levantaron de inmediato bajo mi toque. Me agaché y pasé mi lengua sobre
ellos, apretando mis labios sobre sus pezones y chupándolos levemente. Ella llevó sus manos a mi
pelo de nuevo, retorciendo y agarrando con fuerza mis cabellos mientras exploraba su pecho con mi
boca.

Después de un momento estiré mi mano y desabroché el botón de sus pantalones lentamente. Toda
esta mierda ya la habíamos hecho antes, pero siempre trataba de tomármelo con calma, queriendo
darle siempre la oportunidad de retractarse de esa mierda. Bajé su cierre y quité mi boca de su pezón,
mirándola. Tenía los ojos cerrados y estaba mordisqueando su labio inferior, sus manos deslizándose
de mi cabeza a mi espalda. Abrió los ojos y me vio mirándola, me sonrió con dulzura y levantó un
poco su trasero en el aire. Le sonreí con suficiencia y tiré de sus pantalones hacia abajo, dejándole
puesta la ropa interior… por ahora.

Pero puedes apostar tu culo que hoy iba a quitarle esos cabrones. Tiré los pantalones en el suelo con el
resto de la ropa y dejé mis ojos escudriñaran su forma casi desnuda. Ella se retorció un poco bajo mi
mirada, y levanté la vista a su rostro para ver su sonrisa y su sonrojo, pero sin parecer en lo absoluto
incómoda al estar así frente a mí. Me incliné sobre ella y la besé con suavidad, dejando vagar mi mano
por su pecho y estómago, rozando ligeramente su entrepierna. Ella gimoteó por mi toque y gemí,
porque sus bragas estaban jodidamente empapadas de su excitación. Aparté sus muslos y deslicé mi
mano dentro de sus bragas, la yema de mis dedos rozando su clítoris. Ella gritó y retorció sus caderas,
y llevé mis labios a la línea de su mandíbula besándola y también su cuello, sacando mi lengua y
trazando con ella su clavícula. Ella estaba aferrada a mí con fuerza, suaves ruidos se escapaban de su
garganta mientras yo rozaba y besaba su piel.

“¿Confías en mí?” Susurré después de un momento, llevando mi boca a su oído. Ella se estremeció
cuando mi aliento la golpeó y asintió frenéticamente, rozando ligeramente sus manos por mi espalda
hacia arriba y hacia abajo.

“Por supuesto, sabes que sí,” dijo sin aliento, sin titubeó en sus palabras. Sonreí contra su piel,
besando su mejilla y pasando mi lengua en torno al lóbulo de su oreja. Saqué mi mano de sus puntos
sensibles y agarré un lado de su ropa interior y empecé a bajarla lentamente. Su respiración se detuvo
por un momento y abrió los ojos para mirarme. Me senté, agarrando el otro lado de su ropa interior
con mi otra mano, y tirando hacia abajo. Se quedó inmóvil por un segundo, solo se me quedó mirando
con intensidad. Le arqueé una ceja, sin saber si esto estaba bien o no, ella levantó un poco su culo y
cerró los ojos de nuevo aprobándolo en silencio. La bajé y se la quité tirándola al piso. Me senté en
mis rodillas, mirándola, viendo su cuerpo completamente desnudo por primera vez. Era jodidamente
despampanante, cada centímetro de ella, suave, femenina y hermosa. No era perfecta, tenía cicatrices
e imperfecciones, pero joder, entendí lo que me había estado tratando de decir afuera. Era jodidamente
perfecta para mí, porque ella era perfecta por mí.

Me incliné y presioné brevemente mis labios en los de ella, masajeando sus senos y frotando sus
pezones con mis pulgares.

“Tan malditamente hermosa, lo juro,” murmuré contra su boca. Ella gimió y levantó su mano
pasándola por mi pecho. Se detuvo brevemente en mi estómago y pude sentir sus dedos temblando
ligeramente contra mi piel. Ella comenzó a bajarlos lentamente aun más, rozando por encima del bulto
en mis pantalones. Pude sentir su ligero toque a través de mis pantalones y suspiré, cuando me hizo
pinches cosquillas.

“¿Puedo…” Comenzó, abriendo sus ojos y mirándome con recelo, luciendo un poco nerviosa. Le
sonreí y suspiré de nuevo cuando rozó la punta de sus dedos sobre mi entrepierna una vez más,
sabiendo exactamente lo que me estaba pidiendo.

“Por supuesto que sí, ni siquiera tienes que hacer la puta pregunta, bebé. Puedes tocarme en cualquier
momento que lo desees, ¿pero puedo intentar algo primero?” Le pregunté en voz baja. Ella asintió y
quitó su mano de mis pantalones, recorriendo de nuevo mi estómago con la punta de sus dedos. Me
incliné y la besé de nuevo, jodidamente orgulloso de que hubiera tomado la iniciativa de tocarme.

Empecé a bajar por su pecho besándolo, y chupé su estómago, ella contuvo el aliento cuando metí la
lengua en su ombligo. Moví mi cuerpo hacia la abajo en la cama, arrastrándome entre sus piernas. Ella
abrió los ojos para mirarme y yo le sonreí. Me sonrió con suavidad pero pude ver que estaba ansiosa,
sin saber lo que estaba haciendo. Sus piernas estaban un poco tensas mientras yo las abría, pero no
trató de detenerme. De verdad estaba confiando en mí, y esa mierda significaba mucho, sabía lo difícil
que era poner tu confianza en las personas y quedar tan jodidamente vulnerable.

“Relájate,” dije en voz baja, bajando la vista a su centro. Ella estaba abierta para mí y podía ver la
humedad filtrarse hacia su coño, humedeciéndolo y escurriendo sobre sus muslos. Y era tan
malditamente impresionante, verla abierta para mí. Su clítoris destacaba prominente por su
excitación, sus labios carnosos, rosados y brillantes. Sus rizos eran suaves y de color marrón,
enmarcando muy bien la pinche área, pero sin cubrirla demasiado como si fuera una maldita jungla ni
nada. Era jodidamente lindo y bello, y por primera vez en mi maldita vida quería comer coño. No, no
solo quería, lo necesitaba. Esa mierda me estaba llamando, rogando que lo probara, lo lamiera y
mordiera.

Me agaché y ella se tensó, su cuerpo se puso rígido. Pasé mi mano por su muslo suavemente, deseando
que se relajara. Me detuve a unos centímetros de su clítoris e inhalé, su aroma jodidamente dulce y
embriagador, toda femenina y cálida. Saqué mi lengua y la pasé por su clítoris con delicadeza,
recorriendo con mi lengua lentamente sus labios, saboreándola por primera vez. Ella dio un grito
ahogado, sus caderas moviéndose ligeramente y yo gemí con fuerza.

Porque nada podría haberme preparado para el sabor de mi Bella. La dulzura, el dejo ligeramente
picante de sus jugos. Ella era como el maldito vino más dulce en mi existencia y yo era un puto
alcohólico, mi cuerpo lo ansiaba.

Recorrí con mi lengua sus labios hacia arriba y hacia abajo un par de veces, lamiendo sus jugos, antes
de cerrar mis labios alrededor de su clítoris y chuparlo suavemente. Ella dejó salir un gemido gutural
y estiró su mano, agarrando mi pelo con fuerza. Empecé a lamer, chupar y morder sus labios,
apartando más sus piernas con mis manos, abriéndola aun más. Subí y bajé mi lengua encontrando su
abertura, rozándola con mi lengua. Ella estaba gimiendo constantemente, aferrándose a mí y
retorciéndose. Metí mi lengua al interior de su abertura y ella siseó, levantando sus caderas. Gemí y
me retiré un poco, contemplándola brevemente antes de subir mi mano y pasar mi dedo medio
alrededor de su abertura con cuidado. Puse mis labios en torno a su clítoris y empecé a chuparlo y
morderlo, ella empezó a retorcerse más y a gritar. Dudé una fracción de segundo antes de empujar
lentamente mi dedo medio en su interior. Ella lo sintió y se tensó de inmediato y dejé lo que estaba
haciendo, vacilando.

“Por favor,” murmuró en voz baja, arrastrando las palabras. Levanté la vista hacia ella y vi que sus
ojos estaban cerrados, sus dientes mordiendo su labio inferior. Me sorprendió que estaba
prácticamente rogándome que lo hiciera, y observé su rostro mientras lentamente deslizaba mi dedo el
resto del camino. Llevé de nuevo mis labios a su clítoris chupándolo y rozándolo con mis dientes,
mientras bombeaba despacio dentro y fuera de ella. Ella se retorcía y gemía en voz baja, sujetando
todavía mi cabello. Después de un momento añadí otro dedo, sorprendido de lo jodidamente apretada
que era y como sus paredes se envolvían alrededor de mis dedos.

Giré mi mano de manera que mi palma quedará hacia arriba y curveé mis dos dedos en su interior,
sacándolos lentamente. Ella gritó con más fuerza después de un momento y me di cuenta que había
encontrado su punto. Empecé a lamer su clítoris, moviendo frenéticamente mis labios y mi lengua,
lamiéndola mientras metía y sacaba mis dedos de ella, masajeando su punto-G. Después de un
momento sus piernas empezaron a temblar, sus caderas retorciéndose y sacudiéndose en mi rostro. Su
cuerpo temblaba y fue jodidamente hermoso haciendo que mi puta erección casi doblara su tamaño,
porque esta mierda era por mí. Mi chica se estaba derritiendo y desmoronándose bajo mi tacto, porque
la estaba haciendo sentir jodidamente bien. Ella solo había hecho esto por mí, con nadie más y nadie
más vería o experimentaría esto con ella.

Después de un rato ella empezó a tensarse a medida que se acercaba a su orgasmo. Yo prácticamente
tenía pegado mis labios a su clítoris, chupando en ese punto, mientras mis dedos masajeaban su otro
punto dentro de ella, llevándola a la cima. Ella gritó a través de sus dientes apretados cuando explotó,
las paredes de su coño prácticamente comprimiéndose en torno a mis dedos con fuerza. Agarró mi
pelo con tanta fuerza que pensé que iba a arrancármelo y cerró sus piernas con fuerza alrededor de mi
puta cabeza, manteniéndome allí. Su espalda se arqueó y continué con lo que estaba haciendo mientras
ella palpitaba y rezumaba más de ese dulce vino de mierda que anhelaba tanto y lamí cada maldita
gota porque nada igualaría jamás el sabor de Isabella Marie Swan.

Después de un momento ella finalmente se calmó y aflojó su agarré en mi pelo, abriendo de nuevo sus
piernas, permitiéndoles colapsar en la cama. Lamí unas cuantas veces más, saboreando unas gotas más
de ella y saqué mis dedos, pasando mi mano suavemente por su muslo. Estaba jadeando, casi sin poder
respirar y su pinche cuerpo temblando. Me senté y la miré, ella abrió los ojos para mirarme. Me sonrió
perezosamente, luciendo tan jodidamente contenta y relajada, y yo sonreí con satisfacción porque a
pesar de que nunca antes había hecho esa mierda supe que era malditamente bueno en ello.

“Wow,” murmuró después de un segundo. Me reí entre dientes y subí por su cuerpo, cerniéndome
sobre su figura desnuda. Me incliné y besé sus labios, y ella abrió la boca para que pudiera profundizar
el beso. Gemí y me aparté después de un segundo, mi puta polla palpitando ante la realización de que
se estaba probando a sí misma.

Estaba a punto de decir algo al respecto, porque era malditamente caliente, cuando de pronto puso su
mano en mi entrepierna y comenzó a frotarme sobre mis vaqueros. Gemí, cerré mis ojos y mordí mi
labio, porque esa mierda se sentía bien.

“No tienes que hacer eso,” dije, sin querer que pensara que tenía que tocarme. Yo la tocaba y le daba
placer porque quería y no quería que se sintiera obligada a hacer lo mismo. Escuché su suave risa y
abrí los ojos para verla sonriéndome.

“Si muerdes con más fuerza ese labio, te sacaras sangre,” dijo divertida. Le rodé los ojos pero solté mi
labio y sonreí. Ella subió su mano y desabrochó mis pantalones, bajando el cierre. Lo pensé por un
momento antes de cambiar posiciones y acostarme a su lado. Levanté mi culo y bajé mis pantalones y
mis boxers, quitándomelos de una patada. Le eché un vistazo a Isabella y la vi mirando fijamente a mi
polla, ya que estaba dura, totalmente rígida y palpitante. Ella estaba sonrojada y parecía asombrada, y
no puedo negar que esa mierda me hizo sentir bien por dentro.

La atraje hacia mí y mis labios encontraron inmediatamente los suyos, estiré mi mano y la pasé por su
coño, ya que ella seguía chorreando esos pinches jugos que mojaron mi mano. Me acaricié un par de
veces, lubricándome con sus jugos y alcancé su mano en un intento por ayudarla. Pero ella no necesitó
esa mierda, porque siguió besándome con pasión y estiró su mano envolviéndola alrededor de mi eje
con fuerza por su propia cuenta. Comenzó a acariciarme con firmeza, todo lo largo de la base a la
punta, incluso masajeando la puta cabeza en el proceso. Y su ritmo era jodidamente perfecto y me di
cuenta que esa mierda era algo natural en ella, que no necesitaba que yo hiciera nada.
Así que solo me relajé y lo disfruté, porque la sensación de su pequeña, suave y cálida mano envuelta
alrededor de mi palpitante polla cubierta en sus jugos era intensa. Sabía que no duraría mucho porque
ya podía sentir la tensión desarrollándose, la calidez y el placer filtrándose a través de mis
extremidades. Su toqué era eléctrico y hacía que mi cuerpo entero hormigueara, mi corazón latía con
fuerza en mi pecho. No pude detener los ruidos guturales que se escapaban de mi garganta cuando ella
comenzó a incrementar el ritmo. Apartó su boca de la mía y acercó sus labios a mi cuello, besando
todo el camino hacia abajo, a mi pecho. Eché mi cabeza hacia atrás para darle mejor acceso y jadeé
cuando sentí que sus dientes mordisquearon mi manzana de Adán, una oleada de puto placer e intenso
deseo me recorrió. Sujeté la cama con una mano y subí la otra, acariciando suavemente su espalda a
medida que empezaba a besar mi pecho. Trazó mi tatuaje con su lengua, y en el momento que sus
labios encontraron mi pezón y ella lo rozó con sus dientes, todo mi cuerpo se puso tenso, la parálisis
de apoderó de mí cuando la tensión se multiplicó por diez. Exploté y todo mi cuerpo temblaba
mientras gritaba, sacudiendo mis caderas y empujando en su firme agarré mientras derramaba mi
semilla en su mano. Su agarré o ritmo no decayó, tampoco la exploración de su lengua en mi pecho.
Mi orgasmo amainó y estiré mi mano, deteniendo la suya sobre mí después de un momento cuando
comencé a tranquilizarme.

“Che bella sborrata*,” murmuré, tratando de recuperar el aliento. Isabella se incorporó un poco y yo
entre abrí los ojos para mirarla. Estaba sonriendo, viéndose tan jodidamente contenta con ella misma,
y me reí. “Eso fue increíble.”

Su sonrisa se hizo más grande y solté su mano. Ella soltó mi polla y pasó su mano a través de mi
estómago. Suspiré y envolví mis brazos en torno a ella, echándola entre mis brazos. Cogí la manta y la
puse sobre nosotros, asombrado de que estaba acostado en la cama con mi novia, los dos
completamente desnudos y jodidamente satisfechos, y ni siquiera habíamos follado.

¿Quién iba a decir que esa mierda era posible?

“Eso fue divertido, Romeo,” dijo en voz baja, acariciando mi cuello con su nariz. Subió su pierna
sobre mí y me eché a reír.

“¿Romeo?” Pregunté. Ella se encogió de hombros.

“Romeo y Julieta. Dos personas que vienen de dos mundos diferentes pero que aun así logran reunirse.
Hemos perfeccionado la parte del amor prohibido,” ella dijo. Sonreí levemente, negando con la
cabeza.

“Sí, bueno, no vamos a suicidarnos para hacerlo lo más parecido posible. No quiero ser Romeo, es un
idiota. Elige a alguien más.”

Ella se echó a reír. “Está bien. ¿Qué tal Shrek?”

Mi ceño se frunció. “¿Shrek? ¿En serio? ¿Soy un maldito ogro?”

De nuevo se echó a reír. “No, pero el suyo era un amor prohibido. Shrek y Fiona venían de dos mundos
diferentes pero cuando llegó el momento se dieron cuenta que no eran muy diferentes y el amor los
mantenía unidos tal como eran.”
Consideré eso por un momento, ya que era bastante profundo y tenía puto sentido, pero entonces me
sentí estúpido por considerar seriamente que tan parecida era mi vida a una maldita caricatura. “Elige
otro.”

Ella suspiró. “¿Titanic? El de Rose y Jack era un amor prohibido,” dijo. Yo gemí.

“¿En serio? Joder, él se muere al final; no quiero ser Jack. Quiero decir, te dije que moriría por ti
tesoro, pero no me voy a echar la mala suerte encima,” le dije. Ella se quedó quieta y callada por un
momento, y me pregunté si quizás la había encabronado o molestado, pero finalmente suspiró y
comenzó a acariciar mi estómago, pasando sus dedos por mis abdominales y trazado mi cicatriz con la
punta de sus dedos.

“De acuerdo, ¿qué tal si solo somos Edward e Isabella?” Dijo finalmente. “No sabemos como termina
la historia, pero siempre podemos esperar lo mejor.”

Yo sonreí y me incliné hacia ella besando ligeramente el tope de su cabeza. “Eso me gusta. Y estoy
seguro que hay un felices para siempre al final de la historia. Quiero decir, joder, es seguro como la
mierda que lo merecemos, ¿no?”

*****************
Stronzata = Pendejadas

Mannaggia = ¡Maldición! (Jerga romana para expresar impaciencia)

Lèvati dai coglioni = No me estés chingando

Rompiballe = Jerga para alguien que te pone los nervios de punta (literalmente un hinchapelotas)

Che bella sborrata = Jerga para un orgasmo increíble


Capítulo 40 Uno de Ellos

“Los amigos son útiles no solo porque nos escuchan, sino porque ellos se ríen de nosotros; a través
de ellos aprendemos un poco de objetividad, un poco de modestia, un poco de cortesía; Aprendemos
las reglas de la vida y nos volvemos mejores jugadores en el juego." - Will Durant

Isabella swan
Traducido por Lanenisita

Abrí la puerta de la secadora y empecé a echar en ella la ropa que había sacado de la lavadora. La
mayoría eran cosas de Edward pero unas pocas piezas mías se fueron con ellas, y por alguna razón se
sentía extraño ver nuestra ropa mezclada. Pero una vez más, no quedaba mucho de nosotros en este
punto que no se hubiera mezclado ya, así que no me sorprendió que estuviese lavando también nuestra
ropa junta.

Todos estaban en el vestíbulo, despidiéndose. El vuelo de Esme desde Seattle hasta Chicago era de
madrugada y el doctor Cullen se iría con ella un par de días por negocios. Podía escucharlos reír y
hablar contentos por lo que me encerré aquí, sintiendo como si fuese injusto que yo impusiera mi
presencia en ese momento que ellos estaban compartiendo. Ellos eran familia, y a pesar de que me
había aceptado en ella, yo no era parte de todo eso y por tanto, no quería ser una intrusa.

Escuché a Edward y a su padre discutir sobre esta noche, el doctor Cullen le advertía que sería mejor
que él se comportase y que no se metiera en ninguna pelea, y Edward le respondía algo como ‘gente
estúpida’. Hoy era víspera de Año Nuevo y aparentemente uno de sus compañeros de clase daría una
gran fiesta a las orillas de un lago y los chicos asistirían. Al parecer ellos iban cada año, ya que era
como una especie de ritual en el pueblo al igual que la fiesta de Halloween de los Cullen. Creo que
Edward asumía que iría con ellos este año, considerando que había estado hablando continuamente
sobre eso, pero realmente, todavía no me había invitado a ir. De cierta forma yo quería ir, ya que pasar
la noche con Edward sería ideal, pero era un poco intimidante también y no estaba segura de que
aquello fuese algo prudente que hacer. Habría muchas personas allí, personas que lo conocían a él y a
su padre, y tenía miedo de que nosotros de manera accidental pudiésemos exponer nuestra relación
ante la persona equivocada.

Hubo un ligero golpe proveniente del pasillo después de un momento y giré mi cabeza para ver a
Esme de pie allí, sonriéndome. Le devolví la sonrisa y ella entró a la habitación, con los brazos
abiertos. Aquello me sorprendió por un momento y me paralicé en cuanto ella los envolvió a mi
alrededor, abrazándome. Respondí al abrazo después de un momento, una vez que el impacto de lo
ocurrido pasara y ella suspiró. “Ha sido un verdadero placer conocerte, Isabella,” dijo ella. Yo sonreí
levemente y solté su abrazo.

“Fue un placer también, señora,” le dije en voz baja. Ella rodó sus ojos en gesto bromista.

“Esme, cariño. Y solo quería decirte que aprecio todo lo que haces por estos chicos, ya que los quiero
mucho. En especial con Edward, tú eres buena para él, sabes,” dijo ella. Sonreí y asentí.

“Gracias,” le dije. “Edward es especial.”

Ella asintió. “Sí, lo es. Y merece encontrar la felicidad en su vida, al igual que tú. Tengo fe que todo
saldrá bien, solo sé paciente.”

“Paciencia es algo que tengo de sobra,” le dije despacio, sonriendo.

Ella sonrió. “Me imagino que la tienes. En fin, debo irme antes de que Carlisle se empiece a quejar.
Amo muchísimo a mi hermano pero puede ser un poco idiota en relación a la puntualidad. Cuídate ¿de
acuerdo?” Ella se inclinó y besó mi frente con cariño, yo me quedé de pie allí, levemente asombrada
por el gesto ya que era tremendamente maternal de su parte. Se dio la vuelta y salió de la habitación,
regresando al vestíbulo. Escuché cómo intercambiaban sus últimas despedidas y la puerta abrirse y
cerrarse, un coche arrancó en el exterior. Regresé a la secadora, cerrando se puerta y encendiéndola.
Me giré para salir y jadeé en cuanto choqué con una silueta de manera repentina. Edward soltó una
risita y envolvió sus brazos a mi alrededor, abrazándome fuerte.

“No fue mi intención asustarte” me dijo. Me alejé un poco para mirarlo y vi que estaba relajado y
feliz, sonreía contento.

“Está bien. Es solo que no sabía que estarías ahí,” le dije. Asintió y me soltó, pasando su mano por su
cabello.

“Alice llamó a Jasper y quiere saber si estarías de acuerdo con que ella venga y te ayude a arreglarte
para esta noche,” me dijo. Mis ojos se abrieron sorprendidos y asintió. “Quiero decir, puedes decir no,
no te sientas obligada a nada. Aunque siendo honesto, no lo necesitas, ya eres hermosa de todos
modos. Pero lo ha preguntado y sé que me patearía el culo si no te lo consulto, al menos.”

Parpadeé un par de veces, sin saber qué responder a eso. “Eh, yo, no lo sé. ¿Tú crees de verdad que
debo ir esta noche?” le pregunté. Su ceño se frunció al escuchar mis palabras, un semblante de
malestar atravesó su rostro.

“Claro, ¿por qué no deberías venir?” preguntó, el dolor y la desilusión eran obvios en su voz.

Me encogí de hombros. “No lo sé, es decir todos tus amigos van a estar allí y no es como si nosotros
realmente pudiésemos estar juntos, así que probablemente solo sea una complicación,” le dije. No
quería ir y tener que ver a Edward de lejos toda la noche y ser una carga para Alice o Jasper, ya que
sabía que uno de ellos mantendría los ojos puestos en mí todo el tiempo y eso solo estropearía su
diversión.

Edward gruñó, moviendo la cabeza. “No vuelvas a llamarte a ti misma complicación, ¿me has oído? Y
sí, joder… realmente quiero que vengas, porque es Año Nuevo y me gustaría ser capaz de divertirme
con mi chica y besarla a medianoche. Si no quieres venir está bien, pero no te quedes en casa solo
porque piensas que será mejor para mí si no estás allí. Porque estás equivocada, el que tú estés allí es
lo que va a hacer que la noche valga la maldita pena.”

Lo miré fijamente por un momento, suspirando. “Está bien,” le dije en voz baja. Gruñó de nuevo,
pasando su mano por su rostro con frustración.

“¿Está bien? ¿Volvemos a eso otra vez? Vamos, sabes que odio esa mierda. Si no quieres venir solo
dímelo, joder, si eso te hace sentir mejor me quedaré en casa también. Porque honestamente no quiero
ni siquiera ir si tú no vas a estar allí, pero había pensado que sería bueno salir esta noche. Y el lugar es
grande así que podemos tener un poco de privacidad, y para ser honesto todos ellos probablemente ya
saben esa mierda de todas maneras gracias a la maldita y enorme boca de Lauren Mallory así que eso
ya ni siquiera importa,” espetó irritado. Mi ceño se frunció y lo miré confusa.

“¿Quién es Lauren Mallory?” inquirí, preguntándome cómo una chica a la que no conocía podía saber
sobre mi relación con Edward. Él suspiró, sacudiendo su cabeza.

“Es solo una perra. Nos vio besándonos en Halloween y regó esa mierda por todos lados como si fuese
un incendio forestal porque ella es una pequeña y metida schifosa,” me dijo, la última palabra tenía un
tono un poco amargo impregnado en ella.

“¿Qué es una schifosa?” le pregunté. Él suspiró, encogiéndose de hombros.

“Schifosa es una jerga que se usa para decir perra asquerosa. Tú sabes, una chica fea o algo parecido,”
murmuró él, recorriendo con sus dedos su cabello y tirando de sus hebras. Parecía casi nervioso. Yo
asentí después de un segundo, su comportamiento sobre este tema me hizo sentir curiosidad.

“¿Te has acostado con ella?” le pregunté a causa de una corazonada. Él me miró fijamente por un
segundo, al parecer lo había cogido con la guardia baja con mi pregunta, antes de gruñir irritado.

“¿Qué… estamos jugando las jodidas veinte preguntas otra vez Bella?” me respondió rápidamente. Yo
sonreí un poco, sabiendo entonces que mi suposición era correcta. Edward a menudo reaccionaba de
manera extraña cuando las chicas con las que él solía estar eran mencionadas. No sabía mucho acerca
de sus encuentros previos con otras chicas, solo sabía que habían sido algunas, por no decir muchas, y
que todas habían sido únicamente con el propósito de obtener placer. Él me había dicho más de una
vez que jamás había tenido ningún tipo de sentimiento emocional hacia ninguna de ellas.

“Tomaré eso como un sí. Y no, no estamos jugando a las veinte preguntas. Solo tenía curiosidad, eso
es todo. Oh y puedes decirle a Alice que puede venir y maquillarme, o lo que sea que ella quiera
hacerme. No quiero avergonzar a mi novio enfrente de las schifosas con las que va a la escuela,” le
dije bromeando. Rodó sus ojos, tratando de no parecer muy divertido a causa de la situación, y se giró
para alejarse.

“Tú nunca me avergonzarías,” refunfuñó por lo bajo, dirigiéndose al vestíbulo. Suspiré y salí del
cuarto de lavado mientras él subía rápidamente las escaleras.

Dudé por un momento, debatiéndome, antes de ir a la sala y dejar caer mi cuerpo en el sofá. Mañana
habría pasado una semana desde Navidad, la noche en que Edward y yo habíamos llevado nuestra
relación física al siguiente nivel. Edward lo llamó tercera base, lo cual me confundió y terminó en una
larga y detallada conversación en la que él intentó explicarme cómo la intimidad a veces era referida
en términos de béisbol. Yo no sabía mucho acerca del béisbol, lo cual llevó a otra conversación mucho
más larga sobre el deporte en sí. Logré entender lo suficiente sobre el deporte para luego entender de
qué estaba hablando. Primera base era evidentemente besarse, segunda base era tocarse y la tercera
base fue cuando él me probó. Home run era cuando anotabas, lo que evidentemente significaba llegar
hasta el final y tener relaciones sexuales. Era un poco sorprendente que nosotros hubiéramos ido tan
lejos como para estar muy cerca de tener sexo, y no podía negar que eso era un poco aterrador.

El hecho de que Edward pusiese su boca en mí había sido la experiencia más asombrosa de mi vida.
Me desconcertó y me preocupó al principio, ya que estaba muy nerviosa por tenerlo mirándome allí
abajo. Nadie me había visto de esa manera antes, y no podía evitar el hecho de estar nerviosa acerca de
que si mis partes serían o no serían buenas para él. Probablemente aquello era algo irracional, pero
Rosalie me había dicho que todas las partes de los chicos eran diferentes, que no había dos iguales y
que algunos chicos tenían mejores partes que otros, así que no podía sino preguntarme si a las chicas
les pasaba igual. ¿Le gustarían, o quizás no serían tan buenas como las partes de las otras chicas? Y yo
sabía que estaba húmeda allí abajo, así que no podía evitar pensar cómo olía eso, si él estaría
asqueado. Él me había tocado antes y comentado acerca de lo húmeda que estaba y que aquello era
algo bueno, pero cuando él me quitó mi ropa interior y puso su cabeza allí abajo una oleada de pánico
me atacó. Pero cuando sentí la suavidad y humedad de su lengua presionar mi punto de placer, mi
pánico empezó a desvanecerse mientras la más asombrosa sensación recorría mis venas. Él me estaba
probando, y por un breve segundo me preocupé que pensara que yo sabía mal, pero en el momento que
sentí sus labios muy cerca de mi punto y él succionó, prácticamente me derretí. Cada pizca de
aprensión que podía haber tenido desapareció mientras mi mente casi se convierte en papilla. No
podía formular un solo pensamiento coherente, cada fracción de mi cuerpo, mi alma y mi mente
estaba centrada en las vibraciones que sentí de su boca en mí.

Y cuando empujó sus dedos en mi interior, me perdí completamente. Él envolvía todo mi cuerpo. Fue
tan intenso, el placer más allá de cualquier cosa que yo hubiese podido imaginar. Si creía que sus
dedos tocando mis partes externas eran increíbles, que él me tocara en el interior me volvió loca. Y si
solo sus dedos se sintieron así de bien, ¿cómo de increíble sería cuando fuese su masculinidad?

Me había dicho en algunas ocasiones desde aquella vez cuanto lo había disfrutado, cuanto había
amado mi sabor. El solo hecho de escucharlo decir eso despertaba mi cuerpo y me hacía sentir deseos
de experimentarlo otra vez. Había algo absolutamente primario y salvaje en ello, y se sentía incluso
más íntimo de lo que yo alguna vez había podido imaginar sentir. Y quería hacer algo en retribución,
quería probarlo también, pero el concepto era intimidante.

Escuché pasos acercarse y alcé la mirada para ver a Emmett caminar en mi dirección. Él me miró y
sonrió, acercándose y echándose en el sofá junto a mí. “Ey Izzy Bizzy,” dijo codeándome. Me reí
ligeramente, negando con mi cabeza.

“¿Izzy Bizzy?” le pregunté. Él se encogió de hombros, todavía sonriendo.

“Eh, sonó bien cuando lo dije,” dijo. Volví a reír y asentí.

“De hecho yo solía llamarme a mí misma así cuando era pequeña,” le dije, recordando a mi madre
llamarme de esa forma un par de veces. “Por un período de tiempo insistí en ser llamada Izzy por
alguna razón. Pero eso fue antes de darme cuenta del mundo tan violento en el que vivíamos. Maduré
bastante rápido después de eso.”

Su gran risa se desvaneció ligeramente y se transformó en una leve sonrisa, llena de compasión. “Sí,
vivimos en un mundo violento. ¿Sabías que soy adoptado?”
Asentí dudando, me había atrapado un poco desprevenida por el repentino cambio de conversación.
“Tu padre lo mencionó cuando me trajo acá el primer día. Pensé que tú y Jasper podrían ser gemelos
por lo que me dijo que tú eras adoptado.”

Él asintió, suspirando. “Mi verdadera madre… bueno, no, a la mierda con eso. Elizabeth fue mi
verdadera madre. La mujer que me trajo al mundo, fue violada y fui concebido a causa de eso. Así que
sí, yo sé lo violento que es el mundo. La violencia me creó.”

Lo miré con asombro, ligeramente impresionada por su confesión. “A mí me crearon de la misma


manera,” le dije en voz baja. Él sonrió y asintió.

“Sí, lo imagino. Ves, tú y yo no somos tan diferentes gatita. Ninguno ha podido evitar su destino. La
única diferencia entre nosotros es que mi madre se tropezó conmigo en el momento correcto en el
lugar correcto y me salvó, y tú no tuviste la misma suerte,” me dijo.

Asentí, un poco absorta, tratando de asimilar sus palabras. “Así como Edward y tú no son tan
diferentes. Sí, mi hermano es un pequeño consentido de mierda, siempre lo ha sido. Por eso es tan
quisquilloso. Pero muy en el fondo él todavía es un pequeño niño aterrado y herido, tratando de
averiguar el lugar al que pertenece, al igual que tú que todavía eres esa pequeña niña asustada que
trata de encontrar su lugar en el mundo. Ambos están buscando la misma jodida cosa y es ahí donde se
han encontrado el uno con el otro. Mi madre hubiese llamado a esa mierda destino. Ella siempre decía
que era el destino el que la llevó hasta mí, e imagino que ella podría decir que era el destino el que los
ha unido a Edward y a ti. Lo que está destinado a ser, será, y eso es todo.”

Me quedé paralizada, mirándolo. Estaba acostumbrada a la naturaleza bromista de Emmett y me


sorprendió lo filosófico que podía llegar a ser. Sonrió ampliamente ante mi expresión. “Sí, soy como
el jodido doctor Phil y esas mierdas, ¿eh?” Mi ceño se frunció en confusión y él se rio. “Supongo que
no sabes quién es el doctor Phil.”

“Eh, no,” le dije, riéndome levemente. Emmett asintió.

“Él es un tipo calvo, un terapeuta. Tiene un programa de televisión. A Rose le encantan esas mierdas.
En fin, no importa,” me dijo, haciendo un ademán con su mano. Él se puso de pie junto a mí y se
estiró. “Necesito tomar una ducha, quizás fumarme un porro antes de esta noche. Vas a venir a la
fiesta ¿verdad?”

Sonreí levemente, asintiendo. “Supongo que sí,” le dije. Él asintió.

“Bien. Si alguien trata de joderte o meterse contigo, tú solo dímelo y les patearé el trasero por ti. Sé
que Edward lo haría en un santiamén pero yo creo que si pone un solo dedo sobre alguien en esa fiesta,
probablemente destierren su trasero otra vez, y ninguno de nosotros quiere eso,” dijo él. Fruncí el
ceño, disgustándome la idea siquiera de Edward yéndose, y asentí.

“Recordaré eso. Muchas gracias,” le dije. Se encogió de hombros con indiferencia, haciendo
nuevamente un ademán con su mano.

“No tienes de qué,” me dijo. Salió de la habitación y me estiré en el sofá, cogiendo el mando a
distancia. Encendí la televisión y empecé a cambiar rápidamente de canal buscando algo que ver, pero
lo apagué después de un momento cuando nada logró captar mi atención. Suspiré y me puse de pie,
dirigiéndome al vestíbulo. Subí las escaleras y llegué al tercer piso, deteniéndome en el pasillo cuando
vi que la puerta de la habitación de Edward estaba abierta. Él estaba dentro lanzando cosas por todas
partes, refunfuñando por lo bajo. Parecía estar buscando algo y estaba haciendo de su habitación un
desastre en el proceso.

“¿Se te ha perdido algo?” le pregunté. Su cabeza se volteó de inmediato en mi dirección y sus ojos se
entrecerraron un poco, pero vi su mandíbula tensarse mientras trataba de contener su reacción natural
de gritar.

“Estoy buscando mi camisa American Eagle verde y gris. ¿Sabes de la que te estoy hablando? Es de
manga larga,” me dijo, sonando irritado. “Realmente quiero ponerme la jodida camisa pero esa mierda
a desaparecido,” él volvió a su tarea de lanzar ropa por toda la habitación, buscándola.

“Está en la secadora,” le dije en tono simple, recordando haberla visto un par de minutos atrás en el
cuarto de lavado. Se detuvo con su mano en el aire, sosteniendo una camisa, y mirándome.

“No me jodas, ¿en serio?” dijo, alzando una ceja. Yo sonreí un poco, moviendo mi cabeza en un sí.

“La lavé esta mañana,” le respondí. Él suspiró y pasó una mano por su cabello, dando un vistazo a la
caótica habitación.

“Bueno, podrías haberme dicho esa mierda antes de que yo hiciera este desastre,” dijo él en tono
cortante. Yo reí en voz baja, ya que Edward no sería él mismo si no discutiera algo, pero enderecé mi
postura cuando él me miró nuevamente. “Gracias,” masculló bajito.

Asentí. “De nada. Yo, uh… voy a tomar una ducha ahora,” le dije, apuntando mi cabeza en dirección a
mi habitación. Él suspiró y asintió.

“Sí, está bien. Alice debería llegar pronto,” dijo. Yo sonreí de manera leve y me giré, dirigiéndome a
mi habitación. Cerré la puerta detrás de mí pero no me tomé la molestia en asegurarla, ya que sabía
que Alice entraría en cuanto llegara a la casa. Me saqué toda la ropa, lanzándola en la canasta de ropa
sucia, y caminé al baño. Cerré la puerta y abrí la llave; entrando a la ducha una vez que el chorro
estuvo caliente. Me lavé a conciencia y cerré la llave después de un rato, saliendo de la ducha y
agarrando una toalla. Me sequé con cuidado y tomé mi albornoz, me lo puse y lo até con fuerza.
Regresé a la habitación y me detuve después de un segundo, sonriendo cuando vi a Alice sentada en
mi cama.

“¡¡Ey Isabella!!” dijo ella entusiasmada.

“Hola Alice,” le dije. Ella sonrió ampliamente, saltando a la vez de la cama.

“¡Gracias por permitirme hacer esto, todas esas chicas van a estar tan celosas cuando te vean!” dijo
ella, prácticamente dando un brinco fuera de la cama. Yo reí, negando con mi cabeza ante su
entusiasmo.

“No estoy intentando poner a nadie celoso, Alice,” le dije. Ella rodó sus ojos en tono de broma.

“Sé que no lo estás intentando tontita, este es solo un beneficio agregado. Le prometí a Edward que no
haría algo exagerado con tu maquillaje y que también te dejaría usar tus nuevos zapatos Nike, lo que
por cierto provocó un cambio en mi plan inicial, ya que arruinaba completamente lo que había
planeado que usaras esta noche, pero vamos a hacer que todo el atuendo funcione de alguna manera,”
dijo ella sin importancia. Yo solo la miré, levemente asombrada de que ella pudiese decir todo aquello
tomando apenas un solo respiro.

“De acuerdo” murmuré, sin saber qué más decir. Ella sonrió de manera brillante y asintió.

“De acuerdo. Empecemos,” dijo. Caminó hasta mí y me tomó del brazo, llevándome de regreso al
baño. Tomó mi cepillo y empezó a desenredar los nudos de mi cabello mientras yo cepillaba mis
dientes.

“Así que, ¿cómo van Edward y tú?” Preguntó después de un segundo. Dejé de lavar mis dientes,
deteniendo mi cepillo en el interior de mi boca y mirándola al espejo.

“Bien, creo,” murmuré, mis palabras salieron algo ininteligibles a causa de la pasta dental. Ella sonrió
y asintió, empujándome levemente hacia un lado para tomar el secador de cabello que ella había
comprado meses atrás. Lo conectó y lo encendió, empezando a secar mi cabello. Terminé de cepillar
mis dientes, el único sonido en la habitación era el zumbido del secador.

Lo apagó después de un momento y cepillo mi cabello una vez más. “En serio tienes un cabello
hermoso, tantas chicas que conozco matarían por tener ese color natural y la suavidad que tú tienes”
me dijo. Sonreí levemente, agradeciéndole. Ella se encogió de hombros, y comenzó a cepillar la parte
superior de mi cabello, dándole volumen y sosteniéndolo con unas pocas horquillas para asegurarlo.
Era increíble ver lo rápida y eficiente que era, y como parecía agradarle su resultado final en cuestión
de segundos. Tomó una botellita de fijador de cabello y puso su mano sobre mis ojos antes de empezar
a esparcir el fijador. Tomé una respiración fuerte y empecé a toser al inhalar el fijador, quedándome
con un sabor ácido en mi boca y una sensación de quemazón en mi nariz.

Ella alejó el fijador después de un momento y empezó a sacar el maquillaje que había comprado para
mí bastante tiempo atrás. Nunca lo había usado ya que no sabía cómo aplicarlo y tampoco tenía
muchas razones para usarlo, así que estaba aún todo nuevo y algunos productos incluso estaban en su
embalaje original.

“¿Sabes algo? Tienes una piel naturalmente hermosa así que no necesitas mucho maquillaje. Solo con
resaltar unas pocas áreas de tu rostro te ves asombrosa,” dijo ella, tomando el cepillo del rímel y
acercándose a mi rostro con él. Yo retrocedí un poco tratando de alejarme de eso para que ella no me
pinchara el ojo. Lo aplicó rápidamente, de manera experta y enseguida lo alejó de mí. Agarró un lápiz
y delineó mis ojos con él muy rápido.

“Gracias, por los cumplidos,” le dije suavemente después de un segundo. Ella sonrió, tomando un
contenedor con un polvo de color y un aplicador suavecito. Hundió el aplicador en el polvo y empezó
a aplicarlo por mis mejillas.

“De nada. Así que, uh, ¿cómo de lejos han llevado las cosas Edward y tú?” me preguntó. Mi ceño se
frunció en confusión y la miré mientras ella alejaba el contenedor con el polvo de color.

“¿A qué te refieres?” le pregunté, sin saber de lo que estaba hablando. Ella sonrió.
“Quiero decir, ¿han intimado?” preguntó. Mis ojos se abrieron levemente y sentí como el calor se
arrebolaba en mi rostro cuando me di cuenta de qué era de lo que ella estaba hablando.

“Yo, eh… es decir, sí. Pero no, nosotros no hemos hecho, tú sabes,” balbuceé nerviosa. Su sonrisa
creció un poco y asintió.

“¿Primera, segunda o tercera base?” me preguntó, alzando sus cejas de forma inquisitiva y tomando
un pequeño frasco de brillo labial. Yo sonreí de manera tímida.

“Él, eh, dijo que era tercera,” murmuré suavemente. Sus ojos se abrieron levemente sorprendidos, su
sonrisa creció aún más.

“¡Vaya! Así que, ¿Tú, ya sabes, le has hecho eso?” ella preguntó. La miré confusa, no del todo segura
acerca del ‘eso’ de lo que ella se estaba hablando. Ella vio mi expresión y suspiró. “Tú sabes, ¿has
estado allí abajo?”

La miré por un momento, sin entender momentáneamente sus palabras, cuando escuché una risa
resonar desde la puerta de mi habitación. Mis ojos se abrieron sorprendidos y mi cabeza se volteó en
esa dirección, me asombré de ver a Rosalie Hale de pie allí, al pie de la puerta. Ella llevaba un par de
vaqueros ajustados y unas botas negras que le llegaban casi hasta las rodillas, llevaba también un top
ajustado negro con un cinturón alrededor. Se veía asombrosa, casi como recién salida de la portada de
una revista, con su cabello rizado y su maquillaje aplicado de manera perfecta.

“Alice está tratando de preguntarte si le has hecho el favor. Tú sabes, poner su polla en tu boca y
chupársela,” dijo ella con diversión, alzando una ceja hacia mí. Mis ojos se abrieron con asombro
cuando me di cuenta lo que ellas estaban preguntando y sentí mi sonrojo crecer en mis mejillas.

“Eh, es decir, bueno…” empecé, ligeramente tomada por sorpresa. “No.”

Alice parecía levemente entristecida por mi respuesta pero la sonrisa de Rosalie creció aún más.
“¿Quieres hacerlo?” ella preguntó.

Yo parpadeé un par de veces, asombrada. “Eh, bien… Supongo,” murmuré. “Es decir, lo he pensado,
pero yo no sé, tú sabes… qué hacer, no sé cómo hacerlo sentir bien de esa forma.”

“Awwww, ¿Acaso eso no es lindo?” Alice prácticamente chilló. La miré asustada, confundida de
inmediato tratando de adivinar si ella estaba siendo sincera o solo se estaba burlando, pero ella sonreía
tan brillantemente que supe que no estaba siendo malvada ni tampoco estaba divirtiéndose a mi costa.
Alice tampoco era de ese tipo de persona de todas formas. Escuché a Rosalie reírse y dirigí mi mirada
hacia ella, ya que estaba bastante segura que viniendo de Rosalie, esto sí era una burla.

“No es tan difícil,” Rosalie dijo. “Los hombres son fáciles de manejar. ¿Le has hecho una paja,
verdad?”

Ella me miró a la expectativa, alzando sus cejas. Yo me sonrojé y sonreí tímidamente mientras
asentía. “Sí, sí le he hecho… eso.”

Ella sonrió. “Bien. Todo lo que tienes que hacer cariño es envolverlo con tus labios y succionar,
moviendo tu cabeza arriba y abajo. No muy rápido, ni muy despacio, solo mantén un ritmo agradable.
Y no esperes que toda esa cosa quepa en tu boca, especialmente no si es una polla grande, y
definitivamente no la primera vez. Así que solo cógela con tu mano y muévela como si le estuviese
haciendo la paja al mismo tiempo,” dijo ella encogiéndose de hombros. Yo solo me quedé mirándola,
y Alice rio levemente.

Solo tienes que meterte todo lo que puedas sin que te den nauseas. Suena raro si te lo explico, pero
será algo natural cuando ocurra, ya te darás cuenta y me darás la razón. Quiero decir, tú sabes cómo
los hombres se corren mientras se lo acaricias, así que solo tienes que hacer esos mismos
movimientos no solo con tu manos sino con tu boca a la vez,” dijo Alice en voz baja, con un poco de
compasión en su voz. “Y no te olvides de prestar atención a la puntita, ya que a los hombres les gusta
que se la laman. Ellos disfrutan mucho lo que hacemos con la lengua.”

“Sí, lengua. Y un poco de dientes también, pero no mucho tampoco. Puedes mordisquear y rozarlo un
poco, pero si lo muerdes él sería capaz de darte un puñetazo,” Rosalie agregó. Mis ojos se abrieron
asustados, un poco de pánico surgió en mi interior.

Alice debió sentir mi miedo ya que se rio levemente, negando con su cabeza. “No te preocupes, eso no
va a ocurrir. Edward nunca te golpearía”, dijo ella mirando a Rosalie con gesto de reproche. Rosalie
solo sonrió y se encogió de hombros.

“Sí, está bien. Edward no te daría un puñetazo. Aunque recuerdo cuando oímos que él le hizo el
‘dragón furioso’ a esa chica de primer año el año pasado en aquella fiesta cuando ella le mordió…”
ella empezó a decir. Mi ceño se frunció y Alice jadeó.

“Rosalie eso es asqueroso, cállate,” dijo Alice. Rosalie empezó a reírse negando con su cabeza.

“¿Qué? ¡Él lo hizo! ¡Cielos! ¿Cuál era el nombre de esa chica, de esa muchachita castaña? Ella se
mudó durante el verano pero todavía salía con él de vez en cuando después de eso, chiquilla estúpida.
No la entiendo,” dijo ella. “En fin, no es que su nombre importe, no me importa. Pero Alice tiene
razón, Edward no te golpearía, y no debería haber dicho que él lo haría porque probablemente tú me
creerías.”

Yo asentí, mi ceño aún fruncido, completamente confundida por la conversación. “Eh, ¿Qué es un
dragón furioso?” le pregunté algo dudosa.

“No es nada,” dijo Alice rápidamente, mirando a Rosalie. Rosalie sonrió, sacudiendo su cabeza.

“No, si la chica quiere saber, nosotros debemos decírselo. Ella debe saber las mierdas que su novio ha
hecho. Le dije hace unos días que ni siquiera iba a intentar simular que él es el príncipe encantado y
realmente hablé en serio cuando lo dije,” Rosalie le dijo a Alice. Alice suspiró, negando con la cabeza,
y Rosalie se giró para mirarme. “Un dragón furioso es cuando una chica se la está chupando a un
chico, entonces cuando está corriéndose, él empuja tu cabeza hacia adentro haciendo que el semen que
está en la boca se te salga por las fosas nasales. Ellos le llaman el dragón furioso porque, puedes darlo
por seguro, ella estará jodidamente furiosa después que le hayan hecho eso.”

Yo la miré, completamente horrorizada, y ella solo se quedó allí sonriendo. “¿Edward hizo eso?” le
pregunté con asombro. Ella asintió y Alice suspiró.
“Él jamás te haría eso, Isabella,” Alice dijo, todavía mirando a Rosalie. “Espero que entiendas eso. Él
era diferente entonces.”

Yo asentí y parpadeé un par de veces, todavía asombrada. “Eh, sí. Es decir, yo confío en él. Solo que
me resulta un poco difícil creer que él haya hecho eso, sin embargo.”

“Sí, bueno, Edward ha hecho un montón de mierdas a las chicas,” Rosalie dijo negando con su cabeza.

“¿Cómo qué?” le pregunté, alzando mis cejas inquisitivamente. Me sentí realmente curiosa de cómo
Edward había tratado a las chicas antes de mí, ya que todo el mundo me había dicho que él era
diferente conmigo. Yo solo lo conocía de una forma, por lo que todo lo demás me parecía extraño.

“Yo creo que nosotras no deberíamos estar hablando de estas cosas, son el pasado,” Alice murmuró.
Ella se acercó a mí y empezó a arreglar nuevamente mi cabello, conectando una tenaza para hacer
rizos.

“Pero yo quiero saber,” le dije. Ella suspiró, sonando resignada.

“Si lo nombras, Edward Cullen probablemente lo ha hecho en algún momento de su vida,” dijo ella.

Rosalie rio. “Sí, como cuando, ¿te acuerdas esa vez en la que él llevó a Jessica a ese armario en el
instituto y le arrancó toda la ropa, y luego él se corrió en los pantalones de ella? ¡Oh Dios, y luego
solo la dejó allí metida! Ella salió del armario y caminó por el corredor cubierta de su semen,
mientras trataba de apretar su ropa a su cuerpo, pero sus pantalones todavía estaban chorreando y los
botones de su blusa habían volado. ¡Qué perra más estúpida!”

Alice negó con su cabeza. “¿Y esa vez cuando él tenía a una chica dándole sexo oral en el área de
pesas del gimnasio, sabiendo que su novio podría entrar y verlos?”

Rosalie asintió. “Sí, él hizo algo para cabrear a Edward, así que él le respondió metiéndose con su
novia. Eso fue grosero.”

Alice suspiró. “¿Recuerdas cuando él le dio un par de bragas de Kate a Eric?”

Rosalie rio fuerte. “Sí, él le dijo a Eric que eran un regalo de Kate. Ese nerd la persiguió durante
semanas después de eso, pensando de verdad que ella le daría una oportunidad.”

Alice asintió. “Sí, oh, y esa vez en la que él fue con esa chica rubia a ese restaurante y la convenció
para que le hiciera sexo oral debajo de la mesa, y cuando él se corrió, simplemente se levantó y se
fue.”

Rose asintió, todavía riéndose. “¡Dios, sí! Él la dejó allí con la cuenta y atrapada debajo de la mesa,”
dijo.

Alice sonrió. “Él dijo que le había dado una propina a la anfitriona por haberle dado una mesa privada,
así que él al menos hizo bien su parte.”

Rose negó con su cabeza. “¡Qué imbécil! ¡Oh! ¿Te acuerdas en esa fiesta de hace dos años cuando
Edward estaba masturbando a esa chica que tenía la faldita cortita y luego él caminó hasta donde
estaba Lauren Mallory y le metió el dedo en su boca?”

Alice gruñó. “Ugh, ¡eso es tan asqueroso! Y ella solo le chupó el dedo, tratando de ser sexy. Él creyó
que era tan gracioso.”

“Por supuesto que lo hizo. Él creyó que todo era gracioso. Quiero decir, ¿te acuerdas lo que le hizo a
Shannon?” Rosalie dijo, negando con su cabeza. “Él pensó que eso era la cosa más graciosa del
mundo.”

Alice suspiró, negando. “El potro salvaje,” dijo ella, sonando exasperada.

“¿Qué es el potro salvaje?” Pregunté. Rosalie rió.

“Es cuando un chico tiene a una chica en cuatro mientras están follando, y él se agarra de sus pechos
con fuerza y le susurra algo completamente enfermizo o tremendamente horrible al oído, haciendo que
ella enloquezca. Ella tratará de sacárselo de encima rápidamente pero él se está agarrando a ella, así
que es esencialmente como ver a un potro salvaje,” dijo ella, encogiéndose de hombros.

Yo la miré por un segundo, asombrada. “¿Edward hizo eso?” le pregunté. Ella asintió y yo parpadeé un
par de veces, tratando de absorber toda la información. Nada de eso sonaba como el Edward del que yo
estaba enamorada y todo me parecía un poco surrealista. “¿Qué le dijo a esa chica para hacer que ella
lo quisiera alejar?”

“Él le dijo ‘Tu coño no es tan estrecho como el de tu madre’,” Rosalie dijo, con una sonrisa. Mis ojos
se abrieron asustados y Alice suspiró.

“Él no había dormido con la madre de chica, en realidad, solo estaba bromeando,” dijo ella. Yo asentí
con duda, asombrada de todas formas por el hecho que él siquiera lo hubiera dicho. “Él lo hizo porque
Jacob lo desafió a hacerlo. Ese par estaban todo el tiempo desafiándose mutuamente, retándose a hacer
cosas estúpidas y ninguno de los dos jamás se echó para atrás.”

“Así como ahora, ninguno de los dos se echará para atrás,” Rosalie dijo despacio. “Y hablando de
Jacob, podemos añadir a su hermana en la lista de cosas que Edward ha jodido.”

Alice asintió levemente mientras empezaba a rizar mi cabello, fijando su atención totalmente en ello.
Un silencio extraño recayó en la habitación y Rosalie solo se apoyó en el marco de la puerta, luciendo
un poco apagada. Yo solo permanecí sentada en silencio, sorprendida de la reacción de ambas por
aquella última frase. Sabía que Jacob había sido un buen amigo para ellos, ya que había visto las fotos
de todos juntos, pero nunca me había dado cuenta hasta ese momento de que todos habían perdido a un
amigo en esa situación.

“Él me habló sobre eso,” dije en voz baja. Ellas me miraron sorprendidas. “Él, eh… Yo le pregunté
acerca de Jacob cuando él lo atacó en el partido de futbol.”

Alice suspiró. “Sí. Estábamos muy unidos. Aún hablamos con Jacob cuando lo vemos por ahí, pero no
es lo mismo ¿sabes? Él nos ve como si hubiéramos escogido a Edward en lugar de a él,” dijo ella,
encogiéndose de hombros.

Rosalie rio secamente. “Nosotros elegimos a Edward en lugar de a él,” dijo ella. “Nos forzaron a
escoger un bando con su comportamiento, y sabíamos que si no escogíamos a Edward todos
terminaríamos desmoronándonos. Esos dos idiotas pudrían haberlo manejado mejor, como dos adultos
en vez de dos chiquillos consentidos, pero ellos decidieron básicamente hacer una guerra de esto.
Ambos dieron golpes bajos. Sí, Jacob no debería haber dicho las cosas que dijo, pero Edward no
debería haber hecho lo que hizo tampoco. Ambos jodieron las cosas y ninguno de los dos es lo
suficientemente hombre para pararse y admitirlo.”

“Lo sé,” dijo Alice. “Solo quiero que ellos lo solucionen.”

Rosalie asintió, y todo se quedó en silencio nuevamente por otro momento hasta que ella aclaró su
garganta. “En todo caso, nos hemos desviado mucho del tema. Se supone que teníamos que decirte
como hacer que ese imbécil se sienta bien.” Yo me sonrojé y ella sonrió, obviamente divertida por mi
reacción.

“Sí, ¿en dónde nos quedamos en eso? Bastante lengua, pocos dientes. Mueve tu mano, mueve la
cabeza. Solo toma lo que puedas sin atorarte,” dijo Alice. Mi sonrojo creció con cada palabra,
levemente avergonzada, ya que se sentía como si ellas estuviesen adiestrándome.

“¡Oh! ¡Las bolas!” dijo Rosalie en voz alta. Mis ojos se abrieron asustados y ambas, ella y Alice
empezaron a reírse. “Solo ahuécalas con suavidad en la mano que no estés usando para hacerle la paja,
los chicos aman esa mierda.”

“Y puedes escupir si quieres hacerlo, no creas que tienes que tragártelo,” dijo Alice. Mi ceño se
frunció en confusión antes de percatarme de que la cosa blanca estaría en mi boca cuando eso pasara.

“¡Oh Dios!” exclamé, más fuerte de lo que en realidad quise que sonara. Ellas se quedaron quietas y
me miraron confundidas. “No me había dado cuenta… es decir… ¿Es malo? ¿A qué sabe?”

Rosalie sonrió y Alice soltó una pequeña risita. “Bueno, es un poquito salado y pegajoso, y a veces
puede ser un poquito ácido. El de Jasper sabe un poco a almendras,” dijo Alice. Mis ojos se abrieron
asustados y el ceño de Rosalie se frunció confundido.

“¿Almendras?” El de Emmett sabe más al jodido cloro o algo así,” Rosalie dijo. Ambas empezaron a
reír y yo solo las miré, sin saber qué pensar. Ellas se calmaron después de un momento y Rosalie se
giró hacia mí, sonriéndome. “Honestamente, es más fácil si solo te lo tragas y terminas con eso de una
sola vez. Yo creo que escupirlo hace que el sabor perdure en tu boca. No es tan insoportable tampoco.”

Asentí dudosa, toda la conversación era un poco surrealista. “Rose anda y escoge algo para ella.
Edward quiere que ella use sus zapatos Nike, coordinada con él,” dijo Alice después de un segundo.

Rosalie bufó, rodando sus ojos. “¿Quién mierda te crees que eres, dándome órdenes?,” murmuró ella,
girándose y dirigiéndose a la habitación. Alice rio levemente, mirándome.

“No te preocupes,” dijo en voz baja. “Edward lo entenderá. Tómate tu tiempo y explora todo lo que
quieras y verás como lo haces bien. Él sabe que eres inexperta, apreciará que al menos lo intentes.”

Asentí, sonriendo. “Gracias, Alice. En verdad,” le dije. Ella asintió y terminó de rizar mi cabello en
silencio. Rosalie regresó después de un momento, sosteniendo unos vaqueros y una camiseta rosa y
negra. Me los entregó y yo los cogí con cuidado. Asintió y salió del baño una vez más. Desde la
entrada del baño me lanzó otras cuantas prendas que yo traté de atrapar, pero terminé dejando caer
toda la ropa al suelo en el proceso. Alice me dio una pequeña sonrisa y me incliné para recoger toda la
ropa, haciendo mi mejor esfuerzo para no exponer mi cuerpo de manera accidental ya que yo todavía
estaba usando únicamente mi albornoz.

“Voy a dejar que te vistas,” dijo ella, desconectando el rizador de cabello. Asentí y le agradecí
mientras ella salía del baño, cerrando la puerta detrás de ella despacio. Suspiré y me quité mi
albornoz, dejándolo caer al suelo. Me puse el sostén negro y las bragas negras rápidamente antes de
ponerme los vaqueros. Se ajustaron a mi cuerpo con algo de dificultad pero tampoco es que fueran
muy apretados, en los tobillos eran un poco más sueltos. Me puse la camiseta y me sorprendí un poco
cuando vi que mostraba el inicio de mis pechos. Caminé hasta la puerta y la abrí, entrando a la
habitación. Alice me miró y sonrió con alegría, aplaudiendo con sus manos. Rosalie sonrió, mientras
me miraba, y me extendía una camisa. Yo la vi y la miré con cautela.

“Es de Edward. Y sí, se la he pedido antes de cogerla. Póntela encima de la que llevas y te verás
perfecta.” Yo asentí y le agradecí en voz baja, ella asintió en respuesta. “Muy bien. Bueno, Emmett y
yo ya nos vamos. Nos vemos más tarde.”

Nos despedimos de Rosalie y ella salió, dirigiéndose a las escaleras. Me puse la camisa encima,
notando que era una de las camisas blancas de botones y mangas largas de Edward. Me puse las
medias y cogí los zapatos, poniéndomelos y atando los cordones. Miré a Alice y ella asintió
entusiasta. “¡Genial!” dijo ella. “Voy a bajar a buscar a Jasper, Edward está en su habitación. En serio
te ves espectacular.”

Yo me sonrojé, sonriendo tímidamente. Le agradecí y ella asintió una vez más, dirigiéndose a la
puerta. Ella salió y dudé por un segundo antes de regresar al baño. Entré y me detuve abruptamente
frente al espejo, asombrada por el reflejo en el mismo.

“Toc Toc.” La voz era dócil y ligera, suave y dulce como la miel. Me miré un momento más al espejo
antes de voltear mi cabeza en dirección a la puerta, de donde provenía la voz. Mis ojos recayeron en
Edward, mi pecho se hinchó con amor y devoción ante su presencia. Él lucía espectacular, su cabello
en perfecto desorden, su rostro marcado por esa encantadora sonrisa torcida. Llevaba la camisa verde
y gris por la que había preguntado antes, una camiseta blanca era levemente visible debajo del borde
de la misma. Llevaba unos vaqueros gastados y estaba usando los zapatos Nike blanco y verde que él
había comprado el día que salimos de compras. Parecía recién salido de la portada de una revista,
asombrosamente hermoso.

Todavía tenía las palabras de Rosalie y Alice flotando en el interior de mi cabeza, todas esas horribles
cosas que Edward les había hecho a esas chicas en el pasado. Y no podía negar que aquello me
aterraba un poco, el hecho de que él pudiese haber sido siquiera capaz de ser tan cruel e indiferente
con los sentimientos de una chica, pero estando allí, mirándolo, parecía que nada de eso era relevante.
Aquellas cosas no se aplicaban para nosotros, ya que yo sabía que él nunca me las haría. Él me amaba,
y yo lo amaba, y ambos hemos hecho y experimentado cosas horribles en la vida pero todo aquello
estaba ya en el pasado. Nuestro futuro era complicado y confuso, pero el presente… era perfecto.

Quería decirle lo hermoso que se veía, deseando poder hacerle entender exactamente cuánto lo amaba,
pero en vez de eso las primeras palabras que salieron de mi boca fueron las últimas que yo esperaba
decirle al hijo del hombre que me había comprado con dinero.

“¿Doblaste el resto de ropa cuando sacaste tu camisa de la secadora?” le pregunté.

Me miró por un segundo antes de echarse a reír, negando con la cabeza. Pasó una de sus manos por su
cabello, ocasionando aún más caos en sus hebras de color cobrizo. “Me temo que no tesoro. Pero la
ropa puede esperar hasta mañana.”

Sonreí y asentí. “Sí, supongo que puede esperar,” murmuré, volteándome y mirándome al espejo una
vez más. Era fácil ver que aquella era yo, con mis mejillas levemente sonrojadas y las escasas pecas y
ese bulto en la nariz, pero me sentía diferente. Por una vez no vi ninguno de esos defectos al principio.
Yo sabía que estaban ahí, ya que siempre han estado, pero no era eso lo que me asombraba. Me sentí
bonita… me sentí casi digna.

Edward entró detrás de mí y envolvió con sus brazos mi cuerpo, mirando al espejo. Se inclinó y besó
mi cuello suavemente antes de sonreír. “Ah, mira eso, nena. ¿No lucimos jodidamente fabulosos
juntos o qué? Lucimos como si fuésemos perfectos juntos y esas mierdas,” dijo él. Yo sonreí
alegremente.

“Sí… nos vemos bien,” le dije, sintiendo mis ojos llenarse de lágrimas de emoción ante sus palabras.
Él murmuró algo en voz baja y me apretó con más fuerza en un abrazo, meciéndonos levemente con el
movimiento. Alcé mis manos y las dejé sobre sus antebrazos, acariciándolos despacio.

“Luces realmente increíble, la mía bella ragazza. Increíblemente hermosa,” dijo él. Yo sonreí y miré
hacia mi reflejo mientras una de esas lágrimas que había luchado por contener se deslizaba por mi
mejilla. Edward soltó su abrazo y alzó su mano, limpiándola rápidamente sin decir una sola palabra.

“¿Así que no soy una schifosa?” le pregunté en tono de broma. Él soltó una pequeña risa, negando con
su cabeza y apretándome una vez más con fuerza.

“Definitivamente no eres una schifosa.” Usted, mi dama, es una condenada figa*. No, a la mierda eso.
Tú eres una figone*”, dijo él. “Yo nunca me había sentido tan atraído por alguien en mi vida de la
forma en la que me siento atraído por ti.”

Sonreí alegre. “Gracias,” le dije en voz baja. Él se encogió de hombros, sonriendo.

“Quizás no deberías agradecerme. Puedo volverme un poco territorial a causa de eso y esta noche no
será muy distinto. Si alguien posa un solo maldito dedo en ti, te juro que se lo voy a romper,” dijo. Yo
rodé mis ojos.

“No, no lo harás, porque no quiero que te metas en problemas con tu padre. Y nadie me va a tocar.
Dudo que alguien se pueda fijar en mí, de todas formas,” le dije, encogiéndome de hombros. Él rio sin
ganas, liberando el abrazo.

“¿Luciendo así, Isabella? Todos se van a fijar en ti. Pero tienes jodida razón, ellos no te van a tocar,
porque todos deben saber que no deben,” dijo él. Suspiré, su voz sonaba algo irritada. Si estaba
empezando a cabrearse y ni siquiera habíamos salido de la casa, la noche prometía ser un completo
desastre.
“Saldrá todo bien,” le dije despacio, alejándome del espejo y acariciando su espalda con suavidad. Él
suspiro, asintiendo.

“Sí,” murmuró él. “Deberíamos irnos ya.”

Asentí y lo seguí cuando salió del baño. Cogí mi abrigo que tenía en el armario y apagué las luces,
dirigiéndome al pasillo. Edward fue hasta su cuarto y agarró un abrigo gris, para luego ponérselo.
Cogió sus llaves y otras cosas en su mano mientras yo lo esperaba pacientemente, poniéndome mi
abrigo. Después de un minuto, salió de su habitación, sosteniendo una botella grande de alcohol. La
abrió y la alzó, tomando un trago largo. Gruñó después de eso y me la extendió, alzando sus cejas y
sonriendo.

Lo miré algo dubitativa y sonrió. “Confía en mí, tesoro. Se necesita una buena jodida cantidad de
alcohol para tolerar a esos capullos,” me dijo, su voz sonaba en broma. Sonreí ligeramente y tomé la
botella algo vacilante, alzándola y tomando un pequeño sorbo. Hice una mueca cuando el líquido
quemó mi garganta y la alejé de mis labios rápidamente. Él soltó una risita, tomando la botella de mis
manos. “Esa es mi chica.”

Alzó nuevamente la botella y tomó un gran trago nuevamente. Lo miré asustada. “¿Deberías beber si
vas a conducir?” le pregunté con duda. Él rodó sus ojos, encogiéndose de hombros.

“Soy un buen conductor,” dijo simplemente. “Nunca he tenido un accidente.” Suspiré y asentí, ya que
no pensaba discutir con él. Confiaba que no me lastimaría de ninguna forma.

Él me volvió a ofrecer la botella y yo negué con mi cabeza, declinando la oferta. Tomó otro sorbo y le
puso el tapón, para luego regresar a su habitación y dejarla sobre la cama. Salió una vez más y tomó
mi mano, dirigiéndonos a las escaleras. Bajamos rápidamente y me condujo hasta afuera, quitando los
seguros del coche y abriendo la puerta del pasajero para mí. Hacía frío allí fuera, debido a que ya
había oscurecido, pero al menos estaba seco. Ya no había nieve en el suelo, de hecho se había
derretido el día siguiente a Navidad.

Cerró la puerta después de que yo entré y rodeó el auto, deslizándose hasta el asiento del conductor al
tiempo que yo abrochaba mi cinturón de seguridad. Encendió el motor, enchufando la calefacción y
conectando el reproductor de música. Buscó rápidamente entre algunas canciones hasta que encontró
una canción de rap, el bajo era tan ruidoso que hacía vibrar las ventanas. Puso el coche en marcha y
salimos de la entrada de la casa, mientras él cantaba la canción.

Entró al pueblo de Forks pero salió enseguida, dirigiéndose a las afueras, al otro lado del pueblo.
Condujo unos minutos más antes de entrar a un pequeño camino para luego desviarse a la derecha. Al
entrar a la pequeña carretera miró por el retrovisor, percatándose que un auto venía tras de nosotros.
Condujo unos minutos más, a través de unos árboles, antes de llegar a un lugar despejado. Era un gran
campo abierto con una casa rodante a un lado. Detrás de la casa rodante había agua, lo cual asumí que
era un lago ya que en repetidas ocasiones Edward me dijo que la fiesta se llevaría a cabo en el lago.
Había muchísimos coches aparcados en el lugar y se podía ver una enorme fogata ardiendo a lo lejos
con un montón de gente a su alrededor. Edward aparcó el auto, un poco apartado del resto, y apagó el
motor.

“¿Estás lista?” Me preguntó, acercándose un poco a mí y acariciando mi muslo con cariño. Tenía las
cejas alzadas de forma inquisitiva y me miraba, esperando mi respuesta. Estaba nerviosa, sintiéndome
ligeramente aprensiva y asustada por el hecho de estar rodeada de tantos extraños, pero ya estaba allí y
era muy tarde para arrepentirme. Y siendo honesta, tampoco quería echarme hacia atrás. Quería ir a
esta fiesta; quería pasar la noche con Edward y estar cerca de sus amigos y compañeros de clase. Tenía
algo de temor por cómo él podía reaccionar conmigo allí, por si tendría que lidiar con verlo coquetear
con las otras chicas, pero sentí que tenía que enfrentarlo de una vez por todas.

“Sí, estoy lista,” dije finalmente, manteniendo mi voz tan tranquila como pude. Él suspiró y pasó una
mano por su cabello, asintiendo. Abrió la puerta y salió, para rodear el auto y abrir mi puerta. Me
extendió su mano y la tomé con cuidado. Me ayudó a salir y cerró la puerta del auto, asegurándola y
poniendo la alarma. Me condujo por todo el campo lleno de autos, en dirección hacia donde todo el
mundo estaba reunido. Cuando nos acercábamos a la multitud él soltó mi mano y yo de manera
irracional me aferré a ella antes de soltarla. Él suspiró y me regaló una triste sonrisa, pareciendo casi
culpable por tener que soltar mi mano. Le sonreí levemente, queriendo hacerle saber que entendía la
situación. Él bajó un poco el ritmo de sus pasos cuando logramos llegar a la multitud, manteniéndose
a mi lado todo el tiempo. Un par de personas lo saludaron de manera entusiasta en el momento en que
lo vieron y él los saludó en respuesta, pero lucía distraído, mientras miraba a su alrededor. Nos desvió
un poco hacia la izquierda después de un momento y alcé la mirada, encontrándome con Jasper y
Alice en medio del gentío. Caminamos hasta donde estaban, deteniéndonos frente a ellos. Le sonreí a
Alice y miré a Edward, que entrecerraba un poco sus ojos a Jasper. Alzó dos de sus dedos hasta su
rostro y señaló con ellos sus ojos antes de señalar a Jasper. Jasper claramente entendió lo que aquella
señal significaba y asintió, alzando dos dedos. Mi ceño se frunció y miré el intercambió de señales con
confusión, pero con un poco de diversión a causa de la misma.

Edward se giró hacia mí, acercándose unos pocos pasos e inclinándose en mi dirección. “Regresaré
enseguida, ¿está bien nena?” me susurró. Asentí y él pasó su mano por su cabello, luciendo un poco
destrozado. Estiró su mano y acarició mis dedos con los suyos, enviando así un cosquilleo a través de
ellos, antes de alejarse de allí. Me volteé y lo vi caminar de nuevo hacia la multitud, saludando a la
gente y deteniéndose para conversar. Lo pude ver sonreír de manera vibrante entre el gentío, podía ver
sus carcajadas al ver su pecho vibrar aunque no era capaz de escucharlas a causa del ruido de las
conversaciones y la música.

Desapreció de mi vista después de un momento y me volteé, mirando a Jasper y a Alice. Ambos me


miraban con cautela, con empatía. Inmediatamente me sentí culpable, ya que esta era la única y
completa razón por la cual yo había considerado no venir en primer lugar. Su diversión estaba siendo
obstaculizada por mi presencia.

“Estoy bien chicos, en serio. Pueden ir y divertirse” dije, encogiéndome de hombros. Era una verdad a
medias, ya que la idea de estar aquí sola sin nadie conocido era algo atemorizante, pero no quería que
ellos sufrieran por mi culpa. Jasper rio, negando con su cabeza.

“¿No entendiste ese intercambio de señas que tuvimos cuando llegaste? No puedo dejarte sola,
querida. Estás atrapada aquí conmigo hasta que él regrese,” dijo en tono de broma. Se acercó un poco
a mí y me dio un ligero codazo, yo le sonreí en respuesta.

Nos quedamos de pie conversando durante un rato, la gente se acercaba a nosotros para hablar con
Jasper o Alice. Todos eran relativamente amistosos conmigo, nadie se portó aparentemente mal. Me
relajé un poco, sintiéndome cómoda con la multitud.
Escuché la explosión de una carcajada después de un momento y me volteé con el tiempo justo para
ver a Emmett antes de que él envolviera con su brazo mi hombro. Me tensé un poco y rápidamente
miré a Rosalie, sin saber cuál podría ser su reacción al ver a Emmett tocarme. Ella era una persona
muy sobreprotectora y aunque se había portado de forma agradable conmigo últimamente, no quería
molestarla.

Rosalie se detuvo frente a mí, sosteniendo unos vasos, y Emmett me ofreció un vaso rojo de plástico
que tenía en su mano. “Toma, gatita. Ten un trago. No vayas a tomar nada de lo que te pueda dar
cualquiera de los otros hijos de puta que están por aquí. ¿Está claro?” me dijo. Yo me quedé
asombrada por un segundo pero tomé el vaso de sus manos, llevándolo a mi nariz y oliéndolo.

“Eh, gracias Emmett,” le dije en voz baja. Él asintió.

“Por supuesto. No sabía lo que querías tomar así que solo tomé algo de cerveza del barril. Me imaginé
que no te gustaría, pero honestamente a ninguno de nosotros nos gusta e igual la bebemos,” él me dijo,
alzando su vaso y chocándolo con el mío. “Así que bienvenida a la maldita pandilla, eres oficialmente
una de nosotros una vez que te termines esa cerveza.” Llevó su vaso a la boca y empezó a beber
rapidísimo su cerveza mientras yo lo miraba sorprendida. Rosalie le entregó uno de los vasos que
estaba sosteniendo a Jasper cuando Emmett terminó su bebida, lo intercambió con el de Rosalie que
todavía estaba lleno.

Rosalie le dejó el vaso, para luego tomar a Alice por el brazo y llevársela un momento. Emmett
mantuvo su brazo rodeando mis hombros y empezó a hablar con Jasper acerca de unos videojuegos
mientras yo me quedé completamente paralizada y atrapada desprevenida por las palabras de Emmett.

Yo llevé mi bebida a mi boca y tomé un trago, haciendo una mueca por el ligero sabor agridulce y por
su calidez. Michael Newton caminó hasta donde estábamos nosotros después de un momento con otro
chico y se detuvieron para hablar con los chicos brevemente. Le di a Michael una sonrisa cortés
cuando sus ojos se encontraron con los míos pero él desvió su mirada rápidamente, actuando como si
estuviese obviando mi presencia. Me di cuenta que aquello era a causa de Edward, de que el
comportamiento de Edward había intimidado al chico. Me hizo sentir mal de inmediato, pero había
una pequeña parte de mí, muy dentro de mí, que se alegró. Edward era tan sobreprotector y su
sobreprotección sobre mí me hacía sentir tan segura a veces.

Estaba tomando mi cerveza, tratando de ignorar su mal sabor, y empezando a relajarme cada vez más.
Alice y Rosalie regresaron y me percaté entonces que yo también estaba participando en las
conversaciones después de un momento, integrándome en ellas. Ellos estaban bromeando y yo estaba
riendo con ellos, sintiéndome contenta y sintiendo casi como si encajara con todas estas personas.
Como si yo fuese… uno de ellos.

“Ey, Em.” Una voz sonó detrás de nosotros, sintiéndose ligeramente familiar para mis oídos. Emmett
se volteó rápidamente, aún sosteniéndome por los hombros moviéndome por tanto con su cuerpo. Casi
me caigo a causa del súbito movimiento, tropezando por poco con mis propios pies. Emmett rio pero
mantuvo su agarre en mí de tal forma que no me estampé en el piso. Yo reí y alcé la mirada,
paralizándome cuando vi a Jacob Black de pie frente a nosotros.

“¿Qué hay, Jake”? dijo Emmett. Alzó su puño y lo puso frente a Jacob quién chocó su propio puño
contra el de Emmett.
“No mucho. Ey, ¿Finalmente decidiste cambiar a Rosalie?” preguntó, señalándome con su cabeza. Mis
ojos se abrieron asustados y Emmett rió.

“Mieeeeerdaaa, tú sabes que lo mío con Rosie es para toda la vida. Esta pequeña aquí no es mía, solo
la estoy cuidando, tú sabes, para que los buitres no estén rondándola,” dijo Emmett.

Jacob asintió. “Sí. He oído antes a Lauren hablando de ella. Maldita perra celosa.”

Emmett rio. “Sí, ella y Tanya. No quisiera tener que golpear a una perra esta noche. Rosie
probablemente se cabrearía si termino encerrado en la cárcel por golpear a una mujer, ya sabes.”

Jacob asintió y rio levemente. “Sí, lo sé.” Volvió su mirada hacia mí y me sonrió. “Fue un gusto verte
nuevamente, Isabella Swan,” me dijo de manera cortés. Estaba sorprendida de que él me estuviese
hablando de manera tan agradable después del incidente del partido de futbol.

“Igualmente, Jacob Black,” hablé en voz baja. Él sonrió.

“Ey, ¿sabes lo que un muñeco de nieve le dijo a otro muñeco de nieve?” preguntó, sus cejas estaban
alzadas mientras me miraba. Mi ceño se frunció y le miré brevemente antes de encogerme de
hombros.

“No lo sé. ¿Qué le dijo?” le pregunté. Él sonrió.

“Huele a zanahorias,” dijo él. Emmett empezó a reírse y yo solté una pequeña risita graciosa, negando
con mi cabeza. (N.T. La broma de Jacob se refiere a que la nariz de los muñecos de nieve en USA
comúnmente es una zanahoria. Por eso los muñecos huelen a zanahoria)

Jacob se rio y Emmett aclaró su garganta. “Edward está mirando hacia aquí,” dijo Emmett en voz baja.
“Parece algo enojado.”

Alcé mi mirada rápidamente, mis ojos entraron en contacto con los suyos sobre el hombro de Jacob.
Él estaba parado con otro chico, que al parecer estaba parloteando, pero Edward no le estaba prestando
la más mínima atención. Su mirada estaba fija en nosotros, su ceño fruncido en su rostro. Podía ver su
mano apretada fuertemente en un puño a un costado suyo, se podía ver claramente que estaba
luchando para controlar su temperamento.

“¿Cuándo no está enojado Edward?” preguntó Jacob, negando con su cabeza. “En fin, solo quería decir
hola. Los veré en otra ocasión, Em. Tengan todos una buena noche.”

Él se volteó y se alejó de allí, mientras Emmett murmuraba, “Tú también Jake.” Una vez que se perdió
de vista, yo miré a Emmett curiosa.

“¿Todavía te agrada Jacob después de que él dijera cosas malas sobre tu madre?” le pregunté con
duda. Emmett suspiró, asintiendo.

“Su madre también murió, ¿sabes? La familia ha sido siempre un tema bastante sensible tanto para
Edward como para Jake. Nosotros nos tenemos mutuamente y a papá y a Esme y Alec, pero todo lo
que tiene Jake es a su padre y sus hermanas. Es por eso que Edward sabía lo que hacía cuando se metió
con una de las hermanas de Jake. Él se metió con su familia, y eso no es algo que se deba hacer. Así
que sí, Jacob no debió decir las mierdas que dijo, yo me molesté por eso durante un tiempo, pero él
solo estaba herido y portándose a la defensiva y todo lo que quería era herir a Edward. Y antes de que
tú llegaras, Izzy Bizzy, la única manera que se podía herir a Edward era a través del recuerdo de
mamá. No estoy diciendo que esa mierda estuviera bien, pero Edward le respondió enseguida diciendo
cosas sobre la madre de Jacob… antes de que él prendiera en fuego su jodido auto y que casi lo
matara, eso es todo básicamente,” dijo Emmett. Yo asentí, levemente sorprendida. Alcé nuevamente la
mirada hacia Edward y vi como Ben y Ángela se acercaban a él. Ben le entregó algo y Edward sonrió,
asintiendo y metiéndolo rápidamente en su bolsillo.

Emmett me giró con él después de un segundo así que estábamos de frente a Jasper una vez más. Yo
reí casi cayéndome otra vez, y Emmett me volvió a sostener. Ellos estaban hablando de algunas cosas
mientras yo llevaba el vaso a mi boca, bebiéndome el último trago. Me estremecí levemente a causa
del sabor y sentí una risita cerca de mí, tan cercana que hizo a mi piel ponerse de gallina. Giré mi
cabeza hacia un costado y quedé cara a cara con Edward. Él se inclinó hacia mí, sus labios
exactamente junto a mi oreja. “Tan jodidamente sexy,” susurró, su aliento golpeando mi cuello, el olor
a menta y alcohol mezclado intoxicaba mis sentidos de manera extraña.

Me sonrojé y él rio nuevamente. Dijo algo a Jasper y metió la mano en su bolsillo, sacando su pipa de
vidrio. Sacó también una pequeña bolsita de marihuana y se la entregó a Jasper, que empezó a meter
un poco de hierba dentro de la pipa. Empezaron a charlar mientras Jasper hacía aquello, pero no me
podía concentrar en lo que estaba haciendo a causa de la electricidad que emanaba de Edward quien
con su proximidad, estaba nublando mi mente, enviando oleadas de deseo por todo mi cuerpo. Me
percaté que el alcohol tenía algo que ver con aquello, ya que me podía sentir a mí misma un poco más
ligera, con una sensación de zumbido por todo mi ser.

Jasper sacó un encendedor y la encendió, para luego darle una fumada y pasar la pipa a Alice.
Empezaron a pasarla de mano en mano y cuando llegó a Edward, él le dio una calada, girándose y
mirándome manera curiosa. Mis ojos se abrieron asustados por un momento, al percatarme que él
quería saber si yo quería un poco. Empecé a tartamudear y él sonrió, llevando la pipa a sus labios y
dándole otra calada. Sostuvo el humo en sus pulmones y se inclinó hacia mí. Me tensé un poco, porque
aunque sabía que había hecho lo mismo conmigo en numerosas ocasiones, nunca lo había hecho frente
a otras personas. Permanecí quieta y cerré mis ojos mientras su boca se acercaba a la mía, y empecé a
inhalar en cuanto él empezó a exhalar. Llevé el humo a mis pulmones y él acarició con su nariz la mía,
gimiendo levemente. Mi cuerpo entero empezó a estremecerse y mantuve el humo el mayor tiempo
posible antes de soltarlo para respirar. Abrí mis ojos y miré a mi alrededor para ver que todos estaban
mirándome con sorpresa, menos Edward, él estaba sonriendo.

Empecé a sonrojarme por toda la atención fijada en mí, mirándolos algo confundida. Rosalie gruñó
después de un segundo, acercándose a Emmett y golpeando la parte de atrás de su cabeza. “¿Por qué tú
nunca me haces esas mierdas, pendejo? Joder, eso es tan malditamente sexy,” preguntó. Todos
empezaron a reír y Emmett sacó su brazo de mis hombros finalmente, levantando su mano para sobar
su cabeza.

“Cielos, Rosie, te lo haré si quieres, nena. Pero tú siempre haces esa mierda por ti misma, tú sabes, y
eso que ella ha hecho es casi como hacer trampa. Todo el mundo tiene que fumar esa mierda por sí
solo al menos una vez, es como una tradición o algo así,” dijo. Rosalie rodó sus ojos.

“Lo que sea, dame,” dijo. Edward le entregó la pipa y ella le dio otra calada, mirando con el ceño
fruncido a Emmett. Se la pasó luego a su novio al tiempo que Ben se acercaba a nosotros, tocando en
el hombro a Edward.

“Ten, hombre. Esta es la nueva mierda que tu padre me ha dado,” dijo entregándole un nuevo porro a
Edward. Edward lo tomó y le agradeció, cogiendo el encendedor que tenía Emmett y encendiéndolo
con rapidez. Le dio una rápida calada y lo sostuvo, asintiendo.

“Sí, esto sí que es bueno. Gracias,” dijo Edward. Ben asintió y me dio una pequeña sonrisa antes de
alejarse. Edward le dio una nueva calada y me lo extendió, sonriendo. “Emmett tiene razón, ya sabes.
Tienes que darle una calada por ti misma al menos una sola vez,” dijo, sosteniendo el porro para mí.
Mis ojos se abrieron asustados y lo miré un momento antes de tomarlo cuidadosamente. Mi mano
estaba levemente temblorosa a la vez que lo miraba.

“Solo envuélvelo con tus labios y succiónalo, cariño,” dijo Rosalie en tono bromista, su voz estaba
llena de diversión. Yo la miré y me sonrojé, sonriendo tímidamente. Todos ellos se rieron y Edward se
acercó por detrás de mí, envolviéndome con sus brazos. Me tensé un poco, estaba asustada, ya que
había muchas personas alrededor que nos podrían ver. (N.T. La razón por la cual Rosalie se ríe y Bella
se sonroja es porque Rose usó las mismas palabras en el baño y ahora al referirse a lo que Bella tenía
que hacer cuando le diera sexo oral a Edward. “Solo envuélvelo con tus labios y succiónalo”).

“¿Qué estás haciendo? La gente te va a ver,” le dije en voz baja, mirando alrededor. Edward se
encogió de hombros y Emmett soltó una carcajada.

“No te preocupes gatita, todo el mundo sabe la maldita cosa de todas formas. No puedes esconder un
amor como ese. De hecho, estoy jodidamente seguro que mi padre ya lo sabe desde hace tiempo, lo
que no puedo entender es por qué no ha dicho ni una sola mierda sobre el asunto. Realmente debes de
agradarle, o por el contrario está malditamente asustado por Edward de alguna forma,” Emmett dijo,
encogiéndose de hombros. “Las probabilidades de que él estuviese asustado por el culo de este
pendejo no son condenadamente altas tampoco, ya que al parecer nada asusta a papá, así que supongo
que le agradas.”

Me quedé allí, mirándolo aterrada. “¿El doctor Cullen lo sabe?” le pregunté en voz alta, entrando un
poco en pánico. Todos empezaron a reír pero Edward suspiró, reclinándose contra mi cuerpo y
besando mi cuello.

“Hay una buena probabilidad de que lo sepa,” dijo Edward en voz baja. “No importa, ya veremos qué
hacemos con eso.”

Yo asentí, suspirando. No podía negar que aquello me asustaba un poco, la idea de que el doctor
Cullen realmente lo supiera. Había sospechado por mi cuenta que él lo sabía por la forma en que nos
miraba a Edward y a mí, pero que el resto expresaran lo que yo presentía era mucho peor. No estaba
segura cómo iba él a reaccionar con todo eso, cómo me trataría o si él querría que me fuera de su casa.

“Dale una calada,” murmuró Edward, acurrucándose en mi cuello. Suspiré y lo lleve a mis labios, para
luego succionar. Mi garganta empezó a quemar de inmediato, mis pulmones se llenaron con humo.
Era fuerte, mucho más fuerte que cuando simplemente lo inhalaba de Edward. Lo alejé de mí y
empecé a toser violentamente, mi pecho subía y baja con rapidez mientras intentaba respirar. Edward
cogió el porro de mis manos y se lo pasó a Emmett, envolviendo sus brazos en mi cuerpo al tiempo
que este se doblaba, y una tos seca salía de mi pecho. Mis ojos se habían humedecido y mis pulmones
quemaban, mi cuerpo entero se sentía adormilado. Emmett rio, mientras le daba una fumada al porro,
y Edward me levantó y me sostuvo con fuerza, soltando una risita.

“Sip, ella está a punto de estar totalmente colocada con esto,” Emmett dijo dando otra calada. Alcé la
mirada y limpié las lágrimas de mis ojos, tratando de tomar una respiración profunda pero mis
pulmones todavía parecía como si estuviesen ardiendo. Alice me entregó un vaso, con una gran
sonrisa en su rostro.

“Toma un trago, te hará sentir un poco mejor. Al menos va a calmar el picor de tu garganta” dijo.
Asentí y le agradecí, mi voz era ronca. Llevé el vaso a mis labios y tomé un pequeño sorbo. Lo que sea
que fuera sabía levemente frutal, mucho mejor que la otra cosa que Emmett me había dado para beber.

“Ey, ¿Es que acaso no te he dicho que no aceptes vasos de otras personas?” Emmett preguntó. Le
devolví el vaso a Alice, rodando mis ojos.

“Es solo Alice,” le dije. Edward rio despacito, antes de suspirar alegre. Me apretó contra su cuerpo con
fuerza y nos meció un poco. Alcé mis manos para aferrarme a sus antebrazos y él empezó a besar la
piel expuesta de mi cuello. Podía sentir su húmeda lengua presionada sobre mi piel, escalofríos
recorriendo mi espalda. Su calor era reconfortante, su esencia era vigorizante. Mi piel prácticamente
picaba, fuertes estremecimientos bailaban por todo mi cuerpo mientras la electricidad se
incrementaba, dirigiéndose directamente a ese punto entre mis piernas. Mi corazón latía desbocado,
mi respiración era temblorosa.

“¿Te sientes bien? Estás temblando” me preguntó Edward en voz baja, susurrando sobre mi piel. Yo
asentí, sin saber cómo responder a eso sin avergonzarme a mí misma. Él suspiró. “¿Quieres dar un
paseo, solos tú y yo?”

Asentí. Él alejó sus labios de mi cuello y liberó sus brazos de mi cuerpo. Pasó su mano por su cabello,
mirando alrededor. “Vamos a dar un paseo, tontos. Estaremos cerca.”

Todos entendieron lo que él había querido decir y yo empecé a alejarme caminando. Edward me
alcanzó y tomó mi mano, entrelazando sus dedos con los míos. Me guio hasta donde estaban todos los
coches estacionados, caminando despacio. Nos topamos con unas cuantas personas en el camino y él
se detuvo un breve instante para conversar, pero jamás hizo el intento de alejarme de él o soltar mi
mano. Estábamos caminando frente a una larga hilera de autos cuando se escuchó una garganta
aclararse cerca de nosotros. Edward miró en dirección al ruido, gruñendo y rodando sus ojos. Alcé
también la mirada y vi a una chica de cabello rubio recostada sobre un auto negro con adhesivos rosas
sobre el mismo. Ella llevaba una falda muy pequeñita y me imaginé que debería estar congelándose ya
que incluso yo podía sentir el frío colarse por mis vaqueros. Nos estaba mirando con una expresión
extraña en el rostro. Lucía mitad divertida y mitad enojada, aunque mayormente parecía molesta.
Entrecerré mis ojos a causa de la oscuridad y me percaté que ella me resultaba levemente familiar. Me
llevó un segundo antes de que mi cerebro registrara que ella era la chica que había llevado el disfraz
de demonio en Halloween.

“Lauren,” dijo Edward, asintiendo. Mis ojos se abrieron un poco sorprendidos cuando me di cuenta
que ella era la chica de la que Edward había estado hablando antes, la misma chica que Rosalie y Alice
habían mencionado. Edward había tocado a otra chica y la había probado también. Ella me estaba
mirando con furia, la diversión se había esfumado por completo de su rostro cuando vio que él estaba
cogiendo mi mano.

“Edward,” dijo bruscamente, mirándolo. Ella dejó que sus ojos escanearan el cuerpo de Edward, una
pequeña risita se dibujó en sus labios mientras lo miraba, y de pronto sentí una inesperada oleada de
rabia en mi cuerpo. Me sentí protectora, y celosa, y no me gustaron las miradas que ella le estaba
dando. Me sentí prácticamente violada por esas miradas, como si ella me estuviese faltando el respeto
con eso. Aclaré mi garganta y sus ojos se fijaron de inmediato en mí. Entrecerró sus ojos con rabia.
“Él te dejará como si fueses un mal hábito, ¿sabes? Tú no eres nada más que la criada. ¡Por el amor a
Dios, eres únicamente la criada!”

Podía sentir que la mano de Edward comenzaba a temblar y la apreté, sabiendo que su temperamento
estaba a punto de entrar en ebullición. Alcé mis cejas mirando a Lauren, mi ligero nivel de
embriaguez me dieron confianza y coraje. Había llegado muy lejos con Edward, demasiado lejos como
para arrepentirme alguna vez. Todo lo que podía hacer era salir adelante, y salir adelante requería
tomar riesgos y alzar la voz para decir las cosas.

“¿Sabes? Eso podría ser cierto, yo puedo ser una sirvienta. Pero al menos no soy una puttana, y eso es
lo que me hace diferente, tú… tú… schifosa,” le dije de manera cortante, las palabras volaron de mi
boca antes de que pudiese darme cuenta siquiera de lo que estaba diciendo.

Sus ojos se entrecerraron aún más. “¿Cómo acabas de llamarme?” preguntó. Yo solo la miré ya que
honestamente, no tenía ni idea lo que era una puttana pero lo mencioné ya que el doctor Cullen lo
había usado para las chicas con las que Edward solía dormir de vez en cuando en el pasado, y sabía
bien que esa no era una palabra bonita.

“Yo…eh… Yo creo que ella te ha llamado puttana,” dijo Edward, su voz era de completo asombro, “Y
una schifosa también.” Alcé mi mirada hacia él y vi que estaba mirándome, la esquina de sus labios
luchaba por no dibujar una sonrisa.

“Lo que sea, no me importa. Te acostarás con él como todas las otras chicas que están por aquí y luego
te dejará y se largará. Ninguna le pude decir `no´ a Edward Cullen, él consigue todo lo que quiere y lo
sabe. Cualquier chica aquí haría lo que fuera para quitártelo, para tenerlo para ellas,” dijo cruzando
sus brazos sobre su pecho y mirándome fijamente.

“¿Hacer cualquier cosa incluye también succionar los jugos de otras chicas que estaban en sus dedos?”
le respondí de inmediato, mi temperamento estaba encendido. Nunca había estado encendido como
hasta este momento, nunca había sentido un ataque de rabia que no pudiese controlar. Ella me miró
confundida y sonreí de manera irracional. “¿O es que acaso no te diste cuenta?”

“¿De qué estás hablando?” preguntó, irritada. Me encogí de hombros.

“No importa. Pero él no hace ese tipo de cosas conmigo, y nada de lo que me digas va a quebrar la
confianza que tengo en él. Así que supéralo,” dije. Me volteé para alejarme de allí, soltando la mano
de Edward. Él se quedó paralizado un segundo antes de soltar una risita.

“Bueno, jódete. Supongo que ya has oído a la chica, Lauren,” dijo. Se giró enseguida y me siguió,
tomando mi mano una vez más. Sentí algo de pánico recorriendo mi cuerpo, estaba insegura de cómo
iba a reaccionar él o lo que diría por el hecho que yo hubiera dicho todas esas cosas a esa chica.
Caminamos hasta su coche en silencio e hice una pausa al llegar al tiempo que solté un suspiro. Alcé
la mirada y vi que él estaba sonriendo, con esa sonrisa torcida característica suya, sus ojos
prácticamente bailaban emocionados.

"¿De dónde cojones ha venido eso?" preguntó, riéndose para sí mismo. Me encogí de hombros.

“No lo sé, te juro que solo salió de mi boca, ni siquiera me he dado cuenta de lo que estaba diciendo.
Nunca me había portado así,” le dije. Él asintió, todavía sonriendo.

“Bueno, puedes hacer esa mierda más a menudo nena, porque eso fue jodidamente sexy. Te lo juro por
Dios, el solo hecho de escuchar cómo te ponías molesta y celosa fue casi erótico, estuve a punto de
correrme en mis pantalones” dijo.

Mis ojos se abrieron asustados. “Yo, eh… yo quiero…” empecé, insegura de cómo responder a eso.
“¿Qué es una puttana?” le pregunté finalmente, con algo de duda en mi voz. Su ceño se frunció
confundido antes de que él empezara a reírse.

“Por Dios, ¿ni siquiera sabes lo que significa?” Me preguntó. Hice un gesto de negación y él se rio
más fuerte. “Significa ‘puta’,” me dijo. Asentí, su respuesta no me sorprendió.

“Me imaginé que era algo así,” le dije. Él paró de reírse después de un momento, negando con la
cabeza pero todavía sonriendo. Envolvió sus brazos a mi alrededor y me acercó más a él, en un fuerte
abrazo. Mi cuerpo estaba presionado contra el suyo y podía sentir el bulto, la hinchazón en sus
pantalones que indicaba su excitación. Aquello provocó cosas locas en mi cuerpo ya fuera de control,
cosquilleos que atravesaban todo mi cuerpo por el hecho de reconocer que era yo quien provocaba eso
en él. Yo lo excitaba, él me deseaba.

Presioné mi cuerpo contra el suyo con más fuerza y él gruñó, sus manos acariciaban mi espalda
suavemente. Una de sus manos bajó y acarició suavemente la parte trasera de mis vaqueros,
apretándolos de manera leve. Alejé un poco mi cabeza para mirarlo y él sonrió, acercándose a mí y
besando mis labios con suavidad. Abrí un poco mis labios y su lengua se abrió paso en mi boca, su
beso se profundizó. Hizo que yo retrocediera hasta que mi espalda golpeó el auto, y detuvo su beso
brevemente para cogerme por el brazo. Grité a causa de la sorpresa cuando me agarró y me sentó en el
capó de su auto, ubicándose en medio de mis piernas. Encontró nuevamente mis labios y envolví su
cuerpo con mis brazos, entrelazando mis dedos entre sus cabellos. Él gruñó y se aferró más a mi
cuerpo, el bulto en sus pantalones presionándose entre mis muslos. Gemí y envolví su cuerpo con mis
piernas, atrayéndolo aun más a mí. Él empezó a embestir ligeramente con sus caderas, frotándose
sobre mí, enviando así chispas que volaban por todo mi cuerpo. Podía sentir cómo me humedecía con
rapidez, mi deseo crecía cada vez más. El hecho que estuviésemos al aire libre, y que hubiera personas
alrededor que podrían caminar hasta donde nosotros estábamos y vernos no me importó mucho como
había creído que podía suceder. Todo lo que me importaba era Edward, y todos esos sentimientos que
él estaba haciendo surgir en mi interior. Me percaté que en el momento que yo le había ofrecido mi
alma, también me había convertido en una devota de él por completo. Confiaba en él y me había
rendido por completo ante él, creyendo verdaderamente que jamás haría algo que me lastimara. No
podía negar que estaba deslumbrada por su valentía en público, incluso si el doctor Cullen tenía ya una
idea de lo que estaba ocurriendo, pero yo no daría marcha atrás. Porque si Edward sentía que todo
estaba bien, yo estaba de acuerdo con eso. Él me había consumido por completo; él era mi luz, la
fuerza que me guiaba en la oscuridad. Edward me sacaría de la oscuridad en la que había vivido toda
mi vida, eso lo sabía. Lo creía.

Me retorcí un poco, gimiendo al tiempo que él seguía frotándose sobre mí, mi corazón latía
desenfrenado. Se separó de mis labios en ese momento y sonrió. “¿Quieres entrar al coche? De esa
manera, ya sabes, no vamos a dar un jodido espectáculo o algo así. ”

“Está bien,” susurré, mi voz salió un poco ronca. Él alzó una ceja y le sonreí tímida. “Está bien, quiero
entrar al coche,” le dije, aclarándoselo. Él sonrió levemente, mientras asentía.

“Esa es mi chica,” me dijo. Me agarró por las caderas y me bajó del capó. Sacó sus llaves y abrió la
puerta del lado del conductor, agachándose y levantando el asiento hacia adelante. Él se giró y me
sonrió, señalando con su cabeza el asiento trasero. “Después de ti,” me dijo. Sonreí y subí al auto,
sentándome en el extremo opuesto. El auto estaba levemente más cálido que el exterior, mi piel estaba
completamente sonrojada por lo que me quité el abrigo en cuanto entré. Edward entró también y cerró
la puerta, encerrándonos en el interior. Se quitó su abrigo y lo lanzó hasta el asiento delantero,
sonriendo. Se inclinó un poco hasta mí y capturó mis labios con los suyos de inmediato, su mano
recorría todo mi pecho. Apretó mis senos con cuidado antes de llevar su mano abajo, en dirección a mi
centro, acariciándolo sobre mis vaqueros. Yo gemí en su boca, retorciéndome un poco por sus caricias.

Después de un momento agarró el botón de mis vaqueros y lo liberó con rapidez, bajando el cierre al
mismo tiempo. Gemí y alejé mi boca de él, mis ojos se abrieron por completo cuando metió su mano
por mis pantalones, dentro de mis bragas. Acarició con las yemas de sus dedos mi punto sensible y
gemí involuntariamente a medida que el placer emanaba por todo mi cuerpo.

“Espera, Edward,” murmuré, levemente aterrada por lo que me estaba haciendo en su auto. Él detuvo
el movimiento de su mano y me miró dubitativo. Yo solo lo miré por un segundo y él suspiro,
empezando a sacar su mano de mis pantalones.

“Lo siento, debí habértelo preguntado primero,” dijo, en tono de disculpa y de leve decepción. Negué
rápidamente y tomé su brazo antes de que él alejara su mano de mí completamente.

“No, es solo que… es decir… ¿aquí?” Pregunté, mirando por la ventana junto a mí. “Quiero decir,
¿qué pasa si alguien nos ve?” de manera irracional susurré aquella última parte, como si alguien me
fuese a escuchar. Edward suspiró.

“Mierda, Bella, estamos aparcados muy lejos, nadie más está aparcado aquí, nadie tiene ninguna razón
para venir hasta aquí. Además las ventanas son polarizadas; nadie va a ver ni una mierda aunque lo
intente. Tenemos privacidad aquí,” dijo él, encogiéndose de hombros. Asentí vacilante, sus palabras
aplacaron mi miedo.

“Está bien entonces,” murmuré. Él me miró inquisitivamente por un momento antes de sonreír.

“La marihuana hace que las personas se pongan paranoicas a veces,” dijo en tono de broma,
inclinándose hacia mí y besándome con suavidad. Volvió a meter la mano en mis pantalones y empezó
a frotar mi punto nuevamente, sus labios se movieron hasta mi cuello. Él estaba lamiendo,
succionando y mordisqueando mi piel, el movimiento de su mano se hacía cada vez más frenético. El
hormigueo se estaba disparando por todo mi cuerpo, mi respiración era errática, mi corazón latía
furioso. Edward estaba enfocando toda su atención en mí, tocándome y besando cada pedazo de piel
que pudiese encontrar, y entonces empecé a sentirme egoísta. Sabía que él estaba excitado, ya que lo
había sentido a través de sus pantalones unos minutos atrás, por lo que me acerqué y pasé mi mano por
su pierna. Llegué hasta el bulto en sus pantalones y empecé a frotarlo antes de subir un poco más la
mano y tratar de soltar su cinturón. El movimiento de su mano se detuvo cuando él se percató de lo
que estaba haciendo, pero retomó su ritmo enseguida.

“No tienes que hacerlo,” murmuró. Yo asentí, un gemido involuntario escapó de mi garganta cuando
sus dedos se frotaron en mi punto. La tensión estaba aumentando en mí, el placer creciendo con cada
toque. Yo sabía que no duraría mucho y quería tocarlo, quería hacerlo sentir bien mientras yo me
sintiera bien.

Finalmente conseguí soltar su cinturón y desabotoné sus vaqueros, bajando también el cierre. Pasé mi
mano por encima, tratando de meterla en el interior de sus pantalones pero la posición era un poco
torpe y no podía maniobrar bien. Me moví levemente después de un momento, irritada porque la
posición estaba obstaculizando mi repentina y sobrecogedora urgencia de ver su excitación. Me
encorvé un poco en el asiento y Edward se rio sobre mi piel. Me acerqué a sus pantalones y fui capaz
de agarrar su erección justo en el momento en que él introdujo sus dedos en mi interior. Di un grito
ahogado y empujé mis caderas hacia adelante, el placer recorriendo todo mi cuerpo. Intenté
masturbarlo al tiempo que él metía y sacaba los dedos de mí pero sus pantalones me estaban
estorbando. Él debió darse cuenta, ya que alzó un poco las caderas y sus pantalones se movieron lo
suficiente para que yo pudiese sacar su miembro de sus boxers. Lo envolví con mi mano y empecé a
tocarlo, agarrándolo firmemente. Él gimió y empezó a empujar sus dedos dentro de mí de manera
frenética y sentí como el placer se disparó abruptamente en mí, mi cuerpo se tensó de inmediato.
Lloriqueé en cuanto mi cuerpo empezó a convulsionar y me ceñí alrededor de los dedos de Edward. Él
continuó empujando sus dedos en mi interior, sus movimientos bajaron de intensidad cuando mi
cuerpo comenzó a relajarse, mis músculos empezaron a aflojarse.

Él se detuvo después de un momento y yo solo me quedé allí sentada, casi en completo estupor,
todavía aferrada a Edward pero sin mover mi mano. Sacó su mano de mis pantalones y sonrió, al
tiempo que se inclinaba y me besaba dulcemente. “Me encanta verte así, te ves jodidamente hermosa
cuando te corres,” dijo sobre mis labios. Yo sonreí sobre su boca y él cogió mi labio inferior con sus
dientes, para mordisquearlo un poco. Empecé a mover mi mano nuevamente, masajeando su miembro
con suavidad, y alejó sus labios de los míos. Gruñó y se recostó sobre el respaldo, apoyándose a sí
mismo a un costado del auto y cerrando los ojos. Yo lo acaricié con firmeza y miré la reacción de
Edward, ya que sus expresiones faciales eran asombrosas. Él estaba haciendo sonidos guturales, sus
manos cerradas en firmes puños, su rostro transformándose en lo que parecía ser un placer agonizante.
Pero permaneció quieto y me permitió hacerlo a mi propio ritmo, sin embestir con sus caderas o
haciendo ningún movimiento como para tomar el control. Él estaba solo disfrutando del paseo y
permitiéndome a mí conducirlo.

Estar allí mirándolo, su moderación y paciencia, me hizo darme cuenta exactamente de cuanta razón
tenía Alice. Edward sería paciente conmigo. Edward me permitiría intentar cosas y experimentar, y en
caso que yo me equivocara terriblemente en ellas o si lo estropeaba de alguna manera él lo entendería.

Dudé por un momento, pero la combinación de mi excitación por mi orgasmo, y la emoción por las
drogas y el alcohol me dieron una palmadita de confianza al tiempo que veía la bella silueta de
Edward frente a mí, recostado y disfrutando lo que sea que yo pudiese darle. Bajé la mirada a mi mano
y miré su erección al tiempo que agachaba mi cabeza, haciendo una pausa antes de envolver con mis
labios la punta, tratando de resguardar mis dientes pero pasando mi lengua por toda la punta. Me
asaltó de inmediato un ligero sabor salado, casi como si fuese sudor, y Edward gimió fuertemente. Su
mano se abalanzó a mi cabello rápidamente, aferrándose a mis hebras con fuerza pero sin lastimarme.
Yo empecé a meterlo cada vez más en mi boca y Edward siseó.

“Quédate quieta,” dijo a través de sus dientes apretados. Me detuve abruptamente mientras él soltaba
su agarre de mi cabello y empezaba a acariciarlo con suavidad después de un momento. “Está bien,
estoy bien. Cristo, casi me corro en tu boca.”

Estaba ligeramente asombrada, sin saber si aquello era bueno o malo, pero empecé a mover mi cabeza
un poco más abajo después de un momento. La punta de Edward golpeó la parte de atrás de mi
garganta y sentí náuseas por lo que me detuve allí. Hice mi cabeza un poco hacia atrás, pasando mi
lengua por un lateral y empecé a masturbarlo nuevamente con la mano. Sincronicé el movimiento de
mi cabeza con el de mi mano, incrementando el ritmo después de un momento. No era tan difícil
como pensé que sería, ya que Alice había tenido razón, parecía ser algo natural. Él estaba haciendo
sonidos guturales, gruñendo y gimiendo, acariciando mi cabello mientras yo succionaba. No llevó
mucho tiempo antes que su miembro empezara a hincharse y a crecer a y removerse un poco, los
sonidos de Edward se hacían cada vez más fuertes.

“Eso se siente tan jodidamente bien nena,” dijo él con su voz ahogada. “Cielos, sí, justo así.”

Seguí con mis movimientos, agarrándolo firmemente y envolviéndolo con mis labios con fuerza. Rocé
mis dientes por la punta de manera leve, realmente por accidente, y él gimió con fuerza. “Joder, eso se
ha sentido bien”, dijo él. Me sorprendieron un poco sus palabras, su aprobación y su obvio placer por
lo que yo estaba haciendo. Yo estaba haciéndole sentir bien con esto, al igual que él me hacía sentir
bien cuando me tocaba.

Empezó a tensarse después de un momento, su respiración se volvió errática. Soltó su mano de mi


cabello y se agarró al asiento del auto, gruñendo y apretándolo con fuerza.

“Eh…joder…yo…eh…cielos, me voy a correr,” tartamudeó, apretando sus dientes. Lo sentí hincharse


aún más en mi boca y luego su cuerpo se puso rígido, su erección temblaba. Él dio un grito ahogado y
de inmediato fui asaltada por un algo pegajoso, espeso y salino que fue disparado a la parte de atrás de
mi garganta. Casi hice arcadas y mi cara hizo un gesto extraño, pero traté de continuar succionando y
acariciando toda su longitud. Me tragué la espesa y cálida sustancia rápidamente y más de eso salió,
que también me tragué de inmediato. El flujo de fuerte líquido se detuvo después de un momento y
empezó a relajarse a medida que yo succionaba lo poco que quedaba de su liberación. Alejé mis labios
de él, haciendo una mueca, ya que el sabor amargo parecía permanecer en mi boca.

Miré a Edward y pude ver que él también me miraba, sus labios estaban entreabiertos y tenía una
expresión de sorpresa en su rostro. Mi ceño se frunció y de inmediato me pregunté si había hecho algo
mal, si había hecho algo que se suponía no debía. Él alzó su mano después de un momento y pasó sus
dedos por mis labios con suavidad.

“Um, ¿Hice algo mal?” le pregunté vacilante.

Su ceño se frunció y me miró con confusión. “¿Por qué demonios piensas eso?” me preguntó. “Lo has
hecho bien. No, a la mierda con eso. Lo has hecho mejor que bien. ¡Lo has hecho jodidamente
fantástico! No sé qué mierda ha motivado todo esto, pero debo decir, que estoy malditamente
agradecido.” Sonreí con timidez y él soltó una risita. Bajó su mano y retiró mi mano de su miembro,
volviendo a meterlo en sus pantalones. Subió el cierre y abotonó su vaquero, sujetando luego su
cinturón antes de sentarse e inclinarse hacia el asiento delantero. Alcanzó una botella de agua que
estaba en el sujeta-vasos, y me la dio.

“Gracias,” le dije, sonrojándome y tomando la botella. Tomé un sorbo y empecé a enjuagar mi boca
del sabor pegajoso y amargo que parecía cubrir toda mi garganta. El agua estaba caliente y tenía sabor
rancio, pero era agua y eso era todo lo que importaba.

“Sí, ni siquiera lo menciones, nena. No puedo creer que mi novia se lo acabe de tragar, y que fuera su
primera vez haciéndolo. ¿Cómo es que soy tan malditamente suertudo?” dijo haciendo un gesto de
negación y sonriendo. Me sonrojé al tiempo que me miraba y sonreía. Yo le devolví la botella de agua
y la puso en su lugar inicial.

Se escuchó un fuerte sonido de un silbido después de un momento, seguido por una explosión
ensordecedora. Di un pequeño saltito a causa del susto y grité, llevando mis manos a mi cabeza para
cubrir mis orejas rápidamente. Miré a Edward, quien a su vez tenía los ojos muy abiertos, se veía
confuso y su ceño estaba fruncido.

“Son solo fuegos artificiales,” dijo. Sus labios formaron una sonrisa y asintió. “Vamos, coge tu
abrigo.”

Él cogió el suyo y se lo puso enseguida, mientras yo acomodaba mi ropa y cogía mi abrigo también.
Edward abrió la puerta y salió, extendiendo su mano hacia mí para ayudarme. La brisa nocturna se
sentía levemente fría y Edward volvió a cerrar el coche con su alarma, guiándome hacia el otro lado.
Se recostó contra la puerta del coche y me acercó a él, envolviéndome con sus brazos fuertemente. Se
escuchó otro fuerte silbido después de un momento y mis ojos se dirigieron en dirección al sonido,
antes de que la explosión resonara con un estallido de colores en el cielo. Me quedé mirando al cielo
por un momento, asombrada de lo hermoso y deslumbrante que era aquello. Edward rio a causa de mi
semblante deslumbrado, apretándome a su cuerpo con más fuerza.

“¿Lo ves? Son solo fuegos artificiales, tesoro. Nada que temer. Hacen ruido pero no te van a lastimar.
De hecho, no voy a permitir que nada te lastime,” me dijo en voz baja. Sonreí y me apreté todavía más
a su cuerpo, él me envolvió con sus brazos con fuerza.

Permanecimos en silencio por un momento mientras mirábamos los fuegos pirotécnicos antes que la
multitud que rodeaba el lago empezara a gritar, haciendo una cuenta regresiva. Edward sonrió y me
giró para que quedara frente a él. La gente veía uno a uno los fuegos artificiales estallar a lo lejos,
mientras Edward se inclinaba hacia mí y presionaba sus labios sobre los míos, besándome profunda y
apasionadamente. Se alejó después de un momento, acariciando con la yema de sus dedos mis labios
nuevamente.

“¿Tienes la más mínima idea de lo importante que eres para mí? ¿Alguna idea en general sobre cuánto
te amo? Estaba destrozado hasta que llegaste a mi vida y me estoy encontrando a mí mismo de nuevo.
Nunca había pensado que esto podía pasar, nunca había pensado que podría encontrar una persona
como tú. Mi madre solía hablarnos del destino todo el tiempo, y ahora creo que tú eres mi destino.
Llegaste a mí por una razón, para salvarnos el uno al otro. Porque no eres la única que necesita ser
salvada, Bella. Me estaba ahogando, y tú me has rescatado. Tú eres mi vida ahora.”

Él hizo una pausa y suspiró. “Feliz año nuevo, cariño.”

Yo me quedé allí solo mirándolo fijamente, asombrada por sus palabras. Las estaba asimilando y me
reí ligeramente después de un momento, cosa que él no notó hasta después de un rato. Edward sonrió,
alzándome sus cejas. “¿Qué es tan gracioso?”

Sonreí, negando con mi cabeza. “¿Te das cuenta que acabas de decir todo eso sin decir ni una sola vez
‘mierda’?” le pregunté, susurrando aquella última palabra. Sus ojos se abrieron asustados al tiempo
que me miraba. Me sonrojé, sonriendo tímidamente por el hecho que acababa de decir una mala
palabra, pero sabía que él quería escucharme decirla hacía bastante tiempo. Mordisqueé mi labio
inferior, sintiéndome ligeramente sucia por el hecho de haber dicho esa palabra. Él sonrió finalmente
y parpadeó un par de veces, pasando su mano por su cabello.

Me acercó un poco más a su cuerpo después de un segundo, apretándome con fuerza y suspirando.
Estuvimos en silencio un momento, únicamente mirando los fuegos artificiales estallar en el cielo,
antes que él soltara una risita corta.

“Sip, creo que lo he hecho. Bueno entonces… ¡Mierda!”

*****************
Figa = Mujer atractiva

Figone = Mujer aún más sexualmente atractiva


Capítulo 41 Comprensión

“Dentro del corazón de todos y cada uno de nosotros existe un deseo de ser comprendido por
alguien que realmente te interesa. Cuando una persona es comprendida, él o ella puede aguantar
casi cualquier cosa en el mundo.”—Ed Hird

Edward cullen
Estaba agotado, jodidamente nervioso. Mi estómago estaba dando malditas volteretas y me sentía
como si en cualquier maldito momento fuese a vomitar el interior del coche. Y eso me estaba
encabronando porque amaba mi puto Volvo. Nadie vomitaba en un m puñetero Volvo, ni siquiera yo.
Juro por Dios, que si jodía el interior porque estaba siendo un maldito y miedoso mariquita, me
patearía el culo yo mismo. O, joder, le daría permiso a Emmett para que lo hiciera. Con mucho gusto
dejaría mi trasero fuera de combate, ya que desde hace tiempo ha estado buscando una jodida excusa
para hacerlo. Enfilé el pequeño camino que conducía a la fiesta en la cabaña de los Cheney y mis
nervios se dispararon a un máximo histórico. Mi corazón latía con tanta fuerza en mi pecho que sentí
que en cualquier momento simplemente iba a reventar, a hacer una puta explosión y me iba a
desplomar sobre el maldito volante, sacándome de mi jodida miseria. Mis dedos hormigueaban y
empezaban a adormilarse y me estaba mareando. Sabía exactamente qué mierdas significaba eso tan
pronto como comenzaron los síntomas, pero me sorprendió porque había pasado mucho tiempo desde
que había pasado por uno.

Estaba teniendo un maldito ataque de pánico.

Estacioné en la parte trasera, lejos de los demás coches, y miré por el espejo para ver el blanco pedazo
de mierda al que Tanya llamaba coche viniendo a toda velocidad hacia la cabina. Había estado detrás
de mí casi todo el camino a través de la ciudad y ver esa maldita cosa por el espejo retrovisor no había
ayudado con mi resolución de tranquilizarme de una puta vez.

Realmente estaba malditamente nervioso por esto, porque sabía que esta noche iba a ser decisiva.
Simplemente traer a Isabella aquí, a esta fiesta, estaba malditamente cerca de hacer nuestra relación
oficialmente pública y eso era jodidamente aterrador. Había estado hablando un poco con mis
hermanos sobre esta mierda desde Navidad y no le había dicho nada a Isabella al respecto, pero todos
estábamos muy seguros de que nuestro padre sabía lo que estaba pasando. No podíamos entender por
qué demonios no había dicho nada al respecto, qué juego estaba jugando, actuando como si ignorara
todo. No sé si tal vez estaba esperando que la mierda simplemente cayera por sí misma y se terminara,
o si en realidad no tenía ningún problema con ello, o hasta donde yo sabía él simplemente estaba en
una fase de puñetera negación. Pero independientemente de eso, él no había salido y dicho: ‘termina
con esta mierda’, así que me dio un poco de esperanza. Esperanza de que la mierda no fuera tan difícil
de manejar, esperanza de que pudiéramos encontrar un terreno común y no tuviéramos que enfrentar
una gran lucha. Porque la verdad era, que yo estaba muy involucrado. Y estaba preparado para una
puta lucha si era necesario. No iba a perderla, no iba a dejar que mi padre me la quitara. Ya había
perdido demasiado en la vida, ella no iba a ser otra puta cosa sin la que simplemente iba a tener que
aprender a vivir.

Saqué las llaves del contacto y miré a Isabella. Ella mantenía una expresión calmada, pero podía ver la
duda y el miedo en sus ojos. Estaba aprendiendo a leerla jodidamente bien ahora, pero esperaba como
el infierno que ella no fuera tan buena leyéndome a mí. No quería que viera mi pánico, porque eso
solo provocaría que el suyo aumentara. Tenía que controlarme y detener esto antes de que se
convirtiera en un maldito ataque y empezara a hiperventilar y toda esa mierda. Estaba tratando de que
ella se relajara y se abriera más para que pudiéramos pasar un jodido buen rato y el que yo me pusiera
frenético solo provocaría que ella hiciera lo mismo.

“¿Estás lista?” Le pregunté, estirando mi mano y frotando suavemente su pierna. Una jodida parte de
mí esperaba que ella dijera que no y que volviera a encender el maldito coche y la llevara a casa, pero
no quería simplemente decirle eso. No quería darle una salida fácil a esto, porque francamente esto era
una mierda que tendríamos que enfrentar con el tiempo y estaba cansado de ocultarme. Estaba cansado
de pretender ser alguien que no era. Tenía que tener las bolas bien puestas para defender esta mierda y
sin duda no quería matar su confianza con mis propios miedos. Ella estaba evolucionando y
cambiando, y yo quería ayudarla en el proceso, no derribarla a unos cuantos puñeteros pasos porque no
podía entrar a una maldita fiesta con ella sin hiperventilar.

“Sí, estoy lista,” dijo. Estaba tratando de ser valiente y eso me hizo sentir orgulloso. Ella era
jodidamente fuerte, eso seguro. Salí del coche y la ayudé a salir, sujetado su mano cuando
comenzamos a caminar hacia la fiesta. Vi a Tanya a medida que nos acercábamos a la multitud y el
maldito pánico comenzó a aumentar de nuevo. Sabía que en el momento que me vieran la gente
empezaría a hablarme, tratándome como la maldita realeza, como solían hacer, y no quería
introducirla todavía en esa mierda poniéndola bajo un puto microscopio, teniendo que lidiar con las
malditas preguntas volando hacia nosotros acerca de si estábamos o no saliendo. Y me sentí como un
jodido pendejo al hacerlo, pero necesitaba algo de tiempo para aprender a lidiar con esta mierda. Tenía
que matar el ataque de pánico antes de que pudiera ser lo suficientemente fuerte para exponerla por
completo delante de estos idiotas al mostrarle mi evidente afecto, el tipo de mierda que nunca antes
había hecho alrededor de estas personas. Así que solté su mano, porque sabía que sosteniéndola
inmediatamente llamaría más la jodida atención. Y ella prácticamente se aferró a mí, sin querer que la
soltara, lo que me hizo sentir aún malditamente peor. Mi chica estaba que se cagaba de miedo y no
estaba de ánimo como para consolarla o hacer que se sintiera mejor con toda esta mierda, no cuando
mi maldito estómago seguía dando volteretas y me sentía como si me fuera a desmayar.

Encontré a Jasper y Alice rápidamente, porque sabía que estaría a salvo con ellos y nadie la jodería.
No quería simplemente dejarla ahí, me sentía como un cretino haciéndolo, y una puta parte de mí
estaba gritándome que me quedara a su lado. Pero estaba confundido, y todo era tan nuevo para mí, en
realidad solo quería matar la maldita ansiedad que estaba experimentando y así pudiéramos hacer bien
esta mierda.

Así que le dije que volvería y comencé a caminar entre la multitud, actuando como el puto señor
Popular y aparentando que me importaba una mierda lo que dijera la gente. Sonreí y di malditas
carcajadas como se suponía que tenía que hacer, cuando en lugar de eso sentía ganas de vomitar.
Había arrastrado el culo de Isabella a una fiesta a la que se mostraba reacia a venir y luego me alejé de
ella, ¿qué tipo de puto novio era yo?
Me dirigí a la cabaña y vi a Ben rápidamente, preguntándole si tenía algún maldito Ativan o Xanax o
Valium o Lorazepam o Paxil. Cristo, cualquier maldita cosa que matara el pánico, no me importaba lo
que fuera. Parecía confuso por lo que pedí, ya que seguro como la mierda que no soy de esos que
andan por la calle pidiendo medicamentos recetados cuando mi padre es médico, pero él me dijo que
lo siguiera sin cuestionarme. Me estaba poniendo jodidamente frío y sudoroso, además de empezar a
sentirme atrapado y sofocado, sentí el puto impulso de escapar. Estaba paranoico y sabía que
empezaría a hiperventilar si este cabrón no se daba prisa y me daba algo. Debería haber tomado algo
antes de salir de casa, pero entonces me sentía bien y ni siquiera se me había ocurrido que empezaría a
perder el control de esta forma.

Entré en la cabina y él entró detrás de mí, cerrando la puerta. Lo seguí por el pasillo hasta una pequeña
habitación, congelándome cuando entré por la puerta y vi el ladrillo de un kilo de cocaína colocado
sobre la mesa. Ben se acercó a un escritorio en la esquina y abrió un cajón, examinando algunos
frascos de pastillas de color naranja. Le echó un vistazo a las etiquetas, sacando uno y sosteniéndolo.
Me preguntó cuántas necesitaba y le dije que dos estarían bien, cuando la verdad quería tragarme todo
el puto frasco por la forma en que me estaba sintiendo. Ni siquiera le pregunté qué cojones era, él solo
me dio las dos pastillas y yo me las eché a la boca sin agua, tragándolas. Fue incómodo y raspó mi
garganta, pero funcionó, porque cuanto más rápido llegaran a mi sistema y calmaran mi culo, más
rápido podría comportarme como un verdadero hombre de una puta vez y ser el tipo que Isabella
necesitaba en estos momentos. El que se erguiría orgulloso junto a ella, porque estaba jodidamente
orgulloso de tenerla, y no el pequeño e inexperto niñato asustado como el que me estaba sintiendo.

“¿Cuánto te debo?” Le pregunté, mirando todavía el ladrillo de coca. Él pocas veces cogía mi puto
dinero, pero siempre se lo ofrecía, algunas veces forzándole a aceptarlo.

“Sabes bien que nada, hombre,” dijo. “Tú, eh, ¿quieres algo de eso? Todavía no he tenido la
oportunidad de cortarlo.”

Lo miré y vi que me estaba mirando con curiosidad, sus cejas levantadas. Dudoso hice un gesto de
negación, pasando una mano por mi pelo. Mi corazón seguía acelerado, las palmas de mis manos
sudorosas y mis malditos dedos entumecidos. “Estoy tratando de alejarme de esa mierda, ¿sabes? ¿Te
ha dicho algo mi padre sobre eso?”

Ben asintió. “Sí, esta mañana temprano. Y bien por ti, alejarte de la coca. ¿Todavía fumas?”

“No me veo dejando esa mierda nunca, Ben,” le dije. Sabía que algunas personas estaban en contra de
la marihuana, pero para mí solo era una maldita planta. La hierba me relajaba, me calmaba y había
reducido un poco el consumo de esa mierda, pero no podía simplemente renunciar a ella. Él se rio
entre dientes y asintió, comprendiendo.

“Tengo algo de buena mierda por ahí, tu padre debe de estar recibiéndola ahora de un lugar nuevo. Me
ha dado algunas muestras esta mañana. Te encontraré más tarde y te dejaré que la pruebes. Me dijo
que te diera el dinero por el kilo cuando te viera de todos modos, porque no tenía el efectivo cuando
pasó por aquí,” dijo. Asentí, para nada sorprendido, ellos por lo general me usaban de intermediario.
No es que Ben tuviera precisamente miedo de mi padre, pero sabía que se sentía más cómodo tratando
conmigo. No lo culpaba por ello ni un poco, mi padre se tomaba los negocios en serio, podía ser
malditamente intimidante cuando se trataba de ello.
“Gracias. Voy a buscar algo de beber y a relajarme de una puta vez,” le dije. No me llevaría mucho
tiempo para que las pastillas tuvieran efecto y se acabaran las palpitaciones y los temblores, y dejaría
el maldito pánico irracional, pensando con claridad. No sabía qué mierda estaba haciendo, tenía miedo
de cagarla o de hacer algo mal, exponiendo injustamente a Isabella a ser atacada por tener una relación
conmigo. Cristo, simplemente no sabía cómo actuar y mi maldito cuerpo me estaba traicionando al
actuar como un puto niñato asustado.

“¿Está aquí tu chica?” Preguntó Ben con curiosidad. Asentí suspirando.

“Sí. Está ahí afuera con Jasper y Alice,” le dije. Él sonrió en complicidad, estirando su mano y
golpeando suavemente mi espalda.

“El Xanax ahora tiene sentido,” me dijo. “A Angela le agrada, ¿sabes? Vamos a tener que hacer alguna
cita doble o alguna mierda, o lo que sea que hagan las chicas en estos días.”

“Sí,” dije simplemente, a sabiendas que era muy poco probable. Isabella había descartado la idea de
hacer amistad con ellos. Pensaba que no era justo o correcto, y en lo personal pensaba que era algo
malditamente estúpido, pero tenía que respetar su decisión. Ella no tenía muchas oportunidades de
hacer muchas putas elecciones sobre su vida y las que era capaz de hacer, no me atrevería a
quitárselas. “En fin, te veo por ahí.”

Me di la vuelta y salí de la habitación, saludando a algunas personas por el camino. Llegué fuera y me
acerqué al barril, agarrando un vaso de plástico y llenándolo con la cerveza de color amarillo que
parecía orina. Joder, olía a rancio y tomé un trago, haciendo gestos porque la mierda sabía pasada y
amarga. Tomé una respiración profunda y eché la cabeza hacia atrás tragándome todo el vaso y
conteniendo las putas ganas de vomitar por todas partes. Odiaba la maldita cerveza, sobre todo la
mierda barata de barril que estos idiotas de Forks siempre insistían en conseguir. Si tenía que beber
cerveza, tenía que ser importada, y aun así preferentemente la maldita Heineken. Destrocé el vaso
cuando estuvo vacío y lo arrojé al bote de basura, mirando alrededor.

Todos con los que iba a la escuela estaban de pie platicando por ahí, y había un buen número de los
chicos presentes que ya se habían graduado del infierno que era el Instituto de Forks, y habían
regresado de la universidad por las vacaciones de invierno. También reconocí a algunos de los
Quileute que andaban por ahí, pero ninguno de ellos me habló o siquiera me dieron una jodida mirada
en realidad. Supongo que no podía culparlos por no querer relacionarse con el único hijo de puta en la
historia de su tribu en ser expulsado de la maldita reserva. Creo que me merecía esa mierda, pero
todavía me encabronaba que ya no podía ir a First Beach. Tenía un montón de putos recuerdos de ese
lugar y me encantaría llevar a Isabella allí, ya que sabía que le encantaría, pero era imposible. No, a
menos que quisiera arrojar mi culo a una celda de la cárcel.

Sentí una mano en mi espalda después de un momento y di un salto, asustado. Volví la cabeza y vi a
Tanya parada junto a mí, sonriendo. Le arqueé una ceja y me quité su mano de encima, sin querer
siquiera que me tocara. “¿Puedo ayudarte en algo?” Le pregunté, preguntándome por qué carajos
estaba tocándome de todos modos, y qué era lo que quería. Todavía seguía un poco paranoico, mi
jodida reacción natural de salir huyendo persistía en mi interior. Odiaba los malditos ataques de
pánico, pero a lo largo de los años había aprendido a ocultarlos, tanto es así que mi padre era el único
que me conocía lo suficiente para saber que estaba empezando a tener uno.
Su sonrisa creció. “Sí, puedes ayudarme,” prácticamente ronroneó, sus ojos barrieron mi cuerpo
lentamente. Rodé los ojos, sacudiendo la cabeza por su intento de seducción. Fue tan jodidamente
obvio y maldición, ni siquiera fue mono. La hizo parecer como una putilla barata, y unos meses atrás
lo más probable es que la hubiera agarrado del brazo, llevándola detrás de la cabaña y follándola ahí
mismo, pero ya no. Esa mierda ya no iba conmigo. Ya no quería a nadie más que no fuera la mia bella
ragazza.

“No te hagas ilusiones bagascia*, esa mierda no va a suceder,” le dije, mirando hacia otro lado. “Hay
un montón de otras pollas por aquí a las que puedes babearles encima.”

Ella rió con amargura. “¿Qué mierdas te pasa?” Preguntó. Suspiré, sin estar de humor para
explicárselo. De todos modos, no le debía una puta explicación; en realidad no era de su maldita
incumbencia.

“Se llama madurar Tanya, tal vez deberías intentarlo alguna vez,” le dije, encogiéndome de hombros.
Me alejé de ella y pude escucharla resoplar exageradamente, jodidamente molesta de que ya no
participara en sus malditos juegos. Me abrí paso entre la multitud y agarré otro trago, finalmente mi
cuerpo se calmaba y relajaba. Me detuve brevemente a hablar con Demetri y él estaba hablando sin
parar sobre una maldita cosa, pero de verdad no pude concentrarme en él porque el toque inicial del
Xanax me estaba haciendo efecto, cuando escuché la risa de Isabella y Emmett. De inmediato me sentí
jodidamente emocionado de que se estuviera riendo y giré mi cabeza en su dirección, queriendo ver la
sonrisa que sin duda jugaba en sus labios, y me quedé inmóvil cuando vi una piel bronceada y pelo
oscuro recogido en una cola de caballo obstruyendo mi visión. Sentí la furia agitarse y me tensé,
tratando de mantener mi puto temperamento a raya. No debía pelear, porque sabía malditamente bien
que si atacaba a Jacob Black esta noche mi padre me crucificaría. Pero estaba encabronado y mis
manos empezaron a temblar, pero una voz en mi mente me gritaba que le diera una paliza a ese
pendejo hasta derribarlo, porque él estaba frente a mi novia, y la estaba haciendo reír. Y maldición,
aquí estaba yo, caminando por ahí, jodiéndome y hablando con cabrones que me importaban una
mierda, porque estaba siendo un maldito maricón asustadizo cuando debería estar con ella. Joder, no
debería haberme alejado de ella, para empezar, pero quería controlarme para disfrutar de la noche con
ella sin ceder al pánico como una pequeña perra. Y ahí estaba ella, mis hermanos haciéndola sentir
bienvenida y de todas las putas personas el maldito de Jacob Black haciéndola reír. Y eso era
inaceptable, pero no podía culpar a nadie más que a mí mismo.

Sí, estaba malditamente confuso mental y emocionalmente. Joder, nadie había dicho que yo estuviera
estable.

Emmett miró de reojo y me vio, su risa se desvaneció. Dijo algo que no pude escuchar e Isabella miró
hacia mí de inmediato, sus ojos encontrando los míos. Vi un rápido destello de miedo, cuando
obviamente estaba preocupada por mi reacción. La última vez que ella había hablado con ese idiota
perdí el maldito control, pero esta vez estaba tratando de controlarme. No quería asustarla, y
jodidamente seguro que no quería que mi padre tratara de enviarme lejos o alguna mierda. Porque no
me iría, no sin ella.

Jacob se alejó de ellos después de un momento, y Emmett e Isabella empezaron a hablar. Ben se
acercó y me entregó el sobre lleno de dinero de mi padre y yo asentí, deslizándolo rápidamente en mi
bolsillo. Dijo que estaría de vuelta con la hierba que quería que probara y le di las gracias antes de que
se alejara. Suspiré y pasé mi mano por mi cabello, mirando una vez más hacia Isabella. Emmett
todavía tenía su brazo a su alrededor y de nuevo la tenía frente a mi círculo de amigos, me quedé ahí
por un momento, observándolos. Se veía tan jodidamente relajada, casi malditamente feliz, y era
increíble verla encajar tan bien. Parecía como si este fuera su sitio, y siempre lo había pensado pero
me alegraba que ahora ella se sintiera de esa forma. Porque aquí es donde ella debería de estar, y yo
estaba perdiendo el puto tiempo tratando de fingir lo que no era para mantener las apariencias. Mis
ojos se abrieron por la sorpresa cuando llevó un vaso rojo de plástico a sus labios y lo empinó. Vi su
rostro crisparse ligeramente cuando el líquido llegó a sus papilas gustativas y me di cuenta que estaba
bebiendo esa mierda de cerveza. Uno de ellos le había dado maldito alcohol, y estaba celoso y
encabronado conmigo mismo por no estar ahí y haberlo hecho yo mismo. Estaba jodidamente
decepcionado porque me lo estaba perdiendo y no quería volver a perderme otro momento con ella.
Después lidiaríamos con las consecuencias, pero jamás me alejaría de ella si podía evitarlo.

Observé como los músculos de su garganta se flexionaron a medida que tragaba el líquido vil y sentí
que mi polla se endurecía con la vista. Ella era jodidamente sexy. Estas otras perras con sus tacones
altos, minifaldas y kilos de maquillaje, no eran sexys. Eran unas putillas. La mia bella ragazza, con
sus uñas mordidas, mejillas pecosas y, para ser honestos, sus putos pies ajados, era malditamente
sexy. Porque esa mierda de la sensualidad no se fabricaba o creaba, esa mierda solo era así.

Me acerqué a ella y un escalofrío arrancó por su espalda mientras apartaba el vaso vacío de sus labios.
Me reí entre dientes de su reacción y le susurré que la encontraba sexy, lo que hizo que se ruborizara.
Y ese maldito rubor solo la hacía ver aún más atractiva. Saqué la hierba que había traído conmigo y
empezamos a fumarla, haciendo turnos con la pipa. Primero le di a Isabella un shotgun (N.T. No lo
traduje porque no encuentro una palabra en español apropiada, este es un término que tuvo sus
orígenes en la guerra de Vietnam, cuando las tropas de verdad ponían un cigarrillo de marihuana
dentro de la cámara abierta de una escopeta y uno soplaba en el rostro del otro. En este caso, es lo que
Edward ya había hecho con Bella, inhalar él y después exhalar en su boca) lo que hizo que la perra
vanidosa y celosa que vivía en Rosalie levantara su fea cabeza, pero después que Ben me trajo el porro
insistí en que ella tratara de darle una calada por su cuenta. No puedo negarlo, quería ver esa jodida
mierda al menos una vez y nada me impediría usar la maldita presión de grupo para conseguir que
sucediera.

Envolví mis brazos a su alrededor y se puso tensa, al parecer sorprendida. Ella dijo algo sobre la gente
viéndonos y me encogí de hombros, porque en realidad me importaba una mierda. A Emmett se le fue
la lengua diciendo que era probable que papá ya supiera, lo que la hizo entrar en jodido pánico por un
segundo, pero le aseguré que le haríamos frente. Porque lo haríamos. Enfrentaríamos lo que se
interpusiera en nuestro camino. Hace veinte jodidos minutos hubiera dicho que estábamos muertos,
pero el Xanax corriendo por mis venas me daba el valor.

Con mi nariz acaricié su cuello, porque ya estaba bastante jodido y la carne tibia con el toque de
aroma a fresa me estaba volviendo loco. Ella le dio una calada al porro y se estaba ahogando, lo que
no me sorprendió en absoluto cuando yo todavía a veces tosía. La agarré con fuerza para que no se
derrumbara en el maldito suelo o algo así, y recuperó el aliento después de un momento. Empecé a
besar su cuello, incapaz de resistirme más, y ella empezó a temblar. Me preocupaba que se asustara,
que fuera demasiado para ella, así que le sugerí que diéramos un paseo. Me imaginé que alejarla de
toda la gente, la multitud de extraños, ella se abriría.

Salimos hacia el Volvo y nos encontramos con Lauren en el camino. Ella dijo mierdas sobre Isabella y
casi pierdo el control, pero antes de que pudiera decir una maldita palabra, Isabella estalló. Joder, eso
me sorprendió, ya que nunca la había visto perder el control de esa manera, y yo simplemente la miré
con la boca abierta mientras maldiciones en italiano salían volando por su boca. Sonaba tan natural
como fluían de su lengua, joder, su descaro me excitó. Lauren preguntó cómo cojones la había
llamado Isabella y yo dije las palabras entre dientes, sorprendido de que mi chica las usara. Lauren
dijo algo en respuesta, algo sobre chicas separándome de ella, una mierda que no iba a ocurrir, pero en
fin. Isabella le respondió con brusquedad, pero una mierda que en realidad no estaba captando, porque
en todo lo que podía pensar es en que ella estaba ahí parada y había llamado a esa perra “puta”. Por
primera vez ella se estaba defendiendo sola, no se iba a quedar ahí y dejar que una chica tratara de
intimidarla. Ella dijo lo segura que estaba conmigo, como nada que esa perra dijera iba a hacerla
dudar de mí, y mi puto corazón comenzó a latir con fuerza por ese hecho. Ella confiaba en mí, joder,
cuando nunca había confiado en nadie más, y no merecía esa mierda porque había sido un grandísimo
imbécil en la vida, pero aun así, ella lo hacía. Y no desaprovecharía esa mierda o la daría por sentado.
Haría lo que pudiera para ser digno de su confianza, para ser digno de ella. Se alejó después de un
momento y yo fui detrás de ella, todo parecía tan surrealista. No podía negar que su puta
determinación me hizo desearla, mi polla palpitaba en mis pantalones, y sabía que el hecho de que
estaba bastante colocado estaba alimentando ese deseo.

Así que cuando llegamos al coche, empecé a besarla y apretarme contra ella, sentándola en el capó del
coche para que fuera más fácil. Nos estábamos en una ardiente sesión de besos y caricias en la que de
verdad me estaba poniendo jodidamente excitado, y francamente me importaba una mierda quien nos
viera, pero sabía que las expresiones públicas de afecto la habían puesto antes un poco nerviosa y no
quería hacerla sentir incómoda. Así que le pregunté si quería entrar en el coche y ella aceptó. Y una
vez que estuvimos en el coche, no pude quitarle las manos de encima. Deslicé mi mano dentro de sus
pantalones y sentí la jodida humedad empapándola, saliendo de ella, ya que estaba tan excitada como
yo. Ella se tensó cuando sintió mis dedos rozar su clítoris, y me dijo que esperara. Pensé que había
tentado demasiado mi maldita suerte y me iba a alejar, sin querer ser un pendejo, pero ella me detuvo.
Le aseguré que nadie podía vernos, que en el coche teníamos privacidad, y ella se relajó de nuevo. Me
sorprendió que sus preocupaciones se calmaran tan pronto y me hizo darme cuenta lo cierto que era lo
que había dicho, ella de verdad confiaba en mí. Y eso era un poco atemorizante, porque no quería
lastimarla sin querer cuando sabía que era bastante capaz de hacer esa mierda.

Estaba frotando mi mano en ella, y ella se retorcía y gemía, poniéndose todavía más mojada. Extendió
la mano después de un momento y comenzó a frotar la entrepierna de mis pantalones y le dije que no
tenía que hacerlo, no quería que se sintiera obligada. Ella asintió, pero en realidad me tomó por loco y
siguió luchando con mi cinturón y la hebilla de mis pantalones. Después de un segundo consiguió
desabrochar esa mierda y cambiamos de posición para que pudiera meter su mano en mis pantalones,
y me reí porque sin darse cuenta se abrió más para darme mejor acceso. Introduje dos dedos en su
interior, en busca de su punto G, y ella jadeó y comenzó a levantar las caderas. Empecé a follarla con
los putos dedos a conciencia, queriendo que se corriera, deseando sentir su coño abrazándome
mientras su cuerpo convulsionaba. Porque esa mierda era excitante, y ella estaba tan malditamente
apretada que ni siquiera podía empezar a imaginarme cómo se sentiría si fuera mi polla la que
estuviera dentro de ella.

Ella parecía estar luchando por sujetarme, sin poder agarrar mi polla. Me levanté un poco para darle
un mejor acceso y ella sacó mi erección de mis boxers. Comenzó a hacerme una paja, y me encantó
sentir su pequeña mano envuelta alrededor de mi polla, su palma ligeramente húmeda por el sudor.
Empecé a introducir mis dedos en ella con más fuerza y más profundo, y en cuestión de segundos su
cuerpo se tensó y ella gritó, su orgasmo sacudiéndola. La llevé a través de él, el verla hizo que mi
polla se hinchara y creciera aún más bajo su agarre. Ella finalmente descendió de su alucinación
sexual y saqué mi mano, la besé y le dije lo malditamente hermosa que se veía cuando se corría.
Porque así era, la forma en que su rostro se torcía y su cuerpo se tensaba antes de temblar, los
malditos ruidos que hacía. Todo eso era hermoso.

Ella empezó a acariciarme de nuevo y me recosté en el asiento, cerrando los ojos y simplemente
disfrutando de esa mierda. Era casi desesperante cuan maldita y tortuosamente lento se movía ella y
como de intenso era el placer, pero intenté con todas mis fuerzas luchar contra el impulso de empujar
mis malditas caderas con fuerza y prácticamente follarme su mano. Ella estaba haciendo esto por mí,
y no tenía que hacerlo, le iba a mostrar lo malditamente agradecido que estaba por ello dejando que lo
hiciera a su manera.

Y entonces, joder, sucedió de la nada. Fue tan jodidamente repentino e inesperado que casi me corro
de inmediato. Sentí la cálida humedad envolver la cabeza de mi polla, la parte plana de su lengua
presionando contra un costado de ella, y el sorprendente placer que recorrió mi cuerpo fue claro para
mí lo que estaba sucediendo. Ella estaba intentando hacerme una puta mamada.

Mis ojos se abrieron de golpe e inmediatamente bajé mi mano para detenerla, porque si se movía un
maldito centímetro más iba a tener que beberse mi leche en ese mismo momento. Y ni siquiera estaba
seguro si ella sabía lo que estaba haciendo o cómo siquiera sabía cómo hacer esa mierda, pero tenía la
ligera sospecha de que Rosalie jodida Hale tenía algo que ver en esto. Y se sentía tan malditamente
bien que no quería que se detuviera pero no quería perder tan rápido el jodido control como un
virginal inexperto e imbécil. Quería disfrutar esta mierda, porque no sabía qué demonios la había
inspirado y no tenía idea si alguna vez iba a pasar de nuevo. Sentí el inminente orgasmo retroceder y
me relajé, diciéndole que podía moverse de nuevo.

Ella empujó su cabeza más abajo y cerré los ojos, disfrutando las sensaciones. Sentí que la punta
golpeó la parte posterior de su garganta, sus arcadas empezaron y me tensé, esperando que ella entrara
en puto pánico o tratara de alejarse lo máximo que pudiera. Pero no hizo ni una cosa ni la otra; se
detuvo justo ahí y empezó a salir de nuevo. Entonces me di cuenta de que definitivamente alguien la
había preparado y me pregunté cómo había sucedido esa mierda. Si ellas tomaron la iniciativa de
enseñarle o fue ella la que quiso saber, pero no podía preocuparme por eso ahora. Quería concentrarme
en la mierda que me estaba haciendo, porque se sentía malditamente increíble. Ella comenzó a
hacerme la paja y a mover su cabeza hacia arriba y hacia abajo, mamándomela. Era malditamente
buena con esa mierda, en particular por ser su primera vez. Había tenido un montón de mamadas en
mi vida, algunas de ellas jodidamente magníficas. Había estado con chicas que podían meter mi polla
lo más profundo de su garganta, chicas que eran casi expertas en la felación de mierda. Pero ninguna
de esas perras le llegaba a mi Bella. Ella no era perfecta, maldición, era obvio que era su primera vez
y solo estaba tratando de aprender y experimentar con ello, pero tenía un talento natural. Parecía saber
cómo complacerme, como si hubiéramos sido hechos el uno para el otro en esta mierda.

Yo estaba gimiendo, gruñendo y haciendo toda clase de putos ruidos, incapaz de detenerme. Ella
estaba haciendo esta mierda por mí, porque me amaba y quería hacerme sentir bien, y ese simple
hecho envió a mi cuerpo en una espiral de placer. Acaricié su cabello y su espalda con suavidad y le
dije que se sentía bien, quería que supiera que lo apreciaba. Sabía que tenía que estar jodidamente
nerviosa por ello y quería mitigar eso, hacerle saber que lo estaba haciendo bien. Ella apretó su agarre,
succionando con más fuerza después de que le dije que se sentía bien, y causando que mi puñetero
placer se disparara. Sentí que sus dientes rozaron la cabeza y no sabía si hizo esa mierda a propósito o
fue un simple accidente, pero estaba malditamente agradecido por cualquiera que hubiera sido la
causa. Porque esa sensación hizo que mi orgasmo subiera a borbotones y mi cuerpo comenzara a
tensarse. La intensidad era impresionante, como si tuviera un jodido hormigueo en mis miembros y mi
cuerpo temblara. Mi respiración era irregular, mi corazón latía con fuerza cuando el placer comenzó a
circular por mi cuerpo. Me aferré al asiento del coche, tratando de prepararme, y balbuceé una maldita
advertencia, esperando como el infierno que eso le dijera que apartara su puta cabeza de mí o tendría
que probar esa mierda. Lo sentí rasgar a través de mí, y prácticamente grité como una pequeña perra
mientras explotaba en su boca. Ella mantuvo sus labios alrededor de mí, haciendo una maldita mueca
ya que tenía que ser desagradable, pero no vaciló. Vi los músculos de su garganta contraerse una vez
más cuando se tragó esa mierda como una campeona.

Cuando todo terminó, yo simplemente me quedé mirándola boquiabierto, estupefacto. Todo se había
sentido casi como un sueño, como si no hubiera una maldita manera de que esa mierda realmente
hubiera sucedido. De hecho, toda la noche había sido casi surrealista. Le di un poco de agua para que
se quitara el sabor de la boca, casi sintiéndome mal de que mi polla hubiera estado en su dulce boca.
Ella era tan inocente y pura, y aquí estaba yo, en una puñetera fiesta, escabulléndome y consiguiendo
que me hiciera una mamada. Ella era mejor que esa mierda, ella no debería estar chupándosela a un
cretino como yo en el asiento trasero de un maldito coche. Y Cristo, el simple hecho de que
acabáramos de hacer esa mierda en mi coche era bastante sorprendente. Había jurado que nunca
profanaría los asientos de cuero echando un polvo en ellos, y acababa de hacerlo sin pensarlo dos
veces. Pero con ella no se sentía como una profanación, se sentía como si les estuviéramos dando un
puto bautizo. Como si esa mierda fuera lo correcto ahora.

Después de un momento, fuera, juegos artificiales empezaron a salir disparados e Isabella saltó,
cubriendo sus oídos. Me miró con pánico y ni siquiera se me había ocurrido hasta ese momento, que
ella estaría viendo esa mierda por primera vez esta noche. Sonreí con suficiencia, inmediatamente
emocionado por estar compartiendo con ella otra de sus primeras veces, y la saqué del coche después
de que nos hubiéramos recuperado. Me apoyé en un lado del Volvo y la atraje de nuevo hacia mí,
envolviendo mis brazos a su alrededor con fuerza y simplemente abrazándola. Los juegos artificiales
salieron disparados de nuevo y sus ojos se abrieron por la sorpresa mientras miraba la explosión de
color y brillo con asombro. Eran los malditos momentos como estos con ella, los que más amaba, los
sencillos momentos que la mayoría de la gente daba por sentado. Eran momentos que yo mismo,
siempre había dado por sentado hasta que ella entró en mi vida, pero eran mierdas que ahora notaba.

Vimos los fuegos artificiales por un rato en silencio, simplemente disfrutando de estar juntos. La
multitud comenzó la cuenta atrás y sonreí, jodidamente sorprendido de que ya fuera medianoche.
Volví su rostro hacia mí y los fuegos artificiales comenzaron a disparar de nuevo en la distancia
cuando me incliné para besarla. Le di todo lo que tenía, exterioricé cada gramo de puta pasión que
pude reunir en el beso. Era la primera vez que había hecho todo lo de “besarse a la medianoche”, y
tengo que admitir que siempre había pensado que esa mierda era para maricas, pero besarla fue la
única maldita cosa que quería hacer en ese momento. Porque dicen que lo que sea que estés haciendo
en la medianoche te dará una idea de cómo te va a ir el resto del año, y eso me dio una extraña
sensación de esperanza. Porque éramos solo nosotros dos, lejos de cualquiera que tratara de joder con
lo que teníamos, enrollándonos y deleitándonos en el fulgor de relajación post-orgásmica. No podía
llamar a esa mierda fulgor post-coital, porque no había sucedido ninguna mierda coital entre nosotros,
pero aun así teníamos la sensación. Esa sensación de satisfacción, de gratificación.
Me aparté de su boca y pasé mis dedos con suavidad por sus labios. Estaban rojos e hinchados,
húmedos por la mezcla de nuestra saliva.

“¿Tienes la más mínima idea de lo importante que eres para mí? ¿Alguna idea en general sobre cuánto
te amo?” Le pregunté, realmente preguntando si de verdad entendía cuanto había cambiado mi vida.
Joder, ella lo era todo para mí y no se lo decía lo suficiente. “Estaba destrozado hasta que llegaste a mi
vida y me estoy encontrando a mí mismo de nuevo. Nunca había pensado que esto podía pasar, nunca
había pensado que podría encontrar una persona como tú. Mi madre solía hablarnos del destino todo el
tiempo, y ahora creo que tú eres mi destino. Llegaste a mí por una razón, para salvarnos el uno al otro.
Porque no eres la única que necesita ser salvada, Bella. Me estaba ahogando, y tú me has rescatado. Tú
eres mi vida ahora.”

Dije cada maldita palabra en serio. No hace mucho, me había convencido que enamorarse sería como
ahogarse, que si me permitía alguna vez amar a alguien perdería mi identidad en el proceso. Pero
estaba equivocado, porque la verdad era que ya me estaba ahogando. Apenas me mantenía a flote, y no
fue hasta que encontré el amor que finalmente comencé a descubrirme a mí mismo de nuevo. Eso se lo
debía a ella, y haría lo que fuese y enfrentaría lo que fuera por ella a causa de ello. Porque sin ella, no
tenía nada y no era nada.

“Feliz año nuevo, cariño,” le susurré. Ella se quedó mirándome y por un momento pareció
sorprendida, antes de que su pequeña y hermosa sonrisa poseyera su rostro, una risa ligera y
despreocupada se filtró entre sus labios. La miré inquisitivamente, preguntándome qué era tan
gracioso en cuanto a lo que había dicho.

“¿Te diste cuenta que dijiste todo eso sin decir “mierda”?” Preguntó. Lo dijo suavemente, con voz
entrecortada y encantadora. En el momento en que la palabra se deslizó de sus labios mi polla se
removió de nuevo, el sonido de algo tan vulgar viniendo de alguien tan malditamente dulce
incrementó mi excitación. La miré fijamente, atónito, y ella empezó a sonrojarse y sonreír con jodida
culpabilidad, como si supiera qué demonios me estaba haciendo. Definitivamente ella podía ser una
pequeña descarada con ese jodido lado ardiente que tenía.

Todavía estaba tratando de asimilar esa mierda y envolví mis brazos en torno a ella, abrazándola. Me
reí cuando me di cuenta que tenía razón, le había abierto mi puto corazón y me las había arreglado
para hacerlo sin decir una sola palabrota. Definitivamente ella me había cambiado.

“Sip, creo que lo he hecho. Bueno entonces… ¡Mierda!” le dije en broma. Ella se echó a reír y se
apoyó más en mí, y yo la apreté más.

“¿Edward?” Dijo en voz baja después de un segundo a medida que los fuegos artificiales comenzaron
a apagarse. Estaba acariciando con mi nariz su cuello, oliendo su delicioso aroma, sintiendo su calor.

“¿Mmmm?” Le pregunté, plantando un beso húmedo en su piel expuesta. Ella suspiró contenta,
levantando sus manos detrás de ella para pasar sus dedos por mi cabello.

“Te amo demasiado,” dijo en voz baja. “Nunca tuve la esperanza de un futuro hasta que te conocí, pero
realmente deseo que tengamos uno. Tu madre solía hablaros del destino y mi madre siempre solía
decirme que no perdiera la esperanza, que estaba destinada para más. Yo también creo que ella estaba
hablando de ti. Creo… que solo estábamos a la espera de encontrarnos el uno al otro para que los dos
empezáramos a vivir.”

Sonreí en su piel, colocando otro beso en su cuello. “No sabes cuanto amo escucharte decir esa
mierda, Bella,” murmuré. Hice su cabello a un lado y pasé mi lengua por su cuello, dando vueltas en el
lóbulo de su oreja. “¿Puedo quedarme contigo?” Le susurré, echándome a reír y apartándome de ella
por lo malditamente cursi que se escuchó eso. “Cristo, ¿qué pasa conmigo? Estoy citando al puto
Casper.”

Su ceño se frunció mientras me miraba. “¿Casper?” preguntó inquisitivamente. Me reí entre dientes y
asentí, quitando mi brazo de su alrededor para pasar la mano por mi pelo. Me sentía tan fuera de mi
puto juego con ella que era ridículo. Cristo, realmente me estaba haciendo blando.

“Sí, Casper. Ya sabes, ¿el maldito fantasma amigable y todo eso?” Dije, levantando una ceja,
esperando que ella supiera de qué demonios estaba hablando. Pero ella siguió mirándome confundida.
Suspiré y de nuevo pasé la mano por mi cabello, un poco molesto pero tratando contener esa mierda.
No era culpa suya que no supiera pequeñas mierdas como esa. “No tiene importancia, es solo una
ridícula película de mierda. Es una estupidez, a ti probablemente te guste.”

Sus ojos se estrecharon, una expresión de ira destelló en su rostro. Me congelé, confuso en cuanto a
qué lo había causado. “¿Qué estás tratando de decir?” Preguntó, un ligero filo severo en su voz.

Mi ceño se frunció por la confusión y después de un momento caí en cuenta de la mierda que había
dicho.

“Cristo, nena, no quise decir esa mierda así. No estaba tratando de insinuar que te gustaría porque era
estúpida o porque tú eres estúpida,” dije rápidamente. Sus ojos se estrecharon aún más y gemí con
fuerza. “Mierda, no que eres estúpida, porque no lo eres. Eso no ha sonado bien. Joder, tú sabes que no
pienso de esa forma de todos modos. Siempre me sorprende lo rápido que aprendes las cosas y que lo
intuitiva que eres. Tendrías que ser jodidamente estúpido para no ver que eres inteligente.” Me detuve,
incluso mis propias palabras casi me confunden. Era una locura, ella fácilmente podía ponerme
jodidamente nervioso y tenerme tartamudeando como un maldito idiota. Finalmente la ira pareció
disiparse de su expresión, pero frunció un poco el ceño, confundida. “Probablemente solo debería
cerrar la puta boca, ¿eh?”

Ella se me quedó mirando un momento más antes de que la comisura de sus labios se elevara
ligeramente. Se dio la vuelta y se volvió a recostar en mí, así que envolví mis brazos en torno a ella
una vez más. “Gracias,” dijo en voz baja después de un momento.

“¿Por qué?” Le pregunté, volviendo a acariciar su cuello con mi nariz. Ella suspiró, inclinando su
cabeza para darme un mejor acceso.

“Por pensar siempre en mis sentimientos,” me dijo. Rodé los ojos por el hecho de que me estaba
dando las gracias por esa mierda, porque por supuesto siempre tomaba en cuenta sus sentimientos. La
amaba, no quería hacer nada que la lastimara o la molestara. “Sé que no es algo que suelas hacer.”

Me reí entre dientes. “Sí, tienes razón. Solía ser jodidamente egoísta. Quiero decir, todavía soy muy
egoísta, pero no lo soy tanto como antes al menos. Honestamente, soy un cabrón odioso, no tienes
idea.”
Ella se rió ligeramente. “Creo que me hago una idea,” dijo. Me reí, besando su cuello.

“No lo creo Bella ragazza, si de verdad te enteraras de las mierdas que arrastro conmigo
probablemente no me quisieras cerca de ti, mucho menos me dejarías abrazarte, besarte y sentirte,” le
dije, llevando mi mano de su estómago hacia arriba, pasándola ligeramente por sus pechos. Ella gimió
suavemente, apoyándose todavía más en mí y cerrando sus ojos.

“No deberías dudar de mí,” dijo en voz baja. “Te amo.” Suspiré, sacudiendo un poco la cabeza.

“Yo también te amo, y no es que dude de ti. Es solo que, Cristo, he hecho cosas muy jodidas,” le dije.

“¿Cómo el dragón furioso?” Me preguntó. Me quedé inmóvil, mi mano se detuvo en su costado, mis
labios presionados contra su piel justo junto a su oído.

“¿Qué acabas de decir?” Le pregunté, luchando por mantener mi compostura. Me quedé de piedra, una
parte de mí deseando como el infierno que acabara de imaginarme esa mierda y que esas palabras, en
realidad, no hubieran salido de sus labios. Sentí surgir un poco de pánico, la excitación en mi sistema
por la hierba había desaparecido. Sí, me espabilé jodidamente rápido. Ella suspiró.

“El dragón furioso. Se lo hiciste a una chica en una fiesta,” dijo vacilante.

Aparté mis labios de su piel. “¿Quién te ha contado esa mierda?” Le pregunté, mi temperamento
saliendo a flote, la ira incrementándose. ¿Qué puto derecho tiene la gente de llenar su cabeza con esa
mierda? Ella solo se quedó ahí congelada y mirando al suelo. Suspiré, negando con la cabeza. "No
importa, sé la maldita respuesta. La jodida Rosalie...”

Isabella suspiró, pero no lo negó, lo que prácticamente me confirmó esa mierda. Iba a separarme de
ella, sintiéndome como si no debería estar tocándola, ella agarró mis brazos con fuerza para
mantenerlos a su alrededor. “No puedes culpar a Rosalie o a Alice por ello, les pedí que me dijeran,”
dijo. Parpadeé un par de veces, un poco sorprendido de que la jodida Alice estuviera involucrada, pero
más de que ella hubiera querido escuchar esa mierda. Me reí secamente después de un momento,
sacudiendo la cabeza.

“No me importa, no debería haberte dicho esa mierda,” escupí, encabronado. No sabía cuál era su
maldito problema, diciéndole a Isabella esa mierda. ¿No querían que estuviera conmigo? Alice
siempre parecía feliz por el hecho de que estábamos enamorados, así que, ¿por qué demonios le habría
dicho esa mierda pudiendo arruinar lo que teníamos?

“¿Por qué?” Preguntó, sonando bastante confundida. “¿Por qué no deberían habérmelo dicho?” Gemí.

“Porque es una putada. Quiero decir, no puedo negar que hice esa mierda, te he dicho que era un
cabrón. Pero contigo es diferente y necesito que lo sepas," dije rápidamente. No podía imaginar cómo
tenía que haberse sentido ella, sabiendo que había sido tan malditamente brutal. Suspiró y comenzó a
frotar ligeramente mi brazo, inclinando su cabeza para apoyarla en mí.

“Lo sé, Edward. ¿Realmente crees que hubiera hecho lo que acabo de hacer si no confiara en que
cuidarías de mí? Quiero decir, no voy a mentirte. Todas esas historias que me contaron…” Comenzó a
decir. Mi ceño se frunció y de nuevo me congelé.
“¿Te han contado más? Joder, ¿qué otra cosa te han dicho esas perras?” Dije con brusquedad. Suspiró
con fuerza, sonando molesta por mi arrebato pero no pude evitarlo.

“¿Importa?” Preguntó, levantando la cabeza para devolverme la mirada. Arqueé una ceja, queriendo
saber esa mierda porque me importaba. Me importaba lo que supiera, qué mierda enferma estaba
flotando en su mente que pudiera manchar su opinión sobre mí. “En realidad, ni siquiera me acuerdo
de todo. Me acordé del dragón y que hiciste que Lauren probara a esa chica y…”

“Alto, alto de una puta vez,” le dije rápidamente, congelándome y entrando en pánico. “Nunca hice
que Lauren se comiera a la maldita Tanya, ni las hice que se exhibieran de esa forma, no tengo nada
que ver con esa mierda. Ellas se lo montaron por su cuenta.” No podían hacerme responsable de esa
mierda, incluso si estuve presente y tomé fotos… jodidas fotos que serían bastante útiles si esas perras
no dejaban en paz a Isabella. Les había advertido a las dos sobre el tema, pero ellas seguían actuando
mal. Pronto estallaría si seguían con esa mierda.

Su ceño se frunció y se quedó mirándome por un momento. “Esas dos chicas… ¿han tenido sexo entre
ellas?” Preguntó confundida, escuchándose asombrada.

“Eh, creo que puedes llamarlo así. ¿No es de esa mierda de la que estabas hablando? ¿Cuándo Lauren
y Tanya estuvieron juntas?” Pregunté, desconcertado por su reacción. Ella negó con la cabeza
vacilante.

“No, ellas no me han dicho nada de eso. Me refiero a cuando tocaste a una chica en una fiesta y luego
metiste tus dedos en la boca de Lauren, sin que ella lo supiera. Quiero decir, acabo de decirle algo a
Lauren al respecto, pensaba que te habías dado cuenta,” me dijo. La miré fijamente, sorprendido y
confundido.

“¿Acabas de decirle eso a Lauren?” Pregunté. Ella asintió y parpadeó un par de veces, sorprendida de
que no hubiera captado esa mierda. Supongo que me lo merecía por no prestar más atención. Jesús, tal
vez mi padre tenía razón. Era distraído. “Bueno, joder. ¿Qué más te han dicho Rosalie y Alice?”

Se encogió de hombros. “No lo recuerdo, algo sobre montar a un potro salvaje o algo así, y luego otra
historia sobre una chica probándote y que la dejaste en el restaurante.”

Suspiré, sacudiendo la cabeza. Habían destacado muy bien mis peores momentos. No sabía qué decir o
qué carajos responder a toda esa mierda. Quiero decir, podía intentar excusarme por lo que había
hecho, pero el quid de la cuestión es que no había buenas excusas. Era un imbécil y aunque esas chicas
no significaban nada para mí, no es que precisamente se hubieran merecido que las tratara como putas.
No podía retractarme de nada de eso, no había nada que pudiera decir para alguna vez reparar o
cambiar el pasado.

“Me sorprende que me dejes tocarte después de haber escuchado todo eso,” dije en voz baja después
de un maldito momento de tenso silencio. Suspiró y trató de quitar mis brazos de su alrededor y sentí
el pánico incrementarse, preguntándome si acababa de recobrar la maldita cordura. Suspiré y dejé caer
los brazos, mirando hacia otro lado porque casi me sentí jodidamente enfermo. La amaba, más que a
nada en el mundo, y todas las mierdas que había hecho en el pasado finalmente me estaban
alcanzando, volviendo para morderme el culo. Esperaba que ella se fuera, que se alejara de mí.
Esperaba que estuviera asqueada por mi conducta, que lamentara siquiera haber dado una oportunidad
a un pendejo como yo. Ella era inocente, joder, completamente inexperta en esta mierda y estaba
aterrada de que la lastimaran, y el hecho de que estuviera depositando su confianza en un cabrón que
le metía la polla hasta el fondo de su garganta a una chica intencionadamente por diversión, tenía que
horrorizarle. Debía sentirse jodidamente asqueada de mí, demonios hasta yo me sentía asqueado de mí
mismo.

Se volvió para quedar frente a mí y levantó sus manos, ahuecando las palmas en mis mejillas. Trató de
girar mi cabeza hacia ella y al principio me resistí, sin deseos de ver si parecía decepcionada o
consternada, pero cedí finalmente cuando resopló y comenzó a tirar con más fuerza. La miré,
frunciendo el ceño.

“¿Puedo preguntarte algo?” Preguntó. Asentí vacilante. “¿Alguna vez me harías eso del dragón
furioso?”

“Joder, no,” dije de inmediato y con bastante fuerza, porque estaba encabronado con la sola idea de
que le hicieran eso a ella. Ella sonrió levemente.

“¿Qué hay si te lo pidiera?” Preguntó, levantando sus cejas.

La miré confundido. “¿Por lo menos tienes una puta idea de lo que es eso, Isabella? No es bonito, ni
divertido. Es asqueroso. ¿Alguna vez has bebido algo, te has atragantado y ha salido volando por tu
nariz?” Le pregunté. Ella asintió, todavía mirándome fijamente. "Sí, esa mierda quema. Imagínate que
sea algo espeso y viscoso. ¿Te das cuenta de lo malditamente desagradable que tiene que ser eso? No
puede sentirse bien, eso es malditamente seguro, y es humillante.”

Ella sonrió levemente. “Así que, ¿aunque quisiera que lo hicieras, te negarías?”

“Joder, por supuesto que me negaría. ¿Por qué siquiera me preguntas esa mierda? Debes saber que
nunca te lastimaría así,” espeté, molesto de que siquiera lo pensara. Suspiró, encogiéndose de
hombros, y envolvió sus pequeños brazos alrededor de mi torso. Me abrazó con fuerza y apoyó su
cabeza en mí y yo solo me quedé ahí, un poco confundido por todo el intercambio de palabras.
Después de un momento la abracé y empecé a frotar ligeramente su espalda, sin saber por qué ella
había reaccionado así. No tenía ningún jodido sentido para mí.

“Gracias,” dijo en voz baja. Mi ceño se frunció y detuve mis manos, sorprendido por su expresión de
agradecimiento. Ella no tenía ninguna maldita razón para darme las gracias, debería estar
maldiciéndome, y diciéndome lo despreciable que era.

“¿Por qué?” Pregunté. Suspiró, oyéndose contenta y me apretó con más fuerza.

“Por ser tan protector. Es agradable saber que antepones mi bienestar, que me dirías que no aun a
riesgo de decepcionarme, si eso significa mantenerme a salvo. Nunca antes he tenido a alguien que
realmente cuide de mí,” dijo en voz baja. Me sorprendió un poco que se las hubiera arreglado para
lograr eso de una conversación sobre mis fechorías que podría haber sido jodidamente catastrófica,
pero lo que dijo era cierto. Era ingenua, malditamente indefensa y alguien tenía que guiarla a través de
las cosas.

“Siempre haré lo mejor para ti,” dije después de un momento, empezando a frotar de nuevo
suavemente su espalda. Ella tarareó levemente en respuesta y me incliné para besar la parte superior
de su cabeza.

“¿Puedo preguntarte algo más?” Preguntó. Gemí levemente.

“¿Tiene algo que ver con dragones furiosos, potros salvajes o cualquiera de esos putos errores que
cometí?” Pregunté. Ella asintió contra mi pecho y suspiré. “Bien, como sea. Pregunta lo que quieras.”

“¿Esas otras chicas se merecían eso?” Preguntó. “Quiero decir, me dijiste que yo no merecía que me
lastimaran de esa forma, ¿eso significa que crees que ellas sí?”

Me quedé allí por un momento, sin saber cómo responder a eso. “Eh, no. No debería haber hecho esa
mierda en absoluto, pero ahora ya no puedo retractarme, ¿sabes? Era un idiota, Bella, simplemente en
ese momento me importaba una mierda. Y sé que es una jodida excusa horrible, pero siempre había
pensado solo en mi propia satisfacción, hasta que llegaste tú. Y es vergonzoso, porque sabes cómo me
siento sobre el asalto sexual, pero yo mismo degradaba a la mujer. Aún si ellas eran participantes
dispuestas en esa mierda y sabían cómo era yo, eso no significaba que estuviera bien. Soy una persona
despreciable, una pobre excusa de hombre.” Ella tarareó en respuesta una vez más y se quedó en
silencio por un momento. El hecho de que no tuviese una mierda que decir al respecto me puso
nervioso.

“Ya sabes, si tuvieras algo de sentido común, estarías corriendo al jodido extremo opuesto tan rápido
como te fuera posible,” dije después de un minuto, negando con la cabeza.

Ella se quedó callada otro segundo antes de suspirar dramáticamente. “¿Otra vez me estás llamando
estúpida, Edward?” Preguntó bromeando.

Rodé los ojos. “Crees que eres graciosa, ¿verdad?” Le pregunté juguetón, agarrando sus costados y
haciéndole cosquillas. Comenzó a reírse y a apartarse de mí, cogió mis manos y trató de alejarlas de
ella. Me reí entre dientes y se lo seguí haciendo, sin dejar que se apartara de mí, amando el sonido de
esa risa despreocupada. Se estaba riendo con todas sus ganas y sus rodillas se doblaron después de un
momento, mientras intentaba escaparse. La sujeté con fuerza para que no se golpeara con el suelo,
envolviendo mis brazos a su alrededor y meciéndola en un abrazo. Ella me devolvió el abrazo, su risa
se apagó después de un momento.

“Así que dime, mi Bella, ¿te enseñaron las soplonas el arte de la felación mientras parloteaban sobre
todas las mierdas que había hecho en mis viejos tiempos?” Le pregunté. Ella echó su cabeza hacia
atrás para mirarme, su ceño fruncido en confusión. Le di una pequeña sonrisa. “Ya sabes, ¿esa mierda
que has hecho en el coche, nena?”

Sus ojos se ampliaron un poco y el rubor ascendió rápidamente a sus mejillas. Me reí por su reacción
y ella sonrió con timidez, mordisqueando su labio inferior. “Sí… eh… quiero decir, hablamos de eso.
Me dieron algunas, eh, ideas supongo. Estaba nerviosa, no sabía cómo o qué hacer... tú sabes.”

Sonreí en complicidad y asentí, atrayéndola de nuevo a mí. “Podías haber hablado conmigo al
respecto, pero lo entiendo. Todos necesitamos amigos a los que acudir, y supongo que Alice y Rose no
son tan malas para tenerlas como amigas, aún con esas malditas bocotas.”
Ella se rió levemente, asintiendo. “Sí, Rosalie y Alice son agradables.” Me reí secamente.

“Rosalie y agradable son dos palabras que nunca deben ir juntas en una oración, tesoro. Esa perra dista
mucho de ser agradable,” dije, sacudiendo la cabeza. Me dio un codazo en las costillas y salté, riendo
y agarrando mi costado porque esa mierda dolía. “Maldición bebé, puedes ser una jodida luchadora
cuando quieres.”

Ella levantó la vista y me sonrió con dulzura antes de apoyar de nuevo su cabeza en mí. “Tú lo haces
relucir,” murmuró. Sonreí con suficiencia y besé el tope de su cabeza, contento de escuchar eso. Me
alegraba que su nueva faceta saliera a la luz y estaba agradecido de que ella estuviera tan a gusto
conmigo que no fingiera o fuera alguien que no era realmente. Amaba su puto lado despreocupado, su
franqueza.

“¿Por qué no te ha molestado esa mierda?” Le pregunté después de un poco de silencio. “Te lo has
tomado con tanta calma, es casi antinatural. Toda esa mierda que Rose y Alice te ha dicho que le había
hecho a las chicas, esa mierda que Lauren te dijo. Demonios, incluso la forma en que a veces actúo, mi
temperamento. Es como si solo te resbalara, joder, ni siquiera te has inmutado. Solo estoy esperando a
que asimiles todo y que salgas huyendo o algo así, desapareciendo, sin volver a verte. Esa mierda me
mataría, por cierto. El que solo desaparecieras.”

Ella se apartó de nuevo para mirarme, con una pequeña sonrisa. “Parte de ello me molesta un poco, no
puedo mentirte. Estaba bastante horrorizaba por algunas de las cosas que escuché que habías hecho.
Pero ese ya no eres tú, ese no es el hombre al que amo. Y sí, a veces tienes mal carácter pero te
entiendo, así que no es insoportable. Es algo difícil de explicar, pero nunca me había sentido tan
segura sobre algo.”

Le sonreí y me agaché, presionando mis labios en los de ella con suavidad. “Me alegra que me
entiendas,” murmuré contra su boca. Ella me besó en respuesta y se apartó después de un momento.

“Además, tú sabes que no puedo huir. Desaparecer es imposible,” dijo, rodándome los ojos.

“¿Por qué dices eso? Mierda, sería fácil para ti desaparecer. Demonios, Bella, en realidad nadie sabe
que existes. Podrías escapar sin ser detectada en mitad de la noche. Es un maldito país enorme, con un
montón de lugares para esconderse. Quiero decir, no estoy insinuando nada, que ni siquiera se te pase
por la cabeza esa mierda,” dije con firmeza, sin querer que tratara de huir y esa mierda. La rastrearía,
y joder, probablemente sería pésimo en ello pero no me daría por vencido. Ella solo se quedó
mirándome, parecía asombrada.

“Me refiero a que, lo he pensado,” añadí después de un segundo. “Después de que cumpla los
dieciocho y tenga acceso a mi fondo fiduciario. Podría vaciarlo y juntos podríamos desaparecer, lejos
de toda esta mierda. No tendríamos que trabajar, podríamos ir a cualquier parte del mundo a la que
quisieras ir.” Ella seguía solo mirándome y me reí entre dientes, haciendo un gesto de negación.
“Aunque, probablemente no podríamos llevarnos el Volvo, ya que tiene un chip de rastreo por algún
lado,” agregué a la ligera, encogiéndome de hombros.

Ella asintió y brevemente desvió la mirada, llevando su labio inferior al interior de su boca,
prácticamente royéndolo. Por un momento, la miré con curiosidad y ella volvió a mirarme, abriendo la
boca para hablar.
“Yo, eh…” Empezó, su ceño fruncido, pero antes de que pudiera terminar la risa de Emmett sonó
cercana. Miramos en esa dirección y vimos a mis hermanos y sus novias caminando hacia nosotros,
riendo y bromeando. Giré a Isabella de manera que su espalda quedará frente a mí y la abracé,
suspirando.

“¿Qué hay cabrones?” Dije mientras se acercaban. Todos asintieron y dijeron hola, a excepción de
Rose que rodó los ojos.

“¿Qué hacen?” Preguntó Alice, sonriendo alegremente.

“Estoy tratando de convencer a Isabella que me deje hacerle el dragón furioso, pero hasta ahora no he
tenido éxito,” le dije, arqueándole una ceja. Jasper escupió lo que sea que fuera el líquido que tenía en
su boca, casi mojando a Emmett, y empezando a toser. Emmett se echó a reír y Rose y Alice solo se
quedaron allí, abriendo un poco los ojos. Isabella levantó sus manos para cubrirse el rostro,
sonrojándose de un hermoso matiz de rojo. Me reí y aparté sus manos, colocando un suave beso en su
mejilla enrojecida.

“¿Qué?, ¿no te gusta que tu novia sepa lo cretino que eres en realidad?” Rose preguntó. Le estreché los
ojos y le enseñé el dedo medio.

“En fin,” dijo Alice, sonriendo tímidamente. “Nos vamos a casa. ¿Están en condiciones de conducir o
necesitan que los llevemos o algo?”

Hice un gesto de negación con la cabeza. “Estoy bien como para conducir. A esta hora ya casi se me
ha pasado todo,” le dije. Ellos asintieron y nos despedimos, cuando partieron hacia sus vehículos. Nos
quedamos ahí parados por un momento, viendo los coches marcharse, y le eché un vistazo a mi reloj.
“Es casi la una de la madrugada. ¿Quieres que nos vayamos a casa?”

Ella asintió. “Sí,” dijo en voz baja. La solté de mi abrazo y se hizo a un lado, alejándose de mí. De
nuevo abrí el coche y la puerta del pasajero, haciendo un gesto con la cabeza hacia dentro. Me sonrió
con dulzura y se deslizó en el interior, abrochándose el cinturón. Cerré la puerta y caminé alrededor,
subiendo en el asiento del conductor. Encendí el coche y puse algo de música suave y tranquila, moví
la palanca de cambios y giré el coche en redondo. Manejé por el pequeño camino y miré a Isabella.
Estaba mirando por la ventanilla lateral, hacia los árboles. Parecía perdida en sus pensamientos,
mordisqueando su labio y algo inquieta. Dirigí de nuevo mi atención al camino y tomé la carretera
principal en dirección a la ciudad de Forks.

“En realidad pensaba que lo sabías,” dijo en voz baja después de un momento. La miré y vi que me
miraba fijamente con confusión, su ceño fruncido.

“¿Que sabía qué, nena?” Le pregunté con curiosidad, alzando las cejas inquisitivamente. Ella suspiró.

“Que yo también tengo un chip de rastreo,” dijo suavemente, casi en un susurro. La miré con
confusión y estiré mi mano, bajando el volumen de la música.

-“¿Qué quieres decir con que tienes un chip de rastreo?” Le pregunté. Se encogió de hombros.

“Es decir, como tu coche. Un chip de rastreo. Me pusieron uno en Phoenix, para que no pudiera huir.”
dijo. Golpeé los frenos tan pronto como las palabras se registraron en mis oídos, el coche se paró en
seco sacudiéndose, con un fuerte chirrido. Ella apoyó sus manos en el salpicadero, sus ojos se abrieron
con horror.

“¿Alguien puso dentro de ti un puto chip de rastreo?” Espeté, atónito y confundido. Se quedó
mirándome por un momento antes de asentir titubeante. “Joder, tienes que estar bromeando, ¿tu
propio maldito padre te puso un chip como a un maldito animal o algo así?”

Su ceño se frunció y negó con su cabeza, vacilante. Gemí sin entender.

“Lo que me dices no tiene sentido, ¿tienes o no un puto microchip?” Dije con brusquedad, sin
intención de perder los estribos, pero un poco asustado ante la posibilidad.

“Lo tengo,” dijo con algo de aprensión. Di un fuerte suspiro, y di un frenazo estacionándome.

“Entonces, ¿por qué has negado con la cabeza?” Le pregunté, luchando por controlar mi
temperamento. Me pasé la mano por el pelo, completamente desconcertado y jodidamente
sorprendido.

“Porque no fue mi padre quien lo hizo, fue el tuyo,” dijo en voz baja. Al instante me congelé y
parpadeé un par de veces, aturdido, antes de echarle un vistazo. Estaba mirando por la ventana hacia
los árboles junto a la carretera.

“¿Mi padre te puso un chip de rastreo?” Le pregunté. Suspiró y asintió con la cabeza. “¿Estás segura?”

“Sí, estoy segura. Me refiero a que, estaba ahí…” Dijo, su tono un poco insolente. Mis ojos se
estrecharon y mi temperamento se encendió todavía más, pero lo contuve, porque nada de esto era
culpa suya. Pero todo estaba completamente jodido, y cambiaba cada maldita cosa. Hacía mis planes
mucho más difíciles de lograr si eso era cierto, mis putas esperanzas de liberarla por cualquier medio
necesario disminuían.

¿Qué clase de persona de mierda pone un dispositivo de vigilancia en el interior de otra persona? Pero
supongo no debería de haber estado tan jodidamente sorprendido, considerando que estaba hablando
de alguien que había comprado a una muchacha de dieciséis años por dinero. Estaba perdiendo todo el
puto respeto por mi padre; maldición, simplemente no lo entendía.

Nos quedamos sentados en silencio por un momento. Estaba tratando de comprender todo, asimilar la
nueva complicación de mierda. “Lo siento,” le dije después de un segundo, poniendo el coche en
marcha y alejándonos. Conduje despacio por la ciudad y suspiré, extendiendo mi mano y colocándola
sobre su muslo. Ella se sobresaltó levemente pero me miró, dándome una pequeña sonrisa. “No
debería haberte hablado así, nada de esto es tu culpa. No puedo creer que mi puto padre,” dije,
sacudiendo la cabeza. “Pero no quiero que te preocupes, ¿de acuerdo? Así que, evidentemente, no
podemos huir. Pero aun así encontraremos una forma de resolver esta mierda.”

Ella asintió, sonriendo, pero la sonrisa no le llegó a sus ojos. Parecía algo preocupada y asustada,
levanté mi mano y rocé sus labios con mis dedos, sonriendo.

Conduje el resto del camino a casa en silencio, deteniéndome frente a la casa. Salí del coche y la
ayudé a bajar, cerrándolo antes de dirigirnos al interior. La casa estaba en silencio y entré a la cocina,
cogiendo una botella de agua. La abrí y tomé un trago, tendiéndosela a Isabella. Me dio las gracias con
voz suave y asentí, pasando la mano por mi pelo. Subí las escaleras y ella me siguió. Podía ver las
luces filtrándose por debajo de las puertas de las habitaciones de mis hermanos y escuché susurros en
el interior. Me dirigí al tercer piso en silencio, sin querer que nos escucharan y abrieran sus puertas,
queriendo socializar o esa mierda. No estaba de maldito humor para compañía, estaba jodidamente
sorprendido y confundido por esa mierda.

Llegamos al tercer piso y entré en mi habitación, quitándome los zapatos de inmediato. Isabella entró
en su habitación y cerró la puerta detrás de ella sin hacer ruido. Me quedé mirando hacia su puerta
cerrada por un momento, esperando como el infierno que solo estuviera cambiándose y que no
estuviera enojada y deseando escapar de mí. Había sido un pendejo gritándole. Joder, en especial
después de la increíble noche que habíamos tenido, pero no había podido contener mi temperamento.
No podía creer que mi padre hubiese hecho algo tan inhumano.

Me quité la ropa y me puse un par de pantalones de chándal, sin molestarme en algo más. Me senté al
borde de la cama y escuché la puerta de la habitación de Isabella abrirse y cerrarse suavemente. Entró
en la habitación en pijama y me dio una pequeña sonrisa, cerrando la puerta tras de sí. Le sonreí en
respuesta, porque aún con unos malditos pantalones de chándal, una camiseta y con su pelo recogido
en una cola de caballo se veía hermosa.

“¿Puedo hacerte una pregunta?” Le pregunté mientras subía a mi cama. Asintió, acostándose. Me
levanté y me acerqué a apagar la luz antes de meterme a la cama junto a ella. Tiré el edredón sobre
nosotros y la miré a los ojos por un momento. “¿Te ha hecho alguna otra cosa como esa mi padre?”

Se encogió de hombros. “Puso un gran hisopo en mi boca dos veces, frotando el interior de mi
mejilla,” me dijo. “Pero eso es todo, creo.”

Fruncí el ceño confundido, ya que el único puñetero motivo en el que pude pensar para que frotar la
mejilla de alguien con un hisopo es para obtener el ADN. Sin duda, mi padre estaba tramando algo,
cualquiera que fuese el secreto que estaba guardando tenía que ser malditamente serio.

“Si él hace cualquier otra cosa, me lo dices de inmediato, ¿de acuerdo?” Le dije. Asintió y yo suspiré,
alcanzándola y tirando de ella hacia mí. Se acurrucó contra mí, recostando su cabeza en mi pecho, y
cayendo casi al instante en un profundo sueño. Después de un tiempo rodó alejándose de mí,
enroscándose en una bola bajo las sábanas, y yo di vueltas en la cama por un rato. Mi mente daba
vueltas con toda la nueva información, repasando el día completo y todo parecía casi jodidamente
bizarro. Caí en un ligero sueño intranquilo, despertando periódicamente antes de quedarme dormido
nuevamente.

En un momento dado desperté y miré hacia el reloj de alarma, viendo que era un poco después de las
seis. Isabella estaba profundamente dormida, murmurando y haciendo ruidos con la garganta. Me
quedé ahí acostado por un rato, escuchando su murmullo incoherente, antes de suspirar y bajar de la
cama. Agarré mi teléfono y me dirigí a la planta baja, notando que toda la casa todavía estaba oscura y
silenciosa. Me detuve cuando llegué al vestíbulo, dudando y debatiéndome antes de acercarme al
piano y sentarme frente a él. Puse el teléfono junto a mí en el banco y flexioné un poco los dedos antes
de colocarlos en las teclas. Empecé con las notas iniciales de la marcha fúnebre antes de detenerme
abruptamente y cambiar a la melodía en la que había estado trabajando, la que me hacía pensar en
Isabella. La toqué, vacilando un poco al final, porque todavía parecía que le faltaba algo.

Suspiré y me detuve después de un rato, solo me quedé sentado ahí, en el silencioso vestíbulo. Estiré
la mano y cogí mi teléfono, desplazándome a través de mi lista de contactos antes de detenerme en el
nombre de mi padre. Sabía que él ya estaría despierto, en especial tomando en cuenta que en Chicago
en cuanto a la hora, estaban por delante de nosotros.

Me debatí un momento en si iba a hacer esto o no, pero presioné el botón de llamada. Porque no había
maldita manera de que me relajara hasta que me confirmara o negara el asunto. Una parte de mí
todavía quería pensar que había sido un malentendido, que Isabella estaba confundida.

Llevé el teléfono a mi oído, escuchándolo sonar, mi corazón empezó a latir con fuerza. Casi consideré
colgar de una puta vez, pero sabía que era demasiado tarde para eso, ya habría visto que era yo en su
identificador de llamadas. Escuché que descolgaban después de un segundo, mi corazón casi se paró.

“¿No es algo temprano para que estés levantado, Edward?” Dijo mi padre cuando contestó. Suspiré.

“Se llama insomnio,” le dije. Lo oí suspirar a través del teléfono.

“¿Qué pasa?” Preguntó. Gemí, me sentía como un idiota por siquiera hacer esta puta llamada.

“No pasa nada, ¿es que no puedo llamar a mi jodido padre y desearle un feliz y maldito año nuevo?”
Le pregunté. Él se rio entre dientes.

“Por supuesto que puedes, Feliz Año para ti también,” me dijo. “¿Tuvisteis una noche agradable?”

“Sí, estuvo bien, creo,” le dije.

“Bien. Entonces, ¿no hubo ninguna pelea?” Preguntó, con un poco de diversión en su voz. Gemí.

“No, no le rompí la nariz a nadie,” le dije. Se rio de nuevo.

“Bien. Así que, ¿qué van a hacer hoy? ¿Van a salir a algún lado?” Preguntó. Dudé un poco antes de
que las putas palabras simplemente se desparramaran, casi sin darme cuenta de lo que estaba diciendo.

“Tal vez. Alice y Rose se quedaron anoche; ayer pasaron con Isabella tiempo de chicas y
probablemente quieran que hoy hagamos algo juntos. Supongo que de todos modos te podrás dar
cuenta si vamos a algún lado, ya sabes, con el chip de rastreo en ella y esa mierda.”

Se quedó callado por un momento y me pregunté si la había cagado, si tal vez no debería haber dicho
una puta palabra al respecto. Aunque su maldito silencio lo confirmó, porque si no hubiese sido así él
inmediatamente me habría preguntado de qué demonios estaba hablando.

“Así que, ¿ella te ha contado eso?” Preguntó finalmente, su voz tranquila. Suspiré.

“Sí, mencionó esa mierda sin querer. También dijo algo sobre ti pasando un hisopo por su mejilla. Ella
no es algo así como nuestra puta prima, ¿verdad?” Le pregunté, entrando en algo de jodido pánico
porque le hubiera hecho una prueba de ADN. Supuse que si éramos familia él no la trataría como una
jodida sirvienta y definitivamente hubiera intervenido si realmente supiera sobre la mierda que estaba
sucediendo entre nosotros, pero esa parte irracional de mí todavía estaba que se cagaba de miedo de
que fuera así.

Se rio entre dientes. “No, no hay parentesco de sangre. Todo eso es por razones de seguridad, solo por
si acaso le sucediera algo. No es gran cosa, soy el único con el código del chip, y honestamente nunca
lo he revisado. Nunca he tenido razón para hacerlo. Y el ADN…” Su voz titubeó y se estancó,
tartamudeando un poco. “Solo con fines de identificación.”

“Está bien, lo que sea. No es como si importara, solo tenía curiosidad,” le dije, mintiendo como el
culo, queriendo sonar indiferente sobre ello. Solo el que yo preguntara ya de por sí levantaba
sospechas, así que no había necesidad de dejar que mis malditos ánimos se enardecieran y
prácticamente le escupiera esa mierda.

“Dile a todos en Chicago que digo, hola.”

Suspiró. “Lo haré. Que tengas un buen día, hijo.”

“Tú también,” le dije. Presionando el botón para finalizar la llamada. Me quedé ahí sentado por un
momento en silencio antes de levantarme, dirigiéndome hacia las escaleras. Quería volver a la cama
antes de que Isabella despertara, sin querer parecer un pendejo que la había abandonado en mitad de la
noche.

No sabía qué era tan importante, pero ahora estaba seguro de que el ADN era una enorme pista de
mierda a cualquiera que fuera el secreto que mi padre guardaba. No estaba seguro si tal vez sus padres
no eran quienes ella pensaba que eran, o si su linaje la ligaba con alguien, pero tuvo que haberle
llevado a algo inesperado para hacer esa mierda dos veces. No tenía idea de lo que podría ser, y cómo
nos afectaría a Isabella y a mí, pero estaba absolutamente convencido de una puta cosa.

Lo iba a averiguar.

**************
Bagascia = Término de argot para perra/puta
Capítulo 42 Hacer para los demás

“Una de las fases más importantes a la hora de madurar es pasar de pensar en uno mismo a
entender las relaciones con los demás. Una persona no ha madurado hasta que no tiene la habilidad
y disposición de verse a sí mismo como uno de sus semejantes y de hacer para los demás lo que le
gustaría que hicieran por él " – Sir Walter Scott.

Isabella swan
Traducido por Lanenisita

Me senté en la cama, restregándome los ojos. Me escocían un poco y estaban todos pegados a causa
del sueño, mi visión desenfocada. Alcé la mirada y vi el reloj, mientras trataba de aclarar mi vista
parpadeando, me quedé asombrada cuando vi que eran casi las nueve de la mañana. Miré alrededor de
la habitación, notando que la mochila de Edward y las otras cosas que él siempre dejaba sobre su
escritorio ya no estaban. Debió ser extremadamente silencioso esta mañana cuando se estaba
preparando para ir al instituto y así no despertarme, escabulléndose fuera de la habitación cuando yo
todavía dormía. Suspiré y alejé el edredón de mi cuerpo rápidamente, agradecida que él hubiese sido
tan dulce al dejarme dormir pero a la vez un poco triste de no haber sido capaz de verlo esta mañana.

Hoy era 6 de enero, viernes, y los chicos habían vuelto a clases hacía un par de días. La semana
anterior había pasado volando, ya que había invertido mi tiempo limpiando constantemente cuando
Edward estaba fuera para que así pasara el tiempo. Encontré que el reproductor de música que Edward
me había regalado en Navidad era bastante beneficioso para mí, ya que al parecer la música me hacía
ser más productiva, me elevaba la energía y el tiempo y las tareas en casa prácticamente volaban. Era
extraño, ya que yo nunca había escuchado música antes, pero ahora después de una semana de
prestarle atención no podía imaginarme vivir sin ella. Ahora entendía por qué era tan importante para
Edward, por qué amaba tanto la música. Anteriormente solamente sonido y palabras para mí, pero
ahora sentía la melodía y me emocionaba con ella. ¿Quién habría dicho que algo tan tonto como una
canción podría hacerme soltar unas lágrimas? Seguro que yo no, y no fue así hasta que Edward llegó a
mi vida…

Me puse de pie y me estiré, mientras bostezaba. Mi espalda se sentía rígida por las horas de sueño, y
mi cuello estaba un poco dolorido. Alcé mi mano y toqué mi nuca por un momento, tratando de relajar
los nudos que sentía ahí, antes de coger el edredón y empezar a hacer la cama. Edward siempre ha
dicho que no sirve de nada hacer la cama todas las mañanas, ya que nosotros la volveríamos a
deshacer después, pero yo siempre ignoro sus quejas y hago la cama de todas formas. Me gustaba
tener una cama hecha para poder acurrucarme por las noches, esta era una de esas cosas a las que me
había acostumbrado en estos últimos meses. Y yo sabía que él no sería capaz de entender por qué esto
era tan importante para mí, considerando que él había dormido en una cómoda y tibia cama toda su
vida y no era nada especial para él. A él no le importaría si las sábanas estaban prácticamente
cayéndose, o completamente arrugadas. Pero cuando has pasado toda tu vida durmiendo en un viejo
colchón tirado sobre el suelo, haciendo almohadas de cosas que encuentras por ahí como la ropa, y con
una fina manta que había envejecido con el tiempo y que no podía mantener alejado el frío viento de
las noches, entonces tiendes a apreciar el concepto de tener una cama hecha.

Recogí unas cuantas prendas de ropa del suelo que Edward evidentemente había desechado esta
mañana y las dejé en el cesto de ropa. Tenía que darle algo de crédito, usualmente hacía un esfuerzo
por mantener su habitación decente porque ahora yo dormía con él aquí, pero a veces lo olvidaba y
recaía en esos viejos hábitos de vagancia. Nunca me molesto con él por eso sin embargo; simplemente
continúo recogiendo las cosas y dejándolas donde se supone deberían ir.

Después que la habitación estuvo en orden salí, cruzando el pasillo y entrando rápidamente a mi
habitación. Me quité la ropa, dejándola en la cesta, y entré al baño. Encendí la ducha y me quedé de
pie bajo el chorro, mojándome y relajándome bajo el agua tibia. Aquello relajó mis músculos,
disolviendo los nudos de mi cuello. Finalmente apagué la ducha después de un momento, saliendo de
la tina y secándome. Envolví una toalla en mi cuerpo y regresé a la habitación, me puse un simple par
de vaqueros y una camiseta negra de mangas largas. Regresé al baño para lavar mis dientes y peinar
mi cabello, atándolo con una goma.

Me puse mis zapatos Nike, porque a Edward parecía encantarle cuando los usaba ya que él había sido
quien me los había comprado, y cogí mi reproductor de música. Me puse los auriculares y lo encendí,
deslizándolo en mi bolsillo. Empecé a tararear la canción desde el principio, todavía no me sabía
realmente las letras de la mayoría de las canciones que él había cargado, y me dirigí a la puerta. Salí
hasta el pasillo y caminé unos cuantos pasos antes de detenerme abruptamente cuando miré con
dirección a las escaleras. Jadeé asustada, un grito estuvo a punto de salir de mi garganta, y agarré mi
pecho ya que mi corazón empezó a latir furioso. Parado al inicio de las escaleras, con los brazos
cruzados sobre el pecho y levemente recostado contra la pared, estaba el doctor Cullen.

Había estado en Chicago toda la semana y no tenía ni idea de cuándo regresaría, así que honestamente,
era la última persona que esperaba ver cara a cara en ese momento. Lo miré asombrada,
preguntándome cuándo habría llegado a casa, pero más curiosidad tenía de saber qué estaba haciendo
aquí de pie, en el tercer piso. Me miraba fijamente, su expresión era nula, y estaba provocando que el
pánico empezara a burbujear bajo la superficie de mi piel. No tenía idea cuanto tiempo había estado
allí mirando, si quizás me habría visto salir de la habitación de Edward esta mañana. Y había una parte
de mí, una parte muy en el fondo, que jamás olvidaría lo que él me había hecho esa tarde cuando
cometí el error de tocar su arma, esa parte era la misma que estaba gritando mientras decía que algo
no estaba bien. Esa parte de mí no estaba cómoda con estar a solas con el doctor Cullen de esta forma,
no me gustaba que él me mirara de la forma que me estaba mirando.

A pesar del hecho que últimamente no me había dado razones para tenerle miedo, ya que se había
portado casi abrumadoramente agradable, yo sabía que el doctor Cullen era una persona muy
peligrosa. Era una amenaza para mí, mi mayor amenaza por el hecho de que él era mi dueño. Nunca
estaría segura con él, a pesar de esas sutiles o pequeñas dosis de normalidad y libertad que él me
permitía tener. Todavía me tenía bajo su poder y el solo hecho de su presencia repentina en mi camino
casi me causó un ataque de pánico y temor que indicaban exactamente cuánto poder ejercía sobre mí.

Me acerqué y me quité los auriculares, tratando de ignorar el fuerte latido de mi corazón. Lo miré
fijamente, manteniendo el contacto visual, tratando de encontrar alguna emoción oculta en sus ojos
que pudiese darme una idea de qué era lo que podría pasar en ese momento. Porque su expresión nula
no me estaba diciendo si él simplemente estaba siendo indiferente o si estaba molesto, y esperé
realmente que fuese lo primero pero sabía que era más probable que fuese lo segundo. No tenía idea
qué era lo que yo podría haber hecho para molestarlo ya que él había estado fuera toda la semana, a
menos que él, de hecho, me hubiese visto salir de la habitación de Edward esta mañana. Y estando de
pie allí, mirándolo, todo en lo que yo podía pensar era en lo que Emmett había dicho en la fiesta de la
semana pasada. Sobre como tenía la certeza que el doctor Cullen sabía que yo tenía una relación con
su hijo, y que la única cosa que lo detenía de ponernos en evidencia era porque yo debería agradarle.
Pero en ese momento, en cuanto vi un breve destello de irritación en su mirada, me pregunté si alguna
vez le había agradado de verdad.

Él no hablaba, solo me miraba mientras seguía de pie en mi camino, y aquello aumentó mi miedo.
Repentinamente me sentí enferma del estómago porque mis nervios estaban al borde. “Buenos días,
doctor Cullen,” le dije con mi voz entrecortada a causa del estrés que estaba sintiendo. Aclaré mi
garganta, reprendiéndome mentalmente por sonar tan débil y resquebrajada bajo presión.

Él me miró unos pocos segundos más, el contacto visual que mantenía conmigo era intenso. “Buenos
días, Isabella,” dijo finalmente, su voz era monocorde y suave. Bajó la mirada y miró el reloj en su
muñeca, para luego alzar sus cejas y mirarme nuevamente. Mi ceño se frunció y me pregunté si quizás
yo habría olvidado algo, si quizás él estaba actuando de esta manera porque me había retrasado en
hacer algo sin darme cuenta. Él tenía que saber lo que me estaba haciendo, debía ser capaz de ver mi
aprehensión y de escuchar el estrés en mi voz. Edward me había explicado que fue entrenado para
percibir ese tipo de cosas, ya que era parte de su trabajo como consejero de la mafia y como doctor.
Era extraño cuantos rasgos en común tenían esos dos trabajos, cuantas características necesitaría una
persona para ser buena tanto asesinando como sanando.

No podía recordarlo diciéndome algo respecto al día de hoy, no podía recordar alguna tarea especial
que se suponía que yo debería haber hecho por lo que solo estaba desconcertada. “Coge tu abrigo y
reúnete conmigo fuera, en mi coche, en unos minutos.” Mis ojos se abrieron levemente, el miedo casi
estaba por consumirme pero traté de mantener fuerte mi fachada externa. Continuó mirando,
obviamente esperando una respuesta. Yo no sabía por qué, no es que yo pudiese decirle si estaba o no
de acuerdo con eso. Si él me decía que fuera a algún lado, yo estaría allí, sin importar si quería o no.
No tenía control sobre mis acciones, él sí. Yo era como una marioneta. Él controlaba las cuerdas y yo
instintivamente obedecía obligada a sus órdenes. Y si él decía que yo debía estar en su coche en unos
minutos, yo debía estar en su coche en el momento correcto.

“Sí, señor,” le dije, asintiendo. Él asintió en respuesta y soltó los brazos que estaban cruzados sobre su
pecho, mientras continuaba mirándome. Se giró con dirección a las escaleras después de un momento
y dio dos pasos antes de detenerse.

“Coge también el documento de identificación que te di,” añadió con indiferencia, antes de continuar
su camino hacia las escaleras. Lo vi desaparecer de mi vista y exhalé, negando con mi cabeza. Caminé
de regreso a mi habitación y apagué el reproductor de música, dejándolo sobre la cama y cogiendo mi
abrigo del armario. Me lo puse y cogí la identificación y mi teléfono que estaban sobre la mesita de
noche. No tenía idea de por qué necesitaría la identificación pero no iba a preguntárselo tampoco, solo
debía llevarla y esperar que aquello no significara algo malo. Los metí en mi bolsillo y salí de la
habitación, cerrando la puerta detrás de mí. Metí mis manos en los bolsillos de mi abrigo mientras
bajaba las escaleras, las palmas de mis manos sudaban a causa del nerviosismo. Mi corazón todavía
latía desbocado y me sentía mareada, ya que no tenía idea dónde iba o qué iba a hacer, solo sabía que
iba a ir a algún sitio con una persona que no parecía muy satisfecha acerca de mi existencia el día de
hoy, por alguna razón. Y aquello, en sí, era atemorizante.

Llegué al vestíbulo y caminé hasta la puerta principal, sacando mi mano del bolsillo y tomando la
perilla de la puerta. Empecé a darle la vuelta y tuve un repentino e intenso ataque de pánico que me
recorrió todo el cuerpo, mi mente inmediatamente se fue hacia el peor escenario. Me quedé inmóvil,
apretando la perilla con fuerza, preguntándome irracionalmente si esto era todo. ¿Este era el final de
mi tiempo aquí? ¿Se había cansado de mí?, ¿estaba harto? ¿Qué me haría? ¿Me vendería? ¿Qué
pensarían los chicos si yo solo desapareciera así como así? ¡Oh Dios, Edward! ¿Qué pasaría si nunca
más volvía a ver a Edward? ¿Qué haría él? Él había dicho que moriría si yo desaparecía. ¿Estaría
bien? ¿Lo superaría o trataría de encontrarme? ¿Podría encontrarme? Oh Dios, ¿pero qué pasaría si el
doctor Cullen me mataba? ¿Lo habría enojado tanto? ¿Qué haría Edward en ese caso? ¿Lo descubriría?
No estaba lista para morir; No estaba lista para no volver a ver a Edward.

Justo en la mitad de mi casi colapso mental, noté una mano sobre la mía en la perilla. Me sobresalté
cuando la sentí, gritando y quitando la mano con rapidez como si me hubiese quemado. Di un paso
hacia atrás, mis ojos completamente abiertos a causa del miedo, y vi al doctor Cullen parado ahí, con
su ceño fruncido. Me quedé quieta por un segundo mientras él me miraba, deseando que mi corazón
dejara de latir tan fuerte, deseando poder calmarme y dejar de actuar de una manera tan tonta. No
había razón alguna para que yo pensara que estaba a punto de ser asesinada, no existía razón para que
siquiera asumiera que él me iba a mandar lejos. Es que ni siquiera existía razón alguna para que
creyera que él estuviese molesto conmigo, o que su rabia era por mi culpa. No me había dicho nada
más que fuese a buscar mi abrigo. Estaba paranoica y si no me detenía ahora, probablemente podría
enfadarlo con mi comportamiento.

“¿Estás bien?” el doctor Cullen me preguntó, mirándome con cautela. “Estás muy nerviosa hoy, niña.”

Asentí de inmediato. “Sí, eh… Estoy bien. Perdón, señor. Por reaccionar exageradamente.”
“Está bien, no pasa nada,” dijo con un leve tono de irritación en su voz, bajando su mirada para mirar
su reloj nuevamente. “Ven, vámonos ya. No quiero retrasarme.”

Asentí, recordando a Esme decir que su hermano era un poco estricto con respecto a estar a tiempo
para todas las cosas. El doctor Cullen abrió la puerta principal de la casa y con su cabeza apuntó en su
dirección. Suspiré y caminé rápidamente, manteniendo mi mirada fija en el suelo mientras pasaba
cerca de él y salía de la casa. Me detuve por un segundo cuando él programó la alarma y cerró la casa,
para pasar luego junto a mí dirigiéndose a su coche haciendo como si yo no estuviese allí de pie
siquiera. Lo seguí, no queriendo molestarlo más de lo que ya parecía, no queriendo que él pensara que
estaba tratando de resistirme a ir de alguna manera. Abrió la puerta del pasajero de su coche y señaló
con su cabeza la misma, en gesto silente me dijo que entrara. Me subí al coche y estrelló la puerta con
fuerza, provocándome una mueca de dolor y que mi corazón empezara a latir rápidamente de nuevo.
Rodeó su coche y subió al asiento del conductor, estrellando también su puerta y arrancando
enseguida. Vacilante, empecé a ponerme el cinturón de seguridad y él hizo lo mismo de inmediato,
poniendo el coche en marcha y alejándonos de la casa.

Me quedé mirando fijamente el espejo retrovisor de mi lado mientras él entraba en la autopista,


mirando la casa desaparecer detrás de algunas filas de denso boscaje. Suspiré y alcé la mirada para
mirar al doctor Cullen, quien simplemente estaba mirando de frente, su atención puesta en la
autopista. Tenía el ceño fruncido, algo definitivamente lo estaba molestando y deseaba saber qué era.
Debí mantener mi mirada fija en él mucho tiempo, ya que se giró para mirarme después de un
momento, luciendo bastante enfadado. Alejé mi mirada rápidamente y él suspiró.

“Es de mala educación mirar fijamente a alguien así, niña,” dijo. “¿Es que acaso nunca te enseñaron
eso? Los Swan eran seres humanos muy viles, pero sé que ese padre que tenías no toleraba faltas de
respeto de los esclavos así que sé bien que él no habría tolerado que lo miraras así. Deberías saberlo.”

Bajé la mirada a mi regazo, mordisqueando mi labio inferior nerviosamente. “Sí, señor. Lo siento,
señor,” dije rápidamente, casi de manera instintiva como si fuese un robot. “Solo estaba… no importa.
No volverá a ocurrir nuevamente.” Su humor me estaba asustando y aunque tenía una millón de
preguntas rondando por mi cabeza a causa de eso, me sentía demasiado nerviosa como para preguntar.
¿Había hecho algo mal? ¿Dónde me estaba llevando? ¿Iba a ser castigada por algo?

“Bien. Ahora si tienes alguna pregunta, hazla. En caso contrario, controla tus modales. No estoy de
humor para soportar insolencias hoy,” dijo. No tenía ni idea de lo que significaba insolencia, pero
tampoco tenía la intención de ser irrespetuosa con él. Dudé por un momento, debatiéndome si
preguntarle o no algo al respecto, no queriendo arriesgarme en molestarlo aún más. Debí dudar mucho
tiempo porque él gruñó. “Solo pregunta,” espetó bruscamente. Me tensé a causa de su tono, mi
corazón empezó a latir de manera errática nuevamente.

“Yo, eh… Yo solo quería saber dónde vamos, señor,” le dije rápidamente, mi voz era temblorosa. La
imprevisibilidad del doctor Cullen me sorprendió.

“Al hospital,” dijo simplemente. Lo miré, mi ceño estaba fruncido a causa de la confusión, pero alejé
de inmediato mi mirada para no agravar la situación. Permaneció callado por un momento mientras
conducía a través de la ciudad. Pude divisar el hospital a lo lejos después de un rato, la curiosidad y un
leve miedo a causa de no saber por qué estábamos yendo allí empezó a emerger por todo mi cuerpo a
medida que nos acercábamos. La última vez que él me había llevado a un hospital no había sido del
todo una experiencia placentera.

Entró con el coche al estacionamiento, conduciendo por el lado frontal del edificio y aparcando en uno
de los primeros puestos para estacionarse. Miré por la ventanilla y vi un pequeño letrero con el
nombre del doctor Cullen escrito en él, indicando que el puesto estaba reservado para que solo
aparcara él.

Apagó el motor del coche y sacó la llave del encendido, suspirando. “Espero que hoy demuestres tu
mejor comportamiento, Isabella. Estas personas son mis colegas, así que no te atrevas siquiera a
ponerme en ridículo. Probablemente ninguno te dirija la palabra, ya que todos ellos saben que vives en
mi casa y que trabajas para nosotros. Demonios, para ser honestos, todo el mundo en este pueblo sabe
todo acerca de ti. Estas personas son como buitres cuando se trata de chismes.”

Me quedé sentada inmóvil, mirando por la ventanilla al letrero con el nombre del doctor Cullen en él.
Podía sentir su mirada fija en mí y eso estaba incrementando mi nerviosismo. No pude sino sentir que
estaba insinuando algo con sus comentarios acerca de los chismes, tratando de conseguir algún tipo de
reacción de mí, pero no iba a ceder tan fácilmente. No podía permitir que mi paranoia me llevara a
cometer errores.

“Demostraré mi mejor comportamiento, señor,” dije simplemente. Continuó mirándome fijamente un


momento más antes de abrir su puerta y salir del coche. Suspiré y abrí mi puerta, saliendo hacia el
aparcamiento y cerrando la puerta detrás de mí. Se dirigió a la puerta principal y lo seguí,
manteniendo el ritmo para no quedarme tan rezagada.

Entramos al edificio y una mujer sentada en un escritorio a la entrada alzó su mirada, y nos sonrió.
“Buenos días, doctor Cullen. Encantada de verlo,” dijo de manera cortes. Él asintió.

“Es un placer verte también,” dijo con voz formal. Se acercó a una pared y presionó la flecha hacia
arriba del ascensor. La puerta se abrió y me miró, alzando las cejas. Pasé cerca de él rápidamente,
entrado al ascensor, y me siguió. Presionó un botón y las puertas se cerraron despacio.

A pesar del hecho que subir hasta la segunda planta tomó apenas treinta segundos a lo máximo, fue lo
suficiente como para aumentar mi ansiedad a la décima potencia. No me gustó estar atrapada en un
sitio demasiado estrecho con absolutamente ninguna oportunidad de escape. Lógicamente sabía que el
doctor Cullen no me pondría una mano encima estando en el ascensor de un hospital, especialmente si
era el hospital en donde él trabajaba, ya que valoraba el respeto que se había ganado. Pero no estaba
siendo fácil ser lógica cuando estás confinada en una pequeña caja de cinco por cinco pies con un
techo de siete pies con un hombre claramente capaz de hacerte daño, y que probablemente él estuviese
deseando poder hacerlo por alguna razón.

Respiré aliviada cuando el ascensor se detuvo y las puertas empezaron a abrirse nuevamente. El doctor
Cullen salió y lo seguí de cerca, pasando por un gran escritorio con algunas personas sentadas detrás
del mismo. Todos alzaron la mirada y saludaron al doctor Cullen de manera afectuosa y devolvió el
saludo de forma educada pero no con tanta emoción tampoco. Se dirigió al pasillo y lo seguí, sin tener
idea de hacia dónde nos dirigíamos. Estaba mirando al suelo, a mis pies para así no hacer ninguna cosa
tonta como tropezar y hacerme daño, y no noté que el doctor Cullen se había detenido hasta que me
tropecé con su espalda. Gemí y me tensé inmediatamente, retrocediendo un par de pasos. Mis ojos se
abrieron asustados, el miedo atravesó mis venas. Alcé mis manos de manera instintiva, queriendo
formar un escudo protector con ellas, y miré la espalda del doctor Cullen. Él solo permanecía de pie
en su lugar, pareciendo casi una estatua a pesar del sutil movimiento de su espalda mientras inhalaba y
exhalaba. Miré hacia abajo y vi sus manos a los costados de su cuerpo, retorciéndose para formar un
puño. Supe de inmediato que estaba perdiendo la paciencia pero que estaba luchando para mantenerse
bajo control, y me di cuenta que el hecho que nosotros estuviésemos en público era la única razón por
la cual estaba evitando hacerme verdadero daño a este punto.

“Lo siento, señor,” le dije rápidamente en un susurro. No había nadie en el pasillo con nosotros por lo
que nadie podía escuchar lo que acababa de decir de todas formas, pero supuse que era mejor pedir
disculpas antes que pedir perdón y no hablar en voz alta.

Suspiró y soltó sus puños, dándose la vuelta y caminando en dirección a una puerta. Alcé la mirada y
vi su nombre escrito en una placa de metal en ella, dándome cuenta que aquella era su oficina. Sacó un
par de llaves de su bolsillo y liberó los seguros de la puerta, abriéndola y guardando las llaves de
regreso en su bolsillo. Entró rápidamente al lugar y encendió la luz antes de voltearse en mi dirección.

“Pasa y siéntate, regresaré en un momento. No te atrevas a tocar nada, ¿me has oído? Sabré si lo has
hecho,” dijo. Su voz era firme y sonaba relativamente calmada, pero él ni siquiera estaba tomándose la
molestia en esconder la irritación en sus ojos. Sabía que yo sabía que estaba molesto, así que no tenía
sentido tratar de ocultarlo.

“Sí, señor,” le dije, volteándome y entrando a la oficina rápidamente, asegurándome de no tropezarme


torpemente con él en el proceso. Tan pronto como entré, cerró la puerta y pude escuchar sus pasos
alejarse por el pasillo. Suspiré y me quedé en el mismo sitio por un momento, mirando alrededor. Se
veía sorprendentemente desordenado para pertenecer al doctor Cullen, ya que el despacho de casa se
mantenía prácticamente impecable. Aquí había carpetas por todos lados, papeles esparcidos sobre su
escritorio y por todo el lugar. No tenía ningún artículo personal sobre su escritorio como para
demostrar que este era su espacio de trabajo, ninguna de esas cosas convencionales que podrían hacer
que el lugar pareciera agradable, como fotos familiares o esas tazas de café de ‘El mejor papá del
mundo’ que uno ve en las películas. Las paredes eran blancas y sencillas, la alfombra era azul oscuro,
todo era de madera excepto las sillas, que eran de cuero negro.

Caminé por el lugar y me senté en una de esas sillas con cautela, mis nervios me tenían al borde.
Crucé mis manos sobre mi regazo y estuve quieta por un momento, mirando a mis manos mientras
jugueteaba con mis desgastadas uñas de manera nerviosa. Escuché unos pasos después de un momento
y me tensé en cuanto se acercaron. Los pasos se detuvieron frente a la puerta y hubo una breve pausa
antes de que la perilla de la puerta girara y la puerta fuese empujada. Casi me volteé para ver, ya que
el instinto natural me decía que consiguiera confirmación visual, porque una persona como yo nunca
debe ser tomada por sorpresa, pero luché contra la necesidad de hacerlo y continué mirando mis
manos. En el momento en que la puerta se abrió, a mis pulmones llegó una bocanada de aire de una
colonia conocida y supe de todas formas era el doctor Cullen.

La puerta se cerró nuevamente y caminó hasta donde yo estaba, empujando hacia atrás su silla y
sentándose detrás de su escritorio. Yo mordía mi labio y jugueteaba furiosa con mi uña, sintiéndome
ansiosa por el hecho de estar allí con él. Por el rabillo de mi ojo pude ver que él cogió algunas carpetas
y empezó a clasificarlas, sacando de ellas unos papales. Me arriesgué a darle un vistazo y pude notar
que estaba apretando el puente de su nariz, mientras leía algo. Tuvo que sentir mis ojos sobre él ya que
alejó su atención de los papeles y la fijó en mí. Hicimos contacto visual y alzó sus cejas de manera
inquisitiva. Me asusté y alejé mi mirada rápidamente, volviendo a mirar una vez más mis manos. No
estaba segura de lo que se suponía debía hacer, ya que en Phoenix se había molestado porque no
mantuve el contacto visual con él, pero en el auto él me acusó de ser irrespetuosa por mirarlo.

“Pregunta,” dijo simplemente. Alcé la mirada de inmediato y vi que su atención seguía fija en mí.
Suspiré.

“Yo, eh… Yo me preguntaba…” me quedé paralizada, sin saber siquiera qué preguntar o cómo hacerlo
sin ofenderlo o meterme en problemas.

“Solo suéltalo,” dijo en tono cortante.

“Me preguntaba por qué estamos aquí, señor,” dije en voz baja. Él asintió y regresó su mirada a los
papeles en sus manos, y volvió a leerlos. No respondió enseguida y me pregunté si simplemente me
iba a ignorar, sin darme alguna respuesta a eso. Supuse que lo averiguaría por mí misma a su debido
tiempo, pero el hecho que no me lo dijera incrementó mi ansiedad.

“Necesitaba volver al trabajo, he estado fuera demasiado tiempo. Y tú necesitabas otra inyección
anticonceptiva, ya que han pasado tres meses desde la primera. Esa es la razón por la que estamos
aquí, Isabella,” dijo finalmente. Mis ojos se abrieron con sorpresa y él alzó su mirada hacia mí.
“Podría haberte puesto la inyección en casa, pero he pensado que estarías más cómoda si alguien más,
que no fuese yo, lo hacía ya que tienes que exponer una parte de tu cuerpo de cierta forma. Así que por
tu comodidad, solo tendrás que tolerar mi compañía un par de horas. ¿Tienes algún problema con
eso?”

Me miró de manera inquisitiva, todavía luciendo bastante irritado. Negué con mi cabeza rápidamente.
“No, señor, ningún problema.”

Él asintió y dejó los papeles que estaba sosteniendo en sus manos sobre el escritorio. Se puso de pie y
caminó hasta un estante de libros junto a la pared y comenzó a buscar entre los títulos. Gruñó por lo
bajo y me tensé cuando algo que sonó parecido a ‘hacerme abuelo’ salió de sus labios. ¿Acaso él
pensaba que Edward y yo estábamos teniendo sexo? ¿Esa era la razón por la cual él me tenía bajo
control anticonceptivo? ¿Había pensado que de alguna manera terminaríamos juntos? No me atrevería
a preguntarle esas cosas de todas formas, ya que sería algo imprudente.

Sacó un libro del estante y caminó de regreso a su escritorio, sosteniéndolo para mí. Mis ojos se
abrieron asustados y alcé mi mano, cogiéndolo con cuidado. “Una de las enfermeras vendrá en un
momento para ponerte la inyección, aparte de eso solo vas a estar aquí sentada la mayor parte del día.
No tengo nada aquí para entretenerte, este libro es la única diversión que tendrás de esta oficina. Allá
hay algunos otros libros en caso que te aburras con este.”

Asentí de manera dubitativa, mirando la cubierta del libro mientras el doctor Cullen se sentaba en su
silla nuevamente. Él empezó a clasificar sus papeles nuevamente y mi ceño se frunció en cuanto leí la
cubierta del libro.

“¡¿Ella se tragó un cepillo de dientes?!” Solté, sorprendida. El doctor Cullen se quedó inmóvil y me
miró, y mis ojos se abrieron asustados mientras yo lo miraba. Ambos parecíamos levemente
conmocionados por mi arrebato. La cubierta del libro tenía la foto de un esqueleto con un cepillo de
dientes atrapado en la garganta y se llamaba “La mujer que se tragó un cepillo de dientes y otros
extraños casos médicos”. El doctor Cullen asintió.

“Sí, lo hizo,” dijo. Asentí, sonriendo tímidamente, bastante agradecida que él no pareciese estar
molesto por el hecho que yo hubiera hablado en voz alta.

“Lo siento, señor. Yo voy a, eh… Solo voy a leer. Gracias,” murmuré. Él asintió.

“De nada, niña,” dijo él, volviendo la atención a sus documentos.

Abrí el libro y me recosté sobre la silla levemente, empezando a leer. El lugar se mantuvo en silencio,
excepto por el sonido de mis dedos cambiando la página y el doctor Cullen moviendo sus papeles.
Ocasionalmente él golpeaba con su pluma el escritorio y murmuraba algo, pero logramos alejarnos de
las distracciones exteriores en su mayoría. Después de un rato hubo un ligero golpeteo en la puerta, y
el doctor Cullen y yo alzamos la mirada al mismo tiempo con dirección al reloj de pared. Eran unos
minutos después del mediodía.

El doctor Cullen suspiró y se puso de pie, caminando con dirección a la puerta. “Buenas tardes,
Heidi,” dijo él, sonriente. Alcé la mirada, y me asombré en cuanto vi a una mujer bastante joven de
cabello rubio entrar a la oficina. Era hermosa, incluso vistiendo una bata de hospital parecía una
modelo. La mujer le sonrió dulcemente al doctor Cullen.

“¡Feliz cumpleaños doctor C!” dijo emocionada. Me quedé paralizada y asustada a causa de sus
palabras. ¿Feliz cumpleaños? Nadie me había dicho que era el cumpleaños del doctor Cullen. Estaba
asombrada que Edward ni siquiera lo hubiese mencionado.

“Sí, gracias,” dijo él, sonando sin mucho entusiasmo. “Voy a bajar a buscar algo de comer para ti.
Volveré enseguida,” dijo mientras se giraba a mirarme. Asentí.

“Gracias,” le dije en voz baja. Él asintió y me miró por un momento, entrecerrando sus ojos
levemente. La mirada en ellos era un poco intimidante, casi como si fuese una amenaza. Sentí como
una oleada de miedo recorría mi cuerpo, miedo que ni siquiera sentí aliviarse cuando él se volteó y
salió de la oficina. No quería cometer ningún error y accidentalmente decir o hacer algo equivocado.

“¿Así que tú eres Isabella? Soy Heidi,” dijo ella, extendiendo su mano hacia mí. Dejé el libro sobre el
escritorio del doctor Cullen y me puse de pie, extendiendo también mi mano para estrechar la suya.

“Encantada de conocerte, Heidi,” le dije algo dubitativa, sin saber exactamente cómo llamarla. Ella
me había dicho su nombre pero yo no quería ser descortés llamándola por el mismo, pero no estaba
tampoco segura si decirle señora era algo apropiado. El doctor Cullen no me había dicho nada sobre
ella, así que no estaba segura sobre cuánto sabía ella o lo que debía esperar.

“Sí, igualmente. Es un placer conocer finalmente a la chica que ha logrado domar a Edward Cullen.
¿Cómo demonios lo has hecho, de todos modos?” preguntó con indiferencia. Mis ojos se abrieron
asustados, mi corazón empezó a latir desbocado. Ella sacó una aguja y empezó a preparar algo antes
de mirarme de manera inquisitiva, obviamente preguntándose por qué no había contestado. Yo solo
seguía asombrada por el hecho que ella hubiese dicho eso, y de una manera tan casual como esa.
“Yo, eh… Es decir, no sé...” Balbuceé, sin tener idea de cómo responder a eso. Ella sonrió levemente,
asintiendo.

“Está bien, lo sé. Es inexplicable, ¿eh? Pero déjame decirte, ese chico solía aterrizar por emergencias
o causaba que alguien más necesitara atención medica cada semana con todas las riñas que
ocasionaba. Han pasado meses desde la última vez que pasó eso,” dijo ella, encogiéndose de hombros.
“Es casi como un milagro. Yo sé que el doctor C debe estar feliz por ello, por no tener que estar
castigando constantemente a su hijo por meterse en líos.”

Solo la miré fijamente. “No estoy muy segura sobre el doctor Cullen,” murmuré. “Quiero decir, no sé
siquiera si él sabe…”

Ella rio levemente. “Por supuesto que lo sabe. El doctor Cullen es un hombre inteligente, muy
observador. Eso es lo que lo hace un gran doctor. Él puede sentir cosas, percibir cosas que los otros no
perciben y él conoce a sus hijos muy bien. Demonios, él probablemente supo lo que estaba sucediendo
antes que Edward siquiera lo supiera” dijo encogiéndose de hombros como si lo que acababa de decir
no fuese gran cosa, completamente ajena al hecho que aquello sí que era un problema enorme. “Date
la vuelta y desabrocha tus vaqueros para mí, por favor”

Hice lo que ella dijo, sintiéndome un poco aprensiva por aquello. Ella bajó mis pantalones levemente
y me tensé, preparándome para lo que venía. Estaba muy agradecida con que el doctor Cullen fuese lo
suficientemente amable como para traer a alguien más que hiciera esto, ya que no existía manera
posible en que yo me pudiese sentir cómoda de que él hiciera esto.

“Es un poco difícil de creer que la única atención médica que Edward le causase a alguien más estos
días, es para que su novia tenga su dosis de anticonceptivos,” dijo mientras reía y clavaba la aguja en
mí. Salté a causa de la sensación de ardor, haciendo una mueca de dolor mientras sus palabras
causaban que el pánico en mí resurgiera otra vez. El dolor se disipó después de un segundo y ella
subió mis pantalones nuevamente. Empecé a abotonarlo, mis manos temblaban ligeramente a causa de
los nervios.

“Gracias,” le dije rápidamente, sin querer parecer descortés ya que tampoco tenía idea qué más
decirle. Ella me miró y sonrió, asintiendo.

“De nada. Es solo parte de mi trabajo. Ha sido realmente un placer conocerte,” dijo. Yo asentí y hubo
un ligero golpe en la puerta. Heidi se volteó y la abrió, permaneciendo en la entrada con las manos en
sus caderas. “Eso ha sido rápido,” dijo ella.

El doctor Cullen sonrió levemente. “Ser médico tiene sus ventajas,” dijo encogiéndose de hombros.
Ella se hizo a un lado y él entró en la oficina, sosteniendo una bolsa. Caminó hasta el escritorio y se
sentó en su silla. Suspiré y regresé a mi silla, intercambiando miradas entre Heidi y el doctor Cullen.
Estaba preocupada de que ella fuese a decir algo acerca de Edward, de que ella trajera el tema a
colación estando el doctor Cullen presente.

El doctor Cullen sacó dos contenedores de plástico, situando uno frente a mí y el otro frente a él. Sacó
unos cubiertos de plástico envueltos también en plástico y me entregó un para mí.

“No veo por qué consigue un tratamiento especial, usted no es especial,” dijo Heidi en tono de broma.
El doctor Cullen esbozó una pequeña sonrisa, mientras negaba con su cabeza.

“Bueno, sabes tan bien como yo, que sin mí este lugar se hubiese ido al infierno hace bastante tiempo.
Es justo que me permitan colarme en la fila de la cafetería,” dijo sonando bastante divertido. “Es
decir, en serio, es lo mínimo que pueden hacer.”

Abrí el contenedor de comida, deseando que ella se fuese para que así mi ansiedad pudiese calmarse
un poco. Saqué mis cubiertos de plástico y empecé a pinchar la comida frente a mí cuando Heidi rio a
mis espaldas. “Lo que sea. Es su cumpleaños así que vamos a darle esa ventaja hoy.” La mención de
su cumpleaños una vez más causó que alzara mi mirada y lo mirase, todavía algo confundida por el
hecho de que todos me hubiesen ocultado algo así. Él me miró brevemente, su sonrisa decayó cuando
vio mi curiosa expresión. “En fin, disfruten de su almuerzo. Una vez más, ha sido un placer conocerte
Isabella. Eres una chica afortunada, pero no dejes que estos hombres Cullen te den muchos problemas.
A veces hay que enseñarles quien es el jefe, ¿me entiendes?” dijo en tono gracioso. Me paralicé,
tensándome un poco, y miré al doctor Cullen. Parecía casi divertido por sus palabras, la ironía
obviamente estaba presente. Ella no tenía ni idea cuánto poder sobre mi vida tenía el hombre que
estaba sentado al otro lado del escritorio.

Ella caminó hacia la salida y casi respiré aliviada, pero hizo una pausa cerca de la puerta, mi peor
miedo salió a flote cuando ella abrió su boca una vez más. “He oído que a Edward le gustan las
mujeres pervertidas de todas formas, así que estoy segura que él apreciará un poco de dominación por
parte de su chica.”

La diversión murió en los ojos del doctor Cullen de inmediato, su expresión se torció una vez más.
Heidi salió de la oficina, riendo, completamente ignorante de la situación que acababa de provocar. En
cuanto la puerta se cerró, mis manos empezaron a temblar con fuerza, el tenedor que estaba
sosteniendo se movía de un lado a otro. Mi corazón latía furioso y sentí como si estuviese a punto de
vomitar. El doctor Cullen únicamente se sentó y me miró, su expresión era ruda, y sus ojos estaban
entrecerrados levemente. Me di cuenta que estaba tratando de buscar alguna reacción en mí, tratando
de leerme. Intenté mantener mi rostro en blanco, tratando de mantener mi compostura, pero estaba
aterrada.

Me miró un momento más y entré en pánico, rompiendo el contacto visual y mirando hacia otro lado,
atemorizada de romperme en ese momento. Miré mi regazo, sin saber lo que él podía decirme,
atemorizada de mirarlo.

“Come,” dijo con fuerza en su voz después de un momento, la simple palabra interrumpió el silencio y
casi hace eco por toda la oficina. Me estremecí y miré mi bandeja, pinchando algo de macarrones con
queso con mi tenedor. Lo llevé a mi boca y empecé a masticarlo, pero sentía tantas náuseas que me
fue difícil tragarlo.

El doctor Cullen comió en silencio y yo tomé unos cuantos bocados de mi bandeja, sin querer
molestarlo por ignorar mi comida. Después de diez minutos de espesa tensión y de haberme obligado
a ingerir una buena cantidad de comida, dejé mi tenedor a un lado, esperando que eso lo apaciguase.
No me atreví a mirarlo.

Después de un momento el doctor Cullen empezó a mover algunas cosas de su escritorio y se puso de
pie. Permanecí con la mirada en mis manos sobre mi regazo y por la esquina de mi ojo pude verlo
acercarse a mí. Me tensé en cuanto alzó su mano, encogiéndome contra el respaldo de la silla y
cerrando mis ojos con fuerza, preparándome para lo que fuese que estaba por ocurrir. Escuché unos
sonidos un poco crujientes y abrí mis ojos después de un segundo cuando él no me tocó y lo vi
sosteniendo mi bandeja de comida.

“¿Has terminado?” preguntó, su voz era ronca. Asentí enseguida.

“Sí, señor,” murmuré nerviosa. Suspiró y caminó de regreso a su puesto, soltando la bandeja en el
basurero. Se dirigía nuevamente al escritorio cuando me tensé a causa de la repentina vibración que
vino de mi bolsillo. Mis ojos se abrieron asustados en cuanto mi teléfono empezó a sonar, el miedo
recorrió mi cuerpo en cuanto escuché que empezó a sonar la canción de Simple Plan que Edward había
puesto como sonido de llamada en aquellos primeros días cuando comenzamos a pasar tiempo juntos
en su habitación. Apreté mi bolsillo rápidamente, sin saber qué hacer con él. No estaba segura cómo
hacerlo callar, y supe de inmediato que era Edward quien llamaba ya que era la hora de su almuerzo y
su descanso de clases y él ocasionalmente me llamaba. Tenía miedo de responder a la llamada, ya que
tenía al doctor Cullen sentado frente a mí, miedo sobre todo por lo que él podría decir sobre el hecho
de que Edward me llamara. El aire estaba cargado de tensión a causa de la insinuación de una relación
entre Edward y yo, y sabía que si él me llamaba desde su escuela, eso solo confirmaría el rumor.

El doctor Cullen me miró en cuanto escuchó la música, su ceño se frunció confundido. Yo metí la
mano al bolsillo y saqué el teléfono, abriéndolo rápidamente y entrando en pánico antes de presionar
el botón rojo. Nunca había silenciado una llamada antes y Edward tampoco me había enseñado cómo
hacerlo, pero asumí que ya que rojo significa parar y que ese era el botón con el que se cerraban las
llamadas, debía entonces pararla antes de que empezara también.

La canción se detuvo de inmediato, también lo hizo la vibración. Cerré el teléfono y lo dejé sobre mi
regazo mientras el doctor Cullen seguía sentado frente a mí detrás de su escritorio.

“Una elección de canción bastante interesante,” dijo simplemente después de un segundo. Alcé mi
mirada y lo vi mirarme curioso. No estaba segura de qué decir y dudé, pero abrí mi boca para
simplemente estar de acuerdo después de un momento. Me imaginé que nunca iría nada mal si
simplemente estás de acuerdo con tu amo, sin importar lo que él pueda decir. Pero antes que cualquier
palabra escapara de mis labios, el teléfono empezó a vibrar y a sonar nuevamente en mi regazo. Lo
tomé rápidamente para silenciarlo, pero antes de que lo hiciera, el doctor Cullen habló.

“No,” dijo en tono cortante. Lo miré y vi su mano extenderse hacia mí, sus cejas estaban alzadas.
“Dámelo.”

Mis ojos se abrieron completamente a causa del pánico que atravesó mi cuerpo y alcé el teléfono para
dárselo, mi mano temblaba con fuerza. Él lo cogió rápidamente y miró la pantalla. Lo miré por un
segundo mientras él miraba el teléfono, sabiendo que podía ver el nombre de Edward parpadeando en
él, indicando que era él quien llamaba. La canción terminó después de un segundo y el doctor Cullen
permaneció allí quieto, todavía mirando la pantalla. Estaba aterrorizada sobre lo que podía pasar
ahora, a qué nos enfrentaríamos Edward y yo. En cuestión de momentos empezó nuevamente, la
canción sonó tan fuerte, retumbando en la tensa y tranquila habitación.
“¿Estás atrapado al interior de un mundo que odias?

¿Estás harto de todas las personas que te rodean?

Con sus grandes y falsas sonrisas y sus estúpidas mentiras

Cuando en tu interior estás sangrando”

Mi ansiedad se duplicó cuando escuché realmente la letra de la canción y me di cuenta por qué él
había dicho que era una elección de canción bastante interesante. Tenía miedo de que él lo tomara de
manera personal, de que se pudiese sentir ofendido. Las cosas ya iban bastante mal en este punto, no
necesitaba que él viese otra cosa como irrespetuosa.

Alzó la mirada nuevamente a la pantalla que titilaba, y mi ceño se frunció confundido en cuanto vi la
esquina de su boca levemente alzarse en una casi sonrisa. Desapareció tan rápido como apareció pero
podía jurar que lo vi sonreír por un breve segundo, y no tenía idea de lo que aquello significaba.

“Sentirse herido

Sentirse perdido

Sentirse abandonado en la oscuridad

Ser pateado cuando estás en el suelo

Sentir como si te empujaran

Sentirse al borde del colapso

Y sin que nadie pueda salvarte

No, no sabes cómo es

Bienvenido a mi vida.”

Me miró brevemente antes de abrir la tapa del teléfono y presionar el botón. La canción se detuvo y
llegué a la conclusión de que él la había silenciado nuevamente, pero en vez de eso llevó el teléfono a
su oído. El pavor me sacudió cuando me di cuenta que había contestado la llamada.

“Necesito verte en mi oficina en el hospital en cuanto salgas del instituto,” dijo simplemente el doctor
Cullen. Hubo una pausa de intenso silencio antes de que pudiese escuchar vagamente la voz de Edward
responder al otro lado de la línea. “Bien. Te veré entonces.”
El doctor Cullen cerró el teléfono y lo miró por un segundo antes de dejarlo sobre su escritorio. Lo
deslizó hasta mí, mirándome expectante. “Silenciar una llamada solo hace parecer que estás tratando
de esconder algo, Isabella. Y estoy muy bien enterado de que él te llama y te envía mensajes de texto,
ya que soy yo quien paga ambas cuentas de teléfono.”

Cogí el teléfono con cuidado y lo deslicé de nuevo en mi bolsillo, tratando de mantener la calma a
pesar de que no me quedaba restos de ella. Lo miré con algo de miedo, sin saber qué decir. “Está
bien,” murmuré finalmente, antes de empezar a jugar con mis uñas una vez más, fijando mi mirada en
mi regazo.

“Hoy es mi cumpleaños, ¿lo sabías?” Dijo el doctor Cullen después de un momento. Alcé la mirada
rápidamente, sorprendida que de todo lo que él podría decir en ese momento, saliera con algo como
eso.

“Eh, feliz cumpleaños, señor,” dije rápidamente. “Nadie me lo había dicho.”

Él asintió. “Bueno, en realidad no hay motivos para celebrar este día. Puede ser el día en que me fue
dada la vida, pero también es el día en que la vida me fue arrebatada,” dijo, mirando unos papeles que
estaban sobre su escritorio. Empezó a ordenarlos, y lo miré confundida, sin saber qué significaba eso
de que le había sido arrebatada la vida.

Después de un minuto alzó su bolígrafo y empezó a escribir algo en un pedazo de papel que encontró.
Me pregunté si había dado por cerrado el tema y estuve a punto de perder la esperanza de que me
explicara sus palabras cuando volvió a hablar.

“Era mi cumpleaños número dieciocho cuando fui iniciado en la mafia, Isabella. Cuando les di mi
vida. Mi vida no ha sido la misma desde ese día, porque mi vida no me ha pertenecido desde entonces.
Puedo haber sido capaz tener una familia, puedo practicar la medicina, subir al coche solo por
capricho y conducir a cualquier tienda si así quiero, pero nada de eso en realidad significa algo. Nada
de eso importa, porque al final del día ellos todavía tienen control sobre mí. Cualquier cosa que me
digan que haga, yo estaré obligado a hacerla o de lo contrario me enfrentaré la muerte. ¿Estás al tanto
sobre ese aspecto del crimen organizado? ¿Que si ellos me piden asesinar a alguien, o bien lo hago o
tendré que morir por desobedecer?” Preguntó, alzando el papel y sosteniéndolo frente a mí.

Negué con mi cabeza algo dubitativa. Asintió, suspirando, y enfocando su mirada nuevamente en el
papel. “Lo he visto pasar tantas veces que he perdido la cuenta. He sido testigo de ver a hombres
recibiendo órdenes de asesinar a su propia familia, matar a sus propios hijos, y ellos o lo hacen o son
asesinados de inmediato. No bromeaba cuando te dije que el hombre que visitó la casa era en esencia
mi amo, así como no importa cuánto esfuerzo haga para que te sientas cómoda en casa, tú me seguirás
viendo como tu amo. Porque yo tengo en mis manos las llaves de tu supervivencia, así como Aro
sostiene en sus manos las llaves de la mía. La diferencia, Isabella, es que tú no tuviste elección sobre
tu destino. Yo pude haberme alejado de allí, y debería haberlo hecho, pero por el contrario, les
entregué voluntariamente el poder. No era mucho mayor de lo que es Edward ahora. Fui tan estúpido
como lo es él ahora, igual de ingenuo acerca de las cosas de la vida. Y no te engañes, Isabella. Mi hijo
es ingenuo. No tiene ni idea de en lo que se está metiendo con todo esto, y tú tampoco lo sabes,” dijo.

Sus palabras no tenían mucho sentido para mí; el hecho de que él carecía de verdadera libertad puso
en duda que lo que estaba diciendo fuera en realidad la verdad.
“Y ese es el porqué no existe nada ‘feliz’ en mi cumpleaños, por qué ni siquiera vale la pena
mencionarlo. Dime, niña, ¿celebrabas cumpleaños en Phoenix?” preguntó mirándome.

Negué con la cabeza. “No había nada que celebrar.”

Él asintió. “¿Y eso por qué?” preguntó curioso, alzando su ceja.

Yo dudé, sin saber qué decir para no enojarlo. Me miraba fijamente, obviamente esperando una
respuesta. Me debatí por un momento antes de optar por la verdad, mi mente estaba ya de cabeza, y
ocasionaría más daños si trataba de mentir que si soltaba la verdad.

“Porque no hay ninguna razón en celebrar mi nacimiento cuando mi vida no es ni siquiera mía. Es solo
otro día más. Lo único bueno que siempre vi sobre esa fecha es que era otro día más cercano al final,
que quizás mi sufrimiento terminaría cuando alguien finalmente me matara,” le dije, mirándolo
cautelosa. Me miró por un momento con una expresión curiosa en su rostro antes de asentir.

“Precisamente,” dijo finalmente, mirando nuevamente los papeles sobre el escritorio. Permaneció en
silencio un momento y parecía estar perdido en sus pensamientos. No estaba segura si su mente estaba
todavía en nuestra conversación o si su atención se había desviado a los papeles que tenía en sus
manos. Me sentía un poco confundida acerca de todo lo que había ocurrido, insegura del porqué él no
me había dicho nada acerca de lo que Heidi había dicho. Estaba completamente desconcertada en
relación a por qué él le había pedido a Edward que viniese acá y estaba aterrada de que ambos
fuésemos enfrentados al mismo tiempo. Tenía miedo de cuál podría ser la reacción de Edward a todo
esto.

El doctor Cullen tomó su bolígrafo y comenzó a escribir nuevamente. Supuse que la conversación
había terminado y no sabía exactamente lo que se suponía debía hacer, así que alcé mi mano para
tomar el libro del escritorio nuevamente, decidiendo tratar de leerlo para pasar el tiempo. Mi mano
estaba sobre el libro y lo estaba levantando del escritorio cuando la voz del doctor Cullen sonó
nuevamente, sus palabras me asustaron, casi llegando a paralizarme. El libro se resbaló de mi mano y
cayó al piso, miré al doctor Cullen entonces, mis ojos se abrieron asustados. No me molesté en
agacharme y recogerlo, ya que mi mente apenas había registrado lo que ocurría en ese momento, de
que yo en esencia, había tratado irrespetuosamente una pieza propiedad del amo. Si yo hubiese hecho
eso en Phoenix una vez, si hubiese dejado caer algo que pertenecía a Charles y luego hubiera tenido la
audacia de dejarlo allí, hubiese sido castigada severamente. Pero nada de eso realmente importó en ese
momento, ya que todo lo que mi cerebro podía comprender era la pregunta que tan tranquilamente
había salido de los labios del doctor Cullen.

“¿Estás enamorada de él?”

“¿De quién?” Pregunté instintivamente, mi reacción natural fue fingir ignorancia. Sabía exactamente
de quién estaba hablando, porque estaba tan claro como el día que definitivamente nos había
descubierto tiempo atrás. ¿Debía admitirlo y enfrentar las consecuencias que estaba segura que
vendrían con mi confesión, o debía mentir? ¿Debía tratar de negarlo y esperar que se olvidara del
asunto, que no me presionara más con eso? ¿Existía de todas formas un motivo para mentir, cuando él
jamás me había creído al fin de cuentas? ¿Escuchar una confirmación de mi parte, o una negativa
cuando estaba segura que la respuesta le molestaría aun más?
“Sabes de quién, Isabella. No te hagas la tonta conmigo, porque no va a funcionar. ¿Amas a mi hijo?”
preguntó, su tono era serio. Sentí como la bilis subía por mi cuerpo al ser expuesta de esa forma,
sentía un vacío en la boca del estómago. Estaba jodida, de eso no había duda, y por esto decidí decir la
verdad. No importaba lo que dijera en respuesta a su pregunta, de todas formas estaría potencialmente
en algún problema, así que no había razón para negar algo de lo cual no me sentía avergonzada.
Porque no estaba avergonzada de estar enamorada de Edward. No me importaba lo que pudiese
ocurrirme a causa de eso, amarlo valía la pena.

“Sí,” le dije, tratando de mantener mi voz uniforme y mirando la placa con su nombre que estaba
sobre su escritorio. No quise mirar hacia abajo completamente, pero no había forma en que pudiese
mirarlo a los ojos. Tenía demasiado temor de ver la rabia, el asco que probablemente estaría presente
porque su orgullo y alegría estaba con una esclava.

El doctor Cullen no dijo nada, un silencio incómodo se estableció en la habitación. Estaba agradecida
por el hecho de que no hubiese arremetido en mi contra ni me hubiese gritado de inmediato en cuanto
escuchó mi afirmación, pero sabía que su tranquilidad era casi tan alarmante como su violencia.
Aprendí eso muy bien aquel día en octubre cuando me castigó.

Pero yo no tenía miedo del castigo, en sí. Él podría castigarme todo lo que quisiera, y eso no
cambiaría lo que yo sentía. Podría atarme y amordazarme todo lo que quisiera, golpearme y lastimar
mi cuerpo, pero él no podría destruir lo que yo sentía en mi corazón. Podría soportar un millón de
castigos por Edward, pero de lo que sí tenía miedo es que Edward tuviese que enfrentar algunas de las
consecuencias.

El doctor Cullen se puso de pie después de un momento y tomó una bolsa que estaba junto a su
escritorio, mi corazón empezó a latir con fuerza en cuanto caminó hacia mí. Me tensé en cuanto se
sentó en una silla de cuero negro junto a mí, abriendo la bolsa. Continué mirando al frente pero pude
ver sus movimientos aun cuando estaban fuera de mi vista periférica. Él sacó algo de la bolsa, lo cual
me asustó al principio, pero mi ceño se frunció a causa de la confusión en cuanto apartó un par de
cosas de su escritorio y dejó una computadora portátil sobre el mismo. La abrió y la encendió.

“Edward me llamó la otra noche, en fin de año. Quería saber si en verdad tú tenías un chip de rastreo
en tu cuerpo,” dijo el doctor Cullen. Estaba levemente asombrada por lo que lo miré, sorprendida por
el hecho de que Edward hubiera confrontado a su padre por eso. Estaba también un poco asustada, me
pregunté de inmediato si esa era la razón por la cual el doctor Cullen parecía estar tan molesto cuando
me vio esta mañana. No recordaba que me hubiese prohibido contarle a cualquiera de sus hijos acerca
del chip, pero no podía estar completamente segura de que para él fuese algo implícito y por eso no lo
mencionó. “Tengo que decirte, Isabella. Que no estaba muy feliz de que él me lo preguntara.”

Mi pánico surgió por todo mi cuerpo. “Lo siento, señor. No sabía que no debía decirlo… Quiero decir,
usted nunca lo dijo… y usted dijo que no existían secretos en su casa,” balbuceé.

Suspiró y asintió. “¿Así que recuerdas esa conversación que tuvimos en Phoenix?” preguntó,
mirándome. Asentí algo dubitativa. “Bien. Está claro que has hecho caso omiso de aquella parte de mi
discurso en donde fui muy claro al decir que no existirían secretos, pero sería hipócrita de mi parte si
te castigo por algo que yo también he hecho. Y tienes razón. No te dije que no se lo dijeras, y por eso
no estoy contento. No me importa si él lo sabe o no. Lo que me importa, lo que me preocupa, es el
hecho de que él esté tan interesado en ello. Porque la única razón por la cual se me ocurre que Edward
esté lo suficientemente preocupado como para confrontarme por esto, es el hecho que a lo mejor
pudiese estar contemplando hacer algo que tenga efectos colaterales por el hecho que tú tengas el chip.
E Isabella, el único escenario que parece tener sentido para mí en el que ese chip entre en juego, es
que mi hijo intente escapar contigo.”

Me quedé paralizada mientras el doctor Cullen se recostaba en el respaldo de su silla y empezaba a


abrir un programa en su computadora portátil. “Yo, eh… Yo no voy a huir, señor. Yo nunca… Usted
sabe… Yo no estoy planeando irme, lo juro,” balbuceé. Él suspiró y alzó su mano para silenciarme.

“Lo sé, niña. ¿Crees que te permitiría tanta libertad si pensara que intentarías huir? Sí, fácilmente
podría encontrarte y traerte de regreso, pero entonces habrían consecuencias por sus acciones que
prefiero no tener que enfrentar. No, no estoy preocupado de que intentes irte, nunca he temido eso, ya
que no eres capaz de sobrevivir allá afuera por tu cuenta y estoy bastante seguro de que estás al tanto
de eso. Te puse el chip principalmente por razones de precaución y seguridad, ya que tenía la
intención de darte ciertas libertades. Has estado cara a cara con algunos de los hombres más
peligrosos de este país y a causa de eso te has desensibilizado en situaciones moderadamente
perjudiciales. Tenía miedo de que pudieses enamorarte de alguien que con encanto lograra
conquistarte, Isabella, alguien que pudiese convencerte de poner en él toda tu confianza y que eso
potencialmente pudiese ponerte en peligro. Y parece que estaba en lo correcto, excepto que nunca
logré anticipar que la persona que te encantaría bajo su hechizo sería alguien que viviese bajo mi
techo. Jamás imaginé que ese alguien sería mi hijo,” dijo negando con su cabeza.

Hubo una corta pausa, miré el portátil mientras él presionaba unos cuantos botones y la pantalla
cambió. Era la imagen de un mapa, un montón de calles con un gran círculo rojo en la mitad del
mismo. “Quiero a mi hijo demasiado, pero él puede ser volátil y actuar sin pensar, y lo sé porque yo
era igual que él a su edad. Y conozco muy bien el resultado de eso. Yo sé que si a él se le ocurre,
podría intentar huir contigo. Y esto también lo sé, porque una vez intenté hacer lo mismo,” dijo. Mi
ceño se frunció a causa de la confusión, ya que no sabía de qué me estaba hablando. Alzó su mirada y
negó con su cabeza.

“Eso no importa ahora. Lo que importa es que mi hijo será bastante persuasivo, y gracias a que lo
amas querrás seguirlo con los ojos cerrados. Y necesito que entiendas, Isabella, que no puedes hacerlo.
Sé que tú puedes pensar lo contrario, y no te culpo por ello, pero no soy del todo un hombre horrible.
Tengo corazón. Y así como amo a mi hijo, reconozco que él se preocupa también por ti. Mi hijo es
verdaderamente un idiota si cree que pudo haberme engañado un solo minuto. Y no quiero ser el
imbécil en esta situación, he tratado con todas las fuerzas de mi ser de mirar las cosas desde lejos y
permitir que la naturaleza tome su curso normal, esperando que todo se arregle por sí solo y que las
soluciones simplemente aparezcan. Pero eso no está pasando, y mi hijo se está empezando a
impacientar. No estoy seguro si quiero felicitarlo por su valentía o gritarle por su estupidez, pero
Edward está metiéndose cada vez más en este asunto.”

Permanecí en silencio, escuchando, sorprendida por lo que él me estaba diciendo. No había ningún
peligro real y latente en su voz, su reacción no era exactamente lo que yo había estado esperando.
Había esperado que arremetiera contra mí pero parecía entender lo que pasaba. Estaba claro que no
estaba muy contento con la situación, pero al menos no la estaba agravando hasta el punto de llevarlo
a la violencia. Al menos, no ahora.

“¿Ves ese punto rojo en la pantalla, Isabella?” preguntó después de un segundo mientras lo señalaba.
Eché un vistazo al portátil y asentí, al verlo en la mitad de una área con sombras cercana a unos
caminos. “Ese punto rojo eres tú. Es el chip en tu espalda. No importa donde vayas o lo que hagas,
todo lo que tengo que hacer es abrir este programa e introducirle un código, y me dará tu localización
exacta, sumándole o restándole unos cincuenta pies más o menos.”

Presionó otro botón en la pantalla y el mapa cambió a una imagen un poco borrosa. La miré por un
momento, el punto rojo parpadeaba en lo que parecía ser un edificio. Mis ojos se abrieron
sorprendidos después de un segundo cuando me percaté que el edificio era el hospital en donde
estábamos. Me estaba enseñando lo exacta que era la información.

“Esta es la primera vez que he mirado esto, la primera vez que he accedido a tu chip para ubicarte. Y
espero que sea la última que tenga que hacerlo. Porque te lo digo en este momento, si huyes con mi
hijo, te encontraré y te haré pagar con creces por eso. Ninguno de ustedes comprende la situación en la
que están metidos, y huir solo va a provocar que alguien salga herido y no puedo permitir que eso
ocurra. No puedo permitir que mi hijo caiga en las redes de esto, no puedo permitir que sea una
víctima. Podría intentar explicarle esto a Edward, pero entonces él querría respuestas que yo
simplemente no puedo darle. Respuestas que será mejor que él jamás oiga. Así que en vez de eso, te lo
digo a ti. Porque si recuerdas nuestra conversación en Phoenix como dices recordarla, recordarás
claramente que dije que esperaba tu lealtad, y si me das cualquier cosa menos tu completa lealtad,
tendrás que enfrentar las consecuencias. Es decir, estoy hablando muy en serio, y te digo ahora que si
huyes con mi hijo te rastrearé y te mataré si tengo que hacerlo. Y no quiero hacerlo, porque eso sería ir
en contra de todo lo que yo he estado intentando hacer y estaría además firmando mi propia sentencia
de muerte a la vez, pero no puedo permitir que mi hijo salga lastimado. Y si son lo suficientemente
estúpidos para tratar de desaparecer, Edward terminará herido al final de todo esto.”

Echó un vistazo en mi dirección y lo miré, desconcertada, aturdida y aterrada ante la sola idea de
Edward herido. No estaba muy segura de lo que había querido decir con eso, cuál sería la situación que
nosotros no entendíamos, pero sin importar todo esto, lo que sí podía notar es que estaba hablando en
serio por el tono de su voz. Había dicho la verdad en cada palabra que dijo, y se podía escuchar una
mezcla de preocupación y contundencia en su declaración.

“¿Entiendes todo lo que te estoy diciendo? No voy a intervenir si no debo hacerlo, mientras no me
obliguen a hacerlo. No quiero que salgas lastimada, pero si llegamos a ese punto Isabella, escogeré a
mi hijo. Ahora caminan sobre una delgada línea y si Edward decide cruzarla, voy a tener que
intervenir. Sé que él tiene ya algunas sospechas y tiene curiosidad, que quiere saber los secretos que
estoy escondiendo, pero esos secretos fácilmente podrían provocar su muerte. Existen cosas que ni
siquiera yo sabía, cosas que he descubierto apenas hace poco, y que son serias y tienen consecuencias
mortales cuando la gente mete sus narices en ellas y comienza a hacer preguntas.”

Hizo una pausa y regresó su mirada al portátil, mirando fijamente al punto rojo parpadeante por un
momento. “Si lo amas como dices, entenderás por qué estoy haciendo esto. No quiero guardarle
secretos a mi hijo, pero su seguridad va primero. Y sé que tú no vas a querer guardárselos tampoco,
pero por el amor que le tienes lo tendrás que hacer, si quieres que se mantenga a salvo. Porque estos
secretos, Isabella, estos secretos giran todos a tu alrededor. Necesito que te hagas la idea de esto. No
espero que entiendas lo que sucede porque no estoy preparado para decirte cuáles son esos secretos,
pero lo que sí espero es que me obedezcas. Necesito que mantengas alejado a Edward de todo aquello
que pueda alimentar su sospecha y curiosidad, debes desalentarlo de que siga buscando respuestas que
tampoco necesita encontrar. No sé qué me llevó a hacerlo, pero cuando me fui la semana pasada dejé
encendida la cámara de video de mi oficina porque tenía una extraña sensación. ¿Y sabes lo que he
visto esta mañana cuando he regresado a mi oficina y he rebobinado la cinta? A mi hijo hurgando en
mi oficina. Estaba buscando información, información que menos mal que no había dejado allí. Él ya
ha empezado y necesita detenerse, porque si no lo hace se verá obligado a cruzar unos límites que
seguro provocarán que ambos salgan lastimados”.

Cerró el programa de rastreo de su portátil y apagó el aparato, devolviéndolo a la bolsa. Se recostó en


el respaldo de la silla y suspiró, llevando su mano a su rostro para pinchar con sus dedos el puente de
su nariz. Me quedé sentada en silencio, tratando de absorber todo lo que me había dicho. La mayor
parte era confusa, ya que no podía imaginar cuál era el gran asunto que tendrían que ver conmigo, pero
de una cosa si estaba segura, Edward no podía salir herido por mi culpa. Mucha gente había sido
herida por mi culpa, a causa de mis errores, y Edward no podía ser una de ellas. Lo amaba demasiado
como para hacerle eso, y sería capaz de sacrificar mi propia esperanza y corazón si con eso lograba
que él no saliese lastimado. Porque ya sea intencionado o no, me destruiría si Edward salía lastimado
alguna vez por mi causa, tanto física como emocionalmente. Él era muy especial para eso.

“Yo sé que es demasiado para asimilar,” dijo el doctor Cullen después de un momento. “Sé que lo más
lógico parecería que me sentara con mi hijo y le dijera que se detenga, pero conoces muy bien a mi
hijo. La lógica no funciona en él. Si le digo a Edward que deje de meterse en asuntos que no le
incumben por el hecho de que con eso está poniendo su vida en riesgo, eso solo hará que él escarbe
más y más en busca de respuestas, eso solo encendería aún más su curiosidad. Es ingenuo y estúpido,
al igual que lo era yo, y no logra comprender la seriedad en el hecho de desperdiciar su vida por una
tontería. Y me gustaría poder decírselo, pero hay circunstancias que me lo impiden.”

Hizo una pausa y negó con su cabeza. “No quiero que Edward se involucre con la mafia, quiero que
esté lo más lejos posible de eso. Pero el hombre a cargo, Aro, tiene grandes esperanzas en Edward. Yo
también estoy caminando por una delgada línea, debatiéndome entre alejar a mi hijo de este estilo de
vida y tratar de ser conciliador con mi organización. Cuando comprometí mi vida con ellos, juré a la
organización que siempre irían por delante sin importar nada más. Ellos me dijeron que esperaban que
fuese capaz de sacrificar a mi familia si fuese necesario y estuve de acuerdo con eso, porque era un
idiota y pensaba que solamente era un juramento glorioso como para hacer eso algo emocionante. Y
hasta donde sé, veintitrés años después, ellos esperan que simplemente les entregue a mi hijo, que
permita que el más pequeño de mis hijos entre en esta vida con los ojos cerrados justo como hice yo.
Aro ve a Edward como un principe della mafia. No ve el momento en que pueda tenerlo bajo sus alas.
Si se enteran que no estoy de acuerdo, que he hablado y he tratado de persuadir a mi hijo de que no se
una, me verán como un traidor. ¿Recuerdas lo que te dije ese día en el auto cuando estábamos en
Phoenix acerca del castigo que se recibe por traición en mi mundo, Isabella?”

Yo asentí, vacilante, mordisqueando mi labio inferior. “La muerte,” murmuré. Suspiró y asintió.

“Sí, la muerte. Entonces, ¿puedes ahora ver una parte de la encrucijada en la que me encuentro? Tu
relación con él no ayuda a mi situación, pero soy lo suficientemente hombre como para reconocer que
está ayudando a mi hijo como persona. Lo estás salvando de maneras en las que yo he fallado, pero
quiero que te des cuenta que yo también estoy tratando de salvarlo. Es solo que aún no he encontrado
una salida para eso sin que alguien salga herido, una salida para que todos seamos salvados y en la que
nadie deba ser sacrificado. Y necesito tu ayuda; estoy demandando tu lealtad, porque sin ella todo será
simplemente peor,” dijo.
Lo miré confundida, un poco asombrada. Él vio mi expresión y asintió. “Lo sé, es extraño. Pero vas a
tener que usar tu influencia para hacer que mi hijo dé un paso a un lado sin levantar muchas
sospechas, porque a este punto eres prácticamente la única que puede hacerlo. Y valdrá la pena,
Isabella, me alegra que ambos hayan encontrado un poco de felicidad en esta situación, no es
necesario que lo luzcan frente a mí, y continuaré permitiendo lo que sea que tenga que continuar todo
el tiempo que quiera mientras no me desobedezcas y tomes en serio lo que te he dicho. No me
obligues a hacer lo que no quiero.”

Me miró de forma inquisidora, alzando sus cejas, obviamente esperando alguna clase de respuesta de
mi parte. Había tanto que quería decirle, tanto que quería preguntarle pero estaba tan sorprendida,
aturdida y asustada que no encontré palabras como para formar una pregunta coherente. Finalmente
asentí después de un segundo, suspirando.

“Sí, señor,” murmuré. Él asintió y se puso de pie, caminando hasta su silla para sentarse detrás de su
escritorio nuevamente. Tomó su bolígrafo y empezó a ordenar unos papeles, lo miré por un momento
antes de inclinarme y recoger el libro que estaba en el suelo. Le di un vistazo, incapaz de enfocar mi
atención en las historias, mi mente daba vueltas a mil por minuto mientras trataba de absorber
completamente lo que el doctor Cullen había dicho. Definitivamente esta no era la reacción que había
esperado de él.

El tiempo prácticamente voló y antes de que me pudiese dar cuenta hubo un sonoro golpe en la puerta
detrás de mí. Salté, asustada, ya que la oficina había estado envuelta en un silencio total bastante
tiempo. El doctor Cullen alzó su mirada hacia mí, como si estuviese a punto de decir algo, pero antes
de que pudiese hacerlo la puerta se abrió. El doctor Cullen gruñó, mientras negaba con la cabeza.

“¿Cuántas veces tenemos que pasar por esto Edward Anthony, antes de que dejes de entrar a las
habitaciones sin permiso?” dijo el doctor Cullen en tono cortante, obviamente no parecía feliz. Me
quedé paralizada en mi asiento, mirando directamente al escritorio del doctor Cullen, y sentí cómo la
piel de mi nuca empezaba a erizarse a causa de su proximidad después de que la puerta se cerró.

Lo escuché gruñir detrás de mí y me tensé levemente en cuanto sus pasos se acercaron. Se acercó y
dejó su cuerpo caer en la silla junto a mí, mirando a su padre. Continué mirando al frente pero podía
verlo por la esquina de mi ojo, podía sentir su proximidad. Incluso podía oler su colonia, su esencia
provocó que mi corazón latiera desesperado.

“Eh, pensé que tenía permiso. Es decir, mierda, tú me has pedido que viniera,” dijo Edward. El doctor
Cullen lo miró un segundo antes de negar con su cabeza.

“Como sea,” él dijo. “Dame las llaves de tu coche.”

Mis ojos se abrieron asustados y Edward se tensó, mientras miraba a su padre. Lo miré por un
momento y pude ver que estaba rechinando los dientes con fuerza, obviamente estaba a punto de
reventar de coraje y gritar. Él era muy sobreprotector y posesivo con su auto, eso yo lo sabía, y que el
doctor Cullen se lo quitara solo causaría una catástrofe.

“¿Disculpa?” dijo Edward, su voz estaba llena de rabia que él claramente estaba tratando de controlar.
El doctor Cullen suspiró, negando con su cabeza.
“¿Qué es les pasa que actúan como niños ignorantes? Ya me has oído. Te he dicho que me des la
llaves de tu coche,” dijo con tono cortante. Miré a Edward nuevamente y pude ver como agarraba el
brazo de la silla con fuerza, con rabia. Llevó su otra mano al bolsillo de su pantalón y sacó sus llaves,
lanzándolas sobre el escritorio de su padre. Cayeron sobre la pila de papeles con un leve tintineo. El
doctor Cullen las tomó y se puso de pie, dándose la vuelta y dirigiéndose hasta la esquina donde había
dejado su chaqueta. Una vez que el doctor Cullen nos dio la espalda, Edward se acercó a mí y tomó mi
brazo levemente para llamar mi atención. Lo miré enseguida y vi cómo su ceño estaba fruncido.
Volvió su mirada a su padre rápidamente antes de darme una mirada inquisitiva, obviamente
preguntándose qué estaba ocurriendo. Yo me encogí de hombros, insegura de mí misma y todavía
bastante sobrecogida acerca de todo, Edward solo suspiro. El doctor Cullen se volteó después de un
segundo y Edward soltó mi brazo, para luego pasar una mano por su cabello.

El doctor Cullen caminó hasta donde estábamos y le entregó un par de llaves a Edward. Edward lo
miró confundido antes de tomarlas cuidadosamente. “¿Por qué me estás dando las llaves del
Mercedes?” Edward preguntó. El doctor Cullen suspiró y caminó hasta su silla para sentarse
nuevamente detrás del escritorio.

“Porque es automático,” dijo el doctor Cullen, encogiéndose de hombros. Edward continuó mirándolo
confundido.

“¿Y qué demonios tiene que ver eso con lo que está pasando?” preguntó.

“He pensado que un automático sería más fácil para empezar,” dijo el doctor Cullen. “Pero si tú
prefieres que ella empiece con el Volvo, adelante y coge tus llaves de nuevo.”

Edward negó con su cabeza, aún estaba confundido. “Jesucristo, ¿De qué mierdas estás hablando?”
preguntó. “Lo que dices no tiene maldito sentido.”

“Guardi le vostre parole*,” espetó el doctor Cullen rápidamente, entrecerrando sus ojos a Edward.
Edward suspiró, negando con su cabeza, pero de todas formas no respondió. “Si dejaras de estar
siempre tan a la defensiva, podrías ver que te estoy diciendo que enseñes a la chica a conducir.”

Me tensé y los ojos de Edward se abrieron asustados. “Joder, ¿estás bromeando?” dijo en voz alta,
sonando emocionado. Lo miré rápidamente, asombrada, y el doctor Cullen gruñó.

“Te lo juro, hijo, a veces me dan ganas de sacarte la mierda a golpes,” dijo el doctor Cullen irritado.
Edward soltó una risita.

“¿Te das cuenta que estás maldiciendo porque yo maldije primero, verdad? ¿Qué clase de maldito
modelo a seguir eres?” dijo Edward en tono de broma. Estaba un poco sorprendida sobre lo rápido que
fue su cambio de actitud. El doctor Cullen negó con su cabeza.

“No el tipo de modelo a seguir que necesitas, eso tenlo por seguro. Haz lo que yo diga y no lo que yo
haga,” dijo.

Edward hizo una mueca. “Ah, vamos. Tale il padre, tale il figlio,” dijo él

El doctor Cullen negó con su cabeza. “Eres demasiado bueno para seguir mis pasos,” dijo.
“¿Demasiado bueno para ser doctor?” preguntó Edward, con una sonrisa. El doctor Cullen suspiró.

“Sabes de lo que estoy hablando,” dijo en voz baja. Edward suspiró, encogiéndose de hombros.

“Como sea. Mira todo lo que te ha dado. Seguro que no será tan malo,” murmuró. “En fin, ¿por qué
estamos en el puto hospital? ¿Implantando más mierda, haciendo más pruebas genéticas? O déjame
adivinar, ¿es un secreto?”

Me tensé y miré a Edward, mis ojos estaba abiertos por completo a causa del pánico. No podía creer
que hubiera dicho eso. Mi cabeza volteó en dirección al doctor Cullen después de un segundo y vi
como miraba fijamente a Edward, luciendo bastante enojado. Dirigió su mirada a mí brevemente, sus
ojos relucían con esa irritación que yo había visto temprano esta mañana. Negó con su cabeza,
mirando nuevamente a Edward.

“Si quieres saberlo, Isabella necesitaba su dosis de anticonceptivos. Ya sabes, solo en caso que ella
tenga una cita con algún chico del pueblo que le guste y decida intimar con él,” el doctor Cullen dijo
en tono tranquilo. Mi pánico resurgió por todo mi cuerpo mientras mi corazón latía furioso. Miré a
Edward, preocupada por su reacción. Él estaba mirando a su padre, ni siquiera trataba de ocultar su
furia. Estaba preocupada de que fuera a gritarle, pero gracias al cielo el doctor Cullen intervino antes
de que Edward pudiese hablar. “En fin, ya pueden irse. Tengo pacientes que debo ver.”

El doctor Cullen se puso de pie y empezó a caminar cuando Edward le habló. “Oh, feliz cumpleaños,”
le dijo. Miré al doctor Cullen mientras él se paralizaba por completo, después de un segundo volteó a
mirar a Edward.

“Gracias, hijo,” dijo. Edward asintió y el doctor Cullen volteó para mirarme. Me miró por un
momento, una leve tristeza bailó en su mirada. Fue casi sorprendente verlo. Había visto al doctor
Cullen muchas veces pero hasta ahora no había sido capaz de simpatizar con él. Pero ahora lo hacía.
Casi podía entenderlo. Podía ver sus miedos y deseos, y la parte más sorprendente de todo esto era que
él y yo esencialmente deseábamos lo mismo. Ambos queríamos a Edward libre de la vida en la que
estábamos atrapados, y ambos queríamos que saliera a salvo de todo esto. El doctor Cullen rompió el
contacto visual después de un momento y salió de la oficina, dejándonos a Edward y a mí solos allí
dentro. Ambos permanecimos inmóviles por un momento después de que la puerta se cerrase, luego
Edward suspiró y se acercó a mí, tomándome del brazo. Lo miré y me acercó a su cuerpo. Lamió sus
labios, con una sonrisa, y dudó brevemente antes de inclinarse hacia adelante. Presionó sus labios
contra los míos, besándome suave y dulcemente, su lengua jugueteando con la mía. Gruñó en mi boca
y su mano subió, rozando mi pecho suavemente y apretando uno de mis senos con suavidad. Empezó a
alejarse de nuestro beso pero dudó, así que en vez de alejarse del todo, de manera juguetona
mordisqueó mi labio inferior con sus dientes.

“Toda mía,” susurró con voz ronca mientras soltaba mi labio, presionando su boca contra la mía
nuevamente de manera breve. Sonreí cuando él se alejó esta vez, alcé mi mano para pasar mis dedos
sobre sus labios, pasando mi mano por su mejilla. Necesitaba urgentemente un buen afeitado y tenía
unos pequeños pelitos creciendo por allí, su piel se sentía áspera pero no por eso dejaba de ser
atractivo. Habíamos llegando bastante cerca de la completa intimidad durante la semana anterior,
realmente explorando la tercera base. La noche anterior él había estado allí debajo nuevamente por
tercera vez en una semana y me probó, y la sensación de su vello facial frotándose con el interior de
mi muslo fue intensa. Yo había ido a su parte de abajo dos veces esta semana, la noche anterior
incluida, y parecía ser extraño el hecho de tener tanta intimidad.

“Toda tuya,” susurré en respuesta. Sonrió y asintió, alejándose de mí y poniéndose de pie.

“¿Sabes? Realmente me asustó como el demonio que él contestara tu puñetero teléfono. En todo lo
que podía pensar era en que habíamos sido atrapados,” dijo negando con su cabeza y pasando una
mano por su cabello. “Estaba seguro que tendría que darle un puto golpe bajo, agarrarte y salir
corriendo, que se joda el GPS.”

Permanecí inmóvil en la silla, sus palabras me recordaron todo lo que el doctor Cullen me había
dicho. No estaba segura de cuál era el peligro, pero sí estaba segura de que Edward estaba dispuesto a
enfrentarlo y eso me asustó. No sabía que Edward había empezado ya a hurgar en busca de
información y no quería que accidentalmente fuese arrastrado a algo más peligroso por mi culpa.

Y no fue hasta ese momento que me di cuenta de lo ciertas que habían sido las palabras del doctor
Cullen, porque Edward definitivamente trataría de huir de nuestros problemas, y hasta esa mañana yo
hubiese huido con él, sin hacer pregunta alguna.

La semana anterior, en la noche de fin de año, Edward me había dicho que él pondría mi seguridad por
encima de mis deseos, y yo apreciaba demasiado aquello porque por primera vez en mi vida alguien
en realidad estaba tratando de cuidarme. Supe ahora que yo debía hacer lo mismo por él. Necesitaba
pensar en su seguridad. No quería que saliera herido y si eso significaba que debía poner toda mi
confianza en las palabras del doctor Cullen y darle mi total lealtad, tendría que hacerlo. Por Edward. Y
no sería fácil, encontrar el balance entre amarlo y entregarle mi alma y mantenerlo seguro y alejado de
todo lo malo, pero encontraría la manera de hacerlo. Porque valía la pena, él valía la pena.

Prefería sacrificarme a mí misma antes de que él tuviese que sufrir un simple momento a causa de mi
existencia.

**************
Guardi le vostre parole = Controla tu boca

Tale il padre, tale il figlio = De tal padre, tal hijo


Capítulo 43 Daltónico

“Un optimista es una persona que ve la luz verde por todas partes, mientras que un pesimista solo
ve el semáforo en rojo… la persona verdaderamente sabia es el daltónico.” – Albert Schweitzer.

Edward cullen
La estridente campana sonó con fuerza, sobresaltándome de mi sueño ligero. Mi cabeza se alzó
rápidamente y parpadeé varias veces, mirando alrededor, confundido. Me llevó un momento darme
cuenta que estaba en mi escritorio en medio de mi aula de historia. Gruñí y levanté mis manos para
frotar mi rostro, tratando de despertarme de una puta vez. Todos los demás se estaban levantando,
recogiendo sus pertenencias y saliendo de la sala, charlando con entusiasmo porque era la hora del
almuerzo. Me quedé ahí sentado un segundo antes de empujar mi silla hacia atrás y ponerme de pie.
Agarré mi mochila y arrojé mi libro y mi cuaderno dentro, subiendo el cierre y lanzándola sobre mi
hombro. Me alejé unos pasos de mi escritorio, deseando salir por la puerta rápidamente, pero alguien
se aclaró la garganta ruidosamente detrás de mí. Me detuve y volví a gruñir, sabiendo que me iban a
dar una puta llamada de atención.

“Sr. Cullen, le agradecería que estuviera más atento en mi clase.”

Me pasé la mano por el pelo, algo irritado y me di la vuelta para enfrentar al señor McDonald. Ese
hijo de puta me odiaba, siempre lo había hecho, porque era un maldito idiota y probablemente sabía
más sobre la jodida historia que de él. La primera semana de clases dijo una mierda acerca de la mafia
italiana en Sicilia, algunas gilipolleces que sabía que no eran ciertas, y simplemente podría haber
dejado que se resbalara, pero por supuesto, soy un cabrón engreído y tuve que hablar de una puta vez.
Él ha estado detrás de mi culo desde entonces, ya que no agradeció que lo hiciera parecer un estúpido.
Él sabía que yo tenía influencias, que lo que digo y hago tiene peso en la escuela, y sabía que el que yo
lo enfrentara arruinaría el respeto que otros chicos de lo contrario probablemente le podrían tener. Así
que desde entonces me ha estado llamando la atención, porque su maldito ego estaba herido y quería
desacreditarme, y nunca había tenido jodido éxito pero de todos modos lo intentaba con todas sus
jodidas fuerzas. También detestaba que realmente no tuviera que hacer un gran esfuerzo, que podía
hacer todo a medias y aun así pasar su clase de mierda con un éxito rotundo.

“Sí, estoy seguro de que lo haría,” le dije, encogiéndome de hombros. Sus ojos se estrecharon
ligeramente, mi indiferencia sobre la situación y mi actitud de pendejo lo encabronó. Aunque en
realidad no me importaba; joder, todavía estaba medio dormido y no tenía energía para aguantar su
mierda.

Lo miré un poco más, considerando si decir algo más o no, antes de simplemente darme la vuelta y
dirigirme hacia la puerta. No tenía sentido siquiera que me molestara y él no dijo nada al respecto,
solo se quedó ahí mirándome con la boca abierta mientras salía de la sala. Sabía que no se atrevería a
mandarme a detención, porque mandarme a detención solo lo forzaría a tener que sentarse en una
habitación conmigo otra maldita hora después de clase y eso era lo último que él quería. Seguro como
la mierda que tampoco iría al director por esto. Hizo eso al inicio del año, tratando de que me
expulsaran por falta de respeto no mucho después del incidente de la mafia en clase, pero el director
tenía tanto maldito miedo de castigarme por mi padre que no le dio importancia en absoluto.

Caminé por el pasillo y llegué a las puertas dobles, saliendo a la explanada. Hacía bastante frío fuera,
pero al menos estaba seco después de haber llovido toda la semana. Metí la mano en mi bolsillo
cogiendo mi teléfono y sacándolo. Recorrí mis contactos hasta que encontré el nombre de Bella,
presionando el botón de llamada.

Ella seguía dormida cuando me había levantado para ir a la escuela esta mañana, con un sueño tan
malditamente profundo que incluso ese ridículo y estridente reloj de alarma no la molestó ni un poco.
Tengo que admitir que esa mierda me infló un poco el ego. Habíamos estado despiertos hasta muy
tarde, solo manoseándonos y explorando, siendo sexuales e intimando. Ella se estaba abriendo cada
vez más a esa mierda, no tan tímida al respecto, y me hizo de nuevo una mamada. Era la tercera, y por
supuesto que todavía no era la mejor maldita persona en el mundo haciendo mamadas, pero tengo que
admitir que estaba algo agradecido por ello. Porque si ella fuera una experta en eso, indicaría que
probablemente había tenido práctica con esa mierda como las perras que andaban en la escuela, y no
me gustó ni siquiera pensar en eso. Prefiero tener una mamada un poco descuidada que saber que ella
había chupado la polla de otro tipo, que esos dulces labios suyos alguna vez se habían envuelto
alrededor de algún otro hijo de puta. No quería siquiera que viera otra polla, mucho menos que tocara
una. Ella era mi chica, y si estaba en mi mano, nunca pertenecería a otro hombre. Nunca estaría con
otro hombre, porque no necesitaría a ningún otro más que a mí. Mierda, la simple idea de que hablara
con otro chico hacía hervir mi sangre, y eso era jodidamente hipócrita de mi parte porque yo había
follado a más chicas de las que me gustaría admitir y todavía hablo con la mitad de ellas a diario. Pero
ese era yo, y esos habían sido mis errores. Ella era mejor que esa mierda.

Así que después de que anoche me hiciera sexo oral, y sorprendentemente se tragara esa mierda como
una campeona de nuevo, decidí devolverle el favor. Y para mí no fue ningún problema, porque
honestamente me encantaba hacer esa mierda de todos modos. Amaba su aroma, su sabor. Estaría
lamiendo ese coño durante todo el día si pudiera, pero estaba muy seguro que Isabella no se sentiría
muy cómoda con mi cabeza entre sus piernas constantemente. Había estado mordisqueando su clítoris,
degustando sus jugos, simplemente saboreando toda esa mierda. Y ella se retorció, gimiendo y casi
haciendo un maldito ronroneo, comencé a empujar mis dedos en su interior, buscando su punto. Tengo
que admitir, que estaba sorprendido de lo relajada que estaba mientras la follaba con mi dedo. Estaba
seguro que habría estado asustada con cualquier tipo de penetración, pero afortunadamente parecía
estar disfrutándolo, nunca me dio ninguna indicación de que la estuviera haciendo sentir incómoda o
que preferiría que no lo hiciera. Eso me dio esperanza de que no sería un puto célibe para siempre, que
algún día no muy lejano estaría lo suficientemente cómoda para dejarme entrar en ella. Y no estaba
tratando de apresurar esa mierda, entendía que ella necesitaba tiempo, y para ser honestos, se puede
decir que estaba disfrutando de tomarme esta mierda con calma. Me hacía apreciarlo más, y sabía que
cuando finalmente metiera mi polla en su interior, sería el mejor pedazo de coño que jamás hubiera
probado, pero no quería presionarla. Quería que estuviera completamente preparada cuando llegara el
momento, y honestamente, aún no estaba seguro si yo estaba preparado. Porque no tenía idea de cómo
hacerle el amor, cómo tratarla bien en la cama y ser lo que ella se merecía. Me sentía como un
puñetero virgen, como si ella fuera la que iba a reventar mi cereza. Prácticamente ella todavía no sabía
nada sobre sexo, aparte de lo que le había enseñado, y estaba malditamente preocupado de que fuera a
decepcionarla. Me preocupaba que ella no disfrutara y la idea la asqueara para siempre. Porque su
punto de vista sobre ello, todavía estaba un poco distorsionado por lo que había visto sufrir a su
madre, y que yo la lastimara o hiciera que el sexo fuera incómodo solo reafirmaría ese punto de vista
de que el sexo no era algo divertido. Y no quería que sucediera esa mierda, porque me encantaba el
maldito sexo y quería que fuera algo que pudiéramos disfrutar juntos.

Pero ahora sabía, por el progreso que habíamos hecho, que ya no era más “y si tuviéramos sexo”,
ahora era “cuando tengamos sexo”. Y como ella estaba tan jodidamente apretada, me decidí a
empujarla un poco más lejos y usar tres dedos en lugar de uno, tratando de dilatarla un poco porque,
Cristo, definitivamente no quería lastimarla cuando estuviéramos juntos. El orgasmo de anoche la
golpeó con fuerza, con más fuerza que el resto, y su maldito sueño fue el más profundo que le hubiera
visto dormir alguna vez. Y esa mierda me hizo sentir bien, porque había dejado su culo fuera de
combate. Fue impresionante la forma en que había respondido a mi toque.

Así que sí, estaba jodidamente exhausto, apenas pude arrastrar mi culo fuera de la cama esta mañana.
No deseaba más que acurrucarme con ella todo el maldito día y decir al diablo con la escuela. Pero
hoy tenía el examen de historia y ya que el maestro era un imbécil, sabía que no me dejaría hacerlo
después. Tal vez podría dejar que me dieran un cinco aquí o allá, y el año pasado me habría importado
una mierda, pero como ahora mi futuro estaba en el aire no quería correr ese riesgo. Porque la verdad
del asunto era que, por primera vez estaba pensando que ir a la universidad casi sonaba como el
siguiente paso lógico para mí.

Llevé el teléfono a mi oído después que haber presionado el botón de llamada, caminando lentamente
hacia la cafetería. No había conseguido hablar con ella esta mañana antes de la escuela y a este punto
estaba casi fingiendo. Sí, estaba pillado, no podía negarlo. Ella me tenía bajo su hechizo. El teléfono
sonó varias veces antes de escuchar su dulce voz, diciéndome que dejara un maldito mensaje.
Finalmente la había convencido para que dejara su propio mensaje de voz en lugar de esa horrible
mierda automatizada y me alegraba que lo hubiera hecho, pero el hecho de que ahora lo estuviera
escuchando era bastante molesto.

Terminé la llamada, volviendo a marcar, asumiendo que tal vez no había logrado llegar a tiempo o no
lo había escuchado. Volví a llevar el teléfono a mí oído y sonó de nuevo por un rato antes de que el
correo de voz contestara una vez más. Mi irritación estaba aumentando, porque me estaba
preocupando un poco. Ella nunca ignoraba mis llamadas, ya que siempre contestaba a la primera cada
vez que llamaba excepto aquella vez cuando ocurrió esa situación con James. Terminé esa llamada y
marqué una vez más, dirigiéndome hacia la cafetería, considerando salir, saltar al coche y conducir a
la maldita casa para ver cómo estaba. El teléfono dejó de sonar y contestaron, y sentí mi
temperamento enardecerse involuntariamente. Esperé a que dijera algo, conteniendo las putas ganas
de gritarle porque me había asustado, pero me congelé cuando estaba a punto de hacerlo porque sonó
la voz de mi padre. Era la última maldita cosa que esperaba escuchar en la línea, ya que esta mañana
se suponía que estaba todavía en Chicago, y por supuesto al instante me pregunté si tal vez había
llamado al maldito número equivocado porque me tomó por sorpresa y no tenía sentido. Así que me
pregunté si tal vez había marcado el suyo y no el de Bella, pero lógicamente sabía que ese no era el
caso porque había escuchado su correo de voz dos veces. Pero no quería aceptar el hecho de que
acababa de contestar a su teléfono, porque ni siquiera quería empezar a pensar qué demonios
significaba eso.

“Necesito verte en mi oficina en el hospital tan pronto como salgas de la escuela,” dijo tan pronto
respondió la llamada. Simplemente me quedé ahí, tratando de conseguir que mi puta boca formara
palabras, aturdido.

“Oh, está bien. Ahí estaré,” dije después de un momento. Me dijo que me vería entonces y colgó, quité
el teléfono de mi oído y solo me quedé mirándolo con confusión.

No estaba seguro de qué mierdas había querido decir realmente, pero no podía venir nada bueno de mi
padre contestando el teléfono de Isabella, cuando era yo el que llamaba. Estaba seguro. De nuevo metí
el teléfono en mi bolsillo después de un momento y me pasé la mano por el pelo, desconcertado y algo
nervioso. Comencé a andar de nuevo hacia la cafetería, deslizándome entre las puertas y casi
golpeando a una chica de primer año accidentalmente mientras caminaba hacia la mesa donde siempre
nos sentábamos. Mis hermanos ya estaban allí junto con Alice y Rose. Estaban comiendo y charlando,
bromeando y esa mierda, y el solo escuchar su buen humor me irritó porque este no era el maldito
momento para estar de buen humor. Yo estaba en la mierda. Tiré de mi silla hacia atrás y dejé caer mi
trasero, mirando a Jasper. Sus ojos encontraron los míos y su ceño se frunció cuando notó mi
expresión. Estaba empezando a sentir pánico, las náuseas recorriéndome y mi corazón latiendo con
fuerza.

“¿Qué pasa?” Preguntó de inmediato. Suspiré y me pasé las manos por el rostro.

“¿Sabías que papá volvía a casa hoy?” Le pregunté, mirándolo. Él solo se me quedó mirando sin tener
una puta respuesta para mi pregunta, así que miré hacia Emmett quien se encogió de hombros.

“Quiero decir, es su cumpleaños no es precisamente que esté sorprendido. Sabes que si se queda en
Chicago para esa mierda a Esme le gustaría hacer un espectáculo de ello,” dijo Emmett. Asentí, el
hecho de que fuera su cumpleaños ni siquiera se me había venido a la mente hasta entonces. Papá
nunca celebraba su cumpleaños, apenas lo mencionaba así que siempre se me olvidaba. Nunca entendí
por qué, ya que siempre había hecho revuelo en el de mamá cuando ella vivía y siempre echaron la
casa por la ventana en nuestros cumpleaños cuando éramos niños. Pero algo sobre el suyo le
molestaba, por lo que nunca mencionaba esa mierda.

“¿Eso es lo que te molesta? ¿El hecho de que no hemos hecho nada para su cumpleaños?” Jasper
preguntó, mirándome fijamente. Rápidamente negué con la cabeza, pasando una mano por mi pelo.

“No, ni siquiera me había dado cuenta que era su jodido cumpleaños. Como sea, esa mierda no
importa, a él no le gusta hacer nada de todos modos,” le dije. Jasper asintió.

“Entonces, ¿qué pasa?” Preguntó. Yo gemí.

“Lo que pasa es que contestó el maldito teléfono de Isabella y dijo que mi trasero estuviera en su
oficina tan pronto saliera de la escuela. Ese el puto problema,” dije con brusquedad, lo que
probablemente estaba jodidamente mal de mi parte porque no era culpa de ninguno de ellos, pero
estaba molesto y confundido, y jodidamente asustado de lo que eso significaba.

Los ojos de Jasper se abrieron por el shock y miré alrededor hacia los otros tres, dándome cuenta de
que todos tenían expresiones similares. Cada uno de esos cabrones estaba mirándome con la boca
abierta, esa mirada que decía “estás jodido”. Gemí, azotando mi puño contra la mesa, encabronado
porque ninguno de ellos decía nada para mejorar esta mierda, para darle sentido. Y nada de esto era su
culpa, por supuesto, pero podría serme útil algún tipo de maldito apoyo en este momento. Alguien que
me dijera que me estaba preocupando por nada, que estaba exagerando y que no estaba jodido. Pero no
recibí eso, en su lugar recibí miradas casi condescendientes y Rosalie jodida Hale confirmó en voz
alta la única cosa que no quería escuchar de ellos.

“Estás jodido,” dijo después de un segundo. Mi cabeza se giró bruscamente en su dirección y le


estreché los ojos, mi ira hirviendo.

“¿Crees que no lo sé, perra?” Espeté. Sus ojos se entrecerraron y estrelló sus manos contra la mesa,
poniéndose abruptamente de pie y empujando su silla hacia atrás con brusquedad.

“¡Vete a la mierda!” Gritó, sus palabras hicieron eco a través de la cafetería. Rápidamente me levanté
de un salto, mi temperamento se encendió, y mi silla voló hacia atrás volcándose. Todos a nuestro
alrededor se giraron para mirarnos boquiabiertos, asombrados, y Emmett se levantó rápidamente.

“Jesús, chicos, cálmense de una puta vez,” dijo con mordacidad, mirando entre su novia y yo. “¿Qué
demonios pasa con ustedes dos? ¿No pueden llevarse bien por un jodido segundo? ¿Por qué están
peleando?”

Rose simplemente se quedó mirándome con los ojos entrecerrados, obviamente sin intención de dar
marcha atrás. Cristo, ni siquiera sabía por qué demonios nos estábamos gritando el uno al otro de
todos modos, simplemente así era como nos comportábamos siempre Rosalie y yo. Por un segundo la
fulminé con la mirada, todavía encabronado, pero me encogí de hombros porque no tenía sentido
pelear con ella ahora, sobre todo porque probablemente tenía razón… estaba jodido.

Me di la vuelta y levanté mi silla del suelo, colocándola de nuevo sobre sus patas. Dejé caer mi trasero
en ella y crucé los brazos sobre mi pecho. Emmett y Rose se sentaron después de un momento y miré
a mi alrededor, notando que la gente aún nos miraba, obviamente preguntándose qué diablos estaba
pasando. Eric Yorkie pasó por nuestra mesa en ese momento y me miró, haciendo contacto visual.
Tenía expresión de curiosidad, siendo un pequeño pendejo entrometido, y le levanté una ceja
preguntándole qué demonios pensaba que estaba haciendo mirándome así.

“¿Qué mierdas estás mirando?” Le dije con brusquedad. ¿Qué le pasaba a la gente de la escuela?
Antes, casi me temían y respetaban, y ahora me miraban como si fuera un maldito objeto extraño que
trataran de descifrar. Odiaba que me faltaran al respeto, ellos sabían esa mierda.

Sus ojos se ampliaron por mi tono y rápidamente volvió la cabeza, alejándose de inmediato. Se le
enganchó un pie en una silla y tropezó, casi cayéndose pero se detuvo. Sonreí con suficiencia, todavía
lo tenía, todavía podía intimidar a esos pequeños cabrones con facilidad. Al menos, no había perdido
por completo mi toque. Me pasé la mano por el pelo, sacudiendo la cabeza y riendo entre dientes,
volví a mirar hacia mi mesa para ver a Alice rodarme los ojos.

“¿Qué?” Le pregunté, mi ceño frunciéndose por la confusión al ver su expresión. Ella negó con la
cabeza y parecía casi malditamente decepcionada de algo por alguna razón.

“Pensaba que habías cambiado más,” me dijo. Me quedé mirándola, un poco confundido, y Rosalie
suspiró hacia la mesa. La miré y también la vi rodar los ojos.
“Está diciendo que sigues siendo un cabrón, con novia o sin ella,” dijo Rosalie. Gemí, sacudiendo la
cabeza.

“Como sea, cabrón o no, esa mierda no importa en este momento. Lo que importa es el puto hecho de
que tengo un verdadero problema aquí,” les dije.

“¿Qué ha sido exactamente lo que te ha dicho papá? ¿Qué ha pasado?” Preguntó Jasper. Suspiré.

“He llamado a Isabella y ella no ha contestado. He empezado a preocuparme, porque siempre responde
mis malditas llamadas, ¿sabes? La tercera vez que he llamado papá ha contestado y todo lo que ha
dicho ha sido que necesitaba verme en su oficina después de la escuela. Le he dicho que estaría allí y
él ha dicho que estaba bien y ha colgado el teléfono.” Eché un vistazo alrededor de la mesa, esperando
que tuvieran alguna puta idea, pero simplemente todos se veían tan sorprendidos como yo.

“No puede ser tan malo, quiero decir, él quiere verte en el hospital. Él no haría nada malo allí, lo
sabes,” dijo Jasper. Asentí y me pasé la mano por el pelo por lo que parecía ser la millonésima puta
vez en los últimos cinco minutos, teniendo un poco de puñetera esperanza por eso pero todavía
nervioso como el demonio.

Mi padre se había ganado poco a poco el respeto de la gente, especialmente allí, así que por suerte no
correría el riesgo de tener una gran escena allí de entre todos los lugares. Hubo una breve pausa de
intenso silencio, todos nosotros, perdidos en nuestros pensamientos antes de que Emmett jadeara.
Miré hacia él confundido y vi que me miraba boquiabierto.

“Oh mierda, ella no está embarazada, ¿cierto?” Emmett preguntó con los ojos muy abiertos. Mi ceño
se frunció.

“¿Quién?” Le pregunté, confundido sobre lo que estaba hablando.

“¡Isabella! No la has dejado embarazada, ¿verdad?” Preguntó Emmett, sonando un poco asustado

. Mi corazón empezó a latir con fuerza solo con mencionarlo, y aunque sabía que era jodidamente
imposible, empecé a ponerme malditamente nervioso al respecto.

“Mierda, no. Ella sigue siendo una maldita virgen Emmett,” dije con brusquedad, molesto de que
siquiera hubiera pensado en esa mierda, pero mantuve mi voz como un susurro para que la gente no lo
oyera. Sus ojos se ampliaron por la sorpresa ante mis palabras.

“Mierda, ¿en serio? Estaba seguro de que ya le estabas dando, hermano,” dijo sonando casi divertido.
Gemí y me cubrí el rostro con las palmas de las manos, irritado.

“Bueno, has pensado jodidamente mal. Ella no está embarazada. Y, Cristo, aunque le estuviera dando,
ella está en tratamiento anticonceptivo,” le dije, sacudiendo la cabeza.

Todos parecían extrañamente sorprendidos por la revelación, pero supongo que no podía culparles. Yo
mismo estaba sorprendido de que mi padre la hubiera puesto bajo tratamiento anticonceptivo en
cuanto llegó. Aunque estaba malditamente agradecido por ello, porque estaría mintiendo si dijera que
la idea de sexo con ella sin la barrera de un condón no había pasado por mi mente.
Estuvimos callados por un momento. Mi cerebro estaba repasando furiosamente todos los posibles
escenarios, y basándome en la actitud sombría de todos los demás, ellos también estaban tratando de
comprender esta mierda. Casi me sentí como un imbécil por haberme encabronado con ellos por sus
actitudes despreocupadas cuando me senté al principio. Estaba claro que cada uno de ellos sacaría la
cara por mí si lo necesitara, que llegado el momento me apoyarían. Y yo había sido una mierda de
amigo para todos, especialmente el año pasado cuando pasó toda esa mierda con Jacob. Prácticamente
los forcé a elegir, y aunque yo estaba encabronado con Jacob, lo despreciaba, no fue una buena mierda
de mi parte el que básicamente les demandara que cortaran toda relación con él.

“¿Crees que te va a enfrentar por ello?” Preguntó Jasper después de un largo silencio. Suspiré,
encogiéndome de hombros.

“Eso es lo único que tiene sentido. Quiero decir, él ha contestado su maldito teléfono. Soy consciente
de que él tenía que saber, pero el hecho de que haya contestado su teléfono me hace pensar que no se
va a quedar solo de brazos cruzados y a seguir dejándolo pasar. Simplemente no sé lo que va a hacer al
respecto, ¿sabes? No estoy esperando su maldita bendición ni nada, pero será mejor que él no le haga
daño o trate de hacerle alguna mierda,” le dije, preocupado.

“¿Y si lo intenta?” Preguntó Emmett en voz baja. Lo miré y vi que tenía una expresión seria en su
rostro. “¿Qué vas a hacer? ¿Vas a huir con ella?”

Me quedé mirándolo por un segundo, la verdad sin siquiera tener yo mismo la respuesta a esa
pregunta. ¿Qué haría si ese fuera el caso? “No sé si puedo,” dije finalmente. “Él le puso un chip de
rastreo como a un puto perro.”

El ceño de Emmett se frunció por la confusión. “¿Qué?” Preguntó.

Suspiré. “Él hizo que le implantaran un chip GPS cuando la compró para que no tratara de escapar.
Ella me lo dijo la semana pasada,” le dije. Emmett me miró fijamente por un momento, haciendo un
gesto de negación.

“¿Estás seguro? Tal vez ella se equivocó. Eso no suena como una mierda que papá haría,” dijo. Yo
asentí.

“Sí, bueno, yo pensé lo mismo, pensé que tenía que ser algún tipo de equivocación, pero él lo admitió.
Dijo que solo era por su seguridad o lo que sea, que ni siquiera había usado el código para rastrearla.
Lo que sea que signifique esa mierda, no sé cómo funcionan,” le dije molesto. Traté de encontrar
información sobre los chips desde entonces aprendiendo acerca de ellos, pero por supuesto todavía
estaban en maldito desarrollo y se supone que en realidad no son utilizados en seres humanos. Una
compañía llamada Applied Digital Solutions, evidentemente afirmó haber tenido éxito haciéndolos
hacía dos años atrás, pero no había ninguna especificación de cómo trasmitían las malditas cosas o
cómo conseguir que dejaran de hacerlo. Sabía que el agua tiende a bloquear las señales GPS
tradicionales, pero el cuerpo es fundamentalmente agua, así que obviamente había algo más sobre
estos chips. Y por supuesto, siendo la maldita mafia, serían capaces de echarles mano y utilizarlos de
forma ilegal, incluso si no están garantizados para funcionar o ser seguros. Y eso me encabronó, el
saber que le había implantado algo que evidentemente, no había sido probado a fondo. Nadie sabía qué
demonios pasaría con él, las complicaciones que podría causar.
“¿Puedes sentirlo bajo la piel? Tal vez se pueda extraer.” Alice intervino, sonando tanto confusa como
esperanzada. Me volví para mirarla y negué con la cabeza.

“No, ella dijo que era diminuto. Me dijo dónde se lo habían implantado pero no hubo suerte
encontrando el lugar,” le dije. Ella frunció el ceño y me dio una mirada comprensiva. Aparté mi
mirada de ella y me volví hacia Emmett una vez más, con la esperanza de que él tuviera algo de jodida
sabiduría que ofrecer, esta era el área en la que Emmett era experto. A él le gustaban las computadoras
y la tecnología.

“Una vez que están dentro, es poco probable que se puedan volver a sacar,” dijo vacilante. “El tejido
habrá crecido a su alrededor, incrustándose realmente. Quiero decir, si supiera cómo funcionan
probablemente podría anular la señal, tal vez encontrar la manera de desactivarlo o al menos joderlo
hasta el punto en que papá no pudiera rastrearlo. Sabes que puedo hackear como un hijo de puta.”

Asentí. “Sí, el problema es que no sé cómo demonios lo rastrea. Ni siquiera sabía que él tenía acceso a
esa mierda,” le dije. “Pero llegado el momento, si él trata de hacerle daño o deshacerse de ella, tendría
que hacer algo. Probablemente tendría que tratar de huir, por lo menos hacer el puto intento. No puedo
permitir que la lastimen o sufra porque tuvo la mala suerte de enamorarse de un cabrón como yo en
una situación como esta.”

“Bueno, si decides huir, primero ven a mí. Te apoyo, lo sabes. Tengo mi fondo fiduciario, si necesitas
dinero es tuyo. Si necesitas que alguien te cubra, sabes que lo haré. Y veré qué puedo hacer respecto a
anular la señal del chip, porque esa mierda no está bien,” dijo Emmett con seriedad. “Siempre me ha
sido indiferente el trabajo de papá, lo sabes. Pero ahora la pequeña Izzy Bizzy es como mi hermana
pequeña, hombre. No quiero que ninguno de los dos salga lastimado.”

Me quedé mirándolo por un momento, un poco sorprendido por su gran apoyo, que estuviera dispuesto
a ir en contra de nuestro padre por mí. Asentí después de un segundo. “Gracias,” le dije en serio.

Él asintió y me miró fijamente por un segundo antes de que le brotara una sonrisa. “Te había dicho,
idiota, que estabas siendo obvio con esa mierda. Maldito idiota perdidamente enamorado,” dijo
divertido. Yo rodé los ojos, gimiendo, y recosté mi cabeza sobre la mesa. No encontraba nada de la
situación jodidamente gracioso.

Se quedaron en silencio el resto de la hora del almuerzo y yo mantuve la cabeza gacha, ya no me


sentía jodidamente cansado, sino agotado. La tensión me afectaba, mi estómago estaba revuelto.
Después de un rato, la campana sonó indicando que la hora del almuerzo había terminado y levanté mi
cabeza, mirando alrededor. Rose me dio una pequeña sonrisa preocupada antes de ponerse de pie y
alejarse con su bandeja. Emmett se levantó y estiró su mano, dándome una palmada en la espalda con
bastante fuerza.

“Enfréntalo como un hombre, estoy seguro que te respetará por eso. Tal vez no sea tan malo,” dijo.
Suspiré y él se alejó. Miré a Alice, quien aún estaba sentada frente a mí, y vi que estaba frunciendo el
ceño.

“¿Hay algo que pueda hacer?” Preguntó. Negué con la cabeza.

“Gracias de todos modos, enana. Solo tengo que enfrentar lo que sea que él arroje hacia nosotros,” ella
asintió.

“Creo que Emmett tiene razón, ¿sabes? Creo que tu padre te respetará si vas y lo admites,” dijo.
Sonreí levemente, sacudiendo la cabeza.

“¿Y si no lo hace? ¿Qué pasa entonces?” Pregunté. Ella solo se me quedó mirando y asentí, sabiendo
que ella tampoco tenía la maldita respuesta a eso. Jasper suspiró y lo miré.

“Entonces huyes como un hijo de puta,” dijo. Mis ojos se abrieron por la conmoción de que él hubiera
maldecido, ya que muy rara vez hacía esa mierda. Me reí entre dientes, un poco sorprendido, y Alice
dio unas risitas.

“Sí, lo que él ha dicho,” dijo en broma, empujando a Jasper. Se levantaron y comenzaron a alejarse,
pero Jasper se detuvo. Le susurró algo a Alice y ella asintió, lanzándome una pequeña sonrisa antes de
marcharse. Jasper se dio la vuelta y caminó los pocos pasos de vuelta donde yo estaba, dejándose caer
de nuevo en la silla frente a mí.

“Nella vita, chi no risica, non rosica,” dijo sonriendo. Gemí y volví a dejar caer mi cabeza sobre la
mesa y él se echó a reír. “Sí, lo recuerdas. Todavía puedo escuchar su voz gritándonos eso. En la vida,
quien no arriesga, no gana. Sabes, le dije eso a Isabella el día de Halloween, cuando subí a su
habitación.”

Volví a levantar la cabeza para mirarlo y asentí. “Ella lo mencionó,” le dije. Él volvió a sonreír.

“Le dije que no había garantías, pero había verdaderas posibilidades. Que ella podía sentarse con los
brazos cruzados y limitarse a sobrevivir o podía tomar el riesgo y realmente tratar de vivir. Y tan
difícil como ha de haber sido para ella, eligió vivir. Y esa noche ella te besó. Todavía no puedo creer
haber visto eso, por cierto. El coraje que tuve que necesitar. Esa noche le dije que mamá la hubiera
amado,” dijo. Le di una pequeña sonrisa, asintiendo.

“Sí, lo hubiera hecho,” le dije. “Creo que se parece mucho a mamá en espíritu.”

Jasper asintió. “¿Realmente crees que papá podría culparte por amarla? ¿De verdad crees que papá
podría odiar a alguien a quien mamá hubiera amado?”

Me quedé mirándolo un segundo, sin saber la respuesta a eso. Quería decir que no, que no podía,
porque papá adoraba a mamá y todo lo relacionado con ella. Pero todavía quedaba esa pequeña parte
de mí que tenía miedo, porque papá podía ser irracional y jodidamente violento.

“Como le dije a Isabella, no hay garantías, pero hay posibilidades. Nella vita, chi non risica, non
rosica,” dijo. Asentí, riéndome un poco. Por supuesto tenía que ser el jodido Jasper el que me sacara
los sabios consejos de mamá, ya que él era el que se parecía más a ella en estos días.

“Gracias, hombre,” le dije. Él asintió.

“Cuando quieras. Si necesitas algo, te apoyo. Todos lo hacemos.” La campana sonó indicando que la
clase comenzaba, y él suspiró, mirándome.

“Creo que deberíamos ir a la puta clase,” murmuré, poniéndome de pie y pasando una mano por mi
pelo. Él sonrió y asintió, poniéndose de pie. Se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia el otro lado,
atravesando la cafetería hacia su clase, y yo me dirigí a la salida más cercana a la mesa.

“¿Edward?” Me volví para ver que Jasper se había detenido al otro lado de la cafetería, y estaba girado
hacía mí.

“¿Sí?”

Vaciló un momento, obviamente considerando si decirme o no lo que tenía intención de decir.


“¿Recuerdas que hace no mucho tiempo cuando hiciste enojar a Rosalie llamándola perra o algo así,
insinué que mamá se sentiría decepcionada si te viera?”

Me congelé, mirándolo fijamente, un poco sorprendido de que volviera a sacar eso. Finalmente asentí,
suspirando, recordando esa mierda con claridad. “Sí, me acuerdo.”

“Solo quería decir que si mamá pudiera verte ahora, estaría orgullosa. Muy orgullosa.” Se giró y se
dirigió a la salida, abriendo la puerta y desapareciendo detrás de ella. Me quedé parado en mi lugar
por un momento, sus palabras haciendo eco en mí, sin saber si quería creerlas en este puñetero
momento pero simplemente oírlas me hacían sentir un poco mejor en cuanto a esta situación. Mamá
estaría orgullosa.

Suspiré y me pasé una mano por el pelo, sintiéndome un poco abrumado por todo. Después de un
momento me volví y salí, dirigiéndome a mi siguiente clase. El maestro me dio una mirada
desaprobatoria, molesto porque estaba entrando tarde en su aula sin una nota, pero por supuesto no
hizo ningún comentario. En realidad ninguno de ellos lo había hecho nunca.

El resto de la jornada escolar paso lentamente. No me podía concentrar en nada ni en nadie además del
hecho de que la hora del juicio vendría en el momento en que sonara la última campana, indicando que
la escuela había terminado. Me sentía como un hombre en el corredor de la muerte, solo contando los
malditos minutos, sabiendo que estaba a punto de que lo frieran cuando marcara el último segundo,
esperando pero sin creerlo que recibiría un jodido indulto. Porque eso era exactamente lo que estaba
esperando. Un maldito indulto, un pase, pero sabía que las probabilidades de que eso ocurriera eran
escasas. Él sabía acerca de nosotros, y tenía su puto teléfono. Sabía que la llamaba, y sentado ahí en
mi último período de clase me di cuenta que debía saberlo desde hacía algún tiempo. Él pagaba
nuestras jodidas facturas de teléfono, y por ser ella quien es revisaría la de ella, en especial porque esa
maldita mujer Janet había hecho llamadas sospechosas. No sé por qué no se me había ocurrido antes, y
me sentí como un idiota por ni siquiera haber pensado en ello, pero él había visto que la estaba
llamando desde la primera vez que lo hice. Lo sabía desde entonces.

Casi tuve un puto ataque de pánico mientras estaba sentado en el aula, mi corazón latía con furia y me
sudaban las palmas de las manos. Empecé a preguntarme dónde estaría Isabella, si estaría con él en el
hospital. No podía evitar preguntarme si tal vez él ya la había confrontado y deseaba saber lo que ella
le había dicho. Quería saber si se lo había confirmado de inmediato, si le había hecho frente y había
aceptado lo que viniera o si había tratado de hacerse la tonta para evitar el problema. Me gustaría
saber qué demonios se supone que tengo que hacer si él me confronta, porque estoy seguro como la
mierda que no quiero contradecir su historia, fuera la que fuese, porque eso solo la metería en más
problemas. Esperaba como el demonio que ella no mintiera al respecto si él la confrontaba, porque
mentir solo empeoraría la situación.
Había otra parte de mí, esa parte pesimista del vaso medio vacío, que se preocupaba de que él ya le
hubiera hecho daño. Esa parte de mí que tenía la imagen mental de ella esposada y atada a la cama
grabada con fuego en su cerebro, temía averiguar por lo que ella estaba pasando por mi causa. Nunca
quise que saliera lastimada por mi culpa, y lógicamente sabía que había la posibilidad de que ocurriera
por accidente, pero haría todo lo que estuviera en mi poder para asegurarme de que no fuera así.
Recibiría cualquier cantidad de puto dolor y enfrentaría cualquier tipo de castigo o tortura, si eso
significaba que la mia bella ragazza* se libraría de ello. Solo esperaba como el infierno que no fuera
demasiado tarde, que él no le hubiera hecho daño ya.

En el momento en que la última campana sonó de forma estridente, me estaba dando un maldito
ataque de histeria. Caminé lentamente hacia el estacionamiento, luchando contra las ganas de correr,
porque quería tratar de normalizarme antes de enfrentar a mi padre. No podía mostrar mis cartas desde
el inicio. Tenía que calmarme de una puta vez y estar tranquilo, ser un puto hombre y esperar que él
actuara de la misma forma en respuesta.

Me deslicé en el interior del Volvo y lo arranqué, poniéndolo en reversa y saliendo de mi lugar en el


estacionamiento. La maldita Lauren Mallory no estaba mirando lo que hacía y estuvo malditamente
cerca de chocarme por detrás, lo que me encabronó pero me distrajo con de frenesí interno lo
suficiente como para empezar a pensar con sensatez de nuevo.

Conduje hasta el hospital, respetando el límite de velocidad porque la última cosa que necesitaba en
ese momento era una multa que solo encabronaría más a mi padre, y entré en el estacionamiento. Por
lo general me metía rápidamente en uno de los lugares de enfrente, ignorando los letreros diciendo
que estaban reservados para otros, pero pensé que hoy era mejor prevenir que lamentar y estacioné
donde técnicamente me estaba permitido hacer esa mierda. Aunque lo estacioné de lado, ocupando
más de una plaza, para que nadie estacionara cerca de mí y me golpeara. No podía evitar esa mierda,
tenía una paranoia sobre mi coche siendo maltratado.

Salí del coche y le cerré antes de dirigirme hacia la entrada. Entré y la mujer en recepción levantó la
vista y me saludó. Levanté la mano y la saludé con indiferencia, sin saber si podría conseguir que mi
maldita voz funcionara siquiera para decir hola. Tomé una respiración profunda y presioné el botón
del ascensor, retrocediendo y esperándolo. Después de un momento el ascensor sonó y las puertas se
abrieron. Eché un vistazo y vi el pelo rubio y el uniforme de enfermera color rosa de inmediato,
gimiendo y rodando los ojos. Ella levantó la vista y me miró, una sonrisa creciendo en sus labios.

“Bueno, mira a quien tenemos aquí, Edward Cullen,” dijo Heidi. Suspiré, pasando la mano por mi
pelo.

“¿Qué tal Heidi?” Dije con frialdad. Odiaba a la perra, no representaba más que problemas. Era una
maldita fan de los médicos, una caza fortunas, siempre buscando un puto vale de comida. Había estado
persiguiendo a mi padre algún tiempo, tratando de conseguir un sugar daddy o como quiera que
llamen a esos cabrones en estos días. Estaba bastante seguro de que mi padre se la estaba follando o al
menos consiguiendo que se la mamara, basándome en la forma en que ella actuaba en torno a él, pero
estaba totalmente equivocada si pensaba que él alguna vez tomaría en serio su trasero. Mi padre no
tenía citas, nunca tenía relaciones serias con mujeres, y reconozco que algún día podría encontrar a
una mujer con la que quisiera estar como lo estuvo con mamá, pero seguro como la mierda que no
sería Heidi. Él tenía la edad suficiente para ser su maldito padre y ella no tenía la suficiente clase para
llenar los zapatos de mi madre. De todos modos, mataría a la jodida perra si lo intentaba.
Me deslicé por un lado de ella y entré en el ascensor. Ella se volvió para mirarme y me sonrió de
nuevo. “He conocido a tu novia,” me dijo. Me congelé y golpeé con mi mano el botón para evitar que
las puertas del ascensor se cerraran, el pánico surgiendo a través de mí. No solo acababa de llamarla
mi jodida novia, lo que era otra puta señal de que mi padre sabía ya que su pequeña puttana chismosa
sabía y tenía una boca muy grande, pero el jodido hecho de que ella la hubiera conocido indicaba que
realmente estaba aquí… o al menos, había estado.

“¿Está arriba?” Le pregunté a Heidi, levantando una ceja. Ella asintió.

“Está con tu padre, en su oficina. Ha venido porque necesitaba su inyección anticonceptiva, se la ha


puesto hace un rato,” dijo encogiéndose de hombros. Sus palabras hicieron que una oleada de alivio
fluyera a través de mí, sabiendo que al menos había una razón por la que Isabella estaba aquí y que no
era solo mi padre jugando a sus putos juegos, pero eso todavía no me decía por qué demonios estaba
yo aquí sino era para confrontarnos por nuestra relación. Heidi se quedó mirándome, buscando algún
tipo de reacción a lo de los putos anticonceptivos, algo de lo que pudiera chismorrear. Estreché mis
putos ojos levemente después de un segundo, un poco molesto.

“¿Alguna vez has oído hablar de las malditas leyes HIPAA, Heidi? Porque la última vez que lo revisé,
no está permitido abrir la boca acerca de los procedimientos médicos de los pacientes. Te podrían
despedir por esa mierda,” le dije.

Ella hizo un gesto de negación. “HIPAA no es precisamente aplicable cuando técnicamente el


procedimiento nunca ha pasado. Tu padre lo ha querido extraoficial,” dijo. Asentí con la cabeza.

“Lo que es malditamente ilegal, ¿verdad? ¿Qué hizo por ti a cambio de tu ayuda? ¿Dejarte que le
chuparas la polla?” Le pregunté, levantando una ceja. Su rostro se ensombreció por la irritación y me
fulminó con la mirada.

“Que te jodan,” dijo en voz baja, mirando alrededor para asegurarse que nadie estaba escuchando. Le
sonreí con suficiencia, negando con la cabeza.

“Paso. Aunque gracias por la oferta,” le dije, guiñándole un ojo. Sus ojos se estrecharon y yo golpeé el
botón cerrando las puertas del ascensor. Me reí entre dientes y me apoyé en la pared del ascensor
mientras subía, al menos mi mente se había distraído de lo que potencialmente estaba a punto de
enfrentar en ese momento. El ascensor se detuvo, se abrió en el piso donde iba y salí, bajando por el
pasillo hacia a su oficina de inmediato. Algunas personas me vieron en mi camino y me saludaron, yo
murmuré un saludo pero no me detuve para conversar, porque no quería molestar a mi padre con mi
tardanza. Él odiaba que cualquier cosa se retrasara, le gustaba mantener un maldito horario. Y
mientras tocaba a la puerta y la abría, me di jodida cuenta que si él había traído con él a Isabella está
mañana, se le debería haber hecho tarde para el puto trabajo. Generalmente se va antes que yo por las
mañanas para llegar aquí a lo que él llama una “hora decente”, lo que para mí es jodidamente
temprano, porque básicamente él podría fijar sus propios horarios en este agujero de mierda. Ella
estaba dormida en mi cama cuando me fui, y cuando abrí la puerta y eché un vistazo a la habitación, vi
a mi padre mirándome molesto y a ella sentada en una silla, tensa, tuve que preguntarme si él la había
encontrado en mi puto cuarto. Si habría ido a buscarla esta mañana para traerla al trabajo con él y la
habría encontrada dormida en mi cama en lugar de en la suya.

“¿Cuántas veces tenemos que pasar por esto Edward Anthony, antes de que dejes de entrar a las
habitaciones sin permiso?” Espetó. Mi ira hirvió por su tono, pero contuve el impulso de gritarle en
respuesta, tratando de mantenerme calmado aunque estaba entrando de nuevo en maldito pánico.

Gemí y dejé que la puerta se cerrara, no muy contento de que él estuviera gritando desde el principio.
Mis esperanzas de un indulto estaban disminuyendo, ya que no parecía estar de un ánimo muy
generoso. Me acerqué y me senté en la silla junto a Isabella, agradecido de ver que al menos estaba
bien físicamente. “Eh, pensé que tenía permiso. Es decir, mierda, tú me has pedido que viniera,” le
dije, tratando de parecer indiferente. Él me miró por un momento, mostrando con su apariencia que no
le había gustado que me las diera de listillo, antes de negar con la cabeza y decirme que le diera las
llaves del coche. Me tensé cuando me las pidió, jodidamente confundido y haciendo mi mayor
esfuerzo para no arremeter contra él. Había amenazado con quitarme el maldito coche algunas veces,
pero nunca había pensado que en realidad lo hiciera. Quería gritar y exigirle saber qué mierda había
hecho para merecer ese castigo, pero me contuve ya que no quería saber la respuesta, especialmente si
su razón se sentaba justo a mi lado. No quería que ella escuchara cómo la llamaba un error o cualquier
cosa que hubiera causado mi castigo, porque ella se tomaría en serio esa mierda a pesar de las veces
que le dijera lo contrario. No le gustaba ser una carga y no pensaba en ella como una en absoluto; ella
era una jodida bendición en mi vida, y quería que no tuviera que escuchar lo contrario nunca. Traté de
actuar como si no hubiera escuchado lo que me había dicho sobre las llaves, lo que lo encabronó
todavía más. Dio una perorata sobre cómo actuábamos como niños ignorantes, lo que me enfureció
pero encendió mi curiosidad e inmediatamente me pregunté si Isabella había tratado de inventarse
algo pero había fracasado. Después de un momento saqué las llaves de mi bolsillo, sabiendo que era
malditamente inútil discutir al respecto, y se las arrojé. Se puso de pie y en el momento en que nos dio
la espalda miré a Isabella. Parecía un poco nerviosa e incómoda, pero no se veía precisamente
temerosa, así que eso me calmó un poco. Estiré mi mano y toqué su brazo, queriendo saber si ella
sabía qué mierdas estaba pasando, pero ella solo se encogió de hombros. Mi padre se volvió y me dio
las llaves del Mercedes, confundiéndome como el demonio. Le pregunté para qué me las estaba dando
y él parloteó alguna estupidez referente a que era automático, como si yo no supiera ya esa mierda. Yo
no entendía así que dijo algo sobre empezar con el Volvo, lo que me confundió aun más.

“Jesucristo, ¿De qué mierdas estás hablando?” Le pregunté. “Lo que dices no tiene maldito sentido.”
No me gusta no saber lo que está pasando, especialmente ahora cuando ya estaba al límite.

“Guardi le vostre parole*,” espetó rápidamente. Cerré mi puta boca, al darme cuenta que realmente lo
había encabronado ya que había recurrido a reprenderme en italiano. “Si dejaras de estar siempre tan a
la defensiva, podrías ver que te estoy diciendo que enseñes a la chica a conducir.”

Me tomó un segundo registrar sus palabras, pero cuando lo hice la jodida emoción redujo el pánico
que se había elevado al punto de casi consumirme. Él quería que ella aprendiera a conducir un
puñetero coche, no podía estar tan jodidamente encabronado por la situación. “Joder, ¿estás
bromeando?” Le dije, casi sintiéndome estúpido por haber reaccionado de forma tan exagerada esta
tarde.

Él estaba algo molesto porque había maldecido de nuevo, lo que no era inusual, y me contestó con una
maldición. Le llamé la atención por maldecirme porque yo había maldecido, al igual que Isabella
regañaba mi culo por gritar cuando me gritaban, diciéndole que era un mal ejemplo a seguir. No me
contradijo, sabiendo que era la maldita verdad, y me dijo que yo era demasiado bueno para seguir sus
pasos. Sabía dónde quería llegar y era bastante agradable de escuchar, ya que mi padre en realidad
nunca hablaba mucho sobre ese maldito tema. Nunca había tratado de incitarme hacia la mafia como
otros lo habían hecho, parecía casi indiferente al respecto, como si no tuviera una opinión sobre eso en
absoluto. Y yo sabía que tenía que tener una, pero era posible que simplemente sintiera que no era
quien para expresarla, lo que no tenía jodido sentido porque él era mi padre y estaba implicado en ella,
así que por supuesto que importaba su opinión sobre el tema.

Sé que la mayoría de las personas no verían con buenos ojos el crimen organizado si había tenido algo
que ver con la muerte de su madre, pero nunca vi sentido a culpar al estilo de vida en sí. La culpa cayó
sobre quien había apretado el maldito gatillo, y tenía la sensación de que mi padre sabía exactamente
quién era y por qué lo había hecho, pero nunca nos lo diría. Solo se lo mencioné una vez, queriendo
saber qué fue tan malditamente malo para que mataran a una mujer inocente y joder, casi me mataron
a mí con ocho años. No me podía imaginar qué habría llevado a eso, a que esos hijos de puta, que por
lo general dejaban en paz a las mujeres inocentes y especialmente a los niños, y a veces me
preguntaba si tal vez mamá se había metido en algo porque ellos simplemente no hacían esa mierda
por nada. Y me sentí como un pendejo, siquiera permitiéndome transferir algo de la responsabilidad a
mi madre, pero era la única puta cosa que al menos tenía un poco de sentido. Era eso o que mi padre
había matado a la esposa de alguien y era una venganza, pero mi padre me había dicho muchas veces
que él nunca mataría a una mujer inocente. Él no había dicho: “Nunca he matado a una mujer, punto,”
así que sabía que había una posibilidad de que él hubiera matado alguna, solo que no a una inocente.
Lo que sea que esa mierda de inocente quisiera decir, no estaba seguro. ¿Mamá era inocente?
Independientemente de que lo fuera, estaba seguro como el demonio que ella no merecía morir y yo
no había hecho ninguna maldita cosa para merecer tener que presenciarlo. Parte de mí se alegraba de
no saber lo que había provocado que eso sucediera, porque si fuera algo que mi padre había hecho no
estaba seguro de ser capaz de perdonarlo por ello, aún si lo hizo sin darse cuenta. ¿Cómo puedes
perdonar a alguien por infligir tortura emocional durante tantos años sobre ti, incluso si no tenía
intenciones de que esa mierda pasara? Eso era algo difícil de asimilar. Supongo que a veces, la
ignorancia es la felicidad.

Jasper no entiende cómo podría siquiera considerar unirme a la Mafia después de lo que le habían
hecho a nuestra familia, pero como ya he dicho, no podía culpar la forma de vida. Si mi madre hubiera
muerto en un accidente de coche con un conductor ebrio, no me haría ver a los coches de manera
diferente, pero me recordaría que algunos hijos de puta simplemente no deberían estar detrás del
volante. Tal vez no era una buena forma de ver las cosas, pero en mi mente parecía tener sentido. Y no
estoy diciendo que quiera entrar en la organización, solo estoy diciendo que la muerte de mi madre no
me detendría de ponerme al volante de un coche.

¿Tenía jodido sentido? No estaba seguro. Mi mente seguía repasando todo frenéticamente, tratando de
asimilarlo, mi cuerpo tratando de calmarse después de estar casi al borde de un ataque de pánico.

Solté algo sobre que viera lo que el crimen organizado le había dado, y cómo no parecía tan malo,
pero rápidamente cambié de tema porque no estaba de humor para hablar sobre eso ahora. “En fin,
¿por qué estamos en el puto hospital? ¿Implantando más mierda, haciendo más pruebas genéticas? O
déjame adivinar, ¿es un secreto?” Le pregunté, queriendo abordar el maldito punto. Sabía que ella
estaba aquí para recibir su inyección de acuerdo a lo que me había dicho Heidi, pero no sabía qué tipo
de inyección podría ser y conociendo a mi padre, de ninguna jodida manera me lo diría.

Isabella me miró, al parecer asombrada, pero yo solo me quedé ahí mirando fijamente a mi padre,
queriendo saber lo que iba a decir. Sabía que estaba presionando mi maldita suerte, lanzándole eso,
pero como Jasper había dicho ‘el que no arriesga, no gana’.

“Si quieres saberlo, Isabella necesitaba su dosis de anticonceptivos. Ya sabes, solo en caso que ella
tenga una cita con algún chico del pueblo que le guste y decida intimar con él,” dijo con frialdad, pero
con la molestia evidente en su rostro. Sentí aumentar mi ira, porque había dicho esa mierda con el
propósito de sacarme de mis casillas, lo sabía. Se levantó y dijo que tenía pacientes que ver y se
dirigió a la puerta, rápidamente le dije feliz cumpleaños, sin querer ser un hijo totalmente horrible,
pero diciéndolo a medias porque sabía que él no quería escuchar esa mierda. De acuerdo, tal vez era
un hijo horrible.

Me quedé ahí sentado por un momento después de que hubo ido, permitiéndome asimilar el hecho de
que había recibido ese maldito indulto que había estado esperando antes, miré a Isabella y parecía
estar aturdida, mirando al vacío con una expresión curiosa en su rostro. Estiré la mano y la atraje hacia
mí presionando mi boca en la suya y dándole un profundo beso, jodidamente agradecido que al menos
por ahora estábamos bien. Rompí el beso y dudé, mordiendo su labio inferior. Era tan rellenito y
jugoso, no demasiado relleno como el de Angelina Jolie o algo así, aunque esa perra es algo caliente,
supongo. Pero como sea, no tiene nada que no tenga la mia bella ragazza, con sus hermosos labios
suaves y llenos. Me encantaba besarlos.

“Toda mía,” le susurré después de besarla de nuevo, esta vez más suave. Después de eso de verdad me
aparté y ella sonrió, pasando sus dedos sobre mis labios y mis mejillas, eran toques suaves como
plumas que dejaron un hormigueo a su paso.

“Toda tuya,” susurró, su voz llena de emoción. Sonreí y asentí, amando escuchar esa mierda, y me
puse de pie.

“¿Sabes? Realmente me asustó como el demonio que él contestara tu teléfono. En todo lo que podía
pensar era en que habíamos sido jodidamente atrapados. Estaba seguro que tendría que darle un puto
golpe bajo, agarrarte y salir corriendo, que se joda el GPS,” le dije, negando con la cabeza y pasando
una mano por mi pelo. Esa mierda también la dije en serio, llegado el momento lo hubiera hecho sin
pensarlo, y todavía lo haría. Mis hermanos harían lo que pudieran para darnos una ventaja al menos y
tratar de mantener a raya a mi padre por un tiempo de manera que pudiéramos idear alguna mierda.
Seguro encontraríamos una forma para desaparecer.

Miré a Isabella después de un segundo cuando ella no dijo nada y la vi sentada tan quieta como una
estatua, mirando fijamente hacia el suelo cerca de mi pie. Tenía una expresión intensa en su rostro,
como si se estuviera concentrando con fuerza en algo. Mi ceño se frunció por la confusión y bajé la
vista hacia el suelo, tratando de averiguar qué carajos la había dejado embelesada, volví a mirar hacia
ella cuando no vi nada y suspiré.

“¿Bella, nena?” Le dije. Ella no respondió, siguió mirando fijamente al suelo como si fuera un puto
misterio que estaba tratando de resolver desesperadamente. Suspiré de nuevo. “¿Isabella?” Le dije,
más fuerte esta vez. Seguía sin responder y gemí, dando un paso hacia ella. La agarré por el hombro y
se estremeció apartándose de mí, asustada. Soltó un grito y sus ojos salieron disparados hacia los
míos, aparté mi mano rápidamente sorprendido por su reacción. Me quedé mirándola atónito y
sorprendido por el miedo en sus ojos. Se esfumó rápidamente, su rostro se transformó a una expresión
casi culpable, parpadeó un par de veces y sacudió la cabeza.
“Yo, eh… lo siento,” murmuró. Me quedé ahí parado mirándola por un momento, antes de volverme a
sentar en la silla con cautela.

“¿Qué pasa?” Le pregunté, preocupado porque había reaccionado de esa manera. Ella rápidamente
negó con la cabeza, tratando de ignorar esa mierda, pero yo no era estúpido. Algo pasaba. “No me
hagas eso, Isabella. Sé que algo está mal, dime.”

“No es nada, Edward,” dijo rápidamente, haciendo un gesto de negación. Se levantó de la silla como si
estuviera a punto de irse, pero yo no había terminado con la conversación. Estiré mi mano y la aferré
por la muñeca para detenerla, manteniéndola en su lugar. Sus ojos se abrieron por la sorpresa cuando
la sujeté y trató de alejarse pero mantuve mi agarre.

“¿Qué te pasa?” Le pregunté, curioso de saber por qué demonios me estaba mintiendo y ocultándome
algo, porque estaba claro como el agua que lo estaba haciendo. No me gustaba que tuviera secretos y
me ocultara mierda. Ella solo se me quedó mirando, sorprendida de que la estuviera regañando.

“Es, eh… es solo que ha sido un día tenso, sentada aquí con tu padre durante horas. No era
precisamente agradable, estoy algo nerviosa,” dijo después de un segundo, tirando de su brazo. Solté
su muñeca, sintiéndome como un imbécil por mantenerla allí y ella dio un paso hacia atrás. “No
quería ponerme histérica, lo siento.” Ella se quedó mirándome intensamente y le sostuve la mirada,
tratado de encontrar cualquier signo de engaño, preguntándome si era tan simple como esa mierda.

Suspiré y después de un momento me pasé la mano por el pelo. “Sí, está bien, como sea. Lo siento, no
debería haberte agarrado de esa forma. Es solo que no me gusta la idea de que tengas secretos para
mí,” le dije. Ella asintió y sonrió levemente, un poco forzado pero pensé que podría ser porque mi culo
acababa de sujetarla con fuerza. No podía estar jodidamente feliz conmigo por ello.

“Ocultarte cosas es la último que quiero hacer,” dijo en voz baja, un poco de nostalgia en su voz que
me confundió. Asentí vacilante después de un segundo.

“Sabes que puedes decirme lo que sea, ¿cierto?” Le pregunté. Ella asintió. “¿Ha dicho algo hoy mi
padre que te haya molestado?”

Ella suspiró y negó con la cabeza, vacilante. “Tu padre siempre dice lo que tiene que decir,” me dijo.
La miré, sus palabras eran algo crípticas y una parte de mí quería cuestionarla por ellas, pero decidí no
hacerlo. Me di cuenta que probablemente solo estaba paranoico, y no quería presionarla y que se
encabronara, si lo que decía era verdad. Imaginé que en todo el día él apenas le habría hablado, sin
tener nada que decir ya que probablemente, no tenían nada en común. “En fin, ¿estás listo para irnos?”
Preguntó.

Asentí y me puse de pie. “Creo que la mejor forma de decirlo es, si tú estás lista,” le dije, sonriendo y
sosteniendo las llaves del Mercedes. Sus ojos se abrieron y vi un destello de miedo combinado con un
entusiasmo que no podía ocultar. Ver su entusiasmo hizo que yo también lo sintiera. “Ven,
comencemos con el show.”

Me di la vuelta y me dirigí a la puerta y ella dudó, pero se puso en marcha detrás de mí. Abrí la puerta
y asentí con la cabeza hacia ella, diciéndole en silencio que pasara. Salió al pasillo y se detuvo, salí y
dejé que la puerta se cerrara. Empecé a caminar por el pasillo, queriendo salir rápidamente de allí de
una puta vez, y ella venía justo detrás de mí. Di la vuelta en la esquina y presioné el botón para bajar,
suspirando con impaciencia cuando se iluminó. Isabella se detuvo a mi lado y le eché un vistazo. Ella
debió sentir mi mirada porque me miró y sonrió, esta vez su sonrisa era sincera. Le devolví la sonrisa
guiñándole un ojo y vi con asombro como ese hermoso rubor subía lentamente por sus mejillas. Me
reí entre dientes y volteó su cabeza hacia el otro lado, tratando de cubrirse de mí avergonzada. Estiré
mi mano y tomé su barbilla, volviendo a girar su cabeza en mi dirección.

“Ah, no seas así, amor. Tu sonrojo es molto bello,” dije en voz baja. Su sonrojo se profundizó con mis
palabras y una dulce sonrisa envolvió sus labios. Me reí de nuevo, el ascensor sonó y las puertas se
abrieron. Dejé caer mi mano rápidamente y me giré para quedar frente a él cuando vi de nuevo el
uniforme rosado y el pelo rubio. Gemí, sacudiendo mi cabeza.

“Awww, miren a quien tenemos aquí, a los dos tortolitos juntos,” dijo Heidi, sonriendo con picardía.
Rodé los ojos y ella se rio un poco. “Hacen una linda pareja.”

“Cierra la puta boca,” le dije, manteniendo la voz baja pero tratando de sonar convincente, ya que casi
salíamos de ese lugar y no quería que mi papá escuchara y nos detuviera para hablar sobre esa mierda.
Heidi me lanzó una mirada que probablemente se suponía debía ser intimidante, pero parecía más
estreñida que otra cosa.

“Ha sido un cumplido, pendejo,” dijo en voz baja, mirando alrededor para asegurarse de que nadie
había escuchado. Le arqueé una ceja, negando con la cabeza.

“Bueno, jodidas gracias, pero me importa una mierda lo que pienses,” le dije. Ella entrecerró los ojos
y abrió la boca para hablar pero alguien se aclaró la garganta detrás de nosotros, haciendo que
rápidamente cerrara la boca de nuevo.

“Heidi, tengo algunas pruebas de sangre que necesitan ser tomadas.” La voz de mi padre sonó,
haciendo que me tensara un poco. Miré detrás de mí y vi que él estaba frunciendo el ceño, mirando de
Isabella a mí. El pánico comenzó a amenazar de nuevo por su expresión.

“Seguro, doctor C,” dijo Heidi con una voz alegre forzada. Ella pasó junto a mí, su brazo rozándome
enviando un desagradable escalofrío por mi espalda. El ceño de Isabella se frunció mientras me
echaba un vistazo rápido. Suspiré y me pasé una mano por el pelo, sacudiendo mi cabeza. Miré a mi
padre, esperando ver qué demonios iba a decir sobre todo esto.

“Váyanse chicos,” dijo simplemente después de un segundo, dándose la vuelta y alejándose. Observé
con sorpresa cuando él solo desapareció, ni siquiera tomándome la molestia de preguntar qué carajos
acababa de pasar. Para mí no tenía sentido, su ignorancia casi evidente de la situación. Él era un
hombre intuitivo, mi padre podía leer fácilmente a la puta gente, así que, ¿por qué demonios no estaba
cuestionándonos sobre esta mierda?

Isabella se acercó y entró en el ascensor, suspirando. Me reuní con ella y presioné el botón para bajar,
apoyándome contra la pared a medida que las puertas comenzaban a cerrarse. Al momento que se
cerraron haciendo clic y comenzamos a movernos, Isabella volvió su cabeza para mirarme.

“¿Te has acostado con esa chica?” Preguntó vacilante. Mis ojos se dispararon hacia ella,
estrechándose.
“Joder no,” le dije con brusquedad, sin que me gustara que me preguntara esa mierda. Yo era el único
culpable por haber andado follando con todas esas chicas y no podía culparla por preguntarlo, pero aun
así no me gustaba tocar el tema.

“Lo siento,” dijo volviendo su cabeza y mirando furiosa hacia el suelo. Suspiré, sintiéndome como un
imbécil al hablarle así por preguntarme. El elevador se detuvo y la puerta se abrió, e Isabella salió
hacia el vestíbulo rápidamente. La seguí hacia las puertas delanteras, casi teniendo que correr para
poder seguir el ritmo de sus piernas moviéndose rápidamente.

“Cristo, no debería haberte gritado así porque sí, ¿de acuerdo?” Le dije rápidamente. Ella suspiró y
asintió con la cabeza, bajándose de la acera y deteniéndose junto a la puerta del pasajero del coche. Mi
ceño se frunció por la confusión y bajé de la acera junto a ella. “Es solo que, no lo sé, creo que ella
está follando con mi padre. No me gusta pensar en esa mierda, pero como sea. No, no me he acostado
con ella.”

Isabella me miró sorprendida. “¿Ella y tu padre?” Dijo. Yo asentí.

“Sí, quiero decir, no sé si realmente están follando pero estoy bastante seguro de que ella le chupa la
polla. No sé nena, como sea, no tiene importancia. Ella es solo una puta, trato de no preocuparme por
la vida sexual de mi padre, ¿sabes?” Dije de un tirón, no muy cómodo hablando del tema. Ella me
miró por un momento de forma curiosa antes de asentir.

“Está bien,” dijo simplemente. Asentí agradecido de que solo dijera eso y dejó el tema, aún cuando
ella sabía que odiaba que dijera esa mierda. Nos quedamos allí en silencio por un segundo solo
mirándonos el uno al otro, antes de aclararme la garganta.

“¿Por qué estás aquí? Vas a conducir tú,” le dije, extendiéndole las llaves. Sus ojos se ampliaron por la
sorpresa, su boca se abrió por el shock.

“¿Ahora?” Preguntó, mirando a los alrededores, un poco de pánico brillaba en sus rasgos. Le sonreí
ligeramente y asentí.

“Sí, ¿por qué no?” Le dije, haciendo tintinear las llaves y ofreciéndoselas. Ellas las miró y extendió su
mano, tomándolas con cuidado.

“Yo, eh… no sé lo que tengo que hacer Edward,” dijo, bajando la vista hacia la palma de su mano.
Suspiré y asentí.

“Lo sé, yo te guío. ¿Ves esa cosa grande de color negro con ese enorme botón de color rojo?
Presiónalo…” Comencé a decir, pero antes de que pudiera decir otra palabra ella presionó el puto
botón rojo del pánico. Las luces empezaron a parpadear y la bocina comenzó a sonar, y sus ojos se
agrandaron por el susto. Hice un gesto de negación y estiré mi mano, presionando el botón para
detener la alarma. Ella me miró aliviada y me sonrió con timidez, y me reí entre dientes.

“Lo siento,” dijo en voz baja, sonrojándose. Asentí, dándome cuenta que iba a ser un jodido desastre si
ni siquiera podíamos abrir las puertas sin cometer un error.

“Está bien. ¿Qué tal si empezamos de nuevo con esta mierda?, y esta vez no haces nada hasta que yo te
lo diga, ¿de acuerdo?” Le dije, levantando mis cejas. Ella asintió todavía sonrojada, y sonreí para que
ella no pensara que estaba enojado o algo así, aunque podía sentir la ira amenazando muy dentro de
mí. No era una persona paciente y esto iba a tomar cada gota de paciencia que pudiera sacar de donde
fuese. “¿Ves el botón con la imagen del candado abierto?”

“Sí,” dijo ella mirándolo. Asentí.

“Presiona ese hijo de puta,” le dije. Ella lo presionó con cuidado y los seguros del coche se abrieron.
Me miró y sonrió, y me eché a reír al ver su jodida expresión de orgullo por haber hecho bien esa
mierda. ¿Quién diría que tal satisfacción sería posible por quitar el seguro de la puerta de un coche?
“Ahora entra por el lado del conductor, y no toques nada,” le dije. Ella asintió y rodeó hacia el otro
lado del coche. Abrí el lado del pasajero y entré, cerrando la puerta.

Subió del lado del conductor y cerró la puerta, mirando a su alrededor confundida. Me contuve de
reírme por el hecho de que el pinche maldito asiento estaba tan atrás que no podía alcanzar nada, y era
obvio que se estaba devanando el cerebro tratando de averiguar cómo demonios iba a conducir así.
Después de un segundo estiré la mano y utilicé los controles para ajustar su asiento de manera que
pudiera ver por encima del tablero y alcanzar los pedales. Ella me dio una pequeña sonrisa de
agradecimiento y estiró su mano, agarrando su cinturón de seguridad y poniéndoselo. Me miró,
alzando las cejas inquisitivamente. “¿Tú no vas a, eh, usar tu cinturón?” Preguntó dudosa.

“¿Alguna vez he usado el cinturón, Bella?” Le pregunté. Ella negó con la cabeza, vacilante.

“Pero no sé muy bien lo que estoy haciendo…” Empezó a decir. Suspiré, encogiéndome de hombros.

“De verdad, conducir es pan comido, no puedes ser tan jodidamente mala en ello,” le dije. Ella
suspiró, mirándome con incredulidad, pero después de un momento se encogió de hombros.

“Como digas,” murmuró. Y yo asentí.

“Bien, eso está bien. Lo que yo diga. Y yo digo que agarres la parte metálica de la cosa negra, saca la
llave y métela en el encendido,” le dije. Ella suspiró y asintió, haciendo lo que le había dicho. Metió la
llave en el encendido y esperé a que arrancara el coche pero no lo hizo. Suspiré con impaciencia.
“¿Vas a arrancar el coche o qué?”

Ella me miró nerviosa. “Pero, no me has dicho que lo hiciera,” me dijo. Asentí vacilante, al darme
cuenta que esta mierda iba a ser mucho más difícil de lo que yo pensaba.

“Solo gira la llave,” le dije. Ella asintió y giró la llave hacia adelante, el motor rugió a la vida, pero
lamentablemente no soltó la llave después de que hubo arrancado y continuó chirriando. “¡Cristo,
Bella, suéltala antes de que quemes el puto arranque u otra cosa!”

Ella soltó rápidamente la llave, alejando su mano de ella, sus ojos desorbitados por el miedo cuando
ella me miró. “Lo siento, no lo sabía,” dijo rápidamente. Suspiré, pasando una mano por mi pelo.

“Está bien, joder, debería habértelo dicho. Pensé que al menos sabrías esa mierda,” le dije. Ella
suspiró, negando con la cabeza.

“Puedo contar el número de veces que viajé en coche en Phoenix con una mano, Edward. No sé nada
de coches,” me dijo. Yo asentí.

“Está bien, sí. No había pensado en esa mierda. Es mi culpa,” murmuré. Me incliné, dándome cuenta
que tenía que revisar lo básico que un puto niño de cinco años podría decirte, pero sabía que no podía
culparla porque no era su puta culpa que haber estado tan aislada. Aunque sí me molesté, no pude
evitarlo.

“Acelerador y freno. El acelerador para avanzar y el freno para parar. ¿Has entendido?” Ella asintió.
“Bien. R es reversa para ir hacia atrás, D es para conducir hacia adelante, y E es estacionarse, para
aparcar el puto coche. ¿Has entendido?” Le pregunté, solo señalándole cosas que ella encontrara
convenientes. Ella asintió. “Los espejos laterales y el espejo retrovisor, solo tienes que mirar por esos
cabrones para ver qué hay detrás de ti y a tu alrededor de manera que no golpees ninguna mierda.
¿Entiendes?”

Miró a su alrededor por un segundo antes de asentir. “Creo que sí,” dijo dudosa, sin escucharse muy
segura de sí misma.

“Relájate, es muy fácil,” le dije, encogiéndome de hombros. Le señalé las luces direccionales,
diciéndole cuándo y cómo usarlas, sin saber si sabía diferenciar su jodida izquierda de su derecha ya
que no sabía ninguna otra maldita cosa y no quería preguntarle y tal vez ofenderla, así que
simplemente se lo indiqué, solo por si acaso.

“¿Y qué pasa con las señales?” Preguntó vacilante. Suspiré.

“Detente frente a los enormes octágonos de color rojo que dicen STOP. Y si el semáforo está en rojo,
te detienes frente a la línea. Si está verde, sigues adelante,” le dije, encogiéndome de hombros. Es
simple sentido común.

“¿Y si está de color amarillo?” Preguntó. La miré y sonreí.

“Si está amarillo aceleras de una puta vez para poder atravesarlo antes de que se ponga rojo,” le dije,
encogiéndome de hombros.

Su ceño se frunció un poco pero asintió.

“Está bien,” dijo. Suspiré y asentí.

“Bien nena, empecemos con esta mierda de una vez. Solo quédate entre la línea amarilla y la blanca,
en tu carril y estaremos listos. Pon a esta perra en reversa y da marcha atrás.”

Alargó la mano y agarró la palanca de cambios para ponerla en reversa y tiró de ella. Su frente estaba
arrugada y levantó la vista hacia mí confundida. Suspiré al darme cuenta que no le había dicho cómo
hacer esa mierda. “Tienes que mantener el freno apretado con tu pie y presionar el botón en la palanca
de cambios para moverla,” le dije. Ella asintió e hizo lo que le había dicho, poniéndolo en reversa con
éxito. “Bien, ahora quita el pie del freno, pisa el acelerador y conduce.”

Ella suspiró y quitó su pie del freno, tomando una respiración profunda antes de pisar el acelerador. El
coche salió disparado hacia atrás cuando ella piso accidentalmente el puto acelerador hasta el fondo.
Ella empezó a darle vueltas al volante y nos hizo girar rápidamente casi subiendo a la parte trasera de
la acera que sale del hospital y malditamente cerca de golpear una señal. Ella golpeó el freno con
fuerza y nos detuvimos con una sacudida.

“¡Jesús, Bella, te he dicho que pisaras el acelerador no que lo apretaras hasta el puto fondo!” Le dije,
agarrándome con fuerza al maldito asiento. Ella me miró, el miedo era evidente en sus ojos. “Solo
presiónalo ligeramente, ¿de acuerdo?” Le dije, tratando de calmarme y hablar en voz baja para no
asustarla más de lo que ya estaba, obviamente ya estaba entrando en pánico.

Ella asintió y bajó su mano poniendo el coche en directo. Soltó el freno y presionó ligeramente el
acelerador y comenzamos a avanzar a través del estacionamiento. Llegó a la señal de Stop al final del
estacionamiento y pisó el freno con algo de fuerza, volviéndonos a sacudir, pero al menos no fue tan
malo como la primera vez. Se quedó allí por un momento, mirando para un lado y para el otro, y
empecé a impacientarme preguntándome por qué demonios no estaba yendo hacia ningún lado. No
había ningún maldito coche en la carretera.

“Si no hay ninguna mierda viniendo, puedes avanzar. No tienes que quedarte aquí,” le dije. Ella
suspiró, echándome un vistazo.

“¿Y hacia dónde exactamente me dirijo, Edward?” Preguntó, sonando algo molesta. Me quedé
mirándola por un segundo antes de sonreír ligeramente. Ella estaba esperando mis putas instrucciones.

“Por allá,” le dije, apuntando hacia la izquierda. Ella asintió con la cabeza.

“Entonces, a la izquierda,” dijo, escuchándose todavía molesta. Inmediatamente encendió la luz


intermitente para girar a la izquierda y miró a ambos lados antes de pisar el acelerador y salir a la
carretera. Se metió en su carril y le temblaban las manos sobre el volante, pero lo mantuvo estable
casi en su totalidad. Realmente se veía jodidamente nerviosa, y eso me ponía nervioso a mí.

Nos acercábamos al semáforo y a unos treinta metros la luz cambió a amarilla. El sentido común me
dijo que ella pisaría el freno, porque definitivamente estaría en rojo antes de que pudiera cruzar, pero
por supuesto no le había hablado con jodida lógica así que ella no pensaba de esa forma. Pisó el
maldito acelerador, enviándome disparado hacia atrás en mi asiento y se fue directa a cruzar a toda
velocidad esa hija de puta después de que se hubiera cambiado a rojo a casi el doble del maldito límite
de velocidad.

“¡Acabas de pasarte una maldita luz roja, Isabella! Rojo significa detenerse, joder, ¿no has escuchado
esa parte? ¿No entiendes inglés?” Le grité, asombrado. Ella dejó escapar un sonido de molestia se
escuchó jodidamente cerca a un gruñido y me miró brevemente de soslayo.

“Tú has dicho que pisara el acelerador cuando estuviera en amarillo. Así que eso ha sido lo que he
hecho,” dijo con brusquedad, obviamente muy nerviosa.

Gemí, negando con la cabeza. “Sí, si vas a lograr pasar esa mierda, lo que obviamente aquí no podías
hacer,” le repliqué.

“¿Cómo iba yo a saberlo?” Gritó. Escucharla elevar su voz hizo que mi temperamento se enardeciera y
mi mano se volvió un puño involuntariamente. Estiré la mano y golpeé el tablero frente a mí,
gruñendo.
“Mierda, simplemente se supone que debes saberlo,” dije con brusquedad, sin tener una buena
respuesta para su pregunta porque la verdad, ¿cómo se supone que ella iba a saber esa mierda? Me
echó un vistazo, con un poco de miedo y aprensión en sus ojos. La miré por un momento, sintiéndome
como un pendejo por gritarle cuando en realidad no era su culpa, y levanté la vista mirando por el
parabrisas a tiempo para verla dirigiéndose directamente hacia un puto buzón de correo. “¡Mierda!”
Grité, estirando la mano y agarrando el volante. Lo giré con brusquedad y el coche se sacudió, el
espejo lateral golpeó el buzón pero afortunadamente no se cayó. Isabella apretó los frenos, el coche
patinó hasta detenerse rápidamente a un costado de la carretera. Seguí agarrando el volante mientras
ella seguía pisando el freno, teniendo la puta esperanza de no haberle dejado una marca al coche de mi
padre, porque lo último que necesitaba es que tratara de castigarla y yo tuviera que intervenir. Hoy
había conseguido un indulto, dudo que llegado el momento consiguiera otro.

“Yo, eh…” Comenzó a hablar. Solté el volante y sostuve mi mano arriba para indicarle que no dijera
nada, negando con la cabeza.

“Solo, ni siquiera te molestes. Está bien, ha sido mi culpa. En fin. Vamos a ver si podemos intentarlo
de nuevo. Me sentaré aquí, cerrando la puta boca y dejaré de distraerte, y tú simplemente prestarás
atención a la carretera, ¿de acuerdo?” Le pregunté, tratando de mantener mi nivel de voz. Sabía que
estaba manejando mal esta mierda, pero igual que como la lectura, joder, no sabía cómo enseñarle.
Ella debería de saber esa mierda, y no era su culpa que no fuera así, pero, ¿cómo demonios le enseñas
a una persona una cosa que simplemente es algo lógico para ti?

“Está bien,” dijo en voz baja. Asentí y estiré mi mano agarrando el puto cinturón de seguridad y
poniéndomelo rápidamente. Me miró sorprendida y le sonreí con timidez antes de hacer un ademán
con la mano, diciéndole en silencio que continuara. Soltó el freno y tocó el acelerador, volviendo a
entrar en el carril y avanzando de nuevo. Llegó a una señal de ceda el paso y en ese momento recordé
que no le había dicho qué demonios significaba una señal para ceder el paso. Abrí mi boca para hablar
pero era demasiado tarde, porque ella pasó volando justo donde estaba esa hija de puta sin siquiera
disminuir la velocidad. Grité algunas groserías mientras sonaban neumáticos chirriando. Isabella gritó
y golpeó los frenos, la cual era la última maldita cosa que tenía que hacer cuando se acaba de cruzar a
un puto coche, así que grité y le dije que pisara el acelerador. Su cabeza se giró rápidamente en mi
dirección, el jodido pánico claro como el agua en sus ojos, y golpeó el acelerador. El coche salió
disparado hacia adelante y volvió de nuevo su atención a la carretera, agarrando el volante con fuerza.
La miré horrorizado, observando como su cuerpo empezaba a temblar y sus ojos se llenaban de
lágrimas. Estaba jodidamente aterrorizada, y estaba tratando de contener esa mierda, de inmediato me
sentí mal porque en buena parte era por mi culpa. Porque una maldita lección de conducir no debería
ser así de jodidamente dramática, aún con alguien que no sabía nada en absoluto sobre conducción.

“Entra en el estacionamiento a la derecha,” le dije en voz baja a medida que nos acercábamos a la
tienda de comestibles. Encendió las luces intermitentes y entró en el estacionamiento, pisando los
frenos de manera que el coche patinó hasta detenerse atravesado en algunos lugares del
estacionamiento. Estiré la mano y agarré la palanca de cambios, presionando el botón y poniéndola en
estacionar. “Puedes soltar el freno, nena.”

Me miró vacilante e hizo lo que le había dicho. Todavía agarraba el volante con fuerza, con tanta
fuerza que podía jurar que estaba doblando al cabrón, y su cuerpo todavía estaba temblando. Estiré mi
mano y froté ligeramente su brazo, suspirando. “¿Estás bien?”
Ella asintió pero mientras lo hacía una lágrima que estaba tratando de reprimir se escapó y se deslizó
por su mejilla. Soltó el volante rápidamente y levantó su mano limpiándose la lágrima.

“Estoy bien,” susurró, su voz temblorosa. Suspiré y desabroché mi cinturón, inclinándome hacia ella y
envolviendo mis brazos a su alrededor. Alcancé su cinturón y lo desabroché, atrayéndola hacia mí.

“Acabo de hacer esto mucho más difícil de lo que debería haber sido, lo siento,” murmuré. Ella soltó
el volante por completo y se apoyó en mí de manera que pudiera sostenerla. Asintió pero no dijo una
palabra. Podía sentir su cuerpo temblando en mis brazos, ya que obviamente estaba aterrorizada y
joder, en realidad no podía culparla. Tenía que ser abrumador, que simplemente te lancen a hacer esa
mierda. Incluso recuerdo la ansiedad que sentí cuando me puse por primera vez detrás de un volante y
estaba acostumbrado a los coches, sabía exactamente qué demonios estaba haciendo y todavía me
sentía un poco nervioso al hacerlo realmente.

“¿Quieres que conduzca yo a casa? Creo que sería mejor que uno de mis hermanos te enseñara esta
mierda,” le dije, suspirando. Se apartó rápidamente, frunciendo el ceño.

“De todos modos, ¿por qué tengo que aprender?” Preguntó. La miré brevemente, sorprendido, antes de
encogerme de hombros.

“Para que puedas trasladarte tu sola, sin tener que depender constantemente de uno de nosotros para
que te lleve,” le dije. Su ceño se frunció aun más.

“¿Me va a dejar salir en público sola?” Preguntó confundida. Me encogí de hombros.

“Supongo. Quiero decir, tienes que ir a la tienda de comestibles y esas mierdas, ¿verdad?” Le dije,
señalando a la tienda frente a nosotros. “Y no me importa ir contigo, pero joder, simplemente sería
mucho más fácil si pudieras ir sola cuando tengas tiempo, ¿sabes? Y además, es bueno tener esa
habilidad, una que apreciarás cuando te saque de esta situación y estemos libres de esta mierda.”

Ella se quedó mirándome por un momento, una expresión curiosa en su rostro. “¿Libres?” Preguntó en
voz baja, levantando su mano y frotando suavemente mi mejilla. Una pequeña sonrisa llegó a sus
labios mientras me miraba, sus ojos se llenaron de lágrimas nuevamente. Sonreí y asentí con la
cabeza, inclinándome hacia adelante y besándola con suavidad.

“Sí, libres. Tú y yo juntos, no importa lo que tenga que hacer,” murmuré contra su boca.

Me respondió el beso con dulzura, las yemas de sus dedos frotando la ligera barba en mi rostro.

“Te amo, Edward,” dijo mientras se apartaba. Le sonreí, asintiendo con la cabeza.

“Y yo te amo a ti. Ti amo, la mia bella ragazza. Sempre*,” le dije. Su sonrisa creció y una lágrima se
deslizó por su mejilla. La estaba haciendo llorar de nuevo, pero al menos esta vez eran lágrimas de
felicidad.

“Sempre,” susurró, asintiendo. De nuevo se inclinó hacia adelante y presioné mis labios en los suyos,
besándola apasionadamente, mi lengua sumergiéndose en su boca. Se apartó después de un momento,
sin aliento y sonrojada. “Pero no quiero que nadie más me enseñe a conducir, quiero que me enseñes
tú.”
Me reí un poco. “Maldición, tengo que ser bueno besando para que te hayas olvidado del puto desastre
que acabo de hacer como maestro,” le dije en broma. Se echó a reír, negando con la cabeza.

“Estamos aprendiendo juntos, ¿recuerdas? Dijiste que lo resolveríamos todo juntos, y tengo fe en que
lo haremos, así que creo que conducir no debe ser diferente,” dijo. Sonreí, sus palabras hicieron que el
amor que sentía por ella aumentara, el hecho de que no quisiera a nadie más sino a mí para hacer todo
juntos me llegó al alma. Porque quería estar a su lado en cada paso del camino, no importaba lo difícil
que fuese. Éramos supervivientes, y sobreviviríamos a esta jodida situación en la que estábamos, y
algo tan insignificante como conducir un puto coche no iba a ser la excepción. Si ella había podido
sobrevivir al cautiverio y la esclavitud y yo había podido sobrevivir a estar cerca de la maldita muerte
y a la pérdida de mi madre, entonces juntos, no había puta razón por la que no pudiéramos sobrevivir a
una maldita lección para conducir.

“Está bien. Empecemos de cero, vamos a comenzar de nuevo con esta mierda. Antes que nada, cuando
llegues a una luz amarilla, baja la velocidad de una puta vez y detente. Más vale prevenir que
lamentar, ya sabes...”

******************
Ti amo = Te amo

La mia bella ragazza = Mi chica hermosa

Sempre = Siempre

Guardi le vostre parole = Cuida tu boca


Capítulo 44 Yo creo

“Yo creo que es mejor decir la verdad que una mentira. Yo creo que es mejor ser libre que ser un
esclavo. Y yo creo que es mejor saber a ser ignorante" – Henry Louis Mencken

Isabella swan
Traducido por Lanenisita

Abrí la puerta del refrigerador y suspiré, mirando en su interior. Después del día que había llevado lo
único que quería hacer era subir las escaleras e irme a dormir, olvidando completamente que este día
había pasado, pero eso simplemente no era posible. Eran ya unos minutos después de las seis de la
tarde y el doctor Cullen llegaría a casa a las siete, esperando tener su cena sobre la mesa y una casa
limpia. Había estado fuera todo el día por lo que no había arreglado la casa y tampoco ayudaba el
hecho de que no había sido capaz de preparar algo para la cena, así que lo único que me quedaba era
improvisar. El hecho que hoy fuese el cumpleaños del doctor Cullen me ponía incluso más nerviosa y
todo lo que quería era hacer las cosas perfectas, a pesar de que en realidad él ni siquiera quería
celebrarlo.

Aprender a conducir había sido una de las experiencias más sorprendentes de mi vida. No creo que
Edward haya comprendido en realidad lo abrumador que había sido todo eso para mí. Por primera vez
en mi vida, alguien me daba el control. Y aunque fuese pequeño en proporción, ya que todo lo que
habían hecho era permitirme conducir el auto en la dirección que me marcaron, no obstante me habían
dado un pequeño fragmento de autoridad. Yo estaba a cargo de algo que no era la aspiradora o la
lavadora de ropa, a cargo de algo que era poderoso y caro, ellos me habían dado el control de algo que
era completamente innecesario para mí. Y por primera vez en mi vida, alguien más estaba bajo mi
voluntad, y aunque se trataba simplemente de Edward, no creo que él se percatara del hecho que su
vida había estado en mis manos. Podría haberle causado un gran daño, y aunque nunca se lo haría eso
me demostró que realmente él confiaba en mí. Siempre me había dicho que lo hacía y nunca había
dudado, pero me lo había demostrado hoy y eso significa mucho para mí, más de lo que él pudiese
siquiera imaginar.

La clase de conducción empezó horrible, porque Edward era por naturaleza impaciente y yo no tenía
ni idea de lo que estaba haciendo. Yo no sabía nada de autos y casi me avergonzaba admitir que
apenas había prestado atención cuando Edward conducía, o cuando lo había hecho el doctor Cullen, así
que nunca había comprendido realmente la mecánica de todo eso. Yo sabía que él había estado irritado
por toda la situación y que para variar me había dado instrucciones muy vagas, lo que a su vez terminó
irritándonos a ambos. Cometí un montón de errores sin intención, simplemente tratando de hacer lo
que él me había dicho, y casi estrello el coche un par de veces. En una ocasión he golpeado un buzón
de correos y lo hubiese tumbado por completo si Edward no hubiera reaccionado tan rápido como lo
había hecho. Podría haber sido un desastre, y todavía existe la posibilidad de que lo sea porque había
quedado una marca en el espejo lateral del doctor Cullen en el lado que yo lo había golpeado. No sabía
cómo se lo tomaría el doctor Cullen, si estaría lo suficientemente molesto como para querer
castigarme. Aunque en cierta forma esto había sido idea suya, ya que él había sido el que había dicho
que aprendiera a conducir por cualquiera que fuese la razón, así que Edward le había restado
importancia diciendo que no era gran cosa. Pero no estaba segura de eso, ya que el doctor Cullen no
siempre era el hombre más lógico del mundo. Él me había castigado por algo que no había sido del
todo mi culpa en octubre, una situación que él había ayudado a crear, así que debía reconocer que era
posible que la marca en su auto podría, de manera potencial, garantizarme otro castigo. Quizás lo
vería como si hubiese faltado el respeto a su propiedad, o quizás él ni siquiera trataría de justificar su
razonamiento. Después de todo, él tampoco tenía que hacerlo.

Después del susto inicial a causa de la clase de conducción, después que Edward me alzara la voz
bruscamente un par de veces y que yo aparentemente ‘casi lo matase o le causara un maldito infarto, o
ambos’ como me había dicho después, las cosas comenzaron a ir con mucha más calma. Creo que
tenía que ver con el hecho de que empecé a llorar, la presión y el miedo eran demasiado para mí y me
estaban partiendo en dos. Pude ver que él se sentía mal, y continuó disculpándose una y otra vez, yo le
aseguré que estaba bien. Sabía cómo era él, cómo perdía el control y su falta de paciencia, y aunque no
me gustaba, lidiaba con eso. Él lidiaba con mi incompetencia en cosas que él veía como sencillas, y yo
lidiaba con su inhabilidad de mantenerse calmado todo el tiempo. Y por suerte, después que ambos
nos calmáramos en el estacionamiento de la tienda de comestibles y de que él pudo explicarme las
cosas de una manera racional, no tuvimos mayores contratiempos. Me hizo dar la vuelta al pueblo un
par de veces y aunque estaba nerviosa al inicio, finalmente empecé a relajarme, sintiéndome cada vez
un poco más cómoda detrás de volante.

Pero cualquier felicidad u orgullo que normalmente podría haber tenido por un logro tan grande, lo
que para alguien como yo era un asunto enorme, desafortunadamente estaban opacados por los eventos
previos de ese día. Porque las palabras del doctor Cullen, sentado en su oficina, se seguían infiltrando
en mis pensamientos, haciendo eco en mi mente como una canción en repetición automática.

… mi hijo será bastante persuasivo… se está empezando a impacientar…

… tú querrás seguirlo a ojos cerrados…

… está metiéndose cada vez más en ese asunto… huir solo va a provocar que alguien salga herido…

… no puedo permitir que él sea una víctima…

… necesito tu ayuda…

… te rastrearé y te mataré… no puedo permitir que mi hijo salga lastimado…

… secretos fácilmente podrían provocar su muerte… cosas que ni siquiera yo sabía…

… no logra comprender la seriedad en el hecho de desperdiciar su vida…

… ellos esperan que simplemente les entregue a mi hijo…


… Lo estás salvando de maneras en las que yo he fallado…

… yo también estoy tratando de salvarlo de algo que él no se da cuenta que necesita ser salvado…

… una salida para que todos seamos salvados y en la que nadie deba ser sacrificado…

Una y otra vez se repetían esas frases en mi cabeza, mi mente trataba de darle sentido a algo que hasta
este punto no parecía tenerlo. No dudaba de las palabras del doctor Cullen en absoluto, ya que se podía
decir que basado en su tono de voz, él hablaba muy en serio y que la vida de su hijo no era algo con lo
que podía manipularme. El doctor Cullen claramente amaba a sus tres hijos y la preocupación era
evidente en sus palabras… el problema era, que yo simplemente no lo entendía. Supongo que eso no
era sorprendente, considerando que el doctor Cullen había sido muy directo diciéndome que no
esperaba que lo entendiera ya que no me estaba dando detalles, pero que al menos esperaba que lo
obedeciese. Y aquello era lo difícil, ya que aún no estaba del todo segura que era aquello que se
suponía que debía hacer para ayudarlo, o cómo iba a hacer para mantener a Edward apartado de esto
sin darle a conocer la conversación que el doctor Cullen y yo habíamos tenido. No estaba del todo
segura cuánto de esa conversación se suponía que debía mantener en secreto, si podía decirle al menos
una parte de ella. Estaba segura a este punto que Edward me conocía bastante bien, y que podía leer
mis estados de ánimo muy fácilmente, así que ocultarle secretos no sería nada fácil. Yo había
perfeccionado el arte de eludir cosas, de evadir y guardar secretos al crecer en la casa Swan, ya que
aquellas características fueron las que me mantuvieron fuera de problemas pero sobre todo, viva. Pero
era distinto con Edward, por primera vez en mi vida alguien realmente me conocía, por completo. Y
ahora tenía que ocultar una parte de mí nuevamente, por su seguridad, y aquello me molestaba
inmensamente. La peor parte, sin embargo, era ni siquiera saber el porqué lo estaba haciendo.

¿Qué era aquello tan peligroso que podría hacer que Edward saliera lastimado? ¿Y cómo podría
lastimarlo? Por mucho que me diera miedo al escucharlo, no podía culpar al doctor Cullen por admitir
que me mataría antes que permitir que su hijo saliera lastimado, porque llegado el momento yo
preferiría morir antes de que Edward fuese lastimado por mi culpa. Pero el problema se basaba en el
hecho que yo ni siquiera podía imaginar qué era aquello sobre mí que podría hacer que Edward saliese
lastimado por indagar, al menos que fuese el doctor Cullen quien hiciera el daño a Edward. Yo no
podía siquiera imaginarlo lastimando a su propio hijo, ya que se veía claramente que estaba tratando
de mantenerlo y de no causarle ningún daño. Pero lo importante era, que yo no era nadie especial. No
era nada más que una esclava de dieciséis años, y que nunca sería nada más que una esclava. Podría
tener un padre vinculado con el crimen organizado, pero él rehusaba a reconocerme siquiera.
Significaba tan poco para él que me vendió por unos dólares fácil y alegremente, sin importarle
siquiera lo que me ocurriría, o para qué era requerida. Estaba claro incluso cuando él había aludido
llevarme a la subasta, para venderme como esclava sexual porque el precio de venta habría sido
mayor. Y mi madre no era nada más que una esclava también, había sido una niña esclava como yo, y
en aquellos días no era nada más que una goomah obligada, como Edward me había dicho que se
llamaban a las amantes de los mafiosos. Yo, técnicamente ni siquiera existía en el mundo, así que
honestamente no le importaba a nadie más fuera de esta casa. Entonces, ¿cómo podía causarle daño a
Edward el hacer preguntas o indagar sobre mí? Yo no era nadie; por tanto no debía existir razón
alguna por la cual alguien siquiera saliera lastimado por indagar sobre mí. Entonces, ¿cuál sería ese
secreto?

Creí que posiblemente fuera porque soy una esclava, que él sentía que yo no era suficiente para
Edward. Y en ocasiones yo también me sentía de esa manera incluso cuando Edward tenía una manera
especial de hacerme sentir hermosa y que valía la pena. Pero mientras más rondaban las palabras del
doctor Cullen en mi cabeza, más sentía que todo esto era más grande de lo que pensaba. Si era por el
solo hecho de que yo era una esclava, no debería existir el incentivo de su parte para que nos
permitiera seguir con lo que estábamos haciendo. Me había sentido un poco sorprendida cuando lo
dijo, que él nos permitiría seguir con la relación mientras no nos luciéramos frente a él. Así que no
podía ser que le molestara ese hecho, ya que casi parecía no tener problemas con ello. Era algo más,
alguna fuerza externa, algo que aún era un misterio para mí, algo que podría causarnos potencialmente
daño a todos nosotros si Edward empezaba a intentar indagar información sobre mí. Pero ¿qué
información podría siquiera encontrar? No existía nada…

Estaba desconcertada. Y me sentía incluso más confundida sobre cómo abordar la situación, cómo
diluir su curiosidad y detenerlo de cualquier cosa que estuviese haciendo sin exponer mis motivos,
haciendo que él sospechase aún más. Necesitaba encontrar el punto medio entre la honestidad y el
engaño… encontrar la manera de decirle la verdad y hacer que entendiera algo que ni siquiera yo
entendía, pero aun así protegerlo de las consecuencias de todo esto, de todo aquello que yo tampoco
entendía. ¿Cómo puede uno hacer algo así?

No quería que pensara que estaba perdiendo la esperanza, a pesar de que las palabras del doctor Cullen
habían empezado a hundir y ahogar mi nueva y recién descubierta esperanza. Porque si el doctor
Cullen no encontraba una forma de sacarnos a todos de cualquiera que fuese esta situación sin que
alguien saliese herido y eso que él sabía todo lo que estaba ocurriendo, ¿cómo podía esperar que
Edward y yo resolviéramos todo esto y estuviéramos bien?

En el auto, cuando mencionó que nosotros podríamos ser ‘libres’ juntos, me impactó con fuerza. Sentí
el deseo más intenso de libertad que jamás había sentido en mi vida cuando lo dijo, y eso que no
estaba siquiera muy segura qué era exactamente lo que significaba libertad para mí. Pero la quería, lo
que sea que fuese; quería encontrarla de manera desesperada para que Edward y yo pudiésemos estar
bien juntos. No estaba segura si eso era posible ahora y eso me había golpeado con fuerza, ya que era
difícil aceptarlo después de haberme permitido a mí misma tener esperanza por una vez en mi vida.
Decidí entonces no desperdiciar ni un solo momento a su lado, sin importar lo molesto que él pudiera
estar a veces o lo difícil que las cosas pudieran ponerse, porque no sabía con certeza cuanto iba a durar
esto. Haría lo que fuese para disipar toda esta situación, así el doctor Cullen no tendría que intervenir
pronto y tratar de separarnos, pero simplemente no sabía cómo hacerlo.

¿Cómo logras detener a alguien de cruzar una línea invisible que tú ni siquiera ves y que no tienes ni
idea dónde está?, ¿cómo haces que ese alguien entienda y permanezca quieto sin explicarle
absolutamente nada del porqué tiene que permanecer donde está? Incluso peor, ¿cómo lo haces cuando
ese alguien es tan impredecible e irracional como Edward?

Salté y grité cuando sentí un brazo envolverme alrededor de mi cintura, volteándome rápidamente
para ver a Edward de pie detrás de mí. Me miró confundido, obviamente no estaba seguro de mi
reacción, pero había estado tan perdida en mis pensamientos que no lo había escuchado acercarse. Le
di una pequeña sonrisa, mi corazón empezó a latir de manera errática en mi pecho en cuanto lo vi.
Estaba recién salido de la ducha, su cabello se había oscurecido hasta quedar en un tono casi café
debido a la humedad y estaba todo desordenado por pasar sus dedos por él. No estaba usando nada más
que un par de pantalones sueltos para hacer ejercicio, los cuales se habían bajado un poco y dejaban a
la vista unos boxers negros. Estaba descalzo y sin camisa, y se veía absolutamente deslumbrante.
Podía olerlo con fuerza, la mezcla de su champú y jabón y su aroma natural de rayos de sol
intoxicaban mis sentidos.

Sonrió y se inclinó hacia adelante, presionando su boca contra la mía. Yo abrí un poco mis labios y
dejé escapar un suave gemido cuando su lengua entró en mi boca y empezó a juguetear con la mía.
Sabía a menta debido a su pasta dental pero había otro ligero sabor amargo que me sorprendió. Se
alejó después de un momento, mi ceño se frunció en confusión.

“¿Has bebido?” le pregunté curiosa. El sabor amargo que había notado, sabía casi exactamente igual a
esa botella de alcohol que tenía guardada en el cajón de su habitación. Parecía casi asombrado por mi
pregunta y parpadeó un par de veces antes de sonreír tímidamente. Su expresión fue la única reacción
que necesité, ya que estaba claro que había acertado con mi suposición, negué con mi cabeza,
sonriendo. Me giré con dirección al refrigerador y Edward soltó una risita, envolviéndome por mi
cintura con sus brazos y acercándome nuevamente a él. Miré el refrigerador una vez más y Edward
apartó mi cabello a un lado, acariciando mi cuello. Mis ojos se cerraron de forma involuntaria cuando
sentí sus húmedos labios entrar en contacto con mi piel, su caótico y húmedo cabello rozándose con
mi mejilla y mi oreja. Se sentía frío y me hacía cosquillas, causando que un escalofrío me recorriera el
cuerpo por completo. Edward soltó una nueva risita y alejó su boca de mi cuello.

“Emborrachémonos esta noche, tesoro, solo tú y yo,” murmuró. Mi ceño se frunció a causa de la
confusión y lo miré.

“¿Por qué?” le pregunté. Se encogió de hombros.

“Demonios, no lo sé, ¿porque es viernes? ¿Necesita alguien realmente una razón para emborracharse?
Creo que será divertido. Y prometo ser un perfecto caballero,” dijo inclinándose nuevamente y
presionando sus labios en un beso sobre mi piel. Sentí la punta de sus dientes en mi nuca y gemí de
manera impulsiva. Estaba sorprendida por la reacción de mi cuerpo que él encendía cada vez que de
manera juguetona me mordía, ya que jamás podría haber imaginado que algo así se sintiera bien, y él
lo había estado haciendo cada vez con más frecuencia durante toda la semana anterior. “Bueno, a la
mierda. Quizás no seré un perfecto caballero.”

Reí suavemente, haciendo un gesto de negación. “Lo que sea que digas,” murmuré. Suspiró y presionó
un nuevo y suave beso en mi cuello antes de enderezarse.

“¿Sabes?, nosotros tenemos aire acondicionado,” me dijo. Mi ceño se frunció confundido y lo miré
enseguida, sin saber en realidad de qué estaba hablando. Miró mi expresión y sonrió levemente.
“Quiero decir, has tenido la maldita puerta del refrigerador abierta demasiado tiempo así que he
pensado que a lo mejor estabas tratando de enfriar la cocina o algo así, al dejar que todo el jodido aire
frío saliera de allí.”

Rodé mis ojos de manera juguetona y miré nuevamente al refrigerador, sonriendo. “Estaba pensando
en qué hacer para la cena,” le dije. Él tarareó en respuesta, asintiendo a la vez.

“¿Qué estas preparando? Porque estoy hambriento,” me dijo, soltando sus brazos de mi cintura. Se
alejó y abrió un armario de la cocina, sacando un vaso. Se giró hacia mí y me acerqué, cogiendo el
vaso de sus manos. Me miró confundido por un momento antes de encogerse de hombros.
“No lo sé, ¿de qué tienes hambre?” le pregunté. Abrí el refrigerador y saqué un frasco de cerezas y una
Coca Cola, dejándolas sobre la mesa. Edward asintió en respuesta y lo miré, para encontrarlo
recostado sobre la encimera de la cocina con sus brazos cruzados sobre su pecho.

Sus ojos escanearon todo mi cuerpo de manera breve y sonrió. “De ti,” dijo en broma. Rodé mis ojos,
sintiendo el sonrojo invadir mi rostro.

“Exactamente, ¿cuánto has bebido, Edward?” le pregunté mientras empezaba a prepararle su Coca
Cola de cerezas. Él rio, negando con su cabeza.

“No estoy borracho, tesoro, apenas he bebido un sorbo. Nah, mi deseo por ti es natural y no
químicamente inducido,” me dijo. Sonreí y le entregué su bebida. La cogió con cuidado y tomó un
sorbo, su sonrisa se ensanchó. “Gracias. Lo juro, eres por completo demasiado y jodidamente buena
para mí. No te merezco.”

Me encogí de hombros. “Ya me lo recompensarás luego,” le dije en tono de broma. Él rio y envolvió
uno de sus brazos en mi cuerpo, acercándome para abrazarme. Dejó su bebida sobre la mesa y
envolvió con su otro brazo mi cuerpo, apretándome con fuerza. Después de un segundo su mano bajó
un poco y se detuvo apretar mi trasero levemente.

“Si quieres ir arriba, te recompensaré ahora mismo,” me susurró. Mi sonrojo se profundizó y sonreí,
alejándome de él y negando con mi cabeza.

“Tengo una cena que preparar. Tu padre llegará pronto a casa, no tengo mucho tiempo,” le dije. Él
suspiró, encogiéndose de hombros.

“Que se joda. Probablemente ni siquiera vendrá a comer con nosotros esta noche, ya sabes. Es su
cumpleaños y siempre está cabreado en su cumpleaños” dijo Edward. Yo suspiré, asintiendo.

“De todos modos, la cena se supone que debe estar lista a las siete, lo que significa que solo tengo
como treinta minutos para preparar cualquier cosa,” le dije, abriendo el refrigerados y volviendo a
poner en su interior las cosas que había sacado para preparar su bebida. Abrí el congelador y saqué
unas salchichas italianas, metiéndolas en el microondas para descongelarlas. Empecé a presionar los
botones, y cuando estaba a punto de presionar inicio, la mano de Edward agarró la mía rápidamente,
deteniéndome. Lo miré confundida y él abrió la puerta del microondas, cogiendo las salchichas y
sacándolas de allí. Caminó por la cocina y abrió la puerta del congelador, lanzándolas nuevamente al
interior de manera brusca y cerrando la puerta. Me quedé paralizada en mi sito, asombrada por lo que
había hecho.

“¿Qué estás haciendo, Edward? Necesito hacer la cena. Me vas a meter en problemas,” le dije,
caminando hasta el refrigerador y abriendo el congelador nuevamente, mientras bufaba. Antes de que
pudiese meter la mano para alcanzar la salchicha otra vez, la mano de Edward me detuvo y cerró la
puerta en mi cara. Entrecerré mis ojos hacia él, irritada por lo que me estaba haciendo. Suspiró y
metió la mano en su bolsillo, sacando su teléfono. Empezó a buscar algo en él y se lo llevó al oído.
“¿Qué?” empecé diciendo, confundida, pero él solo alzó su mano frente a mí, en gesto silente para
decirme que me callase.

“Ey, ¿está bien cenar pizza?” preguntó en cuanto la persona en la línea atendió la llamada. Lo miré
sorprendida y él sonrió. “Sí, claro. Bien, gracias. Adiós.”

Cerró la llamada y metió el teléfono de nuevo en su bolsillo. “Ya está, la cena está lista,” dijo con
aires de suficiencia. Solo lo miré por un segundo, ligeramente desconcertada. Él me miraba
expectante, luciendo bastante complacido de sí mismo y obviamente esperando algún tipo de
respuesta de mi parte.

“Todavía no voy a subir contigo,” le dije después de un momento, molesta. Su sonrisa creció y
empezó a reír, negando con su cabeza. Se acercó y me agarró, acercándome a él y abrazándome con
fuerza.

“Me parece justo, pero realmente quiero emborracharme esta noche. Así como, hacerme mierda,” me
dijo, alejándome de él y tomando su Coca Cola de cereza. Se volteó y de un solo sorbo se tomó la
mitad de la misma, alejándola de sus labios y mirando el vaso. Metió la mano en él después de un
momento y sacó una cereza cogiéndola por el rabito. La acercó a mis labios, sonriendo. “¿Quieres una
cereza, tesoro?” me preguntó en un susurro ronco.

Sonreí y abrí mi boca, llevando la cereza entre mis labios. La mordí y su sonrisa creció aún más. Él
había empezado a inclinarse hacia mí cuando un auto estacionó fuera. Miró por la ventana
rápidamente antes de volverse a inclinar hacia mí. Sacó su lengua y lamió mi labio inferior antes de
besar mi boca suave y dulcemente. Gemí y lo miré cuando se alejó de mí, asombrada por lo intenso y
erótico que ese pequeño intercambio había resultado ser. La puerta principal se abrió y él rio
levemente por mi expresión, negando con su cabeza. Escuché las voces de Jasper y Emmett de
inmediato y me volteé, encontrándome con ellos cara a cara. Se detuvieron en la puerta,
intercambiando miradas entre Edward y yo, sus rostros tenían expresiones de preocupación. Mi ceño
se frunció confundido mientras los miraba, sin saber por qué ellos parecían tan molestos, empecé a
mordisquear la cereza en mi boca.

“¿Todo bien?” Le preguntó Emmett a Edward, alzando sus cejas de manera inquisitiva. Sentí las
manos de Edward agarrarme por las caderas y acercarme de nuevo a él.

“Sí,” dijo Edward. “Todo bien.”

Emmett asintió, el alivio era evidente en su rostro. Aquello me confundió y miré a Jasper para ver una
expresión similar. Él me atrapó mirándolo y me sonrió levemente.

“Ey, Izzy Bizzy, ¿me puedes hacer un favor?” Me preguntó Emmett después de un segundo. Rompí el
contacto visual con Jasper y lo miré nuevamente, alzando mis cejas cuestionándolo.

“Claro,” le dije, curiosa de saber qué era lo que quería. Él asintió.

“¿Puedo ver en tu espalda el lugar donde mi papá puso el chip?” me preguntó. Me quedé paralizada,
mis ojos se abrieron por completo a causa del susto, asombrada de que él siquiera supiera sobre eso.
Yo no sabía qué decir, y solo me quedé de pie allí, mirándolo. Edward tuvo que sentir mi tensión
porque suspiró, acercándome más a él y besando mi cabeza.

“Le he contado eso a Emmett hoy a la hora del almuerzo, después de que papá contestara tu teléfono.
Me estaba volviendo loco, pensando que a lo mejor él trataría de separarnos,” dijo Edward. Suspiré y
asentí, no me sentí del todo sorprendida de que Edward hubiera tenido una reacción exagerada. ¿Podía
siquiera llamarlo una reacción exagerada? Después de todo, yo había tenido casi toda la certeza que él
me iba a matar.

“Puedes mirar si quieres pero Edward dijo que no se ve nada,” murmuré, sin saber por qué él quería
ver ese lugar en mi espalda. Edward había visto mi espalda desnuda un par de veces la semana pasada
y me preguntó dónde estaba localizado el chip, informándome de que no había ninguna marca que
indicara que algo había sido implantado. Yo tenía pequeñas cicatrices por toda mi espalda sin
embargo, así que añadirle otra no marcaría la diferencia.

Emmett asintió, sonriendo, y Edward me volteó para quedar frente a mí. Edward caminó hasta mi
posición y me sentí algo tensa cuando sentí que él alzó el borde de mi camiseta. Él era inofensivo, eso
lo sabía pero aun así, era algo incómodo. Alzó mi camiseta hasta arriba y Edward me sostuvo, asumo
que lo hizo intentando hacerme sentir cómoda para que así pudiese relajarme. Cerré mis ojos e incliné
mi cabeza sobre su cuerpo. Él suspiró y llevó su mano a mi cabeza, acariciando mi cabello con
suavidad. Pude sentir la callosidad en la yema de los dedos de Emmett mientras los pasaba por toda la
piel de mi espalda. Suspiró después de un momento y soltó mi camiseta, abrí los ojos en ese momento.
Esperé que Emmett dijera algo acerca de mis cicatrices, sintiéndome consciente de ellas ya que él las
había visto, pero no dijo nada.

“Voy a ver qué puedo averiguar,” dijo Emmett. Mi ceño se frunció y me volteé, mirándolo
confundida. Él estaba mirando a Edward y volteé mi cabeza en ese momento para verlo asentir.

“¿Qué vas a averiguar?” le pregunté. Emmett sonrió.

“Información acerca de los microchips, ver cómo se puede hacer interferencia a la señal o desactivarla
si ese fuese el caso,” dijo. Mis ojos se abrieron aterrados, el pánico me recorrió por completo. Esto no
estaba bien, nada bien, ya me estaba costando bastante tiempo tratar de diluir la curiosidad de Edward,
y ahora él metía a su hermano en esto.

“Yo, eh…no lo sé…” empecé diciendo, sin saber en realidad qué decir, pero no había manera de que
permitiese que otro de los chicos Cullen se metiera en este problema. El doctor Cullen seguro no
estaría de acuerdo si se enteraba.

“Relájate, gatita. Tengo toda esta mierda bajo control, no es gran cosa,” me dijo, encogiéndose de
hombros con indiferencia. “Te preocupas demasiado.” Yo solo lo miré y Edward aclaró su garganta.

“Gracias, amigo. Por todo. A los dos,” dijo Edward, su tono era serio. Emmett y Jasper asintieron,
haciendo un gesto con su mano como si en verdad no fuese gran cosa, pero el hecho era que sí era un
gran asunto. Que ellos estuviesen siendo arrastrados a una situación peligrosa me preocupó de
inmediato. Yo no quería que ninguno de ellos saliese lastimado por cualquiera que fuese el secreto que
el doctor Cullen escondía sobre mí.

“Entonces, en verdad, ¿qué está pasando?” preguntó Jasper. “¿Por qué te ha llamado para que fueses al
hospital?”

Miré hacia atrás para ver a Edward y él también fijó sus ojos en mí, sonriendo. “Solo quería que la
recogiera, supongo,” dijo, encogiéndose de hombros. Jasper asintió, como si entendiese, pero los ojos
de Emmett se entrecerraron levemente mientras miraba a su hermano con sospecha.

“Espera… ¿Dónde mierdas está tu coche?” dijo Emmett. “Me acabo de dar cuenta que el Mercedes de
papá está allí afuera.”

La sonrisa de Edward creció. “Intercambiamos los coches para que Isabella aprendiera a conducir,”
dijo.

Los chicos parecían estar en shock por un momento antes de que ambos sonrieran.

“¿Ha conducido?” Preguntó Jasper. Edward asintió y la sonrisa de Jasper se hizo incluso más grande.
“¡Genial!”

Emmett sonrió, caminando hasta pasarnos de largo. “Que me jodan, el coche todavía está de una sola
pieza,” dijo bromeando. Se quedó de pie junto a la ventana y miró el coche negro que estaba en la
entrada de la casa, negando con su cabeza. “Está bien, bueno, no completamente ileso. Obviamente se
ve que has golpeado algo.”

Edward y yo suspiramos al mismo tiempo. “Fue un buzón de correos. Y ha sido culpa mía, la estaba
volviendo loca. No soy la persona más jodidamente paciente sobre el planeta, ya saben” dijo Edward.
Emmett rio, asintiendo y Jasper negó con su cabeza.

“Me alegra que todavía sigan vivos,” dijo Emmett. “No puedo imaginarme siquiera por qué papá te
escogió de todas las personas para que le enseñaras. ¿Quería que destrozarais su coche? Quiero decir,
eso es como ir directo al desastre.”

Edward asintió, apretándome aún con más fuerza a su cuerpo. “Sí, yo solo la lancé a esa mierda al
principio. He tenido maldita suerte de que ella no me matara, pasándose las jodidas luces rojas y
señales de stop.” Él sonrió y mi ceño se frunció.

“Ey, no me pasé ninguna señal de stop,” le dije, ligeramente a la defensiva. Pude no hacerlo bien
desde el inicio, pero era lo suficientemente lista como para saber que alto significa stop. Edward
gruñó y los otros dos rieron.

“Señal de stop, señal de ceda el paso, es la misma mierda. Es decir, ambas significan bajar la maldita
velocidad en caso que algo se acerque, lo que claramente no hiciste,” dijo él. Rodé mis ojos, negando
con mi cabeza.

“Sí hay una diferencia, sin embargo. En una te detienes sin importar qué, y en la otra reduces la
velocidad y te preparas a detenerte en caso que algo se acerque. ¿Verdad?” le pregunté. Él suspiró y
acarició mi cuello, dejando un pequeño beso en mi piel, ni siquiera tomándose la molestia de
responder mi pregunta porque sabía que estaba en lo cierto. Sonreí y Emmett rio.

“Sip, definitivamente un desastre,” dijo Emmett.

“¿Qué tal si ese era el punto?” preguntó Jasper, su voz era tranquila. Lo miré, sin saber a qué se
refería, y vi que su ceño estaba fruncido. Edward y Emmett lo miraron también.

“¿Qué tal si ese era qué punto?” Preguntó Edward. Jasper suspiró haciendo un gesto de negación.
“¿Qué tal si todo el asunto de esto era crear un desastre? Quiero decir, seamos serios. Todos sabemos
que Edward es la última persona en el mundo que debería enseñar a alguien a conducir… sin ofender,
pero eres demasiado impaciente y nervioso,” dijo mirando a su hermano. “Alguien con la mitad de
cerebro podría ver que dejar a este par en un coche juntos y esperar que él le enseñe a conducir sin
ningún contratiempo es pedir un imposible. Él nos lo podría haber pedido a alguno de nosotros, o
incluso podría haberlo hecho él mismo. Entonces, ¿por qué pedírselo a la única persona que está
garantizado que va a joderlo todo? Sin ofender nuevamente, y disculpa mi lenguaje Isabella.” Sonreí
de manera involuntaria a causa de los buenos modales de Jasper. “Pero en serio, él tiene que haber
visto la potencial catástrofe a una milla de distancia, él debe haberlo hecho.”

Me quedé paralizada, mirando a Jasper con sorpresa, sus palabras me desarmaron. ¿Había hecho eso el
doctor Cullen a propósito? Edward y Emmett parecían estar igual de sorprendidos por las palabras de
Jasper.

“¿Pero… por qué demonios haría eso?” Edward preguntó confundido. “¿Por qué estaría jugando de esa
manera?”

Jasper se encogió de hombros y Emmett suspiró. “¿Quizás para crear problemas entre ustedes?”
Sugirió Emmett. “Es decir, obviamente esa mierda no ha funcionado, pero pienso que es posible que
lo haya hecho por ese motivo. Estoy de acuerdo al decir que no tiene sentido que te lo haya pedido, así
que tiene que estar jugando a algo.”

Nos quedamos en silencio un segundo antes que Edward hablara. “Lo que sea, no voy a caer en sus
juegos. Que se joda. Si cree que algo tan estúpido como conducir un maldito coche será suficiente para
alejarnos, es un idiota.”

Escuché el crujido de la gravilla y miré por la ventana, mirando el coche gris estacionarse afuera. Los
chicos también lo vieron y de inmediato intenté soltarme de Edward pero él me aferró a su cuerpo.
Traté de apartar sus brazos de mi cuerpo pero él no se movió, a cambio me apretó con más fuerza.

“El doctor Cullen está en casa,” le dije, confundida porque él no me soltaba. Edward sonrió de manera
seca, negando con su cabeza.

“¿Y eso se supone que debe significar algo para mí?” Preguntó, la rabia era muy notoria en su voz.
Estaba furioso. Me tensé, el temor me recorrió por completo. Esto no estaba nada bien. La advertencia
que me había hecho antes el doctor Cullen vino a mi mente y mis manos empezaron a temblar,
mientras se me revolvía la boca de mi estómago.

… no voy a intervenir si no debo hacerlo… ahora caminan sobre una delgada línea…

… me alegra que ambos hayan encontrado un poco de felicidad…

… no es necesario que lo luzcan delante de mí…

… y continuaré permitiendo lo que sea que tenga que continuar…

… no me obligues a hacer lo que no quiero…

“Debes soltarme, Edward,” le dije en voz baja, tratando de liberarme de sus brazos.
“Estoy harto de ocultarme,” dijo, su tono era serio. Mi corazón empezó a latir desesperado en cuanto
el doctor Cullen salió del Volvo, dando la vuelta y acercándose al asiento del pasajero para sacar unas
cajas de pizza. Cerró las puertas del coche y mis rodillas empezaron a sentirse débiles.

“Yo tampoco me quiero ocultar, pero….eh… hoy no, ¿está bien? No ahora,” balbuceé nerviosa,
poniéndome todavía más nerviosa en cuanto el doctor Cullen empezó a dirigirse a la casa.

“¿Por qué?” preguntó enseguida. Suspiré, negando con mi cabeza.

“Porque hoy ya ha sido un día lo suficientemente estresante ¿vale? Quiero decir, de por sí tengo que
lidiar con el golpe al coche. Y, además, es su cumpleaños. No creo que debamos añadir una
confrontación a todo esto,” le dije. Mi pánico se multiplicó por diez mientras la puerta se abría,
sintiéndome bastante segura que todo estaba a punto de ponerse realmente feo, pero Edward suspiró
exasperado y finalmente me soltó, alejándose un par de pasos. Yo suspiré, cerrando mis ojos,
ligeramente aliviada de que por el momento hubiese podido disuadirlo.

Abrí mis ojos y vi al doctor Cullen dirigirse a la cocina. Nos miró a todos, sus ojos se posaron en mí y
permanecieron allí por un momento. Se acercó hasta nosotros y se detuvo cerca de mí para dejar las
cajas de pizzas sobre la mesa. Miró a Edward y pude escuchar como un agonizante gruñido escapó de
la garganta del doctor Cullen. Era apenas audible pero como él estaba justo a mi lado pude oírlo. Lo
miré con incertidumbre y noté que él estaba mirando a Edward, quién a su vez estaba recostado sobre
la encimera bebiendo su Coca Cola de cereza. La confusión me atrapó por completo en cuanto el
doctor Cullen hizo un gesto de negación y alejó su mirada, alzando su mano y pellizcando el puente de
su nariz.

“¿Tienes mi llaves, hijo?” preguntó. Edward lo miró y asintió, llevando una mano a su bolsillo y
sacando el juego de llaves. Las sostuvo en el aire y el doctor Cullen las tomó con cuidado. Las llevó a
su propio bolsillo y agarró las llaves de Edward, devolviéndoselas. “Tengo que encargarme de algo
esta noche, no volveré hasta mañana por la tarde. Que tengan una buena noche.”

El doctor Cullen se volteó y salió de allí, sin siquiera importarle la respuesta de cualquiera de
nosotros. Se dirigió hasta las escaleras y miré a los chicos. Todos estaban parados y en silencio,
mirando a la nada como si estuviesen perdidos en sus pensamientos. Aclaré un poco mi garganta
después de un segundo y tres pares de ojos se posaron en mí a la vez. “Eh, su cena está aquí,”
murmuré, señalando con mi cabeza en dirección a las cajas de pizzas. Emmett sonrió y se alejó de la
pared sobre la cual se había recostado. Agarró una caja y se dirigió hasta la puerta de la cocina de
inmediato.

“¡Veamos una película. Una que tenga unas tetas decentes, hombre!” gritó. Jasper me dio una pequeña
sonrisa, haciendo un gesto de negación, y Edward rio. Jasper cogió otra caja de pizza y se dirigió a la
sala mientras Edward se detenía, mirándome.

“¿Quieres llevar algunas bebidas?” me preguntó, alzando sus cejas de manera interrogante. Sonreí y
asentí.

“Claro,” le dije, agradecida de que me lo preguntara y no me lo ordenara. Me di cuenta entonces que


Edward nunca, al menos que yo pudiese recordar, me había ordenado nada; en realidad parecía
respetar mi opinión y mis deseos. Solo esperaba que eso también sirviera con lo que se avecinaba,
cuando yo tratara de disuadirlo para que dejara de investigar.

“Bien,” dijo en voz baja, caminando un par de pasos en mi dirección e inclinándose, dejando un beso
corto sobre mis labios. “Entonces vamos a comer y ver una película con mis hermanos, y luego
veremos eso de hacernos mierda bebiendo. ¿Está bien para ti?” Asentí y él sonrió, agarrando la última
caja de pizza y saliendo de la cocina. Llegó al vestíbulo y escuché su voz nuevamente, pero no muy
alto como para entender lo que dijo. Alcé la mirada y vi al doctor Cullen de pie al borde de las
escaleras, sosteniendo una maleta. Él le dijo algo a Edward, sonriendo, y Edward rio y asintió. El
doctor Cullen asintió en respuesta y se volteó para salir por la puerta principal. Abrí el refrigerador y
tomé unas cuantas gaseosas, dejándolas sobre el mesón de la cocina. Le volví a llenar el vaso a
Edward con su Coca Cola de cereza y llevé latas de gaseosa para el resto de nosotros. Casi me sentí
mal, al no preparar algo extra para los otros dos chicos, pero sabía que a ellos no les importaría.

Caminé hasta el fregadero para enjuagar mis manos y miré por la ventana al doctor Cullen caminar
hasta su coche. Me tensé en cuanto él hizo una pausa en el lado del pasajero, mirando el espejo lateral
que había golpeado el buzón de correos. Se mantenía intacto pero tenía un largo rayón en él, algo
bastante notable sobre la brillante pintura negra. Se quedó quieto y lo miró por un momento antes de
girar su cabeza lentamente con dirección a la casa. Mi corazón empezó a latir furioso en cuanto sus
ojos se fijaron en mí a través de la ventana. Me di cuenta que podría haberme agachado y escondido
antes de que él me viera pero solo me quedé congelada allí, casi paralizada. Me miró por un momento
con una expresión en blanco en su rostro, así que no pude averiguar cuán molesto estaba. Casi
esperaba que él volviera al interior de la casa o que al menos me diese una advertencia visual de que
estaba en problemas. Charles solía usar su dedo y lo pasaba por su garganta como un signo para
decirnos que tendríamos que hacer frente a algún tipo de consecuencia en cuanto él terminara lo que
sea que lo mantuviese ocupado en ese momento, esencialmente diciéndonos que estábamos a punto de
soportar una paliza tan fuerte que nos haría desmayar. Él no tenía que hacerlo, pero aun así lo hacía,
porque sabía cuánto nos afectaba. A veces era mejor simplemente no saberlo, ya que la anticipación y
el nerviosismo sobre lo que estaba a punto de ocurrir en ocasiones eran incluso más agonizantes que el
castigo físico en sí.

Pero el doctor Cullen no hizo nada como eso. Simplemente me miró un momento antes de voltear
nuevamente y caminar hasta el lado del conductor, abriendo la puerta y subiéndose en el auto. Peleó
un momento con el asiento, poniéndolo en su posición inicial antes de encender el auto y salir de la
entrada de la casa. Suspiré, aliviada pero un poco sorprendida de su falta de reacción, y me dirigí a la
sala con las gaseosas. Le di a Emmett y a Jasper las suyas y me senté en el sofá entre Edward y Jasper,
en mi lugar de costumbre. Le di a Edward su Coca Cola de cereza y él sonrió, dejándola sobre la mesa
frente a nosotros. Tomó un pedazo de pizza, sin coger ningún plato ya que usualmente ellos nunca los
usaban cuando ordenaban comida, y se sentó nuevamente sobre el sofá, estirando sus piernas y
dejando sus pies sobre la mesa. Abrí mi gaseosa y tomé un sorbo, para luego dejarla sobre la mesa y
tomar un pedazo de pizza de la caja. Le di un mordisco y dirigí mi atención completa al televisor. No
había nada más que una pantalla azul en él por el momento, mientras Emmett daba un vistazo a su
costosa colección de DVD.

“Muy bien, ¿American Pie o Wild Things?” preguntó después de un momento, sosteniendo dos cajas
de DVD mientras nos miraba. Jasper de inmediato gritó ‘American Pie’ al mismo tiempo que Edward
chilló ‘Wild Things’. (N.T. American Pie es una película de culto en USA de 1999, se basa en la vieja
tradición de perder la virginidad en la noche de la graduación, mientras que Wild Things o Criaturas
Salvajes es una película de 1998 en la que Denise Richards se obsesiona con Matt Dillon al punto de
denunciarlo de violación ante su rechazo). Emmett negó con su cabeza, intercambiando miradas entre
sus hermanos, antes de fijar su atención en mí. “Así que ¿Cuál será, Izzy Bizzy?”

Mis ojos se abrieron asustados, sorprendida de que él me estuviese preguntando qué elegir. “Eh, no lo
sé… no conozco ninguna de las dos,” balbuceé. Emmett sonrió, encogiéndose de hombros.

“Solo escoge una,” dijo. Jasper se inclinó hacia mí, con una sonrisa.

“Escoge American Pie,” me dijo, pretendiendo susurrar, de manera intencional para que Edward
pudiese escuchar. Edward gruñó y echó su brazo sobre mi hombro, acercándome a él rápidamente y
alejándome así de Jasper.

“Nah, amigo, jódete. Es mi novia,” dijo mirando a su hermano. “Escoge Wild Things,” me dijo,
sacando a flote su sonrisa ladeada que sabía que me desarmaba. “Per favore. Ti amo.” (N.T. Por favor,
te amo.)

Susurró en italiano muy suavemente, las palabras me resultaban familiares y aunque no estaba del
todo segura, sospechaba que él me había dicho que me amaba. Sonreí y Jasper gruñó en voz alta.

“¡Eso es hacer trampa, no puedes deslumbrarla hablando en italiano! Tienes que ser justo amigo,
déjala que escoja por sí sola. Es una mujer fuerte, déjala tener su propia opinión” dijo Jasper. Me giré
a mirarlo, orgullosa de que me defendiera, quise agradecérselo pero él sonrió y articuló las palabras
‘American Pie’ en el momento en que mis ojos se fijaron en él. Empecé a reírme al ver su
comportamiento casi infantil y Edward negó con su cabeza.

“Joder, tú también estás haciendo trampa,” dijo Edward. “Maldito hipócrita.”

“Bueno, bueno, ambos se callan la jodida boca o vamos a terminar viendo Dirty Dancing. Estoy
seguro que a Izzy Bizzy le gustaría ver esa mierda,” dijo Emmett. Sonreí y sus dos hermanos gruñeron
pero dejaron de discutir. “Muy bien… así es como vamos a hacer esto. Te las voy a describir y vas a
escoger cual de las dos suena mejor. Ignora a estos dos imbéciles y vota por ti misma. Vivimos en una
maldita democracia, después de todo. La tierra de la libertad y el hogar de los valientes y esas cosas.”
(N.T. Emmett hace referencia con esta frase a una línea del himno de Estados Unidos.)

Yo solo lo miré, alzando mis cejas, y Edward gruñó. “La tierra de la libertad mi culo,” murmuró.
Suspiré y la expresión de Emmett cambió ligeramente a una de culpabilidad.

“Lo lamento, mierda, no me he dado cuenta de lo que estaba diciendo. Eso me pasa a menudo, ya
sabes” dijo, su sonrisa era tímida. Asentí y escuché a Edward murmurar ‘maldito tarado’ en voz baja,
pero por suerte Emmett no lo escuchó.

“Está bien, no me ofende. Soy bastante consciente sobre las reivindicaciones de libertad de nuestro
país. Veo Jeopardy, y escucho al presidente hablar en los informativos,” le dije, encogiéndome de
hombros. Jasper se rio en voz baja y Edward gruñó una vez más, susurrando ‘maldito Bush’. Yo negué
con mi cabeza, ni siquiera me molesté en pedirle que me lo explicara porque tenía el presentimiento
que aquello terminaría en un sermón de insultos que solo provocarían que la película se demorase
todavía más en empezar, lo que probablemente solo lograría molestar a sus hermanos.
“Sí, bueno. Entonces, tenemos esta película de comedia en la cual un grupo de tipos hacen un pacto
para perder su virginidad en la noche del baile de graduación o lo que sea,” dijo. Lo miré confundida.

“¿Baile de graduación?” le pregunté, sin saber realmente qué era aquello. Sentí a Edward tensarse un
poco ante la mención de eso, su brazo que había estado ligeramente recostado en mis hombros se puso
rígido levemente.

Emmett asintió. “Sí, es un baile escolar, ya sabes. Todos usan su imagen GQ y bailan toda la noche; es
un gran evento. (N.T. GQ es una revista de modas solo para hombres en las que usualmente solo
muestran tipos elegantes) Y todo el mundo conoce el baile de graduación por el sexo, está como
escrito en las estrellas o algo así.”

Asentí después de un segundo, entendiendo entonces por qué Edward se había puesto tenso. “Está
bien, entonces es una comedia sobre unos chicos que quieren tener sexo después del gran baile,” le
dije. Emmett asintió.

“Sí pero hay más, es jodidamente graciosa,” dijo él. “Y la otra película… bueno; joder, todo lo que
recuerdo es ver a unas chicas besándose en una piscina, pero se supone que es parte de un plan o algo
así. No sé.”

Lo miré sorprendida mientras se reía. Me encogí de hombros después de un segundo, sin saber qué
decir. “Supongo que la primera,” le dije. Jasper dio un grito emocionado y Edward gruñó.

“¡Joder! eso no ha sido justo, estás haciendo trampa. Ni siquiera le dijiste de qué se trata Wild Things
para que obviamente no la escogiera,” masculló. Emmett rió, abriendo la caja del DVD y poniendo el
disco en él.

“¿De qué se trata de todas formas, Edward?” preguntó. Edward permaneció en silencio por un
momento antes de encogerse de hombros.

“Como si yo lo supiera, ¡joder! Aunque esa escena de la piscina es muy caliente de todas formas,”
respondió, soltando una risita. Emmett y Jasper rieron en respuesta, asintiendo.

Retomamos nuestra comida después de que la película empezó, los chicos hablaban entre ellos un
poco pero yo permanecí en silencio, poniendo mi atención completa a la televisión. Los chicos
encontraron la película muy graciosa, riendo de manera estruendosa en ciertas partes, pero para mí era
solo sorprendente y un poco extraña. Me sentí un poco incómoda, ver a un chico espiar a una chica que
estaba aparentemente masturbándose y unos padres entrando a su habitación y encontrar a su hijo
mientras intentaba masturbarse con una media mientras veía una película porno y un padre tratando de
explicarle algo de material pornográfico a su hijo. Nada de eso, sin embargo, tenía que ver con la
escena en la que el chico estaba tratando de tener sexo pero que había terminado dos veces incluso
antes de haber empezado, y la escena en la que el chico estaba teniendo sexo con un auténtico pastel
de manzana. Entendí en ese momento porqué se llamaba ‘American Pie’, pero era algo perturbador
para mí el haberlo visto.

Me reí en un momento de la película, no por la película en sí sino por Emmett, porque hubo un
momento en que salió una chica acostada en la cama del chico con el pecho descubierto y él empezó a
vitorear con fuerza “¡De eso era lo que yo estaba hablando! ¡Mirad esas tetas!”, mientras alzaba sus
puños al aire. Edward y Jasper también se rieron de su comentario gracioso.

Cuando la película estaba llegando al final y todos los chicos estaban teniendo sexo finalmente, me
puse de pie y empecé a recoger la basura que estaba esparcida por todos lados, llevándola a la cocina.
Estaba tirando las latas cuando una mano me tomó suavemente por la cintura. Yo me sobresalté y di
un pequeño gritito, ya que ni siquiera lo había escuchado acercarse, y Edward susurró algo levemente.
Envolvió con su brazo mi cuerpo y me presionó al suyo mientras yo lavaba los vasos, inclinándose un
poco hacia mí y acariciando mi cuello.

“¿Estás bien, tesoro?” me preguntó en voz baja, dejando un beso en mi piel expuesta.

“Sí, estoy bien,” le dije, echando mi cabeza a un lado para darle un mejor acceso, suspirando relajada
ya que sus suaves y húmedos labios se sentían estupendos, mientras enviaban cosquillas por toda mi
espalda.

“¿Quieres hablar o algo así?” me preguntó. “Parece que algo está pasando en tu mente. No he hecho
nada malo, ¿verdad? Es decir, yo sé que he sido un imbécil antes en el coche...”

Hice un gesto de negación con mi cabeza, interrumpiéndolo. “No has hecho nada malo,” le dije. “Yo
solo quiero… no sé… solo quiero…”murmuré, sin saber siquiera qué decir. Para ser sincera, ni yo
misma tenía idea de lo que estaba pasando por mi cabeza, no sabía exactamente lo que estaba
sintiendo. Era casi como una mezcla de tristeza y culpa y me di cuenta que a lo mejor derivaba del
hecho de que estaba ocultándole un secreto a Edward y eso era algo que yo jamás había querido hacer.
Confiaba en él a ojos cerrados y de manera desesperada quería contarle cosas, pero no podía evitar que
las palabras del doctor Cullen volvieran un vez más a mi cabeza.

… él puede ser volátil y actuar sin pensarlo…

… vas a tener que usar tu influencia para hacer que mi hijo dé un paso a un lado sin levantar muchas
sospechas…

… respuestas a preguntas que yo simplemente no puedo darle… respuestas que será mejor que él
jamás escuche…

… no vas a querer guardarle secretos… pero lo tendrás que hacer, si quieres que se mantenga a
salvo…

… necesito que mantengas alejado a Edward de todo aquello que pueda alimentar su sospecha y
curiosidad…

…debes desalentarlo… persuadirlo de cruzar unos límites que seguro provocarán que ambos salgan
lastimados…
No había manera posible en la que yo pudiera desafiar al doctor Cullen, no si desafiarlo podía
provocar que Edward saliera herido. Tenía que pensar qué era lo mejor para él, porque tanto el doctor
Cullen como el mismo Edward había dicho, él sería capaz de aventurarse de manera irracional y
arriesgar su vida sin pensarlo. Y esa era la última cosa que yo alguna vez podría querer.

“Dime lo que quieres y será tuyo,” murmuró sobre mi piel cuando no logré completar mi frase.
Suspiré, deseando desesperadamente simplemente soltarle todo lo que estaba ocurriendo.

“Quiero subir a la habitación,” le dije muy bajito. Él susurró algo y alejó su cabeza de mi cuello,
enderezándose.

“Muy bien, podemos hacer eso,” dijo, asintiendo. Pasó su mano por su cabello, mirando por toda la
cocina brevemente antes de mirarme. “Espera, todavía podemos emborracharnos, ¿verdad?”

Sonreí involuntariamente ante su expresión, el hecho de que sus labios se transformaran en un puchero
con el solo pensamiento de ser incapaz de beber alcohol esta noche. Se veía tan dulce, inocente y
vulnerable mientras hacía el puchero, pero por supuesto los semblantes pueden ser engañosos. Asentí,
riendo levemente. Su ceño fruncido cambió a una deslumbrante sonrisa torcida de inmediato y soltó
una risita. “Vas a beber conmigo, ¿no es así?”

Alzó sus cejas con expectativa y me sonrió nuevamente. “Si eso es lo que quieres,” le dije. Él me miró
por un segundo antes de asentir.

“Quiero hacer todo contigo, incluso cuando es ese tipo de mierdas que probablemente es mejor que no
hagamos juntos,” me dijo. “Como por ejemplo conducir,” añadió de forma juguetona, acercándose y
dándome un pequeño golpecito en el brazo. Me reí y asentí, y él tomó mi mano, entrelazando nuestros
dedos. “Entonces ven, amor, vamos a hacernos mierda bebiendo, a desmayarnos y olvidar que hoy casi
me provocas un infarto,” me dijo bromeando, mientras me sacaba de la cocina. Lo seguí de cerca y
volteé a ver el área de la sala, saludando a Jasper mientras cruzaba por allí. Edward empezó a subir las
escaleras pero se detuvo algo dubitativo en la mitad de las mismas, soltando mi mano.

“Sube, voy a coger unas bebidas extras,” me dijo. Asentí y él se volteó, bajando las escaleras. Seguí
mi camino al tercer piso, escabulléndome a la habitación de Edward y entrando en ella, para echarme
en su cama. Me quedé acostada en silencio por un momento antes de escuchar unos pasos acercarse
por las escaleras. Edward entró un momento después mientras hacía malabares con dos vasos, una
botella de dos litros de bebida de naranja, y una botella de un licor frío y transparente que había
cogido del congelador. Cerró la puerta de una patada y caminó hasta su escritorio, dejando todas las
cosas sobre él. Abrió la botella de Sunkist y se la acercó a la boca, tomando un buen trago. (N.T.
Sunkist es una marca de bebidas gaseosas saborizadas, en este caso de naranja) Observó la botella
después de haberla tomado y puso algo de jugo en un vaso vacío. La miró nuevamente y puso un poco
más de bebida en el vaso, dejándola sobre el escritorio cuando un tercio de la misma ya se había
consumido. Llevó su mano a su bolsillo trasero y mi ceño se frunció confundido cuando sacó unos
sobrecitos de Kool-Aid. (N.T. Kool-Aid es la marca de una mezcla en polvo saborizada para preparar
bebidas) Empezó a abrir los sobres y echando el contenido en polvo en la botella de Sunkist. Después
de haber echado todo el polvo en ella, tiró los sobres vacíos sobre su escritorio y tomó la botella de
licor, abriéndola y empezando a vaciarla en la botella de bebida gaseosa, llenándola. Le puso la tapa a
la botella de gaseosa y empezó a agitarla levemente, mezclándola con el polvo de Kool-Aid. La dejó
sobre el escritorio y me miró, sonriente.
“Este es tuyo,” me dijo, apuntando con su cabeza la botella. Mis ojos se abrieron asustados y él rió.
“Te dije que nos íbamos a hacer mierda hoy. Se llama Tarta Dulce, sabe como una dulce tarta de
caramelo, sabes de lo que hablo ¿verdad?” él de inmediato se percató de que yo no lo sabría por lo que
solo negó y me tendió mano. “Olvídalo, soy un idiota. Es solo Sunkist, Kool-Aid y Everclear, es fácil
de tomar.” (N.T. Everclear es un tipo de alcohol, hecho de maíz, muy parecido al vodka en su sabor
pero es menos fuerte)

Asentí y sonreí, un poco asombrada de que él esperara que bebiera tanto. Me dio otra sonrisa y se
acercó a mí, inclinándose para besarme. “Conecta el iPod por mí, por favor ¿de acuerdo? Tengo que ir
a orinar como no tienes idea”, dijo antes de dirigirse al baño. Me reí para mí misma, negando con mi
cabeza ante el hecho de que él sintiese necesario compartir ese tipo de información conmigo. Me
levanté y tomé su reproductor de música de su escritorio, caminé por su habitación y lo conecté en el
altavoz como él me había enseñado unos días atrás. Lo encendí, sonriendo orgullosa de mí misma, y
una suave melodía se escuchó. Caminé nuevamente al escritorio, algo dubitativa, antes de tomar la
botella de dos litros. Le saqué la tapa, curiosa de saber cuál sería su sabor, y de inmediato empezó a
burbujear. Traté de cerrar la tapa rápidamente, pero mi reacción no fue lo suficientemente rápida y me
salpicó por completo. Grité, asustada por el salpicón en mi camiseta, hasta que finalmente logré cerrar
la botella. La puerta del baño se abrió abruptamente, y miré con ojos muy abiertos a Edward de pie en
el marco de la puerta. Él me miraba con preocupación, obviamente me había escuchado gritar. Mis
ojos se abrieron con sorpresa cuando vi que su pantalón aún estaba a medio cerrar, desabotonado, con
el cierre abierto, y apenas lograba sostenerse de sus caderas gracias al hecho de que él los tenía sujetos
por una de las presillas del cinturón. Su ceño se frunció cuando vio mi camiseta toda salpicada, el
líquido goteando por mi ropa, y mi sonrisa tímida.

Se quedó en silencio por un momento, solo mirando boquiabierto, y no estaba segura si tal vez él
estaba molesto por el desastre que había provocado. Estaba preocupada de que se hubiese enfadado
porque había intentado abrir y probar la bebida, pero después de un momento un lado de sus labios se
alzó levemente. “Sabes lo que ocurre cuando alguien agita una gaseosa, ¿verdad?” me preguntó,
mirando mi camiseta al tiempo que su sonrisa crecía. “Deberías haber dejado que se asentara un poco
más.”

“Yo no pensé…” empecé diciendo, mis mejillas se llenaron de calidez por el sonrojo de vergüenza.

Él se rio. “Ya lo veo,” me respondió entre risas.

Rodé mis ojos y alejé mi mirada de él, sorprendida de que pudiese hacer eso cuando estaba allí de pie
tan expuesto. Me encontré extrañamente fascinada por el cuerpo de Edward y podía incluso pasar
horas solo mirándolo, memorizando cada marca y cada manchita, cada peca y cada vello, cada
arruguita y cada curva en sus tonificados músculos. Él era de verdad una criatura hermosa, aún cuando
él ni siquiera se esforzaba en serlo.

Dejé la botella nuevamente sobre el escritorio, secando mis mojadas manos en mis pantalones.
Edward finalmente se abotonó los suyos, subiendo el cierre antes de acercarse a mí con una toalla y
lanzándome una prenda seca antes de tomar la botella y secarla también. Me debatí por un momento
antes de caminar hasta la puerta y abrirla, dirigiéndome a mi habitación. Me saqué toda la ropa y la
lancé al cesto, caminando hasta el baño para lavarme rápidamente. Tomé unos pantaloncillos negros
cortos y me colé en ellos, para luego ponerme la camiseta de futbol de Edward. Regresé a su
habitación, cerrando la puerta una vez que estuve dentro, y sonreí cuando él me dio un vaso lleno de su
bebida Tarta Dulce.

“Gracias,” le dije en voz baja, tomando el vaso de sus manos. Él asintió y murmuró ‘Prego’ antes de
caminar hasta su escritorio y abrir uno de sus cajones. Sacó una botella de un líquido claro y la abrió,
llevándosela a los labios y tomando un gran trago. Hizo una pequeña mueca y dejó la botella sobre el
escritorio, tomando el vaso de bebida de naranja y bebiéndolo. Yo miré el vaso en mis manos y lo
llevé a mis labios algo cautelosa, tomando un trago. Era realmente dulce y frutal, el sabor del alcohol
permanecía en el fondo pero no era tan malo como para hacerme estremecer ni nada. Tomé otro trago,
uno largo esta vez, y la sonrisa de Edward se hizo más grande.

“Sip, te vas a hacer mierda muy rápido,” dijo con emoción. “Entonces, eh, ¿qué quieres hacer mientras
estés aún coherente?”

Me encogí de hombros, tomando otro trago mientras él tomaba otro de su licor puro. “¿Qué hay por
hacer?” le pregunté. Se encogió de hombros, nuevamente soltando la botella.

“No lo sep, mierda. Juguemos algún juego o algo así,” sugirió.

“¿Cómo veintiún preguntas?” le pregunté. Él negó, pasando una mano por su cabello.

“No, yo creo que ya superamos esa etapa en la que tenemos que jugar un juego para hablar de mierdas.
Ambos sabemos que podemos decirnos todo el uno al otro,” me dijo. Alzó su mirada y le sonreí,
asintiendo a pesar de la culpa que sentía recorrerme ante el hecho de que yo estaba intencionalmente
escondiéndole cosas.

“¿Qué tipo de juego entonces? Ya sabes, no soy muy buena en cosas que…” empecé diciendo, algo
nerviosa por el hecho de hacer el ridículo.

Edward rodó sus ojos de manera graciosa, negando con su cabeza. “Ah, no empieces con eso” me dijo.
Miró alrededor de su habitación rápidamente, suspirando. Llevé mi vaso a mi boca y tomé un gran
trago, el frío y dulce líquido sabía incluso mejor de lo que yo había imaginado que sabría el alcohol.
“Tengo algunos juegos de mesa por aquí o podemos jugar con las cartas. Existen juegos para beber
pero no creo que necesites ninguna ayuda para emborracharte hoy.” Me miró, alzando sus cejas y
sonriendo, y yo alejé el vaso de mis labios y sonreí tímidamente.

“Sabe bien,” le dije, encogiéndome de hombros. Él sonrió y asintió.

“Sí,” dijo pasando una mano por su cabello. Tomó su botella de alcohol nuevamente y le dio un gran
trago, hacienda una cara fea mientras un escalofrío recorría su cuerpo. Estaba aún sin camisa, de
hecho no se la había puesto en todo el día, y estaba cautivada por la forma en la que los músculos de
su estómago se tensaban mientras su cuerpo se estremecía. Sus pantalones aún colgaban muy bajos,
los huesos de su cadera se asomaban un poco y un camino de vello clarito bajaba por su estómago y
desaparecía en sus pantalones. Se inclinó un poco después de un segundo, rascándose en el lado donde
estaba la cicatriz que le había quedado cuando le dispararon. Yo estaba extrañamente paralizada por la
vista de su mano. Sus manos eran levemente toscas por jugar al futbol americano pero eran fuertes, y
sus dedos eran largos y delgados. Tenía unas manos hermosas, manos que me hacían sentir segura y a
salvo, y me di cuenta de que debía estar real y profundamente enamorada si algo tan insignificante
como sus dedos podría causarme un entusiasmo exagerado.

Edward aclaró su garganta y miré su rostro. Me estaba mirando y sonriendo, y me sonrojé ya que me
había atrapado comiéndomelo con los ojos. Sonrío y tomó un trago de su bebida antes de dejarla sobre
el escritorio y caminar hasta mí. Tomó mi barbilla con su mano, alzando mi cabeza, y se inclinó para
besarme. Sus labios eran cálidos y suaves, y podía saborear claramente el alcohol en su beso. Sus
labios empezaron a moverse con desesperación después de un segundo mientras profundizaba el beso,
casi quitándome el aliento por la intensidad del mismo. Subí mi mano, entrelazando mis dedos en su
cabello, y besándolo con todas las fuerzas que tenía.

Finalmente se alejó de mí después de un momento, respirando pesadamente. Lamió sus labios,


mientras me sonreía. “Yo no sé qué mierda haría si alguna vez tengo que estar todo un día sin besarte.
Lo cual es algo jodidamente extraño ¿sabes? Yo besando,” me dijo. Sonreí y asentí, tratando de bajar
mi ritmo cardiaco y recuperar mi aliento.

“Sí, yo tampoco sé qué haría,” le dije. Jamás había imaginado que yo querría alguna vez besar a
alguien, mucho menos tener a alguien como él para besar, pero ahora que lo tenía no estaba segura de
cómo había logrado sobrevivir sin esos besos.

Edward asintió y retrocedió un par de pasos mientras se enderezaba, pasando una mano por su cabello.
Se quedó en silencio por un momento y parecía estar contemplando algo, despeinando sus alborotadas
hebras y mirando alrededor. Se detuvo después de un segundo, su rostro se iluminó mientras me
miraba. Sus ojos prácticamente estaban bailando emocionados.

“Ya sé a qué podemos jugar,” me dijo, ni siquiera le importaba esconder su entusiasmo.

“¿Y qué es eso?” le pregunté, sonriendo ante su repentina y feliz disposición. Alzó su dedo,
haciéndome una muestra de que esperara, y se agachó. Tomó su edredón y lo alzó, para mirar debajo
de su cama. Mi ceño se frunció en confusión y lo miré curiosa mientras empezaba a sacar unas cajas
de debajo de su cama. Miró su contenido rápidamente, para luego volverlas a meter debajo de la cama,
hasta que encontró la que al parecer estaba buscando. Sacó de allí algo muy parecido a una caja en dos
tipos de tono de gris. Tenía una pequeña puerta en frente, con letras rojas, y dos botones con otras dos
ranuras en las que parecía que algo se conectaba. Sacó algo más de la caja, algo que parecía como un
mando de control que iba con un sistema de juego de video. Tenía el mismo color que la caja gris y
tenía algunos botones y un cable largo. Edward empezó a sacar otros cables y caminó hasta el
televisor. Comenzó a conectar cosas y a moverlas de un lado a otro.

Consiguió hacer lo que sea que estaba intentando hacer y finalmente encendió la televisión, alejándose
de allí y bajando un poco el volumen de su iPod pero sin apagarlo por completo. Caminó de regreso
hasta mí y miró la caja una vez más, cogiéndola y sacando algo más de allí. “¿Qué es eso?” le
pregunté curiosa. Me miró y sonrió.

“Es el sistema de juego Nintendo Original. Guardé esta mierda de cuando era niño, aún funciona
perfectamente”, me dijo, encogiéndose de hombros. Asentí en respuesta, suspirando.

“¿Y vamos a jugar?” le pregunté dudosa, no estaba muy segura de cómo jugar un video juego. Él
asintió.
“Sip, es tan fácil como la mierda, incluso tú podrás hacerlo,” me dijo. En el momento en que las
palabras salieron de sus labios se tensó y me miró. “No quise decirlo de esa manera.”

“Lo sé,” le dije, dándole una pequeña sonrisa. Asintió y acercó a su boca algo que asumí era un juego
y comenzó a soplar sobre él. Lo miré confundida y él se rió de mi expresión.

“Tienes que sacarle el polvo a esto para que funcione. No es exactamente algo de última tecnología o
algo así,” dijo, encogiéndose de hombros. Se acercó al televisor, abrió la pequeña puerta del
videojuego y deslizó el juego en su interior, para luego cerrar la puerta. Presionó uno de los botones y
miró a la televisión. El juego empezó casi de inmediato y sonrió, tomando la palanca de control del
juego. Se sentó en el suelo, estirando las piernas y palmeando el hueco junto a él. “Ven, tesoro, déjame
enseñarte correctamente cómo hacer esta mierda.”

Sonreí y me puse de pie, caminando hasta él. Me senté con cuidado entre sus piernas y puso sus manos
frente a mí, sosteniendo el control del mando. Empezó a explicarme cada qué hacía cada botón,
empezando con un juego nuevo y haciendo toda la primera parte para demostrarme lo que se suponía
debía yo hacer. Lo hacía parecer tan fácil y de manera tan casual, que hizo que me sintiera menos
nerviosa. Yo sabía que era ridículo estar ansiosa cuando hacía cosas junto a Edward, ya que no había
razón para sentirme acomplejada, pero tampoco lo podía evitar. Muy dentro de mí seguía siendo
completamente insegura y me sentía desesperadamente aterrada de que un día él decidiera que yo no
era lo suficiente para él.

“¿Cómo se llama este juego?” le pregunté, girando a verlo. Él me miró y sonrió.

“Mario” respondió. “Es como una tradición, Bella. Que se joda Halo y Grand Theft Auto y todas esas
otras mierdas, no eres nadie a menos que hayas ganado el juego de Mario de Nintendo.”

Edward habló serio, su tono era completamente sobrio, como si fuese un hecho certero lo que estaba
diciendo. Yo no tenía ni idea de qué eran exactamente esos otros juegos, pero recordaba de manera
vaga que los otros chicos los habían mencionado antes. Sonreí y miré nuevamente la televisión,
recostándome nuevamente sobre él. Observé cómo este pequeño personaje saltaba sobre tuberías
verdes y volvía a saltar, esta vez para intencionalmente golpear su cabeza en ladrillos que flotaban en
el cielo. Una cosa que parecía un pequeño hongo salía de uno de esos ladrillos a los que había
golpeado y Edward hizo que el personaje corriera, dirigiéndose directamente hasta el hongo.
Desapareció y de inmediato el personaje creció al doble de su tamaño. Solté una risita y miré a
Edward, quien estaba sonriendo contento. Parecía tan joven y casi inocente en ese momento, tan
despreocupado. Me miró nuevamente y se echó a reír.

“Ten, termina esta parte,” me dijo, entregándome el control. Mis ojos se abrieron con sorpresa.

“¿Y qué pasa si lo mato?” le pregunté, de repente sintiéndome nerviosa y asustada de nuevo. “Quiero
decir, él puede morir, ¿verdad?”. Había entendido lo básico del juego pero verlo y hacerlo eran dos
cosas diferentes. No quería arruinar su juego e irritarlo. Él solo me miró y se encogió de hombros.

“Él regresa a la vida. No es como si tuviéramos que planearle un jodido funeral o algo así. Una vez
que lo mates tres veces, o cuantas vidas tengas, el juego se termina y empiezas otra vez. No es gran
cosa,” me dijo. “Y sí, vas a matarlo. No importa quién seas, todo el mundo ha matado al jodido Mario
antes, una docena de veces.”
Asentí y miré nuevamente a la televisión, sosteniendo el control con nerviosismo. Usé las flechas y
empecé a mover a Mario, presionando los botones para hacer que saltase. Me tomó tres intentos hasta
que logré coordinar que realmente saltara sobre la cosa verde, pero una vez que lo conseguí, encontré
que todo era bastante fácil. Edward tomó nuestras bebidas y regresó hasta donde estaba yo, sentándose
detrás de mí y atrayendo mi cuerpo hacia atrás para que me recostara en su pecho.

Dejó mi vaso junto a nosotros y se llevó su botella de licor a la boca, para tomar un trago.

Empezó a tararear la canción que estaba sonando en ese momento, era algo que yo no reconocía. La
música que provenía de su reproductor se mezclaba con el leve tintineo de la música del videojuego.
Estaba sorprendida de que Edward la tolerara, ya que era muy quisquilloso con respecto a las cosas
musicales. El sonido de sus tarareos guturales que escapaba de sus labios me estaba distrayendo y
terminé llevando al personaje directo al borde de una cornisa, sin ni siquiera notar el hoyo enorme en
el suelo. Edward se rio, mientras negaba.

“Tienes que saltar, nena,” dijo en tono bromista, mientras me codeaba. Sonreí y me sonrojé,
asintiendo.

“Me estabas distrayendo,” murmuré. Él rio, provocando que nuestros cuerpos se movieran por la
vibración en su pecho. La consola de juego empezó desde el inicio y volví a jugar, mientras Edward se
quedó en silencio. Traté de concentrarme en el juego, pero aún cuando él estaba en silencio, su era
presencia me estaba distrayendo. Podía sentir el calor de su cuerpo, oler su esencia y sentir sus
movimientos. Todo esto nublaba mis sentidos, enviando mi cuerpo directo a un torbellino. Maté a
Mario una vez más casi en el mismo lugar que antes y gruñí, estirando mi mano y tomando mi vaso.
Me bebí el contenido y Edward rio, diciendo que él me llevaría hasta la siguiente etapa mientras me
servía un poco más de Tarta Dulce.

El siguiente par de horas pasaron rápido mientras caímos en una especie de rutina. Yo mataba a Mario
y él completaba un nivel por mí para que al menos yo pudiese intentarlo en el siguiente. Tuvimos que
empezar nuevamente el juego un par de veces ya que mientras más tiempo pasaba, mataba a Mario
con más rapidez, debido a que ambos estábamos bebiendo continuamente durante el juego. Podía
sentir el alcohol en mi cuerpo, ya que mis piernas hormigueaban y mi cabeza se sentía levemente
mareada. Era una sensación de euforia, al igual que había sentido las otras ocasiones que había
consumido sustancias tóxicas con Edward, pero esta vez era mucho más intensa. Sentía vibrar todo mi
cuerpo, y estábamos riendo y bromeando. Era agradable, estar únicamente los dos pasando tiempo y
haciendo algo tan divertido y despreocupado. Nunca había tenido la oportunidad de tener este tipo de
experiencias, pero no estaba segura si Edward entendía cuanto significaban estos momentos para mí.
Él me estaba dando algo que había pensado que jamás experimentaría. Edward casi me estaba dando
partes de una niñez con la que nunca fui bendecida.

Estaba jugando un nivel donde había un montón de monedas doradas, no estaba segura lo avanzados
que estábamos en el juego, cuando Edward empezó a acurrucarse en mi cuello y comenzó a besarme.
Podía sentir su suave lengua recorrer mi piel, mientras enviaba escalofríos por todo mi cuerpo.

“¿Te molesta que beba?” Edward me preguntó mientras se alejaba de mi cuello. Mi ceño se frunció
confundido ante su pregunta, mi atención en el juego se desvaneció y Mario fue directo a su muerte
nuevamente. Edward se inclinó y tomó el control, riéndose mientras el juego empezaba de nuevo
porque yo había matado al último Mario que quedaba. Reinició el juego y empezó a jugar desde el
primer nivel muy rápido. Podía decir, solo con verlo en la pantalla, que sus habilidades de juego
gradualmente habían empeorado, y eso era a causa de que estaba de alguna manera embriagado.

“No, no bebes lo suficiente como para molestarme. No eres un borracho malvado como mi padre,” Le
dije, encogiéndome de hombros y recostándome en su pecho.

“¿Ese imbécil bebé?” Me preguntó Edward. Suspiré y asentí.

“Sí,” le respondí. “Cuanto más bebía, peor era el castigo que recibía. Al principio, cuando él tomó el
control de la casa no bebía mucho, pero mientras más peleaban él y su esposa, más empezó a beber.
Los últimos meses fueron los peores.”

Edward se quedó en silencio por un momento y su atención parecía seguir enfocada en la pantalla,
pero me percaté que Mario saltó directo a un acantilado y que Edward no había hecho siquiera el
intento de hacerlo saltar, de que estaba completamente distraído. Me devolvió el control, suspirando.

“Quiero matarlo, realmente quiero matarlo, ¿sabes?” me dijo en voz baja, estirando su mano y
alcanzando su botella de licor. Tomó un trago y volteé mi cabeza para mirarlo con sorpresa. Él bajó su
botella y me miró, frunciendo el ceño. “No tienes ni idea de cuánto quiero que ese hijo de puta sufra
por todo lo que te hizo, cuantas ganas tengo de terminar con su vida.”

Me sorprendió la seriedad en su tono de voz y lo miré por un momento antes de empezar a negar de
manera frenética. “No puedes hacer eso,” le dije. Sus ojos se entrecerraron un poco y pude ver en ellos
un destello de ira, el color verde se oscureció levemente.

“¿Por qué no? En serio no debería importarte un carajo ese monstruo,” me dijo de manera cortante, el
coraje era evidente en su voz. Yo negué con mi cabeza, suspirando.

“No me importa lo que le pase a él, Edward. Lo que sí me importa es lo que te pase a ti,” le dije. “No
quiero que lo mates, porque no quiero que te conviertas en un asesino.”

Sus ojos se abrieron completamente y me miró sorprendido, obviamente no esperaba esa respuesta de
mí. Miré nuevamente a la televisión y empecé a jugar, sin saber lo que Edward pensaba de lo que
había dicho. Maté a Mario antes de llegar al final de ese nivel y gruñí, para volver a empezar. Duré
casi treinta segundos antes de que muriera nuevamente, esta vez era su última vida. Dejé el control a
un lado, sintiéndome un poco molesta, y Edward me envolvió con sus brazos. Me atrajo con fuerza y
se inclinó un poco, besando la parte superior de mi cabeza.

“¿Sabes algo? Hay muchas personas que están esperando que yo siga los pasos de mi padre,” me dijo
en voz baja. Yo suspiré, asintiendo.

“¿Por qué importa lo que ellos quieran?” le pregunté. Edward permaneció en silencio por un momento
antes de encogerse de hombros.

“Supongo que es porque realmente no quiero decepcionarlos. Quiero decir, nunca supe qué demonios
quería de la vida, así que la idea de ir a Chicago y entrar en la organización parecía lo más fácil y
práctico de hacer, pero ahora que te tengo a ti estoy empezando a ver finalmente qué es lo que quiero.
Te quiero a ti, y lo que tú quieras me importa. Si tú no quieres que haga esa mierda, entonces
realmente tengo que pensarlo, ¿sabes? Porque esta también será tu vida. Y tú me importas mucho más
que cualquiera de esos otros hijos de puta,” respondió. Sonreí levemente, suspirando, sintiendo un
poco de alivio a causa de sus palabras. Quizás el doctor Cullen tenía razón, quizás tendría lo que
anhelaba y Edward no seguiría el camino que él había tomado para sí después de todo. No podía
engañarme a mí misma, la idea de Edward siendo un criminal y un asesino realmente me molestaba.
Yo podía aceptar sus defectos, pero ¿podía realmente aceptarlo si él mataba personas y robaba para
obtener ganancias de ello?

“Tú eres la única cosa que me importa,” murmuré finalmente, porque era la verdad. No era nadie sin
él; él era la única luz en mi vida. Él gimió levemente en respuesta a mis palabras, apretándome con
fuerza.

“¿Sabes algo?, quizás nosotros debamos solo irnos,” me dijo después de un momento. Mi ceño se
frunció confundido, sin saber a lo que se refería. “Voy a hacer que Emmett encuentre alguna manera
de joder ese chip para que no podamos ser rastreados y simplemente largarnos de aquí.”

Sentí cómo el miedo me invadió nuevamente ante su sugerencia, sintiéndome ansiosa de que él aún
estuviese considerando huir de lo que fuese que nosotros enfrentábamos. De todos modos, eso no era
una opción. “Eh, no creo que debamos hacerlo,” le dije rápidamente. Edward suspiró.

“¿Por qué no?” preguntó.

“No lo sé, creo que quizás debemos esperar. No quiero que simplemente dejes todo por mí. No quiero
que tengas que dejar tu familia. Quizás si nos quedamos como estamos y esperamos, las cosas
funcionen,” le dije. Edward se quedó en silencio por un momento y cerré mis ojos, su silencio estaba
provocando que mi ritmo cardiaco se incrementara. ¿Estaba Edward sospechando de mí?

“Si eso es lo que quieres,” dijo finalmente.

Di un respiro de alivio, asintiendo. “No quiero tener problemas por un tiempo. He pasado toda mi vida
en un constante caos, siempre teniendo que protegerme y será igual si huimos. ¿Podemos simplemente
olvidar todo eso ahora y solo ser nosotros, por el momento? Tu padre no es malo conmigo, él no me va
a hacer daño.”

Estaba diciendo la más gorda de las mentiras, ya que todavía estaba bastante segura de que el doctor
Cullen me podía herir en un latido si él lo sentía necesario y el hecho de quedarme, significaba
también que debía seguir protegiéndome constantemente, pero esperaba que Edward no lo notara y
que solo estuviese de acuerdo, aceptándolo por el momento. “Nos quedamos,” dijo finalmente,
haciendo una pausa para luego añadir, “por ahora.”

Asentí, sabiendo que la situación no estaba del todo evitada pero que al menos quedaría a un lado por
el momento, al menos hasta que yo pudiese lograr comprender mejor la situación de lo que estaba
pasando o hasta que lograse tener un plan mejor para arreglarlo todo. Ambos nos quedamos en
silencio por un momento antes que Edward tomara de nuevo el control de mando del video juego.
“¿Has terminado de jugar?” me preguntó. Asentí, mirándolo y dándole una pequeña sonrisa. Él sonrió
en respuesta y se puso de pie, empezando a recoger todo el juego. Caminó hasta la cama y puso todo
en la caja nuevamente, al tiempo que me ponía de pie, y tomaba mi bebida.
“Me pregunto que hay en esas cajas,” le dije, recordando haberlas visto cuando limpiamos su
habitación. “¿Es ahí donde escondes tus juguetes?” le pregunté en tono bromista. Él me miró y sonrió
levemente, negando con la cabeza.

“Mucho más que juguetes, Bella. Es aquí donde guardo mi antiguo yo,” me dijo. Sus palabras no
tuvieron sentido para mí y se percató de aquello cuando vio mi expresión. “Todo lo que guardo de
Chicago está en estas cajas.”

Asentí entendiendo finalmente. Me senté en su cama y tomé un trago de mi bebida, mirando al interior
de una de las cajas. Edward guardó finalmente el juego y cerró la caja, deslizándola debajo de la cama.
Dudó por un momento antes de sacar una caja más pequeña. Tiró de la tapa y la caja se abrió, y pude
ver que contenía en su mayor parte papeles y fotos. Metió su mano en la caja brevemente, buscando
algo en el fondo, antes de sacar un portarretrato de color negro. Me lo dio y lo tomé con cuidado, sin
saber exactamente qué era lo que me estaba dando. Bajé la mirada a la foto y me paralicé cuando mis
ojos vieron una mujer de cabello y ojos claros, ambos del mismo color que los de Edward, de pie junto
a un niño pequeño que estaba claro que era Edward más o menos hace diez años. Miré la fotografía
con asombro, la perplejidad me golpeó después de un segundo cuando tuve un extraño sentimiento de
familiaridad. Supe de inmediato que eran Edward y su madre, pero parecía haber algo más en ella.
Como si hubiese visto esa imagen en algún otro lado, pero sabía que no la había visto porque nunca
había visto nada de esa caja que guardaba Edward, y ninguno de los chicos me había enseñado una
foto de ella antes. Pero de todas formas, algo me hizo reconocerla, como un extraño sentimiento de
déjà vu.

La madre de Edward era impresionante. Alta, de piel blanca, ojos verdes expresivos y cabello rojo
levemente ondulado. Ella prácticamente brillaba en la foto, y se podía decir con solo verla que
claramente adoraba a su hijo menor. Y Edward, a pesar de todo el tiempo que había pasado, seguía
siendo Edward. Su cabello era rebelde y sus ojos llenos de emoción, de piel pálida con unas pocas
pecas en su nariz. Y era también muy fácil decir que él amaba a su madre más que a nada, porque la
manera en la que él la miraba era asombrosa. La estaba mirando como si ella fuese la cosa más
hermosa del planeta, y para él seguro que lo era. Y aquello me sorprendió, porque esa era una mirada
que yo conocía bien. Era una mirada que se había perdido en todas aquellas fotos que había visto de
Edward durante el paso de los últimos años, pero que era una expresión que yo veía cada vez que lo
miraba ahora.

Era la mirada de un niño que conoció y sintió lo que era el amor.

Sentí mis ojos llenarse de lágrimas, todo aquello me impactó con fuerza. Mi amor por él, su obvio
amor por mí, y sobre todo, el amor entre una madre y su hijo. Y el dolor, oh Dios el dolor. Lo que
ambos, tanto la madre como el hijo tuvieron que haber sentido en ese último momento, justo antes de
que su vida terminase, justo antes de que Edward tuviese que ser forzado a ser testigo de cómo la luz
la abandonaba. Porque viendo la fotografía, estaba muy claro de ver que ella definitivamente llevaba
luz a cada vida que ella tocaba. Los chicos siempre hablaban muy bien de su madre, siempre la hacían
parecer casi como si fuese una santa, como un ángel, y viéndola no me defraudó en absoluto esa
opinión. Porque ella era sin lugar a dudas todo aquello que ellos decían que era.

Había estado tan cautivada, mirando la fotografía y tratando de asimilar todas las emociones que no
me había dado cuenta de que Edward se había acuclillado frente a mí hasta que él posó una mano
sobre la foto. Lo miré y él sonrió con tristeza, alzando su mano y limpiando mis mejillas con la yema
de sus dedos. Me di cuenta que estaba llorando, de que las lágrimas se habían escapado sin ser
detectadas. Edward me miró con ternura y se inclinó hacia mí después de un momento, dejando un
beso corto en mis labios.

“Lo sé, ella me vestía horrible, no tienes que llorar por eso. Te prometo que nunca más voy a usar
botines de color amarillo, verde y rojo, no te preocupes,” me dijo en tono de broma. Sonreí y miré a la
foto. Él sacó su mano y me reí levemente cuando vi que de hecho, él estaba usando un par de extraños
zapatos de colores muy brillantes.

“No se ven tan mal,” le dije en broma. Él rio, mientras negaba.

“Odiaba esos jodidos zapatos,” me dijo. “Pero los usaba por ella.”

Sonreí y asentí, mirando la foto otro segundo, todavía abrumada por esa extraña familiaridad. “Era
muy hermosa,” le dije.

“Sí. Te dije que me veía exactamente como ella,” me respondió.

Asentí, ya que aquello era una verdad absoluta. Me pregunté en ese momento si esa era la razón por la
cual la fotografía me había llamado tanto la atención, si era por el simple hecho de que había mucho
de Edward en ella. Dudé por un momento pero le entregué la foto a Edward. Él la cogió y esperé que la
guardara nuevamente, pero por el contrario se puso de pie y caminó hasta su escritorio, dejándola
sobre él. Se volteó y me sonrió, cerrando la caja nuevamente y deslizándola sobre su escritorio.

“¿Quieres acostarte y ver una película o algo así?” me preguntó. Asentí y él cogió un DVD y lo puso
en el reproductor. Mis ojos se abrieron asustados cuando desabotonó y bajó el cierre de sus
pantalones, dejándolos en el suelo y saliendo de ellos. Caminó hasta la cama y apagó las luces antes de
tomar el control remoto y subir a la cama en boxers. Me acercó a él y recosté mi cabeza en su pecho,
entrelazando nuestras piernas mientras nos acurrucábamos. La película empezó, y apenas logré llegar
a los diez primeros minutos antes que mis ojos empezaran a cerrarse.

Asumí que mi embriaguez afectó mi sueño, porque me quedé dormida de inmediato. Dormí
profundamente un rato antes de que unos extraños sueños empezaran a colarse en mi cabeza,
interrumpiendo mi tranquilo descanso. Vi una gran casa blanca en medio de un vasto territorio
predominantemente marrón, con un granero en mal estado a un costado. Estaba de regreso en Phoenix,
y se sentía tan real que casi podía sentir el calor, el sol quemando mi piel sensible. Podía sentir el
polvo en mis pies, y hacía calor pero no quemaba porque estaba acostumbrada a él. Corría y el viento
golpeaba mi piel sudorosa ya que correr me ayudaba a ventilarme del calor. No estaba viendo por
donde iba cuando me golpeé con algo, retrocediendo un par de pasos y cayendo sobre mi trasero.

Alcé la mirada y pude ver una silueta, pero el sol en el cielo me estaba cegando de tal forma que todo
se veía brillante y resplandeciente. Me sentí confundida por un momento, y luego una dulce y suave
voz femenina rompió el silencio. ‘Estás terriblemente sucia, pequeña,’ dijo la voz. Estaba
desconcertada acerca de lo que estaban hablando y les pregunté dónde, bajando la mirada para verme a
mí misma. Una dulce risa retumbó y la ceguera se aclaró en cuanto la silueta se acuclilló frente a mí,
una cabellera pelirroja y unos ojos verdes me impresionaron. Una belleza completa, amor y
compasión eran sus características. Hasta ese momento de mi vida, nunca había visto un ángel, pero
estaba segura de que ella era uno. ‘Por todos lados,’ ella respondió a mi pregunta, sonriendo con
cariño y levantando uno de sus dedos, para presionarlo levemente en la punta de mi nariz.

En el momento en que su dedo hizo contacto conmigo me senté de inmediato en la cama, parpadeando
rápidamente, casi al borde de la hiperventilación al despertar tan bruscamente de mi sueño. Mi
corazón latía desbocado, la confusión y la incredulidad me consumían.

Era imposible, no podía haberla conocido. La habría recordado mucho antes que ahora, podía jurar que
recordaba a cada persona que había conocido. Pero ella estaba allí, en mi sueño, en Phoenix. Y me
había hablado, y no tenía ni idea de cuántos años tenía pero debía ser demasiado pequeña para que un
recuerdo como ese estuviese tan profundamente enterrado.

Miré a Edward, que estaba hecho una bolita sobre la cama y abrazando su almohada con fuerza. Miré
su silueta tranquila, para repentinamente recordar algo que el doctor Cullen me había dicho en
Navidad.

“La primera vez que te conocí Isabella, tenías tres años. Bueno, nos dijiste a mi esposa y a mí que
tenías tres, pero levantaste solo dos dedos.” Dijo. “En fin, me sorprende un poco que recuerdes a mi
hermana pero no a mí, ya que te vi en algunas ocasiones durante estos años.”

Mis ojos se abrieron asustados mientras una vaga imagen del doctor Cullen vino a mi mente, un
recuerdo. ‘¡Gracias por visitarme!’ le había dicho, abrazando su pierna. Él palmeó mi cabeza y sonrió,
diciendo: ‘De nada, pequeña.’

Sentí mis ojos llenarse de lágrimas, el asombro me recorría por completo. Me sentía sorprendida de
no haber descubierto nada de esto antes. Mis manos estaban temblando, mi corazón latía con rapidez.
Salí de la cama con cuidado, asegurándome de no molestar a Edward, y caminé hasta su escritorio. Le
eché un vistazo rápido para asegurarme de que él siguiera dormido antes de mirar la foto una vez más.
Entrecerré los ojos en la oscuridad, mirando a Elizabeth Cullen, recuerdos borrosos que acababa de
tener comenzaron a llegar con un poco más de claridad.

“Lizzie,” susurré, sonriendo levemente, asombrada de que haber olvidado completamente que la había
conocido. Por alguna razón había entrado en negación, había querido olvidarla. Ella me había visitado
en un par de ocasiones por lo que yo podía recordar y luego simplemente desapareció. Era tan pequeña
que no lo comprendí, creí que ya no le gustaba. Miré su fotografía un largo rato antes de que mi visión
se nublara por completo. “Ahora recuerdo por qué quería que me llamaran Izzy,” susurré muy bajito y
las lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas.

Escuché la cama moverse un poco y solté la foto rápidamente, para luego mirar a Edward. Él estaba
revolviéndose en la cama y me acerqué, limpiando mis lágrimas con rapidez. Lo miré un segundo
antes de que mis ojos se abrieran con pánico al recordar a Edward diciendo que la foto de mi madre le
parecía un poco familiar.

¿Pude haberlo conocido también?


Capítulo 45 (Sin) Sentido

“El péndulo de la mente alterna entre sentido y sinsentido, no entre el bien y el mal.” – Carl Jung.

Edward cullen
Me di la vuelta y estiré mi brazo, buscando la forma de Isabella en la cama junto a mí para poderla
atraer hacia mí y acurrucarnos como solíamos hacer cuando dormíamos. Di unas breves palmaditas en
la cama sin sentirla ahí y rápidamente abrí los ojos. Mi frente se arrugó en confusión cuando vi que la
cama estaba vacía, nada más que una manta, sábanas y una almohada donde debería haber estado su
cuerpo dormido. Miré hacia el baño, viendo que la puerta seguía abierta y la luz apagada, así que
obviamente ella no estaba allí. Rápidamente me incorporé y escuché un ruido de alguien arrastrando
los pies detrás de mí. Volví la cabeza al instante y vi a Isabella acercándose desde el otro lado de la
habitación. Se metió de nuevo en la cama y rápidamente se deslizó a mi lado dándome la espalda. Me
quedé mirándola confundido por un momento, antes de acostarme de nuevo y envolver mis brazos a su
alrededor.

“Ven aquí, cariño,” le susurré, mi voz ronca por el sueño. “Acuéstate conmigo.” La atraje hacia mí y
ella no ofreció ninguna resistencia, girando su cuerpo para quedar frente a mí y acurrucarse. Recostó
su cabeza en mi pecho, envolviendo su brazo sobre mí. Me incliné y besé el tope de su cabeza,
suspirando. “¿Qué estabas haciendo?” Le pregunté con curiosidad.

Suspiró y se encogió de hombros ligeramente. “No puedo dormir,” murmuró. La miré receloso, sin
creer esa mierda porque ella se había desmayado rápidamente y había tenido un sueño jodidamente
profundo durante toda la película. No había manera de que estuviera lidiando con insomnio.

“¿Qué pasa?” Le pregunté.

“Nada,” murmuró. Suspiré exasperado, sin creer tampoco esa mierda.

“¿Qué tal si hago la pregunta de nuevo y esta vez me dices la verdad?” Le dije, un poco molesto. Sabía
que odiaba que me escondiera mierda y me había estado molestando toda la noche, porque estaba
claro como la puta agua que ella se estaba guardando algo. Desde que la recogí en el hospital había
estado actuando de forma extraña, y no era nada específico que estuviera haciendo sino una sensación
que estaba recibiendo de ella. Se estaba conteniendo, y no tenía una puñetera idea de por qué o qué
podría ser, pero estaba determinado a averiguarlo. Esperaba que ella se relajara y esa mierda
desaparecería cuando metiera alcohol en su sistema, que tal vez lo había imaginado y solo estaba tensa
por haber pasado todo el día encerrada en esa pequeñísima oficina con mi irritante padre. Desapareció
por un momento, pero ahora era obvio que seguía ocultándome algo y no me gusta esa mierda. Joder,
ni siquiera un poco.

“¿Qué quieres decir?” Preguntó con cautela, su voz tranquila. Suspiré, negando con la cabeza.

“Quiero decir que te conozco malditamente bien, Isabella, y le estás dando vueltas a algo. Antes me
has dicho que sabías que podías decirme lo que fuese, así que solo escupe esa mierda,” le dije, molesto
porque mis ojos ardían por el cansancio y no quería nada más que cerrar una vez más esos hijos de
puta y volver a dormir, pero joder, no podía hacer eso si había algo molestándola. Se quedó quieta por
un largo rato, tan inmóvil y callada que me pregunté si se había quedado jodidamente dormida o algo.
Levanté mi mano para frotar mis ojos y gemí suavemente, exasperado, y ella finalmente suspiró y
movió su cuerpo.

“Tal vez ahora no sea el momento,” dijo en voz baja. Gemí de nuevo, esta vez con más fuerza y
empecé a moverme sobre mi costado para mirarla. Ella se quitó de mi pecho e iba a darse la vuelta
para darme la espalda pero la agarré para detenerla, queriendo aclarar las malditas cosas para poder
volver a dormir. Sin importar lo agotado que estuviera, no había manera de que mi mente
desconectara y fuera capaz de dormir si ella estaba actuando así rara cuando no tenía ni puta idea de
por qué.

Me miró y me congelé, sorprendido por su expresión. Parecía casi devastada, la expresión más
jodidamente triste que alguna vez hubiera tenido en su rostro. Parecía como si acabara de ver que
alguien había pateado a su maldito perro. Casi podía decir que era desolación lo que vi, como si
alguien hubiera muerto y su puñetero mundo hubiera sido sacudido.

“Ahora es el momento. ¿Qué va mal, qué ha pasado? Y no me digas que nada, o que estás
perfectamente o bien, porque no me voy a creer esa mierda. Así que si me amas como jodidos dices
que lo haces, me dirás qué demonios es lo que te está molestando,” le dije, necesitando saber qué la
tenía tan alterada. Se me quedó mirando un segundo, un destello de pánico en sus ojos, y casi me sentí
mal por el chantaje emocional pero estaba demasiado inquieto para preocuparme por eso ahora.
Estuvo mal de mi parte usar nuestro amor contra ella como una manera de conseguir que me dijera la
mierda que estaba en su mente, pero al mismo tiempo estaba mal de su parte no decirme esas mierdas
en primer lugar.

Ella solo se me quedó mirando por un momento, viéndose asustada y me di cuenta que su mente
estaba trabajando a gran velocidad. Joder, estaba tratando de pensar en cómo conseguir salir de esta,
una laguna en mi chantaje. Lo que sea que fuera claramente no quería decirlo, pero no había manera
de que no me lo dijera ahora.

“¿Tenemos que jugar a las veintiún putas preguntas para conseguir que me lo digas? Pensé que
habíamos pasado eso, pero tal vez no,” dije con fastidio, levantando la mano y pellizcando el puente
de mi nariz. Estaba tratando de mantener mi temperamento bajo control para no molestarla más, pero
sentí las ganas de sacudirla hasta sacarle la mierda y demandar que me dijera cada jodida idea que
tuviese en el cabeza.

Ella negó con la cabeza rápidamente. “Ya pasamos eso,” me dijo. Suspiré.

“Entonces, ¿por qué me estás ocultando mierdas? Has estado actuando de forma extraña desde el
hospital. ¿Ha pasado algo? ¿Te ha dicho algo mi padre?” Le pregunté, tratando de conseguir alguna
maldita pista de lo que se trataba. Ella se quedó mirándome y vi ese pánico de nuevo cuando mencioné
a mi padre. Asentí, con la ira hirviendo dentro de mí cuando supe que iba por el camino correcto.
“¿Qué te ha dicho? ¿Te ha hecho una maldita amenaza?” Le pregunté bruscamente.

Rápidamente negó con la cabeza, luciendo casi temerosa, pero no hizo ningún intento por decir más,
lo que no ayudó nada en sofocar la ira que estaba sintiendo por la situación. Ella seguía sin decirme
esa mierda.

Respiré profundamente y me pasé una mano por el pelo, cerrando los ojos, tratando de calmarme
porque estallando y gritándole no resolvería nada. Solo haría que se cerrara más, la alteraría todavía
más y eso no era lo que quería. Quería que se abriera a mí y siendo un imbécil no lo lograría. Iba a
tener que ser encantador para convencerla que me lo dijera, lo que era malditamente ridículo porque
ella es mi novia y afirmaba que confiaba en mí, así que no había razón por la que deberíamos tener
que jugar estos putos juegos mentales de mierda. Pero por alguna razón ella quería jugarlos, así que no
solo iba a jugar sino que iba a ganar y usar lo que tenía para manipularla.

Volví a abrir los ojos y la miré, viendo que ella me miraba con aprensión. Suspiré y estiré mi mano
para quitar algunos cabellos rebeldes de su rostro. La punta de mis dedos rozó su piel ligeramente y
sus ojos revolotearon cerrándose.

“La mia bella ragazza,” murmuré. “Non capisco*.”

Ella abrió de nuevo los ojos para mirarme, su expresión casi de sorpresa. Me aseguré de mantener mi
voz suave y encantadora, acentuando el italiano porque pensé que esa mierda al menos no haría daño.
Mi italiano era muy americanizado, a veces incluso hasta el punto que los italianos no podían entender
qué demonios estaba diciendo. Pero la mafia entendía, porque ellos hablaban esa mierda
americanizada también. Era una loca mezcla de dialectos, la mayoría del sur de Italia y estaba todo
jodido gramaticalmente y por lo general mi acento era una mierda porque soy nacido y criado en
América. Pero podía sacar esa mierda bastante bien cuando quería, cuando de verdad lo intentaba, y
ahora estaba intentándolo. Sonreí ante su expresión, contento de que al menos el pánico se hubiera ido.

-“Tanto gentile e tanto onesta pare la donna mia*,” le dije, halagándola. Sus labios comenzaron a
convertirse en una sonrisa.

-“¿Qué significa eso?” Preguntó con curiosidad. La miré fijamente por un segundo, sonriendo.

-“Significa: ‘Tan amable y tan honesta mi dama parece ser,” le dije. “Es un verso de Dante, ‘La Vita
Nuova*’. Poesía, supongo.” Mi ceño se frunció por la confusión ante mis propias palabras, ¿cuándo
cojones había comenzado a citar poesía? ¿Qué demonios me había pasado? Me había convertido en un
mariquita de verdad.

Ella asintió, sonriendo. “Eso es dulce,” me dijo. “¿Sabes más?” Suspiré y asentí vacilante, soltando
esa mierda para tratar de seducirla pero sin tener verdadero interés en recitar la maldita cosa justo
ahora. Ella me miraba expectante, obviamente queriendo escuchar más y yo era un imbécil por ella, le
daría cualquier maldita cosa que quisiera, incluso si eso significaba recitar poesía de amor para
mariquitas a las tres de la mañana en italiano.

“Quand’ella altrui saluta, ch’onge lingua deven*… eh…” Tartamudeé, deteniéndome abruptamente,
jodidamente atorado e incapaz de recordar el resto. “Cristo, es demasiado temprano para esta mierda.
O demasiado tarde, lo que sea. Pregúntame mañana cuando esté coherente.”

Ella sonrió y asintió. “Está bien. Deberíamos volver a dormir,” murmuró. Yo negué rápidamente.
“Dime lo que ha hecho mi padre, tesoro,” le dije. Me miró y su sonrisa se desvaneció. “No hay nada de
qué preocuparse. No voy a ponerme como un loco, lo prometo. Si es necesario, simplemente huimos.
Ya te lo he dicho.”

Sus ojos se ampliaron un poco, ese maldito pánico volviendo a surgir. “Decidimos que nos íbamos a
quedar, ¿recuerdas?” Ella dijo. “No vamos a huir.”

Suspiré, todavía bastante molesto y sin entender en absoluto su insistencia de quedarse aquí si
podíamos encontrar una manera de irnos. Supongo que podía ver que no quería que me alejara de mi
familia, pero tenía que darse cuenta que ella era lo que más importaba en mi vida. Amaba a mi
familia, pero esta era mi vida y tenía que vivirla por mí mismo. Dejaría todo atrás y me marcharía,
para empezar una vida completamente nueva con ella en algún parte. Ella tenía que empezar de cero
de todos modos, joder, porque ella ni siquiera existía así tal cual, así que, ¿por qué no empezar de cero
yo también?

Tengo que admitir que ella me había impresionado antes, cuando le dije que quería matar a su padre.
La verdad es que ese hijo de puta no merece estar todavía respirando después de haberla torturado y
casi sentía que era mi trabajo asegurarme de ponerlo en su lugar. Ella era mi chica, y no digo esa
mierda de una manera posesiva, aunque me he encontrado siendo bastante posesivo con ella algunas
veces. Quería decir esa mierda de manera conjunta. Pertenecemos el uno al otro y nada iba a cambiar
eso. Ella me dijo que no podía hacerlo, y al principio me enojé pensando que iba a defender a ese
cabrón demente, pero luego volvió esa mierda contra mí. Dijo que no podía hacerlo, que no podía
matarlo, porque no podía ser un asesino. Y el solo escuchar esa palabra “asesino” fue impactante.
Cristo, yo tampoco quería ser un maldito asesino, y oírla decir esa mierda en voz alta fue suficiente
para ponerme en mi lugar. Isabella era buena, había inocencia en ella a pesar de toda la mierda que
había tenido que soportar. Quería ser lo suficientemente bueno para ella, ¿realmente la merecería si
tomara ese camino? No estaba seguro. ¿Podría ella aceptar esa mierda si llegaba el momento? Me
gustaría pensar que podría, pero no podía estar seguro. No estoy diciendo que no llegará el momento
donde decida seguir ese camino, pero me he dado cuenta que no quiero que ella tenga que tomar esa
decisión y elegir voluntariamente estar con un “asesino”. Mi madre había tomado esa decisión, mi tía
Esme había tomado esa decisión, y ambas tuvieron que encontrar el equilibrio entre el bien y el mal en
sus vidas. Quiero decir, les fue bien en su mayor parte, ambas parecían lo suficientemente felices
como si creyeran que mi padre y Alec valieron la pena, pero lo cierto es que habían tenido que elegir
lidiar con esa mierda cuando ambas eran buenas personas. Tuvieron que poner a un lado sus propios
principios y creencias y aceptar a un puto asesino en sus vidas en nombre del amor. ¿Quería que Bella
tuviera que tomar ese tipo de decisión? Ella era mejor que esa mierda.

“Si quieres que nos quedemos, nos quedamos. Como sea. Si quieres huir, huimos. Tú mandas,” le dije.
Sus ojos se abrieron por la sorpresa y me encogí de hombros. “Todo lo que sé es que dónde sea que tú
estés, yo voy a estar. Porque nos pertenecemos. Somos como… dos gotas de agua, nena. Como
mermelada y mantequilla de cacahuete, o macarrones con queso. La mierda puede estar bien en sí
misma, podría salir muy bien, pero mezclas esa dos cosas y es mejor que jodidamente bien. ¿Sabes?”

Estaba todavía medio dormido y casi delirando por el puto agotamiento, todavía podía sentir algo de
vodka en mi cuerpo, así que no sabía si tenía maldito sentido, ella probablemente pensara que era un
idiota, me pregunto qué demonios me pasaba, pero parecía bastante lógico para mí. Ella sonrió
después de un momento.
“¿Quieres decir como espaguetis y albóndigas?” Dijo. “¿O pan y mantequilla?”

Sonreí. “Sí, ¿ves?, sabes a lo que me refiero. Somos como la jodida leche y galletas, cariño.”

Se echó a reír. “La sal y la pimienta,” dijo. “Patatas fritas y salsa.”

Asentí con la cabeza. “Demonios sí. Y tienen que ser patatas onduladas y salsa francesa de cebolla,” le
dije. “No puede ser de otra manera.” Ella se echó a reír, negando con la cabeza.

“Quisquilloso,” susurró. Rodé los ojos jugando y riéndome.

“Como sea, es solo un hecho de la vida,” murmuré. “Mmmm… somos como puré de patatas y la salsa
Gravy. ¡Oh, no! Somos como preguntas y respuestas. ¿De qué sirve una maldita pregunta sin una
respuesta?”

Ella se rio con fuerza, negando con la cabeza. “Tú eres la pareja perdida de mi calcetín,” dijo de
pronto. Me eché a reír, sacudiendo la cabeza, porque solo la jodida Isabella incorporaría el lavado de
la ropa en esta mierda.

“De acuerdo, seré eso. En realidad, eso es jodidamente bueno. No soy nada sin ti y los calcetines son
inservibles cuando solo es uno, un desperdicio de espacio si no tienes el compañero,” le dije,
sonriendo. “Bueno, a menos que tengas un solo pie, entonces puedes tener un solo calcetín.”

Estalló en risas y me reí entre dientes. Estábamos siendo jodidamente infantiles, pero era bueno
escuchar su risa. “¿Y qué pasa con el Kool-Aid y el azúcar?” Preguntó.

Negué con la cabeza, sonriendo. “Al diablo con eso. Kool-Aid, Sunkist y Everclear,” le dije. Ella
frunció el ceño y me miró como si fuera un maldito estúpido.

“Eso no cuenta, son tres cosas y nosotros solo somos dos,” dijo con seriedad, como si realmente
estuviera confundida con esa mierda. Me reí con fuerza, sacudiendo la cabeza.

“Está bien, tesoro, retiro lo dicho. Podemos ser Kool-Aid y azúcar,” le dije. “Pero también tiene que
ser ron y Coca Cola. O vodka y zumo de naranja. En realidad, joder, el vodka va con lo que sea.”

Ella sonrió. “¿Cerezas y Coca Cola?” Preguntó. Yo sonreí con suficiencia.

“Eso es, justo eso. Somos una maldita Coca Cola de cereza.”

Los dos nos echamos a reír. “¿Bert y Ernie?” Dijo después de un segundo. Mis ojos se abrieron por la
sorpresa.

“Mierda. Esa es una buena. ¿Veías Plaza Sésamo?” Le pregunté. Ella sonrió con timidez,
encogiéndose de hombros. “Bueno, ahí lo tienes, somos Bert y Ernie. Demonios, podemos ser Starkey
y Hutch si vamos al caso. Lois y Clark. Batman y Robin. Scooby y Maggi. Obi-Wan y Han Solo. Pero
nada de esa mierda de Romeo y Julieta.”

Ella me miró confundida, obviamente sin saber quiénes eran la mitad de esos hijos de puta. “¿Bonnie
y Clyde?” Preguntó después de un momento. Asentí con la cabeza, un poco aturdido de que ella sacara
esa.

“Sí, Bonnie y Clyde. Esos somos tú y yo, cariño. Mierda, somos como Ben y Jerry. Las aves y las
abejas. Joder, las abejas y la miel. ¡No! ¡Lo tengo! ¡Tú y yo somos como los guisantes y las
zanahorias!” Me detuve y la miré, observando como su ceño se fruncía y una mirada de completa
confusión se apoderó de su rostro. Ella no tenía una puta idea de lo que estaba hablando, nunca antes
había visto a Forrest Gump. Me reí entre dientes haciendo un gesto de negación. “¿Dónde diablos nos
dirigíamos de nuevo con esto?” Pregunté después de un segundo. Ella empezó a reírse y me reí con
ella. Habíamos llegado tan lejos que por supuesto, era ridículo.

Los dos nos quedamos callados después de un momento y ella solo se quedó allí, acostada, mirándome
con una expresión algo así como de cariño. Me deslicé hacia ella y le di un ligero beso en los labios,
con lo que ella suspiró y cerró los ojos. Me aparté de su boca y empecé a acariciar la suave piel de su
mejilla, deseando que simplemente me lo dijera para que pudiéramos terminar con esto. Me di cuenta
por su expresión que sabía que todavía estaba esperando. Le había gritado por eso, había intentado
deslumbrarla, y joder, después la había hecho reír y todavía nada. Así que solo fui paciente y esperé
hasta que ella lo hiciera, sin importar lo difícil que me resultaría hacer esa mierda.

“Él, eh…” Ella comenzó, haciendo una pausa y suspirando una vez más. “Él me ha preguntado si
estaba enamorada de ti.”

Me quedé inmóvil, deteniendo mi mano con la punta de mis dedos en la línea de su mandíbula, y la
miré fijamente. No estaba seguro qué esperaba que me dijera que mi padre hubiera dicho o hecho,
pero obviamente no era eso. Ella abrió sus ojos después de un momento, mirándome con miedo.

“¿Y qué le has dicho?” Le pregunté vacilante, sin saber si quería saber la respuesta a eso. Admití que
me dolería de forma irracional si ella había negado esa mierda, pero no era como si pudiera culparla si
lo había hecho.

“Le he dicho que sí,” dijo en voz baja. Sentí una oleada de emoción rasgar a través de mí, una mezcla
de orgullo y sorpresa. Quiero decir, en el fondo sabía que él sabía esa mierda, pero que lo hubiera
expresado con palabras era diferente. La confirmación era sorprendente.

“¿Qué te ha dicho?” Le pregunté. Ella suspiró, encogiéndose de hombros. Vaciló, y cuando empezó a
hablar me di cuenta que estaba escogiendo cuidadosamente sus palabras.

“Él ha dicho que éramos idiotas si pensábamos que podíamos engañarlo, que él lo sabía,” dijo
tentativamente. Asentí, no del todo sorprendido por eso.

“¿Qué más te ha dicho? Tiene que haber opinado,” le dije. Ella comenzó a morderse el labio inferior,
pareciendo nerviosa.

“Él, eh… él ha dicho que mientras no lo exhibamos frente a él y no tenga que verlo más de lo que ya
lo hace, él no hará nada,” dijo. Suspiré, mirándola fijamente, recordando lo que otros habían dicho
sobre la situación. Esme me había dicho que mi padre era complicado y que si iba con cuidado podría
funcionar. Aro me había dicho básicamente que la amara si quería, pero que alrededor de mi padre
actuara con el cerebro y no con el corazón, que no hiciera alarde de mis sentimientos. Mi padre había
expresado casi el mismo sentimiento a Isabella. No entendía exactamente por qué, cuál era el maldito
problema y por qué no podíamos simplemente estar juntos como la gente normal, pero estaba
jodidamente determinado a averiguarlo.

“¿Por qué no me lo has dicho antes?” Le pregunté. “No tenías por qué ocultármelo. Mierda, podrías
habérmelo dicho de inmediato en el hospital cuando te dije que creía que nos habían atrapado en lugar
de dejar que te carcomiera por dentro todo el día.”

Ella se encogió de hombros. “Supongo que no quería que reaccionaras de forma exagerada,” dijo en
voz baja. Me reí suavemente negando con la cabeza.

“Si tienes miedo de que pierda la cabeza y vaya en contra de su voluntad solo por puto gusto, no tienes
que preocuparte. Si por lo menos va a ser civilizado con esta mierda, entonces no voy a presionarlo,”
le dije.

Ella asintió frunciendo el ceño. “Lo siento,” susurró. “Por ocultarte cosas.”

Suspiré, alcanzándola y abrazándola de nuevo. Rodé quedando de espaldas y trayéndola conmigo,


acurrucándonos de nuevo. Ella suspiró, poniéndose cómoda entre mis brazos con su cabeza en mi
pecho, y nos cubrí con la manta.

“Está bien, no hay problema. Solo que no hagas esa mierda de nuevo, ¿de acuerdo? Nada es tan malo
para que tengas que ocultármelo,” le dije, sintiéndome como un maldito hipócrita al momento que las
palabras salieron de mis labios. Yo también estaba ocultando mierda, y estaba mal de mi parte pero
simplemente estaba tratando de protegerla. Había empezado a investigar y en realidad no había
encontrado nada, pero sabía que si mi padre me atrapaba, estallaría. No quería involucrarla porque yo
podía soportar la ira de mi padre. Él realmente no me haría daño, lo sabía. Pero con Isabella era otra
historia y no quería que saliera lastimada por mi culpa. Así que se lo había ocultado, por su seguridad.

“De acuerdo,” dijo simplemente, acercándose aún más a mí. La apreté con más fuerza, cerrando los
ojos.

Me seguían ardiendo después de toda esta mierda y rápidamente concilié el sueño.

Me desperté mucho más tarde en una habitación parcialmente bañada en luz, afortunadamente la
mayor parte de la luz del sol estaba obstruida por las persianas y cortinas. Mi cabeza latía con fuerza,
mis ojos dolían. Parpadeé un par de veces y me incorporé para quedar sentado, pasando mis manos por
mi cara. Todo mi cuerpo estaba tenso. Anoche no había bebido más de lo que solía hacerlo en el
pasado, pero casi había dejado de beber alcohol así que la tolerancia de mi cuerpo se había reducido
significativamente. Miré hacia el reloj de alarma, sorprendido de que pasara de las once de la mañana.
Eché un vistazo a mi lado en la cama, refunfuñando cuando me di cuenta que una vez más había me
despertado solo en la cama. La habitación estaba desierta, el baño vacío, por lo que estaba claro que
ella no estaba por ningún lado esta vez. Me obligué a salir de la cama, estirando mis músculos.
Caminé por la habitación y saqué un par de pantalones cortos de baloncesto, sin importarme en
realidad una mierda lo que me ponía por el momento, solo necesitaba cubrir mi culo con algo más que
solo mis boxers en caso de que alguien más que Isabella estuviera abajo.

Entré en el baño y agarré una botella de Tylenol, poniendo dos en mi boca y tomando un vaso de agua
del grifo para tragarlas. Me pasé la mano por el pelo, mirándome brevemente en el espejo antes de
salir de la habitación. Bajé las escaleras, vacilando en el segundo piso cuando escuché la voz de mi
padre en su oficina, indicando que ya había vuelto a casa. Me dirigí al primer piso y entré en la cocina,
agarrando un refresco del refrigerador. Lo abrí y tomé un trago, mirando a mi alrededor. La planta
baja estaba en completo silencio y miré por la ventana, notando que el Jeep de Emmett no estaba.
Caminé por la planta baja por un momento, sin ver a Isabella por ningún lado, y volví a subir las
escaleras. Miré en su habitación y en la biblioteca, confundido cuando no la encontré por ninguna
parte. Empecé a bajar las escaleras de nuevo, preguntándome si habría ido a alguna parte con mis
hermanos, y me congelé cuando llegué al segundo piso y la puerta de la oficina de mi padre se abrió.

“Harás bien en recordar eso,” escuché que decía su voz. Miré hacia la puerta confundido,
preguntándome de qué carajos estaba hablando, mis ojos se ampliaron por la sorpresa cuando Isabella
salió al pasillo. Ella levantó la vista, sus ojos encontraron los míos y una expresión de sorpresa cruzó
su rostro. Mi padre vio su expresión y me miró.

“¿Necesitas que te laven la ropa, Edward?” Mi padre preguntó después de un momento de silencio casi
incómodo, alzando las cejas inquisitivamente. Mi frente se arrugó por la confusión y negué con la
cabeza, preguntándome por qué demonios me estaba preguntando eso. ¿Estaba tratando de encontrar
trabajo para ella? No me gustaba mucho la idea, porque ella no debería tener que hacer esa mierda y
yo estaba a punto de decirle eso en mi estado de resaca.

“¿Por qué?” Le pregunté.

Se encogió de hombros. “No sé. Es solo que llevas dos días seguidos por ahí con apenas algo de ropa.
Solo me preguntaba si tal vez te habías quedado sin ropa o algo así,” dijo.

Bajé la vista mirándome, rodando los ojos.

“Cristo, no es como si estuviera desnudo, papá. Tengo mi polla cubierta, tú me enseñaste esa mierda al
menos,” le dije, encogiéndome de hombros. Isabella jadeó, mirándome horrorizada, y mi papá
comenzó a reírse suavemente, negando con la cabeza.

“Sí, me alegra que por lo menos eso se metiera en esa cabezota tuya. Siempre mantenlo cubierto,” dijo
divertido. Me reí entre dientes por el obvio doble sentido, sacudiendo la cabeza.

“¿Qué?, ¿crees que eres demasiado joven para ser abuelo?” Le pregunté en broma. Él levantó las cejas.

“En realidad, sí. Vamos, apenas tengo cuarenta y uno. Y al tener diecisiete se es demasiado joven para
tomar decisiones importantes en la vida, lo que incluye la reproducción. Pero, francamente, estaba tan
preocupado de que cogieras algo de esas bagasce* de este pueblo como lo estaba que las embarazaras.
Durante un tiempo, cada vez que decías las palabras: ‘Ey, papá. ¿Qué es esto?’ Temía volverme a
mirarte y tú de repente sacaras tus partes privadas y me mostraras algo sospechoso,” dijo. “Quiero
decir, un bebé te costaría mucho dinero, pero puedes costearlo… no estoy tan seguro de que puedas
costear que se te caiga la polla.” Isabella jadeó con fuerza, volviéndose a mirar a mi padre, sus ojos
muy abiertos y al parecer bastante sorprendida por sus palabras. Me reí por su expresión.

“Bueno, gracias por tu preocupación, papá, pero te aseguro que mi polla está en fantástica forma,” le
dije en tono de broma, estirando mi mano y dándole una palmada en la espalda. Se echó a reír,
sacudiendo la cabeza, y le eché un vistazo a Isabella para verla mirándome con horror, su rostro
volviéndose de un rojo brillante.

Papá la miró y suspiró.

“Puedes retirarte, niña,” dijo en voz baja. Ella asintió y se giró rápidamente, prácticamente saliendo
disparada por los putos escalones. Casi me sentí mal de que ella se hubiera sentido avergonzada por la
conversación, pero no podía negar que la mierda había sido muy divertida.

Me reí y negué con la cabeza, pasando la mano por mi pelo mientras ella desaparecía de mi vista. Mi
padre suspiró después de un momento y lo miré para verlo observándome.

“Ve a vestirte,” dijo después de un segundo. Entrecerré un poco mis ojos.

“¿No acabamos de pasar por esta mierda? No es como si estuviera indecente. ¿Tienes algún problema
con verme así? Creo que me veo jodidamente bien, hay gente que pagaría por verme así,” le dije,
levantando mi mano para frotar mi pecho. Él suspiró, negando con la cabeza.

“¿Podrías ser más engreído?” Preguntó. “Y no, no tengo problema con ello, además del hecho de que
sabes que odio ver toda esa tinta sobre ti. Eres demasiado joven para estar tan marcado.”

Rodé los ojos. “Como sea. En lo personal, a mí me gustan, estaba pensando en hacerme otro justo
aquí,” le dije, señalando mi brazo derecho que hasta ahora estaba sin tatuajes. Él arqueó una ceja y
negó con la cabeza.

“No, hasta que salgas de mi casa,” dijo. “Y lo digo en serio. No más tatuajes.”

Me quedé mirándolo por un momento antes de sonreír con suficiencia. “Lo que tú digas papá, tú eres
el jefe por este hijo de puta,” le dije, encogiéndome de hombros. Sabía malditamente bien que me
haría otro tatuaje si quería y no había una mierda que él pudiera hacer al respecto.

“También harías bien en recordar eso, hijo,” dijo. Mis ojos se estrecharon levemente.

“¿Y qué haría bien en recordar Isabella?” Le pregunté, ya que eso era exactamente lo mismo que le
había dicho cuando salía de su oficina. Él se me quedó mirándome un segundo antes de encogerse de
hombros.

“Chi s’occupa coi i suoi propri affari, va continuare por cent’anni*,” dijo. Me quedé mirándolo y
asentí después de un momento.

“¿El que se ocupa de sus propios asuntos, vivirá cien años?” Le pregunté, queriendo asegurarme de
que había entendido bien esa mierda, porque nunca antes le había escuchado decirla. Él sonrió y
asintió, y suspiré. “Básicamente, que no me meta en la mierda que no me importa.”

“Sí,” dijo. “Y deja de maldecir tanto. No es necesario y suena mal.”

Yo gemí. “Tú maldices,” le dije, haciéndole ver su hipocresía. Él se encogió de hombros.

“Y tu madre lo odiaba. Ella toleraba que fuera malhablado y mi ocupación, pero despreciaba ambos.
¿Cómo crees que se sentiría escuchándote ahora?” Me preguntó. Le estreché mis ojos, mi ira
hirviendo ante la mención de mi madre.

“¿En serio vas a pararte ahí y hablarme sobre cómo se sentiría mi madre con lo que estoy haciendo?”
Le pregunté, molesto. “¿Y qué pasa con lo que tú estás haciendo?”

Él se quedó mirándome y vi el destello de ira en sus ojos, pero contuvo esa mierda tratando de no
estallar. “Ella siempre estuvo decepcionada de mí, no sería nada nuevo. Pero había pensado que tal
vez tú podrías aprender de mis errores para que la historia no se repitiera. Creo que estaría
decepcionada si dejamos que eso suceda.”

Me quedé ahí, mirándolo boquiabierto y confundido en cuanto a qué era exactamente lo que estaba
tratando de decirme. Él suspiró después de un momento y pellizcó el puente de su nariz. “¿Vas a
vestirte o qué?” Preguntó, sonando irritado.

“¿Volvemos a esa mierda? ¿Otra vez?” Le pregunté. Él asintió.

“Puedes corretear por la casa luciendo como quieras Edward, pero no voy a salir en público contigo
medio desnudo. Además, fuera hace frío. No querrás enfermarte,” dijo. Mi frente se arrugó por la
confusión.

“¿A dónde voy a ir?” Le pregunté, pensando si tal vez me había olvidado de algo, porque estaba
jodidamente seguro que no recordaba haber hecho ningún plan.

“Tengo el día libre, así que había pensado que podíamos ir al campo de tiro como habíamos hablado,”
dijo. Mis ojos se abrieron por la maldita sorpresa y lo miré boquiabierto, un poco aturdido.

“¿Carlisle Cullen ha hecho un hueco en su puñetera agenda? ¿Y por el pobrecito de mí?” Le pregunté
con sarcasmo. Él rodó los ojos.

“Ve a vestirte,” me dijo, exasperado. Me eché a reír y asentí, dándome la vuelta y dirigiéndome a las
escaleras. Subí a mi habitación y me desvestí, arrojando mi ropa hacia el cesto. Entré al baño y me
metí en la ducha, lavándome y tratando de despertarme por completo, deshaciéndome del
embotamiento por la resaca. Por suerte mi cabeza ya no estaba latiendo con fuerza, solo me sentía
sucio.

Salí cuando estuve tan limpio y coherente como jodidos pude conseguir y agarré una toalla,
secándome rápidamente. La envolví alrededor de mi cintura y entré en la habitación, agarrando un par
de vaqueros y una camiseta marrón para usarlos. Me vestí rápidamente y volví a entrar al baño, y me
estaba lavando los dientes cuando la puerta de mi habitación se abrió. Miré hacia afuera y sonreí
cuando Isabella entró. Ella me miró y sonrió, acercándose y quedándose de pie en la entrada.

“¿Van a salir el doctor Cullen y tú?” Preguntó, levantando sus cejas inquisitivamente. Asentí y escupí,
enjuagando mi cepillo de dientes y mi boca. Agarré mi colonia y rápidamente me rocié, girándome y
caminando hacia ella. Ella dio unos pasos hacia atrás, tratando de salir de mi camino, pero la agarré
por las caderas y la llevé de vuelta a la cama. Sus rodillas golpearon el borde y se sentó sobre su culo.
Sonreí con suficiencia y me incliné, presionando mis labios en los suyos rápidamente y empujándola
de nuevo sobre su espalda. Le di un beso profundo, separando sus labios con mi lengua. Ella gimió y
alzó sus manos agarrando mi cabello y respondió furiosamente a mi beso. Después de un momento me
aparté, sonriendo con suficiencia cuando vi que estaba jadeando.

“Vamos a ir a jugar con nuestras armas,” le dije. “Prácticas de tiro al blanco.”

Sus ojos se abrieron un poco por la sorpresa y vi un destello de pánico en su rostro. “Vas a estar bien,
¿verdad?” Me preguntó. Mi frente se arrugó en confusión y asentí.

“Sí. Cristo, Bella. No va a dispararme o alguna mierda así. Me parezco demasiado a mi madre, él
nunca me haría daño. Lo he puesto a prueba un par de veces, incluso me ha apuntado con un arma
antes y probablemente quería volarme la cabeza. Pero no pudo,” le dije, encogiéndome de hombros.
Estúpido de mí, pensé que la haría sentirse mejor, pero por supuesto que me salió el tiro por la culata.
Su expresión de pánico se profundizo y gruñí. “En serio, no hay peligro. Relájate. Solíamos ir todo el
tiempo.”

Me miró por un momento antes de asentir, volviendo a sentarse. Me aparté de ella y me pasé una
mano por el pelo. Eché un vistazo alrededor de la habitación, caminando por ella y agarrando una
gorra de los Chicago White Sox y poniéndomela. Cogí mi abrigo de mi armario y me giré de nuevo
hacia Isabella, sonriendo. “¿Me vas a extrañar, tesoro?” Le pregunté en broma, arqueando una ceja.
Ella sonrió y asintió, llevando su labio inferior dentro de su boca para mordisquearlo.

“Siempre te echo de menos cuando no estás,” dijo en voz baja. Me reí entre dientes, poniéndome el
abrigo.

“Te doy unos meses más y comenzarás a cansarte de mi culo,” le dije. Agarré mis cosas
indispensables, deslizándolas en mis bolsillos, y ella negó con la cabeza.

“Nunca,” dijo. Sonreí y me acerqué a ella, colocando otro ligero beso en su boca.

“Me da gusto escuchar eso, porque yo también te extraño como la mierda cuando no estoy contigo.
Pero ya sabes, ¿cómo es esa mierda que dicen? ¿La ausencia hace crecer el cariño? O como sea.” Le
dije, encogiéndome de hombros. “El que me vaya solo significa que me amarás más cuando regrese a
casa.”

Ella se rió suavemente. “Creo que es una forma de verlo,” dijo. Yo asentí.

“No hay mal que por bien no venga. Como sea, ¿de qué estaban hablando antes, mi padre y tú? No me
gusta despertarme y descubrir que no estás,” le dije, mirándola. Ella sonrió levemente.

“Dormías tranquilamente, no quería molestarte,” dijo simplemente. Me quedé mirándola, esperando


que terminara porque le había hecho una puñetera pregunta. Sin embargo, ella se quedó callada, solo
mirándome como si no hubiera escuchado la primera parte.

“¿No me vas a decir de qué estaban hablando?” Le pregunté. Sus ojos se abrieron un poco y esperé un
momento su respuesta. Sin embargo, antes de que pudiera contestar escuché pasos subiendo las
escaleras y a mi padre gritando mi nombre. Refunfuñé, caminando hacia ella rápidamente y besándola
una vez más. “Hablaremos cuando vuelva.”

Caminé hacia la puerta de la habitación y la abrí, saliendo al pasillo cuando él llegaba al tercer piso.
Me miró y se detuvo.
“¿Estás listo?” Preguntó. Asentí suspirando y dirigiéndome hacia él. Se dio la vuelta y comenzó a
bajar los escalones y lo seguí. Llegamos al vestíbulo y se detuvo. “¿Vas a disparar tu arma o quieres
una de las mías del sótano?”

“La mía. Tengo muchas ganas de dispararla,” le dije, sonriendo. Él asintió.

“Está bien. Iremos en tu coche, puedes conducir,” dijo. Mis ojos se abrieron por la sorpresa y asentí,
sonriendo con suficiencia. “Voy a coger mi arma y nos encontramos en el coche.”

Me di la vuelta y salí por la puerta principal, sacando mis llaves y abriendo las puertas del Volvo. Me
subí, ajustando mi asiento porque mi padre había sido el último en conducirlo y le había metido mano
al maldito de nuevo. Salió unos minutos más tarde con una bolsa de lona y abrió la puerta del
pasajero, tirando la bolsa en el asiento trasero. Se puso su cinturón de seguridad y arranqué el coche,
poniéndolo en marcha y bajando por el camino de entrada.

Conecté el iPod y puse algo de música, manteniéndola en lo clásico porque la otra mierda a menudo lo
encabrona. Llegué a la carretera principal a las afueras de Forks, en dirección a Port Angeles.
Hablamos tranquilamente en el camino sobre cualquier mierda y corrí a toda velocidad como un hijo
de puta, pero por suerte él no dijo nada al respecto. Llegamos a Port Angeles en aproximadamente
treinta minutos y conduje hasta el campo de tiro. Mi padre se aproximó al encargado y habló con él
por unos minutos, sobornando a ese pendejo porque ninguna de nuestras armas era legal o tenía
permisos. Mi padre finalmente le pasó algo de efectivo para que no hiciera preguntas que no debía de
hacer.

Cogí mi Glock de debajo del asiento y la guardé en la cintura del pantalón. Mi padre cogió su bolsa y
nos dirigimos hacia el campo de tiro acondicionado al aire libre. Por suerte, estábamos apartados sin
tener que lidiar con nadie más que estuviera cerca. Él empezó a cargar la M1 Garand que le había
conseguido para Navidad y yo saqué la Glock, quitándole el seguro.

Después de un momento los dos comenzamos a disparar, y aunque yo era un maldito buen tirador,
para nada como mi padre. Ese cabrón le podía dar a cualquier objetivo en cualquier alcance en línea
recta, incluso a un blanco en movimiento. A menudo me preguntaba cuántas personas habían muerto
gracias a su impecable puntería, pero nunca le había preguntado. Dudaba que alguna vez le hubiese
disparado a alguien accidentalmente, ya que si él te apuntaba, te daba. No había balas perdidas suyas
volando por ahí.

Yo, por el contrario, sin duda era capaz de darle a alguien por accidente ya que fallé el blanco más de
una vez. Estuvimos bastante tranquilos por un rato, solo disparando y de vez en cuando diciendo una
palabra o dos, antes de que él suspirara y se detuviera.

“¿Quieres probar la Garand?” Preguntó, tendiéndola hacia mí. Lo miré y asentí, tomándola. Dudé
antes de estirar mi mano, entregándole mi arma. Cargué la Garand y apunté, disparando una vez y
dándole al blanco justo al frente. Sonreí con suficiencia y mi padre se echó a reír.

“Ha sido pura suerte,” dijo, sacudiendo su cabeza. Cargó la Glock y apuntó, por supuesto, dándole al
puto blanco una y otra vez mientras descargaba la maldita cosa rápidamente, disparando las ocho
balas de una vez. Sonrió con suficiencia y me miró.
“Puto fanfarrón,” murmuré. Se echó a reír y volvió a cargar el arma, volviendo a disparar. Traté de
darle de nuevo con la Garand y apunté, apenas dándole al blanco justo en el centro. “Mira, esa mierda
no fue suerte, ha sido por destreza. No es suerte si sucede dos veces seguidas.”

Se echó a reír. “Sí, no eres tan malo. Tienes una puntería decente. Tiendes a darle a lo que estás
apuntando. Seguro que Jacob puede atestiguar eso.”

Yo refunfuñé. “Que se joda Jacob,” murmuré, disparando otra vez. Mi padre me miró, pero por suerte
no dijo nada en respuesta a eso. Disparamos sin decir nada por un momento antes de que me
devolviera mi pistola, tomando de nuevo la Garand.

“Es un arma muy buena,” dijo, mientras la volvía a cargar. Sonreí y asentí con la cabeza.

“Sí, cumple su misión, también es fácil de manejar,” le dije. La cargué y apunté, disparando un tiro
rápido. “Había pensado traer a Isabella aquí y enseñarla a usarla, ya que hasta ella sería capaz de
dispararla.”

Las palabras salieron de mi boca incluso antes de que me diera cuenta de qué demonios estaba
diciendo. Me tensé un poco, apretando el gatillo, mi disparo evadiendo por completo el puto blanco.
Mi padre estaba observándome y suspiró.

“Algo me dice que ella tendría mejor puntería que esa,” dijo, refiriéndose a mi último disparo. Rodé
los ojos, disparando otra vez rápidamente y dándole al blanco. Sonreí con suficiencia. “Espero que al
menos seas lo suficientemente hombre para hablar conmigo al respecto antes de que siquiera hagas
algo como enseñarle a usar un arma.”

Disparé un tiro y suspiré. “Por supuesto que lo haría,” le dije, mintiendo como un hijo de puta porque
lo habría hecho sin siquiera decirle. Se rio secamente, sacudiendo la cabeza.

“Sí,” murmuró. Hice un disparo y de pronto el ambiente era jodidamente tenso, pensamientos no
expresados quedaron en el aire a nuestro alrededor. Los dos teníamos mierda que decir acerca de la
situación, ya que era obvio que ambos éramos conscientes que el otro lo sabía, pero ninguno de los dos
expresaba esa mierda con palabras.

Él disparó un par de rondas más, los disparos haciendo eco y rompiendo el tenso silencio. Bajó el
arma después de un momento, suspirando. Nos quedamos callados, mirando a nada en particular,
obviamente ambos considerando qué decir.

Sabía que habíamos llegado al punto donde tendríamos que hablarlo abiertamente, que tendríamos que
discutirlo y resolverlo, porque no había manera de volver a la ignorancia o incluso pretender que nada
pasaba. Joder, los dos lo sabíamos. El único dilema era si yo mismo diría la mierda y acabaría de una
vez, o esperaría a que él preguntara. Porque estaba claro que lo haría, si yo no decía nada. Estábamos
más allá de las evasivas. Estaba sopesando los pros y los contras en mi cabeza de solo soltar esa
mierda, siendo el pro principal que al menos ya no me sentiría como si estuviera ocultando alguna
mierda, pero estaba ese enorme y jodido contra en forma de él sosteniendo en su mano una maldita
arma cargada. Le dije a Isabella que él no me dispararía y realmente lo creía, pero nunca le dije que no
estaría a punto de meter la maldita cosa en mi garganta para hacer que me cagara de miedo.
Él estaba tomando el camino de la paciencia, parado ahí y esperando jodidamente casual que yo me
quebrara, y yo sabía todo el tiempo que me estaba leyendo. Yo no lo estaba mirando, pero podía sentir
su mirada cuando miró en mi dirección. Buscaba los indicios que yo emitía indicando que estaba a
punto de quebrarme, ya que con solo mirarme probablemente podía decir con exactitud lo que pasaba
por mi mente. Estaba conteniendo las ganas de empezar a moverme con nerviosismo, porque eso
seguro como la mierda me delataría, y me quedé muy quieto, tratando de mantener mi rostro
inexpresivo lo máximo que pudiera. Aunque él probablemente podía sentir el pánico ya que esa
mierda salía a oleadas de mí, así que, solo quedarme allí parado era jodidamente inútil. Él sabría cómo
me sentía y qué quería decir antes de que siquiera abriera la maldita boca.

Recordé a mis hermanos e incluso a la pequeñísima Alice diciéndome que fuera un hombre y se lo
dijera, porque él de alguna maldita manera lo sabía y me respetaría más si solo se lo decía. Y
probablemente tenían razón, sobre todo por esa última declaración acerca de cómo esperaba que fuera
lo suficientemente hombre y hablara con él antes de hacer algo como enseñarle a ella a disparar un
arma. ¿Había un significado oculto tras esa mierda? ¿Estaba tratando de decirme que fuera un puto
hombre? ¿Lo había dicho porque había hablado con Isabella al respecto, pero no conmigo? ¿Se estaba
aguantando y esperando a que me crecieran las puñeteras bolas y fuese un maldito hombre y lo
admitiera? ¿O simplemente estaba siendo jodidamente paranoico?

Como fuese, no importaba. Yo la amaba y nada iba a cambiar eso. Él podía gritar y decirme que era un
maldito estúpido, meter esa arma en mi garganta y hasta apretar el maldito gatillo y no cambiaría
nada. La amaría hasta el día que mi corazón se detuviese.

Así que dije, a la mierda. Ella lo vale.

“¿Sabes? No pude evitarlo,” dije en voz baja, tratando de mantener mi tono de voz uniforme para no
mostrar mis nervios aunque él pudiera sentirlos. “No es como si hubiera dispuesto que sucediera. Era
la última cosa que hubiera querido. Pero simplemente… pasó.”

Él se quedó callado, su silencio me ponía todavía más nervioso. Giré un poco mi cabeza para mirarlo
después de un momento, incapaz de soportarlo más, y vi que me miraba fijamente. Hicimos contacto
visual y asintió levemente después de un segundo, pero mantuvo la boca cerrada. Le di otro minuto o
dos antes de suspirar, negando con la cabeza.

“Sé que tienes tu jodida opinión al respecto, no tienes que reservarte. Puedo soportarlo. Adelante,
dime lo jodidamente idiota que soy, cómo estoy cometiendo el mayor error de mi vida. Dime lo
jodidamente indignado que estás de que tu hijo haya caído tan bajo como para enamorarse de una
maldita es…” Titubeé al final, incapaz de terminar. “Cristo, ni siquiera puedo decir la puta palabra,”
espeté. Me volví hacia el blanco y levanté mi arma, disparando el resto de las balas simultáneamente,
con mis manos temblando por la ira, mi temperamento enardeciéndose. Sabía que eso era exactamente
lo que él quería, era como siempre me hacía quebrar y había entrado directamente en su puñetero
juego de nuevo, pero no había podido evitarlo.

Se quedó callado por un momento antes de suspirar. “Esclava.” Lo miré, entrecerrando los ojos
cuando dijo la palabra como si nada, mi ira aumentando. “Que lo digas o no, no cambia nada, no la
hace más o menos esclava. Es solo una palabra.”

“Ella dijo lo mismo,” le dije, recordándola diciendo eso cuando la organización estuvo de visita desde
Chicago y no pude decirle esa palabra. Mi padre asintió.

“¿Así que crees que la amas?” Preguntó en voz baja, mirando hacia los blancos. Me reí secamente,
sacudiendo la cabeza.

“No es lo que crea. Sé que la amo,” le dije. Él asintió de nuevo y continuó mirando el campo de tiro.
Yo solo me quedé ahí y lo miré fijamente, cada segundo que pasaba aumentaba mi ansiedad por la
situación. Nunca había sido bueno cuando él estaba así de callado, eso quería decir que estaba
encerrado en su puta mente y sus pensamientos podían ser jodidamente tenebrosos.

“¿Es todo lo que tienes que decir?” Dije con brusquedad después de un momento, mi ansiedad
haciendo que mi ira hirviera una vez más. “Te dije que puedo soportar esa mierda. Dime que no
podemos estar juntos. Dime que es imposible, que está mal, que esta mierda nunca funcionará porque
personas como ella y personas como yo no podemos estar cerca el uno del otro. Dime que no es lo
suficientemente buena para mí, que es inferior que nosotros, que ella no significa nada y no vale la
pena.”

Giró su cabeza para mirarme, levantando las cejas inquisitivamente. “¿Es eso lo que quieres escuchar?
¿Quieres que te diga que no estés con ella?”

Entrecerré los ojos. “No,” dije con dureza. Él asintió y volvió a mirar a lo lejos.

“Sabes que no tengo nada personal contr…” comenzó, interrumpiéndose y suspirando. Levantó la
mano y se apretó el puente de la nariz, murmurando “cazzo*” en voz baja. “Isabella Swan nunca ha
hecho nada para que merezca que la odie.”

Lo miré con recelo, ya que por alguna razón había escogido esas malditas palabras cuidadosamente.
“Ella nunca le ha hecho nada a nadie para merecer la mierda por la que ha pasado, pero aun así ha
tenido que soportarla,” le dije. Solo porque ella no mereciera su jodido odio no quería decir que no lo
tuviera. Él no había dicho que no la odiaba, solo que no lo merecía.

“Muy cierto, hijo,” dijo, echando un vistazo a su reloj antes de mirarme. “¿Qué tal si buscamos algo
de comer y hablamos?”

Le arqueé una ceja. “¿En público? Sabes que sería mucho más fácil para ti si me mandaras aquí a la
mierda.”

Hizo un gesto de negación, gimiendo. “¿Por qué clase de persona me tomas? Joder, no voy a matarte,
hijo. No soy un maldito salvaje.”

“Bueno, joder, papá. He pensado que podrías ser del tipo de persona que puede atar y amordazar a una
maldita chica inocente. Es bueno saber que estaba equivocado acerca de esa mierda,” le dije con
sarcasmo, una vez más abriendo mi maldita boca y hablando sin pensar en lo que estaba diciendo.

Tan pronto como registré las palabras, miré a mi padre con aprensión. Él me miró y vi la ira en sus
ojos, pero trató de contenerla, haciéndola retroceder.

“Soy un hombre que comete errores, algunos de ellos bastante grandes. Soy un hombre que no espera
ser perdonado por sus errores, sino un hombre que espera que su hijo lo respete lo suficiente para que
no se los arroje en su cara cuando está tratando de ser civilizado y discutir un tema malditamente serio
con sensibilidad,” dijo con brusquedad. “Si quieres discutir y resolver esto usando nuestra ira,
podemos hacerlo, Edward. Tenía la esperanza que pudiéramos discutir esto como adultos, pero si lo
prefieres de otra forma, está bien. Es tu problema, afecta a tu vida, así que cómo vamos a manejarlo
depende de ti.”

Titubeé, suspirando. “No debería haber dicho esa mierda,” murmuré. Él asintió.

“¿Vas a pedirme disculpas?” Preguntó. Entrecerré los ojos.

“Te pediré disculpas por decirlo cuando tú le pidas disculpas a ella por hacerlo,” le dije, la ira
aumentando de nuevo. Me miró por un segundo antes de que la comisura de sus labios se curvara
ligeramente hacia arriba.

“Touché,” me dijo. “Ven, vámonos.”

Empezó a meter de nuevo sus cosas en la bolsa de lona, cerrándola. Puse el seguro de mi pistola y la
deslicé en la cintura de mis pantalones. Él se dirigió hacia el coche y yo lo seguí. Caminó hacia el lado
del conductor y me tendió su mano, pidiendo las malditas llaves e instintivamente me molesté y quise
discutir pero sabía que la puta situación ya era lo bastante inestable así que comportarme como un
cabrón quisquilloso no contribuiría a mi causa en absoluto. Tomé una respiración profunda y metí la
mano en mi bolsillo, sacando las llaves y entregándoselas. Él abrió el coche y yo subí del lado del
pasajero, gruñendo en voz baja. Saqué la pistola de mi cintura y abrí la guantera, arrojándola dentro
mientras él arrancaba.

Se dirigió al otro lado de la ciudad, a un pequeño restaurante local donde nos acomodaron enseguida,
lejos de todos los demás como mi padre había solicitado. Nos sentamos y miré el menú, pidiendo la
primera maldita cosa que vi, porque realmente no tenía apetito y en realidad no me iba a comer esa
mierda de todos modos. El camarero volvió con nuestras bebidas después de un momento y nos
quedamos en silencio, escuchando el débil parloteo de los otros clientes y el ruido de fondo
procedente de la televisión. Después de quince o veinte minutos trajeron la comida y comencé a
moverla alrededor con mi tenedor, sintiendo algo de náuseas. Mi padre comió un poco antes de
suspirar, “cuando tenías cuatro años, tu madre y yo los dejamos a ti y a tus hermanos para dormir en
casa de Esme y Alec por primera vez,” dijo. Lo miré confundido, preguntándome por qué demonios
estaba diciendo esto.

“Bueno, gracias,” le dije sarcásticamente. “Estoy seguro que fue jodidamente divertido.
Probablemente estaba malditamente aterrorizado.”

Él sonrió divertido, asintiendo. “Sí, lo estabas. Siempre habías sido un chico pasivo, pero ese día
estallaste y tuviste tu primera gran crisis. Estuviste malditamente cerca de hacer que tu madre se
arrepintiera, pero era nuestro aniversario y teníamos planeado un viaje a Las Vegas, así que insistí en
que dejara que se te pasara.”

Yo asentí. “Apenas recuerdo esa mierda. Quiero decir, no ese día o algo así, pero recuerdo que me
dejaron con Alec y me puse como loco y tú me diste una mirada que básicamente me dijo ‘Deja de ser
un maldito mariquita y corta ya con esa mierda’,” le dije. Se echó a reír.
“Sí, odiabas ir allí,” dijo. Asentí, tomando un bocado de mi comida. Él hizo lo mismo y yo suspiré.

“Sabes, esa es una linda historia y todo eso papá, gracias por recordar los viejos tiempos, ¿pero qué
tiene que ver eso con esta situación?” Le pregunté. Él me miró por un momento, la diversión había
desaparecido de su rostro.

“Puedes dejar el sarcasmo,” dijo. Suspiré, asintiendo, a sabiendas que esa mierda no estaba ayudando
pero estaba molesto y nervioso. “Ese fin de semana en que los dejamos y fuimos a Las Vegas, tu
abuelo llamó y me localizó, interrumpiendo nuestro fin de semana antes de que siquiera realmente
hubiese comenzado. Tu madre estaba bastante molesta, pero no había nada que yo pudiera hacer al
respecto. Él daba las órdenes y yo tenía que seguirlas.”

Hizo una pausa, empujando su comida alrededor de su plato. “Me dijo que necesitaba que me fuera a
Phoenix la mañana siguiente para recoger algunos documentos relacionados con los casinos.”

Me congelé, mirándolo fijamente. “¿Phoenix? Quieres decir, ¿con los Swan?” Le pregunté. Él suspiró
y asintió.

“Esa fue la primera vez que vimos a Isabella. Ella tenía tres años. Acabábamos de salir del coche, y
una cosa diminuta vino corriendo directamente hacia tu madre. Literalmente chocó con ella,” dijo. Me
quedé mirándolo, un torbellino de emociones me atravesó, jodidamente atónito de que él supiera sobre
Isabella desde que tenía tres años. Estaba aún más sorprendido de que mi madre en realidad la hubiera
conocido antes.

“Wow,” murmuré, sin saber qué mierda decir al respecto.

“Sí. Ella era una dulce niña, bastante extrovertida. Prácticamente le rogó a tu madre que jugara con
ella porque no tenía amigos,” dijo. “Tu madre, por supuesto, estaba más que feliz de hacerlo.”

Sentí un dolor en el pecho por eso, el hecho de que mi madre hubiera jugado con mi chica porque
estaba sola. Sentí que las emociones se agitaban, una maldita combinación agridulce de alegría y
dolor, pero contuve esa mierda antes de que se me comenzaran a poner los ojos llorosos y me
avergonzara a mí mismo.

“Suena como algo que haría mamá,” dije simplemente. Él asintió.

“Sí. Cuando nos íbamos, Isabella le pidió a tu madre que regresara a jugar con ella. Hasta me dio un
abrazo y me agradeció la visita. Era tan inocente.” Él se detuvo de nuevo y parecía estar pensando en
algo. Me miró con aprensión. “Tú madre y yo volvimos un par de veces después de eso. Incluso te
llevamos con nosotros una vez.”

Mis ojos se abrieron por la sorpresa. “¿Me llevaste contigo a casa de los Swan?” Le pregunté. Él
asintió.

“No me sorprende que no lo recuerdes. Acababas de cumplir cinco años. Has tenido una vida bastante
mimada, has pasado años viajando alrededor del mundo y conociendo a un sinnúmero de personas,
experimentando cosas. Un viaje de unas cuantas horas al desierto cuando tenías cinco años no tenía
por qué sobresalir como algo especial. Sin embargo, me sorprende aún más que Isabella no lo
recuerde. Ella estaba tan aislada y alejada del mundo que ese suceso debió ser algo especial para ella.
Pero claro, solo tenía tres años y ha sufrido mucho desde entonces, así que quizás se supone que habría
de olvidarlo,” dijo, encogiéndose de hombros.

Me quedé mirándolo, tratando de hallarle sentido a la mierda que acaba de decir. “¿Me estás diciendo
que Isabella y yo nos conocimos cuando éramos pequeños?” Le pregunté, necesitaba alguna maldita
aclaración. Él asintió.

“Sí, pero fue una visita muy breve. Tu madre se quedó fuera contigo e Isabella mientras yo me
encargaba del trabajo. Nunca la volviste a ver después de eso hasta que la compré hace unos meses,”
dijo. “En fin, como he dicho, ella tampoco lo recuerda. Yo era un extraño para ella cuando fui a
recogerla a casa de los Swan. Todos lo éramos.”

Suspiré, asintiendo, todavía aturdido por toda esa mierda. Me quedé callado por un momento tratando
de considerar las cosas.

“¿Sabe Esme que mamá conoció a Isabella?” Le pregunté con curiosidad. Él se quedó mirándome un
momento antes de asentir titubeante.

“Sí, ¿por qué?” Preguntó. Suspiré, encogiéndome de hombros.

“Solo la he recordado diciendo algo sobre cómo mamá no hubiera sido capaz de no amar a Isabella,
así que solo me preguntaba si ella se había sacado esa mierda de la manga o si en realidad lo sabía,” le
dije. Él se quedó mirándome un momento y me di cuenta que su mente estaba trabajando, pensando en
algo con mucho cuidado. Joder, ocultaba algo, elegía sus palabras cuidadosamente. ¿Qué pasaba con la
gente que estaba siendo malditamente reservada y evasiva conmigo?

“Sí, supongo que se podría decir que tu madre no pudo evitar encariñarse con la niña. Era una niña
encantadora. Sigue siendo muy encantadora, supongo, si se las ha arreglado para llegar a ti,” dijo. Yo
asentí. Los dos estábamos callados mientras empujaba mi comida alrededor del plato. Después de
unos minutos se aclaró la garganta y levanté la vista hacia él para ver una expresión seria en su rostro.

“Te voy a decir lo mismo que le dije a Isabella, Edward, y quiero que me escuches con mucho
cuidado,” él dijo, su tono muy natural. Asentí, mi ansiedad incrementándose. “No voy a detener lo que
sea que esté sucediendo entre ustedes, porque ahora mismo es relativamente inofensivo. Ambos
parecen felices, y Dios sabe que a los dos, a ti y esa niña, les hace falta algo de eso. Pero te digo en
este momento, que no quiero verlo u oír sobre ello. Hay cosas que no podrás evitar que lleguen a mí,
soy consciente de eso. Ya me ha llegado en forma de chisme en varias ocasiones, normalmente por
Heidi, y no voy a culparte por eso. Pero la primera vez que entre a casa y los vea besándose o
empieces a hablar de tu vida sexual con ella en mi presencia, como solías hacer con las otras chicas,
voy a intervenir. Puede que te preocupes por la niña Edward, pero ella no te pertenece. Y
probablemente me desprecies por decir esto, y odio tener que decirle esto a mi hijo sobre alguien que
ama, pero no te pertenece. No lo olvides. Independientemente de tus sentimientos hacia ella, yo estoy
a su cargo, y la primera vez que descuide lo que le dije que tenía que hacer por ti, intervendré.”

Entrecerré los ojos, mi ira iba en aumento, y él debió presentir mi inminente explosión porque levantó
la mano para detenerme antes de que siquiera empezara. Su expresión cambió rápidamente, casi a la
ira desde la máscara de calma que estaba usando. Fue suficiente para dilatar mi rabia lo suficiente
para que él continuara.

“No voy a lastimarla físicamente. Pero puedo mandarla lejos, y lo haré, si me obligas a hacerlo. No te
estoy pidiendo mucho, Edward, y creo que estoy siendo bastante justo sobre el asunto. No te estoy
dando mi bendición para estar con la niña, ni te lo estoy prohibiendo. Soy neutral en este asunto, tal
vez no muy feliz al respecto, pero mi opinión no es relevante en este momento.” Hizo una pausa y
suspiró. “Supongo que como diría Isabella, soy Suiza.”

Me quedé mirándolo un momento antes de asentir. “De acuerdo,” le dije, un poco confundido por su
postura, pero no iba precisamente a hacer una escena e intentar discutir si él no me prohibía estar con
ella. Francamente, no habría prohibición porque yo no permitiría que sucediera esa mierda, pero
estaba contento de que no lo intentara.

“Solo ten cuidado, ¿me oyes? No te estoy dando ninguna garantía para el futuro, porque ninguno de
nosotros sabemos lo que va a suceder. Pero hay una cosa que sí sé y es que sin duda no va a ser fácil,
en absoluto. Odio las complicaciones, lo sabes, y esto es una gran complicación. Manténganse fuera
de mi camino, sean discretos y no se metan en lo que no les importa, y yo haré lo mismo. No quiero
ser el malo de la película, Edward. No hagas que lo sea,“ dijo. Yo asentí.

“Muy bien,” le dije. Él me miró un momento antes de dirigir de nuevo su atención a sus alimentos.

“Sabes, me pregunto si entiendes exactamente en lo que te estás metiendo,” dijo, sacudiendo la


cabeza. Había un deje de diversión en su voz que no me gustó mucho porque lo sentí casi como una
burla.

“Bueno, ya sabes papá, estoy algo así como esperando que el cabrón que es su maldito dueño no lo sea
para siempre,” le dije con brusquedad.

Sus ojos se volvieron rápidamente en mi dirección de nuevo, la ira llameaba en ellos. Se quedó
mirándome por un momento antes de que se calmara de alguna manera. “Bueno, me has dado una
buena pieza de información, pero la esclavitud no era de lo que estaba hablando.” Dijo con frialdad.

“Entonces, ¿de qué estabas hablando?” Le pregunté, arqueándole una ceja. Él suspiró, negando con la
cabeza.

“¿Te has detenido a pensar por qué te pedí a ti de todos los demás que intentaras enseñarle como
conducir, Edward? ¿La persona más volátil en la familia?” Me preguntó.

“Para tratar de separarnos,” le dije, mirándolo fijamente.

“¿No me has escuchado? Maldita sea, hijo, ¿eres así de estúpido? Acabo de decir que no quiero tener
que separarlos, no soy tan inhumano,” dijo, con la voz llena de fastidio. “Lo juro, a veces me pregunto
cuál es tu verdadera opinión de mí. Debes pensar en mí como una persona deliberadamente cruel e
insensible que se regodea lastimando a la gente, cuando no soy así. ¿De verdad crees que tu madre se
hubiera quedado conmigo si fuese así de jodidamente horrible?”

Él estaba de verdad enojado y ofendido, me daba cuenta por sus palabras, a pesar de que estaba
manteniendo un tono neutral porque estábamos en público. Se quedó mirándome, obviamente,
queriendo que le respondiera eso, y suspiré porque había estado esperando que fuera una jodida
pregunta retórica.

“No lo sé. No tengo idea de lo que pensaba mi madre,” le dije. “Pero estoy bastante seguro que no
habría estado muy contenta contigo por haber comprado a Isabella y haberla traído aquí así, en
especial si ella estaba tan jodidamente encariñada de ella como afirmas.”

Él negó con la cabeza. “Tú eras todavía muy joven cuando tu madre… murió,” dijo, titubeando con las
palabras. “Me sorprende que recuerdes tanto de ella como lo haces, pero francamente, tu punto de
vista está distorsionado por la edad. He hecho mucho en los últimos años que hubiera decepcionado a
tu madre, incluyendo haberlos abandonado a ustedes y lo que le hice a Isabella ese día, pero estoy muy
seguro que no estaría molesta conmigo por haberla comprado. Ella me habría dado las malditas
gracias por ello,” dijo con brusquedad.

Mis ojos se estrecharon. “¿Crees que mamá te hubiera agradecido que fueses el dueño de un maldito
esclavo? ¿Por degradar a otra persona así, quitándole su libertad? Eres un puto enfermo si crees eso,”
estallé, encabronado de que tuviera esa opinión de mi madre. Sí, yo era joven, pero ella nunca había
hecho nada para dañar a otra persona. Joder, ella era compasiva y amorosa.

Él dio un puñetazo en la mesa, su ira se había desbordado. “¿Quién eres tú para hablarme de degradar
a las personas? ¡Mira como tratas a todos!”

“¿Y quién tiene la culpa de esa mierda?, ¿eh? ¿Quién tiene la puta culpa de que haya tenido que verla
morir?” Espeté, empujando mi silla hacia atrás y poniéndome de pie. Él me miró, sus manos apretadas
en puños, las aletas de su nariz ensanchándose. Quería golpearme, lo sabía, y tenía la maldita suerte de
estar en público o definitivamente lo habría hecho.

“No es mía,” él dijo, su voz baja y mezclada con ira. Entrecerré mis ojos e iba a rebatir esa mierda,
porque por lo que yo sabía él tenía más culpa que nadie, pero alguien carraspeó a nuestro lado. Los dos
miramos a esa dirección y vimos al gerente parado allí, mirándonos fijamente. Miré alrededor y vi a
otros mirándonos, ya que aparentemente estábamos gritando con más fuerza de lo que pensaba.
Suspiré, sacudiendo la cabeza. Mi padre se puso de pie y sacó algo de dinero de su cartera, arrojándolo
sobre la mesa. Sacó las llaves y comenzó a caminar hacia fuera. Yo dudé, encabronado, pero lo seguí
después de un minuto.

Subimos al coche y él arrancó, alejándonos del restaurante. Estábamos en silencio, perdidos en


nuestros pensamientos. Él conducía apenas al límite de velocidad, así que sabía que nos llevaría una
eternidad llegar a casa.

Finalmente nos detuvimos frente a la casa y suspiró ruidosamente, rompiendo el tenso silencio. Sacó
las llaves del encendido y yo iba a agarrar la manija de la puerta, pero el estiró la mano y me agarró
para detenerme. Lo miré confundido, preguntándome qué demonios quería, y vi que tenía el ceño
fruncido. La ira se había ido, había sido reemplazada por una expresión de dolor o tristeza.

“Hice que le enseñaras a conducir porque, como dije, no creo que entiendas con exactitud en lo que te
estás metiendo. Ella ha estado aislada del mundo durante toda su vida. No sabe ni ha experimentado
cosas que el resto de nosotros damos por sentado. En los confines de tu habitación puede ser que las
cosas sean perfectas entre ustedes. Si quieres tener por lo menos una oportunidad con ella en el mundo
real vas a tener que ser paciente. Va a ser exasperante para ti y aterrador para ella. A pesar de todo lo
que ha tenido que soportar, ella es totalmente ingenua, hijo. Y en la remota posibilidad de que
encuentren una oportunidad de estar juntos en el mundo de allá fuera, pensé que sería mejor si por lo
menos tenías un poco de experiencia al tratar con esa parte de ella. Porque va a estar ahí, a cada paso
del camino, y va a recaer en tus jodidos hombros porque no es como si pudieras llevarla a un
psicólogo sin que te encuentres con un mundo de mierda. Vas a tener que tomarla de la mano y
guiarla, tratar de enseñarle sentido común, porque cuando has sido criado en un maldito granero en
medio del desierto, no tienes el sentido común necesario para vivir de otra manera sino de la forma
que lo ha hecho ella. Es todo lo que ella conoce. Estaba tratando de ayudarte, Edward. No de hacerte
daño,” me dijo.

Me quedé mirándole atónito, sintiéndome culpable inmediatamente. Abrí la boca para hablar, pero él
levantó la mano para detenerme.

“La vida es una mierda, ¿sabes? No todas esas pendejadas que lees en ficción o ves en la televisión.
Las cosas no están muy bien guardadas y envueltas con un perfecto y pequeño moño. No todo es color
de rosa y felicidad. Se pone difícil y caótico, y no siempre es divertido. ¿Tú piensas que tu madre
estaría decepcionada de mí por traer a Isabella a este hogar en estas condiciones? Creo que te
equivocas. ¿Le hubiera gustado? No. Ni siquiera a mí me gusta. Pero es lo que hay, Edward. Sin
embargo, yo creo que tu madre habría estado muy decepcionada si hubiera lanzado a ciegas al mundo
a esa niña y esperar que fuese capaz de sobrevivir. Ella puede sobrevivir a sus amos y mantener la
cabeza alta, sin permitir que la quiebren. Pero dime algo Edward. Si hubiera llamado a un amigo de la
familia y la hubiera matriculado en el instituto de Forks tan pronto como llegó aquí, ¿de verdad crees
que hubiese sobrevivido? Porque yo sé la respuesta a eso, y es no. No lo habría hecho. Ella sabe lo que
sabe, y nada más. Ella sabe de esclavitud y dolor, el resto se le tiene que ir enseñando gradualmente
para que siquiera tenga una puta oportunidad de sobrevivir a la vida real. Puede soportar que alguien
le azote el trasero, pero, ¿crees que habría sido capaz de soportar a tus puttani desde el primer día,
defenderse por sí misma contra su fealdad? No lo hubiera hecho. Nuestra vida era demasiado extraña
para ella y está entrenada para ser sumisa. Se la habrían comido viva.”

Hizo una pausa y yo me quedé ahí sentando, en silencio, porque podía oír la contundencia en su voz
indicando que decía en serio esa mierda. Estaba malditamente aturdido, de todos modos no sabía ni
qué decir. Ni siquiera había considerado esa mierda, había estado demasiado centrado en lo que él
estaba haciendo mal de acuerdo a mis términos para siquiera detenerme y pensar qué podría ser mejor
para ella en sus términos.

“Le he dado a Isabella lo que necesitaba exactamente. Necesitaba estructura, necesitaba una apariencia
de lo que era normal para ella antes de que pudiera ser introducida a lo que es normal para nosotros.
Porque esas son dos cosas muy diferentes, Edward. ¿La amas? Bien, ámala. Pero no te atrevas a
contradecirme o creer ni por un segundo que tú sabes más que yo en esta situación. Sé lo que estoy
haciendo, y puede que no te agrade o no lo entiendas, pero es exactamente lo que necesita hacerse.
Esto no es divertido para mí, hijo, no estoy disfrutando esto ni un poco. Pero lo estoy haciendo, y eso
debería ser suficiente para ganar tu maldito respeto.”

Me miró y me agarró por el brazo, asustándome. Me tensé, esperando un puñetazo o algo así, pero en
lugar de eso comenzó a tratar de abrir torpemente mi reloj y me lo quitó. Lo tiró al suelo y levantó mi
brazo.
“Fiducia Nessuno*,” dijo con brusquedad, señalando el tatuaje en mi muñeca que estaba debajo de mi
reloj. “No Confíes en Nadie. Es una mierda, Edward. Esa no es una maldita forma de vivir y vas a
tener que confiar en mí. Y tal vez sea difícil para ti, pero es necesario. Isabella me pertenece y no a ti,
y si alguna vez quieres tener una verdadera oportunidad con ella tienes que dejar de actuar como si
fueras poderoso o sabio, porque no eres ninguna de las dos cosas. Eres débil e ingenuo como ella. Es
difícil, pero tienes que aprender a no meterte en lo que no te importa y confiar en que estoy haciendo
lo que se tiene que hacer. Tenía la puta esperanza de que no tendría que enfrentarme contigo por esto,
pero necesitas tener cuidado y dejar de dudar de mí. Te digo lo que necesitas saber, ni más ni menos, y
permito lo que puedo permitir. Ámala si quieres, pero déjame las decisiones a mí. Tienes que entender
eso hijo o voy a perderte justo como perdí a tu madre.”

Dejó caer mi brazo con fuerza y abrió la puerta, cogiendo su bolsa y bajando del coche. Me arrojó las
llaves con brusquedad, golpeándome bastante fuerte con ellas en el pecho, y me sobresalté cuando
azotó la puerta con fuerza haciendo que las ventanas vibraran. Me quedé ahí sentado por un momento,
jodidamente aturdido y sin tener idea de qué demonios acababa de pasar. Nunca lo había oído hablar
con tanta pasión o intensidad sobre algo, pareciendo tan malditamente seguro sobre eso. Él siempre
estaba tan tranquilo y controlado sobre todo.

Después de un momento salí del coche, cerrando la puerta y poniendo los seguros, y me dirigí al
interior de la casa. Subí directamente las escaleras hacia el tercer piso, mirando hacia la oficina de mi
padre en el segundo piso, preguntándome si estaba allí. Después de todo lo que dijo de dudar de él y
que no me metiera en lo que no me importa, me preguntaba si tal vez él sabía que había estado
husmeando por su oficina.

Llegué a mi habitación, abriendo la puerta y me congelé. La comisura de mis labios se curvó hacia
arriba de inmediato cuando vi a Isabella tendida en medio de mi cama, tumbada sobre su espalda con
sus brazos y piernas abiertas como si estuviera haciendo un maldito ángel de nieve o algo así. Estaba
durmiendo, totalmente desmayada con una expresión de tranquilidad en su rostro. Cerré la puerta con
cuidado y me quité mi abrigo poniéndolo en la silla de mi escritorio. Me quité los zapatos haciéndolos
a un lado, y me senté en el borde de la cama con cuidado, tratando de no molestarla. Ella sintió el
ligero movimiento de la cama con mi peso y se removió, murmurando para sí misma. Mi sonrisa
creció cuando escuché “amo a Edward” escapar de sus labios, su voz rasposa por el sueño y
jodidamente sexy. Me acosté en la cama a su lado, arrastrándome para acercarme y ella se movió un
poco más. Sus párpados se abrieron y parpadeó un par de veces, volviendo lentamente su cabeza para
mirarme. Ella sonrió después de que hicimos contacto visual, su rostro iluminado por la alegría.

“La mia bella ragazza*,” le dije en voz baja. “¿Durmiendo la siesta a mitad de la tarde?”

Ella sonrió tímidamente. “Me quedé sin nada que hacer. Todo está limpio y ordenado. Hasta he
limpiado las ventanas,” dijo ella, encogiéndose de hombros. Yo sonreí, asintiendo con la cabeza.

“Es comprensible,” le dije. “En realidad, una puta siesta suena bastante bien para mí en este
momento.”

Me miró con curiosidad por un momento, alzando las cejas inquisitivamente. “¿Mal día?” Preguntó.
Yo suspiré, negando con la cabeza y mirándola.

“Ha sido jodidamente largo y confuso, pero no diría que ha sido un mal día. Cualquier día que incluya
estar acostado contigo en la cama, tesoro, no puede ser malo,” le dije en voz baja.

Su sonrisa creció y la puse entre mis brazos, acurrucándome con ella. Suspiró contenta, envolviendo
sus brazos a mi alrededor y olisqueando mi cuello, colocando un beso suave en mi piel que envió un
escalofrío que atravesó mi cuerpo.

“¿Recuerdas ya el resto del poema?” Preguntó en voz baja después de un momento. Yo sonreí.

“¿Qué poema, Isabella?” Le pregunté, pensando en cuanto me habría escuchado y si recordaría como
le había dicho que se llamaba.

“¿La Vita Nuova*?” Preguntó, diciendo correctamente el título en su mayor parte, pero su
pronunciación era completamente ridícula. Me reí entre dientes.

“Sí, La Vita Nuova. Pero no, no puedo recordarlo todo. Me acuerdo de la parte más importante,” le
dije, encogiéndome de hombros. Ella se rio suavemente.

“Está bien,” dijo. “Sonaba bonito. Me gusta el título.”

Yo sonreí con suficiencia. “Sí, y también encaja muy bien. Significa ‘La Vida Nueva’. Es sobre el
amor eterno de un hombre por una mujer, empezando por la primera vez que se conocieron cuando
eran niños, hasta su muerte.” Ella se movió un poco, levantando la cabeza para mirarme. La miré y vi
las preguntas en sus ojos, la curiosidad. “¿Recuerdas haberme conocido cuando éramos pequeños,
Bella?”

Sus ojos se abrieron un poco por la sorpresa ante mi pregunta. Ella negó con la cabeza, vacilante.

“Tu padre me lo ha dicho esta mañana pero no lo recuerdo,” murmuró, sonando casi avergonzada por
ello. Le sonreí levemente, asintiendo.

“Sí, yo tampoco lo recuerdo. Es una pena. Apuesto a que eras adorable. Demonios, apuesto a que nos
veíamos jodidamente lindos juntos,” le dije. Ella se echó a reír.

“En realidad, al parecer yo estaba sucia,” me dijo. “Recuerdo a tu madre diciéndome que estaba
sucia.”

Me tensé un poco, sorprendido. “¿Recuerdas a mi madre?” Le pregunté, jodidamente sorprendido de


que no me hubiera dicho esa mierda antes. Ella suspiró, asintiendo con la cabeza.

“No la recordaba. Pero después de que me enseñaras la foto, soñé con ella. No dije nada porque no
sabía si era real, así que le he preguntado a tu padre esta mañana,” dijo.

“Así que esa es la razón por la que no me has contestado esta mañana, cuando te he preguntado de qué
estabas hablando con mi padre,” le dije. Ella asintió y me quedé callado por un momento, pensando.
Supongo que entendía por qué ella no había simplemente soltado esa mierda en ese momento, pero
aun así no me gustaba que se guardara esas mierdas. “Mi padre dijo que ella te tenía cariño,” le dije
finalmente.

“Sí. Ella fue mi primera amiga. En realidad, mi única amiga, supongo. Yo era pequeña, y no sabía lo
que estaba haciendo,” murmuró. Suspiré, apretándola en mi abrazo, sintiéndome mal de que se
hubiese sentido malditamente sola al crecer.

“Sí, bueno, te dije que ella te hubiera amado de haberte conocido. Y tenía la puta razón,” le dije.
“Simplemente no sabía que ella realmente te había conocido.”

Ella murmuró en respuesta y bajé la vista, mirando sus ojos cerrados. Suspiré, sabiendo que
tendríamos mucho maldito tiempo para hablar de estas mierdas en el futuro, y permití que mis ojos se
cerraran. La abracé con fuerza, sintiendo su calor y oliendo su dulce aroma teñido con puta fresa,
puramente femenino, sin querer dejarla ir. La amaba, y todavía estaba absolutamente confundido
acerca de todo lo que mi padre había dicho y cómo esa mierda iba a afectarnos, lo que significaba para
nuestro futuro. Francamente, me había sacudido, pero ahora más que nunca tenía fe de que ella y yo,
posiblemente, podríamos tener un futuro juntos. Sin embargo, sabía que tenía que ser cuidadoso y
jugar bien mis cartas. Tenía que hacerlo bien por ella.

“¿Edward?” Murmuró después de unos minutos. Yo murmuré en respuesta, apenas al borde de la


inconsciencia. “Gracias por amarme.”

Sonreí suavemente, forzando a mis ojos a abrirse para mirarla. Ella tenía esa expresión tranquila en su
rostro de nuevo, y un resplandor casi angelical que hizo que doliera mi jodido corazón. “Suo il mio
piacere*.”

Dije suavemente en respuesta.

Es un placer.

*********************
La mia bella ragazza = Mi chica hermosa

Non capisco = No entiendo

Tanto gentile e tanto onesta pare la donna mia = “Tan amable y tan honesta mi dama parece ser…”

Bagasce = Perras/Putas/Rameras

Chi s’occupa coi i suoi propri affair, va continuare per cent’anni = El que se ocupa de sus propios
asuntos vivirá cien años

Cazzo = Una maldición equivalente a joder/mierda

Puttani = Putas

Fiducia Nessuno = No confíes en nadie

La Vita Nuova = La nueva vida


Suo il mio piacere = Es un placer

Capítulo 46 El primer paso

“El primer paso hacia el éxito es dado cuando te rehúsas a ser un cautivo del ambiente en donde te
encontraste desde un inicio " – Mark Caine

Isabella swan
Traducido por Lanenisita

Me apoyé sobre mis rodillas y miré a mí alrededor, tarareando la canción que salía de los auriculares
de mi reproductor de música. El piso de la cocina prácticamente resplandecía, ya que había estado de
rodillas refregando cada centímetro, digamos casi una hora. Solía tener que limpiar el piso de la casa
Swan como castigo, permitiéndoseme únicamente usar un cepillo de dientes que por lo general ya no
tenía ni la mitad de las cerdas. Tomaría casi un día entero el terminarlo, y para cuando estuviese lo
suficientemente satisfactorio para Charles al punto de permitirnos dejar de refregar el piso, su esposa
entraría pisando fuerte, trayendo con ella polvo y arena. Eso hacía que nosotros tuviéramos que volver
a limpiar una vez más y el ciclo continuaría sin fin. Ella lo hacía a propósito, encontraba divertido el
hecho que tuviese que quedarme despierta toda la noche y renunciar a dormir para seguir limpiando,
lo que provocaba que el día siguiente siempre fuese mucho más tortuoso, tratando de hacer que mi
cuerpo funcionara correctamente y no cometer ningún error por el hecho de no dormir.

Me di cuenta que nunca había limpiado el piso de la cocina de los Cullen de manera tan detallada,
supongo que era porque nadie nunca me había dicho nada al respecto. El doctor Cullen parecía lo
suficientemente feliz con solo pasar el trapeador cada tantos días. Sorprendentemente, el doctor
Cullen rara vez hablaba algo sobre la limpieza. Las pocas veces que estúpidamente olvidaba algo, él
usualmente solo miraba de reojo o simplemente hacía algún pequeño comentario para hacérmelo
notar. Nunca parecía muy molesto y yo, por mi parte, siempre hacía lo que me decía de inmediato,
disculpándome continuamente todo el tiempo. Justamente, el pasado miércoles se me escapó
completamente que se suponía debía cambiar las sábanas de la cama del doctor Cullen. No tenía ni
idea cómo fue siquiera posible que aquello se me hubiese olvidado, ya que era parte de mi rutina y
horario y jamás había olvidado antes algo que estaba establecido en mi horario. El doctor Cullen lo
mencionó cuando llegó a casa esa noche y lo hice de inmediato, asustada todo el tiempo de que fuese a
castigarme. Si hubiese olvidado algo tan vital como cambiar a tiempo las sábanas de mi amo en
Phoenix, Charles me hubiese sacado la mierda a golpes, usando las sábanas sucias para atarme y luego
patearme.

Pero el doctor Cullen no hizo nada como eso. Después de que terminara y me disculpara una vez más
por olvidarlo, él simplemente me agradeció. Me agradeció, después de una negligencia en mis
obligaciones, por hacer algo que debí haber hecho horas antes. Era extraño. A veces me sentía como si
estuviese viviendo en alguna dimensión desconocida en la casa de los Cullen por el hecho de cuán
rápido y drástico fue el cambio de mi vida en los últimos meses. Incluso, solo el hecho que supiera lo
que era la dimensión desconocida ya era un gran signo de que mi vida era completamente diferente
ahora. Nunca pude haber imaginado una vida en la que podía simplemente dejar la escoba a un lado y
dejar de lavar por un rato solo para encender el televisor y ver un programa a media tarde, y que nadie
me arrancara los ojos o me considerase rebelde. Parte de mí se preguntaba si alguien en Phoenix me
reconocería siquiera como la misma persona, si alguna vez sería capaz de funcionar en la vida de la
que venía. Estaba muy acostumbrada a tener al menos un poquito de decisión, acostumbrada a que se
me permita tener una opinión la mayor parte del tiempo, por lo que no estaba segura de poder volver a
ser capaz de no tener lo que ahora tenía.

Extrañamente, mucho de eso había sucedido sin que siquiera me diese cuenta. Me encontré a mí
misma haciendo cosas que nunca me hubiese imaginado siquiera que podría hacer, pero, que ahora,
solo parecían suceder sin ni siquiera pensar en ellas. Antes de que yo llegara a la casa de los Cullen,
estaba constantemente enfocada en las tareas que tenía que hacer, necesitando mantenerme fuera de
problemas y siempre permaneciendo un paso más delante de todo para complacer a la gente. Pero
ahora parecía como si yo pensara un poco más en mí, y no sabía si eso era algo bueno o algo malo.
Edward parecía feliz al respecto, complacido de que hubiese logrado abrirme un poco y que ahora
dijera lo que quería, pero aún se sentía algo extraño para mí. Como si no fuese de mi incumbencia
opinar sobre ciertas cosas, como si no tuviese derecho alguno de tener deseos y de esforzarme para
conseguirlos. ¿Quién era yo para pedir cosas? Lógicamente aún era solo una esclava. Pero el problema
era, que ya no me estaba viendo a mí misma como una y tenía que admitir que eso era atemorizante.
Solo estaba esperando que alguien alzase la alfombra debajo de mí y me tumbara en el suelo,
esperando el día en que todo se desmoronara. Porque no había duda que eso iba a pasar, no había
manera en que así fuese mi vida desde ahora. El mismo hecho que ahora puedo siquiera decir que
tenía una ‘vida’ era lo suficientemente asombroso. Pero sí, tenía una vida, y hacía cosas, y no solo iba
por la vida esperando que llegase mi hora, eso era bastante sobrecogedor.

Las últimas semanas habían prácticamente volado y habían sido un torbellino de emociones. Había
pasado un mes desde el cumpleaños del doctor Cullen y hoy era viernes 10 de febrero. Solo el hecho
de que estuviese al día con la fecha en la que estábamos me sorprendía, ya que los meses en Phoenix
pasaban sin que me tomara la molestia siquiera en saber en qué año estábamos. Edward me ayudó
mucho con eso de mantenerme actualizada, y en ocasiones sentía como que sin él mi vida fuese todo
un desastre en algunas ocasiones. Pero él había empezado a ser un poco más comprensivo y
persistente por alguna razón, esperando que yo ganara algo de ‘independencia’ como él le llamaba. No
estaba muy segura cómo sentirme con respecto a la independencia, ya que aquello iba de la mano con
tener ‘libertad’. Aquellos conceptos aún estaban bastantes lejanos para mí. Pero él era bastante
insistente de que encontrara algo de independencia, ya que él dijo un día que con eso también ganaría
esa ‘libertad’, así que él hizo de ayudarme su deber. Me llevó a conducir en más de una ocasión,
declarando que la última vez lo había hecho tan bien que él ya no temía por su vida. Por supuesto que
aquello era una broma, pero todavía me hacía sentir orgullosa cuando ocasionalmente él decía que
estaba seguro que yo estaba tratando de matarlo.

Él incluso había empezado a hacer unas que otras cosas triviales, como tomar el juego de Monopolio
que Emmett me había dado en Navidad y enseñarme a jugar, diciendo que sería bueno para mí que
aprendiese matemáticas y a manejar dinero. Lo entendí muy rápido y de hecho hasta lo disfruté.
Emmett se quejó cuando se enteró que Edward me había enseñado a jugar, se quejó diciendo que se
suponía que él debía enseñarme, pero Edward simplemente le respondió ‘si pestañeas te lo pierdes,
imbécil’. Le prometí a Emmett que jugaría con él más adelante, pero el hecho era que él nunca estaba
en casa. Emmett usualmente salía todo el tiempo con Rose y estaba preparándose para irse a la
universidad, ya que él y Jasper se graduarían este año y se irían. Eso me hacía sentir algo nerviosa, que
ambos se fueran, pero trataba de no pensar en lo que aquello significaba para mí.

Me preguntaba si quizás el reciente comportamiento de Edward era a causa de que nuestra relación ya
no era secreta dentro de la casa, de manera que ya no teníamos mucho estrés sobre nuestros hombros,
no teníamos precisamente que escondernos más. Manteníamos distancia cuando el doctor Cullen
estaba presente, hablamos y ocasionalmente compartíamos caricias inocentes pero nunca fuimos muy
obvios, ambos queríamos respetar sus deseos. Estaba sorprendida de que Edward estuviese tan
dispuesto a acatar lo que el doctor Cullen quería, ya que honestamente esperaba que Edward tratara de
empujar todos los límites y cruzar toda barrera solo para ver cuán lejos podía ir antes que su padre lo
considere ‘muy lejos’. Pero estaba agradecida que no lo hiciera. De hecho, Edward parecía haber
controlado su temperamento en las últimas semanas. A veces perdía el control pero había empezado a
trabajar bastante duro en contenerse, tratando de no gritarle a la gente. Tenía éxito en la mayoría de
veces, pero aún había ocasiones en las que todo resultaba ser mucho para él y se volvía loco, y yo, por
mi parte, solo esperaría y le dejaría que sacara de su interior todo lo que le molestara.

Incluso parecía como si la relación entre Edward y el doctor Cullen se había apaciguado. Siempre
parecía existir como un resentimiento o ira de Edward que iba dirigida hacia su padre por alguna razón
específica, ya que era a menudo notoria cuando él hablaba sobre o a su padre. Aunque la tensión
parecía seguir aún allí en algunas ocasiones, era como si ellos hubiesen llegado a algún tipo de
acuerdo silencioso. Le pregunté a Edward sobre aquello en más de una ocasión pero cada vez que lo
hacía él solo se encogía de hombros, diciendo que me estaba imaginando cosas, o que estaba
exagerando y que ellos simplemente tenían ese tipo de relación. No tenía sentido que me mintiera en
algo como eso, ya que él nunca antes había sido de los que ocultan su descontento acerca de alguna
cosa, así que no presioné más el asunto aunque todavía se pudiese sentir como si hubiese algo extraño
que flotaba en el aire alrededor de ellos.

Pienso que lo más sorprendente de todo esto era el hecho que Edward había desistido de su deseo de
seguir buscando información. Aún parecía estar algo sospechoso y a veces hacía comentarios extraños
que me descolocaban, así que yo sabía que al menos él todavía pensaba en ello. No lo culpo, yo
también me sentía curiosa sobre cuáles eran los secretos que su padre podía estar escondiendo y que
estaban relacionados conmigo. Pero me sentía contenta de que al menos él no estuviese presionando
por obtener respuesta. Estaba bastante preocupada sobre cómo iba a lograr disuadir a Edward de seguir
husmeando sin tener que delatarme sobre las cosas que su padre me había dicho así que estaba
contenta de que al menos no tuviese que hacer nada. Por lo que sabía, él no había seguido husmeando
en las últimas semanas pero una vez más, no podía estar completamente segura de aquello, ya que él
nunca me mencionó nada sobre la primera vez que husmeó. Edward se molestó porque le oculté mis
cosas ya que era como si él pudiese leerme, pero el hecho era que él estaba siendo bastante hipócrita
por no contarme sus cosas.

La canción en mi reproductor de música cambió, ‘Las chicas solo quieren divertirse’ se escuchó.
Sonreí y empecé a tararearla, ya que era bastante pegajosa. Estaba bastante sorprendida de que Edward
la pusiese en mi reproductor, ya que no parecía ser el tipo de canción que él disfrutaría, pero me dijo
que esa había sido elección de Alice. Evidentemente Alice había dicho que ninguna chica debía vivir
sin esa canción, que ese era nuestro ‘himno’, lo que sea que aquello se supone que signifique.

Me puse de pie, estirando todo mi cuerpo y cantando la letra del coro. Me había despertado esta
mañana y había decidido limpiar al detalle el piso de la cocina cuando me percaté de que jamás lo
había hecho. Y era extraño, tomar una decisión a conciencia de limpiar y no solo limpiar porque lo
tenía que hacerlo. Se sentía bien, hacer algo porque yo lo decidía, lo que me dio cierto sentido de
orgullo. Nunca se aprecia verdaderamente la habilidad de tomar una decisión por cuenta propia y usar
tu tiempo como quieras a menos que alguna vez ese derecho te haya sido arrebatado.

Me volteé y mis ojos se fijaron en un pequeño movimiento en la puerta. Me quedé inmóvil y jadeé en
voz alta, tensándome cuando vi al doctor Cullen. Estaba allí de pie mirándome, con sus brazos
cruzados sobre su pecho y recostado en el marco de la puerta. Me quité los auriculares de los oídos de
inmediato, mirándolo de forma aprensiva. Me sonrió levemente y respondí con una sonrisa tímida,
percatándome de que había estado cantando en voz alta y que él probablemente me había escuchado.

“Eh, perdón, señor,” murmuré. “Yo, eh…” miré al reloj, mi ceño se frunció confundido cuando me di
cuenta que apenas había pasado el mediodía. “No sabía que usted estaría en casa.”

Asintió. “Técnicamente tuve el día libre pero decidí ir un par de horas en la mañana a la oficina para
hacer algo de papeleo. De hecho tengo toda la siguiente semana libre. Me voy a Chicago por un par de
días,” dijo.
“Oh,” respondí. “No lo sabía.”

Asintió una vez más. “Por supuesto que no lo sabías. ¿Cómo podías saberlo? Estoy seguro que no te lo
había dicho y no espero que seas una psíquica para saberlo.” Sonrió después de un segundo, meneando
su cabeza. “Alice es la sabelotodo aquí.”

Lo miré sorprendida. “¿Alice?” le dije. Asintió, todavía sonriente.

“Dice que tiene ‘presentimientos’, supongo que así se le llama. Ella siente cosas. Me hizo ganar un
montón de dinero cuando tenía 11 años y eligió unas cuantas acciones por mí,” me dijo, riéndose para
sus adentros. “No sé cómo lo hizo, pero lo hizo.”

Mi ceño se frunció confundido, a causa de no saber de lo que él estaba hablando. “¿Acciones?” le


pregunté dubitativa. Él me miró fijamente por un momento antes de suspirar.

“Sí, acciones. Es algo así como escoger un producto e invertir dinero en la creación de ese producto.
Si el producto sale bien, ganas dinero por toda la inversión. Si sale mal, pierdes dinero,” me
respondió, encogiéndose de hombros. “Eso es lo que son las acciones, pero no son necesariamente
cosas tangibles. Inviertes en negocios y ese tipo de cosas.”

Asentí, entendiéndolo porque era más o menos como cuando compras propiedades y cosas en el
Monopolio, y me quedé en silencio porque no sabía qué decirle. La presencia del doctor Cullen aún
me hacía sentir ansiosa y podría aventurarme a decir que jamás estaría completamente cómoda con él.
Habíamos llegado, sin embargo, a un leve entendimiento durante el último mes, todo desde aquel día
que estuve en su oficina en el hospital. Él había dejado las cosas muy claras aquella tarde y yo había
hecho todo lo que podía para respetar sus deseos, para cumplir con sus expectativas. Aquella mañana
después de que Edward me enseñara esa foto de su madre y que yo soñara con ella, bajé las escaleras y
me topé con el doctor Cullen en el segundo piso. Él parecía sorprendido de verme por alguna razón y
se detuvo para mirarme. Me detuve en seco, solamente mirándolo fijamente, sin saber lo que él estaba
pensando o lo que podría decirme. En menos de 24 horas había tenido que admitirle que estaba
enamorada de su hijo y él, básicamente, me informó que si quería que ambos estuviésemos libres de
algún peligro, tenía que seguir sus órdenes y engañar a Edward. Eso era difícil, ser evasiva con la
única persona a la que jamás quería esconderle algo, parte de mí quería odiar al doctor Cullen todavía
más por ponerme en esa posición. Pero no podía obligarme a odiarlo, porque el fondo del asunto es
que lo entendía de verdad. Dudaba en serio que alguna vez pudiese mirarlo y sentir algún tipo de
felicidad, pero ¿cómo puedo realmente odiar a alguien que se preocupa tanto que haría lo que sea por
mantener a Edward a salvo?

Él me miraba curioso, como si estuviese leyendo mi expresión una vez más, quise voltearme y
alejarme de allí pero tenía miedo de que creyera que estaba siendo irrespetuosa. Así que solo me
quedé allí de pie con la mirada fija en el suelo, cada pocos segundos alzándola nuevamente y viéndolo
en un intento de evaluar lo que él estaba haciendo o posiblemente pensando. Él finalmente suspiró
después de un momento y volví a alzar la mirada, haciendo contacto visual con él.

Sugirió que habláramos en su oficina, me tensé levemente pero asentí, siguiéndolo. Cerró la puerta
detrás de nosotros, sentándose, y mirándome con curiosidad. Permanecimos sentados allí en silencio
por un momento, el semblante en su rostro era de cuestionamiento. Me tomó un rato percatarme que él
estaba esperando que yo empezara a hablar, como si de alguna manera él hubiese sido capaz de
adivinar que algo estaba pasando por mi cabeza. Edward siempre me decía que su padre podía leer a
las personas muy fácilmente, pero no había sido hasta ahora que me percaté lo bueno que era él en eso.
Él estaba esperando que yo hablara.

Suspiré y dudé por un segundo, tomando un profundo respiro antes de solo empezar a soltar todo
aquello que me molestaba de la situación. Supuse que si había alguien que podía aclararme lo que
estaba pasando, sería el doctor Cullen. Únicamente esperaba que nada de lo que dijera lo molestara o
provocara que él me castigase. Empecé divagando acerca de Edward enseñándome la foto de Elizabeth
y cómo soñé haberla conocido, como lo recordaba a él mencionándome haberme conocido de niña.
Quería saber cuán exacta era mi memoria, o si había sido solo mi subconsciente creando esa imagen
por su cuenta a causa de lo que él me había dicho en Navidad. Una vez que dije todo lo que pensaba
me quedé sentada en silencio, temerosa por saber cuál sería su reacción ya que él solía molestarse ante
la sola mención de su esposa fallecida. Permaneció en silencio por un momento, antes de decirme que
estaba casi en lo cierto en mi recuerdo, sorprendiéndome al admitir de que no solamente él y Elizabeth
habían visitado la casa, sino que ellos habían llevado a Edward una vez. Me sentía curiosa sobre
aquello, no recordaba absolutamente nada de haber conocido a un niño pequeño cuando era más joven.
Edward siempre me había parecido familiar en cierto sentido, y me pregunté más temprano esa
mañana si aquello era porque conocí a su madre, pero luego me cuestioné si era porque también lo
había conocido a él y mi recuerdo estaba reprimido en algún lugar muy al fondo de mi mente. No me
dio muchos detalles sobre nuestro encuentro, excepto el mencionar que solo fue una vez y que duró
unas pocas horas. Quería preguntarle más detalles, como si nosotros dos nos hayamos llevado bien en
ese tiempo, pero no quise tentar a mi suerte. Me sentía ya bastante afortunada de que él no se hubiese
molestado por el tema en cuestión. Obviamente estaba esperando que le pidiera una aclaración acerca
de lo que podía y no podía decirle a Edward, y después de eso una vez más hizo hincapié que debía
apaciguar la curiosidad de Edward con mi mejor esfuerzo, haciéndole creer que había otro camino en
la vida por el cual podríamos transitar juntos si él, tan solo, daba un paso atrás, se relajaba y dejaba de
investigar. No estaba muy segura si creía en las palabras del doctor Cullen, de que en realidad sí había
otro camino para Edward y para mí y por el cual podríamos andar algún día juntos, pero había una
pequeña parte de mí que desesperadamente quería poner toda mi confianza en él. A pesar del hecho de
que el hombre me había gritado en una ocasión y que de manera tortuosa me castigó, y desde aquél
entonces amenazó con quitarme la vida, había cierta pequeña parte dentro de mí que quería creer que
el doctor Cullen era diferente. No quería creer que una mujer como Elizabeth, quién había sido
asesinada por ser amiga de una pequeña niña esclava y que había criado tres increíblemente
compasivos y amorosos chicos, había podido amar alguna vez a alguien que muy dentro de sí no era
un buen hombre.

Él se había sentado allí mirándome intensamente esa mañana, muy parecido a como me había estado
observando en la cocina, antes de decirme que iba a pasar algo de tiempo con Edward. Dijo que él le
diría a Edward lo que él creía que era seguro decirle, así yo no tendría que guardarle tantos secretos y
las cosas serían más fáciles para mí. Supongo que no entendía o no le importaba el hecho que no me
gustaba guardar secretos para nada, así que sin importar lo que él podría decirle a Edward todavía
existía en mí una pesada carga. Pero no dije nada porque muy en el fondo de todo podía verle la lógica
al asunto. Me dejó con la última declaración “Yo solo quiero lo que es mejor para todos nosotros,
Isabella,” ese día, diciéndome que haría bien en recordarlo. Esas palabras se habían quedado fijas en
mi memoria desde ese día, mi mente ha tratado de entender exactamente lo que quería decir con eso.
¿Qué era aquello que el doctor Cullen sentía que era lo mejor? No estaba segura.
La atmósfera en la cocina era algo extraña, solo nosotros de pie allí y sin hablar. Él parecía esperar
que dijera algo, lo cual se había convertido en una especie de rutina entre los dos, pero me sentía algo
confundida porque si había algo que él quisiera solamente debía pedirlo.

Empecé a moverme algo nerviosa bajo su atenta mirada y miré una vez más el reloj, poniéndome
ansiosa por el hecho que iba a estar sola con él hasta que los chicos salieran del instituto. Miraba
fijamente los números, percatándome de que aún quedaban al menos un par de horas, cuando me di
cuenta que momento del día era.

“Eh, ¿tiene hambre, señor?” le pregunté, mirándolo. “Es hora del almuerzo.”

Él asintió después de un momento. “Podría comer algo,” respondió. Me pregunté si era la razón por la
cual él había estado mirándome de la forma en la que lo estaba haciendo, si a lo mejor él creía que yo
estaba descuidando mis tareas en casa pero recordé claramente cuando él mismo había dicho de que
yo no era responsable del almuerzo a menos que él me lo pidiera… y él no me lo había pedido.

“Está bien,” le dije dubitativa. “¿Qué le gustaría?”

La esquina de sus labios se alzó levemente. “Puedes hacer solo un par de sándwiches para los dos,
dolcezza. Podemos ver algo de TV mientras comemos.” Me quedé inmóvil, mis ojos se abrieron por
completo ante la mención de la frase ‘para los dos’, de inmediato poniéndome nerviosa ante el hecho
de que él esperaba que almorzara con él. El doctor Cullen vio mi expresión y alzó sus cejas. “¿No está
bien así?”

“No, está bien,” respondí vacilante, no estaba del todo emocionada ante el prospecto de tener que
pasar tiempo con el doctor Cullen pero tampoco queriendo tener que discutir y liarme al tener que
explicar porqué no quería. Asintió.

“Bien,” respondió, volteándose y caminando hasta la sala. Suspiré y salí de la cocina, llevándome los
trapos con los que limpié el piso y dejándolos en el cesto de la lavandería. Miré a la sala y vi al doctor
Cullen tomar el control remoto, sentándose en su silla usual y pasando rápidamente algunos canales.
Regresé a la cocina e hice un par de sándwiches de ensalada de pollo, y poniéndolo sobre los platos.
Abrí el refrigerador y miré al interior, buscando algo para beber. Me sentía ansiosa por el hecho de
tener que pasar tiempo con el doctor Cullen, por querer complacerlo. Rara vez me encontraba en una
situación como esa y parte de mí sentía como si debía complacerlo, porque él había sido tan
comprensivo y casi bastante paciente conmigo últimamente. Él podía hacerme daño por el hecho de
estar con su hijo y para ser bastante franca aún podía separarnos, así que sentí que si encontraba
maneras de demostrarle mi dedicación con un poco de esfuerzo adicional podría posiblemente ayudar
en nuestra situación. Al final de cuentas, tampoco haría daño.

Hice una pausa, contemplando el interior, antes de sacar la Coca Cola y las cerezas, sabiendo que
Elizabeth siempre preparaba Coca Cola de cerezas así que me imaginé que existía una buena
probabilidad de que el doctor Cullen también las hubiese probado. Ocasionalmente él bebía la versión
enlatada de lo que era la bebida favorita de Edward, así que sabía que al menos no odiaba la bebida.
Además de que siempre miraba a Edward de forma extraña cuando tomaba las Coca Cola de cerezas
hechas en casa, casi como con nostalgia y tristeza, así que tenían que significar algo para él. Parte de
mí se preguntó si aquello era un error, si esto solo le recordaría a su esposa y lo molestaría, pero una
parte mucho más grande en mí pensó que a lo mejor él podría agradecer el gesto. Era algo incierto,
como una apuesta, y quizás yo estaba siendo estúpida por tomarla, pero era solo una bebida. Si él
decidía que no la quería o que no le gustaba, simplemente puedo desecharla y llevarle algo más.

Hice entonces una Coca Cola de cerezas, exactamente de la misma manera que hacía las de Edward y
al igual que hacía las de Jane, con sabor a la perfección. Tomé el vaso y uno de los platos y me dirigí a
la sala. El doctor Cullen estaba descansando en su silla, sus piernas estaban estiradas y cruzadas por
los tobillos, mientras veía las noticias y jugueteaba con el control remoto en su mano. Caminé hasta él
y me miró, sonriendo levemente. Tomó el plato y lo dejó a su costado, estirando la mano para tomar la
bebida. Sus ojos se posaron en ella y su sonrisa decayó mientras miraba el vaso con intensidad, con
una expresión casi de horror en su rostro. Me tensé levemente, insegura por su reacción, de inmediato
preguntándome si debí haber escuchado esa pequeña parte de mi cerebro que me dijo que no hiciera
aquello. Me quedé inmóvil por un momento, con el vaso extendido hacia él, esperando que lo tomase.
Dudó por un momento y no habló, mi corazón empezó a latir fuerte en mi pecho a causa de mi
ansiedad. El doctor Cullen suspiró después de un momento y tomó el vaso de mis manos, mientras lo
miraba. Permanecí en el mismo lugar por unos segundos, mirando cómo seguía con la mirada fija en
la bebida como si fuese algo extraño para él, y suspiré.

“Yo, eh… solo creí que a usted podría gustarle. Quiero decir, usted sabe… usted toma de esas en latas
y, eh… a Edward le gustan,” le dije, encogiéndome de hombros y balbuceando cualquier cosa que se
me viniese a la mente en ese momento. Me miró por un segundo, una vez más haciendo contacto
visual conmigo, antes de asentir.

“Gracias, niña,” dijo en voz baja. Asentí en respuesta antes de voltearme y prácticamente salir
corriendo a la cocina una vez más. Puse mis manos sobre el pecho cuando entré a la cocina, mi
corazón latía furioso por mis nervios. Me tomó un momento calmarme y tomar mi plato y una botella
con agua del refrigerador antes de regresar a la sala. Miré al doctor Cullen mientras caminaba a la
sala, suspirando de alivio cuando lo vi tomar un sorbo de su bebida. Me senté con cuidado en el sofá,
dejando el agua sobre la mesa que tenía frente a mí. Empecé a darle pequeños mordiscos a mi
sándwich, no tenía mucho apetito en realidad ya que rara vez comía durante el día cuando estaba sola
en casa. Usualmente me levantaba con Edward cada mañana y había adquirido el hábito de hacer el
desayuno para los chicos, no porque tenía qué hacerlo sino porque disfrutaba hacerlo. Ellos siempre se
mostraban tan agradecidos por aquello y yo comía con ellos cada mañana. A veces el doctor Cullen se
nos unía cuando estaba en casa el tiempo suficiente, pero aquello no ocurría muy a menudo. Todavía
hago la cena cada noche, a las 7 pm, todos cenábamos juntos también.

Permanecimos muy callados, comiendo en silencio, ambos mirábamos a la TV pero en realidad yo no


estaba prestándole mucha atención. El doctor Cullen dejó su plato a un lado después de un momento, y
suspiró. “¿Puedo preguntarte algo, Isabella?” me preguntó, tomando su bebida y dándole un sorbo. Lo
miré y asentí dubitativa. Me miró fijamente por un momento, sacando una cereza de su vaso y
enseñándomela mientras la movía. “¿Empezaste a hacer estas por tu cuenta, o mi hijo te pidió que las
hicieras?”

Lo miré mientras él llevaba la cereza a su boca, masticándola. Fui tomada por sorpresa por su
pregunta, ya que no esperé que fuese aquello lo que quería preguntar, y tampoco entendía cuál era la
importancia de ello. “Las hice por mi cuenta” le dije. “Supe que le gustaban, porque él tomaba de las
latas y yo solo… ¿quise ser amable?” afirmé con una pregunta, sin saber en realidad cómo responder.
Asintió, tomando otro sorbo de su bebida y dejándola luego a un lado.
“Está bien,” respondió simplemente. Lo miré por un segundo, preguntándome el porqué de su
pregunta.

“¿Es eso un problema, señor?” le pregunté, alzando mis cejas. Suspiró y negó con la cabeza.

“No, solo tenía curiosidad,” dijo, encogiéndose de hombros. “Tengo curiosidad sobre muchas cosas.”

Asentí vacilante, sus palabras despertaron mi propia curiosidad. “¿Cosas cómo qué?” le pregunté,
arrepintiéndome de mis palabras en cuanto salieron de mis labios. ¿Desde cuándo había adquirido una
lengua tan floja, hablando cuando no se me había hablado primero, haciéndole preguntas a mi amo?

Miró de nuevo a la TV y me pregunté si a lo mejor él no iba a responder, pero aclaró su garganta


después de un momento. “¿Cómo aprendiste a usar el líquido especial para limpiar mis ventanas?”
preguntó.

Mi ceño se frunció confundido por su pregunta aleatoria. “Estaba escrito en la botella,” le respondí
vacilante, sin saber por qué aquello también parecía ser la gran cosa. Me miró, y alzó sus cejas.

“¿Así que estás admitiéndome que de hecho tú puedes leer?” preguntó. Me paralicé, mis ojos se
abrieron por completo a causa del pánico por mi obvio error que de cierta forma había ocultado. Es
como si hubiese caminado derecho hacía ese error, descaradamente descubriendo la verdad. Asentí
con precaución, temerosa de hablar. Me miró por un momento antes que una sonrisa se dibujara en sus
labios. “Ya lo sabía, por si acaso. Estaba un poco sorprendido de que te delataras tan rápido con eso,
sin embargo. Casi se te escapa decírmelo incluso antes de salir de Phoenix. Usaste el menú cuando te
llevé a McDonald’s a comer, pero no le di importancia esa vez porque a lo mejor solo te sentías
familiar con esa comida o adivinaste lo que era por las fotos. Y en el aeropuerto cuando te di tu
identificación, la leíste y cuando te mencioné que tenías 18 años no me cuestionaste, ya que
claramente habías visto que la fecha de nacimiento estaba errada. Pero una vez más, no podía contar
aquella ocasión tampoco porque no me habías dicho nada al respecto así que solamente podía aducirlo
al hecho que estabas siendo sumisa y no querías hacerle preguntas a tu dueño ya que se te había
enseñado a no hacerlo. Pero las ventanas… sabía que los Swan no tenían vidrios a prueba de balas.
Estaba esperando que me preguntaras sobre aquello, que fingieras ignorancia acerca de qué producto
usar, ya que sabía que jamás dañarías las ventanas de manera intencional al usar limpiador normal
pero sin querer admitir que sabías que había un líquido especial. Pero no me preguntaste. Solo lo
hiciste, y el mismo primer día ni más ni menos. No eres tan hábil como crees que eres.”

Lo miré aterrada, mi corazón latía furioso en mi pecho y una sensación de nauseas se apoderó de mí.
Dejé sobre la mesa el plato con el sándwich casi entero. “¿Cómo…eh, cómo sabía que podía leer?” le
pregunté vacilante. Imaginé que no hacía daño alguno al preguntar; si él quería castigarme podría
hacerlo por el hecho de mentirle y no por la pregunta posterior. Me miró por un momento como si
estuviese contemplando su respuesta.

“Lo descubrí hace unos años atrás, en un viaje a Phoenix. Tenías un libro,” me dijo. Mi ceño se
frunció confundido, preguntándome cómo rayos él podría saber eso. Yo había tomado ese libro de
Albert Schweitzer y lo oculté en el granero donde nosotras dormíamos y los Swan felizmente nunca lo
encontraron. Me miró y negó con la cabeza. “No importa mucho eso en realidad. Lo pude haber sabido
cuando te compré de todas formas, en el momento en que tu alfabetismo fue mencionado, tú te
retorciste nerviosa y bajaste la mirada. Es así como te pones en evidencia, por cierto. Cuando estás
ocultando algo, bien miras al suelo y te mueves nerviosa, o te muerdes el labio. Soy bueno leyendo
personas, Isabella, y a pesar de tu increíble capacidad de mantener secretos, no puedes esconderlos de
mí. Veo cosas que los demás no ven.”

“Yo, eh… lo siento, señor,” murmuré, temerosa de estar en problemas por no haberle dicho nada
antes. Él suspiró, encogiéndose de hombros.

“No te disculpes. Si yo quisiera castigarte por eso, lo hubiese hecho meses atrás. Tú alfabetismo no
me molesta,” dijo. Dudó por un momento, mientras me seguía mirando. “¿Puedo preguntarte otra cosa
más por la que siento curiosidad?”

Yo asentí dubitativa. “Claro,” balbuceé.

“¿Cuánto tiempo has estado durmiendo con mi hijo por las noches?” preguntó, alzando sus cejas. Me
tensé aún más, sorprendida por su pregunta. Solamente lo miré, no teniendo ni idea cómo responder a
eso. “Te lo acabo de decir, no puedes ocultarme cosas. Descubrí que tú estabas durmiendo en su cama
el Día de Acción de Gracias. Recibí una llamada a medianoche diciendo que debía ir a Chicago y subí
para despertarte e informarte de mi partida, y tú no estabas en tu cama. Supuse al inicio que a lo mejor
estabas abajo, pero algo me dijo que abriera la puerta de la habitación de Edward. Y estoy seguro que
estás consciente de lo que vi cuando abrí la puerta,” dijo. Lo miré fijamente, tratando de recordar esa
noche de Acción de Gracias. Había sido un buen día, había cenado con ellos y luego Edward y yo
vimos una película en su habitación. Era esa un poco cruda, Boogie Nights, y después de eso…

Mis ojos se abrieron aterrados mientras lo miraba, recordando con muchísima claridad que en Acción
de Gracias fue la primera noche que Edward me había tocado de manera sexual. Sentí el sonrojo en
mis mejillas mientras veía al doctor Cullen, absolutamente mortificada porque yo me había quedado
dormida casi sin ropa esa noche. Sonrió levemente, asintiendo.

“Puedo ver que recuerdas esa noche. No te preocupes, afortunadamente no vi nada. Aunque sí fue un
poco impactante,” me dijo, negando con su cabeza. “Sabía lo de ustedes antes de eso pero verlos
juntos de esa manera en la cama fue bastante sorprendente. Casi le dije algo a Edward acerca de esa
noche cuando él salió de la cama y bajó por las escaleras, pero lo pensé mejor. No quería exponer mi
conocimiento sobre aquello todavía, quería darle una oportunidad para que pudiese desarrollarse.”

Suspiré, asintiendo vacilante, un poco confundida porque no sabía que Edward había salido de la cama
esa noche. El doctor Cullen me miraba expectante, obviamente esperando mi respuesta, pero no estaba
segura sobre qué decir. “Creo que la primera vez fue cuando…” empecé diciendo, recordando un poco.
Mis ojos se abrieron levemente al percatarme cuándo había sido la primera vez que dormí en la cama
de Edward. “Fue cuando usted me castigó, señor.”

Me miró por un momento antes de asentir levemente. “¿Así que ustedes ya estaban involucrados en
ese entonces cuando yo… hice eso?” preguntó. Lo miré por un momento, entrecerrando mis ojos con
sospecha y un poco de confusión.

“Pensé que usted había dicho que no quería saber sobre estas cosas,” solté sin siquiera pensarlo.
“Verdad,” respondió después de un momento. “Solo tenía curiosidad, como te dije. Y no estoy
preguntándote como un mafioso o como un amo, solo lo estoy preguntando como un padre. Pero tienes
razón, fue bastante injusto de mi parte siquiera indagar sobre una relación a la cual me rehusó a
permitir que sea demostrada frente a mí.”

Asentí y él regresó su mirada a la TV, viéndola. Tomó su Coca Cola de cereza y empezó a beberla en
silencio, la conversación aparentemente había terminado. Regresé la mirada al programa de TV, y
después de quince minutos el doctor Cullen suspiró.

“El fin de esta conversación es de ponerte en sobre aviso que no fui fácilmente engañado, de que
siempre tuve manera de saber cosas y la mayoría del tiempo ni siquiera estás consciente de que estoy
recopilando información de ti.

¿Recuerdas lo que te pregunté cuando estábamos saliendo de Phoenix ese primer día, después de haber
hecho el acuerdo con tu padre?” me preguntó.

Suspiré, mientras recordaba. “Usted me preguntó mi nombre, señor.”

Asintió, sonriendo levemente. “Ya sabía tu nombre, por si acaso. Solo me sentía curioso por saber si
tú me dirías Isabella o Izzy,” me dijo, negando con su cabeza. “Estaba tratando de medir cuánto
recordabas a mi familia. Es por eso que cada vez que hacías contacto visual conmigo te miraba
expectante. Estaba esperando ver en tus ojos esa chispa de remembranza, algo de ese reconocimiento
que a lo mejor tuvieses de aquellos recuerdos pero eso nunca sucedió. Quería saber si era posible que
tú recordabas a mi esposa, pero era claro que no lo hacías.”

Murmuré una disculpa pero él hizo un gesto con la mano como si aquello no fuese importante.
Regresó su atención de nuevo a la TV y permanecí sentada un momento más antes de levantarme y
tomar nuestros platos. Los llevé a la cocina y los lavé, poniéndolos luego a secar. Di vueltas en la
cocina para luego poner una carga de ropa en la lavadora, manteniéndome ocupada para así parecer
que tenía cosas qué hacer porque no tenía ganas de sentarme en la sala con el doctor Cullen todo el
tiempo que restaba para que los chicos volviesen de la escuela.

Estaba sacando la ropa de la secadora y doblándola cuando la puerta principal se abrió, muchas voces
empezaron a hacer eco en el pasillo. Salí al corredor y miré en esa dirección, encontrando a los tres
chicos junto a Rose y Alice. Se dirigieron por el corredor y Edward me guiñó un ojo, causando que
mis labios dibujaran una sonrisa y el sonrojo se apoderara de mis mejillas. Sonrió entre dientes y miró
en dirección a su padre. Todos saludaron al doctor Cullen y empezaron a tomar asiento, mientras
charlaban. Caminé hasta la sala, permaneciendo a un costado. Alice se volteó a mirarme emocionada,
una enorme sonrisa en su rostro y sus ojos prácticamente bailando de felicidad. Ella miró de regreso al
doctor Cullen expectante y él gruñó.

“Te lo dije ayer, Alice. Tienes que hablar con ella sobre eso, no conmigo. Es su decisión,” dijo él,
encogiéndose de hombros. Mi ceño se frunció confundido mientras Alice regresaba a mirarme, la
emoción en su expresión se duplicó.

“¡Por favor, por favor, por favor!” chilló. Mi confusión creció aún más, ya que no tenía ni idea de por
qué rayos ella estaba rogándome por algo. “Debí habértelo preguntado, lo sé, ¡Pero por favor di que sí!
¡Ya hice incluso las reservaciones, por favor!”
“Eh… ¿Qué?” pregunté. Ella hizo un puchero con sus labios y todos rieron.

“Lo que Alice está tratando de decir,” Rosalie empezó diciendo, mirando a Alice y rodando sus ojos
ante su expresión. “Es que nosotras tenemos planes para ir al spa mañana. Tú sabes, ¿el regalo que te
dimos por Navidad? Alice hizo las citas sin siquiera preguntarte primero, a lo cual le dije que era una
mierda porque nosotras te dijimos que tú podías ir cuando quisieses y tú no has querido ir. Pero en fin,
el punto es que la enana fue e hizo las citas y el doctor C dijo que nosotras tendríamos que
preguntarte, como jodidamente le dije que hiciera en primer lugar. Pero en vez de preguntártelo, ahora
ella está tratando de recurrir a la culpa para convencerte.”

Miré a Alice, quien aún tenía su labio formando el puchero y sus ojos muy abiertos. Era muy fácil de
ver en su expresión que Rosalie tenía razón – ella estaba tratando de convencerme para que diga que
sí.

“Está bien,” respondí simplemente, encogiéndome de hombros. No estaba segura en qué me estaba
metiendo pero supuse que no sería tan malo si el doctor Cullen lo consentía y que Alice y Rose
también lo estuviesen haciendo conmigo. Alice chilló, dando un salto y lanzándose hacia mí. Envolvió
con sus brazos mi cuerpo, balbuceando emocionada sobre lo divertido que todo esto sería. Le sonreí y
la abracé en respuesta, un poco tomada por sorpresa ante su reacción. Rose me sonrió y yo miré a
Edward, mi ceño se frunció confundido cuando lo vi con su ceño fruncido.

Él alcanzó a verme, su ceño fruncido se transformó levemente en una pequeña sonrisa. Señaló con su
cabeza el vestíbulo y sonreí, mientras asentía levemente. Le dije a todos que tenía algo de limpieza
pendiente y me volteé, saliendo de la sala antes que cualquiera pudiese decirme algo. Escuché a Alice
gritarme que me recogerían a las 8 am y le grité un ‘está bien’, no tan fuerte pero si lo suficiente para
que ella escuchase mi confirmación. Subí las escaleras, dirigiéndome directamente a la habitación de
Edward. Entré y me dejé caer en su cama, cerrando mis ojos y suspirando alegre al sentir la
comodidad de su manta. Escuché unos pasos acercarse por las escaleras después de unos cinco
minutos, una sonrisa se dibujó en mi rostro. Permanecí con los ojos cerrados, abriéndolos un poco
cuando sentí la cama hundirse junto a mí, viendo el rostro de Edward acercarse al mío.

“Hey, tesoro,” me dijo suavemente, inclinándose y dejando un dulce beso sobre mis labios. “¿Me
extrañaste hoy?”

Sonreí. “¿Tienes que siquiera preguntarlo? Ya lo sabes,” le dije. Su sonrisa se ensanchó.

“Verdad, pero me gusta escuchar que me lo digas,” respondió.

“Está bien,” dije, alzando mi mano y pasando la yema de mis dedos por sus labios. “Te extrañé.”

Rio entre dientes. “Mi sei mancata,” me dijo, haciendo una pausa. “Eso significa ‘te extrañé’ en
italiano. No sé si recuerdas esa mierda.”

Sonreí. Yo había sido capaz de memorizar unas pocas palabras en italiano y otras pocas frases,
algunas de ellas eran cosas que jamás me atrevería a decir pero entendía algunas de las más comunes
que él usaba. “No, no recordaba esa. Bueno, ‘Mi sei mancata’ también.”

Rio fuertemente, negando con su cabeza. “Sip, eso estuvo jodidamente equivocado, Bella. Y tu acento
es horrible. Yo soy un hombre, así que tú tienes que decirme ‘Mi sei mancato’. Tú sabes, con una
maldita o al final y no una a. Tengo una polla entre mis piernas, no un coño. Intenta esa mierda otra
vez.”

Me estremecí de inmediato. “No me gusta esa palabra,” le dije. Su ceño se frunció.

“¿Qué hay de malo con la palabra ‘mancato’? me preguntó confundido. Suspiré.

“No esa palabra, Edward. Quiero decir, esa con la que te referiste a las partes femeninas,” respondí.
Me miró sorprendido.

“¿Coño?” repitió. Me volví a estremecer y sonrió, obviamente divertido por mi reacción. “Mmmm,
¿Cómo te gustaría que le dijese? Tengo un montón de palabras para eso, Bella. ¿Cavaccia? ¿Fica?
¿Grilla? ¿Gnocca?” Mi ceño se frunció confundido, al no conocer ninguna de esas palabras y
suponiendo que eran en italiano por el acento que puso en ellas. “¿Español entonces? ¿Cuchara?
¿Concha? ¿Chepa?”

Rodé mis ojos y lo empujé levemente. “¡Detente!” le dije. Volvió a sonreír, negando con su cabeza.

“Está bien, lo que sea. No me importa como quieras llamarle, el punto es que no tengo una de esas.
Gracias al jodido Dios por aquello, por cierto. Así que tienes que decirme ‘Mi sei mancato’.”

Le sonreí. “Mi sei mancato,” repetí. Él sonrió, asintiendo.

“¡Allí lo tienes! Tengan cuidado, miren a la Bella Ragazza, haciéndose bilingüe y esas mierdas” dijo
en tono de broma. Reí y me sonrojé, lo cual solo provocó que su risa fuese más fuerte.

Pusimos una película un poco después y nos relajamos antes de que fuese hora de que empezase a
hacer la cena. Edward se quedó en su habitación, trabajando en una tarea que debía entregar el lunes.
Hice spaghetti y una ensalada acompañada de pan de ajo, todos nos sentamos alrededor de la mesa,
charlando despreocupados. El ambiente estuvo bastante relajado por el resto de la tarde y terminamos
viendo otra película todos juntos en la sala. En un par de ocasiones vi al doctor Cullen mirarnos a
Edward y a mí, en su rostro había una expresión de tristeza. Aquello era algo confuso, pero resolví que
era mejor darme por vencida en intentar entender al doctor Cullen. Sus reacciones en ocasiones no
tenían sentido para mí. No entendí por qué un hombre que había amenazado con matarme y que me
había ordenado que mantuviese mi relación con Edward fuera de su vista, hubiese cambiado de un
momento al otro y se refiriera a mí con nombres cariñosos y me preguntara sobre la misma relación
de la que no quería saber nada. Y si no quería saber nada al respecto, si en realidad quería pretender
que nada estaba ocurriendo, ¿por qué parecía que siempre nos estaba mirando con algo de nostalgia?

Edward estaba exhausto por lo que nos retiramos a la cama bastante temprano, se quedó dormido en
menos de un minuto después que su cabeza tocó la almohada. Lo observé dormir por un rato, miré su
inocencia y su tranquilidad que le envolvía el rostro mientras caía en su profundo sueño. Se sentía
mucha paz simplemente con el hecho de observarlo, de ver sus expresiones, y su semblante de
felicidad.

Me quedé dormida eventualmente solo para ser despertada por un ruido provocado por fuertes golpes.
Gruñí, manteniendo mis ojos cerrados con fuerza, llevando mis manos a mis oídos para cubrirlos. Los
golpes continuaron y Edward empezó a maldecir en voz alta, su voz era ronca y sus palabras sonaban
ásperas a causa del sueño. Los golpes siguieron y Edward prácticamente gruñó gritando “¡Voy a
romper tus jodidas manos si no dejas de golpear mi maldita puerta y te largas!”, Era atemorizador,
escuchar sus amenazas, y abrí mis ojos para darle un vistazo. El sonido se detuvo por un momento y él
suspiró, sonando bastante complacido, y se acurrucó de nuevo en su almohada. Menos de 30 segundos
después los golpes empezaron otra vez, esta vez con más fuerza que la ocasión anterior. Edward gruñó
con fuerza y se sentó rápidamente, abriendo sus ojos. Solté una risita al tiempo que él tomaba su
almohada y la lanzaba a la puerta con fuerza, como si la almohada fuese a hacer algo para frenar la
situación. Él escuchó mi risa y me miró, entrecerrando sus ojos, lucía molesto. Yo sonreí tímidamente
y continuó mirándome por un momento antes de que en la esquina de sus labios se dibujase una
sonrisa. Se acercó a mí con rapidez y me encogí en respuesta pero Edward me envolvió con sus
brazos, presionando su cuerpo contra el mío. Sus labios encontraron los míos y los abrió con su
lengua, besándome con profundidad de inmediato. Yo gemí levemente, alzando mis brazos y pasando
mis dedos por su cabello. Gimió en mi boca y el sonido se escuchó una vez más. Su gemido se
convirtió en gruñido mientras abandonaba mis labios, y se sentaba derecho otra vez.

“Si no abres esta puerta en 30 segundos voy a entrar,” el grito de Rosalie se escuchó.

“Jódete, estoy desnudo, así que no vayas a entrar aquí a menos que quieras ver mi polla,” respondió
Edward. Me reí, ya que él estaba completamente vestido y estaba mintiendo para mantenerla alejada
de la habitación. Me miró, al escuchar mi risa y me encogí de hombros, sonriendo tímidamente.

“Eres un maldito enfermo, Cullen. Tápate, imbécil, porque voy a entrar,” ella gritó. Edward sonrió
travieso, gritando ‘no’. Sonreí, mis ojos se abrieron sorprendidos cuando el pomo de la puerta giró y la
puerta se abrió bruscamente. Rosalie permaneció en la puerta, alzando una de sus cejas con dirección a
Edward. “Eres un mentiroso. De todos modos no estamos aquí por ti, no me importa lo que hagas.”

Edward se limitó a mirarla y de repente Alice apareció en la puerta detrás de Rosalie. “¡¡Hola
chicos!!” dijo ella emocionada. “Solo vinimos por Isabella. ¡Día de Spa!” Sonreí y asentí, levantando
el edredón que me cubría y poniéndome de pie. Edward se encogió de hombros, volviéndose a
acurrucar en su almohada.

“Lo que sea,” murmuró. Alzó su mano en mi dirección, invitándome a inclinarme hacia él. “Ven acá,
dame un maldito beso antes que las locas te secuestren. Cristo, es lo menos que puedes hacer, me vas a
dejar solo todo el día, mierda.”

Rosalie resopló y suspiré, inclinándome a la cama y dándole un beso rápido. “Ten un buen día,
Edward,” le dije. Sonrió, asintiendo.

“Tú también, tesoro,” respondió. Miró con dirección a la puerta, alzando sus cejas. “Y ustedes
tramposas será mejor que sean buenas con ella, regrésenla intacta. Y lo digo en serio.”

Rosalie se limitó a mirarlo pero Alice sonrió y le respondió alegre. “Eso haremos,” dijo. Ella caminó
hasta mí y tomó mi mano, sacándome de la habitación. Me volteé y le di una rápida sonrisa a Edward
mientras ellas me arrastraban por el pasillo, a mi habitación. Me vestí rápidamente, cepillando mis
dientes y echando algo de agua en mi rostro para poder despertarme por completo, para luego irnos.
Rosalie condujo su auto rojo y me senté en la parte trasera, en silencio la mayor parte del tiempo ya
que estaba bastante nerviosa. No tenía idea de lo que el día iba a traerme, como sería mi día en el spa,
así que no tenía idea tampoco de qué esperar.

El trayecto fue bastante largo, cada minuto que pasaba solo incrementaba mi ansiedad. Era extraño,
estar en el auto con esas dos chicas y dirigiéndonos a un lugar muy lejos de donde estuviese cualquiera
de los Cullen. Era casi asombroso que el doctor Cullen hubiese permitido esto, siendo mi amo.
Edward me había llevado a la ciudad de compras y aunque jamás lo he sentido como mi amo, el hecho
de que él fuese un hombre se sentía como si él era más fuerte y más poderoso que yo y por tanto se
sentía como algo normal. Pero esto – esto era diferente. No sentía como si alguien tuviese el mando
sobre mí, como si alguien fuese más fuerte que yo. En parte, me sentí mal por eso, poniendo a Edward
por encima de mí de esta manera, pero no lo podía evitar. Edward tenía autoridad propia, un instinto
de dominación natural. Él siempre me hacía sentir protegida cuando estábamos juntos, pero ahora,
salir con Alice y Rose, me hizo sentir un pedacito de esa ‘independencia’ de la que él hablaba mucho
últimamente… y aquello me hizo sentir nerviosa.

Tomamos el ferry y llegamos a la ciudad cerca del mediodía. Rosalie condujo por las concurridas
calles, deteniéndose en un pequeño espacio de estacionamiento y apagando la marcha del auto. Alice
chilló, aplaudiendo con sus manos y abriendo la puerta. Salimos del auto, y Alice enlazó su brazo
junto al mío, arrastrándome en dirección a un edificio mientras Rosalie ponía los seguros del auto.

“¡Esto va a ser tan genial! ¡Mereces ser consentida!” dijo emocionada, mientras sonreía. Forcé una
sonrisa en respuesta, sintiéndome mareada por estar tan lejos de mi zona de confort.

Entramos al edificio y miré alrededor, sorprendida por la tranquilidad y amabilidad que el lugar
irradiaba. Las paredes eran amarillas con café y adornos de color verde, y por todo el lugar había
manchas de otros colores que complementaban la decoración. Un hombre que estaba de pie detrás del
mostrador nos miró en cuanto entramos, y sonrió alegre. “¡Ally, Rosie! ¿Cómo están mis chicas?”
preguntó entusiasmado. El hecho que se refiriera a ellas por sus sobrenombres me alivió un poco, ya
que estaba claro que ellas eran asiduas al negocio así que por suerte sabían lo que hacían. Aquello no
aplacó del todo mi pánico, y realmente dudaba que cualquier cosa lo hiciera. Los tres intercambiaron
saludos, riendo y haciendo bromas entre ellos, mientras veía el lugar con nervios. “¿Así que es ella?”

Lo miré de forma aprensiva y noté que él me estaba mirando, sonriendo alegre, “Sí, ella es Isabella,”
Rosalie respondió. El hombre asintió.

“Es un placer conocerte, Isabella. Soy Trevor,” dijo él, extendiendo su mano hacia mí. Le extendí
también mi mano y él la apretó con entusiasmo. “Siempre me emociono cuando llega una virgen aquí.
Me encanta ser el primero, ellas nunca quieren a nadie más después de mí.”

Mis ojos se abrieron completamente a causa del pánico mientras lo veía fijamente, Rosalie empezó a
reírse con fuerza. Él hombre soltó una risita y Alice sonrió. “Él se refiere a una virgen de spa, alguien
que nunca ha ido a un spa antes. Trevor es lo mejor de lo mejor.”

Sonreí, tímidamente, al tiempo que me sonrojaba. “Oh,” murmuré. Ellos rieron nuevamente.

“¡Oh, mírate nena, eres tan linda! Yo persigo a los chicos al igual que tú de todas formas, así que
cariño, no tienes que preocuparte,” me dijo, guiñándome un ojo. Mi sonrojo se profundizó al tiempo
que lo miraba asustada y ellos se reían aun más.

“Está bien,” respondí simplemente después de un segundo, riéndome un poco, bastante aturdida. Debía
admitir que me sentía sorprendida, y a pesar de que sabía que dos chicas podían estar juntas, no tenía
idea de que dos chicos también podían hacerlo. De todas formas tampoco iba a preguntarlo, ya que
definitivamente no era de mi incumbencia lo que la gente hacía con su vida privada. Cada cual que
viva la suya.

“Bueno, no se preocupen, chicas, cuidaré a la Srta. Swan personalmente,” dijo él.

“¡Bien!” exclamó Alice. “¡Ella necesita el tratamiento completo, envoltura en algas también y el
masaje y el facial!”

“Así será” respondió él con una sonrisa.

“Y una depilación,” Rosalie intervino. Los ojos del hombre se abrieron sorprendidos mientras miraba
a Rosalie.

“¿Qué tipo de depilación, Rosie?” preguntó, con una leve sonrisa. “¿Qué es lo que voy a quitar?” la
miré y vi en ella una sonrisa pícara en sus labios que me hizo sentir ligeramente nerviosa.

“Ya sabes dónde. Todo lo que está allí,” respondió simplemente. Alice jadeó, su reacción de sorpresa
incrementó mi ansiedad.

“No lo sé…” Alice empezó diciendo, pero Rose soltó una fuerte carcajada y negó con su cabeza.

“Vamos, sabes muy bien al igual que yo que Edward nos va a agradecer por eso,” Rosalie dijo. “Toda
chica debería hacérsela al menos una vez, solo para ver que se siente tenerla desnuda.”

Alice suspiró. “Quizás deberías dejar que Isabella decida,” dijo ella, mirándome. Las miré por un
momento, no tenía absolutamente ninguna idea de lo que ellas estaban hablando.

“¿Es algo por lo cual Edward se sentirá feliz?” pregunté. Rosalie gritó en voz alta ‘Joder que sí’ y
miré a Alice, quien me sonrió levemente y asintió afirmativamente.

“Cariño, es algo que amará. Los hombres prefieren esa cosita limpia. Te hará un altar por eso,” dijo
Trevor, con una sonrisa. Lo miré por un segundo antes de asentir levemente.

“Está bien,” le dije algo vacilante, encogiéndome de hombros. No sabía exactamente a qué estaba
accediendo, pero si era algo que agradaría a Edward no me oponía a intentarlo. No ocurría muy a
menudo que yo sintiera que podía hacer algo adicional para hacerlo feliz.

“¡Genial!” dijo él, sonriendo. “¡Ahora vamos a desnudarte!”

Mis ojos se abrieron aterrados y los tres rieron por mi expresión. “Tienes que quitarte la ropa en el
spa,” dijo Rosalie. “Pero te prometo que no tienes nada que él no haya visto antes. El hombre ve más
mujeres desnudas que Hugh Hefner.” (N.T. Hugh Hefner, magnate dueño de la revista Playboy)

Mi ceño se frunció confundido, ya que no tenía idea de quién era Hugh Hefner, pero no dije nada para
no parecer estúpida tampoco. Trevor rió, asintiendo.

“Así es, de hecho nosotros tenemos algo más en común, Hugh y yo,” dijo Trevor.

“¿Qué cosa?” Rose preguntó curiosa.

“No importa cuánto lo intentes, cariño, nada de lo que hagas ni siquiera drogándome va a hacer que se
me pare con solo verlas desnudas,” respondió él. Los tres empezaron a carcajearse con fuerza y yo los
miré, sonriendo a causa de su risa. No entendí por completo la broma pero sus comportamientos tan
despreocupados estaban aliviando en algo el estrés que sentía por toda esta situación. Trevor parecía
ser lo suficientemente inofensivo, y si Rosalie y Alice confiaban en él y si no estaba para nada
interesado en las mujeres, entonces supuse que probablemente no debía sentir miedo estar desnuda
con él.

“En fin, vamos a empezar con el espectáculo. Vamos, cariño, es hora de consentirte un poco,” dijo él,
señalando con su cabeza el pasillo. Asentí en respuesta y él se dirigió en esa dirección. Miré a Alice y
a Rosalie brevemente, las vi sonreír y yo también en respuesta. Seguí a Trevor por el pasillo y lo vi
entrar a una pequeña habitación, invitándome con un movimiento de su cabeza a entrar. “Vamos, entra
y quítate todo. Allí hay una toalla enorme sobre la camilla, súbete y acuéstate boca abajo y cúbrete el
trasero con la toalla. ¿Está bien?”

Asentí vacilante y entré a la habitación. Dijo que estaría de regreso en un momento y cerré la puerta.
Caminé hasta la camilla y empecé a sacarme la ropa, apilándola a un costado. La habitación era tan
acogedora, amigable y relajante como el resto del lugar… las paredes eran verdes, colores brillantes
decoraban el lugar, y con ello un ligero destello de luz por toda la habitación. Después de haberme
sacado toda la ropa me subí a la camilla como él me lo había dicho, recostándome boca abajo y
cubriéndome con una enorme toalla color naranja.

Hubo un golpeteo en la puerta después de un segundo y miré en esa dirección para verlo entrar. Me
sonrió y cerró la puerta, caminando hasta mí. Empezó a conversar conmigo casi enseguida, tomando
algo que casi parecía una brochita para pintar. Me dijo que la iba a pasar por toda mi piel para
remover las células muertas. Al principio estaba un poco nerviosa, especialmente cuando comenzó a
mover la toalla, pero como Trevor estaba conversando y bromeando de manera tan casual, logró
afortunadamente distraerme de pensar en lo que estaba haciendo. Luego que terminara con eso, tomó
una pasta de color verde, diciéndome que era extracto de algas marinas y que lo iba a esparcir por todo
mi cuerpo. Al principio se sentía algo extraño cuando sentí que esparció la pasta verde por mi espalda,
pero un momento después me acostumbré a la sensación. Me pidió que me volteara y dudé, pero hice
lo que me dijo, estaba nerviosa por estar tan expuesta. Eso no lo perturbó por supuesto, él siguió
conversando casualmente mientras seguía esparciendo la pasta por toda mi parte frontal. Cuando
estuve cubierta casi por completo desde el cuello a los pies, él me envolvió en lo que dijo que eran
unas sábanas termales, me dio una enorme toalla y yo la coloqué debajo de mi cabeza como una
almohada. Me pidió que me relajara, que regresaría en unos treinta minutos, y luego salió de la
habitación.

Permanecí acostada mirando alrededor por un rato, estaba sorprendentemente muy relajada y cómoda.
De hecho, me sentía tan cómoda que mis ojos se cerraron de a poco y debí haber caído en un ligero
sueño, ya que me desperté sobresaltada por su voz lo que parecía haber sido tan solo un minuto
después. Estaba sudando, mi cuerpo entero estaba caliente. Me dijo que era hora de lavar todo eso y
removió las sábanas, limpiándome un poco con unos paños calientes antes de ayudarme a levantarme
y enseñarme donde quedaba el baño para que yo pudiese remover el resto con una ducha. Me dio algo
parecido a una crema humectante para limpiar mi piel y mantener así la suavidad, asentí de manera
autómata, aún algo somnolienta por mi siesta. Me lavé y regresé a la habitación, envuelta en una
toalla. Me sonrió y me pidió que me acostara sobre mi estómago, hice como me pidió. Empezó a
masajear mi espalda, sus movimientos eran firmes pero no tan fuertes como para ser dolorosos.
Definitivamente era un experto en lo que hacía, ya que mi cuerpo empezó a relajarse aún más de
inmediato, mis músculos se soltaron un poco y mis ojos se quisieron cerrar una vez más pero luché
contra aquello.

Después del masaje que me había dado me pidió que rodara sobre mi espalda una vez más,
manteniendo mis partes femeninas cubiertas con una toalla, y empezó a esparcir una pasta sobre mi
rostro, diciéndome que era una especie de facial que purificaría la piel. No tenía ni idea lo que aquello
siquiera significaba pero no me quejaba tampoco, ya que se sentía bastante agradable. Después de que
terminara con lo que dijo que estaba haciendo, se fue por otros treinta minutos más. Me pregunté
porque él no había hecho esa parte cuando hizo lo de la parte de algas marinas pero no argumenté ni
pregunté, ya que él era el experto y era obvio que sabía lo que hacía.

Me volví a quedar dormida, y al pasar los minutos volvió, removiendo la pasta facial. Una vez que
terminó me sonrió. “¿Cómo te sientes?” preguntó. Suspiré, sonriendo, asombrada por cuán bien me
sentía.

“Muy bien, gracias” le dije. Su sonrisa se hizo más grande.

“Eres una chica muy linda, de vez en cuando no hace daño un par de mimos pero Dios sabe cuán
perfecta es tu piel y que no necesitas esa ayuda extra,” me dijo. Sonreí a causa de su cumplido, no
estaba acostumbrada de escuchar tales cosas de parte de extraños.

“Gracias,” le respondí. Hizo un ademán con su mano restándole importancia, mientras sonreía.

“No me agradezcas cariño, estoy verde de envidia por ello. Personalmente mataría por una piel
hermosa,” me dijo, riéndose. “Casi hemos terminado, solo tenemos la depilación por hacer. Trataré de
hacerlo lo menos doloroso posible.”

Lo miré fijamente, tensándome un poco ante su mención de dolor. “¿Es doloroso?” le pregunté
vacilante. Él sonrió y se encogió de hombros.

“Puede ser un poquito doloroso,” dijo. “Quiero decir, vamos a remover todo el vello de tu cosilla de
allí, cariño, puede no ser tan placentero, tú sabes.”

Lo miré confundida. “¿Cosilla?” le pregunté, alzando mis cejas inquisitivamente.

“Sí, tú sabes, ¿De tu botecito de miel? ¿De tu rollito de sabor?” me dijo. Continué mirándolo, aún más
confundida porque ‘botecito de miel’ y ‘rollito de sabor’ eran cosas para comer. Él rio a causa de mi
expresión. “Tu cosita. Ya sabes, partes femeninas.” (N.T. La escritora utilizó los términos ‘Honey Pot’
y ‘Hot Pockets’ ambos son productos alimenticios de USA y por eso es el juego de palabras de Trevor
y la confusión de Bella. Intenté traducirlos lo mejor que pude sin perder la esencia de lo que quería
decir Trevor)
Jadeé asustada, mis ojos se abrieron con pánico cuando sus palabras tomaron sentido. “¿Va a sacar
todo el vello de allí abajo?” le pregunté. Rio nuevamente y asintió.

“Sí, aunque déjame decirte algo, esas amigas que tienes, te han metido en esto sin explicarte de que se
trataba. Prometo lo haré lo más fácil que pueda para ti. Seré rápido, ¿está bien?

Lo miré y por un segundo reconsideré echarme para atrás, diciéndole que había cambiado de opinión,
pero ya había dado mi aprobación y como ellas dijeron que era algo que Edward adoraría, una gran
parte de mí quería seguir con esto y hacerlo. Asentí después de un momento. “Está bien,” le dije.
Sonrió.

“Genial. Acuéstate mirando al frente y sube tus piernas, así como en un examen ginecológico o un
Papanicolaou,” me dijo. Asentí, sabiendo exactamente lo que quería ya que el doctor Cullen ya me
había llevado a hacerme un examen ginecológico antes. Trevor removió la toalla y me tensé cuando
abrió un poco más mis piernas, exponiéndome por completo a él. Sabía que había hecho esto un
montón de veces, era su trabajo y no había nada sexual en ello, pero eso no detuvo mi reacción natural
de pánico. Estaba expuesta a un hombre extraño, completamente vulnerable, podía hacerme un gran
daño y podía aprovecharse de mí y no había nada que pudiese hacer al respecto. Mi corazón latía con
fuerza al tiempo que me aferraba a la toalla con fuerza, tratando de calmarme. Estaba hablando de
manera despreocupada, explicándome el procedimiento, fue entonces que me di cuenta que iba a poner
cera caliente en mis partes para luego poner algo más sobre la cera y sacarlo de un tirón una vez, para
arrancar todos los vellos de allí. A mí me habían arrancado cabello antes, de mi cabeza cuando Jane lo
hacía y dolía inmensamente, así que no podía siquiera empezar a imaginar cómo se iba a sentir que los
arrancaran de allí abajo. Apreté mis ojos con fuerza y podía escucharlo que seguía hablando pero no
podía prestar atención a sus palabras. Todo el sonido era opacado por la sangre que furiosa recorría mi
cuerpo y la llevaba a mi errático corazón, el sonido finalizaba en eco en mis oídos.

Después de un momento sentí sus manos sobre mí y me tensé aún más, me repetía mentalmente una y
otra vez que Trevor era inofensivo, que estaría bien. No tenía una idea exacta de lo que él haría y
tampoco quería abrir los ojos y verlo, solo esperaba que todo saliera bien. Lo escuché decir algo sobre
‘recortes’ y ‘polvo de talco’ y luego de eso sentí que algo se esparcía sobre mí, la sensación de calor
era relajante. Él puso algo sobre la parte caliente en mi piel, indicando que era un pedazo de tela o
algo así, alcancé a escuchar que dijo ‘aquí vamos’, tensándome todavía más en cuanto escuché esas
palabras. Después de un momento tiró de la tirita de tela rápidamente y me aferré con fuerza a la
toalla, apretando mis dientes cuando sentí una oleada de dolor atravesar mi área. Yo estaba
acostumbrada al dolor, podía aguantar el dolor físico muy fácilmente, pero la sensación de que el
vello de mis partes femeninas fuese arrancado era lo suficientemente dolorosa como para provocar
que mis ojos se llenaran de lágrimas.

Traté de ignorarlo, haciendo lo que siempre hacía en Phoenix cuando estaba pasando por alguna
situación extremamente dolorosa. Traté de pensar en algo feliz, de ir mentalmente a un lugar feliz.
Imaginé a Edward, a su encantadora y hermosa sonrisa, sus asombrosos labios húmedos dejar besos
sobre mi piel mientras susurraba hermosas palabras en italiano. Pensé incluso en sus vulgaridades, en
la forma en la que hablaba tan tranquilo con su lenguaje tan sucio, aquello incluso me pareció
divertido. Pensé en mi amor por él y el suyo por mí, y sobre lo viva que aquello me hacía sentir en mi
interior.

Pero nada en lo que podía pensar podría bloquear por completo esa corriente de dolor que atravesaba
mis partes privadas. Continué con mi mandíbula apretada y traté de aguantar, permitiéndole a Trevor
que él hiciera todo aquello que debía hacer sin darle problemas ni lloriquear. No me gustaba tener sus
manos sobre mí, no me gustaba lo que me estaba haciendo, sin importar cuán inofensivo fuese él
como persona. Trevor estaba hablándome y me di cuenta que lo hacía para que yo pudiese relajarme,
pero no había forma posible que me relajara hasta que él pudiese decir al fin la palabra ‘terminé’.

Y en el momento en que esa palabra salió de sus labios unos minutos después, la más grande oleada de
alivio recorrió mi cuerpo. Él había terminado, todo se había terminado y nunca más volvería a hacer
una cosa de estas otra vez, sin importar cuánto podría gustarle a Edward.

Trevor sacó sus manos de mí y abrí mis ojos, relajando mi mandíbula y soltando mi agarre en la
toalla. Lo miré y al hacerlo lo vi mirarme con sorpresa. “Tengo que decir, que has sido la virgen más
fácil que he tenido. No lloraste ni una sola vez. ¡Eres una pequeña pero ruda gatita! Vas a estar un
poco inflamada y enrojecida por un rato, pero se te pasará rápido. Puse un poco de loción en esa área
para ayudarte con eso. Si tomas un baño esta noche no lo hagas con el agua muy caliente, mientras
más fría será mejor. ¿Está bien?” yo asentí y él sonrió. “Bien, ya puedes ir y vestirte, ya he terminado
contigo, cariño.”

Se volteó y salió de la habitación, permanecí acostada por un momento antes de sentarme. Tomé un
par de respiros profundos, aliviada de que todo se terminara y esperando salir de allí lo más pronto
posible. Quería ir a casa, y olvidar lo que había acabado de ocurrir. Me puse de pie y empecé a
vestirme rápidamente. Después que me vestí salí de la habitación, caminando hasta la salida y
divisando a Alice y Rosalie. Ellas me vieron y me preguntaron cómo fue, solo sonreí y asentí,
diciendo que fue ‘bueno’ aunque no fuese nada parecido a aquello. Apreciaba lo que ellas habían
hecho por mí, agradecí el hecho que ellas querían que yo fuese tratada como una chica normal y que
hiciese cosas que una chica normal haría, pero esto estaba muy fuera de mi zona de confort. Sin
embargo no se los diría, ya que ellas solo estaban tratando de ser amables conmigo y por tanto
apreciaba el gesto más de lo que ellas podrían imaginar. Pero este tipo de cosas simplemente no eran
para mí.

Las chicas se encargaron del pago y luego de eso nos fuimos. Ellas hablaban animadas mientras yo
intentaba sumarme a la conversación, pero me sentía algo rara e incómoda por lo que había acabado
de hacer. Me sentí como en las nubes la mayor parte del camino y me sorprendí que hubiera
anochecido cuando llegamos a la casa de los Cullen en Forks. Salimos del auto y nos dirigimos a la
entrada, agradecí tanto a Alice como a Rosalie por el día que habíamos pasado, diciéndole que había
tenido un buen día.

Llegamos al vestíbulo y escuché voces, alcé la mirada y vi a los chicos reunidos en la cocina, con
bebidas alcohólicas en sus manos. Edward me miró y me sonrió con su sonrisa torcida. Le sonreí en
respuesta, sonrojándome, y sintiéndome casi sucia por mirarlo, sabiendo que mis partes íntimas
habían sido tocadas esa tarde. Alice y Rosalie inmediatamente fueron a la cocina, uniéndose a los
chicos y tomando otras bebidas, Edward caminó entonces hacia mí.

“Mi sei mancata” me dijo suavemente. Sonreí.

“También te extrañé,” le dije. Su sonrisa creció y se inclinó hacia mí, rozando suavemente sus labios
sobre los míos.
“¿Tuviste un buen día?” me preguntó. Asentí.

“Sí, fue agradable. Aunque ahora mismo me gustaría subir y tomar una ducha,” le dije. No es que en
realidad necesitara de una, pero sentía que a lo mejor si la tomaba, eso haría que ese raro sentimiento
que me atravesaba la piel se disminuiría. Asintió.

“Date una ducha entonces, Bella,” me dijo, besándome una vez más. Jasper llamó a Edward y lo miró,
asintiendo. “Te veo en un ratito, nena.”

Edward regresó a la cocina y me volteé, dirigiéndome a las escaleras. Fui directo a mi habitación,
sacándome la ropa y dejándolas en la cesta. Caminé hasta el baño y empecé a llenar la tina con agua,
manteniéndola fría tal como Trevor me había dicho. Dudé por un momento mientras veía el agua
correr, antes de voltearme y verme en el espejo de cuerpo entero. Mis ojos se abrieron aterrados al ver
mi desnudez, no había un solo vello presente. Miré hacia abajo, asombrada por lo raro que se veía.
Estaba honestamente un poco asustada por la reacción de Edward, ponía todas mis esperanzas en sus
palabras cuando me dijeron que a Edward le iba a gustar esto.

La hinchazón y el enrojecimiento había bajado en gran parte, toda el área ya no se sentía


dolorosamente sensible. Se sentía casi como siempre, solo que más suave. Tuve que preguntarme si a
lo mejor estaba tan acostumbrada a lidiar con las consecuencias del dolor y quizás esa era la razón por
la cual ni siquiera me molestaba. Cerré el grifo después de un segundo, entrando a la tina de baño y
recostándome, suspirando contenta. Cerré mis ojos, casi saboreando el silencio y la paz, y sentí como
de a poco empecé a caer en la inconsciencia.

Escuché un ruido después de un momento, un sonido de clic que me sacó de mi letargo. Me quedé
paralizada, preguntándome si a lo mejor estaba alucinando con escuchar cosas, pero después de un
segundo escuché una garganta aclararse. Volteé rápidamente mi cabeza, mi corazón latía con fuerza,
el miedo se apoderó de mí. Mis ojos recayeron en Edward, que desde la puerta me miraba, también lo
miré. Me sentí aliviada de que fuese él, claro, pero aquello no ayudó a bajar la ansiedad de tenerlo allí
en ese momento. Él suspiró y caminó unos pocos pasos, me tensé, nerviosa por su reacción. Su ceño se
frunció levemente ante mi reacción y él se detuvo a la mitad del camino hacia mí.

“¿Quieres que me vaya?” preguntó, alzando sus cejas de forma inquisitiva, con una expresión de dolor
en su rostro. Negué rápidamente con mi cabeza y vi entonces un semblante de alivio ante mi
respuesta.

“Yo solo… uh…” empecé diciendo, bajando la mirada, sin saber qué decir. Suspiró, pasando una
mano por su cabello, asintiendo.

“Lo sé, tesoro. Ellas se acaban de atribuir el hecho de que te depilaron, y justo ahora estoy
jodidamente dividido porque no sé si quiero sacarles la mierda a golpes a esas perras porque les dije
que te dejaran intacta y joder que sé muy bien que tú no hiciste eso porque querías, o no sé si quiero
caer de rodillas y agradecer a cualquier jodido dios que hizo esto si es que fuese cierto,” me dijo, su
voz estaba llena de pasión. Lo miré fijamente por un segundo, levemente confundida.

“¿Estás molesto?” le pregunté dudosa. Su ceño se frunció levemente.


“¿Por qué habría de estar molesto?”, preguntó. Me encogí de hombros.

“No lo sé. Yo solo… no sé, lo que piensas acerca de…esto,” balbuceé nerviosa, sintiendo el sonrojo
invadir mis mejillas. Él me miró por un segundo antes de sonreír, meneando su cabeza. Él pasó su
mano por su desordenado cabello una vez más y caminó los pocos pasos que nos separaban. Hizo una
pausa junto a la tina y me miró a los ojos, buscando con sus manos y tomando el borde de su camiseta.
Se la sacó poco después, y la lanzó al piso del baño. Mis ojos se abrieron con sorpresa mientras me
permitía ver su pecho desnudo, sintiendo mi corazón latir desesperado ante aquel panorama. Escuché
un casi agonizante gemido escapar de su garganta y mi ceño se frunció, mis ojos volvieron a su rostro.
Vi que él estaba mirando hacia el agua y me tensé levemente, sabiendo que lo que él estaba viendo por
sí mismo era mi desnudez. Sentí mi sonrojo profundizarse, casi como si se estuviese regando por todo
mi cuerpo, y cerré mis ojos. Sentí su mirada sobre mí, su absoluto silencio provocaron que mis
nervios se alteraran.

Después de un momento sentí un ligerísimo toque en mi pecho, sus dedos se movían por mis senos y
tocaban mis pezones, abrí mis ojos para verlo inclinado hacia mí, mirándome al rostro. Él sonrió y yo
sonreí en respuesta, feliz de ver que él parecía complacido al menos. Me miró a los ojos por un
momento antes de sentarse en el borde de la tina, apoyándose allí. Lamió sus labios y se inclinó
despacio hacia mí. Cerré mis ojos cuando sentí sus labios encontrar los míos. Llevé mis manos a su
cabello, pasando mis dedos entre sus hebras, mojando su cabello pero realmente sin importarme
aquello. Su beso era apasionado, intenso.

Él pasó una de sus manos por mis pechos, provocando un gemido en mí. Se alejó un poco después de
eso, canturreando levemente. “¿Puedo intentar algo?” me preguntó en voz baja, su voz estaba llena de
emoción. Asentí, sin importar lo que fuese, ya que lo amaba tanto que haría cualquier cosa que él
quisiese. Me di cuenta que a lo mejor no era saludable, el amarlo tanto, pero sabía muy dentro de mí
que él me amaba de la misma forma. Cualquier cosa que le pidiese a Edward, él la haría. Me besó con
firmeza, su mano bajó despacio y acarició mi estómago. Después de un segundo llevó su mano aun
más abajo, pasándola por mi pierna hasta mi rodilla y de nuevo arriba hasta mi muslo interno. La
electricidad me recorrió entera ante su toque, él bajó mi pierna, y la abrió un poco. Siguió besándome
profundamente, pasando mi mano hacia arriba de mi muslo. Pasó sus dedos por mi centro desnudo y
yo lloriqueé en su boca cuando una sacudida de placer me invadió. Soltó una risita en mi boca,
alejándose de mis labios. “Sí, definitivamente quiero probar algo,” me dijo, poniéndose de pie. Mi
ceño se frunció confundido, ya que creía que había acabado de hacer lo que él quería intentar hacer.

“Está bien,” le dije dudosa. Me miró por un segundo y sabía que era porque había usado la frase ‘está
bien’ y él odiaba esa simple afirmación, le gustaba que mis respuestas fuesen de acuerdo a mi opinión.
Asintió después de un segundo, afortunadamente él no pensaba hacer un escándalo sobre aquello, y
salió del baño. Miré la puerta, preguntándome donde había ido, y jadeé asustada cuando regresó un
momento después sosteniendo esa cosa que Rosalie me había dado en Navidad. Sonrió, caminando de
regreso a mí.

“Relájate, nena. Es solo un vibrador. Te dije que te enseñaría cómo usarlo, y no hay mejor momento
que este para aprender,” me dijo, encogiéndose de hombros. Lo miré con aprensión pero asentí,
confiando en él. “¿Puedo meterme allí?” me preguntó, alzándome una ceja. Sonreí y asentí,
ligeramente sorprendida pero casi de inmediato excitada por querer tenerlo en la tina conmigo. Me
entregó el vibrador, pidiéndome que lo sostuviese un momento, y empezó a desvestirse. Mordisqueé
mi labio inferior de manera nerviosa mientras se sacaba rápidamente sus zapatos, para después sacarse
las medias. Un gemido escapó involuntario de mi garganta cuando él bajó sus pantalones y sus boxers,
su masculinidad estaba erecta frente a mí. Se rió y terminó de sacarse sus pantalones, meneando su
cabeza.

“Mueve tu pequeño culo, déjame sentarme detrás de ti,” dijo. Asentí, sonrojándome y moviéndome un
poco hacia adelante. Entró a la bañera, su espalda estaba sobre una de las esquinas de la tina y con sus
piernas me abrazó con fuerza. Me aferró a él de tal manera que mi espalda estaba sobre su pecho y
podía sentir su dureza presionándome. Suspiré contenta, cerrando mis ojos cuando su mano se acercó,
acariciando mis senos y estómago. Una de sus manos escapó hacia mis piernas, sus dedos tocando mi
punto. Gemí, las sensaciones eran intensas. Era, afortunadamente, una presión ligera, así que a pesar
de que estaba un poco dolorida por la depilación, él no lo estaba haciendo más doloroso.

“Dios, Bella,” me dijo con voz ronca. “Sabes bien que no tenías que haber hecho esa mierda de la
depilación, ¿verdad?” Asentí, retorciéndome un poco cuando sus dedos presionaron mi punto
nuevamente. Escuché un ‘ummm’ escapar de su garganta antes de que dejara un beso en mi cuello. Su
mejilla áspera rozó mi piel, enviando cosquillas por todo mi cuerpo, mi respiración se volvió errática
y pesada. “Bien. No me importa el vello, ¿sabes? Pero que me jodan si esta mierda no es excitante.
Tan jodidamente bella.”

Gemí una vez más, mi cuerpo entero estalló en hormigueos a causa de sus palabras. Sentí su mano
tomar el vibrador de las mías y me tensé levemente, abriendo mis ojos cuando escuché el sonido de un
zumbido cuando él lo encendió. Edward debió haber sentido mi rigidez porque nuevamente dejó un
beso en mi cuello, mordiendo mi piel con sus dientes. “Relájate,” me susurró. Cerré los ojos de nuevo,
tratando de bloquear de mi cabeza el zumbido y tratando de enfocarme en la sensación de su lengua y
labios mientras él besaba mi piel. Después de un momento la tensión regresó con fuerza, mi cuerpo
entero se paralizó cuando una extrema e intensa sensación atravesó mi centro, las vibraciones
recorrían mis partes femeninas mientras él me tocaba con el vibrador. Lloriqueé con fuerza y en voz
alta, retorciéndome mientras el placer se regaba por todo mi cuerpo, Edward gimió en respuesta.
Empezó a atacar mi piel cercana a su boca, mordiendo y lamiendo y besando, soplando con su aliento
aquellos puntos mojados, mientras su otra mano buscaba a tientas mis senos.

Mi cuerpo se retorcía por completo, sonidos escapaban de mi garganta, y sentí como la presión crecía
de inmediato. Me aferré con fuerza a su brazo, sintiendo la necesidad de agarrarme a algo. Mis piernas
empezaron a temblar mientras el placer recorría mis venas, mi corazón latía con fuerza en mi pecho,
mi cuerpo entero se sentía cada vez más cálido y sonrojado. Mi respiración era irregular, se había
vuelto casi en puros jadeos cuando la tensión se incrementó. Edward me aferró a él aún con más
fuerza, soltando su mano de mis senos y envolviendo su brazo en mi cintura, empujándome muy cerca
a él. Podía sentir su masculinidad, su dureza rozándome y yo quería desesperadamente tocarlo y hacer
sentir a Edward igual de bien de lo que me estaba haciendo sentir, pero estaba casi paralizada por las
sensaciones provenientes de Edward presionando el vibrador sobre mi centro.

“Dios, te amo,” susurró sobre mi piel. “Tú y solo tú.”

Gemí con fuerza, llevando mi mano hacia arriba para encontrar su cabeza. Entrelacé mis dedos en sus
cabellos y él gimió, mordiendo mi hombro. Lloriqueé ante la sensación, el ligero dolor provocó que
mi placer se disparara a las nubes, y mi cuerpo enteró se puso rígido. Mis músculos parecían
entumecidos por una parálisis mientras dejaba escapar un grito cuando mi cuerpo explotó en un
orgasmo. Me aferré con fuerza al brazo de Edward y a su cabello y le escuché dejar escapar un
gruñido. Mi cuerpo estaba tembloroso y convulsionado, el placer era intenso, intenté calmarme pero
no podía parar los sonidos que provenían de mí.

“Joder, te deseo tanto nena,” Edward gimió sobre mi piel mientras me golpeaba el orgasmo. Me aferré
a él, jadeando, moviendo mis caderas desesperada, el placer era casi insoportable. Sus palabras me
sorprendieron, me pillaron de sorpresa, enviando a mi cuerpo una mezcla de más placer y deseo. Era
mezclado también con miedo, ya que no estaba segura si estaba lista para llegar tan lejos con él, pero
mi cuerpo pedía a gritos que al menos lo intentara.

“¿Tú…eh…tú me…deseas?” murmuré, me costaba hablar entre mis gemidos. El placer había
empezado a bajar, mi cuerpo empezó a relajarse por completo. Edward gruñó, para luego volver a
mordisquearme nuevamente.

“Claro que te deseo,” me dijo mientras alejaba el vibrador de mi centro, apagándolo. Lo dejó a un lado
de la bañera y luego se cayó al piso con un sonido seco. Su mano recorrió mi estómago mientras
abarcaba con su mano el área entre mis muslos. “Pero no esta noche, no todavía.”

Asentí después de un segundo, un poco aliviada ante sus palabras pero sin duda sorprendida de que él
quisiese esperar. Sabía, muy en el fondo, que Edward y yo tendríamos sexo en algún momento, y
confiaba en él lo suficiente para hacerlo, pero solo que no sentía que ahora fuese el momento correcto.
No sabía cuál era la razón, o que es lo que haría que el momento fuese el ‘correcto’, solo sentía que
algo estaba faltando y me pregunté si él también lo sentía así. Apoyé mi espalda sobre su pecho y él
me aferró con fuerza a su cuerpo mientras trataba de controlar mi respiración nuevamente. Podía
sentir su masculinidad presionándome, por lo que me moví un poco hacia adelante después de un
momento. Edward me soltó, asumí que él pensó que me iba a parar porque el agua se había enfriado
significativamente, pero en vez de eso estiré mi brazo hacia atrás y envolví su miembro con mi mano.
Gruñó ante el inesperado contacto, envolviendo con su brazo mi cuerpo nuevamente.

Empecé a acariciar su miembro como sabía que a él le gustaba, queriendo hacerlo sentir bien al igual
que él a mí. Dejó caer su cabeza hacia atrás, golpeándola sobre la pared de la bañera, gimiendo. “Tus
manos se sienten tan jodidamente bien, tesoro,” dijo, su voz era ronca. Sonreí y continué moviendo mi
mano por toda su longitud, agarrándolo con fuerza y aumentando la velocidad. Su mano subió y
empezó a masajear mis senos nuevamente, pasando sus dedos por mis pezones. Gemí ante la
sensación y él se inclinó un poco, dejando un beso en mi espalda. Me estremecí cuando sentí sus
labios mojados en mi piel, provocando que gimiera y que su erección creciese aun más.

“No puedo creer cuán grande es tu miembro,” murmuré, todavía asombrada por el tamaño de su
masculinidad. La mano de Edward que estaba en mis senos se quedó quieta y se detuvo para dejar un
beso en mi espalda nuevamente.

“Eso es, háblame sucio nena,” me dijo después de un segundo con un toque de diversión en su voz,
mientras se reía entre dientes. Mi ceño se frunció, empezó a mover su mano otra vez. Solté un gritito
cuando pellizcó uno de mis pezones con sus dedos, empecé entonces a masturbarlo con más rapidez.

Empezó a gruñir, embistiendo sus caderas contra mi mano. La posición en la que estábamos era un
poco extraña para hacer esto pero de alguna manera estaba logrando hacerlo bien. Podía deducir por su
respiración y los sonidos que estaba haciendo, y la forma en cómo su miembro estaba completamente
hinchado en mi mano que él no iba a durar mucho tiempo más.

“Dime que me amas,” dijo después de un momento, la contundencia súbita en su voz me sorprendió.
Aquello envió cosquilleos por toda mi columna, causándome que toda mi piel se erizara, y sentí aquel
deseo revoloteando mi estómago una vez más a causa de su posesividad.

“Te amo,” le dije de inmediato. “Más que nada en este mundo, Edward.” Gimió alguna respuesta,
empujando sus caderas con más fuerza.

“Dime que eres mi chica,” dijo, igual de demandante. Gemí.

“Soy tuya. De nadie más, nunca de nadie más,” le dije. Nunca querría a nadie más que él, él era mi
mundo.

Gruñó, inclinándose hacia mí y mordisqueando mi piel. Embistió con sus caderas un par de veces más,
dejando escapar un gemido sonoro, su miembro hinchado por completo en mi mano mientras
explotaba. La sustancia blanca de su orgasmo se disparó, terminando en una lado de la bañera y
quedándose allí pegada. Continué masturbándolo hasta que se suavizó un poco, él luego cubrió mi
mano con la suya. Él permaneció quieto antes de quitar sus manos de allí. Lo solté y envolvió mi
cuerpo con sus brazos, aferrándome nuevamente a él.

“Estoy sorprendido que pude mantener mi erección con lo jodidamente fría que estaba el agua, Bella,”
me dijo después de un segundo. “Estaba casi seguro que mi polla se iba a rebelarse en mi contra y que
no iba a pararse, que iba a tratar de esconderse o algo así.”

Reí, negando con mi cabeza. “No teníamos que haber hecho esto en la bañera,” le dije. Él se encogió
de hombros, levantándose un poco. Tomó mi mentón y empujó mi cabeza en su dirección, dejando un
beso en mis labios.

“Lo sé,” dijo, volviendo a encogerse de hombros y cambiando la posición de nuestros cuerpos. Me
moví un poco para que él saliera de la bañera, viendo su cuerpo desnudo mientras él caminaba para
tomar una toalla. Se paró frente a mí y se secó un poco aun así no hizo ningún intento de cubrirse.
Edward en realidad no tenía nada de vergüenza y ese hecho me hacía sentir cómoda con mi propia
desnudez. “Pero sin embargo valió la pena.”

Asentí. “Sí, sí que valió la pena,” le dije, sonriendo. Soltó una risita y envolvió una toalla en su cintura
antes de acercarse a mí, estirándome su mano para ayudarme a salir de la bañera. Me levanté con su
ayuda y salí de la tina de baño. Edward envolvió una toalla en mi cuerpo, para luego abrazarme.

“Recuérdame darle las gracias a Rosalie más tarde,” dijo. Lo miré sorprendida, ya que él y Rosalie
siempre vivían discutiendo y muy rara vez se agradecían por cualquiera cosa.

“¿Gracias por?”, pregunté. Sonrió.

“Por ese momento que acabamos de tener en la bañera. Mierda, ella compró el vibrador y pagó la
depilación. No estaba seguro si debía agradecerle o golpearla por ambas cosas, pero después de ver
correrte de esa manera, tan abierta y lista para mí. Sí, definitivamente ella se ha ganado mi gratitud
por primera vez.”
Capítulo 47 Mil palabras y un hecho
“No se graban tanto mil palabras como un solo hecho.”—Henrik Ibsen

Edward cullen
Estaba paseando de un lado a otro al pie de las escaleras, esperando ansiosamente el sonido del coche
estacionándose. Era temprano por la mañana y el sol aún no había comenzado a subir y ya estaba
jodidamente preocupado por este día, tan malditamente nervioso que no podía quedarme quieto. No
sabía por qué estaba tan inquieto, tal vez porque nunca antes había hecho una mierda como esta. Joder,
no era como si realmente importara, Isabella no me parecía del tipo que realmente le importara una
mierda te todas formas, pero parte de mí quería hacerlo especial para ella. Se lo merecía y yo quería
hacerlo de la forma correcta, y por mi naturaleza quisquillosa, simplemente, todo se sentía
jodidamente mal. No tenía mucho tiempo despierto y ya estaba entrando en pánico ante mi potencial
fracaso. Estaba seguro que la iba a joder, no había manera de que no lo hiciera. Yo no era romántico;
no era un pinche Casanova o Don Juan, y definitivamente no era un Sr. Darcy o Heathcliff o Romeo o
cualquiera de esos hijos de puta en todas esas ridículas historias de amor que les gustan a las chicas.
Era solo Edward Cullen, un extraordinario pendejo, que estaba seguro que jodería este día para su
novia.

Hoy era 14 de Febrero. Sí, el día de san Valentín. Siempre odié este maldito día porque nunca le vi
sentido. ¿Por qué demonios tenían que señalar un día para celebrar el amor? Quiero decir, ¿si estás
enamorado no se supone que se muestren esa mierda el uno al otro cada maldito día? Era una
estupidez, pero las perras se tragaban esa mierda y solían mirarme como si esperaran algo de mí por
todo el puñetero coño que me daban. Era una estupidez. No las amaba, así que, ¿por qué carajos iba a
celebrar con ellas el Día de san Valentín? Siempre lo veía como cualquier otro día, y encabronaba a
las chicas, pero no me importaba. No me importaba una mierda el Día san Valentín y les garantizo que
quién sea que inventó ese día de fiesta fue una mujer e hizo esa mierda deliberadamente para joder a
los hombres. Se los apuesto. En realidad, estaba jodidamente equivocado y lo sabía. Fue el papa san
Gelasio I quien proclamó el 14 de Febrero como el Día de san Valentín, en el año 496 AD. Pero fue
una perra la que ayudó a comercializarlo, Esther Howland, así que la culpo a ella y culpo a su estúpido
negocio de putas tarjetas de felicitación por hacer hoy de mi vida un infierno. Sabía todo sobre esta
mierda, la historia de este día ridículo, porque lo había estado buscando en Google toda la puñetera
semana. Sí, busqué en Google Día de san Valentín, tratando de encontrar ideas de cómo carajos podía
hacer este día especial para Isabella. Y para su información, no es necesario que me digan que soy un
mandilón (N.T. En España “calzonazos”), esa mierda ya la sé. Nunca imaginé que perdería horas en
línea buscando cómo demonios cortejar a una chica. No tuve que hacer esa mierda antes porque las
chicas siempre se sentían naturalmente atraídas hacia mí. Nunca tuve que levantar un dedo o incluso
pensarlo. Simplemente así me sucedía.

Pero este año, como toda otra puta cosa en mi vida, el Día de san Valentín era diferente. Tenía una
novia que realmente amaba, y ella probablemente ni siquiera sabía qué demonios era el Día de san
Valentín y no tenía ninguna expectativa, pero me sentía como si debería hacer algo. Quería hacerlo
especial, porque ella nunca había tenido a nadie que hiciera esa mierda por ella. Aunque el maldito
internet no fue de mucha ayuda, porque todo lo que sugería estaba lejos de ser una mierda en la que
alguna vez Isabella se interesaría. Isabella no era el tipo de chica de vino y una cena o llevarla a un
salón de baile. Ella no necesitaba joyería y probablemente no las usaría si se las comprara. Ella era
poco exigente, las más pequeñas cosas la hacían feliz.

Así que me había estado devanando los sesos, de verdad estresándome con esa mierda y deseando que
saliera perfecto, pero al mismo tiempo mantenerlo sencillo. Finalmente se me ocurrió un plan y llamé
a Alice para conseguir su ayuda, porque estaba muy seguro que no podría llevar a cabo esa mierda sin
su ayuda, y ella felizmente aceptó. Los dos estábamos faltando a la escuela hoy para hacer que esto
funcione, y solamente esperaba como el infierno que no la jodiera de alguna forma y lo arruinara.

Le eché un vistazo a mi muñeca por lo que parecía la vigésima vez desde que había bajado las
escaleras, gruñendo porque me había vestido con tanta prisa que olvidé ponerme mi reloj. El sonido de
mis pies golpeando el suelo de madera prácticamente hacía eco a través de la silenciosa y desierta
planta baja mientas paseaba de un lado al otro, y pasé la mano por mi pelo por lo que tenía que ser la
centésima vez. Ella me prometió que estaría aquí, estaba contando con ella, y juro que si ella me
abandonó en mi momento de necesidad iba a perder los estribos. Esta mierda era importante, ella lo
sabía, así que, ¿dónde diablos estaba?

Después de lo que pareció otra maldita hora, escuché el sonido de grava crujiendo afuera, al frente de
la casa. Me acerqué a la puerta, molesto porque se había tardado demasiado y la abrí con fuerza. Ella
se bajó del coche y caminó hacia mí con una vibrante sonrisa, toda alegre y jodidamente despierta,
irradiando alegría. Yo todavía estaba medio dormido, nervioso y sin palabras para describir lo
exasperado que estaba, y algo sobre su felicidad me irritó aún más.

“Llegas tarde,” le dije, arqueándole una ceja. Rodó los ojos y me empujó ligeramente para quitarme
del camino y entrar a la casa. Dejó caer una bolsa de lona en el suelo junto a la puerta y metió la mano
en su bolsillo, sacando un pedazo de papel doblado.

“Llegué temprano, Edward,” dijo ella, sacudiendo la cabeza. “Me dijiste que estuviera aquí a las seis.
Eran las 5:51 cuando me bajé del coche.

Mi frente se arrugó en confusión mientras cerraba la puerta, girándome para mirarla. “¿No son las seis
todavía?” Le pregunté. Juraría que la había estado esperando por al menos una maldita hora, pero no
había dejado la habitación hasta las 5:45.

“No, todavía no son las seis. Y relájate, caramba. No puedes estar empezando a ponerte histérico ya o
vas a estar perdido,” dijo ella, entregándome el trozo de papel. “Toda va a salir bien”.

Suspiré y extendí mi mano, tomando el papel. Lo deslicé en mi bolsillo y una vez más pasé la mano
por mi pelo. “¿Estás segura? Quiero decir, es suficiente, ¿verdad? Ella no es una chica extravagante y
esa mierda, pero no quiero escatimar,” dije. Alice me levantó sus cejas, pareciendo sorprendida, su
expresión causaba que mi pánico irracional sobre la situación aumentara vertiginosamente. “Cristo, ya
es demasiado, ¿cierto? Joder, me estoy excediendo, voy a abrumarla.”

Alice negó con la cabeza, rodando los ojos de nuevo. “¿No te acabo de decir que te relajes, Edward?
Todo está genial, a ella le va a encantar,” dijo. Suspiré, asintiendo.
“Bien. Solo estoy malditamente preocupado, ¿sabes? Nunca he hecho nada de esta mierda antes, no sé
qué demonios estoy haciendo”, le dije. Alice me sonrió afectuosamente.

“Lo sé. Pero como dije, todo va estar bien. La bolsa de lona tiene cambios de ropa para los dos y
escribí en el papel todo lo que vas a necesitar para que no se te olvide nada. Y hablo en serio cuando
digo que todo esto es muy dulce de tu parte, ella realmente apreciará esto,” dijo, sus palabras sonando
bastante sinceras. Me le quedé mirando por un momento y asentí con la cabeza.

“Gracias, enana,” le dije con sinceridad, apreciando todo lo que estaba dispuesta a hacer por mí. Alice
había estado ahí para mí a través de los años cuando prácticamente todos los demás me apodaban
“causa perdida”, ni una sola vez perdió la esperanza en mí. Después de todo lo que hice en el pasado
no debería estar dispuesta a ayudarme, pero sin embargo, lo hacía porque esa era la clase de persona
que era Alice. “De verdad.”

Sonrió con entusiasmo. “De nada. Estoy más que feliz de ayudar. Es genial verte así, feliz y
enamorado.”

Sonreí. “Sí,” comencé, apunto de decir más cuando escuché un portazo arriba. Me tensé, mirando
hacia las escaleras y vi aparecer a Jasper. Dejé escapar un suspiro de alivio, pasando una mano por mi
pelo y él sonrió.

“Alguien parece nervioso,” dijo bromeando mientras bajaba las escaleras. Gruñí bajo mi aliento y él
me dio una palmada en la espalda cuando llegó al vestíbulo, negando con la cabeza. “Ah, lo vas hacer
bien. Mi Alley-Cat no te dirigiría mal.”

Asentí con la cabeza y escuché otro ruido arriba, tensándome una vez más y mirando hacia arriba.
Emmett apareció un momento después y me relajé otra vez, aliviado de que no fuera Isabella. Él se
echó a reír y bajó las escaleras, negando con la cabeza. “Awww, mira a mi pequeño hermano, todo
nervioso y esa mierda. Qué jodidamente tierno,” dijo divertido. Gruñí y extendí mi brazo dándole un
puñetazo en su brazo cuando llegó al vestíbulo.

“Vete a la mierda, fuori dai coglioni*,” le dije, diciéndole que me dejara las bolas en paz. De nuevo se
echó a reír, extendiendo su brazo y devolviéndome el golpe. Maldije y froté mi brazo, ya que él era
jodidamente fuerte y esa mierda dolía.

“Oh, deja de ser un pequeño mariquita de mierda,” dijo Emmett, dirigiéndose a la cocina. “Estoy
seguro que lo vas a hacer bien, lo que sea que estés haciendo. Pero ahora mismo te digo, será mejor
que hagas que Izzy Bizzy se la pase bien hoy, o voy a patearte el culo.”

Gruñí. “Lo que sea, yo siempre hago que se la pase bien,” le dije a la defensiva. Emmett se dio la
vuelta y volvió a asomarse fuera de la cocina, sonriendo ampliamente. En el momento en que vi su
expresión me di cuenta exactamente de lo que había dicho. “Cristo, Emmett, tú y tu puñetera mente de
alcantarilla, pervertido.”

Se echó a reír, lanzando sus manos hacia arriba inocentemente. “¡Yo no dije nada hombre!” Dijo.
Gruñí, sacudiendo la cabeza.

“No tienes que decir nada, joder, yo solo me doy cuenta. Contigo todo tiene que terminar con sexo”, le
dije. Levantó su ceja inquisitivamente, sonriendo.

“Y lo dice el puto”, él dijo. Rodé los ojos y se rió. “Bueno, el puto reformado, supongo. Ya no puedo
exactamente llamarte un puto si de lo único que se está abusando es de tu mano.”

Gruñí con fuerza, y los tres se echaron a reír. “A la mierda con todos ustedes. No necesito de un coño
para estar satisfecho,” les dije, molesto. La puerta principal se abrió detrás de mí y eché un vistazo
rápido para ver a Rosalie entrar. Me le quedé mirando, sorprendido de que ni siquiera había escuchado
su puto coche estacionándose y preguntándome qué demonios estaba haciendo aquí tan temprano.

“¿De verdad escuché eso correctamente?” Dijo en seguida, cerrando la puerta y mirándome. “¿Edward
Cullen acaba de decir que no necesita follar?”

Emmett se echó a reír. “Sí, lo escuchaste bien, Rosie Bebé. Nuestro pequeño Eddie aquí, finalmente
está madurando.”

Todos se rieron, obviamente divertidos por esa pendejada. Negué con la cabeza, pasando la mano por
mi pelo por la molestia. “Como dije, a la mierda con todos ustedes,” les dije. “Qué malditos buenos
amigos que son.”

“Hey, será mejor que seas amable conmigo hermano,” dijo Emmett.

“¿Y eso por qué?” Le pregunté, levantando una ceja. Él sonrió.

“Porque creo que puedo haber encontrado una solución a tu pequeño problema,” dijo él, con un poco
de seriedad en su voz. Me tensé un poco, mirándolo fijamente.

“¿El chip?” Le pregunté después de un segundo. Asintió en respuesta y sentí una extraña sensación de
optimismo estallar dentro de mi pecho. En su mayor parte había cesado de husmear, prácticamente
porque Isabella me había pedido que nos relajáramos y no nos preocupáramos por todas las
complicaciones en estos momentos. Y estaba haciendo mi mejor esfuerzo por pasar por alto todo, en
especial después de esa mierda que mi padre me había dicho ese día en el coche, y gran parte de ello
pude sacarlo de mi mente, pero no el maldito chip GPS. Eso me crispaba los nervios, el saber que ella
podía ser rastreada en cualquier momento y no tener verdaderos recursos de escape, en caso de ser
necesario. No había manera de que pudiera permitir que esa mierda continuara, porque el protector en
mi interior sentía que ella necesitaba al menos una opción, por si acaso.

Independientemente de lo que dijo Isabella, y que tan genial mi padre parecía ser últimamente sobre
no meterse entre nosotros, no era un maldito estúpido y reconocía que aún era posible que algún día
tuviéramos que huir. Consideré llevarla a que se lo retiraran, pero no tenía idea con quién demonios
llevarla que pudiera y lo hiciera, sin hacer preguntas. No era un procedimiento simple, tendrían que
localizarlo incrustado en su tejido y quitarlo, y hacerlo sin preguntarme por qué carajos tenía ella
instalado un GPS cuando se supone que realmente no se utilizan en la gente.

También tendría que hacerlo sin que mi padre supiera y lograr que Isabella diera su consentimiento
para esa mierda, después de que le había dicho que desistiría de ello, no iba a ser fácil. Por no
mencionar el puto hecho de que ella ni siquiera existe, no tiene absolutamente ninguna documentación
de su nacimiento o de su existencia, por lo que ningún maldito médico que conociera le pondría un
puto dedo encima y no podía precisamente usar las conexiones de mi padre para ello. Pero de todas
formas, el chip tenía que irse y estaba determinado a encontrar una manera de eliminar al menos esa
complicación.

No estaba diciendo que la otra mierda ya no me molestaba, porque lo hacía. Estaba constantemente
rondando en mi cabeza, de vez en cuando mi curiosidad aumentaba. Gran parte de la mierda que mi
padre me había dicho ese día que fuimos al campo de tiro tocó una fibra sensible en mí, la mitad de
ello realmente no tenía mucho sentido… especialmente las partes sobre mi madre. Todavía me
molesta que haya insinuado que ella no era tan jodidamente buena y pura como yo la recordaba que
era, y quería saber qué demonios quería decir con que no era su culpa que ella muriera. Entre más
pensaba en ello, más me parecía como si él estuviera tratando de culpar a mi madre por conseguir que
la mataran y eso me irritaba. Sí, incluso me pregunté, conforme avanzaba el tiempo, si ella había
hecho algo para lograr la atención no deseada de la gente equivocada, pero nada de lo que pudiera
haber hecho justificaría el hecho que fuera asesinada, así que de todos modos no podía hacerme
culparla.

Pero aun así, me preguntaba a quién carajos culpaba mi padre por ello, si no a él mismo. ¿Culpaba a
mi mamá? ¿Es por eso que estaba insinuando que ella no era tan jodidamente buena como yo
recordaba que era? Y cuando salió del coche y me dijo que si no dejaba de husmear iba a perderme
como la perdió a ella… ¿me estaba dando la puta confirmación de que mi madre había estado
husmeando después de todo? ¿En qué demonios podía ella haber estado husmeando? Ella odiaba el
trabajo de mi padre, ella no se habría involucrado en esa mierda a menos que sintiera que no tenía otra
opción. Entonces, en todo caso, ¿qué podría haber sido?

Realmente quería saber, ahora más que nunca, por qué demonios había sido asesinada. Pero estaba
tratando de no pensar en esa mierda y no dejar que mi curiosidad me controlara, porque si mi padre
estaba siendo civil por el momento, no quería andar husmeando por allí y abrir una lata llena de
gusanos o lo que sea.

Otra cosa que me molestó, es cómo diablos mi padre sabía la mierda que sabía. Las cosas que dijo
sobre que Isabella necesitaba estructura y ser introducida gradualmente al mundo real, tenía maldito
sentido, ¿pero cómo demonios sabía él eso? Yo ni siquiera había pensado en esa mierda, pero él
parecía saber exactamente lo que había qué hacer, como si fuera una acción instintiva en él o que
tuviera experiencia en ello, pero eso no tenía sentido. Por otra parte, ¿por qué siquiera se tomaba la
puta molestia? ¿Por qué demonios había comprado de verdad a Isabella? Porque era malditamente
claro ahora que ella no solo era una maldita niña esclava, no si él me dejaba estar con ella por el
momento y tratando de aclimatarla a nuestra definición de “normal”.

Yo había hecho todo lo posible por ayudarla este último mes o algo así, y cada día tenía más claro que
mi padre había tenido toda la razón. Mi puto mundo se la habría comido viva si hubiera sido lanzada
en él desde el primer momento. Hablé mucho con Alice en las últimas semanas y ella me había
ayudado sin que nadie lo supiera, dándome ideas de cómo demonios conseguir que Isabella se abriera
y se acostumbrara a la vida real. Fue jodidamente duro algunas veces porque sabía que estaba
accediendo a mierda con la que ella estaría un poco incómoda, pero lo hice porque ella necesitaba que
pasara. Ella estaba preparada para ello. Tenía que encontrar un poco de independencia en su interior y
no apoyarse tanto en mí, y, Cristo, quería que ella se apoyara en mí pero no era un maldito estúpido.
Entendía que no siempre podría estar ahí para ella. Iba a tener que encontrar la manera de parase sobre
sus propios pies de forma independiente, no importa cuán difícil sea el aprender a hacerlo.
El viaje al spa fue un ejemplo de cómo estoy tratando de ayudarla a encontrar un poco de
independencia y normalidad. Alice se había acercado a mí unos días antes y me preguntó qué pensaba
de que ellas se la llevaran y al principio tenía mis dudas, pero finalmente pensé al menos probaría para
ver cómo le iría sin mí. La mierda fue difícil, me sentí como si la estuviera arrojando a los puñeteros
lobos y no quería nada más que sentarla y explicarle esa mierda, lo que exactamente iba a suceder,
pero mantuve la boca cerrada porque ella tenía que aprender a hacer las jodidas preguntas si no sabía
algo. Y cuando Alice le dijo que iban a ir al spa e Isabella automáticamente dijo “está bien” su maldita
respuesta de siempre que odiaba porque nunca sabía cómo se sentía ella realmente al principio y
quería decirle que no tenía que ir. Pero mantuve la boca cerrada y simplemente les di a esas perras una
sutil advertencia para que la trajeran de vuelta intacta, esperando lo mejor.

Por supuesto, ellas no escucharon, y terminaron por hacerla que se hiciera una puta depilación. Al
principio había estado molesto, porque Isabella estaba bien como estaba, y me encabroné todavía más
cuando me dijeron que ella se hizo esa mierda a solas con un maldito hombre. Me importaba una
mierda si era gay o no, esas perras deberían saber que no tenían por qué hacer que hiciera esa mierda,
no solo por mí sino también por ella. Podía sonreír y decir que estaba bien todo lo que quisiera, pero
conozco a mi chica. Sabía que esa mierda era difícil para ella, en especial por su miedo a ser violada.
No le dije a Rose o a Alice esa mierda, que ella tenía tanto miedo a ser violada, porque sentía que no
era mi lugar andar divulgando los más profundos secretos de Isabella a la gente de afuera. Pero aun
así, joder, ellas deberían haber sabido que no debían haber hecho eso.

No podía negar que tuve que luchar contra los celos irracionales ante el hecho de que un hombre haya
visto y tocado el área privada de mi chica. Y sí, después me puse posesivo con ella y no podía quitarle
las malditas manos de encima en la tina de baño. El hecho de que solamente tengo 17-jodidos-años y
sigo estando impulsado, predominantemente, por mis hormonas fue lo que me llevó a irrumpir en el
baño donde estaba, después de enterarme de la depilación. Por supuesto, quería ver cómo estaba,
porque estaba malditamente preocupado sobre cómo se sentía y cómo estaba lidiando con ello. Pero
después que supe que ella estaba bien y vi la belleza que era sin nada de vello, joder, no pude evitarlo.
Tenía que tocarla, tenía que sentirla. Así lo hice, y que me lleve el diablo si el que la hiciera correrse
con el vibrador no fue la maldita cosa más caliente que jamás había visto.

Había estado verdaderamente tentado a penetrarla con él, ver cómo reaccionaba al tenerlo dentro de
ella, porque esa mierda era mucho más pequeña que yo, pero me resistí a la tentación. Ella tenía que
estarse sintiendo un poco rara después de tener a algún extraño hijo de puta metiéndole mano en sus
partes privadas, así que lo último que ella necesitaba era mi culo poniéndose todo hormonal y
queriendo follarla en su primera vez con un juguete de plástico para añadir a su incomodidad.
Además, quería que su primera penetración fuera hecha por mí, personalmente. Había algo de verdad
jodidamente erótico en eso, ser lo primero que de verdad entrara en ella.

Le dije que la deseaba, y realmente lo hacía, y al momento que ella me cuestionó al respecto sabía que
podía haberla tenido. Ella me hubiera dejado, y no sabía si de verdad ya estaba preparada o estaba
cediendo porque sabía que la deseaba, pero de todas formas no era el momento adecuado. No solo
porque eran mis inseguridades las que estaban saliendo a flote y haciéndome actuar de forma
posesiva, ella ya había tenido un día bastante extraño y yo había estado bebiendo. Podía tocarla pero
no quería reventar su cereza después de haber tomado bastante Vodka. Yo quería estar sobrio para esa
mierda, en mis putos cinco sentidos para asegurarme de no volver a caer en esa mentalidad de “todo
sobre mí” que solía tener mientras follaba. No, nuestra primera vez tenía que ser todo sobre ella. Tenía
que adorarla y tratarla de la forma correcta y no tenía la mentalidad para ser capaz de hacer eso
cuando estábamos en la tina de baño. Además, era extraño, pero se sentía como que algo no estaba
bien. Como que el momento no era el adecuado por alguna razón, como que alguna mierda faltaba. Y
no podía decir que era, pero lo sentía. Y eso estaba jodiendo con mi cabeza, porque, ¿desde cuándo me
había convertido en el tipo de persona que necesitaba que toda la mierda estuviera perfecta para mojar
su polla? Pero era Isabella, y por supuesto, cada maldita cosa era diferente con ella. Solo deseaba
saber qué demonios era lo que estaba mal para que pudiera solucionar esa mierda.

A pesar de todo eso y el ligero retroceso que había tenido por el viaje al spa, Isabella había hecho
algunos putos progresos importantes mentalmente en este último mes, lo que me demostró aún más
que mi padre sabía de lo que estaba hablando. Y odiaba esa mierda, admitir que él podía saberlo que
Isabella necesitaba más que yo, pero no podía negar que era la puñetera verdad. Eso no lo absolvería
de esa mierda que le hizo a ella por lo del arma, sin embargo, él no esperaba ser perdonado por eso.
Pero me hacía comprender mejor algunas de sus otras acciones, su jodida paciencia con ella y cómo
lentamente comenzó a tratarla casi de forma normal. Pero aun así, ¿por qué? Él no podía estar
haciendo esa mierda por mí, tenía que haber algo más. Nada de esto tenía sentido, pero no estaba en
posición de tentar a la suerte y andar buscando respuestas. Al menos, no hasta que supiera que si
íbamos a tener que huir de inmediato él no sería capaz de encontrarnos fácilmente.

“Entonces, ¿cuál es la solución?” Pregunté vacilante, casi jodidamente nervioso por ello. Mi hermano
era bastante inteligente cuando se trataba de mierda técnica y en realidad no había manera de saber
que maldito plan se le había ocurrido.

“Bueno, no es solo una cosa, se trata más de un par de cosas que combinadas pueden ganarte algo de
tiempo en caso de un apuro hasta que surja una solución permanente,” me dijo. “En primer lugar,
tenemos que conseguir un par de bloqueadores de GPS. Hacen unos bastante decentes en estos días y
estoy seguro de que si vas con quién sea que te consigue tu arsenal de armas, puedes conseguir
algunos de gran alcance. Necesitas por lo menos uno para conectarlo en tu coche y se enciende,
¿sabes?”

Asentí con la cabeza. “Está bien, puedo conseguir uno de ellos. ¿Qué más?”

Él suspiró. “Hicieron unos nuevos bloqueadores GPS, son como del tamaño de la palma de la mano y
pueden caber en tu bolsillo. Podemos conseguir uno o dos de esos para ella para que los lleve si se
aleja del Volvo. Su batería solamente dura unas pocas horas después de encenderlos y necesita
recargarse, pero podrían ser útiles. El único problema sería aprender a ocultarlos en caso de que papá
vea uno.”

Asentí con la cabeza. “¿Eso es todo?” Le pregunté, alzando las cejas inquisitivamente. Negó con la
cabeza.

“Eso es solo un respaldo. Lo que tengo que hacer es conseguir acceso a la laptop de papá, porque te
aseguro que el programa que utiliza para rastrearla está en ella. También podría tenerlo en su teléfono,
no lo sé. Pero si puedo tener acceso, puedo encontrar una forma de hackearla y cambiar el código.
Después de unas llamadas por teléfono y cobrarse algunos favores él probablemente va a encontrar la
manera de poder entrar de nuevo, pero al menos puede comprarnos algo más de tiempo,” dijo él,
encogiéndose de hombros.
Asentí de nuevo. “Sí, eso ayudará mucho,” le dije, un poco aliviado de que aunque no era una solución
permanente al menos nos ayudaría un poco.

“Sí, aunque no es todo,” él dijo. “Una vez que entre al programa, tal vez pueda cambiar la señal que él
está siguiendo. Si podemos conseguir una señal GPS en la casa, puedo cambiar las coordenadas que él
está rastreando por unas nuevas. Probablemente le tome un tiempo darse cuenta y rastrear la señal
correcta, en especial si no la ha estado revisando regularmente.”

Me le quedé mirando sorprendido. “Mierda, Em, esa es una idea jodidamente buena,” le dije.

Sonrió, viéndose jodidamente orgulloso de sí mismo.

“Sí, lo sé,” dijo. “Ahora solo tenemos que encontrar la manera de conseguir acceso a la laptop de
papá.”

Le sonreí y asentí, escuchando a Rosalie resoplar. La miré de reojo y vi que ella me estaba viendo a mí
y a Emmett con molestia.

“Ustedes dos son unos jodidos idiotas, lo juro,” dijo sacudiendo la cabeza. “¿Están tratando de meterse
en problemas? En serio, ¿no se han puesto a pensar que tal vez doctor C sabe qué diablos está
haciendo? Tal vez solo deberían dejar las cosas así.”

Emmett simplemente se encogió de hombros, obviamente disfrutando de tener un puto rompecabezas


que resolver a pesar de si debería hacerlo o no, y yo negué con la cabeza.

“De ninguna jodida manera,” le dije, irritado de que ella siquiera sugiriera esa mierda. Oí a Jasper
suspirar y le eché un vistazo.

“Tal vez Rose tiene razón,” dijo. “Tal vez sea lo mejor que solo dejen las cosas como están.” Mis ojos
se abrieron por la sorpresa de que él tomara esa posición.

“¿En serio, Jasper? ¿Crees que es mejor dejarla con un chip como un puto perro? No puedes venirme a
mí con esa mierda, eres una persona de jodidas estadísticas. Dime, ¿cuáles son las probabilidades de
que un puñetero dispositivo de rastreo GPS pueda llegar a ser útil y de verdad ayudarla?” Le pregunté.
Él me miró por un segundo antes de negar con la cabeza.

“Estoy de acuerdo en que las posibilidades de que alguien lo necesite para ayudarla son escasas, pero
nunca se sabe, Edward,” él dijo. Rodé los ojos.

“Como sea, no hay razón por la que alguna vez habríamos de usarlo para encontrarla. Ella nunca va a
desparecer, no me importa,” dije a la defensiva. Estaba actuando un poco irracional e inmaduro, pero
no podía evitarlo. “De todos modos, tienes que admitir que las probabilidades de que esa mierda la
lastime son mayores. Y piensa como una puta persona compasiva. ¿Te gustaría una de esas malditas
cosas dentro de ti para que alguien pudiera rastrearte constantemente? Esa mierda no es justa para
ella.”

Jasper se me quedó mirando por un momento antes de asentir. “Tienes razón,” dijo simplemente.
Asentí y escuché que Rosalie resopló una vez más, obviamente no le gustaba el hecho de que mi otro
hermano estuviera ahora de mi lado. Traté de no tomarme esa mierda personal, ella había sido lo
suficientemente amable con Isabella estos días y sabía que solamente estaba preocupada de que su
novio fuera arrastrado en alguna mierda que podría hacerle daño. Tampoco me gustaba, y deseé poder
resolverlo por mi cuenta y mantener a mis hermanos fuera de esto, pero no pude.

“En fin,” dije, echándole un vistazo a mi muñeca y gimiendo otra vez porque todavía no tenía puesto
mi pinche reloj. “Tengo que irme, tengo mierda qué hacer.”

Todos asintieron de acuerdo, deseándome suerte. Alice dijo que levantaría a Isabella en unos cuantos
minutos y ellas empezarían su día. Casi me sentí mal de dejar a Isabella con Alice todo el día sin darle
ninguna advertencia, pero realmente quería darle una sorpresa. Alice iba a llevarla a que la
embellecerla, manicuras y pedicuras. También le iba a comprar un vestido para esta noche y luego iba
a llevarla a su casa para prepararla. Ya le había establecido algunas reglas básicas en todo esto, como
nada drástico en su cabello y sin un montón de puto maquillaje y nada de esas malditas uñas de
acrílico. Isabella no necesitaba que le hicieran esa mierda, y sabía que de todos modos no le gustaría.
Le dije que no se esmerara tanto y se suponía que Isabella elegiría el vestido. Nada demasiado
llamativo, no muy corto o esas cosas e iba a llevar zapatos planos.

Sí, estaba siendo exigente con Alice y tal vez eso estaba mal ya que ella me estaba haciendo un favor,
pero me importaba una mierda. Yo podía planear lo que sea que quisiera y organizar todo y la noche
aún podría ser un desastre total si Isabella se torcía un tobillo tratando de caminar en algunos ridículos
tacones que Alice la obligara a ponerse.

Agarré mi laptop y la bolsa que Alice había dejado caer en la puerta y salí, yendo directamente hacia
el Volvo. Finalmente el sol comenzaba a salir y sabía que Isabella se despertaría pronto sola, si Alice
no la despertaba. Encendí el coche, poniéndolo en marcha y bajando por el camino de entrada, volando
a través de Forks y llegando a la carretera 101 para Port Angeles. Tenía algunas cosas que quería
realizar y solo tenía unas cuantas horas para hacerlo antes de que Alice llevara a Isabella de vuelta a la
casa para encontrarse conmigo.

Las carreteras estaban totalmente desiertas porque era muy temprano, así que pude llegar a Port
Angeles con bastante rapidez. Tomé una desviación cuando llegué a la zona, conduciendo a través de
caminos secundarios remotos hasta que la enorme estructura apareció a la vista. Era el The George
Washington Inn, una posada en el Estrecho de Juan de Fuca. Estaba construido en un prado al pie de
las montañas de Olympic, así que tenía vista de ambos tanto del agua como del terreno, y supe al
momento que vi al hijo de puta que a Isabella le iba a encantar. La vista era increíble, algo que sabía
que ella apreciaría, y estaba aislado así que no teníamos que preocuparnos por otras personas estando
cerca de la zona. Los había llamado hace algunos días, prácticamente rogándoles que me dejaran el
lugar por esta noche, y al principio se resistieron, pero finalmente cedieron cuando les ofrecí una
maldita fortuna. Sí, renté toda la puta posada por una noche… así que demándenme.

Estacioné el coche frente a la enorme mansión color blanco y salí, mirando alrededor. El sol
finalmente se había puesto del todo, echando luz a lo largo del prado. Al otro lado del prado, entre
algunos árboles, estaba lo que parecía ser algunos ciervos. Los miré fijamente por un momento,
pensando que tenían que ser alguna mierda ornamental hasta que uno de ellos se movió y dio unos
pasos hacia adelante en mi dirección. Mis ojos se abrieron por la sorpresa y miré alrededor
malditamente aturdido, sintiéndome como si estuviera en alguna maldita película de Disney o alguna
mierda de esas y los animales estuvieran saliendo para saludarme. Casi esperaba que el hijo de puta
empezara a hablar con esa forma en que me estaba mirando y estuve malditamente cerca de tener el
impulso de agarrar el arma bajo mi asiento en caso de que lo hiciera. Fue algo surrealista y tuve que
reírme de mí mismo después de un momento porque estaba siendo malditamente ridículo al respecto.
Todo el tiempo veía putos ciervos en nuestra casa, pero algo sobre estar aquí y verlos simplemente ahí
pasando el rato cerca, en el césped de enfrente, parecía diferente. Era extraño, por no decir otra cosa.

Después de un momento escuché que alguien se aclaró la garganta y volví la cabeza hacia la mansión
para ver a una mujer, más o menos de la edad de mi padre, de pie en la puerta principal. Me sonrió
cálidamente y se presentó como la dueña. Traté de usar un poco de mis encantos con ella, jodidamente
agradecido de que hubiera accedido a rentarme el lugar, y me dijo que entrara para que pudiéramos
hacer negocios. Agarré la bolsa de lona y la laptop del coche, dirigiéndome al interior e
inmediatamente vi el piano en la esquina. No era tan bueno como el mío, pero sería suficiente para
esta noche. Ella se sentó detrás de un escritorio y yo saqué los treinta billetes de cien dólares,
entregándole los tres mil que había acordado pagar. Podía ver la emoción en sus ojos cuando los
tomaba y sonreí satisfecho, sabiendo que con seguridad le estaba haciendo la maldita noche. Por lo
general, ellos solo ganaban $850 por una noche con el hotel lleno, lo que significaba un chingo de
trabajo para ella con el fin de complacer a un puñado de huéspedes y aquí estaba yo pagándole más del
triple de esa mierda para que no me molestaran. Le confirmé el hecho de que se suponía que debería
de estar fuera de vista la mayor parte de la noche que quería total privacidad y una vez más ella estuvo
de acuerdo, prometiéndome que se esfumaría después de las 4:00 y sería como si no estuviera ahí.

Me dio un rápido recorrido por el lugar, señalando las diferentes habitaciones. Ella tenía gente en una
de las habitaciones más pequeñas que no se irían en algunas horas, pero no me importaba ya que no
nos íbamos a quedar ahí de todos modos. Ella me mostró el camino a la habitación más grande, la cual
dijo que era la suite presidencial pero que en realidad no era mucho más grande que mi habitación en
casa, pero como sea, estaba bonita y a Bella le gustaría así que me importaba una mierda. Dejé caer la
bolsa de lona en la esquina de la habitación y coloqué mi laptop sobre la mesa. Ella se fue, diciéndome
que el lugar era esencialmente mío por las próximas veinticuatro horas, y una vez más le di las
gracias, esperando como el demonio que fuera la última vez que veía su cara hasta que nos
marchemos. Parecía una mujer agradable y todo pero esta noche no quería ninguna interrupción. Solo
quería que fuéramos Bella y yo, nadie más.

Me dirigí de nuevo hacia el coche y abrí la puerta del lado del conductor, deslizándome al interior del
Volvo. Lo encendí y le di la vuelta, saliendo de nuevo al centro de Port Angeles. Conduje hacia First
Street y me estacioné, saliendo del coche. Cerré la puerta y accioné los seguros del Volvo, no quería
que nadie se llevara al hijo de puta, y miré alrededor. Saqué de mi bolsillo trasero la lista que Alice
me había hecho, desdoblándola y revisándola rápidamente. Mi ceño se frunció al ver algunos de los
artículos, ya que no tenía ni puta idea de dónde conseguirlos siquiera. Como una maldita canasta,
¿dónde demonios compras una canasta de picnic? ¿Y para qué demonios necesito una canasta de
picnic? ¿Tenía cara del maldito Oso Yogui? ¿No podía simplemente comprar un maldito contenedor y
arrojar la mierda en una de esas bolsas de compras de plástico que estaba seguro conseguiría media
docena en este viaje?

Me parecía un desperdicio, pero como sea. Estaba confiando en Alice para que me guiara, al igual que
yo estaba guiando a Isabella. Todos necesitamos un poco de ayuda a veces y era claro para mí que el
departamento del romance era algo en lo que definitivamente podría mejorar.

Caminé por las tiendas por un rato, encontrando una canasta que se veía decente en alguna tienda de
antigüedades. No sabía qué clase de puta canasta era, si incluso había diferente tipos de canastas. Le
pregunté a la trabajadora si era una canasta de picnic y ella me miró como si fuera un estúpido, lo que
me hizo querer pegarle con la dichosa canasta de mierda, pero mantuve la calma lo mejor que pude.
Lo más probable es que ella no tenía ni puta idea de la diferencia entre las canastas, si siquiera había
una diferencia, y solo tenía este trabajo por el salario mínimo para pagar su alquiler, y ahí estaba yo
haciéndole perder su jodido tiempo por una maldita canasta inútil. Pero no pude evitarlo. Estaba
empezando a estresarme y estaba actuando de nuevo como un quisquilloso, queriendo hacer el día
perfecto, pero ya se estaba yendo a la mierda porque Alice tenía que escribir en mi lista ‘canasta de
picnic’.

Después de lo que me pareció una hora, simplemente compré la maldita cosa, ya que parecía lo
suficientemente grande para usarla en picnics. Tengo que recibir mérito por al menos intentarlo, aún si
es la equivocada. Después de haber pagado la canasta, volví a mirar mi lista, congelándose cuando mis
ojos llegaron a las palabras ‘manta para picnic’. Fulminé con la mirada la palabra ‘picnic’ por un
momento, de pronto deseando haberla llevado a cenar a un maldito restaurante en Seattle como
cualquier otro pendejo estaría haciendo con su novia esta noche.

No estaba seguro de qué carajos era una manta de picnic, pero me imaginé alguna manta a cuadros
color rojo y blanco como lo vi en los dibujos animados al crecer. Sabes a lo que me refiero, ¿cierto?
¿Los dibujos animados con el puto oso hormiguero y las hormigas llevándose la maldita comida? El
solo pensar en ello empezaba a estresarme todavía más, porque ni siquiera había pensado en los
bichos. ¿Qué pasa si las moscas o las hormigas o las abejas invaden mi maldito picnic, qué se supone
que debía hacer al respecto?

Volví a echarle otro breve vistazo a la lista, sin ver nada que pareciera que su propósito era repeler a
los insectos, y metí la mano en mi bolsillo para agarrar mi teléfono. Lo abrí y de inmediato encontré
el nombre de Alice, suspirando molesto. Comenzó a sonar y esperé impaciente.

“¿Sí?” Dijo con timidez cuando contestó después de lo que pareció el maldito millonésimo timbrazo.
Gemí, levantando mi mano para pellizcar el puente de mi nariz y casi picándome el maldito ojo con
mi lista. Sí, el día se estaba yendo al infierno.

“¿Qué demonios se supone que voy a hacer cuando las hormigas intenten robar mi maldita comida,
Alice?” Ella no respondió por un momento, pero finalmente se rio, lo que me encabronó porque estaba
lejos de ser algo divertido. Esto era jodidamente serio. “No encuentro esta mierda divertida, Alice. ¿Y
qué diablos es una manta de picnic?”

Siguió riendo y gemí, colgando el teléfono porque estaba molesto y ella no estaba ayudando. Iba a
meterlo de vuelta en mi bolsillo pero antes de que pudiera hacerlo empezó a sonar de nuevo, Suspiré,
contestándolo. Suspiré y lo respondí.

“Qué, joder, ¿quieres reírte un poco más?” Espeté, exasperado. Soltó una risotada pero estaba tratando
desesperadamente de contenerse.

“¿No te dije que te relajaras, Edward? Te estás alterando por nada. Los insectos no serán un problema.
Y una manta para picnic es solo una manta, cualquier manta. Solo compra una manta,” ella dijo.

“Muy bien, gracias,” murmuré, terminando la llamada y deslizando mi teléfono en mi bolsillo. Entré
en una tienda y miré alrededor, decidido a comprar la primera puta manta que viera, pero me congelé
cuando el patrón a cuadros en rojo y blanco llamó mi atención. Suspiré y sacudí la cabeza mientras leí
las palabras “manta para picnic” escritas en el plástico en el que estaba revestida. Había tenido una
puñetera crisis por nada.

La cogí, junto con un montón de contenedores, pagué todo antes de volver a salir hacia el Volvo y
arrojar las cosas en la parte trasera. Subí al coche y me dirigí al otro lado de la ciudad a la tienda de
comestibles, entrando y agarrando una de esas cestas para cargar que tenían colocadas del otro lado de
la puerta. Al menos sabía que la canasta no era una puta canasta de picnic. Pasé por la tienda
rápidamente, gracias a Dios tenía un poco de experiencia ahora en esta mierda por ir con Isabella, y
agarré todo lo que Alice había escrito en la lista para mí. Las llevé al frente para pagarlas, agarrando
un par de barras de Toblerone en la caja. Era el puñetero Día de san Valentín y la gente compraba
chocolate, así que esa mierda parecía tener sentido al menos.

Llevé las bolsas al coche y comencé a atravesar la ciudad, dirigiéndome de vuelta a la posada. Llegué
y salí del coche agarrando todas mis cosas. Pasé a algunas personas que se estaban yendo mientras me
dirigía al interior, asintiendo con la cabeza a manera de saludo y encontrándome de nuevo a la
posadera. Ella se ofreció a ayudarme y yo le dije que no haciendo un ademán con la mano, diciéndole
que yo podía hacer esa mierda solo y por suerte ella se fue corriendo. Fui a la cocina de allí y saqué la
canasta, acomodando la comida lo mejor que pude. Me llevó algo de tiempo pero finalmente conseguí
llenar la canasta y la puse en el refrigerador para mantenerla fría. Puse la manta sobre la encimera y
volví a salir hacia el Volvo, volviendo a subir en él y conduciendo directamente de regreso al centro
de Port Angeles. Fui a la floristería y eché un vistazo a las flores, sintiéndome tan fuera de mi
elemento que era jodidamente ridículo. Nunca había comprado una maldita flor en mi vida, esa mierda
crecía en el suelo y no tenía sentido pagar tanto puto dinero por algo que iba a morir. Pero era el Día
de san Valentín y a juzgar por lo lleno que estaba el jodido lugar, era obvio que comprar flores era la
mierda que se supone tenía qué hacer.

No sabía diferenciar entre la mayoría de las flores, pero sabía que era una maldita rosa, y tal vez era
cliché pero me fui por lo que conocía. Pedí cuatro docenas de rosas rojas y el hombre me las puso en
floreros y me hizo la cuenta. Estaba jodidamente sorprendido por el precio, porque, ¿quién demonios
paga cerca de 200 dólares por unas malditas flores que solo se van a quedar ahí, y luego se
marchitarán en unos pocos días? Al parecer, la respuesta a eso era yo, porque saqué la Amex y las
pagué sin quejarme demasiado. Salí, colocándolas con cuidado en el asiento de atrás, esperando como
el infierno que las hijas de puta no se volcaran y tiraran agua en mi asiento de cuero. Conduje
directamente a la posada de regreso, subiendo las flores a la suite y poniéndolas alrededor. Tomé una
flor y empecé a quitarle los pétalos, arrojándolos sobre la manta color canela en la cama. Arrojé el
tallo a la basura, tomando otra rosa de un florero y entrando al cuarto de baño. Arranqué los pétalos,
aventándolos a lo largo de la encimera alrededor del lavabo antes de tirar también ese tallo. Vi que
hacían todo el tiempo esa mierda en las películas y las chicas parecían tragárselo, así que pensé que
valía la pena intentarlo.

Le eché un vistazo a mi muñeca, gimiendo por mi estupidez porque todavía no tenía mi puto reloj
puesto y ya debería haber entendido esa mierda. Negué con la cabeza y miré alrededor buscando un
reloj, sorprendido cuando vi que era mediodía. ¿A dónde se había ido el tiempo?

Agarré una rosa de uno de los floreros y salí, conduciendo de vuelta a Forks. Todavía tenía los putos
nervios de punta, una nausea persistente desde el fondo de mi estómago. Sabía que estaba siendo
ridículo, que Isabella apreciaría el gesto y no tenía que ser un maldito perfeccionista, pero no pude
evitarlo. Quería que las cosas salieran perfectas esta noche, quería darle un día para recordar porque
ella se lo merecía.

Volví a casa y entré, arrojando la rosa sobre la encimera de la cocina y agarrando un refresco del
refrigerador. Subí a mi habitación, quitándome la ropa. Miré alrededor, notando que Isabella se había
tomado el tiempo para hacer la cama esta mañana incluso a pesar que Alice estaba aquí y
probablemente siendo una jodida molestia. Pero esa era Isabella, hizo esa mierda a pesar que le he
dicho incontables veces que no tenía qué hacerlo. Era algo tan trivial pero me recordó su fuerza de
voluntad, su fuerza y determinación que solamente yo consigo ver la mayor parte del tiempo. Cuando
ella estaba decidida en hacer algo, iba a hacer esa mierda no importa lo que yo dijera… y amaba eso
de ella. Iba a ser jodidamente intrépida una vez que se reprogramara.

Odiaba decirlo de esa forma, pero así era como se sentía. Estaba intentando conseguir que olvidara lo
que sabía y enseñarle mierda a nuestra manera. Me sentí como si estuviera reprogramándola para una
nueva vida.

Me metí en la ducha para bañarme y me paré bajo las gotas de agua, tratando de calmarme. Estaba
tenso y exagerando sobre mierdas estúpidas, y Alice tenía razón… iba a sentenciarme yo solo si no me
relajaba. Pero joder, no podía evitarlo así era yo y sabía que si me fumaba una pipa o me tomaba un
par de tragos de vodka me ayudaría a relajarme, pero estaba tratando de mantenerme jodidamente
sobrio hoy. De todos modos, no me gustaba depender de esa mierda, no quería tener que intoxicarme
para pasar por este día. La mierda se supone que tenía que ser especial, se supone que es una
declaración de nuestro amor y que clase de pendejo sería si necesitara joderme para sobrevivir eso.

Me recosté en la pared de la ducha, cerrando mis ojos y suspirando. Bajé mi mano y la envolví
alrededor de mi polla, ya que estaba jodidamente duro como era costumbre y sabía que al menos el
liberarme relajaría un poco mis músculos. Me acaricié un par de veces, manteniendo mi agarre firme
y tomó un tiempo antes de que pudiera sentir acumularse la presión dentro de mí porque no era capaz
de desconectar mi mente. Y solamente seguía pensando en putas canastas, hormigas y flores, y cómo
voy a joderla y decir algo mal o decir algo que la encabronará, simplemente porque esa era mi maldita
suerte. Finalmente lo sentí y gemí, echando mi cabeza hacia atrás y golpeándola con fuerza contra la
pared. Un dolor agudo cubrió rápidamente la parte de atrás de mi cabeza al mismo tiempo que mi
orgasmo llegó, y la mezcla intensa de placer y dolor recorriendo mi cuerpo eso casi dobla mis rodillas.
Después de un segundo dejé de bombear, soltando mi polla y simplemente me quedé ahí bajo el agua
con los ojos cerrados, tratando de controlarme. Finalmente abrí los ojos y cerré la llave del agua,
suspirando.

¿Ya he mencionado que odio el maldito Día de san Valentín? Porque lo hago.

Hoy también era el aniversario de bodas de mis padres. Siempre pensé que esa mierda era cursi, el
hecho de que ellos se casaron en este día, pero creo que al menos tenían una excusa legítima para
celebrar el amor el 14 de Febrero. Si no hubiera estado tan jodidamente desconsolado por la pérdida
de mi madre podría haber sentido un poco de alivio que al menos había alguien más allá afuera que
estaba tan estresado como yo hoy. Porque sabía sin lugar a dudas que mi padre la estaba pasando como
la mierda. Me alegré de que se fuera, lo que reconozco era jodidamente desconsiderado, pero por lo
general hoy se lo pasa abatido, emborrachándose y poniéndose emocional, y eso era lo último con lo
que quería lidiar justo ahora. Joder, me sentía bastante mal por él, ahora más que nunca porque en
todo lo que podía pensar era, ¿qué tal si se tratara de mí y Bella? ¿Y si fuera la mujer que amo la que
estuviera muerta? Ni siquiera me gusta pensar en esa mierda, pero sabía que también sería un pendejo
inconsolable si hubiera recibido esas cartas, sin importar de quién era la puñetera culpa.

Me sequé y cepillé mis dientes antes de regresar a la recámara, mirando en el closet. Me puse un par
de boxers negros y una de mis camisetas blancas sin mangas antes de ponerme unos pantalones
negros. Saqué del closet una de mis camisas blancas de botones la que tenía un diseño con rayas
negras y me la puse, abrochando los botones. Dejé unos cuantos botones de arriba desabrochados
porque siempre me sentía ahogarme si no lo hacía.

Agarré mi chaqueta color negro, porque quería intentar estar más o menos arreglado para ella, y me la
puse, dejándola desabrochada. Me puse unos calcetines y estaba decidiendo que zapatos ponerme
antes de solo agarrar mis malditos Nike negro con blanco porque combinaban. No iba a pasar todo el
día en unos zapatos incómodos, a la mierda.

Terminé de prepararme, asegurándome de esta vez ponerme mi reloj para no pasarme toda la noche
mirando a mi muñeca como un idiota. Me puse el cinturón para que mis malditos pantalones dejaran
de caerse y me rocié con colonia. Me pasé las manos por el pelo para al menos tratar de que la mierda
tuviera algo de orden y me miré en el espejo.

Me veía jodidamente bien, lo sabía y la mayoría de las chicas del Instituto de Forks se me lanzarían si
me vieran. Pero sabía que mierdas como esas no impresionaban a Isabella. Ella me encontraba
atractivo, por supuesto, pero no iba a caer de rodillas frente a mí como otras chicas. Ella se
preocupaba más de lo que estaba en el interior que de lo que estaba en el exterior. Pero aun así, quería
verme bien para ella. Quería intentar impresionarla. En realidad, no sé cómo hacer esa mierda, cómo
demonios impresionar a alguien como ella, pero hoy estaba dando todo de mí con la esperanza de
poder hacer esa mierda. Quería que viera lo mucho que me preocupaba por ella, cuán importante era
para mí, porque esa mierda se la digo todo el tiempo pero en realidad nunca tuve la oportunidad de
mostrárselo. Cristo, todavía estamos jóvenes, vivimos en la casa de mi padre y el 99% del tiempo que
pasamos juntos lo hacemos en mi maldita habitación. Quería que viera que lo que teníamos se había
extendido más allá de eso.

Desde que le dije a Alice de esto, la ha estado llamando la puta Operación Cenicienta. Le rodé los ojos
y le dije que estaba siendo ridícula, a pesar de que en cierto modo como que se sentía de esa forma.
Podría fácilmente llevarla de la pobreza a la puta riqueza y ella nunca más tendría que servir a otras
personas, nunca tendría que recibir órdenes de nadie o hacer algo que no quiera hacer. Quiero decir,
mierda, hasta yo sentí antes como si hubiera estado en una película de Disney. Pero el quid de la
cuestión era que, yo no era el Príncipe Azul. Lo más cerca que estoy a ser un príncipe es siendo un
Principe Della Mafia, y no había nada ni remotamente romántico en esa mierda. Esperaba un “felices
para siempre” como cualquier hijo de puta lo haría pero no podía prometerle que todo el camino sería
soleado. A pesar de que mi madre solía llamarme así, lo cierto es que no estaba ni cerca a ser un
jodido sol, aún si Isabella afirmaba que olía como él. En realidad, era más parecido a la ridícula
cubierta de nube gris que parecía permanente sobre Forks. Nunca sabías cuando iba a liberarse y llover
a cántaros sobre ti, pero sabías que algún momento lo haría y de vez en cuando se disiparía y un poco
de puto calor brillaría a través de ella. Ese era yo, y ella trajo de vuelta la calidez en mí, pero mi
predicción sobre el futuro era casi tan buena como la del maldito meteorólogo. Hay cambios de
mierda que no podemos controlar, pero quiero que ella se dé cuenta que estoy en esto por un largo
plazo, que la quiero conmigo en el mundo de allá afuera no importa lo difícil que esa mierda pueda ser
para nosotros.
Apagué la luz y salí de la recámara y comencé a bajar las escaleras. Llegué hasta el vestíbulo y miré
mi reloj. Ya eran casi las 3 pm y había sido un largo día de mierda, pero era justo ahora que apenas
empezaba de verdad. Alice pronto traería a Isabella y no había manera de explicar lo nervioso que
estaba. Entré a la cocina y cogí la rosa de la encimera, caminando de regreso al vestíbulo. De nuevo,
empecé a caminar de un lado al otro, igual que lo había hecho en la mañana temprano mi ansiedad
aumentando con cada paso que daba. No había manera de que pudiera quedarme quieto y me estaba
poniendo frenético, simplemente intuyendo que algo se iba a salir de control. Mi mente seguía
repasando todas las catástrofes potenciales que pudieran ocurrir mientras esperaba que ese maldito
coche amarillo se estacionara afuera de nuevo. Iba a decir algo mal, lo sabía. Iba a ofenderla. Haría
algo que la encabronaría, algo que no debería de hacer.

En la noche, ella iba a estar decepcionada o se iba a abrumar por ello y entrar en pánico. El picnic iba
a ser un maldito desastre, simplemente lo sabía. Mierda, iba a haber una invasión de hormigas, o si
ellas no lo estropean e Isabella en realidad llega a comer probablemente consiga una pinche
intoxicación alimentaria. Cristo, yo no cociné nada así que no veía cómo eso era posible, pero si
hubiera una maldita manera de que eso suceda probablemente lo haría. Joder, ¿qué pasa si uno de
nosotros tiene una reacción alérgica como en esa película ‘Hitch’? Quiero decir, yo no soy alérgico a
nada y tampoco ella que yo sepa, pero en realidad nunca le he preguntado. Dios, ¿qué pasa conmigo?
¿Por qué no pregunté esa mierda? Si no es nada de eso, iba a ser una jodida tormenta, a pesar de que el
hombre del tiempo dijo que iba a ser una tarde completamente clara. Como acabo de decir hace un
momento, ¿qué saben esos pendejos? No podía predecir el puñetero futuro.

Un terremoto. Un tornado. Un tsunami. Un monzón. Un Huracán. Fuego. Una inundación. Granizo.


Una tormenta de nieve. Cristo, ni siquiera sabía si la mitad de esas cosas eran siquiera posibles aquí,
pero con mi suerte esa mierda podía suceder. Podríamos tener problemas con el coche o tener un
maldito accidente. Cristo, esperaba como el infierno que no jodiéramos el Volvo. Un maldito
conductor borracho nos golpee el único día que estoy decidido a mantenerme sobrio.

Simplemente había demasiadas cosas que podían salir mal y mientras me paseaba por la habitación,
cada escenario potencial me bombardea. Estaba entrando en pánico, malditamente cerca de sufrir una
crisis nerviosa, mi mano prácticamente pegada a mi jodido cabello. Me sorprendió que todavía no me
hubiera arrancado un puño con la forma en la que estaba jalando esa mierda. Pero estaba nervioso y no
podía evitarlo, porque se supone que esto iba a ser perfecto y no lo era. Algo no estaba bien y no podía
decir qué era, pero simplemente alguna mierda no se sentía bien.

Seguí paseándome por la habitación y miré mi reloj una vez más, dándole vueltas a la rosa en mis
manos nerviosamente, agradecido de que la florista ya le había quitado las espinas o mi jodida mano
estaría cortada y estaría sangrando todo el puto piso. Y si hacía esa mierda, Isabella iba a llegar y
querer limpiar, porque no querría que la maldita sangre manchara el suelo y yo perdería el control. Oh
Dios, ahí estaba otro jodido escenario por el cual preocuparme…

Después de lo que pareció una eternidad oí el crujido de la grava afuera y me volví para quedar frente
a la puerta, tenso. Escuché el sonido de la puerta de un coche y mi corazón comenzó a latir con fuerza
y mis nervios se desataron. Cristo, pensaría que estaba a punto de entrar en un maldito tiroteo o que
los putos federales estaban en la puerta con lo frenético que me estaba poniendo. Era solo Isabella, la
chica que por alguna razón amaba mi ridículo culo y aguantaba mis estupideces, la que dormía junto a
mí cada noche en mi cama. Ella me vio en mi peor momento, me vio violento y fuera de control y aun
así logró amarme. No había ninguna maldita razón para que actuara de esta forma, incluso si
consiguiera hacer de esta noche un desastre total. A ella no le importaría, ella probablemente se
cagaría de la risa o solo se encogería de hombros y me daría las gracias por intentarlo. Pero
simplemente no hacía estas cosas y no importa cuántas veces Alice me dijo que mis planes eran
buenos o que lo iba a hacer bien, todavía no se sentía bien. Era como tener un puñetero rompecabezas
con todas las piezas dispersas y conseguir reunir pequeños grupos pero ninguno parece encajar bien
porque te hace falta una pieza. El problema es que no sabes cuál jodida pieza es, cuán importante es
para todo el cuadro, simplemente sabes que falta la maldita cosa.

El pomo de la puerta giró y me tensé todavía más, mi mente y mi corazón, ambos trabajando
frenéticamente. Me sentí como si estuviera teniendo un ataque al corazón o un colapso mental, algo e
independientemente de lo que fuera pensé que de seguro pronto iba a necesitar un puto médico. En mi
pánico irracional incluso me preguntaba si Bella sabía RCP e hice una nota mental para enseñarle esa
mierda en caso de que alguna vez yo cayera. Con el tiempo tenía que suceder con la forma en que ella
hacía trabajar de más mi corazón.

La puerta se abrió y me le quedé mirando, luchando contra el impulso irracional de escabullirme y


huir. ¿Qué diablos se me había metido? Ni siquiera me reconocía. Isabella entró por la puerta y me
miró, quedándose inmóvil. En el momento en que mis ojos se posaron en ella, todo el pánico que me
había invadido y carcomido todo el día se desvaneció casi al instante. Porque en ese momento supe
precisamente qué había estado mal, qué era lo que faltaba.

Era ella.

Ella era la pieza faltante del rompecabezas, y ahora que estaba aquí frente a mí todo parecía encajar
justo a la perfección. Todo estaba bien de nuevo. No me preocupaban los tornados, terremotos o
incendios, no estaba alucinando con putas hormigas y honestamente no me importaba qué tipo de
cesta de mierda compré. Nosotros soportaríamos y nos encargaríamos de lo que sea que la vida nos
arrojara en el camino. Todo lo que importaba era la hermosa mujer a pocos metros frente a mí, parada
ahí mirándome sorprendida, luciendo tan jodidamente nerviosa como yo me había sentido durante
todo el día.

En realidad, ‘hermosa’ no estaba ni cerca a ser la palabra correcta para como lucía. Rápidamente me
exprimí el cerebro mientras estábamos allí, tratando de encontrar la palabra correcta para describirla,
pero no había una. Lo más cercano que pude encontrar fue ‘perfecta’ y sabía que ella no era perfecta
en el puto sentido tradicional, todos teníamos jodidas imperfecciones, pero mirándola simplemente
parecía encajar. ‘Perfecta’.

Me había estado rompiendo el culo y estresándome, tratando de hacer que el día fuera perfecto cuando
había sido completamente innecesario, ya que cualquier momento junto a ella era perfecto tanto como
un momento podría ser. Podríamos estar enfermos de gripa y viendo Fox News, del cual prefiero
caminar sobre brasas que verlo, y estaría muy contento siempre y cuando ella estuviera a mi lado.
Podrías ir a la iglesia, prefiero que me corten con cuchillas de afeitar y me arrojen en un charco de
alcohol que ir, y no me inquietaría. No tenía nada contra la religión organizada y no descarto el hecho
de que podría haber un Dios, pero con la vida que vivíamos estaba bastante seguro que me golpearía
un rayo si iba a rendir culto a la casa del Señor. Pero me arriesgaría a esa mierda si Bella quería ir a la
iglesia, y no me lo pensaría dos veces, porque mientras ella esté junto a mí no sería tan malo, sea que
me electrocutara o no.
Ella estaba parada en la puerta mirándome con curiosidad, viéndose un poco confundida. Con
solamente mirarla, moviéndose inquieta por los nervios y toda arreglada, casi me deja sin aliento.
Traía puesto un vestido blanco en capas que le llegaba a las rodillas, una chaqueta negra y medias
negras con zapatos negros de piso. No sé una mierda sobre ropa de ‘chicas’, así que no podía describir
que mierda era esa, pero imaginé que ella tampoco lo sabía. De todas formas, esa mierda se veía bien.
Ella se veía bien. Traía puesto un poco de maquillaje, no demasiado, y su pelo lo traía recogido y
ondulado.

Me quedé ahí por un momento, solo apreciándola, una sonrisa envolvió mis labios. Ella pareció
relajarse de inmediato al ver mi sonrisa, sus labios curveándose hacia arriba y los nervios
desapareciendo de sus rasgos. Dio unos pasos para entrar, girándose un poco para cerrar la puerta. Di
unos pasos hacia adelante como si nada, sin poder apartar los ojos de ella. Era como si estuviera
jodidamente hipnotizado por ella, atraído hacia ella como si hubiera un campo magnético que nos
atraía el uno al otro. Se volvió a girar para quedar frente a mí, sonriendo dulcemente mientras me
acercaba.

“Ah, la mia bella ragazza. Boun san Valentino*,” le dije, tendiéndole la flor. Sus ojos se hicieron más
grandes por la sorpresa al verla brevemente antes de estirar su mano y tomarla con cuidado. “Feliz Día
de san Valentín. Te ves hermosa.”

Su sonrisa se hizo más radiante cuando volvió su atención de la rosa hacia mí. “Gracias,” dijo en voz
baja. “Te ves muy guapo.”

Mi sonrisa creció. “Lo sé,” le dije bromeando. “¿No es así siempre?” Se rio, el sonido tan jodidamente
fresco y feliz que de inmediato hizo que mi corazón latiera con fuerza, ese dolor sordo en mi pecho,
que solamente ella me ocasionaba tan a menudo con su presencia, aumentando. Nunca imaginé amar a
alguien como la amaba a ella.

“Por supuesto que sí. Pero hoy estás aún más guapo,” dijo ella, encogiéndose de hombros. Asentí.

“Grazie*,” dije en voz baja, dándole las gracias. “Siento no haber estado aquí esta mañana, pero tenía
alguna mierda qué hacer, tú sabes. Aunque tengo toda la intención de compensarte esta noche.”

“¿Cómo?” Preguntó con curiosidad, alzando las cejas. Me reí entre dientes, negando con la cabeza.

“¿Crees que voy a arruinar la sorpresa? Demonios no, vas a tener que esperar y ver lo que he
planeado,” le dije.

“¿En serio?” Preguntó, escuchándose sorprendida. Mi frente se arrugó por la confusión y asentí.

“Sí, en serio. ¿Por qué crees que hice que te arreglaran?” Le pregunté. Se encogió de hombros.

“Alice dijo que era el Día de san Valentín así que pensé que tal vez esta era mi sorpresa,” dijo ella,
señalando su ropa. Gemí, rodando los ojos.

“¿En serio pensaste que esa era tu sorpresa?” Le pregunté. Se encogió de hombros y yo suspiré,
sacudiendo la cabeza, luchando contra el impulso de decirle que dejara de ser tan jodidamente
absurda. “No, Bella, esta no es tu sorpresa. Esto fue solo una puta distracción para poder escapar y
conseguir preparar tu sorpresa.”

Me miró por un segundo antes de estallar en una celestial sonrisa. “Eres tan dulce,” me dijo, mirando
a la rosa en su mano, el rubor subiendo lentamente a sus mejillas. “Muchas gracias.” Comencé a reír
cuando ella llevó la flor a su nariz para olerla.

“Todavía no me agradezcas, cariño. No hay garantía de que no vaya a joderlo todo,” le dije riendo. Me
miró de nuevo, todavía sonrojada y sonriendo.

“Siempre y cuando estemos juntos, estará bien,” dijo. Hice una pausa antes de asentir, un poco
sorprendido de escucharla decir eso ya que había tenido exactamente la misma revelación momentos
antes.

“Sí, así va a ser,” dije en voz baja. La miré por un momento y me devolvió la mirada, directamente a
los ojos. Di otro paso hacia adelante y me incliné, presionando mis labios en los suyos con suavidad.
Ella suspiró contenta y separó sus labios, que estaban cubiertos de lápiz labial, sacando su lengua a la
vez. Pasé mi lengua por sus labios brevemente, disfrutando de ese dulce sabor a fresa antes de
acariciar su lengua con la mía. “Tan dulce,” le dije, alejándome de su boca. Pasé mi dedo índice por su
labio inferior, reuniendo algo de su brillo labial y llevándolo a mi boca. Lo probé de nuevo, sonriendo.
“Sabes que esa mierda va a dejar tu boca incluso antes de llegar a alguna parte, ¿cierto?” Me incliné
de nuevo hacia adelante y la besé una vez más.

Ella asintió, sonriendo cuando me aparté. “Lo sé, por eso es que Alice me dio el tubo,” dijo, metiendo
la mano en su bolsillo y sacando el tubo de brillo de color rosa. Sonreí con suficiencia.

“Bien pensado por parte de Alice,” le dije. Le eché un vistazo a mi reloj, suspirando. “Sí, ¿lista para
empezar esta noche?” Asintió y caminé hacia la puerta abriéndola y haciendo un gesto con la mano
para que saliera. Cerré con llave y abrí la puerta del coche, siendo un puto caballero como de
costumbre con esa mierda. Me dio una dulce sonrisa y subió al coche, con esa obvia emoción en sus
ojos. Cerré la puerta y suspiré, esperando como la mierda que no hiciera algo que arruinara esto.

Me metí en el coche y lo puse en marcha, saliendo de nuevo hacia Port Angeles. Traté de conducir con
bastante cuidado, pero era una causa perdida conmigo porque mi pie parecía tener mente propia, el
velocímetro lento pero seguro iba avanzando poco a poco hacia arriba. Vi que Isabella le echó un
vistazo un par de veces, pero no dijo nada. Tampoco dijo nada sobre mi falta de cinturón de seguridad,
pero de nuevo, normalmente ella no dice nada sobre mi forma de conducir.

Llegamos a Port Angeles y tomé la salida a la autopista 101, conduciendo hacia el Centro de las Bellas
Artes de Port Angeles. Mientras me devanaba los sesos tratando de decidir qué hacer, pensé podíamos
ir por lo que sabía que le gustaba. Ella era una persona creativa, podía dibujar como los mejores, sea
que se dé cuenta o no y pensé que disfrutaría de un museo de arte. Tenían arte de interiores y al aire
libre de todo tipo así que pensé que algo del pinche lugar tenía que llamar su atención.

Su ceño se frunció en confusión cuando la ayudaba a salir del coche, obviamente sin saber qué era ese
lugar. La vi volver su atención al gran cartel artístico de color rojo, entrecerrando un poco sus ojos
mientras lo leía. “Es una galería de arte,” le dije, sin saber si en realidad entendía eso por leer el
letrero que decía “Centro de Bellas Artes”. Me miró, levantando sus cejas por la sorpresa.
“¿Algo así como un museo de arte?” Preguntó. Sonreí y asentí con la cabeza.

“Sí, como eso,” le dije. Ella sonrió, la emoción reavivándose de nuevo en sus rasgos. Supe de
inmediato que había tomado la maldita decisión correcta, que ella iba a amar esta mierda.

Tomé su mano entrelazando nuestros dedos y la conduje hacia el edificio. Abrí la puerta y la dejé
entrar primero, entrando justo detrás y aun sujetando su mano. Se detuvo cuando consiguió entrar,
mirando vacilante a su alrededor. El lugar estaba a media luz con solo un sutil resplandor en todo el
edificio, y había exposiciones colocadas alrededor por todas partes. Me miró y le di una pequeña
sonrisa. “Ven, vamos a ver algunas obras de arte, tesoro,” dije. Miró una vez más a su alrededor, sin
moverse.

“¿No hay que pagar?” Preguntó en voz baja, susurrando. La miré por un momento, sorprendido por su
pregunta.

“No,” le dije, negando con la cabeza, vacilante. Me tomó por sorpresa, sin esperar que me preguntara
eso. “Aquí no tienes que pagar para ver el arte.”

Sus ojos se abrieron por la sorpresa y de nuevo miró a su alrededor. Me quedé ahí parado, tratando de
ser paciente y esperar, un poco aprensivo sobre qué es lo que ella estaba pensando. Me sentí mal por
traerla a un lugar que no me costó ni un puto centavo, como si fuera un tacaño cicateando el dinero o
algo así.

“¿De verdad es gratis este lugar?” Preguntó por fin, mirándome. Le sonreí un poco y asentí.

“Sí, tesoro. Es gratis. Ellos no cobran,” le dije.

“¿Por qué no?” preguntó, con toda seriedad. Me le quedé mirando por un momento, no muy seguro de
cómo demonios contestar eso. En realidad, nunca antes pensé en esa mierda.

“Por razones educativas, supongo. Alguien da los fondos para este lugar para que la gente pueda venir
y disfrutar del arte sin costo alguno. Más gente aprovechará la oportunidad si no tienen que pagar por
lo que el arte será visto y apreciado por más. Los artistas tienden a trabajar no por dinero sino por
placer, muy parecido a los músicos, supongo,” le dije, encogiéndome de hombros. No tenía ni
puñetera idea de si era correcto o no lo que dije porque sabía muy poco sobre arte, pero se oía como
que podría ser verdad.

Asintió después de un momento y sonrió, al parecer entendiendo. “Está bien,” dijo, mirando alrededor.

“Está bien,” repetí. “¿Podemos ver el arte ahora, o quieres hablar algo más sobre dinero?”

Sus ojos se ampliaron un poco y rápidamente negó con la cabeza. “Lo siento, no fue mi intención ser
entrometida con lo del dinero,” dijo, sonando un poco asustada. Mi frente se arrugó en confusión y
negué.

“No importa, solo estaba bromeando,” le dije. Ella sonrió ligeramente.

“Está bien, entonces. Ahora podemos ver el arte,” dijo. Sonreí, apretando un poco su mano.
“Bien,” le dije, tirando de ella. Caminamos por el lugar, deteniéndonos cada pocos metros para ver las
cosas. Tenía de casi cada tipo de arte posible, tallados y alfarería, esculturas, pinturas y dibujos,
fotografía, artesanías y otras creaciones. Era interesante, no era exactamente lo que solía interesarme
pero, como ya dije, disfruto de lo que sea mientras ella esté alrededor. Estuvo sonriendo todo el
tiempo, su rostro iluminado, sus malditos ojos brillantes. Hacía observaciones sobre el arte sin dudar,
abriéndose de verdad y diciendo mierdas que nunca pensé que diría. Era jodidamente profunda
analizando esa mierda y yo solo me quedé ahí, escuchándola asombrado. Vimos esa pintura de una
mujer en color azul con un montón de hojas naranjas y árboles, y me le quedé mirando, pensando que
era algo así como las estaciones o una mierda de esas, como si fuera azul porque tenía un maldito frío,
pero Bella dijo que la mujer estaba soñando. La miré por un momento después de eso, bastante
aturdido porque esa mierda nunca se me cruzó por la cabeza.

“¿Qué está soñando?” Le pregunté, con curiosidad de saber qué carajos me diría. Suspiró y se le quedó
mirando por un momento, encogiéndose de hombros.

“No se puede saber con seguridad. Creo que está sola y el tiempo pasa, y ella va por la vida a la deriva,
esperando el momento en que algo finalmente la despierte de verdad y viva,” dijo. Abrí más los ojos,
sorprendido, y la miré boquiabierto, esperando que me dijera que ‘ella estaba soñando con el otoño’ o
alguna mierda de esas, pero no eso.

“Yo, eh…” Comencé a hablar, volviendo a mirar a la pintura, preguntándome cómo carajos captó eso
de ella. “Creo que tenemos que conseguirte un GED para que puedas ir a la Universidad. Eres
jodidamente inteligente para no hacerlo.” (N.T. GED – es un grupo de exámenes de cinco materias los
que, una vez aprobados, certifican que el beneficiario tiene habilidades académicas a nivel
preparatoria (aquí es preparatoria después de secundaria y antes de universidad, no sé dónde ustedes
vivan) y equivale a un diploma de preparatoria)

Volvió su cabeza para mirarme, entrecerrando los ojos un poco. “¿Es apropiado maldecir en una
galería de arte?” Me preguntó en voz baja. Me volví para mirarla, jodidamente sorprendido de que
haya dicho eso después de básicamente acabo de sugerir meterla en la escuela, y estallé en carcajadas
por su expresión. Llevé mis manos a mi boca para taparla, tratando de no molestar a nadie cerca y
sonrió. “¿De verdad crees que soy lo suficientemente inteligente para la escuela?”

Conseguí controlar mi risa y me pasé la mano por el pelo, asintiendo con la cabeza. “Sí, lo creo. Me
refiero a que tienes que seguir trabajando en tus habilidades de lectura y escritura o lo que sea, pero no
hay una razón por la que no puedas hacerlo,” dije, encogiéndome de hombros. Asintió, todavía
sonriéndome con ternura. Le sonreí en respuesta. “Sabes que te puedo ayudar, ¿no?”

Su sonrisa creció. “Sé que puedes tratar de ayudarme. El que tengas éxito o no es otra cosa,” dijo
bromeando. Mis ojos se abrieron por la sorpresa ante su comentario sarcástico.

“Fierecilla,” le dije sonriendo. “Creo que me gusta.”

Se sonrojó y apartó su mirada de mí, lo que me hizo reír. Era adorable como podía pasar de juguetona
y mordaz a sonrojada y tímida en cuestión de segundos. Era toda una mujer de verdad, un enigma.

Paseamos por el resto de la galería, charlando despreocupadamente y tomados de la mano. Nos


dirigimos hacia afuera y miramos el arte en los árboles al aire libre, lo cual ella pareció disfrutar
también. Después que terminamos nos dirigimos al coche y le eché un vistazo al reloj, sorprendido de
que habíamos estado en la puta galería mirando el arte durante dos horas. “Tú sabes, tal vez algún día
veamos aquí algo de tu trabajo,” le dije. Me miró, alzando sus cejas inquisitivamente.

“¿De verdad crees que soy así de buena?” Preguntó. Asentí.

“Sí, lo eres. Y también que es un talento natural, imagina lo malditamente buena que podrías ser si
tomaras algunas clases,” le dije. Sonrió y asintió, pero fuera de eso no respondió. Encendí el coche y
me alejé de la galería, conduciendo a través de Port Angeles. Isabella jugueteó con el radio y me
molestó un poco, pero resistí la tentación de decirle que dejara esa mierda en paz. Mi paciencia había
mejorado mucho, todavía me encabronaba pero estaba mejorando en eso de controlarme. No quería ir
y gritarle cuando en realidad lo que ella estaba haciendo era jodidamente bueno. El simple hecho de
que estuviera tan cómoda que jodiera con mi música, sabiendo cómo puedo ser, era bastante
impresionante y un gran indicador de su crecimiento. Era seguro como la mierda que ella ya no era
aquella chica tímida y asustadiza que había conocido en la cocina aquella mañana, rogándome que no
la castigara. Esta chica estaba dispuesta a hacer algo que sabía que no me gustaba, sin temerme en lo
absoluto, pero sabía que nunca lo haría intencionalmente para sacarme de mis casillas. Así no era ella
en lo absoluto. Ella no tenía ni un solo hueso malicioso en su cuerpo.

Conduje hacia la posada y los ojos de Isabella se ampliaron por la sorpresa a medida que apareció a la
vista. Me detuve frente a la posada y ella se volvió para mirarme. “¿Qué es este lugar?” Preguntó. Le
sonreí, apagando el coche.

“Es la posada George Washington,” dije. Su ceño se frunció levemente y se quedó mirando por un
momento a la gran mansión blanca antes de volver su mirada hacia mí.

“¿George Washington, el presidente?” Preguntó. Asentí con la cabeza en respuesta. “Pero, ¿no estaba
él muerto antes de que esto se convirtiera en un estado?”

Sonreí. “Sí, estoy bastante seguro de que lo estaba,” le dije. “¿Lo vistes en Jeopardy?”

Sonrió con timidez. “Sí,” murmuró. Me reí y le di un golpecito con el codo.

“Solo se le dio su nombre, él en realidad no vivió aquí o ninguna mierda de esas,” le dije. Ella asintió
en comprensión y salí del coche, caminando hacia ella y abriendo su puerta para ayudarla a salir.

“Así que, ¿por qué estamos aquí?” Preguntó.

“Nos vamos a quedar aquí esta noche, alquilé el lugar,” le dije, encogiéndome de hombros. Se quedó
callada un momento, mirándome con escepticismo.

“¿Todo el lugar?” Preguntó vacilante. Asentí con la cabeza y ella suspiró. “No me extraña que hayas
tenido que llevarme a una galería de arte con entrada gratis, esto debe de haberte costado un fortuna.”

Mis ojos se abrieron más por la impresión ante sus palabras y me eché a reír. Me dio una sonrisa
tímida y se sonrojó, obviamente sorprendida por su propio comportamiento. Agarró mi brazo,
envolviendo sus brazos en torno a él y abrazándolo, apoyando su cabeza en mi hombro mientras
miraba hacia el agua. Estiré mi brazo y froté su espalda, besando el tope de su cabeza. “¿Tienes
hambre?” Le pregunté. Asintió, murmurando un ‘sí’ como respuesta. “Bien, ven. Vamos a
alimentarte.”

Nos dirigimos al interior y me fui directamente hacia la cocina, agradecido de que el lugar estuviera
jodidamente desierto. Cogí la manta de la encimera y abrí el refrigerador, agarrando la canasta.
Isabella la miró sorprendida y le sonreí, haciéndole un gesto para que me siguiera. Me dirigí de nuevo
hacia la puerta principal para salir y ella me siguió hasta el prado, me detuve a la mitad de él,
colocando abajo la canasta y extendiendo la manta sobre el suelo. Miré a Isabella y vi que estaba
sonriendo, mirándome con ternura.

“¿Un picnic?” Preguntó. Asentí con la cabeza y su sonrisa creció. Se acercó y se sentó con cuidado en
la manta, estirando sus piernas frente a ella. Me senté a su lado y cogí la cesta, sacando de ella los
contenedores y poniéndolos frente a nosotros. Los abrí e Isabella miró entre ellos, metiendo la mano y
agarrando una uva de inmediato, metiéndola a su boca. Ella sonrió cuando vio que estaba mirándola.

Yo sonreí satisfecho y agarré la botella verde, haciendo que el tapón saliera disparado y tomando las
dos copas de plástico. Isabella me miró con recelo mientras vertía el líquido burbujeante en las copas,
entregándole una a ella. La tomó con cuidado y la llevó a su nariz, olfateándola.

“¿Esto es alcohol?” Preguntó con desconfianza. Me reí entre dientes, negando con la cabeza.

“Me temo que no, angelo mia*. Es jugo de uva espumoso. Esta noche, tú y yo vamos a estar sobrios,”
le dije sonriendo. Me miró sorprendida antes de sonreír, tomando un sorbo de su bebida.

“¡Mmmm!” Dijo. Me reí, pasando una mano por mi cabello y tomando un sorbo de mi bebida.

Nunca antes lo había probado, pero Alice lo sugirió cuando le dije que quería intentar mantenerme
alejado del alcohol y solo tener una tarde tranquila. Ya la había emborrachado antes y hasta la había
drogado… quería que fuéramos simplemente nosotros, al natural, sin inhibiciones, sin necesidad de
putos estupefacientes para relacionarnos.

Nos deleitamos con la comida por un rato, charlando y riendo, jodidamente relajados. Preparé
envueltos de jamón, cubos de queso, vegetales y dip, una mezcla de frutos secos y un montón de fruta.
No fue mucho, pero sabía que era todo lo que podía hacer. Ella no se quejó, comió alegremente y se
recostó, quitándose los zapatos. Estábamos hablando de todo lo que se nos viniera a la mente.
Hablamos de mierdas triviales como libros y películas y el clima antes de profundizar en temas más
serios. Me contó historias de su infancia, o supongo que de su jodida equivalencia a una infancia,
diciéndome todo sobre su madre. A su vez, le hablé de mamá, a pesar de que era un tema jodidamente
difícil, pero encontré que no era tan difícil después de saber que ella en realidad conoció a mi madre.
Le pregunté a Isabella sobre eso, lo que ella recordaba de mi mamá. Me contó que se había topado con
ella, cómo mi madre jugó en la tierra con ella y le hizo una muñeca para jugar. Me acordé del día que
Isabella había encontrado una de las muñecas de hojas de maíz de mamá en mi habitación, como se le
había quedado mirando y dijo que solía tener una. Yo estaba bastante sorprendido de que en realidad
había sido mi mamá quien la hizo para ella y le dio el único juguete que había tenido al crecer. Era
extraño como todo parecía estar conectado. Era agradable, el solo ser capaz de hablar de nuestro
pasado sin temor a ser juzgados o ser tratados con condescendencia. Ella entendía mi mierda y yo
entendía la suya, y eso es por lo que encajábamos tan bien. Realmente éramos como dos gotas de agua,
solo crecimos en extremos opuestos y nos reunimos en el medio. Estábamos aprendiendo el uno del
otro, creciendo juntos como personas.

Comenzamos a arrojarnos uvas el uno al otro después de un rato, tratando de atraparlas con nuestra
boca. Fue jodidamente ridículo, porque ella no pudo atrapar ni una sola y su puntería era deplorable, y
me golpeó una vez justo entre los ojos, pero al menos nos hizo reír.

Después que exitosamente desperdiciamos todas las putas uvas, me senté y agarré una fresa. Me
acerqué a ella y sonrió a medida que la llevaba a sus labios. Le dio un pequeño mordisco y el jugo
corría por su barbilla. Aparté la fresa, solo arrojándola en la puñetera manta, y me incliné. Limpié el
dulce jugo lamiéndolo y ella gimió, sus párpados revolotearon cerrándose. Presioné mis labios con los
suyos después de que tragó la fresa y de inmediato levantó las manos para entrelazarlas en mi pelo,
acercándome a ella. Se recostó sobre la manta y me cerní sobre ella, besándola con profundidad.

Nos besamos por un rato, siendo simplemente los malditos adolescentes normales estimulados por las
hormonas que deberíamos ser. Yo estaba mordisqueando su cuello y ella estaba riendo, subiendo sus
manos bajo mi camisa y frotando mi espalda. Yo subí mi mano por su muslo y me congelé
abruptamente cuando mi mano tocó la piel desnuda, dándome cuenta que sus medias negras en
realidad llegaban hasta sus muslos. Después de un segundo volví a mover mi mano, jadeando en su
cuello cuando mis dedos recorrieron lo largo de lo que parecía ser un puto ligero. Me aparté,
incorporándome un poco. Miré hacia abajo y levanté un poco su vestido, quedándome inmóvil cuando
de hecho mis ojos vieron el puto liguero color negro.

“¡Mierda, Bella! ¿Estás tratando de darme un maldito ataque al corazón?” Le pregunté, levantando la
vista para mirarla. Frunció el ceño, mirándome confundida y comprendí que ella no tenía ni puta idea
lo que esa mierda le hacía a un hombre como yo. No tenía idea de lo jodidamente sexy que era, como
el simple hecho de saber que estaba allí me hacía tener ganas de echarla sobre mi hombro y arrastrar
su culo dentro de la casa como un cavernícola y despojarla de su vestido solo para mirarla con esa
mierda. “¿Esto que está aquí? Esto, es sexy como la mierda,” le dije, agarrando el liguero. Sus ojos se
abrieron por la sorpresa ante la evidente nueva pizca de información.

“¿En serio?” Preguntó. Asentí y comenzó a sonrojarse, lo que solo me excitó como la mierda. El
maldito hecho de esa pura e inocente chica, sonrojada de la cabeza a los pies, usando un liguero era
suficiente para tener a mi polla palpitando. Traté de ignorar esa mierda, mirando alrededor, buscando
una razón para cambiar de tema porque si continuaba en él era seguro que me correría en mis putos
pantalones.

Miré la cesta de picnic, sonriendo satisfecho. La agarré y metí la mano, sacando las barras de
toblerone que compré. Le lancé una y la miró sonriendo. “Alice dijo que se le da chocolate a tu pareja
en el día de san Valentín y no hay mejor chocolate que el jodido Toblerone, nena.”

Sonrió, abriendo el suyo y arrancando un triángulo y metiéndolo en su boca. “Gracias,” dijo con
seriedad después de un momento. Sonreí, encogiéndome de hombros.

“Es solo una barra de chocolate,” dije. Suspiró, negando con la cabeza.

“No solo por eso. Me refiero a todo. Significa más para mí de lo que nunca sabrás, que creas en mí.
Que crees en nosotros,” dijo.
Asentí con la cabeza. “Tú lo haces fácil,” le dije. “Amarte es fácil. Viene como algo natural. Ya sabes
que nunca renunciaré a ti.”

Sonrió. “Yo tampoco renunciaré a ti jamás.”

Nos comimos nuestros Toblerones y charlamos, observando la puesta de sol. Hablamos de lo bello que
era el lugar y parecía cautivada por el anochecer y las estrellas. Fue agradable, el ambiente relajado.
Nos tumbamos en la manta por un rato, charlando de vez en cuando, pero en su mayoría disfrutando
del silencio. Era una de las cosas que amaba de estar con ella, nunca se sintió como si tuviera que
llenar el silencio. Los dos estábamos contentos de simplemente estar allí.

Estaba mirando hacia el cielo cuando de pronto sentí una enorme gota caer en mi frente. Cerré los ojos
instintivamente, subiendo mi mano y rogando a Dios que no tuviera mierda de pájaro o alguna mierda
de esas. Sentí otro ¡plas! después de un momento y gemí casi al mismo tiempo que Isabella se echó a
reír.

“Está lloviendo,” dijo. Suspiré, sentándome. Sabía que ese maldito meteorólogo no sabía de qué
demonios estaba hablando.

“Sí, ven, vamos adentro,” le dije, poniéndome de pie. Isabella asintió y se levantó, volviéndose a
poner los zapatos. Empezamos a caminar de vuelta hacia la posada, solo paseando, las gotas de agua
en realidad no nos molestaban porque eran muy dispersas. “Así que, ¿te gustó mi cesta?” Le pregunté
después de un segundo, sonriendo satisfecho y levantándola para mostrársela. Sonrió.

“Sí, es hermosa. Es una cesta de corteza nativo americana, ¿cierto? Parece que es antigua,” dijo. Mi
frente se arrugó por la confusión.

“Eh, mierda, no lo sé. ¿No es una cesta de picnic?” Le pregunté. Ella se rio ligeramente.

“Por lo general las cestas de picnic tienen tapas en la parte superior,” dijo, encogiéndose de hombros.
“Aunque es una hermosa cesta. Los Swan tenían unas cuantas, las coleccionaban. Me metí en
problemas cuando era niña por jugar con una, pero pensé que era hermosa y quería una.”

Suspiré, tenía que ser que ella de toda la puta gente podía diferenciar entre las malditas cestas.
“Puedes quedarte con esta,” le dije, encogiéndome de hombros, ya que había planeado solo dejar a la
hija de puta aquí o tirarla a la basura ahora que había terminado con ella. Había pagado una buena
cantidad de dinero por ella, definitivamente demasiado para una persona cuerda el alguna vez gastar
en una puta cesta, así que si a ella le gustaba definitivamente podía quedarse con ella. Me miró y
sonrió, dándome las gracias. Nos dirigimos al interior y dejé todas las cosas en la cocina, tomando la
mano de Isabella y llevándola a la sala de estar donde estaba el piano. “Antes de que vayamos arriba,
yo, eh… quiero tocar algo para ti,” le dije. Me miró sorprendida y suspiré, mis nervios empezando a
agitarse de nuevo. “Quiero decir, solo si tú quieres escucharlo. No tienes que hacerlo, puedes decirme
que no.” Sonrió negando con la cabeza.

“Por supuesto que quiero escucharlo,” me dijo. “No seas tonto.” Asentí y la llevé hacia el piano,
sentándonos en el banquillo. Por un momento casi entro en pánico porque no había afinado al hijo de
puta cuando estuve allí por la mañana y tenía miedo de que fuera a estar desafinado, pero presioné
algunas teclas, gratamente sorprendido de que no lo necesitaba.
“¿Recuerdas esa canción que toqué para ti en Navidad, cuando Esme nos interrumpió?” Le pregunté.
Asintió. “La terminé. Tú la inspiraste, ¿sabes? Es la primera cosa que he escrito en mucho tiempo.”

Me sonrió con calidez y empecé a tocarla para ella. Había estado practicando mucho, últimamente, el
piano me llamaba de nuevo. Isabella se quedó quieta junto a mí, mirando fijamente a mis dedos
mientras flotaban a través de las teclas, la bella melodía moviéndose en el aire que nos rodeaba.
Después de tocarla dos veces me detuve, llevando mi mirada hacia ella. Me estaba dando una hermosa
sonrisa y se inclinó, besándome con dulzura. “Eso fue hermoso,” dijo, con su voz cargada de emoción.
Sonreí satisfecho, sintiendo mi pecho hincharse de orgullo.

“Debería de serlo, está inspirada en la mujer más hermosa del mundo,” dije en voz baja. Se sonrojó y
reí entre dientes.

“¿Tocarías algo más para mí?” Preguntó. Me le quedé mirando por un momento antes de asentir.
Había estado trabajando en una mierda nueva, no algo original pero adaptando canciones populares al
piano. Lo consideré brevemente antes de sonreír.

“Voy a tocar una canción que me recuerda a nosotros,” le dije. Me miró sorprendida.

“¿En serio?” Preguntó. Asentí.

“Sí. Es una verdadera canción, quiero decir como una que se escucha en la radio o lo que sea, pero la
modifiqué al piano porque me hizo pensar en nuestra relación,” le dije, encogiéndome de hombros.
Sonrió.

“¿Vas a cantarla también?” Preguntó entusiasmada. Me le quedé mirando, sin saber cómo responder a
su pedido. De ninguna manera yo era un cantante, probablemente podría reventar sus tímpanos y hacer
que perdiera la cordura con mi horrible voz, pero ella me miraba con esperanza pura brillando desde
sus ojos y no había jodida manera de que pudiera siquiera decirle que no o negarle algo.

“Está bien, pero soy jodidamente malo cantando, así que tal vez no se oiga bonito,” le advertí. Su
sonrisa solo creció y asintió, sin dejar de mirarme entusiasmada. Sacudí la cabeza, sonriendo por su
entusiasmo y me volví hacia el piano. Presioné unas cuantas teclas, solo jugueteando con ellas para
prepararme.

Comencé con las primeras notas, tomando una profunda suspiro. La canción era “18th Floor Balcony”
de Blue October, y la primera vez que la escuché hacía unas cuantas semanas, casi me aturdió con lo
mucho que me recordó a Isabella. Casi se sentía como si esa mierda fuera escrita para ella y para mí.
“Cerré los ojos y sonreí, sabiendo que todo está bien. Hasta el centro, así que cierra esa puerta. ¿Está
pasando esto?” Empecé, mi voz suave. Podía sentir sus ojos en mí y me ponía nervioso, mis dedos
queriendo temblar pero traté de seguir concentrado. Podría decirle todo el día que la quería, decirle lo
que ella significaba para mí, pero esto, extrañamente se sentía más profundo. Como si estuviera
abriendo de golpe mi pecho ante ella, mostrándome por completo a ella. Estaba tan jodidamente
vulnerable en ese momento, y eso simplemente no era yo. Pero lo era ahora, era quién yo era cuando
estaba con ella. “Mi aliento está en tu pelo. No estoy consciente, que abriste las persianas y dejaste
entrar la ciudad. Dios, tú tomas mi mano, y nos quedamos ahí, solo viendo todo,” continué, mis dedos
titubeando un poco sobre las teclas porque no había practicado mucho esa mierda y no estaba
totalmente en el juego. “Y lo supe desde el principio, así que mis brazos están abiertos. Tu cabeza
está en mi estómago y estamos luchando por no dormir. Aquí estamos en el balcón de este piso 18. Los
dos estamos volando.”

Tomé una respiración profunda, llegando a la parte que realmente me llegó pensando en ella y en mí.
Sentí la emoción pasar a través de mí y la contuve, sin querer ser un mariquita y llorar o alguna
mierda así. “Así que hablamos sobre nuestros mamás y papás, sobre pasados familiares, solo para
saber de dónde venimos. Nuestros corazones expuestos para que todos los vean. No puedo creer que
esto me esté pasando a mí.”

“Y levanté mi mano como si fuera a mostrarte que era tuyo, que soy todo tuyo para que me tomes, sigo
siendo todo tuyo para que me tomes. Fue entonces cuando sentí el viento soplar, agarré la baranda
mientras esas palabras que quería decir se quedaron en mi garganta y entonces me besaste… “

Le eché un breve vistazo a Isabella, todavía tratando de contener la jodida emoción, porque eso nos
describía tan bien a ella y a mí. Podía haber escrito esa mierda yo mismo, directamente de mi puto
corazón diciendo como ella me hizo sentir, lo que ella significaba para mí. Me congelé, mis dedos se
detuvieron sobre las teclas cuando vi las lágrimas corriendo por sus mejillas. De inmediato extendí mi
mano, limpiando algunas. Ella dejó escapar un suspiro tembloroso, levantando su mano y colocándola
encima de la mía.

“Te amo, Edward Cullen,” dijo en voz baja, las lágrimas haciendo su voz ligeramente áspera por la
emoción. Parpadeé un par de veces, mirándola fijamente.

“Y yo te amo, Isabella Swan,” le dije, un poco sorprendido por su reacción. Ella continuó mirándome,
las lágrimas todavía bajaban por sus mejillas, pero no había nada de tristeza en su expresión. Era amor
puro lo que había en sus facciones, su devoción hacia mí era evidente.

“¿Podemos subir?” Preguntó en voz baja después de un momento. Asentí dudando antes de ponerme
de pie. Le tendí mi mano y ella la tomó con cuidado, poniéndose de pie. La dirigí a la salida de la sala
y hacia arriba por las escaleras hacia la habitación. Llegué a la puerta y la abrí, y asentí con la cabeza,
diciéndole en silencio que entrara. Se detuvo justo al otro lado de la puerta, inmóvil, entré detrás de
ella. La habitación tenía un sutil resplandor proveniente de la lámpara y ella podía ver claramente
todas las rosas alrededor, incluyendo los pétalos esparcidos sobre la cama. Me escabullí pasando junto
a ella y caminando hacia la mesa, abrí mi laptop. La encendí y abrí iTunes para poner algo de música
suave. No era la mejor, pero no tenían un radio en este lugar de mierda, así que fue lo mejor que pude
hacer. Estaba inspeccionando la música, buscando la lista de reproducción que había hecho antes, y
sentí a Isabella pasar rozando junto a mí. Le eché un vistazo y se quitó esa cosa como suéter y abrigo
de color negro, tendiéndolo sobre una silla. Sonreí cuando extendió su mano y cogió una rosa de uno
de los jarrones. Ella la llevó a su nariz, inhalando su dulce aroma sus ojos cerrándose. Se veía hermosa
ahí parada, sosteniendo la flor, tan absolutamente angelical y pura. Abrió los ojos después de un
momento y me echó una miradita, sonriendo levemente antes de girarse y caminar hacia la cama. Ella
se quitó los zapatos y se sentó sobre ella, sosteniendo la rosa en su mano y mirándola.

Por fin encontré la lista de reproducción y la puse, encendiéndola a un nivel bajo antes de darme la
vuelta para mirarla. Ella parecía estar sumida en sus pensamientos, su ceño se frunció un poco, su
labio inferior entre sus dientes mientras ella lo mordía. Me quité la chaqueta y la arrojé sobre la mesa
junto a la laptop antes de caminar despacio hacia ella. Levantó la vista para mirarme a medida que me
acercaba y pude ver que sus ojos se llenaban de nuevo de lágrimas. Su expresión casi me deja
jodidamente pasmado y mis pasos vacilaron ante la seriedad e intensidad de la misma. Me puse de
cuclillas ante ella, sin saber qué le pasaba.

“¿Estás bien, la mia bella ragazza?” Le pregunté en voz baja, levantando mi mano y limpiando una
lágrima solitaria que se había escapado de la esquina de su ojo. Ella se me quedó mirando por un
momento antes de asentir.

“Perfecta,” ella susurró, su voz quebrándose. Le sonreí suavemente y sentí la emoción aumentar, mis
malditos ojos amenazando con empañarse por esa palabra.

“Perfecta, esa es la palabra,” le dije. Me puse de pie y acerqué mi mano para acariciar su mejilla,
inclinándome para besar sus labios. Levantó sus manos pasándolas por mi pelo, devolviéndome el
beso apasionadamente. Gimió suavemente después de un momento y la empujé recostándola sobre su
espalda, me incliné quedando sobre ella con mis manos a ambos lados de ella sobre la cama,
besándola profundamente, saboreando los tenues restos de su brillo labial sabor cereza y la dulzura
natural que es totalmente Isabella.

Me aparté de su boca después de un momento, por la necesidad de tomar un respiro, empujando su


cabeza hacia un lado para darle un beso en el cuello. Ella respiraba con dificultad, sus dedos
entrelazados con firmeza en mi pelo.

“Edward,” ella susurró suavemente, con su voz entrecortada. Murmuré en respuesta, besando desde su
cuello hacia sus clavículas. “Hazme el amor, Edward.”

Me congelé en el momento en que las palabras fueron registradas por mis oídos, una docena de
emociones diferentes se arremolinaron a través de mí a la vez, oscilando desde la sorpresa a la puta
euforia, combinado con un montón de miedo. Me aparté de su cuello y la miré, sabiendo que tenía que
haber escuchado mal porque no había forma de que ella haya dicho esa mierda que pensé que dijo. ¿De
verdad acaba de pedirme que le haga el amor?

“Bella…” Comencé a decir, sin saber qué decir o cómo reaccionar, sin estar seguro si realmente
podríamos hacer esa mierda. Quiero decir, yo lo deseaba, ¡Dios! Lo deseaba. Pero si lo hacíamos no
había vuelta atrás. Una vez que saltáramos de ese precipicio, estábamos muertos, podía sentirlo y ella
tenía que sentir esa mierda también.

“Por favor,” imploró. Mi ceño se frunció y la miré fijamente, sorprendido de que se sintiera tan segura
sobre ello que casi recurriera a suplicar.

“¿Estás… segura?” Le pregunté con cautela. Asintió con la cabeza sin ningún titubeo.

“Siento que es lo correcto,” susurró. “Es… es lo correcto. Es el momento.”

Asentí después de un momento, porque yo también lo sentía. En todo este tiempo había faltado una
pequeña pieza, y nunca pude entender qué era exactamente, pero ahora lo entendía. Justo aquí, en este
momento éramos solo ella y yo, nadie más. Estábamos las piezas importantes, solo nosotros dos, dos
personas desesperadamente enamoradas y deseando demostrarlo el uno al otro. Sin ninguna de esa
mierda de amo y esclava, sin división de clases entre nosotros. En realidad, nunca nos hemos sentido
así pero en la casa de Forks era difícil ignorarlo por completo porque en todas partes había
recordatorios de la verdadera naturaleza de nuestra situación. Pero aquí… aquí era diferente.
Estábamos juntos y lejos de todo eso, lejos de todo lo que amenazaba con separarnos. No había
complicaciones, no había necesidad de esconderse o disimular. Podíamos ser nosotros, Edward Cullen
e Isabella Swan, enamorados y apasionados el uno por el otro. Que se vayan a la mierda todos los
demás, todo el mundo exterior, a la mierda todo… en este momento ninguno de ellos existe, lo único
que existía éramos nosotros dos.

No tenía qué responder, porque las palabras no eran necesarias. Ella sabía exactamente cómo me
sentía, porque ella tenía mi corazón. La miré por un momento, simplemente asimilando todo ese amor
y devoción irradiando de ella, antes de inclinarme y besar suavemente sus labios. No voy a negar que
estaba jodidamente asustado, desesperadamente temeroso de que iba a joder esto. Tenía que hacer lo
correcto por ella, tenía que tratarla como el tesoro que era ella, adorarla por completo y no sé si podría
hacer eso. No sé si podría ser exactamente lo que ella necesitaba, pero joder, iba a intentarlo con todas
mis fuerzas.

La besé suavemente, con ternura, poniendo mi mano en su rodilla y subiéndola poco a poco por el
interior de su muslo. Se retorció un poco bajo mi toque y de inmediato trató de profundizar el beso
cuando un gemido escapó de su garganta, al darse cuenta de que en ese momento iba a darle lo que
quería. Recorrió mi espalda con sus manos encima de mi camisa, subiéndolas por debajo y acariciando
la piel desnuda una vez que llegó al final de ella. Recorrió suavemente con sus dedos lo largo de mi
espalda, enviando un hormigueo a través de mí. Mi mano llegó al centro entre sus muslos, gimiendo
en su boca cuando sentí la calidez y humedad que se filtraba a través de la fina tela de sus bragas. Bajé
mi mano de nuevo por su muslo lentamente, sin dejar de besarla, sin querer apresurar esta mierda.
Esto solo ocurriría una vez, solo podía haber una primera vez, y yo quería valorar ese puto momento.
Ella se estaba entregando a mí, se estaba volcando hacia mí. Era mía para tomar, así como yo era suyo
para tomar. Vamos a hacer esta mierda juntos, una vez más aprendiendo juntos a medida que
avanzamos, porque ambos éramos igual de inexpertos en lo que tiene que ver con hacer el amor.

Me aparté de su boca después de un momento, y podía escuchar su jadeo. Miré a su rostro el tiempo
suficiente para ver que sus ojos se abrían. Me miró y me incliné, besándola de nuevo con suavidad. Le
di una pequeña sonrisa mientras me alejaba, poniéndome de cuclillas junto a la cama y frente a ella
una vez más. Se levantó, sentándose de nuevo para mirarme, observándome con curiosidad. Subí
suavemente mi mano por su pierna, encontrando el liguero con mis dedos. Lo desabroché y despacio
comencé a enrollar sus medias, quitándoselas y poniéndolas a un lado. Me incliné hacia adelante y
deposité ligeros besos en sus rodillas, bajando mis manos por sus pantorrillas, sintiendo su suave piel
como la seda, pasé mis manos a lo largo de la planta de sus pies y sonreí cuando vi el brillante esmalte
de uñas color rojo. Sus pies estaban tan suaves como el resto de su piel, la pedicura que había recibido
estaba mañana había hecho maravillas con ella. Nunca me habían molestado sus pies maltratados pero
me alegró que ella pudiera recibir un tratamiento especial en ellos y que lucieran mucho mejor. Me
puse de rodillas y levanté su pierna, mirándola mientras depositaba un beso en su empeine. Quería
besar cada centímetro de ella, sin dejar ninguna parte de su piel desatendida. Sus ojos se abrieron por
la sorpresa mientras besaba su otro pie.

Bajé su pierna y subí mis manos por sus muslos, subiendo su vestido hasta su cintura. Agarré la parte
de abajo de este, empezando a jalarlo hacia arriba despacio. Me miraba con intensidad y yo estaba
atento a cualquier señal de pánico, porque estaba aterrorizado de que fuera a cambiar de opinión y
tener demasiado miedo de hablar y decírmelo. Solo podía hacer esta mierda si estaba seguro de que
ella estaba de acuerdo con ello, de que esto era lo que realmente quería.

“Puedes cambiar de opinión en cualquier momento, amore mio*,” le dije en voz baja. Ella continuó
mirándome.

“No lo haré,” dijo, un ligero temblor en su voz. Asentí y subí su vestido aún más. Ella levantó sus
manos después de un momento y tiré de él por encima de su cabeza, arrojándolo al suelo junto a mí.
La miré, viendo el sostén color negro y las bragas a juego con el puñetero liguero de encaje. Por un
momento me quedé en un estado de estupor, sorprendido de cuán jodidamente seductora se veía, el
contraste de su piel tan pálida que casi relucía y lo oscuro de su ropa interior la destacaba. Recuerdo
haber pensado esa mierda la primera vez que me metí en su cuarto y la vi tendida ahí con sus
pantalones cortos color negro. Como lucía casi como una muñeca de porcelana, tan frágil y
vulnerable. Joder, no quería lastimarla, nunca quise lastimarla y ella se veía tan jodidamente frágil.
Nunca podría vivir en paz conmigo mismo sabiendo que fui quién le hizo daño.

Extendió su mano y desabrochó uno de mis botones, sus manos temblando por los nervios. Suspiré y
puse mis manos sobre las suyas, deteniéndola cuando comenzó a desabrochar el segundo.

“Relájate, ¿de acuerdo?” Le dije en voz baja. “Somos solo tú y yo, cariño. Solo Edward y Bella,
¿recuerdas?” Me miró brevemente antes de asentir. Aparté sus manos de mi camisa sonriendo. “Esto
es todo acerca de ti, no de mí. Déjame adorarte.”

Sus labios se curvearon ligeramente hacia arriba por mis palabras y dudó, pero asintió despacio.
Sonreí satisfecho y levanté mis manos, llevándolas a su espalda y desabrochando su sostén. Se lo quité
y lo arrojé al suelo junto a mí, mirando a su pecho desnudo. Llevé una de mis manos hacia arriba y
rocé suavemente sus pechos, sus pezones reaccionaron a mi tacto. Gemidos suaves escaparon de su
garganta y sus ojos se cerraron cuando empezó a retorcerse bajo mi tacto. Empecé a masajear sus
pecho suavemente y me incliné, depositando besos húmedos en sus muslos. Bajé mis manos después
de un momento y agarré sus bragas por los lados además del liguero, tirando hacia abajo. Ella me miró
brevemente antes de levantar un poco sus caderas para dejarme que se las quitara. Los arrojé al piso
junto a mí, dejando que mis ojos vagaran por su cuerpo completamente desnudo. Ella se removió bajo
mi mirada y yo sonreí, levantando mi mano y colocándola en su pecho, pasándola suavemente por lo
largo de su cuerpo.

“Recuéstate, nena,” le dije en voz baja. “Sei belissima e ti voglio assagiare*.” Se recostó sobre la
cama, agarrándose del edredón con sus manos. La miré por un segundo antes de separar sus piernas,
subiendo por entre sus muslos. Ella ya estaba húmeda, excitada y lista para mí. Me incliné hacia
adelante y presioné mi boca en su coño, sacando mi lengua y pasándola a lo largo de la longitud de su
centro. Gimió en voz alta, sujetando la cama con fuerza. Lo hice unas veces más, lamiendo lentamente
sus jugos y simplemente saboreando su jodida dulzura con esa sutil acidez, logrando excitar realmente
su cuerpo porque al momento estaba provocándola de verdad.

Una vez que empezó a lloriquear y a levantar sus caderas, me sumergí en lo más profundo, colocando
mis labios alrededor de su clítoris y chupándolo. Gimió, el sonido fuerte y gutural a medida que
extendía sus manos hasta encontrarse con mi cabello. Sujetó mechones de mi pelo y chupé con más
fuerza su clítoris, acariciando cada centímetro de su piel femenina con mi lengua. Le di un momento
antes de subir mi mano y poco a poco deslizar dos dedos dentro de ella, curveándolos y sacándolos
lentamente para encontrar su punto. Gimió con fuerza y levantó sus caderas después de un segundo,
agarrando mi cabello con más fuerza. Empecé a follarla con mis dedos y a chupar y mordisquear su
clítoris, asegurándome de masajear su punto G en el proceso. Ella estaba haciendo ruidos y
retorciéndose, sus piernas empezaron a temblar. Sabía que le tomaría más tiempo llegar a su clímax y
seguí con lo que estaba haciendo.

Sus muslos comenzaron a tensarse después de un momento, sus quejidos transformándose en gemidos
a medida que empezaba realmente a jadear, su clítoris hinchándose mientras lo chupaba. Encontré ese
lugar especial en su interior y lo presioné, masajeándolo con los dedos. Gritó con fuerza y levantó sus
caderas mientras su cuerpo explotaba en un orgasmo, las paredes de su coño contrayéndose en torno a
mis dedos y más de sus fluidos se escurrieron en mi mano. Gruñí y la llevé a través de su orgasmo, mi
polla palpitando con fuerza en mis pantalones, gritando por atención. Estaba tratando de ignorarla,
porque no podía estar pensando con mi puta polla. No podía hacer nada de eso por mí, todo tenía que
ser para ella. Se trataba de complacerla y mostrarle mi amor y devoción, y si recibía algo de placer en
el proceso era jodidamente genial. Pero ese no era el propósito y no podía permitir que eso se
convirtiera en el propósito de estar con ella, nunca. Siempre tendría que pensar en ella y lo que ella
necesitaba.

Su orgasmo pasó después de un instante y soltó su agarre en mi pelo, sus muslos estaban temblando y
su respiración era irregular. Saqué mis dedos y deposité un pequeño beso en su clítoris, sacando mi
lengua brevemente y apenas haciendo contacto con él, pero un escalofrío la atravesó y gritó por la
sensación. Puse mis manos sobre la cama a cada lado de ella, levantándome hasta quedar de pie y
mirando hacia ella. Tenía sus ojos cerrados, con su rostro enrojecido y el sonrojo bajando a lo largo de
su cuerpo. Estaba haciendo respiraciones profundas, obviamente tratando de controlarse. Alcancé los
botones de mi camisa y comencé a desabrocharlos mientras ella abría un poco los ojos para mirarme.
Se veía tan jodidamente relajada y contenta, su cuerpo todavía temblaba ligeramente. Seguí
desabotonando mi camisa despacio, quitándomela y arrojándola al suelo con su ropa. Me quité la
camiseta sin mangas y los ojos de Isabella se movieron hacia abajo a mi pecho como solían hacerlo
cuando no traía una camisa puesta. Me encantó que estuviera tan cautivada por mi cuerpo como yo lo
estaba por el de ella.

Me quité los zapatos, porque todavía tenía a esos hijos de puta puestos, y me incliné hacia abajo.
Presionando mis labios en los de ella, besándola profundamente. Ella separó sus labios y me besó con
furia, llevando sus brazos hacia arriba y envolviéndolos alrededor de mí, abrazándome con fuerza.
Gemí en su boca y bajé mis manos para desabrochar mi cinturón. Desabroché y bajé el cierre de mis
pantalones, dejándolos caer. Me los quité pateándolos y dejé de besarla por un momento para quitarme
los calcetines.

Dudé, mirándola. “Podemos parar…” comencé a decir, una vez más aterrorizado de que realmente no
quisiera ir tan lejos y yo estaba a punto de hacerle algo que ella realmente no deseaba que hiciera. No
quería ser quién la forzara de alguna manera, incluso sin saberlo. Negó con la cabeza rápidamente.

“No quiero parar,” dijo. Suspiré, asintiendo, la verdad aliviado de que mi propio jodido miedo fuera
disminuyendo lentamente y sustituido por un intenso deseo y excitación. La deseaba, joder, la deseaba
tanto que mi cuerpo dolía y mi polla estaba más hinchada de lo que nunca había estado. Mi puto
cuerpo no aguantaba más y yo estaba obsesionado conteniéndolo, sin querer joderlo al apresurar nada
de esto.

Me incliné de nuevo para besarla, bajando mis boxers y quitándomelos, dejándonos a ambos
completamente desnudos ahora. Vacilé, pero dejé de besarla y diciéndole que subiera a la cama y se
acomodara bien. Hizo lo que le dije y pude ver la aprensión en sus ojos. No tenía miedo o estaba
incómoda, era evidente que estaba segura sobre esto, pero estaba tan fuera de su elemento que no
podía evitar estar un poco ansiosa. Me estaba dando toda su confianza, confiando en que haría lo
correcto y no la lastimaría más de lo necesario. Y no lo haría, nunca la lastimaría, pero el sexo era una
mierda con la que ella todavía estaba nerviosa. Yo quería mitigar eso, tranquilizarla antes de que nos
lanzáramos juntos por eso acantilado del que no podríamos regresar.

Me subí a la cama y ella se recostó con su cabeza sobre la almohada, y me cerní sobre ella. Me incliné
para besar sus labios y ella envolvió sus brazos en torno a mí, sus dedos encontraron su camino dentro
de mi pelo una vez más. Abrí su boca con mi lengua, profundizando el beso mientras lentamente
comenzaba a subir y bajar mi mano por su pierna. Comenzó a tranquilizarse bajo mi toque, y pude
sentir su cuerpo laxarse y sus músculos relajarse. Se retorcía un poco y me di cuenta que naturalmente
se estaba excitando, la electricidad en la punta de mis dedos enviaba chispas a través de su cuerpo
como ella lo hacía en el mío. Despacio, empecé a besar la línea de su mandíbula después de un
momento, mordisqueando su cuello mientras hacía mi camino hacia sus clavículas. Subí besando
hacia su oreja brevemente. “Ti amo, piccolo tesoro. Ho voglia di fare l’amore. Prometto di essere
delicato*,” le susurré, diciéndole que la amaba y que quería hacerle el amor, prometiéndole ser gentil.
Ella se estremeció, un áspero gemido escapó de su garganta.

Alejé mi boca de su piel, echándome hacia atrás y mirándola fijamente. No quería nada más que
sentarme y simplemente mirarla, porque era jodidamente hermosa y nada se veía tan magnífico como
ver su cuerpo completamente desnudo tendido frente a mí. Pero no quería abrumarla o ponerla
nerviosa y estaba bastante seguro que comiéndomela con los ojos la haría sentirse avergonzada y eso
era lo último que necesitaba en este momento.

“Yo, eh… no tengo un condón,” le dije dudoso después de un momento, sin saber si eso le importaría
a ella. Ella usaba un método anticonceptivo, mi padre se aseguró de esa mierda, así que no estaba
preocupado por dejarla embarazada pero simplemente pensé que ella tenía derecho a saber. Me miró
inquisitivamente por un momento.

“¿Deberíamos usar uno?” Preguntó en voz baja. Negué con la cabeza, vacilante.

“Quiero decir, en realidad no necesitamos uno… no creo…” Le dije. “Quiero decir, no hay riesgo y
estoy limpio, nunca, eh, estuve sin uno así que no hay de qué preocuparse…” Divagué, sorprendido
por mi puto nerviosismo en ese momento. Me dio una pequeña sonrisa y levantó su mano, presionando
su dedo índice contra mis labios para callarme.

“Confío en ti, Edward,” dijo en voz baja, dejando caer su mano. Sentí que mi pecho se hinchaba por
sus palabras, mi corazón latía con fuerza en mi pecho. Asentí y me agaché, acariciando su cuello con
mi nariz y besándolo suavemente, lamiendo y degustando su piel. Presioné mi cuerpo contra el suyo y
podía sentir el calor que irradiaba de ella. Besé su cuello y bajé hacia sus pechos, lamiendo y
acariciando sus pezones como piedrecitas, pasando mis manos por su torso. Tembló bajo mi toque,
envolviendo sus brazos a mi alrededor y subiéndolas y bajándolas por mi espalda.

Besé y lamí cada centímetro de su piel expuesta a la que podía llegar con mi boca, recorriendo su
cuerpo con mis manos. Podía sentir como se le ponía la piel de gallina, sus ojos cerrados, con su labio
inferior entre sus dientes mientras respiraba de forma errática.
Me aparté un poco, los nervios de pronto aparecieron de nuevo mientras metía mi mano entre nosotros
y agarraba mi polla. La miré, a punto de darle la última oportunidad de arrepentirse antes de que
comenzara, y ella abrió los ojos. Levantó su mano y pasó sus dedos por mi mejilla, la determinación y
deseo puro en sus ojos. Estaba claro que quería esta mierda tanto como yo, que cualquier cantidad de
nerviosismo que alguno sentía no tendría ningún efecto en nuestra desesperación por estar juntos.
Quería poseerla, consumirla en cada forma imaginable, y al mismo tiempo quería entregarme a ella y
ponerme a su merced. Porque ella había estado en lo cierto… esta mierda era lo correcto. Ella y yo, se
sentía correcto. Y simplemente se sentía como que este momento, justo ahora, era finalmente el
momento. Era el tiempo de entregarnos completamente y dejar que las fichas caigan donde debe de
ser.

“Voy a hacerlo despacio y con suavidad, ¿de acuerdo?” Dije en voz baja, inclinándome y dándole un
suave beso, ella murmuró en respuesta y vi como el nerviosismo aumentó, pero aun así no afectó en
nada al deseo. Me bombeé la polla un par de veces, me estaba palpitando, y abrí más sus piernas para
que quedara más expuesta. Miré hacia abajo y me alineé en su entrada, gimiendo al momento que
sentí el calor y la humedad en la cabeza de mi polla. Empujé la cabeza un poco, manteniendo la vista
en su rostro, en busca de pánico. Después de estar en posición de empujar dentro de ella, solté mi
miembro y me apoyé en mis brazos de manera que no pusiera mi peso sobre ella, pero presionando
nuestros cuerpos. Empujé un poco más hacia adentro y ella me abrazó con fuerza, sus manos
temblando en mi espalda. Sentí la resistencia y detuve mis movimientos.

“Va a doler un poco, pero voy a tratar de ser lo más cuidadoso posible,” le dije, nervioso por esta
parte. Ya antes había roto hímenes y no era una experiencia placentera para la chica, gran parte de esa
mierda fue por mi culpa y de pronto sentí una mierda de arrepentimiento, pero rápidamente lo hice a
un lado, sin querer pensar en otras chicas con las que había estado en ese momento. Porque este
momento era jodidamente monumental, un punto crucial en nuestra relación y necesitaba centrarme
en eso. No estaba seguro hacia dónde nos dirigíamos y lo que esta mierda significaría para nosotros
más tarde, pero sabía lo suficiente como para reconocer qué tan importante era esto para ambos. “Solo
sujétate de mí, cariño y pasará pronto, ¿de acuerdo?”

“Está bien,” susurró, su voz temblando por los nervios. Se aferró a mí con fuerza, clavando los dedos
en mi espalda y tomando un profundo suspiro. Empujé hacia adelante, rompiendo la resistencia y ella
gritó, poniendo su cuerpo completamente rígido. Una vez más detuve mis movimientos, resistiendo el
jodido impulso de empujar todo el camino hacia adentro, y llevé mis labios a su cuello. Empecé a
lamer su piel, depositando besos en ella.

“Tanto gentile e tanto onesta pare la donna mia, quad’ella altrui saluta, ch’onge lingua deven
tremando muta, e li occhi no l’ardiscon di guardare. Ella si va, sentendosi laudare, benignamente
d’umiltá vestuta*,” comencé a decir, sabiendo que amaba cuando le hablaba en italiano y esperando
como el infierno que le ayudara a relajarse. Busqué esa porción de la ‘La Vita Nuova’ de Dante hace
unos días porque me estaba molestando que no podía recordar esa mierda y sabía que ella había
querido escucharla. “E par che sia una cosa venuta da cielo in terra a miracol mostrare. Mostrasi sí
piacente a chi la mira, che dá per li occhi una dolcezza al core, che ‘ntender no la puó chi non la
prova: e par che de la sua labbia si mova un spirito soave pien d’amore, che va diciendo a l’anima:
“¡Sospira!*””

Susurré en su cuello, mi voz entrecortada por la anticipación y el deseo, pero estaba tratando de
controlar eso. Oí un gemido escapar de su garganta y su cuerpo se relajó un poco cuando empecé a
subir y a bajar mi mano por su muslo suavemente, tratando de calmarla. Sus manos en mi espalda
comenzaron a moverse de nuevo y las pasó suavemente a lo largo de mi columna, enviando un
escalofrío a través de mi cuerpo.

“¿Estás bien?” Le pregunté, alejándome de su cuello y mirándola. Abrió los ojos para mirarme y
asintió, una pequeña y dulce sonrisa curveando sus labios. “¿Estás bien como para qué continúe?”
Pregunté con aprensión, ya que estar ahí a mitad de camino era una maldita tortura. Asintió de nuevo y
moví mis caderas lentamente hacia adelante, gimiendo mientras empujaba hasta adentro. Me detuve
después de penetrarla por completo, chispas volaron por todo mi cuerpo por la sensación de estar
dentro de ella por primera vez. Estaba tan jodidamente apretada, ciñéndose a mi alrededor como nunca
lo hubiera imaginado, las paredes de su coño apretándome. Pero era como si encajáramos a la
perfección, como dos piezas de un rompecabezas, conectando finalmente como si estuviéramos
destinados a estarlo. Nunca nada se había sentido más correcto para mí que estar dentro de ella,
sintiendo su calor y humedad en torno a mi polla.

“Eso fue hermoso,” ella susurró con su voz quebrándose. Yo sonreí.

“¿La poesía o la penetración?” Le pregunté de inmediato, sin siquiera pensar antes que las palabras
salieran de mi boca. Sus ojos se abrieron por la sorpresa y al momento se sonrojó. Gemí, negando con
la cabeza e inclinándome para darle un suave beso en los labios. “No debí haber dicho eso,” murmuré.

“Me refiero al poema, pero las otras partes hasta ahora han estado bastante bien también,” dijo
tímidamente. La miré sorprendido y sonrió con timidez. “Y dijiste eso, porque así eres.”

Suspiré. “Sí, bueno, estoy tratando de ser tierno, ¿sabes? Tú mereces romanticismo,” le dije,
levantando un poco mi cuerpo y bajando para acariciar uno de sus pezones con mi lengua. Ella gimió,
su mano encontrando su camino a mi cabello.

“No necesito romance. Te necesito a ti,” dijo. Eché un vistazo hacia ella y la vi empezar a cerrar sus
ojos. Me detuve, considerando sus palabras por un momento antes de salir un poco y volver a empujar
hacia adentro, llenándola de nuevo. Gimió, sus dedos acariciando mi cabello con suavidad. Bajé de
nuevo, capturando sus labios con los míos y empecé a empujar hacia dentro y a salir de ella
lentamente, tomando mi tiempo, luchando contra el deseo de aporrear su coño. Follar era todo lo que
conocía y esta mierda era extraña para mí, pero no podía negar que era tan jodidamente bueno, más
bueno de lo que nunca imaginé que sería. Electricidad corría por mi cuerpo desde donde estábamos
conectados, la piel de gallina apareció por todo mi cuerpo cuando escalofríos se desplazaron
rápidamente por mi espalda. Esa mierda fue intensa, y cuando empecé a hacerle el amor con suavidad,
joder, lo sentí. Finalmente entendí lo que significaba. No solo estábamos teniendo sexo, estábamos
creando algo juntos. Pude sentir su amor y esperaba como el infierno que ella pudiera sentir el mío.
Estaba más allá de cualquier cosa que hubiera imaginado, una intensidad que nunca antes había
experimentado. Y no solo era el coño, aunque su coño era increíble. Era toda ella, cada centímetro de
su cuerpo por dentro y por fuera. Finalmente nos estábamos uniendo, fusionándonos en cuerpo y alma.
Yo estaba haciéndole el amor con todo mi ser y recibiendo todo de ella a cambio.

“Solo a ti,” ella susurró, pasando sus manos por mi espalda. “Siempre serás solo tú, Edward.”

Gemí, sus palabras encendiendo el fuego dentro de mí, despertando la posesividad que exigía que
debíamos estar juntos así. Incrementé un poco el ritmo, deslizándome hacia dentro y hacia afuera de
su humedad con movimientos firmes pero todavía manteniendo el control. Ella gemía cada vez que la
llenaba por completo y yo gruñía al escuchar el sonido ya que sus ruidos se iban directamente a mi
polla y la hacían vibrar e hincharse dentro de ella.

“Toda mía,” jadeé. “Ni siquiera sabes lo jodidamente apretada que estás cariño. Jamás nada volverá a
ser tan bueno como esto, nada podría sentirse tan bien como tú.” Gimió, agarrándome con fuerza.
Retorcía sus caderas al ritmo de mis embestidas, nuestros movimientos entrando en sintonía. Era solo
otra señal de que estábamos destinados a estar juntos, que esta mierda estaba destinada a suceder.

Nos movíamos juntos deliberadamente, llegando a un ritmo perfecto. Gemía, sus manos vagaban por
mi piel y pasando por mi pelo, y yo gruñía en respuesta con un hormigueo recorriendo mi cuerpo.
Apreté mi cuerpo al de ella, sintiendo su piel contra la mía. Su cuerpo estaba caliente, su piel tan
jodidamente suave. Mi mano comenzó a vagar, bajando por su muslo mientras la abría más, llegando
más profundo. Sus ruidos se hicieron más fuertes, sus manos moviéndose frenéticamente sobre mí.
Con mi otra mano agarré uno de sus brazos, quitando su mano de mi espalda y entrelazando nuestros
dedos, sujetando su mano y presionándola contra el colchón. Ella apretó mi mano con fuerza y
comenzó a murmurar, sus piernas temblando mientras me deslizaba dentro y fuera de ella.

“Te amo,” dijo sin aliento. Un sonido escapó de mi garganta involuntariamente en respuesta, casi
como un gruñido estruendoso mientras el deseo se arremolinaba en mí.

“Ti amo,” le dije. “Demasiado. Dios, te amo demasiado.” Gimió con fuerza en respuesta, empujando
sus caderas y agarrando mi cabello con su mano libre.

“Por favor, nunca me dejes,” dijo. Gruñí mientras la emoción bullía dentro de mí.

“Jamás,” le dije de inmediato. “Nunca voy a dejarte. ¿Sientes esa mierda, Bella? Nos pertenecemos.”

Ella gimió. “Sempre,” dijo en un jadeo. Podía sentir su cuerpo temblando y me di cuenta que estaba
cerca a correrse, su cuerpo perdiendo el control mientras empezaba retorcerse aún más. Levanté un
poco mi cuerpo y metí mi mano entre nosotros, rozando su clítoris con mis dedos. Gritó y lo presioné
con firmeza, frotando en círculos.

“Sempre,” repetí. “Para siempre, Isabella. Joder, moriría sin ti. Nunca sobreviviría si alguna vez te
alejas de mí.”

Se tensó en cuestión de segundos, su cuerpo se paralizó mientras gritaba con fuerza, gritando y
arqueando su espalda a medida que el orgasmo tomó control en ella. Su coño ciñéndose a mi polla,
apretándome con fuerza casi al punto de causar dolor. El placer moviéndose rápidamente por mi
cuerpo era intenso, tan intenso que ni siquiera podía pensar con claridad, no podía concentrarme en
nada que no fuera las jodidas sensaciones. “Mierda,” susurré. “Joder, cariño. Se siente tan
malditamente bien.”

Seguí empujando dentro de ella, llenándola por completo y casi saliendo totalmente antes de hacerlo
de nuevo mientras mis dedos frotaban con firmeza su clítoris. La tensión en su cuerpo se liberó
después de un momento y se relajó de nuevo en la cama. Aparté mi mano a sabiendas que ella estaría
sensible y agarré su otra mano entrelazando nuestros dedos. Puse nuestras manos sobre la cama
encima de su cabeza y quité un poco de mi peso corporal de encima de ella, subí más sus rodillas
sobre la cama, abriéndola más y empujé mis caderas con firmeza. La sensación de nuestra piel
rozándose y el sonido de golpes sobre algo mojado mientras la llenaba era intenso, casi hasta el punto
de la agonía. La música de fondo contribuía a ello y me tomó un momento darme cuenta que era la
canción de Blue October que había tocado antes para ella, la canción que era nuestra puta canción.

Todo mi cuerpo hormigueaba mientras le hacía el amor, el sonido de nuestros movimientos, los ruidos
que ella hacía y la canción, me abrumaron. Sentí la presión acumulándose a medida llegaba mi
clímax, la sensaciones saliéndose de control y desbordándose. Sentí mis ojos humedecerse con
lágrimas y traté de contener esa mierda, cerrando mis ojos con fuerza. Sujeté sus manos con fuerza,
aferrándome a ella y acariciando su cuello con mi rostro. Lamí su carne, saboreando el ligero sabor
salado del sudor y el calor de su piel, disfrutando cada jodido momento de ello. Sentí la tensión llegar
a su límite y grité, dando un puto gruñido en su cuello cuando llegó mi liberación. Atravesó mi
cuerpo, casi paralizándome y perdí el control de mí mismo por un momento, penetrándola con fuerza.
Ella gritó con fuerza y su coño se ciñó en torno a mí cuando empezó a correrse, su cuerpo
convulsionando por el placer. Di un par de estocadas más, derramando mi semilla dentro de ella y
llevándola a través de su orgasmo.

Su cuerpo se relajó después de un momento y me detuve, recostándome y tratando de no poner mi


peso sobre ella, pero estaba jodidamente agotado. Solté sus manos y ella me envolvió con sus brazos,
sujetándome con fuerza. Simplemente nos quedamos allí, en silencio por un momento, sin que
ninguno de los dos hablara y respirando de forma errática. Cambié de posición después de un
momento, siseando cuando salí de ella. Lloriqueó y me levanté, echando un vistazo a su rostro y me
congelé cuando vi lágrimas en sus ojos.

“¿Estás bien?” Le pregunté vacilante, con el pinche miedo que ella fuera a decirme que la había
lastimado. Me miró por un momento antes de que sus labios se curvearan en un pequeña sonrisa, una
lágrima corriendo por su mejilla. Estiré mi mano y las limpié con mis dedos mientras ella asentía.

“Perfecto,” ella susurró, con su voz entrecortada y apenas audible. Le sonreí y me incliné para darle un
casto beso en los labios. Me rodé sobre mi espalda y la atraje hacia mí. Puse mi brazo a su alrededor y
ella recostó su cabeza en mi hombro, acurrucándose en mí y colocando su mano en mi pecho donde
estaba mi corazón. Los dos estábamos de nuevo en silencio, solo acostados juntos, completamente
desnudos y con nuestras piernas entrelazadas, disfrutando de esa puta relajación postcoital. Quería
preguntarle si podía sentir los latidos de mi corazón, pero mantuve la boca cerrada eligiendo disfrutar
del silencio. No necesitábamos las palabras, en realidad no había necesidad de decir nada porque ella
ya lo había resumido con una sola palabra. ‘Perfecto’.

Sí, había tenido maldito éxito. Sin desastres naturales, ni pendejadas o invasiones de insectos, casi sin
nada de lluvia y es el hijo de puta Washington, así que eso dice algo. Sin accidentes de autos o
incendios, sin mierdas, punto. A ella hasta le gustó mi maldita canasta. Todo había valido la pena,
cada pizca de estrés valió la pena.

Hasta la hice llorar de felicidad y estuve malditamente cerca de hacer lo mismo, y después de toda una
vida de puto dolor, ya era maldita hora de que ambos lo experimentáramos. Porque nos merecíamos
esa mierda después de lo que hemos soportado en la vida. Y ahora estaba jodidamente seguro, más que
nunca antes, que estábamos destinados. Que debíamos estar juntos. No sabía qué fuerza nos había
unido, si mi madre tuvo algo que ver, o en todo caso mi padre, pero lo que sea que haya sido nos ha
llevado a donde estábamos, y era lo correcto, jodidamente correcto.
Acostado allí, abrazándola después de hacerle el amor y descubrir exactamente qué carajos era eso,
supe que nunca podría haber otra. Y supe, sin ninguna duda, que si alguna vez alguien trataba de
separarnos o apartarla de mí, joder, los mataría.

*******************
Fuori dai coglioni = No me toques las pelotas

Principe Della Mafia = Príncipe de la Mafia

La mia bella ragazza = Mi hermosa chica

Buon San Valentino = Feliz Día de San Valentín

Grazie = Gracias

Angelo Mio = Ángel mío

Amore Mio = Amor mío

Sei belissima e ti voglio assagiare = Eres hermosa y quiero probarte

Ti amo, piccolo tesoro = Te amo, pequeño tesoro

Ho voglia di fare l’amore = Quiero hacerte el amor

Prometto di essere delicato = Te prometo ser delicado

*****La Vita Nuova de Dante acto en español*****

Tan gentil y tan honesta luce

mi dama cuando a alguien saluda,

que toda lengua temblando quédase muda,

y no se atreven los ojos a mirarla.

Ella se va, sintiéndose alabada,

benignamente de humildad vestida;

pareciera ser cosa venida

del cielo a la tierra a mostrar milagro.


Muéstrase tan agradable a quien la mira,

que por los ojos da al corazón una dulzura,

que no puede comprender quien no la prueba.

Y parece que de sus labios surgiera

un espíritu suave de amor pleno

que al alma va diciendo: - ¡Suspira!


Capítulo 48 El cambio se acerca

“No somos las mismas personas este año como el pasado, tampoco aquellos a quienes amamos. Es
una feliz casualidad si, cambiando, seguimos amando a una persona que ha cambiado.” – William
Somerset Maugham

Isabella swan
“Uh,… ¿eh?” Dije confundida, mirando a la puerta de la habitación de Edward donde Alice estaba
parada. Ella tenía una gran sonrisa en su rostro y estaba prácticamente saltando sobre las puntas de sus
pies con entusiasmo, se le notaba ansiosa por algo. Verla así me ponía nerviosa, porque me miraba con
expectación. Era como si esperara que hiciera algo con ella y después del viaje al spa de hacía unos
días donde de alguna forma me habían convencido depilarme mis partes privadas, no estaba tan segura
de que mi idea de pasar un buen rato coincidiría alguna vez con la suya.

Ella no dijo nada inmediatamente, solo siguió mirándome y sonriendo radiantemente, así que miré
alrededor de la habitación para confirmar una vez más que estaba sola. Me había despertado
abruptamente de un sueño profundo hacía un momento por el sonido de un golpe fuerte, el que
supongo había sido Alice tocando a la puerta, y estaba todavía algo desorientada por la somnolencia.
Edward no estaba cuando desperté, su lado de la cama vacío y frío, así que me aventuré a adivinar que
había estado fuera de la cama por un tiempo. Le eché un vistazo al escritorio y vi que la mayoría de
sus pertenecías no estaban, a excepción de su reloj que todavía yacía allí, y eso me confundió. Al
principio me pregunté si había venido a dormir porque sus llaves y cartera no estaban así que era claro
que en realidad se había ido, pero no tenía sentido que Edward se hubiera ido a la escuela si Alice
estaba parada frente a mí, ya que iban juntos a la clase. Miré el reloj tratando de dar sentido a las
cosas y vi que era la hora en que Edward y yo normalmente nos levantábamos por la mañana.

“¿Necesitas algo?” Pregunté vacilante.

“Necesito que te vistas para que podamos irnos,” me dijo. Mi ceño se frunció por la confusión.

“¿Dónde vamos?” Pregunté titubeante.

“Vamos a pasar el día juntas,” dijo entusiasmada. “Vamos a ir a desayunar y luego de compras.
También tenemos cita más tarde en el spa…”

En el momento en que la palabra salió de sus labios me tensé un poco, mis ojos se ampliaron.
“¡¿Spa!?”

Dije inmediatamente, entrando en pánico ante la idea de tener que volver a ese lugar. Ella paró y se
quedó mirándome.
“Es un spa para manos y pies, manicura y pedicura. Solo vamos a arreglarnos las uñas y a darnos un
masaje de pies,” dijo. La miré con sospecha.

“¿En serio?” Pregunté. Ella sonrió y asintió.

“¡Sí, en serio! Te juro que no te quitarás la ropa,” dijo. “Además, ha sido idea de Edward de todos
modos, así que no puedes culparme esta vez.”

“¿En serio?” Pregunté con curiosidad, preguntándome por qué Edward sugeriría que fuera a pasar un
día en el spa. Miré mis manos, viendo las achatadas y mordisqueadas uñas y suspiré. Sabía que mis
pies tampoco estaban muy bien, pero tenía que saber que estaban en tan malas condiciones debido al
trabajo que me había visto forzada a hacer. Inmediatamente me pregunté si le molestaba y
simplemente era demasiado educado para decir algo al respecto. Por lo general, Edward no era de los
que se quedaban callados cuando tenía una opinión, pero también sabía que nunca querría decir algo
que pudiera lastimar mis sentimientos.

“Sí, en serio,” dijo Alice de nuevo, confirmando que de hecho había sido idea de Edward. Suspiré y
asentí, volviendo la vista hacia ella.

“Está bien. Aunque, ¿no tienes que ir a clase?” Pregunté. Ella sonrió y se encogió de hombros.

“Me voy a tomar el día. Hay cosas más importantes que hacer hoy que sentarse en el salón de clases,”
dijo.

“Entonces está bien.” Le di una leve sonrisa, sorprendida de que hubiera pensado que pasar el día
conmigo a petición de Edward sería más importante que la escuela. “Creo que voy a vestirme.”

Ella asintió. “¡Genial! Te espero en la cocina en unos minutos.” Se dio la vuelta y se fue a toda prisa
por el pasillo entusiasmada, supongo que agradecida de que aceptaría lo que ellos hubiesen planeado
para mí. Me quedé un momento mirando hacia la entrada ahora vacía antes de bajar la vista a mis
manos de nuevo. Llevé mi labio inferior a mi boca y lo mordisqueé con nerviosismo. ¿Realmente le
molestaban a Edward esas cosas?

Finalmente me quité el edredón de encima después de un momento y bajé de la cama, sin querer que
Alice tuviera que regresar para sacarme si tardaba mucho tiempo, y me dirigí a mi habitación. Saqué
unos vaqueros y una camiseta blanca, vistiéndome rápidamente. Pasé por mi ritual mañanero tan
rápido como pude hacerlo y me puse mis Nike, las que tanto le gustaban a Edward, antes de coger mi
chaqueta y salir. Me dirigí a la planta baja, bostezando ya que mi cabeza todavía se sentía algo
brumosa por el sueño, y me detuve cuando llegué al vestíbulo. Miré hacia la cocina sorprendida
cuando vi cuatro pares de ojos sobre mí.

“Buenos días Jasper, Emmett… eh, Rosalie,” dije, haciendo un gesto con la cabeza en forma de
saludo, sin saber por qué todos estaban con Alice en la cocina a esta hora. Emmett me dio una amplia
sonrisa.

“¡Buenos días, Izzy Bizzy!” Gritó. Sonreí en respuesta. Jasper y Rose se hicieron repitieron el saludo,
aunque con menos entusiasmo que Emmett. Alice cogió a Jasper del brazo y él se inclinó, dándole un
rápido beso. Era dulce, verlos juntos y claramente enamorados. Sabía exactamente cómo se sentían
ahora, cuanta calidez, felicidad y consuelo se proveían el uno al otro. Alice se giró hacia mí después
de que Jasper se apartó.

“¡Sí, vámonos!” Dijo, acercándose a mí y agarrando mi brazo. Estaba bastante impactada por la fuerza
que tenía cuando empezó a tirar de mí a través del vestíbulo hacia la puerta principal. Me eché a reír y
grité adiós al resto de ellos, siguiendo a Alice fuera.

Subimos a su pequeño coche amarillo, el que me gustaba porque tenía la misma vivacidad y
fluorescencia que también brillaba a través de Alice y condujo por Forks hacia un pequeño
restaurante. Bajamos del coche y entramos, sentándonos en una cabina en la esquina del fondo. Una
señora vino y dejó caer unos menús frente a nosotras, preguntando con indiferencia qué nos gustaría
beber. Titubeando pedí un poco de zumo de naranja y ella asintió en respuesta. Alice ordenó lo mismo
y después de que la señora se fuera cogí el menú, mirándolo. Alice empezó a charlar animadamente y
sonreí y asentí mientras le echaba un vistazo al menú, leyéndolo lo mejor que pude. Lo puse sobre la
mesa después de un momento, decidiéndome por una tortilla de queso y champiñones, con patatas
fritas y pan tostado. La señora regresó después de un rato y ordenamos, nuestra comida salió
rápidamente. Comimos y conversamos, lo que en realidad equivalía a que Alice parloteaba y yo
escuchaba, pero no me importó mucho. Disfruté escuchando, agradecida de que al menos alguien
estuviera interesada lo suficiente en mí como para querer tener una conversación conmigo. Alice me
hacía sentir que tenía una verdadera amiga lejos de todo lo demás, y que podía hablar abiertamente
con ella sin miedo a ser excluida o que se burlaran de mí. Era una persona comprensiva y compasiva,
lo que me dejaba claro que a pesar de las grandes diferencias en apariencia y manierismos entre ella y
Jasper, encajaban muy bien. En un sentido eran como Edward y yo. En la superficie éramos opuestos
en todos los sentidos, pero en el fondo compartíamos un terreno común.

Después de que Alice terminó de comer sus tortitas se puso de pie, diciéndome que necesitaba usar el
tocador para damas. Asentí y le dije que fuera, de pronto sintiéndome algo nerviosa cuando la vi
alejarse y desaparecer de mi vista. Miré alrededor, el hecho de estar completamente sola en público
alrededor de extraños era un poco intimidante. Estaba en una habitación repleta de personas a mi
alrededor y no conocía ninguna. O ese pensé, de todos modos.

"¿Qué hace una belleza como tú comiendo sola?" Una voz preguntó en voz baja detrás de mí. Mi ceño
se frunció por la confusión ante su familiaridad y volví la cabeza lentamente, sorprendida de ver a
Jacob Black. Me sonrió abiertamente y yo le devolví una pequeña sonrisa educada, un poco recelosa
por su presencia.

"Eh, estoy con Alice. Solo ha ido... a alguna parte," murmuré. Él asintió, todavía sonriendo.

"Genial, no he visto a la pequeña duende en un tiempo," me dijo. "Es agradable verte de nuevo,
Isabella."

Yo asentí. "A ti también, Jacob." Su sonrisa creció.

"Así que, tengo una pregunta para ti, y es completamente seria," me dijo. Lo miré con aprensión, sin
estar seguro de lo que quería saber. Hizo una pausa y se quedó mirándome fijamente.

"Dime, Isabella. ¿Cómo llamas al amor de un vampiro?" Mi ceño se frunció confuso por su pregunta y
él se echó a reír, sacudiendo su cabeza. Reí levemente al darme cuenta de que era otro chiste. Dio unos
pasos para acercarse y se deslizó en la cabina frente a mí donde Alice había estado sentada. Levanté
mis cejas, un poco sorprendida de que se hubiera atrevido a sentarse conmigo sin invitación para
hacerlo. No se percató de mi expresión o no le importó, porque se relajó contra el asiento y me miró
expectante, obviamente esperando mi respuesta. Metió la mano en el bolsillo de su chaquetón y sacó
una pequeña caja rosa, abriendo la tapa y vertiendo algo de su contenido en su mano. Le eché un
vistazo y vi que eran pequeños corazones de diferentes colores, dulces asumí.

"¿El amor de un vampiro? Yo, eh... no lo sé," le dije nerviosa. Sonrió y se metió una pieza de dulce en
la boca, masticándolo.

“Una monsternovia. ¿Lo entiendes? ¿Cómo una novia pero monstruosa?”, dijo. Lo miré fijamente sin
entender realmente lo que era tan gracioso, y él hizo un gesto de negación. “Bien entonces. Tal vez no
eres una chica vampiro. Vamos a ver…”

Hizo una pausa y miró al dulce en su mano, comiéndose otra pieza. De verdad parecía estar inmerso
en sus pensamientos, sus ojos levemente entrecerrados y su frente arrugada como si estuviera
concentrado. Sonrió satisfecho después de un momento, mirándome con un brillo travieso en sus ojos.
"¿Qué le dijo el foco al interruptor?" Preguntó. Me quedé mirándole un momento, considerando la
respuesta, pero no se me ocurría nada.

"No estoy segura," dije titubeante. Me miró un momento de forma extraña antes de inclinarse sobre la
mesa hacia mí.

"Tú me enciendes," dijo en voz baja. Su sonrisa creció y apartó su mirada de mí por un momento,
metiendo una pieza de dulce en su boca a medida que se volvía apoyar en el respaldo del asiento. Mis
ojos se abrieron por la sorpresa y lo miré boquiabierta, pasmada por el chiste. Pude sentir que el rubor
se apoderaba de mi rostro y no estaba segura de cómo me sentía porque él me dijera eso, si reírme
porque era algo gracioso o indignarme por el obvio trasfondo. Apenas nos conocíamos por lo que no
creía que él debería decirme esas cosas tan crudas. Sin embargo, era obvio por qué exactamente
Edward y él había sido amigos previamente, ya que parecían tener el mismo sentido del humor. Me
miraba, esperando mi reacción pero por suerte en realidad no tuve que considerar una respuesta,
porque en cuestión de segundos Alice apareció de nuevo.

"Jacob Black, por todos los cielos, ¿qué estás haciendo aquí?" Preguntó, sonriendo y deslizándose en
el asiento junto a él. La miró y sonrió, encogiéndose de hombros.

"¿Aquí en tu mesa o en Forks en sí?" Preguntó.

"Las dos cosas," dijo ella. Él rodó los ojos, dándole un codazo jugando.

"Maldición, siempre fuiste demasiado entrometida para tu propio bien. Estoy en tu mesa porque he
visto que Isabella estaba un poco incómoda sentada sola y pensé que un poco de conversación le
ayudaría a alegrar su mañana. Y estoy en Forks porque mi padre me ha forzado a pasar algo de tiempo
con el jefe de policía como castigo," dijo.

"¿No deberías estar en la escuela?" Preguntó Alice. Jacob se encogió de hombros, sonriendo.

"Me han suspendido tres días. Me metí en una pelea, no gran cosa. Pero mira quién habla, ¿no deberías
tú estar en la escuela?" Preguntó, mirándola inquisitivamente. Ella sonrió, encogiéndose de hombros.

"Me he tomado el día. Isabella y yo vamos a pasar el día juntas embelleciéndonos para nuestros
enamorados," le dijo, sonriendo con entusiasmo. Sonreí, la idea de verme bien para Edward me hizo
sentir feliz y orgullosa. Jacob me miró sorprendido.

"¿Oh, sí? ¿Quién es tu enamorado?" Preguntó con curiosidad. Yo solo me quedé mirándole sin saber si
debería o no responder a eso, y Alice carraspeó. Los dos la miramos y ella me sonrió antes de volverse
para mirar a Jacob.

"¿Y tú me llamas entrometida?" Dijo jugando. Él sonrió, riéndose suavemente. "Y si insistes en
saberlo, su enamorado es Edward."

Lo miré con curiosidad cuando su sonrisa cayó casi de inmediato. "¡¿Cullen?!" Dijo, con algo de
incredulidad en su voz. Alice asintió.

"Sí, Cullen. ¿Qué otro Edward hay? Y no estés tan sorprendido, porque él no es la misma persona que
conocías. Ha cambiado mucho," dijo Alice. Jacob se rio con amargura, sacudiendo su cabeza.

"Cullen nunca cambiará. Podrá haberlos engañado pero yo no estoy cautivado por su farsa como todos
los demás parecen estar. Siempre será un cabrón y hará daño a la gente. En el momento en que
deposites tu confianza en él, te aplastará," dijo, sonando bastante molesto y mirándome. Lo miré
fijamente, nada sorprendida por su punto de vista considerando lo que Edward le había hecho pero un
poco aturdida por la intensidad con la que había hablado. Se quedó mirándome un segundo y Alice
suspiró.

"Como he dicho, ya no lo conoces, Jacob," le dijo, extendiendo su mano y palmeando suavemente la


mejilla de Jacob. Él rodó los ojos y alejó su cabeza de ella.

"Lo que tú digas," murmuró. "Siempre pensaste bien de él de todos malditos modos, Alice, negándote
a creer que en realidad podría ser el cretino que resulta ser. Pero lo es, y lo sé porque él me lo
demostró al darme la espalda. Todos en esta ridícula ciudad todavía piensan que el sol sale y se pone
con Edward Cullen, que él no puede hacer nada malo. Es jodidamente extraño." Empezó a juguetear un
poco más con sus dulces, comiéndose unos cuantos en silencio. Alice seguía mirándolo de una forma
extraña. "Bueno, ha sido agradable y todo, pero tengo que estar en la estación de policía antes de que
mi padre quiera mi culo por llegar tarde."

Alice sonrió con tristeza y salió de la cabina para dejarlo salir. Él se puso de pie y se detuvo,
mirándome de forma extraña. Bajó la vista a su mano y cogió uno de los dulces en forma de corazón
que había estado comiendo, poniéndolo sobre la mesa frente a mí. "Tal vez estaba equivocado,
Isabella. Quizás sí eres la chica de un vampiro después de todo... ¿Por qué Cullen? Te va a chupar la
vida."

Se despidió rápidamente de Alice en un murmullo y yo me quedé mirándolo mientras se alejaba,


empujando la puerta con fuerza para abrirla y saliendo del restaurante. Sus palabras extrañamente me
habían recordado algo que Edward había dicho de Jacob la noche del baile de la escuela, de que Jacob
destruía todo lo que tocaba. Estaba claro que ambos guardaban fuertes rencores, tanta hostilidad que
me preguntaba si cualquiera de los dos en realidad podría sobreponerse a lo que había pasado. Bajé la
vista a la mesa, hacia el dulce de corazón de color naranja que Jacob había dejado frente a mí, notando
que tenía algo escrito en él. Lo cogí y lo miré, leyendo las palabras "Habla conmigo". Lo miré
fijamente por un momento más, preguntándome qué había querido decir con eso si es que había
querido decir algo, antes de colocarlo sobre mi plato.

Miré a Alice y vi que me miraba con cautela. Le di una suave sonrisa y ella sacudió su cabeza. "Para
que lo sepas, lo he dicho en serio. Él es diferente ahora, Jacob ya no lo conoce," me dijo. Yo asentí.

"Lo sé, Alice. No te preocupes. No voy a permitir que la opinión de alguien más sobre Edward cambie
la mía. Confío en él," le dije, encogiéndome de hombros. Ella sonrió.

"Bien," me dijo, mirando alrededor. "Y eh, tal vez no quieras mencionarle esto a Edward, porque no
estará muy feliz por ello, ¿sabes? Sé que no le ocultarías cosas pero esto solo lograría molestar a
Edward si se entera. Nada bueno resultará de ello y no tiene tanta importancia. ¿Entiendes?"

Asentí. "Sí, lo entiendo," le dije. Sabía a ciencia cierta que decirle a Edward que Jacob se había
sentado conmigo y más que nada había hablado mal de él solo pondría a Edward furioso, y no tenía
planes de hacerlo. Ya le ocultaba cosas obligada por su padre, tratando de mantenerlo a salvo, por lo
que algo tan trivial como haberme encontrado con Jacob Black no debería importar.

"¿Estás lista para irnos?" Asentí y Alice pagó por nuestro desayuno, lo que me hizo sentir mal porque
tuvo que gastar su dinero en mí. No es como si tuviera a acceso a cualquier cantidad de dinero para
contribuir y ella lo sabía, pero lo mencioné de todas formas. Ella se rio un poco e hizo un gesto con su
mano como si no tuviera importancia, diciéndome que Edward le había dado un montón de dinero
hacía unos días, específicamente para hoy así que el dinero no había salido de su bolsillo. Nos
dirigimos a su coche y condujo hacia la carretera principal, saliendo de Forks. Me dijo que íbamos a la
ciudad de Port Angeles, ya que al parecer allí es donde estaba el spa. Ella conversó durante todo el
viaje y yo escuché contenta, de vez en cuando diciendo una palabra o dos de manera que supiera que
de verdad estaba prestando atención. Habló sobre todo de los chicos Cullen, contándome algunas
historias de ellos a través de los años y me reí un par de veces por su divertido comportamiento.
También me contó unas cuantas historias no tan agradables sobre Edward que podía notar que no
estaba muy segura de compartir conmigo. Ninguna de ellas era necesariamente mala, solo un poco
deprimentes de lo triste y obviamente destrozado que él había estado.

Las manicuras y pedicuras por sí solas no fueron tan incómodas como pensaba que serían. La gente
que trabajaba allí conocía a Alice por su nombre así que me atreví a suponer que ella se lo hacía a
menudo, lo que me calmaba un poco. Solo porque Edward había sugerido que me lo hiciera no
necesariamente significaba algo malo y si Alice lo hacía a menudo era probable que fuera solo otra de
esas cosas que las chicas hacían. Agradecía que él tratara de darme experiencias que las otras chicas
tenían, incluso si eran cosas que yo no encontraba precisamente interesantes. La mujer que me hizo las
uñas y los pies no hizo ningún comentario sobre su estado o incluso no pareció asustada por ello. Ella
trataba con esto todo el día así que me atreví a suponer que tenía que haberse topado antes con otro par
de pies tan estropeados como los míos, de manera que no era nada nuevo para ella. Trabajó con mis
manos y limó mis uñas, poniendo un poco de esmalte transparente sobre ellas para que brillaran.
Comenzó a trabajar en mis pies después de eso, sumergiéndolos en agua caliente y restregándolos con
lo que parecía como un tipo de piedra. No tenía sentido para mí pero no la cuestioné por ello,
pensando que ella sabía lo que estaba haciendo. Apenas lo sentí pero Alice empezó reírse bajito
cuando una de las mujeres hizo los suyos así que pensé que por lo menos no dolía, a pesar de que
parecía lo contrario.

Frotó un poco de loción en mis pies y metió algo entre mis dedos, preguntándome qué color quería.
Por un momento, solo me quedé mirándola, sin saber de qué estaba hablando porque en realidad no
sabía lo que estaba haciendo.

"A Jasper le encanta que me pinte las uñas de los pies," dijo Alice. Miré en su dirección y vi que me
estaba mirando. Al principio asentí, pensando que solo estaba cotilleando sobre su novio, pero me
levantó sus cejas y entendí lo que me había dicho.

"Oh. Sí," murmuré, volviendo mi atención a la mujer que seguía mirándome y esperando que
escogiera un color. "Eh, ¿rojo, supongo?"

Ella sonrió y asintió, poniéndose de pie y alejándose. Le agradecí a Alice en un murmullo por la pista
sutil para que no me diferenciara por mi ignorancia de la situación y la mujer regresó, pintando mis
uñas de un color rojo brillante. Puso un pequeño ventilador y se fue cuando terminó, diciéndome que
dejara que se secaran. Me quedé mirando a mis dedos por un rato después de que hubiese ido,
completamente fascinada por el color en ellos porque nunca antes había usado esmalte.

Alice pagó cuando terminaron con las dos y salimos en dirección a su coche. Ella condujo por la
ciudad hacia una tienda y la seguí titubeante cuando entró, notando que era una tienda de ropa muy
elegante. Se volvió para mirarme y me dijo que eligiera un vestido, prohibiéndome mirar los precios
de las etiquetas. La miré confundida y me explicó que también era otra de las ideas de Edward, que se
suponía que debía llevarme a comprar un lindo vestido. Asentí dudosa y miré alrededor de la tienda,
mordisqueando mi labio inferior por los nervios. Vi un montón que me parecieron bonitos, pero no
tenía idea de lo que realmente se consideraba que estaba de moda. Me volví hacia Alice y le pedí que
simplemente cogiera algo para mí pero me dijo que Edward había insistido que el vestido fuera algo
que yo eligiera personalmente.

Encontré uno blanco a capas con tirantes negros y finalmente lo sostuve en el aire, mirando a Alice
con cautela. Pensé que era realmente hermoso, pero tenía miedo que Alice hiciera una mueca cuando
lo viera. Por suerte no lo hizo, en su lugar sonrió y asintió, quitándomelo. Caminó por la tienda y tomó
unas cuantas cosas extras, diciendo que Edward solo había especificado que yo eligiera el vestido, así
que tenía una laguna para comprar el resto.

Pagó y nos fuimos, dirigiéndonos de vuelta a Forks. Esperaba que Alice me llevara de vuelta a la casa
de los Cullen, pero en lugar de eso tomó una calle lateral en la ciudad. Mi ceño se frunció por la
confusión cuando se detuvo en una casa sencilla de dos pisos con el exterior de ladrillo,
preguntándome qué íbamos a hacer. Ella vio mi expresión y me explicó que era su casa, que nos
íbamos a arreglar allí, una vez más anunciando que era idea de Edward. Accedí con escepticismo y
seguí a Alice dentro, sorprendida de lo hogareño que era el lugar. Con la actitud jovial y alegre de
Alice casi esperaba que el interior fuera artístico y con un decorado exclusivo de colores brillantes, de
manera que los marrón claro y blancos combinados con absoluta sencillez me tomaron desprevenida.

Fuimos a la habitación de Alice y sonreí cuando entré, al darme cuenta que la había interpretado
bastante bien después de todo. Estaba decorada con brillantes colores neón, rosa y verde en su mayor
parte, y tenía obras de arte por todos lados. Mis ojos se posaron en pintura de ballet que le había
regalado para navidad, que estaba colgada en la pared junto a su cama, y de inmediato sentí una oleada
de orgullo de que realmente le hubiera gustado.

Alice me entregó algunas prendas interiores y una bata, diciéndome que entrara a su baño y me
duchara. Hice lo que me pidió, sintiéndome un poco extraña al usar su ducha. Salí y me sequé cuando
hube terminado, poniéndome las bragas y el sujetador negro. Me puse la bata y entré de nuevo en la
habitación de Alice, notando que se había puesto un vestido rojo. Me hizo un gesto con la mano para
que me sentara frente a un enorme espejo e inmediatamente empezó a trabajar en mi cabello, secando
y rizándolo.

"¿Puedo preguntarte algo?" Pregunté después de un rato, mirándome en el espejo. Ella miró mi reflejo
en él y asintió cuando hice contacto con sus ojos. "¿Por qué hacemos esto hoy?"

Me miró por un segundo, su ceño fruncido por la confusión. "Porque es lo que se hace en el día de San
Valentín," me dijo, encogiéndose de hombros. Me quedé mirándola confundida.

"¿El Día de San Valentín?" Pregunté, sin saber exactamente qué era eso. Ella me miró boquiabierta, al
parecer atónita.

"¿Nunca has oído hablar del día de San Valentín?" Preguntó en voz baja. Sacudí mi cabeza titubeante,
diciéndole que si lo había hecho seguramente no podía recordarlo. Ella suspiró. "Es el día de los
enamorados, cuando la gente muestra su amor entre ellos."

Estaba un poco sorprendida por sus palabras, sin siquiera tener idea que una festividad como esa
existiera. "¿Y por eso Edward quiso que hiciera esto hoy?" Pregunté. Ella sonrió y asintió.

"Realmente se está esforzando por hacer de tu primer día de San Valentín algo memorable," me dijo.
"Él tampoco había celebrado este día antes." Yo sonreí.

"Eso es dulce de su parte," le dije, agradecida de que él estuviera tratando de hacer algo lindo por mí
para demostrar que me amaba, en especial si estaba fuera de su elemento haciéndolo. "¿Jasper hace
cosas para ti?"

Ella asintió. "Por supuesto, Jasper es del tipo romántico. Probablemente me llevará a cenar y a bailar
porque sabe que me gustan ese tipo de cosas, y me bañará con joyas porque amo las joyas. Después de
eso, bueno... probablemente tengamos sexo durante toda la noche." Mis ojos se abrieron por la
sorpresa y se rio. "¿Eso ha sido demasiada información?"

Sonreí con timidez y negué con la cabeza. "No, solo que me ha tomado por sorpresa. Me refiero a que,
vivo con los chicos Cullen. Ellos en realidad no se retraen sobre el tema así que he oído sobre ello," le
dije. Rodó los ojos y empezó a pasar sus dedos por mi cabello, soltando un poco los rizos que había
hecho.

"Para que sepas, yo no confiaría mucho en sus charlas de sexo. Son chicos, les gusta exagerar y hacer
que la gente crea que el "sexo divertido" lo es todo," dijo, rodando los ojos por lo de 'sexo divertido',
usando sus dedos para hacer comillas y enfatizarlas. "Supongo que no es varonil admitir que le hacen
el amor a sus chicas," me dijo, negando con su cabeza.

Miré con curiosidad a su reflejo. "¿Hay alguna diferencia?" Pregunté, imaginando que todo sexo
consensuado era lo mismo. Ella me miró sorprendida.

"Por supuesto que hay una diferencia. Puedes tener sexo con cualquiera y disfrutarlo, pero tienes que
amar de verdad a la persona para ser capaz de hacer el amor con ella. El sexo es solo placer físico,
pero hacer el amor es físico y emocional. No estoy totalmente en contra de los rapidines o tontear, ya
sabes, lo divertido es agradable. Pero nada es mejor que hacer el amor," me dijo, encogiéndose de
hombros.

"No puedo creer que Edward no te haya explicado esto."

"Bueno, él me dijo que el sexo consensuado no es el mismo tipo de sexo que cuando es forzado," le
dije. "Y dijo que no se trataba solo de, eh... de que el tipo metiera su cosa dentro... sino que se trataba
de venerar y amar o algo así." No pude recordar las palabras exactas que él había usado para
describirlo pero era algo parecido a eso.

Alice sonrió. "Sí, lo es," me dijo. "Jasper fue mi primero, ¿sabes?"

"¿En serio?" Pregunté. Ella asintió.

"Sí. Nunca quise a nadie más que no fuera Jasper," me dijo. "Él es el único que siempre querré. Él me
ama de verdad."

Sonreí y ella terminó de toquetear mi cabello, agarrando una bolsa. Sacó unas medias que subían hasta
mis muslos y algo así como un cinturón de encaje que ella llamó liguero, con pequeñas pinzas en él
que sujetaban las medias. Me lo puse y ella me ayudó a colocarlo antes de arreglar su cabello. Me
senté con cuidado sobre su cama, observándola por un momento.

"¿Puedo preguntarte algo, Alice?" Pregunté. Me miró por el espejo y asintió. "¿Cómo supiste que
estabas lista para, eh, hacerlo con Jasper?"

Pareció sorprendida por mi pregunta. "Um, supongo que solo lo supe. No fue como si fuera algo
planeado o algo así, solo llegó un momento cuando miré a Jasper y todo encajó a la perfección. Supe
en ese momento que quería que me hiciera el amor, que era lo correcto. Sé que suena como que me lo
estoy inventando, pero es verdad. Nunca deberías apresurarte a nada, cuando sea el momento
simplemente lo sabrás."

Asentí y le agradecí en un murmullo. Sus palabras tenían sentido considerando que últimamente algo
se había sentido extraño por alguna razón. Me dijo que de nada, diciéndome que podía preguntarle lo
que quisiera, que no tenía que sentirme avergonzada de hablar con ella de esas cosas porque todas
necesitábamos amigas a las que acudir para hablar de chicos. Alice terminó de arreglarse y procedió a
ponerme un poco de maquillaje, dando algunos retoques de último minuto a mi atuendo. Le echó un
vistazo al reloj después de un rato, indicando que era momento de llevarme de vuelta a la casa de los
Cullen porque Edward ya estaría en casa esperando verme.

Llegamos a la casa y Alice me deseó que pasara una buena tarde cuando salí del coche. Le agradecí
por pasar el día conmigo, ya que en realidad había disfrutado el tiempo que pasamos juntas. Me dijo
que en cualquier momento que quisiera pasar el rato que solo la llamara y ella estaría allí, antes de
alejarse en el coche. Me dirigí a la puerta principal, un poco nerviosa porque el coche de Edward
estaba en la entrada por lo que definitivamente estaba en casa. Abrí la puerta y miré hacia el vestíbulo,
parándome en seco cuando mis ojos se posaron en Edward.

Estaba de pie, inmóvil, vestido algo formal y viéndose tan guapo como siempre. Lo miré, sin poder
descifrar lo que él estaba sintiendo porque su expresión no revelaba nada. No tenía idea de lo que
pensaba de cómo me veía y estaba muy nerviosa porque nunca antes había usado un vestido. Nunca
había tenido una razón para usar uno y pensé que era bonito, y Alice me había dicho que me veía
preciosa, pero lo que realmente me importaba era lo que Edward pensase. Era ridículo pero quería
impresionarlo prácticamente hasta el punto de hacerlo sentir orgulloso de estar conmigo. Algunas de
esas chicas con las que él había estado en el pasado eran espectaculares y por lo general yo me sentía
simple en comparación, a pesar de su insistencia en que era hermosa. No quería decepcionarlo
considerando que había sido tan dulce como para querer que pudiera arreglarme para el día de San
Valentín.

No podía entender por qué solo estaba parado allí, mirándome, su mirada penetrante haciéndome
sentir aún más nerviosa al pasar los segundos. Pero después de un momento sonrió con su sonrisa
encantadora, haciendo que mis labios se curvaran involuntariamente. Entré, relajándome un poco
cuando porque al menos parecía complacido. Se acercó a mí y me dijo unas palabras en italiano, el
acento en ellas hizo que mi corazón latiera con fuerza y me tendió la rosa roja que llevaba en la mano.
La cogí con cuidado, casi abrumada ya que nunca nadie me había regalado una flor. Era muy simple
pero significaba mucho para mí.

Me deseó un feliz día de San Valentín y me dijo que teníamos planes para la noche, lo que me
sorprendió un poco porque yo me había imaginado que el vestido y demás eran mi sorpresa. Después
de un par de minutos y de besos nos pusimos en marcha, saliendo a la carretera que ya sabía para
entonces que conducía a Port Angeles. Se detuvo frente a un edificio el cual me explicó era una galería
de arte. Estaba un poco sorprendida de que Edward quisiera entrar a una galería de arte, todavía más
asombrada cuando me dijo que era gratis. Simplemente no me pareció que fuera algo en lo que
Edward estaría interesado, pero tuve que preguntarme si solo lo había escogido porque había pensado
que me gustaría. Que lo estaba haciendo solo por mí. Independientemente de eso, fue asombroso y
disfruté cada segundo de ello, el ambiente relajado distendió lo que quedaba de mi nerviosismo por
esta noche.

Habló sobre mí yendo a la escuela, lo que me dejó aturdida porque en realidad nunca se me había
pasado por la mente que la escuela alguna vez de verdad fuera una opción para mí. Entonces pasó a
decir lo estupendo que era mi arte, cómo algún día podía tener mis propias creaciones expuestas en
una galería. El concepto me dejó atónita, que en realidad pudiera ser así de talentosa en algo.

Después que dejamos la galería de arte él condujo por la ciudad hacia una enorme mansión blanca en
medio de un prado, completamente aislada de todo. Me informó que había reservado el todo el lugar
por esa noche, sorprendiéndome aún más por el gesto. Ni siquiera podía imaginarme cuánto le habría
costado pero sabía muy bien que no debía preguntar, recordando como él parecía casi incómodo
cuando le pregunté sobre dinero en la galería.

Edward había planeado para mí un picnic al aire libre y nos acomodamos en el prado, nos deleitamos
con la comida y tonteamos un poco, solo pasando el tiempo juntos. Hablamos de todo lo imaginable,
los dos contándonos un poco más sobre nuestros padres y las cosas por las que habíamos pasado. Fue
agradable, estar los dos juntos en lo que se sentía casi como un terreno neutral. Me sentí como si en
verdad fuéramos iguales, solo dos adolescentes enamorados y deseando estar juntos. Fue tan
sorprendente, sentirse casi normal y parecida a una chica ordinaria.

Edward había hecho eso por mí, me lo había regalado. Me hizo olvidar el mundo exterior y todas las
complicaciones, todo lo que trataba de separarnos y que potencialmente todavía podía hacerlo. Él
creía en mí y deseaba dar todo lo que tenía y luchar por lo que fuese que tuviéramos, y eso significaba
más para mí de lo que alguna vez él comprendería.

Edward era el primero que de verdad luchaba por mí como persona. Han habido personas que han sido
posesivas conmigo como propiedad, como el doctor Cullen parecía serlo, pero no alguien que de
verdad luchara por mí, por lo que hay en mi interior. Luchaba por quién era yo y no por lo que era, y
puede que fuese una pequeña diferencia a los ojos de la mayoría pero era enorme para mí. Mi propia
madre nunca pudo de verdad luchar por mí. Ella esperó y soñó, deseó y rezó por mí, pero lo único que
no pudo hacer fue pelear. Estaba tan indefensa como yo.

Pero Edward no estaba indefenso y estaba preparado para luchar. Acostada en esa manta con él,
mirando a las estrellas, podía sentir lo entregado que estaba a nuestra relación. Sabía que solo estaba
fuera de su elemento con ella como yo lo estaba, pero estaba poniendo todo su esfuerzo cuando en
realidad no tenía que hacerlo. Pero quería hacerlo y el hecho de que llegara a tales extremos para
hacerme sentir especial hacía que mi amor por él creciera enormemente.

Empezó a llover después de un tiempo y nos encaminamos al interior. Edward señaló la canasta que
tenía, el orgullo en su voz era evidente. De inmediato me pregunté si la había comprado él solo y
supuse que probablemente sí, si había ido tan lejos como para mencionarlo. Me pregunté lo difícil que
había sido eso para él con lo quisquilloso que era. Me dijo que podía quedarme con la canasta cuando
le dije que siempre me habían gustado y fue un gesto insignificante, pero para mí significó mucho,
que tan gustosa y ansiosamente me hubiera dado algo que sabía me haría feliz.

Entramos antes de que realmente empezara a llover y Edward dijo que tenía algo que quería tocar para
mí. Podía percibir su nerviosismo cuando nos sentamos y me sorprendió, ya que por lo general se veía
muy seguro de sí mismo. Lo había oído tocar antes, así que sabía que era inmensamente talentoso y no
tenía razón para preocuparse. Dijo que era la melodía que había tocado en Navidad, la que yo había
inspirado, y me sentí abrumada por el amor que sentía mientras estaba allí sentada, escuchando. Era
sorprendente que yo hubiera sido la inspiración para una melodía como esa y cuando le dije que era
hermosa él me dijo que lo era porque yo era hermosa. Solo escuchar esas palabras hizo que mi corazón
revoloteara, y le pedí si podía tocar algo más para mí. Dudó, como si estuviera debatiéndose en
hacerlo o no, pero después de un momento me dijo que tocaría una melodía que le recordaba nuestra
relación.

"Cerré los ojos y sonreí, sabiendo que todo estaba bien. Hasta el centro. Así que cierra esa puerta.
¿Está pasando esto?" Empezó a cantar, su voz era suave. Dijo que era malo cantando pero era obvio
para mí que no tenía idea de lo que estaba hablando, ya que su voz era hermosa.

"Mi aliento está en tu pelo. No estoy consciente, que abriste las persianas y dejaste entrar la ciudad.
Dios, tú tomas mi mano, y nos quedamos ahí, solo viendo todo." Me quedé mirándole fijamente,
sorprendida por lo dulce que era la canción. Nunca la había escuchado antes y sonreí ante el hecho de
que hacía a Edward pensar en nosotros.
"Y lo supe desde el principio, así que mis brazos están abiertos. Tu cabeza está en mi estómago y
estamos luchando por no dormir. Aquí estamos en el balcón de este piso dieciocho. Los dos estamos
volando."

Con solo ver flotar sus dedos por las teclas, la melodía sonando y mezclándose con la dulce letra hizo
que mi corazón latiera con fuerza, se me puso toda la piel de gallina.

"Así que hablamos sobre nuestros padres y madres, sobre pasados familiares, solo para saber de dónde
venimos. Nuestros corazones expuestos para que todos los vean. No puedo creer que esto me esté
pasando a mí."

La emoción burbujeaba en mi interior, esas palabras me golpearon con fuerza y mis ojos se llenaron
de lágrimas. Definitivamente éramos nosotros, los dos abriéndonos cuando a ambos se nos hacía
extremadamente difícil. Los dos teníamos pasados destrozados, los dos habíamos sido lastimados
enormemente por eso habíamos conectado y nos entendíamos el uno al otro. Éramos tan vulnerables a
pesar de nuestro fuerte exterior y nos la estábamos jugando en serio al dejar al otro entrar,
permitiéndonos ser consumidos por el amor. Pero era lo correcto, se sentía así...

"Y levanté mi mano como si fuera a mostrarte que era tuyo, que soy todo tuyo para que me tomes,
sigo siendo tuyo para que me tomes. Fue entonces cuando sentí el viento soplar, agarré la baranda
mientras esas palabras que quería decir se quedaron en mi garganta y entonces me besaste..."

Cuando las palabras salieron de sus labios lo supe. Era el momento. Y finalmente entendí exactamente
lo que Alice había estado diciendo antes sobre que cuando el momento fuera el correcto simplemente
lo sabría. Porque en ese momento lo sentí, y mientras él lo decía supe sin lugar a dudas que era lo
correcto. Era suya para que me tomara, y quería que me tuviera, todo de mí.

Me miró y se quedó inmóvil, la música cesó. De inmediato levantó su mano, la punta de sus dedos
rozando mi mejilla. Solté un suspiro tembloroso y me di cuenta que estaba llorando, levantado mi
mano toqué la suya en mi rostro.

"Te amo, Edward Cullen," le dije en voz baja, sintiendo en ese momento el amor más intenso que
nunca antes había sentido. Se quedó mirándome brevemente antes de decirme que también me amaba,
absolutamente sin ningún titubeo o vacilación en sus palabras. Le pedí si podíamos ir arriba y accedió,
poniéndose de pie y conduciéndome por las escaleras, abrió una de las puertas y entré, paralizándome
cuando vi el sutil resplandor de luz amarilla y rosas por todos lados, incluso sobre la cama. Era
deslumbrante, muy romántico y hermoso, y solo incrementó la sensación dentro de mí que gritaba que
era el momento que había estado esperando.

Agarré una de las rosas del florero y fui y me senté en el borde de la cama mientras Edward ponía algo
de música. Las emociones que surgían de mí eran intensas y traté de contener las lágrimas que estaban
provocando pero fue inútil. No estaba segura de cómo hacerlo, cómo mencionarlo o si él siquiera se
sentiría cómodo con ello, si incluso lo deseaba porque solo unos cuantos días atrás se había dicho a sí
mismo que el momento no era el correcto. Estaba preocupada de que todavía se sintiera de esa forma,
pero por otro lado hacía solo unos días yo también había sentido que el momento no era el correcto.
Pero ahora, en este momento, simplemente lo era.

Edward se acercó y se puso de cuclillas frente a mí, preguntándome si estaba bien. Asentí porque
estaba mucho mejor que solo bien. Estaba perfecta. Se lo dije y estuvo de acuerdo, poniéndose otra
vez de pie y presionando sus labios a los míos. Me acosté en la cama y se inclinó sobre mí, besándome
apasionadamente. Podía sentir mi deseo incrementándose, tomando el control de mi cuerpo cuando la
electricidad se disparó a través de mí en todas direcciones. Pasé las manos por su cabello y él se
apartó de mis labios, su boca se fue hacia mi cuello. Estaba nerviosa pero mi deseo por él en ese
momento superaba la ansiedad que sentía, y balbuceé las palabras, pidiéndole que me hiciera el amor.
Porque eso era exactamente lo que deseaba. Quería que me hiciera el amor, a mí por completo, no solo
a mi cuerpo. Quería unirme a él en cada forma imaginable, sentir cada centímetro de su cuerpo, alma
y espíritu. Él se tensó y me miró, y pude ver la sorpresa y vacilación en sus ojos. Pareció congelarse
por un momento, ya que obviamente lo había tomado por sorpresa, pero rápidamente le dije 'por favor'
antes de que su indecisión lo llevara a rechazarme. Necesitaba que supiera que era lo que realmente
deseaba, ya que nunca antes había deseado nada tanto como lo deseaba a él en ese momento.

Me preguntó si estaba segura y asentí, diciéndole cómo me sentía. Que era el momento, y que
estábamos haciendo lo correcto. No estaba segura si lo había entendido pero en realidad era la única
forma en que podía describirlo en ese momento. Él asintió y me miró intensamente, con tanto amor y
compasión en su expresión. Se inclinó y me besó suavemente, y supe en ese momento que me había
comprendido. También sentía lo que yo sentía en ese momento.

Me tocó y besó por un momento, antes de apartarse y ponerse de cuclillas frente a mí. Empezó a
quitarme la ropa, depositando besos en mi piel a medida que dejaba expuesto mi cuerpo. Me dijo que
podía cambiar de opinión antes de quitarme mi vestido, y sabía que podía hacerlo y él retrocedería sin
hacer ninguna pregunta, pero también sabía que no lo haría. Porque nunca habría un momento más
perfecto que en el que estábamos. Sin embargo, mi amor y devoción no hacían nada por acabar con
mis nervios, porque no tenía idea de lo que estaba haciendo o qué esperar realmente. Él me estaba
desnudando así que extendí mis manos y empecé a desabotonar su camisa, tratando de hacer a un lado
mi ansiedad. Me detuvo y me dijo que me relajara, que éramos solo nosotros dos, solo Edward y Bella.
Quitó mis manos de su camisa, diciendo que quería venerarme y sonreí por la palabra. Me habían
hecho muchas cosas antes, pero venerarme no había sido una de ellas. Asentí y terminó de
desvestirme, pasando sus manos por mi cuerpo mientras lo hacía. Después de que quedé
completamente desnuda, me dijo que me recostara y murmuró algo en italiano. No tenía idea de lo que
significaba pero era hermoso escucharlo, el sonido haciendo que mi deseo se incrementara.

Me recosté y empezó a degustarme, enviando chispas por mi cuerpo. Me sentía increíblemente y podía
sentir mis músculos relajarse y mi cuerpo soltándose al mismo tiempo que él me lamía y
mordisqueaba. Empujó algunos de sus dedos dentro de mí e incrementó el ritmo, enviando a mi
cuerpo en un rápido orgasmo en espiral. Se desvaneció después de un momento y quedé tumbada en la
cama, temblando y jadeando. Él se apartó y se puso de pie, comenzando a quitarse la ropa. Mis nervios
se estaban alterando de nuevo a medida que se desvestía hasta quedar desnudo y luché para mantener
mi cuerpo bajo control. Me dijo cuando iba a la mitad que podía detenerse y le dije al instante que no
quería, ya que estaba más segura de esto que de cualquier cosa en mi vida.

Me moví para quedar acostada en medio de la cama y su figura desnuda se cernió sobre mí, besando
mi boca y mi cuerpo, acariciando mi piel. Me susurró en italiano, sus palabras y caricias enviándome
en un torbellino de deseo. Balbuceó algo sobre un condón y le pregunté si era necesario, cierto que no
del todo segura. Me pude dar cuenta que estaba nervioso sobre el tema pero le aseguré que confiaba en
él, porque así era. Pareció aliviado por mi respuesta y empezó a besarme y acariciar mi cuerpo de
nuevo por un momento, poniéndome realmente excitada. Se levantó un poco y lo vi meter su mano
entre nosotros y agarrarse con ella, el movimiento hizo que mi corazón latiera furiosamente. Me dijo
que iba a hacerlo despacio y con suavidad, y estaba nerviosa pero lo deseaba desesperadamente.
Quería sentirlo y estar con él, quería que los dos compartiéramos este momento.

Bajó la vista y empujó mis piernas para abrirlas aún más, alineándose. Empezó a empujar dentro de
mí y pude sentir cómo me iba expandiendo, la sensación no era dolorosa pero sí un poco intimidante.
Se liberó para recostarse sobre mí y lo envolví en mis brazos con fuerza, una docena de emociones
diferentes pasaron por mi cuerpo. Él empujó más y se detuvo, diciéndome que iba a doler pero que me
agarrara a él con fuerza, y que pasaría, le dije que estaba bien y afiancé mi agarre, nerviosa por esta
parte. Empujó hacia adelante otra vez y un dolor agudo atravesó mis partes íntimas. No fue el peor
dolor que alguna vez había sentido, ni siquiera se acercaba, pero era más intenso de lo que esperaba
que fuera. Grité y me tensé, el área empezó a palpitar un poco, y Edward detuvo sus movimientos de
nuevo. Empezó a besar mi cuello y comenzó a decir muchas cosas en italiano, y me tomó un momento
darme cuenta que era el mismo poema que le había pedido que me recitara el otro día pero que no
había podido recordar. Me concentré en lo que estaba diciendo, en lo hermosas que se escuchaban las
palabras viniendo de sus labios. Era una gran distracción y sentí mi cuerpo relajarse después de un
momento, el dolor pasó rápidamente, el palpitar se atenuó.

Le dije que estaba bien y comenzó a moverse de nuevo. "Eso ha sido hermoso," susurré después de un
momento y él bromeó preguntándome si me estaba refiriendo al poema o a la penetración. Su pregunta
me sorprendió, pero estaba agradecida por ella, que aún en un momento como este Edward fuera él
mismo. Trató de retractarse, diciendo que estaba tratando de ser romántico pero le dije que no
necesitaba eso. No necesitaba que fingiera en nada para mí, quería a su verdadero yo en todo
momento. Lo amaba por cómo era él y no quería que cambiara nunca la persona que era en su interior,
porque esa persona era asombrosa.

Cuanto más se movía Edward, más intensas se hacían las sensaciones. Era un poco incómodo al
principio hasta que las palpitaciones desaparecieron por completo, el placer aumentó y mitigó todo lo
demás. Podía sentirlo llenarme por completo y casi sentí nostalgia cuando salió de nuevo, el vacío
dentro de mí tanto emocional como físico llenado una vez más cuando volvió a penetrarme. Estaba
jadeando a medida que la electricidad por nuestra unión recorrió cada centímetro de mi cuerpo. Fue
sorprendente y desgastante.

"Solo a ti. Siempre serás solo tú, Edward," jadeé después de un momento, necesitando que supiera eso.
No había nadie más para mí y sabía que nunca nadie más me haría sentir de la forma en la que él lo
hacía. La electricidad que sentía era única, no existía más allá de nosotros. Nunca podría entregarme a
nadie más, no después de sentir lo que estaba sintiendo. Él gruñó en respuesta y continuó entrando y
saliendo de nuevo, enviando placer a través de mi cuerpo.

"Toda mía," dijo finalmente, sin aliento. "Ni siquiera sabes lo jodidamente apretada que estás cariño.
Jamás nada volverá a ser tan bueno como esto, nada podría sentirse tan bien como tú."

Sus palabras causaron un cosquilleo en mi piel, que el amor revoloteara en mi interior. Mis manos
comenzaron a pasearse por su cuerpo, con la necesidad de sentirlo. Era abrumador, él dentro de mí y
su cuerpo presionado contra el mío. Podía sentir la ligera humedad del sudor de su piel y escuchar las
arduas respiraciones que realizaba mientras me penetraba y salía de mí. Alcanzó mi mano y la tomó,
entrelazando nuestros dedos. No pude detener los sonidos que escapaban de mi garganta, mi cuerpo
reaccionando poderosamente a sus gemidos y gruñidos. Él me abrió aún más y comenzó a empujar
más profundo, haciendo que todo se intensificara.

"Te amo," sintiendo mis ojos llenarse de lágrimas por todo lo que estaba experimentando. Se sentía
mejor de lo que nunca había imaginado que se sentiría, la euforia de estar con él y el éxtasis físico
sobrepasando todo lo demás. No importaba nada más que él, no me preocupaba nada más que
nosotros. Él era mi mundo, mi vida, y le estaba entregando cada centímetro de mí y esperaba con todo
lo que tenía que lo tomara y lo conservara.

"Ti amo," me dijo. "Demasiado. Dios, te amo demasiado." Sus palabras enviaron un escalofrío por mi
espalda tan intenso que empujé mis caderas y gemí con fuerza. Podía escuchar la pasión en su voz, su
amor inquebrantable. Lo decía en serio, no dudaba ni una sola sílaba de esas palabras. Me amaba,
tanto como yo a él, y me estaba haciendo el amor. Alice había tenido razón, era mucho más que solo
una unión física. Era espiritual y emocional. Lo podía sentir en mi alma, hasta llegar a los huesos. Me
estaba consumiendo por completo, adueñándose de cada célula de mi cuerpo. Era suya y siempre sería
suya. No había vuelta atrás para mí, no había forma de salir de esto. Ahora lo necesitaba como el aire
que respiraba, no podría sobrevivir en un mundo donde no existiera Edward Cullen. Él era mi luz en la
oscuridad, mi chispa.

"Por favor, no me dejes nunca," le dije al mismo tiempo que las lágrimas empezaron a derramarse de
mis ojos, la emoción de todo era demasiada para contenerla. Tenía tanto miedo de perderlo ahora que
lo tenía, miedo de perder estas sensaciones. Él gruñó en respuesta, el sonido fue apasionado y
primitivo.

"Jamás," dijo de inmediato, con voz enérgica. "Nunca voy a dejarte. ¿Sientes esa mierda, Bella? Nos
pertenecemos."

Gemí. "Sempre," le dije con voz temblorosa. Se había convertido en nuestra palabra favorita desde que
la había usado en ese primer mensaje de texto. Sempre. Él era mi para siempre.

Bajó su mano y empezó a frotarla contra mí mientras continuaba entrando y saliendo de mí, mi cuerpo
estaba encendido. Cada centímetro de mi piel estaba chispeando, sentía mi interior como si estuviera
en llamas. El placer era más allá de cualquier cosa que hubiera imaginado que alguna vez
experimentaría y podía sentir la tensión acumulándose en mi interior.

"Sempre," declaró, su voz resuelta y poderosa. "Para siempre, Isabella. Joder, moriría sin ti. No
sobreviviría si alguna vez te alejas de mí."

Mi respiración se detuvo cuando comprendí sus palabras, mi cuerpo se puso rígido cuando la tensión
aumentó y explotó, reverberando por mi cuerpo. Grité por la sensación, ya que el orgasmo fue más
fuerte de lo que jamás había sentido antes, la sensación de mi cuerpo convulsionándose mientras él
estaba dentro de mí era asombrosa. Arqueé mi espalda a medida que me atravesaba y él siseó,
soltando maldiciones y diciéndome lo bien que se sentía. Sus palabras hicieron que mi orgasmo
perdurara, el hecho de que lo estaba haciendo sentir tan bien como él me hacía sentir provocó que las
sensaciones dentro de mí se intensificaran todavía más.

Después de que mi orgasmo se calmara, me relajé en la cama y traté de controlarme mientras él


continuaba haciéndome el amor. No era capaz de formar un pensamiento coherente o incluso controlar
mi respiración, ya que cada parte de mí estaba siendo consumida y rebasada por la esencia de Edward
Cullen. Era sorprendente, casi mágico. Agarró mi otra mano, entrelazando nuestros dedos,
presionando aún más su cuerpo en el mío. Podía sentir cada centímetro de él mientras se deslizaba
contra mí, el sonido de sus movimientos mientras me penetraba causando estragos en la pequeña pizca
de control que me quedaba. Abrió más mis piernas y se empujó más profundo, la sensación era casi
insoportable, pero no era un dolor malo. Solo era intenso e incrementó aún más la electricidad, el
placer multiplicándose. Las lágrimas comenzaron a derramarse otra vez por las comisuras de mis ojos
y contuve un sollozo, completa y totalmente abrumada. Mi cuerpo estaba temblando por el deseo y él
empezó a empujar con más fuerza, sus movimientos más rápidos. Su respiración era dificultosa y
podía sentir sus manos temblar mientras sostenía las mías con más fuerza. Estaba claro que estaba
abrumado como yo por esto, y me pregunté si en realidad podía sentir lo mismo que yo. Me
preguntaba si sentía la plenitud, la totalidad. Desde que tengo memoria siempre me había sentido
dañada pero ahora me sentía casi... intacta.

Sentí a Edward tensarse, su hombría sacudiéndose dentro de mí al mismo tiempo que algo caliente
empezó a escurrirse en mi interior. Gritó en mi cuello, gruñendo con fuerza, el sonido primitivo envió
chispas por mi cuerpo que a su vez hizo que la tensión en mí se incrementara. Empujó duro, más duro
que antes, estrellando su pelvis contra la mía. Envió una sacudida de dolor a través de mi cuerpo que
al parecer desencadenó la tensión y mi cuerpo estalló en un orgasmo una vez más. Me aferré a las
manos de Edward con fuerza, gritando. Entró en mí un par de veces más, cada golpe más lento que el
anterior, antes de que finalmente se detuviera, después de que mi orgasmo se calmara. Se quedó
dentro de mí, recostado encima de mí y soltó mis manos. Lo abracé con fuerza, disfrutando de la
sensación de su cuerpo caliente sobre el mío. Podía olerlo, su aroma natural mezclándose con el olor
del sudor por el sexo, y podía sentir su respiración temblorosa cuando su pecho vibraba. Las lágrimas
seguían corriendo por mis ojos y traté de detenerlas, pero todavía carecía del control sobre mi cuerpo.

Finalmente se levantó, saliendo de mí. Los dos hicimos un sonido por la pérdida de contacto, y él me
miró, congelándose.

"¿Estás bien?" Preguntó, pareciendo preocupado. Sonreí y rozó mis mejillas con la punta de sus dedos
mientras yo asentía.

"Perfecta," susurré, ya que era la única palabra que era capaz de conseguir sacar de mi cerebro y de
hacer que mis labios cooperaran y murmuraran. Sonrió y besó mis labios con suavidad, rodando sobre
su espalda y llevándome con él. Me acurruqué contra su cuerpo y coloqué mi mano sobre su pecho,
mientras él empezaba a frotar mi espalda suavemente. Su piel estaba caliente y podía sentir el subir y
bajar de su respiración y el ligero latido de su corazón a medida que la sangre era impulsada por todo
su cuerpo. Nos quedamos en silencio, solo tocándonos, sin que ninguno de nosotros tuviera que hablar
porque lo que acabábamos de hacer lo había dicho todo por nosotros. Ahora éramos uno.

Escuché los suaves ronquidos de Edward un rato, lo que por lo general hacía solo cuando estaba más
que agotado, y finalmente me quedé dormida. Dormí profundamente y sin soñar nada, despertando
cuando la luz del sol entró a raudales por la ventana. Me senté e hice una mueca por lo dolorido de mi
cuerpo, la mayor parte centrada entre mis piernas. Miré instintivamente hacia la fuente de la
incomodidad, congelándome y mis ojos abriéndose por la conmoción cuando vi la mancha de sangre
seca bajando por mi muslo interno. Jadeé y me moví rápidamente, asustada de que me hubiera llegado
mi periodo o algo así, pero no vi nada por ninguna parte sobre la manta.
"¿Qué pasa?" La pastosa voz preguntó junto a mí. Miré en su dirección de inmediato para ver a
Edward mirándome con recelo, al parecer todavía medio dormido. Solo me quedé mirándolo, sin saber
qué decir que no nos avergonzara a los dos por completo. Me miró un poco más antes de gruñir y
sentarse rápidamente, pasando las manos por su rostro en exasperación.

"¿Qué pasa, Bella?"

"Eh, es solo que," empecé a decir bajando la vista de nuevo a mi muslo antes de volver a mirar a
Edward. Su ceño se frunció por la confusión y bajó la vista a mi regazo, sus ojos se ampliaron un poco
cuando lo vio.

"Oh," dijo en voz baja, mirando fijamente a mi pierna por un segundo antes de volver a mirarme.
"Probablemente debería haber mencionado que las vírgenes normalmente sangran la primera vez,
¿eh?"

Mis ojos se abrieron por la sorpresa. "¿Lo hacen?" Pregunté. Él asintió, sus labios curvándose hacia
arriba en una sonrisa. Sonreí en respuesta y sentí la sangre apresurarse a mis mejillas de la
humillación de casi ponerme frenética por nada.

"Awwww, no te avergüences, tesoro," dijo en voz baja, extendiendo su mano y pasándola por mi pecho,
entre mis senos. "Aunque ese sonrojo es hermoso."

Mi sonrojo se intensificó por sus palabras y rio entre dientes, sacudiendo su cabeza. Se inclinó hacia
mí y presionó sus labios en los míos, empujándome de nuevo de espaldas sobre la cama y subiendo
sobre mí. Di unas risitas en su boca ya que prácticamente me inmovilizó. Me besó profundamente y lo
envolví con mis brazos, atrayéndolo más hacia mí al mismo tiempo que nuestras lenguas comenzaron
a unirse. Gruñó contra mis labios después de un momento y se presionó contra mí, su hombría
poniéndose más dura. Gemí cuando se frotó contra mi centro, enviando chispas por mi cuerpo. Lo hizo
de nuevo y gemí con más fuerza, subiendo mi mano por su espalda y agarrando su cabello.

Se apartó de mis labios, su respiración un poco dificultosa por su excitación. "¿Estás dolorida?"
Preguntó en voz baja, otra vez presionándose contra mí. Gemí cuando frotó contra mi centro y dudé en
responder antes de hacerlo solo con un murmullo. Estaba dolorida pero era obvio que él estaba
excitado y me deseaba, y me gustaba que él me deseara. El que no diera una verdadera respuesta a su
pregunta hizo que se apartara para mirarme, con una expresión sombría en su rostro.

"Nunca hagas eso, ¿me oyes?" Dijo enfáticamente. "Esta mierda es seria, Bella. No quiero lastimarte.
Joder, me destrozaría si te lastimara ."

Lo miré por un momento antes de asentir. "Lo siento," murmuré. "Yo solo... sé que estás, eh... que
quieres..." Tartamudeé un poco, sin saber cómo decirlo apropiadamente. Suspiró y pasó la mano por su
cabello. "¿Recuerdas cuando estuvimos juntos por primera vez, cuando te dije que no deseaba a otra
chica más que a ti y tú te asustaste y esa mierda, porque pensaste que esperaba sexo?" Preguntó,
mirándome inquisitivamente. Yo asentí. "¿Qué te dije entonces?"

Me quedé callada, pensando en ese momento. "Dijiste que haríamos lo que yo quisiera, que no tenías
expectativas," le dije, muy segura de que estaba en lo correcto. Él asintió.
"¿Y?"

"Y..." Hice una pausa, recordando la conversación en mi mente . "¿Que no tuviera sexo contigo solo
porque tal vez tú lo quisieras?"

Él asintió de nuevo. "Sí. Porque francamente nunca dejaríamos la habitación o nos pondríamos ropa si
lo hiciéramos cuando yo quisiera, porque soy un hombre. Siempre estoy jodidamente listo y
dispuesto." Mis ojos se abrieron por la sorpresa y él se rio entre dientes. "En serio, lo estoy. Por cierto,
ese día también te dije que algún día estarías lo suficientemente cómoda como para querer intentar esa
mierda conmigo. No me creíste, y mírate ahora, con tu cereza reventada."

Lo miré asombrada y se rio otra vez. "¿Qué?, ¿prefieres desflorada?" Preguntó en tono juguetón.

Sonreí y me sonrojé, negando con la cabeza. "Hemos recorrido un largo camino," le dije, feliz de tanto
progreso como habíamos hecho en ese campo. Él asintió.

"Lo hemos hecho," dijo en voz baja. "Pero en serio, Isabella, sin obligaciones. No pienses que porque
sucedió anoche significa que ahora tiene que pasar todo el tiempo. No quiero que lo nuestro se base
solo en eso."

Me quedé mirándolo, sorprendida de la seriedad en su voz. "Está bien," dije en voz baja. Levanté mi
mano y rocé los labios de Edward con mis dedos, levantándome y besándolo suavemente. "Lo nuestro
no será solo sexo."

Sonrió satisfecho. "Nunca, en un millón de años, creí que alguna vez estaría en realidad feliz de que
una chica me dijera esa mierda, pero lo estoy." Se rio, sacudiendo su cabeza. "Bueno, es claro que
estás dolorida así que, ¿qué te parece si te preparo un baño y luego tal vez vamos a hacer algo hoy?"

Le di una sonrisa radiante. "¿Cómo qué?" Pregunté. Se encogió de hombros.

"No lo sé. Un paso a la vez," me dijo, levantándose de la cama. Me quedé mirando su figura desnuda
mientras estaba allí parado, cautivada por lo magnífico que era. Se dio cuenta que me lo estaba
comiendo con los ojos y se echó a reír, dirigiéndose al baño. Escuché el agua empezar a salir y él salió
de nuevo unos minutos después, acercándose a la cama y tendiéndome su mano. La tomé, sonriendo, y
me puse de pie. Me llevó al baño y me metí al agua tibia, el calor de inmediato comenzó a relajar mis
músculos y a aliviar el dolor. Se sentó en el borde de la bañera y agarró una toallita, frotándola
suavemente por mi piel expuesta. Yo simplemente me senté y disfruté, sonriendo porque me recordó
otra ocasión en la que él me lavó.

"¿En qué estás pensando?" Preguntó después de un momento, levantando sus cejas interrogante. Me
encogí de hombros, haciendo un gesto de negación.

"Solo estoy pensando en lo protector que eres, cómo cuidas tan bien de mí cuando estoy dolorida
aunque sea solo un poco," le dije. "Eso me recuerda cuando cuidaste tan bien de mí después de mi
castigo."

Sus movimientos se detuvieron abruptamente y me miró fijamente por un segundo. "No me gusta esa
palabra, castigo. Lo dices como si se tratara de un padre mandando a su hijo a su habitación por haber
robado un dulce o alguna mierda así, como mi madre solía hacer todo el tiempo con Emmett cuando
éramos niños. Ladronzuelo cabrón. Pero lo que mi padre te hizo no fue un castigo, Isabella. Fue abuso,
así de simple."

Volvió a pasar la toallita sobre mí y suspiré. "Está bien, no fue un castigo entonces. Abuso. Sin
embargo, independientemente de la palabra, me ha recordado a ese día cuando me curaste."

Me dio una pequeña sonrisa. "Sí. También hice un buen trabajo de mierda, si se me permite decirlo,"
dijo bromeando.

"Lo hiciste. Eres un buen curandero. Tal vez puedas ser doctor como tu padre algún día," le sugerí.
Desde que habíamos tenido esa conversación sobre que no quería que Edward fuera un asesino, a
menudo había dado ideas de lo que podía hacer con su vida. Me imaginé que no causaría daño alguno
y podría ayudar al doctor Cullen a realizar su deseo de que Edward siguiera un camino diferente si al
menos sugería algo. Me miró y sonrió, encogiéndose de hombros.

"Tal vez. Aunque, no sé si tengo paciencia para eso. Ya veremos, supongo. De lo que estoy seguro es
que espero no tener nunca que curarte de nuevo como lo hice ese puñetero día. No quiero verte sufrir
nunca, y juro por Dios que si alguien te lastima así de nuevo, lo mataré," dijo enérgicamente. Me
quedé mirándolo por un momento antes de asentir.

"Yo también lo espero," le dije en voz baja, haciendo una pausa. "Aunque, algo me dice que
probablemente te pondrías como loco por algo tan tonto como un corte con papel."

Él se rio, asintiendo. "Malditamente cierto. Los cortes con papel pueden ser brutales, tesoro."

Me reí y terminé mi baño, y Edward me envolvió con una toalla cuando salí. Frotó ligeramente mis
brazos y besó mis labios con ternura, diciéndome que había una bolsa negra de lona en la habitación
con ropa para los dos. Entré a la recamara y cogí la bolsa mientras Edward se metía en la ducha,
abriéndola y sacando la ropa. Puse sus vaqueros, camiseta y boxer sobre la cama para él y empecé a
vestirme con los vaqueros y una camiseta de manga larga que estaba empacada para mí. Edward
regresó después de un momento y comenzó a reunir nuestras cosas para llevar a casa.

"¿Estás lista?" Preguntó cuando tenía todo acomodado. Asentí y empezó a llevar cosas al Volvo,
preparándose para irnos. Una vez que cargamos todo, encendió el coche y nos alejamos de la posada.
Eché un vistazo por mi espejo lateral y observé como la mansión se hacía cada vez más pequeña, triste
de que el momento estaba llegando a su fin y que una vez más los dos tuviéramos que regresar a la
realidad de nuestra situación. La realidad en la que a menudo teníamos que ocultar nuestros
sentimientos y representar las partes que se esperaba que representáramos, yo, la obediente sirviente y
propiedad, él, el obediente hijo y príncipe de la mafia.

Conversamos casualmente en el viaje y mi ceño se frunció en confusión a medida que llegábamos a


Forks y él pasó por el instituto. Le eché un vistazo al reloj y vi que pasaban de las once de la mañana
"¿Por qué no has ido hoy a la escuela?" Pregunté confundida. Miró en mi dirección brevemente,
encogiéndose de hombros.

"Hay cosas más importantes hoy que la escuela," me dijo. Lo miré boquiabierta.
"¿Qué es más importante que la escuela?" Pregunté, pensando en por qué se perdería dos días
seguidos. Su ceño se frunció un poco y me miró sorprendido.

"¿Qué tipo de pregunta es esa? Tú eres más importante que la escuela," dijo.

"Oh," le dije, extrañamente no esperaba esa respuesta aunque Alice había dicho algo similar el día
anterior. Se rio y se acercó, dándome un codazo juguetón.

"Bella, tontita," dijo con suavidad. "¿Tienes hambre? Podemos parar en el restaurante para almorzar."

Sonreí. "Eso suena bien," le dije. Asintió y condujo a través de la ciudad, deteniéndose en el
restaurante donde había comido con Alice la mañana anterior. Me ayudó a salir del coche y sujetó mi
mano, entrelazando nuestros dedos mientras me conducía dentro. Las personas lo saludaron por se
nombre cuando entramos, y estaba claro para mí que no había una sola persona en la ciudad de Forks
que no conociera a Edward Cullen.

Nos sentamos y la camarera se acercó, la misma del día anterior que nos había atendido a Alice y a
mí. Hoy parecía un poco más alegre, sonriendo radiante y definitivamente más conversadora. Sin
embargo, Edward apenas pareció notar su presencia. "Quiero una coca," dijo simplemente,
mirándome, esperando a que eligiera una bebida. Sonreí y ordené lo mismo, y la camarera se fue por
nuestros refrescos. Charlamos brevemente mientras leía mi menú y la mujer regresó con nuestros
refrescos, una vez más tratando de entablar conversación. Edward ignoró su parloteo e
inmediatamente comenzó a ordenar, a pesar de que ella ni siquiera nos había preguntado todavía si
estábamos listos para pedir. Dijo que quería un filete de queso con patatas fritas y me miró expectante.
Sonreí y le dije que quería un sándwich de pollo con patatas fritas. La camarera suspiró y tomó
nuestros menús, diciendo que volvería en un momento. Edward gimió cuando se alejó, sacudiendo su
cabeza.

"Maldita gente irrespetuosa," dijo con molestia. Mi ceño se frunció por la confusión y me quedé
mirándolo.

"¿Te ha faltado al respeto?" Pregunté, sin saber de lo que estaba hablando. Negó con la cabeza y pasó
una mano por su cabello.

"En realidad no, ha sido más como una falta de respeto hacia ti," me dijo.

"¿Cómo?" Pregunté sorprendida. Él suspiró.

"Al tratar de coquetear conmigo," me dijo. Mis ojos se abrieron por la sorpresa.

"¿Estaba intentando coquetear?" Pregunté. Asintió. "Wow, no lo sabía. En realidad, no me he dado


cuenta. Supongo que no ha sido muy buena en eso."

Comenzó a reír y sonreí con timidez. Acercó su mano y rozó mis labios con sus dedos. "Te amo,
amore mio," me dijo, tomando mi barbilla e inclinándose hacia el otro lado de la mesa. Yo me incliné
también y presionó su labios en los míos, besándome suavemente y con dulzura. Cerré los ojos y solo
disfruté de la sensación de sus húmedos y suaves labios contra los míos, permitiéndome por un
momento olvidar que estábamos en medio de un restaurante lleno de gente y solo sentir la adoración
de Edward. Finalmente se apartó de mis labios y abrí los ojos, mirándolo y sonriendo. Algo atrajo mi
atención detrás de él y miré sobre su hombro, tensándome cuando vi a Jacob Black de pie allí. Estaba
mirando en dirección a nuestra mesa, con una expresión extraña en su rostro. Traté de desviar mi
mirada rápidamente para no atraer su atención pero no fui lo suficientemente rápida. Vi que la frente
de Edward se arrugó y rápidamente giró su cabeza, congelándose cuando hizo contacto visual con
Jacob. Se fulminaron el uno al otro con la mirada por un momento, los dos dándose miradas hostiles.

"¿Edward?" Dije después de un momento. Giró su cabeza rápidamente para mirarme, la ira era
evidente en su expresión. "¿Estás bien?"

Se me quedó mirando por un momento antes de asentir. "Sí," murmuró, pasando la mano por su
cabello. Asentí y levanté la vista, notando que Jacob caminaba hacia nosotros con un oficial de
policía. Me tensé un poco a medida que se acercaban, mi corazón comenzó a latir de forma irregular
cuando se detuvieron a un lado de nuestra mesa.

"Edward," dijo el oficial de policía, haciendo un gesto con la cabeza en saludo.

"Jefe," le dijo Edward, tratando de sonar educado pero pude percibir la naturaleza forzada de sus
palabras. Era obvio que a Edward no le agradaba por alguna razón.

"¿Cómo estás, hijo?" Preguntó. Edward suspiró.

"Bien, señor. ¿Y usted?" Preguntó Edward. El hombre sonrió con aire de suficiencia y me di cuenta de
inmediato que claramente él tampoco era fan de Edward, la aversión era mutua.

"Estoy muy bien. La vida ha sido mucho menos estresante para todos nosotros últimamente, desde que
te fuiste después del incidente," le dijo. Edward y Jacob se tensaron y pude ver como se ensanchaban
las fosas nasales de Edward, sus manos se hicieron puños mientras trataba de contener su ira. "Es
bueno ver que no te metes en problemas estos días."

"Sí, señor," escupió, el desdén claro en su voz. Suspiré y extendí mi mano por encima de la mesa,
agarrando la mano de Edward. Él me miró rápidamente, pareciendo casi sorprendido por mi
movimiento pero relajó su mano. Entrelacé nuestros dedos, dándole una pequeña sonrisa. Curvó sus
labios hacia arriba y le dio a mi mano un apretón. "Tengo una razón para no meterme en problemas."

Mi sonrisa creció por sus palabras, sintiendo el rubor subir a mis mejillas. Se rio y volvió a mirar en
dirección del oficial de policía. "Bueno, eso es maravilloso. Felicitaciones por eso." Edward le
agradeció y el oficial de policía me saludó brevemente antes de darse la vuelta y alejarse. Jacob se
quedó allí por un momento, mirando hacia la mesa donde mi mano y la de Edward estaban unidas con
una expresión de ira en su cara. "¿Quieres algo, Jacob?" Preguntó Edward bruscamente después de un
momento. Jacob miró a Edward, entrecerrándole los ojos con furia. Miró en mi dirección y se quedó
mirándome brevemente, sacudiendo su cabeza y dando la vuelta para alejarse.

La mujer regresó con nuestra comida y comimos, la atmosfera una vez más relajada después del breve
encuentro. Después de que los dos terminamos de comer, Edward ordenó un batido de fresa y lo
compartimos, charlando y riendo. Estaba siendo juguetón y de vez en cuando se inclinaba y me besaba
o pasaba sus dedos por mi mejilla o labios. Era sorprendente lo dulce y abierto que era conmigo en
público, en un restaurante repleto, rodeado de gente que lo conocía bien y conocía a su padre. Era
obvio que a Edward no le importaba, que el mundo exterior quedaba en segundo lugar ahora
comparado con lo que fuese que teníamos.

No podía explicarlo, pero había ocurrido un cambio en el aire que nos rodeaba. Al parecer que Edward
hubiese hecho el amor conmigo nos había influido a ambos y nos cambió. Había una conexión que no
había estado allí antes de anoche, una fusión de almas y espíritu. El hacer el amor había reafirmado
todo lo que ya sentía, fortaleciéndolo hasta el grado de sentirse casi inquebrantable. Se sentía como si
los dos pudiésemos enfrentar cualquier cosa, soportar lo que sea que la vida nos pusiera en frente
mientras estuviéramos juntos. Él me había jurado que nunca me dejaría y lo creía, porque creía en él y
en su amor. Simplemente podía sentirlo, sentir su dedicación y devoción. Nadie se interpondría entre
nosotros nunca, tenía que creer de verdad en eso.

Sin embargo, no importaba lo fuerte que fueran esos sentimientos y mi convicción de que estábamos
destinados a estar juntos, eso no podía vencer por completo esa otra sensación arrastrándose por mi
piel. La sensación a la que estaba acostumbrada, algo que había sentido toda mi vida. Era la sensación
de ser observada.

Porque podía sentir los ojos de Jacob clavados en mí desde el otro lado del restaurante, y no sabía lo
que quería de mí o por qué parecía tan interesado, pero estaba segura que no sería bueno para mi paz y
la de Edward.

Capítulo 49 Secreto

“El secreto de la felicidad es la libertad. El secreto de la libertad es el valor.”- Tucídides

Edward cullen
Dos meses.

Han pasado exactamente dos meses desde que dejamos el George Washington Inn y volvimos a la
realidad, y han sido dos meses de mierda. El tiempo ha pasado volando, bastante rápido, tan rápido
que es jodidamente difícil creer que Isabella ya lleva con nosotros más de medio año. Ella ha
cambiado mucho durante este tiempo, los dos últimos meses han sido una diferencia enorme en su
comportamiento e incluso su apariencia. Es jodidamente impresionante, ya que en realidad es como si
fuera una nueva persona. En el fondo, en esencia sigue siendo la misma Isabella, pero ahora tiene más
confianza en sí misma, es juguetona y puede ser bastante extrovertida cuando está rodeada de gente
que conoce.

Ya había dado algunos pasos agigantados para adaptarse al mundo exterior, lo que me impresionó
porque estaba seguro de que tomaría puñeteros años que se sintiera lo suficientemente cómoda como
para abrirse realmente. La mañana que despertamos en la posada, ella hizo el comentario de que
habíamos recorrido un largo camino juntos, y tuve que admitir que era verdad porque juntos éramos
personas totalmente diferentes, pero tuve que preguntarme si ella de verdad entendía lo lejos que
había logrado llegar por sí misma. Ella estaba sobresaliendo en esa mierda de la alfabetización, leía
libros de cabo a rabo, acabando rápidamente con toda la colección que mi padre le había conseguido
para Navidad durante los días que estuvo en casa mientras yo estaba en el infierno conocido como el
instituto de Forks. Jasper todavía le ayudaba con eso, su escritura mejoraba cada día. Era difícil de
creer que ella apenas sabía leer y escribir cuando entró por la puerta de nuestra casa en septiembre, ya
que no te darías cuenta al verla en estos días.

Ella había tomado esos cuadernos que Jasper le dio por Navidad y comenzó a llenar páginas al derecho
y al revés con palabras, solo escribiendo cualquier cosa, lo que fuese que estuviera en su mente. Era
fascinante leerlo, casi como un diario aunque algunas de las mierdas que escribía eran bastante
incoherentes. Ella no tenía secretos para mí, así que no me preocupaba leer algo que se suponía no
debería de ver, aunque alguna de esa mierda todavía conseguía hacerme estremecer cuando escribía
sobre algo que le había sucedido en el maldito pasado. Sin embargo, era interesante, así que soporté la
que me hacía sentir malditamente incómodo porque quería llegar a conocerla mejor, por suerte a ella
no le molestaba mi curiosidad. Era como conseguir echar un vistazo en su mente, ya que ella escribía
pequeñas frases, hechos, pensamientos y sueños a través de las páginas.

También estaba dibujando mucho más últimamente, en su mayoría cosas al azar como árboles y
edificios y pendejadas que veía en televisión. Me hizo un impresionante dibujo del Volvo hace una
semana que fue clavado en la pared de la habitación junto al que había dibujado de sí misma en
Navidad. Mis dos grandes amores en la puta vida, mi chica y mi coche. Le dije que lo único que tenía
que hacer era poner mi piano y mi arma, y estaría completo.

También estaba empezando a sentirse más cómoda estando fuera de casa. Ir de compras a la tienda ya
no parecía ser un problema para ella, como si lo hubiera estado haciendo todos los putos días de su
vida. Buscaba en los pasillos y conseguía lo que había ido a buscar, incluso interactuando con la gente.
Me sorprendió la primera vez que ella inició una conversación con una extraña, que resultó ser la
misma perra que había estado trabajando en la caja registradora la primera vez que la llevé al
supermercado. Aquella primera vez ella me deslizó su número de teléfono y me miraba con curiosidad
cuando fuimos a pagar por nuestras cosas esta última vez. Estaba rezando una jodida plegaria, a quién
fuera que quisiera escuchar, para que ella no intentara esa mierda de nuevo y por suerte no lo hizo,
pero sí coqueteó un poco. Aunque Bella la interrumpió antes de que su inofensivo coqueteo pudiera
pasar a que yo tuviera que herir los sentimientos de esa perra, cuando ella de la nada soltó: “Háblame
de tu programa de recompensas”. Estuve confuso por un momento, preguntándome de qué demonios
estaba hablando, pero señaló que la chica estaba usando un broche que decía ‘Pregúntame sobre
nuestro programa de recompensas’. La chica de mala gana recitó alguna mierda sobre una tarjeta y
ahorrar dinero cada semana o lo que fuese, lo cual me importaba una mierda, pero me quedé atrás y
sonreí porque estaba jodidamente feliz de escuchar. Bella no solo había leído el broche de la chica,
sino que se había atrevido a hacer una puñetera pregunta, y a un extraño además. Era algo tan
jodidamente simple que no significaría nada para la mayoría de las personas, pero era algo enorme
para ella. No podía estar más orgulloso.

Sin embargo, era inútil esperar que Bella no se hubiera dado cuenta del coqueteo, porque desde aquel
día en el comedor cuando señalé que la mesera estaba coqueteando conmigo, ella parecía haber
desarrollado un maldito radar para eso. Cada vez que una chica me sonreía o me daba ese puchero de
‘inclíname y azótame por favor’, que no es para nada jodidamente lindo por cierto, pero yo sabía lo
que significaba, Bella me daba un codazo y me decía algo ridículo como ‘ella de verdad está
coqueteando contigo’.

Por suerte no se sentía insegura o alguna mierda de esas, y en realidad encontraba divertido como las
chicas trataban de llamar mi atención. Me hacía sentir bien que ella me tuviera puta confianza y no se
le retorcieran las bragas porque alguien coqueteara conmigo como otras chicas lo harían. Sabía que yo
era suyo y solamente suyo, le decía todo el tiempo que no había otra chica en el mundo para mí.

También empecé a darle dinero en efectivo cuando íbamos a la tienda para que pudiera utilizar las
habilidades que había adquirido en Monopoli, contando y pagando por su mierda ella sola. Aunque la
primera vez que le entregué un billete, juraba que le iba a dar un ataque de pánico por la forma en que
su mano empezó a temblar y su respiración se volvió superficial pero sobrellevó esa mierda y lo hizo.
Por lo general, no íbamos a muchos lugares, principalmente solo al supermercado y varias tiendas
cercanas, a veces a comer al restaurante, pero cuando íbamos me aseguré de que ella fuese tan
independiente como fuera posible. Pedía su comida, elegía su propia mierda en la tienda, y siempre
hablaba por sí misma. No trataba de ser un maldito engreído o sonar arrogante, pero era bastante
bueno en el papel de ‘novio comprensivo’. ¿Quién demonios lo hubiera creído? E Isabella se estaba
volviendo tan buena en esa mierda de la independencia que me preguntaba si tal vez era el momento
para que finalmente hiciera su primer viaje sola.

Y conduciendo… Cristo, enseñarle a conducir era la puta cosa más difícil y estresante que jamás había
hecho. Después de sacar el automático de mi padre un par de veces, parecía haberlo dominado y no
cometía ningún error, así que tuve la brillante jodida idea de enseñarle con un manual. Sí, un gran
error de mierda. Al menos fui lo suficientemente inteligente como para utilizar el maldito vehículo de
otro y no el Volvo, porque ella enganchaba las velocidades y se paraba cada pocos minutos, iba
marcha atrás y casi elimina mierdas en el camino. Me frustré demasiado y tuve que tirar la toalla con
eso en menos de treinta minutos y ella pareció decepcionada, así que traté de explicarle que era
definitivamente era mejor para la cordura de ambos y nuestra maldita relación si no pasábamos por
eso de nuevo. Por suerte Jasper tomó la iniciativa y se ofreció a llevarla y enseñarle.

Se fueron más de dos horas la primera vez que él la llevó a conducir. Yo había empezado a entrar en
pánico pensando que algo estaba realmente mal, preocupado de que ella se hubiera parado a mitad de
la maldita intersección o hubiese volando por la carretera y chocado contra un maldito árbol, pero
finalmente regresaron de una pieza con el vehículo completamente intacto. Él la llevó un par de veces
más después de eso y declaró que lo había dominado, sin pararse o enganchar alguna velocidad la
última vez. Sonreí y le dije lo jodidamente orgulloso que estaba de ella y ella estaba sonriendo, pero
aun así no había maldita manera de que yo me metiera en un coche manual con ella al volante en un
futuro cercano. Si la puñetera transmisión no cambiaba sola las velocidades, ella no iba a conducir
conmigo en el coche.

Ella parecía cada día más y más una adolescente normal y yo disfrutaba cada segundo de ello. Era
luchadora, sexy y segura de sí misma, un poco de libertad y normalidad le sentaban bien. Incluso
había empezado a pasar más tiempo con Alice y Rose, haciendo lo que demonios sea que hacían las
chicas cuando estaban juntas. No lo sabía, joder, en realidad ni siquiera quería saberlo, siempre y
cuando me la devolvieran de una pieza y a salvo. Pero a medida que pasaba el tiempo noté que había
comenzado a hacer más mierdas de chicas, como mantener las uñas de sus pies pintadas y usar brillo
de labios, incluso a arreglar su cabello. Era agradable, verla llegar a disfrutar de la mierda normal de
chicas.

La vida no había cambiado solo para Isabella en los últimos meses, al parecer había comenzado a
cambiar para todos nosotros. Papá estaba ausente mucho más tiempo, casi cada fin de semana, ya que
los negocios en Chicago se habían vuelto muy demandantes. Jasper y Emmett estaban ocupados
preparándose para la universidad, ya que se graduaban en dos meses. Emmett y Rose se irían al otro
extremo del país, a Nôtre Dame. Emmett iría a la escuela de ingeniería en informática y Rosalie
planeaba estudiar marketing. Había esperado que se quedaran cerca por lo que me sorprendió cuando
anunciaron que querían ir a una puta universidad católica privada al otro lado del maldito país. Pero
como fuese, estaba feliz por ellos, y papá estaba tan jodidamente eufórico que ya tenía escritos los
cheques para la matrícula de ambos. Jasper, por otro lado, se quedaba cerca e iba a ir a la universidad
de Seattle. Alice se graduaría en un año más y sabía que su argumento para no buscar más allá de eso
era ella. Se merecía mi respeto por eso, porque ahora, cuando pienso en mi futuro, Isabella también es
mi principal motivación.

Nuestra relación estaba floreciendo, a pesar de las jodidas complicaciones por la situación. Todavía
tratábamos de no perder el control en torno a mi padre y ni nos pavoneábamos frente a él, pero con
relación a todos los demás en el pueblo, me importaba una mierda si se enteran. Con orgullo caminaba
por la tienda sujetando su mano o besándola, y nunca había pensado ser del tipo de persona que hace
demostraciones públicas de afecto, pero no podía evitarlo. A veces era difícil mantener mis manos y
mis labios lejos de ella, en especial desde que habíamos dado ese paso y habíamos intimado.

Sí, ahora teníamos sexo, no había sido algo de una sola vez. Me refiero a que no era frecuente que lo
hiciéramos, pero un poco de sexo era sin duda mejor que nada de jodido sexo. Por lo general, ocurría
una vez a la semana, más a menudo el sábado cuando mi padre estaba de viaje. Me doy cuenta que nos
habíamos hecho jodidamente predecibles con esa mierda, y solía molestarme por lo predecibles que se
habían vuelto mis hermanos desde que habían sentado cabeza pero ahora me encontré siguiendo sus
pasos. Siempre había pensado que la vida de esa forma sería aburrida, pero ahora estaba aprendiendo
que nada es jodidamente aburrido con ella. Podríamos hacer la misma mierda día tras día, y la mitad
del tiempo lo hacíamos, siempre se sentiría fresco y nuevo con ella a mi lado.

En cuanto a mi padre, él no era estúpido. Vio los cambios en los últimos dos meses como todos los
demás lo hicieron. Vio cuánto había crecido y se había adaptado Isabella. Lo había cogido algunas
veces parado en un lugar apartado solo observándola mientras ella hacía lo suyo, mirándola casi de
forma paternal. Y era jodidamente extraño, porque parecía casi orgulloso por ello y sonreía mientras
la miraba cuando creía que nadie lo veía. Intentó de hablar más con ella, aunque ella seguía siendo
escueta con él y decía lo menos posible cuando él iniciaba la conversación. Me daba cuenta que esa
mierda lo frustraba, ya que la veía jugar conmigo y mis hermanos, bromeando y riendo, y luego
diciendo fríamente ‘sí, señor’ cuando él preguntaba algo. No sé, en realidad todavía no tiene maldito
sentido para mí porque todavía no tengo ninguna respuesta. Y sabía que él tenía que saber hasta qué
punto nuestra relación había crecido, porque esa mierda era de conocimiento popular en el pueblo y ni
siquiera habíamos tratado de ocultarlo en público, pero él nunca me dijo nada al respecto así que
supongo que no le molesta tanto. No podía mentir, me había dado esperanza, y sabía que todavía había
mierda en la oscuridad y me volvía loco, pero joder, tenía que creer que todo saldría bien.
Francamente, no había manera de que no saliera bien sin destruirme.

Cuando nos alejamos de esa posada dos meses atrás, nos fuimos siendo dos personas diferentes. Mi
futuro y el de Isabella ahora estaban unidos, y nadie podía hacer nada que cambiara eso.

Me puse algo de ropa, pasando una mano por mi cabello que todavía estaba húmedo por la ducha. Hoy
era sábado, 15 de abril para ser exactos, lo que significa que mañana era Pascua. Isabella había
comprado toda la mierda para hacer una gran cena, pero no estaba seguro de siquiera tenía sentido
hacerla, porque ni siquiera sabía si mi padre estaría en casa. Él había estado en Chicago durante tres
días haciendo lo que fuese qué cojones la organización estuviera haciendo estos días. Le escuché
hablar de problemas con los rusos y el Departamento de Justicia de nuevo, el calor llegándoles por
todas direcciones y Aro demandando más de su tiempo. Esto a su vez había molestado a mi padre por
alguna razón. Ahora empezaba a entender que mi padre despreciaba su puesto en la Mafia, por
comentarios sutiles que estuvo haciendo y pensé en preguntarle directamente pero tenía miedo de
abrir una lata de gusanos con ese tema. Mi cumpleaños se acercaba bastante rápido y tendría dieciocho
años en apenas dos meses. Sabía que cuando eso sucediera algo de atención indeseada sería dirigida
hacia mí, y todavía no sabía cómo abordar ese tema. Se lo había mencionado a Isabella y ella soltó
algo acerca de gente tomando decisiones precipitadas por impresiones distorsionadas, solo después de
saber la verdad y sin tener manera de volver el tiempo atrás, tuvieron que soportar las consecuencias
de sus acciones. La miré fijamente por un momento tratando de descifrar su críptica mierda y le pedí
que me hablara en jodido inglés.

“¿Te has preguntado alguna vez por qué tu padre insiste tanto en practicar la medicina?” Me preguntó.
La miré confundido, frunciendo el ceño.

“¿Qué demonios tiene que ver eso con su actitud sobre el Borgata?” Le pregunté, sin comprender su
maldito punto. Ella gimió, sacudiendo la cabeza.

“Todo tiene que ver con eso, Edward,” dijo molesta. Sí, ella ni siquiera me ocultó su puta molestia.
Como dije, la independencia le había dado carácter. Me encogí de hombros, pasando una mano por mi
pelo. “Joder, no lo sé, Bella. Tal vez él ayuda a algunos para resarcirse por los que ha dañado,” le dije.
Ella me miró y asintió.

“Exactamente. Obviamente a él no le gusta lo que hace con la Mafia si pasa cada momento libre lejos
de ello tratando de ayudar y curar a la gente. Creo que es una especie de expiación. Él no puedo
retroceder el tiempo y tomar otro camino, es demasiado tarde para eso. Es una de esas decisiones con
las que tienes que vivir. Tal vez él tomó la decisión sin darse cuenta lo que significaría para él y ahora
solo está tratando de lidiar con ello lo mejor que puede. Cada vida que salva disminuye el dolor por
cada vida que destruyó,” dijo ella.

No tenía idea de cómo diablos sabía eso, pero no me sorprendía su sabiduría. Desde entonces,
reflexioné sobre esas palabras. Unirme a la Mafia definitivamente no era un tema que podría ignorar o
tomar a la ligera, porque ella tenía razón. No había vuelta atrás. Una vez que se hacía y eras iniciado,
era para toda la vida y todo lo que podías hacer después de eso era lidiar con ello y esperar lo mejor.
¿Realmente quería hacer eso y tomar el riesgo de convertirme en mi padre dentro de unos veinte años?

Salí de la habitación y bajé las escaleras. Tan pronto como empecé a bajar del segundo piso hacia el
vestíbulo, fui asaltado por el olor de tocino, huevo y pan tostado y el sonido de charla. Sonreí al
escuchar la risa de Isabella sonar entre la plática de mis hermanos.

“¿Qué pasa cabrones?” Les dije, entrando en la cocina donde estaban todos reunidos. Me saludaron y
me acerqué donde estaba Isabella, frente a la estufa, envolviendo mis brazos alrededor de su cintura.
Ella volvió su cabeza para mirarme, apartando la vista de la tostada francesa que estaba haciendo.

“Hueles bien,” dijo inclinándose hacia mí para rozar sus labios contra los míos rápidamente. Sonreí
satisfecho y murmuré, asintiendo.

“Eso es lo que pasa cuando tomas una ducha, Bella. Te quitas la peste de encima,” le dije. Ella rodó
los ojos y volvió su atención de nuevo a la estufa, volteando la tostada francesa.

“Tú nunca apestas,” dijo ella y yo me reí entre dientes.

“Evidentemente nunca me has olido inmediatamente después de jugar al fútbol, tesoro, o te


retractarías de lo que has dicho,” le dije, estirando mi mano para agarrar un pedazo de tocino. Ella
simplemente me sonrió, mirando cómo me lo metía en la boca.

“¡Ey!, ¿cómo es que él si puede comer?” Emmett preguntó detrás de nosotros. Me reí y me di la
vuelta, mirando a mi hermano. “Cada vez que intento coger algo ella me pega.”

Le eché un vistazo a Isabella viendo como sonreía con picardía porque realmente hacía esa mierda. No
estaba encima de Emmett golpeándolo con una puta cuchara de madera cuando estaba tratando hacer
la comida, pero siempre me dejaba picar mientras la hacía.

“Es una de las ventajas de ser el novio,” le dije, encogiéndome de hombros y soltando a Isabella.
Caminé hacia el refrigerador y abrí la puerta, tomando la garrafa de jugo de naranja. La cerré y levanté
la vista para ver a Isabella entregándome un vaso. Le sonreí y lo tomé, agradeciéndole mientras me
servía algo de beber.

“Sí, bueno, esa mierda no es justa,” dijo Emmett. Me eché a reír de nuevo.

“Noticia de última hora, pendejo. La vida no es justa. Supéralo,” le dije, devolviendo la garrafa al
refrigerador. Me di la vuelta y lo miré, congelándome cuando vi que me miraba de forma extraña. Mi
ceño se frunció y miró a Isabella brevemente antes de volver su atención hacia mí, haciendo un gesto
con la cabeza hacia una pequeña caja marrón que estaba en la encimera. Él articuló las letras ‘G’, ‘P’ y
‘S’ y mis ojos se abrieron por la sorpresa. Miré hacia donde estaba Isabella de pie para asegurarme de
que no nos estaba prestando atención e hice un gesto con la cabeza en dirección a la sala de estar. Él
asintió y cogió la caja, saliendo inmediatamente de la cocina con Jasper detrás de él.

Me volví de nuevo hacia Isabella y le di un rápido beso, diciéndole que iba a pasar el rato con mis
hermanos mientras ella terminaba el desayuno. Me dirigí hacia la sala de estar, sentándome junto a
Emmett en el sofá. Lo miré, sorprendido cuando vi el pequeño microchip colocado en su dedo índice.
“Cristo, Em, esa mierda es jodidamente pequeña.”

Él se echó a reír. “Sí. Proviene de Rakon, una empresa en Nueva Zelanda. ¿Te puedes imaginar lo
difícil que es encontrar esta maldita cosa si está oculta? No hay forma de que papá lo encuentre,” dijo.
Yo sonreí y asentí.

“Excelente,” le dije. Habíamos estado trabajando en la situación del GPS en los últimos dos meses,
poniendo en acción el plan que se le había ocurrido. Había conseguido unos cuantos bloqueadores de
GPS bastante poderosos de mi conexión en Port Angeles, gastando un montón de dinero por ellos, y
tenía uno pequeño conectado en el Volvo. Se metía en el enchufe para el encendedor y casi parecía un
cargador de teléfono pero con una antena en él en lugar de un alambre. La primera vez que Isabella
entró en el coche después de conseguirlo, me preguntó por él, e inventé alguna mierda sobre que era
una antena que mejoraba la recepción o algo así. Me sentí mal al mentirle, pero no había manera de
que pudiera decirle la puta verdad sobre ello sin asustarla. Ella había estado progresando tanto
últimamente y lo último que quería hacer era cargarla con algo tan pesado, en especial cuando tenía la
impresión de que yo había desistido del tema por completo. También tenía algunos bloqueadores
personales de GPS como Emmett había sugerido, pero ella no tenía ni puñetera idea tampoco. Aunque,
yo los mantenía cerca, listos para cuando fueran necesarios. Por suerte ella todavía tenía que verlos,
así que no tenía que inventar otra mentira acerca de qué mierdas eran hasta que fuera absolutamente
necesario. Odiaba decirle malditas mentiras.

“Entonces, ¿dónde vamos a plantar esa mierda?” Le pregunté. Emmett se encogió de hombros.

“Estaba pensando en la biblioteca. Él nunca va allí de todos modos. Puedo pegarlo en un estante o
algo,” dijo. “Ahora solo tenemos que encontrar una manera de conseguir el portátil de papá.”

Suspiré, asintiendo con la cabeza. Esa era la parte difícil del plan, la parte que todavía teníamos que
resolver. Papá nunca iba a ninguna parte sin esa maldita cosa, rara vez la perdía de vista y no era como
si alguna vez tendríamos una razón válida para pedirla prestada.

“Es hora de comer, muchachos,” resonó la voz de Isabella. Levantamos la vista y la vimos parada en
la entrada a la sala de estar, mirándonos con curiosidad. Emmett gritó entusiasmado, saltando y
dejando caer el maldito microchip en el proceso. Gemí e hice un gesto de negación, poniendo mi
rostro entre mis manos. Jasper se rio mientras Emmett empezó a maldecir y buscarlo en el suelo.
“¿Has perdido algo, Emmett?”

“NO,” dijimos al mismo tiempo Emmett y yo. La frente de Isabella se arrugó por la confusión y Jasper
se echó a reír con más fuerza.

“Está bien,” dijo después de un segundo. “Como digan. Son muy raros.” Sacudió la cabeza y se dio la
vuelta, saliendo de la habitación. Vi como desapareció y me eché a reír.

“Maldito gatito, convirtiéndose cada vez más en un tigre,” dijo Emmett, incorporándose de nuevo y
sosteniendo el microchip. Yo asentí.

“Sí, lo es. Es jodidamente seguro que ya no tolera mis putadas.”


Emmett se echó a reír. “Bienvenido al club, hombre,” dijo, extendiendo su mano y dándome unas
fuertes palmadas en la espalda. Me encogí por la fuerza de los golpes, alejándome y apartando su
mano de un manotazo.

“Cristo, Emmett, ¿has estado tomando putos esteroides? Es como si te hicieras más fuerte cada
maldito día,” le dije, llevando la mano a mi espalda y tratando de frotar el lugar que acababa de
golpear. Él se echó a reír, negando con la cabeza.

“No, es solo que te estás haciendo más débil. Eso es lo que pasa cuando cambias de una dieta líquida
de puro vodka a comida de verdad todas las noches, y en lugar de hacer ejercicios y andar follando por
ahí como una liebre cada momento libre que tengas te lo pasas haciendo arrumacos y perdiendo el
tiempo,” dijo, encogiéndose de hombros. “Tú, hermanito, te has vuelto un blando.”

Mi ceño se frunció y llevé mi mano por debajo de mi camiseta, frotándome el estómago. Así que, sí,
ya no hacía mucho ejercicio de mierda y me había vuelto un poco flojo, pero no estaba tan
jodidamente mal. Mi estómago ya no estaba tan marcado como solía estar, pero joder, no es como si
estuviera flácido o algo así. Todavía tenía algo definidos los abdominales.

“Como digas,” murmuré, negando con la cabeza pero haciendo una nota mental para hacer algunos
malditos abdominales o salir a correr después. No podía empezar a descuidarme, sobre todo si quería
empezar el respaldo de fútbol en unos meses. Tenía que ponerme de nuevo en forma, para no empezar
a lucir como un jodido mariquita como Newton o algo así.

“Chicos, ¿van a comer o qué?” Isabella gritó desde la mesa donde la comida estaba puesta. Suspiré y
Emmett se echó a reír.

“Maldición Izzy Bizzy, ten algo de paciencia gatito. Ya vamos,” dijo, echándome un vistazo y
sonriendo. Él disfrutaba la recién descubierta vivacidad de Isabella mucho más de lo que debería. Me
atrevo a suponer que a ese hijo de puta solo le gustaba el hecho de que ahora había alguien que me
llamaba la atención por mi mierda, alguien de quien yo realmente lo aceptaría.

Nos acercamos a la mesa y nos sentamos, comiendo y charlando despreocupadamente. Después de


terminar, recogimos nuestros platos y los llevamos a la cocina, quitándoles las sobras y poniéndolos
en el lavavajillas a pesar de la jodida insistencia de Isabella de que ella podía hacerlo sola. Ninguno de
nosotros soportaba que ella hiciera todo el trabajo, porque a todos nos parecía que era una mierda.
Todos poníamos algo de nuestra parte y ayudábamos cuando podíamos, pero tengo que admitir que a
veces soy un maldito vago para eso y ella tiende a hacer más por mí que por el resto. Me decía todo el
tiempo que no le importaba, que le gustaba poder hacer cosas para mí, pero yo todavía me sentía como
una mierda por ello.

“Entonces, ¿qué van a hacer hoy?” Pregunté a mis hermanos cuando Isabella comenzó a recoger
mierdas. Jasper se encogió de hombros, murmurando alguna mierda sobre pasar el rato con Alice y sus
padres y Emmett dijo que iba a llevar a Rosalie a Port Angeles en una cita. Suspiré y asentí, sin tener
una puta idea de qué hacer con Isabella. No quería simplemente quedarme sentado por ahí en la
maldita casa, porque era agradable salir ahora que la primavera había llegado, pero no es exactamente
como si hubiera exceso de actividad en este pequeñísimo pueblo.

Jasper y Emmett agradecieron a Isabella el desayuno y se fueron a prepararse para su día, y yo me


apoyé en la encimera, cruzando mis brazos sobre mi pecho. La observé un momento, viendo lo
determinada que parecía brincando por todas partes en la maldita cocina tarareando para sí misma.
Ahora siempre hacía esa mierda, tararear para sí misma. No sabía si era porque la música se había
apoderado de su subconsciente como lo había hecho con el mío, porque ahora ella escuchaba un
montón de música, o si era simplemente porque estaba feliz. Me refiero a que, joder, parecía feliz,
pero nunca le había preguntado directamente si era feliz. Quería hacerlo, pero una parte de mí tenía
miedo de la respuesta, porque todo se resumía en que ella seguía atrapada en la casa de mi padre bajo
su control. ¿Podría alguien alguna vez ser realmente feliz en esas condiciones, sin ser libre de hacer lo
que quisiera? Sé que era jodido el siquiera compararnos, pero recordé cómo era en ese maldito
internado, cuando hice todo lo que me dijeron sin controlar mi propia vida de mierda. Me decían
cuando comer y dormir, cuando trabajar y cuando me podía relajar, donde podía ir y lo que podía
hacer. Era una puta tortura, y solo había estado allí unos pocos meses. En realidad, no me podía
imaginar vivir toda una vida en esas condiciones. No había sido feliz en absoluto, así que, ¿cómo
podía esperar que ella fuera realmente feliz?

“¿Nena?” Le pregunté en voz baja. Ella volvió su cabeza para mirarme y sonrió, levantando sus cejas
inquisitivamente. “¿Qué quieres hacer hoy?”

Se encogió de hombros. “Lo que tú quieras hacer, Edward,” dijo volviéndose de nuevo para terminar
su trabajo. Gemí y pasé la mano por mi pelo.

“Si supiera qué demonios quiero hacer, ¿crees que me hubiera molestado en preguntar?” Le pregunté,
sacudiendo la cabeza en frustración. Ella se rio suavemente y yo estreché mis ojos, pero mi enojo
rápidamente se disipó cuando ella volvió a mirarme con una sonrisa en su rostro. Era un puto imbécil
por ella ahora, con solo una maldita sonrisa podía calmarme. Cristo, Emmett tenía razón… me estaba
haciendo un blando.

“Sí, en realidad no había pensado en eso,” dijo. “Siempre me pides mi opinión, lo que agradezco.”

Me quedé mirándola un momento antes de suspirar. Joder, ella me había pillado con esa. “Así que,
dime Isabella. ¿Tienes alguna opinión en esta ocasión? Porque de verdad no tengo idea.”

Ella se encogió de hombros. “Podemos quedarnos y pasar el rato aquí,” dijo encendiendo el
lavavajillas.

“Sí, eso no va a pasar. Ya de por sí pasamos mucho tiempo en este hoyo de mierda,” le dije. Ella
volvió a mirarme y me dio una pequeña sonrisa antes de terminar su trabajo. Sí, ella no estaba siendo
de jodida ayuda.

Seguí observando a Isabella y sentí que mi bolsillo comenzaba a vibrar, ‘Because I Got High’ de
Afroman empezó a sonar. Isabella se volvió para mirarme, su ceño fruncido por la confusión y me reí
entre dientes. Metí la mano en mi bolsillo y agarré mi teléfono, sonriéndole porque me miraba con
curiosidad. Mi jodido teléfono ya no sonaba porque había cambiado el número no mucho después de
que ella y yo empezáramos nuestra relación. Me cansé de las perras que me llamaban constantemente
y me enviaban mensajes de texto, ya que ni una sola de ellas parecía entender cuando les decía que
había terminado con sus culos. Isabella nunca había mencionado que las constantes llamadas de
teléfono la molestaran, pero no quería que pensara mal de esa mierda así que lo cambié para evitar
eso. Las únicas personas que lo tenían eran mi familia, Alice, Rose, Isabella y el hijo de puta que
ahora estaba llamando.

“¿Qué pasa, Ben?” Respondí. Isabella sonrió levemente, dándose cuenta de quién era, y se dio la
vuelta de nuevo para terminar con lo que demonios fuera que estuviera haciendo.

“Ey Cullen, se supone que tenía que pasar mañana por algunas cosas de tu padre, él dijo que estaría en
casa para entonces. Ha pasado algo, y mis padres me obligan a salir de la ciudad con ellos. ¿Estás en
casa? Porque voy para allá ahora, si se puede,” dijo, sin molestarse siquiera en cortesías. “He
intentado llamar a tu padre, pero no contesta, así que he pensado que podría preguntarte, que
probablemente sabrías.” Me quedé callado, debatiéndome en si hacerlo o no, pero papá siempre me
hacía encargarme de mierda con Ben de todos modos, así que pensé que no habría problema en hacerlo
ahora antes de lo previsto.

“Sí, aquí estaré,” le dije. Dijo que me vería en unos minutos y colgué, deslizando el teléfono en mi
bolsillo de nuevo.

“El tono que tienes para él no es muy sutil,” dijo Isabella jugando, arrojando un trapo en la encimera y
acercándose a mí. Ella había descubierto en las últimas semanas, que Ben era un traficante de drogas y
conseguía su mierda de mi padre. Sonreí, encogiéndome de hombros. “Nadie dijo que fuera bueno
siendo sutil, Bella. Creí que eras consciente de que soy muy directo,” le dije. Ella sonrió y envolvió
sus brazos en torno a mí, recostando su cabeza en mí.

“Es cierto,” murmuró. “Una de las muchas cosas que amo de ti es que eres directo. Aprecio la
honestidad.”

Envolví mis brazos a su alrededor, frotando suavemente su espalda, sintiéndome jodidamente mal al
momento que esas palabras salieron de sus labios. Ahora mismo estaba lejos de ser honesto con ella,
guardando secretos sobre esa mierda del GPS. Quería decírselo pero tenía miedo de asustarla, miedo
que me dijera que me detuviera y joder, sabía que si ella me pedía directamente que me detuviera, no
sería capaz de decir que no. Ya no podía mirarla a la cara y negarle nada. Ella me tenía envuelto
alrededor de su puto dedo meñique.

Ella suspiró contenta, cerrando los ojos. Me incliné y besé la parte superior de su cabeza, inhalando el
dulce aroma a fresa. “¿Todavía piensas que la felicidad es solo tener buena salud y una mala
memoria?” Le pregunté de pronto, recordando un día que ella me había dicho esa mierda. Se echó a
reír y se apartó de mis brazos, mirándome.

“No,” dijo ella. “Pero si lo es, espero seguir saludable e ignorante.”

Me reí entre dientes, porque ella podía ser jodidamente ingeniosa cuando quería, y la atraje de nuevo
hacia mí. “¿Así que estás diciendo que eres feliz?” Le pregunté.

“Por supuesto que soy feliz,” dijo frotando su nariz en mí. Mi corazón henchido con todo ese amor que
sentía ante el hecho de que a pesar de todo, yo era capaz de hacerla sentir al menos algo de felicidad
después de todo.

Nos quedamos allí unos momentos antes de escuchar el sonido de grava crujiendo fuera. Suspiré e
Isabella se apartó de mí, ambos mirando por la ventana. Vi la furgoneta color azul deteniéndose, y a
Ben que bajaba del asiento del conductor.

“¿Puedes dejarlo entrar, tesoro? Tengo que ir a buscar su mierda,” le dije, frotando suavemente sus
brazos. Ella sonrió y asintió, me incliné para besar rápidamente sus labios. Salí de la cocina y saqué
las llaves de mi bolsillo, buscando entre ellas hasta que encontré la de la habitación bajo las escaleras.
Abrí la puerta y entré, bajando al sótano. Me detuve al final de las escaleras, suspirando y pasando la
mano por mi pelo mientras miraba alrededor. Caminé hacia una caja enorme y la abrí, sacando el
paquete con la enorme B, escrita con la letra de mi padre. Cerré la caja y me di la vuelta, y me detuve
cuando mis ojos cayeron en las pistolas colocadas en el estuche en la pared. Sonreí satisfecho cuando
una idea me golpeó, sabía exactamente lo que Isabella y yo íbamos a hacer hoy.

Salí del sótano y escuché las voces de mis hermanos en el momento que llegué al primer piso. Salí de
la habitación y saludé a Ben, entregándole el paquete. Me agradeció y me entregó un sobre que deslicé
en mi bolsillo trasero.

Nos quedamos allí charlando un momento, antes de que Ben dijera que tenía que llevar la mierda a su
casa y esconderla antes de que sus padres llegaran. Se fue y mis hermanos dijeron que se iban y no
volverían hasta más tarde. En cuantos se cerró la puerta principal y los tres hijos de puta se habían ido,
me volví hacia Isabella y sonreí con suficiencia.

“Así que, ¿qué quieres hacer hoy?” Le pregunté, levantándole una ceja. Ella sonrió y rodó sus ojos
juguetonamente, porque ya había respondido antes esa puta pregunta.

“Lo que sea que quieras hacer, Edward,” repitió.

“Esperaba que dijeras eso,” le dije, dándome la vuelta y dirigiéndome de nuevo hacia la habitación.
Me detuve en la puerta y me volví para mirarla. No se movió ni un ápice, mirándome con
escepticismo. “¿Vienes o qué?”

Sus ojos se abrieron por la sorpresa. “Yo, eh… no creo… que deba entrar ahí.”

Suspiré y me quedé mirándola un momento, observando como el miedo, la curiosidad y la confusión


cruzaban su rostro. “¿Por qué?” Le pregunté. Su ceño fruncido por la confusión ante mi pregunta.
“¿Por qué no crees que puedas entrar aquí? Quiero decir, ¿te ha dicho mi padre ‘no entres ahí’ o algo
así?”

Ella se quedó mirándome un momento antes de negar con la cabeza. “Jasper dijo que me mantuviera
lejos, que estaba cerrado por una razón,” dijo tímidamente. Yo asentí.

“Está cerrado por una razón, al igual que yo tengo una maldita llave de la habitación por alguna
razón,” le dije, encogiéndome de hombros.

“¿Por qué tienes una?” Preguntó con curiosidad. Suspiré, encogiéndome de hombros otra vez.

“Porque mi padre no está siempre en casa, y a veces necesitamos mierda de aquí. Aunque ese no es el
punto. Mi padre nunca te ha dicho que no puedes entrar, así que vamos.”

Vaciló y se quedó mirándome, y me di cuenta que en verdad lo estaba considerando muy seriamente.
Me refiero a que, en realidad no era gran cosa, podría hacer esa mierda yo solo, pero parte de mí
quería que lo hiciera. Que lanzara la precaución por la ventana y me siguiera ciegamente, que de
verdad confiara en mí. Nunca antes mi padre había perdido los estribos por ese cuarto, solo le puso el
candado cuando la última perra realmente comenzó a husmear. Cristo, Nona solía limpiar esa mierda
todo el tiempo, así que no veía el problema en que Isabella entrara por un momento si iba conmigo. Él
confiaba en ella de todos modos, tenía que ser así si la dejaba andar por ahí en público y conduciendo
un puñetero coche. De todos modos, ella no vería nada que no supiera ya.

“Está bien,” dijo con timidez después de un momento, asintiendo. Se acercó donde yo estaba e hizo
una breve pausa antes de entrar en la habitación. Se detuvo al entrar y entré detrás de ella, poniendo
mi mano en su cadera e inclinándome para besar suavemente su nuca.

“¿Ves?, no ha sido tan aterrador,” le dije en broma. Ella rodó los ojos y trató de darme un codazo pero
me hice a un lado, riéndome.

“No es a la habitación a lo que le tengo miedo, Edward,” dijo. “Es al hombre al que pertenece a quien
tengo miedo.”

Me encogí de hombros. “No tienes por qué tener miedo de nada, Bella. Yo te protegeré,” le dije. Ella
me miró un momento antes de sonreír ligeramente.

“Sé que lo intentarás,” dijo. “Pero no siempre puedes estar ahí para salvarme. No eres exactamente un
superhéroe.”

“¿Quién lo dice?” Le pregunté, levantando una ceja. Su ceño se frunció por la confusión y me eché a
reír. “No estoy hablando de esa mierda del superhéroe, Bella. Cristo, soy más como el maldito malo
de la película que nada. Me refiero a la parte de no estar siempre ahí para salvarte. ¿Por qué crees
eso?”

“Porque no puedes. Tienes tu propia vida para vivir,” dijo, encogiéndose de hombros. Me reí
secamente, sacudiendo mi cabeza.

“¿No has comprendido el jodido concepto de que tú ahora eres mi vida? No hay ni una mierda sin ti.
No hay razón para vivir si no estás conmigo,” dije encogiéndome de hombros. Sus ojos se abrieron por
el shock mientras me miraba boquiabierta.

“No puedes decir eso, Edward. Incluso si algo me pasara, tienes que seguir viviendo. No puedes solo
darte por vencido,” dijo y sonó casi como si estuviera entrando en pánico. Hice un gesto de negación.

“No sería darme por vencido, Bella. Sería sucumbir, creo que hay una diferencia. En cualquier caso,
no importa. Nada va a pasarte, así que no tiene maldito sentido preocuparnos por ello,” dije,
caminando hacia el armario y entrando en él. Miré hacia atrás para ver si me estaba siguiendo,
mirándome con curiosidad. Abrí la puerta que conducía al sótano y sus ojos se abrieron un poco por la
sorpresa. “Puede que no sea un superhéroe, pero sí tengo una Baticueva. Y puede que sea mortal, pero
soy capaz de matar a un hijo de puta antes de que él tenga la oportunidad de hacerme daño o a alguien
a quien amo.”

Ella me miró como si estuviera a punto de debatirme, pero finalmente suspiró, sonando resignada.
“Irracional y volátil,” murmuró en voz baja. Yo le entrecerré los ojos y sonrió tímidamente ante mi
expresión, negando con la cabeza. “¿Por qué estamos aquí?”

La miré fijamente un momento, preguntándome qué era lo que ella pensaba que era tan irracional y
volátil acerca de lo que había dicho, pero finalmente decidí simplemente dejarlo pasar por el
momento. “¿Recuerdas cuando los socios de mi padre vinieron de visita desde Chicago?” Le pregunté.
Ella me miró con una extraña expresión en su rostro, lo que me confundió por un momento antes de
que me diera cuenta de lo que había preguntado. Por supuesto que recordaba esa mierda, el maldito
James casi la viola. Ella nunca olvidaría eso. “Sí, pregunta estúpida, lo sé. El punto es, que esa
primera noche que me quedé en tu habitación te dije que algún día te enseñaría cómo usar un arma.
Bueno, ese día es hoy, tesoro.”

Jadeó y me miró atónita. “Estás bromeando,” dijo. Yo negué con la cabeza.

“¿Te parece que estoy bromeando?” Le pregunté, levantando mis cejas. Ella negó con la cabeza
vacilante. “Muy bien, entonces. Siempre es bueno saber cómo protegerte por si acaso, porque en
realidad nunca se sabe cuándo lo necesitarás. Además, no hay nada más que hacer y Cristo, ¿sabes lo
jodidamente sexy que te vas a ver, disparando un arma?”

Ella se sonrojó y me reí entre dientes. “Eh, está bien… quiero decir, si crees que va a estar bien,”
comenzó, encogiéndose de hombros y mirándome con cautela. Podía ver su recelo acerca de la
situación, su preocupación de que mi padre fuera a enojarse. Suspiré y metí la mano en mi bolsillo,
sacando mi teléfono. Revisé mis contactos y marqué el número de teléfono de mi padre, llevando el
teléfono a mi oído. Le había dicho que si alguna vez decidía llevarla a disparar sería lo
suficientemente hombre al respecto y primero acudiría a él, así que eso es lo que estaba haciendo. El
teléfono sonó un par de veces antes de que respondiera el buzón. “Ey, voy a llevar a Isabella a
practicar tiro. Estoy intentando dejarlo claro o lo que sea, pero no contestas tu puto teléfono. Así que
sí, he pensado que agradecerías que te lo dijera. Nos vemos cuando sea que regreses.”

Colgué el teléfono y lo deslicé de nuevo en mi bolsillo, mirando a Isabella. Ella se quedó mirándome
un momento con curiosidad. “Entonces, ¿por qué exactamente estamos en esta habitación?” Preguntó.
Yo sonreí.

“Blancos. Munición extra. Mierda para seguridad, como protectores de oído y gafas,” le dije. Ella me
miró y le sonreí con suficiencia. “Dependiendo de tu estado de ánimo, tal vez un chaleco antibalas
para mí.”

Me reí entre dientes cuando ella se sonrojó. “Tú sabes que nunca… ya sabes… te dispararía.”

Sonreí y asentí. “Sí, yo sé que nunca me dispararías, tesoro. No intencionadamente, de todos modos,”
le dije. “Pero vamos, las damas primero.”

Vaciló pero dio los últimos pasos para acercarse, mirando hacia abajo, a la entrada del sótano. Se
detuvo y estiré mi mano, tomando la suya. Comenzó a bajar las escaleras después de un momento y la
sujeté, a sabiendas que los escalones podían ser una poco estrechos y difíciles de bajar si no estabas
acostumbrado a ellos y joder, no quería que se cayera ni nada. Ella se sujetó de mi mano con fuerza y
se detuvo al final de los escalones, mirando alrededor. Bajé el último de los escalones detrás de ella y
puse mis manos en sus caderas, inclinándome para besarla ligeramente en su cuello.
“Terra di contrabbando*,” le dije. “Bienvenida a la tierra del contrabando.”

Ella miró hacia mí, parecía nerviosa pero pude ver la curiosidad en sus ojos. Al menos estaba
jodidamente intrigada, era un comienzo. “¿Contrabando? ¿Así que todo aquí es ilegal?”

Negué con la cabeza y solté sus caderas, pasando una mano por mi pelo. “No, en sí no todo es ilegal,
pero todo es jodidamente desagradable,” le dije. Me quedé callado y miré a mi alrededor a todos los
cajones, cajas y baúles colocados alrededor. “Toda esta mierda es principalmente el alcohol y las
drogas que importan y distribuyen en el área,” le dije, haciendo un gesto con la mano alrededor de
dónde estábamos de pie. Ella asintió y miró a su alrededor.

“Hay mucho,” dijo llevando su labio inferior dentro de su boca para masticarlo. Sus puñeteros nervios
estaban destacando y me pude dar cuenta que estaba algo incómoda aquí abajo, y me estaba
empezando a preguntar si había sido una buena idea. No quería estresarla, pero era demasiado tarde
para cuestionar esa mierda ahora. Ya estaba aquí abajo.

“Sí, lo es. Vamos,” le dije, señalando con la cabeza hacia el espacio frente a nosotros. Empecé a
caminar y ella me siguió, pero se congeló cuando las armas estuvieron a la vista. Me di la vuelta para
mirarla y me di cuenta que estaba mirando con la boca abierta a la pared, parecía sorprendida,
confundida y asustada.

“Wow,” dijo sonando aturdida. Suspiré y asentí, comenzando a escarbar en algunas cajas rápidamente
lo que habíamos venido a buscar. Empecé a sacar cosas y a entregárselas, ella las cogía pero no me
estaba prestando ni una mierda de atención. Sus ojos estaban enfocados directamente en las armas,
mirándolas como si una de esas hijas de puta fuera a saltar de la maldita pared y comenzar a disparar
balas por sí misma. Por la manera en que estaba viendo la colección personal de mi padre, no había
maldita manera de que fuera a decirle que todas las cajas que estaban alineadas en la pared del fondo
estaban llenas de armas de asalto ilegales. Docenas y docenas de Colt AR-15, TEC-9, AK-47 y Uzies,
las mortales hijas de puta que podían disparar cientos de balas por minuto y quitar de tu camino lo que
fuera.

“Sí, ¿qué puedo decir? Él ama sus malditas armas,” murmuré. Me acerqué a un armario y lo abrí,
sacando una caja de balas. “Pero como he dicho antes, no debes temerlas. No pueden hacerte daño,
solo la gente puede.”

Finalmente apartó sus ojos de ellas y me miró. “Sí, lo recuerdo. Así que, ¿qué más hay por aquí?”
Preguntó, mirando más allá de mí. Suspiré y la miré con recelo.

“El calabozo,” dije en voz baja, sin saber cómo iba a reaccionar ante el hecho de que prácticamente
teníamos una cámara de tortura aquí abajo. Se me quedó mirando un momento antes de asentir.

“Está bien, entonces,” dijo simplemente, obviamente sin querer considerar la mierda que acababa de
decir. La ignorancia era felicidad, supongo. “¿Hemos terminado?”

Podía sentir la ansiedad en su voz, pero estaba luchando por mantener la compostura y no perder el
control. Asentí y subimos de nuevo las escaleras rápidamente, dejando el sótano. Usé mi pie y cerré de
nuevo la puerta de una patada porque tenía las manos llenas y me acerqué al escritorio dejando caer la
mierda sobre él. Isabella me siguió y puso las cosas que ella llevaba, mirándome con curiosidad
mientras yo quitaba una pintura de la pared. Sus ojos se abrieron por la sorpresa cuando vio la caja
fuerte en la pared que estaba ahí oculta.

“Wow, ¿la gente en realidad hace eso? Pensaba que solo era en las películas,” dijo, la curiosidad clara
como el agua en su voz. Me reí entre dientes, sacudiendo la cabeza mientras ella caminaba hasta
donde yo estaba de pie frente a la caja fuerte.

“Sí, realmente lo hacen. Mi padre guarda aquí su mierda personal,” le dije.

“¿Cómo funciona?” Preguntó ella, mirándome de forma extraña. Le sonreí y metí la mano en mi
bolsillo, sacando el sobre con dinero que me había dado Ben y mis llaves. Encontré la pequeña llave
dorada y la metí en la cerradura.

“Tienes que tener tanto la llave como la clave para abrirla,” le dije. Sonreí con suficiencia,
volviéndome para mirarla. “La clave es la misma que la de la alarma de la puerta principal.
¿Recuerdas cuál es?”

Ella me miró y se quedó en silencio por un momento. “¿Seis, dos, tres, siete, tres?,” preguntó
vacilante. Asentí con la cabeza.

“Memoria de puta madre,” le dije, sintiéndome malditamente orgulloso porque además del día que
fuimos a la tienda y le dije por primera vez la clave, ella no había vuelta a usar esa mierda. Me dio una
sonrisa brillante, su expresión haciéndose eco del orgullo que yo sentía. Marqué la clave en la caja
fuerte y giré la llave, la puerta hizo un clic abriéndose inmediatamente.

Abrí la puerta y una carpeta se deslizó hacia fuera, golpeando el suelo y esparciendo un montón de
papeles. Miré hacia abajo y suspiré, molesto por esa mierda. Arrojé el sobre con el dinero en la caja
fuerte y me agaché, comenzando a recoger los papeles cuando la palabra “Swan” captó mi atención.
Me quedé inmóvil, echando un vistazo rápido al papel, mi corazón comenzó a latir erráticamente
cuando vi las letras ADN escritas en la parte superior.

“Nena, ¿quieres subir a mi habitación y coger mi mochila para meter toda nuestra mierda?” Le
pregunté, agarrando el resto de los papeles y poniéndome de pie rápidamente antes de que pudiera
preguntarme qué demonios estaba leyendo. “Solo deja mis libros sobre la cama.”

“Sí, claro,” dijo dándome una pequeña sonrisa antes de darse la vuelta y salir rápidamente de la
habitación. Dejé escapar un suspiro de alivio, sujetando los papeles en mi mano con fuerza. Mi mente
trabajaba rápidamente mientras me debatía con intensidad en cuanto a qué hacer. Joder, quería leerlos,
estaba desesperado por saber qué demonios decían, pero sabía que había una maldita cámara sobre mí
y mi padre fácilmente podría verlo y probablemente en algún momento lo haría.

El tiempo seguía corriendo rápidamente, mis oportunidades disminuyendo a cada segundo que pasaba.
Después de un momento dije a la mierda, mi curiosidad anulando a mi lógica. Agarré el papel con los
resultados de la prueba de ADN en él, echándole un vistazo rápido. El único nombre escrito en él era
“Swan”. Pero había otros sujetos, etiquetados solo como A, B, C, y D. Era una comparación de ADN
con una gráfica y al principio me pregunté si era una puta prueba de paternidad. Como si tal vez
Charles no fuera realmente su padre y él simplemente estuviera tratando de averiguar quién demonios
era su padre en realidad. Pero una sección de la gráfica de ADN tenía un círculo y “padre” estaba
escrito sobre ella en la propia letra de mi padre, por lo que estaba claro que Charles o quién sea que
fuera su puto padre había sido identificado. Había otros tres círculos en ella y “coincidencia lejana”
estaba escrita junto a ellos en una letra que no reconocí. Por debajo de dos de ellos estaba la palabra
“abuelo”, lo que me tomó por sorpresa porque ella solo tenía un abuelo. Su madre era una jodida
esclava, no tenía ningún pariente de sangre. Bella me había dicho claramente que su madre fue
comprada cuando era un bebé, sus padres habían sido asesinados. Entonces, ¿cómo demonios tenía
ella dos abuelos?

La última coincidencia simplemente decía “pariente lejano, ADNmt concluyente” escrito en ella. Me
estaba reprendiendo a mí mismo por no prestar más atención en la clase de ciencias en esa maldita
conferencia sobre el ADN, pero estaba bastante seguro que el ADNmt estaba vinculado a través de la
línea materna. Así que si Bella tenía ADN que coincidía a través del ADNmt, ¿quién demonios era su
madre en realidad? Ella no podía ser solo una maldita esclava. ¿Y con el ADN de quién mierdas estaba
siendo comparado? Porque era evidente por la gráfica que Isabella tenía cuatro familiares, uno de
ellos su padre, dos eran sus abuelos, y el último era otro familiar a través de su madre.

Escuché pasos acercándose y comencé a entrar en pánico, poniendo el papel de vuelta en la carpeta y
metiéndola de nuevo en la caja fuerte. Cerré la puerta rápidamente, girando la llave para cerrarla de
nuevo. Puse otra vez las llaves en mi bolsillo y cogí la pintura, la estaba colocando de nuevo en la
pared cuando Isabella entró.

Llené rápidamente la mochila y le dije a Isabella que se pusiera unas zapatillas cómodas, porque
íbamos a caminar. Ella me miró con escepticismo, su ceño fruncido por la confusión.

“¿A dónde vamos a caminar?” Preguntó vacilante. Sonreí, encogiéndome de hombros.

“Ese prado del que te hablé hace algunos meses, el que encontré vagando por el bosque hace unos
años. Está tan fuera del camino que no tenemos por qué preocuparnos de molestar a nadie,” le dije.

Sus ojos se iluminaron por la emoción, una gran sonrisa dominó su rostro.

Ella corrió para preparase y yo salí hacia el Volvo. Abriendo la puerta del conductor y metiendo la
mano debajo del asiento. Saqué la M1911 .45 ACP y la deslicé en la cintura de mis pantalones,
volviendo a cerrar el coche. Me dirigí al interior y me encontré con Isabella en el vestíbulo, con sus
zapatos puestos y lista para irse. Me reí ante su evidente entusiasmo y fuimos a la cocina, preparando
algunos puñeteros sándwiches y los envolvimos para cuando tuviéramos hambre, porque era una
caminata jodidamente larga y lo último que quería era morir de puta hambre en el camino.

Puse los sándwiches en la mochila junto con unas cuantas botellas de agua antes de ponerla en mi
espalda. “¿Estás lista?” Le pregunté, levantando las cejas inquisitivamente. Ella asintió y la tomé de la
mano, llevándola hacia la parte trasera de la casa y cerrando cuando salimos. Nos dirigimos hacia el
bosque, solo caminando y conversando, tomados de la mano y sonriendo. Parecíamos dos malditos
tontos enamorados, pero supongo que en sí eso era exactamente lo que éramos. Fue una larga caminata
de mierda, alrededor de ocho kilómetros para ser exactos y nos llevó casi dos horas con lo
jodidamente lento que estábamos caminando. Pero valió la pena, porque en el momento que llegamos
al claro Isabella jadeó, una mirada de puro asombro dominó su rostro. Fue jodidamente extraño, pero
yo siempre había sentido que entrar en el claro del pequeño prado era como entrar a una burbuja de
paz, como si cada causa de estrés, preocupación y jodido hecho de la vida hubiera desaparecido en la
línea de árboles y todo lo que encontrabas dentro era pura serenidad. Y sé que sueno como una jodida
chica, como el maldito mariquita que me estaba sintiendo en estos días, pero era cierto. Este había
sido mi refugio durante años, donde por fin pude encontrar armonía. Y estaba claro por la reacción de
Isabella, que al entrar en el prado se había sentido de la misma forma.

Me quité la mochila, dejándola caer al suelo, y me acerqué a Isabella por detrás, la abracé con fuerza,
atrayéndola de nuevo hacia mí y ella levantó sus manos para frotar suavemente mis antebrazos. Nos
quedamos en silencio un momento, simplemente disfrutando del silencio y la tranquilidad. El sol
entraba a raudales por entre los árboles sobre el prado, y proporcionando un poco de calor al área.

“Es hermoso,” dijo Isabella finalmente, con voz tranquila. Sonreí y besé el tope de la cabeza.

“Sí, es agradable. Solía venir aquí todo el tiempo para alejarme de todo, solo para olvidar toda esa
mierda,” le dije. Suspiró y se recostó sobre mí y nos quedamos allí unos momentos más, disfrutando
del paisaje.

Finalmente nos dejamos caer en la hierba y simplemente pasamos el rato, comiendo nuestros
sándwiches y hablando de tonterías. Después de un rato, me puse de pie y agarré la mochila,
abriéndola y empezando a sacar cosas. Isabella me miró con escepticismo cuando caminaba hacia el
otro lado del prado y colocaba un blanco.

Caminé de regreso a dónde Isabella estaba sentada y le tendí mi mano, sonriendo satisfecho. La ayudé
a levantarse del suelo y agarré la mochila, llevándola al lado del prado justo enfrente del blanco y la
puse frente a él. Dejé caer la mochila a nuestros pies y me paré detrás de ella, poniendo su cuerpo en
posición. Metí la mano en la cintura de mis pantalones y saqué la pistola, puse mis brazos alrededor
de ella y sostuve el arma frente a ella. Le expliqué sobre el seguro y las balas, diciéndole que tenía
siete balas además de una en la recámara. Le hablé de mantener estable el arma y que usara su visión
para enfocar directamente en su objetivo, bloqueando todo lo demás y entrando casi en un trance. Le
expliqué que tenía que agarrar el mango bien pero que mantuviera su dedo relajado a medida que
apretaba del gatillo, para hacerlo sin problemas.

Ella pareció entenderlo y le entregué las orejeras y unas gafas de seguridad, haciendo que se pusiera
las malditas cosas. Yo nunca las usaba, pero quería asegurarme que ella estuviera a salvo y no quería
que se asustara por el ruido del disparo. Ya la tenía colocada y alineada, diciéndole que se concentrara
en la parte inferior del blanco y disparara un tiro cuando estuviera lista.

Di un paso atrás y la observé mientras estaba allí parada, apuntando el arma. Sus manos temblaban
ligeramente por los nervios y solo me quedé ahí parado pacientemente, sabiendo que iba a necesitar
algo de tiempo antes de que se relajara y pudiera sostener el arma con firmeza. Ella suspiró
profundamente y apretó el gatillo y yo retrocedí instintivamente cuando ella hizo su primer disparo. El
culatazo cuando apretó el gatillo y expulsó el cartucho la sobresaltó, porque como un puto idiota no le
había explicado esos aspectos detalladamente y ella gritó malditamente fuerte y casi dejó caer el
arma. Afortunadamente mantuvo su agarre en ella y no cayó al suelo, pero me miró, viéndose
jodidamente asustada.

Suspiré y pasé la mano por mi pelo, mirando hacia el blanco. Había fallado en darle a ese hijo de puta
por más de un maldito kilómetro.
Me acerqué a ella y puse mis brazos a su alrededor, alineándola para que quedara frente al blanco.
Sostuve la pistola con firmeza y puse mi dedo en el gatillo, diciéndole que pusiera sus manos sobre las
mías. Apunté y apreté el gatillo, dando un disparo que dio directamente en el blanco. Isabella se
estremeció, pero no parecía sorprendida o asustada en ese momento, supongo que al menos sabía qué
jodidos esperar. Me di cuenta inmediatamente que había hecho exactamente la misma maldita cosa
con lo de disparar que con la conducción, lanzarla directamente a hacer esa mierda.

Disparamos el resto de las balas de esa forma y ella pareció relajada al momento en que todas las
balas fueron expulsadas, sin siquiera pestañear en la última. Pareció asimilar lo que yo estaba
haciendo y después de que volví a cargar le pregunté si quería intentarlo de nuevo sola. Ella dudó pero
asintió, llevando su labio inferior al interior de su boca para mordisquearlo nerviosamente. Sonreí y le
entregué el arma cargada, completamente lista para funcionar. Se alineó y apuntó, y yo di unos pasos
hacia atrás para darle un poco de espacio. Hizo una pausa y suspiró profundamente, apretando el
gatillo. El disparo salió y pasó rozando el blanco, casi acertando pero sus manos todavía temblaban un
poco. Me miró nerviosa y le di una sonrisa, haciendo un gesto con la cabeza hacia el blanco,
diciéndole en silencio que lo hiciera de nuevo. Sonrió y se dio la vuelta hacia el blanco, apuntando y
disparando.

El último disparo que hizo finalmente le dio al jodido blanco, malditamente cerca del centro. Sonreí
satisfecho y ella jadeó, sus ojos se abrieron por la sorpresa de que realmente le había dado a esa
maldita cosa. Me reí entre dientes y me acerqué a ella, cogiendo el arma y recargándola. Se la di de
nuevo y ella sonrió, sus ojos brillando por la emoción. Ahora que estaba relajada y su puñetero miedo
se había disipado, realmente podía disfrutar. Ni siquiera podía imaginarme como jodidos se sentía,
empuñando algo tan malditamente peligroso y poderoso después de toda una vida de opresión. Tenía
que ser una enorme oleada de adrenalina. Me quedé detrás y la observé mientras disparaba unas
cuantas rondas, su puntería iba mejorando bastante a medida que se sentía más cómoda. Le dio al
blanco tres veces seguidas, la tercera vez dando directamente en el centro del blanco. Ella gritó
entusiasmada y se volvió para mirarme, olvidando bajar la maldita arma en el proceso. Me estaba
apuntando directamente con la hija de puta y me agaché, lanzando mis malditas manos hacia arriba de
manera protectora. No es como si pudiera haber detenido una maldita bala si ella hubiera apretado el
gatillo de forma accidental, pero era una reacción natural teniendo una pistola apuntando hacia mí.

“¡Cristo, Bella, cuida la mierda que haces!” Le grité. La oí jadear y eché un vistazo, viendo que bajaba
el arma inmediatamente, sus ojos abriéndose aún más por el miedo.

“Lo siento,” dijo rápidamente, sonando asustada. Suspiré y dejé caer mis manos, negando con la
cabeza.

“Está bien. Joder, nena. Nunca debes de hacerle esa mierda a la gente. Nunca apuntes un arma cargada
a nada o nadie a menos que estés dispuesta a disparar esa hija de puta, ¿me has oído?” Le pregunté,
pasando la mano por mi cabello, mi corazón latiendo de forma irregular. Mi padre era la única otra
persona que alguna vez había apuntado un arma hacia mí y estaba seguro que él nunca me dispararía,
pero yo no era estúpido. Sabía que Isabella fácilmente podría apretar el gatillo por accidente y
volarme la puta cabeza. Ella asintió rápidamente.

“No fue mi intención hacer eso,” dijo, todavía con pánico en su voz. Suspiré y asentí.

“Lo sé. Como he dicho, sé que nunca harías esa mierda intencionadamente, pero no puedes dejarte
llevar y perder la concentración. Esta mierda es seria. Cristo, tal vez debería haber usado ese maldito
chaleco antibalas,” le dije. Ella asintió en comprensión y se sonrojó, luciendo avergonzada. Me quedé
mirándola un momento mientras ella bajaba la vista al suelo, antes de darse la vuelta de nuevo hacia el
blanco. Levantó el arma para apuntar y de inmediato me sentí mal, porque esa chispa de entusiasmo
que tenía ahora había desparecido. No era mi intención gritarle o regañarle, pero esto no era algo que
podía tomarse a la ligera y ella me había dado un susto de mierda, distrayéndose de esa forma.

Disparó una ronda, apenas dando en el blanco pero sonriendo ligeramente para sí misma. Me di cuenta
que se sentía orgullosa y trataba de contenerse, sin querer entusiasmarse demasiado y perder la
concentración. Suspiré y me acerqué a ella por detrás. Puse mis manos sobre sus caderas y ella saltó
ligeramente por el contacto, pero trató de mantenerse concentrada. Disparó las últimas balas y bajó el
arma, echándome un vistazo. Le sonreí y tomé el arma de sus manos, empezando a cargarla de nuevo.

Se la devolví y ella la cogió, sonriendo tímidamente. Sonreí y levanté mi mano, quitándole las
orejeras. Las arrojé al suelo junto a nosotros y de nuevo la alineé hacia el blanco.

“Ah, la mia bella ragazza. Lo estás haciendo jodidamente bien, ¿sabes?” Le dije, queriendo que
supiera esa mierda. Se merecía sentirse bien consigo misma, porque lo estaba haciendo mejor de lo
que esperaba que lo hiciera la primera vez que tiraba al blanco. Ella sonrió ampliamente, esa chispa
regresó a sus ojos casi al instante. Hizo un disparo y dio un respingo, ya que se escuchaba mucho más
fuerte sin las orejeras, pero por suerte mantuvo la compostura. Puse mis manos en sus caderas y me
quedé detrás de ella, viendo la expresión de concentración y determinación en su rostro mientras
enfocaba. Podía sentir su cuerpo tensarse ligeramente por la anticipación, sus músculos se pusieron
rígidos y su cuerpo vibraba cuando disparaba. La fuerza pura y el poder exudando de ella y la
confianza en sí misma que estaba demostrando eran jodidamente sexy y pude sentir mi polla excitarse
en mis pantalones a medida que ella disparaba un tiro tras otro.

“Tan jodidamente sexy,” le dije, inclinándome y susurrando en su oído. Coloqué un ligero beso en el
lóbulo de su oreja sin pensarlo y ella lloriqueó, perdiendo la concentración una vez más cuando un
escalofrío surcó su cuerpo. Apretó el gatillo y una bala salió haciendo eco a través del bosque.

“Oops,” susurró cuando los pájaros comenzaron a chillar, oyéndose una conmoción en los árboles. Me
eché a reír y acaricié con mi nariz su cuello, besando su piel.

“Mi culpa, tesoro. No debería haberte distraído,” le dije. “Pero en mi defensa, de verdad eres completa
y jodidamente tentadora para tu propio bien. Mejor el pájaro que yo, de todos modos.”

Se rio un poco, bajando el arma. Se la quité y apunté, disparando rápidamente las últimas balas. Cada
una de ellas golpeó el blanco e Isabella suspiró exageradamente.

“Presumido,” murmuró mientras yo arrojaba el arma vacía al suelo. Me reí entre dientes, envolviendo
mis brazos en torno a ella y atrayéndola en un abrazo. Se quitó las gafas de seguridad y las arrojó al
suelo, devolviéndome el abrazo.

“Sí, bueno, tengo un montón de puta práctica, amor,” le dije. Ella me dio una pequeña sonrisa,
asintiendo con la cabeza.

“Eso he escuchado,” murmuró.


Nos quedamos allí parados y abrazados por un momento antes de que me alejara un poco,
inclinándome para presionar mis labios contra los suyos con suavidad. Ella abrió sus labios y llevó su
lengua hacia afuera y yo la besé con fuerza, saboreando su dulce brillo labial y su boca con sabor a
menta. Sus labios eran tan suaves y cálidos, cada centímetro de ella era acogedor.

Dejé que mis manos recorrieran su espalda, pasándolas sobre su culo y apretando sus mejillas. La
atraje hacia mí, presionando mi polla en ella. Gimió cuando la sintió, el sonido aumentando mi
maldita excitación. “¿Me vas a dejar entrar esta noche en ese coño, tesoro?” Murmuré contra su boca,
mordiendo su labio inferior con mis dientes. Sí, sí, no siempre soy un maldito romántico, solo tengo
diecisiete años ¡por el amor de Cristo! Mis hormonas todavía me dominaban a veces.

Ella se apartó de mí y sonrió con timidez, encogiéndose de hombros mientras el rubor subía
lentamente por sus mejillas. Todavía era tímida sobre el tema, la mención de ello la ponía nerviosa. Al
menos parecía disfrutar de esa mierda y de verdad me escuchó ese día en la posada, ya que se había
negado en más de una ocasión cuando intenté recorrer todo el camino.

“Tal vez,” murmuró. Sonreí satisfecho y besé de nuevo su boca, porque un tal vez siempre era mucho
mejor que un jodido no.

Nos quedamos allí descansando más o menos una hora, solo recostados en la hierba y hablando, antes
de empezar a recoger nuestra mierda y a ponerla de nuevo en la mochila. Me la puse y tomé su mano,
entrelazando nuestros dedos cuando nos pusimos en camino a través del bosque hacia la casa. La
caminata de ocho kilómetros fue mucho más difícil de lo que recordaba que era la caminata al prado, a
pesar de que charlamos y bromeamos durante el viaje para distraer nuestra atención. Nos llevó más de
dos horas y mis putas pantorrillas dolían, mis músculos ardían de tanto uso. Yo acostumbraba correr
por los putos senderos durante horas para desestresarme así que caminar ocho kilómetros al paso de
una maldita tortuga no debería ser un problema, pero estaba sintiendo esa mierda. Hasta Isabella
parecía sentirlo, cuando se agachaba y frotaba su pantorrilla de vez en cuando como si estuviera
tratando de disolver un nudo. Estaba claro que no era el único que se había vuelto un flojo. Ella se
había partido el culo toda su vida y estaba acostumbrada a que su cuerpo fuera maltratado y empujado
al extremo, por lo que pasar los últimos meses viviendo una existencia bastante dócil la había
debilitado un poco. No me malinterpreten, ella seguía siendo la jodida chica más fuerte que conocía,
física y espiritualmente, pero ella también se había suavizado. Supongo que era el resultado de su
adaptación al mundo exterior. No tenías que ser exactamente duro para soportar un viaje al maldito
supermercado y hablar con extraños.

Para cuando la casa estuvo a la vista, el sol comenzaba a ponerse y yo estaba jodidamente exhausto, a
punto de un maldito colapso. Entramos y dejé caer mi culo en el sofá, quitándome los zapatos y
agarrando el control remoto. Encendí la televisión y comencé a recorrer los canales mientras Bella se
dirigía a la cocina. La escuché hurgando en el refrigerador y el microondas se encendió, ella regresó
unos minutos más tarde con bebidas y platos con la pasta sobrante de la noche anterior. Comimos y
nos acurrucamos en el sofá, viendo algo de tele por un rato. La casa cayó en la oscuridad y sentí que
mis párpados pesaban por el agotamiento.

“¿Quieres ir arriba?” Le pregunté en voz baja. Ella murmuró en respuesta, asintiendo. Apagué la
televisión y nos levantamos, dirigiéndonos lentamente hacia las escaleras. Cerré con llave la casa
antes de subir, Bella me dijo que iba a tomar una ducha rápida y a cambiarse mientras entraba a su
habitación. Me desnudé y me duché, poniéndome unos boxers y un par de pantalones de pijama. Me
acosté en la cama, bostezando, mis ojos empezaban a arder y desesperadamente quería cerrarlos.

Escuché la puerta abrirse después de un momento y eché un vistazo, viendo a Bella entrar usando lo
que parecía ser su jodido pijama favorito ya que lo usaba más que el resto, mi camiseta de fútbol y
unos pequeños pantalones cortos color negro. Aunque, no me podía quejar ya que ella se veía bien.
Tenía unas hermosas piernas tonificadas, ¿y a qué cabrón no le gusta ver a su chica con su ropa? Era
como marcarla y esa mierda.

Cerró la puerta y caminó hacia mí, metiéndose en la cama, a mi lado. Hice que se diera la vuelta para
quedar frente a mí, sonriéndole.

“Te ves cansado,” dijo en voz baja, extendiendo su mano y pasando sus dedos por mi mejilla.

“Lo estoy. ¿Qué tal si…” Empecé, pero fui abruptamente interrumpido por un puto bostezo. Ella se rio
y yo sonreí, negando con la cabeza. “Maldita sea, hombre. Como te decía, ¿qué tal si dormimos un
poco? Siempre puedo darle a ese coño mañana.”

Sus ojos se abrieron y extendió su mano, dándome un ligero golpe. “¡Edward! Esta es la segunda vez
hoy, sabes que odio esa palabra.” Me reí entre dientes y me encogí de hombros. La mitad del tiempo
solo decía esa mierda para sacarla de sus casillas, porque sus reacciones podrían ser jodidamente
divertidas.

“Lo sé, como sea. Vamos a hacer el amor. La misma mierda. Como sea que quieras llamarlo,”
murmuré, bostezando de nuevo. Ella sonrió y se sonrojó, y al verla se calentó mi corazón. Era una
mujer asombrosa, no había duda alguna de ello.

La envolví en mis brazos y se acurrucó en mí, suspirando contenta. Empecé a ansiar su calor después
de un momento y la aparté un poco de mí, quitándole su camiseta y arrojándola al suelo junto a la
cama. Me encantaba dormir estando ella sin camiseta, sus pechos apretados contra mi pecho, sintiendo
su cálida piel en la mía. Dormía de esa forma la mayoría de las noches, independientemente de si
teníamos o no relaciones.

A pesar de mi cansancio y la pesadez en mis ojos, Bella logró quedarse dormida antes que yo. Luchaba
por desconectar mi mente y olvidarme de la imagen de Bella con un arma. Era impresionante cuan en
jodido control se veía, cuan dominante y fuerte parecía ser. Ella sería una fuerza a tener en cuenta
cuando finalmente encontrara la libertad que se merece y sea capaz de encaminarse en el mundo y
seguir sus sueños. No veía la hora de ver esa mierda, de verla volverse la mujer que estaba destinada a
ser.

También parecía que no podía conseguir sacarme de la cabeza ese papel que había visto en la oficina
de la planta baja. Había apartado esa mierda de mi mente todo el día, tratando de no pensar en ello y
así poder centrarme en Isabella, pero ahora que todo estaba en silencio y el día estaba llegando a su
fin, al parecer no era capaz de dejar de pensar en esa mierda. Sabía que la organización tenía un fácil
acceso al ADN. No solo tienen un médico entre ellos que podría ser jodidamente cauteloso con
respecto a tomar muestras, sino que también había oído hace algunos años que cada persona que es
iniciada se le hace sangrar. De manera que ellos tendrían acceso a esa mierda personalmente, y encima
de eso ellos tenían personas en el interior, por supuesto, que podían entrar en la base federal de datos
de ADN, el CODIS, para ver el ADN de alguien con el fin de hacer una comparación. Así que
francamente, no había manera de saber de dónde venía ese puto ADN, fuera que ellos aún estuvieran
con vida o no. Joder, podrían haber muerto hace décadas por lo que sabía. No había manera de que
saber el ADN de quién demonios pegaba dónde.

Al momento en que esa idea llegó a mi mente, recordé una conversación telefónica de mi padre de
algunos meses atrás, no mucho después de que Isabella llegó. Habíamos estado viendo esa mierda de
película de Jimmy Hoffa y alguien lo llamó por algunas marcas (N.T. Aquí se utiliza la palabra hit,
que se traduce resultado o golpes, en el caso de la mafia es una clave que se utiliza para asesinatos
‘marcas’. Cuando llaman a Carlisle, él usa hit y Edward entiende que se está refiriendo a asesinatos
cuando están hablando de los resultados de la prueba de ADN), y mi padre parecía sorprendido,
diciendo que esa mierda no era posible y que lo hicieran de nuevo. Recuerdo que esa mierda me
sorprendió, porque por lo general él nunca era tan obvio cuando hablaba de las marcas tradicionales de
la mafia, los cuales eran asesinatos. Me di cuenta que tenía que estar hablando del ADN de ella, nada
más tenía sentido. Después le preguntó a Isabella si ella sabía algo del negocio de Swan, y lo recuerdo
diciendo que no quería que esos resultados se hicieran públicos, ya que podían iniciar un conflicto.
Estaba preocupado de que causaran una maldita guerra en la mafia.

Miré a la figura de Isabella dormida. ¿Quién diablos era ella en realidad? Estaba claro que ella no lo
sabía, pensaba que era una simple esclava, pero me estaba dando cuenta que era mucho más que eso.
Estaba claramente relacionada con alguien, y no estaba seguro de quién era, pero sabía que no era algo
que mi padre se estuviera tomando a la ligera. Prácticamente me había exigido que dejara de buscar
respuestas, soltando esa mierda de que no quería perderme como había perdido a mi madre, si no me
detenía. Con quién fuese que ella estuviera relacionada era alguien importante, y probablemente
jodidamente poderoso y mi padre no quería que esa mierda saliera a la luz.

La pregunta era: ¿Por qué?

Repasé esa mierda una y otra vez durante un rato antes de que mi cuerpo finalmente tomara el control,
bloqueando mi mente y cayendo en un profundo sueño. Me desperté abruptamente un poco más tarde
por un fuerte ruido y me senté rápidamente, mirando alrededor confundido. La habitación todavía
estaba oscura y en seguida me pregunté si tal vez había tenido un puñetero sueño de nuevo y el jodido
ruido que había escuchado era el disparo en el sueño, pero después de un momento otro golpe fuerte se
escuchó en el piso debajo de nosotros, el sonido de un portazo. Me tensé y sentí un movimiento en la
cama, mirando hacia Isabella. Obviamente, ella también se había despertado, ya que se estaba
sentando y me miraba con los ojos muy abiertos.

“¿Qué ha sido eso?” Preguntó, con pánico en su voz. La miré fijamente por un momento, sin saber la
puta respuesta, antes de mirar hacia el reloj y ver que eran las tres de la madrugada.

“No tengo ni las más puta idea,” le dije. Me quité el edredón de encima e iba a bajarme de la cama
cuando escuché las fuertes pisadas empezando a subir las escaleras hacia al tercer piso.

El pánico en Isabella se incrementó mientras me miraba y mi corazón empezó a latir erráticamente a


medida que las pisadas llegaban a nosotros. Miré rápidamente a mi alrededor y agarré la camiseta de
Isabella, lanzándosela y diciéndole que se la pusiera. Estaba maldiciéndome a mí mismo porque en mi
estado de agotamiento había dejado la maldita mochila en la planta baja con mi arma en ella.

Las pisadas comenzaron a oírse por el pasillo, dirigiéndose directamente a mi habitación. Hubo unos
fuertes toques en la puerta después de un momento y me quedé mirando atónito, el miedo recorriendo
mi cuerpo a medida que el pomo giraba y la puerta se abría bruscamente. Isabella gritó, asustada, y se
puso rápidamente la camiseta para cubrirse. Me quedé mirando hacia la puerta, inmóvil y entrando en
un puto ataque de pánico cuando me encontré cara a cara con mi padre. La expresión en su rostro era
intensa, y aún en la oscuridad pude distinguir la furia en sus ojos. Él estaba encabronado y me miraba
directamente a mí.

“Vete a tu cuarto, Isabella,” dijo con brusquedad, sin siquiera molestarse en mirar en su maldita
dirección, pero él sabía que ella estaba allí. No me quitaba los ojos de encima y sentí el miedo recorrer
mi cuerpo. Esto era malo, jodidamente malo.

La miré después de un momento y vi que estaba prácticamente paralizada, mirándome y viéndose


jodidamente aterrorizada. Me di cuenta de que estaba preocupada y no quería dejarme, porque estaba
confundida en cuanto a lo que estaba pasando. Yo mismo no estaba exactamente seguro pero tenía una
ligera sospecha de que tenía algo que ver con la mierda que había visto en su oficina en la planta baja
y si era así, no quería que ella estuviera aquí para esta conversación. Hice un gesto con la cabeza hacia
la puerta, tratando de decirle en silencio que se fuera antes de que mi padre se encabronara con ella
por su renuencia y la acusara de ser desobediente. No necesitaba que esta puta situación empeorara
más de lo que seguro lo haría.

“¡Te he dicho que TE VAYAS!” Gritó, finalmente apartando la vista de mí para mirarla a ella. Ella
gritó de nuevo y se levantó rápidamente.

“Sí, señor,” murmuró, pasando corriendo junto a él y saliendo por la puerta. Tan pronto se fue, mi
padre cogió la puerta y la cerró con fuerza, haciendo que las paredes vibraran por la fuerza y
encerrándonos a los dos dentro.

“¿Qué diablos te pasa, Edward?” Preguntó de inmediato. “¿Tienes jodidos deseos de morir? ¿De eso se
trata?”

Yo solo me quedé mirándole, sabiendo que sin importar mi puñetera repuesta, él me gritaría, así que
pensé que me tomaría esa maldita pregunta como retórica.

“De verdad pensaba que eras más inteligente que esta mierda, hijo. Lo hacía. Pero en un maldito día
consigues demostrarme exactamente lo inmaduro e ignorante que eres en realidad. ¿Honestamente
piensas que esa mierda que has hecho hoy era una buena idea? ¿En serio? No puedes ser tan
jodidamente estúpido,” dijo con brusquedad, negando con la cabeza.

Traté de contener mi propia ira, pero fue inútil porque joder, odiaba que me gritaran. “Joder, te he
llamado,” escupí con enojo. “No es culpa mía que no contestaras tu puto teléfono.”

Entrecerró los ojos, su ira aumentando. “¿Me has llamado? ¿Eso es todo lo que tienes que decir? ¿Qué
me has hecho una puta llamada?” Espetó. “¿Y qué hay si te hubiera contestado, si te hubiera dicho que
no? ¿Y qué si te hubiera dicho que no la metieras en ese puto cuarto y que no le dieras un arma? ¿Aun
así lo hubieras hecho? Sí, lo hubieras hecho. Porque como ya he dicho, eres inmaduro e ignorante y al
parecer no entiendes ni una mierda. Pero tienes que, joder Edward, realmente tienes que entender.”

Él hizo una pausa, negando con la cabeza. “Y en serio, ¿qué cojones se te ha metido últimamente? ¡¿A
qué demonios estás jugando?! ¡¿Te das cuenta que te has gastado casi veinte mil dólares en los dos
últimos meses?! ¿Qué mierdas estás comprando?”

Entrecerró los ojos, mirándome con desconfianza, pero yo me quedé allí y traté de mantener mi rostro
inexpresivo, porque no había forma de que le dijera dónde se había ido su puto dinero. La mayor parte
había ido directamente a las manos de mis conexiones en Port Angeles, para comprar mierda de la que
mi padre no tenía que saber.

“Está bien, no me lo digas. Pero no soy estúpido. Sé que estás tramando algo, te conozco hijo. Sé que
tienes un jodido plan en tu cabeza que estás tratando de llevarlo a cabo, pero en este momento te digo,
que sea lo que sea no va a funcionar. Tienes que detenerlo, y detenerlo ahora,” dijo con brusquedad, su
ira bullendo. Yo seguía allí, sabiendo que con cualquier cosa que dijera solo iba a encabronarlo más,
pero de ninguna jodida manera dejaría de hacer lo que estaba haciendo. Era demasiado tarde para esa
mierda.

“Y dame tu maldita llave, ahora mismo,” dijo, tendiendo su mano. “Dame las dos, la del cuarto y la de
la caja fuerte. No quiero que nunca más pongas un pie allí, no tienes ni una mierda que hacer allí.”

Llevé mi mano hacia la mesa y agarré mis llaves, arrojándoselas. Sacó las llaves rápidamente y las
deslizó en su bolsillo, lanzándome las llaves de vuelta. Me golpearon el pecho con fuerza e hice una
mueca, frotando el lugar donde me habían golpeado.

“Joder, no puedo creer que le hayas enseñado todo, hasta la maldita caja de seguridad, Edward.
También sé lo que has visto, lo que sacaste de la caja y leíste. Y ni siquiera puedo imaginar qué clase
de mierda está rondando en esa cabeza tuya, qué planes estás urdiendo para averiguar quién es esa
gente. Pero ahora mismo te digo, no te atrevas a hacer esa mierda. Me he estado rompiendo el trasero
tratando de resolver esta situación sin arrastrar a nadie más en ello, y tú sin ayuda de nadie me lo estás
jodiendo, hijo. Esta mierda es seria, joder, esta es gente que puede matarte si se enteran de que tienes
la más mínima noción de esta mierda, Edward. Tienes que dejar de meterte en lo que no te importa,”
espetó, pellizcando el puente de su nariz con enojo. Comenzó a pasearse de un lado al otro,
murmurando para sí mismo.

“Juro por Dios que si no fueras a cumplir dieciocho años dentro de poco y supiera que puedo hacerlo,
enviaría tu trasero de vuelta al internado mañana. Joder, casi estoy decidido a deshacerme de ella,”
dijo molesto. En el momento en que pronunció esas palabras mi furia se encendió, la simple idea de
que la enviara lejos hizo que mi furia se saliera de control.

“No vas a hacer ni una mierda con ella,” vociferé. “Vas a dejarla en paz.”

Sus ojos se estrecharon, su ira aumentando. “¿Quién demonios crees que eres, diciéndome qué hacer?
Voy a hacer cualquier maldita cosa que quiera con ella. ¡Cristo, Edward, apenas conoces a la jodida
muchacha! ¡No sabes nada de ella, no sabes en la mierda que te estás metiendo! Joder, ¿no me has
escuchado? ¡Vas a conseguir que te maten! Puede que a ti no te importe una mierda tu vida, pero yo no
puedo dejar que la desperdicies. Voy a hacer lo que tenga que hacer para asegurarme de que no suceda,
aún si eso significa convertirla a ella en un daño colateral. Si quiero hacerla desaparecer, voy a hacerla
desaparecer y no hay una maldita cosa que puedas hacer al respecto.”

Estaba tan furioso que mis manos temblaban y las apreté en puños, tratando de contenerme, pero sus
palabras me estaban llevando al límite. Cómo mierdas se atrevía a pararse ahí frente a mí y
amenazarla en mi cara. “¡Vete a la mierda! Juro por Dios que te mato si alguna vez le haces daño,”
espeté.

Vi el destello de furia en él cuando lo amenacé y sus fosas nasales se dilataron mientras apretaba sus
manos en puños. Los dos estábamos luchando por controlar nuestra puta ira, pero estábamos
peligrosamente cerca de perder el control. “Tal vez lo hagas, pero me importa una mierda. De hecho,
lo dudo. Si la mato, probablemente me matarías. Pero al menos el Sole de tu madre todavía tendrá su
luz, aún si el resto de nosotros la pierde. Habrá valido la puta pena mantener tu estúpido trasero con
vida, porque tu madre no hubiera querido que te convirtieras en una maldita víctima de esta mierda.
¡Significabas mucho para ella!”

“¡No metas a mi jodida madre en esto y la uses como una maldita excusa para justificar esta mierda!
Isabella nunca te ha hecho una maldita cosa, no merece que la uses como una puta amenaza contra
mí,” vociferé. “Joder, la amo, y voy a estar con ella no importa lo que pase. Tienes que aceptar eso y
resolver de una puta vez el problema que tengas con ello.”

“¡No puedo!” Gruñó, dando un paso hacia mí. “No sabes lo que estás haciendo, el peligro al que te
estás exponiendo. ¡Eres solo un maldito niño, Edward, solo tienes diecisiete años!”

“¡Puede que tenga diecisiete años, pero no soy un maldito niño!” Le grité. “¡Yo sé lo que quiero, sé
qué diablos estoy haciendo! ¡No he sido un maldito niño desde que tenía ocho años y me dispararon
por tu culpa!”

“¡Yo no tuve la culpa de que te dispararan, tu maldita madre tuvo la culpa! Y no sabes lo que estás
haciendo, no tienes idea de en lo que te estás metiendo. ¡No tienes idea de los estragos que Isabella ha
causado en mi vida, lo que le ha hecho a esta familia! ¡Solo míranos!” Gritó, lanzando sus manos
hacia arriba. “¡Mira lo que está haciendo!”

“¡Ella no está haciendo nada de esto, tú eres el que lo está haciendo!” Espeté. “¡Todo esto es tu culpa!
¡Cómo cojones te atreves a culpar a mi madre o a Isabella de eso! ¡Tú eres quién nos introdujo en esta
maldita vida, a cada uno de nosotros! ¡Mi madre e Isabella eran jodidas espectadoras inocentes que se
vieron envueltas en tu mierda! Tú pagaste dinero por ella, por una maldita niña, ¿y quieres culparla
por sus circunstancias? ¡Eres un maldito enfermo!”

“¡Maldición! ¡Estaba tratando de salvarla!” Gritó. “He hecho todo lo que podía hacer por esa maldita
muchacha, y nada es suficiente. Es simplemente demasiado y está desbaratando a esta familia,
poniéndonos a todos en peligro. Y tú te has visto más involucrado gracias a ella. ¡No sabes lo que
Isabella me ha costado, no sabes cuánto he sufrido a causa de esa pequeña perra!”

En el momento que la palabra “perra” salió de su boca perdí el control. Apreté con fuerza mi puño
derecho y llevé mi brazo hacia atrás, poniendo tanta fuerza en él como fuera posible. Lo golpeé
directamente en la puta boca y al momento que mi puño conectó con su rostro un dolor agudo se
disparó por mi brazo. Él se tambaleó dando unos pasos hacia atrás, sorprendido y sin esperar que lo
golpeara. Hasta a mí me sorprendió, ya que ni siquiera había pensado esa mierda, solo reaccioné.
Sacudí mi mano cuando el dolor se dirigió a mis nudillos.

“¡Joder, no la llames así!” Grité, fulminándolo con la mirada. “Y juro por Dios, que si siquiera piensas
en hacerle algo, la cogeré y nos iremos, y nunca nos...”

Antes de que siquiera me diera jodida cuenta de que se había movido, él estaba sobre mí. Me empujó
hacia atrás y me golpeó contra la pared con fuerza, tirando todo lo que estaba en la mesa junto a mi
cama en el proceso. La fuerza del golpe me dejó sin aire y jadeé, tratando de respirar.

Me agarró con fuerza y me sujetó contra la pared, la rabia en sus ojos me asustó. Nunca antes lo había
visto tan enfurecido, nunca había visto ese fuego tan intenso en él. Escuché pasos y una conmoción en
el pasillo y la puerta se abrió con fuerza.

“¿Qué demonios?” Se escuchó la voz de Emmett. “¿Qué coño estás haciendo, papá?”

Entró corriendo a la habitación y agarró a papá por el hombro, tratando de alejarlo de mí. En ese
momento, mi padre pareció darse cuenta exactamente de lo que estaba haciendo porque un destello de
sorpresa cruzó su rostro y quitó sus manos de mí rápidamente, como si yo estuviera en llamas y
tuviera miedo de quemarse. Se apartó de mí, mirándome casi con una expresión de horror en su rostro.
Sabía que una vez más, el hecho de parecerme a mi madre acababa de salvar mi culo de ser jodido por
haberlo golpeado. Él no toleraba la falta de respeto, y la peor falta de respeto imaginable era ponerle
la mano encima. Si no hubiera sido su hijo y me pareciera a la mujer que él amaba, joder,
probablemente me habría matado por golpearlo.

Levantó su mano y limpió sus labios con los dedos, mirándolos. Estaba sangrando un poco donde lo
había golpeado, su labio se había abierto. Él negó con la cabeza y me miró, evidentemente, todavía
estaba jodidamente encabronado en base a su expresión, pero no me importaba. Se había merecido esa
mierda. No tenía derecho a decir nada de lo que acababa de decir.

“¿Por qué demonios no puedes confiar en mí?” Preguntó, negando con la cabeza. Me reí secamente.

“¿Por qué no me puedes dar una puñetera razón para hacerlo?” Le escupí de vuelta, pasando una mano
por mi cabello.

“¿Tratar de mantenerte a salvo no es razón suficiente?” Preguntó con brusquedad, todavía


encabronado. Hice un gesto de negación.

“Mi seguridad no significa nada para mí comparada con la suya,” le dije. Él gruñó con fuerza y
sacudió la cabeza.

“¿Y morirías por ella?” Preguntó con tono molesto.

Asentí sin dudarlo. “En un puto segundo.”

Se me quedó mirando un momento, su mirada era intensa. “A veces te pareces demasiado a tu maldita
madre. Me doy cuenta que estoy perdiendo mi tiempo tratando de hacerte ver las cosas con lógica.
Desperdicia tu puta vida si quieres, pero no controlas la de ella. Ella se queda exactamente donde está
hasta que yo diga otra cosa y lo digo en serio. Tú no vas a ir a ningún maldito lado con ella.”

Se dio la vuelta y salió por la puerta, dirigiéndose hacia las escaleras rápidamente. “Eso es lo que tú
crees. Solo mírame, hijo de puta,” le grité. Me quedé mirando al lugar donde había estado parado
mientras lo escuchaba azotar una puerta en el segundo piso, levantando mi mano y frotando mi pecho,
donde me había empujado. Estaba sensible y sabía que se iba a hacer un moretón.

No tenía idea de qué demonios acaba de pasar y ahora estaba aún más confundido por toda la situación
de lo que había estado antes de que hubiera encontrado ese maldito papel. De lo único de lo que estaba
seguro era que era algo jodidamente serio y no me gustaba ni un poco. No sabía por qué era tan
importante para él que ella se quedará aquí, por qué creía que nuestras vidas estaban en peligro, pero
ahora estaba seguro que él era una puta amenaza a la pequeña burbuja de felicidad que había creado.
No estaba preparado para que esa hija de puta se reventara… todavía no.

Él había insistido en que no desapareciéramos juntos, pero estaba a punto de estar jodidamente
decepcionado si yo conseguía lo que quería, porque en el momento en que convenciera a Isabella, nos
iríamos.

******************
Terra di contrabbando = Tierra de contrabando
Capítulo 50 Telaraña

“¡Oh, que telaraña tan enredada tejemos, cuando primero practicamos el engaño!” Sir Walter
Scott.

Isabella swan
Traducido por Betzacosta

Mis pasos vacilaron y me congelé en el pasillo cuando la puerta de la habitación de Edward se


estrelló, el fuerte ruido haciéndome temblar mientras las paredes vibraban por el impacto. Mi corazón
latía tan violentamente que casi podía oír la sangre corriendo por mi cuerpo. Mis manos temblaban y
mi visión estaba borrosa por las lágrimas, el más intenso temor que jamás hubiese sentido en mi vida
golpeándome en el momento en que escuché que empezaban los gritos.

“¿Qué diablos te pasa, Edward?” Gritó el doctor Cullen. “¿Tienes jodidos deseos de morir? ¿De eso se
trata? “

Mis ojos se ampliaron con sorpresa y me di la vuelta rápidamente, mareándome y mi visión


desdibujándose aún más. Me sentí mal del estómago y me agarré a la pared para estabilizarme.
¿Deseos de morir?

“De verdad pensaba que eras más inteligente que esta mierda, hijo. Lo hacía. Pero en un maldito día
consigues demostrarme exactamente lo inmaduro e ignorante que eres en realidad. ¿Honestamente
piensas que esa mierda que has hecho hoy era una buena idea? ¿En serio? No puedes ser tan
jodidamente estúpido.”

Los gritos del doctor Cullen se fueron amortiguando ligeramente por la barrera entre nosotros, pero
las palabras me golpearon claramente, casi haciéndome desplomar cuando me di cuenta de que esto
era por mi culpa. El doctor Cullen estaba allí gritándole a Edward por mi culpa, por lo que habíamos
hecho hoy. Sabía que no debería haber aceptado, que debería haberle dicho que no. No debería haberlo
seguido a esa habitación, a pesar de su insistencia en que estaba bien. Debería haber escuchado esa voz
en el fondo de mi cabeza que me decía que era imprudente y estúpido. Pero él parecía tan seguro y yo
confiaba en él y no quería decirle que no, quería creer que él sabía lo que estaba haciendo.

Había querido seguirlo en todo y ahora me daba cuenta que estaba equivocada. El doctor Cullen había
dejado claro que no podía hacer eso; no podía simplemente seguirlo ciegamente. Él era irracional y
volátil, e incluso me había dado cuenta de eso mismo hoy, así que, ¿por qué no había caído en la
cuenta antes de que estaba cometiendo un error tan grande?

“Joder, te he llamado,” la voz de Edward sonó, la ira clara en ella. “No es culpa mía que no contestaras
tu puto teléfono”.

Me tensé aún más y sentí las lágrimas comenzar a deslizarse por mis mejillas. Yo había causado esto,
todo era totalmente mi culpa. Si hubiese escuchado al doctor Cullen, si le hubiera prestado más
atención y seguido sus órdenes como se suponía, nada de esto estaría sucediendo. Edward no estaría en
problemas, el doctor Cullen no estaría molesto, y ellos no estarían ahí peleando.

Eran familia, ellos se amaban, y no debería haber tanta hostilidad entre ambos. El doctor Cullen solo
quería proteger a Edward, él me lo había dicho, y Edward necesitaba a su padre. Ya ha perdido a su
madre… el doctor Cullen era el único padre que le quedaba.

El doctor Cullen gritó un poco más pero solo podía escuchar a medias mientras mis lágrimas y el
terror empañaban todo. Estaba asustada y triste, sin saber lo que iba a suceder ahora. Después de un
momento oí al doctor Cullen gritar algo acerca de deshacerse de mí, y un sollozo escapó de mi
garganta, las lágrimas aumentaban mientras Edward le respondía gritando. Le dijo al doctor Cullen
que él no iba a hacerme nada, prácticamente exigiendo que me dejase en paz.

“¿Quién demonios crees que eres, diciéndome qué hacer? Voy a hacer cualquier maldita cosa que
quiera con ella. ¡Cristo, Edward, apenas conoces a la jodida muchacha! ¡No sabes nada de ella, no
sabes en la mierda que te estás metiendo! Joder, ¿no me has escuchado? ¡Vas a conseguir que te
maten! Puede que a ti no te importe una mierda tu vida, pero yo no puedo dejar que la desperdicies.
Voy a hacer lo que tenga que hacer para asegurarme de que no suceda, aún si eso significa convertirla
a ella en un daño colateral. Si quiero hacerla desaparecer, voy a hacerla desaparecer y no hay una
maldita cosa que puedas hacer al respecto.”

Lloré en voz alta y sentí que mis rodillas cedían, el terror envolviéndome. ¡Edward no podía ser
lastimado por mi culpa, yo no podía dejarlo morir! Pero el doctor Cullen no podía enviarme lejos
tampoco; él no podía hacerme desaparecer. Edward me había dicho claramente que lo destruiría, ¿el
doctor Cullen no podía ver eso? De las dos formas Edward saldría lastimado y yo no podía dejar que
eso sucediera.

“¡Vete a la mierda! Juro por Dios que te mato si alguna vez le haces daño,” gritó Edward con tanta
rabia en su voz que me dejó sin aliento. Subí mi mano hasta taparme la boca mientras los sollozos me
sacudían. Esto se estaba saliendo de control; ¡Edward estaba amenazando con matar a su propio padre
por mi culpa! No podía dejar que eso sucediera, tenía que hacer algo.

Siguieron gritándose uno al otro y me levanté del suelo, presa del pánico.

Me debatí por un segundo antes de salir corriendo por el pasillo, en silencio rezando para que mis
piernas no fallaran y me cayera por las escaleras. Llegué al segundo piso y me quede inmóvil, mirando
a mi alrededor con rapidez, sin saber qué hacer. Miré entre las puertas de Jasper y Emmett por un
momento antes de decidirme por Emmett, tropezando por las prisas y cayendo sobre esta. No podía
permitirme estar preocupada por el escándalo, había cosas más importantes de las que preocuparse.

Comencé a golpear la puerta, gritando el nombre de Emmett. Ni siquiera estaba segura de si estaba en
casa pero esperaba que sí, porque no conocía a nadie más que fuera capaz de ayudar. Jasper era
demasiado pasivo y no estaba segura de que pudiera influir en una situación tan tensa. Emmett era
más abrasivo y dominante. Ellos lo escucharían al menos el tiempo suficiente para darse cuenta que
no deberían estar peleando. ¡Eran familia!

Escuché a Emmett gritar algo incoherente después de un segundo, sintiendo de inmediato un poco de
alivio que desapareció rápidamente cuando las voces de arriba se hicieron más fuertes, tan altas que
podía oír los gritos desde donde estaba. Emmett abrió la puerta y parpadeó rápidamente, luciendo
medio dormido y sorprendido.

“¿Qué mierdas está pasando, gatita?“, preguntó Emmett de inmediato cuando abrió la puerta.

Se quedó paralizado cuando me vio y parpadeó rápidamente, luciendo sorprendido y confuso. Me di


cuenta de que probablemente parecería un desastre, dado que estaba llorando y temblando, mi
compostura había desaparecido por completo.

“¿Acaso mi jodido hermano te ha hecho daño?”

Negué frenéticamente y abrí la boca para hablar, cuando la voz de arriba se hizo aún más fuerte,
Edward gritando: “¡Eres un maldito enfermo!” Las cejas de Emmett se fruncieron y miró más allá de
mí, hacia la escalera. Antes de que pudiera tratar de explicarle lo que estaba pasando, el doctor Cullen
comenzó a gritar y Emmett pareció darse cuenta de lo que estaba sucediendo.

“¡Oh, mierda!“ Gritó, sus ojos muy abiertos por la sorpresa. “¡Maldita sea!”

Corrió alarmado, casi tirándome por lo que salté fuera de su camino rápidamente. Me encaminé hacia
la escalera siguiéndolo cuando la puerta de la habitación de Jasper se abrió. Volví la cabeza para
mirarlo y lo vi parado en la puerta, luciendo medio dormido y confuso. Me miró y parpadeó un par de
veces, al igual que Emmett había hecho. Consideré quedarme a tratar de explicarle, pero Emmett ya se
dirigía escaleras arriba y yo todavía estaba en estado de pánico.

Me volví rápidamente y corrí hacia las escaleras, subiendo detrás de Emmett. A medio camino
escuché al doctor Cullen gritar: “...a causa de esa pequeña perra“. Jadeé, el horror me envolvió.
Emmett se giró a mirarme y frenó momentáneamente, y después de un segundo la voz de Edward
sonó:

“¡Joder, no la llames así! Y juro por Dios, que si siquiera piensas en hacerle algo, la cogeré y nos
iremos, y nunca nos...”

Emmett empezó a correr y a maldecir bajo su aliento y corrí detrás de él, las lágrimas corriendo por
mis mejillas. Hubo una conmoción en el cuarto de Edward y me congelé en el borde de las escaleras,
aterrorizada. Sonaba como si ahora estuvieran peleando físicamente, sonaba como si algo se estuviera
rompiendo o siendo tirado. Emmett maldijo un poco más y golpeó la puerta de Edward para abrirla,
entrando en el cuarto.

“¿Qué demonios? ¿Qué coño estás haciendo, papá?“ gritó Emmett, desapareciendo de mi vista. Me
detuve en medio del pasillo con miedo de ir más lejos, aterrorizada de lo que pudiera pasar. Estaba
completamente asustada de averiguar lo que había sido ese ruido, temerosa de lo que el doctor Cullen
podría haberle hecho a Edward.

“¿Por qué demonios no puedes confiar en mí?” Preguntó el doctor Cullen, todavía sonaba enojado.

Escuché a Edward reír con amargura, el sonido me asustó por la hostilidad, pero curiosamente me
alivió al mismo tiempo. Por lo menos sabía que estaba bien. Escupió algo de vuelta sobre que el
doctor Cullen no le había dado razones para confiar en él.

“¿Tratar de mantenerte a salvo no es una razón suficiente?” preguntó el doctor Cullen.

“Mi seguridad no significa nada para mí comparada con la suya,” dijo Edward. Sentí el miedo
gestándose dentro de mí por sus palabras. No podía pensar en eso, él no podía poner mi seguridad
antes que la suya. Él era demasiado importante para mucha gente como para ignorar descaradamente
su propia vida. Yo solo era una esclava, estaba acostumbrada al peligro. Yo sobreviviría, pero incluso
si no lo hacía él tenía que hacerlo, porque él no podía sucumbir así por mí. Lo amaba demasiado como
para dejar que en verdad se lastimase.

“¿Y morirías por ella?” Preguntó el doctor Cullen. Me puse nerviosa ante la pregunta.

“En un puto segundo,” dijo Edward sin dudarlo. Un sollozo escapó de mi garganta cuando respondió,
mi mano subió para taparme la boca mientras mi cuerpo empezaba a temblar y las lágrimas corrían de
mis ojos. Sentí una mano sobre mí y salté, jadeando a la vez que giraba mi cabeza hacia los lados.
Jasper estaba de pie detrás de mí y lo miré fijamente con los ojos abiertos por un segundo antes de que
él me atrajera a sus brazos. Me abrazó con fuerza y lloré contra su pecho, sin poder frenar mis
lágrimas más. Nada de esto estaba bien. Nada de esto debería estar sucediendo. Había causado muchos
problemas; estaba destrozando su familia.

“A veces te pareces demasiado a tu maldita madre. Me doy cuenta que estoy perdiendo mi tiempo
tratando de hacerte ver las cosas con lógica. Desperdicia tu puta vida si quieres, pero no controlas la
de ella. Ella se queda exactamente donde está hasta que yo diga otra cosa y lo digo en serio. Tú no vas
a ir a ningún maldito lado con ella,” espetó el doctor Cullen. Jasper suspiró y me apretó con más
fuerza.

Oí pasos y me asomé a la habitación de Edward, tensándome y tratando de aquietar mi llanto cuando


me encontré cara a cara con el doctor Cullen. Se detuvo junto a nosotros en el borde de las escaleras,
mirándome. Había fuego en sus ojos, una furia intensa que me asustaba. Lucia muy parecido a la rabia
que había visto esa tarde en su dormitorio.

“Eso es lo tú crees. Solo mírame, hijo de puta”, le gritó Edward desde su dormitorio.

La rabia en la expresión del doctor Cullen creció y gimió con molestia, el sonido era casi un gruñido
amenazador. Negó con la cabeza y comenzó a bajar las escaleras rápidamente. Una puerta golpeó en el
segundo piso después de un momento y yo salté, aullando ante el sonido.

“Cálmate, está bien,” dijo Jasper en voz baja, abrazándome de nuevo. Envolví mis brazos a su
alrededor, rozando mi nariz contra su pecho. Las lágrimas fluían libremente y no parecían detenerse,
no podía controlarme. Solía tener un gran control sobre mis emociones, pero todo eso había cambiado.
Todo era distinto. Ni siquiera me conocía a mí misma ahora.

Oí las voces de Emmett y Edward en el dormitorio, pero no podía distinguir lo que estaban diciendo,
porque hablaban en voz baja. Jasper simplemente se aferró a mí y me hizo callar, tratando de
consolarme con calma diciéndome que todo estaba bien. Lo agradecí y casi me sentí segura con él,
sintiendo su compasión, pero estaba equivocado. No estaba bien.
“¿Está bien la gatita?” La voz de Emmett sonó después de un momento. Me aparté de Jasper y él
aflojó su agarre. Eché un vistazo por el pasillo y vi a Emmett mirándome con la preocupación grabada
en sus facciones. Asentí y subí mis manos, secándome las lágrimas de mis ojos.

“¡MIERDA!” Gritó Edward. “¡Bella!”. Salió corriendo de su habitación y se quedó inmóvil al lado de
Emmett mirándome con los ojos muy abiertos. Todavía estaba temblando, pero traté de serenarme,
luchando contra las lágrimas. Edward estaba de pie frente a mí, y no estaba herido. Se había terminado
por ahora. No era ingenua, sabía que esto iba a tener consecuencias, pero por ahora, en este momento,
todo había terminado.

“Ven aquí, nena,” dijo caminando hacia mí rápidamente con los brazos abiertos. Jasper me liberó y di
unos pasos hacia adelante. Edward envolvió sus brazos a mi alrededor y me acurruqué en él, sintiendo
su familiar calidez e inhalando su esencia única. Era reconfortante y seguro, haciéndome sentir en
casa al instante. Era donde yo pertenecía.

“Cristo, no has oído esa mierda, ¿verdad?“ Preguntó, apretándome con fuerza y balanceándome.
Asentí contra su pecho y gimió. “No prestes ninguna maldita atención a cualquier palabra que él haya
dicho, ¿me oyes? Que se joda. Me importa una mierda lo que piense. Em y yo tenemos una mierda
planeada, y tú y yo vamos a desaparecer en unos pocos días, ¿de acuerdo? Joder, nos iremos de aquí,
lejos de esta mierda, y empezaremos de nuevo juntos.

El terror me sacudió de nuevo mientras él hablaba y me aparté rápidamente, boquiabierta. Negué


frenéticamente, asustada ante la perspectiva de que él en verdad quisiera huir. No podía permitir que
hiciera eso; no podía dejar que se involucrada todavía más.

"No podemos huir, Edward. Es imposible. Tenemos que quedarnos aquí."

Frunció el ceño. "¡No puedes estar hablando en serio, no después de la mierda que acaba de suceder!"
Escupió, la irritación era evidente en su voz. "¿Joder, no acabas de oírlo? ¡Ha amenazado tu vida!
¡Maldita sea, no podemos quedarnos aquí!".

Lo miré fijamente, aturdida por su ira. "Pero tenemos que hacerlo," balbuceé, sintiendo mis ojos
llenos de lágrimas de nuevo. Traté de tragármelas, porque no quería llorar más. Necesitaba ser fuerte.

"¿Por qué?" preguntó bruscamente, mirándome fijamente. Me quedé quieta por un momento, sin saber
siquiera exactamente cómo responder a eso.

"Porque tenemos que hacerlo," murmuré, sacudiendo la cabeza. "No podemos huir de esto, no va a
desaparecer. Nos hallará, él nos encontrará".

Él gimió, negando con la cabeza. "No, él no nos va a encontrar. Tengo esa mierda cubierta".

Mi ceño se frunció. "¿Qué quieres decir con que lo tienes cubierto?" le pregunté, de inmediato
preguntándome si en verdad estaba planeando algo. Parecía que el doctor Cullen estaba molesto por
algo más que por mí, ¿creía que Edward estaba haciendo cosas a sus espaldas? ¿Estaba haciéndolo
Edward?

"No importa, solo confía en mí. Él no va a encontrarnos. Pero tenemos que irnos, Isabella, porque aquí
no estás a salvo," dijo con irritación. Suspiré y negué con la cabeza.

"¡Pero tú no estarás seguro allá fuera!" Le dije, aterrorizada de que no se rindiera. Sus ojos se
entrecerraron mirándome, un destello de ira ardía en ellos.

"¡No me importa una mierda eso!" espetó. Me estremecí de nuevo por su tono, apartándome de sus
brazos.

"¡Bueno, a mí sí!" grité, mirándolo. No podía soportar que tratara su vida con tanta indiferencia… no
podía seguir con eso. Me miró por un momento, luciendo aturdido por el hecho de que le hubiese
gritado. Pude ver la rabia en su expresión y sabía que estaba luchando para controlarse, tratando de
contener su temperamento. Estaba peligrosamente cerca de perder la compostura y atacarme.

"Eh, ¿qué tal si todos aquí solo respiramos profundamente?" dijo Jasper detrás de mí, su voz me
atrapó con la guardia baja ya que incluso me había olvidado de que estaba allí. Giré la cabeza para
mirarlo y Edward se alejó de mí por completo dando unos pasos atrás, pasándose una mano por el
cabello.

"Sí, vamos a calmarnos por un jodido segundo", dijo Emmett. "No nos precipitemos”. Edward se
paralizó y miró a Emmett, su ceño estaba fruncido.

"Pero hace menos de cinco jodidos minutos has dicho..." comenzó. Emmett elevó sus manos en gesto
defensivo, mirando a Edward con énfasis.

"Sé lo que he dicho," dijo. "No voy a contradecirte eso. Solo digo que te calmes de una puta vez en
estos momentos. Ya veremos cómo van las cosas mañana o lo que sea, y si tienen que irse, joder, nos
aseguraremos que se vayan. ¿De acuerdo?"

Edward suspiró exasperadamente y otra puerta se cerró en el segundo piso, todos nos inmutamos ante
el sonido. Oí pasos dirigiéndose a la planta baja y el débil sonido de otro portazo.

"Bien, como sea," murmuró Edward, rozando su pecho. "Realmente necesito un maldito trago".

Emmett sonrió y extendió la mano, dándole una palmada en la espalda. Edward se encogió ante el
contacto, alejándose de Emmett. "Haz eso, hermanito. Y me pondré manos a la obra." Me dio una
sonrisa mientras pasaba por mi lado, extendiendo su mano y frotando mi brazo suavemente. "Me
alegra de que me hayas despertado, Izzy Bizzy. Probablemente a Edward le hubieran partido el culo si
no lo hubieses hecho. Papá lo hubiera jodido de verdad por haberle golpeado si no hubiera entrado."

Di un grito ahogado al momento que Emmett dijo las palabras. “¿Él le ha golpeado?" Jasper y yo
gritamos al mismo tiempo, los dos sonando aturdidos. Miré a Jasper brevemente, sorprendida, y
Edward gimió. Volví a mirar a Edward y lo vi negar con la cabeza, pasando una mano por su cabello.

Emmett se echó a reír. "¡Jinx! Y sip, él lo ha golpeado, justo en la boca", dijo.

"El maldito se lo merecía. La ha llamado perra, y NADIE la llama perra," espetó Edward, la rabia en él
aumentando. Lanzó su brazo hacia atrás y golpeó la pared, sonó una pequeña explosión ruidosa cuando
él la golpeó. La pared cedió y su puño pasó directamente dentro de ella. Él maldijo y yo me quedé
mirando el nuevo agujero en la pared mientras sacaba la mano rápidamente, horrorizada cuando vi la
sangre en su mano.

"¡Por Dios, Edward, estás sangrando!" Le dije. Bajó la vista hacia su mano y empezó a sacudirla,
flexionando los dedos. Me imaginé que tenía que doler. Me miró unos segundos después e hizo un
gesto de negación, frunciendo el ceño.

"¿Él te llama perra y te amenaza de muerte, y por todo lo que estás jodidamente preocupada es porque
estoy sangrando un poco? Ridículo," murmuró, caminando hacia su habitación. Escuché algunos
golpes alrededor y suspiré.

"No te preocupes, cariño, se solucionará, ¿está bien?" Dijo Jasper en voz baja. Lo miré y le di una
sonrisa triste, apreciando que estuviera por lo menos tratando de consolarme y aliviar las cosas. Me
devolvió la sonrisa y se acercó, frotando mi brazo ligeramente.

"Sí, relájate. Duerme un poco, lo resolveremos mañana," dijo Emmett. Me dio un codazo
juguetonamente, sonriendo, antes de girar y bajar las escaleras. Jasper me dio una última mirada antes
de girar y seguir a su hermano. Dudé, viéndolos desaparecer, escuchando el alboroto en la habitación
de Edward. Di la vuelta cuando estuvieron fuera de la vista y poco a poco caminé de regreso a la
habitación de Edward. Me quedé inmóvil justo en la entrada, mis ojos se abrieron, asombrada por el
desastre.

La mesa al lado de su cama estaba completamente tirada y Edward lanzaba cosas alrededor,
refunfuñando para sí mismo. Finalmente cogió algo del suelo y me di cuenta después de unos
segundos que eran sus llaves. Se giró y caminó alrededor, abriendo el cajón de su escritorio. Metió la
mano y agarró una botella de licor, abriéndola rápidamente. Llevó la botella a sus labios y la empinó,
tragando un poco del líquido claro. Hizo una mueca después de que bajó la botella, haciendo un ruido
de gruñido.

De repente pateó el cajón del escritorio, cerrándolo bruscamente con el pie. Pasó una mano por su
cabello y se acercó, dejándose caer en el sofá. Se quedó mirando al suelo, en la habitación a oscuras, y
lo observé con curiosidad mientras él llevaba la botella de nuevo a sus labios.

Suspiré después de un momento y me acerqué a la cama, acuclillándome y empezando a recoger todo


lo que había sido tirado. Agarré el despertador que había sido arrancado del enchufe y lo conecté de
nuevo, colocándolo sobre la mesa. Intenté configurarlo, pero no tenía idea de lo que estaba haciendo y
terminé renunciando y dejándolo parpadeando. Tomé el portarretratos y parpadeé por el dolor
punzante que se disparó a través de mi dedo. Lo dejé sobre la mesa y aparté mi mano, notando la gota
de sangre en mi dedo.

"Cristo, Bella, estás sangrado como la mierda," dijo Edward, su cercanía me sobresaltó. Giré mi
cabeza y lo vi parado detrás de mí, observándome sobre mi hombro. Bajó su botella de licor y
extendió su brazo, tratando de agarrar mi mano para ver mi corte. Antes de que pudiera hacerlo me
alejé de él, metiendo mi dedo en mi boca para que no pudiera verlo. Era algo inmaduro de mi parte y
casi tuve arcadas por el sabor asquerosamente salado, pero él estaba siendo un hipócrita. Explotó
porque me había preocupado de que estuviera sangrando, pero aquí estaba, haciendo lo mismo
conmigo.
“Has roto la fotografía de tu madre,” murmuré, apartándome de él. Saqué mi dedo de mi boca y
empecé a coger más cosas del suelo, tratando de colocarlas en su lugar. Edward gruñó sonoramente y
giré mi cabeza para verlo extender su pie hacia atrás, lanzándolo hacia adelante y pateando el
escritorio con fuerza. Me encogí lejos del sonido del golpe, su furia me había asustado un poco.

“¿Podrías parar, Bella?” explotó, bajando su mano y quitándome algo de la mía. “¡Podrías detenerte
de una puta vez!

Di un respingo alejándome de él y sentí mis ojos llenarse de lágrimas. Me di la vuelta, tratando de


luchar por reprimirlas, y comencé a recoger el resto de las cosas. No sabía qué más hacer, él me estaba
asustando y el cuarto era un desastre. Él gruñó de nuevo y yo espié hacia su dirección para verlo
agarrar la botella de licor de donde la había dejado. La lanzó con fuerza contra la pared haciéndola
añicos, el vidrio y el alcohol se rociaron por todas partes. Grité, asustada, y sentí una lágrima bajar por
mi mejilla. Edward se giró para mirarme, la molestia estaba clara en su cara pero desapareció en el
momento en que sus ojos me vieron.

“¡Mierda, estás llorando! ¡Maldición! No debería haberte gritado, joder, nada de esto es tu culpa,”
dijo, pasando una mano por su cabello de nuevo con irritación.

Suspiré, negando con mi cabeza. “Es mi culpa. Estoy destrozando tu familia, Edward,” dije, sintiendo
las lágrimas saliendo de mis ojos, sin poder detenerlas.

“Esta familia fue destrozada cuando mi madre fue asesinada,” dijo Edward en voz baja, caminando
hacia mí. Se acuclilló a mi lado y me quitó el cuaderno que tenía en las manos, colocándolo sobre su
escritorio. Lo miré y suspiró, extendiendo su mano y apartando las lágrimas de mis mejillas. “Así que
al menos que planees tomar el crédito por eso, puedes dejar esa mierda”.

Lo miré por un segundo y él me observó de vuelta, su mirada era intensa. Extendió su mano y apartó
más lágrimas un segundo después, suspirando. “Lo siento”, dijo en voz baja. Asentí titubeante.

“Está bien,” murmuré. Me observó otro momento más largo antes de negar con la cabeza.

"No lo está, pero lo estará," respondió. "Vamos, solo acostémonos y durmamos un poco, ¿de acuerdo?"

Suspiré y asentí, levantándome. Me metí en la cama y Edward se acostó detrás de mí, envolviéndome
con sus brazos. Pasó su brazo derecho sobre mi cuerpo, y yo subí mis manos, acariciando su antebrazo
y mano con suavidad. Pasé los dedos a lo largo de sus cortes y nudillos hinchados, la culpa corría sin
control por mi interior. Sin importar lo que Edward dijera o cómo pudiera sentirse, yo aún sentía que
lo había causado.

No dormí mucho. Edward se dormía y despertaba, su sueño fue inquieto y discontinuo. Murmuró toda
la noche, revolviéndose con pesadillas. Lo observé con curiosidad, mi culpa y tristeza creciendo
mientras avanzaba la noche. Estaba angustiado y quebrantado, y a pesar de lo bien que las cosas
habían ido en los últimos dos meses estaba claro que él no estaba completo. Ninguno de los dos lo
estaba. Todavía éramos dos personas muy rotas que estaban tratando de hacer lo que pensábamos era
lo mejor, pero era obvio que ninguno de los dos realmente sabía exactamente qué era eso.

En algún momento, un poco después, me rendí en tratar de encontrar el descanso y salí de la cama,
deslizándome fuera del dormitorio y dirigiéndome a mi cuarto. Me desnudé y caminé hacia la ducha,
metiéndome bajo el chorro de agua caliente por lo que pareció una eternidad. Finalmente cerré el grifo
y salí, envolviéndome una toalla y regresé a la habitación. Saqué algo de ropa, sin importarme en
verdad qué fuera, y eché un vistazo al reloj de alarma. Las cinco de la mañana.

El hecho de que esta era la hora en que Charles siempre exigía que nos levantáramos para empezar el
día en Phoenix no me pasó desapercibido. Inmediatamente me pregunté sobre lo que estaría haciendo
mi madre, si las cosas seguirían igual para ella. ¿Todavía pasaba la mayor parte de sus días en el
jardín? ¿Acaso Jane descargaba su enojo en ella ahora que me había ido? ¿Charles aún la atacaba
como castigo? Me preguntaba si ella pensaba en mí tanto como yo en ella... ¿estaría pensando en mí
en este momento mientras se levantaba para empezar su día?

Salí de mi habitación después de un momento y bajé las escaleras, medio aturdida. Fui directamente a
la cocina y empecé a sacar las cosas para la cena de Pascua. Empecé a cocinar de inmediato,
simplemente realizando los movimientos como me habían enseñado a hacer. Miré por la ventana
brevemente en un momento mientras el sol salía y noté que el auto negro había desaparecido, lo que
significaba que mi amo ni siquiera estaba en casa. Me pregunté por un instante si realmente había
siquiera tenía sentido el cocinar una gran cena, pero deseché ese pensamiento y continué, a sabiendas
que los chicos se lo comerían y por lo menos lo agradecerían. Además, ¿quién era yo para tomar
decisiones que afectaran a otros?

La mañana pasó con rapidez y se transformó en tarde, la tarde finalmente se volvió anochecer. Todos
los chicos se despertaron y pasaron por la planta baja cerca del mediodía, cada uno de ellos sombrío a
su propia manera. Había una tensión persistente en la casa pero no me importó lo suficiente para
enfrentarla. Estaba exhausta, mi falta de sueño realmente estaba empezando a pasar factura. Estaba
fuera de mí, casi grogui. Los chicos me hablaban y respondía casi por instinto, las palabras salían de
mis labios sin que mi cerebro realmente se conectara y considerara una verdadera respuesta.

En un momento llamé accidentalmente "señor" a Edward, lo que dio lugar a él gritando obscenidades
por toda la casa durante al menos veinte minutos, tirando cosas. Me disculpé con él, le dije que no
había sido mi intención, pero él dijo que era la mitad del problema. Que estaba haciendo todo de
forma mecánica y no quería decir nada de lo que estaba haciendo. Me dijo que dejara de actuar como
una esclava... pero yo no era capaz de evitarlo. ¿Qué esperaba? Yo era una esclava.

Estaba parada frente a la estufa mezclando los ingredientes para hacer un poco de galletas caseras y
Edward estaba apoyado en el mostrador junto a mí, mirándome con intensidad. Probablemente estaría
nerviosa por su atención si no estuviese tan ida, pero como lo estaba simplemente le preguntaba una y
otra vez si necesitaba algo. Él negaba con su cabeza cada vez que se lo preguntaba y solo seguía
mirándome, observándome cocinar. Emmett entró en la habitación y extendió la mano hacia donde
estaba, agarrando uno de los huevos endiablados que había hecho. Lo miré brevemente, pero me giré
para terminar de preparar las galletas.

"¿Te sientes bien hoy, Isabella?" preguntó, metiendo el huevo en su boca. Le devolví la mirada y
asentí.

"Sí," dije simplemente, volviendo a lo que estaba haciendo. Se paró a mi lado por un momento,
comiendo su huevo, antes de suspirar.
"Ok. Porque acabo de robar algo de comida y no me has sacado la mierda con un golpe. Esa no eres
tú," dijo. Solo me encogí de hombros, sin siquiera darme cuenta de eso en el momento. Por lo general
siempre golpeaba a Emmett cuando robaba comida antes de que estuviera lista.

"Ella está en jodido piloto automático hoy," intervino Edward, con irritación en su voz. "No es ella en
absoluto, ni siquiera la reconozco en estos momentos. Felices Pascuas de mierda para mí."

Lo miré, entrecerrando los ojos ligeramente. Me enarcó una ceja, su expresión prácticamente
implorándome que dijera algo, rogándome que reapareciera. Lo miré por un momento antes de volver
a lo que estaba haciendo, sin siquiera tener la energía para que me interesara.

"Dale tregua a la gatita, ella se recuperará rápido. De todos modos, creo que he hackeado esa mierda,
me está dando un maldito dolor de cabeza, pero estoy bastante seguro de que lo tengo resuelto. Me ha
tomado un tiempo averiguar el código para acceder pero ahora tengo que reprogramar el otro," dijo
Emmett. Lo miré con confusión, dudosa de lo que estaba hablando, pero la palabra ‘código’ levantó
mi sospecha.

"¿Qué código?" pregunté. Emmett se giró para mirarme y Edward gimió.

"¿Oh y ahora si quieres ser jodidamente receptiva?” preguntó. Rodé los ojos y me giré apartándome,
molesta por su actitud.

Ambos estuvieron callados por un segundo antes de que Emmett dijera que iba a ir a terminar de hacer
lo que fuera que estaba haciendo. Se marchó y me giré hacia Edward, suspirando.

"Por favor no hagas nada estúpido," le dije, mirándolo con cautela, esperando que el código no tuviese
nada que ver con el doctor Cullen o con la situación. Edward se rio secamente, negando con la cabeza.

"Quedarse aquí es la cosa más estúpida que existe y estoy haciendo esa mierda por tu culpa, así que
toma una puñetera decisión," se quejó. Sus palabras dolieron un poco y aparté la mirada, centrándome
de nuevo en la comida. Se quedó en silencio por un momento antes de apartarse del mesón, caminando
hasta quedar detrás de mí. Envolvió sus brazos alrededor de mí y se inclinó, besando mi cuello
suavemente. "Soy un idiota," murmuró, sus labios contra mi piel. Podía oír el remordimiento en su
voz, pero no podía pretender que estaba en desacuerdo con él, como solía hacer cuando decía cosas
así. Yo lo entendía, sabía por qué había actuado como lo hizo, pero en mi estado grogui adormecida no
podía reunir la energía para siquiera intentar hacer que se sintiese mejor al respecto. Él estaba siendo
un ‘imbécil’.

Se aferró a mí un poco, besando mi piel en lo que supuse era un intento de tratar de suavizar la tensión
entre nosotros. Naturalmente, mi cuerpo respondió a su toque como hacía generalmente, la piel de
gallina apareciendo en mi piel mientras un hormigueo se apoderaba de mí. Cerré los ojos y me apoyé
en él mientras me besaba y tocaba, sintiendo su calor y consuelo, pero incluso allí había una
desconexión. Mi cuerpo estaba alerta, cada centímetro despertando por él, pero mi mente... mi mente
estaba todavía nublada.

Hubo un sonido débil un momento después y Edward maldijo. Mis ojos se abrieron de golpe y levanté
la vista, los ojos centrándose sobre el coche negro que estaba aparcando fuera. Edward se alejó de mí y
prácticamente desapareció de la cocina, subiendo las escaleras. Miré por la ventana mientras el coche
se detenía y apagaba, un montón de diferentes emociones se arremolinaron en mi interior. Estaba
definitivamente asustada y nerviosa; insegura de lo que él iba a hacer o decir y cómo iba a actuar
conmigo y hacia Edward.

Edward bajó apresuradamente por las escaleras poco después, casi al mismo tiempo en que el doctor
Cullen se bajaba de su vehículo. Él miró hacia la casa, sus ojos cayendo sobre mí casi al instante. Su
expresión estaba en blanco por lo que no podía obtener una lectura sobre su estado de ánimo, pero eso
no era algo nuevo con él. Lo único predecible sobre el doctor Cullen que podía identificar era el hecho
de que por lo general siempre era impredecible.

Edward entró en la cocina de nuevo, dirigiéndose directo hacia mí. Envolvió sus brazos a mi alrededor
y me abrazó con fuerza, casi de manera protectora. El doctor Cullen cerró la puerta del coche y
suspiré, extendiendo mis brazos y poniendo mis manos sobre los brazos de Edward que me sujetaban.

"Estás planeando algo," le dije, sabiendo que era la verdad. El hecho de que hubiese corrido arriba
cuando vio que el doctor Cullen había regresado a casa era suficiente para confirmar mis sospechas. Él
estaba haciendo algo que no debería estar haciendo, algo que podría empeorar aún más todo. El
‘código’ del que él y Emmett hablaron me recordó esa conversación en la cocina cuando Emmett me
había pedido ver el lugar donde me habían insertado el chip. Tenía la sensación de que estaban
tratando de dañar el chip para que pudiéramos huir, después de todo... especialmente después de
anoche, cuando Edward le había confiado al doctor Cullen que nunca nos encontraría.

"¿No lo hago siempre?" Dijo Edward. Negué con la cabeza.

"Me dijiste que te detendrías, que lo dejarías así," le dije con frustración, me dolía que él hiciese esto
después de haberme dicho que no lo haría. Me había mentido o al menos me había engañado y nunca
hubiese querido pensar que Edward me mentiría deliberadamente. Se suponía que él sería mi lugar
seguro, mi pequeño pedazo de honestidad en un mundo tan cruel.

"También te dije que pondría tu seguridad por encima de lo que tú quisieras, que cuidaría de ti, y eso
es exactamente lo que estoy haciendo," dijo.

"¿Por qué me lo has escondido?" Le pregunté, recordando claramente diciéndome eso en Año Nuevo
después que yo le dijera que apreciaba que él lo hiciera. No tenía ni idea en ese momento que eso
tendría un efecto negativo. Aún no olvidaba el hecho de que él me había guardado secretos cuando no
se suponía que tuviésemos alguno, incluso si sus intenciones habían sido buenas. Sabía que era
hipócrita de mi parte porque yo le había ocultado cosas y me di cuenta en ese momento que estábamos
haciendo exactamente lo mismo. Los dos estábamos guardando secretos y ocultando cosas en un
intento de mantener al otro seguro.

"Porque me hubieras pedido directamente que me detuviera si lo hubieses sabido y yo no habría sido
capaz de decirte que no," dijo.

"¿Te detendrías? ¿Por favor?" le pedí, entrando en ligero pánico cuando la puerta principal se abrió.
Edward suspiró.

"Es demasiado tarde. Ya está hecho," dijo. Sentí que mi temor crecía mientras la puerta principal se
cerraba. El doctor Cullen hizo una pausa en el interior y vi a Emmett y Jasper comenzar a bajar las
escaleras hacia el vestíbulo. Saludaron con indiferencia a su padre y el doctor Cullen les devolvió el
saludo, el sonido de su voz haciendo hervir las náuseas en la boca de mi estómago. Giré hacia la
comida rápidamente para terminarla y Edward aflojó su agarre en mí para que lo hiciera, pero no me
soltó por completo. Mantuvo una mano en mi cadera y me di cuenta entonces de que estaba planeando
empujar los límites, que la solicitud de no hacer alarde frente al doctor Cullen había sido descartada
en el momento que él abrió la puerta de la habitación ayer.

Hubo un breve silencio, ninguna palabra fue pronunciada, pero la tensión en la casa escaló mientras
las pisadas sonaban hacia la zona de la cocina. Me quedé allí, trabajando en la comida, mis manos
temblando un poco mientras aferraba a la cuchara de madera. Podía sentir la mano de Edward en mi
cadera comenzando a moverse mientras suavemente empezaba a frotar círculos con su pulgar,
tratando de calmarme ya que probablemente podía sentir mi miedo.

"Déjame ver tu mano," la voz de doctor Cullen surgió, más cerca de lo que esperaba que estuviese. Di
un ligero salto y la mano de Edward agarró mi cadera con más fuerza.

"¿Disculpa?" dijo Edward, con un poco de enojo en su voz. El doctor Cullen suspiró.

"He dicho que me dejes ver tu mano. Tiene que doler. Pusiste demasiada tensión en el cuarto y quinto
dedo cuando golpeaste, me sorprendería que no te los hubieras fracturado," dijo el doctor Cullen

"Vete a la mierda," espetó Edward.

"Solo déjale que mire tu mano y acaba con eso," dijo Jasper. Edward permaneció tenso durante un
momento antes de sacar su mano de mi cadera. Me di la vuelta vacilante y lo vi extendiéndosela a su
padre, una mirada de pura irritación en su cara. No le gustaba esto ni un poco. La expresión del doctor
Cullen seguía en blanco mientras miraba la mano de Edward y vi una mueca de dolor en Edward
varias veces mientras su padre presionaba sus nudillos y dedos. Me di cuenta de que había un corte en
la boca del doctor Cullen, su labio inferior ligeramente hinchado en el sitio donde Edward lo había
golpeado.

"No puedes haberte hecho todo esto solo por golpearme la boca," dijo el doctor Cullen después de un
momento. Edward gimió y apartó la mano de su padre rápidamente.

"Como he dicho, vete a la mierda," murmuró Edward. Fruncí el ceño y miré a Edward, deseando que
se calmara un poco porque el doctor Cullen parecía al menos calmado y no quería que la actitud de
Edward lo enfureciera.

"Atravesó la pared con su puño," intervino Emmett. El doctor Cullen miró a Edward un momento
antes de negar con la cabeza.

"Irracional y volátil," murmuró el doctor Cullen las palabras, poniéndome nerviosa porque le había
dicho esas mismas dos palabras el día anterior a Edward. Los ojos de Edward se estrecharon
ligeramente y volvió la cabeza para mirarme, observándome con curiosidad. Obviamente, él acababa
de pensar exactamente lo mismo. Me aparté rápidamente y comencé a poner la comida en las
bandejas, ya que estaba todo prácticamente terminado.

El doctor Cullen salió de la habitación después de un momento y Edward comenzó a murmurar en voz
baja algo sobre que él sabe cómo golpear. Iba a empezar a llevar la comida a la mesa, pero Emmett me
detuvo, quitándomela y haciéndolo por mí. Le di las gracias en voz baja y me dijo que por nada. Jasper
le ayudó a instalar todo y cuando estaba todo listo fue a buscar a su padre. Todos se dirigieron hacia la
mesa y yo vacilé en la cocina, nerviosa, mordiendo mi labio inferior. Edward se detuvo y me miró,
obviamente preguntándose por qué no iba con él.

"Vamos, Isabella," dijo, extendiendo su mano hacia mí. Lo miré un momento, contemplándolo, antes
de caminar y tomar su mano. No estaba segura de si eso era sabio y estúpidamente solo le estaba
siguiendo a ciegas de nuevo, pero parecía que no podía detenerme. Edward me estaba consumiendo,
cada centímetro de mi corazón, cuerpo y alma, y en mi embotamiento no podía negarme a lo que él
me pedía. Me llevó al comedor y sacó una silla para mí, asintiendo con la cabeza para que me sentara.
Le di las gracias en voz baja y se sentó frente a mí como era su costumbre. Todos cogimos comida y
llenamos nuestros platos, y el doctor Cullen dio una rápida bendición como siempre hacía en la cena.

La tensión parecía aumentar con cada segundo que pasaba, mientras nadie dijo una palabra por
bastante tiempo. Los únicos sonidos que se oían eran los cubiertos golpeando los platos y las sillas
moviéndose ligeramente. Siempre había oído la expresión 'la tensión era tan espesa, que podría
cortarse con un cuchillo’, pero no fue hasta estar sentada en la cena de Pascua con los Cullen que
entendí lo que significaba. Las cosas estaban tan tensas que era casi insoportable y sofocante.

Podía notar que no era la única que lo sentía, porque miré alrededor de la mesa y vi a todo el mundo
moviéndose incómodo. Nadie quería estar en esta mesa, ninguno de nosotros quería soportar esta
tensión o tener que lidiar con la situación. Pero era inevitable en este punto, no se podía evitar. Las
ruedas se habían puesto en marcha y no estaba exactamente segura de lo que Edward había hecho, pero
de lo que estaba segura era de que era demasiado tarde para retroceder. Tenía que ser tratado ahora. El
elefante en la habitación tenía que ser reconocido antes que nos aplastara a todos.

Oí un tenedor golpear sonoramente después de un momento y todos miramos a Emmett, que había
tirado sus cubiertos. Su comida estaba casi sin tocar, lo cual para Emmett era algo inaudito.

"Ya no puedo soportar esta mierda," dijo, negando con la cabeza. "Necesitamos una puta intervención
o encontrar un maldito mediador o algo, porque esto no puede seguir así. Está arruinando mi apetito.”
Nadie habló por un momento, solo lo observábamos. Nos miró, suspirando. "¿Nadie tiene algo que
decir al respecto? ¿Voy a tener que actuar como el doctor Phil de nuevo?" preguntó, sus ojos cayendo
sobre mí. La esquina de mi boca se elevó ligeramente por la referencia, recordando cuando él me lo
había dicho.

"No creo que ni siquiera el doctor Phil pueda ayudarnos," dijo Edward, negando con la cabeza y
empujando su comida alrededor de su plato. Emmett suspiró.

"Bueno, tenemos que hacer alguna mierda aquí. Tenemos que aclarar el aire. Demonios, necesitamos
tener una reunión familiar como hacen en la mafia," sugirió. El doctor Cullen se rio secamente.

"No sabes nada sobre las reuniones de los Borgata, hijo," dijo el doctor Cullen, sacudiendo la cabeza.
Emmett se encogió de hombros.

"Tienes razón, y realmente espero nunca aprender esa mierda de verdad. Pero independientemente,
vamos a tener nuestra propia versión de ella. Tenemos que reconsiderar esto y tenemos que hacerlo
ahora, y nadie se levanta de esta maldita mesa hasta que aclaremos esta mierda y tengamos algún tipo
de putas respuestas," dijo Emmett.

Edward se sentó en silencio y el doctor Cullen suspiró, negando con la cabeza. "Hay algunas preguntas
que simplemente no puedo responder," dijo. Edward gimió y rodó los ojos y Emmett suspiró.

"Eso está bien, lo entiendo. Si no puedes contestar algo, solo nos dicen que no puedes responderlo.
Alega la maldita Quinta Enmienda, lo que sea. Va a ser una buena práctica para la próxima vez que los
policías arrastren tu culo, al menos," dijo Emmett, encogiéndose de hombros. Lo miré con sorpresa y
miré al doctor Cullen, sorprendida al notar subir la comisura de sus labios en una sonrisa. Se deshizo
de ella rápidamente, regresando a su máscara en blanco. "Pero esta mierda no puede seguir así,
demonios, tienes que darnos algo aquí, papá, antes de que todo esto explote en nuestros culos. Esta
tensión no solo está afectando a Isabella y Edward; está arruinando el ambiente completo de la casa."
(N.T. Quinta Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, está referida al derecho a no
declarar o responder preguntas en un proceso penal, interrogatorio o juicio).

El doctor Cullen se sentó en silencio por un momento, mirando hacia su plato y luciendo totalmente
perdido en sus pensamientos. Mi ansiedad estaba creciendo y coloqué mi tenedor en el plato después
de un segundo, porque mi mano estaba temblando y no quería que nadie se diera cuenta. El doctor
Cullen finalmente asintió.

"Bien, reunión familiar, entonces," dijo simplemente. Las palabras que utilizó me parecieron extrañas
y me pregunté de inmediato si debía irme. Yo no era exactamente parte de su familia.

"Eh, yo debería irme entonces," le dije a la vez, con un poco de pánico. Empujé mi silla hacia atrás y
me levante rápidamente.

"Siéntate, Bella," dijo Edward, poniéndose de pie y mirándome. "Esta mierda te involucra también."

Me quedé inmóvil y lo miré fijamente por un momento, sin saber si irme o quedarme.

"Sí, eres tan miembro de la familia como el resto de nosotros," dijo Emmett. "Eres como mi hermana
pequeña ahora, así que vuelve a sentar tu trasero."

Miré a Emmett en shock por un segundo antes de volver a mirar al doctor Cullen. Vi que estaba
mirando a su hijo, también parecía sorprendido. Era obvio por su expresión que él definitivamente
había esperado que no estuviera en su reunión familiar tampoco. Se volvió para mirarme después de
un momento, su mirada era intensa.

"Toma tu asiento, Isabella," dijo finalmente. Lo miré brevemente antes de asentir y sentarme con
cuidado. Doblé mis manos sobre mi regazo y bajé la mirada hacia ellas, bastante nerviosa sobre lo que
iba a suceder. Basado en lo que había escuchado anoche y las cosas que el doctor Cullen me había
dicho en mi cara a veces, no estaba exactamente segura de que quisiera escuchar lo que él tuviera que
decir sobre mí.

"Muy bien, entonces. Esto es lo que vamos a hacer. Todos somos adultos aquí. Quiero decir, Edward e
Isabella puede que sean todavía menores de edad, pero creo que todos podemos estar malditamente de
acuerdo que han pasado la suficiente mierda para que no ser exactamente unos niños y no deben ser
tratado como tales. Por lo tanto, vamos a hacer nuestras preguntas y a hablar de esta mierda como los
hombres que somos," dijo Emmett, mirándonos alrededor de la mesa. Se detuvo con los ojos fijos en
mí y sonrió. "Bueno, cuatro hombres y una chica. Todos saben lo que quiero decir con esa mierda”.

Le sonreí ligeramente, pero mantuve la boca cerrada. No tenía intención alguna de involucrarme en
esta situación de ninguna manera. Ya era bastante malo que fuera a estar presente en ella.

"Muy bien," dijo el doctor Cullen. Jasper y Edward murmuraron un asentimiento y me miraron,
obviamente esperando que accediera también.

"Está bien," murmuré, sintiendo que aumentaba el rubor en mis mejillas por su atención. No estaba
cómoda en absoluto.

"Bueno. Yo empezaré," dijo Emmett. "¿Cuál es tu problema con Isabella?"

Mis ojos se abrieron con sorpresa ante la pregunta de Emmett y miré al doctor Cullen rápidamente,
temiendo por su respuesta. Vi que estaba mirando a Emmett, su expresión todavía sin emociones.

"¿Qué te hace pensar que tengo un problema con ella?" le preguntó después de un momento. Emmett
suspiró y Edward se rio secamente.

"Joder, ¿tal vez porque la has amenazado?" espetó Edward.

"Ey, ¿no acabo de decir que vamos a actuar como jodidos hombres?" recitó Emmett. "Cálmate de una
puta vez. No hay gritos en mi jodida reunión, hermano."

Edward se quejó en voz baja, pero dejó de hablar, cruzando los brazos sobre su pecho y echándose
hacia atrás en su silla.

"Eso está mejor," dijo Emmett, volviéndose hacia su padre. "¿Tal vez porque le hiciste una jodida
amenaza?" afirmó, en un tono mucho menos hostil que el de Edward mientras repetía la declaración.
El doctor Cullen suspiró y negó con la cabeza.

"Miren, yo no tengo ningún problema con la niña como persona y le he dicho esto a Edward. La
primera vez que me encontré con ella llegaba apenas a mis rodillas y se las arregló para encantarnos
tanto a su madre como a mí. Es una buena chica," dijo, encogiéndose de hombros. Mi ceño se frunció
en confusión por su declaración, por el hecho de que él estaba diciendo que no tenía ningún problema
conmigo en lo personal.

"Pero usted dijo..." Empecé, antes de darme cuenta siquiera que estaba hablando. Cerré mi boca
rápidamente y miré alrededor, nerviosa de que acababa de hablar en medio de su reunión. Todo el
mundo parecía igual de sorprendido por mi arrebato, obviamente, no esperaban que en verdad tuviera
la suficiente valentía para participar. Pero mi mente estaba todavía grogui, todo parecía casi
surrealista y no estaba pensando con claridad.

"¿Yo dije qué?" preguntó el doctor Cullen después de un momento, levantando las cejas
inquisitivamente. Lo miré fijamente, sin saber si debía o no seguir realmente con lo que había estado a
punto de decir. No quería que pensara que estaba tratando de llamarlo mentiroso ni nada, sólo estaba
confundida. "Solo dilo, niña."

Suspiré. "Cuando aquellos hombres estuvieron de visita desde Chicago, el tipo que usted dijo que era
su jefe le preguntó que si valía la pena en forma personal y usted dijo que no."

Pareció sorprendido por lo que había dicho y me miró un segundo antes de asentir. "Tienes razón, lo
dije," dijo. "Y no me retractaré porque para mí, a nivel personal, no la mereces. Sin embargo, eso no
significa que te desprecie. Si recuerdas eso, también debes recordar que te alabé después."

Asentí vacilante. "Usted dijo que yo era un buena esclava," murmuré. Él asintió.

"Así que si no la odias, entonces ¿cuál es el gran problema con que ella y Edward estén juntos? Digo,
si se aman el uno al otro y se hacen felices, ¿por qué no puedes simplemente dejarlos estar?" Preguntó
Jasper. El doctor Cullen negó con la cabeza.

"Porque hay complicaciones que ustedes no entienden, por eso. Sí, ellos se aman y eso es genial. No
me había dado cuenta hasta que mi hijo me dio un puñetazo de exactamente cuán profundo era ese
amor para ser honesto, pero el amor nunca es algo malo. Quiero que los dos encuentren la felicidad,
mi corazón no es de piedra. Pero hay cosas que ellos no saben que pueden causarle daño a ambos si no
se calman y dejan de actuar de manera tan imprudente llamando la atención sobre sí mismos," dijo.
"Le he dicho a ambos que pueden estar juntos por el momento si eso es lo que quieren; solo necesitan
ser cuidadosos.”

"¿No puedes ver lo jodidamente injusto que es eso?" preguntó Edward. "¿Podemos estar juntos ‘por el
momento’? ¿Qué diablos se supone que significa eso, de todos modos?"

"Significa que hasta que resuelva las cosas no puedo darles ninguna garantía en el futuro," dijo
simplemente. Edward gimió.

"¿Qué cosas?" Preguntó, enarcándole una ceja a su padre. El doctor Cullen se limitó a mirarlo, sin
responder. "Está bien. No respondas a eso, puedo descubrirlo por mí mismo. Solo dime, ¿con quién
está emparentada ella?"

Mi ceño se frunció en confusión ante la pregunta. "No puedo..." empezó el doctor Cullen, negando con
la cabeza y deteniéndose. "No puedo decirte eso, porque si se enteran de que lo saben, les harán daño.
Necesito que entiendan eso, todos ustedes. Sé lo que viste en ese papel, Edward, pero necesito que lo
olvides. Debería haber sabido que no podía dejarlo en la caja fuerte, pero no sabía qué más hacer con
eso. No podía llevarlo conmigo y no quería dejarlo por ahí, así que lo metí en mi caja de seguridad
personal, porque pensé que no tendrías ninguna maldita razón para revisar allí y que sabías que había
una cámara, así que me imaginé que serías lo suficientemente inteligente como para no atreverte a
husmear ahí. Debería haberlo quemado o triturado, algo, pero he estado tan agotado últimamente
lidiando con el trabajo y toda esta mierda extra que estoy cometiendo errores, lo cual nunca hago. Pero
lo estoy haciendo ahora y es peligroso, y tú solo lo estás haciendo incluso más peligroso al
involucrarte personalmente."

Hizo una pausa y levantó la mano, pellizcando el puente de su nariz.


"Su padre es conocimiento común, todo el mundo sabe que su padre es Charles Swan, y por eso todo el
mundo sabe que Charles senior era su abuelo. Pero nadie conoce los otros dos ancestros y nadie puede
saberlo. Uno de ellos está muerto, pero el que está vivo no dudará en acabar conmigo si se entera que
yo lo sabía y no se lo dije. Y si tú lo sabes y él se entera que no se lo dijiste, te matará también."

Me quedé mirándolo en shock, completamente aturdida. ¿Tenía parientes? No solo parientes, ¿sino
unos que matarían por mí? ¿Y cómo carajos Edward se había enterado de esto?, ¿qué papel leyó en la
caja fuerte? ¿Era eso lo que realmente había alterado al doctor Cullen anoche, el hecho de que Edward
todavía estaba fisgoneando? No podía creer que él hubiese tenido el descaro de hacer tal cosa, ¿en qué
estaba pensando? ¿Mentirme a mí, husmear sabiendo que su padre le atraparía? Eso fue ir más allá de
ser irracional, ¡estaba siendo francamente irresponsable!

"¿Por qué simplemente no se lo dices?" preguntó Jasper, con el ceño fruncido. El doctor Cullen
suspiró, negando con la cabeza.

“Porque él la querrá. Él esperará que ella le sea entregada y ella no estaría a salvo, es por eso que no se
lo he dicho. Contrariamente a lo que ustedes puedan pensar, estoy tratando de ayudarla," dijo el doctor
Cullen. Me quedé allí sentada, mi mente tratando frenéticamente de analizar lo que él acababa de
decir. No quería ser entregada a nadie, a pesar de todo, tenía a Edward aquí y Edward me hacía feliz.

"Joder, nadie se la va a llevar," dijo Edward con fiereza, la ira en sus palabras enviando un escalofrío
por mi espalda, pero aliviando un poco mi pánico. "No se la vas a entregar a nadie. No dejaré que eso
suceda."

"Lo sé. ¿Crees que no lo entiendo? Si se la hubiera entregado a alguien, tú la hubieses seguido de
inmediato y te habrías metido en problemas, y no puedo permitir eso. No puedo permitir que los dos
sean atrapados por esto. Estoy tratando de encontrar una manera de salir de esto donde ningún
inocente salga lastimado, donde ambos salgan de esto a salvo, pero me lo están haciendo difícil.”

"¿Lo conocemos?" Preguntó Edward, levantando las cejas inquisitivamente. "¿El hombre que está
relacionado con ella, es alguien que conocemos personalmente?"

El doctor Cullen miró a Edward por un momento. "No puedo responder a eso," dijo finalmente.
Edward rio secamente.

"Tomaré eso como un sí, entonces," dijo. El doctor Cullen gruñó, negando con la cabeza.

"Basta, Edward. No debes meterte en lo que no te importa en este asunto y olvidarte completamente de
la prueba de ADN," dijo molesto.

"¿Por qué no puedes hacerlo tú?" Preguntó Jasper. "Quiero decir, sí, sabes que ella tiene un pariente
por allí en algún lugar. Es obvio que no es alguien que ella va a querer conocer. ¿Por qué simplemente
no puedes olvidarte de ello, olvidar que incluso hiciste la prueba, quemar los resultados y dejar que la
información desaparezca?

"Porque los únicos verdaderos secretos son los que no se comparten con nadie; aquellos que son
simplemente entre un hombre y su Dios. Este no es uno de ellos. La gente lo sabe," dijo. Edward
suspiró.
"Esme lo sabe," dijo Edward, negando con la cabeza. El doctor Cullen asintió.

"Sí, lo hace. Pero no es de ella de quien estoy hablando. No estoy preocupado porque tu tía hable, ella
se lo llevará a la tumba. Pero estoy preocupado por el médico que hizo la prueba en primer lugar y por
quien pueda haberse tropezado con los resultados desde allí. Hasta el momento han mantenido la boca
cerrada, pero no sé cuánto tiempo va a durar," dijo. "Y no tienen idea del dilema en que esto me ha
puesto. Debo poner al Borgata en primer lugar; debo hacer lo que ellos quieren por encima de
cualquier otra cosa. Y en este momento no estoy haciendo eso. En este momento estoy poniendo a mi
verdadera familia por encima de ellos. Estoy básicamente tambaleándome en el borde de romper el
juramento que hice y estoy seguro que todos y cada uno de ustedes son conscientes de lo que eso
significaría para mí si soy descubierto. Estoy tratando de ocultarle lo que ellos quieren para que mi
hijo y su novia puedan estar a salvo, y mi hijo sigue metiendo su nariz en ello y amenazando con
arruinarlo de todos modos."

Todos nos sentamos en silencio por un momento. Yo estaba bastante aturdida, completamente
confundida con lo que estaba sucediendo, y los chicos parecían estar bastante concentrados analizando
esta parte de la información.

"Si estás tratando de ayudarla, ¿por qué la amenazas entonces?" preguntó Jasper después de un
momento. El doctor Cullen suspiró.

"Porque es lo único que puedes hacer cuando estás tratando con aquellos que no tienen respeto por las
cosas. Lo único que me importa es mantenerlos con vida; y eso es lo único que puede mantenerlos en
línea. Edward no tiene ninguna estima por su propia vida; él me dejó muy claro eso de nuevo anoche
cuando no dudó en anunciar que moriría por ella. Amenazar su vida no le perturbaría. La única cosa
que lo haría es la de ella," dijo. "Pero no es un farol. Si se llegara el momento y no puedo salvarlos a
ambos, voy a elegir mi sangre. Si no tengo otra elección, la sacrificaré si es la única manera de
mantener a Edward a salvo."

Mi corazón latía con fuerza en mi pecho ante sus palabras mientras el miedo corría por mis venas ante
la idea de morir. No podía odiar exactamente al doctor Cullen por ello, ya que yo me sacrificaría a
voluntad si eso significara mantener a salvo a Edward, pero aun así no era algo que quisiera oír de los
labios de mi amo.

"Eso es una mierda," espetó Edward. "Eres mucho más malditamente estúpido de lo que pareces si
piensas que quiero seguir viviendo si no la tengo a mi lado. Ella me ha traído de vuelta a la vida; nada
me va a importar si ella no está.”

Miré a Edward, jadeando hacia él por su estallido. No era la primera vez que había dicho algo por el
estilo, por supuesto, pero había algo que me golpeó con fuerza al oírle decírselo a su padre.

"Sé que crees eso..." comenzó el doctor Cullen. Edward hizo un ruido similar a un gruñido y dio un
puñetazo sobre la mesa, haciendo que nuestros platos traquetearan por la fuerza.

"No seas condescendiente conmigo y pretendas saber mejor que yo mis puñeteros sentimientos. ¡Yo la
amo, joder, y nada va a cambiar eso! ¡No me trates como un niño que simplemente no sabe nada!"
espetó Edward.
El doctor Cullen golpeó la mesa con sus manos, también causando que todo traqueteara. "¡Entonces
crece de una puta vez ya! ¡Deja de actuar tan malditamente inmaduro! No estoy asumiendo conocer
tus sentimientos mejor que tú, pero no soy estúpido, hijo, ¡sé cómo te sientes! ¡Lo sé porque me sentí
de la misma jodida manera cuando tenía tu edad! Sé que amas a la chica y lo que arriesgarías todo por
ella, pero te lo digo ahora mismo, ¡tenía que intentarlo, joder! No podía dejar que ambos cayeran,
¡tenía que por lo menos intentarlo! ¡Si no por ti entonces por lo menos por tu maldita madre!"

Los ojos de Edward se estrecharon y me di cuenta de que su temperamento estaba hirviendo. Empecé a
temblar en mi asiento, preparándome para la explosión. Miré a mí alrededor y vi a Jasper y Emmett
luciendo igual de incómodos, sabiendo que la situación estaba fuera de control. La meta de Emmett de
hablar como hombres obviamente se había arruinado, ya que ambos estaban enfurecidos ahora.

"¡Mi madre no tiene nada que ver con esto, así que deja de arrastrar su jodida memoria!" explotó
Edward.

"No sabes lo que estás diciendo. ¡Tu madre tiene todo que ver con esto!" explotó el doctor Cullen de
vuelta.

"¿Cómo?" preguntó Edward bruscamente, enarcándole una ceja a su padre.

"¡Ella amaba a la chica! ¡Desde el momento en que puso sus ojos en ella la amaba! ¡No habría querido
que ambos perdieran la vida, joder, ella me diría que al menos tratara de salvar a uno de ustedes!"
escupió el doctor Cullen. Mis ojos se abrieron con sorpresa y los ojos de Edward se estrecharon aún
más, su temperamento explotando de nuevo.

"¡Joder, si ella la hubiese amado, no querría que la sacrificaras!" respondió Edward. El doctor Cullen
negó con la cabeza.

"Quizás no, pero tu madre era demasiado ingenua para su propio bien a veces. Habría insistido en que
había una forma de salir de esto sin que nadie saliese herido, pero ella estaría equivocada. Siempre
sale alguien lastimado. Solo tengo la jodido esperanza que no sea ninguno de ustedes," dijo el doctor
Cullen furioso. "Puedes odiarme todo lo que quieres, Edward. Joder, tú también Isabella, pero sé de
qué demonios estoy hablando, mucho mejor que cualquier otra persona en esta puta mesa. Estoy
haciendo lo que es necesario y soy su única puñetera oportunidad de encontrar la felicidad juntos en el
futuro, ¡por lo que es en su mejor interés retroceder y dejarme hacer lo que se necesita que se haga!"

Me puse nerviosa por su tono, el terror arrastrándose a través de mí. Estaba furioso de nuevo y el
fuego estaba ardiendo en sus ojos, el mismo fuego que había provocado que perdiera el control y
explotara violentamente en contra de Edward y de mí. En silencio recé para que Edward retrocediera y
se calmara y no lo presionara más porque tenía miedo de la que pudiera ser su reacción.

Todo el mundo se quedó callado por un momento, todos nosotros bastante sorprendidos por el giro en
la conversación. Yo estaba igual de confundida que antes pero algo en las palabras del doctor Cullen y
su tono me hizo querer creerle, creer que él estaba haciendo lo que necesitaba hacerse.

"¿Quién lo hizo?" preguntó Edward después de un momento, su voz era baja. Todos alzamos la mirada
hacia él y vi que miraba fijamente a su padre, con el ceño fruncido. No estaba segura de lo que estaba
hablando, pero me di cuenta por su expresión que era algo serio.
"¿Quién hizo qué?" Preguntó el doctor Cullen con indiferencia, sin molestarse siquiera en mirar a
Edward. Yo tenía la sensación de que el doctor Cullen sabía exactamente a qué se refería Edward,
simplemente estaba fingiendo ignorancia.

"Sabes qué. ¿Quién la mató?" preguntó. Mis ojos se abrieron con sorpresa ante la pregunta. "Estamos
aclarando todo, y quiero saber. ¿Quién me disparó?"

El doctor Cullen estuvo en silencio un momento, la mirada fija en su plato. "Sus nombres no importan.
Están todos muertos ahora de todos modos," dijo finalmente.

"¿Por qué lo hicieron?" preguntó Edward directamente. "Si no quieres darme nombres, bien. Lo menos
que puedes hacer es decirme qué demonios era tan malo que hizo que mereciera que me fusilaran
cuando tenía solo ocho años."

"No hay ningún punto en ello, Edward. Lo hecho, hecho está," dijo. Edward se rio secamente, su ira
iba en aumento.

"No me vengas con esa mierda. Tengo derecho a saberlo. Mi vida se jodió ese día, merezco saber
quién o qué demonios lo causó," dijo Edward. "Siempre te culpaste, diciendo que esa mierda era tu
culpa, pero anoche me dijiste que era culpa de mamá.

Entonces, ¿cuál es? ¿De quién mierda es la culpa?"

El doctor Cullen miró a Edward por un momento. "No lo sé," dijo finalmente. Edward gimió, negando
con la cabeza.

"¿Qué coño quieres decir con que no lo sabes?" espetó.

"¡Quiero decir, no sé quién demonios tiene la culpa!" espetó el doctor Cullen. "Tu madre... Dios, yo
amaba jodidamente a tu madre. Pero ella actuó a escondidas mías e hizo mierdas que sabía que no
debería estar haciendo. Estaba investigando y haciendo preguntas y obteniendo atención no deseada.
¡Yo era un ingenuo y no me di cuenta de lo que estaba ocurriendo hasta que ya había conseguido que
la matasen!"

Eché un vistazo alrededor de la mesa, viendo la conmoción y tristeza en el rostro de todos. Todos
estaban sufriendo, cada uno de ellos, y me sentí como si fuera una intrusa en su momento. Había
conocido a la señora Cullen, pero brevemente. Apenas la recordaba, por lo que parte de mí sentía que
no tenía derecho a estar presentar en esta conversación. Pero no quería levantarme y salir, ya que al
hacerlo sería incluso más grosera que quedándome donde estaba.

"¿Por qué estaba fisgoneando?", preguntó Edward.

El doctor Cullen suspiró, negando con su cabeza. "¿Por lo que tu madre haría cualquier cosa que
hacía? Tratando de ayudar a la jodida gente, como siempre. Estaba tratando de salvar la vida de
alguien y terminó perdiendo la suya en el proceso."

Edward negó con la cabeza. "¿Quién?" preguntó. El doctor Cullen lo miró, enarcando sus cejas
inquisitivamente. "¿A quién estaba tratando de ayudar?"
El doctor Cullen suspiró. "¿Realmente importa?" preguntó.

"Sí," espetó Edward. "Me gustaría saber quién demonios fue tan malditamente importante para que
arriesgara todo. Quién era tan jodidamente importante para que alguien la matara por ello. ¡A quién
carajo trató de salvar y casi causó que mataran a su hijo! ¡Quiero saber a quién mierda eligió sobre mí,
su propia y maldita carne y sangre! ¡Por quién estaba tan dispuesta a morir!"

Me tensé, su ira asustándome. El doctor Cullen se limitó a mirarlo con una expresión en blanco pero
con una mirada intensa. Edward le devolvió la mirada por un momento y era extraño, casi como si
estuvieran teniendo una conversación en silencio mientras se miraban el uno al otro. La expresión
enfurecida de Edward se suavizó después de un momento mientras su ceño se fruncía, entrecerrando
los ojos con suspicacia. Él rompió el contacto visual después de un segundo y miró a la mesa, pasando
una mano por su cabello. Tenía una expresión de intensa concentración en su rostro, como si estuviera
tratando lentamente de descubrir un enigma, su cerebro trabajando furiosamente para unir las piezas.
Su expresión se suavizó aún más después de un momento y parpadeó un par de veces, dejando escapar
algo que parecía casi un suave jadeo.

Él me miró y me congelé, aturdida por la devastación en sus ojos. Estaba sufriendo y de inmediato
quise decir algo para hacer que desapareciera el dolor, pero no tenía ni idea de cómo hacerlo sentir
mejor porque estaba desconcertada sobre lo que estaba sucediendo. Se quedó mirándome durante un
momento y le devolví la mirada, preocupada por él. Sabía que su madre era un tema delicado y no
quería que se retrajera de nuevo en esa oscuridad que lo había estado consumiendo durante tanto
tiempo por lo que había pasado con ella. Escuché al doctor Cullen suspirar y Edward rompió el
contacto visual conmigo, empujando la silla hacia atrás con brusquedad y tirando la servilleta sobre la
mesa. Prácticamente salió corriendo de la habitación y oí sus pasos en la escalera casi
inmediatamente.

Mi ceño se frunció en confusión. Era como si me hubiera perdido algo, había algo que no entendía.
Miré a mi alrededor y vi que Emmett y Jasper tenían expresiones que hacían eco de cómo me sentía,
estaban tan confundidos como yo. Miré al doctor Cullen y me congelé cuando vi que me miraba con
una expresión curiosa en su cara. Era casi de compasión, tal vez un poco de tristeza, pero no había
realmente ningún enojo. Era más como... lástima.

Él rompió el contacto visual después de un momento, negando con su cabeza. "¿Se levanta la sesión,
Emmett? No me gustaría salir en medio de ella, ya que es una garantía de muerte en las reuniones
reales."

Emmett gruñó. "Maldita sea, papá, ¿no he dicho que no quería saber cómo funcionaban las reuniones
reales? Pero sí, lo que sea, se ha acabado. Ha sido un fracaso de todos modos."

El doctor Cullen arrojó su servilleta y se puso de pie, extendiendo su mano y palmeando la espalda de
Emmett. "No, no lo ha sido. Hemos ventilado nuestros problemas y todos hemos sobrevivido. Eso no
es un fracaso. Usualmente no somos tan afortunados en las reuniones reales.”

Emmett volvió a gemir y el doctor Cullen le dio una palmada en la espalda de nuevo antes de alejarse.
Me senté allí un poco más con Jasper y Emmett, los tres en silencio.

"¿Qué demonios acaba de suceder?" Preguntó Emmett, finalmente.


"Ni idea," dijimos Jasper y yo al mismo tiempo. Lo miré con sorpresa y Emmett se rio entre dientes.

"¡Jinx!," gritó. Sonreí ligeramente, al igual que Jasper.

"Siempre gritas `Jinx´ cuando no tiene nada que ver contigo," dijo Jasper, empujando su silla y
poniéndose de pie. "De todos modos, gracias por la cena, Isabella. Sentimos que la comida no haya ido
tan bien".

Me encogí de hombros. "Está bien," le dije. Estaba acostumbrada a que las comidas se convirtieran en
desastres en Phoenix. No era un acontecimiento raro que explotara una lucha de comida o que Jane
que empezara a gritar y a romper cosas. No me lo tomaba como algo personal, ya que sabía que no
tenía nada que ver con mi forma de cocinar.

Me levanté después de un momento y empecé a limpiar la mesa. Emmett se levantó y me ayudó a


llevar todo en la cocina y luego subió las escaleras diciendo que iba a llamar a Rosalie. Guardé la
comida y limpié todo, lavando los platos y asegurándome de que todo estuviera en orden. Cuando
terminé me dirigí a las escaleras, congelándome cuando llegué al relleno del segundo piso,
dirigiéndome al tercer piso al escuchar la voz del doctor Cullen en mi espalda.

"¿Isabella?" Dijo. Me tensé y di la vuelta lentamente, mirándolo con cautela.

"¿Sí, señor?" Le dije, vacilante. Él suspiró y me miró un momento con una curiosa expresión en su
rostro, como si estuviera tratando de leerme de nuevo. Estaba nerviosa, mi corazón golpeando
frenéticamente y mis rodillas amenazando con ceder mientras mi cuerpo se estremecía bajo su mirada.

"Dale a Edward algún tiempo," dijo simplemente después de un momento. Asentí cautelosamente, sin
saber lo que quería decir con eso.

"Sí, señor," murmuré de nuevo, solo accediendo. Me miró por un momento más antes de asentir. Se
dio la vuelta y se dirigió a su despacho y cerró la puerta detrás de él. Me di la vuelta y me dirigí hacia
las escaleras lentamente. Llegué el tercer piso y me acerqué a la puerta de Edward, dudando cuando vi
que estaba cerrada. Extendí la mano y agarré el pomo, pero me detuve, frunciendo el ceño confundida
cuando no giró.

Estaba cerrada con llave. Había cerrado la puerta, dejándome fuera. La confusión y el dolor me
golpearon, ya que nunca había hecho eso antes. Nunca había cerrado su puerta así. De inmediato me
preocupé y parte de mí quería golpear la puerta y exigir que abriera para poder saber que estaba bien,
pero otra parte de mí estaba recordando lo que el doctor Cullen me había dicho unos segundos atrás.
`Dale a Edward algún tiempo´. No estaba segura de por qué o qué estaba sucediendo, pero era obvio
que tenía razón. Edward necesitaba tiempo. Quería estar solo.

Solté la manilla y me detuve brevemente antes de girarme y caminar hacia mi habitación. Abrí la
puerta y me deslicé dentro, cerrándola detrás de mí. Me quité mi ropa y me coloqué la camiseta de
fútbol de Edward de nuevo. Estaba sucia, dado que acababa de usarla la noche anterior, pero
pertenecía a él y eso era lo que necesitaba. Era suya, tenía su nombre en ella, y olía totalmente como
él. Olía como a lilas, miel y sol, la esencia de Edward Cullen. La llevé hasta mi nariz, cerrando los
ojos mientras inhalaba. Era reconfortante... era mi felicidad.
Caminé hacia mi cama y me metí debajo de las sábanas, agarrando mi almohada y acurrucándome en
ella. Estaba grogui de nuevo, todo nebuloso y confuso y me sentía excluida. Me preocupaba Edward,
estaba preocupada por lo que estaba sucediendo. Me preocupaba que estuviese haciéndose daño y no
hubiese nada que pudiera hacer para ayudarlo. Y tenía miedo, mucho miedo. Él me había dejado fuera
y nunca había hecho eso antes. Nunca nos había mantenido separados intencionalmente pero acababa
de hacerlo, y eso dolía. Dolía más de lo que me imaginaba que dolería.

Sentí las lágrimas en mis ojos, una mezcla de dolor, tristeza, confusión y agotamiento me consumía.
Me acurruqué en la cama, tratando de encontrar la calidez que ansiaba mientras las lágrimas se
desbordaban y mi cuerpo se vio sacudido por los sollozos. Estaba perdido, él estaba desaparecido. Su
calidez se había ido, el confort y la seguridad que deseaba desesperadamente habían desaparecido
junto con su presencia. Y no sabía por qué. No sabía por qué no estaba aquí conmigo, lo que había
sucedido, por qué quería estar lejos de mí. ¿Había hecho yo algo mal? ¿Todavía me amaba? Esta
noche había dicho que me amaba y que nunca nadie me apartaría de su lado, pero era él quien nos
mantenía alejados en este instante. ¿Por qué? ¿Qué estaba sucediendo?

Por primera vez en meses, me quedé dormida sin él a mi lado. Mi sueño fue inquieto y discontinuo,
con pesadillas amenazando con apoderarse de la pequeña fracción de paz que estaba encontrando
mientras estaba inconsciente.

Salí de mi entumecimiento finalmente y abrí los ojos a una habitación revestida completamente por la
oscuridad. Sentí que la cama se movía a mi lado y me tensé, pero en el momento en que sentí que
subían la manta y a una forma deslizándose a mi lado, el alivio me recorrió por completo. La calidez
estaba allí de nuevo, la seguridad y el confort. El amor. No podía verlo, pero podía sentirlo. Edward
estaba a mi lado nuevamente.

Envolvió sus brazos alrededor de mí con fuerza, acercándome a su lado. Enterró su nariz en mi cuello,
colocando un suave beso en mi piel que envió temblores por mi espina dorsal.

"Te amo," susurró, su voz quebrándose. Pude escuchar el dolor, la agonía que estaba sintiendo y no
sabía por qué estaba allí, pero quería que se fuera.

Se aferró a mí con firmeza, apretándome con tanta fuerza que casi dolía, pero no quería que me
soltara. Nunca querría que me soltara. Sentí una lágrima deslizarse por mi mejilla, una vez más mis
emociones me estaban abrumando.

"Yo también te amo, Edward."


Capítulo 51 El Arte de Vivir

“Todo el arte de vivir consiste en una buena combinación entre lo que se olvida y lo que se
conserva.” – Henry Ellis

Edward cullen
¿Alguna vez has visto una de esas películas donde el protagonista de pronto tiene una puta revelación,
donde está ahí sentado y simplemente, de la nada, todo le golpea como un maldito tráiler? ¿Dónde las
palabras no son necesarias, es mierda que él ya sabe, pero es como si todas las piezas del
rompecabezas parecieran unirse y de pronto todo tiene sentido, misterio resuelto? No estoy hablando
de ese marica momento “¡Ah-ha!” como en la maldita Clue donde adivinaste que fue el Coronel
Mostaza con una maldita vela o algo así. Me refiero algo así como en la película “Sexto Sentido”
cuando ese doctor que Bruce Willis interpretó, Malcom Crowe, simplemente se da cuenta de que había
estado muerto todo el maldito tiempo y todo lo que había pasado en la película apoyaba su maldita
teoría. (N.T. Clue (conocida como Cluedo o El juego de la sospecha en España y Clue, el castillo del
misterio en Hispanoamérica) es una película estadounidense estrenada en 1985 y dirigida por Jonathan
Lynn. De acuerdo con la naturaleza del juego de mesa, en la versión teatral de la película se muestran
uno de los tres posibles finales)

Sí, yo también solía pensar que todo eso era una mierda. La gente comprendía las cosas gradualmente,
que no había tal cosa como una revelación masiva donde simplemente todo se aclaraba y en un
instante todo tenía sentido. Esa mierda no sucedía… pero aun así, acaba de pasar.

Sentado ahí en la mesa, frente a mi chica que amaba más que a la vida misma, todas las putas piezas
del rompecabezas simplemente se unieron y cayeron en su lugar. Todas habían estado allí todo el
tiempo, justo frente a mi puta cara y casi me sentí estúpido por no ver la verdad antes. Me quedé
atónito, casi completamente inmóvil mientras comprendía todo. Yo era el Dr. Malcom Crowe y estaba
jodidamente muerto.

No sé cómo se me ocurrió o qué fue exactamente lo que me dio la chispa que me hizo darme cuenta de
ello. Tal vez fueron mis propias palabras, tal vez fue la forma en que mi padre me miró, lo que sea. El
“por qué” francamente no importaba… lo importante era que había sucedido. Todo simplemente
encajó, y al instante que la idea cruzó mi puñetera mente, simplemente lo supe. Mi ceño se frunció y
miré fijamente a mi padre, esperando de inmediato como el infierno estar fuera de puta base, estar
fuera del maldito estadio, pero solo mirando su expresión sabía que no lo estaba. (N.T. Estar fuera de
base es una expresión idiomática que significa ‘estar equivocado’, lo hubiera traducido así si no fuera
porque luego dice lo siguiente, lo de estar fuera del estadio que muestra cuanto deseaba estar
equivocado). Supe que lo había descifrado y me di cuenta en seguida por qué me había estado
ocultando esa mierda, por qué quería que retrocediera de una puta vez y no hiciera preguntas.

Una docena de emociones diferentes me golpeó en ese momento, horror, conmoción, amor, nostalgia,
gratitud, ira, repulsión, asombro, remordimiento, desprecio, odio… demasiadas para nombrarlas, pero
sentí toda esa mierda, cada una de ellas mezclándose en una. Joder, sentí náuseas, la intensidad de
todo hizo que mi pecho doliera y tuve que apartar la vista de mi padre porque no podía soportar ver la
confirmación en su expresión. Bajé la vista a la mesa, todas las putas piezas formando el enorme
cuadro que hasta ese momento me había eludido.

Era ella. La persona por la que mi madre había arriesgado todo por ayudar, la persona por la cual mi
madre se había arriesgado a sí misma para tratar de salvarla. Era la misma chica por la cual yo estaba
dispuesto a dar mi vida, la chica por la que estaba luchando con todas mis jodidas fuerzas. Ambos
amamos y quisimos salvar a la misma maldita persona. Parpadeé un par de veces y pasé la mano por
mi pelo de forma ausente, aturdida.

Mi madre fue asesinada y mi vida había sido destrozada por Isabella Swan.

Era la razón por la que mi padre actuaba de forma tan extraña con ella, por qué había actuado de la
forma en la que lo hizo con Isabella en el aniversario de la muerte de mi madre. Fue la razón por la
cual él dijo que personalmente para él no valía la pena, por la cual en ciertos momentos realmente
parecía sentir resentimiento hacia ella. Pero al mismo tiempo, era la razón por la cual estaba tratando
de salvarla, por la cual trató con todas sus putas fuerzas de ayudarla a que se adaptara. ¡Cristo, era la
jodida razón por la que la compró en primer lugar! Era como si estuviera tratando de terminar lo que
mi madre había empezado.

Levanté la vista hacia Isabella y la devastación me golpeó con fuerza cuando vi la aprensión en su
expresión. Estaba jodidamente confundida y me miraba con recelo, obviamente tratando de entender
lo que estaba pasando. Vi el amor y la preocupación en sus ojos, y dolió como la mierda. Dios, esa
mierda dolía más de lo que alguna vez me había dolido algo antes. Ella estaba sentada allí,
mirándome, preocupada por lo que estaba pasando porque me amaba demasiado, y no tenía ni puta
idea de que ella era la que lo había causado.

Mis pensamientos y sentimientos estaban frenéticos, jodidamente confusos. Yo estaba aterrorizado e


inestable, desesperadamente cerca de arremeter contra alguien y no tenía ni puñetera idea de contra
quién. Estaba enojado, tan jodidamente enojado que estaba empezando a temblar, pero no sabía
exactamente con qué demonios estaba enojado. ¿Estaba encabronado con mi madre? ¡Ella había
desperdiciado su puta vida por una niña extraña que apenas conocía, casi consiguiendo que asesinaran
a su propia carne y sangre en el proceso! Pero Cristo, esa maldita niña era Isabella, ¿cómo demonios
iba a estar enojado con mi madre por hacer exactamente lo que yo estaba haciendo? Yo también estaba
dispuesto a sacrificarme por ella.

¿Estaba enojado con mi padre? Él lo había sabido desde el principio y me lo había ocultado,
intencionadamente me había ocultado la verdad sobre ese puñetero día. Pero, ¿podía culparlo por ello?
Él solo había estado tratando de protegerme de descubrir algo que posiblemente me haría daño. No, no
podía odiarlo por esa mierda aunque me hiciera encabronarme.

En el momento en que me di cuenta que incluso una parte de la ira que sentía estaba dirigida a la
hermosa chica sentada frente a mí, tuve que salir de allí de una puta vez. No estaba bien, no era justo
para ella. ¡Era solo una niña por el amor de Dios, no podía culparla por ello! Ella no tenía el control
sobre las acciones de mi madre.

Pero aun así, de todos modos sentía esa mierda. Sentía la ira y el odio comenzar a aparecer. Sentí el
impulso de culparla. Mi madre había muerto y si la chica frente a mí no hubiera existido, joder, mi
madre no estaría muerta. Yo no habría sufrido tanto en los últimos años. No habría estado tan
jodidamente destrozado, mi familia no se habría arruinado. Me sentí asqueado de mí mismo, como si
hubiera elegido a la chica frente a mí en vez de a mi madre. Sentí que por estar con Isabella, estaba
orinando sobre la tumba de mi madre. Mi madre había muerto por ella, si ella no hubiera nacido nada
de esto habría sucedido. Me sentía como si estuviera manchando su memoria. ¡Cristo, estaba
durmiendo con el puto enemigo!

Empujé bruscamente mi silla hacia atrás y me puse de pie, ansioso de salir de una puta vez de allí
antes de que perdiera el control. Necesitaba escapar porque no era justo para Isabella. No podía
culparla por lo sucedido, ella no había hecho ni una maldita cosa mal. ¡Tenía que alejarme de ella
antes de que accidentalmente perdiera el control y la lastimara, porque ella no merecía ser lastimada!
Ya había sido lastimada lo suficiente en su vida y no podía ser yo quien le diera el maldito golpe final
y la destruyera. Y sabía a ciencia cierta, que esta mierda lo haría. Esto la destruiría. Joder, ella me
amaba y confiaba en mí. No podía ser yo la causa de su caída.

Prácticamente salí corriendo de la puta habitación, con la necesidad de llegar al piso de arriba para
poder estar a solas. Todo se sentía tan surrealista, pero mi ira crecía con cada paso que daba. Estaba
furioso y eso solo me hizo sentir asco. ¿Qué demonios me pasaba? ¿Qué tipo de pinche demente
culpaba a una niña por un asesinato de la mafia, en especial cuando la persona que había sido
asesinada sabía muy bien que lo que estaba haciendo podría causarle la muerte? Cristo, ¿siquiera
había sido la puñetera mafia quienes lo habían hecho? ¿Quién diablos iba a matar a mi pinche madre
en vez de a Isabella? ¿Qué carajos tenía esa maldita chica que hacía que valiera la pena matar por
ella?

Ese pensamiento frenético que pasó por mi mente hizo que la culpa se apoderara de mí. ¿Cómo
diablos podía pensar tal cosa? ¡Amaba a esa pinche chica, por supuesto que valía la pena matar por
ella! Yo acababa de decir que mataría por ella y moriría por ella en un pinche segundo, ¿qué demonios
me hace pensar que otras personas no lo harían? Cristo, mi maldita madre estaba dispuesta a morir por
ella, así que, ¿por qué diablos no habría gente dispuesta a matar por ella? Joder, por supuesto que ella
lo valía. Ella era pura e inocente. Era jodidamente hermosa, por dentro y por fuera. Pero, ¿quién?
¿Quién diablos lo haría? Ella había sido maltratada toda su maldita vida, nadie le prestó nunca ni un
poco de jodida atención. La mantuvieron encerrada en un granero lejos de la sociedad y le sacaron la
mierda a golpes sin ninguna pinche razón. Ella fue maltratada, golpeada e ignorada, así que estaba
claro que ella les importaba una mierda. Así que, ¿por qué demonios matarían por ella? ¿Por qué
diablos mataron a mi madre en lugar de a ella?

Llegué al tercer piso y abrí la puerta de mi habitación, deslizándome al interior. La cerré con fuerza y
llevé mi mano hacia atrás, poniendo rápidamente el seguro. No podría soportar que nadie entrara aquí
en este pinche momento, no cuando estaba tan inestable. Me sentí como si estuviera jodidamente
trastornado. Sentía que seguía cayendo lentamente en esa niebla, perdiendo el control, y eso era
jodidamente peligroso. Me ponía violento sin siquiera darme cuenta cuando esa mierda pasaba.
Maldición, casi asesiné a Jacob Black la última vez que dejé que la rabia me consumiera y perdí el
control, y no quería que ella estuviera cerca de mí cuando yo estaba así. No quería lastimarla, aún
cuando en el fondo había una maldita pequeña parte de mí que gritaba que la hiciera sentir como yo
me estaba sintiendo. Pero nunca me lo perdonaría si alguna vez la lastimara de esa forma, joder, me
moriría si alguna vez la hería. Ella no se merecía esa mierda.

Me paseé por la habitación, mi mente buscando una solución a todo, una pequeña parte de mí estaba
en puñetera negación de que esto estuviera sucediendo. Sabía que estaba en lo correcto, que toda la
mierda encajaba, pero el problema era que no quería que nada de esto fuera cierto. No quería que
Isabella fuera la puta razón de que mi madre estuviera muerta. Esa mierda no estaba bien, joder, ¡no
era justo! ¿Qué clase de Dios jodidamente enfermo me haría eso? ¡Finalmente había encontrado algo
de maldita felicidad en este enfermo mundo retorcido, algo positivo, y ella era la causa de la maldita
oscuridad en primer lugar! ¡Finalmente había aprendido a amar de nuevo, y Dios de verdad que la
amaba, y joder, resulta que ella era quién me había hecho así, la que mató mi pinche capacidad de
relacionarme con los demás!

Me paseé por la habitación, mis manos pasándose furiosamente por mi pelo mientras trataba de
ordenar mis pensamientos. Tenía que dejar de pensar de esa forma, tenía que dejar de pensar que algo
de eso era su culpa. Ella no había hecho ninguna maldita cosa. Pero estaba tratando de darle sentido a
esta mierda y a pesar de que todo encajaba entre sí, todavía no entendía ni mierda. ¿Por qué? ¿Por qué
yo? ¿Por qué nosotros? ¿Qué demonios habíamos hecho para merecer esta mierda? ¿Había sido tan
jodidamente malo como persona? No era justo, ni una sola fracción de ello. Todo estaba jodido,

Los últimos meses pasaron por mi mente, la mierda que Isabella y yo habíamos hecho juntos. Las
cosas que habíamos hecho, todas nuestras putas confesiones. Le había abierto mi puñetero corazón y
alma a ella, le había contado todo sobre mi madre, maldición, incluso había llorado por ello frente a
ella y todo el tiempo había sido ella. Había sucedido por ella. Gracias a ella que tuve que ver morir a
mi maldita madre, fue por ella que casi pierdo mi propia vida de mierda.

“¡Carajo!” Grité, llevando mi pie hacia atrás y pateando el marco de la cama mientras caminaba junto
a ella. No podía seguir pensado esas mierdas, no podía culparla. ¿Ella tenía, qué, siete años cuando mi
madre murió? ¿Cómo carajos puedes culpar a una niña de siete años por un puto asesinato que ocurrió
casi a tres mil quinientos kilómetros de distancia de ella? Su vida nunca había sido suya, ella nunca
había sido libre de hacer la mierda que quisiera. Maldición, ni siquiera podía orinar sin maldito
permiso, ¿y yo estaba culpándola por un maldito asesinato? Eso era una locura. Joder, estaba loco.

Pero mi rabia… estaba malditamente enojado. El dolor en mi pecho era intenso y se sentía como si
tuviera el peso de una tonelada justo en él, casi aplastándome. No podía liberarme de él, realmente
sentía como si alguien hubiera tomado un maldito cuchillo y me hubiera apuñalado directamente con
esa mierda, perforando mi corazón y retorciendo ese hijo de puta. No había sentido un dolor así desde
que desperté en el maldito hospital hace tantos años con mi padre sentando junto a mi cama,
repitiendo una y otra vez ‘todo es mi maldita culpa’.

Y Cristo, ¿de quién era la puta culpa? Sí, mi mamá anduvo husmeando por ahí, se había convertido en
una maldita entrometida e hizo malditas preguntas que no debería haber hecho, pero, ¿desde cuándo
ser entrometido merece una sentencia de muerte? Ella solo había estado tratando de ayudar a una
jodida niña, ¿qué había de malo con esa mierda? Pero al mismo tiempo ella lo sabía, maldita sea. Ella
sabía que no se podía hacer esa mierda en la vida de mi padre, pero ella lo hizo de todas malditas
formas. Ella se lo había provocado a sí misma. No, a la mierda con eso. Ella nos había provocado todo
eso. Ella sabía la mierda que estaba haciendo, sabía lo que estaba arriesgando. Y recordé su pinche
cara cuando ese hombre le puso esa arma en la cabeza, la compresión y la realización en sus ojos justo
antes de que él apretara el gatillo. Ella sabía la mierda que había hecho y no había ni una pizca de
maldito arrepentimiento en su expresión. Y yo sabía esa mierda, porque la imagen de ella estaba
grabada en mi cerebro. Había revivido ese momento más jodidas veces de las que podría contar. Tenía
cada segundo memorizado. Ella no se había arrepentido de la mierda que había hecho, no habría
dejado de hacer nada de ello. Estaba preocupada por mí y en su último puñetero momento hizo
exactamente lo que siempre había hecho… trató de salvar a alguien más. Joder, ella trató de salvarme.

Constantemente estaba tratando de salvar a las personas, mi padre tenía razón sobre eso. Siempre
admiré eso de ella, su compasión, pero al mismo tiempo me encabronaba como la mierda. ¿Qué hay
con salvarse a sí misma? ¿Dónde demonios estaba su sentido de auto-preservación?

Pero al mismo tiempo, no podía precisamente culparla por esa mierda. No importaba cuan
jodidamente entrometida hubiera sido, no merecía ser asesinada y ella no debería haber muerto. El
maldito estilo de vida de mi padre había hecho eso. Su puto estilo de vida fue lo que la mató. Era por
culpa de él que todos nosotros vivíamos en un mundo tan peligroso, su puñetera culpa que tuviéramos
que lidiar con la violencia, el odio y el derramamiento de sangre. Él era el maldito criminal, él fue
quien introdujo a los asesinos y salvajes en nuestras vidas. Si no hubiera sido por él, ella no hubiera
estado en peligro por hacer una jodida pregunta. No, si él no se hubiera unido a la puta mafia, hoy, ella
todavía estaría viva. No había duda alguna de eso en mi maldita mente.

Pero mi madre sabía esa mierda. Sabía lo que él era cuando se casó con él. Sabía a qué clase de mundo
de mierda estaba llevando a sus niños. Nunca había entendido cómo alguien tan puro e inocente como
mi madre podía vivir su vida con alguien como mi padre, cómo ella podía simplemente aceptar la
mierda que él hacía. Todavía no entendía esa mierda sobre Esme, cómo jodidos podía quedarse con su
esposo y amarlo, sabiendo que asesinaba personas y que probablemente había roto cada maldita ley
federal que existía. ¿Cómo podían simplemente aceptar esa mierda? Yo una vez le pregunté a Bella si
podría aceptar eso de mí, si alguien como ella podría quedarse conmigo si elegía seguir ese camino y
no estaba muy seguro de ello entonces. Todavía no sabía si ella estaría dispuesta, pero de algo estaba
seguro ahora, yo no quería que lo hiciera. Joder, ella era demasiado pura para atarse a esta maldita
vida brutal, el tipo de vida donde la puñetera curiosidad puede llevarte a ser ejecutado. Y no había
jodida manera de que alguna vez yo la pusiera en esa posición. De ninguna jodida manera iba a
terminar como mi padre.

Estaba encabronado y jodidamente dolido. Mi pecho se sentía oprimido, tanto que con cada
respiración que daba enviaba un dolor agudo a través de él. Caminé de un lado al otro de la habitación,
pateando cosas y tirando mierda por todas partes, tratando de sacar mi puto enojo. Estaba tan tenso
que necesitaba algo para liberarme, tenía que dejar salir algo de tensión así que me desquité con mis
pinches pertenecías, para así no desquitarme accidentalmente con alguien como Isabella. Mis
pensamientos eran confusos y todo el tiempo me lo pasé frenéticamente culpando a una y otra
persona, tratando de encontrar la maldita lógica en una situación en la que no había ninguna.

Mi ira era tan jodidamente intensa que estaba empezando temblar, pasando la mano por mi pelo
frenéticamente y tirando de él mientras mi otra mano, a un costado, estaba hecha un puño. Estaba
tratando de contenerla, tratando de aclarar mi puta mente, pero mis emociones lo estaban dominando
todo. Quería hacerle daño a alguien, quería que alguien sintiera la mierda que estaba sintiendo.
Simplemente me sentía tan jodidamente solo.

Aflojé mi puño y metí la mano en mi bolsillo, sacando mis llaves. Me acerqué a mi escritorio y le
quité el seguro al cajón, abriéndolo rápidamente. Necesitaba calmarme, necesitaba algo que hiciera
que el maldito dolor se fuera porque patear mierda no lo estaba haciendo. Necesitaba ahogar el pinche
dolor, no podía dejar que me consumiera. Eché un vistazo al interior del cajón y gemí cuando vi que
no tenía nada de hierba. Empecé a mover las botellas de licor, mi ira aumentó cuando me di cuenta
que no me quedaba nada de puto vodka. Rompí mi última botella de Grey Groose la noche anterior en
un ataque de ira y había algo en la planta baja, pero no había puta manera de que bajara en estos
momentos. No en este estado, no bajo estas circunstancias. Tenía que mantenerme lo más lejos de
ellos hasta que consiguiera controlarme.

Saqué una botella de Patrone porque prácticamente era toda la mierda que me quedaba allí. Mi
reserva estaba menguando y en realidad no me había dado cuenta, ya que no me había metido mucho
de esa mierda últimamente. Era otra maldita cosa que ella había cambiado en mi vida sin siquiera
darse cuenta. Dios, ¿siquiera seguía siendo mía mi vida? ¿Qué demonios me había pasado? ¿Qué
demonios le pasaba a mi familia? Ella había influido en cada uno de nosotros de algún modo, era
como si hubiera lanzado un maldito hechizo en todos nosotros. Nos tenía comiendo de su mano,
jodidamente listos y dispuestos a sacrificarnos por ella. ¿Qué tenía ella? Cristo, era como si fuera una
maldita bruja o algo así. Yo no era esta mierda, no solamente entregaba mi maldita vida a alguien
más. Yo era Edward jodido Cullen, podría tener cualquier maldita cosa que quisiera. Se supone que la
vida es jodidamente fácil para mí, así que, ¿por qué demonios estaba permitiendo que esta complicada
mierda tomara el control?

Abrí la botella y la llevé a mis labios, empinándola toda. No era suave en absoluto y quemó
excesivamente al bajar. Hice una mueca y me estremecí, pero no la guardé. El ardor podía manejarlo,
el dolor físico podía soportarlo, lo que fuera con tal de deshacerme del maldito dolor en mi pecho
afianzándose justo en mi puñetero corazón. Lo que fuera para hacer que eso desapareciera.

Dejé la botella después de un momento y pasé la mano por mi pelo, sintiendo un poco de calor
extenderse a través de mi cuerpo a medida que el alcohol comenzaba a recorrer mi sistema. Mis ojos
se fijaron en el marco que estaba boca abajo sobre el escritorio y me congelé por un momento antes de
extender la mano y levantarlo. Lo miré, sintiendo pinches náuseas cuando vi la pequeña mancha de
sangre seca en él de cuando Bella se había cortado tratando de limpiar. El vidrio estaba roto, solo
algunos pedazos quedaban aferrados a él. Me quedé mirando a la foto de mi madre y de mí de hace
tantos años, los dos viéndonos tan jodidamente felices. Tenía que haber tenido como unos cinco años
entonces y de inmediato me pregunté si ella ya había conocido a Isabella para ese tiempo, si ya había
comenzado a husmear. Me pregunté si ella estaba parada allí junto a su bebé, sonriendo, sabiendo que
lo estaba poniendo en puto peligro. Me pregunté si ella sabía en ese momento que sus días estaban
contados.

Me pareció irónico que un marco roto y unas gotas de sangre estropearan ahora la imagen feliz. Joder,
casi era adecuado que estuviera manchado de esa forma. Mi maldita vida se había arruinado igual que
esa jodida foto estaba arruinada ahora. Nunca nada sería lo mismo. Su jodida memoria estaba
corrompida ahora al saber la mierda que había llevado a su muerte, era como una maldita nube negra
cerniéndose sobre todo. ¿En realidad alguna vez había conocido a mi madre? ¿Había sido tan
jodidamente ingenuo y mi memoria estaba tan confusa como mi padre había insinuado? Mi ira solo
aumentaba cuanto más pensaba en ello, el dolor en mi pecho se intensificaba mientras miraba el rostro
de mi madre. Las palabras que había dicho antes en la planta baja vinieron a mi mente, apoderándose
de mis pensamientos.

Quería saber qué demonios era tan importante por la cual había arriesgado cada puta cosa. Quién era
tan jodidamente importante que alguien la mataría en su lugar. A quién demonios quería salvar que
casi consiguió que por ello mataran a su hijo. Quería saber a quién demonios había escogido sobre mí,
su propia maldita carne y sangre, por quién había estado tan dispuesta a morir…

Isabella. La jodida Isabella. La mia bella ragazza. Sentí que mis ojos ardían a medida que las lágrimas
brotaban y traté de contenerlas lo más que pude, sin querer llorar como un gran maldito maricón.
Gemí y negué con la cabeza, tratando de controlarme, y arrojé de nuevo el marco sobre el escritorio.
Cogí la botella de licor y me paseé por la habitación, bebiendo y tratando de pensar racionalmente,
pero todo estaba confuso y el maldito alcohol no estaba ayudando. Mucha de la mierda que la gente
me había dicho en los últimos meses de pronto tenía sentido, cada pizca de ella. No sé cómo carajos
no lo había entendido antes, ahora estaba claro como el infierno. Todas las putas pistas habían estado
allí, simplemente yo había estado tan cautivado por mi amor por ella que no pude verlas. No había
querido ver esa mierda.

Las palabras de Aro sobre que ella significaba más para mi padre de lo que creía, acerca de que Bella
no solo era otra esclava para él. Las palabras de Esme acerca de cómo mi madre no podría evitar
amarla. Y mi padre… ahora todo lo que había dicho tenía sentido. El hecho de que cuando habíamos
ido al campo de tiro él dijo que ella no había hecho nada para merecer su odio pero ni una sola vez
diciendo que no tuviera esa mierda. Fue por eso que le había tendido una trampa en el aniversario de
la muerte de mamá, la razón por la que puso esa pinche arma allí donde sabía que ella la encontraría.
Él quería hacerle daño, quería que sintiera el mismo puñetero dolor que él sentía. La culpaba por la
mierda que le había pasado a mamá, la había culpado por ese día, y había querido darle un puto
castigo por ello.

No la estaba castigando por tocar su pistola descargada, la estaba castigando por su jodida existencia.
Estaba castigando a la verdadera inocente en la situación por sus propios malditos errores. Por los
errores de mis dos padres.

¡Cristo, ella estaba pagando de nuevo por los errores de los demás! Había pasado toda su vida siendo
lastimada por pendejadas que ella no había hecho y esa mierda seguía pasando. Era injusto, tan
malditamente injusto. Joder, yo había pagado por sus errores ese día cuando me dispararon e Isabella
todavía estaba pagando por sus putos errores.

La ira recorría mi cuerpo, el resentimiento que sentía era intenso. Empecé a caminar más
frenéticamente de un lado al otro, tratando de recuperar el control. Estaba jodidamente encabronado y
todavía no sabía con quién demonios estaba más encabronado. Todavía estaba esa pequeña parte muy
dentro de mí que sentía ese resentimiento hacia Isabella que no debía estar sintiendo porque ella no
había hecho ni una maldita cosa. Ni una mierda había cambiado, ella seguía siendo la misma chica que
había sido esta mañana o la semana pasada. Joder, la amaba y ella me amaba y nunca había hecho una
maldita cosa para lastimarme intencionalmente. Yo sabía eso. Confiaba en ella y nada había cambiado
esa mierda.

Pero… pareciera como si todo fuera jodidamente diferente ahora. ¿Cómo olvidar simplemente esa
mierda? ¿Cómo se puede retroceder en el tiempo? ¿Cómo te puedes detener, sabiendo que tu novia sin
saberlo ha arruinado tu maldita vida? ¿Cómo perdonar esa mierda? ¡Cristo, no tenía ni una mierda por
la cual perdonarla, ella no tenía ninguna puta razón para pedir perdón en primer lugar!

Entré en mi cuarto de baño y levanté la vista, mis ojos se posaron en mi reflejo en el espejo. Me quedé
inmóvil, fulminándome con la mirada. Era un desastre, mi pelo apuntando en todas las malditas
direcciones, mis ojos rojos por contener las lágrimas. Estaba perdiendo el control y verme a mí mismo
no me estaba ayudando. Lucía exactamente como ella, igual que mi pinche madre. El mismo maldito
pelo color bronce, los mismos putos ojos verdes. Mirando fijamente mi reflejo, vi la misma
devastación en mis ojos que ella había tenido justo antes de que apretaran el jodido gatillo y me la
arrebataran. Joder, lucía exactamente como ella. Ese hecho había salvado mi culo muchas veces, pero
ahora… ahora esa mierda me estaba hiriendo.

Y lo perdí, todo se oscureció y la última hebra de control a la que me aferraba se rompió. Mi mano se
cerró en un puño y la eché hacia atrás, lanzándola luego hacia adelante. Mi puño golpeó el espejo y se
quebró. Lo hice otra vez, y otra vez, golpeándolo, putos fragmentos de vidrio volaron por todas partes.
Mi pinche mano estaba ardiendo, punzadas de dolor la recorrían. Aunque no me importaba, no me
detuve hasta que la última pieza de vidrio se hizo añicos y mi reflejo ya no estaba a la vista. Sentí las
emociones bullendo en mi cuerpo con cada golpe, la furia, el dolor y la devastación impulsándome. Se
desvaneció después de un momento y eché mi brazo hacia atrás una última vez, poniendo toda mi puta
fuerza en ese golpe. Al momento en que conectó el dolor se disparó por mi brazo y grité.

“¡Mierda!” Grité, agarrando mi muñeca. Bajé la vista, sorprendiéndome al ver tanta sangre en mi
mano por golpear el espejo. Traté de flexionar mis dedos e hice una mueca por el dolor, dándome
cuenta de inmediato de que en realidad me había jodido algo. Di unos pasos hacia la pared y apoyé mi
espalda en ella, deslizándome hasta el suelo. Doblé mis rodillas hasta mi pecho y comencé a
balancearme, tratando de controlarme. Mi respiración era dificultosa, mis ojos seguían ardiendo y
estaban vidriosos por las lágrimas. Mi ira estaba fluctuando y dando paso a algo más, una mierda que
no quería sentir. Traté de luchar contra ella pero era poderosa y me consumía.

Era la desesperación. Estaba devastado, sentía la pena tan intensa como recordaba haberla sentido al
despertar en el hospital cuando tenía ocho años. Joder, fue como si la hubiera perdido de nuevo, como
si esa mierda apenas acabara de suceder. Ella había muerto, mi pinche madre había muerto. Perdí mi
última chispa de fuerza en ese momento y las lágrimas comenzaron a caer. Simplemente dejé que esa
mierda me venciera, sabiendo que era inútil tratar de mantenerla a raya. No era justo, absolutamente
nada de ello, pero la vida no era justa. Había aprendido eso años atrás. A todos nos iba jodidamente
mal, y no importaba cómo demonios habíamos llegado aquí, el punto era que estábamos aquí. Joder,
todos estábamos destruidos, todos y cada uno de nosotros. Todos habíamos sufrido y habíamos tenido
que sacrificarnos, ¿y qué maldito derecho tenía yo de ir por ahí tratando de culpar a la gente por ello?
Al final esa mierda no importaba, no importaba con quién demonios me enojara y a quien culpara, ella
todavía estaría muerta. Eso mismo le dije a mi maldito padre todos esos meses atrás cuando él
desquitó su propia ira y desesperación con Isabella. Le dije que mamá estaba muerta y que no
importaba a quién demonios castigara o con quién tratara de desquitarse, ella no iba a volver. Se había
ido. Ella se había ido.

No sé cuánto tiempo me quedé allí sentado, con la angustia apoderándose de mí, envolví mis piernas
con mis brazos y agaché la cabeza... y joder cómo lloré. Años de reprimir lo mucho que me había
lastimado me estaban alcanzando y simplemente lo dejé salir, cada gota de ellas. Me dejé consumir
por el dolor, y por primera vez de verdad sentí esa mierda. Me dejé llevar por la pena y me permití
llorar por lo que había perdido. Me importaba una mierda el cuidar las apariencias y alejar a las
personas de mí, me importaba una mierda herirlas porque yo estaba jodidamente herido. Me
importaba una mierda la venganza o la culpa en ese momento. Solo sentía el puñetero dolor.

Para cuando me tranquilicé y mis ojos se secaron, el baño estaba en completa oscuridad. Me levanté
del piso y me iba a pasar la mano por el pelo, pero hice una mueca por el dolor. La mano y muñeca
derecha me palpitaban y estaban inflamadas, definitivamente alguna mierda estaba fracturada. Me
acerqué al lavabo, el vidrio por el espejo destruido crujía bajo mis zapatos. Abrí la llave del agua y
metí la mano bajo el chorro, estaba llena de cortes y escocía pero traté de ignorar todo el dolor,
lavando tanta sangre como fuera posible.

Cerré la llave y salí del baño, quitándome los zapatos en el proceso porque había fragmentos de vidrio
pegados en la suela. Caminé hacia la puerta y titubeé con mi mano frente al pomo. Le eché un vistazo
al reloj y me congelé, sorprendido de que era medianoche. De inmediato me pregunté dónde estaba
Isabella y me sorprendió un poco que ella no hubiera tocado a la puerta para ver cómo estaba.
Demonios, tal vez lo había hecho por lo que sabía, había estado tan enfrascado en mí mismo en el
baño que es probable que ni siquiera me hubiera dado cuenta. Me pregunté si ella lo sabría, el jodido
miedo me recorrió ante la expectativa de qué demonios había pasado cuando me fui. No había
pensando en ello hasta ahora, joder, solo había estado pensando en mí mismo y mi propio dolor, sin
tomarme un puto momento para pensar en cómo carajos se iba a tomar ella esto. Tenía que haber
estado confundida cuando salí corriendo del puto comedor y no vino a buscarme por respuestas,
entonces, ¿ella ya sabía esa mierda? ¿Acaso mi padre le había dicho algo?

Estaba empezando a entrar en pánico y rápidamente quité el seguro de la puerta, abriéndola. Todo se
sentía jodidamente surrealista y yo estaba casi como en las nubes, la tristeza y la ira todavía bullían en
mi interior. Me quedé mirando a su puerta cerrada y consideré entrar en su habitación para ver cómo
estaba, pero tenía miedo de hacerlo. Todavía no estaba lo suficientemente estable como para hacer esa
mierda, no tenía idea de lo que ella sabía o lo que estaba pensando, qué demonios me iba a encontrar
allí dentro. Me sentí como un pendejo porque sabía que la verdad debía estar lastimándola, pero el
quid de la cuestión era que yo estaba sufriendo. Joder, no podía siquiera tratar de ayudarla hasta que
yo resolviera esa mierda por mi cuenta.

Me di la vuelta y comencé a caminar por el pasillo, la culpa recorriendo mi cuerpo. Me sentí como si
la estuviera dejando, como si la estuviera abandonando. No podía siquiera imaginar qué era lo que ella
estaba pensando o sintiendo, sabiendo que había huido de ella y la había dejado fuera de esa forma.
Pero necesitaba tiempo, tiempo para asimilar esta mierda y resolverla. Comencé a bajar las escaleras,
dirigiéndome directamente a la cocina. Empecé a abrir gabinetes, buscando la botella de vodka que
sabía que estaba allí. La encontré en el gabinete con los extraños tazones y la agarré, abriéndola y
llevándola a mis labios. Me la empiné y comencé a tomármelo, el líquido quemaba mi garganta y
estómago, pero era más suave al bajar que el jodido Patrone. Aparté la botella después de un
momento, gruñendo y sacudiendo la cabeza. Empecé a abrir los otros gabinetes, buscando algunos
calmantes que mi padre guardaba por ahí, encontrando después de un momento uno frasco de
Percocet. Lo abrí y agarré dos, tragándolas. Me las tragué con el vodka y me apoyé en el mostrador,
en la cocina oscura, tratando de poner mis pensamientos en orden.

El tiempo pasó lentamente mientras mi mente trataba frenéticamente de analizar las cosas y darle algo
de sentido a la mierda en que de pronto se habían convertido nuestras vidas. Finalmente me aparté de
la encimera y me dirigí hacia las escaleras, comenzando a subirlas lentamente. No tenía ni puta idea
de lo que estaba haciendo, a dónde demonios iba, pero me sentía ansioso. Me detuve cuando llegué al
segundo piso y noté la luz en la oficina de mi padre encendida. Sentí un chispazo de ira pero traté de
contenerlo, sin querer perder de nuevo el control como lo había hecho en el baño. Consideré por un
momento qué hacer antes de solo decir a la mierda y caminar hacia la puerta de su oficina. Ni siquiera
me molesté en tocar, no tenía sentido. Ya me importaba una mierda.
Giré el pomo y abrí la puerta, entrando. Cerré con el pie detrás de mí y caminé hacia la silla de cuero,
dejándome caer en ella. Dejé caer mis hombros y llevé la botella de vodka a mis labios, empinándola.

Miré a mi padre después de un momento, notando que él ni siquiera parecía prestarme atención.
Estaba escribiendo en su laptop, con sus ojos fijos en la pantalla. Por un momento sentí algo de
pánico, preguntándome qué carajos estaba haciendo porque hoy más temprano Emmett la había
hackeado para cambiar el código GPS. Después de lo que él había dicho en la mesa estaba empezando
a cuestionarme si había sido o no una buena idea, pero ya era demasiado tarde para cambiar de opinión
sobre esa mierda esta noche. Ya estaba hecho.

Nos quedamos ahí sentados en silencio por un momento, sin que ninguno de los dos hablara, siendo
los únicos sonidos en la habitación el de sus dedos presionando las teclas y el tic tac del reloj en la
pared más cercana. Yo me estaba tomando el vodka como si fuera agua, tratando de adormecer el
puñetero dolor que todavía sentía en mi pecho. Los calmantes habían atenuado el dolor físico pero el
dolor emocional todavía era intenso. Estaba desgarrado, malditamente destrozado, y cada vez que
miraba a mi padre sentía la ira quemarme por dentro. Esa mierda me preocupaba, porque, ¿cómo
diablos iba a reaccionar al ver a Isabella? Estaba acostumbrado a culpar a mi padre por cómo me
sentía y mirarlo todavía me enfurecía. Tenía miedo de arremeter contra ella, de perder el puto control
y perderla. A pesar de todo, no podía soportar la puta idea de perderla alguna vez. La amaba. La
necesitaba.

“Nunca quise decírtelo,” dijo mi padre por fin, rompiendo el tenso silencio. Vi que sus dedos se
habían detenido en la computadora pero él aún no me miraba. “Pensé que sería cruel, que nada bueno
podría resultar de eso, sobre todo ahora. Tenía miedo de que al saberlo te haría más daño que bien. Al
fin parecías feliz de nuevo y no quería ser el que arruinara eso.”

Me quedé mirándolo por un momento, sin saber qué decir. ¿Se suponía que tenía que darle las putas
gracias o algo así? Él se quedó callado por un instante antes de suspirar y recostarse en su silla,
mirándome finalmente. Tenía el ceño fruncido y su expresión era sombría. Se veía casi tan
jodidamente herido como yo me sentía.

“Ella me pidió que la salvara,” dijo, negando con la cabeza. “Llamé a Charles padre después que
dejamos Phoenix esa primera vez y le propuse comprar a Isabella, pero él se rehusó a venderla. No
entendí exactamente por qué, me refiero a que ella solo tenía 3 años así que tenía que haber sido más
una molestia que una ayuda para él, pero francamente, no era mi asunto el cuestionarlo. Ella era su
propiedad. Le dije eso a tu madre y al principio no lo aceptó, pero le dije que tenía que dejar las cosas
como estaban. No puedes simplemente andar por ahí preguntando sobre los esclavos, sin importan lo
jóvenes o dulces que sean. Ella finalmente me dijo que lo entendía y que dejaría las cosas así.”

Él hizo otra pausa y levantó su mano, pellizcando el puente de su nariz. “Debería haberlo sabido.
Debería haber sabido que tu madre no dejaría las cosas así. Ella me pidió ir conmigo cada vez que fui
a Phoenix y yo no vi nada de malo en ello. Era casi como si se hubiera convertido en su obsesión.
Comenzó a tomar dinero de la cuenta, haciendo desaparecer miles y sin poder explicar qué estaba
haciendo con ellos. Muy parecido a lo que tú estás haciendo, en realidad, que es como sé que no estás
tramando nada bueno. No le di importancia entonces, pensando que solo estaba ayudando a las
personas como era su costumbre, sin considerar ni una sola vez el hecho de que me estaba mintiendo.
Pero, ¿por qué lo haría? Ella nunca me había dado motivos para desconfiar de ella antes.”
Yo solo me quedé mirándolo, un poco sorprendido por las semejanzas entre mi madre y yo. Los dos
tomamos directamente dinero de la cuenta bancaria de mi padre para tratar de ayudar a Isabella, sin
tener en cuenta en absoluto la mierda que él dijo en el proceso. Cristo, estaba siendo tan jodidamente
imprudente como mi madre había sido.

“En algún momento me enteré que ella había estado preguntando a mis asociados acerca de la chica y
rápidamente le puse un alto a eso, o eso creí. Corté su contacto con Phoenix, nunca la llevé de vuelta
allí después de eso. Pero el que ya no viera a la niña no la detuvo. Estaba contratando investigadores
privados, tratando de sacar trapos sucios y averiguar de dónde provenía Isabella, tratando de encontrar
una manera de alejarla de los Swan. Estaba haciendo preguntas a mis espaldas, hundiéndose hasta lo
más profundo. Le dije muchas veces que no se puede hacer eso, que no se puede andar por ahí
removiendo así la mierda. Pero ella se negó a verlo como si fuera algo bueno o malo,” él dijo.

Suspiró y se quedó callado por un momento, mirando fijamente a su escritorio. “Una tarde recibí una
llamada de un hombre diciéndome que Elizabeth había ido a buscarlo, preguntando sobre la
investigación de parentesco, preguntando por los registros de nacimiento y defunción. La Borgata
siempre mantiene registro de esas cosas junto con las muestras de cada miembro reclutado. No sé si lo
sabías, y probablemente no debería haberte dicho eso, pero eso hacen. Tienen muestras de sangre de
cada uno de nosotros de cuando fuimos reclutados. Pero, en fin, ese no es el punto. El punto es que ella
estaba preguntando sobre árboles genealógicos y el hombre fue lo suficientemente inteligente como
para reconocer algunos de los nombres por los que ella estaba preguntando como parte de la mafia. Él
no quería tener nada que ver con ello y se rehusó a ayudarla. Entonces me di cuenta de lo que estaba
haciendo y la esperé en casa, planeando confrontarla por ello y exigirle que dejara de hacer lo que
estaba haciendo antes de que consiguiera que la mataran.” Él hizo una pausa, negando con la cabeza.
“Ya era demasiado tarde. Me di cuenta demasiado tarde. Nunca llegaron a casa esa noche.”

Me quedé callado, asimilando lo que me estaba diciendo. Quién hubiera sido, era obvio que la había
asesinado porque estaba tratando de averiguar el puto linaje de Isabella. Ella había muerto tratando de
averiguar la misma pinche información en la que yo había estado husmeando, la misma información
que mi padre estaba guardando con su vida. Toda esa mierda pareció golpearme con fuerza en ese
momento y parpadeé rápidamente, casi jodidamente atónito. Estaba haciendo exactamente la misma
maldita cosa que ella había hecho. Estaba arriesgando mi puta vida para entender el misterio de
Isabella Swan. Joder, no era de extrañar que mi padre se estuviera volviendo loco por ello, por qué
insistía tanto en que me detuviera. Incluso me había mirado y dicho que si no paraba ya él iba a
perderme de la misma forma en que la había perdido a ella, esa era la razón por la que estaba tan
malditamente seguro que la información podría hacer que me mataran. Joder, ya había conseguido que
mataran a alguien.

“¿Ella lo averiguó?” Le pregunté, mi curiosidad aumentando. Él me miró confundido. “El ADN, de


dónde en realidad venía Isabella. ¿Lo averiguó mamá? ¿Por eso que la mataron?”

Él suspiró, negando con la cabeza. “Iba por el camino correcto, pero no, no creo que alguna vez
consiguiera estar lo suficientemente cerca como para unir todas las piezas. La mataron porque tenían
miedo de que lo hiciera. Hasta hace poco siempre había pensado que el secreto que estaban tratando de
ocultar era el hecho de Charles hijo la había engendrado. Los Swan ocultaron esa pieza de información
al Borgata porque nunca se les hubiera permitido tratarla de la forma en que lo hicieron si ellos
hubieran sabido que ella estaba relacionada con ellos. Pensé que por eso se había negado a
vendérmela, porque era pariente consanguíneo. Pero ahora… ahora sé que fue por algo mucho más
serio que eso. A Charles no le importaba una mierda que estuviera relacionada con ellos o lo que le
pasara, solo que no quería que nadie cuestionara o supiera de dónde había sacado a la madre de
Isabella.”

Me quedé mirándolo sorprendido, la idea nunca se me había ocurrido. “Así que en realidad, ni siquiera
se trataba de ella en absoluto. En realidad nada de esa mierda tenía que ver con Isabella. Se trataba de
su madre.”

Él me miró por un momento antes de asentir. “Supongo que se puede decir eso,” él dijo.

“Pero tú la culpaste a ella,” dije en voz baja. Sus ojos se abrieron un poco ante mi declaración.

“No es su culpa,” dijo. “Ella solo era una niña, Edward.”

Me reí con amargura. “¿Crees que no sé esa mierda?” Espeté, enderezándome en la silla y
fulminándolo con la mirada. Mi ira estaba regresando y traté de contenerla, sin querer que retomara el
control sobre mí. “Por supuesto que no es su puta culpa, es tanto su maldita culpa que estemos en esta
situación como es mi culpa. No pudimos hacer nada para evitar lo que ustedes, jodidos adultos,
hicieron para conseguir meternos en esta mierda. Pero eso no quiere decir que no la culpes de
cualquier maldita manera.”

Él me miró por un momento antes de suspirar. “A veces, cuando sufres una pérdida tratas de culpar a
una sola causa. `Responsabilidad desproporcionada´ la llaman. Hace que sea más fácil lidiar con eso
cuando puedes canalizar tu dolor y enojo en algo más tangible…” él empezó a decir.

“Corta con esas mierdas médicas, es un chivo expiatorio,” lo interrumpí, levantando una ceja. Él se
calló y me miró, asintiendo.

“Chivo expiatorio,” él repitió. “Tu tía Esme la llama mi `patsy’, como la palabra pazzo.”

“Porque sería fácil tratarla injustamente,” murmuré, sabiendo que pazzo básicamente significa tonto o
pusilánime en italiano. Él asintió con la cabeza.

“Sí. Y tienes razón, durante mucho tiempo Isabella fue mi chivo expiatorio. La culpé por estar, donde
estaba, cuando estuvo, por cruzarse en nuestro camino. La culpé por hablar con tu madre y pedirle que
jugara con ella. La culpé por todo eso, porque era fácil culparla. Me duele que mi esposa amara tanto a
alguien más que arriesgara todo por esa persona, al igual que sé que te duele a ti por razones
parecidas. No es racional, pero de nuevo, las emociones no lo son a menudo. He aprendido a aceptarlo
en su mayor parte a través de los años, por lo que me pareció que era seguro finalmente traerla aquí.
Pero sí, todavía hay momentos en los que vuelvo a caer en esa misma mentalidad,” él dijo. Pude oír el
arrepentimiento en su voz, el tono de disgusto. Era evidente que no le gustaba el hecho de culpar a una
niña, pero al parecer no podía evitarlo, así como yo no podía evitar esos sentimientos de culpa que se
arremolinaban en mi interior.

“Hay algo que no entiendo,” le dije. “Dijiste que la gente que había matado a mamá por husmear
estaban muertos. ¿Fue el abuelo de Isabella?, o su anterior amo, como demonios quieras llamarlo.” Él
se quedó mirándome por un momento antes de asentir levemente. “Así que él sabía los resultados de
la prueba de ADN, los que habían sido. Tenía miedo de aquel con quien ella está realmente
relacionada.”

Él asintió de nuevo. “En nuestro mundo es matar o morir, Edward,” me dijo. Me reí con amargura.

“Tu mundo,” le dije con brusquedad. “No hay un `nuestro’ al respecto. Yo he terminado con esa
mierda. No quiero tener nada que ver con eso.”

Sus ojos se abrieron por la sorpresa y me pregunté si iba a discutir conmigo, tratar de convencerme o
sermonearme, pero no lo hizo. Simplemente asintió después de un momento, tema finalizado. Puto
caso cerrado en lo que a él concernía.

Nos quedamos en silencio por un momento. Podía sentir el vodka ardiendo por mis venas, relajando
mi cuerpo pero sin hacer nada para calmar mi mente. En algún momento levanté mi mano, pasándola
por mi pelo como de costumbre, dando un respingo por la leve sensación de ardor en mi mano. Mi
padre suspiró dramáticamente, frunciendo el ceño.

“Déjame ver tu mano,” dijo, inclinándose hacia adelante. Lo miré fijamente por un momento,
considerando discutir ya que odiaba cuando jugaba al maldito doctor conmigo. Pero yo no era
estúpido… sabía que realmente la había jodido esta vez. Suspiré y me deslicé hacia adelante en mi
silla, sosteniendo mi mano hacia él. Por suerte ya no latía tanto, solo ardía un poco, estaba hinchada y
algo rígida. Él tomó mi mano con cuidado y empezó a mover mis dedos, tratando de girar mi muñeca.
Apreté los dientes cuando el dolor se extendió por mi brazo cuando él echó hacia atrás mi dedo
meñique.

“Debes haber golpeado algo muy duro para hacerte esto,” dijo después de un momento. Me reí
secamente.

“Solo un percance sin importancia con un espejo, eso es todo,” murmuré. Él negó con la cabeza.

“No hay nada sin importancia en esto, Edward. Tienes una fractura de boxeador, de lo que traté de
advertirte por tu cuarto y quinto dedo, pero no quisiste escucharme. Y creo que también tienes una
fractura de muñeca, a juzgar por la inflamación,” él dijo. Yo gemí.

“Bueno, eso es jodidamente maravilloso,” le dije con sarcasmo. Él soltó mi mano y yo la aparté,
tratando de flexionar mi muñeca.

“Deberías de ir al hospital…” comenzó a decir. Yo gemí y volví a encorvarme en mi silla, sosteniendo


mi botella de vodka.

“Tengo toda la medicina que necesito justo aquí, gracias,” le dije, llevándola a mis labios y
empinándola. Él se quedó mirándome por un momento antes de negar con la cabeza.

“Tengo que ir unas horas por la mañana de todos modos, puedes venir conmigo, sacar una radiografía
de tu mano y ponerte yeso en ella,” él dijo. No me molesté en responder, no tenía sentido. Sabía que
mi culo iría, porque al fin y al cabo no quería que mi muñeca se jodiera permanentemente. Mi mano
derecha era importante, considerando que yo era diestro y toda esa mierda. Joder mi muñeca de verdad
afectaría mi forma de escribir, tocar el piano y el fútbol, y Cristo, tenía que poder hacerme una paja
como el pequeño maricón en el que me estaba convirtiendo estos días.
Tomé otro trago de vodka después de un momento y escuché a mi padre murmurar algo en voz baja.
“¿Perdón?” Pregunté molesto, levantando mis cejas inquisitivamente. Él negó con la cabeza.

“He dicho que bebes demasiado, no deberías de estar ingiriendo el licor de esa forma,” repitió. Yo me
encogí de hombros.

“Sí, bueno, todos tenemos nuestros vicios, papá. Tenía muchas ganas de un poco de puta hierba, pero
ya no tengo y tampoco tengo la maldita llave para ir allá abajo y conseguir más,” le dije. “Así que,
tendrá que ser vodka, supongo.”

Él suspiró. “Me compadezco de tu hígado, vas directo a conseguir una cirrosis a los diecisiete años,”
murmuró. “Te va a matar si sigues así.”

“Sí, bueno, todos tenemos que morir en algún maldito momento. Qué mejor que irme por algo que
amo.” Murmuré, exasperado de que otra vez estuviera jugando al puto doctor conmigo. Llevé la
botella a mis labios para tomar otro trago y cuando el líquido comenzó a fluir y a quemar mi garganta,
noté la mierda que acababa de decir.

‘Todos tenemos que morir en algún maldito momento. Qué mejor que irme por algo que amo.’

Cristo, eso era exactamente lo que mi maldita madre había hecho. Me recordó toda esa mierda que
ella solía decir cuando éramos niños, Nella vita-chi non risica-non rosica. En la vida, quien no
arriesga, no gana. Ella se podría haber quedado sin hacer nada, viviendo cómodamente y de manera
egoísta, y terminar con una vida larga y bastante fácil. Ella no tenía por qué exponerse y tomar
riesgos, pero lo hizo, porque las ganancias potenciales para ella valieron la pena. Ella sabía que podría
haber fallado horriblemente, y lo hizo, pero para ella esa mierda había valido la pena por la
posibilidad de que podría haber hecho una diferencia. Valía la pena morir si podía salvar a una chica
que merecía la puñetera oportunidad de vivir. Joder, yo pensaba de la misma forma. Demonios,
todavía pensaba eso sobre ella. Me sacrificaría sin pensarlo dos veces. Esa es la mierda que haces
cuando amas a alguien, por lo que a mí respecta.

“Yo, eh…” Mi papá comenzó a decir, rompiendo el silencio intenso que había caído sobre la
habitación. Yo lo miré y vi la aprensión en su rostro. “Le dije a Isabella que te diera algo de tiempo.”

“¿Le dijiste por qué?” Pregunté vacilante. Él suspiró y negó con la cabeza.

“No le he dicho a nadie,” él dijo. Yo asentí, aliviado por ese hecho.

“Ella no puede saberlo,” le dije en voz baja. Él me miró por un momento.

“¿Crees que puedes ocultárselo? Ella va a querer una explicación y tú mismo no has llegado
precisamente a aceptarlo,” él dijo. Suspiré y pasé una mano por mi pelo, haciendo de nuevo una mueca
por mi maldita muñeca.

“Inventaré algo, lo que sea. Pero no hay puta manera de que ella sepa que mamá murió tratando de
salvarla. Joder, eso la destruiría, especialmente después de las pendejadas que le he dicho al respecto,”
le dije. Él me miró por un instante, levantando su ceja.

“¿Hablaste con ella sobre eso?” Preguntó en voz baja. Me quedé mirándolo, sabiendo que tenía jodida
curiosidad porque nunca había compartido esa mierda con él personalmente. Simplemente no hablaba
de esa mierda, pero lo había hecho con ella.

“Le conté todo,” murmuré. “Y joder, he dicho mierdas algo crueles. Anoche por ejemplo, le
preocupaba que estuviera arruinando nuestra familia cuando tuvimos el altercado y le dije que quién
causara la muerte de mi madre fue quien la arruinó, no ella. No tenía ni puta idea que era ella, Cristo.
Ella no puede saberlo, joder, la destrozaría, le dolería más de lo que esa mierda me duele a mí.”

Él suspiró. “¿Y crees que puedas hacer eso? ¿Ocultarle secretos a ella?” Él preguntó. Yo asentí
vacilante.

“Tengo que hacerlo,” le dije, sintiéndome como una mierda por eso, pero sabiendo que era la verdad.
Saber esto destruiría a Isabella por la culpa, porque sin lugar a dudas ella se culparía a sí misma.

“Tú sabes que si te sirve de algo, estoy seguro que tu tía Esme y Alec con mucho gusto…” Él comenzó
a decir. Mis ojos se estrecharon y mi ira se encendió.

“Que ni siquiera se te ocurra esa mierda,” espeté, inclinándome hacia adelante tan rápido que casi dejo
caer la botella de licor. “¡Ella no ira a ninguna jodida parte!” Él se tensó, sus ojos abriéndose un poco.

“No iba a sugerir enviarla a alguna parte,” él dijo. “Iba a sugerir que tú te fueras a alguna parte. Algo
de tiempo lejos puede ayudar.”

Me reí secamente, negando con la cabeza. “No puedo dejarla. Joder, nunca la voy a dejar.”

Nos quedamos en silencio una vez más después de mi contundente declaración, sin hablar o movernos
ninguno de los dos. Él finalmente volvió a su laptop y comenzó a escribir de nuevo y yo me puse de
pie, dándome la vuelta y saliendo sin decir nada más. No había nada más que decir entre nosotros. Era
extraño después de todo este tiempo, pero por primera vez finalmente sentía como si nos
entendiéramos entre sí.

Subí las escaleras hacia el tercer piso, deteniéndome brevemente en el pasillo. Extendí mi mano
agarrando el pomo de la puerta, y no estaba bien ni era justo para ella, pero necesitaba un poco de puto
tiempo para superar esto. No tenía idea de qué demonios iba a decirle, cómo explicarle sin tener que
decirle la verdad, pero tenía que encontrar una manera. Comencé a girar el pomo y me congelé, un
escalofrío recorrió mi espalda cuando oí el suave gimoteo que venía desde la habitación frente a la
mía. Cerré mis ojos, el sonido se instaló en mi pecho, donde está mi corazón. Joder, ella estaba
sufriendo.

Ni siquiera lo pensé, no tomé una decisión consciente sino que reaccioné solo por instinto al momento
que me di cuenta que ella estaba sufriendo. Solté el pomo y me di la vuelta, caminando hacia su
habitación. Giré el pomo y abrí sin hacer ruido, deslizándome al interior de la habitación. Estaba
totalmente a oscuras y parpadeé un par de veces, tratando de ajustar mis ojos a la oscuridad. Cerré la
puerta detrás de mí y di unos pasos hacia adelante, congelándome cuando mis ojos se posaron en ella.
Estaba aferrada a la almohada, usando mi camiseta de fútbol y acurrucada en posición fetal.

El dolor que recorrió mi cuerpo era intenso, esa pena volvió a mi pecho, la ira y el odio comenzaron a
bullir en la boca de mi estómago mientras la miraba. Fue por ella. Mi jodida madre había muerto y fue
por ella.

Ella estaba gimoteando, llorando suavemente en sus sueños, y quería ir con ella pero tenía maldito
miedo de hacerlo. Miedo de lastimarla, o arremeter contra ella. Sentí el resentimiento y el reproche, y
la culpa y la vergüenza me golpearon, mis ojos se nublaron una vez más y me ardían por las lágrimas
que amenazaban con desbordarse. Me di la vuelta y caminé hacia el sofá, sentándome en él, poniendo
la cabeza entre mis manos. Esto era una mierda, todo era una mierda. Éramos tan malditamente
felices, ambos habíamos encontrado un maldito punto brillante en el universo y ahora el pasado nos
estaba alcanzando y la oscuridad amenazaba con derrumbarnos. Y ella ni siquiera lo sabía. No tenía ni
puta idea de nada de eso, y eso no estaba bien pero no había puñetera manera de que pudiera decírselo.
De ningún modo podría permitir que lo supiera.

Me quedé allí sentando al otro lado de la habitación por un rato, observándola agitarse en su sueño y
gimotear, los sonidos agonizantes. Dolía escucharla y era devastador verla. Ella estaba tan
jodidamente consternada como yo y eso solo aumentaba mi agitación, mi pecho dolía. Sentía como si
mi corazón fuera a estallar, como si se estuviera rompiendo en mil pedazos como lo había hecho el
espejo en mi baño. Estaba cediendo a la presión como el vidrio había cedido ante el impacto de mi
puño. Joder, me estaba derrumbando.

Al principio, en mi habitación había estado molesto por lo jodidamente egoísta que había sido mi
madre, sin pensar en sus hijos cuando estaba arriesgando su vida, pero yo era el puto egoísta. Mi
madre había puesto todo en juego para salvar la vida de una niña, no hay una mierda más
desinteresada que esa. Ella lo había hecho para salvar a la chica que dormía frente a mí, la jodida
chica que yo amaba. Y no había terminado, porque después de todos estos malditos años ella todavía
no estaba a salvo. Todavía estaba en peligro, y no sabía por quién exactamente, pero no había duda en
mi mente de que ella estaba en peligro de que le hicieran daño. Y no podía permitir que eso sucediera.
De ninguna puta manera sería lastimada, nunca dejaría que un simple hijo de puta le pusiera un dedo
encima. Iba a protegerla, y no solo porque la amaba tanto sino porque mi pinche madre también la
había amado. Mi madre había muerto por ella, y no había maldita manera de que permitiera que la
muerte de mi madre fuera en vano. Ella se había sacrificado para salvar a Isabella y aún si era la
última maldita cosa que hacía, me aseguraría que Isabella encontrara una seguridad real. Yo la iba a
proteger. Antes había estado equivocado, joder, realmente equivocado. Estar con Isabella no era orinar
en la tumba de mi madre, abandonarla sería como orinar en la tumba de mi madre. No estaba
durmiendo con el enemigo, estaba encontrando un refugio seguro con el inocente. Hace mucho había
tomado mi decisión, pero estaba aún más determinado ahora. Iba a ponerla en libertad, sin importar el
maldito costo.

Sus gimoteos se hicieron más fuertes y comenzó a murmurar en sueños. Mi nombre salió de sus labios
después de un momento, el sonido encendiendo una parte en lo más profundo de mí. Una parte de mí
que anulaba el resentimiento y la pena. Era la parte que la necesitaba tanto como ella me necesitaba a
mí, la parte de mí que la amaba más que la vida misma.

Me puse de pie y me acerqué a la cama, mis emociones tomaron el control y las lágrimas empezaron a
caer de mis ojos. Tiré del edredón y me deslicé a su lado, extendiendo mi mano de inmediato y
sujetándola. La atraje hacia mí, sintiendo el alivio al momento que su dulce aroma a fresa golpeó mis
sentidos y su cuerpo tibio hizo contacto con el mío. Ella era mi hogar, ella era mi felicidad, e iba a ser
jodidamente difícil salir adelante de esto, pero iba a valer la pena. Ella lo valía.
Mi madre había muerto, nada iba a cambiar eso. No había nada que la trajera de vuelta, sin importar lo
que hiciera ella seguiría muerta. La había perdido hacía mucho tiempo. Pero Isabella estaba viva, y
por ahora estaba a salvo, y no había maldita manera de que fuera a perderla a ella también. Había
perdido bastante en la vida. Me merecía esto. Joder, ambos merecíamos esto. Sea como sea,
estábamos destinados. Y yo me encargaría de la mierda y combatiría el reproche y resentimiento con
tantas fuerzas como pudiera, porque teníamos que ser felices juntos. Teníamos que hacerlo, porque la
amaba. Joder, la amaba.

“Te amo,” le susurré, mi voz quebrándose a medida que las lágrimas fluían de mis ojos. La apreté con
fuerza, necesitando sentirla con vida. Necesitaba saber que toda esta mierda iba a estar bien,
necesitaba la confirmación.

“Yo también te amo, Edward,” murmuró. Sus palabras me recorrieron por completo, sofocándome.
Ella levantó sus manos y comenzó a acariciar suavemente mis manos y brazos que la envolvían, sus
dedos temblaban en mi piel. Me di cuenta de que estaba jodidamente asustada y confundida, y me
hubiera gustado que hubiera algo que pudiera decirle o hacer en ese momento para hacerla sentir
mejor, pero no tenía ninguna respuesta para ella. No tenía nada que ofrecerle en este momento más
que mi presencia. Sin explicaciones, ni consuelo además de mi presencia. A pesar de todo, no la estaba
abandonando. Ella tenía mi dedicación hasta que diera el último aliento.

La abracé por mucho tiempo, llorando en silencio. Tuve la sensación de que ella se daba cuenta, que
sabía que estaba angustiado, pero no hizo ningún movimiento para apartarse de mí e investigar. Ella
solo se quedó allí y me dejó abrazarla, sin hablar o presionarme por jodidas respuestas, solo
aceptándome como yo era. Porque así es Isabella, nunca había tratado de cambiarme. Ella me entendía
y me aceptaba, y yo la amé aún más por eso en ese momento. Ella siempre parecía saber exactamente
qué era lo que yo necesitaba y ahora necesitaba resolver yo solo mis conflictos. Necesitaba tiempo.

Ella volvió a dormirse, sus manos quietas sobre mis brazos mientras se aferraba a mí. Finalmente me
quedé dormido, mi sueño interrumpido e inquieto y vinieron las pesadillas. Isabella se aferró a mí
toda la noche, agarrándose con fuerza mientras yo revivía de nuevo esa noche de tantos años atrás.
Dolió peor que nunca, viendo el miedo y la compresión en los ojos de mi madre cuando apuntaron el
arma en su cabeza y sabiendo que había sido por Isabella. Pero esta vez, antes de que apretaran el
gatillo, antes de que sonara el disparo que destruyó mi alma, el sueño cambió. Se desenfocó y se
iluminó, de forma tan brillante que apenas pude distinguir algo. Fue como si el resplandor del sol, me
cegara. Oí una risa que me impactó, porque al instante supe que esa risa melódica era la de mi madre.
Era un sonido que extrañaba, un sonido que ansiaba escuchar de nuevo.

“¿Quieres un beso?” Mi voz sonó e interrumpió su risa, el sonido juvenil y despreocupado.


Claramente era yo, pero durante un tiempo antes de que la vida me hubiera destrozado. Era años atrás,
cuando todavía estaba completo.

“¿Un beso?” Otra voz que sin duda no era la de mi madre, sonó confundida, el sonido de esta era
también juvenil y despreocupado, había un dejo de compresión en ella y entrecerré los ojos en el
resplandor, tratando de distinguir un rostro.

“Sí, un beso,” le dije un poco molesto, sin entender por qué ella no sabía de lo que estaba hablando.

“Eh, está bien,” dijo la voz de la niña. Casi al instante fui atacado, casi cayéndome cuando algo
húmedo se estrelló contra mi boca.

“¡Uhhh!” Grité, alejándome de la forma. Volví la cabeza y gruñí con molestia, volviéndome de nuevo
después de un momento y mis ojos se posaron sobre una pequeña niña de cabello castaño a medida
que la imagen se aclaraba. “¡¿Por qué hiciste eso?!”

Oí la risa de mi madre sonar de nuevo y la pequeña niña se me quedó mirando confundida. Ella estaba
sucia, su pelo enmarañado y su cara manchada de tierra. Su ropa estaba raída y ella estaba descalza.
Sus pies estaban destrozados, sus dedos todos cortados cubiertos con sangre seca por correr por ahí sin
zapatos. ¿Por qué la niña tonta no se ponía zapatos? ¿No le DOLÍA? ¡Estaba sangrando!

“Tú me preguntaste si quería un beso,” dijo ella, solo mirándome. Mi ceño se frunció, porque no tenía
mucho sentido para mí lo que decía. Ella era extraña, y no la entendía en absoluto. ¿Qué le pasaba?
Nunca había visto un niño como ella.

“Él se refiere a un pedazo de chocolate,” dijo mi madre en voz baja. Ella se acercó y se puso de
cuclillas frente a la niña, el verla casi me deja sin aliento. Mi madre era tan hermosa, la inmensa luz
del sol casi haciéndola resplandecer y su pelo rojo brillar. Ella se veía como un ángel enviado desde
arriba.

“¿Chocolate?” La niña preguntó confundida, su ceño fruncido y su nariz arrugada.

“Sí, chocolate. Es dulce, una delicia para comer,” dijo mi madre, sonriendo alegremente y mirando a
la niña. Su expresión igual de impactante, el amor y la devoción absoluta en sus facciones mientras
miraba a la extraña niña. La niña pareció sumida en sus pensamientos por un momento antes de
sonreír alegremente y su rostro se iluminó.

“¡Oh!” Ella dijo con entusiasmo, cuando al parecer finalmente unió las piezas. “¿Tienes chocolate?”

Mi madre se echó a reír de nuevo, levantando su dedo índice y presionándolo contra la sucia nariz de
la niña. “Yo no tengo ninguno. Aunque Edward tiene algunos besos de Hershey. Él compartirá su
chocolate, Bella bambina.”

Abrí los ojos y me incorporé bruscamente, jadeando ya que fui arrancado de mi sueño. La
comprensión llegó a mí en ese momento, estaba recordando haberla conocido. Estaba jodidamente
aturdido por las similitudes que había notado, el hecho de que ella me había dado un puto beso de la
nada y yo le había ofrecido chocolate. El hecho de que mi madre la había llamado Bella, el amor que
vi entre ellas era similar al amor que yo sentía por las dos. Cristo, ¿podría ser más obvio que era
mierda del destino?

Sentí que la cama se movió a mi lado y rápidamente miré, viendo a Isabella mirarme con cautela.
Sentí esa ira comenzar a surgir de nuevo y respiré profundamente, tratando de contenerla. Sabía que
tomaría tiempo hasta que finalmente pudiera librarme de ella, pero tenía que contener esa mierda y no
dejar que ella la viera o tendría que lidiar con ello. Tenía que protegerla, aún si eso significaba
protegerla de mí mismo.

Levanté mi mano para pasarla por mi pelo y grité cuando el dolor se disparó por mi brazo. Sí,
definitivamente estaba fracturado y ahora que los calmantes y el alcohol se habían evaporado lo estaba
sintiendo de verdad.

“¡¿Qué le ha pasado a tu mano?!” Preguntó Isabella, sus ojos amplios por la impresión. Le eché un
vistazo a mi mano, viendo lo hinchada, amoratada y cortada que estaba. En serio estaba jodidamente
desfigurada.

“Oh, eh…” Empecé a decir, sin saber cómo responder a eso. Al final ella iba a ver la destrucción en la
habitación así que no podía ocultarle eso. “Tuve algo así como un agarrón con el espejo del baño.
Tengo que ir al hospital a que me la curen esta mañana,” murmuré. Ella se me quedó mirando por un
momento, al parecer asimilando lo que le había dicho.

“¿Estás bien, Edward?” Preguntó con cautela, la preocupación clara como el agua. Asentí con la
cabeza, suspirando.

“Yo solo… tengo alguna mierda que tengo que resolver,” murmuré.

“¿Quieres hablar de ello?” Preguntó en voz baja, levantando las cejas inquisitivamente. Suspiré y
negué con la cabeza, saliendo de la cama. Me puse de pie y me estiré, tratando de deshacerme del
dolor en mi cuerpo.

“No en este momento, Bella,” le dije, mi pecho se apretó cuando `Bella’ salió de mis labios. Cristo,
incluso decir esa mierda dolía. “Solo necesito algo de tiempo.”

“Está bien,” dijo en voz baja, el dolor invadiéndola. De inmediato sentí la culpa por rechazarla, pero
no tenía elección. Estaba sintiendo náuseas, una combinación del dolor físico de mi muñeca, mi leve
resaca por engullir el puto vodka y las intensas emociones con las que estaba lidiando provocándome
querer vomitar.

Suspiré y me senté al borde de la cama, tendiéndole mi mano. Hice una mueca por el dolor pero la
ignoré, pasando mis dedos con suavidad por su mejilla que estaba sonrojada por dormir. La miré
brevemente, cautivado por su belleza, viendo el amor centelleando en sus ojos. Solo tenía que
recordarme eso a mí mismo, tenía que aferrarme a ello. Necesitaba recordar que éramos ella y yo
juntos en esto cuando la mierda amenazara con consumirme. Tenía que aferrarme a eso para
mantenerme a flote de manera que no terminara desgarrado y tragado de nuevo por la oscuridad. Su
amor me ayudaría a superarlo, tenía que…

“Va a estar bien,” le dije en voz baja. “Vamos estar bien.”

Dudé un poco, pero me incliné, presionando mis labios a los suyos. Ella gimió y levantó sus manos,
entrelazándolas en mi pelo. La besé suavemente, con dulzura, sacando mi lengua para pasarla
delicadamente sobre sus labios.

Me aparté de su boca y moví mi mano, gimiendo por el dolor. “Tengo que ir a que me vean esta
mierda,” murmuré. Ella sonrió con tristeza y asintió.

“Está bien. Te amo. Mucho,” ella dijo rápidamente con voz ronca, su voz quebrándose. Me di cuenta
que estaba herida y confundida, y sabía que ella estaba consciente de que algo estaba mal y eso me
hizo sentir como una mierda, pero ella estaba tratando de mantenerse calmada por mí y yo apreciaba
esa mierda. Necesitaba que se mantuviera tranquila para yo también mantenerme tranquilo.

“Tú sabes que también te amo. Sempre. Nada va a cambiar eso,” le dije. “Nada. Nunca olvides eso.”

Ella asintió con la cabeza. “Sempre,” ella repitió.

La miré por un momento más antes de levantarme y salir de la habitación. Entré a la mía y me cambié
rápidamente, lo que no fue jodidamente fácil cuando en realidad solo podía usar mi maldita mano
izquierda. Me dirigí a la planta baja y vi a mi padre en la cocina, deteniéndome lo suficiente para
decirle que iba a ir al hospital. Él se ofreció a llevarme pero me negué, diciéndole que prefería ir solo.
Me dirigí al Volvo y encendí el coche, bajando la vista y viendo el bloqueador de GPS conectado en el
encendedor. Me sentí como un pinche idiota, sabiendo malditamente bien que mi padre habría sabido
lo que era la maldita cosa en el momento que la viera. Lo saqué y miré alrededor brevemente, antes de
abrir la guantera y arrojarlo dentro.

¿Qué demonios me pasaba últimamente? ¿Dónde estaba mi maldita cabeza? Había estado tan
malditamente ciego que no estaba pensando con claridad. Joder, necesitaba calmarme. Conducir no
era nada fácil cuando tienes un coche de transmisión manual y una puta mano inútil, pero al menos me
las arreglé para llegar al hospital sin destrozar el maldito coche. Estacioné y me dirigí al interior,
acercándome a la mujer sentada detrás del escritorio en la sala de emergencias. Ella me miró
sorprendida, supongo que jodidamente impactada de verme porque no había tenido que ir por atención
médica en bastante tiempo. Levanté mi mano para mostrársela y ella asintió, no se necesitaban
inútiles palabras. Ella sabía que le había partido la madre a algo o alguien. Yo de inmediato la seguí
hasta una sala de examen, una de las ventajas de ser el popular hijo del médico, y ella salió
diciéndome que alguien vendría en un momento. Me senté allí en la tranquila sala, perdido en mis
pensamientos Dios sabe cuánto tiempo, perdiendo la puta paciencia porque estaba cansado, de mal
humor y mi maldita mano dolía, y necesitaba que la curaran en ese maldito instante.

La puerta se abrió después de un rato y casi di un suspiro de alivio hasta que la voz estridente sonó y
mis oídos la registraron.

-“Wow, veo que el viejo Edward Cullen ha hecho una reaparición. ¿Problemas de pareja?”

Gemí y cerré los ojos, la irritación recorriendo mi cuerpo. Como si mi maldito día no fuera lo
suficientemente malo. “Vete a la mierda, Heidi.”
Capítulo 52 Circunstancias

"En las circunstancias más difíciles, aún en las más adversas condiciones, son los más fuertes los
que vienen de esas circunstancias.”- Sri Sathya Sai Baba

Isabella swan
Traducido por una de las siguientes: Mariana conde, Gaby Madriz, Paola Guevara, Nilse Pam
Romero, Jess Muñiz, Loys Gomez, Daniela Perez, Viviana Ortiz, Pilar Ocampo

Me quedé en la puerta de la habitación de Edward, mordiendo mis labios nerviosamente. Estaba


sentado en su silla, tirado hacia delante con el codo en el escritorio y la cabeza en la palma de su
mano, mirando atentamente a su pequeño ordenador negro. Presionaba los botones con indiferencia,
desplazándose a través de una página de texto. Parecía bastante aburrido por su lenguaje corporal pero
podría decir, por sus ocasionales estallidos de palabras soeces y sus gemidos casi constantes, que
intentaba concentrarse y no quería molestarle. No estaba totalmente segura de cuánto había estado de
pie allí mirándolo, creo que al menos diez minutos. Sin embargo él no sentía mi presencia o si lo
hacía, elegía ignorarme.

El temperamento de Edward últimamente había pasado por un leve cambio y no estaba totalmente
segura de qué lo había causado, pero parecía haber empezado esa tarde cuando habían decidido tener
una "reunión familiar". Él se había alejado de la mesa después de que la conversación cambiara de
tema para comenzar a hablar de su madre, encerrándose en su habitación y esencialmente rompiendo
todo a su paso. Destrozó su cuarto y había roto el espejo del baño con su puño, rompiéndose dos dedos
y su muñeca en el proceso. Llevaba un yeso negro en su mano y solo podía hacer uso de dos de sus
dedos y el pulgar ahora, y eso le irritaba porque era la mano que más usaba. Me sorprendí por cuánto
parecía afectarle a su vida tener esa incapacidad de utilizar su mano derecha y parecía que
constantemente se quejaba de algo por ello. Él no podía escribir muy bien por lo que optó por utilizar
su ordenador para todo. Se quejaba de que no podía tocar su guitarra o el piano, por lo que yo no
entendía cuál era el problema porque raramente hacia esas cosas, de todos modos. Honestamente,
parecía bastante indefenso por cuánto se quejaba y le estaba ofreciendo constantemente mi ayuda pero
él solo se quejaba y me decía que podía manejarse por sí mismo, afirmando que no quería ser
atendido.

El hecho de que su mano derecha estuviera en mal estado también había significado que conducir su
coche fuera casi imposible. Lo había intentado durante unos días después de llegar a su casa,
negándose a ceder y conducir en automático, pero después de que casi chocara, finalmente accedió.
Ese día había llegado a casa muy disgustado, tirando cosas y maldiciendo. A la mañana siguiente se
fue temprano con el doctor Cullen y no volvieron en casi todo el día, regresando por la noche con un
coche nuevo. No tenía mucho sentido para mí, ¿por qué se tomaban la molestia de comprar un
vehículo nuevo cuando, lógicamente, podían simplemente cambiar coches por algunas semanas? Pero
no dije nada porque no era asunto mío. Pensé que si era su dinero, eran libres de gastarlo como
quisieran y no tenía absolutamente nada que ver conmigo, al menos. Edward prácticamente me
arrastró por la puerta principal al llegar a casa para mostrarme el coche, su entusiasmo era un poco
sorprendente. Él había estado de tan mal humor hasta ese momento que era bueno verlo sonriendo
alegremente sobre algo, incluso si se trataba de un vehículo. Yo no presté atención a la mayor parte de
lo que decía, porque francamente no sabía nada sobre coches, así que cuando él recitaba cosas como
"par" o "caballos de fuerza" me limitaba a asentir y fingir entender y escuchar, dejándole tener su
momento de entusiasmo. Después de que me explicara todo, me miró expectante, obviamente
esperando algún tipo de reacción. Me miró por un momento antes de sonreír.

“Eso es genial”, murmuré, asumiendo que todo lo que acababa de decir era genial a sus ojos. Me miró
por un momento más antes de gemir y tratar de pasar la mano por el pelo, lo que era prácticamente
imposible con el yeso. Esa era otra cosa que le irritaba.

“¿Has escuchado una maldita palabra de lo que acabo de decir?” Me preguntó, claramente agravado.
Suspiré y asentí con vacilación.

“Sí, por supuesto que sí,” le dije. ”Has dicho que tenía torque y caballos de fuerza y rpm.” Yo acabo
por decir cualquier palabra que él hubiera dicho y que se hubiese registrado en mi mente, aunque no
tenía idea de lo que eran, esperando que creyera que le había estado prestando atención. Él negó con la
cabeza.

“Todos los coches tienen esas cosas, Bella,” dijo. Mi ceño se frunció y le miré con confusión,
preguntándome por qué solo me había dicho todo eso si era algo que todos los coches tenían. “He
dicho que es un Audi A4 Cabrio Quattro. Motor V-6 tres litros. Doscientos veinte caballos de potencia
a 60300 rpm. El motor es de doscientos veintiuno en 20 a 300 rpm. De cero a sesenta en 7.9
segundos”.

“Está bien”, dije vacilante, sin saber lo que quería decir o cómo él recordaba todos esos números. “Y
eso es bueno, ¿verdad?”

Él asintió con la cabeza. “Es casi tan malditamente bueno como mi Volvo. Algunos probablemente
dirían que es mejor, pero no puedo estar de acuerdo con esa mierda”.

Asentí con la cabeza y me miró por un momento antes de girarse y caminar hacia el coche. Le pasó la
mano por el capó y mientras yo lo miraba con curiosidad él sacó un juego de llaves. Abrió la puerta
del lado del conductor y se sentó en el asiento, con la puerta aún abierta. Después de un momento la
parte superior del coche comenzó a moverse, y me di cuenta de que era un descapotable. Apagó el
coche con el tiempo y salió, cerrando la puerta y caminando hacia donde yo estaba.

“¿Así, qué piensas?” Preguntó en voz baja, envolviendo sus brazos alrededor de mí y acercándome
hacia él. Se inclinó y presionó sus labios contra mi cuello suavemente, la cálida humedad envió un
hormigueo a través de mí.

“Es lindo”, murmuré, mirando el coche. Era de color plata y parecía casi exactamente igual que su
Volvo con la parte superior baja. No estaba segura de lo que él esperaba que dijera, ya que mi
conocimiento de los coches era muy limitado. ”Se parece al otro tuyo.”

Él suspiró y retiró su boca de mi piel. “No seas ridícula. El Audi es más estrecho y más corto. El
Volvo es más elegante y tiene un techo rígido, a diferencia del Audi que tiene la capota de lona negra.
No son para nada igual.” Me miró por un momento antes de girar la cabeza para mirar al Volvo.

“Los dos son de color plata”, murmuré. Él se echó a reír, sacudiendo la cabeza.

“Ni siquiera son del mismo tono de plata, Bella. El Volvo es más oscuro. Así que sí, los dos son
convertibles color plata, lo que sea, pero era el único color que tenían del Audi. Si deseas otro color se
puede pintar”, recitó. Mi frente se arrugó en confusión.

“¿Por qué iba yo a decirte de qué color pintar el coche?” Le pregunté, sin entender ya que es obvio que
a él gusta el color plata.

Él gimió. “Realmente no escuchaste una puta palabra de lo que he dicho, ¿verdad? No es mi coche,
Bella, es el tuyo.”

Mis ojos se abrieron de golpe y volví la cabeza bruscamente hacia él, inmediatamente pensando que
tenía que haber oído mal. No había manera de que acabara de decir que era mi coche. No había
ninguna razón para que yo tuviera un coche y, francamente, la idea de comprarme uno era tan
escandalosa que ni siquiera podía comprenderlo. Los coches eran caros.

“¿Mío?” Pregunté vacilante. Él sonrió y asintió con la cabeza.

“Sí, tuyo. Sé que probablemente no es justo que no te dejaran elegir, pero en realidad fue idea de mi
padre, y no podía exactamente discutir con él sobre ese tema. Pensé que este te gustaría”, dijo,
encogiéndose de hombros. Lo miré con sorpresa, absorbiendo sus palabras. ¿Había sido idea del
doctor Cullen que tuviese coche?

“Yo, eh...” comencé, volviendo la cabeza para mirar el coche de nuevo. “Me gusta. ¿Pero necesito un
coche? No lo entiendo.”

Él suspiró. “Porque sabes conducir, Bella. Por eso. Necesitas un coche para moverte cuando nos
hayamos ido durante el día para que puedas hacer los mandados y esa mierda, ir de compras o lo que
sea. Joder, no lo sé, simplemente tiene sentido”.

Parpadeé un par de veces, tratando de entender lo que me estaba diciendo. No podía negar el burbujeo
en la boca de mi estómago, esa oleada de emoción que amenazaba con hervir y explotar, por eso
estaba intentando no dejarme llevar. Era tan impresionante que tenía que haber algún tipo de error.

“Espera”, le dije cuando por fin caí en la cuenta de sus palabras. “¿Quieres decir que tengo que ir a la
tienda y todo eso... sola?”

Él suspiró y asintió. “Sí. No hay ninguna razón por la que no puedas hacerlo. Joder, no vas a salir
huyendo y sabes cómo manejarte en público. No es gran cosa”, dijo, encogiéndose de hombros.

Su despreocupación acerca de toda la situación era alarmante. Me quedé mirando el coche por un
tiempo, ninguno de nosotros dijo mucho más al respecto en ese momento. Estaba tratando de
comprender lo que estaba pasando y estaba bastante aturdida, sin palabras. ¿Tenía un coche? Nunca
había tenido un par de zapatos hasta hace unos meses y ahora ¿tenía mi propio coche? ¿Y yo era de
confianza como para salir de la casa por mi cuenta?, ¿salir a la calle por mi cuenta? El concepto era
abrumador y no podía negar que me asustaba un poco, pero al mismo tiempo era emocionante. A pesar
de lo que Edward acababa de decir, sí era algo importante.

“Wow”, dije por fin, sintiendo la emoción. Edward suspiró y envolvió sus brazos alrededor de mí otra
vez.

“Bienvenida a la independencia”, murmuró, inclinando su cabeza para besar mi cuello una vez más.

Estaría mintiendo si dijera que todo fue sin problemas a partir de ahí, porque no fue así. Edward
condujo el coche a la escuela, ya que era automático, y encerró su Volvo en el garaje hasta que le
sacaran el yeso. Alrededor de una semana después de conseguir el coche, el doctor Cullen entró en la
cocina y me entregó una pequeña tarjeta de crédito de plástico, y me dijo que fuera a la tienda de
comestibles. Lo miré con sorpresa antes de agarrar y guardar la tarjeta, con la mano temblorosa. Salió
inmediatamente después, sin decir una palabra más, actuando como si no fuera gran cosa en absoluto.

Le pedí a Edward que viniera conmigo, pero él se negó, diciendo que tenía una gran cantidad de tareas
escolares con las que ponerse al día. Estaba un poco asustada de ir, pero no quería discutir ni hacer una
gran cosa de esto. Me resigné, sabiendo que realmente no tenía otra opción, y reuní tanto valor como
me era posible para caminar y subir tras el volante del coche. Me tomó un tiempo antes de arrancar.

Yo no era lo suficientemente valiente como para siquiera encenderlo, y mucho menos poner el coche
en marcha, pero después de algunas palabras de ánimo en silencio me las arreglé para salir de la
propiedad de los Cullen. Casi tuve un ataque de pánico tras parar en el estacionamiento de la tienda de
comestibles y tuve que llamar a Edward para que me calmara. Tenía miedo de que estuviera molesto
porque yo estaba hiperventilando y temblando, pero él fue muy paciente conmigo y me habló,
permaneciendo en el teléfono conmigo casi todo el viaje de compras. Era tranquilizador y me las
arreglé para conseguir todo lo que necesitaba de la tienda rápidamente. Colgó cuando fui a pagar, yo
estaba nerviosa con la tarjeta de crédito y firmar mi nombre en el papelito, pero lo hice sin ningún
problema.

Decir que estaba orgullosa de mí misma era un eufemismo. Nunca había sentido tal sensación de logro
antes, era algo pequeño que la mayoría de la gente tenía sin siquiera pensarlo, pero para mí fue muy
significativo. Edward me dijo que estaba orgulloso de mí y podía oír el placer en su voz, que solo
aumentó mi propia satisfacción.

Las próximas veces que fui por mi cuenta, Edward acabó teniendo que llamarme a mí y así me
calmaba, pero estaba en el punto en que podía hacerlo sin reaccionar exageradamente. Todavía era
intimidante, salir yo sola, pero se estaba haciendo más fácil con cada viaje.

Edward maldijo en voz alta, con lo que me sacó de mis pensamientos, mi atención se centró de nuevo
en él.

“¿Qué clase de maldita pregunta es esta? ¿Qué coño tiene que ver con las matemáticas la maldita letra
16ª del alfabeto griego? ¿Qué es esta mierda?”

“Pi”, le dije, sin siquiera pensarlo. Dio un salto al oír el sonido de mi voz y giró la cabeza para
mirarme, sus ojos se estrecharon. Supongo que él no sabía que yo estaba allí de pie después de todo.

“¿Acabas de preguntarme si quería un maldito pedazo de pie?” Preguntó. Mi frente se arrugó en


confusión.

“Uh, no. La letra dieciséis del alfabeto griego es Pi y también es una eh…cosa matemática”, murmuré.
Me miró por un momento confundido antes de que pareciera registrar lo que le dije.

“¿De verdad?” Preguntó. Asentí con la cabeza. “Bueno, gracias al puto Alex Trebex por eso. De seguro
él no te dijo cuántas obras de Shakespeare tienen fantasmas en ellas, ¿cierto? Porque no puedo
encontrar esa mierda.”

“¿Cuantos fantasmas hay en total en sus obras o cuantas obras de teatro tienen fantasmas?” Le
pregunté. Me miró por un momento antes de volver a echar un vistazo a su libro.

“¿Hay alguna diferencia?” Preguntó con confusión.

“Había cuatro obras con fantasmas, pero una de ellas tenía dos fantasmas”, le dije con vacilación. Me
miró de nuevo con sorpresa.

“¿De verdad sabes puñetera respuesta? ¡Cristo, Bella!” Murmuró. “Podrías hacer mi tarea y salvarme
de esta mierda, ya sabes."

Me sonrojé y rió entre dientes. “No sé mucho, solo lo que me han dicho o he visto, supongo. Y si
hiciera tu tarea, ¿cómo aprenderías?” Le pregunté. Él se encogió de hombros.

“No me veo a mí mismo necesitando saber esta mierda pero siempre puedo, simplemente, memorizar
tus respuestas”, dijo alegremente, sacudiendo la cabeza mientras escribía algo. “De todos modos,
¿necesitas algo?”

Suspiré y volvió la cabeza de nuevo para mirarme. “Estaba a punto de salir”, murmuré. Miró el reloj y
asintió.

“Está bien” dijo él, agarrando un manojo de llaves de su escritorio. Él me las ofreció y me acerqué,
tomándolas con cuidado. “Voy a terminar esta mierda y hacer algunas cosas antes de estar listo. Que
se diviertan y por amor de dios, no dejes que Alice haga contigo algo que tú no quieras. Dile a Pixie
que la haré arder el infierno si se pone demasiado exigente.”

Sonreí. “Lo haré. Te veré más tarde”, murmuré. Él asintió con la cabeza y se volvió hacia su
ordenador sin una palabra más. Me quedé allí un momento mirándolo antes de salir.

Era mediados de mayo, un poco más de cuatro semanas después desde que Edward había perdido el
control durante la reunión de la familia. Las últimas cuatro semanas me había sentido casi como en
una montaña rusa, probablemente Edward se burlaría de mí por decir eso porque yo nunca había visto
una montaña rusa en persona y mucho menos montado en una, pero era como me imaginaba que se
sentiría estar en una. Hubo altos y bajos, y algunas veces los cambios eran tan rápidos que era
imposible prepararte para eso. La anticipación y la emoción siempre estuvieron ahí, gestándose bajo la
superficie, pero también estaba el miedo. El miedo a lo desconocido, miedo a lo que estaba bajo la
superficie, porque Edward en estos días era bastante impredecible. Parecía siempre estar guardando
algo que le molestaba, y yo no sabía si se trataba simplemente de su situación actual o si había algo
más en ella, pero parecía que estaba deliberadamente tratando de mantenerlo oculto. De vez en cuando
se alejaba de mí, era cortante conmigo y se enojaba fácilmente, su temperamento estaba peor que de
costumbre. Estaba ocurriendo un poco más últimamente y, a veces sabía detenerse y pedir disculpas,
pero a menudo no nos percatábamos de ello.

No quiso volver a hablar de lo que le estaba molestando, siempre cambiaba el tema y decía que solo
quería concentrarse en nuestro futuro juntos y no pensar demasiado en cosas del pasado que no se
pudieron evitar o cambiar. Yo estaba confundida en cuanto a qué era exactamente lo que quería decir
con eso y curiosa, por supuesto, pero no había manera de hacer que me lo dijera. Sabía que cuando
Edward quisiera hablar de ella acudiría a mí, y hasta que lo hiciera yo solo le daría su espacio. Traté
de no tomar su molestia como algo personal, porque sabía que no había hecho nada malo. No era como
si yo lo hubiera provocado o había sido la persona a la que la señora Cullen había tratado de ayudar.
Apenas la conocía y había desaparecido de mi vida mucho antes de que ella hubiera muerto. Yo no era
más que otra persona que había conocido de paso en el trabajo de su marido. Edward dijo que estaba
siempre tratando de ayudar a los niños de Chicago que llegaban al centro de la violación y se ofrecía
como voluntaria en él... Me imagino que se debió de haber cruzado con la familia equivocada al tratar
de salvar a uno de esos niños.

El que se había visto afectado obviamente era Edward, pero parecía estar tratando con eso por su
cuenta. Estaba un poco distante, no físicamente ya que todavía estaba siempre a mi lado, pero
emocionalmente parecía algo distante. Todavía me tocaba y me besaba y me decía lo mucho que me
amaba, pero parte de la pasión que me había acostumbrado que él mostrara, ya no estaba. Me imaginé
que era simplemente otro de los efectos secundarios por todo lo que estaba lidiando y que pasaría con
el tiempo, así que traté de pasarlo por alto. Pero aun así, estaba esa molesta sensación dentro de mí,
esa pequeña voz en mi subconsciente que me decía que algo andaba mal, que me faltaba una pieza del
rompecabezas en algún lugar que podría explicar su comportamiento.

Pero traté de ignorar esa sensación y silenciar esa voz, porque Edward no era de los que fingían
sentimientos. Quería creer que si había algo mal entre nosotros, me lo diría. Él nunca me había
engañado o hacer algo por hacerlo simplemente para tranquilizarme. Si me decía que me amaba, sabía
que lo hacía en serio. Todavía podía sentir su amor por mí, podía verlo en sus ojos y escucharlo, más
que nunca en su voz, cuando me lo susurraba al oído por la noche mientras pensaba que estaba
dormida.

Estaba preocupada por él, así que hice todo lo posible para hacerlo feliz. Y no me malinterpreten,
parecía ser feliz, pero había una tristeza sutil mezclada en él. Eso suena como una contradicción,
felicidad mezclada con tristeza, pero es la única manera que se me ocurre para describirlo. Era como
que mostraba una especie de añoranza, de nostalgia. Me hubiese gustado poder hacer más por él, pero
imaginé que estar ahí para él y darle tiempo era la mejor respuesta.

Me dirigí afuera y me metí en el coche, poniéndolo en marcha. Mis manos temblaban ligeramente,
todavía estaba siempre un poco nerviosa, como cuando llegué. Puse el coche en marcha y me dirigí
hacia el camino de entrada, en dirección al otro lado de la ciudad, hacia la casa de Alice.

Hoy es un día especial en Forks. Es el día del gran baile de graduación en el instituto de Forks. Hace
tres semanas que Edward me sugirió, casualmente, que tenía que ir de compras con Alice esa semana
si quería escoger mi propio vestido. Yo estaba confundida y le pregunte de qué estaba hablando y él se
limitó a decir “El baile de graduación, Bella. Necesitas un vestido.” Estaba sorprendida, ya que sabía
acerca del baile, pero no esperaba que me invitara. Yo no era una estudiante o cualquier cosa y no
estaba segura de que el doctor Cullen se lo permitiera. Le expresé eso a Edward y él me dijo que
estaba haciendo el ridículo, que yo era su novia, por lo tanto, yo iría con él sin importar lo que
pensaran los demás. Estuve de acuerdo y me fui con Alice un par de días más tarde para comprar un
vestido, escogí uno de un azul muy oscuro con bordes dorados en el cuello y zapatos a juego. Estaba
en casa de Alice, donde nos prepararíamos.

Decir que estaba nerviosa por ir a un baile con Edward sería un eufemismo. Estaba casi petrificada.
No solo estaba a punto de pasar la noche con él muy cerca de toda la gente de su escuela, todas las
chicas que habían tenido encuentros previos con él, sino que además no tenía la más remota idea de
cómo bailar. Tenía miedo de avergonzarme a mí misma, de avergonzarlo. Él estaba tan irritable, y lo
último que necesitaba era que lo molestara frente a toda su escuela.

Alice seguía tratando de tranquilizarme diciendo que las cosas estarían bien, que Edward me ayudaría
como solía hacer con todo y que el baile moderno era fácil, pero nada me hizo sentir mejor. Estaba
completamente fuera de mí.
La puerta principal de Alice se abrió en el momento en que me detuve delante de su casa y ella salió,
sonriendo alegremente. Cerré el coche y salí, caminando hacia donde estaba ella.

“¿Estás emocionada?” Preguntó ella con entusiasmo. Sonreí y asentí con la cabeza.

“Por supuesto que lo estoy”, le dije, sin tomarme la molestia de decirle que mis nervios estaban
eclipsando mi emoción. No quería que pensase que no quería ir o que no estaba contenta con eso,
porque lo estaba.

“Va a ser tan increíble”, exclamó ella, agarrando mi brazo y arrastrándome hacia la casa. Me reí y
seguí, saludando brevemente a sus padres cuando me hizo entrar. Me los había presentado hace unas
semanas en uno de los días que habían venido a pasar "tiempo de chicas con ella y Rosalie”. Su padre
era un poco distante, pero su madre estaba fue agradable, por lo que yo podría decir. Seguí arriba a
Alice, a su habitación, sentándome en su escritorio. Comenzó con el pelo de una vez, inmediatamente
conversando acerca del baile y de Jasper.

“¿Han empezado la fiesta sin mí?” La voz de Rose sonó después de un tiempo. Miré y la vi de pie en
el umbral, su pelo recogido en un giro con algunos rizos sueltos adornando alrededor de su cara. Ya
tenía su maquillaje hecho y se veía espectacular, como si hubiera salido directamente de la portada de
una revista de belleza. Llevaba unos vaqueros y camisa de botones, y agarraba una bolsa blanca de
gran tamaño que asumí era su vestido.

“Ya era hora que llegaras”, dijo Alice, sacudiendo la cabeza y sacando el rizador que había estado
usando en mi pelo.

“Sí, bueno, me tomó más tiempo conseguir lo que había pensado hacer con mi pelo”, dijo ella,
encogiéndose de hombros y caminando, acomodó su bolsa en la cama y se sentó al lado. “Tenía que
asegurarme de que estaba perfecto.”

Alice sonrió.” Se ve muy bien”, dijo. Asentí con la cabeza.

“Así es. Te ves muy bonita, Rosalie”, murmuré. Rosalie y yo nos llevábamos bien en su mayor parte,
pero todavía me intimidaba un poco. Ella me miró y asintió.

“Gracias”, dijo con indiferencia. “¿Y qué puedo hacer?”

Alice suspiró. “¿Quieres terminar con su pelo? Así yo empiezo a trabajar en el mío.” Rosalie asintió
con la cabeza y se acercó a mi espalda, comenzando a pasar los dedos por los rizos que Alice había
hecho, aflojándolos un poco. Alice comenzó a trabajar su propio cabello, volteando las puntas hacia
fuera y hacia arriba. Rosalie comenzó a tirar de la parte superior del mío hacia atrás, dándole cuerpo y
fijándolo en su lugar, dejando que el resto colgara.

Estuvieron cotilleando sobre la gente que iba a la escuela, hablaban de quién iría con quién al baile.
Me quedé allí sentada, sin saber realmente de quienes estaban hablando, así que no presté atención a
nada de lo que dijeron en realidad. Rosalie terminó con mi pelo y agarró una botella de spray para el
cabello. Apreté los ojos con fuerza y contuve la respiración, había aprendido de la manera difícil en el
pasado que la inhalación de spray para el cabello no es agradable. Ella comenzó a trabajar en mi
maquillaje, poniendo un poco de materia brillante dorada en mis párpados. Alice terminó su cabello y
comenzó a trabajar en su propio maquillaje.

Después de maquillarnos, comenzó a sacar vestidos y me puse de pie con nerviosismo, caminando y
recogiendo mis cosas de la cama en la que Alice las había dejado. Ellas solo empezaron a desvestirse,
para nada nerviosas por desnudarse delante de las demás. Mis ojos se abrieron con sorpresa cuando
Rosalie se quitó la parte de arriba y se paró frente a mí en nada más que ropa interior. Me sonrojé y
volví la cabeza hacia otro lado rápidamente, oyendo su risa.

“No me avergüenzo de mi cuerpo, no tienes que mirar hacia otro lado”, dijo. Eché un vistazo hacia
ella con cautela y deslizó el vestido rojo sobre su cabeza, poniéndoselo. “Puedes mirar, pero no tocar.
Esas son las reglas. Puedes comerte con los ojos mis senos todo lo que quieras, pero si tratas de poner
un dedo sobre ellos voy a cortarlo”.

Sonreí levemente, aún sintiendo el rubor en mis mejillas por su franqueza. Asentí con la cabeza y
vacile, sin saber qué hacer. No estaba del todo cómoda desnudándome delante de ellas y creo que
Alice lo sintió porque ella agarró el brazo de Rosalie, tirando de ella. “Rose y yo estaremos en el
baño”, dijo ella, sonriendo y sacando a Rose de la habitación. Rosalie resopló y se alejó de Alice, pero
no discutió, siguiéndola. La puerta del baño se cerró y me relajé un poco.

Me desnudé rápidamente y me puse la ropa interior antes de ponerme mi vestido, asegurándome de no


echar a perder el pelo. Me lo arreglé y estire las manos detrás de mí, tratando de cerrar la cremallera
pero no pude conseguirlo. Suspiré con fastidio y me rendí, pensando que una de ellas lo haría por mí.
Me quedé allí un momento antes de que la puerta del baño se abriera y Rosalie me mirara.

“Es un vestido bonito”, dijo ella, caminando hacia donde estaba yo. Ella vino por detrás y me empujó
el pelo hacia un lado, agarrando la cremallera y tirando hacia arriba. No estaba segura de cómo sabía
que necesitaba subirla, pero de alguna manera lo hizo.

“Gracias”, dije en voz baja. Ella murmuró de nada y dio unos pasos hacia atrás, mirándome. Alice
salió del baño y se puso al lado de Rose, también mirándome. Llevaba un vestido sin tirantes de color
amarillo suave.

“Tienes razón”, dijo Rosalie después de un momento, alzando la ceja y sonriendo maliciosamente.
Alice asintió con la cabeza.

“Sé que la tengo”, dijo con aire de suficiencia. Rosalie rodó los ojos, pero siguió sonriendo.

“¿Qué pasa?” Les pregunté vacilante, insegura de lo que estaban hablando.

“Alice aquí piensa que vas a tener la mitad de la ciudad alborotada esta noche con los celos, las chicas
querrán ser tú y los chicos que querrán estar contigo. Le dije que eso solo estaba en su maldita mente,
pero ahora lo veo. Estás a punto de generar un tornado en este lugar”, dijo. Mis ojos se abrieron un
poco, mis nervios recorrieron mi cuerpo como una descarga eléctrica.

“Eh, no estoy segura de eso”, murmuré. “Quiero decir que todos me han visto antes, no soy nada
realmente especial o nuevo.”

Rosalie se rió. “Eres tan ingenua. Sí, pueden haberte visto antes, pero esta noche es diferente. Todo el
mundo sabe que ustedes están juntos y sí, tal vez algunos de ellos los vieran juntos en Año Nuevo o lo
que sea, pero esto es la fiesta de graduación. No creo que entiendas cómo la gente de aquí se siente
acerca de tu chico tonto del culo. O bien lo aman, cosa que hacen la mayoría de las chicas, o lo
desprecian, cosas que hacen la mayoría de los chicos. La gente de por aquí, o bien quiere estar con él o
quiere ser él, y no va a ser diferente con la chica que consiguió su culo. Edward Cullen está a punto de
salir oficialmente como un hombre comprometido. Tienes a ese chico por las pelotas, así que toda esa
mierda va a tratarse de ti esta noche según mi forma de ver.”

La miré con sorpresa, sintiéndome mal del estómago. No me ayudaba a calmarme y relajarme, solo
estaba haciendo mi aprensión crecer.

“No te preocupes”, agregó Alice rápidamente. “Va a ser genial. ¡Vas a ser una explosión!”

Sonreí débilmente hacia ella, asintiendo con la cabeza. “Sí lo que ella dijo. Disfrútalo. Demonios, yo
lo hago. Son todas unas perras envidiosas, quieren lo que tú tienes y no pueden tener. Yo lo tomo
como un cumplido.”

“Está bien”, murmuré. Tomé una respiración profunda y me acerqué, poniéndome mis zapatos. Me
senté y Alice y Rosalie charlaron un rato, y yo intervine con una palabra aquí o allí, pero me mantuve
en general callada. Después de un tiempo mi teléfono empezó a sonar y me levanté, acercándome para
cogerlo. Miré la pantalla y vi que era Edward. Sonreí y lo abrí, respondiéndole.

“¿Hola?” Le dije en voz baja.

“Hey, ¿vienes a casa pronto?” Preguntó.

“Eh, sí. Estoy a punto de irme”, dije, mirando el reloj y ver que eran casi las cinco pm. Yo sabía que el
baile no empezaba hasta las nueve pm, pero se suponía que nos reuniríamos con todos para cenar antes
en Port Ángeles. Rose, Emmett, Alice y Jasper irían todos juntos, pero Edward quería que fuéramos
por separado...

“¿Puedes pasar por la tienda y coger un poco de coca? Me olvidé de conseguir algo mientras yo estuve
fuera y si trato de conducir el Volvo de nuevo ahora probablemente arruinaré el hijo de puta”,
murmuró.

“Claro”, le dije. Podía oír su irritación.

“Debería haber un poco de dinero en la guantera del coche. Te veo en un rato”, dijo. Colgó
inmediatamente después, cortando la línea antes de que pudiera decir nada. Suspiré y cerré el teléfono,
mirando a Alice y Rose.

“Tengo que pasar por la tienda de camino a casa”, dije. Dijeron que estaba bien y empecé a recoger
mis cosas, preocupada por el obvio mal humor de Edward. Esta noche no se planteaba muy bien,
teniendo en cuenta la actitud de Edward y lo que Rosalie había dicho. Alice me acompañó hasta el
coche y me dijo que no me preocupara, que todo iba a ser maravilloso, y yo le di las gracias, pero sus
palabras no me dieron confianza. No había manera de que pudiera predecir qué sucedería esta noche.

Me subí en el coche y lo puse en marcha, conduje por la ciudad a la tienda de comestibles. Aparqué y
apagué el coche, abrí la guantera y había un montón de cosas. Saqué un sobre marrón y lo abrí,
cogiendo un poco de dinero en efectivo. No estaba segura de por qué, pero me di cuenta de que todos
los Cullen mantenían un sobre de dinero en efectivo en sus coches.

Me levanté y me dirigí al interior de la tienda, frunciendo el ceño ya que los pelos de la nuca se me
erizaron. Me sentía como si estuviera siendo observada. Miré a mi alrededor con confusión, viendo
que todo el mundo estaba mirándome por alguna razón. Me sentí cohibida y puse mi cabeza abajo,
caminando rápidamente hacia el pasillo de soda. Me detuve brevemente en el pasillo, sin saber si
debía conseguir una botella o latas. Opté por las latas después de un momento y me agaché para
agarrar un paquete de 12 de coca, mi piel hormigueó cuando sentí una presencia acercándose.

“¿Cómo se llama el queso que no te pertenece?”

En el momento en que escuché la voz me tensé y mi mano se congeló en la soda. Cerré mis ojos y
suspire. “No estoy segura, Jacob” murmuré, sacudiendo la cabeza. Cogí el refresco y me puse de pie,
dándome la vuelta para mirarlo. Me quedé inmóvil otra vez mientras lo miraba fijamente, asombrada
al ver que había cortado su pelo. La que solía ser una larga y brillante cabellera, ahora era corta, casi
al rape. Casi parecía una persona completamente diferente, y llevaba una camisa de vestir y corbata
con unos pantalones de vestir negros.

Desde el día en el restaurante hacía tres meses cuando Edward y yo habíamos visto a Jacob, escapar de
él se había convertido en algo habitual para mí. Él parecía estar en todas partes y siempre había sido
amable, en su mayor parte. Nuestros encuentros siempre eran básicamente de la misma manera,
comenzaban con una broma, se transformaban en una conversación educada, donde me felicitaba, y
después él hacía un comentario sobre Edward y yo expresaba mi descontento antes de ir por caminos
separados. Tenía un buen sentido del humor, y si no fuera por el hecho de que él y Edward se odiaban
mutuamente, casi podía verme siendo amiga de él.

“Queso Nacho” dijo, sonriendo. Lo miré con confusión. “¿Me sigues, Nacho, not yo’? ¿Not yo' queso,
porque no es tuyo”. (N.T. Nacho y Not yo’ o Not yours, que en español es ‘No es tuyo’ tienen la misma
pronunciación en inglés)

En el momento en que me hizo clic me reí tan fuerte que solté un bufido. Llevé mi mano hasta
taparme la boca, para no avergonzarme a mí misma, y casi dejo caer la soda en el proceso.

“¡Wow!”, gritó Jacob, agarrándola antes de que se me escapara de los dedos. Lo cogió de mi mano y se
aferró a él, sonriendo. “¿Así que te ha gustado?”

Asentí con la cabeza. “Sí. Aunque ha sido un poco, eh, cursi”, le dije. Él se echó a reír, sacudiendo la
cabeza y yo me reí también.

“No solo eres hermosa, sino que también tienes sentido del humor. Mi tipo de chica”, dijo, no me
sorprendió el cambio de tema ni el cumplido. Me sonrojé.

“Gracias”, le dije. “Veo que vienes muy elegante”, murmuré, sin saber qué decir. Bajó la mirada y
asintió con la cabeza.

“Sí, bueno, es la fiesta de graduación, por supuesto que estoy vestido para la ocasión”, dijo,
encogiéndose de hombros. Mis ojos se ensancharon con la sorpresa.

“¿Vas al baile?” Le pregunté. Él asintió con la cabeza. “Pero no vas a la escuela de aquí.” Recordé que
Edward me había dicho que tenía su propia escuela en la reserva. Él arqueó las cejas inquisitivamente.

“Es cierto, pero tú tampoco lo haces y supongo que no vas como una reina de belleza en estos
momentos solo por el placer de hacerlo”, dijo. Me miré a mí misma y me sonrojé, dándome cuenta de
repente exactamente por qué todo el mundo me estaba mirando cuando entré.

“Voy con mi novio”, murmuré. Él suspiró dramáticamente.

“Sí, bueno, tengo una cita también” dijo él, encogiéndose de hombros.

“¿En serio?” Le pregunté con curiosidad. Él sonrió y asintió con la cabeza.

“Sí, de verdad. Y no estés tan sorprendida. Puede que no sea un chico guapo como Cullen, no puedo
ser tan encantador como él, pero también puedo atraer mi porción justa de damas,” dijo. ”Hablando de
Cullen...”

“Ni siquiera empieces”, le dije rápidamente, interrumpiéndolo. Hizo una pausa, con las manos a la
defensiva.

“Hey, yo no iba a decir nada. Iba a decir que me sorprende que te esté dejando salir en público sola,”
dijo él, encogiéndose de hombros. Me miró fijamente durante un momento.

“¿Por qué no iba a hacerlo? Puedo ir a una tienda yo sola”, le dije con vacilación. Me miró, alzando la
ceja interrogante.

“¿Puedes?” Me preguntó, con un poco de seriedad en la voz que empezó a alterar mis nervios. “¿En
serio?”

Asentí con la cabeza. “Por supuesto que puedo”, le dije, mirándolo con recelo. Mi corazón empezaba a
latir furiosamente en el pecho. No había manera de que pudiera conocer la verdad, Edward me hubiera
advertido de antemano si había alguien más por ahí que conocía mi verdadera naturaleza. Pero la
forma en que me miraba, y la forma en que había dicho esto, hizo que mis sospechas aumentaran.

“Es bueno saberlo”, dijo con indiferencia. ”Ya que puedes salir sola y todo eso, tienes que venir a la
reserva a visitarme.”

Mis ojos se estrecharon ligeramente con la invitación.” ¿Por qué estás tan interesado en mí?” Le
pregunté. Él se encogió de hombros.

“Pareces una buena chica, pensé que podríamos ser amigos. No hay nada malo en ser amigos, ¿no?”
Preguntó.

“¿Quieres ser mi amigo porque quieres llegar a conocerme? o ¿quieres ser mi amigo porque sabes que
le molesta a Edward?” Le pregunté. ”Porque no me conoces y yo no puedo entender por qué siquiera te
molestas, a menos que sea porque sabes que hacerte mi amigo lo irritaría. No puedo evitar sentir como
si estuvieras tratando de usarme porque sientes rencor y quieres venganza, y no puedo ser amigo de
alguien que quiere hacer daño a Edward”

Solté las palabras sin siquiera comprender lo que estaba diciendo hasta que ya habían pasado por mis
labios y se quedaron en el aire entre nosotros. Me miró por un momento. ”No soy una persona tan
ruin”, dijo finalmente. Suspiré y sacudí la cabeza.

“¿Y cómo se supone que voy a saber eso?” Le pregunté, levantando la ceja interrogante. Él se encogió
de hombros.

“Solo deberías confiar en mí”, dijo. Me reí secamente.

“No puedo”, le dije. ”No puedo solo confiar en la gente.”

Me miró con curiosidad. "¿Pero confías en él?” Preguntó, con un poco de incredulidad en su voz.
Asentí con la cabeza, vacilante.

“Sí”, le dije. Puso los ojos en blanco y gimió. “Nada de lo que digas va a cambiar eso, así que no
pierdas el tiempo. Confío en Edward.”

Él levantó las manos defensivamente una vez más. ”Está bien. Eso no quiere decir que no puedes
confiar en mí, también, ya sabes.”

Le miré, un poco sorprendida por su expresión suplicante. Negué con la cabeza. “Yo, eh... tengo irme.
Edward está esperando... por la coca... así que, eh, sí.”

Le extendí la mano y agarré la soda que me dio y vaciló pero me dejó pasar. Di media vuelta y empecé
a alejarme, deteniéndome brevemente cuando dijo mi nombre.

“¿Isabella?” Dijo. Me volví a mirarlo y sonrió. ”Realmente te ves hermosa. Cullen puede ser un
cabrón, pero es un cabrón con suerte.”

Le sonreí ligeramente. ”Gracias. Sin embargo, creo que soy yo la afortunada”. Me di la vuelta y me
alejé rápidamente, al oírle gemir con mi declaración y mascullar algo, pero no me tomé el tiempo para
preocuparme por lo que estaba diciendo. A mis ojos esa era la verdad. Me sentía como si yo tuviera la
suerte de tener a Edward.

Me acerqué a la caja registradora, tratando de ignorar las miradas extrañas que la cajera me estaba
dando. Era la misma chica que trabajaba normalmente, y de inmediato me pregunté por qué no estaba
preparándose para ir al baile, pero pensé que no era mi lugar preguntar acerca de la vida de los
extraños. Le entregué el dinero y me dio mi cambio, resoplando y fulminándome con la mirada. Yo
sonreí y aun así le agradecí, deseándole buenas noches antes de agarrar los refrescos y salir. Me dirigí
al coche y lo abrí, poniendo refresco en el asiento trasero. Me subí en el coche, lo puse en marcha y
salí de la plaza de estacionamiento.

Volví a la casa de los Cullen, frunciendo el ceño cuando me detuve en la entrada y vi un coche
deportivo brillante en frente. Aparqué cerca de él y salí, agarrando el refresco del asiento trasero. Pasé
por delante del coche y me quedé mirándolo. No lo había visto antes definitivamente y no tenía idea
de quién era. Me dirigí hasta el porche y abrí la puerta principal, oyendo inmediatamente un ruido en
la cocina.
“¿Qué mierda te tomó tanto tiempo?” Preguntó la voz de Edward, sonando irritado. Suspiré y cerré la
puerta principal, sin molestarme siquiera en responderle. Estaba de mal humor y nada de lo que
pudiera decir en respuesta lo cambiaría. Todavía no sabía sobre mis encuentros con Jacob Black, y
parte de mí quería decírselo, sobre todo ahora. Pero tenía miedo de su reacción y no quería que se
metiera en problemas por exagerado. Así que mantuve la boca cerrada, y probablemente fue un error
porque eran cosas que también le incumbían a él, pero yo no estaba segura de cómo tratar el asunto
con él.

Caminé a través del vestíbulo y me detuve en la puerta de la cocina, sorprendida al verlo. Llevaba un
traje negro con una camisa blanca y una corbata azul. Tenía el cabello en un desorden perfecto y me di
cuenta de que había hecho al menos un intento de arreglarlo. Él estaba elegantemente vestido, pero
parecía casual y relajado como siempre. Miré hacia abajo y sonreí al ver que llevaba un par de
zapatillas azul, blanca y negra de Nike, que hacía juego con su atuendo. Eso era muy Edward.

Volvió la cabeza para mirarme y se congeló. Vi que sus ojos se abrieron un poco a medida que
recorría mi cuerpo y sentí el sonrojo llegando a mis mejillas. No había visto mi vestido o nada, solo
sabía que era de color azul y oro de acuerdo con Alice. Me acerqué y me senté poniendo la soda sobre
el mostrador, abriéndola y entregándole una de las latas de Coca-Cola para él. La tomó con cuidado,
sus ojos nunca me abandonaron. Me quedé allí por un momento, su silencio me corroía, y la tensión
seguía creciendo en la habitación. No tenía ni idea de lo que estaba pensando, no podía decir por su
expresión si era incluso bueno o malo. Simplemente estaba boquiabierto ante mí.

Me volví después de un momento e iba a salir de la habitación, ganándome finalmente los nervios,
pero Edward alargó la mano y agarró mi brazo para detenerme. Hice una pausa y me volví para
mirarlo y vi en la comisura de sus labios aparecer una pequeña sonrisa.

“La mía bella ragazza”, murmuró, soltando mi brazo. Extendió la mano y pasó el dorso de sus dedos
por mi mejilla. “Estás impresionante” me ruboricé profundamente y sonreí.

“Gracias”, le dije. ”Te ves guapo”.

Su sonrisa se hizo más amplia y vi que sus ojos parpadeaban brevemente hasta mis labios. Vaciló,
pero se inclinó lentamente hacia delante, presionando sus labios contra los míos. Gemí suavemente y
me besó dulcemente, su lengua corriendo suavemente sobre mis labios. Yo los separé, esperándolo
para profundizar el beso, pero no lo hizo. Se retiró después de un momento y con su dedo índice trazo
mi labio inferior.

“No quiero estropear el maquillaje antes de que puedas mostrarlo” dijo, sonriendo. Sonreí y asentí con
la cabeza, tratando de ignorar el dolor que sentía cuando él se retraía. Se había convertido en casi una
ocurrencia común en las últimas semanas, otra consecuencia de su temperamento reciente.

Parecía contenerse. Me había tocado un par de veces y yo a él, pero que no habíamos tenido relaciones
desde hacía tiempo, desde antes del incidente. Se quejaba muchas veces de que su brazo le impedía ser
capaz de dar placer, y me pregunté si eso era parte de por qué estaba siempre tan irritable, pero parecía
casi no querer besarme o tener intimidad conmigo y no entendía por qué.

Se volvió de espaldas y llenó un vaso con hielo, abriendo la lata de soda. Dudé, pero salí después de un
momento, dirigiéndome a la sala de estar. No estaba segura de qué hacer, así que me senté con cautela
en el sofá, cruzando las manos sobre el regazo. Edward entró en la habitación después de un minuto y
se acercó donde yo estaba sentada. Se sentó, puso su vaso sobre la mesa y se deslizó en el pequeño
espacio delante de mí, sentándose en la mesa frente a mí. Metió la mano en el bolsillo y sacó una caja
negra larga pero delgada.

“Tengo algo para ti,” dijo en voz baja. Mis ojos se abrieron con sorpresa cuando abrió la caja y sacó
un collar de oro. Puso la caja sobre la mesa junto a él. “Date la vuelta y levanta tu pelo, así te lo puedo
poner.”

Hice lo que me pidió, moviendo mi cuerpo hacia un lado y apartando mi cabello para que no estorbara.
Puso el collar en mi cuello, batallando un poco y maldiciendo porque su mano en mal estado no se lo
ponía fácil. Por fin lo consiguió y dejé caer mi cabello, volviéndome hacia él. Llevé mi mano al collar
y acaricié el pequeño colgante de color azul y blanco, un amuleto de oro.

“Wow, es hermoso”, murmuré, sintiendo que mis ojos se llenaban de lágrimas, el gesto abrumador y
mis emociones estaban fuera de control. Las contuve, no quería llorar y arruinar mi maquillaje.

“Sí, el colgante es el hamsa y los colores son contra el mal de ojo. La gente cree que da protección
contra el mal. Se supone que trae energía positiva y felicidad, o lo que sea. Yo no soy muy religioso o
supersticioso, pero me puse a buscar algo para ti y el hombre de la tienda dijo que la gente usa estos
para garantizar que los sentimientos negativos de otras personas hacia ellos no les causan ningún
daño. Pensé que después de toda la mierda que has pasado, podría utilizar un poco de protección”,
dijo. Lo miré sorprendida, aturdida por lo mucho que le había dedicado a comprar este regalo.

“Gracias”, le dije. Él asintió con la cabeza.

“De nada”, dijo él, agachándose y agarrando su vaso de soda. Tomó un trago y en el momento de que
mi emoción pasó me di cuenta de que tenía licor en ella. Vi como él prácticamente se lo bebió de un
trago. ”Tengo que coger algunas cosas. Todo el mundo debería estar aquí pronto para fotos o lo que
sea.”

Asentí con la cabeza. “Está bien”, le dije. Se inclinó y me besó en los labios rápidamente, un beso
casto e inocente y pude saborear el fuerte licor en los labios. Se levantó y salió de la habitación, en
dirección a las escaleras. Me senté en silencio por un momento antes de que la puerta principal se
abriera y se cerrara, oí pasos en mi dirección. Levanté la vista y vi al doctor Cullen entrando, sus
pasos vacilaron cuando me vio. Me miró por un momento con una expresión de sorpresa en su rostro.

“Buenas noches, señor”, murmuré con nerviosismo. Él sonrió suavemente, asintiendo.

“Buenas noches, Isabella. Te ves bien “, dijo.

“Eh, gracias,” dije, un poco sorprendida por el cumplido. Él asintió con la cabeza en respuesta y me
miró, su mirada me incomodó. Oí pasos en la escalera después de un momento y dejé escapar un
suspiro de alivio porque Edward regresaba. Se acercó hacia nosotros, deteniéndose al lado de su padre.

“Hola, hijo” dijo el doctor Cullen. Edward asintió con la cabeza en señal de saludo. “Ese de ahí fuera
es un buen coche.”
Edward sonrió. “Sí. Y no te preocupes, acabo de alquilar esa mierda, no lo he comprado. Te daré el
dinero el mes que viene.”

El doctor Cullen suspiró. “El dinero no importa. Solo ten cuidado al conducir esta noche, sobre todo si
vas a beber.”

Edward se rió secamente. ”Es un poco tarde para empezar a preocuparse por mi puta seguridad ahora,
papá. Seré un adulto en un mes.”

El doctor Cullen negó con la cabeza. ”Siempre me he preocupado por tu seguridad. Es mi prioridad
número uno.”

“Joder, si no me lo dices no me hubiera dado cuenta”, murmuró Edward.

Un tenso silencio cayó sobre el cuarto y mire a su alrededor, preguntándome por qué las cosas
parecían tan tensas entre ellos. Edward suspiró exasperado después de un momento y se volvió,
alejándose.

“Rompiballe*”, musitó el doctor Cullen, sacudiendo la cabeza.

“He oído esa mierda, pendejo”, gritó Edward desde el vestíbulo.

La puerta principal se abrió después de un momento e inmediatamente oí múltiples voces. El doctor


Cullen se dio la vuelta hacia el vestíbulo, sonriendo. Alice y Rosalie aparecieron después de un
segundo y saludaron al doctor Cullen, y en cuestión de momentos Jasper y Emmett entraron.

“Maldita sea, ¿quién demonios eres tú y qué pasó con Izzy Bizzy?” Dijo Emmett, mirándome y
sonriendo ampliamente. Le miré con confusión, preguntándome qué quería decir con eso, y él se echó
a reír. ”Te ves hermosa hermanita, realmente hermosa”.

Le sonreí y me sonrojé, lo que hizo reír a Emmett aún más. Había empezado a llamarme hermanita
con frecuencia en las últimas semanas, las primeras veces me sorprendió. Era tan extraño ser visto por
alguien casi como de la familia, parte de mí sentía como si estuviera traicionando a mi madre por ser
realmente feliz. Ella era mi única familia verdadera y no tenía a nadie ahora.

“No sé de qué demonios estás hablando” dijo Edward, entrando en la habitación y chocando
intencionalmente con Emmett. ”Mi chica siempre ha sido hermosa. Eso no es nada nuevo”.

Mi rubor se intensificó y él sonrió. Nuevamente llevaba una copa llena y se tomó la mitad de un trago.
“Lo que sea, ella se ve bien”, dijo Rosalie con fastidio.” ¿Podemos hacer esta mierda? Me gustaría
comer e ir al baile en algún momento esta noche.”

Edward se encogió de hombros. ”Por mí está bien. Estoy listo para terminar con esta mierda de una
vez“. Fruncí el ceño, mirando a Edward mientras él se empinaba su bebida, terminándosela
rápidamente. Se estremeció y se acercó dónde yo estaba, poniendo el vaso sobre la mesa. Me agarró la
mano, levantándome del sofá. “Vamos, tesoro”.

Entrelazó nuestros dedos y comenzó a guiarme a través de la habitación y se detuvo al lado de su


padre. Volvió la cabeza para mirarme con curiosidad. “¿Dónde está la cámara?” Preguntó.
“Eh, en el mueble” le dije, haciendo un gesto con la cabeza hacia el lugar donde estaban los DVD´s. Él
asintió con la cabeza.

“Coge la cámara de ella, también”, dijo, volviéndose para mirar a su padre. El doctor Cullen asintió y
Edward comenzó a tirar de mí hacia la puerta una vez más. Salimos y seguimos a los demás. Me
detuve justo frente a la casa y Edward vaciló antes de mascullar una maldición en voz baja y soltarme
la mano. Se acercó y abrió la puerta del coche deportivo, mirando el interior y sacando un recipiente
de plástico. Él sacó algo y lo observo con curiosidad mientras tiraba el recipiente de plástico en el
asiento trasero. Cerró la puerta del coche y echó a andar hacia mí, sosteniendo lo que parecían ser
pequeñas flores.

“Déjame ver tu mano, cariño”, dijo. Levanté mi mano y él lo deslizó a mi muñeca. Era bonito, unas
flores de un color blanco dorado. Miré a Alice y Rosalie y vi que tenían algo parecido en sus muñecas
y me di cuenta de que era algún tipo de tradición de baile o algo así.

“Gracias” dije en voz baja. Edward asintió con la cabeza.

“No hay de qué”, murmuró. El doctor Cullen nos instruyó para alinearnos y posar y Edward envolvió
sus brazos alrededor de mí, acercándome mucho a él. Olía increíble y aspiré profundamente,
conteniendo su rico aroma. Él inclinó la cabeza hacia abajo y me dio un suave beso en el hombro.

“Tu padre está mirando, ¿sabes?” Le dije en voz baja, sonrojándome. Él ya no se detenía de mostrar su
afecto frente a su padre, pero todavía se sentía extraño para mí, así que siempre trataba de
recordárselo. Aunque no le importaba, como de costumbre, simplemente se encogió de hombros.

“Tanto gentile e tanto onesta pare la donna mía,” murmuró en voz baja después de un momento,
recitando el verso de la poesía italiana de Dante, el mismo poema que había recitado cuando hicimos
el amor por primera vez. Piel de gallina apareció por toda mi piel expuesta y sonreí. A pesar de su
actitud, él todavía podía ser bastante encantador cuando quería serlo y me recordaba exactamente por
qué lo quería tanto.

El doctor Cullen sacó un montón de fotos con diferentes cámaras, tomando tantas fotos que ya todo el
mundo, aparte de Alice y yo, había empezado a gemir con irritación. Por último, declaró que había
terminado, a lo que Edward murmuró, "Gracias al Señor de mierda”, y todos partimos hacia nuestros
vehículos. Edward sacó un juego de llaves de su bolsillo y abrió la puerta del lado del pasajero en el
coche deportivo brillante, abriéndolo.

“¿Te gusta el coche?” Me preguntó. Le sonreí y asentí con la cabeza.

“Sí, es... lindo”, le dije.

“Sí. Es un Aston Martin Vanquish, un coche de puta madre. Siempre he querido uno, y me tú me diste
una excusa para tomar prestado uno. Me siento como el puñetero James Bond conduciendo este hijo
de puta”, dijo.

“¿James Bond?” Pregunté, sin saber quién era. Me miró con sorpresa.

“Sí, ya sabes, ¿007? ¿El espía agente secreto?” Dijo. Yo negué con la cabeza vacilante y suspiró. ”No
importa, es solo una película. El conducía uno de estos.”

Asentí con la cabeza. “Lo siento,” murmuré, sintiéndome estúpida por no saber. Él se encogió de
hombros.

“Dije que no importa”, dijo, haciendo un gesto hacia la puerta abierta del coche. Le di una pequeña
sonrisa y me metí dentro, poniéndome el cinturón de seguridad mientras cerraba la puerta. Dio la
vuelta hacia el otro lado y se subió, arrancando el coche.

El trayecto a Port Ángeles fue tranquilo aunque mis nervios estaban desbocados. Después de unos
treinta minutos no pude seguir más en silencio y traté de conversar, con la esperanza de sacarlo de
cualquier bajón en el que se encontrara. “Es un coche muy bonito”, le dije, pensando que era un buen
tema para empezar ya que dijo que le gustaba mucho. “¿No puedes conseguir uno de estos en lugar del
tuyo?”

Él se rió, el sonido no del todo feliz o alegre. Había un tono burlón que me dolió un poco. “No,
Isabella, no puedo. Esto cuesta como seis veces más que mi Volvo, no hay manera de que mi padre
gaste más de un cuarto de millón de dólares por un coche. Lo único en lo que gastaría tanto es en una
casa”, dijo. Hizo una pausa, moviendo la cabeza. “O en ti, supongo. Gastó más en ti.”

Sus palabras me golpearon duro, y me di cuenta que no lo decía con intención de ofenderme pero no
por ello dolía menos. “Y sí, creo que se trata de un" bonito "coche, si se puede llamar a un coche así”,
dijo en tono de broma, riéndose entre dientes. “Joder, por lo menos no solo dijiste que era plateado.”

Aparté la mirada de él y miré por la ventana, mordiéndome el labio inferior con nerviosismo. No
hablé el resto del camino, por temor a avergonzarme. Era ridículo, porque no debería tener que
frenarme con Edward. Era amable y paciente y comprensivo y cariñoso, no me juzgaba o se burlaba de
mí. Pero a pesar del hecho de que yo seguía creyendo en su amor, lo demás se sentía incompleto por el
momento.

Llegamos al restaurante y Edward estacionó en la parte trasera, lejos de todos los demás. Aparcó el
coche de lado, ocupando más de un lugar para que nadie pudiera aparcar cerca de él, y salió. Dio la
vuelta y me abrió la puerta, sosteniendo su mano hacia mí. La tomé y entrelazó nuestros dedos,
cerrando la puerta del coche. Me condujo al interior, donde sus hermanos y sus novias ya estaban
esperando, y nos llevaron a una mesa en la parte trasera.

Edward sacó una silla y asintió con la cabeza hacia ella, haciendo un gesto para que me sentara. Hice
lo que me pidió y él empujó mi silla hacia adelante, sentándose a mi lado.

Pedimos nuestra comida y bebidas, las que llegaron en seguida. Edward metió la mano en su bolsillo y
sacó un pequeño recipiente de metal, abriéndolo y vertiendo un poco de lo que había dentro en su
refresco. Todos estábamos charlando tranquilamente mientras comíamos, la felicidad y emoción por
suerte ahogaban la actitud de Edward en su mayor parte. Aunque de vez en cuando decía algo que me
molestaba, pero alguien hacía otro comentario para aligerar las cosas de nuevo. No me gustaba este
lado de Edward y era una parte de él de la que no conocía muy bien. Me pregunté si era la forma en
que solía ser, si era la actitud que siempre había tenido antes de que yo llegara, de la que había oído
hablar a la gente.
En un momento la camarera se acercó para asegurarse de que todos teníamos todo lo que
necesitábamos y era muy evidente el coqueteo con Edward. Él la ignoró, como solía hacer cuando las
chicas querían coquetear con él, y cuando ella se alejó, Rose gimió en voz alta.

“Odio a las busconas”, dijo ella, sacudiendo la cabeza. ”Puede ver claramente a tu novia sentada a tu
lado. ¿Tiene un poco de maldita dignidad?”

Sonreí ligeramente y Edward se rió. “Perras, No puedo evitarlo, Rose. Quiero decir, ¿puedes culparla?
Mírame,” dijo Edward, encogiéndose de hombros. Alice suspiró ruidosamente y Rosalie volvió a
gemir.

“¿Qué diablos te pasa?” Replicó Rosalie, molesta.

Edward frunció el ceño. “¿De qué estás hablando?” Preguntó, irritado.

“Tu actitud, eso es. Es una lástima, casi me empezaste a agradar por un tiempo” dijo. Los ojos de
Edward se entrecerraron.

“Sí, bueno, tú nunca me gustaste ni una mierda”, espetó Edward, su temperamento enardeciéndose.
Me tensé un poco por la hostilidad y miré alrededor de la mesa, todos los demás viéndose igual de
infelices e incómodos.

“Eres un puto gilipollas Cullen”, dijo Rosalie, sacudiendo la cabeza.

“Eso es lo que dice la perra más grande que he conocido, y he conocido a algunas grandes putas
perras”, espetó Edward de vuelta. Los ojos de Rosalie se estrecharon, su propia ira enardeciéndose.
Emmett golpeó la mesa con fuerza, haciéndome saltar.

“¡Basta, ustedes dos!” Dijo seriamente. “Rose, nena, tú sabes mejor que nadie que no hay que empezar
a discutir en público con él. Y Edward, no sé qué diablos es tu problema, pero tienes que averiguarlo y
resolverlo porque te juro por Dios que estoy jodidamente cerca de darte golpearte en la maldita nariz y
noquear tu culo.“

Edward frunció el ceño, la ira todavía evidente en su rostro mientras miraba furioso a su hermano.
“¿Qué demonios he hecho?” Preguntó. Emmett sacudió la cabeza.

“¿En serio no te das cuenta de lo que haces? Estás empezando a actuar cada vez más como el de antes,
ese pendejo que eras antes de que Isabella llegara, y ese es un cabrón que no tengo ningún deseo de ver
de nuevo”, dijo Emmett.

Los ojos de Edward se entrecerraron. “No lo soy”, espetó.

“Sí, lo eres”, espetó Emmett de nuevo. “Y te lo estoy diciendo en este maldito momento, hermanito, si
no resuelves esa mierda voy a joderte. Si le haces daño, haré que lo lamentes. Ella se merece algo
mejor que esta mierda, ella merece algo mejor que la forma en que la estás tratando últimamente.”

Me senté en silencio, mirando con recelo como Edward con el ceño fruncido miraba a su hermano con
confusión. La tensión en la mesa era densa y empecé a sentir un poco de pánico, sintiendo náuseas y
no muy cómoda. “Yo, eh... necesito ir al baño”, murmuré, poniéndome de pie rápidamente y mirando
a mi alrededor. Alice se puso de pie rápidamente, diciendo que iría conmigo y le di las gracias. Nos
alejamos de la mesa antes que alguien pudiera hacer algún comentario y Alice me mostró dónde
estaba el baño, diciéndome que me esperaría fuera. Le di las gracias de nuevo y entré, dando un
suspiro de alivio una vez que estuve sola detrás de la puerta cerrada.

Me quedé dentro durante unos minutos, solo para calmarme. No quería que Alice empezara a
preocuparse por mí así que después de un rato abrí la puerta y volví a salir del cuarto de baño, pero me
congelé cuando en vez de Alice me encontré cara a cara con Edward. Tenía el ceño fruncido, luciendo
arrepentido.

“¿Podemos hablar, tesoro?” Preguntó en voz baja. Asentí con la cabeza tímidamente y me tendió la
mano. La tomé con cuidado y empezó a guiarme hacia la salida. Eché un vistazo a nuestra mesa
rápidamente y vi que los otros cuatro estaban charlando. Llamé la atención de Jasper y él sonrió con
tristeza, dándome un pequeño saludo. Se lo devolví y me di la vuelta, dirigiéndome fuera con Edward.

Caminamos y nos metimos en el coche, Edward puso la llave en el contacto, pero no lo puso en
marcha. ”No me había dado cuenta que estaba siendo un pendejo contigo”, dijo en voz baja después de
un momento de silencio.

“Está bien”, le dije. Él negó con la cabeza.

“No, no lo está. Quiero decir, esa mierda no ha sido a propósito, pero aun así, no debo actuar de esa
forma contigo. Emmett tiene razón, te mereces algo mejor que mi actitud. Tengo un montón de mierda
en mi mente y estoy estresado pero nada es por tu culpa”, dijo.

“¿Quieres hablar de ello?” Le pregunté. Me miró. “Todo lo que te molesta, ¿quieres hablar de eso?”

Suspiró y trató de pasarse la mano por el pelo, gimiendo cuando no tuvo éxito. “En realidad no, y eso
probablemente me hace el pendejo más grande. Pero yo solo...“ Comenzó, haciendo una pausa.
“¿Podemos empezar esta mierda otra vez? Es la fiesta de graduación, se supone que debo tratarte
como a una princesa y no he sido más que un culo contigo. Por fin tienes la oportunidad de
experimentar una mierda adolescente normal y la estoy jodiendo para ti. Quiero decir, Cristo, Bella.
Te ves jodidamente hermosa. Debería estar arrastrándome a tus pies, dándote las gracias por darme
siquiera mirarme después de la mierda que has tenido que pasar. No deberías amarme, con toda
franqueza, pero lo haces y no sabes lo jodidamente agradecido que estoy por eso, lo mucho que
aprecio tenerte en mi vida. Y sé que no siempre actúo así, pero siempre me siento de esa manera.”

Le miré con sorpresa. “Me alegro de tenerte en mi vida también”, le dije. Él me dio una suave sonrisa.

“Excelente”, dijo, titubeó pero extendió su mano y pasó su dedo índice sobre mis labios.

Se inclinó después de un segundo y me besó con suavidad, con dulzura, con su lengua encontrándose
con la mía. Se retiró después de un momento y nos sentamos en el coche durante un rato, hablando de
cosas. Él estaba continuamente pidiendo disculpas por cómo había estado actuando, y yo todavía no
estaba segura de por qué, pero me sentí agradecida de que por lo menos se había dado cuenta. La
oscuridad cayó sobre nosotros y echó un vistazo a su reloj después de un rato, entrecerrando los ojos
en la oscuridad para leerlo.
“¿Estás lista para ir a este baile?” Preguntó. Suspiré y asentí con vacilación.

“Claro”, murmuré, tratando de verme valiente, a pesar de que mi ansiedad iba en aumento ahora que el
momento se acercaba. Edward puso en marcha el coche y me puse el cinturón de seguridad.

“Y lo siento por las Nike”, dijo después de un momento cuando empezó a alejarse del restaurante. Mi
ceño se frunció.

“¿Qué pasa con ellas?” Le pregunté con confusión, sin saber por qué se disculpaba conmigo.

Él suspiró. “Alice me regañó por ir al baile con unas Nike, dijo que era de mal gusto y que daba la
impresión de que no me importaba el baile. Pero realmente, estoy contento de ir contigo y toda esa
mierda, pero yo realmente amo mis jodidas Nike.”

Sonreí. “A mí también me gustan las Nike”, le dije, encogiéndome de hombros. Él me miró y sonrió,
la primera sonrisa genuina de verdad que le había visto en toda la noche, y se acercó. Puso su mano
con el yeso en mi pierna, frotando suavemente con sus dedos libres.

Después de eso el viaje hacia Forks fue relajado, pero cuando él se detuvo en la escuela, mis nervios
habían vuelto con toda su fuerza. Había coches por todas partes, el lugar estaba lleno. Edward
estacionó el coche en la parte trasera, lejos de todos los demás, y me ayudó a salir. Me agarró la mano
y entrelazó nuestros dedos, apretando suavemente. “Relájate amore. Estás conmigo”, dijo sonriendo.
Sonreí en respuesta, asintiendo con la cabeza, sus palabras me tranquilizaron un poco, pero no del todo
como para acallar mis nervios.

Nos dirigimos hacia la entrada y Edward metió la mano en su bolsillo y sacó lo que supongo eran
nuestras entradas. Entramos y me congelé, mis pasos vacilaron cuando vi que todo estaba decorado en
tonos dorados, luces brillantes y guirnaldas en todas partes. Miré a mí alrededor, casi aturdida,
completamente hipnotizada. Oí la voz de Edward, pero no registré, por un momento, que él me estaba
llamando. Miré en su dirección y vi que me observaba con cautela, con una pequeña sonrisa en sus
labios. “Es tan bonito”, susurré.

Él se rio entre dientes. “Ven, vamos a tomarnos la foto”, dijo. Mis ojos se abrieron con sorpresa.

“¿Más fotos?”, le pregunté. Él sonrió y asintió con la cabeza.

“Sí, todavía tenemos que tomar la foto real, la oficial”, dijo.

“Oh”, murmuré. Él tiró de mi mano y yo lo seguí, aferrándome a él con fuerza. Nos llevó a través de la
multitud. Podía sentir los ojos en mí, el pelo de la nuca se me erizó cuando la gente nos miraba, pero
traté de ignorarlo y centrarme en Edward. La gente lo recibió como lo hicieron las otras veces que lo
había visto en una multitud, casi como si tuviera algún tipo de estatus de celebridad. Me recordó a las
palabras de Rose sobre cómo la gente veía a Edward, cómo todos ellos bien quería estar con él o ser él,
y pude verlo al observar la forma en que interactuaban con él.

Llegamos donde estaba el fotógrafo y esperamos en la corta fila, que avanzaba rápidamente. Me llevó
al escenario y el fotógrafo comenzó a cuidar que todo estuviera perfecto, tratando de posicionarnos
correctamente. Empezó a molestar a Edward después de un momento y gruñó. “Solo toma la puta foto,
hombre”. Los ojos del fotógrafo se abrieron con sorpresa y tomó la fotografía rápidamente sin decir
palabra. Miré a Edward y se rió entre dientes. Me agarró la mano y me apartó, sonriendo. “Vamos a
bailar, nena.”

Mi corazón empezó a golpear salvajemente ante la mención del baile. “Yo...” comencé a decir, con un
poco de pánico y mirando a mi alrededor a la gente en la pista de baile. Había un poco de música rap y
otra que no reconocí y vi a la gente frotándose unos contra los otros y esas cosas. No tenía ni idea de
lo que se suponía que debía hacer.

“Relájate, es fácil. Si estas perras lerdas de por aquí tienen suficientes células cerebrales para hacerlo,
serás una campeona en esta mierda. Con tu coordinación de mierda y todo”, dijo en tono de broma.
Sonreí ligeramente y me puso delante de él, con las manos en las caderas, dirigiéndome hacia la pista
de baile. Se paró en el borde y la canción se detuvo y comenzó otra. “Joder, sí, ¿ves? El momento
perfecto. Es mi canción para ti”.

Mi ceño se frunció y me atrajo hacia él con fuerza, puso sus manos en mis caderas. Comenzó a
balancearnos al compás de la música, agachando su cabeza con sus labios justo en mi oído. Comenzó a
cantar suavemente la canción en mi oído, el sonido de su voz y la sensación de su cuerpo me relajaron,
me puso la piel de gallina y un hormigueo atravesó mi cuerpo. Después de un momento cantó una
línea: 'Todo lo que necesito en esta vida de pecado, soy yo y mi novia´ y finalmente la reconocí como
la canción que Edward tenía en su teléfono para que sonara con cuando yo lo llamara.

Edward movió mis caderas al ritmo de la canción, sujetándome y guiándome hasta que empecé a
seguir su cadencia. Fui capaz de mantener el ritmo y entonces me soltó un poco. “Ves, tesoro, te lo
dije. Un puñetero pan comido.”

Le sonreí, ruborizándome. Aún podía sentir los ojos mirándonos pero el calor de Edward detrás de mí
me hizo sentir segura, su presencia me decía que todo iba a estar bien. Bailamos un par de canciones
más antes de que me preguntara si quería un poco de ponche. Asentí con la cabeza, me agarró de la
mano, alejándome de la pista de baile y hacia una mesa de alimentos y bebidas. Cogió dos vasos de
plástico pequeños y sirvió ponche en ellos, mirando a su alrededor brevemente antes de buscar en su
bolsillo para coger su pequeño recipiente de metal. Lo abrió y vertió un poco en la primera copa y
vaciló un instante antes de verter un poco en la otra. La cerró y se lo guardó en el bolsillo, agarrando
los vasos y entregándome uno a mí. Lo mire con recelo y se rió. “No es un baile sin Grey Goose. Estoy
bastante seguro de que te lo he dicho antes, todo es mejor con un poco de vodka.”

Sonreí y atraje la copa a la nariz, olfateando brevemente antes de tomar un sorbo. No estaba muy
fuerte y apenas pude notar el alcohol. Me encogí de hombros y lo bebí de un trago, lo que hizo reír a
Edward. “Esa es mi chica”, dijo, levantando su vaso y tomándoselo de un trago también. Los volvió a
llenar y bebí otro vaso de ponche con vodka, y por un segundo, cuando terminé, pude sentir el
hormigueo y el calor extendiéndose por todo mi cuerpo, relajando cada centímetro de mí.

Edward volvió a llenar nuestras copas una vez más y me llevó por ahí, mezclándonos con la gente. Vi
algunas chicas que me miraban mal y deliberadamente trataron de coquetear con Edward delante de
mí, pero él no les hizo caso y las rechazó. Siempre estuvo pegado a mí en todo momento y me
presentó a los extraños como su novia, y un par de veces se refirió a mí como el amor de su vida. Fue
impresionante escucharlo, el sonido iba directamente a mi corazón que latía frenéticamente y
encendía un fuego en mi interior. Rosalie tenía razón. Esto era diferente. Él se estaba presentando esta
noche realmente, ante todo el mundo, como un hombre que ama a su mujer.

Estábamos de pie a un lado y Edward estaba hablando con uno de sus compañeros del equipo de fútbol
sobre su muñeca y el campo de fútbol cuando vi a Jacob Black por el rabillo del ojo. Volví la cabeza y
se quedó inmóvil, con los ojos en shock cuando vi que la chica de pelo rojo que se aferraba a su brazo
era Tanya. Miró alrededor de la habitación brevemente, sus ojos cayendo sobre mí. Me miró por un
momento y volví la cabeza, mirando hacia atrás a Edward. No estaba segura de cómo iba a tomar la
presencia de Jacob, en especial que estuviera con una de las chicas con las que él había intimado.

Bailamos un poco más y estuvimos charlando con Ben cuando todo el ponche que bebí hizo efecto en
mí. Le dije a Edward que iba al baño y asintió con la cabeza, diciéndome que me diera prisa en volver.
Yo le dije que lo haría y me acercó, para besar mis labios rápidamente. Me dirigí hacia los baños,
sintiéndose un poco incómoda porque Edward había estado a mi lado toda la noche, pero no era como
si pudiera venir al baño conmigo. Era ridículo de todos modos, no tenía por qué estar cuidándome
siempre. Ahora ya estaba acostumbrada a salir en público, a estar rodeada de gente. Podía manejarlo.

Utilicé el baño y estaba lavándome las manos cuando escuché la puerta abrirse y cerrarse detrás de mí,
y unas voces femeninas llegaron hasta mí. Levanté la vista y sentí la tensión de inmediato,
reconociendo a Tanya y a esa chica Lauren a la que le había dicho algunas cosas malas en la fiesta.
Aparté la vista de ellas rápidamente, mirando hacia abajo en el lavabo y enfocando la atención en mis
manos. Estaban empezando a temblar, mi corazón latía furiosamente en el pecho. No había forma de
que pudiera salir caminado sin pasar cerca de ellas, ya que estaban junto a la puerta charlando. Podía
sentir sus ojos en mí y pude sentir su hostilidad, la tensión crecía en el baño con su presencia. Sentía
como si fueran perros rabiosos, capaces de sentir mi miedo y estaban a la espera de atacarme,
burlándose de mí.

Me di cuenta de que no estaban pensando en irse o en moverse de allí, y después de un momento que
escuché que una de ellas dijo 'Edward Cullen', me di cuenta de que lo estaban haciendo a propósito y
no había nada que pudiera hacer para detenerlo, y cuanto más tiempo permanecía allí, más evidente
iba a ser mi miedo para ellas. Me habían maltratado y torturado hombres adultos; así que niñas
adolescentes no deberían asustarme. No era como si realmente pudieran hacerme daño, teniendo en
cuenta que estábamos en público. Tenía solo que entenderlo y mostrar valentía.

“Yo no sé lo que le pasa, tiene que haber algún tipo de apuesta o algo así, no hay forma de que salga
con esa basura por voluntad propia”, dijo una de las chicas, Lauren por lo que pude deducir. Las
palabras dolieron, mis inseguridades intensificándose. Me tragué el nudo en la garganta y cerré el
agua, agarrando una toalla de papel.

“Puedo decir exactamente lo que le pasa. Tiene una puta al alcance de su mano, ¿qué adolescente no
mataría por eso? Eso es todo lo que es, una conveniencia “, se burló Tanya. Me sequé las manos,
mordiéndome el labio inferior nerviosamente, respirando profundamente y tratando de hacer
desaparecer las náuseas que sentía.

“Pero aun así, es sencillamente asqueroso. Joder, ella ni siquiera es linda”, replicó Lauren. Tiré la
toalla de papel y me di la vuelta, dando unos pasos en su dirección.

“Disculpen”, murmuré, rogando en silencio que se apartaran de mi camino y me dejaran pasar sin
ningún problema, pero cuando ninguna de ellas se movió un centímetro me di cuenta de mis ruegos
eran inútiles. “Me gustaría irme”.

Tanya se rió cruelmente. “Nos gustaría que te fueras también.”

Mi ceño se frunció y la miré. Lauren se rió, era un sonido chillón. “Sí, que te vayas de la ciudad y
dejes a Edward en paz. Tú no tienes nada que sea lo suficientemente bueno para él “.

Suspiré. “Yo...” comencé, sin saber qué decir. Miré y vi que ellas tenían una sonrisa en sus labios,
obviamente disfrutando de mi malestar. Mis ojos se posaron en Tanya y en ese momento algo pareció
hacer clic. La forma en que me miraba, la forma en que estaba sonriendo y burlándose, obteniendo
placer de mi disgusto... me recordó a Jane. Me recordó a todas esas veces que me pateaba una y otra
vez y me dolía y se burlaba de mí y no hubo nada que pudiera hacer al respecto. Tuve que quedarme
allí recibiéndolo todo, soportándolo. Pero ahora... no tenía por qué soportar nada.

“Dije disculpen”, dije con firmeza, dando otro paso hacia adelante. Tanya no se movió de mi camino y
me encontré frente a ella, mi hombro golpeándola y empujándola fuera del camino. Me acerqué y cogí
la puerta, abriéndola para salir.

“Eres una perra”, dijo la voz de Tanya detrás de mí. Sentí que una mano agarraba mi hombro y me
alejé rápidamente, abriendo la puerta. Tanya salió del cuarto de baño detrás de mí y me di la vuelta, al
ver la ira en su rostro. Tenía la mano hecha un puño y mi corazón comenzó a latir furiosamente, sabía
que ella estaba a punto de pegarme. Tiró su brazo hacia atrás y me estremecí involuntariamente,
cerrando los ojos y poniendo mis manos en alto, esperando el impacto. Sentí unos brazos agarrándome
por detrás y apartándome, al principio me imaginé que sería Edward, pero después de un segundo algo
volvió a hacer clic en mi cerebro diciéndome que el olor no era el adecuado. No era soleado y dulce
como la miel. Era almizclado, como el pino y los árboles y la naturaleza. Abrí los ojos rápidamente,
tensándome con sorpresa cuando me di cuenta de que era Jacob Black.

Agarró el brazo de Tanya, deteniéndola. “Whoa, Laila Ali, pon atención con dónde pones esa cosa”,
dijo Jacob, apretándole la mano. Ella se apartó de Jacob, entrecerrando los ojos.

“¿Cómo demonios me has llamado?” Dijo ella. Jacob suspiró, sacudiendo la cabeza.

“Laila Ali,” repitió Jacob.

“¿Qué diablos es eso?” Preguntó con enojo. Jacob gruñó con irritación.

“Es una mujer boxeadora” dije en voz baja. ”La hija de Muhammad Ali.” Tanya me miró.

“¿Por qué estás hablándome?” Me espetó, dando un paso hacia mí. “Nadie te hizo una jodida
pregunta.”

“Ey basta,” dijo Jacob, tratando de ponerse entre nosotras, pero no fue lo suficientemente rápido en
ese momento.

Ella alargó la mano y trató de golpearme, pero yo moví mi cabeza hacia atrás rápidamente. Su mano
golpeó mi collar, agarrándolo y tirando de él. Sus uñas se hundieron en mi carne e hice una mueca
mientras me lo arrancaba. Ella lo tiró al suelo y Jacob se agachó para cogerlo, pero se detuvo de
repente por una figura de color rojo que apareció de la nada entre ellos. Parpadeé por la confusión y
me di cuenta de que era Rosalie que había empujado a Tanya hacia atrás.

“¿Estás bien, gatita?” Dijo Emmett detrás de mí. Di un salto, sobresaltada por su presencia, y volví mi
cabeza para mirarlo. Asentí.

“Sí, estoy bien”, dije frotando mi cuello.

“Bien”, dijo él, dándome una pequeña sonrisa. Miró a Jacob y asintió con la cabeza. ”Gracias por
ayudar a Izzy Bizzy, hombre.”

“Sí,” masculló Jacob. ”Siempre que lo necesite”.

Rosalie estaba despotricando contra Tanya mientras la tenía arrinconada y presionada contra la pared.
Emmett caminó hacia ella y envolvió sus brazos a su alrededor, diciéndole que se calmara y la dejara
ir. Rosalie bufó y se dejó que Emmett la apartara, fulminando a Tanya con la mirada. Tanya se volvió
para alejarse, murmurando un 'vete a la mierda' debajo de su aliento, y Rosalie se echó a reír con
sequedad.

“No, tú vete a la mierda. ¡Y te quedas allí de una puta vez, nadie jode con mi familia! ¡Te voy a matar
perra!”

Rosalie escupió. Mis ojos se ensancharon por la sorpresa y Emmett comenzó a reír. Rosalie me echó
un vistazo rápido, antes de girar y alejarse furiosa. Yo estaba ahí, aturdida, y Emmett me dio un ligero
codazo y la siguió, para a ponerse a su lado.

Jacob se agachó y agarró mi collar que estaba tirado en el suelo, tocándolo. “Lo rompió,” masculló,
ofreciéndomelo. Lo cogí con cuidado.

“Lo imaginaba” Mascullé. “Gracias.”

Él asintió con la cabeza. “¿Así que, ellos te consideran como familia?” Preguntó, con curiosidad en su
voz. Suspiré, encogiéndome de hombros.

“Supongo. Emmett lo hace. Él dice que soy su hermana menor “, dije. Jacob asintió con la cabeza,
echándome un vistazo.

“¿Qué edad tienes, Isabella Swan?” Preguntó.

“Dieciocho” dije.

“¿Qué edad tienes en serio?” Preguntó él, en voz más baja que antes. Yo solo lo miré fijamente.

“¿A qué te refieres?” Pregunté con vacilación, mi corazón volvía a acelerarse. Me estaba dando esa
sensación que ya había tenido antes, cuando me había cruzado con Jacob en la tienda de comestibles.

“Lo que quiero decir es, he conocido a los Cullen durante un largo tiempo. Solíamos ser bastante
cercanos, ya sabes, pasábamos gran cantidad de tiempo juntos. Y a veces cuando pasas mucho tiempo
con la gente, aprendes cosas acerca de ellos. Yo no soy nadie, ya estoy fuera, pero eso no quiere decir
que no lo sepa”, dijo él, su voz completamente seria. Sentí la implicación que le había dado a sus
palabras.

“No sé de qué estás hablando acerca de ellos” le dije. Él asintió con la cabeza.

“No soy idiota. Me gusta mi vida y no tengo ninguna intención de morir en cualquier momento pronto,
eso es seguro. Yo sé mantener mi boca cerrada y el doctor Cullen lo sabe también, y esa es la razón
por la que todavía estoy caminando por ahí”, dijo él. Mi ceño se frunció.

“¿El doctor Cullen sabe que tú sabes?” Pregunté con sorpresa. Él asintió con la cabeza.

“Sí que lo sabe. Y me alegro de que no estés haciéndote la ignorante conmigo. Mira, yo no te puedo
salvar o rescatar, solo soy un chico y tienes razón, no debo saber, ya sabes. Pero eso no significa que
no me sienta mal y pierda el sueño sabiendo que alguien como tú se encuentra atrapada en esta
situación sin manera de salir” dijo él.

Lo miré fijamente por un momento antes de echar un vistazo a mi alrededor, nerviosa acerca del
hecho de que estábamos hablando de esto en público donde la gente podría oír algo por casualidad.
“Ellos son agradables conmigo” le dije rápidamente. Él asintió con la cabeza.

“Estoy seguro de que lo son, pero eso no lo convierte en algo bueno. Y hace que me sienta enfermo
por lo que Edward está haciendo, tomar ventaja sobre ti por esto” dijo con disgusto, negando con la
cabeza. Mis ojos se estrecharon.

“Edward me ama”, dije, irritada de que él estuviera insinuando lo contrario. Él negó con la cabeza.

“Verás con el tiempo, por duro que sea, que él no ama a otra persona más que a sí mismo” dijo. “Es un
cabrón, Isabella. Es egoísta”.

Negué con la cabeza. “Yo lo amo”, dije, cada vez más enojada.

“Déjame ver si lo adivino ¿él es el primero que te trata de esa manera? ¿Te sonríe y te susurra
palabras dulces al oído? ¿Te habla en italiano para hacerte desfallecer? Sí, él ha hecho esa mierda con
casi cada chica en esta sala en algún momento. Eso es lo que es. Es un mujeriego. Puedes pensar que
te ama pero apenas lo conoces”, dijo Jacob. Lo fulminé con la mirada, mi temperamento
intensificándose.

“Lo amo, y él me ama, y nada de lo que digas va a cambiar lo que pienso, Jacob Black”, espeté. Él
parecía sorprendido por la pasión en mi voz y asintió con la cabeza después de un segundo.

“Bien” dijo encogiéndose de hombros. ”Pero de todas formas, como dije antes, eso no significa que no
podamos ser amigos. Puedes hablar conmigo, ya sabes. Si alguna vez necesitas a alguien para hablar
acerca de lo que quieras, yo estaré por aquí.”

“¿Por qué?” Le pregunté. “¿Por qué te importa tanto?”

Él se encogió de hombros. ”Porque a alguien le tiene que importar”, me dijo.

Abrí la boca para decirle que había gente a la que le importaba, que a Edward le importaba, pero antes
de que pudiera decir cualquier cosa, otra voz sonó detrás de nosotros.
“¿Qué mierda pasa aquí?” Dijo Edward. Me di la vuelta rápidamente, mis ojos se agrandaron, en
shock, y oí un suspiro de Jacob. Edward estaba fulminándolo con la mirada y se acercó a mí,
envolviendo su brazo alrededor de mi cintura.” ¿Déjala en paz de un puta vez, me oyes?”

Suspiré mientras Jacob negaba con la cabeza. “Me estaba ayudando, Edward.”, dije, no quería que se
hiciera una idea equivocada y repitiera el incidente como cuando ese muchacho, Michael Newton, me
ayudó y Edward lo golpeó.

“¿A qué te refieres con que te estaba ayudando?” Preguntó. Me encogí de hombros, pues no quería a
entrar en detalles.

“Algunas de tus puttanas*, o como demonios las llames, la estaban acorralando. Una de ellas intentó
golpearla. Hice lo que cualquier hombre haría”, dijo él encogiéndose de hombros. ”Bueno, en realidad,
eso no es cierto. Supongo que la mayoría no harían nada y se quedarían viendo como dos chicas sexys
se dan con todo. Pero no quería que Tanya consiguiera que le patearan el culo en el baile de
graduación. Todavía tengo la esperanza de un poco de acción esta noche.”

Edward lo fulminó con la mirada por un momento antes de darse la vuelta para fijarse en mí. “Joder,
¿Tanya trató golpearte? ¿Otra vez?” Jacob se burló.

“¿Así que esta no es la primera vez que pasa?” Murmuró él.

“Cierra la puta boca y ocúpate de tus malditos asuntos antes de que lo haga yo por ti” espetó Edward.
Mi oído latía con fuerza, su ira me asustaba.

“Eh, sí, pero ella no lo hizo. Aunque ha roto mi collar”, dije, levantándolo en el aire. Él lo cogió, lo
miró y maldijo bajo su aliento, guardándolo en el bolsillo. Alguien dijo por el altavoz algo acerca de
una cierta clase de realeza y Edward suspiró.

“Ven conmigo, Bella” dijo él, empezando a tirar de mí lejos. Yo di una última mirada a Jacob antes de
dar vuelta para seguir a Edward.

“Toc toc” dijo detrás de mí. Suspire, sintiéndome ligeramente culpable por limitarme a dejar que
Edward me alejara después de lo que Jacob había hecho por mí, y me volví para mirarlo una vez más.

“¿Quién está ahí?”, le pregunté, haciendo una pausa. Edward dejó de moverse y miró a Jacob,
obviamente sin divertirse.

“Tank”, dijo Jacob, sonriendo.

“¿Tank quién?” Le pregunté, dándome cuenta en el momento en que las palabras salieron de mis
labios, lo que significaba. Me reí. (N.T. ¿Tank quién? O ¿Thank who? Como sería en inglés, se
escucha igual que ‘Thank you’ o ‘Gracias’) “De nada, Isabella”

Edward gimió, sacudiendo la cabeza. “Siempre tan jodidamente inmaduro”, murmuró, tirando de mi
brazo de nuevo para caminar. Le di una pequeña sonrisa a Jacob y él me la devolvió, diciendo adiós
con su mano.

“El comal le dijo a la olla, Cullen”, gritó Jacob. Edward gruñó algo en italiano en voz baja, finocchio,
lo que sonó algo así como los dibujos animados de la marioneta Pinocho. Caminamos a través de la
multitud hacia el otro lado de la habitación y una señora se puso de pie sobre una plataforma en la que
estaba el tipo que tocaba la música, agarrando un micrófono. La música se había apagado y la señora
comenzó a hablar de la realeza de nuevo, y Edward se detuvo y me envolvió en sus brazos,
atrayéndome en un abrazo.

“¿Estás bien, tesoro?” Preguntó. “Siento que no haber estado allí. Te lo juro, no se saldrán con la suya
con esta mierda.”

Suspiré, apretándolo y acurrucándome en su pecho. Me sentía cálida y segura en sus brazos,


respirando su aroma.

“Estoy bien, Edward. Y realmente no me gustaría que le hicieras daño” le dije. Exhaló ruidosamente.

“No le voy a poner un dedo encima, lo prometo”, dijo. Me di cuenta de que estaba eligiendo
cuidadosamente sus palabras y tenía la sensación de que ya se estaba fraguando algún tipo de
venganza, lo que me asustó un poco, pero no tenía la energía para tratar de convencerle de lo
contrario. Una vez que tomaba una decisión él se vengaría de ellas de alguna manera, sin importar lo
que dijera.

Nos quedamos allí por un momento antes de que los nombres de Rosalie y Emmett se dieron a
conocer, la gente estaba animando. Mi frente se arrugó en confusión y miré en esa dirección, viendo
como subían al escenario. Emmett sonreía ampliamente y Rosalie tenía su usual expresión feroz en su
rostro.” ¿Ganaron algo?” Le pregunté. Edward asintió con la cabeza.

“El rey y la reina. Es solo un concurso de popularidad o lo que sea, de los que se ven mejor”, dijo.

“¿Y no ganaste?” Le pregunté, mirándolo. Él se echó a reír, sacudiendo la cabeza.

“Hay que ser del último año para ganar, así que el año que viene”, dijo, encogiéndose de hombros. Me
acurruqué de nuevo en su pecho, mirando al escenario, viendo como la señora daba a Emmett y Rose
coronas. Emmett tomó el micrófono de la señora y Edward comenzó a reírse. ”Esto va a ser bueno”

“Wow, no sé ni por dónde empezar. Esto me gusta, realmente me gusta”, dijo simulando una voz
aguda. Edward se echó a reír de nuevo. “En primer lugar, tengo que agradecer a mi maestra de primer
grado en Chicago, ¿cuál era su nombre? ¿La Sra. Johnson? ¿Jacobs? ¿Jameson? ¿Prescott? Sí, eso era.
La señora Prescott. Hombre, yo estaba enamorado de ella. Incluso a los cinco años ya tenía un gusto
impresionante para las mujeres, con tan solo mirar a mi Rosie aquí. ¿No se dan cuenta? De todos
modos, tengo que dar las gracias a la señora Pentecostal porque ella me dijo que yo no ganaría nada
porque era un rajón y eso duele hombre. ¿Quién le dice a un niño de cinco años que nunca va a ganar
nada porque se chupa el dedo? Supongo que se lo estoy demostrando. Así que toma esa señora Presley,
¿quién chupa ahora? Ahora que pienso en ella, ella tenía grandes labios. Apuesto a que ella sí que
chupaba, pervertida perr--”. Un chillido estridente sonó y me estremecí al oír el ruido mientras todo el
mundo se echó a reír en voz alta. Vi que Rosalie estaba sosteniendo el micrófono, sacudiendo la
cabeza. “Gracias” dijo ella con indiferencia.

“¡Ey, no había terminado!” Gritó Emmett. Rosalie lo miró, entrecerrando los ojos, y su sonrisa creció.
Ella sostuvo el micrófono y él trató de cogerlo, pero ella negó con la cabeza, golpeando su mano. Ella
lo sostuvo para que él pudiera hablar y se rió. “Gracias a todos, ¡y a la chupona de la señora Parker!”

Edward se rió de nuevo y me miró, sonriendo. “¿Cuál era el nombre de la maestra de primer grado de
Emmett?” Le pregunté por curiosidad.

“Eh, creo que era la señora Campbell. Era una anciana de cabellos blancos” dijo, sin dejar de reír. Me
reí, dándome cuenta de que había inventado todo lo que había dicho en el escenario.

Un poco de música suave comenzó a sonar después de un segundo y la multitud se apartó un poco para
que Rosalie y Emmett pudieran tomar su lugar en el centro. La gente empezó a reunirse en parejas y
Edward puso sus manos en mis caderas, atrayéndome más cerca de él. Llevé mis manos hacia arriba y
las envolví alrededor de su cuello, mirándolo y sonriendo.

“Solicité esta canción”, dijo en voz baja. Mis ojos se abrieron con un poco de sorpresa.

“¿Sí?”, le pregunté. Él asintió con la cabeza.

“Más bien soborné al DJ con dinero contante y sonante para que encontrara a esa hija de puta y la
pusiera” dijo. “Ahí es donde estaba cuando tú estabas en el baño”. Él se lamió los labios y se inclinó a
besarme suavemente. Comenzó a balancearnos con la música suave y cuando las palabras
comenzaron, él cantó. Su voz era baja y suave, el placentero sonido envió un hormigueo a través de
mí. Me abrazó, besándome mientras cantaba dulcemente contra mis labios.

Me tomó un momento para registrar que estaba cantando en italiano, y que no tenía ni idea de lo que
estaba diciendo, pero sonaba dulce. Después de un momento una mujer se adelantó y comenzó a cantar
en inglés.

“There is no reason, there is no rhyme

It's crystal clear

I hear your voice

and all the darkness disappears

Every time I look into your eyes

You make me love you.”

(“No hay razón, no hay rima

Es claro como el cristal

Oigo tu voz

y toda la oscuridad desaparece.

Cada vez que te miro a los ojos


Haces que me enamore de ti.”)

Le sonreí suavemente, y sentí el amor hinchándose dentro de mí, la electricidad entre nosotros. Este
era mi Edward, mi novio dulce y protector que no tenía miedo de bajar la guardia y me dejaba entrar
en su interior, a esa parte que había estado distante en las últimas semanas.

“I belong to you, you belong to me

Forever

Want you

Baby I want you

And I thought that you should know

That I believe

And you're the wind that's underneath my wings

I belong to you, you belong to me.”

(“Te pertenezco y me perteneces

Para siempre

Te quiero

Nena, te quiero

Y creo que debes saberlo

Eso creo.

Eres el viento que hay bajo mis alas

Te pertenezco y me perteneces”).

Bailamos lentamente la canción, cada movimiento y palabra suave que salió de sus labios me
consumía. Estábamos en medio de una habitación llena de gente, pero en ese momento, no había nadie
más que nosotros. Él era todo lo que veía, lo único de lo que estaba consciente. Su rostro, su olor, su
calor, su amor. Era lo único que importaba.

Sentí que la emoción tomaba el control, las lágrimas amenazaban con desbordarse. La canción
terminó y él dejó de moverse, con sus manos en mis caderas, deteniéndome. Nos quedamos allí y nos
miramos el uno al otro, todo el mundo comenzó a bailar una canción de rap, pero nosotros parecíamos
casi ajenos a ella.

“¿Podemos...”comencé, haciendo una pausa porque no estaba segura de si debía decirlo o si era
estúpido, incluso si él querría porque no parecía querer últimamente. Pero en ese momento yo quería.
Yo quería estar con él, para sentirlo de nuevo.

No tuve que aclarar o incluso completar mi pensamiento, porque parecía estar pensando lo mismo que
yo. La comisura de sus labios se curvó y asintió con la cabeza, alejándose de mí. Quité mis manos
alrededor de su cuello y miró a su alrededor brevemente antes de encogerse de hombros.

“Yo iba a decir adiós, pero no veo a ninguno de esos hijos de puta”, dijo Edward, cogiendo mi mano.
Miré a mi alrededor también, sin ver a sus hermanos o Alice y Rosalie.

“No he visto a Alice y Jasper en toda la noche”, dije, dándome cuenta de que no había prestado
atención a nada. Edward asintió con la cabeza.

“Los vi por un momento, pero probablemente se colaron en un armario en alguna parte, follando como
conejos”, dijo. Mis ojos se abrieron por la sorpresa.

“¿Qué?” Le dije.” ¿Te refieres a, aquí?” Él se rio entre dientes.

“Sí, aquí. La mitad de las personas en esta sala han follado en algún lugar dentro de la escuela” dijo él,
encogiéndose de hombros como si no fuera gran cosa, pero fue sorprendente para mí. ¿La gente tenía
sexo en la escuela?

“¿Y tú?” Le pregunté. Él me miró, un poco sorprendido por mi pregunta.

“Sí” dijo. “Pero ninguna de ellas me importaba. Eran solo un polvo. ¿Pero tú? Tú me importas. Es por
eso que voy a llevarte a casa y prepararte y hacerlo como Dios manda. “

Las palabras enviaron un escalofrío por mi espalda y traté de detenerlo, pero fue inútil. Él se echó a
reír al ver mi reacción. ”Está bien” dije en voz baja, sonriendo tímidamente.

Me llevó a través de la multitud, diciéndole adiós a la gente tal y como los saludó. Nos dirigimos
afuera y caminábamos hacia el coche, paseando cogidos de la mano cuando escuché las familiares
voces una vez más. Edward se rio y me miró, notando a Jacob y Tanya de pie a unos metros de
distancia del coche que Edward había rentado. Estaban apoyados en el coche blanco de Tanya, el que
Edward había abollado ese día en la casa. Se besaban y me sonrojé cuando vi a Jacob agacharse y
agarrar el trasero de Tanya, apretándolo.

Ella se apartó de él y se echó a reír.

Debieron escucharnos porque nos miraron a Edward y a mí al mismo tiempo. Aparté la vista de ellos y
Edward se rió entre dientes, sacudiendo la cabeza. Se dirigió directamente hacia el coche hacia el lado
del pasajero, abriendo la puerta para mí.

“Debería haber sabido que esa mierda era tuya”, dijo Jacob. ”Qué imbécil. ¿Estás tratando de jugar a
James Bond?”

Edward no respondió y yo iba a entrar en el coche, pero Edward me agarró, tirando de mí hacia él.
Estrelló sus labios contra los míos, besándome con fervor. Por un momento estuve aturdida por la
intensidad, pero empecé a devolverle el beso, perdiendo el aliento. Se apartó después de un momento
y empecé a jadear, tratando de recobrar la compostura. Tanya estaba maldiciendo con fuerza,
gritándole a Jacob por no rentarle un buen coche. Edward sonrió, disfrutando del malestar de Jacob, y
cerró mi puerta. Dio la vuelta y abrió la puerta, deteniéndose brevemente.

“Que te diviertas con tu pequeña battona*, Jacob” dijo Edward.

“Vete a la mierda, tú te acostaste con ella, ¿qué dice eso de ti?” Espetó Jacob en respuesta. Edward se
encogió de hombros, mirando divertido.

“Todos cometemos errores, Jacob. He aprendido de los míos“, dijo simplemente. ”Parece que ella es
tu puttana* ahora, no la mía”. Se subió al coche y cerró la puerta, bloqueando el sonido de los gritos
de Tanya, ya que no estaba muy contenta con lo que Edward había dicho. Él se puso en marcha,
apretando el acelerador y girando los neumáticos. El coche voló hacia adelante rápidamente y salió a
toda velocidad, poniendo su mano en mi muslo. Estaba subiendo mi vestido en el proceso, yendo
directamente hacia mi centro.

“¿Qué estás haciendo?” Le pregunté con sorpresa. Él se echó a reír, sacudiendo la cabeza.

“Estoy haciéndote sentir bien, eso es lo que estoy haciendo. Ha pasado demasiado tiempo, no puedo
esperar” dijo, con la voz tensa. Mis ojos se abrieron.

“¿Aquí? ¿Ahora?” Le pregunté.

“Sí, aquí. Cristo, no te voy a follar aquí, solo tengo que tocarte. Quiero hacer que te corras “, dijo.

“Eh, pero...”comencé, jadeando cuando él deslizó su mano dentro de mi ropa interior. “Tu mano...
está... lastimada.”

Él suspiró y comenzó a frotar círculos alrededor de mi lugar, enviando chispas a través de mi cuerpo.

“Tengo unos dedos que funcionan perfectamente bien joder. Relájate, tesoro. Córrete por mí”.

Me estremecí mientras apretaba con más fuerza contra mí, frotando con mayor rapidez. Sentí la
tensión creciendo inmediatamente, llevando mi deseo fuera de control. Él volaba por las calles,
aceleraba y me tocaba frenéticamente, y una parte de mí estaba asustada y quería gritar para que fuera
más despacio antes de estrellarse, pero otra parte de mí estaba siendo consumida por la emoción. Se
trataba de un lado casi animal y yo gemía en voz alta, mi cuerpo temblaba. Empecé a tensarme y me
agarré a la puerta mientras el placer estalló en mí, un grito escapó de mi garganta mientras el orgasmo
me llegó. Oí a Edward gemir y continuó frotando, tratando de prestar atención a la carretera.

“Nena joder, no puedo esperar a estar dentro de ti” dijo él, su voz áspera envió otro escalofrío a través
de mí. Giró a la derecha en el camino de entrada y grité, temiendo que iba a estrellarse con un árbol o
algo así, pero mantuvo el control del coche y prácticamente me ignoró. Se detuvo delante de la casa, el
coche derrapando hasta detenerse bruscamente. Por fin quitó la mano y puso el coche en el garaje,
apagándolo.

“¿Alguna vez dije algo sobre hacer que te corrieras en el coche mientras conducía?” Dijo en broma.

Lo miré y me sonrojé, haciéndole reír.


“Sí creo que sí”, le dije. Nos sentamos en silencio por un momento antes de empezar a reír, bajando de
ese sentimiento extraño mezcla de mi orgasmo y adrenalina. Edward se rió conmigo brevemente antes
de salir, caminar hacia mí y ayudarme a salir del coche. Me llevó a la casa, abriendo la puerta
rápidamente y apretando botones en el teclado de la alarma. Antes de que pudiera hablar o hacer un
movimiento, él estaba sobre mí, acercándome a él y presionando sus labios contra los míos
apasionadamente. Gemí mientras mordisqueaba mi labio inferior, gimiendo. Me empujó hacia atrás,
hacia la escalera y casi me tropecé con ella cuando llegamos, pero agarró una parte de mí para
mantenerme erguida. Él rio y se apartó de mi boca, agarrando mi mano y conduciéndome escaleras
arriba.

Llegamos a la tercera planta rápidamente y abrió de golpe la puerta de su recamara, llevándome al


interior. Me reí por su entusiasmo y él cerró la puerta, sonriendo maliciosamente mientras se
acercaba. De una patada saqué mis zapatos, y retiré la flor de mi muñeca, la cual arrojé sobre el
escritorio de Edward. Él agarró una parte de mi vestido y comenzó a quitármelo al mismo tiempo.
Levanté los brazos y me lo sacó, mirando a su alrededor antes de simplemente tirarlo al suelo. Puso la
mano en mi espalda para deshacer mi sujetador y tardó un poco a causa de su yeso, pero finalmente lo
consiguió y lo dejó caer entre nosotros. Bajó la cabeza y se dirigió directamente hacia mis pechos.
Empezó a lamer y chupar mis pezones, mordisqueándolos ligeramente con los dientes. Gemí y
entrelacé los dedos en su pelo cuando el placer en los puntos sensibles rebotaba a través de mí.

“Te necesito” murmuró él, enderezándose de nuevo y yendo por mis labios. Empecé a juguetear con la
corbata, tratando de deshacerla. Me ayudó a desnudarlo, quitándoselo todo rápidamente, sin dudarlo.
Los dos estábamos desesperados por esto, nos necesitábamos tanto el uno al otro.

Él trató de alzarme, una vez que los dos estuvimos completamente desnudos, pero a causa de su brazo
no pudo agarrarme bien. Maldijo y decidió caminar hacia atrás, a la cama, besando y mordiendo mi
cuello. Me arrastré hasta el centro de la cama y él se cernió sobre mí, aplastando sus labios con los
míos con pasión. Su lengua corrió a través de mi labio inferior y los abrí para él. Profundizó el beso y
separó mis piernas, empujando mis rodillas hacia arriba. Sentí la punta de él frotar contra mí y gemí,
moviendo mis caderas. Él se rió entre dientes.

“¿Estás ansiosa, nena?” preguntó juguetonamente. Murmuré un "sí" estando de acuerdo, ni siquiera
me moleste en ser tímida al respecto. Él murmuró algo en respuesta, besándome otra vez y empujando
mis piernas para que se abrieran más y se posicionó. Metió su mano entre nosotros, cogiéndose con
ella, y sentí su punta contra mi centro de nuevo. Gemí de nuevo, pero antes de que el sonido pudiera
escapar de mí en su totalidad, él entró con un movimiento rápido. Grité mientras el placer me recorría,
la sensación de él llenándome era intensa. Era tan grande y yo apretaba con fuerza a su alrededor.

“Oh Dios”, murmuré sin aliento mientras él comenzó a empujar dentro y fuera de mí. Se sentía tan
bien, mejor de lo que recordaba. Edward estaba gimiendo y murmurando contra mi piel, su lengua y
sus labios acariciaron mi piel expuesta. Se me puso la piel de gallina y me aferré a él con fuerza,
arqueando mi espalda.

“Tan jodidamente bueno” dijo él, pasándome la lengua por la oreja y tomando el lóbulo entre sus
labios, succionando suavemente. Era sorprendente lo bien que se sentía, su aliento contra mi oído. “La
figa dolce e stretta*. Dios, tienes un dulce coño. Tan apretado, amore mío*.”

Estaba penetrándome hasta lo más profundo, sacándolo completamente antes de llenarme con un solo
movimiento rápido. Yo gemía y me retorcía, sintiendo la tensión del orgasmo. ”Oh, Edward,” jadeé,
pasando mis manos por su espalda y por su pelo. Estaba acumulando una ligera capa de resbaladizo
sudor por todo el cuerpo y apreté mis labios contra su cuello, saboreando el sabor salado.

Estaba teniendo problemas para no poner su peso sobre mí, porque no podía sostenerse con su brazo
derecho y su cuerpo presionaba contra el mío. El sonido de nuestros cuerpos frotándose uno contra el
otro, y a causa de nuestro sudor y la humedad que se filtraba entre mis piernas estaba haciendo eco en
una habitación que de otro modo estaría en silencio.

Trató de meter su mano entre nosotros pero no pudo y maldijo. Se sentó sobre sus rodillas y me agarró
de las piernas, acercándome a él. Comenzó a empujar sus caderas, entrando y saliendo de mí, mientras
su mano bajaba y frotaba contra mi punto. ”Joder, tienes que correrte para mí, cariño. Necesito sentir
esa mierda apretando mi polla.”

Un escalofrío recorrió mi espalda por el tono de su voz, la lujuria, la necesidad y el deseo por mí en
cada sílaba. Sentí la tensión creciendo de nuevo, el placer aumentando. Él comenzó a incrementar el
ritmo de sus embestidas y la firmeza de sus dedos, sintiendo mi orgasmo inminente. “Eso es todo,
Bella. Córrete.”

Siguió embistiendo y la tensión creció hasta que el placer sacudió a través de mí, mi cuerpo explotó en
un orgasmo una vez más. Grité su nombre, hundiendo los dedos en sus muslos, agarrándolo y
empujándolo dentro de mí. Él gruñó cuando empecé a convulsionar a su alrededor y me condujo a
través de esa ola de placer, nunca vaciló en sus movimientos. Mi cuerpo se relajó después de un
momento y él apartó sus dedos, volviendo a recostarse encima de mí. Mis brazos lo envolvieron con
fuerza, aferrándome a él. Mis piernas se sentían como papilla, todos los músculos relajados.

“Mierda, tesoro” gruñó. Él embistió un par de veces más, con la respiración entrecortada. “Joder... voy
a... correrme...” jadeó.

Unos momentos más tarde se tensó, dejando escapar lo que era prácticamente un gruñido. Gemí
cuando estrelló su pelvis contra la mía un par de veces, la mezcla de placer y dolor casi agonizante. Él
derramó su semilla en mi interior, algo cálido escurriendo y bajando por mis muslos. Me aferré a él
cuando se quedó quieto, tratando de mantener mi respiración bajo control mientras él hacía lo mismo.
Se cernió sobre mí un momento antes de salir, siseando por la pérdida de contacto cuando empezó a
ablandarse. Lo solté y esperé a que se moviera, pero en lugar de eso se recostó con la cabeza en mi
estómago. Bajé mi mano y empecé a correr mis dedos por sus cabellos que estaban humedecidos por
el sudor.

Estuvimos en silencio por un rato. Le acaricié el pelo y la cara y él me acarició el muslo, dibujando
patrones en mi piel con sus dedos. Me pregunté qué estaría pensando, por qué estaba tan callado, pero
parte de mí tenía miedo de preguntar.

“Lo siento” dijo finalmente, con voz tranquila, pero rompiendo el silencio de la habitación. “Me he
estado alejando y sé que no es justo para ti. Es que... Te quiero tanto. Por favor, no lo tomes como algo
personal. Solo, no te des por vencida conmigo, ¿de acuerdo? Sé que soy un dolor en el culo, pero
necesito que me mantengas a flote. Tú eres lo único bueno que tengo.”

Me quedé en silencio, con las manos en su pelo. “No debes disculparte conmigo” le dije, sintiéndome
culpable porque estaba prácticamente implorándome que lo perdonara por algo que yo misma había
estado haciendo. No había sido honesta con él, ocultándole cosas y me di cuenta de que había cosas
que debería saber. Me sentí muy culpable, porque él me estaba dando todo. Estaba confiando en mí,
dándome seguridad y amor, poniéndose en riesgo a sí mismo para tratar de darme la libertad de la
única manera que sabía hacerlo. Me había llevado a su fiesta de graduación del instituto y eso era algo
que nunca había imaginado que experimentaría alguna vez. Un baile de instituto, con un vestido
bonito, rodeada de gente de mi edad y con un chico devastadoramente apuesto, que me amaba.

Él me amaba, y me había hecho el amor. ¿Y cómo se lo pagaba? Engañándole y ocultándole cosas. Me


sentía tan inadecuada a veces, como si no lo mereciera y sabía que era solo por mis inseguridades,
pero ahora... ahora realmente sentía que no lo merecía.

Me di cuenta de que tenía que sincerarme, por nuestro bien.

“Edward” dije en voz baja, acariciando su pelo otra vez.

“¿Sí?” Preguntó.

“Yo... también he estado ocultando cosas,” murmuré con nerviosismo. Sus dedos dejaron de hacer
patrones en mi estómago.

“¿Cómo?” Preguntó vacilante. Suspiré, sin saber qué decir ni por dónde empezar. Estuve en silencio
por un momento, tratando de decidir cómo decírselo, antes de simplemente ceder y soltarle lo que era
la más pesada carga en mi mente...

“Jacob Black lo sabe”.

*****
Rompiballe = Dolor en el culo

Battona = Prostituta (puta)

Puttana = Puta

La figa dolce e stretta = Coño dulce y apretado

Amore mío = Mi amor


Capítulo 53 Santo

“Un hombre no tiene que ser un ángel para ser un santo.” – Albert Schweitzer

Edward cullen

Recosté mi cabeza en el estómago de Isabella, mi mano todavía en su cadera. Sus dedos pasaban por
mi cabello y podía sentirlos temblar, todo su cuerpo temblaba ligeramente. Por lo general, me gustaba
esa mierda, sentir su pequeño cuerpo apretado temblando debajo de mí, pero hoy no. No en este
momento. Porque no estaba temblando debido a que la estuviera follando como loco, estaba
temblando porque tenía miedo. Estaba jodidamente aterrorizada, y esa mierda no me gustaba ni un
poco.

“¿A qué te refieres con que Jacob Black lo sabe?” Le pregunté dudoso, sin saber qué demonios quiso
decir con eso, o por qué estaba trayendo a colación a ese hijo de puta.

“Él sabe acerca de… eh… mí,” farfulló ella, sus palabras apenas coherentes. Mi ceño se frunció y
rápidamente me senté, mis movimientos la alarmaron. Se sobresaltó y sus ojos se abrieron con horror
mientras yo estrechaba los míos con suspicacia.

“¿De qué estás hablando? ¿Qué sabe él de ti?” Le pregunté. Ella se limitó a mirarme, sin abrir la boca
para responder, y mi impaciencia iba en aumento. No sabía dónde demonios quería llegar con esto,
pero no me gustaba para nada. No quería hablar de ese pendejo, ella sabía como me sentía acerca de
él, así que para que ella trajera a colación ahora a ese cabrón, significaba que la mierda que la estaba
molestando era un verdadero problema. Y necesitaba decirme qué demonios era para que pudiera
hacer que el miedo que era evidente que sentía, basado en su expresión, se fuera.

El mes pasado había sido uno de los más complicados de mi vida. No recuerdo haberme sentido tan
confundido alguna vez, completamente molesto y malhumorado, y sin saber qué demonios hacer
conmigo mismo. Mis emociones estaban completamente fuera de control, el amor y la ira que sentía
estaban en conflicto entre sí. Era como si una especie de batalla épica se estuviera gestando en mi
interior, diferentes flancos luchando por el control de mi corazón y mi mente. Todo era simple y
jodidamente complicado y me estaba llevando al límite, haciéndome perder el control de mí mismo.
Estaba de mal humor y me sentía mal, mi boca se abría y escupía mierda sin siquiera darme cuenta.
Estaba siendo un pendejo y cayendo de nuevo en viejos patrones de comportamiento, y no me estaba
ayudando que llevaba una maldita eternidad sin correrme. Mi mano derecha estaba jodida así que
hacerme una paja no era una tarea fácil. Emmett dijo alguna mierda sobre que hacerte una paja con tu
mano débil se sentía como si estuvieras con alguien más, por lo que le di una oportunidad a esa mierda
y después casi pateo su culo. Era incómodo y torpe, y no funcionó en absoluto. Me di por vencido
antes de correrme, encabronado porque había fracasado con esa mierda.
De hecho, así es como me había sentido todo el mes. Como un jodido fracasado. Al parecer no era
capaz de hacer nada bien, me pasaba cada hora del día jodiendo algo. No podía concentrarme en la
escuela, casi destrozo el maldito Volvo y había sido el peor puñetero novio del mundo. Ella no se
merecía la forma en que la trataba, pero no podía evitar esa mierda, sobre todo tomando en cuenta que
ni siquiera me daba cuenta de que lo estaba haciendo la mayor parte del puto tiempo. Hablo de que,
sabía que estaba irritable y que a veces no era una maldita persona agradable con la que estar, pero no
fue sino hasta que me senté frente a mi hermano en el restaurante en Port Angeles, con él gritándome
sobre maltratar a Bella, que me di cuenta qué demonios había hecho. Ella salió huyendo de la mesa
rápidamente cuando Emmett me hizo notarlo, y afortunadamente Alice fue tras de ella, así que por lo
menos no estaba sola.

Emmett me dio un sermón durante al menos cinco minutos, y Jasper y Rosalie intervinieron con sus
propias opiniones. Despotricaron contra mí por ser un cabrón, señalando mierda que había dicho o
hecho en las últimas semanas. Me sentí terrible, sin siquiera darme cuenta de lo que había hecho en su
mayor parte. La ira y el amor que habían estado en desacuerdo entre sí dentro de mí se retiraron a sus
respectivos flancos en ese momento, dando paso a la culpa que estaba llegando. Había hecho la única
cosa que nunca quise hacer. La traté como a todos los demás. No estaba siendo considerado y después
de todo lo que ella había pasado, ella se merecía un poco de maldita consideración.

Me levanté de esa mesa y caminé hacia los baños, dándole a Alice una sonrisa triste. Ella me fulminó
con la mirada, dándome la mirada más malvada que podía conjurar. Para ser una cosita pequeña, ella
podía ser intimidante cuando quería serlo.

“Hey, enana,” dije en voz baja. Ella resopló y puso las manos en sus caderas.

“¿En serio, Edward? ¿Nikes? ¿Por qué no solo te pusiste unas sandalias? ¿Y por qué no unas
pantuflas?” Ella escupió enseguida, su voz haciendo eco de la molestia que vi en su rostro. Mi frente
se arrugó por su arrebato.

“¿Qué pasa con los Nike? Combinan,” le dije, encogiéndome de hombros. Compré esos hijos de puta
porque Alice me dijo que usara la puta corbata azul y no tenía ninguno zapato que combinara. Me
pareció que se veían bien.

“¡Lo que está mal con los Nikes, Edward, es que es la graduación!” Ella exclamó. “Nada dice más ‘No
me importas’ que el que no estés ni siquiera dispuesto a soportar un par de zapatos de vestir
incómodos durante unas horas por la mujer que supuestamente amas.”

“La amo,” le dije rápidamente, mi ira encendiéndose ante su declaración. “Y joder, claro que ella me
importa. Cristo, son solo zapatos, Alice.”

Ella se burló. “Te esforzaste más en la fiesta de bienvenida con Tanya, la mayor ramera de todas las
que hay, de lo que lo has hecho con Isabella. Isabella nunca ha estado en uno de estos bailes en su
vida. Esto se supone que será algo especial para ella y tú ni siquiera puedes de verdad arreglarte para
ella. Con Tanya no usaste Nikes.”

Me quedé mirándola por un momento, tratando de recordar la fiesta de bienvenida. La mayor parte de
ella era algo borroso teniendo en cuenta que entonces solía estar bastante jodido y en realidad todo eso
me importaba una mierda, pero me di cuenta que Alice tenía razón. Había usado zapatos de vestir.
“Arréglalo,” dijo simplemente, dándose la vuelta y alejándose dando saltitos. Me quedé ahí, en la
puerta del baño de mujeres, esperando que saliera el amor de mi vida, y sintiéndome el mayor capullo
que ha vagado por la tierra. De nuevo me estaba ahogando, apenas manteniéndome a flote, y ni
siquiera había notado el agua sobrepasándome y hundiéndome. Tenía que hacer algo.

Alice tenía razón, tenía que arreglarlo.

Lo hice lo mejor que pude. Me disculpé por cómo había estado actuando y joder, quería decírselo
todo. Quería confesarle lo que sabía para que así pudiéramos resolver esa mierda juntos, pero no podía
lastimarla de esa forma. No quería ver el dolor que sabía que encontraría si averiguaba que ella era la
persona por la que mi madre había dado su vida. No podía agobiarla así. No podía permitir que
sintiera dolor solo para aliviar un poco el mío. Joder, no podía ser así de egoísta. Así que seguí
guardándome esa mierda pero derramé el resto de mi corazón ante ella. La llevé al baile y le enseñé lo
que sabía para que se lo pasara como nunca. Todo el tiempo la cogí de la mano y no dudé en decir a
todos con quien nos topábamos exactamente lo que ella era para mí. Ella era mi novia, la chica que
había cambiado mi vida. Ella era mi vida, el amor en ella y siempre lo sería.

En algún momento tuvo que ir al baño, porque sí, le di licor y todo el mundo sabe que cuando tomas
licor, orinas como un caballo de carreras. Mientras ella no estaba fui con el DJ y soborné a ese hijo de
puta para que tocara una canción para mí. Él nunca la había escuchado y trató de negarse al principio,
pero no había manera de que aceptara un no por respuesta. Le dije que era mejor que encontrara esa
hija de puta y le pasé algo de dinero, y él estaba más que feliz de hacerlo después de eso. Fui a buscar
a Isabella, sabiendo que tenía que haber terminado en el baño para entonces. Muchas de las chicas
tardaban una maldita eternidad en el baño, iban en grupos y pasaban horas en ese hijo de puta
haciendo lo que sea que las chicas hagan. Pero sabía que mi Bella no era así y no quería que se
asustara estando sola. Empecé a caminar hacia el otro lado de la sala, sin prestarle atención a nada
hasta que la vi. Abrí la boca para hablar cuando la forma junto ella captó mi atención. Me congelé, la
ira recorrió mi cuerpo cuando mis ojos se posaron en Jacob Black.

Estuve a punto de perder los putos estribos, pero Isabella me dijo que él la había ayudado y yo titubeé
lo suficiente para una explicación. Al principio no me creí esa mierda, pero sabía que le había
molestado la última vez que le había partido la crisma a alguien delante de ella cuando la habían
estado ayudando, aunque hubiera sido una reacción natural. Me explicaron lo que había pasado con
Tanya y decir que estaba encabronado sería un eufemismo. Tanya y algunas de las otras perras la
habían acorralado en el baño y tuvo la audacia de intentar joderla. Esas perras sabían bien lo que
estaban haciendo y más tarde, Isabella me dijo que no le hiciera nada a Tanya, a lo que respondí que
no le pondría un dedo encima. Y no lo haría, pero la iba a joder. Iba a arrepentirse de haberse cruzado
en mi camino. Me dijo que Tanya le había arrancado el collar y me lo dio. Lo puse en mi bolsillo,
naturalmente encabronado porque había pagado cerca de novecientos dólares por ese cabrón y poco le
habían ayudado los putos amuletos protectores. Lo arreglé fácilmente, no fue mucho problema, pero
no me gustaba que jodieran con las cosas de mi chica. Jodería a un hijo de puta por meterse con sus
cosas. Ella nunca había llegado a tener mierda que fuera solo suya y ahora que la tenía, iba a quedarse
con ella. Toda ella.

El resto de la graduación pasó en su mayor parte sin problemas. El DJ tocó la canción que le pedí, la
canción de Eros Ramazzotti con Anastacia llamada ‘I Belong to You’, y la bailamos. Estaba tentado a
pedir la canción de Blue October, pero esa mierda era ahora algún tipo de sinónimo de hacer el amor
para nosotros. Era algo así como ‘nuestra canción’. Todo era todavía tan jodidamente extraño, el que
tuviéramos una canción así.

Bailando la canción, fue como si todo lo demás se desvaneciera, nada más que ella importaba en ese
momento. Y mientras estábamos bailando me di cuenta exactamente lo pendejo que había sido, porque
me di cuenta que la echaba de menos. Apenas le había prestado atención en un mes, tratando de lidiar
con mi propia mierda e ignorando sus necesidades en el proceso. No estaba bien y probablemente
parte de ello era mi maldito problema. Nada se sentía bien sin ella en mi vida, y a pesar de que todo el
tiempo había estado allí, a mi lado, en realidad nunca estuvo allí. Yo no le había permitido estar, y no
podía culpar a nadie más que a mí mismo. La necesitaba, no podía negar eso.

Aun así no podía decírselo, no le podía hacer eso, pero podía estar con ella. Necesitaba estar con ella.
Y cuando la canción terminó, solo nos quedamos mirando el uno al otro, la mirada en sus ojos me
decía que ella estaba pensando y sintiendo exactamente lo mismo. Salimos corriendo de allí y nos
encontramos con Jacob en el estacionamiento con Tanya. Parte de mí no deseaba nada más que
partirle la cara a ambos justo allí, pero podía esperar. Hace un año no hubiera podido, hubiera
arremetido sin vacilar, pero esa era una parte de mí que Isabella había cambiado. Ahora era muy
paciente y esperaría mi oportunidad, pero cuando el momento justo llegara, seguro que ambos
tendrían lo que se merecían.

No podía quitarle las manos encima en el camino a casa, mi deseo desbordándose. Necesitaba tocarla,
necesitaba sentir su humedad, oler su dulzura y oír sus gemidos. Había pasado demasiado tiempo,
realmente demasiado puto tiempo. Ella se corrió en el coche y verla tensarse y ver la forma en que su
cuerpo se estremecía y la humedad que emanaba de ella, no deseaba más que detenerme y tomarla allí
mismo. Pero no podía, ella se merecía algo mejor que eso. El viejo Edward Cullen se hubiera
detenido, la hubiera sacado e inclinado sobre el capó, penetrándola por detrás. Pero el hombre que la
amaba, el nuevo hombre del cual estaba perdiendo el control en las últimas semanas, sabía que tenía
que llevarla a casa y recostarla en el santuario de nuestra habitación y hacer lo correcto por ella.

Y lo hice. Le di hasta la última gota de pasión que pude evocar, deseando que ella sintiera esa mierda.
Joder, tenía que hacer que sintiera lo mucho que la necesitaba, lo mucho que la anhelaba. Necesitaba
que sintiera mi pasión y supiera que ella seguía siendo la única chica para mí de manera que si por un
momento volvía a ser ese hijo de puta que solo pensaba en sí mismo otra vez, ella lo recordaría. Ella
me recordaría, al verdadero yo y volvería a sacar mi culo de la oscuridad. Porque exactamente eso era
lo que era. Estaba cayendo de nuevo en la oscuridad y ella era la única luz que tenía. Tenía miedo que
ese hijo de puta me consumiera, de que ella se diera por vencida conmigo porque ya de por sí no la
merecía, y sin duda no la merecía si iba a tratarla como lo había estado haciendo.

Después de mostrárselo, se lo dije. Le dije que necesitaba que ella me sujetara, que sabía que me
estaba alejando pero que ella tenía que mantener su control sobre mí, porque no podía perderla. Sentí
como si la batalla entre el bien y el mal dentro de mí finalmente hubiera terminado, habían llegado a
una tregua y ondeado la bandera blanca al darse cuenta que tenían que encontrar una manera de
cohabitar pacíficamente. Casi me sentí contento… pero me había equivocado. Porque después de lo
que dije, ella dijo esas cuatro palabras que me llevaron a donde estoy ahora, aquí sentado mirándola,
conteniendo la maldita ira que de nuevo amenazaba con desbordarse y explotar. Si ella quería decir
algo, pudo haber dicho “Te amo” o “Fóllame con fuerza” o algo así, una cosa con la que yo pudiera
hacer algo. Así que, ¿por qué tenían que ser esas palabras? ¿Por qué demonios de todo lo que podía
decir, tuvo que quedarse allí y decir: “Jacob Black lo sabe”?
“Isabella, ¿a qué demonios te refieres con que Jacob sabe sobre ti?” Le pregunté de nuevo cuando ella
no respondió mi última jodida pregunta. Apreté mi mano izquierda en un puño, tratando de contener
mi deseo natural de gritar y mantener mi voz calmada.

“Él, eh… sabe que soy una… esclava,” murmuró, mirándome con recelo. Mis ojos se estrecharon
cuando esa palabra salió de sus labios. Odiaba esa mierda.

“Joder, ¿él te ha llamado así?” Dije con brusquedad, furioso ante la idea de que ese cabrón llamara de
esa forma a mi chica. Ella rápidamente negó con la cabeza, entrando de pronto en pánico.

“¡No, él no ha usado esa palabra!” Dijo. “¡Pero sabe de mí, eh, situación!”

“¿Tú le has dicho esa mierda?” Una vez más ella negó rápidamente con la cabeza.

“¡No, nunca lo he dicho! ¡Te juro que no lo he hecho! Él solo me dijo que lo sabía,” ella dijo.

“¿Por qué demonios iba él a decir eso? ¿Y cómo demonios sabe? Es imposible. Nunca se lo dije a ese
hijo de puta,” le dije confundido. Solíamos pasar el tiempo juntos, pero porque su familia era muy
cercana a la policía deliberadamente nunca le hablamos de ninguno de los negocios de mi padre.

Ella se encogió de hombros. “No sé cómo lo sabe. En la mañana cuando lo he visto he pensado que lo
sabía, y entonces esta noche me lo ha dicho,” ella soltó nerviosa. Suspiré dramáticamente y pellizqué
el puente de mi nariz, sin saber qué diablos estaba pasando o qué demonios se supone que debería
hacer al respecto. Me llevó un momento para asimilar sus palabras y darme cuenta de lo que había
dicho.

“¿Qué quieres decir con que lo viste en la mañana?” Le pregunté con desconfianza. Sus ojos se
abrieron y ella me miró boquiabierta, entrando en pánico de nuevo.

“Yo, eh… me encontré con él, eso es todo,” dijo, encogiéndose de hombros como si no fuera gran
cosa, pero maldición, sí que lo era. Gruñí, negando con la cabeza.

“Cristo, Bella. ¿Dónde?” Le pregunté.

“En el supermercado, cuando estaba consiguiendo tu refresco,” murmuró, viéndose avergonzada. Pude
ver su maldito remordimiento y casi me hace sentir mal, pero al parecer no podía sentir nada de
empatía cuando estaba tan jodidamente atónito, confundido y encabronado por lo de Jacob. No me
gustaba la idea de que ella lo viera, incluso si solo era de pasada en la maldita tienda.

“¿Y entonces, también te ha dicho algo? ¿Qué mierda te ha dicho? ¿Era esa la primera vez que lo
veías?” Le pregunté, queriendo tener algunas malditas respuestas para aclarar esta mierda. Ella se
quedó mirándome brevemente y parecía estar considerando sus respuestas.

“Él, eh… por lo regular es muy agradable,” dijo en voz baja. “Me cuenta chistes. Dijo que quería que
fuéramos amigos porque él pensaba que me vendría bien tener un amigo, por mi situación o lo que
sea.”

Mi ira se encendió. “¿Quiere que sean malditos amigos? Sí, claro. Demonios, ese hijo de puta solo
quiere tomar lo que tengo. ¡Joder, él quiere quitarme todo, quiere hacerme daño, Bella! ¿No te das
cuenta? No puedes ser tan jodidamente ingenua para creer que él es sincero. ¿Y él lo sabe? ¿Cómo
demonios lo sabe?”

Ella se encogió de hombros titubeante pero no contestó, simplemente me miró con aprensión. Gruñí,
poniéndome de pie y empecé a pasearme por la habitación. Di unas cuantas respiraciones profundas
tratando de calmarme, porque gritarle no estaba siendo de puta ayuda. No era su culpa y no hacía ni
cinco malditos minutos había dicho que tenía que empezar a tratarla mejor. Me volví a sentar en el
borde de la cama después de un momento, mirándola.

“Aparte de las veces que ya sé, ¿cuántas veces más has hablado con Jacob Black?” Le pregunté,
deseando saber la puñetera respuesta a eso.

Ella suspiró, sonando resignada. “¿Cinco veces, tal vez?” Dijo con cautela. Esa mierda de verdad me
sorprendió y me quedé mirándola, completamente atónito. No podía creer que me hubiera ocultado esa
mierda. Sabía que estaba siendo jodidamente hipócrita, no podía enfadarme con ella por guardarme
secretos cuando yo había hecho lo mismo, pero eso no disminuyó el dolor que sentí al escucharlo.

Me pasé la siguiente media hora escuchando a Isabella explicarme todos sus encuentros con Jacob,
sorprendido cuando me enteré que lo había visto con Alice en el día de San Valentín. No podía creer
que Alice hubiera estado ahí, en esa mierda y no me lo hubiera dicho. Isabella me dio los detalles de
sus encuentros, hasta los chistes estúpidos que le había contado, y me estaba encabronando de verdad.
Estaba claro que había intentado ligársela un par de veces, pero ella era demasiado inexperta para
verlo. No se daba cuenta cuando un tipo estaba coqueteando con ella, pero yo conocía bien esa mierda.
Sabía cuando un hijo de puta estaba tratando de ganarse a una chica y joder, claramente Jacob Black
estaba tratando de conquistar a mi chica. Esa mierda no me gustaba para nada.

Cuando por fin se calló, me miró vacilante, obviamente temerosa de mi reacción. Yo luchaba contra
mi temperamento de nuevo sin querer arremeter contra ella, pero estaba encabronado. “¿Eso es todo lo
que me has estado ocultando?” Le pregunté. Ella llevó su labio inferior a su boca y comenzó a
mordisquearlo nerviosamente. Suspiré y cerré los ojos, dándome cuenta de que había más. “Puedes
contármelo, tesoro. No voy a enojarme contigo.”

Ella abrió la boca y comenzó a parlotear sobre mi padre, diciéndome mierda que él le había dicho y
hecho a ella cuando yo no estaba cerca. Como aquel día en su oficina en el hospital, él la había
amenazado y exigido ocultarme cosas. La mayor parte de lo que me dijo ya no era un puto secreto, no
después de la explosión del mes pasado cuando él finalmente me dijo alguna mierda, pero me
sorprendió descubrir que él le había dicho que quería que yo no tuviera nada que ver con la mafia. De
todos modos, eso no era tan jodidamente importante, pero me sorprendió que hubiera acudido a ella
por ayuda. Cuando terminó se quedó callada una vez más, vigilándome vacilante.

“Ahora, ¿es todo?” Le pregunté. Ella asintió con la cabeza. “Gracias. Sabes que no tienes que
ocultarme cosas, Bella. Joder, puedes contarme todo. No me importa una mierda lo que otros digan.
Realmente desearía que me hubieras dicho todo esto antes.”

Ella suspiró. “No quería que te alteraras o hicieras algo malo y te metieras en problemas,” dijo en voz
baja. Yo negué con la cabeza.

“Sí, bueno, no tienes por qué preocuparte de que yo haga algo, pero mi padre es otra historia. Tengo
que decirle que Jacob lo sabe,” le dije, sabiendo que en realidad no tenía opción. Esa mierda era seria
y algo que él tenía que saber.

Los ojos de Isabella se ampliaron un poco. “Eh, bueno... en realidad, él ya lo sabe,” ella dijo. Mi frente
se frunció. “Jacob dijo que el doctor Cullen sabía que él lo sabe.”

Me eché a reír secamente, sacudiendo la cabeza. “No hay puta manera de que él lo sepa, Jacob es un
mentiroso de mierda,” le dije.

“¿Eso crees?” Preguntó vacilante. Asentí con la cabeza.

“Estoy seguro que sí,” dije con confianza. Si Jacob lo sabía, no había manera de que estuviera
caminando por ahí como si nada. Estaba bastante seguro que si mi padre lo supiera, Jacob estaría en
una caja a tres metros bajo tierra en algún lugar o bien, en la parte de atrás de un cartón de leche.
¿Todavía siguen haciendo esa mierda, poner a gente desaparecida en los cartones de leche? Joder, no
lo sé pero en realidad no importa. El punto era, que estaría fuera de nuestras malditas vidas, ya no
sería un problema.

“Está bien,” ella dijo. “Si tú lo dices, te creo.”

Asentí con la cabeza. “Y no puedes ser su amiga, Bella, eso está fuera de jodida consideración. Odio
decirte qué hacer, esa mierda no está bien, pero no puedo dejar que seas amiga de ese pendejo. Él está
intentando usarte para vengarse de mí y no puedo dejar que pase esa mierda. No puedo permitir que te
usen de esa forma, no puedo permitir que te lastimen,” le dije. Conocía bien a Jacob Black, y sabía
malditamente bien de lo que era capaz. No era buena persona, y si alguna vez lastimaba a mi chica de
cualquier forma, yo mismo lo mataría. No es que importara mucho, porque de todos modos no había
puta manera de que él sobreviviera una vez que mi padre se enterara de lo que sabía.

“Le dije que no podíamos ser amigos,” ella dijo en voz baja. “Le dije que confiaba en ti y que a ti no te
gustaría.”

“Tienes toda la puñetera razón, no me gusta. Ni siquiera me gusta que este a unos treinta metros de ti,
mucho menos que hable contigo. Aléjate de él, ¿me entiendes? Y si alguna vez trata de hablar de
nuevo contigo, házmelo saber,” le dije enfáticamente. Ella se me quedó mirando por un momento
antes de asentir con la cabeza. Estaba jodidamente encabronado, tan enojado que temblaba, pero
estaba tratando de dominar esa mierda y no asustarla. Nada de esto era culpa suya y estaba siendo
honesta conmigo. Gritarle solo haría que se distanciara, pero al menos mi maldita ira estaba centrada
en algo más, en alguien que se lo merecía.

“Lo siento,” murmuró, sonando genuinamente arrepentida. Yo hice un gesto de negación.

“No debes disculparte conmigo,” le dije, repitiendo lo que ella había dicho antes. Joder, yo todavía
seguía ocultándole cosas, no tenía derecho a esperar ningún remordimiento por su parte. La miré por
un momento antes de volver a meterme a la cama, volviendo a recostar mi cabeza en su estómago.
Estaba molesto, pero no había una mierda que pudiera hacer al respecto esta noche. Podría renegar,
tirar mierda por doquier y ser un pendejo, pero al final todo seguiría siendo igual y simplemente no
tenía la puta energía para eso. Ahora que era consciente de mi actitud últimamente, estaba más atento
a esa mierda. No quería gritarle, no hoy. Se supone que hoy debía ser un buen día, un día en el que ella
podía ser una adolescente normal y feliz que por desgracia, estaba enamorada de un cabrón como yo.
Así que solo comencé a acariciar de nuevo su vientre y su muslo, dibujando patrones con las puntas de
mis dedos y deletreando palabras al azar, tratando de dejar de pensar. Ella olía a flores y sexo con un
toque de sudor, y el aroma fue lo suficiente para distraerme un rato. Sus dedos encontraron su camino
de regreso a mi pelo, acariciándolo suavemente. Su toque era relajante, y el movimiento de su pecho
al respirar, reconfortante. Sentí mis párpados hacerse más pesados y me quedé dormido.

Finalmente desperté, acostado de lado en la cama con mis piernas colgando en el borde. Estaba
envuelto en el edredón y Bella estaba acostada de forma diagonal con sus pies sobre mis muslos. No
tenía idea de cómo habíamos llegado a estar en esa posición pero no era confortable en absoluto, mis
piernas estaban entumecidas. Me senté y me quité sus pies de encima, desenredándome del edredón y
cubriéndola. Ella murmuró dormida, atrayendo sus piernas y enroscándose en una bola. La miré por un
momento antes de volverme y echarle un vistazo al reloj de la alarma: 7:00 a.m.

Me puse de pie, maldiciendo en voz baja a medida que la circulación comenzaba de nuevo a fluir por
mis piernas, causando que un dolor punzante las recorriera. Cojeé a mi armario y saqué algo de ropa
cómoda, poniéndomela solo para cubrirme. Me dirigí a la puerta y miré de nueva a Bella brevemente,
congelándome cuando vi una mancha oscura en su cuello. Caminé hacia ella, mi ceño fruncido por la
confusión. Cuando estaba cerca de ella me di cuenta exactamente de lo que era y la ira se disparó a
través de mí, los acontecimientos de ayer volvieron a mí con toda su fuerza. Esa perra hija de puta
había marcado a mi chica.

Ella tenía un maldito moretón alrededor del cuello por haberle arrancado el collar y esa mierda no era
aceptable. Extendí mi mano y pasé la punta de mis dedos a través de ella, delineando la marca. Se
estremeció por mi toque y murmuró, pero no se despertó. Me incliné y le di un ligero beso en la
mejilla, sintiéndome culpable por cómo había ido su día ayer. Había querido que lo pasara bien en la
noche de la graduación, y en lugar de tener el puto cuento de hadas, había tenido que soportar mi
actitud y la hostilidad por parte de las chicas celosas. Esa mierda no estaba bien, ella no se merecía
eso. De alguna manera encontraría la forma de compensárselo, y no había jodida manera de que Tanya
se saliera con la suya con lo que había hecho.

Salí de la habitación, cerrando la puerta sin hacer ruido para no despertarla todavía, y bajé las
escaleras. Me detuve en el segundo piso cuando vi que la luz en la oficina de mi padre estaba
encendida, debatiéndome. Era jodidamente temprano para hablar de problemas y además, domingo
por la mañana, joder, cuando probablemente él estaría ahí rezando o la mierda que fuera que él hiciera
tan temprano, pero realmente quería hacer esta mierda sin que Isabella estuviera presente. No quería
arrastrarla a esta situación más de lo necesario, especialmente teniendo en cuenta que mi padre podía
explotar. Ya de por sí él la asustaba, ella no tenía por qué verlo enfurecerse.

Me acerqué y me detuve, levanté mi mano vacilante y toqué. Esperé un momento y oí movimiento en


el interior, el pomo giró y la puerta se abrió. Mi padre me miró, su ceño fruncido por la confusión.

“Eres la última persona que esperaba ver,” me dijo, haciéndose a un lado y haciendo un gesto con la
mano para hacerme entrar. Lo miré con curiosidad, pasando junto a él al entrar en la habitación.

“¿Por qué?” Le pregunté. Él se rio un poco, cerrando la puerta. Me senté en la silla frente a su
escritorio y él caminó hacia él, dejándose caer en su silla. Tenía montones de papeles esparcidos
frente a él.
“Porque has llamado y eso no es algo que tú hagas, Edward,” dijo. Yo me quedé mirándolo, dándome
cuenta que era verdad. ¿Por qué demonios había tocado, de todos modos? Nunca había hecho esa
mierda. Por lo general, solo entraba.

“Sí, bueno, ni siquiera yo me reconozco así que supongo que en este punto soy capaz de cualquier
cosa,” le dije, encogiéndome de hombros.

Él asintió. “Sé que has estado algo irritable últimamente. ¿Has podido manejarlo? ¿Quieres hablar de
ello?” Me preguntó. Me reí secamente, negando con la cabeza.

“Ya he superado esa mierda. He terminado con eso,” le dije. Él me miró.

“Eso no me lo creo ni por un segundo. Obviamente todavía te molesta. Ella es tu novia, no va a ser
fácil dejarlo pasar. Me tomó años poder controlarme de verdad sabiendo esa información,” él dijo. Yo
suspiré.

“Bueno, yo no tengo años para atormentarme con esta mierda, papá. Han pasado semanas, se acabó,
nada lo va a cambiar,” le dije, encogiéndome de hombros.

“Sabes que la oferta sigue en pie, si quieres irte con tu tía Esme por un tiempo, ella te recibiría feliz,”
dijo. Yo negué con la cabeza.

“Joder, ya te lo he dicho antes, no voy a dejarla,” le dije, molesto de que sacara esa mierda de nuevo.
No podía contar el número de veces que él había sugerido que nos separáramos temporalmente y me
encabronaba cada vez que lo mencionaba. Joder, no me iba a alejar de ella, puede que me hubiese
distanciado un poco emocionalmente por un tiempo, pero ahora que me había dado cuenta de lo que
había estado haciendo, iba a hacer un esfuerzo para no hacerlo más. No había forma de que pudiera
sobrevivir a la separación física, la emocional ya me estaba jodiendo lo suficiente.

“Haz lo que quieras. Si cambias de opinión, siempre puedes volver con Esme el mes próximo cuando
ella nos visite por la graduación de tus hermanos,” dijo, apartando su mirada de mí y volviendo a su
papeleo.

“Sí, bueno, no voy a cambiar de opinión, pero gracias de todos modos,” le dije con frustración. “He
sido lo suficientemente cabrón con ella últimamente, no puedo simplemente irme. Eso lastimaría
demasiado a Bella.”

Él rio un poco y lo miré entrecerrando los ojos, preguntándome qué demonios era tan divertido.
“Bella,” él murmuró en voz baja, negando con la cabeza.

“Sí, Bella,” dije con mordacidad, molesto.

Él me miró de nuevo, levantando las cejas inquisitivamente. “¿Vas a admitir ahora que la llamas así
porque significa “hermosa”?” Preguntó en tono de broma. Yo rodé los ojos.

“Como tú digas, sí. Si te hace feliz escuchar esa mierda, bien. La llamo Bella porque ella es hermosa,”
le dije. Él sonrió. Me estaba encabronando su estado de ánimo, no estaba de humor para bromas.

“Esa es la misma razón por la que tu madre se refería a ella como Bella. Bella bambina, niña
hermosa,” dijo. “Aunque supongo que para ti no es una niña.”

“Bella Ragazza,” murmuré. “La mia bella ragazza. Mi chica hermosa.”

Me miró con curiosidad. “Las similitudes entre tu madre y tú son sorprendentes a veces,” él dijo. Yo
suspiré.

“Lo sé. La recuerdo diciéndole a Isabella esa mierda,” le dije, encogiéndome de hombros. No podía
evitar tener bastante del corazón de mi madre en mí, de modo que nos cautivó la misma chica,
enamorándonos los dos de ella de diferentes maneras. De hecho, cuando pude hacer a un lado esa ira
irracional por la situación anterior, fue casi reconfortante saber lo mucho que me parecía a mi madre.
Pensaba que había perdido esa parte de mí que provenía de ella, que me había convertido en un clon de
mi padre, así que fue bueno saber que todavía existía algo bueno en alguna parte dentro de mí. Sus
ojos se abrieron por la sorpresa y me confundió un poco hasta que me di cuenta que nunca le había
dicho que recordaba haber conocido a Isabella.

“¿La recuerdas?” Preguntó vacilante. Suspiré de nuevo, asintiendo, deseando no haberlo mencionado.
No estaba de humor para hablar de esa mierda con él.

“Algo. Me refiero a que recuerdo haberla visto, a mamá llamándola Bella Bambina y explicándole qué
era el chocolate, eso es todo,” le dije. Él sonrió con tristeza.

“¿Te acuerdas del chocolate?” Preguntó con curiosidad. Me encogí de hombros, sin saber qué tenía esa
mierda de importancia.

“Recuerdo que le pregunté si quería un beso de Hershey y ella trató de besarme, sin saber de qué
demonios estaba yo hablando,” le dije. Él se rió entre dientes.

“Sí. Recuerdo que tu madre me contó sobre eso después. Para entonces, aparentemente no estabas tan
contento con besarla como ahora,” dijo, una vez más con su tono bromista. Entrecerré los ojos con
recelo, preguntándome qué diablos le pasaba. No habíamos hablado mucho las últimas semanas y su
actitud despreocupada en cuanto a la relación entre Isabella y yo me estaba sorprendiendo. No estaba
precisamente escondiéndole esa mierda últimamente, sin tener reserva alguna en besarla frente a él,
pero por lo general él se iba y parecía seguir sin querer tener nada que ver con eso.

“Sí, bueno, ¿cuántos años tenía, cinco? Solo estaba tratando de darle a la niña un dulce y ella trató de
meterme la lengua,” le dije. Él se echó a reír, sacudiendo la cabeza.

“En ese entonces ella era muy valiente. Es triste que haya perdido esa parte de sí misma. Nunca haría
eso ahora,” dijo. Lo miré brevemente antes de sonreír con suficiencia ante su ignorancia.

“Está claro que en realidad no sabes nada acerca de Isabella,” le dije, negando con la cabeza. Su frente
se frunció mientras me miraba fijamente.

“¿Estás insinuando que ella dio el primer paso?” Preguntó.

Me encogí de hombros. “Bueno, estoy jodidamente seguro que yo no lo hice, papá.”

Se me quedó mirando, con expresión atónita. “Wow, ella es… eh…“ Comenzó a decir. Yo lo observé,
esperando a que terminara de hablar. Juré que si decía algo negativo como “estúpida”, llegaría hasta el
otro lado del escritorio y le rompería de nuevo la maldita boca, con escayola y todo. “Valiente,”
finalmente terminó de decir.

Yo asentí. “Lo es. Una de las cosas que me gustan de ella. Es valiente y malditamente fuerte,” dije con
brusquedad, mirándolo fijamente. Él asintió después de un momento.

“Lo puedo imaginar. ¿Le has dicho que recuerdas haberla conocido?” Preguntó, levantando las cejas
inquisitivamente. Suspiré y me quedé callado por un momento antes de hacer un gesto de negación
con la cabeza. Me di cuenta que había estado tan absorto en mi propia mierda que apenas había
pensado de nuevo en eso. Había sido tan jodidamente egoísta últimamente que ni siquiera me había
tomado el tiempo para compartir eso con ella. Cristo, de verdad había sido un imbécil. Él asintió. “Tú,
eh… no sé si querrás hacerlo.”

Mi frente se arrugó con confusión. “¿Por qué?” Le pregunté. Él suspiró, mirándome.

“Ella se metió en problemas por tener ese chocolate,” dijo. “Le dije a tu madre que no le diera nada
pero ella no me hizo caso. Tu madre simplemente no lo entendió, ¿sabes? Lo puso en su bolsillo para
que lo guardara para más tarde supongo, Bella era joven y no entendía. Charles padre lo descubrió.”

“Cuando dices que se metió en problemas, te refieres a… eh…” comencé a decir, sin saber cómo decir
esa mierda. Sin embargo, no importó, porque él sabía a dónde quería llegar con eso.

“Ella fue castigada,” dijo en voz baja, observándome con cautela. “Probablemente fue la primera vez
que él la golpeó.”

Sentí la culpa y la ira a través de mí y apreté mi mano en un puño, tratando de contenerme. “¡Era solo
una maldita niña!” Espeté. “¡Ella no había hecho nada!”

Él suspiró con fuerza. “Lo sé. Lo detuve, por supuesto, pero no llegué a tiempo para evitar que
sucediera. Tu madre y tú ya estaban en el coche y yo había olvidado algo en la casa. Regresé por ello y
lo vi golpeándola. No solo se había derretido todo el chocolate y ella se lo había extendido por todas
partes tratando de abrirlo, sino que también él asumió que lo había robado de la casa.” Él se detuvo,
mirándome. “Nunca se lo dije a tu madre, la hubiera devastado. E Isabella era tan joven que no me
sorprende que lo hubiera bloqueado. Debió haber sido algo traumático para ella, y me temo que si se
lo recuerdas…”

“Ella recordará lo que pasó,” lo interrumpí, negando con la cabeza. Me sentía culpable, malditamente
culpable. Entonces era solo un niño, pero yo había sido el que le había preguntado si quería chocolate.
“Lo sé, lo entiendo. Joder.”

Él asintió y nos quedamos sentados en silencio por un momento. “Tú madre…” Él comenzó a decir,
pero levanté mi mano para detenerlo, suspirando. No quería escuchar nada más al respecto, ya estaba
lidiando con suficiente mierda. No tenía necesidad de meterme en el tema de mi madre.

“No he venido aquí a hablar de ella,” le dije. Él se calló y me miró con curiosidad.

“¿Hay alguna razón por la cual has venido?” Preguntó. Yo asentí.


“Sí, tiene que ver con anoche…” Empecé a decir. Sus ojos se abrieron un poco.

“¿Cómo estuvo la fiesta? ¿Lo pasaron bien?” Preguntó con curiosidad, sonando ilusionado. Yo gemí,
negando con la cabeza, molesto porque me estaba interrumpiendo y sonando todo malditamente
paternal y alegre.

“Estuvo jodidamente estupendo, papá. Un verdadero y maldito desmadre. Joder, ahora, ¿puedo
terminar?” Dije con brusquedad, no se veía muy contento por mi arrebato, pero me hizo un gesto para
que continuara. “Gracias, mierda. El punto es que anoche nos encontramos con Jacob Black en el
maldito baile y él le dijo cierta mierda a Isabella…”

“¿Qué le dijo?” Mi padre me interrumpió de nuevo, su voz seria. Gemí otra vez.

“Dijo que sabía qué demonios era ella, eso es lo que dijo.” Lo miré y vi como su expresión cambiaba,
una máscara en blanco se apoderó de su rostro. Se quedó ahí callado, solo mirándome. Le sostuve la
mirada brevemente, cada segundo de silencio poniéndome de los nervios. Joder, ¿por qué no estaba
diciendo nada? Tendría que estar malditamente encabronado o al menos preocupado, así que, ¿por qué
demonios solo se quedaba ahí sentado?

“¿Qué fue lo que dijo exactamente?” Preguntó después de un momento.

“Le dijo a ella que quería ser su maldito amigo porque conocía su situación, que él sabía que no estaba
aquí voluntariamente, y tuvo el descaro de afirmar que tú sabías que él sabía esa mierda,” le dije,
levantándole las putas cejas, esperando a que explotara. No había manera de que él aceptara esa
mierda, no había manera de que tolerara que Jacob supiera o contara esa mierda. Me quedé allí
sentado y lo miré fijamente, pero él simplemente me sostuvo la mirada sin expresión alguna en su
rostro. Mi ceño se frunció después de un momento, la comprensión me golpeó.

“¡No lo puedo creer!” Dije con brusquedad. “Joder, ¿es verdad?”

Él asintió. “Soy consciente de que Jacob lo sabe,” él dijo, su voz calmada y sin emoción. Me enderecé
en mi asiento rápidamente y lo señalé, la ira corriendo a través de mí.

“¿Él sabe que mi maldita novia es una jodida esclava y no has pensado decírmelo? Joder, ¿no has
pensado que merecía saber que mi maldito enemigo lo sabe?” Gruñí. Él suspiró y negó con la cabeza.

“Jacob no es tu enemigo, Edward,” dijo con calma.

“Es mi enemigo. El maldito me apuñaló por la espalda, no se puede confiar en él,” escupí. “No lo
entiendo. Si sabías que él lo sabe, ¿por qué demonios todavía anda caminando por ahí? ¿Por qué
demonios sigue vivo? Debería estar muerto.”

Los ojos de mi padre se abrieron por la sorpresa de mi arrebato. “No hablas en serio,” él dijo. Me reí
secamente.

“Joder, lo digo en serio.” Le repliqué. Él sacudió su cabeza.

“No, no es cierto,” dijo con brusquedad. “Puede que estés molesto con Jacob por lo que sucedió, pero
él no es tu enemigo. Todos decimos cosas que no queremos cuando estamos molestos. Maldición, tú
más que nadie debe saber eso, Edward. No te estoy diciendo que seas su amigo, sino que todo este
odio que pareces tener por él es completamente innecesario y está fuera de lugar.”

Mis ojos se estrecharon y mi ira solo creció. “¿Cómo diablos puedes decir eso?” Dije molesto y
gritando. Él me miró furioso y arrojó sus manos hacia arriba y las bajó golpeando con fuerza el
escritorio. Obviamente no agradeció mi tono y su máscara desapareció, dejando su ira expuesta con
sus ojos brillando.

“Tienes que cerrar esa maldita boca,” dijo con severidad, su voz era brusca pero baja. Cuando empezó
a maldecir, supe que lo había encabronado. “Puedo decirlo porque es la verdad. Sé qué demonios es
tener enemigos, Edward. Sé la amenaza que representan, y Jacob no es un enemigo. Es un chico
inocente que la jodió no más que tú. No voy a matarlo porque sabe más de lo que probablemente
debería.”

Yo gemí. “No es seguro que él lo sepa. La gente no debería saberlo,” le dije molesto. Él nos había
dicho un millón de puñeteras veces que la gente no podía saber de su forma de vida.

“Tienes razón, no deberían saberlo. Pero lo saben. Jacob no sabe más que Alice o Rosalie, y no puedo
soportar matarlo más de lo que podría soportar matar a una de esas chicas. ¿O es lo que estás
sugiriendo, aniquilar a cualquiera que sepa que tu novia es una esclava? Así no es como vas a
conseguir comenzar de nuevo con ella, hijo. No puedes simplemente matar a quien sospeche de su
verdadera naturaleza, porque no importa cuánta gente mates eso no cambiará nada. Las cosas son
como son,” dijo con brusquedad. “Ella siempre ha sido una esclava, simplemente tienes que
comportarte como un hombre, superarlo y aceptarlo. No puedes huir de la verdad o tratar de
ocultarla.”

Yo lo miré fijamente, un poco sorprendido por su diatriba. No esperaba que tomara ese rumbo en la
conversación y volteara esa mierda contra mí. “Eso es irrelevante,” dije después de un momento. “El
punto es, ¿cómo demonios puede Jacob ser de confianza con esa información cuando ya ha traicionado
mi confianza anteriormente? ¿Y si él lo dice?”

Él hizo un gesto de negación con la cabeza. “No lo dirá,” mi padre dijo con confianza. Yo gemí.

“¿Y cómo demonios puedes estar tan seguro?” Le pregunté.

Él me fulminó con la mirada. “Porque si fuera a contarlo, ya lo habría hecho. Me enteré que él lo sabía
cuando hiciste estallar su coche, Edward, y estaba pagando para sacar tu culo de problemas. Si él
hubiese querido delatarnos, lo hubiera hecho cuanto tuvo justificación. Pero no lo hizo, mantuvo la
boca cerrada. Y no voy a ir a matar a un niño de diecisiete años solo porque piensas que eso te haría
sentir mejor, porque te aseguro que al final no lo hará. Tendrías que lidiar con la culpa de su muerte
por el resto de tu vida y no es algo con lo que quieras tener que vivir. Así que tienes que aceptarlo y
superarlo. Puede que Jacob sea una molestia, pero él no es el enemigo y tienes que dejar de pensar de
esa forma. Tengo suficiente con lo que lidiar en este momento, no necesito que trates de añadir esta
mierda a eso.” Él hizo una pausa y le echó un vistazo al escritorio, suspirando. “Joder, tengo suficiente
gente de la que preocuparme,” él murmuró en voz baja.

“Como él,” dije, mirando a mi padre. Él asintió vacilante, devolviéndome la mirada.


“Sí. Él,” dijo simplemente, negando con la cabeza. Evadíamos el tema del ADN cada vez que
hablábamos, refiriéndonos al que coincidía con el de Isabella y que estaba con vida simplemente como
“Él”. Era jodidamente ridículo, porque me sentía algo así como si estuviera viviendo en los libros de
Harry Potter y tuviéramos puto miedo de decir el nombre del tipo malo. Joder, solo quería gritar: “¡Es
Voldemort, maldita sea, solo di el puto nombre!’ porque tener miedo del nombre solo aumenta el
temor a la jodida persona, sea que se lo merezcan o no. Y sí, lo tomé de la perra de los libros,
Hermione o como sea que se llame, y sí, solo sé esta mierda porque mi chica leyó los libros y exigió
que viéramos todas las películas. Yo estaba que me moría de puto aburrimiento pero me aguanté hasta
verlas todas con una maldita sonrisa pegada en el rostro, porque ella amaba esa mierda. Como sea. Era
estúpido y todo esto era una estupidez.

“¿Así que no has encontrado la manera de encargarte de… Él?” Le pregunté después de un momento,
ganándome la curiosidad. Él negó con la cabeza.

“Justo ahora, solo estoy ganando tiempo, hijo, hasta que no tenga más remedio que actuar. Y entonces,
solo espero como jodido infierno hacer lo correcto una vez llegado el momento, sea lo que sea,” él
dijo. Asentí.

“¿Sabes? Probablemente podría adivinar…” Comencé a decir, pero sus ojos se estrecharon y me cortó
antes de que pudiera decir lo que estaba pensando.

“Que ni siquiera se te ocurra esa mierda, Edward Anthony. Lo digo en serio,” dijo con brusquedad. “Ni
siquiera lo pienses, no te lo diré de nuevo.”

Cerré la boca y él asintió, pero no había manera de que pudiera evitar pensar en ello. Tal vez no
pudiera pronunciar las palabras en voz alta, pero eso no significaba que no lo supiera. Había tenido un
mes para pensar en esa mierda, para que mi mente desarrollara teorías. Admito que al principio,
algunas de ellas era ridículas y el resultado de ver demasiada maldita televisión. Estaba convencido de
que ella era de la maldita realeza de cierta forma o relacionada con el puto presidente o líder de un
país poderoso o algo así. Pero cuanto más pensaba en ello, más me daba cuenta que tenía que ser algo
más cercano a casa, y que lo más probable es que fuera realeza… solo que realeza de la mafia.

Tenía la sospecha de que mi novia era una principessa della mafia, y técnicamente siempre lo había
sido ya que su abuelo paterno era un iniciado, pero era más que eso. Si ella realmente lo era, debería
haber sido una de las princesas de la mafia a quién mimarían y consentirían al crecer.

“Hay solo unos cuantos a los que les tendrías miedo,” le dije. Él gruñó con fuerza y estrelló sus manos
contra el escritorio, moviendo su silla de nuevo para levantarse.

“Vete a la mierda, Edward,” dijo, perdiendo la calma. Sabía que no debía presionarlo demasiado, pero
era ridículo. Se dijera o no, estaba claro que los dos sabíamos que era de esperarse que ya hubiera
descubierto esa mierda. Y la conclusión a la que había llegado, en base a todo lo que había pasado y
todo lo que se había dicho, era una mierda en la que francamente ni siquiera me gustaba pensar. Si
estaba en lo cierto, entendía exactamente por qué mi padre estaba tan nervioso porque no cabía duda…
todos estaríamos jodidamente muertos por ocultarle a Él esta información.

Mi padre se acercó a la puerta y la abrió, fulminándome con la mirada. Yo me puse de pie y suspiré,
dándole un saludo a medias con la mano que todavía tenía la escayola. A él no pareció divertirle, pero
en realidad no me molesté en preocuparme por ello. Salí y cerró la puerta con fuerza detrás de mí, con
un ruido tan fuerte que di un respingo y me di la vuelta para mirarla. Sí, definitivamente no le había
hecho gracia.

La puerta de la habitación de Emmett se abrió rápidamente y miré en esa dirección, mi ceño se


frunció. No llevaba nada más que un par de boxer rojos y su corona del baile.

“¿Qué has hecho ahora para encabronar a papá?” Preguntó, luciendo divertido mientras miraba a la
puerta de la oficina.

“¿Qué es lo que hago siempre, Emmett?” Le pregunté. Él sonrió y levantó su mano para hacer un gesto
de estar hablando.

“¿Soltando esa maldita boca de nuevo, hermanito? ¿Tu boca extendiendo cheques que tu culo no
puede pagar?” Preguntó en son de burla. Yo rodé los ojos.

“Como sea,” le dije. “Puedo respaldar todo lo que digo.”

Él se echó a reír. “Si tú lo dices. ¿Dónde está Izzy Bizzy?”

Hice un gesto con la cabeza hacia las escaleras. “Aún dormida, supongo.”

“¿Está bien?” Preguntó con seriedad. “Rosie y yo vimos lo que pasó con Tanya. Llegamos hasta ella
tan pronto como pudimos, pero por suerte Jake intervino.” Asentí titubeante, desde luego deseando
decir que se joda Jacob, pero independientemente de sus motivos él había ayudado a mi chica.

“Tiene una marca donde se le hundió el collar, pero estará bien. No pareció inquietarla,” le dije.
“Tanya va a pagar por esa puta mierda, también.”

Él asintió. “Será mejor que también hagas pagar al culo de Lauren. Rosie la escuchó reírse sobre eso
más tarde, diciendo: que había sido idea suya y que ayudó a acorralarla en el baño.”

“¿En serio?” Le pregunté. Él asintió y yo gemí, mi ira aumentando. Los culos de esas dos perras eran
míos. “Gracias por cuidar de ella. Y por amenazarme con joderme anoche. No me había dado cuenta
que estaba haciendo esa mierda.”

“¿Y finalmente, qué te pasaba?” Preguntó. “Parecías estar verdaderamente herido. ¿Está todo bien?
Quiero decir, no has cambiado de opinión respecto a ella, ¿verdad? Si no la amas…”

Mis ojos se estrecharon, mi ira aumentando por sus palabras. “Joder, ni siquiera lo pienses. Yo la amo.
Y no, no he cambiado de opinión. Solo estoy jodidamente ansioso sobre cómo demonios vamos a
resolver esta puta situación y permanecer juntos, ¿sabes?”

Él asintió. “Sí, lo entiendo. Solo digo que, ya sabes, si alguna vez cambias de opinión…”

Yo gemí y él levantó sus manos. “Solo escúchame, hermano. Solo digo que si llega el día donde ya no
puedes estar con ella, solo… acude a mí. O Jasper, ¿de acuerdo? No quiero ver lastimada a Izzy Bizzy
o que se sienta abandonada. Encontraríamos una manera de ayudarla, y lo sabes.”
“Sí, no va pasar pero gracias,” le dije, dando la vuelta y empezando a alejarme. Lo escuché suspirar.

“¡Solo no lo jodas, o yo te joderé a ti! ¡Si le haces daño, yo te lo haré a ti!” Gritó detrás de mí. Yo
sonreí satisfecho, sacudiendo la cabeza, extrañamente reconfortado por el hecho de que mi hermano
patearía hasta mi culo por ella, y confiaba en que lo haría sin dudarlo. Ella necesitaba gente en su vida
que la defendiera.

Me dirigí al tercer piso, parándome en seco cuando casi choco con la forma que estaba en la cima de
las escaleras. Isabella gritó, sorprendida por mi presencia, y yo agarré sus caderas cuando ella saltó.

“Oye, tranquila,” le dije. Ella sonrió, el sonrojo subiendo lentamente por sus mejillas.

“Hola. No sabía dónde habías ido,” dijo en voz baja, llevando su labio inferior a su boca para
mordisquearlo. Parecía nerviosa y me sentí culpable por ello, sabiendo que era porque no estaba
segura de mi estado de ánimo. Mi jodida actitud realmente debe haberla afectado en las últimas
semanas si estaba nerviosa a mi alrededor. Sonreí y levanté mi mano, sacando su labio de entre sus
dientes a medida que pasaba mis dedos a través de él, me incliné y presioné mis labios contra los
suyos con suavidad, besándola dulcemente.

“Donde he estado, no importa, Bella. Todo lo que importa es dónde estoy ahora, y es contigo,”
murmuré, acercándola a mí. Ella sonrió contra mis labios.

“Te amo,” me dijo. Yo murmuré en respuesta, besándola de nuevo y abriendo sus labios con mi
lengua, introduciéndola en su boca. La besé profundamente, presionándome contra su pequeño y
apretado cuerpo. Ella gimió en respuesta, el sonido haciendo vibrar mis labios y la sensación llegando
directamente a mi polla. Mi ya dura erección hinchándose aún más y yo gemí.

“Yo también te amo. Y te ves jodidamente sexy con mi ropa puesta,” le dije, alejándome de sus labios
y mirándola. Llevaba los pantalones de mi pijama de franela, plegados y enrollados para que se
quedaran en su lugar, y una de mis camisetas de fútbol. Ella se sonrojó una vez más y llevó su labio
inferior a su boca, sonriendo tímidamente. Sonreí con suficiencia y me incliné de nuevo,
deteniéndome con mis labios justo junto a su oído. “Pero ¿qué te parece si vamos a mi cuarto y te la
volvemos a quitar?”

Ella dio un pequeño jadeo y yo me reí entre dientes, agarrando su mano. Me di la vuelta y empecé a
tirar de ella hacia la habitación, y ella se echó a reír. “Bueno, buenos días,” ella dijo. Abrí la puerta y
la hice entrar, cerrando la puerta detrás de mí. La llevé a la cama y ella se sentó, arrastrándose hacia
atrás hasta que estuvo en el centro de la misma. Yo me subí y me cerní sobre ella, sonriendo.

“Sí, sin duda va a ser un buen día,” le dije alegremente, inclinándome y besándola, mordiendo su labio
inferior juguetonamente. “Y una buena tarde. Y una buena noche, si tengo suerte.”

Sus ojos se abrieron y su rostro se iluminó. “Wow,” ella dijo. Me reí al ver su expresión.

“Tengo un mes de abandono que compensar, tesoro, y no tenemos nada que hacer hoy. Es cosa del
destino,” le dije, besándola. “No puedo pensar en una mejor manera de pasar el día, pero no dudes en
decirme que no.”
“No,” ella murmuró, devolviéndome el beso. Aparté mi boca de la suya y la miré.

“¿No?” Repetí. “¿No quieres?” No estaba seguro de lo que quiso decir con eso.

“¡No!” Dijo, con sus ojos muy abiertos por la sorpresa. “Quiero decir, espera. ¡Sí!”

Mi ceño se frunció y ella se echó a reír. “Hablando de señales confusas, tesoro. ¿Ese es un jódete o un
jódeme?” Le pregunté, comenzando a besar la línea de su mandíbula. Ella levantó sus manos para
pasarlas por mi pelo, gimiendo suavemente a medida que mis labios encontraban su cuello.

“Jódeme,” ella susurró, las palabras saliendo de sus labios sin aliento. Si no hubiera estado
escuchando atentamente, probablemente no hubiera escuchado lo que dijo, pero por suerte había
estado escuchando. Y el sonido de algo tan sucio y francamente jodidamente vulgar, viniendo de su
dulce boca encendió cada centímetro de mí, el deseo disparándose a través de mí. Me aparté de su
piel, levantando la cabeza para mirarla. El fuego en sus ojos era intenso, el anhelo en su expresión
deslumbrante. Sí, ella me deseaba tanto como yo ella.

“Será un placer,” dije, mi voz llena de deseo. La besé apasionadamente y ella gimió en mi boca,
aferrándose a mí con fuerza. Comencé a tirar de su ropa, desnudándonos a ambos rápidamente,
dejando todo en el suelo. Besé su cuello y a través de sus clavículas, masajeando suavemente sus
pechos. Saqué mi lengua y la hice girar alrededor de su seno, capturando el pezón entre mis labios y
chupándolo. Ella gimió y gritó cuando lo rocé con suavidad, la piel de gallina apareció en su pecho.
Hice lo mismo con el otro seno, sin querer descuidar a ese hijo de puta. Cada centímetro de ella
merecía la misma atención y planeaba asegurarme de que ninguna parte de ella quedaría sin ser tocada
y acariciada.

Deslicé mi boca por su cuerpo, metiendo mi lengua en su ombligo. Ella se rió, su cuerpo temblaba un
poco por la risa, el sonido calentó mi corazón. De verdad había extrañado esa mierda, y no era la
maldita culpa de nadie sino mía. No había manera de que permitiera que eso volviera a suceder, de
ninguna manera podría tratarla de nuevo desconsideradamente como lo había estado haciendo. Separé
sus muslos, llevando mi boca directamente a su clítoris. Moví mi lengua rápidamente sobre él y ella
gritó, sus manos aferradas a mí. Sonreí satisfecho por su respuesta, amando la reacción de su cuerpo a
todo lo que yo le hacía. Empecé a chupar y lamer su coño, saboreando sus dulces jugos a medida que
empujaba dos dedos de mi mano derecha en su estrecho lugar. Ella estaba gimiendo y retorciéndose,
apretando sus muslos mientras su cuerpo se tensaba, sus músculos poniéndose rígidos. Era
jodidamente hermosa la forma en que su cuerpo se movía. No le llevó mucho tiempo correrse, un
orgasmo la recorrió a medida que apretaba en torno a mis dedos. La humedad goteó de ella. Se relajó
después de un momento, jadeando y temblando, y yo retiré mis dedos. Volví a subir, presionando mis
labios en los suyos con pasión y ella envolvió sus brazos a mi alrededor. Estaba excitada,
malditamente excitada. Envolvió sus piernas en torno a mí, acercándome más a ella, y gemí.

“¿Me deseas?” Le pregunté, presionándome contra ella, mi polla rozando su sensible clítoris. Ella
gritó y un escalofrío la atravesó.

“Sí,” jadeó. Yo murmuré en respuesta, llevando mi boca a su cuello. Mordí ligeramente su piel antes
de llevar mis labios a su oído.

“Dime que me deseas,” le susurré, presionándome de nuevo contra ella. Todo su cuerpo tembló
mientras ella lloriqueaba, aferrándose a mí con fuerza.

“Te deseo,” me dijo, su voz temblorosa por el deseo. “Te deseo tanto, Edward.”

Gemí cuando mi nombre salió de sus labios, mi polla empezó a palpitar. Llevé mi mano entre
nosotros, tratando de sostenerme, pero esa mierda no era fácil con una mano lastimada. Abrí sus
piernas todo lo que pude y empecé a empujarme en su interior. Ella gimió por la sensación y la llené
por completo, empujando lo más profundo que podía. Estaba tan húmeda y cálida, la mierda más
apretada que jamás había sentido. Nunca podría haber algo que se amoldara de forma más perfecta que
ella a mí. Empujé hacia dentro y salí de ella lentamente, deseando sentir y disfrutar cada embestida.
Le hice el amor de la única manera que sabía, y eso fue poniendo cada pizca de amor que sentía en
ello. Acaricié su piel y besé sus labios, mi nariz rozándola ligeramente. Ella pasó sus manos por mi
espalda, sus dedos clavándose en mi carne, sus caderas subiendo para encontrar mis estocadas. Ella
era una criatura jodidamente increíble, y tuve la suerte de ver su cuerpo despertar sexualmente. La
miré a los ojos, absorbiendo todo el amor y el deseo brillando en ellos.

“Tu sei l’unico per me,” susurré, antes de traducirle para que supiera lo que le estaba diciendo. “Tú
eres la única para mí. Ti ameró per il resto della mia vita. Te amaré por el resto de mi vida, nena.
Sempre.”

“Sempre,” repitió, agarrándome por el pelo y atrayendo mi boca hacia ella. Me besó con fervor, había
desesperación en sus movimientos. Hicimos el amor una y otra vez durante toda la tarde, dormitando
o simplemente quedándonos acostados hablando cuando no estábamos haciéndolo. Sabía que ella iba a
estar jodidamente dolorida más tarde si seguíamos así, y se lo dije, pero ella insistió en que no quería
parar. Ella lo deseaba tanto como yo, su desesperación por estar conmigo de esa forma se sentía casi
mejor que el maldito acto en sí mismo. Llegó el momento en que estaba tumbada en la cama junto a
mí, durmiendo pacíficamente y murmurando mierda sin sentido entre sueños. Yo solo la estaba
observando y escuchando, algo divertido por algunas de las cosas que decía. La puta marca que Tanya
había dejado en ella estaba empezando a molestarme ya que se había oscurecido significativamente a
medida que el día avanzó. Isabella no le había dado importancia, diciendo simplemente que había
tenido peores, pero ese no era el punto. El punto era que esas perras sabían que no debían joder con mi
chica de esa forma. Le di a ambas, Tanya y Lauren una clara advertencia, sabían que lo que estaban
haciendo no me gustaría.

Joder, odiaba que me faltaran al respeto, y no solo habían lastimado y faltado el respeto a mi chica, la
habían maltratado y tratado de intimidarla, sino que también me habían faltado al respeto a mí.
Habían tratado de intervenir en mi vida, en mierda que no tenía nada que ver con ellas, y no podía
tolerar eso. Yo era inmaduro e irracional a veces, no había ni una maldita duda al respecto. No era el
hombre atento, compasivo y comprensivo en el que Isabella me estaba convirtiendo el que cogió el
teléfono mientras ella dormía. Era el chico arrogante de diecisiete años que quería venganza quien lo
hizo.

Le envié a Ben un mensaje, explicándole la situación y qué era lo que quería hacer. Esperaba como el
infierno que él me echara una mano o al menos me señalara la dirección correcta, porque sabía que él
era uno de los pocos en quien podía confiar. Después de que lo envié, puse mi teléfono en la mesita
junto a mi cama, rodando sobre mi costado para mirar a Isabella un poco más. Ella estaba recostada
sobre su estómago, con su espalda desnuda descubierta para mí. Me quedé mirando sus cicatrices,
sabía que eran parte de ella y que era la mierda que causó las cicatrices lo que había ayudado a hacerla
la persona que era, pero me gustaría que nunca tuviera que haberlas tenido. Deseaba que nunca hubiera
tenido que experimentar dolor, físico o de otro tipo. Y por eso, odiaba esas putas cicatrices, pero por
otro lado eran casi hermosas. Eran hermosas porque mostraban su fuerza, su carácter… formaban
parte de ella y no había nada en ella que fuera feo. Ella era tan hermosa por dentro y por fuera, y
merecía mucho más de lo que tenía ahora. No podía esperar a ser capaz de darle más, de darle el
mundo. No podía esperar para darle lo que ella se merecía, lo que mi jodida madre había sacrificado
para darle. La vida. Una puta vida real. El tipo de vida que ella se merecía, donde fuera libre. Libre de
sus cadenas imaginarias, libre de la angustia, libre del peligro. Joder, simplemente… libre. Extendí mi
mano, trazando con la punta de mis dedos la palabra en su espalda llena de cicatrices. Libre. Era todo
lo que realmente importaba.

Mi teléfono sonó y rápidamente me di la vuelta, agarrándolo antes de que la despertara. Le eché un


vistazo a la pantalla y abrí el mensaje de texto, sonriendo satisfecho al leer las palabras. “Estoy
dentro. Tú tráelo por la mañana y yo me encargo del resto.”

Pasamos la mayor parte del día descansando. En algún momento nos pusimos la ropa y nos dirigimos
a la planta baja a pasar el rato. Isabella preparó la cena, porque lo seguía haciendo cada noche a las 7
p.m. como un maldito reloj, comimos y vimos una película con la familia. Mi padre apenas habló
durante toda la noche pero lo atrapé mirando a Isabella, sus ojos fijos en la marca alrededor de su
cuello. Mantuvo su rostro inexpresivo pero podía ver la ira en sus ojos. Me importaba una mierda
como se hubiera comportado a veces, era descaradamente obvio para mí que él realmente se
preocupaba por ella.

Después de que anocheció nos dirigimos de nuevo al piso de arriba e hice un poco de tarea mientras
Isabella leía. Era uno de los viejos libros de mi madre de la biblioteca, y no sabía cuál era y ella seguía
riéndose así que tenía que haber sido jodidamente divertido al menos. Estaba contento de que ella
disfrutara de ello... ya era hora que se diera uso a las pertenencias de mi madre en lugar de que solo
recolectaran polvo. A mi madre no le hubiera gustado esa mierda.

La abracé mientras dormíamos y a la mañana siguiente salí de la cama temprano, sin querer
despertarla. Me di una ducha rápida y me puse algo de ropa de mi armario, vistiéndome sin hacer
ruido. Seguía mirándola para asegurarme que seguía dormida y caminé hacia mi escritorio, abriendo
el cajón. Saqué mi botella y la llené con vodka Grey Goose, sabiendo que iba a necesitar esa mierda
para sobrevivir este día. Cerré el cajón y deslicé la botella en mi bolsillo, caminando hacia el otro lado
del escritorio y abriendo un cajón más pequeño. Era un cajón que rara vez abría y dudaba que Isabella
siquiera supiera que había algo en él. Lo abrí y agarré el sobre manila en la parte superior,
deslizándolo en mi bolsillo trasero. Cerré el cajón y agarré lo que necesitaba, acercándome a la cama.
Me incliné y le di un suave beso en la mejilla a Isabella, ella se movió pero permaneció dormida. Me
fui rápidamente sin siquiera molestarme en esperar a mis hermanos. Ellos podían llegar por sí solos o
conseguir aventones con sus novias. Llegué a la escuela en tiempo record, estacionando el Audi de
Isabella en la parte de atrás para que nadie lo golpeara. Sí, trataba a su coche justo como al mío. Como
dije, no quería que nadie jodiera con sus pertenencias.

Por lo general llegaba a la escuela justo a tiempo y me sorprendió la cantidad de malditos estudiantes
que ya estaban allí cuando llegué. Localicé a Ben y le entregué el sobre, y él sonrió, asintiendo con la
cabeza.

“Gracias,” le dije, apreciando su ayuda. Él hizo un gesto con la mano restándole importancia.
“Después de toda la mierda que has hecho por mí, Cullen. Es un placer. De todos modos, ellas se lo
merecían desde hace mucho tiempo, son unas perras con Ángela, todo el tiempo riéndose de ella
porque no es una chica femenina,” dijo. Yo asentí.

“Sí, bueno, vamos a ver quién se ríe hoy,” le dije. Él sonrió y asintió, tomando el paquete.

“Ciertamente, lo sabremos,” él dijo.

Se fue para hacerse cargo del asunto y después de un rato la campana sonó, todo el mundo entró a sus
clases. La mañana pasó lentamente, cada minuto se sintió como una maldita hora. Terminé
mensajeándome con Isabella la mitad del puto día para mantenerme entretenido y ella me siguió la
corriente, respondiendo siempre. Estaba mejorando con la mierda tecnológica. Todavía no conseguía
que tratara de usar la computadora, pero ese era el siguiente paso. Pronto la tendría buscando en
Google y mandando correos electrónicos.

La hora del almuerzo llegó y me senté con mis hermanos y sus chicas, sin tener apetito porque estaba
ansioso por lo que estaba a punto de suceder. Estaba jodidamente inquieto, incapaz de esperar más
tiempo, listo para que esas perras recibieran lo que merecían. La campana sonó, indicando que el
almuerzo había terminado, y me levanté rápidamente para irme pero Emmett me agarró del brazo. “Tú
tramas algo,” dijo. Eché un vistazo alrededor de la mesa y vi que todos estaban dándome miradas
idénticas de sospecha. Sí, ellos me conocían demasiado bien. Me encogí de hombros.

“Me temo que no sé de lo que me estás hablando,” le dije, sonriendo con suficiencia. “Los veo en la
asamblea.”

Rosalie gruñó y me reí entre dientes. Teníamos una asamblea después del último periodo, una de esas
puñeteras veces que obligan a todo cuerpo estudiantil a reunirse para sermonearnos por mierdas. El
tema de hoy era el peligro de que los adolescentes bebieran, lo que era jodidamente irónico dado que
tenía una botella de licor de la que había estado bebiendo todo el día para contenerme de pegarle a una
de esas perras en la cara cuando me sonrieron.

“Oh, no vas a querer perderte esta asamblea, Rose. He escuchado que va a ser, eh… excitante,” le dije,
encogiéndome de hombros. Sus ojos se estrecharon por la desconfianza y me reí de nuevo antes de
alejarme.

El resto de las clases pasaron lentamente. La campana finalmente sonó para la asamblea. Caminé
tranquilamente hacia el auditorio, entrando y mirando alrededor. Vi el cabello rojo ondulado y sonreí
cuando vi a la rubia sentada junto a ella. Escuché a Alice llamarme por mi nombre y la miré,
viéndolos sentados tres filas detrás de Tanya. Le levanté un dedo a Alice, diciéndole que esperara un
momento y caminé hacia donde estaban sentadas Tanya y Lauren. Me deslicé en la fila detrás de ellas,
acercándome y agachándome detrás de sus asientos.

“Mmmm, veo que ustedes, chicas, están sentadas aquí juntas, ¿y saben qué pasa por mi mente?”
Pregunté, usando mi voz cautivadora que sabía que encendía a esas perras. Ellas dieron un respingo,
asustadas con mi presencia y se volvieron para mirarme.

“Ah, hola, Edward,” dijo Lauren con voz coqueta y sonriendo. “¿Y qué es eso?” Yo sonreí satisfecho.
-“Chi la fa l’aspetti,” dije en voz baja, acentuando esa mierda para que se la tragaran. “Disfruten de la
asamblea, damas. Sé que yo lo haré.”

Me puse de pie y me alejé, caminando hacia donde estaban mis hermanos sentados con Alice y
Rosalie. Me senté en el asiento a un lado de Alice, mirando hacia abajo y viendo a Tanya y a Lauren
mirándome con recelo. Yo sonreí de nuevo.

“¿Quiero saber lo que has hecho?” Preguntó Alice. Yo la miré, levantando mis cejas.

“No sé de qué estás hablando, no he hecho nada,” le dije, encogiéndome de hombros. Ella solo me
miró furiosa y el director comenzó a hablar por el micrófono en la parte de enfrente, las luces en la
sala se atenuaron cuando la asamblea comenzó.

Saqué mi botella y la abrí, bebiendo mientras él hablaba sin cesar sobre estadísticas de adolescentes y
la bebida. Eran las mismas gilipolleces que nos decían todos los años y nunca tuvo jodido sentido para
mí por qué esperaban hasta después de la fiesta de graduación, cuando se sabe que los hijos de puta de
mi edad bebemos y parrandeamos, para mostrarnos esta mierda. Pero, como sea, no es como si nos
impidiera que bebiéramos de todos modos.

Colocó el proyector de pantalla y encendió un ordenador portátil, iniciando un programa. Yo me


encorvé en mi asiento, subiendo los pies en el respaldo de la silla frente a mí, encabronando al
pequeño punk de primer año sentando en ella, pero no me dijo ni una maldita palabra. Sabía muy bien
a lo que se atenía. Joder, todos sabían muy bien a lo que se atenían… con excepción de esas dos perras
unas filas abajo, de todos modos.

“Vamos a ver una presentación sobre los riesgos del consumo de alcohol por menores de edad,” dijo el
director. Me eché a reír, porque seguro como la mierda que íbamos a ver algo, pero simplemente no el
tipo de presentación que él pensaba.

Él dio clic para iniciar el programa y se alejó, y el sonido comenzó. Una voz de hombre comenzó a
hablar de cómo cada día 11.318 jóvenes norteamericanos probaban el alcohol por primera vez y la
pantalla se quedó en blanco por un momento antes de que la imagen apareciera. Fuertes jadeos
resonaron y la risa estalló, yo simplemente sonreí satisfecho ante la pantalla cuando la fotografía
apareció. Tanya y Lauren, ambas desnudas, haciéndose sexo oral la una a la otra. El parloteo y la risa
se hicieron más fuertes y Lauren comenzó a gritar y a ponerse frenética. Se levantó de un salto cuando
las fotos empezaron a cambiar, sustituyéndose por otras. El director estaba gritando y corrió hacia
allá, presionando frenéticamente los botones en el ordenador y tratando de hacer que se detuviera. No
pudo conseguir que se cerrara y se rindió, en lugar de eso trato de tapar la pantalla.

“¡Vuelvan a sus aulas, todos ustedes!” Gritó. Nadie se movió, todos estaban demasiado concentrados
en el espectáculo para prestarle alguna puta atención. Foto tras foto de Lauren y Tanya en posiciones
comprometedoras aparecieron en la pantalla, y yo no estaba en ninguna de esas malditas. No había
ninguna prueba en absoluto de que yo estaba allí o de que estaba relacionado de algún modo, y nadie
sabía sobre ese día más que nosotros tres, así que simplemente sería su palabra contra la mía. Y
después de la mierda que habían hecho en el baile, la mitad de la escuela sabía muy bien de sus celos.
Por supuesto que ellas me echarían la maldita culpa, queriendo vengarse de mí, porque me querían.
Ellas querían lo que no podían tener, y los celos hacen que las perras hagan cosas locas.
No, no hay forma de que hubiera sido yo. No tenía acceso a los programas o los conocimientos para
hacerlos funcionar. Y ninguno de los que estaban a cargo sospecharían nunca o siquiera por un
momento se les ocurriría que Ben Cheney estaba involucrado. No, él era un estudiante modelo, iba a ir
a Yale después de graduarse. Era uno de los mejores de Forks, que salía con la hija del predicador. No
había manera de que él hiciera tal cosa, ni tendría motivos para hacerlo.

Me senté de nuevo y observé el caos, mirando a Tanya. Ella me fulminaba con la mirada, luciendo
completamente horrorizada. Le sonreí con suficiencia y le hice un guiño, y su rostro se puso de un rojo
brillante. Se levantó de un salto y salió corriendo de la sala, silbidos sonaron a su paso.

“Oh, Dios mío,” dijo Alice, sonando sorprendida. La miré y vi que estaba mirando a la pantalla. “No
puedo creer lo que has hecho, Edward.”

Me encogí de hombros y volví a mirar a la pantalla. “No sé de qué estás hablando Alice,” le dije.
Lauren todavía estaba como loca, gritando y tratando de ocultar su imagen en la pantalla. El director
estaba pidiendo a gritos que alguien cortara la energía, sosteniendo el enchufe en su mano, confundido
en cuanto a por qué seguía funcionando cuando ya no estaba enchufado. Me reí entre dientes al darme
cuenta que Ben le había puesto una batería de respaldo. Ese hijo de puta había pensado en todo.

Volví a sacar la botella, abriéndola. Tomé un trago de vodka, sabiendo que nadie me prestaría atención
en medio del puñetero caos, la gente gritando y corriendo frenéticamente alrededor. Se lo tendí a
Emmett y él lo tomó, sosteniéndola en alto.

“Por los peligros del consumo de alcohol en adolescentes,” dijo, haciendo un gesto hacia la pantalla.
Tomó un trago y se estremeció, entregándomelo de vuelta. La tomé y le puse la tapa de nuevo,
sabiendo que ninguno del resto querría. Lo puse otra vez en mi bolsillo.

“Debería haber traído palomitas de maíz,” Jasper y Rosalie dijeron al mismo tiempo. Todos
empezamos a reírnos.

-“¡JINX!” Gritó Emmett en voz alta. La risa aumentó y finalmente la luz se apagó al frente, la mayor
parte de la sala se quedó casi completamente a oscuras. La sala rápidamente se quedó en silencio por
la repentina oscuridad y Emmett se rio. “¡¡Más tetas!!” Gritó, rompiendo de nuevo el silencio.

Todo comenzó de nuevo, la risa y el parloteo resonaron en respuesta a la declaración de Emmett. Oí


un golpe y Emmett gritó cuando Rosalie lo golpeó en la parte de atrás de la cabeza.

“Yo te voy a mostrar tetas, pendejo,” dijo. Los ojos de Emmett se agrandaron.

“¿De verdad, cariño?” Preguntó. “Demonios, ¿entonces por qué seguimos sentados aquí? ¡Vámonos!”

Se puso de pie y la sujetó, prácticamente cargándola y llevándosela de la sala. Ella se estaba riendo y
golpeándolo, exigiéndole que la dejara en el suelo pero él no la escuchaba. Nos reímos y Jasper se
puso de pie, tomando la mano de Alice.

“Vamos, cariño. Vámonos de aquí,” dijo. Ella sonrió y me dijo adiós con la mano, siguiendo a Jasper
fuera. Finalmente otras personas comenzaron a salir, el director aún seguía exigiendo que volviéramos
a nuestras aulas. Él estaba más rojo que un tomate y nervioso, interrogando a Lauren sobre lo que
había sucedido. Ella estaba frenética y podía escucharla gritar mi nombre, pero no había una mierda
que pudieran hacer contra mí. Sinceramente, yo no había hecho ni una maldita cosa. Además, el
director le tenía demasiado miedo a mi padre para siquiera tratar de culparme, así que dejó pasar mi
nombre como si nunca lo hubiera escuchado.

“Chi la fa l’aspetti,” dije, a nadie en particular. “Se cosecha lo que se siembra. La venganza es una
perra, perra.”
Capítulo 54 La verdad

“Él aprendió a vivir con la verdad. No a aceptarla, sino a vivir con ella.”—Nicole Krauss [The
History of Love]

Dr. Carlisle cullen

“Vas a morir.”

Solo se escucharon esas tres palabras, rompiendo el intenso silencio que envolvía la habitación.
Contuve el impulso de negarlo o mofarme de esa declaración, en lugar de eso mantuve mi
temperamento tranquilo. No era como si fuera algo en lo que no hubiera pensado yo mismo una
docena de veces pero escucharlo expresado en palabras con esa voz fría y sin emoción de alguna
manera lo hizo más real. Las palabras fueron dichas con tanta calma, como si fuera algo solo dicho de
paso, palabras olvidadas casi al momento en que mi mente las registró. Pero no fue así, porque eran
palabras que me perseguirían y quedarían suspendidas en el aire en torno a mí hasta el momento en
que se convertirían en realidad. Iba a morir.

Miré en la dirección de dónde provinieron las palabras, encontrando de inmediato esos ojos
penetrantes. Estaban oscuros, tan oscuros que no podías diferenciar entre la pupila y el iris, y eran
extremadamente poderosos. No diría precisamente que fueran emocionales, ya que había cierto tipo de
insensibilidad en ellos, pero todavía había una intensidad en ellos que envió un escalofrío por mi
espalda. Eran los mismos ojos que docenas de hombres habían visto en sus últimos momentos en la
tierra, ojos que los habían mirado fijamente antes de que sus vidas fueran arrebatadas. Eran ojos que
podrían quebrar incluso al más duro de los hombres, provocar miedo con solo una mirada. Eran los
ojos de un asesino, los ojos de un hombre que podría pararse y meter la mano en su abrigo, sacar su
pistola Ruger Mark II calibre .22 y meterte una bala antes de que siquiera te dieras cuenta de lo que
estaba sucediendo. Más importante aún, también eran los ojos de un hombre que no dudaría en hacerlo
si él pensaba que era necesario.

“Lo sé,” dije simplemente, manteniendo mi voz tranquila a pesar de mi ansiedad. No podía dejar que
mis nervios se percibieran sin importar lo que pasara después. Me di cuenta que estaba asumiendo un
gran riesgo aquí, pero simplemente no sabía qué más hacer. Me estaba quedando sin tiempo y cada
escenario o potencial resultado que mi mente podía conjurar me parecía deplorable o imposible que
pudiera llevarlo a cabo yo solo. Tenía que haber otra manera, simplemente tenía que haber una manera
de escapar de esta situación sin que alguien saliera lastimado o se arruinaran las vidas que tuvieran la
mala suerte de involucrarse conmigo. Y tal vez fue un error de mi parte, involucrar al hombre cuyos
ojos estaban clavados en mí con tanta intensidad, pero no sabía que otra cosa hacer. Es la persona más
lógica que alguna vez haya conocido, y si hay alguna manera de salir de esta situación, él la sabría.
Sería capaz de verla y decírmela. Él era el único que podía ayudarme, el único en el que confiaba lo
suficiente para que me ayudara. Pero por otro lado, parte de mí también reconocía que él podría muy
bien ser el que acabara con todo.
Si he fallado horriblemente, si esas solas palabras dichas en un mero momento pronto se hicieran
realidad, el hombre cuyos ojos miraba fijamente probablemente sería el que lo hiciera realidad. Esos
ojos oscuros y peligrosos muy bien podrían ser lo último que viera antes de morir. Él se me quedó
mirando y no dijo ni una palabra, pero eso no me sorprendió ni un poco. Estuve allí sentado al otro
lado de la habitación y hablé durante casi una hora, diciendo todo lo que sabía, explicándole con
detalle toda la situación y mi dilema. No me guardé nada y no dejé fuera ningún detalle, porque sabía
que incluso las cosas más insignificantes podrían significar algo para él. Y después de que hube
terminado, él simplemente me miró, sus ojos prácticamente formaban agujeros quemando a través de
mí mientras asimilaba la información y procesaba lo que significaba para mí. Lo que significaba para
él, para todos nosotros.

Él había permanecido en silencio por mucho tiempo, el único sonido en la habitación era el del tic-tac
del reloj en la pared detrás de mí, y cada segundo que pasaba aumentaba mi ansiedad. No tenía idea de
lo que pasaba por su mente, hacia donde se dirigían sus pensamientos. Yo no era ingenuo, sabía a
ciencia cierta que en algún momento él deliberaría si simplemente matarme o no matarme aquí mismo
y terminar de una vez, y yo simplemente esperaba que no se decidiera por eso.

Y cuando abrió su boca y finalmente dijo esas cuatro escalofriantes palabras proféticas, sentí una
extraña punzada de alivio. Todavía estaba respirando, viviendo para ver un minuto más, y eso me dijo
que tal vez, solo tal vez, después de todo, había esperanza.

Sus ojos se clavaron en mí por un poco más de tiempo y casi podía ver su mente trabajando a través de
los diferentes escenarios. Acababa de poner el futuro en sus manos, no solo mi destino sino también el
de dos jóvenes locamente enamorados, y solo podía esperar que él viera eso y encontrara una manera
de solucionar esto. Si no por mí, entonces por ellos.

Porque detrás de esos ojos profundos y peligrosos, dentro de ese duro exterior, residía un hombre con
un corazón. Un hombre que me conocía desde que éramos niños. Un hombre que había sido bien
acogido en mi familia con los brazos abiertos. Un hombre que amaba a mi hermana con todo su ser, y
debido a eso era un hombre que entendía el amor que yo sentía por mi propia esposa, y era a ese
hombre al que estaba apelando. No le estaba preguntando como mafioso lo que debía hacer, porque yo
sabía lo que supone que un hombre de la mafia tenía que hacer con lo que yo sabía. Le estaba
preguntando como familia.

Porque aquellos ojos pertenecían a mi cuñado Alec, y solo esperaba que a pesar de todo el fuera capaz
de entender mi posición. Que él me escuchara como el esposo de mi hermana, y no como un
caporegime en la cosa nostra.

Hoy era 18 de junio y el primer pensamiento que había pasado por mi mente cuando desperté esta
mañana era que finalmente habíamos llegado al día del juicio. Era el día en el que se me llamaba al
juego de mi vida, preparándome para poner mis cartas sobre la mesa, y esperaba que cuando lo hiciera
hubiera una mano ganadora y no me viera forzado a retirarme.

De cualquier manera, nada volvería a ser lo mismo desde hoy para ninguno de nosotros, estaba seguro
de ello. De cierta forma era atemorizante, pero necesario, y cómo iría todo dependía mayormente del
hombre que estaba sentado frente a mí. Dependía de si él estaba o no dispuesto a jugar el juego.

Mañana, 19 de junio, mis dos hijos mayores se graduaban en el instituto. No podía estar más orgulloso
de cada uno de ellos y sabía que si Elizabeth estuviera aquí estaría igual de orgullosa por todo lo que
habían conseguido hasta ahora. Ambos habían encontrado chicas maravillosas y se habían enamorado,
y los dos se ingresarían en la universidad en otoño, listos para embarcarse en sus vidas. Los dos eran
buenos chicos, nunca, ninguno de los dos se había metido en problemas más allá del normal
desenfreno adolescente. Emmett iba a estudiar informática en Notre Dame, por lo que sé que Elizabeth
estaría extasiada.

Jasper se quedaba cerca de casa por Alice, y aunque sabía que él podía ir a una universidad mejor que
la Universidad de Washington en Seattle, también entendía sus razones y me atrevo a decir que su
madre hubiera estado igual de extasiada al respecto. Ella creía en el sacrificio por el amor verdadero y
yo era testigo de ello, así que me gustaría pensar que ella no criticaría a su hijo por su decisión. De
hecho, probablemente lo elogiaría por la generosidad y madurez que conllevaba haber tomado tal
decisión.

Era deprimente admitirlo, pero de todo lo que había hecho sentía como si esos dos muchachos fueran
los mayores logros de mi vida. Había jodido tantas cosas a través de los años y el simple hecho de que
mis dos hijos mayores hubieran sobrevivido intactos y estuvieran iniciando su camino por senderos
que ni siquiera remotamente se parecían al que yo había tomado a su edad, me hacía sentir como si
finalmente hubiera hecho algo bien. Finalmente había algo que no había destruido, la vida de alguien
que no había contribuido a arruinar. No importaba lo que pasara, al menos esos dos estaban bien, y eso
me hacía pensar que tal vez no había sido un padre tan horrible después de todo. Que tal vez no había
sido una gran decepción para mi difunta esposa.

Pero mi entusiasmo y orgullo por el evento de mañana estaba siendo eclipsado por un evento aún más
grande que ocurriría al día siguiente. Un evento al que le había estado temiendo ante todo, el evento
que finalmente me había forzado a romper el silencio sobre esta situación y tomar medidas. No había
tiempo que perder, no había tiempo para quedarse sentado y solo esperar que las cosas se resolvieran
por su cuenta, porque estaba claro que eso no iba a pasar. Necesitaba resolver esta situación antes de
que empeorara aún más, porque sabía que en dos días había muchas posibilidades de que eso
sucediera.

Porque en tan solo dos días, el 20 de junio, Edward finalmente cumpliría 18 años. No estaba
completamente seguro de qué pasaba por su cabeza, lo que planeaba para su futuro, pero esperaba que
aquellas palabras que había dicho semanas atrás en mi oficina fueran verdad. Esperaba que no tuviera
absolutamente ninguna intención de seguir mis pasos, que no tuviera intención alguna de ir a Chicago
o involucrarse en esa vida de ninguna manera. Pero también sabía que las cosas cambiaban en un abrir
y cerrar de ojos, y estaba muy consciente de que Aro estaba desesperado por ponerle las manos
encima. Él quería que el último príncipe della mafia siguiera sus pasos, una marioneta que pudiera
forzar a hacer su voluntad y moldearlo hasta hacerlo un soldado frío y calculador, y esa idea me
enfermaba. Me asqueaba como padre y sabía que si Elizabeth siguiera con vida el solo pensar en ello
sería devastador para ella.

Sabía que Aro podía ser persuasivo y que nada le impedía usar la manipulación, y tenía miedo de lo
que haría para conseguir ponerle las manos encima a mi hijo. Temía a qué o quién usaría para meter a
Edward en esta vida, y por eso tenía que tomar la iniciativa. Tenía que estar a la ofensiva y tomar
algunas medidas preventivas. No podía simplemente quedarme sentado y preparar mi defensa, porque
tratándose de mi defensa fracasaría contra lo que me estaba enfrentando y todos terminaríamos
muertos.
Mi hijo menor cumplía dieciocho, finalmente estaría emancipado a los ojos de la ley y fuerzas
externas ya amenazaban con quitarle la vida. Por eso este día era tan importante, por eso estaba
sentado frente a mi cuñado y miraba a esos penetrantes ojos, esperando la sentencia. Alec y Esme
habían volado esta mañana para la graduación de Emmett y Jasper, y para celebrar el cumpleaños de
Edward con él. Todos los chicos se habían levantado antes del amanecer para ir a Port Angeles a pasar
la tarde y Esme estaba arriba, acomodando sus cosas en la habitación de Isabella para su estancia,
deliberadamente dándonos a los dos algo de espacio. Ella sabía lo que había planeado, sabía que
finalmente le iba a decir a su marido lo que sabía. Estaba muy consciente de que le estaba pidiendo
que hiciera a un lado todo lo que le había prometido a la Borgata con el fin de ayudar a mi hijo y a la
chica que amaba. Esme confiaba en que el amor ganaría, que él no sería capaz de negarse a ayudarme,
pero yo no estaba tan seguro.

“Ella no parece ser una principessa della mafia,” afirmó, rompiendo el silencio que había dominado
la habitación una vez más. Asentí lentamente.

“Yo pensé lo mismo. Casi se lo dije a ella cuando conseguí la segunda muestra de ADN. Su piel de
demasiado pálida, ella no parece una italiana legítima,” le dije.

“Pero estás seguro de ello,” me respondió, pronunciando las palabras como una declaración y no como
una pregunta, pero asentí en respuesta de todos modos. Él sabía que no me habría atrevido a tocar el
tema si no estuviera del todo seguro.

“Las dos muestras concuerdan,” añadí en voz baja.

“Principessa della mafia. ¿Perché non lo vedo prima d’ora? Ha perfettamente senso,” se dijo a sí
mismo después de un momento, negando con la cabeza. “Siempre sospeché que había algo más
respecto a esa chica. Simplemente nunca tuvo sentido para mí que el viejo Swan hiciera algo tan
deplorable como mandar matar a tu esposa simplemente porque Isabella era su nieta. Aro podría haber
aceptado ese hecho, pero para mí simplemente no era lógico. Es cierto que trataba terriblemente a su
nieta, pero no era tan terrible como para que la Borgata lo hubiera penalizado por ello. Tal vez habría
sido una vergüenza, pero no era una transgresión seria o que mereciera la pena de muerte. Pero esto…
esto definitivamente merece la muerte.”

Me encogí cuando dijo esas palabras, sabiendo que no quiso decirlas de esa forma, no obstante, sin
gustarme el sonido de ellas. Absolutamente nada merecía la muerte de mi esposa. Él debió haber
notado mi reacción porque siguió hablando de inmediato. “No estoy diciendo que ella mereciera haber
muerto. Sabes lo que pienso sobre esa situación, así que no voy a hablar de ello. Hasta hoy todavía me
habría gustado haber hecho más para frustrar sus intentos cuando ella se acercó a mí la tarde del
funeral de tu padre, pero ni una sola vez pasó por mi mente que Swan pudiera ser tan inhumano.”

“Ninguno de nosotros lo pensó, Alec,” le dije, sin querer que se sintiera culpable. Nada de esto era
culpa suya. Él asintió y apartó su mirada de mí, bajando la vista hacia la afelpada alfombra en el piso
de mi sala de estar. Era obvio que estaba sumido en sus pensamientos una vez más, repasando la
información otra vez.

“Es difícil de creer que ella es una de los nuestros,” dijo después de un momento, su voz tranquila
como de costumbre. “No estoy diciendo que no te creo, porque lo hago, Carlisle. Simplemente es algo
surrealista descubrir después de todos estos años que la pequeña esclava es la nieta de Marcus y
Didyme. Que su madre Renée es en realidad Bree, y que ella de alguna manera se las arregló para
sobrevivir.”

Yo asentí con la cabeza. “Lo sé. Incluso a mí me tomó un tiempo asimilar la información.”

“Cuáles son las probabilidades de que la mujer que vive en el granero de Phoenix y la chica que
duerme en esta casa, ambas terminen estando relacionadas con… él,” dijo. “De todas las personas
tenía que ser…”

“... Aro,” dije en voz baja, completando su pensamiento.

“Le sobreviven parientes de sangre después de todo,” dijo, sacudiendo la cabeza y suspirando.
“Sobrinas.”

Asentí vacilante, confirmándolo. Muchas personas habían desaparecido en el caos de los años 70
cuando comenzaron las guerras clandestinas entre las organizaciones, muchos de los cuerpos nunca se
recuperaron. Todo comenzó cuando Joseph Columbo, líder de la Familia Profaci inició la Liga de los
Derechos Civiles Italo-Americanos y empezó a hacer de nuestra forma de vida un espectáculo y
empezó a llamar innecesariamente la atención de la policía hacia las cinco familias mafiosas más
grandes en Nueva York. La familia más cercana a ellos, los Gambino, lo confrontó por sus acciones y
se intensificó a una pelea a muerte entre las organizaciones, extendiéndose desde Nueva York al resto
del país.

Se inició con el asesinato de Columbo y se convirtió en venganza y en una matanza, los hombres
matando familias y yendo en contra de lo que nuestras organizaciones habían creído, simplemente por
venganza. Las familias italianas siempre juraron no hacer daño a mujeres y niños, pero estaban tan
cegados por su odio y sed de sangre entonces que se desquitaron con el inocente. Era repugnante, pero
lo entendía y eso lo hizo aún peor. Entendía, porque años más tarde me vi atrapado en una situación
similar. Casi hice pagar a inocentes por mi búsqueda de venganza. Mi padre nos había enviado a Esme
y a mí aquí a Washington, cuando estalló la guerra, que fue donde conocimos por primera vez a Alec y
Jane como niños. Habíamos tenido suerte y salimos ilesos, pero muchos otros no. Marcus y Didyme
fueron finalmente encontrados enterrados en un campo de maíz en Idaho. Simplemente fue algo
natural asumir que la hija había muerto y se habían deshecho de ella, ya que no tenían los medios para
identificar los cuerpos de bebés cuando aparecían y no había nada que los diferenciara para
distinguirlos. En aquellos días no había ADN para comparar, no había manera de saber quién era quién
si estaban irreconocibles. Tiempo después encontraron el cuerpo de una niña a unos kilómetros del
campo de maíz en Idaho que se estimaba tenía la edad que habría tenido Bree, así que solo se asumió
que era ella. Sin embargo, estaba claro para mí ahora que ese no era el caso. No sé la hija de quién fue
enterrada en el cementerio junto a la tumba de Marcus y Didyme, pero era seguro que no la suya. Su
hija vivía. Su hija había sobrevivido a la matanza.

Él se me quedó mirando un poco más. “¿Sabes? Por un tiempo he tenido la sensación de que ocultabas
algo, pero nunca me imaginé que sería esto, Carlisle. Las probabilidades de que esa mujer resultara ser
la sobrina muerta de Aro son tan extraordinarias como las probabilidades de que Jimmy Hoffa
apareciera en la esquina de la Avenida Lincoln y la Calle Orchard en Lincoln Park allá en Chicago.”

“Sí, bueno, nunca se sabe Alec. Por ahora me inclino a creer que cualquier cosa es posible,” le dije,
sacudiendo la cabeza.

“Es cierto. Todos desaparecieron al mismo tiempo. Creo que ahora buscaré a Hoffa cuando esté en el
barrio,” dijo, su tono completamente serio. Me eché a reír, ya que era absurdo porque Hoffa
definitivamente estaba muerto, pero él solo se me quedó mirando con una expresión de molestia en su
rostro. Me tranquilicé rápidamente sabiendo que no debería estar riendo porque no había nada
divertido en esta situación, y obviamente él no vio la gracia en lo que había dicho.

“Entonces, déjame ver si lo he entendido. El que mató a Marcus y a Didyme vendió a su hija a los
Swans, y Charles padre compró a la niña sabiendo que era una principessa della mafia dentro de su
propia organización. Era consciente de que estaba comprando a uno de los suyos, que se estaba
adueñando de uno de su propia sangre como esclavo y nunca dijo nada al respecto. Asesinó a tu esposa
por ello, él ordenó el asesinato de la esposa de un compañero mafioso en un intento de mantener su
secreto, porque sabía que lo que estaba haciendo sería una sentencia de muerte automática si Aro lo
descubría,” dijo, resumiendo en unos segundos lo que me había tomado casi una hora explicar.

“Como lo sería para mí, si Aro se enterara,” añadí en voz baja. Él me miró de forma extraña por un
momento antes de asentir.

“Sí,” dijo simplemente. Suspiré, asintiendo una vez más ante su confirmación. Era muy consciente de
que si se descubría que me había quedado con Isabella después de descubrir su parentesco de sangre
con la organización, me matarían. No había manera de que Aro siquiera se detuviera a considerar mi
argumento o intentara entender mi posición. No lo entendería de todas formas, incluso si se me
permitiera la oportunidad de explicarme.

“Tú entiendes por qué hice lo que hice, ¿no?” Le pregunté vacilante, mirándolo con cautela. Puede que
Aro no fuera capaz de entender, pero realmente esperaba que el hombre frente a mí lo hiciera. Aro
solo vería mis acciones como traición, pero esperaba que Alec viera al menos la lógica detrás de ellas.
“Entiendes por qué no podía simplemente entregarle a la chica.”

“Sí,” dijo. “No estaríamos todavía aquí sentados hablando, Carlisle, si alguna parte de mí no
concordara contigo. Las consecuencias de entregársela a Aro y confesar su verdadera identidad serían
catastróficas. En un principio, no solo serías asesinado, sino que también su vida sería puesta en grave
peligro. James está esperando heredar la dinastía de Aro, confiando en el hecho de que él es lo más
cercano a un pariente que le queda a Aro. Edward ya está en peligro por el interés de Aro en él,
añadiendo a la chica a la ecuación solo los pondría en más peligro a ambos.”

Hizo una pausa, respirando profundamente. “No estoy seguro de que James se arriesgara a matarla,
pero sin duda trataría de apropiarse de ella para consolidar su posición como heredero de Aro. Y si lo
que afirmaste es correcto, que Edward ama a la esclava, puedo ver el comienzo de una potencial
guerra entre esos dos chicos por ella. Francamente, ella estaría más segura con mi hermana en Phoenix
de lo que lo estaría con Aro en Chicago.”

“Exactamente. Si la envío a Chicago, Edward iría detrás de ella y no dudo en absoluto que lucharía
hasta la muerte por ella,” dije, sacudiendo la cabeza. Si entregara a Isabella a la organización, sería
llevar a mi hijo directamente hacia ellos y no podía simplemente aceptarlo sin hacer nada, no sin al
menos tratar de impedirlo. “Por no hablar de lo que todo esto significaría para la organización en
conjunto. Ellos nunca determinaron quién asesinó a Didyme y Marcus, y tú sabes que a Aro se le hizo
difícil dejar pasar eso. Finalmente ha aprendido a vivir con eso pero si él llegara a averiguar que quién
sea que haya asesinado a su hermana y cuñado también vendió a su sobrina en esclavitud a uno de sus
propios amigos, reabriría la herida. Estaría en pie de guerra, no confiaría en ninguno de nosotros
después de averiguar que hombres que él consideraba sus amigos le habían ocultado a miembros de su
familia, y justo ahora que tenemos bastantes problemas dentro de la Borgata.”

Suspiré, levantando mi mano y apretando el puente de mi nariz. “Mataría a Charles y a tu hermana y a


cualquiera que haya tenido contacto con ellos a través de los años, cualquiera que haya visto o hablado
con Ren—uh, Bree, y no la ayudó, independientemente de si sabían o siquiera estaban en posición de
ayudar. Él no solo destruiría nuestra organización desde dentro, sino que también entraría en guerra
con cualquiera que hubiera tenido algo que ver en ello. Mi padre estuvo ahí para controlarlo cuando
murieron, para calmar los enfrentamientos y para mantener al mínimo el que tomaran la justicia por
su propia mano dentro de nuestra propia casa, pero con él al cargo… no hay manera de saber lo que
haría. Él afirma ser muy competente pero no vería esto racionalmente en absoluto y mucha gente
moriría en su cruzada por venganza. Él señalaría en cualquier dirección e iría tras cada uno de ellos,
hasta que finalmente encontrara el correcto.”

“La historia se repite,” dijo Alec. “Él empezaría otra guerra en respuesta a la primera.”

“Exactamente,” le dije. “Probablemente yo esté muerto antes de que siquiera comience, pero
definitivamente mi familia estará en peligro por una guerra civil de la mafia y yo no estaría allí para
protegerlos.”

Él asintió. “Todos estaríamos en peligro, Carlisle,” reiteró. Yo asentí.

“Sí. Estoy tratando de encontrar una forma de salir de esto, evitando aquello. No estoy preocupado por
mí, Alec. He aceptado que mis probabilidades de sobrevivir a esto son escasas sin importar el camino
que tome, no quiero que ninguno de esos chicos sea derribado por algo sobre lo que no tienen control.
No necesitan más dolores de cabeza, ambos han pasado por situaciones realmente difíciles. Se
merecen una vida,” le dije. Él me miró y levantó las cejas.

“Así que, ¿solo quieres que príncipe y principessa puedan cabalgar hacia el atardecer, para ser felices
para siempre? Eso no es pedir mucho, ¿verdad?” Él preguntó, su voz fría y dura. “Odio ser yo quien te
lo diga, Carlisle, pero esto es el mundo real. Esto no es de lo que están hechos los cuentos de hadas.
Tengo más probabilidades de sacarte de esto con vida que de asegurarme de que ellos dos salgan
totalmente ilesos. Esto perjudicará a más personas, y hay una gran posibilidad de que uno o ambos
tengan que sufrir o sacrificarse. Sinceramente, no sé qué esperas de mí, no puedo con todo.”

“En realidad, no te estoy pidiendo que hagas nada, Alec. No quiero tener que involucrarte, yo solo…”
Empecé a decir, pero él me interrumpió con una risa amarga, el sonido golpeando algo dentro de mí
que hizo que el miedo me recorriera.

“Te estás volviendo blando, Carlisle. No sé lo que te ha pasado, pero no me gusta. Puedo entender tu
lógica en lo que has hecho con relación a la esclava, pero nada más tiene sentido para mí. Afirmas que
no estás tratando de involucrarme, ¿pero no te das cuenta que me involucraste desde el primer día?
Involucraste a Esme en este lío, e involucrándola a ella me involucraste a mí. Pensé que eras más
inteligente que eso, Carlisle, que eras más sensato. ¡Puede que ella sea tu hermana, pero también es mi
esposa maldita sea, y tú estás arriesgando su vida por esta chica! Eso no lo puedo aceptar o entender.
Ni un poco,” dijo negando con la cabeza. Estaba alzando la voz y pude escuchar el dejo de pasión en
ella, sorprendiéndome. Alec nunca perdía la compostura o demostraba alguna emoción.

“No era mi intención…” Empecé a decir, sin querer que pensara que planeaba dejarle todo el
problema a él. Solo necesitaba algo de orientación, la lógica de alguien más, pero él me interrumpió
antes de que pudiera decir eso.

“No, estoy seguro de que esa no era tu intención Carlisle. Pero hubiera pensado que tú más que nadie
entenderías. Tú perdiste a tu esposa por esta vida, la perdiste por esa esclava, y ahora me pones
exactamente en la misma situación. Para ser alguien quien amó y lamentó tanto la muerte de su
esposa, ciertamente no dudaste en llevarme a soportar la misma suerte. Para alguien que dice amar a
su familia y que se sacrificaría por ellos, ciertamente no tuviste en cuenta lo que esto significaba para
tu hermana o para mí. En tu misión de asegurarte de que tu hijo no siguiera tus pasos, te las has
arreglado para conseguir que tu hermana siguiera los pasos de tu esposa,” él dijo molesto. “¿Sabes lo
que sentí cuando mi esposa se acercó a mí y me pidió que salvara a esa chica? ¿Lo que sentí cuando
me miró y me rogó que rescatara a Isabella de Phoenix? Ella utilizó casi exactamente las mismas
palabras que tu esposa había usado cuando acudió a mí años atrás. Con las dos me negué, porque no
era mi lugar intervenir y en este momento no deseo nada más que negarme a tu solicitud de ayuda,
pero no puedo. Soy un hombre razonable y reconozco que no tengo otro remedio que ayudarte e
intentar salvar algunas vidas. Si no supiera lo que pasaría basándome en el pasado, te entregaría justo
ahora. Pero haciéndolo estaría entregando a mi esposa y también, sellando el destino del resto de
nosotros.”

Me quedé mirándolo, un poco sorprendido por su arrebato. En todos los años que había conocido a
Alec, nunca lo había escuchado desahogarse tan apasionadamente. Ni siquiera había caído en la cuenta
de lo que estaba diciendo, la posición en la que en realidad estaba poniendo a mi hermana. Había sido
egoísta con mi preocupación últimamente.

“Así que sí, voy a ayudarte Carlisle, pero no lo voy a hacer por ti. Lo hago por mi esposa. Si tengo que
morir por esto, al menos moriré luchando por algo por lo que vale la pena luchar,” dijo, mirándome
fijamente. “No prometo nada, pero voy a ver qué puedo lograr hacer a pesar del hecho que va contra
todo lo que me he jurado a mí mismo. Todo lo que sé es que es mejor que esta esclava valga la pena
para ti.”

Lo miré brevemente. “La valía para Elizabeth,” le dije. Él negó con la cabeza, levantando las manos
para frotar su rostro con frustración.

“L’amore domina senza regole*. Las cosas que hacemos por las mujeres,” murmuró. “En primer lugar,
necesito el nombre del médico que hizo las pruebas de ADN para ti y tiene los resultados.”

Lo miré con recelo. “¿Por qué?” Le pregunté. Él arqueó sus cejas luciendo sorprendido.

“¿Te ayudo y cuestionas mis motivos, Carlisle?” Preguntó, negando con la cabeza. “De verdad te has
vuelto blando. El Carlisle que yo conocía hubiera metido una bala en ese hombre sin pensárselo dos
veces, ¿y ahora tú hasta dudas en darme su nombre? ¿Qué es lo que tiene esa chica que provoca tales
reacciones en la gente?”

Suspiré y pasé la mano por mi pelo. “No lo sé, me he hecho esa misma pregunta tantas veces… Y
estaba tratando de no matar a ningún inocente, Alec,” le dije. “Le he estado pagando y hasta ahora ha
mantenido la boca cerrada.”

Alec me miró, su expresión era casi de incredulidad. “Chi vuole mantenere un segreto deve
nascondere il fatto che egli possiede uno*,” dijo fríamente. El que quiera guardar un secreto debe
ocultar el hecho de que posee uno. “El dinero solo te llevará hasta ahí. En algún momento no será
suficiente. La única manera de asegurarte de que mantenga la boca cerrada es garantizar que nunca
tenga la capacidad de abrir la boca de nuevo. Entiendo el deseo de no lastimar a inocentes y sé que has
hecho todo lo que puedes en estos últimos años para mantener esa sangre lejos de tus manos, pero eso
no siempre es plausible. Tal vez en la sociedad lo sea, pero en el mundo en el que vivimos el daño
colateral es a menudo inevitable. Matar o morir, tú sabes eso.”

Asentí vacilante, sabiendo que era la verdad pero aún sin querer seguir ese camino. “doctor
Scomparsa,” le dije. Él me miró fijamente por un momento antes de que la comisura de sus labios
comenzara a subir, una pequeña sonrisa dominando sus labios.

“¿En serio?” Preguntó, con algo de diversión en su voz. Asentí y su sonrisa creció. Lo observé con
curiosidad por un momento, un poco sorprendido por su reacción. “Bueno, Carlisle, creo que tu esposa
hubiera llamado a esto “destino”. No se me ocurre un nombre más apropiado para el hombre.”

Me di cuenta después de un momento a lo que se refería y sonreí involuntariamente. Scomparsa, una


palabra italiana refiriéndose a desaparición o muerte. Él se echó a reír y probablemente yo debería
haber estado un poco perturbado de que él encontrara todo esto gracioso, pero al parecer no fui capaz
de activar el interruptor de mis emociones y que me importara en ese momento. Solo estaba
agradecido por su intervención de cualquier forma que él quisiera intervenir. Al menos ya no estaba
solo, por lo menos no estaba llevando la carga de este secreto yo solo.

“Tengo que decir, que me sorprende que confíes en un hombre llamado doctor Muerte,” dijo,
sacudiendo la cabeza. “Pero yo me encargo de él. Está en Port Ángeles, ¿cierto? Voy a necesitar su
dirección.”

Sentí una punzada de culpa por la forma despreocupada en la que Alec hablaba del hombre, ya que lo
conocía desde hacía bastante tiempo. “Te voy a dar la dirección de su oficina y de su casa,” le dije. Él
asintió en respuesta.

“Bien. Me voy a dar una escapada en algún momento de esta semana mientras estamos aquí,” dijo
simplemente. “¿Y hay alguien más que pueda saber? ¿Qué pueda sospechar algo?”

Consideré brevemente la respuesta. “Solo Edward,” le dije, mirándolo con cautela. Él alzó las cejas
por la sorpresa.

“¿Se lo has dicho a Edward?” Preguntó. Yo negué con la cabeza, suspirando.

“Es demasiado curioso para su propio bien. Se puso entrometido y comenzó a indagar. No pudo
encontrar ningún nombre pero me ha dado a entender que ya lo ha resuelto. No lo sé con seguridad,
pero me doy cuenta que probablemente así sea,” dije en voz baja, sin saber cómo iba a tomar eso Alec.
Me di cuenta que él no quería que nadie con vida además de él, Esme y yo lo supiéramos y no estaba
seguro cómo quería manejar a Edward.
Él se quedó sentado en silencio, reflexionando en ello. “Tal vez sea mejor que él lo sepa,” dijo
finalmente. Mi ceño se frunció por su respuesta, ya que era la última cosa que esperaba escuchar.
Esperaba al menos molestia o decepción por una nueva complicación. “Si algo sale mal, creo que sería
justo que Edward entendiera el por qué y a qué se está enfrentando. Si probablemente ya lo sabe de
todos modos, no veo el daño en informarle abiertamente.”

Consideré lo que dijo. “Lo consideraré,” le dije, esperando que aceptara eso por ahora. Su lógica tenía
sentido pero yo todavía estaba renuente a divulgarle algo a Edward e involucrarlo en esto más de lo
que ya lo estaba. Él asintió.

“Muy bien. Es tu hijo. Debo decir, sin embargo, que estoy en un dilema en cuanto a quién me recuerda
más en estos días, a ti cuando eras más joven o a su madre. Es una gran mezcla de los dos lo que lo
hace un chico potencialmente peligroso. Curiosidad y hostilidad no hacen un temperamento estable,”
dijo, negando con la cabeza. “Puedo ver por qué Aro lo quiere tanto. Él será una fuerza a tener en
cuenta si se le guía correctamente.”

Asentí, sintiendo el temor ante esa declaración. Sabía que era verdad, incluso yo podía ver el valioso
potencial de Edward para la organización.

“¿Qué debo hacer con Renée, o, eh, Bree?” Pregunté, el hecho de que siguiera bajo el control de los
Swan me preocupaba más últimamente. No podía simplemente ir y demandar que Charles me la
entregara. No solo estaba en contra de nuestro código de conducta, teniendo en cuenta que Renée era
considerada propiedad de los Swan y no podía simplemente llevármela, sino que también levantaría
sospechas porque sería algo muy fuera de lo normal en mí. Aro querría saber por qué tan
repentinamente estaba interesado en otra esclava, y usar la excusa de que Isabella era su hija no
funcionaría. A él no le importaría la madre de una esclava, lo consideraría innecesario y básicamente
me prohibiría hacerlo.

“Por ahora nada. La vigilaré e intentaré asegurarme de que Charles no le ponga las manos encima. No
me agrada dejar a una principessa della mafia en esa situación, pero por ahora es lo mejor, hasta que
no nos aseguremos que esta información no saldrá a la luz,” él dijo. Asentí.

“Eso está bien,” sabiendo que él podía sacarla pero comprendiendo por qué no la quería en su casa
hasta que estuviera seguro de que no iba a perjudicarlo si la información se daba a conocer. No quería
estar en la misma posición en la que yo estaba… siendo el dueño de uno de los familiares
consanguíneos de Aro como una esclava. Eso les pondría a él y a mi hermana todavía más en peligro
de lo que ya lo estaban por mi culpa.

“¿Crees que Charles y mi hermana lo saben?” Preguntó después de un momento. Hice un gesto de
negación.

“No, me hubiera enterado si hubiera sido así. Tu hermana hubiera alardeado de ello y dudo que la
hubieran entregado tan fácilmente si hubieran descubierto su identidad, a sabiendas que podría ser
descubierta. Estoy seguro que no sabía nada entonces, cuando… sucedió…” Mi voz se fue apagando.
Alec se quedó mirándome por un momento.

“Han pasado casi cinco años, ¿eh?” Preguntó. Yo reí secamente, asintiendo.
“Hoy,” le dije. “Hoy hace exactamente cinco años.”

El 18 de junio, el aniversario del día en que había tocado fondo. La mayoría de la gente asumiría que
toqué fondo cuando mi esposa murió o al año siguiente, cuando fui incapaz de volver a casa y hacerle
frente a mis propios hijos por la vergüenza, la culpa y la ira, pero no fue así. Toqué fondo años
después...

**************************

18 de junio de 2001.

Corría por la carretera desierta, mis manos temblaban y mis ojos ardían por la falta de sueño,
amenazando con cerrarse. Mi cuerpo se agotaba, desesperado por descanso, pero no había forma de
que pudiera detenerme ahora. Había llegado muy lejos para detenerme, demasiado lejos para solo
dejarme llevar por el agotamiento.

Mi teléfono móvil comenzó a sonar con fuerza desde el asiento del pasajero y lo miré, parpadeando
cuando la molesta luz verde amarillenta iluminaba la oscuridad. Extendí mi mano y lo cogí,
entrecerrando los ojos ante la pantalla y tratando de leer el nombre. Sentí el coche sacudirse después
de un momento y rápidamente volví a mirar por el parabrisas, dejando caer el teléfono y cogiendo con
fuerza el volante cuando me di cuenta que me había salido de la carretera. Giré con fuerza a la
izquierda tratando de volver al camino y derrapé un poco antes de recuperar el control. Mi corazón
latía de forma errática y las palmas de mis manos sudaban cuando el pánico se apoderó de mí. La
adrenalina comenzó a bombear y a despertar mi cuerpo cansado y provocando náuseas en la boca de
mi estómago.

Mi teléfono comenzó a sonar de nuevo después de un momento y volví la cabeza rápidamente, viendo
la iluminación verde amarillenta en el suelo del lado del pasajero. Suspiré y volví a mirar hacia el
camino, sabiendo que no había forma de alcanzarlo sin detenerse y aparcar el coche. No era como si
en realidad lo fuera a contestar, teniendo en cuenta que no lo había hecho la última docena de veces
que había sonado. Sabía quién era y sabía que estaba llamando para detenerme, pero no podía. Sin
importar lo que significaría para mí después, no podía simplemente detenerme. Eso estaba fuera de
cuestión.

Encendí el aire acondicionado a su máxima capacidad y el estéreo, esperando que la música rock a
todo volumen y el aire frío dándome con fuerza fueran suficiente para evitar quedarme dormido.
Ahogaba el sonido del timbre de mi teléfono, pero todavía podía verlo encenderse periódicamente,
iluminando el coche con su penetrante luz. Me estaba poniendo nervioso y me estaba haciendo perder
la paciencia. Golpeé el salpicadero del coche en frustración y grité, mi voz sofocada por el sonido de
la canción de Linkin Park proveniente de los altavoces, deseando que solo se detuviera. Quería que
simplemente todo se detuviera, cada parte de ello, pero al parecer no podía simplemente detenerme.
Estaba demasiado cerca, había ido demasiado lejos. Todo estaba fuera de control, yo estaba fuera de
control.

Veintiséis horas. Había estado conduciendo un total de veintiséis horas seguidas, deteniéndome solo el
tiempo suficiente para llenar el tanque de gasolina o ir al baño cuando era necesario. Anoche,
alrededor del crepúsculo, subí detrás del volante del coche en el barrio Lincoln Park de Chicago y solo
empecé a conducir por instinto, mi mente frenética y mis pensamientos confusos. No sé lo que estaba
pensando al venir aquí, qué es lo que esperaba lograr o incluso qué era exactamente lo que iba hacer
cuando llegara. Sabía que estaba yendo contra todo lo que había acordado, desobedeciendo órdenes
deliberadamente y estaba lo suficientemente lúcido para reconocer que podría tener devastadoras
consecuencias para mí, pero no lo suficientemente lúcido para que me importara. No me importaba lo
que me pasara porque no estaba pensando en mí por el momento. No estaba pensando en el futuro en
absoluto, solo reaccioné en el momento. Todo en lo que podía pensar era desquitarme. Quería
vengarme, necesitaba una retribución. No podría descansar hasta ajustar cuentas, hasta que todos
pagaran y sintieran lo que yo había sentido. No podía detenerme hasta que todo hubiera terminado,
hasta que ellos sufrieran tanto como yo había sufrido.

Caminé al interior de esa gran casa en Lincoln Park más o menos veintiséis horas antes y me paré
frente al hombre que controlaba mi vida, escuchando las cuatro palabras que resonaban
constantemente en mi mente como una cinta en repetición. Una y otra vez, las palabras me
impulsaban, “Charles Swan lo hizo.”

Él me dijo más después de eso pero no asimilé nada de ello o me afectó en realidad como aquellas
primeras cuatro palabras. Recuerdo que me dijo que no hiciera nada, que el mandaría llamar a Swan a
Chicago cuando tuviera oportunidad y tendríamos una reunión, y como un buen subordinado asentí de
acuerdo. ‘Sí, señor’ ‘Lo que usted diga, señor,’ dije robóticamente, sabiendo que no podía decir nada
más. Él me despidió, diciéndome que me fuera a casa con mis hijos porque el más joven cumpliría
catorce en unos días y necesitaba a su padre. Accedí una vez más y salí, pero en el momento en que
me senté al volante del coche, toda la lógica y razón me dejaron.

Todo lo que podía oír eran esas cuatro palabras, y todo lo que podía sentir era la ira y el odio. Todo en
lo que podía pensar era en vengarme. Él había mandado asesinar a mi esposa y destruido a mi familia,
marcando de manera permanente a mi hijo en el proceso. Sus cicatrices eran mentales y físicas, y no
había manera de pudiera ir a casa y estar frente a él. No ahora, no con lo que sabía, y definitivamente
no sin hacer nada al respecto. Edward y Elizabeth merecían que se les vengara y Charles Swan
merecía pagar con su sangre. No, no podía ver a mi hijo, aquel que se parecía tanto a Elizabeth, no
hasta que resolviera esto.

Así que aquí estaba, veintiséis horas después, exhausto e inestable, a punto de perder la última pizca
de cordura a medida que aceleraba la velocidad por esa carretera desolada, dirigiéndome directamente
a la residencia de los Swan. No estaba seguro de lo que iba a hacer cuando llegara, pero sabía que no
me iba a ir hasta que la agonía desapareciera. No me iba a ir hasta que se ejecutara justicia.

Cuanto más me acercaba a mi destino, más aumentaba mi frenesí. Mi mente estaba al borde de una
crisis nerviosa y mi cuerpo se revelaba en mi contra, el hecho de haber estado despierto dos días
seguidos me extenuó. No podía recordar la última vez que había comido o bebido algo, además de la
botella de vodka en el asiento junto a mí, y sabía que mi falta de alimentación y mi deshidratación lo
estaban empeorando todo. El vodka se había terminado hacía horas, pero estaba seguro de que sus
efectos todavía seguían en mi cuerpo. Había estado bebiendo mucho últimamente, mucho más de lo
que nunca había bebido antes. Lo oculté a todos, sin querer que se preocuparan por mí, pero estaba
tambaleándome en el borde. Estaba cayendo, y el escuchar esas putas cuatro palabras hacía tantas
horas atrás no me estaba ayudando a mantener contacto con la realidad. Mis ojos estaban
desenfocados y sentí como si pequeños granos de arena estuvieran alojados en ellos. Estaba aturdido y
sentía náuseas, mi mente estaba desorientada ya que parecía no tener control de mis pensamientos.
Mis manos temblaban aún más que antes y yo las maldecía, diciéndoles que se detuvieran de una puta
vez. Tenía manos firmes, era una de las cosas que me caracterizaban, Carlisle Cullen nunca temblaba,
Carlisle Cullen podía apuntar y darle a un blanco en movimiento mejor que el resto de ellos. Pero
ahora… ahora mis manos eran cualquier cosa menos firmes. Eran manos ociosas, temblorosas y
sudorosas, rebelándose como el resto de mí.

Estaba a unos cuantos kilómetros del desvío hacia la propiedad Swan cuando vi las luces de un coche
viniendo en mi dirección. Giré de nuevo hacia mi carril, después de haber estado conduciendo por en
medio de la carretera, y disminuí un poco la velocidad de manera que no fuera muy por encima del
límite. Lo último que necesitaba en este momento era que me detuvieran, llevando un arma cargada
sin registro y algo intoxicado. Eché un vistazo al vehículo cuando pasó zumbando junto a mí,
tensándome y la ira me invadió cuando vi que eran ellos. Era inconfundible, porque nadie más viajaba
por este camino desolado y Swan era un aficionado a los coches, demasiado ostentoso para su propio
bien. Él alardeaba de su nuevo y brillante Ferrari 360 color amarillo la última vez que lo vi y en el
momento en que lo vi, supe exactamente quién era.

Pisé los frenos, el coche derrapó hasta detenerse con un chirrido estridente, y rápidamente di la vuelta.
Estuve a punto de perder el control del vehículo cuando se salió a un lado del camino cuando intenté
dar la vuelta, pero me las arreglé para conseguir enderezarlo de vuelta. Pisé con fuerza el acelerador y
me abalancé hacia adelante, tratando de cerrar la distancia entre nuestros vehículos. No estaba
pensando con lógica y claridad, no tenía un plan de lo que iba a hacer cuando lo atrapara, pero nada de
eso importaba en ese momento. Todo lo que importaba es que era él y que no había manera de que se
me escapara. No ahora, no después de lo que había hecho. No ahora que sabía la verdad. No después
que había oído las simples cuatro palabras que seguían resonando con fuerza en mi cabeza,
llevándome al borde de la locura. Charles Swan lo hizo.

El coche aceleró rápidamente, acercándose al deportivo amarillo. Las luces rojas frente a mí se
encendieron cuando pisó el freno, obviamente al notar que me acercaba rápidamente. Él podía
fácilmente correr más rápido que yo y alcanzar los trescientos kilómetros si quería y yo no podría
alcanzarlo en el Mercedes, pero Charles Swan padre no era sensato. Bajó un poco la velocidad y en mi
inestable estado irracional, aumenté la velocidad. Pisé el acelerador y me fui directamente hacia él. Él
debió haberse dado cuenta de lo que estaba sucediendo en el último momento porque pisó su
acelerador, sus llantas chillaron cuando se disparó de nuevo hacia adelante, pero era demasiado tarde.
Había esperado demasiado.

Embestí directamente al Ferrari, girando rápidamente el volante y golpeando a gran velocidad la


esquina trasera. Fui lanzado hacia adelante y mi cuerpo se golpeó contra el volante porque no llevaba
puesto el cinturón de seguridad. El dolor me invadió y mi visión se nubló a medida que jadeaba por
aire. La fuerza causó que los dos coches patinaran hacia un lado y agarré con fuerza el volante,
girándolo y tratando de enderezar de nuevo el coche mientras soltaba el acelerador. Escuché el
chillido de las llantas y un fuerte choque cuando el Ferrari voló hacia un lado del camino,
directamente hacia unas rocas enormes que sobresalían en la arena del desierto. Pisé el freno después
de un segundo y el coche patinó un poco más, dando la vuelta bruscamente antes de girar y casi
volcarse. Finalmente se detuvo en medio de la autopista quedando en dirección opuesta a donde me
había estado dirigiendo, por suerte aún intacto en su mayor parte, y sobre las cuatro ruedas. Mi
respiración era superficial y mi corazón latía erráticamente, mis ojos estaban nublados y escocían. El
dolor en mi pecho era intenso, cada respiración dolía. Me di cuenta que probablemente me había roto
una costilla o fracturado el esternón, pero estaba agradecido de no haberme golpeado la cabeza en el
proceso. Una costilla rota la podía tolerar y manejar, con una inflamación en el cerebro no podría.

La adrenalina recorriendo mi cuerpo, junto con mi cansancio y los golpes físicos del accidente me
hacían sentir mareado, todo en el momento estaba borroso y era surrealista. Humo y polvo se cernían
en la zona de la colisión, mis ojos ardían y lloraban. Subí mis manos para frotar mi rostro cuando mi
vista se nubló de nuevo. Tomé una respiración profunda, tratando de calmarme, y gemí cuando el
dolor se intensificó en mi pecho.

Abrí la puerta después de un momento, parpadeando rápidamente y tratando de enfocar mi vista.


Estiré mi mano para tomar mi pistola, mirando brevemente alrededor cuando vi que no estaba en el
asiento donde había estado, finalmente, la localicé. La cogí y salí del coche, mis piernas débiles y
temblorosas, amenazando con ceder cuando puse mi pecho sobre ellas. Me sujeté a la puerta hasta que
me estabilicé, mirando alrededor. El Ferrari estaba destrozado, el frontal había terminado aplastado
por el impacto con la roca y el humo se filtraba en el aire a su alrededor. No vi ningún movimiento en
el coche, pero comencé a caminar hacia él lentamente, observando cautelosamente. Me acerqué al
lado del conductor y escuché que jadeaban y escupían, me detuve brevemente para escuchar. Después
de un segundo empecé a avanzar de nuevo, deteniéndome justo a un lado de la puerta y mirándolo a él.
La ventana estaba rota, el cristal se había hecho añicos alrededor y crujía bajo mis pies. Él volvió su
cabeza para mirarme, el miedo predominaba en su expresión cuando sus ojos me miraron.

“¿Carlisle?” Balbuceó con incredulidad. Yo solo me quedé mirándolo y sentí la ira emerger, el odio
puro y la sed de sangre balanceándose a través de mí. Demonios, había sido él. Él lo había hecho. Él
había destruido a mi familia, me había quitado a mi esposa. La amaba más que cualquier cosa en este
mundo, la amaba más que mi maldita vida, y él me la había quitado. Él iba a pagar, joder, tenía que
pagar.

“Charles Swan lo hizo,” murmuré para mí mismo, mi voz extrañamente tranquila mientras repetía
esas cuatro horribles palabras que me estaban consumiendo por dentro. Él jadeó, sus ojos se ampliaron
por la sorpresa cuando se dio cuenta de lo que había dicho.

“Eh… yo… eh, Carlisle, yo…” Comenzó a decir, resollando y jadeando por aire. Él estaba atrapado,
sus piernas aplastadas bajo la parte delantera del coche y podía decir por el sonido de su respiración
que al menos uno de sus pulmones había colapsado. Miré hacia el lado del pasajero y vi a su esposa
desvanecida, sus piernas estaban también aplastadas. Ella no se movía en absoluto y había sangre
saliendo de sus oídos, indicando que ella probablemente tenía lo que supuse era una fractura de base
de cráneo severa por trauma con objeto contundente. Ella no me sería ningún problema, porque ya
estaba casi muerta. Miré de nuevo a Charles y pude ver que seguía tartamudeando, sus ojos se llenaron
de lágrimas mientras algunas corrían por su rostro. Yo ya no podía escucharlo y en ese momento ni
siquiera me detuve a preguntarme por qué. Su boca se movía frenéticamente pero todo lo que oía era
un zumbido, sonando con fuerza en mis oídos. Verlo llorar y suplicar por su vida hizo que mi ira
aumentara, mi enojo me abrumó por completo y bloqueó todo lo demás.

“Tú asesinaste a mi esposa,” le espeté, perdiendo el último ápice de compostura y cordura que tenía en
ese momento. Él levantó sus manos para protegerse y yo levanté el arma, pero en lugar de apuntarle la
tomé por el cañón, sujetándola con fuerza. Eché mi brazo hacia atrás y lo golpeé en la cara con ella,
con cada onza de fuerza que pude reunir. Perdí la noción de la realidad, quedando totalmente en piloto
automático, sin tener un conocimiento consciente de mis acciones. No sé cuánto tiempo me quedé allí
golpeándolo pero al momento que volví en mí, mi mente reaccionó y tomó nota de lo que estaba
haciendo, el cuerpo en el asiento del conductor estaba irreconocible. Mi mano estaba apretada
sujetando el arma, mi brazo dolorido por la fuerza de los golpes. Bajé la vista y vi que mis manos
estaban cubiertas con sangre y salpicaba todo mi parte frontal, cubriendo mi camisa. El verlo me hizo
reaccionar y sentir náuseas. Me doblé y empecé a dar arcadas, sujetándome de un costado del coche
para evitar caerme.

Tomé unas cuantas respiraciones profundas, tratando de ignorar el dolor en mi pecho y controlarme.
No podía derrumbarme ahora, no después de todo. Tenía que resolver esto, necesitaba terminarlo. Me
enderecé y volví a mirar el interior del coche. Obviamente, ambos estaban muertos, había sangre por
todas partes. Di un profundo suspiro y comencé a alejarme, volviéndome de nuevo para quedar frente
al coche. Levanté mi arma y apunté, pegando unos cuantos tiros en dirección al tanque de gasolina.
Me tomó un segundo antes de percibir el olor a gasolina y caminé hacia mi coche, volviendo a arrojar
el arma sobre el asiento del pasajero. Empecé a buscar, abriendo la guantera y la consola central,
murmurando para mí mismo. Localicé el paquete de Marlboros en la puerta del lado del conductor y
saqué uno, tomando el encendedor rojo. Lo encendí e inhalé, sintiendo el ardor mientras que el humo
quemaba mis pulmones. La nicotina calmaba mis nervios a medida que se filtraba a través de mi
cuerpo.

Por lo general no apruebo el fumar. Soy médico y sabía el daño que estaba haciendo a mis pulmones y
a mi cuerpo. Pero era un hábito que se había apoderado de mí últimamente, uno de mis múltiples
vicios que me ayudaban a soportar, como el alcohol y las mujeres. Le di una cuantas caladas más al
cigarrillo antes de lanzarlo hacia el Ferrari. Aterrizó en el pequeño charco de gasolina que se había
acumulado, encendiéndose de inmediato. Me quedé allí y observé por unos minutos, apoyado en mi
Mercedes y encendí otro Marlboro. La sangre en mis manos temblorosas tiñó de rojo el cigarrillo pero
lo ignoré, tratando de concentrarme.

Después de que el coche empezó a arder, cogí mi cigarrillo y lo lancé, haciendo arder la parte trasera.
Subí al coche y arranqué, y me dirigí de vuelta a la residencia de los Swan. No tenía idea a dónde más
ir porque sabía que no había nadie más en el área y no había manera de que pudiera ir a algún lugar
público en mi condición. Estaba fuera de control, mi mente seguía nublada y mis pensamientos
confusos, y estaba cubierto de sangre y conmocionado.

El viaje duró solo unos cuantos minutos, bajé por el camino de entrada de los Swan con cautela, sin
saber si él tenía a los guardias fuera esta noche y queriendo evitar una confrontación. Ellos tenían un
campo de marihuana localizado en las cercanías y a menudo tenían hombres armados vigilando las
líneas de árboles y cuidando de su propiedad cuando salían a alguna parte. Detuve el coche frente a la
casa y bajé, mirando alrededor. El lugar parecía desierto, todo en silencio y sin señal alguna de
movimiento en alguna parte. Tomé mi pistola y me dirigí hacia la casa, girando el pomo de la puerta y
encontrándolo sin llave. Entré en la casa e inmediatamente vi la silueta parada allí. Reaccioné por
instinto y apunté el arma, preparándome para disparar y se escuchó un grito. Me di cuenta que era de
una mujer y bajé el arma antes de tener la oportunidad de apretar el gatillo, notando a una esclava
mayor parada allí. Ella me miraba con los ojos amplios, aturdida y asustada cuando vio mi apariencia.

“¿Cuál es tu nombre?” Le pregunté de inmediato, sin que me importara en realidad pero sintiéndome
obligado a preguntar por alguna razón.

“Clara,” gimoteó.
“Si quieres vivir Clara, te recomiendo que vayas a tu cuarto y te quedes allí,” le dije fríamente.
Empecé a caminar pasando junto a ella y se me quedó mirando brevemente antes de darse la vuelta y
salir corriendo. Me dirigí hacia la oficina de Charles, tratando de girar el pomo y encontrándolo con
llave. Abrí la puerta de una patada, sorprendido de lo fácil que era entrar. para ser un hombre con
secretos, ciertamente no hacía mucho por proteger sus cosas. Busqué por la oficina rápidamente,
arrojando cosas por todos lados, tratando de encontrar algo, cualquier cosa de importancia que me
explicara por qué lo había hecho. Por qué demonios había llegado al extremo de matar a mi esposa por
esa pequeña esclava. ¿Qué demonios la hacía tan importante para ellos como para matar por ella?
Nada de eso tenía sentido para mí.

Cuanto más rebuscaba, más me enojaba por no encontrar nada. Mi ira aumentaba, la indignación y el
resentimiento bullendo. Cómo se atrevían, todos ellos. Mi esposa estaba muerta, y aquí estaba esta
gente, respirando y seguía con vida. Ninguno de ellos merecía vivir, no si ella no podía vivir. Joder,
ellos habían conseguido que la mataran, y no solo era culpa de Charles y su esposa. Eran todos ellos,
cada uno de ellos habían jodido a mi esposa de alguna manera. Después de un rato me di por vencido
en la búsqueda de respuestas, al darme cuenta que era infructuosa. De todos modos no importaba el
puto por qué, lo único que importaba es que había sucedido. Ellos lo habían hecho, y por ello estaban
muertos. Pero todavía no sentía que fuera suficiente. Todavía quería que alguien pagara esa mierda,
todavía necesitaba que pagaran.

Me lavé y tomé algo de la ropa de Charles padre, cambiándome para verme presentable. Finalmente,
salí al porche y me detuve, mirando alrededor. El agotamiento me estaba venciendo de nuevo, mis
pensamientos eran frenéticos y mi cuerpo gritaba que cediera y me diera por vencido. Me sentí como
si estuviera en una bruma, la cabeza me palpitaba y los ojos me ardían. No sé cuanto tiempo me quedé
allí parado, mi mente perdiéndose en pensamientos de mi esposa y visitas a esta horrenda casa.
Recordé todas las putas veces que me había suplicado venir, suplicado ver a esa pequeña niña. Y me
hacía enojarme aún más, porque era injusto. Nada de eso estaba bien. Ella estaba muerta y la pequeña
niña estaba viva y bien, joder, probablemente profundamente dormida. Ella estaba respirando y
soñando, y mañana se despertaría para un nuevo día. Otra oportunidad para vivir. Eso era algo que mi
esposa jamás tendría de nuevo. Algo que esa pequeña perra le había quitado a mi esposa por
simplemente existir.

Mi resentimiento y dolor me dominaron de nuevo, y antes de siquiera darme cuenta de lo que estaba
haciendo, estaba subiendo las escaleras hacia el pequeño ático encima del granero donde sabía que ella
dormía. Entré en el cuarto sin hacer ruido, deteniéndome cuando vi a ambas, a ella y a su madre
dormidas en un viejo colchón raído al otro lado de la habitación. El cuarto estaba caliente y sofocante,
el incómodo hedor viniendo del granero de abajo. Di unos cuantos pasos hacia dónde ellas dormían,
pateando accidentalmente un libro cuando me detuve justo a un lado del colchón. Miré hacia abajo,
apenas distinguiendo el título como algo de Albert Schweitzer, e inmediatamente me pregunté si su
amo sabía que ella lo tenía. Lo dudaba, porque no había manera de que ellos le hubieran dado un libro
a una esclava para leer. Ella no debería saber leer de todos modos, ellos no educaban a sus esclavos,
pero de nuevo, ¿qué jodidos sabía yo? Nunca habían matado por sus esclavos tampoco.

Suspiré y volví la cabeza, mirándola. Era tan pequeña y frágil, parecía débil e indefensa, pero a mí no
me engañaba. No era débil en absoluto. Era poderosa, y ella ni siquiera tenía idea del jodido poder que
tenía. Era peligrosa, y no tenía ni idea de lo peligrosa que era. Ella era un lobo con piel de oveja… el
puto lobo enorme y malo que tenía que ser detenido.
La odiaba y sentía esa sed de sangre creciendo de nuevo en mí, la desesperación por culpar gente y
hacerlos pagar golpeándome con fuerza. Me quedé mirándola, indignado por todo lo que tuviera que
ver con ella. ¿Por qué demonios tenía que existir siquiera? Ella se removió en su sueño después de un
momento, dándose la vuelta quedando frente a mí, y murmurando. Me tensé cuando las palabras “lo
siento” escaparon de sus labios, la ira se apoderó de mí una vez más. Joder, ella no lo sentía. No le
importaba una mierda lo que me había hecho, lo que le había quitado a mi familia. ¡Ella ni siquiera lo
sabía!

Levanté el arma y la dirigí hacia ella, apuntando a su cabeza, sin vacilar ni un poco. Tiré del gatillo sin
pensarlo dos veces, mi ceño se frunció y la confusión me invadió cuando nada pasó. No hubo un fuerte
estallido, ni gritos desgarradores, ni sangre. Yo solo me quedé mirando al arma por un momento,
sorprendido porque nunca me había fallado en el pasado, antes de que de verdad me diera cuenta de la
mierda que acababa de hacer. Acababa de apuntar el arma hacia ella con toda la intención de matarla y
si no fuera por el hecho de que el arma se había atascado, ella estaría jodidamente muerta en este
momento. La hubiera matado sin siquiera darme cuenta de lo que estaba haciendo. Había estado tan
consumido por la ira que casi había matado a una niña. ¡La niña por la cual mi esposa había muerto
tratando de mantenerla con vida! Ella no tenía la culpa de su situación, ella no tenía control sobre lo
que le había pasado a ella o a cualquier otro. Ella no sabía nada del mundo exterior y ni siquiera estaba
seguro si alguna vez había salido de la propiedad de los Swan. No podía culparla y matarla. ¡No podía
matar a una niña! Parpadeé un par de veces cuando el impacto por lo que había hecho me golpeó, junto
con repulsión y odio extremo. Era despreciable, no era mejor que el propio Charles Swan padre. ¡Casi
había matado a una niña inocente, y puede que ella solo fuera una esclava pero ella tenía una madre y
mi esposa la amaba! Jadeé cuando asimilé todo y levanté mi mano cubriendo mi boca con ella, casi
soltando el arma en el proceso. Di unos pasos hacia atrás alejándome de ella, con la necesidad de irme
de una puta vez. Pateé el libro de nuevo por accidente e Isabella se removió dormida una vez más,
murmurando la palabra “Amo”.

Sentí la ira amenazando con consumirme ante el sonido de su voz, mi cuerpo se tensó una vez más, y
me di la vuelta antes de que me dominara. Salí de la habitación y bajé corriendo los escalones,
necesitando alejarme de ella antes de que perdiera el control de nuevo e hiciera algo de lo que
realmente me arrepintiera. Nunca podría perdonarme si la matara, sin importar qué pudiera estar
sintiendo en el momento. Le había prometido a Elizabeth años atrás que nunca lastimaría a una mujer
o un niño, y acaba de asesinar a una puta mujer en el camino. Eso era lo suficientemente malo. Matar
a un niño, en especial a la niña que ella había amado y por la cual había luchado, sería como insultar
su memoria.

Salí del granero y di una respiración profunda, disfrutando del aire fresco. La emoción
arremolinándose en mí era intensa y me tambaleé hacia la casa, sentándome en los escalones del
porche. Me dejé caer hacia adelante, el arma se soltó de mi mano y golpeó el escalón haciendo `pum´.
Puse la cabeza entre mis manos, tirando de mi cabello con fuerza, tratando de calmarme. Pero mi
agotamiento, ira y devastación, mi repulsión, agonía y culpa fueron simplemente demasiado para que
un simple hombre las soportara.

Sentado allí, en esos escalones en la caliente noche de junio en Phoenix, mis manos temblando y mi
piel empapada de sudor, finalmente toqué fondo. Me quedé allí temblando, alternando entre llorar
histéricamente y vomitar, mi cuerpo trataba de expulsar cualquier mal que me consumía ya fuese
mental o físico. No sé cuánto tiempo pasó o cuanto estuve allí sentado aturdido, pero finalmente salí
de ese estado por la luz de unos faros que venían en mi dirección. Levanté la vista, secando mis ojos y
aclarando mi garganta, tratando de controlarme. Extendí mi mano y cogí mi arma, entrando de nuevo
en piloto automático. La confusión en mi mente pareció aclararse un poco y estaba lo suficientemente
coherente para revisar el arma y desatascarla para que disparara si surgía la necesidad.

Me levanté rápidamente y di unos pasos hacia atrás, abriendo la mosquitera de la puerta principal y
deslizándome en el interior. Me hice a un lado y me asomé cuando el coche se detuvo. De inmediato
me sentí como un idiota, sabiendo que había aparcado el coche registrado a mi nombre justo enfrente,
claramente visible. De hecho, había cometido tantos errores durante toda la noche que tendría suerte si
salía sin problemas de esto, punto. Fue pura suerte que nadie pasara por la carretera y me viera
asesinar e incendiar el coche, y fue por intervención divina que el arma se atascara y me impidiera
matar a Isabella.

El coche se detuvo detrás del mío, apagando el motor inmediatamente. La puerta del lado del
conductor se abrió y un hombre que reconocí inmediatamente como el hijo de Charles Swan salió. Él
cerró la puerta y empezó a caminar hacia mí y al parecer sin siquiera notar mi coche, hablando en voz
baja frenéticamente. Subió al porche y abrió la puerta principal, parándose en seco cuando entró y sus
ojos se posaron en mí. Apunté el arma hacia él y se me quedó mirando, el miedo y la confusión
destellaban en sus ojos.

“¿Señor Cullen?” Dijo vacilante, levantando sus manos para mostrármelas. “¿Qué, eh… qué está
pasando? ¿Por qué?, eh… mis padres, ellos, eh… en la carretera, no sé qué ha pasado, su coche fue
incendiado…”

Me quedé mirándolo por un momento. “Lo sé,” dije simplemente, manteniendo mi mano firme.

“¿Usted… lo sabe?” Preguntó confundido. Yo asentí. “¿Ellos... fue enviado aquí para ayudarlos?
¿Había alguien detrás de ellos? ¿Hay algún problema?”

Yo asentí. “Sí, hay un problema. Pero no, nadie me envió. Vine aquí por mi cuenta.”

Él me miró fijamente con su ceño fruncido, las manos le temblaban en el aire mientras trataba de
entender lo que le estaba diciendo. “¿Ellos están bien?” Preguntó. Yo negué con la cabeza.

“Odio ser el que te diga esto, Charlie, pero me temo que tus padres ya no están con nosotros,” le dije
con frialdad. Sus ojos se abrieron y vi su miedo llegar al máximo cuando se dio cuenta que estaban
muertos, encajando el resto de lo que le había dicho.

“Usted…” Balbuceó.

“Sí. Yo. Y si quieres salir de aquí con vida, tu mejor opción es escuchar y escuchar bien…”

Lo revisé buscando armas, asegurándome de que estaba desarmado y que no podía hacerme daño de
ninguna forma y lo conduje a la sala de estar. Lo interrogué por un rato, haciendo lo que hacía mejor.
Usé todo lo que tenía para infundirle miedo, para decirle que hablaba en serio, y era claro para mí que
él no tenía conocimiento alguno de lo que su padre ordenó que hicieran a mi esposa. Cuando terminé y
dije todo lo que necesitaba decir, lo dejé ir. Le dije que podía vivir, pero solo bajo mis condiciones. Le
dije que estaba en deuda conmigo, y que cuando llegara el momento esperaba que me pagara el favor.
Al amanecer salí al porche de la casa, viendo como el sol comenzaba a salir. Capté un leve
movimiento por el rabillo de mi ojo y miré hacia allá, viendo como Isabella salía del granero y se
dirigía hacia un jardín enorme. Bajé la vista hacia el reloj en mi brazo y vi que eran las 5:30 AM en
punto.

Charlie Swan salió al porche y se detuvo junto a mí, observándome con cautela. Todavía podía ver el
miedo en él, ya que sabía muy bien de lo que era capaz. Él miró hacia Isabella cuando ella se detuvo
en el jardín y se puso de rodillas, poniéndose a trabajar de inmediato.

“¿Qué pasa con esa chica?” Pregunté, más para mí mismo que otra cosa. Escuché que Charlie suspiró
y lo miré, arqueando una ceja.

“Algunas personas hacen locuras por aquellos con los que están relacionados por sangre,
independientemente de si en realidad se preocupan por ellos,” dijo, encogiéndose de hombros. Me
quedé mirándolo por un momento, asimilando lo que había dicho.

“Ella es tu hija,” le dije, volviendo mi cabeza para mirar a Isabella. No sé como nunca lo había
pensado. Ella tenía que venir de algún lado y yo simplemente, siempre había asumido que uno de los
guardias o de los hombres que siempre andaban con Charles se había aprovechado de su madre, pero
no tenía sentido que alguno de ellos lo hubiera hecho. Charles padre tenía goomahs y no era del tipo de
los que se acostaba con la servidumbre, pero su hijo era otra historia.

Él gruñó en respuesta, sin decirme si sí o si no, pero era innecesario. No necesitaba la confirmación.
La miré fijamente mientras ella trabajaba sola en el jardín, completamente ajena a todo lo demás con
excepción de lo que estaba justo frente a ella. La culpa estaba tomando más fuerza, la ira y el
resentimiento seguían allí pero eclipsadas por el momento. Me indignó que la pobre niña hubiera
nacido en esta vida y que no tuviera forma de salir, la única persona que trató de salvarla estaba
muerta por ello y ella no tenía idea de que alguna vez alguien se hubiera preocupado por ella. Su
propia familia la había puesto en esta posición, la hizo lo que era.

“¿Se la va a llevar?” Charles preguntó titubeante después de un momento. Lo miré y vi su aprensión.


Estaba incómodo y a la defensiva cerca de mí, asustado pero tratando de parecer fuerte porque sabía
que su vida dependía de que se mantuviera en pie ahora. Volví a mirar a Isabella, considerando la
pregunta. Vi cuando Renée salió del granero y se acercó donde estaba Isabella, sonriéndole a su hija y
extendiendo su mano para alisar su cabello con cariño.

“No,” dije finalmente. Parte de mí gritó en protesta, al saber que tenía la oportunidad de liberarla
como mi esposa lo había deseado, pero otra gran parte de mí reconocía que realmente no estaba en
posición de salvarla en este momento. Era demasiado tarde para cogerla y hacerla pasar por mi hija
como mi esposa había querido hacer cuando ella tenía tres años. Ahora tenía doce, en su mayor parte
sin educación y sin experiencia en la vida. Ella estaría mejor con su madre por ahora, donde estaría
relativamente a salvo y alguien la amaría. Porque yo no podía amar a esa niña, no ahora, no después de
todo. Y sobre todo… ella no estaba a salvo conmigo. Había tratado de matarla unas horas antes y
estaba lo suficientemente coherente para darme cuenta de que fácilmente podía suceder de nuevo.
Apenas tenía la paciencia con mis propios hijos así que sabía que no había manera de que fuera capaz
de encontrar la paciencia y comprensión que sabía que se requeriría para ayudarla.

“Está bien,” dijo, sonando sorprendido. Suspiré y pasé una mano por mi cabello. Estaba todo
desordenado por haber tirado de él con frustración durante mi crisis nerviosa de anoche.

“Mantenla con vida y cuando llegue el momento, cuando ya no puedas tenerla aquí, llámame. Tal vez
mi repuesta sea diferente entonces.” Él asintió en respuesta. “Y probablemente desees mantenerlas
encerradas hoy. Seguramente la policía estará aquí pronto. Y recuerda… no me has visto.”

“Sí, señor,” dijo con la voz temblando de miedo. Yo asentí y lo miré, dándole una mirada que
claramente decía que hablaba en serio, antes de salir del porche hacia mi coche. Subí del lado del
conductor y puse el arma sobre el asiento junto a mí, respirando profundamente. Puse la llave en el
contacto, pero antes de tener la oportunidad de arrancar el coche, mi celular comenzó a repiquetear
desde el suelo. Suspiré, cerrando los ojos brevemente, antes de alcanzar el teléfono y levantarlo. Le
eché un vistazo a la pantalla, volviendo a la realidad. No podía eludirla por más tiempo. Presioné el
botón y llevé el teléfono a mi oído.

“Cullen al habla,” dije con calma.

“A mi oficina. Ahora,” Aro dijo con brusquedad.

“Sí, señor,” le dije. “Estaré allí en veintiséis horas.”

******************************

Todavía no sé cómo sobreviví al viaje, es una imagen totalmente borrosa. Fue un milagro que no me
quedara dormido al volante y me estrellara, pero un milagro aún más grande que una vez que llegué a
Chicago no fuera asesinado. Aro no estaba contento de que hubiera desobedecido una orden directa y
asesinado a los Swan y sabía lo que me pasaría según dictaban las reglas de nuestra organización.
Había desobedecido y el castigo por eso era la muerte inmediata. Pero Aro lo pasó por alto, me dejó
salir de nuestra reunión con vida, porque parte de él entendía. Él pidió algunos favores en Phoenix y se
hizo cargo de la situación, nada me perseguiría. No se escapó de mi atención que ni una sola vez
intentó llamar a los Swan y advertirles, así que parte de mí siempre se preguntó si esa era su intención.
Me pregunté si él lo había planeado de esa forma, a sabiendas que perdería el control como lo hice,
porque al hacerlo el ganaría más poder en mí y en mi vida. No podría pasarme ni un poco de la raya o
estar en desacuerdo de alguna manera, y lo sabía porque él me amenazaría con lo que hice cada vez
que pudiera. Se me había pasado por alto una vez, no había más oportunidades para mí.

“¿Esa fue la última vez que mataste?” Alec preguntó. Hice un gesto de negación.

“Maté un hombre aquí en Forks no mucho después de eso y esa mujer que James plantó en mi casa,”
le dije. Él me miró con curiosidad.

“Ni siquiera voy a preguntar por el hombre. Aunque, casi me olvido de esa mujer,” me dijo.
“Definitivamente James está tramando algo.”

Yo asentí. “Lo sé,” le dije.

“Y es muy probable que tengas que matar de nuevo, Carlisle,” me dijo. Asentí una vez más.

“Eso también lo sé,” le dije.


“Mientras lo sepas, no deberíamos tener problemas,” me dijo, negando con la cabeza. “¿Hay algo más
que tengas la necesidad de decirme? Me gustaría acompañar a mi esposa allá arriba.”

Hice un gesto de negación. “Eso es todo,” le dije. Él suspiró y se puso de pie.

“Bien, porque para ser honesto contigo, no estoy seguro de poder soportar mucho más en este
momento,” me dijo, saliendo por la puerta. Me puse en pie y salí al pasillo mientras él se dirigía al
vestíbulo.

“¿Alec?” Lo llamé. Él se detuvo y se volvió para mirarme. “Gracias.”

Se quedó mirándome por un momento antes de negar con la cabeza. “Aún no me lo agradezcas,
Carlisle. Todavía no he hecho nada.”

Abrí mi boca para hablar, para decirle que simplemente estaba agradecido por su disposición a de
ayudarme, pero antes de que pudiera pronunciar una sola palabra la puerta principal se abrió y las
voces de los chicos entraron en la casa. Se callaron casi al instante cuando vieron a Alec y él solo los
miró.

“Hola, tío,” Emmett dijo, entrando en la casa y sonriendo. Él extendió su mano y palmeó a Alec en la
espalda, un movimiento que siempre requiere de muchas agallas. Eso es algo que identifica a
Emmett… es muy valiente. La mayor parte de la gente huye de Alec pero Emmett es uno de los pocos
que se atreve a tocarlo. “Recuerdas a mi chica, Rosie, ¿verdad?”

“Emmett,” dijo Alec, asintiendo en señal de saludo. “Rosalie.” Rosalie dijo un rápido hola suavizando
un poco su usual insolencia.

“Tío Alec, es bueno verte,” Jasper dijo con cortesía. Él siempre era el de los modales. “Supongo que
también recuerdas a Alice.”

“Jasper, Alice,” Alec dijo una vez más asintiendo en señal de saludo. Alice sonrió alegremente.

“Me alegra tanto que hayas podido venir a la graduación de Jasper,” dijo alegremente. Había muy
pocas cosas que podían matar la disposición animada de Alice. Alec simplemente asintió a su
declaración, moviendo su mirada hacia Edward. Él estaba parado en la puerta con Isabella a su lado,
manteniéndola cerca, envolviéndola con su brazo de forma protectora. Tenía una expresión seria en el
rostro mientras miraba a Alec y yo le eché un vistazo a Isabella, viendo que ella estaba mirando hacia
el suelo. Parecía asustada y desde dónde yo estaba podía sentir su aprensión. Ella sabía quién era él, lo
había visto en numerosas ocasiones en su vida. Sabía que él estaba relacionado con la mujer que la
había torturado, sabía que él se había quedado allí viendo como lo soportaba, sin intervenir ni una sola
vez para detenerla o hablar en su defensa. Y no puedo imaginar lo que eso le hizo pensar de él y parte
de ello me hizo sentir culpable porque en realidad Alec había hecho mucho por ella. Alec se había
asegurado de que Charles cumpliera con lo que le había dicho ese día en Phoenix cinco años atrás. No
se me había permitido volver mucho allí a través de los años y continuó asegurándose de que Charles
mantuviera a la chica con vida. Eso fue más de lo que alguna vez esperé de él, y me sentía culpable de
que ahora estuviera pidiendo aún más de él.

“Alec,” Edward dijo simplemente.


“Edward,” Alec dijo, dándole el mismo saludo que a los otros. Edward lo miró por un momento antes
de bajar la vista hacia Isabella. Él la acercó aún más a él y se inclinó, susurrándole algo al oído. Mi
ceño se frunció y lo miré con curiosidad, preguntándome qué le estaría diciendo. Ella asintió
brevemente después de un momento y él le dijo algo más. Ella asintió de nuevo, sin dejar de mirar el
suelo, levantando sus manos para agarrar el brazo que la envolvía. Él levantó su otra mano y sujetó su
barbilla, empujándola hacia arriba. Ella no se resistió y levantó la vista después de un momento, sus
ojos se encontraron con Alec.

“Está es mi novia Isabella,” dijo Edward. Alec asintió.

“Por supuesto, Isabella,” él dijo. Isabella se quedó mirándolo por un momento, manteniendo el
contacto visual y el ambiente en la habitación se hizo denso cuando nadie habló. Todos estábamos
esperando su reacción, esperando ver lo que ella diría o haría. Yo casi esperaba que saliera corriendo y
se asustara como lo había hecho con Esme hacía algunos meses porque Alec era una amenaza más
grande de lo que lo era mi hermana. Casi perdí la esperanza que reaccionara en absoluto, pero
finalmente lo hizo, y cuando lo hizo, nos sorprendió a todos en la habitación.

“Es un placer conocerle, Alec,” ella dijo, con voz temblorosa. Le tendió su mano y mis ojos se
abrieron por la sorpresa. Estaba temblando, cada uno de nosotros podía verlo y darse cuenta que estaba
aterrada, pero eso no tenía importancia. Lo que importaba era que de todos modos lo estaba haciendo.
No estaba permitiendo que su miedo la consumiera.

Alec titubeó, pero extendió su mano y tomó la de Isabella, estrechándola ligeramente.

“Igualmente,” dijo Alec. “Si me disculpan chicos, voy a instalarme.” Él soltó la mano de Isabella y se
dio la vuelta, dirigiéndose hacia las escaleras. Se volvió brevemente y me miró a los ojos, asintiendo
hacia mí antes de desaparecer en el piso de arriba.

Miré a los chicos en la puerta, observando como Edward sonreía con orgullo. Se agachó un poco y de
nuevo le susurró algo y ella se sonrojó profusamente, dando una pequeña sonrisa en respuesta a lo que
sea que le hubiera dicho. Él se rio entre dientes y se agachó aún más, colocando los labios en su
cuello. Ella inclinó su cabeza hacia un lado y sus ojos se cerraron en respuesta a su beso.

Y yo sonreí. Por primera vez, viéndolos juntos, sonreí.

Porque ella había mirado fijamente esos penetrantes ojos oscuros, ojos que la habían visto ser
torturada, ojos que ella sabía pertenecían a un asesino, y ni siquiera titubeó. Se había mantenido firme
e hizo frente a sus temores, sin permitir que nadie la subyugara. Y más que nada, me hizo creer que las
cosas en verdad podrían estar bien y que después de todo, tal vez si había esperanza para ellos.

Porque eso era algo que ni siquiera mi esposa había podido hacer.

***************
Principessa della Mafia = Princesa de la Mafia

Perchè non lo vedo prima d’ora? = ¿Por qué no lo había visto antes?
Ha perfettamente senso = Tiene perfecto sentido

L’amore domina senza regole = El amor domina sin reglas

Chi vuole mantenere un segreto debe nascondere il fatto che egli possiede uno = El que desee
mantener un secreto debe ocultar el hecho de que lo posee

Capítulo 55 Una grieta en el cemento

“Me gusta cuando una flor o un pequeño manojo de hierba crece a través de una grieta en el
cemento. Es tan jodidamente heroico.” – George Carlin

Edward cullen
Lo vi en el momento que entramos por la puerta principal de la casa. Él se detuvo justo donde estaba y
sus ojos nos recorrieron rápidamente y nos echó un vistazo, evaluándonos como siempre lo hacía.
Joder, siempre alerta, siempre atento a lo que le rodeaba. Isabella lo vio y se tensó de inmediato, todo
su cuerpo se puso rígido y agachó la cabeza, sus ojos fijos en el suelo de madera. Extendí mi brazo
hacia ella por instinto, abrazándola con fuerza y atrayéndola de nuevo hacia mí.

Quería decirle de inmediato que dejara de actuar así, joder, que se relajara, que era solo mi tío Alec,
pero mantuve la boca cerrada. Se lo había estado diciendo por aproximadamente una semana,
prácticamente metiéndole en la cabeza que él estaría aquí porque quería que estuviera preparada. Me
aseguré que supiera que no tenía nada de lo que preocuparse y le dije que él era completamente
inofensivo. No parecía que me hubiera creído esa mierda, pero no la culpaba porque joder, era
jodidamente seguro que ni siquiera yo creía que fuera ‘completamente inofensivo’ pero estaba seguro
que no tenía nada de lo que preocuparse. Él nunca le pondría un dedo encima o la trataría mal de
ninguna forma. No solo era parte de la familia y muy respetuoso de esa mierda, sino que también yo
nunca lo permitiría. Joder, nadie jamás lastimaría a mi chica de nuevo, no mientras yo pueda
impedirlo.

Debería haber sabido que prepararla con anticipación era inútil, porque esa misma mierda había
ocurrido cuando Esme nos visitó por primera vez tantos meses atrás. Ella dijo que estaba bien, dijo
que estaba lista, pero decirlo y hacerlo eran dos cosas completamente distintas. Casi se da por vencida
entonces, volviendo a su puta modalidad de esclava, y estaba claro que estaba a punto de hacerlo de
nuevo.

Todos empezaron a saludar a Alec y yo solo me quedé allí, sosteniendo a Isabella, sin saber qué
demonios podía hacer para aliviar su estrés. Consideré solo agarrarla e irnos de allí, llevarla arriba y
asegurarme que estaba bien, pero sabía que era una ridiculez y que no resolvería nada. Joder, ella no
podía huir siempre de él y yo no podía solo ocultarla y protegerla de todo constantemente, a pesar de
que esa mierda era exactamente lo que quería hacer. No quería nada ni remotamente molesto cerca de
ella, quería mantener todo lo malo tan lejos de ella como pudiera, pero era ilógico e imposible. No
podía hacer que siempre brillara el puñetero sol para ella, a veces tendría que navegar a través de las
tormentas. Estaba tratando de ayudarla a encontrar independencia en la vida, sacar lo mejor de sí
misma y encontrar la fuerza, y agarrarla y salir corriendo por algo tan putamente trivial como
enfrentar a mi tío Alec no sería de ninguna ayuda. Lo que no nos mata nos hace más fuertes, ¿verdad?

Después de que Alec saludó a los demás, sus ojos se posaron en mí. Me quedé mirándolo por un
momento, rogando silenciosamente porque esta mierda saliera bien, esperando que no nos explotara
encima. Estaba tratando de ser fuerte y no ponerme todo ‘cavernícola’ con ella, lanzándola sobre mi
maldito hombro y salir corriendo, y si ella se ponía más histérica de lo que ya estaba me haría perder
el control.

“Alec,” dije simplemente, asintiendo con la cabeza. Él me devolvió el saludo.

“Edward,” me dijo. Me quedé mirándole brevemente antes de bajar la vista hacia Isabella. Ella seguía
con la vista fija en el maldito suelo, tan concentrada en ello que era como si estuviera memorizando
las líneas y patrones de esa mierda. Podía sentir su cuerpo temblando contra mí y su respiración era
débil, cada exhalación como un escalofrío. La atraje aún más hacia mí, sujetándola con fuerza. No
sabía qué mierda decir o hacer para hacer esto más fácil para ella. Pero podía sentir la vista de todos
en la habitación sobre nosotros, así que sabía que tenía que hacer algo. Suspiré y me agaché
acercándome a ella, buscando frenéticamente en mi mente por las palabras correctas.

¿Qué demonios le dices a la chica que amas cuando está aterrorizada de ser dañada por tu propia
familia? ¿Qué clase de palabras pueden matar el miedo fomentado por haber sido torturada y tener a
este hombre frente a nosotros, que lo sabe, que vio suceder esa mierda y no hizo ni una maldita cosa
para evitarlo? ¿Hay siquiera palabras que puedan aliviar esa mierda? No lo creo, pero no podía
quedarme simplemente allí parado sin decir nada. Una parte de mí, la parte impaciente que estaba
gritando que esto era una puñetera ridiculez porque ella no podía simplemente tener maldita confianza
en mí, quería decirle que terminara con esto de una puta vez, pero una gran parte de mí entendía.
Recordaba con claridad cuando la presencia de Alec solía ponerme nervioso de niño y mi padre
básicamente acostumbraba a decirme que me portara como un hombre de una puta vez y le hiciera
frente, cómo dolía esa mierda, como si mi miedo y mis sentimientos no importaran una mierda. No
podía hacerle eso a ella, porque tenía más razón para temer a Alec de lo que yo alguna vez la tuve y
necesitaba que ella supiera que sus sentimientos eran importantes para mí. Después de un momento
me di cuenta que nunca encontraría las palabras correctas que decir, así que simplemente dije lo
primero que se me vino a la mente. Alguna mierda estúpida, típico de mí, abrir la boca y decir
tonterías, pero esperaba que tal vez ella sería capaz de entender.

“¿Recuerdas cuando me hiciste ver contigo todas esas jodidas películas de magos, tesoro? ¿Las de
Harry Potter? ¿Recuerdas como él siempre se enfrentaba a ese tipo malo Voldemort y ese hijo de puta
siguió intentando hacerle daño pero no pudo porque él estaba protegido por el amor o algo así?” Le
pregunté, sacándome ese as bajo la manga. Probablemente había enredado todos los detalles pero
como sea, el panorama completo era lo que importaba.

Ella asintió vacilante, probablemente preguntándose por qué demonios le estaba hablando de una
maldita película ahora. “Sí, bueno, tú eres Harry Potter y vamos a pretender que ese cabrón que está
allí es Voldemort. No te pueden tocar nena, no mientras creas en mí. Porque te amo y no voy a dejar
que nada te pase. Mi puto amor es la mejor protección que tienes y siempre la tendrás. Joder, no
puedes dejar que te dobleguen, tú vas a mantener tu cabeza en alto y hacerle frente. ¿Me entiendes?
¿Comprendes lo que te estoy diciendo?”
Ella asintió de nuevo, levantando sus manos para sujetar mi brazo. Usé mi otra mano y sujeté su
barbilla, levantando su cabeza. No iba a forzarla y me alegró que no tratara de resistirse, pero no me
gustaba verla tan derrotada. Ella era más fuerte que cualquiera de nosotros, y no podía permitir que el
miedo irracional la dominara de esa forma.

“Esta es mi novia Isabella,” le dije. Alec sabía de ella, de hecho probablemente conocía toda la
maldita historia de mi madre muriendo por ella, pero eso no era quién era Isabella. Isabella era más
que eso.

“Por supuesto, Isabella,” él dijo, mirándola. Ella le devolvió la mirada pero no habló y un silencio
incómodo se apoderó de la habitación. Consideré decir algo después de un momento, solo para romper
la tensión que iba en aumento por su concurso de miradas. Estaba esperando que ella hiciera el primer
movimiento y hablara porque sabía que Alec no lo haría. Basado en lo que Esme había dicho cuando
nos visitó en Navidad, la única razón por la cual Alec se había mantenido alejado entonces fue para
evitar esta situación. Él no quería hacer la mierda incómoda ni molestarla. Pero por suerte no tuve que
pensar en algo para romper la tensión, porque ella finalmente reaccionó.

“Es un placer conocerte, Alec,” dijo, su voz tensa y temblorosa. Ella le tendió su mano y yo me quedé
mirando, un poco sorprendido por esa mierda. Esperaba que encontrara el valor para saludarlo, pero
seguro que no esperaba que se armara de valor y estrechara su mano. Requería de mucho valor
estrechar la mano del hombre que había permitido que su hermana te torturara sin siquiera pestañear
por ello. La mano de un hombre que sabes que mata personas. Y obviamente ella seguía estando
jodidamente aterrorizada, pero lo estaba haciendo porque era fuerte. Finalmente estaba empezando a
creer en sí misma y estaba jodidamente claro que creía en mí. Confiaba en mí.

Ella le tendía la mano al hombre que sabía que nunca había siquiera considerado tendérsela a ella… y
no podía estar más jodidamente orgulloso de ella.

Él echó un vistazo a su mano, aparentando estar tan sorprendido como el resto de nosotros. Vaciló por
un momento y de inmediato pensé que si él no tomaba su jodida mano y la estrechaba después de todo,
iba a hacerle algo a ese hijo de puta, pero él no me decepcionó. Extendió su mano y tomó la de ella,
estrechándola ligeramente.

“Igualmente,” dijo Alec. “Si me disculpan chicos, voy a instalarme.” Él soltó la mano de Isabella y se
dio la vuelta, dirigiéndose al piso de arriba y desapareciendo de la vista. Sonreí con suficiencia y
atraje de nuevo a Isabella hacia mí mientras ella ponía su mano de vuelta en mi brazo, sujetándose en
mí.

“¡Demonios, sí, esa es mi chica! Cristo, ¿podrías ser más jodidamente sexy?” Vi que sus mejillas
comenzaron a ruborizarse a medida que se sonrojaba. “Nunca me he sentido más orgulloso de ti,
tesoro.” Ella sonrió, su cuerpo se relajó un poco y me reí entre dientes, inclinándome y presionando
mis labios contra la ruborizada piel de su cuello. Ella dio un suave suspiro e inclinó su cabeza hacia un
lado aflojando su agarre en mí y empezó a frotar suavemente mi antebrazo.

Besé su cuello por un momento mientras todos comenzaron a hablar, Alice y Rose diciendo que ya se
iban. Aparté mis labios de Isabella y levanté la vista, atrapando la mirada de mi padre de inmediato.
Él nos miraba fijamente con curiosidad, una sonrisa en su rostro. Hicimos contacto visual y me quedé
mirándole, un poco confundido por su expresión. Él se dio la vuelta después de un momento
caminando hacia la puerta bajo las escaleras, abriéndola y deslizándose en el interior.

Dijimos adiós a Alice y Rosalie y mis hermanos las acompañaron fuera, dejándonos a Isabella y a mí
solos en el vestíbulo. Ella suspiró y se apartó de mis brazos, dándose la vuelta para mirarme. Había
curiosidad en sus ojos, una pequeña sonrisa y el sonrojo todavía evidente en sus mejillas. Ya no estaba
temblando, su mano firme a medida que la levantaba y acariciaba con la punta de sus dedos la línea de
mi mandíbula. Ella se puso de puntillas y sonreí, inclinándome y presionando suavemente mis labios
en los suyos.

“¿Tu novia?” Preguntó en voz baja, apartando su boca de la mía. Asentí, mirándola.

“Es lo que eres,” le dije, envolviendo mis brazos a su alrededor y atrayéndola hacia mí. Estaba
confuso en cuanto a por qué sonaba sorprendida por eso. La llamaba mi novia todo el puto tiempo.
“¿Hay algún problema? Quiero decir, ¿no te gusta que le diga a la gente esa mierda?” Ella puso sus
brazos alrededor de mi torso, abrazándome con fuerza con su cabeza acurrucada contra mí.

“Oh no, me encanta escucharlo, es solo que… él sabe,” dijo en voz baja. “Él sabía quién era yo. Me
refiero a que, no es como si él no supiera quién soy o algo así.”

Yo suspiré, negando con la cabeza. “Lo que tú eres, Isabella, es mi novia. Él sabe lo que tú eras, pero
esa no eres tú,” le dije.

“Pero…” Comenzó a decir, pero me aparté de ella y tomé su barbilla, levantando su cabeza para que
me mirara y no dejé que siguiera.

“Sin peros. Deja de pensar esa mierda de ti. Tú eres mejor que eso, más que eso,” le dije, sacudiendo
la cabeza. Odiaba cuando ella misma se menospreciaba y a pesar de que entendía por qué lo hacía,
deseaba que fuera capaz de verse a sí misma como algo más que una puta esclava.

“Pero es que eso es lo que soy,” me dijo. Yo gruñí.

“¿No acabo de decirte que sin peros?” Le pregunté. “Son solo tecnicismos, Bella. Etiquetas que otras
personas nos dan, ellas no nos hacen lo que somos. Si tú solo eres una esclava, entonces yo no soy
nada más que un príncipe della mafia. ¿Eso es todo lo que soy, Isabella? ¿Un príncipe de la mafia?”

Ella negó rápidamente, sus ojos abriéndose un poco. “¡No, por supuesto que no!” Dijo.

“Bien entonces,” le dije, con un tono de voz serio. “Eso es lo que pensaba. Solo porque ciertas
personas nos vean así, no significa que eso es lo que somos. Nosotros superaremos juntos nuestras
etiquetas. Ellas no importan, no nos hacen quienes somos. Nosotros nos hacemos quienes somos. Que
se jodan las hijas de puta.”

Ella esbozó una sonrisa con mi última declaración y me reí cuando una ligera carcajada escapó de sus
labios. Se estiró y presionó sus labios sobre los míos suavemente, apartándose y pasando su dedo
índice sobre mi labio inferior.

“Te amo, Edward,” dijo, con voz dulce y suave.

“Yo también te amo, mi Bella,” le dije. “Sempre.”


“Sempre,” repitió, sonriendo. “¿Cuándo te volviste tan inteligente?”

Me eché a reír, negando con la cabeza. “Mierda, chica. No sé de lo que estás hablando. Siempre he
sido jodidamente inteligente. Soy un maldito genio, como Einstein y Mozart.”

Emmett abrió la puerta detrás de nosotros cuando terminaba mi declaración y comencé a reír. ”Y Lil’
Kim, cabrón. ¿Recuerdas? Un genio total,” dijo, dándome una fuerte palmada en la espalda. Me encogí
y me alejé de él, llevando mi mano hacia atrás para frotar mi espalda dónde me había pegado.

“Cristo, Emmett. Deja de darme jodidos golpes,” escupí. Isabella se echó a reír y estiró su mano
subiéndola por mi espalda, debajo de mi camisa. Comenzó a frotar mi espalda con suavidad, la punta
de sus dedos enviando un hormigueo por mi espalda.

“Deja de comportarte como un bebé, hermano,” dijo Emmett. “Te vas a un campamento de fútbol en
un par de semanas, tienes que endurecerte de nuevo antes de que Mike Newton te patee el trasero.”

“Vete a la mierda,” le dije, sacudiendo la cabeza. “Nunca me pateará el culo.”

Emmett se encogió de hombros. “Nunca digas nunca,” me dijo, dirigiéndose hacia las escaleras. Jasper
entró y suspiró, cerrando la puerta principal.

“¿Todo bien?” Preguntó, mirando entre Isabella y yo. Los dos asentimos y él sonrió. “Bien.” Se dio la
vuelta y comenzó a subir las escaleras detrás de Emmett, desapareciendo de la vista. Le pregunté a
Isabella si quería subir a nuestra habitación y accedió. Nos dirigimos al piso de arriba y se quitó los
zapatos en el momento que entramos, poniéndolos a un lado. Se acercó y se tumbó en la cama boca
abajo, con las piernas cruzadas por los tobillos y balanceándolas. Me quité los zapatos y la observé por
un momento, feliz por lo cómoda y relejada que parecía estar en nuestra habitación estos días. Sí, lo
he dicho. Nuestra habitación. Ya no era mi puñetera habitación y lo prefería así. La mayor parte de su
mierda de la nada fue a dar hasta aquí en las últimas semanas, su ropa llenaba la mitad de mi armario
y mi cómoda porque era más fácil simplemente tener su mierda aquí junto con la mía. No le veía el
sentido a separar nuestras pertenencias cuando ya se había descubierto el pastel y todo el mundo sabía
que compartíamos una habitación de todos modos. Tomé el control remoto dejándome caer en la cama
junto a ella. Encendí la televisión y empecé a repasar los canales, dejándola finalmente en un
documental sobre leones de montaña en animal planet.

Nos relajamos y pasamos el rato solo viendo la televisión y bromeando por un rato. De vez en cuando
se escuchaban sonidos desde fuera de la habitación, puertas cerrándose, pasos o risas del otro lado del
pasillo e Isabella se ponía tensa, la realidad de la situación se hacía presente sigilosamente de nuevo.

Finalmente Isabella se levantó diciendo que necesitaba bajar y comenzar a hacer la cena de manera
que estuviera lista a la hora acostumbrada. Le dije que no se molestara, que mi padre no había dicho
nada y entendería, pero ella insistió. Salimos de la habitación e Isabella se quedó paralizada en el
pasillo cuando vio la silueta subiendo las escaleras. Miré en esa dirección y sonreí cuando vi que era
Esme.

“Bueno, demonios. Si no es mi tía favorita,” dije en forma de broma. Ella nos miró y sonrió.

“Soy tu única tía, Edward,” dijo, haciendo un gesto de negación. Me encogí de hombros y ella se
acercó a nosotros, atrayéndome en un abrazo. “Te ves guapísimo en estos días, muchacho.”

Sonreí con suficiencia. “Mierda, sabes que siempre me veo bien, Esme,” le dije. Ella se echó a reír y
se apartó de mí, dándome un manotazo juguetonamente.

“Sigues siendo tan arrogante como siempre,” me dijo, alejándose de mí. “Hola, Isabella.”

Isabella le dio una suave sonrisa. “Me alegra verte de nuevo, Esme,” le dijo con voz y sonrisa genuina.

“Igualmente, querida. Y debo decir que tú también te ves muy hermosa. Hacen una hermosa pareja
chicos,” Esme dijo con alegría, mirándome de nuevo. Yo sonreí y miré a Isabella, viendo el rubor
subir por sus mejillas.

“Gracias,” dijo en voz baja.

“Nos vemos bien juntos, ¿verdad?” Le dije en broma. Esme se echó a reír, golpeándome de nuevo.

“Qué ego tan grande,” me dijo. Me encogí de hombros y me eché a reír.

“Esa no es la única cosa grande que tengo, ¿no es cierto, Bella?” Dije en tono de broma. Isabella jadeó
y Esme gimió mientras yo comenzaba a reír.

“Yo, uh… voy abajo,” Isabella dijo, dándose la vuelta y prácticamente huyendo de nosotros. Me sentí
un poco mal por avergonzarla pero ella sabía cómo era yo y pensé que sería jodidamente divertido.
Esme negó con la cabeza.

“¿Todo está bien?” Preguntó y asentí.

“Sip,” le dije. Me sonrió palmeándome suavemente la espalda.

“Bien,” me dijo, caminando hacia la puerta de la habitación. Me volví y me dirigí a la planta baja,
sentándome sobre la encimera de la cocina junto a la estufa para observar a Isabella mientras
cocinaba. Lo hacía de vez en cuando, ya que ella podía ser malditamente interesante cuando empezaba
a abstraerse y concentrarse en una tarea. Ella se ensimismaría, su ceño se frunciría, introduciría su
labio inferior en su boca mientras lo mordía, sumida en sus pensamientos. De vez en cuando hablaría
en voz baja para sí misma y era casi como si yo ni siquiera estuviera allí la mitad del tiempo, a menos
que me cruzara en su camino o hiciera algo intencionalmente para llamar su atención. Ella se frustraba
cuando hacía cosas para distraerla pero me parecía lindo cuando gruñía y me entrecerraba los ojos
reuniendo toda la fiereza que podía. Era una fierecilla cuando quería serlo.

Me hizo una coca de cereza y me la bebí, dejando correr un poco de vodka Grey Goose en ella de la
botella en el refrigerador. Se puso a trabajar preparando un pollo cacciatore sobre pasta con pan
casero y una ensalada caprese por un lado.

Mi padre bajó mientras ella estaba cocinando y se detuvo en la puerta de la cocina, observándonos con
curiosidad. “¿Todo está bien?” Preguntó, mirando de Isabella a mí.

“Sí, doctor Cullen. Todo está genial. Gracias por preguntar, señor,” Isabella dijo inmediatamente, las
palabras saliendo de sus labios instintivamente. Dudaba que siquiera se diera cuenta de la mierda que
estaba diciendo con lo rápido de su reacción.

“Bien,” dijo mi padre, todavía mirándonos. “Yo voy a, eh… voy a estar en mi oficina en este piso si
me necesitan.” Asentí e Isabella recitó un “está bien, señor” como respuesta. Mi padre titubeó pero se
dio la vuelta y se alejó después de un momento.

“Sabes que un `sí´ habría sido suficiente,” dije, mirando hacia donde estaba parada. Me miró,
brevemente confundida.

“Dije sí,” me dijo. Suspiré, negando con la cabeza.

“También dijiste un montón de otra mierda, ¿te has dado cuenta?” Pregunté. “¿Doctor Cullen?
¿Señor? ¿Gracias por preguntar?”

“Es de buena educación,” dijo, encogiéndose de hombros. Rodé los ojos, sin gustarme cuando hablaba
así, en piloto automático. Quería que cada maldita palabra que dijera fuera porque quería decirla, y
que no solo dijera las cosas que ella pensaba que se suponía tenía que decir.

“Es ridículo,” le dije. Su ceño se frunció y ella se volvió para mirarme.

“No, no lo es,” me dijo. “Nunca es ridículo ser educado.”

Me reí secamente. “No es necesario, Bella.” Estrechó ligeramente sus ojos, la molestia cruzando
rápidamente su rostro.

“Es necesario. Es una señal de respeto, y tu padre claramente me dijo que respetarlo era necesario,
Edward,” me dijo enfáticamente. Suspiré, pasando la mano por mi pelo en frustración.

“Todavía puedes ser respetuosa y no ser tan jodidamente formal todo el tiempo, Bella. Me refiero a
que, no es falta de respeto que lo llames Carlisle, ¿sabes? Él le ha dicho a todo el mundo que lo llame
por su nombre. ¿Por qué no puedes hacerlo tú?” Le pregunté. Ella se encogió de hombros.

“Él me dijo que lo llamara por su nombre, pero simplemente no lo veo correcto. Quiero decir, sé lo
que me dijiste antes sobre las etiquetas y esas cosas, y sé que no solo soy una, eh, esclava, pero
todavía me siento de esa forma con él, Edward,” me dijo en voz baja. Ella pausó, volviendo su mirada
hacia mí. “Sé que probablemente pensarás que es tonto ya que es tu padre, pero simplemente… no
puedo verlo más allá de una etiqueta. Él es simplemente… el doctor Cullen. Él no es una persona. Es
el amo.”

Me quedé mirándola, un poco sorprendido por su respuesta. “De acuerdo,” le dije después de un
momento, sin saber cómo jodidos responder a eso. “Sabes que él no piensa en ti de esa forma, ¿cierto?
Mira, sé que él ha hecho cosas muy jodidas, Bella y no estoy diciendo que debería ser perdonado por
ninguna de ellas, pero él no es tan horrible. Sus intenciones eran… bueno… no las llamaría
malditamente honorables pero supongo que estoy tratando de decir que él tiene la intención de no ser
tan pendejo contigo.”

Sentí como que lo que decía no tenía ningún sentido, pero ella asintió y pareció entender a lo que me
refería. “Lo sé, pero es como me siento. Tal vez cuando finalmente logre vencer mi etiqueta, él
también lo haga para mí,” dijo en un murmullo, encogiéndose de hombros. Se dio la vuelta de nuevo y
volvió al trabajo, preparando la cena.

“Tal vez,” dije simplemente. Me quedé allí sentado un poco más de tiempo, observándola en silencio.
Ella casi había terminado, abrió el refrigerador y sacó un poco de masa que había hecho con
antelación. La miré con curiosidad por un momento, confundido porque no sabía qué demonios estaba
haciendo cuando ya había hecho el pan, y mis ojos se abrieron por la sorpresa cuando la vi sacar el
queso ricota y las chispas de chocolate.

“Maldición, no me digas que estás haciendo la mierda que pienso que estás haciendo,” le dije. Ella se
congeló y me miró, pánico destellando en sus ojos.

“¿Qué?” Preguntó, su voz haciendo eco del mismo pánico.

“¿Cannoli?” Le pregunté. Asintió vacilante y yo sonreí con suficiencia.

“Cristo, justo cuando pensé que no sería posible amarte más de lo que ya te amo, vas y haces puto
cannoli casero. Tú, mi Bella, eras una maldita enviada del cielo,” le dije, bebiendo el resto de mi
bebida de un trago. Ella sonrió y se sonrojó mientras me bajaba de la encimera, acercándome a ella y
besándola brevemente en los labios.

“¿Supongo que eso significa que te gusta el cannoli?” Preguntó con curiosidad, volviendo a trabajar en
ello. Yo asentí.

“Somos italianos, Bella. Amamos el cannoli,” le dije.

Ella simplemente murmuró en respuesta y volvió a ensimismarse con su frente fruncida y su labio
volviendo a su boca mientras se concentraba. Después de que lo preparó todo, comenzó a poner la
mesa y le ayudé todo lo que pude, pero como siempre solo me cruzaba en su jodido camino.

“Llamaré a todos para la cena,” le dije. Ella sonrió y asintió, y yo caminé hacia la oficina debajo de las
escaleras y toqué la puerta. La puerta se abrió después de un momento y mi padre me miró
sorprendido.

“¿Todo está bien?” Preguntó, levantando sus cejas inquisitivamente. Mi ceño se frunció mientras lo
miraba fijamente.

“¿Por qué la gente me sigue haciendo esa maldita pregunta?” Pregunté, confundido porque era la
segunda vez que él me preguntaba eso y era exactamente la misma cosa que tanto Jasper como Esme
me habían preguntado antes. Sus ojos se abrieron un poco por mi arrebato.

“No sabía que nosotros, “la gente”, te seguimos preguntando eso. Solo te he preguntado porque has
llamado,” me dijo. Suspiré, encogiéndome de hombros.

“Sí, bueno, recuerdo que me dijiste que nunca volviera a poner un puñetero pie en la habitación, así
que no podía solo entrar, ¿cierto?” Le pregunté.

“Supongo que no. ¿Necesitas algo?” Preguntó.

“La cena está lista,” dije. “Le dije a Isabella que te avisaría.”
Él sonrió y me agradeció, y yo le hice una señal con la mano diciendo que no era nada, porque no era
como si en realidad hubiera hecho alguna mierda. Subí al tercer piso y toqué en la puerta de la
habitación, se abrió después de un momento y Esme se asomó para mirarme. Le dije que la cena
estaba lista y ella dijo que bajarían en un momento. Me dirigí de nuevo hacia abajo, al segundo piso, y
golpeé con fuerza las puertas de Emmett y Jasper. “¡Comida, cabrones!” Grité. La puerta de Emmett
se abrió de inmediato y casi me tira cuando pasó a toda prisa junto a mí. Jasper salió y se echó a reír al
verme casi atropellado, y nos dirigimos a la planta baja.

Esme y Alec aparecieron al cabo de unos minutos y todos nos sentamos a comer. El ambiente se sentía
un poco extraño al principio, pero por supuesto no siguió así por mucho tiempo con Emmett presente.
Isabella permaneció tensa durante toda la comida y no parecía muy cómoda, así que después de un
rato extendí la mano, poniéndola en su regazo. Froté su jodido muslo suavemente, tratando de
calmarla y ella me miró por el rabillo de su ojo y sonrió. Ella puso su mano debajo de la mesa y tomó
la mía, entrelazando nuestros dedos.

Todos los demás tuvieron la misma reacción con el cannoli que yo había tenido cuando lo trajo,
diciendo maravillas de él y haciéndola sonrojar. Ella nos consentía, no había duda de ello. Emmett
agarró algo de postre y sonrió. “Deja el arma, toma el cannoli,” dijo con el más profundo acento
jodidamente italiano que podía hacer. Todos se echaron a reír e Isabella nos miró confundida.

“Es una frase de El Padrino,” le dije. “Es una película.”

Ella asintió vacilante. “Oh, está bien,” dijo en voz baja. Emmett nos miró, sus ojos amplios.

“Oh mierda, ¿Izzy Bizzy nunca ha viso la saga de El Padrino?” Preguntó. Ella negó con la cabeza y él
suspiró dramáticamente. “Bueno, que me jodan, vamos a tener que rectificar eso. Tú y yo, gatita. Es
una cita.”

Isabella sonrió. “De acuerdo,” dijo en un murmullo.

Después de la cena todos comenzaron a dispersarse e Isabella se dirigió a la cocina para empezar a
limpiar. Esme la siguió para ayudarla y yo me quedé parado en la puerta para no ser un jodido estorbo
pero sin querer dejarla allí abajo sola. Estaba recargado contra el marco, mirando mientras cargaba el
lavavajillas y conversaba con Esme, cuando una voz carraspeó detrás de mí en el vestíbulo. Giré mi
cabeza y vi a mi padre parado allí, apunto de subir las escaleras.

“Necesito verte en mi oficina cuando tengas un momento,” dijo, mirándome. Asentí titubeante, de
inmediato con curiosidad de saber qué demonios quería de mí ahora. Busqué rápidamente en mi
cabeza para asegurarme que no hubiera hecho algo que él claramente me hubiera dicho “que no
hiciera” pero no se me ocurrió una mierda, así que dudaba que fuera algo muy malo.

“Subiré en un minuto,” le dije, volviendo a girar mi cabeza para mirar a Isabella. Ella debió escuchar
la conversación con mi padre porque me sonrió y asintió.

“Te veo arriba en un rato,” me dijo en voz baja, era su forma de decirme que estaba bien y que me
podía ir. Salí y subí las escaleras, agarrando el pomo y abriendo la puerta de la oficina en el momento
en que llegué allí. Me quedé inmóvil en la puerta, notando que Alec estaba de pie a un lado tan quieto
como una maldita estatua y me miraba de forma extraña. Entré después de un momento, cerrando la
puerta detrás de mí y sentándome en la silla al otro lado del escritorio de mi padre. Miré de mi padre a
mí tío brevemente, preguntándome de qué mierda se trataría esto.

“¿Alguna vez toca?” Alec preguntó después de un momento, mirándome pero claramente hablándole a
mi padre.

“Está mejorando en eso,” mi padre dijo simplemente. Yo gruñí, negando con la cabeza.

“¿Me has pedido que venga para una lección de modales?” Pregunté.

“No, pero es importante que los tengas,” Alec dijo con mordacidad. “Me recuerda mi infancia, cómo
mi madre solía preguntarnos si habíamos sido criados en una granja cuando olvidábamos nuestro
sitio.”

“Sí, bueno, tu madre es una maldita perra,” murmuré, las palabras salieron de mi boca antes de que
siquiera las registrara mi mente. En el momento en que las dije me di cuenta de la mierda que había
dicho y mis ojos se abrieron por la sorpresa mientras miraba a Alec. Él era la persona equivocada a la
cual decirle una mierda como esa, familiar o no. “Eh, maldición. Quiero decir, tú sabes… Joder,
algunas personas son criadas en granjas, y tan solo eso no es muestra de putos modales, ¿sabes?”

Él se quedó mirándome, su puñetera mirada era tan intensa que empecé a sudar. Podía ver a mi padre
por el rabillo de mi ojo y noté que sonreía satisfecho, parecía bastante divertido por la situación.
Quería decirle que esa mierda no tenía nada de gracia pero no me atreví a abrir la boca porque estaba
claro que hoy era capaz de decir cosas que probablemente no debería decir.

“Creo que ese es el punto que quería dejar claro, Edward, antes de que me interrumpieras con el
comentario grosero sobre mi madre,” Alec dijo finalmente, rompiendo el tenso silencio. “Corrígeme
si estoy equivocado, pero tu novia es una de esas personas que fueron criadas en graneros, y ella tiene
muchos mejores modales que tú. Fuiste criado con bastantes lujos, y no pareces apreciar y respetar lo
que la gente ha hecho por ti lo suficiente como para siquiera tocar la puerta antes de entrar a su
habitación.”

Lo miré fijamente por un momento, sin saber exactamente qué decir. “Aprecio lo que la gente hace
por mí. Pero, personalmente, nunca he tenido que preocuparme porque alguien me patee en la puta
cara con un par de zapatos de tacón alto y romperme la nariz cuando he olvidado mi lugar como
Isabella. Aprendes a fingir respeto por las personas cuando ellas tienen el control y amenazan tu vida,
ya sea que quieras ser educado o no. Me atrevo a pensar que la mitad del tiempo que Isabella dice “sí,
señor”, por dentro, ella en realidad está gritando “jódete, pendejo”,” le dije. Él me miró con
curiosidad.

“¿Tienes la intención de ser iniciado, Edward?” Preguntó. Mi ceño se frunció y vi a mi padre tensarse
desde el rabillo de mi ojo.

“¿Perdón?” Pregunté, escuchando lo que había dicho pero un poco sorprendido por la pregunta.

“Ya has oído mi pregunta, es innecesario andarse con rodeos. Claramente has reaccionado genuina e
impulsivamente, sin contenerte en absoluto, así que adelante, contesta la pregunta con honestidad.
¿Tienes la intención de ser iniciado?” Me preguntó.
“Yo, eh…” Comencé a decir. “No he pensado…”

“Has dicho bien, no has pensado,” él me interrumpió, su voz brusca. “Y tal vez no soy quién para
decirlo, pero creo que es necesario que escuches esto porque es obvio para mí que tú, simplemente no
entiendes la realidad de la situación. Te encontrarás con una desagradable sorpresa si intentas unirte a
nuestra vida, porque todo eso que acabas de decir sobre aprender a respetar a aquellos a quienes
preferirías decirles que se jodan por el poder que tienen en tu vida. Eso no se aplica solamente a los
esclavos. Si tienes alguna intención de tomar la Omertá, también te pasará a ti. Porque nos pasa a
todos en esta vida, a todos hasta a tu padre. Si nos tomamos derechos que no nos corresponden, no
recibimos un pie en la cara, Edward… recibimos una bala. Así que, si la respuesta a mi pregunta es sí,
te recomiendo que tomes unos cuantos consejos de esa chica que fue criada en un granero y al menos
aprendió a actuar de forma respetuosa hacia aquellos que no puedes en realidad respetar.”

“No,” le dije después de un momento. Él entrecerró ligeramente los ojos por mi respuesta y me di
cuenta de que había sonado como si estuviera tratando de revelarme y rechazar el consejo. Suspiré,
pasando la mano por mi pelo. “La respuesta a tu pregunta es no.”

Él asintió. “Es bueno saberlo. Carlisle, me disculpo por desviar la conversación. Podemos discutir
ahora el tema por el que le has pedido venir.”

Miré a mi padre y lo vi tomar un profundo suspiro. “Necesitamos hablar de lo que viste ese día en mi
caja de seguridad en la planta baja,” me dijo. Mis ojos se abrieron un poco por la sorpresa.

“¿El, eh, ADN?” Pregunté no muy convencido. Él asintió. “Tú me dijiste que ya ni siquiera pensara en
esa mierda, mucho menos que hablara de ello.”

“Sé lo que te dije, pero las cosas cambian. Había pensado que lo mejor era excluirte por completo,
esperando que en el peor de los casos pudieras declarar ignorancia, pero lo discutí con Alec y él cree
que es mejor contártelo, en especial si ya tienes una idea. Probablemente sea lo mejor para todos que
sepas a lo que te enfrentas si esto queda al descubierto y sale horriblemente mal,” me dijo.

“De acuerdo,” respondí vacilante, sin saber si en realidad quería escuchar que dijeran esa mierda
fuerte y claro. Estaba bastante seguro que sabía la verdad, aunque no con todos los detalles, pero
estaba seguro de lo suficiente como para darme cuenta de la gravedad de la situación.

Mi padre comenzó a relatar una historia sobre guerras clandestinas de la mafia que surgieron en los
años 70 por todo el país, organizaciones luchando las unas contra las otras y rompiendo los códigos de
conducta en su búsqueda de venganza. Habló sobre cómo todos estaban fuera de control y cómo
familias enteras fueron masacradas, reuniones familiares convertidas en objetivos de tiroteos desde
coches en movimiento y asesinatos. Habló de cómo mi abuelo trató de poner bajo control su
organización y logró lo que otros no, pero todavía había gente corrupta y los hicieron objetivos por
cosas en las cuales no tenían nada que ver. Entonces, mi abuelo ordenó que enviaran a las familias a
casas de seguridad al otro extremo del país, esa era aparentemente la razón por la cual la jodida casa
en la que vivíamos llegó a ser nuestra. Tenía sentido para mí, ya que este pequeñísimo pueblo sería el
último lugar donde buscarían a la realeza de la mafia italo americana.

Dijo que en el caos familias enteras desaparecieron y se perdió contacto con ellos, poco después,
algunos aparecieron vivos en algún lugar del país, pero otros no tuvieron tanta suerte. Dijo que
después que el humo se disipó y todo se calmó de nuevo, algunas personas permanecieron en paradero
desconocido y simplemente se les dio por muertos en base a las muertes de aquellos con los que
hubieran estado. Lo miré interrogante, preguntándome como todo eso estaba relacionado con Isabella.

“La madre de Isabella es una de esas personas a quien se dio por muertas,” dijo finalmente.

“Entonces ella es de la realeza de la mafia,” dije, sin estar sorprendido en lo más mínimo. Él asintió.

“Sí,” me dijo. “Ella era solo un bebé en ese tiempo como para tener algún recuerdo de su vida antes de
que los Swan la adquirieran. Quién fuera que hubiera matado a sus padres se la vendió a Charles en
lugar de matarla también.”

“Y es por eso que Charles mató a mamá para que nadie se enterara que era un traidor, porque mamá se
estaba acercando demasiado a la verdad para su gusto,” le dije, sintiendo surgir la ira. Sí, ya tenía
resuelta la mayor parte, pero escucharlo de alguien más golpeaba un punto sensible.

“Sí,” Alec intervino. “Entonces, entiendes la seriedad de la situación en la que nos encontramos. A
ojos de la organización, aunque actuó con buenas intenciones, tu padre está haciendo con Isabella
esencialmente lo mismo que hizo Charles con Renée. A sabiendas está manteniendo en su posesión
sangre mafiosi, negándose a admitirlo y entregarla a los que tienen más derecho a ella. Voy a hacer
todo lo que esté en mi poder para contener esta situación para que no se nos vaya de las manos, voy a
encargarme de todo aquel que sabemos conoce la información, pero siempre existe una posibilidad de
que con el tiempo quede expuesta. Cuando eso pase, todos vamos a estar en peligro, en especial
Isabella y tú.”

“¿Por qué nosotros especialmente?” Pregunté, confundido porque a mi parecer mi padre estaba en más
problemas que nosotros.

“Porque nosotros, simplemente seríamos asesinados, Edward, pero tú e Isabella se convertirían en


peones. Serían usados como armas el uno contra el otro y contra otros, y los dos serían controlados
como marionetas,” dijo mi padre. Mi ceño se frunció.

“¿Cómo demonios podrían usarnos a uno contra el otro?” Le pregunté, sin gustarme como se
escuchaba en absoluto.

“¿Notaste la respuesta que me diste hace unos momentos cuando te pregunté si tenías la intención de
ser iniciado? Te lo aseguro, aquellos que tengan la oportunidad de hacerlo la usarán para conseguir
que cambies de opinión,” dijo Alec. Él explicó cómo ella sería usada como carnaza y todo eso pondría
un enorme blanco de tiro en su espalda. Habló del papel de James y como él querría reclamarla para
asegurar su posición, haciendo que mi temperamento se enardeciera brevemente pero Alec me puso en
mi lugar rápidamente. Me explicaron todo lo que pudieron, pero ni una sola vez, ninguno de los dos,
dijo su nombre. Aunque no era necesario, porque joder, yo sabía que era Aro. Sabía que mi padrino, el
jefe de la organización, era el hombre con el que ella compartía ADN.

Me quedé en silencio por un momento después de que terminaron. “Una pregunta, algo que no tiene
sentido para mí,” dije finalmente. “¿Por qué demonios compraría Charles Swan ese bebé si él sabía
quién era? ¿Por qué compraría a alguien relacionado con uno de los suyos? ¿Por qué carajos se
arriesgaría así a terminar asesinado por ello?”
“No lo podemos saber a ciencia cierta, pero recuerdo haber escuchado una historia cuando su hijo se
casó con mi hermana sobre como Charles compró es niña con la intención de hacerla su hija y no su
esclava. Él podría falsificar documentos, pero de ninguna manera podría lograr pasar todas las
agencias gubernamentales para legalizar la adopción así que optaron por lo clandestino para la niña. Y
como sabes, los linajes son importantes para nuestras familias. Tal vez no pueden proporcionarte
poder en sí, a excepción de a las generaciones más antiguas, ellas eran reverenciadas en particular. Sí,
iba a hacerla hija suya, pero en su arrogancia quería a alguien cercano en sangre a él, un linaje que
pudiera respetar y considerar casi de su sangre. Creo que simplemente se aprovechó de una situación
desafortunada, creyendo que podría salirse con la suya por el caos de la situación y porque nadie
sospecharía alguna vez de su traición. Los bebés era relativamente difíciles de distinguir y él vivía tan
lejos del corazón de la organización que no sería vista por nadie que pudiera ser capaz de reconocerla
de todos modos,” dijo Alec.

“Además, los niños esclavos era muy raros para nosotros,” dijo mi padre. “Nadie compraba niños para
trabajar, especialmente bebés. Simplemente no sirven de mucha ayuda por su naturaleza. No puedes
poner a un niño pequeño a lavar los platos o a cocinar o a trabajar en los campos, así que no tiene
sentido tenerlos. Nadie hubiese considerado que el bebé había sido vendido en lugar de asesinado por
esa razón. Tener niños esclavos significaba solo una cosa, y puede que entonces se rompieran los
códigos de conducta y se asesinaran inocentes, pero algunas cosas seguían estando prohibidas para
algunos de nosotros.”

“Esa también era la razón por la cual los esclavos no tenían permitido tener hijos. Eran un estorbo y
obstaculizaban el trabajo. La única razón por la que Renée fue comprada fue para convertirla en su
hija, y a Isabella solo se le permitió existir por su linaje,” dijo Alec. “De hecho, Isabella es la única
niña esclava que he visto personalmente, e incluso me sorprendió verla con mis propios ojos. Así de
inusuales son en nuestro mundo.”

“Entonces, ¿quién demonios asesinó a sus padres y la vendió? Me refiero a que, alguien pensó en
hacerlo. ¿O lo hizo Charles solo?” Pregunté. Mi padre se encogió de hombros.

“Honestamente, no lo sabemos. No creo que Charles los asesinara él mismo, porque no era de los que
se manchaba las manos de sangre. No sé si alguna vez mató a alguien, personalmente. Pero no tengo
idea con quién podría haber estado confabulado, quién sabría cómo llegar a ellos y hacerlo,” dijo.

“Está bien,” dije simplemente. Todos nos quedamos callados por un momento y Alec se rio
disimuladamente, sorprendiéndonos a mi padre y a mí.

“Esta mañana estaba sorprendido que ella fuera una principessa italiana de sangre pura, pero me
retracto de ello ahora. Me ha demostrado con su forma de cocinar que lo italiano corre por sus venas.
Es natural,” dijo. Sonreí y asentí.

“Sí, ella es jodidamente asombrosa,” le dije. “Bueno, ¿eso es todo? ¿Me puedo ir?” Ellos asintieron y
me levanté, murmurando un adiós antes de salir. Subí al tercer piso y abrí la puerta de la habitación,
atrapando de inmediato los ojos de Isabella. Entré y cerré la puerta tras de mí y ella me dio una suave
sonrisa.

“¿Todo está bien?” Me preguntó. Yo gruñí, negando con la cabeza.


“Cristo, tú también no, cariño,” le dije, cansado de escuchar esa puta pregunta. Ella me miró
confundida pero solo le hice una seña diciéndole que no me hiciera caso, envolviéndola con mis
brazos y atrayéndola en un abrazo. “¿Podemos solo pasar el rato esta noche, ver una película o algo?”

“Por supuesto,” me dijo. Se apartó de mí y se tumbó en la cama, y yo puse una película. Ni siquiera
puedo decir que maldita película era, porque en el momento en que me acosté junto a Isabella y ella
empezó a pasar sus dedos por mi cabello, me quedé dormido. La mañana siguiente comenzó de forma
extraña, la tensión irradiaba de Isabella con fuerza. Hizo el desayuno en silencio y me senté a un lado,
observándola como siempre. Tuvo momentos donde fue ella misma, riendo y siendo juguetona, pero
en el momento en que Alec se acercaba a ella, todo se iba por el desagüe. Se ponía rígida, siempre
consciente de dónde estaba él todo el tiempo. Si no fuera tan jodidamente triste podría haberlo
encontrado fascinante, porque se movía a su alrededor como si hubiera una polaridad magnética o
alguna mierda de esas. Siempre mantenía una cierta distancia entre ellos, y si él daba un paso en su
dirección ella automáticamente daba un paso para alejarse. Era como si lo hiciera instintivamente, sin
siquiera darse cuenta que estaba haciendo esa mierda. Me aventuré a suponer que era un mecanismo
de defensa que había desarrollado para mantenerse fuera de peligro, y extrañamente me recordó
mucho a mi madre. Era la misma mierda que mi madre solía hacer cuando Alec estaba cerca, siempre
al tanto de dónde estaba y qué estaba haciendo todo el tiempo, manteniendo su distancia de él.

Y sí, el hecho de que ella me recordara a mi madre no ayudó a mejorar mi estado de ánimo. Me estaba
poniendo nostálgico, la tristeza y la añoranza emergieron. Deseaba que ella estuviera allí, jodidamente
viva para vernos y disfrutar del día en el que sus dos hijos mayores se graduaban. Cristo, ni siquiera
era mi puñetera graduación y me sentía defraudado, así que ni siquiera podía imaginarme cómo se
estarían sintiendo mis hermanos.

Alice y Rose se presentaron alrededor de la una de la tarde y las chicas se dirigieron a mi habitación
para hacer la mierda que fuera que hacían las chicas, y yo vi una película con mis hermanos y Esme.
Mi padre y Alec se habían ido algo más temprano y no tenía idea de dónde habían ido, pero dijeron
que estarían de vuelta a tiempo para la graduación.

Después de que la película terminó me dirigí arriba, tocando con fuerza en la puerta de mi habitación
porque estaba cerrada con seguro. La abrieron después de un momento y le sonreí a Alice, rodeándola
para entrar.

“Hola enana,” le dije, empujándola con mi codo. “Un jodido año más y será nuestro turno.” Ella me
dio una suave sonrisa.

“Sé que será mi turno. En cuanto a ti, no estoy muy segura de ello,” me dijo, su voz suave pero con un
toque de seriedad en ella. Negué con la cabeza, pasando la mano por ella.

“Oh, estaré allí contigo, con mi pinche toga azul brillante luciendo como un puto finocchio*,” le dije.

Ella arqueó las cejas inquisitivamente.

“¿Lo prometes?” Preguntó. Sonreí y asentí.

“Lo prometo, enana,” le dije. “Te ves bien, por cierto.”


Ella bajó la vista para mirarse, con una sonrisa brillante, su maldito rostro prácticamente se iluminó.
Llevaba un vestido corto color rosa y un par de zapatos de tacón color rosa y marrón claro. “Gracias,”
me dijo, con voz alegre. “He puesto tu ropa sobre la cama.”

La puerta del baño se abrió y miré en esa dirección, quedándome inmóvil cuando mis ojos se posaron
en Isabella. Llevaba una falda negra y un top de manga corta color gris que parecía acentuar sus
pechos, haciendo que destacaran prominentes. Mis ojos se vieron naturalmente atraídos por ellos y me
sentí un pervertido por comérmela con la mirada frente a la gente pero Cristo, no podía evitar esa
mierda. Estaba hermosa. Mis ojos vagaron por su cuerpo, notando sus cremosas piernas desnudas, mi
mente naturalmente pensó en cosas retorcidas. Como, cómo se sentiría teniéndolas alrededor de mi
cabeza mientras le hacía sexo oral, o cómo se verían envolviendo mis hombros mientras taladraba ese
apretado coño suyo. Cómo sus muslos se tensarían cuando su orgasmo estuviera cerca, y entonces sus
piernas empezarían a temblar mientras la llevaba a través de él. Ella tenía unas piernas jodidamente
hermosas, tan delicadas, suaves y femeninas, pero al mismo tiempo tonificadas.

Escuché a Isabella aclararse la garganta y levanté la vista hacia ella. Estaba sonriendo, sus ojos
brillando mientras me miraba. Sí, ella me conocía jodidamente bien, sabía exactamente lo que estaba
pasando por mi mente. Sonreí con suficiencia, encogiéndome de hombros.

“No puedo evitarlo,” le dije. Ella se echó a reír, haciendo un gesto de negación.

“Eres un puto pervertido, Cullen,” dijo Rosalie, saliendo del baño. Ella llevaba un vestido color
amarillo y azul que era casi tan obscenamente corto como para que se lo subiera. Negué con la cabeza.

“Lo que tú digas, desvergonzada. Solo apreció la perfección cuando la veo,” le dije. Isabella se sonrojó
mientras Alice dejó salir un fuerte ‘awwww’ detrás de mí. Yo me reí y Rosalie rodó los ojos.

“Donnaiolo*,” Rosalie dijo, pasando junto a mí y empujándome intencionadamente. Reí secamente,


volviéndome para mirarla mientras salía.

“Bagascia*,” le grité, ella levantó su dedo medio antes de desaparecer por la puerta. Alice nos sonrió
brevemente antes de darse la vuelta y salir corriendo detrás de Rosalie. Me volví de nuevo hacia
Isabella, sonriendo satisfecho y dejando que mis ojos recorrieran su cuerpo brevemente una vez más.

“Supongo que tengo que prepararme,” le dije. Ella asintió y le eché un vistazo a la cama, viendo los
pantalones color caqui y la camisa de vestir que Alice había dejado allí. Era jodidamente ridículo que
haya asumido la responsabilidad de escoger mi ropa en ocasiones especiales pero ya estaba
acostumbrado a ello. Simplemente, esa era Alice, lo hacía por todos.

Entré al baño y tomé una ducha rápida para refrescarme, entré de nuevo en la habitación con una toalla
envuelta alrededor de mi cintura. Isabella estaba acostada en la cama sobre su estómago con su falda
levantada tan arriba que casi podía ver sus bragas. Sonreí con suficiencia y me acerqué, sentándome a
su lado. Subí mi mano por la parte posterior de su muslo, subiendo su falda el resto del camino. Ella
volvió rápidamente su cabeza para mirarme mientras yo tocaba su trasero.

“¿Quieres echar un polvo, tesoro?” Le pregunté, levantando mis cejas. Sus ojos se abrieron un poco
por mi pregunta.
“¿Ahora?” Preguntó. Asentí, deslizando mi mano entre sus muslos, mis dedos introduciéndose debajo
de sus bragas. Ella jadeó cuando rocé con ellos sus pliegues y los bajé hacia su clítoris, sentándose
rápidamente. Mi mano salió de debajo de su falda y fruncí el ceño.

“Edward, no podemos hacer eso ahora,” dijo en un murmullo.

“¿Por qué?” Le pregunté. “Tenemos un poco de tiempo.” Teníamos al menos veinte minutos antes de
que alguien viniera a buscarnos y eso era tiempo suficiente para hacerla que se corriera un par de
veces.

“Pero se van a dar cuenta,” dijo nerviosa. “Quiero decir, ¿no lo sabrán?”

Mi ceño se frunció y me quedé mirándola, considerando su pregunta. Vi como ella comenzó a ponerse
roja y sonreí. “Sí, lo llevarías escrito en el rostro,” le dije, extendiendo mi mano y pasando el dorso de
ella por su caliente mejilla. “Voy a vestirme entonces,” le dije, levantándome de la cama.

“Está bien,” dijo en voz baja, mirándome. Desaté la toalla y la dejé caer al suelo, caminando hacia la
cómoda para coger unos boxers. Empecé a ponérmelos y me di la vuelta para mirar a Isabella, viendo
que su sonrojo se había profundizado mientras me miraba. Comencé a reír entre dientes, negando con
la cabeza.

“Con todas las veces que me has visto desnudo, pensaba que ya estarías acostumbra a ello,” le dije.

Ella seguía teniendo la misma reacción tímida cada vez.

“Nunca me acostumbraré,” dijo sin quitarme los ojos de encima. “¿Qué ha sido lo que has dicho?
¿Aprecio la perfección cuando la veo?”

Me eché a reír. “Sí.” Me puse la ropa rápidamente, un par de pantalones color caqui y una camisa de
vestir azul marino. Me puse unos calcetines y bajé la vista, viendo el par de zapatos de vestir negros
colocados allí. Los miré por un momento, temiendo ponerme esos hijos de puta. Isabella se bajó de la
cama y yo levanté un zapato, desatándolo y preparándome para ponérmelo cuando un par de Nikes
cayeron al suelo frente a mí. Levanté la vista y encontré los ojos de Isabella, viendo la dulce sonrisa
en sus labios. No dijo una sola palabra, simplemente me quitó los zapatos de vestir y caminó hacia al
armario, arrojándolos de nuevo dentro. Me reí entre dientes y negué con la cabeza, poniéndome los
Nike. Sí, mi novia me conocía jodidamente bien.

Terminé de arreglarme, pasando los dedos por mi cabello para darle al menos una apariencia más
proporcionada y me puse colonia. Llené un frasco grande con vodka L’Orange Grey Groose y cogí
todas mis cosas antes de tomar la mano de Isabella, entrelazando nuestros dedos a medida que nos
dirigíamos a la planta baja. La llevé a la sala de estar donde todos los demás estaban ya reunidos, y
salimos hacia la escuela un poco más tarde. Llevábamos coches diferentes porque después nos iríamos
por separado, los adultos de vuelta a casa supongo, y nosotros, a celebrarlo.

Metí el Volvo en el estacionamiento de la escuela, encontrando mi lugar de costumbre todavía vacío.


Estacioné y salí, caminando hacia el asiento del pasajero y ayudando a Isabella a salir. Se veía
nerviosa así que puse mi brazo a su alrededor, atrayéndola hacía mí. “Relájate, amore. Solo estamos
aquí para ayudar a mis hermanos a despedirse del instituto, y después haremos lo que sea que quieras
hacer, ¿de acuerdo?” Ella sonrió y asintió.

“Estoy bien. Es solo que… no quiero hacer algo mal y avergonzarte,” dijo. Sacudí la cabeza.

“Tú nunca me avergonzarías,” le dije. Me miró con escepticismo.

“¿Y si me caigo por las escaleras delante de todos?,” me dijo, su voz completamente seria desafiando
mi declaración. Me eché a reír.

“No vas a bajar ningunas escaleras, tesoro,” le dije y ella suspiró.

“Bueno, de todos modos no necesito escaleras. ¿Qué tal si simplemente me caigo?” preguntó. Me
encogí de hombros.

“No lo harás. Yo te sostengo,” le dije. Ella rodó los ojos.

“Bueno, ¿y si te hago caer conmigo?” Preguntó.

“Mierda, ¿crees que me puedes hacer caer?” Le pregunté bromeando. Ella asintió, dándome una suave
sonrisa.

“Bueno, demonios, entonces supongo que simplemente caeré. Odio decírtelo, pero una caída no me
avergonzará.”

Ella resopló. “Bueno, ¿y si me da un fuerte hipo e interrumpo la graduación?” Me eché a reír, negando
con la cabeza.

“Si eso sucede, Bella, probablemente me cague de la risa, pero equis. Tranquila, no vas a
avergonzarme,” le dije. Ella suspiró y asintió, pareciendo resignada. Era ridículo pero la dejé tener su
mini crisis nerviosa, tomando en consideración que en ocasiones yo también las tengo. El infame día
de campo de San Valentín vino a mi mente.

La conduje al interior del auditorio y tomamos asiento en la parte trasera, Alice se unió a nosotros
después de unos pocos minutos. Mi padre, Esme y Alec llegaron unos momentos más tarde,
sentándose detrás de nosotros. Tenía mi brazo sobre el hombro de Isabella y pude sentirla tensarse
cuando sintió su presencia, así que la apreté suavemente, tratando de tranquilizarla porque no tenía ni
una mierda de la que preocuparse.

Esperamos un rato, charlando despreocupadamente. La mayoría de mis compañeros de clase


comenzaron a entrar poco a poco, la mayoría de ellos tomándose su tiempo para hablar conmigo
cuando me veían. Todo el mundo se sentó y finalmente la ceremonia comenzó, la clase de la
graduación entró poco a poco. Isabella observaba todo con ojos amplios y me di cuenta después de un
momento que por más ridículo me pareciera a mí, para ella probablemente era jodidamente
significativo. Nunca había visto algo así y me sentí malditamente horrible casi de inmediato, al darme
cuenta que ella nunca llegaría a experimentar graduarse en el instituto.

No sabía qué decirle así que solo me quedé allí callado, viendo como el director balbuceaba sobre
cuán orgulloso estaba de la clase que se graduaba. Por lo general, bloquearía la mierda inspiracional
que estaban arrojando, pero Isabella estaba escuchando con tanta pasión en sus ojos que me hizo
querer saber qué mierda estaba escuchando y encontraba tan fascinante. El director estaba sobre
escenario, hablando del futuro.

“Quiero que se tomen un segundo en este momento para empezar a pensar de verdad en su futuro.
Quiero que se imaginen dentro de diez años e imaginen cada aspecto de su vida. Su trabajo, su esposa,
sus hijos, incluso sus amigos. Pero no imaginen el futuro al que ustedes piensan que se están
dirigiendo, el futuro que parece más lógico con el conjunto de circunstancias que los rodean, más bien
imagínense el futuro que ustedes desean. Olviden todas las expectativas que los demás tengan para
ustedes, y mientras lo hacen sigan adelante y olviden las que ustedes mismos tengan. Ignoren, por solo
un segundo, todas esas expectativas y en su lugar, concéntrense en lo que ustedes de verdad desean de
la vida. Quiero que visualicen el camino que les llevará allí, al futuro que más desean. Ese es su
camino. Allí es donde pertenecen,” dijo.

Miré a Isabella y vi las lágrimas humedeciendo sus ojos, pero pude ver que estaba intentando
contenerlas. Suspiré y la abracé, acercándola a mí. Ella recostó su cabeza en mi hombro y me incliné
hacia ella, besando el tope de su cabeza. Olía dulce, como flores y fresas.

“Ninguno de los verdaderamente grandes en este mundo se han convertido en lo que son, haciendo lo
que pensaban que tenían que hacer, lo que creían que no tenían más opción que realizar. Los
verdaderamente grandes siguieron sus pasiones y no sus expectativas. Si Mozart se hubiera convertido
en maestro, o si Einstein se hubiera convertido en electricista, no sabríamos de ninguno de esos dos
hombres hoy. Los conocemos y reverenciamos como genios porque siguieron el camino al que
pertenecían, el camino al que les llevó su pasión. El camino que imaginaron.”

Terminó su discurso e Isabella se embebió de cada palabra. Después comenzaron a entregar diplomas
y todos gritamos y aplaudimos cuando llamaron a Emmett y luego a Jasper. Emmett hizo un tipo de
baile extraño en el escenario que hizo reír a todos, pero el director no pareció muy complacido con la
interrupción. Terminaron después de que llamaron a todos, declarándolos oficialmente graduados, y
todos lanzaron sus birretes al aire. Finalmente fuimos saliendo e Isabella se quedó a un lado con
Rosalie y Alice, sonriendo y viéndose contenta. Caminé y me senté en el muro de ladrillo que rodeaba
la escuela y la observé en silencio, absorbiendo cada sonrisa y carcajada que provenía de ella. Escuché
a alguien detrás de mí después de un momento y miré hacia atrás, viendo a mis dos hermanos.

“Felicidades, chicos,” les dije. Ellos me lo agradecieron y se sentaron uno a cada lado de mí sobre el
muro. Metí la mano en mi bolsillo y saqué mi frasco, abriéndolo y tomando un trago. Se lo pasé a
Emmett y tomó otro, ofreciéndoselo a Jasper. Esperaba que rehusara porque por lo general siempre lo
hacía, ya que no era un gran bebedor, pero esta vez lo tomó. Le dio un gran trago y se estremeció,
haciendo que tanto Emmett como yo nos echáramos a reír.

“Ella se ve feliz, hermano,” dijo Emmett después de un momento. Lo miré con curiosidad.

“¿Qué?” Le pregunté. Él hizo un gesto con la cabeza hacia donde estaba parada Isabella con Rosalie y
Alice.

“Dije que ella se ve feliz. Ha cambiado muchísimo en los últimos nueve meses que ha estado con
nosotros. No es la misma pequeña chica asustadiza que entró por la puerta ese primer día, cagándose
de miedo por todos nosotros,” me dijo, extendiendo su mano y quitándole el frasco a Jasper.
“También es inteligente,” dijo Jasper. “Es mejor en el Jeopardy que yo. Hasta corrigió mi vocabulario
el otro día. Dije que me sentía repugnado y ella me dijo que la palabra que quería era asqueado.”

Sonreí con suficiencia, porque era jodidamente seguro que eso sonaba como algo que haría mi Bella,
haciendo comentarios con sus trocitos de sabiduría para ayudar cuando podía. “Tampoco se sobresalta
ya,” dijo Emmett.

Yo asentí. “Como odiaba los putos sobresaltos.”

-“Yo, también,” los dos dijeron al mismo tiempo. Me eché a reír cuando los dos gritaron “Jinx” con
fuerza, atrayendo la atención de las chicas. Isabella me miró y le hice un pequeño saludo con la mano.
Ella sonrió dulcemente antes de que Alice le dijera algo, atrayendo de nuevo su atención. Nos
quedamos callados un momento, solo pasando el frasco entre nosotros. “Fue ella, ¿cierto?” Emmett
preguntó finalmente. Lo miré con recelo, notando que él ni siquiera me miraba. De inmediato supe
exactamente a lo que se refería, por la apariencia de su rostro mientras miraba a Isabella. No le
respondía por un momento y él volvió su cabeza para mirarme, directamente a los ojos. Asentí
titubeante y él suspiró, entregándome el frasco. “Lo imaginábamos.”

Mis ojos se abrieron un poco y miré a Jasper, viendo la misma expresión en su rostro. “¿Hace cuánto
que lo saben?” Pregunté, volviendo a mirar hacia Isabella. Se estaba riendo por algo, su rostro
iluminado de alegría. Sonreí en respuesta a lo que veía, su felicidad incitaba la mía.

“Desde que tu culo de perra se levantó de la mesa ese día,” dijo Emmett. “Desde que despotricaste
contra papá sobre qué había encontrado mamá tan importante como para morir por ello, tú
simplemente pusiste esa puta cara, hermano. Y entonces miraste a Isabella como si acabara de patear a
tu jodido perro o algo así.”

Tomé una respiración profunda, sintiéndome culpable por eso. Me sentía mal por haberla culpado,
aunque en ocasiones todavía había momentos en que me dolía el saberlo. Me preguntaba si alguna vez
en verdad lo dejaría atrás por completo y lo dudaba. Me imaginé que siempre dolería de alguna
manera, pero era un dolor al que aprendería a adaptarme y a vivir con él.

“Aunque no estuve seguro hasta el baile,” comentó Jasper. Emmett se rio secamente, extendiendo su
mano y quitándome el frasco.

“Sí, cuando estabas siendo un cabrón insoportable. Quería arrancarte las bolas por como la estabas
tratando,” me dijo.

Suspiré. “No lo hice intencionadamente, lo sabes,” le dije. Emmett asintió.

“Lo sé, hermano. Sé que la amas,” me dijo, tomando un trago. Nos quedamos callados por un
momento antes de que Jasper hablara.

“Creo que mamá estaría feliz al verla,” dijo. “Al ver cuánto ha crecido y cambiado estos últimos
meses. Creo que eso es lo que mamá quería y tú lo has hecho por ella.”

Mi ceño se frunció cuando miré a Jasper.

“No he hecho nada,” dije. Emmett se echó a reír, negando con la cabeza.
“Y una mierda que no has hecho nada. ¿Crees que eso es obra de papá? Demonios no. Papá la trajo
aquí, pero fuiste tú quién salvó su culo, Edward,” dijo ofreciéndome el frasco. Lo cogí y él continuó.
“Mamá siempre decía que tú harías grandes cosas en la vida y tengo que admitirlo, yo dudaba esa
mierda. Pero ahora lo veo. Porque no importa qué demonios hagas mañana, Edward, lo que importa es
que has hecho eso hoy. La has hecho como es,” él dijo, haciendo un gesto con la mano hacia ella.

La miré por un momento, solo viéndola interactuar con Rosalie y Alice. Parecía tan relajada, tan
tranquila, tan parecida a una chica normal. Tan solo viéndola allí parada, riéndose y conversando,
nunca imaginarías que había pasado las cosas que había pasado. ¿En realidad había yo hecho todo eso?

“Todo lo que he hecho ha sido amarla,” dije después de un momento.

“¿Has pensado tal vez que eso es justo lo que ella necesitaba? ¿Alguien que viera su verdadero yo y
finalmente la amara? A veces no tenemos que hacer realmente nada, tenemos que ser solo nosotros
mismos,” dijo Jasper.

“Esa es la puta verdad,” dijo Emmett, más fuerte de lo que pretendía porque las chicas volvieron a
mirar hacia nosotros con expresiones de curiosidad. “Lo siento chicas, no hay nada que ver aquí, sigan
adelante.”

Rosalie rodó los ojos y volvió a la conversación. Yo sonreí con suficiencia cuando los ojos de Isabella
permanecieron en mí por un momento, su expresión suave y llena de amor.

“¿Ella lo sabe? ¿Por qué mamá murió?” Jasper preguntó. Hice un gesto de negación.

“No planeo decírselo. La destrozaría. Ella sabe lo jodido que estaba por la muerte de mamá, no quiero
cargarla con eso. Se culparía y no puedo permitirle llevar esa carga. No se lo merece,” le dije. Emmett
suspiró.

“¿Crees que realmente puedas ocultarle esa mierda?” Preguntó. Me encogí de hombros.

“Estoy jodidamente seguro que lo intentaré,” le dije. “Si algún día ella se entera, lo resolveremos.
Pero no planeo destrozarla yo mismo de esa forma.”

“Me sorprende que no lo haya descubierto ella misma. Es lista, todas las piezas están ahí,” dijo Jasper.

“Puede que todas las piezas estén ahí, Jasper, pero ella no sabe cual es el puto rompecabezas para
montarlo. Mamá dejó de ir a ver a Isabella años antes de que ella muriera. Isabella no tiene razón para
pensar está relacionada con ello en absoluto. No se ve a sí misma con claridad,” les dije. Los dos
murmuraron que estaban de acuerdo y nos quedamos en silencio un poco más de tiempo, solo
pasándonos el frasco hasta que quedó vacío. Lo deslicé de nuevo en mi bolsillo y Emmett se levantó
de un salto.

“Bueno, me voy a mostrarle a Rosie cómo divertirse de lo lindo,” dijo en tono de broma, moviendo
sus cejas. Me eché a reír y Jasper se puso en pie junto a él, sonriendo.

“Le prometí a Alice que haríamos vida social esta noche. ¿Planeas ir a alguna fiesta?” Preguntó. Me
encogí de hombros.
“Le dije a Isabella que esta noche era suya, así que no sé qué es lo que vamos a hacer,” les dije.
Ambos asintieron.

“¿Sabes qué es gracioso? Quiero decir, tal vez no sea gracioso, pero sí, irónico.” Emmett preguntó.
“Ella ya lleva aquí nueve meses y son necesarios nueve meses para crear una vida. Es como si ella
hubiera nacido de nuevo, ¿sabes? Y el hecho de que tú mañana cumplas 18 y seas un adulto, hermano,
es una pieza más. Es solo que parece como si justo ahora fuera el inicio de algo, como si estuviéramos
en la línea de salida y no en la de meta.

“El inicio de nuestras vidas,” Jasper y yo dijimos al mismo tiempo. Emmett comenzó a reír y todos
gritamos “Jinx”, rompiendo en carcajadas. Las chicas se acercaron, preguntando qué era tan gracioso y
Emmett trató de explicar, pero ellas no lo encontraron ni de cerca divertido. Todos se fueron e Isabella
se sentó en el muro junto a mí, recostando su cabeza sobre mi hombro. La rodeé con mi brazo,
atrayéndola más. Nos quedamos allí sentados por un rato en silencio, solo disfrutando de la compañía
del otro.

Pasamos la noche conduciendo por el área, yendo a algunas fiestas pero sin quedarnos mucho tiempo
en un solo lugar. Finalmente comimos algo, encontrándonos con Tania y Lauren en la pizzería en
Forks, pero ellas ni siquiera miraron en nuestra dirección. No han hablado ni una sola palabra conmigo
desde que armé el ardid de las imágenes. No tenían pruebas que me señalaran, ni siquiera tenían
evidencia de que estuviera presente ese día. Las dos terminaron en grandes problemas con sus padres y
la escuela tampoco lo tomó muy bien, pero me importaba una mierda. El karma es una perra.

Alrededor de las diez y media de la noche, mientras el resto de Forks de menos de veinticinco años
apenas empezaba a festejar, Isabella y yo nos dirigíamos de vuelta a la casa. No había nadie cuando
llegamos, y por un momento me pregunté dónde demonios habría ido mi padre con Esme y Alec, pero
una parte más prominente de mí en realidad no quería saberlo. En verdad estaba empezando a
aprender que la ignorancia era la dicha hija de puta. No podía olvidar la mierda que ya sabía, pero no
tenía intención de investigar más profundamente si no tenía que hacerlo.

Subimos a la habitación e Isabella se desvistió, diciendo que quería tomar una ducha rápida para
quitarse del cabello el spray que Alice le había puesto en él. Me desvestí mientras ella se duchaba,
poniéndome unos boxers y una camiseta sin mangas. Ella salió del baño con mi camiseta de fútbol y
un par de pantalones cortos, su cabello húmedo colgando por su espalda. Lucía casual y simple, pero
jodidamente hermosa.

Caminó hacia el sofá y se sentó mientras yo abría el cajón del escritorio, sacando la hierba. Le
pregunté si le molestaba que lo hiciera, sin querer ser un pendejo y encenderla si solo iba a molestarla,
y ella me dijo que lo hiciera. A ella no le gustaban mucho las drogas o la bebida en realidad, y de vez
en cuando tomaba un poco conmigo pero no muy a menudo. Era algo más que me encantaba de ella
que había adoptado su nueva independencia. No se sentía obligada a hacer esa mierda solo porque yo
lo hacía. Se estaba convirtiendo en una mujer independiente.

Escogió una película mientras yo fumaba un poco, le pasé un poco con mi aliento una vez pero además
de eso, ella no la tocó para nada. Finalmente apagué las luces y me senté en el sofá junto a ella,
envolviéndola con mis brazos y abrazándola. Vimos el inicio de la película en silencio, solo
haciéndonos compañía. Después de un rato me aburrí y comencé a mordisquear su cuello, besando su
carne caliente. Después de un rato ella se movió girando su cuerpo para quedar frente a mí,
presionando sus labios en los míos con suavidad, su mano avanzando hacia mi cabello. Nos besamos
por un rato mientras mis manos recorrían su cuerpo, masajeando sus senos a través de su camiseta y
frotando suavemente sus muslos.

Agarré el final de la camiseta después de un momento y la levanté, pidiendo en silencio su permiso


para deshacerme de esa hija de puta. Ella levantó sus brazos de inmediato, era su manera de decirme
que lo hiciera y la deseché en el suelo. Bajé la vista y casi me quedé sin aliento cuando vi el sujetador
casi transparente de color negro, sus malditos pezones perfectos, visibles a través de la fina tela. Gruñí
y extendí mi mano, trazando sus areolas con la punta de mis dedos.

“¿Este es nuevo?” Pregunté, sabiendo que nunca había visto a ese hijo de puta antes porque
definitivamente era algo que recordaría. Ella sonrió y asintió.

“Un regalo para ti de Alice,” me dijo. Me reí entre dientes, tomando nota de agradecer por ello a la
chica entrometida más tarde. Desabroché su sujetador y me deshice de él, porque por más linda que
fuera esa mierda, los senos desnudos eran más lindos. Hice que se recostara en el sofá y le quité sus
pantalones cortos, notando las bragas transparentes que hacían conjunto con el sostén. Agaché la
cabeza y les di un suave beso antes de quitárselas, arrojándolas también al suelo. Ella yacía frente a
mí, completamente desnuda, su piel luminosa bajo la luz proveniente de la televisión y me cautivó.
Me incliné hacia abajo y besé suavemente su ombligo, haciendo que hundiera su estómago mientras
mi lengua se sumergía dentro de él.

Besé y acaricié cada centímetro de su cuerpo, tomándome mi tiempo y haciéndolo bien. Ella se relajó
bajo mi toque, retorciéndose y gimiendo suavemente, una vez que me aseguré que ni una sola pizca de
ella quedara desatendida, centré mi atención entre sus muslos. Empujé sus piernas para separarlas,
llevando mi boca a su clítoris, sacando mi lengua y haciendo suaves círculos a su alrededor. Ella
gimió, sus manos bajaron y se agarraron a mi cabello.

Lamí cada parte de ella lentamente, saboreándola, antes de sumergir mi lengua en su interior. En
realidad se estaba excitando así que introduje un dedo dentro de ella y de nuevo llevé mi boca a su
clítoris, succionando con fuerza. Trabajé con mi dedo y mi boca en sintonía y su cuerpo explotó en un
orgasmo rápidamente. Ella se tensó y mi nombre escapó de su garganta en un grito, sus muslos me
sujetaron a medida que su cuerpo se estremecía de placer. Una vez que se calmó me cerní sobre ella,
besando sus labios. Ella agarró mi camiseta y me la quitó, su mano encontró su camino al interior de
mis boxers rápidamente. Sacó mi polla y comenzó a acariciarla, besándome apasionadamente. Ella me
soltó después de un momento y empujó mi pecho, diciéndome suavemente que me sentara. Dudé por
un momento, confundido sin saber el porqué se estaba deteniendo pero hice lo que me dijo porque yo
nunca la forzaría o presionaría a hacer una mierda que ella no quisiera hacer. Me senté en el sofá y
estaba a punto de meterme de nuevo en mis boxers cuando ella agarró la cintura de ellos, bajándolos.
No la cuestioné, dándome cuenta que probablemente estaba a punto de darme una paja ya que había
hecho que me sentara. Me quité los boxers y me recosté en el sofá, jodidamente atónito cuando sus
piernas me rodearon y se sentó a horcajadas en mi regazo. La miré confundido, sujetando sus caderas
mientras su humedad se frotaba contra mí, mi polla palpitando y gritando por atención.

No podría decirte cuantas veces habíamos tenido sexo, joder, no las estaba contando, pero algo que sí
sabía es que ella nunca antes había estado encima. Nunca había tomado en realidad la iniciativa. Llevé
mi boca a su cuello, mordiendo y besando mientras ella restregaba sus caderas sobre mí, frotándose
contra mi polla. Gruñidos escapaban de mi garganta a medida que me llevaba a la cima, la puta
necesidad volviéndose casi insoportable. Ella se levantó después de un rato y me agarró, bajándose
ella misma sobre mi erección. Gemí a medida que su coño me envolvía, su estrechez y calor
envolviéndome.

“Joder, Bella,” siseé, agarrando sus caderas. La llené por completo y ella se detuvo conmigo en su
interior, sus ojos cerrándose. Se quedó así por un segundo antes de abrir de nuevo sus ojos y mirarme,
el fuego en ellos era intenso. La pura y cruda necesidad brillando frente a mí me tenía maravillado, y
ella comenzó a mover sus jodidas caderas, montándome despacio. La observé por un momento,
sorprendido por cuan en control y sorprendente se veía, antes de permitir que mis ojos se cerraran y
mi cabeza se recostara en el sofá. Dejé mis manos en sus caderas, guiándola un poco pero dejando que
ella hiciera la mayor parte, dejando que marcara el ritmo. Yo solo disfrutaba cada estocada cada puto
segundo de mí llenando ese apretado coño.

“Mmmm, la mia bella ragazza*,” murmuré, un hormigueo se disparó a través de todo mi cuerpo
cuando ella empezó a aumentar el ritmo. “Principessa mia, ti amo tanto*.”

Ella gimió al escuchar el italiano y estrelló sus labios contra los míos con fuerza. Sus movimientos
ganaron más vigor, se clavaba con más fuerza y rapidez, y sus gemidos se hicieron más fuertes.
Agarró mi cabello con fuerza, besándome con tanta intensidad que casi me deja sin puto aliento
mientras me montaba.

“Oh, Dios,” ella murmuró contra mi boca. “Te amo, Edward.”

Gruñí, sujetando sus caderas con fuerza y guiando más sus movimientos. “También te amo, Bella.
Mierda, demasiado nena.”

Ella gimoteó, su cuerpo tensándose. Me di cuenta que de nuevo estaba llegando a su clímax al ver que
se clavaba con movimientos más erráticos, perdiendo el control. Dudé por un momento antes de
agarrar sus caderas con fuerza, empujándonos hacia adelante. “Agárrate,” le dije rápidamente,
levantándonos a ambos. Ella envolvió sus piernas en mi cintura, sin perder nunca el contacto, y yo di
los pasos que faltaban hacia la cama. La acosté y me cerní sobre ella, poniendo sus pies sobre mis
hombros. Empecé a penetrarla con ganas, aporreando ese coño y frotando su clítoris cuando nuestra
piel chocaba la una contra la otra, llevándola rápidamente a la cima. Ella se tensó y gritó, sujetándose
de mis puñeteros brazos con tanta fuerza que dolía. Gruñí y continué penetrándola con fuerza,
embistiendo mi pelvis en la suya, su humedad cubriéndonos a ambos. El sonido de nuestros cuerpos
corriéndose juntos se escuchó con fuerza en la habitación, nuestros sonidos ahogando la televisión en
el fondo.

Disminuí el ritmo después de que su orgasmo menguó, dejando que pasara su éxtasis. Cuando pareció
recuperar el control de su cuerpo, nos giré, poniéndola de nuevo sobre mí. Al principio parecía
aturdida, mirando con sorpresa, pero yo solo sonreí y me levanté, besándola con suavidad.

Ella empezó a mover de nuevo sus caderas, montando mi polla, marcando el ritmo perfecto. Sentí mi
orgasmo formarse y pasé mis manos por todo su cuerpo, sintiendo su piel húmeda por el sudor. “Se
siente tan bien,” gruñí a medida que la intensidad comenzó a formarse en mi interior. Abrazándola la
atraje hacia mí, y empecé a empujar mis caderas hacia arriba encontrándome con ella.

“Joder, voy a correrme,” gruñí, abrazándola con fuerza mientras me golpeaba. Grité cuando el placer
se apoderó de mí, penetrando con fuerza a medida que comencé a derramarme en su interior. Disminuí
el ritmo antes de detener mis movimientos cuando mi clímax se desvaneció.

Me quedé acostado con ella encima de mí por un rato, los dos jadeando y abrazándonos con fuerza el
uno al otro. Ella finalmente se movió después de un tiempo, sentándose por un momento para
mirarme. Le echó un vistazo al reloj en la mesita junto a la cama antes de mirarme. El amor y la
devoción en sus ojos, hizo que mi corazón latiera frenéticamente, mi jodido pecho se hinchó con el
amor que sentía por ella. Mi chica. Mi Bella.

“Feliz cumpleaños, Edward.”

****************
Finocchio = Palabra despectiva para “gay”

Donnaiolo = Mujeriego

Bagascia = Perra/puta

La mia bella ragazza = Mi chica hermosa

Principessa mia ti amo tanto = Mi Princesa, te amo tanto


Capítulo 56 Fuerza y coraje

"Ser profundamente amado por alguien te da fuerza, mientras que amar a alguien profundamente
te da coraje " --. Lao Tzu

Isabella swan
Traducido por Betzacosta

Me separé de los brazos de Edward con cuidado para no perturbar su sueño y me senté. Eché un
vistazo al reloj en el estante junto a la cama, los números rojos brillaban intensamente indicando que
eran un par de minutos antes de las seis de la mañana. Edward se agitó en su sueño y se dio la vuelta
lejos de mí, gruñendo algo incoherente. Me senté allí por un momento, observando su espalda
moviéndose con cada respiración que daba, los tatuajes en su piel pálida se destacaban
prominentemente, incluso en la oscuridad. La manta estaba amontonada en un extremo de la cama,
después de haber sido aventada lejos de nosotros en algún momento de la noche, dejándonos
completamente expuestos. Mis ojos se deslizaron por su cuerpo, observando su forma tonificada. Los
dos estábamos todavía desnudos ya que habíamos ido a dormir casi inmediatamente después de hacer
el amor.

Anoche fue diferente. Hubo la misma pasión y amor que siempre había cuando estábamos intimando,
pero anoche fue más intenso. La necesidad de estar con él parecía impulsarme a seguir adelante
mientras mi abrumador deseo de reclamar y ser reclamada por él se hacía cargo. Las anteriores treinta
y seis horas habían sido algunas de las horas más emocionalmente inestables de mi vida; mi cabeza y
mi mente estaban totalmente confundidas. Al momento en que pusimos un pie en la puerta y vi a Alec
Evanson de pie en el vestíbulo de la casa de los Cullen, todo se me vino encima. Mi miedo del pasado
y la esperanza del futuro colisionaron, la fuerza de esta colisión por poco me quiebra. Sabía que iba a
venir y sabía exactamente quién era él. Lo recordaba de visitas a Phoenix, recordando claramente la
forma en que miraba y el sonido de su voz. Había tratado de prepararme para ello, al igual que Edward
había hecho todo lo posible para asegurarse de que estuviese bien con todo, pero no existía ninguna
preparación que pudiera alejar esos sentimientos.

En el momento en que me golpearon casi entré en pánico, pero Edward envolvió su brazo a mi
alrededor y se aferró a mí. Físicamente, me mantuve de pie, pero en ese momento era él quien me
mantenía de pie. La seguridad que sentí en sus brazos, la seguridad que sentí cuando escuché su voz
susurrando en mi oído… eso fue lo que me mantuvo completa

Me dijo que me amaba y que no tenía nada de qué preocuparme, porque su amor me protegería. Era
una afirmación tan simple pero cuando habló, lo sentí. El abrazo de Edward siempre me había hecho
sentir segura, pero ese sentimiento era aún más poderoso ahora. Era en mi interior, la combinación de
ese miedo y esa esperanza creciente debajo de mi piel y haciéndome sentir que, incluso en ese
momento, de pie delante de un hombre como Alec, yo estaba bien, porque había sobrevivido. Y
cuando Edward dijo las palabras: “Este es mi novia, Isabella," lo comprendí. Miré fijamente a los ojos
casi sin emociones de Alec, absorbiendo esas sensaciones fluyendo a través de mí, llegando a un
acuerdo con lo que estaba sintiendo.

Fuerza.

El temor y la esperanza llegaron a un punto en que mi pasado casi surrealista y mi potencial futuro
chocaron en el presente. Y en ese momento, me sentí fuerte. Me sentí valiente. Me sentí como si tal
vez, solo tal vez, lo mereciera. Tal vez finalmente merecía tener esperanza. Tal vez merecía tener un
futuro. Y, a pesar de lo que el doctor Cullen pudo haber dicho, tal vez yo sí valía la pena. Porque en
ese momento, sentí como si lo hiciera.

Yo valía la pena.

Eso no mató el miedo de ninguna manera, ya que todavía estaba asustada más allá de las palabras,
pero era lo suficientemente poderosa como para hacer que extendiera mi mano al hombre que lo causó
y ser valiente. Desee ser verdaderamente fuerte, y no tener que depender de los brazos de Edward para
mantenerme en pie. Por mucho que amara y creyera en Edward, en ese momento sentí que tenía que
amarme y creer en mí misma.

Pero decir que todo había ido viento en popa y que estuve cómoda después del encuentro inicial sería
estar mintiendo, porque eso estaba muy lejos de la realidad. Alec todavía me asustaba, al igual que
una parte de mí seguía temiendo al doctor Cullen. Pero no permitiría que el miedo tomara el control.
El doctor Cullen podría controlarme físicamente, pero él no controlaba la persona que era yo, y no
permitiría que Alec entrara por la puerta y destruyera a la persona en la que me había convertido.

Esa realización fue intensa. No se lo había dicho a Edward, pero ni siquiera estaba segura de que fuera
necesario. Aunque, había cambiado una parte de mí, como ya había sentido en mi interior las últimas
treinta y seis horas. Fortaleció mi esperanza en el futuro e hizo que el amor que sentía por Edward
fuera todavía más fuerte. Ir a la escuela y ver a Jasper y Emmett graduándose solo había reforzado
esos sentimientos. Al escuchar las palabras que el hombre pronunció sobre la previsión del futuro y
cuál era el camino que querías tomar, apartando las expectativas y encontrando dónde estaba tu pasión
había sido abrumador. Por primera vez, en verdad, podía verlo.

Edward siempre había hablado de nosotros teniendo un futuro juntos y se enojaba cuando yo mostraba
vacilación o duda por ello, pero nunca fue porque no quisiera o deseara un futuro con él. Era porque
nunca pude imaginar uno. Todo lo que podía ver era dónde estaba, y nunca hacia dónde me dirigía.
Pero sentada en ese auditorio, finalmente lo vi. Vi una vida distinta a la que tenía ahora. Una vida de
promesas. Una vida en la que el cielo era el límite y donde el matrimonio y los hijos eran opciones
reales. Donde eran posibles la educación y las amistades. Una vida llena de amor, donde la esperanza
ganaba y el miedo fue ahogado. Finalmente pude verlo... el futuro que mi madre siempre se había
imaginado para mí.

Ver una vida para mí fuera de la esclavitud me dejó casi satisfecha. No estaba allí todavía, pero algún
día podría estarlo y eso era lo que importaba. Después de la ceremonia de graduación estuvimos
deambulando por Forks durante un tiempo, mezclándonos con los compañeros de clase de Edward y
cenando. Me estaba volviendo más segura y cómoda alrededor de la gente, lo que hacía más fácil
sociabilizar con gente que lo conocía de la escuela o el vecindario. Todavía estaba nerviosa en una
multitud y no disfrutaba particularmente de recibir mucha atención, ya que una parte de mí todavía
sentía como si tuviera que estar de pie en el exterior mirando hacia dentro, pero la mayor parte de mí
se estaba acostumbrando a ello, acostumbrándose a la idea de que estar con Edward Cullen significaba
a veces convertirse en el centro de atención... y yo estaba bien con eso.

Después de que llegamos a casa, pasamos el rato en el dormitorio y Edward puso una película, pero no
podía concentrarme en ella. Mi mente seguía divagando, de nuevo a esas palabras que había escuchado
horas antes en la graduación. Pensé en hacer un lado lo que todos esperaban de mí y en su lugar,
avanzar hacia lo que yo deseaba en la vida. Adoptar una postura, tomando el caballo por las riendas y
simplemente ir a por ello. Pensé en mi madre diciéndome que nunca perdiera la esperanza, que estaba
destinada para más en la vida. Incluso pensé en la madre de Edward, y esa frase que ellos me habían
dicho que a menudo utilizaba ‘En la vida, si no se arriesga, no se gana’. Yo podía continuar como
estaba y simplemente sobrevivir, o podía dar un paso hacia delante y tratar de vivir de verdad. Jasper
me preguntó una vez si solo sobrevivir era suficiente, si esto era lo que quería decir sobrevivir, y yo
no había estado segura de cómo responder a eso en aquel momento, pero lo sabía ahora. Sobrevivir no
era suficiente para mí. Yo era una superviviente, pero necesitaba más que eso. Quería vivir de verdad.

Y fue ese anhelo de vivir la vida que yo deseaba y no la existencia que sentía que estaba condenada a
tener lo que causó que la fuerza que había tenido antes surgiera en mí. Edward estaba besando todo mi
cuerpo, tomándose su tiempo y prácticamente adorando mi piel, y por mucho que anhelara su
atención, algo al respecto no se sentía justo. Edward adoraba mi cuerpo a menudo, complaciéndome
más allá de las palabras, y yo quería hacer lo mismo. Quería que se sintiera amado y necesitado como
muchas veces me hacía sentir a mí. Quería que supiera que lo anhelaba, que lo deseaba. Porque cuando
imaginaba mi futuro, él estaba en él. Cuando pensaba en lo que quería de la vida, él era quien más
venía a mi mente.

Así que por primera vez, tomé la iniciativa. Por primera vez, tomé el control. Yo siempre había
pensado que sería una situación estresante, y la verdad es que estaba un poco nerviosa, pero no fue tan
malo como había imaginado que sería. Las cosas eran siempre naturales con Edward. Nunca me sentí
como si tuviera que cambiar alguna parte de mí misma para encajar con él. Todo parecía converger
entre nosotros y el sexo no era la excepción. Nosotros encajábamos; pertenecíamos juntos.

Fue increíble, el fervor y la intensidad de nuestro acto de amor. El anhelo y el deseo que ambos
sentimos fue palpable. Se podía sentir en la habitación, mezclándose en el aire entre nosotros. Parecía
bailar a través de nuestra piel, causando escalofríos brotando en mi cuerpo e impulsándome hacia
adelante. Yo lo necesitaba y él me necesitaba. No quería estar sin él, no podía imaginar un futuro en el
que él no estuviera, y él parecía sentir lo mismo. Él prácticamente lo irradiaba, la pasión y el deseo, el
anhelo y el hambre intensa.

Me acosté encima de él después de que terminamos, solo sintiendo su cálida piel húmeda contra la
mía, el ascenso y la caída de su pecho vibrando contra mi cuerpo. Después de que la electricidad
pareciera enfriarse algo me senté y miré el reloj, dándome cuenta de que era pasada la medianoche.
Miré a Edward, casi aturdida por la emoción en sus ojos. Emociones tan fuertes que hicieron que mi
corazón se acelerara, su expresión mostrando los mismos sentimientos que tenía en mi interior.
Necesidad. Coraje. Fuerza. Amor. Me miró como si yo en verdad valiera la pena.

"Feliz cumpleaños, Edward," dije.

Un escalofrío recorrió la longitud del cuerpo de Edward después de un momento, haciendo que sus
músculos se tensaran a medida que su cuerpo se estremecía. Me agaché y cogí la manta, extendiéndola
sobre él antes de bajar de la cama y caminar a la cómoda para sacar un par de pantalones de terciopelo
negro y una de las camisetas de Edward. Me vestí rápidamente y me acerqué a la puerta, dándole una
última mirada antes de salir de la habitación. Bajé las escaleras hasta la cocina, abriendo armarios y la
nevera y sacando todos los ingredientes que necesitaría.

Era el cumpleaños de Edward, un hecho que tanto me entusiasmaba como me entristecía. Estaba feliz
de poder celebrar su día con él, pero un poco desanimada por el hecho de que realmente no tenía nada
que darle. Sin embargo, estaba decidida a hacer todo lo que pudiera, para demostrarle lo especial que
era para mí. Empecé a juntar los ingredientes para una tarta de crema italiana, porque me acordé de
Edward mencionando una vez que era su favorita. Yo no la había hecho antes y estaba un poco
nerviosa acerca de la mezcla, pero había visto a la esclava llamada Clara haciéndola en Phoenix antes,
así que sabía lo que llevaba, al menos.

Terminé de unir la masa y estaba colocándola en los moldes para hornear cuando oí pasos sutiles
detrás de mí, entrando en la cocina. Me tensé de inmediato, mi corazón latiendo furiosamente
mientras mis manos comenzaron a temblar. Los pasos eran tan comedidos que apenas eran
perceptibles y, definitivamente, no eran familiares, lo que inmediatamente delató a quién estaba
haciéndolo. Continué colocando la masa en los moldes, centrando mis ojos intensamente en lo que
estaba haciendo y tratando de ignorar todo lo demás. Los pelos de la nuca se me erizaron, escalofríos
aparecieron a través de mi piel y una sensación de náuseas destilaba en mi interior. Podía sentir los
ojos en mí y eso causó una oleada de pánico.

Puse los moldes en el horno y ajusté el temporizador, tratando de tomar inhalaciones profundas para
calmarme. Él estaba completamente en silencio, pero podía sentir su presencia en la puerta
mirándome. Me tenía al borde, mis nervios completamente destrozados. Me hubiera gustado que
hablara y me saludara o se fuera para que pudiera controlarme.

Empecé a agarrar las cosas para hacer el glaseado de queso crema cuando se aclaró la garganta. Me
quedé inmóvil, un escalofrío corriéndome por la espina dorsal.

"Buenos días," dijo. Su voz era tranquila, pero habló enfáticamente, casi sin emociones. No dije nada
durante un segundo, tratando de que mi corazón dejara de golpear febrilmente porque estaba haciendo
eco en mis oídos.

“Buenos días señor Evanson... señor," finalmente dije, vacilante, volviendo la cabeza para mirarlo.
Estaba allí de pie, completamente vestido con un traje negro que parecía caro junto con una corbata
negra. Su chaqueta estaba abierta y tenía las manos en los bolsillos, apoyado contra el marco de la
puerta. Su mirada me penetró, una mirada intensa mientras hacía contacto visual conmigo. "¿Puedo,
eh... Puedo ofrecerle algo?"

Siguió mirándome fijamente, sin moverse siquiera una fracción de pulgada. Su postura era casi
escultural y me pregunté por un momento si todavía respiraba o parpadeaba. Rompí el contacto visual
con él mientras mi ritmo cardíaco comenzó a aumentar de nuevo por mi ansiedad. No estaba segura de
qué decir ni qué hacer, y él no había respondido a mi pregunta, así que no tenía idea de lo que quería.

"No," dijo finalmente, su voz parecía hacer eco en el tenso silencio. Salté, sobresaltada por el sonido,
y volví la cabeza rápidamente para mirarlo de nuevo. Levantó las cejas ligeramente de modo
interrogante, obviamente notando mi reacción.
"Está bien", le dije, sin saber qué más decir. Me di la vuelta y volví a trabajar en el glaseado,
intentando ignorar su presencia. Todavía lo podía sentir detrás de mí y no tenía idea de por qué estaba
allí, pero no me gustaba. No estaba cómoda con él y quería que se fuera. Sentía casi como si estuviera
invadiendo mi espacio, lo cual era ridículo porque él era parte de la familia Cullen. Él era el tío de
Edward, y el esposo de Esme, y tenía todo el derecho a estar allí.

Se movió pocos minutos después, sus pasos dirigiéndose hacia mí. Me alejé por instinto, mis piernas
parecían moverse por su cuenta. Fue una reacción natural cuando él se acercó a mí y era algo que
todavía hacía veces con el doctor Cullen. Siempre te quedas fuera de la trayectoria del amo con el fin
de evitar inadvertidamente meterte en problemas y aunque Alec no era mi amo, era un Evanson. Si
Jane me había enseñado algo en esos años como mi ama, era a permanecer fuera de su camino tanto
como fuera posible.

Alec abrió la nevera y cogió una botella de agua. Me puse de pie a un lado por un momento mientras
él destapaba su bebida y bebía un sorbo, antes de volver al glaseado que estaba mezclando. Lo
terminé, hiperconsciente de su proximidad. No estaba segura de por qué estaba allí de pie mirándome,
o siquiera por qué estaba despierto a esa hora para el caso.

Oí pasos bajando las escaleras después de unos minutos, el alivio colándose a través de mí. Se
acercaron a la cocina y me di la vuelta, mirando mientras el doctor Cullen entraba. No estaba del todo
cómoda con él, por supuesto, pero al menos era más familiar para mí.

Echó una mirada a Alec mientras caminaba hacia nosotros, dándole una mirada curiosa. Sus ojos
encontraron los míos después. "Buenos días, dolcezza", dijo en voz baja, abriendo la nevera y
cogiendo otra botella de agua.

"Buenos días, señor," le dije en voz baja.

"Estoy sorprendido de verte despierta tan temprano hoy. ¿Supongo que Edward todavía está
dormido?” Dijo, levantando las cejas inquisitivamente.

"Sí, señor", le dije. Él asintió con la cabeza, suspirando.

"Lo supuse", murmuró, volviéndose para mirar a Alec. El temporizador para el horno se apagó y
empecé a sacar las capas del pastel mientras charlaban en voz baja. No podía entenderlo todo, trataba
de ignorarlos intencionadamente a fin de no dar la impresión de estar espiando, pero escuché algunas
cosas a pesar de mi esfuerzo.

"Me he hecho cargo de ello", dijo Alec, y yo no estaba segura de lo que estaba hablando, pero el tono
de su voz hizo que un escalofrío fluyera por mi espina dorsal.

"¿Has dormido?" El doctor Cullen preguntó en respuesta.

"No," dijo Alec, "Llegué a casa hace una hora y media. Con el tiempo suficiente para limpiar”.

Mi ceño se frunció en confusión cuando el doctor Cullen suspiró ruidosamente. Ninguno de los dos
dijo nada más después de eso, la conversación aparentemente había terminado. Quité las capas de la
tarta de los moldes y comencé a colocar el glaseado en ellas, uniéndolas. El doctor Cullen se acercó
colocándose a mi lado y miré en su dirección, notando que estaba mirando por la ventana con una
expresión pensativa en su rostro. Parecía inquieto, casi como si estuviera preocupado por algo. Volví
la cabeza y miré por la ventana. El sol estaba saliendo, iluminando el camino de entrada, así como el
bosque que rodea la propiedad. El Mercedes negro estaba aparcado justo frente a la ventana, lo cual
era extraño porque el doctor Cullen siempre aparcaba a un lado. Lo miré, comprendiendo que Alec
debería haberlo conducido debido a que ellos no tenían un coche de alquiler y sentí un deje de pánico,
preguntándome si habría estado fuera toda la noche. Si él había conducido el coche del doctor Cullen y
había ido a algún lugar solo, eso significaba que el doctor Cullen y Esme probablemente habían estado
en casa todo el tiempo. Habíamos asumido que estábamos solos ya que el coche había desaparecido y
la casa estaba silenciosa y oscura, pero me preguntaba si tal vez Edward y yo habíamos estado
equivocados. Era tarde en el momento en que habíamos regresado a la casa, por lo que era totalmente
plausible que acabaran de irse a la cama.

"Estarán aquí pronto," dijo el doctor Cullen después de un momento, su voz rompiendo el silencio
intenso en la habitación y sacándome de mis pensamientos. Alcé la cabeza y lo miré con confusión,
sin saber de lo que estaba hablando, o de quién hablaba. Él suspiró de nuevo y me miró, sus ojos
bajando a la tarta colocada frente de mí. "Pastel de crema italiana."

Asentí. "Sí, señor", le dije. "Lo he hecho para Edward. Es por su, eh... cumpleaños".

Me miró por un momento, la irritación parpadeando en su rostro. Sus ojos se oscurecieron con ira,
causando que el temor surgiera a través de mí. No estaba segura de lo que había dicho o hecho para
justificarlo, pero estaba segura de que no era bueno. Había pasado de llamarme con nombres
entrañables a mirarme con odio una vez más. No era de extrañar que mis propios sentimientos hacia el
doctor Cullen fueran tan contradictorios. Porque no puedo verlo como un hombre sino más bien como
un amo. Pasaba de cálido a frío conmigo, y no era capaz de establecer un punto medio con él. Todavía
era impredecible, y la imprevisibilidad era peligrosa para una persona como yo.

"Es sorprendente, ¿no?" preguntó Alec desde el otro lado de la habitación. "¿Las similitudes? Es
fascinante de ver. Nunca he sentido una sensación tan fuerte de déjà vu antes”.

Mi ceño se frunció en confusión, una vez más, ya que la ira pareció intensificarse en la expresión del
doctor Cullen. Apretó los dientes y volvió la cabeza, mirando por la ventana hacia el patio delantero.
Mi corazón latía de manera irregular, los nervios me hicieron sentir enferma. No tenía idea de lo que
estaban hablando, pero estaba claro que lo que fuera que fuese estaba molestando al doctor Cullen.

"Cuando termines, Isabella, necesito que te asegures de despertar a Edward", dijo el doctor Cullen
bruscamente, mirando al frente. "Tiene visitas que vendrán pronto. Me gustaría subir yo mismo, pero
algo me dice que probablemente él no esté decente".

Mis ojos se abrieron con sorpresa ante su declaración, mis mejillas inmediatamente se tiñeron de un
cálido rubor. Sentí náuseas y mis rodillas se debilitaron. No podía creer que hubiera dicho eso y me
sentí apenada, casi avergonzada, porque era cierto. Él no estaba decente. Él había estaba desnudo y yo
lo había cubierto antes de irme, pero conocía a Edward lo suficientemente bien como para saber que
habría terminado por patear la manta en cuestión de minutos. ¿Su padre realmente lo sabía? ¿Estaba
en casa anoche? ¡¿Oh Dios, si él estaba de hecho en casa toda la noche, él nos había oído?!

Mantuve la boca cerrada, con miedo de abrirla porque me preocupaba vomitar de la ansiedad si lo
hacía. Pero el doctor Cullen miró en mi dirección y levantó las cejas inquisitivamente, obviamente
esperando una respuesta. "Sí, señor", murmuré, apartando la mirada de él inmediatamente y llevándola
hacia el pastel delante de mí. Me sentí casi culpable por alguna razón y eso estaba mal, porque no
debería sentirme culpable. No tenía nada de qué avergonzarme. Yo amaba a Edward y él me amaba.
Éramos jóvenes, sí, pero Edward me había enseñado que no había nada malo con que nosotros
expresáramos nuestro amor.

Alec rió secamente. "Estoy bastante seguro de que este es uno de esos momentos a los que Edward se
refería, Carlisle", dijo. "Uno de esos momentos en los que ella dice `sí, señor’, pero que significa algo
totalmente diferente".

Lo miré con incertidumbre, preguntándome qué quería decir con eso, y escuché al doctor Cullen
suspirando de irritación. No respondió a la declaración de Alec, simplemente se alejó de mí y salió de
la cocina, en dirección a la sala de estar. Alec se quedó en la cocina un momento más, mirándome con
curiosidad.

"Cuando despiertes a Edward, dile que su padrino viene a verlo," dijo Alec. Empezó a caminar hacia
fuera, murmurando "Tale padre il, cuento il figlio", en voz baja. Me quedé allí por un momento,
confundida y un poco asustada por todo el intercambio.

Terminé de glasear el pastel y espolvoreé las nueces picadas en la parte superior. Lo tapé y lo deslicé
en el refrigerador antes de limpiar la cocina rápidamente. Encendí el lavavajillas y me lavé las manos,
subiendo las escaleras. Llegué a la tercera planta en el mismo momento en que la puerta de la
habitación de Edward se abría y este salía al pasillo, pareciendo todavía medio dormido. Tenía el pelo
completamente despeinado, sobresaliendo en todas las direcciones imaginables. Llevaba un par de
boxers y unos pantalones de pijama de franela colgando sobre sus caderas, sus huesos pélvicos
asomaban por la parte superior de ellos. Estaba descalzo y su pecho todavía estaba expuesto, mis ojos
naturalmente fueron atraídos hacia él. Caminó hacia mi dirección, pasándose una mano por el cabello,
y se detuvo cuando me vio.

"Ey, tesoro," dijo, con la voz ronca por el sueño. Se aclaró la garganta y se pasó las manos por la cara,
obviamente tratando de despertarse. "Me preguntaba a dónde te habías ido".

Extendió sus brazos y sonreí suavemente, acercándome y envolviendo mis brazos a su alrededor. Me
abrazó y suspiró con alegría. "Te he hecho un pastel", murmuré. Él se rio y me apretó con fuerza.

"Cristo, bebé, no tenías que hacer eso", dijo. "Hubiera preferido tenerte en la cama conmigo. Quiero
decir, eso no quiere decir que no voy a comer el maldito pastel, solo estoy diciendo... Te prefiero a ti".

Sonreí contra su pecho, respirando profundamente e inhalando su olor. "Tu padre me ha dicho que te
despertara," dije después de un momento, suspirando.

"¿Están en casa?", me preguntó con curiosidad. Asentí y me aparté de su abrazo para mirarlo.

"Sí, Alec dijo que había regresado hace unas dos horas desde algún lugar y que había estado fuera toda
la noche. No estoy segura de cuándo volvieron tu padre y Esme... o si acaso salieron," le dije,
vacilante. Me miró con curiosidad antes de hacer un gesto de negación.
"No quiero saber lo que ese hijo de puta estaba haciendo," murmuró. "Tal vez no estábamos solos
anoche después de todo. Pero lo que sea, no importa. ¿Quieres volver a la cama? Es todavía
jodidamente temprano. ¿Podríamos quedarnos en la cama todo el día, tal vez tomar una ducha juntos?
"

Sonrió con picardía, su mano deslizándose por mi espalda y por encima de mi trasero. Sonreí,
sonrojándome. "Ojalá pudiera, pero ya te he dicho, tu padre ha dicho que tienes que levantarte. ¿Alec
ha dicho algo acerca de tu padrino visitándote?"

Sus ojos se abrieron como platos al oír mis palabras, su expresión se endureció mientras el color
parecía escurrirse de su rostro. "¿Estás segura de que ha dicho mi padrino?" me preguntó, con la voz
con un poco de pánico. Mi frente se arrugó y asentí con vacilación.

"Sí, estoy segura", le dije.

"¿Dijeron algo más?" Preguntó. Me encogí de hombros.

"Quiero decir, dijeron algunas cosas pero no entendí la mayoría. Tu padre pareció enojarse conmigo
por lo de la tarta que he hecho, y luego Alec dijo que era uno de los momentos de los que les hablaste.
¿Uno de esos momentos donde yo digo 'sí, señor', pero que quería decir algo más? ¿Eso tiene
sentido?" Le pregunté, perpleja. Me miró por un momento antes de que una pequeña sonrisa adornara
sus labios. Él me soltó y se pasó una mano por el cabello.

"Sí, ayer dije algo acerca de cómo a veces, cuando tú dice 'sí, señor' probablemente quieres decir 'vete
a la mierda', o algo así” dijo, encogiéndose de hombros. Mis ojos se abrieron por la conmoción.

"¡Oh Dios, Edward, no lo hiciste!", le dije, dándome cuenta de que simplemente habían asumido que
yo había querido decirle doctor Cullen eso. Él se rio entre dientes.

"Sí, lo hice. No es gran cosa; quiero decir, es la verdad. Si él se molesta contigo porque me horneas un
puñetero pastel, sabes muy bien que querrías decirle que se jodiera" dijo con indiferencia. Yo solo lo
miré boquiabierta, asombrada de que le dijera eso a su padre. "Pero, lo que sea, no es realmente
importante, Bella. No es como si él no lo supiera ya, yo solo estaba afirmando lo obvio. ¿Han dicho
algo más?"

Me encogí de hombros. "Alec dijo algo en italiano. Um, ¿’Tale il padre, tale il figlio’? ", le dije,
tratando de pronunciarlo bien. Sus ojos se abrieron un poco.

"Tale il padre, tale il figlio," repitió. "De tal palo, tal astilla. En realidad has dicho bien esa mierda.
Pero lo que sea, no soy tan parecido a mi maldito padre". Sonreí suavemente.

"No, no lo eres" le dije, sacudiendo la cabeza. "Eres cálido. Cariñoso. Guapo. Dadivoso. Divertido.
Inteligente. Paciente".

Frunció el ceño y se echó a reír. "¿De quién cojones hablas, tesoro? ¿Cálido? ¿Paciente? ¿Yo?"

Me eché a reír. "Lo eres. Conmigo de cualquier manera".

Él sonrió, tirando de mí hacia atrás en un fuerte abrazo. Besó la parte superior de mi cabeza,
tarareando. "Tú haces que sea fácil", dijo. "De todos modos, voy a bajar y ver lo que está pasando."

Me aparté de él y asentí, diciéndole que iba a tomar una ducha. Se inclinó y besó mis labios
brevemente antes de caminar fatigosamente por las escaleras, refunfuñando para sí mismo. Hice mi
camino hasta la habitación y el baño, me desnudé y me metí en la ducha. Me lavé, de pie bajo la ducha
caliente durante un tiempo, permitiendo que el agua calmara mi tensión antes de salir y dirigirme
hacia la habitación. Me vestí, colocándome una blusa azul y un par de pantalones negros y
deslizándome en unas bailarinas de color azul que hacían juego con la camisa.

Me estaba cepillando el cabello y terminando de arreglarme cuando Edward regresó. Parecía distraído,
vagando por la habitación y murmurando para sí mientras lo miraba con curiosidad. Después de un
momento, me dijo que iba a tomar una ducha y se dirigió al cuarto de baño. Agarré mi cuaderno y me
acerqué a la cama, sentándome y estirando mis piernas mientras cogía mi pluma y lo abría en una
página en blanco. Yo escribía en él con frecuencia, practicando mi caligrafía y exponiendo mis
pensamientos al azar. No era nada importante, solo tonterías incoherentes, pero he atrapado a Edward
leyéndolas más de una vez. No me importaba, porque ya no tenía secretos para él y no tenía la
intención de volver a tenerlos. De hecho, me pareció entrañable que le importara saber lo que estaba
en mi mente y sobre lo que escribía.

Me senté allí por un momento contemplando antes de llevar la pluma al papel y empezar a escribir.
Anoté lo que estaba en mi mente, rompiendo el papel cuando terminé. Lo doblé y escribí el nombre de
Edward en el exterior, me debatí brevemente antes de caminar y abrir la puerta del armario. Moví la
ropa hasta que encontré su costoso abrigo negro, el que él me había dejado usar el día que nos fuimos
de compras navideñas, y deslicé el trozo de papel en el bolsillo, con una sonrisa.

No tenía ni idea de cuándo lo vería, porque no tenía motivos para llevar un abrigo pronto, pero era una
idea que había obtenido de una de las revistas de Alice. Me había dejado algunas de ellas hacía unas
dos semanas, diciendo que pensaba que me gustaría leerlas. Algunas de ellas eran un poco chocantes y
llenas de consejos sexuales, cosas que me hicieron ruborizar nerviosamente solo de leerlas, solo
algunos de los artículos eran interesantes. Una de ellas estaba llena de consejos sobre cómo hacer que
tu novio se sienta especial y mientras algunos de los consejos iban mucho más allá de mi zona de
confort o mi capacidad, encontré algunos más o menos tiernos. Había hecho un par de ellos desde que
había leído el artículo, como dibujar un mensaje de "Te quiero" en el espejo después de tomar una
ducha por lo que él lo vería cuando se diera una ducha después de mí. Otro consejo, que era el que
acababa de hacer, era escribir una pequeña nota y dejarla en algún sitio para que él la encontrara más
tarde. Era una tontería, pero yo no era capaz de hacer mucho por Edward en mi posición, así que
estaba dispuesta a hacer lo que pudiera, sin importar lo ridículo que pareciera.

Me acerqué y tiré el cuaderno sobre el escritorio, mientras que Edward volvía a salir del cuarto de
baño. Retrocedí y lo observé mientras se vestía rápidamente, poniéndose unos caquis de color canela y
un polo negro con rayas azules y blancas. Agarró un par de Nike y se sentó en el borde de la cama,
poniéndoselos. Se tumbó en la cama después de un momento, un suspiro exasperado escapó de sus
labios. Fruncí el ceño y me acerqué, sentándome cuidadosamente a su lado. Él me miró con el ceño
fruncido.

"Te ves muy bien," dijo en voz baja. Sonreí levemente, sintiendo que mis mejillas se calentaban con
rubor.
"Gracias", le dije. "También tú."

Él sonrió y se sentó, mirándome. "¿Sabes quién es mi padrino, Bella?", me preguntó.

Negué con la cabeza, vacilante, incapaz de recordar si me lo había dicho antes. Suspiró, su mano
encontrando el camino hacia su cabello. Me puse al instante nerviosa cuando me di cuenta de que él
mismo lo estaba. "Mi padrino es Aro, el, eh, jefe de mi padre, supongo."

Mis ojos se abrieron con sorpresa. "¿Quieres decir el hombre que los visitó de Chicago?" Le pregunté.
Él asintió y el miedo me atravesó por el hecho de que él vendría aquí. Parecía lo suficientemente
agradable pero por lo que había oído hablar de él por el doctor Cullen, era muy peligroso y estaba
desesperado por conseguir que Edward se uniera a su organización. No me gustaba en absoluto, de
hecho francamente me asustaba.

Edward suspiró. "Al parecer, llamó ayer por la noche después de la graduación y le dijo a mi padre que
iba a parar por la zona, desviándose hasta aquí por mi cumpleaños en su camino a California con su
esposa".

"Oh," dije entre dientes, sin saber qué decir al respecto. Edward me miró con curiosidad, frunciendo el
ceño de nuevo. No estaba segura de por qué parecía tan angustiado sobre ello ya que me pareció que se
llevaba bien con el hombre la última vez que estuvo de visita. Era su cumpleaños, un día que se
suponía sería especial para él, y no me gustó verlo tan molesto. Después de un momento levanté mi
mano, pasando mis dedos por sus labios. "¿Por qué frunces el ceño?"

"No sé lo que va a suceder hoy," dijo, alzando su mano y agarrando la mía. "Aro es un poco, eh...
joder, Bella. No sé. Es un imbécil, supongo. No sé lo que va a decir o hacer o cómo demonios va a
actuar. Te lo he dicho, la gente espera mierda de mí, y yo simplemente no sé cómo reaccionará cuando
se entere de que él no lo va a conseguir".

Lo miré brevemente, absorbiendo sus palabras. "¿Te preocupa que vaya a intentar llevarte con él ahora
que tienes dieciocho años?" Le pregunté. Él asintió, pasándose la mano por el cabello y agarrando un
puñado de él.

"Sí, pero no es solo eso. No estoy preocupado por mí, Bella. Puedo manejarlo. Es solo, que controla un
poco la vida de mi padre, y eso significa que tiene algo que decir sobre la mierda que mi padre hace.
Es jodido, pero Aro ha sido muy indulgente con papá, le permitió mudarse aquí y practicar la
medicina o lo que sea. Cuando se llega a esto, mi padre en realidad no puede hacer nada sin el sello de
aprobación de Aro, y estoy putamente preocupado por lo que eso pueda significar para ti," dijo. Mis
ojos se abrieron con sorpresa y lo miré fijamente, tratando de averiguar lo que quería decir con eso.

"¿Estás diciendo que podría... llevarme?" Le pregunté, vacilante, el miedo corría por mí. Me sentía
enferma ante la perspectiva. Edward negó con la cabeza rápidamente.

"Maldición, nadie te llevará, tesoro, ¿me oyes?" Dijo con fuerza, con un tono completamente serio.
"Nunca dejaría que esa mierda sucediera. Solo digo que él tiene el poder de decirle a mi padre lo que
debe hacer. Mi padre realmente no puede tomar decisiones importantes sin que Aro le diga qué mierda
es aceptable y yo simplemente no sé lo que eso significa cuando se trata de ti".

"Oh," dije, todavía sin comprender completamente lo que eso significaba, pero no quería presionarlo.
Él suspiró y se puso de pie, extendiendo su mano hacia mí.

"Vamos, amor. No nos preocupemos de esa mierda ahora. Vamos a buscar algo para desayunar
mientras esperamos a esos hijos de puta," dijo. Asentí y me levanté, tomando su mano. Me llevó fuera
de la habitación, a la planta baja, sentado sobre el mostrador, como de costumbre, mientras yo
comenzaba el desayuno. Hice el favorito de Edward, tostadas francesas junto con panceta y trozos de
fruta. A mitad de la cocción Emmett y Jasper finalmente regresaron a casa, después de haber estado
fuera toda la noche, y Alice y Rosalie aparecieron unos minutos más tarde. Edward gruñó con disgusto
cuando vio que Alice traía un montón de globos para él, quejándose sobre que eran innecesarios
porque él no era un niño. Personalmente pensé que era un gesto dulce, sonriendo alegremente cuando
los vi.

Esme bajó poco después de que los chicos regresaran a casa, entrando en la cocina y echándome una
mano. Le dije que no era necesario, que era una invitada y no tenía el deber de hacer el trabajo, pero
ella insistió. Hicimos comida extra para que todos pudiéramos comer, y nos sentamos juntos en la
mesa cuando terminamos. La comida fue un poco más cómoda que la del día anterior, ya que había
más gente presente y me sentí como que podía estar fuera del centro de atención más fácilmente.
Edward parecía un poco nervioso, sin embargo, y continuó intercambiando miradas curiosas con su
padre y Alec.

Después del desayuno, todos se dispersaron. El doctor Cullen y Alec tomaron asiento en la sala de
estar, mientras que todos los chicos se dirigieron arriba. Edward trató de que fuera arriba pero le dije
que se adelantara y me escabullí a la cocina, tratando de pasar desapercibida. Sin embargo, Esme me
vio, y me siguió un momento después. Le dije una vez más que no era necesario y que yo misma podía
limpiar, pero ella no me escuchó. Las dos estuvimos calladas al principio, pero notaba que tenía algo
en su mente en base a las miradas que me estaba dando. Me pregunté qué era y consideré solo
preguntarle, pero antes de que pudiera por fin habló.

"Mi marido no es un hombre malo," dijo ella, con voz suave. Me quedé inmóvil y la miré.

"Yo... Yo no he dicho que lo fuera," le dije rápidamente. "Quiero decir, no creo que..."

Ella sonrió suavemente, asintiendo y levantando su mano para detenerme. "Lo sé. He sentido la
necesidad de decirte que él no es un hombre malo. Sé que Alec puede parecer bastante cruel, pero
tiene un corazón.” Ella hizo una pausa y se dirigió hacia mí, cruzando los brazos sobre el pecho y
apoyando la espalda en el mostrador. "¿Te acuerdas de esa historia que te conté en Navidad sobre
cómo conocimos a Alec y Jane? ¿Recuerdas lo que te dije sobre lo que dijo Alec cuando habló por
primera vez?”

Pensé, rememorando la historia y tratando de recordar exactamente qué era lo que había dicho acerca
de eso. "¿Algo sobre proteger a su familia?", Le pregunté. "El doctor Cullen arrojó una piedra y Jane
se hizo daño, y él detuvo a su madre para que no castigara al doctor Cullen diciendo que alguien no
debe ser castigado por tratar de proteger a su familia". Ella asintió con la cabeza.

"Sí. Mi marido aún cree eso, ya sabes. Los tiempos pueden ser diferentes, pero no ha cambiado
realmente. Alec sabía que Carlisle hizo algo que era esencialmente malo, pero sabía que mi hermano
tenía buenas intenciones. Alec reconoció que Carlisle estaba simplemente tratando de proteger a su
familia por cualquier medio necesario, incluso si eso significaba hacer algo que no debería hacer. Mi
marido apoyó a Carlisle, intervino para ayudarlo, porque él podía respetar eso. Él quizás no haya
querido intervenir, y honestamente nunca lo hace realmente, pero lo hizo, independientemente. Ese es
mi marido," dijo. Hizo una pausa, negando con su cabeza. "Él es un buen hombre con buenas
intenciones, pero él es un hombre que a veces tiene que hacer cosas malas por ello. ¿Lo entiendes? "

Asentí, vacilante. "Sí", le dije. Podía entender eso, sobre todo después de que el doctor Cullen y
Edward me explicaran cómo era la vida de la mafia. Ella sonrió y me miró fijamente por un momento,
su mirada me hizo sentir un poco incómoda. Aparté la vista y comencé a cargar el lavavajillas,
insegura de por qué ella me decía esas cosas.

“Bien. Mi marido se ocupa de los suyos," dijo, dando un paso hacia mí. Me tensé instintivamente
mientras sus manos se levantaban. Ella palmeó mis mejillas y levantó mi cabeza para mirarme. "¿E
Isabella? Eres de la familia ahora."

Mis ojos se abrieron cuando me quedé helada, sorprendiéndome de que ella dijera eso. "Yo..."
Empecé, sintiendo que mis ojos se llenaban de lágrimas. No estaba segura de por qué estaba
reaccionando con tanta intensidad, ya que no era la primera vez que uno de ellos me llamaba familia,
pero algo sobre ella diciéndome eso descontroló mis emociones. Ella siempre parecía tan cálida y
amorosa... tan maternal... y eso me destrozó con un intenso anhelo, culpa, amor y una docena de
diferentes emociones.

Antes de que pudiera tratar de juntar las palabras para responder, el sonido de un coche fuera nos
desconcentró. Me puse nerviosa, el familiar miedo me golpeó cuando vi el coche negro. Esme suspiró,
mascullando una maldición en voz baja que me impactó. La miré con sorpresa y ella sonrió
tímidamente. "Es hora de fingir que nos gusta la gente."

Sonreí suavemente mientras Edward entraba en la cocina, hacia donde estábamos. Miró por la
ventana, gimiendo. "Maldito feliz cumpleaños para mí," murmuró. Volvió la cabeza para observar
entre Esme y yo, luciendo nervioso. Mi ceño se frunció mientras el pánico brilló en sus ojos y oí a
Esme suspirar.

"Relájate, Edward," dijo en voz baja, llegando y acariciando su mejilla suavemente. "Mantén tus ojos
en el premio, chico".

Él asintió y ella se dio la vuelta, saliendo de la cocina. Me cogió y me atrajo hacia él, presionando sus
labios contra los míos rápidamente. "Ven a sentarte en la sala de estar conmigo, ¿de acuerdo?"

Asentí y él vaciló, pero me alejé cuando se abrieron las puertas del coche. Miré por la ventana,
reconociendo a Aro inmediatamente por su anterior visita. Llevaba un traje gris y una mujer iba con
él. Ella tenía el cabello oscuro muy largo y llevaba un vestido sin mangas, ligeramente estrecho, de
color marrón y de lujo con un par de zapatos de tacón alto. Parecía hermosa desde la distancia, pero
cuanto más se acercaba a la casa, menos real parecía. Era extraño, pero parecía casi como si estuviera
hecha de plástico. Su rostro era inexpresivo y revestido por el maquillaje, con el cuerpo rígido y casi
desproporcionado. Cada parte de ella parecía fabricada.
Se acercaron a la puerta y el doctor Cullen les dio la bienvenida sonando entusiasta. Me di la vuelta y
terminé de cargar el lavavajillas, limpiando la cocina con rapidez cuando el doctor Cullen los condujo
a la sala de estar. Esme apareció después de un momento y comenzó a preparar las bebidas,
ignorándome cuando le dije que podría manejarlo. Mezclé una Coca-Cola de cereza para Edward y
Esme me miró con curiosidad, sonriendo. Dudé antes de llegar al congelador y saqué una botella de
licor claro, vertí un poco en la soda. Ella se echó a reír, pero no hizo ningún comentario. Me imaginé
que como era su cumpleaños y él parecía estresado a causa de sus visitantes, eso era lo menos que
podía hacer por él.

La ayudé a llevar las bebidas a la sala, mi preocupación en aumento cuando me acerqué a ellos. Le
entregué un vaso de Aperol Spritz a Aro, mi mano ligeramente temblorosa por los nervios. Me cogió
el vaso y sonrió cortésmente, mirándome con curiosidad.

"Es bueno verte de nuevo, querida", dijo. Asentí con la cabeza.

"A usted también, señor", le dije en voz baja. Un carraspeo a su lado y miré, mis ojos cayendo sobre la
mujer que lo acompañaba. Ella me estaba mirando con disgusto y parecía aún peor de cerca. Le
entregué una copa. "Aquí tiene, señora".

Ella la tomó con cautela, llevándolo hasta la nariz e inhalando. La miré con confusión mientras su
nariz se arrugaba. "Esto no está bien hecho", dijo bruscamente, empujándola hacia mí con tanta fuerza
que casi se derramó. Mis ojos se abrieron por la sorpresa y la sala se calló al instante, centrando la
atención directamente en mí. Me sonrojé de vergüenza y extendí la mano, tomando la copa de ella.

"Yo... lo siento," le dije, instintivamente, sin saber qué más decir. Me fui a dar la vuelta y salir,
sintiéndome enferma, pero casi choqué con Esme. Ella cogió el vaso de mi mano y lo llevó hasta su
propia nariz, inhalando.

"Debo estar perdiendo mi toque," dijo Esme. "Y yo que pensaba que lo había hecho a la perfección,
pero debo haber cometido un error".

La señora nos miró a Esme y a mí con irritación. "Debo haberme equivocado", dijo, levantando su
mano. Esme le devolvió el vaso y ella lo cogió, lo llevó a sus labios y tomó un sorbo. "Perfecto, como
siempre, Esme".

Esme sonrió, asintiendo. "Ya me lo imaginaba. Todos cometemos errores ", dijo con un toque de
diversión en su voz. Me miró brevemente antes de caminar hacia una silla al otro lado de la habitación
y se sentó en ella. Alec, que estaba de pie a un lado, se abrió paso hasta Esme y se sentó en el brazo de
la silla a su lado. Ella lo miró, sonriendo, y la comisura de sus labios se levantó mientras la miraba. Su
expresión se suavizó mientras miraba a su esposa, y por primera vez parecía casi feliz.

Me di la vuelta y caminé hacia donde Edward estaba sentado, entregándole la Coca-Cola de cereza. Él
sonrió suavemente tomándola y agarrando mi brazo. Mis ojos se abrieron por la sorpresa cuando me
tiró hacia abajo sobre su regazo, envolviendo su brazo alrededor de mí de manera protectora. La
señora de Aro estaba bebiendo de su copa, pero se ahogó con ella, tosiendo y escupiendo por un
momento mientras nos miraba. Nos observó fijamente con sorpresa, con los ojos desplazándose hacia
Carlisle. La comisura de sus labios se ladeó en diversión y dejó escapar una ligera risa amarga, sus
ojos volviendo a Edward y a mí. Ella hizo un gesto de negación y murmuró algo que no pude entender,
pero el doctor Cullen debió haberla escuchado porque su cabeza giró en su dirección, la ira
parpadeando en su rostro.

"Sulpicia," dijo Aro con firmeza, su voz era baja. "Siete ben consapevoli che no sí ne parla."

Ella levantó la mano, todavía mostrándose divertida. Una sonrisa casi malvada se formó en sus labios,
molestándome y haciendo que mi ansiedad aumentara. No conocía a esta mujer, pero estaba claro que
no era muy amable. "Mis labios están sellados", dijo, negando con la cabeza. Mi ceño se frunció en
confusión y miré a Edward, que parecía tan confuso sobre el intercambio como yo. Miré a doctor
Cullen, la ira intensa irradiaba de él, pero me di cuenta de que estaba tratando de controlarla. Algo
muy malo debió haberle molestado y yo esperaba que no fuera algo que yo hubiera hecho mal.

Edward me atrajo hacia él, apoyando su cabeza en mí. "Nunca vuelvas a disculparte por algo que no
has hecho. Eres mejor que eso, ¿me oyes?” Dijo en voz baja, solo lo suficientemente alto como para
que yo lo oyera. Asentí y él suspiró, llevando luego la copa a sus labios. Tomó un trago, pareciendo
sorprendido. "Mírate, mejorando mi bebida y toda esa mierda. Joder, eres demasiado buena para mí,
nena".

Le sonreí y me sonrojé, lo que lo hizo reír. "Entonces, Edward," la voz de Aro sonó. Edward y yo
miramos hacia él a la vez. Él nos miraba con sorpresa y me di cuenta de que era porque Edward me
trataba con tanto cariño. Inmediatamente me di cuenta de que debía de ser extraño para ellos, verlo
actuar de tal manera conmigo. Yo era la criada, después de todo, y me preguntaba si estarían de
acuerdo con esto. Aro no parecía disgustado o enojado de ninguna manera, por suerte. Solo parecía
sorprendido.

"¿Sí?" Dijo Edward, bajando su bebida.

"Me temo que no vamos a ser capaces de quedarnos mucho tiempo. Mi esposa y yo tenemos un vuelo
a Seattle esta noche para unas cortas vacaciones en California, pero quería venir y desearle a mi
ahijado un feliz cumpleaños," dijo alegremente.

"Te lo agradezco. No esperaba verte así que es una maldita sorpresa," dijo Edward. Aro asintió.

"Sí, bueno, no todos los días mi ahijado cumple dieciocho años," dijo. Sentí a Edward tensarse cuando
Aro continuó. "Es un gran acontecimiento”.

Edward se aclaró la garganta, se retorcía en su asiento y me movió un poco en su regazo. Consideré


levantarme, preguntándome si estaba incómodo, pero él se aferraba a mí con tanta fuerza que dudaba
que fuera posible. "Realmente no lo siento así," dijo, encogiéndose de hombros. “Hoy no me siento
diferente a ayer".

Aro se rio, el sonido envió un escalofrío por mi espalda. "Oh, pero es diferente. Eres un adulto ahora,
Edward. Eres libre de tomar tus propias decisiones, seguir el camino que tú elijas. Eso, mi querido
muchacho, es realmente importante," dijo. Hizo una pausa antes de reírse una vez más. "Y estoy
seguro que ese fondo fiduciario que has adquirido a media noche no hace daño."

Mi ceño se frunció en confusión y miré a Edward, viendo una suave sonrisa en los labios. "Sí, el
dinero es bueno," dijo en voz baja. La sonrisa de Aro creció mientras asentía.
"Hablando de eso, sé que ahora tienes suficiente dinero para comprar cualquier cosa que quieras, lo
que hace los regalos esencialmente innecesarios, pero quería darte una cosita de todos modos," dijo.
Se puso en pie y le tendió la mano a la mujer que lo acompañaba, quien me di cuenta que debía ser su
esposa. Metió la mano en su bolso y sacó una pequeña caja con un lazo rojo en ella, entregándosela a
Aro. Se acercó hacia nosotros, entregándosela a Edward.

"Eh, gracias," dijo Edward, tomando el regalo. Retiró el lazo y abrió la tapa de la caja, paralizado
mientras miraba en su interior. Metió la mano en la caja después de un momento y sacó un reloj de
plata, mirándolo fijamente. Una mirada de sorpresa cruzó su rostro mientras lo miraba. "¿Un maldito
Rolex?"

Aro asintió. "Sí. Y te aseguro que es auténtico, ninguna de esas imitaciones baratas de las calles de
Chicago. Pensé que te gustaría."

Edward asintió, pareciendo poco aturdido. Se quitó el reloj que llevaba puesto y me lo dio,
colocándose así el nuevo. Echó un vistazo a la caja negra, con un suspiro. "Mierda, gracias. Siempre
he querido uno de estos".

La sonrisa de Aro se iluminó. "De nada," dijo, sonando bastante satisfecho de sí mismo. "Así que,
dime, Edward. ¿Tienes planes para este verano?"

El agarre de Edward me apretó y yo hice una mueca. "Yo... no lo sé realmente. Tengo un campamento
de fútbol la semana que viene. Probablemente pasaremos el verano pasando el rato antes de que mis
hermanos se vayan”.

“¿Y después del verano?", preguntó. Edward se encogió de hombros.

"Estoy seguro que el último año de la escuela me pateará el culo por un rato," dijo. Aro levantó las
cejas inquisitivamente.

"¿Y después de graduarte?" preguntó. Edward se quedó en silencio por un momento, con los músculos
tensos.

"La universidad, supongo," dijo vacilante. "No sé dónde, no he pensado mucho en eso. Tal vez en
algún lugar cálido y no tan malditamente húmedo como Forks".

La sonrisa de Aro decayó rápidamente mientras asentía, la ira parpadeó brevemente en su rostro. Me
di cuenta de que acababa de entender que Edward no tenía intención de unirse a la organización y no
estaba muy contento con ese hecho. Estaba claro que habían estado en lo cierto... Aro definitivamente
había contado con tomar a Edward bajo su ala.

"Maravilloso", dijo con forzada alegría, mirando a Edward brevemente antes de mirar hacia el doctor
Cullen. Le miré también, notando que estaba mirando a Edward. Aro observó al doctor Cullen, como
si estuviera esperando que hablara, pero el doctor Cullen no dijo una palabra. La sala quedó en
silencio por un momento, la atmósfera tensa, antes de que Aro se aclarara la garganta.

"¿Y qué hay de la chica?" dijo, girando sus ojos hacia mí. Me tensé, mis ojos se abrieron cuando el
foco se movió en mi dirección. No estaba segura de lo que quería decir con eso, pero no me gustaba
ser el centro de atención.

"¿Qué pasa con ella?" Preguntó Edward con un borde duro en su voz. Al igual que yo, estaba claro que
no le gustaba el cambio en la conversación.

"Solo estoy curioso en cuanto a lo que pretende hacer tu familia con ella, eso es todo", dijo Aro.
"Quiero decir, supongo que dada tú, eh, situación, no vas a permitir que ella se quede atrás o sea
entregada."

Los ojos de Edward se estrecharon, su temperamento hirviendo. "Por supuesto que no", dijo
enfáticamente. "Ella no va a ir a ningún puto lugar."

Yo escuché al doctor Cullen suspirar en voz alta y lo miré. Él me miró con curiosidad por un momento
antes de volver a mirar a Aro. "He estado acostumbrándola al mundo exterior con la esperanza de que
algún día pueda unirse a él," dijo con cautela, sus palabras me aturdieron. Parecía elegir
cuidadosamente sus palabras, lo que me recordó lo que Edward había dicho arriba acerca de que Aro
tenía voz y voto en las decisiones importantes.

Aro se mantuvo en silencio, su mirada intensa y poniéndome nerviosa. Mi corazón latía rápidamente,
mi cuerpo empezando a temblar. "No estoy del todo seguro de que sea sabio," dijo Aro, finalmente,
dejando de mirarme. Parecía bastante disgustado, la conversación, obviamente, no iba como él había
previsto. "Ella debe saber algo, ha vivido en la casa Swan desde su nacimiento y ahora está aquí. Tú
sabes que es peligroso liberar a un esclavo. Nos podría hacer mucho daño con solo abrir la boca.
¿Podemos estar seguros de que nada de lo que ha visto u oído será compartido con nadie?"

El doctor Cullen me miró brevemente antes de asentir. "Sí," dijo. "Yo respondo por ella."

Aro se rió secamente. "Estoy seguro de que lo harías, Carlisle, pero me temo que tu juicio se nubla
cuando se trata de esto. Después de lo que pasó con... bueno... ya sabes... Estoy seguro de que tu
opinión puede ser tomada enteramente por su valor nominal".

"No es lo mismo", dijo el doctor Cullen rápidamente. "Esto no tiene nada que ver con eso."

"Esto tiene mucho que ver con eso, Carlisle," dijo Aro bruscamente. "Tú conoces los peligros y
riesgos. Solo no puedes dejarla ir y esperar lo mejor, sin que alguien tome la responsabilidad por ella
y no estoy del todo seguro de que seas capaz de eso".

Su irritación me aturdió, enviando terror a través de mi cuerpo. Me enfermaba que mi destino


estuviese en discusión justo en frente de mí, como si yo no estuviese allí, y me sorprendió que el
doctor Cullen tuviese la intención de simplemente liberarme. ¿Por qué había gastado tanto dinero
comprándome si él simplemente iba a dejar que me fuera? ¿Acaso esa había sido su intención desde el
principio, o lo estaba haciendo a causa de Edward?

"Yo lo haré," dijo Edward. "Si quieres que alguien se haga cargo de ella, yo lo haré." Me preguntaba
exactamente qué significaba que Aro negara con la cabeza en respuesta.

"Tú sabes que no puedes hacer eso, muchacho. No eres un Borgata, no puedes responder por ella,"
dijo, mirándome. "Es que no estoy del todo seguro de cuál es el curso de acción correcto. Sin ánimo de
ofender".

Edward gimió y el doctor Cullen habló una vez más, pero Aro le cortó. El doctor Cullen trataba de
convencerlo de que estaría bien, pero Aro insistió en que él no estaba seguro de ello. Parecían estar en
un punto muerto cuando otra voz intervino, tranquila, pero contundente.

"Yo lo haré."

Aro y el doctor Cullen dejaron de hablar de inmediato, centrándose en el sillón donde Alec se había
sentado junto a su esposa captando así la atención de todos. Había cruzado los brazos sobre el pecho y
me miraba fijamente, su mirada era intensa.

"¿Qué?" preguntó Aro con sorpresa. Alec me miró un momento más antes de mirar en dirección a Aro.

"Necesitas a alguien que asuma la responsabilidad por ella, así que lo haré. Yo respondo por ella,"
dijo. Aro parpadeó un par de veces, pareciendo aturdido, antes de asentir.

"Está bien", dijo vacilante, volviendo la cabeza para mirarme. "Es todavía joven, pero cuando llegue el
momento supongo que no debería ser un problema en este caso."

"Está decidido entonces," dijo Alec simplemente. Volvió la cabeza para mirarme, con mirada intensa,
una vez más. Esme se movió en su silla a su lado y yo la miré, encontrando sus ojos. Sus labios se
volvieron hacia arriba en una sonrisa, en su cara grabado el orgullo.

El resto de la tarde fue un poco tensa, y Aro seguía dándonos a Edward y a mí miradas extrañas.
Definitivamente no estaba contento con la situación y me di cuenta de que era porque él me veía como
una complicación. Antes de mi llegada, Edward había estado en camino de ser enviado directamente a
Chicago, pero ahora Edward parecía dispuesto a ir a cualquier parte menos allí. ¿Yo realmente había
hecho eso?

Edward no parecía muy cómodo con su compañía, mientras seguía inquieto y pasando sus dedos por
su cabello cada vez que podía. Emmett y Jasper bajaron junto con Rosalie y Alice finalmente, y el
doctor Cullen les envió por pizzas para el almuerzo. Comimos y cortamos el pastel cuando
terminamos, todo el mundo tomó una porción, excepto el doctor Cullen. No estaba segura de cuál era
su problema con la tarta de crema italiana, pero cada mención de ella parecía irritarlo.

Aro y su esposa partieron casi a las cuatro de la tarde, ya que necesitaban volver a Seattle para coger
un avión a California. Yo estaba la cocina para empezar a hacer la comida favorita de Edward para la
cena cuando Aro apartó a Edward hacia un lado en el vestíbulo para hablar con él. No podía oír lo que
decían, pero Edward estaba escuchándolo con atención, mirándolo bastante tenso. Después de que se
fueron Edward entró en la cocina, caminando detrás de mí y envolviendo sus brazos a mi alrededor. Se
inclinó y me dio un cálido beso en el cuello, suspirando.

"Estoy contento de que haya terminado", murmuró. Asentí y él me soltó, haciéndose una bebida de
jugo de naranja con un poco de licor mientras yo cocinaba. Se sentó en el mostrador como era su
costumbre, mirándome y bebiendo.

"¿Qué te ha dicho cuando se iba?" Le pregunté, mirándolo. Se encogió de hombros y levantó su copa
de nuevo, tragando el resto de ella.

"La misma mierda de siempre,” dijo. “Me dijo que debo considerar salir e ir a visitarlo este verano,"
dijo.

"¿En serio?", le pregunté. "¿Tú vas…? eh... ¿tú vas a ir?" Él se encogió de hombros otra vez, saltando
desde el mostrador y preparándose otra bebida.

"Honestamente, me importa un bledo Chicago en estos momentos."

Asentí, un poco aliviada por esa respuesta. Ya estaba preocupada por pasar una semana lejos de él
cuando se fuera a su campamento de fútbol en Seattle, así que no podía imaginarme que él volara a
través del país y me dejara atrás.

Terminé la cena y nos sentamos todos a comer, el ambiente en la casa era mucho más relajado por la
partida de Aro y su esposa. Todavía no estaba completamente cómoda, ya que podía sentir los ojos de
Alec en mí durante toda la comida, pero aguanté.

Después de la cena Edward abrió los regalos de la familia. Me sentía muy mal, al no haber tenido
forma de darle cualquier cosa, y miré con nostalgia como otros le daban regalos. Después, pusieron
una de las películas que le habían regalado y conversaron informalmente durante la misma, pero no
podía centrarme en la televisión o en la conversación. Mi mente estaba atrapada en los
acontecimientos del día y las cosas que se habían dicho, tratando frenéticamente de absorber todo y
darle sentido. ¿Ellos realmente planeaban liberarme? ¿Qué significaba eso para mí? ¿Qué iba a hacer,
dónde iba a ir? ¿Era realmente así de simple? ¿Alguien responde por mí, sea lo que sea que eso
signifique, y entonces me puedo ir? Todos esos pensamientos que había tenido sentada en el auditorio
de la escuela de Forks vinieron flotando hacia mí, todos los sueños y esperanzas y posibilidades para
mi futuro. Había sido capaz de imaginarlo, pero ahora casi podía sentirlo. ¿Una vida real, para mí?

Hacia la mitad de la película me incliné y le dije a Edward que me iba al piso de arriba, queriendo un
momento a solas, ya que me sentía un poco abrumada. Él se ofreció a venir conmigo, pero le dije que
se quedara y terminara su película, porque era su cumpleaños y merecía pasarlo haciendo algo que le
gustaba. Me dirigí al dormitorio y me quité la ropa, poniéndome un par de pantalones cortos y una de
las camisetas de Edward. Me metí en la cama, tirando de la manta sobre mí y acurrucándome en la
almohada de Edward. No estaba segura de por qué me sentía tan nerviosa y emocional, pero algo en el
silencio y el olor del perfume de Edward en la cama era reconfortante. Me acurruqué mientras las
lágrimas corrían por el rabillo de mis ojos.

Me quedé dormida después de un rato, agotada por no haber dormido mucho la noche anterior, y
desperté en algún momento más tarde por el movimiento de la cama. Abrí los ojos y parpadeé un par
de veces, tratando de ajustar mis ojos a la oscuridad en la habitación. La manta fue retirada después de
un segundo y Edward se deslizó a mi lado, acurrucándose cerca de mí.

"Ey, tesoro," susurró suavemente, su voz suave y tranquilizadora.

"Ey," dije con voz ronca, mi voz llena de sueño. Me aclaré la garganta, tratando de quitarme la
ronquera. "¿Qué hora es?"
"Minutos después de la medianoche. Alice y Rose se acaban de ir," dijo. Asentí, suspirando, y
acurrucándome cerca de él. Era cálido y olía a una mezcla de colonia, alcohol y humo, por lo que era
evidente para mí que había estado bebiendo. Aunque no me molestó, porque parecía que Edward
estaba bebiendo solo con moderación. “Solo nos relajamos, nos jodimos y vimos Scarface”.

"Eso está bien", murmuré, consolada por su presencia. No tenía idea de qué era exactamente Scarface,
pero sonaba como una película de terror. Él se rio entre dientes, envolviendo sus brazos a mi alrededor
y me atrajo a su pecho.

"¿Te sientes bien, Bella?" Me preguntó en voz baja, su mano acariciando mi espalda suavemente.
Tarareé en respuesta, asintiendo con la cabeza contra él.

"Lamento no poder haberte dado algo por tu cumpleaños," murmuré. Él gimió.

"Me has dado a ti misma, Isabella. Eso es todo lo que necesito. He obtenido la mitad de mi fondo
fiduciario esta mañana. No necesito ninguna maldita cosa de ti, puedo conseguirla yo mismo," dijo.

"¿De cuánto es tu fondo fiduciario?" le pregunté con curiosidad, todavía aturdida. Él se rio entre
dientes.

"¿En total? Un par de millones. He obtenido la mitad esta mañana y tendré la otra mitad en tres años,
cuando cumpla los veintiuno," dijo.

"Wow", le dije, sorprendida. Sabía que tenía un fondo fiduciario, él lo había mencionado, mientras
planeaba que nosotros huyéramos hace meses, pero no tenía ni idea de que era tanto.

"Sí, es lo que mi abuelo nos dejó cuando murió," dijo, bostezando. "Es solo dinero, realmente no
importa, pero es suficiente para mí y para ti, para vivir y ser capaz de hacer lo que queremos hacer."

"¿En serio?" Le pregunté con sorpresa. "Quiero decir, ¿ellos en realidad hablaban en serio sobre eso de
liberarme?"

Edward tarareó en respuesta, acercándome más a él. Enterró su cara en mi cabello, su pecho
expandiéndose mientras tomaba una respiración profunda. "Sí, Bella. Lo decían en serio".

Parpadeé un par de veces mientras mis ojos se llenaron de lágrimas, la confirmación hizo que mis
emociones surgieran de nuevo. "¿Es realmente tan fácil?"

Suspiró. "Yo no diría que es fácil. Conseguir que alguien de fe por ti puede haber sido fácil, pero la
parte más difícil está por delante de nosotros".

Asentí contra su pecho. "¿Pero voy a ser… libre?", Le pregunté, vacilante. Él tarareó otra vez,
apretándome con fuerza.

"Sí, tesoro, serás libre. Libre para hacer lo que quieras en la vida. Libre para ir a la escuela, y casarte
conmigo, y hacer un mierdero de bebés, si eso es lo que quieres. Libre para dejar mi culo, también, si
prefieres hacer eso," añadió con una sonrisa. Mis ojos se abrieron con sorpresa y me senté, sacudiendo
la cabeza con rapidez.
"Nunca te abandonaré," le dije con fuerza, sorprendida incluso de que pudiera pensar eso. Él suspiró y
se irguió sobre los codos, mirándome en la oscuridad.

"Es bueno escuchar eso, amore," dijo con seriedad, inclinándose y besando mis labios suavemente.

Me llevó de vuelta a sus brazos, acurrucándose debajo de la manta. "Solo estoy diciendo que es tu
elección."

Ambos nos quedamos en silencio por un rato y comencé a irme a quedarme dormida. "¿Edward?"
Murmuré curiosamente después de un momento. Él murmuró en respuesta, sonando medio dormido.
"¿Qué quiere decir cuando alguien responde por ti?"

Suspiró y se quedó quieto por un rato, casi durmiéndome mientras me imaginaba que él no estaba lo
suficientemente coherente como para responder. Pero por fin habló, su voz era apenas lo
suficientemente alta como para que lo oyera.

"Significa que garantizan tu lealtad. Si metes la pata pagan por ello. Los esclavos no son los únicos
que pagan por los errores de otros, Bella. Alec acaba de jurar que si cometes un error, pagaría por ello
con su vida".

*************
Siete ben consapevoli che non se ne parla = Eres muy consciente de que no hablamos de eso

Capítulo 57 La naturaleza de los hombres

“La naturaleza de los hombres es similar, son sus hábitos los que los separan.” – Confucio

Edward cullen
Gemí y me levanté sobre mis codos para ver a Isabella. Estaba un poco borracho, no había razón para
negar esa mierda, no deseaba más que cerrar mis putos ojos y dormir. Pero ella estaba sentada allí
mirándome con esa expresión sorprendida en su rostro, y sabía que no había manera de evitar hablar
de esto. Me pregunté brevemente si tal vez debía haberle mentido o ignorarla cuando me preguntó lo
que significaba el que alguien responda por ti, pero estaba cansado de tener secretos con ella, en
especial si no tenía que hacerlo. Ya de por sí le ocultaba mucho, no podía decirle la mierda que mi
madre había hecho, y no quería ocultarle nada más. Tenía derecho a saber lo que él acababa de hacer
por ella y en mi estado de ebriedad pensé que tal vez la haría sentirse segura o protegida.
Debería haber sabido que esa mierda no funcionaría. Debería haber sabido que solo la haría entrar en
pánico.

“Él no puede hacer eso, Edward,” repitió por lo que pareció la maldita quincuagésima vez en cinco
minutos.

“Él puede y lo ha hecho, Bella,” le dije. Ella negó rápidamente con la cabeza.

“¡Pero él tiene que retractarse! No puede hacer eso… no puede pagar por mis errores,” dijo ella, su
voz llena de emoción. Podía decir que estaba tratando con todas sus fuerzas contener sus lágrimas y
me sentí culpable sabiendo que si hubiera mantenido la maldita boca cerrada ella no estaría al borde
del llanto. Sabía cómo se sentía sobre que otras personas pagaran por sus errores, me lo había dejado
muy claro anteriormente, que era una de las cosas que más temía que pasara.

Suspiré y pasé la mano por mi cabello, sin saber cómo explicarle esto de manera que se calmara.
“¿Qué errores, Bella?” Pregunté finalmente. Su ceño se frunció y ella se quedó mirándome confusa.
“¿Qué errores tienes planeado cometer por los cuales él tendrá que pagar? Porque lo que ellos llaman
un error y lo que tú llamas un error son dos cosas diferentes. Él no se va a meter en problemas si tú
accidentalmente rompes un vaso o quemas la maldita cena. A ellos no les importa esa mierda. Así que
no sé por qué estás actuando así.”

“¿A qué llaman ellos un error?” Preguntó. Suspiré de nuevo y me encogí de hombros.

“No son tantos los errores como las opciones de vida, supongo. Que alguien los delate es su mayor
preocupación, así que a menos que planees ir a la policía y decirles que eres una esclava de la mafia
no veo cuál es el puto problema,” le dije.

“Nunca haría eso,” dijo rápidamente. “Nunca se lo diría a nadie.”

Yo asentí. “Yo lo sé y tú lo sabes. Demonios, todos sabemos esa mierda. Pero alguien tiene que
responder por ti de todos modos, algo como un depósito de garantía o colateral o lo que sea. Alguien
tiene que asumir la jodida responsabilidad, en caso de que todos estuviéramos equivocados,” le dije.
No dudaba en absoluto de su lealtad, simplemente así eran las cosas. Ella se quedó en silencio por un
momento, al parecer asimilando lo que había dicho. Entendí que probablemente era sorprendente para
ella que mi tío la defendiera, y probablemente lo sentía como otra carga más que tenía que llevar, pero
en realidad era todo lo contrario. En todo caso, era como quitarle un maldito peso de sus hombros.

“Yo no…” Empezó a decir, suspirando. Se detuvo y dio una respiración profunda, haciendo un gesto
de negación. “No entiendo por qué. No entiendo por qué haría algo así por mí.”

Una lágrima se deslizó por su mejilla cuando ya no pudo contenerlas. Extendí mi mano para limpiarla
con la punta de mis dedos, mi corazón dolía al verla. Joder, odiaba cuando ella lloraba. “Alguien tenía
que hacerlo, Bella. O lo hacía él o lo hacía yo,” le dije en voz baja. Su ceño se frunció.

“Pero él dijo que tú no podías porque no eres uno de ellos,” dijo titubeante. Yo asentí, limpiando otra
lágrima que se había deslizado.

“Exacto. Mira, mi padrino es un hombre listo. Es manipulador y maquinador, tiene que ser así para
mantener la posición que ocupa. Él sabía exactamente lo que estaba haciendo. Ha venido hoy por una
razón, y yo lo rechacé. Ya te había dicho antes que estaba preocupado por lo que haría y cómo te
afectaría y esa mierda la decía en serio. Aro no estaba consiguiendo lo que quería así que trató de usar
todo lo que pudo encontrar para lograrlo. Está jodidamente mal, pero él sabía que usándote era la
única forma de convencerme,” le dije, negando con la cabeza. Mi padre y Alec me habían advertido de
esa posibilidad cuando fui a hablar con ellos acerca de la visita de Aro. Me dijeron que no sacara
malditas conclusiones precipitadas o que perdiera el control y abriera mi maldita boca y aceptara
comprometerme a algo, sin importar lo que Aro dijera o usara como carnaza. Me aseguraron que se
encargarían y sabía que no tenía otra opción más que confiar en ellos.

No había sido fácil mantener la puta boca cerrada cuando se sentaron frente a mí discutiendo acerca de
qué demonios iba a pasar con mi chica, pero de todos modos lo hice. Sabía que abriéndola solo nos
hundiría más porque eso era exactamente lo que Aro quería.

“Él trató de usarme para que te unieras,” dijo en un murmullo, después de que parecía haber asimilado
lo que le acababa de decir.

“Sí. Mira, él sabe lo que siento por ti, lo sabe desde la última vez que nos visitó. Consideré hacer todo
lo que pudiera y mantener la distancia contigo mientras él estuviera aquí para que no hiciera esa
mierda, pero Alec me dijo que no tenía sentido. Aro me sermoneó la última vez sobre aprender a
equilibrar mi amor por ti con mi compromiso con mi familia. Se acaba de dar cuenta que ignoré cada
maldita palabra que dijo y que he dejado que mi corazón ganara, sin importarme una mierda la
familia, así que él usó eso para tratar de manipularme y hacerme cambiar de opinión.” Hice una pausa,
suspirando.

“Aro sabe malditamente bien lo que mi padre planea hacer contigo, sabe esa mierda desde el primer
día, y él no habría dejado que mi padre respondiera por ti porque sería jodidamente fácil. Pensó que
podía intimidarme para que me uniera, sabiendo que lo haría para asegurar tu libertad si tenía que
hacerlo, pero no tomó en cuenta el hecho de que Alec te defendería,” le dije. Yo mismo estaba
sorprendido de que él hubiera hecho esa mierda, ya que Alec no es de los que ayudan a los demás, así
que ni siquiera podía imaginarme cuan sorprendido estaría Aro con toda esa mierda.

Ella se quedó callada por un momento, las lágrimas continuaban corriendo por sus mejillas. Las
limpié y solo la miré, sin decir nada y dándole tiempo para asimilar todo. “Simplemente no quiero que
nadie salga lastimado por mi culpa,” dijo suavemente.

“Lo sé,” le dije. “No tienes por qué preocuparte por Alec. Él sabe lo que hace. Si no estuviera seguro
de que esto es lo que tiene que hacer, no lo hubiera hecho. Puede que no confíes en ellos, Bella, pero
tienes que confiar en mí cuando te digo que es la única forma, cariño. Es la única forma en que
podemos estar juntos, la única forma en que puedes ser libre. Todo va estar bien.”

Ella se quedó mirándome y esperaba como el infierno que captara lo que le estaba diciendo y que
tuviera sentido. No tenía idea de cómo funcionaba esa putada de la esclavitud, y hasta hoy no tenía
idea lo que hacían para liberar a alguien. Simplemente había asumido que ella podía irse y ya, pero era
más ingenuo sobre todo eso de lo que pensaba. Cuando fui a hablar con mi padre y Alec, me
explicaron por qué podía haber riesgos, no era común dejar ir a un esclavo. Ellos veían mierda que no
debían ver, y escuchaban mierda que no debían escuchar, y la única forma en la que podías irte como
si nada después de vivir en un hogar de la mafia era si un mafioso estaba dispuesto a hablar por ti y
asegurar tu lealtad. Responder por alguien, prácticamente era tomar el maldito juramento Omertá de
nuevo pero jurando por la lealtad de alguien más y nadie que entendiera la profundidad de esa
promesa la tomaba a la ligera. Violarlo significaba la muerte y no había manera realmente de
garantizar que los esclavos no te apuñalarían por la espalda una vez que fueran libres. Joder, se
requería de mucha confianza y esos hijos de puta no confiaban en nadie, así que un esclavo realmente
tenía que ser malditamente importante para que alguien de la Borgata hablara por él. No sabía cuales
era los verdaderos motivos de Alec y por quién exactamente lo estaba haciendo, pero de todos modos,
estaba agradecido.

Deseaba que Isabella pudiera entender exactamente lo importante que era esa mierda, cuánto había
sacrificado mi familia y seguía sacrificando por ella de manera que supiera exactamente cuan especial
era ella... que ella lo valía, pero tenía miedo que decirle esa mierda resultara contraproducente y la
hiciera sentir culpable. Ella estaba ganando seguridad en sí misma y autoestima como una posesa y
explicarle lo que las personas estaban poniendo en juego por ella podría matar cada pizca de progreso
que hubiera hecho. No quería que se sintiera presionada o pensara que se esperaba perfección, porque
no era así, pero la conocía suficientemente bien para saber cómo lo vería ella. Se sentiría como si
tuviera que romperse el trasero para estar a la altura y nunca entendería que la única mierda que
queremos de ella es que sea jodidamente feliz y que viva de verdad.

“Confío en ti,” dijo finalmente, su voz baja y llena de emoción. Suspiré, parcialmente aliviado de que
no me presionara para que le diera más que una explicación. Extendí mis brazos y la rodeé con ellos,
haciendo que se recostara en la cama. Agarré la manta y nos cubrí a ambos, tratando de relajarnos.
Mis ojos ardían por el cansancio y mi maldita cabeza comenzó a palpitar por pensar demasiado. Solo
quería dormir y olvidarme de todas esas tonterías por un rato.

“Bien. Me alegra que confíes en mí,” le dije, bostezando en medio de mi declaración así que lo dije
todo enredado. Isabella se rio suavemente y me reí entre dientes, apretándola con fuerza. “Durmamos
un poco, tesoro. Estoy malditamente agotado.”

“Está bien,” dijo con suavidad, acurrucándose en mis brazos. Cerré mis ojos, disfrutando de su calor,
el sueño me sorprendió rápidamente. “Te amo, Edward,” susurró después de un momento, su voz
apenas audible. Murmuré en respuesta.

“Amo,” murmuré antes de caer en la inconsciencia.

Abrí los ojos mucho más tarde en una habitación más iluminada y parpadeé un par de veces, mirando
alrededor. Me senté y miré el reloj de alarma sobre la mesa, sorprendido cuando vi que ya era casi
mediodía. Estaba adormilado y me sentía algo desorientado, mi cabeza latía vehementemente. Me
quedé allí por un momento, tratando de aclarar mi mente y de despertarme, sintiéndome extraño por
alguna razón. Me di cuenta después de un momento que era el segundo día consecutivo que me dormía
con mi chica en mis brazos para despertar solo. Se estaba convirtiendo en un hábito y no me gustaba
ni un poco.

Me obligué a salir de la cama y me dirigí al baño para tomar una ducha rápida. Salí después de
quitarme el sudor y la suciedad de encima, lavando mis dientes y mirándome al espejo. Me veía
agotado y necesitando desesperadamente un puto corte de cabello, pero además de eso me seguía
viendo como el Edward Cullen de siempre. Los mismos ojos verdes, el mismo cabello rojizo, la
misma sonrisa. El mismo yo que he visto todos los días durante años, pero no me sentía como la
misma persona. No era porque fuera mayor o porque me sintiera más sabio o cualquiera de esas
tonterías. Me sentía diferente por ella. Me sentía completo, como si la pieza perdida finalmente
estuviera allí y estuviera completo de nuevo.

No sabía dónde demonios estaría ella en ese momento, pero sabía que no estaba lejos y ese simple
hecho me tranquilizaba. Me sentía como un maldito hijo de puta mariquita admitiéndolo, pero ella me
había domado. Antes de que llegara a mi vida, siempre había dicho que cualquier día escogería la
lujuria sobre el amor, pero me retracto de esa mierda. Después de encontrar el amor con Bella, lo
elegiría en un puto segundo en lugar de cualquiera de esas aventuras sin ataduras.

Suspiré y salí a la habitación, cogiendo unos vaqueros y una camiseta, y poniéndomelos. Me puse mi
Rolex, que admito que había sido un regalo de puta madre, y salí de la habitación caminando por el
pasillo hacia las escaleras. Estaba a punto de bajar al segundo piso cuando algo captó mi atención y
noté que la puerta de la biblioteca estaba entreabierta. Titubeé antes de dirigirme hacia ella,
abriéndola sin hacer ruido y mirando en el interior. Sonreí cuando la vi de pie al otro lado de la
habitación, echando un vistazo a una hilera de libros, sus dedos rozando los lomos mientras leía los
títulos.

Crucé los brazos sobre mi pecho y me apoyé sobre el marco de la puerta, solo observándola durante un
momento. Se veía extasiada en esta habitación, siempre parecía relajada y contenta rodeada de libros.
Tenía curiosidad por saber si era algo natural en ella o si era el resultado de su educación. Me
preguntaba si los libros le fascinaban porque nunca antes había tenido acceso a ellos, o si simplemente
había nacido como un puto ratón de biblioteca.

Sacó un libro de piel marrón del estante, frunciendo el ceño mientras estudiaba la cubierta frontal con
atención. Me reí entre dientes por su expresión y sus ojos volaron en mi dirección, con una expresión
de sorpresa en su rostro. Ella sonrió cuando me vio y se ruborizó. “No te he oído entrar,” me dijo. Me
encogí de hombros, todavía observándola.

“No eres la única que sabe ser silenciosa,” le dije. Ella sonrió.

“Mmmmm… bien, tal vez tengamos que conseguirte una campana, Edward,” me dijo en broma,
dándose la vuelta y colocando el libro de nuevo en el estante. Me reí e hice un gesto de negación,
recordando cuando le había dicho esa mierda su primer día con nosotros cuando se acercó a mí
sigilosamente en la cocina.

“Sí, bueno, al menos no ha estado a punto de darte un puto infarto,” le dije. “Solías asustarme como el
demonio. Estaba seguro que mi corazón se detendría un par de veces.”

Ella se volvió para mirarme, levantando sus cejas. “No estés tan seguro de eso,” me dijo. “Haces que
mi corazón se acelere cada vez que te acercas a mí. A menudo me pregunto si se parará por exceso de
esfuerzo.”

Me eché a reír y negué con la cabeza, quitándome del marco de la puerta. Me acerqué a donde ella
estaba, contento de que pareciera estar de buen humor esta mañana. Había estado preocupado por
cómo actuaría después de nuestra conversación de anoche, pero me alegró ver que parecía haberlo
aceptado. La abracé e incliné mi cabeza, presionando mi boca en la de ella. Abrió sus labios y la besé
apasionadamente, nuestras lenguas entrelazándose en armonía. Me aparté después de un momento,
mordiendo su labio inferior con suavidad. Ella respiraba con un poco de dificultad mientras me
miraba con ojos amplios. “¿Cómo está tu corazón?” Le pregunté en voz baja, extendiendo mi mano y
presionando mi palma en su pecho. Ella sonrió y parpadeó un par de veces, consiguiendo controlarse
de nuevo.

“Parece como si fuera a explotar,” me dijo. Me reí entre dientes y planté otro suave beso en sus labios.

“No lo hará,” le dije. “Es fuerte, no se va a parar. No se va a romper.”

Su sonrisa divertida decayó, una expresión de seriedad se apoderó de su rostro. “¿Lo prometes?” Me
preguntó en un murmullo, levantando sus cejas inquisitivamente mientras llevaba su labio inferior a
su boca para mordisquearlo. Me quedé mirándola por un momento, confundido por su repentino
cambio de humor, cuando me di cuenta de la mierda que había dicho.

Le había dicho que su corazón no se rompería.

“Lo prometo,” le dije, extendiendo mi mano y pasando mi dedo índice por sus labios. Ella soltó su
labio inferior y sonrió. “Haré lo que tenga que hacer para asegurarme de que siga latiendo, tesoro.”

Ella asintió. “Bien.” Suspiré y miré alrededor.

“Entonces, ¿qué estás haciendo en la biblioteca?” Le pregunté. Ella se encogió de hombros.

“Estaba buscando algo que leer. Siento como que debería aprender algo,” dijo. Me reí entre dientes, un
poco sorprendido por su respuesta.

“¿Son mis vacaciones de verano en la escuela y tú decides que es momento de aprender algo?” Le
pregunté. “Eso es como un tipo de retroceso, cariño.” Ella sonrió tímidamente.

“Lo sé, es solo que… no lo sé,” me dijo, sonrojándose. “He pensado que debería aprender algo. Si voy
a ser libre probablemente no debería ser estúpida.” Suspiré e hice un gesto de negación, al notar que
estaba avergonzada. No me agradaba que se menospreciara y se subestimara a sí misma de esa forma.

“No eres estúpida, Bella. No quiero escuchar que digas esa mierda. Me deslumbras con lo
naturalmente inteligente que eres. No cualquiera puede ver un episodio de Jeopardy y repetir cada
jodida cosa que ha escuchado en él,” le dije. Ella me miró con incredulidad y me eché a reír. “Lo digo
en serio. Sin embargo, no tiene nada de malo aprender. Si quieres aprender, estoy de acuerdo. En
realidad, ¿sabes qué? Tengo una idea.”

Agarré su mano y la saqué de la biblioteca, hacia las escaleras. No se resistió y me siguió al segundo
piso. Caminé hacia la oficina de mi padre y alcancé el pomo, titubeando. Me detuve antes de levantar
mi mano y tocar la puerta. Se abrió después de un momento y Alec me miró sorprendido, sus ojos se
movieron hacia Isabella.

Se hizo a un lado después de un segundo e hizo un gesto con la cabeza, diciéndonos en silencio que
entráramos. Pude sentir que Isabella se tensaba cuando entramos en la habitación y Alec cerró la
puerta detrás de nosotros. Ella se sentó en la silla y me miró nerviosa, obviamente confundida sin
saber qué demonios estábamos haciendo. Me senté sobre un brazo de la silla mientras Alec caminaba
hacia el otro lado de la habitación, mirando por la pequeña ventana.
“¿Necesitas algo, hijo?” Mi padre preguntó con curiosidad desde el otro lado de su escritorio. Tenía su
ordenador portátil abierto frente a él y sus dedos fijos sobre el teclado mientras me miraba.

Me encogí de hombros. “Solo me preguntaba lo difícil que podría ser conseguirle un GED,” le dije,
haciendo un gesto con la cabeza hacia Isabella. Sus ojos se abrieron por la sorpresa ante mi petición.
(N.T. GED – Certificado de equivalencia de Educación Secundaria)

“¿Ahora?” Preguntó con curiosidad. Suspiré, de nuevo encogiéndome de hombros.

“Sí. Bueno, quiero decir, no justo en este maldito momento, pero pronto,” le dije. Él asintió y levantó
la mano para pellizcar el puente de su nariz. Dirigió su mirada a Isabella después de un momento y yo
le eché un vistazo a ella, viendo una expresión de confusión en su rostro. Estaba a punto de explicarle
lo que era un puto GED porque era claro que ella no tenía ni idea de en lo que la estaba metiendo, pero
antes de que pudiera hacerlo mi padre habló de nuevo.

“Supongo que depende de para qué lo quieres exactamente,” dijo. “Me refiero a que, podríamos
fácilmente conseguirle uno pero puede que no pase un proceso de investigación riguroso.” Yo negué
con la cabeza.

“Sé que puedes hacer que te hagan uno, pero eso no sirve de nada. Estoy hablando de que ella consiga
uno,” le dije. ¿Cuál es el maldito punto en conseguirle un GED si ella no aprende ni una mierda al
hacerlo?

“Oh,” él dijo, volviéndose para mirar a Alec. “Supongo que no sería muy difícil. Ella tiene una
licencia de conducir que Charles me dio con su nombre y una foto y eso es todo lo que piden como
prueba de identidad. Son bastante indulgentes con los GED, sin que certificados de nacimiento ni
números de la seguridad social sean en realidad necesarios. Puede que le pidan su número de la
seguridad social pero puede negarse a revelarlo, y aun así tendrían que permitirle hacer el examen.
Todo lo que tienes que hacer es asegurarte que esté lista y llevarla a hacer el examen.”

“¿En serio?” Pregunté, bastante sorprendido de que fuera tan malditamente fácil. Había pensado que
tendríamos que salvar muchos obstáculos o algo así. Él asintió y yo sonreí satisfecho. “Bueno
demonios, ojalá hubiera sabido eso antes.”

“Ni siquiera lo pienses,” dijo enfáticamente, interrumpiéndome. “Has llegado hasta aquí, puedes
terminar la escuela. Ella no puede ir al instituto, es demasiado tarde para eso, pero no hay razón por la
que ella no pueda hacer un examen para conseguir un GED si quiere uno.”

Todos nos giramos para ver a Isabella y ella nos miró a todos con confusión. “¿GED?” Preguntó
vacilante. Suspiré asintiendo.

“Significa Certificado de Equivalencia de Educación Secundaria… o tal vez es Certificado de


Equivalencia General… no lo sé,” le dije. Alec se echó a reír, ganando toda nuestra atención.

“Desarrollo Educacional General,” dijo. “Eso es lo que significa GED. Al pasar el examen GED
consigues un certificado de educación secundaria.”

Yo asentí, sin que en realidad me importara una mierda lo que significaban las malditas letras porque
todo quería decir la misma cosa, y volví a mirar a Isabella. Ella miraba al frente con incredulidad.
“¿Un certificado?” Preguntó después de un momento, mirándonos de nuevo.

“Sí, un certificado. En realidad es solo un pedazo de papel y probablemente no sea de tanto peso como
los que Jasper y Emmett acaban de recibir, pero en mi opinión significan lo mismo,” le dije,
encogiéndome de hombros. “Significa que sabes lo suficiente para técnicamente terminar el instituto y
puedes entrar a algunas universidades con él.”

Sus ojos se abrieron por la sorpresa. “¿De verdad?” Preguntó. Yo asentí. “¿Y puedo… conseguir uno
de esos? ¿Un GED?”

Yo asentí de nuevo. “Sí,” le dije.

“Es decir, si quieres uno,” mi padre intervino. “La decisión es tuya, Isabella.”

Sus ojos se ampliaron aún más por las palabras de mi padre y se le pusieron vidriosos casi al instante.
Ella parpadeó un par de veces, tratando de contener las lágrimas. En ese momento me di cuenta de lo
importante que era esto para ella. Mi padre, el hombre a quién veía como su amo, el hijo de puta que
controlaba su vida, le acababa de decir que podía tomar una decisión sobre si quería o no recibir
educación. Ella volvió su cabeza para mirarlo y abrió su boca, pero no salió ningún sonido. Aclaró su
garganta después de un momento y simplemente asintió, levantando su mano para cubrir su boca.
Parecía completamente atónita, joder, casi aturdida. Mi padre se quedó mirándola brevemente antes de
que él mismo asintiera.

“Bueno, supongo que está arreglado entonces. Seguro que puedes encontrar algún lugar de prácticas
on-line para prepararla, y cuándo esté lista puedes llevarla a hacer el examen. Nada más que eso y
tendrás que esperar los documentos apropiados. Va a llevar un tiempo conseguir un certificado de
nacimiento o seguro social para ella,” dijo, volviendo su atención de vuelta a su ordenador.

Empezó a teclear y estaba claro que la conversación había terminado. Murmuré un gracias y le tendí
mi mano a Isabella. Ella titubeó pero la tomó, poniéndose de pie. Ella miró a mi padre con curiosidad
antes de echarle un vistazo a Alec. Parecía como si fuera a decir algo, pero después de un momento
simplemente suspiró, volviendo la espalda a ambos. Abrí la puerta y estaba a punto de sacarla de la
habitación cuando Alec me llamó por mi nombre.

“Edward,” él dijo. “¿Me permites un momento, si no te importa?”

Me detuve y miré hacia Isabella antes de asentir. Ella salió al pasillo y yo me volví de nuevo, cerrando
la puerta de la oficina una vez más.

-“¿Qué?” Pregunté vacilante, sin saber qué mierda quería. Él suspiró y caminó hacia mí, mi cuerpo se
tensó cuando extendió su mano para agarrar mi brazo. Quitó el Rolex de mi muñeca, sus ojos fijos por
un momento en el tatuaje escrito en mi piel.

“Fiducia Nessuno,” él murmuró. “No confíes en nadie. Para alguien que cree lo suficiente en eso como
para marcar con esas palabras su piel permanentemente, eres bastante crédulo.”

Mi ceño se frunció por la confusión a medida que mi temperamento se encendía, y abrí la boca para
decirle que se fuera a la mierda porque no era un maldito crédulo, cuando metió la mano en su bolsillo
y sacó un cuchillo. Él le dio la vuelta al reloj y le quitó rápidamente la parte trasera, mirando el
interior.

“¿Qué demonios?” Pregunté cuando utilizó la punta del cuchillo, y sacó algo de él. Era jodidamente
pequeño y estaba en la punta de su dedo. Se lo entregó a mi padre, quien lo tomó y lo miró con
curiosidad mientras Alec volvía a montar el reloj. Me entregó el Rolex una vez que estuvo intacto de
nuevo y lo cogí con cuidado, mirándolos confundido.

“Un GPS,” dijo mi padre, mirando la pequeña pieza. Mis ojos se abrieron por la sorpresa.

“¿Qué?” Le dije. Él levantó la vista hacia mí y suspiró, negando con la cabeza.

“Tu reloj tenía un dispositivo GPS en él,” me dijo.

“¿Ese hijo de puta me puso un chip de rastreo?” Espeté, malditamente atónito. Mi padre asintió. “¿Por
qué cojones haría eso?”

Alec se echó a reír con amargura. “Para mantenerte controlado. Situaciones desesperadas requieren
medidas desesperadas.” Lo miré fijamente en shock y él hizo un gesto de negación, murmurando en
voz baja. “Tan ingenuo. Fiducia Nessuno.”

“Ya te puedes ir, Edward,” dijo mi padre con frustración. Deslicé mi reloj en el bolsillo, sin querer
siquiera ponerme el hijo de puta después de todo eso, y pasé la mano por mi cabello.

“Todo esto es una mierda,” murmuré en voz baja, dándome la vuelta y abriendo la puerta de la oficina.
Salí al pasillo y cerré la puerta detrás de mí, suspirando. Vi a Isabella parada a un lado y estaba a
punto de decirle algo cuando se lanzó hacia mí, casi tirándome. Di unos pasos hacia atrás cuando su
forma impactó con la mía pero conseguí mantener el equilibrio. Lanzó sus brazos alrededor de mi
cuello y saltó, envolviendo sus piernas alrededor de mi cintura. La abracé, sosteniéndola para que no
se cayera, y joder, me eché a reír. Estaba sorprendido, completamente desprevenido, y totalmente
confundido cuando sentí su jodido cuerpo temblar.

Bella enterró su rostro en mi cuello y comenzó a llorar, sus manos dirigiéndose a mi pelo. Ella se
aferró a mí con fuerza y yo estaba anonadado, incapaz de hacer más que solo estar allí y sostenerla.
Comencé a acariciar su espalda y hacer sonidos para tranquilizarla, sin saber qué otra mierda hacer.
Me soltó con sus piernas después de que se hubo calmado un poco, dejándolas caer al suelo, pero no se
apartó del todo. Enterró su nariz en mi pecho, abrazándome.

“Gracias,” murmuró, su voz gruesa por la emoción, el sonido haciendo que mi corazón doliera.
Suspiré y levanté su rostro de manera que me mirara, su rostro manchado a medida que las lágrimas
corrían por sus mejillas. Limpié algunas de ellas, sin querer verla llorar por ninguna maldita razón.

“No deberías agradecérmelo,” le dije. “En realidad, tú eres la que va a hacerlo, Bella. Yo solo he dado
la sugerencia.”

Ella asintió y de sus ojos cayeron más lágrimas. “Tengo que agradecerte… por preocuparte lo
suficiente para siquiera hacer la sugerencia.” Yo suspiré.
“Bueno, de nada. Tú quieres aprender y no hay ni una maldita razón por la que no puedas hacerlo. No
te prometo ser de mucha ayuda pero puedo intentarlo y estoy seguro que Jasper estará feliz de
ayudarte o lo que sea.” Había fallado completamente en mis puñeteros intentos de enseñarle alguna
mierda antes y no tenía idea de cómo hacerlo ahora, pero ella se merecía esto y no había duda de que
al menos intentaría ayudarla a lograrlo. Ella asintió, una brillante sonrisa apareció en su rostro, y yo
sonreí en respuesta, su felicidad era contagiosa.

“Wow,” dijo simplemente, estando todavía sorprendida. Me quedé mirándola brevemente antes de
inclinarme y besarla con suavidad.

“Te consigo tus cosas más tarde, pero por ahora que tal si desayunamos algo. O, eh… ¿Almorzamos?”
Le dije, sacando el reloj de mi bolsillo y echándole un vistazo. Ya era malditamente cerca de la una de
la tarde.

Estuvo de acuerdo y fuimos a la planta baja, tomando algunos sándwiches de la cocina. Nos quedamos
en la sala de estar frente a la televisión y mis hermanos se nos unieron después de un rato. Emmett
decidió poner El Padrino, ya que Isabella no la había visto antes, y ella la vio con atención,
resultándole bastante divertido el hecho de que Emmett podía citar la maldita cosa palabra por
palabra. Él no tenía un verdadero interés en la maldita mafia y francamente no quería tener nada que
ver con ella, pero ese cabrón estaba obsesionado con las películas de la mafia.

Esme se nos unió finalmente, riendo y bromeando con nosotros sobre la película. La parte uno terminó
e Isabella se levantó, diciendo que iba a prepararnos algunas bebidas. Me levanté y la seguí a la
cocina, abriendo el refrigerador y sacando el pastel que ella me había hecho por mi cumpleaños.
Isabella preparó cocas de cereza y sonrió mientras yo cortaba un pedazo para mí.

“¿De verdad te gustó el pastel?” Preguntó. Asentí, agarrando un tenedor y tomando un bocado.

“Demonios, sí,” murmuré con la boca llena. Ella se echó a reír cuando mis hermanos entraron en la
habitación, y Emmett jadeó dramáticamente.

“Joder, no puede creer que estés comiendo sin mí, hermano. Eso es pecado,” él dijo, haciendo un gesto
de negación. Me encogí de hombros y me subí a la encimera mientras Emmett se cortaba un pedazo
para él. Comenzó a devorar su pedazo de pastel, gimiendo, murmurando y haciendo todo tipo de
malditos sonidos. Isabella se rio de él pero yo solo sacudí mi cabeza.

Esme entró después de un momento, seguida de mi padre y de Alec. Alec se acercó a su esposa y mi
padre caminó hacia el refrigerador, abriéndolo y agarrando un refresco. Cerró la puerta y se volvió
para mirarnos, sus ojos moviéndose hacia el pastel.

“¿Has probado esta mierda, papá?” Emmett preguntó con la boca llena. “Recuerdo que amabas este
pastel, solíamos comerlo todo el tiempo de niños.”

Mi padre miró a Emmett, viéndose bastante irritado. “No,” dijo simplemente. Emmett asintió y bajó
su plato ahora vacío, alcanzando el pastel y cortando otro trozó. Él cogió un plato y puso la pieza que
acababa de cortar sobre él, entregándoselo a mi padre.

“Deberías probar un poco,” dijo haciendo un gesto con la cabeza hacia el plato. “Te juro que es tan
bueno que se derrite en la boca.”

Mi padre suspiró molesto. “Preferiría no hacerlo,” dijo, mirando el plato con asco. Emmett se encogió
de hombros.

“Tú te lo pierdes,” dijo, agarrando su tenedor y comenzando a comer su segundo trozo de pastel. “Pero
te aseguro, este es el mejor pastel de crema italiana que he probado nunca.”

“Sí, está bueno,” le dije. Miré a Isabella y sonreí con suficiencia cuando vi que se estaba sonrojando.

“Ella debe tener algo italiano en su interior para poder hacerlo así de bueno,” dijo Jasper como si
nada. Me tensé con su declaración y miré hacia mi padre, notando que había tenido la misma reacción.
Él abrió su refresco y lo llevó a su boca para tomar un trago y yo suspiré, tratando de pensar en alguna
mierda que decir para cambiar la conversación en otra dirección. Estaba claro que mi padre no estaba
cómodo con el tema por la jodida razón que fuera, y reflexionar sobre su herencia italiana
definitivamente no era una buena idea. Sin embargo, antes de que pudiera tomar la iniciativa, Emmett
se echó a reír.

“Ella tiene algo italiano en ella, Jazz. Ella duerme junto a nuestro pequeño hermano todas las noches.
Sabes malditamente bien que tiene ese braggiole en ella todo el tiempo,” dijo bromeando. Mis ojos se
abrieron de asombro por el hecho de que él básicamente acababa de referirse a Isabella y a mí
follando, y mi padre escupió y tosió, ahogándose con su bebida. Esme resopló, tratando de contener su
diversión, pero ninguno de mis hermanos se molestó en contenerlo. Ambos se rieron histéricamente y
yo sonreí satisfecho, notando que hasta Alec sonreía con el chiste. Eché un vistazo a Isabella y la vi
mirándonos confundida, obviamente sin entender porque no tenía ni puta idea de lo que eso
significaba. Ella no sabía que braggiole era una salchicha italiana que en ocasiones se usaba como
jerga para referirse a la polla. Me miró con curiosidad y negué con la cabeza, diciéndole sin palabras
que ni siquiera quería saberlo. Esa mierda la avergonzaría.

La risa de Emmett y Jasper se calmó cuando mi padre se quedó sin aliento, mirando a Emmett con
desaprobación. Esperé que le dijera algo, un poco nervioso por no saber cómo demonios iba a
reaccionar. Mi padre no era estúpido y sabía que tenía sexo, lo había sabido durante años, así que
estaba muy seguro que era consciente de que ella y yo habíamos intimado. Él se aseguraba que
Isabella recibiera la inyección anticonceptiva y francamente no me sorprendería si nos hubiera
escuchado antes. Tratábamos de no hacer mucho ruido cuando había gente en casa pero a veces nos
perdíamos en el momento. De hecho, si mi padre había estado en casa hacía dos noches como ahora
sospechaba, no había maldita forma de que no nos hubiera escuchado.

Él hizo un gesto de negación después de un momento y simplemente salió sin decir una palabra. “A
veces los desconozco, chicos,” dijo Esme, sonriendo todavía divertida.

Terminamos nuestro pastel y agarramos nuestras bebidas, dirigiéndonos de vuelta a la sala de estar.
Emmett puso El Padrino II y Alec se nos unió, los ojos de Isabella a menudo se apartaban de la
película y se desviaba hacia mi tía y mi tío. Tenía curiosidad de saber qué era lo que estaba pensando
pero no pregunté, sin querer atraer la atención hacia ella. Imaginé que probablemente se sentía muy
abrumada acerca de los últimos días, ya que para mí era mucho que asimilar y en realidad estaba
acostumbrado a vivir esta puta vida. Y ella todavía era muy inexperta, a pesar de los grandes avances
que había hecho y aunque era inteligente, todavía había mucho que no sabía. Tan solo el simple hecho
de no saber qué era un GED me hizo ver que todavía teníamos un largo camino frente a nosotros.

Pusieron El Padrino III cuando la segunda terminó, y Esme salió para comprar comida china para la
cena. Comimos y vimos la película, mi padre no volvió a reaparecer. Esme y Alec se dirigieron arriba
a mitad de película, y después de que terminó Emmett y Jasper desaparecieron. Isabella se dirigió a la
cocina para lavar los vasos y yo caminé hacia el vestíbulo, titubeando antes de sacar la banqueta del
piano. Me senté y bajé la vista a las teclas, pasando ligeramente los dedos sobre ellas. No presioné lo
suficientemente fuerte como para hacer algún sonido, solo quería sentirlas de nuevo.

Coloqué los dedos en las teclas correctas después de un momento, comenzando a tocar al azar las
primeras notas de la nana de Isabella. Ella asomó su cabeza desde la cocina y se quedó mirándome
sorprendida. Muy raramente me sentaba y tocaba, siempre estaba distraído por otras cosas.

“Estás tocando,” dijo sorprendida. Asentí y suspiré.

“¿Quieres acompañarme?” Pregunté, haciendo un gesto con la cabeza hacia la banqueta. Ella sonrió y
se acercó, sentándose con cuidado a mi lado. Practiqué la melodía una vez mientras me observaba,
terminando las últimas notas y mirando hacia ella. Tenía de nuevo lágrimas en los ojos y me miraba
con pura adoración. Me incliné y la besé con ternura, levantando mi mano para limpiar una lágrima
solitaria que se deslizaba.

“No deberías llorar tanto, tesoro. Es triste verlo,” murmuré. Ella sonrió suavemente.

“Son lágrimas de alegría,” dijo.

“Me alegra eso, pero aun así… si sigues llorando, vas a terminar deshidratada o alguna mierda de
esas,” le dije. Se rio un poco y sonreí satisfecho, encogiéndome de hombros. “Sí, no sé qué mierdas
estoy diciendo. ¿Por qué estás llorando de todas formas?”

Ella suspiró, extendiendo su mano para pasar sus dedos a lo largo de la línea de mi mandíbula. “Eres
muy guapo,” susurró. La miré fijamente sorprendido, atónito por su seriedad. Cubrió mi mejilla con su
palma y se inclinó hacia mí, sus ojos cerrándose. Sonreí y cerré toda la distancia entre nosotros,
besándola. Ella separó los labios y su suave y caliente lengua salió, pasando ligeramente por mis
labios. La besé profundamente y gimió un poco, el sonido envió escalofríos por mi espalda. Se apartó
de mi boca después de un momento, tomando una respiración profunda.

“Maldición, amore. ¿Qué he hecho para merecer eso?” Pregunté. Ella sonrió tímidamente,
encogiéndose de hombros.

“Me encanta que toques,” me dijo, bajando la vista hacia las teclas del piano. Sonreí con suficiencia.

“¿Quieres aprender?” Le pregunté, levantando las cejas inquisitivamente. Sus ojos se abrieron por la
sorpresa.

“Eh, no sé…” Comenzó a decir, negando frenéticamente con la cabeza. “Quiero decir, me gusta, pero
no creo… tú sabes… es solo que no estoy segura de ello.”

Suspiré, negando con la cabeza. “Ah, vamos,” le dije. “No es tan difícil. Podemos hacer algo sencillo.
Creo que te gustará.”
Ella se quedó mirándome y mordió su labio inferior nerviosamente. “Eh, está bien, supongo,” me dijo.
“Solo que… no quiero arruinar tu piano.”

Yo rodé los ojos. “No lo vas a arruinar, Bella. No seas absurda. Sé que Jasper te dijo que no lo tocaras
pero sabes que eso es irrelevante. Lo mío es tuyo, cariño. Puedes tocarlo cuando quieras.”

Me miró de forma extraña, una pequeña sonrisa en sus labios. “¿Puedo?” Preguntó bromeando. Sonreí,
asintiendo con la cabeza.

“Absolutamente,” le dije, acercándome más a ella. “A cualquier hora, en cualquier lugar.”

Sus ojos se abrieron por la sorpresa, el sonrojo subiendo por sus mejillas. Sí, ella había captado la
insinuación sexual en eso. Extendí mi mano, subiéndola por el interior de su muslo. Ella se echó a reír
y me empujó juguetonamente cuando puse mi mano sobre su coño. “Ahora no, no aquí,” dijo en voz
baja. Me reí y alcé las manos a la defensiva.

“Bien,” le dije. “Entonces, vamos a tocar un poco el piano.”

Obviamente estaba nerviosa al principio, sus dedos temblaban un poco y su labio se convirtió en un
elemento permanente entre sus dientes. Le dije lo básico, mis dedos repasaron las teclas de Twinkle
Twinkle Little Star de manera que ella pudiera ver como iba. Ella lo intentó después y se equivocó en
la tercera nota, pero fue persistente. Siguió intentándolo, comenzando de nuevo cada vez que tocaba
una nota incorrecta o se equivocaba en algo. Traté de ser paciente y no perder el control cuando
olvidaba lo que estaba haciendo o la jodía, pero no era tan fácil para mí. Sin embargo, estaba orgulloso
de que lo estuviera intentando, y francamente lo estaba haciendo bastante bien para ser una maldita
primeriza, así que contuve la irritación.

Nos llevó algo de tiempo antes de que ella fuera capaz de repasar las teclas sin equivocarse, y todavía
era sin armonía, pero la sonrisa en su rostro hizo que valiera la pena cada segundo de frustración e
impaciencia. Todo fue tan trivial, porque probablemente era la puta canción más fácil de tocar en el
mundo, pero estaba orgulloso de ella por no rendirse y seguir intentándolo hasta que lo logró.
Inmediatamente después intentó tocarlo de nuevo y la jodió después de las primeras notas, gruñendo y
deteniéndose.

Repasé la melodía de nuevo mientras ella me observaba, echándole un vistazo y sonriendo mientras
esperaba que ella lo intentara de nuevo cuando una voz sonó detrás de nosotros.

“¿Mozart, cierto?”

Me volví rápidamente, asustado, y casi cayéndome de la banqueta del piano en el proceso. Alec me
miró sorprendido y yo puse la mano en mi pecho, mi corazón latiendo erráticamente. Isabella se quedó
mirándolo asustada, su cuerpo rígido.

“¡Cristo, Alec, me has dado un puto susto!” Le dije con brusquedad. “No puedes sorprenderme así,
joder.”

Él levantó las cejas y se quedó mirándome, aparentando estar un poco divertido por mi reacción.
“Siempre has sido bastante distraído,” dijo. “No es una buena cualidad que poseer. Es Mozart,
¿cierto?”

Suspiré, pasando la mano por mi cabello. “Eh, sí, supongo que se puede decir eso. Me refiero a que él
hizo un montón de variaciones de ella.”

Él asintió, sus ojos se movieron hacia Isabella. “Lei mi ricorda tua madre.” (Ella me recuerda a tu
madre)

Me tensé ligeramente, sorprendido por su declaración. “¿Che cosa?” (¿Qué?)

Él suspiró. “Isabella é molto simile a tua madre. Elizabetta non é mai stato molto buono al pianoforte,
sia” (Isabella es muy parecida a tu madre. Elizabeth nunca fue muy buena con el piano, tampoco). Él
hizo una pausa, suspirando. “Si recuerdo bien, en cualquier caso.”

Yo asentí, porque era cierto. Solía intentar enseñarle piano y no importa cuantas veces repasáramos
‘Twinkle Twinkle Little Star’, mi madre siempre se equivocaba. Sin embargo, era persistente, y
siempre quería intentar tocar conmigo. “¿Credi davvero che lei é come mia madre?” Pregunté,
sorprendido de que hubiera dicho eso. (¿De verdad crees que se parece a mi madre?)

“Sí, e lo pensa anche tuo padre,” él dijo. (Sí, también lo cree tu padre.) Volvió su cabeza para mirarme
y solo lo miré fijamente, atónito por su declaración. ¿Qué de ella le recordaba a mi padre de mi
madre? “¿Lei ti rende felice?” (¿Ella te hace feliz?)

Asentí, tratando de aclarar mis pensamientos. “Sí, piú felice di quanto non sia mai stato.” (Sí, más
feliz de lo que nunca he sido.) Me giré para mirar a Isabella y vi que estaba mirando al suelo, su ceño
fruncido y una expresión confundida en su rostro. Recordé que ella no entendía ni una maldita palabra
de lo que estábamos diciendo y probablemente le preocupaba. “La amo.”

Ella me miró rápidamente y sonreí. La comisura de sus labios se torció hacia arriba y se sonrojó,
mirando de nuevo para otro lado. Miré a Alec y vi que nos observaba con curiosidad. “Sono felice per
te. So che tua madre sarebbe felice anche,” dijo después de un segundo. (Me alegro por ti. Tu madre
también estaría feliz.) “Si me disculpan, tengo que llevarle a tu tía algo de beber.”

Pasó junto a nosotros y desapareció al entrar a la cocina antes de que tuviera oportunidad de
responder. Me volví a girar para mirar el piano de nuevo y Alec salió de nuevo, deseándonos buenas
noches antes de subir las escaleras. Una vez que estuvo fuera de vista suspiré, mirando a Isabella.

“¿Quieres tocar un poco más?” Le pregunté. Ella negó vacilante.

“¿Qué ha dicho?” Preguntó en voz baja. Me encogí de hombros, bajando la vista de nuevo hacia las
teclas.

“Solo me preguntó si era feliz contigo. Nada de importancia,” murmuré. Mis ojos se ampliaron
después de que las palabras salieron de mis labios y suspiré, mirándola. “No estoy diciendo que no
fuera importante o que tú no eres importante. Lo eres. Solo estoy diciendo que, tú sabes… que no es
de importancia o lo que sea. Bueno, quiero decir, sí es de importancia, pero…”

Ella levantó su mano y presionó su dedo índice contra mis labios, silenciándome. Me quedé mirándola
sorprendido, siempre me dejaba atónito que tuviera el valor de decirme cuando cerrar la puta boca, y
sonreí. “Ya lo he entendido,” dijo con suavidad. “Y también te amo. ¿Podemos solo irnos a dormir?”

Asentí, besando la punta de sus dedos con suavidad. “Por supuesto que podemos, tesoro.”

Tomé su mano y la llevé al piso de arriba. Nos desvestimos y subimos a la cama. Ella se acurrucó en
mis brazos y rápidamente se quedó dormida, pero yo me quedé acostado en la silenciosa habitación,
perdido en mis pensamientos. Seguí pensando en mi madre y como de diferente sería nuestra vida si
ella viviera. Pensé en Isabella y lo lejos que había llegado, y como de lejos teníamos todavía que
llegar ambos. Me sentí culpable por refrenarme con ella, por ocultarle cosas pero no quería que se
preocupara. Hacía menos de veinticuatro horas me había sentido un pendejo por no ser comunicativo
con ella y aun así estaba haciendo esa mierda de nuevo.

Le había restado importancia a lo que Alec había dicho abajo, sin querer sacar el tema de mi madre en
ese momento. Me sorprendía haciendo eso bastante a menudo, minimizando cosas con ella, y esa
mierda no era justa pero no sabía qué más hacer. Justo como cuando me preguntó lo que Aro me había
dicho en el vestíbulo y yo le dije que él había mencionado que lo visitara, pero eso no era siquiera la
mitad de ello. No le dije que él quería que mi visita fuera permanente, que me imploró que
reconsiderara mis planes. No le dije que él me había dicho que era mi destino, que había nacido para
seguir ese camino. No le dije que él me había dicho que la única forma en que un hombre como yo
podría mantener a salvo a una mujer como ella sería uniéndome a esa vida.

Aro había tratado de convencerme que el poder que La Borgata podía darme sería la única forma en la
que Isabella estaría realmente protegida y segura. No le creí esa mierda, ya que mi padre y Alec me
habían advertido con anticipación que él probablemente diría esas cosas, pero una parte de mí seguía
asustado por sus palabras. Una parte de mí no podía evitar preguntarse si estábamos equivocados y
Aro tenía razón. ¿Y si no podía mantenerla a salvo en el mundo exterior sin nada a lo que recurrir por
protección?

Finalmente me quedé dormido, despertando al día siguiente en una cama vacía. Me senté y miré
alrededor de la habitación, suspirando. Eran las once y quince de la mañana y ella se había ido, una
vez más dejándome solo por tercer día consecutivo. Sí, definitivamente se estaba convirtiendo en una
maldita costumbre. Me levanté y me puse un par de pantalones de pijama de franela, saliendo de la
habitación. Bajé tranquilamente al segundo piso, deteniéndome en medio del pasillo cuando escuché
su risa. Sonreí y caminé hacia la puerta de la habitación de Jasper, agarrando el pomo. Traté de girarlo
pero el hijo de puta no giró, lo que significaba que había cerrado con seguro por alguna maldita razón.
Llevé mi mano hacia arriba y comencé a tocar la puerta.

“¡Vete! ¡Estamos ocupados aquí!” Se escuchó la voz de Emmett desde dentro. Escuché la risa de
Jasper y mis ojos se estrecharon.

“¡¿Vete?!” Grité. “¿Qué demonios quieres decir con qué están ocupados?” Ellos tenían a mi chica allí
adentro y no me gustaba que estuviera encerrada, apartada de mí y no ser capaz de ir con ella y verla
cuando quería. No me gustaba esa mierda ni un poco.

“Quiero decir que estamos jodidamente ocupados, hermano,” Emmett gritó. “Tu turno. Dale a esa
mierda con ganas. No te rajes conmigo aquí. Tenemos que enseñarle a Izzy Bizzy cómo se hace.” Mi
ceño se frunció cuando Jasper se rió de nuevo. Escuché algo que hizo `pop´ e Isabella gritó, haciendo
que mis dos hermanos se echaran a reír. “¡Demonios sí, Jasper! ¡Así es como se destapa!”
Empecé a golpear con más fuerza la puerta, confundido como la mierda y sin tener idea de qué
demonios estaban haciendo, pero no me gustaba lo que escuchaba en absoluto. “Será mejor que abran
esta maldita puerta ahora antes de que rompa la hija de puta,” les grité.

“Tal vez deberíamos dejarlo que entre,” la voz de Isabella dijo vacilante.

“¡No!” Emmett dijo de inmediato. “Siempre está tratando de monopolizar tu tiempo y esto no es el
maldito Monopoli, gatita. Estás jugando con los grandes aquí. Es nuestro turno de mostrarte como se
hacen las mierdas de verdad.”

Jasper se echó a reír y agarré el pomo de la puerta, moviéndola furiosamente. Eché mi pie hacia atrás
y golpeé la puerta con él, tratando de abrir a la hija de puta de una patada. “Maldición, no estoy
jugando. Será mejor que abras esta maldita puerta, Jasper.”

“Lo siento, Edward,” Jasper gritó. “Regresa cuando hayamos terminado con ella.”

“¿Qué demonios están haciendo?” Grité. Emmett se echó a reír.

“Problemas, hermano,” dijo. “Nada más que un poco de problemas. Ven acá, Izzy. Dame tu mano y
déjame mostrarte como se hace.”

Mis ojos se abrieron como platos y comencé a golpear la puerta, gritando maldiciones. “No la toques,”
dije con brusquedad. Todos comenzaron a reír, incluyendo a Isabella, y sentí que mi ira iba en
aumento. Confiaba en cada uno de ellos pero no me gustaba no saber qué demonios estaban haciendo,
y estaba seguro como el infierno que no sonaba como algo que alguna vez encontraría aceptable.

“Hazlo con más fuerza,” Jasper dijo después de un segundo. “Sí, así. Buena chica.”

Emmett gimió. “Presta atención, Jasper. Lo estás haciendo mal, idiota. ¿Cómo demonios vas a
enseñarle esta mierda si ni siquiera puedes meterlo en el agujero correcto?”

“Estoy en el agujero correcto,” dijo Jasper molesto. “De todos modos, ¿por qué son tan pequeños?
Queda tan apretado.”

Mis ojos se ampliaron por el shock y prácticamente empecé a lanzarme contra la puerta, gritando.
“¿Qué demonios están haciendo malditos?” Grité. Ellos se echaron a reír y escuché a Isabella gruñir.

“Espera, ¿a dónde vas, Izzy Bizzy?” preguntó Emmett.

“Voy a dejar entrar a Edward,” dijo. “Tal vez él también quiera jugar.”

-“Awww, hombre, vamos. Él arruinará toda la maldita diversión,” Emmett respondió.

“Edward no arruina nada,” dijo ella enfáticamente. Oí el seguro hacer clic y vi que el pomo giraba, la
puerta se abrió inmediatamente. Al momento en que mis ojos se posaron en ella extendí mis brazos y
la sujeté, envolviendo mis brazos alrededor de su cintura. Miré el interior de la habitación, mi ceño se
frunció cuando vi a mis dos hermanos sentados relajadamente en el suelo con las piernas extendidas.

“¿Qué demonios?” Dije. Isabella se echó a reír y Emmett rodó los ojos.
“Te lo dije, cabrón. Trouble, problemas. Estamos jugando Trouble,” dijo, señalando el juego de mesa
en el suelo entre ellos. “O lo estábamos, hasta que irrumpiste aquí y lo arruinaste. Siempre te tienes
que poner celoso todo el maldito tiempo. Ya te adueñaste del Monopoli, tramposo hijo de puta. ¿No
nos puedes dejar este?”

Miré fijamente el juego entre ellos y empecé a reír entre dientes, haciendo un gesto de negación.
“Jódete, Em. Como sea, no dejen que los interrumpa,” les dije, encogiéndome de hombros. Me incliné
y besé a Isabella rápidamente, haciendo un gesto con la cabeza hacia el juego. “Termina tu juego,
amor, antes de que haga un berrinche.”

Ella rodó los ojos y caminó de nuevo hacia ellos, dejándose caer en el suelo junto a Emmett, él me dio
una amplia sonrisa y arrojó su brazo sobre el hombro de Isabella, haciendo gestos de besos frente a
ella. Rodé los ojos y cerré la puerta. Ese hijo de puta sabía exactamente lo que estaba haciendo,
presionando mis malditos interruptores e intentando conseguir que perdiera el control. Me acerqué al
sofá de Jasper y me dejé caer, agarrando su control remoto y encendiendo la televisión. Repasé los
canales unos cuantos minutos mientas ellos jugaban su juego, finalmente dejando las noticias después
de que Jasper sugiriera que eligiera algo antes de que gastara las malditas baterías del control. Apenas
presté atención a la televisión y a su juego, mi mente divagando de nuevo. Después de un rato, la voz
de Isabella se escuchó, asustándome.

“Lo conozco,” dijo, sonando impactada. Miré hacia ella confundido y vi que estaba mirando la
pantalla de la televisión. Levanté la vista hacia allá, mi ceño se frunció cuando vi la fotografía de un
hombre mayor con pelo gris. El titular decía ‘Respetado médico local desaparecido’. Agarré el control
remoto rápidamente y subí el volumen.

“Michael Scomparsa, un médico de familia con una reputación en la comunidad de ser


‘extremadamente generoso’ y ‘compasivo’, fue reportado visto por última vez saliendo de su oficina
aquí en Port Angeles la tarde noche del diecisiete como a las once quince. De acuerdo a su esposa, se
suponía que iba a pasar por la tienda por unas cuantas cosas para después dirigirse directamente a casa
pero nunca llegó a ninguna de las ubicaciones. Su coche fue localizado anoche en el Squamish Harbor
en las afueras de la comunidad de Shine, Washington, pero no había señales del médico o alguna
indicación de lo que pudo haberle pasado. Si tiene alguna información sobre la desaparición del doctor
Scomparsa, por favor, llame a nuestra línea de información.”

Bajé el volumen de nuevo cuando la historia cambió a una acerca de las malditas nuevas rutas de
tráfico por construcción y Emmett se echó a reír. “Doctor Scomparsa. Eso es algo así como irónico,
¿no es así? No iría a un médico llamado así, hombre. Esa es un tipo de mierda Kevorkian. ¿De dónde
lo conoces, de todos modos?” (N.T. Jack Kevorkian conocido como el ‘Doctor Muerte’, un patólogo
armenio-estadounidense que ocasionó controversia por la aplicación de la eutanasia a 130 pacientes.
Su lema era ‘Morir no es un crimen’.)

Isabella lo miró confundida. “Eh, él fue con quién me llevó tu padre aquella vez,” ella murmuró. Sus
ojos se desviaron hacia mí después de un momento cuando asimiló la realidad de ello, todo
comenzaba a tener sentido. El doctor Scomparsa no estaba desaparecido, estaba muerto. Y ahora
sabíamos dónde exactamente había estado Alec la otra noche.

No sabía si ella había descubierto por qué lo habían matado, si llegaba a la conclusión que había sido
por ella, pero no dudaba que finalmente lo haría. Isabella era inteligente y tenía buenos instintos, y me
preocupaba cómo reaccionaría a esa información. De hecho, me preocupaba que armara todo el
rompecabezas y viera todo el panorama. Temía el puto día en que ella se diera cuenta de la verdad
sobre lo que le había pasado a mi madre, pero me temía que era solo cuestión de tiempo. Solo tenía la
esperanza de que ella fuera lo suficientemente fuerte como para soportar la situación cuando llegara el
momento, que el saberlo no la destrozara y arruinara todo el progreso que había hecho. Quería
protegerla de ello, pero no sabía cómo hacer esa mierda. No podía protegerla para siempre.

El resto del día pasó rápidamente. Ellos jugaron más y nos divertimos por un rato. Isabella preparó el
almuerzo y alrededor de la hora de la cena, Alec y Esme tenían que partir para Seattle para tomar a un
avión de vuelta a Chicago. Fue extraño, ver a mi tío esa tarde sabiendo que acababa de matar a alguien
unos días atrás. Sabiendo que mientras Isabella y yo habíamos estado en mi habitación haciendo el
amor, él había salido a asesinar a un hombre. Acciones en dos lados totalmente opuestos del espectro,
pero aun así, nuestras intenciones fueron las mismas… hacer lo que sentíamos era lo correcto para
Isabella. Se trataba de hacer lo correcto para ella, protegerla, amarla y mantenerla a salvo. Y aunque
sabía que esa mierda era completamente retorcida, todo tenía sentido de una forma u otra.

Eran finales de junio y no tenía idea lo que nos deparaban los próximos meses, pero después de los
últimos días, estaba claro para mí que sería un verano para recordar. O mejoraría las cosas o nos
destrozaría, y esperaba lo mejor pero una pequeña parte de mí temía lo peor. Sentía esta extraña
sensación de tristeza amenazando con infiltrarse y destruir la felicidad que habíamos encontrado
juntos, y pelearía contra esa mierda con todo lo que tenía pero me preocupaba que lo que tenía para
dar no sería suficiente. Eran grandes fuerzas contra las que nos enfrentábamos y algunos grandes
obstáculos que teníamos que superar, un montón de mierda amenazaba con meterse en nuestro
camino. Solo esperaba que lo que teníamos juntos fuera lo suficientemente fuerte como para soportar
la tormenta que se avecinaba en el horizonte.

Porque todo parecía tan fácil ahora y si había algo que había aprendido, es que la vida no era fácil, y
que tampoco era justa. La vida era una perra esperando solo para joderte… pero no me iban a joder.
Edward Cullen era quien jodía, y no vacilaría en joder a cualquiera o cualquier cosa que tratara de
meterse en nuestro maldito camino.
Capítulo 58 Lo opuesto a dos

“¿Qué es lo opuesto de los dos? Un solo yo, un solo tú” – Richard Wilbur

Isabella swan
Traducido por una de las siguientes: Mariana Conde, Gaby Madriz, Paola Guevara, Nilse Pam
Romero, Jess Muñiz, Loys Gomez, Daniela Perez, Viviana Ortiz, Pilar Ocampo.

“Hermano, ¿no vas a llegar tarde?” Preguntó Emmett mientras entraba en la sala de estar donde
Edward y yo estábamos sentados. Suspiré exasperada ya que volvía a hacer la misma pregunta que
había hecho hace unos momentos, Edward gimió.

“Maldición, que no voy a ir” murmuró, encorvándose nuevamente en el sofá y cruzando los brazos
sobre el pecho. Tenía una mueca en su rostro y parecía bastante lastimoso, como un niño que acaba de
perder a su cachorro. Le sonreí con dulzura y sacudí mi cabeza, porque estaba siendo verdaderamente
ridículo.

Emmett se rio.” ¿Qué? ¿Tienes miedo que Newton te entregue tu culo? Le dije a tu culo que se
endureciera”, dijo en tono de broma. Edward se quejó de nuevo.

“Vete a la mierda, yo no le tengo miedo a ese hijo de puta. Podría patearle el culo cualquier día de la
semana”, dijo con irritación. Emmett se rio de nuevo y Edward se enderezó, girando la cabeza para
mirar a su hermano con una expresión de enfado en su rostro.

“Deja de ser tan marica, hermano. Mueve tu culo y vete. Izzy Bizzy estará aquí cuando vuelvas”, dijo
Emmett. Edward gruñó incoherentemente, tumbándose nuevamente en el sofá, pareciendo como si no
tuviera ninguna intención de salir.

Era la segunda semana de julio, y Edward tenía previsto asistir a un campamento de fútbol. Él me
había explicado que todo el equipo de fútbol se iba a un entrenamiento especial durante una semana,
por lo que pasaría siete noches en Seattle. Realmente no estaba muy entusiasmada con esto porque
sabía que lo iba a echar de menos terriblemente, pero entendía que tenía que ir. Disfrutaba jugando al
fútbol y dijo que era una salida para él, un modo de canalizar su energía y agresividad para aliviar un
poco el estrés.

Había jugado a ese juego desde que era un niño pequeño y la familia se mudó a Washington después
de que su madre muriera, admitiendo que a través del fútbol había conocido y hecho amistad con
Jacob Black. Jacob, al parecer, se había metido también en el fútbol, después de que su madre
muriese, era como una manera de manejar su ira, y se habían unido a través de su mutua desgracia.
Toda la amistad y sus peleas con Jacob, tenían más sentido para mí ahora que entendía, ahora que
Edward había abierto ese lado de sí mismo, él creía que había encontrado a alguien que lo entendía,
sólo para que esa persona lo traicionara y lo utilizara en su contra. Del mismo modo, también tenía
sentido por qué Jacob había actuado como lo hizo. Edward se había metido con su familia y podría
haberles causado daño, sabiendo cuánto valoraba Jacob a los suyos después de haber perdido a su
madre. Ambos estaban equivocados, al igual que los dos habían cometido errores que no podían
resarcir.

Realmente entendía que tenía que irse, así que cada vez que el tema se planteaba me limité a sonreír y
a aparentar como que no era gran cosa. Lo sentía como una cosa gigantesca, sin embargo, y
honestamente no podía ni siquiera imaginar toda una semana sin él. Me pareció extraño, había estado
dieciséis años sin Edward Cullen en mi vida, por lo que una semana debería ser fácil, pero la idea de
estar lejos de él ahora, por un período prolongado de tiempo era desalentadora. Me había
acostumbrado a tenerlo siempre cerca, y mientras que yo no tenía ninguna duda de que podía
sobrevivir sin él, tenía que hacerlo, ese era el problema... Yo no quería hacerlo.

Edward parecía estar bien con irse, incluso estaba un poco emocionado por ello. Habíamos pasado
todo el tiempo juntos desde su cumpleaños y él parecía muy feliz, ocasionalmente me explicaba en
qué consistía su viaje y me decía lo que haría cuando se fuera. No tenía ni idea de qué estaba hablando
la mayor parte del tiempo y él hizo todo lo posible para explicarlo, para que lo entendiera, pero
todavía no sabía lo que la ocupación o la interferencia o cualquiera de esas otras cosas querían decir
realmente. Lo escuchaba, independientemente, porque sabía que era importante para él y estaba
agradecida de que estuviera compartiendo esto conmigo.

Parecía hablar más de ello a medida que el día de su partida se acercaba, así que naturalmente asumí
que cada vez estaba más entusiasmado por el viaje. Continué sonriendo y escuchando, tratando de
ignorar la ansiedad que solo parecía crecer dentro de mí cada día que pasaba. Me había convencido a
mí misma de que Edward no estaría tan emocionado con el campamento si no creyera que ambos
estaríamos bien, pero cuando abrí los ojos esta mañana y vi su expresión, todo cambió.

No sonreía, ni estaba seguro, y nada de esa emoción que había estado rezumando las últimas dos
semanas estaba presente. Todo lo que vi fue la preocupación y el temor en sus ojos, mi propia
ansiedad que desesperadamente había intentado ahogar, se reflejaba nuevamente en mí. Esto me
desconcertó al principio hasta que me di cuenta de que Edward había estado exactamente haciendo lo
mismo que yo... fingiendo. Él no tenía ganas de irse, en absoluto.

Cuando nos despertamos, nos miramos el uno al otro en silencio durante un rato, tratando de llegar a
un acuerdo con lo que iba a suceder. Yo sabía que él tenía que ir porque era importante para él, y no
quería impedir eso de ninguna manera. Era solo una semana y después, estaría de vuelta en casa,
conmigo

“Tienes que ir”, dije finalmente, rompiendo el tenso silencio en la sala al mismo tiempo que él habló,
pronunciando esas cinco palabras que había estado repitiendo durante todo el día.

“Joder, no voy a ir”.

Era realmente ridículo, porque solo estaría a un par de horas de distancia y si realmente lo necesitaba,
podía volver a casa, pero no había ninguna razón para que él tuviera que hacer eso. Lo podía manejar
por mi cuenta. Lo había estado haciendo durante toda mi vida. Realmente nunca había dependido de
nadie y aunque me había permitido confiar en Edward para mayor comodidad y apoyo, ya era hora que
practicara manejarme sola de nuevo. Sería mejor así y tenía que creer que seríamos más fuertes juntos
si podíamos sobrevivir el estar separados. Él quería que encontrara mi libertad y por mucho que lo
quisiera a mi lado constantemente, sabía que no era posible. Tenía que ser capaz de encontrar el
equilibrio entre estar con Edward y mi propia independencia.

No vio mi lógica, sin embargo, y había sido bastante inflexible durante todo el día, insistiendo en que
no iba a ir. Dijo que era estúpido y que no merecía la pena, declarando que tenía un millón de cosas
que hacer, que le obligaban a quedarse en Forks. Le pregunté cuáles eran esas otras cosas urgentes y
balbuceó un poco, incapaz de nombrar una sola cosa que no seguiría allí la próxima semana, cuando
regresara. Siempre había sentido que la tenacidad de Edward era parte de su encanto, pero en este
momento, esto empezaba a ser desesperante.

“Tienes que ir”, le dije, mirándolo. Me ignoró y fingió estar interesado en la pantalla de televisión,
pero yo podía ver sus ojos mirando como dardos hacia el reloj de la pared cada pocos segundos. Sabía
que se estaba acabando el tiempo, así como también sabía que yo tenía razón... tenía que ir.

“Mierda, que no voy a ir”, murmuró de nuevo, su tono no era tan firme como lo había sido antes.
Suspiré fastidiada, sin saber qué decir ni qué hacer para que llegara a reconocer y admitir que tenía
que irse. Se suponía que debía estar en la Universidad de Washington en Seattle a las cinco de la tarde
para registrarse en el campamento y ya pasaban unos minutos de la una.

“Emmett tiene razón, ya sabes. Todavía estaré aquí cuando vuelvas”, le dije en voz baja. Sus ojos se
dirigieron en mi dirección, con una expresión de enojo en su rostro.

“Por supuesto que sí. ¿Dónde más podrías estar? Lo juro por Cristo, mataría a alguien si intentaran
apartarte de mí, joder”, dijo bruscamente. Suspiré, sabiendo que era sin duda lo peor que le podría
haber dicho en este momento porque ya estaba bastante temperamental y reacio a dejarme atrás.

“Hombre, no te preocupes por ella. Sé que es un poco rebelde y todo, pero me aseguraré de que se
quede quieta y no se meta en muchos problemas”, dijo Emmett en tono de broma, caminando detrás
del sofá donde estábamos sentados. Se agachó y me apretó el hombro, sonriendo. “Tengo planes para
ella esta semana, voy a mantenerla tan ocupada que ni siquiera se dará cuenta que te has ido.”

Sonreí ante la idea, pero no creía en sus palabras de momento. Yo sabía que ellos estaban haciendo
planes para mantenerme ocupada mientras Edward estuviera lejos, pero no había manera de que
pudieran distraerme hasta el punto de no darme cuenta de que no estaba. No importaba lo que
estuviera haciendo, era capaz de sentir su ausencia con la misma fuerza que podía sentir su presencia.

“Lo que sea, tú la meterás en más problemas de lo que nunca podría encontrar por su cuenta. ¿Te has
parado a pensar que quizás es por eso que no voy?”, preguntó Edward con irritación. Suspiré y Emmett
se rio.

“Vas a ir. Así que levanta tu culo y vete, pedazo de mierda” le dijo. “Sabes que no la voy a llevar a
ningún lugar que no sea seguro, es como una hermana para mí. Si no puedes dejarla durante una
semana, entonces eres un marica más grande de lo que pensaba o es que no confías en ella”

Los ojos de Edward se entrecerraron mientras la ira cruzaba su rostro. “Vete a la mierda, yo no soy un
maricón de mierda. Y confío en ella. No sé de qué diablos estás hablando.”

“¿Miedo a que ella no pueda manejarse sin ti?”, preguntó Emmett.


“No, yo sé que puede”, espetó Edward de nuevo. “Ella es fuerte, no me cabe ninguna duda de eso”.

Emmett asintió. “Así que nuevamente ¿por qué no vas?” Edward lo miró fijamente, pero no respondió,
obviamente no tenía respuesta para esa pregunta.

La puerta principal de la casa se abrió después de un momento, y el doctor Cullen entró. Se detuvo en
la entrada de la sala de estar, mirando a su alrededor, hacia nosotros tres.

“Pensaba que ya te habrías ido”, dijo finalmente, centrando su atención en Edward.” ¿No vas a llegar
tarde?” Edward rodó sus ojos y esperé a que pronunciara esas cinco palabras nuevamente, pero no lo
hizo.

“¿Podríais dejar de tocarme los cojones? Iré en un maldito minuto. Cristo,” murmuró, su expresión se
suavizó en un puchero. El doctor Cullen sacudió la cabeza y se alejó mientras Emmett se reía una vez
más, inclinando su brazo hacia atrás y golpeando el hombro de Edward.

“Eso es todo, sé un hombre y lárgate de aquí. Cuanto antes te vayas, antes podremos Isabella y yo
empezar a tener un poco de diversión”, dijo en broma, mirándome y guiñando un ojo.

Edward gimió mientras se frotaba el brazo, pero no respondió a los intentos de su hermano para
provocarlo. Emmett salió y Edward giró la cabeza para mirarme. Nos miramos el uno al otro por un
momento antes de que él envolviera su brazo a mi alrededor y me atrajera hacia él, abrazándome
fuertemente.

“Te escondería en mi maleta y te llevaría conmigo si pudiera”, dijo. Me reí y le abracé de nuevo.

“Es solo una semana, voy a estar bien”, le dije. “No tienes que preocuparte por mí. Ve a hacer algunos
goles de campo o a jugar alguna carrera o algo así”

Edward se echó a reír. “Soy el quaterback, Bella. No pateo goles de campo. Y se llama hacer algunos
juegos, no jugar algunas carreras.”

“Oh”, dije con una risita, sonrojándome por la vergüenza. “Bueno, entonces ve, quaterback”. Se rió
nuevamente y me soltó, mirándome brevemente antes de inclinarse y presionar sus labios contra los
míos. Su beso fue suave, dulce y lleno de amor, tan intenso que casi me dejó sin aliento.
Eventualmente tiró de mis labios y yo carraspeé por falta de aire, mi reacción lo hizo sonreír.

“No dejes que ese hijo de puta te obligue a hacer algo que no quieras, ¿me oyes?”, me dijo. “Te
llamaré cada vez que pueda.”

“Está bien. Diviértete. No es más que una semana, voy a estar bien”, repetí una vez más. No estaba
exactamente segura de a quién estaba tratando de tranquilizar más con mis palabras, a él o a mí
misma. Él asintió y levantó su mano, pasando sus dedos por mi mejilla. Brevemente, se inclinó y me
besó una vez más.

“Te amo”, dijo, en voz baja y con expresión apasionada. Podía sentir el amor desbordándose y sabía
que no eran sólo palabras para él. La emoción comenzó a burbujear en mi interior y luché de nuevo
con todo lo que tenía, porque no quería llorar. Realmente no quería que se fuera, no importaba lo
mucho que supiera que debía hacerlo, y sabía que si me ponía a llorar, solo sería más difícil para los
dos cuando saliera por la puerta principal.

“Yo también te amo”, dije en voz baja. Él suspiró y me besó una última vez antes de ponerse en pie y
estirarse.

“Te veré más tarde, tesoro” dijo, dirigiéndose fuera de la habitación.

“Adiós, Edward”, le respondí en apenas un susurro. Sus pasos vacilaron y pude ver sus hombros
tensos, su reacción a mis palabras me confundió. Pensé que se daría la vuelta y diría algo, pero
simplemente se fue después de un momento, sacudiendo la cabeza y murmurando algo entre dientes.
Me senté en silencio en la sala de estar, mientras él cogía sus cosas y se dirigía a la puerta principal.

“¿No vas a llegar tarde?” Oí que la voz de Jasper interrumpía desde el vestíbulo, seguido de un
gemido de Edward.

“Maldición, que ya voy, ¿de acuerdo?” Dijo con fastidio, dando un portazo un poco después. Suspiré y
fruncí el ceño, sin molestarme siquiera en fingir alegría ahora que se había ido. Jasper entró en la sala
y se sentó en el sofá a mi lado, dándome una pequeña sonrisa, en comprensión. No dijo ni una palabra
al respecto, lo cual aprecié enormemente.

Pasamos el resto del día viendo películas, y Emmett pidió pizza para la cena. El doctor Cullen se
esfumó, solo salió lo suficiente para comer algo. Miré el reloj periódicamente a medida que avanzaba
el día, preguntándome dónde estaría Edward en este momento o qué es lo que estaría haciendo.

La casa se oscureció después de un tiempo, a medida que el sol se ocultaba y el día empezaba a llegar
a su fin. La película que estábamos viendo terminó y me puse de pie, diciéndole a Emmett y Jasper me
iba a la cama. Era todavía bastante temprano y no estaba cansada, pero estaba ansiosa y sabía que no
había manera de que pudiera sentarme y estar quieta para ver otra película. Ellos dijeron buenas
noches, diciéndome que me verían por la mañana, subí lentamente las escaleras hasta el tercer piso.

Camine hacia a la habitación de Edward y me detuve, mirando a mi alrededor. Todo estaba tan
tranquilo y silencioso, la habitación se sentía vacía sin su presencia. Cerré la puerta y me quité los
zapatos, caminé y me metí en la cama. Cogí su almohada y me acurruqué con ella, inhalando
profundamente y sintiéndome reconfortada por su familiar olor. Cerré los ojos, con la esperanza de
que el sueño viniera pronto, cuando un pitido sonó, sorprendiéndome.

Me incorporé y miré a mi alrededor con confusión, sin saber qué era y de dónde provenía el sonido.
Me volví a recostar después de un momento, renunciando a averiguarlo, cuando otro pitido sonó. Mis
ojos se abrieron por la sorpresa cuando me di cuenta que era mi teléfono. Salté de la cama
rápidamente, casi tropezando en el momento en que mis piernas se enredaron con el edredón, y cogí el
teléfono de la mesa. Lo abrí y vi que tenía una llamada perdida de Edward, dándome cuenta de que él
me había llamado hacía una hora.

Volví a marcar el número rápidamente y sonó un par de veces antes de que su buzón de voz sonara y
me dijera que dejase un mensaje. Colgué, sintiéndome tonta por hablar con nadie en la línea, y noté el
pequeño símbolo en la parte superior de la pantalla que indicaba que tenía un mensaje. Edward nunca
había dejado un mensaje de voz antes, siempre me decía que desprecia hablarle a una máquina, así que
estaba bastante sorprendida de que hubiera dejado un mensaje. Llamé a mi buzón de voz para poder
escucharlo y sonreí al momento en que escuché su voz.

“Odio hablarle a estas cosas de mierda, pero supongo que no tienes tu teléfono cerca o lo que sea.
Mierda, te echo de menos, pero asegúrate de salir y vivir la vida y divertirte y todas las demás
tonterías, ¿de acuerdo? Te lo mereces, no te preocupes por mí. Me voy a dormir y a olvidarme de estos
estúpidos hijos de puta de aquí. Te veré más tarde, tesoro. Y Cristo, no se te ocurra decirme adiós otra
vez, ¿me oyes? No me gusta esa palabra, suena como si fuera malditamente permanente o algo así.
Vas a verme otra vez, ya lo sabes. La mia bella ragazza. Te quiero. Sogni d'oro.”

Colgué sin eliminar el mensaje, no queriendo borrar su voz. Me senté allí, cogiendo el teléfono por un
momento, repitiendo sus palabras en mi mente, y sentí una lagrima resbalar por mi mejilla. La aparté
rápidamente y coloqué el teléfono en la mesita junto a la cama antes de arrastrar nuevamente las
sábanas hacia la cama. Me acurruqué en la almohada y cerré los ojos una vez más, con la esperanza de
que el sueño viniese pronto.

Estuve inquieta toda la noche, entrando y saliendo de mi conciencia. Me desperté más de una vez
confundida, cuando me daba cuenta de que estaba sola en la cama, me llevaba un momento
comprender realmente que no estaba en el cuarto de baño o en el pasillo. Entonces, me acurrucaba de
nuevo en su almohada, inhalando su olor para así no sentirme tan sola, y volver nuevamente a la
inconsciencia.

A la mañana siguiente me desperté a causa de un fuerte estruendo. Me senté, sobresaltada, y oí la voz


de Emmett desde el pasillo a través de la puerta.

“Levántate y vístete” gritó, sonaba demasiado alegre. “Tenemos lugares y personas que visitar.”

Eché un vistazo al reloj de la mesa, sorprendida cuando vi que solamente pasaban unos minutos de las
siete de la mañana. Emmett había estado durmiendo hasta al menos el mediodía todos los días desde
que comenzó el verano, así que no esperaba que estuviera despierto tan temprano.

Me arrastré fuera de la cama mientras él comenzaba a tocar nuevamente la puerta, caminé y tire de la
puerta, abriéndola. Él sonrió brillantemente y le devolví la sonrisa, pero su expresión se cayó y
levantó las cejas después de un momento.

“¿Demasiado cansada anoche para haberte cambiado?”, preguntó. Fruncí el ceño y me miré a mí
misma, ruborizándome de la vergüenza cuando me di cuenta de que todavía tenía mis pantalones
vaqueros y camiseta del día anterior. Yo ni siquiera me había molestado en ponerme el pijama antes
de meterme en la cama.

“Eh, sí”, murmuré. “Quiero decir, realmente ni siquiera pensé en esto... así que, ¿por qué estás
despierto tan temprano?”

Él sonrió de nuevo.” ¡Porque me muero de hambre! ¡Creo que el desayuno ya está a la orden!”

Mis ojos se abrieron con sorpresa. "Oh." ¿Quieres que te prepare algo?”, le pregunté con curiosidad. Él
se echó a reír y sacudió la cabeza.

“Por supuesto que no. Maldición, chica, ¿aún no estás despierta? ¿De verdad crees que arrastraría tu
culo para hacer que me cocinaras?”, preguntó. Me encogí de hombros y me sonrojé de nuevo,
dándome cuenta de que era una idea ridícula. Emmett nunca había esperado que saliese de mí hacer
cosas por él que no hubiera hecho antes, y no quería empezar ahora porque Edward se había ido.
“Vamos a desayunar, solo nosotros dos.”

“¿En serio?”, le pregunté. Él asintió en confirmación, antes de decirme que tomara una ducha y me
pusiera ropa limpia. Me duché rápidamente, tratando de despertarme bajo el chorro de agua. Estaba
aturdida y agotada por mi insomnio, me sentía muy nerviosa sin Edward. Salí de la ducha y me sequé,
me puse un par de pantalones Capri y un top negro. Después me coloqué mis bailarinas de color negro,
coloqué mi pelo hacia atrás y me aseguré de coger mi teléfono antes de salir rápidamente de la
habitación. La noche anterior había tenido una llamada perdida de Edward y no habría manera de que
me perdiera de otra llamada.

Me encontré con Emmett en el vestíbulo y lo seguí hacia el jeep, deslizándome en el asiento del
copiloto y colocándome el cinturón de seguridad. Él hizo lo mismo, sorprendiéndome al hacerlo
porque Edward nunca lo hacía. Yo había ido a solas con Emmett una vez y eso fue el viaje al
supermercado, un día antes del fallido Acción de Gracias, cuando me olvidé de comprar huevos.

Se dirigió a la cafetería de Forks, aparcando, ambos salimos. Echó el brazo por encima de mi hombro
y me llevó dentro, saludando con entusiasmo a las personas en el recinto. El lugar estaba lleno de
gente pero Emmett fue capaz de conseguir con bastante facilidad una mesa, para gran consternación
de algunos otros que estaban a la espera de ser atendidos. Al caminar por el comedor hacia nuestros
asientos, me di cuenta de que Edward no era el único hijo Cullen popular.

La gente parecía tenerle miedo y admiración a Edward la mayor parte del tiempo, no del todo por
cómo era, sino más por lo que él era, mientras que con Emmett, parecían disfrutar de su compañía.
Ellos asentían en reconocimiento y se apartaban del camino de Edward cuando él pasaba, o lo atendían
inmediatamente cuando necesitaba algo, pero acudían a Emmett porque era divertido estar con él. Yo
no estaba segura de por qué no lo había visto antes, pero era verdad. Todo el mundo amaba a Emmett.

Me deslicé en el asiento frente a Emmett y la camarera se acercó inmediatamente, brindándonos los


menús y tomando nuestra orden de bebidas. Pedí jugo de naranja, mientras que él pidió chocolate con
leche con extra de chocolate, y le echamos un vistazo al menú mientras la camarera iba a buscar las
bebidas. Ella regresó y le pedí una tostada francesa, mientras que Emmett recitó una lista de alimentos
que contenían huevos, tocino, salchichas, tortitas, fruta y pan tostado. No estaba completamente
sorprendida, porque estaba acostumbrada a su alimentación, pero sonrió tímidamente de todos modos.

“¿Qué puedo decir? Soy un chico en crecimiento”, dijo despreocupadamente. Me reí.

“Creo que has culminado tu crecimiento, Emmett. Ya estás grande y yo no creo que puedas seguir
creciendo”, le dije, sonrojándome al momento en que las palabras salieron y me di cuenta de lo que
acababa de decir. “No creo que haya sonado bien”

Él se echó a reír y sacudió la cabeza.” Entiendo lo que estás diciendo”, dijo, haciendo subir la manga
de su camisa y flexionando sus músculos. “Sin embargo, necesito combustible. Estas armas no se
mantienen naturalmente, hermanita.”

Sonreí. “Hermanita”, le dije en voz baja, haciendo eco de sus palabras. Esto siempre me encendía el
corazón cuando se refería a mí como una parte real de su familia, lo cual había empezado a hacer con
más regularidad.

“Sí, hermanita. Es lo que eres. Algún día, probablemente te casarás con mi pequeño e imbécil
hermano, haciéndolo oficial”, dijo. Mi sonrisa creció

“Me gustaría eso”, dije en voz baja. Él asintió y empezó a hablar, pero la camarera volvió con la
comida y se calmó. Ella repartió nuestros platos y le trajo a Emmett otra bebida, los dos empezamos a
comer en silencio.

“¿Alguna vez pensaste que sería de esta manera?”, preguntó después de unos minutos, con un tono
serio. Me detuve con mi tenedor a medio camino hacia mi boca y lo miré.

“¿Cómo?”, le pregunté, no del todo segura de a lo que él se refería. Él elevó su tenedor y lo movió a su
alrededor.

“De esta forma. Ya sabes, venir aquí, tener una vida. Ganar una familia, conocer a Edward. Todo ello,
de verdad. ¿Alguna vez pensaste que pasaría?“, preguntó tomando un bocado de su comida y
mirándome con curiosidad. Suspiré, contemplando su pregunta.

“No, nunca pensé que fuera una posibilidad, la verdad. Quiero decir, mi madre siempre tuvo la
esperanza de que me pasaría y que terminaría en algún donde pudiera ir a la escuela y me enamorara y
esas cosas, pero yo, honestamente, pensaba que deliraba”, le dije. “Pensaba que me habían dado la
vida que tenía y lo mejor que podía hacer, era adaptarme a ella.” Él asintió.

“Puedo entender eso y creo que hasta puedo sentirme en parte identificado. Quiero decir, era
demasiado joven para recordar la vida antes de los Cullen, pero me pregunto todo el tiempo qué
diablos me habría pasado si Elizabeth no me hubiera salvado”, dijo. Se detuvo por un momento con
una expresión solemne en su rostro, dejando el tenedor en el plato. “Hubiese deseado hubieras sido
salvada mucho antes porque no deberías haber pasado por todo eso, pero entonces me pregunto, cómo
mierda de diferente sería si lo hubieras sido”.

“Creo que todo sucede por una razón”, le dije con un encogimiento de hombros, no del todo segura de
cómo responder a eso. No podía ni siquiera comenzar a imaginar cómo sería la vida para mí si yo no
hubiera tenido que soportar lo que había pasado a través de los años, antes de salir de Phoenix. La idea
de crecer libre era un pensamiento agradable, pero no habría llegado a ser la persona que era y,
definitivamente, no hubiera conocido ni me habría enamorado de Edward si eso hubiera pasado.

“Sí, supongo”, dijo cogiendo el tenedor nuevamente. Terminamos comiendo en silencio y miró su
reloj después de un tiempo. “¿Estás lista para salir de aquí? Tenemos que volver a casa para reunirnos
con Rosie y me matará si llegamos tarde”

Asentí y me puse de pie, usé el baño mientras Emmett pagaba. Volví al momento en que estaba
dejando algo de dinero sobre la mesa, él sonrió y nuevamente me pasó un brazo por encima del
hombro. Me condujo hacia el Jeep para que pudiéramos regresar a casa de los Cullen, cantábamos
junto a la radio en voz alta y bromeábamos mientras conducía. En el momento en que nos
acercábamos al patio delantero de la propiedad, vimos el familiar convertible rojo, junto a Rosalie que
estaba apoyada en él, con los brazos cruzados sobre el pecho y el ceño fruncido en su rostro.

“Ey, nena”, dijo Emmett, saltando del jeep y caminando hacia donde ella estaba de pie. Envolvió sus
brazos alrededor de ella y la abrazó con fuerza, sus pies se elevaron del suelo mientras él la levantaba.
Su expresión se suavizó de inmediato, su hostilidad desaparecía a medida que una pequeña sonrisa se
formaba en sus labios.

“Casi llegan tarde”, dijo. Emmett se rio suavemente y la colocó de nuevo sobre sus pies.

“Casi, pero no”, dijo inclinándose para besarla. Ella envolvió sus brazos alrededor de su cuello y sus
bocas se movieron furiosamente, su amor y pasión por el otro, eran claros. Me di la vuelta
rápidamente, una punzada de celos me golpeó y me hizo anhelar a Edward.

Rosalie dijo mi nombre después de un momento y me di la vuelta para verla sostener un bolso hacia
mí. Lo tomé con cuidado y lo abrí, mirando dentro. Mi ceño se frunció en confusión cuando vi la
pequeña prenda negra y blanco.

“Es un traje de baño. Alice dijo que no creía que tuvieses uno, así que lo escogió para ti”, dijo. Mis
ojos se abrieron en sorpresa.

“Yo, eh... gracias, de verdad... pero no creo que realmente necesite uno” dije, preguntándome por qué
ella me había comprado un traje de baño. Me dio una mirada divertida y sentí el enrojecimiento de
mis mejillas.

“Lo siento cariño, pero lo vas a necesitar si vas a venir a la playa conmigo”, dijo. La miré con
sorpresa.

“¿La playa?”, pregunté con incredulidad.

“Sí, nos vamos a First Beach para pasar el rato durante el día y a tomar el sol, surcar las olas, tal vez
jugar un poco de voleibol”, dijo Emmett, tirando su brazo sobre el hombro de Rosalie y sonriéndome.
“Va a ser la bomba. Alice y Jasper nos esperarán allí”

Me quedé mirándolos brevemente antes de dar una ligera inclinación de cabeza para mostrarles que lo
había entendido. No estaba segura de lo que sentía acerca de ir a la playa y estaba de verdad un poco
nerviosa ante la idea, pero todos estaríamos allí, así que pensé que no podía ser tan malo.

“Está bien, entonces” murmuré, mirando hacia la bolsa. “Y yo, ¿tengo que usar esto?”

Rosalie se rio. “Sí, eso. Puedes ponértelo debajo de tu ropa. Yo ya llevo el mío puesto.”

Suspiré y asentí de nuevo, dirigiéndome hacia la casa. Emmett me detuvo y me tiró las llaves,
diciéndome que la puerta principal estaba cerrada con llave. Abrí y marqué el código para desactivar
la alarma, recordando los números que Edward me había dicho meses atrás. Me fui directamente a la
habitación de Edward y me despojé de mis ropas, dejándolas en un pequeño montón en el suelo. Cogí
el traje de baño y lo miré con cautela. Era de una pieza, atado alrededor del cuello y con lazos
pequeños en la parte inferior de cada lado, que parecía que eran simplemente decoración. Me lo puse y
lo até lo mejor que pude, caminando hacia el baño para mirarme en el espejo. Me quedé inmóvil al
mirarme, sorprendida por mi reflejo.

Con frecuencia me miraba de pasada en el espejo, pero rara vez echaba un vistazo más de cerca, no me
preocupaba mucho por mi aspecto, la mayor parte del tiempo. Pero allí de pie, con el pequeño traje de
baño negro con lunares blancos, me sorprendió porque apenas reconocí a la chica que me miraba. Mi
piel estaba todavía muy pálida, posiblemente, más pálida de lo que había estado alguna vez debido a la
falta de sol en Forks, pero ahora tenía un brillo sutil. Estaba saludable y feliz, y sin duda no estaba tan
delgada como lo había estado antes. Mucha de la ropa que Alice me había dado cuando me mudé a la
casa de los Cullen eran grandes, y la ropa en la que había llegado ya no me quedaba.

Todavía estaba delgada pero parecía como si se hubieran llenado algunas áreas, con más curvas. No
estaba segura de si eso era considerado algo bueno o no, y no era como si realmente importara, pero a
Edward parecía gustarle. Me decía constantemente lo hermoso que pensaba que estaba mi cuerpo,
señalando partes de mí que encontraba atractivas. Debido a eso, no me avergonzaba estar de pie frente
a él sin ropa, pero no estaba tan segura de estar cerca de otros mientras llevase algo tan pequeño.

El traje de baño cubría la mayor parte de cuerpo, dejando sólo un rastro de mis pechos asomado por
encima de él, pero mis muslos, brazos y espalda estaban totalmente expuestos. No estaba tan
preocupada por mis extremidades como lo estaba por mi espalda, porque no había olvidado que estaba
cubierta de cicatrices. Edward nunca lo había comentado, pero a menudo las trazaba con sus dedos y
colocaba besos sobre ellas. Nunca le pregunté por qué, creía entender sus motivos detrás de esos
gestos al igual que yo solía hacer lo mismo con la cicatriz que tenía en uno de sus costados. Era una
parte de él, un recuerdo físico de su resistencia, de su supervivencia y fuerza.

Solté mi cabello, dejando que cayera en cascada por mi espalda, y estaba pasando mis dedos a través
de él cuando oí la voz de Rosalie. Salté, me había tomado por sorpresa porque no tenía ni idea de que
estaba allí. Debía estar en trance mientras me contemplaba y ni siquiera había oído el clic de los
tacones altos característicos de Rosalie que indicaba que se estaba acercando. Yo solía estar siempre
alerta con lo que me rodeaba, lo que hacía casi imposible que no detectara a las personas a mi
alrededor, pero era evidente que me había relajado en los últimos meses. La miré y la vi de pie en la
puerta del cuarto de baño, dándome cuenta de que tenía un par de chanclas rojas. No era de extrañar
que no la hubiese escuchado.

“Me alegro de que te quede bien”, dijo caminando hacia mí.”Y hace que tu trasero se vea fantástico.
Me imaginé que preferías así la parte inferior para usarlo con pantalones cortos.” Ella empujó mi
cabello hacia un lado, atando el lazo alrededor de mi cuello y apretándolo para dar realce a la parte
superior de la prenda. Le di las gracias en silencio.

“Así que, ¿se ve bien?”, le pregunté, mirando nuevamente a mi reflejo. Ella se rio un poco.

“Se ve mejor que bien. Eres atractiva, deberías estar orgullosa de tu cuerpo. No hay vergüenza en
mostrar un poco de piel a veces”, dijo. “De todos modos, hay que ponerse en marcha para llegar a
tiempo, vámonos.”

Asentí y volví a entrar en el dormitorio, tirando nuevamente de mis pantalones Capri y deslizando mi
top negro sobre el traje de baño. Rosalie rebuscó en el armario y me pasó unas chanclas negras antes
de entregarme un par de gafas de sol del mismo color. Ella salió de la habitación, me dijo que me
diera prisa y comencé a ir detrás de ella antes de parar en seco. Me di la vuelta rápidamente y agarre
mi teléfono, casi olvidándolo en mi prisa.

Nos metimos en el coche de Rosalie y ella condujo fuera de los límites de la ciudad de Forks en una
dirección en la que nunca había ido, así que el paisaje era completamente nuevo para mí. El viaje duró
cerca de quince minutos y de inmediato vi el coche amarillo de Alice cuando nos acercamos a una
zona de aparcamiento. Rosalie estacionó a su lado y cogió una bolsa con cosas, saliendo del coche con
cuidado. Emmett saltó y prácticamente me arrastró fuera del asiento trasero, lanzando su brazo sobre
mi hombro.

“Bienvenida a La Push y a First beach” dijo, haciéndome girar y apuntando con su cabeza en dirección
a la costa. Podía ver el agua en la distancia y podía oír el romper de las olas, el sonido y el olor del
mar resultaba bastante fascinante. Nunca había estado en la playa antes o incluso había visto el mar,
después de haber sido criada en el desierto, así que era todo muy nuevo para mí.

Nos dirigimos hacia el agua, y vi a Alice y Jasper colocando un montón de tumbonas plegables con
una hielera a lado. Alice miró y nos vio, sonriendo alegremente.

“Hola chicos”, dijo con entusiasmo.” ¿No es hermoso? ¡Estoy tan emocionada!”

Sonreí en respuesta a su entusiasmo. Hacía bastante calor, no lo que yo llamaría caliente en mi


imaginación, pero sin duda no era húmedo y lúgubre, como de costumbre. El sol brillaba con fuerza,
sin una nube a la vista, lo cual ya había aprendido con el tiempo que era muy poco común en la zona.

Extendieron las sillas y toallas, y vi algunas tablas de surf a un lado. Emmett me vio mirándolas y se
rió. “¿Quieres aprender a hacer surf, Izzy Bizzy?” me preguntó. Di un grito ahogado y negué con la
cabeza rápidamente

“De ninguna manera”, dije. Él se rio más fuerte, encogiéndose de hombros

“Si cambias de opinión, házmelo saber”, dijo con diversión. Le dije que no se preocupara porque no
había absolutamente ninguna manera de que cambiara de opinión.

Los chicos se metieron en el océano casi inmediatamente, mientras que Alice y Rosalie comenzaban a
despojarse de sus ropas, y mis ojos se abrieron de golpe al ver lo pequeños que eran sus trajes de baño.
El de Alice era azul brillante y de dos piezas, tanto la parte superior como la inferior apenas cubrían
sus áreas privadas. El de Rosalie era también dos piezas, la parte superior ni siquiera tenía alguna tira
para mantenerlo sujeto. Estaba sorprendida por la cantidad de piel que estaban mostrando y sin
embargo, no parecían incómodas en absoluto, lo que me hizo sentir infinitamente mejor. Lo que yo
llevaba era muy modesto en comparación con lo que llevaban ellas, así que dudaba que, con ellas
alrededor, alguien se diera cuenta de que estaba allí.

Me quité mi ropa con cuidado y la coloqué en una de las sillas, mientras que Alice y Rosalie
colocaban las suyas hacia mi derecha. Rosalie sacó un tubo de crema y se frotó con ella antes de
ofrecérmela, diciéndome que era protector solar. Ella puso un poco en mis manos y lo froté sobre la
piel que pude alcanzar a cubrir, mientras que Alice hacía lo mismo. Ambas se pusieron sus gafas de
sol y se reclinaron en sus sillas a tomar el sol nuevamente, pero se mantuvieron erguidas y observaron
a los chicos mientras hacían surf. Realmente no entendía el punto de broncearse, había aprendido
viviendo en Phoenix que ninguna cantidad de sol me haría broncearme. Era extraño, porque mi padre
era italiano, así que debería tener por lo menos la capacidad de broncearme, pero supuse que era una
de esas opciones de la naturaleza.

Era algo incómodo estar sentada al principio porque me sentía fuera de mi elemento, pero empecé a
relajarme como las demás personas en la playa, el ambiente pasó de relajadamente silencioso a lleno
de actividad y bullicio.

Alguien empezó un juego de voleibol, lo cual hizo que Emmett y Jasper salieran del agua para
participar. Alice y Rosalie se unieron a ellos y me pidieron que jugara, pero me negué ya que no había
manera de que hiciera tal cosa con tanta gente alrededor. Estaba segura de que haría el ridículo y
sinceramente no deseaba llamar la atención, porque no sabía nada de voleibol y era torpe cuando se
trataba de algo relacionado con el deporte.

Me senté nuevamente a verlos, riéndome de sus travesuras. Resultó que Alice y Rosalie tampoco eran
muy buenas en esto, pero jugaron de todos modos, incluso se les escapaba la pelota o accidentalmente
la enviaban en la dirección opuesta. Parecía que estaban teniendo un gran momento y empecé a
lamentar no haber aprovechado la oportunidad para tratar de jugar, dándome cuenta de que no les
hubiera importado lo horrible que era jugando.

Estaba tomando un trago de una lata de coca cola de cereza que había sacado de la nevera cuando una
voz familiar resonó detrás de mí, asustándome, ya que, por segunda vez ese día, no había oído
acercarse a nadie. Me atraganté con el refresco y empecé a toser, jadeando en busca de aire mientras el
líquido bajaba por mi garganta.

“¿Perdón?” Farfullé, girando la cabeza y encontrándome cara a cara con Jacob Black. Él se congeló en
su lugar y me miró con preocupación.

“¿Estás bien?”, Preguntó. Asentí aclarando mi garganta y tratando de respirar profundamente, pero
todavía ardía.

“Estoy bien. Solo me has pillado por sorpresa. ¿Qué has dicho?” Le pregunté, incapaz de entender lo
que había dicho al principio porque me había cogido con la guardia baja. Me miró un momento antes
de caminar y dejarse caer a mi lado en la tumbona de Alice. Me tensé un poco y miré hacia donde
estaban todos jugando al voleibol, sin saber lo que dirían o pensarían de mí por estar sentada con
Jacob. Todos parecían amables con él, pero también sabían de su historia con Edward.

Él jugueteó con la silla hasta que la colocó nuevamente en posición vertical, maldiciéndose a sí
mismo en el proceso. Por fin consiguió situarla, y pateó los pies hacia fuera, relajándose. “He dicho
que estoy sorprendido de verte. No creía que Edward te hubiese dejado venir aquí.”

Mis ojos se estrecharon ligeramente mientras lo observaba fijamente. “Él no me dice lo que puedo o
no puedo hacer”, dije enfáticamente, enojada de que hubiera dicho eso. Sí, él sabía cómo era cuando
me hacían enojar, pero él no sabía nada de mi relación con Edward. Edward me había animado a
pensar por mí misma y tener mis propias opiniones, para hacer lo que yo quisiera y no lo que otros
esperasen de mí.

“Está bien, está bien”, dijo, levantando las manos a la defensiva. “Creo que estoy sorprendido de que
hayas venido aquí sabiendo que tu novio no puede.”
Mi ceño se frunció mientras lo miraba fijamente, confundida por su declaración. “¿Qué quieres
decir?”, le pregunté vacilante. Edward me había dicho que me divirtiera y que viviese la vida durante
su estancia en Seattle, solo porque él estuviera lejos no significaba que no debería ir a alguna parte.

Él me miró con sorpresa. “Quiero decir, si conozco a Cullen como creo que lo conozco, no estará feliz
de que estés aquí, ya que le está prohibido acercarse a esta zona, ya sabes, por tratar de matarme a mí
y a todos.”

Mis ojos se abrieron por sorpresa cuando me di cuenta de lo que estaba hablando. Cuando Edward se
metió en problemas por ir tras Jacob, como castigo le prohibieron acercarse a la reserva, aunque el
doctor Cullen lo había sacado del problema serio. Ni siquiera se me había pasado por la cabeza que
estuviéramos en la reserva donde Edward tenía prohibido ir.

“No lo conoces”, le dije, sin saber exactamente qué decir. “Y él no intentó matarte. Fue sólo un
malentendido”

Él se rió secamente. “¿Tú dices que el haber disparado contra mí, destruir mi coche, y en el proceso
casi quemar mi maldita casa fue un ‘malentendido’? Es un loco, egoísta y manipulador. Ha perdido el
juicio. “

Mis ojos se estrecharon nuevamente mientras la ira se apoderaba de mí. ¿Quién se creía que era Jacob
Black?

“No, tú has perdido el juicio. Edward ha cometido errores, pero él es un buen hombre. No puedes
sentarte y fingir que eres completamente inocente, porque no lo eres. Ambos dejaron que la ira los
cegara, haciéndolos actuar como niños inmaduros, atacándose y tratando de hacerse daño mutuamente.
Es estúpido, y ni siquiera estaba allí pero sé que los dos estaban haciendo el ridículo en todo este
asunto con esta... esta cosa... de la rivalidad “, espeté. “Así que acaba con esto o déjame en paz porque
no me puedes hablar de esta forma acerca de Edward. Él me ama, Jacob Black, y yo le amo, y no voy a
permitirte que me hables e intentes hacerme pensar mal de él, porque nada lo hará. Estás perdiendo el
tiempo. “

Me puse de pie y alejé, pateando mis zapatos en el proceso y dejándolos tirados en la arena. Pasé junto
a Emmett que me miró boquiabierto por la sorpresa, obviamente había escuchado la conversación. Sin
embargo, no me importaba porque estaba demasiado alterada para preocuparme por eso.

“Isabella, espera” me llamó Jacob. No le hice caso y me dirigí hacia la orilla, deteniendo mi caminata
poco a poco mientras me acercaba a la orilla. Oí el movimiento detrás de mí y sabía que me estaba
siguiendo, pero no me giré para mirarlo. “Mira... yo, eh... Demonios, no lo sé. No me cae bien y me
llevará un buen tiempo y será difícil creer que le importa alguien más que no sea él mismo, pero no
quería ofenderte. Simplemente no me gusta la idea de que él se aproveche de ti en tu situación”.

Me volteé a mirarlo, mi ira intensificándose. “Tal vez puedas saber quién soy, pero no sabes nada
acerca de mi situación y está claro que realmente no sabes nada de Edward. Él es dulce, amable y
solidario y está tratando de ayudarme en mi libertad, así que no te quedes ahí y pretendas saber cosas
que no sabes. Está en una posición en la que realmente trata de ayudarme, y es algo que tú nunca
estarías dispuesto a hacer, así que ¿cómo te atreves a juzgarlo cuando él es más compasivo y valiente
de lo que tú nunca serás?” Espeté. Me miró en estado de shock, obviamente no esperaba semejante
arrebato. Mis palabras me sorprendieron incluso a mí misma, porque había sido entrenada para
mantener la boca cerrada y no arremeter contra algo, pero algo acerca de Jacob hablando mal de
Edward me hizo estar a la defensiva.

Alcancé a ver movimiento en mi visión periférica y vi a Emmett de pie a unos metros de nosotros con
una expresión de enfado en su rostro. Emmett muy rara vez se enojaba ya que siempre lo veíamos con
una sonrisa o riendo, por lo que automáticamente me pregunté si tal vez había cometido un gran error.
No quería molestarlo y no tenía intención de hacer una escena, pero era obvio que no estaba contento.

Rápidamente traté de pensar en algo que decir para contener su ira, pero después de un momento me
di cuenta de que no estaba siquiera mirándome. Sus ojos estaban enfocados directamente delante de
mí, en Jacob y él lo estaba mirando fijamente. Jacob debió darse cuenta de que ya no tenía mi atención
porque se dio la vuelta en la dirección de mi mirada, congelándose cuando vio a Emmett.

“Oye, Em.”, dijo Jacob, casualmente. Brevemente, Emmett apenas lo miró antes de volver su atención
hacia mí.

“¿Estás bien, Isabella?”, preguntó, en un tono serio. “Él no te está molestando, ¿verdad?”

Dudé, sorprendida por su pregunta, y Jacob suspiró en frustración. “Vamos, Em. Sabes que yo no...
“comenzó, pero Emmett lo interrumpió rápidamente.

“No te estaba preguntando a ti, Jake,” dijo bruscamente. “Estoy hablando con Isabella. ¿Todo bien? “

Asentí con la cabeza. “Sí, estoy bien. Estábamos hablando...”.

Emmett miró en mi dirección por un minuto antes de volver nuevamente su atención hacia Jacob. “Es
bueno verte Jake. No pensé que estarías aquí hoy, pensaba que también estarías lejos, en el
campamento de fútbol.”

Los ojos de Jacob se abrieron con sorpresa. “¿Es este fin de semana?”, preguntó. Emmett asintió
confirmándolo y Jacob se rio. “No, me he metido en algunos problemas en la escuela, me
sorprendieron peleando y el entrenador me echó del equipo”.

La seria expresión de Emmett se suavizó mientras sonreía. “Juegas todos estos años y terminas
expulsado el último año. ¿No es una mierda?”, dijo con diversión. Rosalie llamó a Emmett y él
levantó la mano para decirle que esperara, su sonrisa una vez más desapareció. “Se amable con
Isabella. Me gustas, ya lo sabes, pero te golpearé si la molestas.”

Jacob levantó las manos a la defensiva, con una expresión seria en su rostro. “Lo capto, hombre. No
tenía intención de molestarla”.

Emmett asintió y se alejó corriendo, volviendo a mirar hacia nosotros unas cuantas veces antes de
unirse a Rosalie nuevamente a jugar otro partido de voleibol. “Es muy protector contigo”, murmuró
Jacob cuando me di la vuelta para mirar de nuevo hacia el agua. No me molesté en responder a su
declaración, sin saber qué decir de todos modos. Se quedó quieto por un momento, antes de dar unos
pasos y pararse junto a mí. “¿Vas a meterte en el agua?”

“De ninguna manera”, le dije, mirándolo con incredulidad.


“¿Por qué no?”, preguntó. Suspiré y me encogí de hombros, pero siguió mirándome inquisitivamente.

“No sé nadar”, murmuré por fin, ruborizándome de vergüenza. No estaba segura de si alguno de ellos
lo sabía, pero nunca había tenido la oportunidad de aprender.

“No tienes que saber nadar para mojarte los pies”, dijo encogiendo los hombros, tirando de su camisa
rápidamente. La arrojó sobre la arena y dio unos pasos hacia el agua. Se detuvo cuando llegaba a sus
rodillas y me miró. “Bueno, vamos. ¿A qué estás esperando?”

Lo miré boquiabierta de incredulidad, asombrada de que él esperase que lo siguiera al agua. “No
creo”, le dije

Suspiró, mirándome con desconcierto. “En serio, ¿crees que voy a dejar que te ahogues? Confía en
mí.” Mis ojos se estrecharon en el momento en que las palabras salieron de su boca, y sus ojos se
abrieron ligeramente al ver mi expresión. “O no confíes en mí, lo que sea. Pero, ¿realmente crees que
soy tan estúpido como para decirte que hagas algo que pueda hacerte daño, con Emmett de pie allí
mirándome como un maldito halcón? Te lo he dicho antes, Isabella Swan. Pareces agradable y todo,
pero no tengo planes para hacer que me maten por ti. Y puedes estar segura, si dejo que te ahogues,
Emmett me matará”.

Lo miré fijamente durante un momento, contemplándolo, antes de escanear el agua con mis ojos. Se
veía refrescante y olía maravilloso, y una parte de mí quería sentirlo. Miré detrás de mí y vi que
Emmett seguía mirándonos, sonreí y me sentí aliviada por tener un salvavidas por si acaso lo
necesitaba.

Di unos pasos hacia adelante y entré en el agua deteniéndome cuando me llegó a mitad de la
pantorrilla. No estaba exactamente fría, pero tuve un ligero escalofrío a su vez que refrescaba mi piel
caliente. Jacob se adentró más en el agua y yo di unos pasos más hacia adelante, pero me detuve
cuando llegó a mi cintura.

“Esto es suficiente”, murmuré. Jacob se detuvo y se dio vuelta para mirarme.

“Mira, eso no ha sido tan difícil, ¿eh? Se siente bien, ¿verdad?”

Sonreí y asentí, dejando mis manos sobre la superficie del agua. Pequeñas olas se estrellaban contra
ellas, la visión era fascinante y de alguna manera, calmante. “Debe ser agradable vivir cerca del agua.
¿Vienes a la playa a menudo?” Le pregunté con curiosidad.

“Sí, cada vez que puedo. Surfeamos y hacemos clavados en el acantilado y esas cosas todo el tiempo “,
dijo. Lo miré en confusión

“¿Clavados?” Le pregunté, sin saber lo que era. Él asintió con la cabeza y señaló a lo lejos, a un gran
acantilado que sobresalía en la orilla.

“Nos ponemos en la parte superior del acantilado y saltamos al agua”, dijo. Mis ojos se abrieron por la
sorpresa.

“¡Estás bromeando! ¿A qué altura se encuentra eso?”. Le pregunté, sorprendida. Se veía enorme desde
la distancia y no podía imaginarme saltando desde esa cosa para divertirme. Eso sería terrible.
“No lo sé, a setenta y cinco pies ¿tal vez? Exactamente no se cuánto medirá”, dijo indiferente. Me giré
a mirarlo boquiabierta, sorprendida por su indiferencia al respecto.

“Hay que estar loco para saltar desde allí”, afirmé. Él se rio y se encogió de hombros.

“Tal vez estoy loco, pero eso solo significa que tu novio también lo está” dijo divertido.

“¿Edward saltaba desde ahí?” Le pregunté. Él asintió.

“Todo el maldito tiempo. De hecho, se armó de valor y saltó antes de que yo lo hiciera. Maldito
gilipollas, no tenía respeto por la vida”, murmuró. Entrecerré los ojos nuevamente, no me gustaba que
hablara negativamente de Edward y él levantó las manos en defensa una vez más. “Está bien, seré
bueno.”

“Gracias”, le dije en voz baja. Caminamos un poco por el agua, un incómodo silencio se manifestaba
en el aire, entre nosotros. No lo conocía muy bien y no estaba segura de qué decirle, pero por alguna
razón me sentía extrañamente a gusto en su presencia. Yo era muy consciente de cómo se sentía
Edward acerca de Jacob, y que nunca haría algo para hacerle daño deliberadamente, pero él siempre
me decía que formara mis propias opiniones acerca de las personas y las cosas. Dijo que con la
independencia viene la oportunidad de tomar mis propias decisiones, y vi a Jacob como una de esas
cosas a las cuales Edward, se estaba refiriendo. No confiaría del todo en él porque sabía que había
traicionado a Edward en el pasado, pero no vi ninguna razón para no ser civilizada con él.

Al resto de los Cullen todavía les gustaba, Rosalie y Alice me habían manifestado incluso hace meses
cómo deseaban que Jacob y Edward volvieran a ser amigos. Una parte de mí se preguntaba si tal vez
yo podría ayudar con eso, si yo podría ayudar a cerrar la brecha entre ellos. Los dos estaban
obviamente heridos y se sentían agraviados uno hacia otro, y sinceramente ambos tenían derecho a
estarlo, pero no veía ninguna razón por la que no pudieran llegar a superarlo. Edward había hecho
tanto por mí, y yo no podía dejar de preguntarme si tal vez esta era mi oportunidad de hacer algo a
cambio. Tal vez podría ayudarles a ser amigos nuevamente.

“¿Así que, por que el seis tenía miedo del siete?”, preguntó Jacob. Lo miré con confusión al principio,
antes de darme cuenta de que estaba tratando de romper la tensión con un chiste.

“No lo sé, ¿por qué?”

“Porque el siete se come al nueve”, dijo, sonriendo. “¿Lo entiendes, siete se come al nueve?” (N.T. La
broma de Jacob en inglés es “Seven eight nine”, haciendo que ‘eight’ se pronuncie como ‘ate’, lo cual
en español es comer, por ello el seis le teme al siete, porque se come al nueve).

Asentí sonriendo. “Sí, lo entiendo”

“Pero no te has reído, intentémoslo otra vez. ¿Por qué el muchacho lanzó su tostada por la ventana?
“preguntó. Me encogí de hombros vacilante, no tenía ni idea de cuál podría ser la respuesta. “Él quería
ver la mantequilla volar”

“¿Ver la mantequilla volar?” Pregunté con confusión, no capté el chiste hasta que las palabras salieran
de mi boca. “Ah, como una mariposa.” (N.T. Butter fly (mantequilla volar) suena igual que la palabra
Butterfly, mariposa).

Él suspiró, sacudiendo su cabeza. “Sí, una mariposa. ¿Por qué despidieron al chico de la fábrica de
zumo de naranja?” Me encogí de hombros otra vez y él levantó sus cejas con una expresión de
esperanza en su cara. “Él no podía concentrarse.”

Mi frente se arrugó tratando de encontrarle sentido a eso. “¿Cómo el zumo de naranja que está hecho
de concentrado, no es así?”

Él me miró fijamente durante un momento antes asentir. “Sí. Eres difícil de entretener, ¿sabes?,” dijo
con un suspiro.” Me siento derrotado; nunca he fallado así antes tratando de hacer reír a alguien.
Podría haberte preguntado ¿por qué la maldita gallina cruzó la carretera?“

“¿Por qué la gallina cruzó la carretera? “ Pregunté con curiosidad. Él me miró sorprendido.

“Para llegar al otro lado, desde luego” dijo. Me reí y reí tontamente, haciendo que riera enseguida.
“Bien, ¡mierda! La gallina lo ha logrado. ¿Nunca lo habías oído antes?”

Sacudí mi cabeza.” No, no que yo recuerde,” dije. Él sacudió su cabeza, frunciendo el ceño.

“Necesitas más comedia en tu vida” murmuró. “Eso o si no Cullen terminará por acabar con tu buen
sentido del humor.”

Mis ojos se estrecharon, pero antes de poder decir algo, él desapareció bajo el agua, salpicándome un
poco. Emergió de nuevo y sonrió con satisfacción. “No ha sido gracioso” dije molesta. Se encogió de
hombros y comenzó a salir del agua sin decir nada, recogiendo su camisa de la arena. Suspiré y
caminé detrás de él, no quería quedarme sola en el océano. Dimos un paseo hacia las tumbonas y
agarré una toalla mientras él solamente dejo caer su cuerpo todavía mojado en la tumbona.

Me sequé y me senté en el borde de la silla, poniendo mis pies hacia delante. Estos fueron cubiertos
por la arena, pero esto no me molestó en absoluto, porque yo estaba acostumbrada a caminar con los
pies descalzos en la suciedad y arena de Phoenix. Las puntas de mi pelo estaban mojadas por haberse
salpicado de las pequeñas olas en el mar, lo coloqué a un lado sobre mi hombro, cepillándolo con mis
dedos. Eché un vistazo a Jacob, preguntándome por qué estaba tan tranquilo, y vi que él estaba
observando mi expuesta espalda. Me ruboricé de la vergüenza y eché mi cabello hacia atrás para
cubrir mis cicatrices nuevamente.

Gracias a Dios, él no dijo nada, simplemente permanecimos callados mientras estábamos sentados
juntos, observando a nuestro alrededor. Nuevamente comencé a sentirme incómoda, entonces abrí mi
boca para hablar, esperando cortar la tensión antes de que esto fuera a peor, cuando de pronto sonó un
pitido familiar. Eché un vistazo alrededor rápidamente, hacia mi teléfono, cogiéndolo de encima de la
nevera, donde lo había dejado antes. Lo abrí y fruncí el ceño cuando vi que tenía otra llamada perdida
de Edward.

Él no había dejado ni un mensaje, así que lo llamé inmediatamente, pero mi llamada fue directamente
a su buzón de voz. Colgué y fruncí el ceño, la ansiedad y la tristeza me golpearon. Era la segunda vez
que había perdido una llamada suya.
“¿Una llamada perdida?” Jacob preguntó. Le eché un vistazo y asentí.

“Edward” dije tranquilamente. Esperé que él dijera algún comentario sarcástico pero me sorprendí
cuando no lo hizo.

“Lo siento” dijo. Lo miré con incredulidad, tomando su palabra como algo genuino viniendo de él.

“Eh, no es tu culpa. Llamará” dije. Él asintió.

“¿Así que están realmente enamorados? ¿Esto no es algo pasajero?” preguntó. Reí pensativamente
mientras lo miraba fijamente.

“Esto es verdadero. Él ha sido realmente increíble conmigo. Sé que él no es perfecto pero nadie lo es.
Es una buena persona; y soy sincera cuando lo digo. Me ha ayudado de maneras que nadie más alguna
vez lo hubiera hecho” dije. Jacob se sentó tranquilamente durante un momento antes de coger el
teléfono de mi mano. Mis ojos se abrieron en shock y traté de agarrarlo de vuelta pero él me lo
impidió.

“¡Mierda, relájate!” dijo, riendo y tratando de tranquilizarme. “En serio, cálmate. No voy a llamar a
nadie”. Traté de cogerlo otra vez pero él lo alejó antes de que yo pudiera conseguirlo, dándome una
mirada seria. Le entrecerré mis ojos, inquieta sobre lo que él estaba haciendo, pero estaba claro que no
tenía ninguna intención de devolvérmelo, así que la lucha era inútil. Podría haber llamado a Emmett y
él habría forzado a Jacob a devolverme el teléfono, pero tenía miedo de que simplemente esto causara
un innecesario altercado.

Abrió el teléfono y presionó algunos botones, mi ansiedad aumentaba a cada sonido. Cerró el teléfono
nuevamente después de un minuto y me lo dio.

“He grabado mi número en él,” dijo. Mis ojos se abrieron con sorpresa y él sostuvo su mano
intentando detener mi pensamiento hacia lo que eso implicaba. “Solo escúchame, ¿está bien? Lo puse
en la 'J' y no con mi nombre entero, pero así podrás llamarme si realmente necesitas algo. Quiero
decir, realmente no hay mucho que pueda hacer para ayudarte, pero si necesitas a alguien para hablar,
puedes llamarme. Prometo no decir mierdas de tu novio… bueno, no demasiadas, de todos modos. No
tengo tu número así que no tienes que preocuparte de yo te vaya a llamar. Solamente úsalo si alguna
vez lo necesitas. Supongo que esto ayuda a, al menos, a tener la opción de acudir a alguien fuera de tu
círculo de amistades”

Eché un vistazo hacia mi teléfono y asentí, sin saber como reaccionar. Yo no estaba segura de como
sentirme acerca de esto o si alguna vez lo usaría, pero tenía que admitir era bastante amable de su
parte. “Eh, bien”

“Y si has sido sincera cuando has dicho que entre Cullen y tú todo va en serio, y él realmente te ama,
entonces no tiene ninguna razón para revisar tu teléfono o desconfiar de ti. No es un crimen tener
gente con la que poder hablar” añadió él.

“Sí” murmuré, insegura de qué más decir. Rosalie se acercó después de un momento, quejándose de
que él hubiese mojado su silla con su cuerpo empapado. Los demás se acercaron mientras Jacob
rodaba los ojos.
“Rosalie, ¿cómo mantienes a una rubia en suspenso?” preguntó. Ella lo miró airadamente, sin un ápice
de diversión

“¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! “, dijo ella dramáticamente. Mi frente se arrugó.

“¿Cómo?” Pregunté. Jacob sonrió con satisfacción.

“Eh, te diré mañana” dijo encogiéndose de hombros. Lo miré confundida.

“¿Por qué?” Pregunté, sin entender porque él no me lo decía. Todos empezaron a reírse y Alice se
recostó en la tumbona que había a mi lado.

“Esa es la respuesta. Los mantienes en suspenso sin decírselo” dijo ella.

“¡Ah!” Dije, entendiendo finalmente. “Eso es gracioso.”

Todos se rieron de nuevo y Emmett me dio un codazo juguetonamente. “Eres tan ingenua, hermanita.
¿Estás lista para irte? ¡Estoy hambriento!”

Estuvimos de acuerdo, comenzamos a vestirnos y recogimos nuestras cosas. Dijimos un rápido adiós a
Jacob antes de dirigirnos nuevamente a casa para lavarnos y cambiarnos.

El resto del día se pasó volando. Traté de llamar a Edward dos veces más pero cada vez que lo hacía,
iba directa a su buzón de voz. Me recosté en la cama después de la puesta de sol, completamente
agotada por los acontecimientos del día y la carencia de sueño de la noche anterior, y me quedé
dormida casi al instante.

Como la noche anterior, dormí agitadamente, despertándome con frecuencia y comprobando


obsesivamente mi teléfono cada vez que podía. Lógicamente, yo sabía que no era probable que él
llamase a medianoche ya que estaba ocupado, pero no podía dejar de comprobarlo de todos modos,
solo por si acaso.

Otra vez, a pocos minutos de las siete de la mañana, me desperté con el toque implacable de Emmett.
Salí de la cama y caminé cansadamente hacia la puerta, abriendo y encontrándomelo de pie allí con
una enorme sonrisa sobre su cara. Él declaró que el desayuno estaba listo, y en broma me dijo que
estaba orgulloso de mí por haberme acordado de ponerme mi pijama la noche anterior.

Tomé una ducha rápida y me vestí, agarrando mi teléfono y encontrándome a Emmett abajo en el
vestíbulo. Éramos nosotros dos nuevamente, y terminamos sentándonos en la misma mesa y pidiendo
el mismo desayuno que el día anterior.

Cuando terminé de comer mi tostada francesa, saqué mi teléfono para entretenerme mientras esperaba
que Emmett terminase de devorar su comida. La pantalla estaba todavía en blanco, indicando no tenía
ninguna llamada perdida, ningún texto, y ningún mensaje nuevo, básicamente, nada de Edward.
Suspiré y abrí mi carpeta de mensaje de texto, decidiendo escribirle. Me había dicho que cuando se
fuera, podría enviarle mensajes si quería, pero no quería molestarlo en caso de que estuviera ocupado,
así que le envié uno corto y simple.

Te amo.
Cerré el teléfono y levanté la vista, notando que Emmett me miraba con cautela. “¿Has tenido noticias
suyas?” preguntó.

Me encogí de hombros. “Me ha llamado dos veces pero he perdido sus llamadas. Él no ha contestado
cuando lo he llamado.” Él asintió, dejando su tenedor.

“Pues ellos lo mantienen verdaderamente ocupado. Él practica día y noche, “dijo. “Además, no mentía
cuando dije que él estaba fuera de forma. Probablemente estará recibiendo una patada en el culo.”

Me reí suavemente. “Lo sé” dije, sin saber realmente y aun así sin querer que Emmett se sintiera
obligado de darme excusas o explicarme algo. Edward no tenía mucho tiempo que se había ido y había
tratado de llamar dos veces, entonces esto no era culpa de nadie, más que mía por no haber hablado
todavía con él.

Dejamos la cafetería y nos dirigimos de vuelta a casa para un día de juegos y películas. Alrededor de
las dos de la tarde mi teléfono sonó, señalando que tenía un mensaje de texto. Lo cogí rápidamente,
casi arruinando el juego de “Monopoli” y dispersando un poco de mi dinero. Reí avergonzada y me
ruboricé, pero nadie estaba molesto o me dijo algo. Abrí el mensaje rápidamente y sonreí alegremente
con la sola palabra que vi en la pantalla.

Sempre.

Era increíble como seis simples letras que componen una simple palabra podían mejorar mi estado de
ánimo tan drásticamente. El resto de la tarde la pasamos igual que la mañana, llena de juegos de mesa
y películas. En realidad, acabe ganando “Trivial Pursuit”, el cual se convirtió rápidamente en mi juego
favorito para jugar. Me sabía cada respuesta al derecho y al revés desde que veía Jeopardy. Todos
parecían estar totalmente sorprendidos por lo buena que era en esto y por el buen humor que tenía
jugando, a pesar del hecho de que ganaba cada vez más a menudo.

Alrededor de las ocho de la tarde, les dije que me iba a la cama, porque mis ojos me quemaban por el
agotamiento. Me preguntaba cuando volvería a tener una buena noche de sueño, aventurándome a
adivinar que probablemente no sucedería hasta que Edward regresara. Me subí a la cama y me
acurruqué con su almohada, inspirando profundamente justo como había hecho las dos noches
anteriores. La miel y rayos de sol con una pizca de lila y ahora una sutil esencia de fresas, intoxicaban
mis sentidos, calmándome. Me sumergí en la inconsciencia rápidamente y me desperté más tarde por
el sonido de una canción. Me senté con tanta rapidez que mi visión se volvió borrosa, y busque
ciegamente mi teléfono alrededor de la cama. Finalmente lo encontré, y lo abrí rápidamente para
contestar.

“¿Hola?” dije inmediatamente. No había nada más que silencio al otro lado de la línea y repetí mi
saludo una vez más sin obtener nada a cambio. Alejé el teléfono de mi oído y vi el mensaje en la
pantalla de "una llamada perdida", dándome cuenta de que había contestado un segundo tarde. Gruñí y
sentí que mis ojos se llenaban de lágrimas, pero luché para que no sucediera con el fin de tener control
sobre mí misma. Marqué su número rápidamente y sonó un par de veces. Sabía que su buzón de voz
iba a saltar en cualquier momento y estaba a punto de colgar cuando la llamada entró.

“Empezaba a pensar que no querías hablar conmigo, tesoro”, su voz sonó en la línea, con un tono
suave. Apenas lo escuché, mi corazón comenzó a palpitar frenéticamente y perdí la lucha contra mis
lágrimas, estas resbalaban una a una por mi mejilla.

“Por supuesto que quiero”, dije, limpiando mis lágrimas. “Te echo de menos.”

“Mmmm... También te echo de menos. La mia bella ragazza. ¿Emmett te ha mantenido ocupada?”,
preguntó.

“Sí, me ha despertado temprano estos dos días y me ha mantenido ocupada hasta la hora de dormir”, le
dije. Inmediatamente me pregunte qué se supone que le diría si me preguntaba qué habíamos hecho,
porque no estaba segura como reaccionaría al hecho de que llevaran a First Beach. Yo no planeaba
mantenerlo en secreto, pero no estaba segura de decírselo mientras se encontraba a pocas horas de
casa. Por suerte no me preguntó acerca de esto.

“Me alegro, mientras te diviertas” susurró. “¿Te estás divirtiendo, verdad?”

“Sí” dije.” ¿Y tú te estás divirtiendo?”

Él se burló. “Oh sí, es jodidamente divertido hacer esta mierda”, dijo, sonando divertido por mí
pregunta. “Ha sido frenético y me han partido el culo. Te amo lo sabes, pero realmente no puedes
seguir cocinando toda esa deliciosa comida italiana. Me he dado cuenta que eso ha hecho mella en mi
físico”.

Sonreí. “¿Sabes?, nadie te ha dicho que tuvieras que comértela”, le dije juguetonamente. Se rió y yo
podía prácticamente escuchar la sonrisa en su voz.

“Muy bien, listilla. Veo lo que quieres hacer. Tentarme con la puta Alfredo mientras yo estoy en una
esquina comiendo algunas coles de Bruselas de mierda o algo así”, dijo en broma. Empecé a reír.
(N.T. Cuando Edward dice la puta Alfredo se refiere a pasta Alfredo, una receta italiana de pasta muy
famosa).

“Yo podría, ya sabes. Si realmente quieres algunas coles de Bruselas. Te haré algunas”

“No me cabe duda de eso, pero voy a tener que pasar de esa mierda. Aunque, gracias”, dijo. “De todos
modos, realmente solo quería oír tu voz porque ha sido demasiado tiempo, ¿sabes? No puedo
permanecer en el teléfono mucho tiempo, porque estoy agotado y tengo que levantarme temprano para
un entrenamiento pero te llamo otra vez mañana, ¿está bien?”

“Bien” le dije suavemente, triste de que él ya estuviera colgando. Lo entendía y me recordé a mí


misma que lo verdaderamente importante es que hubiese llamado. “Te amo, Edward Cullen”

“Mmmm, y yo te amo, mi Bella. Dulces sueños y toda esa mierda”, masculló. Yo le deseé una buena
noche antes de colgar.

Dormí un poco mejor que las noches anteriores, pero todavía estaba inquieta sin él. Entramos
rápidamente en un patrón después de que Emmett me arrastrara fuera de la cama a primera hora y
luego me mantuviera ocupada hasta al menos el atardecer. Fuimos a desayunar juntos a la cafetería
como cada mañana, y Jasper, Alice y Rosalie se unieron a nosotros un par de veces. Los días
estuvieron llenos de intensa actividad, que me gustó más de lo que jamás podría haber imaginado.
Todavía extrañaba a Edward tremendamente pero mantenerme ocupada hacía soportable la separación.
Ni una sola vez me olvidaba de él, ya que estaba en mi mente constantemente, pero no era sino hasta
que llegaba a la habitación por la noche, en un intento de dormir un poco, que el verdadero anhelo me
invadía.

Mi sueño seguía irregular y para cuando la semana terminaba, me sentía como si estuviera caminando
en medio de la bruma. Necesitaba desesperadamente una noche decente de sueño.

Limpié y cociné muy poco en toda la semana, de vez en cuando hacíamos sándwiches y bocadillos y
recogíamos solo lo necesario para que la casa quedara decente. Me sentía mal, haciendo flojeando con
mis obligaciones, pero cada vez que intentaba escapar de Emmett para limpiar algo, me detenía y me
alejaba a rastras. Tenía miedo de lo que el doctor Cullen pudiese pensar, pero el quid de la cuestión
era que apenas veía al doctor Cullen. Trabajaba durante el día, llegaba a casa por la noche y
desaparecía en su oficina de abajo, rara vez reaparecía cuando todavía estaba despierta. No estaba
segura de si estaba ocupado o si simplemente estaba manteniendo la distancia intencionalmente, casi
me sentía culpable por ello. Aunque no tenía mucho sentido para mí, porque ¿quién era yo para cuidar
la forma en que pasaba su tiempo? Pero, independientemente, tenía la extraña necesidad de ver cómo
estaba a pesar de que sabía que era una tontería. Era el hombre de la casa, mi amo, y yo era apenas una
chica de dieciséis años que simplemente se aseguraba de que tuviese ropa limpia, una cama hecha y
comida para comer. No tenía derecho de hablar de cualquier cosa con él a un nivel personal.

Terminamos haciendo un poco de todo durante la semana. Jugamos juegos y vimos la televisión,
Emmett tocó la guitarra y me gustó mucho. Jasper y yo pasamos horas y horas en la biblioteca
estudiando, así que podría hacer mi examen de GED (N.T. General Educational Development, Es un
examen de Desarrollo de Educación General. El GED, consta de una serie de cinco pruebas que
evalúan competencias en las principales cinco áreas de educación secundaria y preparatoria. Al
obtener un resultado satisfactorio en las cinco pruebas, el estudiante recibirá su certificado GED. Este
certificado GED indica que la persona posee un nivel de educación equivalente a la secundaria).
Incluso fuimos nuevamente a la playa cuando tuvimos un día soleado y junté el coraje para jugar al
voleibol. Era malísima en ello, como esperaba, y me lastimé la mano en el proceso. El doctor Cullen
apareció oportunamente para revisar mi pulgar magullado e hinchado, diciéndome que no se había
roto.

Era la tarde del sexto día, y me senté en la sala observando el reloj de la pared. Contaba los segundos a
medida que pasaban, cada tic-tac me llevaba un segundo más cerca al regreso de Edward. Se sentía
tonto, llevándolo segundo a segundo, pero estaba aumentando mi ansiedad. Pensé que sería más fácil
cuando la semana hubiera avanzado, pero la anticipación crecía más a medida que los días pasaron
volando y apenas podía contenerme.

El reloj marcaba las cuatro de la tarde y sonreí para mis adentros, sabiendo que solo faltaban
veinticuatro horas más para que Edward dejara el campamento y fuera libre para subir a su Volvo y
volver a casa.

Suspiré y aparté la vista del reloj, mirando de nuevo a la televisión. Estaba viendo una película con
Jasper y él estaba obsesionado con ella, casi en trance, mientras yo no podía concentrarme lo
suficiente como para entender de qué trataba.

“Tengo que ir a hacer la compra” solté al azar, sabiendo que se estaban agotando algunas cosas. El
doctor Cullen había dejado claro que podía comprar comida en cualquier momento que fuese
necesario y sin tener que recibir previa aprobación. Sabía que la compra podía esperar un momento
más oportuno, ya que estaba lloviendo y estaba finalizando la tarde, pero no podía simplemente
sentarme y esperar. Necesitaba algo que me distrajera.

“¿Ahora?”, preguntó Jasper. Asentí en confirmación. “Puedo ponerme los zapatos y acompañarte”.

“No tienes que hacerlo” le dije rápidamente, no queriendo separarlo de la película. En numerosas
ocasiones, había ido a la tienda de comestibles por mi cuenta sin ningún problema desde que el doctor
Cullen me había comprado el coche. Jasper me miró con curiosidad por un momento.

“Está bien, entonces. Si estás segura” dijo finalmente. Yo sonreí y le dije que lo estaba, me puse de pie
y salí de la habitación. Corrí escaleras arriba y me puse una chaqueta con la capucha sobre la cabeza.
Hacía calor, pero la lluvia era un poco fría y la chaqueta al menos me protegería.

Después de decirle adiós a Jasper en voz alta, cogí las llaves y salí por la puerta principal, en dirección
al coche plateado. Conduje por la ciudad hacia la tienda de comestibles, aparcándolo cerca de la
entrada tanto como me fue posible debido a las condiciones meteorológicas. Me puse a comprar
rápidamente, cogiendo todo lo que sabía que necesitábamos o íbamos a necesitar pronto,
asegurándome de coger las cosas favoritas de Edward para cuando llegara a casa. Estaba mirando los
cereales para comprar una caja de Lucky Charms para Edward cuando una voz familiar resonó detrás
de mí en el pasillo.

“Creo que sé algunas bromas de duendes” dijo con una sonrisa. Me volví hacia él, sonriendo.

“No me sorprende”, le dije. “Tú nunca pierdes cuando se trata de hacer una broma.”

Él sonrió y se encogió de hombros. “Eso es lo que soy. Cada hombre tiene que tener lo suyo para
atraer a las damas, ya sabes. Los Cullen las hacen desmayarse con el acento italiano y yo las hago
reír”, dijo.

“¿Y eso realmente funciona para conseguir chicas? ¿Contar chistes?”, le pregunté con curiosidad. Su
sonrisa creció.

“¿Estás preguntando si me consigue polvos?”, preguntó con humor. Me sonrió y me ruboricé de


vergüenza al darme cuenta de lo que realmente le había preguntado. Se rio de mi reacción. “¿Sabes?,
resulta muy dulce cuando te sonrojas así. Y sí, me ha sido muy efectivo durante muchos años, muchas
gracias.”

“Lo siento, no debería haberte preguntado eso” murmuré, deseando que el enrojecimiento de las
mejillas se fuera. Él se encogió de hombros.

“No es gran cosa. No me avergüenzo de lo que hago”, agregó con una sonrisa. “Hablando de hacérselo
a la gente, ¿cuándo vuelve tu novio? Apuesto a que tienes mucho que compensar. ¿Cullen ha estado
una semana sin jugar nada? Eso tiene que haber sido una tortura para él.”

Mis ojos se abrieron con sorpresa y lo miré boquiabierta, sorprendida por sus palabras. “No voy a
hablar contigo acerca de... eso” dije en voz baja, aumentando mi rubor.

“¿Por qué? ¿Tú puedes preguntarme pero yo no te puedo preguntar a ti? Vamos, tengo curiosidad
acerca de cómo le va al Cullen de una sola mujer”, dijo.

“¿Por qué no se lo preguntas tú mismo?” Le pregunté, alzando las cejas inquisitivamente. Él me dio
una mirada incrédula.

“Tienes que estar bromeando. ¿Quieres que se lo pregunte a ese imbécil? Yo no tengo absolutamente
nada que decirle”, dijo. Sacudí la cabeza con fastidio.

“Para alguien que dice que no le importa, Jacob Black, pareces estar muy interesado en su vida”
murmuré, cogiendo la caja de cereales de la estantería y lanzándola al carrito. “Y a él le está yendo
muy bien, muchas gracias.”

Se echó a reír. “¿Sabes?, apenas te conozco, pero lo que puedo decir es que has cambiado mucho. Algo
me dice que esa chica con la que intenté coquetear en el partido de fútbol del año pasado no me
hubiera contestado así “, dijo. ¡Diablos!, tal vez me equivoqué. Tal vez Cullen sea bueno para ti,
después de todo.”

Lo miré con sorpresa, no esperaba que hiciera una concesión así. “Él es bueno para mí”, le dije. Jacob
asintió y sonrió.

“Sin embargo, sigue siendo un idiota” añadió. Gemí y él se rio, extendiendo su mano y apoyándola en
mi hombro. “Tengo que irme. Cuídate.”

“Tú también”, le dije. Comenzó a alejarse y lo llamé por su nombre rápidamente, haciendo que se
detuviera. “No me has dicho el chiste sobre duendes”.

“Eh, ¿qué sucede cuando un duende se cae a un río?”, preguntó. Me encogí de hombros, sin tener idea.
“Que se moja” Lo miré fijamente, sin ver en absoluto la gracia, y se echó a reír. “Sí, ese fue algo
tonto. Creo que esta vez no tengo un buen chiste. Nos vemos más tarde”

Desapareció de mi vista y terminé de escoger lo que necesitábamos, pagué con la tarjeta de crédito
que el doctor Cullen me había dado hacía un tiempo y llevé las cosas hasta el coche, empapándome en
el proceso. Conduje hasta casa y empecé a sacar las cosas todavía con mis ropas mojadas. Emmett
entró a la cocina mientras terminaba de sacar la comida, cogiendo una caja de mi mano justo cuando
estaba a punto de ponerla en la despensa.

“Tienes que ir a cambiarte de ropa antes de enfermar o algo así”, dijo. “Puedo terminar esto”

“Eh, está bien”, le dije, no quería discutir con él. Me dirigí escaleras arriba y me cambié la ropa
mojada por un par de pantalones negros y una camiseta de fútbol de Edward.

Vimos una película mientras comíamos sándwiches, y alrededor de las ocho de la tarde me dirigí
escaleras arriba para dormir. Me metí en la cama, agotada, y en el momento en que cerré los ojos, mi
teléfono comenzó a sonar. Sonreí mientras lo cogía y miraba la pantalla, viendo el nombre de Edward.

“Ey” dije alegremente, respondiendo a la llamada. Finalmente habíamos sincronizado nuestros


horarios lo suficiente como para hablar por teléfono al menos una vez al día desde la segunda noche.

“Ey, tesoro. ¿Qué estás haciendo?” Preguntó, con una suave voz. Parecía agotado, como lo había
estado durante toda la semana. Cada vez que le preguntaba cómo estaba, me decía que estaba bien,
pero parecía como si estuviera siendo mucho más difícil para él de lo que dejaba ver.

“Solo estoy recostada en la cama”, le contesté. Él tarareó en respuesta.

“¿Qué llevas puesto?”, preguntó

“¿Qué llevo?” Le pregunté, mirándome a mí misma.”Um, pantalones cortos negros y tu camiseta de


fútbol”.

“Sujetador y ropa interior”, me preguntó. Mi ceño se frunció por su pregunta.

“Sí. Ambos, eh, el conjunto negro que Alice me compró el mes pasado”, recordé preguntándome por
qué me estaba preguntando eso. Lo escuché gemir

“¡Mierda!, ¿ese transparente? Cristo, ¿estás tratando de matarme?”, preguntó. Me sonrojé por su
respuesta.

“Lo siento” murmuré.

“No te disculpes. Joder, no puedo creer que estés usando eso y yo no estoy allí. No puedo esperar para
llegar a casa y adorar ese maldito cuerpo de nuevo, eso es seguro. Apuesto a que estás ruborizada
ahora mismo, ¿no?”, Preguntó.

Le sonreí tímidamente. “Sí”, le contesté con sinceridad. Él gimió de nuevo.

“Yo solo puedo imaginarte, ya sabes, recostada y abierta para mí. Tan jodidamente hermosa. Quiero
besar y acariciar cada centímetro de ti, sólo disfrutar de tu sabor”, dijo. Sus palabras me pusieron la
piel de gallina encendiendo mi piel como un hormigueo que recorría mi cuerpo y se instalaba justo
entre mis muslos.

“¿Estás tratando de seducirme a través del teléfono, Edward?”, le pregunté, haciéndole reír.

“Tal vez lo hago, no puedo evitarlo”, dijo.” ¿Es eso un problema?”

“No” dije en voz baja. “Es… agradable”. Sentí que mi rubor aumentaba ante esa admisión.

“¿Agradable? Al igual que el agradable italiano, ¿quieres decir? ¿Ese tipo de agradable?”, preguntó
juguetonamente. Le dije que sí y él se detuvo brevemente.” ¿Quieres hacer algo por mí, tesoro?”

“Por supuesto”, le dije inmediatamente. Él gimió ante mis palabras antes de responder, capturándome
con la guardia baja por su petición.

“Tócate a ti misma para mí”

“¿Qué?” Le pregunté, sorprendida por sus palabras y sin entender del todo lo que quería decir con eso.
Él se echó a reír de nuevo.

“Tócate a ti misma, nena. Desliza tu mano por tus bragas y tócate a ti misma” dijo, sonando un poco
divertido.

“¿Hablas en serio?” Le pregunté sorprendida

“Sí. Vamos, echo de menos follar. No hay vergüenza en ello, no puedo estar ahí en este momento para
tocarte, así que quiero que te toques por mí” dijo, su tono me decía que hablaba en serio.
Inmediatamente pensé en las palabras de Jacob en el supermercado, cómo una semana sin ninguna
atención sexual sería una tortura para Edward. Sabía que podía negarme a hacerlo y Edward no
pensaría mal de mí, probablemente hasta se reiría de esto, pero también me di cuenta de que era algo
que realmente quería y no quería negarle algo. Nunca quise negarle nada Edward.

“Eh, está bien” le dije nerviosamente, recostándome en la cama. “Yo... yo no sé lo que voy hacer”

“Sé que no lo sabes, tesoro” dijo en voz baja. “Simplemente recuéstate, relájate y haz lo que yo diga,
¿de acuerdo? Todo lo que tienes que hacer es escuchar y dejarme manejarlo. ¿Crees que podrás hacer
eso?”

“Sí”, le dije

“Bien. En realidad, ¿por qué no te quitas la ropa rápidamente? Será más fácil para ti de esa manera”,
dijo. Yo le dije que esperara mientras dejaba el teléfono, desnudándome nerviosamente. Estaba
ansiosa y completamente fuera de mi elemento, pero no podía negar que una parte de mí estaba
emocionada y excitada por lo que él estaba pidiéndome que hiciera.

“Está bien”, dije mientras cogía nuevamente el teléfono. “Me la he quitado. “Escuché un gemido en
respuesta a lo que había dicho.

“Bien. Ahora échate hacia atrás y pasa tu mano libre sobre el pecho, tocándote los pezones. ¿Están
erizados?”, preguntó. Suspiré y murmuré en confirmación, mientras se endurecían bajo mi tacto. Me
dijo que pellizcara mi pezón con el pulgar y el dedo índice y los rodase entre ellos, el acto me causó
placer por todo mi cuerpo. Lo hice con ambos y se endurecieron aún más, el hormigueo cruzó toda mi
columna vertebral.

“Ahora pasa la mano por tu estómago lentamente y acaricia la piel mientras abres camino hacia tu
coño. Apuesto a que se te ha puesto la piel de gallina, ¿no? Joder, amo la forma en que tu cuerpo
reacciona”, dijo. “Tesoro, abre las piernas un poco, y recorre suavemente tu clítoris con tu dedo
índice.”

Dudé brevemente, procesando lo que me estaba diciendo que hiciera, antes de pasar cuidadosamente
mi dedo a través de mi clítoris. Gemí suavemente ante la sensación y lo oí gemir en respuesta.

“¿Alguna vez te has tocado así estando sola?”, preguntó en voz baja. Le dije que no, murmurando
nerviosamente sobre ese incidente en la bañera que pasó hacía mucho tiempo, y él se rio un poco.
Nunca tuve ningún deseo de tocarme de manera sexual, porque Edward siempre era bueno en ese
aspecto. “Se siente bien, ¿no es así? Usa tu dedo índice y medio para acariciarte ahí abajo, recórrelos
suavemente por esos hermosos labios tuyos y por encima de tu apertura. ¿Estás mojada?”

“Sí”, murmuré, sintiendo que la humedad se filtraba hacia afuera sobre mis dedos.
“Mmmm, mierda, me gustaría estar ahí para sentirlo. Empieza a frotar tu clítoris con tus dedos.
Utiliza un movimiento circular y presiona un poco más fuerte, pero no demasiado. Como te sientas
más cómoda bebé”, dijo, con la voz entrecortada y enviando un escalofrío por mi columna vertebral.
Hice lo que me pidió y gemí ante la sensación.

“Está bien”, dije en voz baja

“¿Se siente bien?”, preguntó. Murmuré 'sí' en confirmación y él suspiró. “Bien. Sigue haciendo eso y
sólo escúchame, ¿de acuerdo? Todo lo que tienes que hacer por ahora es seguir frotando”

“Está bien”, le dije una vez más.

“Ahora cierra tus ojos y finge que soy yo. Olvídate de que estamos en el teléfono, simplemente finge
que estoy ahí contigo, tocándote y susurrándote en el oído”, dijo

Hice lo que me dijo, cerré mis ojos mientras me frotaba. El placer era intenso y mi respiración era
débil desde que sentí el deseo en mí. Definitivamente estaba excitada, lo cual nunca creí posible, ya
que creía que estaría demasiado nerviosa para darme placer, pero no fue así. Incluso me sentí a gusto
con la idea de Edward sabiendo lo que estaba haciendo, ni incómoda o avergonzada en absoluto.

“Tienes un coño hermoso, mi Bella. ¿Lo sabes? Tan jodidamente estrecho, húmedo y cálido. Me
encanta esa mierda, nadie puede compararse con lo que tienes. Me encanta cómo se siente, cómo sabe.
Me encanta empujar dentro de ti, y que tu cuerpo me envuelva con fuerza. Encajamos tan jodidamente
perfecto, tesoro. Nunca podrá haber una unión más perfecta que nosotros”, dijo. Gemí en respuesta a
sus palabras, mi anhelo aumentando. Empecé a mover mis dedos, presionando cada vez más rápido, y
las sensaciones se hacían cada vez más fuertes.

“La forma en que gimes y te retuerces debajo de mí. Tú no sabes lo que es eso, amor. La forma en que
tu cuerpo se somete al placer, la forma en que reaccionas cuando estoy dentro de ti. El sexo es bueno,
y me refiero, joder... es bueno... pero eso no es todo. Me encanta la forma en que me amas, tan
jodidamente genuina y cálida. Tú no solo me das tu cuerpo, me das todo de ti. Yo siempre pienso
primero en ti, te lo prometo“, dijo.

“Te amo”, gemí en respuesta, mi cuerpo se sentía como si estuviera en llamas de dentro a fuera.

“Sé que lo haces y yo también Te amo. Jodidamente demasiado. ¿Aún te tocas, nena? ¿Todavía se
siente bien?”, preguntó. Murmuré en afirmación. ”Bien. Ahora desliza dos de tus dedos dentro de ti,
¿crees que podrás hacerlo? Empuja hacia dentro y hacia fuera y finge que soy yo, tesoro. Imagina que
estoy ahí dándole placer a tu cuerpo, follándome ese hermoso coño. ¿Te gustaría eso, tenerme dentro
de ti ahora mismo? “

“Oh Dios, sí” jadeé, deslizando mis dedos dentro de mí. No lo había hecho antes, pero estaba tan
perdida en mi deseo, que no había espacio para los nervios. Lo deseaba mucho, estaba completamente
desesperada por él.

Él continuó instruyéndome, diciéndome lo que le gustaría poder hacerle a mi cuerpo mientras me


tocaba. Murmuró en italiano para mí, con hermosas palabras, aunque su significado se perdiera para
mí. No me importaba, porque confiaba en Edward y sabía que quien hablaba era su corazón, lo que
implicaba que era tan hermoso como el sonido de las mismas.

Después de un momento, me dijo que empezara a frotarme a mí misma nuevamente y sentí que mi
placer se intensificaba, la presión se acumulaba en mi interior. Mi respiración se volvía difícil
mientras jadeaba en previsión de mi orgasmo. Ese hecho no se le escapó a Edward.

“¿Estas cerca, amor? ¿Lo sientes crecer?” preguntó.

“Sí”, lloriqueé.

“Bien, sigue haciéndolo. Quiero oír cómo te corres. Joder, realmente quiero sentir como te corres
pero, ya que no puedo, al menos necesito oírlo. ¿Puedes hacer eso por mí, puedes correrte para mí?”,
preguntó, su voz era áspera por la lujuria. Gemí en voz alta, el corazón me latía furiosamente en el
pecho. Casi podía sentir la sangre corriendo por mis venas febrilmente, extendiendo la calidez y el
placer a través de cada centímetro de mi cuerpo.

“Sí”, respondí.

Empezó a hablar de nuevo en italiano y sentí el placer rasgar a través de mí, mis músculos se tensaron
y mi cuerpo se paralizó brevemente. Arqueé mi espalda y grité el nombre de Edward, juntando mis
muslos mientras el orgasmo me invadía.

“¡Joder!, eso es” gruñó Edward en voz baja. Le oí gruñir mientras las oleadas de placer me inundaban,
hasta que la euforia y la relajación llegaron a mí. Traté de seguir frotándome pero cada parte de mí se
sentía como si estuviera hecha de gelatina, siendo casi imposible que pudiese moverme. Me tumbé en
la cama y traté de recuperar el aliento, escuchando la respiración dificultosa de Edward a través del
teléfono.

“Gracias” dijo después de un segundo. “Joder, realmente necesitaba esa liberación”.

Sonreí para mí misma, ya que me di cuenta de él se había estado tocando al mismo tiempo. “Ha sido
un placer”, le dije, cerrando los ojos. Me sentía liberada, la tensión y la ansiedad que había ido
acumulando dentro de mí durante la semana, habían disminuido.

Se rio entre dientes. “Sí que lo ha sido”, dijo con regocijo. Me preguntó si estaba cansada y de mala
gana admití que sí, sabiendo que él querría colgar si le mentía, pero el quid de la cuestión era que
estaba cansada. Me dijo que me vería al día siguiente y me deseó buenas noches antes de colgar el
teléfono.

Me quedé dormida rápidamente. Emmett me despertó poco después de las siete de la mañana como si
fuera un reloj, y le dije que por mucho que disfrutase de su compañía, no era necesario que estuviera
en mi puerta tan temprano. Él se rio y estuvo de acuerdo, admitiendo que se había divertido conmigo,
pero que realmente le hacía falta dormir hasta el mediodía.

Pasamos nuestro día frente a la televisión mientras yo miraba los segundos avanzar en el reloj.
Llegaron las cuatro de la tarde y di un suspiro de alivio, sabiendo que el campamento de fútbol había
terminado oficialmente y que él volvía a casa. Las próximas horas fueron los más difíciles porque la
anticipación me estaba volviendo loca. Me inquieté y miré el reloj, retorciendo mis dedos y
mordiendo mi labio a causa de mi ansiedad.

A las ocho de la noche la preocupación comenzó a mezclarse con la ansiedad. Estaba muy segura de
que él estaría de vuelta en estos momentos, pero mantuve la boca cerrada, porque no quería molestar a
nadie con mi impaciencia. Fuera estaba todo oscuro y la casa estaba bastante tenue, la única luz en la
habitación provenía de la televisión y de una pequeña lámpara que había al lado.

Eran casi las ocho y media cuando vi un destello brillante, mi corazón latió con furia cuando me di
cuenta de que eran los faros... los faros del coche de Edward. Traté de mantener la calma, pero en el
momento en que las luces se apagaron, oí el golpe de la puerta del coche, perdí mi cordura sobre mí
misma, mi corazón eclipsó todo mi razonamiento y sentido común. Tenía que verlo... ahora.

Me levanté de un salto del sofá y corrí a través de la casa en poco tiempo, oyendo la risa de Emmett
procedente de la sala mientras yo salía. Fui directamente a la puerta principal y la abrí, miré en la
oscuridad y lo visualicé inmediatamente. Le sonreí mientras me miraba y salté hacia fuera. Sus pasos
vacilaron y una mirada de sorpresa apareció en su rostro mientras volaba fuera del porche
directamente hacia él. Dejó caer sus maletas y abrió los brazos rápidamente, tropezando unos pasos
hacia atrás mientras me lanzaba hacia él.

Envolví mis brazos alrededor de su torso con fuerza y hundí mi rostro en su pecho, sintiendo su calor e
inhalando su aroma. Él se rio y me abrazó de nuevo, besando la parte superior de mi cabeza. Me aparté
rápidamente y lo miré a la cara, viendo su caótico cabello color bronce y sus impresionantes ojos
verdes. Se veía exhausto y tenía una contusión leve debajo del ojo izquierdo y una herida cerca de la
nariz, lo que confirmaba que él había tenido un entrenamiento difícil en Seattle. Empezó a decir algo,
pero lo interrumpí rápidamente, pegando mis labios a los suyos con furia. Parecía brevemente
aturdido, pero empezó a besarme de nuevo, con la pasión y la necesidad evidente en la forma frenética
en que sus labios y su lengua se movían contra la mía.

Finalmente me retiré quedándome sin aliento, necesitando desesperadamente aire. Él se rio entre
dientes, mirándome con su encantadora sonrisa torcida y derritiéndome, habiéndolo extrañado más de
lo que me había dado cuenta hasta ese mismo momento.

“Bueno, joder. Si me vas a recibir así, tal vez tenga que irme lejos más a menudo.”

Capítulo 59 Ausencia

“La ausencia es para el amor lo que el viento es para el fuego, apaga el más pequeño, aviva el más
grande.” – Comte DeBussy-Rabutin

Edward cullen
“¡Mierda!”
El dolor atravesó mi muñeca y subió por mi antebrazo a medida que mis dedos se entumecían al
instante. Empecé a sacudirla, tratando de deshacerme de la sensación cuando las puntas de mis dedos
comenzaron a hormiguear.

“¡Muévela, Cullen!” El Entrenador Clapp gritó. Gruñí molesto, flexionando mis dedos y frotando mi
muñeca mientras maldecía en voz baja. ¿Qué mierdas pensaba que estaba haciendo?

Decir que estaba teniendo una mala semana ni siquiera empezaba a describir lo jodidos que habían
sido los últimos días. Joder, no había querido dejar a Isabella pero sabía malditamente bien que tenía
que hacerlo si quería mantener mi posición en el equipo, así que me armé de valor después de
quejarme la mitad del puto día y salí por la puerta de casa. Me mentalicé durante todo el viaje a
Seattle, diciéndome a mí mismo que esta mierda iba a salir bien. El campamento sería pan comido y
mis hermanos mantendrían a Isabella ocupada y entretenida, y todo terminaría rápidamente. Para
cuando me detuve en el estacionamiento de la Universidad de Washington casi me había convencido,
pero cada onza de seguridad que había ganado durante el viaje se fue por la puñetera ventana en el
momento en que me dijeron que esperaban que compartiera habitación con Michael Newton. Newton.
Esos hijos de puta esperaban que me quedara en una habitación de tres por cinco metros con ese
pendejo durante una semana completa. Si no supiera que no era así, pensaría que alguien hizo eso a
propósito solo para joderme, porque tenían que saber que ninguna mierda buena podía salir de
ponernos a los dos juntos.

Y ese fue solo el jodido comienzo de la aún más jodida semana. El primer día en el campo, Tyler tuvo
la brillante idea de empezar sin mí. Evidentemente estaba encabronado por la broma pesada que le
hice a Lauren con las fotos, porque en algún momento había decidido que en realidad estaba
enamorado de esa perra. No le importaba que yo le hubiera dado a ella una advertencia con suficiente
antelación para que desistiera de una puta vez, e incluso le hubiera dicho que pondría al descubierto
sus actividades extracurriculares si no lo hacía, sin mencionar que Lauren se había hecho esas fotos
voluntariamente. Había sido su maldita idea ¡por amor de Dios!, me habían dado una sorpresa con
ellas. No, a Tyler no le importaba una mierda que su novia fuera una putanna que felizmente se había
quitado las bragas para complacerme y todavía haría esa mierda si yo quisiera que lo hiciera. Nada de
eso importaba para él, todo lo que le importaba era que yo la había “avergonzado”.

No parecía avergonzada cuando estaba frotando todo sobre Tanya, eso era malditamente seguro. Ni
siquiera estaba seguro de que fuera posible avergonzar a alguien como Lauren, quien no tenía dignidad
ni respeto de sí misma. Esa perra no tenía vergüenza. Ella solo estaba molesta por haberse metido en
problemas en la escuela por ello, y que sus padres la hubieran castigado para todo el verano y la
estuvieran enviando a la consejería de su iglesia. Demonios, creía que era una buena idea. No era
religioso pero incluso yo podía reconocer que Lauren necesitaba alguna maldita intervención divina.
Esa perra seguro que tenía el demonio dentro, puta confabuladora.

Sin embargo Tyler era demasiado estúpido para ver mi lógica y optó por arremeter contra mí en lugar
mirar de cerca a la chica que supuestamente amaba. Él me provocó y mantuve la boca cerrada todo lo
que pude, pero después de horas oyendo su mierda perdí el control. Arremetí contra él, diciéndole que
solo estaba jodidamente celoso de que ella no le comiera el coño a una chica por él y se lanzó contra
mí. Recibí un codazo en la cara durante la pelea que dejó un moretón después, pero no fue nada
comparado con los dos ojos morados y la nariz rota con los que Tyler terminó. Desafortunadamente,
en el proceso de romperle el culo terminé con una muñeca dolorida. No me la lastimé, pero todavía
estaba muy débil desde que me la rompí hace meses, haciendo mi semana infinitamente más difícil.
Estaba fuera de forma, mi muñeca estaba jodida, y la mitad del equipo estaba encabronada conmigo
por una razón o por otra. Joder, todo lo que quería hacer era jugar algo de maldito fútbol e irme a casa
con mi chica, pero esos hijos de puta decidieron que sería demasiado fácil. Al parecer el karma
finalmente me había alcanzado.

Traté de mantener la compostura y hacer solo aquello por lo que estaba allí, pero cada golpe bajo y
comentario sarcástico solo alimentaba mi ira y me hacía perder el control. Había estado explotando
con la gente toda la semana y los entrenadores estaban hartos de ello, amenazando con quitarme de mi
posición inicial si no me calmaba. No parecían entender el puto hecho de que estaba tratando de estar
calmado… simplemente esos cabrones no me dejaban en paz.

Estaba frustrado y tenso, y no ayudaba el que Isabella no hubiera contestado el teléfono las dos
primeras veces que la llamé. Traté de impedir que eso me molestara, porque habían pasado solo
veinticuatro malditas horas, pero me hacía sentir ansioso. No me gustaba no ser capaz de contactar
con ella cuando quería y tomó todo lo que tenía en mí el no ponerme como loco. Más de una vez
agarré el teléfono para llamar a Emmett o a Jasper para saber de ella y averiguar por qué demonios no
estaba contestando mi llamada, pero me contuve porque no quería verme como si fuera un idiota
celoso y posesivo. Quería que ella fuera independiente, así que no podía estar cuidándola todo el
tiempo como si fuera una maldita niña o algo así. Ella era fuerte y podía cuidar de sí misma, y
confiaba que mis hermanos fueran lo suficientemente inteligentes como para no ponerla en riesgo.

Sin embargo, ninguna cantidad de racionalización alivió mi ansiedad al respecto, y ese primer día era
una bomba de tiempo. Newton fue lo suficientemente inteligente para no cruzarse en mi camino,
obviamente se daba cuenta que estaba en el borde, y no estaba en contra de joderlo. Aunque otras
personas no parecían entender eso. Traté de controlar mi temperamento, pero terminé golpeando el
hocico a unos cuantos de esos hijos de puta por la ira durante los juegos. Me salí con la mía la mayor
parte del tiempo, pero más de una vez el Entrenador Clapp me atrapó y mi culo terminó hecho polvo
por ello.

Definitivamente no estaba tan en forma como antes por lo que los ejercicios que solía hacer sin ningún
problema me estaban pateando el culo. Estaba extenuado, y solo empeoró conforme pasaba la semana.
Todo mi cuerpo estaba dolorido, cada músculo me ardía y dolía. Joder, me dolía respirar la mitad del
tiempo, mucho más moverme, y estaba contando los malditos segundos hasta que pudiera ir a casa con
mi chica.

Isabella y yo finalmente habíamos terminado hablando y coordinamos lo suficiente nuestros horarios


para poder hacer al menos una llamada al día. No quería desperdiciar el poco tiempo que tenía para
hablar con ella quejándome, así que cuando me preguntaba cómo estaba y si me estaba divirtiendo,
solo me echaba a reír y hacía como si no pasara nada, como si todo estuviera bien. No quería estropear
su diversión quejándome de lo jodida que estaba siendo mi semana, y en realidad esa mierda no
importaba porque terminaría pronto de todas formas.

Al momento en que la semana se acercaba a terminar estaba harto. Hoy era mi sexto día en el
campamento y estaba demasiado cerca de simplemente enseñar el dedo medio a todos e irme de una
puta vez. El entrenador Clapp me había estado gritando desde el momento que puse un pie en el
campo a las nueve de la mañana, y mi molestia estaba en el punto de no retorno. Si se acercaba era
probable que lo golpeara en el puñetero hocico como a todos los demás.
“¡Háganlo de nuevo!” El entrenador gritó, sonando el silbato. Sacudí mi mano tratando de deshacerme
del entumecimiento y me alineé, agarrando la pelota. Di unos pasos hacia atrás y miré el campo en
busca de Félix, lanzando la pelota en espiral cuando él se giró para mirarme. Al momento que la
pelota dejó mi mano, el dolor atravesó mi muñeca de nuevo e hice una mueca.

“¡Mierda!” Maldije, agarrándola una vez más. Eché un vistazo al otro lado del campo mientras frotaba
mi muñeca, viendo la perfecta espiral de la pelota a medida que volaba por el aire. Sonreí
abiertamente cuando Félix la atrapó y corrió unos cuantos metros más allá de la línea, completando el
juego, incluso con dolor era jodidamente bueno en lo que hacía.

“Borra esa sonrisa de satisfacción de tu cara, Cullen,” dijo el entrenador Clapp con impaciencia. “No
hay lugar para tu ego en este campo.”

Puse los ojos en blanco, molesto, y Tyler se echó a reír. “Cullen Arrogante,” dijo divertido. Lo
fulminé con la mirada cuando pasó junto a mí, sacando mi hombro para golpearlo. (N.T. Aquí la frase
en inglés es “Cocky Cullen” cocky es arrogante, altanero, pero obviamente cock también se usa para
referirse a la polla, así que es a eso a lo que se refiere Edward con lo siguiente)

“Así es como me llama también tu novia, ¿sabes?” Le dije en tono burlón. “Solo que por otras
razones.” Sus ojos se estrecharon y la ira destelló en su rostro cuando se lanzó hacia mí, empujándome
hacia atrás. Eché mi puño hacia atrás inmediatamente y lo golpeé directamente en la mandíbula,
haciendo que su cabeza volara hacia un lado mientras se tambaleaba dando unos pasos hacia atrás. El
dolor subió por mi brazo de nuevo y maldije, sacudiendo otra vez mi mano. Él recuperó el equilibrio y
venía de vuelta hacia mí pero algunos de nuestros compañeros de equipo saltaron entre nosotros,
separándonos cuando el entrenador Clapp empezó a sonar su silbato con todas sus fuerzas.

“¡Ustedes dos, basta ya de una puta vez!” Gritó. “No me importa cual sea el problema del uno con el
otro, pero lo van a dejar fuera de mi campo. ¿Entendido?”

Los dos concordamos en un murmullo y el entrenador Clapp se volvió para fulminarme con la mirada.
“Ve y pon hielo en tu muñeca, Cullen. Si te lastimas ese brazo lanzador con todas esas peleas, te dejo
en el banquillo esta temporada. No me importa lo bueno que pienses que eres, eres reemplazable,”
dijo. “Pueden retirarse. Duerman bien, muchachos, porque espero que estén de nuevo aquí mañana a
las nueve en punto.”

Dejamos el campo y volvimos a los dormitorios donde nos quedábamos para cambiarnos la ropa de
ejercicio y ducharnos antes de la cena. Todos los días comíamos en la cafetería del campus y la
comida era lo suficientemente decente para tragarla, pero me hacía desear estar de vuelta en casa
comiendo lo que Isabella cocinaba. Nada se comparaba con esa mierda.

Pasé el rato con unos de los chicos en la sala comunitaria de los dormitorios, poniendo hielo en mi
muñeca y viendo una película. No podía concentrarme porque mi mente estaba estancada en Isabella,
mis pensamientos se dirigían constantemente hacia ella en cada momento libre que tenía. Joder, la
extrañaba, más de lo que alguna vez esperé extrañarla. Era como si se hubiera adueñado de cada
aspecto de mi mundo, y de pronto la mierda que solía disfrutar simplemente parecía casi insoportable
sin ella allí. Ni siquiera podía terminar de ver una maldita película sin ponerme ansioso e inquieto por
extrañarla. Solo veinticuatro horas más hasta que pudiera salir de este agujero del infierno y volver a
casa con ella, y yo andaba jodidamente alicaído.
Finalmente me di por vencido y subí a mi habitación en el tercer piso, abriendo la puerta con un fuerte
empujón y deteniéndome cuando mis ojos se encontraron con Michael Newton. “Sal,” ladré, sin querer
lidiar con él. Sus ojos se abrieron y rápidamente se levantó de un salto, pasando junto a mí cuando
salió corriendo de la habitación. Cerré la puerta con fuerza detrás de él y puse el seguro, sacudiendo la
cabeza en frustración. Estaba dolorido y muy estresado, necesitando algo para liberar mi tensión. Ya
pasaban de las ocho así que cogí mi teléfono del escritorio y me dejé caer sobre la cama, marcando su
número. Comenzó a sonar así que me acosté sobre el nada confortable colchón lleno de hoyos y cerré
mis ojos, tratando de relajarme.

Ella sonaba feliz cuando contestó y sonreí al instante, contento de que, al parecer, estuviera teniendo
una buena semana. Joder, al menos uno de nosotros la estaba teniendo. Le pregunté qué estaba
haciendo y dijo que estaba recostada en la cama, sus palabras hicieron que apareciera su imagen en mi
mente inmediatamente. Le pregunté qué llevaba puesto por curiosidad, queriendo conseguir una buena
imagen mental porque no la había visto en muchos días, y en el momento en que confesó que llevaba
puesto su sujetador y bragas transparentes mi polla comenzó a endurecerse.

Podía imaginarla, la forma en que lucía su cuerpo y cómo se movía, y el más intenso anhelo me
golpeó. Cristo, la necesitaba. Necesitaba su maldito toque, su amor… necesitaba que me calmara
como solo ella podía. Era jodidamente extraño lo desesperado que estaba por ella, lo que había llegado
a depender de ella para mi propia felicidad. Siempre había sido de los que se valían por sí mismos. No
me había permitido depender emocionalmente de alguien más desde que fui ese destrozado niño de
ocho años, sin madre y marcado con un padre que no podía soportar volver a casa con él. Encariñarse
de alguien era arriesgarse a salir lastimado, era simplemente pedir ser abierto de un tajo y destrozado,
y eso era algo que juré que nunca haría… pero lo había hecho. Me había apegado a ella, más aún de lo
que había sido consciente hasta que me fui lejos. Mi vida entera estaba envuelta en ella y si bien podía
ser poco saludable, ahora no deseaba que fuera de otra forma. Aunque terminase destruido y
destrozado por ello, ella valía esa mierda.

Era sorprendente cuánto me afectaba. No había sido capaz de que se me parara durante toda la semana
para hacerme una paja, aún cuando sabía que una maldita corrida al menos calmaría mis nervios
temporalmente y aliviaría algo de la tensión. Pero la solo mención de ella usando ese maldito conjunto
sujetador y braga transparente tenía a mi polla palpitando con anticipación.

Así que le pedí que se tocara. Tal vez estaba mal que le pidiera que hiciera esa mierda para mí, pero lo
necesitaba. Y ya que no podía estar con ella de la forma en que quería, esto era lo más cerca que podía
llegar. Esperaba que dijera que no, porque Isabella podía negarse, pero no lo hizo. Me siguió la
corriente e hizo lo que le indiqué que hiciera, probándome una vez más precisamente cuanto confiaba
en mí.

Los sonidos saliendo de su garganta y viajando a través del teléfono me estaban volviendo loco,
enviando escalofríos a través de mi cuerpo, directamente hacia mi polla. La saqué de mis pantalones,
envolviéndola con mi mano y comencé a acariciarla. Me recosté con los ojos cerrados, indicándole a
ella qué hacer para sentirse bien y diciéndole lo jodidamente genial que me hacía sentir siempre.
Escuché sus gemidos y la imaginé tumbada en la cama con las piernas abiertas y metiendo los dedos
en su coño, retorciéndose y jadeando de deseo, su cuerpo desesperado por mi toque. El imaginármela
tocándose a sí misma hacía que la presión aumentara dentro de mí rápidamente y traté de contenerla,
queriendo que ella terminara primero. Podría haber sido un hormonal hijo de puta, pero siempre he
tratado de ser considerado en lo relacionado con mi chica y pensar en ella primero.
Ella empezó a jadear con fuerza y podía escucharla estremecerse con cada exhalación, indicándome
que estaba cerca. Empecé a recitar mierda en italiano al azar porque sabía que le gustaba, quería
llevarla a la cima. Mi nombre escapó de su garganta en un alarido cuando su orgasmo la golpeó y yo
cerré los ojos apretándolos con fuerza, apretando mi polla y bombeando con más rapidez mientras la
imaginaba. La forma en que su espalda se arqueaba y su cuerpo se tensaba antes de temblar, la forma
en que su rostro se contorsionaba por el placer agonizante y los sonidos de éxtasis retumbando en su
pecho. “Demonios, sí, así,” gruñí cuando mi propio orgasmo me golpeó, el placer rasgando a través de
mí. Gruñí y continué bombeándome mientras me corría, deteniendo mi mano cuando había terminado.
Me quedé allí acostado, con los ojos cerrados y tratando de recuperar el aliento, escuchando sus jadeos
por la línea pero además de eso, silencio.

“Gracias,” dije después de un momento, agradeciendo lo que había hecho por mí. Me sentía relajado,
mi cuerpo había perdido considerablemente la tensión que albergaba. “Realmente necesitaba esa
jodida liberación.”

Hablamos un momento más antes de colgar para dormir algo. Arrojé mi teléfono sobre la mesita
lateral y me levanté, aseándome y cambiándome a ropa más confortable. Me subí a la cama y cerré los
ojos, dando vueltas mientras trataba de ponerme cómodo sobre el pequeño y duro colchón. Finalmente
me quedé dormido pero desperté poco después por el ruido de un golpeteo constante. Maldije en voz
baja y apenas salí de la cama, dando trompicones hasta la puerta y quitando el seguro. Abrí la puerta e
hice una mueca por la luz brillante del pasillo, fulminando con la mirada a Newton.

“Me has despertado,” le dije con molestia, encabronado porque no había podido dormir toda la
maldita semana y finalmente tenía la oportunidad de conseguir un poco de descanso decente solo para
que él lo interrumpiera. Él se quedó mirándome y se encogió de hombros.

“Me has dejado fuera,” murmuró.

“Sí, bueno, jódete,” le dije, caminando hacia la cama y tirándome de nuevo en ella. Sabía que estaba
siendo un capullo y entendía que había sido mi puta culpa, pero estaba exhausto y no tenía paciencia
para tratar con él. No respondió, solo cerró la puerta y se fue a la cama.

De nuevo me quedé dormido rápidamente y, muy a mi pesar, terminé dando vueltas toda la noche. La
alarma empezó a sonar a todo volumen a las ocho de la mañana y la golpeé hasta que dejó de hacer
ruido, mis ojos ardían por la fatiga. Mi cuerpo estaba aún más dolorido de lo que lo había estado el día
anterior y dolía incluso el moverme, pero sabía que no tenía una maldita opción. Había llegado al
último día y esta noche estaría yendo a casa con mi Bella, dejando toda esta mierda detrás de mí. Eso
fue incentivo suficiente para conseguir que sacara el culo de la cama.

Me vestí rápidamente y me dirigí a la puerta, abriéndola. Estaba a punto de salir al pasillo pero me
detuve en seco sin pensarlo, dándome la vuelta y mirando de nuevo dentro de la habitación. Suspiré y
me acerqué a la cama de Newton, agarrando su almohada y tirando con fuerza, quitándola de debajo de
su cabeza. El movimiento lo sacudió, despertándolo de un susto y haciendo que casi se cayera de la
cama. Se sentó y parpadeó rápidamente, mirando alrededor con una expresión de confusión en su
rostro.

“Te has quedado dormido a pesar de la alarma,” le dije simplemente, lanzándole la almohada. Él la
atrapó y se me quedó mirando sorprendido.

“Eh, gracias,” me dijo.

“No importa,” murmuré, dándome la vuelta y dejando la habitación. Joder, podría haberlo dejado que
se quedara dormido de manera que llegara tarde a la práctica y probablemente quitarme de encima un
poco de la furia de los demás, pero no lo hice. El antiguo yo probablemente lo habría hecho
intencionalmente para reírse un rato, solo para joder a Newton, y parte de mí todavía estaba
considerando la idea, pero hacerlo sería ser sucio. Seguía sin gustarme el cabrón pero no olvidaba el
hecho de que había ayudado a Isabella en algún momento y todavía se lo debía.

Tomé un desayuno ligero en el comedor y me dirigí a los vestuarios, tomando algo de ibuprofeno que
me ayudara a disminuir el dolor. El entrenador puso cinta en mi muñeca para ayudar a mantenerla
estabilizada y salimos al campo exactamente a las nueve de la mañana.

Siendo el último día, pensarían que sería pan comido, pero estaba muy lejos de ello. Tuvimos un
partido de práctica en la mañana y todos seguían cometiendo errores, distraídos y fuera del juego por
la anticipación de finalmente volver a casa. Soltaron el balón y perdieron mis puñeteros pases más
veces de las que incluso pude contar y la línea ofensiva estaba tan floja que terminé sacked dos veces.
(N.T. Sack es el terminó que se usa cuando se derriba al quarterback, la posición que tiene Edward, y
cuando se derriba a cualquier otro es tackle o españolizado tackleo. Lo dejé en inglés porque más
adelante se usan los dos términos y en español no es diferente en el caso de los quarterback, se usa el
mismo término o al menos no encontré ninguno :P). Mi espalda estaba dolorida y mi muñeca
empezaba a doler de nuevo, pero traté de ignorarla y seguir adelante. Hicimos un receso para almorzar
y volvimos de nuevo al campo para practicar. El entrenador Clapp estaba enojado por cómo habíamos
jugado, reprendiéndonos por nuestra incompetencia y declarando que habíamos desperdiciado toda su
maldita semana porque estábamos peor ahora de lo que lo habíamos estado el primer día. Me
encabronó, porque yo personalmente no había cometido ningún maldito error y estaba pagando por
todos los de ellos, pero mantuve la boca cerrada y lo acepté.

Nos hizo trabajar duro, poniéndonos una rutina tras otra hasta que la mayoría de nosotros estuvimos al
borde del desmayo. Yo mismo estaba a punto de colapsar, sin poder correr otro maldito centímetro,
cuando finalmente sopló su silbato y nos dijo que nos detuviéramos. Al momento que las palabras
salieron de su boca, la mitad del equipo se dejó caer al suelo mientras me encorvaba, tratando de
respirar profundamente pero batallando porque dolía mucho hacerlo. Hasta mi maldita polla lo estaba
sintiendo, tratando de engullirse a sí misma y esconderse de la brutalidad.

Estaba a punto de salir del campo cuando el entrenador me llamó por mi nombre y me dijo que
esperara un minuto para poder hablar conmigo. Gemí mientras todos los demás salían lentamente del
campo, la ira se disparó a través de mí cuando Tyler se volvió con una sonrisa, divertido. Solo quería
llegar a casa y no había hecho nada malo en todo el puto día así que no había razón para que me
hiciera quedarme hasta tarde.

“Has jugado bien hoy, hijo,” el entrenador Clapp dijo finalmente. Lo miré jodidamente sorprendido,
sin esperar escuchar eso de él porque siempre parecía odiarme.

“Gracias,” le dije, pasando la mano por mi pelo, sin saber cómo responder a su cumplido.
“De nada. Sé que soy duro contigo, pero es porque tienes verdadero potencial. Si puedes mantener tu
temperamento a raya y concentrarte, realmente podrías llegar lejos. Sabes que los entrenadores de UW
han estado aquí toda la semana, observando y puede que no sea muy apropiado de mi parte decirte
esto, pero han expresado algo de interés por ti,” me dijo.

Mis ojos se abrieron por la impresión. “¿En serio?” Pregunté. Él asintió.

“Sí, en serio. Pero a ellos no le gustan los violentos, Cullen. A nadie le gustan,” dijo con severidad.
“Sigue haciéndolo bien.” Extendió su mano y palmeó mi espalda con firmeza antes de alejarse. Me
quedé inmóvil, mirando cómo salía del campo, atónito. La gente no me decía a menudo que tenía
potencial a menos que se refirieran a la vida criminal y tenía que admitir que sentaba bien escuchar
esa mierda. Me di una ducha rápida en el vestuario y me dirigí de vuelta a los dormitorios para
guardar mis cosas, solo arrojando mi ropa sucia en la bolsa. Sabía que probablemente debería haberla
lavado, pero seguía sin saber ni una mierda sobre el funcionamiento de una lavadora así que ni
siquiera había hecho el intento, sabiendo que era propenso a joder algo. Me fui rápidamente, subiendo
al Volvo y conduciendo a través de Seattle rumbo al ferry. Mi ansiedad disminuía con cada kilómetro,
a medida que la anticipación y el anhelo aumentaban.

No me gustaba estar lejos de ella… en absoluto.

Tuve que esperar al ferry un rato, cada segundo que pasé detenido alteraba mis nervios. Finalmente
llegó y volví a seguir mi camino, acelerando a fondo y recorriendo a toda velocidad la carretera a
Forks. Siempre me quejaba del puto pueblo, porque era demasiado pequeño y completamente aburrido
y monótono, pero en ese momento estaba desesperado por ver ese letrero de “Bienvenido a Forks” de
nuevo.

Eran pasadas de las ocho de la noche cuando finalmente llegué a los límites del pueblo. Corrí a toda
velocidad por las calles, esperando que ninguno de los policías estuviera fuera porque estaba corriendo
al menos al doble del límite de velocidad. Finalmente, unos cuantos minutos más tarde, llegué al
camino de entrada de la propiedad y giré el coche. Me detuve frente a la casa y apagué el motor del
coche, tomando algunas respiraciones profundas para calmarme. Estaba desesperado por verla pero no
quería entrar corriendo como un jodido idiota y abrumarla. Los dos habíamos sobrevivido a la semana
así que no había razón para dejar que mi fuerza flaqueara ahora que finalmente había terminado. No
quería parecer débil cuando obviamente ella había sido jodidamente fuerte.

Salí del coche y estiré un poco mi espalda, agarrando mis bolsas y dirigiéndome hacia la casa. Iba a
mitad de camino, cuando la puerta principal se abrió de par en par y levanté la vista, viendo a Isabella.
Ella se dirigió directamente hacia mí con una expresión de alegría en su rostro, dejándome atónito y
haciendo que me detuviera. Saltó del porche y yo dejé caer mis bolsas cuando corrió hacia mí,
nuestros cuerpos chocaron con fuerza y me hizo tropezar un poco. Me abrazó con fuerza y enterró su
rostro en mi pecho, su reacción me hizo reír. No estaba seguro de, exactamente, cómo actuaría ella
después de una semana separados y me sorprendió gratamente su emoción. Actuó exactamente como
yo me sentía, extasiado.

La envolví con mis brazos y besé el tope de su cabeza, inhalando el suculento aroma que había
extrañado tanto. Me miró después de un momento, con adoración y una pizca de preocupación en su
expresión. Sabía que todavía tenía algunas marcas en mi cara por la pelea con Tyler y estaba punto de
explicarle que lucían peor de lo que en realidad eran, pero ella me interrumpió con un beso.
Al principio me sorprendió, pero le devolví el beso apasionadamente, incapaz de recordar que alguna
vez anterior me hubiera besado con tanta desesperación. Finalmente se apartó, jadeando sin aliento
mientras yo reía entre dientes. Nos quedamos mirándonos el uno al otro por un momento, ambos
sonriendo mientras mis ojos notaban su resplandor.

“Bueno, joder. Si me vas a recibir así, tal vez tenga que irme lejos más a menudo,” dije en broma. Ella
sonrió con timidez pero negó con la cabeza sin vacilación.

“¡De ninguna manera!” Dijo. “¡No puedes hacer eso!”

Me eché a reír y asentí. “Está bien. Eso está bien para mí,” le dije, atrayéndola de nuevo hacia mí y
abrazándola con fuerza. “Joder, te he extrañado, tesoro.”

“Yo también te he extrañado,” murmuró. “No podía dormir.”

“Sí, yo tampoco. Estoy exhausto. En realidad solo quiero comer algo muy rápido y llegar a la cama,”
le dije, bostezando mientras las palabras salían de mi boca. Isabella se echó a reír y se zafó de mi
abrazo, agarrando mi brazo y tirando de él.

“Te voy a hacer un sándwich,” me dijo, sonriendo felizmente. Me reí entre dientes por su entusiasmo
y agarré mis bolsas, siguiéndola dentro de casa. Dejé caer mis cosas justo al otro lado de la puerta
principal y ella entró a toda prisa a la cocina mientras yo iba hacia la sala de estar. Vi a mis hermanos
cuando entré y Emmett sonrió ampliamente.

“Te ves como si te hubieran pateado el culo,” dijo divertido. Rodé mis ojos y me dejé caer en el sofá
cerca de Jasper.

“Deberías haber visto al otro tipo,” murmuré, haciendo que los dos se echaran a reír. Isabella entró
después de un momento con un sándwich de pavo hecho exactamente como sabía que me gustaba y
una Coca-Cola de cereza hecha en casa. “Joder, eres demasiado buena para mí.”

Ella sonrió y se sonrojó pero no dijo nada mientras se sentaba junto a mí. Devoré mi sándwich y bebí
mi refresco, y nos dirigimos al piso de arriba para dormir tan pronto como hube terminado. Arrojé mis
bolsas a la esquina de la habitación, sin tener energías para vaciarlas, y empecé a desvestirme hasta
quedar en boxers. Isabella se quitó la camiseta para ponerse su pijama y se detuvo, mirándome. Dio
unos pasos hacia mí y colocó su mano en mi pecho desnudo, recorriendo hacia abajo con la punta de
sus dedos el camino de vello que desaparecía dentro de mis boxers.

“Tu pecho está más duro,” dijo en voz baja, pasando su mano por mi estómago. Asentí, sabiendo que
el brutal entrenamiento por el que había pasado la semana pasada había comenzado a tonificar de
nuevo mis abdominales.

“He hecho un poco de ejercicio,” le dije, extendiendo mi mano y rozando con mis dedos el tirante de
su sujetador. “Tienes marcas de bronceado, tesoro.”

Una expresión de sorpresa vino a su rostro y bajó la vista hacia su pecho. Eran sutiles pero yo podía
verlas claras como el día porque conocía muy bien su cuerpo. “Oh. Supongo que tomé un poco el sol,”
dijo simplemente.
Quitó su mano de mi pecho y se quitó sus pantalones, sin molestarse en ponerse nada más. Subió a la
cama en su sujetador y bragas y me deslicé a su lado, abrazándola. “Entonces, ¿qué has hecho
mientras no estaba, amor? ¿Algo excitante?”

Ella musitó, encogiendo ligeramente sus hombros mientras enterraba su rostro en mi pecho. “Hemos
hecho un poco de todo. Emmett me ha llevado a desayunar a la cafetería todas las mañanas. Hemos
jugado juegos y hemos visto televisión. ¡Oh! Y fui a comprar comestibles,” me dijo.

“¿Y dónde has conseguido el bronceado?” Pregunté con curiosidad. Ella no respondió por un momento
y bajé la vista para mirarla, preguntándome si se había quedado dormida tan rápido, pero vi que sus
ojos seguían abiertos. “¿Bella?”

“De la, eh… Emmett me llevó a la playa,” murmuró. Me tensé al momento que dijo las palabras.

“¿A First Beach?” Le pregunté, sabiendo la puta respuesta a eso pero deseando la confirmación.
Asintió y suspiré, tratando de contener mi temperamento que estaba amenazando con enardecerse.
“¿Estaba él allí, Bella?”

“¿Quién?” Preguntó rápidamente, fingiendo ignorancia pero sabía exactamente a quién demonios me
estaba refiriendo. Podía escucharlo en su voz, la forma en que se tensó ligeramente junto con el
indicio de pánico en su expresión.

“Ya sabes quién. Jacob Black. ¿Estaba en la playa cuando fuiste?” Pregunté, sabiendo la puta
respuesta, también. Había averiguado durante el campamento de fútbol que él ya no jugaba, después
de haber sido expulsado del equipo, así que había estado toda la semana en su casa. Y basándome en
su vacilación en responder la pregunta, estaba jodidamente claro que ella lo había visto. Me quedé
quieto, esperando a que respondiera. Incluso cuando la confirmación era innecesaria. Quería que ella
me dijera la jodida verdad, porque si ella no podía decirme esa mierda entonces estaba claro que no
éramos tan cercanos y seguros en nuestra relación como pensaba que éramos.

“Eh… me refiero a que, él se presentó la primera vez,” soltó finalmente. Mi mano se cerró en un puño
ante la confirmación verbal, agradecido de que fuera honesta conmigo pero encabronado de que ella
hubiera sido puesta en esa posición.

“¿Te dijo algo? Porque si se portó jodidamente mal contigo, te juro que se lo haré pagar,” dije con
firmeza, la idea de ese hijo de puta acosando a mi Bella, me ponía furioso. Sabía lo que ella era y si
trataba de usar eso para lastimarla de alguna forma, lo haría arrepentirse de siquiera haber nacido.

“No se portó mal conmigo,” dijo rápidamente, levantando su cabeza para mirarme a los ojos. Su
expresión era seria y su voz sonaba auténtica. “Me refiero a que, él habló conmigo, pero estuvo bien.”

Me quedé mirándola por un momento, resistiendo el impulso de gritarle y decirle que esa mierda no
estaba bien. No lo quería cerca de ella pero no quería verme como un imbécil posesivo y parecer
controlador. Lo último que quería hacer, era que ella pensara que estaba tratando de darle órdenes,
incluso aunque pensaba que era por su bien que se mantuviera alejada de él. Solo había ido a la puta
playa con mis hermanos, no había hecho nada malo y yo no tenía derecho a desquitarme con ella por
eso. Como fuera, estaba encabronado… jodidamente encabronado.
“Lo que digas,” dije finalmente, todavía luchando por controlar mi temperamento. “¿Hiciste algo
más?” Ella se encogió de hombros.

“O sea, dibujé y otras cosas. En realidad, te he hecho un dibujo, está en tu escritorio,” me dijo,
empezando a levantarse cuando la sujeté, diciéndole que podía enseñármelo por la mañana. Se
acomodó de nuevo en mi pecho y suspiró. “También he estudiado. Mucho.”

“Bien,” le dije, contento de que hubiera tenido la oportunidad de hacer eso. Parecía jodidamente
encantada de aprender todo el material del examen GED, absorbiendo feliz cada pieza de información.
Estaba aprendiendo las cosas rápidamente y sabía que no pasaría mucho tiempo hasta que estuviera
lista para el examen.

“Me alegra que te lo hayas pasado bien. Podemos hablar un poco más de ello mañana. ¿Qué tal si
dormimos un poco ahora?”

Ella murmuró en confirmación y cerró sus ojos, dando una respiración profunda. Froté su espalda
gentilmente a medida que se quedaba dormida, sin poder desconectar mi mente a pesar de mi
cansancio. Eventualmente se movió de mi pecho y se dio la vuelta, acurrucándose con su almohada.
La miré un rato antes de salir de la cama sin hacer ruido. Poniéndome de nuevo los pantalones, salí de
la habitación sigilosamente, teniendo cuidado de no molestarla. Me dirigí al segundo piso y vi la luz
filtrándose por debajo de la puerta de la habitación de Emmett. Caminé hacia allá y toqué, y él la abrió
con una expresión de sorpresa en su rostro.

“Hola hermano, ¿qué pasa?” Dijo. “Pensaba que estarías durmiendo con Izzy.”

Solo me quedé mirándolo, mi ira encendiéndose de nuevo. “¿First Beach, Emmett? ¿En serio? ¿La
llevaste a la puta First Beach?”

Él asintió. “Sí, se lo pasó de maravilla. Tratamos de enseñarle a jugar voleibol y te digo hermano, esa
chica no tiene ningún tipo de coordinación cuando se trata de deportes. Fue algo divertido, una vez iba
a pegarle a la bola y…”

“Me importa una mierda el voleibol, Emmett,” dije con brusquedad, molesto de que estuviera
actuando como si no fuera gran cosa. “¿La maldita First Beach? Te pedí que hicieras una maldita cosa
por mí, y era mantenerla lejos del peligro, ¡¿y al minuto de haberme ido la llevas dónde está él?! ¿Eres
jodidamente estúpido? Debería haber sabido que no te tomarías esto en serio. Me refiero a que, solo
hay que ver lo que pasó la última vez que confié en ti para que la mantuvieras a salvo, casi dejaste que
el cabrón de James…”

Antes de que pudiera terminar la frase estaba encima de mí. Me había sacado al pasillo y empujado
contra la pared con tanta fuerza que me sacó el aire. Jadeé sin aliento, jodidamente aturdido, y él me
sujetó contra la pared con su antebrazo izquierdo presionando en mi garganta y echó su puño hacia
atrás. Podía ver el maldito fuego en sus ojos y sentí su cuerpo temblar por la ira mientras me miraba
amenazante.

“¡Mierda, si que tienes cara, Edward! ¿Cómo te atreves a sacar esa mierda? Cometí un error, uno que
nunca cometeré de nuevo. La he mantenido a salvo. Me aseguré de que nada la lastimara. La llevé a la
maldita playa, ¿y qué? Nadie la lastimó. Se divirtió. Y sí, él estuvo allí. ¿Qué mierda importa? ¿Por
qué es tan malditamente importante para ti?”

Lo fulminé con la mirada y empujé mis brazos contra su pecho con fuerza, tratando de quitármelo de
encima porque estaba presionando mi puto cuello en serio e interrumpiendo mi maldita capacidad de
respirar. Dejó caer su jodido brazo pero no se movió, obviamente, negándose a que se le persuadiera
tan fácilmente.

“Sabes por qué es tan importante. Él es un peligro para ella,” Grité. Emmett sacudió su cabeza con
irritación.

“Jacob no es peligroso y lo sabes. Es un jodido bromista y tal vez hizo algo que no está bien contigo
pero no es una amenaza. Tienes que dejar de ser una pequeña perra y superarlo,” me dijo. Mis ojos se
estrecharon a medida que mi temperamento se encendía.

“¡Vete a la mierda! Él sabe lo que es ella, estúpido,” espeté, empujándolo. Dio un paso hacia atrás en
respuesta y la ira destelló en su rostro de nuevo cuando echó su puño hacia atrás una vez más, pero
antes de que pudiera reaccionar la puerta de la habitación de mi padre se abrió de golpe y salió al
pasillo, viéndose medio dormido y bastante encabronado.

“¿Qué demonios están haciendo muchachos?” Dijo con brusquedad, haciendo que los dos nos
quedáramos inmóviles. “En serio, ¿qué se les ha metido? ¿Es media noche y tengo que trabajar en
unas horas y se están peleando en el pasillo?”

“Lo siento,” dijo Emmett de inmediato, dejando caer su brazo pero siguió fulminándome con la
mirada. “He perdido el control por un minuto, pero estoy bien ahora. Puedes volver a la cama, papá.”

Mi padre miró del uno al otro, viéndose todavía molesto. “¿Y por qué demonios se estaban peleando?”

“Por nada,” le dije de inmediato, sin querer hablar de ello, pero Emmett decidió que no lo dejaría así.

“Estábamos teniendo una pequeña discusión sobre si Isabella debería o no haber venido conmigo a
First Beach,” dijo. Mi padre refunfuñó molesto y me fulminó con la mirada.

“¿De nuevo Jacob Black? Necesitas olvidarte de esa mierda, hijo. Hay cosas mucho más importantes
por las cuales preocuparse en la vida. Solo porque tú ya no puedas ir allí, no significa que ella no
pueda ir a la reserva si quiere. Cuanto más pronto te lo metas en esa cabeza dura que tienes, mejor
para todos nosotros,” dijo con firmeza. Lo miré furioso y traté de calmarme, porque todo lo que ellos
habían logrado era encabronarme aún más.

“Eso son gilipolleces,” le dije. Mi padre rio con amargura.

“Son gilipolleces. Es una gilipollez que te enganches en serio en una pelea con tu propio hermano por
esto. Me voy de nuevo a la cama y no quiero oír ni pío de cualquiera de ustedes. Lo digo en serio.”
Desapareció de nuevo en su habitación y dio un portazo. Emmett y yo nos quedamos mirando un
momento antes de que él negara con la cabeza.

“Sé que él lo sabe, Edward. No soy un jodido idiota. Y tal vez deberías confiar más en tu novia, porque
puede defenderse sola. No vaciló en golpear a James con la pistola y ciertamente le hizo saber a Jacob
lo que pensaba para defenderte, de todos modos. Y te digo, Jacob se veía más asustado por ella que
ella por él. Le dijo que no soportaría que nadie hablara mal de ti porque tú eres un buen hombre que la
ama y confía en ella. Tal vez es hora de empezar a actuar así,” dijo enfáticamente. “Lleva tu patético
culo de vuelta a la cama con ella, donde pertenece, y deja de ser tan perra sobre la situación antes de
que la ahuyentes. Ella ha sido controlada más que suficiente para toda una vida.” Entró en su
habitación y cerró la puerta, dejándome solo en el pasillo. Pasé la mano por mi pelo y suspiré, todavía
molesto pero sin saber ya qué pensar. Estaba alucinado de que ella hubiera enfrentado a Jacob por mí
y me sentí como un pendejo por enojarme con mi hermano, pero aún seguía sin gustarme la idea de
ella cerca de Jacob.

Volví a subir al tercer piso y me deslicé de nuevo al interior de la habitación en silencio, dando un
suspiro de alivio cuando vi que seguía dormida. Me deshice de mis pantalones dejándolos en el suelo,
una vez más, y me subí de vuelta a la cama. Ella se removió y giró su cuerpo para quedar frente a mí,
pero permaneció dormida.

Finalmente caí en sueño profundo. Mi cuerpo estaba tratando de recuperarse de una semana tan brutal
por encima de la falta de descanso, y no abrí los ojos de nuevo hasta muy pasadas las dos de la tarde.
Me quedé mirando al reloj en shock, volviéndome para mirar la cama junto a mí y estuve aun más
sorprendido de encontrar a Isabella todavía durmiendo.

“Bella, cariño,” dije en voz baja, extendiendo mi mano y quitando el cabello de su rostro que se las
había arreglado para llegar allí en algún momento durante la noche. Ellas se removió y abrió los ojos,
parpadeando un par de veces mientras intentaba despertarse.

“¿Qué hora es?” Preguntó adormilada. Yo sonreí.

“Son un poco más de las dos, tesoro,” le dije. Sus ojos se abrieron por la impresión mientras se
incorporaba rápidamente, haciendo una mueca y agarrando su cabeza.

“Wow, demasiado rápido,” murmuró. “¿Cómo es que me he quedado dormida hasta tan tarde?”

“Demonios, no lo sé. Acabo de despertar,” le dije. “¿Quieres que almorcemos algo y pasemos el día
juntos?”

Ella asintió, sonriendo. “Por supuesto,” me dijo, mientras me levantaba de la cama. Gemí y me estiré,
cada centímetro de mi cuerpo seguía doliendo.

“Podemos ir a la cafetería,” sugerí. Ella suspiró y se levantó, negando con la cabeza.

“Prefiero que no. He ido allí todos los días de esta semana pasada. Preferiría hacer algo ya que no he
cocinado desde que te fuiste,” me dijo. La miré sorprendido.

“¿No has cocinado nada?” Pregunté. Ella negó con la cabeza, sonriendo suavemente.

“Nop. Tampoco limpié exactamente. Cada vez que trataba de hacer algo, Emmett me veía y me
distraía haciendo otra cosa. Realmente me ha mantenido ocupada, lo agradezco tanto,” dijo. Me quedé
mirándola y sentí una punzada de culpa por cómo había actuado con Emmett cuando claramente él
había hecho todo lo que había podido por ella esta semana pasada. En lugar de ser agradecido y darle
las putas gracias como debería, le grité y básicamente le dije que la había jodido, usando el incidente
de meses atrás con James como munición. Yo odiaba que me recordaran mis errores y le había hecho
la misma maldita cosa a él cuando no había hecho ni una mierda sino tratar de ayudar.

Le dije que estaba bien, ella podía cocinar si realmente quería hacerlo. Nos vestimos y nos dirigimos a
la planta baja. Desapareció dentro de la cocina mientras yo entraba en la sala de estar, dejándome caer
en el sofá y poniendo mis pies encima de la mesita de café.

“Gracias,” murmuré, echando un vistazo hacia donde estaba sentado Emmett al otro extremo de la
habitación. Él giró su cabeza para mirarme.

“¿Por qué? ¿Por no patearte el culo cuando debería haberlo hecho?” Preguntó. Suspiré, pasando una
mano por mi cabello.

“Por cuidar de ella,” dije simplemente, apartando la mirada y centrando mi atención en la televisión.

“De nada,” dijo. Nos quedamos callados después de eso, en un confortable silencio. Isabella hizo una
pizza casera para el almuerzo y comimos mientras veíamos la televisión. Nos quedamos allí pasando
el rato y luego terminó haciendo una gran cena de espagueti para todos. Nos sentamos y comimos
juntos a la mesa, mi padre haciéndose presente solo el tiempo suficiente para comer con nosotros. Se
veía exhausto y parecía preocupado, sin siquiera notar cuando Emmett estaba frente a su cara,
prácticamente gritando su nombre. No tenía idea qué lo tenía tan distraído, pero no podía negar que
me asustaba como la mierda, sabiendo lo que sabía.

Después de cenar nos dirigimos arriba, e Isabella agarró un pedazo de papel del escritorio en la
habitación. Me lo entregó y sonrió, sus ojos brillantes de alegría. Tomé el papel y lo miré, atónito
cuando vi que era un dibujo a lápiz de un paisaje; césped, árboles, arbustos y flores. Lo miré
fijamente, notando que era un lugar familiar. Un lugar que conocía como la palma de mi mano, un
lugar al que había ido un sinnúmero de veces a través de los años. Era el prado al que la había llevado
con el fin de enseñarle a disparar, y en el momento en que mis ojos se posaron en el dibujo lo
reconocí. El dibujo era perfecto, todos los pequeños detalles exactamente dónde se supone deberían
estar, como el pequeño árbol caído que había estado tirado allí desde la primera vez que encontré el
lugar, escondido parcialmente por la vegetación y las enredaderas a lo largo del borde que venían
desde el oeste. Mierda que la mayoría de la gente ni siquiera notaría estaba dibujada con detalle, y era
sorprendente porque solo la había llevado allí una vez.

“Es solo un boceto,” murmuró después de un momento cuando no dije nada. La miré y vi que me
miraba con cautela, mordisqueando su labio nerviosamente.

“Es asombroso,” le dije, volviendo a mirarlo. “Aunque, ¿cómo demonios lo has hecho? ¿Cómo
recuerdas los detalles de mierda, como el árbol caído y las enredaderas?”

“Eh, no lo sé,” me dijo. “En realidad, solo dibujé lo que recordaba. Simplemente lo imaginé.”

“¿Así es cómo dibujas todo?” Le pregunté con curiosidad. “Cuando dibujaste tu retrato para mí por
navidad, y todos esos dibujos que hiciste; mi piano, el Volvo, el mío y el de tu madre…”

“¿Cómo sabes que dibujé esos?” Preguntó. La miré y sonreí con suficiencia.
“Te dije que solía entrar a hurtadillas a tu habitación todas las noches. No voy a mentirte, tesoro, dolió
un poco verme arrugado así en el piso,” dije en broma. Ella sonrió y se sonrojó.

“Algo de él no me gustaba, como que le faltaba algo,” me dijo. Negué con la cabeza por la ridiculez de
su declaración, ya que ese hijo de puta había sido exacto hasta en las malditas pecas en mi nariz.

“Como sea, era perfecto. Pero en serio, ¿así es como siempre dibujas las mierdas? ¿Solo te lo
imaginas con perfecto detalle en tu mente?” Pregunté. Ella asintió.

“Sí. Es como recuerdo la mayoría de las cosas,” dijo.

La miré y sonreí, sin saber cómo coño no se me había ocurrido antes. “¿Recuerdas lo que Albert
Schweitzer dijo sobre la tragedia de la vida?” Le pregunté, recordando una de las pocas citas de él que
en realidad conocía. Recuerdo que cuando ella llegó lo había citado porque era el único libro que
alguna vez había tenido en sus manos. Yo estudié a ese hijo de puta en la escuela y no podía recordar
ni la mitad de la mierda que ella.

“La tragedia de la vida es lo que muere dentro de un hombre mientras él vive,” dijo como si nada,
como si fuera la cosa más jodidamente simple para recordar en el mundo.

“Bella, puedes recordar un lugar con perfecto detalle después de verlo una sola vez. Puedes citar a
Albert Schweitzer de un libro que tuviste una vez. Aprendiste tú sola lo básico de leer y escribir por
breves vistazos a los jodidos subtítulos de televisión. Recuerdas todas las respuestas de Jeopardy.
Apuesto a que no recuerdas esa mierda, pero la viste, ¿no es así?” Pregunté, ella asintió y yo suspiré,
negando con la cabeza. “Tienes memoria fotográfica.”

“¿De verdad?” Preguntó. Asentí y ella frunció el ceño, mirándome con escepticismo. “Entonces, ¿por
qué no recuerdo haberte conocido todos esos años atrás?”

Me quedé mirándola, sin saber cómo explicárselo. “Tú todavía eras pequeña así que pudo haberse
desdibujado y puede que las memorias fotográficas sean esporádicas,” le dije. “Puedes recordar cosas
al azar con perfecto detalle, pero otras cosas, no tanto.” Dejé fuera la parte de que su cerebro
probablemente estaría bloqueando esa mierda como un mecanismo de defensa, ya que yo había
causado que ese día, recibiera su primera gran paliza.

“Oh,” dijo. “Y eso es bueno, ¿cierto? Me refiero a que, no crees que sea rara o algo así…”

Me reí entre dientes, negando con la cabeza. “Por supuesto que es bueno. En realidad, es jodidamente
grandioso. Significa que probablemente estarás lista para hacer tu examen GED mucho antes de lo que
esperaba.”

“Jasper dice que piensa que estaré lista pronto,” dijo en voz baja.

“¿Sí? Bien. Entonces, recibirás un puto diploma antes que yo,” le dije, sonriéndole. Puse de nuevo el
dibujo sobre la cama y la envolví con mis brazos, atrayéndola a mí. Me incliné y besé sus labios con
suavidad. “He echado de menos el besarte.”

“Yo también he echado de menos besarte,” murmuró.


“He echado de menos otras cosas también,” le dije, mis manos bajando por su espalda y agarrando su
culo. Lo apreté suavemente y me presioné contra ella, sintiendo mi polla comenzar a hincharse por el
contacto.

“Apuesto a que sí,” dijo en broma. “Yo también he echado de menos eso de ti.”

“¿En serio?” Pregunté, llevando mi boca hacia su cuello y besándolo. “¿Te gusta eso?”

“Por supuesto que sí,” dijo en voz baja. “Contigo sí.”

Sonreí satisfecho contra su piel. “Bueno, ¿qué tal si nos reconectamos de nuevo entonces, tesoro? Ha
pasado una semana.”

Ella se echó a reír, señalando que antes había pasado más de una semana sin ningún contacto sexual.
Le dije que esa mierda no contaba, porque eso fue en el principio cuando estaba siendo paciente para
lograr que se sintiera cómoda con la idea. Ahora que estaba cómoda y abriéndose sexualmente,
dispuesta a explorar e intentar nuevas cosas, toda la paciencia se había ido por la ventana. Todavía me
aseguraba de hacer las cosas bien para ella, pero pasar una semana sin ningún contacto sexual estaba
malditamente cerca a lo insoportable cuando era innecesario.

Ella se subió a la cama y se quitó la ropa, sin perder jodido tiempo en desnudarse. Bajé por su pecho,
besándolo, capturando sus pezones entre mis labios y pasando mi lengua alrededor de ellos mientras
mi mano bajaba lentamente entre sus muslos. Rocé con la punta de mis dedos su clítoris y comencé a
acariciarla, sintiendo ya la humedad acumulándose a medida que su cuerpo empezaba a excitarse.
Empezó a gemir y agarró mi camiseta, tirando de ella y tratando de quitármela. Quité mis labios y mi
mano de ella el tiempo suficiente para que me la quitara, desabrochando mis pantalones y
deshaciéndome de esos hijos de puta en el proceso. Al momento que quedé expuesto, envolvió su
mano alrededor de mi polla y yo gruñí, sin esperar que fuera tan atrevida, pero disfrutando como la
mierda de que lo fuese. Empezó a acariciarme y mis labios encontraron los suyos, mi mano yéndose
directamente de vuelta a su coño. Deslicé dos dedos dentro de ella y gimió, el beso volviéndose más
frenético a medida que su lengua se metía en mi boca. La besé con cada gota de puta pasión que pude
reunir y aceleré el ritmo de mis dedos. Los curvé hacia arriba, supe que había tocado su punto cuando
empezó a gritar, agarrando mi polla con firmeza y bombeando con más fuerza. Gruñí cuando ya sentí
mi orgasmo bullir y me aparté de ella, sabiendo malditamente bien que no podía correrme ya. Se
quedó mirándome desalentada cuando me alejé de su agarre pero me reí entre dientes, negando con la
cabeza.

“Si haces que me corra ahora. No lograré entrar en ese coño y eso está jodidamente mal,” le dije. Ella
se sonrojó y sonrió con timidez, haciéndome reír de nuevo. Podía verse tan malditamente tímida e
inocente algunas veces, pero estaba aprendiendo con el paso del tiempo, que también podía ser todo
menos eso.

Me subí encima de ella, cerniéndome mientas separaba sus muslos y me posicionaba entre ellos.
Empecé a empujar para entrar en ella, cerrando mis ojos y suspirando con satisfacción a medida que
su coño me envolvía con fuerza y me recibía. Había tenido un montón de puto sexo a mi edad, pero
ninguno se comparaba a tener sexo con ella. No sabía si era porque había sentimientos envueltos en
ello y no solo nos uníamos en cuerpo sino también en espíritu, o si era porque ella y yo
compaginábamos bien sexualmente juntos, pero me gustaba pensar que era una combinación de
ambos. Joder, ella estaba hecha para mí… en mente, cuerpo y espíritu.

Comencé a empujar dentro de ella lentamente y salir casi por completo, deseando saborear cada jodida
estocada. La besé a medida que la llenaba, susurrando cuanto la amaba y lo perfecta que era. Siempre
me había gustado decir cosas sucias pero sabía que Bella apreciaría escuchar cuanto la amaba en lugar
de cuanto me gustaba follarla, aunque me aseguré de decirle también esa mierda.

Aumenté el ritmo después de unos minutos y ella comenzó a responder de igual forma, haciéndose
más vocal y respondiendo a mis palabras. Arrastró sus manos con firmeza por mi espalda y las detuvo
sobre las mejillas de mi culo, sujetando mi carne con fuerza y tratando de introducirme en ella con
más fuerza. Al principio me sorprendió, porque simplemente no esperaba esa mierda de ella en
absoluto.

“¿Lo quieres más duro, nena?” Pregunté, mordiendo su clavícula con mis dientes. Ella murmuró en
respuesta y trató de introducirme en ella de nuevo, pero yo seguí conteniéndome. “Dime. Dime lo que
quieres.”

“Ungh, más duro,” lloriqueó, el sonido mandó un escalofrío por mi columna. “Lo quiero más duro. Por
favor.”

Gruñí cuando las palabras “por favor” escaparon de sus labios, el hecho de que estaba prácticamente
rogando hizo que la sangre se disparara por mis venas. “Lo que tú quieras,” le dije, aumentando de
nuevo el ritmo y penetrándola con fuerza. Ella gritó y se sujetó a mí con fuerza.

“Sí. Así,” jadeó, abriendo sus ojos para mirarme, el deseo en ellos era intenso. Estrellé mis labios en
los suyos y la besé con fuerza, mordiendo su labio inferior.

“¿Te gusta duro y profundo?” Pregunté. “¿Te gusta cuando penetro ese coño?”

Su rostro se sonrojó y parpadeó un par de veces, obviamente excitándose aún más por mi pregunta.
Sonreí con suficiencia, sabiendo que después de una semana lejos de mí estaba tan jodidamente
desesperada por esto como yo. “Sí,” respondió con voz entrecortada. “Oh Dios, sí.”

Separé más sus piernas y traté de llegar aún más profundo, pero la posición en la que estábamos me
impedía hacerlo. Me debatí en poner sus piernas sobre mis hombros, en lugar de eso, salí de ella y me
senté sobre mis rodillas. “Date la vuelta,” le dije. Se quedó mirándome sorprendida pero hizo lo que le
dije, sin cuestionarme. “Apóyate sobre tus manos y rodillas si puedes, tesoro.”

Ella hizo lo que le pedí y me alineé y me introduje de nuevo en ella, golpeando con fuerza tan
bruscamente que casi colapsó sobre la cama. Gritó con fuerza y arqueó su espalda, su cuerpo se
estremeció. Nunca lo habíamos hecho en esta postura, podía llegar muchísimo más profundo que en
cualquier posición en la que habíamos estado antes, entonces me di cuenta que debería haber sido más
gentil la primera vez a fin de aclimatarla a esa mierda.

“¿Estás bien?” Pregunté, parando en seco de inmediato, con el jodido temor de que la hubiera
lastimado. Ella gimió y asintió furiosamente.

“No te detengas,” jadeó, dejando caer su cabeza. Me quedé mirándola en shock cuando me di cuenta
que ella quería que fuera jodidamente rudo, que había hablado en serio cuando dijo que le gustaba
duro y profundo. Cristo, ¿cuándo se había convertido en alguien tan sexual?

Al principio titubeé pero empecé a penetrarla con fuerza. Ella estaba gritando con todas sus fuerzas, su
cuerpo temblaba. Pasé la mano por su columna y la empujé un poco hacia abajo de nuevo para
cambiar el ángulo, sus sonidos se hicieron todavía más altos a medida que se abría más y yo llegaba
aún más profundo. Prácticamente chillaba y gritaba mi nombre mientras yo la penetraba con todas las
fuerzas que tenía, luchando por contener el maldito orgasmo que ya estaba tratando de alcanzarme. No
tenía idea de dónde había venido dentro de ella esa nueva encontrada perversión y no tenía puñetera
idea de cuando, o sí, alguna vez iba a surgir de nuevo, así que estaba disfrutando cada maldito
momento de ello que pudiera.

“Mierda, Bella, te sientes tan jodidamente bien,” gruñí, azotando mi pelvis en ella, la fuerza del
impulso haciendo que su trasero se sacudiera y meneara. Era una hermosa vista, una vista que siempre
había disfrutado porque sabes que le estás dando como Dios manda cuando lo ves, pero no fue sino
hasta que tuve a Bella de esta forma que realmente lo aprecié. Estaba sujetando firmemente su cadera
con una mano a fin de estabilizarla mientras mi otra mano acariciaba su espalda y pasaba suavemente
por su cabello suelto. Estaba tan tentado a agarrarlo en puto puño y tirar de él, pero sabía que habían
tirado de su cabello como una forma de abuso y tenía miedo de que esa mierda fuera a asustarla.

Mi puta espalda me estaba empezando a doler de verdad después de un rato, cada centímetro de mi
cuerpo todavía malditamente dolorido por el campamento de fútbol y el movimiento comenzó a
volverse intolerable. Llevé mi mano debajo de ella y empecé a frotar su clítoris, esperando conseguir
que se corriera para poder correrme antes de tener un calambre en uno de mis músculos. Ella chilló al
momento que mis dedos rozaron su sensible área, un escalofrío traspasó su cuerpo.

“Oh, Dios,” dijo. “Ungh, Edward. Me voy a... Ungh…”

“Dime,” le dije, queriendo escucharla decirlo. “Dime lo que vas a hacer.”

“Me voy a… correr,” lloriqueó. Pellizqué su clítoris entre mis dedos cuando dijo la palabra y ella gritó
de nuevo, su cuerpo comenzó a convulsionarse a medida que su orgasmo la golpeaba. Su coño
apretando mientras su cuerpo se estremeció en éxtasis, enviándome a la cima y gruñí con fuerza
cuando mi propio orgasmo desgarró a través de mí. Me sujeté a ella con fuerza y empuje un par de
veces más, tan duro como pude, derramándome en ella a medida que la llevé a través de su orgasmo.
Su cuerpo se empezó a relajar y di una última y dura estocada y gruñí con fuerza cuando el dolor se
disparó por mi espalda.

“¡Mierda!”

Salí rápidamente y sujeté mi espalda, colapsando de cara sobre la cama junto a Isabella con un
quejido. Ella se sentó en su trasero para mirarme con una expresión aturdida y confundida en su
rostro.

“¿Estás bien?” Preguntó rápidamente, sonando asustada. Asentí, llevando mi mano hacia atrás y
tratando de frotar mi espalda baja desde donde se extendía el dolor.

“Solo estoy… mierda… dolorido por el campamento y creo que me he sobrepasado y me he


contracturado un músculo o me ha dado un calambre o alguna mierda,” me quejé. “Hicieron trabajar
duro a mi culo, ¿sabes?”

“¿En serio?” Preguntó, extendiendo su mano hacia mí y quitando la mía del camino, empezando a
masajear con firmeza la zona. Gemí involuntariamente a medida que su toque comenzaba a aliviar el
dolor mientras relajaba el músculo. “Te sientes tenso.”

Murmuré en respuesta, el sonido cambiando a un gruñido cuando quitó su mano y la cama se movió.
Le eché un vistazo y vi que se dirigía al baño, frunciendo el ceño cuando desapareció de mi vista.
Volvió después de un momento con una botella de aceite para bebé.

“Joder, eres demasiado buena para mí, tesoro,” murmuré, cuando se volvió a sentar sobre la cama y
vertió un poco en mi espalda baja antes de colocar la botella a un lado. Comenzó a frotar con toque
firme a medida que masajeaba mi espalda.

“Siempre dices eso,” respondió. “No quiero que sufras. Es lo menos que puedo hacer y en realidad no
me cuesta nada. Me refiero a que, no es como si fuera atroz el tocarte, Edward.”

Me reí entre dientes y cerré los ojos, solo sintiendo sus manos mientras amasaba mis músculos tensos
y eliminaba el calambre. “Eres muy buena para esta mierda, ¿sabes? Ese día después de mi partido de
fútbol cuando te ofreciste para frotar mi espalda, juro que casi me corrí en mis jodidos pantalones de
lo bien que se sintió.”

Ella jadeó y le eché un vistazo, sonriendo con suficiencia cuando vi su rubor. “Tenía miedo de que te
sintieras asqueado porque te tocara así,” dijo en voz baja. “Pero sabía que estabas sufriendo y quería
ayudar.”

“¿Asqueado, Bella? Eso es ridículo,” le dije, triste de que ella hubiera pensado esa mierda, pero
sabiendo que hasta ese momento no tenía ninguna razón para pensar nada más que eso. “Estaba
jodidamente excitado.”

Ella suspiró. “Yo también,” dijo con timidez, su rubor aumentando. “¿Pasó eso de nuevo? ¿Te
tacklearon?” Preguntó. Me eché a reír histéricamente, negando con la cabeza.

“¿Qué si me tacklearon Bella?” Pregunté con diversión. Ella me miró confundida, todavía frotando mi
espalda.

“Sí. ¿No se le dice así cuando te derriban?” Preguntó.

“Eh, cuando todos los demás son derribados se le llama tackleo, pero cuando me derriban a mí es un
sack,” le dije. “Dos cosas muy diferentes.”

“Oh,” dijo simplemente, su rubor profundizándose por la vergüenza. “Lo siento.”

“No importa. No te disculpes. Pero sí, derribaron mi culo un par de veces,” murmuré.

“¿Así que ha sido un campamento duro?” Preguntó. “¿Por lo menos te has divertido algo?”

Suspiré, cerrando mis ojos una vez más. “Ha estado bien. He jugado bien, hasta impresioné a algunos
de los entrenadores de la universidad y mencionaron estar interesados en que jugara para ellos después
del instituto.”

“¿En serio?” Preguntó, el entusiasmo en su voz era sorprendente. “¿Cómo jugar fútbol en la
universidad y esas cosas? ¿Cómo uno de esos juegos que se presentan en televisión?”

“Sí, supongo que sí. Me refiero a que no sé si quiero ir a la universidad en Seattle. Como que quiero
irme de una puta vez de esta área, ¿sabes? Pero es bueno saber que la opción podría estar allí,” le dije.

“Entonces, ¿a dónde quieres ir?” Preguntó en voz baja después de un momento, sus manos seguían
trabajando en mi espalda. Abrí mis ojos y la miré, sonriendo.

“¿A dónde quieres ir tú, tesoro? Voy a dejar que tú decidas eso.”
Capítulo 60 Cambios

"Todos los cambios, incluso los más añorados, tienen su melancolía, porque lo que dejamos detrás
es una parte de nosotros mismos, debemos morir una vida antes de que podamos entrar en otra "“.
Anatole France.

Isabella swan
Traducido por una de las siguientes: Mariana Conde, Gaby Madriz, Paola Guevara, Nilse Pam
Romero, Jess Muñiz, Loys Gomez, Daniela Perez, Viviana Ortiz, Pilar Ocampo

Me quedé a un lado tratando de contener las lágrimas que brotaban de mis ojos, sintiéndome
absolutamente ridícula al ponerme tan emocional. Todo el mundo se reunió en el vestíbulo, charlando
animadamente, la emoción en el aire alrededor de ellos era palpable. La risa de Emmett resonó por
encima de todos los demás, filtrándose en mis oídos y causando que el control que había tenido en mí
misma se tambaleara mientras una lágrima solitaria resbalaba por mi mejilla. Extendí mi mano y
sequé la lágrima rápidamente antes de que alguien se diera cuenta, complacida por el momento en que
todos estaban ocupados.

Era un domingo por la tarde, veintiuno de agosto, era difícil creer que el verano ya estaba llegando a
su fin cuando se sentía como si hubiera empezado. El mes y medio después del viaje de Edward al
campamento de fútbol había estado llena de actividad, haciendo que nuestro tiempo pasara
rápidamente. Edward y yo salíamos juntos, por lo general solos, pero de vez en cuando con uno de sus
hermanos y su novia. Realizamos viajes a Port Angeles y Seattle, visitamos galerías de arte, museos,
acuarios y zoológicos. Edward me llevó a las afueras un par de veces, sin poder ir a First Beach por lo
que optó primero por una zona menos poblada al sur de la misma. Jugamos en la arena, haciendo cosas
tontas como enterrar nuestros pies y construir castillos de arena, e incluso trató de enseñarme a nadar,
pero lo abandoné la primera vez que inhalé agua y empecé a jadear y ahogarme.

Edward había tenido, en ocasiones por estas semanas, prácticas de fútbol en la escuela y me llevó con
él un par de veces. Siempre había otras personas allí, familiares, amigos y novias de los jugadores que
se reunían en grupos y charlaban mientras sus seres queridos practicaban, pero siempre me sentaba en
las gradas yo sola. Fue interesante verlo jugar y sin duda sabía mucho más sobre el deporte ahora que
el año pasado. Edward era confiado y agresivo en la cancha, obviamente era muy talentoso, así que no
era de sorprender que la gente hablara acerca de él teniendo la oportunidad de jugar para mejores
equipos. Esto me hizo sentir orgullosa de su potencial y se lo decía a menudo, pero siempre se encogía
de hombros como si no fuera la gran cosa. Sin embargo, era gran cosa, porque era su futuro... nuestro
futuro.
No solo pasábamos nuestros días en un bullicio de actividad, también pasamos tiempo de calidad
juntos. Nos gustaba salir y permanecer fuera durante horas, explorando en el bosque y pasando el rato
en el patio trasero. Trató de enseñarme a jugar fútbol y aprendí lo suficiente cómo atrapar y lanzarle el
balón, pero ni parecido al espiral perfectamente dirigido que él hacía cada vez. Tampoco podía atrapar
muy bien la pelota, pero estaba feliz de hacerlo con él, porque era algo que le hacía feliz y me gustaba
estar incluida en esa parte de su vida.

Y, definitivamente, hablamos un montón. Hablamos acerca de todo y nada, incluso discutimos las
posibilidades para nuestro futuro. Me contó acerca de los lugares que más le gustaban y los que no,
pero por lo demás dijo que no le importaba dónde terminásemos, siempre y cuando termináramos
juntos. Me permitió elegir hacia dónde dirigir nuestro camino y era sorprendente, teniendo algo tan
importante en mis manos. Todavía estaba tratando de adaptarme a mi potencial libertad ya que
Edward me había abierto todo un mundo de posibilidades con una declaración muy simple... "La
decisión es tuya." Me dijo que el cielo era el límite, porque él tenía suficiente dinero para ir a
cualquier parte que mi corazón desee. Ni siquiera estaba segura por dónde empezar, pero me dijo que
no había prisa en decidir porque teníamos tiempo. Quería simplemente disfrutar el verano y después,
cuando la vida real nos atrapara de nuevo y no pudiésemos seguir viviendo en nuestra pequeña
burbuja, nos gustaría empezar a buscar escuelas y lugares.

Estudié mucho para mi examen de GED y Edward también estudió un poco, diciendo que tenía que
tomar algún examen llamado SAT si planeaba ser aceptado en la universidad. Era extraño estudiar
junto a Edward, y cuando se lo dije, simplemente me dijo que me acostumbrara a ello, ya que sería
algo que sucedería con regularidad en los próximos años. Sonreí ante esa idea, la idea de realmente ir
a la escuela en alguna parte y aprender al mismo tiempo que él.

Él se ejercitaba por las mañanas, levantándose temprano y saliendo a correr o yendo a la escuela para
levantar pesas. Era una rutina que le llevaba un par de horas de su tiempo y era el único tiempo que
pasábamos separados. Pasaba el tiempo limpiando, pues no quería descuidar la casa por completo a
pesar de que Edward me decía que era innecesario, e incluso había despotricado, en un momento,
diciendo que todos eran adultos y que podían cuidar de sí mismos. Le pregunté si eso significaba que
él pensaba lavar su propia ropa entonces y simplemente sonrió tímidamente, encogiéndose de
hombros. Adulto o no, no sabe nada sobre el funcionamiento de una lavadora y dependía de mí para
tener ropa limpia.

A menudo le recordaba a Edward que solo porque mi libertad había sido concedida, no significaba que
era totalmente libre. Todavía estaba bajo el control del doctor Cullen y el aún podía hacer conmigo lo
que quisiera. Hasta que él ya no fuera mi amo, yo seguiría haciendo lo que él me dijo que hiciera
desde ese primer día en Phoenix, yo iba a cocinar, limpiar, y obedecerlo lo mejor que pudiese. Y
francamente, se sentía como si fuera simple cortesía a ese punto, yo vivía en su casa y sin dar nada a
cambio por ello, así que lo menos que podía hacer era cocinar la cena y limpiar unos cuantos pisos.

No estaba segura si el doctor Cullen lo notaba, sin embargo. Casi nunca lo veía fuera de la normal
cena de las siete a la cual usualmente ni siquiera se presentaba. Él entraba y salía de la casa, siempre,
ya sea trabajando en el hospital o encerrado en su despacho. Empecé a preocuparme por él y se lo
comenté a Edward una vez, pero me dijo que era mejor que no nos involucráramos en los asuntos de
su padre. Aunque yo respetaba eso, no alivió mi preocupación... sobre todo después de lo que pasó con
ese médico en Port Ángeles. Según las noticias, nunca se recuperó su cuerpo o incluso no había señal
de que realmente estuviera muerto, pero en el fondo yo sabía que lo estaba. Me asustaba saber que
alguien había sido asesinado, posiblemente a causa de algo referente a mi existencia, y esto me ponía
ansiosa, por cada persona con la que he tenido algún contacto. A veces me preocupaba que el doctor
Cullen saliera dañado, pero estaba más preocupada que Edward y sus hermanos sean accidentalmente
arrastrados en la línea del fuego.

Me he hecho más cercana a Emmett y Jasper en las últimas semanas, después de haber pasado un poco
de tiempo con ellos, y realmente nos sentíamos como hermanos. Siempre me había preguntado cómo
sería tener hermanos y por primera vez en mi vida, lo sentí como si los tuviera. Fue maravilloso, y me
hicieron sentir segura y protegida, se sentía una calidez en mi corazón por sus presencias en mi vida.
Iluminaban mis días y siempre estaban allí con una palabra amable o una mano cuando los necesitaba.
Sus estados de ánimo eran por lo general contagiosos, pero al estar de pie en el vestíbulo mirando
como todos aquellos a quienes había aprendido a querer, bromeaban y reían con entusiasmo, no sentía
nada más que devastación.

Mi corazón se rompía, porque todos ellos se iban.

Sus maletas estaban ya listas, sus más preciadas posesiones metidas en sus vehículos estacionados en
frente de la casa. En unos momentos Jasper se dirigiría a Seattle con Alice y el doctor Cullen estaba
ayudándolos a mudarse a su primer apartamento muy cerca de la universidad a la que asistirían.
Emmett y Rosalie se irían casi al mismo tiempo que los otros, conduciendo a través del país a la
escuela que habían elegido para asistir. Mañana por la tarde el doctor Cullen abordaría un avión en
Seattle, volaría para ayudarles a establecerse también. Todos parecían estar tan emocionados con los
cambios que sus vidas estaban a punto de emprender, felices de mudarse más allá de la pequeña
ciudad de Forks y la vida bajo el techo de su padre, pero yo estaba angustiada sobre esto. No me
gustaba el cambio en absoluto, sobre todo cuando por fin había encontrado un lugar donde sentía que
pertenecía.

“Muy bien, pongámonos en camino”, dijo el doctor Cullen mientras bajaba los escalones desde el
segundo piso. Lo miré, tenía los ojos hinchados con ojeras pronunciadas en su rostro. Se veía
completamente agotado y desgastado, nada qué ver con el hombre fuerte y seguro que había entrado
por la puerta principal en Phoenix para comprarme. Incluso el doctor Cullen había cambiado, y yo no
sabía por qué, pero no podía dejar de preguntarme si algo de esto era mi culpa. Todos callaron ante sus
palabras y Alice abrazó a Rosalie, estallando en lágrimas.

“Voy a extrañar a mi mejor amiga”, declaró. Rosalie rodó sus ojos y le devolvió a Alice el abrazo con
indiferencia, pero pude ver la tristeza en sus ojos y supe que no era más que una fachada. Si aprendí
algo de Rosalie Hale en los últimos meses, era que ella era demasiado protectora con los que le
importaba y que tenía un gran corazón... a ella no le gustaba mostrar ese lado de sí misma, ya que le
hacía ver vulnerable.

Jasper le dijo algo a Edward que no pude oír, su voz apenas era un susurro. Edward asintió y sus ojos
se dirigieron hacia mí brevemente, pero antes de que pudiera intentar descifrar su intercambio, fui
cogida en un abrazo, mis pies dejaron el suelo mientras era levantada en el aire.

“Voy a extrañarte como el infierno, Izzy Bizzy”, dijo Emmett, apretándome con fuerza. Me reí y lo
abrace de respuesta, completamente desprevenida.

“También te extrañaré, Emmett” le dije”. Gracias por todo lo que has hecho por mí.
“Oh, no”, dijo, poniéndome de nuevo de pie y sonriendo de felicidad. “Gracias a ti. No solo me has
cocinado comida increíble, la cual voy a extrañar como no tienes idea, sino que has conseguido que mi
hermanito finalmente siente cabeza.”

Todo el mundo se echó a reír y Edward gruñó, maldiciendo a su hermano a pesar de la sonrisa en sus
labios. Emmett se dio la vuelta y se dirigió directamente hacia Edward, cogiéndolo con un brazo y
haciéndole una llave en la cabeza. Edward maldijo un poco más y trató de darle un puñetazo, pero
Emmett no se dio por vencido, en lugar de eso alzo su mano y desordenó el cabello de Edward aún
más de lo que ya estaba.

Jasper se acercó hacia donde yo me encontraba y me atrajo en un abrazo. “Nella vita, chi no risica, no
rosica” dijo en voz baja, solo audible para mí debido al alboroto al otro lado de la habitación donde
estaban Emmett y Edward peleando juguetonamente. “¡No lo olvides! El que no arriesga, no gana.
Cuídate, ¿de acuerdo? Lo harás muy bien con tu GED, así que no te preocupes. Tengo fe en ti. Estoy
orgulloso de lo lejos que has llegado y realmente no puedo esperar a ver lo siguiente que lograrás.”

Sus palabras eran abrumadoras y le di las gracias en voz baja, sintiendo otra lágrima deslizarse, mi
compostura empezaba a tambalearse. Me aclaré la garganta, tratando de controlarme, y me iba a
limpiar la lágrima, pero Jasper me ganó. Me limpió la mejilla con el dorso de su mano, sonriendo. “Te
veré pronto, lo sabes. Gracias por venir a nuestras vidas y ser mi hermana, siempre quise una.”

“¿Querías una hermana?”, preguntó Emmett en voz alta desde el otro lado de la habitación,
tambaleándose hacia atrás unos pasos cuando Edward finalmente lo alejó de un empujón. Jasper rodó
los ojos.

“Por supuesto que quería una hermana, ¿tú no? ¿Por qué crees que siempre quisimos vestir a Edward
como niña cuando era pequeño?”, preguntó Jasper. Yo los miraba atónita mientras Alice y Rosalie se
echaban a reír, y Edward gruñía.

“Diablos, pensé que hacíamos esa mierda para torturarlo”, dijo Emmett con una sonrisa. “Aunque, es
agradable tener una hermana. Ella es muchísimo más linda que Edward cuando era pequeño. Él lucía
como una niña fea.”

Edward empujó a Emmett, haciéndolo reír más.

“Chupen mi polla, todos ustedes”, dijo con fastidio, mirándome y sonriendo tímidamente. “Tú no,
tesoro. Espera... quiero decir... bueno, eso sonó mal”. Edward frunció el ceño y todo el mundo se echó
a reír mientras me empezaba a sonrojar, haciéndolo reír.

“Nos vemos luego, Isabella”, intervino Rosalie al otro lado de la habitación. “No dejes que nadie te
mangonee o trate de intimidarte. Ellos no son mejores que tú, así que no dejes que te hagan sentir de
esa manera. Esto también va para todas las putas de Forks, porque tú eres un millón de veces mejor
que ellas. Van a tratar de hacerte sentir menos, pero no dejes que te hagan dudar de ti misma. Solo son
inseguras y celosas, así que mantén tu cabeza en alto y sigue haciendo lo que estás haciendo. Ellas
solo quieren lo que tienes por alguna razón, lo cual aún no entiendo completamente, pero como sea. Él
sigue siendo un imbécil.”

“Oh, jódete, perra fastidiosa,” dijo Edward. Me encogí cuando dijo esa palabra, pero Rosalie sonrió,
obviamente sabiendo que iba a decir algo por el estilo. Me acordé de la conversación en la que ella me
explicaba cómo era su relación. Se cuidaban el uno al otro, pero disfrutaban sacarse de sus casillas al
mismo tiempo.

Se despidieron por última vez mientras el doctor Cullen los apresuraba a salir por la puerta principal,
y Edward comenzaba a encaminarse en mi dirección. Emmett estaba a punto de salir al porche, pero se
detuvo en la puerta, volviéndose para mirar a su hermano. “Hombre, cuida de mi hermana menor” dijo
seriamente, mirando hacia nosotros. En cuanto las palabras salieron de sus labios perdí esa última
pizca de serenidad y sentí que las lágrimas comenzaban a caer libremente mientras Edward asentía
con la cabeza.

El doctor Cullen se paró en el vestíbulo mirándonos con curiosidad mientras Edward me envolvía con
sus brazos y me daba un fuerte abrazo. Él empezó a murmurar que todo iba a estar bien y que en
realidad ellos nunca dejarían de estar en mi vida. Parecía saber exactamente por qué estaba alterada,
pero no me sorprendía ya que Edward me conocía bastante bien. Todos a los que alguna vez les había
permitido acercarse, al final eran arrancados de mi vida y era doloroso, pero él lo entendía. “Siempre
me tendrás a mí”, me susurró en voz baja.

“Ustedes, chicos, tenga una buena semana y buena suerte en tu prueba, Isabella,” dijo el doctor Cullen
tranquilamente después de un momento. Me aparté del abrazo de Edward y miré hacia la puerta donde
el doctor Cullen estaba de pie, secando mis lágrimas.

“Gracias, señor”, le dije, con mi voz quebrada por el llanto. Él asintió con la cabeza y salió por la
puerta principal sin decir nada más, dejándonos solos a Edward y a mí.

“Vayamos a hacer algo divertido”, dijo Edward en el momento en que la puerta principal se cerró. Me
miró y me limpió algunas lágrimas con las yemas de sus dedos, sonriendo.

“¿Cómo qué?” Le pregunté, tratando de recuperar la compostura y alejar el tonto sentimiento de vacío
en mí. “Probablemente debería estudiar”. Él suspiró, sacudiendo la cabeza.

“Ya has estudiado lo suficiente, no tienes que hacerlo en exceso. Ya estás lista”, dijo con confianza.
“Pero tenemos la casa para nosotros solos en los próximos días, por lo que deberíamos disfrutarla.”

Asentí de mala gana, no me sentía tan preparada como pensaba. Después de semanas y semanas de
estudio, Edward finalmente me llevaría el martes para las pruebas de GED, y debo decir que estaba
nerviosa, mucho más de lo que había estado alguna vez. Nunca había hecho algo así antes y estaba
desesperadamente temerosa de fracasar y decepcionar a todo el mundo, ya que habían trabajado muy
duro para ayudarme. No quería nada más que encerrarme en la biblioteca y estudiar todo el día hasta
la hora de irme a Port Angeles para la prueba, pero sabía que Edward nunca lo permitiría.

Acabamos pasando el día en la casa, comiendo pizza y viendo películas. Por un rato, estuvo tocando el
piano para mí y nuevamente había tratado de tocar esa simple y pequeña canción que él me había
enseñado en su cumpleaños, pero no era muy buena en eso. Nos reímos y bromeamos, simplemente
disfrutando de la mutua compañía. Realmente nunca importaba lo que Edward y yo hiciéramos,
siempre nos lo pasamos muy bien cuando estábamos juntos.

Nos despertamos el lunes y nos hice el desayuno antes de que nos fuéramos nuevamente de excursión
por el bosque hasta el prado. El sentido de orientación de Edward siempre me ha desconcertado
porque caminamos por donde no había un camino real y aun así, muy rara vez miraba la brújula
durante todo el viaje. Él solo parecía saber a dónde iba y sus pies lo llevaban allí.

Él pensaba que mi memoria era buena, pero las cosas siempre parecían venir de forma natural a
Edward y era como si realmente no tuviese que intentarlo... solo le sucedía.

Edward había mencionado su teoría de que yo tenía memoria fotográfica y el doctor Cullen era reacio
a aceptarlo porque al parecer era bastante raro. Explicó el concepto de que alguien que tiene una
memoria fotográfica era tan polémico que algunos científicos y médicos ni siquiera creían que tal
cosa realmente existiera. Otros lo aceptaban como un fenómeno raro encontrado en aproximadamente
el dos por ciento de la población y en los que eran en su mayoría niños. Dijo que podría desvanecerse
o desaparecer con el tiempo, reiterando lo que Edward había dicho acerca de las memorias que
trabajaban de forma esporádica y que algunas veces, incluso, se cree que una persona puede utilizarlo
a su antojo si se hacía un esfuerzo consciente para memorizar algo que habían visto.

El doctor Cullen, sin embargo, coincidía en que había algo extraordinario en la forma en que mi
memoria funcionaba y cómo procesaba la información, diciendo que alguien que creció como yo
lógicamente no debería haber sido capaz de aprender tan rápidamente como yo lo había hecho. Él dijo
que siempre pensó que pasarían años antes de que yo fuera capaz de hacer cualquier cosa con mi
educación, y por eso ni siquiera consideraba inscribirme en alguna escuela o conseguir ayuda externa.
Mi ignorancia a la edad de dieciséis años hubiera levantado muchas sospechas y la gente se habría
preguntado por qué una chica de mi edad no podía hacer algo tan trivial como una división larga o la
reseña de un libro.

La tarde en el prado fue agradable. Había sido un día bastante caluroso y nos quedamos sentados en
una manta, hablando y pasando tiempo de calidad juntos. Él había traído su arma larga, afirmando que
era para protección en caso de que nos encontráramos con animales salvajes, pero sospechaba que no
era su única motivación para llevarlo y había tenido razón. Nuevamente practiqué cómo disparar y me
miró con una sonrisa en el rostro, al parecer lo hice mucho mejor esta segunda vez.

Llegamos a casa justo cuando el sol se ocultaba y cenamos antes de ir directamente a la cama, ya que
teníamos que levantarnos temprano. Di vueltas toda la noche y en el momento en que la alarma sonó a
las seis y cuarto, sentí náuseas. Salté de la cama y corrí al cuarto de baño, colapsando frente a la taza
del baño. Después de un momento, Edward entró tambaleándose, todavía medio dormido, y me dio un
vaso de agua y una pequeña pastilla. Me ayudó a levantarme del piso mientras él me explicaba que era
para la ansiedad y que me iba a relajar, para que no me diera un ataque de pánico. Nos duchamos y
vestimos, y sentí que la píldora comenzaba a surtir efecto después de un tiempo, brindándome una
sensación de calma que poco a poco se apoderó de mí. Todavía estaba nerviosa, pero el medicamento
era lo suficiente fuerte para que funcionara.

Tomamos el desayuno y él nos llevó a Port Angeles, hablando todo el tiempo acerca de lo orgulloso
que estaba de mí. Dijo que no le importaba lo que pasara o cuáles fueran los resultados, ya que yo era
valiente por estar dispuesta a intentarlo. Aprecié su charla, pero todavía tenía miedo de decepcionarlo,
él parecía confiar mucho en mí.

Llegamos a la universidad en Port Angeles a las ocho en punto y entró conmigo, deteniéndose en la
puerta del aula para poder darme un suave beso y darme algo de tranquilidad. Jasper y Edward
revisaron conmigo los aspectos concretos con anticipación en cuanto a lo que me iba a enfrentar para
que yo estuviera preparada, pero aun así él se tomó un momento para recordarme lo que habíamos
visto antes de que entrara. Se aseguró de que yo supiera qué decirles acerca de mí misma y qué
preguntas no contestar, así mismo asegurarse una última vez de que tenía todo lo necesario.

Dijo que me vería en un par de horas antes de marcharse, y esperé hasta que desapareció de mi vista
antes de entrar en el aula. Sonreí con cortesía al instructor, sintiéndome mareada una vez más, pero
intenté controlarlo. Era abrumador, no había duda de ello, pero también estaba emocionada de que
finalmente estaba haciendo algo por mí misma. Estaba progresando como persona, no como una
esclava, y eso era algo para estar realmente orgullosa.

“¿Nombre?”, me preguntó el hombre que ni siquiera se molestó en mirarme.

“Isabella Marie Swan” le dije. Asintió y miró hacia abajo, hacia una lista de nombres, marcando uno
con una pluma.

“Licencia de conducir”, dijo simplemente, alzando su mano hacia mí. Metí la mano en mi bolsillo y la
saqué, se la entregué con nerviosismo. Yo sabía que no era auténtica, pero había sido de gran utilidad
al atravesar la seguridad del aeropuerto, así que no veo por qué no pasaría con un instructor de
escuela, pero todavía me inquietaba que la mirase.

Lo metió en una máquina y mi corazón empezó a latir furiosamente mientras me preguntaba qué
estaba haciendo. Me sentí aliviada cuando me di cuenta de que solo estaba sacando una copia de la
licencia y devolviéndomela unos instantes más tarde. Me dio unos papeles y me senté en un escritorio,
llenándolas con mi mejor letra. Todavía tenía una escritura descuidada y parecía bastante juvenil, pero
al menos era legible. Le pasé nuevamente el papel y lo miró rápidamente.

“¿Número de Seguro Social?”, me preguntó. Me tensé y sacudí la cabeza.

“No me siento cómoda dejando esa información en un pedazo de papel por eso del robo de identidad”,
le dije, recitando las palabras que el doctor Cullen me había instruido para que dijese si me lo
pidiesen. Eran voluntario el darlo para la prueba, se utilizaba con el único propósito de asignar un
número al estudiante, y yo no tenía uno que dar.

Se quejó en voz baja acerca de mí dándole más trabajo a él y me mandó a tomar asiento para iniciar
pronto. Una vez que el aula se llenó, empezó a dar instrucciones. Lo escuché con atención, pues no
quería cometer ningún error, ni quedar en vergüenza, y entonces empezó a repartir la primera serie de
pruebas.

La primera prueba fue la de escritura. Resolví las cincuenta preguntas sobre gramática y puntuación
rápidamente, terminando con tiempo de sobra. La segunda parte de la prueba de escritura fue un
ensayo, que era la parte que más me ponía nerviosa porque mi capacidad de escritura aún no estaba a
la altura. Estuve practicando mucho, llenando esos tontos diarios, pero nunca antes había escrito nada
serio. Jasper me había ayudado lo mejor que podía, pero en realidad esto no era algo en lo que pudiera
estar totalmente preparada de antemano ya que no iba a saber acerca de qué escribir.

El profesor nos dijo que teníamos cuarenta y cinco minutos para escribir nuestro tema asignado, y me
quedé helada cuando mire mi papel y leí el mío: ¿Qué se necesita para ser un buen padre? En su
ensayo, describa las características de un buen padre. Dar detalles específicos para explicar sus puntos
de vista. Usar sus observaciones personales, experiencia y conocimientos.

Me senté allí, mirando fijamente la pregunta mientras el reloj marcaba el tiempo. Podía oír a la gente
jadeando y suspirando mientras su pluma rayaba en sus papeles, pero yo seguía mirando el tema que
tenía que escribir. ¿Qué se necesita para ser un buen padre?

Mi padre era abusivo y malicioso, e incluso se negó a reconocer que me había creado. Fue una tortura
lo que sufrí durante años bajo su tutela y ni siquiera se inmutó al respecto. Me vendió sin tener en
cuenta lo que yo sentía, y si el doctor Cullen no hubiera pagado tanto dinero para comprarme, lo más
probable es que hubiera terminado en una subasta en alguna parte. Me hubiera vendido como esclava
sexual sin pensarlo dos veces, y se hubiera gastado el dinero que ganase en whisky y zapatos nuevos
para su horrible mujer. Hubiera gastado cientos de dólares por cada par nuevo de zapatos de tacón alto
que ella iba a usar como armas en contra de los más débiles, solo por entretenimiento. Era enfermo y
retorcido. Ellos eran egoístas y desquiciados, y no tenían ni una pizca de compasión por los demás.

Sentí que mi ira crecía y me mordí el labio, tratando de contenerme. Intencionalmente traté de no
pensar en Charles y Jane, ya que me molestaba, e incluso pensar en mi madre cuando surgía el tema de
Phoenix era doloroso.

Mi madre siempre tuvo las mejores intenciones, pero estaba tan indefensa como yo. Ella fue la mejor
madre que pude haber sido dada la situación. Me escondió para protegerme, y me mantuvo fuera de la
línea del fuego tanto como le fue posible. Me apoyó lo mejor que pudo emocionalmente, me enseñó
todo lo que sabía a pesar de que no era mucho, y nunca dejó de tener para mí la única cosa que incluso
yo había perdido con el paso de los años, esperanza.

Ella nunca perdió la esperanza de que algún día fuera a encontrar una vida mejor, soñando que su hija
iba a vivir en un mundo mejor que el que tenía. Todo lo que alguna vez parecía importarle era
asegurarme que algún día experimentaría lo que ella nunca tuvo, libertad. La libertad de amar, de
tomar mis propias decisiones para mi futuro, para aprender... la libertad de hacer exactamente lo que
había estado haciendo gracias a los Cullen.

Ella luchó para criarme durante dieciséis años para que yo pudiera estar sentada aquí, tomando la
prueba, y yo estaba permitiendo que la memoria del hombre que la había maltratado, manchara este
momento. No estaba bien. No podía permitir que me quebrara, porque el quid de la cuestión era que
Charles Swan no era mi padre. Él no era mi padre. Charles Swan era una persona horrible que
torturaba a mi madre para su propia satisfacción, y solo porque él hubiese proporcionado los
elementos biológicos, no significaba que era algo mío. Renée era la única madre que había tenido... y
el único padre que tendría.

Traté de alejar las lágrimas y aclarar mi visión, desesperada por tener control sobre mí. Eché un
vistazo al reloj en la pared del salón, me sorprendí al ver que habían pasado más de veinte minutos
desde por primera vez leí por primera vez la entrada del ensayo. El tiempo se escapaba rápidamente,
así que tomé una profunda respiración y empecé a escribir. Hice lo que pude al estructurar mis
oraciones y mi gramática mientras intentaba revisar rápidamente todo lo que escribía, asegurándome
de que fuera legible, porque no tendría ningún crédito en absoluto si no se podía leer ni una sola
palabra del ensayo. Acabé de escribir todo lo que se me vino a la mente al pensar en mi madre “
acerca de cómo un buen padre apoyaba y cuidaba de sus hijos, haciendo todo lo posible para
protegerlos del daño, pero permitiéndoles su espacio para manejar las cosas por su cuenta cuando
llegase el momento. Escribí sobre cómo nunca un buen padre abandonaba a sus hijos, siempre soñaba
y los animaba a soñar, haciéndoles saber que tenía el potencial de ser grandes personas. Tuve que
omitir algunos detalles cuando se trataba de mis propias experiencias, porque no podía explicar
exactamente mi situación personal, pero hice lo mejor que pude.

El instructor gritó que había acabado el tiempo justo cuando estaba colocando el punto al final de una
frase y él caminó, tomando los papeles. Me puse nerviosa, porque no había tenido la oportunidad de
revisar lo que había escrito, pero sabía que no había nada que pudiera hacer al respecto.

El resto de la prueba pasó lentamente. Me costó un poco la prueba de lectura, ya que me había tocado
interpretar poemas y cosas así, pero creía que lo había bastante bien. Solo me confundí un par de
veces, sin tener idea de cuál podría ser la respuesta, así que hice una estimación ya que tenía un
veinticinco por ciento de posibilidades de dar la respuesta correcta. Las cosas que aprendí de Jeopardy
fueron muy útiles en los estudios sociales y en las secciones de ciencias, y me encontré con algunos
problemas en matemáticas hasta que recordé que Jasper me sugirió que comenzara con la respuesta y
de ahí trabajara hacia atrás. En general, creo que lo hice bien, sin embargo no estaba del todo segura
por el ensayo.

El instructor nos despidió a eso de las tres y media de la tarde, y me dirigí a la salida por la parte
delantera del edificio. Vi el coche de Edward, aparcado en el carril designado para vehículos de
emergencia con la música a todo volumen, para nada sorprendida ya que tenía en cuenta que él
siempre ignoraba la mayoría de las reglas de estacionamiento. Tenía su cabeza inclinada hacia atrás en
el asiento y el sol brillaba sobre él, su pálida piel brillaba bajo los rayos.

Me acerqué al coche y abrí la puerta del acompañante, deslizándome dentro y colocándome el


cinturón de seguridad. Edward apagó la música y puso el coche en marcha, alejándose de la acera
inmediatamente.

“¿Cómo te fue, tesoro?”, me preguntó después de un momento, alzando su mano y apretando


suavemente mi pierna. Sonreí suavemente y le cogí la mano, entrelazando nuestros dedos.

“Bien”, le dije. Me miró y asintió.

“Está bien”, respondió en voz baja. Esperé a que me presionara para obtener más información, pero no
lo hizo. Continuó sosteniendo mi mano en mi regazo, su pulgar frotaba suavemente mi muslo. “Esas
fueron las ocho horas de mierda más largas de mi vida. Juro por Dios que no hay nada qué hacer en
esta ciudad de mierda.”

“Lo siento”, dije automáticamente, sintiéndome culpable de que se haya visto obligado a pasar todo
este tiempo esperando por mí, para que pudiese presentar el examen.

“No te disculpes por esa mierda, Bella. Estaba feliz de hacerlo. Me alegro de que tuvieras la
oportunidad de hacerlo”, dijo. “Estoy orgulloso de ti. No creo que te lo haya dicho lo suficiente. “

Sonreí. “Gracias. Esto realmente significa mucho para mí, Edward.”

“De nada”, dijo él, girando la cabeza en mi dirección. Me besó en los labios rápidamente y se apartó
para centrarse de nuevo en la carretera. Los dos nos quedamos nuevamente en silencio, ninguno de los
dos dijo mucho durante el retorno a Forks. Llegamos a la casa y me fui a la cocina a preparar algo de
comer porque estaba muerta de hambre. Edward se sentó en la encimera al lado de la estufa
observándome con curiosidad mientras yo cocinaba.

“¿Estás haciendo comida mexicana?”, preguntó después de un rato. Asentí.

“Enchiladas Suizas”, le dije, haciendo una pausa. “Eran... eh... son los favoritos de mi madre.”

Asintió y me miró con una expresión curiosa en su rostro. “Se ven bien.”

“Gracias”, le dije.

“Podemos comer y ver una película o algo así”, añadió rápidamente.

“Está bien”, contesté.

“O tal vez juguemos a algo”, dijo.

“Está bien.”

“En realidad, tal vez solo nos iremos directamente a la cama”, dijo. Me encogí de hombros.

“Está bien”, le dije una vez más.

La habitación quedó en silencio y miré a Edward después de un momento al ver que me miraba con
una expresión de enojo en su rostro. Me quedé helada inmediatamente, sorprendida.

“¿Estás bien?”, le pregunté tímidamente, preocupada por su cambio de actitud.

“Estoy perfectamente bien” dijo, la frustración clara en su voz. “Tú, por otra parte, no estoy seguro
que lo estés.”

“¿Qué quieres decir?” Pregunté confundida, insegura acerca a lo que se estaba refiriendo, pero era
obvio que algo lo tenía molesto.

“Lo que quiero decir, Bella, es que algo te está incomodando. ¿Te das cuenta que desde que saliste del
examen solo has dicho una docena de palabras y la mitad de ellas han sido “está bien”? Sabes cómo
me siento acerca de esa mierda y tú dejaste de hacerlo hace un largo tiempo. ¿Te sucedió algo
mientras hacías el examen? ¿Alguien dijo algo que te molestara? Porque te lo juro que golpearé a
quien te haya ofendido de alguna manera,” dijo firmemente, la ira en su voz se intensificaba en cada
palabra.

“No” dije rápidamente, sacudiendo mi cabeza “Nadie me dijo nada, en serio.”

“¿Fallaste?” Preguntó, alzando sus cejas de forma interrogativa. “¿Te pusiste muy nerviosa y te
bloqueaste? Está bien si eso pasó, porque podrás tomarlo nuevamente más adelante cuando te sientas
más preparada”, suspiré.
“No. Quiero decir, bueno, no lo sé, pero no creo que haya fallado. Creo que lo hice bien”, le dije,
encogiéndome de hombros mientras decía nuevamente esas palabras. Gimió y se pasó una mano por el
pelo con disgusto.

“Entonces, ¿qué pasa? Porque algo pasó, eso es evidente”, dijo enfáticamente. Me encogí de hombros.

“No lo sé, supongo que tengo muchas cosas en mi mente. Mi entrada en el ensayo fue sobre qué es lo
que hace un buen padre y me hizo pensar en mi mamá”, le dije. “Aunque, realmente estoy bien. Y sé
que odias esa palabra, pero lo digo en serio. Y en serio no me importa lo que hagamos esta noche,
siempre y cuando sea contigo”, le dije mientras me miraba en silencio, parecía absorber todo lo que le
había dicho.

“La extrañas”, dijo después de un momento. Asentí.

“Mucho”, le dije en voz baja.

“¿Quieres hablar de ella?” Ofreció con voz tranquila y sincera, todos los rastros de ira se
desvanecieron. “No tienes por qué guardarte esa mierda y permitir que te consuma. Puedes hablar
conmigo, siempre estaré aquí para escucharte.”

Suspiré, encogiéndome de hombros. “Sé que puedo hablar contigo. Es solo que... no sé, no sabría muy
bien qué decir. Me preocupo por ella y la extraño, y probablemente nunca volveré a verla para decirle
que la amo. Yo... nunca se lo dije.”

“¿Nunca le dijiste qué?”, preguntó con curiosidad.

“Que la amaba”, dije en voz baja, sintiendo que mis ojos se llenaban de lágrimas. “No nos lo decíamos
seguido y me duele pensar en ello ahora, porque solía preguntarme si realmente nos amábamos la una
a la otra. Es más fácil ser distante, porque la gente muere y eso puede destrozarte, pero he aprendido
que es mejor estar dispuesta a que te destrocen y jugársela, en vez de ir a lo seguro. Eso es algo que
aprendí aquí... algo que aprendí de ti. Y hoy me di cuenta de que mi madre realmente me amaba, y que
ella era la mejor madre que podía haber pedido. Y nunca le dije eso. Nunca le dije que la amaba.”

Al final la emoción me ganó y un sollozo se escapó de mi garganta. Alcé mi mano rápidamente para
cubrir mi boca y Edward saltó del mostrador. Envolvió sus brazos alrededor de mí con fuerza mientras
las lágrimas comenzaban a caer, fuertes sollozos salían de mí a pesar de que hacía el mejor esfuerzo
para contenerlas. Empezó a mecerme mientras lloraba en sus brazos, tenía un dolor en el pecho a
causa de mi tortura emocional.

“Estoy seguro de que ella sabe que la amas, Bella,” dijo, frotando suavemente mi espalda mientras me
abrazaba. “Quiero decir, es una mamá. Una mamá simplemente sabe esa mierda, ¿entiendes?”

“Lo sé” murmuré, agarrándome de él. ”Solo quisiera habérselo dicho. Me gustaría poder decírselo.”

“También me gustaría que pudieras hacerlo”, dijo, besando la parte superior de mi cabeza. “Bella, me
gustaría que hubiera algo más que pudiese hacer. Realmente quisiera hacerlo, pero esta mierda está
fuera de mis manos.”

“Lo sé, Edward” dije en voz baja. “No espero que hagas nada. Y realmente no debería ponerme así
contigo por todo esto, porque está mal. Tienes más pesares con los cuales lidiar, que yo. Mi madre aún
está viva y tú perdiste la tuya...”

Él se estremeció cuando pronuncié esas palabras, la ira parpadeaba en sus ojos haciéndome
estremecer. Inmediatamente me pregunté si acababa de decir algo malo, no quería molestarlo de
ninguna manera. Traté de pedirle disculpas rápidamente, pero levantó sus manos y presionó su dedo
índice sobre mis labios para silenciarme.

“No está mal”, dijo con seriedad después de un momento. “Tienes razón cuando dices que tu madre
todavía respira y la mía no. Pero lo que no sabes es que mi madre vivió, cuando la tuya no lo ha hecho.
Mi madre era libre para tomar sus decisiones e hizo exactamente eso. Ella tomó putas decisiones y las
llevó a cabo, murió por eso. Es por eso que mi mamá está muerta, Bella. Ella está muerta porque
eligió hacer una mierda que al final la terminó matando, y realmente es una mierda, pero era su vida.
Tu madre nunca ha sido capaz de tomar una decisión por su cuenta y por eso, ella nunca ha vivido. Es
mejor que alguien tenga una vida corta, a que alguien no tenga una vida en absoluto, y es por eso que
tienes más para lamentarte que yo. Por lo menos la mía tuvo una oportunidad en la vida. Y eso, Bella...
eso es algo que aprendí de ti. Y es por eso, que voy asegurarme de que tengas la oportunidad de vivir.”

Me quedé mirándolo, aturdida, y abrí la boca para responder, pero él puso su dedo en mis labios. “Vas
a quemar la cena, tesoro,” dijo con suavidad, sutilmente me decía que no necesitaba decir nada. Asentí
con la cabeza y volví a la cocina, terminando las enchiladas en silencio. Las lágrimas siguieron
cayendo de mis ojos y las limpié con el dorso de la mano, deseando que se detuvieran.

Comimos juntos en la mesa y en relativo silencio, Edward declaró que era tan buena cocinando
comida mexicana como la italiana. Después de que la cena terminase, me dirigí a la cocina para
limpiar, poniendo las sobras en el refrigerador. Hice demás por hábito y me sentía ridícula, sabiendo
que la mayor parte de esto se iba a echar a perder porque Emmett estaba lejos de casa. Ese
pensamiento trajo dolor de vuelta en mi pecho mientras luchaba por contener mis lágrimas una vez
más... realmente iba a extrañar a Emmett y Jasper.

Edward y yo nos fuimos a la cama temprano, ambos estábamos aún con ánimos deprimentes después
de nuestra discusión en la cocina. Me abrazó y me frotó la espalda mientras me quedaba dormida,
cayendo en un inquieto sueño.

Los siguientes días pasaron volando como un borrón. No tenía ni idea de cuándo el Dr. Cullen
volvería, me estaba acostumbrando a que fuéramos solo Edward y yo, y temía el momento en que esto
llegara a su fin. Era como tener un vistazo a nuestro futuro, juntos, y me encantaba cada momento de
ello. Estuvimos muy ocupados, salíamos a cenar y al cine, pasábamos tiempo fuera de casa y
visitamos nuevamente la galería de arte en Port Angeles.

Era viernes por la tarde, y Edward y yo estábamos sentados en la sala viendo una película. Se llamaba
Pulp Fiction y Edward dijo que era una de sus favoritas, pero me pareció bastante extraña. Me
confundí en algunos puntos y Edward trató de explicármelos, pero nada de lo que decía parecía tener
sentido y me pregunté si realmente sabía lo que estaba pasando en la película. Ellos dijeron una broma
sobre un tomate en un momento de la película y me reí histéricamente, recordando a Jacob Black
diciéndomelo una vez y recordando que no lo había encontrado gracioso en ese entonces. Edward me
miró con curiosidad y solo me encogí de hombros, diciéndole que me pareció gracioso. No quería
estropear nuestro tiempo juntos hablando acerca de Jacob.
La película llegó a su fin y los créditos comenzaron a rodar mientras miraba la pantalla con confusión.
“¿Eh, Edward?”

“¿Sí, cariño?”, preguntó Edward, sonando bastante divertido por algo. Lo miré y vi la sonrisa en su
rostro con un brillo de humor en sus ojos.

“¿Qué había en el maletín?”, le pregunté tímidamente, sin entender lo que estaba pasando. Me había
sentado por más de dos horas a ver una película solo para quedar desconcertada por el final.

Él se rió entre dientes. “No lo sabemos, Bella.”

Mi frente se arrugó en confusión.” ¿Se olvidaron de decírnoslo?”, pregunté. Él se echó a reír


histéricamente, negando con la cabeza.

“No se olvidaron de decírnoslo, simplemente no nos lo dijeron. En realidad no importa lo que hay en
él”, dijo.

“¿No importa?”, le pregunté, sin entender en absoluto. “Si eso no importaba, ¿por qué seguían
mostrándolo?”

Él continuó riendo y me agarró, atrayéndome en un abrazo. ”A veces, eres tan jodidamente tierna”,
dijo con diversión antes de presionar sus labios contra los míos. Continuó riéndose durante todo el
beso, mordiendo mi labio juguetonamente. Era un hábito suyo, morderme el labio inferior mientras
nos besábamos, y algo que había aprendido a amar. El acto solo gritaba "pasión" para mí, casi como si
fuera algo primario.

Me empujó de nuevo en el sofá y se subió encima de mí con su cuerpo contra el mío. Podía sentir el
bulto en sus pantalones presionando mi muslo y gemí en su boca, provocando que un gruñido se
escapara de su garganta. Agarré la parte inferior de su camisa y tiré de esta, y él rompió el beso para
que pudiera sacárselo. Sus labios comenzaron a vagar por la línea de mi mandíbula mientras tiraba su
camisa al suelo, con su boca lamiendo y chupando mi cuello vigorosamente. Esto hizo que mi cuerpo
entero vibrara, extendiéndose el calor en mí. Me agarró la pierna mientras continuaba besando mi piel
con sus labios, moviéndose a un lado para que pudiera ubicar su cuerpo entre mis muslos. Gemí una
vez más cuando presionó su cuerpo sobre el mío, su erección rozando el lugar que ansiaba su toque. Su
mano empezó a subir y a bajar por mi muslo mientras apretaba sus caderas sobre mí.

“Te amo”, espetó, rozando sus labios sobre mi cuello y mirándome mientras pasaba la mano por
debajo de mi camisa. Lo deslizó rápidamente por debajo de mi sujetador, empujándolo. Él tomó uno
de mis pechos y ligeramente pasó el pulgar sobre mi pezón, haciendo que se erizara al instante.

Empecé a decirle que lo amaba, pero fui interrumpida abruptamente por la puerta. Edward se congeló
al momento en que escuchamos rápidos pasos acercarse a nosotros, volteando la cabeza hacia esa
dirección para mirar con una expresión de pánico en su rostro. Sacó su mano de debajo de mi camisa y
se sentó rápidamente al mismo tiempo que el doctor Cullen entraba en la habitación. Él se congeló de
repente y nos miró, la expresión de su rostro hizo que mi corazón latiera de manera irregular. Había un
fuego intenso en sus ojos y no tenía idea de cuál era la causa, sabía a ciencia cierta que nada bueno
podía salir de eso. Nos miró a ambos casi frenéticamente y su ira solo pareció intensificarse. Me
incorporé de inmediato y rápidamente trate de arreglar mi ropa mientras me escabullía detrás de
Edward para darle un poco de espacio, sabiendo que ambos estábamos en una posición tan íntima no
ayudaría a mantener la calma del doctor Cullen.

Un silencio tenso cayó en la habitación y pareció durar una eternidad, pero en realidad fue cuestión de
segundos. Edward movió su cuerpo protectoramente delante de mí, casi por instinto, y el doctor
Cullen apretó sus manos en puños, tratando de controlar su rabia.

“A mi oficina. Ahora,” dijo con voz brusca y con prisa, como si estuviera en pánico. Mi frente se
arrugó a medida que me sentía más confundida, porque el doctor Cullen nunca estaba en pánico. Él
siempre parecía estar en calma y en control, incluso cuando estaba enojado. No podía imaginar lo que
le habría puesto nervioso y de repente me sentí mal por las posibilidades. ¿Le había pasado algo a uno
de los chicos? ¿Edward o yo habíamos hecho algo mal?

“¿Quién de los dos?”, preguntó Edward tentativamente mientras el doctor Cullen se daba la vuelta
para alejarse

“Tú”, le espetó, sus pasos se oyeron rápidamente por el vestíbulo con rumbo hacia las escaleras.
“¡Ahora, Edward!”. Empezó a subir las escaleras a toda prisa y Edward se puso de pie rápidamente,
mirándome con una expresión de pánico en su rostro. Hasta ese momento yo había esperado que todo
hubiese sido una reacción exagerada, porque todavía era muy sensible cuando se trataba de los estados
de ánimo del doctor Cullen, pero estaba claro que nos había sorprendido tanto a Edward como a mí.

“Vamos. Sube a nuestro dormitorio y quédate allí hasta que yo vaya”, dijo con firmeza, agarrando mi
mano y tirando de mí hacia arriba, levantándome del sofá. Se soltó de mi mano y agarró su camisa del
suelo antes de dirigirse hacia las escaleras rápidamente. Le seguí el paso lo mejor que pude, pero sus
piernas eran más largas y yo no era capaz de mantener el ritmo. Tomó dos pasos a la vez mientras yo
corría para llegar hasta las escaleras, corriendo junto a él para llegar a la segunda planta. Dudé cuando
se fue directo a la puerta del despacho del doctor Cullen, empujándola al abrir, sin molestarse en
llamar y cerrándola de golpe sin mirarme. Me quedé allí por un segundo, no quería dejarlo porque
estaba preocupada, pero a su vez quería ocultarme porque estaba asustada, finalmente decidí seguir las
órdenes de Edward.

Corrí hasta el tercer piso y me fui directamente a la habitación, cerrando la puerta detrás de mí. Me
debatí en si le echaba llave ya que estaba asustada, y sabía que esto no iba a ser del todo seguro, pero
aliviaría un poco mi ansiedad con una falsa sensación de seguridad. Finalmente opté por no hacerlo
porque no quería dejar fuera a Edward. Empecé a caminar por el cuarto, mi mente trabajaba
furiosamente, tratando de pensar todas las posibilidades de lo que podría estar pasando. No podía
pensar en nada que no fuera si Edward o yo habíamos hecho algo en lo que para alterar al doctor
Cullen, estaba angustiada de no saber nada.

Escuchaba con atención cualquier ruido que viniese de afuera, pero mis oídos solo oían un completo
silencio. Nada de enojos ni gritos. Nada de perturbaciones. Ni conmoción en absoluto. Y en vez de
calmar el miedo, el silencio solo pareció intensificarlo. Si ellos estaban gritando o peleando, por lo
menos yo sabría lo que estaba pasando, por lo menos yo sabría que Edward estaría bien. El silencio
solo sirvió para alimentar mi imaginación mientras evocaba desagradables escenarios, ninguno de
ellos era remotamente bueno, así que cuando finalmente escuché movimiento, realmente entré en
pánico.
Mi corazón latía furiosamente y mis manos temblaban, el miedo recorrió mi cuerpo cuando escuché
un portazo abajo. Escuché que subían las escaleras y mi corazón comenzó a golpear con más fuerza,
tan frenético que casi podía sentir la sangre corriendo a través de mi cuerpo, el sonido resonaba en mis
oídos. Empecé a sentirme mareada y me congelé en mi lugar; el miedo me recorría mientras las
pisadas se acercaban a pasos agigantados.

La puerta se abrió fuertemente de golpe, estrellándose contra la pared, y salté, completamente


sorprendida. Edward corrió hacia la habitación sin siquiera mirarme, dirigiéndose con apuro
directamente a su armario. Empezó a tirar cosas alrededor mientras se maldecía a sí mismo y yo me
quedaba quieta, congelada por la confusión. Rápidamente lanzó dos bolsas de lona sobre la cama y
mis ojos se abrieron de golpe cuando empezó a tirar la ropa en ellas.

“Empaca algunas mierdas, Isabella” dijo él, su voz grave “. Tenemos que salir de aquí.”

“¿Qué?”, le dije rápidamente, sin atreverme a moverme un centímetro, con miedo a desmayarme o
enfermarme si lo hiciera. Gimió con impaciencia.

“Dije que empaques algo de ropa,” espetó. “Tenemos que irnos, ¡date prisa!”

Se dirigió al cuarto de baño y empezó a buscar algo por todos lados, lanzando cosas por todos lados
por la prisa. Miré boquiabierta las bolsas en la cama y me sentí mareada, la incertidumbre y el terror
casi me tenían desorientada. Estaba haciendo las maletas para irnos, y eso me asustó porque no tenía
ni idea de lo que estaba pasando y él no me explicaba nada. Quería preguntarle, deseaba
desesperadamente que me explicara, pero tenía miedo de cuál sería la respuesta, porque la forma en
que estaba corriendo para todos lados, estando tan alterado, me indicaba una sola cosa, y no tenía
palabras para describir cuan preocupada estaba.

Él quería huir.

No había otra explicación que tuviera sentido. Había sucedido algo con el doctor Cullen que lo había
hecho entrar en pánico, y ahora Edward quería huir. Siempre decía que huiríamos juntos si llegaba el
momento, pero nunca lo creí necesario. Las cosas habían ido tan bien últimamente, todo el tema de la
libertad y de nuestra vida juntos me hizo creer que esto nunca iba a suceder. ¿Por qué iríamos a huir
alguna vez si iban a permitirnos estar juntos, si nadie iba a tratar de separarnos? ¿Por qué deberíamos
huir?

En el momento en que pensé en ello, sentí náuseas y traté de controlarlas, sin querer derrumbarme.
¿Habían cambiado de opinión? ¿No me iban a liberar, después de todo? Oh Dios... ¿era eso lo que iba
a pasarme?

Me tambaleé unos pasos hacia la cama y me senté mientras mi visión comenzaba a oscurecerse, lo que
indicaba que estaba a punto de desmayarme. Podía oír a Edward corriendo por ahí, pero las palabras
del doctor Cullen estaban haciendo eco en mi mente, confundiéndome. Le prometí que nunca huiría.
Me dijo que si alguna vez huyéramos nos encontrarían y Edward acabaría herido, y yo lo amaba
demasiado para permitir que eso sucediera. Y juré que no seguiría ciegamente a Edward, sabiendo que
era irracional y volátil. No podía desobedecer a mi amo, ¿verdad? Iba en contra de todo lo que me
había sido enseñado al crecer. Siempre tienes que obedecer las órdenes de tu amo, sin importar cuales
sean o lo que signifiquen para ti.
Edward salió del baño y se quedó inmóvil, con la boca abierta en confusión.” ¿Por qué estás ahí
sentada?”, preguntó frenéticamente, lanzando algunas cosas en una de las bolsas de lona. “Mierda,
Bella. Empaca algo de mierda, rápido. ¡No tenemos tiempo para esto!”

Lo miré mientras mis pensamientos daban vueltas frenéticamente en mi mente. Él gimió de disgusto y
comenzó a lanzar más ropa en las bolsas, refunfuñando para sí mismo, pero no pude entender las
palabras mientras trataba de buscar una solución a lo que estaba pasando. ¿Qué se supone que debía
hacer?

Edward cerró ambas bolsas después de un momento y las agarró, extendiendo su mano hacia mí. La
miré fijamente y empecé a hiperventilar a medida que mis ojos se llenaron de lágrimas.

“Vamos” dijo simplemente. En cuanto las palabras salieron de su boca mi decisión estaba tomada, al
demonio con las consecuencias. Yo tenía que ir. Confiaba en él y podría resultar ilógico, pero tenía
que creer que él no me llevaría por el mal camino.

Tomé su mano y me levantó de la cama dirigiéndonos hacia la puerta. Nos apresuramos en salir y
bajar las escaleras con tanta prisa que casi me tropecé y caí. Llegamos al vestíbulo y Edward tiró de la
puerta principal abriéndola rápidamente, diciéndome que saliera, pero unos pasos detrás de nosotros
me distrajeron. Me di la vuelta y el miedo me atravesó mientras veía al doctor Cullen salir de la
habitación debajo de las escaleras, mis rodillas casi flaquean al pensar que habíamos sido atrapados
antes de pudiéramos salir por la puerta principal.

Edward se congeló y miró a su padre, quien nos miró a los dos con una expresión seria en su rostro.
“Tengan cuidado” dijo el doctor Cullen después de un segundo, las palabras causaron una gran
confusión dentro de mí. ¿Nos decía que debíamos tener cuidado? ¿No nos estaba prohibiendo huir, no
estaba amenazando mi vida o bloqueando nuestra salida? No tenía ningún sentido en absoluto. ¿Qué
estaba pasando? ¿Estábamos de verdad huyendo?

“Lo haremos” dijo Edward, tirando de mí hacia el porche. Ni siquiera se molestó en cerrar la puerta de
entrada en su prisa, dejándola abierta; mientras se dirigía a su coche. Él lo abrió rápidamente y arrojó
las bolsas en el asiento trasero, haciéndome un gesto para que subiera al coche, me senté y él cerró la
puerta, el sonido me hizo saltar y gritar. Edward se puso en el lado del conductor y arrancó el coche,
conduciendo a toda velocidad y pisando hasta el fondo el acelerador. Las llantas giraron, lanzando
grava mientras él se alejaba a toda velocidad de la casa.

Luché por mantener mi respiración bajo control, pero todavía estaba completamente desconcertada y
asustada. Edward salió a la carretera principal y comenzó a aumentar la velocidad por las calles a toda
prisa. “¿Qué está pasando?” Logré decir después de un momento, mi voz se quebraba por la angustia.
Me miró y suspiró.

“Solo relájate, ¿está bien? Todo está bajo control”, dijo con calma. Mi ceño se frunció mientras lo
miraba confundida.

“¿Está bajo control?”, pregunté sorprendida. “¿Por qué huimos? ¿Ha pasado algo?”

Él negó con la cabeza. “Solo teníamos que salir de una puta vez de allí antes de que aparecieran, ¿de
acuerdo?”, Dijo. “Está bien, estamos bien”.
Lo miré boquiabierta mientras se ponía la luz roja en el semáforo de Forks, deteniéndonos. “¿Quién?",
Le pregunté. “Edward, ¿antes de que aparecieran quiénes?”

“Ellos”, dijo, en voz baja y fría mientras miraba hacia el frente. Lo miré fijamente durante un
momento, sin entender del todo, antes de mirar al otro lado de la calle donde estaba fija su mirada. Me
quedé inmóvil y el miedo me recorrió cuando mis ojos se posaron sobre los cuatro elegantes vehículos
negros detenidos en la misma luz roja que nosotros, dirigiéndose en dirección opuesta.

“¿Ellos son...?” Empecé, incapaz de terminar siquiera la pregunta, porque sabía la respuesta. Tenía
mucho sentido ahora por qué habíamos salido con tanta prisa.

“La Cosa Nostra”, dijo, las palabras italianas fluían maravillosamente pero el conocimiento de lo que
significaba, enviaba un escalofrío por mi columna vertebral. La mafia había llegado a Forks
nuevamente.

“Es él... quiero decir, ya sabes...” tartamudeé, sin saber lo que estaba tratando de decir, pero Edward
parecía saber, de todos modos.

“Sí, James viene”, dijo Edward. “Muchos de ellos vienen, por lo que vamos a dejar este lugar de una
puta vez.”

El semáforo se puso en verde y Edward comenzó a conducir por la intersección, golpeando el


acelerador y aumentando la velocidad después de haber pasado los coches. Condujo en silencio,
encendiendo la pequeña computadora en su tablero que le brindaba las direcciones. Pulsó algunas
cosas y luego se relajó en su asiento.

“Será mejor que te pongas cómoda porque será un largo viaje” dijo después de un momento,
extendiendo su mano para sostener la mía.

“¿A dónde vamos?”, pregunté vacilante.

“Phoenix”, respondió en voz baja.

Mis ojos se abrieron de golpe mientras una docena de emociones diferentes me golpeaban a la vez. La
incredulidad, la euforia, el temor, la emoción, el miedo... mucho miedo. El miedo tan intenso que casi
me robó el aliento, haciendo que mi pecho se contrajera y mis ojos se llenaran de lágrimas.

“¿Phoenix?” Logré decir a través del nudo que se había formado en mi garganta. Asintió y me apretó
la mano con suavidad.

“Sí. Vamos a Phoenix.”


Capítulo 61 El Infierno

“Si estás pasando por un infierno, sigue adelante.” – Winston Churchill

Edward cullen
Le eché un vistazo a Isabella en el asiento del pasajero, frunciendo el sueño cuando vi la forma en que
su cuello estaba doblado. Estaba acurrucada lo mejor que podía con el cinturón puesto, su cabeza
estaba desplomada sobre su hombro. Su sueño era inquieto con un puchero en sus labios, y con
frecuencia cambiaba de posición y murmuraba algo incoherente con voz angustiada. Se veía
consternada, y estaba ausente esa suave expresión de satisfacción que solía llevar cuando dormía. Sin
embargo, todavía había una naturaleza angelical en ella, con la forma en que su piel resplandecía y su
pelo brillaba con la luz de la luna que entraba por la ventana. Era tan hermosa, el solo verla hizo que
mi pecho se hinchara y mi puto corazón funcionara de forma irregular por el intenso amor que sentía,
pero seguí con el ceño fruncido a pesar de su fulgor. Lucía como un ángel que se había caído del cielo
y había encontrado el infierno en la tierra, tormentoso y lleno de problemas, y yo estaba siendo
plagado de un muy jodido mal presentimiento mientras la miraba.

Era malditamente ridículo, pero realmente había estado molestando toda la maldita semana. No estaba
seguro de qué era o siquiera qué carajos significaba, pero estaba constantemente aquí, acechando en la
sombras. Era como una nube negra flotando en el aire que estaba a punto de liberarse, pero el
problema era que no sabías cuándo, dónde, o incluso cómo iba a descender. Podría ser solo una
molesta llovizna donde un paraguas ni siquiera fuera necesario o podría ser un maldito diluvio donde
se necesita un maldito bote para vadear por él. No había manera de prepararse realmente para la
próxima tormenta, porque no había forma de predecir lo que pasaría cuando golpeara… toda la mierda
que sabías era que la maldita nube estaba allí, mofándose de ti.

Sí… tenía un pinche mal presentimiento.

Me sorprendió el domingo cuando nos estábamos despidiendo de mis hermanos. Esa mierda fue
mucho más difícil de lo que esperaba que fuera, pero mantuve la compostura porque no era como si no
volvería a ver a esos hijos de puta. Jasper estaría con más frecuencia en casa ya que Alice seguía en
Forks, y Emmett vendría de visita durante las vacaciones. Pero aun así era difícil verlos partir,
sabiendo que sus traseros no estarían por la casa todos los días como siempre, molestándome. A
Isabella también le había afectado, y se le hizo difícil ver a gente por la cual se había permitido
encariñarse, alejarse de ella.

Era obvio que mis hermanos habían realmente llegado a amar a Isabella como a una hermana, y esa
mierda significaba más para mí de lo que alguna vez podría explicar. El saber que se preocupaban por
la chica que amaba y que harían lo que fuera necesario para protegerla, justo como yo lo haría, era un
maldito buen presentimiento. No podía dejar de preguntarme cómo se sentiría mamá de ver a la chica
por la que había estado tan malditamente desesperada por salvar convertirse en un miembro de la
familia. Me gustaba pensar que estaría orgullosa de todos nosotros, yo incluido, incluso si había hecho
un montón de pendejadas a través de los años para decepcionarla.

Jasper me dijo cuando se estaba yendo que si alguna vez lo necesitaba estaría aquí en un segundo,
diciéndome que siempre pusiera el bien de Isabella en primer lugar. Asentí con la cabeza, planeando
hacer exactamente eso. Siempre vería por ella, sin importar qué.

Traté de deshacerme de ese mal presentimiento cuando se estaban yendo, pensando que solo eran los
efectos de los eventos del día en mí, pero todavía estaba allí el lunes cuando hicimos una caminata
hacia el prado, y aún con más fuerza el martes cuando llevé a Isabella a hacer su examen GED. De
hecho, era tan intenso en ese momento que me quedé sentado en el maldito estacionamiento de la
escuela por horas, temeroso de salir de la zona en caso de que algo pasara. Era ridículo, ¿Porque qué
demonios podría pasarle en un salón de clases? ¿Iba a golpearse el puto dedo en la esquina del
escritorio, encajarse un lápiz por accidente o cortarse con un maldito papel? Me sentí como si
estuviera actuando de forma absurda y controladora por merodear por allí pero no podía evitarlo. Ese
puto presentimiento simplemente no desaparecía.

Su humor después de que terminó de hacer el examen tampoco ayudó. Obviamente algo le molestaba
y estaba distraída, cayendo en esos manierismos de esclava que sabía que despreciaba. Era parca
conmigo, dándome una o dos palabras como respuesta y cortesías básicas, como si ni siquiera hubiera
escuchado una jodida palabra de lo que dije y solo estuviera respondiendo como por reflejo. Me quedé
allí en silencio y esperé a que se espabilara, casi esperando que empezara a llamarme puto ‘señor’ por
la forma en la que estaba actuando, pero después de un rato no pude soportarlo más. Le hice ver su
comportamiento y admitió que estaba molesta por su madre, sorprendiéndome porque era la última
cosa que esperaba escuchar que saliera de su boca cuando le pregunté. Pensé que tal vez había entrado
en pánico cuando la llevé a hacer su examen y fracasó en ello pero tenía miedo de decirme, ni siquiera
teniendo en cuenta que sería algo tan serio. Me sentí como un pendejo por perder la paciencia por su
estado de ánimo pero sin entender por qué no solo me dijo esa mierda en primer lugar en vez de dejar
que la consumiera.

Comenzó a sollozar, realmente rompiendo a llorar por su madre por primera vez desde que vino a
vivir con nosotros, y solamente la sostuve mientras lo dejaba salir. Ella mencionó a mi madre y esa
mierda de verdad dolió como el demonio pero hice a un lado mi ira y dolor porque necesitaba que
Isabella entendiera que su propio dolor no era ridículo en lo absoluto. Tenía puñetero derecho a sentir
dolor. Sí, su madre todavía estaba respirando, pero no podía imaginar cómo demonios me sentiría si la
mujer que me creó, me crió y me amó hubiese sido esclavizada. En mi opinión, la muerte era
probablemente mejor que esa mierda y mientras la sostenía, me pregunté si ella alguna vez había
considerado eso. Durante esos años de tortura que soportó, ¿había alguna vez pensado en terminar con
todo? Siempre había pensado que el puto suicidio era una forma de evasión pero al menos con la
muerte el sufrimiento terminaría… incluso si otros empezaban a sufrir como resultado de ello.

Sin embargo, no le pregunté, porque por más curiosidad que tuviera en realidad no quería saber la puta
respuesta. No podía imaginar un mundo donde ella no existiera, y ni siquiera quería considerar como
sería mi maldita vida si ella hubiera muerto antes de que siquiera tuviera la oportunidad de conocerla.
El resto de la tarde fue solemne, esa sensación de seriedad nunca disminuyó. El resto de la semana
pasó de forma similar, y para cuando el viernes llegó, estaba empezando a pensar que en verdad iba a
perder el puto control. Habíamos pasado una gran semana juntos y nada ni siquiera remotamente malo
había pasado en realidad, así que no pude entender porque el maldito presentimiento seguía allí.
Simplemente se sentía como si hubiera algo acechando a la vuelta de la próxima esquina, solo
esperando a saltar encima de nuestros culos en cualquier segundo.

Pensé que tal vez solo estaba siendo pesimista, porque era natural en mí asumir lo peor sobre mierdas,
así que intenté simplemente hacerlo a un lado y olvidarme de ello. Pero en el momento en que la
puerta principal se cerró de un golpe y pasos se apresuraron hacia nosotros en la sala de estar esa
tarde, mi ansiedad se intensificó y rápidamente me aparté de Isabella para enfrentar la mierda que
fuera que viniera por nosotros. No tenía idea qué era, pero estaba seguro que no iba a ser nada bueno
en lo absoluto.

Como dije, simplemente tenía un maldito mal presentimiento.

Mi padre paró en seco tan pronto nos vio, luciendo completamente agotado y alarmado. Pude ver la
furia en sus ojos y el pánico en su expresión y me asustó como la mierda, porque era claro que había
tenido razón. La puta tormenta había llegado, y con base en su expresión, iba a ser una terrible.

Mi corazón comenzó a golpear con fuerza en mi pecho, y se sentía como si el hijo de puta fuera a
detenerse o explotar. Traté de mantenerme en calma por el bien de Isabella y automáticamente moví
mi cuerpo para bloquear el suyo, mi movimiento había causado que la furia de mi padre aumentara.
Me le quedé mirando y me pregunté qué demonios estaba pasando. Los peores escenarios plagaron
mis pensamientos. Alguien había averiguado que ella era una principessa, algo le había pasado a
alguien, los putos policías venían… todos me golpearon a la vez y casi empecé a hiperventilar ante la
idea de todo derrumbándose a nuestro alrededor justo cuando finalmente las malditas cosas iban
mejorando.

Él me ladró que fuera a su oficina de inmediato y yo le dije a Isabella que fuera arriba, sin querer
dejarla aquí abajo sola. Me dirigí directamente a la oficina, sin molestarme en tocar porque no había
tiempo para esa pendejada. Entré y él levantó la vista para mirarme con una pánico intenso, lo que vi
casi me hizo caer de rodillas. Él había estado realmente estresado últimamente y simplemente al verlo
te dabas cuenta que no había estado durmiendo casi nada, pero estando parado dentro de la oficina
parecía estar realmente perturbado. Se veía como un hombre al borde de perder el control y
simplemente le dispararía a cualquier hijo de puta que se interpusiera en su camino. Claramente era un
hombre con una misión, pero estaba malditamente inestable y eso daba miedo.

“Ya vienen,” dijo simplemente, encorvándose hacia su computadora y presionando furiosamente las
teclas. Mi ceño se frunció con confusión por su vaga declaración.

“¿Quiénes?” Pregunté.

“¿Quiénes, Edward? Joder, ¿me estás preguntando quiénes?” Espetó, mirándome furiosamente. “Ed
McMahon y la puta patrulla de premios, vienen a darnos un cheque. ¿Quién crees que viene Edward?”
(N.T. Ed McMahon era un comediante y presentador que presentó concursos para una empresa editora
de mercadeo en directo la cual era conocida por su patrulla de precios que visitaba los hogares y
entregaba cheques a sus suscriptores ganadores)

Me le quedé mirando en shock, sorprendido por su hostilidad y tono burlón. “¿Los federales?”
Pregunté titubeante, curiosamente esperanzado de que tuviera la puta razón con esa suposición. Nunca
pensé que alguna vez habría de esperar por una visita de la maldita policía, pero la alternativa era
incluso peor.

“Ojalá,” mi padre murmuró, sacudiendo la cabeza. “Podría encargarme de la policía y francamente, es


solo cuestión de tiempo antes de que vengan y toquen a la puerta también, pero no… hoy no tenemos
tanta suerte.”

“La Borgata,” dije en voz baja. No respondió pero no era necesario, porque era la única otra mierda
que tenía sentido. Suspiró ruidosamente cuando terminó de escribir, levantando su mano para pellizcar
el puente su nariz.

“Hay por lo menos una docena de ellos, tal vez más. No sé exactamente. Acabo de recibir una llamada
hace unos minutos de Alec, se enteró que tomaron un avión a Seattle y vienen directamente aquí, sin
ninguna puta advertencia. Simplemente vienen. No sé por qué y no tengo idea de lo que quieren. Alec
está viajando por negocios y no tenía conocimiento de un viaje previsto a Forks así que él está tan
perdido como yo,” dijo rápidamente, comenzando a abrir cajones del escritorio y a sacar archivos,
rebuscando en ellos a toda prisa.

“¿Eso qué significa?” Pregunté, confundido. Negó frenéticamente.

“No lo sé, Edward. Joder, ni siquiera sé por cuál de nosotros vienen,” dijo enfáticamente. Me puse
tensó por su declaración, el miedo invadiéndome a medida que ese mal presentimiento hijo de puta se
intensificaba. “Dudo mucho que hayan venido hasta aquí para matarme de manera que no estoy
preocupado por mí. Si Aro quisiera verme muerto me llamaría para sentarme. Espero que solo vengan
por negocios, pero honestamente puede ser que vengan por uno de ustedes así que tengo que sacarlos a
los dos de aquí, solo por si acaso. Ella no debería de estar cerca de ellos, no es seguro para ella, y no
quiero que estés aquí de manera que Aro pueda hacer otra jugada para conseguir que te inicies. Joder,
simplemente es demasiado peligroso, muchas cosas pueden salir mal,” dijo aterrado. Asentí, sin
querer estar en ningún lugar cercano a este hijo de puta cuando llegaran.

“¿A dónde vamos a ir?” Pregunté.

“Estoy esperando que Alec me llame de nuevo respecto a eso,” dijo, arrojando más archivos por allí.
“No creo que importe en cuanto no estés aquí, pero él no cree que debas ir a ninguna parte sin
protección, solo para estar seguros.”

“Tengo un arma,” dije con confusión, sin saber por qué estaba preocupado por protección. Sabía que
no tenía miedo de jalar el puto gatillo si tenía que hacerlo. Me miró con irritación, obviamente para
nada contento con mi puta declaración por alguna razón.

“Lo sé,” dijo con brusquedad. “De mucha ayuda te ha de ser una jodida arma cuando nadie compite
con los Mafiosi. Uno de ellos puede actuar por su cuenta y matarte sin pensárselo dos veces y nadie
objetaría a menos que tuvieras a uno de nosotros de tu lado.”

Su teléfono comenzó a vibrar en el escritorio y lo cogió rápidamente, contestándolo de inmediato. El


pánico en su expresión mitigado a medida que escuchaba con atención a la otra persona en la línea.

“¿Estás seguro?” Preguntó. “No, puedo disfrazarlo. Todavía son las vacaciones de verano. Sí, tú ya
respondiste por ella así que básicamente ella es libre tal como está. ¿Swan y tu hermana van a ser un
problema?”

Me le quedé mirando confundido, la mención del padre de Isabella y esa demente hermana de Alec
estaba haciendo que mis manos temblaran de rabia. ¿Qué demonios tenían que ver ellos con esto?
“¿Estás seguro de que ahora es el momento para avanzar con eso? Sí, tienes razón. Lo entiendo,” él
dijo, dando un suspiro exasperado. “Puedes hacerlo el lunes a primera hora. Creo que Isabella estará
bien mientras Edward esté allí… o eso espero, de todos modos.”

Traté de entender sus palabras y él terminó la conversación rápidamente. Colgó y empecé a preguntar
qué demonios estaba pasando cuando comenzó a vibrar de nuevo. Bajó la vista para verlo y el pánico
destelló en sus ojos una vez más mientras levantaba su mano para silenciarme. Respondió
formalmente, manteniendo su voz lo más uniforme posible.

“Sí, señor. Allí estaré,” dijo antes de colgar. Lo arrojó en el escritorio y me miró.

“Tienes que ir a empacar algo rápidamente, estarán aquí en menos de treinta minutos. Vas a
encontrarte con Alec en Phoenix, no sé cómo se sentirá Isabella al respecto, pero es necesario. Ella no
tiene que poner un pie en la propiedad Swan si no quiere hacerlo, aunque me imagino que querrá ver a
su madre. Pero, en cualquier caso, en algún momento tendrá que ver a su padre en un terreno neutral
por negocios. Aunque, Alec se encargará de todo eso. Ya no tenemos tiempo que perder, tenemos que
hacer todo esto antes de que algo pase,” dijo rápidamente. Solo lo miré boquiabierto, jodidamente
atónito

“¿Phoenix?” Pregunté. Asintió.

“Sí, eso es lo que acabo de decir,” escupió con disgusto. “Joder, ¿me estás escuchando, Edward? No
tenemos tiempo para que titubees en esto. Conduce tanto como puedas, detente y consigue un hotel
para unas horas de descanso, y luego conduce un poco más. ¿Entiendes? Ahora, date prisa de una puta
vez tienes que haberte ido antes de que lleguen aquí o todo el plan quedará en nada.”

“De acuerdo,” dije inmediatamente, haciendo una pausa por solo una fracción de segundo pero fue
tiempo suficiente para enojar a mi padre.

“Ahora,” espetó, su voz grave y contundente. “Sal de una puta vez de aquí antes de que James se
presente y ella se traumatice aún más.”

Salí corriendo de la habitación ante la mención de ese malvado hijo de puta, corriendo escaleras
arriba. Abrí la puerta de un golpe e inmediatamente empecé a arrojar mierda por todos lados,
diciéndole a Isabella que teníamos que salir de allí así que tenía que empacar. Ella parecía estar en
shock y no se movió ni un maldito centímetro, solo mirándome boquiabierta mientras yo arrojaba ropa
en las maletas. Me molestó porque, ¡Cristo, teníamos que irnos de una puta vez! Grité un poco por la
frustración pero traté de mantener mi ira bajo control lo mejor que pude, sin querer ser un cabrón y
asustarla aún más de lo que ya estaba. Nada de esto era su culpa y estaba mal de mi parte desquitarme
por esta mierda con ella, pero joder, solo estaba sentada allí y sin responder.

Empaqué todo y agarré las maletas, tendiendo mi mano hacia ella. Ella comenzó a hiperventilar y
pude ver todo su cuerpo temblar, dándome cuenta que estaba a punto de tener un puto colapso
nervioso. Lo que vi me rompió el corazón pero traté de ignorar el dolor porque no teníamos tiempo
para tratar con eso ahora. Teníamos que salir de una puta de vez de allí.

“Vámonos,” le dije. Ella tomó mi mano sin vacilar y di un suspiro de alivio, agradecido de que estaba
lo suficientemente coherente para al menos responder a esa mierda.

Salimos a la carretera con solo unos minutos de sobra, pasando los coches rentados Mercedes color
negro cuando todavía estábamos dentro de los límites de la ciudad de Forks. Había cuatro de ellos, lo
que significaba que podrían haber sido hasta dieciséis personas. Nunca antes se habían presentado
tantos y eso me asustó como la mierda, porque mi padre definitivamente estaba hasta el cuello y tenía
miedo por él.

Traté de mantenerme calmado y no dejar ver mi preocupación porque no quería alterar a Isabella aun
más de lo que ya lo estaba. Se dio cuenta que estábamos huyendo porque la mafia venía en camino y
se quedó en silencio, pero prácticamente podía sentir la puta ansiedad saliendo de ella. Después de
unos minutos le dije a dónde íbamos, y ella se me quedó mirando brevemente mientras asimilaba. Fue
como si estuviera en completo shock, pero al momento en que al parecer hizo clic de verdad, empezó
a ponerse frenética. Estaba hiperventilando, jadeando en busca de puñetero aire y empezó a agitarse
frenéticamente. Di un frenazo en medio de la carretera, casi provocando un maldito accidente cuando
paré en el arcén de la carretera. Estacioné el coche rápidamente y la sujeté, liberándola del cinturón de
seguridad y acercándola a mí. Le dije que respirara y se calmara, porque me estaba asustando como la
mierda y se estaba poniendo de un vivo color rojo. Froté su espalda mientras ella luchaba por
calmarse, sin saber qué hacer. Tenía miedo que se desmayara por falta de oxígeno y yo iba a tener que
hacer alguna maniobra de emergencias o alguna mierda de esas para conseguir que entrara algo de
maldito aire en sus pulmones. Las lágrimas salían como un torrente y se veía absolutamente
angustiada, su expresión devastada y haciendo que un maldito dolor desgarrara mi pecho. No me
gustaba verla así en lo absoluto y quería hacer que el puto dolor se fuera, pero maldición, no sabía
cómo hacerlo.

Necesité de mucha persuasión para conseguir que finalmente comenzara a calmarse. Le juré que me
quedaría a su lado tanto como me necesitara, que ninguno de esos hijos de puta en esa ciudad sería
capaz de causarle daño de nuevo. Alec y yo, los dos, estaríamos allí para así que ella estaría a salvo, y
ella tenía mi total devoción, lo que significaba que yo la protegería con toda la mierda que tenía.

Su respiración se hizo uniforme y el rubor en su rostro comenzó a disminuir a medida que se


tranquilizaba. Cuanto más le hablaba, más control parecía conseguir así que hablé hasta que mi
puñetera garganta comenzara a doler. Nos quedamos a un lado de la carretera fuera de los límites de la
ciudad por más de una hora mientras le daba el mayor discurso motivacional del siglo, diciéndole
cuan fuerte y maravillosa era, y cómo no podía permitir que ninguno de esos hijos de puta la
derribaran. Volvimos a la carretera alrededor de las seis de la tarde cuando ella me juró que estaba
bien, a pesar de que se mantuvo en silencio mientras conducía. Lloró silenciosamente, cada gimoteo
haciendo que mi corazón doliera todavía más. Estaba ansioso y no sabía qué hacer para hacerla sentir
mejor, de manera que solo acerqué mi mano para acariciar suavemente su piel o sostuve su mano
cuando pude, en un intento de calmarla.

Finalmente se quedó dormida y conduje por horas, tomando algo de Adderall que había agarrado del
baño cuando estaba empacando. Había dejado de tomar esa mierda meses atrás pero sabía que iba a ser
una larga noche y me mantendría alerta para conducir. Eran las tres y cuarto de la mañana y habíamos
estado en carretera un poco más de nueve horas, volando por la desierta carretera en la oscuridad.
Estaba cansado e Isabella se veía incómoda, pero quería llegar al menos hasta California antes de
detenerme.

Estirando mi mano, quité algo de cabello del rostro de Isabella, metiéndolo detrás de su oreja. Pasé el
dorso de mi mano por su mejilla, sintiendo las asperezas de las manchas rojas dejadas por sus
lágrimas. Ella se removió un poco y cambió su posición, su cabello moviéndose dejando expuesta una
mancha roja a un costado de su cuello. Me gruñí a mí mismo y la recorrí con mi dedo, negando como
mi cabeza cuando me di cuenta que le había dejado un puto chupetón. Me sentí asqueado por el hecho
de que la había marcado y puse su cabello sobre él para cubrirlo de nuevo, sin querer ver esa mierda.
Ella había sido maltratada y golpeada, vivió su vida con marcas constantes y tenía cicatrices como
recordatorio de ello, y yo me dejé llevar por un jodido momento y terminé marcándola. Sí, se
desvanecería, pero solo al verlo sobre su piel suave y pálida me hizo sentir como mierda. Ella era
como una maldita pieza de arte y yo infantilmente había salpicado algo de jodida pintura en su
hermoso lienzo.

Conduje por otra hora y finalmente crucé la frontera hacia California, deteniéndome cuando llegué a
un pueblo muy pequeño llamado Yreka. Me detuve frente a un Holiday Inn, imaginando que no
encontraría nada mejor en un lugar tan pequeño. Francamente, me importaba una mierda siempre y
cuando no fuera insalubre y tuviera una maldita cama donde me pudiera acostar. Me quedé sentado
silenciosamente en el coche por un momento mirando a Isabella antes de estirar mi mano y frotar
gentilmente su brazo.

“¿Bella, cariño?” Dije suavemente. “Despierta, tesoro.”

Ella se removió y abrió sus ojos, parpadeando un par de veces a medida que recuperaba la conciencia.
Se enderezó e hizo una mueca, agarrando su cuello. Empezó a frotarlo, mirando alrededor en
confusión, y alcancé su mano para quitarla del camino. Empecé a masajear suavemente su cuello
mientras ella me observaba, sabiendo que ese hijo de puta debía estar adolorido por la posición en la
que había estado sentada.

“¿Qué hora es?” Dijo con voz ronca, gruesa y quebrada. Aclaró su garganta antes de continuar.
“¿Dónde estamos?”

“Pasan de las cuatro y acabamos de llegar a Carlifornia,” dije en voz baja. “Joder, necesito descansar.”

Ella me miró sorprendida y asintió, mirando por la ventana hacia el hotel. Salimos del coche y nos
dirigimos adentro, alquilando una sola habitación en el segundo piso. En el momento en que entramos
a la habitación Isabella se quitó la ropa, metiéndose a la cama en sujetador y bragas antes de que
siquiera tuviera la oportunidad de encender la luz. Dije ‘a la mierda’ e hice lo mismo, quedándome
solo en boxer y metiéndome junto a ella. La puñetera cama no estaba ni de cerca tan grande o cómoda
como la nuestra en casa, pero serviría. Ella se acurrucó a mí y yo la abracé con fuerza, quedándome
dormido casi al instante.

Me desperté mucho más tarde en una habitación bien iluminada, mirando alrededor confundido
cuando vi que estaba solo en la cama. Me senté rápidamente y le eché un vistazo al reloj, notando que
ya eran casi las once de la mañana.

“¿Bella?” Grité, entrando en pánico porque estábamos en medio de la maldita nada y no me gustaba
no ser capaz de verla. Sabe que odio despertar sin ella en la puta cama conmigo.

“Aquí estoy,” dijo en voz baja desde el baño. Di un suspiro de alivio y me obligué a salir de la cama,
estirándome y pasando las manos por mi cabello, estaba adolorido y bastante cansado todavía pero
sabía que teníamos que entregar la habitación y volver pronto a la carretera. Caminé tranquilamente
hacia el baño y la envolví en mis brazos por detrás cuando la vi de pie frente al gran espejo. Ella me
dio una suave sonrisa a medida que me inclinaba para besar la parte de atrás de su cuello, poniéndome
tenso cuando ella levantó su mano y pasó sus dedos por el chupetón que le había dejado.

“Mierda, lo siento por eso,” dije rápidamente, la culpa de haberlo hecho me golpeaba una vez más. Se
veía aún peor a la jodida luz del día, de un vivo color rojo con manchas color púrpura en él. “No me di
cuenta que estaba chupando demasiado fuerte.”

“No te disculpes,” dijo gentilmente. “No me duele ni nada por el estilo.”

Suspiré y pasé la mano por mi cabello. “No importa si no duele, no debí haberte dejado una marca.
Joder, simplemente no está bien. Te hice un moretón y has tenido que lidiar con esa mierda lo
suficiente, no necesitas a mi culo hormonal dejándote marcas también.”

Ella rodó los ojos. “No es lo mismo,” dijo, escuchándose molesta. No lo hiciste para lastimarme, lo
hiciste porque me amas. En realidad, es algo así como agradable, sabiendo que viene de tus labios.”

Solamente me le quedé mirando. “Es feo,” le dije, encogiéndome. Para mí se veía vulgar y ella era
jodidamente especial y con clase para andar por allí marcada como una maldita battona barata.

“Desaparecerá,” dijo simplemente, dándose la vuelta para quedar frente a mí. Me miró a los ojos con
pura adoración y sonreí, besando sus labios con ternura en respuesta. Estuvo callada por un momento
antes de llevar el labio inferior a su boca y mordisquearlo con nerviosismo, la ansiedad que había
visto el día anterior volviendo lentamente. Me miró con aprehensión, su expresión causaba que mi
propia preocupación remontara y que ese maldito mal presentimiento se reavivara. Empecé a sentir
como si fuera a enfermarme por la ansiedad desarrollándose en la boca de mi estómago pero luché
contra ella, necesitaba parecer fuerte para ella. “¿Estamos cerca?” Preguntó en voz baja, su voz
temblando y apenas en un susurro. Negué con la cabeza.

“No, ni siquiera vamos a mitad de camino. ¿Son qué, las once? Si conduzco sin parar, llegaremos allí
como a las tres o cuatro de la mañana,” le dije, recordando la estimación de tiempo que había dado el
sistema de navegación.

“Oh,” ella dijo, la ansiedad en su expresión suavizándose un poco pero sin desaparecer por completo.
Puede que no estemos ni jodidamente cerca todavía, pero ella sabía que lo estaríamos en algún
momento.

“¿Quieres que conduzca sin parar?” Pregunté con curiosidad. Ella se me quedó mirando y mordisqueó
su labio de nuevo, al parecer considerando mi pregunta.

“¿Qué vamos a hacer cuando lleguemos allí?” Preguntó vacilante. Me encogí de hombros.

“Tengo que llamar a Alec cuando estemos cerca, pero seguramente solo buscaremos un hotel y nos
iremos a dormir,” le dije. No era como si pudiéramos ir a la puta residencia Swan a las tres de la
mañana, así que sea que nos detengamos antes de eso o si viajamos sin parar hasta el maldito Phoenix,
no veríamos a ninguno de ellos de inmediato.

“Está bien,” dijo tímidamente, asintiendo. Levanté las cejas inquisitivamente por esa palabra y ella
sonrió con timidez. “Está bien, podemos viajar sin parar.”

“Bien,” le dije, besándola brevemente. Isabella se desnudó y se metió a la ducha mientras yo me vestía
y bajaba al coche para coger nuestras maletas. Me detuve cuando llegué al Volvo, sacando mi teléfono
y marcando el número de celular de mi padre, sentí la puta necesidad de comprobar cómo estaba todo
y quería saber qué demonios estaba pasando allá en Forks. Joder, no puedo mentir, estaba preocupado
por él. Estaba arriesgando su vida por nosotros y quería asegurarme de que estaba bien, pero su
teléfono se iba directo al buzón. Dejé un mensaje rápido, diciendo que era yo y que solo estaba
reportándome para dejarle saber que estábamos bien, manteniendo mi maldito tono indiferente en caso
de que alguien más lo escuchara.

Me duché después de Isabella y los dos nos vestimos, poniéndonos ropa cómoda ya que íbamos a
pasar todo el maldito día en el Volvo. Después de que estuviéramos listos, pagué el hotel y nos
dirigimos al coche. Ya hacía calor y el sol brillaba con fuerza, de manera que bajé el capote del coche
para que al menos pudiéramos disfrutar del puto clima, por lo menos eso. Encendí el coche y salí a la
carretera, dirigiéndome al sur por la interestatal 5. Encendí el radio, molesto por haber olvidado mi
maldito iPod por el afán de salir de la casa y busqué por las estaciones algo decente para escuchar.
Charlamos un poco y no habíamos estado en camino por más de veinte minutos cuando mi estómago
comenzó a gruñir.

“¿Tienes hambre, tesoro?” Pregunté al darme cuenta que no había cenado la puta noche anterior. Ella
asintió y pasé por un autoservicio de McDonald’s por unos Nuggets de pollo y papas fritas, pensando
que era algo que podíamos comer en el coche y sin joder el interior. Comimos y el humor de Isabella
pareció mejorar poco a medida que pasaba el tiempo, la aprensión en su expresión se suavizaba más
con cada kilómetro que pasaba. Se puso cómoda en el asiento y se quitó los zapatos, mirando el
paisaje a medida que pasaba rápidamente. De vez en cuando cerraba sus ojos y recostaba su cabeza,
solo disfrutando de los rayos del sol y sintiendo el viento soplar en su cabello. Era agradable, verla así
tan despreocupada y relajada, un gran jodido cambio de hace veinte cuatro horas atrás cuando se puso
frenética por el viaje. Sabía que su alegría no duraría, así que atesoraba cada maldito momento de ella.

“¿Te gusta California?” Preguntó de pronto cuando llevábamos un par de horas de viaje. Asentí.

“Sí, está bien, supongo. Me refiero a que, no he pasado mucho tiempo aquí pero por lo que he visto de
ella, me gusta,” le dije. Sonrió.

“Se ve bien. Hace calor,” ella dijo. “¿Tienen buenas universidades aquí?”

La miré sorprendida. “Uh, sí. Hay muchas, en realidad.”

“¿Crees que hay alguna a la que yo pueda ir?” Preguntó, mirándome fijamente con una expresión de
curiosidad en su rostro.

“Sí, por supuesto,” le dije. Con la forma en que su puta mente trabajaba, dudaba que hubiera una
escuela en la cual no pudiera al menos abrirse camino si lo deseaba.

“¿Cómo cuál?” Preguntó. La miré sorprendido, jodidamente anonadado de que esperara que pudiera
nombrar algunas de memoria.

“No lo sé, depende de lo que quieras estudiar,” le dije. “¿Qué tipo de clases quieres tomar?”

“De arte, supongo,” dijo vacilante, mirándome con recelo. “Quiero decir, me gusta y me hace feliz,
pero no sé si soy lo suficientemente buena para…”

“Detén esa mierda de una vez,” dije rápidamente, interrumpiéndola. Odiaba cuando dudaba de sí
misma. “Eres lo suficientemente buena, así que deja de dudar de tu talento. Y sí, hay muchas escuelas
aquí con programas de arte que pueden aceptarte.”

“¿En serio?” Preguntó emocionada. Reí entre dientes y asentí con la cabeza.

“Sí, en serio. Y hay muchas escuelas a las que puedo entrar también, así que si quieres considerar
California lo haremos,” le dije.

“Bien,” dijo alegremente, girando su cabeza para mirar el paisaje una vez más con una sonrisa en su
rostro.

“¿Por qué California?” Pregunté con curiosidad después de un momento. No tenía problemas con ella
si allí es donde quería ir, pero me preguntaba qué le dio la idea de venir a este lugar a vivir. Apenas si
había visto una mierda, después de haber estado en un maldito coche todo el tiempo.

“Me gustan las palmeras,” dijo como si nada, encogiéndose de hombros. Su tono era serio y la
respuesta me tomó desprevenido, haciéndome reír.

“¿Palmeras, Bella? Las tienen en otros lugares no solo en California, ¿sabes?” Dije con diversión.

“Sí, pero me gustan las de aquí,” ella dijo, sonrojándose. Negué con la cabeza y seguí riendo. La
estaba dejando escoger cualquier puñetero lugar del mundo para ir y ella escogía California por unos
malditos árboles. Sin embargo, eso era algo que amaba de ella. Tenía esa jodida inocencia natural a
pesar de sus adversidades, y de verdad apreciaba las pequeñas cosas en la puta vida que muchos otros
ni siquiera notaban. La mayoría de las personas sobre analizaban dónde ir a la universidad, escogiendo
lugares en base a mierdas como relación estudiante-profesor, prestigio, equipos deportivos, y
proximidad a casa. Pero, mi Bella, ella escogía un maldito lugar por el paisaje. Ella en realidad era un
artista de corazón y si quería palmeras, se las daría sin pensármelo dos veces.

A pesar del hecho de que estábamos encerrados en un maldito coche todo el día, en realidad fue
bastante placentero. Hablamos y solo disfrutamos de la compañía del otro, haciendo caso omiso de la
realidad del mundo actual afuera del Volvo por el momento y centrándonos en los tiempos más felices
delante de nosotros. Le dije lo que sabía sobre escuelas en California y ella me contó más de cómo le
fue en su examen GED. Me preguntó qué quería estudiar en la universidad y mencioné algunas
propuestas, sinceramente sin tener ni una puta idea. No es como si fuera algo apremiante o que
necesitara desesperadamente un buen maldito trabajo después. Tenía más que suficiente dinero para
arreglármelas así que honestamente, la universidad era solo por el gusto de hacerlo de manera que
pudiera sentir que había logrado algo en la vida. Consideré casi todo, desde historia hasta geología,
pensando que me gustaría estudiar música o quizás hasta filosofía.

“Creo que serías un buen abogado,” soltó de pronto. Me eché a reír por su sugerencia, sacudiendo mi
cabeza.

“Solo porque me salgo con la mía con algunas mierdas no significa que sería un buen abogado,” dije
en broma. “Además, vengo de una larga línea de Mafiosi, Bella. Eso sería como escupir en su
memoria o algo así.

Ella me miró confundida. “¿Por qué? O sea, no es como si tú hubieras sido quién hizo las leyes o las
ejecutes. No podrían en realidad enojarse contigo por ayudar a la gente a absolverse de cargos. ¿No era
más o menos eso lo que ellos hacían?” Preguntó.

“Supongo,” le dije, sin considerar ese hecho. Quiero decir, no era como si esos hijos de puta no usaran
abogados, pero me preocupaba cómo el que yo tomara esa dirección de carrera afectaría la posición de
mi padre en la Borgata. Sabía de quienes fueron degradados de rango y otros de quienes sospecharon
cuando tenían miembros de familia que se dedicaban a ciertas carreras. “Pero aun así, ¿por qué
piensas que sería un buen abogado?”

“Supongo que porque sabes la diferencia entre una persona peligrosa que debería estar encerrada y una
persona que no tiene otra opción más que hacer algunas veces cosas que probablemente no debería,”
ella dijo, encogiéndose de hombros. “Creciste rodeado de ese tipo de gente de manera que los
entiendes. Y además, realmente sabes cómo salirte con la tuya.”

Me reí entre dientes, negando con la cabeza. “Bueno, tal vez piense en ello,” le dije. Me sonrió
dulcemente.

“Bien.”

Nos detuvimos a cenar como a las ocho horas y media de viaje, saliendo y yendo a un pequeño
restaurante cerca de Bakersfield. Una vez más traté de llamar a mi padre mientras esperábamos
nuestra comida, y recibí su buzón de voz de inmediato. No me molesté en dejar un mensaje, solo
terminé la llamada. Mi preocupación aumentaba, todos los putos peores escenarios volviendo
sigilosamente a mis pensamientos. Esperaba que él estuviera bien y solo que no pudiera hablar, pero
parte de mí seguía preocupado de que algo jodidamente malo hubiese pasado. Hice a un lado esa
mierda y traté de no permitir que mis miedos se mostraran sin querer alterar a Isabella. Ella seguía
mirándome con maldita aprehensión y no estaba seguro si se estaba poniendo más incómoda a medida
que nos acercábamos, o si yo estaba fallando en ocultar la propia y ella la estaba reflejando.

Después de la cena salimos de nuevo a la carretera e Isabella se quedó dormida en el coche, una vez
más torcida en la misma posición incómoda en la que estuvo la noche anterior. Le dije que se quitara
el cinturón y reclinara su asiento pero se negó, diciendo que estaba bien como estaba. Pensé que estaba
siendo malditamente ridícula pero no discutí con ella. Era su pinche cuello, no el mío.

El tiempo de viaje pasó lentamente después de que se quedó dormida, ya que cada minuto se sentía
como una maldita eternidad. Me estaba poniendo ansioso y necesitaba algo para distraerme, así que
jugueteé con la radio compulsivamente, pero no hizo nada para ayudar. Mi ansiedad seguía
aumentando con cada kilómetro, agitados pensamientos daban vueltas en mi cabeza en la silenciosa
oscuridad. Estaba aburrido y cansado, mis ojos ardían y mi cabeza comenzaba a palpitar con fuerza.
Mis putas piernas estaban acalambradas y mi culo estaba entumecido, mis dedos estaban trabados por
agarrar el maldito volante todo el día. Necesitaba estirarme porque mi espalda estaba empezando a
doler, pero estirarme significaba detenerme y no tenía la puñetera intención de detenerme hasta que
viera el jodido anuncio “Bienvenido a Phoenix”. Me estaba empezando realmente a encabronar,
preguntándome por qué demonios no solo había comprado unos malditos boletos de avión. Nos
hubiéramos ahorrado todo ese puto tiempo con volar.

Isabella despertó cuando estábamos a treinta minutos a las afueras de Phoenix y rápidamente enderezó
su cuerpo para mirar alrededor. Ella agarró su cuello, obviamente adolorido por la maldita posición en
la que había estado durmiendo. Suspiré y extendí mi mano masajeando su cuello por ella. Estaba
molesto, porque joder, debió haberme escuchado y se pudo haber evitado eso, pero al mismo tiempo
no quería que sintiera dolor.

“Ya casi llegamos,” murmuré. Su cabeza se giró rápidamente en mi dirección, sus ojos amplios y una
expresión de horror en su rostro.

“¿Ya?” Preguntó, se escuchaba aterrada. La miré con incredulidad.

“¿Ya, Bella? ¿He estado conduciendo por más de un maldito día, y tú preguntas que si ya?” Pregunté
con incredulidad. “Cristo, mujer. Nunca había conducido tanto en mi puta vida.”

“Lo siento,” dijo rápidamente, volviendo su cabeza para mirar por la ventana. Le eché un vistazo y vi
como a comenzó a mordisquear su labio y moviéndose inquieta. Me sentí mal de inmediato, sabiendo
que no debía haberle hablado así, este lugar era lo mismo para ella que el Infierno y la estaba
conduciendo directamente a él sin ser comprensivo por lo malditamente difícil que era para ella.
Agarré su mano para evitar que se siguiera moviendo, entrelazando nuestros dedos y apretándolos
suavemente.

“Lo siento. Es solo que estoy cansado, no debí haberme comportado como un pendejo,” dije
gentilmente. Ella asintió pero no dijo nada. De hecho, no dijo ni una puñetera palabra el resto del
viaje. Cruzamos los límites de la ciudad hacia Phoenix poco después de las tres de la mañana y ella se
tensó cuando vio el letrero dándole la bienvenida, su maldita ansiedad me hizo sentir aún más
culpable. “Bienvenidos” mi maldito culo… obviamente no había nada que le diera una verdadera
bienvenida a mi chica en este puto lugar.

Traté de llamar a Alec pero solo me recibió su buzón de voz, lo que tenía maldito sentido porque muy
probablemente debería de estar dormido a las tres de la mañana, pero no estaba siendo del todo lógico
en el momento. Sin embargo, el hecho de que no haya podido localizar a mi padre y haber tenido
apenas el mismo resultado con mi tío hizo que mi miedo se disparara, sin gustarme el no tener con
ningún contacto con ellos. Me detuve en el primer hotel que vi, sin tener la maldita paciencia para
buscar un cinco estrellas y sin realmente importarme una mierda a estas alturas.

Le arrojé al hombre de la recepción un poco de dinero y agarré la puñetera llave que me daba con muy
poca conversación, sin estar de puto humor para una pequeña charla. Entramos e hice una mueca por
el mal estado que tenía el pinche lugar, quejándome mientras Isabella solo se encogió de hombros y se
desvistió, metiéndose a la cama. Me le quedé mirando por un momento cuando abrazó con fuerza la
almohada, deseando qué demonios saber decir para hacerla sentir bien. Decir algo como “Todo estará
bien” se sentía como una pendejada, porque cómo carajos iba a saber que todo va a estar bien y decirle
que así eran las cosas que tenía que aceptarlo solo me hacía un cabrón. No era capaz de comprender
cuál era el punto medio entre esas dos cosas debido a mi estado de agotamiento, de manera que
mientras me metía en la cama dije simplemente la única puta cosa que sabía era en ese momento la
maldita verdad.

“Te amo, Isabella Marie Swan.”

Ella se dio la vuelta hacia mí, mirándome fijamente. “Ya lo sé, y yo también te amo.”

Ella se acurrucó en mi pecho a medida que mis ojos se cerraban solos, el sueño vino instantáneamente.
Me desperté sobresaltado mucho más tarde por el sonido de mi teléfono sonando con fuerza, el
estridente sonido hizo que mi corazón latiera con fuerza. Me senté y froté mis ojos, agarrando el
teléfono de la pequeñísima mesita lateral junto a la cama donde lo había colocado la noche anterior.

“Sí,” contesté de inmediato sin siquiera mirar para ver quién estaba llamando, todavía jodidamente
atontado y medio dormido. Francamente, no me importaba cuál hijo de puta era siempre y cuando
escuchara de uno de ellos de manera que no me sintiera tan al margen de todo.

“¿Ya llegaste a Phoenix?” Alec preguntó, su tono completamente alerta para ser tan temprano. Le eché
un vistazo al reloj en la mesita y gemí cuando vi que ya pasaba del mediodía. Aparentemente no era
tan jodidamente temprano, después de todo.

“Sí,” respondí, bostezando a mitad de palabra por lo que probablemente fue jodidamente ininteligible.

“Voy a pasar el día en la residencia Swan, si quieres traer a Isabella a visitar a su madre,” él dijo. “De
lo contrario, te llamaré esta tarde para encontrarnos por la mañana y apreciaría si te mantienes en
contacto conmigo sobre tu ubicación.” Suspiré y le eché un vistazo a la cama, a un lado de mí,
encontrándome con los ojos de Isabella de inmediato. Era evidente que estaba nerviosa y me miraba
con aprensión.

“Sí, está bien,” le dije. “Puedo hacer eso.” Él recitó de un tirón la dirección de los Swan y le dije que
esperara un momento mientras salía de la cama, buscando en la habitación por un pedazo de papel y
algo con lo que escribir. Encontré un pedazo de lápiz en el cajón y agarré la Biblia de la mesita de
noche, abriéndola y arrancando la primera página. Isabella jadeó y se sentó rápidamente, viéndome
boquiabierta y en shock. Me encogí de hombros ante su expresión y le dije a Alec que repitiera la
mierda que había dicho, anotando rápidamente la dirección.

“Muy bien, gracias,” le dije, terminando la llamada. Miré a Isabella y vi que todavía estaba
mirándome fijamente, viéndose aturdida.

“No puedo creer lo que acabas de hacer,” me dijo. Mi ceño se frunció.

“¿Hacer qué?” Pregunté.

“Acabas de arrancar esa página,” me dijo, su tono casi acusatorio.

“¿Sí? Necesitaba algo en lo que escribir,” le dije, encogiéndome de hombros de nuevo, sin entender
cuál era el problema.

“¡Era la Biblia, Edward!” Dijo. Rodé los ojos.

“Cristo, Bella, ¿de verdad crees que el cabrón que venga a un lugar como este leería esta mierda?”
Pregunté con incredulidad, sosteniendo la Biblia en mi mano. “Cualquiera que se quede aquí está muy
lejos de ser un puto santo, eso es seguro.” Miré alrededor de la habitación con disgusto, incapaz de
creer que alguna vez hubiera aceptado quedarnos en tales condiciones a pesar de mi agotamiento de la
noche anterior. Se veía como uno de esos lugares que rentabas por hora para hacer la mierda más fácil
para las prostitutas.

“No está tan mal, Edward. Además, nos quedamos aquí,” dijo ella a la defensiva.

“Cierto. Como dije, muy lejos de ser un puto santo, tesoro,” le dije, riendo entre dientes. “Pero como
sea, fue solo la portada, no arranqué nada con la historia en ella. El pinche papel solo decía ‘Santa
Biblia’ y cualquiera que vea el maldito libro sabe cuál es. No necesitan de este pedazo de papel para
saber esa mierda.”

Solo se me quedó mirando y negué, dándome cuenta que mi padre patearía mi puto culo si sabía lo que
acababa de hacer. Profanar La Biblia mientras tomaba el nombre del Señor en vano en ello.

“Sigue estando mal,” me dijo, sin dejar de mirarme. Suspiré, encogiéndome de hombros.

“Tal vez lo sea, pero tenía que escribir la dirección de los Swan,” le dije. Sus ojos se ampliaron por la
sorpresa y se congeló, su expresión de pánico.

“¿Por qué?” Preguntó vacilante.

Suspiré y me volví a sentar en la cama, estiré mi mano para quitar un poco de pelo rebelde de su
rostro. Lo metí detrás de su oreja y la miré a los ojos, le di una suave sonrisa mientras la observaba.
Era tan hermosa y se veía tan jodidamente inocente y vulnerable en ese momento, no deseaba nada
más que corregir lo que estaba mal y hacer del mundo algo mejor para ella.

“Quieres ver a tu madre, ¿verdad?” Le pregunté gentilmente, levantando mis cejas inquisitivamente.
No había abordado el tema de que visitara a su madre antes, y en base a su expresión ella ni siquiera
había considerado esa parte. Había estado tan preocupado por su encuentro con aquellos que la habían
lastimado, que no había tenido la oportunidad de pensar en ver a las personas que le importaban.

“¿En serio?” Preguntó vacilante, una expresión de sorpresa en su rostro. Yo asentí, pasando las puntas
de mis dedos por su mejilla.

“Sí, en serio. Alec va a estar allí todo el día y me acaba de decir que puedo llevarte a visitar a tu
madre. Si tú quieres, por supuesto,” le dije. Ella asintió rápidamente, mordiendo su labio mientras sus
ojos se ponían vidriosos por las lágrimas. Una docena de emociones diferentes destellaron por su
rostro y ella se arrojó hacia mí con tanta fuerza que me echó hacia atrás. Envolvió sus brazos a mí
alrededor con fuerza y enterró su rostro en mi pecho y empezó a sollozar. La abracé y acaricié su
espalda, besando el tope de su cabeza.

Me quedé allí recostado por un momento mientras ella se tranquilizaba antes de decirle que se vistiera
para que pudiéramos irnos. Se levantó de un salto y corrió al baño, duchándose rápidamente. Yo me
duché después de Isabella, observándola mientras me vestía. Estaba sentada en el borde de la cama,
viéndose bastante nerviosa mientras se movía inquieta y jugueteaba con el dije de su collar. Era el que
le había comprado antes del baile de graduación y que Tanya le había arrancado, el que se suponía que
protegía del mal a la persona quién lo usaba. Había hecho que lo arreglaran después de que esa perra
lo rompió y que Isabella muy raras veces se lo quitaba. En serio esperaba que ese hijo de puta ayudara
hoy cuando ella viera a Charles Swan y a su esposa.

Me acerqué a Isabella y me dejé caer junto a ella para ponerme mis Nike, viéndola por el rabillo de mi
ojo. Ella llevaba una camiseta sin mangas color azul que estaba ligeramente escotada y unos vaqueros
ajustados color azul oscuro y unos zapatos bajos dorados que hacían juego con su collar. Sonreí para
mí mismo, jodidamente orgulloso de haber empacado mierda que combinaba bien cuando lo hice a
toda prisa. Mientras la miraba me preguntaba qué iban a pensar, porque solo al verla era obvio que no
era la misma Isabella destrozada que había dejado Phoenix casi un año atrás.

“Vamos, amore. Es momento de que me presentes a tus padres,” le dije jugando, poniéndome de pie y
tendiéndole mi mano. Ella la tomó con cautela y se puso de pie con una pequeña sonrisa en sus labios,
pero podía sentir su ansiedad remontando con cada segundo que pasaba. Entregamos la habitación,
porque no tenía intención de quedarme en ese deplorable lugar de mierda de nuevo, y subimos al
coche.

Introduje la dirección de la residencia Swan en el Sistema de Navegación y seguí las instrucciones,


conduciendo a través de la ciudad y de nuevo hacia las afueras, viajamos por una carretera remota
durante unos veinte minutos e Isabella empezó a ponerse tensa y sus manos a temblar. Su miedo era
tan intenso que prácticamente podía sentirlo e hizo que mi ira comenzara a desarrollarse. No estaba
enojado con ella en lo absoluto, joder, entendía exactamente por qué tenía tanto miedo, y eso era lo
que me hacía enojar. Me encabronaba que mi maldita chica no podía estar entusiasmada por ver a su
madre por el recuerdo de lo que esos hijos de puta le habían hecho.

Cada segundo que pasaba se ponía más nerviosa y eso solo hacía que me molestara aun más. Mis
manos comenzaron a temblar y agarré el volante con fuerza, deseando que dejaran de temblar
mientras intentaba controlar mi temperamento. Isabella no decía ni una palabra mientras miraba por la
ventana, tratando de calmarse, y necesita alguna mierda para distraerme. Estiré mi mano y empecé a
buscar estaciones en la radio, buscando algo que escuchar a fin de dejar de pensar en esas mierdas.
Encontré una estación de rap y subí el volumen cuando escuché Nuttin’ by a G Thang, el bajo
retumbando desde los altavoces con fuerza. Probablemente era mi maldita canción favorita de todos
los tiempos, siempre me tranquilizaba y me ponía de buen humor. Escuchaba tanto esa hija de puta
que Isabella se sabía la mitad de la letra, incluso si no entendía la mayor parte de ella.

El Sistema de Navegación me dijo que diera vuelta a la izquierda y disminuí la velocidad a medida
que me acercaba al camino, dando la vuelta hacia él. Isabella se puso todavía más tensa a medida que
conducía por el desierto y la escuché inhalar bruscamente cuando la casa quedó a la vista. La reconocí
por la foto de la madre de Isabella que mi padre había tomado y se me hizo aún más familiar en
persona, recordando haberla visto cuando era un niño. Me detuve frente a ella, estacionando detrás de
un Mercedes negro que sabía era el coche rentado de Alec. Una mujer en el porche miró hacia el
vehículo pero rápidamente apartó la mirada cuando hice contacto visual con ella, el movimiento me
recordó exactamente como actuó Isabella la primera vez que vino a vivir con nosotros.
Dejé el coche estacionado pero no lo apagué, dejando funcionando el aire acondicionado. Agarré la
mano de Isabella, mi toque la asustó e hizo que diera un salto y gritara. Ella me miró frenética, su
expresión casi horrorizada.

“No creo que…” Comenzó a decir, sacudiendo su cabeza furiosamente. Levanté mi otra mano y
suavemente cubrí su boca para que se detuviera, mirándola fijamente. No quería que entrara en puto
pánico por esto y necesitaba que se calmara de una puta vez.

“Escúchame, y escúchame muy bien, tesoro,” le dije, mi tono completamente serio. “Estamos a punto
de salir de este coche y entrar a ese lugar, y sé que esta mierda no va a ser fácil para ti. Te va a hacer
recordar mierdas que pasaron y eso te va a doler. Lo sé por experiencia porque cada maldita vez que
he regresado a Chicago y he caminado por el callejón en dónde mataron a mi madre, joder, por poco y
me he derrumbado. Pero siempre me he mantenido en pie, porque no podía permitir que esos hijos de
puta me quebraran. Puede que quieras huir lo más lejos que sea posible de este puñetero lugar, pero no
puedes. No puedes permitir que estos pendejos controlen tu vida, no puedes dejarlos que te derriben.”

Ella se me quedó mirando fijamente, asimilando mis palabras. “Joder, tú eres fuerte, Isabella. Puede
que ahora no lo sientas así, pero lo eres. Sobreviviste a esta mierda y saliste más fuerte que nunca.
Estos hijos de puta trataron de derribarte, pero no funcionó porque tú sola te levantaste. ¿Te has visto
últimamente? Eres una puta fuerza de la naturaleza, Bella. Eres dura, apasionada e implacable, y no
puedes permitir que esta gente te afecte. Eso es lo que ellos quieren. Quieren quebrarte. Son viles y
asquerosos de mierda, y no puedes darles lo que quieren. No puedes rendirte ante ellos.”

Lágrimas empezaron a caer de sus ojos pero el nerviosismo estaba desapareciendo y siendo
remplazado con determinación. Conocía esa expresión en cualquier lugar, porque era la expresión que
tenía su rostro cuando estaba determinada a hacer algo. “Entonces, vamos a salir de este coche y
vamos a entrar en esa jodida casa, y vamos a decirles a esos hijos de puta que besen nuestros culos
porque no pueden tocarnos. No pueden tocarte, ninguno de ellos, y si alguna vez lo intentan, los voy a
joder y lo digo en serio. Tú eres mejor que ellos, Isabella. Eres más grande que esto. No dejes que te
quiebren. No dejes que se interpongan en tu camino. Vas a salir allá y a encontrar a tu madre, y le
dices que la amas porque tú te mereces esa maldita oportunidad. Tú mereces poder decírselo, y esta
vez no dejes que nada te detenga.”

Finalmente quité mi mano de su boca y apagué el coche, abriendo la puerta del lado del conductor y
saliendo sin decir una palabra más. Había dicho todo lo que podía decir y si ella no salía de una puta
vez después de eso, nunca lo haría. Podía haberla consentido, y una puta parte de mí quería hacerlo,
pero eso no la ayudaría. Tenía que encontrar la fuerza y coraje dentro de ella para esta mierda, y no
solo apoyarse en mí para que yo la rescatara. Tenía fe en que ella podía hacer esa mierda.

Su puerta se abrió y ella salió tímidamente, sus ojos escaneando la propiedad. Gemí cuando el calor
me golpeó, el sol brillaba con fuerza y casi me deja ciego. Metí la mano en el coche y saqué mis lentes
de sol, poniéndomelos antes de empezar a desabrochar mi camisa de manga larga color verde. Estaba
arremangada hasta los codos pero todavía estaba demasiado caliente para llevarla.

“Mierda, hace calor,” espeté, quitándome la camisa y quedándome solo con la camiseta interior sin
mangas. La arrojé dentro del coche cuando Isabella me miró y me dio una suave sonrisa.

“No está tan mal,” dijo en voz baja. La miré con incredulidad.
“Si tú lo dices. Joder, estoy a punto de incendiarme aquí,” le dije, negando con la cabeza. Me agaché y
agarré mi arma de debajo del asiento, revisándola dos veces para asegurarme que estaba cargada y que
el seguro estaba puesto.

“¿Vas a llevar tu arma?” Preguntó vacilante, mirándome sorprendida. Asentí y la deslicé dentro de la
cintura de mi pantalón.

“Mejor prevenir que lamentar,” le dije, cerrando la puerta del coche. Me acerqué a ella y cerré su
puerta, de pie frente a ella y mirándola a la cara. Ya no se veía necesariamente asustada, pero
definitivamente estaba ansiosa. “¿Estás lista?”

“Tan lista como puedo estarlo,” dijo, asintiendo con vacilación.

Sonreí y la envolví en mis brazos. “Esa es mi chica,” le dije, inclinándome y presionando suavemente
mis labios en los suyos. Se puso de puntillas y me devolvió el beso apasionadamente, levantando sus
brazos y envolviéndolos alrededor de mi cuello.

“Estás sudando,” me dijo, sus dedos recorriendo el cabello de mi nuca.

“Te lo dije, está caliente como el infierno,” le dije, sacudiendo la cabeza.

“Es el infierno,” ella dijo. Mis ojos se abrieron por la sorpresa y me eché a reír, alucinado de que ella
hubiera dicho eso. Había tenido la misma maldita idea la noche anterior mientras conducía, pero el
que ella lo dijera era sorprendente.

“Joder, acabas de maldecir,” le dije en broma. Su ceño se frunció.

“Infierno no es una maldición,” me dijo.

“Sí, lo es,” le dije, asintiendo con la cabeza. Negó, mirándome fijamente.

“No lo es. Está en la Biblia, Edward. Si pasaras más tiempo leyéndola y menos tiempo arrancando sus
páginas, tal vez lo sabrías,” dijo sarcásticamente. Me le quedé mirando asombrado y me seguí riendo.

“No puedo creer que me hayas dicho eso,” le dije divertido, empujándola en juego. Ella se echó a reír
y se sonrojó cuando la atraje hacia mí, besándola de nuevo. Ella empezó a devolverme el beso cuando
una puerta se azotó, su cuerpo se puso rígido al momento que sus oídos registraron el sonido. Me
aparté de ella y levanté la vista hacia el porche para encontrarme a un hombre de mediana edad con
cabello y ojos oscuros. Él era un extraño para mí, que pudiera recordar, nunca antes lo había visto,
pero sus ojos y nariz me eran muy familiares. Eran unos ojos que conocía muy bien y una nariz que
recordaría en cualquier lugar. Eran rasgos que me recordaban a mi chica, y al momento en que esa
idea se registró, una ira intensa se apoderó de mí. Apreté mis manos en puños mientras contenía mi
temperamento, luchando contra el impulso de atacar. Nunca antes había sentido un odio tan intenso
por alguien.

Isabella estaba temblando en mis brazos y bajé la vista hacia ella, viendo que su inquietud volvía pero
seguía manteniéndose en pie. Me agaché de manera que mis labios estuvieran junto a su oído.

“¿Si este es el infierno, eso significa que él es el diablo?”


Capítulo 62 Vida Alterada

"No hay nada como volver a un lugar que permanece sin cambios para descubrir cómo has
cambiado tú." Nelson Mandela.

Isabella swan
Traducido por Betzacosta

En el momento en que escuché el golpe de la destartalada puerta mosquitera, mi cuerpo se puso rígido
cuando el temor me golpeó. Edward y yo estábamos en medio de un beso y se apartó de mis labios con
rapidez para mirar hacia el porche. Sin embargo, mantuve los ojos cerrados, sin necesidad de mirar
para saber quién era. Mi cuerpo y mi mente todavía estaban en sintonía con todo, las vistas y sonidos
de Phoenix aun arraigados en mí. Siempre había sido capaz de decir quién se estaba yendo o llegando
en base a la forma en que la puerta sonaba, y por lo que acababa de oír, sabía exactamente quién
estaba parado en el porche sin siquiera dar una mirada en esa dirección.
Edward no me soltó, pero podía sentir que su cuerpo se tensaba y sus manos se apretaban en puños.
Abrí los ojos vacilantes hacia él, mi cuerpo temblaba más fuertemente cuando alcancé a ver por mi
periferia la forma de pie en el porche. Edward volvió la cabeza para mirarme, con una expresión de
enojo en su rostro y profunda preocupación en sus ojos.

"Si esto es el infierno, ¿significa eso que él es el diablo?" Susurró, inclinándose de modo que sus
labios estuviesen justo al lado de mi oído. Suspiré y asentí, un escalofrío corriendo por mi espalda
cuando sentí su aliento contra mí.

"Se podría decir que sí," dije en voz baja, con la voz temblorosa. Edward suspiró y me frotó la espalda
suavemente.

"Bueno, entonces, es bueno que el diablo no nos asuste, ¿eh?" Dijo con confianza, rompiendo el abrazo
y agarrando mi mano, entrelazando nuestros dedos. Finalmente, volví la cabeza y miré hacia el
porche, encontrándome con los ojos de Charles inmediatamente. Lo miré fijamente, aturdida porque
parecía completamente igual. Casi había pasado un año desde la última vez que puse un pie en esta
propiedad pero mirando a Charles de pie en pantalones de color caqui y una camisa abotonada, hacía
parecer como si no hubiese pasado el tiempo en absoluto. Lucía exactamente como lo recordaba…

Tenía una expresión de sorpresa en su rostro y yo seguía mirándolo, tratando de obtener una lectura
sobre su estado de ánimo. Siempre había sido buena en averiguar cómo se sentía Charles y en ese
momento parecía estar completamente impresionado por mi presencia. Inmediatamente me pregunté
si incluso había sido informado de que estaría aquí, su expresión me decía que era probable que no lo
hubiese sido. Frunció el ceño después de un momento y me di cuenta que la confusión se extendía
mientras me miraba a los ojos. No tenía ningún sentido al principio, porque él tenía el mismo aspecto
pero sin duda no estaba actuando como siempre lo había hecho. Me di cuenta rápidamente de que la
razón por la que no estaba actuando de la misma forma era porque yo tampoco lo hacía.

Charles nunca nos había permitido mirarlo. Fuimos entrenados para mantener la cabeza hacia abajo y
los ojos en el suelo siempre que fuera posible, era visto como desobediencia cuando él nos pillaba
mirando. Me había llevado un tiempo ser capaz de mantener contacto visual con cualquiera después de
ir a vivir con los Cullen, pero ellos insistieron en que en el mundo real eso era una señal de respeto.
Yo había sido golpeada y castigada muchas veces a lo largo de los años por hacer exactamente lo que
estaba haciendo de pie en el porche, pero ese hecho no parecía disuadirme en absoluto. Cuanto más lo
miraba, más parecía que el miedo disminuía. Él no podía tocarme. Él no podía hacerme daño nunca
más. Él no ejercía ningún poder sobre mí y no lo poseería de nuevo.

Continuamos mirándonos el uno al otro en un tenso silencio, solo rompiendo el contacto visual cuando
la puerta detrás de él se abrió y él tuvo que apartarse. Alec salió al porche y nos miró a Edward y mí,
asintiendo en señal de saludo.

"Edward, Isabella," dijo. "Es bueno verlos de nuevo”.

"Tío Alec," dijo Edward, su voz plana pero todavía podía sentir la tensión en su cuerpo. Era obvio que
estaba molesto y luchando para mantener su temperamento bajo control.

"Alec, señor," dije en voz baja.


"¿Están disfrutando de su viaje?" preguntó Alec, mirándonos. Mi frente se arrugó ante la
despreocupación de la pregunta y Edward asintió.

"Supongo. Fue un maldito largo viaje pero aparte de eso ha ido bien," dijo Edward. "Bueno, excepto el
hecho de que está caliente como el infierno en este hijo de puta lugar. No sé cómo coño tú lidias con
esto, y estás aquí afuera en pleno calor usando un maldito traje. Cristo, me siento como si estuviera
siendo hervido vivo o algo así.”

Sonreí involuntariamente por sus quejas y Alec se rió ligeramente. "No es tan insoportable. Cuando
creces en estas condiciones tu cuerpo se adapta a ello. ¿No es cierto, Isabella?"

"Sí, señor," le dije en voz baja. "El calor no es..." Tenía la intención de afirmar que no era tan malo,
pero fui interrumpido por fuertes pisadas corriendo por la casa y la puerta principal siendo abierta de
golpe.

"¿A dónde fue Clara?" escupió Jane mientras salía, su voz aguda. Llevaba un vestido rojo sangre y un
par de zapatos de tacón a juego, con el cabello peinado hacia atrás en un moño y con una mueca en su
cara. "Voy a sacarle a esa perra los dientes a golpes." Me estremecí por instinto, el terror corriendo a
través de mí de inmediato por su hostilidad. Mi corazón comenzó a golpear con fuerza mientras ella se
quedaba inmóvil en el porche, con el rostro retorciéndose en una expresión de confusión y disgusto
cuando me vio. La miré con aprehensión y ella me miró fijamente, obviamente disgustada por mi
presencia.

"¿Qué diablos?" Escupió, mirando airadamente. Estaba claro que definitivamente no había sido
advertida de antemano que iba a venir.

"Jane, te acuerdas de Isabella," dijo Alec casualmente, volviéndose para mirar a su hermana. "¿Y en
verdad alguna vez has tenido la oportunidad de conocer a mi sobrino Edward, el menor de los Cullen?"

La expresión de Jane cambió inmediatamente de odio a shock con los ojos muy abiertos, una
expresión de alarma instaurándose en su cara. Me sorprendió, porque nunca la había visto lucir de esa
manera antes. Sus ojos se dirigieron hacia Edward y jadeó mientras el color desaparecía de su rostro.
Ella parecía confundida y completamente atónita, negándose a apartar los ojos de Edward.

"Fantasma," murmuró con una voz llena de pánico, girando y corriendo de nuevo hacia la casa. Mi
frente se arrugó y me sorprendió porque era claramente italiano, pero nunca la había oído hablar una
sola palabra en todos los años en que la había conocido. Charles parecía igual de sorprendido por el
comportamiento de su mujer, mirando a la puerta por la que acababa de desaparecer con desconcierto.
Volví la cabeza para mirar a Edward, mirando de reojo a Alec en el proceso. Tenía una sonrisa en los
labios y una expresión divertida en su rostro que insinuaba que podía no estar tan desconcertado como
nosotros.

"¿Acaba de llamarme un puto fantasma?" preguntó Edward con confusión. Alec se encogió de
hombros.

"Lo hizo, pero estoy seguro de que eres consciente de que ella no es exactamente la persona más
cuerda alrededor. De hecho, ella es realmente muy inestable," dijo. "¿No es eso cierto, Isabella?"
Me quedé helada y lo miré fijamente, atónita de que me preguntara tal cosa y estuve aún más
sorprendida cuando me di cuenta de que en realidad esperaba una respuesta. Se quedó mirándome
inquisitivamente, esperando pacientemente a que respondiera.

"Eh... sí, señor," le dije en voz baja, sin saber si debía de admitir la verdad o no, porque Alec todavía
me ponía nerviosa. Él asintió y se volvió para mirar a Charles, que nos estaba mirando de nuevo a
Edward y a mí con una expresión de asombro en su rostro.

"¿Vas a invitar a los chicos a entrar, Swan, o tienes la intención de permitir que mi sobrino continúe
quemándose?" preguntó Alec deliberadamente después de un segundo. "Estás siendo muy grosero con
mi familia. Los invité aquí bajo la impresión de que recordabas cómo ser hospitalario".

Charles apartó la mirada de nosotros rápidamente ante las palabras de Alec, asintiendo con una
expresión de asombro en su rostro.

"¡Oh, sí! ¡Lo siento! Por supuesto, adelante," dijo a la vez, caminando y abriendo la puerta mosquitera.
Edward suspiró y se dirigió hacia el porche, el sudor acumulándose a lo largo de su piel y el rubor en
sus mejillas me decía que sin duda necesitaba refrescarse en el aire acondicionado, pero no había
manera de que yo pudiera caminar dentro de la casa todavía.

Sintió mi resistencia y se detuvo, volviéndose a mirarme inquisitivamente. "Ehm... necesito algo de


tiempo," murmuré. "Unos minutos, si eso está bien".

Él asintió, vacilante. "Puedes tener todo el tiempo que necesites. Este es tu show, tesoro. Tú estás
tomando las decisiones aquí. Si quieres irte, me lo dices y lo haremos."

Sonreí suavemente y negué con la cabeza. "No quiero irme. Es que no estoy lista para ir dentro. Yo,
eh..." Eché un vistazo alrededor de la zona rápidamente, mis ojos escaneando la propiedad. "Mi
madre".

Una mirada de comprensión cruzó por su cara y él asintió. "¿Sabes dónde podría estar?" me preguntó,
alzando las cejas inquisitivamente.

"Tengo una idea de dónde. Supongo que ella no sabe que estoy aquí ya que nadie más parecía estar
esperándome," le dije, mis ojos continuaron explorando el terreno a mi alrededor. Si nada había
cambiado realmente en la residencia de los Swan como sospechaba, había probabilidades de que ella
estuviera detrás de la casa trabajando, ya que no estaba en el jardín.

"Sí, lo he notado. No puedo creer que Alec no lo hubiera dicho, maldición,” dijo, sacudiendo la
cabeza.

"Parece que le gusta dar órdenes aquí," le dije, sonriendo ligeramente. "Por lo general Charles es el
que da órdenes a la gente. Fue algo agradable ver lo contrario."

Edward se rió entre dientes. "Sí, Alec es la única conexión de la familia de Charles con el Borgata, ya
que nunca fue incluido personalmente. Él depende mucho de Alec para que sus puñeteros negocios
prosperen como para molestarlo. Además, ya sabes... no hay nadie tan estúpido como para joder con
Alec, de todos modos. Él puede ser un aterrador hijo de puta.”

"Sí. Trataba a tu padre de la misma manera," le dije. "Nunca había visto a Charles tener miedo de
nadie ni de nada hasta el día en que el doctor Cullen vino a buscarme. Fue inesperado así que
realmente no sabía qué pensar de tu padre. En cierto modo me sentí feliz de que Charles fuera quien
estuviera aterrado por una vez, pero al mismo tiempo eso me asustó aún más. No me podía imaginar la
clase de hombre al cual estaba siendo vendida si alguien como Charles le temía".

"Sí, bueno, alguien tiene que poner ese hijo de puta en su lugar," dijo Edward, negando con su cabeza
mientras pasaba sus manos por su cara. Su rubor crecía, el sudor prácticamente saliendo de él. "Es
probable que solo temía que mi papá lo liquidara como lo hizo con su padre".

Mi ceño se frunció en confusión por su declaración. "¿El padre de quién?" le pregunté. Edward me
miró con sorpresa.

"¿Qué?" preguntó, pareciendo sorprendido por mi pregunta, por alguna razón.

"¿Al padre de quién el doctor Cullen liquidó?" Le pregunté, sin entender lo que estaba hablando. "¿Y
qué significa liquidar?"

Me miró por un segundo antes que de la comisura de sus labios apareciera una pequeña sonrisa. "Es
una larga historia, no te preocupes por eso," dijo, negando con la cabeza. Su voz tenía un tono nervioso
y lo miré fijamente por un segundo, sin saber por qué parecía tan reacio a responder esa pregunta.
Estaba a punto de presionar para que se explicara, pensando tal vez que era una historia embarazosa ya
que él estaba nervioso sobre decírmelo, pero una fuerte conmoción que sonó cerca me detuvo antes de
que pudiera decir cualquier palabra. Salté y grité, sorprendida por la interrupción, y di la vuelta
rápidamente.

Me congelé el momento en que vi la forma, mi ritmo cardíaco aumentando inmediatamente mientras


mi respiración se detenía. Mi madre estaba de pie en la esquina de la casa, a sus pies había un montón
de cubos de metal y herramientas que ella acababa, obviamente, de dejar caer. Solo se me quedó
mirando boquiabierta con una mirada de incredulidad en su rostro, su expresión casi igualando a la
que Jane había puesto hace unos momentos.

Se veía como si hubiera visto un fantasma.

A diferencia de Charles, lucía completamente diferente de lo que recordaba. Su cabello oscuro tenía
grandes mechones grises y tenía arrugas que recubrían su rostro que la hacían parecer mucho más allá
de sus meros treinta y cuatro años. Ella estaba usando una camiseta gris arrugada y sucia que
prácticamente se tragaba su pequeño cuerpo y un par de pantalones cortos desgastados y viejos que
exponían un conjunto de piernas sorprendentemente delgadas. Mi madre siempre había sido delgada
por la forma en que nos vimos obligadas a vivir, pero ahora estaba mucho más que eso. Estaba frágil y
parecía completamente enferma, la piel opaca y ligeramente descolorida. Tenía bolsas oscuras bajo
los ojos hinchados que me recordaban al doctor Cullen y me hizo preguntarme si alguna vez dormía
bien. Parecía completamente desgastada, una cáscara de sí misma sin ninguno de los rastros de vida
que habían estado presentes en sus ojos.

Me pudo haber estado mirando como si yo fuera una aparición, pero era ella la que realmente parecía
un fantasma.

"¿Isabella?" Dijo vacilante, con la voz quebrada cuando pronunció mi nombre. El sonido de su voz
envió un dolor que rasgaba a través de mi pecho, tan intenso que me hizo borrosa la visión debido a
las lágrimas. Un sollozo escapó de mi garganta y retiré la mano de Edward rápidamente para cubrir mi
boca. Ella se quedó sin aliento cuando comprendió que en realidad era yo, que no era simplemente un
producto de su imaginación, y dio un paso adelante. Su movimiento rompió mi postura y mis pies
comenzaron a moverse por su propia voluntad, mis piernas frenéticamente me llevaron directamente
hacia ella.

Corrí sin dudarlo y ella abrió los brazos hacia mí, dando unos pasos hacia adelante. Mi cuerpo chocó
contra el de ella con tanta fuerza que se tambaleó hacia atrás, perdiendo su equilibrio. Envolvió sus
brazos alrededor de mí con fuerza mientras caía sobre su trasero, su abrazo fuerte a pesar de su frágil
cuerpo. Me caí al suelo con ella y empecé a sollozar, enterrando la cara en su cuello.

"Isabella," dijo histéricamente. "¡Oh, Dios, mi niña!" Ella comenzó a sollozar y sus manos
frenéticamente viajaron por mi espalda y corrieron a través de mi cabello mientras me aferraba a ella
con fuerza.

"Mamá," me quedé sin aliento, la palabra saliendo como un gemido agudo. Ella dejó escapar un
sollozo y se agarró a mí con más fuerza.

"Realmente eres tú," dijo con incredulidad. "¡Estás realmente aquí!"

"Sí," me atraganté. "Estoy aquí, mamá."

Se apartó del abrazo para mirarme, sus ojos llenos de lágrimas. Parecía completamente asombrada
mientras sus ojos recorrían mi cara frenéticamente, estudiando mis características.

"Estás aquí," repitió. "Oh, Dios. ¿Por qué estás aquí? ¡No deberías estar aquí, nunca deberías haber
vuelto aquí! ¡¿Por qué te han traído aquí?! ¡Tienes que irte! ¡No estás a salvo aquí, Isabella!" Su voz
se hizo frenética, el pánico asentado en sus ojos. Ella levantó sus manos y tomó mis mejillas,
mirándome fijamente a la cara.

"Está bien, mamá," le dije rápidamente, negando con la cabeza mientras trataba de contener las
lágrimas. "Estoy bien, lo juro. Estoy segura. Nadie va a hacerme daño".

"¡No puedes estar segura!" dijo con ansiedad. "Jane, Charles... ya sabes cómo son." Levanté mis
manos y las puse en las de ella sobre mis mejillas, tratando de darle una sonrisa a través de mis
lágrimas. No quería que se preocupara por mí, ya que era completamente innecesario.

Edward me mantendría a salvo.

"No te preocupes, no van a dejar que Jane o Charles me lastimen. Te juro que estoy bien. Me trajeron
aquí para que pudiera verte," le dije, tratando de explicarle para que se calmara. Ella me miró con
sorpresa, alejando sus manos de mi cara.

"¿Está tu amo aquí por negocios?" preguntó.


Negué con la cabeza. "No, te lo acabo de decir. Me trajeron aquí porque quería verte," le dije.

"¿Estás aquí para hablar conmigo?" Preguntó con sorpresa, sus manos explorando mi cara y
pasándolas a través de mi cabello mientras me miraba. "No lo entiendo. ¿Por qué harían eso? Tiene
que ser un truco, ¿estás segura de que lo entendiste correctamente? No tiene sentido que un amo lleve
a su esclavo a visitar personas, corazón”.

Sonreí suavemente y fui a hablar, con ganas de explicarle que no era así con los Cullen, pero ella jadeó
en voz alta y se congeló antes de que pudiera pronunciar una palabra. Una expresión horrorizada
retorció sus rasgos, y mi ceño se frunció confundida por el miedo y el horror que se apoderó de su
rostro.

"Oh, Dios. ¡Oh no, nena! No No No No No," repetía, las lágrimas corrían más rápido cuando comenzó
a sollozar en voz alta. "¿Cómo pueden hacerle esto a mi hija? ¿Por qué? Lo siento mucho, Isabella.
¡No puedo creer que hicieran esto!"

La miré fijamente en shock, perpleja en cuanto a lo que ella deliraba hasta que puso su mano contra el
costado de mi cuello. Mis ojos se abrieron con horror cuando se me ocurrió que había visto la marca
que Edward había dejado accidentalmente en mi piel, su mente suponiendo, naturalmente, lo peor. Yo
había visto esos tipos de marcas en ella toda mi vida, recordatorios repugnantes de los castigos
nocturnos de Charles. Comenzó a lamentarse y sostuve su mano, mi corazón latiendo con fuerza.

"No, mamá. No es como crees, ¡te lo juro! ¡Ellos no me hacen daño!" Le dije rápidamente, mi voz
fuerte a causa de mi pánico. La confusión cruzó por su cara y su ceño se frunció, sus ojos moviéndose
entre la marca de mi cuello y yo.

"¡No me mientas, Isabella Marie!" Dijo histéricamente. "¡Puedo verlo y sé exactamente qué es!"

"Sé que está ahí, lo vi. Pero te juro que no es así. Te lo dije, no me lastiman. Ellos nunca dañarían a
alguien de esa manera," le dije. "Edward dejó accidentalmente la marca en mí, no quiso hacerlo."

Su ceño fruncido. "¿Quién es Edward?" me preguntó a la vez.

"Él es el hijo del doctor Cullen," le dije.

"¿Y él te hace eso a ti? ¿El hijo de tu amo? Oh Dios, Isabella," exclamó.

Mis ojos se abrieron en estado de shock. "No, mamá, ¡Edward nunca me haría daño! Sé que él me dejó
la marca, pero no es así, te lo dije. Lo amo, mamá," le dije.

Se quedó helada y me miró, parpadeando rápidamente mientras lágrimas brotaban de sus ojos. "¿Lo
amas? ¡Oh, no, esto es malo! Niña, esto es peligroso. No puedes enamorarte del hijo de tu amo, y si se
entera ellos van a hacerte daño. Nunca puedes dejar que ellos lo sepan, ¿me oyes?"

"Detente, mamá," le dije con fuerza, su pánico haciendo que mi propia ansiedad estallara. Mis ojos me
escocían de tanto llorar y extendí la mano para limpiar las lágrimas. "Él ya sabe que lo amo. Él me
ama, también".

Ella parecía completamente estupefacta. "¿Él te ama?" preguntó con incredulidad.


"Sí, lo hace. Él me quiere de verdad, mamá. Ha sido increíble conmigo, mejor de lo que imaginaba. Él
es quién me trajo aquí para que pudiera verte," le dije rápidamente, volviendo la cabeza mirando
alrededor. Miré hacia el coche, al instante preguntándome adónde había ido ya que él había estado allí
de pie conmigo no hace mucho.

"¿Cómo?" Preguntó ella, negando con la cabeza. "¿Cómo puede ser? Quiero decir, Isabella... él es..."

"Es maravilloso," la interrumpí, sin saber exactamente lo que estaba a punto de decir, pero sabiendo
que no importaba, porque no sería correcto. "Es muy cariñoso y me trata como si fuera algo para ser
atesorado. Ha hecho más por mí que lo que nunca imaginé posible. Él me quiere de verdad, mamá, y
me está dando una vida. Una vida real".

Ella me miró en silencio mientras procesaba lo que había dicho. "¿Una vida?" preguntó vacilante,
consiguiendo secarse las lágrimas.

"Sí," le respondí, sonriendo. "Una vida real. El tipo de vida que siempre quisiste que tuviera, mamá.
Edward me la ha dado."

"¿Libertad?" preguntó ella en voz baja. Asentí en respuesta.

"Libertad," repetí.

Nos sentamos en el suelo durante unos minutos más, ninguna de los dos hablando después de que eso
fue dicho. Era una palabra simple pero la connotación nos dejó un tanto asombradas. El pánico
disminuyó y la expresión que había visto mientras crecía pero que faltaba cuando llegué empezó a
regresar lentamente... esperanza.

Con el tiempo, me levanté del suelo y tendí la mano para ayudar a mi madre.

"Esa ropa es muy bonita," dijo en voz baja, mirándome. "Espero que no se enojen demasiado porque la
hayas ensuciado. Puedes echarme la culpa..."

Suspiré y bloqueé sus manos mientras trataba de tocarlas y quitarle la suciedad.

"No importa," le dije seria. "Te lo dije. Son diferentes".

Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos de nuevo por la declaración, y ella parecía como si
estuviera a punto de decir algo, pero el estruendo de la puerta mosquitera, que se abrió y se cerró de
golpe la hizo callar antes de que pudiera abrir la boca. Miré y vi a Charles en el porche, y mi corazón
empezó a latir con fuerza automáticamente al verlo. Por el rabillo de mi ojo, vi como mi madre se
tensaba al ver a Charles acercarse, sus ojos enfocados directamente en nosotras.

"Renée," dijo, el sonido de su voz causando que mi madre saltara. Me recordé siempre haciendo lo
mismo cada vez que él decía mi nombre, sabiendo que nunca nada bueno venía del amo fijándose en
ti.

"Lo siento, señor. Sé que se supone que tengo que estar afuera en el jardín. Me voy ahora," dijo a la
vez, agachándose y comenzando a recoger las cosas que habían caído al suelo. Charles levantó su
mano con rapidez con el fin de detenerla e instintivamente me estremecí ante su repentino
movimiento.

"No, no es por eso que estoy aquí. No me interrumpas," dijo con severidad. "Isa... eh, ella está aquí con
los huéspedes, así que a menos que algo urgente suceda, estoy seguro de que los otros pueden manejar
el trabajo en estos momentos."

Ella lo miró con confusión mientras mis ojos se abrieron en estado de shock porque él estaba
permitiendo que ella pasara tiempo conmigo. Eso no se parecía en nada a Charles, ya que él no tenía
un hueso compasivo en su cuerpo, pero tuvo sentido, un momento después, cuando Alec salió de la
casa. Él estaba hablando en voz baja en su teléfono celular y echó un vistazo hacia nosotros, con una
pequeña sonrisa en sus labios. Charles se volvió hacia Alec, quien le dio una mirada inquisitiva.
Charles asintió y se volvió, refunfuñando por lo bajo mientras se dirigía a la casa. Alec negó con la
cabeza y siguió sonriendo, y me dio una rápida mirada mientras colgaba el teléfono.

"Edward me pidió que te hiciera saber que está dentro, por si lo necesitas. Le aseguré que tú estarías
bien pasando la tarde a solas con tu madre, pero ya sabes cómo puede ser él," dijo Alec. Asentí con la
cabeza.

"Sí, señor", le dije, sonriendo suavemente. "Gracias, señor Evanson".

"Son bien recibidas, Isabella," dijo, con una mirada de sorpresa en su cara ya que yo le había dado las
gracias. Me di cuenta que en realidad nunca le había dado las gracias antes y me sentí culpable porque
él ha hecho mucho por mí. Quería expresar mi gratitud por todo, pero una parte de mí tenía miedo de
que lo rechazara porque en verdad no estaba haciendo nada de eso por mí y que él realmente no le
importaba lo que me pasará. Me miró por un momento antes de mirar a mi madre. "Renée". Él asintió
rápidamente a modo de saludo y se dirigió de nuevo a la casa. Miré a mi madre y vi la sorpresa en su
rostro.

"No puedo creer que hables con él," dijo ella, con claro asombro en su voz. "Él nunca habla con la
gente. Siempre ha sido más o menos atemorizante cuando está cerca, ya lo sabes. "

"Lo sé," dije, recordando cómo todos nosotros solíamos asegurarnos de que nunca nos cruzáramos en
su camino cuando él venía. Realmente nunca me había encontrado cara a cara con él en todo el tiempo
que había estado en Phoenix, a menos que contara los encuentros donde me llevaron para castigarme
cuando él estaba presente. "Pero él no es tan malo como siempre hemos pensado. Él es frío pero no es
realmente malo. En realidad él es uno de los principales que ayudó a liberarme".

Ella me miró con estupor. "¿Él?" preguntó. Asentí.

"Sí, él," respondí con una sonrisa. "Él es el tío de Edward, ya sabes."

Ella asintió, vacilante. "Sí, me acuerdo de que su esposa es la hermana del hombre que te compró".

"Esme," le dije. "Ella es agradable, también."

"¿En serio?" preguntó mi mamá con sorpresa. "¿Ves a todas estas personas a dónde estás?"

"No muy a menudo," le dije con un encogimiento de hombros. "Esme ha venido de visita dos veces,
una en Navidad y otra hace dos meses para el cumpleaños de Edward, cuando Jasper y Emmett estaban
graduándose de la escuela secundaria. El señor Evanson fue esa vez. Fue entonces cuando él respondió
por mí, porque no dejaron que lo hiciera el doctor Cullen".

Su ceño fruncido. "¿Qué?" Preguntó confundida. Me reí y sacudí la cabeza.

"Creo que debería explicarme mejor, ¿eh?" Le dije, al darme cuenta de que no tenía idea de lo que
estaba hablando. Ella asintió.

"Puedes empezar por el principio," dijo ella, apareciendo una sonrisa en la comisura de sus labios.

Pasamos las próximas horas caminando por la propiedad mientras le contaba acerca de la vida en
Washington. Escuchó como describía a los Cullen para ella, explicando cómo Jasper y Emmett habían
llegado a ser como hermanos para mí y cómo había encontrado amigas en Alice y Rosalie. La mayor
parte de la conversación fue acerca de Edward, detallé cómo nos habíamos enamorado y lo bueno que
él era para mí. Le dije todo lo que habíamos hecho y las experiencias que me había dado, desde el
primer trozo de chocolate en ese primer viaje al supermercado hasta el traerme a Phoenix para verla.

Parecía fascinada mientras le hablaba de la celebración de Navidad, experimentando con fuegos


artificiales, e ir a un baile de escuela. Y ella quedó totalmente asombrada mientras describía que
aprendí a conducir y fui a presentar la prueba para un GED. Ella se aferró a cada palabra que dije, y
rara vez comentó nada de eso, en su lugar simplemente escuchó atentamente. Me salté algunos
detalles, como el incidente en el que el doctor Cullen me castigó, y cuando James trató de violarme,
porque no quería que se preocupara. Esas cosas habían sucedido y era imposible borrarlas, pero no les
permitiría que estropeara todo lo bueno que había sucedido.

Le expliqué el procedimiento de Alec respondiendo por mí y lo que significaba, lo que la sorprendió


tanto como me había sorprendido. Eso significaba que podía algún día ser libre de ir por el mundo y
explorar mi propio camino en la vida. Era todo lo que mi madre siempre había soñado para mí, y
cuanto más hablaba, más parecía iluminarse. La vida volvió a entrar en ella mientras le hablé de
Edward y yo mudándonos a alguna parte juntos e ir a la universidad, y sobre como eso algún día
podría significar el matrimonio y familia, si eso es lo que yo quería. Le dije que todo dependía de mí,
porque Edward me la había dado. Él me había dado la oportunidad de elegir mi futuro y prometido que
él iba a estar allí en cada paso del camino.

Estábamos de pie por el borde del jardín en un momento mientras ella removía algo de tierra con sus
pies descalzos, quitando un poco de maleza solitaria. Mi madre no podía dejar de trabajar, incluso
cuando se le dijo que no tenía por qué hacerlo, lo que me recordó a como había sido yo cuando por
primera vez me quedé con los Cullen. Prácticamente les había suplicado que me dieran trabajo,
incapaz de relajarme. Era sorprendente lo mucho que había cambiado realmente en un corto período
de tiempo, la mayor parte ni siquiera me había dado cuenta hasta que estuve frente a mi madre.

"Edward Cullen," me dijo mi madre en voz baja después de un momento, agachándose para sacar una
mala hierba. "Ese nombre me suena extrañamente familiar."

La miré con sorpresa, ya que caí en cuenta. "Oh, él ha estado aquí antes," le dije rápidamente,
dándome cuenta de que había dejado esa parte por fuera. "No sé si alguna vez lo viste o si te acuerdas
porque fue hace mucho tiempo. Éramos realmente dos niños".
Me miró rápidamente con asombro, y sus ojos se abrieron cuando vieron más allá de mi hombro a
algo detrás de mí. Me di la vuelta rápidamente y me congelé cuando vi a Edward acercarse. "Hablando
del diablo," le dije, sonriendo. Él sonrió y negó con la cabeza.

"Pensé que ya habíamos establecido que ese hijo de puta en la casa era el diablo, tesoro," dijo en tono
de broma.

"Es cierto," le dije.

"Cristo, él es un maldito idiota. Quiero decir, nunca lo he dudado ni nada, pero solo dame un minuto a
solas con él y esa perra de su esposa y haría de este mundo un lugar mejor," dijo, sacudiendo la
cabeza. "Pensé que Alec iba a patear mi puto culo un par de veces por decirle esa mierda."

Mis ojos se abrieron por la sorpresa. "¿Qué dijiste?" Le pregunté.

Se encogió de hombros. "No lo sé, Bella, dije mucho. Le pregunté si le gustaría ser pateado como él
pateaba a la gente a su alrededor".

"¿Qué dijo?" Le pregunté.

"Ni una maldita cosa," dijo. "Es una especie de gamberro, ya sabes. Él jode a los que son inferiores
que él, pero no puede hacer frente a sus iguales." Se detuvo brevemente mientras una expresión de
pánico cruzó por su rostro. "Mierda, no quise decir eso. Cristo, no estoy diciendo que ustedes sean
inferiores a él ni esa mierda, o que yo soy mejor que tú porque no lo soy. Tú eres mucho mejor que ese
hijo de puta. Maldición, tesoro, eres mejor que yo y te digo…"

Levanté mi mano rápidamente para cubrir su boca para que dejara sus divagaciones, al igual que me
había hecho a mí en el coche antes de que saliéramos, y oí a mi madre jadear. Volví la cabeza para
mirarla y quité mi mano rápidamente de la boca de Edward como un acto reflejo, pero él me envolvió
con sus brazos antes de que pudiera alejarme.

"Creo que deberías presentarme a tu mamá y esa mierda, tesoro," dijo Edward, inclinándose y besando
mi cuello suavemente. Le sonreí y me sonrojé.

"Mamá, este es Edward. Edward, esta es mi madre, Renée," dije, sonriendo alegremente.

"Encantado de conocerte por fin," dijo Edward educadamente, sosteniendo su mano hacia ella. Ella
miró boquiabierta brevemente, pero la tomó después de un segundo, sacudiéndola ligeramente.

"Edward Cullen," dijo ella, mirándolo en shock. Tenía la misma mirada en su cara que había tenido la
primera vez que me vio... lucía como si hubiera visto un fantasma.

"Sí, señora," dijo Edward. Sus ojos se abrieron aún más ante su cortesía, imagino que nunca había sido
llamado señora antes en su vida. Siguió mirándolo y liberó su mano, el silencio llegando a ser casi
incómodo. Me aclaré la garganta y estaba a punto de hablar cuando ella rompió el silencio
pronunciando una palabra que causó que tanto Edward como yo nos tensáramos.

"Elizabeth," dijo en voz baja, sin dejar de mirar a Edward. De sus ojos empezaron a brotar lágrimas y
mi ceño se frunció en confusión ante su reacción.
"Ese era el nombre de mi madre," dijo Edward vacilante. Podía escuchar la ansiedad en su voz.

"Lo sé," dijo mi madre, extendiendo su mano y limpiando una lágrima de su mejilla. "Te ves
exactamente igual a ella. Recuerdo cuando ustedes estuvieron de visita".

"¿Te acuerdas?" Le pregunté. "Me pregunto por qué no puedo recordarlo."

Edward se tensó aún más y mi madre siguió mirándolo. "Eras joven, cariño", dijo ella.

"Sí, pero me acuerdo de tu mamá," le dije, frunciendo el ceño. "Un poco, de todos modos. Recuerdo
que ella me dio una muñeca y que yo quería ser como ella, pero luego ella simplemente desapareció.
Supongo que no tenía ninguna razón para regresar a Phoenix."

Mi madre cerró los ojos y negó con la cabeza. "No sé por qué no te acuerdas, Isabella. Fue hace mucho
tiempo, como dijiste. Yo solo la recuerdo cuidándote para que yo pudiera trabajar en paz. Tú, eh... eras
un poco traviesa en ese entonces." Ella volvió a abrir los ojos y sonrió suavemente, pero había tristeza
en su expresión.

"Ella sigue siendo traviesa," intervino Edward. "Me mantiene alerta." Me sonrojé y él se rió de mi
reacción.

"No me sorprende," dijo mi madre. "Ella tiene de vuelta su espíritu, lo puedo notar con solo mirarla."

Mi rubor se intensificó y ambos rieron. Edward empezó a decir algo, pero una voz detrás de nosotros
lo hizo detenerse ya que todos nos volvimos a mirar a Alec.

"La comida está lista," dijo. "Pensé que les gustaría saber, considerando que Edward se quejaba de que
se estaba muriendo de hambre cuando estaba dentro".

Rodé los ojos mientras Edward se reía entre dientes. "¿Qué? No he comido en todo el día, maldición”.

"Ve a comer si tienes hambre, Edward," dije, negando con la cabeza.

"¿No vienes? Debes comer alguna maldita cosa, ya sabes. No has comido en todo el día tampoco. Nos
despertamos y salimos directamente hacia acá," dijo enfáticamente. Le miré y negué con la cabeza.

"No voy a comer. No, si ella no puede," dije en serio. Él frunció el ceño y mi madre suspiró.

"Ve a comer, Isabella," dijo ella. "Voy a estar aquí cuando hayas terminado, cariño".

Negué con la cabeza y la miré con el ceño fruncido. "No", dije.

"Y ella no puede comer... ¿por qué?" preguntó Edward, confundido. Suspiré mientras mi madre le
explicaba.

"Nosotros no comemos durante el día," dijo en voz baja. "El amo Charles generalmente nos da de
comer por las noches, pero nunca durante el día y definitivamente nunca con ellos".

"Mierda, me olvidé de eso," dijo Edward. "Olvidé que te negabas a comer con nosotros por eso. Eso es
una pendejada. Tú debes ser capaz de comer cuando jodidos quieras."

Podía escuchar su ira y sentir su tensión. "Está bien," dijo mi madre de inmediato, obviamente
sintiéndola también.

"No, no lo está," dijo Edward, dejándome ir. Dio media vuelta y se dirigió a la casa rápidamente,
sobresáltame.

"¿A dónde vas?" Le grité.

"Espera aquí," dijo enfáticamente. Mi ceño se frunció mientras empezaba a correr por la casa,
alcanzando a Alec en el porche. Ambos se detuvieron e intercambiaron palabras antes de reírse y
desaparecer en el interior.

"No puedo creerlo," dijo mi madre con una pequeña sonrisa en sus labios, sacudiendo la cabeza.

"¿Qué?" Le pregunté mirándola con curiosidad.

"Estoy sorprendida de que sean ellos," dijo. "De todas las personas en el mundo, tú terminaste con
ellos. Supongo que no debería sorprenderme, pero lo estoy. Nunca supe el apellido de Elizabeth y
nunca presté atención a quién era su marido, así que no tenía idea de que esa era la familia con la que
terminaste. No me hubiera preocupado tanto desde que te has ido si hubiera sabido que terminaste con
la familia de Elizabeth”.

Asentí. "Parecía ser una mujer verdaderamente agradable. Es triste que muriera, le dolió mucho a
todos".

"¿Cuándo sucedió?” preguntó.

"Hace casi diez años," le dije, frunciendo el ceño. "Edward tenía ocho años. Ella fue asesinada y ellos
también le dispararon a él, pero por suerte sobrevivió."

El color desapareció del rostro de mi madre por mis palabras. "¿Sabes por qué la mataron? ¿Quién la
mató?" Preguntó vacilante.

Me encogí de hombros. "No sé, en verdad. El doctor Cullen dijo que había estado indagando tratando
de ayudar a alguien y terminó siendo asesinada por no ocuparse de sus propios asuntos. Eso es todo lo
que sé, a ninguno de ellos realmente les gusta hablar de ello."

Ella asintió. "Es desgarrador".

"Lo es," le respondí. Las dos nos quedamos en silencio por un segundo antes de que la puerta
mosquitera se abriera de golpe. Miré hacia arriba y vi a Edward dirigiéndose hacia nosotras con dos
platos en la mano. Sonreí y negué con la cabeza mientras se acercaba.

"Eres demasiado bueno para mí," dije en voz baja. Se rió entre dientes.

"Esa es mi línea, tesoro. Deja de robar mi mierda,” dijo en broma, y me entregó un plato. Sostenía el
otro hacia mi madre y ella solo lo miró con sorpresa. Ella no hizo ningún intento de tomarlo de su
mano por lo que lo hice yo.

"¿Los hiciste tú mismo?" Le pregunté, mirando la comida. Sabía que Clara estaba todavía trabajando
en la cocina y que nunca se atrevería a hacer un sándwich como el que estaba en el plato. El pan estaba
destrozado y lo cortó hacia abajo desde el centro y no en diagonal como Charles exigía.

"Sí," dijo. "Puedo hacer un puto sándwich, sabes. No quería que la mujer en la cocina tuviera que
hacerlo, esa mierda no sería justa."

Sonreí, el orgullo bullendo dentro de mí. Lo más probable es que no fuera gran cosa para él, ya que era
solo un simple sándwich, pero significaba más de lo que podía imaginar ya que él nunca había vivido
la vida que nosotras habíamos vivido.

"Come, mamá," le dije con intención, empujando el plato hacia ella. Me miró con sorpresa y tomó el
plato, vacilante, con las manos temblorosas, mientras sus ojos se llenaron de lágrimas. La visión me
causó un dolor que rasgó a través de mi pecho de nuevo al recordar lo que se sentí ese primer día en
Washington, cuando Jasper me hizo un sándwich.

"Gracias," dijo entre lágrimas.

"No hay de qué. Es lo menos que podía hacer por la mujer que creó a esta hermosa criatura," dijo,
ahuecando mi barbilla con su mano. Se inclinó y presionó sus labios con los míos suavemente,
dándome un tierno beso. "Yo estaría perdido en este mundo sin ella."

Me sonrojé de nuevo. "Siento lo mismo por ti," le dije en voz baja. Él se rió, asintiendo.

"Bueno. Ustedes dos vayan a sentarse en algún lugar y comer," dijo. Sonreí y fui a sentarme justo
donde estaba, pero él me agarró de mi brazo para detenerme. "¿No puedes sentarte en un jodido sitio
menos sucio?"

Lo miré con sorpresa. "¿Por qué? Ya estoy sucia," le dije mientras mi madre se echaba a reír
histéricamente. Ambos miramos hacia ella con confusión, preguntándonos qué era tan gracioso.

"Tú le dijiste casi exactamente lo mismo a ella cuando los dos se conocieron por primera vez. Menos
el lenguaje soez, por supuesto," dijo ella, negando con la cabeza y sonriendo con diversión. Estaba
sorprendida y con el corazón cálido al ver una expresión tan feliz en su cara. "Isabella fue a sentarse
en el medio del jardín y la detuviste, le preguntaste sí podía encontrar un lugar menos sucio."

"¿Lo hice?" preguntó Edward, sonriendo. "¿Cuál fue su respuesta?"

Mi madre se echó a reír de nuevo. "Que ella ya estaba sucia, así que no importaba".

Edward se rió junto con mi madre y me sonrió. "Sin embargo, es cierto. Estoy sucia, así que un poco
más de tierra no puede hacer daño." Me dejé caer en el suelo con un resoplido y Edward negó con la
cabeza.

"Me ensuciaste, también, ya sabes," dijo. Yo rodé los ojos.

"¿Planeas hacer tu propia colada?" Le pregunté, mirándole. Negó con la cabeza, vacilante. "Bien
entonces. No veo por qué te quejas".

Se rió entre dientes. "Porque no sería yo si no me quejo," dijo en tono de broma, en cuclillas a mi lado.
"Disfruten de sus sándwiches o lo que sea. Es lo mejor que puedo hacer. Sabes que no puedo cocinar
una mierda. Te amo".

"Te amo, también," le dije, sonriendo y sonrojándome. Se inclinó y me besó rápidamente antes de
levantarse y partir hacia la casa. Mi madre se sentó frente a mí y la miré, encontrando sus ojos. Tenía
una expresión de satisfacción en su rostro, la debilidad y el agotamiento era todavía evidente, pero ella
parecía casi en paz en ese momento y eso me tranquilizó.

"Él realmente te ama," dijo en voz baja, sonriéndome. Asentí.

"Lo sé," dije simplemente, cogiendo mi sándwich y tomando un bocado. "Y él no es una persona
perfecta, pero realmente lo intenta y eso lo hace perfecto para mí".

Comimos nuestros bocadillos y pasamos las próximas horas hablando más. Todo el mundo nos dejó en
paz hasta cerca del atardecer, cuando apareció Edward y Alec. Alec estaba junto al porche cuando
Edward se dirigió hacia nosotros. Sabía, basada en su expresión, que se había acabado el tiempo y
teníamos que irnos, pero la simple idea de alejarme de mi madre me llenó de pavor. Mis ojos se
llenaron de lágrimas y él se detuvo a unos metros de distancia, con el ceño fruncido mientras me
miraba.

"Te voy a dar un par de minutos, ¿de acuerdo?" Dijo suavemente. "Voy a estar en el coche."

"Muy bien, gracias," dije en voz baja. Me despidió con la mano.

"No tienes que darme las gracias, tesoro," dijo, volviéndose para mirar a mi madre. "Ha sido un placer.
Nos veremos de nuevo, estoy seguro".

"Ha sido un placer conocerte, también," dijo ella. Se dio la vuelta y se alejó mientras me levantaba,
limpiando mi ropa. Realmente no me importaba si estaba sucia, pero estaba nerviosa y lo hice por
instinto.

Mi madre se puso de pie y me dio un abrazo, las lágrimas corrían de sus ojos, pero tenía una sonrisa
radiante en sus labios. Comencé a llorar mientras me abrazaba.

"Shhh, cariño, no llores," dijo ella en voz baja. "No te pongas triste. Este ha sido el mejor día de mi
vida, exceptuando el día en que naciste, por supuesto. No sabes lo mucho que significa para mí verte
así. ¡Qué feliz me hace verte tan feliz! Mi niña, tan enamorada y con el mundo entero en tus manos.
Era lo que deseaba para cada día de tu vida y el hecho de saber que lo has encontrado ha hecho que
todo el dolor y la tristeza valiera la pena".

"Te amo, mamá," dije con voz ronca a través de mis lágrimas, apretándola con fuerza.

"Te amo, también, Isabella. Yo siempre lo he hecho. Te amo más que a nada en este mundo. Quiero
que vayas ahí afuera y vivas tu vida, mi niña. Sé la persona que siempre te dije que podrías ser. Estás
destinada a ser grande, lo digo en serio", dijo.
“Te extraño tanto," balbuceé, mi pecho dolorido por tener que dejarla de nuevo.

"También te extraño, pero siempre me tendrás. Voy a estar allí, en tu corazón, en cada paso del
camino, cariño. El mundo es un lugar mejor contigo en él," dijo ella, apartándose del abrazo. Me dio
un beso en la frente y sonrió entre lágrimas. "Ahora ve. Vete lejos de este lugar. Estoy tan feliz de
verte, pero voy a ser aún más feliz sabiendo que estás allí fuera viviendo."

Asentí y traté de hablar, pero las palabras se me agolparon en la garganta, un sollozo escapó en su
lugar. Ella dejó escapar un sollozo de su cuenta y se cubrió la boca con rapidez, utilizando la otra
mano para despedirme. "Ve", dijo de nuevo. "Él está esperando. Él es donde se supone que debes estar,
no aquí. No le hagas esperar”.

Asentí frenéticamente, tapándome la boca a medida que continuaba llorando, las lágrimas inundando
mis ojos y mi visión se volvió borrosa. Parpadeé rápidamente, tratando de ver, y dudé el tiempo
suficiente para que ella ladrara otro: "¡VE!" Di unos pasos hacia atrás, dándole una última mirada
antes de alejarme y correr directamente hacia el coche. Ni siquiera miré a Edward mientras pasaba
delante de él y entraba en el asiento del pasajero. Cerró la puerta del coche y caminó alrededor hasta el
lado del conductor, encendió el coche mientras me acurrucaba y me rompía, llorando
incontrolablemente. Alargó la mano y suavemente acarició mi brazo, pero no habló mientras
comenzaba a alejarse de la casa.

Condujo en silencio a un hotel en el centro de Phoenix y nos registramos. Fuimos directamente a la


habitación y me quité la ropa, subí a la cama y me hice un ovillo. Edward se desvistió y se deslizó a
mi lado, envolviendo sus brazos a mi alrededor y acercándome a él.

"¿Tesoro?" Dijo finalmente.

"Sí, Edward," dije en voz baja, tratando de ahogar mis sollozos.

"Yo, eh... mira, no tenía que decirte nada al respecto todavía, pero no puedo solo quedarme sentado
aquí mientras lloras toda la puñetera noche," dijo. Me di la vuelta para mirarlo y él levantó la mano
para limpiar mis lágrimas. "Mañana por la mañana nos reuniremos con Charles y Alec en la oficina de
un abogado aquí, en Phoenix, para tener elaborar la documentación para hacer de ti una ciudadana de
los EE.UU., para que no tengas que seguir fingiendo una mierda. Quiero decir, tenemos que mentir en
algunos putos detalles, pero lo básico es verdadero. Él es tu maldito padre y él es un ciudadano
americano así que eso te hace una. Pero lo que sea, nos encargaremos de eso en la mañana".

Lo miré con sorpresa mientras limpiaba más mis lágrimas. "¿Quieres decir que voy a ser real?" Le
pregunté. Se rió entre dientes.

"Tú ya eres real, tesoro. Pero sí, entiendo lo que estás preguntando. Existirás legalmente, tendrás un
certificado de nacimiento y número de seguro social y esa mierda," dijo.

"Wow," le dije, aturdida. "¿Es así de fácil?"

Rió de nuevo. "Una vez que consigues que todos cooperen para la mierda, es fácil. El problema radica
en lograr que ellos lo acepten. Tomó a Alec mostrarle quién era el que mandaba para conseguir que tu
imbécil padre accediera."
"Oh," dije, asombrada de que Charles estuviera dispuesto a hacer tal cosa. "¿Quieres decir que él tiene
que admitir que de hecho me procreó?"

Asintió. "Sí, lo hará. Pero lo que sea, como he dicho, nos ocuparemos de eso mañana. Eso ni siquiera
es lo que estaba tratando de decirte," dijo. Sonreí y asentí suavemente para que continuara. "Esme está
volando esta noche y se va a quedar contigo mañana por la tarde cuando Alec y yo regresemos a la
casa de los Swan."

Mi ceño se frunció en confusión. "Quiero ir," le dije rápidamente, interrumpiéndolo. Si él iba a volver
allí, yo quería ir a ver a mi madre. "Mi mamá..."

Su mano se levantó y me tapó la boca para silenciarme. La cerré rápidamente y se rió entre dientes.
"Esto se está convirtiendo en un hábito entre nosotros, ¿no es así?" Dijo en broma. "Pero joder,
cálmate, tesoro. Déjame terminar antes de que te me pongas malditamente histérica. Vamos a volver
allí porque Alec se va a llevar a tu mamá."

Mis ojos se abrieron en shock mientras retiraba su mano de mi boca. "¿Qué quiere decir con que se la
va a llevar?" Le pregunté frenéticamente.

"Está bien, quizás use una maldita palabra errónea. Él la va a retirar. O espera, tal vez eso no es
correcto tampoco. Quiero decir, él va a pagar una mierda por ella porque eso es lo que tienes que
hacer, tienes que pagar, pero no va a aceptar un puto ‘no’ por respuesta, si sabes lo que quiero decir.
Al igual que mi padre no hubiera tomado un ‘no’ por respuesta contigo," dijo. Lo miré con confusión,
sorprendida por lo que estaba diciendo.

"¿Qué estás diciendo? Quiero decir, ¿qué va a pasar con mi mamá?" le pregunté, no comprendiendo
del todo. El suspiró.

"Esme y Alec van a llevarla a Chicago para vivir con ellos," dijo vacilante. "Quiero decir, ella no será
realmente libre, pero ya has visto toda la mierda por la que tienen que pasar para ser totalmente libre.
Pero ella va a estar bien allí, ya sabes. Ellos se encargarán de ella y no se verá obligada a hacer más
mierda. Va a tener una buena vida."

Lo miré y sentí las lágrimas fluyendo de nuevo. "¿Ellos van a llevarse a mi madre con ellos?" Le
pregunté, sabiendo que eso era exactamente lo que había dicho, pero con ganas de escucharlo de nuevo
para asegurarme de que entendí. Él asintió.

"Sí. Y quiero decir, tú podrás visitarla y eso. Sé lo que dijiste acerca de ir a la universidad en
California y todo eso, y eso es genial, pero estoy pensando que tú desearías en vez de eso mudarte
cerca de ellos. No te llevaría a vivir a Chicago pero podemos vivir cerca, al menos, como Em y Rose.
Es solo como una hora o algo así," dijo. Una docena de emociones diferentes me golpearon con sus
palabras, todo tan intenso que me quitaba el aliento.

"¿Puedo tenerla en mi vida?" Le pregunté, tratando de contener la emoción que amenazaban hervir
dentro de mí. Él sonrió suavemente y asintió.

"Si eso es lo que quieres," dijo en voz baja. Mis ojos se abrieron en asombro y me faltó el aire.
"¡Por supuesto que sí!" Grité, agarrándolo y enterrándome en su pecho. Él se rió y envolvió sus brazos
alrededor de mí, abrazándome con fuerza. Me tendí en sus brazos y lloré, incapaz de contener la
sonrisa en mi rostro ante la idea de tener realmente a mi mamá en mi vida otra vez. La idea de que ella
en realidad llegara a verme viviendo la vida, el poder ser capaz de verla mientras vivía todos los
sueños que tenía para mí. Edward me sostuvo mientras yo lloraba, susurrando cosas dulces sobre
nuestro futuro mientras me quedaba dormida.

A la mañana siguiente la voz baja de Edward me despertó, abrí los ojos y vi que estaba sentado en el
borde de la cama con el teléfono apretado contra su oreja. Estaba vestido y su cabello era de un tono
más oscuro de lo habitual, por lo que me di cuenta de que ya se había duchado. "Sí. No pude evitarlo,
maldición, tuve que decirle. Cristo, ¿cuál es el maldito problema? Como si él pudiera negarse, no
puede. Lo sé, lo sé. Lo que sea". Se pasó una mano por el cabello y suspiró. "¿Entonces mi padre está
bien? Joder, he estado preocupado. Seguí tratando de llamarlo y no contestaba. Sí, lo sé. Más vale
prevenir que lamentar, lo que puta sea.”

Hizo una pausa y estiró su espalda mientras escuchaba a la persona en la línea, que asumí era Alec en
base a lo que estaba diciendo. "¿Así que saben sobre el médico? Cristo, Alec. ¿Ellos se comieron esa
mierda? Sí, eso es jodido. ¿Saben quién es la rata? Porque no tengo ningún deseo de que llegue la
maldita policía golpeando la puerta. Sin embargo, me alegro de que vayan a sacar toda su mierda de
ahí. Puedo respirar más tranquilo sabiendo que no estoy viviendo encima de la puta unidad de
almacenamiento de la maldita mafia. Cristo, está bien, está bien. Estoy cerrando la jodida boca, lo
entiendo. Me ocupo de mis malditos asuntos."

Cambió de posición y me miró, congelándose cuando vio que mis ojos se abrieron. Una sonrisa se
dibujó en sus labios y se inclinó hacia abajo, besándome suavemente.

"Sí, ella acaba de despertar. Vamos a alistarnos y nos reuniremos contigo en una hora. "Colgó y
suspiró. "Un gran día, tesoro," dijo. "Tenemos que ponernos en marcha.”

Asentí y me senté. "Está bien," le dije, mi voz rasposa por lo que aclaré mi garganta. Salí de la cama y
me dirigí directamente hacia el baño para tomar una ducha rápida. Me vestí después, colocándome un
par de vaqueros y una de las camisetas de Edward. Él no había sido muy bueno empacado y yo ya
estaba sin ropa, pero no dije nada porque yo no había sido exactamente útil.

"¿Así que el doctor Cullen está bien?" Le pregunté mientras nos preparábamos para salir. Suspiró y
asintió, pasándose una mano por el cabello.

"Sí, supongo. Quiero decir, no se está divirtiendo ni nada, eso es malditamente seguro. Están teniendo
un montón de problemas y ellos tienen a alguien dentro del departamento de justicia que dice que se
enteraron de la ubicación de nuestra casa así que es solo cuestión de tiempo antes de que vengan de
visita. Están teniendo reuniones de estrategia y rápidamente tratando de limpiar la casa de todos los
rastros de la actividad ilegal, moviéndolo a otro lugar. También es por eso que queremos asegurarnos
de hacer esta mierda hoy. No queremos que ellos aparezcan y hagan preguntas sobre de dónde diablos
vienes, ¿sabes?” Dijo.

Asentí, no comprendiendo del todo pero sabiendo lo suficiente como para darme cuenta de que
estaban en serios problemas. Edward me preguntó si estaba lista para irnos y yo dije que sí, tomando
su mano y saliendo. No se molestó en registrar nuestra salida, diciendo que nos quedaríamos al menos
una noche más antes de siquiera considerar iniciar la marcha de regreso a Washington. Subimos al
auto y condujo a través de la ciudad, mi ansiedad aumentaba con cada segundo que pasaba.

En el momento en que se detuvo delante del enorme edificio en el centro de Phoenix, mi corazón latía
furiosamente y mi ansiedad estaba causando mi estómago se revolviera. Edward apagó el coche y
suspiró, dándose vuelta para mirarme. "Mira, vamos a tener que negar a tu madre," dijo, frunciendo el
ceño. "La manera más fácil para que esto suceda es decir que estabas en un orfanato en Italia. Mi
padre consiguió algunos documentos oficiales del gobierno de allí a través de conexiones de la mafia
italiana que dicen que tú naciste y fuiste abandonada allí, y tenemos las pruebas de ADN para
demostrar que eres hija biológica de Charles Swan. Él es americano por lo que tú vas a ser ciudadana
por nacimiento, independientemente del lugar en que naciste".

Me quedé mirándolo, desgarrada por lo que acababa de decir. Me estaban dado una identidad, pero al
mismo tiempo esencialmente eliminaban lo único que alguna vez había tenido realmente, negando la
identidad de mi madre. Entendí la lógica de ello, pero independientemente de ello, me dolió.

"Ella sigue siendo tu madre," dijo cuando yo no respondí. "Siempre será tu madre en todos los
sentidos, eso es lo que cuenta. Nosotros solo... ya sabes, solo tenemos que hacer lo que tenemos que
hacer a veces para que la mierda funcione. Apesta, pero así es la puñetera vida".

Asentí. "Está bien," le dije en voz baja. "Entiendo".

Él suspiró y salió del coche, caminando alrededor para ayudarme. Tomé su mano cuando me la ofreció
y me mantuve agarrada a él mientras me llevaba al interior del edificio, caminando por un pasillo
hasta una habitación al final del mismo. La puerta ya estaba abierta y me tensé al mirar dentro, dando
un vistazo a Charles que estaba sentado en una silla frente a un escritorio con un hombre mayor detrás
de él. Alec estaba de pie a un lado con los brazos cruzados sobre su pecho, mirando a Charles
intencionadamente. Todos nos miraron mientras entramos y Edward me apretó la mano para
tranquilizarme.

"Ahora que estamos todos aquí, podemos empezar," dijo el hombre detrás del escritorio, moviendo
algunos papeles de su escritorio. Edward movió su cabeza hacia la silla al lado de Charles y me senté
con cautela, pues no quería hacer una escena. Charles movió su cuerpo lejos del mío ligeramente
mientras se tensaba, un torpe e incómodo silencio envolvió el ambiente. Era evidente que estaba
disgustado por la situación y no del todo allí por su propia voluntad. Me di cuenta por su mirada
furiosa, y la forma en que Charles seguía mirando nerviosamente a él, que Alec era el que estaba
realmente al mando.

El abogado empezó a hablar sobre leyes de inmigración, naturalización y la sección 320 de algunos
actos de ciudadanía de niños, pero nada de eso tenía mucho sentido para mí porque no podía
concentrarme en la conversación con Charles tan cerca. Afortunadamente, todo el mundo respondió
por mí cuando él comenzó a hacer preguntas, porque tenía miedo de vomitar si me veía obligada a
abrir la boca para hablar.

El abogado entregó a Charles unos papeles, que él firmó a regañadientes mientras murmuraba en voz
baja antes de moverlos hacia mí. Podía sentir sus ojos en mí mientras sostenía la pluma, y yo la tomé
de su mano con cuidado, sin mirarlo. Eché un vistazo a los papeles y vi dónde había firmado, notando
la línea al lado para mi nombre. Mi mano temblaba mientras firme en el lugar designado y luego puse
la pluma en la parte superior de los papeles.

Hablaron un poco más y nos dieron aún más papeleo para firmar, ninguno de los cuales entendí, pero
me hice una nota mental para preguntarle a Edward más tarde y que me diera una explicación más
profunda. Estaban hablando de herencias y testamentos y derechos de nacimiento pero nada de eso
parecía que fuera a ser relevante para mí.

Después de unos treinta minutos, el abogado dijo que habíamos terminado, y me levanté rápidamente
para salir corriendo de la sala sin haber pronunciado una sola palabra. Edward me agarró del brazo en
el pasillo, obligándome a reducir la velocidad.

"Wow, tesoro," dijo suavemente. "Hemos terminado, puedes relajarte”.

Suspiré y asentí, tratando de poner bajo control mi nerviosismo. Alec salió y nos miró con una
expresión seria en su rostro. "Esme ya está esperando en el hotel, así que déjala allá y ve directamente
donde Swan," dijo, alejándose rápidamente sin dar siquiera la oportunidad de responder a Edward.

Salimos del edificio y estábamos de pie al lado del coche de Edward mientras abría cuando Charles
salió. Hizo una pausa y nos miró a Edward y a mí, negando con la cabeza.

"No puedo creer que mi hija esté con un Cullen," dijo. Me quedé inmóvil mientras decía las palabras y
lo miré fijamente, atónita.

"¿Perdón?" Dijo Edward.

"¿Qué acabas de decir?" Le pregunté, hablando al mismo tiempo que Edward.

Una sonrisa se dibujó en los labios de Charles. "Dije, no puedo creer que mi hija terminó con un
Cullen. Esas dos líneas de sangre se van a mezclar maravillosamente." Sentí a Edward tensarse, la ira
fluyendo de él mientras perdía los estribos, lo agarré rápidamente antes de que explotara. Mi propia
ira creciendo. Entrecerré los ojos, furiosa ante sus palabras.

"Yo no soy tu hija," le dije bruscamente, sintiendo las lágrimas formándose desde mi rabia. "¡No me
importa lo que acabamos de decir en esa habitación, no eres mi padre y nunca lo vas a ser! ¡Para mí no
eres más que el hombre que dañó a mi madre!”

La cabeza de Edward giró hacia mi dirección y Charles se quedó inmóvil, con los ojos muy abiertos
del asombro. La gente en la calle que nos rodeaba se detuvieron a mirar y yo sabía que estaba
haciendo una escena, pero no podía evitarlo. Estaba molesta de que él dijera tal cosa y no era capaz de
controlar mi ira. "Cómo te atreves siquiera a hablarme después... después... ¡de todo! ¡No lo puedo
creer! ¡Yo no soy tu hija! Espero que te quemes en el infierno, tú... tú... ¡violador!"

El rostro de Charles se puso rojo y Edward comenzó a empujarme hacia el coche mientras gritaba
obscenidades. No me resistí y entré al coche, tratando de controlar mi ira. No podía creer el descaro de
él para hablarme a mí de esa manera después de todo lo que ocurrió. Me torturaron y continuó
dañando a mi madre en formas indescriptibles ¿y él pensaba que firmar un pedazo de papel de pronto
me haría olvidar? ¿Qué él podía llamarme su hija y permitirse ser feliz por mi futuro? ¡Él nunca quiso
que yo tuviera un futuro!
Edward se metió en el coche y siguió maldiciendo mientras corría a través de la ciudad hacia nuestro
hotel. Llegamos y salió, acompañándome adentro. Vimos a Esme en el vestíbulo y ella nos siguió
hasta la habitación, diciéndole a Edward que podía hacer lo que tenía que hacer e irse. Vaciló mientras
me miraba con el ceño fruncido. Las lágrimas fluían libremente de mis ojos y yo continuamente
aspirando porque mi nariz estaba congestionada, así que sabía que lucía como un completo caos.
Alargó la mano y limpió las mejillas con los dedos, con un suspiro.

"Va a ser maravilloso, Bella. Todo está bien. Te lo prometo," susurró. Sonreí ante sus palabras.

"Confío en ti," le respondí. Sus labios mostrando esa hermosa media sonrisa que hacia mi corazón
aletear.

"Bien", dijo antes de darse la vuelta y alejarse. Esme cerró la puerta y me sonrió.

"Limpia esas lágrimas, cariño. No es tiempo de llorar, es hora de celebrar. Tú y yo vamos a pedir
servicio a la habitación y veremos películas felices todo el día," dijo efusivamente. Le sonreí y me fui
al baño a lavarme la cara mientras ella pedía comida para nosotras. Holgazaneamos y comimos
mientras veíamos lo que Esme dijo eran sus películas favoritas, como Mujer Bonita, Legalmente
Rubia y Casi Famosos. Hice mi mejor esfuerzo para prestar atención a la pantalla, pero mi mente
seguía vagando. Los pensamientos de mi madre me rodeaban, mi futuro potencial con Edward
desplazándose y fusionándose en un futuro en el que mi madre estaba cerca. Una vida en la que algún
día podría ver a Edward y a mí casándonos, donde tal vez podría encontrarse con sus nietos y ver que
otra generación crecía con su sangre fluyendo por sus venas.

Me imaginé lo que sería la vida en el área de Chicago. No sabía mucho al respecto, pero sabía que no
había ninguna palmera y era sin duda más frío que California. Emmett y Rosalie estarían más cerca, y
por lo menos Edward tendría la mayor parte de su familia cerca. Yo prefería el calor, pero sería feliz
en sacrificar una cosa tan insignificante por Edward. Él merecía tener su familia en su vida y yo nunca
querría quitarle eso... sobre todo porque él estaba luchando mucho para darme la mía.

Las horas pasaron volando y antes de darme cuenta, afuera el sol se estaba poniendo. Me preocupaba
dónde estaba Edward, pero confiaba en que él sabía lo que estaba haciendo. Estábamos viendo Baile
Caliente y mis ojos comenzaron a cerrarse por sí solos, el agotamiento arrastrándome. Me quedé
dormida y desperté mucho más tarde con el sonido de voces angustiadas. Abrí los ojos y vi la
televisión de inmediato, notando inmediatamente el silencio en la pantalla parpadeando en borroso
blanco y negro. Mi ceño se frunció en confusión en cuanto las voces continuaron y un sollozo sonó. El
pánico me golpeó duro y me senté bruscamente, mirando a mi alrededor frenéticamente. Mis ojos se
posaron en Edward de pie en la puerta y me paralicé mientras el más intenso miedo que jamás hubiese
sentido en mi vida corría por mi cuerpo. Me sentí enferma al instante al ver su expresión.

"¿Dónde está mi mamá?" Solté, mi corazón latiendo febrilmente en mi pecho.

Se me quedó mirando, y en el resplandor de la televisión pude ver su pánico. Pude ver el dolor y el
miedo. Tenía los ojos vidriosos por las lágrimas contenidas y solo lo supe... solo supe en ese momento
que él se había equivocado.

Él había roto su promesa. Él prometió que iba a ser maravilloso y que todo estaría bien.
"¡No!" Le dije, horrorizada por la expresión en su rostro. "¡No, Edward! ¡NO!"

Asintió, vacilante, con el rostro retorcido en agonía. Esme dejó escapar un sollozo y se tapó la boca
mientras las lágrimas comenzaron a correr por su rostro. Mi aliento me abandonó y mi pecho se
contrajo mientras jadeaba por aire y empezaba a hiperventilar, luchando por respirar mientras se
sentía como si mis pulmones hubieran colapsado. No era capaz de llevar aire a ellos y mi pecho ardía,
como si mis entrañas hubieran estallado en llamas.

"Oh, Dios. Bella," dijo, su voz rasposa haciendo eco de su angustia. Se dirigió hacia mí rápidamente y
yo negué con la cabeza frenéticamente, tratando de alejarme de él.

"¡NO! ¡Lo prometiste, Edward!" Di un grito ahogado. No tenía idea de lo que había pasado, pero yo
sabía que todo estaba mal, muy mal.

"Joder, sé que lo hice, bebé," dijo, con la voz quebrada mientras luchaba por contener las lágrimas.
Extendió la mano para agarrarme y lo empujé lo más fuerte que pude, tratando de escapar.

"¡Détente! ¡Ya basta! ¡Todo está mal, estás equivocado!" Grité mientras las lágrimas brotaban de mis
ojos. "¿Dónde está ella, Edward?"

Él me agarró a pesar de mis intentos de escapar y me apretó con fuerza. Traté de empujar para salir de
sus brazos, pero se aferró a mí, sin vacilar ni una vez mientras empecé a agitarme, tratando
desesperadamente de luchar contra él.

"¡Suéltame! ¡Basta! ¡Dime dónde está!" Grité. Empezó a callarme y pude oír su voz romperse
mientras empezaba a llorar, sus lágrimas destrozando lo que quedaba de mi resolución. Empecé a
sollozar incontrolablemente y a gemir sobre él, gritando que se había equivocado, que no sabía nada,
que él me lo había prometido. Volví mis manos en puños y le pegué tan fuerte como pude, mis
movimientos restringidos por sus brazos que me tenían pegada a él. Tomó cada golpe que podía
manejar con calma, nunca dejándome ir o aflojando su agarre.

"Lo siento mucho, tesoro. Maldición, lo siento tanto. Lo intenté, joder lo intenté," dijo. "Se ha ido,
cariño. Hicimos todo lo que pudimos, pero mierda, ella se ha ido".

Sus palabras provocaron que el pánico surgiera. "¡NO!" Grité. Empecé a repetir la palabra, una y otra
vez, gritando incoherentemente. Él estaba equivocado, ella no se había ido. Cometió un error. Tenía
que volver y arreglarlo. ¡Él me lo prometió!

Continuó abrazándome mientras le gritaba, y le chillaba cosas deplorables, culpándolo por arruinar
todo. No era su culpa, pero yo estaba herida y enojada, y no podía aceptarlo. Él no me estaba dando
ninguna explicación, me repetía que lo sentía y que todo iba a estar bien. Estaba tratando de
tranquilizarme pero sus palabras solo me dolían más. ¡¿Bien?! ¿Cómo iba a estar todo bien?

Traté de luchar contra él, gritando para que me dejara ir, pero él no escuchaba. Empujé contra su
pecho y el horror me golpeó cuando me di cuenta de la salpicadura roja en su camisa. Grité ante la
visión de la sangre y los ojos de Edward se abrieron atónitos.

"Cristo, no es de ella, bebé. Joder, Bella. No es de ella. Cálmate," dijo rápidamente, tratando de
tranquilizarme, pero las palabras no hicieron nada para calmarme. Independientemente de quién era la
sangre que estaba en él, el hecho era que ella se había ido.

Su teléfono comenzó a sonar y lo ignoró, sin moverse ni un centímetro. Lloré y grité, le dije que lo
odiaba por lo que me estaba haciendo, y lo aceptó. Aceptó todo lo que le lancé, cada dura palabra y
grito doloroso. Él me había dado esperanza y me la quitó, aplastándolas con esas palabras que había
dicho. 'Se ha ido'.

Cada 'Te odio' que escupí fue seguido inmediatamente con un 'Te amo' de sus labios. Cada vez que le
dije que me dejara en paz, que le rogué que me soltara, me dijo que iba a estar allí para mí por
siempre. Él susurró en italiano, en un intento de calmarme, cantando 'sempre' cada vez que yo gritaba
'no'. Su agarre era fuerte, su calor y su olor familiar, pero no hacía nada para aplastar a la devastación
que me envolvía.

Mi ira se transformó en dolor mientras mi energía se desvanecía. Dejé de tratar de golpearlo y me


rendí en luchar contra él, dándome cuenta de que era inútil. Me aferré a él con fuerza, agarré su
camisa en mis puños mientras me rendía. Me dejé llevar por el dolor y la angustia, sabiendo que
llegaría lo quisiera o no. No había forma de evitarlo, no había manera de cambiarlo. Me acurruqué en
su pecho y lloré cuando él intentaba calmarme, tendiéndome en la cama y aferrándose a mí.

Lloré por lo que pareció una eternidad, sollozando hasta que mi garganta estuvo en carne viva y mis
ojos ardían. El dolor en mi pecho se desvaneció y el entumecimiento se asentó, mis lágrimas
secándose mientras el agotamiento se hacía cargo de mi cuerpo. Me quedé inmóvil en la silenciosa
habitación, mirando hacia la nada, la pantalla de televisión parpadeando mientras me aislaba por
completo.

Ella se había ido.

Capítulo 63 Liberación y Destrucción

“La muerte o nos destruye o nos desenmascara. Si significa liberación, mejores cosas nos esperan
cuando nuestra carga a desaparecido, si es destrucción, nada nos espera en absoluto, bendiciones y
maldiciones quedan abolidas.” – Seneca

Edward cullen
Pasé por Phoenix lo más rápido que pude sin que me detuvieran, ansioso por llegar a la residencia
Swan. Dejé a Isabella en el hotel con Esme y se me hizo muy difícil alejarme de ella después de la
mierda que había sucedido. No podía creer que Charles Swan tuviera la audacia de llamarla su maldita
hija y tratara de actuar como si fueran familia después de todo lo que él había hecho, me sentí enfermo
al pensar que estaba actuando así porque ella tenía una relación conmigo. Al parecer pensaba que el
puto hecho de que la amaba la hacía valiosa, cuando la realidad del asunto era que yo no era
merecedor ni de una fracción de su devoción. Ella era mejor que yo, mejor que toda esta mierda, y él
estaba jodidamente ciego por no darse cuenta que ella siempre había sido malditamente especial. Ella
era un tesoro, un diamante en bruto. Joder, no la llamaba tesoro por nada, esa mierda en realidad la
decía en serio. Estaba orgulloso de ella por defenderse cuando él dijo eso, por ser lo suficientemente
valiente para ponerlo en su lugar, pero no había nada que deseara más que patear su puñetero culo por
obligarla a hacerlo.

Ella había sido tan valiente al entrar a la oficina de ese abogado, manteniéndose en calma mientras se
sentó junto a ese vil hijo de puta y firmó los papeles que le darían la opción de una vida en la cual no
tuviera que ocultar continuamente quién era. Ella podía entrar a una habitación y decir ‘Soy Isabella
Swan’ y esa mierda sería real, porque finalmente habría un jodido registro de su existencia ante el
gobierno. Y sabía que tendría que ser difícil para ella, pero lo hizo con su cabeza en alto. Su mano
tembló mientras firmaba esos papeles aún cuando probablemente no tenía ni puta idea de exactamente
qué estaba ganando realmente a través de ellos, pero aun así lo hizo.

De hecho, ella había mostrado más maldita fuerza de la que alguna vez imaginé posible durante todo
el viaje. Me preocupaba cómo demonios iba a reaccionar en la casa de los Swan, tenía miedo de que
uno de esos hijos de puta dijera o hiciera algo que provocara su desplome, pero ella no lo hizo.
Mantuvo su fuerza y me demostró que tanto había madurado en el último año.

Verla con su madre fue sorprendente. Me era difícil describir cómo me sentí en el momento en que
Isabella arrancó su mano de la mía y corrió directamente hacia ella, la desesperación en sus
movimientos y el anhelo en su expresión fueron jodidamente asombrosos. Me quedé allí inmóvil por
un momento, simplemente aturdido mientras veía como se abrazaban la una a la otra y lloraban. Joder
dolió, porque había pensado en los últimos meses que mi chica estaba completa, pero al verla en ese
momento me di cuenta que había estado equivocado. Evidentemente había algo vital ausente en la
vida de Isabella, un grandísimo agujero de mierda en su mundo que solo podía ser llenado por esa
mujer a la que se aferraba con tanta necesidad. Me sentí como un jodido estúpido por no darme cuenta
de cuán importante era hasta ese momento. Yo, de todas las demás personas, debía haber entendido
cuanto necesitaba de su maldita madre.

No quería dejarla, pero Alec me dijo que llevara mi culo a la casa y que le diera algo de espacio. Me
dolió pero me alejé, sabiendo que ella necesitaba pasar ese tiempo con su madre. Cada segundo que
me senté en esa horrible casa, mi ira aumentaba. Todo en lo que podía pensar era en las historias que
Isabella me contó de la mierda que le había pasado en esa propiedad. Los asesinatos que presenció, las
golpizas que soportó, la mierda que se veía obligada a hacer… todo ello era abrumador y estaba
jodidamente encabronado. Estaba mal, cada pequeña parte de ello, y culpé al hijo de puta que estaba
sentado frente a mí en la sala de estar por cada momento de dolor que ella tuvo que soportar. Charles
Swan había tratado con brutalidad a la mamá de Isabella y las había torturado a ambas. Era su maldita
culpa que las dos estuvieran afuera siendo sacudidas por la devastación. Era su puñetera culpa que mi
chica no estuviera completa.
Alec sabía que estaba molesto y trató de mantenerme bajo control, diciéndome que si no me
controlaba tendría que irme y llevarme a Isabella conmigo. Por mucho que quisiera levantarme y
romperle la puta boca a ese cabrón por todas las cosas que le había dicho a Isabella, sabía que no
podía. No podía hacer nada que pudiera acortar su tiempo con su madre. Joder, quería que Charles
pagara, pero no podía hacer que mi chica sufriera en el proceso. Ella era más importante para mí que
la venganza, pero me juré a mí mismo en silencio mientras estaba sentado frente a él que vería el día
en que Charles Swan pagara por sus malditas transgresiones.

Él no habló mucho durante todo el tiempo a menos que Alec le hablara directamente. Claramente
veneraba a mi puto tío, e incluso a mí me miraba con ese aprensivo respeto en sus ojos. Puede que no
tuviera miedo de mí específicamente, porque no me conocía, pero mi maldito apellido portaba
naturalmente cierta cantidad de poder en él. Mi padre había asesinado a sus padres y le dio a él una
puñetera oportunidad, y sabía que nunca tendría otra. Sabía que había tenido suerte y que ellos no
daban a menudo segundas oportunidades, así que con cualquier jodida, no importa cuán pequeña fuera,
era probable que fuera su sentencia de muerte. Pudo haber pensado mal de mí, y probablemente
estuviera sentado al otro lado de la habitación deseando romperme toda la madre mientras le escupía
comentarios groseros, pero no había ninguna maldita cosa que él pudiera hacer al respecto.

Además del extraño encuentro en el porche, Jane nunca reapareció ni una sola vez durante la visita.
Había escuchado semejantes historias de horror sobre que tan jodidamente lunática era y había tenido
la impresión de que prácticamente ella no le temía a nada, pero algo había hecho que su culo corriera
asustado. Aunque podía escucharla, dando pisotones en todo el piso de arriba y teniendo repentinos
ataques de gritos y me encabroné aún más cuando me di cuenta que eso era con lo que mi maldita
chica tenía que lidiar todos los días antes de que viniera a mi vida. Estaba jodidamente agradecido de
no tener que lidiar con ella directamente o verla, porque probablemente querría patearle su puta cara
como ella hizo con Isabella si siquiera se atrevía a hablarme. Esa perra también iba a pagar por lo que
había hecho. No había duda de ello en mi maldita mente. Era extraño, pero había estado nervioso de
conocer a la madre de Isabella y tuve que reunir el coraje para finalmente salir y enfrentarla. Sabía lo
mucho que ella significaba para Bella, y tenía miedo que al de decir o hacer alguna mierda mal
empañaría la forma en que Renée me vería y ella trataría de persuadir a Isabella para que se
mantuviera alejada de mí. Creía que me amaba y confiaba en mí, pero sabía lo mucho que significaría
la jodida bendición de su madre y ya tenía un maldito strike en mi contra por ser el hijo del hombre
que la compró. Sin embargo, no podía pretender ser alguien que no era, y joder, de todos modos no lo
deseaba. No quería engañarla para agradarle, necesitaba que pudiera confiar en mí para cuidar de
Isabella. Necesitaba que supiera que mantendría a su hija a salvo y haría lo correcto para ella, y no
podría realmente hacer esa mierda montando un espectáculo. Solo tenía que confiar que ella sería
capaz de mirar más allá de mi áspero exterior y ver lo que sea que Isabella había visto que le permitió
amarme y confiar completamente en mí.

Me tomó completamente desprevenido cuando ella dijo el nombre de mi madre, la ansiedad me


sacudió cuando empezó a hablar de recordarla. No estaba seguro de cuánto sabría Renée pero estaba
rogando en silencio que no revelara nada de lo que he estado desesperadamente tratando de evitar que
Isabella averigüe. Afortunadamente, dejó el tema rápidamente y terminé yendo adentro para
prepararle a ambas algo de comer cuando ellas me recordaron que Charles rara vez alimentaba a sus
sirvientes. Recordé cuan delgada solía estar Isabella, cuan temerosa estaba cuando se trataba de comer
en nuestra casa al principio, y ese recuerdo no me ayudó en lo absoluto a mantener la calma. Renée se
veía jodidamente enferma y estaba mal, así que entré y le informé a ese hijo de puta que la madre de
Isabella iba a comer sea que le gustara o no.

Alec se echó a reír al momento que llegué al porche y le dije lo que planeaba hacer, y observó
divertido mientras trataba de navegar por la puñetera cocina. La mujer que estaba allí parecía
sorprendida y confusa, ofreciéndose a darme una mano cuando no pude encontrar la mierda que estaba
buscando. Le agradecí y ella parecía aturdida, su expresión todavía más sorprendida cuando se dio
cuenta a quienes les estaba haciendo los sándwiches. Le agradecí su ayuda y también le hice un pinche
sándwich, haciendo saber que yo se lo había dado para que nadie pudiera culparla por esa mierda. Le
dije a Charles que si quería golpear el culo de alguien por ello, joder, podría tratar de golpear el mío.
Él no dijo nada de lo que estaba haciendo pero le pedí a Alec que reiterara el hecho de que ellas no
deberían ser castigadas por lo que yo estaba haciendo. No sería capaz de perdonarme si golpeaban el
puto culo de alguna de ellas después de que me fuera porque había hecho un sándwich y él considerara
esa mierda robar o algo así.

El día pasó volando bastante rápido y me quedé en la puerta principal de la casa viendo a Isabella y a
su madre a medida que el día comenzó a acabarse. Alec se acercó a mi lado, los dos contemplando la
escena frente a nosotros. Se veían tan contentas allá afuera en el jardín, sonriendo y conversando
juntas. Era claro con tan solo verlas que su lazo era fuerte y que su amor era inquebrantable. Me hizo
recordar la mierda que dijo Isabella en la cocina allá en Forks sobre preguntarse si alguna vez en
realidad habían sido capaces de amarse la una a la otra. Era triste que ella haya tenido que crecer
creyendo eso, ya que era evidente que su amor era profundo. Estaban conectadas en formas en las que
ni siquiera había pensado antes, y me di cuenta que mi chica nunca sería realmente libre mientras que
su madre viviera en las condiciones que lo hacía… su corazón siempre permanecería esclavizado.

“Tienes que ayudarla,” dije en voz baja después de un momento, incapaz de aguantarlo más porque la
maldita idea de separarlas me estaba desgarrando por dentro. Alec continuó mirando hacia el jardín,
sin dar ni una señal siquiera de haber escuchado lo que había dicho en un principio.

“¿Recuerdas cuando tu abuelo murió?” Finalmente preguntó. Lo miré confundido, sin saber la razón
por la cual estaba hablando de eso.

“Eh, sí. Muy apenas,” le dije. “Tenía como seis años o algo así.”

“Yo estaba sentado afuera de la casa de tus abuelos después del funeral y tu madre se sentó junto a mí.
A tu madre… nunca le gustó acercarse a mí, así que para que se me acercara, tenía que ser algo de
verdad importante. No le dije nada cuando se sentó, simplemente le di la oportunidad de sacar lo que
obviamente necesitaba decir,” dijo, haciendo una pausa. “Cuando finalmente reunió el coraje para
realmente hablar esa tarde, me dijo casi exactamente esas mismas palabras. Ella dijo, ‘tienes que
ayudarla’.”

Lo miré sorprendido. “¿Isabella?” Pregunté titubeando. Asintió.

“Le dije a tu madre que no porque no me correspondía a mí el intervenir. Me he encontrado diciendo


eso muchas veces a través de los años, siempre diciéndome a mí mismo que no era mi problema, por
lo tanto, que no era asunto mío. Hasta el día de hoy me pregunto si las cosas hubieran sido diferentes
si hubiera estado dispuesto a intentarlo. Ella se esforzó, hizo a un lado su propia incomodidad por otra
persona y yo no quise escucharla sin pensármelo dos veces. Después de todo, al menos debí haberlo
intentado. Se lo debía a tu madre,” me dijo. Lo miré confundido, sin saber a qué se refería con esa
declaración.

“¿Tú se lo debías?” Pregunté con curiosidad. Me miró rápidamente por el rabillo del ojo y asintió.

“Sí, se lo debía. El porqué es irrelevante, así que ni siquiera te molestes en interrogarme sobre el
asunto. Lo único que importa ahora es que en realidad nunca la compensé por ello. Fue la única vez
que Elizabeth me pidió algo y se lo negué. Ahora me doy cuenta que no debí haberlo hecho. Debería
haber aprendido la lección,” dijo, volviéndose para mirarme. “Lo más que puedo hacer por Renée es
permitirle vivir en mi casa. Y eso es muy arriesgado, pero, francamente, después de responder por tu
novia dudo que sea posible hundirme más a este punto. Si muero, será esa la decisión que provoque mi
muerte. Todo lo demás es extra.”

Lo miré fijamente, sintiéndome tanto culpable como agradecido. “Gracias,” dije en voz baja, aturdido
pero agradecido de que estuviera dispuesto a intentarlo. Negó con la cabeza.

“No me agradezcas, Edward,” me dijo, volviéndose a mirar de nuevo a Isabella y su madre. “No he
hecho nada para merecer tu admiración. Si quieres agradecerle a alguien, debes agradecerle a tu
madre. Te aseguro que ella nos está cuidando a todos en este momento, esperando que no jodamos
regiamente esto.”

Explicó brevemente de qué se trataba la reunión con el abogado y lo que significaba para Isabella, y
luego me informó que haría una oferta para comprar a Renée. Me dijo que yo tenía que desembolsar
algo del dinero para la transacción, con lo cual estuve jodidamente feliz en aceptar. Tenía mucho
dinero de mierda en el banco por mi herencia y podría tener cada maldito centavo si eso significaba
darle a mi chica la única cosa que más deseaba. Me pidió que no le dijera a Isabella en caso de que
algo saliera mal y fracasara, pero joder, no podía evitarlo. No podía ocultarle una mierda tan grande y
permitir que se torturara con la idea de tener que dejar a su madre para siempre cuando yo sabía que
no era necesario. Aunque sabía que él tenía derecho a negarse y Alec tendría que aceptarlo si él se
mantenía firme en su decisión, sabía que no había maldita manera de que Charles le dijera que no
cuando él le pidiera llevarse a Renée. Charles temía y dependía de mi puto tío como para alguna vez
negarle algo que pidiera.

Esa es precisamente la razón por la cual acababa de dejar el banco, dónde había retirado una
escandalosa cantidad de dinero de mi fondo fiduciario, y estaba viajando a toda velocidad a través de
Phoenix en una carrera para volver a la casa de los Swan. Iba a asegurarme de que esa mierda fuera lo
más suave posible porque le había prometido a Isabella que iba a salir bien. Quería que se sintiera
completa de nuevo y darle la única cosa que yo deseaba desesperadamente que alguien pudiera
darme… quería devolverle su madre a Isabella. Ella se merecía esa mierda.

Finalmente llegué a la propiedad y vi el coche de Alec a medida que me acercaba, estacionándome


detrás de él. Salí y gemí cuando el calor me golpeó, jodidamente sorprendido de lo sofocante que
estaba. Era el tipo de calor que te quitaba el maldito aliento y casi dolía llevarlo a tus putos pulmones.
Empecé a sudar de inmediato y pasé la mano por mi cabello, molesto. No podía comprender como
cualquiera de ellos podía tolerarlo y odiaba saber que Isabella había vivido toda su vida en ese
puñetero lugar, obligada a dormir donde no había maldito aire acondicionado. Esa mierda tenía que
ser una tortura.

Me dirigí hacia la casa pero me paré en seco cuando la puerta principal se abrió y Renée salió. Ella me
miró y trastabilló, sus ojos moviéndose frenéticamente en pánico mientras buscaba a su hija. La miré
boquiabierto, mis ojos abriéndose en horror cuando noté su apariencia. Tenía un moretón que apenas
empezaba a notarse que tenía la forma de una jodida mano en su garganta donde obviamente alguien
había tratado de asfixiarla, y otras marcas aquí y allá a lo largo de su cuerpo que dejaban claro que
había sido golpeada no hace mucho tiempo.

“Mierda,” escupí a medida que la ira me invadía. Charles se había ido con Alec toda la mañana, por lo
que había dejado a la loca Jane a solas con Renée en la casa. Apreté mis manos en puños, enfurecido
de que obviamente le había puesto la mano encima. Ella me miró conmocionada por un momento
antes de que sus ojos se dirigieran al suelo. “Señor,” dijo en voz baja. Me puse tenso con lo que dijo,
negando con la cabeza rápidamente.

“Oh no, a la mierda con eso. ¿Acaso Jane te hizo esto?” Pregunté bruscamente. “Juro por Dios, que
voy a matarla.”

Sus ojos se abrieron y el pánico destelló en ellos mientras me miraba, sacudiendo su cabeza
frenéticamente. “Está bien, lo juro,” dijo rápidamente. Mis ojos se estrecharon, mi expresión solo hizo
que su pánico se incrementara. “Por favor, no hagas una escena. Por favor.”

Me le quedé mirando, tratando de controlar mi temperamento. “Esa mierda no está bien,” dije
enfáticamente. Pude ver sus ojos llenarse de lágrimas mientras trataba de mantener la compostura.

“Lo sé, pero… solo… por favor, señor,” dijo en un murmullo.

“Cristo, no me llames señor, simplemente es una locura,” le dije. “Eres la mamá de mi chica. Eso te
convierte algo así como mi jodida suegra. O sea, lo serás cuando nos casemos. O si nos casamos,
supongo. Como sea. El puto punto es, que no deberías ser tratada de esta forma.”

Me miró sorprendida. “Te juro que está bien. No me duele. Se ve peor de lo que es,” me dijo, frotando
su cuello mientras titubeaba. “Tú te, eh… ¿en realidad te casarías con mi hija?” Mi ceño se frunció
por su pregunta.

“Por supuesto que lo haría,” dije con seriedad. “Si ella quiere casarse, nos casamos, ¿sabes? En
realidad, ella es la que tomaría la decisión, pero yo lo haría sin pensarlo.”

Una sonrisa vino a sus labios y su rostro se iluminó por mi declaración, un completo contraste de
cómo se había visto solo hace un momento. “En realidad la amas,” me dijo, limpiando una lágrima
que se deslizó por el rabillo de su ojo. Asentí.

“Así es. Quiero decir, no soy perfecto y no pretendo serlo, pero lo intentaré. Hago lo que puedo, y por
ella haré la mierda que sea necesaria,” le dije. Su sonrisa creció mientras me observaba.

“Ella dijo lo mismo ayer. Tiene suerte de haberte encontrado,” me dijo. Negué con la cabeza.

“Pienso que yo soy el de la suerte,” dije con seriedad.

“Puedo, eh…” Comenzó a decir en voz baja, echando un vistazo alrededor rápidamente. “¿Puedo
decirte algo?”
Yo asentí. “Por supuesto que puedes,” le dije, sintiendo curiosidad por saber qué carajos iba a decir.
Miró alrededor una vez más y salió del porche hacia el patio. Titubeé pero la seguí cuando se alejó
unos pasos de la casa. Podía ver el nerviosismo en su expresión cuando sus ojos recorrían la propiedad
rápidamente, obviamente preocupada de que estuviera siendo observada.

“Recuerdo cuando tu madre vino de visita,” comenzó a decir. “Ella fue la persona más amable que
alguna vez haya conocido. Solía hablar todo el tiempo de un mundo afuera de este lugar para mi hija.
Siempre había tenido la esperanza desde que ella nació que algo cambiaría para mi niña, pero fue tu
madre quién, en realidad, puso esa idea en mi cabeza. Ella hablaba de cuan especial era Isabella y
cómo simplemente ella estaba destinada para algo más.”

“Es cierto,” añadí. “Joder, ella en realidad es especial. Hermosa, inteligente, talentosa…nunca había
conocido a nadie como ella.”

“No sabes cuánto significa para mí el escucharte decir eso,” me dijo, mirándome de forma cariñosa.
Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero no parecía alterada en lo absoluto. Se veía orgullosa,
jodidamente orgullosa, lo que era sorprendente porque ese orgullo estaba enfocado en mí. No estaba
precisamente acostumbrado a que la gente se sintiera orgullosa de las mierdas que hacía.

“Hablo totalmente en serio,” dije en voz baja, sin saber qué otra cosa decir. Asintió.

“Algo me dice que te crea… que, eh… confíe en ti. ¿Sabes? Apenas reconocí a mi hija ahora. Sigue
siendo esa chica de enorme corazón que críe, pero ahora está realmente feliz y está saludable. No tiene
tanta carga sobre sus hombros, tanto que la limite o la contenga. Ella está mejor lejos de todo esto, y
por más que me duela dejarla ir. Significa más para mí de lo que nadie podría entender que esté en el
mundo de allá afuera, viviendo”.

“Tu madre siempre hablaba de cómo fue por el destino que ella vino aquí, que ella estaba destinada a
salvar a mi hija de todo esto, y ahora sé que ella de verdad lo hizo. Elizabeth finalmente la salvó… a
través de ti,” dijo a medida que las lágrimas comenzaban a deslizarse por sus mejillas. Levantó su
mano para limpiarlas, aclarando su garganta. “Tú salvaste a mi hija.”

“Ella me salvó,” añadí enseguida, sorprendido por sus palabras. Me sonrió suavemente.

“No me sorprende,” añadió, antes de empezar a alejarse. Se detuvo después de dar unos pasos y se
volvió para mirarme. “¿Puedo pedirte algo? ¿Por Isabella?”

Asentí sin titubear. “Lo que sea.”

Sonrió de nuevo. “Por favor, cuida de ella allá afuera. Mantenla alejada de gente como los Swan, gente
que no tiene compasión por alguien como nosotras… como yo. Déjala vivir, pero por favor, asegúrate
de que esté a salvo. ¿Me puedes prometer eso?”

“Por supuesto,” le dije. Asintió.

“Gracias,” me dijo. “Puedo estar tranquila, sabiendo que está a salvo. Y hagas lo que hagas, Edward
Cullen… nunca la traigas de vuelta a este lugar. Ella no pertenece aquí.”

Estaba a punto de decirle que eso no sería un problema, porque ni siquiera ella estaría aquí mucho más
tiempo, cuando la puerta principal se abrió y alguien salió. Ella se giró rápidamente y salió corriendo
hacia el granero antes de que pudiera decir algo más, y miré hacia el porche para ver a Alec parado
allí.

“¿Le dijiste?” Preguntó, levantando las cejas inquisitivamente.

“¿A quién, a Renée?” Pregunté. Él asintió. “No, hiciste que se echara a correr asustada antes de que
pudiera.”

Empezó a hablar, pero fue interrumpido bruscamente por un fuerte chillido dentro de la casa, la voz de
mujer gritando con ira. Me estremecí por el sonido y Alec suspiró con molestia.

“¡¿Él hizo QUÉ?!” Jane gritó, sus pasos golpeando el suelo. “¡¿De verdad mi hermano respondió por
esa pequeña perra?!”

Empezaba a subir las escaleras hacia la puerta principal, sentí la ira dispararse dentro de mí y apreté
mis manos en puños, cuando registré sus palabras. Nadie llamaba a mi maldita chica una perra, no me
importaba una mierda quién fuera. No dudé en golpear a mi padre cuando él dijo esa mierda y
seguramente no tendría ningún reparo en darle una paliza a esa perra sádica. Rápidamente Alec me
tomó por la camiseta para detenerme cuando llegué al porche jaloneándome hacia atrás con
brusquedad y haciendo que el cuello de la camiseta me cortara brevemente el aire cuando se enterró en
mi cuello.

“Contrólate,” me dijo con firmeza, su voz tranquila. “No digas o hagas nada. Esta es mi situación y
voy a encargarme de ella. De todo.” Lo fulminé con la mirada pero no le respondí cuando abrieron la
puerta principal de un fuerte empujón y Jane salió al porche. Se congeló cuando me vio, sus pasos
vacilantes mientras que un destello de sorpresa cruzaba por su rostro, pero recuperó la compostura y
apartó su vista de mí rápidamente.

“¡No puedo creerlo!” Le gritó a Alec, mirándolo furiosa. “¡¿Por qué hiciste eso?! ¡¿Qué demonios
hiciste para que mi esposo firmara esta mañana?!”

Alec se le quedó mirando, la ira destellando en sus ojos. “Firmó lo que era necesario,” dijo con
frialdad, su aspecto exterior no reflejaba la rabia que estaba creciendo en su interior. Joder, Alec
odiaba que lo confrontaran, ella tenía que saber que lo que estaba haciendo era peligroso. Jane rió con
amargura, sacudiendo la cabeza furiosamente.

“¿Necesario? ¡Nada de esto es necesario, Alec! ¿Estás liberando a esa maldita niña y comprando a su
puta madre? ¿Qué es lo que te pasa?” Ella gritó. “Solías ser jodidamente inteligente, ¿por qué estás
haciendo esto? ¿Es por ella? ¿De eso se trata? ¿De ella?”

“Cállate,” Alec le dijo con fuerza, el fuego ardiendo en sus ojos a medida que su rabia se intensificaba.
Su expresión me dejó atónito y mi corazón comenzó a golpear frenéticamente en mi pecho. Jane
estrechó sus ojos cuando su propia ira se intensificó.

“¡No te atrevas a decirme que me calle!” Espetó. “Lo es, ¿no es así? ¡Joder, todo es por ella! ¡Tratando
de resarcirte por lo que pasó, tratando de solucionarlo todo! ¡No puede solucionarse, Alec!”
“No te lo diré de nuevo, Jane,” Alec escupió, su voz perdiendo el dejo de calma que usualmente tenía.

“No te tengo miedo,” ella espetó, cerrando la distancia entre ellos de inmediato y diciéndole a la cara.
“¡Estás arruinando mi vida con esto y no vale la pena! ¡Ellas no valen la pena! ¡No les debes nada!
¡¿Por qué son tan importantes?! ¡Son solo malditas esclavas, Alec! Solo porque estos jodidos Cullen
se enamoran...”

Sus palabras me sorprendieron y me le quedé mirando en shock cuando los brazos de Alec se estiraron
rápidamente, sus manos agarrándola por el cuello y cortando sus palabras a mitad de la oración
cuando bloqueó su tráquea. Él azotó su espalda contra la casa y ella empezó a ahogarse y sacudirse.
Ella estaba tratando de quitar sus manos de sobre ella, sus uñas bien cuidadas clavándose en su carne y
sacándole maldita sangre, pero él no vaciló ni un poco. La sujetó por el cuello con fuerza, su postura
casi como una estatua. Joder, era aterrador, y no sabía qué mierda hacer, porque definitivamente ella
no podía respirar y él solo la miraba a los putos ojos mientras ella jadeaba por aire.

“¿Ya terminaste?” Él le preguntó después de un momento, la escalofriante calma había vuelto y envió
un escalofrío de miedo por mi espalda. No tenía ni puta idea de lo que estaba pasando y no podía
concentrarme como para darle sentido a su discusión. Aunque me aterraba como la mierda, porque
ella había dicho algo que lo había hecho reaccionar de una puta forma que nunca había visto antes.
Ella asintió con su cabeza mientras agarraba las manos de él en su cuello, gorgojeando mientras
luchaba por oxígeno y palabras.

“Quema, ¿no es cierto?” Alec preguntó estoicamente. “¿El que alguien te retuerza el cuello, haciendo
imposible que puedas respirar? Imagina como se sienten ellos cuando tú y tu esposo los torturan,
cómo se sintió Renée está mañana cuando la sujetaste así. Imagínate cómo se sintió ella ese día, Janie.
No se siente muy bien, ¿cierto?” Él siguió mirando fijamente a su hermana mientras ella luchaba
desesperadamente por respirar, sin dar un puñetero indicio de que fuera a soltarla pronto. Charles salió
por la puerta principal de la casa, sus ojos abriéndose por la sorpresa cuando vio lo que estaba
sucediendo.

“¡Detente, Alec!” Gritó, dirigiéndose hacia mi tío con una mirada desesperada en su rostro. “¡Vas a
matarla!” Los ojos de Alec se movieron hacia él al instante, el fuego en ellos jodidamente impactante.
Este era el maldito Alec al que siempre había temido a través de los años, el asesino frío y calculador
del cual había escuchado historias.

Traté frenéticamente de pensar en algo qué decir o hacer, porque solo estaba parado allí mientras él
apretaba quitándole la vida a su propia hermana. A pesar de que creía que ella se merecía esa mierda
por ser tan sádica, pensé que debía detenerlo antes de que se arrepintiera, pero antes de que siquiera
pudiera considerar esa mierda un fuerte grito se escuchó desde el granero que nos asustó a todos. Fue
espeluznante y envió un escalofrío que bajó por mi espalda, mi corazón se paralizó cuando el sonido
heló mi sangre. Alec soltó a Jane al instante cuando se escucharon más gritos, sus ojos encontrando
los míos brevemente cuando se dio la vuelta y bajó corriendo los escalones. Bajé del porche de un
salto siguiéndolo a él, aterrado cuando ese mal presentimiento de mierda que ahora se me hacía tan
familiar me azotó con fuerza y casi me deja sin jodido aliento.

“Joder, no es ella,” Jane gritó desde el porche, agarrándose el cuello mientras jadeaba por aire. “¡Solo
porque él esté haciendo lo mismo que su jodido padre no significa que sea lo mismo, Alec! ¡¡Isabella
no es Elizabeth!!”
Sus palabras me tomaron desprevenido y giré la cabeza para mirar a Jane, sin prestar maldita atención
a dónde me estaba dirigiendo mientras mi cerebro trataba frenéticamente de procesar la mierda que
ella acababa de decir. Choqué directamente con la espalda de Alec cuando él se paró en seco justo
dentro del granero, casi derribándolo con la fuerza del choque. Él me sujetó y me giró rápidamente,
empujándome con rudeza al interior del granero. Mi temperamento se enardeció cuando me empujó y
empecé a maldecir, pero el grito se escuchó de nuevo y me cortó rápidamente. Mi cabeza de giró
rápidamente en dirección al sonido y me congelé, mis ojos se abrieron con horror cuando el más
intenso miedo de mierda me sacudió. El aire abandonó mis pulmones de golpe y jadeé con fuerza
cuando las náuseas me invadieron dentro de mí. Me derrumbé y empecé a dar arcadas, tratando de
respirar a medida que la bilis de mierda subía y quemaba mi pecho. Mis ojos empezaron a
humedecerse, no sé si por las náuseas o la puñetera imagen frente a mí, no estaba seguro, pero nublaba
mi maldita visión y casi me desmayé.

“Contrólate,” dijo Alec con firmeza, extendiendo su mano y sujetándome. Me jaló por la camisa para
ponerme de pie y me empujó de nuevo, fulminándome con la mirada. Lo miré horrorizado, luchando
por recuperar el control de mi cuerpo cuando me di vuelta para mirar de nuevo hacia el granero.

En el suelo, frente a mí, acostado de lado en el heno y la suciedad estaba un banco de madera. Un par
de sucios pies descalzos se balanceaban a unos centímetros por encima del banco caído, el cuerpo
sujetado a una viga baja en el granero por un pedazo de cuerda. La frágil figura familiar colgaba inerte
y yo empecé a hiperventilar cuando se escucharon más gritos, una adolescente quién obviamente era
otra de las esclavas de los Swan la miraba con horror. Miré alrededor rápidamente, entrando en
pánico, sin saber qué hacer y preguntándome por qué nadie estaba haciendo una mierda en lo absoluto.

“¡Mierda!” Grité a medida que las lágrimas comenzaron a fluir de mis ojos, la devastación
sacudiéndome por completo. Esta mierda no podía estar sucediendo, no había maldita forma de que
fuera real. ¡Ella estaba viva hace un momento, acababa de hablar con ella hace unos malditos minutos!
“¡Mierda, No!”

Me lancé hacia adelante y la sujeté por sus piernas, empujando su cuerpo hacia arriba. Empecé a
gritarle a Alec que me ayudara y él vaciló, pero tomó un par de tijeras de jardín de la pared. Se acercó
y rápidamente enderezó el banco, subiendo a él y cortando la cuerda. La figura cayó sobre mí y yo me
tambaleé un poco, a punto de perder mi equilibrio. La puse en el suelo tan delicadamente como pude y
revisé su pulso, más horror me golpeó cuando no encontré ni rastro de alguno.

Jane y Charles entraron corriendo al granero cuando empecé las maniobras de resucitación,
prácticamente golpeando en su maldito pecho y tratando desesperadamente de introducir aire en sus
pulmones. Sentí jodidas náuseas pero luché contra ellas con todo lo que tenía, tratando de mantener a
raya la desolación que sentía a medida que las lágrimas caían por mi rostro. Empecé a gritar que no
podía estar pasando esto, que alguien tenía que ayudarla porque nada de lo que estaba haciendo estaba
funcionando. Joder, alguien tenía que salvar a la madre de mi chica porque ella la necesitaba. ¡Ella la
necesitaba en su puta vida y se lo había prometido!

Podía escuchar los gritos de Jane y el habla apresurada de Charles, pero mis propios gritos y los
chillidos procedentes de la joven esclava sofocaron la mayor parte. Presioné su pecho con furia y
seguí soplando aire en sus pulmones pero nada de esa mierda parecía estar ayudando. Ella solo se
quedó allí inmóvil en el suelo, independientemente de la mierda que hiciera, su cuerpo inerte y sin
vida. Alec ordenó a la aterrada esclava que se fuera y ella salió rápidamente, el ruido disminuyó en el
granero con su partida. Él agarró mi hombro y me zafé, ira y devastación recorrían mi cuerpo. ¡Estaba
completamente mal, joder, se supone que estábamos allí para salvarla!

“Está muerta, Edward,” dijo Alec, su voz tan jodidamente calmada como siempre, el tono hizo que mi
temperamento enardeciera.

“¡Jódete, no lo está!” Escupí. “¡Mierda, tenemos que salvarla! ¡Lo prometí, maldita sea!”

“Es demasiado tarde,” él dijo simplemente.

“¡No es demasiado tarde! ¡Joder, estás equivocado! ¿Por qué solo te quedas parado allí?” Dije con
brusquedad, presionando más frenéticamente su pecho. Tiene que haber algo que se pueda hacer,
alguna mierda que pueda ayudarla. “¡No se supone que sucedería esta mierda!”

“No hay nada que podamos hacer,” Alec respondió.

“¡Vete a la mierda!” Grité, tratando de limpiar las lágrimas con mi brazo para aclarar mi visión
mientras seguía trabajando en ella. “¡Ayúdala, hijo de puta! ¡Maldición, me dijiste que ibas a
ayudarla, maldito mentiroso!”

Alec se agachó y me agarró, apartándome a la fuerza del cuerpo de Renée y empujándome hacia atrás
al suelo. “Se ha ido,” dijo enfáticamente. “¡Contrólate, maldita sea!”

Me quedé sentado en el sucio suelo del granero y lo fulminé con la mirada, intentando tomar
respiraciones profundas mientras trataba de controlar mi ira. Todavía estaba hiperventilando y
temblando, mis ojos ardían por las lágrimas mientras trataba de contener las ganas de vomitar.
Simplemente no podía creerlo, no podía ser real. ¡Después de todo, no podía estar sucediendo esto!
Miré frenéticamente a todos a mí alrededor, esperando que fuera alguna maldita pesadilla cruel de la
que despertaría en cualquier momento y vi que una sonrisa engreída se formaba en los labios de Jane.
El verla me hizo perder lo que me quedaba de autocontrol.

“¡Están jodidamente enfermos!” Espeté, mis ojos lanzándose furiosamente de Jane a Charles. Ninguno
de los dos se veía afectado por el cuerpo sin vida de Renée, y no hay palabras para describir cuánto me
enfureció eso. A ellos les importaba una mierda, joder, era como si ella ni siquiera existiera para ellos.
¡Ella era una persona, maldita sea! ¡Había sido una mujer que vivía y respiraba, con putas esperanzas
y sueños para su hija! ¡Esperanzas y sueños que ellos habían tratado de destruir, y una vida que habían
intentado quitarle! ¡Una vida que ahora se había ido, una puñetera vida que nunca regresaría por su
culpa! “¡Esto es la maldita culpa, de los dos! ¡Ustedes la mataron!”

“Ella se suicidó,” Jane dijo como si nada, viéndome con esa maldita sonrisa engreída todavía en sus
labios. Mis ojos se estrecharon mientras que mis manos empezaron a temblar aun más que antes.

“¿Y quién tiene la culpa de esa mierda? ¡Ustedes hicieron esto, ustedes causaron esto!” Grité. Ella me
miró furiosa.

“¿Qué está mal contigo? ¡Tú y tu estúpido padre! ¡Ella solo es una maldita esclava!” Escupió. “¡Eso es
todo lo que es!” Al momento que esas palabras salieron de sus labios, mi visión se nubló y casi me
quedé ciego por la puta ira. Toda razón y lógica desapareció y las jodidas emociones se apoderaron de
mí a medida que todo se volvió de color rojo.

“¡No, no lo era!” Grité. “¡Ella no era una puta esclava!”

“¡Edward!” Alec me advirtió enfáticamente, estirando su mano para agarrar de nuevo mi hombro.
Alejé su mano de un golpe y lo empujé, sin importarme una mierda lo que tuviera que decir. ¡No había
hecho ni una maldita cosa para ayudar a Renée, joder, la dejó allí para que muriera!

“¡Era una puta principessa! ¡Una puta princesa de la mafia! ¡Mataste a una maldita princesa y vas a
pagar por ello, tú puta perra enferma!” Grité, agarrando las tijeras de jardín del suelo junto a mí donde
Alec las tiró y arrojándoselas a Jane en mi ira. Ella trató de alejarse pero no fue lo suficientemente
rápida y la golpearon en el centro de su pecho, haciéndola jadear con fuerza. “¡Han estado torturando a
una secuestrada princesa de la mafia y van a pagar por ello! ¡Aro va a matarlos por la mierda que han
hecho, y si él no lo hace, lo haré yo! ¡Voy a matarte, te juro que lo haré! ¡Me aseguraré de que mueras
por cada maldita cosa que alguna vez le hiciste a Isabella y a su madre así sea la última cosa que
haga!”

Los ojos de Jane se movieron alrededor rápidamente llevándola al frenesí. No estaba seguro si ya
sabía la maldita verdad y estaba asustada porque se le reprochara por ello, o si le había pegado un puto
susto, pero definitivamente se había desquiciado. Se giró y agarró una pala que estaba detrás de ella,
volviéndose para fulminarme con la mirada. Estaba furiosa y en ese momento se veía como una loca,
evidentemente había perdido cualquier vestigio de jodida cordura que podría haber tenido todavía.
Mis ojos se abrieron a medida que mi corazón empezaba a latir con tanta fuerza que podía escuchar la
sangre recorriendo mi cuerpo, el sonido hacía eco en mis oídos. Llevé mi mano rápidamente a la
cintura de mis pantalones y el pánico me golpeó cuando me di cuenta que no llevaba mi puñetera
arma. Estúpidamente había dejado a la hija de puta en el coche, sin siquiera pensar en agarrarla
cuando salí de él más temprano. Había estado tan jodidamente optimista en cuanto a salvar a la madre
de Isabella que olvidé todo lo que alguna vez mi padre me había enseñado sobre estar en alerta todo el
tiempo, en especial alrededor de enfermos hijos de puta como ellos.

Me apresuré a echarme hacia atrás y traté rápidamente de ponerme de pie cuando ella comenzó a
avanzar hacia mí, sabiendo que no tenía intenciones de retroceder. Echó la pala hacia atrás para
golpearme con ella y subí mis pinches manos de forma defensiva, tratando de protegerme. Alec
reaccionó rápidamente y metió la mano en el saco de su traje, agarrando su arma. Él le apuntó
directamente hacia ella y apretó el puto gatillo sin dudar, el sonido rebotó con fuerza en las paredes
del pequeño recinto. Retrocedí por el sonido y Jane dio un grito ahogado cuando la bala le atravesó el
pecho justo en el corazón, se tambaleó mientras lanzaba el golpe con la pala en reacción. Me preparé
para el impacto y se estrelló contra mi hombro, un dolor agudo me recorrió. Ella giró su cuerpo
cuando empezó a balbucear, una expresión de horror en su rostro cuando dejó caer la pala y se agarró
el pecho. Se escuchó otro disparó al instante, golpeándola en el centro de la cabeza entre los ojos. Se
tambaleó hacia atrás inmediatamente y cayó, golpeando el duro suelo a un lado de dónde había estado
sentado. Me eché hacia atrás rápidamente y traté de ponerme de pie, pero mis putas piernas cedieron,
aterrizando de nuevo en el maldito suelo. Comencé a hiperventilar de nuevo cuando el pánico me
recorrió entero, el control de mí mismo menguando. Charles gritó el nombre de Jane mientras corría
hacia ella, y Alec reaccionó por instinto una vez más y apuntó el arma hacia él. Me agaché y cubrí mi
cabeza cuando sonó el disparo, la sangre salpicó en mi dirección a medida que la bala atravesaba el
cráneo de Charles. Cayó hacia adelante y golpeó el suelo con un ruido sordo a un lado de donde yacía
su esposa sangrando, su cuerpo inerte al momento del impacto. Me les quedé mirando horrorizado y
sentí subir la bilis, todo mi cuerpo temblaba. Giré mi cabeza hacia un lado y comencé a vomitar
profusamente mientras Alec caminaba hacia nosotros con calma. Se detuvo y disparó unos cuantos
tiros más hacia ellos antes de volverse para mirarme.

Me miró furioso por un momento mientras volvía a poner el arma dentro de su saco antes de
agacharse y sujetarme por el brazo. Tiró de mí para levantarme del suelo, haciendo que más dolor
atravesara mi hombro dónde Jane me había golpeado. Me tambaleé unos cuantos pasos mientras
intentaba recuperar el equilibrio, mis piernas trataban de ceder bajo mi peso. Estaba mareado y
todavía sentía náuseas pero estaba jodidamente aterrorizado y me di cuenta por la expresión en el
rostro de Alec que no estaba de humor para pendejadas. Acababa de acribillar a su maldita hermana
sin una pizca de emoción por ello, y eso confirmó lo que siempre había sospechado…

Joder, él también me mataría, si fuera necesario.

“Mierda,” balbuceé, aturdido y devastado. Me balanceé a medida que miraba alrededor tratando de
controlarme, pero la vista frente a mí envió ondas de choque a través de mi cuerpo.

Alec sacó su teléfono mientras yo me acerqué trastabillando al banco, sentándome con cuidado
encima de él. Bajé la cabeza entre mis piernas y cubrí mi rostro con mis manos, tomando
respiraciones profundas. Me zumbaban los oídos por los malditos disparos, mi cabeza palpitaba con
fuerza. Estaba jodidamente abrumado y asustado, sin saber qué mierda iba a pasar. Había una
sensación de incredulidad con todo, parecía tan surreal. Todo había pasado tan rápidamente, dos o tres
putos minutos a lo máximo desde ese primer grito de mierda hasta el último disparo.

“Ha habido un accidente,” Alec dijo con calma al teléfono. Levanté la vista hacia él y lo vi mirándome
jodidamente furioso, obviamente para nada complacido conmigo. Lo miré fijamente a medida que
comenzaba a caer en cuenta de exactamente qué tan masivamente la había jodido. “Sí, en casa de los
Swan. Tres fritos, señor. Los dos, la tercera era propiedad.”

Hizo una pausa mientras quién asumí era Aro habló por la línea. Era un enorme problema de mierda
que tenía que pasar por el puto Jefe para resolverlo y al pensarlo me asusté aún más. Él no iba a estar
feliz con esa mierda y el simple hecho de que estuve allí cuando sucedió no auguraba nada bueno para
mí en lo absoluto. “Sí, era la mamá de la chica. Sin embargo, ni Edward ni Isabella estuvieron
presentes, señor. Los dos están descansando en su hotel. Tuve una confrontación con mi hermana
sobre cómo trató mi propiedad y se complicó.”

Hubo una pausa larga mientras Alec escuchaba con atención, todavía fulminándome con la mirada.
Me pasé las manos por mi cara y agaché la cabeza, reprendiéndome a mí mismo en jodido silencio por
la mierda que había hecho. Alec lo estaba cubriendo y salvando nuestros putos culos, y yo me estaba
derrumbando cuando la maldita culpa era mía. Había soltado el secreto… la única maldita cosa que
me confiaron y que sabía, malditamente bien, que nunca podría decirlo en voz alta.

“Asumo toda la responsabilidad por el incidente. Voy a preparar un lugar y me encargaré de la


limpieza sin problema. Me disculpa por el dilema en que esto lo pone, y acepto cualquier
consecuencia que crea necesaria por mis acciones.”

Suspiró y negó con la cabeza. “Sí, entiendo. ¿Qué hay de las propiedades? Tenían tres. Técnicamente
Isabella sería su siguiente guardián como heredera de Swan pero yo puedo tomar propiedad ya que ella
es incapaz de hacerlo.” Hizo una pausa cuando Aro habló. “Sí, el papeleo ya había sido firmado, por
eso hicieron el viaje este fin de semana. Está finalizado.” Le agradeció después de un momento y
colgó, todavía mirándome furioso. Todo mi cuerpo estaba temblando mientras lo miraba con
aprensión, sin saber qué demonios iba a pasar. “Yo, eh…” Empecé, sin tener idea de qué carajos decir
pero no podía quedarme simplemente allí sentado. Negó y rápidamente levantó su mano para
detenerme.

“No hay nada qué decir, Edward,” dijo fríamente. “Divulgaste el secreto y no me dejaste otra
alternativa. Lo hecho, hecho está.”

“Pero, eh…” Empecé a decir, negando. Todo estaba jodidamente mal y su jodida indiferencia me
estaba asustando. “Tu puta hermana… ¡Mierda! Sé que siempre has creído en proteger a tu familia...”

“Eso es exactamente lo que hice,” dijo, mirándome fijamente. “Eres mi sobrino, ¿cierto?” Asentí
vacilante. “Y Jane estaba intentando atacarte, ¿cierto?” Asentí una vez más. “Entonces, supongo que
eso significa que protegí a mi familia.”

“Supongo,” dije en voz baja. Sacudió su cabeza con enojo.

“No hay suposiciones al respecto, Edward. Mi hermana y su esposo, se lo buscaron, y no es culpa de


nadie sino suya lo que recibieron. ¿Te ofende o molesta de alguna manera que ya no vivan? Imaginé
que estarías contento de que fueran castigados después de todo lo habían hecho,” dijo con seriedad.

Me le quedé mirando, no hablé, temeroso de que me sintiera de nuevo enfermo si lo intentaba. Había
dicho hacía un momento que ellos pagarían por todo pero, joder, nunca imaginé que pasaría así. Nunca
imaginé que estaría sentado en un puñetero banco, temblando de miedo mientras sus cuerpos
sangrientos yacían a unos metros cerca de mí, cerca del cuerpo sin vida de Renée. Nunca, en un millón
de putos años, me había imaginado que terminaría el día salpicado en sangre, la misma sangre que
corría por las venas de Isabella, mientras las dos personas que la trajeron a la existencia estuvieran
muertas.

“Charles sabía que hoy compraría a Renée y él permitió que la dañaran a pesar de ese hecho. Se le
había advertido contra eso en muchas ocasiones, también por tu padre, y él sabía que con su pasado,
hacerlo era una sentencia de muerte. Y mi hermana… bueno, hace tiempo ya se le veía venir a mi
hermana,” me dijo, negando con la cabeza. “Ahora ya está hecho. No me agradó hacerlo, pero
independientemente de que les hubieras dicho la verdad acerca de la identidad de Renée o no, habían
hecho lo suficiente para merecerse ese jodido destino.”

Hizo una pausa y se volvió para mirar los cuerpos. “Este asunto no es tuyo para que le hagas frente…
es mío. No me escuchaste antes, pero tal vez ahora me escuches. Tu único trabajo, Edward, es volver a
esa habitación de hotel y explicarle a Isabella el porqué no va a recibir a su madre, después de todo, ya
que también decidiste ignorarme cuando te advertí en primer lugar que no le dijeras. Tal vez esto
finalmente te enseñe una lección. Actúas de forma muy irracional, reaccionas más por emoción y no
con suficiente lógica. Tal vez finalmente te des cuenta que no lo sabes todo, al fin y al cabo.”

Lo miré fijamente y sentí el miedo recorriendo mi cuerpo, las náuseas desencadenándose de nuevo al
pensar en Isabella. Joder, tenía que ir a decirle a Isabella. Mi chica estaba sentada allí, esperándome
regresar y decirle que su madre estaba a salvo y que todo estaba bien, y no podía hacerlo. Nada estaba
jodidamente bien, su madre estaba muerta y era mi maldita culpa que su corazón estuviera a punto de
romperse. Le había hecho la puta promesa e iba a tener que romper la maldita promesa después de
jurarme a mí mismo que nunca iba a hacer eso. Había jurado nunca romper una puta promesa que le
hubiera hecho a Isabella pero ahora no tenía otra opción más que hacerlo por mi maldita ignorancia.

Sentí mis ojos arder por las lágrimas que estaba tratando de contener a medida que me ponía de pie,
pasando las manos por mi cabello con frustración. Me detuve y miré a Alec, tratando de tragar el nudo
en mi garganta.

“¿Crees que ella quiera enterrar a su madre?” Alec preguntó, mirándome y levantando las cejas
inquisitivamente. Me encogí de hombros vacilante, sin tener una jodida idea de lo que le gustaría a
Isabella en este momento, porque no tenía idea de cómo demonios iba a reaccionar. Ella siempre me
había dicho que aceptaba la muerte con facilidad por cómo había vivido y el desapego sintió al crecer,
pero ella finalmente había aceptado el maldito hecho de que amaba a su madre y yo tenía que
arrebatarle eso. Él asintió y miró alrededor.

“Voy a enterrarla en la arboleda y colocar algo donde esté el cuerpo, en caso de que Isabella quisiera
despedirse. Ella no debería verla en este estado,” me dijo. Asentí.

“Gracias,” le respondí, mi garganta adolorida por gritar y mi voz quebrándose. Sacudió la cabeza.

“Esta es precisamente la razón por la cual antes te dije que no me agradecieras, Edward, y la razón por
la cual le había dicho a tu padre que no me agradeciera por ayudar. Las cosas muy pocas veces
resultan cómo las hemos planeado y todos nosotros podemos atestiguar eso por Elizabeth,” él dijo. La
mención de mi madre, una vez más, no ayudó en nada a mantener mi fuerza y luché con más fuerzas
para no dejar salir mis emociones, sin querer desmoronarme por completo.

“Mi madre…” Comencé a decir, confundido y no muy seguro de a dónde carajos quería llegar con eso,
pero quería saber qué demonios estaba pasando. Quería saber por qué Jane acaba de decir esa mierda
sobre que Isabella no era mi madre y por qué Alec sentía que se lo debía a ella. Sin embargo, antes de
que pudiera decir más, él me interrumpió.

“No quiero hablar de ella,” dijo enfáticamente. “En lugar de preocuparte por los muertos, ve y cuida
de la que está con vida, Edward, y asegúrate de que permanezca así. Es la única forma de honrar a sus
madres. Es todo lo que importa en este momento.”

Empezó a alejarse sin decir otra palabra y titubeé, mis ojos recorriendo la devastación ante mí.
Después de un momento salí del granero tambaleándome y me dirigí hacia el coche, en parte
jodidamente aturdido y de nuevo aguantándome las ansias de vomitar. Me subí y lo encendí,
alejándome de la casa y saliendo a la carretera. Todo estaba como en una puta bruma mientras
conducía por un rato alrededor de Phoenix, con miedo de volver al hotel y enfrentar a Isabella. No
sabía qué carajos se suponía tenía qué decir, cómo demonios le iba a explicar lo que había pasado
cuando en realidad nada de ello tenía sentido para mí. Todo el día siguió dando vueltas en mi cabeza
mientras trataba de repasar todo y trataba de encontrar una maldita pizca de esperanza o sabiduría a la
que aferrarme para hacer toda la mierda menos dolorosa.

El sol se puso finalmente y me di cuenta que se me estaba acabando el puñetero tiempo, sabiendo que
no podía mantenerme alejado para siempre. Me dirigí al hotel, resignado a que ninguna cantidad de
tiempo o planeación me darían las palabras correctas para decirle, porque no había ninguna maldita
palabra que fuera correcta. Su madre se había ido y nada podía resolver eso o hacerlo que
desapareciera.

Subí hacia la habitación cuando llegué y me detuve con la mano en el pomo de la puerta, tomando un
profundo respiro. Abrí la puerta lentamente y me encontré cara a cara con Esme, quién sonreía
radiante. Se quedó helada cuando me vio, su sonrisa se desvaneció rápidamente a medida que el color
desaparecía de su rostro.

“Oh por Dios, Edward,” susurró con horror. Miré alrededor de la habitación rápidamente y vi que
Isabella estaba acurrucada en la cama, dormida. “¿Qué pasó? ¿Dónde está Alec, está bien? Por favor,
Dios, dime que mi esposo está bien.”

Asentí, pasando la mano por mi cabello en frustración. “Sí, mierda, Alec está bien. Él, eh… está
limpiando o lo que sea, joder, no lo sé,” balbuceé. Su ceño se frunció en confusión.

“¿Qué pasó? ¿Qué está limpiando?” Susurró, escuchándose asustada.

“Su hermana y Charles. Ellos, eh… joder, Esme. Mierda, él los mató,” le dije, ahogándome con las
palabras. Ella se me quedó mirando conmocionada.

“¿Qué? ¡Oh Dios! ¿Y qué hay con Renée? ¿Dónde está su mamá?” Preguntó frenéticamente. La miré
fijamente y negué con la cabeza, sintiendo las lágrimas empezar a acumularse cuando mis ojos ardían
ante la nueva mención de la madre de Isabella.

“No lo logró,” le dije. Dejó salir un sollozo y cubrió su boca rápidamente para sofocarlo cuando un
movimiento captó mi atención al otro lado de la habitación. Miré en esa dirección rápidamente y vi a
Isabella sentada en la cama, mirándonos. No estaba seguro si me había escuchado decir esa mierda
pero solo el verla me hizo entrar en pánico. Ella vio mi expresión y una expresión de horror llegó a su
rostro.

“¿Dónde está mi mamá?” Dijo de pronto, su voz llena de temor. Me quedé inmóvil mientras trataba de
pensar desesperadamente en cómo responder esa puñetera pregunta, pero mi puta vacilación fue todo
lo que necesitó. Supo con tan solo mirarme que le había fallado. Supo que la había jodido.

Ella perdió el control. No sé qué estaba anticipando, cómo exactamente esperaba que reaccionara a las
noticias, pero no había estado precisamente preparado para un estallido de violencia. La abracé con
fuerza mientras ella tenía un ataque de ira, gritando y golpeándome, tratando de liberarse. La
devastación la sacudió con fuerza y me echó la maldita culpa, arrojando tanto odio e ira hacia mí
como pudo. Sus puños chocaron contra mí con tanta fuerza como pudo reunir e hice una mueca de
dolor cuando golpeó contra mí, ya adolorido, hombro pero recibí cada maldito golpe que me dio. Le
había dado jodida esperanza, sabiendo malditamente bien que ella me había confiado todos esos meses
atrás que era su mayor miedo de mierda. La esperanza era lo que más la asustaba y yo se la di,
obligándola a sentirla, y joder, ella confió en mí. Le prometí que todo estaría bien y le juré que no le
fallaría, pero lo hice. Le había dado la única mierda que nunca había querido, la forcé a aceptarla y
confiar en ella, y luego solo se la arrebaté.

Le volqué mi maldita alma mientras ella arremetía contra mí, haciéndole saber que a pesar de que
sintiera que me despreciaba yo nunca dejaría de amarla. Podía odiarme si tenía que hacerlo, podía
culparme y sacarme la mierda a golpes, pero joder, nunca renunciaría a ella. Sabía cómo se sentía,
recordé despertar en ese cuarto de hospital cuando tenía ocho años y escuchar a mi padre repetir una y
otra vez que mi madre se había ido. Recordé la devastación y el dolor, la puñetera culpa y rabia que
había experimentado. Sabía que ella necesitaba desahogarse y culpar a alguien a fin de lidiar con el
dolor que sentía, y era el único en el que confiaba lo jodidamente suficiente para ser esa persona.
Aceptaría cada pizca de su dolor porque esa es la mierda que haces cuando amas a alguien. Su
felicidad es tu felicidad, pero su dolor también es tu dolor. Joder, mientras ella estuviera sufriendo, yo
también lo estaría.

El mundo exterior cesó de existir mientras la sostenía. Ignoré el teléfono y esperé como el infierno
que nadie viniera a tocar la puerta preocupado por los gritos. Ella era todo lo que importaba para mí, y
quería explicarle lo que había sucedido cuando me lo pidió pero no sabía qué decir. Joder, no podía
permitir que supiera que ella se había suicidado. No quería que el recuerdo de su madre fuera
manchado de alguna forma al ella pensar que se había dado por vencida o que no fue fuerte, porque lo
había sido. Las últimas palabras de Renée hicieron eco en mi mente y me sentí como un maldito idiota
por no habérmelo esperado. Ella me había parecido resuelta, casi jodidamente contenta en ese
momento al decir estás palabras ‘Ya puedo estar tranquila, sabiendo que está a salvo’. Joder, ¿por qué
no le había dicho? La culpa comenzó a invadirme cuando me pregunté por qué demonios no le dije
que íbamos a ayudarla. ¿Cómo había sido tan jodidamente estúpido?

Ella empezó a ceder después de un tiempo, la fuerza de sus golpes disminuyó a medida que sus gritos
se convertían en sollozos. Seguí diciéndole cuanto lo sentía mientras ella se rendía aferrándose a mí
como si fuera para salvar su vida. La envolví en mis brazos con fuerza y la recosté en la cama,
abrazándola mientras ella lloraba. Chilló y lloriqueó por horas, cada vez que sorbía su nariz haciendo
que el dolor y la culpa desgarraran mi pecho mientras lloraba con ella.

Finalmente, sus lágrimas se secaron a medida que su cuerpo se relajaba contra mí, pero sus puños ni
una sola vez se aflojaron mientras sujetaban mi camiseta. Se quedó en silencio y sin moverse y me
pregunté si había llorado hasta quedarse dormida pero le eché un vistazo y vi que sus ojos seguían
abiertos. Estaba mirando fijamente a la lluviosa pantalla de televisión como en un maldito trance, sin
moverse y apenas parpadeando. Dije su nombre en voz baja un par de veces y froté su espalda, pero no
dio ni una puta indicación de que siquiera estuviera consciente de que seguía allí.

Nos quedamos así toda la noche, sin que ninguno de los dos durmiera mucho. Mi teléfono sonó toda la
puñetera noche pero lo ignoré, todavía sin deseos de lidiar con nada. Estaba exhausto para cuando el
sol hizo su aparición la mañana siguiente. Mis extremidades estaban dormidas y sentía como si me
pincharan con agujas en todo el cuerpo por la falta de circulación. Me quejé e iba a sentarme, pero
Isabella se aferró a mí con más fuerza para detenerme. Tenía una expresión de pánico en su rostro y
suspiré, frotando suavemente su espalda.

“No voy a ninguna parte. Solo necesito sentarme y estirarme,” dije en voz baja, hablando por primera
vez y rompiendo el tenso silencio que se había desarrollado durante toda la noche. Mi voz estaba
dolorosamente áspera, mi cabeza latiendo con fuerza y mi hombro dolía como el infierno pero traté de
ignorarlo todo porque esa mierda no era importante. No importaba una mierda que tan mal me sentía
físicamente porque nada se compararía con cuan destrozada estaba ella por dentro.

Me soltó titubeante y se acomodó de nuevo en la cama, aferrándose a la manta y enroscándose en


posición fetal. Suspiré y me puse de pie mientras agarraba el teléfono del buró. Lo abrí y vi unas
cuantas llamadas perdidas de Esme y una de mi padre a mitad de la noche.

Marqué el número de Esme y me senté al borde de la cama, estirando mi espalda y sobando mi


adolorido hombro mientras el teléfono sonaba. Ella contestó con voz desesperada, preguntando si
estábamos bien y declarando que estaba preocupada. Le dije que nos la estábamos arreglando porque
no sabía qué otra mierda decirle, y me dijo que estarían en la residencia de los Swan todo el día por sí
quería llevar a Isabella. Terminé la llamada y arrojé el teléfono al buró, volviendo mi cabeza para
mirar en dónde estaba ella recostada. Su espalda estaba hacia mí y podía ver el movimiento cuando
respiraba, su cuerpo estremeciéndose con cada exhalación.

“¿Tesoro?” Dije en voz baja, estirando mi mano y frotando su espalda. Se dio la vuelta para mirarme,
su expresión me impactó. Se veía derrotada, completamente destrozada y deprimida, el verla hizo que
mi pecho se contrajera a medida que el dolor atravesaba mi corazón. La miré a los ojos y vi que la
chispa seguía allí, dando un suspiro de alivio al verla. Podría estar jodidamente consternada y
extenuada, pero ella seguía allí, su esplendor y su vida seguían brillando con fuerza en algún lugar
dentro de ella. No había perdido la maldita esperanza, no había perdido por completo su fe en mí.
Todavía podía ver el puto amor reflejado hacia mí y sabía que mientras estuviera allí, estaríamos bien.

Joder, mientras ella siguiera creyendo en nosotros superaríamos lo que fuera.

“Era Esme. Ellos, eh… quieren saber si quieres, tú sabes… despedirte de tu mamá,” pregunté
titubeante, sin saber cuál sería su reacción. Mierda, me destrozaba decir esas palabras, recordando en
ese momento que le había hecho la puñetera promesa a Renée que nunca llevaría a Isabella de vuelta a
ese lugar.

¿Hay alguna puta promesa que pueda cumplir?

Se me quedó mirando por un momento antes de asentir, levantándose y saliendo de la cama. No se


molestó en cambiarse, simplemente se puso sus zapatos y se volvió para mirarme. Suspiré y me puse
de pie, agarrando mis llaves cuando me dirigía hacia ella. Iba a salir por la puerta frente a mí pero
rápidamente agarré su mano, cerrando los ojos cuando la electricidad de su piel envió escalofríos por
mi cuerpo.

Ella me miró cuando entrelacé nuestros dedos, apretándolos suavemente. La comisura de sus labios se
levantó un poco en una suave sonrisa, pero desvaneció tan rápido como llegó. Conduje a la casa de los
Swan lentamente, sin jodida prisa de regresar allí. Isabella había estado descansando en el asiento
mientras conducía pero una vez que me adentré en la propiedad se tensó, sus ojos recorrían
cuidadosamente los terrenos. No dije nada, sin malditamente saber si debería decirle que Charles y
Jane estaban muertos. Imaginé que sería agridulce el saberlo y me di jodida cuenta que en algún
momento se enteraría, pero la visita no debería tener nada que ver con ellos. Era por su madre.

Salí del coche y suspiré cuando Isabella no hizo ningún intento por salir. Estaba a punto de dar la
vuelta al coche y abrir la puerta para sacarla pero Esme salió de la casa y me detuvo, diciéndome que
solo le diera tiempo. Fue difícil, pero me alejé del puñetero coche y la dejé sentada adentro,
recordándome a mí mismo que no podía ser jodidamente condescendiente con ella. Era independiente
y fuerte y no podía protegerla, sin importar una mierda cuanto lo deseara. Podía estar allí con ella,
pero no podía protegerla de ello. Esme me acompañó a los límites de la propiedad, a lo largo de una
línea de árboles donde una pequeña estaca de madera sobresalía del suelo. Nos quedamos allí en
silencio por unos minutos mientras miraba la tierra recién removida, el aire sofocante por el calor y
las palabras no pronunciadas.

“No es tu culpa, hijo,” Esme dijo en voz baja después de unos minutos, estirando su mano y frotando
suavemente mi espalda. “Sé cómo eres, ¿sabes? Recuerdo ese año cuando tu mamá murió, como
andabas por allí como en un trance casi igual a como ella parece estar ahora. Siempre te has culpado
por cosas que no puedes evitar, te sientes culpable cuando no tienes nada que ver en ello. No creo que
te hayamos dicho lo suficiente que no fue tu culpa, solo pensamos que lo habías asimilado.”

No respondí, sin tener idea de qué demonios decir de eso. Quería decirle que estaba equivocada,
porque sentía que esto era mi maldita culpa, pero ella solo discreparía conmigo de todos modos así
que no tenía sentido. Suspiró cuando se dio cuenta que no iba a responderle, sacudiendo su cabeza.

“Tan terco. No tienes qué decir nada si al menos escuchas lo que te estoy diciendo. Nada de ello es tu
culpa, así como tampoco lo es de Isabella. Debimos haberte dicho más eso y tú tienes que asegurarte
de decírselo a ella. Sabemos que Isabella no es la causante de esto, pero ella se culpará así misma de
todos modos. De hecho, probablemente ya lo haga. Ella va a examinar los “y si” y tratará de imaginar
un escenario donde las cosas serían diferentes y su madre viviría, pero tú sabes que es imposible,” me
dijo.

Me quedé en silencio, recordando cómo solía vagar por el bosque rodeando la propiedad en Forks por
horas cuando era niño, imaginando escenarios donde mi madre habría vivido, y culpando porque no lo
estaba a la estúpida mierda que había hecho. Había encontrado algo jodidamente insignificante y lo
había retorcido hasta que fuera el maldito catalizador que causó la ruina. No podía contar cuantas
veces me había culpado por gustarme la música, porque si no hubiera tocado el maldito piano no
hubiéramos salido esa noche. No quería que Isabella cayera en esa trampa, porque sabía la mierda que
pasaba cuando lo hacías. Sabía lo que pasaba si te afliges por ello y no lo dejas salir. Te lo guardas y te
vuelves frío, muriendo lentamente por dentro a medida que la puta oscuridad te vence. No quería que
eso le sucediera a la única persona que había conseguido sacarme de mi propio hoyo negro de mierda.

“No es justo,” dije en un susurro. “No tuvo la oportunidad de vivir.”

Esme suspiró y estiró su mano, frotando de nuevo mi espalda. “Tienes razón, no es justo. Alec, puede
tener sus defectos, pero cuando dije esas mismas palabras anoche él me señaló lo que nunca consideré.
Él dijo que puede que su vida no haya sido suya, pero su muerte lo fue. Puede que no haya sido capaz
de vivir como ella quería, pero murió como quiso. Tomó su primera decisión y la llevó a cabo, y
ninguno de nosotros puede quitarle eso. Ninguno de nosotros debería. Debemos respetar eso, por más
difícil que sea.”

Volví mi cabeza para mirarla, sorprendido por sus palabras y mi puñetero corazón se detuvo cuando vi
una figura detrás de nosotros. Salté y grité, agarrándome el pecho porque me tomó desprevenido.

“Cristo, Bella. Me diste un susto de mierda,” le dije. No tenía ni puta idea de cuánto tiempo había
estado parada allí pero estaba mirando fijamente frente a nosotros a la estaca de madera en el suelo.
Me miró por un momento pero no habló, nos rodeó para llegar a la marca. Se puso de cuclillas frente a
ella cuando Esme me agarró del brazo.
“Te daremos unos minutos,” dijo, tirando de mí. Al principio me resistí, pero ella jaló y me dio una
mirada penetrante que claramente decía ‘joder, ven’. Le eché un último vistazo a Isabella antes de
darme la vuelta y alejarme, caminando hacia el Volvo. Me apoyé en el capó del coche con los brazos
cruzados sobre mi pecho, observando a Isabella sentarse en el suelo.

Se quedó allí por un rato, pasando las manos por la tierra revuelta. No podía ver desde donde estaba si
estaba diciendo algo, pero en realidad no importaba una mierda. Su madre ya sabía todo lo que ella
tuviera que decir, de todos modos, así como mi maldita madre lo sabía todo.

“Estábamos equivocados, por cierto,” dijo Esme cuando Isabella se puso de pie y empezó a sacudirse
la ropa. Empezó a caminar lentamente hacia nosotros y suspiré, mirando a mi tía.

“¿Sobre qué esta vez?” Pregunté. Ella me dio una sonrisa triste, levantando su mano para palmear mi
mejilla.

“Dijimos que Renée… o, mejor dicho, Bree, nunca tuvo la oportunidad de vivir, pero sí lo hizo. Lo
hace. Vive dentro de Isabella y siempre será así,” me dijo. Asentí vacilante y susurró su despedida a
medida que Isabella se acercaba, pasando justo a un lado de nosotros y subiendo al coche sin decir una
palabra.

De hecho, Isabella apenas si dijo una jodida palabra por días después del incidente. No pude hacer que
comiera mucho o algo y el sueño era reducido para ambos. Nos quedamos en el hotel en Phoenix por
el resto de la semana, dejando al mundo fuera, pero en el momento en que el fin de semana llegó supe
que era tiempo de irnos. La Borgata se había ido de Forks, mi jodido padre seguía vivo, el incidente de
Phoenix estaba aparentemente bajo control y era tiempo de que volviéramos a nuestras vidas.

El viaje estuvo tenso sin mucha conversación, cada hora sintiéndose como una puta eternidad. Me
detuve constantemente durante el día para tener un maldito descanso, y para cuando el fin de semana
llegó a su fin estábamos entrando de nuevo a los límites de la ciudad de Forks. Me fui directamente a
la casa y me estacioné frente al Mercedes de mi padre, bajando y estirándome. Isabella bajó y se
dirigió directamente a la casa, sin siquiera molestarse en esperarme pero fui detrás de ella. Abrió la
puerta y nos encontramos cara a cara con mi padre al momento que pusimos un pie en el vestíbulo.

“Hola, chicos,” dijo en voz baja cuando nos vio con una expresión cautelosa en su rostro.

“Sí, hola,” murmuré. Isabella asintió con la cabeza como saludo.

“Doctor Cullen, señor. ¿Puedo retirarme?”

Él se tensó y se le quedó mirando, con una profunda preocupación en sus ojos. “Eh, por supuesto,
dolcezza. Ni siquiera tienes que preguntar. Eres libre de hacer lo que te plazca.”

Ella me dio una breve mirada antes de subir las escaleras y fruncí el ceño, viendo cómo desaparecía de
mi vista.

“Me voy a la cama,” murmuré, empezando a subir las escaleras detrás de ella. Escuché a mi padre
suspirar.

“¿Edward?” Dijo. Me detuve y me volví para mirarlo. “Solo tienes que tomarte un día a la vez.”
Asentí y subí, dirigiéndome directamente a la recámara. Abrí la puerta y me congelé, mi ceño se
frunció por la confusión cuando me di cuenta que la habitación estaba vacía. Me di la vuelta hacia el
pasillo y me quedé viendo a la puerta de la recámara al otro lado del pasillo, mi puñetero pecho dolía
tan solo al pensarlo. Me acerqué y agarré el pomo, suspirando de alivio cuando el hijo de puta giró
fácilmente. Abrí la puerta y entré cuando Isabella se metía a la cama y se enroscaba en una bola. Me
quité los zapatos y me deslicé junto a ella, agarrándola y acercándola a mí.

“No es tu jodida culpa, Bella. Nada lo es, y no voy a permitir que me alejes. Nada de lo que pudieras
hacer me hará dejar de amarte,” susurré, enterrando mi rostro en su pelo y respirando su reconfortante
esencia natural.

Su cuerpo se estremeció cuando empezó a llorar, pero no dijo ni una sola palabra en respuesta.
Teníamos que empezar a unir nuestras piezas nosotros mismos ahora que estábamos de vuelta en casa.
Teníamos un futuro que planear, un lienzo en blanco para dibujar una maldito retrato de cómo se
supone sería la vida. No sabía a dónde iríamos o qué haríamos después de todo lo que había sucedido,
pero no renunciaría a ella.

Nunca.

Era obvio que ambos habíamos cambiado, habíamos regresado de Phoenix como personas diferentes.
Los dos estábamos algo dañados y éramos menos ingenuos, pero mientras la chispa siguiera en sus
ojos. Tenía que creer que éramos capaces de capear el temporal que caía sobre nosotros. Tenía que
creer que podíamos pasar por la destrucción y salir al otro lado libres de la mierda que nos había
sofocado por tanto tiempo.

Solo teníamos que resolver toda la mierda primero.


Capítulo 64 Sabiduría

“Porque la sabiduría reside en amar, vivir, tomar lo que el destino o los dioses ofrecen, sin
cuestionarse y sin rezar, sino solamente besar los labios y acariciar el cabello. Avivar el torrente de
la pasión al abrazar su caudal. Tener, mantener, y llegado el momento, dejar ir.” – Laurence Hope

Dr. Carlisle cullen


Me senté en el cómodo sillón de cuero en mi oficina con una pila de papeles frente a mí, dando
golpecitos con mi pluma contra el escritorio por la ansiedad. Tenía un montón de trabajo
acumulándose, tanto del hospital como de La Borgata, pero no era capaz de concentrar mi mente en
nada de eso. Mi atención seguía inconstante, mis pensamientos y mis ojos se desviaban hacia la
transmisión en vivo que se reproducía en la laptop abierta junto a mí sobre el escritorio, intenté
ponerme a trabajar y forzarme a concentrarme en enfermedades o envíos, pacientes o reclutados, pero
cada vez, sin falta, mi atención terminaría en una sola cosa, Edward.

Habían pasado nueve días desde que Edward y Bella regresaron de su viaje a Phoenix, y los días han
probado ser unos de los más largos de mi vida. El ambiente en la casa estaba tenso, el silencio que
seguía a ambos era desconcertante. Estaban perdidos en sus propios pensamientos, al parecer, ninguno
de ellos era capaz de liberarse de los problemas que los plagaban. Era obvio que ambos estaban
sufriendo y reprimiéndose, desesperados por desahogarse en el otro y permitir que el otro los
consumiera una vez más, pero ambos tenían miedo. Todo era frágil y sentía como si estuviera
caminando sobre cáscaras de huevo o navegando por un campo de minas, a sabiendas de que sin
advertencia cualquiera de ellos podría quebrarse. Ambos eran como bombas de tiempo a la espera de
explotar si alguien no los templaba, pero el problema radicaba en el hecho de que no sabía
exactamente cómo hacer eso. No estaba seguro de que cable cortar, por así decirlo, y tenía temor de
que un acercamiento equivocado podría desencadenar una explosión y destruir todo. Solo estaba
esperando que sucediera, que la bomba nuclear acabara con la existencia que había construido para
nosotros, y estaba desesperadamente temeroso que mi hijo más joven sería el uranio que lo haría
suceder.

Ah, estaba demasiado exhausto para metáforas inteligentes. Apenas si podía concentrarme lo
suficiente para garabatear mi nombre en algunos papeles y estaba tratando de inventar alguna forma
ingeniosa para explicar la situación en la que nos encontrábamos. Era una pérdida de tiempo y
energías, porque no importaba de qué forma lo miraras o cómo lo llamaras, al final simplemente
estábamos jodidos.

Nueve días. Me había sentado detrás de este escritorio por nueve días seguidos y veía cómo mi hijo se
paseaba por el pasillo afuera de mi oficina, sus manos atacando furiosamente su cabello mientras se
reprendía a sí mismo. No pude escuchar sus palabras pero por sus expresiones y movimientos podía
imaginar exactamente qué estaba diciendo. Sabía que era lo que él había visto en Phoenix y había
recibido un reporte completo de mi cuñado de exactamente qué se había dicho en su presencia. Sabía
la dirección de sus pensamientos y las piezas que estaba intentando unir, sabía que era solo cuestión
de tiempo antes de que cayeran en su lugar y él irrumpiera en mi oficina con su teoría. Estaba seguro
de que iba a pasar la noche anterior, cuando se había acercado tanto que incluso había agarrado el
pomo de la puerta. Sin embargo, antes de girarla, cambió de opinión y se fue. Una parte de mí se sintió
aliviado de que no me enfrentara, ya que sabía que a estas alturas no podía mentirle y no estaba
totalmente preparado para confesarle la verdad, pero otra parte de mí deseaba que hubiera acabado
todo de una vez. Desearía que dejara de permitir que propagara y consumiera cada uno de sus
pensamientos conscientes. Porque había algo más importante en lo que él debía de concentrarse y que
había estado descuidando inadvertidamente…

Isabella.

Extendí mis manos y presioné unas cuantas teclas de mi laptop, la pantalla cambiando a una vista de
la biblioteca. La vi de inmediato, enroscada en la silla junto a la ventana, mirando hacia afuera con un
libro en su regazo. Era el mismo lugar donde había estado todas las noches de la semana pasada
mientras mi hijo se paseaba frenéticamente por el pasillo. Algunas veces encendía la luz y leía, pero a
menudo solo se quedaba sentada allí en la oscuridad y miraba hacia la noche. Se estaba retrayendo,
encerrándose en sí misma cada vez más a medida que el tiempo pasaba, y ni siquiera estaba seguro si
mi hijo se daba cuenta de exactamente qué tanto se estaba alejando de él. Era desalentador, y desearía
que sacara la cabeza de su trasero y mirara a su alrededor antes de que fuera demasiado tarde. Tenía
demasiados problemas por mi cuenta para siquiera considerar echarme encima los suyos, pero sentía
que tenía una obligación con ellos. Al menos tenía que intentar hacer lo correcto, pero no estaba
seguro cómo o si siquiera fuera realmente posible. Yo había causado cada uno de ellos pero nada
podía borrarse o cambiarse, todo lo que podíamos hacer era aceptarlo todo y lidiar con las
consecuencias. Sinceramente, no sabía si alguno de ellos en su estado actual fuera lo suficientemente
fuerte para escuchar la verdad con todos sus detalles y enfrentar las realidades de la vida. Pareciera
que todo lo que había hecho era cubrir mis huellas, crear historias elaboradas para salir de situaciones
y estaba cada vez más cansado de todo esto. Estaba exhausto, tanto mental como físicamente, y había
llegado al punto donde la lluvia radioactiva ya no me parecía tan terrible, siempre y cuando todo
estuviera al descubierto.

Tenía que colapsar en algún momento, de todos modos.

Estaba hundido con la Borgata. Mentí, engañé, saqueé y masacré por ellos, pero la única cosa de la
que siempre me había enorgullecido era que sin importar qué, permanecí leal. Tal vez había sido un
criminal, pero al menos era alguien honorable dentro de la organización. Sin embargo, últimamente
me había desviado del camino, y sabía que ellos no eran estúpidos. Cada uno de ellos era un criminal
de carrera que estaba entrenado para ser capaz de identificar a alguien no digno de confianza a un
kilómetro de distancia, y no estaban ciegos ante mi comportamiento reciente. Tenían sospechas, en
especial Aro, lo que me desconcertaba porque el más indigno de confianza de todos estaba
ascendiendo lentamente dentro de la organización justo en sus narices y él parecía no poder verlo.

James. Siempre había sospechado que no planeaba nada bueno y tenía algo contra mí, pero después de
su más reciente visita estaba completamente seguro que era extremadamente peligroso. Teníamos una
rata dentro de la organización, alguien que nos vendía tanto al departamento de justicia como a las
familias criminales rivales, y estaba seguro que él estaba involucrado en ello de alguna manera.
Habían venido de improviso a limpiar la casa de toda actividad ilegal tan rápido como era
humanamente posible, ya que ahora mi locación estaba marcada como un lugar de actividades
delictivas por la policía y probablemente vendrían a tocar a la primera oportunidad que se les
presentara. Y durante su estadía, sorprendí a James actuando de forma extraña y echándoles un vistazo
a mis efectos personales en más de una ocasión. No había nada en la casa que él pudiera utilizar como
munición contra mí, ya que todos los archivos que había tenido de Isabella, desde hace mucho, ya no
existían, aun así no me gustaba su solapado espionaje.

No me gustaba el interés que estaba tomando en Isabella, en lo absoluto, y era claro que él lo sabía,
porque constantemente la nombró durante su visita con el fin de provocarme, él era una de las muchas
razones por las que quise que los chicos salieran de la casa antes de que la Borgata se presentara. No
me preocupaba que James lastimara físicamente a Isabella mientras estuviera bajo mi techo, porque
sabía que no había manera de que Edward le permitiera que se acercara a menos de treinta metros de
ella, pero era posible que la lastimara de otras formas. En realidad, podría lastimarlos a ambos, porque
sabía información que podría fácilmente salir de sus labios, palabras dichas con una indiferencia
maliciosa que podrían potencialmente destruir tanto a mi hijo como a la chica que amaba. Parte de la
razón por la que Alec había decidido que los chicos fueran a Phoenix fue para que él pudiera conseguir
legalizar a Isabella, en caso de que la policía viniera a hacer preguntas. Él era el único con el poder de
hacerlo y podía utilizar su influencia para conseguir que Charles cooperara en el proceso sin tener que
recurrir a la violencia. Alec había respondido oficialmente por Isabella poco después de que regresara
a Chicago de su visita, y yo volé hacia allá para aceptar formalmente ceder mi propiedad sobre ella a
él. Fue difícil, a pesar del hecho de que confiaba en mi cuñado, porque significaba que ya no tenía
ningún poder en lo que tiene que ver con su vida. Técnicamente, ella era la responsabilidad de Alec
ahora, él estaba a cargo de qué se iba a hacer con ella. Él dijo qué el que la Borgata estuviera
empezando a actuar significaba que era tiempo de que actuáramos, así que accedí a pesar de que tenía
miedo en que se volvería un desastre. Había tenido razón, por supuesto, pero mantuve la boca cerrada
y ni siquiera consideré regodearme. Era probable que terminara en desastre independientemente de
cuando sucediera, así que tal vez entre más pronto mejor.

No estaba seguro si técnicamente Aro estaba empezando a sospechar de Alec, pero definitivamente él
tenía curiosidad. Me hice responsable de la desaparición del doctor en Port Angeles, porque Aro podía
identificar un trabajo de la Borgata en un instante y sospechaba que lo habíamos hecho nosotros, ya
que estaba al tanto de mi contacto con él. Le dije que el doctor había empezado a hacer preguntas que
me hacían sentir incómodo porque él sabía demasiado, y dije que había tomado una decisión táctica
para eliminarlo de la ecuación. Era una verdad a medias y Aro pareció creerse la mayor parte… al
menos, hasta que recibió la llamada sobre el incidente en Phoenix. Charles no era un iniciado, apenas
un asociado y fue fácilmente remplazado, pero a Aro no le gustó ser contrariado con tener que
encontrar a alguien nuevo que falsificara documentos para nosotros. A nadie dentro de la Borgata en
realidad le gustaba Swan así que nadie se entristeció por él o su esposa, pero el simple hecho de que
Alec los había matado a ambos atraía la atención no deseada. Cada uno de nosotros había jurado que
mataríamos a nuestra propia familia si teníamos que hacerlo cuando fuimos iniciados, pero el que
Alec lo hubiera hecho tan fácilmente y sin remordimientos aumentó la veneración por él dentro de la
organización. Alec prefería mantener un perfil bajo, entrar y salir de situaciones sin ser detectado.
Prefería no ser reconocido por sus acciones, pero estaba siendo forzado a ser el centro de atención por
lo que había hecho. Estaba haciendo que Aro lo mirara más de cerca, y eso no estaba haciendo feliz a
Alec en lo absoluto.

Me sentía culpable por mi papel en todo ello, pero nada que pudiera decir o hacer cambiaría nada.
Estaba decepcionado porque la madre de Isabella había muerto, pero no podía exactamente decir que
estaba sorprendido. Siempre tratabas de proteger a aquellos que eran inocentes, pero siempre había
pérdidas en nuestro estilo de vida y algunas de ellas eran desafortunadas. La pérdida de una
principessa es siempre devastador, incluso una cuya identidad fue mantenida en secreto. En un
universo alternativo, ella hubiese sido tratada como la realeza que era considerada, pero el mundo en
el que vivíamos no había sido tan amable con ella.

Ella fue atosigada y humillada, lastimada de formas despreciables en las que ninguna persona jamás
debería de ser lastimada. Recordé que Elizabeth me decía que mientras no todos vivían, todos morían,
y con la muerte venía la liberación. La muerte significaba libertad, no solo para ella sino para todos
nosotros, libertad de las cosas que nos presionaban y nos contenían. Solía burlarme cuando Elizabeth
decía esas cosas pero ahora entendía a lo que se refería. Entendía lo que era desear poder encontrar paz
pero estar consciente de que no puedes, porque tu trabajo no estaba terminado. No has cumplido con tu
propósito y hasta que no lo hagas, estás condenado a seguir adelante. Renée se dio cuenta que su
propósito en la vida había sido cumplido cuando vio a Isabella. Ella la había creado, moldeado, y la
había dejado libre en el mundo para forjar su propio camino. No había más que pudiera hacer, y había
llegado el tiempo de que ella finalmente encontrara su propia paz.

La envidiaba por eso. Lo que daría porque el peso del mundo dejara mis hombros.

Suspiré y dejé la pluma a un lado, pellizcando el puente de mi nariz mientras miraba la pantalla. Había
querido ir a la biblioteca y hablar con Isabella cada noche que la he visto sentada allí sumiéndose en
su pena, pero todavía tenía que encontrar las palabras para decirle. Ella no estaba muy cómoda
conmigo en primer lugar, así que imaginé que sería la última persona que querría que la consolara por
la pérdida de su madre… pero alguien tenía que hacerlo.

Cambié de cámara una vez más, volviendo a la vista del pasillo del segundo piso. Edward seguía
paseándose frente a mi oficina con esa expresión desgarrada en su rostro, sus ojos se movían
rápidamente de mi puerta a las escaleras hacia el tercer piso. Estaba sorprendido de que estuviera
demostrando tal persistencia y paciencia, considerando que antes de que Isabella viniera a su vida él
hubiera irrumpido en mi oficina sin pensarse dos veces las posibles consecuencias. Al parecer el viaje
fallido a Phoenix había calmado su comportamiento irracional y volátil, considerando que le mostró
de primera mano lo que sucede en nuestro particular estilo de vida cuando reaccionas sin pensártelo
bien.

Lo observé por unos minutos más antes de mirar al reloj en la pared junto a la puerta, sorprendido
cuando me di cuenta de que ya pasaban de las once de la noche. Edward normalmente ya hubiera
tomado su decisión y subido las escaleras con frustración. Isabella lo hubiera escuchado venir y
saldría rápidamente de la biblioteca, regresando a la recámara antes de que él llegara allí. Hubiera
sonreído y pretendido que todo estaba bien mientras estaba en la presencia de Edward, y yo sabía que
si él no estuviera tan distraído, se hubiera dado cuenta de que no era el caso. Ninguno de ellos estaba
consciente de que las cámaras estaban encendidas y sus movimientos estaban siendo registrados. No
me había molestado en apagarlas después que la Borgata nos visitó y estaba agradecido por ello,
porque sin ellas no hubiera sabido lo que estaba pasando.

Los pasos de Edward fueron más lentos mientras agarraba su cabello con fuerza y fulminaba con la
mirada la puerta de mi oficina. Sabía que era solo cuestión de minutos antes de que se diera la vuelta y
subiera las escaleras, dándose por vencido por un día más y permitiéndose preocuparse en ello más
tiempo. Era ridículo y sabía que no podíamos continuar con nuestro delicado baile porque la canción
tenía que terminar antes de que todos nos derrumbáramos por el agotamiento.

Como ya dije… estaba demasiado agotado como para que se me ocurrieran metáforas que tuvieran
sentido. Ya estaba demasiado agotado para todo eso, francamente, así que cuando finalmente él se
detuvo y se dirigió a mi puerta con esa expresión de determinación en su rostro, no sentí nada sino
decisión. Giró el pomo y abrió la puerta, entrando y cerrándola con fuerza detrás de él. Hizo una
mueca por el ruido del portazo aún cuando ni yo lo había notado, y me contuve de regañarlo por no
tocar. No tenía sentido hacerlo, solo sentía alivio de que esta vez finalmente haya entrado.

“Siéntate,” le dije con calma después de un momento, presionando algunas teclas de la laptop para
cambiar la vista de nuevo a la biblioteca. Isabella seguía acurrucada en la silla y mirando por la
ventana, al parecer no se había movido ni un centímetro desde la última vez que la chequé.

Él dio unos cuantos pasos más y se dejó caer en el la silla con un resoplido, y podía sentirlo
mirándome fijamente. Miré en su dirección y encontré sus ojos, viendo la curiosidad y la confusión en
ellos. Su expresión era una de enojo, pero en realidad no podía culparlo por ello…. yo también estaría
enojado conmigo.

“Joder, luces como si no hubieras dormido en años,” me dijo, sus ojos escaneaban mi rostro. “¿No
puedes prescribirte algo de pinche Zolpidem o algo así? Cristo, ¿y has comido alguna mierda?”

Me le quedé mirando y me recosté en mi silla. “¿Quieres hablar de mi salud, Edward?” Pregunté con
incredulidad. Se encogió de hombros.

“Sí, bueno, te ves algo jodido,” dijo con seriedad. Negué con la cabeza.

“Bueno, gracias por el cumplido,” dije sarcásticamente. “Pero algo me dice que no te has pasado toda
la semana merodeando afuera de mi oficina reuniendo el valor necesario para hacer una intervención.”

Su expresión cambió rápidamente a una de sorpresa. “¿Cómo…” Empezó a decir, antes de que
entrecerrara ligeramente sus ojos a medida que negaba con la cabeza. “Tienes las malditas cámaras
encendidas, ¿verdad? ¿Por qué demonios no me dijiste?”

“En realidad, no es tan importante, Edward,” le dije. “Aunque me estaba preguntando si en realidad
alguna vez planeabas entrar aquí.”

“Sí, bueno, no sé qué decir,” respondió. “No tiene sentido irrumpir en tu puta oficina solo para
mirarte, en especial considerando… ya sabes… que luces como mierda y todo eso.”

Esbocé una sonrisa y negué con la cabeza. “Es bueno saber que al menos no has perdido tu sentido del
humor,” le dije. “Entonces, considerando que estás sentado aquí ahora, ¿eso quiere decir que ya sabes
qué quieres decir?”

Se me quedó mirando por un momento antes de pasar la mano por su cabello, sacudiendo su cabeza
mientras agarraba un puño con firmeza. Con la forma en la que se lo había estado agarrando
últimamente, estaba sorprendido que no hubiera empezado a arrancárselo. “La verdad no,” dijo
finalmente. “Solo me cansé de estar en el jodido pasillo.”

Asentí con la cabeza. “Entonces, ¿al menos soy mejor que mirar a las paredes blancas?” Pregunté en
broma.

“Joder no,” dijo con una sonrisa. “Pero es bueno saber que no soy el único en torno a este hijo de puta
que recuerda como bromear.”

“Tale il padre, tale il figlio,” murmuré, encogiéndome de hombros. Me arrepentí por mi elección de
palabras al momento que salieron de mis labios, poniéndome tenso cuando su sonrisa decayó y una
expresión seria se apoderó de su rostro. Me miró con curiosidad y pude ver las preguntas en sus ojos.
Sabía exactamente lo que quería saber… había estado temiendo este día toda su vida.

“Solo dilo, Edward,” dije en voz baja con un suspiro. “No tengo las energías para andarme con rodeos.
Solo pregunta lo que quieres saber.”

Se me quedó mirando por un momento y pude ver la aprensión. Quería preguntar, quería saber, pero
tenía miedo de recibir la confirmación que lo que obviamente él había descifrado.

“Cuando estábamos en Phoenix, Jane dijo cierta mierda. Quiero decir, sé que ella estaba jodidamente
loca y eso, dijo que yo era un maldito fantasma, ¿lo puedes creer? Pero ella seguía despotricándole a
Alec y dijo que solo porque yo estaba haciendo lo mismo que tú no quería decir que era lo mismo…
que Isabella no era mamá,” hizo una pausa, pasando de nuevo la mano por su cabello por la frustración
mientras yo me quedaba en silencio y lo dejaba procesar sus pensamientos. “Y no es solo eso, también
hay otra mierda. Supongo que solo me estaba preguntando… tú sabes…”

“Quieres saber cómo conocí a tu madre,” dije en voz baja.

“La verdad,” dijo con seriedad. Asentí.

“La verdad.”

12 de julio 1980

Me dirigí rápidamente hacia la salida trasera de la mansión, con la esperanza de escaparme sin ser
detectado. Al momento en que abrí la puerta, el aire caliente y seco me golpeó con tanta fuerza que
casi me dejó sin aliento, y maldije. Odiaba el puto calor, odiaba todo de ello. Odiaba como hacía tu
respiración superficial y que tu piel se sonrojara y se humedeciera con el sudor. Odiaba como apenas
si había algo de brisa de vez en cuando y cuando la había no ayudaba para refrescarte. Solo arrastraba
el aire asfixiante por todas partes, levantando el polvo y haciéndolo aún más insoportable. Y el
polvo… Maldición, odiaba el polvo. Siempre estaba suspendido en el aire, haciendo que tus ojos
picaran y que cada respiro fuera incómodo. Apenas si podía tolerar el calor… pero lo escogería en un
instante en lugar de lo que me esperaba dentro de la mansión con aire acondicionado. Lo que estaba
pasando en el interior de ese lugar era algo que odiaba todavía más. Entrecerré los ojos cuando salí al
patio trasero, el resplandor prácticamente me dejó ciego. Mi visión se nubló por el calor abrasador, y
levanté mi mano tratando de bloquear el sol. Me maldije a mí mismo por no traer conmigo mis lentes
de sol. Los había tenido a la mano cuando estábamos dejando la habitación de hotel pero mi madre
insistió que eran inapropiadas y enviaban el mensaje equivocado. Refunfuñé un poco pero las dejé, sin
querer empezar una discusión. El día no se trataba de mí y mi padre estaba bastante relajado, así que
la última cosa que quería hacer era causar una pelea y sacarlo de quicio.

Siempre estaba sobre mi trasero por algo, diciéndome que tan decepcionado estaba de mí en todo lo
que hacía. ‘No estás a la altura del nombre, Carlisle’. ‘Empieza a actuar como un Cullen’. ‘Sé un
hombre por una vez en tu vida’. ‘Hazme sentir orgulloso’. ‘¿Acaso sabes cómo hacer algo bien?’
‘Deja de ser una fracasado’. El día en que su atención no se centraba en mí era un buen día en mi
opinión y no tenía la intención de atraerla hacia mí ese día. Sin embargo, de pie en el patio trasero de
la enorme casa, el sol me cegaba, realmente deseaba haber traído mis lentes de sol, a la mierda los
padres. ¿Cómo eran impropios los lentes de sol, de todos modos? Era la maldita Arizona a mitad del
puto verano.

Suspiré molesto y miré alrededor, buscando algo de sombra en dónde pasar el rato. Dudaba que
alguien notara mi ausencia en la fiesta, ya que el lugar estaba lleno gente a reventar que mi padre
considera importante. Y por eso, probablemente me dé las gracias por mantenerme fuera de su vista,
ya que evidentemente no era capaz de hacer nada que él considerara ‘un comportamiento decente para
un hombre Cullen’. ¿Qué demonios significaba eso de todos modos? Mi padre no conocía la
‘decencia’ aunque le mordiera el trasero.

No había querido venir con ellos en primer lugar y preferiría estar de vuelta en Chicago disfrutando de
las vacaciones de verano de la escuela, pero no quería desilusionar a mi hermana. Era una pérdida de
tiempo tratar de impresionar a mi padre, porque claramente no era más que una mierda para él, pero
no quería decepcionar a mi hermana. Siempre habíamos cuidado el uno del otro al crecer y era la
única persona que entendía con lo que tuve que lidiar en la vida—la única persona con la que no tenía
que pretender ser. Era difícil conservar amigos cuando tenías que mantenerlos a distancia para que no
vieran ni escucharan nada que no debían, y que constantemente te cuestionaras hasta sus razones para
hablar contigo. La gente sabía quién, exactamente, era mi padre, no tenía sentido el siquiera pretender
lo contrario.

Era de conocimiento popular entre las agencias policiales a través del país que Antonio Cullen era el
Don actual de la mafia de Chicago y me atrevía a pensar que probablemente tenían una de sus diversas
fotos policiales clavada en un pizarrón de anuncios en algún lugar de alguna oficina de agentes
federales por ello. Pero independientemente de si la gente lo sabía o no, nunca tuve permitido el
confirmarlo. No podía admitir ante la gente lo que hacía mi familia, siempre tenía que mentir o evadir
o enfrentar las consecuencias en casa, así que no tenía sentido el siquiera pretender con las personas
que no tenía lazos con la mafia. Debido a eso, mi hermana se había convertido en mi mejor amiga, la
única persona en la que siempre podía confiar.

Y esa es la razón por la que estaba allí, parado en el caliente sol de Arizona, soportando el calor y la
mierda que odiaba tanto. Era el día para que mi hermana brillara y después de haber estado allí para
mí todos los días de mi vida, siempre dispuesta a escuchar mis quejas, sentí que le debía al menos eso.
Le debía cierta tolerancia, y le debía algo de maldita obediencia. Se merecía un día agradable donde
todos se llevaran bien, un día en el que mi padre persistiera con su diatriba sobre cuán decepcionado
estaba de mí como su hijo. Así que sonreí y soporté todas sus pendejadas toda la tarde por mi
hermana…

Aunque todavía me hubiera gustado tener mis malditos lentes de sol.

Suspiré y comencé a caminar alrededor del exterior de la casa, sabiendo que el área a la derecha tenía
que estar cubierta de sombra. Estaba refunfuñando en voz baja y mirando hacia el suelo, aún
entrecerrando los ojos por el resplandor. Di la vuelta en la esquina y me estrellé con algo,
tambaleándome de inmediato. Levanté la vista rápidamente y mis manos se dispararon hacia adelante
para sujetar a la persona frente a mí mientras ella trastabillaba.

“¡Cuidado!” Le dije, tratando de mantener el equilibrio.

“Lo siento tanto, no sabía…” La suave y dulce voz comenzó a decir, tomándome desprevenido.
Parpadeé rápidamente y entrecerré los ojos mientras trataba de ajustarlos, aturdido por la vista frente a
mí. Su piel pálida estaba resplandeciendo con tanta luminosidad que casi parecía estar destellando, su
largo vestido color blanco caía como cascada en su cuerpo y terminaba en sus tobillos. Se veía
extrañamente angelical, y tal vez eso fue cliché pero esa fue la única palabra que se me vino a la
mente en ese momento para describirla. Tenía cabello color cobrizo que estaba brillando bajo los
rayos del sol y un par de sorprendentes y profundos ojos verdes. Eran penetrantes y miré en ellos
fijamente como en un trance desde el momento en que los vi, sin poder apartar la mirada. Podía ver su
boca moverse y podía escuchar esa voz melodiosa, pero no capté las palabras mientras miraba esos
ojos.

Su voz se fue apagando a medida que su ceño se fruncía y me miraba con una expresión de confusión.

“¿Señor?” Dijo vacilante. Parpadeé un par de veces cuando capté lo que me decía, sorprendido de que
se dirigiera a mí tan formalmente. No podía haber sido mucho mayor que ella, si acaso.

“Eh, no,” le dije, dando unos cuantos pasos hacia la sombra y llevándola conmigo para salir del sol
cegador. Ella no se resistió y me miró con aprensión, bajando la vista hacia dónde mis manos estaban
agarrando sus caderas.

“¿Hay algún… problema?” Preguntó titubeante. Negué con la cabeza y la solté.

“El único problema es que no sé tu nombre,” le dije, haciendo uso de mi carisma y sonriendo. “Mi
nombre es Carlisle… Carlisle Cullen.”

Una expresión de sorpresa invadió su rostro mientras me daba una suave sonrisa. Noté que tenía un
ligero sonrojo en sus mejillas y me pregunté si fue por el sol o si yo lo había causado. Sonreí
satisfecho cuando su sonrojo se profundizó mientras me miraba. Joder sí, eso fue por mí.

“Elizabeth,” dijo con voz suave.

“Un hermoso nombre para una hermosa chica,” le dije. Sus ojos se abrieron por la sorpresa ante mi
declaración.

“¿Hermosa?” Preguntó con incredulidad. Me reí entre dientes y asentí.

“Sí, hermoso. ¿Qué, no crees que tu nombre sea lindo? Joder, podemos llamarte de otra forma
entonces. ¿Elisabetta? ¿Lizzie?” Sugerí. “Como que me gusta Lizzie.”

“Eh, supongo…” Comenzó a decir, mirándome boquiabierta. “Me gusta Lizzie pero solo estaba
sorprendida de que me hubieras llamado… hermosa.”
Mi ceño se frunció y nuevamente recorrí su figura con mis ojos, preguntándome si tal vez me había
perdido de algo ya que parecía tan sorprendida. No le faltaba ninguna parte de su cuerpo y las que
tenía estaban perfectamente formadas… jodidamente perfecta, de hecho. No tenía esa apariencia
artificial de modelo como las que podías encontrar en las portadas de las revistas o incluso en la mitad
de las chicas allá en casa, su belleza era natural. No estaba brillando con tanta luminosidad ahora que
estaba fuera del sol, pero todavía tenía un sutil resplandor en ella. Su cabello caía más allá de sus
hombros, ondulado naturalmente, y tenía pecas salpicadas a lo largo de su nariz. Obviamente no era
italiana, ni siquiera cerca a serlo. Ningún italiano que hubiera conocido alguna vez tenía cabello de un
vivaz color rojo y ojos verdes.

Esos ojos… mierda, esos ojos eran sorprendentes. Pareciera no poder dejar de mirarlos. Era como si
estuviera hipnotizado y no pudiera apartarme, desesperado por perderme en ellos. Si me viera forzado
a adivinar diría que era irlandesa, lo que era desconcertante porque las familias normalmente no se
asociaban con ellos. Los italianos y los irlandeses estaban en conflicto desde antes de la prohibición y
te sería difícil encontrar algunos que se lleven bien allá en el barrio. Hay límites que tú simplemente
no cruzas y la generación de más edad se propuso dejar muy claro que la mezcla de italianos e
irlandeses era uno de esos límites.

Pero ella era hermosa, y no se podía negar ese hecho. Basándome en la sensación eléctrica subiendo
lentamente por mi piel por su cercanía y el leve anhelo que sentía en mi pecho mientras la miraba,
sabía que no sería capaz de olvidar que me había encontrado con ella. Esos ojos me perseguirían, no
había duda de ello, y mi padre iba a asesinarme por eso pero no podía evitarlo. La deseaba.

No era como si no fuera ya una gran decepción para él, de todos modos. Además, había peores
personas de las cuales enamorarse que una chica irlandesa.

Mis propios pensamientos me asustaron. ¿Amor? ¿De verdad, Carlisle? ¿Acabas de conocer a la
jodida chica y ya estás declarando que es amor? ¿Qué demonios me estaba pasando?

“No deberías sorprenderte, eres hermosa,” le dije, negando con la cabeza por lo absurdo de la
situación.

Ella me miró mientras yo hablaba, la sonrisa en sus labios haciéndose más grande.

“Eres amable,” dijo en voz baja. Me reí por su declaración.

“¿Amable? Me han llamado de muchas formas, pero por lo general amable no es una de ellas,” dije en
broma. “Un pendejo o jodido tal vez, pero no es muy a menudo que alguien tenga algo positivo que
decir de mí.”

“Pero eres amable. Puede ser que apenas te haya conocido, pero de eso me doy cuenta. Otros no te ven
con claridad si no se dan cuenta,” me dijo.

“Hermosa y encantadora,” le dije, sonriendo con suficiencia. “Dios realmente te bendijo, ¿cierto?”

“Si Dios realmente me hubiera bendecido, ¿de verdad crees que estaría en esta casa?” Murmuró. Sus
ojos se abrieron sorprendidos después que dijo las palabras y rápidamente levantó su mano para cubrir
su boca, al parecer atónita por sus propias palabras. Me eché a reír.
“¿Y sentido del humor? Si no lo supiera ya, diría que eres la conquista perfecta. Sigue así, bellisima, y
tal vez no te deje ir,” le dije, usando de nuevo mi encanto. Su sonrojo se profundizó una vez más.

“Entonces, ¿no estás molesto de que choqué contigo?” Preguntó.

“No chocaste conmigo, yo choqué contigo. Pero no, por supuesto que no estoy molesto. En realidad
estoy agradecido, porque por lo general no tengo tanta suerte,” le dije. Se me quedó mirando por un
momento antes de negar con la cabeza.

“No creo en la suerte,” dijo.

“¿No? ¿Entonces cómo te explicas el que nos hubiéramos encontrado en, eh, esta casa?” Pregunté
bromeando. “Al parecer algo bueno salió de este día. Si eso no es suerte, ¿entonces qué es?”

Ella sonrió con timidez y se encogió de hombros. “¿Destino?”

____________________

“Nos conocimos en la fiesta de compromiso de tu tía Esme en Phoenix cuando yo tenía quince años,”
dije en voz baja.

“Eso lo sé,” me dijo, interrumpiéndome. “Chocaste con ella y casi la tiraste al suelo. Mamá solía
decirnos esa mierda todo el tiempo. Colpo di fulmine. Fue amor a primera vista.”

“Sí,” le dije.

“Y ella estaba allí por la familia de Alec y no la nuestra, porque nuestra puta familia no la conocía,
¿cierto?” Preguntó, levantando las cejas con curiosidad. Yo asentí con la cabeza.

“Sí,” le dije una vez más.

“Entonces, dime… ¿qué demonios estaba haciendo una chica irlandesa en una fiesta de compromiso
de dos italianos?”

Me le quedé mirando mientras procesaba su pregunta, considerando cómo responderla. Negué con la
cabeza y suspiré. “Yo mismo me hice esa pregunta.”

12 de julio de 1980

Me senté con mi espalda contra el costado de la casa y mis piernas extendidas frente a mí,
abanicándome con la mano mientras el sudor prácticamente salía a borbotones de mi piel. Tenía unos
cuantos botones de mi camisa desabrochados y mis mangas enrolladas hasta los codos, tratando de que
mi cuerpo aspirara el calor sofocante. Elizabeth estaba junto a mí, sus piernas dobladas con sus
rodillas en su pecho con uno de sus brazos alrededor de sus piernas, su mano libre tirando de la hierba
seca que nos rodeaba. Ella no parecía incómoda en lo absoluto, como si ni siquiera estuviera
jodidamente caliente para ella. Parecía relajada, pero de vez en cuando oía un ruido y se ponía tensa,
sus ojos miraban para todos lados con ansiedad.
“Joder, ¿no tienes calor?” Solté después de unos minutos de silencio. Habíamos estado sentados allí
por al menos una hora y ninguno de los dos habíamos hablando mucho. Ambos parecíamos fascinados
por la presencia del otro y sin saber qué decir. Había algo en el aire entre nosotros que no podía
describir, pero podía sentirlo. Era casi magnético, una fuerza que me atraía más y más a ella, sin que
se pronunciara una sola palabra. No sabía si ella podía sentirlo, pero cada vez que la miraba me
encontraba con esos profundos ojos verdes y podía ver la curiosidad e intriga en ellos.

“No mucho,” dijo en voz baja. “Me gusta el calor.”

Me eché a reír, negando con la cabeza. “Esto es mucho más que calor, bellisima. Esto es como un
horno.”

Ella sonrió, mirándome. “Puedes ir allá dentro,” sugirió. “De seguro el aire frío de los aires te harán
sentir mejor.”

“Estoy seguro que sí. ¿Vas a entrar conmigo?” Pregunté, levantando las cejas inquisitivamente. Sus
ojos se ampliaron por la sorpresa y rápidamente sacudió su cabeza.

“Oh no,” dijo, escuchándose algo temerosa. “Eso no… estaría bien.” Me reí entre dientes y asentí.

“Bueno entonces, yo tampoco voy a entrar ahí,” le dije. “No han notado que no estoy y hasta que no lo
hagan, me quedo justo donde estoy.”

“¿Se darán cuenta de que no estás?” Preguntó con curiosidad. Negué con la cabeza.

“Probablemente no. A mis padres les están besando el trasero allí dentro y mi hermana está ocupada
recibiendo las felicitaciones de la gente, así que, joder, dudo que ahora siquiera recuerden que estoy
vivo,” murmuré, bajando mi mano y agarrando una mata de hierba con enojo. Extendió su mano hacia
la misma área cuando yo lo hice y nuestras manos se tocaron, una chispa me golpeó cuando mi piel
tocó la suya. Retiré mi mano rápidamente y ella se quedó inmóvil, mirándome con cautela.

“¿Te di una descarga?” Pregunté. Asintió vacilante.

“Sentí toques,” dijo en voz baja, todavía mirándome. Pude ver la curiosidad en sus ojos, las preguntas
que obviamente quería hacer, allí, suspendidas en el aire porque por alguna razón se estaba
conteniendo. Me miraba como si fuera un producto de su imaginación, como si en cualquier momento
iba a desaparecer.

Extendí mi mano con cuidado y toqué la suya, sintiendo el cosquilleo de la electricidad entre nosotros
una vez más. Su expresión cambió a una de asombro y bajó la vista a mi mano sobre la suya con
fascinación. Pasé mis dedos suavemente por sus nudillos, acariciando la piel suave y sintiendo las
chispas en las puntas de mis dedos. Fue algo que nunca había sentido antes y era jodidamente extraño,
pero pareciera que no tenía lo suficiente de ello.

“Eso es jodidamente loco,” murmuré, cuando recorrí con mis dedos más allá de su muñeca y subí por
su antebrazo. Mi caricia le dejó la piel de gallina y ella dejó escapar un suspiro tembloroso mientras
me miraba.

“Me recuerda las tormentas con relámpagos que tenemos aquí,” dijo con voz suave. Mi movimiento se
detuvo cuando dijo esas palabras, una sensación extraña recorrió mi cuerpo y se sintió como si
simplemente…. supiera.

“Colpo di fulmine,” dije en voz baja, sacudiendo mi cabeza. “Mierda.”

“¿Es italiano?” Preguntó con curiosidad. Asentí.

“Sí. ¿Hablas algo?” Pregunté, negó con la cabeza vacilante.

“Lo he escuchado, por supuesto, pero en realidad no sé qué significa,” dijo. “Aunque, se escucha
bonito.”

Me reí entre dientes. “Eso he escuchado,” le dije. Las chicas americanas allá en Chicago estaban
fascinadas por la lengua y no les importaba que les dijera mientras lo hiciera en italiano.

“¿Qué significa eso?” Preguntó en voz baja. “¿El colpo di fulmine?” Sonreí con suficiencia mientras
ella intentaba copiar mi acento, pero su pronunciación era horrible hasta el punto de ser adorable.

“Literalmente, significa rayo, pero es una frase que algunas personas usan para describir…” Mi voz se
fue apagando, sin saber cómo describirlo sin asustarla al usar una palabra con tanta fuerza como
‘amor’. Acaba de conocer a la jodida chica, después de todo.

“… esto?” Preguntó, completando mi idea. Levantó su mano titubeante, extendiéndola hacia mí, pero
deteniéndose a unos centímetros de mi rostro. Vi la aprensión en sus ojos y pude ver la duda en ella, lo
que era jodidamente confuso. Había estado sentado allí acariciando su mano así que no había razón
para que ella no me tocara. Le sonreí asegurándole que estaba bien y vi como la aprensión se
desvanecía a medida que una sonrisa cruzaba sus labios. Rozó mi mejilla con la punta de sus dedos y
mi aliento se estremeció cuando el hormigueo se disparó por mi piel.

Pasé el dorso de mi mano por su mejilla y sus ojos empezaron a cerrarse por la sensación. Hice una
pausa antes de pasar rozando con mi dedo índice su boca, sus labios se abrieron y un suspiro
tembloroso escapó cuando sus ojos se abrieron de nuevo. Ella me miró fijamente y esos hermosos ojos
verdes prácticamente me hipnotizaron, estaban bañados con emoción, la curiosidad, el asombro y
adoración intensos. Puse mi mano en su mejilla y me incliné hacia adelante sin pensarlo y vi que la
sorpresa destelló en su rostro justo antes de que presionara mi boca en la suya.

En realidad, nunca antes había deseado besar a una chica, nunca le vi el atractivo, pero en ese
momento no había nada que quisiera más que darle un puto beso.

La electricidad que sacudió mi cuerpo lo consumió todo, escalofríos bajaron por mi espalda y el calor
me recorrió. Todo pareció asentarse justo en mi pecho cuando el anhelo llegó a mi corazón. Ella se
congeló por un momento pero se relajó cuando empezó a responder a mi beso, sus labios suaves y
cálidos. La besé con cuidado, solo disfrutando de la sensación y el sabor de sus labios, y después de un
momento me aparté de su boca para tomar un respiro. Abrió sus ojos y se me quedó mirando
sorprendida y sonreí satisfecho cuando vi esa chispa de nuestra piel reflejada en sus ojos.

Supe de inmediato que nunca tendría suficiente de esos putos ojos. Colpo di fulmine, sin duda.

“¿Quién eres tú?” Le dije, preguntándome de dónde demonios había venido. Nunca antes imaginé
experimentar esa mierda, y siempre pensé que era algo mítico. El concepto del amor a primera vista
era simplemente una locura para mí, la idea de que puedes tener una conexión instantánea con alguien
y saberlo tiene que ser simplemente ridículo. Ese tipo de cosas simplemente no pasan. Pero aun así…
acaba de pasar.

“Yo, eh…” Empezó a decir, sus mejillas sonrojándose mientras me miraba. La aprensión volvió a sus
ojos cuando yo la miraba con curiosidad, preguntándome quién era. Era incomprensible que una chica
como ella estuviera en una fiesta de compromiso para dos chicos italianos, en especial el compromiso
de una principessa y un principe della mafia.

Esperé a que terminara pero antes de que pudiera contestar mi pregunta los ojos de Elizabeth miraron
rápidamente por encima de mi hombro y se abrieron con horror, lo que vi me asustó e hizo que mi
corazón se acelerara. Me volví rápidamente y me congelé cuando vi a Jane de pie en la esquina de la
casa, mirándonos furiosa con una expresión de odio en su rostro.

“¿Qué demonios estás haciendo?” Chilló, su voz destilando asco.

“Vete de aquí maldita loca…” Escupí, a sabiendas de que nunca vino nada bueno de la presencia de
esa chica. Era sádica y retorcida, pateaba a la gente por diversión.

“No tú,” replicó, mirándome furiosa. “¡Ella!”

Mi ceño se frunció por sus palabras mientras Elizabeth empezó a tartamudear. “Yo, eh… digo…”
Empezó a decir. La atención de Jane estaba centrada en ella a medida que su temperamento se
enardecía.

“¡Levántate! ¡Ahora!” Chilló. Elizabeth se apartó de mí rápidamente y se levantó de un salto y la miré


boquiabierto por la confusión, preguntándome por qué demonios ella permitía que esa pequeña perra
loca le diera órdenes.

“Sí, ama,” Elizabeth murmuró, su vista bajó rápidamente al suelo a medida que su respiración se
aceleraba por el miedo. Mis ojos se abrieron por la conmoción cuando registré esas palabras. ¡¿Ama?!

“¡Más tarde vas a pagar por tu desobediencia! ¡Ahora vuelve al jodido trabajo, esclava!” Jane escupió.

El horror me sacudió cuando Elizabeth se dio la vuelta y salió corriendo. Me quedé inmóvil mirando
boquiabierto al lugar donde ella había desaparecido de mi vista.

Definitivamente había peores cosas de las que enamorarse que una irlandesa… y joder, al parecer
acababa de enamorarme de una.

¡¿Una esclava?!

__________________________

“¿Y bien?” Dijo Edward con impaciencia cuando no respondí. “Dijiste que no ibas a andarte con
rodeos, así que solo dime. ¿Qué estaba haciendo ella allí?”

Lo miré por un momento antes de tener que desviar mi mirada, incapaz de ver esos ojos, los ojos de
Elizabeth, mirándome. Siempre fue jodidamente difícil mirar a Edward por lo mucho que se parecía a
su madre.

“Ella, eh… ella era… la servidumbre,” le dije en voz baja, bajando la vista a la pila de papeles en mi
escritorio, mi corazón comenzó a latir con fuerza y rapidez a medida que me preparaba para cualquier
potencial mala reacción que fuera a tener. Me había quedado pasmado cuando descubrí que era una
esclava porque no lucía como una en lo absoluto. La Sra. Evanson era tan particular que exigía que su
servidumbre estuviera bien vestida y acicalada, sin querer que ninguna de sus pertenecías estuviera
fuera de lugar. La mayoría de los Mafiosi cuidaban bien de sus esclavos, pero los Evanson siempre lo
llevaron al siguiente nivel.

“¿La servidumbre?” Él repitió mis palabras, la tensión en su voz marcada. “¿Qué, como la jodida
sirvienta, papá? ¿Era una maldita camarera? Porque ustedes dos tenían, ¿qué? ¿Quince años? Eso no
es precisamente la edad suficiente para estar empleado legalmente en esa mierda, ¿cierto? No es como
si ustedes hijos de puta siguieran las leyes o algo así…”

Di un suspiro exasperado y pellizqué el puente de mi nariz por la frustración. “No, ella no estaba
empleada legalmente, Edward. No le pagaban…”

“Entonces, esa mierda es cierta,” espetó, enderezándose en su asiento rápidamente a medida que
levantaba la voz. Podía escuchar la ira y el dolor en ella, pero no podía soportar mirarlo, sabiendo que
lo vería reflejado en esos malditos ojos verdes que había heredado de Elizabeth. “¡En serio, ¿es
jodidamente cierto?!”

“Sí,” dije en voz baja. Su temperamento se encendió y empujó el frente de mi escritorio cuando se
levantó, impulsándolo hacia mí con la fuerza de sus manos. Agarré bien la laptop antes de que cayera
al suelo por el movimiento y lo miré cuando comenzó a dar vueltas en la habitación. Su mano
izquierda estaba cerrada en un puño mientras agarraba su cabello con su mano derecha, su expresión y
sus movimientos llenos de rabia.

“¿Cómo pude haber sido tan jodidamente estúpido y no haberlo visto antes?” Dijo, sacudiendo su
cabeza. “Todos los putos indicios estaban allí. ¡Ni en un millón de años me hubiera imaginado que
ella había sido una jodida… tendrías que haber… Cristo!”

Suspiré y moví hacia adelante mi escritorio apartándolo de mí, negando con la cabeza. “Puedes decir
la palabra, Edward,” le dije. “Decir la palabra no lo hace…”

“¡…. más o menos real, mierda, lo sé!” Espetó. “Ya habías dicho esa mierda antes. Pero dime, papá,
¿tú puedes decirla?”

“Por supuesto que puedo,” respondí rápidamente. “Es solo una palabra.”

“Entonces dila. Dila en voz alta. Deja de decir esa mierda de que ‘era la jodida servidumbre’ y dilo,”
me dijo, mirándome furioso. “Dime lo que era realmente mi madre.”

“Una esclava,” dije enfáticamente, perdiendo la compostura. “Ella era una esclava, Edward. No sabía
que lo era la primera vez que la conocí porque la señora Evanson era tan estirada que se aseguraba que
incluso sus esclavos se vieran pulcros…”
Sus ojos giraron de golpe en mi dirección mientras su ira se encendía aún más. “No puedo creer esa
mierda. ¿Mi madre vivió con esa pequeña perra sádica? Joder, vivía con Alec, ¡¿era la puta esclava de
mi tío?! Maldición, no me extraña que tuviera maldito miedo de él. ¿Es por eso que él siente que se lo
debe a ella? ¿Por lo que ella pasó en su puta casa?”

“Yo, eh… supongo que puedes decir eso. En realidad no soy quién debe contarte esa historia y…”
Empecé a decir pero él gimió con fuerza y me interrumpió.

“Por supuesto que no eres tú quién debe contarme esa puñetera historia. La maldita respuesta evasiva
del siglo. Nadie quiere decirme una mierda así que le pasan la pelotita a alguien más y yo me quedo en
la maldita oscuridad. No puedo creerte. Cristo, no puedo creer que me hayas ocultado esta mierda.
¿Cómo pudiste? Después de todo, ¿cómo pudiste no decirme esa mierda?” Gritó, estrellando sus
manos sobre mi escritorio. Estaba tratando de mantener la calma pero su actitud me estaba
conduciendo a perder el control. Alcancé sus manos y las empujé para quitarlas de mi escritorio,
poniéndome de pie y mirándolo furioso.

“Es mejor para ti que te calmes de una puta vez,” dije bruscamente. “Si quieres una maldita
explicación, hijo, sienta tu trasero. Si no, sal de mi vista. La decisión es tuya. No voy a quedarme aquí
sentado y dejar que me reprendas como a un niño. Ya es hora de que madures de una puta vez.”

Se quedó allí parado, mirándome con el ceño fruncido y cerrando sus manos en puños. Podía ver que
quería decir algo, que quería agredirme un poco más, pero él sabía que no estaba jugando. Sabía que si
quería respuestas iba a tener que hacer las cosas a mi manera, porque a mí no me iba gritar.

Resopló molesto y se dejó caer en la silla, sin dejar de mirarme enojado. Me volví a sentar con
cuidado y ordené algunos papeles sobre mi escritorio que desordenó con su arrebato, echando un
vistazo rápido a la pantalla de la laptop.

“¿Cuándo crees que debía habértelo dicho, Edward? ¿Cuándo tenías dos años y no sabía lo que era una
puta esclava? ¿Cuándo tenías ocho años y veías a tu madre como si fuera infalible? ¿Después de que
murió, cuando ya estabas sufriendo?” Pregunté deliberadamente. “No te lo oculté por ser un pendejo, o
para mantenerte ignorante. Simplemente, nunca fue el tiempo apropiado….”

“¿No crees que tenía jodido derecho a saberlo?” Interrumpió. “¿No solo yo, sino también Jasper y
Emmett? ¿No teníamos derecho a saber quién era realmente nuestra madre?”

Su pregunta hizo que mi temperamento se encendiera y azoté mis manos contra mi escritorio,
desordenando los malditos papeles que acababa de ordenar. “¡Eso no era lo que era tu madre!” Grité.
“¿No pasamos ya antes por esta mierda con Isabella? ¿Cuantas veces no te he escuchado decirle que
solo porque había vivido cierto tipo de vida no significaba que eso es lo que ella era? ¿Cuántas veces,
Edward? ¿Y te sientas aquí y tienes la audacia de darle la vuelta y usar eso en mi contra, contra tu
madre?”

Me miró conmocionado. “No quise decir….” Comenzó a decir pero levanté la mano rápidamente para
detenerlo.

“No importa lo que querías decir. Precisamente esta es la razón por la que nunca quise que te
enteraras. Nunca quise que la imagen de tu madre fuera corrompida o manchada por esto. Tu madre
fue una mujer jodidamente asombrosa. Era fuerte y hermosa, y solo porque había sido controlada y
forzada a la esclavitud no la hace menos grandiosa,” dije con enojo.

“Lo sé,” dijo en voz baja. “Mierda, dije que no quise decir eso.”

Me le quedé mirando y negué con la cabeza. “Tu madre nunca se avergonzó de su pasado, pero nunca
quiso tener que decirles a ustedes, chicos, porque no quería que relacionaran eso con ella. Quería que
la gente la viera y viera a una esposa y una madre, a una mujer fuerte… no a una ex esclava de
mierda,” le dije. “No quería que su vida se centrara en eso, como estoy seguro que Isabella tampoco lo
querría.”

Se me quedó mirando por un momento, la ira en su expresión menguaba. “No, no lo querría,” dijo.
Asentí.

“Exactamente. Y si algún día ustedes dos inician juntos una familia, estarás en mis zapatos. Decidí
dejar que Elizabeth tuviera su futuro y dejar atrás su pasado, y tal vez fue injusto no decirte pero era
su vida,” le dije. “Supongo que tú decidirías lo mismo por Isabella y no dejarías que su historia
nublara su libertad.”

Asintió titubeante. “Sí,” me dijo.

“Sabes, no me importa lo que pudieran haberte dicho, Edward. Es imposible verlo todo en la vida
estrictamente en blanco y negro. Algunas veces tienes que seguir a tu corazón y no a tu cabeza, pero
algunas personas no entienden eso y nunca lo harán. Amaba a tu madre y no dejaría que la logística
me impidieran amarla sin importar lo que la gente podría haberme dicho. No fue fácil, pasamos por un
infierno luchando por estar juntos e implicó muchos riesgos que afortunadamente he sido capaz de
impedir que tomaras hasta ahora. He tratado de hacerlo lo más sencillo posible para ti, de manera que
tal vez tú aprendas de mis errores y no sigas el camino que yo tuve que recorrer y enfrentar los
obstáculos que nosotros tuvimos que enfrentar.”

“Por eso fue que dijiste esa mierda aquel día que fuimos al campo de tiro, cuando me dijiste lo que
tenía que hacer para lograr que ella se acostumbrara al mundo exterior si quería una oportunidad con
ella. Sabías esa mierda y me pediste que confiara en ti porque tú mismo ya habías pasado por eso,” me
dijo.

“Sí. Solo que yo no tuve a nadie que me lo explicara y me guiara, tuve que aprender de mis errores.
Era ingenuo y asumí que Elizabeth estaría perfectamente bien pero aprendí de la maldita forma difícil
que no era así de fácil. Perdí la paciencia con ella tantas veces porque no entendía y la jodí en grande
algunas veces. Estaba tan desesperado que incluso llegué tan lejos como para llevarla a un psiquiatra,
con la esperanza de una solución rápida, y casi nos lleve a la ruina en el proceso,” le dije, sacudiendo
la cabeza ante el recuerdo de esa catástrofe.

“¿Hiciste eso? Quiero decir, ella siempre se vio tan jodidamente… normal. Me refiero a qué, cómo…
Cristo, no puedo creer que fuera una puñetera esclava,” dijo, atragantándose con la última palabra.
Cubrió su rostro con sus manos y gruñó en voz baja, obviamente, intentando controlar sus emociones.

Lo observé por un momento, frunciendo el ceño.


“Una vez que fui paciente con ella y comenzamos a buscarle solución a las cosas, ella se adaptó
rápidamente. Me sorprende que después de pasar tanto tiempo con Isabella, no se te ocurriera la
posibilidad de que tu madre pudiera haber estado en su misma posición en algún momento. Tiene que
haberte recordado a ella,” le dije. Me miró con curiosidad.

“Si me la recuerda. Aunque, no asocié esas cualidades precisamente con la esclavitud. Solo concluí
que esas similitudes eran porque las dos eran personas cálidas e inocentes,” dijo. Sonreí suavemente y
asentí.

“Esa fue exactamente nuestra intención,” le dije. “¿Puedes ver ahora cómo el saber que tu madre fue
una ex esclava hubiera corrompido tu impresión de las cosas que hacía, desde su amor por los libros
hasta incluso su forma de cocinar? No queríamos eso.”

Se me quedó mirando por un momento mientras procesaba lo que le estaba diciendo. Ya no parecía
enojado, pero había una tristeza en su expresión que me hizo sentir mal. Pude ver las lágrimas no
derramadas bordeando sus ojos mientras las contenía, sin querer demostrar mucho sus emociones al
respecto. Estaba tratando de ser fuerte, y así era como siempre había sido mi hijo. Así como Isabella
se parecía a Elizabeth, mi hijo se parecía aún más a mí.”

“Ella también te recuerda a mamá,” me dijo en voz baja.

Asentí vacilante. “Mucho.”

12 de julio de 1980

“Toma,” la voz de Elizabeth sonó, asustándome porque no la había escuchado acercarse. Me di la


vuelta para mirarla, mi ceño se frunció cuando me tendió un vaso. Lo tomé con cuidado. “Pensé que
estarías sediento ya que me dijiste que tenías mucho calor.”

“Eh, sí. Gracias. ¿Qué es?” Pregunté con curiosidad, mirando el vaso. Ella sonrió suavemente, sus ojos
moviéndose rápidamente alrededor a medida que miraba para asegurarse que nadie estaba escuchando
nuestro intercambio.

“Es una coca de cereza casera. Son mi especialidad.”

____________________________

9 de agosto de 1981

Abrí de golpe la puerta de la casa de los Evanson en Chicago con tanta fuerza que se estrelló contra el
muro, sin molestarme en tocar o siquiera cerrar la puerta detrás de mí. Subí corriendo las escaleras en
pánico, mi corazón latía con tanta fuerza en mi pecho, que se sentía como si la puta cosa fuera a
romperse. Estaba en pánico y sabía que iba a ser reprendido por mi comportamiento, pero nada de eso
me importaba en ese momento. No importaba lo que ninguno de ellos pensara o lo que posiblemente
harían más tarde conmigo… todo lo que importaba era ella. Corrí hacia la puerta al final del pasillo en
el segundo piso, casi chocando con Alec cuando él salía de otra habitación. Me agarró para detenerme
pero lo empujé con fuerza, la ira emergía a través de mí.
“¿Cómo pudiste?” Dije con brusquedad, fulminándolo con la mirada. “¿Cómo pudiste dejarla aquí
sola? ¿Desprotegida?”

“Lo siento mucho, Carlisle,” dijo con calma.

“¿Lo sientes? ¿Te estás disculpando conmigo? ¿Le pediste una puta disculpa a ella?” Grité. Negó con
la cabeza y reí con amargura, agarrándome el pelo con frustración. “Por supuesto que no. ¿Cómo
pudiste, Alec? ¡Nunca te había pedido una mierda! ¡Sabes lo que siento por ella! ¿Cómo permitiste
que esto pasara?”

“No pensé,” él dijo. “Nunca pensé que la tocarían en mi casa.”

“¿Qué, pensaste que esos bastardos eran confiables?” Espeté. “¿Tú, de entre todos, decidiste hoy ser
confiado? ¡Tenías que haber estado pendiente de ella! ¡Sabes cómo son algunos de ellos en lo
relacionado con los irlandeses! La vieron como un juguete, ¡¿colgaste un trozo de carne frente a su
cara y luego les diste la espalda esperando que no atacaran?! ¡Deberías haber sabido la mierda que iba
a suceder!”

“Lo sé,” me dijo. “Ahora es demasiado tarde para cambiar las cosas, pero me doy cuenta que cometí
un error de juicio.”

“Demonios si lo hiciste, y será mejor que encuentres una forma de compensarla, de redimirte con ella,
porque esa mierda es tu culpa. Joder, estás en deuda con ella, Alec,” le espeté, dándome la vuelta y
alejando antes de que pudiera molestarse en responder. Abrí la puerta de la recámara y de inmediato
escuché sus sollozos, el sonido haciendo que un dolor rasgara mi pecho. Cerré la puerta detrás de mí y
me apresuré a la cama, envolviéndola con mis brazos y atrayéndola a mí mientras me sentaba. Ella se
aferró a mí con fuerza y enterró rostro en mi cuello cuando la acuné en mis brazos. Podía sentir todo
su cuerpo temblar, el ver su ropa hecho jirones y la sangre me llenó de ira y dolor.

“Todo va a estar bien, Lizzie,” le dije en voz baja, meciéndola y tratando de tranquilizarla mientras
lloraba y se aferraba a mí.

“Ya estoy aquí. Vas a estar bien.”

“Ellos… ellos…” balbuceó entre sus sollozos. Traté de tranquilizarla, sin necesidad de que lo dijera.

“Sé que lo hicieron, bellissima. Lo siento tanto,” le dije en voz baja.

“Traté de luchar,” gimoteó. “Como me dijiste que lo hiciera siempre. Lo intenté.”

La abracé con fuerza y su cuerpo se estremeció, sus sollozos cada vez más fuertes. Sentí mis ojos
llenarse de lágrimas a medida que el dolor en mi pecho se intensificaba. Ella había sido tan fuerte.

“Lo sé, Lizzie. Estoy jodidamente orgulloso de que te defendieras. Nada como esto jamás pasará de
nuevo. Te lo juro.”

______________________________

5 de enero de 1983
Bajé los escalones tambaleándome, frotándome los ojos a fin de despertarme. Era temprano, tan
temprano que el sol ni siquiera se había levantado, y joder, todavía debería estar dormido. Estaba
exhausto pero había despertado en una habitación vacía y no había forma de que simplemente pudiera
volver a dormir hasta que averiguara a dónde demonios había ido ella.

Sabía que odiaba despertar y darme cuenta que no estaba. Me preocupaba.

Caminé dando traspiés hacia la cocina, bostezando y tratando de aclarar mi visión porque mis ojos
estaban lagañosos y lagrimeaban. Me los froté un poco más y paré en seco cuando llegué a la puerta y
la vi, parpadeando un par de veces para verla más claramente.

Estaba parada frente a la encimera, untando glaseado en un pastel. Podía oler la dulzura en mi estado
adormilado y sabía que acababa de hornear esa mierda. Crucé los brazos sobre mi pecho, y me apoyé
contra el marco de la puerta, negando con la cabeza.

“Buenos días,” le dije, mi voz todavía gruesa por el sueño. Dio un respingo, asustada, y se giró para
mirarme. Ella siempre estaba tan en sintonía con todos y todo a su alrededor pero estaba empezando a
perder un poco de eso, no estaba seguro si era algo bueno o malo. Significaba que de alguna manera se
estaba acostumbrando al mundo y relajándose, pero nunca era bueno que un hijo de puta pudiera
acercarse sigilosamente cuando estabas de espaldas.

“Buenos días,” dijo con voz suave, sus mejillas sonrojándose a medida que sus ojos recorrían mi
pecho desnudo antes de encontrar los míos. “Yo, eh… te hice un pastel.”

“Eso veo,” le dije, apartándome de la puerta y caminando hacia ella.

“Es pastel de crema italiana,” me dijo. “No sabía qué tipo de pastel te gusta, pero sabía cómo hacer
este y siempre ha sido mi favorito.”

Sonreí y agarré sus caderas, acercándola a mí. Ella sonrió con timidez y extendí mi mano, tomando un
poco de glaseado de la cima del pastel. Lo probé y tarareé, asintiendo con la cabeza.

“También es mi favorito,” le dije. Sus ojos se abrieron con sorpresa.

“¿En serio?” Preguntó entusiasmada. “¿Es tu tipo de pastel favorito?”

Me reí entre dientes, encogiéndome de hombros. “Lo es ahora,” le dije bromeando. Se echó a reír y me
incliné hacia adelante, presionando mis labios a los suyos. La besé con delicadeza y soltó un suave
gemido, envolviendo sus brazos alrededor de mi cuello y acercándome más a ella. Sus labios se
abrieron y profundicé el beso, nuestras lenguas mezclándose sensualmente. Amaba besarla, amaba su
sabor y como se sentía, siempre tan jodidamente cálida y dulce.

Me aparté después de un minuto y ella jadeó por aire, mirándome con adoración a medida que sus
mejillas se sonrojaban de nuevo.

“Feliz Cumpleaños, Carlisle.”

________________________________________
1 de octubre de 1996

Estaba sentado en mi oficina y escuchaba cómo se filtraba la entrecortada música de piano,


encogiéndome cada vez que se tocaba la tecla equivocada. Lo había estado haciendo toda la mañana,
la distinción de cuando Edward estaba tocando y cuando Elizabeth lo intentaba era impresionante.
Pensarías que el sonido desafinado era el que venía de las manos del niño de ocho años y no del
adulto, pero Edward era un pequeño prodigio del piano. En lugar de tocar torpemente una de esas
elecciones primarias, se deslizaba bellamente a través de Beethoven y Chopin. Su viejo y pequeño
Mozart, como Elizabeth lo llamaba…

Deslicé mi silla hacia atrás y me puse de pie después de un momento, saliendo al pasillo. Caminé
tranquilamente hacia la sala de estar donde estaba el piano, haciendo una pausa y mirándolos. Estaban
sentados uno al lado del otro en la banca, Edward trataba pacientemente de guiarla a través de las
notas de “Twinkle Twinkle Little Star”. Siempre tan paciente con su madre….

“No esa mamá, esta,” dijo con un poco de lloriqueo en su voz, presionando una tecla. Elizabeth asintió
y lo miró sonriendo.

“Ya lo tengo, sole. Lo haré mejor,” le dijo juguetonamente. Edward rodó sus ojos.

“Eso dijiste la última vez,” murmuró, lo que la hizo reír. Ella se volvió de nuevo hacia el piano y
empezó lentamente a repasar las notas y di un respingo cuando tocó la misma equivocada de nuevo, la
música sonó incoherente mientras Edward gemía, tocando su rostro con sus manos.

“Qué tal si solo tocas para mí,” Elizabeth sugirió riéndose.

Edward asintió y comenzó a repasar unos cuantos compases de la pieza de Chopin que había estado
practicando para su próximo recital de piano. No podía entender por qué tenía que escoger algo tan
mórbido como la marcha fúnebre, pero no podía negar el hecho de que era bueno tocándola. Aun así,
la melodía envió en escalofrío por mi espalda… iba a estar muy feliz cuando el recital hubiera
terminado y él finalmente dejara de tocar esa mierda.

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“¿Cómo…?” Edward empezó negando con la cabeza, pasando una mano por su cabello en frustración.
“Quiero decir, joder, papá. Esto es simplemente una mierda.”

Asentí. “Lo sé, hijo. Es mucho para asimilar.”

“¿Y esa era la razón por la cual estaba tan jodidamente desesperada por salvar a Isabella? ¿Porque
había vivido la misma mierda, porque había estado en su lugar?” Preguntó, levantando las cejas con
curiosidad. Pude ver el sufrimiento en sus ojos mientras me miraba con una expresión de agonía en su
rostro. Sabía que todo esto era difícil de aceptar para él, todo lo que había creído que era verdad estaba
siendo puesto en duda. Estaba sacudiendo sus cimientos y él estaba luchando por estabilizarse.

“Se podría decir que sí. Tu madre no nació en esa vida como Isabella, pero Elizabeth sabía lo que le
esperaba. Isabella aún estaba muy ajena a ello cuando la conocimos, no sabía en realidad del mundo
fuera del suyo. Era tan inocente e ingenua y tu madre quería salvarla antes de que la realidad la
destruyera,” le dije, negando. “No quería que esa dulce niña pasara por lo que ella había pasado. Tu
madre sabía que no podía borrar su pasado, pero sabía que si le daba a esa pequeña niña un futuro real,
lejos de todo eso, podría de alguna forma reconciliarse con ello.”

“La misma razón por la que salvó a Emmett… algo bueno como resultado de algo malo. Quería salvar
a Emmett porque él fue el resultado de una violación y ella fue violada y….” su voz se fue apagando y
una expresión de horror cruzó por su rostro. “Joder, no. ¡Cristo, no me digas que ella fue de ese tipo de
esclava de mierda!”

Mis ojos se ampliaron por la sorpresa y rápidamente negué con la cabeza. “Oh, no, para nada. Ella era
utilizada para trabajo,” le dije, sin querer que su mente tomara ese camino en absoluto. Mis palabras
lo tranquilizaron y al parecer lo hicieron relajarse un poco. “Ella fue atacada durante ese tiempo, pero
no se consintió en lo absoluto y se resolvió el asunto.”

“¿Al decir que se resolvió el asunto, te refieres a que mataste a esos hijos de puta?” Preguntó
enfáticamente. Asentí titubeante. No les había hecho algo exactamente pero mi padre había sido el
Jefe en ese entonces y me aseguró que se habían encargado de ellos. “Entonces, ¿esa es la razón por la
cual no nos dejas ver a la abuela?”

Me le quedé mirando, sorprendido por su pregunta. “¿Qué?” Pregunté.

Sacudió su cabeza. “Pusiste a la abuela en esa casa en Chicago y nos disuadiste de verla o tratar de
hablar con ella. ¿Esa es la razón? ¿Tenías miedo de que ella nos dijera esa mierda? ¿Tú dijiste que
hablaba mal de mamá porque era irlandesa, era en realidad porque era una esclava?”

Me encogí de hombros. “Tu abuela no estaba en su sano juicio, Edward. Nunca aceptó realmente a tu
madre y no quería que tuvieras que escuchar su perorata. Una esclava era lo suficientemente malo, una
esclava irlandesa era razón suficiente para ser repudiada a sus ojos. Tu abuelo fue más comprensivo,
afortunadamente.”

“Así que, ¿ella era de verdad irlandesa? Quiero decir, ¿al menos esa parte era la puta verdad?”
Preguntó.

“Sí, era irlandesa. De sangre pura en realidad. Nació en Irlanda de una adolescente que no pudo cuidar
de ella, así que la dio en adopción. Elizabeth vivió sus primeros dos años de vida en un orfanato antes
de que una pareja irlandesa de aquí la adoptara. Vivió con esa familia en el área de Bridgeport de
Chicago hasta que tuvo seis años y pudo experimentar las cosas normales al igual que otros niños,
como ir al jardín de niños. Su padre se vio en problemas con la mafia irlandesa, les debía un montón
de dinero y no pudo pagar así que decidieron arrebatarle a Elizabeth a mitad de la noche como
garantía,” le dije. Él me miró con curiosidad.

“¿Y así fue como se convirtió en esclava? ¿Ella era una maldita niñita normal que simplemente fue
secuestrada? ¿No la buscaron?” Preguntó, su ceño frunciéndose. Asentí.

“Por supuesto que la buscaron, pero, ¿sabes cuántos niños se extravían en este país, Edward?
Alrededor de dos mil niños, todos los días. Tu madre desapareció en 1971, más de una década antes de
que el Centro Nacional para Niños Desaparecidos y Explotados fuera siquiera creado. La buscaron
pero no había pistas, así que continuaron con el siguiente niño desaparecido. No tenían el internet o
cualquier agencia externa para mantenerse al día con eso y la policía estaba inundada de casos. Desde
luego no tenían alertas ámbar en ese entonces. Todo lo que tenían realmente era el boca a boca, y una
vez que todos dejaron de hablar sobre ello y los volantes fueron cubiertos o se cayeron, fue como si
ella nunca hubiera existido,” le dije.

“¿Qué hay de sus padres?” Preguntó. Negué con la cabeza.

“Nunca pagaron, ni siquiera cuando les quitaron a su hija, así que fueron asesinados,” dije. “Elizabeth
pasó algo de tiempo viviendo en el sótano de un hogar vinculado a la mafia irlandesa. Pero la guerra
clandestina empezó no mucho tiempo después de su secuestro y la gente con la que vivía también fue
asesinada. La Borgata la capturó, pasó de una casa a otra como una sirvienta, y terminó en la casa de
los Evanson en Phoenix.”

“Y tú la liberaste,” me dijo. “¿Cómo? Quiero decir, ¿quién respondió por ella?”

“Yo lo hice,” dije en voz baja. Me miró confundido, obviamente, sin esperarse esa respuesta. “No eran
fáciles de convencer y nadie me apoyó así que fue la única forma. Traté de convencer a Alec de
hacerlo pero se negó, diciendo que no le correspondía intervenir. Me inicié el día que cumplí
dieciocho años y respondí por ella esa misma noche. Ella había tenido cierto grado de libertad antes de
eso, vivió con Alec y Esme por un tiempo antes de venir a quedarse en nuestra casa, pero después que
respondí por ella fue libre para irse conmigo.”

“¿Así de fácil?” Preguntó. Me reí con amargura.

“No tuvo nada de fácil esa mierda, Edward. Intenté todo lo que pude. Me desesperé tanto después de
que fue atacada que traté de llevármela y huir, pero eso solo fue un completo desastre. La única forma
en que tu abuelo permitiría que pasara sería si yo me unía a la Borgata y él hizo un maldito gran
trabajo convenciéndome que era lo mejor. Me convenció de que era la única forma de mantener a
Elizabeth a salvo, la única forma en que realmente podríamos estar juntos. Había estado tan orgulloso
de mí cuando accedí a unirme, y eso no era algo que sucediera muy a menudo. Finalmente hice algo
para hacerlo feliz. Finalmente estuve a la altura del apellido Cullen,” dije, sacudiendo la cabeza. “Qué
maldito bien me hizo.”

“Yo, eh… no lo sabía,” dijo Edward. Me encogí de hombros.

“No tiene importancia. Ya está hecho. ¿Es todo lo que querías saber? Porque francamente estoy
exhausto y ya no tengo energías para esto,” pregunté con frustración.

“Supongo que sí. Mierda, no lo sé. Todavía estoy algo así como en shock y esa mierda,” me dijo.
“Quiero decir, ¿qué hay de Emmett y Jasper?”

Suspiré. “Voy a decirles en la primera oportunidad que tenga. Deben escucharlo de mí,” le dije. “Si se
lo vas a decir o no a Isabella, lo dejo en tus manos.”

“Eh, sí, no creo que sea una buena idea en este momento. Me refiero a que, le diré algún día…
simplemente hoy no,” murmuró. “Tiene suficientes mierdas en las que pensar ahora de por sí.”

“Me imagino que sí,” le dije, mirando hacia la laptop todavía abierta junto a mí. Al parecer no se
había movido ni un solo centímetro desde la última vez que miré, lo que no me sorprendió ni un poco.
“Está tratando de ajustarse a la idea de la muerte de su madre mientras acepta su propia libertad. La
vida de su madre terminó justo cuando la suya empezó. Hablando de eso…”

Eché mi silla hacia atrás y abrí el último cajón del escritorio de lado derecho, agarrando los archivos
que estaban encima. Cerré el cajón y le entregué los archivos a Edward, los que tomó con cuidado.
“¿Qué es esto?” Preguntó, arqueándome una ceja con curiosidad.

“Todos los papeles de Isabella, su ciudadanía y la información de su herencia. Va a tomar un tiempo


antes de que los bienes de los Swan estén completamente determinados pero cuando visitaron al
abogado él firmó el testamento que la convierte en su única beneficiaria. Nadie va a refutarlo, por
supuesto, porque Swan en realidad no tenía ningún otro familiar, pero tenemos que esperar por los
tecnicismos,” le dije. “Alec se está encargando de todo eso como el ejecutor, pero va a tomarse meses
antes de que salga de los tribunales.”

“Así que, ¿en serio ella recibe todo?”, preguntó. “Sé que él firmó los papeles o lo que sea pero joder,
de verdad, no pensé que, en realidad, él fuera a morir. Me refiero a que, él era un vil hijo de puta, y
pensé que viviría 108 años solo para torturarnos a todos.”

Sonreí y sacudí mi cabeza. “Sí, ella recibe todo. Toda la tierra de los Swan, la casa, el dinero…
técnicamente ella recibiría a todos los esclavos de acuerdo a nuestro código de conducta, ¿sabes?...
pensamos que eso no sería sabio.”

“Sí,” él concordó. “Eso sería una mierda, darle esclavos. Sería como una cachetada en el rostro.”

En cuanto pronunció las palabras sus ojos se estrecharon y me miró con desconfianza. Se quedó
callado por un momento pero sabía exactamente lo que estaba pensando basándome en su expresión. A
veces podía ser tan transparente.

“Solo dilo, Edward,” le dije.

“¡Que cara la tuya haciendo la mierda que hiciste!” Espetó, dejándolo salir. “¿Adueñándote de
malditas personas después de que mi misma madre pasó por esa mierda? ¡Ella sentiría maldita
vergüenza de ti!”

Sus palabras dolieron pero mantuve mi actitud calmada, luchando contra el impulso de arremeter
contra él. “Ella estaría avergonzada, pero te aseguro que mis intenciones siempre fueron buenas.
Nonna se ofreció a venir aquí conmigo todos esos años atrás después de pasar su vida con la familia de
Aro. Él me dijo que se estaba haciendo muy vieja y se quería deshacer de ella y le salve la vida
llevándola conmigo. Después que murió, no tenía intención de conseguir otra, pero James me obligó
frente a Aro cuando prácticamente me arrojó a Janet. Me la llevé a regañadientes, y sé que matarla fue
algo despreciable pero era una amenaza para nosotros y sentí que no tenía otra opción. En cuanto a
Isabella… bueno, tú sabes por qué la compré.” Hice una pausa y lo miré. “Sé que hice algunas cosas
horribles, y tú madre no estaría contenta conmigo, no puedo deshacerlas por más que desee poder
hacerlo.”

“Sí, bueno, como dije antes, no soy yo a quién tienes que estarle diciendo esa mierda,” me dijo con
molestia en su voz. “Joder, deberías estar disculpándote con ella.”
Suspiré exasperado. “Tal vez algún día lo haga… después de que le digas la verdad, por supuesto. Mi
disculpa por lo que le hice no significaría gran cosa si ella no entiende por qué lo estoy haciendo.”

“Bueno, estoy seguro como la mierda que no le voy a decir ahora,” me dijo. “Lo último que necesita
ahora es sentirse culpable por lo que le sucedió a mi madre. Siente bastante dolor y culpa por su
cuenta.”

Asentí. “Algún día, entonces,” le dije, echándole un vistazo a la laptop. “No puedes ocultarle secretos
para siempre, no si quieres que su relación sobreviva. El día que la traje le dije que algún día le
explicaría por qué la había elegido a ella. Será mejor si lo escucha de ti. De hecho, creo que necesita
escucharlo de ti… porque, Edward, con el tiempo va a averiguarlo y sería menos doloroso si viniera de
ti, si ella sabe que estás bien y todavía la amas. No te gustaría que se enterara de cualquier otra
forma.”

“Lo sé,” dijo simplemente. Nos quedamos en silencio por un minuto antes de que me aclarara la
garganta y lo mirara.

“Y a todo esto, ¿cómo estás? En realidad, no te he preguntado cómo estás sobrellevando todo. Sé que
has estado ocupado tratando de resolver esto sobre tu madre, pero, ¿cómo estás lidiando con lo que
pasó en Phoenix?” Pregunté con curiosidad. Se encogió de hombros y se pasó una mano por el pelo en
frustración.

“Joder, no lo sé… trato de no pensar en ello, ¿sabes? No es la primera vez que veo a alguien morir
pero esa mierda estaba jodida, el ver a Alec… ya sabes. Y Cristo, ver a su madre… todavía no puedo
creer esa mierda,” dijo de un tirón.

“Es lamentable, pero ella ahora está en paz. En cuanto a los otros dos, no puedo decir que esté triste
por verlos muertos,” le dije. “Si quieres hablar sobre ello, te escucharé.”

“Sí, bueno, gracias pero no gracias,” murmuró. “Preferiría solo olvidarme de esa mierda.”

“Es comprensible,” le respondí. “Pero si cambias de opinión, aquí estoy. Nunca he estado lo suficiente
para ti y me arrepiento de eso, así que si alguna vez necesitas hablar, aquí estoy para escucharte.”

“Sí,” murmuró. “Lo que tú digas.”

“Entonces, ¿qué vas a hacer para el cumpleaños de Isabella?” Pregunté con curiosidad.

“Joder, no lo sé,” me dijo, encogiéndose de hombros. “Ella dijo que no quería hacer nada o hacer algo
grande para ese día pero me siento como un pendejo de no celebrarlo. Quiero decir, ni siquiera sé
cuantos años cumple. Sé que en realidad tiene diecisiete años pero, ¿cuántos pinches años le pusiste?”

Sonreí. “Legalmente, tiene diecinueve años. Le pusimos dieciocho cuando la traje aquí y se quedó
así.”

“Diecinueve años,” repitió, sonriendo con suficiencia. “Entonces, estoy saliendo con una mujer
mayor.”

Me reí un poco. “Supongo que puedes decir eso, técnicamente hablando. E Isabella nunca antes ha
celebrado un cumpleaños, así que no me sorprende que no quiera celebrar este después de todo lo que
ha pasado.”

“Sí, probablemente solo la lleve a cenar o lo que sea. Pensé en pasar la noche en Seattle, si te parece
bien,” murmuró.

“No tengo nada que ver con eso,” le dije, negando con la cabeza. “Ahora es una chica libre. Puede
vivir en mi casa tanto como sea necesario, pero es libre de hacer lo que le plazca.”

“Eso es lo mejor que alguien puede darle,” dijo en voz baja antes de reírse entre dientes. “Estoy seguro
como la mierda que no puedo superar ese regalo.”

Me eché a reír, sacudiendo la cabeza. “No es un regalo, Edward. Solo es darle a lo que ha tenido
derecho todo el tiempo, lo que es legítimamente suyo.” Hice una pausa. “¿Sabes… eh, siquiera sabes
lo que está haciendo en este momento?”

Él suspiró y miró hacia atrás al reloj en la pared. “Durmiendo,” me dijo, un deje de confusión en su
voz. “O sea, la dejé durmiendo.”

Asentí y agarré la laptop, dándole la vuelta para dejarla frente a él. La miró y frunció el ceño mientras
se movía hacia adelante para ver mejor. Isabella seguía sentada en esa silla, mirando hacia la
oscuridad.

“¿Qué demonios?”

“Ha estado allí todas las noches. Cuando sales de la habitación, no pasa mucho para que salga detrás
de ti. Se sienta allí durante horas y cuando finalmente empiezas a subir ruidosamente las escaleras ella
se echa a correr a la habitación antes de que tú llegues allí,” le dije. “Cuando estás en la escuela, ella
lee y vaga por la casa como un fantasma, completamente aturdida. No come, no ve la televisión, no
interactúa en lo absoluto. Ella solo… está allí.”

Miró fijamente la pantalla por un momento antes de mirarme, la confusión evidente en sus ojos. “¿En
serio?” Preguntó. Asentí.

“Sí. Has estado tan turbado con esta mierda que ni siquiera te has dado cuenta que Isabella se está
consumiendo. Sé que te sonríe y actúa como si todo estuviera bien cuando estás alrededor, pero al
momento que te das la vuelta allí es a dónde va. Se aísla, se encierra en sí misma, y empeora cada
día,” le dije, sacudiendo la cabeza. “No sé si todo es a causa de su madre o qué, pero se está
derrumbando.”

Parpadeó sorprendido y volvió a mirar a la pantalla, viéndose aturdido. “Mierda,” murmuró,


obviamente sin saber qué decir. Se quedó mirando la conexión directa de Isabella en la biblioteca y
suspiré, con la esperanza de que lo estuviera entendiendo.

“Que pases buenas noches, hijo.”

Aparté la mirada de él y cogí mi pluma, concentrándome en los papeles frente a mí. Se quedó allí
inmóvil por un momento antes de suspirar y salir de la habitación sin decir nada más. Le eché un
vistazo a la laptop y vi cuando se deslizó silenciosamente dentro de la biblioteca, deteniéndose y
mirándola. La tensión en esa habitación era casi visible cuando Isabella giró su cabeza para mirarlo
con una expresión vacía en su rostro. Él le dijo algo y ella asintió con su cabeza, dejando a un lado el
libro que tenía en su regazo y saliendo de la biblioteca sin decirle una palabra a él. Vi su boca moverse
frenéticamente mientras su mano agarraba su cabello, por supuesto maldiciendo en voz baja mientras
ella se alejaba de él.

Levanté la vista al reloj, viendo que eran unos minutos después de la medianoche. Ahora era
oficialmente 13 de septiembre del 2006… exactamente un año del día en que entré en la casa de los
Swan y posé mis ojos en esa niña asustada en venta, y exactamente trece años desde la última vez que
Elizabeth posó sus ojos en ella en persona. De hecho, fue exactamente hace trece años que ella y
Edward se conocieron por primera vez, cuando eran apenas unos inocentes niños, ignorantes de los
males del mundo. Lástima que no podemos volver a esos días, antes de que los dos fueran destrozados
por las realidades de la vida. Sus vidas eran como un enorme rompecabezas, dividido en miles de
piezas, y estaban tratando desesperadamente de ordenarlas y unirlas de nuevo. Solo esperaba que
cuando terminaran todas las piezas estuvieran todavía allí y que a ninguno le quedara un espacio
vacío, un agujero en el centro que ninguna otra cosa pudiera llenar más que esa pieza faltante. Ah,
como ya dije, estaba demasiado cansado para un jodido pensamiento inteligente. Estaba extenuado,
mis manos temblaban y mis ojos ardían, mi cuerpo pedía a gritos descanso pero mi mente estaba aún
más desesperada por ello. Mi mente deseaba paz… pero nunca habría paz para mí sin Elizabeth. Sin
ella, siempre tendría una pieza faltante.

14 de febrero de 1983

“Carlisle,” dijo suavemente, su rostro enterrado en mi cuello mientras su mano acariciaba


delicadamente mi pecho desnudo. Sus dedos estaban enviando un cosquilleo por mi piel, la sensación
hacía que mi corazón actuara erráticamente.

“¿Sí, Lizzie?” Pregunté en voz baja, abrazándola con más fuerza. Estábamos acostados en la cama, las
mantas envueltas holgadamente en nuestras formas desnudas.

“Te amo,” susurró. Sonreí y me incliné para besar el tope de su cabeza.

“Yo también te amo,” le respondí. “Voy a pasar el resto de mi vida amándote.”

Ella levantó la vista para mirarme y me dio una brillante sonrisa, su rostro prácticamente resplandecía
de felicidad. Era deslumbrante el verla así, una visión que no quería perder nunca.

“Ya sabes que Alec puede venir hoy,” me dijo. “No le guardo ningún rencor. Nada de lo que me pasó
fue su culpa. Él es parte de tu familia y…”

“Nuestra,” la interrumpí. Dejó de hablar y su ceño se frunció mientras me miraba. “Nuestra, Lizzie. Él
es parte de nuestra familia.”

Me dio una suave sonrisa y asintió. “Nuestra familia,” repitió. “Debería venir para la boda.”
Suspiré. “Debería, pero no lo hará. Aunque, no podemos cambiar el pasado, ya quedó atrás. Tenemos
toda una vida frente a nosotros en la que pensar, no hay razón para afligirnos en la mierda que no
podemos cambiar.”

“Una vida,” dijo en voz baja.

“Sí, una vida. Una que no puedo imaginar sin ti. Te necesito, Elizabeth. No puedo vivir sin ti y si
llegara el día en que me viera forzado a… eh… bueno…”

Se echó a reír y recostó otra vez su cabeza, enterrándola de nuevo en mi cuello. “¿Bueno, qué?”

“Bueno… solo contaré los putos días hasta que esté contigo de nuevo. Destino, ¿recuerdas?” Le dije.

Ella tarareó contenta y cerró los ojos. “Destino,” susurró.

Capítulo 65 Inesperado

“Ella estaba de pie, en una habitación de yeso que se desmenuzaba, pegada al cristal de la ventana,
mirando la forma inalcanzable de todo lo que amaba. Ella no conocía la naturaleza de su soledad.
Las únicas palabras para describirlo eran: Este no es el mundo que yo esperaba “ Ayn Rand

Isabella swan
Traducido por una de las siguientes: Mariana Conde, Gaby Madriz, Paola Guevara, Nilse Pam
Romero, Jess Muñiz, Loys Gomez, Daniela Perez, Viviana Ortiz, Pilar Ocampo

Me senté en la oscura biblioteca, mirando hacia la inmensa oscuridad del patio de los Cullen. Era una
noche triste, la espesa niebla y la lluvia salpicaban contra la ventana, cayendo de las enormes nubes,
flotando sobre mí. No había rastro de la luna o las estrellas, nada más que oscuridad. Era extraño, la
imagen y eco de la lluvia en la solitaria biblioteca, pero se sentía casi cómodo. Era lo que sentía por
dentro... vacío, negro, feo...

Era difícil encontrar palabras para esto y era prácticamente imposible de describir. Me sentía casi
muerta. Podría haber estado tomando oxígeno en mis pulmones y mi corazón podría haber estado
bombeando sangre a través de mi cuerpo, pero una parte de mí había dejado de existir. No había sido
de inmediato, de hecho, no había nada rápido ni indoloro acerca de esto. Había sido una lenta y
tortuosa muerte, angustiosamente dolorosa mientras me consumía con el conocimiento de que había
sido mi culpa.

Mi existencia la había destruido y todo el mundo sufría porque yo estaba viva. Todos los días tenía
claro que si no hubiera nacido nunca, nada de esto podría haber ocurrido. Yo los había arruinado a
todos y continuaba arruinándolos. Ella aún estaría viva si no hubiera sido por mí y nada de lo que
alguien dijera cambiaría lo que siento.

Suspiré y miré al reloj en la pared, forzando la vista y tratando de entender los números. Había
suficiente luz filtrándose desde pasillo que me mostraba la pequeña manija en las doce, descubriendo
que ya era pasada la medianoche. Suspiré y volteé la cabeza para mirar por la ventana, sabiendo que
otro día oficialmente había comenzado.

13 de septiembre... el aniversario del día en que sin darme cuenta había empezado a destruir la vida de
las personas. Era mi cumpleaños, pero no había nada qué celebrar. No había nada feliz en este día,
pero ellos nunca sería capaces de entender... sobre todo Edward.

No estaba segura de dónde estaba Edward en este momento. No sabía a dónde iba cuando salía de la
habitación en medio de la noche y nunca le pregunté, pensando que estaba en la planta baja tocando el
piano o simplemente porque necesitaba tiempo a solas. No sabía todos los detalles sobre lo que había
pasado en Phoenix, pero sabía lo suficiente como para crearme una idea básica.

Había escuchado suficiente de su conversación con Esme esa tarde en la propiedad de los Swan para
saber que la muerte de mi madre había sido bajo su propia mano, y había escuchado de pasada al
doctor Cullen decir que Alec había asesinado a Charles y a Jane en represalia. Edward había sido
testigo de todo... no era extraño que estuviera tan distraído y preocupado.

Vi la lluvia caer en la oscuridad por un tiempo antes de que se interrumpiera el brillo sutil de la luz
que entraba en la habitación desde el pasillo, advirtiéndome que alguien estaba allí. Me puse nerviosa,
asustada porque siempre oía a Edward subiendo las escaleras en la noche, sus pasos fuertes no hacían
ningún esfuerzo para pasar desapercibidos. Pero esta vez no hubo ningún ruido, nada más que el
sonido de la lluvia golpeando la ventana.

Volteé la cabeza y miré hacia la puerta, encontrándolo inmediatamente. Se veía desaliñado y agitado,
su cansancio era evidente incluso en la oscuridad. Mi corazón comenzó a golpear con fuerza,
empujando la sangre a través de mi cuerpo vigorosamente. No estaba segura de que él fuera consciente
que no era el único que se deslizaba fuera de la cama en medio de la noche y no estaba segura de cómo
iba a reaccionar a eso. Tenía la esperanza de que no me presionara para obtener una explicación,
porque no tenía ninguna que ofrecerle. No tenía palabras para hacerle entender... nada podría lograr
esa hazaña.

“Deberíamos ir a dormir “, dijo. Asentí y cogí el libro que estaba en mi regazo, poniéndolo en la mesa
junto a mí. Me apresuré en salir de la habitación antes de que pudiera decir nada más, y le oí
murmurar maldiciones mientras me dirigía directamente a su dormitorio. Prácticamente me había
exigido volver a dormir allí, desde que fui por instinto al dormitorio que el doctor Cullen me había
dado, una vez que volvimos de Phoenix. Fue como si hubiera estado en piloto automático, por así
decirlo, mis piernas me llevaron allí por su propia voluntad.

Me deslicé en la cama y Edward entró en la habitación, cerrando la puerta sin hacer ruido. Caminó
hacia su lado y se metió en la cama, agarrándome y colocando mi cuerpo cerca del suyo. Hundió su
nariz en mi pelo y aspiró profundamente, su cuerpo estremeciéndose mientras exhalaba.
“Buon compleanno, mia bella ragazza “, susurró. “Feliz cumpleaños, Bella.”

Cerré los ojos, sintiendo las lágrimas que se derramaban por sus palabras. Sabía que él tenía buenas
intenciones, pero no había nada feliz en el día en que nací y no estaba de humor para fingir lo
contrario. Los dos nos quedamos en silencio y escuché su respiración regular después de un tiempo
mientras se quedaba dormido.

Dormí sin descanso, pero eso no era nada nuevo. No he tenido más una noche completa de descanso,
ya que siempre tenía pesadillas que parecían arrastrarme y atormentarme mientras dormía. Ya no hay
paz en la noche, era irónico, porque los únicos momentos en que me sentía contenta era en la
oscuridad.

Me desperté en la mañana por el sonido de la puerta de la habitación al cerrarse, mis ojos se abrieron
lentamente. Me di la vuelta y miré a la puerta con confusión, sorprendida cuando vi a Edward. Sus
pasos se aceleraron brevemente cuando me miró, una sonrisa tímida en sus labios mientras sostenía un
plato pequeño frente a mí. Fruncí el ceño y me senté, notando el bollo de miel en él con una solitaria
vela que sobresalía en el medio.

“No puedo hacer una puta torta, y ni siquiera voy a intentarlo” murmuró, sonando casi avergonzado.
Sonreí suavemente y lo miré fijamente, sintiendo mi pecho hincharse hasta el punto en que era casi
doloroso con todo el amor que sentía por él. Él todavía era mi mundo, el único, lo amaba más de lo
que nunca hubiera imaginado posible. Una parte de mí puede haberse sentido muerta, pero todavía
había otra parte que vivía y respiraba por Edward Cullen.

“Eso es dulce”, le dije gentilmente, tomando el plato “No tenías que hacerlo, te dije…”

“Sé lo que me dijiste”, dijo rápidamente, interrumpiéndome. “Pero no puedo solo pasar por alto tu
cumpleaños. Sé que tienes mierda en tu mente o lo que sea, pero aun así, hoy es un día especial y debe
ser tratado adecuadamente. Así que no hay discusión, esto es como la maldita Navidad, y es de mal
gusto discutir con la gente cuando hacen alguna mierda por ti. Es como rechazar a un caballo regalado
o algo así.”

“¿A caballo regalado no se le mira el diente? “, le pregunté con una sonrisa. Él rodó los ojos y sonrió
entre dientes, metió la mano en su bolsillo y sacó un encendedor.

“Sí, eso. A caval donato non si guarda in bocca. Solo recíbelo con una sonrisa y todo va a estar
jodidamente terminado antes de que te des cuenta”, dijo, agitando el encendedor y encendiendo la
pequeña vela de cumpleaños azul y blanco sobre el pastel. En el momento en que apartó la mano soplé
la vela, causándole risa. “Ansiosa, ¿verdad? ¿Pediste un deseo?”

Fruncí mi ceño mientras él quitaba la vela del bollo de miel. “¿Pedir un deseo?”, le pregunté. Asintió
y se rió una vez más.

”Se supone que tienes que pedir un deseo antes de soplar la vela” dijo, arrojando la vela en el bote de
basura a lado de su escritorio.

“Oh, no sabía “, le dije, encogiéndome de hombros.


“Está bien. Tendrás otra oportunidad más tarde con Alice y Jasper”, dijo con indiferencia. Me puse
nerviosa al oír sus palabras y lo mire con aprensión.

“¿Que has dicho?

Suspiró. “Vamos a pasar la noche en Seattle con Jasper y Alice por tu cumpleaños. Jasper quiere verte
y, vamos, ¿realmente piensas que vas a librarte de Alice?”

“Yo no quería... “comencé, pero me interrumpió una vez más.

“Sé que no querías, pero como he dicho, hoy es un día especial y toda esa basura del caballo regalado.
Seremos solo los cuatro, no es gran cosa “, dijo. Me miró suplicante, su expresión y su tono de ruego
me pedían que no discutiera. Suspiré y asentí con la cabeza, vacilante.

“Está bien “, dije. Siguió mirándome con escepticismo y le di una sonrisa suave.

Había dicho las palabras que odiaba. “Podemos pasar el día con Jasper y Alice. No los hemos visto en
un tiempo y los extraño.”

Sonrió. “Bueno. Ahora a comer”, dijo asintiendo en dirección al plato. Partí el bollo de miel por la
mitad y le di una parte a él.

“¿Quieres un poco? “, pregunté. Sonrió tímidamente y lo tomó.

“Gracias. Era el último”, dijo. Me reí y negué mientras él comía su pedazo, Me tensé cuando me di
cuenta de que agarraba una bolsa del piso. Me la ofreció y la tomé con cuidado, mirándolo con
curiosidad. Busqué dentro de la bolsa mientras me miraba con una sonrisa en su rostro y saqué un
marco de cristal de tamaño mediano. Mi ceño se frunció en confusión cuando vi las palabras
extranjeras impresas en el interior del vidrio.

“Es una selección de «La Vita Nuova» de Dante, ya sabes, «La nueva vida». Ese es el poema italiano
del que te había hablado”, dijo. Me quedé mirándolo en shock, asombrada al notar cuánto empeño
había puesto en mi regalo. Suspiró después de un momento al ver que no respondía. “Sé que no es
mucho, no sabía qué darte”.

“Es maravilloso”, le dije rápidamente, sintiendo en mis ojos lágrimas de gratitud. “En verdad.
Gracias”.

Sonrió y asintió con la cabeza, dándome un beso rápido antes de ir a tomar una ducha. Decidí llevar de
regreso el plato a la cocina y limpiar un poco mientras lo hacía, y estaba en la sala de estar poniendo
un DVD en su lugar cuando el doctor Cullen salió del cuarto de debajo de la escalera. Se quedó
inmóvil cuando me vio y me volví a mirarlo con recelo, sin saber qué decirle o cómo actuar.

“Buenos días, dolcezza”, dijo.

“Buenos días, doctor Cullen”, dije en voz baja. Suspiró y alzó la mano para pellizcar el puente de su
nariz, pareciendo frustrado.

“Sabes que no tienes que llamarme tan formalmente, Isabella”, dijo. Asentí con la cabeza.
“Sí, señor”, respondí. “Lo sé, pero...”. Me callé y lo miré fijamente, sin saber exactamente cómo
explicarlo. Esperó pacientemente a que yo terminara mi pensamiento, pero su teléfono sonó antes de
que tuviera la oportunidad, una ola de alivio me recorrió mientras él sacaba su teléfono y gruñía.

“Yo, eh...”, empezó a decir, y me miró brevemente antes de volver su atención al teléfono. “Tengo que
tomar esta llamada. Feliz cumpleaños, Isabella”.

Se dio la vuelta y se dirigió hacia las escaleras, hablando en voz baja. Suspiré y esperé por un
momento antes de ir en la misma dirección, regresando al dormitorio. Entré justo cuando Edward
estaba dejando su toalla frente al armario, mis pasos vacilaron mientras mi cara instantáneamente
ardía con rubor. Volteó la cabeza para mirarme y sonrió, de pie delante de mí y completamente
desnudo.

“Es bueno que todavía pueda conseguir esa reacción de ti”, dijo en broma. Sonreí tímidamente.

“Probablemente siempre lo harás”, dije en voz baja. Se rió entre dientes.

“No me importaría ni un poco”, respondió con sus ojos deslizándose por mi cuerpo mientras hablaba.
Me mordí el labio inferior al ver cómo su hombría empezaba a cobrar vida, aparté la mirada
rápidamente cuando sus ojos volvieron a encontrarse con los míos. Me miró por un momento, su
mirada era casi incómoda. No habíamos tenido relaciones íntimas desde antes de nuestro viaje a
Phoenix y podía saber con solo mirarlo que eso era exactamente en lo que estaba pensando en ese
momento.

“Yo, eh... Me voy a la ducha “, le dije rápidamente, volví y me dirigí al cuarto de baño. Le oí
murmurar con irritación mientras me escabullía, instantáneamente sintiéndome culpable. Él era mi
novio y merecía atención, pero no había conseguido ningún afecto de mi parte desde hace algún
tiempo.

Me quité la ropa y entré en la ducha, bañándome rápidamente. Me apoyé en la pared de la ducha y dejé
que el agua cayera sobre mí calentándome la piel, cerré los ojos mientras mi mente volaba. El agua
comenzó a enfriarse poco después y abrí los ojos, jadeando cuando vi a Edward a través de la puerta
de la ducha Él me estaba mirando con los brazos cruzados sobre el pecho, una mirada de preocupación
en su rostro. Estiré la mano con rapidez y cerré el agua, deslizando la puerta para abrirla y mirándolo
con aprensión.

“Eh, hey”, murmuré. Suspiró y cogió una toalla, entregándomela. La tomé con cuidado y le sonreí,
pero no hizo nada para suavizar su expresión.

“¿Estás bien, Bella?” Preguntó mientras me secaba rápidamente antes de envolver la toalla a mi
alrededor.

Asentí

“Sí, estoy bien. Yo, eh... solo un poco cansada, eso es todo”, dije.

“¿Te levantas de la cama todas las noches?”, preguntó, tomándome desprevenida.

“No, por supuesto que no”, dije rápidamente. Mis palabras eran una completa mentira pero parecieron
salir de mi lengua inconscientemente. No quería que se preocupara por mí, era completamente
innecesario e incorrecto. “Simplemente no pude dormir anoche, eso es todo.”

Me miró fijamente con una expresión de incredulidad y de inmediato me pregunté si él sabía la


verdad. Me tensé a la espera que descubriera mi mentira, pero no lo hizo. “Tal vez deberíamos
hablar”, sugirió. “Ya sabes, no hemos hablado realmente sobre lo que pasó y...”

“No hay nada qué decir”, dije, interrumpiéndolo porque no quería hablar de eso. “Solo... Lidio con
eso. Está bien. Estoy bien”.

“¿Lo estás? “Preguntó, alzando las cejas con curiosidad. “¿Estás bien? ¿En serio?”

Asentí con la cabeza, vacilante. “Sí, de verdad “, dije, dándole otra sonrisa que no lo tranquilizó para
nada.

“Sabes que puedes hablar conmigo sobre cualquier cosa, “dijo, su voz suave. “Lo digo en serio, Bella.
Cualquier cosa”.

”Lo sé”, le dije con un suspiro, porque una vez más estaba mintiendo. Nunca quise mentirle a Edward,
después de haberle hecho la promesa de que siempre sería honesta con él, porque era una de las pocas
cosas que tenía para ofrecerle, pero no había manera de que pudiera hablar con él sobre esto.

Todo es diferente ahora.

“Bien”, respondió, extendiendo la mano y tocando mi mejilla. Su mano se sentía caliente contra mi
piel, separé los labios y exhalé temblorosamente mientras corría su pulgar por mi boca. Se inclinó y
me besó suavemente, su esencia y su tacto me abrumaron mientras mis ojos se cerraban. “Hay algo
que quiero mostrarte”.

Abrí los ojos y lo miré con curiosidad. “¿Ah sí…?”, pregunté. Sonrió y asintió con la cabeza,
agarrando mi mano y jalándome fuera del baño. Me reí de su entusiasmo mientras me guiaba hacia su
escritorio, donde cogió una pila de papeles y me los tendió. Mi frente se arrugó y los tomé con cautela,
dándoles una mirada inquisitiva.

“¿Qué es esto? “, pregunté. Sonrió.

“Eso, mi Bella, es tu vida”, dijo. Eché un vistazo a los papeles en mi mano, escudriñando el de arriba
rápidamente. Era un certificado de ciudadanía y sentí mis lágrimas cuando vi mi nombre y la
fotografía declarándome una ciudadana oficial de Estados Unidos. Pasé los otros rápidamente, mis
emociones creciendo sin parar.

“¿Qué son estos otros?” Le pregunté, sosteniendo un paquete de papeles grapados.

“Es la información de tu herencia. Va a tomar un par de meses antes de que obtengas esa mierda. Alec
lo está manejando. De hecho, debería haber tomado meses para el resto de esto, pero de alguna manera
consiguió que estos malditos documentos, que por lo general toman un año, se hayan expedido en unos
pocos días. No sé cómo diablos lo hizo”, dijo Edward con indiferencia. Lo miré con confusión.

“¿Herencia?” le pregunté con escepticismo. Asintió.


“Sí, ya sabes, la propiedad, el dinero y esa mierda. Quiero decir, entiendo que tu probablemente no vas
a querer quedarte con la casa en la que creciste pero puedes venderla o...

“¿Qué?”, le pregunté, mi voz más fuerte de lo que esperaba, él me había tomado desprevenida. Dejó
de hablar y me miró con sorpresa.

“Eh, la casa. Ya sabes, ¿en Phoenix?”, aclaró. Lo miré boquiabierta, estupefacta.

“¿Estás diciendo que la casa en Phoenix me pertenece a mí?”, pregunté. Asintió y parpadeé un par de
veces, tratando de absorber la información. “Quiero decir, ¿qué pasa con todas sus cosas?”

Se encogió de hombros. “Todavía están allí. Puedes tomar lo que quieras, si quieres algo de eso, y el
resto puedes tirarlo o donarlo a la caridad. Diablos, si fuera yo, probablemente quemaría esa mierda”.

Lo miré con sorpresa. “¿Quemarla?”, pregunté. Él asintió.

“Sí, pero lo que sea que quieras hacer, es tuyo. Bueno, va a ser tuyo de todos modos”, dijo. ”Cuando
fuimos a ver a ese abogado en Phoenix, Charles firmó un testamento dejándote todo. La organización
fue allí y limpiaron el lugar de todo lo que pudiera ser incriminatorio, por supuesto, pero dejaron todo
lo demás intacto”.

Mis ojos se abrieron. ”Oh, Dios, ¿qué pasa con Clara y los otros esclavos? ¿Qué pasó con ellos?”,
pregunté horrorizada por todos los escenarios posibles. Él suspiró.

“Alec se apoderó de ellos. Solo eran tres. Uno está viviendo con él y con Esme, y los otros dos fueron
entregados a Aro. Quiero decir, mira”, hizo una pausa y se pasó la mano por el cabello. “No tienes
poder sobre esa mierda, Isabella. Ninguno de nosotros lo tiene. No podemos liberarlos pero están en
alguna maldita parte que probablemente es más humana que lo que ese lugar en Phoenix fue, ¿sabes?
Hay eso, por lo menos.”

Asentí, vacilante. ”Supongo”, dije comprendiéndolo a pesar de que no me gustara. Estaba en lo cierto,
sin embargo... no había nada que pudiera hacer al respecto.

“De todos modos, la casa y las posesiones son tuyas, como lo es todo el dinero de tu padre. Ellos lo
pusieron en una cuenta bancaria para ti cuando sea necesario”, dijo.

“Yo, eh.... Yo no lo quiero “, le dije. “No quiero nada que perteneciera a esa gente. Él no era mi padre,
Edward”.

Frunció el ceño y me agarró la mano, tirando de mí hacia la cama. Nos sentamos y me miró por un
segundo con una expresión sombría en el rostro. ”Mira, no pienses en ello como tu padre dándote
dinero porque tienes razón, él no era tu padre y yo no debería haber dicho eso. Pero tienes derecho a
eso, Isabella. Después de toda la mierda que has pasado, te mereces esto. Es como, expiación, y no
estoy diciendo que cualquier cantidad de dinero alguna vez va a compensarte por ello, porque no será
así, pero después de todo, de las torturas que has pasado y todo lo que perdiste... por lo menos tienes
derecho a esto. ¿Eso tiene sentido?”

“Supongo”, le dije. Sonrió.


“Y el dinero va a ayudar con estas otras cosas”, dijo, agarrando los papeles de mi mano dándoles la
vuelta para que el certificado de ciudadanía estuviera de vuelta en la parte superior.

Sonreí ante su declaración, tratando de aceptar lo que estaba diciendo. ”Pero ¿qué pasa con el doctor
Cullen?”, Le pregunté. ”Quiero decir, todavía estoy aquí, ¿qué pasa ahora?”

Se encogió de hombros. ”Él no tiene poder sobre ti. Alec ha respondido por ti y tienes todo lo
necesario para empezar una vida. Mi padre dijo que podías vivir aquí todo el tiempo que quieras, pero
el punto es que no tienes que hacerlo, ¿sabes?

“¿Dónde más podría ir?”, le pregunté. Sonrió.

“Donde quieras”, dijo encogiéndose de hombros. ”Es tu vida, tu elección. Puedes ir a donde quieras ir
y hacer lo que quieras hacer. No tienes que responder ante nadie más que a ti misma ahora. Eres como,
tu propia ama y esa mierda; y espero que no vayas a ninguna parte sin mí, pero si eso es lo que elijes,
te corresponde a ti, Bella. Eres libre”.

Lo miré en sorprendida, luchando por contener mi emoción, pero el momento en que la palabra
«libre» salió de sus labios, perdí la batalla. Las lágrimas comenzaron a rodar desde mis ojos y cayeron
sobre los papeles con fuerza mientras mis manos empezaron a temblar.

¿Libre? ¿Era libre?

Edward se acercó y envolvió sus brazos alrededor de mí, recostándome sobre la cama para abrazarme
mientras empezaba a sollozar histéricamente. Me aferré a él con fuerza y casi perdí el aliento cuando
él trató de calmarme, meciendo mi cuerpo en sus brazos. Yo estaba completamente abrumada por este
concepto y no sabía qué hacer ni qué decir, o ni siquiera qué pensar, para el caso. ¿Qué significa ser
libre?

“No quiero ir a ningún lado sin ti”, le susurré después de un momento. Suspiró y tomó mi barbilla,
tirando de mi cara para que lo mirara.

“Bien“, dijo. “Eso es lo que quería oír”. Nos quedamos en silencio y nos miramos el uno al otro, sus
ojos verdes centellaban con una oleada de emoción. Él extendió la mano y limpió las lágrimas de mis
mejillas antes de que sus dedos rozaran suavemente mis labios. Dejé escapar un suspiro tembloroso
cuando se inclinó y presionó sus labios en los míos, besándome suave y dulcemente. Comenzó a
acariciar suavemente mi espalda, deslizando su mano por debajo de la toalla que llevaba apenas
cubriendo mi cuerpo para acariciar mi piel desnuda. Su toque provocó que se me pusiera la piel de
gallina a lo largo del cuerpo y gemí en respuesta, haciendo que profundizara el beso.

Envolví mis brazos alrededor de su cuello, y le devolví el beso, finalmente dejando de lado los papeles
que tenía en la mano. Él se dejó caer en la cama y me agarré a él, pasando los dedos por su cabello
caótico. Movió su cuerpo hacia el mío, empujándome sobre mi espalda mientras se ponía a sí mismo
encima de mí, el movimiento de sus labios cada vez más frenético. Podía sentir la desesperación en su
beso, y cuando él se retiró para tomar un respiro vi la devoción en su expresión. Su mirada era intensa,
tanto amor y adoración brillando hacía mí que casi me dejó sin aliento.

“Te amo”, dijo en voz baja. Sonreí, creyendo con todo mi ser que él verdaderamente lo decía en serio.
“Te amo, también“, le respondí. “Tanto, Edward”. Sonrió ante mis palabras y asintió antes de
presionar sus labios en los míos de nuevo.

“Ti Amero per il resto della vita mia. No vi è altro nessun al mondo per me”, susurró con voz ronca
contra mi boca. “Non so quello che ho fatto per meritare, ma mi passerà il resto della mia vita per
assicurarci che tu sia felice. Cásate conmigo, Bella.”

Me quedé helada cuando registré las palabras, la conmoción golpeándome. Se echó hacia atrás para
mirarme con una expresión pasmada en su cara y solo lo miré, sin saber qué decir o cómo se suponía
que debía reaccionar. Estaba segura de que había oído bien, pero fue tan sorprendente escucharlo de
sus labios.

“¿Quieres que me case contigo?” Le pregunté vacilante. Asintió.

“No hoy o mañana. Ni siquiera tiene que ser este año o, joder, el próximo año, ya sea para el caso.
Pero algún día, cuando estés lista, ¿quieres casarte conmigo? ¿Prometerme que vas a pasar tu vida
conmigo?” preguntó, sus palabras hicieron que mi corazón latiera con fuerza y mi estómago
revoloteara por la emoción bullendo a través de mí. Mis ojos se llenaron de lágrimas una vez más y él
suspiró. ”Sé que estoy haciendo esta mierda toda mal, yo ni siquiera tengo un puto anillo…”

Levanté mi mano rápidamente para cubrir su boca y se quedó paralizado. “Sí”, le dije, mi voz
quebrada mientras trataba de tragarme los espasmos del llanto. Sus ojos se abrieron con sorpresa.

“¿Sí?” preguntó. Asentí furiosamente en respuesta.

“¡Sí!” repetí más fuerte, mi emoción creciendo. Me aclaré la garganta y asentí con la cabeza
frenéticamente. ”Sí, por supuesto que lo haré, Edward”.

Sonrió, su rostro iluminado con la misma emoción que yo sentía. Puso sus labios sobre los míos
febrilmente y me reí en su boca, sorprendida por su entusiasmo. No podía creer que esencialmente no
solo había sido liberada, sino que me había pedido oficialmente que pasara mi vida con él. Envolví
mis brazos a su alrededor con fuerza y le devolví el beso con pasión, todo el mundo allá fuera
desapareció en ese momento.

Nada importaba más que él.

Su mano comenzó a recorrer mi cuerpo y sacó la toalla, la sensación de sus dedos causaban chispas
volando a través de mi piel. Agarré su camisa y comencé a tirarla hacia arriba, y se sentó rápidamente
para quitarla antes de presionar sus labios en los míos de nuevo. Le devolví el beso con todo lo que
tenía mientras empezaba a hurgar en sus pantalones, empujándolos hacia abajo para exponerlo.

“Te necesito, Isabella” dijo, su voz llena de deseo.

“Me tienes” respondí sin pensarlo dos veces. Gimió y comenzó contonearse frenéticamente en un
intento de conseguir sacarse los pantalones sin dejar de besarme, sus movimientos me hacían reír. Se
rió y se rindió después de un segundo, poniéndose de pie para patear su pantalón. Subió de nuevo en la
cama y se puso entre mis piernas, sus labios yendo directamente a mi cuello. No perdió el tiempo y se
empujó a sí mismo dentro de mí, la sensación causó que un fuerte gemido escapara de mis labios,
haciendo eco en la habitación.

Me hizo el amor con pasión, su deseo y su afecto claros en cada embestida. Sus labios no me dejaron
por un momento, susurrando cosas dulces en mi piel mientras me aferraba a él con fuerza. Fue uno de
los momentos más intensos de mi vida, sintiendo su cuerpo sobre el mío mientras él estaba dentro de
mí y sabiendo que él me quería. Sabiendo que yo era libre y, finalmente, tenía una vida propia, y que a
pesar de todo lo que yo había sido en el pasado, todavía me quería en su futuro. Fue tan abrumador que
lloré mientras me aferraba a él, no queriendo que esa sensación o esa noción me dejaran. Nunca quería
perder este momento en que, finalmente, me sentía como una persona real... cuando realmente me
sentí viva.

Sin embargo, sabía muy en el fondo que ese momento no iba a durar. Él atenuó sus movimientos
después de un tiempo y la intensidad se disipó a medida que empezaba a detenerse. Me aferré a él,
jadeando y tratando de ponerme bajo control, entonces él susurró las palabras que hicieron que el
mundo exterior chocara dentro de mí una vez más.

“Feliz cumpleaños, tesoro”.

Se dio la vuelta para mirarme cuando no respondí y sonreí de inmediato para que no se preocupara.
Me miró con curiosidad por un momento antes de suspirar. “Probablemente deberíamos vestirnos”
dijo. Asentí y me levanté, en dirección al cuarto de baño para limpiarme rápidamente. Me vestí con un
par de vaqueros y una camiseta sin mangas de color gris, mientras que Edward se puso mi camisa polo
a rayas favorita, con ese verde que hacía juego con el color de sus ojos. Se veía devastadoramente
guapo y lo miré fijamente mientras terminaba de prepararse, tratando de hacer retroceder el dolor y la
vergüenza que sentía. Estaba tan agradecida que él fuera una parte de mi vida, pero no merecía su
devoción. Él no estaría de acuerdo conmigo en eso, pero era simplemente porque él no lo veía aún, no
entendía lo horrible que era y cuánto daño había causado a las personas.

Nos empaqué algo de ropa dado que nos alojaríamos en Seattle durante la noche y nos dirigimos allí
después de que terminé. El viaje fue largo y ninguno de los dos habló mucho, ambos absortos en
nuestros pensamientos. No estaba segura de qué le mortificaba, pero no me atreví a preguntar. Era
injusto por mi parte esperar que compartiera sus pensamientos conmigo cuando yo no le estaba
extendiendo la misma cortesía.

Era tarde para el momento en que Edward aparcó su coche al otro lado de un hermoso y enorme
edificio de ladrillo en la ciudad. Edward tomó nuestro equipaje y cerró el coche antes de tomar mi
mano y llevarme al otro lado de la calle. Apretó un pequeño botón cuando llegamos a la puerta
principal y la voz de Jasper llegó a través de un pequeño sistema de intercomunicación antes de que la
puerta sonara y se abriera. Hizo un gesto para que entrara y me guió hacia un ascensor que nos llevó
hasta el sexto piso. Salimos del ascensor y nos dirigimos por un pasillo, deteniéndonos frente a una
puerta con el número sesenta y siete sobre ella.

Extendió la mano para llamar, pero antes de que pudiera la puerta se abrió y se encontró cara a cara
con Alice. Ella sonreía alegremente y se lanzó hacia mí. ”¡Feliz cumpleaños!” Exclamó con
entusiasmo, apretándome en un abrazo. Oí la risa de Jasper y eché un vistazo para verlo de pie en la
puerta sonriendo.

“Eh, gracias, Alice” dije.


“Sí, feliz cumpleaños, Isabella” dijo Jasper cuando Alice me soltó, sosteniendo sus brazos a mi
alrededor. Sonreí suavemente y sentí una oleada de emoción mientras me abrazaba, sintiendo la
vergüenza luchar contra el confort natural que Jasper siempre me hacía sentir.

Me soltó después de un segundo, diciéndonos que entráramos y me congelé en el momento en que


puse un pie en la sala. El lugar era inmenso, las paredes eran de un color marrón suave que hacían que
todo se sintiera cálido. Estaba decorada principalmente en tonos azules y bronce, y tenía hermosas
obras de arte en las paredes, pero eso no era lo que había detenido mis pasos. Fue el gran racimo de
globos de cumpleaños sobre la mesa redonda cerca de la cocina lo que llamó mi atención. Había
regalos en la mesa junto a los globos y lo que parecía ser un pastel, y yo solo me quedé mirando todo
en estado de shock. Sentí tanta gratitud hacia mis amigos en ese momento, pero la culpa me devoraba
por dentro mientras las lágrimas se formaban en mis ojos. No había querido que hicieran nada por mi
cumpleaños, ya que celebrarlo se sentía como una farsa.

“No debieron haber...” empecé, pero Alice me interrumpió rápidamente.

“No seas tonta”, dijo, agarrando mi brazo y acercándome hacia la mesa. Suspiré resignada al hecho de
que luchar contra ella en el asunto era inútil. Sacó una silla y sonrió, haciendo un gesto para que me
sentara. Hice lo que me pidió mientras Edward se acercaba, apoyándose en el mostrador a través de la
habitación y me miraba con curiosidad. Alice empezó a poner velas en el pastel de la mesa y le eché
un vistazo, leyendo las palabras «Feliz cumpleaños, Isabella» escrito en rojo. Jasper fue detrás de
Alice y encendió las velas, ambos se pusieron a un lado cuando terminaron. Alice comenzó a cantar a
todo pulmón la canción de cumpleaños con voz chillona, Edward y Jasper murmurando junto con ella,
y cuando terminaron me dijeron que pidiera un deseo y soplara. Me quedé mirando las llamas
vacilantes de las velas de cumpleaños por un momento antes de en silencio desear lo único que
realmente quería en ese momento.

Deseé, después de todo lo que había pasado, que nosotros estuviéramos bien.

Respiré profundamente y apagué las velas, sonriendo cuando Alice empezó a chillar con entusiasmo.
Observé como las nubes de humo se elevaban de las velas y Jasper las sacaba al tiempo que Alice
prácticamente puso un regalo en mi cara. Me quedé boquiabierta, sin saber cómo reaccionar, y Edward
gimió.

“Bájale a esa mierda de una vez, Alice” dijo, sacudiendo la cabeza. “Dale un poco de jodido espacio
para respirar”. Alice puso los ojos en blanco pero le sonreí, agradecida debido a que todo era un poco
abrumador y apreciaba que él tratara de entenderme. Abrí el pequeño paquete con cuidado,
encontrando lo que parecía ser un costoso reloj de plata. Lo saqué y lo miré detenidamente.

“Ese es de parte de Rosalie” dijo Alice. La miré con sorpresa y ella sonrió. “Los enviaron aquí”.

Asentí comprendiendo, agradecida y abrumada que incluso desde lejos, ellos se preocupaban por mí.
Ella me dio más regalos y abrió una gran caja de artículos de arte que olían a frutas de parte de
Emmett con una carta que decía que no los oliera demasiado o podría alucinar. Había una nota añadida
en la parte inferior de Rosalie diciendo que Emmett lo experimentó y confirmó que efectivamente era
posible drogarse con ellos, y sugería que los mantuviera lejos de Edward para que no tuviera ninguna
idea brillante. Nos reímos y Edward gimió molesto por la broma de Rosalie, pero sonrió de todas
formas.
Alice me dio un bolso, diciendo que era hora de que empezara a llevar uno porque toda mujer necesita
un buen bolso, y Jasper me dio juegos electrónicos de Jeopardy y Trivial Pursuit dado que sabía que
me gustaban.

“Esto es de Esme y Alec” dijo Jasper, y me entregó otro paquete. Me quedé inmóvil y lo miré,
asombrada. Todos me miraron con curiosidad, así que lo tomé después de un segundo, sorprendida de
que me hubieran dado un regalo de cumpleaños. Lo abrí con cuidado, sacando una caja de cobre de
tamaño mediano con una ventana de cristal en la parte superior. Dentro de la ventana había un trébol
de cuatro hojas, junto con algunos corazones rojos y abalorios de plata brillante. Era impresionante y
tiré de la tapa encontrando que estaba forrado de terciopelo, que era del mismo color que los
corazones en la parte delantera. No estaba del todo segura de lo que era, pero sentí que mis ojos se
llenaban de lágrimas por el hecho de que se trataba, obviamente, de algo especial.

“Es una caja relicario” dijo Edward suavemente, su voz me sobresaltó, porque no lo había sentido
aproximarse. “Viendo la parte delantera supongo que representa el amor y la suerte. Se supone que
debes guardar tus tesoros en esto, tu mierda importante.”

Lo miré y sonreí mientras una lágrima se deslizaba por mi mejilla. ”No creo que vayas a caber” dije
en voz baja, limpiándome los ojos. Él se rió entre dientes.

“Sí, tampoco lo creo, tesoro. Ni siquiera mi polla encajaría en esa cosa” dijo en broma. Me sonrojé y
negué con la cabeza, ya que todos se rieron. Puse la caja sobre la mesa y suspiré.

“¿Ya terminamos?” pregunté, mirándolos. Todos asintieron y suspiré con alivio, contenta de que esa
parte haya terminado.

Nos sentamos y comimos pastel, charlando despreocupadamente. Jasper nos contó acerca de la escuela
y la vida en Seattle, y Alice y Edward compartieron historias sobre todos en Forks. Escuché,
agradecida de que la atención no estuviera en mí por el momento, siendo simplemente feliz por estar
en su compañía. Al final ordenaron pizza y nos pasamos la noche viendo películas y jugando juegos, el
ambiente relajado. Eventualmente Rosalie y Emmett llamaron y hablé con ellos durante unos minutos
mientras me contaron acerca de su escuela y me desearon un feliz cumpleaños.

“Así que, ¿has pensado en lo que vas a hacer el año que viene?” Jasper le preguntó a Edward en algún
momento, su pregunta me puso nerviosa porque Edward y yo no habíamos abordado ese tema desde
que regresamos y no estaba segura de cuáles eran sus pensamientos sobre el tema. Él se encogió de
hombros.

“Probablemente vaya a la escuela en algún lugar de California, supongo” dijo. ”Donde quiera que
Isabella quiera ir”. Sonreí suavemente mientras me miraba.

“¿Qué hay en California?” Preguntó Alice. Edward se rió entre dientes.

“Ni siquiera preguntes” dijo. “No es Forks o Chicago y eso es todo lo que realmente me importa
ahora. Mientras ella se case conmigo, voy a seguir su culo a las putas puertas del infierno si es allí
donde quiere ir.”

Jasper había estado tomando una bebida y empezó a ahogarse cuando Edward habló, escupiendo soda
sobre sí mismo mientras empezaba a toser con fuerza. Levantó las manos en un intento de abrir su
tráquea, jadeando en busca de aire.

“¿Qué demonios te pasa? “Preguntó Edward, mirando a Jasper. Jasper sacudió la cabeza mientras
recuperaba el aliento, secándose los ojos, ya que habían comenzado a humedecerse.

“Nada, hombre. Solo me tomó por sorpresa el oírte decir esa palabra”, dijo. El ceño de Edward se
frunció.

“¿Qué palabra?” Preguntó.

“Casarte” dijo, poniéndose de pie mientras se dirigía a la cocina para limpiarse. Edward rodó los ojos.

“Lo que sea. Nunca pensé que haría esa mierda tampoco. Me alegro de que ella esté de acuerdo con
ello “dijo.

“¿Perdón?” Dijo Jasper, entrando de nuevo en la habitación con una expresión de asombro en su
rostro. “¿Qué acabas de decir?”

Edward gimió. ”Cristo, Jazz, ¿estás jodidamente sordo?”, dijo con irritación.

“No, pero pensé que acabo de oírte decir que ella aceptó casarse contigo” dijo Jasper.

“Eso dije”, dijo Edward. “Quiero decir, bueno, le pregunté y ella estuvo de acuerdo, pero…”

“¿Se lo propusiste? “ Alice chilló, saltando.

“Creo que se puede decir eso” dijo. Alice se volvió a mirarme con sorpresa y corrió hacia mí,
agarrando mi mano.

“¿Dónde está el anillo?” preguntó con entusiasmo. Me quedé mirándola y escuché a Edward gemir.

“No lo tengo” dije. Alice abrió la boca y entrecerró los ojos hacia Edward.

“¿Qué quieres decir con que no tienes un anillo? ¿Al menos te arrodillaste?”, preguntó. Edward negó y
ella se quejó en voz alta, extendiendo la mano y pegándole en un lado de la cabeza. Mis ojos se
abrieron asombrados mientras Edward maldecía, frotando su cabeza. “¿Qué clase de loca propuesta
fue eso, Edward Cullen?”

“Joder, no fue una propuesta real, Cristo” Edward gimió. ”Quiero decir, solo le pregunté si se casaría
conmigo algún día”.

“¡Eso es peor!”, chilló Alice, golpeándolo de nuevo, pero él estaba preparado y la detuvo.

“Mierda, Alice, deja de pegarme” dijo. ”No es como si lo hubiera planeado, solo salió en el puto
momento”. Ella sacudió la cabeza y suspiró con fastidio.

“Te creí más listo, Edward. Toda la planificación que hiciste para el día de San Valentín y echas a
perder por completo la propuesta”, dijo.
Abrió la boca para responder, pero intervine rápidamente antes de que lo hiciera, sintiéndome mal de
que él estuviera recibiendo críticas por algo que me había hecho sentir tan especial. ”Él no la echó a
perder”, le dije. ”No necesito nada de eso. Fue genuino y eso era todo lo que me importaba. Él no tiene
que darme joyas siempre y cuando se entregue a mí”.

Edward sonrió. ”Ves, ¿escuchaste esa mierda, enana? No la cagué”, dijo Edward a la defensiva. Jasper
y yo nos reímos mientras Alice ponía los ojos en blanco, volviendo a sentarse.

“Todavía puedes arrodillarte” dijo ella. Edward se rió entre dientes.

“Sí, bueno, me puse entre sus rodillas, si sabes lo que quiero decir”, dijo en tono de broma. Me sonrojé
por la vergüenza y Alice rodó los ojos de nuevo.

“Sí, estoy segura de que eso fue romántico”, murmuró.

“Lo fue”, respondí de inmediato sin pensar. Edward se rió.

“Mira” dijo él. ”Sé cómo hacérselo a mi chica. Sé cómo conseguir todo en ese coño...”

“No, no, no”, dijo Jasper en voz alta, moviendo la cabeza y levantando sus manos. “No puedes hablar
de esto. Ella es como una hermana para mí y no quiero escucharlo”.

Edward se rió y se encogió de hombros. “Me parece bien. Sin embargo, Alice fue la que empezó con
esa mierda”.

Cambiaron de tema rápidamente, para mi alivio, y el resto de la noche pasó sin incidentes. Edward y
yo nos dirigimos a la habitación de invitados en algún momento después de la medianoche y nos
cambiamos, subiendo a la cama para descansar un poco. Me tomó en sus brazos y me acurrucó contra
su pecho, ninguno de los dos dijo nada durante un rato. Estaba frotando suavemente mi espalda
mientras mi mano se deslizaba bajo su camisa, mis dedos corriendo sobre sus abdominales y
acariciando el rastro de vello que corría por su estómago.

“Me gustaría poder leer tu mente”, dijo Edward finalmente, rompiendo el silencio.

“¿Por qué dices eso?”, le pregunté.

“Así podría saber qué decir para hacerte sentir mejor”, respondió. Dejé de mover mi mano y lo miré,
viendo preocupación en su expresión. Suspiré y sacudí la cabeza.

“Siempre sabes qué decir”, le dije. Se rió secamente.

“Si eso fuera verdad, no saldrías a hurtadillas de la cama todas las noches”, dijo. Me puse nerviosa al
oír sus palabras y él negó con la cabeza. Me senté para darle un poco de espacio mientras se erguía
sobre sus codos para mirarme con una expresión seria en su rostro. ”Sí, lo sé. Mi padre dejó las
cámaras encendidas desde que regresamos. Sé que pasas la mayor parte de tu tiempo sentada en la
biblioteca y mirando fijamente al espacio. Sé que caminas alrededor como una maldita zombi cuando
no estoy. Sé que te escapas de la cama. Sé toda esa mierda, Bella, pero lo que no sé es por qué no
quieres hablar conmigo al respecto. No sé por qué prefieres mentirme.”
Me di cuenta por su tono de que estaba molesto y lo miré fijamente, mi culpa y vergüenza por las
nubes cuando vi el dolor en sus ojos. Me dolía saber que le estaba haciendo daño, porque era la última
cosa que quería hacer. Nunca quise causarle a Edward Cullen una pizca de dolor, pero era en lo que
más éxito había tenido.

Traté de luchar contra las lágrimas, pero ellas se derramaron de todos modos, y aparté los ojos,
incapaz de ver su expresión. Me acosté y me di la vuelta lejos de él, apretando los ojos cerrándolos
con fuerza, y deseando que el mundo exterior desapareciera. Le oí suspirar mientras la cama se movía,
y contuve la respiración esperando que se levantara y se alejar. Me dolía el pecho ante la mera idea de
que él alguna vez me dejara, siempre juró que no iba a renunciar a mí, pero yo seguía esperando el día
en que cambiara de opinión. Estaba esperando el momento en que se diera cuenta de que se había
equivocado acerca de mí y decidiera que no lo merezco. Estaba esperando el momento en que
declarara que no era digna de él y si sabía lo que yo sabía, lo haría. Si supiera lo que yo sabía, me
odiaría tanto como me odiaba a mí misma.

Un día después de que regresamos de Phoenix, había entrado en la biblioteca de la casa de los Cullen
en busca de un libro para leer. Necesitaba algo que me distrajera mientras Edward regresaba de la
escuela y sabía que la lectura era mi mayor esperanza. Podía perderme en un mundo diferente, ser
absorbida por un tiempo y lugar de ficción, por la vida de otra persona. No tenía manera de saber,
mientras sacaba el libro de cuero gastado de la estantería, que en lugar de escapar a un mundo
diferente, sería atraída aún más en el mío. Poco sabía que al abrir el libro, la realidad me golpearía
duro y me haría cuestionarme todo de lo que había estado segura en mi vida.

Era un libro que lucía muy sencillo, pero las palabras que contenían sus páginas eran algunas de las
más poderosas que jamás había leído. Lo había visto un par de veces, cada vez lo había dejado pasar
por otro libro, pero ese día lo agarré distraída y lo abrí, frunciendo el ceño en confusión cuando vi la
escritura a mano.

No, no tenía manera de saber que me había tropezado con el diario de Elizabeth Cullen en medio de
esos cientos de libros, y no hay manera de saber lo que descubriría en él. Me había dado cuenta casi al
instante de lo que en realidad había encontrado, y debería haberlo devuelto a su lugar de inmediato... y
lo habría hecho si no fuera por lo que vi en el momento que miré una página.

Vi mi nombre.

Leí ese único pasaje, por lo menos una docena de veces, nunca aventurándome más allá de esa página,
ya que contenía toda la información que yo alguna vez había necesitado escuchar con el fin de conocer
la verdad.

La verdad de que todo había sido culpa mía, yo había causado todo. Ella aún estaría viva si no fuera
por mí y nada nunca cambiaría ese hecho. Edward nunca entendería y algún día descubriría la verdad,
como yo lo hice, y se daría cuenta entonces que no valía la pena.

Había llegado a un acuerdo conmigo misma con respecto a la muerte de mi madre rápidamente. Ella
optó por poner fin a su propia vida y no podía estar enfadada con ella por eso. Ella estaba finalmente
en paz y libre, donde quiera que fuera, y ese pensamiento me hizo sonreír. El pensamiento de mi
madre como un ángel, mirándome, fue una de las cosas más hermosas que podía imaginar. Ella
merecía la libertad de la vida que vivió y la había encontrado, y la echaba de menos, pero no tenía
derecho a ser egoísta. Murió con una sonrisa en su cara y el peso del mundo levantado de sus hombros,
y después de todo lo que había sufrido y hecho por mí, se merecía ese momento. Merecía tener un
momento donde solo pensara en ella y en lo que quería, y estaba claro para mí que lo que quería era un
alivio.

No podía culparla por eso, y no tenía derecho a lamentarme por su pérdida cuando, al hacerlo, ella
finalmente fue libre. Era su única verdadera manera de escapar y lo entendí... pero la madre de Edward
era otra historia. Nunca podría deshacer lo que había causado, y nunca olvidaría lo que leí cuando abrí
ese libro.

13 de septiembre de 1993

Fuimos a Phoenix otra vez hoy. Carlisle casi nos hizo quedarnos en casa, pero hice todo lo que se me
ocurrió para convencerlo de que iba a estar bien. Me aproveché de su culpa y me siento mal por eso,
pero era importante que lo hiciera porque tenía que verla de nuevo. Llevé a Edward conmigo, y
Carlisle no estaba muy contento de llevarlo a esa casa, cerca de esas personas, pero le dije que estaba
siendo tonto. Si no fuera seguro para Edward entonces toda su lógica acerca de que estaba bien
dejarla a ella allí era ridícula. El hecho de que Isabella Swan no era mi hija no quiere decir que ella
no era tan especial para mí como mis propios hijos.

Sabía que era su cumpleaños y me rompía el corazón que nadie le prestó ninguna atención.

Carlisle no me dejaría llevarle nada y yo le di la ley del hielo, ya que por lo general me ayudaba a
conseguir lo que quería, pero no funcionó. Fuimos capaces de colar un poco de chocolate y Edward le
dio un pedazo, así que al menos ella consiguió eso. La pobre niña nunca tuvo chocolate antes y quería
guardarlo para más tarde. Espero que ella lo pueda comer.

Fue muy lindo verlos a ella y a Edward juntos. Edward no sabía qué pensar de ella al principio, pero
ella lo hechizó rápidamente justo como sabía que lo haría. Es una niña tan dulce y merece algo mejor
de lo que tiene. Otra vez estaba tan sucia y todavía no tenía zapatos. Solo deseé que Carlisle me
hubiera dejado al menos llevarle un par de zapatos para proteger sus pies. Entiendo por qué no lo
hizo, pero sigue sin gustarme.

Tuve un momento difícil al dejarla y le prometí que volvería pronto para jugar, pero Carlisle dijo que
no podría ocurrir nunca más. Dijo que estaba demasiado apegada a ella y solo estaba cuidando de mí,
pero él no entiende. No me importa si me deja ir a Phoenix con él o no, no voy a renunciar a Isabella.
Amo esa niña tanto como amo a mis propios hijos, y no puedo renunciar a ella no más de lo que puedo
renunciar a mi Edward o Jasper o Emmett.

Alguien tiene que salvarla y nadie más está, siquiera, intentándolo. Lloro todas las noches solo de
pensar en lo que va a tener que pasar cuando ella finalmente se dé cuenta de que es una esclava y de
que hay un mundo entero del que no se le permite formar parte. Ella es muy especial para tener que
pasar por eso y tengo que salvarla antes de que suceda... con o sin la ayuda de mi marido.

Carlisle no lo entiende. No puedo salvar el mundo y lo sé, pero también sé que puedo salvar a esa
niña. Tengo que hacerlo. Fue el destino quien me permitió encontrarme con Isabella Swan. Él dice que
estoy haciendo el ridículo con mi supuesto sentido del destino, pero mi intuición nunca ha estado
equivocada antes. Lo sentí con él, lo sentí con mis hijos, y lo siento con Isabella Swan. Ella está
llamada a ser una parte de mi familia y nada que pueda decir me hará cambiar de opinión. Lo siento
en mis huesos y solo verla con mi Edward reafirma eso. Los dos están predestinados a estar en la vida
del otro.

Es el destino.

Me di cuenta hoy que no importa lo que se necesite o lo que me pueda pasar a mí, voy a liberarla
algún día. Se supone que los padres deben proteger a sus hijos y moriría por los míos si eso significa
que los mantendré a salvo, y eso incluye a Isabella.

Voy a salvarla.

...

Fui yo... Yo fui la que hizo que mataran a la madre de Edward. Yo era la persona a la que había tratado
de ayudar y por la que había dado su vida. Yo era la que había causado que Edward estuviera tan roto,
la que había destruido su vida. Había destruido todas sus vidas y Edward nunca sería capaz de
entender. Era la razón por la que el doctor Cullen me había comprado en primer lugar, la razón por la
que su jefe sabía quién era yo. La razón por la que el doctor Cullen había dicho que yo no merecía la
pena era porque su esposa había sido asesinada por mi culpa, y estaba segura que cuando Edward se
diera cuenta se sentiría de la misma manera. Él siempre dijo que la persona que mató a su madre
destruyó su familia y yo era esa persona. Nunca sería capaz de perdonarme por eso.

No había nada especial acerca de mi cumpleaños, porque aquel día sin darme cuenta había empezado a
arruinar sus vidas. Si yo nunca hubiera nacido, ella todavía estaría viva.

Edward me agarró y me puso contra él, mi cuerpo empezó a temblar. Traté de contenerme pero no
pude, sollozos estrangulados escaparon de mi garganta mientras luchaba por mantener la compostura.
Él no se había alejado aún, pero lo haría. Podría jurarle mi amor y devoción a él, estaría de acuerdo en
casarme con él y decirle que quería pasar el resto de mi vida con él, pero nada de eso importaba. Sabía
que era solo cuestión de tiempo hasta que todo llegue a su fin porque no merecía su devoción después
de lo que le había causado, y tenía mucho miedo de que él se diera cuenta de eso algún día.

“Te lo dije, joder, no voy a renunciar a ti”, dijo, estrechándome con más fuerza. “Cristo, nena, desearía
saber lo que está mal. Desearía que hables conmigo”.

Me extendí y agarré sus brazos que estaban a mí alrededor, tratando de buscar consuelo en su abrazo.
Él siempre me hizo sentir segura con su familiar olor y su calor, y necesitaba eso otra vez porque me
estaba empezando a sentir desesperadamente sola. No había nada que quisiera más que decirle, y
hacerle entender lo culpable y avergonzada que me sentía, pero no podía hacerlo. No podía decirle, ya
que solo le haría más daño de lo que ya lo estaba y nunca quise hacerle eso a él. Lo amaba con cada
fibra de mi ser y él me había dicho innumerables veces que lo había salvado, que lo saqué de la
oscuridad que amenazaba con consumirlo. ¿Cómo iba a decirle que había sido mi culpa que él
estuviera allí en primer lugar? ¿Cómo podía decirle que la persona de la que necesitaba salvarse era
yo?
Puede que no haya apretado el gatillo, pero eso no me hacía menos culpable. Yo la había matado.

El conocimiento de que él casi había muerto, por mi culpa. Eso devoraba mi conciencia hasta el punto
en que no podía mirar la cicatriz que marcaba su hermoso cuerpo, la culpa casi me hacía encogerme
de dolor. Ni siquiera importaba si Edward alguna vez sería capaz de encontrar en su corazón la fuerza
para perdonarme por lo que hice, porque ni siquiera estaba segura de si me perdonaría a mí misma.

Leer el diario había hecho que ciertos recuerdos resurgieran, y se reproducían en mi mente hasta que
me quedaba dormida. Esa era la razón por la que salía de la cama cuando Edward se iba, la vergüenza
abrumándome mientras dormía al lado del maravilloso hombre cuya vida había corrompido. Me dolía
físicamente, mi pecho se constreñía hasta el punto en que sentía como si mi corazón fuera a estallar y
mis pulmones estuvieran incendiándose, tenerlo a él me reconfortaba aun cuando no lo merecía. Yo lo
quería desesperadamente, lo necesitaba, pero de ninguna manera él debería haberme amado a cambio.
¿Qué derecho tenía yo, después de lo que había sucedido? ¿Quién le había consolado cuando estuvo
destruido y solo?

Me sostuvo mientras lloraba hasta quedarme dormida, y luché tanto tiempo como fue posible, pero el
agotamiento me ganó como de costumbre. Me quedé dormida, en mi sueño viendo a la señora Cullen
en su largo vestido azul con su llamativo pelo rojo cayendo en ondas por su espalda con un pequeño
Edward a su lado. Se veía tan nervioso y me miraba con desconfianza, como si fuera algo ajeno y él
estaba tratando de averiguar si yo era una amenaza para su madre. Supe de inmediato cuán protector
era con ella, de lo mucho que la tenía en gran estima y la idolatraba. Incluso a la edad de cuatro años
me di cuenta de que ella era su mundo y él me percibía como una amenaza para su universo.

Si tan solo hubiera sabido lo correcta que había sido su sospecha.

Si él hubiera sabido la gran amenaza que realmente era.

Estaba encantada con él, ya que nunca había visto a alguien tan pequeño como yo antes. De inmediato
quería que fuera mi amigo y había decidido hacer que sucediera.

“Izzy, cariño, este es mi hijo Edward” dijo la señora Cullen, en cuclillas para estar a mi mismo nivel.
Sonreí y me volví para mirar al chico con el pelo brillante y los ojos verdes.

“Hola, Edward” declaré con entusiasmo. “¿Quieres ser mi amigo?”

Él me miró con confusión. “No sé” dijo con cautela.

“Me gusta tener amigos”, le dije. “Tengo un montón de ellos y a todos les puse nombres”.

“Mamá dice que algún día voy a tener amigos que ella pueda ver, pero no me importa si ella puede
verlos realmente, ¡me gustan! Creo que mi mamá sería muy feliz si fueras mi amigo”.

“Está bien”, respondió, todavía mirándome de manera extraña. Sonreí.

“¿Así que vas a ser mi amigo?” Le pregunté. Él se encogió de hombros.

“Supongo” murmuró.
“Yay” grité emocionada. “¡Si eres mi amigo, podemos jugar! Mi mamá me dijo que no hablara con
extraños, pero si eres mi amigo, entonces no eres un extraño porque te conozco ahora”.

Frunció el ceño mientras me miraba. “¿Qué está mal contigo?” preguntó con confusión, la pregunta no
tenía sentido para mí. Me miré a mí misma rápidamente.

“¿Dónde?” le pregunté, sin saber a qué se refería. Mi pregunta solo sirvió para confundir más a
Edward mientras me miraba boquiabierto, y sacudí mi cabeza tratando de averiguar lo que él vio que
estaba mal.

“Eres extraña”, declaró. Mi frente se arrugó y la señora Cullen suspiró.

“Edward, sé educado”, le reprendió, su expresión cambió inmediatamente de la confusión a la


vergüenza. Bajó la mirada hacia el suelo con aire de culpabilidad.

“Lo siento, mamá” murmuró.

“Está bien, cariño. Aunque, sabes bien que no debes juzgar a las personas. Tienes que conocer a
alguien y darle una oportunidad”, le dijo suavemente. Él asintió con la cabeza comprendiendo,
mirándome.

“Podemos ser amigos”, dijo vacilante. Mi entusiasmo creció con sus palabras y le sonreí. Me acerqué
a darle la mano y comencé a tirar de él, llevándolo hacia el jardín. Se resistió al principio, y miró a su
madre con una expresión casi de pánico, pero ella sonrió suavemente y asintió con la cabeza.

“Ve, sole. No te arrepentirás”, dijo. Él suspiró y se rindió, pasando junto a mí.

“Espero que no” murmuró.

Me acordé de todo eso, cada pedacito de ese día. Él se relajó rápidamente una vez que bajó la guardia,
dejando que sus muros se derrumbaran. Recordé su resistencia a ensuciarse y mi insistencia en que
estaba bien. Él se agachó y se sentó en el suelo con cuidado, siguiendo mi ejemplo. Recordé que me
ofreció chocolate y que no entendía lo que quería decir, asumiendo que quería un beso. Estaba
confundida al respecto, pero tal y como cedí en el presente, accedí y besé sus labios rápidamente.
Recordé que guardé el chocolate para luego, y hasta me acordé de las secuelas de ese incidente cuando
los Swan me descubrieron.

En el momento en que se fueron esa tarde, era evidente que la declaración de Edward de que podíamos
ser amigos era algo más que palabras. Se había convertido en mi amigo, y cuando se fueron le oí
decirle a su madre que ella había estado en lo cierto, no se arrepentía de haberme dado una
oportunidad.

El pasado reflejaba el presente de muchas maneras, desde nuestro primer encuentro siendo un
malentendido hasta nuestro primer beso y ese trozo de chocolate, pero sabía que había una parte en la
que el presente sería diferente de aquel día. Puede que no haya lamentado conocerme, pero sabía que
lo haría ahora. Sabía, después de todo lo que había dicho acerca de la ira y el odio que sentía por la
persona que causó la muerte de su madre, que se arrepentiría de siquiera haberme dejado entrar en su
vida.
Ese día se reprodujo en mi subconsciente mientras dormía inquieta, y me desperté la mañana siguiente
y forcé una sonrisa en mis labios, como hacía todos los días. Él se despertó y me miró con curiosidad,
el dolor todavía evidente en sus ojos, pero lo ignoré lo mejor que pude. No sabía cómo hacer que se
fuera, por mucho que desesperadamente lo deseara.

Salimos y nos dirigimos de vuelta a casa, el aire entre nosotros era denso con la tensión. Había ido
creciendo con los días, pero era más fuerte e incómodo ahora. No me presionó para obtener
información y yo estaba agradecida por ello, incapaz de ofrecer cualquier cosa para hacerle entender.

La siguiente semana pasó volando, vi muy poco a Edward excepto por las noches a causa de la escuela
y de las prácticas de fútbol. Me pasaba los días en la biblioteca, tenía el diario en mis manos y deseaba
con todo mi ser poder olvidar. Me hubiera gustado que no fuera verdad, que pudiera regresar el tiempo
y hacer algo para cambiar la forma en que todo sucedió.

Mi vacío y la vergüenza solo parecían crecer mientras pasaban los días, y la propia actitud de Edward
cambió junto con la mía. Él se estaba impacientando, perdía su temperamento más a menudo mientras
rápidamente comenzaba a caer en viejos patrones. Había sido rudo y dicho groserías sin pensar, y les
resté importancia a pesar de que me hacían daño. Fuimos poco a poco alejándonos, lo sabía, pero tenía
la esperanza de que encontraríamos una manera de salir de esto con el tiempo. Tenía que creer en mi
corazón, a pesar del hecho de que mi mente me decía otra cosa.

Mi corazón se aferró a mi amor por él y su evidente devoción hacia mí, desesperado por recuperar la
sensación que había sentido cuando él me pidió que me casara con él algún día, pero mi cerebro no
paraba de reproducir lo que había pasado.... Mi vergüenza y amor tenían una lucha dentro de mí
mientras me distanciaba lentamente, y Edward comenzó a convertirse en una víctima de mi guerra.
Deseaba con todo mi ser que todo se acabara, que volviéramos a estar bien, pero no tenía ni idea de
cómo solucionar nada de eso.

No tenía ni idea de cómo íbamos a sobrevivir.

Era viernes por la mañana y yo estaba en la cocina haciendo un poco de jugo de naranja cuando
Edward entró. Sostuve el vaso para él y lo tomó, y me dio una pequeña sonrisa mientras tomaba un
sorbo. “Gracias”, murmuró. Asentí y metí la jarra en la nevera mientras él se servía un plato de cereal.
“¿Vienes a mi juego esta noche?”

Le miré con sorpresa. “¿Tu juego?” Le pregunté. Suspiró y asintió.

“Sí, nuestro primer partido es esta noche” dijo. “Si no quieres venir, está bien, solo preguntaba.

“No, por supuesto que quiero ir”, le dije rápidamente, sintiéndome culpable de que no me había dado
cuenta de que su primer partido se acercaba. Sonrió y pude ver la emoción en sus ojos, feliz de que
quisiera estar allí para él. Le devolví la sonrisa y se inclinó, besando mis labios rápidamente.

“Te amo, “dijo en voz baja, sus palabras hacían latir mi corazón.

“Yo también te amo”, le respondí.

Comió sus cereales y partió para la escuela, diciéndome que el juego comenzaría a las siete y cuarto y
que me vería después. Me puse de pie junto a la ventana de la cocina y vi cómo se metía en su coche,
encendió su auto y desapareció de mi vista. Pasé la tarde limpiando la habitación de Edward, ya que
había sido bastante perezoso y estaba tirando las cosas de nuevo, antes de tomar una ducha y vestirme.
Me puse un par de vaqueros y una camiseta de color rosa, deslizándome en un par de zapatillas de
ballet que hacían juego. Hice un esfuerzo para arreglar mi pelo, recogiendo la mitad con una horquilla
y me puse un poco de brillo labial.

Alice llamó finalmente, emocionada cuando se enteró de que iba a ir al juego y dijo que me
encontraría allí. Me sentí un poco mejor, sabiendo que no estaría sola todo el tiempo, pero eso no
mató por completo mi ansiedad. Salí de la casa a eso de las siete, mis nervios me quemaban mientras
subía detrás del asiento del conductor del coche que ellos habían comprado para mí. Conduje despacio
por la ciudad, apretando con fuerza el volante mientras trataba de mantenerme bajo control. Me
acordé de los partidos del año anterior y el número de personas que estaban allí, lo que me hizo sentir
aún más ansiosa.

Entré en el estacionamiento de la escuela y aparqué en el primer lugar que vi, bajándome y mirando a
mi alrededor con nerviosismo buscando el vehículo de Alice. Lo vi estacionado a un lado de la escuela
y dejé escapar un suspiro de alivio porque ella ya estaba aquí. Podía oír el ruido del estadio y el
locutor hablando sobre el juego, sabiendo que había comenzado ya. Oí el nombre de Edward y la
multitud aplaudió salvajemente, mi oído comenzó a pitar con furia ante el sonido. Me temblaban las
manos y miré hacia el coche, estremeciéndome y gritando cuando casi choqué con alguien de pie
detrás de mí.

“Whoa”, dijo Jacob, con los ojos muy abiertos por la sorpresa. “Relájate, soy solo yo”.

Agarré mi pecho, haciendo que mi corazón se calmara, y le estreché mis ojos. “¿Solo tú? ¿Se supone
que debo estar aliviada de que seas tú?” Espeté. Él se rió y levantó las manos a la defensiva.

“Me heriste”, dijo en broma. “Te lo digo, te vuelves más descarada cada vez que te veo”.

Me sonrojé. “¿Qué quieres, Jacob Black?”, pregunté sacudiendo la cabeza.

Se encogió de hombros.

“¿Tengo que querer algo?”, me preguntó. “Acabo de llegar y te vi, y pensé que te gustaría caminar
conmigo, así no tendrías que hacerlo sola”.

Lo miré con recelo, preguntándome qué estaba haciendo. “Si estás esperando herir a Edward haciendo
que nos vean juntos, puedes irte Jacob, porque no va a funcionar. No voy a jugar tu juego”, le dije con
irritación. Me miró con sorpresa y se echó a reír.

“Bueno, honestamente, eso ni siquiera se me había pasado por la cabeza, pero ahora que lo dices... “
Comenzó a decir. Gemí y sacudí la cabeza.

”Adiós, Jacob”, le dije girando y dirigiéndome hacia el estadio rápidamente. Miré hacia arriba cuando
estaba a unos pocos metros de distancia del coche y me congelé cuando vi a las tres chicas que me
bloqueaban la entrada. Las reconocí de inmediato como las chicas con las que había tenido
encontronazos por Edward más de una vez en el pasado. No había manera de que pudiera entrar sin
tener que pasar junto a ellas, y eso era lo último que quería hacer.

“Vi a las tres putas favoritas de tu novio de pie allí, así que como que supuse que apreciarías un
escolta mientras caminas a través del pelotón de fusilamiento” dijo Jacob caminando detrás de mí.
“Pero si prefieres ir sola...”

“No” dije rápidamente mientras las chicas me miraban, una sonrisa maliciosa apareció en los labios
de Tanya.

La chica llamada Lauren se inclinó y le susurró algo a ella y las dos se echaron a reír, mi estómago se
revolvió ante la vista. Sin duda no estaban planeando nada bueno. La tercera chica, cuyo nombre no
recordaba, creo que era Jessica, era la chica a la que escuché teniendo sexo con Edward ese día en la
casa. Ella no había sido mala conmigo, pero definitivamente no había estado satisfecha por la
interrupción de esa tarde. Ella me miró con una expresión curiosa en su rostro, sus ojos cambiando
hacia Jacob con confusión.

“Vamos”, dijo Jacob y presionó su mano contra mi espalda. Suspiré y comencé a caminar, mirando
hacia el suelo. Nos acercábamos a la entrada y escuchamos que Lauren se rió.

“¿Estas recogiendo las sobras de Cullen, Jacob?” dijo. “No me di cuenta que estabas tan desesperado”.
Jacob se rió.

“¿Siquiera te das cuenta de lo que estás diciendo?” Le preguntó, tirando de mí hacia la taquilla y
rápidamente pagado por dos entradas. “Ustedes tres solían ser su menú principal, ahora mírense. Si
estuviera desesperado, iría con ustedes en su lugar. Pero no lo estoy... aunque, ya sabes, si quieres
organizar un pequeño espectáculo, como lo hiciste para Cullen, podría estar interesado. Me enteré de
la pequeña presentación que Cullen armó para la escuela y no me importaría verla en directo”.

Mi ceño se frunció en confusión cuando la chica llamada Jessica resopló de risa, tapándose la boca
con rapidez para silenciarse a sí misma mientras las otras dos la miraban con rabia.

“Jódete” escupió Tanya. Jacob se rió de nuevo, y nos dirigimos hacia la entrada.

“He estado allí, lo he hecho. No es tan genial, así que voy a tener que pasar”. Mis ojos se abrieron por
la sorpresa y Jacob me llevó dentro del estadio con rapidez, alejándonos antes de que cualquiera de las
chicas pudiera decir una palabra más. Se detuvo cuando llegamos a las gradas y nos dimos la vuelta,
levanté la vista y vi a Alice que estaba saludándonos.

“Gracias, Jacob” le dije, agradecida por lo que había hecho. Me despidió con la mano y sonrió.

“No hay de qué”, dijo. “Que te diviertas, Isabella”.

Dio media vuelta y se fue rápidamente, vi a un grupo de chicos y me di cuenta de que eran sus amigos
de la reserva. Suspiré y me dirigí hasta las gradas, tomando asiento junto a Alice. Me miró
inquisitivamente y suspiré. “Me lo encontré en el estacionamiento, y había algunas chicas por ahí, así
que me acompañó” dije, sabiendo exactamente lo que estaba pensando.

Frunció el ceño.
“Lo siento, debí haberte encontrado ahí. Ni siquiera se me pasó por la mente, pero debería haberlo
imaginado”, dijo. Negué.

“No es gran cosa, Alice. Tengo que acostumbrarme a andar sola”, le dije en voz baja. Sonrió.

“No estarás sola”, dijo alegremente. “Vas a tener a Edward”.

Sonreí con tristeza ante su declaración, deseando con todo mí ser que fuera verdad. Miré hacia abajo
en la cancha y lo vi de inmediato, de pie en el banquillo mirándome. Tenía el ceño fruncido en su
rostro y lo saludé con la mano, pero él siguió mirándome. Mi ceño se frunció en confusión y el
entrenador lo llamó por su nombre, apartando su atención de mí.

Vi cómo se dio la vuelta y se alejó corriendo, poniéndose el casco para salir a la cancha.

Alice y yo conversamos, y vi el partido con admiración. La multitud era ruidosa, la emoción se


palpaba en el aire mientras el equipo de Edward anotaba un touchdown detrás de otro. Estaban en
buena racha y parecía que todo el mundo le daba el crédito a Edward por eso, porque cada pocos
minutos la multitud comenzaban a corear su nombre. Él parecía ajeno a ello, en absoluto instándolos o
incluso complacido por ello.

El juego llegó a su fin y Edward salió rápidamente de la cancha, en dirección a los vestuarios mientras
parte del público descendía sobre el equipo para felicitarlos. Alice y yo nos dirigimos a la zona de
césped cerca de los vestuarios para esperar por él mientras el resto del equipo se dirigía allí. El
teléfono de Alice sonó después de un momento y ella gritó, diciéndome que era Jasper. Le dije que le
dijera «hola» por mí mientras ella contestaba, y empezó a deambular por la zona, ya que estaba
entusiasmada por hablar con él. Sonreí y me acerqué a la valla metálica, apoyada en ella y mirando
hacia la cancha, mientras esperaba.

Oí aclararse una garganta después de un segundo y volví la cabeza para ver a Jacob de pie detrás de
mí.

“Lo sé, yo de nuevo. Te en paz, pero me olvidé de contarte un chiste” dijo. Sonreí suavemente.

“Bueno, adelante entonces”, le dije.

“¿Has oído la historia del zorrillo?”, me preguntó. Negué, vacilante.

“No”, le dije. Sonrió.

“No importa, apesta” dijo. Mi frente se arrugó en un principio antes de que entendiera y empezara a
reír. Se rió e iba a hablar cuando la voz de Edward sonó, mientras gritaba el nombre de Jacob con
enojo. Un escalofrío se disparó por mi espalda terminando en mi estómago, y me volví rápidamente
para ver que se acercaba a Jacob y a mí a toda prisa. Estaba echando humo, con las manos apretadas en
puños y sus fosas nasales dilatadas mientras luchaba por contenerse.

“No quiero problemas, Cullen” dijo Jacob. Edward se rió con amargura, el sonido me asustó. Debe
haberle asustado a Jacob también porque él dio unos pasos alejándose de mí mientras Edward se
acercaba. Extendí la mano para agarrar el brazo de Edward, pero él se zafó, extendiendo la mano y
empujando a Jacob.
“Edward, detente”, le dije entrando en pánico. Jacob levantó las manos a la defensiva, pero Edward las
alejó antes de empujarlo de nuevo.

“Si no deseas ningún puto problema, no hubieras estado aquí” Edward escupió, empujándolo de nuevo.
Jacob tropezó y negó con la cabeza.

“Maldita sea, hombre, solo le estaba contando un puto chiste” Jacob dijo a la defensiva, su propia voz
mezclada con ira. No podía recordar haber escuchado a Jacob maldecir así antes y me asustó aún más
de lo que ya estaba.

“Y qué puto derecho tienes a hacer eso, ¿eh? ¿Qué puto derecho tienes para involucrarte? ¡No te metas
en mi vida y déjala en paz! Deja de tratar de utilizarla para llegar a mí”, escupió Edward. Jacob lo
miró con rabia.

“¿Yo, usándola? ¡Si alguien la está usando, eres tú! Es enfermizo lo que estás haciéndole a la chica”,
respondió Jacob. “¡La has engañado haciéndole creer que realmente te importa una mierda!”

La ira de Edward se intensificó con las palabras de Jacob y me tensé mientras Edward llevaba su puño
hacia atrás, moviéndolo con fuerza y conectándolo con su mandíbula. La cabeza de Jacob voló
bruscamente hacia un lado mientras se tambaleaba hacia atrás por el golpe, la sangre goteando de su
boca al instante. Alzó su mano y se limpió mientras Edward empezó a gritar.

“Joder, la amo, pedazo de mierda”, Edward escupió. “Aléjate de ella de una puta vez, ella me
pertenece y ¡maldita sea si voy a dejar que la alejes de mí!”

Me quedé mirándolo en shock y Jacob se rió secamente. “¿Siquiera te das cuenta de lo que dices,
Cullen? ¿Ella te pertenece? Eres un maldito enfermo” dijo Jacob bruscamente. “Si realmente la
amaras no dirías cosas así. Si realmente la amaras, ¡dejarías que la chica se fuera!”

Sus palabras dejaron frío a Edward y Jacob se abalanzó sobre él, empujándolo rudamente y tirándolo
al suelo. Edward saltó encima de él y comenzó a golpearlo con los puños. Me sentía enferma mientras
mis rodillas se debilitaban, y me aferré a la valla para mantenerme en pie. Comencé a gritar por
ayudar, gritando para que Edward se detuviera mientras golpeaba repetidamente a Jacob.

Jacob estaba lanzando sus propios golpes, golpeando a Edward en la cara y en la espalda mientras yo
trataba de alejarlo de él. Algunos chicos comenzaron a correr hacia nosotros cuando escucharon mis
gritos y se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo. Agarraron a Edward y lo alejaron de Jacob,
arrastrando a ambos fuera del piso. Edward estaba luchando para salir de su agarre, gritando a Jacob
acerca de cómo iba a matarlo, sus palabras me asustaron. Hacía mucho tiempo que no había visto a
Edward tan fuera de control y empecé a hiperventilar.

No me gustaba nada de esto. Todo se estaba cayendo a pedazos a mi alrededor, todo mi mundo girando
fuera de control. Jacob estaba gritándole de nuevo a Edward y ambos tenían lesiones en sus rostros por
la pelea, las de Jacob significativamente peores que las de Edward. Edward dio unos pasos hacia atrás,
empujando a los chicos que lo retenían.

“Mantente alejado de un puta vez, Jacob”, Edward escupió y los amigos de Jacob lo apartaron. “Lo
juro por Dios, hombre, ¡te mataré de una puta vez!” Alice corrió hacia nosotros, mirando a su
alrededor frenéticamente en estado de shock.

“¿Qué sucedió?”, preguntó con pánico. Yo todavía estaba hiperventilando y sacudí la cabeza
rápidamente, incapaz de articular palabra.

“El jodido Jacob, eso es lo que pasó”, escupió Edward, girándose para mirarme. “De todas las putas
personas que hay, ¿por qué diablos tiene que ser él? Joder, ¿estás tratando de herirme, Isabella? ¿Es de
lo que se trata esta mierda?”

Lo miré boquiabierta mientras el terror me recorría. “¿Qué?” Le pregunté, asombrada ante sus
palabras. Sacudió la cabeza con furia.

“Ya me has oído. ¿Estás tratando de herirme? Te has distanciado de mí, joder, apenas me hablas.
Actúas tan angustiada que ni siquiera quieres dormir a mi lado en la noche la mitad del maldito
tiempo, y lo entiendo. Joder, lo entiendo. Estás sufriendo. Pero, Jesucristo, ¿puedes hablar con
él?¿Puedes reírte con él? ¿Joder, soy yo?” me espetó. Sus palabras me herían y lo miré sorprendida.
Alice lo agarró y le dijo que se detuviera, pero él tiró de su brazo con enojo. “Joder, si estás tratando
de hacerme daño, Isabella, está funcionando. Estoy malditamente herido. ¿Eres feliz? ¿Eh? ¿Estás
jodidamente feliz?”

Negué frenéticamente mientras las lágrimas comenzaban a derramarse de mis ojos. “No, Edward”, le
dije rápidamente. No quería hacerle daño. Hacerle daño era la última cosa que quería hacer y estaba
haciendo todo lo posible para que no se enterara de lo que sabía que realmente le haría daño. “¡Te
amo!”

“¿Lo haces?” Me preguntó. “Joder, te pedí que te casaras conmigo y pareciste feliz como por dos
malditos minutos antes de volver a ignorarme. Si no quieres estar conmigo, joder, solo dímelo”.

“¡Lo hago!” le dije inmediatamente, secándome las lágrimas. “¡Quiero estar contigo!”

“Bueno, tienes una graciosa puñetera forma de demostrarlo” escupió. “He cambiado mi maldita vida
por ti. Mataría por ti. Joder, Isabella, ¡me moriría por ti! ¿Por qué demonios no hablas conmigo? No
puedo más con esta mierda. Solo dime qué coño te pasa”.

“Dime por qué demonios puedes sonreír y reír con este hijo de puta, pero no puedes ni siquiera
mirarme a los putos ojos”.

Negué con la cabeza. “Yo...” empecé. “No puedo, es que...”

“No puedes” dijo con incredulidad, riendo secamente. “Joder, no lo entiendes, ¿verdad? No sabes a
qué coño he renunciado por ti, con lo que he lidiado y he pasado solo para poder estar contigo. ¡No
sabes la mierda que he perdido por ti!”

Sus palabras me golpearon con fuerza, la ira y el dolor me rasgaron por dentro al tiempo que me
quedaba sin aliento. Todo se nubló mientras mi mano salió disparada y lo golpeé en la cara con fuerza,
un dolor punzante fluyó a través de mi palma y hasta la muñeca. Su cabeza cayó hacia un lado y sus
ojos se abrieron por la conmoción. Estaba claro que lo había pillado desprevenido, porque hasta la
última gota de ira que había estado en su expresión se derritió rápidamente y fue reemplazada por la
sorpresa. Se llevó la mano a su mejilla mientras me miraba, el pánico y el miedo casi me paralizaron
cuando me di cuenta de lo que había hecho.

Me tapé la boca rápidamente mientras un sollozo escapó de mis labios y comencé a alejarme de él,
una docena de diferentes emociones arremolinándose a través de mí. Frunció el ceño y dio un paso
hacia delante, su movimiento me desestabilizó. Me di la vuelta y empecé a correr hacia la salida, y le
oí gritar mi nombre detrás de mí, pero no podía parar. Estaba desconcertada y aturdida y tenía que
salir de allí para pensar. Tenía que estar lejos de él para que pudiera ordenar todo y darle sentido a lo
que acababa de suceder. Le oí gritar mi nombre otra vez, pero no me atreví a mirarlo, simplemente
corrí pasando personas mientras salía del estadio. Me encontré con Lauren y accidentalmente la
golpeé contra Tanya y ella me gritó con enojo, pero ni siquiera me molesté en disculparme.

Corrí directamente hacia mi coche y me metí dentro, hurgando en mi bolsillo en busca de las llaves.
Arranqué el coche y lo puse en reversa, saliendo de inmediato. Una bocina sonó mientras casi choqué
con otro coche y pisé los frenos para que pudieran pasar, mis manos temblaban mientras mi cuerpo se
estremecía. Estaba luchando contra los sollozos pero las lágrimas fluían libremente y hacían borrosa
mi visión.

Estaba saliendo del estacionamiento cuando vi a Edward corriendo hacia su coche, esa visión hizo que
mi corazón latiera de forma errática. Salí a la calle y conduje a toda velocidad por la ciudad en pánico.

Estaba asustada y confundida, sin saber a dónde iba o qué estaba haciendo. Conduje a través de Forks
hacia la casa, pero sabía que no podía ir allí todavía. No podía hacerle frente a Edward, no después de
lo que acababa de suceder. Necesitaba tiempo para resolver las cosas y conduje a través de las calles
durante unos minutos hasta que me di cuenta de que había un lugar al que podía ir y que sabía que él
no podía cruzar.

Aceleré por la carretera hacia La Push en la oscuridad, el dolor en mi pecho intensificándose con cada
segundo que pasaba. La culpa y la vergüenza habían llegado a su punto más alto y las palabras de
Edward resonaban en mi cabeza mientras pasaba el letrero de «Bienvenido a La Push». Él había dicho
que no sabía lo que había perdido por mi culpa, pero yo lo sabía...

La pregunta era, ¿él lo sabía?

Conduje por la carretera con la mente ausente por un tiempo, sin tener idea de a dónde estaba yendo
realmente, ni lo que estaba haciendo. Vi el mar después de un rato y llevé el coche junto a la carretera,
saliendo y caminando hacia una cerca. Observé y vi la playa al otro lado del camino, dándome cuenta
de que estaba en el acantilado que Jacob me dijo que él y Edward utilizaban para saltar por diversión.
Suspiré y me subí encima de la barandilla, dando unos pasos para mirar el agua. Me quedé allí por un
momento mientras el teléfono en mi bolsillo trasero empezó a sonar, pero lo ignoré porque sabía
quién era.

El teléfono dejó de sonar para después pasar al correo de voz y luego empezó a sonar de nuevo casi de
inmediato, el ciclo se repitió durante unos minutos. Por último, se detuvo y suspiré, tomándolo para
abrirlo. Siete llamadas perdidas, todas ellas de Edward...

No podía seguir adelante como lo había hecho... ninguno de nosotros podía. Necesitaba hablar con
alguien, pero no podía hablar con la única persona que realmente quería. Estaba destrozada y no tenía
idea de qué hacer, pero sabía que tenía que hacer algo. Dudé, sabiendo que podría haber estado
cometiendo el error más grande de mi vida, sin embargo, busqué en la agenda telefónica de mi celular.
Me detuve cuando llegué a los enlistados en la «J», contemplando. Él me dijo que lo usara si alguna
vez necesitaba a alguien que me escuchara, alguien que estaba en el exterior, y en ese momento se
sentía exactamente como lo que necesitaba. Suspiré y presioné el botón verde de llamada, mi corazón
latía furiosamente mientras sabía que no había vuelta atrás. Era absurdo, y una parte de mí estaba
gritando que colgara el teléfono antes de que contestara, pero no lo hice. Estaba haciendo la única cosa
que le había dicho a Jacob que nunca sería capaz de hacer... Iba a confiar en él.

“Sí, “dijo Jacob mientras respondía. Me quedé en silencio, dudando de mi decisión al momento en que
escuché su voz. Las palabras de Edward rebotaban en mi mente mientras la culpabilidad me
atormentaba. «¿Estás tratando de hacerme daño?» había dicho. «¿Por qué él?»

“Hooolaaa” dijo Jacob. “¿Hay alguien ahí?” Me mordí el labio, nerviosa y estaba a punto de apretar el
botón para finalizar la llamada cuando él suspiró con exasperación. “¿Isabella?”

Me tensé cuando dijo mi nombre, cerrando los ojos. “Yo, eh...” empecé, sin saber qué decir. “No sabía
a dónde ir, y él estaba molesto y lo he lastimado, así que conduje y... eh... Estoy en La Push, porque
sabía que él no puede venir aquí, y no estoy preparada para enfrentarme a él, así que vi el mar y salí
y...” Suspiró de nuevo mientras divagaba.

“Quédate donde estás, te encontraré”.

El teléfono hizo clic cuando colgó y lo cerré, estaba a punto de meterlo en el bolsillo de atrás cuando
empezó a sonar de nuevo. Volví a abrir y vi que era Edward, vacilé antes de pulsar el botón para
apagar el teléfono. Fruncí el ceño, sintiéndome culpable y lo guardé.

Di unos pasos hacia adelante, hacia el borde del acantilado, mirando hacia abajo en el océano.
Definitivamente estaba muy arriba, pero la vista era hermosa. La luz de la luna brillaba en el agua
mientras las olas se estrellaban contra las rocas, los sonidos y los olores eran reconfortantes. Estaba
oscuro y miraba hacia la oscuridad del agua, aliviada por ello. Todavía me sentía vacía, una parte de
mí murió aún más después de haber lastimado a Edward.

No estaba segura de cuánto tiempo me quedé allí hasta que oí el movimiento detrás de mí, el sonido
de crujido cuando alguien se acercaba. Le oí suspirar cuando se detuvo a pocos metros de distancia.
“Por favor, no saltes”, dijo casualmente. “El agua es peligrosa y es probable que esté fría y la verdad
es que no querría ir detrás de ti. Está muy oscuro, podría golpear mi cabeza contra una roca, y tengo
mucho por lo que vivir para morir así”.

Sonreí ante su indiferencia. “No voy a saltar”, le dije.

“Bien”, respondió dando unos pasos hacia adelante para estar a mi lado. Levanté la vista hacia él y me
quedé helada, horrorizada por su rostro. Su ojo estaba hinchado y su labio estaba roto, los moretones
estaban formándose. “Se ve peor de lo que es”.

Asentí vacilante. “Lo siento”, dije sintiéndome culpable de que él hubiera conseguido una paliza por
mi culpa. Se encogió de hombros e hizo un gesto con la mano como no dándole importancia.
“No es gran cosa”, dijo. “Va a sanar. Joder, por lo menos no trató de dispararme esta vez. ¿Estás
bien?”

“Supongo”, respondí volviéndome para mirar de nuevo hacia el agua. “Probablemente no debería
haberte llamado”.

“Pero lo hiciste”, respondió. Asentí.

“Lo hice” me quedé en silencio por un momento, debatiendo sobre qué decir. “Mi cumpleaños fue la
semana pasada”.

Me miró con sorpresa. “¿En serio?” Preguntó. Asentí. “Bueno, feliz cumpleaños”.

Sonreí con tristeza antes de murmurar las palabras que había anhelado decir, las palabras que no me
atrevería a decirle a Edward o a cualquiera de ellos, ya que nunca lo entenderían. Habían perdido tanto
por mí, independientemente de si eran o no conscientes de ello, y decir las palabras sería tanto como
una bofetada en la cara como la bofetada real que le había dado a Edward no mucho antes.

“No hay nada feliz en el día en que nací”.


Capítulo 66 Conociendo

“Sabes que es amor cuando quieres compartir todo con ella, aún el dolor. Sabes que es amor
cuando no puedes dejar de pensar en ella. Sabes que es amor cuando preferirías estar en una
relación que no ser parte de una en absoluto. Pero, sobre todo, sabes que es amor cuando tu
felicidad depende de la de ella. Al menos eso es lo que sé.” – Robert Le Branch

Edward cullen
En el momento que su mano hizo contacto con mi rostro, jodido shock eclipsó cada pizca de ira que
sentía. Mi cabeza cayó hacia un lado mientras que el ardor estalló en mi mejilla y rápidamente llevé
mi mano a la fuente del dolor. No era tan intenso, joder, definitivamente había tenido peores. Jacob
me había dado golpes más fuertes cuando estaba de espaldas en el suelo, pero el hecho de que ella me
había dado una puta cachetada me dejó estupefacto.

Mi chica… la mia bella ragazza... me había dado una puta cachetada.

Me quedé mudo de la impresión y la miré boquiabierto, sin poder recordar si quiera en ese momento
por qué carajos nos estábamos peleando. No podía recordar qué mierda nos había llevado a hasta aquí
donde le estaba gritando en medio del maldito estadio de fútbol, habiéndola acorralado hasta el punto
que me golpeó. Isabella Swan, la chica que amaba más que a mi vida misma y que odiaba la violencia
física porque había sido brutalmente sometida a ella, había reaccionado tan ardientemente a lo que le
había dicho que se desató contra mí.

Estábamos jodidos.

Lo esperaba desde hace un tiempo e hice todo lo imaginable para resolver esa mierda con Isabella. Me
aseguré que Alice mantuviera su cumpleaños sencillo, lo que no fue una puta tarea fácil. Y me había
tomado tiempo en decidir su jodido regalo. Habría podido simplemente salir y comprarle un maldito
collar o alguna otra joyería de mierda, pero no lo hice, porque sabía que la mierda material no le
importaba en realidad a Isabella. Le entregué los papeles que, básicamente, la liberaban, y hasta le
propuse matrimonio. Yo, Edward jodido Cullen, le propuse matrimonio a alguien. Ella debería haber
estado jodidamente feliz y creo que lo estaba, pero no hizo absolutamente nada para evitar que se
alejara aún más de mí.

Mierda, la estaba perdiendo, lo sabía, y no me gustaba ni un poco. Me asustaba como la mierda porque
no sabía qué demonios hacer para detenerlo. Cada día se encerraba más y más en sí misma a pesar de
mis intentos para conseguir que se abriera conmigo. Me estaba mintiendo en mi cara, las palabras solo
saliendo de sus labios sin siquiera pensárselo dos veces. Joder, ya casi no la reconocía, y aún estando
de pie junto a mí se sentía como si ni siquiera estuviera en la maldita habitación… estaba como ida.

Estaba conteniendo mi indignación tanto como podía, sabía que enojarme con ella no ayudaría. Ella
estaba sensible, derrumbándose frente a mis ojos, y sería un puto cabrón al intencionadamente
descargar el último golpe que la destrozaría por completo. No quería hacer esa mierda, porque a pesar
de todo lo que estábamos pasando, todavía la amaba. La amaba más que nada en la vida, más que al
dinero o el puñetero poder y respeto que tenía al alcance de mis dedos. Nada de eso significaba una
maldita cosa para mí, nada era importante más que ella, y me estaba aferrando a esa mierda con
desesperación. Era aterrador, porque nunca fui así. Yo era fuerte, y jodidamente independiente y no
necesitaba a otra maldita persona para sobrevivir.

Pero me había hecho más dependiente y la necesitaba.

Joder, había cambiado tanto por ella y por más que no la reconociera, tampoco me reconocía a mí
mismo. Estaba jodidamente vulnerable y quebrándome bajo la presión de todo tanto como ella.
Nuestras vidas estaban conectadas hasta el punto que su felicidad era mi felicidad, y ella no era
jodidamente feliz. Eso estaba claro como el agua, y eso significaba que yo no estaba jodidamente
feliz. Mi temperamento me estaba ganando, mi ira se encendía cada vez que daba la vuelta, y
francamente, de verdad me estaba empezando a encabronar.

Sentía que tenía que andar con pies de plomo en torno a ella como si navegara a ciegas por una
tormenta. Me sentía más nervioso ahora delo que lo que lo había estado hace un año cuando mi padre
la trajo a casa, y eso era más que jodido. Era mi maldita novia, mi jodida prometida si querías ser
técnico sobre esa mierda, y la tensión en el aire entre nosotros era casi insoportable. No podía
descifrar qué demonios estaba mal con ella y como traerla de vuelta a la vida, por decirlo de alguna
manera y me estaba conduciendo al borde del abismo. Cada día estaba más cerca de perder el control
por el que había luchado tan desesperadamente por mantener, y lo que había visto al momento en que
salí del vestuario finalmente lo había hecho. En ese momento, cuando vi a Isabella parada junto a
Jacob riendo, el dolor y enojo nublaron cada pizca de sentido común que me quedaba, rompiendo ese
último hilo que me mantenía racional.

Ya había tenido suficiente.

La rabia me consumió y no veía nada más que una cosa, mis ojos estaban fijos en solo ese hijo de puta
que parecía decidido a destruir mi vida. Me rompí el puto trasero tratando de conseguir que ella
respondiera y ese hijo de puta llega como si nada y en cuestión de unos malditos momentos, la tenía
riéndose. Me dolió más de lo que esperaba que algo así doliera, y a medida que mis celos se
mezclaban con mi exacerbado odio por él, no deseaba nada más que hacerlo sufrir como yo lo hacía.
No deseaba nada más que hacerlo pagar por toda esa mierda. Casi me quedé sin sentido por la
intensidad de mi rabia a medida que me lanzaba contra él, determinado a joder su mundo así como él
estaba jodiendo con el mío.

Lo golpeé tan fuerte como pude, desatando mi ira y gritándole. Él me gritó también, su furia
alimentando la mía porque él no sabía ni una mierda de mí. Me acusó de usarla, pero joder, no sabía
que la amaba. Me acusó de lastimarla, pero no sabía que hice todo lo posible por protegerla. Podía
escuchar a Isabella gritando en algún lugar en el fondo pero ni siquiera eso era suficiente para calmar
mi furia mientras lo golpeaba con mis puños, tomando cada golpe que pudo lanzar sin ningún
problema. Estaba todavía furioso cuando finalmente lograron apartarme de él, mis manos temblaban
por mi indignación. Escuché a Alice preguntar qué había pasado y su pregunta hizo que mi
temperamento se enardeciera de nuevo a medida que me daba la vuelta para mirar furioso a Isabella.
Le hablé con brusquedad, preguntándole si estaba tratando de lastimarme a propósito porque
simplemente no entendía esa mierda. Joder, no podía entender cómo podía ser tan malditamente fría
conmigo, al que se supone que amaba, pero aun así sonreír y reír a carcajadas con el hijo de puta que
ella sabía que me había lastimado. Ya le había dicho antes que tenía que mantenerse alejada de él
porque destruía todo lo que tocaba, pero a ella parecía importarle una mierda. Nada de esta mierda
tenía sentido para mí a menos que estuviera tratando de lastimarme. No podía entender por qué
diablos lo hacía, que había hecho yo para merecer que me tratara de esa forma. Le grité, perdiendo mi
paciencia y demandándole que me dijera cuál demonios era su puto problema. Ella se encerró en sí
misma una vez más, su reacción haciendo que me enojara aún más. Perdí el control y cuando un dolor
intenso destelló en sus ojos por mis palabras, supe que la había jodido. Finalmente había cruzado esa
línea imaginaria y lanzado el golpe que la destrozaría.

Pero nunca esperé que me golpeara.

Los dos nos quedamos inmóviles por un momento, mirándonos el uno al otro conmocionados, y
buscaba furiosamente en mi mente por algo que ayudaría a dar sentido a todo. Joder, no podía creer
que dije lo que acababa de decir, y estaba pasmado porque me hubiera dado un puñetero golpe. Estaba
herido y mis manos todavía temblaban por la ira, pero no era jodidamente capaz de moverme o
siquiera hablar. ¿Qué demonios nos había pasado? ¿Cómo carajos habíamos llegado a esto? Habíamos
estado tan jodidamente felices…

Ella cubrió su boca cuando se le escapó un sollozo y mi pecho dolió en respuesta. Dio un paso hacia
atrás mientras el pánico cruzó su rostro, su movimiento me sacó de mi estupor. Ella me miró como si
tuviera puto miedo de mí, y su expresión me alarmó. Di un paso hacia ella, lamentando esa mierda de
inmediato, porque su ansiedad solo pareció incrementarse con mi movimiento. Se giró y se echó a
correr hacia la salida mientras gritaba su nombre, intentando detenerla, pero me ignoró. Ella empujó a
la gente al pasar, casi tirando a esa puta perra, Lauren, en su urgencia por salir y corrió hacia el
estacionamiento. La seguí, a sabiendas que estaba haciendo una maldita escena pero no me importó
una mierda. Joder, no podía dejarla simplemente huir de mí, no después de lo que acababa de suceder.

Logré salir del estadio a tiempo de verla meterse en el coche y encenderlo, echándolo en reversa y
dando marcha atrás sin titubear. Estuvo malditamente cerca de golpear a alguien por detrás en su prisa
por huir, dejando mis nervios de punta. Evidentemente estaba consternada, joder, no estaba pensando
claramente, y eso me preocupaba como la mierda.

Corrí hacia el Volvo y me subí mientras ella salía a toda velocidad del estacionamiento, viendo a
Alice correr desde el estadio hacia su coche al mismo tiempo. Encendí el mío y lo saqué de mi lugar,
llegando a la línea del tráfico y maldiciendo porque Isabella ya se había ido. Empecé a tocar el claxon,
golpeando mis manos contra el volante, jodidamente molesto de que los malditos idiotas no se
quitaban de mi camino.

Alice se detuvo detrás de mí y los putos coches finalmente comenzaron a moverse de nuevo, pero no
lo suficientemente rápido para satisfacerme. Gemí y di un volantazo a la derecha, conduciendo por el
pasto y cortándole el paso a un coche en el camino mientras trataba de llegar al frente de la línea.
Ellos pisaron los frenos y tocaron el claxon, y solo levanté el dedo medio mientras pisaba hasta el
fondo el acelerador y salí corriendo, sin que me importara una mierda ninguno de esos cabrones. Pasé
volando por las calles de Forks, doblando el límite de velocidad y rebasando coches en zonas de no
rebasar en mi apuro por alcanzarla.
Me estaba acercando a la casa cuando mi teléfono empezó a sonar y rápidamente metí la mano en mi
bolsillo para agarrarlo, casi perdiendo el control del coche en el proceso. Derrapó casi saliendo del
camino pero lo enderecé rápidamente a medida que mi corazón empezaba a palpitar con fuerza, la
sangre corriendo furiosamente por mi cuerpo y resonando en mis oídos. Miré el teléfono y lo abrí
cuando vi que era Alice.

“Casi llego a casa,” dije al momento que contesté. Alice suspiró audiblemente.

“¿Qué pasó, Edward?” Preguntó, preocupada.

“Joder, no lo sé,” le dije. “La mierda ha estado tensa por un tiempo, supongo que por lo de su madre o
lo que sea, pero ella no habla conmigo de ello. Me estaba volviendo loco, Alice, y la vi riéndose con
Jacob y simplemente exploté.”

“Probablemente esté asustada,” Alice respondió. Me reí secamente.

“¿No crees que esa mierda la sé?” Le dije con brusquedad. “Ella me tiene miedo. A mí, Alice. Después
de cada jodida cosa que he hecho por ella, tiene miedo de mí.”

El dolor en mi pecho se intensificó a medida que trataba de aceptar esa idea, fallando miserablemente.
No podía sacar la imagen de su expresión de mi mente, el miedo puro en sus ojos cuando se dio la
vuelta y huyó de mí. Maldición, ella huyó de mí…

“Ella confía en ti, Edward,” me dijo.

“Si eso es cierto, Alice, ¿por qué demonios no habla conmigo? ¿No sabe que yo mejor que nadie
entiendo la mierda que está sintiendo? Yo también perdí a mi madre, ya sabes,” espeté. Alice suspiró.

“Sí, lo sé,” ella respondió. “Pero también Jacob, ¿y alguna vez te has detenido a pensar que tal vez
eres un poco irracional cuando se trata de hablar de la muerte de tu madre?”

Sus palabras hicieron que mi temperamento se enardeciera de nuevo mientras daba un volantazo a la
derecha por el camino de entrada a la casa. Casi golpeando un árbol con un costado del coche en mi
apuro. Golpeó mi espejo y me encogí.

“Vete a la mierda,” espeté molesto. Alice se rió con amargura.

“Me estás dando la razón,” me dijo. Rodé mis ojos y aceleré por el camino, golpeando los frenos
cuando la casa apareció a la vista. Mi ceño se frunció cuando vi que el único coche estacionado al
frente era el de mi padre, confusión y angustia me invadió cuando me di jodida cuenta que ella no
estaba allí.

“No está aquí, Alice,” le dije.

“¿Qué?” Preguntó.

“No se fue a la casa,” le respondí, echando el coche en reversa y dando la vuelta hacia atrás para tomar
el camino de entrada. “No sé a dónde demonios fue pero no se vino a la casa.”
Alice suspiró. “Intenta llamarla,” me dijo. “Voy a buscarla por aquí.”

Colgó sin esperar mi respuesta y gruñí, marcando el número de Isabella. Sonó un par de veces antes de
que contestara al buzón de voz lo que no me sorprende en lo absoluto después de ver la mirada en su
rostro antes de que corriera. Seguí llamando con el botón de remarcado mientras conducía por las
putas calles de Forks, esperando que cediera y contestara. Llamé por la que tenía que ser la décima
maldita vez y me tensé cuando se fue directo al buzón sin sonar, la comprensión me hizo darme cuenta
que había apagado al hijo de puta. El terror me recorrió y rápidamente marqué el número de Alice.

“¿La encontraste?” Le pregunté aterrorizado cuando contestó.

“Todavía no,” contestó. “¿Has podido comunicarte con ella?”

“No, apagó el puñetero teléfono,” le respondí. Tratando de contener mi ira pero estaba furioso y más
que un poco ansioso. Alice suspiró.

“Te vuelvo a llamar en un minuto,” me dijo, colgando de nuevo antes de que pudiera responder. Gemí
y seguí conduciendo por Forks, deteniéndome en la casa de Demetri donde era la fiesta. Sabía
lógicamente que ella no habría ido allí, porque seguía sin realmente gustarle estar alrededor de mucha
gente, pero ya no tenía opciones y no sabía qué hacer o dónde más buscar. Di un volantazo al coche
estacionado en su entrada y salí, viendo a Ben y Angela parados a un lado de la casa conversando. Me
acerqué a ellos rápidamente, mi mano agarrando empuñando frenéticamente mi cabello por la
frustración mientras agarraba mi celular con la otra mano.

“¿Estás bien, Cullen?” Preguntó Ben, levantando sus cejas con curiosidad a medida que me acercaba.
“Te ves hecho polvo, hombre.”

“Sí,” le respondí. “Bueno, quiero decir, no. Lo que sea. En realidad no lo sé. ¿Por casualidad has visto
a Isabella?”

Ambos me miraron sorprendidos. “Eh, no,” Ben dijo. “No la he visto esta noche. ¿Todo está bien?”

Suspiré y me encogí de hombros, agarrando mi cabello con más fuerza. “Joder, honestamente, no lo
sé,” murmuré, sin saber cómo demonios responder a esa pregunta. Iba a decir más, porque me sentía
como un idiota balbuceando, pero antes de que pudiera mi teléfono empezó a sonar. Vi que era Alice
de nuevo, disculpándome, mientras caminaba de regreso hacia el Volvo. Abrí el teléfono y lo llevé a
mi oído, mi desesperación llegando a un máximo histórico. Mierda, tenía que encontrarla y saber que
estaba bien.

“¿Has tenido suerte?” Pregunté de inmediato cuando contesté. Alice se quedó en silencio por un
momento, lo que hizo que mi miedo se disparara hasta las nubes porque ella nunca se quedaba
jodidamente callada. Alice no paraba de hablar, nunca se quedaba sin palabras, y su puto silencio me
asustaba como la mierda. “Cristo, Alice di alguna mierda.”

Suspiró. “Está a salvo,” dijo simplemente, el alivio me inundó con sus palabras.

“Bien,” le respondí. “¿Dónde la encontraste? ¿Fue a tu casa?”

“Eh…” Dijo Alice. “No. Ella está en First Beach.”


Me congelé cuando esas palabras me golpearon, aferrándome del capó de mi coche cuando mis manos
comenzaron a temblar. “¿Qué demonios quieres decir con que está en la playa? Ponla al teléfono.”

Alice suspiró. “No estoy con ella…” Comenzó a decir, sus palabras haciendo que mi pánico se elevara
aún más.

“¿No estás con ella? Joder, ella no debería estar sola, Alice. ¡Está oscuro y ella no sabe nadar! ¿Eres
estúpida? ¡Es peligroso!” Grité.

“Edward, ella, eh…” Alice comenzó a decir en tono nervioso. Sabía que no debería de estar gritándole,
porque joder, ella me estaba ayudando, pero estaba angustiado y no era capaz de calmarme. “No está
sola.”

“¿Qué quieres decir con que no está sola?” Le pregunté. No respondió por un momento y su silencio
fue todo lo que necesité para descifrar la verdad. Estaba con él. Había ido a buscarlo a él. “Jacob. Está
con el cabrón de Jacob, ¿cierto?”

“Deberías calmarte…” Alice comenzó a decir, sus palabras haciendo que mi indignación aumentara.

“¿Calmarme? Joder, ¿tú esperas que me calme? ¿Se aleja de mí, y va en busca de ese cabrón? A la
mierda con eso. Estoy harto de estás pendejadas. Le he dado todo, Alice. ¡Y me refiero a, jodidamente
todo! Y me hace esto. Ya he terminado con esto, estoy harto. Si así es como ella quiere que sea esta
mierda, bien. A la mierda, si quiere correr con él, bien. Ya aprenderá,” le dije.

“Edward, tú sabes que te ama,” Alice comenzó a decir.

“Joder, pues claramente no está actuando como tal,” le dije, sintiendo las lágrimas en mis ojos a
medida que el dolor en mi pecho se intensificaba. Estaba jodidamente devastado y confuso, pero me
resistí a ello con todo lo que tenía porque lo último que quería hacer era llorar como una pequeña
perra.

“Viste, esta es precisamente la puta razón por la que nunca quise enamorarme, por qué repudiaba esa
mierda. No vale la pena.”

“No hablas en serio,” dijo Alice en voz baja.

“No me digas que no hablo jodidamente en serio,” dije con brusquedad. “Estaba mejor antes de lo que
lo estoy ahora. Estaba mejor cuando no me importaba una mierda,” mi temperamento se enardeció
cuando Alice empezó a responder, diciéndome que estaba equivocado, y cerré el teléfono de golpe
enfurecido porque no quería escuchar esa mierda. Ella no sabía de qué carajos estaba hablando. Ella
no sentía lo que yo sentía. Ella no sentía la puta ira que amenazaba con apoderase de mí o el dolor que
estaba irradiando mi cuerpo. Me sentía usado y traicionado. Demonios, se suponía que Isabella me
amaba, y simplemente se volvió contra mí como todos los demás en mi maldita vida. Todos me
dejaban, a nadie realmente le importaba una mierda o me entendía y el que ella se rehusara a hablar
conmigo y saliera corriendo a La Push con ese hijo de puta me había dejado muy claro que ella era
como todos los demás. Yo no le importaba una mierda si ella podía simplemente ignorarme así sin
que le importara el maldito dolor que me estaba causando.
Joder, la amaba. Me entregué a ella, puse mi vida de cabeza y había dado todo por ella, y así es como
decide pagarme esa mierda. Mis manos temblaban mientras que la devastación me sacudía,
alimentando mi furia. Agarré mi teléfono con fuerza y lo arrojé hacia mi jodido coche, gritando
obscenidades a medida que el nudo se formaba en mi garganta. Mi visión se nubló mientras mi mano
se apretaba en un puño, y mi necesidad por liberar mi puta frustración antes de que el dolor me
paralizara, se hizo demasiado intensa. No podía permitirme llorar…no podía permitir que esta mierda
me quebrara.

Eché mi puño hacia atrás y lo estrellé contra el parabrisas del coche, el vidrio del lado del pasajero se
agrietó por la fuerza del golpe. La desolación me recorrió cuando lo hice de nuevo y el parabrisas
empezó a ceder. Lo hice una vez más y cedió totalmente, mi puño lo atravesó cuando una sección del
vidrio se hizo añicos. El dolor atravesó mis nudillos cuando picos del vidrio desgarraron la piel, una
sensación de ardor se disparó por mi muñeca. Saqué mi mano rápidamente y la agarré con mi otra
mano, el miedo de que fuera a quebrarme la maldita cosa de nuevo me encabronó todavía más. Apreté
mi muñeca y grité, levantando mi pierna y pateando la puerta del lado del pasajero. El metal cedió y
gemí, arrepintiéndome de hacerlo de inmediato mientras veía furioso la abolladura.

Una mano sujetó mi hombro, sorprendiéndome. Me la quité de encima y me di la vuelta rápidamente,


mis ojos se estrecharon con maldito enojo porque alguien me había tocado. Los ojos de Demetri se
abrieron y levantó las manos a la defensiva, dando un paso hacia atrás.

“Tranquilo, hombre,” me dijo, mirando de mí a los daños en el coche con una expresión de confusión
en su rostro. “¿Estás bien?”

Me reí con amargura y me di la vuelta de nuevo, haciendo una mueca de dolor cuando flexioné mi
mano derecha. La sangre estaba escurriendo de los cortes, mis nudillos estaban rasgados y escocían.
“¿Te parece que estoy bien?” Pregunté molesto.

“No. Ni tampoco tu coche, de hecho,” respondió. Gruñí mientras miraba el daño que había hecho y él
agarró mi hombro de nuevo, pero esta vez no me aparté. “Ven, vamos a conseguirte un trago. O un
cigarrillo. O maldición, después de eso, tal vez solo necesitas un pedazo de coño.”

Le rodé los ojos y miré alrededor, cogiendo mi teléfono del suelo. Lo abrí y gemí cuando no se
iluminó y noté la grieta. Le saqué la batería de la parte de atrás y se la volví a poner, con la esperanza
de que solo se hubiera movido, pero supe que de verdad estaba descompuesto cuando siguió sin
encender. “Sí tú lo dices,” murmuré con irritación, dirigiéndome a la casa mientras deslizaba el
teléfono en mi bolsillo. Ben y Angela me miraron con recelo cuando pasé y me detuve frente a la
puerta principal, volviéndome para mirar a Ben sin pensarlo. “¿Traes algo contigo?”

“Eh, sí, tengo algo de hierba... un poco de esa viuda blanca,” dijo Ben de inmediato. Suspiré y negué
con la cabeza.

“¿Tienes algo de coca?” Pregunté, necesitando una mierda fuerte para olvidar la mierda que estaba
haciendo eco en mi mente. Él se tensó y se me quedó mirando sorprendido, asintiendo con la cabeza
vacilante.

“Algo,” respondió. Me acerqué a él y extendí mi mano cuando él metió la suya en su bolsillo y sacó
una diminuta bolsa Zip log llena del polvo blanco. Me la entregó y yo metí la mano en mi bolsillo,
agarrando mi cartera y sacando un billete de cien dólares. Él trató de impedir que se lo diera pero
insistí en que tomara esa mierda, metiéndolo en su mano y alejándome antes de que pudiera discutir
conmigo por ello. Entré y caminé por la casa ignorando a todo el que me reconocía porque no tenía la
puñetera paciencia para ellos. Entré al baño y lavé la sangre de mi mano, apretando los dientes cuando
el agua hizo que los cortes ardieran, antes de dirigirme a la sala de estar. Me dejé caer junto a Félix en
el sofá con la mesita de café frente a él, haciendo un gesto con la cabeza como saludo.

“¿Qué pasa, Cullen?” Dijo alegremente, sonriendo. “¿Qué demonios le pasó a tu mano?”

“Tuve un accidente,” le dije. Demetri se echó a reír cuando entró en la habitación.

“Sí, accidentalmente le hiciste un hoyo a tu parabrisas. Esa mierda le pasa todo el tiempo hasta el
mejor de nosotros,” dijo bromeando. Suspiré y no me molesté en responder a su sarcasmo, sin tener la
intención de justificarme con ninguno de ellos. Mi puto pecho todavía dolía, y mi mente seguía
perdiéndose pensando en Isabella y tenía que aliviar el dolor antes de que empeorara. Ellos deben de
haber presentido que no estaba de humor para sus pendejadas porque los dos se fueron sin decir nada
más. Saqué mi tarjeta American Express y estaba vertiendo algo de polvo sobre la mesa cuando
Tanya, Lauren y Jessica entraron con Tyler detrás. Tyler me miró con suspicacia mientras Tanya
sonrió con malicia.

“Buena, mira a quién tenemos aquí,” ella dijo. “Edward Cullen. No pensé que te vería aquí.”

“¿Alguna vez piensas?” Le respondí molesto. “Creí que tenías que tener un cerebro para esa mierda.”
Me estrechó sus ojos mientras los demás se echaron a reír. Empecé a alinear el polvo cuando Jessica
se acercó y se sentó con cuidado en el borde del sofá junto a mí.

“¿Qué te pasa?” Preguntó en voz baja. La miré y noté la expresión de confusión en su rostro, mi
irritación incrementándose. Estaba harto de que la gente me hiciera esa puta pregunta.

“¿A qué te refieres con qué me pasa?” Le pregunté. “Joder, nada me pasa.”

“Este no eres tú,” respondió, mirando a la coca sobre la mesa. La fulminé con la mirada con enojo,
deseando que se fuera de una puta vez porque no estaba siendo de ayuda con mi estado de ánimo.

“Esta no es la primera vez que hago esto, Jessica,” le dije. “¿Es tan jodidamente extraño que solo
quiera sentarme aquí y relajarme?”

“Sí,” dijo con confianza. “El antiguo Edward hubiera hecho esto, pero ese no eres tú.”

“Sigo siendo la misma persona de mierda,” le dije.

“No, no lo eres,” dijo. Gruñí con molestia y dejé a un lado la tarjeta de crédito, metiendo la mano en
mi bolsillo y sacando un billete. Ella dio un suspiro dramático y negó con la cabeza. “Te conozco
desde hace tiempo, Edward, y sé que mi opinión probablemente no cuenta pero...”

“Tienes razón,” dije con énfasis, interrumpiéndola. “No sabes ni una maldita cosa de mi vida,
Jessica.” Sus palabras vacilaron un poco y se me quedó mirando con una expresión de dolor en su
rostro, obviamente debatiéndose si molestarse en continuar o no. Sabía que estaba siendo un pendejo y
casi me sentí mal, pero la realidad era que ella no sabía una mierda sobre lo que estaba pasando.
“Sé que has sido feliz con... esa chica,” dijo con cautela. Dejé de hacer lo que estaba haciendo y me le
quedé mirando, sorprendido de que realmente tuviera el descaro de tratar de decirme algo al respecto.
“Como ya dije, te conozco desde hace tiempo, Edward. Sé que en realidad tú nunca, ya sabes, me
quisiste de esa forma, pero yo siempre te quise. Me has gustado desde que éramos pequeños y sé que
me trataste como una basura, y no me voy a sentar aquí y pretender que no lo hiciste. Ni siquiera
quiero saber qué significa toda esa cosa italiana que me decías porque estoy segura de que sea lo que
sea solo me lastimaría. Pero siempre lo toleré porque era simplemente como tú eras, y pensé que eras
feliz siendo así. Se suponía que para estar con Edward Cullen de cualquier forma tenías que aceptar su
actitud. Ahora sé que no era cierto, porque no eras feliz entonces como pensé que lo eras. Pero eras
feliz con... esa chica.”

“Isabella,” le dije. Dolía decirlo y apenas si pude hacerlo pasar a través del nudo en mi garganta, pero
no me gustaba escuchar que alguien se refiriera a ella como solo una puta chica. Ella era mucho más
que eso. “Su nombre es Isabella.”

“Isabella,” repitió Jessica. “Eras diferente con ella, y no voy a mentirte. De cierto modo dolía, porque
siempre tuve la esperanza de que algún día quisieras de verdad estar conmigo, pero ahora sé que nunca
me querrías. Empezamos a liarnos hace años y ni una sola vez me sonreíste como le sonríes a esa... eh,
Isabella. Ella de verdad te hace feliz.”

Suspiré y pasé la mano por mi cabello, frustrado y aún sintiendo dolor. “Lo hacía,” le dije, antes de
corregir rápidamente. “Lo hace. Casi siempre, en cualquier caso.”

Jessica sonrió con tristeza. “¿Sabes? La parte de mí que todavía siente cariño por ti no le guste verte
así,” dijo, echando un vistazo a la coca de nuevo. “Quiero decir, no me malinterpretes... yo feliz me
escaparía contigo como antes, pero sé que eso no te haría realmente feliz y no deberías convertirte de
nuevo en ese tipo cabrón que hace esas cosas, porque en realidad ese no eres tú. Este no eres tú,
¿sabes? Pero como dijiste, no es como si mi opinión importe o algo así.”

Se encogió de hombros y se puso de pie, dándose la vuelta para alejarse. Me agarré el cabello con
fuerza, un poco frustrado todavía pero abrumado por la culpa que casi sentí hace unos momentos. Ella
había sido jodidamente buena conmigo y nunca había hecho una maldita cosa para merecerlo,
habiéndola tratado como la mierda desde el día que nos conocimos. No había sido ninguna otra cosa
más que sexo para mí, un medio para correrme, y siempre había tenido la sospecha de que ella tenía
verdaderos sentimientos por mí pero solo exploté eso para mi propio beneficio. “¿Jessica?” Le dije. Se
volvió para mírame, levantando sus cejas con curiosidad. “Yo... eh... mierda. Gracias.”

Sonrió, a pesar de que no conseguí pedirle una jodida disculpa. “De nada,” me dijo, encogiéndose de
hombros como si no fuera gran cosa, pero pude ver el brillo en sus ojos porque en realidad estaba
siendo amable con ella. Michael Newton entró por la puerta y la llamó por su nombre, diciéndole
entusiasmado que fuera a jugar beer pong con él en su ya de por sí estado de intoxicación. Lo miré con
disgusto mientras se iba tambaleándose y ella suspiró. “Al menos uno de nosotros tiene que ser feliz,”
murmuró.

Rodó los ojos y me reí entre dientes, recargándome en el sofá. Cerré los ojos y traté de bloquear todo
lo demás y aclarar mi mente, deseando que ese maldito dolor desapareciera. Todavía estaba
confundido, sin tener idea de qué demonios la había conducido a salir corriendo hacia ese cabrón,
Jacob Black, por consuelo y me llevó de vuelta al sofá de Demetri con una pila de coca frente a mí.
Me pregunté qué carajos le estaba contando a Jacob, la idea de ella confiando en él hizo que mi pecho
se apretara a medida que los sentimientos de traición se extendieron en mí, pero había una parte
dentro de mí que todavía se condolía por su dolor. Joder, todavía me preocupaba por ella, e
independientemente de cómo me sentía en ese momento no quería que estuviera sufriendo. Siempre ha
sido tan vulnerable e ingenua, y a pesar de que mi orgullo me gritaba que lo negara, sabía que todavía
la amaba tanto como antes de que sucediera todo esto. Ella lo estaba jodiendo y yo no sabía por qué,
pero después de pasar tanto tiempo con ella y llegar a conocerla de verdad, no había maldita manera
de que pudiera cuestionar el hecho de que ella me amaba también. Contra todo, se le había hecho creer
en la vida, se abrió conmigo tanto emocionalmente como físicamente. Joder, ella se entregó a mí,
sucumbió a las emociones, y nadie cambiaría eso. Simplemente no podía entender por qué estaba
pasando esa mierda... ¿Qué demonios había pasado con nosotros?

Fui sacado rápidamente de mis pensamientos cuando un peso cayó abruptamente sobre mí, mis ojos se
abrieron de golpe por la sorpresa. Fulminé con la mirada a Tanya que estaba sentada en mi regazo, su
sonrisa pícara y el brillo en sus ojos me molestaba porque era claro en qué estaba pensando
exactamente la perra. “¿Qué demonios estás haciendo, Tanya?” Le pregunté, agarrando sus caderas y
empujándola para quitármela de encima. Me miró furiosa cuando se acomodó en el sofá junto a mí.

“Eres toda una pequeña perra,” dijo con irritación. “¿Con miedo a los coños estos días?”

Me reí con amargura y sacudí la cabeza. “Simplemente no me interesa el tuyo,” le dije,


enderezándome y estirándome.

“Awwww, ¿por qué no?” Preguntó con una leve malicia en su voz. “Creí que el tuyo te había dejado, ya
que la vi esta noche con Jacob Black.”

La ira me atravesó cuando lo mencionó, todos mis intentos de aclarar mi mente de ello fracasaron
gracias a esa perra sentada junto a mí. Ella sabía lo que sentía por ese cabrón y estaba tratando de
provocarme. “Cierra tu puta boca, Tanya.”

“Oh, ¿toqué una fibra sensible?” Preguntó, todavía sonriendo con suficiencia. “En realidad no puedo
decir que te culpo por llegarle a la coca esta noche, yo también lo haría.” Negué y me puse de pie,
empezando a alejarme pero titubeé por un momento. Me di la vuelta y le arrojé la bolsita de coca en
su regazo junto con el billete de dólar enrollado.

“¿Sabes qué? Que te aproveche, Tanya,” le dije. “Tengo algo mejor que esa mierda.”

Di la vuelta de nuevo y me fui antes de que pudiera responder, casi chocando con Alice cuando
entraba por la puerta principal de casa de Demetri cuando trataba de irme. Ella me estrechó sus ojos y
puso sus manos en sus caderas mientras me bloqueaba el paso, mirándome furiosa. “Te preguntaría
que le pasó a tu coche pero tu mano me da la respuesta. ¿Estás intentando destruir tu vida, Edward?”

Rodé los ojos ante su dramatismo y flexioné mi mano derecha, tratando de contener la necesidad de
hacer una mueca por el dolor y lo sensible de mis dedos. “Mi mano está bien,” murmuré.

“Sí, bueno, ¿qué estás haciendo aquí?” Preguntó con irritación. “¡No puedo creer que estés aquí, de
fiesta, mientras tu novia está allá afuera en algún lado sufriendo!”
“No está solamente en algún lugar, Alice,” le dije con rabia. “Está en La Push. ¿Qué esperas que haga?
Joder, no es que precisamente pueda ir por ella.”

“Así que, en lugar de esperar a que vuelva, ¿simplemente vas a volver a esta basura?” Gritó, la
ferocidad en su voz me asustó. Alice siempre había sido la más paciente y comprensiva de mis
amigos, joder, nunca perdió la fe en mí sin importar qué, pero obviamente estaba siendo empujada al
límite.

“Cristo, Alice, no hice una mierda,” le respondí con brusquedad. “Estoy totalmente sobrio. Sí, golpeé
mi puto coche, y qué. Mierda, ella es quién se fue, no yo.”

Rodó sus ojos. “Nunca fuiste paciente, Edward, pero por Dios, tampoco eres exactamente de los que se
rinden fácilmente,” dijo con enojo. Suspiré y aparté la mirada, poniéndome tenso cuando vi que la
gente nos estaba mirando y claramente tratando de escuchar. No quería que se enteraran de mis
malditos asuntos, porque no tenía nada que ver con ninguno de ellos.

“Me voy,” murmuré, pasando rápidamente junto a ella y saliendo de la casa. Tropecé con algún idiota
de primer año y lo derribé en mi prisa por irme, pero él no me dijo ni una mierda al respecto. Me
dirigí a mi coche, gimiendo cuando vi la magnitud de los daños al parabrisas, y estaba a punto de
entrar cuando la voz de Alice me detuvo.

“Tenías razón con lo que dijiste al teléfono,” me dijo. Me di la vuelta y la miré con curiosidad,
preguntándome de que demonios estaba hablando. “Dijiste que tú de todo el mundo, comprendías
mejor por lo que ella estaba pasando. Eso es cierto, entonces, ¿por qué no eres comprensivo? Todos
los errores que cometiste, toda la gente que amas a la que accidentalmente lastimaste porque tú
estabas sufriendo... ¿por qué no te das cuenta? Nunca perdí la fe en ti, Edward Cullen, porque siempre
supe que eras una buena persona. ¿Qué pasó con tu fe en ella?”

La miré fijamente por un momento pero no tenía idea de qué demonios decir en respuesta, así que solo
me di la vuelta y me metí en el coche, encendiéndolo y saliendo por el camino de entrada. Conduje por
Forks, ese nudo rehaciéndose en mi garganta cuando de nuevo traté de contener la emoción que
amenazaba con apoderarse de mí. Me dirigí directamente a la casa, mi corazón dolió cuando vi que su
coche todavía no estaba allí. Me estacioné junto al Mercedes de mi padre y salí, respirando
profundamente mientras empezaba a caminar hacia la casa. En el momento que entré en el vestíbulo
me encontré cara a cara con mi padre, la sonrisa en su rostro desapareció cuando vio mi expresión.

“¿Qué pasó?” Preguntó preocupado. Suspiré y pasé la mano por mi pelo, sus ojos abriéndose cuando
vio las heridas en mis nudillos.

“Jacob pasó,” murmuré, cerrando la puerta principal detrás de mí.

“¡Maldición, Edward!” Dijo enojado, caminando hacia mí. “Dame tu mano.”

Le tendí mi mano, haciendo una mueca de dolor y maldiciendo cuando la agarró con rudeza. “Cristo,
ten cuidado.”

“¡Stai zitto*!” Espetó. “¿Cuántas veces tenemos que pasar por esto, Edward? En serio, ¿nunca vas a
entenderlo? ¡Tienes que dejar a ese chico en paz!”
Aparté mi mano de él y negué con la cabeza. “Lo que tú digas. Jacob se fue. El Volvo recibió una peor
paliza que él.”

Su ceño se frunció. “¿Te hiciste eso golpeando tu coche?” Preguntó, atónito porque él sabía que amaba
mi puto coche y perdía los estribos si tenía un maldito rasguño. “Maldición, muchacho, ¿qué
demonios pasó esta noche? ¿Y dónde está Isabella?”

Gruñí. “Cristo, ya te lo dije. El cabrón de Jacob pasó. Y en cuanto a Isabella, ella está en donde
demonios sea que esté él. Huyo con él a First Beach,” le dije. Al momento que las palabras salieron de
mis labios una idea me golpeó y le estreché mis ojos a él. “Joder, vas a ir por ella, ¿cierto? No puedes
simplemente dejarla allí. Demonios, ella no debería estar allí.”

Se me quedó mirando por un momento, obviamente considerando mi pregunta. Esperé su respuesta y


levantó su mano, pellizcándose el puente de la nariz en frustración. “Ella es libre,” dijo después de un
momento. Mis ojos se ampliaron ante su respuesta y suspiró. “No puedo simplemente ir y arrastrarla
de regreso hasta aquí. No tengo el derecho. De hecho, sería completamente injusto de mi parte. Su
vida le pertenece a ella ahora y puede tener amigos, deberías respetar eso...”

“¿Esperes que respete esa mierda?” Repliqué. “¿Qué lo respete? Él no me respetó a mí, y después de
lo que me hizo, ¿se supone que debo respetar su amistad? ¿Se supone que esto debe gustarme?”

“No dije que tenía que gustarte,” me dijo. “Tampoco te dije que deberías respetarlo, simplemente dije
que deberías respetar su derecho a tomar sus propias decisiones sea que te gusten o no.”

“Lo hago,” respondí a la defensiva. “No soy tan pendejo. Le digo todo el jodido tiempo que tome sus
propias decisiones y que se haga sus propias opiniones.”

“Bueno, entonces deberías ver esto como su forma de hacer precisamente eso,” dijo casualmente.
Gemí y pasé junto a él empujándolo, dirigiéndome a las escaleras.

“¿Cómo es que nadie se pone en mi puto lugar en esto?” Murmuré molesto, encabronado de que nadie
parecía pensar que fuera un gran problema de mierda que ella estuviera con él. Mi padre se echó a reír
por mi respuesta, el sonido sacándome de quicio porque esta puñetera situación no tenía nada de
graciosa.

“Esto no se trata de tomar partido, Edward. ¿Recuerdas ese día que fuimos al campo de tiro y me
confesaste tus sentimientos por ella? Te dije que algún día el mundo real te sorprendería y tenías que
estar preparado para ello. Bueno, parece que finalmente llegó el momento. La pequeña burbuja en la
que ustedes dos vivían allá arriba finalmente se reventó, sea que te des cuenta o no,” me dijo. Me reí
secamente.

“Oh, me di cuenta de esa mierda. Lo supe en el momento que me dio la cachetada,” murmuré. Sus ojos
se abrieron por la conmoción.

“¿Te golpeó?” Preguntó, pasmado. Asentí y se me quedó mirando por un momento antes de que
sonriera, una suave risa escapando de sus labios.

“¿Qué demonios es tan divertido?” Dije con brusquedad.


Negó. “Estoy gratamente sorprendido,” me dijo, mi ceño se frunció por la confusión ante su respuesta.
“No estoy diciendo que debió haberte pegado. Por supuesto que no pienso eso, sin importar lo que
hiciste. Pero estoy gratamente sorprendido de que ella se dejó llevar y se permitió esas reacciones tan
fuertes. Puede que lo logre en el mundo de allá afuera, después de todo.

Se dio la vuelta y se alejó, sacudiendo la cabeza y murmurando para sí mismo mientras entraba a la
cocina. Me quedé allí parado por momento a medida que sus palabras se repetían en mi mente antes de
darme la vuelta y subir las escaleras. Me dirigí directamente al tercer piso y me paré en seco cuando
entré en la recámara, la oscuridad y el silencio perturbadores. Ya muy pocas veces estaba allí sin ella
y pasé un mal rato aceptando la quietud de la habitación. Nunca antes había tenido que lidiar con no
saber en dónde estaba o qué estaba haciendo, el hecho de que esencialmente ella estaba allá afuera por
su propia voluntad y por primera vez, me hacía sentir ansioso. No estaba allí para salvarla, no estaba
cerca para ayudarla si me necesitaba y esa mierda dolía. Me sentía tan malditamente impotente, todo
estaba completamente fuera de mis manos. Me satisfacía el ser capaz de controlar mi vida, al tener
siempre la necesidad de controlar las cosas y estaba teniendo que renunciar a esa mierda y
simplemente confiar en que todo iba a resolverse. Tenía que tener confianza en que la vida no me
jodería y después de todo lo que había pasado, cada maldita cosa por la que habíamos pasado, era
difícil tener fe en eso.

Encendí la luz y miré alrededor, suspirando. Ella había limpiado antes de irse al juego, todo en su
lugar. Me quedé un rato en la habitación, sacando algo de hierba y fumándome un porro para tratar de
calmar mis crispados nervios. Cada segundo que pasaba aumentaba mi ansiedad, en especial con mi
puto teléfono inservible. Ella podría estar herida o tratando de llamarme, y joder, no lo sabría, la idea
hizo que mis manos temblaran por la angustia. Estaba tratando de distraerme y comencé a pasearme
por la casa y luchando contra el impulso de volverme a meter al jodido auto e irme.

Terminé en la biblioteca y caminé hacia la ventana, mirando fijamente hacia al patio. Era donde
Isabella pasaba la mayor parte de su tiempo, solo mirando a la puta oscuridad. Me quedé allí parado y
me pregunté en qué pensaba mientras lo hacía, preguntándome si su mente estaba tan vacía mientras
miraba hacia afuera como lo era la oscuridad a la que miraba. Esa mierda me estaba fastidiando y
necesitaba saber con desesperación qué demonios le preocupaba tanto.

Suspiré y me aparté de la ventana, dando unos pasos hacia la silla en la que ella normalmente se
sentaba. Me senté y miré alrededor, viendo el maldito libro que parecía siempre tener consigo sobre la
mesa. Lo agarré y miré la portada, viendo que estaba encuadernado en cuero y desgastado, pero por lo
demás no tenía nada. Sin título, sin autor... nada. Suspiré y lo abrí, hojeando rápidamente las páginas.
Mi ceño se frunció cuando vi que letra manuscrita cubría el ajado papel y hojeé unas cuantas páginas
más, la confusión me golpeó cuando vi las fechas alineadas en la parte superior indicando que fue
escrito en los putos años de 1990 en adelante. Se veía como un diario de algún tipo y mi corazón
comenzó a latir con fuerza a medida que las náuseas se iban desarrollando en mi estómago, mis ojos
escanearon una página rápidamente. Sentí la bilis subir mientras que el dolor me desgarraba cuando vi
las palabras Isabella, esclava, libre y Phoenix resaltando para mí, la devastación me sacudió cuando vi
la firma de mi madre en la parte inferior. Me aferré al libro con fuerza y luché por contener las
lágrimas que empezaron a formarse, el terror y miedo me golpearon con tanta fuerza que casi me
dejan sin aliento.

Mierda, ella lo sabía.


En ese momento, me quedé allí sentado sosteniendo el libro, toda la mierda tenía sentido. Por qué
demonios había empezado a alejarse de mí, por qué no podía decirme que le pasaba. Por qué sentía
que no podía buscarme cuando era obvio que estaba sufriendo, por qué estaba tan jodidamente
angustiada que no podía ni siquiera mirarme a los ojos la mitad del tiempo. Después de todo lo que
había hecho por protegerla de la verdad, por evitar que se enterara, ella lo había descubierto de todos
modos.

Casi empecé a hiperventilar por el pánico cuando pensé en todo lo que le había dicho en el pasado
sobre la rabia que sentía hacia esas personas que causaron la muerte de mi madre. Ni siquiera podía
imaginarme en qué demonios debía haber estado pensando cuando descubrió que era ella por quién mi
madre había muerto tratando de salvar. La culpa que tuvo que haber sentido, la vergüenza y
sentimientos de no sentirse digna que debió haber tenido que soportar. Me di cuenta en ese momento
que debí haberle dicho esa mierda, que debí haber seguido el consejo de mi padre porque ella debió
haberlo descubierto por mí. Supuse que estaba tan consternada por la muerte de su propia madre, ni
una sola vez consideré el hecho de que en realidad estuviera sufriendo por la mía.

Mi mente trabajaba a un millón de kilómetros por minuto, pensamientos viajaban furiosamente por mi
mente mientras trataba de reconsiderar esa mierda. Mi pecho se contrajo cuando recordé lo que le
había dicho en el puñetero estadio antes de que me diera la cachetada y huyera, las palabras que le
había gritado furioso a la cara.

‘¡No sabes la mierda que he perdido por ti!’

Mis manos comenzaron a temblar y dejé caer el libro en mi pánico, dándome cuenta por qué
exactamente me había mirado con tanto puto miedo en ese momento. Por qué había estado tan
desesperada por alejarse de mí que había corrido a La Push. Demonios, ella sabía lo que había perdido
por ella, y tenía maldito miedo de que yo lo averiguara. Joder, no corrió en busca de Jacob como
supuse, estaba huyendo de mí. Entró en pánico por lo que le había dicho y lo que sabía, y se fue al
único jodido lugar al que sabía yo no podía seguirla.

¡A la mierda, con eso!

Me levanté de un salto y salí corriendo de la habitación, sacando las llaves de mi bolsillo mientras
bajaba volando los escalones de dos a la vez. Estaba maldiciendo en voz baja, sabiendo que estaba
haciendo algo de lo que posiblemente en verdad me arrepentiría después, pero tenía que ir con ella.
Tenía que verla, hablar con ella y decirle que entendía. Joder, necesitaba que supiera que no la culpaba
por lo que pasó, que la amaba y que no tenía que temerme.

Llegué al segundo piso y vi a mi padre saliendo de su oficina, el sonido de mis frenéticos pasos
atrajeron su atención. Se me quedó mirando confundido pero pasé corriendo justo frente a él,
dirigiéndome hacia las escaleras que llevaban al vestíbulo.

“Edward, espera,” me dijo, dando un paso hacia mí pero no me detuve. Seguí corriendo y él empezó a
seguirme, gritando mi nombre pero lo ignoré. Llegué al vestíbulo y abrí la puerta de par en par y salí
corriendo hacia mi coche. Lo abrí rápidamente justo cuando él salía al porche, levanté la vista y vi la
expresión de preocupación en su rostro. Obviamente sabía exactamente a dónde estaba planeando ir.
“¡No te atrevas!”
Suspiré y titubeé por un momento, preguntándome si debería prestar atención a su advertencia, antes
de simplemente meterme en el coche y encenderlo. Me di la vuelta y me dirigí por el camino de
entrada a toda prisa, giré rápidamente en la carretera principal que conducía hacia La Push. Aceleré
cuando llegué a la carretera asfaltada, viendo luces parpadeando detrás de mí después de un segundo.
Eché un vistazo por el espejo retrovisor y gemí cuando vi el puto Mercedes de mi padre acelerando,
sabiendo que él no iba simplemente a dejarme ir tan fácilmente.

Pisé hasta el fondo el pedal y aceleré por la carretera en la oscuridad, mi corazón latiendo rápidamente
y mis manos temblaban mientras me aferraba al volante. Joder, estaba tratando de calmarme pero no
estaba funcionando, sentía mi pecho oprimirse por el pánico. Me sentía culpable por cómo había
actuado con ella, por cómo la había presionado y gritado. Ella estaba consternada, probablemente la
culpa la estaba consumiendo como siempre pensé que lo haría si alguna vez se enteraba de la jodida
verdad, y yo no había sido de puñetera ayuda en lo absoluto. Había dudado y arremetido contra ella,
llegando tan lejos como para decir que ella no valía la puta pena sabiendo muy bien que sí lo valía. No
importaba qué carajos sucedió, ella siempre valdría la pena y fue una jodida locura de mi parte el
siquiera pensar lo contrario. ¿Qué tipo de maldita persona era?

Contuve el aliento mientras pasaba a alta velocidad el letrero “Bienvenido a La Push”, a sabiendas que
había llegado al punto de mierda de no retorno. Recorrí a toda velocidad la reservación cerca de la
costa en busca del Audi color plata de Isabella. Mi padre no estaba lejos detrás de mí todo el tiempo,
su coche manteniendo el paso del mío. No tenía idea de qué demonios iba a suceder, que tipo de
escena iba a ocasionar cuando fuera descubierto allí, pero no podía preocuparme por las
consecuencias. Solo tenía que encontrarla, sin importar el jodido costo.

Tomé una curva cerca de los acantilados y pisé el freno hasta el fondo cuando alcancé a ver el
vehículo que estaba buscando. El Volvo derrapó hasta detenerse en el arcén del camino, casi dándole
un golpe al coche de Jacob en el proceso. Salí de un salto al mismo tiempo que el Mercedes se detenía
detrás de mí, mirando alrededor con preocupación sin saber dónde carajos estaban. Salté la barandilla
y empecé a avanzar a través de los árboles y la maleza hacia los acantilados, mi corazón latiendo
furiosamente. Me acerqué al claro y me detuve en seco cuando los vi a unos metros de distancia, los
ojos de Jacob se posaron en mí de inmediato. Vi un atisbo de miedo en ellos e Isabella debió haberlo
visto también, porque su cabeza se giró rápidamente en mi dirección. Ella puso una expresión de
pánico en su rostro cuando me vio y empecé a caminar hacia ellos, llamándola por su nombre.
Frenéticamente dio un paso hacia atrás para alejarse confundida y me tensé cuando se acercó al borde
del acantilado, su pie resbaló con una piedra y casi la hizo tropezar. Grité preocupado y Jacob la sujetó
antes de que cayera, alejándola del acantilado.

“Wow, ¿qué te dije?” Le dijo alarmado. “No voy a ir por ti, chica.”

Isabella le echó un vistazo rápido antes de volver su atención hacia mí con una expresión de miedo, y
podía ver su cuerpo temblar desde donde estaba. “Edward,” dijo, su voz temblorosa y envió una
sacudida de dolor a través de mi pecho. Dolía escuchar la puta angustia en su voz, y tuve que luchar
contra la ira que amenazaba con estallar al ver que él la tocaba.

Levanté mis manos en un intento de mostrarles que no tenía la intención de causar daño, sin saber
siquiera si se habían creído esa mierda. “No estoy aquí para pelear,” dije con seriedad. Jacob se me
quedó viendo con desconfianza, sus ojos moviéndose rápidamente por la zona.
“¿Qué estás haciendo aquí, Cullen?” Jacob preguntó. “En serio, sabes que no tienes permitido estar
aquí.”

“Mira, joder, lo sé,” le dije rápidamente, escuchando los árboles crujiendo detrás de mí. Volví mi
cabeza brevemente a medida que mi padre se acercaba, mi pánico aumentando. “Puedes presentar
cargos si quieres, me importa una mierda. Envíame a la puta cárcel para lo que me importa. Solo...
joder, necesito hablar con ella.”

Jacob miró a Isabella. “¿No crees que si ella quisiera hablar contigo hubiera ido a buscarte?”
Preguntó. “¿No puedes darle un poco de maldito espacio?”

Suspiré y me pasé las manos por la cara en frustración. “Es importante, ¿de acuerdo? Joder, me iré, lo
haré, solo necesito hablar con ella primero,” le respondí, centrando mi atención en Isabella. Ella me
miraba con aprensión, obviamente no estaba segura de toda la situación. “¿Por favor, Bella? Solo unos
minutos.”

Ella asintió vacilante. “Está bien,” dijo suavemente, con una voz apenas audible.

“Sabes que no tienes que hacerlo. No tienes que hacer nada que no quieras hacer,” Jacob intervino,
haciendo que la ira dentro de mí se incrementara mientras luchaba por contenerla tanto como podía.
¿Quién demonios se creía que era interviniendo en mi maldita vida?

“Lo sé,” ella respondió simplemente. Mi padre salió de entre los árboles detrás de mí y suspiró
irritado. Le eché un vistazo y vi la expresión de impaciencia en su rostro, sabiendo que estaba
jodidamente encabronado por tener que estar allí.

“Jacob,” dijo, asintiendo en forma de saludo. “Es bueno verte de nuevo, a pesar de la situación en la
que nos encontramos.” Me miró por el rabillo de su ojo con molestia. “Espero que lleguemos a una
solución apacible que no requiera la intervención policial.”

Jacob se encogió de hombros con indiferencia, sus ojos yendo y viniendo entre Isabella y yo. “Si no
hay sangre, no hay culpa, supongo,” él dijo. “Bueno, esta vez, de todos modos. Ni siquiera me
sorprende. Tenía el presentimiento de que él se presentaría en algún momento. Solo asegúrate de que
se vaya contigo cuando te vayas y que no se acerque a mi casa.”

Rodé mis ojos cuando mi padre accedió y le agradeció a Jacob por su cooperación. Jacob miró a
Isabella y extendió su mano para frotar suavemente su brazo, la vista haciendo que me enojara más
pero lo contuve. Sabía que agredirlo no iba a ser de ayuda para ninguno de nosotros. “Cuídate,” le dijo.
“Sabes cómo encontrarme si me necesitas.”

Ella le dio una suave sonrisa y asintió, sus ojos desviándose hacia mí con nerviosismo mientras se
despedía de él y le agradecía. Él se dio la vuelta y caminó hacia los árboles y mi padre se quedó allí
por un momento, obviamente disgustado.

“Vamos a hablar de esto,” dijo enfáticamente, sus ojos fijos en mí. Asentí pero no me molesté en
hablar, sabiendo que solo ocasionaría una discusión porque a él le importaría una mierda mis razones.
Se dio la vuelta y se alejó después de eso, dejándonos a Isabella y a mí a solas. Caminé lentamente
hacia ella que me miraba con cautela, su cuerpo se tensaba a medida que me acercaba. Me detuve
frente a ella y suspiré, sin saber qué carajos decir. Tenía que andarme con cuidado para no hacerla
entrar en pánico- eso era lo único de lo que estaba seguro mientras nos quedábamos allí parados
mirándonos el uno al otro en silencio.

“Yo, eh... lo sé,” comencé a decir, su ceño se frunció en confusión mientras me miraba. “Sé lo que ya
sabes, lo que leíste.”

Tomó un segundo para que lo asimilara, una expresión de horror cruzó su rostro mientras daba un paso
hacia atrás por instinto. “Oh Dios,” dijo, sonando alarmada. Sus ojos moviéndose frenéticamente para
todos lados y se veía como si estuviera a punto de huir de mí por el puñetero miedo una vez más, así
que rápidamente negué con la cabeza y la alcancé para detenerla. Agarré su brazo cuando se dio la
vuelta y se apartó de mí, su movimiento haciendo que el dolor en mi pecho se intensificara.

“Mierda, detente, ya lo sabía,” le dije rápidamente. “Sé, desde hace tiempo, que tú eres la que ella
estaba tratando de salvar, Bella.”

Ella se me quedó mirando en shock por un momento. “¿Tú... lo sabías?” Preguntó. Asentí y solté su
brazo, pasando la mano por mi cabello con ansiedad.

“Sí, lo sabía. Lo he sabido desde hace algunos meses,” le respondí.

“¿Y no me lo dijiste?” Preguntó rápidamente, sonando enojada. “¿Sabías que era yo y me lo


ocultaste?” Se me quedó mirando confundida y herida, y pude ver sus ojos llenarse de lágrimas.

“Estaba tratando de protegerte,” le dije.

“¿Estabas tratando de protegerme?” Preguntó, levantando su voz. “¿No pensaste que debería de
saberlo?”

“No quería lastimarte y sabía que el que supieras esa mierda te lastimaría,” le dije, tratando de
explicarme. “Hacerte eso no era la correcto, hacerte pasar por esa mierda. No le vi el sentido...”

“¿No le viste el sentido?” Preguntó con incredulidad. “¿Tu madre murió por mi culpa y no le viste
sentido al decirme? ¡Destruí tu vida, Edward!”

“Cristo, Bella, tenías cuatro malditos años cuando ella tomó su decisión,” le dije. “Tú no hiciste nada
malo.”

Negó a medida que las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas. “Te quité a tu madre,” me dijo,
su voz quebrándose.

“No, no lo hiciste,” le respondí. “La persona que jaló del gatillo me la quitó. Tú no tienes la culpa de
esa mierda.”

Se me quedó mirando con incertidumbre. “Te equivocas,” me dijo, levantando su mano para limpiar
las lágrimas que seguían fluyendo. “Si no existiera, nada de esto hubiera pasado. ¿Cómo es que
siquiera puedes verme, Edward? ¿Cómo podrías amarme después de eso?”

“¿Cómo demonios no podría amarte, Bella?” Le dije. “El simple hecho de que fueras tan especial para
que mi madre arriesgara su propia vida por ti es jodida razón suficiente para que me importes. No voy
a mentirte. Me dolió cuando me enteré, pero esa mierda solo me confirmó lo que siempre he creído
sobre ti. Te he dicho tantas veces que moriría por ti, así que, ¿cómo carajos voy a culparte porque mi
madre sintiera lo mismo?”

“No debería haber sucedido,” me dijo. “No lo valgo.”

“No digas mierdas como esas,” le dije contundentemente. “Tú lo vales, y nada me hará cambiar de
parecer al respecto. No puedes simplemente encerrarte en ti misma y alejarte de todo por esto. He
luchado por ti, mi jodida madre luchó por ti, para que pudieras tener una vida real y no puedes
simplemente desperdiciar esa mierda al no luchar por ti misma.”

“Pero tú dijiste....” Comenzó a decir, pero sacudí la cabeza rápidamente y no la dejé terminar.

“No hay puñeteros “peros” en esto, Bella. Sé lo que dije en el pasado, pero joder, solo estaba molesto
y herido. Todos decimos y hacemos mierdas que no tenemos intención de hacer o decir cuando
estamos molestos,” le dije. “No me arrepiento de ninguna maldita cosa que ha pasado, y tú tampoco
deberías. Es una puta mierda, pero lidiaré con ello. Ya he perdido demasiado tal y como son las cosas,
no quiero perderte también.”

Se secó los ojos y ahogó un sollozo, mirándome con un frenesí de emociones. Estiré mi mano y agarré
su mano de nuevo, y esta vez no se alejó cuando la atraje a un abrazo. La envolví en mis brazos y se
aferró a mí con desesperación a medida que sus sollozos se hacían más fuertes.

“Joder, tesoro, sabes que te amo. No sé qué carajos pasa con nosotros o cómo demonios vamos a salir
de esto, pero tenemos que hacerlo porque no podemos dejar que esta mierda nos destruya. Entiendo el
porqué no me dijiste qué te pasaba, lo odio pero lo entiendo, pero no puedes aislarte de mí. Soy
jodidamente miserable sin ti,” le dije.

“Lo siento,” dijo lloriqueando. “Por todo. Lo siento.”

“No te disculpes conmigo,” le dije. “No te culpo por nada de eso.”

“Deberías,” me dijo en voz baja entre sus sollozos. Suspiré y la apreté con más fuerza, el dolor en su
voz haciendo que mi corazón doliera.

“¿Qué te dije de decir mierdas así?” Le pregunté. “Joder, yo no te culpo, así que no deberías culparte a
ti misma. Vamos a buscarle una solución a esto de algún modo. Todavía no sé cómo, pero lo
resolveremos. ¿Cuántas veces me has dicho que somos sobrevivientes? Es lo que hacemos, y lo
seguiremos haciendo. Vamos a sobrevivir esta mierda.”

Me quedé allí, abrazándola por un rato mientras ella trataba de controlar sus emociones, reconfortado
por tenerla entre mis brazos. Aunque, no era ingenuo y sabía que teníamos mucha mierda en qué
trabajar a fin de volver a lo que teníamos. Simplemente reconocer que ambos sabíamos la verdad no
iba a arreglar las cosas entre nosotros. Se nos había ido de las manos para eso, nos había corroído a
ambos demasiado como para simplemente olvidar la mierda que había pasado. La ira que había estado
sintiendo todavía permanecía, y sabía malditamente bien que decirle que no se culpara a sí misma no
sería lo suficiente para hacer que cualquier endemoniada culpa que ella sintiera desapareciera como
por arte de magia.

Ella finalmente se soltó de mi abrazo, con sus mejillas manchadas por las lágrimas y sus ojos
inyectados en sangre. Todavía podía ver el recelo mientras me miraba, obviamente jodidamente
preocupada por lo que iba a pasar después, pero me sentí aliviado de ver al menos que el miedo se
había ido.

Extendí la mano y limpié sus mejillas con mis dedos, suspirando. “Sabes que es peligroso aquí arriba
en estos acantilados,” le dije. “Joder, podías haberte caído o algo así.” Sonrió suavemente.

“Tú acostumbrabas saltar de estos acantilados,” me dijo. Mis ojos se abrieron, sorprendido de que ella
supiera eso.

“¿Jacob te contó eso?” Pregunté. Asintió y me reí entre dientes. “Sí, solía ser un jodido imprudente.”

“Todavía lo eres,” me respondió. “Venir aquí fue imprudente. Podías haberte metido en serios
problemas.”

Me encogí de hombros. “Sí, bueno, no lo hice,” dije simplemente. Hubo un momento de silencio, una
creciente tensión incómoda nos rodeó cuando todavía faltaba mucho por decir. “Entonces, sé por qué
viniste a La Push, ¿pero cómo es que terminaste en el acantilado con Jacob? ¿Y cómo demonios se
enteró Alice de que estabas aquí?”

Suspiró y volvió su cabeza para mirar hacia el agua, moviéndose nerviosamente. “Solo de casualidad
paré aquí, no sabía realmente lo que estaba haciendo o hacia dónde me dirigía. Me sentía herida y tú
seguías llamando y no sabía qué hacer después de lo que pasó. No sabía con quién hablar, pero
necesitaba hablar con alguien.”

“¿No podías hablar con Alice?” Pregunté, interrumpiéndola. “Entiendo por qué no me dijiste, pero
Cristo, Alice te hubiera escuchado.”

“No podía echar esa carga sobre Alice,” me dijo. “La hubiera puesto en una posición comprometedora,
dónde ella tendría que ocultarle cosas a Jasper o ser la que rompiera su corazón diciéndole, y no quería
hacerle eso a ella. Sabía que estábamos aquí porque llamó al teléfono de Jacob para saber si él me
había visto, y él le dijo que yo estaba bien para qué ella no se preocupara. Así fue como Jacob también
supo en dónde estaba. Yo, eh... lo llamé.”

Me le quedé mirando sorprendido, sus palabras tocaron una fibra sensible. “¿Cómo demonios lo
llamaste? No tienes su...” Me detuve y le estreché mis ojos. “¿Tienes su maldito número de teléfono,
Bella?”

Me miró con recelo y asintió, mordisqueando su labio por los nervios. “Él lo puso en mi teléfono ese
día que Emmett me llevó a la playa. Te juro que nunca lo he llamado antes o algo así, y nunca pensé
que lo haría.”

“¿Por qué carajos no me dijiste?” Le pregunté, encabronado de que había estado ocultándome cosas.

“Porque sabía que te ibas a enojar, como lo estás ahora, y no quería causar más problemas,” me dijo.
“Debí haberlo borrado pero solamente... no lo sé... algo me dijo que solo lo dejara allí.”
Tuve que contener mis deseos de gritar o burlarme de su declaración, molesto y casi jodidamente
ofendido por ella. “¿Pero él, Bella?” Le pregunté. “Después de todo lo que te conté que me hizo, cómo
se le fue la boca hablando de mi madre, ¿hablaste con él sobre ella? Joder, no lo entiendo.”

“No hablé con él sobre tu madre, Edward. No puedo creer que pienses que yo haría eso,” respondió,
sonando ofendida por mi acusación. “Nunca te traicionaría de esa forma, te amo.”

“Entonces, ¿de qué hablaron?” Le pregunté, sin comprender. Se encogió de hombros con indiferencia.

“Hablamos de su mamá,” me dijo. “Jacob se siente culpable por la muerte de su madre. Siempre ha
sentido que es su culpa.”

“Sí, lo sé,” le dije. “Ella murió en un accidente de coche, los caminos estaban mojados y estaba
lloviendo con fuerza, perdió el control o derrapo o algo así. La única razón por la que estaba
conduciendo fue porque él hizo una rabieta porque quería algo y ella fue a conseguírselo. Solíamos
hablar sobre esa mierda.”

Asintió. “Sé cómo se siente él,” dijo en voz baja. Suspiré y me pasé la mano por el pelo, no del todo
contento con el giro que tomó la conversación.

“Sí, supongo que yo también lo sé,” murmuré.

“Lo sé,” respondió. “Pero no me siento como si estuviera decepcionando a Jacob al sentirme culpable.
No siento que le deba nada a él.”

Mi ceño se frunció. “No me debes nada,” le dije confundido, dolido de que pensara esa mierda. Ella
me miró y sonrió con tristeza.

“¿No?” Preguntó. “Después de lo que le pasó a tu mamá y por lo qué pasó tu familia para salvarme,
¿no te debo el vivir mi vida plenamente?”

“Eh, supongo que sí,” le dije, sin saber cómo carajos responder esa pregunta. Ella asintió y de nuevo
se volvió para mirar hacia el agua.

“Por eso me siento como una decepción. A veces, me siento culpable incluso por haber nacido,
Edward,” me dijo. Empecé a hablar para decirle que esa mierda era una ridiculez, cuando ella me
cortó. “Sé lo que vas a decir. Me vas a decir que no diga esas cosas y no quiero decírtelas a ti, porque
no está bien después de lo que sucedió para que tuviera esta vida. Aunque, no lo diga no cambia cómo
me siento.”

Me quedé callado mirándola por un segundo, tratando de encontrarle el sentido a lo que me estaba
diciendo. “Pero puedes decirle esa mierda a Jacob sin sentirte mal.”

“Sí,” me dijo. “Le dije que no había nada que celebrar el día en que nací, porque no me siento como si
debiera incluso existir, y en lugar de decirme que estaba siendo ridícula y que dejara de decir eso, él
solo dijo que «eso era una mierda». Eso fue todo. Que «eso era una mierda». No hay nada profundo en
ello, pero me hizo sentir mejor porque esas palabras me dijeron que tenía derecho a sentirme como me
sentía. No sentí pesar por mi culpa, no me sentí como si estuviera decepcionándolo al decirlo. Ni
siquiera estoy segura de si en realidad se preocupaba por cómo me sentía, pero me escuchó de todos
modos.”

“Sí,” le dije, recordando cuando estaba más joven y haber tenido conversaciones sobre culpa e ira por
la muerte de nuestras madres y cómo él ni una sola vez trató de decirme qué carajos pensar o sentir.
“Eso suena como Jacob.”

Me miró de nuevo. “Sé que lo que él te hizo está mal, y lo siento si te lastimo al hablar con él. No fue
mi intención, y nunca haría nada intencionalmente para molestarte, Edward. Es solo que... sin
importar cuáles eran sus motivos. Jacob se desvivía por hacerme reír a veces. Fue amable conmigo y
evitó que esas chicas con las que vas a la escuela me lastimaran cuando tú no estabas cerca. Ni una
sola vez me pidió o esperó algo de mí, y se ofreció para escuchar si alguna vez necesitaba a alguien
que lo hiciera. Y esta noche yo solo... necesitaba que alguien me escuchara.”

Su voz se fue apagando hacia el final y frunció el ceño, la culpa clara como el día en su rostro. Me
sentí egoísta, porque obviamente ella estaba sufriendo y tratando de comprender ciertas mierdas, y yo
solo estaba pensando en mí mismo y mi resentimiento. Isabella me había salvado, me había sacado de
la oscuridad y me había devuelto a la vida y yo estaba actuando como si prefiriera que se ahogara en
sus penas a que hablara con alguien que no me agradaba. No confiaba en Jacob en lo absoluto y
cuestionaba seriamente sus motivos, pero me di cuenta mientras estaba allí parado mirándola que
todos habían tenido la puta razón. Mi padre me dijo que si la amaba tenía que respetar su derecho a
tomar sus propias decisiones y aún cuando solo quería protegerla, tenía que dejarla cometer sus
propios errores de mierda. Y Alice... Alice me preguntó por qué no podía comprender y dónde estaba
mi fe en ella.

¿Dónde demonios estaba mi fe en ella?

“Joder, sabes que él me odia,” le dije después de un momento, sin tener más que decir sobre este tema.
Ella negó.

“No, no es así. Está dolido y enojado, pero no te odia, Edward,” me dijo. “De hecho, creo que echa de
menos tu amistad.”

Me reí secamente. “Él dijo verdaderas mierdas sobre mí, Bella,” le dije. Me miró y sonrió, asintiendo
con su cabeza.

“Lo hace, a veces. Pero como dijiste hace unos minutos, todos decimos cosas que no sentimos en
realidad cuando nos lastiman y estamos confundidos y molestos,” me respondió.

“¿De verdad piensas que él no dijo esa mierda en serio?” Le pregunté, casi divertido. Asintió.

“Creo que solo está confundido. Ya no te conoce, Edward. ¿Sabes? Él me dijo que eres la única
persona con la que alguna vez ha hablado acerca de la muerte de su mamá. Tiene todos esos amigos en
la reservación pero no siente que alguno de ellos lo comprenda. Ustedes solían contarse sus secretos el
uno al otro, y ahora tú me tienes a mí, ¿pero a quién tiene Jacob? A nadie. Y no estoy diciendo que
deberías sentir lástima por él o algo así, porque tal vez es por su propia culpa...”

“Tal vez, y una mierda,” la interrumpí. Hizo una pausa y suspiró.


“Está bien, entonces es por su propia culpa. Pero la verdad es que él está realmente solo y no puedo
entender por qué, tal vez esté celoso y no quiera aceptar que tú en realidad has cambiado porque él no
lo ha hecho. No quiere creer que no eras la misma persona problemática que solías ser porque
entonces eso significa que ahora él realmente está solo. Y está aun más afligido ahora que perdió al
único verdadero amigo que sentía que tenía,” dijo.

“¿Qué te hace pensar que está afligido?” Pregunté con curiosidad. Se encogió de hombros.

“Fue expulsado de la escuela,” me dijo. “Siguió metiéndose en problemas y ellos finalmente se


cansaron y lo expulsaron. Estaba hablando de irse, solo huir y comenzar de nuevo lejos de todo ahora
que tiene 18 años. Me hizo pensar en nosotros, como hablamos sobre comenzar desde cero. Personas
que no están destrozadas por lo general no hacen eso, ¿cierto?”

Me le quedé mirando sorprendido. “Supongo que no,” respondí. “Por lo general la gente no deja su
vida atrás a menos que estén bastante jodidos.”

“Sí. Solía preguntarme si Jacob solo me hablaba para molestarte, y de alguna forma todavía me lo
pregunto pero no porque quiera lastimarte como lo pensé alguna vez. Creo que Jacob comenzó a
buscarme porque soy su conexión contigo. Tal vez suene estúpido, pero pienso que, de alguna forma,
me pareció que yo no era la única que necesitaba alguien que lo escuchara esta noche. Creo que él
habló más que yo,” dijo en voz baja. “Aunque yo, eh... le dije que tú me liberaste.”

“Yo no te liberé, Bella. Mi padre lo hizo,” dije en un murmullo. Sacudió su cabeza y se volvió para
mirarme.

“El doctor Cullen me consiguió mis papeles, pero tú eres quién me liberó, Edward,” dijo. “Tú me diste
una vida.”

Le sonreí levemente y vi las lágrimas comenzar a formarse mientras me miraba. Levantó su mano
después de un momento y titubeó un poco antes de tocar mi mejilla. Pude ver la vergüenza en sus ojos
cuando comenzó a llorar de nuevo. “Lo siento tanto,” susurró, su voz quebrándose mientras trataba de
contener las lágrimas. “No debí haber hecho eso. No puedo creer que yo... te golpeé.”

Suspiré y cubrí su mano con la mía. “No te disculpes. Definitivamente he sido golpeado con más
fuerza, apenas si duele. En realidad se requiere de muchos huevos y de alguna forma me siento
orgulloso. Quiero decir que, te defendiste tú sola y probablemente yo mismo me hubiera golpeado
también. Me lo merecía.”

“Nadie se lo merece, Edward,” me dijo. “No debería haberlo hecho. O sea, de todos, tenía que ser
yo...”

“No es tan importante y no te mortifiques por ello. Me refiero a que, Cristo, ¿no hablamos ya dos
veces sobre personas haciendo mierdas que no sentían en realidad cuando estaban sentidos y
molestos? ¿Tenemos que hablar de esa mierda de nuevo?” Le pregunté. Negó vacilante y sonreí
cuando nos miramos el uno al otro por unos momentos en silencio. “¿Quieres ir a casa y dormir un
poco? Ha sido una larga noche de mierda.”

Accedió así que tomé su mano, entrelazando nuestros dedos juntos mientras la llevaba a través de los
árboles y hacia los coches. “Te sigo a la casa, ¿de acuerdo?” Le pregunté a Isabella.

Asintió y soltó su mano de la mía, empezando a caminar hacia su Audi. Le echó un vistazo a mi Volvo
y sus pasos se detuvieron al mismo tiempo que jadeaba. “¿Qué le pasó a tu coche?” Preguntó
preocupada. Suspiré y levanté mi mano para que pudiera ver los cortes así como los amoratados e
hinchados nudillos. “Pensaba que eso era por tu pelea con Jacob.”

Negué. “El parabrisas me dio más problemas que los que ese pendejo me dio,” respondí. Se me quedó
mirando por un momento antes de sacudir la cabeza y alejarse, murmurando en voz baja. Pasé la mano
por mi pelo con nerviosismo y caminé hacia el Volvo, subiendo y encendiéndolo. La seguí a través de
La Push y de vuelta hacia Forks, tratando de mantener la paciencia y asimilar las cosas mientras ella
conducía bajo el límite de velocidad. Llegamos a la casa y entramos en silencio, los dos bastante
taciturnos a medida que los eventos recientes caían sobre nosotros.

Nos fuimos directamente arriba y titubeé cuando llegamos al tercer piso, diciéndole a Isabella que se
fuera a la recámara y que yo estaría allí en un momento. La vi desaparecer en el interior y caminé
hacia la biblioteca, agarrando el diario del suelo. Bajé las escaleras sin hacer ruido hacia el segundo
piso, acercándome a la oficina de mi padre. Llamé a la puerta con suavidad y lo escuché gritarme que
pasara, así que la abrí lentamente y entré. Estaba sentado detrás de su escritorio y me fulminó con la
mirada molesto.

“Realmente estás haciendo de mi noche un infierno, Edward,” me dijo.

“Sí, bueno, tengo algo que o la hará mucho mejor o simplemente va a empeorarlo todo,” dije,
acercándome a su escritorio y dejando caer el diario encima de la pila de papeles que había estado
revisando. Me miró con molestia en su expresión por mi obvia interrupción.

“¿Qué es esto?” Preguntó, cogiéndolo.

Me reí secamente. “¿Qué, no reconoces el diario de mi madre?” Pregunté. Se tensó mientras lo


miraba, una expresión conmocionada apareció en su rostro. Abrió el libro frente a él y repasó
rápidamente unas cuantas páginas, cerrando los ojos y suspirando cuando reconoció la escritura.

“¿Es el libro que ella ha estado leyendo?” Preguntó en voz baja. Asentí.

“Sí. No sé si todo lo que está en él o qué tanto leyó, pero es la razón por la que ha estado así. Sabe la
verdad. No sé cómo terminó en la biblioteca, pero fue allí donde lo encontró,” le dije.

“Sabía que tu madre tenía uno pero siempre pensé que estaba en algún lugar allá arriba, en el ático,
con el resto de sus pertenecías. Nunca se me ocurrió que podría haber estado entre los libros, pero así
y todo, no los toco así que no lo hubiera sabido,” me dijo.

“Sí, bueno, lo estaba. Así que ahí tienes. No tengo deseos de leerlo, y no creo que ella deba leer más de
él, así que has lo que quieras con él. Pero esa es la razón por la que fui a La Push, y tal vez eso te
encabrone y si quieres gritarme. Adelante, grítame. Pero no me arrepiento de haber ido tras ella,
porque recuerdo claramente que me dijiste que ella necesitaría escuchar de mí que no la culpo, y
después de no haberte escuchado todas esas otras putas veces pensé que esto era lo suficientemente
importante como para escuchar tu consejo. Ya sabes... ya que a veces pareces saber de qué carajos
estás hablando,” le dije. Levantó la vista y se me quedó mirando por un momento antes de que sus
ojos se desviaran de nuevo hacia el libro. Pasó su mano sobre la cubierta de cuero suspirando.

“Gracias,” dijo en voz baja. Asentí.

“Sí, de nada. Ya me voy a la cama,” murmuré, dándome la vuelta y saliendo de la habitación. Lo


escuché decir “buenas noches” mientras me iba pero no me quedé lo suficiente para responderle,
dirigiéndome directamente a la recámara. Isabella ya estaba cambiada en sus pijamas y acurrucada en
la cama. Me desvestí y metí bajos las mantas junto a ella, envolviéndola con mis brazos para acercarla
más a mí. Se acurrucó en mi pecho y cerró sus ojos, quedándose dormida rápidamente por su
cansancio. Me quedé acostado en la oscuridad y la sostuve, sin poder desconectar mi mente.

Todo se había derrumbado, nuestra relación casi se desmoronó como resultado, pero ahora podíamos
empezar a armar el rompecabezas ya que finalmente teníamos todas las piezas. Todo estaba al
descubierto, y no había nada que pudiera separarnos ya que no había más secretos.

Bueno, con la excepción de que ella era una principessa della mafia, por supuesto... pero no había
razón para contarle alguna vez esa mierda.

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Stai zitto = Cierra la boca
Capítulo 67 Ladrones

“Muchos de nosotros nos crucificamos entre dos ladrones”. Lamentarnos por el pasado y temerle al
futuro” Fulton Oursler

Isabella swan
Traducido por una de las siguientes: Mariana Conde, Gaby Madriz, Paola Guevara, Nilse Pam
Romero, Jess Muñiz, Loys Gomez, Daniela Perez, Viviana Ortiz, Pilar Ocampo.

Estaba parada junto a la ventana de la cocina, mirando hacia el patio, mis ojos concentrados en el
Volvo plateado estacionado en la entrada, el daño parecía aún peor a plena luz del día, el parabrisas
completamente destruido, el lado del pasajero estaba abollado, donde su puño se había estrellado,
incluso se podían ver algunas manchas de sangre de sus nudillos. Había una gran abolladura en la
puerta del pasajero de la cual no fui consciente, gracias a la culpa y a la vergüenza que me consumía.
Amaba su coche, me lo había dicho en numerosas ocasiones, era una de sus posesiones más preciadas,
era tan protector con él, que siempre se negaba a que alguien, a parte de él, lo manejara, inclusive a
mí, pero yo le había hecho tanto daño que eso era lo que menos le importaba. Su dolor había hecho
que destruyera algo tan importante para él.

Al acercarme al coche la verdad llego a mí, eso es justo lo que yo le había hecho a Edward. No tenía
intención de lastimarlo, pero mis intenciones no importaban cuando todo se venía abajo. La verdad era
que le había hecho daño, y así como el Volvo no se iba a reparar por arte de magia de la noche a la
mañana, sabía que iba a tomar tiempo curar a Edward. Para ninguno de los dos iba a ser sencillo
olvidarlo todo y simplemente seguir adelante, sin importar lo que mucho que pudiéramos desearlo.

“Me desperté solo” me dijo una conocida voz aterciopelada detrás de mí, sacándome de mis
pensamientos. Me di la vuelta y vi a Edward parado en la puerta de la cocina, con el cabello revuelto,
sus pantalones de franela colgando en sus caderas. Estaba sin camisa y descalzo, lucía medio dormido
todavía.

“Te veías tan tranquilo que no quise despertarte” dije en voz baja viéndolo. Mis ojos comenzaron a
descender hacia su mano y pude ver que los moretones en sus nudillos eran más oscuros y de igual
forma estaban hinchados, solo esperaba que no tuviera daños permanentes o algo que afectara su
capacidad para jugar fútbol, porque sabía que el hecho de tener la oportunidad de jugar en la
universidad significaba mucho para él. No podía soportar la idea de que había sido la causante de
arruinar la única cosa que finalmente consiguió por sí mismo.

“Mi mano está bien” dijo en voz baja después de un momento, dándose cuenta en donde estaba
centrada mi atención. Sonreí con tristeza mientras el flexionaba sus dedos, poniéndose tenso, con la
mandíbula rígida que trataba de ocultar con una mueca. Eso me dejaba claro que su mano no estaba
muy bien, pero estaba claro que no quería que sintieran lástima o compasión por él. Durante un tiempo
nos dedicamos a mirarnos el uno al otro en silencio, rodeados de una tensión incómoda. Había tantas
cosas qué decir, aclarar todo pero no tenía ni idea de cómo empezar, era demasiado abrumador. Los
acontecimientos de la noche anterior pasaban por mi mente mientras seguíamos observándonos, la
culpa aumentaba poco a poco en mí, el dolor sordo en mi pecho había estado presente desde nuestro
viaje a Phoenix y se intensificaba mientras pensaba en cómo lo había golpeado y trataba de imaginar
lo que había sentido él cuando hui hacia La Push.

Sabía que él debería haber estado confundido y dolido al darse cuenta que me había ido, el coche
estacionado afuera podía dar fe de ello.

Recordé sus palabras en el estadio de fútbol, la angustia en su voz era algo que sabía no olvidaría
pronto. Él quería saber si lo estaba haciendo a propósito, si estaba tratando de lastimarlo porque era
claro que eso es lo que estaba haciendo.

Había estado tan desesperada ocultando lo que sentía y estaba atrapada en mi propia angustia que no
me daba cuenta lo que realmente le estaba haciendo a él hasta que fue demasiado tarde.

Al guardarme lo que sabía, le estaba haciendo daño aún peor que cualquier verdad le hubiera hecho.
Me había alejado de él en un intento de evitar que sintiera ese dolor, sin darme cuenta que eso haría
totalmente lo contrario. Edward había perdido tanto en la vida y sin importar si él lo supiera o no las
causas que rodearon la muerte de su madre, la realidad era que ella no iba a regresar. El oír esa verdad
sería muy difícil para él, pero al final de todo nada habría cambiado.

Sin embargo, el alejarme de él había cambiado las cosas completamente, no fue hasta que hablé con
Jacob, en el rocoso acantilado en medio de la noche en La Push, que había entendido cómo Edward
podía llegar a ser tan dependiente. Fue difícil para mí reconocer al chico desconsiderado, rebelde
quién lastimaba a todos los que querían estar cerca de él, con el Edward del cual me había enamorado,
pero al hablar con Jacob acerca de su amistad, por fin pude realmente fusionar a esos dos Edward.

Su vínculo había sido más profundo de lo que pensé en un inicio y además entendí porque Edward lo
ataco tanto como lo había hecho cuando Jacob lo traicionó. Él finalmente había permitido que alguien
entrara a su fortaleza que había construido para protegerse, y permitió que esa persona viera realmente
su dolor y a cambio, esa persona había tomado esa información que había encontrado y la había usado
en su contra. Él se había abierto en su amistad con Jacob, solo para que Jacob le diera la espalda.

Ahí de pie en la cocina, viendo a Edward con su aspecto desaliñado y roto me di cuenta que
básicamente le había hecho lo mismo. Había dejado a un Edward con sus muros abajo, vulnerable y lo
había dejado cuando él más me necesitaba, por eso no era de extrañar que hubiera reaccionado como
lo hizo.

“Lo siento”, solté abruptamente mientras mis ojos se llenaban de lágrimas.

“Lo siento” dijo al mismo tiempo, su voz resonó junto con mis palabras y mi aflicción.

Se pasó la mano por el pelo nerviosamente, haciendo una mueca de dolor. “¿Por qué lo sientes?” me
preguntó con curiosidad.
“Estás herido” susurré. Gimió

“Te lo dije, Isabella, mi mano está bien”, dijo con una leve molestia en su voz. Suspiré y negué con la
cabeza.

“No tu mano, Tú” dije en voz baja. “Solo pensé en lo mucho que te lastimaría si te lo decía, pero
nunca pensé en cómo el no decírtelo lo haría. De verdad te lastimé y juro que no tenía intención de
hacerlo, pero lo hice.”

“Sí, lo hiciste” respondió “Pero lo entiendo, Bella, porque hice exactamente lo mismo, ya lo sabía,
solo que no quise decirte nada para no hacerte daño, sería un maldito hipócrita si te echara la culpa de
lo que pasó. Si la culpa es de alguien, es mía, porque debía de habértelo dicho cuando tuve la
oportunidad en lugar de dejar que lo averiguaras de esa forma. Pude haber detenido toda esta mierda
antes de que empezara, pero no lo hice y por eso, lo siento”.

Una lágrima se deslizó por mi mejilla, la aparte rápidamente y me di vuelta, su disculpa solo me hacía
sentir peor. Estaba tomando la culpa de algo que yo había ocasionado, tratando de suavizar las cosas y
al mismo tiempo tratando de hacerme sentir mejor, cuando él era el que necesitaba ser consolado.

Él traía cargando todo el peso en sus hombros y en ese momento me sentí egoísta por quedarme en
silencio, incapaz de encontrar las palabras para poder aliviar su preocupación y su dolor. Escuché sus
pies descalzos golpeando contra el suelo, frío y duro, arrastrándolos hasta donde estaba parada,
haciendo una pausa junto a la ventana y viendo hacia afuera.

“Cristo” murmuró él, sonando aturdido mientras inspeccionaba los daños a la luz del día. “Mira mi
maldito coche”.

“Lo siento”, dije en voz baja una vez más. Cuando me di vuelta para verlo, la culpa era abrumadora y
en ese momento las lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas, suspiró exasperado y negó con la
cabeza.

“Tienes que dejar de disculparte”, dijo sobresaltándome mientras me agarraba de la cadera y me atraía
hacia él con una expresión seria en su rostro. “Ya pasó, fue una mierda, pero ya todo terminó.
Ponernos a ver quién lastimó a quién no va a hacer que la mierda se vaya, Bella. No podemos guardar
rencores o regodearnos en la autocompasión y esperar que algo mejore, porque simplemente no
pasará, eso solamente seguirá consumiéndote en tu interior”.

“¿Es eso lo que has estado haciendo?” le pregunté en voz baja, secándome las lágrimas. Asintió.

“Lo he estado haciendo durante años, todo el tiempo preguntándome por qué mi vida era una mierda.
Traté de culpar a los demás por lo jodido que estaba cuando en realidad era mi maldita culpa que
estaba así. Estoy cansado de esa mierda, por ello sigo repitiendo los mismos errores una y otra vez. Mi
padre sigue diciéndome que madure de una puta vez y tal vez ya es hora que aprenda a escuchar y
termine con esta mierda”. Dijo quitando su mano de mi cadera y pasándola por el cabello con
frustración. “Tal vez es la puñetera hora de aceptar todo lo que pasó y solo… perdonar”.

Lo miré sorprendida por su repentina explosión de madurez cuando más o menos doce horas antes
había actuado de una manera tan volátil, era como si hubiera sido completamente aplastado,
derrotando hasta el punto que no tenía ninguna voluntad para seguir luchando, pero sonaba resignado
acerca de eso, casi como si estuviera aliviado.

“¿Eso significa que perdonas a Jacob también?”. Le pregunté con curiosidad, sus ojos se estrecharon y
me quedé helada al ver su expresión, dándome cuenta de que había tocado una fibra muy sensible con
mi pregunta.

“No”, espetó. “¿Qué demonios tiene que ver él con esto?”

Me encogí de hombros tímidamente “Dijiste que nada podría mejorar o cambiar si guardábamos
rencores, por eso pensé…”.

“Pensaste mal”, dijo rápidamente cortándome. “Eso es diferente”.

“¿Cómo?” le pregunté confundida. “Quiero decir, sé que él te lastimó, pero tu acabas de decir que
afligirnos por ello no serviría de nada. Sucedió y apesta, pero está terminado, es tiempo de seguir
adelante. ¿No?”

Se me quedó viendo mientras procesaba mis palabras y me mordía el labio inferior nerviosamente
mientras esperaba su reacción.

“Él es un pendejo y lastima todo lo que toca”, finalmente respondió hablando con naturalidad.

Sonreí con tristeza “Eso es lo mismo que siempre dice él de ti”, le dije en voz baja moviendo la
cabeza. “Está equivocado acerca de ti y se lo he dicho, pero tal vez tú también estás equivocado acerca
de él”.

“No lo estoy”, dijo enfáticamente.

Suspiré mientras me encogía de hombros. “Está bien. Solo digo que tal vez ustedes dos no son tan
diferentes y tal vez si pudieran hacer a un lado todo, ustedes podrían…”

“Entiendo lo que estás diciendo”, me interrumpió con enojo. “Y esos son muchos tal vez, Bella. Y
nunca va a suceder esa mierda, así que no tiene sentido siquiera hablar de ello. De hecho, no quiero
hablar de ese hijo de puta en absoluto porque no tiene nada que ver con nosotros”.

Dejé de hablar y lo miré, su tono me decía que el tema estaba cerrado, la tensión en la cocina estaba a
tope de nuevo estando los dos junto a la ventana y ninguno de los dos hablaba. Luché contra las ganas
de pedir disculpas por volverme tan irritante y traer de vuelta a Jacob, pero sabía que las palabras “lo
siento” solo lo iban a molestar más. Sin embargo, me sentí mal porque se suponía que íbamos a tratar
de hacer las cosas bien y obviamente no estábamos empezando con el pie correcto.

“Il tempo guarisce tutti i mali”, dijo después de un rato, acercándose y frotándose el pecho donde las
palabras habían sido escritas con tinta, “El tiempo cura todas las heridas, tú me preguntaste hace
mucho si en verdad creía en estas palabras y yo, solamente, le resté importancia. ¿Te acuerdas?”

“Sí”, respondí.

“Sí, bueno, cuando me lo hice, sinceramente no lo hacía, pensé que era solo una pendejada que la
gente dice para tratar que otros hijos de puta se sientan mejor, pero ahora lo creo sinceramente. Puedes
sobreponerte a lo que sea con el tiempo suficiente. No estoy seguro de cuánto tiempo llevará
encontrarle una solución a esta mierda, pero tengo todo el tiempo del mundo para ti. Es todo lo que
puedo ofrecer en este momento”, dijo. “Te amo, lo sabes. No me daré por vencido si tú no lo haces”.

“Yo también te amo”, dije en voz baja “Y no quiero darme por vencida”.

Sonrió suavemente mientras envolvía sus brazos a mi alrededor, atrayéndome en un abrazo. Cerré los
ojos devolviéndole el abrazo, respirando profundamente e inhalando su aroma que me reconfortaba.
Me mantuvo abrazada con fuerza, mientras sentía como depositaba un beso en la parte superior de mi
cabeza al mismo tiempo que tarareaba alegremente.

“Si realmente no creías esa frase, ¿por qué te la tatuaste?”, le pregunté después de un momento.
Suspiró y se encogió de hombros dejándome ir.

“Es algo que mi madre solía decir, ella era como un libro de citas, sabiduría y mierda andante”. Dijo
volviéndose para mirar por la ventana una vez más, dejó escapar una risa curiosa sacudiendo la
cabeza. “Me recuerda a ti y tu mierda de Albert Schweitzer, no sé por qué me tomó tanto tiempo ver
las similitudes. Debería haber sido obvio para mí antes, ya que ella también fue una esclava”.

Lo miré con confusión. “¿Qué acabas de decir?”, le pregunté sabiendo que debí de haber oído mal
porque eso no tenía ningún sentido.

Enfoco sus ojos en mí y frunció el ceño “¿Qué parte? ¿El hecho de ella solía decirme citas como tú lo
haces o el hecho de que ella era una esclava como tú?”

Mis ojos se abrieron con sorpresa “¿Tu madre fue esclava?”, le pregunté con voz más alta de lo
previsto debido a la sorpresa.

Me miró con confusión y asintió con vacilación. “Sí”, dijo. “Carajo, pensé que lo sabías. Quiero decir,
tú leíste su diario y todo eso”.

Negué rápidamente mientras trataba de procesar la información. ¡¿Elizabeth Cullen había sido una
esclava?! “Solo leí una página del diario, Edward. Era mi cumpleaños y tú me visitaste. El diario
simplemente decía que estaba decidida a salvarme pero tu padre no entendía, así que ella decidió
hacerlo sin él porque pensó que era el destino. Eso es todo lo que leí. No sabía… Quiero decir… no
decía que era, ya sabes” tartamudeé, completamente aturdida.

“¿Solo leíste una página?”, me preguntó. Asentí y él negó. “Bueno, mierda, supuse que habías leído
bastante de él.”

“No, no sentía la necesidad de leer más, he descubierto varias cosas por mi cuenta”, le respondí. “O
sea, no debería haber leído ni siquiera esa página, porque es una invasión a su privacidad y lo siento si
te enojas…”

“Détente”, dijo rápidamente levantando su mano para callarme. “Te dije que tenías que dejar de
disculparte conmigo, no te culpo por leerlo. También he leído esa mierda, de hecho se lo di a mi padre
para no caer en la tentación”.
“¿Se lo diste al doctor Cullen?” le pregunté. “¿Así que él sabe que yo sé?”

“Si, en realidad no importa. Me ha estado diciendo por mucho tiempo que tenía que decírtelo”,
respondió.

Nos quedamos en silencio mientras trataba de procesar todo lo que había dicho. De repente, todo lo
que había sucedido en el último año con los Cullen tenía sentido, las reacciones del doctor Cullen
hacia mí ahora me parecían lógicas. Nunca había sido capaz de entender por qué se había tomado la
molestia y me había comprado, solo para ser tan frío o tan cálido conmigo en todo. Finalmente lo
entendí no lo había hecho por mí, lo había hecho por su esposa.

Edward me había dicho que no había hecho nada malo, pero parte de mí todavía se sentía como si lo
hubiera causado y me pregunté si era de la misma forma para el doctor Cullen.

Era evidente que amaba a su esposa y la había perdido por mi culpa. No podía siquiera imaginar lo que
sentía al verme todos los días y saber a lo que había tenido que renunciar para que yo pudiera estar
donde estoy en este momento. No me había dado cuenta hasta ese momento exactamente, hasta qué
punto el hombre que yo veía como nada más que mi amo se había sacrificado para darme una
verdadera vida, lo mucho que la familia entera había estado sacrificando para que yo estuviera a salvo.

El ser un amo significaba ser dueño de la vida de tus esclavos, pero sin embargo el doctor Cullen
había hecho todo lo contrario, había hecho lo posible por darme una vida.

Este hecho no podía borrar completamente de mi memoria el incidente con su arma algunos meses
atrás, pero me ayudó a reconocer que el doctor Cullen no era el insensible, cruel hombre que siempre
había visto en él. Él era un ser cruel a veces, pero la verdad era que tenía el corazón roto y tenerme a
su alrededor era un recordatorio evidente de lo que había sucedido. No era de extrañar que en el
aniversario de la muerte de ella sus ojos irradiaran fuego y rabia y su expresión luciera devastada. Por
mucho que lo deseara no puedo culparle, me di cuenta que el doctor Cullen luchaba contra su propia
culpa.

Se debatía entre cuidar de la chica a la que su esposa había querido ayudar y odiar a la chica que se la
había quitado.

Sentí como una lágrima resbalaba por mi mejilla y parpadeé sorprendida de que estuviera llorando
otra vez. La limpié y vi a Edward mirándome con cautela, esperando mientras yo procesaba las cosas.
Me miró con sus ojos verde intenso mientras pensaba en su madre, tratando de darle algún sentido al
hecho de que ella también había sido esclava. El concepto era simplemente sorprendente y no estaba
segura de qué hacer con eso. ¿Sería por eso por lo cual estaba tan desesperada por salvarme?, ¿se
había visto reflejada en mí?, ¿cómo había pasado de ser una esclava a ser una esposa de la mafia? ¿El
doctor Cullen esencialmente la rescató, al igual que Edward me rescató a mí?

“¿Cómo, uh…?” comencé sacudiendo la cabeza con confusión. “Quiero decir, ¿tu madre era en
realidad una… esclava?” le susurré la palabra, mi voz era tan baja que me pregunté si pudo oírme.

“Sí, es una historia muy larga y realmente no tengo ganas de hablar de eso ahora, pero sí, lo era. Vivía
con los Evanson en Phoenix cuando mi padre se enamoró de ella”, respondió.
Mis ojos se abrieron con sorpresa “¿Con Alec? ¿Ella era esclava de Jane?” le pregunté atónita. Asintió
con la cabeza y vi que apretaba su mano en un puño y su postura se ponía rígida y vi como luchaba
contra su enojo ante la mención de Jane. En ese momento dejé el tema rápidamente, mordiendo mi
labio nerviosamente. Todo estaba volviéndose tan claro para mí ahora que sabía que Elizabeth había
pertenecido a los Evanson, la reacción del doctor Cullen a las Coca- Colas de cereza, la reacción de
Alec hacia mí. Fue un impactante pensar en la cantidad de cosas que teníamos en común la madre
Edward y yo. Recordé a Jasper decirme en la noche de Halloween que Edward había visto algo en mí
que lo había cambiado y se había aventurado a suponer que era porque le había recordado a su madre.
No era de extrañar las similitudes que existían entre nosotras gracias al conjunto de circunstancias que
habíamos sufrido.

“¿Jasper y Emmett lo saben?” le pregunté en voz baja.

“Ellos saben que tú eras a la que ella quería salvar, pero no saben que ella fue esclava. Mi padre se los
va a decir cuando tenga la oportunidad”, respondió, aclarándose la garganta. “Como sea, ¿quieres ir
arriba y pasar el rato, ver una película o algo así? Sería bueno no pensar en esta mierda por un rato”.

Asentí, estando de acuerdo con la idea, siguiéndolo fuera de la cocina y subiendo las escaleras. El
doctor Cullen debió oír cuando llegamos a la segunda planta y llamó a Edward. Dudé brevemente
antes de decirle que lo veía en nuestra habitación, mientras él se dirigía a la oficina de su padre. Me
metí en la cama, quedándome un tiempo allí buscando consuelo en el familiar calidez. Edward entró
unos minutos después con un sobre en la mano.

“Tienes correo, tesoro” dijo en voz baja, acercándose y sentándose cuidadosamente en el borde de la
cama. Mi frente se arrugó con confusión y me senté, mirándolo con recelo.

“¿Para mí?” le pregunté. Sonrió y asintió con la cabeza, sosteniendo el sobre para mí, lo tomé con
cuidado y le eché un vistazo, viendo que tenía como remitente al Consejo Americano de Educación
(N.T. American Council on Education).

“¿Esto es… eh…?”

“Los resultados de tus pruebas”, dijo en respuesta a mi pregunta no formulada. Me quedé mirando el
sobre nerviosamente, congelada por un momento mientras esperaba en silencio que lo que contenía no
hiciera que todos pensaran que lo que habían hecho por mí había sido una pérdida de tiempo.

“¿Lo vas a abrir?” Miré a Edward y vi la curiosidad marcada en su cara, sus ojos brillando llenos de
emoción. Su expresión solo hizo que mis nervios aumentaran, ya que tenía mucho miedo de
decepcionarlo. Era la primera vez que hacía eso, intentando lograr algo simplemente para mejorar
algo en mí y verdaderamente temía fracasar.

“¿Puedes abrirlo por mí?”, le pregunté suplicante extendiéndole el sobre. Me miró curiosamente antes
de sacudir la cabeza.

“Deberías hacerlo tú, tesoro”, dijo suavemente. Suspiré y arranqué cuidadosamente la solapa, tirando
del papel. Lo desdoblé y me mordí el labio nerviosamente mientras mis ojos escaneaban la hoja, la
confusión llegó a mí cuando vi muchos números diferentes. No tenía ni idea de lo que eso significaba
y busqué algo que me indicara si había fallado o no.
“No lo entiendo” dije después de un momento. “No es más que un montón de números”.

“¿Cuáles son los números?” Preguntó.

“Lectura 450, Escritura 420, Matemáticas 450, Ciencias 500 y Estudios Sociales 470”, leí.

“¿Dice cuál es el promedio de ellos?”, me preguntó. Vi hasta el final de toda esa lista de números y vi
el total y el promedio de la prueba.

“458”, le dije tímidamente, mirándole ansiosamente. Me miró por un momento antes de asentir con la
cabeza.

“Se necesitan 450 puntos para pasar toda la cosa” dijo en voz baja. Mis ojos se abrieron de golpe en
shock cuando había dicho eso.

“¿Pasé?,” le pregunté con escepticismo tratando de contener la esperanza y la emoción que


amenazaban con estallar. Asintió y sonrió felizmente, su expresión finalmente rompió mi compostura,
jadeé en voz alta y me aventé con tanta fuerza que casi cayó de espaldas pero alcanzó a agarrarme y
nos rodó rápidamente de manera que quedó encima de mí, riendo.

“Maldita sea, nena” dijo en broma “¿Tratas de tirarme de la puñetera cama?”.

Me sonrojé y lo miré fijamente, tratando de luchar contra mi emoción, pero mi visión ya estaba
borrosa gracias a las lágrimas.

“¡Pasé!” exclamé con orgullo, sonriendo. Se rió de mi entusiasmo.

“Lo hiciste. No puedo decir que eso me sorprende porque sabía que lo lograrías” dijo con confianza,
me miró un momento antes de inclinarse y presionar gentilmente sus labios con los míos. Me besó
suave y lentamente, pero pude sentir toda la pasión que él sentía por mí y que emanaba en ese
momento. Fue solo un beso inocente pero significó más que eso, fue un beso de redención, perdón y
orgullo, además de que decía que no importaba lo que había ocurrido en el pasado aún había esperanza
para el futuro. Con eso me decía que a pesar del dolor y la angustia, el amor todavía estaba allí y
seguiría ahí siempre y cuando siguiéramos haciendo un esfuerzo.

“Gracias”, le susurré contra su boca.

“¿Por qué?” me preguntó.

“Por creer en mí”, le respondí. “Y por nunca darte por vencido”.

“No tienes por qué darme las gracias por esta mierda”. Respondió haciéndose para atrás sonriendo.
“Lo hago porque te amo”.

“También te amo”, le dije.

“Ya lo sé, Bella, y no te preocupes vamos a resolver esta mierda, quiero decir cada vez estamos un
paso más cerca”, dijo él tomando los resultados del examen GED de mi mano y sosteniéndolo.
“Puedes ir a la universidad, ¿sabes? El cielo es el límite”.

“¿Qué hay de ti?” le pregunté con curiosidad “¿Cuándo vas a hacer el examen para la Universidad?”

“En una semana”, lo miré con sorpresa y me sonrió con tristeza. “Me apunté justo antes de ir a
Phoenix. Olvidé mencionarlo, tenía otra mierda en la cabeza”.

Asentí. “Entiendo, ¿estás emocionado?”, le pregunté con curiosidad, se rió y negó cabeza.

“Yo no diría que aplicar los SAT sea emocionante, Bella. Estoy listo para hacer la jodida prueba y
espero no hacerlo demasiado mal en mi primer intento, porque la verdad no quiero tomar esta mierda
una segunda vez”. Dijo. “Tengo que empezar a llenar aplicaciones para la universidad, así que también
tengo que averiguar a dónde iremos una vez que salgamos de este puto lugar”.

“¿En serio?”, le pregunté.

“Sí, en serio, sobre todo si voy a tratar de jugar fútbol el próximo año”, respondió “¿Todavía quieres ir
a California? Estoy seguro que podemos encontrar una escuela decente con un programa de arte
aceptable para ti”.

Me encogí de hombros tímidamente. “Creo, quiero decir, realmente no he pensado en ello”.

“Bueno, piénsalo, ¿de acuerdo? Vamos a buscar algunas escuelas y esas mierdas, ver que vamos a
hacer”, dijo suavemente, levantándose de la cama y estirándose. “En lugar de sentarnos en este
maldito lugar todo el día, ¿qué te parece si hacemos algo para celebrar?”

“¿Celebrar?” Le pregunté. Se echó a reír.

“Sí, celebrar, ya eres una puta graduada del instituto. O equivalente a una. Sabes, la mitad de las
personas que toman el maldito GED lo fallan la primera vez, por eso el hecho de que lo hayas pasado
es enorme, tesoro. Simplemente mira dónde estabas hace un año y dónde estás ahora. Eres libre, tienes
un jodido título y estamos enamorados, vamos a lograr salir de toda esta mierda antes de que nos mate
a ambos”, hizo una pausa mientras fruncía el ceño y yo reía.

“Sí, esta mierda no tiene ningún sentido. Si nos mata, no conseguiríamos salir de ella ¿no?, como sea,
tú entiendes lo que estoy diciendo. Simplemente vamos a sobrevivir como siempre lo hemos hecho,
por eso esto es motivo para celebrar y además hace mucho que no tenemos una razón para celebrar por
un largo tiempo. Así que ven, levántate, ponte algo decente y vamos a olvidarnos de toda esta mierda
por un rato y solamente ser nosotros. Joder, no siempre podemos ser nosotros mismos”.

Le eché un vistazo a mis pantalones negros y a la camiseta del equipo de fútbol de la preparatoria de
Forks que llevaba, suspiré. “¿Qué tiene de malo mi ropa?”, le pregunté con curiosidad. Se rió y negó.

“¿De toda la mierda que te dije lo único que tienes qué decir es por qué te tienes que cambiar?”, me
preguntó con diversión, agarrando mi mano y tirando de mí y haciendo que me levantara. Se inclinó y
me dio un rápido beso en los labios. “Cambia”, susurró contra mis labios, “tu ropa, no tú. No quiero
que tú tengas un maldito cambio, pero estoy un poco cansado de ver esa maldita camiseta.”

“Me gusta esta camiseta” dije a la defensiva cuando se giró para salir de la habitación, dejando el eco
de su risa en el cuarto mientras desaparecía. Me quité la ropa y me vestí con un par de vaqueros y una
blusa negra, acomodé mi cabello en una cola de caballo y agarré mis cosas antes de bajar.

Edward estaba parado en el vestíbulo pasándose la mano por el cabello con frustración, murmurando
por lo bajo. Hice una pausa y lo miré, detectando la molestia en su rostro.

“¿Tienes tus llaves?”, preguntó, alzando las cejas inquisitivamente. “Maldita sea, no podemos tomar
el Volvo para irnos a cualquier lado teniendo en cuenta en el estado en que está”, sonreí tristemente
sacándolas de mi bolsa y entregándoselas. Me dio las gracias en voz baja antes de abrir la puerta,
haciéndome un gesto para que saliera.

“Entonces, ¿a dónde vamos?”, le pregunté mientras nos metíamos en el coche. Puso en marcha el
coche, murmurando en voz baja con molestia mientras ajustaba el asiento y los espejos a su agrado.
Me senté en silencio y esperé mientras acomodaba todo sabiendo lo quisquilloso que era. Le tomó
unos minutos arreglar todo hasta que estuviera lo suficientemente cómodo para empezar a conducir,
pero aun así siguió quejándose antes de responder mi pregunta.

“No lo sé, tesoro. Pensé que tal vez podríamos ir a Port Angeles a joder un rato y encontrar algo qué
hacer” dijo encogiéndose de hombros. “Cenar algo, gastar dinero, la mierda de siempre, ya sabes”.

“Bien, entonces”, le respondí, sin importarme mucho lo que hiciéramos siempre y cuando pasáramos
tiempos juntos. Estuvimos relativamente tranquilos durante el viaje, mientras miraba por la ventana,
disfrutando de la vista, Edward jugueteaba con la música. Aparcó junto a la orilla cuando llegamos y
nos pasamos la mayor parte de la tarde caminando por el paseo marítimo, de la mano y charlando.
Sorprendentemente era un día soleado así que no tuvimos ninguna prisa para entrar en cualquier lugar
solamente disfrutando del día cálido. Platicamos un poco acerca de la universidad y Edward mencionó
lo feliz que estaría de vivir en algún lugar cerca de la playa donde pudiera surfear de vez en cuando.
Simplemente sonreí y estuve de acuerdo con eso y escuchar que le encantaba el surf. En ese momento
me di cuenta de que había tantas cosas que no sabía de él, lo mucho qué que tenía que aprender sobre
el chico con el que planeaba pasar el resto de mi vida.

Eventualmente entramos en algunas tiendas, la mayor parte solo para distraernos excepto una donde
Edward se compró un teléfono para sustituir el que había roto. Siguió ofreciendo comprarme todo tipo
de cosas, diciendo que quería darme un regalo especial por el logro que había obtenido hoy, pero no vi
algo que me interesara realmente. Ya tenía todo lo que necesitaba y él seguía comprándome cosas, lo
que me parecía excesivo e innecesario.

Pasamos frente a una tienda que hacia retratos y Edward se quedó inmóvil, jalándome para que me
detuviera.

“Vamos” dijo tirando de mí hacia el interior. Soltó mi mano y me detuve junto a la puerta, mirándolo
con confusión mientras se acercaba a una joven que estaba parada detrás del escritorio con su sonrisa
encantadora y torcida adornando sus labios. Ella levantó la vista y vi cruzar la sorpresa en su cara, sus
ojos recorriendo todo su cuerpo. Sonrió con coquetería sin ni siquiera darse cuenta que yo estaba
parada ahí.

“¿Puedo ayudarte en algo?” preguntó ella con dulzura.


“Creo que puede”, Edward respondió usando la voz seductora y suave que usaba cuando estaba,
intencionalmente, tratando de encantar a alguien. Lo había oído utilizarla numerosas veces cuando
quería salirse con la suya y nunca, personalmente, he visto que fallara, lo miré con recelo
preguntándome qué era lo que estaba planeando.

“Genial” ella respondió, sacando su lengua y lamiéndose los labios lentamente. Me estremecí y la
miré fijamente sintiendo que las náuseas comenzaban a aparecer al ver como estaba coqueteando
abiertamente con Edward sin importarle que yo estuviera ahí. “Adelante, ponme a prueba”.

Me tensé y entrecerré los ojos en respuesta a su tono. “Quiero que tomen algunas fotos”, explicó
Edward, tomándome desprevenida. Lo sorprendida, todavía sin estar segura qué era lo que estaba
haciendo.

“Oh bueno, tenemos cita disponible para dentro de dos semanas” dijo ella mirando hacia el cuaderno
que tenía frente a ella.

“Eso no me sirve”, dijo él sacudiendo la cabeza.

“¿Oh, cuando lo querías?” le preguntó ella. Él se rió y se inclinó hacia ella bajando aún más la voz.

“En este momento” dijo. Ella lo miró con incredulidad mientras yo me quedaba allí, viendo como la
sobornaba y pagaba el doble de la tarifa, guiándome después a la parte trasera para poder tomarnos
nuestras fotos. Me sorprendió por completo cuando él envolvió sus brazos alrededor de mí, susurrando
en mi oído que sonriera. Ella tomó una docena de fotos, avisándole a Edward que estarían listas en un
par de semanas. Le dio las gracias y me sacó del lugar tan rápido como habíamos entrado, sonriendo
alegremente.

“Ahora tienes algo para recordar este día”, dijo. “No es un birrete y una toga o una maldita ceremonia
de graduación pero por lo menos es algo”.

Cenamos en un restaurante de mariscos con vista al mar antes de regresar a Forks después de haber
visto la puesta de sol, estábamos agotados tanto física como mentalmente. Cuando llegamos a la casa,
me duché y cambié mientras Edward hacía sus tareas y luego nos fuimos a la cama. Me atrajo hacia él
y me abrazó con fuerza, sonreí cuando su respiración se hizo más regular diciéndome que se había
quedado dormido. Me acurruqué contra él y cerré los ojos suspirando alegremente. Fue la primera vez
en algún tiempo que me había ido a dormir sintiéndome verdaderamente segura. Era la primera vez,
desde que mi madre murió, y de que supe la verdad acerca de la madre de Edward, que podía cerrar
mis ojos con una sincera sonrisa en mi cara y la esperanza inundando mi corazón.

La semana siguiente se me pasó volando mientras trataba de volver a ajustar mi vida y asimilar todo.
Me mantuve ocupada durante el día mientras Edward se iba, limpiando y cocinando para tener mi
cabeza ocupada por algún tiempo y alejar todos mis pensamientos un rato. Desperdicié demasiada
comida, como el doctor Cullen rara vez comía los dulces que horneaba y Edward estaba cuidando la
comida chatarra que consumía para poder mantenerse en forma para el fútbol, pero era lo único que
mantenía mi mente alejada de todo. Edward estuvo ocupado constantemente entre la práctica de fútbol
y el estudio después de la escuela, por lo que realmente solo lo veía en la cena y cuando nos íbamos a
la cama por la noche. Vi aún menos al doctor Cullen, como siempre estaba en el hospital o encerrado
en su despacho. Lo vi pasar algunas veces pero nunca se molestó siquiera en dar un saludo antes de
desaparecer de nuevo.

Era difícil no pensar en nada cuando me dejaban sola y el sentimiento de culpa que me seguía
carcomiendo conforme pasaba el tiempo. Ni siquiera podía mirar la fotografía de Edward y su madre,
apoyada en su escritorio, sin sentir el dolor paralizante que sentía cuando veía la devoción en su rostro
de Edward cuando la miraba. Entre Edward y yo todavía había algo de tensión que estábamos tratando
de superar, pero sabía que era una de esas cosas que solo se curan con el tiempo.

Me desperté a la mañana siguiente, sábado, justo cuando Edward estaba saliendo de la ducha. Me
quedé quita en la cama, mirándolo, mientras él se vestía en silencio, haciendo su mejor esfuerzo para
no molestarme. Se paró delante del armario e incluso en la habitación semi oscura pude distinguir la
definición de los músculos de su espalda y las líneas de sus tatuajes. Tenía la piel tan pálida que
brillaba con la luz tenue que se filtraba de la puerta del baño abierta, dejándome casi hipnotizada en
mi estado adormilado. Si había una imagen de Edward Cullen que no quería olvidar era esta, la que
estaba frente a mí. La imagen de él, descalzo, con el torso desnudo, vulnerable y expuesto,
moviéndose sigiloso en su propia habitación en la oscuridad, tratando de no despertarme. Era una
imagen que la mayoría de la gente nunca iba a ver de él, una imagen que no podría soportar perder. La
gente a menudo solo veía al muchacho, egoísta, malcriado e irresponsable pero yo era una de las pocas
afortunadas que podía ver a Edward como era realmente. Completamente expuesto hasta su alma, tan
compasivo y cariñoso, un alma verdaderamente amable a pesar de todo lo que su marcado exterior
gritara. Él era impresionante, tan bello por dentro y por fuera, y la silenciosa alegría que él rezumaba
cuando nadie más lo veía era suficiente para dejarme sin aliento. Lo amaba con cada fibra de mi ser y
el hecho de que después de todo lo que había pasado todavía siguiera delante de mí, decía mucho
sobre su amor hacia mí. Todo lo que habíamos compartido había trascendido tanto y ninguna cantidad
de dolor o angustia podría romper nuestro vínculo. Sabía, mientras miraba a Edward en la oscuridad,
que aunque no nos viéramos nunca otra vez, lo amaría por el resto de mi vida. Él era una parte de mí y
nada podría quitarnos esto, sin importar qué. Él, irrevocablemente, me había cambiado, al igual que yo
lo había cambiado a él y no había vuelta atrás para ninguno de nosotros. Suspiró suavemente en la
habitación en silencio y se puso una camisa, antes de agarrar un par de tenis Nike de su armario. Pateó
sin querer una de las esquinas de la cama en la oscuridad mientras caminaba a mi lado, gruñó,
maldiciendo profusamente en voz baja. Traté de ahogar mi risa por su reacción, pero fallé, su cabeza
giró en mi dirección con sorpresa cuando me oyó reír.

“Cristo, Bella ¿cuánto tiempo tienes despierta?”, me preguntó, sentándose en el borde de la cama,
poniéndose los zapatos en lugar de aventurarse a ir más lejos en la oscuridad.

“Solo unos minutos”, le dije en voz baja mientras me sentaba, aclarando mi garganta para tratar que el
sueño se fuera de mi voz.

“Y, ¿estabas viendo cómo me vestía? ¡Jodida pervertida!” Dijo en broma, empujándome suavemente
con su codo. Me sonrojé y esperaba que no pudiera verlo en la oscuridad, pero nada se le escapaba. Se
rio entre dientes. “Sí, lo eres”

“No pude evitarlo. Eres demasiado hermoso como para no verte”, murmuré. Se rió y se levantó
sacudiendo la cabeza.

“Estás medio dormida y no sabes que es lo que estás diciendo”, dijo en tono de broma, inclinándose y
besándome rápidamente. “Tengo que irme o voy a llegar tarde. Te amo”.
“También te amo” dije en voz baja mientras se dirigía a la puerta. Las palabras se quedaron atrapadas
en mi garganta por alguna razón ya que la emoción me estaba embargando, con los ojos llenos de
lágrimas. Me volteó a ver con confusión y le sonreí para que no se preocupara, sin siquiera saber el
porqué estaba reaccionando de esa manera. “Buena suerte”.

“Gracias, tesoro” respondió dudando por un momento. “Nos vemos en unas horas”. Salió y escuché
sus pasos mientras bajaba las escaleras, mientras limpiaba mis lágrimas y una extraña sensación me
invadió. Se sentía como si fuera miedo, como si toda la felicidad hubiera sido succionada cuando él
salió de la habitación. Traté de alejarla pensando que era solo un remanente de la devastación por lo
que habíamos pasado, y salí de la cama para empezar el día. Me dirigí a la cocina para beber algo
antes de empezar a limpiar y estaba sirviéndome un poco de jugo de naranja cuando escuché que una
puerta del primer piso se cerraba. Me tensé instintivamente con una extraña sensación de miedo
recorriendo mi cuerpo cuando oí pisadas que se dirigían a mí. Me quedé mirando la puerta y mi
corazón empezó a latir rápidamente, pero se calmó de inmediato cuando vi que era el doctor Cullen.
Exhalé bruscamente, sorprendida de que estuve conteniendo el aliento sin darme cuenta mientras él
me miraba con curiosidad cuando lo notó. Me sentí un poco ridícula y esperaba que no preguntara,
porque no podría explicarlo. Algo simplemente había algo extraño en mí que me tenía en vilo.

“Buenos días, dolcezza” dijo con voz tranquila, pero las palabras resonaron en prácticamente toda la
casa, era lo máximo que había hablado conmigo en días.

“Buenos días, señor” le respondí cortésmente, sintiéndome incómoda porque me estaba mirando. Era
la primera vez que nos veíamos cara a cara desde que descubrió que yo sabía la verdad y no estaba
segura de qué decir o qué hacer. Era tan extraño mirarlo, sabiendo la verdad de por qué me había
comprado, mientras yo seguía sintiendo miedo en su presencia, la gratitud iba ganando terreno poco a
poco. Parecía nervioso mientras estaba allí mirándome con aprensión, como si estuviera preocupado
acerca de mi reacción hacia él. Era sorprendente y yo lo miraba con interés, teniendo en cuenta su
aspecto desaliñado, tenía ojeras bajo sus ojos, arrugas que recubrían su cara tanto que lo hacían
parecer más viejo de lo que sabía que era. Estaba estresado y obviamente desgastado por la vida,
completamente agotado y necesitaba un alivio de todo. Me preguntaba, mientras lo miraba,
exactamente cuánto de eso lo había causado yo.

“Yo, eh” comenzó, mirándome con cautela. “Me voy a Chicago, tengo un vuelo que sale de Seattle a la
una de la tarde”.

“Está bien”, dije tímidamente preguntándome por qué me estaba diciendo esto.

“¿Necesitas algo antes de que me vaya?” preguntó alzando las cejas inquisitivamente. Mi ceño se
frunció con la pregunta y él suspiró apretándose el puente de la nariz con frustración.

“Como Edward tiene tu coche no quería dejarte varada, entonces quería ver si necesitabas algo
ahorita”.

“Oh” dije. El coche de Edward había estado en el taller toda la semana para que pudieran arreglarlo y
había tenido que estar desplazándose con el mío. “Um, no, estoy bien, gracias”.

Asintió. “Está bien, entonces que tengas un buen fin de semana”.


“Usted también, señor” le respondí. Me miró con curiosidad como si tuviera algo más que decirme,
pero se dio la vuelta y se marchó sin decir otra palabra. Se fue unos minutos más tarde. Pasé una
buena parte de la mañana haciendo la limpieza, quitándole el polvo a las mismas cosas a las que se lo
había quitado toda la semana. La casa estaba impecable, más limpia de lo que había estado antes de
que me hiciera cargo de ella. Era una especie de ironía teniendo en cuenta que no estaba obligada a
limpiar. Pasaban un poco de las once de la mañana, cuando estaba limpiando la despensa en la cocina,
manteniéndome ocupada hasta que Edward llegara a la casa. Alice se había ido a Seattle para pasar el
tiempo con Jasper como solía hacerlo todos los fines de semana, y estaba empezando a sentirme sola
en esta enorme casa, silenciosa. Estaba trabajando con los enlatados, clasificándolos por su tipo
gracias al aburrimiento, cuando oí el crujido de la grava afuera y el ronroneo de un motor. Me tensé de
inmediato y me acerqué a la ventana, mirando con curiosidad mientras un deportivo rojo desconocido
se estacionaba en frente de la casa. El coche se apagó y se abrió la puerta del lado del conductor, una
mujer rubia salió de él. Mi ceño se frunció con confusión mientras ella miraba alrededor con
nerviosismo, la verdad me golpeó, ya la había visto antes, después de que alcancé a ver su rostro.

Era la enfermera del hospital, Heidi, si recordaba correctamente. Cerró la puerta del coche y se dirigió
hacia la casa, la ansiedad comenzó a deslizarse dentro de mí. Me quedé allí un momento
debatiéndome qué hacer antes de dirigirme al vestíbulo, el sonido del timbre se escuchó con fuerza, lo
que me detuvo en seco. Algo sobre ese sonido me envió un escalofrío, de miedo, por toda la espalda,
esa sensación de miedo, que había sentido antes, regresó con tanta fuerza que pensé que iba a vomitar.

Me agarré de la orilla del piano para no caerme, sorprendida por mi reacción tan intensa. Me quedé
allí y trate de controlarme, mis manos comenzaron a temblar cuando el timbre sonó otra vez. Algo
estaba definitivamente mal.

Agarré mi celular y lo abrí, explorando a través de los números y vacilando llegué al del doctor
Cullen. Me sentí ridícula, porque era probable que solo buscara al doctor Cullen para algo referente al
trabajo, pero no pude evitar la sensación que me advertía que no abriera la puerta porque era una mala
idea. El timbre sonó de nuevo y di un paso atrás, apoyándome contra la pared mientras marcaba el
número de teléfono del doctor Cullen, el teléfono sonó un par de veces y estaba a punto de colgar,
sabiendo que pronto se iría a su correo de voz, cuando de pronto contesto. Su voz sonaba asustada y
me di cuenta inmediatamente de que era la primera vez que lo llamaba.

“¿Pasa algo, Isabella?” preguntó con alarma. Dudé sin saber qué decir o cómo explicarlo. Me sentí
completamente ridícula porque se suponía que estaba empezando a ser independiente y la simple
presencia de una mujer joven, aparente inofensiva, en la puerta de la casa me hizo sentir tanto pánico.

“Yo, eh, no estoy segura señor”, tartamudeé.

“¿Qué está pasando?” me preguntó. Suspiré y el timbre de la puerta sonó con fuerza otra vez,
haciéndome estremecer.

“¿Quién está ahí, Isabella?” preguntó con voz grave, después de escuchar el timbre.

“Es, eh, la enfermera del hospital”, le respondí. “La que trabaja con usted”.

“¿Heidi?” Me preguntó sonando confundido.


“Si”, le dije. “Iba a abrirle, pero…”

“No”, dijo bruscamente, su tono me asustó haciéndome callar de inmediato. “No respondas, Isabella,
no sé lo que quiere, pero ella no está allí buscándome a mí”.

“Está bien”, dije vacilante, sin entender mucho pero algo asustada por su respuesta. Lo oí maldecir
cuando el timbre sonó de nuevo seguido por una serie de fuertes golpes.

“Comunícate con Edward de inmediato, no te quiero sola en este momento”, dijo sonando muy serio.
“Necesito que configures la alarma, ¿te acuerdas del código?”

“Si”, dije con voz temblorosa a causa de los nervios. Algo estaba definitivamente mal, si el doctor
Cullen lo intuía.

“No quiero que abras la puerta hasta que no veas a Edward al otro lado de ella, ¿oíste? No me importa
quién se presente, no le abras a nadie más que a Edward”, dijo severamente.

“Sí, señor” le dije. El doctor Cullen dijo que iba a hacer unas llamadas antes de decirme que no me
preocupara y colgara, cerré el teléfono, agarrándome a él con fuerza mientras lentamente caminaba a
la puerta principal. La puerta estaba abierta, contuve la respiración mientras agarraba el cerrojo y lo
giraba lentamente hasta que hiciera clic. Heidi seguía tocando, exhalé un suspiro de alivio, los golpes
no vacilaron por lo que no me había oído cerrar la puerta. Miré el teclado al lado de la puerta e ingresé
el código, 62373, pulse el botón rojo para activarla.

Heidi dejó de tocar y su voz apagada se escuchaba a través de la puerta mientras pegaba mi oreja a la
puerta, tratando de averiguar qué estaba pasando afuera.

“¿Qué quieres que haga?, ella no está respondiendo” dijo ella con voz débil y apenas audible. Mi ceño
se frunció con confusión porque ella estaba sola, pero después de un segundo me di cuenta que estaba
hablando por teléfono. No tenía la menor idea de con quién estaba hablando, pero me ponía nerviosa,
muy nerviosa. “Sí, estoy segura que está aquí. El doctor Cullen la dejó esta mañana como se suponía
que debía…” hubo una pausa, el silencio se hizo muy largo mientras mi corazón latía furiosamente.
“No, ella no está con él. Ese cabrón está tomando una prueba hoy, te lo dije. Esa es la razón por la que
elegimos hacerlo hoy, ¿recuerdas? Ella definitivamente está aquí y sola, solo hay que hacer que abra
la maldita puerta de alguna manera”, hubo una breve pausa antes de continuar, su voz se tambaleaba,
la desesperación y angustia se hacían presentes, “Lo sé, lo entiendo, pero ¡no seas así, por favor! Te
quiero Jay, te lo juro y no quiero decepcionarte, prometo que voy a hacer bien este trabajo, lo haré
bien. Sé lo que esto significa para ti”.

Mis rodillas casi cedieron y grité, tapándome la boca con rapidez para callarme, cuando comenzó a
golpear la puerta con impaciencia. Me tensé esperando que no me hubiera oído.

“¿Hola?” gritó ella “¿Estás por ahí?”. Me escabullí tan silenciosamente como pude hacia un lado,
acurrucándome en un rincón junto al piano, cuando abrí mi teléfono de nuevo. Estaba asustada y
confundida, la sangre empezó a correr furiosamente por todo mi cuerpo. Examiné a través de mi lista
de números de manera rápida y marqué el de Edward, mi temor fue en ascenso cuando sonó su correo
de voz. Dejé escapar un suspiro tembloroso y las lágrimas se comenzaron a formar, cuando ella
comenzó a golpear la puerta y tocar el timbre varias veces otra vez gritando mi nombre. Podía oír el
enojo en su voz y me sorprendió porque nada de esto tenía sentido.

No sabía qué quería, por qué estaba allí o con quién estaba hablando, pero cualquiera que fuera la
razón sin duda no era nada bueno. Examiné de nuevo mi lista de números, sabiendo que Emmett y
Rose no podían ayudarme al estar al otro lado del país y Alice y Jasper no serían capaces de ayudarme
desde Seattle. Ya había hablado con el doctor Cullen y hecho lo que me había ordenado, estaba casi
sin opciones cuando llegué al último número de mi teléfono. Después de lo que había ocurrido la
semana pasada, del dolor que le había causado a Edward, me había jurado que no lo volvería a usar.
Me senté allí temblando, mientras la impaciencia de Heidi crecía, debatiendo furiosamente qué iba a
hacer, cuando sus palabras se hicieron más feroces.

“Te juro que voy a entrar si no me contestas la puerta”, espetó ella. “No estoy autorizada a irme de
aquí sin ti y que me lleve el diablo si dejo que una pequeña esclava arruine todo lo que tengo a mi
favor”. Mi ritmo cardiaco se disparó ante sus palabras, asombro y confusión llegaron a mí. Me llamó
esclava, su rabia me asustó porque sabía más de lo que debía y no estaba segura de qué hacer con eso.
Casi empiezo a hiperventilar, porque aunque la puerta estaba cerrada con llave, no conocía a Heidi y
no tenía ni la más remota idea de lo que era capaz de hacer. Comenzó a golpear las ventanas cuando la
puerta no funcionó, en ese momento apreté el botón de llamada en mi teléfono sin pensarlo más,
temblando y tratando de mantener alejado mi miedo. Sonó tres veces y mi desesperación golpeó su
punto más alto, a sabiendas que era mi última opción, silenciosamente recé para que él respondiera y
fuera capaz de hacer algo.

“Debo estar soñando”, sonó la voz de Jacob después del cuarto tono. “Nunca pensé que este número
volvería a aparecer de nuevo. Debes de extrañar mis chistes”.

“Jacob”, dije rápidamente, hablando tan bajo como podía y esperando que él me entendiera a pesar de
que mi voz temblaba. No respondió por un segundo y me pregunté brevemente si me había escuchado.

“¿Estás bien?”, preguntó por fin, todo rastro de alegría había desaparecido de su voz “Digo ¿ha pasado
algo?, ¿estás herida?”

“Sí, quiero decir, no. Estoy bien al menos eso creo”, divagué.

“¿Necesitas ayuda?”, me preguntó

“Sí, no sé a quién más recurrir” respondí con nerviosismo “Yo, eh, el doctor Cullen me dijo que me
comunicara con Edward de inmediato para decirle que viniera a casa, pero su teléfono no está
encendido”.

“¿Entonces me estás llamando porque quieres localizar a tu novio?” me preguntó con confusión.
Suspire frustrada y nerviosa por completo.

“No, bueno sí pero no solo para localizarlo. Necesito que vuelva a casa de inmediato”, le dije.

“¿Y crees que si lo hago es una buena idea?”, me preguntó. “Sin ánimo de ofender ni nada, pero no
estoy de humor como para ser atacado el día de hoy. Solo ha pasado una semana desde que me
patearon el culo, lo sabes”.
“Lo sé, lo siento, es que… no sé a quién más recurrir”, expliqué “¿Por favor? Es realmente
importante”.

“Claro, claro”, murmuró no sonando muy contento. “Lo que sea, te voy a ayudar. ¿Dónde está
Edward?”

“Está haciendo un examen en el instituto”, le respondí, aliviada de que él estuviera de acuerdo en


ayudarme a pesar de su renuencia a involucrarse. “Esa cosa del examen SAT”.

“Jesús” dijo “¿No solo quieres que vaya a tratar de decirle a Edward qué hacer, sino que también
quieres que traspase propiedad privada y lo arrastre fuera del maldito SAT? En serio me vas a deber
una. Va tratar de matarme. Moriré hoy”.

“No lo hará, lo juro. Él lo entenderá”, le dije mientras Heidi empezó a mover furiosamente el pomo de
la puerta principal haciendo que gritara de nuevo, mi corazón empezó a latir más fuerte. “Gracias,
Jacob”.

“¿Algo está muy mal, verdad?”, preguntó con inquietud.

“Sí” respondí con pánico. “Por favor, necesito a Edward”. Estuvo de acuerdo rápidamente y colgó, me
dijo que me relajara y que tendría a mi novio en casa en pocos minutos, incluso si eso significaba que
tuviera que atarlo y arrastrarlo. Me senté en esquina por un momento mirando el reloj de la pared,
viendo que era casi mediodía. No tenía ni idea de a qué hora terminaba la prueba, me sentí culpable
por hacer que abandonara la prueba, pero estaba asustada y confundida, y tenía suficiente con la
alarma del doctor Cullen, sabía que la situación era de emergencia. Los golpes furiosos se detuvieron
después de un tiempo y todo quedó en un extraño silencio. Oí un portazo y un motor al arrancar, el
sonido de las llantas girando en el camino de la entrada. Me puse en pie con ansiedad, entré a la
cocina, mirando por la ventana para verificar que en realidad se había ido. Dejé escapar un suspiro de
alivio y me dirigí al vestíbulo para volver a llamar a Jacob y decirle que no se preocupara que todo
estaba bien y pedirle disculpas por molestarlo, esperando que no hubiera perturbado a Edward en su
examen.

No quería hacer la situación peor de lo que ya era o fuese, o hacer un drama innecesario, ya que al
parecer se había dado por vencida y se había ido. Marqué el número de Jacob, el teléfono comenzó a
sonar cuando cautelosamente me fui acercando a la sala de estar, mis pasos eran vacilantes cuando
miré por la ventana y vi una forma en el patio trasero. La persona estaba de pie en la línea de los
árboles frente a mí, con los ojos fijos en la casa. No estaba segura si me podía ver desde donde estaba,
pero me quedé congelada en donde estaba por si acaso, no queriendo llamar su atención haciendo
algún movimiento. Miré el patio con confusión, de repente me empecé a sentir mareada, mis rodillas
se debilitaron, cuando reconocí la cara que me miraba. Incluso desde la distancia no había duda de
quién era y casi podía imaginar la sonrisa maliciosa que empezaba a formarse en sus labios, si me
hubiera visto. Me pregunté si me podía sentir, como un animal rabioso podía oler el miedo de su presa
a kilómetros de distancia, y me pregunté si él sabía que yo era consciente de su presencia,
probablemente estaba disfrutando si lo hacía, disfrutando en cada momento de la tortura y del miedo
que me estaba causando. Me imaginaba sus ojos de hielo, azules, fríos y duros, clavados en mí, a
través del patio, mirándome con intriga inquietante.

Eran unos ojos que esperaba no volver a ver otra vez, los ojos de un depredador peligroso. Empecé a
hiperventilar cuando la forma poco a poco se acercaba a la casa, todo parecía en cámara lenta. Mi
visión se volvió borrosa, el aire comenzó a faltarme, el corazón me latía con tanta fuerza que
comenzaba a doler. Me agarré el pecho, todo empezó a tener sentido, al darme cuenta de que Heidi
había llegado a la casa por él, y al final él había llegado por mí.

Debí haber sabido que vendría algún día, debí haber sabido que él no aceptaría lo que había pasado.

Ese sentimiento de temor se apoderó de mí, mi visión se volvió aún más borrosa y apenas oí la voz de
Jacob diciendo mi nombre en el otro extremo del teléfono, a través del sonido de la sangre corriendo
en mis oídos.

“Date prisa”, le susurré con la poca fuerza que me quedaba, antes de que mis piernas se doblaran
mientras un mareo llegaba y me desmayé.

Capítulo 68 Sanar y Robar


“La muerte deja una angustia que no se puede curar, el amor deja un recuerdo que nadie puede
robar” “Una lápida en Irlanda

Edward cullen
Fulminaba con la mirada el papel sobre el escritorio frente a mí, agarrándome el pelo con una mano en
frustración y dando golpecitos al escritorio usando mi lápiz con la otra mientras mis ojos repasaban la
pregunta. Había leído la maldita cosa al menos una docena de veces, pero al parecer no podía
concentrarme en la mierda que decía. Había estado sentado en la puñetera habitación por horas
respondiendo pendejadas sobre gramática, comprensión de lectura y matemáticas, mi culo dolía por la
dura silla de madera y mi cabeza latía por estar saturada.

Gemí en voz alta mientras me reclinaba en la silla, tratando de cambiar mi posición para ponerme más
cómodo, y la chica sentada junto a mí me lanzó una mirada de molestia. Le arqueé una ceja,
simplemente retándola a decirme alguna mierda, y ella solo rodó los ojos antes de centrar de nuevo su
atención en el puto examen. Me le quedé mirando por un momento enojado, sin siquiera poder
recordar su maldito nombre en ese momento. Era linda, en esa forma 'inclina mi cuerpo y dame duro
por detrás', pero estaba muy seguro de que en realidad nunca la había follado. No estaba seguro por
qué, porque tenía un cuerpo decente y un rostro tolerable, definitivamente del tipo que hubiera
convencido para meternos en el armario del conserje en algún momento. Tenía esos labios gruesos y
regordetes como Angelina Jolie, del jodido tipo que se veían que su lugar estaba en torno a alguna
polla, y mirando a la chica me preguntaba si tal vez me había hecho una paja antes. No había forma de
que esos labios pasaran inadvertidos por mí, así que definitivamente habría tratado de convencerla, y
sabía a ciencia cierta que de haberlo intentado no había puta forma de que ella me hubiera dicho que
no. Nadie me decía que no.

Cristo, era un cabrón enfermo. Tenía que estar tomando el maldito examen para decidir a dónde podría
ir a la universidad y en lugar de estar prestando atención a eso, estaba tratando de averiguar si la chica
sentada junto a mí alguna vez me había chupado la polla o no. ¿Cuál demonios era mi problema?

Ella me miró con desaprobación por el rabillo de su ojo, obviamente sintiendo que la estaba mirando.
“¿Qué quieres?” Articuló molesta, fulminándome con la mirada. Suspiré y negué con la cabeza.

“Ni una mierda,” murmuré en voz baja, volviendo a mirar al papel en mi escritorio. No me importaba
ni una mierda la chica, francamente no me importaba ninguna de ellas. Ya apenas si notaba a las
demás, no pensaba en lo absoluto en ninguna de las perras del Instituto de Forks. Todas eran iguales y
no había ni una maldita cosa que alguna de ellas pudiera hacer por mí. Tenía a mi Bella y ninguna de
ellas podría alguna vez compararse a ella, no había duda en mi mente. Joder, ella era la única que me
importaba, era la única chica a quién quería mirar. Ella era todo lo que jodidamente quería, todo lo
que alguna vez necesité. Era la razón por la que estaba sentado en esta maldita sala, estresándome por
este ridículo examen y así poder alejarla de toda esta mierda y empezar una nueva vida con ella en
alguna parte. Hermosa, inteligente y dulce, tenía un gran corazón y un coño apretado que ninguna otra
chica podrá jamás igualar. Había sido completamente consumido por ella, toda mi vida giraba en
torno a ella. Me tenía envuelto en su dedo meñique y no había ni una maldita cosa que no haría o
dejaría de hacer por ella.

Era un mandilón (N.T. (En España: Calzonazos. En inglés la palabra es pussy whipped, literalmente
sometido por un coño por eso lo que él dice a continuación), como Emmett me llamaría... excepto que
yo no había tenido un coño en putos siglos. Le eché un vistazo al reloj en la pared, viendo que faltaba
un cuarto de hora para el mediodía. El administrador anunció que solo quedaban cinco minutos y
suspiré con fuerza, haciendo el intento de centrar de nuevo mi atención en el examen frente a mí. Leí
la última pregunta una vez más, tratando de entender las puñeteras analogías escritas sobre el papel.
No sabía qué significaban la mitad de las malditas palabras así que no había manera de que alguna vez
entendiera cómo estaban relacionadas. Me di por vencido después de un momento y dejé caer el lápiz
sobre el escritorio, sin siquiera molestarme en responder la maldita pregunta. La única analogía que
me interesaba en ese momento era 'hierba es para fumar, lo que coño es para follar', porque esa era la
única maldita cosa en la realmente estaba interesado. Necesitaba calmar mis nervios, y sabía que una
pipa y mi Bella Ragazza eran las únicas dos cosas que podían hacer eso.

El tiempo se terminó y se pidió que nos detuviéramos antes de recoger nuestros exámenes y decirnos
que podíamos irnos. Salí de la sala y me dirigí a la salida, flexionando mis encogidos dedos y giré mi
cuello en un intento de sacar la tensión de él. Salí y entrecerré los ojos cuando me dio el sol,
jodidamente sorprendido de que no estuviera lloviendo, para variar. Todavía era muy temprano,
alrededor del mediodía, así que todavía había tiempo durante el día para que Isabella y yo hiciéramos
algo solo para relajarnos después de la estresante mañana de mierda. Sabía que mi padre iba a salir de
la ciudad así que seríamos solo nosotros dos, y pensé que ya que estaba agradable afuera podríamos
salir al prado de nuevo. Todavía había mierda de la que teníamos que resolver, cosas de las que
necesitábamos hablar, y el prado siempre había sido a dónde iba de niño para aclarar mis
pensamientos. Estaba jodidamente tranquilo allí, como si cuando entrabas allí todas putadas en la vida
se desvanecían, y eso era exactamente lo que ambos necesitábamos.

Me dirigí hacia el estacionamiento, viendo a Jessica parada con Tanya y Lauren en el patio. Todas me
miraron a medida que me acercaba, y le sonreí a Jessica, haciendo un gesto con la cabeza en señal de
saludo.

“Hola Jessica,” dije cortésmente. Sus ojos se abrieron con lo que creo fue sorpresa de que estuviera
saludándola mientras una sonrisa se extendía lentamente por su rostro.

“Hola Edward,” dijo emocionada. “¿Cómo crees que te fue?”

Me encogí de hombros. “Bien, supongo. ¿Y a ti?” Pregunté.

“Excelente, espero. Lo tomé el año pasado y lo hice bastante bien, pero necesito una calificación un
poco más alta para entrar en la escuela a la que tengo planes de ir,” me dijo.

“¿Ah sí? ¿Dónde es eso?” Pregunté, sin que realmente me importara una mierda a dónde carajos fuera
pero ella había sido amable conmigo así que imaginé que lo menos que podía hacer era charlar un
poco.

“Notre Dame,” me dijo. “Quiero estudiar filosofía y teología.”

“¿En serio?” Pregunté sorprendido. No era fácil conseguir que te admitieran en esa escuela y no tenía
puta idea de que ella fuera lo suficientemente inteligente para esa mierda. Siempre pensé en Jessica
como del tipo que toma un año o algo así de universidad comunitaria antes de terminar como mesera
en algún Hooters.

“Sí, siempre he querido ir allí. He estado hablando de eso desde que era una niña. También soy una
gran fanática de su equipo de fútbol,” ella dijo. Me le quedé mirando, sintiéndome como un maldito
idiota porque siempre había pensado que ella era como todas las demás y no sabía nada sobre el
deporte. Y mierda, la conozco desde hace muchos años de mierda y había estado acostándome con ella
hace unos cuantos de esos- ¿No debería saber esas malditas cosas?

“Bueno, buena suerte con eso. Sabes que allí es dónde fueron Emmett y Rosalie, ¿verdad?” Le
pregunté.

“No, ¿en serio? Al menos conoceré a alguien allí,” me dijo. “¿Qué hay de ti? ¿A dónde vas a ir el
próximo año?”

Suspiré y me encogí de hombros, pasando la mano por mi pelo. “Todavía no lo sé. Tal vez a Stamford
en Cali”, Comencé a decir cuando el sonido de llantas chillando me detuvo. Me giré para mirar en
dirección del ruido, mi ceño frunciéndose en confusión cuando vi la motocicleta entrar a toda
velocidad al estacionamiento. “¿Qué demonios?”
“¿No es ese Jacob?” Tanya preguntó detrás de mí. Mis ojos se estrecharon en respuesta a su nombre y
vi como metió rápidamente la moto en el lugar justo a un lado de donde yo estaba estacionado,
preguntándome por qué carajos estaba él allí. Se bajó de la moto y se quitó el casco, mirando
rápidamente para todos lados. Miró en nuestra dirección y se tensó, mirando fijamente hacia mí por un
momento. Lo fulminé con la mirada furioso y vi su boca moverse mientras murmuraba algo para sí
mismo, empezando a dar pasos vacilantes en nuestra dirección. Mis manos empezaron a temblar a
medida que se acercaba y las apreté en puños para intentar detenerlas, la ira se disparó a través de mí.

“Cullen,” dijo, deteniéndose frente a mí. Sus ojos se movieron hacia las chicas, una expresión en su
rostro. “Tengo que hablar contigo sobre Isabella. Ella...”

Ni siquiera le di tiempo de terminar su frase, a sabiendas que sea lo que sea que estaba a punto de
decir no era algo que quisiera escuchar. Mis nervios todavía estaban de punta y su puta presencia me
estaba encabronando, la ira consumiéndome. Eché mi puño hacia atrás y lo golpeé directo en la
mandíbula con tanta fuerza como pude, su cabeza cayendo hacia un lado bruscamente al mismo
tiempo que él se tambaleaba hacia atrás.

“No digas su puto nombre,” grité molesto. Él levantó su mano a dónde lo había golpeado, su rostro
irradiando ira cuando se volvió para fulminarme con la mirada.

“Eres un pendejo,” escupió en respuesta, frotando su mandíbula. “Jesús, de verdad hay algo malo
contigo. Le dije que te pondrías como un psicótico conmigo si venía aquí.”

“¿Perdón?” Le espeté, agarrando su camiseta con brusquedad y jalándolo en mi dirección. “¿Qué


demonios quieres decir con que le dijiste? ¿Cuándo carajos hablaste con ella?”

Él agarró mi mano que estaba sujetando su camiseta y me forzó a soltarlo, empujándome. “Hace
veinte minutos, cabrón. Ella me llamó.”

Sus palabras dolieron y traté de contener mi furia al escucharlo. ¿Ella lo llamó? ¿Por qué demonios le
llamó? “¿Qué quieres decir con que te llamó?” Pregunté, sin querer creer que ella había hecho eso
después de la mierda que acabábamos de pasar. Ella era una chica inteligente y reconoció lo mucho
que me había lastimado esa mierda. No había manera de que lo hubiera hecho de nuevo.

“Estoy hablando de, ring, ring, llamó a mi jodido teléfono,” escupió molesto, sacudiendo la cabeza. ¿A
qué más me podría estar refiriendo con que “me llamó”? ¿Qué tan estúpido eres?”

“Eres un hijo de perra,” le grité, arremetiendo contra él. El miedo pasó rápidamente por su rostro por
un breve segundo antes de que sus ojos se entrecerraran con rabia y se preparó para recibirme. Lancé
un puñetazo y conecté con su mandíbula, rompiéndole la boca con el golpe, pero estaba preparado y
apenas trastabilló antes de devolverme el golpe. Me golpeó con fuerza en las costillas y me quedé sin
aliento ante lo inesperado del mismo, echando mi puño hacia atrás para golpearlo de nuevo pero antes
de que pudiera hacerlo me dio un golpe directo en la nariz.

Mi visión se hizo borrosa y entrecerré los ojos cuando el agudo dolor se disparó por mi rostro. Me
llevé la mano a mi nariz y de inmediato sentí la calidez, apartándola de mi rostro para ver la sangre
que ahora estaba corriendo por ella. El verlo hizo que mi ira se saliera de control y volé hacia él de
nuevo, mi puño conectando con su boca una vez más con tanta fuerza como pude reunir. Su cabeza
cayó con fuerza hacia un lado y casi perdió el equilibrio, dándome la oportunidad de golpearlo unas
veces más mientras estaba desprevenido. Levantó sus manos para defenderse y consiguió darme otro
golpe en la nariz, el agudo dolor se intensificó. Estaba palpitando dolorosamente y jodiendo mi vista,
mi visión se borró por completo por un segundo y le dio a Jacob justo el tiempo suficiente para
recuperar la compostura.

“¡Détente!” Gritó, empujándome hacia atrás y levantando sus manos. ¡Jesús, Cullen, solo détente!”

“Vete a la mierda,” grité, sintiendo que alguien agarraba mi brazo. Me solté de su agarré y me volví
rápidamente para ver a Tyler parado allí, atónito. Las chicas estaban de pie detrás de él con una
expresión de horror en sus rostros mientras que Michael Newton se acercaba con otros dos tipos
siguiéndolo.

“¿Así es cómo se saludan siempre?” Tyler preguntó, mirando a Jacob y a mí sorprendido. Me reí
secamente y me limpié la nariz con el dorso de mi mano, gruñendo cuando no hice otra cosa que
mancharme todo. Agarré el dobladillo de mi camiseta y la levanté, apretando mi nariz con ella y
tratando de detener el pinche sangrado.

“¿No lo sabías?” Jacob dijo, sacudiendo su cabeza enojado y lamiendo su labio partido. “Así es como
Cullen dice 'hola' a sus viejos amigos.”

“Tú no eres mi puto amigo,” espeté, bajando mi camiseta. “Puñetero traidor.”

“Pendejo,” él escupió en respuesta. “Uno pensaría que mostrarías algo de jodida gratitud. No tengo
que venir aquí.”

“¿Por qué demonios lo hiciste?” Le dije, preguntándome a dónde demonios quería llegar. “¿Estás
tratando de joder un poco más con mi vida? ¿Tratando de meterte en mi relación? Estás perdiendo tu
maldito tiempo porque no vas a interponerte entre nosotros. Ella me ama y no hay una maldita cosa
que puedas hacer para cambiar eso.”

“¿Crees que estoy intentando separarlos? ¡Jesús, necesitas que te revisen la cabeza! ¡Deja de ser tan
malditamente paranoico, Cullen, y escucha por una vez!” Dijo molesto. “La única razón por la que
vine aquí es porque Isabella me llamó.”

Mi ceño se frunció en confusión pero antes de que pudiera decir algo, una risa estridente sonó detrás
de mí. “¿Ustedes, pendejos, están peleando por esa puta sirvienta?” Tanya preguntó con incredulidad.
“Esto no puede ser real.”

“Cierra tu puta boca, perra,” grité, dándome la vuelta para fulminarla con la mirada.

“No la llames así,” Jacob gritó furioso. Me volví de nuevo, a punto de saltar de nuevo sobre él por
hablarme de esa forma, pero me detuve cuando su puta mirada estaba fija más allá de mí. Me le quedé
mirando confundido, sorprendido cuando me di cuenta que no estaba gritando porque yo hubiera
llamado a Tanya una perra, sino que estaba encabronado porque Tanya había llamado a Isabella una
sirvienta. “Ella es una buena persona, a diferencia de tu culo de zorra.”

“Tú ni siquiera la conoces,” le dije, irracionalmente celoso de que estuviera defendiendo a mi novia
cuando ese era mi puto trabajo. Él me miró molesto, rodando sus ojos.

“La conozco lo suficiente,” dijo con firmeza. “Sé que ella tiene toda la razón del mundo para estar
enojada contigo, pero por alguna maldita razón todavía te ama. Se requiere de una persona fuerte para
ver más allá de la mierda que has hecho, Cullen. ¿Y en serio vas a quedarte aquí y discutir esto
conmigo? Esto es ridículo. Estoy perdiendo mi tiempo incluso por tomarme la molestia de venir.”

“Entonces vete,” le dije rotundamente. “Joder, yo no te pedí que vinieras aquí.”

“No, pero ella sí,” espetó. “Ella me dijo que viniera a buscarte porque no tenía a nadie más a quién
pedírselo y necesitaba que fueras a casa. Traté de hacerle un favor en contra de mi buen juicio y en
lugar de escuchar, prefieres pasar el rato con tus putas y pelear conmigo sin ninguna maldita razón.”

Lo miré con confusión. “¿Ella te pidió que vinieras a buscarme?” Le pregunté, sin entender porque esa
mierda no tenía sentido. Ella sabía que estaba tomando mi examen y estaría en casa tan pronto
terminara, así que no había maldita razón para involucrar a Jacob Black.

“Sí,” dijo, sacudiendo su cabeza. “En realidad, ella no me explicó nada y le dije que no era buena idea
pero dijo que era importante. Creo que alguien estaba allí o algo así.”

Me tensé ante sus palabras, el temor recorrió mi cuerpo. “¿Cómo sabes que alguien estaba allí?”
Pregunté rápidamente.

“No lo sé,” me dijo. “Solo escuché lo que me pareció era un timbre y ella parecía un poco nerviosa por
ello.”

Mi mente inmediatamente empezó a repasar putos escenarios al mismo tiempo que pasaba junto a
Jacob empujándolo, corriendo hacia mi coche en el estacionamiento. Sabía que mi padre no estaba en
la ciudad y que Alice se había ido, así que no había nadie que debiera estar en la casa. Ella sabía que
tan importante era mi puto examen y no hubiera querido que lo perdiera, y seguro como la mierda que
no iría hasta el extremo de llamar a alguien como Jacob para ayudarla a menos que fuera una
emergencia. Escuché a Jacob gritando detrás de mí pero no me molesté en responderle mientras
entraba de un salto al coche y lo encendía de inmediato entrando en pánico. Lo eché en reversa y salí
rápidamente de mi lugar en el estacionamiento mientras Jacob corría hacia su motocicleta, puse el
coche en marcha e hice chirriar las llantas cuando pisé hasta el fondo el acelerador.

Empecé a correr a toda velocidad a través de las calles de Forks y encendí mi teléfono, viendo una
llamada perdida de Isabella y una de mi padre. El hecho de que mi padre llamara, sabiendo que estaba
tomando mi SAT (N.T. Prueba de admisión para la universidad en los Estados Unidos), hizo que mi
pánico aumentara aún más. Llamé al número de Isabella de inmediato, intentando calmarme y
decirme a mí mismo que todo estaba bien, pero no estaba funcionando.

Estaba claro que no todo estaba jodidamente bien.

“Contesta el jodido teléfono,” le dije a nadie en particular, mi ansiedad elevándose cada vez que
sonaba el timbre. Contestó su buzón de voz y presioné el botón para terminar la llamada,
nerviosamente remarqué su número sin vacilar. Estaba distraído y terminé pasándome una luz roja,
haciendo que un coche diera un frenazo y derrapara hasta detenerse, faltando poco para golpearme. Mi
corazón latía rápidamente y el teléfono resbaló de mis manos temblorosas, golpeando el suelo del
coche con un ruido sordo. Me maldije, sabiendo que todavía estaba marcando el maldito número de
Isabella y bajé mi mano para recogerlo pero el volante se giró bruscamente y casi me eché el maldito
buzón de alguien en el proceso.

Me enderecé y me aferré al volante con fuerza, sabiendo que tenía que prestar atención al camino para
que pudiera llegar a casa en una pieza. La única cosa que de verdad calmaría mi preocupación sería
verla con mis propios ojos, así que pisé el acelerador con fuerza y corrí, volando a través de las calles
y esperando como el demonio que los policías no anduvieran cerca. Llegué a los límites de la ciudad y
conduje hacia la casa, dando un frenazo cuando me acerqué al camino de entrada, pude ver marcas
frescas de las que dejan las llantas al patinar y rodadas en el camino, el verlas me hizo entrar en
pánico porque a estas alturas era claro que alguien definitivamente había venido a la puta casa.

Di un volantazo a la derecha sobre el camino de entrada pero detuve el coche, bajando mi mano y
agarrando el teléfono del suelo del coche. Lo deslicé en mi bolsillo y volví a bajar mi mano, tocando
debajo del asiento buscando mi arma. La había cambiado al coche de Isabella cuando llevé el Volvo al
taller, no del todo cómodo con dejarla en casa.

Sentí el metal y la agarré, sacándola y poniéndola en el asiento junto a mí solo en caso de que la
necesitara por alguna razón. Me sentí ridículo, como si tal vez estuviera exagerando, pero algo dentro
de mí me dijo que algo estaba muy mal. No había coches estacionados en el patio y la casa parecía
tranquila, tal y como la había dejado. Estacioné el coche cerca del porche y nervioso agarré mi arma,
bajando del coche y mirando alrededor con atención. Todo parecía tranquilo y en su lugar, ninguna
señal de peligro. Cerré la puerta del coche y deslicé el arma dentro de la cintura de mis pantalones y
subí al porche, intentando con el pomo pero encontrando la puerta cerrada con llave. Le quité el
seguro y la abrí, escuchando de inmediato el pitido de la alarma. Abrí la puerta y rápidamente
desactivé la alarma, dándome la vuelta para mirar hacia el vestíbulo y me congelé. Se me heló la
sangre cuando vi el teléfono de Isabella abierto sobre el suelo de madera y miré alrededor con
desconfianza, tratando de mantener la calma pero estaba al borde de la puta histeria.

“¿Isabella?” La llamé, mi voz resonó en la casa aparentemente vacía. Escuché un alboroto en la cocina
y caminé hacia esa dirección, parándome en seco en la entrada. Isabella estaba de pie detrás de la larga
encimera y mi ceño se frunció por la confusión cuando vi que estaba agarrando un palo de amasar, su
mano echada hacia atrás como si estuviera preparada para romperle la madre a alguien con él si se
acercaban a ella. Se veía aterrorizada y podía verla temblar desde donde estaba parado, pero el alivio
comenzó lentamente a adueñarse de su expresión cuando se dio cuenta de que solo era yo.

“¿Edward?” Dijo vacilante.

“Eh, sí,” le dije, riendo con nerviosismo. Si no hubiera estado tan malditamente confundido sobre lo
que estaba pasando tal vez hubiera encontrado esta mierda divertida. “¿Estás bien?”

Ella asintió, mirando para todos lados. “Ahora lo estoy,” respondió, mirándome conmocionada. “Yo,
eh... ¿tú estás bien?”

“Sí, ¿por qué no lo estaría?” Le pregunté. Ella parpadeó un par de veces y continuó mirándome con
una expresión casi de desconcierto.
“¿Qué sucedió?” Preguntó.

“¿Qué?” Pregunté confundido, porque lo que me estaba preguntando no tenía ningún maldito sentido.
“¿No debería estar yo preguntando eso?”

“Sí, pero... tú nariz,” dijo vacilante. Levanté mi mano e instintivamente la agarré, haciendo una mueca
por el dolor que se extendía por mi nariz. Por mi maldito pánico me había olvidado por completo de
mi lesión, el miedo que sentí por ella anuló todo el dolor.

“Solo tuve una pequeña pelea con Jacob,” le expliqué, sin querer que pensara que fue algo serio. Sus
ojos se ampliaron con horror y jadeó.

“¡Oh, Dios, Jacob! No lo lastimaste, ¿cierto? Solo me estaba ayudando,” dijo, poniéndose nerviosa una
vez más. Hice un ademán diciéndole que no fue nada importante y negué con la cabeza.

“Jacob está bien. Él me puso peor de lo que yo a él esta vez,” le dije rápidamente, encogiéndome a
medida que dejaba salir las palabras, sin querer admitir que se había adueñado de mi culo en esa pelea
con el golpe a mi nariz. “¿Por qué lo llamaste? ¿Qué pasó?”

“Yo, eh... Heidi estuvo aquí,” me dijo.

“¿Heidi?” Le pregunté, sorprendido por su respuesta, de todos los putos escenarios que pasaron por mi
cabeza, el nombre de esa perra era la última cosa que esperaba que saliera de la boca de Isabella.

“Sí. Iba a abrir la puerta, pero decidí llamar al doctor Cullen primero, por suerte. Él me dijo que no le
abriera la puerta y que te llamara de inmediato para que vinieras a la casa porque algo no estaba bien.
No contestaste y Heidi se estaba molestando porque no le abría la puerta, así que llamé a Jacob. Lo
siento por haberlo llamado pero no sabía a quién más llamar. Te juro que no quería lastimarte o causar
más peleas, Edward,” dijo rápidamente como suplicando, sus ojos llenos de lágrimas.

“No te preocupes por eso, tesoro,” le dije. “Lo entiendo. Me alegra que tengas alguien a quién puedas
llamar. Entonces, ¿qué, se dio por vencida y se fue? ¿Para qué carajos estaba aquí?”

“Yo, eh... no lo sé,” me dijo, mirando alrededor con cautela. “Me amenazó, y dijo que no permitiría
que su vida sea arruinada por una esclava y....”

“¿Qué?” Le dije con incredulidad, interrumpiéndola. “¿Te amenazó? ¿Te llamó una puta esclava?”

“Sí, ella lo sabe, creo,” dijo vacilante. “Pero ella se fue y luego...”

“¿Cómo demonios lo sabe?” Le pregunté furioso, tratando de contener mi ira pero no estaba
funcionando. “Tiene que haber estado diciendo pendejadas, no hay manera de que ella sepa en realidad
esa mierda.”

“Bueno, no lo sé. O sea, ella se fue y yo estaba llamando de vuelta a Jacob y...” Comenzó a decir, sus
palabras titubearon cuando el rugido de un motor se acercaba. Ella se tensó y se me quedó mirando
con pánico, así que me acerqué rápidamente a la ventana, echando un vistazo para ver la motocicleta
detenerse frente a la casa.
“Jodido Jacob,” murmuré con un gemido, negando con la cabeza. Él apagó la motocicleta y se dirigió
hacia la casa, mientras yo entraba al vestíbulo y abría la puerta. Salí al porche e Isabella me siguió,
deteniéndose detrás de mí.

“¿Todo está bien?” Jacob preguntó cuando se detuvo a unos metros de distancia, llevando su vista del
uno al otro.

“Sí,” respondí con frialdad. “No tenías que venir aquí.”

“Edward,” Isabella dijo rápidamente, casi en forma de regaño. Me volví para mirarla y ella me empujó
a un lado, dando un paso al frente y sus ojos se movieron para todos lados con ansiedad. Se bajó del
porche y me tensé cuando se acercó a Jacob, mis ojos se abrieron por la sorpresa cuando lo envolvió
con sus brazos en un abrazo suelto. Jacob se quedó inmóvil por un segundo por la conmoción,
mirándome con recelo como si esperara que le diera un puñetero disparo o algo así, antes de palmear
suavemente su espalda. “Gracias, Jacob. No tenías por qué ayudarme pero lo hiciste. No mucha gente
haría eso. Realmente lo aprecio.”

“Ah, no fue gran cosa,” dijo indiferente con un encogimiento de hombros cuando ella se apartaba de
él, pero conocía a Jacob lo suficientemente bien para saber que si era gran cosa. Él se parecía mucho a
mí en el sentido de que no recibía elogios a menudo por hacer algo bueno, y estaba acostumbrado a
que se le dijera que era una absoluta mierda. De hecho, no es típico de Jacob la verdad hacer mierdas
buenas, así que el simple hecho de que la haya ayudado y tuvo las pelotas para enfrentarme a fin de
ayudarla no era una proeza pequeña para él. Casi empecé a sentirme mal por pegarle, pero las
punzadas en mi nariz contrarrestaron esa mierda. Ese hijo de puta tuvo suerte de que no estuviera rota.
“Entonces, ¿estás bien? ¿Crisis sorteada y todo eso?”

“Eh, bueno...” Isabella comenzó a decir, mordisqueando su labio inferior por los nervios y viéndome
de reojo.

“Solo fue Heidi,” le dije, bajando del porche a dónde ellos estaban de pie. “Vino a tratar de hacer
algunas pendejadas. Mi padre debió haberla mandado a freír espárragos o algo así. Ya sabes que tan
despechadas pueden ser las perras.”

“Um, no creo que eso sea lo que pasó...” Isabella comenzó a decir, negando con su cabeza.

“Siempre fue una caza fortunas,” Jacob intervino. “Follaría a cualquiera con un poco de dinero y
poder. Nunca entendí por qué tu padre caería tan bajo. Ni siquiera yo caería tan bajo.”

“Y una mierda,” solté de inmediato. “Tú la follaste.”

“No, no lo hice,” me dijo, entrecerrándome sus ojos. “Nunca toqué a esa zorra.”

“Sí, lo hiciste,” le dije. “Justo antes de las vacaciones de primavera. Estábamos en el maldito hospital
haciendo que te arreglaran el culo cuando te cortaste en esa maldita roca saltando desde el acantilado.
Ella te dio tu inyección para el tétanos y te reté a que te la ligaras, ¿te acuerdas? Nunca rechazaste mis
putos retos.”

“¿En serio, Cullen?” Dijo con incredulidad. “¿Olvidas que trataste de matarme ese mismo fin de
semana? Nunca tuve la oportunidad de intentarlo.”

“No traté de matarte,” escupí. “Joder, si quisiera matarte, te mataría. Me encabronaste y perdí el
control, porque la jodiste y me diste una maldita puñalada en la espalda.”

Sentí mis manos temblar por la rabia y las apreté en puños, sin querer que me controlara de nuevo.
Jacob me fulminó con la mirada por un momento y esperé a que dijera que no era cierto,
completamente preparado para romperle su boca mentirosa cuando lo hiciera, pero cuando finalmente
habló dijo la última cosa que esperaba escuchar de él.

“Es cierto,” dijo simplemente.

“¿Disculpa?” Le dije, levantando mis cejas inquisitivamente.

“Dije que es cierto. No debí haber dicho lo que dije. La jodí y lo siento por eso,” me dijo, sacudiendo
su cabeza. “Pero tú también lo hiciste, Cullen.”

Me le quedé mirando, sin saber qué mierda decir en respuesta a eso. Era la primera vez que Jacob
siquiera había reconocido que me había hecho daño y me tomó desprevenido, porque él era tan malo
como yo en confesar sus errores y pedir disculpas.

“Sí,” murmuré después de un segundo, pasando la mano por mi pelo, sin gustarme la puta
incomodidad del momento. “Probablemente no debí haberme follado a tu hermana, así que lo siento
por eso o como sea.” Luché para decir la palabra, porque admitir cualquier culpa era malditamente
doloroso. Suspiré y me volví para mirar a Isabella, que nos miraba sorprendida a los dos. Una pequeña
sonrisa apareció en sus labios y se veía casi jodidamente orgullosa de mí.

“Wow,” dijo en voz baja. “Realmente acabas de...”

“En fin,” dije rápidamente, rodando mis ojos e interrumpiéndola antes de que pudiera hacer un
maldito alboroto de eso porque seguía sin cambiar una maldita cosa. “Todo está bien. En realidad,
Isabella pudo haberse encargado de ella sola. Tenía el palo para amasar listo para golpearle la cabeza a
la perra. Probablemente hubiera sido mejor un sartén, pero lo que sea que funcione.”

Jacob se rió e Isabella se sonrojó, agachando la cabeza con timidez mientras me reía. “No sabía qué
hacer,” me dijo. “Me desmayé y entonces...”

“¿Te desmayaste?” Pregunté, interrumpiéndola una vez más, y gimió con molestia.

“¿Podrías escucharme por favor?” Pidió exasperadamente. “Cada vez que trato de explicarte lo que
pasó me interrumpes.”

Levanté mis manos a la defensiva. “Me callaré de una puta vez,” le dije. “Adelante, explica.”

Ella suspiró y comenzó a mordisquear su labio, mirándome con aprensión. Me le quedé mirando por
un momento y mi ceño se frunció en confusión por su expresión de pánico. “Quise decir que, llamé a
Jacob y le pedí que fuera a buscarte, porque hablé con el doctor Cullen y me dijo que lo hiciera y él
dijo que me ayudaría y...”. Ella solo estaba divagando y yo solo la observé con curiosidad,
preguntándome por qué parecía tan nerviosa cuando ya me había dicho toda esa mierda.
“Después de que Heidi se fue iba a decirle a Jacob que lo olvidara, pero cuando estaba caminando por
el vestíbulo volví a mirar hacia afuera y creo que vi... a alguien.”

“¿Alguien?” Pregunté, levantando las cejas con curiosidad.

“Sí, estaban allá por los árboles. Empezaron a caminar hacia la casa y entré en pánico, y fue entonces
cuando me desmayé,” me dijo, sus ojos estudiando mi rostro con intensidad.

“¿A quién viste?” Pregunté, mirándola con recelo. Me di cuenta por su expresión que estaba
guardándose información.

“Bueno, o sea, no estoy segura. Cuando volví en mí, nadie estaba allí, así que tal vez solo lo imaginé o
algo así,” dijo rápidamente.

“Isabella,” dije en tono serio, deseando que lo sacara de una puta vez porque su titubeo me estaba
poniendo nervioso. “¿Quién era?”

Se me quedó mirando y vi el miedo destellar en sus ojos, el verlo casi paró mi corazón y envió un
escalofrío por mi espalda. “Se parecía a... James,” susurró, su voz temblaba cuando dijo su nombre.
Me tensé cuando lo escuché, mi propio miedo incrementándose porque no era el momento para entrar
en pánico.

“¿James?” Pregunté, tratando de mantener mi voz estable. Asintió vacilante. “Eso no tiene sentido.
¿Estás segura de que no era el puto jardinero? Estoy bastante seguro que el hombre que empuja el
cortacésped tiene pelo rubio. Tal vez era él.”

“¿Te parece que el césped fue cortado hoy, Edward?” Preguntó. Miré alrededor y me encogí de
hombros.

“No, está bien. Como sea,” murmuré. “Aunque, aún así no tiene sentido. ¿Por qué estaría él aquí?”

“¿Quién es James?” Jacob interrumpió, mirando de Isabella a mí. Titubeé por un momento y estaba a
punto de decirle que no fuera malditamente entrometido cuando mi teléfono comenzó a sonar. Metí la
mano en mi bolsillo y lo saqué, echando un vistazo a la pantalla para ver que era mi padre.

“Tengo que tomar esta,” le dije, dándole a Isabella una mirada rápida antes de contestar y llevármelo
al oído. Volví a subir al porche, tratando de estar fuera del alcance de Jacob en caso de que dijera algo
que ese hijo de puta no debería de oír. “¿Hola?”

“¿Edward?” Escuché a mi padre decir, su voz un tanto frenética y entrecortada por la mala recepción.
“¿Puedes escucharme?”

“Eh, sí,” le dije. “Más o menos. Te oyes algo así como entrecortado.”

“Dame un segundo,” me dijo. Suspiré y miré detrás de mí a Isabella, viendo el nerviosismo en su


rostro. Le sonreí cuando vi que me estaba mirando y ella me dio una débil sonrisa en respuesta.

“¿Mejor?” Mi padre preguntó después de un segundo, su voz todavía entrecortada. Suspiré y pasé la
mano por mi cabello en frustración.
“En realidad no,” le respondí. “Aunque puedo escucharte lo suficiente.”

“Entonces, tengo un chiste para ti,” Jacob dijo, mirando a Isabella y sonriendo. Ella se volvió para
mirarlo y rodé los ojos, dándome la vuelta molesto. Siempre estaba haciendo esa mierda, contando
chistes de mierda y tratando de hacer reír a la gente, y me ponía de maldito mal humor. Mi padre
comenzó a hablar acerca de que Isabella y yo teníamos que irnos, y escuché algo sobre el aeropuerto
en Seattle pero la recepción estaba empeorando. “¿Qué es negro, blanco y tiene rojo todo alrededor?”
Jacob preguntó.

“¿Qué?” Pregunté en el teléfono, sin entender muy bien pero la voz de mi padre se escuchaba
apresurada y aterrorizada, solo eso asustándome como la mierda.

“¿Qué?” Escuché que Isabella le preguntó a Jacob. Mi padre empezó a hablar de nuevo y una fuerte
explosión resonó en algún lugar lejano, haciéndome saltar por la sorpresa. Dejé caer el teléfono y
maldije, agachándome rápidamente para recogerlo cuando el grito más horrible y desgarrador sonó
detrás de mí. Me giré en pánico, horror y shock me golpearon cuando vi a Jacob de rodillas. Un
pequeña mancha roja se estaba formando sobre su pecho en su camiseta blanca y él se lo agarraba, con
una expresión de horror y abriendo su boca para hablar pero sin que saliera algún sonido. Se dejó caer
hacia adelante en el suelo en cuestión de segundos e Isabella gritó de nuevo, tan fuerte que mis oídos
comenzaron a zumbar.

Todo se sentía como si fuera en cámara lenta y me paré rápidamente, bajando de un salto del porche y
encima de Isabella cuando se escuchó otra fuerte explosión. La tiré al suelo detrás del coche,
dejándola sin aliento mientras jadeaba por aire y se aferraba a mí.

“Escúchame,” dije aterrorizado en voz baja mientras otro disparo sonó desde lejos. La tenía pegada al
suelo y podía sentir su cuerpo temblar furiosamente, su miedo era evidente. No podía ver quién
demonios estaba disparando, pero estaba muy seguro de quién estaba detrás de ello. “Voy a contar
hasta tres y voy a empezar a disparar. Necesito que te levantes y te metas en este maldito coche y que
te agaches para que quedes fuera de la línea de fuego lo más rápido posible. ¿Me entendiste?”

No respondió, solo continuó aferrada a mí y temblando de miedo. Gruñí cuando sonó otro disparo e
hice una mueca cuando impactó en el metal, la bala había alcanzado al coche.

“Cristo, Isabella, tienes que escucharme, esto es jodidamente serio. Tenemos que salir de aquí y no
podremos hacerlo si entras en pánico y te quedas inmóvil. Necesito que hagas esto, ¿puedes hacerlo?”

“Sí,” susurró, su voz temblando tanto como su cuerpo. Agarré las llaves de mi bolsillo y levanté la
mano para abrir la puerta del pasajero, abriéndola un poco. La miré brevemente y vi la devastación y
la confusión, sus ojos llenos de horror mientras lágrimas salían de ellos.

“Todo va a estar bien, te lo prometo,” le dije rápidamente, con deseos de tranquilizar a pesar de que ni
yo mismo me creía esa mierda. Estaba mintiendo pero sabía que ella confiaba en mí, y en ese
momento no deseaba nada más que hacerla sentir mejor. Su miedo disminuyó un poco mientras me
miraba y asentía.

“Está bien,” susurró. Sin embargo, otro disparo atravesó el aire y di un respingo por el sonido, dando
un profundo respiro y asintiendo. Empecé a contar y sus ojos se ampliaron mientras se aferraba a mí
con más fuerza cuando llegué al dos. “¡Espera!”

“Cristo, no tenemos tiempo para pendejadas,” dije en frustración.

“Te amo,” dijo con voz estrangulada, las palabras atoradas en su garganta y escapando como un
sollozo. Me lastimó el escucharla, mi corazón dolía.

“Joder, no actúes como si no fuéramos a vernos de nuevo en treinta segundos,” le dije con firmeza,
agarrando mi arma de la cintura de mis pantalones y quitándole el seguro. “Métete en el maldito
coche, cariño. Tres.”

Me puse de pie rápidamente y apunté, lanzando balas en la dirección de donde vinieron los disparos.
Corrí hacia el asiento del conductor y maldije cuando casi tropiezo con Jacob, la culpa y la vergüenza
me invadieron. Las lágrimas escocían en mis ojos pero luché para controlarme, tratando de no dejar
que la emoción de la situación me dominara. Se escuchó un disparo y me agaché instintivamente al
mismo tiempo que la bala pasó zumbando junto a mí, el sonido hizo que mi corazón latiera con fuerza
en mi pecho. Agarré la puerta del conductor y la abrí rápidamente, agachándome para meterme al
coche. Isabella estaba en el asiento del pasajero, acurrucada en una bola y temblando furiosamente.

“Joder,” escupí, cerrando la puerta tan rápido como pude y busqué torpemente entre las llaves la
correcta mientras dejaba el arma entre los asientos. Conseguí encender el coche cuando una bala
alcanzó la ventana del lado del conductor, atravesando el cristal y rompiéndolo. Me agaché y cubrí mi
cabeza instintivamente e Isabella soltó un grito agudo. Se enderezó un poco para agarrar su brazo y la
miré horrorizado cuando me di cuenta que la puta bala la había alcanzado.

Puse el coche en marcha y le di la vuelta rápidamente, pisando hasta el fondo el acelerador para
alejarnos de una puta vez de allí lo más rápido posible. Isabella estaba sollozando y extendí mi mano
hacia ella haciendo su cabello hacia un lado al mismo tiempo que volaba por el camino de entrada.

“¿Estás bien, tesoro?” Le pregunté en pánico, tratando de mover su camiseta y echarle un vistazo a su
herida. Ella dio un respingo y gritó cuando la toqué, volviendo su cabeza para mirarme con miedo. Su
expresión me tomó desprevenido pero se suavizó casi al instante mientras me miraba. Levanté la
manga de su camiseta y vi que la bala apenas si la había rozado, sintiéndome aliviado al instante.

“Jacob,” ella jadeó entre sus sollozos. “¡Tenemos que ir por Jacob! ¡Tenemos que regresar!”

“No podemos,” le dije rápidamente. “Cristo, Isabella, algún cabrón está tratando de matarnos. Es
demasiado tarde para Jacob. Tenemos que salir de aquí.”

Ella me miró devastada y sacudió su cabeza, las lágrimas fluyendo libremente de sus ojos. “Pero...
solo estaba tratando de ayudar... él solo...”

“Lo sé, nena, lo sé,” dije con voz estrangulada a través del nudo en mi garganta, dando un volantazo
hacia el camino principal. No sabía que otra mierda decir, sin saber cómo hacerla sentir mejor pero
deseando hacerlo desesperadamente. “Todo está bien. Estamos bien.”

Traté de concentrarme en el camino mientras conducía por la carretera vacía pero algo llamó mi
atención en el espejo retrovisor y le eché un vistazo, el miedo corrió a través de mí cuando vi la SUV
negra volando detrás de nosotros. “Mierda,” escupí, pisando con más fuerza el acelerador. Isabella me
miró con aprensión y giró su cabeza para mirar detrás de nosotros, sus ojos abriéndose con horror.

“Oh, Dios, eso es...” Comenzó a decir, sin molestarse en terminar su declaración.

“Ponte el puto cinturón de seguridad,” grité. Se quedó paralizada por una fracción de segundo antes de
obedecer, agarrando rápidamente su cinturón y poniéndoselo. Se me quedó mirando y quería decirle
alguna mierda para calmarla pero no sabía si siquiera existían tales palabras en ese momento. La SUV
se acercó rápidamente por detrás y el pánico se intensificó cuando me di cuenta que no se iban a
detener. Me aferré al volante con fuerza preparándome y miré a Isabella con terror, una devastación
sin paralelo me embargó cuando vi ese mismo terror que sentía reflejado en sus ojos.

“Edward,” susurró, el sonido de mi nombre en sus labios haciendo que mi pecho se hinchara de amor a
pesar del miedo. Nunca nada podría superar o vencer el amor que sentía por ella y ese simple
momento era prueba de ese hecho. La miré a sus profundos ojos marrones, los ojos que me habían
fascinado desde el momento que los vi, y fue como si el tiempo se hubiera detenido. Estaba tan
hermosa, tan pura y auténtica. La mia bella ragazza.

“Yo también te amo,” dije con voz estrangulada, luchando por contener la emoción para no asustarla.
“Sempre.”

Al momento que dije la palabra el coche se sacudió con fuerza con un fuerte golpe cuando la SUV se
estrelló contra nosotros en la parte de atrás y agarré el volante con fuerza para tratar de mantenernos
rectos, pero de todos modos se zarandeó. El coche salió volando a un costado del camino hacia
algunos árboles y lancé mis manos hacia Isabella instintivamente para protegerla, sabiendo que era
demasiado tarde para detener lo que estaba a punto de pasar. Fui lanzado hacia el frente y el dolor me
atravesó el pecho mientras me quedaba sin aire, la última cosa que escuché antes de que la oscuridad
me tomara fue el grito desgarrador de Isabella.

.
.

“¿Edward?”

El sonido de mi nombre apenas lo registraron mis oídos, pero la voz era confusa y se escuchaba a lo
lejos así que no pude identificarla por completo. Aunque me era familiar y agucé mi oído.

“Edward, abre tus ojos.”

Todo estaba completamente negro pero se sentía extrañamente brumoso, como si estuviera sumergido
debajo del agua o en una neblina espesa. No estaba seguro si estaba dormido y solo estaba soñando,
pero traté de forzarme a despertar porque no me gustaba. Se sentía extraño... mal...

“Vamos,” la voz dijo, más clara que antes y la reconocí como la de mi padre casi de inmediato. Había
una nota de pánico en su tono y luchaba por darle sentido y abrir mis ojos, confundido sobre lo que
estaba pasando. Traté de responder pero no era capaz de formar las palabras, gemidos estrangulados
vibraron en mi pecho cuando lo intenté.

“Despierta, hijo,” dijo con impaciencia. “Es importante. Tienes que despertar.”

Forcé a mis ojos a abrirse pero hice una mueca cuando el dolor se extendió desde mi cabeza y hacia
todo mi cuerpo. Era intenso y gemí cuando intenté moverme, la sensación punzante solo se extendía
con cada intento. “Mierda,” murmuré, mi voz ronca y tan dolorosa como el resto de mí. Mi visión
estaba distorsionada, todo borroso así que parpadeé un par de veces en frustración.

“Me asustaste como la mierda,” dijo mi padre, su voz sonaba sorprendentemente cerca comparada a
antes y me hizo dar un respingo por la sorpresa. El movimiento dolió, todo mi cuerpo sintiéndose
como si estuviera en llamas.

“¿Qué demonios?” Dije, levantando mis manos para frotar mis ojos. Claramente estaba en el coche,
toda la parte frontal destruida e incrustada entre algunos árboles. El humo y el calor todavía se
filtraban por debajo del capó, así que sabía que no podría haber estado allí mucho tiempo. Estaba
mareado y giré mi cabeza para ver a mi padre parado junto a la puerta del lado del conductor, viéndose
angustiado. Hice un movimiento para salir, pero él me sujetó para detenerme.

“No deberías moverte en caso de que estuvieras lesionado,” dijo con seriedad. Me quité sus manos de
encima con enojo y negué con la cabeza, haciendo una mueca porque mi cabeza estaba palpitando con
fuerza.

“Estoy bien,” murmuré, sin saber si era cierto pero odiaba cuando mi padre trataba de jugar al doctor
conmigo. Me bajé y me agarré del costado del coche para estabilizarme, mis piernas temblorosas y
todo seguía dando vueltas. “¿Qué demonios pasó?”

“¿No debería yo preguntarte eso?” Preguntó de inmediato. “¿Dónde está Isabella?”

“¿Perdón?” Le dije, mi ceño fruncido en confusión por su pregunta. ¿A qué carajos se refería, con
dónde estaba Isabella? Tomó un segundo para que la niebla se aclarara y que todo me golpeara y me
giré rápidamente para mirar de nuevo dentro del coche, el movimiento haciendo que todo empezara a
dar vueltas de nuevo. Me sentí mal enseguida y mis rodillas cedieron al mismo tiempo que me
agachaba y comenzaba a vomitar.

“Tienes una conmoción cerebral grave,” mi padre dijo. “Probablemente algunas costillas fracturadas.
Al parecer una nariz rota y...”

“Joder, deja de diagnosticarme,” escupí, tratando de controlarme. “¿Dónde demonios está Isabella?”

“Acabo de preguntarte eso,” espetó en respuesta. “Iba de camino a la casa y vi el coche aquí.”

“Mierda,” le dije, sacudiendo la cabeza con incertidumbre. El pánico empezó a aparecer y estaba
tratando de mantenerme tranquilo, pero estaba a punto de empezar a hiperventilar. “Yo, eh... ella
estaba conmigo. Estábamos en la puta casa y alguien empezó a dispararnos. Le dispararon a Jacob y...”

“¿Le dispararon a Jacob?” Interrumpió sorprendido. “¿Dónde está?”

“Cristo, supongo que sigue en la puñetera casa. No lo sé. Estaban disparando y no había nada que
pudiera hacer para ayudarlo. Tuve que dejarlo y salir de allí de una puta vez,” respondí, luchando
contra la inmensa culpa que sentía. No sabía qué mierda dolía más en ese momento, la angustia
emocional o el dolor físico. ¿De verdad estaba jodidamente muerto? “Conseguí meter a Isabella en el
coche y la alcanzó una bala y...”

“¿También le dieron a ella?” Gritó, entrando en pánico, el sonido fuerte de su voz haciendo que mi
cabeza palpitara con más fuerza.

“¡Solo fue un jodido rozón, deja de gritar y escucha, maldita sea!” Espeté, cubriendo mis oídos e
intentando hacer que el dolor se detuviera. “Estábamos tratando de escapar, pero una puta SUV nos
alcanzó y aquí estamos. O, mierda, aquí estoy. ¡Cristo, ¿dónde demonios está ella?!”

“La encontraremos,” mi padre dijo, su voz de pronto tranquila. Me enderecé y lo miré, congelándome
cuando algo cerca de la línea de árboles a unos metros detrás de él llamó mi atención.

“¿Qué demonios?” Dije en shock, mi corazón latiendo con fuerza cuando me di cuenta que era una
persona. No pude distinguir quién era por la distancia, pero solo su maldita presencia era suficiente
para hacerme entrar en pánico. Mi padre miró en esa dirección con indiferencia, suspirando.

“Laurent,” dijo simplemente.

“¿Laurent?” Pregunté sorprendido, a sabiendas que era uno de los de la Borgata. Era uno de los peones
de Royce y andaba con el mismo grupo que James. “Joder, ¿lo mataste?”

“Está vivo,” respondió, levantando su mano para pellizcar el puente de su nariz en frustración.
“Recibió una herida de bala en el abdomen y está inconsciente, pero no es necesariamente fatal. No le
dio a sus principales órganos pero me atrevo a suponer que alcanzó su médula espinal.”

“¿Un tiro en la panza? ¿Pensé que tú tirabas a matar?” Pregunté en confusión. Mi padre nunca jodidos
fallaba, cuando le disparaba a alguien esa mierda era fatal.

“Yo no le disparé,” me dijo, negando con la cabeza. “Lo encontré allí y estaba esperando que tú me
dijeras que le había pasado.”

“Mierda, ¿lo encontraste allí? ¿Qué carajos?” Pregunté. No tenía maldito sentido y solo me quedé
viendo a mi padre por un momento, completamente desconcertado. Me di la vuelta y me tambaleé
hacia el coche, mirando a todos lados dentro de él en pánico buscando alguna señal de la mierda que
había pasado. La puerta del lado del pasajero estaba abierta y sabía que Isabella no estaba en el
maldito coche, pero no sabía que más hacer. Ella había tenido el cinturón puesto y estaba
desabrochado, por lo que no podía haberse hecho mucho daño en el accidente. No había nada de puta
sangre de su lado, al menos. “Tal vez fue por ayuda,” murmuré, lanzando cosas por todos lados.
“Maldición, ¿y dónde está mi puta arma?”

Me congelé en el momento en que pronuncié las palabras, mis ojos cayeron en el único cartucho
calibre .45 que estaba en el suelo del lado del pasajero. Mi ceño se frunció por la confusión a medida
que extendía mi mano y lo recogía, dándome cuenta de inmediato que había salido de mi arma pero
sabiendo malditamente bien que yo, personalmente, no lo había disparado en el maldito coche. Salí
del coche y la miré cuidadosamente mientras mi padre suspiraba.

“Tenía el presentimiento de que algo así sucedería,” dijo en voz baja. “Aún antes de que supiera que
estaba relacionada con Aro. Después de todo lo que había perdido, sabía que salvarla no sería fácil.
Todos ellos sabían lo importante que era para mí y tal vez no conocían su relación con la
organización, pero sabían su significado personal. Nunca me preocupó realmente que ella huyera, pero
tenía miedo de que alguien se la llevara para su ventaja. Esa es la razón principal por la cual le puse el
chip, ¿sabes?”

Me tensé al momento que lo dijo, la desesperación me sacudió y me hizo caer de rodillas ante la
mención del pinche chip. “Jodido James,” susurré, sabiendo que él la tenía y que no había una forma
fácil de encontrarla porque convencí a mi hermano a que jodiera el chip.

“Sí. Nadie ha escuchado de él en días. Fue llamado a una reunión y no se presentó. Era la razón por la
cual me iba a Chicago este fin de semana. No reuní las piezas hasta ahora,” dijo, negando con la
cabeza en frustración. “¿Cómo pude ser tan jodidamente estúpido?”

Sentí la bilis subir y traté de contenerla mientras sus palabras repetían en mi mente una y otra vez
junto con las furiosas palpitaciones. ¿Cómo pude ser tan jodidamente estúpido? La idea de que
estuviera en algún lugar con James me hacía sentir enfermo. Todos los posibles desenlaces
inquietantes. No podía siquiera imaginarme por lo que estaba pasando, lo que ese enfermo hijo de puta
le estaba haciendo. Tenía la esperanza de que ella mantuviera su fuerza y no tuviera mucho miedo, y
esperaba como el infierno que no le pusiera sus malditas manos encima.

“Joder, voy a matarlo,” espeté, mi ira llegando hasta las nubes mientras veía el casquillo de bala usado
en mi mano. “Juro por Dios, que ese cabrón va a pagar por lastimarla.”
“Lo hará,” mi padre dijo con frialdad. “De una forma u otra recibirá su merecido, pero en este
momento tenemos que estar más preocupados por encontrarla. Alec viene en camino para ayudar, y
necesito regresar a la casa para sincronizar la señal de su localización.”

“Eso va a ser difícil,” le dije en voz baja.

“¿Por qué?” Preguntó, levantando una ceja de forma extraña y con una expresión severa en su rostro.
Suspiré y negué con la cabeza, sin saber qué mierdas decir. Había sido uno de los peores días de mi
vida y solo estaba empeorando con cada segundo que pasaba. El amor de mi vida estaba desaparecido,
en algún lugar allá afuera con un psicópata, y era mi maldita culpa que no íbamos a ser capaces de
encontrarla de inmediato. Mierda, nunca me iba a perdonar si algo le pasaba por mi estupidez, moriría
si llegábamos demasiado tarde para salvarla. Había sobrevivido el accidente, pero no estaba muy
seguro de salir librado de lo que venía después, y sabía que mi padre se iba a poner furioso cuando se
enterara de la mierda que había hecho.

“Lo siento,” dije en voz baja, lágrimas formándose en mis ojos cuando me disculpaba por segunda vez
en un día. “La jodí.”

Capítulo 69 Soledad

“La soledad es fuerza, depender de la presencia de una multitud es debilidad. El hombre que
necesita de una multitud que le de valor, está mucho más solo de lo que se imagina. “ Paul Brunton.

Isabella swan
Traducido por una de las siguientes: Mariana Conde, Gaby Madriz, Paola Guevara, Nilse Pam
Romero, Jess Muñiz, Loys Gomez, Daniela Perez, Viviana Ortiz, Pilar Ocampo.

El momento en que la fuerte explosión se escuchó en el aire, cada pedacito de compostura que estaba
luchando por mantener, se derrumbó. Había hecho todo lo posible para mantener la calma, pero viendo
el cuerpo de Jacob tambalearse abruptamente, agarrándose el pecho, me destrozó. Horrorizada, grité
mientras el terror corría a través de mis venas al darme cuenta de que había estado en lo cierto. Tenía
la esperanza que al despertarme, sobre el frío suelo de madera, terminara la quietud y la tranquilidad,
y que tal vez había sido solo mi imaginación, pero cuando vi las manchas rojas en la parte delantera de
la camisa de Jacob mientras se desplomaba hacia adelante al suelo, sabía que era verdad. Él estaba
allí, en algún lugar a lo lejos, acechándonos como un depredador acecha a su presa. No estaba segura
de por qué estaba allí, o qué era lo que quería, pero finalmente sabía a ciencia cierta que no había sido
solo mi subconsciente jugándome trucos. No era solo una horrible pesadilla que podía ser olvidada
cuando volviera a abrir los ojos.

Él estaba realmente allí... y obviamente estaba en busca de sangre.

Edward saltó del porche y cayó sobre mí, casi lanzándome al suelo al lado del coche cuando otra
fuerte explosión vibró en el aire. El dolor se disparó por mi espalda al chocar con la grava y me quedé
sin aliento por el fuerte impacto. Me aferré a él cuando mi cuerpo se sacudió violentamente, la imagen
de Jacob cayendo hacia delante se quedó grabada como en fuego en mi cerebro. Edward comenzó a
susurrar algo sobre contar hasta tres y meternos en el coche, pero no podía concentrarme en sus
palabras, mi miedo hacía que la sangre bombeara con fuerza a través de mis venas y resonara en mis
oídos. Podía oír que los disparos seguían sonando y sentí cómo su cuerpo se tensó cuando una bala dio
en el coche y su impaciencia creció. Finalmente accedí a sus instrucciones, sabiendo que no había otra
opción, y levantó la mano para abrir la puerta del copiloto para mí.

Él estaba tratando de mantener la calma y ser fuerte, pero pude ver el miedo en su expresión. Edward
no estaba seguro de que las cosas fueran a salir bien, más que yo, pero él me miró a los ojos y me dijo
que todo iba a estar bien sin importar nada. No estaba segura de lo que iba a pasar con nosotros cuando
me soltó, pero sabía que tenía que aferrarme a sus palabras. Necesitaba creer que no habíamos llegado
tan lejos, para llegar hasta aquí y solo tener nuestro final tumbados en la calzada. No podíamos salir
sin luchar, sin por lo menos intentarlo, pero aunque perdiéramos sabía que iba a valer la pena. Me
quedé mirándolo mientras trataba de tranquilizarme y en ese momento me acordé lo que Jasper me
había dicho la noche de la fiesta de Halloween, las palabras que pronunció cuando tenía miedo de salir
de las sombras y vivir de verdad.

Nella vita chi non risica non Rosica. En la vida, quien no arriesga, no gana. Podríamos no conseguir el
resultado que esperábamos, pero si ni siquiera lo intentábamos no nos garantiza obtener algo.

Empezó a contar y mi miedo se intensificó brevemente cuando le dije que esperara, devastada por la
comprensión de que esto podrían ser nuestros últimos momentos juntos. Le dije que lo amaba,
necesitaba decirlo para asegurarme de que lo supiera al menos por última vez, y vi la confusión y el
dolor en sus ojos ante mis palabras. Él me dijo que dejara de actuar como si no lo fuera a ver de nuevo
y agarró su arma, una mirada de determinación apareció en su rostro mientras hacía clic y quitaba el
seguro. Mi corazón latía con fuerza mientras él dijo con firmeza: 'tres' y se puso de pie sin vacilar,
apuntando con su arma y apretando el gatillo. El disparo sonó mientras tomaba la puerta del coche y
tiraba de la misma, gatee por el asiento y azotó la puerta. Me acurruqué mientras el tiroteo continuaba,
tratando de calmarme y orando en silencio a cualquier dios que existiera y pidiendo que Edward
estuviera bien. Mis ojos ardían mientras las lágrimas brotaban de ellos, pero me mantuve en silencio
repitiendo las palabras de Edward en mi mente mientras luchaba por mantenernos juntos. Él iba a
estar bien...

Se metió en el coche maldiciendo, el sonido de la palabra “mierda” en realidad me calmó porque sabía
que él estaba bien. Puso en marcha el coche y se produjo otro disparo, junto con el sonido de cristales
rotos, inmediatamente seguido por un intenso ardor en la parte superior de mi brazo. Grité, el dolor
me tomó desprevenida, y agarré la herida rápidamente mientras Edward ponía el coche en marcha y
empezó a alejarse a toda prisa.

Me sujetó el brazo para ver la herida, y empecé a gritar por Jacob porque había recibido un disparo, al
igual que yo, y estábamos dejándolo en la casa. Edward dijo que era demasiado tarde, y yo estaba
devastada al saber que Jacob había sido herido tratando de ayudarme. Edward me miró y me dijo una
vez más que estaríamos bien, pero me di cuenta que su confianza estaba decayendo. Gritó ‘mierda’ de
nuevo cuando aceleró, el sonido de la palabra no tenían el mismo efecto que había tenido hace unos
momentos antes. Me di la vuelta rápidamente para mirar detrás de nosotros, para ver un vehículo
negro de gran tamaño que se acercaba rápidamente. Me golpeó el pánico cuando me dijo que me
abrochara el cinturón de seguridad, con un tono serio, así que no dudé ni por un momento en
escucharlo. Me miró fijamente, horrorizado y deseando desesperadamente creer que íbamos realmente
a estar bien, pero cada pedacito de esperanza se había disuelto cuando se tensó y me miró con terror.

“Edward”, le susurré, presa del pánico por su expresión.

“Yo también te amo”, respondió, con la voz quebrada mientras hablaba. Me quedé mirándolo en shock
mientras murmuraba. “Sempre”, la última palabra que sonaba como si se tratara de un adiós. Me dolió
el corazón al oír eso y comencé a responder, con ganas de decirle que nunca me daría por vencida,
pero antes de que pudiera pronunciar una sola palabra nos sacudimos brutalmente cuando el gran
vehículo se estrelló contra nosotros desde atrás. El coche se salió del borde de la carretera y grité,
Edward soltó el volante y levantó las manos protectoramente delante de mí, apreté los ojos con fuerza
ya que nos dirigimos directamente hacia afuera del pequeño terraplén, hacia el bosque.

Fui lanzada hacia delante cuando nos estrellamos contra unos árboles, me quedé sin aliento y mis
gritos se silenciaron cuando el cinturón de seguridad se quedó bloqueado en su lugar. Las bolsas de
aire salieron con un fuerte golpe, asustándome cuando me estrellé contra ellas y jadeé por aire. Mi
visión estaba borrosa mientras el dolor recorría mi cuerpo y parpadee con rapidez, tratando de
aclararla. La bolsa de aire comenzó a desinflarse inmediatamente y miré por hacia el lado del
conductor conmocionada, mi pecho se sentía como si estuviera en llamas. Edward estaba desplomado
hacia adelante y no se movía, su bolsa de aire se desinflaba rápidamente salpicada por la sangre de su
cara. Estaba extrañamente quieto, el verlo en ese estado me partió el corazón.

“¡Edward!” Grité, tratando de llegar a él, pero el cinturón de seguridad seguía bloqueado,
manteniéndome en mi asiento. Lo tomé y jalé hasta que llegué a soltarlo, arrojándolo a un lado e
ignorando el dolor mientras me inclinaba hacia él. Lo sostuve y comencé a sacudirlo tan fuerte como
podía, confundida y asustada por lo que estaba sucediendo. No respondió en absoluto, así que busqué
el pulso en sus muñecas, a pesar de que no tenía ni idea de cómo encontrar uno. Sosteniéndolo,
tratando de encontrar alguna señal de vida, y exhalé un suspiro de alivio cuando lo vi tomar una
respiración temblorosa. No lo solté, esperando, sintiendo el subir y bajar de su pecho, y repetía su
nombre con la esperanza de que volviera en sí.

Oí el chirrido de una puerta de auto y me tensé, alejándome de Edward y dando la vuelta para mirar
por el vidrio trasero. El miedo me atravesó cuando vi que el vehículo negro de gran tamaño junto a la
carretera había regresado. Empecé a hiperventilar y sacudir a Edward, mirando a alrededor en pánico.
Me di vuelta rápidamente y vi a dos personas “una de ellas me era vagamente familiar, y me tomó un
segundo darme cuenta de que lo reconocí por su visita al doctor Cullen con la organización. Creía que
su nombre era Laurent.

Escuché otra puerta cerrarse en el lado del conductor, pero algo me llamó la atención en la distancia, y
miré sorprendida, cuando el pequeño coche rojo que sabía pertenecía a Heidi, se detuvo al lado del
vehículo negro. Vi con horror cómo James salía del asiento del pasajero, inclinándose para decirle
algo antes de que ella se fuera. No tenía ni idea de lo que querían, pero sabía lo suficiente como para
darme cuenta de que éramos superados en número, estábamos en un serio y grave peligro.

Consideré salir y tratar de correr, pero no quería dejar a Edward detrás. No había manera de que
pudiera dejarlo allí, inconsciente e incapaz de valerse por sí mismo.

“Edward, por favor”, le dije, presa del pánico, sin saber qué tenía qué hacer. “¡Dios, te necesito! ¡Por
favor! “

Gemí cuando se quedó quieto y podía oír susurros mientras los hombres se acercaban, lo que
aumentaba mi angustia. Miré hacia abajo en el asiento delantero con desesperación y vi la pistola
negra en el piso, mi corazón latió vigorosamente al verla. Dudé durante una fracción de segundo antes
de agacharme, sujetando el mango y tirando de él. Me temblaban las manos mientras lo agarraba y
metí el dedo en el gatillo, no del todo segura de lo que estaba haciendo, pero sabiendo que tenía que
protegerme de alguna manera. Vi una forma acercarse al lado del conductor y entré en pánico, en ese
momento estaba tan cerca que pude reconocer la cara de James. Tenía una sonrisa maliciosa en sus
labios mientras me miraba, y ni una pizca de miedo en su expresión cuando vio la pistola en mi mano.

Mis ojos se abrieron con terror y reaccioné instintivamente, levantando el arma y apretando el gatillo
inmediatamente. La fuerte explosión sonó cuando disparé y yo gemí, recordando mantener mi agarre
para que la pistola no saliera de mi mano por el contra golpe. La bala destrozó lo que quedaba de la
ventana del lado del conductor y rozando la cara de James, mis manos temblorosas habían apuntado a
cualquier objetivo. James se dio la vuelta y vi a un hombre, al llamado Laurent, caído en el suelo a
unos metros y me quedé mirándolo, aturdida, cuando me di cuenta de que le había disparado. James se
giró, sacando la pistola de su cintura mientras alcanzaba la ventana, y tomó a Edward por el cabello.
Sacó la cabeza de Edward con violencia y apuntó la pistola en su sien, mirándome deliberadamente.
La puerta del lado del acompañante se abrió de repente y oí un chasquido antes de que algo se apretara
contra el costado de mi cabeza, dándome cuenta de inmediato que era un arma. Me tensé y estaba
temblando con fuerza, mirando a James con horror cuando su dedo índice apoyaba ligeramente contra
él gatillo de su arma.

“Suelta la maldita arma”, dijo el hombre que estaba detrás de mí, con voz enfadada, con un fuerte
acento que nunca antes había escuchado. Solté la pistola al instante, dejándola caer a mi regazo,
manteniendo las manos en el aire para que supieran que no estaba jugando. La pistola contra mi
cabeza desapareció y el hombre me agarró del brazo, tirando de mí con fuerza. Grité cuando me
sacaron del coche, tirándome de espaldas al suelo. Me quedé mirándolo en shock mientras alcanzaba
el interior del coche y cogía la pistola de Edward, echándole un vistazo por un segundo antes de gritar
el nombre de James. Miré hacia el vehículo cuando James alejó su arma, golpeando la cabeza de
Edward contra el duro volante, antes de soltarlo.

“Por favor”, grité, al instante sintiéndome enferma cuando la palabra rodó de mis labios. “¡Por favor,
no le hagas daño!”

“Cállate”, dijo casualmente. El hombre le lanzó la pistola de Edward a James y él la cogió, mirándola
brevemente y sonriendo. “Me gusta. ¿Tu novio te enseñó a usar esta cosa? “

Yo solo me le quedé mirando y el tipo a mi lado, perdió la paciencia, sacando su arma y apuntando
nuevamente hacia mí. “Responde a la maldita pregunta.”

“¡Sí!”, Le dije rápidamente, asintiendo vigorosamente.

“Juro que nunca entendí lo que Aro vio en él”, dijo James, sacudiendo la cabeza. “Príncipe della
Mafia, el futuro de la organización. Él no tiene el cerebro para esto. Pequeña mierda estúpida,
enseñándole a una esclava cómo disparar un arma. Eso es casi tan malo como enamorarse de una. “
“¿Esclava?”, Dijo el tercer hombre, tranquilamente caminando hacia James desde donde había estado
de pie, cerca de Laurent. También era un extraño para mí, pero había tanta crueldad en él que de
inmediato me hizo sentir incómoda. “Pensé que era...”

James se dio la vuelta rápidamente para apuntar el arma a la cabeza del tipo y él se quedó paralizado,
lanzando sus manos a la defensiva. “O cierras la boca o te la cerraré”, dijo James fríamente.

“Mierda, lo siento, hombre” dijo, sonando sorprendido, pero no asustado por completo. “No estaba
pensando.” James lo miró fijamente durante un momento antes de bajar el arma y volviéndose hacia
mí. Se quedó callado mientras me miraba, un extraño silencio nos rodeó. Mi pecho ardía y dolía con
cada respiración, el corazón me latía con tanta fuerza que pensé que iba a explotar.

“Levántala, no tenemos tiempo para estupideces”, dijo con frialdad después de un momento, tomó la
pistola de Edward deslizándola en su abrigo. Mis ojos se abrieron de golpe cuando el hombre a mi
lado, se agachó y me agarró del brazo, tirando de mí y levantándome. Tropecé y casi me caigo pero
mantuvo fuertemente el agarre de mi brazo para evitar que cayera al suelo. Me llevó hacia su vehículo
cuando comencé a hiperventilar, mis ojos eran como dardos mientras frenéticamente buscaba alguna
manera de escapar.

“¿Qué hay de Laurent?”, Preguntó el tercer hombre, mirando a donde yacía en el suelo.

“Déjalo”, dijo James, encogiéndose de hombros. “Iba a tener que matarlo con el tiempo de todos
modos”.

“¿Y el chico?”, Preguntó el hombre, volviéndose para mirar al coche.“¿Cullen?” Me tensé ante la
mención de Edward y James se encogió de hombros otra vez.

“Mátalo”, dijo con indiferencia. Mi corazón se sintió que si se hubiera detenido en ese instante, el
dolor que irradia a través de cada centímetro de mi cuerpo. Grité, tratando de alejarme del hombre que
me sostenía, mi miedo se intensificó, mis rodillas cedieron. Su agarre cedió y me desplomé en el
suelo, sollozos rasgaron a través de mí cuando el hombre se acercó al coche.

“¡Por favor!”, Gritaba, temblando hasta el punto de ponerme enferma. “¡Por favor, no lo haga! ¡Por
favor! “

“Levántate”, James gritó con enojo.

“¡Por favor!” Grité de nuevo. “Haré lo que sea, ¡lo juro! Por favor, ¡no lo mate! Dios, por favor, voy a
ir con usted, ¡lo haré! ¡No voy a luchar! Solo, ¡no lo mate! “

Mis sollozos eran fuertes, mi voz quebrada por la intensidad. La sola idea me devastó, pero se sentía
como si el mundo entero se hubiera detenido en ese momento cuando el hombre sacó su pistola y
apuntó a Edward. Dejé escapar un grito, el sonido producido de algún lugar dentro de mi alma fue tan
fuerte que me dolieron los oídos y me quemaba la garganta. Los dos hombres delante de mí
retrocedieron ante el sonido y algo duro se estrelló contra la parte posterior de mi cabeza, el dolor
rasgó a través de mi cráneo y hacia abajo por mi espina dorsal, la fuerza del golpe me hizo silenciar,
pero di un grito ahogado.
“Cierra la puta boca”, dijo el hombre con el fuerte acento, seguido por otro golpe fuerte, que me hizo
caer hacia delante sobre el suelo. Me llevé las manos hasta cubrir la parte de atrás de mi cabeza
defensivamente cuando grité.

“¡Por favor!” Grité otra vez, sin importarme lo que me pasará, siempre y cuando no tocaran a Edward.
Sabía que él estaba vivo y necesitaba que permaneciera de esa manera, no importaba el costo. Su
familia había sufrido lo suficiente, todos ellos habían sufrido bastante, y él era demasiado importante
para que su vida fuera terminada. “¡Dios, por favor! ¡Lo amo! ¡Por favor, haré lo que sea! ¡No le
dispares!”

Algo se estrelló contra mi costado y me quedé sin aliento por el dolor, dándome cuenta de que me
habían dado una patada en las costillas. Gemí, tratando de recuperar el aliento y controlar mis sollozos
mientras seguía gritando que no le hicieran nada a Edward.

“Está bien, eso es suficiente”, dijo James con firmeza. “La necesitamos en una sola pieza. Deja al
chico.”

Levanté la vista hacia él en shock, tratando de contener cualquier pizca de esperanza que amenazara
con explotar ante sus palabras porque sabía que no podía confiar en él. Vi cuando el hombre bajó el
arma y James se acercó a mí, agachándose y agarrándome. Me puso de pie, mirándome con tanta
intensidad que hizo que mi piel se pusiera como si fuese de gallina. Su cercanía envió escalofríos por
el miedo a través de mí estremeciéndome violentamente, pero hice mi mejor esfuerzo para parecer
tranquila.

Me atrajo hacia él y se inclinó, rozando su nariz en mi mejilla. Podía olerlo, su aroma provocándome
náuseas y contuve las ganas de vomitar. “Él va a morir pronto, de todos modos” dijo en voz baja, su
aliento golpeando mi mejilla y yo contuve el mío, asqueada por él. Se apartó y sonrió, guiñándome un
ojo mientras me soltaba. Me desplomé en el suelo y empecé a dar arcadas, incapaz de controlar mi
reacción.

“Date prisa y métela en el coche de una puta vez”, dijo James, alejándose. Grité mientras ponía sus
brazos alrededor de mi cintura y me levantó del suelo, arrastrándome hacia la carretera. Miré
frenéticamente hacia el auto plateado y apenas podía distinguir la forma de Edward desplomado
dentro, el verlo inutilizó la poca resolución que me quedaba. Empecé a gritar su nombre, gritando que
lo amaba y deseando desesperadamente que pudiera oírme, que incluso, si ese fuera nuestros últimos
momentos juntos, él lo sabría.

“Cállate”, espetó el hombre, mientras cubría mi boca para silenciarme. Asustada mordí su mano
instintivamente, se escuchó un grito cuando mis dientes rasgaron su carne. Se apartó de mí
rápidamente y en el momento que me soltó comencé a correr hacía el coche, gritando el nombre de
Edward mientras las lágrimas escapaban de mis ojos y mi visión se volvía borrosa. En el momento en
el que llegué al lado del conductor, alguien me agarró y grité con miedo, sosteniéndome de la puerta y
tratando de aferrarme a ella con desesperación. El vidrio roto cortó mis manos mientras me forzaban a
alejarme del coche.

“Creí que ibas a portarte bien” dijo James, su voz haciéndome estremecer. Me arrastró de vuelta al
vehículo a grandes zancadas, sin siquiera pestañear cuando trataba soltarme. Grité cuando me puso en
el asiento de trasero, tratando sin éxito de quitármelo de encima con golpes y patadas. Los otros
hombres subieron y los neumáticos chirriaron mientras se alejaban rápidamente, sollozos vibraron a
través de mi pecho mientras las lágrimas inundaron mis ojos.

“Es realmente una lástima que tenga que hacer esto”, dijo él, agarrando una bolsa pequeña del piso y
abriéndola. “Tú y yo podríamos haber tenido un poco de diversión.” Mis ojos se abrieron con horror
cuando él sacó una aguja llena de líquido claro y empecé a sacudir la cabeza, presa del pánico.

“No, por favor, no”, le dije rápidamente, sabiendo que tenía que estar consiente para encontrar una
salida a esta situación. “Te juro que no pelearé más”.

“¿Esperas que te crea? ¿Ahora?”, Dijo con incredulidad, riendo. Él me miró y sonrió maliciosamente.
“Esto puede doler un poco.”

Di un grito ahogado cuando su mano salió disparada y agarró mi garganta, cortándome el aire. Empecé
a luchar y tratar de quitar su mano, pero él no se movió. Mi visión se hizo borrosa después de un
momento sin oxígeno y estrellé mis puños en él tan fuerte como pude, tratando tumbar la aguja de su
mano, pero él la clavó en el muslo con rapidez, una sensación punzante subió por mi pierna. Él me
sujetó con fuerza durante un minuto más hasta que empecé a desmayarme, cayendo en la
inconsciencia.

Los ruidos se filtraban de forma esporádica, frases y palabras incoherentes, murmullos, voces que no
pude reconocer. Nada de esto tenía sentido para mí, y se desvanecían tan rápido como venían. No
estaba segura de cuánto tiempo había pasado, cada segundo se sentía como una eternidad en la
oscuridad. Tan pronto como empezaba a creer que la bruma se desvanecía, me hundía de nuevo en la
inconsciencia.

Podría haber sido tan poco tiempo como unas horas o tan largo como semanas, pero me atreví a
suponer que fue algo intermedio antes de volver a recobrar la conciencia de nuevo. Con la conciencia
llegó el dolor, y no era capaz de moverme por mucho que lo intentara. La cabeza me latía con fuerza,
abrí los ojos, todo estaba borroso, y sentía como pequeños granos de arena se incrustados en ellos. El
cuarto estaba oscuro con una pequeña porción de luz que se filtraba por una ventana en algún lugar, y
era claramente de noche, pero no podía decir qué hora era, o si el sol salía o se ponía.

Cada centímetro de mi cuerpo dolía, dolores agudos que recorrían mi cuerpo. Traté de moverme y
gemí, un sonido sordo y apenas audible. Tenía la boca seca y mi garganta ardía, así que traté de tragar,
confundida cuando me di cuenta que no podía mover los labios, porque algo los estaba cubriendo. No
tenía ni idea de qué estaba sucediendo, dónde estaba o qué estaba pasando, pero me asustaba. Eché un
vistazo alrededor de la habitación, tratando de ver las cosas en la oscuridad y vi que estaba vacía a
excepción de unas cuantas sillas y una mesa, el suelo parecían ser concreto. Parecía ser un almacén de
algún tipo y volví la cabeza, tratando de darme la vuelta, pero un dolor intenso se disparó por mi
espalda, deteniéndome. Me dolía y se sentía como si hubiera sido abusada y golpeada. Me sentí
maltratada.
Me sentí... muerta.

En el momento en que esa idea se registró en mi mente, recordé a Edward, el pánico inundó mi cuerpo
cuando recordé lo que había sucedido. Habíamos dejado a Edward en el coche, solo y sangrando, pero
todavía vivo, y esperaba desesperadamente que estuviera bien. Tenía la esperanza de que alguien lo
encontrara o se despertara antes de que fuera demasiado tarde, porque no podía aceptar la posibilidad
de que dejara el mundo para siempre. Tenía que estar bien... necesitaba que estuviera bien.

Mis ojos recorrieron el lugar, en alarma, cuando escuché el estruendo de una puerta seguido por el
sonido de unos tacones altos haciendo clic contra el concreto. Me senté, y permanecí inmóvil mientras
se acercaban por detrás, mi corazón se aceleró furiosamente. Estaba mareada y desorientada, tratando
de aferrarme a la lucidez, pero mi cuerpo estaba amenazando con caer en la inconsciencia, una vez
más.

Levanté la vista con cautela cuando la persona pasó por delante de mí, entrecerrando los ojos en la
oscuridad y luchando por enfocar. Se trataba claramente de una mujer con el pelo largo, color rojo
fuego, y llevaba un vestido muy ajustado con zapatos a juego. No recordaba haberla había visto antes
y algo acerca de la manera en que se movía llego a intimidarme. Ella volvió su cabeza y me miró,
después de un segundo, sus pasos se detuvieron abruptamente cuando hicimos contacto visual. Incluso
en la oscuridad pude ver que sus ojos eran de un verde brillante, mirada penetrante.

“Estás despierta”, dijo casualmente, dudando brevemente antes de poner su bolso sobre la mesa al otro
lado de la habitación y regresar hacia mí. Me tensé cuando se acercó, estremeciéndome cuando su
mano salió disparada hacia mí. Apreté los ojos fuertemente, preparándome para un golpe, pero me
sorprendí cuando ella simplemente tomo mis mejillas antes de colocar su mano sobre mi frente.
“Estoy sorprendida”.

Volví a abrir los ojos y la miré con sorpresa, completamente confundida acerca de lo que estaba
pasando. Apartó la mano y desapareció detrás de mí, golpeando cosas a su alrededor por un segundo
antes de volver con un vaso de plástico y una pajita. Me miró a los ojos por un momento antes de
sonreír.

“Si quito esta cinta de tu boca tienes que estar tranquila”, dijo ella, arqueando una ceja hacia mí.
“¿Crees que puedes hacer eso?”

Asentí con la cabeza tímidamente y tomó la esquina de la cinta, tirando de él con rapidez. Luché
contra el impulso de gritar, ya que tiró de mi piel y mis labios inmediatamente palpitaron. Los lamí y
me estremecí ante la sensación de ardor, sabiendo que estaban agrietados e hinchados.

La mujer puso la pajita en mi boca, mirándome con expectación, y vacilé. Ella sonrió después de un
segundo, dejando escapar una ligera risa divertida. “Es agua”, me tranquilizó.

No estaba segura de qué pensar de ella, el hecho de que no era del todo hostil me tomó con la guardia
baja. Todavía estaba aturdida y confusa, parte de mí gritaba que no confiara en ella, pero había una
parte más grande que estaba desesperada por aceptar la bebida. Me dolía la garganta y necesitaba que
mi sed se saciara, a sabiendas que la deshidratación no ayudaba a mantenerme lúcida. La tomé
después de un momento y chupé la pajita, el líquido frío calmó mi ardiente pecho.
Sacó el vaso después de un tiempo y se sentó en el suelo a mi lado, alisando las arrugas de su vestido.
”Estaba segura que él te había puesto a dormir por un buen tiempo, cariño” dijo. “Le dije que la dosis
pasada fue demasiado, pero esa pequeña putita le aseguró que estaría bien, que iba a durar un par de
horas a lo sumo. No sé por qué nunca me escucha. Estaba empezando a pensar que estabas con muerte
cerebral por el tiempo que estuviste inconsciente.”

La miré fijamente mientras trataba de procesar lo que estaba diciendo, viendo como se acercaba y
comenzó a buscar en su bolso por algo. Sacó un teléfono celular después de un momento y marcó un
número, llevándoselo a la oreja.

“Está despierta”, dijo cuando la persona respondió. “Le di un poco de agua.” Hubo una pausa e incluso
desde la distancia pude ver su cara retorcida con fastidio. “¿Querías que la dejara morir? Tiene que
estar deshidratada. ¡Ha estado fuera de sí, durante días!”

La miré boquiabierta en shock. ¿Días? ¿Cuántos días? ¿Dónde estaba?

“Puede que quieras traer a esa puta aquí a revisarla ahora que ella se despertó. Me quedaré aquí hasta
que llegues“, dijo antes de colgar. Puso su teléfono de nuevo sobre la mesa y me miró fijamente, mi
mente buscando una forma para poder apoderarme de él. Estaba muy bien amarrada, con las manos
atadas detrás de la espalda, así que no tenía idea de cómo sería capaz de lograrlo.

“Así que Edward Cullen, ¿eh?”, Dijo, al oír su nombre me sacó bruscamente de mis pensamientos. La
miré con recelo, asustada y preguntándome por qué lo estaba hablando de él. Inmediatamente me
pregunté si ella sabía si estaba bien y consideré preguntarle, ya que había sido amable conmigo en su
mayor parte, pero una voz en el fondo de mi mente gritaba ferozmente que no pareciera débil o
vulnerable de ninguna manera. “Lo recuerdo de cuando éramos niños. Débilmente, por supuesto, ya
que fue hace mucho tiempo. Pero aun así, me acuerdo de él. Era un niño de mamá según recuerdo.
Siempre se aferró a su madre como si su vida dependiera de ella.”

Mis ojos se estrecharon cuando ella se rió, el sonido me dio náuseas. “Es una lástima lo que pasó, pero
así es la vida. Todos tenemos reglas que tenemos que seguir. Supongo que ella perdió el memo” dijo
sarcásticamente. Mi primera impresión de ella como una persona amable se tambaleaba, mi confusión
estropeando mi capacidad de pensar con claridad.

Desapareció de mi línea de visión brevemente antes de aparecer con un paquete de galletas,


abriéndolos y tendiéndome una. “Sería bueno que comieras estas, no sabes cuándo vas a tener otra
oportunidad”.

La miré con cautela, pues no quería aceptar nada de ella, pero no podía permitir que mi terquedad
matara mi oportunidad de conseguir algo de fuerza. Me dolía el estómago y pude sentir las familiares
punzadas del hambre a las que me había acostumbrado a lo largo de los años. Sucumbí después de un
segundo y le di un mordisco, una sonrisa se formó en sus labios ante mi obediencia.

Me dio de comer las galletas y me dio un poco más de agua mientras mis ojos se pusieron pesados.
Luché contra el sueño, sin querer caer inconsciente otra vez, pero estaba perdiendo el control. Mi
cuerpo empezó a entumecerse y me sentí mareada, dándome cuenta, cuando el dolor en mi cuerpo
cesó y los sonidos se amortiguaron, que había sido drogada otra vez.
Caí de nuevo en la inconciencia y con el paso del tiempo escuché conversaciones, todo comenzó a
aclararse con cada minuto que pasaba. No podía entender lo que decían, algunas palabras eran
extranjeras y voces desconocidas. La luz se filtraba a través de mis párpados, los empecé a abrir,
tratando de bloquear el dolor intenso que recorría mi cuerpo. Parpadeé rápidamente en un intento de
aclarar mi visión, pero todo era confuso y mis ojos ardían de nuevo, la habitación estaba muy
iluminada haciéndome entrecerrar los ojos. Pude distinguir unas cuantas personas de pie alrededor de
la habitación, y pude ver al recién familiar, pelo color rojo ardiente. Traté de concentrarme en ella y
me quedé mirando a la mujer con confusión, al ver que su ropa era diferente a la anterior.

“Buenos días, sol” dijo ella, con los ojos fijos en mí. Todo el mundo dejó de hablar, miré alrededor
con cautela, mi ritmo cardíaco se aceleró cuando vi a James. Él tenía un vendaje en la mejilla donde le
había rozado la bala. Se acercó a la mujer de cabello rojo y vi cómo le pasaba el brazo por encima del
hombro, tirando de ella hacia él. El rostro de ella se iluminó cuando lo miró con adoración y se inclinó
para presionar sus labios contra los suyos, la imagen me estaba enfermando. Era repugnante y cruel,
había intentado tener relaciones sexuales conmigo en contra de mi voluntad, y la mujer estaba feliz de
que él la tocara. Era perturbador.

“Ah, ¿la Bella Durmiente está despierta?” Una voz desconocida con un fuerte acento sonó detrás de
mí, sorprendentemente cerca. Me tensé cuando James se rió.

“Ni siquiera necesitó de un beso de su príncipe para hacerlo”, dijo con diversión. La mujer rodó los
ojos y le dio un codazo en las costillas, su jugueteo inquietante.

“¿Cómo te sientes?”, preguntó el hombre extranjero, apareciendo en mi línea de visión. Me miró con
curiosidad, sus rasgos me eran desconocidos. Tenía el pelo significativamente claro, sus ojos entre
grises y azules, su nariz grande y distinta. Era mayor, y con base en las arrugas que recubren su cara
supuse que tenía por lo menos sesenta años, si no más. “¿Puedes hablar, ïðèíöåññà ìàôèè?”

Mi frente se arrugó en confusión ante sus palabras extranjeras y sonrió. “Ah, confundida, ¿verdad? Es
más cómodo en italiano. Jamie, muchacho, ¿cuál es la palabra que estoy buscando?”

“Principessa”, contestó James.

“Sí, eso es. ¿Lo entiendes?”, se preguntó, alzando las cejas con curiosidad, obviamente esperando
algún tipo de respuesta de mi parte. Asentí vacilante después de un segundo, recordando cómo la gente
se refería a Edward como un príncipe de la mafia. Me encogí ante el dolor, mi cuello estaba tan
adolorido que incluso el más mínimo movimiento me lastimaba. “¿Te duele, Principessa?”, preguntó.
Le miré, sin saber cómo responder a su pregunta, y sonrió. “Puedes hablar con libertad. Somos todos
amigos aquí.”

Le di una mirada incrédula y todos se echaron a reír, obviamente divertidos por mi reacción. “No creo
que confié en ti” dijo la mujer de cabello rojo.

“Eso parece”, el hombre respondió, mirándome con curiosidad. “No puedo culparte. No debes confiar
en la gente, sobre todo con los que te asocias. La forma en que tratan a los suyos es bastante
vergonzosa. Pero te aseguro que nunca te voy a mentir como lo han hecho ellos “.

Mis ojos se entrecerraron con suspicacia. “¿De qué estás hablando?”, Le pregunté, mi voz rasposa y
apenas audible

“Ah, ¡habla! ¡Progresos!”, dijo emocionado. “De lo que estoy hablando es que de hecho estos italianos
no han sido muy sinceros contigo, ni te han tratado con justicia. Realmente es una vergüenza,
Principessa”.

“¿Por qué sigue llamándome así?”, Le pregunté, sacudiendo la cabeza. Todavía estaba aturdida y me
estaba confundiendo.

“Principessa”, se preguntó, alzando las cejas con curiosidad. “¿Prefieres que te llame por tu nombre
de esclava, Isabella Swan?”

“Yo...” Empecé a decir, sin saber cómo responder a su pregunta. “No lo sé”.

Se echó a reír, sacudiendo la cabeza. “Todavía no puedo creer que ellos no te lo hayan dicho”, dijo,
más para sí mismo que para cualquier otra persona.

“Te lo dije”, intervino James, “ella no tiene idea”.

El hombre me miró y evité su mirada, su atención me incomodaba. Se alejó después de un segundo y


pude verlo tomando una silla de metal plegable por la esquina de mi ojo. Se sentó en frente de mí,
dejándose caer en ella y se inclinó hacia mí, con las manos juntas delante de él.

Podía sentir sus ojos en mí y empecé a retorcerme un poco, a pesar de mis limitaciones, debido a su
proximidad que era exasperante. No sabía quién era, pero su presencia me inquietaba.

“Probablemente te estés preguntando quién soy y qué estás haciendo aquí”, dijo después de un
momento, en un tono repentinamente serio. “Voy a ser sincero contigo, princesa. Realmente no deseo
hacerte daño, pero lo haré si me provocas. Así que estoy pidiendo de antemano tu cooperación para
que no tenga que hacerlo. Sé que eres una luchadora, teniendo en cuenta que ya has marcado dos veces
a mi hijo.”

Mi ceño se frunció mirándolo confundida, sin saber de lo que estaba hablando. Él sonrió cuando hice
contacto con sus ojos y miré detrás de él, mis ojos se abrieron por la sorpresa cuando miré a James.
¿Su hijo?

“Probablemente debería empezar por el principio”, dijo mientras se volvía hacia mí. “Mi nombre es
Stephan Volkov y he estado familiarizado con los Cullen por muchos años. Nuestras familias están en
el mismo negocio y hemos tenido bastantes, uh, encuentros con los años. De hecho, Carlisle era un
niño la primera vez que lo conocí personalmente. Era un cabrón pretencioso, al igual que escucho es
su hijo menor”.

Se echó a reír, al igual que James, y entrecerré los ojos con enojo ante la mención de Edward. “¿Toqué
un punto sensible, Principessa?”, se preguntó, alzando las cejas inquisitivamente con una expresión
divertida en su rostro. “He oído que está muy enamorado de ti. Claro que espero que esté bien, por
cierto. Sería una lástima si algo llegara a sucederle. Esperemos que no lleguemos a eso.”

Contuve mi enojo, pero podía sentir mi cuerpo temblar, los peores escenarios pasando por mi mente.
“No” dije en voz baja, con los ojos borrosos por las lágrimas. “Por favor, no...”
“Ah, no te preocupes. No quiero lastimar al príncipe más de lo que quiero lastimarte a ti. Si sirve de
algo, no he escuchado hablar de ninguna muerte en Forks así que probablemente esté bien. Pero, de
nuevo, no he sabido nada de Laurent o ese chico entrometido de la reserva, y James me ha asegurado
que ninguno de ellos sobrevivió”, dijo, encogiéndose de hombros. Su voz era indiferente, casi como si
estuviera burlándose de mí. Traté de luchar contra las lágrimas, pero la mención de Edward era
demasiado para mí. Las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas, mis ojos ardían.

“Oh, no llores”, dijo, estirando su mano hacia mí. Me estremecí apartándome rápidamente por instinto
y grité cuando el dolor se apoderó de mi cuerpo. Se quedó inmóvil y dejó caer su mano antes de
tocarme, encogiéndose de hombros. “Bien, entonces. En fin, ¿dónde estaba?”

“Estabas hablando de lo imbécil que era Carlisle”, intervino James.

“Ah, sí. Carlisle. Esto fue antes de conocer a su esposa esclava, por supuesto. Es una pena lo que le
pasó. Supongo que debería sentirme culpable por eso, pero en mi defensa nunca le pedí que hiciera
nada. Es muy divertido, sin embargo, sin saberlo, ella trato de arreglar mis líos. Un poco irónico, en
realidad, teniendo en cuenta...” dijo riéndose.

Lo miré boquiabierta, conmocionada, mientras trataba de procesar lo que estaba diciendo,


completamente sorprendida por la mención de Elizabeth.

“¿Usted?”, Le pregunté, ni siquiera del todo segura de lo que estaba preguntando, pero él parecía estar
insinuando que tenía de alguna manera la culpa. Había tenido la impresión de que los Swan eran
enteramente los culpables de todo.

“Realmente no tienes ni idea, ¿no?”, Dijo, sacudiendo la cabeza. “Sí, Principessa. Yo. Fue divertido
cuando ella quiso a ese bastardo hijo mío, pero no podía creerlo cuando supe que estaba intentando
rescatarte. ¿Cuáles son las probabilidades, verdad?”

Lo miré fijamente, parpadeando, confundida mientras trataba de aclarar mi visión. ¿Su hijo?
“Emmett” Di un grito ahogado, aturdida.

“Sí, a quien llaman Emmett” dijo. “Su madre... ella era una, eh… amiga mía.”

Se rió, el sonido me estaba enfermando. Traté de contener mi disgusto y aparté la mirada de él, a
sabiendas de lo que Emmett me dijo de su madre, María, quien había sido violada. “Es algo, genial
¿no? Jamie me ha mantenido al tanto de él. Me han dicho que no está demasiado lejos de aquí en
Notre Dame con su bella novia. He estado pensando en ir por él y presentarme. Sería un buen activo”,
dijo casualmente.

Mi corazón latía con furia mientras el miedo me recorría al pensar en que Emmett y Rosalie estaban
en peligro y no había manera de que les avisara.

“No entiendo”, dije, nada de lo que estaba diciendo tenía sentido. Sacudí mi cabeza furiosamente
mientras trataba de ordenar mis pensamientos, deseando que la confusión en mi mente se aclarara para
que pudiera reunir las piezas. “¿Cómo puede ser eso? ¿Y dónde estamos?”. Él dijo Notre Dame no
estaba muy lejos de nosotros, pero sabía a ciencia cierta que eran más de tres mil doscientos
kilómetros desde Forks.
“Chicago”, dijo simplemente, mirándome como si fuese estúpida. “¿Qué es lo que no entiendes?”

“¿Tu hijo?” Le pregunté, frunciendo el ceño cuando miré a James. Él me miraba con curiosidad, con
una sonrisa en los labios. “¿Cómo puede ser eso? Pensé que era de la familia de Aro”.

“Ese hombre no es mi familia”, espetó James, su expresión cambiando rápidamente a la ira. “Él podría
ser algo tuyo pero no es nada para mí.”

“Relájate, Jamie”, dijo Stephan con calma.

“¿Qué?”, le pregunté rápidamente, aún más confusa. ¿Mi familia? “¿De qué estás hablando?”

“Estamos hablando de ti, Principessa” dijo Stephan.

“¿Qué tengo que ver con todo esto?”, Le pregunté.

“Todo”, dijo, con una sonrisa malvada formándose en sus labios. “Mira, Isabella Swan, ya sea que lo
sepas o no, tienes el poder para ayudarme a derribar al enemigo y eso es exactamente lo que vas a
hacer”

“¿Al enemigo?”, pregunté vacilante, asustada por la respuesta. Asintió.

“Sí. Verás, yo he ido lentamente sentando las bases alrededor de Chicago, apoderándome de las
empresas por aquí. Hemos aniquilado casi totalmente a toda la competencia a excepción de los
italianos. Han resistido durante años. Las personas son leales a ellos y han demostrado ser fuertes. He
encontrado maneras aquí y allá, convertido a algunos, como los Swan hace años, pero ninguno de ellos
era lo suficientemente poderosos. Tenía que conseguir algo más grande, alguien más arriba.
Necesitaba romper el liderazgo y Jamie, aquí, ha estado trabajando para crear una grieta, pero hasta
ahora han sido capaces de mantenerlo unido. Pero... ahora es diferente. Ahora te tengo”, dijo.

“¿Yo?”, le pregunté. “Pero solo soy... no soy nadie”.

Él se rió en voz alta. “¡Oh, si eso fuera cierto!” dijo. “Definitivamente eres alguien. Verás, tienes el
poder de paralizar a toda la organización desde arriba. Tu ayuda comprometerá a mis tres mayores
adversarios, aquellos que me impiden asumir el control. He guardado este as bajo la manga desde que
Carlisle te compró, pensando la mejor manera de jugarlo, pero cuando descubrí que el chico Cullen
estaba enamorado de ti, vi la oportunidad perfecta. No estaba del todo seguro de si Carlisle estaba al
tanto de tu valor, pero una vez que desapareció ese médico en Port Angels me di cuenta de que lo
había descubierto y estaba tratando de cubrir sus huellas. Y luego, cuando Alec se involucró y en
realidad se respondió por ti, sabía que él también estaba en esto. Todavía no estaba seguro de qué
tanto harían por ti, porque podría fácilmente arrojarte a los lobos para cubrir sus propios traseros. Sin
embargo, lo que sí sé de Carlisle es que seguramente se sacrificaría por su hijo, y si el chico te ama
como él dice, él va a hacer todo lo que se necesite para tratar de salvarte”.

Lo miré con horror cuando asimilé lo que estaba diciendo. “Está esperando a que Edward venga por
mí” le dije. Asintió.

“Cuento con eso, Principessa”, dijo.


“¿Por qué no solo va por ellos entonces? ¿Por qué yo?”, Le pregunté, sin entender completamente lo
que yo tenía que ver en esto. Ninguna de las personas a las que querían derribar realmente se
preocupaba por mí, pero todos ellos se preocupaban por Edward. ¿No habría sido más fácil
simplemente ir directamente por él?

“¿Todavía no lo ves? Eres mi boleto de oro. Si secuestro al chico Cullen todos llegarían con armas de
fuego. Ellos todavía están organizados y confían en los demás. Pero contigo... tú eres más complicada.
Necesitamos que uno de ellos le diga a Aro quién eres y ten por seguro que, cuando el chico Cullen
venga por ti y demande acción, alguien va a soltar la sopa porque de otra forma Aro no le dará
importancia como si fueras solo una propiedad perdida“, explicó.

“¿Quién soy yo?”, Le pregunté dudosa, inmediatamente lamentando la pregunta porque la respuesta
posiblemente me asustaría.

Sonrió. “He estado tratando de decirte. Tú eres el tesoro, la princesa de la mafia que se perdió hace
mucho tiempo. Todos serán como balas perdidas un peligro volviéndose unos contra otros cuando se
descubra la verdad. Cada uno estará solo, todos ellos en una misión por razones egoístas. Cuando
vengan, y te aseguro que ellos eventualmente vendrán, vamos a estar preparados. Es mucho más fácil
que ellos vengan por ti que ir a ellos ciegamente, y una vez que haya pasado la tormenta, Principessa,
todo será mío para tomarlo.”

Empujó la silla hacia atrás para levantarse y me observó mientras se alejaba. Yo estaba
completamente abrumada por todo, tratando de darle sentido a toda la información que me acababa de
lanzar. ¿Yo era una princesa de la mafia? ¿Ese era el secreto que el doctor Cullen había estado
guardando de mí, la razón por la que había tomado esas pruebas de ADN? ¿Yo era una de los suyos, un
miembro de la familia de Aro? ¿Qué significaba eso para mi futuro? ¿Tengo futuro?

Tenía miedo de lo significaba todo eso para Edward y el resto de los Cullen, en qué posición se ponía
Alec ya que había respondido por mí, y cómo afectaría eso a Esme. Me preocupaba por Emmett y
Rosalie, e incluso Jasper y Alice a pesar de que Stephan no los había mencionado.

Estaba totalmente atónita de cómo había afirmado ser el padre biológico de Emmett, pero si él
también era el verdadero padre de James, ¡¿eso no los convierte en hermanos?! ¿Cómo puede ser eso?

Lloré por Jacob, preocupada de que en serio estuviera muerto, pero una pequeña porción de esperanza
dentro de mí apostaba por el hecho de que no había información de que hubiera muerto. ¿Podría haber
sobrevivido? ¿Significa eso que Laurent sobrevivió también? ¿Podría ser que no lo maté, después de
todo? ¿Podría él decirle a los Cullen dónde estaba yo? Estaba completamente angustiada de lo que
estaba por venir, porque todos se habían sacrificado por mí y ahora sus vidas estaban en juego a causa
de mi existencia.

“Consíguele un poco de agua y algo para comer”, dijo Stephan, mirando a la mujer de pelo rojo y
James. “Ponla en la parte trasera cuando hayas terminado para que así esté fuera de la vista. Déjala
descansar un poco. “

“Oh, puedo manejar eso”, dijo James, sonriendo. Mi temor se intensificó, mi corazón latía con tanta
fuerza que podía oír la sangre corriendo por mis venas. Me sentí mareada, mi visión comenzó a ser
borrosa.
Stephan pasó por delante de James, pero se detuvo abruptamente a unos pasos de distancia, girando
rápidamente. Mis ojos se abrieron de golpe mientras tomaba a James y lo giraba hacia él con
brusquedad, con una expresión seria en su rostro. “Recuerda lo que te dije, muchacho”, dijo con
firmeza.

“Ya entendí”, respondió James, levantando sus manos a la defensiva. “En serio, lo sé”. Stephan se
detuvo un momento antes de soltar a James y salir.

La mujer se acercó y comenzó a tocar las cuerdas que me ataban a la silla, aflojándolas alrededor de
mis muñecas. Me quemaba cuando deslicé mis manos ya libres, mis muñecas raspadas y sangrando.
Ella comenzó a tirar de las que ataban mis piernas y me quejé después de un segundo. “James,
necesito tu ayuda”, dijo. James la miró por un momento antes de suspirar con fastidio y dirigirse hacia
nosotros. Lo observé con cuidado y me tensé cuando metió la mano en el bolsillo para sacar una
navaja, contuve la respiración mientras la abría. Se puso en cuclillas delante de mí y metió el cuchillo
entre mi piel y los enlaces, cortando la cuerda.

“Ve a buscar algo de comer, Vickie”, dijo James, mirando a la mujer. “Yo la vigilaré”.

Ella sonrió y aceptó antes de marcharse, el sonido de sus tacones contra el piso ponía mis nervios de
punta. Oí el ruido de la puerta cerrándose detrás de mí, y James sonrió. “Al fin solos”, dijo en voz
baja.

Me quedé tan quieta como pude mientras lentamente comenzaba a desenredar la cuerda, mis ojos
miraban alrededor de la habitación atentamente, en busca de alguna salida. Cortó la última cuerda
mientras sus manos lentamente comenzaron a deslizarse por mis piernas y contuve un escalofrío, mi
corazón se aceleró frenéticamente. Hizo una pausa y se quedó allí por un momento, mirándome con
sus manos sobre mis muslos antes de que apretara con fuerza, sus dedos clavándose en mi carne. Me
encogí ante el repentino dolor mientras él se levantaba, inclinándose sobre mí con su boca junto a mi
oído.

“Vas a pagar por haberme disparado”, susurró. “Voy a matar a tu novio en la primera oportunidad que
tenga y me aseguraré de que estés viendo mientras lo hago.”

Un escalofrío recorrió por mi espalda cuando su lengua salió y se enredó alrededor de mi oreja, la
sensación me asqueó. Grité de miedo y actué por instinto, sabiendo que tenía que alejarme de él.
Saqué mis manos por detrás de mi espalda y lo empujé, atrapándolo con la guardia baja. Se tambaleó
hacia atrás solo unos pasos, pero antes de que pudiera reaccionar saqué mi pierna y lo golpeé en su
entrepierna con tanta fuerza como pude ante mi estado de debilidad. Él gritó, sus manos agarraron el
área al mismo tiempo que se encorvaba por el dolor. Me levanté de un salto y me di la vuelta
rápidamente, mi visión borrosa por el movimiento repentino, apenas podía distinguir la puerta
metálica que estaba a un metro de distancia. Corrí hacia ella, con los pies aún atados, pero por algún
milagro no me caí y respiré con alivio cuando la alcancé. Agarré el pomo rápidamente y comenzó a
girarlo pero antes de que pudiera me tomaron por detrás.

“Me gusta que den batalla”, dijo sin aliento. Me estremecí y grité pidiendo ayuda, tratando zafarme de
su agarre mientras me arrastraba por la habitación a otra puerta, empujándola con el hombro. Me
metió y empujó toscamente a través de la habitación hacia una pequeña cama de metal ubicada en la
esquina con un desnudo colchón sobre ella. Me di la vuelta con miedo para mirarlo, sin saber qué me
iba a hacer, y me tensé, aún más, mientras tomaba un rollo de cinta adhesiva de un pequeño estante
justo detrás de la puerta.

Se dirigió hacia mí y yo negué frenéticamente, dando pasos hacia atrás mientras se acercaba.

“No”, dije, presa del pánico. Él sonrió.

“Sí”, dijo firmemente. Eché un rápido vistazo alrededor, viendo que básicamente era un tipo de
armario enorme para herramientas con un pequeño baño separado al otro extremo de la habitación.
Traté de moverme rápidamente hacia la puerta, pero me agarró de la muñeca, tirando de bruscamente
mí hacia él. El dolor atravesó mi brazo y mi hombro con tal intensidad que mi visión se borró
brevemente y grité. Me tiró en la cama y se sentó a horcajadas sobre mí, me puse a llorar, el miedo y
las náuseas creciendo dentro de mí. Empecé a golpearlo tan fuerte como pude, pero mi hombro
derecho palpitaba y no podía conseguir que mi brazo hiciera lo que tenía que hacer. Agarré su cara
mientras me inmovilizaba, tratando de alejarlo, y mis uñas quebradizas se atoraron en su piel,
rasguñándolo. Le quité la venda y le arranqué los puntos de sutura que tenía debajo, provocando que
hiciera una mueca por el dolor y apartara su cuando la sangre comenzó a salir de su herida. Se apartó
de mí y levantó el puño, golpeando mi cara con dureza. Chillé con fuerza mientras las lágrimas
comenzaban a fluir, mi nariz punzaba donde me dio un puñetazo.

Agarró la cinta adhesiva y le arrancó un pedazo rápidamente, cubriendo mi boca y mis ruidos fueron
amortiguados. Lo miré con horror cuando arrancó más cinta adhesiva, quitándose de encima de mí y
volteándome boca debajo de un tirón. Tomo mis brazos bruscamente y los llevó a mi espalda, el dolor
irradia a través de mi cuerpo por la fuerza de todo. Gemí en la cinta que cubría mi boca cuando
empezó a unir mis manos y tobillos con fuerza. Estaba llorando histéricamente tratando de recuperar
el aliento, sin poder hacerlo mi nariz.

Se puso de pie después de un segundo y me tiró el rollo de cinta adhesiva con rabia, golpeando un lado
de mi cabeza con ella. Me estremecí mientras se limpiaba la mejilla, levantando su mano para ver la
sangre.

“Ya son tres veces, perra” escupió con furia, dándose la vuelta y saliendo. Cerró la puerta detrás de él,
toda la luz se fue de la habitación al instante y me dejó en la oscuridad total.

No estaba segura de cuánto tiempo había permanecido allí, tratando de ignorar el dolor, con la
sensación de que cada minuto que pasaba era una eternidad. La chica pelirroja llamada Vickie
finalmente entró con una bolsa de comida y una botella de agua en la mano, se sentó en la cama junto
a mí. Arrancó la cinta adhesiva de mi boca con brusquedad, la dulzura que ella previamente había
transmitido estaba ausente en su movimiento. Frunció el ceño con enojo y me metió la comida a la
fuerza, me dio unos cuantos bocados antes de tirarlo a un lado y salir, cerrando la puerta detrás de ella,
dejándome sola en la oscuridad una vez más.

Finalmente, me desmayé por agotamiento, despertando un tiempo después con una figura de pie junto
a la cama. Parpadeé rápidamente en la oscuridad, tratando de ajustar mi visión, y finalmente fui capaz
de distinguir los rasgos un poco familiares de Stephan.

“Pensé que ibas a cooperar, Principessa”, dijo estoicamente.


“Yo... No pretendía... quiero decir, él iba a...” comencé a decir, las palabras se atoraban cuando trataba
de sacarlas. Ni siquiera estaba segura de lo que iba a decir, el hombre probablemente no le importaría
lo que James me hiciera.

“No necesito excusas”, dijo con firmeza. “Necesito cooperación”.

Abrí la boca para hablar de nuevo, pero antes de que pudiera él me clavó en el muslo una aguja, el
pinchazo no fue tan fuerte en comparación con el otro dolor abusando de mi cuerpo, pero todavía era
suficiente para hacerme estremecer.

“Va a ser más fácil de esta manera”, explicó poniendo a un lado la aguja y quitando la cita de mis
extremidades. Grité cuando él tiró de mi brazo derecho y suspiró. “Dislocado”, dijo simplemente antes
de alejarse. Salió, cerrando la puerta detrás de él, y me quedé acostada en la oscuridad por un
momento antes de intentar sentarme. Estaba muerta de sed y mi estómago se revolvía, sintiendo como
si estuvieran comiendo a sí mismo por dentro. No podía recordar haber estado tan hambrienta alguna
vez en mi vida, ni siquiera en Phoenix, y me hizo preguntarme cuánto tiempo, exactamente, había
estado allí.

Agarré la botella de agua de donde Vickie la había colocado, luchando para abrirla con mi brazo
lastimado. Estaba caliente pero tomé el agua, tratando desesperadamente de saciar mi sed. Comí unos
bocados del sándwich, pero comencé a sentir náuseas, los mareos apoderándose de mí. Me tumbé en la
cama después de un momento y cerré los ojos, deseando que se detuvieran y sin mucho aviso, la
oscuridad me llevó otra vez.

El tiempo pasó una vez más. Las conversaciones de vez en cuando se filtraban pero se desvanecían tan
rápido como llegaban. Me despertaba esporádicamente para encontrar comida y agua al lado de la
cama, comiendo lo que podía soportar y beber hasta que volvía a caer en la inconsciencia. Heidi
comenzó a aparecer de vez en cuando, su presencia me sorprendió, ella tomaba mi pulso, revisándome
rápidamente, pero nunca me habló ni una vez, ni una sola palabra. Vickie venía y me daba ropa limpia,
de vez en cuando me recogía del piso cuando me desplomaba allí al venir de regreso desde el baño. No
estaba segura de cuánto tiempo permanecí encerrada en ese cuarto envuelta en la oscuridad, o cuánto
tiempo permanecí inconsciente en los momentos en que la oscuridad se apoderaba de mí. Podrían
haber sido días o semanas, pero cada episodio parecía volverse cada vez peor. Comencé a tener
pesadillas y alucinaciones cuando estaba al borde de la conciencia, oía voces y veía caras, pero no
podía estar segura que realmente estuvieran allí. Estaba agitada y confundida, incapaz de pensar con
claridad cuando estaba despierta.

En un breve momento de lucidez escuché una conversación a través de la puerta, y me esforcé por
concentrarme en lo que estaban diciendo, en un intento de averiguar qué estaba pasando. “Esto es
mejor de lo que esperábamos”, una voz con acento relativamente familiar dijo, recordaba la voz del
hombre, pertenecía a quien puso una pistola en mi cabeza en Forks.

“Sí. Ahora que Carlisle y Alec están fuera del camino, solo hay que esperar a que el chico Cullen
reaccione”, respondió Stephan débilmente.

Luché por mantener los ojos abiertos, luchando por mantenerme consciente porque estaba desesperada
por entender qué quería decir eso. ¿Qué le había pasado al doctor Cullen y a Alec? ¿Significa que
Edward estaba bien, al menos por el momento? Sus palabras me asustaron y confundieron, pero no
importaba lo duro que luchaba no era capaz de evitar lo inevitable. Los hombres comenzaron a hablar
en una lengua extranjera, su voz empezó a amortiguarse y se desvaneció mientras a medida que me
desmayaba de nuevo.

Las pesadillas eran intensas, y los recuerdos se reproducían en un bucle en mi subconsciente. Vi la


cara de cansada de mi madre y escuché su voz suave. “Estás destinada a la grandeza, Isabella. No
pierdas la esperanza”, repetía una y otra vez. Vi a la madre de Edward, dando vueltas a mi alrededor
en un círculo y brillando intensamente bajo la luz del sol, parecía un ángel de la guarda que venía a
rescatarme. “Es el destino”, dijo con una sonrisa. No sé si fue simplemente un producto de mi
imaginación o algo surgido de mi memoria, pero había encontrado esperanza en eso, de cualquier
manera. Edward vino a mí también, su encantadora sonrisa y su reconfortante risa melódica. “La mia
bella ragazza” susurró en Italiano erizando mi piel. Casi podía sentir su aliento en mi mejilla,
sintiendo su calor e inhalando su aroma embriagador. “Ti amo. Non potrò mai rinunciare*.”

Las visiones se hicieron más despiadadas con el paso del tiempo, cada una progresivamente peor. Vi
la cara de James y su sonrisa maliciosa, vi su determinación cuando respiraba en mi cuello intentando
que me pusiera de rodillas. Presencié la brutalidad que Charles y Jane habían desatado contra nosotros
en Phoenix, reviví una paliza que había recibido de pequeña por Charles padre, casi como si estuviera
ocurriendo ahora. Jacob plagaba mis pensamientos, la visión de él cayendo después de que la bala lo
atravesara, me atormentaba. Había sido mi culpa que estuviera allí; fue culpa mía que su débil cuerpo
yaciera sangrando en el suelo. La expresión del rostro de Edward mientras me decía que mi madre
estaba muerta destelló en mi mente, la devastación sacudiendo hasta mis entrañas. Recordé sus
palabras y sus sollozos, la imagen transformándose en esa expresión de dolor que había tenido cuando
lo lastimé en su partido de fútbol, antes de terminar finalmente en cómo se había visto en el coche la
última vez que posé mis ojos en él. Estaba en silencio e inmóvil, la vida apenas palpitaba en su
interior. “Mátalo”, se hizo eco en mi mente la voz de James. “Él va a morir de todos modos.”

Los ardientes ojos del doctor Cullen me perseguían, la penetrante mirada de odio que había visto aquel
fatídico día de octubre del año pasado, cuando me topé con su arma. Casi podía sentir presionándola
en mi garganta mientras jadeaba en busca de aire, podía sentir la ira saliendo de él. Esa visión
regresaba una y otra vez, todo mi cuerpo sentía como si estuviera en llamas mientras, una vez más,
experimentaba la noche en que me ató a la cama. El dolor era intenso y tangible, cada parte de mí
ardía y dolía. Era insoportable, podía escuchar mis gritos en la oscuridad, mi pecho vibrando ante los
chillidos.

Mis momentos de lucidez empezaron a ser escasos, e incluso cuando despertaba no podía estar segura
de que lo que veía o escuchaba era real. Personas desconocidas se ponían delante de mí, tenían
conversaciones extrañas que no tenían mucho sentido. Vi la misma cara con frecuencia, un hombre
fuerte con la piel bronceada y un lunar debajo del ojo derecho. El lado izquierdo de su cara estaba
desfigurado, casi como si se hubiera derretido por el fuego. Era casi como el monstruo en mis
pesadillas, podía sentir mi cuerpo temblando violentamente de miedo cada vez que él estaba cerca.

Me desperté en algún momento para ver a Stephan sentado en la cama junto a mí, mirándome con
curiosidad. “¿Cuál es el código de seguridad de la casa de los Cullen?”, preguntó, con la voz
amortiguada, como si mis oídos estuvieran obstruidos.

“¿Qué?” Modulé con los labios, no había sonido que pudiera hacer. Me quemaba, un dolor punzante
que irradiaba por mi pecho. Intenté aclararme la garganta e hice una mueca.
“El código de la casa”, repitió con firmeza. No respondí y él gimió con irritación. “Si no quieres morir
por deshidratación, me dirás lo que quiero saber.”

Lo miré mientras me debatía, sabiendo que necesitaba desesperadamente agua. Dudé brevemente
antes de simplemente girar mi cabeza hacia otro lado, deseando que desapareciera. “Vete” le susurré.
Mi desobediencia lo enfadó, porque se puso de pie rápidamente, sacando una pistola de su cintura y la
apunto hacia mí. Metiéndola bajo mi garganta, presionando y cortando mi flujo de aire de inmediato.

“Dime el código”, gritó con enojo. Me faltaba el aire, cada centímetro de mí estaba pidiendo alivio,
pero no podía decirle lo que quería saber. Nunca podría traicionar a los Cullen, no de esa manera, no
solo porque el doctor Cullen me había pedido lealtad desde hace meses cuando me recogió en
Phoenix, sino también porque habían sacrificado lo suficiente por mí. Nunca podría hacer algo para
causarles daño a ninguno de ellos, sin importar las potenciales consecuencias para mí.

Apreté los ojos fuertemente y la visión del doctor Cullen destelló en mi mente mientras luchaba por
respirar, el arma haciéndolo casi imposible. Pude ver la ira y el odio en esa expresión, pero yo no era
capaz de sentir el temor. Finalmente entendí cómo se había sentido él, la culpa y la vergüenza contra
la que había luchado con tanta violencia en ese momento, y mientras estaba allí sufriendo, casi deseé
que hubiera apretado el gatillo, porque yo también lo sentía.

La presión se retiró y di un profundo suspiro de alivio, el alivio inundándome en esa fracción de


segundo en que mis pulmones se llenaron de aire antes de que algo duro se estrellara contra el costado
de mi cabeza. El dolor nuevamente regresó y solté un grito, sintiéndome mareada mientras la
oscuridad me alcanzaba y rápidamente caía de nuevo en la inconsciencia para repetir el ciclo una vez
más.

No estaba segura cuánto tiempo más podría aguantar, cuánto más podría soportar, pero me aferré con
fuerza a la esperanza de que, de alguna manera, Edward me salvaría. De alguna manera me iba a
encontrar, buscaría una manera para salir de la situación. No sabía dónde estaba ni qué estaba
haciendo, ni siquiera cómo iba a manejarlo, pero no podía renunciar a la esperanza.

Él había prometido que no se rendiría, no importaba qué, mientras él no se diera por vencido por mí,
yo nunca renunciaría a él.

******************
Ti amo. Non potrò mai rinunciare = Te amo. Nunca me rendiré.
Capítulo 70 Ambigüedad

“Quería un final perfecto. Ahora he aprendido, de la forma difícil, que algunos poemas no riman, y
que algunas historias no tienen ni principio, ni mitad, ni final claro. La vida es no saber, es tener
que cambiar, es coger el momento y hacer lo mejor con él, sin saber lo que pasará después.
Deliciosa ambigüedad.” Gilda Radner

Edward cullen
Había escuchado la expresión 'la tensión era tan espesa, que se podía cortar con un cuchillo' al menos
un centenar de veces, pero no fue hasta ese puto momento, sentando en ese coche inmaculadamente
limpio y luchando contra las náuseas por el hedor a piel nueva, que finalmente entendí exactamente lo
que significaba. Me dolía el maldito cuerpo y mi cabeza estaba latiendo con fuerza, pero el dolor
físico no se comparaba al tormento emocional que estaba sintiendo. La tensión era jodidamente
asfixiante, la hostilidad pura que se filtraba del hombre a mi lado, era casi demasiado que soportar.

No me había dicho ni una sola jodida palabra, habiéndome apenas mirado durante toda la tarde. Si no
fuera por la evidente hostilidad en el aire entre nosotros, joder, tal vez me habría preguntado si al
menos recordaba que estaba allí. Escuché su voz baja durante toda la noche mientras hablaba por
teléfono pero no pude distinguir la conversación, así que no tenía idea de qué demonios estaba
pasando. Estaba desesperado por saber, pero tenía mucho miedo a preguntar y escuchar las puñeteras
respuestas. Era un maldito cobarde... no había otra forma de decirlo.

Condujo por debajo del límite de velocidad, como si no tuviera una maldita preocupación en el
mundo, su falta de urgencia me ponía ansioso y hacía que mis manos temblaran por los nervios. Había
un silencio total en el vehículo, el único sonido era el zumbido del motor, y eso no ayudaba en nada a
aliviar la intensa presión que estaba sintiendo. Nada de maldita música, nada de jodida conversación...
nada más que tensión.

Tenía dos costillas fracturadas, una nariz rota y un pequeño esguince en la muñeca además de la
conmoción cerebral. Tenía cortes y enormes moretones cubriendo la mitad de mi cuerpo. Mi padre
había echado mano de algunas influencias y uno de sus colegas en Sequim accedió a verme
extraoficialmente sin hacer preguntas, a pesar de mi insistencia en que no necesitaba ver a ningún
maldito doctor. Él ya había establecido claramente lo que tenía y no había una mierda que pudieran
hacer por ninguna de mis heridas excepto ponerme hielo y darme Tylenol, lo cual podía hacer por mi
cuenta en casa. Pero él había exigido que fuera de todas formas, solo por si acaso, y cuando el jodido
Carlisle Cullen exigía algo no podía decir que 'no'. Lo había encabronado lo suficiente cuando admití
que habíamos alterado el chip de Isabella, así que no había forma de que yo empezara otra pelea tan
pronto al insistir en que sabía lo que necesitaba mejor que él.

Cuando Alec llegó, partimos en el largo viaje de casi dos horas a la clínica médica mientras mi padre
se quedaba para ocuparse de la devastación que había quedado atrás. El doctor sugirió que me quedara
a pasar la noche en observación pero Alec intervino y rechazó la recomendación, declarando que
teníamos que llegar a casa lo antes posible.

Miré el reloj del salpicadero mientras viajábamos en la oscuridad y vi que faltaba un par de minutos
para la medianoche. Mi pecho dolió al darme cuenta de que un nuevo día comenzaría pronto, las
últimas veinticuatro horas simplemente pasarían a formar parte del pasado. La mayoría de la gente se
olvidaría de ellas, el día no sería más que un puñetero parpadeo en su radar del gran esquema de las
cosas, pero eran horas que nunca olvidaría. Hacía solo veinticuatro malditas horas estaba acostado en
la cama con mi Bella, sosteniéndola en mis brazos y sintiendo su calor. Había escuchado su voz
cuando susurró mi nombre en su sueño, esa simple palabra dicha con tanta maldita pasión que solo el
recuerdo de ello envió un escalofrío por mi espalda. Hacía veinticuatro horas ella estaba conmigo, a
salvo, y a pesar de todo, feliz.

Pero mientras estaba allí sentado, mirando con rabia ese maldito reloj, no estaba seguro de nada de
eso. No sabía dónde estaba, con quién estaba, ni por lo que estaba pasando. No tenía ni idea de si
estaba bien o no, sin una jodida forma de saber si estaba herida o asustada. La simple idea me hacía
temblar de miedo y de ira y apreté mis manos en puños, tratando de luchar nuevamente antes de
perder todo el control.

Doce horas. Había estado perdida durante casi doce horas de mierda y el maldito reloj solo seguía
contando, como si esos segundos fueran inútiles y no importaran. Sin embargo, sí importaban, porque
cada maldito segundo era demasiado jodido tiempo. Era un segundo más sin ella, un segundo más de
no saber qué estaba pasando.

Sentía como si mi mundo se hubiera detenido, entonces, ¿por qué ese maldito reloj seguía moviéndose
como si esperara que fuera jodidamente capaz de seguir adelante sin ella?

Suspiré con fuerza y Alec se tensó, la tensión entre nosotros era cada vez mayor. Estaba furioso y eso
era jodidamente peligroso, porque sabía exactamente lo que pasaba cuando él reaccionaba con ira. La
sola idea hizo que mi estómago se revolviera, que mi corazón latiera tan rápido haciendo que el dolor
en mi pecho se intensificara y tuviera que luchar por respirar.

Pasamos por el tramo de bosque donde había ocurrido el accidente y miré en esa dirección con
aprensión, viendo que el coche ya no estaba. Lo esperaba ya que mi padre había pedido una grúa antes
de que siquiera nos hubiéramos ido, pero era extraño de todos modos. Incluso en la oscuridad podía
ver donde nos habíamos estrellado, algunos árboles estaban agrietados y rotos por la fuerza de la
colisión, pero si no supiera lo que realmente había pasado solo asumiría que habían sido derribados
por causas naturales. No había evidencias del suceso que había enviado vida en picada, ningún indicio
de que la mujer que amaba más que mi propia vida había sido secuestrada.

Él terminó el viaje en completo silencio y yo miré por la ventanilla, cada segundo una maldita agonía.
Di un suspiro de alivio cuando finalmente llegamos a casa, contento de que hubiera terminado y
podría poner algo de espacio entre nosotros. Estacionó el coche a un lado y me bajé, mirando
alrededor con ansiedad. La casa parecía vacía, no había luces encendidas a la vista, pero estaba seguro
de que no estaba vacía. Sin embargo, sentía como si le faltara algo, lo que era una maldita idea
estúpida, porque era evidente lo que faltaba.

La mia bella ragazza... y hasta que ella regresara, nada se sentiría bien de nuevo.
Mis ojos ardían mientras miraba la casa y parpadeé un par de veces, tratando de contener las lágrimas
que se estaban formando. Luché ferozmente contra ellas, necesitando mantenerme fuerte porque no
podía derrumbarme o perder la esperanza. Aunque esa mierda dolía. Dolía mucho más que cualquiera
de mis lesiones y era más agonizante que cualquier puta tensión que nos rodeara.

La había jodido, no había otra forma de decirlo. Había hecho mierdas pensando que sabía lo que hacía,
pensando que tenía las respuestas, cuando la verdad era que solo era parte del maldito problema. Todo
ello era mi jodida culpa. Ella no estaba y si yo no hubiera sido un impetuoso sabelotodo, tal vez
todavía estaría a salvo. Si solo hubiera mantenido mi temperamento bajo control, o si hubiera
escuchado acerca del maldito chip, puede que la mierda hubiese sido diferente. Gemí cuando pensé en
el maldito chip, levantando mis manos para frotar mi pecho. Mi padre me había golpeado cuando se lo
dije, su calma se había disipado inmediatamente cuando le confesé lo que habíamos hecho. El fuego
en sus ojos me sorprendió, y nunca en mi vida le había temido como lo hice en ese puto momento. Vi
al asesino que otros veneraban, al hombre violento que no dudaría en matar lo que representara una
amenaza para él. Su ira lo consumía mientras echaba su puño hacia atrás y me golpeaba justo en el
pecho con tanta fuerza que me tambaleé hacia atrás cayendo dentro del coche y perdiendo el aliento.
Él no era mi padre en ese momento, era el Mafioso, y me recordaba alarmantemente al hombre
tranquilo cuyos ojos podía sentir taladrando la parte de atrás de mi cabeza.

Me volví y miré a Alec, encontrándome con su penetrante mirada observándome de cerca. Tenía el
presentimiento de que no iba a quitarme los malditos ojos de encima si no tenía que hacerlo, estaba
decidido a asegurarse de que no hiciera algo jodido de nuevo.

Me pasé la mano por el cabello, haciendo una mueca cuando el dolor recorrió mi cuerpo en el
momento en que empecé a caminar hacia la casa. El lugar donde yacía Jacob cuando habíamos salido
huyendo parecía completamente normal, la grava en su lugar sin un indicio de sangre por ningún lado.
Estaba mareado y me tambaleé un poco al mismo tiempo que mi visión se volvía borrosa, el tormento
y la incertidumbre me estaban abrumando.

Sabía en lo más profundo de mi ser que no había forma de que él pudiera haber sobrevivido y sabía
que mi padre era un profesional en la limpieza de evidencias de crímenes, pero una pequeña parte de
mí estaba desesperada por creer que, de alguna manera, significaba que él no había muerto. Que de
alguna manera, por encima de todo, no había causado también la puta muerte de Jacob.

Entré y me detuve en el vestíbulo, mi padre salía de la habitación de debajo de las escaleras, y me


quedé inmóvil cuando miró en mi dirección. Sus ojos me recorrieron rápidamente antes de centrarse
en Alec, que entró detrás de mí y cerró la puerta.

“¿Ha hablado?” preguntó Alec fríamente, el sonido de su voz justo detrás de mí envió un escalofrío
por mi espalda. Me tensé mientras mi padre hacía un gesto de negación.

“Nada,” dijo simplemente.

Alec pasó rozando junto a mí y se dirigió a la habitación, dándole a mi padre una mirada extraña antes
de desaparecer en el interior. Mi padre me miró enfadado y negó con la cabeza, murmurando algo en
voz baja antes de irse y dar un portazo en el segundo piso un momento después.

Me quedé allí parado por un momento, sin saber qué mierdas hacer, antes de dirigirme a las escaleras.
Podía escuchar la voz de mi padre a medida que llegaba al segundo piso, su ira apabullante mientras le
gritaba a alguien. Comencé a subir al tercer piso pero me detuve abruptamente cuando escuché el
nombre de Emmett, me golpeó la culpa y la vergüenza cuando me di cuenta de que estaba regañando a
mi hermano por algo que había sido mi jodida culpa. Mis piernas amenazaban con dejar de sostenerme
y me senté en los escalones, agachando la cabeza mientras me agarraba el maldito cabello con fuerza
y frustración, tratando de calmarme. Podía escuchar a mi padre gritándole sobre el maldito chip,
diciéndole que sería mejor que averiguara cómo arreglarlo antes de que perdiéramos a Isabella para
siempre. Sus palabras dolían y me era difícil respirar con la sola mención de que posiblemente
pudiéramos no encontrarla, sin ser capaz de aceptar esa mierda.

Teníamos que encontrarla y no me detendría hasta que lo hiciéramos.

La puerta de la oficina se abrió después de un momento y miré en esa dirección, mi padre salió y
deslizó su teléfono en su bolsillo. Me lanzó una mirada furiosa mientras empezaba a subir al tercer
piso, pasó junto a mí al subir. Regresó después de un minuto, deteniéndose junto a mí. “Es increíble
como algo tan pequeño puede ser tan importante, ¿no es así?” Dijo casualmente, sosteniendo el
pequeño microchip que habíamos ocultado en la biblioteca. “No es que no lo supiera, Edward. Sabía
de los bloqueadores de señal que habías comprado y lo dejé pasar, porque quería confiar en que
cuidarías de ella. Quería creer que no serías tan estúpido como para utilizarlos para ponerla en peligro.
Nunca pensé que los utilizarías, porque nunca pensé que huirías. Pero ni en mis sueños más locos se
me ocurrió que harías algo así. Pensaba que te conocía, Edward, pero está claro que no. Y Emmett...
juro que pensaba que era más listo que esto. Por qué iba a ser tan estúpido como para seguirte la
corriente en uno de tus planes, nunca lo entenderé.”

“No culpes a, Emmett,” le dije, la decepción en su voz era dolorosa. Toda la mierda que él había hecho
finalmente tenía sentido para mí, y me di cuenta que había estado trabajando en su contra todo el
maldito tiempo. Cada paso que había dado con el fin de mantenerla a salvo, joder, yo lo había
deshecho. ¿Cómo de jodidamente estúpido podía ser? ¿Cuánto de jodidamente egoísta y arrogante
había sido? “Es culpa mía. Él solo intentaba ayudarnos. Solo quería que fuéramos felices.”

Se rio con amargura, negando con la cabeza. “¿Lo eres?” Preguntó, levantando sus cejas de forma
extraña. “¿Eres feliz ahora? Eso espero, hijo.”

Negué con la cabeza, su tono burlón me hizo enfadar. Joder, podía estar todo lo cabreado y
decepcionado que quisiera, pero la burla era demasiado para tolerar. “No tienes que ser un maldito
pendejo,” escupí. “¿Te parece que soy feliz? ¡La amo y se ha ido! Joder, ella se ha ido.”

Él se quedó mirándome un momento antes de asentir. “Así es,” dijo simplemente, entrando de nuevo a
su oficina y dando un portazo.

Me quedé allí sentado mientras mi mente trataba frenéticamente de repasar todo lo que había pasado,
pero no importaba cuanto intentaba, no era capaz de encontrar una fácil solución de mierda. Tenía que
haber alguna, joder, tenía que haber alguna forma de arreglarlo todo, alguna forma de volver al pasado
y deshacer todos mis errores. Todo era un caos, todos estábamos en peligro, y yo no había hecho nada
más que empeorarlo considerablemente con mi arrogancia.

“Mierda,” escupí, tirando de mi cabello aún con más fuerza. Dolía pero, palidecía en comparación con
el resto de mi dolor. Estar sentado ahí sin hacer nada me estaba matando, cada segundo me carcomía,
no tenía a nadie a quien culpar más que a mí mismo.

Joder, si solo hubiera escuchado....

No estaba seguro de cuanto tiempo llevaba allí sentado balanceándome hacia atrás y hacia adelante,
mi ira e impaciencia aumentando, antes de levantarme y comenzar a pasearme por el pasillo. En lugar
de conseguir controlarme, el control que tenía se estaba esfumando a medida que empezaba a ponerme
más frenético. Finalmente, escuché pasos en las escaleras cuando Alec empezó a subir al segundo piso
al mismo tiempo que mi padre salía de su oficina, los dos hombres se detuvieron en el pasillo cuando
me vieron. Miré del uno al otro mientras ellos me miraban en silencio, mi último vestigio de control
desapareció.

“¿Qué demonios pasa? ¡Joder!, ¿por qué están ahí parados?” Espeté. “¿Pueden hacer algo? ¿Lo que
sea? ¡Cristo!”

Tan pronto como la última palabra salió de mi boca, tiraron con rudeza de la parte de atrás del cuello
de mi camisa y me estrellaron contra la pared, el dolor recorrió todo mi cuerpo al mismo tiempo que
me quedaba sin aliento. Jadeé en busca de aire mientras Alec empujaba algo duro en mi costado, y
dándome cuenta después de un segundo que era su maldita arma.

“¿Todavía no has aprendido la lección?” Preguntó bruscamente. “¿Qué vas a necesitar para que la
entiendas, Edward? ¿Va a tener que morir uno de nosotros antes de que te des cuenta que esto no es un
juego? Estás jugando con nuestras vidas y por mi parte, no voy a tolerar que me pongas en más peligro
de lo que ya lo has hecho. No me importa de quién seas hijo.”

Mi corazón latía rápidamente y mis rodillas se debilitaron mientras él me tenía contra la pared,
emanando ira, en ese momento, dirigida exclusivamente hacia mí. Cada maldita palabra que había
dicho la dijo en serio y sabía que no vacilaría en apretar el gatillo en el que estaba su dedo si sentía
que era necesario.

“Alec,” dijo mi padre con firmeza. “Suéltalo.”

Alec me soltó de inmediato y yo hice una mueca cuando apartó el arma de mi costado y se dio la
vuelta, apuntando directamente hacia la cabeza de mi padre. Inhalé bruscamente, el dolor se difundió
en mi pecho a causa de mis costillas fracturadas, y mi padre se quedó inmóvil. Quieto como una
estatua, sin siquiera parpadear, mientras Alec lo miraba fijamente. Estaba asustado como la mierda,
sin saber qué demonios iba a pasar, pero no había nada de miedo en los ojos de mi padre. Simplemente
le devolvió la mirada, esperando pacientemente a que Alec hiciera alguna mierda.

“Sigues hundiéndome más y más hondo, Carlisle,” dijo después de un momento de tenso silencio,
bajando su arma y metiéndola de nuevo en la cintura de sus pantalones mientras sacudía su cabeza.

“Lo sé,” mi padre respondió en voz baja.

Alec se volvió para mirarme, la ira seguía en su expresión. “Si quieres sobrevivir a esto, vas a tener la
boca cerrada,” me dijo. “No me importa como lo vas a hacer o qué vas a necesitar para conseguirlo,
Edward. Esa boca tuya va a conseguir que cada uno de nosotros sea asesinado si no la controlas, y si tú
no la cierras, yo te la voy a cerrar. Me niego a dejar que conviertas a Esme en viuda porque no sabes
guardar un secreto. Así que ahora mismo te lo digo, si dices algo de lo que sabes pensando que
apresurarás las cosas, te juro que te mataré antes de que me maten. Puede que no te gusten nuestros
métodos, pero tienes que aceptar el hecho de que algunos sabemos más que tú.”

Se alejó de mí y se dirigió directamente a la oficina, pasando junto a mi padre. Le eché un vistazo y vi


que me miraba con aprensión, titubeando como si tuviera algo que añadir.

“Tienes que escucharlo,” dijo después de un momento. “Vamos a encontrarla, pero tenemos que jugar
bien nuestras cartas. No importa lo que suceda, no podemos exponer quién es ella o pondrá todas
nuestras vidas en peligro... incluyendo la suya. Así que, solo relájate, estamos trabajando en ello.”

Desapareció dentro de su oficina y cerró la puerta sin decir una palabra más, y yo solo me quedé
mirando a la puerta con incredulidad. ¿Relajarme? Joder, ¿él esperaba que me relajara?

Sentía como si el tiempo pasara tortuosamente lento, cada segundo era una agonía, pero sin embargo,
el reloj parecía avanzar a un ritmo constante. Anduve por la casa mientras mi padre y Alec seguían
trasladándose entre la oficina y el sótano, y a pesar de que quería saber desesperadamente qué mierda
pasaba, no me atrevía a abrir la boca para preguntar. Estaba amaneciendo cuando finalmente subí al
tercer piso, mi pecho se apretó a medida que abría la puerta de la habitación. La habitación estaba en
completa calma y me quedé allí por un momento, mirando. Sentía como si estuviera mal estar allí sin
ella, la chispa se había ido de todo. Ella debería estar ahí, acurrucada entre las mantas y abrazando su
almohada con fuerza mientras que soñaba con lo que demonios fuera que soñara cuando estaba feliz,
pero no estaba.

Entré después de un momento y me senté en el borde de la cama, pasando las manos por mi cabello en
frustración. El dolor en mi pecho rivalizaba con el que había sentido hacía una década cuando mi
madre fue arrancada de mi vida, el completo vacío que sentía me desgarraba en pedazos. Alcancé la
almohada de Isabella y la agarré, apretándola contra mi pecho con fuerza mientras las lágrimas se
formaban en mis ojos, pero esta vez no luché contra ellas. No tenía que aparentar en nuestro espacio,
no había ninguna razón para pretender que estaba jodidamente bien cuando claramente no era así.
Respiré todo lo profundo que pude, haciendo una mueca por la mezcla del dolor físico y la pena que
me embargaba cuando noté su dulce aroma que todavía permanecía en su almohada, fresas y rayos de
sol. Me había dicho meses atrás que yo olía como los malditos rayos del sol y me reí por lo absurda
que sonaba esa mierda, pero mientras inhalaba su aroma de esa maldita almohada, todo tuvo sentido.
Olía a algo cálido y familiar, a felicidad y confort, justo como los jodidos rayos del sol.

Me aferré a ella con fuerza cuando los sollozos me sorprendieron, cada pizca de control me fue
arrebatada en ese momento. Me importaba una mierda quién me escuchara mientras lloraba y gritaba
en agonía, no me importaba una mierda lo que pensaran. Necesitaba que ella estuviera a salvo,
necesitaba que saliera indemne, y no me importaba un carajo lo que tuviera que hacer o lo que tuviera
que sacrificar para hacer que eso sucediera. Joder, ella me había salvado, me había sacado de la
maldita oscuridad y me había mostrado que había algo por lo que valía la pena vivir, y haría todo lo
que tuviera que hacer a fin de retribuirle eso. Ella lo valía y se lo merecía.

Era media tarde cuando escuché el sonido de una garganta aclarándose con nerviosismo desde la
entrada. Levanté la mirada y vi a mi padre ahí, mirándome con cautela.

“Nos vamos a ir a Chicago pronto,” dijo en voz baja.


“Eh, está bien,” le dije, aclarando mi garganta mientras ponía la almohada junto a mí. Levanté mis
manos y limpié mis ojos, las lágrimas seguían cayendo. Bajé la vista e hice una mueca, viendo que
todavía llevaba puesta la ropa hecha trizas y salpicada de sangre. “Supongo que tengo que
cambiarme.”

“Preferiría que te quedaras aquí, solo por si acaso,” respondió de inmediato.

“Joder, ¿esperas que me quede aquí?” Pregunté con incredulidad, mi ceño se frunció.

“Solo por si acaso ella regresara,” respondió. Me reí con amargura, sacudiendo la cabeza mientras me
ponía de pie. De inmediato me mareé, un dolor punzante desgarraba mis costillas mientras que mi
cabeza palpitaba febrilmente.

“No es un maldito perro perdido,” dije con brusquedad, las lágrimas corrían por mis mejillas. “No ha
salido a pasear al patio trasero y se ha perdido en algún lugar en los bosques. Joder, ha sido
secuestrada y no hay forma de saber dónde demonios la tienen. ¡No va a simplemente aparecer de
nuevo aquí!”

“Lo entiendo, pero creo que deberías reconsiderarlo,” me dijo. “Es peligroso y...”

“Voy a ir,” le dije, interrumpiéndolo bruscamente. “Si no quieres que vaya contigo, bien. Pero subiré
al siguiente maldito avión te guste o no. No puedo solo quedarme aquí.”

“Bien, pero vas a tener que controlarte, hijo. No puedes salir corriendo a una misión de vigilancia,
pensando que sabes que es lo mejor,” dijo enfáticamente. “No puedo concentrarme en conseguir
recuperarla si tú andas por ahí causando estragos y arruinando todo lo que haga.”

Gemí, negando con la cabeza. “Lo sé. Cristo, no soy tan estúpido. He escuchado a Alec y no he dudado
ni un maldito segundo que lo que ha dicho lo ha dicho en serio. Voy a mantener la boca cerrada y dejar
que hagan lo que saben hacer, pero joder, tengo que estar allí.”

“Sé por qué te sientes así,” comenzó a decir, “pero no tenemos idea de en qué circunstancias vamos a
encontrarla.”

“Dije que voy a ir,” espeté, molesto de que estuviera tratando de convencerme de lo contrario. “Tengo
que saber. No soy un puto ingenuo. Sé lo que le podrían estar haciendo y tengo que estar allí, no
importa qué.”

“Está bien,” dijo pellizcando el puente de su nariz en frustración. “En unas horas sale un vuelo desde
Seattle. Tenemos que atar unos cuantos cabos sueltos aquí con Jacob y Laurent, y luego nos iremos.”

Lo miré con curiosidad ante la mención de los dos. “¿Han sobrevivido?” Pregunté vacilante. Se quedó
mirándome un momento antes de suspirar.

“Tenemos a Laurent en el sótano y estamos tratando de conseguir de él información. Está en muy mal
estado y no ha dicho mucho hasta ahora además de rogar por ayuda, pero le he inyectado un poco de
pentotal sódico hace unos minutos,” respondió.

“¿Sódico qué?” Pregunté, mi ceño frunciéndose por la confusión.


“Pentotal sódico. Es un barbitúrico. Suprime las funciones corticales superiores del cerebro, y ya que
mentir es un proceso tan complejo, es más fácil...” Parloteó.

“Cristo,” lo interrumpí, sacudiendo la cabeza en frustración. “En español de mierda, por favor.”

“Es un suero de la verdad,” dijo con un suspiro, encogiéndose de hombros. “Hipotéticamente, de todos
modos.”

“¿Esa mierda es real?” Pregunté sorprendido. Él asintió.

“Sí, pero no funciona con todos. Algunos son mentirosos experimentados y las drogas no afectan su
habilidad de mentir,” respondió. “Así que, esperemos que Laurent no tenga mucha experiencia
todavía.”

Asentí, pasando la mano por mi cabello. No tenía idea de cuánto tiempo llevaría conseguir que su
pinche chip funcionara de nuevo, entonces comprendí que Laurent era nuestra mejor opción para
encontrarla más rápido. “¿Y Jacob?” Pregunté. Él se quedó mirándome por un momento y la expresión
en su rostro fue la única respuesta que realmente necesité. Incluso al otro lado de la habitación podía
ver el destello de dolor en sus ojos y supe de inmediato que no había maldita esperanza en absoluto.

“No había nada que pudiera hacer por él,” dijo en voz baja. “Dispararon a matar. No estamos
entrenados para dejar una herida o una rozadura.”

“¿Por qué él?” Pregunté, las palabras atrapadas en el nudo que se formaba en mi garganta. Tal vez ya
no éramos amigos, pero aun así no merecía morir como lo había hecho. Joder, solo intentaba ayudar,
había arriesgado su propia seguridad por Isabella, y eso merecía mucho respeto desde mi punto de
vista. No tenía que haber hecho esa mierda, pero la hizo, y perdió su puñetera vida por ello. “Me
refiero a que, joder, ella y yo estábamos de pie justo ahí. ¿Por qué le dispararon a él? No era nadie, no
tenía una mierda que ver con ello. Y si están tan malditamente entrenados para matar, ¿por qué todas
las demás balas de mierda no nos dieron?”

“Porque su intención era fallar,” respondió. “Jacob era un espectador inocente, Edward. Estaba en el
lugar equivocado en el momento equivocado. Era un testigo, una complicación innecesaria que podía
ser eliminada fácilmente, pero era diferente contigo e Isabella. Vi las grabaciones de seguridad
después de llegar a casa y vi lo que sucedió. Te pusieron nervioso, dispararon unos cuantos tiros para
ponerte en movimiento, y esperaron a hacer su verdadera jugada una vez que estuvieran lejos y ellos
tuvieran de nuevo la ventaja. Si no te quisieran vivo podrían haberte matado cuando tuvieron la
oportunidad, pero no lo hicieron. No sé exactamente lo que significa, o qué papel juegas en esto, pero
te mantuvieron con vida por alguna razón.”

“Eso es una mierda,” dije, tratando de controlar mis emociones, pero fue inútil. Mis lágrimas fluían
libremente y ninguna mierda las detendría, sentía mi corazón como si se estuviera rompiendo en
millones de pedazos. No entendía qué demonios estaba pasando o por qué cojones tenía que pasarnos a
nosotros. ¿Por qué a ella? ¿Qué demonios habíamos hecho para merecerlo? “Joder, ¿por qué no me
llevaron a mí? ¿Por qué tuvieron que llevarse a mi Bella?” Pregunté, mi voz un susurró agonizante.

“Yo, eh... no lo sé, hijo,” dijo en voz baja. “Desearía tener las respuestas que estás buscando, pero no
las tengo. Y en realidad, en este momento, no puedo hacerte ninguna promesa, pero haré todo lo que
pueda.”

Asentí, limpiando mi rostro con mis manos de nuevo y aclarando mi garganta. Necesitaba
mantenerme fuerte y no desmoronarme, y amargándome pensando en lo jodidamente injusto que era
no me ayudaría a pensar claramente. “Entonces, eh,” empecé a decir con aprensión, haciendo una
pausa porque en realidad no estaba seguro de querer saber la respuesta a la maldita pregunta que
estaba a punto de hacer. “¿Qué has hecho con él?”

“¿Con Jacob?” Preguntó, levantando sus cejas inquisitivamente. Asentí. “Bueno, no podía
precisamente llamar a las autoridades. Ojalá pudiera, porque era un buen chico y se merecía un
entierro apropiado, pero hacerlo nos arruinaría a todos. No podía arriesgarme a eso. Sin embargo, hice
lo mejor que pude para darle una digna despedida, y preferiría no decir mucho más que eso. No creo
que haya muchas evidencias que relacionen su desaparición con nosotros y he hecho algunas cosas
para comprar algo de tiempo, pero estoy seguro que con el tiempo vendrán a cuestionarte sobre su
rivalidad pública.”

Me tensé cuando dijo esas palabras, abrumado por el miedo ante la realización que él no sabía todo.
“Mierda,” dije, negando con la cabeza. “Puede que vengan antes de lo que piensas. Creo que Isabella
fue la última persona con la que él habló...”

“Lo sé,” dijo interrumpiéndome. “He dicho que he comprado algo de tiempo.”

“¿También has comprado algo de jodido tiempo para la maldita pelea que tuvimos en la escuela
ayer?” Pregunté, negando con la cabeza.

“¡Maldita sea, Edward! ¡No me digas que te peleaste con ese chico de nuevo!” Gritó furioso. Suspiré y
asentí, haciendo que gruñera con exasperación. “¿Lo vio alguien?”

“Sí, demasiada maldita gente. Tyler, Lauren, Jessica, Tanya... joder, ni siquiera puedo recordar. Todos
estaban allí en el estacionamiento. Corrí, me subí a el coche y me fui, pero él me siguió enseguida.”

“Siempre es lo mismo contigo, hijo,” me dijo. “Esto solo sigue empeorando y al paso que vamos, no
hay manera de que siquiera logremos salir de la ciudad antes de que la gente sospeche. Te metes en
una maldita pelea con un chico que casi matas una vez, y él desaparece de repente justo después.
Simplemente estupendo.”

“Joder, lo sé, pero él le dijo a Isabella que estaba pensando en irse de su casa y simplemente comenzar
de nuevo en algún lugar donde nadie lo conociera. O sea, si él le dijo eso, lo más probable es que les
hubiera dicho esa mierda a otros. Tal vez ellos piensen que finalmente ha tenido suficiente y se ha
ido,” dije esperanzado, tratando de encontrar una forma de salir de este lío. Lo último que necesitaba
es ser acusado de un maldito homicidio o algo así por encima de todo lo demás que estaba pasando.
Me sentía culpable y avergonzado por su muerte y el hecho de que no recibiría el funeral que se
merecía, pero ella era lo más importante para mí y no podía permitir que nada impidiera que la
encontráramos.

“Posiblemente,” dijo, sacudiendo la cabeza con molestia. “Necesito encargarme de algunas cosas
antes de irnos. Mantente lejos de los problemas de una puta vez en las próximas horas para que no
compliques todavía más las cosas, si es que puedes hacer eso.”
Se dio la vuelta y salió de la habitación, maldiciendo en voz baja mientras bajaba las escaleras. Me
puse de pie y me desvestí lentamente, poniendo mi ropa en una pila en la esquina de la habitación e
hice una nota mental para deshacerme de esas hijas de puta más tarde ya que estaban cubiertas en
sangre. Tomé una larga ducha, tratando de relajarme y calmar el puñetero dolor en mi cuerpo, pero no
ayudó mucho para calmar mis nervios. Froté cada centímetro de mi cuerpo, sintiéndome asqueado, y
volví a salir cuando mi piel estaba en carne viva y roja por el agua caliente.

Me vestí con la primera cosa que encontré, unos vaqueros desgastados y una camiseta blanca, y abrí el
último cajón de mi escritorio con mis llaves. Cogí el Grey Groose y me senté en el borde de la cama
mientras me ponía un par de Nike blancos, quitando la tapa de la botella y tomando un largo trago. El
ardor por el vodka se extendió por todo mi cuerpo y me calentó de inmediato, calmando un poco mis
crispados nervios. Me quedé allí sentado en silencio por un rato mientras pasaba el tiempo, bebiendo y
pensando en todo lo que mi padre había dicho. Jacob estaba muerto, Isabella estaba desaparecida, y el
resto de nosotros estaba en grave peligro. Mi vida se estaba desmoronando, mi familia era un caos, y
si la mierda no evolucionaba a la perfección podíamos terminar todos jodidamente muertos. Y pensar
que, hacía solo veinticuatro horas mi maldita mayor preocupación habían sido las putas analogías...

Nada de esa mierda me importaba ya. Mi carrera de fútbol claramente había terminado, ya que mis
lesiones me pondrían fuera el resto de la temporada, y mi futuro estaba en el aire, pero no me
importaba. Joder, ni siquiera sabía si sobreviviría, mucho menos si volvería a la escuela, pero me
importaba una mierda lo que me pasara a mí mientras que la encontrara.

Nada importaba salvo ella.

Unos minutos después del mediodía, finalmente me dirigí a la planta baja, sin ser capaz de soportar el
hecho de simplemente quedarme allí sentado. Entré a la sala de estar y me quedé parado junto a la
enorme ventana, mirando hacia el patio trasero. En algún momento de la madrugada la niebla había
caído, y junto a ella, la lluvia, y apenas podía ver la línea de árboles a unos metros de distancia. La
casa estaba en completo silencio, a excepción de la lluvia golpeando el cristal, y se sentía extraño.
Estaba tan embelesado mirando hacia la sombría escena frente a mí, que ni siquiera escuché los pasos
acercándose, y estaba completamente ajeno a la presencia detrás de mí hasta que capté un destello de
su reflejo en la ventana.

“Cristo,” escupí, dando un salto y agarrando mi pecho por la sorpresa. Hice una mueca y me volví para
ver a Alec parado detrás de mí, tan inmóvil como una estatua con una expresión seria en su rostro.
Estaba mojado, su camisa blanca tenía manchas de sangre y lodo.

“No eres muy observador,” dijo mientras empezaba a desabotonar su camisa.

“Es solo que eres sigiloso, como un maldito ninja o un vampiro o algo así,” dije de un tirón con
nerviosismo. Me dio una mirada incrédula antes negar con la cabeza.

“Ves demasiada televisión,” respondió. “La marca de un buen asesino es que el objetivo nunca sepa lo
que lo ha golpeado.”

Me quedé mirándolo con recelo cuando se acercó a la chimenea y empezó a juguetear con ella. Nunca
la usábamos porque requería demasiado maldito trabajo cuando podíamos usar el calentador eléctrico
para calentar el lugar. “Aunque no soy un objetivo,” murmuré. Él giró su cabeza para darme una
mirada extraña y suspiré. “Al menos, espero que no.”

La comisura de sus labios se elevó en una pequeña sonrisa mientras se giraba de nuevo hacia la
chimenea, callado mientras la preparaba y la encendía. Después del que fuego comenzó a arder arrojó
su camisa en él y se quedó allí en silencio, viendo como empezaba a arder.

“Recuerdo el día en que tú y tu madre desaparecieron como si fuera ayer,” dijo finalmente, sus
palabras me tomaron por sorpresa. “Pasé por tu casa esa noche por negocios y a pesar del miedo de tu
padre, mantuvo su compostura e hizo lo que sabía que se requería que hiciera. Aprendió a usar esa
máscara de calma bastante bien, pero conozco a tu padre mejor que muchos otros. Puede que ellos no
hubieran sido capaces de darse cuenta que algo estaba mal, pero yo podía sentir su sufrimiento.”

Se quedó en silencio de nuevo mientras empujaba de un lado a otro las brasas en el fuego, su camisa
ya casi estaba hecha cenizas por completo. No tenía idea de cual era su punto pero no me atreví a
preguntar esa mierda porque sabía que la impaciencia significaba falta de respeto para Alec.

“Nunca entendí por qué tu abuelo insistía en que Carlisle era el máximo Principe della mafia, así
como no entiendo la idea de Aro de que tú lo eres,” continuó después de un momento. “Tu padre y tú
están cortados con la misma tijera. Los dos son demasiado emocionales, están demasiado
involucrados en la vida en el exterior. Tienen un corazón muy grande y eso puede ser peligroso en este
negocio. La gente puede explotar tus debilidades para su ventaja, y los dos, tú y tu padre comparten la
misma debilidad.”

“¿Cuál es?” Pregunté. Me miró con una expresión divertida como si fuera una jodida pregunta
estúpida, y me di cuenta de que probablemente lo era.

“Sus mujeres,” me dijo. “Son demasiado compasivos y les es difícil ocultar su amor. Tu abuelo se
percató de los sentimientos de Carlisle muy pronto, por lo que recuerdo, y estoy seguro de que Aro
hizo lo mismo contigo. Usaron a Elizabeth para manipular a tu padre, así como estoy seguro de que
van a usar a Isabella para conseguir que hagas lo que ellos quieren.”

“¿Crees que por eso me han dejado con vida?” Pregunté.

“Oh, estoy seguro de ello. Anticiparon que harías exactamente lo que querían que hicieras, que es por
lo que eres conocido, por actuar sin pensar. Esperan que abras la boca y divulgues todo lo que sabes,
pensando irracionalmente que te ayudará cuando, en realidad, esa información será lo que cause la
ruina,” dijo con frialdad. Me quedé mirándolo mientras procesaba sus palabras, tratando de entender
dónde quería llegar con eso.

“Así que, ¿estás diciendo que ellos solo están usando a Isabella para llegar a mí, porque piensan que
soy la clave para destruirlo todo?” Pregunté. Él asintió.

“Precisamente,” respondió. “Solo somos peones, Edward, y si no tienes cuidado caerás justo en sus
manos. Tu padre aprendió pronto a ponerse la máscara para protegerse a sí mismo y a los que ama.
Aprendió a mantener la calma, incluso cuando estaba sufriendo, y eso es algo en lo que necesitas
trabajar desesperadamente. Lo que estoy diciendo, Edward, es que quedar expuestos no es bueno en
nuestro mundo. Nunca deberías exponer tus emociones, ni deberías exponer información confiada a ti,
porque esas dos cosas rápidamente te llevarán a la muerte. Espero, que ya que eres muy parecido a
Carlisle, aprenderás a ponerte esa máscara así como él lo hizo. No importa lo que sientas por dentro,
nunca dejes que lo vean. Es la única forma en que lo lograrás.”

Se detuvo un momento antes de suspirar. “Lo ayudé a enterrar a Elizabeth. No quiero tener que
ayudarlo a enterrarte,” añadió en voz baja antes de darse la vuelta y alejarse. “Prepara una mochila. Es
sospechoso subir a un avión sin equipaje. Y enjuágate la boca, hueles a licor.”

Suspiré después de que se hubiera ido y me dirigí al piso de arriba, arrojando algo de ropa y algunas
otras cosas necesarias en una mochila. Cogí mi ropa desgarrada y sangrienta de la esquina y volví a
bajar a la sala de estar, arrojándola en la chimenea que todavía ardía. Me quedé allí y observé el fuego
arrasar con ella mientras esperaba a mi padre y a mi tío, mi mente divagando una vez más.

Finalmente, aparecieron con su equipaje y Alec apagó el fuego antes de que partiéramos. Salimos y
subimos al coche alquilado de Alec, poniéndonos en marcha hacia Seattle sin decir ni una palabra.
Suspiré cuando pasamos el estrecho de la carretera donde el accidente había ocurrido, el dolor en mi
pecho era intenso.

“¿Dónde has hecho que remolcaran el coche?” Pregunté en voz baja.

“A un desguace en Port Angeles. Era una pérdida total,” mi padre respondió. “En este momento ya es
chatarra metálica.” Asentí y me volví para mirar por la ventana, el coche quedó de nuevo en completo
silencio.

El resto del viaje fue tenso, ninguno de nosotros hablaba. Mi padre hizo algunas llamadas mientras
Alec conducía, y yo solo me quedé allí sentado, en silencio, sin querer interferir. Las palabras que
Alec me había dicho en casa se repetían en mi mente y supe que necesitaba estar alerta y vigilar lo que
decía, pero mi aplomo externo no detenía mis frenéticos pensamientos. Mis manos temblaban, mis
ojos todavía ardían por las lágrimas que amenazaban con fluir al pensar en Isabella y por lo que podría
estar pasando.

Como a diez minutos de Seattle mi padre recibió una llamada y se quedó en la línea por un momento
antes de colgar con un suspiro. “Tenemos una reunión esta noche a las nueve,” dijo en voz baja. Alec
asintió y los miré con curiosidad, preguntándome qué demonios tenían planeado.

Nos quedamos dentro del coche durante el viaje en el ferry, todos aparentemente sumidos en nuestros
pensamientos, y llegamos al aeropuerto con el tiempo justo para facturar antes de abordar. El vuelo de
cuatro horas fue incómodo, cada segundo se sentía como una eternidad, ya que nos sentamos
separados en los últimos asientos disponibles de último minuto. Podía ver a Alec y mi padre desde
donde estaba y los dos se veían muy tranquilos, mientras yo me estaba cayendo a jodidos pedazos.
Estaba exhausto y muy inquieto, malditamente cerca de tener un puto ataque de pánico.

Aterrizamos cerca del amanecer y cogimos nuestro equipaje antes de dirigirnos al estacionamiento
donde el coche de Alec estaba estacionado. Condujo los veinticinco minutos desde el aeropuerto hacia
su casa en el barrio de Lincoln Park y yo miré por la ventana aturdido, viendo el paisaje. No había
vuelto en años, pero era muy parecido a como lo recordaba, y cerré los ojos cuando nos acercamos a
nuestro destino. No pude soportar mirar cuando pasamos por el callejón donde mi vida había
cambiado hacía tantos años. Los recuerdos me inundaron de nuevo a medida que avanzábamos por el
vecindario donde había crecido. Esa mierda todavía dolía, tanto como siempre había dolido.
Alec detuvo el coche en la entrada de la casa de ladrillo que él y Esme compartían, justo detrás del
familiar Jeep que no había visto en un tiempo. Sonreí un poco al verlo, pero cualquier felicidad que
sintiera en ese momento desapareció cuando bajé del coche y la realidad de la situación me golpeó una
vez más. Nos dirigimos hacia la casa y la puerta principal se abrió rápidamente al mismo tiempo que
nos acercábamos, una Esme de apariencia agotada estaba parada en la entrada, llorando y mirándonos
desesperada. Alec apenas le dio una mirada cuando pasó junto a ella al entrar a la casa, y ella le dio a
mi padre una sonrisa compasiva mientras él asentía en forma de saludo. Hice el intento de pasar junto
a ella, sin ser capaz de mirarla a los ojos porque tenía miedo de que ver sus lágrimas me haría perder
la puñetera calma que finalmente había conseguido, pero eso no estaba en sus planes. Me agarró y me
dio un abrazo, su cuerpo estaba temblando.

“Lo siento tanto, mi niño,” susurró, aferrándose a mí con fuerza mientras lloraba. Gemí por el dolor y
me aparté, haciendo una mueca a medida que las lágrimas comenzaron a caer.

“Es mi maldita culpa,” murmuré, limpiándome los ojos. Ella negó con la cabeza, agarrando mi
barbilla y levantando mi cabeza para que la mirara.

“Tú no has causado esto, Edward. Todos cometemos errores pero tú la amas y nunca harías nada para
lastimarla, todos lo sabemos. Todos la amamos. Yo, tus hermanos y hasta tu padre, lo creas o no. Ella
es uno de nosotros... es parte de la familia. Tu madre se aseguró de eso y vamos a luchar por ella,” dijo
con firmeza. “La encontraremos.” Asentí mientras que más lágrimas caían, la esperanza amenazaba
con abrirse camino entre sus palabras. Me dio unas suaves palmadas en la mejilla e hizo un gesto con
la cabeza hacia la casa, indicándome que entrara.

Dejé caer mi mochila apenas entré a la casa y me dirigí a la sala de estar, parándome en seco cuando
vi a Emmett sentado en el sofá. Tenía su cabeza gacha, evidentemente consternado, con sus manos
cubriendo su rostro. Rosalie estaba sentada en silencio junto a él y miró en mi dirección, sus ojos se
abrieron por la sorpresa.

“Em,” le susurró, su voz apenas audible. La cabeza de Emmett se levantó de pronto y la miró
confundido antes de mirar en mi dirección, una expresión de horror atravesó su rostro cuando me vio.

“Joder, hermano,” dijo, su voz quebrándose. “Mírate.” Se puso de pie pero yo levanté las manos para
detenerlo, negando con la cabeza.

“Parece peor de lo que es,” le mentí, sin querer que nadie me consintiera porque había cosas más
importantes de las que preocuparse. “Ella es todo lo que importa ahora.”

“Lo sé,” dijo en voz baja mientras yo me acercaba al sofá, sentándome. Emmett se sentó junto a mí,
pasándose las manos por el rostro en frustración. “¿Cómo lo estás llevando?”

“¿Cómo lo estoy llevando?” Pregunté con incredulidad. “Bueno, estoy aquí, así que creo que esa
mierda cuenta algo. Personalmente, estoy más preocupado por cómo lo está llevando ella.”

“Maldición, lo sé, pregunta estúpida,” respondió. “Lo siento.”

“No te disculpes conmigo, Emmett,” le dije.


“Pero lo siento de verdad. Mierda, hermano, debería haberlo sabido. Nunca debería haber tocado ese
chip. Debería haber confiado en papá.”

“Sí, bueno, yo debería haber hecho muchas mierdas,” lo interrumpí. “Pero nada de eso importa,
porque lo que pasó, pasó. Está hecho y no hay una mierda que podamos hacer ahora más que tratar de
arreglarlo.”

“Lo sé, he estado tratando de resolver algunas cosas y...“ Empezó a decir, callándose de inmediato
cuando mi padre entró en la habitación. Se acercó donde estábamos sentados y puso su ordenador
portátil sobre la mesita de café frente a Emmett, con expresión seria en su rostro.

“Tienes esta noche,” dijo con brusquedad, la ira en su voz hizo que se me revolviera el estómago.
“Espero noticias por la mañana de que está exactamente como estaba antes de que lo tocaras. No me
decepciones, o te arrepentirás.”

Se dio la vuelta y salió de la habitación sin decir una palabra más, dejando un tenso silencio a su paso.
Rosalie se puso en pie y suspiró con fuerza cuando empezó a pasearse por la habitación, recogiendo
cosas distraídamente mientras Emmett encendía el ordenador. Abrió algunos programas una vez que
lo encendió y sus dedos empezaron a volar furiosamente a través del teclado a medida que comenzaba
a escribir lo que parecían solo un montón de malditos símbolos desconocidos, nada de ello tenía un
jodido sentido para mí.

Esme entró después de un momento y me tendió una pequeña píldora blanca con una botella de agua.
“Sé que sientes dolor,” dijo en voz baja. Titubeé y ella suspiró. “Si no la quieres tomar, simplemente
te la daré cuando estés distraído.”

“Está bien,” le dije, extendiendo mi mano y tomando la píldora. La arrojé en mi boca mientras
agarraba la botella de agua, pasándola con el agua.

Observé a Emmett en silencio por un rato, tratando de entender qué mierdas estaba haciendo, pero
todo estaba completamente fuera de mi compresión. Todo se veía ilegible pero él parecía entenderlo
así que mantuve la boca cerrada y no lo cuestioné. Hizo esa mierda la última vez y terminó logrando
lo que se había propuesto hacer, así que tenía fe en que sería capaz de hacer esa mierda de nuevo y
revertirlo a como estaba antes. Tenía que hacerlo, porque mucho dependía de ese maldito chip...

El ruido del teclado empezó a ponerme nervioso después de un tiempo, el sonido de sus dedos
golpeando las teclas me inquietaba. Ya casi llevaba veinticuatro malditas horas sin dormir y estaba
sufriendo las consecuencias con el agotamiento que me invadía poco a poco, el medicamento había
aliviado mi dolor y me hacía difícil mantenerme despierto. Gemí y me pasé la mano por el cabello,
agarrándolo con fuerza al mismo tiempo que empezaba a balancearme hacia adelante y hacia atrás,
por la maldita necesidad de moverme para mantenerme alerta. No me sentía bien, mi cuerpo temblaba
por los nervios. Me sentía como si estuviera empezando a tener una crisis nerviosa, todo el control se
estaba desvaneciendo con cada golpe de sus dedos contra las teclas.

Podía escuchar el tic-tac de un reloj de fondo mientras se mezclaba con el ruido del teclado de
Emmett, el sonido burlándose de mí. Cada maldito tic era un segundo más sin ella, un segundo más de
incertidumbre. ¿Cuánta más de esa mierda podía soportar? ¿Cuánto jodido tiempo más podía solo
quedarme sentado antes de que tuviera que salir y buscar? Ni siquiera sabía por dónde empezar....
Rosalie siguió paseándose por la habitación, sus tacones haciendo clic al golpear contra el suelo de
madera mientras caminaba. Ocasionalmente resoplaba o suspiraba, el sonido hacía que agarrara mi
cabello con más fuerza tratando de bloquearlo todo.

Con el tiempo Esme entró y nos preguntó si teníamos hambre. Los dos, Emmett y Rosalie dijeron que
sí pero yo la ignoré, porque me daba exactamente lo mismo comer. Trajo sándwiches unos minutos
después, poniendo un plato frente a mí. “Deberías tratar de comer, mi niño,” dijo, extendiendo su
mano y frotando suavemente mi espalda.

“¿Crees que ella estará comiendo?” Pregunté, mi voz quebrándose a medida que formulaba la
pregunta. Joder, ¿estaría comiendo? Me pregunté. ¿Estarían cuidando de ella, dándole de comer y
dejándola dormir o estaría atada en algún lugar sufriendo abusos? ¿Estaría caliente y a salvo? ¿Dónde
demonios estaba? Las preguntas pasaron por mi mente, poniéndome todavía más nervioso al mismo
tiempo que empezaba a balancearme con más fuerza, mi temperamento amenazando con explotar.
Esme siguió frotando mi espalda y traté de hacer que parara pero me ignoró. Se sentó en el espacio
que quedaba junto a mí en el sofá y me envolvió con sus brazos, atrayéndome hacia ella en un abrazo
cuando mis emociones empezaron a abrumarme. Dejé escapar un suspiro tembloroso a medida que los
sollozos me asaltaron, mi miedo aumentó súbitamente ante todas las posibilidades. ¡Cristo, ¿seguiría
viva?! “¡Oh, Dios!”

“Shhh, está bien,” susurró. Negué con la cabeza desesperadamente y traté de apartarme pero ella me
agarró con fuerza, sin dejarme ir.

“¡No está bien, nada de esta mierda está bien!” Grité. “Maldición, ¿y si muere? Cristo, ¿y si ya está
muerta? ¡Nunca podríamos encontrarla! ¿Cómo demonios se supone que voy a vivir sin ella? No
puedo perderla, Esme. ¡No a ella también!”

“Lo sé, Edward. Lo sé. La encontraremos, ya verás,” Esme dijo, tratando de tranquilizarme, pero no
había forma de que ella pudiera saber esa mierda. Sacudí mi cabeza y finalmente me alejé de ella justo
cuando Rosalie suspiró ruidosamente por lo que sentí como la maldita centésima vez.

“¿Hay algo que quieras decir?” Dije con brusquedad, poniéndome de pie y mirándola furioso. Mi
visión estaba borrosa por las lágrimas pero pude ver la sorpresa en su rostro cuando se detuvo. “¿Algo
que quieras sacar de puto pecho? ¿Un 'te lo dije' tal vez? Adelante, di esa mierda, sabes que quieres
decirlo. Regodéate en cuanta puta razón tenías cuando nos dijiste que no tocáramos el maldito chip.
Rosalie Hale sabe más que todos los demás. La Señorita Malditamente Perfecta siempre tiene la
jodida razón. Tú nunca la quisiste de todas formas, probablemente estás feliz de que ya no esté.”

Jadeó y se cubrió la boca, una expresión de horror cruzó su rostro mientras sus ojos se llenaban de
lágrimas. Esme me gritó que la dejara al mismo tiempo que Emmett se levantó de un salto y me
empujó para sentarme de nuevo en el sofá. Me fulminó con la mirada como si quisiera golpearme y
por un breve momento deseé que hiciera esa mierda para que yo pudiera golpearlo en respuesta y
deshacerme de un poco de la frustración acumulada, pero eso pasó rápidamente cuando vi una lágrima
deslizándose por su mejilla.

“Creo que necesitas dormir un poco,” dijo con firmeza. Lo miré con incredulidad y él negó con la
cabeza. “Sé que no quieres. No quieres comer, no quieres dormir. No me gusta decirte lo que tienes
que hacer, hermano, pero no puedes volverte contra nosotros y gritarle a Rosalie cuando ella no ha
hecho nada para merecerlo. Isabella es como mi hermana, hombre. También estoy molesto. Joder, no
actúes como si fueras el único que importa aquí.”

Me quedé mirándolo por un momento mientras me tranquilizaba y asentí. “Yo, eh, joder. No estaba
pensando...” Empecé a decir.

“Lo sé,” él respondió, centrado de nuevo su atención en el ordenador. “Y si piensas que puedes ayudar
en tu condición, estás equivocado. Te estás consumiendo por segundos y solo vas a empeorar las cosas
a menos que te controles. Así que cómete un maldito sándwich y cierra los ojos. Todo lo que puedes
hacer ahora es esperar, de todos modos.”

Suspiré y me pasé la mano por el cabello, asintiendo. “Bien,” murmuré, poniéndome de pie. Agarré el
sándwich del plato y dejé la habitación, jodidamente mareado y casi desmayándome mientras trataba
de caminar. Pasé junto a mi padre y Alec mientras se dirigían a la puerta principal, apenas me
miraron. Miré alrededor buscando un reloj y vi uno en la pared, viendo que faltaban unos minutos para
las diez.

Me dirigí al piso de arriba, tragando el sándwich a la fuerza mientras subía, y entré en la primera
habitación disponible que encontré. Me senté en el borde de la cama y me quité los zapatos, tirando
del cubrecama y metiéndome debajo. Mis ojos se empezaron a cerrar en el momento que mi cabeza
tocó la almohada. El cansancio me hizo caer en la inconsciencia a pesar de que mi mente seguía
agitada.

Caí en sueño profundo, imágenes destellando en mi mente cuando mi angustia se representó en mis
sueños. Desperté después de un tiempo en una habitación llena de luz y miré alrededor, atontado, mis
ojos posándose en el reloj alarma sobre la cómoda al otro lado de la habitación. Me tomó un segundo
ver bien los números y mis ojos se abrieron por la sorpresa cuando vi que eran las ocho de la mañana.
Había estado dormido durante doce malditas horas.

Me senté rápidamente, entrando en pánico, y el dolor se apoderó de cada centímetro de mí. Maldije,
sorprendido por la intensidad, sin esperar estar tan jodidamente dolorido. Me levanté y me puse de
nuevo los zapatos, estirándome para aliviar un poco la tensión mientras salía. Me detuve en la entrada
de la sala de estar cuando llegué a la planta baja, un poco sorprendido de que todo estuviera casi
exactamente igual a como estaba cuando me fui.

La mitad del maldito día había pasado, pero nada había cambiado.

“Maldita sea, estoy muy cerca,” gritó Emmett, estrellando sus manos sobre la mesita de café con
frustración. Lo miré con ansiedad, sus palabras me pusieron nervioso. Se veía totalmente agotado, sus
ojos rojos con bolsas oscuras debajo de ellos, y evidentemente había estado jodiendo con su cabello en
frustración durante toda la noche porque estaba todo revuelto.

“¿Cerca?” Pregunté, cuestionándome exactamente qué había querido decir con eso... se sobresaltó y
levantó la vista sorprendido, no se había dado cuenta que yo estaba allí.

“Mierda, ¿cuánto tiempo llevas allí?” Preguntó.

“Solo un segundo,” respondí. “¿Qué has querido decir con, muy cerca?”
Suspiró. “He querido decir que lo tenía todo como estaba. Pensaba que había cambiado de nuevo el
chip para que monitoreara a Isabella pero cada vez que abro el maldito programa tiene un error y no
logro rastrearla.”

“Puedes arreglarlo, ¿verdad?” Pregunté, levantando las cejas inquisitivamente.

“No lo sé,” dijo en voz baja, frunciendo el ceño. Mi temperamento empezó a encenderse, su puta
respuesta no era lo que quería escuchar.

“¿Qué demonios quieres decir con que no sabes?” Grité. “¡Cristo, Emmett, tienes que poder
arreglarlo!”

Él se quedó mirándome un segundo y escuché la risa amarga de mi padre sonar detrás de mí,
tomándome jodidamente desprevenido porque ni siquiera sabía que estaba allí. “Esto es lo que sucede
cuando los aficionados joden con cosas que no tienen porque tocar,” dijo pasando a mi lado al entrar a
la sala de estar. Sacó un papelito doblado de su bolsillo y se lo entregó a mi hermano. “El doctor que
visitamos en Phoenix investigó un poco y es casi seguro que este es el número de serie de su
microchip. Entre eso y mis códigos, deberías ser capaz de localizarla. Esperemos que no alteraras de
alguna manera el maldito sistema cuando estuviste jugando con él y la borraras por completo.”

Emmett se puso de inmediato a trabajar, sin molestarse en responder a las palabras mordaces, y mi
padre se dio la vuelta para irse. Se veía completamente desarreglado y obviamente había estado
despierto toda la noche trabajando en esa mierda. “¿Tienes alguna pista?” Pregunté cuando pasó junto
a mí, desesperado por saber si sabía alguna mierda. Entre la situación con Laurent, del que solo podía
asumir que estaba jodidamente muerto, y la reunión con Aro, tenían que haber averiguado algo que
pudiera ayudarnos.

“Hablaremos más tarde,” me dijo, sin siquiera molestarse en mirarme mientras se alejaba.

Me quedé allí parado observando a Emmett por un momento más antes de que Esme saliera de la
cocina, luciendo tan jodidamente cansada como todos los demás. Me sonrió con tristeza y caminó en
mi dirección, dándome una mirada significativa mientras me tendía una píldora y un vaso con agua.
“Creí oír tu voz,” dijo en voz baja mientras cogía lo que me daba, tragando la píldora y pasándola con
agua. “¿Cómo te sientes?”

Me encogí de hombros y le devolví el vaso con agua sin molestarme en contestar, porque no sabía qué
mierda decir. ¿Cómo creía ella que me sentía? Sentía dolor, por dentro y por fuera, mi vida entera era
un jodido caos. Mi cuerpo estaba destrozado y mi espíritu se sentía de la misma forma, todo estaba
fuera de control. ¿Se supone que tenía que decirle esa mierda, que sentía que morir sería un maldito
alivio en este momento? ¿O se supone que debía mentir y aparentar que estaba bien, cuando la
realidad era que quería desmoronarme?

Ella suspiró mientras ponía el agua sobre un escritorio en el pasillo, y empezó a frotar mi espalda
suavemente. “Sé que duele, mi niño. Están haciendo todo lo que pueden. Ninguno durmió anoche. Tu
padre y Alec llegaron a casa hace unos minutos y están revisando algunas cosas. Si alguien puede
encontrarla, son ellos.”

Yo asentí. “Lo sé, pero me siento malditamente inútil solo parado por allí. Siento que necesito hacer
algo. Todo el mundo ha estado ocupado y yo solo estoy aquí como peso muerto y esa mierda,” dije,
pasando la mano por mi cabello con ansiedad al mismo tiempo que miraba hacia el reloj de la pared,
viendo que ya eran las ocho y media. “Es como si solo estuviera esperando que algo malo suceda y
odio esa maldita sensación.” Ella abrió su boca para responder pero el caos estalló aún antes de que
siquiera pudiera decir una sola palabra.

“¡Lo tengo!” Emmett gritó emocionado, poniéndose de pie de un salto tan rápido que nos asustó a
ambos, a Esme y a mí. Mis ojos se abrieron por la sorpresa y él me miró con una enorme sonrisa,
viéndose jodidamente orgulloso de sí mismo.

Mi corazón comenzó a latir rápidamente cuando la puerta de la oficina al final del pasillo se abrió
bruscamente, azotándose contra la pared, y Alec salió al pasillo. Miré en su dirección en ese instante,
pensando que de alguna manera había escuchado a Emmett, pero toda la puta esperanza que acababa
de recibir por las palabras de mi hermano desapareció al instante que hice contacto visual con mi tío.
Tenía una expresión de horror en su rostro, y mi sangre se heló. Alec siempre estaba tranquilo y con
dominio de sí mismo, incluso más que mi padre, pero en ese momento parecía estar en verdadero
pánico. Supe de inmediato que alguna mierda estaba terriblemente mal y empecé a hiperventilar
cuando los peores escenarios empezaron a pasar por mi mente, pero nunca ni en mis putos sueños más
locos podría haber imaginado lo que pasaría después.

“¡FBI! ¡Orden de registro! ¡Al suelo!”

Nos miramos los unos a los otros conmocionados al mismo tiempo que los gritos se escuchaban desde
fuera, múltiples voces gritaban frenéticamente. Me giré rápidamente, horrorizado e incrédulo, cuando
algo duro golpeó contra la puerta y la forzó a abrirse. Di un respingo cuando se estrelló contra la
pared, el mismo ruido se oyó al otro lado de la casa cuando la puerta trasera también fue derribada.
Instintivamente, di unos pasos hacia atrás y cubrí mi cabeza cuando una serie de fuertes estallidos
hicieron eco en la planta baja, acompañados por brillantes y cegadoras luces a medida que
bombardeaban la casa con sus destellos. Sonaron como petardos estallando por todas partes y
retrocedí en shock mientras mi corazón comenzó a latir apresuradamente.

“¡Todo el mundo al suelo, AHORA!” Los gritos continuaron mientras una afluencia de hombres
vestidos con equipo SWAT irrumpieron por las puertas. Rosalie gritó desde la sala de estar y podía
escuchar a Emmett maldiciendo, sus voces amortiguadas en mis oídos que zumbaban. Todo pasó
malditamente rápido y vi a Esme dejarse caer al suelo con las manos sobre la cabeza, pero joder, yo no
era capaz de moverme.

“¡Abajo!” Un hombre gritó furioso, apuntando su arma directamente hacia mí. Esme me agarró por el
pie y tiró con fuerza, tomándome desprevenido y haciéndome tambalear. Caí de rodillas y alguien me
empujó hacia abajo, pegando mi cabeza al suelo a la fuerza. Grité por el dolor y maldije cuando
alguien agarró mis brazos y me forzó a ponerlos en mi espalda. Me tomó un segundo darme cuenta
que me estaban esposando y comencé a maldecir, confundido y asustado.

“¡Mierda!” Grité, tratando de alejar mis malditas manos de ellos. No estaba seguro de qué demonios
estaba pasando pero sabía malditamente bien que no podía ser encarcelado. Mi chica estaba en algún
lugar allá fuera y joder, tenía que ir a buscarla. No tenía tiempo para sus pendejadas.

“No te resistas,” Esme gritó junto a mí. Volví mi cabeza hacia ella con pánico y vi que también la
estaban esposando, pero ella se veía casi en calma, con expresión seria. “Solo nos detendrán
temporalmente.” Me quedé mirándola un momento, comprendiendo que probablemente ella había
pasado por esto antes, e hice un ligero gesto con la cabeza al mismo tiempo que relajaba mis brazos y
los dejaba ponerme las esposas. Hice una mueca cuando las cerraron, casi cortando mi puñetera
circulación.

“Carlisle Cullen, está bajo arresto por la violación a las leyes RICO, Título 18 del Código de los
Estados Unidos, Sección 1961,” escuché decir a un oficial. Mis ojos se abrieron con horror y miré
hacia el pasillo, viendo como se lo llevaban hacia la puerta principal. “Tiene el derecho a permanecer
en silencio. Cualquier cosa que diga puede ser usada en su contra en un tribunal de justicia. Tiene
derecho a tener un abogado presente durante el interrogatorio. Si no puede pagar un abogado, se le
asignará uno.” (N.T. Leyes RICO en inglés “Racketeer Influenced and Corrupt Organizations Act” en
español es algo así como “Ley de Chantaje Civil, Influencia y Organización Corrupta” pero preferí
dejar las siglas en inglés)

“Papá,” lo llamé frenéticamente a medida que se acercaban. Estaba jodidamente horrorizado al darme
cuenta que realmente lo estaban arrestando. Me miró, su expresión era fiera.

“Tenere la bocca chiusa*, Edward,” dijo con brusquedad, diciéndome que mantuviera la boca cerrada
mientras lo llevaban fuera. Levantaron a Alec del suelo enseguida y empezaron a leerle los mismo
derechos que le habían leído a mi padre, poniéndolo bajo arresto mientras lo registraban.

“Llama a los abogados, Esme. No quiero que incauten nada sin la presencia de un abogado,” dijo con
calma.

“Lo haré,” respondió con voz un poco temblorosa. “Rimanere forte. Ti amo, bell'uomo mio*.”

“Sei la mia vita, la mia gioia. Lo ti amo, ma non preoccupatevi per me,” Alec dijo. “Abbiamo bisogno
di preoccuparsi per la ragazza.”

“Lo sé,” Esme dijo en voz baja mientras sacaban a Alec a empujones por la puerta.

Un oficial la levantó del suelo y la revisó rápidamente antes de alejarse, y otros sacaron a Emmett y
Rosalie de la sala de estar con esposas justo después. Por último me pusieron de pie y un oficial me
empujó contra la pared, registrándome vehementemente y sacando toda la mierda de mis bolsillos.
Confiscaron mi maldito teléfono móvil así como el de Isabella que todavía llevaba conmigo, y me
sentí agradecido de inmediato de no haber podido traer mi jodida pistola conmigo en el viaje.

Me registraron con rudeza, agarrándome mientras buscaban, y prácticamente abusaron de mí en el


puñetero proceso. Una vez que quedaron satisfechos de que no llevaba armas, me condujeron por la
puerta principal, dejándome completamente atónito ante la jodida vista frente a mí. Toda la calle
estaba bloqueada y cubierta de vehículos policiales, docenas y docenas de agentes del FBI y oficiales
locales pululaban por la zona. Miré hacia un lado y vi como ponían a mi padre y a mi tío por separado
en patrullas de policía sin marcas, mis pasos vacilaron y empecé a sentir mis rodillas doblarse cuando
la realidad de todo esto me golpeó.

Todo empeoraba cada vez más.


“Camina,” el oficial dijo impaciente, empujándome. Trastabillé un poco, maldiciendo, y él me
condujo hacia la acera donde los otros estaban sentados. Me agarró del hombro y me empujó hacia
abajo con rudeza, el dolor recorrió mi cuerpo.

“¡Joder!” Grité, haciendo una mueca cuando me senté junto a Esme. “¡Tómate la mierda con calma,
hombre! ¡Estoy herido!”

“¿Necesitas que te vea un paramédico, hijo?” Un oficial mayor a unos metros de distancia preguntó,
dando unos pasos en nuestra dirección. Lo miré y entrecerré mis ojos molesto, leyendo el 'Agente
Especial EE.UU. D.D.J' escrito en su chaleco en letras amarillas brillantes. (N.T. En inglés es 'Special
Agent US D.O.J' en otras palabras 'Agente Especial del Departamento de Justicia de los Estados
Unidos', solo que puse las siglas en español) Mi padre decía que probablemente no pasaría mucho
tiempo antes de que el Departamento de Justicia llamara a la puerta así que no debería haber sido una
sorpresa, pero qué momento habían elegido los bastardos...

“No soy su hijo,” dije bruscamente. “Y lo que necesito es largarme de una puta vez de aquí. Esto son
pendejadas.”

“Un poco de paciencia no te vendría mal. Soy el Agente Especial Joey DiFronzo,” dijo el hombre. Le
arqueé una ceja, sacudiendo la cabeza al escuchar su, obviamente, nombre italiano... puto traidor.

“Tú debes ser el hijo del doctor Cullen.” Soltó una risita y estreché mis ojos molesto mientras el
oficial que me había registrado se acercó, entregándole mi cartera.

“¿Qué es tan jodidamente gracioso?” Pregunté mientras mi temperamento se enardecía,


preguntándome quién mierdas se creía que era. Sacudió la cabeza mientras abría mi cartera para sacar
mi licencia para conducir. Cerré los ojos en el momento que lo hizo y suspiré, sabiendo malditamente
bien lo que estaba a punto de encontrar.

“Ah, ¿qué tenemos aquí?” Preguntó, claramente divertido por lo que había encontrado. Ni siquiera
tuve que mirarlo para saber que estaba disfrutando de esta mierda. “Edward Anthony Cullen. Dime,
hijo, ¿en qué año naciste? Al parecer tenemos dos identificaciones diferentes aquí con dos edades
distintas. ¿Estás teniendo una crisis de identidad?”

“Váyase a la mierda,” le dije irritado.

“Edward,” siseó Esme. El hombre se rio de nuevo y yo me quedé mirándolo al mismo tiempo que mis
manos empezaron a temblar. Tenía suerte de ser un agente federal y de que estuviera esposado, porque
no deseaba nada más en ese momento que golpearle en la puta boca por hablarme con tanta falta de
respeto. Él me sonrió con suficiencia por un momento, casi como si estuviera tratando de provocarme,
antes de que alguien lo llamara por su nombre y se diera la vuelta.

Otro agente se acercó y ayudó a Esme a ponerse de pie, liberándola de las esposas y entregándole un
teléfono. Ella llamó a los abogados para explicarles lo que estaba sucediendo, y cuando terminó le
devolvió el teléfono y se sentó de nuevo. Esperaba que la esposaran de nuevo pero en lugar de eso
empezaron a entregarle documentación y explicarle exactamente qué estaban haciendo. Liberaron a
Emmett y a Rosalie de las esposas después de un momento y observé con calma mientras pude, mi
paciencia se estaba acabando.
“¿Van a quitarme las mías?” Pregunté cuando todos los demás estaban libres. Los oficiales de pie
alrededor no respondieron por un momento y yo gruñí, negando con la cabeza. “En serio, esto son
putadas.”

“Vamos, quítale las esposas,” dijo el Agente DiFronzo cuando se volvió de nuevo hacia nosotros, la
sonrisa seguía en sus malditos labios. Un oficial me quitó las esposas y empecé a frotar mis muñecas,
refunfuñando en voz baja. Odiaba la maldita sensación de estar restringido y de inmediato pensé en
Isabella, preguntándome si estaría atada en alguna parte. Me hizo pensar en el día que la había
encontrado esposada a la cama, recordando el miedo y el dolor en su expresión y haciendo que mi
pecho doliera.

Cristo, realmente tenía que encontrarla de una puta vez....

“¿Dónde está?” Pregunté entre mi aliento, girándome para mirar a Emmett a medida que mi pánico
aumentaba. “Has dicho que lo tenías, ¿dónde estaba?” Me miró y suspiró.

“Está cerca,” me dijo. “Un poco hacia el norte. No tuve oportunidad de acercarme al área exacta pero
era en Highland Park.”

“¿Highland Park?” Pregunté, mi ceño fruncido por la confusión. “¿Estás seguro? No pensé que
alguien de la asociación se encargara de esa área.”

“No lo hacen,” Esme susurró, sacudiendo la cabeza.

“¿Entonces qué demonios está haciendo allí?” Pregunté confundido, nada tenía sentido. ¿Qué clase de
jodido juego estaba jugando James? Esme suspiró.

“Yo, eh... no lo sé,” dijo Esme, suspirando. “Es un área relativamente tranquila. Se mantienen alejados
principalmente porque tiene una gran población rusa.”

Mis ojos se abrieron por la sorpresa y la miré fijamente, mi miedo se incrementó cuando recordé
escuchar decir a mi padre cuan vil e incivilizada era la llamada organización rusa. Él había
mencionado antes como ellos no tenían respeto por nadie y nada les impedía herir brutalmente a
inocentes, e incluso a su propia gente, para sacar ventaja. “Los rusos,” declaré. “¡Son los jodidos
rusos!”

Me miraron pasmados, porque casi había gritado esa mierda, y unos cuantos oficiales que estaban
cerca me miraron confundidos.

“¿Qué pasa con los rusos?” Preguntó el Agente DiFronzo, levantando sus cejas con curiosidad. Me
quedé mirándolo por un segundo antes de negar con la cabeza.

“¿Qué?” Dije rápidamente. “No he dicho nada sobre malditos rusos.”

Me miró como si fuera estúpido y sacudió su cabeza, dándose la vuelta de nuevo para caminar hacia
otro oficial. Esme suspiró con frustración. “Tenere la bocca chiusa,” me dijo, repitiendo la misma
mierda que mi padre había dicho, diciéndome que mantuviera la maldita boca cerrada.

“Joder, no tenía la intención de gritar,” susurré. “Pero James tiene que estar trabajando con los rusos.
Esa es la única mierda que tiene sentido.”

“Alec estaba preocupado de que ese fuera el caso,” dijo Esme. “Ha estado preocupado por un tiempo
de que...” Esme se calló cuando un hombre en traje con un chaleco antibalas DDJ se acercó,
informándole que su abogado había llegado. Se le permitió hablar con él y aprovecharon la
oportunidad para separar al resto de nosotros. Me quedé sentando en silencio con mis manos en puños,
golpeando el suelo con mi pie en impaciencia mientras se llevaban a Rosalie y Emmett, dejándome
sentado allí, frente a ese más que petulante agente especial que todavía tenía mi maldita cartera en su
mano.

No estoy seguro de cuanto tiempo me quedé allí, pero parecieron jodidas horas. El hombre trató de
hacerme preguntas sobre mi padre pero las ignoré, negándome todo el tiempo a decir una maldita
palabra. Si pensaba que iba a traicionar a mi familia, estaba jodidamente equivocado. Estaba
malditamente entumecido por la píldora que Esme me había dado, pero mi culo estaba empezando a
doler por estar sentado en la acera. Traté de cambiar de posición para ayudar, pero cada vez que lo
hacía una docena de agentes se tensaban y me miraban como si fuera a hacer alguna mierda.

Con el paso del tiempo empezaron a sacar cajas y bolsas de la casa, docenas de ellas etiquetadas con
cinta de evidencia. No sabía qué cojones era lo que estaban confiscando, ni siquiera podía imaginarme
qué mierdas tenía Alec ocultas en la casa, pero esperaba como el demonio que no fueran demasiado
incriminatorias. Estaba recostado sobre mis codos y mirando al suelo cuando otro agente se acercó al
agente DiFronzo, entregándole un pedazo de papel. “Aquí está la lista de las cosas,” le dijo. El hombre
la cogió y la revisó, asintiendo.

“Excelente,” dijo. “¿Está completa?”

“Casi,” él hombre respondió. “Están empacando las computadoras ahora. Tres; una de escritorio y un
portátil en la oficina de la planta baja, y otro en la sala de estar.”

Mis ojos se dirigieron hacia ellos al instante, el miedo y la confusión me golpearon al escuchar esas
palabras. “¿Qué mierdas ha querido decir con que están empacando el portátil?” Pregunté al mismo
tiempo que me enderezaba. Los dos miraron en mi dirección y el agente especial se echó a reír.

“Oh, ¿ahora quieres hablar?” Preguntó. “Significa que será tomado como evidencia.”

“¿Por qué?” Espeté, asustado porque era nuestro único medio de precisar dónde demonios tenían a
Isabella.

“Porque la orden judicial declara que todas las computadoras y discos de datos tienen que ser
incautados,” respondió simplemente.

“Joder, no pueden llevarse esa,” le dije, negando con la cabeza.

“¿Por qué?” El agente DiFronzo preguntó.

“Porque, Cristo, no pueden,” le dije, sin saber qué carajos decir. “Necesito esa mierda.”

Él se rio, obviamente, sin conmoverse por mi explicación. “Con el tiempo será devuelta, si queda
demostrado que no se necesita en nuestra investigación, pero por ahora está bajo nuestra custodia.”
Hizo un gesto con la cabeza hacia la casa y me di la vuelta, el pavor me recorrió cuando vi que un
oficial sacaba el ordenador portátil de mi padre de la casa en una bolsa de plástico transparente. Miré
alrededor frenéticamente y me congelé cuando vi a Emmett y la expresión de horror en su rostro
cuando vio que se la llevaban. Me miró con pánico y sacudió su cabeza, haciendo que me pusiera
histérico. Me puse en pie de un salto y empecé a alejarme de la acera, mientras una docena de agentes
se volvían hacia mí, sacando sus armas.

“¡Detente!” Demandó el agente DiFronzo. Esme gritó mi nombre y algo se estrelló contra mí cuando
me volví para mirarla, con tanta fuerza que me envió volando de costado al suelo. Gemí cuando el
agudo dolor se disparó por mis costados y traté de quitármelos de encima cuando cayeron sobre mí,
gritando y maldiciendo. Me forzaron a ponerme boca abajo y tiraron de mis brazos hacia mi espalda
con brusquedad, asegurándolos con las esposas. Joder, traté de luchar, pateando frenéticamente, pero
me superaban en número y estaba demasiado débil para quitármelos de encima.

Tiraron de mí para ponerme de pie después de un momento y levanté la vista para ver al agente
DiFronzo, su expresión seria y sus ojos entrecerrados por la furia. “Llévenlo a la central,” dijo con
firmeza.

“¿Por?” Escupí furioso. “¡Maldita sea, no he hecho nada!” Se quedó mirándome por un segundo, la
sonrisa de suficiencia volvió a sus labios.

“Ha sido un placer conocerte, Edward Cullen,” me dijo. “Estoy seguro de que nos veremos en el
futuro.”

Se dio la vuelta y se alejó cuando los oficiales empezaron a empujarme hacia la patrulla de policía.
Empecé a gritarle al agente DiFronzo, llamándolo de cada maldita forma que se me ocurrió, y no les
facilité que me metieran. Me forzaron a entrar en la parte trasera del coche después de un momento y
se pusieron en marcha, alejándose de la casa. Alcancé a ver a Esme en la calle a medida que nos
alejábamos y pude ver la preocupación en su rostro.

Se dirigieron a la cárcel del condado y me llevaron directamente a una sucia y abarrotada celda de
detención donde docenas de hombres esperaban. Encontré un asiento en la esquina de la sala y me
senté con la cabeza gacha, agarrando mi pelo con fuerza. El puto ambiente estaba jodidamente tenso
mientras la gente discutía y se quejaba de cada maldita cosa, pero traté de bloquearlo tanto como era
posible. Me estaba agitando cada vez más con cada segundo que pasaba pero sabía que tenía que
mantener mi cabeza despejada porque la había jodido lo suficiente tal y como estaban las cosas.
Necesitaba cuidar mi maldito temperamento, tenía que prestar atención a la advertencia de Alec y
dejar de mostrarme malditamente vulnerable. No podía dejar que vieran mi debilidad, no podía
permitir que la gente me viera nervioso. Seguía repitiendo las palabras de mi padre en mi mente,
diciéndome a mí mismo que mantuviera la puñetera boca cerrada y permaneciera tranquilo, e ignoré a
todo el que trató de hablar conmigo.

Las horas pasaron. En ocasiones me llamaron por mi nombre y me transfirieron de la celda de


contención en la que estaba a otra, cada una muy parecida a la anterior. Me mantuve apartado mientras
mi mente corría frenéticamente, cada segundo llevándome cada vez más cerca de un colapso nervioso.
Había un teléfono en la esquina de las celdas que usé un par de veces para llamar a la casa de los
Evanson, pero cada vez me contestaba el jodido contestador y no podía recordar el maldito número de
teléfono de nadie más.
Dijeron mi nombre de nuevo con el tiempo, y justo como la otra media docena de veces salí en
silencio, luchando por controlar mi temperamento cuando los guardias me daban órdenes. Algunos
hicieron comentarios sarcásticos en voz baja, insultándome, pero sabía que pelear con alguno de ellos
era lo peor que podía hacer. Joder, ya me había metido en suficientes problemas.

Era de noche para cuando me enviaron a admisiones para ficharme en el sistema. Me llevaron a una
pequeña sala en la que me senté frente a una señora que me hizo un montón de putas preguntas que no
tenía deseos de responder. Le dije lo básico, como mi nombre y fecha de nacimiento, pero cuando
empezaron a preguntarme sobre mierdas como, cómo me sentía o si tenía deseos de suicidarme me
callé rápidamente. ¿Quién carajos se creían que eran, preguntándome si sentía la necesidad de
causarme daño o a alguien más? El amor de mi vida estaba desaparecida, ya no tenía ayuda, y la
mayor esperanza para encontrar a mi chica estaba confiscada por el maldito gobierno. En lugar de
estar allá fuera, buscando, estaba atrapado en esa maldita sala con la perra entrometida
preguntándome si me sentía molesto. ¡Por supuesto que estaba molesto! ¿Se supone que debería de
estar jodidamente feliz?

No me conocían y no les interesaba una mierda por lo que estaba pasando, así que me quedé
jodidamente callado y la fulminé con la mirada. Finalmente se dieron por vencidos con las preguntas y
me ordenaron que saliera, donde me dieron un número de identificación, tomando mis huellas
digitales, y tomando fotografías. Me desnudaron para registrarme y me hicieron un reconocimiento
médico donde me tomaron una muestra de sangre y tomaron radiografías de mi tórax. Me puse un
traje naranja mientras ellos ponían todas mis pertenencias en una bolsa, mi ira se elevaba con cada
segundo que pasaba.

Ni siquiera me habían dicho de qué demonios estaba siendo acusado.

Me enviaron de nuevo con la perra entrometida en la pequeña sala, donde me preguntó en dónde
demonios me había hecho mis heridas ya que las fracturas en mis costillas aparecieron en las
radiografías. Me quedé mirándola por un momento antes de negar con la cabeza, sin molestarme en
responder.

De hecho, me negué a decir una maldita palabra.

Comprendieron que no conseguirían nada más y me transfirieron a prisión preventiva, citando a mi


prominente padre y mis serias heridas actuales como razón suficiente para aislarme de la población, y
me llevaron a una pequeñísima celda, solo, donde no tenía nada más que una puta luz y una manta. El
tiempo pasó terriblemente lento, las horas pasaban despacio mientras yo estaba allí solo. Podía
escuchar a los reclusos a mi alrededor gritando y maldiciendo, sirenas sonando de vez en cuando
seguidas de guardias corriendo por la puerta. Era abrumador y no podía dejar de pensar en Isabella,
preocupándome por ella y preguntándome qué mierdas estaba pasando.

Apenas dormía, dando vueltas en agonía durante toda la noche. A la mañana siguiente vinieron con
una bandeja de desayuno pero me negué a comer su comida, demandando que me dijeran qué carajos
había hecho mal y que me consiguieran un maldito abogado.

Lo mismo pasó con el almuerzo, ignoré su puñetera comida y ellos ignoraron mis preguntas. Estaba
furioso para cuando llegó la hora de la cena, completamente exhausto y paseándome frenéticamente
por la pequeña celda. Escuché a alguien caminando por el pasillo y esperaba otra maldita bandeja de
comida, pero me quedé sorprendido cuando le quitó el seguro a la puerta. Entrecerré los ojos y me
quedé mirando con recelo, preguntándome qué estaba pasando.

“Tienes una visita,” dijo el oficial del correccional. Me esposó de las muñecas y los tobillos antes de
llevarme a un pequeño cuarto con una mesa en el medio. Había un hombre italiano de tez oscura con
pelo gris sentado dentro, un portafolio abierto frente a él en la mesa. Levantó la vista cuando entré y
sonrió, haciéndome un gesto con la mano para que me sentara. El oficial del correccional salió
después de que hube tomado mi asiento, cerrando la puerta y dejándonos solos.

“Señor Cullen, mi nombre es Michael Ricci, licenciado en derecho,” dijo extendiendo su mano hacia
mí. La estreché rápidamente, al instante aliviado de que finalmente estaba viendo a un jodido
abogado, incluso si no tenía puta idea de quién carajos era. “Esme Cullen Evanson se ha puesto en
contacto conmigo. He sido contratado varias veces por las familias Cullen y Evanson durante los años,
así que soy muy consciente de la situación.”

“Está bien,” dije vacilante. Empezó a sacar papeles, deslizándolos hacia mí junto con una pluma.

“Necesito que firme estos documentos, accediendo a permitirme manejar su caso, y cualquier cosa que
sea dicha en esta habitación será completamente secreta y confidencial,” declaró. Asentí y bajé la
vista, revisando rápidamente los papeles. Firmé torpemente sobre las líneas lo mejor que pude,
todavía esposado, antes de deslizarlos de vuelta hacia él.

“Bien. Ahora, en primer lugar, necesito saber si ha hablado con alguien. ¿Han intentado interrogarlo
de alguna forma?” Preguntó, metiendo los papeles de nuevo a su portafolio.

“No,” le dije, encorvándome en la incómoda silla de plástico. “No me han dicho ni una mierda. Ni
siquiera me han explicado realmente qué demonios estoy haciendo aquí.”

“Le han acusado de posesión de un documento fraudulento del gobierno, señor Cullen,” me dijo. “El
cargo es un delito de clase cuatro, pero puede ser eliminado fácilmente como un delito menor. Se le
debería haber dado una audiencia de indicios a las pocas horas de su llegada y establecido la cantidad
de la fianza, pero parece que se han olvidado de su propio protocolo.”

“Entonces, ¿por qué demonios estoy sentando en esa maldita celda?” Pregunté.

“Porque la ley dice que pueden retenerlo por un período razonable de tiempo, mientras investigan las
presuntas violaciones de crímenes,” declaró. “Afirman que lo detienen por obstrucción a la justicia,
pero es completamente absurdo y no tienen las bases para acusarlo de ello. La realidad de las cosas es
que está sentado en esa celda simplemente porque es el hijo de Carlisle Cullen, el sobrino de Alec
Evanson y el ahijado de Aro Moretti.”

“Eso es una mierda,” le dije, sacudiendo la cabeza. “No tengo nada que ver con ninguna de esa
mierda.”

“Lo sé, pero sucede. Culpable por asociación, señor Cullen,” dijo. “Voy a conseguir su liberación. No
debería ser más de unos pocos días.”

“¿Días?” Pregunté con incredulidad. “¿Se supone que debo estar en este lugar de mierda por días?”
“Desafortunadamente, sí. Voy a solicitar una audiencia para ver si podemos conseguir su orden de
libertad, pero puede tomar algún tiempo conseguir una audiencia con el juez. Por lo general no
detienen así por más de cuarenta y ocho horas, pero la ley de Illinois les da un poco de margen de
maniobra en el asunto,” respondió. “Así que aguante y le sacaremos de aquí. Estaremos en contacto.”

Se fue sin decir una palabra más, y el oficial del correccional entró para escoltarme de vuelta a mi
celda. Había una bandeja de comida esperándome cuando llegué y agarré el recipiente con el pudín
junto con el jugo sentándome en la pequeña y abultada cama.

Cayó la noche en poco tiempo y el cansancio se apoderó de mí a medida que me quedaba dormido,
incapaz de mantenerme físicamente despierto por más tiempo. Tuve un sueño intranquilo durante toda
la noche, las pesadillas abriéndose camino e invadiendo la pequeña cantidad de paz que era capaz de
alcanzar bajo las circunstancias. Soñé con Isabella, escuché sus gritos y sentí su tortura, y soñé con mi
madre de nuevo.

Reviví ese día de hacía una década en ese callejón no lejos de donde estaba, sentí el horror y la
devastación cuando derramaron su sangre y tomaron de este mundo a una de las mujeres más
hermosas que jamás existieron.

La cosa nostra me había robado a mi madre, pero ni de coña iba a permitir que sucediera de nuevo.
Iba a encontrar a Isabella y salvarla, aunque fuera la última puta cosa que hiciera. No iba a permitir
que la crueldad del mundo en el que había nacido se llevara otra hermosa criatura. Ella se merecía la
oportunidad de sobrevivir y florecer, y nada iba a detenerme de darle esa mierda.

El siguiente día pasó igual que el primero, y con cada minuto que pasaba me resignaba más a que
haría lo que tuviera que hacer una vez que saliera, a fin de salvar a Isabella.

En algún momento de la tarde el oficial del correccional vino a decirme que tenía visita, esposándome
de manos y pies antes de llevarme de vuelta a la misma habitación. Pensé que era el Sr. Ricci y
esperaba que tuviera algunas buenas noticias de mierda que decirme, pero me paré en seco cuando
entré y vi a un hombre familiar que evidentemente no era mi maldito abogado.

“Edward Cullen,” el agente especial DiFronzo dijo, haciendo un gesto hacia la silla frente a él. “Toma
asiento.”

“No tengo nada que decirle,” respondí. Si en serio pensaba que iba a hablar con él, estaba jodidamente
loco.

“Ni siquiera sabes por qué estoy aquí,” respondió. Me eché a reír amargamente.

“Me importa una mierda por qué está aquí,” respondí. “La respuesta es no. No tengo una mierda que
decirle.”

“Muy bien. Conoces tus derechos, se te leyeron. Tienes el derecho a negarte a hablar conmigo y
puedes volver a tu celda, si eso es lo que quieres hacer,” dijo, encogiéndose de hombros.

Me di la vuelta a punto de irme y él suspiró exageradamente. “Solo me preguntaba quién era Isabella
Swan.” Mi corazón empezó a palpitar rápidamente ante la mención de ella, el dolor en mi pecho se
intensificó al mismo tiempo que empezaba a entrar en pánico.

“¿Por qué?” Pregunté de inmediato, dándome la vuelta de nuevo para enfrentarlo.

“Solo tengo curiosidad sobre ella, teniendo en cuenta que su nombre ha salido un par de veces durante
el curso de la investigación,” me dijo. “He tratado de localizarla, pero al parecer es un completo
misterio para todos y casi no hay evidencia en absoluto de que siquiera exista. Es casi como si ella
fuera un... fantasma.”

Inmediatamente di un respingo por la palabra y sus labios se curvaron hacia arriba en una sonrisa de
suficiencia ante mi reacción. Sabía exactamente la mierda que estaba haciendo al jugar con mis
emociones. “¿Por qué me pregunta?” Pregunté, tratando de mantener la calma. Joder, no podía dejar
que pensara que era vulnerable o que podía usarla para manipularme. “No tengo nada que ver en los
asuntos de mi padre.”

“Puede que eso sea cierto, pero he pensado que si tú me ayudas entonces tal vez yo pueda ayudarte,”
respondió.

“No necesito su puta ayuda,” escupí. “Y no hay nada que pueda decirle.”

“¿Ni siquiera puedes decirme quién es Isabella Swan?” Preguntó, levantando sus cejas
inquisitivamente.

“No,” le mentí.

“Vaya, eso es gracioso. Verás, ayer fuimos a tu ciudad natal y parece que la gente de Forks tiene la
impresión que esta persona, Isabella Swan, es tu novia. De hecho, me encontré con esto mientras
estaba allá,” me dijo, metiendo la mano en el bolsillo de su abrigo y sacando una foto. La sostuvo en
alto y sentí mis rodillas debilitándose cuando vi que era una foto de Isabella y mía, sonriendo y
abrazándonos en la nieve. Era una que Alice nos había tomado durante navidad, una que recuerdo muy
claramente que estaba en el álbum de recortes en casa. Desvíe rápidamente la mirada cuando las
lágrimas comenzaron a formarse en mis ojos, sin poder soportar esa mierda. Ese día estaba tan
malditamente feliz y despreocupada.

“¿Eso ha refrescado su memoria, señor Cullen?” Preguntó.

“Váyase a la mierda,” le dije en voz baja, mi voz temblando.

“¿Dónde está?” Preguntó. “No está en Forks y no está aquí contigo en Chicago. Tus hermanos,
Emmett y Jasper, declaran estar completamente ignorantes, al igual que la señorita Hale y la señorita
Brandon. Tu padre no quiere hablar, tampoco lo hará tu tío, y su esposa Esme solicitó un abogado en
el momento que su nombre salió de mis labios. La única otra persona que parece conocer a esta chica
es un muchacho de nombre Jacob Black, que casualmente parece también estar desaparecido. De
hecho, los dos parecen haber desaparecido del radar al mismo tiempo.”

“No sé de qué está hablando,” le dije.

“¿Ah, no?” Preguntó, levantando las cejas con curiosidad. “Sé que sabes quién es Jacob Black. Parece
que la gente de Forks tiene la impresión de que trataste de matarlo el año pasado, aunque no hay un
informe oficial de cualquier incidente ocurrido. Por extraño que parezca, la reserva recibió una
enorme donación anónima y la familia de Jacob tuvo una nueva casa construida gracias a algún
extraño de buen corazón después de que su anterior casa se incendiara en un desafortunado accidente.
Una gran coincidencia, ¿eh?”

No respondí, mirándolo inexpresivo mientras pretendía mantener la calma aunque interiormente


estaba conmocionado. No tenía puta idea de dónde se dirigía con su interrogatorio y quería salir
corriendo de la maldita habitación, pero sabía que eso solo me haría parecer jodidamente culpable o
algo así.

“¿Le ha pasado algo a su novia, señor Cullen?” Preguntó. “Puede decírmelo, ¿sabe? Estoy aquí para
ayudar....”

“Usted no está aquí para ayudarme,” repliqué. “A usted no le importo una mierda. Solo está aquí para
ayudarse a sí mismo.”

“¿Ha huido ella con Jacob Black?” Continuó, ignorándome. “¿Lo escogió a él en lugar de a usted?”

“No sabe de lo que está hablando,” espeté, fulminándolo con la mirada.

“¿Está muerta?” Preguntó. Retrocedí ante su declaración, agarrándome a la jodida pared para
estabilizarme, y sintiendo como si fuera a desmayarme.

“¡No!” Grité.

“¿Está Jacob muerto?” Preguntó de inmediato.

“¿Me está acusando de alguna mierda?” Pregunté.

Él negó con la cabeza. “No, no es así. Solo estoy tratando de ayudar. Si ha desaparecida o la han
herido...”

“No hay nada que pueda hacer por mí,” espeté, interrumpiéndolo.

“¿O han sido los rusos?” Preguntó, entrecerrando sus ojos con recelo. “Dijo algo sobre los rusos....”

“Quiero a mi abogado.”

“Bien,” dijo, deteniendo su interrogatorio a mitad de la frase. Metió la foto de nuevo en su bolsillo y
sonrió. “Sabe, señor Cullen, la verdad siempre prevalece. Al final del día, la verdad es lo que nos hace
libres.”

Se dio la vuelta y salió, y el oficial del correccional vino para llevarme de nuevo a mi celda. Me paseé
de un lado a otro durante toda la noche, agitado, mientras trataba de repasar la mierda que me había
dicho. Para mi gusto, se estaba acercando demasiado a la verdad y mi paranoia estaba en su nivel más
alto. Teníamos que resolver esta mierda lo antes posible, antes de que aumentaran sus sospechas y
terminaran involucrados, porque sabía que la intervención de la policía solo conseguiría matarnos a
todos.
A la mañana siguiente alguien se acercó y yo miré hacia la puerta, pensando que era la persona con la
bandeja del desayuno, pero quedé sorprendido cuando el oficial del correccional abrió mi puerta y dijo
que me llevaban a una audiencia. Me apresuró a salir y me llevó a una sala donde mi abogado ya me
estaba esperando. Vi a Esme sentada en el público y me sonrió con tristeza, dándome un ligero saludo
con la mano.

Pasaron unos minutos antes de que mi nombre fuera dicho y el señor Ricci se pusiera de pie,
argumentando que estaba siendo detenido injustamente y que no había causa probable para
mantenerme encarcelado. El juez parecía reacio, muy probablemente por mi puñetero apellido, pero
finalmente accedió. Ordenó que mi fianza fuera fijada en cinco mil dólares y nos dirigimos hacia
donde había sido fichado. Comenzaron el proceso de liberación mientras Esme pagaba el dinero de mi
fianza. Terminé sentado por ahí casi una puta hora mientras me tomaban de nuevo las huellas
dactilares y me comparaban con mi foto para confirmar que seguía siendo el mismo hijo de puta,
haciéndome tantas preguntas al salir como me hicieron al entrar.

Terminaron finalmente permitiéndome ponerme de nuevo mi ropa y me entregaron los efectos


personales que me habían confiscado en la escena, menos mi identificación falsa. Tan pronto salí por
la puerta principal vi a Esme parada a un lado, viéndose ansiosa. Me acerqué a ella y suspiré. “Me has
asustado, chico,” dijo en voz baja, levantando su mano y palmeando suavemente mi mejilla. “No
vuelvas a hacer eso nunca, ¿me oyes?”

“Gracias,” le dije en voz baja. “Por sacarme y esa mierda.”

Ella sonrió, sacudiendo su cabeza. “No deberías haber estado allí en primer lugar. Solo esperemos que
el señor Ricci tenga la misma suerte trabajando en los casos de mi hermano y mi esposo.”

“¿Cómo están?” Pregunté. “Mierda, ¿dónde están?”

“Están aquí. De hecho, han sido alojados en la misma división que tú, pero no los has visto porque tú
estabas en prisión preventiva. Tienen audiencias la próxima semana. El caso contra tu padre es mucho
más sólido que el de Alec. Los abogados confían en que podrán conseguir fianza para los dos y
probablemente conseguir que se retiren los cargos contra Alec, pero no están muy seguros sobre
Carlisle,” respondió.

“Joder,” le dije, negando con la cabeza. “¿Van a estar ahí por lo menos hasta la próxima maldita
semana?”

Ella asintió. “Desafortunadamente,” susurró. “Vámonos a casa. Ya pensaremos en algo.” La seguí a su


coche y me subí en el asiento del pasajero. Ella arrancó y se alejó del juzgado, un tenso silencio
permaneció en el coche durante el viaje. Parecía que todo había llegado a un punto crítico y a medida
que pasábamos por ese callejón a unas manzanas del barrio donde hacía tiempo mi familia había
residido felizmente, todo pareció esclarecerse finalmente. Sabía que lo que estaba enfrentando no iba
a ser fácil e iba a tener que tomar algunos riesgos enormes a fin de salvarla, pero estaba dispuesto a
sacrificar lo que fuese.

Y al parecer eso era exactamente lo que tenía que hacer....

Esme se detuvo en la casa y bajamos del coche, pero yo me quedé en el camino de entrada. Ella se dio
cuenta después de un segundo que no la estaba siguiendo a la puerta y se detuvo, mirándome con
aprensión.

“¿Vas a entrar?” Preguntó.

Negué con la cabeza, pasando una mano por mi pelo con nerviosismo. Podía sentir las lágrimas
acumulándose pero contuve mis emociones con fiereza, tratando de ponerme esa puta máscara de
calma que Alec me había advertido que necesitaba. “No puedo,” respondí.

“Entiendo,” dijo en voz baja. “¿Qué necesitas?”

“Yo, eh... tengo que ir a un lugar,” le dije.

Ella se me quedó mirando por un momento y pude ver el pánico en sus ojos. Ella sabía exactamente lo
que estaba planeando hacer. “Edward...”

Sostuve mis manos en alto para detenerla. “Mira, he cometido errores pero no soy un idiota. Solo,
confía en mí, Esme. Joder, nunca haría nada que pudiera dañar a alguno de ustedes, lo digo en serio.”

“De acuerdo,” susurró vacilante, acercándose y entregándome las llaves del coche. “Ten cuidado.”

Asentí y tomé las llaves, subiendo en el asiento del conductor y alejándome de la casa. Conduje al otro
lado de Linconl Park, mi ansiedad se incrementaba con cada kilómetro avanzado, y me detuve frente a
la enorme mansión blanca. Salí del coche y me dirigí a la puerta principal, deteniéndome en el porche
para tomar una respiración profunda. La entrada de aire hizo que mi pecho doliera pero el ardor fue
casi un maldito alivio, porque me distrajo de mis crispados nervios. Levanté la mano y presioné el
timbre y la puerta fue abierta casi de inmediato, una chica vagamente familiar de pie frente a mí. Me
tomó un segundo ubicarla, mis manos temblaron al descubrir que ella era la esclava que había
encontrado a Renée en el granero en Phoenix, la chica cuyos gritos habían plagado mi mente desde ese
día.

Vi el destello de reconocimiento en sus ojos y rápidamente miró hacia otro lado, viéndose casi
aterrorizada por mi puta presencia. “¿Puedo ayudarlo, señor?” Preguntó con voz temblorosa.

“Yo, eh... tengo que ver a Aro,” le dije.

“¿Y su nombre, señor?” Preguntó.

“Edward Cullen,” respondí.

Ella abrió su boca para hablar de nuevo, pero fue cortada abruptamente por una voz femenina detrás
de ella, una que reconocí como perteneciente a Sulpicia la esposa de Aro. “¿Edward Cullen?” Dijo,
abriendo más la puerta para mirarme. “¡Qué sorpresa! Pensaba que estabas encerrado con los demás.”

“No,” le dije, fulminándola con la mirada.

Se encogió de hombros con indiferencia, llevando un vaso a su boca, bebiéndose de un trago el


contenido. “Entonces, me equivoqué, supongo. Entra. Estoy segura que Aro estará positivamente
encantado de verte,” dijo con una risa sarcástica. La miré con recelo cuando se detuvo, empujando el
vaso vacío hacia la chica, haciéndola dar un respingo. “Prepárame un trago, esclava, ¿quieres?”

La chica asintió y agarró el vaso, corriendo hacia la cocina. Seguí a Sulpicia por las escaleras y ella
hizo un gesto con su mano hacia una puerta cerrada en el segundo piso, diciéndome que era la oficina
de Aro. Me acerqué a ella y titubeé, sin saber cómo demonios iba a hacer lo que había venido a hacer,
pero me forcé a tocar porque sabía en lo más profundo de mí que no había otra forma. Sin embargo,
sabía que tenía que ser jodidamente cuidadoso, y manejarlo de la forma correcta para no empeorar las
cosas. Escuché un fuerte gruñido dentro y la puerta fue abierta con fuerza un segundo después, un Aro
muy molesto estaba parado en la entrada. “¡Qué!” Espetó de inmediato, paralizándose cuando vio que
era yo. “¡Oh Edward, qué sorpresa! Pensaba que eras mi esposa, viniendo a molestarme un poco más.
Entra.”

Hizo un gesto con la mano para que entrara, y entré en la amplia habitación pasando junto a él. Cerró
la puerta y caminó hacia su escritorio, sentándose al mismo tiempo que yo me sentaba en una silla
frente a él.

“¿A qué debo el honor de tu visita?” Preguntó con una puta sonrisa que obviamente era forzada. “¿Por
negocios o placer?”

“Creo que ya sabes por qué estoy aquí, así que déjate de pendejadas,” le dije, tomándolo por sorpresa
con mi franqueza. Su sonrisa desapareció de inmediato y asintió.

“Siempre has sido atrevido, así que sería una mentira si dijera que estoy sorprendido,” respondió. “La
mayoría no se atrevería a venir a buscarme, pero tú tienes los huevos y el coraje que muy pocos
poseen. Algunos pueden llamarlo ser irracional, pero a mí me gusta llamarlo ser apasionado. Sabes lo
que es importante y nada te detendrá de protegerlo o tener éxito en ello, sin importar el coste personal.
Ese tipo de lealtad y compromiso es raro en estos días.”

“Tengo que encontrarla,” le dije, sin perder nada de tiempo porque no había jodido tiempo que perder.
“No importa cómo.”

“Lo entiendo, mi querido muchacho, y lo respeto,” me dijo, cruzando sus manos sobre el escritorio
mientras me miraba. “Es una chica linda y realmente es una pena lo que ha sucedido. Espero que se
encuentre a salvo, y realmente deseo poder ayudarte....”

“¿Deseas poder ayudar?” Respondí, interrumpiéndolo. “¿Qué demonios significa eso? Puedes ayudar.”

Suspiró y negó con la cabeza, poniéndose de nuevo de pie. “Estás equivocado, Edward. No puedo.
Verás, tan lamentable como es todo esto, tengo cosas mucho más urgentes de las que tengo que
ocuparme ahora. Recientemente han detenido a algunos de mis hombres por esta investigación
‘Operación Secretos Familiares’ del Departamento de Justicia, y ahora se están volviendo contra mí
más rápido de lo que puedo controlar. Mis hombres están siendo arrestados a diestra y siniestra, sus
casas invadidas y sus propiedades incautadas, porque ya nadie parece entender el concepto de lealtad.
Tengo hombres desaparecidos, ya sea porque se han unido al otro bando o solo porque están huyendo
asustados, no lo sé, pero como sea nos han dado la espalda y no lo puedo tolerar. Cada día es algo
nuevo, alguien nuevo a quien tengo que cazar o tratar de sacar de problemas. Ya de por sí tengo pocos
hombres, así que hasta que todo este problema se resuelva y se estabilice simplemente no puedo
hacerme cargo de algo más.”
Me quedé mirándolo con incredulidad. “Pero se trata de mi jodida chica,” espeté, levantándome en
pánico. “La amo, por amor de Dios, y joder, ha sido secuestrada. Y no por cualquiera, sino por tu
maldita gente, ¿y me estás diciendo que no puedes ayudarme? ¿En serio?”

“Lo siento, Edward,” dijo con calma. “Le di a tu padre y a Alec luz verde la otra noche para rastrearla,
porque ella es su responsabilidad, pero no veo qué tiene que ver este problema conmigo.”

“¡Pero el cabrón de James se la llevó!” Grité. “Tu James. Un cabrón de los tuyos la secuestró, ¿y me
estás diciendo que no es tu problema?”

“Mira, si alguien quiere localizar a James, te aseguro que soy yo. Tengo gente a la caza de él, y cuando
lo encuentre va a tener que enfrentar las consecuencias de sus recientes, eh, acciones. Pero justo ahora
no tengo los recursos o la justificación para centrarme exclusivamente en rastrearlo cuando toda mi
organización está siendo atacada por fuerzas externas,” me dijo, negando con la cabeza. “No tengo que
decirte lo importantes que son tu padre y Alec, lo vitales que son para mantener la Borgata intacta. Lo
de la chica es desafortunado y entiendo como te sientes, Edward, porque he perdido a muchos seres
queridos en mi vida, pero la verdad es que Isabella Swan no tiene nada que ver conmigo.”

Sus palabras me golpearon con fuerza y mis ojos se estrecharon por la furia al mismo tiempo que
cerraba mis manos en puños, su tono insensible e indiferente hizo que mi temperamento se
encendiera. “Eres un mentiroso de mierda,” dije con brusquedad. “¡Ella tiene que ver contigo, es parte
de la maldita familia!”

Me frené de inmediato, al darme cuenta al segundo en que la puta palabra salió, qué demonios había
dicho. Fue la única mierda que Alec me había advertido que no hiciera, la única cosa que podría
matarnos a todos. Me tensé y me quedé mirándole conmocionado, mientras esperaba su reacción, mi
corazón latiendo furiosamente y las náuseas formándose en mi interior. Una parte de mí esperaba que
sacara una puñetera arma y me disparara en el acto, pero solo se quedó ahí, mirándome, con una
expresión extraña en el rostro, como si estuviera considerando mis palabras.

“¿Parte de la familia?” Dijo después de un momento, sonriendo como si algo fuera jodidamente
gracioso sobre el concepto. “¿Y cómo has llegado a esa conclusión, Edward?”

Titubeé por un segundo, mis nervios crispados, pero sabía que tenía que reaccionar rápidamente para
cubrir mis huellas. “Ella es uno de nosotros, Aro. La amo, y voy a casarme con ella. Soy tu puto
ahijado, ¿cómo entonces ella no tiene nada que ver contigo? Creí que todos éramos familia,” le dije,
sacudiendo mi cabeza a medida que mis ojos se humedecían por las lágrimas, mis emociones
controlándome. “Tengo que luchar por ella, tengo que encontrarla. Tú hablas de toda esa mierda de
lealtad y compromiso, ¿pero dónde está la tuya? ¿Dónde está tu dedicación a la puta familia?
¿Tampoco soy nada para ti? ¿Tampoco soy de tu jodida familia?”

Él suspiró. “Tú elegiste no ser parte de mi familia, Edward,” respondió. Mis ojos se entrecerraron al
mismo tiempo que una lágrima se escapaba y rápidamente la aparté, encabronado de que mis
emociones me controlaran. “Tenías una opción, querido muchacho. Todos tenemos opciones para
escoger en la vida, y tú escogiste la tuya. En lo personal siempre he tenido debilidad por ti, porque te
he visto crecer y he presenciado tu dolor a través de los años. Me dolió verte sufrir por la pérdida de tu
madre, así como me duele ahora verte sufrir por tu novia perdida. Estoy feliz de que hayas encontrado
algo que desees en la vida, que hayas encontrado el amor, pero tienes que entender que esas cosas no
tienen nada que ver conmigo. Esta organización es mi vida. Esta organización es mi familia, y tú
elegiste no ser parte de ella. Respeto tu decisión, pero es todo lo que me queda en la vida, Edward. Así
como tú harías lo que fuera necesario y sacrificarías lo que fuese para salvar lo más importante para ti,
yo sacrificaría lo que fuera para salvar lo que más importa para mí. Tenemos el mismo tipo de lealtad,
Edward, solo que hacia cosas diferentes. Tu lealtad radica en tu placer, la mía radica en mi negocio.
La Borgata.”

“Así que, ¿eso es todo?” Pregunté con incredulidad.

“Eso es todo,” respondió.

“Y esa es la mierda que se necesita,” le dije, negando con la cabeza y tratando de controlarme. “Vas a
obligarme a....”

“No voy a obligarte a nada,” espetó de inmediato, interrumpiéndome con una mirada furiosa. “Puedes
darte la vuelta y salir por esa puerta y rogar a Dios por encontrarla, y de verdad te deseo toda la suerte
del mundo haciéndolo. Pero si estás solicitando mi ayuda y el uso de mis recursos, si estás
demandando mi lealtad, entonces es justo que me des la tuya a cambio. Sin ella, Edward, no tenemos
nada.”

Mi pánico, ira y angustia se unieron en ese momento mientras rápidamente traté de conciliar todo, los
eventos de los últimos días pasaron rápidamente por mi mente. No me tomó mucho tiempo responder,
porque en el fondo ya sabía la respuesta. Una jodida parte de mí lo sabía en el momento que mis ojos
se posaron en ella ese primer día en la cocina de Forks. Siempre supe que renunciaría a lo que fuera
por ella, me sacrificaría por ella, porque ella lo valía.

“Lo haré,” le dije en voz baja, con lágrimas derramándose. Sus cejas se levantaron por la sorpresa,
evidentemente sin esperar esa respuesta, y vi el destello de emoción en sus ojos. Me encabronó como
la mierda, porque no había nada de lo que estar jodidamente emocionado, pero contuve mi enojo.

“¿Estás seguro?” Preguntó. Suspiré y asentí, limpiando rápidamente mis ojos y aclarando mi garganta.

“Ella es lo único de lo que alguna vez he estado seguro,” le respondí. “Lo que sea necesario.”

“Bueno, entonces,” me dijo. “Voy a hacer algunas llamadas.”

Dejó la habitación rápidamente y me volví a sentar, pasando las manos por mi cabello y
agarrándomelo con frustración, estaba totalmente abrumado. Las lágrimas fluían de mis malditos ojos
mientras me balanceaba hacia adelante y hacia atrás, tratando de controlarme. Todo por lo que había
esperado se estaba desvaneciendo con cada segundo que pasaba pero no dudé de mi decisión en
absoluto, sabiendo que no tenía otra opción que acudir a la pinche persona que tenía la posibilidad de
ayudarme, incluso si no lo deseaba.

Había pasado una hora cuando los Mafiosi empezaron a llegar. Caius y Royce eran los únicos que
conocía, los otros eran virtuales extraños para mí pero me saludaron como si me conocieran de
siempre. Sabía que era por quién era mi padre y me hacía sentir jodidamente enfermo, pero deseché
esa sensación, deseando seguir adelante. Cuanto más rápido lo hiciéramos, antes empezaría a buscarla
y esa era la única maldita cosa que importaba ya. Nos reunimos en el comedor y me quedé a un lado
mientras todos ellos tomaban sus asientos. Estaba jodidamente nervioso y no tenía idea de en qué
consistía la iniciación además de hacer un juramento, pero hice todo lo posible para ocultar mi
ansiedad. No importa lo que sientas por dentro, nunca permites que ellos lo vean, había dicho Alec.
Era la única forma de lograrlo.

Aro puso un arma y un cuchillo sobre la mesa frente a él. “Ya que Carlisle está, por desgracia, por
decirlo de alguna forma ocupado, Royce será quién dirija la iniciación,” dijo, haciendo un gesto con la
mano para que Royce se pusiera de pie. Me miró con aprensión mientras se ponía de pie y se aclaraba
la garganta, acomodando su corbata. Se veía casi tan malditamente nervioso como yo, pero supuse que
tenía que ser jodidamente estresante iniciar a uno de los hijos de los jefes. Esa mierda no se debería
tomar a la ligera.

“¿Edward Cullen?”

“Sí.”

“¿Tu padre sigue con vida, Edward?” Preguntó, arqueé una jodida ceja por la estúpida pregunta pero
me dio una mirada que decía 'no me eches la puta culpa, yo no escribí está mierda' así que asentí.

“Sí, lo está.”

“¿Y tienes hermanos?” Preguntó.

“Dos,” respondí.

“Si me acerco a ti y te digo que uno de tus hermanos o tu padre es un informante de la policía y que
tienes que matarlos por ello, ¿serías capaz de hacerlo sin dudarlo?” Preguntó, mirándome con
atención. Me estremecí ante su pregunta pero asentí, sabiendo que la única respuesta aceptable era un
maldito 'sí'.

“Lo que sea necesario,” dije en voz baja, sintiendo puta vergüenza en mi interior por la mierda a la
que acababa de acceder.

“Tengo que preguntar de nuevo, y necesito que lo digas una vez más,” dijo Royce. “Esta cosa de los
nuestros, La Cosa Nostra, es una vida de gloria. Es maravillosa, posiblemente la cosa más grande del
mundo, y si quieres ser parte de ella, tienes que entender que es para toda la vida. ¿Lo entiendes?”

“Sí, lo entiendo,” le dije, sabiendo por mi padre exactamente lo cierta que era esa maldita declaración.

“Buena suerte, Edward,” dijo Royce, suspirando y sentándose de nuevo. Apartó la vista de mí y se
quedó mirando a la mesa frente a él, su reacción me dijo que realmente había dicho en serio esa
mierda. Necesitaba la buena suerte. Aro se puso de pie y me miró, sonriendo.

“Repite después de mí, Edward. Io voglio entrare en organizzazione per questa proteggere la mia
famiglia e per proteggere l miei amici*,” dijo Aro. Repetí la frase, declarando que quería entrar a la
organización para proteger a mis amigos y a mi familia. “¿Y juras nunca revelar nuestros secretos y
obedecer con amor y Omertá, el código del Silencio Siciliano?”

Le eché un vistazo al reloj en la pared detrás de Aro mientras asimilaba sus palabras, sorprendido de
que fuera exactamente el mediodía. Habían pasado cuatro días desde que me la habían quitado,
noventa y seis insoportables horas sin ella. Sabía que no había vuelta atrás, no podría salir de ese
cuarto sin decir las fatídicas palabras, y en ese momento mis nervios se calmaron cuando llegué a la
conclusión de que iba a hacer exactamente lo que necesitaba hacer.

“Lo juro.”

****************
Tenere la bocca chiusa = Mantén la boca cerrada

Rimanere forte = Mantente fuerte

Ti amo, bell’uomo mio = Te amo, mi hombre hermoso

Sei la mia vita, la mia gioia = Tú eres mi vida, mi felicidad

Io ti amo, ma non preoccupatevi per mi = Te amo, pero no te preocupes por mí

Abbiamo bisogno di preoccuparsi per la ragazza = Tenemos que preocuparnos por la chica
Capítulo 71 El rostro del enemigo
“El rostro del enemigo me atemoriza solo cuando veo cuanto se parece a mí” Napoleón Bonaparte

Dr. Carlisle cullen


Traducido por una de las siguientes: Mariana Conde, Gaby Madriz, Paola Guevara, Nilse Pam
Romero, Jess Muñiz, Loys Gomez, Daniela Perez, Viviana Ortiz, Pilar Ocampo.

Jacob Black.

Podía recordar fácilmente la primera vez que lo conocí muchos años atrás en la escuela primaria local.
Edward acababa de cumplir los diez años y era la primera vez que había ido a verlo a uno de sus
partidos de fútbol porque otras cosas estaban siempre en el camino. Entre malabares con mi trabajo en
el hospital y la gestión de mi trabajo con el Borgata, parecía que tenía muy poco tiempo extra para
mis hijos. Me dolía, y sentía como si los estuviera abandonando, pero estaba haciendo todo lo posible
con el fin de darles la vida que se merecían. Una vida relativamente normal, a pesar de la situación en
la que habían nacido. Una vida donde estuvieran a salvo, lejos de las crueldades del mundo al que
pertenecía. Tuve que hacer sacrificios para obtener ese tipo de seguridad, pero sabía exactamente lo
que le pasaría a mis hijos si permanecían en Chicago bajo la atenta mirada del Borgata y creía que
valía la pena. No me importaba la cantidad de estrés bajo la que me había puesto, la cantidad de
trabajo extra que se me había dado, cuántos partidos de fútbol me había perdido, o de cuántos bailes
no había sido consciente... lo único que importaba era que les había dado la oportunidad de vivir como
niños normales, incluso si eso significaba que tenía que perderme la mayor parte de sus vidas.

Pero ese día, me escapé temprano del hospital para ir. Su juego era más por diversión que cualquier
otra cosa a esa edad, pero a pesar de la indiferencia sobre las reglas me di cuenta de inmediato que mi
hijo tenía talento. Él era el que más me preocupaba, mi niño, tan parecido a su madre que, la mayoría
de los días, era difícil incluso mirarlo. Estaba roto por dentro y sabía que mi falta de tiempo y
atención no estaban ayudando a curarlo. Yo era médico, joder, mi trabajo era sanar a la gente, pero
cómo hacer que mi hijo estuviera completo de nuevo se me escapaba de las manos. Sin embargo,
había jurado que haría un esfuerzo, por lo que había terminado en ese campo esa tarde.

Hacia la mitad del juego, un escuálido niño pequeño de piel marrón tuvo una mala caída porque
alguien le había dado en la cara con un taco, dejándole una herida profunda en la mejilla. Me ofrecí a
ver al chico con rapidez y les dije que era superficial, tomando un botiquín de primeros auxilios de mi
coche para limpiar el corte. “Gracias, doctor”, dijo alegremente mientras le ponía la venda en la cara.
“Oh, bueno, ¡eso me recuerda! ¿Qué dijo el doctor cuando el hombre invisible llamó para una cita?”

“No estoy seguro. ¿Qué dijo el médico? “, Le pregunté con curiosidad.

“Lo siento, pero no puedo verte hoy”, respondió, riéndose histéricamente ante su propia broma.
“¿Entiende? ¿No lo ve? Ya sabe, porque ¡es el hombre invisible! “
Me reí y le dije que era una buena broma, y el medio tiempo acabó mientras terminaba de curar su
herida. Edward corrió hacia donde estábamos, con el rostro iluminado por la alegría y un brillo
chispeante en esos profundos ojos verdes que tenía que tanto había adorado en su madre.

“¡Papá!” Me dijo emocionado. “¡Has venido! ¡Realmente has venido a verme jugar! “

La culpa que me dio en ese momento era intensa y me sentí como el peor padre de la existencia,
indigno de la admiración y el amor que obviamente sentía por mí. “Lo he hecho”, respondí en voz
baja.

Edward sonrió y echó el brazo sobre el hombro del muchacho. “Este es Jacob Black “, me dijo. “Es mi
mejor amigo.” Sus palabras me tomaron por sorpresa, porque yo no tenía idea que Edward realmente
hubiera hecho amistad con nadie. Todos sus profesores me decían lo mismo, se recluía y cerraba en sí
mismo, hasta tal punto que era casi como si no estuviera allí. Sacaba buenas notas, pero no participaba
en nada a menos que estuviera obligado a hacerlo. Bueno, a excepción del fútbol, de todos modos. Ni
siquiera interactuaba mucho con sus hermanos, siempre mantenía la distancia y no mostraba sus
emociones a los demás. Lo más cerca que lo había visto abrirse a alguien era Alice, e incluso se negó a
dejarla entrar por completo, por lo que fue sorprendente verlo tan relajado con otra persona.

Mi busca personas sonó mientras estaba allí, en el momento perdido en esa fracción de segundo,
cuando su pitido resonó. Mi hijo sabía de inmediato que me tenía que ir y el brillo en sus ojos
desapareció inmediatamente, y el Edward al que me había acostumbrado desde la muerte de su madre
volvió sin decir una sola palabra. Se dio la vuelta para alejarse y Jacob lo siguió, se marcharon
jugando a la lucha y riendo mientras se dirigían de nuevo al campo para la segunda mitad del juego.
Me quedé allí por un minuto, solo observando, la visión de los dos me aliviaba algo la preocupación
que había estado cargando.

Me di cuenta de que la esperanza no estaba del todo perdida ya que Edward tenía a alguien. Alguien en
quien confiar, alguien con el que podía ser él mismo. Tenía el peso del mundo sobre sus hombros por
lo que había presenciado y soportado, pero viéndolo, era obvio que por fin había encontrado a alguien
con el que sentía que podía relacionarse. Alguien con el que podría ser solo Edward, el joven e
inocente muchacho que era perseguido por demonios que otros no podían ver.

Con los años, quedó claro para mí que Jacob era tan problemático como Edward, y esa primera
reunión no fue la única vez que tuve que curarlo. Los dos estaban metiéndose en líos constantemente,
creando el caos y asumiendo riesgos que me hacían temblar cuando oía hablar de ellos. Vinieron a
verme heridos más veces de las que podía contar y yo atendía sus heridas físicas, pero no estaba
seguro de cómo sanar sus heridas emocionales. Sin embargo, siempre me consolaba el hecho de que se
tenían el uno al otro. Al menos tenían eso.

Después de su pelea vi como mi hijo cayó en una espiral fuera de control. Me preocupaba más que
nunca por él, pero había pasado demasiado tiempo y temía que no hubiera nada que pudiera hacer, en
lo personal, para ayudarlo. Que el amor y la admiración que había sentido por mí cuando era niño
murió lentamente con el paso de los años y nuestra relación se había vuelto tensa. Sabía que era culpa
mía, pero había estado tan desesperado por asegurarme de que no siguiera mis pasos, que no me había
tomado el tiempo para considerar lo que le haría mi descuido. Él era un alma torturada,
emocionalmente fuera de control, y siguiendo el camino del que había querido que se quedara tan
lejos como fuera posible...
El camino que llevaba directamente a Chicago.

Tenía la esperanza de que las rutinas estrictas del internado al que lo mandé le ayudarían a aprender
algo de control y a calmar su impulsividad, pero cuando llegó a casa, estaba claro que no había
funcionado. Estaba enfadado, tan jodidamente enfadado, y yo sabía que era porque no tenía una
relación con nadie. Sentía como si estuviera solo en el mundo y estaba a la defensiva, atacando a
cualquiera que se interpusiera en su camino. Me dolía verlo deteriorarse frente a mis ojos, y empecé a
preguntarme si, tal vez, la dirección que estaba tomando era inevitable. Tal vez había estado destinado
desde ese día en Chicago, cuando mi Elizabeth fue tomada justo delante de él. La mafia se había
invadido su universo a sus ocho años de edad, y yo no sabía si era posible dar marcha atrás a partir de
eso.

Pero entonces ella sucedió.

Isabella Swan entró en mi casa e hizo la única cosa que ninguno de nosotros había sido capaz de hacer,
derribó sus muros. Desvió a Edward de ese camino y le mostró lo diferente que podría ser. Era irónico
que la chica que nunca había sido capaz de llamar a su vida como propia, enseñara a un chico que
tenía el mundo al alcance de sus manos exactamente lo que significaba vivir, pero era apropiado,
considerando a su madre y a mí.

Como Elizabeth habría dicho, era como si fuera el destino.

Eso no quería decir que estuviera completamente feliz con la relación, porque había involucradas
demasiadas complicaciones innecesarias, pero podía ver lo bueno en ello. El brillo regresó a los ojos
de Edward con el tiempo ya que encontró el amor y la esperanza, y aunque sabía que nunca sería
totalmente completo de nuevo, era como si el vacío que sentía se hubiera llenado un poco. Tenía a
alguien que lo entendía y no estaba solo.

Jacob, sin embargo, lo estaba.

Isabella podía haber sacado a mi hijo de ese camino de destrucción, pero sabía que Jacob Black aún
estaba en él. Nunca me olvidé de la broma que me había dicho el primer día, y regresaba a mi mente
de vez en cuando, cuando pensaba en él. Jacob se parecía mucho a un hombre invisible, a la deriva a
través de la vida y completamente desapercibido por la mayoría. Yo lo había visto, sin embargo,
incluso aunque no pudiera solucionar lo que realmente lo atormentaba.

Y mientras estaba en el borde de ese precipicio en La Push bajo la caída de la oscuridad, me habría
gustado haber hecho alguna mierda. Me había quedado allí y había visto a tanta gente sufriendo en los
últimos años, pero ni una sola vez había dicho algo ayudado realmente a ninguno de ellos. Me había
convencido a mí mismo que no había nada que pudiera hacer, cuando la realidad era que yo había sido
jodidamente egoísta para intentarlo. No solo había fallado a mi propio hijo por hacer la vista gorda
ante su agonía, sino que había hecho lo mismo con Isabella y Jacob. De hecho, parecía que era la
mierda que siempre había hecho. Había ignorado a la gente sufriendo, me había quedado al margen
mientras eran torturados y mutilados en nombre de La Cosa Nostra, y yo estaba asqueado y cansado
de hacerlo. Al parecer no era capaz de escapar de la violencia, sin importar lo que hiciera, y mi único
recurso disponible era contraatacar con más derramamiento de sangre.

Me había mudado con mi familia al otro extremo del país y todo me había seguido, el peligro
constantemente al acecho en las sombras. El mal controlaba mi vida y me estaba carcomiendo,
despojándome poco a poco de mi humanidad, pero yo simplemente no podía parar. Estaba tan
preocupado por asegurarme de que mi hijo no fuese como yo, que me permití ser como mi maldito
padre. Ya no era el hombre que se había casado con Elizabeth, eso era seguro, y sabía que dondequiera
que estuviese, probablemente, me estaría mirando con disgusto por lo que estaba haciendo. Estaría
asqueada y avergonzada, y no podía culparla por ello. Siempre había querido ser médico para poder
ayudar a la gente, para poder sanar y hacer algo bueno en el mundo, y me había alejado tanto de dicho
principio que era inquietante. Nunca admití nada de eso, o incluso había tratado de ayudar y ahora era
demasiado tarde para Jacob, porque no había nada que pudiera hacer para salvarlo. Lo había curado
tantas veces a lo largo de los años y la única vez que realmente contaba, había fallado.

Yo sabía que mi hijo se iba a sentir culpable por la muerte de Jacob, porque esa era la naturaleza de
Edward, pero la verdad era que no había nadie a quien culpar por nada de eso más que a mí. Años
atrás, había hecho el juramento para mantener segura a la gente que amaba, solo para que eso sea lo
que los ponga en peligro. Jacob había muerto por mi culpa, era una víctima de mi violento estilo de
vida, así como Elizabeth lo había sido... y una culpa más que tendría que llevar el resto de mi vida.

Estaba mirando hacia abajo, hacia el agua tumultuosa, con los ojos fijos en el lugar donde el cuerpo de
Jacob había desaparecido momentos antes. Podía oír las olas que se estrellaban contra el lado del
acantilado y sabía que había una tormenta que soplaba vientos del suroeste a medida que pasaba el
tiempo. Las luces amarillas intermitentes de precaución advertían a la gente que debían mantenerse
alejados del río Quillayute cerca de la isla de James, porque la zona era peligrosa. Estuve de pie allí,
durante unos minutos, oculto en la oscuridad y completamente aislado porque nadie más se atrevería a
salir en esas condiciones, tratando de aclarar mi mente. Estaba indignado conmigo mismo por haber
dispuesto del cuerpo del inocente muchacho de esa manera, pero no podía ver ninguna otra opción. Lo
había visto crecer y lo estaba enviando a donde había visto a muchos de mis adversarios irse con los
años, a una tumba acuosa en el fondo del océano. Las pesadas cadenas envueltas alrededor de sus
piernas se asegurarían de que no volvería a aparecer, y con el tiempo su cuerpo sucumbiría a la
naturaleza, desapareciendo para siempre.

“Oggi a te, domani a mí*”, murmuré, sacudiendo la cabeza. Si seguía como estaba, sabía que era solo
cuestión de tiempo antes de que terminara con la misma suerte. Sentía como que debería haber dicho
algo en su honor, pero me había quedado totalmente sin palabras y sabía que había asuntos más
urgentes de los que debía ocuparme. No había podido evitar lo de Jacob, pero podría ayudar a Isabella,
y yo sabía que salvarla era la única manera de salvar verdaderamente a mi hijo. Sus destinos estaban
tan entrelazados que la pérdida de uno supondría estar perdiendo a ambos, y eso era algo que,
simplemente, no podía aceptar sin luchar.

Mi hijo, que había perdido mucho en la vida, estaba peligrosamente cerca de perder una vez más lo
único que lo mantenía completo.

Decir que estaba enfadado con Edward sería un grave eufemismo. Estaba más allá de furioso y
completamente asombrado de que él hubiera tenido la osadía de alterar el chip de Isabella después de
todo lo que había sucedido, su comportamiento, una vez más me estaba demostrando que era
irracional y volátil. Yo estaba constantemente limpiando sus líos y corrigiendo sus errores, pero esta
vez no estaba seguro de si podría. Temía que ya hubiera cruzado más allá de la línea y que no hubiera
marcha atrás. Ninguno de nosotros volvería a ser el mismo otra vez.
Me dirigí hacia el lugar donde mi coche estaba aparcado, escondido entre los árboles fuera de la vista,
en la oscuridad, subí de forma rápida y me alejé. Ya había limpiado delante de la casa, después de
haber regado el camino y haber redistribuido la grava para ocultar todos los signos del incidente, pero
tenía problemas incluso mayores que tenía que tratar. Saqué el teléfono móvil que había cogido del
bolsillo de los pantalones de Jacob y lo abrí, desplazándome a través de su lista de contactos
rápidamente. Cuando encontré el número de su casa, apreté el botón de llamada y escuché en silencio
mientras sonaba un par de veces.

“¿Hola? ¿Jacob?” Dijo Billy Black con voz ansiosa. “¿Dónde estás, hijo? Me preocupa, tú... “

Suspiré y terminé la llamada antes de que pudiera terminar su frase, apagué el teléfono y lo deslicé en
el bolsillo. Volví a la casa rápidamente y aparqué, suspirando profundamente para prepararme antes
de dirigirme al interior. Necesitaba dejar mis emociones atrás, alejar de mi mente a Jacob y a las cosas
que no podía cambiar con el fin de centrarme en lo que podía hacer: encontrar a Isabella.

Sabía que incluso sin el chip tenía suficientes recursos para seguir su rastro en un tiempo, pero el
problema era que no estaba seguro de en qué tipo de circunstancias la encontraría cuando lo hiciera.
James era implacable, no tenía respeto ni consideración alguna por nadie que no fuera él mismo. No
dudaría en maltratar a Isabella para su propio placer enfermizo, y las posibilidades de que lo estuviera
haciendo me alarmaban.

Me fui directamente a la cocina y cogí la botella de licor que Edward tenía en el congelador,
destapándola y tomando un trago. Hice una mueca por el ardor a medida que bajaba, haciéndome
estremecer violentamente. Ya no bebía mucho, no desde que recuperé la sobriedad un año después de
la muerte de Elizabeth, pero necesitaba algo para relajarme un poco antes me enfrentarme a lo que
esperaba frente a mí. No tenía ganas de hacer nada de esto, ni mucho menos, pero sabía que era
necesario. Tomé otro trago de licor antes de devolverlo al congelador, sacando las llaves de mi
bolsillo mientras me dirigía hacia la habitación bajo las escaleras. Abrí la puerta y me deslicé dentro,
volviendo a cerrar detrás de mí. Fui directamente al armario y quité la alfombra, tirando para abrir la
puerta del suelo. Tomé un par de respiraciones profundas para concentrarme mientras me dirigía por
las escaleras hacia el sótano, parpadeando varias veces en un intento de ajustar mi vista.

El lugar había sido limpiado en su mayor parte, las cajas con drogas y armas habían sido reubicadas en
otro lugar seguro, por lo que no tuve ningún problema en recorrer mi camino a través de la sala
oscura. Llegué a la gran librería y abrí la caja de metal que había en la pared a su lado que estaba
conectada el sistema de seguridad. En el caso de que la alarma se activara, o el botón de pánico fuera
apretado, la casa se bloquearía automáticamente y un mensaje sería enviado directamente a mi
teléfono. La policía no podía ser notificada como con un sistema de seguridad regular, porque eso solo
sería invitar a más problemas a mi vida, pero cualquier persona que entrara sin el código activaría los
sensores de movimiento y las cámaras, así que podría seguirlos y ver cómo se movían por toda la casa.
No era lo mejor, en lo que se refiere a seguridad, pero era mejor que nada. Me garantizaba que sabría
quiénes eran y qué habían venido a buscar, al menos.

Deslicé una sección del panel hacia abajo, dejando al descubierto un pequeño teclado, y marqué
rápidamente en el número 62373. Un clic fuerte sonó cuando pulsé el botón de entrar y deslicé el
panel posterior hacia arriba, cerrando la caja eléctrica cuando la estantería se movió unos centímetros.
En realidad se trataba de una puerta que conducía a una caja de seguridad, o a lo que yo sabía que a mi
hijo le gustaba referirse como “el calabozo”. Era una habitación de unos cuatro metros de ancho por
cuatro de largo, con paredes de acero reforzado con capas de kevlar antibalas. (N.T. El kevlar es un
material sintético empleado en los chalecos antibalas).

Completamente insonorizada y ventilada, equipada con cable para la comunicación y repleta de


cualquier cosa que fuese necesaria si tuvieran ocultarse en su interior.

Empujé para abrir la puerta encubierta y metí la mano, encendiendo el interruptor de la luz a un
costado. Luces fluorescentes iluminaron la habitación inmediatamente y entrecerré los ojos por lo
brillantes que eran, levantando mi mano para bloquear parte de la luz cegadora mientras mis ojos se
acostumbraban. Entré en la habitación y escuché los gemidos de inmediato, mirando en dirección al
ruido. Laurent yacía en el suelo de cemento, en la esquina, exactamente donde le había dejado un par
de horas antes. Lo primero que había hecho después de que Edward y Alec se hubieran ido fue traerlo
aquí, e hice lo suficiente para que sobreviviera a sus heridas antes encadenarlo a las patas de la mesa
de acero. Sabía que no podía mover las piernas a causa de la bala que le había atravesado, pero
también sabía que era mejor prevenir que lamentar. Podría haber recuperado fácilmente la consciencia
y haberse arrastrado por la habitación hacia el gran armario de acero donde guardaba mis armas, y yo
no podía permitir eso.

“Buenas noches”, le dije con estoicismo, cogiendo una botella de agua de la estantería junto a la mesa.
Me acerqué los pocos pasos que separaban de él y lo miré mientras él giraba la cabeza para mirarme,
otro gemido agónico vino de él cuando abrió los ojos.

“Carlisle,” susurró, su voz apenas audible y lleno de angustia. “Por favor. Ayúdame.”

“Lo haré”, respondí. “Pero primero, Laurent, vas a tener que ayudarme.”

“Por favor”, repitió. “No puedo moverme. No puedo sentir mis piernas... Carlisle. No puedo...”

“Lo sé”, le dije. “La bala ha impactado en la médula espinal.”

“¿Qué?” Dijo, sonando confundido. “¿Bala?”

“Sí,” dije simplemente, quitando el tapón del agua y me puse de cuclillas. Levanté la cabeza de
Laurent ligeramente y le puse agua en los labios, inclinándola hacia atrás para que tragara.

“¿Estoy paralizado?” Preguntó cuando aparté la botella y me puse de pie. “¡Oh Dios, mi piernas!“

Dejó escapar un sollozo y suspiré con fastidio, sacudiendo la cabeza. “Cálmate, Laurent,” dije
bruscamente, dejando el agua sobre la mesa. “Contrólate”.

“¿Qué ha pasado?” Preguntó con lágrimas saliendo de sus ojos mientras luchaba para moverse. “Jesús
Cristo, mis malditas piernas, ¡Carlisle! ¡Tienes que ayudarme! “

“¿Qué ha pasado?” Pregunté, alzando una ceja. “Hace unas horas recibí una llamada que me informaba
de que había alguien en mi casa. Así que, naturalmente, he vuelto para investigar y me he encontrado a
mi hijo inconsciente, a su novia desaparecida, un muchacho inocente que he visto crecer muerto en mi
jardín, y a ti gravemente lesionado. Tú, Laurent. Un hombre que hizo el juramento de honor, mi
hermano de vida, herido en la escena del ataque a mi familia. Entonces, ¿paramos esta mierda y me
dices qué ha pasado?“
“Yo, eh,” tartamudeó, sacudiendo la cabeza mientras continuaban sus sollozos. “No sé...”

“¿No sabes?” Le pregunté con incredulidad.

“No sé lo que ha pasado, ¡lo juro! Me han disparado y no sé cómo ni quién”, respondió
frenéticamente.

“Estoy bastante seguro de que sabes el cómo y el quién” le dije, apoyándome en la mesa y cruzando
los brazos sobre el pecho. “Tiene que haberte disparado un principiante, teniendo en cuenta que no ha
sido un disparo mortal, y a juzgar por el hecho de que hemos encontrado un casquillo de bala en el
coche y que el arma de mi hijo ha desaparecido, voy a hacer una conjetura y decir que lo ha hecho
Isabella.”

“¿La chica?”, gritó con incredulidad. “Joder, ¿ella me ha hecho esto?”

“Sí,” dije fríamente. “Ahora solo necesito que me digas por qué, Laurent. Necesito que me digas lo
que estás haciendo en Forks, y cómo diablos has acabado en esta situación. Sé que estabas con James y
solo puedo asumir que de alguna manera te convenció de formar parte de su gran plan. Entiendo cómo
es la vida, ya lo sabes. Todos nos hemos visto inmersos en cosas que se han salido de control, pero no
es demasiado tarde para arreglar lo que has hecho. No es demasiado tarde para ayudar a que lo
detenga. Necesito que me digas qué diablos quiere de Isabella. Necesito que me ayudes a encontrarla,
mientras podamos.”

“No puedo”, dijo, sacudiendo la cabeza con una mirada de miedo en su rostro. Pude ver el pánico en
sus ojos mientras me miraba y luché por mantener mi expresión de calma para no alarmarlo más de lo
que ya estaba. Él nunca había sido testigo de mi violencia, pero había oído las historias del tipo de
hombre que podía ser, y yo sabía que temía por su vida. El quid de la cuestión era, que debería. Sabía
que se había cruzado con la maldita persona equivocada y yo sabía que tenía miedo de admitir nada,
porque confesar el conocimiento de algo, esencialmente, era admitir su culpabilidad. Probablemente
creía que su única manera de seguir vivo, aunque fuera temporalmente, sería fingir ignorancia por lo
que tenía que convencerlo de que lo entendía. Necesitaba convencerlo de que estaba bien si me decía,
que sería piadoso con él si me ayudaba. Joder, necesitaba hacerle creer que lo dejaría vivir, a pesar de
que ambos realmente sabíamos que iba a morir, sin importar qué.

“Sí puedes”, le dije de inmediato. “Te lo he dicho, me ayudas y te ayudo. Sé que tiene que dolerte y
que necesitas desesperadamente que limpien tu herida adecuadamente antes de que la infección invada
tu cuerpo. Soy tu única opción, Laurent “.

“No te puedo decir nada”, dijo. “Yo no sé nada. Te lo juro, no lo sé. No sé lo que quería James.”

“Estás mintiendo”, dije con fuerza. “Eres un hombre inteligente. No habrías venido a menos que
supieras por qué lo hacían. No habrías venido y habrías permitido que esto sucediera sin la promesa de
algo a cambio. ¿Por qué has venido, Laurent? ¿Qué es lo que quiere de ella? ¿Dónde la ha llevado? “

“No lo sé”, dijo. “Tienes que creerme, Carlisle. Lo siento mucho, no puedo decirte...”

“¡Basta!”, le solté, mi ira aumentando. “Puedes decírmelo. Simplemente no lo deseas. Hay una
diferencia, Laurent, y la diferencia es tan grande como la vida y la muerte”.
“Por favor”, me rogó.

“No te atrevas a rogar,” le dije. “Es impropio de ti. Sé un maldito hombre y dime lo que necesito
saber”.

“No puedo”, repitió, sacudiendo la cabeza. “Tienes que entender...”

“No, tú tienes que entenderlo”, le espeté. “Se han llevado algo mío que es importante, y tengo que
recuperarlo. No voy a parar hasta encontrarla, por lo que tu única opción es ayudarme si quieres tener
la más mínima posibilidad de salir de esta habitación con vida“.

“Me matarán, Carlisle,” sollozó, el miedo en su expresión era intenso. Podía ver su cuerpo temblando,
pero no estaba seguro si era por su lesión o si era solo porque estaba asustado. “Si te digo algo me
matarán.”

“Si no me lo dices, seré yo quien te mate”, remarqué. “Y te aseguro, Laurent, que no voy a tener
misericordia contigo si no me muestras el mismo respeto. Cada minuto que ella esté allá afuera tú vas
a estar aquí, y no voy a poner fin a tu sufrimiento hasta que ella haya vuelto donde pertenece“.

“Pero...” empezó a decir, la palabra solitaria alimentando todavía más mi irritación.

“No hay peros que valgan,” gruñí, interrumpiéndolo. “Vas a decirme lo que quiero saber y eso es todo.
He luchado por mucho tiempo y con todas mis fuerzas por esa chica y no voy a permitir que una rata
desgraciada entre y lo tire todo por la borda. Dime dónde diablos la tiene. ¿Qué es lo que quiere? ¿Con
quién está trabajando?“

“¿Por qué te importa?”, sollozó. “Olvídate de ella, ¡date por vencido! No puedes parar esto, así que
¡sálvate mientras puedas! ¡No vale la pena, Carlisle! ¡Es solo una niña, y me dio un puto disparo! ¡La
perra me disparo! “

Todo mi control desapareció en ese momento y eché el pie hacia atrás, lanzándolo hacia delante
rápidamente. Lo pateé en su costado en repetidas ocasiones, golpeando con tanta fuerza que podía
sentir sus costillas quebrándose por la fuerza de mis golpes. Gritó por el dolor y jadeó en busca de
aire, incapaz de moverse o protegerse.

“No la llames así”, le grité enfadado. “Todo esto puede que solo sea un juego para ti, pero esto es mi
vida, ¡pedazo de mierda! Voy a encontrarla, y juro que cada persona que haya participado en esto,
pagará con su vida cuando lo haga. Mi familia ha sacrificado mucho por Isabella Swan y no voy a
dejar que todo sea en vano. Puede que solo sea una niña, pero era más que eso para mi esposa. Y eso,
Laurent, hace que merezca la puta pena.”

Me di la vuelta y salí de la habitación, dejándolo en la esquina pidiendo ayuda. Volví a cerrar y subí
las escaleras, con las manos temblando por mi enojo. Salí de la habitación, una vez que llegué a la
cima de la escalera y me congelé cuando la puerta principal se abrió y Edward y Alec entraron en el
vestíbulo. Edward tenía un aspecto horrible, sus lesiones eran muy visibles, pero aún más que el dolor
físico, su angustia emocional era palpable. Sabía que él era un desastre total y no quería nada más que
tener compasión por él, ya que como su padre debería sentirlo, pero mi propia ira lo nublaba todo.
Todo lo que podía sentir era la decepción casi hasta el punto de la hostilidad. Yo sabía que esta
situación no era culpa suya, que era mía más que de nadie más, pero casi lo odiaba por haber
complicado todavía más las cosas. Yo nunca había hecho nada para demostrar mi valía ante él, nunca
había estado realmente ahí para él, así que sabía que era irracional, pero odiaba el hecho de que no
pudiera tener maldita confianza en mí. Joder, era tan parecido a mí que me cabreaba y la verdad era...
que él estaba en serio cagando las cosas.

El resto de la noche transcurrió rápidamente. Finalmente conseguí contactar con Emmett, mi ira
aumentó cuando me di cuenta que estaba de fiesta en la ciudad y completamente ajeno a todo lo que
estaba pasando. Perdí los estribos y lo insulté cuando me explicó exactamente lo que había hecho con
el chip, y tuve un enfrentamiento con Edward después de eso. No entendía como creyeron que se
saldrían con la suya, su falta de respeto y comportamiento estúpido me molestaba más allá de la
comprensión.

Edward finalmente perdió el control, vencido por su propia angustia, e hizo que Alec perdiera la
calma. Él había estado tranquilo al respecto, manteniendo la cabeza fría hasta ese momento, pero la
impaciencia y la hostilidad de Edward lo hizo perder el control. Lanzó a Edward contra la pared y lo
amenazó, apuntándome con su arma cuando le dije que se retirara. Me quedé quieto mientras apuntaba
a mi cabeza, sabiendo que no dudaría en apretar el gatillo si hacía algún movimiento brusco o
mostraba algún tipo de agresión, y esperé a que recuperara su compostura.

Hice numerosas llamadas durante la noche, poniéndome en contacto con cualquier persona que
pensaba que podría tener cualquier información que pudiera ayudar. Sin embargo, todo resultó
infructuoso, porque todo el mundo tenía sospechas pero nadie podía aportar ninguna prueba de lo que
James estaba tramando. Hablé con Royce un par de veces, porque era el Capo y mentor de James, así
que si alguien sabía algo debería ser él, pero incluso él parecía no saber nada. Me cabreó, porque era
su puto trabajo saber lo que sus hombres estaban haciendo, y él obviamente había fracasado por
completo. Lo amenacé, diciéndole que estaría vigilándolo y si no empezaba a hacer bien las cosas iba
a tener un problema conmigo.

Mis nervios empezaron a calmarse después de un rato y me aventuré hasta el tercer piso, donde
Edward había desaparecido, para encontrarlo en el borde de su cama llorando. Me quedé helado al
verlo, sintiendo una extraña sensación de déjà vu. Me recordó cómo había estado yo después de la
muerte de Elizabeth, reflejo de la desesperanza y el dolor que sentía. Traté de convencer a Edward
para que se quedara cuando nos fuimos a Chicago, a sabiendas de que estaba angustiado y no sería
capaz de pensar racionalmente para ayudar, pero insistió en que quería estar allí. Intenté responder a
sus preguntas lo mejor que pude, pero no estaba seguro de qué decir, porque nada de eso sonaba bien.
No le podía hacer cualquier promesa sobre lo que iba a suceder, porque sabía muy bien lo horrible y
brutal que podría llegar a ser todo. Tenía grabada a fuego en mi mente la visión de mi esposa yaciendo
muerta en el callejón y no quería que mi hijo tuviera que pasar el resto de su vida, torturado con
imágenes mentales similares de las que no podría escapar si todo salía mal.

Finalmente llamé a Jasper para informarle de lo sucedido y le dije que se quedara en Seattle y
mantuviera a Alice con él tanto tiempo como fuese posible. No había nada que pudiera hacer para
ayudar y no quería que se involucraran más de lo necesario. Ya era bastante malo que Emmett y
Edward estuvieran envueltos en la situación... que mis tres hijos lo abandonaran todo y se reunieran
precipitadamente, no haría otra cosa más que levantar más sospechas que no necesitábamos.

Fui regularmente al sótano durante toda la noche para presionar a Laurent por información, pero cada
encuentro fue similar al primero. Me pedía ayuda e insistía en que no había nada que pudiera decirme,
lo que finalmente me hizo perder los estribos. Alec trató de convencerlo de que hablara sin suerte, e
incluso le inyecté con tiopental sódico pero aun así no se quebró. Mi paciencia se estaba agotando y
sabía que Laurent estaba cada vez más débil, cada segundo que pasaba era una indicación de que
nuestra oportunidad se estaba escapando.

En algún momento después del amanecer, yo estaba de pie en la habitación blindada, mirando a
Laurent, cuando Alec finalmente llegó al límite de su paciencia. Le oí acercarse y miré en su
dirección, su expresión era estoica pero sus ojos llameaban por la ira. Tenía el aspecto de un hombre
en una misión y de inmediato me salí de la habitación para apartarme de su camino. Me miró mientras
pasaba y suspiró. “Mi sono rotto il cazzo”, murmuró en voz baja, indicando que estaba harto de la
situación. Asentí una vez, estando de acuerdo en silencio, y me quedé en la puerta viendo cómo se
acercaba a una caja. Empezó a rebuscar y sacó una navaja y unas pinzas. “Mientras todavía estás vivo,
vamos a jugar un poco al juego de 'eeny, meeny, miny, moe' “.

Me di la vuelta y me alejé, no tenía ganas de presenciar lo que iba a suceder, y oí el clic de la


cerradura seguido de un fuerte grito de dolor proveniente de Laurent antes de que yo me alejara. Sabía
que Laurent no iba a salir vivo de la habitación y sus últimos momentos serían de tortura a manos de
uno de los más terroríficos hijos de puta que conocía. Subí las escaleras y dejé a Alec haciendo lo que
mejor sabía hacer, hice un par de llamadas a medida que fui empaquetando cosas para Chicago.
Finalmente volví a bajar poco antes del mediodía, entrando en el sótano justo cuando Alec entraba por
la puerta encubierta. Lo miré con curiosidad, notando que estaba empapado y que tenía salpicaduras
de sangre en su camisa.

“Rusos”, dijo simplemente, la palabra prácticamente paralizó mi corazón, a medida que salía de sus
labios. Sabía que por un tiempo, Alec había sospechado que James estaba dando información a los
rusos, y si eso era cierto, Isabella estaba en muchos más problemas de lo que yo quería creer. Eran
individuos despiadados y sabía que, si la tenían, la matarían una vez que hubiera servido a su
propósito, fuera el que fuese, y eso me angustió. La única justificación para que ellos se hubieran
llevado a Isabella y hubieran dejado a mi hijo con vida era que ellos estaban jugando algún tipo de
juego y trataban de manipularnos para tenernos en sus manos, y no había manera de que pudiéramos
correr el riesgo de hacer eso.

“¿Por qué?” Le pregunté vacilante. Él se encogió de hombros.

“Lei è una principessa della mafia,” respondió.

“¿Ellos lo saben?” “Pregunté con incredulidad. “¿Cómo?”

“No sé cómo lo saben, pero el hecho es que lo hacen. Puede que lo hayan sabido incluso antes que
nosotros”, dijo. “Esta se está saliendo de control, Carlisle. Tenemos que detener esto antes de que
acabe con todos. Hasta ahora has estado en un segundo plano, con la esperanza de que todo se arregle
por sí solo, pero eso no puede seguir así, ya que eso no va a suceder. He enterrado a Laurent en el
bosque, pero es posible que desees limpiar el piso del búnker. Voy a cambiarme para que podamos
salir pronto “.

Empujó la pala hacia mí y la cogí vacilante, mirándolo mientras se alejaba. Me puse a trabajar una vez
que él se había ido, fregando el suelo de cemento con peróxido de sodio y agua para eliminar cualquier
rastro de sangre. Ordené la habitación y puse todo donde estaba antes de cerrar y de volver arriba. Nos
dirigimos al aeropuerto poco después y recibí una llamada de Aro, que decía que nos presentáramos en
su casa esa noche.

El vuelo transcurrió rápidamente, ya que estuve todo el tiempo pensando cómo arreglar las cosas, mi
ansiedad empezó a crecer a medida que recorríamos Chicago hacia la residencia Evanson. Saqué mi
ordenador portátil tan pronto como llegamos y se lo di a Emmett, dejándole claro que tenía que
arreglar rápidamente lo que había hecho. Odiaba ser tan frío con mi hijo, pero todavía continuaba
enfadado, y mi preocupación por Isabella solo había aumentado después de saber de la participación
de los rusos.

Esa noche en casa de Aro, fue exactamente como había temido que fuera. Se negó a involucrarse
directamente, escudándose en que se trataba de “bienes robados”. Alec trató de destacar el hecho de
que Isabella ya no tenía dueño, que se había respondido por ella y había sido liberada, pero Aro no
cedió en su postura. Nos dio la luz verde para que hiciéramos lo que creyéramos necesario para
arreglar la situación, pero dijo que no quería ir oficialmente a la guerra con otra organización por algo
que no tenía ningún valor para él o el Borgata en su conjunto. Mientras hablaba, tuve que contener mi
enojo todo el tiempo, ya que estaba actuando insensiblemente hacia alguien que compartía su linaje,
minando cualquier respeto que pudiera haber sentido por ese hombre. Él no sabía la verdad sobre ella,
pero eso no importaba a mis ojos. Informó a Alec que si Isabella desvelaba alguno de los secretos de
la organización a sus captores, sería culpado por ello, pero no me preocupaba mucho por eso, porque
ella sabía muy poco.

Volvimos a la residencia Evanson por la mañana temprano, el agotamiento finalmente haciendo mella
en nosotros. Alec se puso a trabajar tratando de localizar los últimos avistamientos de los rusos,
mientras que yo finalmente conseguí ponerme en contacto con el médico de Phoenix que le había
implantado el chip, los dos tomábamos café para mantenernos alerta. Trabajábamos en un tenso
silencio que se rompió en el instante en el que Alec se levantó y empujó su silla hacia atrás, con
expresión de pánico. “Joder”, espetó, me pilló con la guardia baja porque era una palabra que rara vez
oí venir de él. Salió corriendo de la habitación hacia el vestíbulo, mi corazón se aceleró por la
confusión. Miré a mi alrededor rápidamente, tratando de averiguar qué estaba pasando, y un vacío
recorrió mi cuerpo cuando mis ojos se posaron en el monitor del ordenador donde él estaba sentado.
Tenía las imágenes de la cámara de seguridad y supe inmediatamente lo que estaba a punto de
suceder, mi estómago revuelto por la expectación.

En cuestión de segundos, estaba rodeado cuando la policía invadió la casa. Me tiraron al suelo y me
esposaron, cacheándome en busca de armas. Me sacaron de la habitación, me leyeron mis derechos,
sin sorprenderme del todo que me detuvieran por violación de las leyes RICO (N.T. Leyes RICO en
inglés “Racketeer Influenced and Corrupt Organizations Act” en español es algo así como “Ley de
Chantaje Civil, Influencia y Organización Corrupta”). Sabía que las acusaciones eran graves y estaban
acompañadas de fuertes sanciones, pero el quid de la cuestión era que no tenían nada contra mí,
personalmente, y solo se habían centrado en mí por ser quien era. Edward me gritó y le dije que
mantuviera la boca cerrada, preocupado por que perdiera el control. Estábamos en problemas lo
suficientemente graves, la última cosa que necesitábamos era que complicara aún más las cosas.

Me llevaron al centro, aislado de los demás prisioneros, ingresé en el sistema en cuestión de horas y
me pusieron bajo custodia protectora. Pasaron las horas, un nuevo día comenzaba, y lo único que
podía pensar era en mi familia y en lo que estarían haciendo. Estaba completamente aislado del
exterior, los peores escenarios pasaban por mi mente y empecé a estar cada vez más frenético a
medida que mi agotamiento aumentaba.

Mi abogado, Michael Ricci, llegó el segundo día y me explicó exactamente a qué me estaba
enfrentando, señalando que las pruebas en mi contra eran bastante consistentes. Habían conseguido
una orden de registro y embargo para la casa de Forks y todos los ordenadores de la propiedad habían
sido incautados junto a toneladas de documentos personales, registros financieros y unidades de datos.
Habían confiscado mi colección de armas de fuego, junto con numerosos CDs y libros, así como el
maldito microchip que había dejado sobre el escritorio de la biblioteca. Se llevaron hasta una botella
de absenta y toda la parafernalia de drogas que encontraron en la habitación de Edward, sin dejar
ningún rincón de la casa sin registrar. Se le escapó que Edward había sido detenido en la casa de los
Evanson por poseer una identificación falsa y que lo tenían cerca, me aseguró que conseguiría su
liberación tan pronto como fuera posible. Me sentía culpable, porque sabía que la única razón por la
que estaba allí era por mi culpa, y me preocupaba que el hecho de estar atrapado en una pequeña celda,
mientras que Isabella estaba sabe Dios dónde, pudiera nublar su juicio.

Las horas se convirtieron en días mientras paseaba por mi celda, desesperado por una salida. Mi
abogado me visitó de nuevo dos días después para informarme que teníamos una audiencia la próxima
semana para determinar la fianza, que no había podido hacer que pasara antes. También me hizo saber
que Edward había sido puesto en libertad, y aunque estaba agradecido de que estuviera libre, estaba
preocupado por lo que iba a hacer. Solo esperaba que fuera capaz de mantener la cabeza fría y se
abstuviera de hacer cualquier cosa con la que tuviera que vivir para lamentarlo.

Cada día se parecía mucho al anterior, el tiempo pasaba terriblemente lento. Observaban todos mis
movimientos, todas las llamadas y las visitas fueron registradas y grabadas, por lo que ninguno de
nosotros podía arriesgarse a comunicarse, a excepción de a través de los abogados. Estaba sentado en
mi celda una mañana, tamborileando mis dedos, sumido profundamente en mis pensamientos, cuando
algunos guardias se acercaron. Me dijeron que me acercara a los barrotes para esposarme. Me
pusieron las esposas y me llevaron a una sala de interrogatorios, la puerta se abrió y anunciaron mi
llegada. Un hombre de piel morena, vestido con un traje, estaba sentado ante una pequeña mesa,
mirando hacia mí con una sonrisa en su rostro.

“Carlisle Cullen,” dijo poniéndose en pie y asintiendo con la cabeza a modo de saludo. Hizo un gesto
hacia la silla frente a él. “Tome asiento”.

Dudé, pero hice lo que me pidió después de un segundo, curioso en cuanto qué querría de mí. Me senté
y los guardias empezaron a asegurar las esposas a la mesa para que no pudiera moverme, pero el
hombre los detuvo.

“Eso, señores, es innecesario. Somos gente civilizada”, dijo. Los oficiales le dieron una mirada de
incredulidad, pero escucharon, dándose la vuelta para salir y dejándome sin asegurar las esposas. El
hombre se sentó de nuevo y cruzó las manos sobre la mesa, delante de él, sin dejar de sonreír.
“Probablemente te estés preguntando que...”

“Doctor,” le dije serio, interrumpiéndolo. Su sonrisa vaciló a causa de mi tono contundente y levantó
las cejas con curiosidad.

“¿Doctor?”, preguntó.
“Sí, doctor. No fui a la escuela de medicina para nada. Es el doctor Carlisle Cullen,” le respondí. Me
miró por un momento antes de asentir.

“Eh, sí, es cierto. Me disculpo. Doctor Cullen,” dijo. “En fin, soy el agente especial Joey DiFronzo del
Departamento de Justicia “.

Suspiré exasperado y sacudí la cabeza. “No tengo nada que decir.”

“Me imaginé que diría eso”, dijo. “No se habría convertido en quien es si no fuera astuto. Solo quería
hablarle de algo que he encontrado.”

Lo miré con recelo mientras recogía un maletín, lo apoyó en la mesa y lo abrió. Sacó un cuaderno de
aspecto normal y dejó el maletín a un lado, azotando el cuaderno frente a él. “¿Sabe lo que es esto,
doctor Cullen?” Preguntó, mirándome de manera inquisitiva. No respondí, ya que no tenía intención
de decirle ni una palabra más, pero la curiosidad se había apoderado de mí y quería saber qué tipo de
información tenía. “Tomaré esa falta de reacción como un 'no'. Lo encontramos en una habitación del
tercer piso de su residencia en Washington. El dormitorio de su hijo, si no recuerdo mal”.

Miré hacia el cuaderno, estrujando mi cerebro en un intento de descifrar el rompecabezas en cuanto a


lo que podría contener. Empezó a hojearlo y vi que cada página estaba cubierta de garabatos casi
infantiles, finalmente la comprensión llegó de que tenía que pertenecer a Isabella. Me tensé mientras
examinaba las páginas, ansioso en cuanto a lo que contenía. “Todo en él es bastante interesante. Las
partes que he podido leer, de todos modos. La escritura es descuidada por lo que algunas son ilegibles.
Pero ha habido algunos pasajes en particular que he encontrado extremadamente interesantes y he
pensado que me gustaría compartirlos con usted hoy“, dijo deteniéndose en una página. Echó un
vistazo a la línea de la escritura con el dedo, haciendo una pausa a mitad de camino hacia abajo. “Jane
a veces me decía que me iba a matar mientras dormía. Me había dicho que mantuviera un ojo abierto
si quería vivir. Esas noches tenía miedo de ir a dormir. Me quedé despierta por si lo decía en serio. No
tenía miedo a morir, pero no quería dejar a mi madre sola. No quería que Charles la lastimara más y
pensé que sería la siguiente a la que Jane mataría. Mientras yo estuviera viva, Jane vendría por mí y
no por ella. Sin embargo, Jane nunca vino”.

Suspiró y comenzó a hojear el cuaderno de nuevo, deteniéndose después de un segundo. “Lo llamé
papá una vez cuando era pequeña. Él nunca me llamó hija, pero yo sabía que lo era. Yo había dicho su
nombre, pero él no estaba escuchando, por lo que le dije papá para llamar su atención. Todo el mundo
en la habitación estaba sorprendido y no sabía qué decir. Charles se enojó y me golpeó. Me dijo que yo
nunca sería su hija porque era débil. Dijo que si volvía a suceder me arrepentiría de haber aprendido a
hablar. Nunca volví a llamarlo papá de nuevo. “

Hizo una pausa y me miró con curiosidad. “Los Swan, supongo”, dijo. “Es muy extraño cómo
murieron recientemente. Muy lamentable e inesperado. Y es curioso que hayan dejado a Isabella todo
su patrimonio, teniendo en cuenta que esto parece sugerir que no eran muy aficionados a la chica.
Pero, ¿sabe?, eso no es lo que más me confunde. Verá, yo creía que Isabella se había quedado huérfana
en Italia y había llegado aquí recientemente, después de haber descubierto su parentesco, o al menos
eso es lo que se afirma en los trámites gubernamentales. Como le he dicho… interesante.”

Me quedé quieto mientras me miraba, el miedo recorriendo mi cuerpo. Las cosas se estaban develando
rápidamente y empeoraban por segundos, el fondo estaba peligrosamente cerca de caer y tragarnos a
todos. Se estaba acercando a algunas verdades que necesitaban desesperadamente permanecer ocultas,
cosas que podrían hacer que todos cayéramos y exponer toda una red de actividades criminales que
todavía había por descubrir.

“Bueno, ¿qué tal uno más? Personalmente creo que encontrará este particularmente fascinante” dijo
mirando hacia el cuaderno y pasando las páginas. Hizo una pausa después un momento y suspiró.
“Nunca olvidaré la mirada en sus ojos. Parecía que me odiaba. Como si quisiera que yo muriera. No
entendía por qué me odiaba tanto. No creo haber hecho nada malo. Solo estaba intentando hacer lo que
me había dicho que hiciera y no quería meterme en problemas por no haberlo escuchado. Pensaba que
me iba a matar, pero hizo algo peor. Me dejó sola en la oscuridad. Él había sido amable conmigo y yo
no quería decepcionarlo. Pero lo había hecho. Sueño con la expresión de su cara. Sus ojos me
persiguen y me gustaría poder olvidarlos. Desearía gustarle al doctor Cullen“.

Mantuve mi expresión en blanco mientras me miraba, pero las palabras me golpearon con fuerza.
Sabía exactamente a qué día se refería y que realmente nunca habíamos hablado de él, así que
escucharlo en sus palabras, no era fácil de digerir. Me miró por un momento antes de cerrar el
cuaderno, sacudiendo la cabeza. “¿Qué le hizo a la chica, doctor Cullen? ¿Por qué no le agrada?”

“Leer eso es una invasión a la privacidad”, le dije con frialdad. “No tenía ningún derecho legal ni
moral para cogerlo. Conozco la ley, agente DiFronzo, y soy muy consciente de lo que puede y no
puede confiscar durante un registro e incautación. Puede realizar un inventario de mi propiedad, pero
no puede simplemente apoderarse de todo lo que quiera con la esperanza de obtener pruebas de otros
delitos “.

“Muy cierto, doctor Cullen. Como he dicho, es muy astuto”, dijo en voz baja, moviendo la cabeza.
Deslizó el cuaderno de nuevo en su maletín y se recostó en la silla con una expresión seria en su
rostro. “Pero tengo curiosidad, ¿qué estaba rastreando en su ordenador portátil? Hay un programa de
GPS en él, pero no puedo conseguir que funcione. Parece ser del tipo de software que usa la gente para
realizar el seguimiento de sus mascotas, pero los códigos introducidos registran como que la señal
está bloqueada. Da error, dice que el chip no se ha encontrado. ¿Ha perdido algo? “

Lo miré fijamente y mi corazón comenzó a golpear con fuerza, sus palabras me confundieron. Tenía la
esperanza de que indicaran que Emmett no lo había arreglado para antes de que se presentaran, o que
accidentalmente la hubiera borrado por completo del sistema y no algo más grave.

“¿Es Isabella Swan?”, preguntó. “¿Dónde está la chica? ¿Le ha pasado algo?”

“Quiero a mi abogado”, le respondí. Él asintió, sin parecer sorprendido por mi respuesta y empujó su
silla hacia atrás para levantarse.

“Estoy seguro de que sí”, dijo. “Ha sido un placer conocerle al fin, y estoy seguro de que volveremos a
vernos. Si decide que quiere hablar, después de todo, estoy seguro que podrá localizarme“.

Salió de la habitación sin decir una palabra y los oficiales vinieron para llevarme a mi celda. Pasé los
siguientes días en pánico, incapaz de comer o dormir, o incluso de funcionar correctamente, ya que no
había forma de saber lo que estaba pasando fuera de los muros de la cárcel.

Finalmente llegó el día de la audiencia preliminar y mis niveles de estrés estaban en máximo
histórico. Vi a Alec por primera vez desde la detención cuando nos llevaron a la sala de la corte, y
parecía todo lo contrario a como yo me sentía; calmado, sereno y confiado.

Los abogados que argumentaban nuestros casos citaron violaciones de la cuarta enmienda y registros
irracionales. Acusaron al gobierno de que esencialmente nos habían presionado, desestimando las
pruebas que tenían. Los abogados dijeron que eran inconsistentes en el mejor de los casos y señalaban
que no habíamos participado en ninguna actividad que violara las leyes RICO. El abogado de Alec
atacó lo que ellos tenían, afirmando que teníamos una expectativa legítima de privacidad y que había
sido violada durante la búsqueda. Citó la ley de exclusión para descartar sus pruebas y finalmente, la
doctrina del fruto del árbol venenoso detuvo su caso contra Alec. El juez desestimó dudoso los cargos
en su contra, pero yo no fui tan afortunado. La evidencia en mi contra era más fuerte y mi familia
tenía raíces más prominentes dentro de la organización, por lo que no fue fácil para el señor Ricci
desacreditar los vínculos entre el Borgata y yo. El juez decidió que los cargos eran lo suficientemente
fuertes como para proceder, me asignó una fianza de tres millones de dólares con la obligación de
entregar mi pasaporte y someterme a vigilancia para poder regresar a Washington. (N.T. La ley de
exclusión proviene de la quinta enmienda. Afirma que ningún objeto puede utilizarse en los tribunales
si se obtiene ilegalmente o sin un adecuado orden de registro. En derecho probatorio, la doctrina del
fruto del árbol envenenado o venenoso hace referencia a una metáfora legal empleada en algunos
países (Argentina, España, Venezuela y Estados Unidos al menos) para describir pruebas recolectadas
con ayuda de información obtenida ilegalmente. La lógica de la frase es que si la fuente de la prueba
(el "árbol") se corrompe, entonces cualquier cosa que se gana de él (el "fruto") también lo está. Esa
prueba generalmente no es admisible ante los tribunales.)

Esme reunió el dinero para la fianza y Alec fue puesto en libertad mientras a mí me procesaban. Esa
misma noche, ya tarde, finalmente salí por la puerta principal de la cárcel para encontrarme cara a
cara con mi hermana en el aparcamiento, apoyada en el lateral de su coche con una expresión solemne
en el rostro. Parecía exhausta, con la cara llena de preocupación, era como si hubiera envejecido diez
años durante la noche. La visión de su evidente angustia me preocupaba, una sensación de malestar
empezó a crecer en la boca de mi estómago.

“Ey, hermanito,” dijo en voz baja, dándome una sonrisa forzada mientras me acercaba. “Te ves
horrible“.

“Mira quién habla”, murmuré. “¿Has dormido algo? Estás empezando a parecerte a mamá.”

“Ohhh, ouch, golpe bajo,” dijo con una risa incómoda. “He estado un poco estresada. No me resulta
fácil dormir con mi marido lejos y, bueno, ya sabes... “

“Sí, lo sé”, respondí. “Es, eh, joder… han pasado casi dos semanas, Esme. Esto no es bueno para nada.
Edward tiene que ser un desastre“.

“Lo es”, dijo en voz baja, mirándome con aprensión. Ella estaba claramente incómoda, retorciéndose
las manos juntas torpemente e inquieta.

“¿Ha pasado algo?”, le pregunté vacilante, entrecerrando los ojos con recelo. Esme nunca me había
ocultado nada antes, pero era obvio que estaba ocultando algo y eso me puso nervioso. Ella era la
persona más cercana a mí, a quien podía confiarle cualquier cosa, y el hecho de que pareciera tener
miedo de decirme algo no era muy buena señal.
“Vamos, eh, ¿qué tal si vamos a casa?” Sugirió ella, dándome inmediatamente la espalda para subir al
coche. Agarré su brazo para detenerla pero ella tiró de mis manos, dándome una sonrisa forzada.

“Está bien, Carlisle. Solo... no aquí, ¿de acuerdo? “Dijo en voz baja. “Hablaremos en casa.”

“Está bien”, le respondí mientras ella subía al coche. Di la vuelta y me senté en el asiento del pasajero,
poniéndome el cinturón de seguridad cuando arrancó el motor y salió del estacionamiento.

En el interior del coche se notaba la tensión, ninguno de los dos pronunció una sola palabra. Mi
ansiedad aumentaba con cada segundo que pasaba, su comportamiento me preocupaba. En el momento
en que nos detuvimos en el camino de entrada de su casa, en Lincoln Park, estaba seguro de que algo
malo estaba pasando, algo que definitivamente no me iba a gustar. Se bajó del coche y se dirigió hacia
la puerta sin esperarme, dejando la puerta abierta mientras desaparecía en el interior. Dudé en la
entrada, extrañamente nervioso, pero respiré hondo y entré. Cerré la puerta y me dirigí por el pasillo,
mis pasos vacilantes cuando oí a Esme hablando desesperada en un susurro en la oficina.

“No he podido hacerlo, Alec. ¿Cómo se supone que voy a decírselo? “Preguntó.

“Tú lo conoces mejor que nadie”, respondió Alec. “Él confía en ti, se lo va a tomar mejor viniendo de
ti.”

“No importa de quién venga, no se lo va a tomar bien en absoluto”, dijo ella, suspirando exasperada.
“Va a enloquecer.”

“Eso puede ser cierto, pero alguien tiene que informarle. Te aseguro, Esme, que va a ser mucho mejor
si viene de ti y no de la gente de Aro “, dijo Alec. “Él lo va a averiguar, y es mejor que lo haga ahora.”

“¿Averiguar qué?” Pregunté mientras entraba por la puerta, mirando con recelo entre ellos. Esme me
miró y vi la alarma en sus ojos mientras mi corazón empezó a acelerarse. Ella parecía un ciervo
encandilado por los faros, completamente aterrada y congelada por el miedo. “Dime“.

Ella se quedó inmóvil, boquiabierta ante mí, y empezó a tartamudear después de un momento. “Es,
eh... Edward. Él, eh, estaba preocupado. O él está preocupado. No podía simplemente quedarse sin
hacer nada, y yo no sabía qué hacer para detenerlo. Sabía lo que iba a hacer. O bien, supongo que lo
sospechaba. Pero yo no podía exactamente decirle que no. No podía prohibirle hacerlo, y ni siquiera
sabía si debía hacerlo. Él es adulto, y yo sé que no es lo que ella hubiera querido para él, y sabía que
estarías molesto, pero es su vida. Y él estaba tan preocupado, Carlisle. Tienes que entender. Él sabía
exactamente lo que estaba haciendo, me di cuenta nada más con mirarlo. Él pensó en una salida, por lo
que no era como si no entendiera las consecuencias de su decisión. Ustedes dos estaban en la cárcel y
no sabía a quién más recurrir, estaba desesperado... “

“Esme,” dije firmemente, el pánico me recorría mientras hablaba. Estaba divagando y sus
declaraciones eran un tanto incoherentes, pero registré de inmediato la idea general. Esperaba que
fuera un malentendido y que ella no estuviera intentando de decirme realmente lo que parecía que
estaba insinuando. “¿Qué demonios ha hecho mi hijo? No te atrevas a decirme que...”

Ella asintió vacilante y me callé de inmediato, el horror me golpeó con la confirmación.


“No puedo creer que lo haya hecho”, le dije, sacudiendo la cabeza con furia mientras apretaba las
manos en puños, la rabia en mi interior comenzó a crecer. “No después de toda la mierda que he hecho
para asegurarme que no sucediera, no puedo creer que acudiera a ellos.”

“Lo hizo”, dijo en voz baja.

“¡No!” Escupí. “¡Te equivocas! No es tan estúpido, Esme. ¡No puede ser tan estúpido! “

“No estoy equivocada”, respondió con los ojos llenos de lágrimas.

“Lo estás”, le espeté. “¡Tienes que estarlo! ¿Cómo demonios lo sabes, de todos modos? Tienes que
haber entendido mal“.

“No fue así”, dijo. “Lo hizo, Carlisle. Royce estaba aquí con él, y... “

“¿Royce?” Grité, la confusión me golpeó. “Tienes que estar bromeando. ¡¿Royce le hizo eso?! Juro
que si él ha iniciado a mi hijo...“

“Carlisle,” dijo Alec con fuerza, el sonido severo de su voz hizo que mis palabras se detuvieran.
“Tienes que cuidar lo que dices. Eres un invitado en mi casa y vas a hablarle a mi esposa con respeto.
Tú más que nadie debes saber que hay cosas que no podemos ni debemos decir como hombres de
honor, y te estás peligrosamente cerca de decir algo de lo que seguramente te arrepentirás más tarde.“

“Pero es de Edward de quien estamos hablando, Alec,” dije, sacudiendo la cabeza. “¡Es mi maldito
hijo!”

“Sí, pero él ha tomado sus propias decisiones. Está en la vida ahora y no hay nada que puedas hacer
para cambiar ese hecho“, replicó.

“Tiene que haber...” Empecé a decir frenéticamente.

“No lo hay”, dijo con firmeza, interrumpiéndome. “Lo hecho, hecho está. Sabes que no hay vuelta
atrás. ¡Tienes que aceptarlo!“

“¡No puedo!”, espeté. “¡No puedo aceptar esta mierda, Alec! ¡Edward no está hecho para esto! Es
demasiado joven e irracional. Es jodidamente volátil. ¡Él no sabe lo que está haciendo! Está
desperdiciando su vida y ¿por qué, Alec? ¿Por qué?“

“Por ella,” dijo con calma, y me dio una mirada de incredulidad. “¿Tan pronto has olvidado, Carlisle?
Una vez fuiste ese chico de dieciocho años, jurando Omertá a la organización porque creías que era la
única manera de salvar a la mujer que amabas. Ha tomado la misma salida que tomaste tú, y no puedes
quedarte ahí y decirme que te arrepientes de esa decisión. Te sacrificaste para salvar a Elizabeth y
Edward está haciendo exactamente lo mismo para salvar a Isabella. ¿Puedes culparle en serio por eso?
Puede que no estés satisfecho de en lo que se ha convertido tu vida y de algunas de las cosas que has
hecho a lo largo de los años, pero te conozco lo suficientemente bien como para saber que salvar a
Elizabeth es la única decisión de la que no te arrepientes. Se hubieras tenido que intercambiarte por
ella, lo habrías hecho.”

“Pero, ¡maldita sea!, ¡no la salvé!” Grité, lágrimas formándose en mis ojos mientras luchaba por
contenerlas y controlar mis emociones. “Está muerta, Alec, y si yo nunca hubiera hecho ese juramento
y me hubiera unido a esta vida, ella...“

“¿Ella qué?”, espetó, interrumpiéndome. “¿Ella todavía estaría viva? ¡Ni siquiera tú puedes creer eso!
Si no hubieras hecho el juramento y te hubieras responsabilizado por ella seguiría muerta hoy, ¡pero
habría muerto como una esclava! Le diste una oportunidad, Carlisle. Le diste una vida real, donde
pudo tener una familia y una educación y todo lo que ella quiso. Le diste el mundo, y hacer ese
juramento es lo que lo hizo posible. Es retorcido, pero es la verdad. Su vida se truncó, no hay duda de
eso, pero no fuiste tú o el juramento lo que lo provocó. Fue ella“.

“¿Cómo demonios te atreves a culparla?” Le grité. “No fue su culpa. ¡Ella no merecía morir!“

“Yo no he dicho que mereciera morir”, respondió con firmeza. “Su vida terminó porque se sacrificó.
Ella tomó una decisión, Carlisle. Hizo por Isabella lo que tú habías hecho por ella, y es exactamente lo
mismo que Edward está haciendo en estos momentos. Tú crees que tu hijo es como tú, que está
cometiendo tus mismos errores y que se enfrenta al mismo destino de destrucción, pero lo que no te
das cuenta es que es como su madre, también. Veo tanto de Elizabeth en él como te veo a ti, sino más.
Ama a esa chica, y va a sacrificar cualquier cosa para asegurarse de que ella salga con vida. Puede que
sea irracional y volátil, pero no hay nada ingenuo o infantil acerca de la decisión que ha tomado.
Entonces, ¿cómo te atreves a enfadarte con Edward, pero no culpas a su madre de haber hecho lo
mismo?“

Lo miré por un segundo, sorprendido por sus palabras. “Estás equivocado”, dije finalmente.

“No, no lo estoy”, dijo.

“Sí, lo estás. Afirmas que le di a Elizabeth ese mundo, que le daba todo lo que quería, pero no lo hice.
Nunca le di la única cosa que más necesitaba”, dije en voz baja, una lágrima avanzó desde la esquina
de mi ojo.

“¿De qué hablas?”, Se preguntó.

“La libertad”, dije simplemente. “Nunca la dejé libre”.

“Se ami una cosa, lasciala andare”, dijo, riendo secamente mientras negaba con la cabeza. “Siempre
fuiste demasiado filosófico, demasiado emocional y conceptual para tu propio bien. ¿Qué significa
eso, Carlisle? ¿Libertad?“

“Yo, eh,” empecé a decir, mis palabras fueron interrumpidas inmediatamente por el timbre de un
teléfono. Alec agarró el receptor del escritorio, respondiendo de inmediato.

“Residencia Evanson”, dijo, haciendo una pausa y mirándome. “Sí, está bien. Estaremos allí dentro de
poco, señor“.

“Aro”, dije cuando colgó.

“Sí, así que necesitas tranquilizarte”, dijo. “Quiere hablar contigo acerca de tu liberación.” Asentí,
pellizcando el puente de mi nariz en señal de frustración.
“Así que, ¿dónde está Edward?”, pregunté, mirando a mi hermana mientras trataba de controlar mi
cólera y mi decepción. Ella estaba de pie a un lado, con los brazos envolviendo su pecho y con
lágrimas corriendo por sus mejillas.

“No lo he visto en un par de días”, respondió en voz baja.

“¿Días?” Repetí, levantando las cejas. “¡¿No lo has visto en días?!”

“Estuvo aquí hace tres días con Royce, buscando algo en la oficina de Alec. No sé lo que creían que
iban a encontrar ya que el departamento de justicia se lo llevó casi todo, pero no le presioné sobre el
tema porque parecía bastante agitado. Me dijo que me llamaría para explicarme lo que estaba pasando
cuando tuviera la oportunidad, pero no he sabido nada de él. Emmett dijo que se presentó en su casa a
mitad de la noche hace dos días y que durmió en el sofá, pero cuando Emmett se despertó por la
mañana, ya se había ido“, respondió. “He tratado de llamarlo, pero siempre va directamente al buzón
de voz“.

“Está metido hasta el fondo”, dije sacudiendo la cabeza. “No tiene idea de lo que está enfrentando o lo
que está haciendo. Va a hacer que lo maten“.

“Esperemos que estés equivocado”, dijo Alec. “Espero que sepa exactamente a lo que se está
enfrentando, porque nos estamos quedando sin tiempo. ¿Cuánto tiempo tienes antes de tener que
reportarte?”

“Cuarenta y ocho horas”, respondí. Cuando estaban procesando mi salida después de pagar mi fianza,
me informaron que tenía dos días para entregarme voluntariamente y así colocarme un dispositivo de
rastreo en el tobillo, para poder hacer un seguimiento de mis movimientos. No era un dispositivo de
rastreo tradicional con toque de queda o con una base que me restringiera a cierta ubicación, como en
arresto domiciliario, era solo por precaución, para asegurarse de que no trataría de huir o de
esconderme en un intento de evadir el juicio. También significaba que podían vigilarme y mantener un
registro de cualquier lugar al que fuera, lo que a su vez fortalecería su caso contra mí si me presentara
rutinariamente en lugares a los que no tuviera que ir si no estuviera involucrado en este estilo de vida.
También sabía que podría incriminar potencialmente a otros si los descubrían asociándose conmigo,
lo que me había puesto en una situación precaria dentro de la organización.

“Bueno, entonces, supongo que eso significa que disponemos de cuarenta y ocho horas”, respondió,
cogiendo sus llaves con un suspiro. “Terminemos con esto.”

Se dirigió hacia la puerta, pero Esme agarró su brazo, deteniéndolo. “Es bueno tenerte en casa, así que
asegúrate de volver“, dijo en voz baja. Él asintió y extendió la mano, sus dedos rozando su mejilla.
Volví la cabeza para mirar a otro lado mientras se inclinaba para besarla, sabiendo que Alec no
mostraba ese lado suyo alrededor de otros y no quería entrometerme en su momento de ninguna
manera.

“Siempre lo hago,” dijo antes de salir. Miré a mi hermana, viendo la tristeza en su expresión.

“Ten cuidado, hermanito. Espero que todos regresen de una sola pieza, o yo personalmente, te patearé
el culo“, dijo.
“Me gustaría verte intentándolo”, dije mientras salía de la habitación, con su suave risa siguiéndome.
Alec salió rápidamente de la casa por la puerta principal, subiendo a su Mercedes. Condujo hasta casa
de Aro con celeridad, la ansiedad y la ira seguían supurando en mi interior. Cuando llegamos, fuimos
recibidos en la puerta por Sulpicia y entramos en el comedor donde Aro estaba sentado con algunos
miembros de la organización, los más jóvenes se pusieron en pie para saludarnos con respeto. No les
hice caso y me dirigí a mi asiento habitual en la mesa, sentándome en silencio.

“Es bueno verlos,” dijo Aro. Lo miré mientras me sonrió con aire de suficiencia y tuve que contener
mi ira. “Es verdaderamente lamentable que esto haya sucedido, y a dos de mis hombres más vitales.
Me alegro de que Alec haya podido esclarecer las cosas, pero tengo entendido que no vamos a ser tan
afortunados contigo, Carlisle. “

“Al parecer no”, le dije.

“Sí. Pues bien, teniendo en cuenta las condiciones de tu liberación, estoy seguro de que eres
consciente de lo que significa para tu situación. Vas a tener que pasar desapercibido mientras te estén
monitoreando, por lo que alguien va a tener que hacerse cargo de tus funciones“, dijo.

“Sí, señor”, le respondí, sabiendo lo que venía a continuación.

“Estoy seguro de que Alec puede manejarlo. Temporalmente, por supuesto“, afirmó. Volví la cabeza
para mirar a Alec, la expresión en blanco en su cara no daba ninguna indicación sobre cómo se sentía
al respecto. Sabía que Alec prefería pasar desapercibido y no estaba interesado en mi posición en la
administración. “¿Tienen alguna objeción?”

“No, señor”, respondió, mirándole. “Lo que usted crea que es lo mejor.”

“Bien,” dijo, su sonrisa cada vez mayor. “Bueno, ahora que lo hemos aclarado, pasemos a asuntos
menos importantes. Asumo que ya recibiste la buena noticia, Carlisle. “

“¿Acerca de Edward?”, le pregunté vacilante, apretando mi mano en un puño debajo de la mesa y


tratando de mantenerme en calma, ya que no había nada menos importante o bueno en ello, en
absoluto.

“Sí, Edward,” respondió. “Solo quiero decir que es estupendo tener ya otra generación de hombres
Cullen acompañándonos. Definitivamente va a ser un gran activo para la familia. Verdaderamente has
criado un gran hijo, un hombre muy honorable y leal. Debes de estar muy orgulloso “.

Me puse nervioso por sus palabras, pero asentí con la cabeza, aclarando mi garganta. “Sí. ¿Quién es su
mentor?“ Pregunté con cautela.

“Royce”, respondió. “Es una pena que no pudieras estar aquí para su iniciación, pero Edward tenía
bastante prisa, así que la apresuramos un poco “.

“¿Pero se ha completado la iniciación?”, le pregunté, una parte de mí buscando desesperadamente una


escapatoria o alguna salida, a pesar de que sabía que era imposible. La única manera de salir de una
iniciación una vez que había empezado, era con la muerte, y mi hijo, evidentemente, seguía todavía
vivo en alguna parte.
“Por supuesto que se ha hecho”, dijo. “El juramento fue tomado y no hubo objeciones. Estamos todos
muy contentos de contar con él, lo que no debe sorprendernos dado quién es su padre. No lo pusimos a
prueba, tampoco, por la misma razón, pero estoy seguro de que demostrará su lealtad una y otra vez en
el futuro. “

Asentí aliviado de que, al menos, todavía no hubiera tenido que apretar el gatillo o haber hecho
cualquier cosa que definitivamente lamentaría. Recordaba el rostro de cada persona cuya sangre había
manchado mis manos y no quería ese mismo destino para mi hijo, y mientras yo estuviera vivo, haría
todo lo posible para detenerlo.

“Eso es genial”, murmuré.

“Sí. Sin embargo, me habría gustado que pudieras haber hecho los honores. Habría sido una imagen
que nunca olvidaría, al igual que cuando fui testigo, hace tantos años, de cómo tu padre te iniciaba.
Hay algo muy poderoso en ver como aquellos que comparten un linaje también comparten un
momento tan íntimo y forjan un vínculo tan fuerte. Qué pena que hayamos perdido esa oportunidad.
Sin embargo, Royce fue capaz de manejarlo bastante bien en tu ausencia“, dijo.

“Su primera iniciación,” dije. Royce nunca antes había hecho alguna y solo podía imaginar lo
desalentador que tenía que haber sido para él, dándole a mi hijo una sentencia de cadena perpetua sin
haberlo consultado conmigo antes, así como mis sentimientos al respecto. No era como si pudiera
oponerme a la organización, pero todos sabíamos leer entre líneas.

“¿Dónde está Royce, por cierto? Me gustaría darle las gracias“.

“Está con tu hijo”, respondió Aro. “Han estado muy ocupados tratando de localizar a la pobre Isabella.
Es una pena que todavía no haya sido localizada. Espero que siga viva “.

“Yo también”, le dije. “¿Sabes dónde están?¿Han recibido alguna información?¿Están cerca de... “

La risa insensible de Aro me interrumpió, el sonido envió un escalofrío por mi espalda. “Son muchas
preguntas, Carlisle. Sabes muy bien que he decidido permanecer al margen, por lo que me temo que
no tengo respuestas para ti“.

“¿Todavía?” Le pregunté, estrechando los ojos mientras lo miraba. “¿Todavía te niegas a participar?
Entonces, ¿para qué se inició mi hijo?”

“Que tu hijo haya elegido este camino no tiene absolutamente nada que ver conmigo, Carlisle,” dijo,
todavía con los labios curveados en una sonrisa siniestra. “Decidió que este era el mejor lugar para él.
He permitido que Royce le ayude en su misión, y tienen todos nuestros recursos a su disposición por
supuesto, pero no tiene nada que ver conmigo personalmente.”

“¿Cómo puede decir eso?” Le pregunté con incredulidad. “Ella es su novia. No deben meterse con las
mujeres de los hombres iniciados. Deben de ser respetadas, ¡se supone que debemos honrarlas y
protegerlas! ¡Es parte del juramento, es uno de nuestros malditos mandamientos, Aro! Se deja muy
claro en la iniciación, así que ¿cómo puedes seguir sin actuar? ¡Has iniciado un chico cuya novia está
secuestrada, y no por cualquiera, sino por uno de los nuestros! ¿Cómo que no es su problema? ¡Es
nuestro problema! “
La sonrisa cayó de sus labios y pude ver la hostilidad en sus ojos mientras me miraba, cayó un tenso
silencio en la sala. Todo el mundo nos miraba con cautela, obviamente sorprendidos por el cambio.
Alec se aclaró la garganta después de un segundo, llamando nuestra atención. “Si no le importa, señor,
creo que Carlisle y yo deberíamos tratar de ponernos al día con Edward mientras todavía podamos“.

“Sí, eso deberían de hacer”, dijo estoicamente, todavía mirándome y obviamente disgustado por mi
comportamiento. “Usen lo que necesiten.”

“Gracias, señor”, respondió Alec, poniéndose en pie. “Vamos, Carlisle.”

Empujé mi silla hacia atrás con fuerza y me levanté, siguiendo a Alec fuera de la habitación. Escuché
que los susurros comenzaban nada más salir, seguidos de un airado Aro pidiendo silencio. Sabía que
no debería haber reaccionado como lo había hecho, porque hablarle así al jefe estaba totalmente fuera
de lugar y me metería en problemas, pero estaba tan jodidamente enfadado y disgustado por su
comportamiento que no había podido evitarlo. Estaba estresado y preocupado, angustiado porque mi
hijo había hecho la maldita cosa por la que yo había luchado con todas mis fuerzas para asegurarme
que no lo hiciera. Sentía como si todo lo que había hecho hubiese sido en vano, una completa pérdida
de tiempo y energía porque él había terminado exactamente donde yo había tratado de evitar que
fuera. Estaba perdiendo el enfoque de todo esto, mis emociones apoderándose de mí y haciendo a un
lado toda lógica.

“Realmente tienes deseos de morir”, dijo Alec en voz baja mientras nos dirigíamos a la habitación del
fondo.

“Es una mierda”, dije, sacudiendo la cabeza.

“Tal vez sea así, pero hablarle así no te llevará a ninguna parte, salvo a una caja de madera bajo tierra
y lo sabes”, dijo, abriendo la puerta y entrando. Comenzó a abrir las puertas de los armarios y a coger
armas, me lanzó dos Smith Wesson del calibre cuarenta y cinco y una caja de munición. Sacó dos
armas para él, deslizándolas en su abrigo junto con más munición. Cogió un teléfono móvil
desechable, ya que era demasiado peligroso utilizar el nuestro, entregándomelo, y nos fuimos
inmediatamente después, conduciendo por la ciudad, a casa de Royce. Intenté llamar tanto a Royce
como a mi hijo un par de veces durante el trayecto y no obtuve respuesta de ninguno de ellos, aunque
no me sorprendió porque era un número que no conocían. Alec llamó a la puerta cuando llegamos y se
abrió un segundo más tarde, una cara vagamente familiar saludándonos.

“Clara”, dijo Alec amablemente a la mujer que resultaba ser uno de los esclavos que él había sacado
de la residencia Swan en Phoenix. Ella había estado en casa de Alec y Esme por un tiempo, pero Esme
prefería hacerlo todo ella misma, por lo que la mujer había empezado a ponerse ansiosa sin nada que
hacer. Alec imaginó que estaría mejor en algún lugar donde pudiera mantenerse ocupada, pero aun así
estar a salvo. “¿Está Royce en casa?”

“No, señor”, respondió vacilante, mirando entre nosotros. “Se fue hace un par de horas con el señor
Cullen. Estaban, eh... “

“Buscando a Isabella,” dijo Alec, completando su idea. “Sabemos lo que están haciendo.”

“¿Se sabe algo, señor? ¿Alguna pista de dónde podría estar?” Preguntó Clara con voz temblorosa por
los nervios. La miré boquiabierto por la sorpresa, sorprendido de que tuviera el valor de haber hecho a
Alec una pregunta. Nunca antes había visto a un esclavo dirigirse a Alec directamente. Mi propia
esposa apenas si podía mirarlo, y ella era una mujer libre que lo conocía desde hacía años. “Yo, eh,
siento entrometerme, señor, pero conozco a Isabella desde que era pequeña. Siempre me he sentido
como una segunda madre para ella y estoy terriblemente preocupada. Yo sé que no es mi lugar... “

“Está bien,” dijo Alec, interrumpiendo su divagación. “No la hemos encontrado todavía. Por eso
estamos aquí, necesitamos entrar e intentar localizarlos “.

“Eh, está bien,” dijo, haciéndose a un lado y saludándonos con la mano. Podía ver las preguntas en sus
ojos mientras debatía si era correcto a hacerlas o no, pero su preocupación por Isabella se impuso
sobre todo. Nos ofreció bebidas mientras nos dirigíamos hacia la oficina de Royce, pero nos negamos,
diciéndole que nos dejara solos por un rato. Alec comenzó inmediatamente a rebuscar en los cajones y
archivos, en busca de cualquier cosa que pudieran haber descubierto, mientras yo encendí su portátil y
empezó a revisar el historial.

Alec sacó un mapa de la zona después de un momento, desenrollándolo sobre la mesa, al lado de
donde yo estaba sentado. Había áreas con círculos y tachadas, todo el mapa estaba plagado de palabras
escritas. Reconocí parte de ellas como de mi hijo y estaba claro que él estaba desesperado, porque las
palabras apenas eran legibles y se veían pueriles. De inmediato me recordó el cuaderno que el agente
había llevado a la sala de interrogatorios, el de Isabella que había encontrado en mi casa.

Saqué el teléfono cuando recordé algo y marqué el número de Emmett. Empezó a sonar y descolgó,
respondiendo vacilante. “¿Hola?”

“Emmett,” comencé. “¿Hiciste...”

“¡¿Papá?! ¿Cómo va todo? ¿La han encontrado? Joder, he estado muy preocupado, papá... “

“Estoy bien, pero no, no la hemos encontrado,” le dije. “Mira, te estoy llamando para preguntarte si
conseguiste que el chip funcionara de nuevo.“

“Eh, sí”, respondió. “La localizó en algún lugar cerca de Highland Park. Eso fue todo lo vi antes de
que irrumpieran en la casa y se llevaran la portátil. Edward ha estado trabajando toda la semana para
conseguir otro programa para rastrear el chip con la información que me diste, pero sigue diciendo
que el chip no puede ser localizado. Incluso localizó a tu médico en Phoenix, tiene en sus manos el
software que utilizaste, pero todavía no hay nada.“

“Me temía eso. Gracias. Te llamaré cuando me entere de algo”, le respondí, y colgué sin darle la
oportunidad de decir nada más. “Están en Highland Park.”

“Me lo imaginaba,” dijo Alec. “Tienen señalados en el mapa las casas y los negocios de Vladimir y de
Stephan, pero no hay forma de que hubieran retenido a Isabella allí, si es cierto que uno de ellos está
detrás de esto. Sería demasiado arriesgado y personal. Habrán encontrado algún lugar cerca de casa,
pero lo suficientemente lejos para mantenerlos al margen. En algún lugar bastante aislado, donde
podrían pasar desapercibidos, sin posibilidad de que alguien se tropezara con ella, aislado para que
cuando ellos entren o salgan no atraigan a ojos curiosos.” Echó un vistazo al mapa, estudiándolo
atentamente con la punta del dedo.
“¿Sabes?, un agente me visitó cuando estábamos detenidos”, dije en voz baja mientras me desplazaba
a través del historial del ordenador, viendo lo que Royce había estado buscando recientemente. “Tenía
uno de los diarios de Isabella. Lo había confiscado durante el registro de mi casa”.

“No debería tener diarios”, dijo Alec rotundamente. “Son demasiado incriminatorios”.

“No sabía que lo tenía”, le respondí. “Aunque también Elizabeth tenía uno, y tampoco supe nada de él
por mucho tiempo. El suyo está guardado en la guantera de mi coche, así que no lo encontraron, pero
ese no es realmente el punto. El agente me preguntó acerca de Isabella, y quería saber lo que estaba
rastreando en mi portátil con el programa GPS“.

“¿Qué dijiste?”, preguntó.

“Nada”, le respondí con firmeza, dándole una mirada de incredulidad. “Me conoces, Alec. No les di
nada. Aunque, él dijo que no estaba rastreando nada, que el programa decía que el chip no podía ser
localizado“.

Hizo una pausa y me miró con curiosidad, levantando las cejas inquisitivamente. “Bueno, gracias a
Dios por eso, pero creía que Emmett lo había arreglado“.

“Lo hizo”, respondí en voz baja. Siguió mirándome por un momento en silencio, ya que ambos
considerábamos lo que eso significaba, antes de volverse hacia el mapa. Centré mi atención de nuevo
en el ordenador portátil, recorriendo el historial. Había numerosos nombres y direcciones que habían
sido objeto de búsqueda, pero nada importante que destacara a primera vista.”

“¿Qué hay en esta calle lateral a la salida de la Ruta 41?”, preguntó Alec después de un momento,
apuntando a una sección del mapa rodeada ligeramente con un círculo a lápiz. El nombre de la calle
me resultó familiar y lo busqué en el historial, recordando que lo había visto un segundo antes. Un
mapa apareció e hice zoom en una vista aérea de la ubicación.

“Parece una especie de zona industrial. Está rodeada de árboles, pero no hay residencias que pueda
identificar, “le dije. “Parecen solo almacenes, muelles, unidades de almacenamiento y algunos
estacionamientos. Nada fuera de lo normal “.

“Tiene que ser ahí”, dijo. “Está justo al lado de la carretera, por lo que hay fácil acceso de entrada y
salida. No hay necesidad de preocuparse porque la gente sospeche por el aumento de tráfico o
extraños, y se espera relativamente ruido. No veo ningún otro lugar que se ajuste a los criterios y tenga
sentido en la zona, si es que está en Highland Park”.

“Lo está”, dije. “O lo estaba, de todos modos.”

“Bueno, esperemos que todavía esté. De lo contrario, todo esto habrá sido para nada “, respondió,
doblando el mapa y metiéndoselo en el bolsillo. “Vamos, terminemos con esto. Tenemos 48 horas“.

Cerré el portátil y me levanté cuando Alec comenzaba a salir de la habitación. Pasó justo al lado de
Clara, que estaba de pie en el pasillo mirándonos con nerviosismo. Asentí con la cabeza hacia ella
mientras salí, nos subimos en el coche. Lo puso en marcha y aceleró saliendo de la calzada, los
neumáticos chirriando mientras aceleraba. El sol se ponía, la oscuridad caía sobre Chicago mientras
nos dirigíamos al norte, hacia Highland Park.

Traté de llamar a Royce y Edward algunas veces más durante el viaje, sin suerte, la falta de
comunicación comenzaba a ponerme de los nervios. No tenía idea de lo que mi hijo estaba haciendo,
en qué situación se encontraba, o incluso, si estaba bien para el caso. Royce nunca me había dado
motivos para no confiar en él, y era lo suficientemente bueno en lo que hacía, había escalado puestos
rápidamente, pero el hecho de que uno de sus subordinados se hubiera descarriado no estaba bien
conmigo. Si hubiera estado en guardia y prestado atención, debería haberlo visto, se habría dado
cuenta de lo que estaba pasando con sus propios hombres. El hecho de que él hubiera estado tan ajeno
a lo que estaba pasando delante de sus narices no era una buena señal y me hizo cuestionar su
capacidad de evaluar situaciones, por no hablar de la voz en el fondo de mi mente que se preocupaba
porque todo podría ser una trampa. No quería creerlo, pero si Royce estaba involucrado, podríamos
estar dirigiéndonos directamente hacia nuestro fin.

Alec salió de la carretera y se acercó a la zona, cruzando las calles lentamente. La mayoría de los
edificios parecían abandonados, envejecidos y desgastados, algunos incluso clausurados. Las paredes
estaban plagadas de grafitis; imágenes de corazones con alas, horcas y los cuernos del diablo, junto
con estrellas de seis puntas estaban esparcidas alrededor con spray de pintura. Eran signos de pandillas
que había visto infinidad de veces, hechos por matones callejeros y buscavidas que se creían muy
duros. Hombres que no tenían verdadera lealtad uno por el otro, sin respeto dentro de sus órdenes, eran
oportunistas y alardeaban de sus posiciones, solo buscaban su propio beneficio en el largo plazo. Mi
padre siempre los había despreciado, perturbado por sus tácticas y falta de civismo. Odiaba su uso de
las palabras ‘gángster’ y ‘mafia’, se encogía ante su definición de 'iniciación' y 'hermandad'.

No podría contar las veces que le había oído despotricar durante su vida sobre todo eso, la forma en
que se enorgullecía de que, al menos, en su organización había respeto. Ellos podían haber violado la
ley y haber cometido crímenes atroces, pero en su mente todo era como se había fundado. La
organización que él lideraba no le hacía daño a la gente solo para hacerles daño. Su organización tenía
verdadero poder y compromiso.

Mi padre se tomaba el juramento en serio y creyó, hasta el día de su muerte, que la organización que
él había encabezado durante décadas, era una verdadera familia, una Borgata con un vínculo más
fuerte que la sangre. Él puede no haber sido un hombre querido a causa de lo estricto que era, pero fue
venerado y la gente siguió su ejemplo. Nadie quebró las reglas con mi padre cerca. Nadie lo traicionó
y muy pocos fueron lo suficientemente estúpidos como para romper deliberadamente el juramento con
él al mando.

Probablemente se estaría revolcando en su tumba, si supiera que la organización que él había ayudado
a construir y fortalecer había caído a niveles tan inhumanos como los matones que destruían la
propiedad y hacían alarde de sus crímenes. Todavía nos llamábamos a nosotros mismos: Hombres de
honor, pero no había nada honorable en intentar engañar a un chico inocente para que se iniciara por
razones egoístas, o permitir que la chica que amaba estuviera en peligro y solo darle la espalda. Mi
padre y yo nunca nos enfrentamos cara a cara, pero sabía que no había manera de que hubiera
permitido que ocurriera una situación como la que estábamos, bajo su mandato.

No había manera de que lo hubiera tolerado.

“¿Estás bien, Carlisle?” Preguntó Alec. Miré hacia él y vi la preocupación en su expresión. “Tenemos
que estar alerta en esto. No hay lugar para errores o dudas... no hay tiempo para indecisiones“.

“No estoy indeciso”, le dije. “Solo estoy pensando en cómo estaría de perturbado mi padre por todo
esto, si estuviera vivo “.

“Nada de esto estaría sucediendo si tu padre estuviera vivo”, respondió. “Sé que estás resentido con él
por haberte forzado a seguir sus pasos, pero tu padre era un hombre de honor... tan honorable como se
puede ser en nuestro mundo. Te hizo luchar por lo que querías en lugar de dártelo, a pesar de que
estaba en la posición de hacerlo, porque quería que fueras el tipo de hombre que lucha por lo que
significaba algo para ti. Si tu padre no hubiera muerto, todavía habría respeto. No tendríamos que
luchar contra fuerzas exiguas y separadas como lo estamos. La organización de tu padre estaba unida y
era fuerte. Nadie hubiera osado a hacer este ardid con él al mando, y si lo hubieran hecho, lo habría
aplastado de inmediato, sin dudarlo, solo por principios”.

“No somos mejores que los hombres que han marcado estos edificios”, dije sacudiendo la cabeza.

“No diría que tanto así. Me gusta pensar que la mayoría de nosotros todavía tenemos honor, yo mismo
incluido“, dijo.

“¿Dónde está el honor cuando mueren inocentes?”, le pregunté. “Ha muerto Jacob. El médico de Port
Angeles... “

“Murieron por un inocente”, dijo. “Es una pena, pero sus vidas fueron sacrificadas por Isabella. Y tal
vez eso no esté bien, pero es lo que es. A veces tienes que hacer lo que tienes que hacer para proteger
lo que es importante para ti. No puedes verlo, pero lo que has hecho por Isabella Swan, después de lo
que te ha costado personalmente, es honorable. No puedo decir que fuera capaz de hacer lo mismo si
estuviera en tu lugar. Si mi esposa hubiera sido asesinada por la chica, muy probablemente la habría
matado hace mucho tiempo por la ira“.

“Casi lo hice”, le dije. “He querido hacerlo. Más de una vez“.

“Pero no lo hiciste”, dijo. “En lugar de eso, estás aquí, arriesgando tu vida para encontrarla, y ahí es
donde está el honor, Carlisle. Probablemente lo que vamos a tener que hacer para salvarla no es algo
para estar orgullosos, pero vamos a salvarla. A veces hay que mirar todo el cuadro“.

“Nunca me imaginé que serías tú el que me diera una charla motivacional sobre esto”, dije,
sacudiendo la cabeza mientras él ponía el coche al lado de un contenedor de basura detrás de un
edificio vacío.

“Sí, bueno, ya has oído a mi esposa”, dijo mientras salía del coche. “Puedo haber roto mis votos con la
organización por haberme involucrado en esta situación, en primer lugar, pero no tengo ninguna
intención de romper mis votos con mi esposa. Ella me dijo que volviera a casa y eso es, exactamente,
lo que voy a hacer”.

Él salió y yo lo seguí, mientras caminaba junto al edificio, permaneciendo en las sombras y fuera de la
vista. Se detuvo cuando llegó a la esquina, mirando al otro lado de la carretera. Inmediatamente vi un
Mercedes negro estacionado entre algunos árboles al lado de un edificio pequeño.
“¿Es el coche de Royce?” Pregunté débilmente al ver una pequeña calcomanía ítalo-americana en él.
“Pensaba que conducía un BMW“.

“Y así es. Ese es el coche de James “, dijo Alec metiendo la mano en su chaqueta para sacar una de sus
armas. Lo miré sorprendido cuando vi que comprobaba dos veces que estuviera cargada. “Voy a cruzar
y echar un vistazo. Necesito que te quedes aquí y me cubras”.

“Bien”. Le dije sacando una pistola y quitándole el seguro. Miró rápidamente a su alrededor antes de
cruzar la calle, mirando el coche y revisando las puertas, pero todas estaban cerradas. Yo miraba la
zona para detectar cualquier signo de movimiento mientras él miraba alrededor, agachado y mirando
hacia las ventanas del gran edificio, que parecía ser una vieja empresa abandonada hacía mucho
tiempo. Regresó después de un momento, moviendo la cabeza.

“Por lo que he podido ver, parece vacío. No he visto a nadie dentro”, dijo en voz baja. Asentí y me
pellizqué el puente de la nariz en señal de frustración, abriendo la boca para hablar, cuando un fuerte
ruido se oyó detrás de nosotros, sorprendiéndome. Me di la vuelta y apunté mi arma, pero Alec me
agarró y me puso fuera de la vista.

“Qué...” comencé a decir, pero él negó con la cabeza y levantó la mano para hacerme callar. Escuché
múltiples voces mezcladas y Alec agarró mi brazo, haciendo un gesto con la cabeza para que
cruzáramos la calle. Lo seguí y me escondí junto al edificio vacío que había revisado momentos antes,
mirando en la oscuridad. Tres personas salieron de detrás del gran almacén, deteniéndose en el lugar
en el que habíamos estado parados. Reconocí a James inmediatamente y me di cuenta que estaba con
un desconocido de cabello rubio desordenado que sostenía con indiferencia un AK-47. Algo de la
tercera persona me resultaba vagamente familiar, pero estaba oscuro y estaba de espaldas a mí, así que
no pude ubicarlo.

“Son atrevidos, ¿no?” Dijo Alec, señalando al hombre del AK-47. “Valientes y descuidados. Es una
combinación peligrosa, el no tener miedo y tomarse las cosas tan a la ligera“.

“Unos jodidos locos es lo que son”, murmuré. No podía oír lo que decían, pero vi como James sacaba
un juego de llaves y se lo lanzaba a la tercera persona. James y el hombre del AK-47 fueron a la
entrada principal, abriéndola y despareciendo en el interior. “Sin llave”.

“Supongo que podemos añadir estúpidos a la lista de adjetivos, entonces”, respondió cuando el tipo se
volvió y comenzó a cruzar la calle, hacia el coche de James. Alec cogió su arma y se deslizó
rápidamente por la parte trasera del edificio. Me quedé allí un momento, antes de dar lentamente unos
pasos hacia el frente, manteniéndome cerca del edificio y permaneciendo en las sombras. Llegué a la
esquina justo cuando Alec dio la vuelta por detrás y alcanzó al hombre, apuntándole con su arma. El
hombre se congeló cuando vio a Alec, alzando las manos de inmediato y dejando caer las llaves.

“Alec”, dijo entrando en pánico. Su voz me parecía familiar y mi estómago se hundió cuando me di
cuenta de por qué.

“¿Catalano?”, dije. El hombre volvió la cabeza de inmediato, el miedo destelló en su cara cuando
hicimos contacto visual. Su nombre era Stephano Catalano, un chico apenas mayor que Edward, que
yo había iniciado solo unos meses atrás. Fui nombrado su mentor e instantáneamente me sentí lleno de
culpa porque había estado tan envuelto en mi vida, que lo había descuidado en gran manera. Se
suponía que debía ayudarlo a adaptarse a la organización, a aceptar su lugar en las filas, pero lo había
dejado arreglárselas solo y menos de seis meses después ya era un corrupto.

“Doctor. Eh, Carlisle, señor, “tartamudeó nerviosamente. “¿Qué está, eh, haciendo... aquí...?”

Iba a responder, pero antes de poder, Alec lo agarró y lo arrojó contra el lateral del edificio,
revisándolo rápidamente y sacando su arma. La puso en su bolsillo y negó con la cabeza mientras
apretaba su arma en la garganta del muchacho.

“No nos hagas perder el tiempo haciendo preguntas de las que sabes las respuestas, y no finjas que no
sabes nada, tampoco. Sabes por qué estamos aquí, y vas a decirnos lo que queremos saber“, dijo con
dureza, su tono hizo que mi piel se erizara.

“Yo, eh, te juro que no sabía...” comenzó a decir inmediatamente, pero Alec presionó la pistola en su
manzana de Adán y lo interrumpió. Un ahogado grito de dolor escapó de su garganta.

“¿Cuántas personas hay en el interior?” Preguntó Alec con firmeza.

“Cinco o seis, creo,” respondió, con lágrimas empezando a caer por sus mejillas. “Tal vez más, no lo
sé“.

“No es una buena respuesta,” dijo Alec.

“He visto seis, pero hay habitaciones donde no he entrado”, dijo nervioso.

“Mejor,” dijo Alec. “¿Están todos armados?”

“Los que he visto lo estaban. Siempre lo están“, respondió.

“¿Quiénes son?”, pregunté.

“Dios, en realidad no lo sé”, balbuceó Stephano.

“Bueno, será mejor que lo sepas”, dijo Alec bruscamente. “Ahora mismo, antes de que te vuele la
cabeza.”

“¡Mierda! ¡Está bien! Eh, James. Es al único que realmente conozco. Él me convenció de hacer esto,
te juro que al principio no sabía lo que estaba haciendo, no sabía que él iba a…“ él divagaba, se calló
abruptamente cuando Alec cogió el arma y le golpeó en el lateral de la cabeza con fuerza. Él gritó y se
tambaleó, pero Alec lo agarró y nuevamente, lo estrelló contra el edificio.

“No quiero tus excusas. Quiero nombres, “dijo fríamente.

“Muy bien, Dios, eh.... James. Y su chica, no sé su nombre“, dijo.

“¿Victoria?”, preguntó Alec. “¿La pelirroja?”

“No, ella no. La otra chica, la enfermera“, dijo.


“¿Heidi? ¿La rubia?“ Pregunté entrecerrando los ojos con ira.

“Sí, ella. Hay algunos tipos que no conozco, algunos extranjeros. Hay un hombre mayor, que es el que
está cargo. Se llama Stephan, lo recuerdo porque es como el mío. En realidad no he hablado con él.
¡Maldición, él es siniestro, hombre! Y hay otros dos jóvenes rusos que han estado dando vueltas, pero
no sé sus nombres. Son totalmente idiotas“, dijo.

“¿Y qué hay de la chica?” Preguntó Alec con firmeza.

“Ya te he dicho que la enfermera está ahí”, respondió.

“No te hagas el tonto”, espetó Alec. “Estoy hablando de Isabella.”

“Oh, eh, no la he visto. Quiero decir, sé que la tienen, pero no sé dónde, y como he dicho, hay otros
cuartos”, tartamudeó.

“¿No la has visto para nada?”, preguntó Alec. Negó frenéticamente en respuesta.

“Aunque, estoy seguro de que está ahí. O lo estaba, supongo. Solían llevar comida a la parte de atrás, y
escuché su voz una vez...“comenzó, deteniéndose bruscamente cuando brillaron unas luces y se oyó un
coche acercándose. Todos nos pusimos tensos y vimos cómo el BMW negro apagaba sus faros y se
deslizaba lentamente por la calle. Desapareció de la vista y yo caminé hacia el frente del edificio con
cautela, viendo cómo se detuvo a una manzana de distancia. La puerta del pasajero se abrió y una
figura corrió por la calle a medida que el coche se perdía de vista, la figura seguía acercándose. Mis
ojos se abrieron por la conmoción cuando él salió a la vista, el inconfundible pelo destacándose al
instante.

“¿Qué carajos estás haciendo, Edward?” Murmuré para mis adentros mientras se dirigía hacia el
edificio, metiendo la mano en la cintura del pantalón y sacando una pistola. Mi corazón latía
furiosamente y oí a Alec detrás de mí maldiciendo cuando se dio cuenta de que era mi hijo.

“Detenlo”, me dijo. Gemí y miré en pánico a mi alrededor antes de cruzar la calle corriendo, ya que se
dirigía a la puerta principal del edificio. Su mano agarró el pomo y se volvió en mi dirección antes de
poder abrirla, tenso por el shock de verme.

“Pa…” empezó a decir, pero lo agarré y arrastré lejos de la puerta justo antes de que pudiera abrirla.
Maldijo y se tambaleó a medida que tiraba de él por el lateral del edificio, mirándome confundido.
“¿Qué mierdas? Cristo, ¡ella podría estar ahí! “

“Baja la voz”, le espeté. “¡No puedes simplemente entrar por la puerta principal, Edward!”

“¿Qué diablos se supone que debo hacer?”, me preguntó con enojo, entrecerrándome los ojos. Los
tenía inyectados en sangre y con bolsas oscuras debajo. Era obvio que estaba agotado y parecía que no
hubiera dormido en mucho tiempo, con el pelo apuntando para todos lados y con la ropa desaliñada.
“¿Sabes cuánto tiempo ha pasado? ¿Sabes cuánto puto tiempo lleva desaparecida? ¡Tengo que
encontrarla, no importa cómo!”

“Lo sé, ¡pero no puedes solo entrar a ciegas! Realmente tienes mucho que aprender, hijo. ¿Quieres
morir? “, le pregunté. “Estamos aquí, estamos en ello.”
“Bueno, ya era maldita hora de que estuvieras aquí”, espetó. “¿Sabes por lo que he pasado esta
puñetera semana? ¿Qué demonios he tenido que hacer?“

“Cálmate”, le dije.

“¿Cómo mierdas quieres que me calme?” Estuvo a punto de gritar. “¡Vete a la mierda!”

Gemí y lo agarré del brazo, tirando de él hacia el otro lado de la calle. Se resistió al principio, pero
obviamente, estaba agotado y cedió rápidamente. Caminamos hacia donde estaba Alec, en la oscuridad
y miré hacia abajo, viendo a Stephano acurrucado en el suelo contra la pared.

“Tale il padre, tale il figlio”, murmuró Alec. “Ninguno de ustedes tiene ningún sentido de la
autopreservación.”

“Lo que jodidos sea. Merece la pena morir por ella“, dijo Edward de inmediato.

“¿Y qué pasará cuando mueras?” Replicó Alec dándole una mirada mordaz. “¿Qué pasará con ella? Tu
inconsciencia va a hacer que la maten. Ya eres un iniciado, necesitas empezar a pensar con la cabeza“.

Edward se tensó y rápidamente, me lanzó una mirada extraña. “Lo que sea, tengo que salvarla, es lo
que tengo que hacer“, murmuró, metiendo su arma en el bolsillo y pasándose las manos por el pelo
con nerviosismo. Miró a su alrededor, viéndose agotado, antes de señalar a Stephano. “¿Quién es este
hijo de puta?”

“Es un amigo nuestro,” dije fríamente. “Catalano”.

“Si es un amigo nuestro, ¿por qué coño está en el suelo?”, preguntó Edward frunciendo el ceño en
confusión.

“Es más amigo de James, al parecer,” respondió Alec.

“Espera, ¿él está metido en esta mierda?”, preguntó Edward. Asentí y él se abalanzó de inmediato,
agachándose y agarrando a Stephano por el cuello. “Más vale que no le hayas hecho daño, ¿me oyes?
¿Dónde diablos está? ¿Qué has hecho con ella? ¡Dime!“

Los ojos de Stephano se abrieron en shock y negó con la cabeza frenéticamente, mirando rápidamente
entre Alec y yo. “¡Te juro que no le he hecho nada! ¡Yo no la he visto!“

“¿Qué coño quieres decir con que no la has visto?” Espetó Edward, golpeando la parte de atrás de la
cabeza del muchacho contra el edificio. “¡Ustedes pendejos me quitaron a mi chica y la quiero de
vuelta!” Apoyó sus manos contra el edificio, llevando su pie hacia atrás y lanzándolo hacia delante.
Stephano se acurrucó formando una bola y comenzó a sollozar con fuerza mientras Edward le
golpeaba con el pie, mientras gritaba cosas de Isabella. Lo agarré por el hombro y traté de apartarlo,
pero me empujó y continuó golpeando a Stephano. Estaba temblando y las lágrimas fluían de sus ojos,
sus emociones llevándolo a perder el control.

“Se parece tanto a ti que es casi alarmante,” dijo Alec con calma. “No puedo contar cuántas veces has
permitido que se convierta en personal y has decidido utilizar tus manos y pies como armas“.
“Va a matarlo”, le advertí, presa del pánico por la manera en que mi hijo estaba fuera de control. “Él
no puede decirnos nada si está muerto, Alec”.

Alec suspiró y agarró a Edward, alejándolo de un tirón. Se resistió un poco, pero Alec era demasiado
fuerte para él y se interpuso entre los dos, dándole a Edward una mirada dura. “Basta ya”, dijo con
firmeza, antes de agacharse y agarrar a Stephano, poniéndolo de pie.

“¿Dónde ibas?” Preguntó Alec. “Ahora mismo, ¿por qué te ha dado James sus llaves?”

“Eh, comida,” murmuró, la sangre brotando de su rostro. Trató de limpiarla pero seguía fluyendo. “Yo
tenía que conseguir comida, señor.”

Alec se le quedó mirando por un segundo cuando la maleza se movió cerca del lugar haciendo que
Edward y yo nos tensáramos y cogiéramos nuestras armas como medida de precaución. “Hola,
Royce,” dijo Alec de forma monótona, sin siquiera darse la vuelta para mirar a la persona que se
acercaba.

“Alec, Carlisle,” dijo Royce, con tono vacilante mientras me saludaba. “Me alegro de verles de nuevo,
caballeros.”

“¿Cómo diablos supiste que era él?”, preguntó Edward, mirando con recelo a Alec. Alec suspiró con
fastidio, sacudiendo la cabeza.

“No importa. Siempre sé lo que me rodea “, respondió mirando brevemente a mi hijo antes de volver
su atención al muchacho en el suelo. “Si quieres que te muestre algo de clemencia, Catalano, esto es lo
que vas a hacer. Vas a cruzar la calle y a entrar por la puerta principal del edificio, y vas a decir que
has sido asaltado por los matones que merodean por estas calles. Vas a decir que te han robado el
dinero y las llaves de James. ¿Entendido?”

“Sí, por favor. Haré lo que sea“, farfulló.

“Bueno. Ahora ve“, dijo, empujando al muchacho. Stephano comenzó a tambalearse en la distancia,
lanzándole miradas nerviosas a Alec. “Carlisle, Edward y rodeen el edificio y cubran la puerta trasera.
Royce y yo nos encargaremos de la parte delantera.”

Asentí y cogí la pistola de mi abrigo mientras corría cruzando la calle, posicionándome en las
sombras, junto a la puerta trasera. Edward me siguió en silencio, la tensión que emanaba de él era tan
fuerte que casi podía sentirla sobre mi piel. Estaba inquieto y empezó a pasearse, por lo que me estaba
poniendo nervioso.

“Estás enfadado conmigo, ¿verdad?”, me preguntó después de un segundo, un ligero filo en sus
palabras. “Tuve que hacer esta mierda, papá. Tenía que encontrarla. Joder, tengo que saber, tengo que
verla. Necesito que esté bien. No sé qué coño voy a hacer si no lo está. Ella tiene que estar a salvo“.

“Tienes razón, estoy cabreado. No veo cómo desperdiciar tu vida ayuda a nada, pero ahora no es el
momento para esto”, dije bruscamente, tratando de no pensar en ello. Tenía que mantenerme sereno y
en calma, y pensar lo que había hecho solo iba a sacarme de quicio nuevo. “Vamos a entrar aquí y
acabar con esto, y no importa lo que encontremos, nos encargaremos de ello después”.
Parecía como si estuviera a punto de responder pero, en cuestión de segundos, empezaron a sonar
disparos en el interior del edificio y la puerta trasera se abrió de golpe, un joven desconocido de pelo
oscuro apareció. Se quedó helado cuando nos vio, sus ojos muy abiertos por el miedo, y levantó su
arma. Apunté y disparé, dándole entre los ojos. La sangre salpicó por todas partes y se tambaleó,
disparando una bala que pasó silbando entre nosotros mientras golpeaba el suelo. Le disparé
rápidamente dos veces más antes de coger la puerta y deslizarme dentro, momentáneamente aturdido
por la vista. La gente estaba gritando y esquivando balas, la mayor parte del sonido de los disparos
amortiguado por silenciadores. Edward entró detrás de mí y maldijo, lanzándose hacia un lado, entre
la ráfaga de balas, para ocultarse detrás de una mesa. Vi a Alec en la puerta principal, disparando a un
hombre mayor que supuse sería Stephan, mientras corría hacia la parte trasera.

Vi a James a unos metros de distancia, detrás de una mesa intentando a tientas cargar su arma.
Empecé a dispararle y él saltó en cuanto terminó lo que estaba haciendo, apuntándome con su arma
para devolverme los disparos. Mis primeras dos balas fallaron, pero la tercera le dio directamente en
el pecho, un fuerte jadeo escapó de su boca mientras se desplomaba. James luchó por tomar aire y algo
cercano llamó mi atención brevemente cuando una bala pasó silbando junto a mí, rozándome la
mejilla. Maldije por la sensación de quemazón y me distraje un momento, dando a James el tiempo
justo para adelantarse. Disparó algunas rondas, una tras otra, una bala me atravesó el hombro
izquierdo cuando otras más pasaron junto a mí. Mi brazo empezó a entumecerse casi de inmediato, un
dolor agudo atravesó la parte superior de mi cuerpo, pero olvidé mi lesión al instante cuando oí a mi
hijo gritar.

Me volví rápidamente y vi a Edward agarrando su brazo derecho, dándome cuenta inmediatamente


que una de las balas de James le había dado. Se quedó inmóvil en el lugar, pero se recuperó en
cuestión de segundos y cogió su arma, que había caído de su mano, cuando me giré para enfrentarme a
James una vez más. Empecé a disparar rápidamente, dando unos pasos hacia él en una explosión de ira
mezclada con el dolor de mi hombro. Mi visión se redujo al destello del cañón del arma, y mis ojos se
fijaron directamente en James, cuando empecé a introducir bala tras bala en su cuerpo. Tres se
estrellaron en su pecho, atravesándole el corazón y causando horribles ruidos jadeantes cuando la
sangre empezó a salir de sus heridas y luchaba por respirar.

Me detuve cuando estaba directamente sobre él, mirando furioso su figura inutilizada. Estaba tratando
de alejarse, forzando a su cuerpo para poder coger su arma, pero la vida se le escapaba con rapidez.
Apunté a su cabeza y lo miré a los ojos, no había ni una onza de miedo en su expresión cuando me
devolvió la mirada. Frío y sin corazón, incluso hasta en sus últimos segundos, sin una pizca de
remordimiento por lo que había hecho. “Arrivederci”, le dije con frialdad mientras mi rabia estaba en
una espiral fuera de control, torciendo la simple palabra a una expresión de enojo. Vi el destello de
fuego en sus ojos cuando finalmente llegó a su arma y combatió para recogerla rápidamente, pero
empecé a disparar rondas seguidas, las balas rasgando a través de su cráneo. Su dedo apretó el gatillo
como un acto reflejo, una bala voló hacia un lado mientras su cuerpo se sobresaltó en una violenta
sacudida. No me detuve hasta que la pistola hizo clic y habiéndole disparado cada bala, dejándolo casi
completamente irreconocible.

No tuve tiempo para pensar en lo que acababa de suceder, porque antes de que hubiera podido cambiar
mi arma, el sonido de un AK-47 atravesó el almacén y sus balas se estrellaron contra todo lo que me
rodeaba. El ruido era ensordecedor y me agaché para cubrirme, cogiendo mi segunda arma. Quité el
seguro y empecé a disparar contra el hombre con el arma, impactándole en la pierna con mi primera
ronda. Se tambaleó, pero continuó disparando, otra bala rozó mi cuello en medio del caos. Sentía mi
cuerpo como si estuviera en llamas y mi visión estaba borrosa por el dolor, pero luché para mantener
el control sobre mí mismo.

Vi como Royce salía huyendo de los disparos, pero no pudo cubrirse lo suficientemente rápido. Las
balas desgarraron su carne y gritó, tratando de disparar mientras se desplomaba. Maldije y disparé
algunas rondas más, uno impactó en el estómago del hombre del rifle de asalto. Mi arma empezó a
hacer clic cuando se le acabaron las municiones y luché para recargar cuando Edward comenzó a
disparar a unos pocos metros de distancia, una de sus balas rozó el cuello del hombre y otra impactó
en su espalda. Los disparos se silenciaron momentáneamente mientras Edward volvía a cargar y el
hombre se tambaleó, luchando por mantenerse en pie. Alec apuntó con su arma en ese momento,
disparándole tres veces, sin dudarlo, directamente en la cabeza. Cayó hacia atrás, con el dedo
apretando el gatillo y roció violentamente con balas mientras se derrumbaba. Vi a Alec tambalearse
unos pasos cuando una de ellas le impactó, pero se mantuvo en pie, recuperándose con la rapidez
suficiente para despacharle otra ronda.

Los gritos desgarradores de una mujer rompieron el aire cuando el hombre cayó al suelo, el sonido
envió un escalofrío por mi espalda. Edward corrió inmediatamente en dirección al ruido y yo le grité,
advirtiéndole que tuviera cuidado, aunque no estaba seguro de si me había escuchado en medio del
caos. Iba detrás de él cuando empezaron a resonar balas en la parte trasera de la habitación, una pasó
zumbando junto a mi cabeza. Alec nos cubrió disparando a quien supuse que debería ser Stephan,
aunque realmente no podía verlo desde mi posición. Después de un momento, Edward se congeló
abruptamente y casi salí corriendo directamente hacia él, confundido acerca de por qué se había
detenido, hasta que mis ojos se posaron en Heidi que estaba de pie en la esquina. Tenía los ojos muy
abiertos por el miedo y levantó las manos rindiéndose, un fuerte grito todavía reverberaba de ella.

Se calmó un poco en un segundo, temblando visiblemente mientras nos miraba frenéticamente.

“Por favor”, gimió, las lágrimas corrían por su rostro. “Edward, doctor C. Yo no… lo siento… Te lo
juro, ¡lo siento mucho!”

En ese momento parecía que todo se hubiera detenido, un misterioso silencio tenso cayó sobre
nosotros que nos quedamos mirándola. Sin embargo, el momento pasó tan rápido como había llegado,
y Edward reaccionó rápidamente… aunque yo era más rápido. Levantó su arma, con expresión llena
de rabia, pero yo disparé antes de que él pudiera apretar el gatillo. Di un paso adelante para bloquear
la línea de visión de Edward y Heidi se tambaleó hacia atrás, quedándose sin aliento mientras se
desplomaba en el suelo. Lleno de culpa y vergüenza, me paré frente a ella y observé cómo la vida se le
escapaba, disgustado conmigo mismo por haber asesinado a una mujer desarmada, ya que eso era algo
que había evitado tanto como me había sido posible en mi vida. Ella pudo haber merecido su suerte, y
yo sabía en mi interior que no habría salido con vida de la habitación de todos modos, pero me dolió
tener que ser el que había apretado el gatillo. Sin embargo, no había jodida manera de que yo pudiera
dejar que mi hijo llevara ese tipo de cargo de conciencia de por vida. Ya tenía suficiente sobre sus
hombros.

“Yo podría haber hecho esa mierda”, Edward escupió con rabia detrás de mí. Me giré para contestarle,
entrando en pánico cuando vi a Stephan cruzar la habitación sujetando un AK-47 y apuntándonos.
Rápidamente, me abalancé sobre Edward y lo tiré al suelo, aterrizando sobre él cuando la ráfaga de
balas resonó por todos lados. Sthephan se detuvo por un momento y se agachó para cubrirse cuando se
quedó sin munición, luchando para recargar mientras Alec volvió a disparar algunas rondas, antes de
levantarse de nuevo y volver a disparar en cuestión de segundos. Las balas atravesaron a Stephan
cuando Edward y yo le disparamos desde nuestra posición y luchaba por mantener el equilibrio,
negándose a dejar de luchar a pesar del que le estuvieran disparando de todas direcciones. Observé
horrorizado cómo algunas de las balas del AK-47 le dieron a Alec y tropezó, cayendo de rodillas.

Me levanté de un salto y corrí rápidamente, cogiendo mi arma cuando la ira se apoderó de mí. Empecé
a disparar de nuevo sin dudarlo, tres balas impactaron directamente en la cabeza de Stephan mientras
corría hacia mi cuñado. Me miró conmocionado durante una fracción de segundo antes de
desplomarse con fuerza, haciendo un gran estruendo ya que se llevó consigo una silla metálica a
medida que caía. Miré a mi alrededor con cautela para asegurarme de que la amenaza se había ido,
antes de dejar caer mi arma y acuclillarme delante de Alec, presa del pánico. Él estaba de rodillas y
encorvado, haciendo un ruido como de silbidos y agarrando su estómago. Pude ver la sangre roja
filtrándose en su camisa y me miró, el color desapareciendo de su rostro. Me habían alcanzado un par
de balas durante el caos, pero las heridas eran superficiales y podría tratarlas por mi cuenta. Alec sin
embargo, obviamente, no había tenido tanta suerte.

“Déjame ver”, le dije de inmediato, tratando de apartar sus manos. Se resistió al principio, pero
finalmente cedió, sentándose de nuevo. Le abrí la camisa para poder mirarlo bien e hizo un gesto de
dolor al tocar la zona, con tres impactos distintos y visibles en su abdomen. “Esto no es bueno, Alec.
Tenemos que llevarte a un hospital”.

“Estoy bien”, gruñó, empujando mis manos mientras luchaba por ponerse de pie. Se tambaleó un poco,
pero logró ponerse de pie por sí solo, negándose a mi ayuda. “Tienes que encontrar a la chica”.

Sus palabras me trajeron de vuelta a la situación actual y rápidamente miré a mi alrededor, buscando a
Edward. Vi que se acercaba a una puerta al otro lado de la habitación por la que Stephan había salido,
estaba tirando frenéticamente de su cabello. Estaba agotado, con ropas rasgadas y salpicadas de
sangre. Estaba preocupado por él, pero mi preocupación cambió cuando Edward se quedó paralizado
en la entrada de la habitación, una palabra solitaria escapaba de su garganta en un grito agónico.

“¡Bella!”

Entró corriendo a la habitación y rápidamente lo seguí, congelándome nada más entrar. Mi respiración
casi me abandonó al ver a Edward sentado en el borde de un sucio colchón roto y cogiendo a Isabella
entre sus brazos, su cuerpo estaba débil e inerte. Apenas podía reconocer a la chica que estaba en mi
casa un par de semanas atrás, en lugar de eso, se parecía a la chica que había recogido hacía más de un
año en Phoenix. Había perdido una gran cantidad de peso y obviamente, tenía una deshidratación
severa, su piel estaba manchada y sus labios azules. Su ropa estaba hecha jirones, con el cuerpo
cubierto de hematomas y de sangre seca. Incluso desde donde yo estaba podía ver sus heridas, que
hicieron que se me revolviera el estómago.

Edward estaba entrando en pánico, aferrándose a ella con fuerza mientras las lágrimas comenzaron a
correr por sus mejillas.

“¡Isabella, pequeña, despierta! ¡Abre los ojos para mí!“ Dijo, con voz temblorosa. “¡Mierda! Por
favor, tesoro”.
La cogió entre sus brazos, acunándola, y pasó junto a mí mientras la sacaba a la parte abierta del
almacén. Su brazo herido casi le falla pero él la sostuvo, dejándose caer apoyándose contra la pared y
abrazándola con fuerza. Me puse en cuclillas a su lado y agarré su muñeca. Su pulso era débil y
errático. Sus manos estaban heladas y su brazo estaba torcido en una posición antinatural, por un
hombro dislocado, obviamente. Pude ver cómo su pecho se movía rápidamente, su respiración era
superficial y tenía fiebre así que exploré sus ojos, notando que sus pupilas se contraían. Ella no
reaccionaba a ninguno de los reflejos, su sistema neurológico no estaba funcionando con normalidad.

“¿Está bien? Cristo, ¿por qué demonios no se despierta?“, preguntó Edward alarmado, acariciando su
rostro con su mano. Suspiré, negando con la cabeza.

“Voy a suponer que ha sido drogada con algo. No puedo estar muy seguro, pero probablemente con
algún tipo de barbitúrico“, respondí.

“Pero joder, ¿está bien? ¿Va a estar bien?“, me preguntó.

“Yo, eh... Me gustaría saberlo a ciencia cierta. Yo...“ Empecé a decir, pero me interrumpió antes de
que pudiera tratar de explicar.

“Siempre estás tratando de jugar al puto doctor conmigo, y en el maldito momento que te pido tu
puñetera ayuda, ¿esto es lo que me das? ¿Un maldito me gustaría saberlo? ¡Tienes que estar
bromeando!“, espetó.

“Necesito ir a algún sitio donde realmente pueda valorarla” dije. “Está viva…”

“Y joder, será mejor que siga siendo así” espetó, interrumpiéndome nuevamente. “Isabella, cariño,
necesito que despiertes para mí. Te necesito. Cristo, te necesito. Mierda, tienes que salvarte, porque no
podré vivir si no lo haces. ¡No podré sobrevivir si no lo haces! Por favor. Haré lo que sea, solo
despierta, para que yo sepa que estás bien”.

El pecho me dolía por su arrebato emocional, las palabras atrapadas en su garganta mientras
comenzaba a balancear su cuerpo. Estaba claro que había llegado a su límite, todo había hecho crisis
mientras se aferraba a la mujer que amaba y le pedía que sobreviviera. “Voy a hacer todo lo posible
por ella”, dije en voz baja.

“Joder, más vale que así sea” me gritó. “Te juro que si no lo haces, joder, voy a matarlos a todos. Todo
el que le haya hecho puto daño, voy a matarlo.”

Iba a responder, pero antes de poder hacerlo la voz de Alec sonó detrás de mí. “Demasiado tarde”, dijo
con calma”. “Ya están todos muertos”.

Edward miró a Alec, entrecerró los ojos y tenía expresión de hostilidad pura. “Bueno, volveremos a
esos hijos de puta de nuevo a la vida para que yo pueda matarlos de nuevo de una puta vez,” escupió
irracionalmente. “¡Maldición, ella tiene que bien!”

Alec se quedó mirándolo un momento antes de girarse hacia mí. Intentó dar un paso, pero se le
doblaron las rodillas, y lo cogí rápidamente antes de que cayera al suelo. “Tengo que llevarte a un
hospital ahora mismo” dije, sabiendo que estaba empezando a debilitarse por la pérdida severa de
sangre.

“Estás en libertad bajo fianza, Carlisle,” se mofó, sacudiendo la cabeza y apartándome. “Voy a llegar
al hospital por mis propios medios. Tienes que llamar a Aro y conseguir que te envíe algunos hombres
para ayudarte a limpiar este desastre antes de que caigamos todos“.

“Alec”, comencé a decir, pero me detuvo con una mirada mordaz.

“Escuchaste lo que dije”, afirmó rotundamente a medida que empezaba a alejarse, el dolor que sentía
era visible en sus movimientos pero no lo verbalizó en absoluto. Miró a los cuerpos esparcidos a su
alrededor con cautela, sacudiendo la cabeza mientras sus ojos se posaron en el cuerpo sin vida de
Royce. “Che peccato”.

“Lo sé,” dije, sintiéndome intensamente culpable. Metí la mano en el bolsillo para sacar mi teléfono
cuando Alec empezó a tambalearse hacia la puerta. Lo miré por un segundo, la preocupación me
consumía. “¿Estás seguro de esto, Alec? Estás perdiendo mucha sangre, no sé si... “

“No seas estúpido, Carlisle,” afirmó. “Haz que limpien esto, lleva a Isabella a mi casa y cúrala antes
de que tu hijo intente resucitar a la gente solo para matarlos de nuevo.” Se detuvo cerca de la salida y
sacó la pistola de la cintura de su pantalón, dándose la vuelta. Me miró por un momento con expresión
extraña antes de mirar al otro lado de la habitación, donde el joven Stephano estaba sentado en estado
de shock, tan silencioso que era casi imperceptible. Alec le apuntó con su arma y le disparó tres veces,
los disparos sorprendieron a Edward.

“¡Mierda! ¡Cristo, Alec!“ Espetó, mirando sorprendido el cuerpo de Stephano desplomándose. “¡Creí
que le habías dicho que le mostrarías un poco de maldita clemencia por habernos ayudado!”

“¿Sabes lo que sucede a los que traicionan a la organización, Edward?” Alec preguntó secamente,
soltando su arma y dejándola caer al suelo. “Se les incapacita y se les hace cortes antes de
abandonarlos en una cloaca o en algún edificio abandonado. En algún lugar infestado, y ¿sabes lo que
les pasa cuando las alimañas los encuentran, cuando huelen la sangre? ¿Te imaginas estar consciente
de lo que está pasando, pero ser incapaz de detenerlo? Ser comido vivo no puede ser una forma
agradable de morir, pero supongo que es muy apropiado, dar las ratas a las ratas. Así que sí, Edward,
le he mostrado un poco de clemencia, porque lo que he hecho es un infierno mucho más humano de lo
que hubiera pasado si todavía estuviera respirando cuando Aro llegara“.

Alec se giró para marcharse cuando empecé a marcar el número de Aro, mi corazón latía furiosamente
mientras sonaba. Oí a Edward maldecir conmocionado y me volví a mirarlo, congelándome cuando vi
que los ojos de Isabella estaban abiertos. Ella parpadeó un par de veces cuando lo vio, la cara de mi
hijo visiblemente aliviada mientras la miraba.

“¡Joder, tesoro, me habías asustado como la mierda!” Dijo.

“Edward,” susurró, su voz apenas audible. Su voz era rasposa e hizo una mueca mientras hablaba.

“Sí, soy yo. Te dije que te encontraría, maldita sea. Que nunca me daría por vencido. Te lo prometí.
Sempre”, tartamudeó, acariciando su cara una vez más. “Dios, jodidamente te amo.”
Una lágrima se deslizó por su mejilla e Isabella trató de alzar la mano para quitársela, pero estaba
débil y se quedó corta. Ella musitó algo que no pude oír, pero Edward se rió en respuesta, el sonido me
pilló con la guardia baja. Iba a hablar, pero antes de poder la voz de Aro sonó a través de la línea,
deteniéndome.

“¿Sí?”, dijo.

“Soy Carlisle,” le dije.

“Ah, Carlisle. Estaba muy preocupado. ¿Está todo bien? Yo no he...“ Empezó a decir, el resto de lo
que dijo fue incomprensible porque un golpe y un ruido sordo se escuchó por la habitación,
distrayéndome. Salté por la sorpresa y casi dejo caer el teléfono, girándome rápidamente y
congelándome horrorizado cuando vi a Alec tirado en la entrada, después de casi haber logrado salir
antes de derrumbarse. Maldije y comencé a correr hacia él, haciendo caso omiso a Aro en mi pánico.
Me agaché y tiré de él de nuevo hacia adentro, girándolo rápidamente y buscándole el pulso. Todavía
respiraba, pero estaba inconsciente, y totalmente desvanecido.

“¡Mierda! ¡Papá!“ Gritó Edward de repente. Miré en su dirección rápidamente, la sangre corriendo tan
furiosamente a través de mis venas que podía oír cómo resonaba en mis oídos. Me quedé helado
inmediatamente cuando lo vi aferrarse a Isabella, su cuerpo se convulsionaba violentamente en sus
brazos. Miré de Isabella a Alec, sin saber qué hacer, el miedo recorriéndome. Podía oír a Aro
preguntando si todo estaba bien, pero estaba demasiado abrumado para explicárselo. Royce estaba
muerto, Alec estaba sangrando e inconsciente, Isabella estaba convulsionando, mi hijo estaba asustado
y yo tenía un almacén lleno de devastación que tenía que limpiar con muy poco tiempo para hacerlo.

“No. No está bien“.

**************
Oggi a te, domani a me = Hoy por ti, mañana por mí (“Cada perros tiene su día”)

Che peccato = Que Lástima


Capítulo 72 Errores perdones

"Todos estamos llenos de debilidades y errores; perdonémonos recíprocamente nuestras locuras.”


Voltaire.

Isabella swan
Traducido por Betzacosta

Todo lo que podía ver eran fuegos artificiales.

Destellos de luz abriéndose paso en la oscuridad, fuertes explosiones resonando en la distancia. Ya no


sabía lo que era real, dónde estaba ni lo que estaba pasando, de lo único que estaba segura era de los
fuegos artificiales.

Me recordó el día en que Edward me había llevado a la fiesta del lago, cuando pasamos Año Nuevo
juntos. Prácticamente, todavía podía sentir su presencia y sentía como si un millón de mariposas
hubiesen invadido mi cuerpo, dejándome débil y mareada.

"Solo son fuegos artificiales, tesoro, nada que temer," él había susurrado. "Hacen ruido pero no te van
a lastimar. De hecho, no voy a permitir que nada te lastime.”

Había creído en sus palabras mientras estuve allí, así como lo había hecho la primera vez que las dijo.
No sentí miedo, porque muy en el fondo sabía que realmente no podrían hacerme daño. Sin importar
lo que me hicieran, nunca podrían destruirme. Nada lo haría.

“Llegaste a mí por una razón, para salvarnos el uno al otro,” declaró él. “Porque no eres la única que
necesita ser salvada, Bella. Me estaba ahogando, y tú me has rescatado.”

Él vendría por mí, y me salvaría, porque eso era exactamente lo que hacíamos el uno por el otro. Sin
importar lo que sucediera, él nunca me abandonaría ya que estábamos destinados a estar juntos.
Edward Cullen era mi destino. Me estaba ahogando, desvaneciéndome más y más con cada momento
que pasaba, pero sabía que iba a estar bien, siempre y cuando no perdiese las esperanzas.

Era solo una cuestión de tiempo hasta que él llegara.

Así que mientras estaba acostaba en la oscuridad, escuchando el estruendo de los fuegos artificiales a
mi alrededor, luché para aguantar. El día en el lago se repetía en mi mente, el amor que sentí por él
esa noche me mantenía cerca de la superficie. Vi su cara y escuché sus palabras, recordándolo con
todo detalle. Habíamos sido tan felices y me aferré a esa fuerza, desesperada por sentir más de lo
mismo.

Los fuegos artificiales se desvanecieron con el tiempo, el momento se perdió, pero su débil voz
continuaba sonando en mis oídos. No podía entender sus palabras, pero sabía que era él, porque podría
reconocerlo en cualquier lugar. Los pequeños vellos de mis brazos se levantaron mientras mi piel se
estremeció, en una sensación tan real que casi podía olerlo. El aroma era único en su clase, cálido y
embriagador, atrayéndome más cerca de la superficie mientras se arremolinaba a mi alrededor. Me
preguntaba si era un espejismo, como un hombre sediento en medio de un desierto caliente y seco, que
veía un lago en la distancia que realmente no estaba allí. ¿Estaba tan desesperada porque viniera que
mis sentidos me estaban engañando haciéndome creer que había sucedido?

Después de un momento, tras oír unas cuantas explosiones más, la luz se filtró a través de mis
párpados y la voz de Edward se hizo aún más fuerte que antes. Me obligué a abrir mis ojos de
inmediato ante el sonido, parpadeando rápidamente mientras trataba de aclarar mi visión. Todo estaba
borroso pero pude distinguir el cabello con tonos bronce, la visión casi detiene mi corazón. Oí otras
voces en el fondo, sus palabras confusas y apenas audibles, pero en ese momento, nada que no fuera la
imagen frente a mí, importaba.

Mis ojos ardían y su rostro se mantuvo borroso sin importar lo mucho que parpadeara, pero no me
importó porque estaba totalmente segura de que él estaba allí. Podía sentirlo, su presencia calmando al
instante mis nervios y reconfortándome a pesar de mis dudas pasadas.

Giró la cabeza después de un momento, sus ojos encontrándose con los míos. Los veía más claramente
que todo lo demás, el llamativo color verde brillante en medio de la niebla. "¡Mierda!" escupió,
enviando escalofríos por todo mi cuerpo. Mi visión se nubló todavía más y parpadeé rápidamente,
ansiosa por permanecer consciente mientras la oscuridad amenazaba con llevarme de nuevo. "Joder,
tesoro, ¡me habías asustado como la mierda!"

"¿Edward?" Susurré, arrugando la cara por el ardor en mi garganta al hablar. Sentía como si estuviera
en llamas, con la boca completamente seca.

"Sí, soy yo. Te dije que te encontraría, maldita sea. Que nunca me daría por vencido. Te lo prometí.
Sempre," soltó rápidamente, su voz llena de emoción mientras pasaba su mano por mi mejilla. Su piel
era sorprendentemente cálida, su tacto suave. "Dios, jodidamente te amo."

Me pareció ver el brillo de una lágrima en su mejilla y traté de alcanzarla, mi pecho dolía por él, pero
estaba demasiado débil para limpiarla. El movimiento socavó toda mi energía y todo comenzó a
desvanecerse de nuevo tan pronto como mi mano bajaba. Estaba confundida y no era capaz de pensar
con claridad, abrumada por todo mientras comenzaba a desmayarme. La imagen en frente de mí se
retorcía y se ponía borrosa, los ruidos desaparecían como si me estuviese ahogando de nuevo.

"Feliz Año Nuevo," susurré distraídamente, cerrando los ojos mientras su risa atravesaba la
habitación. Le sonreí en respuesta cuando un frío escalofrío atravesó mi espalda, adormeciéndome y
haciendo que me pusiera a temblar, Edward empezó a gritar frenéticamente cuando comencé a perder
la conciencia una vez más.

No tenía manera de medir cuánto tiempo pasó mientras estuve inconsciente… pudieron haber sido
horas o días, incluso meses para todo lo que sabía, pero de lo único que estaba segura era de que nunca
estuve sola. Oí voces vagamente familiares, en ocasiones detectando su presencia mientras vagaba en
la superficie, pero todo se desvanecía tan rápido como llegaba. Comencé a preguntarme de nuevo si
incluso en verdad había visto a Edward, cuestionándome si solo había sido un producto de mi
imaginación. Tuve un par de alucinaciones, recuerdos reprimidos resurgiendo y torciéndose en
encuentros surrealistas que sabía que no podían ser reales. Sostuve conversaciones en mi mente con
gente que sabía estaba muerta, experimentando un déjà vu en repetidas ocasiones mientras revivía
retazos de mi infancia. También tenía miedo que todo hubiese sido solo un sueño y que él no hubiera
venido por mí, asustada de lo que encontraría cuando finalmente abriera los ojos... si lo hacía alguna
vez.

Poco a poco, empecé a tener breves momentos de lucidez, unos que solo creía que eran reales por el
dolor que sentía cuando ocurrían. Normalmente estaba adormecida, a excepción de un cosquilleo
extraño en mis miembros, pero en ocasiones, un dolor intenso atravesaba mi cuerpo sacándome de mis
sueños. Esos momentos comenzaron a suceder más a menudo y a pesar del hecho de que fueran
angustiosos, les daba la bienvenida. Querían decir que todavía estaba con vida, que de alguna manera
todavía intentaba aferrarme.

Oí un tarareo extrañamente familiar durante uno de mis momentos, que sirvió para distraerme del
dolor que sentía en mi cuerpo y me empujó a luchar por recuperar la conciencia. Cuando por fin
encontré la fuerza para obligar a mis ojos a abrirse, me di cuenta inmediatamente de que estaba en una
habitación oscura. Era claramente de noche, y no era capaz de ver nada más, además de una forma de
pie a unos metros de distancia mientras mis ojos trataban de enfocarse. Me di cuenta de que el tarareo
venía de allí y luché para distinguir quién era, solo para congelarme en la confusión cuando
finalmente se volvió hacia mí.

"¿Clara?" susurré con incredulidad, preguntándome si estaba imaginando cosas otra vez, porque no
entendía cómo podía estar allí. Ella era la última persona a la que esperaba ver, y empecé a
preguntarme si estaba aún con vida.

"¡Isabella!" jadeó, corriendo hacia mí. La miré fijamente en shock, abrumada por mi incertidumbre y
preguntándome si no era más que otra alucinación. ¿Qué era real? Traté de sentarme pero grité
mientras el dolor se intensificaba.

"Me duele," gemí mientras las lágrimas escocían en mis ojos. Sentí que una se deslizaba por mi
mejilla, Clara inmediatamente la limpió.

"Sé que es así," dijo en voz baja. "El doctor me dijo que te dolería cuando finalmente despertaras. Has
estado inconsciente durante mucho tiempo, cariño."

"¿Doctor?" Le pregunté, nunca hubiese imaginado que ella diría esa palabra. ¿Cuánto tiempo había
estado inconsciente, de todos modos? "Charles no deja que nos vean los médicos, Clara."

"¿Charles?" preguntó ella en respuesta, frunciendo el ceño mientras negaba con la cabeza. "¿Dónde
crees que estás, Isabella?"

"En casa de los Swan. ¿Dónde más podría estar?" Le respondí. Estaba desorientada y exhausta,
arrastrando las palabras. Quería desesperadamente cerrar los ojos de nuevo, pero me daba miedo,
preocupada por no volver a abrirlos. "¿Dónde está mi madre?"

Sus ojos se abrieron cuando me miró boquiabierta. "¿Tu madre?" preguntó vacilante. Traté de asentir
con la cabeza, gimiendo en voz alta por el dolor en el cuello. "Ella, eh... um, espera, ¿de acuerdo?" Se
giró y salió de la habitación y finalmente permití que mis ojos se cerraran, tratando de bloquear todo y
darle sentido a lo que estaba sucediendo. ¿Dónde estaba?

"Vamos, abre los ojos de nuevo," oí que una voz decía de la nada, sobresaltándome. Me obligué a abrir
los ojos de nuevo para ver a un hombre familiar, con expresión de preocupación en su rostro. "Gracias,
dolcezza. Me preocupaba que te hubieras ido de nuevo."

"¿Doctor Cullen?" Pregunté con aprensión, mi confusión profundizándose.

"Sí, soy yo," respondió, sacando un estetoscopio y presionándolo contra mi pecho. Salté por la frialdad
inesperada, el dolor rebotando a través de mí por el movimiento. "Trata de no moverte."

"Me duele," murmuré, las lágrimas empezaron a caer de nuevo.

"Sé que es así," dijo, poniendo su mano sobre mi frente. Me quedé lo más quieta posible, luchando por
ignorar el dolor y mantener los ojos abiertos mientras me revisaba con atención. Clara se movía sobre
su hombro, retorciendo sus manos con nerviosismo, toda la escena era surrealista.

"¿Es usted real?" Le pregunté después de un momento, incapaz de guardar silencio por más tiempo. El
doctor Cullen se detuvo y me miró con sorpresa.

"¿Soy real?" preguntó.

"¿Está realmente aquí?" Elaboré. "¿O esto es solo otro sueño?"

"Oh, soy bastante real," respondió, deteniéndose brevemente mientras una pequeña sonrisa surgía en
sus labios. "Por lo menos, eso creo."

Traté de sonreír en respuesta, pero estaba débil y no estaba segura de si funcionaría, todavía sin
comprender lo que estaba sucediendo. "Estoy confundida", dije. "No lo entiendo. Yo... no lo recuerdo.
¿Cómo ha llegado hasta aquí? ¿Dónde está Edward? ¡Oh Dios! ¿Dónde está Edward?"

Casi empecé a hiperventilar, paralizada por el miedo en el momento en que pensé en Edward. Me
acordé de nosotros teniendo un accidente y eché un vistazo alrededor de la habitación buscándolo
frenéticamente, tratando de sentarme de nuevo, pero el doctor Cullen bloqueó mis movimientos.
"Cálmate", dijo.

"No puedo, " le grité, con la voz rasposa y rompiéndose por mi pánico. "¿Dónde está?"

"Él está bien, Isabella. Relájate y toma unas cuantas respiraciones profundas. No ayuda que te alteres,"
dijo, sin dejar de mirarme.

"¿Dónde está?" Le pregunté de nuevo confundida. "¿Está en el hospital? ¿Por eso que no está aquí?"

"No está en el hospital. Te aseguro que está bien. Solo tenía que hacerse cargo de algo esta noche,"
respondió vacilante. Entrecerré los ojos sospechosamente cuando él desvió la mirada, centrando su
atención en mi brazo. Lo levantó y yo grité de dolor, mi hombro rígido y palpitando.

"¿De qué se está ocupando?" Le pregunté, sabiendo que Edward nunca habría dejado mi lado a menos
que fuera absolutamente necesario y preocupada porque el doctor Cullen no me estaba explicando las
cosas muy bien.

"En realidad no es importante ahora," dijo con fuerza, su tono de voz firme me tomó desprevenida.
"Necesitas concentrarte en ti misma en este momento, Isabella. Edward volverá pronto, y va a ponerse
eufórico al saber que estás despierta. No ha dejado tu lado durante todo el tiempo que has estado aquí,
a excepción de esta noche. En realidad, es muy probable que se moleste mucho consigo mismo por no
haber estado aquí, pero realmente no ha podido evitarlo."

"Yo..." Empecé, sin saber siquiera que rumbo llevaban mis pensamientos. Nada tenía sentido.
"Todavía no lo entiendo. Estoy confundida."

"Me imagino que lo estás. Has estado inconsciente por un tiempo, así que es natural que estés
aturdida. Te mantuvieron drogada las dos semanas que estuviste, eh, lejos," dijo vacilante, dándome
una mirada recelosa. "No estabas en muy buenas condiciones cuando te encontramos."

"Drogada," repetí su palabra, destellos de memoria regresando a mí. Recordé un hombre


inyectándome un par de veces, su voz poco familiar. Todo era tan confuso, mis alucinaciones lo
confundían todo y lo mezclaban por completo.

"Sí, drogada. Estuviste, básicamente, en un coma inducido, supongo que era su manera de mantenerte
sometida. Es probable que no recuerdes mucho en este momento, y lo mejor es que no te presiones
para hacerlo. Los recuerdos volverán con el tiempo," dijo con firmeza, su tono me decía que hablaba
en serio. "Tu cuerpo creo dependencia hacia la medicación que te inyectaron, así que cuando
empezaste a eliminarla de tu sistema entraste en abstinencia. Tuve que ponerte de nuevo para empezar
a quitarla paulatinamente y me llevó algún tiempo, por lo que es probable que pase un tiempo antes de
que comiences a sentirte normal de nuevo. Hubiera sido mejor llevarte a un hospital, pero
simplemente no había manera de explicar tu condición junto con una adicción a Nembutal."

"Está bien," empecé, deteniéndome bruscamente y tensándome mientras él sacaba una aguja llena de
líquido claro.

"Es solo morfina para el dolor. Te ayudará a descansar," explicó cuando se dio cuenta de mi reacción,
tomando suavemente mi brazo. Miré hacia abajo, frunciendo el ceño en confusión cuando vi una aguja
pegada en mi brazo. El doctor Cullen inyectó el líquido en mis venas, sonriendo suavemente. "Como
he dicho, estabas en mal estado cuando te encontramos. Estabas muy deshidratada y con el hombro
dislocado, entre otras cosas, por lo que es probable que haya algunos efectos permanentes como
resultado."

"¿Cuánto tiempo ha pasado?" Susurré, tratando de comprender sus palabras.

"Hoy es veintinueve de octubre", respondió vacilante mientras me miraba con cautela. "Desapareciste
el treinta de septiembre."

"Un mes," murmuré en estado de shock. Había pasado un mes entero, mis recuerdos del mismo eran
vagos y limitados a breves destellos, aquellos de los que ni siquiera podía estar segura de que
realmente sucedieron. No era de extrañar que estuviese tan confundida.

"Sí. Has estado aquí durante unas dos semanas en recuperación," dijo.
"¿Dónde es aquí?" Le pregunté aturdida, el agotamiento desplazándose rápidamente mientras la
sensación de entumecimiento comenzaba a apoderarse una vez más de mi cuerpo. "Clara... la he visto,
y pensé..."

"Lo sé," me interrumpió. "Estamos en Chicago en estos momentos, en la casa de mi hermana, pero
regresaremos a Washington tan pronto como te sientas lo suficientemente fuerte."

"Chicago," murmuré mientras mis ojos se empezaban a cerrar, recordando vagamente a un hombre
diciéndome eso antes. Breves fragmentos de conversaciones me invadieron y jadeé con fuerza, mis
ojos abriéndose por el horror.

"¡James!" Jadeé, mi voz mucho peor articulada que antes. "Y el hombre, él..."

"¿Qué te he dicho, Isabella?" preguntó el doctor Cullen enfáticamente, interrumpiéndome antes de que
pudiera terminar de hablar. "Tendrás mucho tiempo para eso más tarde. Necesitas descansar ahora.
Eso puede esperar."

Asentí, vacilante, al no tener fuerzas para discutir dado que había olvidado lo que quería decir en
primer lugar, y permitiendo que mis ojos se cerraran de nuevo. Oí sus pasos empezando a dirigirse
hacia la puerta, mi cansancio llevándome a la inconsciencia casi al instante.

Me desperté mucho más tarde, en una habitación luminosa, entrecerrando los ojos ante la fuerte luz
que se filtraba desde la ventana. Mi cuerpo estaba dolorido, cada centímetro de él. Mi cabeza latía
furiosamente y gruñí mientras trataba de alejarme de la luz del sol, paralizándome cuando mi mano
hizo contacto con un cuerpo a mi lado en la cama. Mis ojos se abrieron por la sorpresa cuando giré mi
cabeza para ver la figura inmóvil de Edward. Su cara estaba girada hacia mí y sus ojos estaban
cerrados, su pecho subía y bajaba a un ritmo constante mientras dormía. Mis ojos lo escanearon
rápidamente, su mera presencia hacía que mi corazón se acelerara, y noté que su brazo derecho estaba
vendado, desde los dedos hasta pasado el codo, con un vendaje de color marrón claro. Incluso dormido
parecía preocupado, con cicatrices visibles que nunca había visto antes.

Apreté la mandíbula y ahogué el grito que amenazaba con salir mientras me giraba hacia él, la aguja
en el brazo era incómoda y tiraba cuando subí mi mano hacia Edward. Dudé cuando estaba a unos
centímetros de su cara, no quería perturbar su sueño, antes de pasar con suavidad uno de mis dedos a
lo largo del puente de su nariz. Había una pequeña protuberancia en esta que no había existido antes, y
sabía de primera mano que venía de una ruptura de hueso porque era como la que yo tenía.

Me quedé en silencio por un tiempo, acariciando suavemente su rostro y pasando mis dedos por su
cabello mientras me familiarizaba con él de nuevo. Tenerlo a mi lado se sentía tan surrealista, que
incluso el dolor y el cansancio no pudieron distraerme. Con el tiempo comenzó a agitarse,
refunfuñando incoherentemente con el ceño fruncido en su rostro, antes de que sus ojos se abrieran
lentamente. Me miró y dio un salto, tan sorprendido que casi se cayó de la cama, y aparté mi mano
rápidamente.

"¡Cristo, estás despierta!" dijo, con la voz gruesa por el sueño. "Te lo juro, uno de estos días vas a
producirme un jodido infarto, tesoro." No pude evitar la sonrisa que se extendió por mi cara ante el
sonido de su voz, mis ojos llenos de lágrimas mientras lo miraba fijamente.
"Edward," susurré, mi voz quebrada mientras luchaba contra la emoción, pero era muy difícil de
controlar. Las lágrimas empezaron a caer por mis mejillas y me miró en shock, extendiendo su mano
para limpiarlas.

"Mierda, ¿estás bien?" me preguntó sonando asustado. "¿Te duele? Espera, ¿en qué coño estoy
pensando? ¡Por supuesto que te duele! ¡Joder, soy un maldito idiota! ¿Qué puedo hacer?"

"Estoy bien," le susurré.

"No estás bien," replicó, negando con la cabeza. "Estas jodidamente herida, tesoro. Cristo, ¿sabes el
puto susto que me diste? ¡Pensaba que iba a perderte! Cuando me desperté en ese maldito coche y vi
que no estabas, pensaba que mi vida había terminado. Pero te había hecho el puñetero juramento que
nunca me rendiría y no lo hice. Nunca hubiese dejado de buscarte, te hubiera encontrado aunque eso
fuera la última maldita cosa que hiciera, sin importar nada más. Pero, joder, ¡estaba asustado! ni
siquiera podía pensar en continuar si hubieras estado muerta..."

"No estoy muerta," le dije en voz baja a través de mis lágrimas.

"Sí, pero..." comenzó.

"Sin peros," interrumpí. "También pensé que iba a perderte, Edward. Cuando no te despertabas en el
auto y ellos vinieron por mí, pensaba que iban a matarte. Estaba tan asustada que les rogué que te
dejaran tranquilo."

"¿Les rogaste a esos hijos de puta?" preguntó él, frunciendo el ceño.

"Sí. Iban a matarte," le dije, mi voz quebrada mientras el recuerdo surgía. "Pero les rogué que te
dejasen en paz y les dije que iría con ellos, y que no lucharía si ellos te dejaban vivir. Habría dado
cualquier cosa."

"¿Te habrías sacrificado por mí?" me preguntó en voz baja, con una expresión seria en su rostro.
"¿Hubieses desperdiciado tu vida si eso significaba que yo hubiera seguido vivo?"

"Sí," le respondí sin vacilar, mientras él limpiaba más de mis lágrimas. "¿No hubieses hecho lo
mismo?"

Me miró por un momento antes de asentir. "Sabes que lo haría."

Alargó la mano hacia mí, tratando de envolverme en un abrazo, pero no resultaba fácil con nuestras
heridas. Ambos gemimos y nos encogimos de dolor, el vendaje de su brazo hacía incómodo el abrazo.
"Tu brazo", susurré, acariciando su pecho e inhalando su aroma reconfortante.

"Sí, el hueso se rompió cuando me dispararon por lo que tuvieron que escayolarlo," murmuró. Me
tensé y lo miré sorprendida.

"¿Te dispararon?" Le pregunté horrorizada.

"Sí, el maldito de James me disparó. Aunque no es tan grave," dijo con indiferencia.
"¿Cómo puedes decir eso?" Le pregunté con incredulidad. "¡Él te disparó! ¡Eso es serio! Dios, ¿qué le
ha pasado? ¿Dónde está? Él no va a venir por nosotros, ¿verdad?"

"Relájate, está muerto," dijo Edward, mirándome con recelo. "Él y el resto de esos hijos de puta."

"¿Están todos muertos?" Le pregunté. Él asintió. "¿Y tú no lo estás?"

Él esbozó una sonrisa ante mi extraña pregunta, y sentí el rubor sobre mi cara mientras se reía. "La
última vez que lo comprobé no lo estaba," dijo, pasando el dorso de su mano a lo largo de mi mejilla.
"Cristo, extrañaba ese maldito rubor."

Sonreí, mi rubor profundizándose por sus palabras. "Te extrañé," le susurré.

"Yo también te extrañé. Estamos bien ahora, Bella. Sin importar nada, estaremos bien," respondió. "Y
lamento no haber estado aquí cuando te has despertado por primera vez. Mierda, realmente desearía
haber estado y odio que no haya sido así."

"¿Dónde estabas?" Le pregunté con curiosidad.

"Yo, eh, tenía una cita a la que no podía faltar," contestó en voz baja.

"¿Qué tipo de cita?" Le pregunté.

"Eso no importa en este momento," dijo.

Entrecerré los ojos con suspicacia, preguntándome qué estaba escondiéndome. Yo todavía estaba
totalmente confundida, todo resultaba completamente abrumador. "Eso es lo mismo que ha dicho tu
padre," declaré. "Ha dicho que no era importante, que habría tiempo más tarde para hablar de ello."

"Sí, bueno, ahí lo tienes," dijo. "Joder, probablemente deberíamos escucharlo."

"¿Desde cuándo lo escuchas?" Le pregunté con incredulidad. Puso los ojos en blanco juguetonamente.

"Bueno, nunca antes lo hice y mira dónde mierda nos metió. Tal vez es hora de empezar, ya que parece
saber de qué demonios está hablando," respondió. "A veces, de todos modos. Otras veces sigo
pensando que es un mentiroso de mierda."

Me reí de su respuesta y él rio a su vez, apretándome suavemente en un abrazo. "Te amo", le dije.

"La mia bella ragazza," susurró. "Sabes que también te amo."

Nos quedamos acostados y en silencio durante un momento, solo abrazándonos uno al otro. Estaba
tratando de analizar lo que había dicho, tratando de despejar la confusión que parecía haberse asentado
en mi cerebro para dar sentido a todo lo que había sucedido. Mi memoria aún estaba incompleta, y una
extraña tensión comenzó a crearse en la habitación como resultado. Sentía como si algo estuviera mal,
como que faltaba una pieza del rompecabezas que Edward estaba escondiéndome deliberadamente por
alguna razón.

"¿Todos los demás están bien?" Le pregunté finalmente. "¿Tu familia?"


"¿Por qué no habrían de estarlo?" preguntó con recelo.

"No lo sé. Solo me preocupaba..." Empecé.

"Bueno, deja de preocuparte," dijo con firmeza. "Necesitas concentrarte en mejorar. La otra mierda
puede venir más tarde."

"Hablas como tu padre de nuevo," murmuré, su respuesta evasiva no hizo nada para calmar mis
temores.

Se echó a reír torpemente. "Tale il padre, tale il figlio " murmuró. "Tal vez me parezco más a él de lo
que pensábamos, tesoro."

"No te pareces en nada a él," dije. "Nunca serás como él."

"Yo no estaría tan seguro," respondió en voz baja. Alcé la mirada con curiosidad, preguntándome qué
quería decir con eso, pero antes de que pudiera hablar se oyó un golpe detrás de mí y la puerta se
abrió. Me aparté de Edward, gimiendo mientras me volvía para ver al doctor Cullen entrar. "Hablando
del maldito diablo."

"No es bueno hablar de la gente," dijo el doctor Cullen.

"Chiparla en faccia ïîï è traditore*," dijo Edward. Lo miré con curiosidad, preguntándome qué había
dicho, mientras el doctor Cullen se echaba a reír.

"Es cierto, hijo," respondió. "Sin duda tú nunca has podido controlar tu lengua."

"Sí, bueno, ¿no es eso parte de mi encanto?" Preguntó Edward.

"Yo no lo llamaría exactamente encanto," el doctor Cullen se echó a reír. "Tu boca te mete en
problemas con la misma frecuencia en que te saca de ellos."

"Bueno, Isabella nunca ha tenido ninguna queja sobre mi boca," dijo Edward juguetonamente. Me
sonrojé de nuevo al momento en que entendí sus palabras, golpeándolo en las costillas. Mi toque fue
ligero, porque aún estaba muy débil, pero Edward apretó los dientes y trató de ahogar un grito de todos
modos. Me quedé inmóvil y lo miré vacilante, mientras el doctor Cullen suspiraba ruidosamente.

"Tiene algunas fracturas en las costillas que aún están sanando. Probablemente estarían mejor si él se
tomara las cosas con calma," explicó el doctor Cullen.

"Lo siento," dije en voz baja, sintiéndome culpable por haberle hecho daño. Puso los ojos en blanco
con fastidio.

"No te disculpes. No importa," murmuró, volviendo su atención a su padre. "¿Necesitabas algo?"

"Solo quería ver cómo estaba Isabella antes de irme al hospital," respondió, acercándose a la cama.
Me agarró la muñeca para comprobar mi pulso, tocando rápidamente mi frente después. "¿Cómo te
sientes?"
"Bien," le respondí. "Estoy un poco débil y más o menos confundida, pero me siento mejor que antes.
Solo que estoy muy cansada, por alguna razón."

"Lo estarás por un tiempo. Es la forma que tiene el cuerpo de sanar. Si más tarde te apetece, quiero
que trates de comer algo. Clara te puede traer un poco de caldo de pollo," dijo.

"Eh, no quiero que lo haga. Quiero decir, puedo buscarlo por mí misma, ella no debería de hacerlo"
balbuceé, no quería dar a Clara trabajo extra porque me sentía mal.

"Tonterías, niña. Estás demasiado débil en este momento para eso. Además, sabes tan bien como yo
que ella estará feliz de hacerlo por ti. Por lo que he oído, ha estado cocinándote desde que naciste,"
dijo.

"Era diferente en Phoenix," murmuré.

"¿Por qué?" preguntó.

"Entonces yo era igual que ella," le respondí. Dejó de hacer lo que estaba haciendo y me miró de
forma extraña.

"¿Sabes?, nunca te había oído decir eso antes. Puede que no hayas dicho las palabras exactas, pero
acabas de reconocer en voz alta que eres libre," dijo. Lo miré con sorpresa, dándome cuenta de que lo
había hecho, y sus labios se torcieron en una sonrisa. "Creo que estarás bien, Isabella."

"Gracias, señor," le respondí en voz baja.

"De nada. Estoy seguro de que tienen mucho de qué hablar, pero asegúrate de descansar un poco hoy, y
Edward puede conseguirte algo para el dolor. Sé que él sabe dónde están los narcóticos porque los ha
estado tomando como si fueran caramelos durante semanas," dijo el doctor Cullen mientras se dirigía
hacia la puerta. Edward gruñó con irritación y el doctor Cullen se rio, cerrando la puerta cuando se
fue.

"Parece un poco... extraño," murmuré una vez que se hubo ido.

"Sí. Él esta como un poco determinado en estos días, casi optimista como si tuviera algún gran plan de
mierda para salvarnos a todos," dijo Edward.

"¿Necesitamos ser salvados?" Le pregunté con curiosidad. Edward me dio una mirada extraña,
encogiéndose de hombros.

"¿No lo necesitamos siempre?" preguntó, desviando la mirada después de un momento. "No lo sé, es
difícil de explicar y es jodidamente raro dada la situación, pero como sea. Me alegro de que ya no esté
atosigando mi culo."

"¿Está trabajando en el hospital de aquí?" Le pregunté confundida. "Ha dicho que iba allí."

"No, no está trabajando," respondió Edward. "Solo va a ver algo."

"¿Qué?" Le pregunté.
"Solo... algo," dijo, suspirando ruidosamente con fastidio. "Cristo, que estás llena de putas preguntas.
No te preocupes por eso, ¿de acuerdo? No tiene tanta importancia. Han pasado muchas cosas, Bella."

Me sentía completamente frustrada por mi confusión y él no me estaba aclarando nada, todas sus
respuestas solo creaban más preguntas. Sabía que lo estaba abrumando pero estaba desesperada por
saber lo que estaba sucediendo. "¿Cómo qué?"

"Ni siquiera sé por dónde empezar," murmuró.

"¿Qué tal por el principio?" Le pregunté exasperada mientras él me miraba, pareciendo como si fuera
a negarse. "¿Por favor?"

"No deberías estar preocupándote por esta mierda en este momento," dijo. “Acabas de despertar. ¿No
puedes simplemente relajarte por un día?"

"Pero necesito saber" argumenté. "Merezco saber. No puedo solo relajarme, preguntándome qué pasó
o qué está pasando. Solo me enfermaré de la preocupación, Edward, y entonces nunca mejoraré."

"Bien," murmuró. "Todavía no creo que sea una buena idea, pero lo que sea. No voy a pelear contigo
por esto.”

"Gracias," le respondí, escuchando en silencio a Edward mientras comenzaba a relatar el espacio de


tiempo que me había perdido, desde el momento en que se despertó en el coche junto a la carretera.
Me explicó cómo su padre había estado allí, describiendo la escena que había presenciado cuando
abrió los ojos. Parecía sorprendido cuando le confirmé que yo había disparado su arma, haciendo una
pausa por un momento mientras una sonrisa adornaba su rostro.

"Le atinaste bien a ese hijo de puta, tesoro," dijo, el orgullo era evidente en su voz haciendo que me
sonrojase por lo que pareció la enésima vez en una hora. "Yo sabía que enseñarte a disparar sería útil
algún día. Quiero decir, joder, apesta que hayas tenido que hacer esa mierda, pero estoy orgulloso de
ti.”

Continuó con rapidez y explicó lo que había sucedido en Forks, las lágrimas comenzaron a fluir de
mis ojos cuando me dio la noticia de que Jacob, en realidad, había fallecido. Le pedí detalles pero
Edward declaró no saber nada, diciendo que su padre solo había dicho que se había encargado del
cuerpo. Mi mente comenzó a desviarse a través de escenarios y mi pecho dolió al saber que su familia
no podría despedirse. Estaba tan perdida en mis pensamientos que las palabras de Edward parecieron
pasar a un segundo plano hasta que él pronunció una frase que me pilló con la guardia baja.

"¿Arrestado?" Di un grito ahogado, repitiendo lo que acababa de decir. Suspiró y se puso de pie,
pasando la mano izquierda torpemente por el cabello desordenado.

"Sí, arrestado, y por razones de mierda. Los federales irrumpieron con órdenes para mi padre y Alec, y
un maldito agente con un problema de ego llamado DiFronzo decidió lanzar mi culo a la cárcel junto
con ellos," dijo con fastidio. "Era un idiota. Yo estuve allí solo unos días antes de que Esme pagara mi
fianza, por eso nos llevó tanto tiempo encontrarte. Los cabrones entraron justo cuando Emmett había
conseguido que tu puñetero chip funcionara de nuevo y nos interrumpieron."
"No puedo creer que hayas ido a la cárcel," murmuré con incredulidad. "¿Pero, fue así como me
encontraste? ¿Usaste mi chip?"

Él se rió secamente, agarrando su cabello mientras comenzaba a caminar alrededor de la cama.


"Ojalá," dijo, entrando en una diatriba sobre los microchips y localización por GPS, que apenas tenía
sentido para mí. Escuchaba en silencio, mirándolo con curiosidad. Era obvio que estaba cansado y
nervioso. Pensé que quizá era solo toda la situación que lo había desgastado, pero una pequeña parte
de mí se preguntaba si había algo más allí que no terminaba de comprender.

"Entonces, ¿cómo me encontraste?" Le pregunté cuando terminó. Me lanzó una mirada nerviosa, con
los ojos llenos de preocupación.

"Ellos estaban en la cárcel, Bella. Sabía que pasaría otra semana hasta que pudieran salir, si acaso
ellos salían al final. No sabía si tenía tanto tiempo para esperar y no podía quedarme sentado y no
hacer nada. Tenía que hacer alguna mierda, cualquier cosa. Tenía que hacer lo que fuera para
encontrarte, y eso es exactamente lo que hice," dijo, con la voz cargada de emoción. "Hice lo que tenía
que hacer."

"¿Qué hiciste?" Le pregunté, estrechando los ojos con recelo a sus palabras crípticas. Mi corazón
comenzó a golpear con furia ante su expresión torturada, y supe inmediatamente que había hecho algo
malo. Él tenía miedo de decirme lo que fuera, obviamente preocupado por cómo iba a reaccionar a
ello. Mi mente empezó a correr frenéticamente a través de escenarios, pensando las peores situaciones
posibles en las que podría haberse metido y casi perdí el aliento. "Sea lo que sea, lo entenderé. Solo
dime lo que hiciste."

"No importa realmente," dijo, sacudiendo la cabeza.

"Sí importa," dije con firmeza, sin entender por qué no me decía lo que era. "¿Por qué sigues diciendo
que las cosas no importan? ¿Por qué me estás escondiendo cosas?"

"Porque hay algunas jodidas cosas que no puedes saber en este momento," espetó.

"¿Por qué?" Le pregunté. "No lo entiendo. Se supone que no nos guardamos secretos el uno al otro.
Dijiste que nos lo diríamos todo..."

"¿Igual que tú me dijiste toda la mierda?" espetó. "Estoy malditamente seguro que no recuerdo que me
hayas dicho que habías estado hablando con Jacob a mis espaldas, Isabella."

Di un grito ahogado, aturdida, mientras las lágrimas se agrupaban en mis ojos. "No puedo creer que
hayas dicho eso," dije a la defensiva, sus palabras doliéndome.

"Joder, lo siento," dijo de inmediato. "No debería haber dicho esa mierda. No he querido decir eso. Es
que hay alguna mierda que no puedo decirte. Algunas cosas que no seré capaz de decirte. Demonios,
es una mierda que no querrás saber. Y sé que eso no tiene un jodido sentido ahora mismo, pero no
quiero que te preocupes por ello."

"¿Cómo puedo no preocuparme, Edward?" Le pregunté. "No entiendo lo que estás diciendo. ¿Qué no
puedes decirme?"
Abrió la boca e iba a responder, pero el sonido de su teléfono lo silenció antes de poder hacerlo. Gimió
y lo sacó de su bolsillo, tenso mientras lo observaba. Me lanzó una mirada nerviosa al contestar,
aclarándose la garganta. "¿Sí, señor?" Mi ceño se frunció en confusión ante su tono, su actitud al
instante cambió a una calma vacilante. "Pero yo no... ¿No puedo? Sí, está bien. Lo entiendo. Ahí
estaré, señor."

Suspiró exasperado cuando colgó, frunciendo el ceño mientras me miraba. "¿Quién era?" Le pregunté.
Él negó con la cabeza, empezando a decirme que no tenía importancia, pero lo interrumpí de
inmediato. "¡Sí importa! ¿Quién te ha llamado?"

Se acercó a la cama y se sentó a mi lado, extendiendo su mano y tomando la mía. Sus dedos se
entrelazaron con los míos y las subió, besando suavemente el dorso de mi mano, enviando escalofríos
por mi brazo. "Te amo," dijo en voz baja. "Y sabes que haría cualquier cosa por ti. Daría cualquier
cosa por ti. Nada es más importante que tú, tesoro. Daría mi puta vida por ti."

"Me estás asustando, Edward," dije, mi voz temblorosa. Pude ver las lágrimas no derramadas brotando
de sus ojos, la visión de ellas me aterrorizó. Definitivamente, algo no estaba bien.

"No tengas miedo," respondió. "Mierda, lo último que quiero es que tengas miedo. Estaba
desesperado, Bella. Joder, tenía que encontrarte. No estaba mintiendo cuando dije que no podría vivir
si morías. Necesitaba saber que estabas viva. Necesitaba verte, y ahora que estás a salvo no puedo
lamentarlo. Es un puto mierda, y sé que no es lo que ninguno de nosotros quería, pero al verte aquí, sé
que valió la pena."

"No tiene sentido lo que estás diciendo," le dije.

“No me sorprende," murmuró, soltando mi mano mientras miraba su reloj. "Me tengo que ir en unos
pocos minutos."

"¿Irte?" Pregunté con incredulidad.

"Sí, irme. No debería ausentarme mucho tiempo," dijo. "Tal vez cuando vuelva hablaremos de esto un
poco más."

"¡No! Yo quiero saber ahora," le grité, mis emociones haciéndome perder el control.

"No tengo tiempo para esto ahora," dijo, frustrado. "No puedo llegar tarde."

"¿No puedes llegar tarde para qué? ¡Dime lo que hiciste, Edward!" exigí, lágrimas de desesperación
cayendo de mis ojos.

"Acudí a Aro, ¿entiendes?" escupió. "¿Es eso lo que quieres saber, maldición? En el momento en que
salí libre, me fui directamente a Aro."

Me quedé mirándolo en shock. "¿Qué quieres decir con que fuiste con él?" Le pregunté, sabiendo la
respuesta antes que la pregunta siquiera saliera de mis labios.

"Significa que hice el juramento. Me uní a esa mierda, ¿de acuerdo?" respondió, confirmando mi
temor. Comencé a mover mi cabeza frenéticamente mientras me sentaba, gritando por el dolor que
sacudió mi cuerpo ante mi repentino movimiento. "¡Mierda, acuéstate de nuevo! Relájate antes de que
te hagas jodido daño."

Extendió la mano para tocarme pero yo la aparté, devastada por la noticia. "¡No! Tienes que
retractarte," grité, mis ojos ardiendo por las lágrimas.

"No puedo," dijo. "Está hecho, Bella. No hay forma de retractarme de esta mierda."

"Tiene que haberla," repliqué, no queriendo creerlo. "¡No puedes hacer eso! ¡Eso no eres tú! ¡Tú no
puedes ser como ellos, Edward!"

"Lo soy ahora," dijo.

"¡No!" Le espeté. "¡No lo eres! No puedes hacer esas cosas que hacen. ¡No puedes ser ese tipo de
persona!"

"¿Crees que quiero ser esa persona? ¿Crees que quiero hacer esas cosas? ¡Por supuesto que no,
demonios!" espetó de nuevo.

"¿Entonces por qué lo haces? ¿Por qué siquiera te uniste a ellos, Edward?" Le pregunté desesperada.
"¿Cómo puedes estar de acuerdo con eso? Después de todo lo que hemos pasado, todo lo que
hablamos, ¿cómo pudiste hacer eso?"

"No vi ninguna otra opción, Isabella. Hice lo único que podía hacer. Joder, necesitaba encontrarte y no
tenía a nadie más a quien recurrir, y era la única manera de que él me diera algún tipo de ayuda en
absoluto. ¡Cristo, ni siquiera sabía por dónde empezar con esa mierda! Si no hubiera sido por Royce,
ni siquiera hubiese conocido los malditos nombres de los rusos," trató de explicar. "Estabas casi
malditamente muerta cuando te encontramos, Isabella. ¡Si no hubiera hecho esto, probablemente
hubieses muerto! ¿Y puedes realmente poner esa mierda en mi contra cuando acabas de decir que
trataste de hacer la misma maldita cosa por mí después del accidente?"

"No es lo mismo," le dije, limpiando mis ojos mientras trataba de controlar mis sollozos.

"¿Cómo qué no? Suplicaste a esos pendejos que te llevasen y me dejaran en paz, tratando de
protegerme. ¿Entregaste tu vida tan fácilmente a cambio de la mía, pero no puedes entender cómo
coño pude hacerlo por ti? Comprendo que estés molesta, yo estoy jodidamente molesto también. Pero
está hecho, y no puedo cambiarlo. Estoy dentro, y no hay manera de salir," dijo, haciendo una breve
pausa. "No vivo, de todas formas."

Lo miré mientras las palabras me golpeaban, completamente abrumada por todo. Él me devolvió la
mirada implorante, sus ojos suplicándome que entendiese, pero no podía en ese momento. Aparté la
mirada, incapaz de soportar la forma en que me estaba mirando, y alargó la mano para limpiar las
lágrimas de mis mejillas. Su toque era suave y debería haber sido reconfortante, pero no era lo
suficientemente fuerte como para extinguir mi dolor.

"Todo va a estar bien, Bella," dijo en voz baja mientras me acostaba de vuelta en la cama, vacilando al
mirar su reloj antes de acostarse a mi lado. "Nada ha cambiado."

Cerré los ojos ante sus palabras, mi corazón anhelante por creerlas. No quería nada más que todo
siguiera siendo lo mismo, que nos fuéramos justo como habíamos planeado como si nada hubiera
sucedido, pero no era ingenua. Sabía a ciencia cierta que todo era diferente y no habría vuelta atrás.
Recordé claramente las palabras del doctor Cullen ese día en el hospital, su propia desesperación por
mantener a Edward tan lejos de ese estilo de vida como fuera posible. Era una vida de crimen, un
mundo de violencia donde el peligro constantemente llamaba a la puerta y trataba de forzar su entrada.
Era un mundo que convertía a los hombres en fríos y cínicos, obligándolos a hacer cosas indecibles
que no podía siquiera empezar a comprender. Era un mundo del que habíamos tratado de escapar, pero
que nos había absorbido de todos modos.

Definitivamente no era el mundo que yo había imaginado para nuestro futuro.

"¿Qué más sucedió?" pregunté en voz baja antes de que pudiera decir algo más para tratar de
convencerme de que nada había cambiado. Me di cuenta por el tono de su voz que ni siquiera él lo
creía. Vaciló antes de empezar a hablar sobre algunos de los acontecimientos que siguieron a su
iniciación, pero apenas registraba las palabras mientras yacía con los ojos cerrados. Todo lo que podía
pensar era en nuestros planes, mi estómago hundiéndose a medida que poco a poco comenzaron a
esfumarse. Mudarnos a California, Edward jugando al fútbol mientras yo estudiaba arte… todo era un
sueño lejano que nunca se convertiría en realidad. Casarnos y formar una familia, el mero concepto de
ella manchada por la realidad de nuestra situación. No estaba segura de lo que era posible ya, dónde
podíamos ir o lo que podríamos hacer. ¿Se le permitirá ir a la escuela?, me pregunté ¿Nos sería
permitido viajar? ¿Realmente podríamos traer niños al mundo en que nos veríamos obligados a vivir?

Más importante aún, ¿qué pasaría con Edward? ¿Podría realmente vivir esa vida y ser la misma
persona que amaba? ¿Podría hacer esas cosas sin que ellos lo convirtieran en otra persona, alguien
más oscuro? ¿Podría alguien hacer cosas malas, pero no ser una mala persona? Alec y Carlisle habían
puesto sus vidas en la línea para rescatarme, habían sacrificado todo para liberarme... ¿eran malas
personas simplemente porque vivían ese estilo de vida? ¿Y cómo iba a vivir yo mi vida, sabiendo que
el hombre al que amaba, posiblemente mataba y robaba a los demás por razones sin sentido? ¿Podría
perdonarlo por el dolor potencial que iba a causar? Después de haber sido maltratada toda mi vida,
comprada y vendida dentro de esa organización, ¿cómo podía solo aceptar que él se convirtiera en uno
de ellos? ¿Cómo diantres Elizabeth lo había hecho?

Mientras estaba acostada allí, sentí como se escapaba mi libertad. Todo lo que había deseado estaba en
peligro, el mundo que mi madre había soñado que un día encontraría escurriéndose entre mis dedos a
causa de las palabras que él había dicho. ¿Qué significaba ser libre, de todos modos? Tenía miedo de
no nunca tener la oportunidad de realmente entenderlo.

Finalmente, Edward se levantó y dijo que se tenía que ir, diciéndome que terminaríamos de hablar
cuando regresara. Simplemente asentí y lo miré mientras él rápidamente salía de la habitación, oyendo
sus pasos mientras corría por las escaleras.

El resto del día pasó volando, llegando rápidamente el siguiente. Me quedé en la cama y Edward
permaneció a mi lado tanto como era posible, de vez en cuando trataba de entablar conversación, pero
sobre todo se mantenía callado. No me dijo nada más de lo que había sucedido y yo no le pregunté,
una parte de mi tenía miedo de saber, porque no quería que las cosas empeoraran todavía más entre
nosotros. Él parecía tan absorto en sus pensamientos como yo, su cara estaba llena de preocupación.
Me envolvía en sus brazos y acariciaba mi cabello, de vez en cuando me daba una mirada curiosa que
me hacía preguntarme si de alguna manera sabía lo que estaba pensando.
Finalmente me levanté de la cama alrededor de la puesta de sol, mis piernas débiles y tambaleantes.
Me acerqué a una silla al otro lado de la habitación al lado de la gran ventana, sentándome en ella y
mirando el mundo exterior por primera vez en mucho tiempo. Me sorprendí al ver a los niños
pequeños paseando por la calle, vestidos con disfraces, y me di cuenta que tenía que ser Halloween.
Los miré con curiosidad por un tiempo mientras se detenían en la casa de enfrente para pedir dulces,
una extraña sensación de añoranza creció dentro de mí. Todos eran tan jóvenes y estaban tan relajados,
sin responsabilidades o pesos innecesarios sobre sus hombros. Eran ignorantes de los peligros que
existían incluso a unos pocos metros de distancia de ellos, totalmente ajenos a todo fuera de sus
mundos de cinco años. Cuando yo tenía su edad, fui maltratada y atormentada por un monstruo real,
mientras que ellos solo tenían que temer a los imaginarios que creían que acechaban en sus armarios.
Yo nunca había conocido ese tipo de inocencia y era probablemente lo que más anhelaba en ese
momento.

"Ey," escuché una voz, sobresaltándome. Me estremecí y giré mi cabeza rápidamente, sorprendida al
ver a Emmett de pie en la puerta de la habitación. Era la primera vez que lo había visto, su presencia
trajo una sonrisa a mi cara. Sonrió en respuesta y se adelantó, metiendo la mano en su bolsillo y
sacando una pequeña piruleta de color naranja. Me la ofreció y la tomé vacilante, oyendo el gemido de
Edward desde la cama detrás de mí.

"¿Apenas puede soportar tomar sopa y tú le estás dando un puto caramelo?" preguntó. Emmett puso
los ojos en blanco, mirando a su hermano.

"¿Cuándo diablos te has convertido en su padre?" replicó, sacando otra piruleta. Le quitó el envoltorio
y se la metió en la boca mientras negaba con la cabeza. "Deja que la chica coma su maldita piruleta.
No va a matarla."

Le quité el papel a mi piruleta y me la metí en la boca, chupándola. "Lo que sea," murmuró Edward,
poniéndose de pie. "Iré a buscarle algo caliente para comer."

"Sí, haz eso, Betty Crocker," bromeó Emmett cuando Edward se fue. Le oí gritar algo en italiano de
vuelta, Emmett se rió en respuesta "Ese chico necesita relajarse antes de que le estalle un vaso
sanguíneo o algo así."

"Está intentando ayudar", le respondí. "Dale un respiro. Está estresado."

"Sí, sé que lo está. Sin embargo, eso no es excusa para negarle un dulce a una chica el día de
Halloween," dijo.

"Muchas gracias," le dije. "Ni siquiera sabía que era Halloween hasta que he visto a los niños pidiendo
truco o trato."

"Probablemente todavía estés tratando de adaptarte al tiempo transcurrido. Me imagino que no es fácil
perder un mes," dijo, y se sentó en el brazo de la silla a mi lado. "Entonces, ¿cómo lo llevas, Izzy
Bizzy? Joder, es bueno verte, chica. He estado preocupado, pero Rosie me hizo prometer que te dejaría
tranquila."

"Estoy bien," le respondí. Me miró con incredulidad, enarcándome una ceja, obviamente sin creer mis
palabras. "Yo, eh... vivo. Es mucho más de lo que puedo decir de algunos."
"Jake," dijo en voz baja. "Es una pena. Era un buen amigo; voy a extrañarlo endemoniadamente.
Siempre tenía una broma para cualquiera que quisiera escucharlo."

"Es cierto. He estado pensando acerca de, eh..." Dudé cuando las lágrimas comenzaron a formarse, la
culpa arremolinándose en mi interior.

"¿Pensando en qué?" preguntó con curiosidad. Negué con la cabeza, diciéndole que lo olvidara, pero él
no lo permitió. "Puedes hablar conmigo, lo sabes. Se me da bien escuchar."

Suspiré, encogiéndome de hombros. "Probablemente sea realmente estúpido, pero no puedo dejar de
pensar en la última broma que me dijo. Me estaba contando una cuando… eh... le dispararon, pero
nunca llegó a decir la respuesta. Y como he dicho, es una estupidez, pero no dejo de pensar en ello por
alguna razón."

"¿Cuál era la broma?" preguntó.

"¿Qué es blanco y negro y rojo por todas partes?" Le pregunté.

Se echó a reír, negando con la cabeza. "Clásico de Jacob. Esa era su broma favorita, gatita. Daba una
jodida respuesta diferente cada vez que la contaba, como un pingüino con quemaduras de sol o una
cebra con la varicela. Sin embargo, la verdadera respuesta es un periódico. Es negro y blanco, y se
puede leer por todas partes." (N.T. Read y Red, -leer y rojo-, se pronuncia casi igual, por lo cual se
comprende la confusión y el juego del acertijo, es por lo que Bella dice rojo y por lo que Emmett
aclara que se puede leer).

"Oh," le dije, riendo suavemente.

"Sí, y no es algo estúpido que preguntar, así que no te preocupes," dijo, acariciando mi cabeza
suavemente. "Es bueno ver que estás levantada y moviéndote. Todo el mundo ha estado preocupado.
Realmente creo que todo va a estar bien, Izzy Bizzy."

"Me gustaría estar tan segura," le dije en voz baja.

"Mira, sé que lo que mi hermano hizo es una mierda, pero entiendo su razonamiento y no puedo
culparlo por ello. Si yo hubiera estado en sus zapatos y Rosalie hubiese estado desaparecida,
probablemente habría hecho lo mismo, y sé que tú, también lo habrías hecho. Te reto a decirme que no
lo habrías hecho," dijo, mirándome con una expresión seria en su rostro. Yo solo lo miré, incapaz de
discutir porque era cierto. Me habría entregado a mí misma sin pensarlo dos veces si creyese que era
la única forma de salvar su vida. "Eso es lo que pensaba. Así que tal vez no soy el único de aquí que
tiene que darle un respiro. Estoy seguro de que, de alguna manera, resolverán las cosas, y no va a ser
un ideal cuento de hadas de mierda, pero, ¿cuándo la vida lo ha sido alguna vez? Especialmente para
ustedes dos."

"Sí," murmuré.

"De todos modos, Rosie está esperándome abajo, así que debo irme," dijo, poniéndose de pie. Se dio la
vuelta y se quedó inmóvil, aclarándose la garganta. "Maldita sea, eso ha sido rápido. Te has convertido
en un auténtico Martha Stewart en estos días."
"Yo no he hecho esta mierda, hijo de puta," dijo Edward, acercándose y entregándome un plato de
sopa de verduras. "Clara lo cocinó. Solo lo he servido en un maldito tazón."

"Bueno, has hecho un maldito buen trabajo en eso," dijo Emmett con sarcasmo.

“Gracias, imbécil," respondió Edward, fingiendo molestia, pero una divertida sonrisa se formó en sus
labios. "¿No tienes nada mejor que hacer? Es Halloween, por el amor de Dios."

"¡Ey, eso me recuerda! ¿No es hoy el aniversario de la primera vez que ustedes se besaron?" Preguntó
Emmett, mirándome. Mis ojos se abrieron por la sorpresa al darme cuenta de ello y asentí con
vacilación.

"Eh, sí, supongo. Fue cuando lo besé," le dije.

"Sí, yo todavía no puedo creer que Izzy Bizzy hiciera el primer movimiento," dijo Emmett,
volviéndose para mirar a Edward. "Eres todo un mariquita a veces, hermano."

"Vete a la mierda," escupió Edward mientras Emmett se echaba a reír.

"Apuesto a que estás lamentando esa decisión ahora, ¿no es así, gatita?" preguntó Emmett
juguetonamente. Me sonrojé y negué con la cabeza, mirando a Edward. Él me miraba fijamente, con
una expresión solemne en su rostro.

"Nunca," dije. "Nunca lo lamentaré." Su rostro se iluminó al instante ante mis palabras y de inmediato
me sentí avergonzada por mis pensamientos. Todavía estaba dolida por lo que había hecho, sin saber
lo que significaba para el futuro y cómo afectaría a nuestras vidas, pero una cosa que Edward nunca
había hecho era renunciar a mí. Yo estaba dudando de él cuando él nunca había dudado de mí, pero el
quid de la cuestión era que estaba asustada. Me preocupaba por Edward y no quería que tuviese que
vivir su vida de esa manera, la culpa me carcomía porque lo había hecho por mí. Estaba llorando una
vida que sentía que estaba perdiendo, pero era una vida que ni siquiera hubiese soñado con tener si él
no hubiera luchado por mí en primer lugar. Se había sacrificado por mí, su mundo irrevocablemente
alterado a peor para darme una oportunidad de luchar. Edward merecía una vida real fuera de la
violencia en la que había crecido…

¿Cómo podría perdonarme alguna vez por ser la razón por la que estaba atrapado allí para siempre?

“Es bueno saberlo," dijo Emmett. "Los veré más tarde."

Salió y suspiré, dejando mi tazón de sopa sobre la pequeña mesa al lado de la silla. Me levanté,
haciendo una mueca por el dolor en mis piernas, y Edward se acercó rápidamente cuando vio lo que
estaba haciendo. Levanté mi mano rápidamente para detenerlo, caminando unos pasos por mi cuenta a
donde se encontraba. Me miraba con cautela, obviamente preguntándose qué estaba haciendo, pero me
sonrió cuando envolví mis brazos alrededor de su cuerpo.

"Te amo, Edward Cullen," susurré mientras me acurrucaba contra su pecho. Mi hombro palpitaba
donde se había dislocado y sentía mis rodillas como si fueran a ceder, pero me aferré a él con fuerza y
traté de ignorarlo todo. Me devolvió el abrazo después de un segundo, acercándome más a él y
apoyando su cabeza para que descansara sobre la mía. Su abrazo era cálido y reconfortante, mi sonrisa
creció porque, a pesar de todo, todavía me sentía segura en sus brazos.

"Sabes que también te amo," dijo.

"Lo sé," dije entre dientes, alejándome para mirarlo. Me miró a los ojos un momento antes de lamer
sus labios, inclinándose lentamente hacia mí. Mi corazón comenzó a golpear de forma errática y me
mareé mientras cerraba mis ojos, sus labios presionaron los míos suavemente. Me besó con ternura, su
lengua mezclándose suavemente con la mía. Era tan cómodo y familiar, pero aun así, las mariposas se
dispararon en mi estómago, mis rodillas cedieron mientras perdía mi aliento. Él rompió el beso y me
sostuvo antes de que me desplomase, mirándome con preocupación.

"Deberías sentarte," dijo con seriedad. Asentí y me ayudó a volver a la silla, agarrando el tazón de
sopa y entregándomelo. Le di las gracias en voz baja mientras comenzaba a comer, mirando de nuevo
hacia el mundo exterior.

Tres días más tarde, Edward fue llamado de nuevo por la mañana, saliendo vacilante después de
hacerme prometer que lo tomaría con calma durante su ausencia. El doctor Cullen me había revisado,
como hacía cada mañana, y me quedé sola por un rato. Había estado caminando por algunos días y por
un capricho decidí intentar salir de la habitación, agarrándome a la barandilla mientras poco a poco
bajaba las escaleras. Sin embargo, no lo había pensado bien, y a mitad de camino mis piernas
comenzaron a ceder. Me senté en el escalón, débil y agotada, y oí un grito un segundo después, cuando
la puerta principal se abrió. Miré hacia abajo, encontrando la mirada de Esme, que estaba en la puerta
con una expresión de asombro en su rostro. Era la primera vez que la había visto u oído desde que
estaba allí, y se veía muy diferente de cómo la recordaba. Parecía agotada, como si no hubiera
dormido en meses, y había perdido un poco de peso. Su ropa estaba un poco arrugada, como si hubiera
estado durmiendo con ella, y me pregunté si había estado fuera toda la noche.

"Por todos los cielos, ¿qué estás haciendo fuera de la cama?" preguntó, cerrando la puerta y corriendo
hacia mí por las escaleras.

"Cambiando de ambiente," murmuré, no del todo segura de cómo responder a esa pregunta. Ella negó
con la cabeza y tiró de mí para levantarme, ayudándome el resto del camino. Me llevó a la sala de
estar, acercándome al sofá para que pudiera sentarse.

"Es mucho, mucho muy pronto para que trates de bajar las escaleras por tu cuenta," dijo ella, su tono
casi de regaño. "¿Dónde está Edward? Ese chico se las va a ver conmigo. ¿Cómo ha podido dejarte
así?"

"Se ha ido," le dije. "Ha recibido una llamada."

"Oh," dijo ella en voz baja, su disposición al instante cambió diciéndome que ella sabía exactamente
lo que eso significaba. "Bueno, debería haberme llamado. Habría regresado a casa para cuidar de ti."

"No necesito que me cuiden," murmuré. "Estoy bien."

"No, no lo estás. Todavía tienes mucho que sanar y no deberías estar sola en este momento, al menos
no hasta que estés completamente libre de analgésicos," dijo. "Es bueno que haya regresado a casa
para ducharme y cambiarme cuando lo he hecho."
"¿Has estado fuera toda la noche?" Le pregunté con curiosidad. Ella suspiró y asintió.

"Me quedo con Alec casi todas las noches. Cuando puedo salirme con la mía, de todos modos,"
respondió ella.

Mi ceño se frunció en confusión ante sus palabras. "¿Con Alec?" Le pregunté.

"Sí, en el hospital," respondió ella. "Son muy serviciales, por suerte."

"¿Está en el hospital?" Le pregunté con horror, sentí un vacío en la boca de mi estómago. "¿Qué... Por
qué?"

Ella me miró sorprendida, frunciendo el ceño mientras se sentaba a mi lado. "No puedo creer que
ninguno de ellos te lo haya dicho," dijo en voz baja, extendiendo su mano y tomando la mía.

La miré con aprehensión al notar la tristeza en sus ojos. "Alec resultó herido cuando fueron a
rescatarte. Le dispararon varias veces y está en el hospital."

"¿Está...? Quiero decir, se va a poner bien, ¿verdad?" Le pregunté, sintiéndome enferma. "Él tiene que
ponerse bien."

"Oh, él va a estarlo, con el tiempo," dijo ella rápidamente. "Está mejorando poco a poco. Todavía no
ha despertado, pero tengo fe de que lo hará pronto, y estará de vuelta en casa antes de que nos demos
cuenta. Pero ahora no debes preocuparte por él. Es fuerte. ¿Cómo estás tú? Sé que debe ser difícil
lidiar con todo al mismo tiempo, sanando físicamente además de tratar de lidiar con cosas
emocionalmente."

"Sí, no es fácil," le dije. "Estoy haciendo mi mejor esfuerzo."

"Bueno, eso es todo lo que podemos hacer realmente, ¿no es así? ¿Nuestro mejor esfuerzo?" dijo con
una sonrisa. "Pero tú eres fuerte así que no tengo duda de que todo irá bien, también. Si alguna vez
necesitas alguien con quien hablar acerca de las cosas, estoy aquí."

La puerta principal se abrió y miré hacia allá, viendo a Edward dirigiéndose hacia las escaleras. Esme
lo llamó y se volvió para mirar a nuestra dirección, deteniéndose cuando me vio. "¿Qué estás haciendo
aquí?"

Me encogí de hombros y Esme rió. "Está cansada de estar encerrada en esa habitación, Edward.
¿Puedes culpar a la chica? Como sea, ¿qué tal si hago algo de comer? Clara tiene la mañana libre, así
que prepararé algo," dijo, poniéndose de pie y dirigiéndose a la cocina antes de que pudiéramos
responder. Edward caminó hacia mí, pasando nervioso su mano por su cabello mientras se sentaba. Me
miró con curiosidad, con el ceño fruncido.

"Te lo ha dicho, ¿verdad?" murmuró. Asentí, mordiéndome el labio inferior.

"No puedo creer que no me lo dijeras," dije en voz baja.

"No sabía cómo. Tienes suficiente mierda con la que lidiar, ¿cómo podía añadir a Alec a ella?" dijo.
"No es como si pudieras hacer algo."
"Aun así, deberías habérmelo dicho," murmuré.

Esme regresó al cabo de unos minutos con sopa para mí y un bocadillo para Edward, dejándonos
comer en silencio antes de que él me ayudara a subir las escaleras.

El tiempo continuó pasando rápidamente, los días se convirtieron en semanas. Me hice más fuerte,
mis heridas empezaron a sanar mientras mi cuerpo volvía a ser el mismo, pero mentalmente todavía
estaba luchando por asimilar todo lo que había sucedido. Pasé la mayoría de los días descansando,
pero finalmente fui capaz de aventurarme a salir con Edward una vez que me sentí lo suficientemente
fuerte. Me cogió la mano una tarde mientras caminábamos por la calle, señalando diferentes cosas de
su infancia. Estábamos a una manzana de la casa de Esme cuando mis piernas se cansaron, nos
detuvimos frente a una gran casa blanca. Edward se acercó y se sentó en el escalón de la entrada,
haciendo un gesto para que me sentara a su lado.

"No creo que debas solo sentarte en las escaleras de alguien así, Edward," dije. "Pueden enfadarse."

Se rió entre dientes. "Esta es nuestra casa, tesoro," dijo. Mi ceño se frunció mientras él palmeaba el
lugar a su lado, y yo vacilante, me acerqué a sentarme. "Aquí es donde crecí. Mi madre amaba esta
puñetera casa, se sentía orgullosa de ella. Ha estado vacía desde que nos fuimos."

"Es bonita," le dije, mirando a la puerta desgastada detrás de nosotros. Obviamente había sido
descuidada durante mucho tiempo y necesitaba una nueva capa de pintura con desesperación.

"Sí, lo es," dijo. Los dos nos quedamos en silencio por un momento, sumidos en nuestros
pensamientos.

"¿Qué vamos a hacer, Edward?" Le pregunté finalmente. "Quiero decir, ¿qué va a pasar ahora?"

"Volveremos a Washington," dijo. "Aro me va a dar tiempo para trabajar sobre algunas cosas antes de
que espere que me mude aquí permanentemente. Aparte de eso, no lo sé, Bella. Supongo que lo
resolveremos sobre la marcha."

Y eso fue exactamente lo que hicimos. Pocos días después, el doctor Cullen alquiló un auto y los tres
nos despedimos de Esme antes de empezar el largo viaje de regreso a Forks. No estaba segura de por
qué decidieron no volar, pero no cuestioné esa decisión. Dormí la mayor parte del viaje en el asiento
trasero, los dos se turnaron para conducir. Nos detuvimos con tanta frecuencia para descansar y comer
que nos tomó unos cuantos días antes de que viéramos el letrero 'Bienvenidos a Washington’, una
extraña sensación me inundó cuando finalmente pararon en la casa de Forks. Salí del coche y me
detuve, mirando a mi alrededor mientras trataba de identificar cómo me sentía. No era dolor o
angustia, aunque podía prácticamente sentir eso dentro de mi pecho, y no fue hasta que Edward
masculló cuatro simples palabras que se me ocurrió.

"Bienvenidos a nuestro hogar," dijo. Mis labios se curvaron ligeramente al oír el sonido de las
mismas.

"Hogar," le susurré. Por primera vez en mi vida, realmente sentía algo como un hogar para mí, y supe
de inmediato que era por el chico de pie a unos metros de mí. Era el lugar donde nos unimos, donde
encontré no solo algo por lo que valía la pena vivir, sino también algo por lo que valía la pena morir.
Era donde habíamos encontrado el amor.

Instalarse no fue fácil, una extraña tensión persistía en la casa alrededor de nosotros. Sané
físicamente, pero una vez que el doctor Cullen empezó a quitarme los analgésicos, la verdadera tortura
empezó. Los recuerdos me perseguían en mis sueños y continuaban torturándome durante mis horas
de vigilia. Breves destellos de caras, gritos horribles y palabras mordaces surgían constantemente, la
peor parte era que ni siquiera estaba segura de si eran reales. No podía dejar de pensar en todo y me
empezó a consumir, desgastándome mientras trataba de poner en orden mis pensamientos. Estaba tan
desconcertada, temerosa de contárselo a Edward, no porque no supiera cómo reaccionaría, sino porque
no sabía si algo de eso era cierto. ¿Lo había soñado en mi estado comatoso, o en verdad ellos habían
estado allí? ¿Pensaría que estaba loca?

Cuanto más recordaba, más angustiada estaba. Empecé a escribir en un cuaderno nuevo, desesperada
por sacarlo todo de mi mente, y esbocé imágenes con la esperanza de que las mismas dejaran de
atormentarme. Se lo oculté a Edward, escondiendo el cuaderno debajo de la cama para que no lo
leyera y se preocupara. Ya tenía suficiente que lidiar con sus problemas, y esperaba que con el tiempo
se detuvieran.

Edward no volvió a la escuela, pero yo estaba tan encerrada en mi propia mente que ni siquiera le
pregunté sobre ello. Estaba retraído en sí mismo, las pesadillas azotaban su sueño tal como lo hacían
en el mío. Salía a hurtadillas de la cama por las noches para tocar el piano y a veces lo seguía en
silencio, escuchando la melodía inquietante que tocaba repetidas veces durante horas. Siempre la
misma canción, la que había tocado constantemente cuando llegué por primera vez aquí, la que le
recordaba a su madre.

Hablaba en susurros por teléfono, forzando una sonrisa cuando lo miraba, pero sin importar cómo
trataba de ocultarlo, podía ver su tristeza. Él trataba de fingir que todo estaba bien, pero lo conocía
demasiado y no me podía engañar. Estaba hundiéndose, convirtiéndose de nuevo en el destrozado
muchacho que una vez salvé con solo amarlo. Me dolía ver su dolor, pero no estaba segura de qué
hacer, porque la verdad era que me estaba hundiendo tanto como él.

El amor nos había salvado antes, pero estaba empezando a preguntarme si era suficiente.

El tiempo pasó volando mientras intentábamos llegar a un acuerdo del lugar hacia donde se dirigían
nuestras vidas. Unos días antes de Navidad, el doctor Cullen entró en la cocina, donde estaba haciendo
el almuerzo y se aclaró la garganta. "Cuando tengas un minuto, ¿puedo verte en mi oficina?",
preguntó. Asentí, vacilante y nerviosa en cuanto al porqué querría verme. Edward se había ido a
terminar sus compras de Navidad, así que solo estábamos nosotros dos en casa. Limpié la cocina
lentamente, mi apetito se había ido de repente, así que ni siquiera me molesté en comer. El doctor
Cullen y yo no habíamos hablado mucho desde que regresamos además de algunas cortesías básicas,
el concepto de tener toda una conversación con él era desalentador. Me dirigí a su oficina después de
un momento y llamé suavemente, abriendo la puerta cuando me dijo que entrara.

"Siéntate," dijo, asintiendo en dirección a la silla frente a él. Me acerqué y me senté con vacilación,
mirándolo con curiosidad. "Entonces, ¿cómo te está yendo?"

"Estoy bien, señor," le dije.


"¿Lo estás en verdad?" preguntó, alzando las cejas inquisitivamente. "No te ves muy bien, Isabella."

Lo miré por un momento, sin saber cómo responder a eso. "Estoy intentándolo," le dije.

"¿Estás recordando?" preguntó con curiosidad. Asentí, temerosa de hacia dónde se dirigía porque no
estaba preparada para hablar de lo que me había pasado.

"Algunas cosas" le respondí vacilante. "Sin embargo, no estoy segura de cuánto de ello creer.
Alucinaba mucho."

"Es comprensible," dijo. "No te voy a presionar para obtener más detalles, porque no soy quien para
hacerlo, pero quiero que sepas que si tienes alguna pregunta acerca de cualquier cosa que crees que
podrías haber escuchado, estaría encantado de respondértelas."

Lo miré por un momento, debatiendo su oferta. Había algunas cosas de las que tenía miedo de hablar,
sin saber si debía decirlas en voz alta sin importar si eran ciertas o no, pero había otras cosas por las
que tenía curiosidad genuina. Suspiré un instante después, mordiéndome el labio nerviosamente.
"¿Soy realmente una, um, princa…" empecé.

"¿Principessa?" preguntó. Asentí y él se inclinó en su silla, observándome con interés. "Sí, lo eres. Tu
madre era la hija de un hombre poderoso. Él fue asesinado cuando ella era un bebé y ella también fue
dada por muerta, pero está claro que no era el caso. Los Swan eran conscientes de su linaje y mi
esposa se acercó demasiado a la verdad para su comodidad, y por eso fue asesinada."

"Por mi culpa," murmuré, sintiendo las lágrimas formándose pero tratando de controlarlas para no
llorar delante de él. La culpa que todavía sentía por su muerte era inmensa.

"No, no fue por tu culpa," respondió, en tono grave. "No voy a mentirte, Isabella. Te culpé una vez, y
me tomó mucho tiempo ver que mi enojo era infundado. Eras una niña cuando murió y es absurdo
culpar a una niña de siete años de la muerte de una mujer que fue asesinada a más de mil kilómetros
de distancia de ella. Hay unas pocas personas que puedo culpar por lo sucedido, incluyéndome, pero tú
no eres una de ellas. Ojalá me hubiera dado cuenta de eso antes, porque podría habernos evitado a
ambos una gran cantidad de dolor."

Lo miré con sorpresa, sorprendida por sus palabras, y continuó después de una breve pausa.

"El día que te encontramos en el almacén en Chicago fue el doce de octubre. Estaba tan atrapado en
todo que no fue hasta el día siguiente que me di cuenta de la fecha. ¿Sabes qué día es el doce de
octubre, Isabella?"

Negué con la cabeza, vacilante. "No estoy segura, señor."

"El doce de octubre es el aniversario de la muerte de mi esposa. Es el peor día del año para mí, porque
me enfurezco tanto por su muerte que pierdo la noción de la realidad. Todo lo que me importa ese día
es conseguir venganza por lo que pasó, tratando de hacer que alguien pague por lo que perdí," dijo. "El
año pasado fuiste tú. Estabas aquí y yo estaba furioso, y como yo te culpaba, Isabella, no tuviste
ninguna oportunidad. Sin importar lo que hubieras hecho ese día, te habría atrapado, porque el quid de
la cuestión era que no se trataba de ti. Se trataba de mí. Necesitaba que alguien más sufriera como yo
lo hacía y tú eras el blanco perfecto."

Un escalofrío se disparó por mi espalda mientras él me miraba, mi corazón latiendo con furia ante el
recuerdo de lo que había sucedido.

"Sé que suena como una excusa ridícula, pero es la verdad. No hiciste nada malo y no te merecías lo
que te hice, y quiero que sepas que nunca te he odiado. Irracionalmente te culpé y eso estuvo mal, pero
no podía odiarte, porque la verdad es, Isabella, que en realidad no te conocía. Y no quería conocerte,
porque tenía miedo de que si lo hacía, te querría tanto como lo hacía mi esposa.”

"Elizabeth era una buena juez de carácter," continuó después de un momento. "A menudo tenía
presentimientos sobre la gente y me decía que habían entrado a su vida por una razón. Tenía uno de
esos presentimientos sobre ti. De hecho, mi esposa se enamoró de ti en el momento en que puso sus
ojos en ti, y continuó amándote hasta el día que murió. Una parte de mí sabía que si mi esposa sentía
algo tan apasionado por alguien, yo no tendría ninguna posibilidad porque no había manera de que no
pudiera amar lo que ella amaba. Así de profundamente estábamos conectados. Luché contra eso
contigo, Isabella, porque no quería quererte. Quería echarte la culpa. Quería odiarte. Pero nunca lo
hice, porque en el momento en que me permití conocerte de verdad, estuve perdido."

Sus palabras me sorprendieron y me senté en silencio, mirándolo boquiabierta.

"No me di cuenta de eso hasta hace poco. Verás, durante nueve años seguidos pasé el doce de octubre
lleno de rabia, queriendo castigarte por lo que le había pasado a mi esposa. Sin embargo, este año, en
lo único que podía pensar era en rescatarte, que es lo que la había llevado a ella hacia la muerte en
primer lugar. Es bastante irónico, y una vez que comprendí ese hecho, me di cuenta de que había
hecho exactamente lo que Elizabeth me había dicho que algún día haría. Quería creer que había
querido encontrarte simplemente porque era lo que mi esposa hubiera querido, o porque era lo que
Edward necesitaba, cuando la verdad es que era porque simplemente lo merecías. No estaba
rescatándote porque ellos te quisieran, Isabella; me di cuenta de que estaba haciéndolo porque yo lo
hacía.”

"Probablemente estoy hablando en círculos, y no estoy seguro de que siquiera me creas, pero quiero
que sepas que he llegado a verte como a uno de los míos, tal como Elizabeth siempre dijo que lo haría.
Quiero que encuentres la felicidad en la vida, no por lo que mi familia o yo hemos sacrificado por ti,
sino porque verdaderamente mereces ser feliz. Y en cuanto a lo que te hice el año pasado, no espero
que me perdones nunca, pero necesito que sepas que lo lamento. Si pudiera borrarlo lo haría, pero por
desgracia la vida no viene con borradores," dijo. "Si así fuera, habría mucho que eliminaría."

Empecé a hablar, pero él levantó la mano para detenerme.

"Déjame decir esto primero, y luego terminaré de contestar cualquier pregunta que puedas tener," dijo.
"A pesar de que tenía razones detrás de todo lo que hice, me doy cuenta de que hice las cosas de la
manera equivocada. Debería haber sido honesto contigo desde el primer momento y no debería
haberte amenazado nunca como lo hice. No espero agradarte, Isabella, pero espero que algún día
puedas comprender que mis intenciones eran buenas. No sé lo que vas a hacer con tu vida de ahora en
adelante, pero solo quiero que sepas que me alegra de que tengas la oportunidad de hacer algo con
ella. Me alegro de que tengas la oportunidad de vivir, porque salvarte ha valido la pena."
Sonrió suavemente mientras una lágrima se deslizaba por mi mejilla, formando un nudo en mi
garganta mientras luchaba por controlar mis emociones. Nunca imaginé que lo escucharía disculparse,
y mucho menos todo lo demás que acababa de decir. Me miró por un momento antes de empujar la
silla hacia atrás, poniéndose de pie y caminando hacia mí. Lo observé con vacilación cuando se detuvo
a mi lado, bajando su brazo y jalando de la bota de su pantalón para subirla. Miré hacia abajo y mi
ceño se frunció en confusión cuando vi que tenía algo negro envuelto con firmeza alrededor de su
tobillo con una pequeña caja al lado con una luz roja. "¿Sabes lo que es esto?" preguntó.

"Eh, no," murmuré mientras caminaba de regreso a su escritorio, volviendo a sentarse. Él suspiró y
asintió.

"Es un dispositivo de monitorización GPS. Una estipulación de mi libertad bajo fianza era que tenía
que usarlo," dijo, mis ojos se abrieron por la sorpresa. Él vio mi expresión y se rió. "Sí. Es irónico, ¿no
es cierto? Realmente no sabes lo que es tener a alguien observando todos tus movimientos hasta que te
sucede. Ya ves, en algún lugar hay un hombre sentado detrás de un ordenador portátil con un programa
de software abierto frente a él, mirando a ver dónde estoy para asegurarse de que no estoy tratando de
huir. ¿Te suena familiar?"

Asentí. "Sí, lo hace," le dije, recordando el día en el hospital cuando él me mostró el programa de
monitorización y me explicó cómo funcionaba el GPS.

"Tenía mis razones para colocártelo, Isabella, pero eso no quiere decir que lo que hice estuvo bien. En
vez de usarlo para protegerte, lo usé para controlarte, y también lo lamento por eso. Le he pedido un
último favor a un colega mío y he concertado una cita para la semana que viene para ti. Yo tal vez
tenga que tener mi dispositivo de vigilancia, pero eso no significa que el tuyo no pueda ser retirado,"
dijo.

"¿En serio?" Le pregunté aturdida. Él asintió.

"Sí. Eres una mujer libre ahora," respondió.

"Gracias," dije en voz baja. Él sonrió.

"De nada, pero no merezco tu gratitud. A estas alturas, solo estoy arreglando mis errores, corrigiendo
las cosas que debería haber hecho hace mucho tiempo. En fin, ¿tienes alguna pregunta?" preguntó.

"Yo, eh... no creo," le respondí, incapaz de pensar siquiera lo suficientemente claro para formar una
pregunta. Las lágrimas se deslizaban por mi mejilla, los sollozos amenazaban con escapar mientras
luchaba por mantener la compostura.

"Bueno, si tienes alguna, no dudes en preguntar," dijo. "Oh, una cosa más antes de que te vayas.
Quiero darte esto antes de que lleguen las visitas."

"¿Visitas?" Le pregunté, sin saber a lo que se refería. Sonrió y asintió.

"Sí, huéspedes. Jasper y Emmett vendrán a casa, y por supuesto, Rosalie y Alice estarán aquí también,
porque son tan familia como el resto. Esme y Alec también vendrán" respondió.

"¿Alec?" Le pregunté con sorpresa. "¿Está fuera del hospital?"


"Sí. Fue dado de alta hace un par de semanas, completamente recuperado," respondió con una sonrisa.
"Bien podría ser mi última Navidad con mi familia, así que me alegro de que todos estemos juntos."

Lo miré con curiosidad, esa sensación de vacío regresó a la boca de mi estómago. "¿Entonces cree que
va a ir a la cárcel?" Le pregunté vacilante.

"Estoy bastante seguro de que me atraparán de una manera u otra," dijo. Asentí para que supiera que lo
escuchaba, sin saber qué decir o incluso cómo sentirme acerca de eso. Se aclaró la garganta y abrió el
cajón superior de su escritorio sacando un familiar libro de cuero marrón y se sentó en frente de mí.
"El diario de mi esposa. Edward me lo dio hace unos meses, cuando descubrió que lo tenías, pero creo
que deberías tenerlo."

"¿Yo?" Le pregunté aturdida.

"Sí, tú. Creo que Elizabeth hubiera preferido que lo tuvieses, y creo que podrías encontrar algo de esto
útil en el futuro. Escribió mucho sobre la adaptación a la vida después de la esclavitud y sus
sentimientos conflictivos acerca del mundo al que yo pertenecía. Podría ayudarte," dijo.

"Eh, gracias," murmuré, cogiendo el libro cautelosamente.

"De nada, pero de nuevo, las gracias son innecesarias. Solo estoy tratando de hacer lo correcto,"
respondió. "En fin, eso es todo lo que tenía que decir. Qué tengas un buen día, dolcezza."

Asentí y me puse de pie, en dirección a la puerta. Dudé cuando llegué a ella, dándome la vuelta para
mirarlo. Él me miró con curiosidad, obviamente preguntándose qué estaba haciendo.

"No mucho tiempo después de que llegué aquí, me pediste que no te llamara amo. Dijiste que te hacía
sentir como si te pusiera en el mismo nivel que a mi padre, pero te dije que no creía que fueras como
él," dije nerviosamente. "No lo creía entonces. Solo lo dije porque sabía que era lo que debía decir. Sí
te sentía como un amo. Solo quiero que sepas que sí lo creo ahora. Charles Swan era un hombre
horrible, y a pesar de todo lo que pudiste haber hecho, has sido más padre para mí de lo él alguna vez
fue. Quiero que sepas que yo sí te perdono por haberme herido, ya que siempre me has ayudado... más
que nadie. Eres un buen hombre, Carlisle."

Me di la vuelta y limpié mis lágrimas, escuchando que susurraba un "gracias", pero no respondí
porque sentía como si no hubiera nada más que decir por el momento. Me dirigí a la habitación y me
metí en la cama, acurrucándome con la almohada de Edward mientras miraba el diario de Elizabeth
Cullen. Lo abrí después de un momento, dando vuelta a la primera página y tomando una respiración
profunda cuando empecé a leer.

‘Hoy es mi primer día como una mujer libre...’

*************
Chi parla in faccia non è traditore = El que lo dice a la cara no es un traidor
Capítulo 73 Buscando

"La verdad es que es más probable que nuestros mejores momentos ocurran cuando nos estamos
sintiendo muy incómodos, infelices o insatisfechos. Pues es solo en esos momentos, impulsados por
nuestra incomodidad, que somos propensos a salir de nuestras rutinas y empezar a buscar caminos
diferentes y verdaderas respuestas." - M. Scott Peck

Edward cullen
Si alguien me hubiera preguntado el año pasado cómo me sentía respecto al estilo de vida de mi padre,
probablemente le hubiera dicho alguna mierda cliché sobre dinero, poder y respeto.

Se ha estimado que la Borgata en Chicago recaudaba al menos cien millones de dólares al año a través
de sus actividades y, con casi trescientos hombres iniciados, se podría pensar que había suficiente para
todos, pero así no es como funcionaban las cosas. Mientras el jefe se sentaba cómodamente, señalando
con sus dedos y llevando la batuta desde su mansión de doce millones de dólares, mientras comía puto
calamar y caviar todas las noches, la gente de la parte baja de la cadena de mando, los que en realidad
se encargan de la mierda, a menudo reunían las monedas sobrantes para comprar burritos de setenta y
nueve centavos de Taco Bell y alimentar a sus malditas familias. Estaban arriesgando sus vidas y
renunciando a su libertad por gente que solo se quedaba parada observando mientras se morían de
hambre, sin importarles una mierda lo que pasara con ellos mientras entregaran una gran tajada de lo
recaudado.

Llamaban a esa mierda pagar tributo, u honrar a sus mayores. Si un grupo de diez tipos robaban un
embarque con valor de aproximadamente cincuenta mil dólares, más de la mitad se iba a los bolsillos
de los capos y la administración. Después de dar a los asociados que habían ayudado su parte, y de
pagar a todo el que había que pagar y de invertir de nuevo en la organización, cada uno se quedaba con
lo suficiente para pagar su puta renta y llevar a su esposa o goomah a Olive Garden por una noche para
así poder aparentar que era capaz de pagar esa mierda.

Un gusto, decían. Todo el mundo decía siempre que era un jodido gusto, incluso si no tenía nada que
ver con el maldito trabajo. Afirmaban, que como familia, todos trabajaríamos como uno solo y
después de todo teníamos que cuidar los unos de los otros. Decían que era cuestión de respeto y
honor... pero en lo que a mí respecta, todo eran putas pendejadas.

Los hombres de abajo eran subestimados e ignorados, eran completamente reemplazables a los ojos de
aquellos que manejaban esta mierda. Una vez que la jodieran y se iban, había una puta cara nueva en
su lugar en cuestión de horas. Ni siquiera se habría enfriado su cuerpo todavía y ya se les habría
olvidado, como si ni siquiera hubiera existido en primer lugar.

Vaya familia de mierda....

En lo personal, no me importaba el dinero. Tenía suficiente en mi cuenta bancaria como para


mantenerme de por vida, y sospechaba que esa era en parte la razón por la que Aro me quería en
primer lugar. No tenía que preocuparse de que le robara dinero o que tomara disimuladamente más de
lo que me tocaba por desesperación, y jodidamente seguro, que no tenía motivos para planear acuerdos
en secreto o que intentaría ocupar su lugar para sacar ventaja. No necesitaba su maldito dinero como
la mayoría de los otros tipos. Él pensaba que me preocupaba más por el poder y el respeto, creyendo
que podía usar eso como ventaja a fin de manipularme para permanecer leal a él.

El problema era que ya tampoco podía visualizar eso.

¿Dónde estaba el respeto en que se te pidiera salir de la cama a las tres de la mañana para ver como al
dueño de una pizzería local le golpeaban la cabeza porque había pedido prestado un dinero que no
podía devolver? ¿Dónde estaba el respeto en quemar la casa de un hombre, quitándole lo que había
conseguido trabajando toda su vida y dejar a su familia en la calle, solo porque había mirado al jefe de
un modo que a este no le había gustado? ¿Dónde estaba el respeto en intimidar a una chica de
diecisiete años, amenazando con matar a todos sus seres queridos y con destruir su vida, porque había
estado en el lugar equivocado en el momento equivocado y había visto algo que no debería haber
visto?

Asalto, extorsión, drogas, saqueo, secuestro, robo, soborno, robo de coches, prostitución, corrupción,
incendios provocados, extorsión, fraude, contrabando, trata de personas y asesinato.... ¿Dónde estaba
el respeto en todo eso?

Sin lugar a dudas yo no veía esa mierda... y joder, estaba seguro que esa no era la clase de poder que
yo quería.

Lo que sí veía era un montón de egoístas y crueles hijos de puta que solo se preocupaban por sí
mismos, dispuestos a aniquilar a cualquiera que se cruzara en su camino o se atreviera a interponerse
mientras ellos masacraban y mentían para llegar a la cima. Eran cobardes, aparentando ser fuertes
cuando en realidad eran tan jodidamente débiles que se ocultaban detrás de sus títulos y usaban
amenazas para lograr lo que querían. Afirmaban que se preocupaban por las mujeres y los inocentes,
diciendo que no se les tocaba, pero eso era un poco difícil de creer considerando que habían
convertido en malditas esclavas a aquellas que yo amaba personalmente. Demandaban respeto, pero
ellos no respetaban a nadie a cambio, y su poder solo existía en la mente de las personas a causa del
miedo. No me sorprendía que Alec fuera siempre frío y mi padre estuviera tan desgastado, yo solo
llevaba unas semanas y ya estaba cansado.

Después de haberme iniciado, pasé cada hora del día buscando a Isabella. Royce me ayudó cuanto
pudo, pero tenía hombres a su cargo que tenía que supervisar. Fue una mierda que se hubiera visto
forzado a ayudarme, ya que parcialmente era culpable de que las cosas hubieran sucedido como lo
habían hecho. Había dejado de lado sus obligaciones mientras sus hombres planeaban y ejecutaban el
secuestro de mi puta chica, y si él se hubiera dado cuenta de lo que estaba pasando hubiera parado esa
mierda. Los primeros días estuve molesto por ello, le hablaba constantemente con brusquedad porque
necesitaba a alguien a quien culpar, pero con el tiempo la ira se calmó y me sumí en la desolación.

Intenté que el chip funcionara de nuevo, con la esperanza de una solución fácil, pero fue una pérdida
de tiempo. Royce dijo que ellos eran conscientes de que ella tenía un chip porque a Aro se le había
escapado ese pequeño dato, así que imaginé que habían encontrado una manera de bloquear la señal
para dificultarnos las cosas. Querían cansarnos para que desistiéramos, querían desconcertarnos, para
que cuando finalmente los encontráramos, tener ventaja.

Pasamos horas y horas buscando en registros, revisando títulos de propiedad e identificando lugares
vinculados a los rusos en Highland Park. Royce hizo docenas de llamadas y visitamos personas que él
creía que tendrían información, llegando a medidas extremas más de una vez a fin de sacársela. Perdí
el control un par de veces y golpeé salvajemente a gente con mis puños, pero fue Royce quién causó
más dolor. Vi cómo torturó a hombres, escuché cuando gritaron agónicamente y le rogaron que parara.
Sacó uñas con alicates, metió cabezas en prensas y las apretó hasta que sus cráneos comenzaron a
quebrarse. Vi como casi ahogó a hombres, manteniéndolos bajo el agua hasta que sus pulmones se
llenaron de líquido, y los apuñalaba con lo que estuviera a su alcance, desde pica hielos hasta
destornilladores. No disparamos ningún arma o acabamos con ninguna vida, pero es posible que
hiciéramos que algunos de ellos desearan estar muertos cuando habíamos terminado con ellos. Me
desconecté, mi mente se centró exclusivamente en el resultado final, sin importarme quién resultaba
herido en el proceso o qué hiciera falta para que ocurriera. Tenía que encontrar a Isabella, sin importar
el sacrificio o el coste, y finalmente todo eso nos condujo a la bodega cerca de la ruta 45.

Yo era un desastre, mi mente estaba frenética por la preocupación y la falta de sueño. El ver su frágil y
deteriorado cuerpo había sido una de las cosas más devastadoras que jamás había presenciado, una
imagen que sabía que nunca olvidaría. Me pregunté si fue similar a lo que mi padre había sentido
cuando encontró a mi madre en el callejón, aunque su dolor tuvo que haber sido más profundo
considerando que Isabella seguía con vida. Ni siquiera podía imaginarme tener que ver alguna vez el
cuerpo sin vida de Isabella, sabiendo que había terminado así por mis decisiones. Tenía toda una puta
vida por delante, una por la que todos habíamos luchado, y perderla a ella sería la peor tragedia
imaginable. Era muy parecida a la historia de mi madre; finalmente libre, solo para ser derribada al
final por el mal, de todos modos.

Si no fuera tan jodidamente perturbador y doloroso, podría haber visto la ironía de lo que mi madre
siempre había dicho. Una persona no podía escapar de su destino sin importar cuanto lo intentara,
porque lo que está destinado a ser siempre será. Supuse que siempre había estado destinado para la
mafia considerando el hecho de que sin importar cuánto hubiera intentado evitarlo, había terminado
ahí mismo de todos modos.

E Isabella había estado destinada a la libertad... mi madre se había asegurado de ello.

Me quedé a su lado mientras estaba inconsciente, pero no estaba allí cuando finalmente despertó. Me
sentí jodidamente avergonzado por ello, al saber que ella había estado preocupada por mí, pero Aro
me había llamado esa noche para mi primer trabajo como parte de la Borgata. El jefe por lo general
no hacía nada por sí mismo, teniendo tanta gente inferior a él para hacer el trabajo sucio, pero como
Royce estaba muerto, Alec estaba en coma y mi padre, por no decirlo de otra forma, indispuesto,
pensó que lo mejor era mostrarme personalmente cómo se hacía. Parecía sentirse orgulloso de ello,
como si fuera algo con lo que forjaríamos una relación, pero viéndolo todo solo profundizó mi
creciente odio por él.

Esa fue la noche que atacaron al dueño de la pizzería, un hombre con el nombre de Joseph Catalano.
Sus dos hijos se había iniciado en un momento u otro, el más joven desafortunadamente había sido el
chico que Alec asesinó por involucrarse con James. Su hijo mayor fue al que se le ordenó llevar a cabo
el ataque, ese hecho me perturbó más que presenciar el acto en sí. Su propio hijo, por el cual se había
roto el culo intentando darle una buena vida, lo atacó salvajemente por razones sin sentido. Se estaba
volviendo contra su propia sangre en nombre de la lealtad a una organización que probablemente
algún día se volvería contra él. Era repugnante pero mantuve la compostura mientras ocurría, sabiendo
que Aro me observaba de cerca todo el tiempo.

Una parte de mí se preguntó si la única razón por la que estaba allí era para enviarme un mensaje sin
tener que pronunciar una sola palabra. Quería que supiera que tenía la autoridad para forzar a un hijo a
destruir a su propio padre en nombre de la lealtad, a elegirlo a él sobre su sangre.

Puñetero mensaje recibido.

El resto de nuestra estancia en Chicago fue precaria, porque Isabella no se había tomado la noticia de
mi iniciación muy bien. Esperaba que con el tiempo aprendiera a aceptarlo, pero la verdad era que no
estaba seguro si podría considerando que yo mismo no lo había asimilado por completo. Ella estaba
indiferente, una tristeza se había apoderado de su mirada, la cual yo quería hacer desaparecer, pero me
sentía jodidamente impotente porque sabía que no podía.

Aro me llamó un par de veces más, diciendo que quería que viera algunos trabajos y aprendiera cómo
se hacían las cosas. No participé, pero estando allí parado mientras sucedía sin hacer nada por
detenerlo era suficientemente malo. Siempre había pensado que, llegado el momento, podría hacerlo,
pensé que podría ser ese tipo de persona, pero la verdad era que no estaba hecho para eso. En lo único
en lo que podía pensar mientras veía cómo destruían sus vidas, era en cómo se sentiría Isabella si lo
supiera o qué pensaría mi madre si estuviera con vida. Estarían decepcionadas, jodidamente
avergonzadas de mí... pero no podía culparlas, porque yo también estaba avergonzado.

Era una maldita pena que ya no tuviera elección.

Le propuse a Aro que me permitiera regresar a Washington por un tiempo y concordó que era lo
mejor, diciéndome que podía encargarme de algunos negocios por él mientras estaba allí. Las cosas
que habían retirado del sótano de nuestra casa habían sido trasladadas a Port Angeles y necesitaba
alguien que las reuniera y las enviara donde tenían que estar ya que mi padre ya no podía estar
involucrado. Accedí, sin querer hacer esa mierda pero siendo consciente de que era mi única opción de
mierda.

Solía exasperarme cuando Isabella decía "está bien", accediendo a lo que fuera que se le pidiera,
incapaz de comprender por qué mierdas no podía simplemente ser honesta sobre su opinión. En tan
poco tiempo, me había convertido exactamente como ella, fingiendo respeto en aras de la
supervivencia, diciendo "sí, señor" cuando en realidad quería decir "vete a la mierda, imbécil", y
haciendo cualquier cosa que se me pidiera, independientemente de si quería hacerla o no.

Era una de esas situaciones en las que la ironía podría haber sido graciosa sino fuera una maldita
mierda.

Pensé que mejoraría después de que regresáramos a casa, pero no fue así. Aro ni siquiera esperó una
semana antes de comenzar a llamar dando órdenes, y aunque no era nada que no pudiera manejar, el
hecho de que él controlaba mi vida me pesaba demasiado. Estaba distraído, despierto hasta altas horas
de la noche recibiendo llamadas telefónicas y haciendo arreglos mientras ella dormía. Tenía la
esperanza de mantener esos dos aspectos de mi vida separados, sin querer que mi situación la
lastimara de alguna forma, pero al pasar el tiempo empecé a darme cuenta de lo malditamente
imposible que era. Me estaba partiendo en dos, distanciando de ella una parte de mí y sospechaba que
se daba cuenta. Intenté sonreír y hacerla sentir a salvo, deseando que creyera que las cosas estarían
bien, pero la verdad era que ni yo mismo estaba seguro ya.

¿Las cosas estarían bien?

Con el tiempo, las pesadillas comenzaron para ambos, su terrible experiencia volvió a su memoria al
mismo tiempo que mis recuerdos resurgieron. No podía dormir sin ser torturado por lo que había
visto, reviviendo la devastación que la organización había traído a mi vida. Soñé con mi madre de
nuevo, el chirriar de los neumáticos y sus gritos desgarradores cuando su vida le fue arrebatada, el
sonido de las balas atravesando el aire. Soñaba mucho con Isabella, la vista de su frágil cuerpo en mis
brazos en aquella bodega de Chicago. Empecé a permanecer despierto la mayor parte del tiempo,
observando a Isabella dormir solo para poder verla respirar. La abracé mientras lloraba de angustia y
quería hacerla sentir mejor, quería resolverlo todo, pero no sabía qué demonios hacer.

Cuando era demasiado que soportar, me salía de la cama e iba a la planta baja, a mi piano, y tocaba la
canción que invadía mi mente. Me estaba cansando, sin saber cuánto más mierda podía soportar antes
de explotar. Estaba consternado por lo que estaba sufriendo Isabella, deseando que hablara conmigo de
esa mierda, pero siendo consciente de que no tenía derecho a pedírselo. Yo mismo estaba guardando
secretos, haciendo cosas que nunca podría compartir con ella, y sería una maldita hipocresía de mi
parte demandarle que me contara los suyos.

Joder, me dolía admitirlo, pero podía sentir cómo cada día nos íbamos distanciando. Ella se aisló,
escribiendo en uno de sus cuadernos y completamente inconsciente de cómo el tiempo transcurría
inexorablemente. Y yo empezaba a sentir que hacía las cosas mecánicamente, pasando el rato y
esperando. Qué demonios estaba esperando, no estaba del todo seguro, pero sabía que algo tenía que
cambiar pronto. No podíamos continuar como estábamos, aparentando que todo estaba bien mientras
seguíamos cayéndonos a putos pedazos.

Unos días antes de Navidad me despertó el sonido de mi teléfono, el estridente repiqueteo causó
estragos en mi sueño ligero. Me obligué a abrir los ojos, dando manotazos a un lado de la cama
mientras trataba de encontrar el ofensivo objeto y hacer que la maldita cosa se callara. Maldije cuando
accidentalmente lo golpeé y lo tiré al suelo estrepitosamente y me aparté de Isabella cuando me senté.

"Apágalo," Isabella murmuró, sin siquiera molestarse en abrir los ojos.

"Mierda, es lo que estoy intentando," murmuré, cogiéndolo del suelo. Le eché un vistazo a la pantalla
y gemí, frotando mis ojos mientras trataba de aclarar mi visión. "¿Sí, señor?"

"Estaba empezando a preguntarme si alguna vez ibas a contestar," dijo Aro, un filo en su voz me dijo
que no estaba de humor para bromas. Miré hacia el reloj viendo que pasaban solo unos minutos de las
cuatro de la mañana.

"Por supuesto que iba a contestar," le respondí, cubriendo con mi antebrazo mis ojos que ardían, al
mismo tiempo que me acostaba de nuevo al lado de Isabella. "Joder, es solo que es algo temprano.
Estaba durmiendo."

"Bueno, es bueno que ahora estés despierto, porque hay algo que necesito que hagas por mí," me dijo.
"Necesito que recojas un paquete con un hombre en Port Angeles."

"¿Ahora?" Pregunté con incredulidad. Finalmente habíamos vaciado todos los contenedores de
almacenamiento en Port Angeles, así que pensé que finalmente conseguiría un descanso de sus
puñeteros negocios, pero aparentemente no tenía tanta maldita suerte. Se rio con amargura y cerré mis
manos en puños, conteniendo mi molestia, pero el sonido me ponía los nervios de punta.

"Sí, ahora," dijo con impaciencia, recitando de un tirón una dirección. Salí de la cama de un salto y
comencé a hurgar en mi escritorio buscando algo con lo que escribir, agarrando una pluma. Traté de
escribir sobre mi mano pero esa mierda no funcionó, así que miré frenéticamente a mi alrededor
buscando algo más mientras él seguía hablando. Le agradecí, sin saber por qué demonios lo hacía, y
colgué.

"Joder, simplemente fantástico," murmuré, tambaleándome hacia el armario. Saqué algo de ropa y me
vestí rápidamente, sentándome en el borde de la cama junto a Isabella para ponerme los zapatos.

"¿Dónde vas?" Murmuró. La miré, viendo que sus ojos estaban abiertos y me miraba confundida.

"Eh, tengo que terminar mis compras de Navidad, o lo que sea," le dije, soltando lo primero que vino a
mi mente mientras pasaba una mano por mi cabello con ansiedad.
"¿Ahora?" Preguntó con incredulidad, dándose la vuelta para mirar hacia el reloj. "¿Hay siquiera algo
abierto a esta hora?"

"Lo habrá cuando llegue allí," le dije, con la esperanza de que no discutiera conmigo al respecto. Le di
un rápido beso antes de levantarme, pasando mi mano por su mejilla mientras le quitaba su pelo
rebelde de la cara. "Te amo, tesoro. Vuelve a dormir, regresaré más tarde."

"También te amo," murmuró, sus ojos cerrándose una vez más.

Cogí mis cosas junto con el cuaderno, saliendo de la casa lo más silenciosamente posible, y me subí al
Volvo para ponerme en marcha por la carretera a Port Angeles. Tuve problemas para concentrarme en
conducir, mi visión estaba borrosa por el agotamiento y me salí del camino un par de veces. Maldije,
agitado, y le subí el volumen a la música al mismo tiempo que bajaba las ventanillas esperando que el
ruido y el aire frío me mantuvieran despierto.

Llegué a Port Angeles alrededor de las cinco, pero estuve dando vueltas alrededor de veinte minutos
mientras trataba de encontrar la puta dirección, después de haber escrito mal la maldita cosa después
de todo. Resultó ser una sucia y pequeña pocilga en el muro de la barbería en un barrio de mala
muerte, los ladrillos estaban desmoronándose y el anuncio apenas se sostenía. Parecía jodidamente
inhabitable pero un letrero fluorescente de "abierto" titilaba en la ventana, sugiriendo otra cosa.

Cogí el arma que me había traído de Chicago y que había guardado bajo mi asiento ya que se habían
llevado la mía, y la metí en la cintura de mis pantalones antes de salir. Me dirigí al edificio y empujé
la puerta, pero no se movió, así que presioné el timbre negro que había bajo el buzón. Sonó un ruido
estridente y di un respingo, escuchando dentro una conmoción antes de que la puerta se abriera. Un
hombre negro estaba parado frente a mí con una expresión seria en su rostro, un tatuaje en su cuello y
la mitad de su pelo trenzada. Pude ver el brillo de los dientes de oro en su boca, su cuello y orejas
enmarcados con puñeteros diamantes. No parecía ser alguien con quien Aro haría negocios y me
pregunté brevemente si tal vez todavía tenía mal la jodida dirección, pero él se apartó antes de que
siquiera pudiera considerar el irme, haciéndome un gesto con la mano para que entrara sin hablar en
absoluto.

Entré y vi que estaba tan descuidado como por fuera, y él azotó la puerta detrás de nosotros antes de
tambalearse por la habitación. "Llegas tarde," dijo rotundamente, metiendo la mano en su bolsillo por
un paquete de cigarrillos. Metió uno en su boca y me tendió el paquete ofreciéndome uno. Me negué y
él se encogió de hombros, encendiendo el suyo y arrojando el resto sobre la mesa.

"Sí," murmuré, sabiendo que no tenía una excusa de mierda por llegar tan tarde así que ni siquiera me
molesté en darle una. "Soy Edward..."

"Sé que lo eres," me dijo, interrumpiéndome. "No hubiera dejando entrar a tu culo si no lo fueras.
Aunque, no te pareces a tu padre. ¿Estás seguro que eres suyo? Con ese pelo, creo que tu madre podría
haber estado follando por allí.”

Se echó a reír y yo entrecerré los ojos furioso, mis manos empezaron a temblar. Instintivamente quise
alcanzar mi arma, la ira se disparó por mi cuerpo, pero él captó mi movimiento y levantó sus manos a
la defensiva.
"Whoa, cálmate. Solo estoy bromeando," me dijo, sacudiendo la cabeza y sonriendo, claramente sin
tomarme jodidamente en serio. "Puede que seas el hijo de Cullen, después de todo. Ninguno de
ustedes, hijos de puta, puede soportar una broma."

"No hables de mi maldita madre," escupí al mismo tiempo que él me dio la espalda, abriendo un
gabinete.

"Lo que tú digas, hombre," murmuró. "Dime algo, ¿tienes novia?"

"¿Disculpa?"

"¿Estás jodidamente sordo?" Preguntó, dándose la vuelta rápidamente. Me tensé cuando vi que había
cogido una glock-22 del gabinete, y me apuntaba sin vacilar. Cogía mi arma rápidamente y apunté a su
cabeza, mi corazón se aceleró sin control por el miedo. La diversión se había ido de su rostro, sus ojos
centelleaban con ira. "He preguntado si tienes una puta novia."

"Sí," le dije, tratando de mantener la compostura, pero estaba malditamente claro que él era inestable
y yo no tenía ni maldita idea de qué estaba pasando. La idea de que podía ser una trampa pasó
rápidamente por mi mente pero la deseché, sin querer siquiera considerar que Aro me haría esa mierda
cuando no había hecho nada malo.

"¿Cuál es su nombre?" Preguntó. Titubeé, sin saber por qué demonios estaba preguntándome por ella,
y su impaciencia aumentó. "Puedo averiguar esa mierda por mí mismo, pero no creo que quieras que
lo haga."

"Isabella," le dije en voz baja.

"Bien," dijo, bajando su arma y cogiendo una bolsa de lona del gabinete. Me la tendió y la cogí con
vacilación, todavía apuntándole con el arma. "Tienes veinticuatro horas para traer mi dinero. Si no
está aquí mañana como máximo a las cinco de la mañana, a las cinco y un minuto estaré en mi coche
de camino para hacerle una visita a Isabella y hacerla pagar por ello. No tolero a los hijos de puta que
llegan tarde cuando tenemos una cita. ¿Me has entendido?"

"Si alguna puñetera vez la tocas..."

"He dicho que si me has entendido.” Dijo con brusquedad, levantando de nuevo su arma y cortándome,
irritado por mi actitud.

"Sí," dije con frialdad, mis manos temblando.

"Bien. Ahora, sal de mi maldita tienda antes de que te dispare solo por el gusto de hacerlo," dijo. Di
unos pasos hacia atrás, todavía apuntándole, antes de abrir la puerta de un empujón y salir corriendo.
Guardé el arma y corrí hacia el coche, buscando torpemente entre mis llaves y maldiciendo mientras
trataba de abrir la puerta.

"Cristo," murmuré en voz baja mientras me deslizaba en el interior, arrojando la bolsa en el asiento
del pasajero. Encendí el coche y salí a toda velocidad, deseando largarme de allí de una puta vez
mientras pudiera. Esperé hasta que estuve a unos kilómetros de distancia antes de coger la bolsa y
abrirla con curiosidad, echando un vistazo dentro para ver dos kilos de cocaína en bloques sin cortar y
un montón de bolsas de marihuana.

"¿Qué mierdas?"

Frené de golpe, pasmado, y di un volantazo metiendo el coche en el estacionamiento de un restaurante


cercano. Me quedé mirando las drogas por un momento, sin saber qué demonios se supone que tenía
que hacer con ellas. No estaba seguro si Aro me lo había dicho o no, considerando que no le había
prestado mucha jodida atención mientras hablaba, y de pronto estaba preocupado de estar olvidando
algo. Lo último que quería era que se cabrera conmigo, y sabía que el no escuchar sus putas
instrucciones lo consideraría tan irrespetuoso como si descaradamente las ignorara.

Vacilé antes de coger mi teléfono, repasando rápidamente mi lista de contactos. Me detuve en el


nombre de mi padre y presioné el botón de llamada, esperando mientras sonaba.

"¿Edward?" Dijo confundido cuando contestó, obviamente preocupado por la maldita hora.

"Yo, eh.... creo que necesito algo de ayuda," le dije.

"¿Con qué?" Preguntó vacilante. "¿Dónde estás?"

"Estoy en Port Angeles," le dije. "He recibido una llamada esta mañana para recoger una mierda con
un cabrón loco que me ha apuntado con una maldita arma. Me ha dado una bolsa y me ha dicho que
quería su dinero mañana por la mañana, pero no sé qué demonios se supone que debo de hacer con
esto."

"Ah, debes haber conocido a Garrett," me dijo, suspirando. "Se pasa de paranoico, supongo que por
usar demasiada de su mercancía durante muchos años. Solo tienes que sacar un poco de dinero de tu
cuenta y pagarle por ella."

"¿Cuánto?" Le pregunté, echando un vistazo a la bolsa. "Esto es un montón de mierda."

"Sé que lo es. Siempre hemos tenido un acuerdo establecido con él, cincuenta mil en cada visita," dijo.
"Cuando regreses a Forks, llama a Ben y se quedará con ella por ochenta. Vale unos cien en las calles,
así que sacará unos veinte de ganancia de ella. Quédate con el dinero que pusiste y guarda el resto para
Aro."

"Eh, está bien," murmuré. "Gracias."

"De nada, hijo," me dijo. "Ten cuidado."

"Sí." Corté la llamada y miré el reloj, sabiendo que tenía unas horas hasta que abrieran el banco y
pudiera conseguir el dinero. Metí la bolsa en el maletero para mantenerla segura antes de conducir por
la ciudad, parando ocasionalmente para echar un vistazo en las tiendas que ya estaban abiertas. Tomé
algo para desayunar y compré algunos regalos con mi Amex, sin estar de humor para cosas navideñas
pero sabiendo que no podía ir a casa con las malditas manos vacías o Isabella se daría cuenta que le
había mentido.

Saqué el dinero cuando el banco abrió, a las diez, sacando algo extra solo en caso de que lo necesitara.
Conduje de regreso a la barbería y le entregué a Garrett el dinero, me mantuve al lado de la puerta
principal con la mano en mi arma mientras él contaba cada billete con cuidado. Había otras personas
presentes, un hombre descansando en una silla de barbero con un arma en su regazo y dos chicas
sentadas a un lado, en un pequeño y desgastado sofá. Las chicas estaban demasiado delgadas, vestían
muy poca ropa y era andrajosa, tenían el pelo hecho un desastre, totalmente enredado. Llevaban un
montón de puto maquillaje apelmazado en sus rostros, embadurnado como si fuera lo que había
quedado de la noche anterior. Estaban perdidas, esnifando líneas de coca de una bandeja sucia frente a
ellas.

Una de las chicas se levantó después de un momento y se tambaleó hacia nosotros, arrojándose al
regazo de Garrett, tiró algo del dinero que estaba en su mano y él gimió, recogiéndolo para contarlo de
nuevo. "Fíjate en lo que haces, perra."

"Sí, sí," dijo, arrastrando sus palabras sin prestarle atención. Se quedó mirándome un momento, con
una sonrisa pícara subiendo lentamente a sus labios. "A él nunca lo había visto antes. Es sexy."

Garrett me miró y se empezó a reír. "Tiene una novia a la que aparentemente le tiene cariño, tomando
en cuenta lo rápido que su culo ha regresado aquí con mi dinero. No creo que tengas mucha
oportunidad."

"Eso nunca detuvo a nadie antes," dijo, poniéndose de nuevo de pie y paseándose en mi dirección. Me
tensé cuando se detuvo frente a mí, su piel olía como si estuviera expulsando el alcohol por sus poros,
la peste hizo que se me revolviera el estómago. "¿Qué dices bebé? ¿Te gustaría divertirte un poco?"

Gemí, alejándome de ella cuando intentó pasar sus dedos por mi cabello, irritado de que estuviera
tocándome con sus malditas manos sucias. No tenía idea de dónde habían estado esas malditas cosas y
no quería saberlo, en base a cómo se veía ella.

"Joder, tienes que estar bromeando," le dije.

"Déjalo en paz, Katie," dijo Garrett, poniéndose de pie y sosteniendo el dinero. "Está todo. Ha sido un
placer hacer negocios contigo."

"Sí, igualmente," murmuré, agradecido de que esta mierda hubiera terminado. Salí rápidamente por la
puerta principal y me metí al coche, sacando mi teléfono mientras iba por las calles de Port Angeles.
Marqué el número de Ben Cheney, diciéndole cuando contestó que tenía una mercancía para él. No le
dije nada más pero él sabía a qué demonios me estaba refiriendo, diciéndome que se reuniría conmigo
en el estacionamiento de una tienda de comestibles de Forks con el dinero.

Me dirigí directamente allí y estacioné en la parte de atrás, lejos de todos, apagando el motor y
encorvándome en mi asiento mientras esperaba. Me aburrí rápidamente, sintiéndome jodidamente
inquieto, y cogí el cuaderno de Isabella del asiento del pasajero. Me sentí culpable por haberlo cogido
pero no tenía nada más donde escribir, y ni siquiera había pensado en si ella buscaría esa mierda o no
mientras yo no estaba.

Dudé, sin saber si debería mirarlo o no, pero mi aburrimiento mezclando con la curiosidad finalmente
ganaron. Lo abrí en la primera página y le eché una ojeada a los garabatos, sintiendo algo pesado en la
boca de mi estómago a medida que leía sus palabras. Estaba haciendo un recuento de algunas de las
cosas que le habían pasado, había escrito acerca de las pesadillas que había tenido y de las cosas que
había visto. Reflexionaba mucho sobre el dolor que sentía y, conforme pasaba las páginas, las palabras
se hacían más frenéticas. Había docenas de bocetos, algunos tan difusos que ni siquiera podía decir
qué mierda eran, pero otros tenían tantos detalles que era como estar viendo la mierda con mis propios
ojos. Algunos de ellos eran difíciles de ver y tuve que pasar de página rápidamente, mi ira aumentando
cuanto más avanzaba.

Como a mitad del cuaderno vi mi nombre y mis ojos escanearon el párrafo rápidamente. Ella había
escrito en varias ocasiones que me amaba, pero también reflexionaba sobre a qué tipo de futuro nos
estábamos dirigiendo. Parecía casi asustada por ello, desalentada por mi situación, y joder, por más
que no quería que esa mierda me afectara, realmente dolía. Solo quería protegerla y no quería que
sufriera de ninguna jodida forma, y el hecho de que tuviera miedo de vivir con la incertidumbre me
hizo preguntarme si solo estaba causándonos más daño al no contarle las cosas. Pero no podía soportar
la puta idea de que ella me odiara, no podría soportar las miradas de disgusto que me daría si alguna
vez le contaba lo que había visto y no había hecho nada por impedir. Y sabía que cuando me fuera a
Chicago no había una jodida forma de que alguna vez le confesara la mierda que me vería forzado a
hacer.

Hojeé unas cuantas páginas más, consternado y apenas mirándolas, y estaba a punto de arrojarlo hacia
un lado cuando un dibujo llamó mi atención. Lo miré fijamente y mi ceño se frunció por la confusión,
el rostro me resultaba extrañamente familiar por alguna razón. Era una persona que ya había visto
dibujada un par de veces en el cuaderno, pero el que estaba frente a mí, estaba más detallado, sus
facciones definidas a la perfección. Un lado de su rostro estaba desfigurado por una cicatriz, como si
se hubiera quemado. No podría definir de dónde lo conocía, pero no dudaba que lo conocía de alguna
parte.

Estaba tan concentrado en el dibujo que ni siquiera vi a Ben llegando hasta que tocó en mi ventanilla,
tomándome desprevenido. Salté, asustado, y arrojé rápidamente el cuaderno hacia un lado mientras
maldecía.

"Joder, me has asustado," murmuré, saliendo del coche.

"Lo siento, hombre. Parecías estar en las nubes," me dijo. "¿Estás bien?"

"Sí, solo tengo un montón de mierda en la que pensar," le dije, dando la vuelta al coche para abrir el
maletero.

"Me he dado cuenta. Hacía tiempo que no te veía. Escuché que estabas de vuelta en la ciudad, pero
nunca regresaste a la escuela, así que no estaba seguro de lo que estaba pasando," me dijo.
"Honestamente, me sorprendió que llamaras. Me enteré de lo que pasó en Chicago así que no pensaba
que tu padre se encargaría de nada de esto por un tiempo."

"No, él no está a cargo," le dije, sacando la bolsa y entregándosela.

"¿Tú?" Preguntó vacilante, mirándome con cautela. Me encogí de hombros, pasando la mano por mi
pelo con ansiedad. No sabía cómo sentirme hablando de esta mierda con Ben, cuando nunca antes le
había contado con detalle los negocios de mi padre.

"Tengo que hacer lo que tengo que hacer," le dije.


"Sí, lo entiendo. Me he estado diciendo lo mismo los últimos años," dijo, haciendo un gesto con su
mano hacia la bolsa.

"Apuesto a que sí," murmuré cuando él caminó hacia su maletero y lo abrió, poniendo la bolsa dentro.
"¿Cómo lidias con ello, de todos modos? Me refiero a que, Ángela sabe que de alguna manera estás
involucrado en esta mierda, pero sé que no es consciente de lo metido que estás. ¿Cómo puedes
ocultarle cosas?"

Se encogió de hombros. "No es fácil, porque a veces me siento como que estoy viviendo una doble
vida. Pero para mí, lo que ganaré por ello, vale la pena el hacerlo, el fin justifica los medios. Me
siento muy culpable al mentirle, pero simplemente me pregunto si es algo que a ella le gustaría saber,
y a fin de cuentas no lo creo. La ignorancia es felicidad, amigo, prefiero que esté felizmente ignorante
a que esté al tanto e intranquila. Mientras que no le haga daño, no creo que sea un problema."

"¿Y si le hace daño?" Pregunté. Él se encogió de hombros.

"Entonces, supongo que no valdría la pena," me dijo. "Nada que le haga daño vale la pena."

"Sí," murmuré, apoyándome contra el Volvo.

“¿Sabes?, cuando se fueron, un agente federal se presentó aquí y empezó a hacer preguntas. Parecía
más interesado en tu novia que en alguien más, preguntándole a la gente lo que sabían de ella y de
dónde venía, si sabíamos si estaba bien o no," dijo. "¿Está bien?"

"Sí, ella está bien," dije vacilante. "Está en la casa."

"Bien. Parece una buena chica. Odiaría que se viera atrapada en algo," me dijo, metiendo la mano en
su coche y sacando un pequeño sobre manila. "En fin, aquí está el dinero. Puedo esperar si necesitas
contarlo."

"Confío en ti," declaré, tomándolo. Se echó a reír, negando con la cabeza al mismo tiempo que tendía
su mano para estrechar la mía.

"Nunca pensé que vería el día en que Edward Cullen confiara en alguien," dijo. "Me ha dado gusto
verte, hombre. Este probablemente sea el último intercambio de esta mierda, ya que esto me durará
hasta mi graduación y luego me voy a Yale."

"¿Tienes suficiente para salir adelante con la escuela?" Pregunté con curiosidad.

"Sí, tengo suficiente. Como te he dicho, el fin justifica los medios," dijo. "Bien, no te pierdas tanto."

"Sí," murmuré, sabiendo que era ridículo porque lo más probable era que no lo volviera a ver después
de irme. Nuestras vidas iban en direcciones diferentes, caminos que era probable que nunca se
cruzarían de nuevo en el futuro. "Buena suerte con la escuela de leyes y esa mierda, Ben. Si alguna vez
necesitas algo, no dudes en buscarme, ¿de acuerdo?"

"Gracias, y tú puedes hacer lo mismo," dijo, sonriendo con suficiencia. "Voy a estudiar derecho penal,
después de todo."
Me reí entre dientes y me despedí, entrando de nuevo en el coche y viendo como se marchaba. Me
quedé allí unos minutos antes de arrancar, una extraña sensación se apoderó de mí. Era como
determinación, como si todo finalmente se estuviera uniendo, y por mucho que no me gustara la
situación en la que estaba, sentía como que finalmente estaba empezando a aceptarlo.

Metí el sobre con el dinero en la guantera y conduje a casa, cogiendo el cuaderno que había tomado
antes y llevándolo adentro. Me fui directamente al tercer piso y me detuve cuando abrí la puerta de la
habitación, viendo a Isabella acurrucada en la cama con una almohada. Sus ojos estaban cerrados y
tenía una pequeña sonrisa que envió una punzada de nostalgia por mi cuerpo. Se veía casi feliz
mientras estaba allí acostada, y era la primera vez en mucho tiempo que su rostro no estaba marcado
con preocupación o que su cuerpo no estaba tenso e inquieto.

Cerré la puerta sin hacer ruido y me acerqué a ella, deslizando de nuevo el cuaderno bajo la cama con
cuidado antes de sentarme junto a ella. Se removió un poco cuando la cama se movió y comenzó a
murmurar, mi nombre salió de sus labios suavemente.

Sonreí con suficiencia, sin darme cuenta hasta ese momento de exactamente cuánto echaba de menos
esa mierda. Recordé la primera vez que lo había hecho, susurrar mi nombre en sueños con esa
expresión de felicidad en su rostro. Me hubiera gustado que durara para siempre, poder quedarme en
ese momento eternamente, pero por supuesto no tenía tanta suerte de mierda.

Nunca la he tenido y era jodidamente seguro que nunca la tendría.

Su estado de ánimo cambió rápidamente, su rostro se frunció con angustia al mismo tiempo que un
lloriqueo escapaba de su garganta. Gemí, sabiendo por experiencia propia lo que pasaría exactamente
a continuación. Ella empezaría a gritar entre sueños, poniéndose cada vez más frenética y le gritaría a
algún hijo de puta que solamente ella podía ver. Sabía que estaba suplicando por mi vida, reviviendo
el momento en que había pedido que me dejaran con vida, pero era insoportable quedarme allí sentado
y presenciar su agitación.

"Por favor," gimoteó.

"Isabella," le dije, sacudiéndola porque no había una maldita manera de que pudiera escuchar eso de
nuevo. "Despierta, tesoro."

Sus ojos se abrieron de golpe y se sentó rápidamente, con expresión de pánico. "Edward," jadeó
confusa, mirando a su alrededor frenéticamente. Empezó a frotarse los ojos, para despertar y así las
cosas tuvieran sentido. "¿Cuánto tiempo hace que llegaste a casa?"

"Un minuto o algo así," le dije, encogiéndome de hombros mientras me quitaba los zapatos. "¿Quieres
ver una película o algo?"

"Claro," murmuró, volviéndose a acostar mientras bostezaba. "Elige tú."

Me reí entre dientes y caminé hacia el reproductor de DVD, poniendo la primera película que vi. Me
importaba una mierda cual fuera, porque sospechaba que no estaría despierto el tiempo suficiente para
ver siquiera los créditos de apertura. Estaba exhausto, mis ojos ardían y sentía mi cuerpo débil, pero
solo lo había sugerido como una excusa para despertarla de su pesadilla. Regresé a la cama para
deslizarme en ella, dispuesto a relajarme, pero me congelé cuando vi un familiar libro, de cuero
desgastado, que yacía abierto sobre el edredón.

"¿Dónde carajos has conseguido esto?" Le pregunté, cogiéndolo rápidamente y sosteniéndolo,


recordando claramente haberme deshecho de esa mierda.

Ella se tensó y me miró con cautela. "Eh, tu padre," respondió. "Él me lo ha dado."

Mi ceño se frunció por la confusión. "¿Por qué demonios te daría el diario de mi madre?" Pregunté sin
entenderlo, ya que él y yo habíamos llegado al acuerdo de que era mejor que él se quedara con la
maldita cosa.

"Dijo que podría ayudar," dijo nerviosa. "Tú sabes, con nuestra situación, pensó que podría ayudarme
a lidiar con, eh, cosas, si sé cómo las lidió ella. Puedo aprender de ella, para no cometer sus mismos,
eh... errores."

Me encogí con la palabra, sintiendo mi reacción natural de arremeter contra el que hablara de ella,
pero me contuve porque no era culpa de Isabella. La verdad, por más que odiara admitirlo, era que mi
madre había cometido errores.... pero me atrevía a pensar que al final no importaba, porque para ella
había valido la pena.

Como Ben había dicho, el fin justifica los medios. Me pregunté qué puto fin justificaba la mierda que
estaba pasando, pero estaba seguro que no era el que Isabella terminara como mi madre.

"¿Cuándo te lo ha dado?" Pregunté, manteniendo la calma.

"Hoy, cuando no estabas. Me pidió que fuera a su oficina, y me lo dio," explicó. "Si no quieres que lo
lea..."

"No, está bien," dije rápidamente, sin querer verme como un idiota a pesar del hecho de que no estaba
seguro sobre ello, considerando cómo había reaccionado a la mierda que leyó la primera vez. No había
forma de saber qué demonios había escrito mi madre, pero también sabía que ir en contra de mi padre
no me hacía ningún bien, así que probablemente era lo mejor para mí, que confiara en que él sabía lo
que estaba haciendo. Además, joder, estaba totalmente exhausto como para discutir con ella. "Solo
estaba confundido."

Arrojé el libro sobre mi escritorio y subí a la cama, suspirando tan pronto mi cuerpo tocó el colchón.
Isabella se acurrucó conmigo, recostando su cabeza en mi pecho mientras la envolvía con mis brazos.
"Tu padre ha dicho que tu familia viene para Navidad," murmuró.

"Nuestra," la corregí. "Nuestra familia, Bella. Y sí, todos vienen, pero joder, no estoy seguro de
sentirme feliz por esa mierda o no. Me ponen los nervios de punta."

"Me alegra que vengan," dijo en voz baja. "Creo que va a ser divertido."

"Sí, tal vez," murmuré al mismo tiempo que cerraba mis ojos, el hecho de que estuviera anhelando
estar rodeada de todos ellos ponía una sonrisa en mis labios. No hacía mucho tiempo que ella se
escondía de la gente, demasiado nerviosa para relajarse en compañía de otros. Parecía una eternidad,
pero en realidad solo había pasado un poco más de un año, y ya había llegado tan jodidamente lejos y
se había adaptado tan rápido que me dio la esperanza de que realmente estaría bien en el mundo.
"Aunque podría vivir sin, Rosalie."

Ella se echó a reír y me encajó el codo en las costillas, jugando. "Pórtate bien," me dijo. Le respondí
en un murmullo, diciéndole que esa perra no sabía qué demonios era portarse bien así que no
importaba, y apenas había caído en la inconsciencia cuando se escuchó un fuerte golpe en la puerta de
la habitación. Gemí, molesto cuando me despertaron de golpe, irritado por la interrupción.

"Vete de una puta vez," grité, pensando que era mi padre pero estaba demasiado cansado para lidiar
con él, necesitando descansar un poco después de la mierda de día que había tenido. Tocaron de nuevo
e Isabella se apartó de mí, gruñendo mientras se ponía en pie. Gemí, agarrando mi almohada y
arrojándola hacia la puerta con frustración. "Joder, juro por Dios que voy a...."

La puerta se abrió, golpeando con fuerza contra la pared y me senté rápidamente cuando se escuchó
una voz fuerte. "¿Vas a qué?" Escupió Rosalie, parada en la entrada con las manos en sus caderas.

"Cristo," murmuré, pasando las manos por mi rostro por la sorpresa al mismo tiempo que trataba de
controlar mi enfado. Ella era la última persona que esperaba ver. "Joder, es demasiado temprano para
ti."

"No es temprano, idiota," dijo, arqueando una ceja mientras me miraba como si fuera un estúpido. "Ya
pasa del mediodía. Ya es hora de que saquen sus culos de la cama."

"Que te jodan," escupí.

"No, gracias," dijo con sarcasmo. "No te tocaría aunque fueras la última polla en el planeta, Cullen."

"¿Cuándo has llegado?" Preguntó Isabella, ignorando por completo nuestra pelea. "Hace un minuto,"
dijo Rosalie.

"Apuesto a que subiste directamente aquí, también. No puedes dar a nadie un maldito descanso,
siempre tienes que molestarme," murmuré. "Rompiballe." (N.T. Rompiballe = Hinchapelotas)

"Eres un pedazo de mierda engreído," respondió, negando con la cabeza. "Siempre suponiendo que
todo es sobre ti, pero odio tener que ser yo quien te lo diga, Cullen. No eres tan especial. Estoy aquí
por Isabella."

"¿Por mí?" Preguntó Isabella sorprendida.

"Sí, por ti. Así que ven y vístete porque Alice estará aquí en unos minutos, y sé por experiencia que no
debemos hacerla esperar," respondió. "Nos vamos de compras para Navidad."

"Eh, pero no tengo..." comenzó a decir Isabella.

"Llévate mi tarjeta de crédito," interrumpí, sabiendo que iba a decir que no tenía nada de puto dinero.
"Está en mi cartera. Y no te molestes en discutir con Rosalie porque es inútil. En caso de que no lo
hayas notado, es una especie de perra."

"Sigues siendo un pendejo. No sé cómo demonios te aguanta ella," escupió Rosalie, dándose la vuelta
y alejándose. Le gritó de nuevo a Isabella para que se diera prisa de una puta vez y yo sonreí
satisfecho, volviéndome a acostar y cerrando los ojos de nuevo. Se sentía como en los viejos
tiempos...

Tal vez sería divertido tener a esos cabrones cerca, después de todo.

Me quedé dormido después de que Isabella se fue, mi falta de descanso finalmente me alcanzó. Dormí
profundamente un rato antes de que comenzaran las pesadillas, la persistente melodía filtrándose en
mi subconsciente y hostigándome en la oscuridad. Podía ver el rostro de mi madre, sus centelleantes
ojos verdes y su sonrisa orgullosa brillando mientras hablaba. "Mi Sole," susurró, exudando la calidez
y alegría que ella siempre decía que yo traía a su vida. Se echó a reír, el sonido era tan abrumador que
casi ahoga la tortuosa melodía de fondo, pero no fue suficiente para detener lo que estaba por venir.

Nunca lo era.

Imágenes comenzaron a destellar en mi mente, sonidos bombardeándome. El chirrido de llantas, la


expresión de terror puro en el rostro de mi madre cuando vio lo que estaba pasando. Escuché las voces
masculinas, sus palabras crueles, seguidas por los aterradores gritos de mi madre pidiéndome que
huyera. Se escuchó el fuerte estruendo del disparo, seguido de una luz blanca cegadora cuando a mi
madre le fue arrebatada su vida. Grité con horror, y tan pronto volví a ver claramente miré fijamente a
los ojos más aterradores que había visto antes. Pasó un simple segundo antes de que levantara su arma
y me disparara, la segunda explosión me despertó de un golpe, dejando su imagen grabada en mi
mente.

Era un rostro que conocía, un rostro que recordaba, porque era un puto rostro que acababa de ver. Me
bajé de un salto de la cama en el momento que estuve lo suficientemente consciente para moverme,
mis pies enredándose en las sábanas y casi haciéndome caer al puñetero suelo por mi prisa. Maldije
mientras recuperaba mi equilibrio, sudoroso y tembloroso, respirando dificultosamente. Volví a sacar
el cuaderno de Isabella de debajo de la cama y pasé las páginas frenéticamente, deteniéndome cuando
llegué al dibujo que estaba buscando.

"Cristo," dije, mirando estupefacto. Salí corriendo de la habitación y bajé al segundo piso, abriendo de
un empujón la puerta de la oficina de mi padre sin siquiera molestarme en tocar. Estaba sentado detrás
de su escritorio e instintivamente agarró un arma de su cajón ante la interrupción, aun cuando el
cabrón sabía que se suponía que no debería tener una como una condición para su fianza.

"¿Qué pasa?" Preguntó cuando vio que era yo, el pánico en su voz.

"¿Quién demonios es este?" Escupí, arrojando el cuaderno sobre el escritorio frente a él, tratando de
calmarme pero estaba a punto de hiperventilar. La tomó, mirándome con cautela antes de echarle un
vistazo al dibujo.

"¿Dónde has conseguido esto?" Preguntó, su ceño fruncido por la confusión.

"Es de Isabella," le dije, pasando la mano por mi cabello con ansiedad. “Ha estado escribiendo en ese
maldito cuaderno durante semanas, haciendo dibujos de la mierda que vio en Chicago. Entonces,
¿quién demonios es ese?"
"Es un amigo," dijo vacilante. "Su nombre es Alistair."

"¿Un amigo?" Escupí con incredulidad. "Él no es mi puto amigo."

"Pero lo es," subrayó, mirándome con recelo. "Ha estado en la organización muchos años, hijo, lo que
lo convierte en un amigo de todos nosotros. Si recuerdo correctamente, él fue el primer hombre que
Aro inició como jefe en funciones después de que tu abuelo murió cuando tenías seis años. Ahora está
manejando los casinos de Las Vegas y lo ha estado haciendo desde que Swan murió hace algunos
años."

"¿Aro lo inició?" Grité, negando con la cabeza. "¿Es uno de los nuestros? ¡Ese hijo de puta mató a mi
madre! ¡Me disparó!"

Estaba paseándome frenéticamente y mi padre se tensó, levantándose de un salto y agarrándome de la


camiseta para detener mis movimientos. "¿Qué acabas de decir?" Preguntó con firmeza, una expresión
de seriedad en su rostro.

"¡He dicho, que él mató a mi madre! ¡Fue él!" Escupí.

"¿Lo recuerdas?" Preguntó con incredulidad, su voz mezclada con ira. "¿Después de todos estos años,
dices que recuerdas esa pieza de información y nunca me habías dicho nada?"

"Sí," le dije, antes de negar con la cabeza, confundido. "Bueno, no. No lo recordaba, pero ahora sí. Fue
él. Apretó el maldito gatillo."

"Te equivocas, hijo," dijo, soltándome a la vez que negaba con la cabeza.

"No me equivoco. Joder, lo vi. ¡Sueño con esa noche todo el tiempo! Mierda, como, duermo y respiro
ese maldito recuerdo, y acabo de ver su rostro no hace ni diez jodidos minutos," grité. "Era él."

"¿Hoy ha sido la primera vez que has recordado su rostro?" Preguntó impasivo. Asentí y él suspiró,
pellizcando el puente de su nariz con frustración. "¿Y eso ha sido antes o después de que vieras esta
imagen en el cuaderno, Edward?"

"¿Qué demonios importa?" Escupí.

"Porque estás confundido. Estás proyectando lo que le sucedió a Isabella y lo que viste en esto,"
declaró, sosteniendo el cuaderno,” en lo que te pasó a ti."

"¿Crees que me estoy inventando esa mierda?" Grité furioso.

"No," dijo con firmeza. "Creo que tú lo crees, pero eso no lo hace real. Ha sido un sueño, Edward. Eso
es todo. Ya te lo he dicho, la gente que mató a tu madre está muerta. Me aseguré de ello antes de
siquiera venir aquí a Washington. Eran unos don nadie, matones a los que Swan ordenó que hicieran
su trabajo sucio, y me aseguré que hasta el último de ellos pagara por lo que habían hecho."

"¿Estás seguro?" Pregunté. "¿Apostarías tu vida en ello? No, a la mierda eso. ¿Apostarías mi vida en
ello? ¿Qué tal la de Jasper o la de Emmett, o incluso la de Isabella? ¿Estás tan jodidamente seguro que
este hombre no tuvo nada que ver con ello?"
Él asintió después de un momento, mirándome con cautela. "Estoy seguro," me dijo.

"Entonces, ¿qué mierdas estaba haciendo en Chicago?" Dije con brusquedad. "Si es un amigo, ¿por
qué estaba en ese almacén?"

Él negó con la cabeza, volviendo a mirar al dibujo. "No estaba allí," me dijo en voz baja, ojeando el
cuaderno con indiferencia y mirando algunas páginas.

"¿Estás bromeando? ¿Entonces por qué demonios lo ha dibujado ella? ¿Por arte de magia?" Pregunté
con incredulidad. "¿Ella solo ha dibujado milagrosamente su puto rostro al detalle?"

Él suspiró con fuerza, molesto. "Probablemente de la misma forma que dibujó este," me dijo,
levantando el cuaderno y mostrándome un retrato de mi madre. Verlo dolía, un maldito dolor desgarró
mi pecho cuando casi me quedé sin aliento por su exactitud. "Lo dibujó de memoria, Edward, fuiste tú
el que me dijo que tenía memoria fotográfica, y es así como es capaz de dibujar todo esto. Sé que es
un hecho que tu madre no estuvo en ese almacén y tú no puedes asegurar que Alistair lo estuvo,
también. Ella pudo simplemente haber recordado su rostro por visitas a Phoenix, así como recuerda a
algunos de los otros. Él tiene un rostro único, dado el lunar y la cicatriz. Tendría que haber llamado su
atención."

Me quedé en silencio un momento, su insistencia en que estaba equivocado me hizo dudar un poco,
confundido. "¿Y si estás equivocado?" Pregunté.

"No tienes que creerme, Edward. Puedes preguntarle a Aro," me dijo.

"Sí, seguro que puedo hacerlo," murmuré, sacudiendo mi cabeza. "Así como puedes preguntarle a
Isabella."

Él iba a responder pero el timbre de su teléfono lo detuvo, ya que resonó con fuerza en la habitación.
Lo tomó y echó un vistazo a la pantalla, tensándose visiblemente. "Necesito contestar," me dijo.
"Terminaremos esta conversación más tarde."

"Como digas," le dije, saliendo y dando un portazo detrás de mí. Me dirigí a la planta baja y escuché
risas tan pronto llegué al vestíbulo, titubeando caminé hacia la sala de estar y vi a mis hermanos. Los
dos me miraron cuando entré a la habitación, dejándome caer en el sofá junto a Jasper y subiendo los
pies sobre la mesita de café. "Ey, cabrones."

"Ey, hermano," dijo Emmett. "Tanto tiempo sin verte.”

"Solo han sido como seis semanas, Emmett."

"¿Y no crees que ese es demasiado tiempo sin verme?" Preguntó en broma.

"No lo suficiente," murmuré, sintiéndome todavía incómodo por todo. Agarró un almohadón del
respaldo de la silla en la que estaba sentado y me lo arrojó, lo abracé a mi pecho mientras veía la
televisión. Vi que estaban viendo Jeopardy y gruñí, mirando a Jasper. "Cristo, ninguna mierda cambia
con ustedes, ¿verdad? Emmett sigue tratando de pelear conmigo, Rosalie sigue siendo una perra y tú
sigues viendo esta mierda como si no supieras las malditas respuestas o algo así. Apuesto a que Alice
sigue pensando que conoce el puto futuro."
Jasper se rio secamente. "Ni siquiera lo menciones," murmuró. "Tiene sus teorías y te juro que no te
gustaría escuchar ninguna de ellas. En fin, ¿cómo lo llevas?"

Me encogí de hombros. "Estoy aquí," le dije, sin saber cómo responder a esa maldita pregunta.

"¿Por cuánto tiempo?" Emmett intervino. Lo miré y vi que me miraba con las cejas levantadas
inquisitivamente.

"Sabes tanto como yo," murmuré, sin saber tampoco cómo responder a esa porque era una jodida
pregunta con tantas implicaciones que ni yo mismo estaba seguro.

"Sabes que mi oferta sigue en pie, ¿verdad?" preguntó Jasper. "Me preocupo por Isabella y no quiero
verla dañada, así que si hay algo en lo que pueda ayudar, solo dímelo. Y lo digo en serio. Lo que sea.
Solo estoy a un corto viaje en coche, Seattle no está tan lejos. Lo sabes."

"Le ofrecí lo mismo," Emmett interrumpió. "También digo esa mierda en serio. Si necesitas a alguien
cuando llegues a Chicago, soy tu hombre. Y tampoco seas un terco mariquita sobre eso. Izzy Bizzy es
como una hermana para mí. Haría cualquier cosa por esa chica."

"Lo sé," murmuré. "Les agradezco, a los dos." La habitación quedó en silencio, ninguno me presionó
más sobre el tema, y por suerte no intentaron sermonearme por lo que había hecho. Sabía que ambos
estaban decepcionados de que hubiera terminado iniciándome en la organización, pero me gustaba
pensar que, al menos, lo comprendían.

Las chicas llegaron a casa unos minutos más tarde y quedamos en la sala de estar viendo una película,
Emmett llamó para pedir algo de pizza. Unos treinta minutos más tarde hubo una serie de fuertes
golpes en la puerta y todos nos miramos los unos a los otros, sin que nadie hiciera el intento de ir a
abrir la maldita cosa. Gemí y me puse de pie, sacudiendo la cabeza. "No se muevan todos al mismo
tiempo cabrones," dije molesto.

"Yo habría ido," dijo Isabella en voz baja. "Pero no tengo...."

".... nada de dinero," terminé lo que iba a decir. "Cristo, lo sé. No te preocupes, voy yo."

"Puedo traer las bebidas de todos," ofreció, encogiéndose de hombros. Alice dijo que le ayudaba y se
levantó de un salto, deslizando su brazo en el de Isabella mientras caminaban hacia la cocina.

Me dirigí a la puerta, sacando mi cartera y seleccionando el dinero. Empezaron a tocar de nuevo con
impaciencia, más fuerte que antes, los golpes hicieron que la pared vibrara. "Cristo, ya voy," grité
molesto por su impertinencia. "¿Quién demonios te crees que eres golpeando la maldita puerta como
si fueras el puto..."

Me quedé totalmente inmóvil cuando abrí la puerta, quedando frente a frente con un hombre con traje
que sostenía una placa. "Policía," dijo estoicamente. Me quedé mirándolo por un momento,
sorprendido, antes de darme cuenta que el jefe de policía de Forks estaba junto a él con expresión
nerviosa. "No tengo nada que decirle," dije rápidamente. El hombre que sostenía la placa sonrió,
negando con la cabeza.

"Entonces, es algo bueno que no esté aquí para hablar contigo," me dijo, al parecer divertido por mi
reacción. "Mi nombre es detective Jason Jenks, y trabajo con la Unidad de Personas Desaparecidas del
Estado de Washington. ¿Hay una Isabella Swan aquí?"

Me tensé, mi corazón empezó a latir con fuerza al escuchar sus palabras. "¿Qué quiere con ella?"
Pregunté por instinto, conociendo ya la puñetera respuesta antes de que las palabras salieran de mis
labios. Sabíamos que sería solo cuestión de tiempo antes de que alguien viniera haciendo preguntas
sobre la desaparición de Jacob.

"Tenemos algunas preguntas, nos gustaría entrar y preguntarle," dijo. Negué rápidamente con la
cabeza, la ira y el pánico me invadieron.

"Ella no tiene nada que decirle," escupí. "Y no hay puta forma de que entren."

"Podemos conseguir una orden y volver," dijo, encogiéndose de hombros casualmente. "No importa la
forma. Lo que prefieras."

Mi mente empezó frenéticamente a considerar ideas, tratando de descifrar cómo demonios librarla de
hablar con ellos, pero antes de que pudiera concretar algo la voz de mi padre se escuchó detrás de mí.

"Déjalos entrar."

Me volví rápidamente para verlo de pie en las escaleras y lo miré boquiabierto, sorprendido de que
hubiera dicho esa mierda. "¿Disculpa?" Pregunté, sabiendo que tenía que haberlo escuchado mal
porque mi padre nunca invitaría a entrar voluntariamente a la policía a su casa si tuviera otra opción.

"Me has oído, Edward," me dijo, bajando los últimos escalones hacia el vestíbulo. "Solo déjalos hacer
sus preguntas y terminemos con esto para que la dejen en paz. No tiene sentido prolongar esto."

"De ninguna manera," espeté al mismo tiempo que negaba con la cabeza, y estaba a punto de
preguntarle si había perdido la jodida cabeza cuando Emmett interrumpió.

"¿Dónde demonios está la comida? Joder, me estoy muriendo de hambre," gritó, saliendo de la sala de
estar y mirando hacia la puerta principal. Paró en seco cuando vio a la policía, sus ojos se ampliaron
por la sorpresa. "¡Oh, mierda, definitivamente no es el tipo de la pizza! ¿Qué demonios has hecho
ahora, Edward?"

Gruñí por la irritación, molesto de que automáticamente hubiera sospechado que era mi puñetera
culpa, aunque sabía que no estaba tan lejos de la verdad. Se escuchó un fuerte jadeo a mi derecha y le
siguió un crack, y rápidamente me di la vuelta para ver a Isabella de pie en la entrada de la cocina.
Nos estaba mirando, el pánico dibujado en sus facciones, con un vaso roto en un charco de soda a sus
pies. Maldije al darme cuenta que había tirado la puta bebida, y me apresuré a ayudarla pero mi padre
se me adelantó.

"Muéstrales el camino," dijo con firmeza, levantando su mano para detenerme, su expresión
diciéndome que hablaba en serio. Isabella comenzó a recoger el vaso, sus manos temblando y mi
padre se puso de cuclillas para ayudarla. Titubeé molesto, pero de mala gana dirigí a los oficiales de
policía a la sala de estar. El detective tomó asiento en el sofá mientras que el jefe de policía se quedó
dando vueltas en la parte de atrás, retorciendo sus manos nerviosamente. Sabía que tenía puto miedo
de mi padre y me atreví a pensar que sospechaba al menos parte de lo que le había pasado a Jacob y
obviamente no quería tener nada que ver con estar allí mientras era investigado. Había aceptado
sobornos de mi padre anteriormente, y conocía su trabajo, y posiblemente su vida estaba en la cuerda
floja si algo salía mal. Mis hermanos se disculparon y llevaron a sus novias arriba para no
interrumpirnos, y yo me quedé parado en el pasillo observando a mi padre decirle algo a Isabella en
voz baja. Ella asintió vacilante, todavía recogiendo torpemente los vidrios, y él sonrió a medida que
extendía su mano y tomaba su barbilla. Ella levantó su vista para mirarlo y él dijo algo más, una
pequeña sonrisa curvó sus labios por sus palabras. Los observé con curiosidad, preguntándome qué
tipo de maldito juego estaba jugando mi padre mientras ellos se ponían de pie y se dirigían en nuestra
dirección.

Isabella se sentó con cuidado en una silla y yo me senté en el brazo de la misma, sin querer dejarla. Mi
padre tomó asiento en otra silla cuando el detective se aclaró su garganta. "Nos gustaría hablar con
ella a solas," dijo, pero mi padre sacudió su cabeza, negándose.

"Eso no sucederá," dijo con indiferencia. "Estoy siendo lo suficientemente atento al invitarlos a entrar
a mi casa pero no voy a permitir que me ofenda. Si tiene alguna pregunta, no hay razón por la cual no
pueda hacerlas en mi presencia."

"Bien," dijo, con un suspiro de fastidio. "Isabella, ¿conoces a Jacob Black?"

Isabella comenzó a agarrarse las uñas con nerviosismo, mordisqueando su labio inferior. "Sí. Bueno,
sé quién es, pero en realidad no lo conozco muy bien. O, quiero decir, no lo conozco... conocía,"
tartamudeó, su pánico se elevó cuando sus ojos se movieron hacia mí. Suspiré y extendí mi mano para
frotar su espalda, deseando que solo se relajara. Ella no había hecho nada malo y no tenía maldita
razón para preocuparse.

"¿Cuándo fue la última vez que lo viste?" Preguntó.

"El veintidós de septiembre," respondió vacilante. "Fue la noche del partido de fútbol de Edward."

"¿Y nada fuera de lo ordinario sucedió en el juego?" Preguntó.

"Le pateé el culo," intervine, queriendo evitarle tener que contar esa mierda. "Aunque eso en realidad
no es algo fuera de lo común. No es un secreto que él y yo nos odiamos el uno al otro."

"¿Y después de que pararon la pelea? ¿Qué sucedió después?"

"Él salió corriendo," le dije, encogiéndome de hombros. "Justo como cada jodida vez que peleamos."

"¿Esa también fue la última vez que lo vio, señor Cullen?" Preguntó, mirándome con recelo.

"No, lo vi una semana después de eso cuando estaba haciendo mi examen SAT en el instituto,"
declaré.

"¿Por qué?"

"Porque me dio la gana. ¿Por qué la gente hace ese puto examen?" Pregunté, molesto.
"No le estoy preguntando por qué hizo el examen. Le estoy preguntando por qué estaba él allí," dijo
impaciente el detective Jenks.

"Estaba allí para verme," respondí, consciente la primera vez de a qué se refería pero sin deseos de
contestar esa puta pregunta. Imaginé que de todos modos ellos ya lo sabían, porque mucha gente había
presenciado ese intercambio como para que pudiéramos ocultarlo. "Vino a decirme que Isabella quería
que me fuera directamente a casa."

"¿Y qué pasó después?" Preguntó.

"Exactamente lo que pasaba cada puñetera vez que estábamos juntos."

"Una pelea," dijo, asintiendo como si no fuera una sorpresa. "Y después de la pelea, ¿no lo volvió a ver
de nuevo?"

"Nop."

"Y la última vez que lo vio, Isabella, ¿fue la noche del veintidós en el estadio de fútbol?" Preguntó,
mirándola. Ella titubeó antes de negar con la cabeza.

"Lo vi esa noche más tarde. Lo llamé y se reunió conmigo en los acantilados de La Push," explicó.
"Hablamos un rato y luego me fui a casa."

"¿Y esa fue la última vez que lo vio?"

"Sí," dijo, sus ojos moviéndose hacia el otro lado de la habitación, hacia mi padre. Él asintió, el
movimiento fue tan leve que apenas lo vi.

"¿Puede hablarme sobre las llamadas que le hizo el treinta de septiembre?" Preguntó el detective.

"Eh, sí. No podía comunicarme con Edward, así que llamé a Jacob para pedirle que lo localizara por
mí," dijo. "Yo, eh... no me encontraba bien y quería que viniera a casa."

"¿Y pensó que eso era sabio?" Preguntó, levantando sus cejas inquisitivamente.

"Considerando lo mucho que, aparentemente, los dos peleaban, ¿no pensó que no sería una idea muy
buena?"

Ella se encogió de hombros. "Él era el único que conocía en la ciudad que podía hacerlo," dijo.
"Después me di cuenta que era una estupidez y llamé de nuevo a Jacob para decirle que lo olvidara,
pero era demasiado tarde."

"¿Y esa fue la última vez que habló con él?" Preguntó. Ella asintió.

"Nunca volví a saber de él después de ese día," susurró con tristeza en su voz.

"¿Alguno de ustedes tiene alguna idea de lo que pudo pasarle a Jacob?" Preguntó. Yo negué con la
cabeza e Isabella suspiró.
"Sí," dijo en voz baja. Me tensé y lo miré con incredulidad, mi corazón empezó a latir erráticamente al
mismo tiempo que me preguntaba qué demonios estaba haciendo.

"¿Y qué seria eso?"

"La noche en el acantilado, él dijo que aquí ya no había nada para él y habló de irse, simplemente
desaparecer, para empezar en algún lugar nuevo donde nadie supiera quién era. Pensé que tal vez solo
se estaba desahogando porque estaba molesto, pero ahora me pregunto si eso era exactamente lo que
pretendía," dijo. "Yo, eh... no puedo evitar pensar que es culpa mía, porque lo llamé. Que si no lo
hubiera involucrado, esto no hubiera pasado."

Mi pecho se contrajo y me sentí abrumado por la culpa mientras el detective se ponía de pie para irse.

"No puede culparse por las decisiones que otros toman, señorita Swan," dijo. "Le agradezco su tiempo.
Si recuerda algo más, por favor llámeme." Sacó una tarjeta de presentación, entregándosela a Isabella
y ella la cogió con cautela. Mi padre se puso de pie para acompañar a la policía a la puerta, e Isabella
y yo nos quedamos sentados por un momento, la tensión se elevó en la habitación.

"¿De verdad crees eso?" Pregunté, incapaz de soportar el silencio. "¿De verdad crees que lo que le
pasó a Jacob fue culpa tuya?"

"Por supuesto," dijo en voz baja. "Si yo no hubiera...."

"No puedes culparte," la interrumpí. "Eso es un puta ridiculez, Isabella. Tú no lo provocaste."

"Pero sí lo hice," dijo, negando con la cabeza. "¿No lo ves, Edward? ¡Todo fue por mí, todo porque soy
un tipo de princ-- lo que sea! ¡Tu madre y Jacob, los dos perdieron la vida tratando de ayudarme, y tú
entregaste la tuya para salvarme! ¿Qué más va a pasar por mi culpa?"

"No voy a dejarte que cargues con esa mierda," dije con brusquedad. "Tú eres inocente, Isabella. ¡No
hiciste nada malo! ¿Cuántas veces tengo que decírtelo para que finalmente lo entiendas? Todo lo que
ha pasado, ha pasado por una puta razón. Me encabrona que mi madre ya no esté, joder, me duele, y
odio que Jacob haya muerto, pero tú no provocaste nada de eso. Y no te atrevas a sentirte culpable
porque me iniciara. Yo tomé la decisión. Entré en esa habitación voluntariamente y tomé el
juramento, así que si tienes que culpar a alguien por ello, cúlpame a mí. Lo hice porque quería
salvarte, no porque tuviera que hacerlo. Lo hice porque te amo. Hice toda esa mierda yo solo. ¡Y no
me arrepiento por nada y nunca lo haré, porque todo valió la pena ahora que estás libre!"

"¿Lo estoy?" Preguntó, sus ojos llenándose de lágrimas. "¿Soy libre, Edward?"

"Por supuesto que eres libre," le dije, mi ceño fruncido por la confusión ante su pregunta. "¿Por qué no
lo serías?"

"No lo sé," dijo, negando con la cabeza mientras las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas.
"Ni siquiera sé lo que significa ser libre."

"Significa que puedes hacer lo que tú quieras, Isabella," le dije con exasperación. "Ir a dónde quieras
ir, ser lo que quieras ser, lo que sea. Tienes opciones, puedes perseguir tus jodidos sueños."
"¿Puedo?" Preguntó, su expresión me decía que no me creía. Asentí, y ella se rio amargamente,
limpiándose las lágrimas. "¿Y tú?"

Me tensé, su pregunta me tomó desprevenido. "No," dije titubeante.

"Entonces, ¿cómo puedo hacerlo yo?" Preguntó, su voz quebrándose por la angustia. "¿Cómo puedo
ser libre si tú no lo eres, Edward?"

Me quedé mirándola, sin tener idea de cómo responder a esa puta pregunta. "Yo, eh... creo..." Empecé
a decir cuando mi teléfono empezó a sonar en mi bolsillo y rompió el hilo de mis pensamientos. Gemí
y lo saqué, mirando a la pantalla para ver que era Aro. Miré a Isabella con cautela y ella suspiró,
poniéndose de pie sin decir nada y empezando a caminar fuera de la habitación. "Espera, Isabella. Solo
espera, ¿de acuerdo?"

Se detuvo cerca del vestíbulo y se volvió para mirarme, las lágrimas todavía cayendo de sus ojos. El
teléfono siguió sonando en mi mano y gemí, sabiendo que tenía que contestar.

"¿Sí, señor?" Dije, dando unos pasos hacia el sofá para sentarme.

"No te gusta responder al teléfono con prontitud, ¿verdad?" Preguntó impaciente.

"Lo siento, señor," murmuré, dejando caer mi cabeza y pasando la mano por mi cabello con ansiedad.

"Está bien. Solo estoy llamando para asegurarme que todo ha salido bien esta mañana," me dijo.

"Eh, sí. Me encargué de eso," le dije. "¿Quiere que le gire el dinero o se lo deposite en una cuenta en
alguna parte?"

"No, puedes guardarlo por unos días," dijo. "Puedes entregármelo después de Navidad, cuando
regreses a Chicago."

"¿Disculpe?" Le dije, sorprendido por sus palabras.

"He sido más que tolerante con tu situación, pero estamos tratando de reconstruir y llenar las grietas
que han dejado los últimos desafortunados incidentes. Alec se ha recuperado y está volviendo a tomar
el ritmo de las cosas, así que creo que es tiempo de que empieces a adaptarte," me dijo.

"¿Tan pronto?" Pregunté vacilante, jalándome el cabello con fuerza en frustración.

"Han pasado casi dos meses, Edward. Todos los cabos sueltos han sido atados en Washington, de
manera que ya no hay negocios de los que encargarse," dijo. "No hay nada allí para ti."

"Bien," le dije, jodidamente consciente de que no se podía discutir con él. Había tomado su decisión y
no había nada que lo hiciera cambiar de parecer.

"Excelente, me alegra que eso esté resuelto. Buon Natale, querido muchacho. Te veré pronto," me dijo.

"Para usted también, señor," murmuré, terminando la llamada. "Joder." Miré al otro lado de la
habitación con pánico, preguntándome cuánto había escuchado Isabella y si entendería algo de ello, y
fruncí el ceño cuando vi que el vestíbulo estaba desierto.

Después de todo, no me había esperado.

Me levanté y me dirigí a las escaleras, subiéndolas lentamente mientras trataba de determinar qué
demonios iba a hacer. Estaba exhausto y confundido, todo se estaba cayendo a pedazos justo frente a
mí y no sabía qué demonios se suponía que iba a hacer al respecto. Titubeando me dirigí a la oficina
de mi padre, sin saber dónde más recurrir. Toqué suavemente la puerta, sin siquiera estar seguro de
que hubiera ido allí después de acompañar a la policía, y la abrí después de un momento para echar un
vistazo dentro.

Estaba sentado frente a su escritorio con el teléfono en su oído, aparentemente inconsciente de mi


presencia. Lo observé mientras tamborileaba sus dedos impacientes en el brazo de la silla, escuchando
a quién fuera que estuviera en la línea.

"Eso es inaceptable para mí," dijo después de un momento. "No puedo hacer eso."

Hubo una pausa mientras escuchaba, pellizcando el puente de su nariz. "Entiendo tu situación, pero tú
tienes que entender la mía. Tengo familia que tengo que tener en consideración, y puede que tú no te
preocupes por ellos, pero yo sí," dijo con firmeza. "¡Es mi vida de la que estamos hablando, así que ni
siquiera intentes darme esa mierda! No te atrevas a actuar conmigo con condescendencia. Si quieres
que te respete y confíe en ti, espero lo mismo en respuesta o esta conversación termina aquí y nunca
ha sucedido. No necesito que hagas de esto algo que no es, y no me agrada que me mientan."

Cambié de posición y el movimiento llamó la atención de mi padre. Me miró con pánico en sus ojos,
aclarando su garganta después de un segundo. "Me tengo que ir. Terminaremos está conversación más
tarde."

Colgó sin dar a la persona la oportunidad de responder y puso el teléfono sobre su escritorio, todavía
mirándome. "¿Quién era?" Pregunté.

"Mi abogado," dijo rápidamente, entrelazando sus manos en su regazo.

"¿Tu abogado?" Pregunté, estrechando mis ojos con suspicacia. "¿Qué estás haciendo, negociando
acuerdos con el fiscal? ¿Tratando de librarte con un soborno?"

"Si fuera así de fácil," dijo, riéndose con nerviosismo. "Más bien algo así como intentar arreglar las
cosas antes de que me pongan la soga al cuello."

"¿Así de mal?" Pregunté, frunciendo el ceño. Puede que mi padre y yo no hayamos sido cercanos a
través de los años, pero no me agradaba la idea de perderlo. Joder, como estaban las cosas ya había
perdido lo suficiente.

"Sí, así de mal," me dijo. "No es tan fácil salir de estas cosas como solía serlo. Podíamos pagar para
salir de lo que fuese, pero el poder de la organización y el respeto parece tener menos influencia que
incluso nuestro dinero en estos días."

Me quedé mirándolo sorprendido, atónito de que él y yo tuviéramos más en común de lo que pensaba.
"¿Puedo preguntarte algo?" Pregunté, cerrando la puerta y acercándome a una silla para sentarme.

"Por supuesto," dijo, echándose hacia atrás en su silla y mirándome con curiosidad.

"¿Alguna vez te has arrepentido de iniciarte?" Pregunté.

Él titubeó, considerando mi maldita pregunta y probablemente preguntándose cuánto podía decirme.


"No, no puedo decir eso. He cometido muchos errores en mi vida, pero hacer el juramento por tu
madre... simplemente no puedo arrepentirme de eso. Desearía que hubiera sido diferente, desearía no
haber tenido que hacerlo, pero el hecho es que lo hice. Era necesario, y lo haría de nuevo sin pensarlo,"
me dijo. "¿Sabes? Estaba furioso cuando Esme me dijo lo que habías hecho, y por mucho que todavía
lo odie, ahora lo entiendo, hijo. De hecho, probablemente no debería haberme sorprendido en absoluto,
considerando quienes son tus padres. Es lo mismo que yo hice por tu madre, y lo mismo que con el
tiempo ella hizo por Isabella. De alguna forma es genético, supongo que está arraigado en tu ADN.
Finalmente, te habrías sacrificado por ella, de alguna manera o de otra. Eres el hijo de tu madre,
después de todo."

"Bueno, sí, aparentemente también lo soy tuyo," murmuré. "Hombre de honor y todo eso."

Él esbozó una sonrisa, sacudiendo su cabeza. "Al parecer," me dijo. "Entonces, ¿hay alguna razón por
la cual me hayas hecho esa pregunta? Te estás arrepintiendo..."

"No," dije rápidamente. "La amo y nunca me arrepentiré, joder, haría cualquier cosa por ella. Es solo
que, Cristo... sabía que era necesario y todo eso, pero no puedo evitar sentirme como si la hubiera
jodido."

"Entiendo," dijo. "Aún al día de hoy me siento así en cierto modo. Me inicié para salvar a tu madre de
la esclavitud, y al final todo lo que hice fue aprisionarla de todas formas. La llevé directamente de un
mundo peligroso a otro, que estaba vestido con elegancia y se llamaba de forma diferente, pero en
retrospectiva no era muy diferente. Amaba a tu madre, y siempre lo haré, pero creo que mi mayor
error fue no dejarla ir. Nunca llegó a ser realmente libre, allá afuera, en el mundo, donde nadie sabía
lo que ella había sido."

Se quedó callado por un momento, tamborileando sus dedos de nuevo, y yo me quedé mirándolo en
shock.

"No me malinterpretes, no cambiaría por nada los años que tuve con tu madre, y es seguro que no
renunciaría a ustedes. Son lo único que siento que he hecho bien en mi vida. Pero nunca me perdonaré
por no haberle dado la oportunidad de irse por su cuenta. Nunca llegó a experimentar la vida sin
restricciones, y honestamente, ni siquiera estoy seguro si le hubiera gustado, pero el punto es que
nunca le permití elegir. Sé que me amaba, y sé que tenerlos a ustedes la hizo más feliz de lo que jamás
se hubiera imaginado que sería, pero no creo que siquiera se diera cuenta que alguna vez tuvo otra
opción. Yo me sacrifiqué para darle oportunidades en la vida, y después, no le dije que las tenía. No
puedo evitar preguntarme, después de tantos años, lo diferentes que habrían sido las cosas si la hubiera
dejado ir."

"Ella nunca te habría dejado," le dije, negando con la cabeza. "Te amaba demasiado."
"No conocía nada más," dijo. "Y ese es el punto, en realidad. Me culpo por eso. En retrospectiva,
siento como si ella nunca tuvo la oportunidad de elegir estar conmigo, simplemente lo estaba."

"Por eso es que siento que la he jodido," le dije en voz baja. "Isabella me acaba de preguntar cómo
puede ella alguna vez ser libre si yo no lo soy, y hasta ese momento no me había dado cuenta de qué
había hecho exactamente. Tomé una decisión sobre nuestra vida juntos, y se supone que ella solo tiene
que aceptar esa mierda. Simplemente pensé que podía mantener esas partes de mi vida separadas."

"Sí, yo pensé lo mismo cuando tenía tu edad," murmuró. "Y te puedo decir por experiencia que no es
fácil vivir como un hombre dividido."

"Me doy cuenta de eso."

"En fin, ¿ya han hablado sobre el futuro?" Preguntó. Negué con la cabeza, pasando la mano por mi
cabello con ansiedad.

"No, pero supongo que mi tiempo se está acabando, considerando que me esperan en Chicago después
de Navidad," le dije. "Al parecer Aro piensa que ha sido lo suficientemente paciente." "No me
sorprende," respondió mi padre. "¿Vas a estar bien?" Me reí con amargura. "Voy a estar bien. Es ella
por quien estoy preocupado."

"No me preocuparía mucho por ella. Es fuerte y va a salir adelante, sin importar qué," dijo. "En fin,
mientras estás aquí, hay algo que quiero darte."

Abrió el cajón superior de su escritorio, y hurgó en él por un momento antes de sacar un juego de
llaves. Me las lanzó y las atrapé al mismo tiempo que él cerraba el cajón de nuevo. "¿Qué son?"
Pregunté confundido, sosteniéndolas.

"Son llaves," dijo con sarcasmo, echándose a reír mientras que yo rodaba los ojos. "Son de la casa en
Chicago. Supongo que vas a necesitar dónde vivir mientras estés allá, y obviamente no se está
utilizando.”

"¿Estás seguro?" Pregunté sorprendido.

"Sí, estoy seguro," dijo. "No debería estar vacía. Tu madre estaría feliz si te pudiera ser de utilidad."

"Gracias," le dije, poniéndome de pie y estirándome. "Bien, voy a dejarte solo ahora para que puedas
volver a llamar a quién demonios fuera con quien estabas realmente hablando. No hay forma de que
fuera el señor Ricci, porque él no es exactamente el tipo de hijo de puta que le endulce cualquier
mierda a alguien."

Él se quedó mirándome por un momento, sin hacer ningún comentario de lo que había dicho. Me di la
vuelta para salir y se aclaró la garganta, deteniéndome. "Ascoltare il tuo cuore," dijo en voz baja,
recordando una frase que mi madre decía todo el maldito tiempo cuando éramos niños.

"Recuerda eso y estoy seguro de que harás lo correcto. Como dije, eres el hijo de tu madre."

Asentí y salí al pasillo, tratando rápidamente de evaluar todo lo que había sucedido en el transcurso de
este maldito día. Era jodidamente extraño, pero mientras pensaba en lo que Ben me había dicho esa
tarde, un sentido de determinación se apoderó de mí una vez más. Mi pecho dolió cuando pensé en la
pregunta de Isabella y en la angustia que había demostrado durante su arrebato, mientras las palabras
de consejo de mi padre de hace unos momentos se reproducían en mi mente. “Ascoltare il tuo cuore”.
Escucha a tu corazón. En ese momento, se sintió como si todo se uniera y finalmente supe qué mierda
se suponía que tenía que hacer. Me acerqué a la puerta de la habitación de mi hermano, titubeando un
segundo mientras lo reconsideraba, antes de que finalmente levantara mi mano para tocar.

Joder, no podía ser egoísta y simplemente seguir aparentando que las cosas estarían bien. Tenía que
hacer algo para asegurarme de ello.

"Creo que voy a tener que aceptar tu oferta," dije tan pronto abrió la puerta. "Voy a necesitar tu
ayuda."

Él se quedó mirándome con aprensión, sus ojos escudriñando mi rostro. No parecía sorprendido por
mis palabras, y sospechaba que había sabido todo el tiempo que finalmente admitiría que no podía
hacer toda esa mierda yo solo. Extendió su mano después de un momento y me tomó por el hombro,
asintiendo.

"La tienes."
Capítulo 74 El Jardín de lo Sencillo

"Pero en el jardín de lo sencillo, todos somos anónimos, nunca fuiste nada más que hermosa para
mí” - Ani DiFranco

Isabella swan
Traducido por una de las siguientes: Mariana Conde, Gaby Madriz, Paola Guevara, Nilse Pam
Romero, Jess Muñiz, Loys Gomez, Daniela Perez, Viviana Ortiz, Pilar Ocampo.

“Feliz Navidad”.

Salté, sorprendida por la inesperada voz, y alejé mi atención de la ventana. Esme entró a la cocina y
me sonrió cálidamente, su expresión era dulce mientras me miraba. Me sorprendí al verla levantarse
tan temprano, ya que el sol apenas comenzaba a salir y sabía que ella y Alec tenían que haber llegado
muy tarde la noche anterior. Estaba previsto que llegaran unos días antes, pero al parecer, Alec se
retrasó con los negocios y no pudieron tomar su vuelo previsto desde Chicago.

“Feliz Navidad”, dije en voz baja, sonriendo amablemente. Vi como ella se acercó a la

despensa y empezó a rebuscar en el interior, murmurando para sí misma. Vestía muy bien, con un
vestido gris de manga larga y un par de zapatos de tacón a juego, con el pelo cayendo en ondas por su
espalda y su maquillaje recién aplicado. Parecía totalmente lo opuesto a cómo se veía la última vez
que la vi, tenía su chispa de nuevo, la compasión y la dulzura irradiaban de ella. Era maternal de una
manera que hacía que me sintiera a gusto al instante en su presencia.

“¿No es muy temprano para estar despierta?”, preguntó cerrando la despensa y volviéndose hacia mí.

“Supongo que sí”, le dije. “No podía dormir”.

“¿Puedes alguna vez?” preguntó, alzando las cejas inquisitivamente. ”No te ves exactamente
descansada”.

Me encogí de hombros, vacilante. “Tengo muchas cosas en mente”, murmuré. “¿Por qué estás
levantada tan temprano? Si no te importa que te pregunte, es que...”

“Por supuesto que no me importa. Puedes preguntarme cualquier cosa, Isabella," dijo. "Y para
responder a tu pregunta, me levanto porque es Navidad y si recuerdas el año pasado, me encargo de la
cena de Navidad.”

“Oh”, dije, sorprendida. “Pensaba que como llegaste tan tarde, yo empezaría a hacerlo.”

“Bueno, pensaste mal”, dijo, sonriendo de nuevo. “Necesitas relajarte y olvidarte de todo por un día,
permitirte disfrutar un poco. Después de todo, solo vas a tener diecisiete una vez, por lo que debes
disfrutar de ello mientras puedas. Antes de que te des cuenta, serás vieja y tendrás el cabello gris
como yo.”

“Tu cabello no es gris” le dije, frunciendo el ceño mientras la miraba fijamente. La habitación estaba
en penumbra, la única luz era solo un brillo sutil que se filtraba por la ventana, pero estaba segura de
que no había visto ninguna.

Ella se echó a reír. “Es sólo porque tengo un buen estilista que lo cubre todo para mí. Sería totalmente
gris si no fuera por eso, gracias a la línea de trabajo de mi esposo. Estoy segura que sabrás todo acerca
de eso en poco tiempo, sin embargo.”

“Estoy segura”, murmuré, jugando nerviosamente con el dobladillo de mi camisa. No estaba segura de
qué más decir, pero podía sentir sus ojos en mí, obviamente, esperando una respuesta mejor.

“¿Estás bien, cariño?” preguntó cuando el silencio se hizo incómodo. “Las cosas están bien entre
Edward y tú, ¿no es así?”

“Supongo que sí”, le dije, suspirando. “No hemos hablado las cosas, así que realmente no sé lo que
está pasando. Afirma que nada ha cambiado y que soy libre para seguir mis sueños, pero no veo cómo
puedo ser libre cuando él no lo está. Ni siquiera puedo comprender cuál es el camino, la verdad. Ese
no es Edward. “

“Tienes razón, no lo es”, dijo. “Y no es Carlisle, tampoco, aunque no lo creas. Recuerdo el miedo de
Elizabeth sobre su iniciación. Ella me dijo casi lo mismo que me acabas de decir y tenía las mismas
inquietudes que tú. Probablemente podrías aprender mucho a partir de su experiencia”.

“Eso es lo que el doctor Cullen me dijo” murmuré. “Él me dio su diario para que lo lea.”

“¿Y lo has hecho?”

“Un poco”, le respondí, encogiéndome de hombros. “No creo que a Edward le guste que lo tenga, así
que no lo leo cuando él está cerca.”

“Bueno, creo que deberías leerlo”, dijo sonriendo. “Edward lo superará. Su madre ha sido siempre un
tema delicado para él. Probablemente soy la única persona que alguna vez fue lo suficientemente
valiente como para hablar con él sobre lo que le pasó. Todo el mundo siempre caminó de puntillas a su
alrededor, pero siempre creí que lo que realmente necesitaba era a alguien que no tuviera miedo de
cavar en profundidad y meterse un poco debajo de su piel. Edward necesita a alguien que lo saque a la
superficie y lo mantenga ahí, de lo contrario se hundirá en su pozo de oscuridad y se cerrará a todos”.

“Lo hace”, dije en voz baja. “Me dijo que siempre sentía que se ahogaba.”

“Y llegaste tú y lo salvaste. Es la forma en que Elizabeth le mostró a Carlisle qué era el amor, y cómo
Alec me hizo sentir algo, por fin. Es un vínculo que no se puede olvidar, Isabella” respondió. “Tú lo
amas, ¿verdad?”

“Por supuesto” le dije, asintiendo. Mis ojos se llenaron de lágrimas ante la pregunta, una resbalando
por mi mejilla. La aparté rápidamente, despejando mi garganta mientras trataba de controlar la oleada
de emoción. ”Lo amo más que a nada.”

“¿Y estás preocupada por lo que va a pasarle ahora?”, preguntó. Asentí y sonrió con simpatía.
“Entonces te diré lo mismo que le dije a Elizabeth hace tantos años. Tenía miedo de que el hombre
que ella amaba desapareciera en medio de la violencia y el caos en que se convertiría su vida, pero la
verdad, Isabella, es que no cambian si tienen una razón para no hacerlo. Siempre será el mismo
Edward que te ama profundamente. No voy a mentirte y decirte que nada va a cambiar, porque algunas
cosas lo harán. Guardará secretos, y por mucho que lo odies, te darás cuenta de que son cosas que no
quieres saber. Además, creo que es más fácil para ellos no llevarse esas cosas a casa, y mantenerlas
separadas. Les ayuda a saber que tienen un santuario, un lugar donde pueden ir y ser ellos mismos, y
no tener que ser un Mafiosi por un tiempo. Sé un poco de lo que mi marido ha hecho, y hubo un
tiempo en el que yo lo interrogaba sobre las cosas, pero ya no lo hago porque confío en él. No me
gusta lo que hace, pero sé que lo hace para sobrevivir. Es matar o morir, y no me gusta que mi marido
mate a la gente, pero egoístamente, yo lo prefiero a que él sea asesinado”.

Hizo una pausa, mirándome con curiosidad. ”Me imagino que probablemente ahora estarás asustada,
porque hay muchas incógnitas, pero como he dicho, todavía será Edward. Él verá cosas que te gustaría
que pudiera olvidar, y va a tener un gran sentimiento de culpa sobre cosas que él no va a poder
controlar, ¿pero no es así con todo? Edward siempre ha estado obsesionado por las cosas, pero le diste
esperanza y le hiciste sentirse vivo otra vez. Eso no va a cambiar, Isabella. Tu amor seguirá siendo lo
que lo salvará de ahogarse.”

“¿Lo será?” Le pregunté, más lágrimas caían. “No siento como si fuera así.”

“Eso es porque él también está asustado, cariño”, dijo, extendiendo la mano. Envolvió sus brazos a mi
alrededor y me atrajo en un abrazo, su mano acarició mi cabello al igual que mi madre lo hacía cuando
era más joven. “Tienes miedo por él, y él tiene miedo por ti, pero ninguno de los dos parece darse
cuenta de que puede ser algo bueno. Se aman, y en lugar de unirse se están separando.”

Se oyó un carraspeo detrás de nosotras y Esme me soltó rápidamente, volviéndose para mirar. Me
puse tensa cuando vi a Alec apoyado en el marco de la puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho.
“¿Interrumpo?”

“No, señor”, le dije rápidamente, bajando la mirada al suelo.

“Por supuesto que sí”, intervino Esme con una sonrisa. “Teníamos una charla de chicas”.

“Eso he oído” respondió. “¿Y qué ha pasado con lo de mantenerse al margen? Creía que habíamos
acordado...”

“Y pensaba que me conocías mejor que eso”, dijo Esme, interrumpiéndolo. La miré rápidamente,
sorprendida, nadie hablaría con Alec de esa manera.

“Lo sé”, dijo. ”Pero esperaba que escucharas al sentido común por una vez. Entrometerse en los
asuntos de otras personas...”

“...solo hace que la gente salga herida”, dijo ella, interrumpiéndolo una vez más. “Lo sé, Alec. Te he
escuchado decirlo un millón de veces, pero quedarme quieta sin hacer nada mientras la gente está
sufriendo, es igual de malo para mí. ¿No hacemos eso lo suficiente? Son solo unos niños, por el amor
de Dios.”

“Edward es adulto”, replicó Alec. ”Lo que decida hacer con su vida privada no es asunto nuestro. Es la
única parte privada de su vida ahora. Dale el respeto que se merece para manejarlo a su antojo”.

“¿Has olvidado que respondiste por ella?” intervino Esme.

"Ciò non significa che io controllo la ragazza," (N.T. Eso no significa que yo controlo a la chica)
espetó en respuesta, lanzándome una mirada rápida que provocó un escalofrío por mi columna. Su
tono era duro e intimidante y Esme entrecerró los ojos con enojo. Yo nunca los había visto pelearse
antes, y el hecho de que parecía ser yo la causa era muy molesto.

"Hanno paura, Alec! È il tuo dovere di aiutarla!" (N.T. ¡Tienen miedo, Alec! ¡Tú deber es ayudarla!)

"Il mio unico dovere è quello di guardare," (N.T. Mi única obligación es observar), respondió con
frialdad.

“¿Al igual que con Elizabeth?” Preguntó Esme, levantando sus cejas inquisitivamente. “Me decías que
permaneciera al margen, que me ocupara de mis propios asuntos y que dejara que ella se ocupara de
los suyos cuando era evidente que no tenía ni idea de lo que estaba haciendo. Hizo muchas cosas
buenas, ¿eh? ¡Podríamos haber ayudado!”

“Elizabeth no era mi responsabilidad”, afirmó.

“Tienes razón, no lo era” respondió Esme, moviendo la cabeza. “Pero Isabella lo es”

Alec se quedó en silencio y la miró fijamente, con expresión indescifrable. Esme le devolvió la
mirada, su mirada firme, y la tensión en la sala aumentaba con cada segundo que pasaba. Era
incómodo y empecé a juguetear nerviosamente con mis dedos, tuve una sensación de mareo cuando la
sangre corrió con furia a través de mis venas.

“Yo... yo no debería estar aquí”, dije en voz baja, moviéndome hacia la puerta. Llegué al vestíbulo
antes de oír la firme voz de Alec, su sonido me detuvo en seco.

“Detente”

“Grazie” dijo Esme en voz baja mientras sus pasos resonaban detrás de mí. Me di la vuelta y vi cómo
Alec entraba al vestíbulo, y me miraba brevemente antes de dirigirse a la sala de estar. Lo miré por un
segundo sin saber qué hacer y sorprendida por la cojera que ahora tenía en su andar, una punzada de
culpa me golpeó cuando me di cuenta de que era por el incidente en el almacén. Me lanzó una mirada
impaciente cuando vio que seguía de pie allí y me di cuenta que esperaba que lo siguiera. Se sentó en
una silla a la derecha, dentro de la sala de estar, y con dudas, me acerqué al sofá, sentándome
cautelosamente en el borde. La habitación estaba en penumbra y extrañamente tranquila, el único
sonido provenía del reloj en la pared. Mi ansiedad crecía con cada tic, mis manos temblaban mientras
Alec me observaba.

“¿Alguien te ha explicado lo que implica responder por ti, Isabella?” preguntó finalmente, rompiendo
el tenso silencio.
“Uh, Edward dijo que significaba que si alguna vez iba a la policía o cualquier cosa, usted estaría en
problemas” dije con nerviosismo. ”Sin embargo, le juro que nunca lo haría. Nunca le diría a nadie.”

“Lo sé” respondió. “No habría respondido por ti si hubiera pensado que lo harías, pero es más que eso,
y me disculpo porque nadie te lo ha explicado antes. Tu vida es tuya ahora, y puedes vivir como
quieras, pero hay algunas limitaciones que tendrás que hacer frente a causa de las circunstancias. Lo
primero y ante todo, no puedes asociarte con nadie que pertenezca a la policía, y punto. No puedes ser
amigo de un policía, no puedes salir con un policía, y no puedes ser policía. Si uno se muda a tu lado
algún día, te mudas. No puedes verte con uno a menos que sea absolutamente necesario, y desde luego,
no los puedes invitar a tu casa nunca. Eso es importante, Isabella, porque mi mundo no funciona como
el mundo normal. Aquí no eres inocente hasta que se demuestre lo contrario. Incluso las sospechas de
algo impropio son suficientes para justificar una condena a muerte simplemente porque lo vean las
personas equivocadas. ¿Entiendes?”

“Sí, señor”.

“No tengo derecho a decirte que hacer con tu vida, y, francamente, no quiero tener que hacerlo, pero al
final voy a tener que saber lo que decidas hacer. Con el tiempo lo comprobaré de forma periódica, por
lo que siempre voy a necesitar un modo de ponerme en contacto contigo, y si llegas a tener algún
problema, no dudes en venir a mí. Esto va en contra de todo lo que creo, porque siempre que sea
posible, elijo mantenerme al margen, pero como mi esposa tan amablemente me ha recordado, debo
velar por ti, porque es mi deber. Quiero que tengas éxito en la vida y te ayudaré si alguna vez lo
necesitas. ¿De acuerdo?”

“De acuerdo” murmuré, mirándolo con sorpresa. “Gracias, señor”.

“De nada. En cuanto a Edward, él se va a adaptar rápidamente por lo que no debes preocuparte por él.
La verdad, Isabella, es que ninguno de nosotros es del todo bueno o del todo malo. A veces la gente
buena hace cosas malas, al igual que la gente mala puede hacer el bien. Te digo que también va en
contra de todo lo que siempre he defendido, ya que, hasta hace poco, veía el mundo en blanco y negro,
pero he llegado a ver el gris que existe en medio. Edward se dará cuenta por sí mismo muy pronto, y
de cómo lo asimile en que categoría encajará”, dijo.

“Es un buen hombre”, le susurré.

“Sí, yo también lo creo. Al igual que lo creo de Carlisle, a pesar de la situación en la que me ha
puesto”, respondió. “No obstante, en lo que a mí respecta, el jurado sigue deliberando.”

Tan pronto como las palabras salieron de sus labios, una risa se filtró desde el pasillo, y ambos
miramos para ver a Esme viniendo en nuestra dirección. “No seas absurdo. Claro que eres un buen
hombre”, dijo acercándose y sentándose en el otro lado de del sofá.

“Simplemente estás cegada por el amor”, respondió Alec.

“¿Quién está cegado por el amor?” dijo una inesperada voz desde el pasillo. Miré y vi al doctor
Cullen, recién duchado y vestido de manera informal con camisa y pantalones. Tenía una sonrisa en
los labios, parecía feliz y en paz por primera vez en mucho tiempo.
“Tu hermana”, dijo Alec. El doctor Cullen se rió mientras entraba a la habitación, sentándose en una
silla.

“No lo dudo. Ella siempre ve el bien en las personas que nadie más puede.”

“Eso es porque ustedes, idiotas, están ciegos y, yo no”, replicó Esme.

“Cristo, todos ustedes están jodidamente ciegos”, la voz de Edward sonó mientras entraba y se
tambaleaba en la sala, estaba despeinado y medio dormido todavía. Tenía el pelo pegado por toda la
cara, sus pantalones de pijama de franela colgaban bajo sus caderas y su pecho estaba desnudo. Lo
miré con sorpresa, atónita de que estuviera despierto. “¿Alguno de ustedes sabe leer los puñeteros
relojes? Es temprano como el infierno. No hay razón para que alguien esté despierto a esta maldita
hora en Navidad, a menos que tengas cinco putos años y estés en la espera de Santa. Odio tener que
decirles, pero ese hijo de puta no viene aquí. Todos están en la maldita lista negra.”

“¿No es eso hipócrita, considerando que tú también estás levantado a esta hora?” preguntó el doctor
Cullen.

“Solo estoy aquí porque mi cama estaba vacía y he venido a averiguar por qué”, murmuró, dejándose
caer en el sofá junto a mí. Me sonrojé mientras lanzaba su brazo sobre mi hombro y me atraía hacia él,
apoyando su cabeza sobre la parte superior de la mía mientras yo me acurrucaba junto a él. “Buon
natale, tesoro”

“Feliz Navidad, Edward” dije en voz baja. “Me he levantado para comenzar con el pavo. ¿Significa
eso que estoy también en la lista negra?”

“No, todavía no, pero tengo algunas ideas sobre cómo hacerte llegar allí”, dijo en broma. Mi rubor se
intensificó y se rió entre dientes, apretándome. “¿Ya has empezado?”

“Eh, no. Esme ha dicho que lo va a hacer ella”.

“Es cierto. La he obligado a salir de la cocina, le he dicho que hoy se relaje y pase un buen rato”,
intervino Esme “Aunque, para ser honesta, no estoy segura de alguno de ustedes sepa mucho cómo
hacerlo. Quiero decir, estoy decepcionada de que ni siquiera tengan un árbol de Navidad. ¿Qué tipo de
celebración navideña es esta?”

“Personalmente, nunca entendí el punto de un árbol de Navidad” dijo Alec.” ¿Por qué matar algo para
celebrar un nacimiento?”

“Creo que el punto es que incluso cuando se corta un árbol de hoja perenne, continúa prosperando”,
dijo el doctor Cullen. “Un objeto eterno, sin importar lo que el hombre hace con él, que no desaparece.
Es símbolo de la crucifixión y la resurrección”.

“De hecho, estoy bastante segura de que es pagano”, dijo Esme.

“Entonces, ¿para qué quieres un árbol?” preguntó Alec mirando a su esposa.

“Porque es una tradición navideña” dijo Esme, encogiéndose de hombros. “Representa la vida eterna.”
“¿No es eso lo que he dicho?” preguntó el doctor Cullen.

“Eso no tiene sentido para mí. ¿No sería más simbólico si se le permitiera crecer como se supone que
debería hacerlo?” preguntó Alec.

“Cristo, ¿en serio están debatiendo por los malditos árboles de Navidad?” preguntó Edward, gimiendo
mientras me soltaba. “Es un árbol donde pones bolas de colores y adornos de mierda y lo iluminas
para tener algo que hacer. ¡Eso es! No simboliza nada, excepto el hecho de que aparentemente no
tenemos nada mejor que hacer en la vida, que decorar jodidos árboles“.

Se puso de pie y se frotó los ojos un instante antes de estirar su mano hacia mí. La cogí y tiró de mí,
conduciéndome a la habitación. “¿A dónde vamos?” Le pregunté.

“Ya lo verás”, murmuró. Le seguí escaleras arriba, mirándolo con confusión cuando titubeó en el
segundo piso. Me miró brevemente y esbozó una sonrisa, sus ojos se iluminaron de pronto cuando me
soltó la mano. Se acercó y empezó a golpear con fuerza la puerta del dormitorio de Emmett antes de ir
a la de Jasper. “¡Levántense y vístanse, hijos de puta!”

Emmett gritó incoherentemente desde el interior de su habitación y la puerta se abrió después de un


momento, tenía una expresión irritada en su rostro mientras nos miraba con ojos entrecerrados. “¿Qué
demonios, hermano? ¿Has visto la maldita hora? ¡Yo estaba en medio del mejor maldito sueño!”

“¿Sobre qué?” Le pregunté con curiosidad.

“Anna Kournikova” dijo en voz baja mientras caminaba por el pasillo, dando un codazo a Edward y
moviendo las cejas sugestivamente. “Estaba jugando con mis pelotas y raquetas, hombre”

“¿Qué demonios acabas de decir?” Escupió Rosalie desde el interior del dormitorio de Emmett. Él se
tensó y sacudió la cabeza rápidamente.

“Nada, cariño”, le gritó. Mi frente se arrugó mientras Edward se echaba a reír, y la puerta del
dormitorio de Jasper se abrió.

“¿Qué están haciendo?” preguntó, mirándonos con confusión. Sus ojos se posaron en mí, con una
expresión triste en su cara, y me encogí de hombros, sin tener idea de lo que estaba pasando.

“Eres un maldito idiota” dijo Edward, Emmett lo empujó. “Ey Rosalie, Emmett ha dicho que estaba
soñando...”

Antes de que Edward pudiera terminar su oración Emmett se abalanzó sobre él y yo grité,
apartándome de su camino rápidamente antes de que me tiraran al suelo. Emmett lo tiró al suelo y
empezaron a rodar alrededor, golpeándose uno al otro mientras luchaban, intentando conseguir la
ventaja sobre el otro. Miré a Jasper en shock, esperando que los separara, pero él negó con la cabeza.

“Recuerdo haber oído una vez que nunca debes interponerte entre dos animales que luchan o es
probable que se vuelvan contra ti”, dijo en broma, dando unos pasos en mi dirección. Abrió sus brazos
y me dio un abrazo, sonriendo. “Además, no tengo ni idea de lo que está pasando, así que no hay
manera de que yo me meta. Feliz Navidad, por cierto.”
“Sí, Feliz Navidad, hermanita” gritó Emmett. Eché un vistazo, y vi que tenía a Edward clavado en el
suelo, debajo de Emmett, pero Edward no iba a rendirse. Estaba golpeando a su hermano y agitándose,
tratando de liberarse.

“Feliz Navidad” contesté

“Cristo, ¡suéltame!” Edward gritó, golpeando con fuerza a Emmett en el costado. Emmett se quedó sin
aliento y aflojó su agarre lo suficiente para que Edward se moviera, y se levantó rápidamente. Emmett
se puso de pie y miró a su hermano, con cara de volver a saltarle encima, pero Edward levantó las
manos a la defensiva. ”Está bien, no voy a decir una mierda.”

“Eso es lo que pensaba” dijo Emmett con aire de suficiencia, empujando a Edward mientras sonreía.

“¿No vas a decir una mierda sobre qué?” Preguntó Rosalie, saliendo al pasillo. Cruzó

los brazos sobre su pecho y nos miró, esperando que alguien le respondiera. Sus ojos se posaron en mí
después de un momento en que nadie se ofreció a contestar, y ella arqueó una ceja expectante.”
¿Isabella?”

Me quedé inmóvil, su mirada hizo que mi corazón se acelerara. ”Eh, Emmett tuvo un sueño”
murmuré, incómoda de estar en esta situación. ”Se trataba de Ana Karenina o algo así, creo.”

Los chicos se echaron a reír y me ruboricé por la vergüenza a la vez que la frente de Rosalie se
fruncía. “¿Qué?”

“Ha querido decir Anna Kournikova” se rió Jasper.

“Oh” murmuré, dándome cuenta de mi error. ”Sí, ella.”

Rosalie gimió y puso los ojos en blanco, extendiendo su mano para golpear a Emmett en la parte
posterior de la cabeza. Maldijo y se alejó de ella, frotando la parte que había golpeado. “Maldita sea,
nena. Sabes que eres mi número uno”, murmuró, volviéndose para mirar a Edward. ”Todo esto es
culpa tuya. ¿Por qué demonios nos has despertado?”

“Mierda, iba a sugerir que fuéramos a buscar un puto árbol de Navidad” gruñó Edward, frotándose el
cuello con una expresión molesta en su rostro. ”No hay necesidad de ser un pendejo.”

“Mierda, ¿de verdad? ¿Por qué no lo dijiste antes? Voy a vestirme”, dijo Emmett, con la cara de
pronto iluminada mientras le daba un puñetazo en el pecho a Edward. Agarró a Rosalie y ella gritó
mientras él la puso encima de su hombro. ” ¡Vamos, nena!”

“Bájame de una puta vez, Emmett Cullen” gritó golpeando su espalda. Emmett se echó a reír,
imperturbable, y pateó la puerta cerrándola con el pie, desapareciendo dentro de la habitación.

“Llamaré a Alice” dijo Jasper en voz baja, dejándome finalmente; me dio una pequeña sonrisa,
asintiendo con la cabeza a Edward en señal de saludo antes de dirigirse a su habitación.

Seguí a Edward por las escalares y nos duchamos y vestimos rápidamente. Jasper estaba ya fuera,
sentado en el porche, enfrascado en una conversación con Alice cuando volvimos abajo. Esme estaba
en la cocina, cocinando, y al mirar por el pasillo vi al doctor Cullen y a Alec todavía sentados en la
sala de estar. El doctor Cullen tenía la cabeza inclinada y sus manos estaban cruzadas delante de él
mientras hablaba en voz baja con Alec, que lo miraba y escuchaba con atención. Observé en silencio
por un momento hasta que Edward se acercó por detrás de mí, envolviendo sus brazos alrededor de mi
cintura y tirando de mí hacia él. Giré mi cabeza hacia un lado mientras él se inclinaba y besaba mi
cuello suavemente, murmurando contra mi piel.

“Mi padre está tramando algo”, dijo en voz baja, lo suficientemente alto como para que solo yo lo
oyera. Miré hacia atrás, viendo la mirada sospechosa en la cara de Edward al ver a su padre.

“¿Qué?” Le pregunté con curiosidad.

“Realmente me gustaría saber esa mierda” murmuró. “Pero tiempos desesperados requieren medidas
desesperadas, así que si lo conozco como creo que lo hago, lo que sea tiene que ser drástico.”

“¿Crees que hay problemas?” Le pregunté, entrando en pánico, pero tratando de disimular para no
alarmarlo. Se rio secamente.

“Por supuesto que hay problemas. ¿Cuándo no es así?” Preguntó con sarcasmo. “Pero después de toda
la energía que puso tratando de librarnos de esta mierda, no creo que haga cualquier cosa para hacerlo
peor para nosotros. Él es el que me preocupa, la verdad. Tengo la sensación de que planea salir con un
puñetero estallido, literalmente hablando... cubierto de gloria y toda esa mierda,”

“¿En serio?” Le pregunté, sorprendida. Miré hacia atrás por el pasillo y vi que Alec tenía una
expresión severa en su rostro, susurrando febrilmente al doctor Cullen mientras él permanecía sentado
inmóvil como una estatua. Parecían estar discutiendo aunque no se les oía, la conversación,
obviamente, era seria.

“Sí. La calma antes de la tormenta, tesoro” murmuró. “Sólo estoy esperando que los rayos empiecen a
golpear hijos de puta”.

Me quedé congelada por un momento, asustada y sin saber qué decir, pero antes de que pudiera
averiguarlo hubo una conmoción en la escalera. Miré y vi que Emmett se deslizaba por la barandilla,
saltando con una sonrisa cuando llegó a la parte inferior. Rosalie bajó las escaleras lentamente, no
parecía muy divertida por su conducta, y casi ni nos miró cuando llegó a la parte inferior.

Emmett se dirigió a la sala de estar y tanto el doctor Cullen como Alec lo miraron, silenciando su
conversación inmediatamente. Edward y yo caminamos lentamente en esa dirección por curiosidad,
pero Rosalie estaba impaciente en la puerta principal. “Necesito una sierra o un hacha y una cuerda
elástica o cuerdas o algo así”, declaró Emmett.

“¿Para qué?” preguntó el doctor Cullen.

“¿Para qué puede alguien necesitar esa mierda?” Preguntó Emmett. El doctor Cullen lo miró con
curiosidad, una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios y Emmett sacudió la cabeza. “No importa, ni
siquiera contestes esa pregunta. No quiero saberlo. Vamos a cortar un árbol.”

“Oh” dijo el doctor Cullen, riendo mientras se levantaba. “Espera un minuto, tengo algunas cosas en el
sótano.”

“¿En el calabozo?” preguntó Edward.

“No es un calabozo, hijo” respondió el doctor Cullen, sacando sus llaves y dirigiéndose hacia la
oficina de la planta baja. “Es una habitación del pánico”.

Edward se rió. “Sí que es una puta habitación del pánico. Si te encuentras en esa hija de puta es seguro
que empieces a entrar en pánico”

Emmett se rió y el doctor Cullen suspiró con impaciencia, sacudiendo la cabeza. No se molestó en
responder al comentario de Edward, simplemente desapareció en la oficina. Regresó después de un
minuto y me estremecí instintivamente cuando vi que traía una cuerda que inmediatamente reconocí
como la que había usado para atarme. Se quedó inmóvil y con el ceño fruncido en confusión por mi
reacción, pero pareció entender cuando se lo dio a Emmett. Me dio una mirada de simpatía,
murmurando una disculpa mientras le daba un hacha a su hijo.

“Espero que esto sea suficiente” dijo. “Ha sido lo primero que he visto.”

“Gracias” dijo Emmett, mirando el hacha con curiosidad. “No has usado esta maldita cosa para
desmembrar a alguien, ¿verdad?”

El doctor Cullen lo miró con sorpresa. “¿Me lo estás preguntando en serio?” preguntó.

“Sí. Bueno, no. No respondas a eso, tampoco. No quiero saberlo”, murmuró, dándose la vuelta.
Edward se rió y me agarró la mano, tirando de mí hacia la puerta mientras el doctor Cullen gritó que
fuéramos cuidadosos.

“Terminemos con esto de una vez” resopló Rosalie, abriendo la puerta de par en par, sus tacones
haciendo clic en el porche de madera mientras salía. Dudé cuando llegamos a la puerta principal,
sintiendo el aire frío en la cara.

“¿No necesitas un abrigo?” Pregunté, mirando a Edward.

“No, voy a estar bien”, dijo, mirándose a sí mismo. Llevaba una camisa térmica de manga larga, pero
todavía hacía frío incluso para mí con un abrigo. “No hace tanto frío.”

“¿Estás seguro?”

“Sí”, dijo, encogiéndose de hombros. “Ahora ven, vamos a buscar un árbol”

Le seguí fuera y todos nos dirigimos hacia el SUV de Jasper, pero Edward de detuvo en la entrada.
Metió la mano en su bolsillo y sacó las llaves con una sonrisa. “Vamos en coches separados”.

“¿Estás seguro?”

“Sí, estoy seguro, Bella” me dijo riendo.” ¿Qué pasa contigo y esa maldita pregunta? ¿Ya no confías
en mí?”
“Confío en ti, por supuesto” le dije rápidamente, sin darme cuenta de que sonaba como si hubiera
estado cuestionándolo todo. “Solo preguntaba. Ya sabes, para asegurarme”.

“Supongo que es mejor que simplemente estés diciendo bien” murmuró. “Sin embargo, todavía sigo
diciéndotelo todo. No voy a mentirte, Bella. Nunca.”

“Lo sé”.

Jasper le dijo a Edward que lo seguiría, y vi a Emmett gritando ‘yo pido el frente’ y corriendo hacia la
puerta del pasajero de la camioneta. Alice y Jasper se rieron de su entusiasmo, pero Rosalie gimió,
poniendo los ojos en blanco con molestia.

“Rosalie parece estar de mal humor” dije mientras subíamos al Volvo de Edward. Puso en marcha el
coche e inmediatamente comenzó a juguetear con la radio, tratando de encontrar algo que escuchar.

“No era consciente de que esa perra tuviera un buen humor” respondió cuando por fin encontró algo
que parecía gustarle. Me miró por el rabillo del ojo mientras me ponía el cinturón de seguridad, y
vaciló, pero se puso el suyo después de un momento. Sonreí para mis adentros mientras me
acomodaba en mi asiento, ya que era la primera vez que lo había visto usarlo voluntariamente. Gimió
un poco mientras tiraba de él y trataba de acomodarse, claramente no estaba acostumbrado a usarlo.
“De todos modos, simplemente ignora a Rosalie. Hace la vida mucho más fácil.”

Puso el coche en marcha y aceleró por el camino de entrada, la tierra y la grava volaron por culpa de
sus neumáticos. “Por cierto, ¿te gusta mi coche? Creo que en realidad nunca te he preguntado esa
mierda” dijo al tiempo que salía a la carretera.

“Eh, sí” le respondí, sorprendida por la pregunta. Edward apreciaba su coche, así que no era como si
realmente le importara la opinión de nadie, porque él no cambiaría su opinión al respecto. “Es un buen
coche. Se siente cálido y familiar, supongo, por lo que es cómodo. Aunque, puede que sea así porque
es tuyo.”

Él sonrió y asintió, sin hacer ningún comentario sobre mi extraña respuesta. Yo no sabía nada de
coches, por lo que había sido lo mejor que se me había podido ocurrir. Edward condujo por un tiempo,
dando vueltas al azar por caminos que nunca había estado antes y charlando tranquilamente de lo que
se nos venía a la mente. El clima, la televisión y la música... era como había sido entre nosotros desde
hace bastante tiempo. Se veía como si siempre estuviéramos hablando pero nunca sobre cosas
importantes, ninguno de los dos aventurándonos a hablar sobre algún tema que pudiera resultar
molesto. Sentía como que estaba empezando a notar el peso, el aire entre nosotros lleno de secretos
hasta el punto de que a veces era casi sofocante.

Después de unos treinta minutos nos metimos por un camino de tierra, siguiéndolo por rato antes de
que se detuviera junto a una valla de madera marrón. Se extendía tan lejos como podía ver, y rodeando
una vasta extensión de árboles y un edificio de madera con un cartel blanco que decía 'Spillman Tree
Farm'. Apagó el coche y miré alrededor a medida que ascendíamos, localicé un pequeño cartel de
‘Cerrado’ en la ventana del edificio. Lentamente me acerqué a la valla mientras miraba el cartel.

“No está abierto, Edward” dije mientras se unía a mí junto a la valla. Jasper se detuvo y estacionó
detrás de nosotros, los cuatro salieron y llegaron con nosotros. “El letrero dice que cerraron el
veintiuno”

“Lo sé” dijo. Le miré con confusión y sonrió, encogiéndose de hombros como si no tuviera
importancia. Se agarró a la valla y se subió rápidamente, saltando. Lo miré sorprendida mientras me
hacía un gesto con la mano para que lo acompañara al otro lado.

“¿Vas a robar un árbol?” Pregunté con incredulidad.

Rosalie se rió amargamente, caminando hasta la valla. “Por supuesto que sí. ¿No es eso lo suyo
ahora?”

Me quedé inmóvil, pasmada por lo que había dicho, y Edward entrecerró los ojos con rabia. “Vete a la
mierda” le escupió. “No sabes una mierda, así que cierra la puta boca antes de que la cierre por ti.”

“Oigan ustedes dos” dijo Emmett, lanzando el hacha a través de la valla antes de agarrarse a la parte
superior y saltar. ”Tienen que llevarse bien. ¡Es Navidad, por el amor de Dios! Se supone que tenemos
que estar alegres, o lo que sea.”

Suspiré y comencé a subir la valla, pero Emmett me sorprendió y me agarró, subiéndome. Grité de
sorpresa cuando me levantó en el aire, tirando de mí a través de la valla rápidamente y poniéndome de
nuevo en pie. “Eh, gracias” murmuré mientras Jasper saltaba por encima y comenzaba a ayudar a
Alice.

“No hay de qué, gatita” dijo con una sonrisa, volviéndose para mirar a Rosalie. Estaba de pie, todavía
al otro lado de la cerca, mirándonos a todos con enfado, los brazos cruzados sobre el pecho. “¿Vienes
o no, Rosie?” preguntó, sosteniendo su mano para ayudarla. Ella lo ignoró, rechazando su ayuda, y se
quejó de que sus zapatos se iban a estropear mientras trepaba. Edward gruñó con irritación mientras
cogía mi mano, entrelazando nuestros dedos, nos pusimos en marcha a través de los árboles.

De vez en cuando alguien se detenía y señalaba un árbol, pero siempre Edward le encontraba algún
defecto, decidiendo que no era lo suficientemente bueno para nosotros. Todos eran demasiado bajos, o
demasiado altos, demasiado gruesos o demasiado finos, con ramas de más o no tenía suficientes. Los
ignoraba debido a su color, los rechazaba por su forma, pero la verdad era que yo no podía entender
cuál era el problema, ya que todos parecían iguales para mí.

“¿Qué tal este?” preguntó Jasper, deteniéndose frente a un árbol de hoja perenne casi tan alto como él.
Edward lo miró y gimió, sacudiendo la cabeza.

“Está muy pelón” dijo “¿Qué le ha pasado a todas las puñeteras pinochas?” (N.T. En inglés a la “hoja”
del pino se le llama aguja pero en español cuando dices aguja se entiende para coser por eso use
pinocha como se le llama en algunos países latinos)

Mi ceño se frunció mientras lo miraba, no estaba segura de lo que estaba hablando. Las ramas
parecían llenas para mí, y me basé en la expresión de Jasper que, al parecer, pensaba lo mismo. “Eres
muy quisquilloso” murmuré, dando un codazo a Edward juguetonamente. Rodó los ojos, pero sonrió,
empujándome de vuelta.

“Lo que sea. ¿Ves alguno que te guste?” Preguntó. “No has dicho una mierda de cualquiera de ellos.”
“Son solo árboles” espetó Rosalie antes de que pudiera considerar responder. “Elije uno ya para que
podamos largarnos de aquí. Me duelen los pies”

“Tal vez deberías haber traído unos zapatos normales y no tendrías ese problema” espetó Edward.
“¿Quién coño lleva zapatos de tacón alto para cortar árboles, de todos modos?”

“¿Quién diablos espera hasta el día de Navidad para hacer esta mierda?” replicó ella. “Si te hubieras
bajado de tu culo melancólico y lo hubieras hecho tiempo atrás, no tendría que estar aquí ahora
mismo”

“No hay una puta razón para que vinieras” dijo Edward enfadado. “Podrías haberte quedado en casa.”

“¿Qué, y perderme toda la diversión?” dijo con sarcasmo.

“¡Maldita sea!” Gritó Emmett, perdiendo la paciencia. “¡Terminen con esta mierda! Me va a dar dolor
de cabeza”

“Bueno, si pudieras callar a tu jodida novia no tendríamos este problema” escupió Edward.

“Nadie me calla, Cullen” espetó ella. “Soy dueña de mí misma. No recibo órdenes de nadie.”

“¡Vete a la mierda!” Edward escupió mientras se tensaba, su mano tomó con fuerza la mía mientras
controlaba su rabia. Hice una mueca y traté de soltarme al mismo tiempo que Emmett se interpuso
entre ellos, sosteniendo sus manos en alto.

“¡Lo digo en serio! Ya está bien” gritó con rabia. “No sé qué les pasa hoy, pero este no es su jodido
juego habitual. Estoy harto de esto, así que terminen con ello de una puta vez. Ambos.”

Traté de tirar de mi mano fuera de la de Edward de nuevo, su apretón comenzaba a doler, y pareció
darse cuenta porque aflojó su agarre rápidamente. “Escoge un árbol, Bella” murmuró, todavía
negándose a dejarme ir completamente.

“Eh, está bien” dije vacilante, mirando a alrededor. La mañana no había empezado muy bien y estaba
lista para ir a casa, con la esperanza de que las cosas mejoraran allí. Señalé un árbol al azar, a unos
metros de distancia, suspirando. “¿Qué pasa con ese?”

Sus ojos lo escanearon rápidamente y esperé su queja, segura de que encontraría un defecto en él, pero
me sorprendió cuando sonrió en su lugar. “Perfecto” dijo, mirándome de nuevo.

“¿Estás seguro?” Le pregunté. Él gimió, sacudiendo la cabeza, y me sonrojé al darme cuenta de que
había usado esa frase otra vez. “Oh, quiero decir, está bien.”

“Ey, se ve bien para mí” dijo Emmett, cogiendo el hacha y sosteniéndola casualmente sobre su
hombro. Levantó la mano para protegerse los ojos del sol mientras miraba el árbol, para decidir cómo
hacer para cortarlo. Lo miré por un momento, la escena era surrealista, y me eche a reír cuando me di
cuenta de que llevaba una camisa de franela roja, con barba por no haberse afeitado recientemente.
Todos me miraron con sorpresa, y estoy segura de que no era tan divertido como me pareció a mí,
pero la verdad era que estaba totalmente agotada, hasta el punto de casi delirar. Cuanto más miraba a
Emmett más histérico lo encontraba, toda la situación era completamente ridícula. Comencé a perder
el aliento, con lágrimas formándose en mis ojos, y aparté mi mano de la de Edward para quitarlas a
medida que comenzaron a correr por mis mejillas.

“¿Qué es tan gracioso?” preguntó Alice, su rostro estaba iluminado con una sonrisa mientras me
miraba. Era la primera sonrisa auténtica que le había visto en un tiempo. Parecía deprimida en los
últimos días, constantemente mirando a Edward y a mí con una expresión triste en el rostro, como si
fuera a echarse a llorar en cualquier momento por cualquier razón. Me eché a reír con más fuerza,
incapaz de contenerme, y Edward se rió entre dientes mientras me observaba, la felicidad
aparentemente era contagiosa mientras sus ojos brillaban con diversión.

“Él, eh... es un leñador gigante” comencé, tratando de recuperar el aliento, pero las lágrimas fluían
libremente, dolores agudos golpeaban mis costados mientras jadeaba en busca de aire. “Ya Sabes, Paul
Bunyan. Emmett se le parece” (N.T. Paul Bunyan es un leñador legendario gigantesco que aparece en
algunos relatos tradicionales del folclore estadounidense. Fue creado por el periodista estadounidense
James MacGillivray. Está ligado a los estados de Míchigan, Wisconsin y Minnesota, donde goza de
gran popularidad)

Todos miraron a Emmett con confusión, estallando en carcajadas cuando se dieron cuenta “Lo parece”
dijo Jasper, sonriendo ampliamente mientras dirigía los ojos a Rosalie. “Espera, ¿cuál era el nombre
de su compañero? Ya sabes, ¿ese buey azul?”

Me encogí de hombros mientras miraba a Rosalie, jadeando de la risa cuando me di cuenta que en
realidad estaba vestida de azul. Rosalie resopló, cruzando los brazos sobre el pecho mientras nos
miraba con enfado. “Ustedes cabrones, en realidad no me estarán comparando a un buey”, escupió.

“Oh, vamos, es sólo una broma, bebé” dijo Emmett juguetonamente. Jasper y yo jadeamos al mismo
tiempo, mirándonos el uno al otro rápidamente.

“¡Bebé!” gritamos, recordando el nombre del buey azul al mismo tiempo.

“Muy bien, ahora estoy jodidamente confuso” dijo Edward con expresión desconcertada, sin dejar de
reír. “¿Podemos cortar ese maldito árbol para que podamos llegar a casa? Me estoy congelando aquí.
A este ritmo, mi puta polla va a congelarse y caer antes de que terminemos.”

“Tal vez deberías haberte puesto un abrigo si tienes frío” dijo Rosalie molesta. “Después de todo, es
invierno. ¿Quién coño no lleva abrigo en invierno?”

Sonreí, sacudiendo la cabeza. “No, él no necesita abrigo” le respondí. “Está seguro de eso.”

“¿Estás bromeando, tesoro?“ Preguntó en voz baja mientras Emmett comenzó a golpear el tronco del
árbol con el hacha, la hoja cortaba la madera con facilidad por la fuerza de sus golpes. Comenzó a
tambalearse después de unos golpes, viniéndose abajo por completo cuando lo golpeó por sexta vez.
Le entregó el hacha a Jasper y agarró el árbol, mirando alrededor nuestro.

“Llevemos esta maldita cosa a casa” dijo, sonriendo con orgullo mientras lo empezaba a arrastrar
hacia los coches. Edward tomó mi mano otra vez, sus dedos estaban tan fríos como el hielo y envió un
escalofrío a través de mí. Seguimos detrás de todo el mundo y miré con incredulidad como Emmett y
Jasper lanzaban el árbol por encima de la valla como si no hubiera sido ningún problema en absoluto.
“Oh, espera” dijo Edward, soltando mi mano para sacar su billetera del bolsillo. Echó un vistazo a
través de su efectivo y sacó unos cuantos billetes, corrió hacia el edificio y los deslizó por debajo de la
puerta. Le sonreí cuando regresó, orgullosa de que hubiera pensado cómo pagar el árbol cuando en
realidad no tenía que hacerlo, y tomó de nuevo mi mano para ayudarme a saltar la cerca.

El regreso a casa fue relajado, el resto de la mañana pasó volando. El estado de ánimo de Rosalie
cambió, su enfado e irritación se convirtieron en una tristeza silenciosa y una expresión sombría se
apoderó de su rostro. No estaba muy segura de lo que había cambiado, pero todo el mundo parecía
estar abatido por alguna razón después de que llegamos a casa. Edward estaba distraído mientras
decorábamos el árbol, mirando a todo el mundo con nerviosismo. De vez en cuando lo atrapé, mirando
enojado a la gente, diciendo cosas cuando creía que yo no estaba mirando y teniendo conversaciones
en susurros cuando yo estaba fuera del alcance del oído. Estaba confundida y le pedí un par de veces
que me dijera lo que estaba pasando, pero se limitó a sonreír y me dijo que no era nada de lo que
tuviera que preocuparme.

Por la tarde vimos algunas películas navideñas e intercambiamos regalos, mientras esperábamos la
cena. Me regalaron algunos libros y artículos de arte, ropa de parte de las chicas y de parte de Edward,
un nuevo par de Nikes, así como había pensado que me daría. Nos sentamos a la mesa cuando la
comida estuvo lista, Edward sacó la silla que había a su lado para mí mientras Esme y Alec se
sentaban enfrente de nosotros. El doctor Cullen se aclaró la garganta y Edward tomó mi mano derecha
mientras Alec lentamente se inclinaba sobre la mesa y estiraba su mano hacía la mía. Dudé mientras
miraba su mano extendida, alcanzándola con cautela. Puse mi mano entre las suyas inclinando mi
cabeza, mi corazón latía rápidamente en mi pecho cuando el doctor Cullen empezaba a decir una
bendición.

“Señor, te damos las gracias por las bendiciones de la mesa hoy, y por todas las personas reunidas a su
alrededor. Te pedimos que nos ayudes a no perder de vista las necesidades de los demás y nos sigas
bendiciendo con el amor y el perdón, la felicidad y la paz, y sobre todo, te pedimos que ayudes a los
inocentes entre nosotros a encontrar la libertad que se merecen. Rezamos en el nombre de Jesús.”

“Amén” murmuramos todos, nos soltamos y levantamos nuestras cabezas. Miré al doctor Cullen con
curiosidad, sorprendida por sus palabras, y él me sonrió suavemente cuando hicimos contacto visual.

“Dai nemici mi guardo io dagli amici mi guardi iddio,” (N.T. De mis enemigos me protejo yo,
protégeme señor de mis amigos) dijo Alec en voz baja desde el otro lado de la mesa, cogiendo su
tenedor.

“Amén a esa mierda” murmuró Edward, riendo secamente.

Empezaron a comer, pero yo simplemente empujé la comida en mi plato mientras un tenso silencio se
apoderó de la habitación, todo el mundo se lanzaba miradas extrañas entre sí. Era como si todos
compartieran un secreto común, uno del que yo no era consciente, y ese hecho parecía tener a Edward
nervioso. Yo jugueteaba nerviosamente mientras escuchaba el sonido de los tenedores al chocar contra
la vajilla, mi apetito desapareció y mi estómago comenzó a revolverse por la ansiedad. Podía sentir
los ojos en mí de vez en cuando mientras estaba allí sentada, la atención y confusión me hacía sentir
tan incómoda que hasta consideré brevemente estar en esa habitación del pánico. Antes de que en
realidad pudiera pensar en hacer algo, Jasper se aclaró la garganta.
“Es difícil creer que han pasado ya diez años” dijo en voz baja. Pude ver a Edward tensarse a mi lado,
su tenedor se detuvo en el aire mientras se congelaba. Me di cuenta de que Jasper se refería a la
muerte de su madre y miré al alrededor con cautela, preocupada por cómo iba a reaccionar todo el
mundo. La postura del doctor Cullen era rígida mientras miraba su plato, cerrando los ojos después de
un momento mientras dejaba su tenedor. Mis manos comenzaron a temblar, mi corazón latía tan
salvajemente que mi visión se volvió borrosa. Dejé mi tenedor en la mesa mientras dejaba escapar un
suspiro exasperado, temía que mis manos temblorosas llamarían todavía más la atención.

“Lo es,” dijo el doctor Cullen, cuando por fin habló. “Parece que fue ayer cuando la perdimos”.

“No la perdimos” dijo Edward, su voz era aguda. “Esa mierda suena como si la hubiéramos
descuidado o que se lo merecía. No es nuestra culpa la mierda que pasó, no la perdimos. Joder, nos fue
arrebatada... a todos nosotros. “

“Tienes razón” respondió el doctor Cullen. “Nos la arrebataron injustamente”.

“Sí, y es una pena, porque realmente me gustaría que pudiera estar aquí para esto” dijo Emmett,
sacudiendo la cabeza mientras empujaba su silla hacia atrás. Se levantó y metió la mano en el bolsillo,
mis ojos se abrieron en shock mientras sacaba una pequeña caja de terciopelo negro. Un grito vino de
Alice y Rosalie se congeló cuando Emmett se arrodilló al lado de su silla, abriéndola para exponer un
anillo de oro. “Sé que somos jóvenes, pero si hay algo que he aprendido es que nada debe darse por
sentado. Perdemos gente, las cosas suceden y alteran nuestro mundo sin previo aviso, y la verdad es
que ni uno solo de nosotros tiene asegurado un mañana. No sé cuánto tiempo voy a vivir, o dónde me
va a llevar la vida en este momento, pero si de algo estoy seguro es que te quiero junto a mí a lo largo
del camino. Entonces, ¿qué dices, Rosie? ¿Quieres casarte conmigo? “

Vi una lágrima rodar por su mejilla mientras ella sonreía. “Sabes que sí, Emmett Cullen” dijo con la
voz quebrada por la emoción. “Que Dios me ayude, pero te amo por alguna maldita razón.”

Él sonrió, deslizando con entusiasmo el anillo en su dedo antes de volver a sentarse. Todos los
felicitaron y yo sonreí, disfrutando de la adoración en sus rostros mientras se miraban el uno al otro.
El ambiente era más ligero después de eso y todos charlaban despreocupadamente, riendo mientras
compartían historias. Escuché como Emmett y Jasper recordaban su infancia, Edward riéndose entre
dientes al recordar de manera muy diferente algunos de los muchos incidentes con sus hermanos.
Hablaron mucho de su madre y esperaba que la sala se pusiera tensa por el tema, pero en vez de
hacerlo como había pasado antes, el doctor Cullen intervino con algunas de sus propias historias.
Hablaron de viajes que habían hecho, de las cosas que les había enseñado, y los libros que les había
leído, cada recuerdo acompañado con sonrisas en lugar de lágrimas. Era reconfortante presenciar,
como perduraba el amor tan fuerte por ella, a pesar de que estaba ausente desde hacía ya una década.

Después de la cena todo el mundo se dispuso a ver otra película, y me ofrecí para ayudar a Esme con
los platos. Ella no se opuso y trabajamos en silencio, su atención parecía estar en otro lugar, como si
estuviera distraída. Estábamos terminando cuando dejó escapar un suspiro de resignación, sacudiendo
la cabeza mientras dejaba un plato. “Él realmente te ama, lo sabes. Simplemente nunca olvides eso,
pase lo que pase” dijo en voz baja. Asentí mientras me mordía el labio nerviosamente, su cambio de
actitud desde la mañana era preocupante. Me sonrió con tristeza mientras me miraba, cogiéndome el
plato que estaba lavando. “Voy a terminar con esto. Deberías ir a pasar algún tiempo con Edward, a
disfrutar del resto de la Navidad.”
“Está bien” murmuré, secando mis manos antes de dirigirme tranquilamente a la sala. A mitad de
camino escuché la voz de Emmett, sus palabras me cogieron con la guardia baja.

“Estás cometiendo un error, Edward” dijo. “Sé que crees que esto es correcto, pero yo no creo que
realmente estés pensando con claridad.”

“Déjalo en paz” dijo el doctor Cullen con firmeza. “No puedes entender la situación a menos que
hayas estado en ella.”

“Estás equivocado, sí lo entiendo” dijo Emmett, con ira en su voz. “¡Y sé que él se va a arrepentir de
esto!”

“Ya está hecho”, dijo Edward en voz baja.

“No es demasiado tarde para cambiar de opinión”, replicó Emmett. ”Y, por el bien de todos, por favor
cambia tu jodida opinión. Te lo ruego, hermano.”

“Te equivocas, ya es demasiado tarde” dijo Edward. “Lo entiendo, no estás de acuerdo con esta
mierda, pero es porque tú no tienes que hacerlo. Es mi vida. Yo soy el que tiene que vivir con ello.”

“¿Puedes?” preguntó Emmett incrédulo.” ¿De verdad puedes vivir en serio con esta mierda?”

“Tengo que hacerlo.”

“No, no puedes” dijo Emmett, sorprendiéndome por la pasión en su voz. “Tiene que haber otra
manera. Cuando me ofrecí a ayudarte en Chicago, esta no es la mierda a la que me refería para que
pudieras hacerlo. ¡Esto es estúpido! No puedo creer que Jasper realmente esté de acuerdo con esta
mierda.”

Caminé los últimos pasos en su dirección y me detuve en la entrada de la sala. Emmett iba de un lado
a otro con frenesí y Edward estaba a un lado, agarrando su cabello con molestia. Todos los demás
estaban sentados a su alrededor, mirándolos, el ambiente era tan tenso que casi lo podía sentir en mi
piel. La piel de mi brazo se puso de gallina, y sentí náuseas en la boca del estómago.

“Es su vida” dijo Jasper. “Es mi hermano, y lo voy a apoyar todo lo que pueda. Puede que no sea lo
que yo haría si fuera él, pero yo no soy él.”

“Esto es una mierda”, espetó Emmett con fuerza, la fuerza de sus palabras me sorprendió. Me
estremecí y los ojos de Alec se alzaron en mi dirección cuando sintió el movimiento, su mirada era
fría. Edward gruñó con disgusto y comenzó a decirle a Emmett que se metiera en sus propios asuntos,
pero antes de que pudiera decir todo lo que pensaba, Alec habló.

“Hola Isabella,” dijo con calma. Todo el mundo se giró inmediatamente en mi dirección, el pánico
destellando en sus rostros.

“¿Está todo bien?” Pregunté vacilante.

“No hay ningún problema” dijo Alec, con una confianza en su voz que me dieron ganas de creerle.
“No era más que un pequeño desacuerdo sobre las opciones de Edward en la vida, pero este no es
realmente ni el momento ni el lugar para este tipo de discusiones, así que se acabó. ¿Por qué no te
unes a nosotros?”

Miré a mi alrededor, el miedo corriendo a través de mí mientras miraba sus expresiones. Algo estaba
definitivamente mal. “En realidad, creo que voy a ir a acostarme” dije en voz baja.

“Voy contigo” dijo Edward, Emmett le lanzó una mirada furiosa mientras caminaba junto a él. Me
tomó de la mano y murmuré adiós a todo el mundo mientras me conducía hacia las escaleras, sin decir
una palabra mientras nos dirigíamos arriba.

“¿Están molestos por tu iniciación?” Le pregunté cuando llegamos a la habitación. Estaba confusa,
porque en Chicago, Emmett me había dado la impresión de que entendía por qué Edward lo había
hecho, pero no se me ocurría qué otra cosa podría tenerlos molestos. Una parte de mí se dio cuenta de
que probablemente no quería saberlo, recordando la advertencia de Esme de que ellos guardaban
secretos por nuestro propio bien. Ella dijo que no le importaba porque confiaba en Alec, y yo quería
tener el mismo tipo de confianza en Edward cuando se trataba de estas cosas.

“Algo así”, murmuró, pasándose la mano por el cabello con ansiedad. “Aunque prefiero no hablar de
eso ahora. Estoy demasiado cansado para esa mierda. Prefiero... ser yo. Solo por un rato.”

“Eh, está bien” le dije, tratando de hacer retroceder la sensación de malestar en mi estómago. Se dejó
caer en la cama y seguí su ejemplo, poniéndome a su lado.

“La mia bella ragazza” murmuró, poniéndome entre sus brazos. “Tenía la esperanza de que hoy fuera
perfecto, pero ha sido un poco jodido.”

“Hemos estado juntos” susurré. “Eso hace que sea perfecto para mí”.

“Sí” dijo en voz baja. “Para mí también.”

No tenía la intención de quedarme dormida tan rápido, pero el cansancio parecía ser más profundo de
lo que esperaba. Me quedé dormida en cuestión de minutos, mi sueño fue intranquilo e interrumpido
con pesadillas. Rodé en algún momento en medio de la noche, mil brazo cayendo sobre el otro lado
del colchón. Toqué un poco el lado de Edward y suspiré cuando me di cuenta de que la cama estaba
vacía, pensando que debía de haberse levantado y bajado al piano como hacía a veces, cuando no podía
dormir. Me levanté y miré a mi alrededor en la oscuridad, parpadeando rápidamente mientras trataba
de ajustar mi visión. Me pasé las manos por la cara, tratando de despertarme, y me congele cuando vi
una figura por la esquina de mi ojo. Miré hacia el sofá, mi ceño se frunció en confusión cuando vi a
Edward sentado con sus rodillas dobladas contra el pecho. Había abierto ligeramente la cortina, lo
suficiente como para ser capaz de mirar por la ventana hacia la oscuridad. La luz de la luna iluminaba
su cara y vi que tenía una expresión sombría, sus labios se curvaron hacia abajo en una mueca.

“¿Edward?” Dije, preocupada por lo que le estaba molestando, no me gustaba verlo tan alterado. Él se
quedó quieto, sin dejar de mirar hacia fuera, casi como si no me hubiera escuchado, y yo estaba a
punto de decir su nombre otra vez cuando dejó escapar un largo suspiro de exasperación.

“He tenido un sueño” murmuró.


“¿Otra pesadilla?” Le pregunté vacilante, saliendo de la cama. Caminé lentamente hacia el sofá y él
finalmente volvió la cabeza para mirarme, la tristeza en sus ojos era asombrosa. Mi estómago se
hundió mientras movía sus piernas para hacerme sitio, haciendo un gesto para que me uniera a él. Me
senté y me tomó en sus brazos, besando suavemente mi cabeza mientras me acurrucaba en su pecho.

“No, no ha sido una pesadilla” dijo. “Ha sido un sueño”

“¿De qué trataba?” Le pregunté.

“De ti” dijo en voz baja. “Pintabas un cuadro del prado al que te llevé. Era tan bueno que lo ponían en
un museo y se quedaban prendados con tu talento. Como si fueras el próximo Picasso o Van Gough de
mierda, tesoro. Ha sido muy agradable. “

Me eché a reír, sacudiendo la cabeza mientras me apartaba para mirarlo. Sus labios se curvaron en una
deslumbrante sonrisa torcida, pero pude ver la tristeza que todavía permanecía en las profundidades de
sus ojos. “Ni siquiera sé pintar, Edward.”

“Puedes aprender” dijo, encogiéndose de hombros. “¿Te gustaría?”

“Tal vez” le respondí. “Sería divertido, supongo, pero no sé si seré buena. No lo he intentado antes.”

“Oh, serás buena” dijo con confianza. “Realmente no deberías dudar de ti misma. Puedes hacer
cualquier cosa que te propongas.”

“A excepción de tocar el piano” le dije en broma. Él se rió, asintiendo. Las pocas veces que había
intentado enseñarme lo básico había fallado horriblemente, tocando torpemente las teclas y
haciéndolo encogerse por los ruidos que lograba producir.

“Sí, por el bien de los oídos de todos debemos dejar la música para mí” dijo en broma. “Pero el resto
es todo tuyo. Probablemente puedas hacer toda esa mierda, ya sabes. Dibujar, Pintar, esculpir mierda
en formas extrañas y decirle a la gente que es algo a lo que no se parece ni de coña. Eso requiere
talento, ya sabes.”

Me eché a reír. “¿Crees que tengo ese tipo de talento?”

“Por supuesto que sí”, dijo poniéndose en pie. “Es natural, está en lo profundo de tus putos huesos. No
hay nada que te detenga.”

“Gracias” dije en voz baja, una oleada de emoción surgió a través de mí ante sus palabras. “Realmente
significa mucho que creas en mí.”

“Sería un idiota si no lo hiciera” dijo mientras se acercaba a su escritorio, cogiendo las llaves y
abriendo el cajón de abajo. Empezó a rebuscar entre las botellas de licor, que tintinearon cuando él las
apartó. Sacó una pequeña bolsa de plástico y observé mientras liaba rápidamente un poco de
marihuana en papel marrón, lamiéndolo para sellarlo. Se volvió hacia mí y levantó una ceja,
sonriendo.” ¿Te importa?”

Negué con la cabeza, sorprendida de verlo con eso porque no lo había hecho en mucho tiempo... que
yo supiera, al menos. Cogió un encendedor y volvió al sofá, sentándose a mi lado. “¿Recuerdas lo que
estábamos haciendo la primera vez que hice esta mierda a tu alrededor?” preguntó mientras empezaba
a encenderlo.

“Estábamos jugando un juego” le respondí. Él asintió.

“Veintiún preguntas” dijo, dando una larga calada y manteniendo el aire en sus pulmones. Se volvió
hacia mí después de un segundo y tomó mi barbilla con su mano libre, levantando mi rostro hacia él.
Se inclinó más cerca, para que sus labios casi tocaran los míos y comenzó a exhalar el humo,
filtrándolo entre nosotros. Aspiré, tomándolo en mis pulmones, y lo sostuve cuando mi pecho estuvo
lleno. Sonrió y se apartó unos centímetros. “Nunca llegamos a terminar el juego, tesoro. Creo que es
hora de que lo hagamos”.

Sonreí mientras exhalaba, tosí un poco por la quemadura en el pecho. “Está bien” susurré.

“Yo voy primero” dijo, dando otra calada a la marihuana. Exhaló el humo lentamente entre sus labios.
En cierto modo, verlo respirar era casi hermoso. Era sensual y erótico, sabiendo que el mismo aire que
había tomado también había estado en su interior, sintiendo las drogas en mi cuerpo al igual que lo
sentía a él. Tosió después de un momento, mientras me miraba, aparentemente contemplando su
primera pregunta. “De todos los libros de que has leído, ¿cuál es tu favorito?”

Le sonreí, sorprendida por el tema. “El que me diste la última vez que jugamos este juego”, le
respondí. “Cumbres borrascosas”.

“¿Lo terminaste?” preguntó con sorpresa. Asentí y sonrió. “Bien. Te dije que podrías hacerlo. Como
he dicho, cualquier maldita cosa que te propongas, tesoro. Eres imparable”.

Pasamos la siguiente hora haciéndonos preguntas al azar, hurgando en la mente del otro sobre temas
oscuros. Continuó dando caladas a la marihuana, de vez en cuando pasándome una cortina de humo y
besando suavemente mis labios mientras inhalaba el aire entre nosotros. El calor se propagó por mi
cuerpo, una sensación de hormigueo recorría mis venas mientras la droga invadía mi sistema. No
dijimos nada en absoluto sobre la tortura y el dolor que habíamos soportado, en vez de eso,
preguntamos por cosas que nos hicieron felices. Me preguntó por mis más profundas esperanzas y
deseos, quería saber qué tipo de cosas haría si no existieran las limitaciones impuestas sobre mí.
Quería que le dijera dónde iría y lo que haría, le hablé de cosas que me habían hecho crecer y cosas
que un día esperaba poder experimentar. Se sentía como si todo se hubiera desvanecido en ese
momento, como si la realidad de nuestra situación hubiera pasado a un segundo plano, a nuestros
sueños, ya que hablamos del futuro que siempre había querido, pero que nunca creí que pudiera tener.

“¿Todavía puedes ir a la escuela?” Le pregunté después de un rato, mirándolo con curiosidad. Todavía
no estaba segura de lo que podía hacer, cuáles eran las restricciones que la organización había puesto
en su vida.

“Sí, supongo” respondió. “Tengo que conseguir mi GED desde que técnicamente me salí de la escuela
secundaria debido a la mierda, pero no veo por qué no. Aunque realmente no he investigado al
respecto. Hay demasiada mierda en mi mente. “

“Lo entiendo”
Él sonrió mientras daba una larga calada, sosteniéndola en sus pulmones mientras me miraba. Se
acercó y me pasó la mano por la mejilla, su tacto era suave y cálido. Yo tarareé alegremente y cerré
los ojos cuando se inclinó de nuevo hacia delante, exhalando lentamente. Aspiré profundamente,
cuando sus labios rozaron suavemente los míos.

“Lo sé” susurró. “Esa es una de las cosas que me gusta de ti. Me entiendes, Bella. Joder, cuando nadie
más lo hace, tú lo haces. No puedo decirte lo mucho que aprecio esa mierda. Recuerdo cuando
estuviste aquí el primer día y me dijiste que no me entendías, y en lo única mierda que podía pensar en
ese momento era que deseaba que lo hicieras. Estaba desesperado porque me vieras realmente”.

Sonreí mientras exhalaba. “Te veo ahora”

“Lo sé” dijo, sus ojos brillaban cuando me miró con amor. “¿Quieres saber lo que yo veo?”

“¿Qué?” Le pregunté. Hizo un gesto con la cabeza hacia la ventana y miré, me quedé congelada
cuando vi las escamas gruesas y blancas revoloteando hacia abajo, desde el cielo.

“Nieve” susurró. Sonreí, pero antes de que pudiera decir nada saltó del sofá, cogiendo mi mano y
poniéndome en pie. Lo miré, sorprendida, y él se rio entre dientes mientras su rostro se iluminaba.
“Vamos, vamos afuera”.

“¿Ahora?” Pregunté con incredulidad, mirando el reloj. Los números en rojo brillaban intensamente
en la oscuridad, diciéndome que era la una y cuarto de la mañana. “Tiene que estar helando, Edward.”

“¿Y qué?” dijo, encogiéndose de hombros despreocupadamente, como si no fuera gran cosa.
“Tenemos abrigos. Y sí, voy a llevar mi puñetero abrigo esta vez”

“Eh, está bien” le dije con una sonrisa mientras se acercaba al armario. Cogió mi chaqueta y me la
arrojó, y él se puso su pesado abrigo azul marino. Nos vestimos rápidamente, deslizándonos en
nuestros zapatos, y nos dirigimos escaleras abajo en silencio para no despertar a nadie. Edward
desactivó la alarma antes de abrir la puerta de atrás, dejándola abierta y haciendo un gesto para que
saliera primero. El aire de la noche era tan frío que me picó en la cara, pero sonreí, alegrándome
inmediatamente de que hubiera sugerido hacer esto, mientras admiraba la vista delante de mí. Los
copos se posaban sobre el suelo y los árboles, cubriéndolo todo con una capa fina de color blanco.

Edward salió detrás de mí y cerró la puerta mientras yo di unos pasos hacia el patio, mirando el cielo.
La nieve cayó sobre mí, la humedad golpeaba mi piel y enviaba escalofríos por todo mi cuerpo. Cerré
los ojos y sonreí, abriendo la boca para coger algunos con mi lengua. Eran fríos y con sabor suave, tal
y como sabía que lo harían, pero algo en la experiencia se sentía casi mágico. Mi piel se erizó y a
pesar de que hacía mucho frío, el calor se extendió a través de mí por la emoción.

Abrí los ojos después de un momento y miré a Edward, vi que me miraba con una expresión seria en
su rostro. Le sonreí suavemente, notando como los copos empezaban a pegarse en su cabello bronce.
Me acerqué a él y extendí la mano, pasando mis dedos por sus cabellos para limpiarlo. Lo atraje hacia
mí, lamiendo mis labios, y sonrió mientras inclinaba mi cabeza hacia un lado. Su beso fue suave, sus
labios eran suaves y cálidos.

“Es hermoso” le dije mientras me alejaba.


“No tanto como tú” susurró. Sentí el calor subiendo a mis mejillas ante sus palabras, el rubor en mi
rostro delatándome.

“Eres un adulador.”

“Solo digo la verdad, tesoro” respondió. Mi sonrisa creció y aparté la mirada mientras mi rubor se
intensificaba todavía más ante su respuesta. Empecé a remover con el pie un pequeño montón de nieve
en el suelo, la punta del zapato excavando en la tierra congelada.

“¿Nieva mucho en Chicago?” Le pregunté. Se quedó en silencio un momento y lo miré


inquisitivamente, dándome cuenta de que tenía la mirada perdida en la distancia.

“Jodidamente demasiado” dijo en voz baja. “Me gusta la nieve y todo, pero esta mierda de aquí es
suficiente para mí. Hay putas tormentas de nieve en Chicago, metros de nieve cada invierno. Me
vuelve jodidamente loco.”

“Podría ser divertido” le dije, encogiéndome de hombros. “Podríamos construir muñecos de nieve y
hacer ángeles de nieve, tal vez incluso tener peleas con bolas de nieve.”

Sus labios se curvaron en una ligera sonrisa mientras me miraba, pero nuevamente pude ver la tristeza
en sus ojos. Me sentí culpable al instante por haber mencionado Chicago, no quería arruinar su estado
de ánimo. No era frecuente que tuviéramos momentos alegres, y no quería que terminara antes de que
tuviera que hacerlo. Me di cuenta de que Esme había estado en lo cierto acerca de que ellos necesitan
un santuario, un lugar en el que pudieran ser ellos mismos sin tener que preocuparse sobre todas esas
cosas.

“Parece tener frío” dijo, sin tomarse la molestia en comentar sobre lo que había dicho. Mis dedos
estaban cada vez más entumecidos y mis orejas rojas, mi nariz estaba congelada, pronto empezaría a
escurrir, pero me encogí de hombros porque no quería que este momento acabara.

“Bueno, tú te ves caliente” solté, sin siquiera pensar en mis palabras. Frunció el ceño brevemente
antes de echarse a reír, sacudiendo la cabeza.

“Gracias, cariño” dijo en broma. “Estás jodidamente preciosa y caliente también.”

Puse los ojos en blanco mientras él se reía entre dientes, extendiendo la mano hacía mí. Me tomó entre
sus brazos y me balanceó suavemente, el calor de su cuerpo empezó a calentarme inmediatamente. Me
acurruqué contra su pecho, envolviendo mis brazos a su alrededor mientras lo abrazaba con fuerza.
Apoyó su cabeza sobre la mía, suspirando alegremente. Estuve en silencio durante un rato mientras
me aferraba a él, la nieve seguía cayendo y cubriéndonos con gruesos copos. Un suave murmullo vibró
en el pecho de Edward, la melodía era dulce y vagamente familiar, y me llevó un minuto darme
cuentan que canción era.

“Our hearts were on display for all to see“, susurré, recordando la frase de la canción del día que
habíamos hecho el amor, el día de San Valentín, la primera vez que realmente estuvimos juntos como
uno solo. “I can't believe this is happening to me.” (N.T. Nuestros corazones estaban en exhibición
para que todos los vieran. No puedo creer que esto me esté pasando).
“Te acuerdas de la canción” dijo, sus palabras eran una afirmación, no una pregunta.

“¿Cómo no voy a acordarme?” susurré mientras seguía tarareando, el sonido poco a poco se convirtió
en palabras cuando él comenzó a cantar suavemente la letra. Un escalofrío me recorrió la columna, el
corazón me dolió cuando escuché su voz quebrándose en las palabras “keep you in my dreams”. (N.T.
Te mantengo en mis sueños).

“¿Estás bien?” preguntó, tirando de mí mientras sentía mi cuerpo estremecerse. Asentí, mis ojos
empezaron a llenarse de lágrimas. Una sensación extraña se formó en la boca de mi estómago, la
nostalgia y la desesperación se mezclaron con el miedo cuando lo miré, su expresión cautelosa.
“¿Quieres entrar?”

Asentí otra vez y tomó mi mano llevándome a casa. Entramos y cerró de nuevo, restableciendo la
alarma mientras me dirigía hacia las escaleras. Me quedé en silencio mientras caminaba hasta el
tercer piso, mi mente corría frenéticamente mientras trataba de ordenarla. Me quité el abrigo tan
pronto como entré en la habitación, quitándome los zapatos, justo en la puerta. Mis pantalones estaban
húmedos y me los quité, apartando mi camisa y tirándolo todo en un montón en el suelo. Me volví
hacia Edward, viendo como él cogía cuidadosamente su abrigo y lo colgaba en el respaldo de la silla
del escritorio.

“Edward” susurré con voz temblorosa. Volvió la cabeza hacia mí y se quedó helado cuando me vio de
pie, en sujetador y ropa interior, sus ojos escanearon toda mi longitud casi por instinto. Su mirada
finalmente llegó a mi cara y sus ojos conectaron con los míos, un hormigueo danzando en mi piel ante
la intensidad del verde que brillaba hacia mí. Me miró de forma extraña, la tristeza seguía ahí, pero,
más que nada, podía ver el amor que sentía por mí. Habíamos estado ignorándolo, empujándolo a un
lado cuando nos distanciamos, pero todavía estaba allí tan fuerte como siempre. “Hazme el amor”.

Se puso tenso al oír mis palabras y comenzó a sacudir la cabeza, vacilante. Yo sabía que él no deseaba
más que acceder, pero también pude ver el miedo que sentía, lo que le hacía tener algunas reservas. Yo
no sabía lo que estaba pasando, pero la extraña sensación en mi estómago estalló y las lágrimas
comenzaron a formarse de nuevo. “Bella, no creo que...” empezó.

“Por favor”. Salió un susurro estrangulado, las palabras solitarias en mi garganta debido al nudo que
se estaba formando. Lo contuve, confundida y sin querer llorar. Lo necesitaba en ese momento y no
estaba completamente segura de por qué, pero podía sentirlo hasta lo profundo de mí, en mis huesos.
No quería simplemente ver su amor, quería sentirlo. Habían pasado meses desde que habíamos tenido
relaciones íntimas, desde antes de que toda la devastación se apoderase de nuestra vida, y yo
necesitaba desesperadamente ser consumida por Edward Cullen en este momento.

Parecía desgarrado mientras me miraba, la expresión de agonía en su rostro se desvanecía a medida


que repetía la palabra "por favor". Suspiró, pasándose la mano por el cabello con ansiedad mientras
lentamente daba unos pasos hacia mí. No dijo nada, pero las palabras no eran realmente necesarias.
Los dos sabíamos que lo necesitábamos y queríamos ceder a esa necesidad, incapaces de resistir la
atracción entre nosotros que había estado allí desde el momento en que me tocó por primera vez.

Se detuvo frente a mí, con la mano recorriendo mi brazo mientras se inclinaba para besarme. Pasó sus
brazos a mi alrededor y desabrochó mi sostén, tirando lentamente y permitiendo que cayera al suelo.
Un gemido escapó de mi garganta mientras acariciaba mis pechos, sus dedos recorriendo mis pezones
y haciendo que se pusieran firmes bajo sus caricias. Sus manos se fueron hacia mis caderas y poco a
poco comenzó a apoyarnos en la cama. Me tumbé nuevamente y él se subió encima de mí, ni una sola
vez rompimos nuestro beso.

Me recosté y cerré los ojos mientras su boca se movía con la mía, bajó por mi cuello, su aliento cálido
golpeaba las manchas de humedad causadas por sus besos y enviaba escalofríos por mi espalda. El
calor se extendió por todo mi cuerpo mientras dejaba un rastro de besos por mi estómago, y respiré
profundamente mientras su lengua se sumergía dentro de mi ombligo. Me hacía cosquillas, mi cuerpo
empezó a hormiguear de la cabeza a los pies a causa de su contacto.

Se tomó su tiempo, besando y acariciando cada centímetro piel expuesta, antes de lentamente tirar de
mi ropa interior. La tiró al suelo y me agarré con fuerza de las sábanas mientras comenzaba
lentamente a besar la cara interna de mi muslo. Agarró mis caderas, manteniéndome en mi lugar
mientras su lengua acariciaba suavemente mi centro antes de sumergirse lentamente en mi interior.
Gemí en voz alta, el placer corría a través de mí cuando entró.

Mis ruidos se hicieron más fuertes, mis piernas empezaron a temblar al sentir la presión que
comenzaba a construirse. Me retorcí y solté las sábanas, alcanzándolo a él. Puse las manos en su
cabello y gimió mi nombre, un gemido vibró en mi pecho al oír el sonido. Se apartó de mí
rápidamente y abrí mis ojos cuando se sentó, cogió la parte inferior de su camisa y tiró de ella. Me
quedé mirándolo en la oscuridad, su forma Inmaculada por encima de mí. Extendí mi mano y recorrí
con los dedos los bordes de su estómago, trazando las líneas del tatuaje en su pecho cuando empezó a
deshacerse de sus pantalones. Se los quitó y mi aliento se atrancó en mi garganta ante la vista de él y
su erección. Seguí recorriendo con mis dedos el poco pelo en su estómago, suavemente lo agarré y lo
bombeé un par de veces. Él gimió y echó su cabeza hacia atrás, cerrando los ojos mientras palpitaba
en mi mano.

“¿Estás segura?” preguntó al cabo de un momento, poniendo su mano sobre la mía.

“¿Ahora, quién es el que hace esa pregunta?” Le pregunté tranquilamente. “¿No confías en mí?”

Él sonrió, divertido ya que había usado sus palabras contra él, y tiró de mi mano mientras se cernía
sobre mí. Contuve mi aliento, mientras él mismo se alineaba y empujaba dentro, me agarré
firmemente a él cuando me llenó por completo. Él gimió con fuerza, permitiendo que su cuerpo se
presionara más contra el mío.

“Por supuesto que confío en ti” dijo. “Solo te estoy dando la oportunidad de cambiar de opinión.”

“Nunca voy a cambiar de opinión” dije en voz baja mientras salía y empujaba dentro de mí. Sus
embestidas eran lentas y suaves al principio, y presionó sus labios contra los míos, besándome
suavemente mientras un lloriqueo escapaba de mi garganta. Envolví mis brazos a su alrededor,
aferrándome mientras mis manos recorrían su espalda. El placer era intenso, y no pasó mucho tiempo
antes de que la presión comenzara a construirse nuevamente, mi cuerpo temblaba. El orgasmo me
sacudió rápidamente y grité, echando mi cabeza hacia atrás mientras gritaba el nombre de Edward. Él
gimió, sus labios atacaron ferozmente mi cuello mientras mi cuerpo se estremecía bajo el suyo. Se
calmó después de un momento, una ola de relajación recorriéndome después de mi clímax.

Los movimientos de Edward se volvieron más frenéticos después de un tiempo, sus embestidas cada
vez más profundas. Su respiración era errática, su cuerpo temblaba en mis brazos mientras se
deslizaba dentro y fuera de mí. Casi podía sentir el deseo que rezumaba de sus poros, su desesperación
brotando mientras él me daba todo de sí mismo. Me aferré a él, gritando mientras seguía llenándome,
con una intensidad muy diferente de cualquier cosa que hubiéramos experimentado anteriormente.
Habíamos tenido sexo unas cuantas veces, pero ninguna de las otras veces se podía comparar a este
momento, la pasión pura y la cruda añoranza entre nosotros, era suficiente como para dejarme sin
aliento. Me faltaba el aire, mi pecho ardía mientras mi cuerpo se calentaba y mi piel se humedecía por
el sudor. Parecía como si estuviera en llamas, cada centímetro de mí lo anhelaba mientras nuestros
cuerpos se unían. Podía escuchar sus gemidos y jadeos, sus manos agarrándome firmemente mientras
trataba de desafiar la lógica y me atraía más a él. Era casi como si nos fundiéramos el uno en el otro,
no se sabía dónde empezaba uno y terminaba el otro.

Los orgasmos me sacudieron un par de veces y cada una de ellas grité su nombre, mis uñas se clavaron
en su carne mientras mis manos recorrían su cuerpo. Era como si estuviera instintivamente
inspeccionando cada parte de él, sintiendo la definición de sus músculos, aprendiéndome de memoria
cada forma. Mi corazón latía tan rápido que sentía como si mi pecho fuera a explotar y podía sentir su
pulso a través de mi piel, sabiendo que él estaba tan fuera de control como yo. Era abrumador, las
imágenes los sonidos y las sensaciones eran casi demasiado para asimilar, las lágrimas comenzaron a
deslizarse desde la esquina de mis ojos.

“Te quiero” le susurré mientras sentía que su cuerpo comenzaba a tensarse.

“Yo también te quiero” respondió, las palabras quedaron atrapadas en su garganta. “Joder, tanto.
Sempre”

“Sempre” sollocé, tratando de luchar contra las lágrimas. Él gimió y se estrelló contra mí con fuerza
un par de veces y empezó a murmurar por lo bajo.

“Non ci sara mai un altro” él dijo. “Solo tu. II mio cuore è tua, tesoro*.” (N.T. Non ci sara mai un
altro = Nunca habrá otra)

Gemí, las palabras procedentes de sus labios sonaban dulces, a pesar de que no tenía ni idea de lo que
quería decir. Su cuerpo se estremeció y gruñó mientras su clímax lo golpeaba. Aplastó sus labios
contra los míos, su lengua se mezclaba febrilmente con la mía mientras empujaba unas cuantas veces
más, abrazándome con tanta fuerza que sentía casi como si su vida dependiera de ello.

Calmó sus movimientos después de un momento y apartó sus labios de los míos, envolviendo sus
brazos a mi alrededor mientras apoyaba su cabeza en mi cuello. Dejó escapar un tembloroso suspiro,
un estremecimiento atravesó su cuerpo mientras un gemido ahogado salía de su garganta. Me di
cuenta de que estaba luchando contra un sollozo angustiado y mis ojos ardieron por las lágrimas.

Se sentó sobre sus rodillas mientras recuperaba el control de sí mismo, siseando cuando salía de mi
interior. Lo miré mientras una lágrima se deslizaba por el rabillo de mi ojo, y se agachó para
limpiarla. Tenía los ojos vidriosos e inyectados en sangre, una pequeña sonrisa apareció en sus labios.
“Eso ha sido jodidamente intenso” murmuró sin aliento.

“Lo ha sido” respondí mientras yacía a mi lado, pasándose las manos por la cara. Me acurruqué contra
su pecho y él cogió el edredón, cubriendo rápidamente nuestros cuerpos desnudos. Suspiré contenta
cuando su mano empezó a acariciar suavemente mi espalda, deleitándome con el calor que irradiaba
de él.

“Buenas noches” susurró Edward mientras el sueño comenzaba a apoderarse de mí. “Lo he dicho en
serio, Bella. Te mantendré en mis sueños”

Sonreí cuando las palabras se registraron en mi mente, pero caí en la inconsciencia antes de poder
responder, por primera vez en mucho tiempo, logré encontrar la paz en mi sueño. No hubo torturas o
agonía que me persiguieran en la noche, no hubo dolor o devastación interrumpiendo mi descanso.
Estuvo lleno de tranquilidad y silencio, exactamente como había deseado, y por un momento estuve a
punto de celebrar el cambio. Qué poco sabía, la pesadilla vendría cuando me despertara.

El sol brillaba a través de la ventana cuando abrí los ojos y me senté rápidamente, mirando el reloj
para ver que eran casi las diez de la mañana. Me estremecí cuando un escalofrío me recorrió el cuerpo
y la garganta me dolió mientras trataba de eliminarlo, un cosquilleo muy dentro de mi pecho me dijo
inmediatamente que estaba enfermando. Gemí, sabiendo que fue por haber salido durante la fría noche
para ver la nieve, me aferré a la manta para abrigarme y mirar alrededor. Me di cuenta de que estaba
sola, no había rastro de Edward en ningún lugar, y me quedé helada cuando vi un pedazo de papel
doblado sobre su almohada. Lo miré con recelo, al ver mi nombre escrito en él, y ese sentimiento que
había luchado por hacer retroceder la noche anterior me golpeó con tal intensidad que pensé por un
momento que iba a vomitar.

Cogí el papel y lo abrí, vacilante, al ver que era una carta de una página completa en lo que era
claramente la letra de Edward. Luché ante la emoción que amenazaba con apoderarse de mí cuando
comencé a leer, mis manos temblaban.

***

La mia bella ragazza,

FDR dijo una vez en un discurso que la libertad no puede ser otorgada, que tiene que ser alcanzada.
Fue uno de nuestros presidentes, no sé si sabes quién es o no. Es probable que la aprendieras en
Jeopardy o algo así como todo lo demás. De todos modos, creo que estaba en quinto grado cuando me
enteré de quién era, y recuerdo que me cabreé porque yo no veía el puñetero punto ante la necesidad
de aprender la historia cuando ya todo había terminado. Mirando hacia atrás me doy cuenta de que
era un pedazo de mierda ignorante, pero supongo que ese es realmente el punto al que estoy tratando
de llegar aquí. Tomé muchas cosas por sentado en la vida y no aprecié las pequeñas cosas que tú te
perdiste y que te deberían haberte permitido vivir como al resto de nosotros. No es justo lo que te ha
pasado, y eso solo tú lo sabes y yo que lo veo. Me gustaría que más gente pudiera verlo. Tal vez si más
gente reconociera este punto en la enseñanza de historia, podríamos aprender de los errores que se
cometieron, y todos los hijos de puta no seguirían repitiéndolos y las cosas no estarían tan jodidas en
el mundo.

Entraste a mi vida el pasado septiembre y volviste del revés todo lo que sabía. Me cambiaste y me
diste la única cosa que nunca pensé que tendría, la única maldita cosa que no me había dado cuenta
que necesitaba. Me diste amor. Me enseñaste lo que significaba vivir y me diste una razón para
levantarme cada mañana, algo para luchar cuando realmente solo quería dejar esta mierda. Estoy
eternamente agradecido por esa mierda y es una cosa que nunca voy a dar por sentado. Te amo,
Isabella. Cristo, te amo joder, y esa es la razón por la que tengo que hacer esto.

Como he dicho, la libertad no puede ser otorgada, y debería haber sabido que decirte que eras
jodidamente libre no te hacía libre. La libertad ha de conseguirse, y eso es exactamente lo que tienes
que hacer, tesoro. Tienes que salir y conseguir esa mierda. Tienes el mundo entero en tus manos, una
vida te espera, llena de sueños y oportunidades que no puedes tener conmigo. Y sé que son sueños que
deseas, que siempre has tenido, y que no deberías tener que sacrificar por mí. Ya has sacrificado lo
suficiente de tu vida a causa de esos hijos de puta egoístas. He tomado mis decisiones y he elegido mi
camino, y ahora es el momento para que escojas el tuyo. Eres mejor que esta mierda, Isabella, y la
verdad es que te mereces más de lo que yo puedo ofrecerte. Y por más que te ame como la mierda y te
quiera en mi vida, no soy ese maldito egoísta. Ya no más. Te aseguraste de eso.

En el momento en que leas esto, me habré ido. Y sé que soy un maldito cobarde por hacerlo de esta
manera, pero no había forma de que pudiera decirte esto a la cara. Soy un maldito débil y no puedo
negarte nada, y sé que me pedirías que me quedara, pero no puedo. No es justo para ti y nunca me
perdonaría a mí mismo esta mierda por negarte lo que te mereces, una vida real. Una vida lejos de
toda esta mierda, donde puedas ser solo Bella, la mujer jodidamente hermosa, inteligente, con talento
y con más puta fuerza que nadie haya conocido antes. Ve a ser tú misma y no lo que la gente ha
tratado de convertirte en los últimos años. Ve a la escuela y encuentra tu lugar en este mundo, y haz
todas las putas cosas buenas que estás destinada a hacer. Eres especial, tesoro, no te olvides nunca de
eso. Tienes que mostrarles a esos hijos de puta lo que se han estado perdiendo por no conocerte.
Muéstrales que no pueden detener a mi chica.

Siento si esto duele, pero créeme cuando te digo que es lo que tiene que pasar. Nunca te olvidaré y
estoy bendecido de que vieras algo en mí, algo valioso y digno de merecer tu amor. El último año
contigo ha sido el mayor puto regalo que cualquier persona de mierda me ha dado. Por fin he visto la
luz y te debo eso... y te estoy al dejarte ser libre.

No vas a saber de mí, porque no sería justo para ti. Y no te preocupes por mí, porque voy a estar bien.
Como una vez me dijiste, soy un superviviente. Voy a sobrevivir, y tú también lo harás. Y no tengas
maldito miedo porque sé que estás lista. Solo el hecho de que puedas leer esta carta es una prueba de
lo lejos que has llegado, y que tienes mucho más por ahí que lograr. Está lista para el mundo,
Isabella, y ha estado esperando diecisiete años por ti. No hagas esperar más a esa mierda.

He querido decir cada palabra de mierda que te he dicho, quiero que lo sepas. Nada de esto es culpa
tuya y no lo has causado. Estoy haciendo esto por ti, porque Te amo. Hazme sentir orgulloso, tesoro.
Yo creo en ti. Siempre lo haré.

Sempre,

Edward

26 de diciembre de 2006.

***

Me levanté rápidamente y la carta cayó al suelo, el pánico me azotó con tanta intensidad que mis
rodillas casi se doblan bajo mi peso. Arrojé cosas por todos lados hasta que encontré un poco de ropa,
poniéndome lo primero que me encontré y abriendo la puerta del dormitorio. Bajé corriendo las
escaleras, tropezando con mis propios pies y casi cayendo, pero me agarré a la barandilla y logré
mantenerme en pie. Las lágrimas fluían de mis ojos, mi pecho dolía mientras luchaba por mantener el
control de mí misma, pero estaba a punto de hiperventilar por mi angustia.

Llegue al vestíbulo justo cuando el doctor Cullen giraba la esquina de las escaleras, evitándolo para no
tropezar. Me agarró, sorprendido, pero lo empujé por el pánico mientras me dirigía a la puerta
principal. El doctor Cullen dijo mi nombre con preocupación, pero no le hice caso y abrí la puerta
bruscamente, estrellándola contra la pared ante mi prisa mientras corría hacia el porche. Me congelé
en el momento en que mis ojos se posaron sobre el Volvo plateado en el camino de entrada, una
oleada de esperanza me atravesó.

“¿Dónde está?” Pregunté frenéticamente mientras corría de vuelta a la casa, dirigiéndome


directamente a la sala de estar. “Tengo que hablar con él antes de que sea demasiado tarde. Tengo que
hacerle cambiar de opinión.”

“Se ha ido, Isabella” dijo el doctor Cullen con voz calmada.

“¡No, no se ha ido!” Grité, apartándome las lágrimas cuando empecé a gritar el nombre de Edward.

“Se ha ido” respondió el doctor Cullen, con total naturalidad. No había emoción en su voz, las
palabras salían como si no hubiera espacio para discusión, pero no había manera de que pudiera
aceptarlo, porque no tenía idea de lo que estaba hablando. No era demasiado tarde. No podía ser
demasiado tarde. Gemí con molestia y me dirigí hacia las escaleras, pero me cerró el paso. “Se ha ido”

“¡No!” Contesté, haciendo un gesto hacia la puerta principal. “¡Su coche todavía está aquí!”

“El no conducía”, dijo el doctor Cullen. “Alec se lo ha llevado”

“¡No!” Grité, las lágrimas fluían todavía más, mi cuerpo temblaba violentamente. Negué con la
cabeza frenéticamente, mis emociones me abrumaban. “¡Él no dejaría su coche!”

“Lo ha dejado para ti.”

“Él ama su coche”.

“Te ama más a ti”.

En el momento en que pronunció esas palabras empecé a hiperventilar y mis rodillas cedieron. Me
dejé caer al suelo, sollozando, y el doctor Cullen llamó a Jasper mientras yo empezaba a gritar el
nombre de Edward. El dolor era intenso y sentía que no podía respirar, me faltaba el aire y apreté los
ojos con fuerza, desesperada porque todo fuera una pesadilla. El doctor Cullen se agachó a mi lado y
me atrajo en un abrazo, el olor de su colonia me hizo sentir todavía peor.

“Por favor” empecé a implorar, las palabras apenas eran audibles a través de mis sollozos. “¡Por favor,
no! ¡Por favor, Dios, no!”

“Shh, dolcezza” dijo el doctor Cullen suavemente. “Todo va a estar bien.”


“¡No lo está! ¡Haz que vuelva! ¡Por favor, lo necesito!”

“No puedo” respondió el doctor Cullen. “Lo siento, se ha ido.”

“No puede ser,” lloriqueé con incredulidad. “No puede irse. ¡Yo lo amo, no puede dejarme!”

“Maldita sea, lo siento. Se suponía que tenía que estar allí. No me he dado cuenta de que ya se había
despertado,” la voz de Jasper sonó con un tono de disculpa. El doctor Cullen me soltó cuando Jasper se
sentó a mi lado, en el suelo, tirando de mí en sus brazos. Empecé a sollozar más fuerte, hipando
mientras trataba de recuperar el aliento. Sentía como si alguien me hubiera arrancado el corazón del
pecho, destrozándolo en mil pedazos diminutos que nunca más volverían a estar juntos. Estaba
angustiada, incapaz de comprender por qué todo esto estaba sucediendo. “Tienes que calmarte, ¿de
acuerdo?”

“¿Cómo?” Le pregunté. “Lo necesito, Jasper.”

“No, no es así” dijo. Me aparté y lo miré con incredulidad, empujándolo lejos de mí.

“¿Cómo puedes decir eso?” Grité.

“Porque es cierto” respondió frunciendo el ceño. “Sé que lo amas, y sé que duele. Él sabía que te iba a
hacer daño. Le duele, también.”

“¿Entonces por qué, Jasper? ¿Por qué me hace esto?”

“Para que puedas tener una vida” dijo en voz baja. Negué con la cabeza frenéticamente, limpiándome
los ojos.

“¿Cómo hacerlo sin él?” Respondí. “¡Él es mi vida!”

“Y por eso exactamente se fue” explicó, como si fuera tan simple. “No quería que tu mundo girara en
torno a él. Quería que fueras capaz de tener tu propia vida. Te mereces eso, Isabella.”

“¡No la quiero sin él!” grité. “No puedo hacerlo”.

“Puedes” dijo Jasper con firmeza. “Puedes y lo harás.”

“¡No quiero estar sola!”

“No lo vas a estar” dijo. “Me tienes a mí. Voy a estar aquí siempre que me necesites, pero él se ha ido,
Isabella. No va a volver.”

Me volvió a abrazar cuando comencé a sollozar histéricamente otra vez, perdiendo el control por
completo. No estaba segura de cuánto tiempo pasamos sentados en el suelo del vestíbulo mientras me
abrazaba, dándome tiempo para sacarlo todo. Lloré y grité, desquitando con él mi dolor, y él solo
estuvo en silencio. No me ofreció ningún sabio consejo, ni siquiera trato de explicarme más de lo que
ya me había dicho. Él había dicho todo lo que podía, no había palabras que cambiaran lo que estaba
sucediendo.
En algún momento de la tarde me levanté, mis piernas temblaban y mi cuerpo dolía por haber estado
sentada en el suelo. Jasper me miró con cautela, pero yo solo le di la espalda y me dirigí hacia las
escaleras, subiendo lentamente. Me fui directamente al dormitorio, ignorando a todo el que pasaba en
mi camino. Me arrastré de nuevo en la cama y tiré del edredón sobre mí, apretando los ojos con fuerza
y rezando porque esta pesadilla terminara.

Nadie me molestó ya que me encerré, lo que me permitió estar sola con mi dolor. El día pasó
rápidamente, otro amanecer, pero todavía me negaba a salir de la cama a menos que fuera
absolutamente necesario. Leí la carta que me había dejado en varias ocasiones, las palabras eran tan
hirientes la vigésima vez como lo habían sido la primera. Lloré hasta que no pude más, y grité hasta
que mi garganta quemaba, completamente devastada porque se había ido. Escuché a gente que se
movía por la casa y pude sentir su presencia cerca, podía oír sus voces susurrando desde el pasillo,
pero no fue hasta el tercer día que Jasper finalmente entró a la habitación. Para ese entonces estaba
entumecida, agotada y cansada, aturdida de tal manera que todo parecía surrealista.

Él no se molestó en llamar, simplemente entró y se sentó en el borde de la cama. Le miré desde mi


posición, viendo la compasión en sus ojos, lo que hizo que mi estómago se revolviera. “¿Desde
cuándo?” Pregunté en voz baja, con voz rasposa. Me miró con confusión y suspiré, sacudiendo la
cabeza. “¿Cuánto hace que te dijo que se iba?”

“Eh, hace unos días” respondió en voz baja. “El día que llegué. Vino a mi habitación esa noche y me
preguntó si podía cuidarte cuando se fuera y ayudarte a instalarte por tu cuenta.”

“¿Días?” Pregunté con incredulidad, lágrimas se acumularon nuevamente en mis ojos. “¿Él sabía que
se iba a ir hace días? ¿Por qué no me lo dijiste?”

“Sabes por qué” dijo Jasper. “No habría sido capaz de dejarte si lo hubiera hecho. Salir por la puerta
principal fue probablemente la cosa más difícil que jamás haya hecho. Permaneció allí durante al
menos treinta minutos, con el corazón roto, igual que tú, y Alec finalmente se hartó y lo arrastró fuera
antes de que él pudiera perder su vuelo”

“¿Y todos lo sabían?” Le pregunté. “¿Todo el mundo sabía que se iba y nadie me lo dijo? ¿Es por eso
que discutían en Navidad?”

Él asintió. “Se lo dije a Alice la misma noche que me enteré, y se lo dijimos a Emmett y Rosalie
cuando volvíamos de conseguir el árbol. Edward se molestó porque les dije, pero yo sabía que él
estaba tratando de hacer el día inolvidable y Rosalie no le estaba facilitando las cosas. Ella estaba
enojada por lo egoísta que Edward estaba siendo, pensó que se estaba dando por vencido y planeaba
simplemente arrastrarte con él. Ella se sentía culpable cuando le expliqué las cosas.”

“¿Y los otros?”

“No creo que nadie se lo dijera a mi padre o a Alec. Supongo que probablemente esperaban que
Edward se fuera a Chicago y simplemente juntaron las piezas por sí mismos, teniendo en cuenta que tú
no tenías idea de que se iba” respondió. “Esme no estaba contenta con él cuando lo supo. Fue la última
en enterarse.”

“Aparte de mí” murmure con amargura y dolor. “¿Qué hago ahora?”


“Nos iremos” dijo. “Vendrás conmigo a Seattle, y vamos a prepararte pare tener tu sitio propia,
cuando estés lista, puedes inscribirte en la escuela. Lo que te haga feliz”

“Él me hace feliz” susurré.

“Sé que lo hace” respondió rápidamente. “Va a ser más fácil. Con el tiempo no va a doler tanto y,
finalmente, llegará el día en que estés lista para dejar todo atrás”.

Negué con la cabeza, rozando mis lágrimas. “Puede que no duela tanto, pero nunca voy a dejar todo
atrás” le dije, levantándome de la cama. Me estiré y miré por la habitación, frunciendo el ceño ante las
cosas de Edward. Parecía que no se había llevado nada, todo estaba exactamente donde había estado
días atrás, cuando él estaba allí. “¿No se ha llevado nada?”

“Se ha llevado algo de ropa” respondió Jasper. “Ha dejado su coche para ti, dijo que podías coger
cualquier cosa que quisieras. Lo que quede cuando nos vayamos se le enviará a Chicago.”

“¿Eso es todo?” Murmuré para mí misma. “Así como así, desaparece. Sin mirar atrás”.

Jasper no hizo ningún comentario, sabiendo que nada de lo que pudiera decir en ese momento hubiera
mejorado las cosas... nada podría llevarse el dolor. Me acerqué al escritorio y comencé a clasificar las
cosas, separando mis pertenencias de las de Edward y colocándolas a un lado. “No tienes que hacer
eso ahora” dijo Jasper mientras me miraba. “Tienes todo el tiempo que necesites. Mi padre ha dicho
que puedes quedarte como invitada, siempre y cuando lo desees.”

Negué con la cabeza, luchando contra mis emociones. “Invitada” murmuré, la palabra sonaba tan
extraña. Una vez había sido una esclava dentro de estas mismas paredes, no mucho después me sentí
casi como en casa, pero ahora era solo una invitada, yéndome a Dios sabe dónde. “¿Cómo voy a
hacerlo, Jasper? No Tengo nada. No tengo dinero. Yo ni siquiera sé lo que estoy haciendo.”

“Edward dijo que podrías decir eso” respondió. “Alec trajo con él la documentación para la herencia.
Él puso la finca y los fondos en una cuenta a tu nombre. Tienes un montón de dinero, Isabella, y en
cuanto a todo lo demás, solo tienes que seguir adelante. Así es la vida para todos. Ninguno sabe
realmente lo que está haciendo”.

Pensé en sus palabras mientras seguía separando mis pertenencias, sin saber qué decir en respuesta a
eso. Jasper se levantó cuando se dio cuenta de que no tenía intención de parar, salió de la habitación y
volvió a los pocos minutos con unas cajas. Empecé a ordenar el escritorio de Edward, nuestras cosas
se habían mezclado con el tiempo. Vi el último cajón, el que siempre estaba cerrado con llave, y me
congelé cuando miré dentro, viendo su teléfono móvil. “Ni siquiera se ha llevado su teléfono.”

“Pensó que sería mejor si no lo hacía. Él no quería hacerlo todo más difícil para ti de lo que ya iba a
serlo, tenía miedo de que alguno de los dos llamara al otro y prolongar esto” dijo Jasper
tranquilamente. “También le prometí que cambiaría tu número, para que él no se viera tentado a
llamarte”.

Me reí secamente, cerrando el cajón con ira. Parecía como si hubiera pensado en todo, sin dejar
lagunas en su plan.
Pasé los dos días siguientes ordenando las cosas y empaquetando todas mis pertenencias. Cogí la ropa
y las fotografías, mis libros y cuadernos, y todos los dibujos que había hecho en el último año. Tomé
la cesta de picnic del día de San Valentín, el collar que Edward me había comprado para el baile y la
camiseta de fútbol que me había dado mi primer día aquí, pero dejé todo lo demás en su lugar. Sentía
como si tuviera que ayudar a empaquetar todo lo demás, pero dolía demasiado, no era tan fuerte como
para lidiar con el hecho de que todo eso también desaparecería de la habitación, era demasiado difícil
de enfrentar.

Emmett y Rosalie aparecieron con el tiempo suficiente para decir adiós antes de irse a la universidad
otra vez, diciéndome que debía mantenerme en contacto y que pronto nos volveríamos a ver. Ninguno
mencionó a Edward, fingieron felicidad por el futuro que me esperaba, pero yo no era ingenua, me di
cuenta de que estaban tan preocupados como yo.

Jasper y Alice se sentaban de vez en cuando en la habitación conmigo, pero ninguno intervino o me
obligó a hablar de ello. Alice expresó cuanto lo sentía, diciendo que había percibido que algo andaba
mal desde hacía un tiempo, pero su declaración solo me hizo sentir peor. Mi angustia dio paso a la ira
mientras lidiaba con la culpa. No pude evitar sentir que era culpa mía, sabiendo que fue por mí que se
había unido a la organización en primer lugar. Me culpaba a mí misma por lo que estaba pasando,
cada vez más obsesiva con las incógnitas. Me quedaba mirando el reloj durante horas, preguntándome
dónde estaría y qué estaría haciendo, haciendo hincapié sobre si estaría bien o no. Me preguntaba
cómo podía no haber visto las señales, porque haciendo un recuento me pareció obvio que me había
estado diciendo adiós.

Al tercer día, el doctor Cullen me llevó a una clínica a una hora y media de distancia, a la cita para
quitarme el chip. Me inquieté cuando me senté en la sala de espera, completamente agotada y
nerviosa. No podía recordar la última vez que había comido y sabía que todos estaban preocupados por
mí, pero estaba demasiado angustiada para preocuparme realmente por algo. La depresión estaba
llegando poco a poco y el doctor Cullen me dio unas pastillas que, según él, ayudarían, pero me negué
a tomarlas. No quería estar drogada solo para poder empezar a sentir otra vez, porque no estaba
dispuesta a aceptar lo que había sucedido. No quería seguir adelante. Quería a Edward, y si no lo tenía,
prefería estar adormecida.

Un hombre mayor, de pelo castaño, con un uniforme azul de médico y bata de laboratorio blanca salió
de la parte trasera después de un tiempo y saludó al doctor Cullen antes de mirarme. “Usted debe ser
Isabella Swan,” dijo.

“Si, señor.”

“Bueno, ¿te quitamos esa cosa?” sugirió, sonriendo cálidamente. Le devolví la sonrisa y asentí,
aceptando a pesar de que me sentía de todo menos segura en este momento. Me sostuvo la puerta
abierta y me puse de pie, dirigiéndome hacia él, pero vacilé a unos metros de distancia. Mi corazón
latía violentamente por la ansiedad y me sentí mareada, me preocupaba que fuera a desmayarme. Me
volví hacia el doctor Cullen, que había permanecido inmóvil en su silla, con las manos cruzadas sobre
el regazo.

“¿Quiere venir conmigo?” Le pregunté tímidamente, no quería estar sola. Deseaba desesperadamente
que Edward estuviera aquí conmigo, mis ojos ardieron mientras las lágrimas amenazaban con
derramarse ante el pensamiento. Jasper se había ofrecido a venir para apoyarme, pero yo le había
restado importancia, diciendo que no era gran cosa, pero no me sentía así ahora, cuando llegaba el
momento.

“Si quieres que vaya” respondió, mirándome con sorpresa.

“Por favor” le dije. Él asintió y se puso en pie, apoyando su mano en mi espalda mientras me conducía
a la parte trasera. Me hicieron una radiografía, donde se identificó la ubicación general del microchip
entre mis omóplatos. Después de haber obtenido una estimación de dónde estaba, me llevaron a una
pequeña habitación blanca con una mesa de exploración, donde me puse una bata y me acosté boca
abajo, con la espalda al descubierto. Estaba nerviosa y el doctor Cullen sacó un taburete, sentándose a
mi lado. El otro médico trajo una pequeña máquina con un monitor conectado a la misma, indicando
que iba a inyectar algo en mi espalda para adormecer la zona, así que no sentiría el procedimiento. Me
tensé y el doctor Cullen me tomó la mano derecha, mientras que comenzó a acariciar suavemente mi
cabello con la otra mano al sentir el pinchazo de la aguja.

No estaba segura de lo que estaba pasando, porque no podía ver, pero tardó casi cuarenta y cinco
minutos para retirar el chip. El doctor Cullen suspiró cuando el hombre empezó a coser la incisión,
con el ceño fruncido. “Al parecer es mucho más fácil ponerlos que quitarlos,” dijo con tristeza.

“Lo es” respondió el médico. “No están destinados a ser eliminados. Estaba bastante bien incrustado y
ha sido difícil de obtener a causa del tejido cicatricial. La incisión dolerá por un tiempo, pero te daré
algunos analgésicos para que te los tomes, y los puntos se disolverán por sí mismos.”

“Gracias” respondí en voz baja. Él sonrió y asintió.

“Me alegro de haber podido ayudar.”

Salieron de la habitación y me puse la camiseta de nuevo, el entumecimiento de la espalda se sentía


extraño en contra de la ropa. El doctor Cullen y yo partimos a los pocos minutos después de que él
pagara en efectivo, y el viaje de vuelta a Forks fue relativamente tranquilo. No fue tenso o incómodo
como podría haber sido, dada la situación, en lugar de eso un cómodo silencio cayó sobre nosotros
mientras conducía. Estábamos a unos quince minutos de la casa cuando se aclaró la garganta,
moviéndose en su asiento. “¿Puedo hacerte una pregunta?”

Lo miré, viendo que parecía nervioso por alguna razón. “Sí”.

“¿Recuerdas a todas las personas que había en el almacén al que te llevaron?” preguntó. Me tensé,
aturdida por lo que me pedía, debido a que ninguno de ellos había intentado abordar el tema antes.

“Eh, creo que sí.”

“¿Puedes decirme quiénes eran?”

“Bueno, James estaba allí” comencé. “Había dos chicos rusos más, jóvenes, no sabría decir muy bien
quienes son sin embargo. El hombre más viejo era un ruso llamado Stephan, él estaba a cargo de
todo.”

“¿Había otro hombre más viejo, también ruso, que se llamaba Vladimir? Tiene aproximadamente la
misma edad que Stephan y se parecen algo” preguntó. Negué con la cabeza, vacilante.
“No que yo lo viera. Stephan parecía trabajar por su cuenta” le dije. “Y había una chica allí, también.”

“¿Heidi?”

“No. Bueno, quiero decir, sí. Ella estaba allí, pero había otra chica con James. Creo que dijo que su
nombre era Vickie” le dije.

“¿Victoria? ¿Era pelirroja con el pelo rizado?”, me preguntó. Asentí con la cabeza y se rió
amargamente sacudiendo la cabeza. “Ella es la hija de un viejo adversario nuestro, de la mafia
irlandesa. Hace años hicimos las paces, una especie de tregua, así que no creo que su padre esté muy
contento de saber lo que ha hecho.”

“Ella era agradable conmigo al principio, incluso me dio de comer” le dije, sin querer causar más
problemas. “En realidad no me hizo daño, pero se enfadó cuando herí a James. Él intentó, eh...”

Me quedé en silencio, mordiéndome el labio inferior con nerviosismo. El doctor Cullen estuvo en
silencio un momento antes de suspirar exasperado. “No era consciente de que lo había intentado, pero
sí sé que no lo hizo” dijo. “La organización cuenta con algunos médicos que llamamos en ocasiones,
cuando no podemos ir a un hospital. Le pedí a uno que hiciera una visita a domicilio mientras estabas
con Esme para asegurarme de que no te había hecho daño de esa manera.”

“Gracias” susurré. “No volvió a intentarlo después de esa primera vez. No volvió a estar a solas
conmigo, realmente creo que tenía miedo de su pa...” Me detuve abruptamente cuando me di cuenta de
lo que había estado a punto de decir y me miró con sorpresa, alzando las cejas con curiosidad.

“¿Así que ya sabes que Stephan era su padre?” preguntó.

“Eh, sí” murmuré. “¿Lo sabía?”

“No lo sabía en su momento, pero ahora sí lo sé. De hecho, me enteré de la misma manera que
descubrí con quien estabas emparentada” respondió. “Él tenía su ADN.”

“¿Así que ya lo sabe?” Le pregunté, sorprendida.” ¿Sabe que también es el padre de Emmett?”

Se puso tenso, mirándose completamente desconcertado, y mi corazón empezó a latir con fuerza
cuando me di cuenta de que él no sabía esa parte. “¿El padre de Emmett?” preguntó con incredulidad.

“Me dijo que lo era” le dije, presa del pánico mientras miraba fijamente al doctor Cullen. Su rostro se
ensombreció brevemente por la ira, asustándome, pero se desvaneció rápidamente.

“No, no lo sabía”, dijo con frialdad. “¿Se lo has contado a Emmett?”

Negué con la cabeza rápidamente. “No, no sabía si debía hacerlo. No creo que él quiera saberlo,
porque me dijo una vez que ni siquiera quería conocer a su madre biológica. Y realmente no sé si es
verdad, porque él podría haber mentido.”

“Me alegro de que no se lo hayas dicho” respondió, con voz carente de emoción. “Creo que sería
devastador para Emmett. Gracias por ser honesta conmigo, sin embargo. Entonces, ¿esos eran todos
los del almacén?”
“Creo que sí” le dije, con un suspiro. Él asintió y el silencio cayó nuevamente sobre el coche antes de
que un recuerdo me golpeara. “Espera, había otro hombre allí. Aunque, no sé quién era. Nunca me
habló, pero se paró junto a mí muchas veces, solo observándome.”

“¿Qué aspecto tiene? ¿Te acuerdas?”


“Sí. Él tenía un aspecto realmente extraño. Su piel estaba bronceada y tenía una gran cicatriz en la
cara. Era mayor y recuerdo que habló con Stephan una vez, pero no me acuerdo sobre qué,” murmuré,
fruncí el ceño. “¿Pudo haber sido Vladimir?”

“No” dijo el doctor Cullen en voz baja. “Ese no es él”.

“Oh”, dije, frunciendo el ceño. “Entonces no sé quién era.”

“Está bien” dijo el doctor Cullen en voz baja. “Solo tenía curiosidad. Gracias por decírmelo.”

“De nada”. El silencio regresó al coche el resto del camino y el doctor Cullen parecía distraído, su
cuerpo estaba tenso. No me dijo nada cuando llegamos a casa, mantuvo la puerta abierta para mí en
silencio y luego desapareció en su despacho en el momento en que estuvimos en el interior.

La noche transcurrió rápidamente, el sueño me evadía, como había hecho todas las noches de esa
semana. Me quedé despierta llorando, leyendo la carta Edward, la había leído tantas veces que la había
memorizado. Me dolía más que cualquier cosa que pudiera recordar, más intenso que cualquiera de los
dolores físicos que había sufrido en mi vida. El dolor físico se desvanecía cuando las heridas se
curaban, pero estaba segura de lo que sentía en ese momento nunca se iría. Me sentía rota, como si una
parte de mí hubiera sido arrancada.

A la mañana siguiente Jasper subió al amanecer, pero yo ya estaba levantada y esperando. Entró en la
habitación, sin molestarse en llamar otra vez, y miró hacia donde yo estaba sentada en el sofá. La
habitación estaba todavía un poco oscura y estaba sentada con las rodillas apoyadas contra mi pecho,
rodeándome con mis brazos mientras miraba por la ventana. Me preguntaba si esto era lo que Edward
había estado haciendo esa noche, cuando me desperté, me preguntaba si había estado contemplando
los mismos árboles que veía, contemplando dejar las cosas como yo estaba haciendo. ¿Había estado
tan asustado y devastado como yo me sentía?

“¿Estás lista?” Preguntó Jasper, que ya había puesto todas mis cosas en el Volvo de Edward el día
anterior. Asentí con la cabeza, incapaz de pronunciar las palabras, porque la verdad es que me sentía
como si nunca fuera a estar preparada. Me levanté y cogí mis últimas cosas, deslizándome en mi
abrigo antes de dirigirme hacia la puerta. Jasper me dio la llave del coche de Edward antes de salir y
yo vacilé en el umbral, ganándome una mirada curiosa de él.

“Yo, eh... Te veo abajo” murmuré. “Solo necesito un minuto.”

Él sonrió y me dijo que me tomara mi tiempo, y lo observé mientras bajaba las escaleras antes de
regresar a la habitación. Mis ojos la recorrieron lentamente, mi pecho dolió al ver las pertenencias de
Edward, todo seguía en su lugar, pero sin embargo, lo realmente importante, faltaba. Vi un marco en
el armario y di unos pasos hacia él, recogiéndolo vacilante. Era una foto nuestra, una de las que nos
habían tomado en Port Ángeles no mucho tiempo antes de que todo empezara a desmoronarse. Cuando
ambos habíamos tenido sueños, nuestros ojos brillantes de esperanza y amor. El cielo era el límite, y
era fácil de ver la felicidad que ambos irradiábamos. Me pregunté si alguna vez volvería a saber lo que
se siente al ser tan feliz. ¿Lo haría él?

Pasé los dedos por la fotografía, trazando las líneas del rostro de Edward. Deseaba sentirlo de verdad,
poder verlo y olerlo, sentir su calor una vez más, pero sabía que no era posible. Nunca volvería a ser
posible, y él se había asegurado de ello. Había hecho todo lo que había podido para asegurarse de que
tendría un futuro sin él, sin darse cuenta ni una sola vez de que él era el único futuro que alguna vez
había deseado realmente.

Me incliné y besé el vidrio frío, suavemente donde estaba su cara, una lágrima se deslizó por mi
mejilla e hizo clic en el cuadro. Mi visión era borrosa mientras miraba la foto, el dolor rasgaba mi
pecho cuando pronuncié la palabra solitaria. Era la única palabra que no había tenido la oportunidad
de decir, la única palabra que no quería tener que decir, pero la palabra que yo sabía que tenía que
decir.

“Adiós”.

********************
Solo tu. Il mio cuore è tua, tesoro = Solo tú. Mi corazón es tuyo, tesoro.

Capítulo 75 Un agujero en el mundo

"Donde solías estar, hay un agujero en el mundo, el que rodeo constantemente durante el día, y en
el que caigo en la noche. Te echo muchísimo de menos." - Edna St. VincentMillay

Edward cullen

Viernes, 20 de junio del 2008

1 año, 5 meses, 25 días, 5 horas, 39 minutos y alrededor de 20 putos segundos después... no es


como si los estuviera contando o algo así...

Me encorvé en mi silla, fulminando con la mirada la laptop en el escritorio frente a mí. Mi cabeza
estaba palpitando con fuerza, mis ojos ardían y me temblaban tanto que me preocupaba que fueran a
salirse de sus putas cuencas. Tenía unas cortinas gruesas cubriendo las ventanas para bloquear el sol
tanto como fuera posible. La habitación estaba casi tan oscura como la boca de un lobo a pesar de que
habían pasado solo unos minutos del mediodía. El aire acondicionado estaba a toda su capacidad pero
seguía sudando, mi piel casi se sentía como si estuviera en el fuego.

Maldije, pasando las manos por mi cara molesto. Parpadeé rápidamente, tratando de aclarar mi visión
para que pudiera concentrarme en la puñetera pantalla, pero nada parecía ayudar. Todas las palabras
estaban borrosas y ni siquiera podía leer las líneas, dándome cuenta que solo estaba perdiendo mi
tiempo y energía tan solo con molestarme en intentarlo. Refunfuñé al mismo tiempo que cerraba la
laptop de golpe y recostaba mi cabeza sobre el escritorio, dándome por vencido con esa mierda. Todo
estuvo en silencio por unos minutos y lo disfruté, deseando poder dormir solo para escapar de esa
mierda por un rato. Casi se me cumplió, mi cansancio profundizándose a medida que el sonido del aire
soplando por la ventanilla empezó a arrullarme a la inconsciencia, pero antes de que pudiera quedarme
profundamente dormido mi tranquilidad se rompió.

“¿Estás bien?"

Di un respingo, asustado por la inesperada voz y estreché mis ojos al mismo tiempo que mi cabeza se
levantó de un golpe. "No está bien sorprender a la gente," escupí, mirando furioso a la figura parada en
la entrada. Ella se echó a reír como si lo que había dicho en realidad fuera jodidamente gracioso y
extendió su mano hacia la pared, accionando rápidamente el interruptor de la luz. Hice una mueca
cuando el dolor agudo atravesó mi cabeza por la brillante luz, y levanté mis manos tratando de cubrir
mis ojos. "Cristo, ¿tienes que hacer esa mierda?"

“No te ves muy caliente, mi niño," me dijo, ignorando mi pregunta mientras se acercaba a mí.

“Al contrario, Esme, me siento muy jodidamente caliente, como si alguien hubiera incendiado mi
culo," murmuré, pasando la mano por mi cabello mientras entornaba los ojos, tratando de ajustarlos a
la luz. "Y eso después de que me partieran la madre y me arrojaran desde el techo de un edificio de
doce pisos."

“¿Así de mal?" Preguntó, haciendo la laptop a un lado cuando se sentó a un lado de mí en el borde del
escritorio.

“Sí, así de mal," gruñí. "Si no fuera tan doloroso me preguntaría si no estoy muerto ya. Pero para ser
sinceros, con el rumbo que está tomando mi vida, voy a terminar ardiendo en el infierno de todos
modos, así que tal vez ya estoy jodidamente muerto. No me sorprendería si todo esto fuera algún
maldito juego que el diablo está jugando, torturándome por diversión por toda la mierda que he
hecho."

“Tu optimismo es asombroso," dijo, dándome una suave sonrisa. "Aunque, estoy muy segura que
todavía estás vivo."

“Che peccato," murmuré, negando con la cabeza. Se echó a reír y sujetó mi barbilla, levantando mi
cabeza para que la mirara.

“Actúas como si nunca antes hubieras tenido resaca, Edward," dijo, sus ojos escudriñando mis rostro.
"¿Cuánto tomaste anoche?"

“Al parecer no suficiente, si todavía estoy vivo," declaré. Me rodó los ojos y me soltó, cruzando los
brazos sobre su pecho.

“No has estado usando algo más, ¿cierto?” Preguntó.

“Joder no," le dije, sacudiendo la cabeza. "Ya terminé con todo eso."

“Bien," dijo. "Así es como solías actuar por Molly, y sabes...."


“Lo sé," escupí molesto, interrumpiéndola. "Dije que terminé con eso, Esme. Realmente desearía que
todos ustedes dejaran de arrojarme esa mierda a la cara."

“Está bien," dijo con seriedad. "No voy a tocar el tema de nuevo. Sin embargo, de verdad necesitas
dejar de fumar también. Pude olerlo tan pronto entré en la casa."

“Joder, tienes que estar bromeando," le dije, mirándola con incredulidad. "¿Vas a castigarme si no lo
hago? ¿Azotar mi culo? ¿Vas a mandarme a mi habitación hasta que empiece a hacer caso?"

“No me tientes," me dijo, la sonrisa volviendo a sus labios. "Llamaré a tu padre."

“Oh, joder, vas a acusarme, ¿cierto?" Pregunté con sarcasmo, riéndome al mismo tiempo que me
ponía de pie. "Odio tener que decírtelo, pero él ya sabe que lo hago, así que decírselo no ayudará en
nada. Sin embargo, no creo que Alec estaría muy contento de que seas una rata."

“¿Cómo acabas de llamarme?" Preguntó cuando pasé junto a ella, mis pies descalzos golpeando contra
el piso de madera a medida que salía de la habitación.

“Me escuchaste," grité, bajando las escaleras mientras me dirigía directamente a la cocina.

Esme me siguió después de un momento, deteniéndose en la entrada mientras me acercaba a los


gabinetes. El suelo de baldosas estaba húmedo y frío contra mis pies, ya que aparentemente acababa
de ser fregado, pero me importaba una mierda. Empecé a revisar, buscando algunos analgésicos para
el puto dolor de cabeza, y encontré un bote de píldoras metido al fondo de un cajón. Abrí el
congelador y saqué una botella de Grey Goose, abriéndola y llevándola a mis labios para tomar un
trago. Metí dos pastillas en mi boca, pasándolas con el vodka.

“Probablemente también darle un descanso a eso. Es demasiado temprano para estar bebiendo," Esme
comentó, mirando su reloj. Rodé mis ojos, tomando otro trago de vodka. Quemó mi garganta y
adormeció mi pecho, una sensación de hormigueo propagándose por mi cuerpo. "En alguna parte
escuché que la mejor cura para la resaca era simplemente emborracharse de nuevo. Además, ¿cómo
dice el dicho? ¿Una botella al día del médico te ahorraría?" Pregunté mientras sostenía el licor en el
aire, encogiéndome de hombros antes de tomar otro trago. "Suena como un plan que puedo seguir."

Se echó a reír, negando con la cabeza. "Así no es como va y lo sabes," me dijo. "Y lo digo en serio,
Edward. Vas a arruinar por completo tu hígado antes de que siquiera cumplas veintiún años."

“Si tú lo dices," murmuré, molesto por su tono regañón. "Suenas cada vez más y más como mi maldito
padre cada vez que te veo. ¿A eso es a lo que vienes aquí, Esme? ¿A refunfuñar de mí? Porque de
verdad que no estoy de humor para eso, especialmente hoy de todos los putos días, así que ahórrate el
sermón.

“No, esa no es la razón por la que vine," respondió. "Vine a ver cómo estabas."

“Sí, bueno, ya dejamos establecido que aparentemente sigo vivo, así que, ¿hay algo más que pueda
hacer por ti?" Pregunté. "Hay mierdas que tengo que hacer hoy. ¿Y cómo demonios entraste, de todos
modos? Ni siquiera escuché el timbre."

“Lea me dejó entrar," dijo.


“Lindo," refunfuñé, tomando otro trago de vodka. "Recuérdame que me deshaga de ella."

“Oh, no seas ridículo. No vas a deshacerte de ella," me dijo riéndose. "Ella es buena en lo que hace y
probablemente vivirías entre la suciedad si ella no estuviera aquí. Además, ¿es tan mala mi compañía?
Vives a menos de un kilómetro de mí y apenas si te veo. ¿Eres demasiado bueno para pasar tiempo
con tu tía favorita?"

“Eres mi única tía, Esme, y 'favorita' todavía es discutible," dije en broma. "Y, no, no soy demasiado
bueno para ti. Es solo que estoy... ocupado."

“Ocupado," repitió mis palabras mientras me veía, su mirada era tan intensa que sentí como si viera
directamente a través de mí. "Lo que traducido libremente sería 'he estado evitándote', ¿verdad?
¿Cómo van las cosas en la escuela?"

“Van," respondí, encogiéndome de hombros. Se me quedó mirando, obviamente esperando una mejor
respuesta de mierda, pero no estaba seguro de lo que esperaba escuchar. Acaba de terminar mi primer
semestre en la Universidad de la Ciudad de Chicago, inscrito en el programa de Licenciatura en Bellas
Artes para Educación Musical. Era la única cosa en la que estaba remotamente interesado que no
tomara demasiado tiempo como para que entrara en conflicto con mis otras responsabilidades, pero
esa mierda no resultó tan fácil como había esperado que fuera. Mis notas eran mediocres, por decir lo
menos y me era difícil concentrarme en lo que fuera, sabiendo que si no me reponía no había forma de
que fuera capaz de que se me transfiriera a una universidad con carreras de cuatro años. Me había
inscrito en unos cuantos cursos de verano que acababan de empezar la semana anterior, tratando de
ponerme al día, pero ya estaba teniendo problemas con ellas.

“Tal vez si no tomaras tanto..." Empezó a decir, pero levanté mis manos para detenerla a medida que
mi temperamento se encendía.

“Detente," dije con firmeza. "¡Sé que tus intenciones son buenas, Cristo, pero para de una vez! Ya no
puedo soportar más que me digan qué hacer con mi vida. Hice lo que Aro me dijo que hiciera, me
mantengo alejado de Molly, me inscribí en la escuela y joder, no molesto a nadie. ¿Qué más esperan
ustedes de mí? Estoy haciendo lo mejor que puedo."

“Sé que lo estás haciendo," murmuró. "Y sé que tal vez parezca que no, pero estoy orgullosa de ti, mi
niño. Solo estoy preocupada de que estés aquí completamente solo."

“No estoy solo, Esme. Tengo a Lea para que friegue mis pisos y esto para mantenerme caliente por las
noches," le dije, levantando la botella de vodka. "¿Qué más puedo necesitar?"

Se quedó en silencio, mirándome, con una puta expresión que decía todo lo que no se atrevía a decir
en voz alta. Ambos sabíamos exactamente lo que necesitaba, pero era la única cosa que nunca podría
tener de nuevo. Dolía pensar en ello, el dolor en mi pecho todavía tan intenso como lo había sido esa
mañana de diciembre.

***************************************

26 de diciembre de 2006
Me senté en el último escalón de las escaleras, mi mano jalando mi cabello mientras trataba de
calmarme. No estaba seguro de cuánto tiempo había estado sentado allí con una bolsa de lona llena de
ropa tirada en el suelo a mis pies, pero se sentía como si una eternidad hubiera pasado con cada tic-tac
del reloj. El maldito tiempo se estaba burlando de mí, sin dejar de correr ininterrumpidamente
mientras yo me quedaba sentado, sin ser capaz de enfrentar nada todavía. Era un cobarde, un maldito
debilucho despreciable, desmoronándome por algo que había sido mi propia maldita culpa.

Mis manos temblaban y mi estómago estaba revuelto, mi pecho dolía por tratar de contener la
emoción. Mi corazón latía erráticamente, la sangre corría veloz por mis malditas venas, haciéndome
sentir mareado y me preocupaba que fuera a desmayarme si no me controlaba. Se sentía como si
alguien estuviera arrancándome el corazón, pero supongo que en realidad no importaba una mierda,
considerando que no lo necesitaría después de que saliera por la puerta. Cada pizca de puta felicidad
que había logrado encontrar se quedaría atrás en una nube de recuerdos, y estaba seguro que merecía
el dolor que estaba sintiendo, pero no me hacía más fácil el lidiar con ello. Prácticamente podía ver mi
pulso a través de mi piel, cada pum me recordaba que seguía vivo a pesar de que se sentía como si
estuviera muriendo por dentro.

Sí, estaba siendo dramático, pero no podía evitarlo. Esa mierda dolía.

Escuché pasos en las escaleras detrás de mí y me tensé, de pronto sintiendo que me pondría enfermo.
Tenía miedo de que Isabella despertara y me sorprendiera, parte de mí deseando traidoramente que lo
hiciera. Esa parte quería que ella me detuviera, quería que me pidiera que me quedara y nunca la
dejara, sabía en lo más profundo de mí que si eso sucedía nunca sería capaz de salir por la puerta. No
le podía negar nada que me pidiera, aun si supiera de hecho que estaba mal. Había comprobado eso
una vez más unas horas antes cuando me pidió que le hiciera el amor.... ¿Qué tipo de hombre
accedería a esa mierda, sabiendo que se iba a ir?

Vaya un puto hombre de honor resulté ser....

“Me sorprende que todavía estés aquí," dijo Jasper en voz baja, y se sentó en el escalón junto a mí.
"Pensé que ya te habrías ido."

“Sí, yo también," murmuré, mi voz temblorosa mientras seguía mirando hacia el suelo. "Joder, ella va
a odiarme, Jasper. Va a despertar y encontrar esa nota y se arrepentirá de haberme dejado entrar en su
vida."

“No, no lo hará," respondió, negando con la cabeza. "Ella te ama, Edward. Nunca podría odiarte."

“Joder, no quiero lastimarla," dije en un murmullo al mismo tiempo que cerraba mis temblorosas
manos en puños. Mis ojos empezaron a arder por las lágrimas no derramadas cuando mi cuerpo se
rebeló contra mí. "Cristo, está mierda va a destrozarla."

“Eso es cierto."

“Genial," escupí. "Gracias por hacerme sentir mejor."

“¿Quieres que te mienta?" Preguntó, levantando sus cejas inquisitivamente cuando lo miré. "Te ama y
nunca ha amado a nadie antes. Va a lastimarla, Edward. Eso no se puede negar."
“Esto es una mierda," le dije, sacudiendo la cabeza. "Así no es como se supone que debía ser. No se
supone que terminaría así, Jasper. Se supone que debemos estar juntos. Se supone que debíamos ir a
California para huir de toda esta mierda, ir a la escuela y vivir entre malditas y estúpidas palmeras
porque la hacen feliz. Se suponía que íbamos a ir y simplemente ser nosotros mismos. Por primera vez
en nuestras jodidas vidas, íbamos simplemente a ser nosotros mismos, y ahora mira como terminó
todo. ¿Qué demonios he hecho?"

“¿Estás reconsiderando esto?" Preguntó. "Me refiero a que, todavía no te has ido, Edward. Tal vez
Emmett tenía razón. Tal vez todavía no es demasiado tarde."

“Es demasiado tarde," dije enfáticamente. "En el momento que tomé ese puto juramento fue
demasiado tarde. Ella es mejor que esa mierda, Jasper. Es mejor que la vida que puedo darle.
Desperdició toda su vida como una maldita esclava por culpa de esos hijos de puta.... ¿cómo puedo
esperar que solo renuncie a su futuro, también por ellos? No, Emmett está equivocado. Es demasiado
tarde."

“Bueno, ¿tiene qué ser de esta forma?" Preguntó. "¿No puedes hablar con ella y tratar de ayudarla a
entender?"

“¿Qué esperas que le diga?" Pregunté con incredulidad. "¿Te amo pero tengo que dejarte? ¿Créeme, es
por tu propio bien? ¡Cristo, no puedo verla a los ojos y decirle esa mierda en su cara, aun si es cierto!
Me va a pedir que cambie de pensar y no puedo, Jasper. Pero joder, lo haría, porque soy débil, ¿y
luego qué? ¿Qué pasará dentro de veinte años cuando esté resentida conmigo porque nunca tuvo la
oportunidad de hacer nada de la mierda que le prometí que podría hacer, y sea demasiado tarde para
que lo haga? Cristo, ¿y qué tal si consigo que la maten? ¿Y si termina como mamá? Nunca me lo
perdonaría. No le puedo hacer eso, pero no hay manera de que ella entienda esa mierda ahora."

“¿Qué quieres que diga?" Preguntó en voz baja. "Estoy intentando apoyarte, aun si no estoy de acuerdo
contigo. Dime lo que necesitas de mí."

“Joder, necesito que me digas que le harás creer que no me necesita, que está lista para hacer esta
mierda por sí sola y que puede hacerlo, porque la conozco, Jasper. Va a estar aterrorizada, por lo que
vas a tener que convencerla en serio de que esta mierda es lo mejor, incluso si tú no lo crees," solté,
levantándome del escalón para empezar a caminar por el vestíbulo. Mi mano estaba aferrada a mi
cabello con fuerza en frustración, mis piernas temblando. "Dime que harás lo que sea que sea
necesario."

“Sabes que lo haré," respondió, mirándome con una expresión seria en su rostro. "Ya te prometí que lo
haría. Voy a convencerla de que no te necesita en su vida.... ¿pero quién va convencerte a ti, Edward?
¿Quién va a convencerte de que vas a estar bien?"

“Siempre y cuando ella lo esté, yo lo estaré," le dije.

“¿Y confías en mí para que haga esto?"

“Sí," le dije. "Tú eres el que más se parece a mamá, ¿sabes? Tienes su compasión, odias a la maldita
Mafia y nunca estuviste de acuerdo con la esclavitud. Sé que vas a ayudarla a olvidarse de todo eso y
comenzar de nuevo, porque de todos tú ves cuán repugnante es este mundo y cómo ella está mejor
fuera y lo más lejos posible de él."

“Entonces, si confías en mí para asegurarme de que ella esté bien y de verdad crees que vas a estar
bien mientras ella lo esté, ¿por qué sigues aquí, Edward?"

Su pregunta me sorprendió y rápidamente miré en su dirección, sin saber qué demonios decir. Me
miró deliberadamente, esperando alguna respuesta que lo explicara, pero la verdad era que
simplemente la mera idea de salir por la puerta dolía más de lo que imaginé que dolería. Antes de que
pudiera inventar algo que racionalizara mi indecisión la puerta principal se abrió y Emmett entró. Paró
en seco cuando me vio y me di cuenta que seguía usando la misma ropa de mierda del día anterior, lo
que significaba que probablemente no había dormido.

Entrecerró los ojos al mismo tiempo que cerraba la puerta de un portazo, la ira irradiando con
intensidad. Emmett podía ser intimidante cuando quería serlo, el miedo gestándose dentro de mí ante
su expresión. Rara vez perdía los estribos pero cuando lo hacía otro lado de él salía a relucir que era
impredecible, sus palabras a menudo lastimaban tanto como me imaginaba que sus puños lo hacían.

“Veo que todavía no la has abandonado," dijo bruscamente, sus palabras hiriendo profundamente.
"¿Significa eso que has entrado en razón?"

“Déjalo en paz, Emmett," Jasper dijo. "Solo lo estás empeorando."

“¡¿Lo estoy empeorando?!" Preguntó con incredulidad. "Alguien tiene que intentar disuadirlo de esto
antes de que comenta el mayor error de su vida al dejarla ir. ¿Cómo puedes estar de acuerdo con esta
mierda, Jasper? ¡Ella es lo mejor que le ha pasado!"

“¿Crees que no sé eso?" Espeté. "La amo, Emmett, y tengo suerte de que siquiera me diera una puta
oportunidad. ¡Precisamente por eso estoy haciendo esto y no entiendo cómo no te puedes dar cuenta de
ello! ¡Ella merece ser libre para hacer lo que quiera!"

“Entonces, ¿por qué demonios le estás arrebatando eso?" Gritó. "Dices que estás haciendo esto para
que ella sea libre de hacer lo que quiera, ¿pero alguna vez le diste la maldita oportunidad de decirte lo
que le gustaría hacer? ¿Al menos le preguntaste, Edward? ¡Estás tomando esta decisión por ella en
lugar de dejarla hacerlo!"

“¡No puedo pedirle que me elija! No puedo poner esa carga sobre ella y hacer que su primera decisión
real sea seguirme a mí o sus sueños. ¿Cómo puedo pedirle ese tipo de mierda? ¡Ella siempre se
preocupa por todo el pinche mundo y se pone a sí misma en segundo lugar porque unos cabrones la
han doblegado, y no sería mejor que ellos si le pido que me ponga a mí primero! No conoce nada más
y me elegiría, sin saber a lo que está renunciando en el proceso cuando merece saber esa mierda. Se
merece averiguar lo que hay en el mundo de allá afuera para ella, sea que lo entienda o no."

“Esa es la mierda más estúpida que alguna vez he escuchado," Emmett dijo con brusquedad. "¿Te das
cuenta de lo que estás diciendo? ¿Qué te da el derecho de tomar esta decisión por ella? ¿Por qué sabes
más que ella? ¿Podrías ser más condescendiente? ¡No le estás dando el suficiente crédito!"

“¡Le estoy dando bastante puñetero crédito!" Grité. "Ella es mejor que todo esto, Emmett. Puede que
yo sea lo que quiere, pero no soy lo que necesita. ¡No soy bueno para ella!"
“Según tú opinión," escupió, avanzó deliberadamente y me enfrentó a medida que su temperamento se
encendía cada vez más. "Pero como he dicho, ni siquiera le preguntaste. Solo lo asumiste y tomaste la
decisión por tu cuenta, tú cabrón arrogante. A quién le importa una mierda lo que quiera Izzy Bizzy,
¿cierto? Solo vamos a pretender que sabemos más que ella y tomar las decisiones por ella y pretender
que es lo que necesita cuando solo ella sabe lo que necesita."

“¿No crees que ya sé lo que ella quiere? Quiere un futuro, Emmett. Quiere ir a la universidad y tener
una vida lejos de toda esta mierda," dije con brusquedad. "Quiere ser libre."

"Pero no lo es," él dijo. "No mientras tú tomes las decisiones por ella. De verdad pensé que eras
diferente, Edward, pero tal vez estaba equivocado respecto a ti. Si no puedes ver que significas más
para ella que cualquier otra cosa, entonces tal vez no la amas como pensé que la amabas. Tal vez ella
está mejor sin un pendejo como tú."

Al momento que las palabras salieron de su boca, la ira recorrió mi cuerpo y eché mi brazo hacia
atrás, golpeándolo con tanta fuerza como pude. Mi puño conectó con su mandíbula y trastabilló unos
cuantos pasos, sorprendido por mi golpe, pero se lanzó directamente hacia mí al momento que
recuperó el equilibrio. Jasper saltó y trató de ponerse entre nosotros pero Emmett era demasiado
fuerte y me tenía en sus manos antes de que él pudiera detenerlo. Me empujó hacia atrás contra la
pared, sujetándome allí con su mano izquierda mientras echaba su puño hacia atrás. Me tensé,
esperando la fuerza del golpe, pero antes de que pudiera acabar lo que empezó una voz fuerte y firme
hizo eco en la planta baja y nos tomó desprevenidos a todos.

“¡Basta!"

Emmett me soltó y miré rápidamente en dirección a la cocina cuando Alec comenzó a caminar hacia
nosotros, una expresión severa en su rostro. Sujetó a Emmett y lo empujó hacia atrás, interponiéndose
entre los dos físicamente. "Él no sabe qué demonios está diciendo," escupí furioso, las lágrimas
empezando a caer de mis ojos.

“¿Yo? ¡Tú eres el que la está jodiendo!" Respondió Emmett.

“¡Dije que basta! ¡Ninguno de los dos sabe lo que está diciendo! La verdad es que todos tenemos
decisiones que otros toman por nosotros, y todo lo que hacemos tiene consecuencias que afectan a
otros, ya sea que fuera nuestra intención o no. Se le llama vida. ¿Son ustedes en serio tan estúpidos
que no entienden el concepto de causa y efecto?" Preguntó explícitamente, mirándonos del uno al otro.

“Esto no es solo un desafortunado efecto secundario," Emmett dijo.

“Sí, lo es," Alec respondió. "No importa lo que Edward haga hoy, la verdad es que habrá decisiones de
Isabella que otros tomarán por ella y no todas serán hechas por él. Ciertas cosas se determinaron en el
momento en que fue concebida, cosas que ella puede muy bien merecer que le fueron arrebatadas al
nacer y no hay nada que se pueda hacer para cambiar eso. ¡No puedes reescribir la historia! Todos
ustedes están aquí hablando de libertad, como si la palabra por sí sola tuviera significado cuando no es
así. ¡Son tan idealistas como su padre! La libertad es lo que ustedes hacen de ella.

"Todos nos vemos obligados a hacer sacrificios y seguir reglas que desearíamos no tener que seguir,"
continuó después de un momento. "Todos nos vemos afectados por las decisiones que otros toman y
esta no es la excepción. Si Isabella quiere estar con Edward, pierde el derecho de decidir dónde vivir,
y su vida a menudo girará en torno a planes determinados por personas que ella muy probablemente
despreciaría. Si Edward se va sin ella, pierde la oportunidad de decidir estar con él. Edward decide su
destino al momento que decide el suyo propio, porque eso es lo que sucede cuando depositas tu amor y
confianza en alguien más, y no veo cómo en este caso es diferente."

Se volvió hacia Emmett, mirándolo fijamente. "¿No es así como casi todos los rompimientos son? No
son de mutuo acuerdo, una persona decide marcharse y la otra persona no tiene ni voz ni voto. ¿Estás
diciendo que Edward no tiene derecho a terminar la relación si él quiere hacerlo? ¿No es eso hipócrita,
dado tu discurso sobre que la gente es libre de tomar sus propias decisiones? Edward no está
decidiendo el futuro de Isabella. Está decidiendo el suyo, y el desafortunado efecto de su decisión es
que Isabella pierde algo. Es una parte de la vida a la que todos tenemos que hacer frente, sin importar
quiénes somos."

Me miró y me tensé, la ira en su expresión impactante. "Y tú necesitas hacerte de las agallas
necesarias y terminar con esto. Has estado aquí toda la mañana cuestionándote sobre esto y me estás
poniendo de nervios. O subes esas escaleras hasta donde está Isabella o sales por esa puerta, pero no
habrá más indecisión. Ya tomaste tu decisión, ahora tu lugar está en Chicago, así que sé un hombre y
haz lo que se espera de ti. Ya sea que la lleves contigo o no, Edward. Ella de todos modos va a perder
algo, y la única duda que queda es que es lo que va a perder. De modo que tienes que resolver si la
quieres contigo en esa vida o no, y tienes que resolverlo ahora."

Me le quedé mirando, atónito por la pasión en sus palabras. El vestíbulo estaba en silencio y tenso
mientras que todos me miraban, mi estómago estaba revuelto por los nervios. "No puedo llevarla a
Chicago," dije en un murmullo después de un momento, negando con la cabeza. "No puedo tenerla
rodeada de esa gente. Ya han jodido su vida lo suficiente."

Emmett gimió y Alec asintió. "Bien. Contrólate y reúnete conmigo en el coche en unos cinco minutos.
Si no estás allí, volveré aquí por ti, y te lo aseguro, no quieres que eso suceda."

Sacó las llaves de su bolsillo y se dirigió hacia la puerta, desapareciendo por ella sin decir una sola
palabra más. Tomé una respiración profunda, limpiando las lágrimas de mi rostro mientras miraba a
Jasper. Me dio una mirada compasiva, pero solamente sacudí la cabeza, sin querer lidiar con esa
mierda, y metí la mano en mi bolsillo. Saqué mis llaves, sacando la llave de la casa en Chicago de
entre ellas antes de entregarle el resto a él.

“Dale mi coche a Isabella. Destrocé el suyo y ella va a necesitar uno para comenzar. Si no quiere
quedarse con él puede venderlo o intercambiarlo o quemar esa mierda, para lo que me importa, lo que
ella quiera hacer. Ya no importa," murmuré. "Papá tiene todo su papeleo financiero. Ella
probablemente va a decir alguna mierda sobre no tener dinero pero tiene tanto como nosotros y
probablemente vas a tener que seguírselo recordando. Si necesitas algo más, cualquier cantidad de
dinero para ayudarla a instalarse, solo házmelo saber."

Emmett se rió amargamente detrás de mí y me tensé, cerrando mis manos en puños. Rápidamente le
expliqué a Jasper por qué iba a dejar mi teléfono, haciéndolo prometer que se encargaría de cambiar el
número de Isabella. Después de dejar todo arreglado agarré mi bolsa y rápidamente me despedí de
Jasper, girándome hacia la puerta y encontrándome frente a frente con Emmett ya que bloqueaba mi
camino. Estaba claramente molesto, sus fosas nasales dilatadas mientras luchaba por mantenerse bajo
control.

“No esperes que esté allí para ti cuando te derrumbes," dijo con seriedad. "Lo único que escucharás de
mí será 'te lo dije'."

Se me quedó mirando por un momento antes de quitarse del camino, dejándome pasar. Caminé hacia
la puerta y dudé por un momento, el dolor propagándose por mi pecho a medida que agarraba el pomo
de la puerta. Cerré mis ojos y suspiré, las lágrimas deslizándose por las comisuras de mis ojos de
nuevo mientras salía.

“Adiós," susurré.

***************************************

“¡Edward!"

La voz aguda me sacó de mis pensamientos y miré al otro lado de la habitación a Esme, viendo la
mirada expectante en su rostro. "¿Eh?" Pregunté, sin saber qué demonios había dicho porque no había
estado escuchando.

“Dije que la despedida de soltero de Emmett es esta noche."

“¿Ah sí?" Pregunté, sorprendido. "Supongo que mi invitación se perdió en el correo."

“No seas tontito, sabes que estás invitado," respondió. "Él estaría eufórico si te presentas." Me reí
secamente y pasé la mano por mi cabello, dándole la espalda.

“Estoy seguro que si Emmett me quisiera allí, él mismo me hubiera pedido que fuera," le dije. "Ya
sabes que no soy precisamente su persona favorita. Sinceramente, estoy sorprendido de que al menos
esté invitado a la maldita boda. Aunque también es cierto que tú enviaste las malditas invitaciones
para eso, así que puede que ni siquiera lo sepa."

“No seas ridículo. Son hermanos," dijo en voz baja. “Esta pelea entre ustedes dos, de verdad tiene que
terminar. La vida es demasiado corta. Ustedes se quieren, es hora de que empiecen a demostrarlo de
nuevo."

“Sí, bueno, yo no soy el del problema," declaré, negando con la cabeza. Emmett dijo en serio las
últimas palabras que había dicho en Forks, y esa discusión había sido la última vez que los dos
habíamos hablado realmente. Nos habíamos encontrado unas cuantas veces de paso en la casa de
Esme, y nos habíamos comportado civilizadamente por el bien de todos los demás, pero era claro que
él no tenía nada que decirme. Eso, además de la jodida lástima, era una razón por la que había evitado
a la mayoría de ellos. Jasper dejó de llamar después de unos meses y rara vez había regresado alguna
de mis llamadas e incluso cuando lo hacía, era muy ambiguo y escueto conmigo. Además de Alec, a
quién veía casi todos los días por la Borgata, apenas si tenía algún contacto con alguien de mi familia.
"Ahora estás sermoneando al hijo de puta equivocado, ¿sabes? Tienes que ir a decirle a Emmett esa
mierda."

“¿No crees que ya lo he hecho?" Preguntó. "Es tan terco como tú, diciendo que él no es el del
problema. Está claro que ambos tienen un problema, y no va a detenerse hasta que alguno de los dos
ceda."

“¿Y esperas que yo lo haga?" Pregunté con incredulidad. "No he hecho ninguna maldita cosa mal,
Esme, ¿pero esperas que de todos modos lo diga? Esa es una mierda."

“No dije eso, Edward. Dije ceder no fingir," dijo en voz baja. "Hacer una tregua no significa que
pierdas, lo sabes. Significa que te das cuenta de que la pelea es innecesaria."

“Lo que digas," murmuré, sacudiendo la cabeza. "¿En dónde es, de todos modos, en algún club de
striptease en alguna parte?"

Esme se echó a reír. "Señor, no. Sabes que Rosalie tendría nuestros traseros si dejáramos que eso
pasara. Es en el club que está por Elm Street, el que le pertenece a Alec. Es esta noche a las diez," ella
dijo. Me reí secamente y sacudí la cabeza ante sus palabras.

“Sabes que no puedo ir allí. Alec tendría mi culo si pongo un pie dentro después de..." Mi voz se fue
apagando, continuar sería inútil porque ella sabía la puta historia tan bien como yo.

“Molly," dijo en voz baja, la palabra dicha con desprecio. "Alec hará una excepción por esto y lo
sabes." Hizo una pausa y se me quedó mirando por un momento, su expresión intensa a medida que
pensaba que decir a continuación. "Él va a casarse, hijo. Es un acontecimiento importante y sé que
apreciaría tenerte allí, ya sea que lo admita o no. Demuestra madurez."

“Lo pensaré."

“Bien. Tengo que irme. Tengo una casa entera que limpiar para la recepción del domingo," dijo,
sonriendo con calidez.

“Puedes llevarte a Leah," murmuré, encogiéndome de hombros. "Puede fregar tus pisos o lo que sea."

“No voy a quitarte a la sirvienta," dijo, riéndose. "Tengo a Clara para ayudarme. Nos la arreglaremos
bien."

“Como digas... ¿dónde carajos está Leah, de todos modos?" Pregunté y miré alrededor, sorprendido de
que no hubiera irrumpido en la habitación a mitad de nuestra conversación y nos hubiera interrumpido
con alguna mierda.

“Salió por la puerta de atrás, probablemente a tomar algo de aire," me dijo, encogiéndose de hombros.
En cualquier caso, tengo un presente para ti y no quiero quejas cuando lo recibas más tarde, ¿de
acuerdo? No quiero escuchar ninguna tontería sobre que no quieres ningún alboroto para tu
cumpleaños. Y si no te veo con antelación, te veré el domingo."

Asentí con la cabeza, consciente de que no tenía puñetero sentido discutir con Esme, y se dio la vuelta
para dirigirse hacia la puerta pero se detuvo cuando agarró el pomo de la puerta. "Oh, ¿y Edward?"

“¿Sí?"

Me miró y sonrió con calidez. "Ella dijo que te deseáramos feliz cumpleaños."
Me le quedé mirando, viendo como desaparecía al salir sin esperar ninguna respuesta de mi parte. Mi
corazón empezó a latir de forma irregular y mis ojos ardieron mientras contenía mi emoción, sus
palabras removieron algo dentro de mí que estaba desesperado por sentir pero también sentía maldito
miedo de darle la bienvenida de nuevo.

“Feliz cumpleaños de mierda para mí," murmuré para mí mismo cuando se había ido, agarrando de
nuevo la botella de vodka. La llevé a mis labios y tomé un trago, cerrando mis ojos mientras
disfrutaba de la sensación de ardor. Me hubiera gustado que finalmente matara por completo el dolor
que residía en mí por lo que se sentía como una eternidad, pero en el fondo sabía que nada lo haría
desaparecer. Había perdido una parte de mí, había un agujero enorme donde una vez había estado mi
puto corazón, y sabía que nunca podría ser remplazada. Era la parte que había dejado con ella, la parte
que llevaba consigo a dónde demonios sea que fuera. Molly había llegado lo más cerca posible a llenar
el vacío, o al menos hacerme olvidar que esa mierda estaba allí, pero todavía no había sido suficiente.
Todavía estaba tratando de aceptar eso, aprendiendo a lidiar con el dolor y sobrellevarlo de la única
forma que sabía.

Decir que me adapté fácilmente a la vida en Chicago sería la más grande mentira de mierda que
hubiera dicho.

Estuve embotado por un tiempo mientras me instalaba, todo se sentía surrealista cuando me mudé de
nuevo a la casa donde mi madre nos había criado. El estar allí trajo de vuelta recuerdos de mi niñez y
por eso estaba agradecido, porque fue suficiente para distraerme de todo lo demás por un tiempo.
Traté de cumplir con lo que se esperaba de mí, haciendo la mierda que tenía que hacer para sobrevivir,
pero no fue sino hasta que mis pertenencias llegaron de Washington que finalmente caí en cuenta. Esa
era mi jodida vida ahora.

Empecé a beber todas las noches cuando el dolor en mi corazón se volvió permanente, a veces
bebiendo tanto que perdía totalmente el conocimiento. Mis días estaban llenos de agonía, mis noches
no eran mejores cuando revivía todo en mis sueños, y el único momento en que parecía encontrar un
escape de todo ello era cuando me perdía en la oscuridad. Todo se mitigaba por el adormecimiento
que el vodka proporcionaba, y cada noche a medida que me deslizaba en la inconsciencia rogaba para
que si de hecho despertaba, pudiera al menos finalmente olvidarme de todo. Joder, solo quería olvidar.
Quería que la tortura terminara.

Sin embargo, nunca funcionó, y cada mañana me despertaba y me sentía peor que la noche anterior, el
ciclo empezando todo de nuevo. Estaba fuera de control y todos estaban preocupados por mí, pero no
me importaba. Ya no importaba lo que me pasara... todo lo que quería era un poco de maldita paz, sin
importar el costo. Necesitaba una razón para seguir adelante, algo que esperar de la vida antes de que
me entregara por completo a la oscuridad. Salía todas las noches al club que pertenecía a Alec, la
música a todo volumen y las masas me distraían de mis pensamientos el tiempo suficiente para que el
alcohol se apoderara de mí. Estaba deprimido y al borde del suicidio, corriendo riesgos y volviéndome
descuidado sin tener en cuenta las potenciales consecuencias que enfrentaría cuando empecé a joderla
de verdad. No estaba respetando las reglas básicas, atrayendo la atención a mí mismo cuando el
juramento demandaba que me mantuviera lo más lejos posible del centro de atención. Conocí gente,
algunos que pudieron haber sido buenos amigos bajo otras circunstancias, pero ninguno de ellos pudo
superar ese muro que una vez más había construido a mi alrededor. Mi juicio estaba distorsionado y
en mi vida le di la bienvenida a personas desagradables, ignorando el hecho de que me causarían más
que problemas llegado el momento.
Y fue entonces, cuando alcancé la cima de mi desesperación, que me presentaron a Molly. Molly fue a
la vez una bendición y una maldición. Fue como un círculo vicioso, porque Molly finalmente me hizo
sentir vivo de nuevo, pero al mismo tiempo me hundía más en mi pozo de oscuridad. Estaba una noche
en el club cuando todo cambió, mi vida empezó a cambiar cuando me senté en un reservado del fondo
con una botella de vodka frente a mí. Un tipo que conocía por el nombre de Phil se acercó,
deslizándose en el asiento junto a mí.

“¿Necesitas algo para animarte?" Phil preguntó, mirándome. Me reí secamente, negando con la
cabeza.

“Dudo que tengas algo que me haga sentir mejor."

“Oh, siento decirte que no estoy de acuerdo," me dijo, metiendo la mano en su bolsillo y sacando una
pequeña bolsita con algo de polvo blanco dentro. Vi con sorpresa como ponía un poco sobre la mesa
frente a nosotros, ya que nunca lo había visto con ese tipo de mierda antes. Había usado coca un par de
veces desde que llegué de Chicago, consiguiéndola de gente allí en el club, y amortiguaba el dolor
pero nunca duraba el tiempo suficiente para hacerme sentir mejor.

Hizo dos líneas con el polvo y enrolló un billete de dólar, inhalando una línea rápidamente. Me tendió
el billete, levantando sus cejas inquisitivamente mientras me ofrecía la otra sin decir nada. Lo
consideré por una fracción de segundo antes de tomarlo, mirándolo con recelo.

“Es coca, ¿cierto?" Pregunté, porque parecía cocaína pero no quería andar esnifando alguna mierda sin
preguntar primero.

“No, no es coca," dijo, sonriendo con suficiencia. "Esta, mi amigo, es Molly. Ella es el nuevo amor de
mi vida."

“¿Molly?" Pregunté, mi ceño fruncido por la confusión.

“Sí, Molly," respondió. "Es como llaman al polvo puro de MDMA en las calles, la más potente que
puedes encontrar. No importa que está mal en tu vida, Molly te hará sentir mucho mejor por un rato.
Si necesitas una razón para sonreír, ella te la dará."

Titubeé solo por un momento, ya que nunca antes había probado esa mierda, antes de esnifar el polvo.
En el momento que llegó a mi sistema una oleada de euforia me golpeó, una sensación abrumadora.
Fue tan intensa que me quedé inmóvil mientras recorría mis venas, atónito de que por primera vez el
dolor en mi pecho hubiese desaparecido por completo y siendo remplazado por algo más grande... algo
más intenso que cualquier cosa que hubiera experimentado alguna vez. No llamaban a esa mierda
éxtasis por nada.

Molly se convirtió en mi compañera nocturna después de eso, y cuando no conseguía ponerle las
manos encima al polvo a menudo recurría a meterme las píldoras menos efectivas o esnifar cocaína
para que sus efectos calmantes me ayudaran a aguantar. Estaría por horas en un estado de estupor,
sintiendo como si estuviera flotando en el aire, mi mente en blanco mientras mi cuerpo era
bombardeado con oleada tras oleada de euforia. Cuando el efecto de la droga comenzaba a desaparecer
la depresión volvía de nuevo poco a poco, y el dolor en mi pecho sería más intenso que nunca antes.
Empecé a desesperarme cada vez más por las sensaciones, saliendo en busca de las drogas más a
menudo para retrasar el inevitable bajón siempre que podía. Llegué al punto en el que estaba
constantemente drogado y comenzó a tomar el control de mi vida, todo lo demás echado a un lado por
mi puta búsqueda de sensaciones.

Unos meses después de llegar a Chicago, finalmente toqué fondo. Se supone que debería ayudar a
interceptar un cargamento por órdenes de Aro, pero aparentemente alguien había puesto sobre aviso de
nuestros planes y nos estaban esperando cuando llegamos. Se ocultaron en las sombras con armas,
disparos resonando al momento que nos acercamos, las balas pasaban zumbando súbitamente frente a
mí en la oscuridad. Agarré mi arma y empecé a responder los disparos, pero estaba disparando a
ciegas porque estaba demasiado oscuro para verlos y todavía estaba jodidamente drogado. Una bala
pasó volando justo a un lado de mi cabeza, un dolor punzante cruzó por mi cara cuando rozó mi
mejilla. Maldije y corrí, disparando detrás de mí mientras corría al coche. Me metí de un salto y me
alejé rápidamente de la escena, mis manos temblaban y mi estómago se revolvía a medida que
conducía frenético a través de la ciudad. Mi herida estaba palpitando y podía sentir el hilo de sangre
bajando por mi mejilla al mismo tiempo que empezaba a sentirme mareado. Estaba desorientado y me
dirigí directamente al club, agarrando una botella de Grey Goose de detrás de la barra sin decir una
puta palabra al barman. Caminé por el club buscando a Alec y vi a Phil por el rabillo de mi ojo,
dándole algo de dinero sin pensarlo por un paquete de Molly. Podía sentir mi euforia desvanecerse y a
la depresión volver, y necesitaba algo para calmar mis putos nervios. Me deslicé en el reservado del
fondo, sirviendo algo sobre la mesa frente a mí e inhalando un montón uno atrás de otro con
desesperación antes de relajarme de nuevo en mi asiento esperando a que me golpeara.

La euforia se apoderó de mí, pero con la misma rapidez llegó otra sensación inesperada. Se removió
muy dentro de mí, mi corazón latiendo furiosamente a medida que me mareaba aún más y más. Mi
aliento me dejó en un silbido, tomándome desprevenido, y jadeé por aire al mismo tiempo que mi
pecho se oprimía. Me asusté como la mierda y me agarré el pecho mientras hiperventilaba,
poniéndome de pie rápidamente en pánico. Mi vista se puso borrosa y parpadeé rápidamente, dando
unos cuantos pasos antes de que mis piernas me fallaran y empezara a convulsionarme. Caí al suelo
con fuerza, mi cabeza golpeando en una mesa mientras mi visión se oscurecía por completo y dolor
atravesó mi cabeza. Escuché a alguien gritar que llamaran al 911 antes de que me deslizara en la
inconsciencia, la oscuridad capturándome por completo.

Desperté más tarde en el hospital y me informaron que había tomado una sobredosis de una
combinación de drogas, al parecer la MDMA estaba contaminada con altas dosis de heroína en polvo.
Sus pruebas también descubrieron la hierba que había fumado y la cocaína que había usado, lo que
hacía cuatro drogas diferentes en mi sistema. Aro me llamó para una reunión cuando finalmente me
liberaron la mañana siguiente, haciendo que alguien me recogiera en la puerta principal, de manera
que ni siquiera pudiera hacer el intento de escapar. Era claro que su confianza en mí se bamboleaba
por mi comportamiento y sabía que estaba en suelo resbaloso, pero estaba hecho todo un desastre
como para que me preocupara en serio por ello.

La reunión fue mejor de lo que esperaba, ya que pasó una hora reprendiéndome por la mierda en que
me estaba convirtiendo, pero finalmente me lo pasó por esta vez. Dos de sus mayores dogmas era que
el uso de drogas no estaba permitido y que era necesario pasar desapercibidos, las cuales había
ignorado descaradamente. Me informó que si hacía un espectáculo de mí de nuevo habría
consecuencias nefastas, su impaciencia llegando a su nivel más alto. Estaba furioso y no le había
llamado después del fracaso de trabajo, diciendo que normalmente lo hubiera considerado un
abandono de puesto. Solamente soporté su rabia en silencio, concordando con todo lo que decía porque
sabía que si no fuera su ahijado y el hijo de Carlisle Cullen, tan solo lo que había hecho por lo general
me hubiera mandado a alguna tumba en algún lugar.

Las reuniones estaban destinadas a cambiar el comportamiento de la gente y resolver conflictos, la


palabra del Jefe era la final e ignorarla simplemente era pedir que te mataran de una puta vez.
Entendía el punto de Aro y sabía que no podía permitir que esa mierda pasara de nuevo, pero no fue
sino hasta más tarde que finalmente asimilé la seriedad de mis errores.

***********

20 de junio de 2007

Me acerqué lentamente a la puerta principal de los Evanson, titubeando por la ansiedad. Alec había
llamado unos pocos minutos antes, diciendo que necesitaba verme, sin molestarse en explicar el por
qué antes de colgar. Mi mente estaba intentando repasar desesperadamente todos los escenarios
mientras hacía la corta caminata hacia su casa, mis nervios alterándose aún más al tener que
enfrentarlo que cuando había sido llamado para la reunión. Debido a la muerte de Royce, Aro había
designado a Alec como mi mentor y sabía que lo que hiciera, bueno o malo, básicamente, recaía en él.
Y lo que había hecho, claramente, no había sido jodidamente bueno.

Levanté mi mano para tocar pero antes de que pudiera la puerta se abrió y Esme estaba parada frente a
mí, la decepción en su expresión. Suspiré y le di una pequeña sonrisa, sintiéndome de pronto
malditamente culpable de que obviamente se haya visto atrapada en el medio.

“Hola, Esme," dije en voz baja. "Te ves bien hoy."

“No te atrevas a tratar de distraerme, Edward Anthony Cullen," dijo con brusquedad, cruzando los
brazos sobre su pecho mientras se hacía a un lado. "Tienes mucho qué explicar. Alec te está esperando
en su oficina."

Entré a la casa pasando junto a ella, pasando la mano por mi cabello con ansiedad. "Sí, gracias,"
murmuré, dirigiéndome por el pasillo. Me detuve en la puerta y toqué suavemente después de un
segundo, la voz de Alec se escuchó de inmediato diciéndome que entrara. Entré y cerré la puerta con
suavidad, mirándolo con cautela. Estaba sentado detrás de su escritorio, su lenguaje corporal
diciéndome que no estaba de humor para pendejadas, y me miró mientras me sentaba en la silla frente
a él. "Mira, siento que...."

“No quiero escuchar tus disculpas sin sentido," dijo enfáticamente, interrumpiéndome al mismo
tiempo que abría el cajón de su escritorio. "¿Cuánto tiempo la has estado consumiendo, Edward?"

Agarró el conocido paquetito de polvo, levantando las cejas inquisitivamente mientras lo sostenía.
"Tal vez, unas cuantas semanas," le dije, encogiéndome de hombros. "Dos meses a lo máximo. No lo
sé, no he estado precisamente llevando la puñetera cuenta o algo así."

“Vas a hablarme con respeto," dijo con brusquedad, el tono de su voz envió un escalofrío por mi
columna. Asentí vacilante, tratando de controlar mi miedo. No me estaba hablando como un miembro
de la familia, eso estaba claro... se estaba dirigiendo a mí como mi superior y esperaba que lo tratara
como tal.

“Sí, señor."

“Bien. Y francamente no importa cuánto tiempo llevas consumiéndola, porque el hecho es que esto
termina ahora. Si alguna vez me entero que tocaste esto de nuevo, si no te mata, lo haré yo," dijo con
seriedad. "¿Y en primer lugar, qué, por todos los cielos, te poseyó para consumir heroína? Tu padre es
doctor, debes por lo menos ser lo suficientemente inteligente para saber lo peligrosa que es."

“Lo soy. No sabía que era heroína," murmuré. "Se supone que era Molly, tú sabes, MDMA pura."

“¿Está es Molly?" Preguntó con incredulidad. Asentí y se rió secamente, arrojando el paquete de
vuelta al cajón. "Y yo pensando que tenías una goomah con ese nombre."

“¿Pensaste que estaba viendo a alguien?" Pregunté sorprendido. "Eso es una locura."

“No, no es una locura," declaró. "Locura es contaminar tu sistema con estas sustancias tóxicas ilícitas
por la excitación en lugar de satisfacerte con algo más seguro, como una mujer. Claramente tienes
más problemas de lo que pensé si encuentras esto más aceptable que una aventura casual."

“Solo hay una mujer para mí," le dije en voz baja.

“Es lo que dices," replicó. "Pero las acciones hablan mucho más que las palabras y francamente tus
acciones me dicen que estás lejos de ser merecedor de mi confianza. De hecho, estoy empezando a
cuestionarme si puedo o no creer en nada de lo que has dicho, y eso es peligroso porque si no puedo
confiar en ti, no puedo tenerte cerca de mí. Esperaba algunos problemas sobre la marcha, Edward.
Sabía que no iba a ser fácil para ti adaptarte, al igual que no había sido fácil para tu padre. Fue
llamado para algunas reuniones antes de que finalmente agarrara el paso, pero lo que tu padre tenía y
con lo que siempre se podía contar, era su palabra. Él hablaba en serio, y eso es algo en lo que has
estado deficiente hasta ahora. Puedo lidiar con las drogas y las metidas de pata puedo ayudar a
cubrirlas, pero no puedo tolerar la mentira."

“¿La mentira?" Pregunté, sin saber de qué demonios estaba hablando. "No he dicho ninguna maldita
mentira."

“¿Qué te dije sobre hablarme con respeto?" Espetó. "Y sí has mentido. Recuerdo que le aseguraste a tu
hermano que en tanto Isabella estuviera bien, tú estarías bien, y eso fue claramente una mentira a
juzgar por tu estado actual. Eres un desastre, peor de lo que te había visto nunca. Si no puedo confiar
en que seas honesto, en cuanto a algo tan trivial como eso, ¿cómo se supone que voy a confiar mi vida
a ti?"

“Eso es diferente," le dije, sorprendido por el giro en la conversación. El dolor dentro de mí se


intensificó ante la mención de su nombre y empecé a frotar mi pecho, encogiéndome.

“No, no es diferente," afirmó. "Y esa es la razón por la que te llamé aquí hoy, porque esto tiene que
acabarse."

Miré confundido cómo estiraba su mano a través de su escritorio hacia su contestadora, subiendo todo
el volumen antes de presionar el botón en la parte superior para reproducirlo.

“Viernes, veinte de junio. Tres treinta y tres P.M.," se escuchó el mensaje automático. Miré hacia el
reloj casi por instinto y vi que eran cuarto para las cinco, el mensaje había llegado una hora antes.
Suspiré, sin saber por qué demonios lo estaba reproduciendo, pero la pregunta fue contestada un
segundo después cuando la suave voz hizo eco a través de la silenciosa habitación. El sonido de ella
casi parando mi corazón, quedándome al instante sin aliento.

“¿Hola, Alec? Es, eh, Isabella. Quise llamar antes pero estuve algo ocupada. Lo siento por eso." Su
voz tembló ligeramente, la ansiedad clara en sus palabras, pero el escucharla hizo mi sangre correr
furiosamente por mis venas mientras una oleada de emociones me golpeaba. “Estoy bien y me estoy
adaptando. Ya me inscribí en la escuela y tengo orientación el lunes, gracias por su ayuda con eso. De
verdad lo aprecio. Bueno, solo quería decirle que todo está bien." La línea quedó en silencio y me
pregunté si había colgado, pero escuché un suspiro tembloroso después de un momento que indicaba
que ella seguía allí. "Eh, ¿podría desearle un feliz cumpleaños a Edward por mí? Yo, eh... espero que
le esté yendo bien, también."

Su voz se fue apagando y oí el clic, dándome cuenta que esta vez había colgado de verdad. Alec se
quedó en silencio en su silla y se me quedó mirando expectante y un tenso silencio cayó en la
habitación mientras procesaba qué coño había dicho ella. Estaba bien y adaptándose, empezando
pronto la escuela. Dijo que estaba bien e incluso se escuchó como si lo dijera en serio, a pesar de sus
evidentes nervios al tener que hacer esa puta llamada a Alec. Aunque no podía culparla por ello,
porque incluso yo me ponía nervioso al hablar con ese hijo de puta. Repasé sus palabras una y otra
vez, su voz repitiéndose en mi mente mientras una pequeña sonrisa se deslizaba a mis labios. La
nostalgia acumulándose dentro de mí, mis ojos empezaron a arder al mismo tiempo que un nudo se
formaba en mi garganta, pero lo ignoré porque no tenía derecho a ponerme jodidamente emocional por
ello. Había perdido el derecho cuando salí por esa puerta, pero no pude evitar el jodido orgullo que
sentí en ese momento cuando me di cuenta que ella realmente lo estaba haciendo.

“¿Ella va a, eh, ir a la escuela con Jasper?" Pregunté, aclarando mi garganta mientras trataba de
controlarme. "¿Dónde está?"

“Dónde, no importa," él respondió. "En lugar de preocuparte por ella, necesitas empezar a preocuparte
por ti. Es claro que Isabella se está adaptando bien, de modo que es tiempo de que seas un hombre de
palabra y hagas lo mismo. Si quieres que crea que no eres un mentiroso y que puedo confiar en ti,
necesitas recobrarte rápidamente, antes de que de verdad pierda la paciencia. Eso es todo lo que tengo
que decirte y tu tía espera que vuelvas en tres horas para tu cena de cumpleaños, así que ve a asearte y
aclara tu cabeza."

Desvió su mirada de mí, su tono tajante. Me puse de pie después de un momento y me dirigí a la
puerta, pero él se aclaró la garganta para detenerme. "Una cosa más," me dijo. Lo miré interrogante,
viendo todavía la seriedad en su expresión. "¿Dónde conseguiste las drogas?"

“Las conseguí con un tipo de nombre Phil," le respondí a regañadientes, sintiéndome como una
puñetera rata delatándolo. "Lo conocí en tu club."

“¿En mi club?" Preguntó, sorprendido. Asentí y sacudió su cabeza, murmurando entre su aliento. "No
quiero volver a verte allí de nuevo, ¿me oyes? Ese lugar está completamente prohibido para ti hasta
que no te diga otra cosa. Te puedes ir."

**********************

No mucho tiempo después de esa conversación, el cuerpo sin vida de Phil había sido encontrado en
una zanja junto a la carretera, una sola herida de bala atravesó directamente su ojo derecho. Nunca
confronté a Alec por ello, pero no tuve que hacerlo, porque reconocía un asesinato de la mafia cuando
veía uno. Se les llamaba trabajos tipo mensaje por una razón, un tiro en el ojo le decía a todo el mundo
que estaban siendo vigilados y si alguien hacía lo que él hizo, iban a tener el mismo destino de mierda.
Alec no habría tolerado drogas en su club, debía haberlo sabido desde el principio, pero recibí el
mensaje fuerte y claro después de eso. Había conseguido que mataran a alguien por mi negligencia y
egoísmo, alguien que no había hecho una mierda para merecer la muerte, pero la había encontrado
porque había sido lo suficientemente desafortunado de cruzarse conmigo. Me recordó lo que Isabella
me había dicho cuando vino a vivir con nosotros a Washington por primera vez, como cuando vivía en
Phoenix tenía un miedo constante de pagar por los errores de otros. Phil había pagado por los míos con
su vida, ese hecho reafirmó en mi mente que había hecho lo correcto al no traer a Isabella conmigo a
Chicago. Una metida de pata de mi parte le había costado a alguien su vida y joder, nunca me hubiera
perdonado de haber sido la de ella.

Nunca me acerqué a Molly de nuevo después de eso y me mantuve alejado del club por órdenes de
Alec, aislándome en mi casa lejos de todos. Esme tomó posición y empezó a acosarme para que
enderezara mi vida, que fue cuando planeé asistir a la escuela para tener algo a qué aferrarme. Con el
tiempo se hizo más sencillo, pero la pena nunca desapareció por completo, el dolor en mi pecho
permanecía sin importar qué. Me atrevía a suponer que siempre estaría allí, mofándose de mí, pero el
saber que ella estaba bien era al menos mierda suficiente para ayudarme a seguir adelante.

Y un año después, todavía seguía luchando.

No había escuchado su voz de nuevo desde ese día, pero permanecía despierto por las noches tratando
de evocar el sonido de ella, sumiéndome en los recuerdos de nuestro tiempo juntos. Fantaseaba con
escenarios en dónde ella estaba y qué estaba haciendo, los pensamientos alejando las pesadillas que
amenazaban con tomar control si me quedaba dormido. Nadie me decía nada sobre ella, todas las
conversaciones cesaban al momento que ella era mencionada. Me encabronaba pero sabía que era
irracional, porque había hecho todo lo posible para cortar toda relación y no tenía derecho a esperar
que ellos fueran en contra de eso. Me preocupaba por ella, y en algún maldito momento traté de
encontrarla, pero no sabía por dónde empezar y no encontré nada por donde busqué.

Mi desesperación aumentó y tomé el teléfono de Alec mientras estaba de visita en su casa una tarde,
esperando encontrar su número, pero él me atrapó antes de que pudiera encontrarlo. Estaba furioso y
me amenazó cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo, declarando que si alguna vez trataba
nuevamente de encontrarla haría que me arrepintiera. Dijo que yo había tomado mi decisión y su vida
era de ella, y que si ella quería hablar conmigo me encontraría. Esas palabras me dolieron, porque en
ese momento me di cuenta que era la verdad. Además de desearme un feliz cumpleaños en su mensaje,
no había nada de parte de ella que indicara que quería tener siquiera algo que ver conmigo. No tenía
derecho a entrometerme en su mundo, sabiendo que esa mierda solo nos lastimaría más a ambos al
abrir de nuevo la herida.

Puse la tapa de vuelta en la botella de Grey Goose y la metí de nuevo en el refrigerador mientras
trataba de sacar los pensamientos de ella de mi mente, paseándome por la casa mientras me dirigía a
la puerta trasera. La abrí e hice una mueca por la cegadora luz del sol cuando salí por la puerta. Fui
asaltado de inmediato por una nube de humo, mis ojos ardieron al hacer contacto con ella.

“Cristo, ¿qué demonios te dije sobre eso?" Escupí molesto, alejando el humo con la mano al mismo
tiempo que fulminaba con la mirada esbelta mujer de piel aceitunada parada a un lado. Llevaba
puestos unos vaqueros y una sencilla camiseta blanca, su brazo rodeándola mientras me miraba con
aprensión.

“Tú, fumas," dijo a la defensiva, sin molestarse en apagar el cigarrillo encendido en su mano.

“Fumo hierba, Leah. Hay una gran diferencia entre eso y esas jodidas cosas," murmuré. Ella rodó los
ojos y metió la mano en su bolsillo donde estaba su paquete de Marlboro, sacando uno y
tendiéndomelo sin decir una palabra. Lo tomé, murmurando bajo mi aliento cuán desagradables eran,
pero de todos modos lo encendí después de que me dio el encendedor. El humo quemó mis pulmones y
tosí cuando exhalé, tirando las cenizas al suelo. "¿Qué demonios estás haciendo aquí afuera, de todos
modos? ¿No tienes trabajo qué hacer o algo así?"

“Necesitaba algo de aire fresco," me dijo, encogiéndose de hombros. Le di otra calada al cigarrillo y
me reí amargamente mientras exhalaba.

“Me parece algo jodidamente contradictorio si estás fumando, ¿no es así?" Pregunté. "¿Y qué
demonios estabas pensando cuando dejaste entrar a mi tía en la casa sin mi permiso?"

“Ella es una buena mujer. Además, dijo que era tu cumpleaños," dijo, mirándome con una sonrisa. “De
cualquier modo, ¿cuántos años tienes?"

“Los suficientes para saber lo que hago," murmuré.

“¿Pero todavía muy joven para que te importe?" Añadió en broma, riéndose.

“Algo así."

“Debiste haberme dicho que era tu cumpleaños," dijo. "Podría haberte hecho algo."

“No quiero nada."

“Oh, vamos. Definitivamente no eres lo suficientemente viejo como para ser pesimista en cuanto a los
cumpleaños, señor Cullen. ¿Tuviste una mala experiencia?"

Rodé mis ojos y le di una última calada al cigarrillo antes de arrojarlo al suelo.

“Solo déjalo."

“Podría hacerte un pastel," me dijo, encogiéndose de hombros mientras pisaba mi cigarrillo para
apagarlo. "¿Cuál es tu favorito?" Me tensé tan pronto las palabras salieron de su boca, golpeado al
instante por un recuerdo de Isabella en la cocina de Forks. Me hizo un Pastel de Crema Italiana y le
dije que era mi favorito, porque había sido la maldita cosa más dulce que alguien había hecho por mí.
“No me gusta el pastel," murmuré, molesto mientras trataba de empujar ese recuerdo de mi mente. "Si
realmente quieres hacer algo por mi cumpleaños, ¿por qué no terminas tu maldito trabajo a tiempo por
esta vez?"

“Lo que digas," me dijo cuando me di la vuelta y entré en la casa. La puerta trasera se azotó detrás de
mí y me encogí por el sonido, mi cabeza doliendo todavía. Me tambaleé por la casa y al subir las
escaleras, regresando directamente a la habitación y dejándome caer en la silla detrás del escritorio.
Abrí la laptop y la volví a encender, acomodándome en el asiento al mismo tiempo que pasaba las
manos por mi cabello. La puta tarea no se iba a hacer sola, así que sabía que no tenía opción más que
joderme y hacerla.

El tiempo pasaba mientras estaba allí sentado, y en realidad fue solo como una hora pero se sintió
como una puta eternidad. Oí el timbre de la puerta pero lo ignoré, sabiendo que si era importante
llamarían a mi celular. No estaba de humor para tener compañía, tratando de centrar toda mi atención
en mi tarea sobre teorías musicales en lugar de lo que amenazaba con aprisionarme, y eso era
pensamientos de ella.

Unos minutos después alguien llamó a la puerta y gemí, jalando mi cabello con fuerza en
exasperación. "¿Qué?" Grité. La puerta se abrió después de un momento y Leah entró, sosteniendo un
enorme pero algo plano paquete marrón en sus manos.

“UPS acaba de entregar esto," me dijo. Suspiré y cerré la laptop, empujándola hacia un lado mientras
ella se acercaba a mí. Lo colocó sobre el escritorio y lo miré con recelo, preguntándome qué coño era,
y vi que la dirección del remitente era alguna compañía de arte. "¿Crees que sea un regalo de
cumpleaños?"

“¿Por qué eres siempre una perra entrometida?"

“¿Por qué eres siempre tan pendejo?"

La miré sorprendido y vi la expresión divertida en su rostro. "Vaya que tienes que tener putos huevos
para hablarme así," le dije, arqueándole una ceja. "¿Necesitas algo más? Si no, en serio puedes salirte
de una puta vez."

“Nop, eso es todo," me dijo. "De hecho, ya terminé. Todo está hecho y a tiempo, mil gracias."

“Ya era hora," le dije. Rodó los ojos y se dio la vuelta para irse pero la llamé cuando llegó a la puerta.
Abrí el cajón superior del escritorio y saqué mi libreta de cheques, haciéndole un cheque rápidamente
y firmándolo. Se lo entregué y sonrió, regresando de nuevo y arrebatándomelo de mi mano.

“Será mejor que no rebote, señor Cullen," me dijo.

“¿Alguna vez han rebotado mis cheques?" Pregunté, viendo como negaba con la cabeza. "Eso es lo que
pensé. Ahora, vete de una puta vez antes de que te lo quite."

“No lo harías," dijo con confianza, sonriendo. Se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta una vez más,
su voz se escuchaba desde el pasillo cuando empezó a bajar las escaleras. "¡Te veo la próxima
semana!"
“Que suerte tengo," murmuré. Leah había estado viniendo cada semana por este último año, a limpiar
y asegurarse que la casa estuviera en orden para mí. Me negaba a llevar a un esclavo a mi casa, la sola
idea se sentía como una jodida bofetada en la cara, así que Esme me ayudó a encontrar a alguien que
pudiera ser discreto porque era obvio que era todo un puto desastre como para cuidar de mí mismo.
Ella era fiable y digna de confianza, la hija de una amiga de Esme, y a pesar de que era sarcástica y
escuchaba ni una mierda, era una buena trabajadora. Le pagaba lo suficiente de manera que nunca
consideraría volverse contra mí, así que no estaba preocupado por eso. Me había recuperado lo
suficiente de manera que probablemente ya no la necesitaría, pero tenía que admitir que era agradable
tener a alguien cerca de vez en cuando quién pudiera en realidad hablar conmigo como si fuera solo
otra persona de mierda.

Le quité el seguro al cajón inferior del escritorio para sacar un cuchillo, abriendo de un tajo la caja y
sacando el lienzo. Era una pintura abstracta de un piano, las teclas todas retorcidas y distorsionadas.
Había pintura de color rojo sangre salpicada sobre el lienzo, acentuando los tonos negros y blancos de
todo lo demás. Había pautas de notas torcidas pintadas entre ellas, las melodías integrándose y
separándose con un poco de turbia pintura gris que la hacía verse como niebla cerniéndose sobre todo.
Era sorprendente, algo en ella era completamente cautivador. Llevé la pintura a la planta baja y la
colgué en la sala de estar detrás del sofá, dando un paso hacia atrás por un momento para admirarla.
"Esme," murmuré, recordando que me dijo que me tenía un regalo. Sonreí, sacudiendo la cabeza al
mismo tiempo que me daba la vuelta dirigiéndome de nuevo al piso de arriba. Al menos era algo
jodidamente decente, a diferencia del año pasado que me compró un maldito libro de autoayuda.

El resto de la tarde pasó rápidamente cuando por fin había terminado mi tarea, la noche cayendo al
momento que finalmente me di una jodida ducha y me puse ropa decente. Al fin me estaba sintiendo
mejor, mi cuerpo recuperándose de la noche anterior al tiempo justo para joderlo un poco más.

Me quedé de pie en la cocina con una botella de Grey Goose, tomando tragos mientras fulminaba al
reloj con la mirada, mi mano atacando continuamente mi cabello con frustración. La hora en el horno
de microondas brillaba de un color rojo en la habitación oscura, cambiando cada minuto que pasaba
llevándome cada vez más cerca a las diez en punto. Estaba deliberando qué hacer, deseando
desesperadamente irme a dormir y terminar el día, pero sintiéndome culpable por las palabras de
Esme de esta mañana. Sabía que mi padre ya estaba en la ciudad, como lo estaría Jasper, y todos ellos
estarían en el club celebrando los inminentes votos de Emmett. Una jodida parte de mí sentía que
debería estar allí pero todavía existía esa parte que estaba ofendida por la mierda que Emmett me
había dicho, sin querer ceder y dejarlo pasar sin una maldita disculpa de su parte. Sabía que no
recibiría una, y siendo realistas era probable que él se sintiera de la misma jodida forma, pero Esme
había tenido razón cuando dijo que éramos hermanos y que esto era algo importante para él.

Miré alrededor de la cocina y empecé a hurgar en los cajones, buscando algo de maldito Xanax o algo
que calmara mi culo, y me congelé cuando abrí el cajón cerca del fregadero y vi el pedazo de papel
doblado encima. El dolor en mi pecho se intensificó, casi dejándome sin aliento, y cerré el cajón de
golpe mientras que las lágrimas brotaban de mis ojos. Era lo último que necesitaba hacer en ese
momento, regodearme en la puta miseria cuando había cosas más importantes con las que lidiar que
mi pena, pero el dolor no se desvanecía sin importar lo que hiciera. Joder, nunca lo hacía, porque la
verdad era que ni siquiera tenía que coger el pedazo de papel para saber qué era. Lo había leído tantas
veces como podía contar, el papel estaba desgastado y roto por haber sido desdoblado y doblado de
nuevo tantas veces, y las palabras estaban grabadas en mi memoria como si alguien las hubiera tallado
allí con un pinche cuchillo.

No tenía idea de cuándo las había escrito, ya que no tenía la fecha o alguna indicación de qué
demonios la inspiró. Ella a menudo escribía pequeñas notas en los espejos empañados y esas mierdas,
pero esta la había deslizado en el bolsillo de mi abrigo. La descubrí no mucho tiempo después de
llegar a Chicago y sus palabras me habían torturado desde entonces, repitiéndose en mi mente cada
vez que lo recordaba. Ella era parte de mí, eso era jodidamente obvio dado el vacío que sentía sin ella,
pero me preguntaba si ella todavía se sentía de esa forma también. ¿Le dolía como a mí, como si una
parte de ella hubiera sido arrancada y nunca se sentiría completa de nuevo? ¿Alguna vez pensó en
venir a buscarme o detenerme? ¿Todavía me ama? ¿Podría amarme de nuevo alguna vez?

Ella estaba bien, tenía que seguir recordándome eso. Donde sea que estuviera, estaba bien, y esa
mierda era todo lo que importaba. Perderla había valido la pena, sin importar cuánto doliera esa
mierda, porque ahora ella tenía una vida.

Tomé un último trago de vodka antes de agarrar mis llaves y deslizar mi arma en la cintura de mis
pantalones, cubriéndola con mi camisa. Salí rápidamente por la puerta principal antes de que pudiera
perder el coraje, cerrando la casa con llave antes de dirigirme al Mercedes negro en la entrada. Odiaba
el maldito coche pero se mezclaba con todos los demás y pensé que era lo mejor, después de empezar
con el pie izquierdo. Lo último que necesitaba era atraer más atención, incluso si fuera al comprarme
un coche que sobresaliera. Tenía que ser discreto, en especial cuando saliera a hacer trabajos de
manera que nadie me diera siquiera una segunda mirada. Aparentaba ser solo otro de ellos, solo un
puto compinche que andaba con la mafia, nadie de importancia pero, al mismo tiempo, alguien con
quién claramente no deberías meterte si valorabas tu vida.

Conduje los pocos minutos que tomaban al club, mis nervios más alterados entre más me acercaba. Vi
el Jeep de Emmett en el momento en que llegué, estacionado entre dos coches de alquiler a un
costado. El coche de Alec estaba estacionado al frente cerca de la entrada donde siempre se quedaba
cuando él estaba presente en el club, lo que sabía no era muy a menudo. Puede que fuera el dueño pero
dejaba que otros lo manejaran, porque para él era solo una pantalla de dónde conseguía su dinero y un
lugar donde dirigir sus negocios afuera del hogar que compartía con Esme. Estacioné en la parte
trasera, cerrando el coche antes de dirigirme adentro. Titubeé tan pronto puse un pie en la puerta,
encontrándome cara a cara con Alec casi al instante. Se dio la vuelta para mirarme sorprendido y mi
pinche corazón casi se detuvo. Su advertencia de mantenerme lejos del lugar repitiéndose en mis
pensamientos mientras me miraba fijamente. No estaba seguro de cómo iba a reaccionar, y a pesar de
la insistencia de Esme de que él haría una excepción por esa noche, no podía precisamente predecir
qué demonios haría.

“Me sorprende verte aquí," dijo con calma a medida que se acercaba a mí, su tono calmando un poco
mis nervios.

“Sí, bueno, ya sabes cómo es," murmuré, pasando una mano por mi cabello para mantener a raya la
ansiedad. Como resultado de ver la maldita carta de nuevo, me había olvidado por completo del
maldito Xanax.

“Sí, lo sé," respondió, haciendo un gesto con su cabeza para que procediera a entrar. Le agradecí
mientras me encaminaba despacio hacia la mesa en la esquina del fondo donde todos estaban sentados.
Vi a Emmett primero, sentado al final con mi padre y Jasper a cada lado de él. Sabía que habría un ir y
venir de la gente de la Borgata para desearle lo mejor, y que sus amigos de la escuela se presentarían
tarde o temprano, pero por el momento eran solo ellos.

“Edward," dijo mi padre, asintiendo con la cabeza en forma de saludo cuando me acercaba. Emmett y
Jasper levantaron la vista rápidamente al escuchar mi nombre, tensándose visiblemente al verme. Y
pude ver esa puta mirada encenderse en los ojos de Emmett, esa ira mezclada con lástima que odiaba.

“Hola," respondí, deteniéndome frente a ellos. Me estiré a través de la mesa extendiéndole mi jodida
mano a Emmett, y él la miró por un momento debatiéndose en si la tomaba o no. "Felicitaciones."

“Gracias," dijo finalmente mientras estrechaba mi mano, su agarre firme intencionalmente. Hice una
mueca y la retiré, flexionando mis dedos al mismo tiempo él hacía un gesto con la mano hacia una
silla. "Toma asiento, únete a las festividades."

Me deslicé junto a Jasper y él se negaba a saludarme, sus ojos enfocados con intensidad en la mesa
frente a él y evitándome a toda costa. No sabía cuál era su problema pero era claro que yo era la
última persona con la que quería lidiar en este momento.

Una mesera se acercó después de un momento y colocó dos botellas de Cristal en la mesa frente a
nosotros, mirándome sorprendida mientras ponía un vaso frente a mí. "Me alegro de verte, Edward,"
dijo, sonriendo.

“Sí, también me alegro de verte," murmuré, tratando de ser educado a pesar de que no tenía una puta
idea de quién era. Aunque no era de extrañar, considerando que no había estado en ese lugar en un año
y el tiempo que pasé allí había sido como en una neblina por las drogas y el alcohol. Alec se acercó y
se sentó frente a nosotros, despidiendo a la mesera con indiferencia. Ella se fue rápidamente y él
sonrió ligeramente, agarrando una botella y descorchándola con cuidado.

"Los hombres en nuestra familia celebran con estilo antes de dar el paso."

"Gracias, tío," Emmett respondió, sosteniendo su copa para que Alec pudiera llenarlo. Él se sirvió un
poco luego y llenó la copa de Jasper antes de servir un poco en el mío. Tomó la copa de mi padre y la
llenó, ganándose una mirada de incredulidad de su parte.

"Sabes que se supone que no debo de tomar mientras estoy bajo fianza," dijo mi padre. Alec sonrió
divertido.

"Estoy consciente," respondió. "Pero estoy muy seguro que estarían más preocupados por el arma en
tu cintura de lo que estarían por el champán en tu copa, de modo que no veo ninguna razón por la que
no puedas disfrutar un poco."

"No pueden ver el arma, pero el champán es bastante obvio," dijo mi padre. "No puedo permitir que
me metan de nuevo en la cárcel ahora por violar los término de mi fianza. Hay cosas que tengo que
hacer antes de que empiece el juicio la próxima semana."

"¿Cómo?" Pregunté con curiosidad, preguntándome qué carajos tenía qué hacer. Él había sido
suspendido de los negocios de la Borgata y despedido del hospital en Forks debido a los altos cargos
contra él, pero había seguido ocupado con algo. Joder, de hecho, había sido casi imposible poder
contactar con él.

"Como... entregar a Rose en el altar," dijo, encogiéndose de hombros.

"¿Eso es todo?" Pregunté. "¿Es eso en lo que has estado jodidamente ocupado en este último año?
¿Practicando para caminar hacia el altar?"

"¿Estás cuestionándome por cómo paso mi tiempo libre?" Preguntó, levantado sus cejas
inquisitivamente. "¿Vamos a intercambiar historias? Tal vez te gustaría compartir lo que has estado
haciendo este último año."

Me tensé y una pequeña sonrisa se apoderó de sus labios cuando supo que me había atrapado. No había
manera de que pudiera hablar de la mierda que había hecho.

"Ahora no es el momento para esto," Alec dijo enfáticamente, mirándome con desaprobación. "La
verdad, Carlisle, es que bien pudieras pasar el resto de tus días lejos de nosotros, y, encima de eso, tu
hijo mayor se va a casar. Como sabes, eso prácticamente es una sentencia de por vida. Así que,
corríjanme si me equivoco, pero creo que eso requiere por lo menos un trago."

Mi padre asintió vacilante y tomó su copa, llevándola a sus labios tomando un sorbo. El resto de
nosotros empezó a beber, la Cristal fluyendo libremente mientras entrábamos en conversación.
Emmett hizo la mayor parte de la conversación y yo me quedé allí en silencio mientras el alcohol
impregnaba mi sistema. No le tomó mucho a mi hermano emborracharse, la tensión desvaneciéndose
de la mesa cuanto más intoxicados se ponían. Estaban bromeando y riendo y me encontré disfrutando
de nuevo de su compañía, la nostalgia desarrollándose dentro de mí ya que me recordaba cómo había
sido la vida allá en Washington antes de que todo se derrumbara. Cuán felices y despreocupados
habían estado todos antes de que la burbuja se rompiera, y que la realidad invadiera nuestro hogar
feliz y lo destrozara en pedazos.

Supongo que esa pendejada de dicho cliché era verdad después de todo. No sabes lo que tienes hasta
que lo ves perdido.

Perdí conciencia del momento cuando recuerdos invadieron mis pensamientos, pero fui regresado a la
realidad cuando mis oídos registraron el sonido de su nombre. Giré mi cabeza rápidamente para mirar
a Jasper, mi ceño frunciéndose cuando Emmett se echó a reír.

"Izzy Bizzy probablemente no sabe qué demonios significa RSVP," Emmett dijo bromeando. "Puedo
imaginarla sentada allí tratando de descifrar esa mierda."

"Probablemente hizo una lista de lo que las letras podrían significar," dijo Jasper riendo con él.

"De todos modos, ¿qué carajos significan?" Emmett preguntó. "No lo sé," dijo Jasper, encogiéndose de
hombros. "Es francés o algo así."

"Sí, nunca habría averiguado esa mierda," dijo Emmett, riéndose de nuevo. "Aunque estoy seguro que
dedujo lo esencial."

"Sí. Si no, estoy seguro que tiene amigos que saben lo que significa," Jasper respondió.
Me les quedé mirando, sorprendido por su conversación casual. No sé por qué no me había dado
cuenta hasta ese momento, pero ellos la consideraban parte de la familia y naturalmente la invitarían a
la boda. Mi corazón comenzó a latir con tanta fuerza que mi visión se nubló ante el prospecto de que
en pocos días podría verla, la agonía y la esperanza luchaban dentro de mí.

"¿Va a venir?" Pregunté, las palabras saliendo de mis labios antes de que fuera consciente de lo que
estaba haciendo. Todos me miraron, tensándose cuando se acordaron de mi presencia.

"Como dije hace un minuto, no lo sé," Emmett respondió. "Rose dijo que ella no había hecho el
RSPV."

"¿Y nadie ha hablado con ella?" Pregunté con incredulidad, volviendo mi cabeza para mirar a Jasper.
Él encogió sus hombros lentamente antes de bajar de nuevo la vista a la mesa. Lo miré boquiabierto,
sin saber qué demonios significaba eso ya que se suponía que la estaba ayudando. "Eso es ridículo.
Alguien tiene que haber hablado con ella al respecto. Esme me dijo esta mañana..."

"¿Qué dijo mi esposa?" Alec preguntó con brusquedad al mismo tiempo que mi voz se apagaba.

"Dijo que Isabella me deseaba feliz cumpleaños," le dije, mirándolo interrogante. "Así que, supongo,
que al menos habló con ella, ¿cierto?" Él me devolvió la mirada sin expresión alguna por un momento
y al instante me pregunté si ella me había dicho una jodida mentira solo para tratar de hacerme sentir
mejor, pero él asintió al mismo tiempo que cogía su copa para beber un sorbo.

"Hablé con ella está mañana," respondió. "Si va a venir o no a la boda es decisión de ella y lo sabe. No
me ha dicho que decidió, pero estaba muy consciente de lo que es un RSVP. Répondez s'il vous plait.
Todos ustedes deberían de darle más crédito. Al parecer es más lista que todos ustedes."

La tensión de antes regresó tan rápidamente que mi estómago se revolvió. Un incómodo silencio se
cernió sobre la mesa y me puse de pie, alejándome cuando fue demasiado para soportar. La esperanza
que había amenazado con estallar consumía mi cuerpo, burlándose de mí.

Tomé asiento frente al bar, ladrándole al barman que me diera algo de vodka, y me bebí dos chupitos
uno tras otro tan pronto los puso frente a mí. Estaba sirviéndome un tercero cuando el banco junto a
mí se movió, y me tensé cuando vi en esa dirección y vi a Emmett sentado. No me miró o siquiera
reconoció que estaba allí por un momento mientras le decía al barman que le sirviera un chupito. Se lo
bebió rápidamente e hizo una mueca, su cuerpo estremeciéndose mientras gruñía.

"No sé cómo demonios bebes esta mierda directo de la botella," me dijo, haciendo un gesto con la
mano hacía el chupito para que lo llenaran de nuevo. Apuré el mío cuando el barman se acercó y llenó
el de ambos, solo dejando la botella entre nosotros sobre la barra.

"Tu cuerpo se acostumbra después de un tiempo," le dije, bebiendo mi otro chupito. "Ya casi no siento
que me quema. Se pasa como el agua."

"¡Bah!" Dijo, tomando su vodka de un trago. De nuevo hizo una mueca, un estruendo escapando de su
pecho al momento que azotó el vaso de chupito sobre la barra. Me reí entre dientes y llené los dos de
nuevo, bebiéndome el mío pero Emmett solo se quedó mirando el suyo. Lo agarró después de un
momento, dándole vueltas al líquido mientras lo miraba con una expresión reflexiva.
"Vamos, dilo," murmuré, sirviéndome otro chupito. Se rió sin humor negando con la cabeza.

"No tiene sentido el decirlo," dijo antes de tomarse el chupito de un golpe. Intento contener el
escalofrío pero vi su cuerpo temblar por el ardor. "Tu miseria le quita lo divertido."

"Estoy bien," le dije, agarrando la botella de licor. Iba a servirle un chupito pero me detuvo,
sacudiendo su cabeza. Me encogí de hombros y solo me empiné la botella, sabiendo que pagaría por la
botella completa de todos modos.

"Eres muy buen mentiroso, pero no puedes engañarme," respondió, girando su cabeza para mirarme
por primera vez desde que se había sentado. "Sé que eres miserable. Es fácil saberlo con solo mirarte."

"Sí, bueno, no hay nada que pueda hacer al respecto, así que no tiene sentido el preocuparse por eso,"
murmuré.

"Para que lo sepas, ella ya no habla con ninguno de nosotros," me dijo, desviando de nuevo su mirada.
Tomó un portavasos que estaba en la barra y lo puso sobre una de sus esquinas, tratando de girarlo.
Parecía aburrido pero podía ver su expresión y sabía que estaba tratando de decidir qué carajos debería
decirme o no qué no. "Solíamos escuchar de ella de vez en cuando, pequeñas cosas como mensajes de
texto diciendo ‘Hola’ y algunas cartas por correo. Joder, incluso recibimos unos cuantos correos
electrónicos después de que aprendió todo eso de la computadora. Pero todo paró después de unos
meses."

Me le quedé mirando sorprendido tratando de procesar sus palabras. "¿Pasó algo?" Pregunté vacilante,
preguntándome por qué dejó de contactarlos. Traté de controlar mi pánico, sin querer ponerme
jodidamente histérico si no eran más que escenarios horribles los que trataron de apoderarse de mi
mente. "Ella está bien, ¿cierto?"

"Sí, está bien," me dijo. "Bueno, supongo que lo está. No puedo asegurarlo ya que no hablo con ella,
pero estoy seguro que si algo va mal lo sabríamos ya que Alec se mantiene en contacto con ella."

"¿Qué hay de Jasper?" Pregunté. "¿No la ve en la escuela o eso? ¿Ya no puede ver cómo está?"

Se rió sin humor. "Jasper no sabe de ella, tampoco. Ni siquiera sabe dónde está. Esa es la razón por la
que evita hablar contigo y por qué se ve tan jodidamente asustado solo de por estar sentado junto a ti.
Está esperando que te pongas como loco de una puta vez con él. Piensa que falló, pero le dije que lo
que pasó es lo que se supone tenía que pasar. Tú empujaste al pajarito del nido y ella hizo exactamente
lo que siempre debió hacer.

"¿Qué es eso?" Pregunté cuando echó su banco hacia atrás y se puso de pie. "Voló." Sonrió y vi cómo
se abrió paso por la habitación hacia la mesa donde todos estaban sentados, dándome cuenta que de
alguna forma él acababa de hacer lo que yo no había hecho por ser jodidamente terco, cedió. Joder,
puede que no haya estado de acuerdo conmigo entonces, y probablemente parte de él todavía no lo
estaba, pero ahora sabía lo suficiente para ver que no la había jodido del todo al dejarla ir. Suspiré y
agarré la botella, poniéndome de pie mientras le daba un trago. Empecé a encaminarme hacia la mesa,
pero mi ceño se frunció cuando me di cuenta que Alec no estaba. Miré alrededor y lo vi en una esquina
hablando con alguien y me tensé, parándome en seco cuando se quitó del camino y pude ver el rostro
del hombre. Sus rasgos me impactaron con fuerza, la ira aumentando rápidamente dentro de mí
cuando giró su cabeza y lo vi directamente. Era inconfundible, la cicatriz cubriendo la mitad de su
rostro lo delataba.

Alistair.

Lo fulminé con la mirada, mis manos empezaron a temblar ya que luchaba por controlar mi ira. Era la
primera vez que lo había visto en persona e inmediatamente me pregunté qué demonios estaba
haciendo allí, mi miedo se encendió cuando una sonrisa de suficiencia se apoderó de sus labios cuando
me vio mirándolo. Mi corazón latía con tanta fuerza que podía sentir la sangre corriendo dentro de mí,
y tomó todo lo que tenía el contenerme de explotar tan solo con verlo. No me importaba una mierda de
lo que mi padre había tratado de convencerme.... ese hijo de puta lo había hecho. Estaba seguro de eso,
cada ápice de mí estaba seguro de que él no solo había estado involucrado en el asesinato de mi madre
sino también en el secuestro, y de alguna forma iba a pagar esa mierda.

Mi teléfono empezó a vibrar en mi bolsillo, distrayéndome momentáneamente. Lo saqué, mirando a la


pantalla y poniéndolo en silencio cuando vi que era Esme. Miré en dirección a Alec, tensándome
cuando vi que estaba al teléfono y Alistair se dirigía en nuestra dirección.

Pasó entre la mesa y yo, deteniéndose brevemente para saludar a mi padre.

"Me alegra verte de nuevo, Carlisle," dijo de forma casual.

"Es doctor Cullen," mi padre respondió con brusquedad, su tono tomándome desprevenido. "Me he
ganado mi lugar y merezco que se dirijan a mí con respeto."

"Doctor Cullen," Alistair dijo con frialdad, su conducta diferente por la hostilidad de mi padre. Lo
miré y vi la ira en sus ojos, su expresión coincidiendo con cómo me sentía por dentro. Fue
jodidamente sorprendente y al instante me pregunté si tal vez me creyó, pero antes de que pudiera
considerar esa idea Alistair se giró hacia mí, la sonrisa de suficiencia regresando a sus labios. "Este
debe ser el Cullen más joven. Edward, ¿verdad? Si recuerdo correctamente, te pareces muchísimo a tu
madre. Qué lástima lo que le pasó."

"Hijo de puta," espeté, furia enardeciéndose con tanta intensidad que mis rodillas casi se doblaron. Él
dio un respingo, sorprendido, e inmediatamente dio un paso atrás al mismo tiempo que mi padre se
levantaba de un salto. Rodeó la mesa rápidamente y vino hacia nosotros cuando me lancé hacia el
hombre, jodidamente listo para saltarle encima. Mi padre se interpuso entre nosotros así que blandí la
botella de vodka en mis manos, el líquido salpicándonos cuando la lancé hacia él. Se agachó de
manera que fallé, estrellándose contra la mesa detrás de él y rompiéndose por la fuerza del impacto.
"¡Nunca hables de mi jodida madre!"

"¡Edward!" Mi padre gritó. Los ojos de Alistair se abrieron por la conmoción cuando arremetí de
nuevo contra él, pero mi padre me empujó hacia atrás y antes de que pudiera hacer otro movimiento
alguien me sujetó por detrás. Traté de apartarlos y darme la vuelta, pero antes de que pudiera
reaccionar Alec me agarró por el cuello y me arrojó contra la pared más cercana, sujetándome contra
ella con su pulgar y dedo índice agarrando con fuerza y haciendo difícil el respirar. Agarré su brazo e
intenté quitármelo, pero él no se movió.

"Respeto," siseó la palabra tan bajo que solo yo pude escucharlo, su voz furiosa.
"Me disculpo por el comportamiento de mi hijo," escuché decir a mi padre, un borde en sus palabras
como si tuviera que decirlas a la fuerza. "Él todavía se está adaptando."

"No hay problema," Alistair respondió, volviéndose para mirarme. "Pero yo también me he ganado mi
lugar y merezco respeto. Esta noche dejaré pasar esto, pero la próxima vez no tendré más opción que
llevar el asunto más alto."

"Se entiende," mi padre respondió. "Pero personalmente puedo asegurarte que no habrá una próxima
vez."

"¿Puedes?" Alistair preguntó mientras Alec finalmente me soltaba. Inhalé profundamente, mi pecho
ardió y mi garganta dolió "Me parece que el chico es bastante volátil."

"Puede serlo algunas veces, pero sí, puedo garantizarte que nunca tendrás otro encuentro con él," dijo
mi padre. Me volví para mirarlo sorprendido, atónito de que estuviera defendiéndome cuando me
había dicho una docena de jodidas veces en Washington que él ya no iba a sacar a mi culo de más
apuros porque tenía que aprender a enfrentar las consecuencias de mis acciones. Vi la expresión seria
en su rostro, consciente de que obviamente había dicho esas palabras en serio.

"Me aseguraré que cumplas con ello," Alistair dijo. Mi padre asintió. "Hazlo."

Alistair se marchó y traté de darme la vuelta para volver a la mesa, pero Alec me sujetó por el brazo
para detenerme. "Cristo, no voy a hacer nada," escupí. "Solo voy a sentarme de una puta vez y cerrar la
puta boca como se espera que haga."

"Por el contrario, vas a hacer algo," dijo Alec, su tono serio. "Estaba hablando con Aro al teléfono y
tenemos una situación al otro lado de la ciudad de la que tenemos que encargarnos. Así que
tranquilízate, porque estamos perdiendo tiempo en tonterías."

Lo miré sorprendido mientras él hacia un gesto con la mano a la mesera para que se acercara, que
mantuviera fluyendo el alcohol para su familia, sin cargo alguno, y le dijo que hiciera que alguien
limpiara el desastre que había causado. Se disculpó con Emmett y la culpa inmediatamente me golpeó
porque había hecho una puñetera escena en su celebración. Alec explicó que teníamos que irnos y miré
a mi hermano, avergonzado.

"Discúlpame, Em," murmuré. "No tenía la intención de joder las cosas."

"No tiene importancia," me dijo. "No sería nuestra familia sin que pasara algo. No sé quién era ese
cabrón, pero me dio mala vibra así que ten cuidado, ¿de acuerdo?"

Asentí y mi padre suspiró exasperado. "Él no es nadie de quién preocuparse," dijo con calma. "No será
ningún problema."

Entrecerré mis ojos con desconfianza, la confusión afincándose en mí. Joder, hace un momento pensé
que tal vez me creía, pero ahora estaba actuando de nuevo como si ese hijo de puta fuera inofensivo.
Sin embargo, antes de que pudiera decir algo, Alec perdió la paciencia y empezó a arrastrarme hacia la
puerta. Me quité sus manos de encima y lo seguí afuera al estacionamiento, girándome hacia mi coche
pero me agarró de nuevo deteniéndome. "Métete," me dijo, empujándome hacia el asiento del pasajero
de su Mercedes. Suspiré, exasperado, y subí porque sabía que discutir solo me metería más en
problemas.

No dijo una palabra mientras iba a toda velocidad por la ciudad, la tensión en el coche era
insoportable, la ira salía a oleadas de él y yo parecía absorberla, mi hostilidad aumentando al mismo
tiempo que cerraba mis manos en puños. Miré furioso por la ventanilla, viendo como los edificios
pasaban zumbando en la oscuridad, recordando la primera vez que Alec me llevó a un trabajo.

**********************

20 de junio del 2007

"¿Qué carajos estamos haciendo aquí?" Pregunté confundido, mirando al edificio destartalado a
medida que nos acercábamos. 'Sinsations' era el nombre del lugar de acuerdo al intermitente cartel
fluorescente y me di cuenta tan solo con mirarlo que no era un lugar que alguien como Alec visitaría
regularmente.

"Negocios," Alec respondió simplemente. Suspiré, encogiéndome de hombros. Él había sacado mi


culo a rastras de la cama a las tres de la mañana y me dijo que tenía un lugar a donde ir, pero no me
había explicado ni una mierda en el viaje. No sabía exactamente donde esperar que me llevara a esa
hora, pero era jodidamente seguro que no había sido a un club de striptease de baja calidad.

"¿Eres el dueño de este lugar o algo así?" Pregunté. Sus pasos se detuvieron y giró su cabeza para
darme una mirada irritada, mi pregunta obviamente lo había molestado.

"Es claro que no me conoces muy bien, Edward, si crees que alguna vez tendría algo que ver,
personalmente, con un lugar como este," respondió. "El dueño le paga a la Borgata una cuota cada mes
y le permitimos manejar su negocio en nuestro territorio. La mayoría de los negocios por aquí lo
hacen, de hecho."

"Chantaje y extorsión," murmuré. "Excelente."

Se rió secamente, negando con la cabeza. "Es con el fin de protección. Nadie se mete con ellos porque
pagan sus cuotas, y en cambio nosotros utilizamos ocasionalmente sus instalaciones cuando es
necesario. Es un intercambio justo."

"Lo que digas," le dije. "Aunque, ¿qué querrías tú con este club de mala muerte?" "Ya lo verás."

Él abrió la puerta principal, la música tan fuerte que mis oídos empezaron a zumbar inmediatamente,
y me hizo un gesto para que entrara. Entré y arrugué la nariz por el olor, mirando para todos lados.
Olía como a sudor y licor con el humo del cigarrillo flotando en el aire en una bruma espesa, el aire
completamente sofocante. Tosí cuando inhalé, levantando la vista al escenario donde unas cuantas
mujeres bailaban alrededor de los tubos. No llevaban nada puesto más que una tanga y zapatos de
plataforma, el puto maquillaje en su rostro demasiado pesado y el brillo corporal casi cegador. Era la
jodida definición de vulgar y ni siquiera eran bonitas para empezar, sus cuerpos no estaban lo
suficientemente tonificados y sus senos ni siquiera estaban bien firmes. No era algo por lo que pagaría
por ver, no es como si pagaría para empezar, pero aun así. Lucían como si le hubieran dado
demasiadas fumadas a la puta pipa de crack, pero los hombres metiendo billetes de dólar en ellas no se
veían mejor. Ningún ser humano respetable pondría un pie en ese hijo de puta y me di cuenta de
inmediato que probablemente ese era el punto. "Deja de estar mirando," Alec dijo, pasando junto a mí
mientras se dirigía a la parte trasera. "Dije que estamos aquí por negocios no placer".

"Qué gracioso," murmuré, dándome la vuelta para seguirlo. "Si crees que alguna vez tendría
personalmente algo que ver con perras como esas, entonces es obvio que no me conoces."

"Touché," respondió, dirigiéndose a una habitación en el fondo. Abrió la puerta del sótano adentro y de
inmediato empezó a bajar las escaleras, pero titubeé en la parte superior cuando escuché el grito de
una mujer. Mi corazón casi se detuvo al oírlo al mismo tiempo que Alec gruñía molesto. "¡Cállenla!"
Ella gritó de nuevo pero el sonido fue silenciado de inmediato, y empecé a bajar los escalones
lentamente, sin querer encabronar a Alec al retrasarme demasiado. Miré alrededor con cautela a
medida que la habitación se revelaba, shock y miedo me golpearon ante lo que vi. Traté de contenerlo
y mantenerme tranquilo, sin saber qué demonios estaba pasando. Había dos personas en sillas en
medio de la habitación, una joven y un hombre mayor. Los dos tenían cinta adhesiva cubriendo sus
bocas y una tela vendando sus ojos, cuerdas asegurándolos firmemente a sus asientos. Además de Alec
había otros dos en la habitación, tipos que sabía que eran Mafiosi. Ellos estaban parados en la parte de
atrás, observando desde afuera como yo, mostrando claramente quién demonios estaba a cargo.
"Edward, ¿conoces la historia entre los italianos y los irlandeses en Chicago?" Preguntó Alec,
mirándome y levantando sus cejas con curiosidad. Asentí vacilante, aclarando mi garganta mientras
trataba de hacer a un lado mis nervios.

"Se odian entre sí," le dije.

"Cierto, pero es más que eso," Alec respondió. "Hemos tenido altercados desde antes de la
Prohibición, cuando los irlandeses controlaban la parte norte y nosotros manejábamos la parte sur,
pero a los irlandeses no les gustaba. Verás, Torrio era un hombre diplomático y creía que solo porque
éramos criminales no significaba que teníamos que ser unos completos salvajes, pero los irlandeses
aparentemente no estaban de acuerdo. Bugs Moran era el subjefe de la Mafia irlandesa en ese tiempo e
intentó asesinar a Torrio, pero falló. Moran fue el que inició este fenómeno de los tiroteos, ¿sabes? En
lugar de ser un hombre y enfrentar a tu enemigo, atacas desde la distancia. Es de cobardes. Torrio fue
herido severamente en uno de esos intentos de asesinato, lo que lo obligó a entregar el control de la
organización a Al Capone. Capone continúo con lo que Torrio había comenzado, pero Capone no era
tan refinado. Él no estaba por encima de la justicia imparcial.

"Ojo por ojo," murmuré.

"Sí. Moran intentó matar a Capone un par de veces pero falló. Llegó al punto donde fue convocada una
reunión de paz, donde Capone dijo que los irlandeses estaban haciendo de un gran negocio una galería
de tiro, y que él creía que Chicago era lo suficientemente grande para todos nosotros. Dijo que era
como un tarta, donde cada grupo debería tener su pedazo justo," dijo Alec, haciendo una pausa y
mirándome con curiosidad.

"Tiene sentido,” le dije, de manera que supiera que estaba escuchando aunque no tenía ni puta idea de
a dónde quería llegar con esta conversación.

"También tiene sentido para mí," respondió. "Por un tiempo, después de esa reunión, el
derramamiento de sangre cesó. Ellos todavía no se llevaban bien, con Moran interceptando los
embarques de Capone y Capone quemando los negocios de Moran, pero al menos dejaron de tratar de
matarse el uno al otro. No duró para siempre, y en poco tiempo Moran estaba ordenando la muerte de
los hombres de Capone y matando a sus amigos. La paciencia de Capone se agotó, porque cada vez
que se creaba una tregua Moran la rompería en cuestión de horas y finalmente decidió que ya era
suficiente.

"Capone envió algunos hombres vestidos como oficiales de policía a la bodega de Moran, alineando a
seis de sus asociados contra la pared, y los mataron. Lo llamaron la Masacre del día de san Valentín,
porque sucedió el catorce de febrero. (N.T. La Masacre del día de san Valentín fue un hecho de la vida
real ocurrido el 14 de febrero de 1929 en Chicago) La acción sacudió a Moran, y aunque la guerra por
territorio entre los hombres continuó el derramamiento de sangre se detuvo en su mayor parte. No fue
mucho tiempo después de eso cuando la Prohibición terminó que la mafia irlandesa se deterioró y
Moran decidió huir de Chicago. Recurrió a una vida de delitos insignificantes y recibió sentencia en la
cárcel por robo, muriendo finalmente con alrededor de 100 dólares a su nombre. En cuanto a Capone...
bueno, con el tiempo fue enviado a prisión, pero como ya sabes décadas después nuestra organización
aún se mantiene viva," dijo Alec. "En fin, probablemente te preguntes el porqué de la lección de
historia."

"Sí."

"Bien, me gustaría presentarte a lo que queda de la mafia irlandesa," dijo, extendiendo su mano y
arrancando la venda del hombre. Él hombre parpadeó rápidamente, tratando de ajustar sus ojos a la
luz, y miró en nuestra dirección. Pude ver la ira mientras nos fulminaba con la mirada, pero detrás de
eso hubo miedo cuando alcanzó a ver a Alec. "Este es Liam O'Banion. Durante años hemos estado
lidiando con disputas con los irlandeses, pero hemos hecho nuestro mejor esfuerzo por mantener la
paz. Han sido más que nada una peste, cruzando la línea de vez en cuando e interponiéndose en
nuestro camino, pero nada que no podamos manejar. Después de todo, todo el mundo debería tener
derecho a su pedazo de pastel. Pero desafortunadamente, al parecer nuestra tregua ha sido
quebrantada, por quien menos se esperaba."

Hizo un gesto hacia uno de los tipos de la parte de atrás, que se acercó y le quitó la venda a la chica.
Ella miró alrededor en frenesí y se congeló, miedo destellando en su rostro cuando me vio. Mi ceño se
frunció en confusión cuando empezó a entrar en pánico, gritando algo entre su mordaza mientras
negaba con la cabeza.

"Ella es Victoria," dijo Alec. "Es la hija de Liam y al parecer la novia de James, o supongo que en
realidad solo era una goomah, considerando que la mantuvo en secreto. De hecho, la mantuvo tan en
secreto que ninguno de nosotros hubiese tenido conocimiento de su participación, si Isabella no
hubiera dicho nada."

"¿Ella?" Pregunté con incredulidad, tratando de contener mi ira. "¿Estaba en el secuestro?"

"Sí," Alec respondió mientras Victoria sacudía desesperadamente su cabeza y a gritar. "Y me dejó
algo dividido en cuanto a qué hacer, porque Isabella declaró que Victoria nunca la lastimó
físicamente, y no me gusta tener que matar mujeres. Pero al mismo tiempo, no puedo dejar que su
participación quede sin castigo. ¿Qué tipo de mensaje enviaría, permitiendo que el hijo de un rival
entre en nuestro territorio y participe en tal acto de traición contra nosotros? Así que pensé, ¿qué haría
Al Capone? ¿Y sabes cuál fue la respuesta, Edward?"
Titubeé. "Ojo por ojo."

"Precisamente. Así que entré directamente en su territorio y la tomé directamente debajo de sus
narices, y la he mantenido aquí por dos semanas. Esperé que vinieran en busca de ella, dejándole
suficientes pistas de manera que supiera que fui yo quien se la había llevado, pero no lo hizo," dijo
Alec, negando con la cabeza. "No hizo nada, como si no tuviera importancia lo que le pasara a ella.
Eso me molestó como no tienes idea, porque ella es su responsabilidad y él la ignoró por completo, así
que, ¿qué nos dice que no hace lo mismo con sus hombres? Nuestros soldados de a pie son como
nuestros hijos, tenemos que vigilarlos, castigarlos cuando hacen algo malo y recompensarlos cuando
logran cosas. No puedo tolerar que un hombre tenga docenas de chicos corriendo por las calles,
cometiendo delitos en su nombre si él no será lo suficiente hombre para ponerse de pie e intervenir
cuando hay problemas. Así es que me pregunté de nuevo. ¿Qué haría Al Capone? ¿Sabes qué es eso,
Edward?"

"Él hubiera... probablemente hubiera dicho que ya era suficiente."

Él agarró su pistola y sacó un silenciador de su bolsillo, poniéndolo lentamente mientras miraba a los
que estaban en las sillas de uno a otro. "Exactamente. Así que tienes una decisión que tomar,
O'Banion," dijo Alec a medida que se acercaba a Victoria, deteniéndose detrás de ella. Gritó cuando él
colocó el cañón de la pistola contra la parte de atrás de su cabeza, su cuerpo temblando por el miedo.

"Tú o la chica."

Observé conmocionado, horrorizado, y Liam empezó a gritar en pánico pero las palabras se
escuchaban amortiguadas por la cinta adhesiva. Alec hizo un gesto con la mano a uno de los tipos para
que se la quitara y en el momento en que lo hizo, Liam empezó a pedir clemencia. Juró que haría lo
que fuera, que estaría de acuerdo con lo que sea, siempre y cuando Alec los dejara en paz.

"Ya no tiene caso hacer tratados de paz contigo cuando solo se siguen quebrantando," dijo Alec con
frialdad. "Elige."

Lágrimas salían a raudales de los ojos de Victoria y empecé a temblar al mismo tiempo que mis
rodillas se debilitaban, la escena era abrumadora. Alec perdió la paciencia después de un momento
cuando el hombre solo suplicaba con más fuerza por el miedo, ordenando a uno de los tipos que
agarrara un par de tenazas. "Si no puede ser un hombre, hagámoslo menos que uno," Alec espetó. Me
tensé por la conmoción, mi estómago se revolvió cuando me di cuenta de lo que quería decir con eso.
Los dos tipos se fueron directamente hacia Liam con las tenazas y me di la vuelta, incapaz de ver esa
mierda cuando el hombre empezó a chillar.

"¡Ay Dios! ¡Ay Dios!" Gritó. "¡¡No!! ¡¡No lo hagan!! ¡¡Joder, deténganse!! ¡¡Por favor, mátenla!! ¡¡No
me importa!! ¡¡Déjenme en paz, mátenla!!"

Hubo otro grito agudo de esos que hielan la sangre que me dejó sin aliento, mi visión se puso borrosa
justo antes de que se escuchara un disparo y sonara un fuerte golpe. Salté, sorprendido, y me di la
vuelta confundido cuando escuché los amortiguados gritos femeninos. Vi volcada la silla de Liam, la
sangre acumulándose en el suelo a su alrededor, y me giré rápidamente para mirar a Alec justo a
tiempo para verlo jalar de nuevo del gatillo a corta distancia. La sangre salpicó cuando se escuchó la
explosión, los gritos de Victoria murieron al instante que la bala atravesó por la parte de atrás de su
cabeza. Sentí la bilis subir de inmediato pero no pude contenerla, agachándome cuando empecé a
sentir náuseas. Escuché que Alec le ordenaba a los dos tipos que se deshicieran de los cuerpos y me
sujetó poniéndome de pie y empujándome hacia las escaleras.

"Sobreponte," dijo con brusquedad cuando empecé a tambalearme por las escaleras pasando la mano
por mi cabello en pánico cuando llegué a la cima. Estaba temblando y todavía mareado, sintiéndome
como si fuera a desmayarme de una puta vez.

"Joder, tú solo los mataste," escupí.

"No tenía alternativa," me dijo. "Ella estaba en la bodega, lo que significa que es lo más probable es
que sepa que la chica es una principessa, así que no podía dejarla vivir. Y si asesinaba a la hija de
Liam, lo más seguro es que él tomaría represalias por principios, y si prestaste algo de atención a la
historia que te conté, sabrías lo que conllevarían esas represalias. Además, un verdadero hombre daría
lo que sea por salvar la vida de su hijo, y Liam ni siquiera hubiera dado sus bolas. Era una vergüenza,
no era mejor que Charles Swan. Le hice al mundo un favor."

*****************************

"¿Me estás escuchando?" Alec preguntó bruscamente, su voz sacándome de mis pensamientos. Miré
en su dirección, viendo la expresión de impaciencia en su rostro y suspiré.

"No," le dije, sabiendo que era inútil el decir una maldita mentira porque él sabía que no había estado
escuchando.

"No lo creo," declaró. "Dije que unos cuantos de los rusos pasando el rato en Clark Street, acosando al
propietario de una casa de empeño en la esquina."

"¿Están allí ahora?"

"Sí, están jugando con las máquinas de video juegos," dijo, su voz cargada de indignación. Alec odiaba
los juegos de azar, yo lo había aprendido, aun cuando gran parte de su dinero venía de apuestas
deportivas clandestinas.

El resto del corto viaje fue en silencio, y Alec se detuvo justo en la acera y se bajó sin decir una
palabra. Lo seguí saliendo del coche y entrando a la tienda, escuchando inmediatamente el alboroto en
la parte trasera. Estaban gritando y riéndose, sus acentos pronunciados haciendo eco en el lugar
mientras ellos golpeaban las maquinas. Alec suspiró con molestia y observé cómo caminaba
directamente hacia la parte trasera, tomando un camino directo hacia ellos. Rodeé por el frente dando
la vuelta y deslizándome por uno de los pasillos fuera de la vista de manera que pudiera acercarme
sigilosamente detrás de ellos. Se volvieron y vieron a Alec acercándose, pero apenas tuvieron el
tiempo suficiente para reaccionar antes de que Alec agarrara la parte de atrás de la cabeza de uno de
los tipos y la estrellara directamente en el frente de la máquina. Él gritó al mismo tiempo que se
escuchó un fuerte crujido, sangre brotando de su rostro cuando su nariz se rompió. Él se la agarró y se
tambaleó cuando Alec lo soltó, estirando sigilosamente para tomar el arma del hombre al mismo
tiempo que el hombre ruso sacó la suya. Se apuntaron el uno al otro simultáneamente y salí del pasillo
detrás del tipo, agarrando mi arma y quitándole el seguro.
"Tira la puta arma," le dije con brusquedad, presionando el cañón de mi arma contra la parte de atrás
de su cabeza. Él se tensó cuando la sintió, su mano tembló un poco mientras Alec sacaba su propia
arma de su abrigo con su otra mano y también con esa le apuntó. El ruso titubeó pero lentamente
levantó sus manos al aire, quitando el dedo del gatillo. La agarré de su mano y di un paso hacia atrás,
poniéndole el seguro antes de deslizarla en mi bolsillo.

Alec puso el arma del primer ruso en su bolsillo, manteniendo la suya lista mientras miraba fijamente
al tipo. "No eres bienvenido aquí," dijo con frialdad, mirando al hombre con la sangre corriendo por su
cara. "Si alguna vez me entero que regresaste aquí, haré mucho más que romperte la nariz.
¿Entiendes?"

"Sí."

"Bien. Y asegúrate de decirle a Vladimir que le mando saludos," Alec dijo con brusquedad, su frío
tono hizo que la carne se me pusiera de gallina. Aparentemente Vladimir había sido completamente
descartado de los planes de Stephan, sin tener conocimiento del secuestro o intentos de tomar el poder,
así que la organización le había permitido continuar con su operación. "Ahora, vete."

Vacilaron, viéndose atónitos mientras miraban a Alec, y gemí. "Joder, ya escucharon al hombre,"
gruñí, empujando mi arma en la espalda de los tipos. "Dijo vete, así que vete, hijo de puta."

Me dieron una mirada furiosa antes de huir de la tienda y Alec suspiró. "Tú y esa boca," dijo, negando
con la cabeza. "Los ancianos no aprobaban el lenguaje grosero, para que lo sepas. Se supone que
seamos hombres de honor. Ellos creían que deberíamos ser caballeros en cómo hablábamos y siempre
presentables en cómo vestimos."

"¿Tienes algún problema con mi ropa?" Pregunté, mirándome para ver qué estaba usando. Llevaba
unos vaqueros y una camisa de botones con las mangas enrolladas, nada fuera de lo ordinario. No era
como si estuviera vestido como un puñetero vagabundo.

"Los trajes son preferible," él declaró.

"Los trajes son para bodas y funerales," murmuré.

"Entonces, ¿supongo que vas a llevar uno el domingo?"

"Probablemente no," le dije, porque honestamente ni siquiera había pensado en esa mierda. Se rió e
iba a decir algo pero su teléfono sonó, deteniéndolo. Lo sacó de su bolsillo y lo miró con confusión,
mirándome rápidamente por el rabillo del ojo.

"Hazlo que pague," me dijo, haciendo un gesto con la mano hacia el hombre trabajando frente a la
registradora. Asentí vacilante cuando me dio la espalda, llevando el teléfono a su oído para contestar.
"¿Hola? ¿Está todo bien?"

Supe de inmediato por el saludo casual que era una llamada personal y vi confundido cómo salía
rápidamente por la puerta, porque él no era el tipo de cabrón que tomaba una llamada personal
mientras estaba en el negocio. No le di importancia, ya que nada de este jodido día tenía mucho
sentido, y me dirigí hacia el frente. El hombre que estaba trabajando me miró con recelo, sabiendo
exactamente quién era.

"¿Tienes dinero para mí?" Pregunté, se me quedó mirando brevemente antes de morder su labio
inferior, el verlo envió una punzada de nostalgia a través de mí ya que me recordaba a Isabella. No
pasaba un día sin que algo me la recordara.

"Tengo algo," dijo vacilante.

"¿Qué tanto es algo?" Pregunté con curiosidad.

"Eh, ¿alrededor de quinientos?" Tartamudeó por los nervios, su declaración sonando más como una
pregunta. Gemí y rodé los ojos.

"Mierda, tienes que estar bromeando," le dije, dando la vuelta detrás del mostrador donde él estaba
parado. Se tensó cuando agarré el bate de béisbol que sabía que mantenía allí por protección,
levantando sus manos para protegerse mientras empezaba a balbucear.

"Está bien, tal vez tenga unos mil," dijo rápidamente, retrocediendo. "Sí, tengo mil."

"Sabes que son dos mil quinientos por cada uno," dije con indiferencia, saliendo de detrás del
mostrador.

"Lo sé, pero no lo tengo en este momento," tartamudeó. "Mis hijos, tienen un campamento de verano y
mi esposa, está embarazada. Puedo tenértelo la próxima semana, pero no lo tengo todo hoy."

Caminé por la tienda mientras él empezaba a tratar de abrir torpemente la caja de seguridad, sacando
una pila de billetes de cien dólares y contándolos. Su mano temblaba cuando la bajaba y traté de
resistir la culpa que me golpeaba cada puta vez que le quitaba dinero a gente como él. Ellos no tenían
nada que ver con esto, eran solo gente inocente atrapados en el medio que estaban tratando de ganarse
la vida, pero joder, sabía que si no fuera yo extorsionándolos, sería otra persona. Alguien menos
civilizado, quién demandaría mucho más, y además, era mejor que la alternativa. Si no estuviera
robando a la puta gente su dinero y posesiones para la Borgata, les estaría robando su vida, y
preferiría la mierda material porque podía ser remplazada. Y algunas veces, cuando la maldita culpa
era demasiada, lo remplazaba. Más de una vez deslicé de mi dinero en un sobre y lo metí en el buzón
de alguien, justo como sabía que haría la puñetera mañana siguiente después de que terminara lo que
tenía que hacer allí, pero no podía reponer la vida. Ahora entendía por qué mi padre encontraba
consuelo en el hospital curando gente, y estaba malditamente agradecido que todavía no había tenido
que matar a nadie, porque no estaba seguro de cómo carajos iba a manejar la culpa cuando ese día
llegara. Sin embargo, llegaría. Estaba seguro de ello. Era solo cuestión del cuándo.

"No es suficiente," le dije con frialdad, tomando el bate de béisbol y abanicándolo con tanta fuerza
como pude. Se estrelló en el vidrio del escaparate frente a mí, rompiéndolo y enviando pedazos de
vidrio volando por todas partes. Me moví rápidamente y empecé a abanicar de nuevo rompiendo dos
más junto a ese antes de girarme de nuevo hacia el tipo. Arrojé el bate de béisbol de nuevo detrás del
mostrador, casi pegándole con esa mierda, y agarré el dinero. "Volveré la próxima semana por el
resto. Será mejor que lo tengas."

Salí, sin siquiera ser capaz de mirarlo y abrí la maldita puerta del pasajero del coche de Alec. Subí y vi
que él estaba todavía al teléfono, una expresión seria en su rostro mientras escuchaba a quien sea que
estuviera en la línea.

"No, voy para allá. Estaré allí por la mañana," dijo al mismo tiempo que encendía el coche, alejándose
de la acera inmediatamente. "Sí, estoy seguro. Me alegro de que hayas llamado. Te aviso cuando
aterrice."

Suspiró exasperado cuando terminó la llamada, mirándome. "¿Cuánto conseguiste?"

"Mil." "¿Eso es todo?"

"Es todo lo que tenía," le dije, encogiéndome de hombros. Sacudió su cabeza y extendió su mano,
quitándome el dinero. Lo contó, apenas prestando atención al camino mientras iba a toda velocidad
por la ciudad. Me ganó la curiosidad después de un momento mientras lo observaba con curiosidad.
"¿Vas a viajar o algo?"

"O algo," respondió, arrojándome uno de los billetes de 100 dólares y doblando el resto, metiéndolo en
el compartimiento de en medio. "Eres demasiado blando. Te hubiera dado más."

"Rompí algunos de sus escaparates, perdí el control," le dije, mintiéndole porque había hecho esa
mierda a propósito pero él no entendería esa mierda. "Supuse que le haría pagar más en daños de lo
que debía, así que le daría otra semana."

"Es bastante justo," respondió a medida que entraba de nuevo al estacionamiento del club en Elm
Street. "Todavía tienes que aprender a controlar tu temperamento. Esa fue la segunda vez en una noche
que pierdes el control."

"Estoy trabajando en ello," le dije, mirándolo con recelo. Parecía ansioso por alguna razón, sus ojos
lanzando miradas hacia el reloj en el tablero. "¿A dónde vas?"

"A un lugar donde me necesitan," dijo simplemente, evadiendo responder. "Dónde no importa. Tengo
que irme ahora, espero volver a tiempo para la boda, así que tienes que bajarte."

"Lo que tú digas," murmuré, bajando del coche y dando un portazo. Vi cómo pisó el acelerador y salió
a toda velocidad, las llantas chirriando. Sus palabras se repitieron en mi mente, una extraña sensación
me recorrió. Dónde no importa... lo mismo que decía cuando le preguntaba en dónde estaba ella.

Mi cabeza estaba empezando a palpitar de nuevo, el dolor en mi pecho intensificándose y una


sensación de pesadez golpeó mi estómago a medida que observaba su coche desaparecer de mi vista.

"Isabella."
Capítulo 76 Descubrimiento

“Debes dejar la ciudad de tu comodidad e ir a la selva de tu intuición. Lo que descubrirás será


maravilloso. Te descubrirás a ti mismo.” - Alan Alda

Isabella swan
Traducido por una de las siguientes: Mariana Conde, Gaby Madriz, Paola Guevara, Nilse Pam
Romero, Jess Muñiz, Loys Gomez, Daniela Perez, Viviana Ortiz, Pilar Ocampo.

20 de junio, 2008

…Dieciocho meses más tarde…

El chillido estridente resonó por toda la habitación y me estiré hacia la mesita de noche junto a la
cama, dando un manotazo al despertador para silenciarlo. Estaba completamente agotada, mis ojos
ardían y mi cuerpo estaba cansado, y estaba demasiado cómoda envuelta en mi manta como para
considerar siquiera levantarme. Un extraño zumbido llegó a mis oídos, pero hice todo lo que pude por
bloquearlo, sin que me importara lo suficiente como para investigar de qué se trataba.
Inesperadamente se detuvo y el silencio envolvió la habitación de nuevo, pero cuando por fin iba a
caer en la inconciencia, un sonido brusco volvió a despertarme. Salté, abriendo mis ojos y
levantándome rápidamente.

Todo quedó en silencio abruptamente y me pregunté si tal vez lo había imaginado, la idea de que
podría estar alucinando cruzó mi mente. No me habría sorprendido, dado lo poco que había dormido la
semana pasada. Me recosté nuevamente, diciéndome que había estado escuchando cosas, pero tan
pronto como mi cabeza tocó la almohada oí una sucesión de golpeteos. Gemí, molesta, y me arrastre
fuera de la cama cuando me di cuenta que no era solo mi imaginación. Al levantarme se nubló mi
visión y tuve que permanecer inmóvil por un momento, respirando profundamente para estabilizarme
antes de salir de la habitación y bajar las escaleras.

"¡Isabella!" Una voz femenina bastante familiar gritó, el sonido fue amortiguado por la gruesa puerta
que estaba de por medio. "¡Sé que no estás todavía en la cama! ¿Has visto la hora? ¡Arriba! ¡Arriba!
¡Arriba! ¡Levántate y arréglate!"

Bajé las escaleras lentamente y miré hacia la puerta mientras ella continuaba golpeando con
impaciencia. Estuve inmediatamente agradecida de que el timbre de la puerta estuviera descompuesto,
sabiendo que si no, ella estaría poniendo su dedo en el timbre constantemente hasta que yo apareciera,
porque la paciencia definitivamente no era su punto fuerte. "Tranquila," Le grité, con mi voz rasposa.
"¡Ya voy, caramba!"

"Más te vale que sea así," Gritó, golpeando varias veces más a pesar de que no tenía sentido ya que
sabía que estaba en camino. Suspiré mientras caminaba hacia la puerta, quitando el seguro y
abriéndola de golpe.

"Toma," Dijo ella de inmediato, empujando una taza de Starbucks en mis manos. "Probablemente esta
frío ya que te tardaste mucho."

Puse los ojos en blanco, sabiendo que ella lo había comprado justo bajando la calle, lo agarré mientras
ella entraba pasando junto a mí. "Gracias," Le dije, llevándolo a mis labios y tomando un sorbo. El
líquido estaba caliente, he hizo que mi lengua hormigueara al quemarla un poco, pero me lo bebí con
impaciencia de todas formas.

"De nada," Dijo ella, observándome con una expresión extraña en su rostro. "Pero viéndote, es
probable que necesites una docena más de ellos. Oh demonios, tal vez debería haberte traído un poco
de Red Bull. ¿Acaso dormiste anoche, cariño?"

"Algo," Le dije, encogiéndome de hombros mientras seguía bebiendo mi café. Era negro, sin crema o
azúcar, justo como lo prefería. Era todo lo contrario a lo que ella tenía en sus manos, el que ordenaba
puntualmente cada mañana, un latte venti de soya y chai, cuatro chorros, sin espuma, ni agua, extra
caliente. No tenía la menor idea de lo que significaba todo eso. De hecho, no tenía ni idea de lo
significaban la mayoría de las cosas en Starbucks; Pedir una taza normal de café era bastante confuso
en ese lugar.

"Algo," ella repitió la palabra, su expresión me decía que no lo creía. Una sonrisa asomó en sus labios
después de un segundo, con un brillo siniestro en sus ojos mirando hacia a mí. "¿Tuviste compañía
anoche?"

"Por supuesto que no," le dije rápidamente, mirándola con incredulidad. Siguió observándome con esa
mirada suspicaz y sentí como aumentaba el rubor en mis mejillas gracias a la atención. "Sabes que yo
no haría... eso."

"Es una pena," dijo en tono de broma. "Un buen polvo probablemente te animaría un poco."

"¡Emily!"

Emily era lo que la mayoría de la gente consideraría mi mejor amiga, a pesar de que éramos polos
opuestos en casi todo. Fue criada magníficamente y asistió a las escuelas privadas más caras,
obteniendo la mejor educación que el dinero podía comprar. Nunca tuvo que limpiar, siempre tuvo
gente que lo hiciera por ella. Estaba bastante segura de que ella nunca había usado la misma ropa dos
veces en su vida, así que supuse que tampoco había usado una lavadora. Había tenido ese tipo de
infancia, en donde pidió un pony y en realidad le dieron uno, y cuando ella estuvo demasiado grande
para ese pony su padre lo sustituyó por un convertible. Le encanta ir a fiestas concurridas, mientras
que yo prefiero quedarme en casa, y cuando yo elijo perderme en los libros para pasar el tiempo, la
única lectura que ella realizaba venía en forma de revistas de chismes.

La gente se fija en ella, no solo porque era alta y bronceada, ni por su cabello largo y oscuro que
siempre estaba perfecto, sino porque su personalidad brilla. Era imposible aburrirse o deprimirse
cuando ella estaba cerca, con su actitud alegre y su contagioso optimismo. Si el auto de Emily se
dañara y tuviera que caminar dos kilómetros en el calor de noventa grados para encontrar un teléfono
público porque la batería en su teléfono celular muriera, lo primero que saldría de su boca sería que
finalmente tendría la oportunidad de utilizar sus nuevos zapatos. Siempre hay un resquicio de
esperanza, ella decía, si eres lo suficientemente inteligente como para buscarlo. Me encantaba eso de
ella y era una de las cosas que me había atraído de ella en primer lugar.

Me recordaba a Alice con su carácter alegre, pero esa no era la única cosa de ella que me hacía pensar
en los demás. Ella era como una colección de todos los que había dejado atrás, era doloroso pero
acogedor. Tenía la jocosidad de Emmett y era tan compasiva como Jasper. Respetaba a las personas
que eran lo suficientemente fuertes como para valerse por sí mismas y era ferozmente protectora de
las personas que amaba, como Rosalie, ella siempre estaba cuidando de mí, lo que me hacía pensar en
mi madre, y cada vez que ella contaba algún chiste tonto mi corazón dolía al recordar a Jacob. Y en
cuanto a Edward, bueno, ella ciertamente tenía su vulgaridad. Todo eso fue lo que me agradó de ella
rápidamente, pero al mismo tiempo me recordaba constantemente la vida que no podía tener, la vida
que yo quería desesperadamente.

Las cosas habían cambiado drásticamente desde aquella fría mañana de invierno cuando me desperté y
encontré la cama vacía a mi lado, nada excepto una nota dejada como estela de la partida de Edward.
Todavía me dolía pensar en ello, un ardor en el pecho que me recordaba constantemente que una parte
de mi alma había sido arrancada. Era una pieza que se había llevado consigo cuando se fue, una que
siempre estaría donde sea que él estuviese. Estaba lidiando con eso lo mejor que podía, ajustándome y
aprendiendo a vivir con el vacío que sentía, y algunos días eran mejores que otros.

Casi todos los días podía pensar en Edward con cariño y sonreír, recordando las cosas que habíamos
hecho juntos y todo lo que me había dicho. Había recuerdos en todas partes, y no pasaba un día sin que
algo hiciera que un recuerdo de él resurgiera. Él fue mi primer amor, mi único amor, y me había dado
más de lo que jamás hubiera imaginado posible y por eso estaba agradecida.

No siempre fue así, sin embargo. Al principio hubo momentos en que me preguntaba si alguna vez
volvería a sonreír, preocupada de que el dolor que sentía solo se intensificaría hasta que finalmente
me consumiera. Estaba simplemente entumecida cuando recogí mis pertenencias en Forks,
conmocionada porque una parte de mí sencillamente no podía aceptar que Edward se había ido para
siempre. Fue surrealista y casi esperaba que entrara de nuevo por la puerta, no quería creer que
realmente era el final para nosotros. Pero cuando llegamos a Seattle y vi a Jasper llevar todas mis
cosas a su apartamento en el sexto piso, la realidad finalmente me golpeó. Él arregló mis cosas en la
habitación de invitados mientras yo observaba en silencio, todo borroso porque sucedió tan rápido. Ni
siquiera podía entrar en la habitación, los destellos de la única vez que estuve allí daban vueltas en mi
cabeza. Había sido mi cumpleaños, el mismo día que Edward me había pedido que me casara con él.

"No hoy o mañana. Ni siquiera tiene que ser este año o, joder, el próximo año," Él había dicho. "Pero
algún día, cuando estés lista, ¿Quieres casarte conmigo? ¿Prométeme que vas a pasar tu vida
conmigo?"
Le dije que sí, sin desear nada más que estar con él, y al recordar mi pecho empezó a arder. Extendí mi
mano y empecé a frotar el lugar distraídamente, deseando que el dolor se calmara. Era algo que me
encontraba haciendo a menudo mientras el tiempo pasaba, casi como si estuviera físicamente tratando
de reparar mi corazón. Me adapté lo mejor que pude, pero no fue fácil, dormir constantemente me
ayuda a evadir el recordar la noche que había pasado con Edward en esa misma cama. Me había
sostenido, susurrando cómo le gustaría poder leer mi mente y así saber qué decir para que todo fuera
mejor. Si tan solo hubiera podido leer mi mente antes de irse, él hubiera sabido lo mucho que lo
necesitaba. Me estaba cayendo a pedazos, en silencio, llorando en la oscuridad deseando estar con
Edward, y una vez que el cansancio se apoderaba de mí, las pesadillas causaban estragos en mi
subconsciente.

Las noches eran tormentosas, pero los días no eran mucho mejores mientras caminaba en un estado de
letargo. No podía comer, y apenas podía funcionar gracias a mi agotamiento. Sentía como si me
estuviera ahogando, deslizándome lentamente mientras luchaba desesperadamente por mantenerme en
la superficie, esperando que alguien me sacara. Estaba esperando que él volviera, que cambiara de
opinión y dijera que había cometido un error... que viniera y me salvara, porque eso fue lo que Edward
hizo. Edward me salvó. En una ocasión me prometió que nunca se rendiría, que él me encontraría
cuando lo necesitase, y en ese momento lo necesité más de lo que jamás había imaginado que lo haría.

Pero Edward nunca vino.

Empecé a perder el control después de dos semanas, apenas comía y dormía solo por momentos, la
desesperación hacia mis pensamientos aún más frenéticos. Sabía que era un completo desastre, pero
no podía evitarlo, el dolor era abrumador y confuso. Cada vez que alguien tocaba a la puerta de Jasper
o el teléfono sonaba, una oleada de esperanza recorría mi cuerpo pensando que era él, pero cada vez
que eso pasaba quedaba aplastaba porque nunca era él. Mi enojo y mis ansias aumentaron, creando
locos escenarios en mi mente de dónde estaba y qué estaba haciendo. Nunca había estado alejado de
mí durante tanto tiempo y no podía entender cómo él podía tolerarlo, porque si me amaba como él
decía, tenía que haber estado sintiendo el mismo dolor que yo sentía... ¿Verdad?

Pasé mis días acurrucada en un rincón de la habitación, mis rodillas junto a mi pecho con mis brazos
envueltos alrededor de ellas, meciéndome en la oscuridad, tratando de calmarme.

Todo se estaba haciendo confuso y comencé a imaginar cosas que no estaban allí, voces susurrando mi
nombre en la noche. Ruidos extraños en el apartamento, pisadas fuera de mi habitación y estallidos
que hacían mi corazón latir tan salvajemente que pensé que explotaría. Cada noche gritaba y Jasper
venía corriendo, tratando de consolarme y diciéndome que todo estaba bien, pero siempre estaba
demasiado angustiada como para creerle. Llegué al punto en el que se sentía que alguien estaba
siempre ahí, acechándome y mirándome. Podía escucharlos susurrando y moviéndose alrededor del
apartamento, siempre estaban a la vista, pero nunca a mi alcance. Él me estaba acechando, su recuerdo
en todas partes a donde mirara, su ausencia se burlaba de mí.

Todo llegó a su punto crítico a mediados de enero, mi devastación alcanzando sus niveles más altos y
finalmente toqué fondo.

***

19 de enero, 2007
Me senté bruscamente en la cama y miré alrededor confundida, el corazón me latía erráticamente. La
habitación estaba negra como el carbón y parpadeé un par de veces, tratando de adaptarme a la
oscuridad. Mis ojos ardían como si pequeños granos de arena estuvieran incrustados en su interior, los
froté, pero solo pareció empeorar la situación. Manchas de colores aparecieron borrosas en mi línea de
visión, todo estaba distorsionado y retorcido.

Había una tormenta afuera y podía oír la lluvia salpicando contra el edificio mientras el viento silbaba
con fuerza. Los ruidos hicieron eco a través de la habitación, los sonidos magnificados en mis oídos,
golpeando ferozmente mi cabeza. Los vellos minúsculos en mis brazos se levantaron, con una
sensación de hormigueo bailando por mi piel, casi como si hubiera una carga eléctrica en el aire, y de
repente sentí como si estuviera siendo observada. Miré hacia la puerta, un fuerte golpe resonó en la
sala de estar, causando que mi pánico estallara.

“¿Jasper?” Grité, con mi voz arenosa y quebrada. Tragué saliva, tratando de tranquilizarme, me quité
el edredón de encima. Mis piernas temblaban mientras caminaba de puntillas hacia la puerta en
silencio, apreté mi oreja contra la rendija tratando de escuchar algo. Salté cuando una ráfaga de viento
azotó con fuerza, sacudiendo violentamente la ventana, instintivamente me giré para mirar. La
confusión me sacudió cuando mis ojos se posaron sobre el cristal y en el reflejo borroso que había
sobre él, alcance a ver un par de ojos. No cualquier tipo de ojos, sino unos con los que estaba
familiarizada, unos que me hablaron desde la primera vez que los vi.

“Edward,” Dije en voz baja, el dolor en mi pecho se intensificó ante el sonido de su nombre. Las
lágrimas se formaron rápidamente y parpadeé tratando de obligarlas a volver, pero cuando volví a
abrir los ojos la imagen ya no estaba. En su lugar estaba mi propio reflejo, mire alrededor
frenéticamente, desesperada por tenerlo de vuelta. “¡Edward!”

Otra ráfaga fuerte de viento golpeó y mis lágrimas se deslizaron cuando el sonido de su voz lo
acompañó, mi nombre en un susurro entrecortado me envolvió. Parecía tan real que un escalofrío
subió por mi espalda mientras la electricidad en el aire aumentaba. Me volví rápidamente y abrí la
puerta de la habitación, jadeando al ver sombras pasar rápidamente por la sala. Oí el chasquido de la
puerta principal al cerrarse y empecé a sentir pánico, levantando la vista para ver que la cadena
colgando, todavía moviéndose por haber sido perturbada. En el momento en que vi que el pomo no
tenía el seguro puesto lo supe, lo podía sentir en mi piel.

Él había estado allí, en alguna parte, tal vez no en cuerpo pero definitivamente en espíritu. No podía
verlo, pero podía sentirlo y sabía que él me necesitaba desesperadamente, anhelaba por mí dónde sea
que estuviese. No podía vivir sin mí, así como yo no podía vivir sin él. Él era una parte de mí y
siempre sería así, pasara lo que pasara, y supe en ese momento que él se había dado cuenta también.

Volví corriendo al dormitorio y me puse unos zapatos, agarré mis cosas con frenesí antes de dirigirme
hacia la puerta. La abrí y salí corriendo por el pasillo, abriendo la puerta de las escaleras y
descendiendo los seis tramos tan rápido como pude, demasiado apurada para esperar el ascensor.
Estuve a punto de caer al llegar al segundo piso, pero me sujeté, haciendo una pausa y tensándome al
oír pasos en la escalera delante de mí. Un momento después el ruido se detuvo y la puerta exterior se
abrió, un trueno resonó en el edificio mientras que la persona que estaba allí se perdía en la tormenta.

Seguí bajando las escaleras y la lluvia me golpeó justo al salir del edificio, el agua salpicaba
sorprendentemente fría contra mi piel. Miré a mí alrededor, viendo a algunas personas caminando con
paraguas, pero ninguna reconocible para mí, bajé de la acera para cruzar la calle cuando un taxi
amarillo se detuvo delante de mí. Un hombre se bajó del asiento trasero y estaba a punto de cerrar la
puerta del taxi cuando me vio, frunció el ceño con confusión al verme congelada al lado del vehículo.

“¿Necesita el taxi, señorita?” Preguntó, sosteniendo la puerta abierta para mí. Lo miré fijamente
durante un momento, considerando su pregunta. No tenía ni idea de lo que estaba haciendo, mi
confusión se profundizó al ver su expresión preocupada. — ¿Hola? ¿Estás bien?

“Eh, sí,” le dije rápidamente, en realidad no estaba segura de si era verdad o no. Me alejé de él,
murmurando un gracias mientras me deslizaba en el asiento trasero. Mi corazón latía rápidamente y
contuve las náuseas que se estaban creando en la boca de mi estómago a medida que el hombre
cerraba la puerta.

“¿A dónde?”, el hombre detrás del volante me preguntó, mirándome por el espejo retrovisor.

“Chicago.” La palabra salió de mi boca antes de que mi mente procesara lo que estaba diciendo.

“¿Así que... al aeropuerto?”, preguntó vacilante, dándome una mirada extraña. Asentí, ni siquiera
teniendo en cuenta lo que eso significaba, el taxi empezó de nuevo su marcha. La lluvia golpeaba el
coche, con rachas de viento y truenos retumbantes, haciéndome saltar de vez en cuando. Estaba fuera
de control y no podía concentrarme en nada, cayendo en alguna clase trance. Nada tenía sentido y
estaba demasiado cansada como para detenerme y pensar en lo que estaba haciendo, actuaba por
impulso debido a la desesperación. Necesitaba a Edward y él me necesitaba a mí, y eso era lo único
que parecía importar en ese momento.

Cuando llegamos, busqué en mis bolsillos para sacar un poco del dinero que había agarrado antes de
salir y se lo entregué al conductor, sin tomarme el tiempo de contarlo primero. Salí del coche y entré
al aeropuerto, mi pánico aumentando ante la inmensidad del edificio. Había gente por todas partes a
pesar de ser de noche, y no tenía la menor idea de por dónde se suponía que debía empezar en un
aeropuerto. Traté de recordar la única que vez que había estado en uno, en el viaje de Phoenix a
Washington aquel primer día, pero mi mente estaba nublada y no era capaz de recordar lo que el
doctor Cullen había hecho.

Mi cuerpo temblaba mientras caminaba alrededor del lugar, ver tantos desconocidos en un mismo
espacio era completamente aterrador. Empecé a dudar sobre mi decisión de haber venido mientras
seguía caminando, perturbándome aún más cuando las personas chocaban conmigo. Me mezclé entre
la multitud y traté de pedir indicaciones para llegar al mostrador de boletos, pero nadie me prestó
atención. Empecé a hiperventilar y mi visión se volvió aún más borrosa cuando vi a un hombre
extraño acercarse. Su postura era intimidante y traté de alejarme de él pero me ordenó que me
detuviera, la alarma en su voz provocando que perdiera el control. Me di la vuelta para empezar a
correr, pero antes de que pudiera dar un paso la oscuridad me rodeó, lo último que escuché fue mi
propia voz gritando antes de que todo desapareciera.

“¿Isabella Swan?”, dijo una voz desconocida. Me obligué a abrir los ojos y parpadeé un par de veces,
tratando de distinguir el rostro del hombre que estaba frente a mí. Parecía ser bastante joven, con el
cabello rubio y cálidos ojos azules que al encontrarse con los míos calmaron un poco mis nervios.
“Está bien, señorita. Solo se desmayó.”
Le di una mirada de sorpresa cuando me senté, mi visión borrosa por el movimiento. Aparté los ojos
de él, confundida, y me paralicé cuando vi la placa de policía pegada a su pecho. Mi corazón latía
furiosamente y mi respiración se aceleró por el miedo mientras trataba de recordar lo que
posiblemente podría haber hecho mal. “¿Estoy bajo arresto? ¿Qué he hecho?”

“Cálmese, Isabella. Usted no está en problemas.” Dijo suavemente, agarrando mi hombro. Me


estremecí por el contacto y él se alejó de mí rápidamente.

“¿Cómo sabe mi nombre?” Le pregunté. Él sonrió, levantando una pequeña tarjeta que entonces me di
cuenta era mi licencia de conducir.

“Encontré esto en su bolsillo junto con un teléfono móvil,” Respondió. “Un hombre llamado Jasper
llamó mientras usted estaba desmayada y respondí. Parecía preocupado por usted así que le expliqué
la situación. Debería estar aquí pronto.”

“Oh,” Dije simplemente, sin saber qué más decir. Inmediatamente me preocupé pensando en cómo iba
a reaccionar Jasper, probablemente se culparía al ver lo que había hecho. Una mujer apareció detrás
del oficial y me dio una botella de agua, trató de alcanzar mi brazo, indicándome que tenía que
tomarme el pulso. Ella también tenía uniforme y miré el parche en su camisa notando que era
paramédico. Empezó a hacerme preguntas, sobre mí y mi salud, y le respondí vagamente, no
sintiéndome cómoda con el tema.

Jasper llegó un minuto después, corriendo por el lugar en pánico. Su atención se mantuvo enfocada en
mí mientras el oficial empezaba a hacerle preguntas y expresaba su preocupación acerca de mi estado
mental. Podía ver la preocupación en los ojos de Jasper así que evité su mirada, avergonzada. Jasper le
aseguró al oficial que yo estaba bien y explicó que estaba sufriendo de insomnio ya que había sufrido
alguna clase de trauma recientemente, por lo que mi confusión era normal. Supe de inmediato que él
no creía en sus propias palabras, que él sabía que no había nada normal en la forma en la que estaba
actuando. Me sentí ridícula al escucharlos hablar de mí, el hecho de haber estado persiguiendo a un
fantasma a través de toda la ciudad y poniendo en peligro a las personas que habían luchado para
mantenerme a salvo, hicieron que llorara lágrimas de vergüenza. Estaba trastornada, perdiendo el
contacto con la realidad en medio de mi dolor.

El oficial nos permitió irnos a regañadientes y yo le di las gracias en voz baja por su ayuda, sin decir
otra palabra Jasper me llevó de vuelta a su apartamento. Subimos hasta el sexto piso en el ascensor,
envolví mis brazos alrededor de mí cuerpo tratando de detener los temblores, haciendo lo mejor que
pude por ignorar las miradas de preocupación que Jasper continuaba enviándome.

“Me asustaste.” Dijo, mientras salía del ascensor, en dirección al apartamento. “Encontré la puerta
abierta y no estabas. No puedes ni siquiera imaginar los escenarios que corrieron por mi mente. Pensé
que habías sido secuestrada de nuevo.”

“Lo siento”, le dije, mis palabras apenas audibles.

“Sé que lo sientes.” Respondió en voz baja. “No estoy molesto pero tú realmente me preocupaste. ¿En
qué estabas pensando? ¿A dónde ibas?”

“Yo, eh,” empecé a decir, con lágrimas deslizándose por mis mejillas. “No lo sé. Me desperté y
pensé... quiero decir, yo solo quería a... Edward.”

Susurré su nombre mientras las lágrimas fluían, sentí la mirada de Jasper en mí así que las limpié
rápidamente. “Edward,” murmuró. “¿Es por eso que fuiste al aeropuerto? ¿Querías ir a ver a Edward?”

Asentí con la cabeza, al ver la curiosidad genuina en su expresión, suspiró exasperadamente mientras
abría la puerta del apartamento. Me hizo un gesto con la mano para que entrara y lo hice después de él,
dirigiéndome directamente a mi habitación cuando su voz se escuchó de nuevo. “¿No quieres ni
siquiera intentarlo, Isabella?”

Me detuve en la puerta y lo miré. “¿Qué?”

“Puedes hacer lo que quieras en este momento, comprar tu propia casa, ir a la escuela, conocer gente,
hacer amigos. Puedes hacerlo todo. Puedes conseguir un trabajo si quieres uno. No veo el punto de
conseguir uno ya que no tienes la necesidad, pero el punto es que tú podrías. ¿Pero tú no quieres ni
siquiera intentarlo? ¿Quieres simplemente rendirte de una vez?”

“Yo no quiero rendirme,” dije, sacudiendo mi cabeza. “Yo solo... lo extraño, Jasper. Lo amo.”

“Lo sé,” dijo en voz baja. “Y él te ama a ti. Por eso es que él hizo esto, tú lo sabes. Él quería
mantenerte alejada de todo eso y que tuvieras la oportunidad de vivir una vida normal. Pensó que tú lo
merecías porque él cree en ti. ¿No crees que por lo menos vale la pena intentarlo?”

Lo miré fijamente mientras pensaba en sus palabras, tratando de aclarar la confusión que aún parecía
rodear todo. Él me devolvió la mirada, esperando de algún tipo de respuesta de mi parte, pero antes de
que pudiera responderle sonó su teléfono. Se apartó para contestarlo y tan pronto como nuestro
contacto visual se rompió hui hacia mi habitación, cerrando la puerta detrás de mí.

No estaba segura del tiempo que pasé acurrucada en mi cama envuelta en mi manta. Dormité más de
una vez, pero cada vez me despertaba sobresaltada por ruidos en el apartamento. En un momento dado
escuché la fuerte voz de Jasper, en un tono sorprendentemente serio.

“Ella simplemente salió y dejó la puerta abierta,” dijo. “¡En su pijama! Estamos como a dos grados
bajo cero y había una tormenta y ella ni siquiera llevaba un abrigo. Supongo que tomó un taxi para
llegar al aeropuerto, gracias a Dios tenía suficiente dinero para pagar por él, pero no sé qué demonios
pensaba hacer al llegar ahí. Dijo que iba adonde Edward pero solo tenía como diez dólares en su
bolsillo. ¡No puedes comprar un maldito pasaje de avión por diez dólares! ¡Ni siquiera creo que ella
pudiera pagar el taxi de regreso a casa por esa cantidad! Ellos me explicaron que solo estaba allí de
pie en medio del aeropuerto temblando, empapada, sin equipaje, así que por supuesto que se veía
sospechosa. Y luego trató de escapar de la seguridad. ¿En qué estaba pensando?”

“No estaba pensando,” se escuchó otra voz con firmeza, que reconocí inmediatamente como la del
doctor Cullen. No estaba segura de en qué momento él había llegado, pero supongo que en algún punto
Jasper tuvo que haberle avisado. “Se llaman crisis nerviosas por una razón. Ella se está derrumbando,
hijo, y sufriendo de un trastorno de adaptación porque todo esto es extraño para ella. Perdió a la única
persona de la que se permitió depender, la única persona que la hacía vulnerable. Ella tiene miedo,
Jasper. Necesita orientación, necesita apoyo y necesita que alguien le ayude a hacerle frente a todo
esto. Tal vez debería llevarla de vuelta a Forks conmigo por un tiempo.”
“¿Crees que la ayudaría?” Preguntó Jasper. “¿Estar de vuelta en esa casa donde pasó todo el año
pasado con él? ¿Cómo crees que reaccionará al ver que todas sus cosas se han ido? ¿Su habitación
vacía? ¿Su piano desaparecido? Y para estar a solas contigo, ¿después de lo que le hiciste? De ninguna
manera. Sin ánimos de ofender, papá, pero creo que eso es lo último ella necesita ahora. Ya la acusé
de darse por vencida, si la dejo ir a Forks parecería que yo también me estoy dando por vencido.

“Muy bien, pero ella no puede continuar comportándose de esta manera, o de lo contrario habrá
consecuencias nefastas. Ella ha estado valiéndose por sí misma solo dos semanas y ya he tenido que
llamar a Alec y decirle que tuvo un encuentro con la policía,” dijo el doctor Cullen.

“Ni siquiera pensé en eso...”

“Supongo que ella tampoco lo hizo,” respondió el doctor Cullen. “Pero ella necesita empezar a pensar
en eso. Le dije a Alec que me aseguraría de que no habría repercusiones del incidente, pero no estaba
feliz, por decir lo menos.”

“¿Le dijiste a Edward?”

Cerré mis ojos, mis lágrimas empezaron a caer al escuchar el cambio de rumbo en la conversación. El
doctor Cullen tenía razón, no había estado pensando. Alec me había advertido que incluso el verse
sospechoso prácticamente era como ser culpable en su mundo, pero yo había ignorado por completo la
advertencia, debido a mi desesperación.

“No, no le vi el sentido. Él tiene suficientes problemas con que lidiar en su propia vida, no hay
necesidad de añadirle los problemas de ella también. Alec cree que ambos necesitan un llamado de
atención, así que, probablemente él ya le dijo. Realmente no estoy seguro,” dijo el doctor Cullen,
haciéndome sentir mucho más culpable de lo que ya me sentía con sus palabras. “Le dije que me
encargaría de Isabella y así él no tendría por qué viajar hasta aquí, porque estoy bastante seguro que
soportar la ira de Alec ahora, solo la traumatizaría aún más, pero me atrevería a decir que Edward está
conociendo el otro lado de su tío en estos momentos.”

“¿Y qué pasa con Isabella?” Preguntó Jasper. “Le prometí a Edward que haría lo que fuera necesario,
pero sinceramente ya no sé qué hacer. He estado tratando de darle su espacio para que pudiera
sobreponerse, pero parece estar resultando contraproducente. No puedo conseguirle un lugar propio
para que se mude si está en esta condición, ¿sabes? Realmente no sé lo que él esperaba.”

“Yo me encargo de ella.”

El silencio dominó la sala, escuché un suave golpe en mi puerta antes de que se abriera, y un poco de
luz se filtró en la habitación. Me quedé envuelta en mi manta, no me volteé para mirar porque sabía
que era el doctor Cullen. El colchón se hundió un segundo después cuando se sentó en el borde de la
cama, detrás de mí, su proximidad hizo que mi corazón latiera. No lo saludé y él tampoco dijo nada al
principio, en su lugar dejó escapar un suspiro de frustración que resonó en la habitación.

“Lo que hiciste esta noche fue peligroso, Isabella,” finalmente comenzó a decir, con su suave voz.
Seguí acostada, pero por su tono me di cuenta de que él sabía que estaba despierta. “Tantas cosas
podrían haber salido mal. Podrían haberte detenido por tu comportamiento y eso habría sido un
problema aún más serio en nuestras manos. Entiendo por qué lo hiciste y sé que tienes el derecho de ir
a donde mejor te parezca, pero lo que hiciste esta noche no fue muy inteligente.”

Hizo una pausa y suspiró una vez más con exasperación. “¿Recuerdas el día que te llevé al hospital
conmigo?” Me preguntó. “Nos sentamos en mi oficina y hablamos sobre tu relación con Edward. Te
dije ese día que él era ingenuo e impulsivo...”

“Irracional y volátil,” susurré, pero mi voz fue lo suficientemente fuerte para hacer que dejara de
hablar.

“Sí, irracional y volátil,” dijo. “Edward siempre ha hecho las cosas sin pensar, y realmente me
preocupaba que él hiciera lo mismo con su relación. Tenía miedo de que huyera contigo o te
involucrara en cosas de las tenías que mantenerte alejada. Estaba seguro de que él haría eso,
sinceramente, porque eso era lo que mi hijo hacía, pero me equivoqué. Él no lo hizo esta vez, Isabella.
Por primera vez en su vida, Edward realmente consideró las consecuencias antes de actuar. Sé que
duele su partida, pero él pensó en esto durante mucho tiempo. No fue algo que hizo por capricho.
Quiere esto para ti. Todos lo hacemos, de hecho.”

“He perdido mucho, lo sabes. Perdí a mi esposa, pero antes de eso perdí mi vida. Te lo expliqué aquel
día en mi consultorio. Te dije que entregué mi vida al iniciarme y que mis decisiones nunca más
fueron mías porque la organización dictaba todo lo que yo debía hacer. A lo que me refiero es que, y
no me gusta admitirlo, ese es el mundo al que pertenece Edward ahora. Ellos le dicen a dónde ir y qué
hacer, y si él no lo hace… bueno... tú sabes tanto como nosotros que pasa si alguien hace caso omiso a
sus órdenes. Se está adaptando, pero no es nada fácil para él. Le va a tomar un tiempo acostumbrarse a
su nueva vida, pero eventualmente lo hará. Aprenderá a aceptarlo, pero él no quiere que tú seas
sometida a eso, Isabella,” dijo, haciendo una pausa. “Y yo estoy de acuerdo con él y honestamente
creo que Chicago es el último lugar al que deberías ir, pero si tú decides que ese es el mundo en el que
quieres estar, haré todo lo que esté a mi alcance para ayudarte.”

En el momento en que pronunció esas palabras me di la vuelta y lo miré sorprendida. “¿Usted me


ayudaría?” Le pregunté tímidamente, preguntándome si lo había oído mal.

“Sí,” respondió, con una expresión seria. “Pero no hoy. No cuando te encuentras así. Edward necesita
tiempo para sí mismo, para pensar en lo que está haciendo, y francamente, creo que tú también. Él
hizo esto para darte una oportunidad, porque eso era lo que él quería, y creo que eso debe ser
respetado. ¿No crees?”

Me quedé mirándolo, sin saber qué responder. “Eh... sí,” dije yo, nunca lo había pensado de esa
manera.

“Después de que realmente le hayas dado una oportunidad a la vida, si todavía quieres ir a Chicago,
me aseguraré de que llegues allí. No te puedo hacerte ninguna promesa de lo que pasará porque
Edward puede hacer lo que quiera con su vida personal, pero te ayudaré, aunque sea lo último que
haga. Pero no voy a hacerlo ahora, porque ninguno de los dos está listo. Antes de que puedas elegir
estar con Edward, tienes que saber a lo que estás renunciando. Necesitas darte cuenta de que realmente
tú no lo necesitas a él, Isabella. Puede que ahora lo sientas así, pero no lo es, tienes que darte cuenta de
eso o todo habrá sido en vano.”

“No será fácil, y si piensas que justo ahora no lo puedes hacer por ti misma, hazlo por Edward. Hazlo
sentirse orgulloso. Demuéstrale a todos que él tenía razón sobre ti, que todo lo que él sacrificó valió la
pena, que tú eres la mujer fuerte en la que él cree. Demuestra que tu padre se equivocó al repudiarte,
Isabella, demuestra que Edward tenía razón, porque él lo necesita. No le queda prácticamente nada a
este punto, odio decirlo, pero es la verdad. Si alguna vez has querido darle a Edward algo, para
recompensar todo lo que él te ha dado, esto sería perfecto. Dale esto a él.”

“Está bien,” dije en voz baja, con lágrimas en mis ojos.

“Bien. No sé cómo te sientas al respecto, pero me gustaría recetarte algunos medicamentos al menos
durante un tiempo, solo para ayudarte a salir de esto. Tienes todo el derecho a negarte, pero sería
bueno que les dieras una oportunidad. Cuando las cosas se vuelvan más fáciles puedes dejar de
tomarlos, pero necesitas empezar a comer y dormir bien, porque no se puede volver a repetir lo de esta
noche. ¿Entiendes?” Me preguntó.

“Sí.”

“Muy bien, entonces. Duerme un poco, volveré mañana,” dijo él, poniéndose de pie y dirigiéndose
hacia la puerta. Me di la vuelta y miré el reloj, viendo que apenas pasaban de la una de la madrugada.
Cerré los ojos, más exhausta de lo que había estado en mi vida, y antes de caer en la inconsciencia oí
la voz del doctor Cullen de nuevo en la sala.

“Eso es lo que él esperaba, hijo.”

****

“¡Isabella!”

Miré a mi amiga rápidamente, viendo la confusión en su rostro. “¿Eh?”

“¿No me has estado escuchando? Jesús, niña, concéntrate. Tenemos un largo día por delante. No te
pongas a soñar despierta,” dijo ella, sacudiendo su cabeza. “¿Dónde está tu teléfono? Traté de llamarte
mientras venía hacia acá, pero no respondiste.”

“¿En serio?” Pregunté sorprendida, no era capaz de recordar mi teléfono sonando. “Está arriba, creo.”

“Sí, en serio. Ve y búscalo. Y cámbiate de ropa también. No hay manera de que salga contigo con ese
aspecto,” dijo, arrugando su nariz mientras me examinaba. Puse los ojos en blanco, volviendo a mi
habitación.

“Siempre tan mandona,” le dije mientras comenzaba a subir las escaleras.

“Una de las muchas razones por las que me amas,” gritó. Me reí y sacudí la cabeza, tomando sorbos de
mi café mientras me dirigía hacia mi dormitorio. Miré a mí alrededor brevemente, viendo mi teléfono
color plata tirado en el borde de la cama, lo agarré y encontré cuatro llamadas perdidas. Las dos
primeras eran de Emily, la tercera de la escuela a la que estaba asistiendo, y me quedé helada cuando
mis ojos se posaron en la cuarta. Me quedé mirando el nombre brevemente mientras mi corazón latía
con fuerza, la sangre corriendo furiosamente a través de mis venas.

Los Evanson.
El tiempo había pasado volando después del incidente en el aeropuerto. Jasper estaba muy ocupado
con su nuevo semestre escolar y me sentía culpable de que él también tuviera que soportar mi
presencia encima de todo, sabiendo que no era fácil lidiar conmigo. Empecé a salir del edificio cuando
estaba sola, el aire fresco y el cambio de escenario ayudaba a aclarar mi mente. Caminaba por la calle
hasta un pequeño parque público y me sentaba en uno de los columpios, el lugar estaba casi siempre
solo por las mañanas, ya que seguía siendo invierno. Me acostumbré a la temperatura, el aire frío
quemaba mis mejillas y me recordaba que seguía viva; que no importaba cuánto doliera o lo mucho
que se sentía como si me estuviera muriendo por dentro, porque en realidad no era así. Todavía estaba
respirando, cada exhalación lo reafirmaba cuando veía la nube de mi aliento a mi alrededor.

Mientras siguiera respirando, estaba bien.

El doctor Cullen me recetó algunos medicamentos y no tardaron mucho tiempo en hacer efecto. Mi
ansiedad disminuyó y me sentía menos agobiada, recordaba todo lo que él me había dicho esa noche,
sus palabras daban vueltas en mi cabeza constantemente. Empecé a levantarme por las mañanas,
arreglarme, salir y decirme a mí misma que Edward estaría feliz si supiera. Leí su carta más veces de
las que podía contar y había memorizado sus palabras, repitiéndolas en voz alta cada vez que
empezaba a dudar. Ve y haznos sentir orgullosos, decía. Yo creo en ti. Muéstrales que no pueden
dominar a mi chica.

A menudo imaginaba que el sí sabía, imaginaba que él me observaba a medida que las semanas
pasaban. Trataba de hacer cosas que sabía que lo harían sentir orgulloso, porque era más fácil de esa
manera, era algo a lo que me podía aferrar, pero con el tiempo las cosas empezaron a cambiar. En
lugar de solo hacer lo que pensaba que a Edward le gustaría que hiciera, me encontré haciendo lo que
yo quería.

Jasper me enseñó a enviar cosas por correo y compré algunas postales y tarjetas en la tienda, se las
enviábamos a Alice en Forks o a Rosalie y a Emmett al otro extremo del país.

De vez en cuando me respondían, tarjetas y cartas donde me contaban qué hacían o qué pasaba donde
se encontraban. Era una tontería, ya que a menudo veía a Alice los fines de semana, sin embargo, ella
era la que más me escribía. Recibía cartas de ella cada cierto tiempo, páginas llenas de chismes sobre
la gente de Forks que había conocido durante mi estancia allá. Era emocionante y sentía como que
realmente encajaba, la sensación de estar viendo algo que estaba dirigido a mí en el buzón era
indescriptible. Era algo que la mayoría de la gente daba por sentado, pero era algo muy importante
para mí, porque era una prueba de que finalmente tenía una identidad. Estaba eufórica la primera vez
que recibí lo que Jasper llamaba correo basura, era un simple volante de un negocio local acerca de
una venta que estaban teniendo. No estaba segura de cómo sabían mi nombre y Jasper solo se encogió
de hombros, diciéndome que lo botara a la basura, pero me negué a hacerlo. Era la primera vez que se
reconocía mi existencia, como si fuera solo otra persona en el mundo. Ya no era Isabella Swan, ex
esclava, ahora era Isabella Swan, cliente potencial.

Para mí, eso era todo.

Me pasaba horas en la Biblioteca Pública, donde Jasper me ayudó a obtener una membresía para sacar
libros. Leía mucho, Jasper también me enseñó a manejar una computadora, ya que nunca me había
tomado el tiempo de aprender en Forks. El uso de Internet me abrió un mundo de posibilidades, todo
lo que imaginaba estaba al alcance de mis manos. Aprendí a usar el correo electrónico, que era más
rápido y más eficaz a la hora de mantener el contacto con todo el mundo, junto con los mensajes de
texto. Investigué, aprendiendo cosas solo por el simple hecho de saberlas, e incluso empezamos a
hablar sobre comprar mi propia casa y sobre matricularme en la escuela. Empecé con cosas pequeñas,
como inscribirme en algunos talleres en el Centro de Bellas Artes de Pratt, que solo duraban un par de
horas cada uno, y finalmente tomé algunos cursos de cinco semanas de duración en la Academia de
Artes de Gage.

Las cosas empezaron a ser más sencillas una vez que me acostumbré, pero todavía tenía mis
momentos. Extrañaba a Edward inmensamente, mi amor por él nunca flaqueó ni siquiera cuando las
semanas se convirtieron en meses. A menudo le escribía cartas pero nunca se las enviaba,
recordándome a mí misma lo que el doctor Cullen había dicho sobre él necesitando un tiempo
también. El invierno se dio paso a la primavera y frecuentemente me preguntaba cómo la estaba
pasando él en Chicago, pero trataba de no pensar en lo que podría estar haciendo para pasar el tiempo.

Nadie mencionaba a Edward en mi presencia y cuando preguntaba todos se quedaban callados, o me


daban alguna respuesta vaga como ‘pasándola’ o ‘está bien’, antes de cambiar de tema rápidamente.
Lo toleraba, pensando que solo estaban tratando de ayudarme, pero el no saber nada comenzó a
encrespar mis nervios. Estaba cocinando la cena para Jasper y Alice un sábado por la noche a
principios de mayo, cuando finalmente fue demasiado para mí y me volví hacia ellos, con una
expresión seria en el rostro.

“¿Cuándo fue la última vez que alguno de ustedes realmente habló con Edward?” Les pregunté con
curiosidad. Ambos se congelaron y me miraron, antes de que Alice encogiera sus hombros con
indiferencia.

“Ha estado muy ocupado,” dijo ella, forzando una sonrisa. “La cena huele bien. ¿Qué estás haciendo?”

“Alice,” dije con firmeza, mientras que ella caminaba hacia la cocina y empezaba a revolver la salsa
que se cocinaba a fuego lento, tratando de evitar mi pregunta. “Por favor no me mientas o me ignores.
Se supone que eres mi amiga.”

“Soy tu amiga,” dijo en voz baja, mirándome. “Mira, yo solo he hablado con él dos veces desde que se
fue. La última vez fue a finales de enero, me preguntó cómo me fue en el SAT y cómo estaba la
escuela, pero en cuanto le pregunté acerca de su vida, dijo que se tenía que ir, y colgó. Dejó de tomar
mis llamadas después de eso.”

La miré sorprendida, no esperaba esa respuesta, luego miré a Jasper. Él me miraba con recelo, su
expresión me decía que su respuesta no iba a ser mejor que la de Alice.

“Jasper.”

“Hace aproximadamente un mes, pero solo hablamos durante un minuto más o menos. Me dijo que
estaba ocupado y que me llamaría cuando tuviera tiempo, pero nunca me devolvió la llamada. Todavía
lo llamo cada cierto tiempo, solo para ver cómo está, pero ya no me devuelve las llamadas.”

“¿Por qué?”

“No lo sé,” respondió. “Supongo que es más fácil para él de esa manera.”
“¿Por mí?” Le pregunté, mi pecho empezó a arder a la vez que se formaba el nudo en mi garganta
tratando de contener mis emociones. “¿Él dejó de hablar con ustedes por mí? ¿Porque estoy aquí?”

“Por supuesto que no,” dijo Alice. “Él todavía te ama, Isabella.”

“¿Todavía me ama?” Le pregunté, incapaz de contener mis lágrimas. “¿Cómo puedes estar tan segura?
Ustedes ni siquiera hablan con él, Alice. ¿Por qué otra razón dejaría de hablarles?”

“Por supuesto que te ama,” dijo Jasper, sacudiendo la cabeza. “Uno no deja de amar a alguien así. Y
no es culpa tuya. No puedes culparte por todo lo que Edward haga, eso es ridículo. Rosalie y Emmett
tampoco tienen noticias de él. Él vive cerca de Esme y ella apenas lo ve. Es solo que... está ocupado.”

“¿Así que está totalmente solo?” Le pregunté, sorprendida. “¿Se aisló por completo de todo el mundo?
¿Nadie sabe de él?”

“No todos,” dijo Jasper. “Quiero decir, Alec todavía habla con él todos los días.”

“Alec,” murmuré, sacudiendo la cabeza mientras caminaba hacia la estufa. Agarré la cuchara que tenía
Alice y comencé a revolver la salsa, tratando de distraerme. No dije nada más ya que mi cabeza
trataba de procesar las noticias. Siempre supuse que Edward aún tenía a su familia para ayudarle a
lidiar con lo que sea que tuviera que manejar en Chicago, sabiendo que necesitaría alguien con quien
hablar para no caer por completo en la oscuridad. El saber qué había cortado el contacto con ellos fue
sorprendente para mí y mi preocupación fue mayor, sabiendo que no había manera de que él estuviera
bien si no tenía a nadie. Yo había sacado a Edward a la superficie una vez, ¿pero quién lo mantenía a
flote ahora?

Esos pensamientos pesaron en mi mente por un tiempo mientras seguía hacia adelante. En los meses
que había estado allí, no había oído hablar de Alec para nada, pero sabía que él me estaba vigilando a
través de los demás. Nunca había tenido una razón para llamarlo y francamente no tenía ganas de
hacerlo... eso fue, hasta que llegó junio y puso mi mundo de cabeza.

***

01 de junio, 2007

Me senté en el banco de metal del parque, agarrando con fuerza el sobre blanco en mis manos
mientras miraba hacia la nada. Acababa de salir de mi clase de arte y mi portafolio estaba en el banco
junto a mí, conteniendo todo el trabajo que había hecho en las últimas cinco semanas. Más de una
docena de pinturas, desde retratos hasta paisajes, de naturaleza muerta a pinturas abstractas, cada uno
representaba una parte diferente de mí. Fue sorprendente lo terapéutico y personal que resultó ser la
pintura. El dibujo era técnico, las líneas y los detalles necesitaban estar perfectos para dejarme
satisfecha, podía perderme pintando, poniendo todas mis emociones en eso. Cada una tenía un
significado especial para mí, pero el arte es subjetivo, así que sabía que cada persona veía algo
totalmente diferente. Me gustó eso del arte, como cada pieza de mi trabajo mantenía un mensaje
oculto que solo yo sabía, era entretenido escuchar a los demás tratando de descifrar el código.

Fuera de todo, sin embargo, el sobre que tenía en mis manos era la cosa más personal que tenía
conmigo. Dentro estaba parte de mi corazón, había derramado mi alma en las líneas de ese papel. Miré
el frente de la carta, examinando con mis ojos el nombre escrito encima de la dirección…

Edward Cullen.

La había escrito la noche anterior, pero en vez de romperla, como solía hacer cada vez que le escribía,
la puse en un sobre y consideré realmente enviarla. Buscar la dirección no fue difícil, ya que a Jasper
se le había salido que Edward se estaba quedando en la casa en la que habían crecido, Edward me la
había mostrado cuando estábamos en Chicago, así que sabía el nombre de la calle, y localizar el
número de la casa fue tan simple como buscar unos minutos en internet.

La había llevado a clases conmigo y horas más tarde todavía la sostenía, sin saber si enviarla o no por
correo. Me preocupada la manera en la que sería recibida, temiendo que solo empeorara las cosas para
él. Estaba tan absorta en mis pensamientos, debatiendo qué hacer, que no escuché a la persona que se
acercaba.

“Hermoso día, ¿eh?”

Salté, sorprendida, y volviéndome rápidamente para ver a un caballero algo mayor de pie a un lado
observándome. Estaba vestido de manera informal con pantalones vaqueros y una camiseta, algo
bronceado y su cabello oscuro estaba empezando a tornarse gris. Me parecía vagamente familiar,
como si lo hubiera visto antes, y de inmediato me pregunté si era alguien que debería conocer, como
un vecino o algo parecido. Él sonrió cálidamente y le sonreí por cortesía, asintiendo con la cabeza.
“Sí, es un buen día.”

“El clima aquí es sorprendente. Siempre supe qué hacía frío en Washington, ya que está muy al norte,
pero de alguna forma la temperatura siempre está controlada. Aunque, llueve más de lo que es de mi
agrado,” dijo mientras daba los últimos pasos en mi dirección, metiendo la mano en su bolsillo y
sacando un paquete de cigarrillos. Sacó uno y se lo puso entre los labios, tendiendo los demás hacia
mí. “¿Quieres uno?”

“Oh, no, gracias,” le dije, sacudiendo la cabeza. “No fumo.”

“Ah, está bien,” dijo, poniendo de nuevo el paquete en su bolsillo. “Chica inteligente. Es un mal
hábito, así que no lo empieces.”

“No tengo la intención de hacerlo,” le contesté.

“¿Así que te gusta la lluvia?” Preguntó él, inquiriendo de nuevo sobre el clima a la vez que encendía
su cigarrillo. “Creo que nadie de por aquí está acostumbrado a ella de todas formas, ¿eh?”

“Eh, supongo,” murmuré. “Yo realmente no soy de aquí, así que todavía estoy aprendiendo a lidiar con
ella.”

“¿Sí? ¿De dónde eres?” Preguntó, alzando las cejas con curiosidad. “Tienes un poco de acento que no
puedo descifrar. ¿Sur, tal vez?

“Sí, del sur. Phoenix,” le respondí.

“Así que estás acostumbrada al calor seco,” dijo él, asintiendo. “He estado en Arizona unas cuantas
veces. Bonito lugar. Entonces, ¿Qué te trae a Washington?”

“Cambio de escenario,” le dije, encogiéndome de hombros con indiferencia. No estaba del todo segura
de cómo responder a esa pregunta, teniendo en cuenta que no había tenido elección en la reubicación.
Habló sobre el clima un poco más mientras que yo continuaba apretando el sobre entre mis manos,
traté de ser cortés y lo escuché. No fue fácil, sin embargo, ya que su presencia me estaba poniendo
nerviosa.

“¿Tienes una carta de amor ahí?” Me preguntó en broma después de un rato, al darse cuenta de mi
distracción. Me encogí de hombros, sintiendo el aumento de rubor en mis mejillas ante la pregunta.

“Es para un viejo amigo,” le dije. Él sonrió, con un brillo pícaro en sus ojos al mirarme.

“Tomaré eso como un sí. Para que sepas, hay un buzón justo ahí,” dijo, señalando un buzón azul a
pocos metros en la orilla del parque. “Puedo llevarla realmente rápido por ti, si lo deseas.”

Consideré su oferta por un segundo antes de negar con la cabeza. “No, gracias,” le dije. “Aún no he
decidido si debo enviarla o no.”

“Ah, comprensible. Sin embargo, si vas a enviarla, asegúrate de que él lo vale. Una chica bonita como
tú no debería conformarse con menos que lo mejor,” dijo, guiñándome un ojo. “¿Así que eres es un
artista?”

Lo miré sorprendida, preguntándome por qué me hacía esa pregunta, luego me di cuenta de que estaba
mirando mi portafolio. Inmediatamente me sentí culpable ya que estaba ocupando toda la banca, me
pregunté si debía ser más cortés y ofrecerle que se sentara. “Estoy tomando algunas clases pero no
creo que deba ser llamada artista,” murmuré, agarrando mi portafolio nerviosamente.

“Oh, estoy seguro de que eres maravillosa,” respondió él, dejando caer su cigarrillo al suelo y
pisándolo. Me tendió la mano, sonriendo. “¿Te importa si echo un vistazo?”

Dudé antes de mostrárselos, mirándolo ansiosamente cuando comenzó a ver pintura tras pintura. Sacó
una y la sostuvo en alto, devolviéndome el resto “Mira, esta, esto te hace un artista,” dijo admirando la
pintura. Sonreí ante el cumplido y vi que era un abstracto, principalmente a base de rojos profundos,
naranjas y amarillos. Había manchas azules y verdes, alrededor de una forma negra en el centro.

“¿Qué aspecto tiene para usted?” Le pregunté con curiosidad. Se encogió de hombros, sin dejar de
mirarlo.

“Me parece ver un agujero negro absorbiendo todo, toda la calidez y la felicidad desapareciendo de la
vida por su causa,” respondió. Me miró con una expresión de curiosidad, y sonreí ante su respuesta,
porque sabía que él esperaba alguna clase de confirmación de mi parte. Nunca contradecía las teorías
que las personas daban a mis pinturas, a pesar de que estuvieran equivocadas. Los colores cálidos
representaban mi vida en Phoenix y los colores fríos tratando de alcanzarlos, eran mi nueva vida
emergiendo y borrando el pasado. La figura en negro era yo, porque era todo lo que yo había sido.
Alguien sin nombre, sin rostro. En aquel entonces, yo no era nadie.

“Me alegro de que le guste,” le dije tomándola de sus manos, y devolviéndola a mi portafolio.
“Una persona tendría que estar ciega como para no hacerlo. Obviamente tienes talento,” dijo, con la
voz genuinamente amable. Él comenzó a palmear sus bolsillos, mirando a su alrededor. “Oye, ¿por
casualidad tienes un teléfono que me puedas prestar un momento? He olvidado el mío en la casa y no
sé dónde hay un teléfono público por aquí.”

“Sí, claro,” le dije, tratando de alcanzar mi teléfono. Jasper siempre prestaba el suyo, así que no vi
nada malo en ello. Se lo ofrecí, y él lo tomó, abriéndolo con una sonrisa. Caminó unos metros de
distancia buscando privacidad mientras apretaba los botones, lo llevó a su oído y esperó.

Suspiré y agarré la botella de agua que tenía en mi mochila, me quedé mirando alrededor del parque
mientras me tomaba lo que quedaba. El agua estaba tibia y sabía algo raro después de haber pasado
todo el día en mi mochila, pero estaba sedienta, así que no le di importancia. Miré nuevamente hacia
el hombre y vi que se dirigía de nuevo hacia donde yo estaba, devolviéndome el teléfono.

“Gracias,” respondió a la vez que yo dejaba caer la botella vacía de vuelta en mi mochila. Extendió su
mano al ver la botella, sonriendo cálidamente. “Dame, déjame tirar eso a la basura. Es lo menos que
puedo hacer, ya que me dejaste usar tu teléfono.”

“Gracias,” le dije, agradecida por el gesto. Le entregué la botella y su sonrisa creció.

“No hay de qué. Soy Joe, por cierto. No me presenté antes.”

“Eh, yo…” Empecé a decir, pero antes de que pudiera pronunciar mi nombre una voz fuerte se
escuchó detrás de mí, enviando un escalofrío por mi espalda.

“¿Qué demonios crees que estás haciendo?”

Me volví rápidamente, con mi corazón martilleando por el miedo, viendo al doctor Cullen a unos
metros de distancia de nosotros. Confundida, empecé a tartamudear, sin saber por qué estaba aquí o
qué había hecho yo mal, pero poco a poco me di cuenta de que él ni siquiera me estaba mirando a mí.
Sus ojos estaban fijos en el hombre que acababa de presentarse como Joe, con una expresión de ira
intensa.

“Ah, Carlisle, que gusto verte,” dijo Joe casualmente, el hecho de que ellos dos se conocieran me dejó
asombrada. “¿Qué te trae a Seattle el día de hoy?”

“Yo podría preguntarte lo mismo,” dijo el doctor Cullen intencionadamente, caminando hacia
nosotros. “Y se lo he dicho antes, prefiero que me digan doctor. Solo mis amigos y familiares me
llaman Carlisle, y usted no es ninguno de los dos.”

“Es cierto,” dijo Joe. “Me disculpo, doctor Cullen. Se me debe haber olvidado.”

“Eso no es lo único que parece haber olvidado,” dijo el doctor Cullen, sus ojos mirando rápidamente
hacia mí. “Pensé que le había dejado claro que debía mantenerse lejos de mi familia.”

“¿Familia?” El hombre dijo, mirándome con una sonrisa divertida. “Esa es una interesante elección de
palabras.”

“Usted sabe muy bien que ella es considerada parte de mi familia y no toleraré que la victimice,” dijo
el doctor Cullen bruscamente.

“¿Qué la victimice?” Joe dijo, riéndose. “Eso es algo irónico, dada la situación. ¿No cree?”

“No tiene nada qué hacer con ella,” dijo el doctor Cullen, ignorando su pregunta.

“Oh, se equivoca, tengo mucho que hacer con ella y sabe exactamente de qué estoy hablando,”
respondió.

“No la necesita,” dijo el doctor Cullen. “Sabe muy bien que acordamos que la dejarían fuera de todo
esto.”

“Estoy muy consciente de nuestro acuerdo, doctor Cullen, pero en serio no puede creer que
simplemente confíe en usted, ¿verdad?” Preguntó Joe. “Voy a dejarla en paz si usted no me obliga a
hacer lo contrario, pero necesito algo con qué respaldarme. Algo así como un depósito de garantía.”

“Ella no lo es,” dijo el doctor Cullen con rabia, sus ojos oscurecidos por la ira. Se volvió hacia mí y
me puse tensa, su conversación me confundió. “¿Te dijo quién era?”

“Eh, dijo que su nombre era Joe,” murmuré. “Eso fue todo.”

“¿Joe?” El doctor Cullen dijo sorprendido, mirando al hombre. “Vaya agente DiFronzo, ¿estaba
tratando de engañar a la chica?”

“¿Agente?” Espeté, la palabra me pilló desprevenida. El hombre permaneció congelado en su lugar


mientras que el doctor Cullen asentía.

“El agente especial Joseph DiFronzo, del Departamento de Justicia de EE.UU,” dijo el doctor Cullen.

“¿Él es un policía?” Le pregunté, mirándolo con sorpresa. Mi corazón latía con furia mientras trataba
de pensar en nuestra conversación, esperando no haber dicho nada incriminatorio.

“Él no es solo es un policía,” respondió el doctor Cullen. “Es el agente federal que está supervisando
mi caso.”

“Yo, eh... Le juro que no lo sabía, doctor Cullen,” tartamudeé. Él levantó la mano para que dejara de
hablar, sacudiendo con la cabeza.

“Sé que no sabías, dolcezza. No te preocupes. Él no tiene bases legales para hablar contigo y lo sabe.
No tiene pruebas de nada,” respondió.

“Está equivocado,” dijo el hombre. “Tengo las pruebas, solo que no puedo usarlas sin la chica.”

“Y no tendrá a la chica,” dijo el doctor Cullen bruscamente.

“Ya veremos.”

El doctor Cullen me miró con expresión seria. “¿Tomó algo tuyo o le diste algo?”
“Eh... él me pidió prestado el teléfono,” murmuré con nerviosismo. El doctor Cullen suspiró con
fastidio caminando hacia mí y extendiendo su mano.

“Dámelo,” dijo con firmeza. Cogí el teléfono y se lo entregué, observando como lo abría y sacaba la
batería. Le lanzó al hombre una mirada de enojo, sorprendiéndome cuando saco el pequeño chip
negro. Lo tiró al suelo y lo pisoteó, sacudiendo la cabeza mientras me devolvía el teléfono. “Él tiene
tu número ahora, así que necesitas uno nuevo. No me sorprendería si también tiene interceptada toda
tu correspondencia. ¿Eso fue todo?”

“Sí,” le dije, aturdida. “Bueno, quiero decir, él se ofreció a tirar mi botella a la basura…”

“Devuélvasela,” dijo el doctor Cullen, mirando al hombre. “Llamaré a mi abogado si es necesario.”

El hombre lo miró furioso antes de entregarme la botella. La tomé con cuidado, sin saber por qué tanto
alboroto si era solo basura. “Si usted quiere su ADN, agente DiFronzo, consiga una orden judicial para
ello. No trate de engañarla,” dijo bruscamente antes de volverse hacia mí. “Deberías ir a casa. Voy a
encargarme de esto. Por favor, ten más cuidado.”

“Sí, señor,” murmuré, levantándome de un salto y agarrando mis cosas. Oí al hombre reír
amargamente cuando empecé a alejarme.

“Nos estaremos viendo, Isabella Swan.”

***

Nunca estuve del todo segura en aquel momento de qué era lo quería ese agente federal de mí, cuál era
el propósito de obtener mi ADN o interceptar mi correspondencia, pero estaba claro que se trataba de
una situación grave. Alec se había puesto furioso, porque si se supiera que había estado hablando con
el agente a cargo del caso del doctor Cullen, no importaba lo inocente que la conversación haya sido,
él sería el único que tendría que pagar las consecuencias. Me verían como una traidora, lo que a su vez
haría lucir a Alec como una rata ya que él había respondido por mí. Era muy obvio que aquel hombre
era muy consciente de quién era yo y de dónde había venido, y la noche después del incidente, cuando
lo vi parado en la calle frente al edificio donde vivía, me di cuenta de que no tenía intención de
rendirse y marcharse.

Fue entonces cuando supe que tenía que hacerlo, por el bien de todos los que me importaban. Tomé mi
teléfono esa noche, después de que Jasper se durmiera, y encontré el número en mi agenda, haciendo
la primera de las que terminarían siendo muchas llamadas a Alec Evanson.

“¡Isabella!” La voz de Emily subió por las escaleras sacándome de mis pensamientos.

“¿Qué?” Grité, poniendo mi teléfono en la cama otra vez, mientras caminaba hacia mi cómoda. Saqué
un par de pantalones cortos y una camiseta sin mangas, vistiéndome rápido y poniéndome unas
sandalias.

“¿No tienes ni una gota de maldito licor en esta casa? ¿Qué eres, una jodida monja?”

Me reí mientras entraba al baño, recogiendo mi cabello para despejar mi cuello.


Me quedé allí un momento observando mi reflejo, viendo las bolsas oscuras debajo de mis ojos y
notando que me veía casi tan horrible como me sentía.

“No importa, ¡Ya lo encontré!” Emily gritó.

Sacudí mi cabeza, ya que estaba segura de que era demasiado temprano para estar consumiendo
alcohol, y me dirigí nuevamente al dormitorio. Miré el reloj, viendo que faltaban pocos minutos para
las diez, y me senté en el borde de la cama mientras tomaba mi teléfono de nuevo. Mi mano temblaba
nerviosamente mientras buscaba a través de mis contactos, deteniéndome cuando llegué al número de
la casa de Alec. Tenía su número de teléfono celular, pero él me había pedido que solo lo usara para
emergencias, prefiriendo que dejara un mensaje en su casa.

El teléfono sonó un par de veces y contuve mi respiración al oír el clic. “¿Hola?”

Dejé escapar un suspiro de alivio al oír la voz suave y femenina, hablar con ella era mucho más fácil
que hablar con su marido. “Hola, Esme.”

“¡Isabella!” Gritó. Sabía que mi número de teléfono móvil estaba bloqueado así que salía como
privado en su identificador de llamadas, por lo tanto no había manera de que ella supiera que era yo la
que llamaba. “¿Cómo estás?”

“Estoy bien. ¿Cómo estás tú?”

“Estoy bien. En realidad estaba a punto de salir cuando oí el teléfono. Me alegra que hayas llamado,
ha pasado mucho tiempo.”

“Lo sé. He estado… ocupada,” le dije tímidamente, sintiéndome culpable.

“No hay necesidad de que te disculpes muchacha. No necesito una explicación. Entiendo que tengas
cosas que hacer. Sin embargo, me alegro de que estés bien. Me preocupo por ti.”

“Sé que sí. Te prometo que estoy bien, pero,” le dije. “¿Está Alec allí? Él llamó esta mañana.”

“¿Lo hizo?” Me preguntó en tono sorprendido. “No, él salió temprano. Dijo que tenía algunas cosas
por hacer en el club.”

“Oh, está bien,” dije, dándome cuenta de que probablemente él estaba llamando por la boda. “¿Puedes
decirle que he llamado?”

“Claro, cariño.”

“Gracias,” le dije en voz baja. “Así que, eh... ¿ya ha llegado? ¿Sabes algo?” De repente sentí náuseas y
me mordí el labio, tratando de contenerme.

“No lo creo,” respondió ella. “Estoy bastante segura de que ya me hubiese enterado.”

“Gracias,” le dije otra vez, la culpa y agradecimiento que sentía, abrumador. “No tenías por qué
hacerlo, lo sabes. ¿Alec lo sabe?”
“Todavía no, pero es un hombre inteligente,” respondió Esme. “En el momento en que Edward
mencione la pintura que le he enviado por su cumpleaños, Alec sabrá exactamente de dónde ha venido.
De hecho, si Edward no lo adivinara eventualmente sería sorprendente. Pero, para ser sincera, en su
condición...”

“¿Su condición?” Pregunté cuando ella se quedó callada, sin entender.

“Mala elección de palabras. Quiero decir, dada la situación, él ha estado ocupado y distraído. Ya sabes
cómo es.”

“Sí,” respondí, aunque todavía me tenía confundida. Su tono había cambiado y parecía nerviosa de
repente. “¿Está todo bien Esme?”

“Por supuesto, cariño,” dijo. “De todos modos, debo irme. Tengo mucho que hacer hoy.”

“Está bien. Fue un placer hablar contigo,” le respondí. “Este, ¿vas a, eh...”

“Ver a Edward,” dijo ella, sabiendo exactamente a donde se dirigían mis palabras. “Voy en camino
hacia allá, en realidad.”

“Oh. ¿Puedes desearle un feliz cumpleaños de mi parte?” Le pregunté, mi corazón latía salvajemente.
Era el vigésimo cumpleaños de Edward, el segundo que me perdía, y en ese momento yo no quería
nada más que estar con él a pesar de que sabía que no era posible.

“Por supuesto que puedo.”

Le di las gracias de nuevo y colgué, tratando de contener las lágrimas que amenazaban con derramarse
otra vez. Tenía un largo día por delante y tenía que mantener mi cordura.

Agarré mis cosas y me dirigí de nuevo hacia las escaleras, para encontrar a Emily en la sala, mirando
una de las pinturas en la pared. “¿Qué ves?” Le pregunté. Ella saltó, al no haberme oído, y se volvió
rápidamente mientras apretaba su pecho. Vi la pajilla que sobresalía de su taza de Starbucks y rodé los
ojos, sabiendo que ella lo había cargado con alcohol.

“Veo a una chica que necesita un buen polvo,” dijo sarcásticamente mientras me examinaba de nuevo.
“También necesita un poco de maquillaje para las bolsas debajo de sus ojos y una pedicura si es que
va a estar usando sandalias.”

“Eso es gracioso,” le respondí. “Porque yo veo a una chica cuyos planes para la noche de repente se
vienen abajo.”

“Tú no lo harías,” dijo, entrecerrando los ojos al mirarme. “¡He estado esperando este día durante
semanas!”

“Lo haría,” le dije, sonriendo. “Pero no lo haré. Tienes suerte de que te amo, aunque seas una
mandona.”

“Gracias a Jesús por esa mierda,” dijo ella, colocando la pajilla en sus labios para tomar otro sorbo.
“Vamos, empecemos a movernos antes de que se nos haga tarde. Tú manejas... obviamente.”
“Obviamente,” murmuré, mientras ella pasaba frente a mí saliendo de la casa. Agarré mis gafas de sol
y cerré, sonriendo mientras salía. Estaba bastante cálido, la temperatura debería estar alrededor los
noventa grados, y el sol brillaba con fuerza sin una nube a la vista. El calor no me molestaba, ya que
me había acostumbrado a él al crecer, y disfruta del despejado clima de verano. Incluso había
conseguido un poco de color en mi piel, algo que nunca había pensado que fuera realmente posible.

Presioné el botón del llavero para abrir el coche y Emily se deslizó en el asiento del pasajero,
gritándome para que me diera prisa. Observé el vehículo mientras me acercaba, admirando las
brillantes llantas y el elegante cuerpo plateado, e inmediatamente pensé en Edward. Me había quedado
con su coche, a pesar de que Alec había tratado de convencerme de deshacerme de él, porque era una
gran parte de Edward de la que no podía soportar separarme. Por muy tonto que fuera, Edward había
amado este coche, y cada vez que lo manejaba me acordaba de su afecto a él. Era reconfortante en
cierto sentido, y aunque escuchaba todo lo que Alec me decía y seguía todas sus instrucciones, hice a
un lado mi incomodidad y tomé una decisión respecto al coche.

Me subí en el asiento del conductor y encendí el coche, presionando el botón para bajar la capota.
Emily se acomodó en su asiento y subió los pies sobre el tablero, haciendo que me encogiera.

“Pon tus pies en el suelo,” le dije.

“No lo estoy maltratando.”

“Bájalos.”

“Es solo un coche.”

“En serio, ¿tenemos que hacer esto todo el tiempo? Baja tus pies del tablero o bájate y camina. De
cualquier manera me parece bien,” le dije. Ella resopló y dejó caer sus pies, acomodándose en el
asiento.

“Me saca de quicio la obsesión que tienes con este maldito coche,” dijo ella, sacudiendo la cabeza. “Es
un Volvo, Izzy. Las únicas personas que tienen un Volvo son amas de casa republicanas y madres del
fútbol. Te juro que nunca he visto uno que no tenga uno de esos stickers “Mi hijo es un estudiante de
cuadro de honor” en la parte de atrás. Nunca entendí eso, de todas formas. Es decir, ¿No están todos
los niños en el maldito cuadro de honor de estudiantes en la primaria? ¿Ellos en serio registran quién
es el mejor en la escuela primaria ahora? ¿No dicen que es, como, matar su autoestima o algo así?
Estamos convirtiendo las próximas generaciones en maricas, ¿sabes? Ya ni siquiera pueden jugar a
perseguirse en el recreo, así que, por supuesto, quemados tampoco. Es ridículo. Y escuché en las
noticias acerca de un niño de primer grado que fue suspendido por besar a una niña en la mejilla. Y yo,
¿qué coño? No es como si estuvieran en la secundaria y él la estuviera manoseando o recibiendo una
mamada o algo así. Eso lo entendería. A la mitad de los chicos de mí secundaria les daban mamadas
debajo de las gradas entre clases y los profesores solo los ignoraban. Mierda, probablemente a ellos
también se las mamaban algunas de las alumnas, putos viejos cachondos. ¿Fue igual en tu
secundaria?”

Ella me miró con curiosidad y yo asentí, pensando que era mejor seguirle la corriente a lo que decía.
“Necesitas bajarle dos a la cafeína,” le dije, con la esperanza de distraer su atención. “No creo que
respiraras entre todas esas tonterías que dijiste.”
“Muy graciosa,” dijo sarcásticamente. “¿Dónde están tus vaqueros de mamá? Irían a la perfección con
tu Volvo.”

Me reí mientras sacaba el coche de la entrada y salía a la calle. Emily habló sin parar durante todo el
viaje de lo primero que le viniera a la mente, como solía hacer siempre.

A veces me preguntaba si ella simplemente amaba escucharse hablar, teniendo en cuenta que casi
nunca necesitaba hablar de mí en las conversaciones. Aunque, lo prefería así. Mientras menos
preguntara, menos tenía que mentir.

El estacionamiento estaba bastante desierto cuando llegamos y entré en el primer lugar que vi.
Después, presioné el botón para subir de nuevo la capota antes de apagar el coche y salir.

Al contemplar el edificio de ladrillos desgastados, puse mi atención en el gran letrero descolorido que
colgaba sobre la entrada lateral.

Rainbow Art Studio

Oakland, CA

California. Alec me había sugerido dejar Seattle después del incidente en el parque, y dijo que me
ayudaría a establecerme en otro lugar por un tiempo, hasta que terminara el juicio del doctor Cullen,
pero yo ya había elegido el lugar por mí misma. Sin embargo, había estado pensando en irme antes de
que él siquiera lo mencionara, por lo que no había sido tan difícil tomar una decisión. Por mucho que
apreciara todo lo que Jasper había hecho por mí, yo sabía que tenía que seguir mi propio camino. La
memoria de Edward permanecía intacta, había recuerdos de mi vida anterior en todas partes, y sabía
que necesitaba empezar de nuevo si quería realmente darle una oportunidad al ser libre. El estar
alrededor de personas que sabían lo que había sido hacía que una parte de esa chica permaneciera
dentro de mí, y hasta que no dejara esa vida nunca sería capaz de dejar atrás por completo esa
identidad.

Me fui igual que como Edward lo hizo, y por eso me sentía culpable, pero me pareció lo mejor, dada
la situación. Esperaba que no me guardaran rencor, pero una parte de mí siempre sintió temor de que
ellos no fueran capaces de entender. Les escribí una nota, explicando que necesitaba un poco de
tiempo para mí, y la pegué con cinta adhesiva a la puerta de mi dormitorio en el apartamento antes de
partir a California.

Alec encontró la casa y pidió algunos favores para inscribirme en la escuela de arte local después de la
fecha límite, pero antes de irme estableció algunas reglas básicas. Dijo que eran simplemente
sugerencias para hacer la transición más fácil, pero yo no era una ignorante, sabía que él esperaba que
siguiera cada palabra al pie de la letra. Me dijo que el agente federal no dejaría de buscarme,
esperando de alguna manera convencerme o chantajearme para que cooperara, por lo que era necesario
tomar ciertas precauciones para no ser localizada. Sabía que él tenía buenas intenciones por lo que
hice exactamente todo lo que me dijo… salvo deshacerme del coche.

“Acabemos con esto,” dijo Emily, quitándole la tapa al vaso y engullendo el resto de su bebida. Se
estremeció, por lo caliente de la bebida o tal vez por el licor que le había puesto, no estaba segura, y se
dirigió hacia la entrada. Sonreí cuando me acerqué al edificio y escuché el caos masivo en el interior,
los pasos chirriantes y atronadores, pero Emily refunfuñó. “Recuérdame otra vez por qué hago esto.”

“Dijiste que eran mucho más fáciles de tratar que los tipos intelectuales Artsy-Fartsy que hablan en
haikus y se toman a sí mismos demasiado en serio,” le dije, recordando su resumen exacto del día en
que le había preguntado al respecto. (N.T. Artsy-Fartsy: Se utiliza para describir a una persona que
hace arte extraño solo por ser “artístico” o a la técnica que esa persona usa. Artsy-Fartsy es
generalmente una mala obra de arte, algo tan raro y difícil de entender, que las personas simplemente
asumen que es genial)

“Así es,” respondió ella, sonriendo. “Nunca confíes en un hombre con boina y con acento francés,
Isabella. O es gay o un estafador. Confía en mí.”

Me reí mientras negaba, ni siquiera quería saber la historia detrás de esa declaración.

Abrió la puerta e hice una mueca por el ruido cuando entré en la habitación. En cuanto la puerta se
cerró una forma vino directo hacia mí y me preparé para el impacto, pero ya era demasiado tarde. Se
estrelló contra mí y me tambaleé hacia atrás, perdiendo el equilibrio y cayendo a medida que envolvía
sus brazos alrededor de mi cintura.

“¡Isabella!” La voz chilló. Le sonreí a la niña mientras ella me miraba con adoración, con su grueso
cabello cayendo sobre su rostro y cubriéndolo parcialmente de la vista. Dejé de ver sus ojos cuando
me levanté, sacudiendo mi ropa distraídamente.

“Hola, cariño,” le dije con gusto a la niña, que se llamaba Chelsea.

“Son animales, lo juro,” murmuró Emily. La miré y comencé a reír cuando vi que ella tenía dos niños
pequeños aferrados a sus piernas, lo que dificultaba su capacidad de caminar. “Qué bueno que me
gustan los zoológicos.”

Una señora mayor llamada Shelly me asintió con la cabeza brevemente, silenciosamente diciendo que
eran todos míos, antes de salir corriendo por la puerta a toda prisa. “Está bien, cálmense, niños,” les
grité. Algunos me miraron al oír mi voz, pero la mayoría me ignoró por completo, sin dejar de correr
y gritar. Emily suspiró exasperada, poniendo sus dedos en su boca y silbando con fuerza. El ruido
resonó en la habitación, rebotando en las paredes y calmando a todos de inmediato.

“A sus asientos, monstruos,” dijo Emily. Ellos empezaron a cooperar y le di unas palmaditas en la
cabeza a Chelsea, que todavía tenía sus brazos alrededor de mi cintura, y en voz baja le dije que fuera
a su asiento. Ella se soltó a regañadientes, dando saltitos hacia su silla y hundiéndose en ella mientras
Emily y yo comenzábamos a entregar los materiales.

The Rainbow Art Studio era una pequeña habitación unida al centro comunitario local, donde Emily y
yo dábamos clases de arte para niños de escasos recursos. Su nombre era irónico, porque la verdad era
que no había nada brillante ni colorido en el lugar. Las paredes eran de un pálido color marrón y la
pintura se estaba pelando, el edificio era viejo y se estaba cayendo a pedazos. El techo tenía goteras y
el aire acondicionado estaba sobrecargado, incapaz de mantener la habitación a una temperatura
decente.

La mayoría de los niños que acudían al centro comunitario no tenían familia, estaban bajo la tutela del
Estado en hogares temporales, y el resto procedían de hogares rotos, donde sus padres tenían un
historial de adicción a las drogas y actividad delictiva. Cada uno de ellos había sido considerado “en
riesgo” por el estado de California, en peligro de seguir los pasos de los adultos en sus vidas o incluso
desaparecer por completo en el sistema. Eran tan jóvenes e inocentes, entre las edades de cuatro y
siete años, pero yo sabía que todos estaban a un paso de vivir la vida que yo había vivido una vez. La
niña que me había abrazado, sobre todo... su madre desapareció cuando ella era un bebé y su padre
había tratado de venderla por dinero para comprar drogas.

Uno de mis profesores lo había mencionado en clase un día, buscando a alguien para enseñar o de lo
contrario el programa sería cerrado. Nadie se ofreció, a pesar de que era por créditos, porque nadie
quería tratar con niños de forma gratuita. Me acerqué a la profesora nerviosamente después de clases
ese día para hablar sobre el programa y ella estaba encantada, y la mañana siguiente me acerqué a
Emily para ver si a ella le gustaría ayudarme. Estuvo renuente... hasta que se enteró de que podía
salirse de la sesión de verano obligatoria a cambio de voluntariado.

Pasamos dos horas pintando y dibujando con los niños, y para cuando la clase terminó yo estaba
agotada. Shelley regresó a cuidarlos mientras nos despedíamos y Chelsea me siguió hasta la puerta,
sonriendo alegremente con una de sus pinturas. “¡Te hice a ti!” Exclamó ella.

Me eché a reír y lo agarré, mirando la distorsionada figura de palitos con la cabeza anormalmente
grande y el pelo largo y castaño. Había una gran boca roja en la cara y un gran sol amarillo en el cielo,
su vivacidad me hizo sonreír.

“Es hermoso,” le dije con entusiasmo.

“Te lo puedes quedar.”

“¿En serio?” Le pregunté. “¿Qué tal si lo dejamos aquí por ahora y me lo llevo mañana? ¿De acuerdo?
Es muy bueno.”

“¿Crees que es bueno?” Preguntó ella, sus ojos se iluminaron. “¿Puedo ser un artista como tú algún
día?”

Sonreí. “Por supuesto. Puedes ser lo que quieras ser, ya sabes.”

“¡Gracias!” Dijo, casi derribándome con un abrazo. Le regresé el abrazó y le dije que la vería pronto,
antes de caminar hasta el coche donde Emily ya estaba esperándome.

Conduje de vuelta a mi casa y Emily dijo que tenía algunas cosas que hacer y que me hablaría más
tarde esa noche, subiendo a su Mercedes y saliendo a toda velocidad por la calle. Me dirigí al interior
y me fui de inmediato al piso de arriba, subiendo de inmediato a la cama para tomar una siesta. En el
momento en que cerré mis ojos caí en la inconsciencia y empecé a soñar con Edward, su imagen en mi
mente era tan real que dolía. Estaba sentado frente a su piano, sus dedos rozaban ligeramente las teclas
pero no las presionaban, no había notas reproduciéndose. Él no habló ni levantó la vista por un tiempo,
nada más que Edward y silencio en la oscuridad.

Me deleitaba en él, mis ojos recorrían su forma y absorbían su cuerpo tonificado. Él no llevaba camisa
y podía ver los contornos de sus músculos, el ascenso y caída de su pecho al respirar, y la crudeza de
los tatuajes oscuros contra su pálida piel. Su cabello era un desastre como siempre, apuntando en todas
las direcciones imaginables y cayendo delante de sus ojos mientras miraba hacia las teclas. Pude ver
la cicatriz en su cara, un recordatorio de lo que había sufrido, y de repente deseé tocarlo.

“Tesoro,” escuché la palabra susurrada en su voz, aunque su posición no había cambiado y no había
visto su boca moverse. “Ti amo.”

“También te amo.”

“Nadie más, solo tú,” susurró. “Sempre.”

“Sempre.”

“Tú eres mi vida,” dijo. “Moriría sin ti.”

“Soy tuya,” le respondí. “Siempre lo he sido.”

“Perdóname,” susurró.

“¿Por qué?”

“Destruyo todo lo que toco.”

“No me has destruido,” respondí.

“Todavía no,” dijo a la vez. “Pero lo haré... si tú lo permites.”

“No,” respondí. “Tú no me harías daño.”

“Ya te he hecho daño,” dijo. “Te abandoné.”

“No tenías otra opción.”

“Siempre tenemos una opción,” respondió. “Puede que no sea la que más nos guste, pero siempre hay
una opción. De eso se trata la vida. Todos tenemos libre albedrío, Isabella, incluso si no somos libres.”

“¿Qué otra opción tenías?”

“Me podría haber quedado contigo, pero probablemente te hubiera destruido,” susurró, las palabras
apenas audibles. “En lugar de eso, me destruí a mí mismo.”

Poco a poco se volvió hacia mí y levantó la cabeza, el corazón me latía con furia mientras él miraba
directamente hacia a mí. En lugar del verde brillante y vibrante que esperaba encontrar, no había nada
más que oscuridad. Sus ojos eran negros y sin vida, y jadeé cuando se agarró el pecho. Por encima de
su corazón, donde las palabras “II tempo guarisce tutti i mali” estaban escritas en tinta indeleble, un
pequeño círculo negro apareció. Vi horrorizada cómo comenzó a expandirse, tomando toda la zona. Su
rostro se retorció de dolor y yo grité, asustada, a medida que la oscuridad comenzaba a apoderarse
rápidamente de todo su cuerpo.
“¡Edward!” Grité. “¡No, Edward!”

“La mia bella ragazza,” dijo en un susurro ahogado, desapareciendo de repente en la oscuridad.

Me senté bruscamente en la cama, hiperventilando y luchando por respirar. Mi pecho ardía como si
estuviera en llamas y me sentía mal, las lágrimas corrían por mi rostro y nublaban mi visión. Dejé de
tomar todos los medicamentos después de dejar Seattle y cortar el contacto con el doctor Cullen, y las
pesadillas habían regresado en cuestión de días. No era la primera vez que tenía la de Edward siendo
consumido por la oscuridad, pero era una a la que nunca me acostumbraría, una que me perseguía y se
aprovechaba de mis peores temores.

Miré el reloj, parpadeando rápidamente, y me quedé sin aliento cuando vi que pasaban de las siete de
la tarde. Salté de la cama y mis piernas temblaron, pero mantuve el equilibrio y me dirigí al cuarto de
baño. Se me hacía tarde y tenía que darme prisa o no habría manera de llegar a tiempo.

Me duché rápidamente y sequé mi cabello antes de agarrar la bolsa blanca de la tintorería de la parte
de atrás de la puerta de mi armario y me puse el vestido color crema que estaba dentro. Agarré mis
zapatos y me los puse, entrando al cuarto de baño para aplicarme rápidamente un poco de maquillaje.

Rara vez me molestaba en usarlo, pero estaba nerviosa y sentía como que debería, sabiendo que todos
los demás lo llevarían puesto a donde iba. Recogí una parte de mi cabello hacia atrás y la aseguré con
un broche, dejando que el resto cayera en ondas sutiles por mi espalda. Algunos mechones colgaban
alrededor de mi cara y los hice a un lado, mirando mi reflejo brevemente.

Seguía siendo la misma, aunque un poco mayor y un poco más madura por el paso del tiempo, y de
inmediato me pregunté si Edward había cambiado algo. Me pregunté qué estaba haciendo, el sueño de
antes me abrumaba en gran manera. ¿Estaba pensando en mí? ¿Se preguntaba alguna vez qué había
sido de mí? ¿Le preguntaba a alguien por mí?

Suspirando, apagué la luz y salí, sabiendo que no tenía tiempo para pensar en preguntas que no tenían
respuestas. Podría preguntar, por supuesto, y Esme probablemente me diría la verdad, pero una parte
de mí tenía miedo de oírla. Mucho tiempo había pasado y oficialmente habíamos estado separados
más de lo que alguna vez habíamos estado juntos. ¿Podría él amarme todavía?

Manejar a través de San Francisco se sintió como una eternidad, cada segundo me ponía más nerviosa
que antes. El estacionamiento de la Galería de Arte, cerca de la Universidad de las Artes de California
estaba lleno, la enorme cantidad de coches me tenía nerviosa, pero luché para no perder el equilibrio.
Aparqué y poco a poco me dirigí al edificio, deteniéndome en la puerta donde un hombre estaba de pie
con un montón de papeles en la mano.

“¿Nombre?”

“Isabella,” le dije rápidamente, antes pausar para tomar una respiración profunda. “Isabella Smith.”

Echó un vistazo a sus papeles y me mordí el labio, todavía nerviosa de usar el nombre después de un
año.

Fue una de las cosas que Alec había sugerido, usar una identidad completamente nueva para
mantenerme en un bajo perfil mientras estaba en California. Dijo que era prudente mantener Isabella
del mismo modo, porque si no reconocía mi nombre cuando me llamaran levantaría sospechas, y en
cambio había escogido el apellido más común en el país para mí. Había más de un centenar de Isabella
Smith en Estados Unidos, así que si de alguna manera ellos consiguieran mi alias, todavía les tomaría
un tiempo localizarme. Tanto tiempo, que con suerte, cuando finalmente me encontraran ya no valdría
la pena. Esa fue la razón principal por la que había cortado todo contacto con todos a excepción de
Alec, por miedo de que cualquier tipo de comunicación pudiera arrastrar a otros a esta situación y
eventualmente, condujera al Agente DiFronzo directamente hacia a mí.

“Ah, sí, la señorita Smith,” dijo, sonriendo mientras hacía un gesto para que entrara. “Su invitado ya
ha llegado.”

“Gracias,” le respondí, entrando en la galería. La iluminación era cálida y la atmósfera parecía


acogedora, con suave música clásica sonando desde los altavoces superiores, pero me sentía muy fuera
de lugar entre la gente vestida con ropa elegante. Caminaban alrededor, admirando todo el trabajo de
arte en las tribunas y en las paredes adornadas, charlando tranquilamente entre sí mientras bebían
champán.

Lentamente caminé por la galería y oí risas cuando llegué a la parte trasera, el sonido
instantáneamente alivió un poco mis nervios. Vi a Emily en un rincón, de pie al lado de un hombre en
un traje azul, los dos miraban un cuadro familiar. El calor se extendió por todo mi cuerpo al verlo, mi
corazón casi se detuvo cuando leí la pequeña placa. Artista: Isabella S.

Las exposiciones de la galería de San Francisco usualmente estaban reservadas para artistas
experimentados, estudiantes de posgrado y para personas del staff, pero una de mis profesoras había
estado tan conmovida por mi trabajo que envió algunas de mis pinturas. Ellos renuentemente habían
aprobado dos de ellas después de un poco de persuasión, un abstracto y un paisaje, y luego me
enviaron una invitación para mí y un invitado para asistir al evento. Emily había estado extasiada
cuando la invité, porque al parecer le gustaba mucho alguien del campus de San Francisco que estaría
allí. No sabía nada sobre él, pero basándome en su lenguaje corporal y en su risita coqueta, me
aventuraba a adivinar que era el del traje azul.

“¡Isabella!” Exclamó ella al verme, agitando su mano para que me uniera a ellos. El hombre se volteó
y sonrió ampliamente, mostrando un par de hoyuelos profundos y perfectos dientes blancos. Tenía la
piel broceada y el cabello negro, ojos oscuros y misteriosos.

“Hola,” murmuré.

“Buenas noches,” dijo el hombre.

“Isabella, este es Seth Clearwater. Seth, esta es mi amiga, Isabella, de la que te estaba hablando,” dijo
Emily.

“¿La Isabella?” Preguntó, mirando mi pintura antes de volverse hacia mí. Asentí con la cabeza y su
sonrisa se hizo aún más grande que antes de alguna manera. “Eres realmente privilegiada.”

“Gracias,” le respondí mientras tendía su mano hacia mí. La tomé con cautela y me tensé cuando la
llevó a su boca, colocando un suave beso en la palma de mi mano.
“Es un placer conocerte,” dijo.

“Para mí, también, señor,” le dije, enrojeciendo de vergüenza.

“No hace falta que me llames señor,” dijo, soltando mi mano. “Todos somos iguales aquí. Cada uno de
nosotros tiene amor por el arte y en este mundo, ninguno de nosotros es superior. Así que por favor,
llámame Seth.”

“Seth es un artista,” intervino Emily. “He oído que es realmente magnífico.”

“Eres muy amable, pero no soy tan bueno. Sin duda no fui lo suficientemente bueno como para que en
mi primer año exhibieran mi trabajo,” dijo Seth con una sonrisa. Mi rubor se intensificó cuando él me
guiñó un ojo y traté de encontrar alguna respuesta inteligente, pero antes de que pudiera alguien
exclamó mi nombre. Me volteé y vi a mi profesora de pie en el pasillo con un grupo de personas frente
a lo que rápidamente me di cuenta, era mi otra pintura. Ella hizo un gesto para que me reuniera con
ellos y me excusé, caminando en esa dirección con aprensión.

La velada pasó volando mientras caminaba entre la multitud, de vez en cuando era llamada hacia una
de mis piezas, para que la gente pudiera conocer al artista. Escuché innumerables teorías sobre mi
pintura abstracta, algunas tan lejos de la realidad que tuve que sofocar mi risa, y conocí a decenas de
artistas cuyo trabajo también estaba en exhibición.

Emily se desapareció en algún momento de la noche pero apenas lo noté en medio del caos, muchas
personas requerían mi atención y me mantenían distraída. Era más de lo que había esperado,
recibiendo tantos elogios por algo en lo que había derramado mi alma y para el momento en que la
noche empezaba a calmarse me sentí como si estuviera flotando en el aire.

Estaba de pie frente a mi pintura abstracta, aquella en la que había encontrado a Emily un poco antes
esta noche, cuando una garganta se aclaró detrás de mí. Miré hacia atrás y vi a Seth Clearwater
mirándome, su presencia me tomó desprevenida porque había asumido que Emily se había marchado
con él. Sonrió y se acercó a mí, mirando a la pared.

“No estaba mintiendo cuando dije que eras excelente,” dijo.

“¿Qué ves?” Le pregunté con curiosidad. Se encogió de hombros, sin dejar de mirar.

“Me recuerda a lo que dije antes,” dijo después de un momento. “La manera en que todos somos
iguales cuando nos fijamos en el panorama general.”

Eché un vistazo a mi pintura, nerviosa por lo cerca que estuvo. Era una esfera en el medio de la
oscuridad, azul mezclado con negro. La esfera estaba hecha de todos los colores y tonos imaginables,
todos ellos mezclados juntos en remolinos caóticos. Lo pinté pensando en el mundo, los colores
fusionados y en representación de la población, todos únicos en nuestro propio estilo, pero ninguno
mejor que el otro. Todos nosotros estábamos juntos y mezclados con el negro, la gente que pasábamos
por alto, la que nadie sabía que existía, y nada en ello era perfecto, porque la vida no era perfecta.

“¿Ya has vendido alguna pintura?” Me preguntó antes de que pudiera responder a su análisis.

“Eh, no,” dije, sacudiendo la cabeza. “Yo no pinto como forma de trabajo. Todo lo que hago es
personal así que no me siento muy cómoda vendiéndolas a un desconocido por dinero.”

“Es una lástima,” respondió. “Realmente me gustaría comprar esta.”

Lo miré sorprendida, al ver su expresión seria. “Eh, gracias. Así que, umm, ¿Has visto a Emily?” Le
pregunté, queriendo cambiar el tema de la pintura. Me miró con confusión.

“¿Quién?”

“Emily. Ya sabes, ¿mi amiga la que nos presentó antes?” Aclaré.

“Ah, ella,” dijo. “No, no la he visto, lo siento.”

“Oh,” dije, confundida. “Probablemente debería ir a buscarla entonces. Fue un placer conocerte.”

“Hey, espera un segundo,” dijo mientras yo me volteaba para irme. Metió la mano en su bolsillo y
sacó una pequeña tarjeta blanca, tendiéndola hacia mí. “Si cambias de opinión acerca de la venta de la
pintura, llámame. O incluso si no la quieres vender, siéntete libre de utilizar mi número.”

Tomé su tarjeta, indecisa, sonriendo cortésmente. Él me miraba fijamente como si estuviera


estudiando cada centímetro de mí, su atención me incomodaba. Me volví rápidamente y me alejé,
agarrando el teléfono y marcando el número de Emily. Ni siquiera se escuchó el tono, cayó
directamente al correo de voz, y le dejé un mensaje diciéndole que me llamara a la primera
oportunidad que tuviera.

Me quedé un rato más y vi a Seth irse, viendo como corrió hacia un coche oscuro en el
estacionamiento para alejarse a toda velocidad. Algo en él me dejó desconcertada, pero no podría
decir exactamente qué era.

Fue alrededor de las once cuando me encaminé hacia mi coche, poniéndolo en marcha y saliendo del
estacionamiento. No vi el coche de Emily en ningún lugar, así que traté de llamarla de nuevo durante
el viaje, para escuchar su correo de voz una vez más. No me molesté en dejar otro mensaje, pero tomé
un desvío para dirigirme a su casa, encontrando las luces apagadas y ninguna señal de que hubiera
estado allí. Me di por vencida, imaginando que ella me llamaría y tendría otra loca historia que
contarme, y me fui a casa.

Era una casa de dos pisos en el barrio de Montclair, alquilada bajo mi alias y no comprada, porque
Alec sintió que así era más seguro. Él dijo que era mejor no tener nada permanente cuando la gente te
está buscando, y que no debería tener nada de lo que me importara alejarme en un tris.

Aparqué en la calle y cerré el coche, suspirando al salir y dirigiéndome hacia la puerta principal.
Busqué torpemente entre mis llaves, agotada, y metí la llave en la cerradura mientras agarraba el
pomo. Le di la vuelta y mi ceño se arrugó cuando se abrió sin hacer clic, dándome cuenta de que ya
había sido abierta. Mi corazón empezó palpitar erráticamente por el miedo a medida que abría la
puerta sin hacer ruido, preguntándome si había estado realmente tan apurada como para haber dejado
la puerta sin seguro.

Miré a alrededor con cautela y saqué el aerosol de pimienta que siempre llevaba conmigo, cerrando la
puerta con cuidado antes de caminar por la planta baja. Entré en la cocina y busqué el interruptor de la
luz, pero en el momento en que mis dedos lo tocaron un golpe se escuchó por encima de mí. Mi
corazón se detuvo y miré al techo instintivamente, sintiéndome de repente como si estuviera a punto
de vomitar. Los vellos de mis brazos se levantaron cuando una extraña sensación se arrastró por mi
cuerpo, la sensación de que no estaba sola casi dobló mis rodillas.

Me quedé tan quieta como una estatua, tratando de convencerme de que solo estaba escuchando cosas,
cuando el inconfundible sonido de algo estrellándose se registró en mis oídos. Abrí mi boca y empecé
a temblar tan pronto como oí las pisadas provenientes de mi habitación y caminando por el pasillo.
Inmediatamente pensé en Emily, preguntándome si podría ser ella, pero los pasos eran demasiado
pesados. Me recordaba a como Charles solía caminar y el sonido de sus botas pisando fuerte contra el
suelo de madera mientras esperábamos sentados su castigo.

Me debatí por un momento a medida que los escuchaba bajar por las escaleras, aturdida por los
recuerdos de Charles, y miré furiosamente del armario a la puerta trasera. Todavía tenía mis llaves y
mi teléfono por lo que en una decisión de último minuto le quité el seguro a la puerta trasera, y la abrí,
escabulléndome hacia afuera. Contuve mi respiración al cerrarla, porque no quería alertarlos de mi
presencia, y luego salí corriendo por un lado de la casa hacia la calle. Subí de nuevo en el Volvo y lo
puse en marcha, alejándome rápidamente en pánico.

Me dirigí a casa de Emily, al borde de la hiperventilación, y maldije en silencio al ver que todavía
estaba vacía. No estaba segura de qué hacer, sin saber lo que estaba sucediendo.

No era como si realmente pudiera llamar a la policía e invitarlos a buscar en mi casa, pero no había
manera de que volviera a ese lugar yo sola. Traté con el número de Emily de nuevo, pero ella seguía
sin contestarme, y mientras buscaba a través de mi teléfono móvil, me di cuenta de que no tenía más
remedio que llamar a Alec. Dudé entre los dos números antes de marcar el teléfono móvil, imaginando
que esta era una emergencia, y contuve mi respiración cuando empezó a sonar.

“¿Hola? ¿Está todo bien?”

“Eh, no estoy segura, señor,” tartamudeé.

“¿Qué está pasando?”

“Yo... yo tenía una muestra de arte en una galería esta noche, así que estuve afuera toda la noche.
Cuando llegué a mi casa la puerta estaba abierta. Pensé que tal vez se me había olvidado cerrar, así
que solo entré en la casa, pero también había alguien allí...”

“¿Qué quieres decir con que había alguien allí?” Preguntó con tono brusco.

“Había alguien en la casa. Unos hombres...”

“¿Quiénes?”

“No lo sé. No alcance a verlos.”

“Entonces, ¿cómo sabes que era unos hombres?”

“Solo lo supuse. Me refiero a que, se escuchaba como unos hombres”.


“¿Los escuchaste hablar? ¿Qué dijeron?”

“No, ellos no hablaron. Los oí caminar. Me recordaron a Charles...”

“¿Ellos te vieron?”

“No lo creo. Quiero decir, no hice ningún ruido y salí por la puerta trasera cuando oí que bajaban por
las escaleras.”

“No llamaste a la policía, ¿verdad?”

“No, señor.”

“Bien. ¿Dónde estás ahora?”

“Estoy en mi coche. Fui a casa de mi amiga Emily, pero ella no está aquí. No sé dónde está.
Desapareció de la galería y no he sabido nada de ella.”

“¿Es eso normal?”

“No. Bueno, quiero decir, sí. Ella suele irse por su cuenta, pero siempre me avisa primero cuando
estamos juntas.”

“Así que, no es normal,” dijo él, sonando impaciente.

“No, creo que no.”

“¿Ha sucedido algo extraño últimamente?” Me preguntó. ¿Alguna persona extraña merodeando por el
vecindario o mostrando un repentino interés?”

“Eh, conocí a alguien esta noche, pero estaba en la galería,” le dije, sacudiendo la cabeza mientras
trataba de pensar. “Él fue amable, dijo que quería comprar mi pintura, pero fue un poco
desconcertante.”

“¿Estaba en la galería? ¿Hay alguna manera de que pudiera haber conocido tu dirección y llegara a
casa antes que tú?”

“No. Bueno, quiero decir, supongo que pudo haber alguna manera. No lo sé. Lo siento.”

“No te disculpes. Es normal que estés nerviosa en estas circunstancias. Necesitas encontrar un lugar
seguro para pasar la noche, un hotel o algo así.”

“Está bien. Así que, ¿debería esperar a Emily antes de irme a casa mañana?”

“No, voy para allá. Estaré allí por la mañana.”

En el momento en que pronunció esas palabras el terror me recorrió. En todo el año en que había
estado en California, él no había tenido que venir por ningún motivo y yo había tratado de mantenerlo
así. Él había sido de gran ayuda preparándolo todo para mí, pero prefería no tener que verlo en
persona.

“¿Está seguro?” Le pregunté vacilante. “Usted no tiene por qué...”

“No, estoy seguro. Me alegro de que hayas llamado. Te aviso cuando aterrice.”

Antes de que pudiera responder colgó, la conversación obviamente terminó para él. Cerré el teléfono
con cuidado, poniéndolo a un lado mientras me preguntaba qué hacer. Puse mi cabeza contra el
volante y miré al otro lado de la calle, a la casa de Emily, esperando alguna clase de señal de ella. No
estaba segura de cuánto tiempo pasó mientras estaba sentada allí, antes de que el agotamiento se
apoderara de mí y cerrara mis ojos.

Me desperté de un sobresalto mucho más tarde, gracias al estruendoso sonido de una bocina y me
senté rápidamente en confusión, vi mi reflejo en el espejo retrovisor y gemí al ver las líneas rojas
impresas en mi mejilla. Mi cuello estaba rígido y me dolía la espalda, y mis ojos todavía ardían por el
cansancio. Cogí mi teléfono, sorprendida al ver que ya pasaban de las seis de la mañana, y fruncí el
ceño cuando vi que no tenía llamadas perdidas.

Arranqué el coche y me dirigí de nuevo hacia mi casa, mirando alrededor con cautela mientras
conducía a través de mi vecindario. Aparqué en la calle y estaba en un trance, mirando a la casa,
cuando mi teléfono sonó. Miré rápidamente, esperando que fuera Emily, y me sorprendí al ver que ya
era Alec.

“¿Sí, señor?” Le respondí.

“Acabo de aterrizar. Nos vemos allí en una hora.”

El teléfono hizo clic cuando colgó, una vez más, no me dio tiempo para responder. Me senté con
nerviosismo, mirando el reloj mientras el tiempo transcurría inexorablemente, y casi exactamente una
hora más tarde un coche negro de alquiler llegó deteniéndose poco a poco en la calle. Suspiré y salí,
envolviendo mis brazos alrededor de mi pecho mientras me dirigía hacia él. Salió del coche y se
volvió hacia mí mientras me acercaba, mirando más allá de mí, hacia el Volvo.

“Deberías haberte deshecho del coche,” dijo bruscamente, tendiendo su mano hacia mí. “Las llaves.”

Empecé a tartamudear nerviosamente mientras se las entregaba, pero él levantó su mano para
detenerme. Di un respingo ante el movimiento repentino y él se congeló, dándome una mirada de
advertencia. “Relájate,” dijo. “No tengo ninguna intención de hacerte daño.”

Se encaminó al otro lado de la calle y lo seguí, observando como agarraba el pomo y empujaba la
puerta aún abierta. Metió la mano en su chaqueta y me puse tensa cuando sacó su pistola, caminando
lentamente a través de la planta baja. Me detuve junto a la puerta mientras él revisaba el lugar,
tratando de mantenerme en calma. La casa estaba en silencio y parecía imperturbable, una parte de mí
se sentía ridícula, preguntándome si Alec había volado hasta aquí por nada.

“Isabella,” gritó después de un momento desde arriba. “Ven aquí.”

Empecé a subir las escaleras con ansiedad y lo vi de pie en la puerta de mi habitación, y jadeé al mirar
más allá de él. La habitación estaba destrozada, mis pertenencias esparcidas por todas partes, y los
cajones estaban tirados en el piso. “Qué...” Empecé.

“Necesito que revises esto y me digas si se han llevado algo, cualquier cosa,” dijo. “Voy a estar abajo.
Necesito asegurarme de que la casa no haya sido intervenida.”

“Sí, señor.”

Comencé a revisar las cosas, poniendo todo donde debería estar y tratando de hacer un inventario de
mis pertenencias. Mi caja de joyería había desaparecido, así como también el dinero que tenía
guardado en un cajón. Utiliza siempre efectivo, Alec había dicho, nunca dejes un rastro de papel. Me
dirigí de nuevo al piso de abajo y caminé hacia la cocina donde estaba Alec, suspirando cuando él me
miró. “Solo me falta un poco de dinero y joyas. Realmente no tengo nada de valor.”

“El valor no es siempre igual a una cantidad monetaria, Isabella,” dijo. “¿Ningún diario o agenda?”

“No, señor,” le dije, negando antes de que me acordara. “¡Oh, mierda!”

Corrí hacia la sala, escaneando la estantería rápidamente, y emitiendo un suspiro de alivio al ver el
libro de cuero gastado entre los demás. Alec me había explicado cuan peligrosos eran los diarios, ya
que al parecer de esa forma fue que el agente había descubierto que yo había sido una esclava en
primer lugar, así que dejé de mantenerlos y quemé los que tenía. Sin embargo, no podía soportar
destruir el de Elizabeth.

“Tengo el de Elizabeth,” dije en voz baja, sintiendo a Alec detrás de mí.

“Está bien,” respondió. “No hay nada que pudieran hacer con él. Los diarios son en sí mismos
inadmisibles como prueba sin la persona que lo escribió para declarar, y ella ya está muerta.”

Me estremecí al oír su voz estoica, dándome la vuelta para mirarlo. Iba a hablar, para preguntarle qué
debía hacer, cuando la puerta se abrió de golpe, cogiéndome por sorpresa. Di un grito ahogado y Alec
se volvió rápidamente, metiendo la mano en su abrigo para sacar su arma de nuevo. La cogió, pero no
la sacó y di un suspiro de alivio cuando vi a mi amiga entrando por la puerta. Emily se congeló al
vernos, sus ojos moviéndose rápidamente de mí hacia Alec con confusión.

“¿Quién es el DILF?” Preguntó inmediatamente, cerrando la puerta detrás de ella y señalando hacia
Alec. Sus ojos lo escanearon de forma rápida y gemí al ver una pequeña sonrisa brotando de sus
labios. (N.T. DILF: Dad I'd Like to Fuck: Papá que me gustaría follar)

“Emily…” Empecé a decir, sintiendo mis mejillas sonrojarse por la vergüenza.

“¿Es ésta tu amiga desaparecida, Isabella?” Alec preguntó con calma. Asentí.

“¿Desaparecida?” Preguntó Emily, mirando a Alec con cautela. “¿Eres un policía o algo así?”

Alec la miró brevemente. “¿Me veo como un policía?”

“Más o menos,” respondió ella. “Quiero decir, tienes una pistola y todo eso.”

Observé como Alec apartaba su mano de su arma, cubriéndola de nuevo con su abrigo. “Él es...”
Empecé a decir, sin saber cómo explicarlo.

“Alec,” dijo él, terminando lo que iba a decir y sosteniendo su mano hacia ella con cortesía.

“Emily,” respondió ella, cogiéndole la mano. “Obviamente tú ya sabías eso, por supuesto.”

“Sí,” respondió, soltando su mano. “En fin, si me disculpan, tengo que hacer una llamada telefónica.”

Caminó hacia la cocina, sacando su teléfono, y en el momento en que se perdió de vista Emily volteó
hacia a mí en shock. “¿De dónde diablos ha salido él?”

“Eh, lo conozco desde hace mucho tiempo,” murmuré, sin saber qué decir.

“No voy a mentirte, Izzy, estaba esperando que anoche no te fueras sola a casa, especialmente después
de que ese tipo, Seth, en la galería se interesó por ti. Era algo sexy, ya sabes. Tenía la esperanza de que
te fueras con él y pudiera sacarte algo la rigidez que tienes encima, si sabes a lo qué me refiero, pero,
¡Jesucristo, niña!, Es un poco viejo, pero como sea, el hijo de puta es precioso,” susurró
apresuradamente. La miré boquiabierta, asombrada por sus palabras.

“¿No era Seth aquel que te gustaba?” Le pregunté, confundida. Su ceño se arrugó.

“No, no tengo ni idea de quién es. Aunque, era encantador, así que pensé que sería perfecto para ti,”
dijo ella, encogiéndose de hombros. “Yo solo tengo ojos para el profesor Ateara.”

“Profesor,” jadeé, aturdida. “¡El hombre que querías ir a ver es un profesor!”

“Sí,” dijo ella. “Y él es todo lo que pensé que sería, y más. Me mantuvo despierta toda la noche, Dios
mío, pero en comparación con ese trozo de carne que tienes en la cocina, ¡Él es prácticamente jodida
comida de perro! ¿Cómo diablos te levantaste eso, Isabella?”

“Tú piensas que...” Empecé a decir, aturdida. “Oh Dios, Emily, ¡De ninguna manera!... ¡Es casado!”

“¿Y?” Dijo, encogiéndose de hombros. “Un hombre así, Isabella, es algo más de lo que una mujer
puede manejar. No puedo creer que hayas pasado toda la noche con él y no hayas tenido sexo. Estoy
pensando seriamente en ponerme en contacto con un convento y hablarles de ti.”

“¿Por qué crees que pasé toda la noche con él?”

“Todavía tienes tu vestido de la galería, así que no hay forma de hayas dormido aquí,” dijo ella, como
si fuera la cosa más obvia del mundo. “¿Al menos se la mamaste?”

“¡Emily!”

“Eres una mojigata,” dijo ella, sonriendo mientras me sonrojaba. “Si tú no quieres, ¿puedo hacerlo
yo?”

“¡No!” Le escupí mientras ella se reía. “Oh, Dios, ¿por qué querrías hacerlo?”

“¿En serio me preguntas eso?” Preguntó, sin dejar de reír. “¿Estás ciega? Es guapísimo, tiene todo el
look misterioso y peligroso en él. No hay manera de que un hombre como ese no esté bien dotado.
Dios, apuesto a que es bueno en la cama, también.”

“¡Emily, para!” Le siseé.

“Oh, relájate,” dijo ella, poniendo los ojos en blanco. “Lo entiendo. No te interesan los hombres, a
excepción de ese tal Edwin...”

“Edward,” la corregí.

“Edwin, Edward, lo que sea. Es lo mismo. Te conozco desde hace un año, cariño, y todavía no he visto
al tipo. No llama, no escribe, no visita. Él podría ser un maldito fantasma, Izzy, ¿pero Seth y ese
espécimen que tienes en la cocina? Son reales, son tangibles, y llega un punto en el que tienes que
renunciar a la fantasía por la realidad,” dijo, haciendo una pausa y mirando por el pasillo. Oí los pasos
de Alec mientras se acercaba de nuevo hacia nosotras y su sonrisa creció. “Y no está mal cuando la
realidad luce malditamente cerca de mi fantasía.”

Alec entró en la habitación, deslizando su teléfono en el bolsillo. “¿Cuál era el nombre del chico que
conociste anoche?” Preguntó, mirándome.

“Seth Clearwater,” le respondí.

“Es un artista,” intervino Emily.

“¿Estás segura?” Alec preguntó. “¿O eso es solo lo que él dijo?”

“Eh, eso es lo que él dijo,” ella respondió, encogiéndose de hombros. “Sin embargo, no sé por qué
mentiría.”

“Siempre hay razones,” dijo Alec, seriamente.

“Yo, eh... tengo su número de teléfono,” tartamudeé, mirando a mi alrededor y agarrado mi cartera.
Saqué la pequeña tarjeta blanca, tendiéndosela a Alec. “Me dio su tarjeta de negocios.”

Un tenso silencio cayó sobre la habitación mientras Alec miraba la tarjeta con atención. “¿Ha pasado
algo?” Emily preguntó después de un momento.

“Alguien entró a la casa,” murmuré. —Estaban aquí cuando llegué a casa anoche.”

“Jesús, ¿estás bien?” Me preguntó.

“Sí. Traté de llamarte,” le respondí.

“¡Oh, mierda! Joder, lo siento tanto. Mi teléfono murió en la galería, así que no lo sabía,” dijo. “Iba a
avisarte cuando me fui, pero tú estabas mezclándote o lo que sea y él estaba siendo impaciente, así que
me imaginé que estarías bien.”

“Está bien,” le dije. “Aunque, sentí miedo cuando no podía localizarte. Era como si te hubieras
desvanecido en el aire.”
“Oh, no tienes por qué preocuparte por mí, puedo cuidarme sola,” dijo con seguridad. “Pero, ¿por qué
entrarían aquí? Quiero decir, sin ofender, pero hay casas mucho mejores en el vecindario.”

“Como he dicho, siempre hay razones,” dijo Alec. “Voy a hacer que hoy instalen un sistema de
seguridad, para que te puedas quedar aquí a salvo. Ya hablé con el propietario.”

“Gracias,” dije en voz baja, mirando el reloj. “Necesito arreglarme. Tenemos que estar en cierto lugar
en una hora.”

“Preferiría que no fueras,” dijo.

“No puedo,” le dije de inmediato, negando con la cabeza.

“¿No puedes, o no quieres?” Preguntó, dándome una mirada extraña.

“No quiero,” le dije con incertidumbre. Él asintió, como si esperara esa respuesta, y una pequeña
sonrisa tiró de la comisura de sus labios. Estuvo de acuerdo en que debería ir si era importante y
renuente los dejé a los dos solos abajo para ir a vestirme, poniéndome unos vaqueros y una camiseta
rosa. Recogí todo mi cabello y lo retorcí en un moño, fijándolo en mi cabeza con una banda de goma,
antes de ponerme mis Nikes color rosa y blanco. Bajé de nuevo las escaleras y encontré a Emily
sentada en el sofá comiendo una manzana, Alec no se veía por ningún lado.

“Salió,” dijo ella, antes de que tuviera la oportunidad de preguntar. “Recibió una llamada, supongo
que era su esposa. Eso mató por completo el ambiente. Él estaba hablando en un lenguaje muy raro.
¿Italiano, tal vez? Fuera lo que fuese, era jodidamente sexy.”

Me reí mientras caminaba hacia ella, sacudiendo mi cabeza. “Para tu información, él no es realmente
tu tipo,” le dije. “Él es esa clase de persona seria.”

“Lo noté,” dijo. “Es intenso, parece muy protector sobre ti. No estás en algo así como WITSEC,
¿verdad?” (N.T. WITSEC: Witness Security, Witness protection. Protección de testigos)

“¿Qué?” Pregunté, sin saber de qué estaba hablando.

“WITSEC. Ya sabes, protección de testigos, ¿Donde el gobierno te envía y te da una nueva identidad
para que los mafiosos no puedan encontrarte? ¿Él es un Marshall o algo así?”

Esbocé una sonrisa ante la ironía de sus palabras, teniendo en cuenta que habían sido los mafiosos los
que me habían dado una nueva identidad para esconderme del gobierno. “No, no es nada de eso.”

“Bueno, ¿Cómo es que nunca lo he visto antes por aquí?”

“No vive aquí.”

“¿Dónde vive?”

“¿Por qué eres tan entrometida?”

“Porque así soy yo,” dijo ella, riendo. “¿Cómo lo conociste?”


“Él es… un amigo de la familia.”

“¿En serio? ¿Tienes fotos suyas por aquí? Porque me parece muy familiar, como que lo he visto antes
en alguna parte,” dijo ella, poniéndose de pie. “Es extraño. Aunque, es un policía, ¿no?

“¿Es esto un interrogatorio?” Le pregunté, sus preguntas me estaban poniendo incómoda. Se encogió
de hombros.

“Solo estoy tratando de averiguar quién es. ¿Es un crimen querer saber sobre la vida de mi mejor
amiga? Tú no hablas mucho al respecto,” dijo. “Como sea, será mejor que nos vayamos.”

El coche de Alec ya no estaba cuando salimos y gemí, dándome cuenta de que todavía tenía mis
llaves. Emily nos llevó a las dos en su coche al Centro de Rainbow Arts y pasamos la mañana
limpiando el lugar, organizando todo y recogiendo todas las obras de arte de los niños de los últimos
meses. Cuidadosamente enmarcamos todo y pasamos las siguientes dos horas colocando las pinturas
en la pared y decorando para una fiesta. Emily se fue en algún momento para comprar aperitivos y
bebidas mientras yo terminaba de inflar los globos, y cuando me di la vuelta para buscar algo, casi
choqué contra alguien a quien no había visto de pie allí. Me agarraron los hombros para detenerme y
grité, sorprendida porque no había escuchado a nadie acercándose.

“Relájate,” una voz que reconocí rápidamente como la de Alec, dijo con calma.

“¿Cómo sabías dónde estaba?” Pregunté, sorprendida de que él me hubiera encontrado cuando en
realidad no le había dicho a donde iba. Me miró fijamente, su expresión me hizo cuestionarme si le
había pregunto algo estúpido.

“¿Crees que no te mantengo vigilada?” Preguntó después de un momento.

“Bueno, sé que sí, pero no sabía que tan de cerca.”

“Lo suficientemente cerca, podría encontrarte en cualquier momento si es necesario,” respondió. “No
sé dónde te encuentras cada minuto de cada día, pero soy consciente de tu horario semanal. Es mi
trabajo saber. Es admirable lo que haces aquí, por cierto.”

“Oh,” dije. “Gracias. Yo eh... lo disfruto.”

“Me imagino que lo haces,” respondió. “Elizabeth hacía cosas similares con el Centro de Defensa,
daba algo de sí misma a otros como ella. Carlisle siempre le recordaba que no podía ayudar a todos,
pero ella decía que si ayudaba a una sola persona, habría valido la pena todo el trabajo, sin importar el
sacrificio.”

“Sí, ella mencionó eso en su diario,” murmuré. “Siento lo mismo.”

“¿Así que entiendes por qué Edward te dejó, entonces?” Preguntó, con su voz uniforme y sin
emociones. Me encogí ante la pregunta, sin esperarla, y él me dio una mirada extraña.

“Supongo,” dije en voz baja. “Quiero decir, no quiere que yo esté dónde está él.”

Alec se quedó callado por un momento. “Carlisle luchó con todas sus fuerzas para asegurarse de que
Edward no terminara como él, pero a los dieciocho años tomó exactamente la misma decisión que su
padre de todos modos. Tale il padre, il figlio. Debido a eso, es lógico que se preocuparan de que lo que
le sucedió a Elizabeth, en esa vida, te sucediera a ti si formaras parte de ella, también.”

Lo observé con curiosidad cuando dejó de hablar, aparentemente pensando qué decir. “Lo que fallaron
en comprender, sin embargo, fue lo principal que Elizabeth siempre trató de enseñarles... no se puede
luchar contra el destino. Cambiano i suonatori ma la musica ¸ sempre quella*.”

“¿Qué significa eso?” Le pregunté. Había aprendido un poco de italiano durante el último año por
curiosidad, pero me era difícil descifrarlo cuando era hablado por alguien con fluidez. Él no respondió
por un momento y empezó a pasear por la habitación, su atención se centró en los cuadros infantiles.
Era extraño verlo, porque nunca pensé en Alec como alguien remotamente interesado en este tipo de
cosas.”

“Leíste el diario de Elizabeth, ¿así que estoy en lo correcto al asumir que tú sabes que le fallé?”

“¿Fallarle?” Le pregunte perpleja. “Ella no lo veía de esa manera. Dijo que usted siempre fue justo
con ella, que la ayudó cuando fue necesario y que nunca fue muy duro.”

“Podría haber hecho más.”

“¿No podemos todos?” Respondí. Me miró sorprendido y le sonreí nerviosamente. “Quiero decir,
somos humanos, después de todo.”

Él asintió. “Eres muy parecida a Elizabeth, y más ahora que nunca, pero hay algunas diferencias. Ella
no se habría parado aquí y sostenido una conversación conmigo, eso es seguro, y probablemente se
hubiera deshecho del coche al momento de pedírselo,” dijo, haciendo una pausa y sonriendo con
diversión. “En cualquier caso, puedo entender la preocupación de ellos, pero la verdad es que solo
porque la situación de una persona cambie, no significa que la persona también tenga que cambiar. No
importa si te encuentras en Washington o California o Illinois, tú eres quien eres, Isabella. Carlisle
piensa que si hubiera dejado ir Elizabeth no te habría conocido, por lo tanto no habría hecho lo que
hizo, pero él no parece entender que en el carácter de Elizabeth estaba el ayudar a la gente y nada
habría cambiado eso. Ella habría conocido a alguien, en cualquier lugar, ella sentía la necesidad de
ayudar. Eso es lo que quise decir con Cambiano i suonatori ma la musica è sempre quella.”

“¿Cree que ellos estaban equivocados?” Le pregunté, la pregunta salió de mi boca antes de que me
diera cuenta de lo que estaba haciendo. “¿Crees que Edward no debió haberme, eh...?”

“¿Dejado?” terminó la pregunta por mí, riendo sin humor mientras negaba.

“Hay peores lugares en los que podrías estar que Chicago, pero mi opinión no importa realmente,
Isabella. No es mi vida de la que estamos hablando, es la tuya. Tienes que llegar a esa conclusión por
tu cuenta.”

Repasaba en silencio sus palabras cuando él suspiró exasperado. “El juicio de Carlisle está por
empezar. Me dijo ayer que una vez te prometió que te ayudará a llegar a Chicago cuando estuvieras
lista, si eso era lo que querías. Dijo que no sería capaz de cumplir esa promesa ahora y me pidió que lo
hiciera por él,” dijo, haciendo una pausa. “Le dije que no.”
“¿No?”

“No,” confirmó. “Le dije que no te ayudaría a ir a Chicago, porque insinuar que necesitas ayuda es no
darte suficiente crédito. Eres perfectamente capaz de ir por tu cuenta, si es allí donde quieres estar. Lo
que tienes aquí es excelente y exactamente lo que todos desean para ti. Te las estás arreglando sola,
yendo a la escuela, haciendo arte, conociendo gente... es lo que ellos querían que hicieras y todos
estarían orgullosos si lo supieran. Sé que viniste aquí más por ellos que por ti, no queriendo complicar
aún más la situación de Carlisle o involucrar al resto de ellos en problemas, pero espero que en medio
de todo no hayas perdido de vista lo que más importa.”

“¿Qué cosa?”

“¿Lo que te hace feliz?”

Me observó con curiosidad antes de que la puerta se abriera, filtrando la luz solar desde el exterior.
Me tensé cuando rápidamente se dio la vuelta y alcancé a ver su arma. “No puedes tener eso aquí,” le
solté. “Es ilegal.”

Al momento en que pronuncié las palabras me sentí ridícula y me sonrió. “Siempre es mejor prevenir
que lamentar, Isabella.”

“¿Has estado alguna vez en un Wal-Mart?” Emily gritó, entrando en la habitación y dejando caer las
bolsas en el suelo. “Ese lugar es una maldita casa de locos. Sentí como que entraba en algún universo
alternativo donde los broches con forma de banana y la sombra de ojos de color azul todavía están de
moda. Y Jesús, ¿qué tiene todo el mundo con los peinados altos? ¡Me sorprende que lograra salir con
vida! ¡La mitad de esas mujeres parecían querer comerme para la cena! Y te juro por Dios que vi un
Volvo en el estacionamiento con uno de esos tontos stickers, y la mujer que lo maneja tenia puestos...”
Ella miró en nuestra dirección, sus palabras flaquearon cuando vio a Alec, “... vaqueros de mamá.
Hola.”

“Hola,” dijo Alec. “Voy a dejar que ustedes, señoritas, vuelvan a su trabajo.”

Él se alejó, saliendo mientras sacaba su teléfono. “¿Guardaespaldas personal?” Emily susurró,


mirándome con un brillo malicioso en sus ojos. “¿Es esto como en la película de Whitney Houston y
Kevin Costner, con romance caliente incluido?”

“No,” le siseé. “Ya te lo dije, no es nada de eso.”

“Lástima.” Se encogió de hombros y empezó a escarbar en las bolsas, arreglando la mesa de los
aperitivos. Pedimos pizza y yo estaba preparando el ponche cuando la gente empezó a llegar, los niños
corrían con entusiasmo mientras sus cuidadores permanecían a un lado. Algunos ni siquiera se
molestaron en quedarse, solo dejaron a sus niños en la acera. Alec se quedó para la fiesta, de pie a un
lado viendo con recelo, tan tranquilo y estoico que la mayoría apenas se dio cuenta de su presencia.
Otros, sin embargo, le lanzaron miradas sospechosas y se mantuvieron alejados. Sonreí, dándome
cuenta de que probablemente pensaban lo mismo que Emily, que era un policía.

Era un caos con tantos niños corriendo y riendo, e hice mi mejor esfuerzo para mantener todo bajo
control, mientras que Emily pasaba lista. La pizza llegó y la estaba poniendo en platos cuando Emily
se acercó a mí, suspirando.

“Todos aquí, menos uno,” dijo ella.

“¿Quién?”

“Chelsea,” respondió ella. Me quedé inmóvil y la miré con sorpresa, porque Chelsea jamás se había
perdido ninguna de las clases y había estado esperando con ansias la fiesta. Ella vivía en un hogar de
acogida con otros dos niños que sí habían venido, así que sabía que no era como si ella no tuviera
quien la trajera. Rápidamente terminé de repartir la pizza, distraída, antes de hablar con una
trabajadora social.

“¿Chelsea, está bien?” Le pregunté, preocupada. Ella asintió.

“Está bien. Fue reubicada anoche, en un hogar de acogida al otro extremo de la ciudad, así que no
pudo venir. Sin embargo, me haré responsable de entregarle su certificado y toda su obra,” respondió
la señora.

“Oh, está bien,” murmuré, decepcionada. Su respuesta no hizo nada para calmar mi preocupación,
preguntándome en qué clase de situación la habían puesto. El resto de la tarde pasó volando, y una vez
que terminaron de comer empezamos la ceremonia y les entregamos sus certificados de
aprovechamiento. Cuando finalizamos les regresamos sus trabajos de arte y le di un abrazo a cada uno
al salir, diciéndoles las mismas palabras que me habían dicho a mí a su edad. Las palabras que había
perdido de vista en medio de todo el dolor, palabras en las que Elizabeth y mi madre habían creído con
todo el corazón.

“No pierdas la esperanza,” les dije. “Eres especial y estás destinado a hacer grandes cosas en el
mundo. Creo en ti.”

Emily se ofreció a llevar a casa a uno de los niños cuyos padres no habían regresado a buscarlo, y yo
empecé a limpiar el desorden una vez que todos se fueron. Podía sentir los ojos de Alec en mí, pero
hice lo mejor que pude para ignorarlo, tratando de hacer lo que tenía que hacer. Después de poner en
orden todo el lugar, caminé hasta el último cuadro que todavía estaba colgando en la pared, aquel que
Chelsea había hecho de mí y había dicho que quería que me lo quedara. Lo tomé y sonreí, mirándolo
por un momento antes de que Alec se aclarara la garganta.

“¿Te sentías apegada?”

“¿A qué?”

“Al niño que hizo eso,” aclaró, señalando la pintura. Suspiré, asintiendo con la cabeza.

“Su nombre es Chelsea. Es una niña muy inteligente, probablemente mi favorita entre todos ellos,”
dije en voz baja. “Ella era, eh... huérfana. Su padre la vendió, también.”

“Es extraño cómo se desarrollan las cosas,” respondió Alec. “No importa a dónde vayas, siempre
habrá alguien.”

Asentí, mordiéndome el labio nerviosamente y tratando de contener las lágrimas mientras retiraba la
pintura de la pared. Iba a coger la enorme bolsa de basura negra para sacarla al basurero, pero Alec la
agarró, deteniéndome. “Déjame hacerlo,” dijo.

“Eh, gracias,” murmuré. “El contenedor está en la parte de atrás.”

Asintió y cogió la bolsa, caminando hacia fuera. Terminé lo que estaba haciendo y agarré mis cosas
antes de dirigirme al estacionamiento, maldiciendo en silencio cuando me di cuenta de que Emily
todavía no había regresado y yo había llegado con ella. Vi el coche de alquiler de Alec aparcado junto
a la puerta y miré alrededor, comenzando a rodear el edificio para ver si todavía estaba por el
contenedor de basura.

Me quedé helada cuando lo vi de pie en el estacionamiento trasero con un hombre, la puerta del lado
del conductor estaba abierta en un coche negro junto a ellos. El hombre estaba de espaldas a mí, así
que no podía ver quién era, incluso si lo conocía, pero había algo en su lenguaje corporal que me decía
que no era un enfrentamiento amistoso.

El hombre empezó a retroceder unos pasos, con sus manos a la defensiva, y jadeé conmocionada
cuando Alec lo agarró y lo empujó de nuevo hacia al coche. Lo inmovilizó contra el capó con su mano
izquierda y sacó su pistola con su mano derecha, apuntando a la cabeza del hombre. Empecé a temblar
de miedo, sin saber qué estaba pasando cuando escuché al hombre gritar. Alec retiró su arma después
de un momento, pero no la ocultó mientras ponía al tipo de nuevo de pie. Le dijo algo, con expresión
severa, y el hombre asintió furiosamente con la cabeza. Alec le despidió con un gesto de su mano y el
hombre volvió de nuevo a su coche, mirando a través del estacionamiento brevemente cuando sus ojos
se encontraron con los míos. La confusión me invadió cuando me di cuenta de que era Seth
Clearwater, mi corazón martilleando por el miedo. Se metió en el coche y lo puso en marcha, pisando
el acelerador y el chirriando los neumáticos mientras salía del estacionamiento.

No me moví en absoluto cuando Alec se acercó a mí, regresando el arma a su chaqueta. Pude ver el
fastidio en su rostro y no hablé, sabiendo que estaba alterado. “¿Necesitas que te lleve?” Me preguntó
con firmeza. Asentí y lo seguí hasta su coche, deslizándome en el asiento del pasajero.

Llamé a Emily durante el viaje y le dije que ya me había ido, y ella me dijo que iba a una fiesta esa
noche, pero que me hablaría más tarde. Alec no habló en absoluto durante el viaje, y no mucho tiempo
después de que llegáramos alguien apareció para instalar el sistema de seguridad. Les tomó un par de
horas instalar todo y sustituir todas las cerraduras, y una vez que el hombre se fue Alec me mostró
cómo funcionaba. Le pregunté qué pasaba si se activaba y él se rió secamente.

“No mucho, excepto por algunos fuertes ruidos que solo podrían ser detenidos con el código, pero
debería ser suficiente para asustar a cualquiera,” respondió. “Ya que no puedo permitir que venga la
policía.”

“Entiendo.”

“En fin, tengo algunas cosas qué hacer, y necesito dormir un poco pronto, en algún momento,” dijo,
metiendo la mano en su bolsillo y sacando un juego de llaves. Las reconocí inmediatamente como las
mía cuando me las dio. “Deshazte del...”

“Coche. Ya lo sé,” murmuré, agarrándolas.


“Te llamaré por la mañana antes de salir para el aeropuerto. Tomé un avión privado hasta aquí, en
caso de que te preguntaras cómo traje el arma a bordo,” dijo, a pesar de que esa había sido la última
cosa en mi mente. “Y lamento si estabas interesada en ese tal Clearwater. Lo vi estacionado detrás de
la escuela y no me agradó.”

“¿Por qué estaba el allí?” Pregunté, vacilante.

“Dijo que tu amiga mencionó el evento anoche, y quería una razón para volver a verte,” respondió.
“Parecía inofensivo, pero le dije que si apreciaba su vida era mejor que guardara distancia. No
deberías tener problemas con él.”

“Oh,” dije, sin saber cómo responder a eso. “Gracias, supongo.”

“Supongo que no tienes qué agradecer,” respondió. “Bueno, ten una buena tarde, Isabella.”

Vi cómo se marchaba, deslizándose dentro del coche y alejándose. Activé el sistema de alarma,
sintiéndome de pronto nerviosa por quedarme sola en la casa, y subí las escaleras para tomar un baño
y tratar de relajarme. Leí durante un rato en la bañera antes de lavarme el cabello, y envolví una toalla
a mí alrededor al salir. El anochecer había caído y la casa estaba oscura y silenciosa, cada ruido
rebotaba en las paredes y hacía eco en el lugar. Eché un vistazo alrededor del baño, buscando mi
cepillo, y gemí después de un minuto al no encontrarlo en ninguna parte. Pasé los dedos por mi
cabello para deshacer los nudos y luego solo me lo eché hacia atrás, agotada y no queriendo lidiar con
eso en este momento. Entré en la habitación y agarré el pijama, vistiéndome rápidamente antes de
meterme a la cama.

En el momento en que mi cabeza tocó la almohada mis ojos comenzaron a cerrarse, la inconciencia
me invadía rápidamente. Justo antes de que me durmiera mi celular comenzó a sonar y me senté
rápidamente, asustada por el ruido. Cogí el teléfono, viendo que era Emily y suspiré mientras
contestaba.

“¿Qué?”

“¿Cuál es el apellido de Alec?” Preguntó ella de inmediato. Suspiré con fastidio.

“¿Otra vez con eso?” Murmuré. “¿Podemos ahorrarnos las veinte preguntas para más tarde? Estoy
muy cansada, ha sido un día largo. Te lo dije, no es tu tipo y me cae muy bien su esposa.”

“¿Es Evanson?”

Me tensé cuando registré las palabras, el miedo recorriendo mi cuerpo. De inmediato empecé a
romperme la cabeza para averiguar cómo podría saber eso, preguntándome si de alguna manera se lo
había dicho antes.

“¿Cómo lo...”

“Para tu información, veo las noticias,” dijo ella antes de que pudiera terminar la pregunta. “Sabía que
lo había visto antes en alguna parte, pero no me acordé, sino hasta hace solo unos minutos de dónde.”

“¿Las noticias?”
“Sí, Isabella, las noticias,” dijo seriamente. “O sea, es como que una gran noticia cuando los mafiosos
son arrestados en estos días. ¡Mafiosos! ¿Ese hombre es uno de ellos? ¿Es un asesino o algo así?
Jesús, ¿en qué te has metido?”

“No es así,” mascullé nerviosamente.

“Haz estado diciendo eso todo el día,” respondió ella. “Si no es así, entonces, ¿cómo es? ¿Es por eso
que no hablas mucho de tu familia? Ellos son, ya sabes...”

“Te lo dije, mis padres están muertos,” le dije.

“¿Cómo murieron? ¿Fueron ellos, liquidados o como sea que le digan?”

“No, yo soy huérfana,” le dije con nerviosismo. “Mi verdadero padre murió hace como dos años. Te
dije que de ahí obtuve mi dinero.”

“¿Él Era uno de ellos?” Me preguntó. “Es decir, Jesús, ¡Isabella! Se meten a tu casa y tú no llamas a la
policía, ¡Llamas a la jodida Mafia! ¿Cómo es que conoces a la Mafia?”

“No lo hago,” le dije.

“No me vengas con esa mierda,” dijo. “¡Uno de ellos te siguió todo el día! ¿En qué tipo de problema te
encuentras? ¿Necesitas ayuda?”

“No, estoy bien. No es tan importante.”

“Tonterías, por supuesto que es importante,” respondió ella. “¿Él es algo así como un asesino a sueldo,
Isabella? ¡Cargó con una maldita pistola todo el día! ¿Está ahí ahora? ¿Necesitas que llame a la
policía?”

“¡No!” Escupí, entrando en pánico. “No puedes llamar a la policía.”

“¿Por qué?” Me preguntó. “Quiero saber qué está pasando.”

“Nada. Te lo dije, es un amigo de la familia. Vino a ayudar.”

“¿Por qué? Los Mafiosos no son precisamente conocidos por su trabajo de caridad, Isabella.”

“Solo... para ayudar,” murmuré. “Realmente no puedo hablarte de esto, Emily. Olvídalo, ¿De
acuerdo?”

“¿Esperas que lo olvide como si no significara nada y ni siquiera puedes decirme qué está pasando?
Soy tu amiga, puedes hablar conmigo.”

“No puedo,” le contesté, sintiéndome culpable.

“Bien,” dijo. “Ya veo como es. Tal vez no somos tan cercanas como pensaba que éramos si no confías
en mí.”
“No seas así, Emily. No es así en absoluto. Confío en ti, pero yo... no puedo hablar de eso porque no
me corresponde a mí. Lo siento.”

“Sí, yo también lo siento.”

Antes de que pudiera decir otra palabra sonó un clic, la línea murió cuando ella colgó. Cerré el
teléfono y lo dejé a un lado, mirando fijamente hacia el techo blanco mientras yacía en la cama. Las
cosas se estaban cayendo a pedazos y aunque no estaba segura de lo que iba a pasar, estaba claro que
nada sería igual después de la visita de Alec.

***********
Cambiano i suonatori ma la musica è sempre quella = La melodía ha cambiado, pero la canción sigue
siendo la misma.
Capítulo 77 Juego terminado

"Cuando se acaba el juego, el rey y el peón van en la misma caja." -Proverbio Italiano

Edward cullen
Estaba parado nervioso afuera de la masiva iglesia, apoyado en un costado del edificio observando
llegar a los invitados. No había estado seguro de quién iba a venir, considerando que no nos quedaba
mucha jodida familia y Rosalie, realmente, solamente tenía a sus abuelos, así que me sorprendió la
cantidad de personas reuniéndose en el interior. No conocía a la mitad de ellos, lo que era algo así
como un recordatorio desconcertante y desagradable de exactamente cuán aislado de todos había
estado el último año y medio. Todos habían seguido con sus vidas, conocido a nuevas personas y
habían hecho nuevos amigos y yo seguía siendo solo yo... el mismo Edward Cullen.

Bueno, eso es lo que parecía. Tanto había cambiado en mi vida y aun así ni una mierda se sentía
diferente, no en resumidas cuentas.

Le eché un vistazo a mi reloj, viendo que eran unos minutos antes del mediodía. Era un día caliente en
Chicago, la temperatura subiendo a más de treinta grados, y el sudor se estaba acumulando a lo largo
de mi espalda y haciendo que la camisa se me pegara. Era incómodo y estaba nervioso, considerando
el irme aunque siendo realista sabía que no podría. Había decepcionado a muchas putas personas en
mi vida, pero no ir a la boda de mi hermano probablemente estaría en la cima de la lista.

Tenía otras razones para quedarme, aunque eran razones más egoístas. Era por eso que estaba parado
afuera en el insoportable calor siendo el primero en ver a todos, el porqué mi jodido pecho dolía y mi
corazón latía de forma irregular cada vez que un coche se acercaba. Probablemente los nervios eran en
parte la maldita razón por la que estaba sudando, vinculado con la resaca que todavía tenía por el
vodka que había bebido la noche anterior. Era un desastre pero estaba luchando por mantenerme
tranquilo, sin querer ceder bajo presión.

Suspiré, metiendo la mano en el bolsillo para agarrar el frasco plateado que traía conmigo, quitando la
tapa y tomando un trago. El líquido estaba caliente y quemaba mi garganta, haciendo que mi pecho se
sintiera como si estuviera siendo devorado por las llamas. El alcohol calmaba un poco mis nervios, el
ardor me distraía de mis pensamientos el tiempo suficiente para que empezara a calmarme. Estaba
tomando otro trago cuando escuché que pronunciaban mi nombre, la aguda voz me asustó y me hizo
ahogarme con el vodka. Empecé a toser y le puse de nuevo la tapa, jadeando mientras trataba de
recuperar mi aliento.

"¿Qué?" Dije con voz áspera, mirando en esa dirección y viendo a Esme de pie en la esquina de la
iglesia con una expresión severa en su rostro.

"¿Era necesario traer eso contigo?" Preguntó, haciendo un gesto hacia el frasco en mi mano. Rodé mis
ojos y lo deslicé de nuevo en mi bolsillo mientras ella continuaba. "Primero que nada, ni siquiera es
mediodía, y segundo, ¡tu hermano se va a casar! ¿Qué es tan traumatizante de una boda que necesitas
de licor para soportar?"

"¿Quieres decir además del hecho de que yo probablemente nunca me case?" Pregunté, las palabras
saliendo de mi boca antes de que siquiera me diera cuenta de la mierda que estaba diciendo. Mi pecho
dolió aún más cuando ella se me quedó mirando sorprendida, aparentemente sin esperar que dijera esa
mierda, tampoco. "Además, estoy a punto de entrar a una iglesia. Estoy tratando de adormecerme
antes de que el puñetero rayo me golpeé."

"No seas ridículo,” me dijo, caminando hacia mí. "Creo que si un rayo va a golpear a alguien por
entrar a una iglesia, probablemente sería a tu padre o mi esposo."

"¿Está aquí?" Pregunté, levantando las cejas con curiosidad.

"¿Tu padre? Está adentro con Emmett”.

"No, no hablo de él. Tu esposo."

"Oh," dijo, sonriendo con tristeza. "No, no he sabido de él hoy. No sé si va a poder llegar a tiempo."

"¿Sigue con ella?"

"¿Con quién?"

"No me trates como un maldito idiota, Esme," le dije. "Sabes muy bien de quién estoy hablando."

Titubeó, mirándome con recelo. "¿Qué te hace creer que está con ella?"

"No lo creo, lo sé," respondí, negando con la cabeza. No me tomó mucho tiempo el decidirme después
que el coche de Alec se apartó de la acera la tarde del viernes. Al momento que dio la vuelta hacia la
carretera y sus palabras hicieron clic en mi mente, reaccioné por impulso. Corrí hacia mi coche y quité
el seguro a la puerta del lado del conductor, subiendo y encendiéndolo. Las llantas chillaron cuando
pisé hasta el fondo el acelerador y salí volando del estacionamiento y hacia el tráfico en cuestión de
segundos.

Las carreteras no estaban muy congestionadas a esa hora pero no lo veía por ningún lado, así que
conduje en dirección a nuestro vecindario, con la esperanza de que hubiera ido a casa primero. Había
estado en lo cierto, ya que al momento que llegué a la calle vi su coche estacionado en la entrada de su
casa con el motor todavía funcionando. Me detuve detrás de otro vehículo a unas casas abajo y apagué
mis luces, esperando. Él salió un minuto más tarde sosteniendo una bolsa de lona negra y vi cómo se
despidió de Esme, mirando alrededor con cautela antes de volverse a subir al coche. Se alejó de la casa
y pisó el acelerador, yendo a toda velocidad por la calle, y esperé unos segundos antes de tomar de
nuevo la carretera. Me metí detrás de otro coche al mismo tiempo que encendía de nuevo mis luces y
avanzamos en dirección al aeropuerto sorteando a través del tráfico a toda prisa. Me quedé atrás lo
más lejos posible. Perdí su coche dos veces pero cada vez pude alcanzarlo de nuevo, teniendo una idea
general de a dónde demonios se dirigía. Inesperadamente tomó una calle lateral a unos kilómetros de
viaje y bajé la velocidad, sin saber qué carajos estaba haciendo, antes de seguirlo.
Condujo por algunos caminos vacíos antes de cortar camino por algunos callejones, y pisé el freno
cuando di la vuelta en uno y casi choqué su coche por detrás. Mi corazón latía con fuerza y maldije
cuando vi que era un callejón sin salida y la puerta del pasajero estaba abierta, sin señales de él por
ninguna parte. Iba a meter la reversa del coche pero antes de que pudiera reaccionar mi puerta fue
abierta y alguien me sujetó. Pasó rápidamente, el movimiento me sobresaltó, y el maldito coche se
paró por mi prisa. Tuve el tiempo suficiente para poner el freno de emergencia, sin querer que la
mierda rodara, antes de que me sacaran hacia el callejón y me arrojaran contra el costado del coche.

"¿Qué estás haciendo?" Alec preguntó con brusquedad, presionando el cañón de su arma debajo de mi
barbilla. Empecé a temblar, atónito, y sacudí mi cabeza furiosamente.

"Yo, eh... ¡Joder! No lo sé," farfullé. "Solo pensé..."

"No se te paga por pensar," me interrumpió. "Se te paga por seguir órdenes y no recuerdo haberte
dicho que me siguieras."

"No me dijiste que no lo hiciera, tampoco."

"¿Qué acabas de decir?" Dijo molesto, el sonido de su dedo quitando el seguro de su arma enviando un
escalofrío por mi espalda. "Estoy cansado de tu falta de respeto."

"¡Lo siento!" Escupí, sintiendo que estaba llegando a su límite. "Mierda, lo siento, ¿de acuerdo? Solo,
joder... solo tenía que saber, tío Alec."

Se tensó un poco, sin moverse o hacer ruido. "¿Piensas que no voy a matarte solo porque eres el hijo
de Carlisle?" Preguntó en voz baja, el tono de su voz amenazante. "¿Tú crees que al remarcar que
somos familia voy a pasarte esto? ¿Honestamente crees que soy así de blando? ¿Ya olvidaste lo que
presenciaste en Phoenix?"

"No, señor," dije rápidamente, cerrando los ojos apretándolos ante sus palabras mientras destellos del
recuerdo me golpeaban. Él no había vacilado en matar a su propia puñetera hermana y sabía que
tampoco vacilaría conmigo, si creía que no tenía otra opción. "No fue mi intención faltarte al respeto,
lo juro."

Apartó el arma y me soltó, y entreabrí mis ojos mientras daba un paso hacia atrás.

"No hay justificación para que me sigas, Edward. A dónde voy no te concierne."

"¿Ah, no?" Pregunté, tratando de dejar de temblar mientras me enderezaba. "Me refiero a que, si vas a
dónde creo que vas..."

"¿Qué te acabo de decir?" Preguntó, levantando las cejas con una expresión severa en su rostro.
"Tienes que aprender a no meterte en los asuntos de los demás. Te dije en Forks que tomaras una
decisión y lo hiciste. Tienes que ser un hombre de palabra."

"Entonces, ¿estoy en lo cierto?" Pregunté exasperado. "¿En serio vas a ir con ella?"

"No tienes derecho para tratar de intervenir ahora."


"No estoy tratando de intervenir," le dije sacudiendo la cabeza. "Solo... Cristo, quiero saber dónde
está. Qué está haciendo. Por qué estás corriendo a dónde demonios sea que esté a mitad de la noche.
¿Pasó algo malo? Joder, ¿está lastimada o algo? ¡Ella ya no habla con nadie, Alec! ¿Qué demonios
pasó?"

Se me quedó mirando mientras yo hacía una pregunta tras otra, sin revelar nada en su expresión pero
podía ver la molestia en sus ojos. Sabía que no debería haber estado cuestionándolo, pero no pude
evitarlo. El no saber me estaba llevando al límite, y el solo saber que él iba con ella me estaba
consumiendo. Necesitaba algo, lo que sea... solo un poco de información que me mantuviera en pie.

Le echó un vistazo a su reloj y suspiró impaciente. Se veía como si iba a decir algo y la esperanza en
mí se incrementó, pero fue pisoteada al instante cuando levantó su arma de nuevo. Retrocedí
instintivamente cuando disparó en mi dirección, el ruido inesperado me asustó, y maldije al mismo
tiempo que él disparaba un segundo tiro. Me giré para mirar con incredulidad cuando escuché el ruido
de un zumbido, gimiendo cuando vi que las llantas del lado del conductor de mi coche se desinflaban
rápidamente.

"Joder," escupí, pasando la mano por mi pelo mientras Alec colocaba su arma en su chaqueta.

"Si vas a seguir a alguien, al menos se discreto al hacerlo. Te vi tan pronto salí de la casa," dijo con
calma. "Pide un camión remolcador y un taxi, y vete a casa. Me tengo que ir y no necesito que me
retrases más de lo que ya lo has hecho."

"Joder, simplemente fantástico," murmuré cuando empecé a alejarme. Vi cómo se acercó a su coche,
deteniéndose y volviéndose para mirarme de nuevo.

"Es una orden, Edward."

Se metió a su coche y cerró la puerta con fuerza, dando una vuelta en U antes de alejarse a toda
velocidad. Me quedé allí por un momento, mi ira y desesperación aumentando, y pateé el costado del
coche con irritación mientras mi vista empezaba a ponerse borrosa por las lágrimas. Al fin de cuentas,
hice lo que me ordenaba, porque sabía que no había otra opción. Me fui a casa y pasé el resto del fin
de semana en estupor por el alcohol, recobrando la sobriedad solo el tiempo suficiente para hacer que
le pusieran nuevas llantas al coche. Mi cuerpo dolía y mi corazón sufría mientras estaba allí parado en
el puñetero calor esperando, esa esperanza amenazando con volver a incrementarse dentro de mí.
Sabía que Alec volvería y estaba desesperado por algo que calmara mis ansias, algo que me asegurara
que ella estaba bien.

Por más que tratara de luchar contra ello, una jodida parte de mí estaba esperando que se presentara
aunque sabía que mi poder de voluntad era casi nulo y solo terminaría lastimándola de nuevo. Era un
puto desastre, pero todavía ansiaba estar con ella, y probablemente mataría a cualquier hijo de puta
que tuviera que matar por solo cinco minutos en su presencia, sin importar las consecuencias.

Al parecer seguía siendo un pendejo egoísta....

"¿Lo recibiste?"

"¿Recibir qué?" Pregunté, mirando a Esme confundido. Maldición, casi me había olvidado que estaba
allí.

"Tu regalo de cumpleaños," aclaró. Rodé los ojos y asentí, sin sorprenderme que cambiara de tema.

"Llegó el viernes," respondí. "Estaba bonito, gracias."

"Entonces, ¿te gustó?" Preguntó, una sonrisa formándose en sus labios al mismo tiempo que sus ojos
se iluminaban por la emoción.

"Sí. Aunque me sorprendió. Esperaba otro juego de libros de autoayuda o una maldita membrecía a
AA o algo así. ¿Quién iba a saber que en realidad me regalarías algo decente?"

Se rió y me empujó con el codo jugando. "Soy tu tía, sé lo que te hace feliz," me dijo. "Aunque AA me
parece una buena idea."

"Espera sentada para eso," respondí. "Si crees que soy miserable ahora, veme la próxima vez que esté
sobrio."

"¿Cuándo fue la última vez que estuviste sobrio?" Preguntó. Me encogí de hombros y me le quedé
mirando, pero antes de que pudiera responder que estaba sobrio en ese momento siguió hablando. "Y
por sobrio me refiero a pasar todo un día sin un sorbo de alcohol."

Me reí con amargura mientras mi padre nos gritó a Esme y a mí desde el escalón principal de la
iglesia, diciendo que la ceremonia estaba a punto de empezar, y empecé a alejarme cuando ella habló
de nuevo.

"Hace un año y medio," me dijo, respondiendo su propia pregunta.

"Sí, bueno, necesito algo para mantenerme caliente," murmuré.

Nos dirigimos hacia el interior en silencio y ella me arrastró a través de la iglesia, prácticamente
forzándome a sentarme junto a ella en la primera fila. No me sorprendió que me hubieran dejado fuera
del séquito nupcial, aunque no podía negar que dolió un poco. Decidieron dejarlo en algo pequeño, con
Jasper como el padrino de Emmett y Alice como la dama de honor, y tan pronto la música inició vi a
mi padre acompañando a Rosalie. Él se veía orgulloso y por más que la perra disfrutara ponerme los
nervios de punta, tenía que admitir que Rosalie en verdad se veía feliz. Parecía estar radiante cuando
tomó su lugar al frente, y cuando Emmett levantó el velo de su rostro vi que lágrimas ya corrían de sus
ojos. Emmett extendió su mano para limpiarlas de sus mejillas y yo desvíe la mirada, mi envidia y
anhelo haciéndose más fuertes.

La ceremonia transcurrió rápidamente, y apenas escuché algo de ella mientras me removía nervioso y
miraba para todos lados por alguna señal de mi tío. En el momento en que terminó salí disparado de la
puta iglesia antes de que Esme pudiera detenerme. Me metí en mi coche y conduje por la ciudad por
un rato antes de que finalmente me dirigiera a la calle donde vivíamos, sin humor para una fiesta
familiar pero consciente de que no podía simplemente irme a casa y saltarme la recepción por
completo. Iba a ser en la casa de Esme y teniendo en cuenta que podía ver mi entrada desde su jodida
entrada principal, sabía que ella vendría por mí si no iba primero.

Me estacioné frente a la casa antes de caminar por la calle hacia la casa de Esme, y Emmett empezó a
caminar hacia mí tan pronto entré, una expresión severa en su rostro. De inmediato me pregunté qué
carajos había hecho mal, ya que Emmett rara vez estaba serio, y me preparé para lo que venía cuando
se acercó. Esperaba que se estrellara contra mí o me arrojara hacia algo pero en lugar de eso me
abrazó, apretándome con fuerza.

"Cristo, Emmett," jadeé, su fuerte abrazo casi sacándome el aire.

"Necesitas estar sobrio de una puta vez y sobreponerte," me dijo, su voz baja y demandante. "Mi hijo
va a necesitar un tío a quién admirar."

"¿Hijo?" Pregunté con incredulidad, mi ceño fruncido cuando se apartó de mí.

"Sí, un hijo," respondió, con una amplia sonrisa. "¿Puedes creerlo? Voy a ser un maldito papá,
hombre."

"Mierda, ¿está embarazada?" Pregunté. Asintió y pasé la mano por mi cabello, conmocionado. "Eh,
felicidades. Cristo, no esperaste mucho tiempo, joder, acabas de casarte hace un minuto, Em."

"Empezamos antes la luna de miel,” dijo en broma. "Ya tiene tres meses pero no le hemos dicho a
nadie todavía. Bueno, hasta ahora, de todos modos."

"Wow," murmuré, sin saber que decir al respecto. Estaba feliz por él, por supuesto, pero la puta
envidia amenazaba con consumirme en vida. "Sabía que esa perra estaba radiante cuando la vi."

"¿Cómo acabas de llamarme?" La aguda voz de Rose se escuchó detrás de mí. Emmett se rió al mismo
tiempo que me di la vuelta, viendo a Rosalie parada con las manos en sus caderas. Todavía traía
puesto su vestido de bodas pero su pelo estaba suelto, su velo ya no estaba.

"Sí, no llames a la mamita de mi bebé una perra, hombre," Emmett dijo a medida que mis ojos
analizaban a Rosalie. Noté que su rostro se veía más lleno y definitivamente estaba jodidamente
radiante.

"Tus mejillas engordaron." Sus ojos se entrecerraron al escuchar mis palabras. "Sigues siendo un
pendejo," replicó.

Asentí. "No te voy a discutir esa mierda," murmuré. "Felicitaciones, por cierto. Por el matrimonio y el
niño."

"Gracias," respondió antes de extender su mano y golpear a Emmett con fuerza en el brazo. Él dio un
respingo, obviamente sin esperarse que lo golpeara, y empezó a frotarse el área con la que había hecho
contacto.

"Jesús, Rosie, ¿y eso por qué fue?"

"¿La mamita de mi bebé?" Dijo furiosa, él se encogió de hombros y me reí mientras ella rodaba los
ojos. "Y no puedo creer que de todos, se lo dijeras a él primero."

"¿Decirle a quién qué?" Alice preguntó, acercándose y deslizándose junto a mí. Agarró mi brazo,
envolviendo los suyos alrededor de él y se apoyó en mí. Le di una pequeña sonrisa y me sonrió en
respuesta, la felicidad y calidez en su expresión todavía extrañamente reconfortante aún cuando no la
había visto en mucho tiempo. Jasper se acercó junto a Alice y me miró, haciendo verdadero contacto
visual contrario a la última vez que lo vi. Me saludó con un gesto de su cabeza y le respondí.

"Le dije a Edward que Rosie estaba preñada," dijo Emmett. Los ojos de Jasper se abrieron por la
sorpresa pero Alice solo sonrió, obviamente ya sabía esa mierda ya sea que alguien lo haya dicho o no.
Antes de que cualquiera pudiera comentar, Rosalie golpeó a Emmett de nuevo, gruñendo.

"¿Preñada?" Repitió, su tono de voz mordaz. Todos nos reímos cuando Emmett gruñó una disculpa, y
Alice y Jasper los felicitaron discretamente. Emmett insistió en que nos sentáramos juntos por un rato,
y hablaron de bodas, bebés y el futuro, pero no dije mucho porque en realidad no había nada que
pudiera contribuir. Mi futuro estaba escrito en piedra y no era nada de lo que entusiasmarse o siquiera
algo que pudiera compartir. Sin embargo, era agradable estar rodeado de ellos de nuevo. Me sentía
como en los viejos tiempos cuando uno de ellos contaba un chiste o evocaba un viejo recuerdo, todo
tan reconfortante que en ese momento me permití relajarme y solo olvidarme de todo lo demás. No
había ira o resentimiento, no había remordimiento o culpa viniendo de todos lados por cosas que
habían sucedido. No había nada más que amor y amistad en la mesa, y hasta algo de comprensión
entre nosotros.

Mi padre se acercó durante unos minutos, riéndose y bromeando con nosotros, y tuve una sensación
extraña desarrollándose en mi interior mientras los observaba. Ellos eran mi familia, la gente que más
se preocupaba por mí en el mundo, los que habían pasado por todo conmigo. Sentían mi dolor y
compartían mi alegría, y mientras escuchaba a mi padre empezar a hablar de mi madre y que tan feliz
estaría ella si estuviera allí, me di cuenta de qué era exactamente. Felicidad. Por primera vez desde
que dejé Forks, sentí felicidad... y no usé puñeteras drogas o licor para inducirla.

Pero aún así, incluso entonces, sentía el vacío, la parte que me faltaba. Sentía su ausencia, cuando no
deseaba nada más que su presencia.

Una garganta se aclaró detrás de mí y me tensé por instinto, a pesar de que Emmett y Rosalie
sonrieron.

"Esto es para ustedes dos," la voz de Alec sonó a medida que su mano se extendía pasando junto a mí,
entregándole un regalo envuelto con un brillante papel verde a Emmett. La esperanza dentro de mí se
intensificó al mismo tiempo que me giraba, al ver que se veía exhausto, pero por lo demás bien. "Me
disculpo por perderme la ceremonia, tenía asuntos que no podía dejar de atender y acabo de llegar a la
ciudad. Felicitaciones."

"Gracias, tío," Emmett dijo cuando tomó la caja. "Es comprensible, no importa."

Rosalie reiteró el sentimiento y Alec asintió, deseándoles una bonita luna de miel antes de darse la
vuelta y alejarse sin siquiera mirarme. Observé cómo se acercaba a Esme, haciéndole un gesto para
que lo siguiera. Mis ojos se movieron rápidamente por el lugar con nerviosismo y mi corazón empezó
a desbocarse cuando escuché la voz de Emmett.

"Izzy Bizzy," él dijo. Me volteé tan rápido para mirarlo que casi vuelco una maldita copa de champán,
preguntándome por qué él había dicho su nombre, y vi que estaba sosteniendo una tarjeta que sacó de
la parte de arriba del regalo. En ese instante me di cuenta que era de parte de ella, casi perdiendo el
aliento por el dolor en mi pecho, y levanté mi mano para frotarlo.

"Bien, lee la maldita cosa," Rosalie demandó después de un segundo cuando Emmett no dijo nada
más. Emmett suspiró relajándose en su silla.

"Emmett y Rosalie, desearía poder entregar esto en persona, pero no puedo viajar ahora. Lo siento y
espero que puedan perdonarme. Estoy feliz por ustedes y les deseo toda una vida de felicidad y amor
porque ustedes se lo merecen. Apuesto que Rosalie se ve hermosa en su vestido, ¿pero cuándo no se ve
hermosa Rosalie? Tal vez algún día llegue a ver fotos o un vídeo de ello. Me gustaría eso," Emmett
empezó a leer, mirando a Rosalie y sonriendo. "Ella tiene razón, bebé. Tú siempre te ves hermosa pero
en especial hoy."

Rosalie sonrió y le hizo un gesto con la mano para que continuara. "Es difícil de creer que ha pasado
tanto tiempo desde que hablé con alguno de ustedes. Se siente como si hubiera sido ayer cuando todos
fuimos a cortar el árbol de navidad juntos. Me ha ido bien y he estado ocupada pero no voy a
aburrirlos con detalles. Solo quería que supieran que estoy bien aquí para que no se preocupen. Por
favor, salúdenme a todos la próxima vez que hablen con ellos, y díganles que los echo mucho de
menos. Espero que les esté yendo bien en la universidad a todos ustedes."

Hizo una pausa, mirándonos. "Izzy Bizzy les manda saludos y los echa de menos cabrones. Y espera
que no la estén jodiendo en la escuela,” dijo. Todos rieron y yo esbocé una sonrisa mientras él miraba
de nuevo a la nota. "No sé qué se supone que se le regale a la gente en su boda porque nunca antes
conocí a alguien que fuera a casarse. Alguien me dijo que la gente se registra en tiendas para cosas del
hogar, pero no creí que Rosalie fuera de ese tipo de mujer a quién le gustaría una licuadora como
regalo para su boda. Así que compré algo que pensé que ambos disfrutarían. Sugeriría que lo abrieran
en privado como ella lo hizo conmigo una vez, pero no creo que se avergüence de cualquier forma.
Con amor, Isabella."

Rosalie le arrebató la caja a Emmett, arrancándole el papel y abriéndola rápidamente. Le echó un


vistazo dentro, moviendo algo de papel y echándose a reír. "Lo sabía," dijo mientras Emmett echaba
un vistazo, su rostro iluminándose.

"¡Mierda, Izzy Bizzy es kinky!" Declaró, riéndose al mismo tiempo que alcanzaba el contenido de la
caja. Empezó a sacar lencería y me quedé mirando atónito cuando agarró un vibrador color rosa.
Emmett lo levantó, llamando la atención de algunas personas alrededor mientras lo movía de acá para
allá, y todos se empezaron a reír cuando Rosalie trató de quitárselo. Sus mejillas se tiñeron de rojo
cuando más personas se quedaron mirando y finalmente lo arrancó de los dedos de Emmett,
arrojándolo de nuevo en la caja antes de empujarlo. Él casi se cayó de su silla, pero se aferró a ella,
riéndose.

"A veces eres todo un idiota," escupió, poniéndose de pie y alejándose con la caja. Alice sonrió y se
disculpó, siguiendo a Rosalie.

"Al parecer la gatita estaba equivocada," Emmett dijo bromeando. "Rosie estaba avergonzada."

"No pensé que fuera posible," le dije.

"Yo tampoco,” respondió, riéndose de nuevo. "Le enviaría una nota de agradecimiento solo por eso
pero no dijo dónde estaba."

"Sí, bueno, estoy seguro que Alec puede encontrar una forma de hacérsela llegar," le dije, tratando de
contener mi emoción.

"Eso espero. Quiero contarle del bebé," respondió. "Todavía no puedo creerme esa mierda ni yo
mismo."

"Que Dios nos ayude," Jasper murmuró. "Un Emmett en miniatura."

"Si no es una miniatura de él, sería una miniatura de Rosalie. No sé cuál sería peor," le dije, riendo.

"Va a ser una mezcla de los dos," Emmett declaró. "La belleza de Rosie y mi estupenda personalidad."

"Mejor que se parezca a ti y tenga la personalidad de Rosalie," Jasper bromeó.

"Entonces, realmente me voy a sentir mal por el niño," intervine.

Nos echamos a reír y Emmett empezó a recoger mierda de la mesa, lanzándola hacia nosotros.

"Pendejos," él dijo. "Todavía tengo que contarle a papá que va a ser abuelo. No sé cómo se vaya a
sentir al respecto. Rosie quiere esperar un poco ya que tiene muchas cosas con qué lidiar ahora, pero
no sé. Siento que quiero decirle."

"Sí, tal vez deberías decirle," Jasper dijo. "Dale algo positivo en qué pensar, ya que nada más parece ir
bien."

"Aunque, ¿de verdad crees que va a estar aquí cuando llegue el momento?" Emmett preguntó. "Va a
defenderse de los cargos, ¿verdad?" Los dos se me quedaron mirando y me encogí de hombros
vacilante, sin saber qué esperaban.

"No sé más que ustedes al respecto," les contesté. "El juicio va a empezar pronto, no deberá durar por
más de unas cuantas semanas. Sus conjeturas sobre el resultado son tan buenas como las mías."
Empujé mi silla hacia atrás e iba a levantarme, la realidad lentamente haciéndose presente y
arruinando el momento de alegría, cuando alguien agarró mi hombro.

"Hola, chicos," Esme dijo, mirando alrededor de la mesa.

"Hola, tía Es," Emmett respondió. "¿Será que tienes la dirección de Isabella? Tengo que enviarle una
nota de agradecimiento."

"No, lo siento," ella respondió. "Estoy segura que si hablas con Alec te ayudará, pero yo no tengo
contacto con ella. Como sea, Rosalie acaba de lanzar el ramo. Alice lo atrapó, por supuesto. Pensé que
iba a empezar a dar golpes para conseguirlo."

Rieron cuando Jasper negó con la cabeza. "Esa es mi Alice."

"Sí, parece que eres el próximo," Emmett dijo.


"Supongo que sí," Jasper respondió. Esme sonrió, palmeando a Jasper con cariño mientras empezaba a
alejarse. Me despedí de mis hermanos rápidamente y la seguí, deteniéndola en la cocina antes de que
pudiera escapar afuera. "¿Por qué mentiste?"

"¿Mentir sobre qué?" Preguntó vacilante.

"Dijiste que no tenías ningún contacto con Isabella."

Suspiró. "Mira, le prometí a tu tío hace un año que me mantendría completamente al margen. En
ocasiones hablo con ella cuando llama a la casa, pero además de eso le prometí que no me
involucraría. Él no quiere que piensen que pueden pasar por mí para llegar a ella, y casi crucé la línea
un par de veces ya."

"¿Por qué no quiere que se sepa dónde está?"

"Tiene sus razones. Sabes muy bien que no debes cuestionar los motivos de tu tío. Él no interviene por
emoción o hace las cosas por despecho. Hace lo que es lógico, así que solo tienes que confiar en eso
ahora," ella dijo. "Yo lo hago."

"Como sea," murmuré, pasando la mano por mi cabello. "Yo solo..."

"Lo sé," respondió, interrumpiéndome antes de que pudiera terminar de expresarme. "Quieres saber
que todo esto ha sido por una razón y así es, Edward. Ella está experimentando cosas que no hubiera
experimentado si tú no hubieras hecho lo que hiciste por ella. Eso no significa que preferiría que ella
estuviera aquí, y sé que muy dentro de ti eso es lo que deseas también. Pero ella está allá afuera, justo
como le dijiste que querías que estuviera."

"¿Es feliz?" Pregunté, un nudo formándose en mi garganta por la emoción de la palabra.

Feliz.

"¿Lo eres tú?" Ella respondió. "No puedo hablar por ella y lo sabes. Disfruta de las cosas que hace, eso
es lo que me ha dicho, pero algo que encuentro irónico es que tú y ella siempre me dan las mismas
respuestas a mis preguntas. Estoy bien, he estado ocupado, no tienes que preocuparte por mí. Nunca he
escuchado un estoy feliz."

Se dio la vuelta antes de que pudiera responderle, saliendo por la puerta trasera hacia donde Rosalie
estaba en el patio trasero con algunos invitados. Dudé por un momento, considerando el seguirla, antes
de decidirme por simplemente irme a casa. Pasé junto a Clara cuando me dirigía a la puerta principal
y ella me sonrió con calidez, saludándome. "¿Ya se va?" Preguntó.

"Sí," respondí, dándole una sonrisa. Ella había cambiado mucho desde que vivía en Chicago y
prácticamente era más un jodido huésped para Esme que la sirvienta. "Te veré luego, Clara. Que pases
buenas noches."

"Usted, también, señor."

Empecé a caminar por la calle hacia la casa, disminuyendo el paso a medida que me acercaba y vi la
figura sentada en el escalón. Reconocí a mi padre cuando me acerqué más, mi ceño frunciéndose en
confusión cuando vi que tenía un cigarrillo en su mano. "Cristo, ¿cuándo empezaste a fumar?"
Pregunté. Me miró y se encogió de hombros, tirando las cenizas sobre el concreto.

"¿Y tú?" Preguntó, señalando algunas viejas colillas de cigarro que cubrían el patio.

"No son mías," respondí, ganándome una mirada de curiosidad de su parte. "La mayoría de ellas, en
cualquier caso. Leah, la chica que Esme consiguió para que viniera a ayudar... fuma como una maldita
chimenea."

"Ah," él dijo, sacando un paquete de cigarrillos y dándome uno junto con un encendedor. Lo tomé y lo
encendí mientras él continuaba. "Recuerdo a Leah cuando era niña. Su madre solía trabajar en el
centro de apoyo con tu madre."

"¿En serio?" Pregunté, sorprendido. Asintió.

"Sí, una mujer agradable."

Se quedó en silencio, estar parado allí con él se sentía algo surrealista. "Es algo jodido estar fumando
con mi padre, el doctor."

"Ya no soy doctor," replicó con una risa amarga, dando una calada. "Suspendieron mi licencia médica.
No se puede tener a un miembro de la mafia armado con escalpelos y agujas."

"Eso es una mierda," le dije, sintiéndome culpable por haber sacado el tema. "Lo siento."

Me miró y alzó sus cejas interrogante. "¿Te acabas de disculpar conmigo?" Me encogí de hombros y
sonrió. "Sí, yo también lo siento. Aunque, en realidad ya no importa. Es lo que es."

"¿Puedes conseguir que te la restablezcan después del juicio?"

Se me quedó mirando incrédulo, sin siquiera molestarse en considerar la pregunta. "La verdad es que
empecé a fumar después de que tu madre murió. También bebí. Mucho. Estuve en estado de estupor
durante más de un año. Esa es la principal razón por la que los dejé, ¿sabes? Sé que te sentías culpable
por mi ausencia, y no voy a mentirte, era difícil el verte porque me recordabas tanto a tu madre. Pero
en realidad no quería que me vieran como estaba."

"¿Qué cambió?" Pregunté con curiosidad, algo incómodo con el tema, ya que nunca antes había
hablado de esa mierda con él. "¿Qué te hizo sobreponerte y volver de una puta vez a casa?"

Se encogió de hombros. "Desperté una mañana y me di cuenta que tu madre estaría molesta por mi
comportamiento. Había luchado tanto para que ella tuviera una vida y solo estaba desperdiciando la
mía, ignorando todo lo que había trabajado en construir para nosotros. No estaba precisamente
haciéndole justicia a su memoria. Seguí bebiendo por un tiempo después de que volví a casa pero lo
oculté. No fue sino hasta que asesiné a los Swan que supe que tenía que dejarlo por completo antes de
que alguien más saliera lastimado. Gracias a Dios Nona estaba allí para cuidar de ustedes durante ese
tiempo. Era una buena mujer, como sabes."

"Sí, lo era," respondí, asintiendo. "Lo más cercano que tuve a una abuela."
"Sabes que tu verdadera abuela está a solo unos kilómetros de distancia, puedes ir a verla si quieres,"
sugirió. "Sin embargo, no puedo asegurarte que no va a encabronarte. La visité ayer, solo tardó como
diez minutos antes de que se le soltara la lengua hablando de tu madre. Se niega a referirse a ella por
su nombre, llamándola 'esa esclava irlandesa'. Probablemente lo haría contigo, ya que te pareces
mucho a ella."

"Sí, paso," respondí, lanzando mi cigarrillo al suelo y pisándolo, el humo hizo que mi pecho doliera.
Metí la mano a mi bolsillo y saqué mi frasco, abriéndolo para tomar un trago. Me miró con curiosidad
y se lo tendí, ofreciéndole un poco. Titubeó pero tiró su cigarrillo y lo tomó. Hizo una mueca por el
caliente líquido, pero eso no lo detuvo de tomarse un segundo trago antes de devolverlo.

"Para que sepas, no debería decirte esto, pero en realidad ya no tengo nada más que ofrecer. Te he
fallado demasiado, reteniendo información cuando simplemente debí haber sido honesto, y hasta el
punto donde no tengo nada más que dar más que la verdad," dijo en voz baja, mirando hacia el suelo
frente a él. Parecía un hombre atormentado, completamente derrotado con pocas ganas de luchar. Era
alarmante y no me gustó, porque me asustó como la mierda por lo que significaba para su futuro.
"Recuerdo el rostro de cada persona que he asesinado. Los veo dondequiera que voy, y sé que por
lógica no están allí, pero el recuerdo de cómo se veían en sus momentos finales permanece. También
recuerdo cómo se veía tu madre."

"Yo también," susurré. "Recuerdo el sonido de sus gritos."

Él me dio una mirada extraña, la aprensión en sus ojos. Nunca le había hablado de esa noche, el
recuerdo era demasiado doloroso para ponerlo en palabras. La única persona a la que le había contado
era Isabella, pero estando ahí frente a mi padre, viendo su expresión, casi lo sentía necesario. Suspiré
y cerré los ojos mientras me sentaba junto a él en el escalón, pasando la mano por mi cabello con
nerviosismo a medida que recordaba detalle a detalle lo que sucedió. Desde el momento en que
salimos del recital de piano hasta cuando desperté en el hospital con él a un lado de mí, cada vestigio
de dolor saliendo a través de mis palabras. Se quedó en silencio enterándose de todo, su cabeza gacha
mientras miraba hacia el suelo, pero sabía que estaba escuchando atentamente.

"Casi te desangraste hasta morir," dijo cuando terminé, su voz baja. "Estaba sentado en casa, muy
enojado con ella porque había descubierto que había hecho caso omiso de las advertencias de que
dejara de indagar en busca de información, y todo ese tiempo ella estaba muerta y tú yacías detrás de
un basurero. Pudiste haber muerto y hubiese sido mi culpa."

"No fue tu culpa," le dije, negando con la cabeza. "La única persona culpable de las balas que tomaron
la vida de mi madre y la bala que casi tomó la mía fue ese hijo de puta que jaló del gatillo."

Asintió vacilante después de un segundo y aclaró su garganta. "Supongo que tienes razón," me dijo.
"Sin embargo, a veces me pregunto qué podría haber hecho para cambiarlo."

"Sí, bueno, mamá te hubiera dicho que esas eran putas pendejadas," respondí, ganándome una mirada
de diversión de su parte. "Bueno, probablemente no con esas palabras, pero sabes a lo que me refiero.
Ella creía firmemente en esa mierda del destino, que lo que está destinado a ser será y toda eso. Lo
que dijiste hace un momento, es lo que es. Me refiero a que, a menudo durante este año y medio, me
he preguntado si tal vez de alguna manera hubiéramos podido salvar a Isabella sin que hubiera tenido
que iniciarme, de manera que yo pudiera estar con ella donde carajos sea que esté..."
"California," él dijo. Me callé y lo miré con curiosidad.

"¿California?" Pregunté. Asintió.

"No sé exactamente dónde, pero estoy seguro que está en alguna parte de California."

Me quedé en silencio por un momento, una sonrisa empujando la comisura de mis labios. Mi chica se
fue a la hija de puta California como habíamos hablado. "California, entonces. El punto es, que no
tiene sentido el preguntármelo porque no hay nada que se pueda hacer ahora al respecto. Hice lo que
hice, tú hiciste lo que hiciste, y estamos en dónde estamos. Solo tenemos que lidiar con esa mierda,
hacer lo que tenemos que hacer."

"¿Sabes? Lo ocultas detrás de drogas, alcohol y obscenidades, pero has madurado bastante el último
año."

"Sí, bueno, no creo que Alec esté de acuerdo contigo," murmuré. "Tiene que amenazarme con
matarme al menos una vez a la semana. Solo estoy en espera del día en que se contagie de laringitis o
algo así y no pueda decir las palabras 'voy a matarte' así que en vez de eso solo haga esa mierda."

Se echó a reír sacudiendo la cabeza. "Él me amenazó con matarme cuando tenía tu edad. También he
amenazado con matar a muchas personas en mi vida."

"Como a Isabella," le dije. Hizo una pausa antes de asentir.

"Sí. La amenacé un par de veces. En realidad, casi lo hice y nunca me perdonaré por eso. Es como se
nos enseña a controlar a la gente en la Borgata, se vuelve una segunda naturaleza, por más perturbador
que suene. La mayoría de los hombres temen muy pocas cosas con excepción de la muerte, así que la
amenaza de muerte es la única cosa para mantenerlos en línea."

"Es algo extraño con cuanta maldita indiferencia me dices que casi mataste a la chica que amo."

"¿Todavía la amas?" Preguntó con curiosidad, mirándome. Asentí y suspiró. "Bueno, como ya dije, lo
único que me queda ahora para dar es la verdad. Casi la maté. Me retractaría si pudiera, pero no puedo
cambiar el pasado."

Antes de que pudiera responder mi teléfono sonó y lo saqué, tensándome cuando vi que era Alec. Lo
abrí, presionando el botón para responder la llamada antes de llevarlo a mi oído. "¿Sí, señor?"

"Encuéntrame en casa de Aro en treinta minutos," dijo enfáticamente, la línea se cortó antes de que
pudiera preguntarle por qué. Cerré el teléfono y lo deslicé de nuevo en mi bolsillo.

"Tengo que irme, supongo," murmuré mientras él encendía otro cigarrillo. Asintió, sin parecer
sorprendido, y no dio indició de que fuera a levantarse. "¿Quieres ir adentro o algo? Me refiero a que,
todavía es tu casa."

"No, está bien," respondió. "Solo me voy a quedar aquí sentado por unos minutos."

"Muy bien, entonces. Supongo que te veré después o lo que sea," le dije, dándome la vuelta para irme.
"¿Edward?" Me llamó. Lo miré, viendo la seria expresión en su rostro.

"¿Sí?"

"Te amo, hijo," dijo en voz baja, dando una calada a su cigarrillo. "Creo que no te lo había dicho desde
que tenías ocho, pero así es. Y espero que nunca seas perseguido por los rostros de los muertos como
yo. Nunca quise eso para ti."

"Lo sé, papá. Yo también te amo," le dije, sus palabras poniéndome nervioso porque no era algo típico
de él. "Mira, eh, no vayas a hacer algo estúpido. Sé que tienes un puñetero as bajo la manga pero ten
cuidado, ¿de acuerdo?"

Se rió entre dientes, negando con la cabeza. "Irónico," dijo en voz baja. "No te preocupes, no voy a
hacer nada que tú no harías, hijo."

"Sí, bueno, esa mierda me asusta porque yo hago alguna mierda de verdad jodida."

"Ya vete, hijo," respondió, despidiéndome con la mano. "Sabes que no puedes llegar tarde cuando te
llaman. No te preocupes por mí."

"Lo que digas," murmuré, dirigiéndome al coche. "Adiós, papá."

"Adiós, Edward."

Dudé, mirándolo una vez más antes de meterme en el coche y encenderlo. Me alejé de la entrada y me
dirigí hacia la casa de Aro, reflexionando sobre sus palabras mientras conducía. El miedo iba
creciendo dentro de mí entre más me acercaba, una sensación perturbadora haciéndome sentir
mareado... definitivamente algo estaba mal.

Vi el coche de Alec estacionado detrás del de Aro cuando llegué, había algunos otros vehículos
alrededor pero no pude descifrar de quién era. La mayoría de ellos lucían igual para mí, el de Alec era
el único que destacaba por una pequeña etiqueta plateada en la parte trasera. Me estacioné detrás de él
y salí, dirigiéndome a la puerta principal y titubeé, echándole un vistazo a mi reloj antes de tocar el
timbre.

Fue abierta después de un momento por la joven esclava que había venido desde Phoenix. Le sonreí y
ella me devolvió la sonrisa, haciéndose a un lado para dejarme entrar. Había hablado con ella un par
de veces durante mis visitas a la casa pero siempre se negaba a sostener una larga conversación
conmigo, diciéndome que su nombre era Maggie pero diciendo muy poco además de eso. Sabía que
ella estaría al tanto de lo que éramos así que no la culpaba por estar renuente a hablar, pero al parecer
ya no me temía, afortunadamente. Antes de que Isabella entrara en mi vida no me hubiera importado,
años atrás hubiera pasado justo junto a ella sin que me importara una mierda lo que pensara o sintiera,
pero ahora la notaba. Los veía a todos ellos, e incluso si se negaban a hablar conmigo, joder, aun así lo
intentaba.

Me dirigí directamente al estudio donde me imaginé que estarían todos, deteniéndome en la entrada y
mirando alrededor de la habitación. Aro estaba sentado en su lugar acostumbrado con Caius, el
segundo al mando, a su derecha y Alec a su izquierda. Había un capo sentado cerca de Caius y me
tensé cuando vi a Alistair de pie a un lado de la ventana. Cerré mi mano en un puño, tratando de
mantenerme calmado, y aclaré mi garganta para saludar a Aro.

"Señor," le dije.

"Ah, Edward," dijo, echando un vistazo al reloj. "Aquí con unos minutos de sobra. Toma asiento."

Me acerqué y me senté en una silla junto a Alec, mirándolo nervioso. Podía darme cuenta que estaba
inquieto, el simple hecho hacía que mi pánico se intensificara.

"Tenemos un problema," Aro empezó de inmediato, su voz firme y seria. "Al parecer tenemos otro
traidor dentro de la organización, uno que puede causar un daño significativo si no nos ocupamos de
él. No podrá verlo venir y a este punto va a confiar en muy pocas personas. Esto es de suma
importancia y se tiene que hacer de forma discreta. La organización puede ser dañada seriamente,
todos los que estamos en esta habitación destruidos por él y no podemos permitir que eso pase.
Entienden la seriedad de la situación, ¿correcto?"

"Por supuesto," Alec respondió. Asentí, sin saber por qué carajos estaba allí pero no iba a cuestionarlo
al respecto.

"Bien, porque necesito que se elimine a Carlisle tan pronto como sea posible."

Mi sangre se heló por sus palabras, sentí como si mi corazón se detuviera al mismo tiempo que las
náuseas aumentaban dentro de mí. Mis manos temblaron mientras lo contenía, la intensa mirada de
Aro cayendo sobre mí después de un momento. "Es lamentable, pero tenemos fuentes internas que nos
han confirmado que él ha estado dando información a los federales a fin de ayudarse a sí mismo. Es
inteligente, ha estado en esta organización por bastante tiempo y conoce cómo funcionan las cosas. Su
padre, que en paz descanse, fue uno de los más grandes jefes en la historia de la organización. La
traición de Carlisle es devastadora y ni siquiera sugeriría la idea sino estuviera cien por ciento
seguro," declaró.

Aro hizo una pausa, mirando a Alec, y contuve la respiración esperando que él defendiera a mi padre.
Esperaba que tratara de convencer a Aro de que no lo hiciera, joder, que le hiciera ver la lógica de que
mi padre nunca haría nada para poner en peligro a su familia, pero al momento que abrió su boca
destruyó por completo mi esperanza.

"Lo entiendo," Alec dijo simplemente.

"Sabía que lo harías," Aro respondió. "Siempre lo has hecho. Tomas el juramento con seriedad,
contrario a muchos otros, lo que te hace un excelente recurso."

"Me haré cargo," Alec dijo estoicamente.

"En realidad, no," dijo Aro, negando con la cabeza. "Esto no es para ti."

"Entonces, ¿de quién?" Alec preguntó tentativamente. Una sonrisa de suficiencia torció los labios de
Aro y me miró, haciendo un gesto con su cabeza.

"Para él."
"¿Yo?" Pregunté con incredulidad, sabiendo que tenía que haber algún error. "Joder, no puedo..."

"¿No puedes?" Contestó de inmediato, sus ojos oscureciéndose por la ira. "¿O no quieres? ¿Estás
desobedeciendo una orden?"

"Con todo respeto, señor, Carlisle tiene mucha experiencia y Edward es bastante nuevo," Alec dijo.
"Yo sería la apuesta más segura."

"Tal vez, ¿pero no crees que Carlisle se ha preparado para esa posibilidad? Te estará esperando, Alec,
y no dudo que contraatacaría si su vida está en peligro. Pero estoy bastante seguro que no le dispararía
a su hijo, en especial a uno que es extremadamente parecido a su amada esposa. Aceptaría la muerte
antes de matar a su propio hijo."

Me les quedé mirando en shock, sin saber qué demonios decir o cómo reaccionar. Sabía que esa
mierda era cierta, que moriría antes de matarme, y el hecho de que Aro usara la memoria de mi madre
contra mi padre me hacía sentir peor. Se sentía tan surrealista, parte de mí gritaba que tenía que haber
escuchado mal o que tenía que ser algún tipo de pesadilla. No había forma de que se me acabara de
ordenar asesinar a mi propio padre, de ninguna manera se había ordenado su muerte, punto. Era
incomprensible para mí.

"Muy bien," respondió Alec. Lo miré boquiabierto, atónito, y empecé a hablar pero él me lanzó una
mirada asesina que hizo que mis palabras pararan en seco. "Asumo que he sido llamado para ayudar
con las repercusiones, entonces."

"Sí,” dijo Aro, sin decir nada más pero imaginé que Alec sabía exactamente lo que eso significaba.
Alec asintió y Aro volvió su atención hacia mí. "¿Y tú entiendes lo que se espera de ti?"

Lo miré fijamente por un momento, viendo la crueldad en sus ojos mientras me devolvía la mirada,
asentí vacilante. "Sí, señor," le dije, mi voz temblorosa aun cuando luché por estabilizarla. "Se supone
que debo matar a mi padre."

"Un traidor, Edward," dijo bruscamente. "Una vergüenza para todo lo que representamos. Él ya no es
nuestro amigo, es un enemigo. Tu padre, ¿el hombre que respetabas? Ya está muerto. Tu orden es
eliminar la amenaza, por el bien de todos. Ya es tiempo de que pruebes tu lealtad a nosotros, de todos
modos. Se te debió haberte ordenado que lo hicieras hace tiempo, pero no presioné en el asunto por
quién eres. De hecho, he tolerado muchas cosas que no debía por tu apellido, pero ya no lo toleraré
más. Tu padre ha arruinado el nombre, ha manchado la reputación Cullen. Los Cullen eran leales,
reverenciados y fuertes. Ahora, gracias a tu padre, son cobardes. Mentirosos. Ratas. Tu abuelo se
estaría retorciendo en su tumba justo ahora si supiera lo que está pasando."

"Así es," Alec intervino. "Antonio Cullen nunca hubiera tolerado esto."

"Así que, sé un hombre de honor y haz lo que se espera de ti," dijo Aro. "Gana de nuevo un poco de
respeto a tu linaje mientras todavía puedes. Eso es todo."

"Pero, que..."

"¡Dije que eso es todo!" Espetó, fulminándome con la mirada.


"Sí, señor," murmuré, poniéndome de pie. Empecé a caminar para salir de la habitación, en maldito
estado de shock, y escuché que Alec me seguía pero no me molesté en mirar hacia atrás. Estaba
jodidamente furioso, aterrorizado e inseguro de qué carajos se supone que tengo qué hacer al respecto.
Me dirigí directamente a la salida de la casa y rumbo a mi coche cuando Alec me sujetó para
detenerme, haciéndome que diera la vuelta para quedar frente a él. Me zafé de él, quitándome sus
manos de encima.

"Relájate," me dijo con firmeza.

"¿Relajarme?" Escupí. "Joder, ¿esperas que me relaje? ¿No acabas de escuchar la mierda que me dijo
que hiciera? ¡No puedo hacer esa mierda, no haré eso! ¡Tal vez tú puedas matar a tu propia familia sin
ningún arrepentimiento, pero yo no puedo! ¡Él es mi jodido padre, Alec! ¿Cómo demonios pudiste
estar de acuerdo con él allí adentro? ¡Creí que conocías bien a mi padre!"

"Claramente, conozco mejor a tu padre que tú," me dijo. "Eres más ignorante de lo que pensé si no
crees que él anticipó que esto sucedería."

"¿Estás diciendo que él planeó esta mierda? Eres un maldito mentiroso, no sabes de qué demonios
estás hablando. No hay forma de que mi padre nos traicionara."

"Nadie está diciendo que nos traicionó," perdió la paciencia. "Pero eso no quiere decir que no hay base
para lo que se dijo allí adentro. Sé en lo que ha andado tu padre desde la última Navidad en Forks. He
hablado con él al respecto y lo he vigilado. Él sabía que esto saldría a la luz, esperaba no tener que
llegar a esto pero estaba preparado para ello, de todas formas. Dale al hombre un poco de crédito."

"Es solo que esto no tiene puto sentido," escupí. "Así que, ¿está preparado para que yo lo asesine?
¡¿En qué clase de jodido mundo vives?!"

"El mismo en el que vives tú," dijo con calma," metiendo la mano en su bolsillo y sacando su teléfono.
"Pero es irrelevante porque no vas a matar a nadie, Edward."

"¿Disculpa? Eso es nuevo para mí, considerando que me acaban de dar la puñetera orden de matar a
alguien. ¿Qué carajos se supone que haga?"

"Se supone que vayas a casa," me dijo.

"¿Esperas que solo me vaya a casa y me olvide de la mierda que acaba de suceder?" Pregunté con
incredulidad. "Mi padre apenas estuvo en la casa. ¿Cómo pretendes que lo mire a la cara?"

"No lo harás," dijo como si nada. "Él ya se fue."

Me dio la espalda y se metió a su coche. Me quedé allí parado, viendo cómo se alejaba, antes de
meterme en mi propio coche y dirigirme a casa. Me detuve en la entrada de mi casa unos minutos
después y me bajé, caminando despacio hacia la puerta mientras miraba alrededor. Vi que todas las
colillas de cigarros ya no estaban en el césped y sacudí la cabeza, al darme cuenta que él debió
haberlas recogido antes de irse. La casa estaba caliente en el interior, el aire acondicionado apenas
daba abasto a fin de combatir el calor. Agarré la botella de Grey Goose del refrigerador antes de
caminar hacia la sala de estar, dejándome caer en el sofá y me quité los zapatos, dejándolos tirados
frente a mí.

No estaba seguro de cuánto tiempo había pasado mientras estaba ahí sentado viendo el piso de madera,
mi frenética mente trataba de considerar mis opciones y posibles escenarios mientras trataba de
ahogar toda esa mierda con licor. Podía sentir el líquido moviéndose rápidamente por mi cuerpo, un
adormecimiento apoderándose de mis miembros y mi pecho, pero todavía sin poder extinguir el
maldito dolor en mi corazón. Estaba angustiado y tuve que contener las lágrimas más de una vez,
recordando las palabras de mi padre de esa tarde. No había querido creerle a Alec cuando dijo que mi
padre había previsto esa situación, solo por si acaso, pero después de la mierda que me había dicho
antes de irme a casa de Aro, casi tenía sentido. Joder, si solo hubiera estado al tanto de lo que había
estado haciendo, lo que esperaba...

En el mejor de los casos, conseguía escaparse de una puta vez y nunca lo vería de nuevo. En el peor de
los casos, él se volvía a presentar y terminaba muerto, posiblemente teniéndolo que hacer yo. Sin
embargo, no podía hacerlo. No había manera de que pudiera matar a mi propio padre. Tendrían que
matarme, así que tal vez el peor de los malditos casos sería, en realidad, el que los dos termináramos
muertos. Aunque, como me sentía en ese momento, morir no parecía tan malo. Joder, quizás ese era el
mejor de los escenarios... me sacaría de mi puta miseria.

La intoxicación no hizo nada por hacer que la tensión desapareciera, por el contrario me adentró más
en la oscuridad a medida que sopesaba las posibilidades. La violencia, el caos, el asesinato, el
derramamiento de sangre, la maldita aniquilación... Me preguntaba si había alguna manera de
impedirlo, o si era inevitable y solo estaba desperdiciando mi energía tratando de encontrar una forma
de escapar.

Me senté encorvado con mi cabeza gacha, agarrando mi cabello con fuerza con la botella de vodka
vacía a mis pies. Todavía estaba lúcido, ni siquiera me había acercado a beber lo suficiente para
desmayarme, pero en ese momento me hubiera gustado haberlo hecho. Solo para escapar por un
momento, solo para olvidar esa mierda por un rato. Mis hermanos no estaban muy lejos,
probablemente todavía celebrando el matrimonio, bebés y sus jodidos futuros. Celebrando
posibilidades, mientras yo estaba siendo consumido porque el mío se me había arrebatado. Todo eso
me había sido arrebatado, pero no había nadie a quién culpar por ello sino a mí mismo, y ahora era mi
trabajo joder el futuro de mis hermanos al arrebatarles a nuestro padre. Ya habíamos perdido a mamá
así que era el único padre que nos quedaba, y sabía que tanto Jasper como Emmett estaban
desesperados por tenerlo cerca después de perder tanto. Mierda, por más que chocáramos a través de
los años, joder, tampoco quería perderlo. Iba a ser un puto abuelo por todos los cielos.

Me levanté después de un rato cuando el sol se empezó a ocultar, la casa enfriándose y oscureciéndose
cada vez más. El piso de madera estaba frío y se sentía bien contra mis pies mientras caminaba hacia
la cocina, mi cabeza punzando mientras rebuscaba en los gabinetes buscando algo más de alcohol. Mi
irritación aumentó después de un momento cuando no encontré nada, azotando furioso un cajón del
gabinete cuando me dirigía hacia las escaleras.

"Necesito echarme un puto polvo," refunfuñé, frotando mi cuello mientras trataba de aliviar algo de
tensión. Di un paso en las escaleras cuando se escuchó un suave golpe en la puerta detrás de mí, los
golpecitos vacilantes como si no estuvieran seguros si en realidad querían tocar o no. Suspiré,
volviéndome de nuevo y dirigiéndome hacia la puerta mientras tocaban de nuevo, la segunda ronda
con más seguridad. Agarré el pomo y abrí la puerta, quedándome inmóvil al momento que la persona
quedó a la vista.

Jessica Stanley.

Parpadeé un par de veces sorprendido, preguntándome por un momento si estaba imaginando esa
mierda. "Bueno, al menos sé que Dios tiene un maldito sentido del humor."

"¿Cómo?" Preguntó, su frente fruncida por la confusión. Sacudí mi cabeza.

"Nada. Solo que tú eres la última persona que esperaba ver parada en mi puñetera puerta."

"Oh," dijo simplemente, mirándome con indecisión. Me quedé ahí por uh momento, un silencio
incómodo cerniéndose entre nosotros que estaba empezando a ponerme nervioso.

"Entonces, eh, ¿necesitas algo? ¿Cómo supiste dónde vivía? De hecho, ¿qué demonios estás haciendo
aquí?"

Sonrió. "Te dije que iba a ir a Notre Dame, ¿no es así?" Me encogí de hombros, apenas recordando
algo al respecto, pero me parecía tan insignificante de manera que no estaba seguro. "Como sea, en
realidad Rosalie y yo tuvimos una clase juntas en mi primer semestre y empezamos a hablar."

"Espera, espera un puñetero momento. ¿Tú y Rose son amigas?" Pregunté con incredulidad,
recordando lo mucho que Rosalie la despreciaba en Forks. Ella era la que me daba más mierda por
follar con Jessica por lo fácil que era ella.

"Sí, supongo que puedes decir eso," dijo. "Recibí una invitación para la boda pero no pude llegar. De
hecho, acabo de regresar de pasar la semana en Forks y pasé a felicitarlos. Yo, eh... pregunté cómo te
iba y ellos me mostraron tu casa. Espero que no te moleste. Solo quería saludarte."

"Oh, no, no me molesta," dije, encogiéndome de hombros. "¿Quieres pasar o algo?"

Sonrió de nuevo, asintiendo. "Seguro," me dijo, entrando a la casa pasando junto a mí. Se dirigió por
el pasillo y le dije que se sintiera como en su casa mientras me dirigía al piso de arriba, yendo
directamente hacia mi escritorio para tomar una botella de licor del último cajón. Agarré un refresco
del refrigerador cuando volví a bajar e hice una mueca cuando iba a mitad de camino hacia la sala de
estar, mis pasos vacilando brevemente cuando el sonido de notas de piano se filtraron por la planta
baja, su mano presionando las teclas. Me molestó y gemí, negando con la cabeza a medida que entraba
en la habitación.

"Los dedos lejos del jodido piano," le dije, sin querer que tocara esa mierda. "Te traje un refresco."
Sonrió con timidez cuando apartó su mano, acercándose para tomar la bebida de mi mano antes de
sentarse en el sofá.

"Gracias. Creo que esta es la primera vez que en realidad me das algo."

"Te di orgasmos," murmuré, las palabras saliendo antes de que siquiera supiera qué demonios estaba
diciendo. Se rió, incrementándose la incomodidad y la tensión en el aire entre nosotros.

"Sí, lo hiciste. Muchos de ellos," me dijo. "Te ves bien, por cierto."
"Gracias," murmuré, quitándole la tapa al vodka.

"¿Qué, ninguna respuesta sarcástica de como tú siempre te ves bien? ¿Qué pasó con el Arrogante
Cullen?"

Me reí secamente, tomando un trago. "Creo que se quedó allá en Forks por alguna parte."

"Es una lástima," dijo, abriendo su bebida. "Siempre me gustó."

"No, no es cierto," le dije, negando con la cabeza. "A nadie le gustaba ese hijo de puta. Era un
pendejo."

"Cierto, lo era algunas veces," me dijo. "Aunque, tenía algunos buenos momentos, cuando no estaba
ocupado alejando a la gente o golpeando a gente como Jacob Black."

Me tensé por la mención de Jacob. "¿Cuándo no estaba alejando a la gente o golpeándola?"

Se encogió de hombros, sin tener una respuesta a la pregunta, y se quedó callada por un momento.
"¿Sabías que nadie ha vuelto a escuchar de él?"

"¿De quién?" Pregunté, fingiendo ignorancia aunque sabía exactamente de quién carajos estaba
hablando.

"Jacob Black," respondió. "Todavía tienen volantes por todo el condado, los vi esta semana cuando
estaba en Forks. La verdad, es triste. Me pregunto qué le sucedió."

"No lo sé," murmuré, el tema haciéndome sentir incómodo. "No se sabe con Jacob. ¿Y cómo están
todos en Forks?"

Ella se encogió de hombros. "Ya no hablo con Lauren y Tanya. Las dos se quedaron en Washington,
fueron a la universidad en Seattle pero Tanya falló en su primer semestre. Ahora está trabajando en la
tienda de comestibles en Forks."

Me reí de eso, encontrándolo divertido. "No me sorprende."

"A mí tampoco. ¿Y tú hablas con alguien de la secundaria? ¿Qué pasó con tu novia Isabella?"

La mención de ella hizo que mi pecho doliera y tomé un trago del vodka, tratando de calmarlo.

"Rompimos."

"Eso es triste, ustedes estaban bien juntos," respondió. "Por lo que vi, de todas formas."

"Sí, lo éramos. Y qué hay de ti y Mike, ¿siguen juntos?"

Ella se encogió de hombros, diciéndome que trataron de hacer que funcionara pero no era fácil siendo
que estaban tan lejos. Aparentemente él estaba jugando fútbol en Seattle, al igual que Tyler Crowley.
Una punzada de celos me golpeó y apreté mi mano en un puño, tratando de contenerlo, debí haber sido
yo el que jugara en la universidad. Parloteó un poco más sobre gente que conocíamos antes de que la
conversación se agotara y se aclarara la garganta nerviosa. "Para que sepas, nunca creí los rumores."

"¿Rumores?"

"Sí, en Forks. Los rumores de que tu familia estaba, tú sabes... involucrada en cosas. Siempre pensé
que era inventado. Algo loco. Estaba atónita cuando vi que tu papá fue arrestado por ser una especie de
jefe de la mafia o algo así. Me refiero a que, él ha sido mi doctor desde, algo así como, la primaria."
Asentí, sin responder porque no había mierda que pudiera decir al respecto. Me observó con
curiosidad, obviamente esperando más, pero no iba a recibir nada. Nos quedamos callados por un
momento antes de que ella suspirara, poniéndose de pie y atravesando la habitación. Se detuvo frente
al piano, mirando la pintura en la pared.

"Esta está bonita. ¿Conoces al artista?"

"Eh, no. Fue un regalo. Los artistas por lo general firman su trabajo o algo, así que debe de estar allí,"
le dije, encogiéndome de hombros. Sabía que probablemente a ella en realidad le importaba una
mierda la pintura y solo estaba tratando de encontrar algo de qué hablar para deshacerse de la
incómoda tensión.

Lo miró por un momento, suspirando. "No tiene nombre, solo algunas iniciales," me dijo. "En fin,
debo irme. Se está haciendo tarde. Fue bueno verte."

"Sí, a ti también, Jessica." Me puse de pie para encaminarla a la puerta, viendo cómo empezó a
caminar por la calle de vuelta a la casa de Esme donde supuse se había estacionado. Volví a la sala de
estar, agarrando de nuevo la botella de vodka y tomando un trago. Me acerqué a la pintura y me le
quedé mirando con curiosidad, las dos solitarias iniciales en una esquina captaron mi atención. I.S.
Las miré fijamente por un segundo, antes de que una sensación extraña me recorriera. "Joder, no
puede ser," dije, negando con la cabeza cuando las reconocí. Me di la vuelta y salí corriendo de la
habitación, subiendo rápidamente las escaleras. Fui a mi habitación y empecé a arrojar mierda por
todos lados, sacando cosas del bote de basura mientras buscaba el empaque en el que la pintura había
venido la pintura. Encontré la nota de entrega y la saqué, mi corazón latiendo con fuerza mientras
miraba la dirección del remitente.

Distribuidores y Asesores de Intercambio de Galerías de Arte Thompson 17 W. Calle 3° San


Francisco, CA 94108.

"Hijo de puta," escupí, metiendo la mano en mi bolsillo buscando mi teléfono. Inmediatamente


marqué el número de la casa de Esme, empezando a caminar de un lado a otro de la habitación
mientras sonaba.

"¿Sí, Edward?" La voz de Alec era calmada y baja, no era con quién quería hablar, pero era suficiente
para mí.

"¿De dónde consiguió Esme esta pintura?"

"¿Pintura?" Preguntó vacilante, su tono diciéndome que ni siquiera sabía de ella.

"Sí, hizo que me enviaran una pintura por mi cumpleaños. ¿Está ella allí? Necesito hablar con ella de
eso."

"¿De dónde viene?" Preguntó ignorando mi pregunta.

"Joder, no lo sé, eso es lo que te acabo de preguntar."

"¿De dónde la envían?" Preguntó impaciente.

"De algún distribuidor de arte en San Francisco." Lo escuché maldecir bajo su aliento, solo eso fue
suficiente para decirme exactamente lo que quería saber. "Es ella, ¿cierto? ¿Consiguió la maldita cosa
de Isabella?"

"¿Isabella? ¿Qué te hace pensar eso?"

"Porque la maldita cosa tiene las iniciales I.S. en ella," expliqué. "No puede ser una pinche
coincidencia considerando que viene de California y allí es donde está ella".

"¿Quién te dijo que estaba en California?" Demandó. Titubeé, al darme cuenta que no debía haber
dicho esa mierda y resopló molesto. "¿Fue mi esposa? Porque si traicionó mi confianza al..."

"No, ella no me diría una mierda. Solo deduje que allí es donde ella se fue," mentí, sin deseos de
involucrar a Esme cuando ella era inocente, pero definitivamente sin querer delatar a mi padre. Ya
estaba en suficientes problemas, como estaban las cosas.

"Solo lo dedujiste," declaró y podía notar por el tono burlón de su voz que no se creyó esa mierda ni
por un minuto.

"Sí," le dije. "¿Acerté? Joder, ¿ella lo logró?"

"No sé nada sobre una pintura," respondió. "Y creo que dejé muy claro más de una vez que se supone
que debes dejar el asunto con Isabella en paz. Deja de preguntar por ella, deja de indagar información,
¡y por el amor de Dios, deja de meterte en los asuntos de otras personas! ¿No has aprendido nada de la
muerte de tu madre?"

"Yo, eh..." Balbuceé, su pregunta me tomó desprevenido.

"Y en lo que a mí respecta, hay asuntos más urgentes a los que hacer frente que absurdas teorías de
conspiración sobre quién pudo o no haber pintado algo. Ahora no tengo el tiempo ni la paciencia para
tu comportamiento obsesivo. Haznos a todos un favor al sobreponerte y dejar de ser tan egoísta, y en
lugar de eso por primera vez concéntrate en las cosas que importan, como la vida de tu padre."

Antes de que pudiera responder se escuchó un clic, y la línea se cortó. Gemí molesto y cerré el
teléfono, dirigiéndome de nuevo a la planta baja y hacia la sala de estar mientras maldecía en mi
interior. Me senté en el sofá en la habitación en penumbras, bebiendo vodka y mirando la pintura en la
pared hasta que estaba demasiado oscuro como para distinguirla y yo estaba demasiado borracho para
permanecer consciente.

Me quedé en estado de estupor por la ebriedad por días, abrumado por todo y sintiéndome que estaba
cayendo sin control hasta el fondo de nuevo. No salí de la casa, ni contesté el teléfono o abrí la puerta.
Alec no llamó para nada, tampoco Aro, y estaba agradecido que me dejaran en paz de manera que
tuviera tiempo de lidiar con la mierda a mi manera. Se sentía tan jodidamente bizarro, todo ello, que
era difícil de creer que de hecho era la realidad.

Sin embargo, lo era... no había forma de escapar de eso.

Llamé al celular de mi padre varias veces al día y siempre se iba directo al buzón. No me molesté en
dejar un mensaje, sin siquiera estar seguro de lo que esperaba lograr al llamarle en primer lugar. Sabía
que no me devolvería la llamada o me respondería, era muy listo para eso, y aun si respondía, ¿qué
demonios pensaba decirle? 'Hola papá, ¿puedes pasar por la casa cuando tengas oportunidad? Se
supone que tengo que matarte y es una pequeña inconveniencia de mierda para mí. Espero que no te
moleste.'

Una semana después hablé de nuevo, por, probablemente, la centésima puta vez, pero en lugar de que
llegara al buzón un mensaje automático se escuchó diciéndome que el número ya no estaba en
servicio. Había sido desconectado, justo como él... definitivamente estaba huyendo. Seguí llamándolo
todos los días después de eso aunque no estaba muy seguro por qué.

Francamente, seguía esperando despertar de una puta vez, guardando la esperanza de que abriría los
ojos y estaría de nuevo en Forks, acostado sin peligro alguno en mi abrigada cama con mi bella
ragazza junto a mí. Sin embargo, sabía que era una idea absurda, una que haría lo que fuera por hacer
realidad. Le hubiera vendido mi alma al maldito diablo y aceptado una eternidad de tortura con tal de
las cosas volvieran a ser como eran con ella solo por un poco de tiempo, pero no había forma de
volver atrás, porque ya había vendido mi alma a alguien más. Alguien igual de jodidamente malvado,
al parecer.

Y tal vez era una estupidez de mi parte, pero después de una semana de estar mirando la maldita
pintura todos los días sabía que no podía simplemente ignorar lo que mi instinto me decía. Era obvio
que ella la había hecho, lo que era jodidamente sorprendente teniendo en cuenta lo impresionante que
era. Siempre supe que era talentosa y que sería capaz de lograr cualquier cosa que se propusiera, pero
nunca me imaginé que crearía algo como eso. Lo miré fijamente por horas, preguntándome en qué
mierdas pensaba cuando lo hizo y si sabía que yo la tenía. ¿Lo había pintado para mí, o simplemente
Esme no quiso decir que le había puesto las manos encima a algo del trabajo de Isabella? Por lo que
sabía, ella podría odiarme y no querer nada conmigo, en especial después de prometerle que nunca la
dejaría para después dejarla a mitad de la noche. Nunca volvería a confiar en mí si yo fuera ella, nunca
querría volver a estar cerca o escuchar de mí. La había abandonado después de jurar que no lo haría.
Aro tenía razón, algunos de nosotros, Cullen, éramos unos putos cobardes y una vergüenza.

No estaba completamente seguro por qué lo estaba haciendo, tal vez porque sabía que Alec me mataría
si lo averiguara y tal vez muy dentro de mí en realidad tenía deseos de morir, pero una tarde tomé el
teléfono después de estar mirando la pintura y llamé al distribuidor de arte que la había enviado. Le
dije al hombre que contestó que había recibido un regalo a través de su empresa y quería saber el
nombre del artista y como podía comunicarme con él. Después de darle mi información una docena de
veces y ser puesto en espera por lo que sentí como malditos días, manifestaron que no sabían más del
artista de lo que ya sabía. Dijeron que ellos solo eran el intermediario que manejó la venta privada, y
que todo se mantuvo en el anonimato a petición del vendedor. Protesté por un rato, exigiendo que
debían tener algún puto registro de la transacción, pero dijeron que no tenían nada a excepción de un
recibo con el nombre de Esme. El artista había solicitado que los ingresos se dieran a la caridad, que el
dinero fuera donado directamente a algún maldito centro comunitario en Oakland.

Llamé al centro comunitario, con pocas posibilidades, pero quién sea que contestó, aseguró que no
sabían de quién estaba hablando. Traté de describirla, sin saber si quiera si lucía igual pero el hombre
al teléfono estaba impaciente y empezó a refunfuñar sobre cómo estaba describiendo a la mitad de la
puta población. Me encabronó, porque no había nada simple en Isabella y su insinuación de que ella
era como cualquiera hizo que mi temperamento se enardeciera. Empecé a maldecir, diciéndole lo
maldito e ignorante y pendejo que era, lo que eficazmente terminó la conversación.

Empecé a llamar a cada una de las malditas universidades en el área, recordando su mensaje a Alec
sobre estar inscrita en la escuela, pero ninguna me daría información alguna sobre sus estudiantes sin
importar cuánto les rogara. Busqué en Google las galerías de arte locales, tratando de encontrar los
nombres de artistas, pero nunca la encontré registrada en ninguna parte. En todas partes que buscaba
llegaba a un callejón sin salida, y después de unos días me quedé sin gente a la que llamar. Mientras
que en estado de embriaguez, por un momento me debatí en hojear las páginas amarillas y llamar a
jodidos números al azar en el área, pero sabía que eso era inútil, como buscar una aguja en un maldito
pajar.

Finalmente, llamé a Esme en mi desesperación, prácticamente implorándole por información, pero no


estaba muy sorprendido cuando me dijo que no había nada que pudiera decirme. No negó que la
pintura provenía de Isabella pero afirmó que no tenía un número de teléfono o dirección, solo la
ubicación general, como yo. Dijo que Isabella siempre iniciaba el contacto, cualquier otra cosa
siempre era manejada por Alec. No estaba seguro si estaba diciendo la verdad o no pero no presioné,
porque lo último que necesitaba era causar más problemas.

A ese punto estaba sin opciones, así que hice lo que cualquier hijo de puta lógico y sensato haría... me
fui al aeropuerto.

Por lo que, tal vez, no era en realidad sensato ni lógico, pero estaba desesperado y obviamente no
estaba pensando claramente. Llamé a Aro y le dije que iba a salir de la ciudad por unos días para
aclarar mi cabeza, diciéndole que no había tenido suerte localizando a mi padre. Estaba dudoso pero
finalmente dijo que estaba bien, solicitando que volviera lo antes posible y que le dejara saber a Alec
antes de que me fuera. Le agradecí y colgué el teléfono, deslizándolo en mi bolsillo... no había puta
manera de que le dijera a Alec.

El cuatro de agosto, exactamente dos semanas antes de la fecha en que el juicio de mi padre estaba
programado para iniciar, abordé un avión a California. Estuve ansioso todo el puñetero vuelo y ni
siquiera pude estar sin necesitar una bebida en las pocas horas que duró, mis nervios estaban
crispados. Era extraño estar sin mi arma porque estaba acostumbrado a cargarla siempre, y me sentía
extrañamente vulnerable y expuesto al no poder llevarla conmigo. Cada vez que alguien me miraba
por más de unos segundos mi pánico aumentaba, al haberme hecho más paranoico en el último año
viviendo en un ambiente tan impredecible. Di un respiro de alivio cuando aterrizamos en San
Francisco alrededor de las cuatro de la tarde y renté un coche, conduciendo por ahí hasta que encontré
un hotel de apariencia decente en el que pudiera pasar desapercibido. Un lugar sin cámaras de
seguridad por privacidad, solo por si acaso. No sabía por dónde empezar, o qué esperaba lograr. Ni
siquiera sabía qué demonios planeaba decir cuando la encontrara, si la encontraba. No sabía lo que
esperaba, lo que quería de ella. No sabía cómo iba a reaccionar o qué iba a decir, si estaría feliz de
verme o jodidamente enojada de que la había rastreado después de que le había prometido en mi carta
que no lo haría. Sentí una punzada de culpa por ese hecho, pero no era la primera promesa que había
roto y probablemente no sería la última en mi vida. Ya no sabía qué demonios estaba haciendo... lo
único que sabía era que necesitaba verla, con mis propios ojos de mierda, y eso era exactamente lo que
me propuse hacer.

Pasé los siguientes tres días, desde el amanecer hasta la caída del sol, yendo a cada galería de arte y
museo que pude encontrar. Tenía una foto de ella conmigo y se la mostraba a la gente con la esperanza
de que la reconocieran. Visité todas las escuelas cercanas, cautivando y hasta sobornando a la puta
gente en las oficinas de admisiones para buscaran en sus sistemas por mí para ver si alguna vez había
estado inscrita. Un par de veces pensé que tenía una pinche pista, pero ninguna de ellas funcionó. La
Isabella equivocada, no lucía como ella, la edad era la equivocada... ninguna mierda encajaba. Ni
siquiera sabía qué historia le contó a la gente así que ni yo mismo podía estar completamente seguro,
consciente de que podía ser que ya ni siquiera usara su nombre. Me di cuenta que todo era posible y
esa jodida idea me asustó, el saber que tal vez nunca la encontraría.

En un viaje a Oakland localicé el centro comunitario, notando que tenía adjunto un pequeño estudio de
arte. El edificio era viejo y el estudio de arte estaba cerrado, pero resultó ser para estudiantes de
primaria de escasos recursos, de todos modos. Pregunté en el interior del centro si conocían a una
Isabella Swan pero fue tan inútil como había sido por maldito teléfono, nadie estaba interesado en
realidad en ayudarme.

Iba camino a la salida, molesto, cuando una pequeña voz hizo que mis pasos vacilaran. "¿Conoces a
Issybewa?" Un niño preguntó, observándome. Titubeé, asintiendo con la cabeza.

"Sí, conozco a una chica que se llama Isabella," le respondí. "¿Tú también?"

"Sí," dijo, sonriendo para revelar sus dos dientes frontales faltantes. "Ella es bonita."

"Mi Isabella también es hermosa," respondí, riendo entre dientes. Metí la mano en mi bolsillo para
agarrar su foto, sintiéndome como un puto idiota incluso divertido teniendo esta conversación porque
el chico tenía que tener cinco años, pero parecía más interesado de lo que nadie más lo había estado, y
se sentía jodidamente bien el que te dieran la hora del día. Él le echó un vistazo a la foto cuando la
sostuve en su dirección, una brillante sonrisa iluminó su rostro.

"¡Ella es Issybewa!" Exclamó. Me quedé inmóvil, mirándolo fijamente.

"¿Ella es tu Isabella?" Pregunté con indecisión, ganándome un gesto con su cabeza. "Joder, ¿estás
seguro?"

Sus ojos se abrieron por la sorpresa y se me quedó mirando por un segundo, su expresión de confusión
antes de que me diera cuenta que le acababa de decir una maldición a un niño. "Mierda, lo siento."

"Ooooh," dijo, esbozando una sonrisa al mismo tiempo que se le escapó una risita. "¡Dijiste otra!"

"Lo sé, una mala costumbre," murmuré, pasando la mano por mi cabello con ansiedad. No podía
recordar haber hablado antes con un niño... no era de extrañar que Emmett estuviera preocupado en
cuanto a qué clase de maldito tío iba a ser. "¿Pero estás seguro que es ella?"
"Sí," respondió, asintiendo una vez más. "Era mi maestra."

"¿Maestra?" Pregunté con incredulidad.

"Nos enseñó cómo pintar," declaró.

"¿Aquí?"

"Sí. Ella fue a la Escuela de Arte. Era agradable. La extraño."

Me quedé allí por un momento, tratando de asimilar la mierda que acababa de decir, cuando alguien le
gritó. Él se dio la vuelta y se alejó corriendo sin decirme nada más y suspiré, mirando la foto en mi
mano antes de deslizarla de nuevo en mi bolsillo. "Yo también la extraño," susurré.

La mañana siguiente fui a la Escuela de Artes de California por segunda vez, probando en el campus
de postgrado en San Francisco aún cuando aquella en la que había ido como una universitaria en
Oakland habían dicho que no había nadie registrado con su nombre y me dieron un sermón sobre la
privacidad del estudiante. Anduve por ahí, preguntando a unas cuantas personas si la conocían, pero
nadie parecía reconocerla o no quisieron admitirlo si lo hicieron. De nuevo estaba a punto de darme
por vencido y me dirigía a la salida del edificio cuando pasé por una oficina con la puerta abierta,
viendo dentro a un hombre sentado detrás de su escritorio. Titubeé, acercándome y tocando en el
marco de la puerta antes de entrar.

"Disculpe, señor," le dije.

"Profesor," me corrigió, sin siquiera levantar la vista para mirarme. Supe de inmediato que iba a ser
un cabrón pretencioso y le eché un vistazo a la placa con su nombre sobre su escritorio... Quil Ateara -
Profesor de Animación. Miré alrededor de la habitación, viendo fotos enmarcadas de dibujos alineadas
en las paredes, y rodé mis ojos. El hijo de puta dibujaba caricaturas para ganarse la vida. "¿Qué puedo
hacer por ti?"

"Eh, ¿me preguntaba si me puede decirme si reconoce a esta chica?" Pregunté, sacando la foto. "Su
nombre es Isabella. Es una artista."

Le echó un vistazo por una fracción de segundo antes de negar con la cabeza, volviendo de nuevo su
atención a la pila de papeles sobre su escritorio. "Lo siento, no. Hay una galería de arte aquí cerca.
Intenta allí. "

"Gracias," murmuré, guardando la foto y dándome la vuelta para salir. Casi choqué con una mujer de
cabello oscuro en la entrada y ella me miró sorprendida, una pequeña sonrisa se apoderó de sus labios
mientras me echaba una mirada.

"Hola," ella dijo.

"Hola," respondí, apenas mirándola cuando pasé junto a ella, dirigiéndome a la salida del edificio.

"¿Quién era ese?" Escuché que le preguntó al profesor cabrón, pero no me quedé el tiempo suficiente
para escuchar su respuesta. Él probablemente ni siquiera me escuchó el jodido tiempo suficiente como
para poder decirle, de todos modos.
Localicé la galería de arte, sintiéndome jodidamente derrotado. Había una mujer justo al otro lado de
la puerta pero está ocupada hablando con alguien más, así que empecé a vagar por el edificio mientras
esperaba que se desocupara. Miré algunas de las pinturas en las paredes y me congelé cuando di vuelta
en la esquina de la parte trasera, mis ojos posándose en una pintura con una placa de identificación
que me dejó sin el maldito aliento.

Artista: Isabella S.

"Hijo de puta," dije de inmediato, atónito. Me le quedé mirando por un momento, dando unos cuantos
pasos más cerca, y vi las dos solitarias iniciales en la esquina iguales a las de la pintura en mi casa.

"¿Conoces a Isabella?" Se escuchó una voz detrás de mí, tomándome desprevenido. Me di la vuelta
rápidamente para mirar, mi ceño se frunció cuando vi que era la mujer con la que casi había chocado
en la escuela unos minutos antes.

"Sí," respondí, volviéndome de nuevo hacia la pintura. "Al menos eso creo."

"Sí, yo también," ella respondió, dando unos pasos más cerca para pararse junto a mí. "Pensé que la
conocía, en cualquier caso. Ya no lo sé. ¿Puedo ver la foto que le mostraste al Profesor Ateara?"

"Sí," le dije, agarrándola y tendiéndosela. Ella la tomó, suspirando mientras la miraba.

"Sí, esa es Isabella," declaró, entregándomela de nuevo.

"¿Entonces la conoces?" Pregunté, mi pecho dolía a medida que la pinche esperanza amenazaba con
apoderarse de mí.

"Como dije, pensaba que sí," respondió, encogiéndose de hombros. "¿Es Isabella su verdadero
nombre?"

"Sí," le dije, la pregunta me confundió. "¿Por qué no lo sería?"

"No lo sé. Ya no sé qué es real," murmuró, mirándome. "Soy Emily, por cierto."

"Edward," respondí. El nombre pareció sorprenderla y parpadeó un par de veces mientras me miraba.

"Wow, al menos sé que eres real," dijo riéndose. "He escuchado algo de ti."

"¿Ah, sí?" Pregunté, asombrado. Mi corazón empezó a latir con fuerza cuando la esperanza emergió y
fui incapaz de seguir reprimiendo esa mierda.

"Sí. Isabella solía mencionarte," me dijo. "Aunque no me dijo cuan extremadamente atractivo eras. No
me extraña que ella nunca le diera ni la hora a ninguno de estos tipos. Si tuviera un sorbito de alguien
como tú, ninguno de estos cabrones tampoco saciaría mi sed."

"Entonces, ¿ella no salió con nadie?" Pregunté, sentí mi estómago revuelto por los puñeteros nervios.
Me sentí como un ridículo adolescente enamorado, preguntando si alguna jodida chica salía con otros,
pero me dio la esperanza de que ella no me odiaba después de todo.
"No, en realidad no. Al parecer tenía los ojos en el premio." Sus ojos me recorrieron de nuevo y se rió
sola, murmurando algo sobre chicas teniendo toda la suerte.

"Así que, ¿qué tan bien conoces a Isabella?" Pregunté rápidamente, ignorando su mirada lujuriosa.

"Hasta hace unas semanas atrás pensé que la conocía malditamente bien," respondió. "La veía todo el
tiempo, hablaba con ella todos los días."

"¿Qué pasó hace unas semanas?" Pregunté, confundido. Ella me miró con cautela por un momento, al
parecer considerándolo.

"¿Cómo te ganas la vida?" Preguntó, la pregunta me tomó desprevenido.

"Eh, soy estudiante," respondí. "Estudio música."

"¿En dónde vives?"

"Chicago."

"¿Cuál es tu apellido?"

"¿Quién eres tú, la maldita policía?" Pregunté con incredulidad. Ella suspiró, negando con la cabeza.

"No. Solo tengo curiosidad por saber si también eres uno de ellos." “¿Ellos?”

"Sí. Ya sabes, la mafia." La miré por un momento, dándome cuenta de qué, exactamente, había pasado
unas semanas antes para hacerla cuestionarse si realmente conocía o no a Isabella... Alec.

"¿Por qué creerías que soy parte de la mafia?" Pregunté. "Porque ese otro tipo lo era," ella respondió.
"Alec Evanson." "¿Qué te hace pensar que mi tío es parte de la mafia?"

"¿Tu tío?" Preguntó. "Jesús, toda tu familia debe de ser hermosa. Sé que es algo así como, un gánster,
o como sea que los llamen estos días. Recuerdo haber visto las noticias cuando fue arrestado."

"¿Lo viste en las noticias?" Pregunté, sin creerme una mierda. Sabía que se informó cuando fueron
detenidos, pero no fue más que un par de frases, nada que un estudiante de arte cualquiera, casi al otro
lado del país, recordaría.

"Sí."

"¿Cómo fue que te diste cuenta en realidad?" Pregunté en voz baja. "Porque no fue por las noticias."

No respondió por un momento antes de suspirar. "Me lo dijo un amigo. Al parecer tu tío lo atacó,
amenazando con matarlo si alguna vez se acercaba a Isabella de nuevo."

"¿Tu amigo tiene algún nombre?"

"Seth," dijo. "Seth Clearwater. Me llamó después y me contó lo que pasó. Supuestamente tu tío
divulgó quién era, usándolo para tratar de asustarlo. Debe haber funcionado también, porque no he
sabido de él desde entonces. Desapareció al siguiente día. Puf, se fue."

Me quedé callado, sin esperar que dijera eso. Sabía de hecho, que si había desaparecido no fue
voluntariamente, no cuando Alec estaba involucrado. "¿Por qué mentiste sobre cómo te enteraste?"

"Porque él parecía jodidamente asustado y no quería que el Hombre de la Mafia pensara que el tipo
estaba hablando mal de él, ¿sabes?"

"No pareces asustada," señalé.

"En realidad, no lo estoy," me dijo. "Me refiero a que, pienso que estoy a salvo. Mi papá también es un
hombre poderoso. No creo que alguien se meta conmigo."

"¿Qué es lo que hace tu papá?"

"Es un senador."

Al momento que dijo esas palabras me reí secamente, sabiendo de inmediato cómo demonios Alec
había estado vigilando a Isabella desde lejos. Ellos tenían a muchos políticos en su bolsillo, y no había
forma de que Alec estuviera de acuerdo en que Isabella fuera amiga de Emily si su padre era uno de
los moralistas. Los hijos de puta que hicieron las leyes estaban a solo un escalón por encima de los
hijos de puta que hacían que se cumplieran.

"Sí, supongo que realmente estás a salvo," mentí, porque nadie estaba jodidamente a salvo a fin de
cuentas. "Entonces, ¿sabes dónde vive Isabella? ¿Puedes darme su dirección?"

"Sí, puedo dártela. Aunque no te servirá mucho."

"¿Por qué?"

"Porque ella también desapareció."

Me le quedé mirando con incredulidad, cada pizca de esperanza que había acumulado murió al
instante en una ola de pánico. "¿Qué quieres decir con que desapareció?"

"La confronté por aquello de tu tío siendo parte de la mafia y ella se bloqueó, no quería hablar
conmigo. Al siguiente día pasé por su casa y no atendió a la puerta, así que llamé a la policía y les
pedí que revisaran si estaba bien porque estaba preocupada. Ellos dijeron que la casa estaba vacía, que
no había señales de ella por ninguna parte. Simplemente... se fue, a mitad de la noche."

"Mierda."

"Sí, es una mierda. Si la encuentras, dile que estoy preocupada por ella. Su teléfono ha sido
desconectado, así que no sé cómo comunicarme con ella. Se suponía que debía empezar un internado
el día que desapareció y había estado realmente emocionada por ello. Era la primera vez que se le
había dado a un estudiante de primer año, así que era algo importante. No se lo hubiera perdido a
menos que no tuviera otra opción. Solo me gustaría saber que está bien."

"De acuerdo."
Metió la mano en su bolso y un pedacito de papel y una pluma, anotando algo rápidamente. "Está es la
dirección donde estaba viviendo," declaró, entregándomelo.

"Tal vez te sea de ayuda, no lo sé. Debería irme. Fue agradable conocerte finalmente, Edward."

"Cullen," le dije. "Edward Cullen."

Se quedó callada por un momento antes de negar con la cabeza. "Entonces, eres uno de ellos,"
respondió. "Busqué alguna mierda en Google después de eso y recuerdo ese apellido."

"Sí, bueno, no deberías creer todo lo que lees," murmuré. "Gracias por la ayuda."

"De nada."

Vi cómo se alejaba antes de mirar al papel en mi mano, mi ceño se frunció en confusión cuando leí el
nombre que había escrito... Isabella Smith. ¿Smith? Joder, no era de extrañar que no hubiera podido
encontrarla.

Localicé la dirección unas horas después, una casa de apariencia promedio en Oakland, y descubrí que
le lugar estaba desierto justo como ella dijo que estaba. Estaba parado enfrente, frustrado y un total
callejón sin salida, cuando mi teléfono sonó. Lo saqué y le eché un vistazo a la pantalla, tensándome
mientras el miedo me golpeaba cuando vi que era Alec. No quería contestar, a sabiendas que no iba a
ser bueno, pero sabía que el no hacerlo solo empeoraría las cosas. Di una respiración profunda antes
de abrirlo, llevándolo a mi oído. "Sí, señor."

"Ven a casa. Justo en este minuto," dijo con brusquedad, la ira en su voz tan intensa que un escalofrío
se disparó por mi espalda.

"Sí, señor," respondí en voz baja. "Estaré ahí en unas horas."

Colgué antes de que pudiera decir algo más y me quedé allí por un momento, mirando la casa en la
que había vivido en el último año. Era donde había dormido, donde había soñado y donde había vivido
alguno de esos sueños. No podía siquiera imaginarme a dónde podría haber ido, pero solo esperaba
que donde fuera que estuviera, que fuera realmente feliz.

Se lo merecía.

Tomé el primer vuelo que pude conseguir esa noche de vuelta a Chicago, sentado en el asiento junto a
la ventanilla y mirando al cielo a medida que empezaba a oscurecerse. Estuve en un trance durante
todo el vuelo, el tiempo pasando rápidamente. Encontré mi coche en el estacionamiento del aeropuerto
cuando aterrizamos y conduje por Chicago hacia casa, deteniéndome en la entrada y apagando el
motor. Agarré mi arma de debajo del asiento, metiéndola en mi cintura antes de abrir la puerta, con
apenas el tiempo suficiente para cerrarlo antes de que alguien me sujetara.

Maldije, sorprendido cuando me arrojaron contra el coche. Lleve la mano hacia mi arma por instinto,
la sangre corriendo furiosamente por mis venas, pero él fue más rápido y la tomó de mi cintura antes
de que yo pudiera hacerlo. La conmoción me golpeó y parpadeé rápidamente mientras el rostro de
Alec apareció frente a mí, pero no tuve tiempo de reaccionar antes de que levantara su mano y lanzara
el golpe. Su puño se estrelló con mi rostro y grité cuando el dolor me atravesó, levantando mis manos
para protegerme fue poco lo que ayudó. Me pegó unas cuantas veces más, golpeándome con su puño, y
pude sentir la sangre bajando por mi rostro al mismo tiempo que mi visión se ponía borrosa por el
impacto.

"¡Mierda, Alec!" Grité, tratando de detenerlo. "¡Por favor, detente!"

Me golpeó una vez más, estrellando su puño contra mi mejilla y rompiéndome la boca. Mi labio se
partió e inmediatamente sentí el sabor de la sangre cuando mis dientes se enterraron en la carne, la
sensación de ardor y el amargo sabor salado hizo que se me revolviera el estómago. Él dio un paso
hacia atrás todavía agarrando mi arma con su mano izquierda, y me bamboleé por un segundo antes de
deslizarme hacia el suelo, apoyándome en el coche.

"Tienes suerte de que no te metiera una bala," dijo con seriedad, arrojándome el arma. Retrocedí,
levantando de nuevo mis manos cuando me golpeó antes de que cayera al suelo.

"¿Por qué no lo hiciste?" Pregunté, levantando mi mano para limpiarme la boca, viendo la sangre en el
dorso de mi mano.

"Porque preferiría no romper el corazón de mi esposa," me dijo. "Ya está perdiendo a su hermano. No
necesita perder a su sobrino encima de eso."

"Que amable de tu parte," murmuré.

Rió con amargura. "Por lo mucho que he hecho por tu familia, por Isabella, se podría pensar que me
merezco algo de gratitud de tu parte."

"Estoy agradecido."

"Ciertamente no lo demuestras," respondió. "Empiezo a preguntarme si tú y mi esposa están


empeñados en acabar conmigo."

"Eso es ridículo."

"¿Lo es?" Preguntó. "¡Solo pido una cosa de ustedes y es que me dejen encargarme de ella, y tú ni
siquiera puedes darme eso! Me tomo la molestia de asegurarme que esté a salvo, de asegurarme que
consiga lo que querías que tuviera, ¡y pareciera que ni siquiera te importa!"

"Me importa," le dije. "Es solo que... joder, la amo, ¿de acuerdo? No puedes solo decirme que me dé
por vencido y que me retire, no puedo hacerlo."

"El amor no es una excusa para ser un imprudente estúpido," me dijo. "¿No crees que ella se merece
más que esto? ¿Cómo crees que se sentiría si te viera ahora?"

Me quedé callado por un segundo. "Estaría molesta," dije en voz baja.

"Lo estaría," él dijo. "Esta es la última advertencia, Edward. Espero que hayas disfrutado de tus
pequeñas vacaciones a California, porque será tu último viaje por un tiempo. Tú solo sin ayuda de
nadie, en cuestión de días, la pusiste en la mira y la hiciste objeto de chismes. Es algo bueno que la
hubiera mudado de nuevo antes de que regresara, por precaución, porque los has guiado directamente
a ella con ese flagrante espectáculo tuyo."

Mi ceño se frunció en confusión por sus palabras. "¿A quién?"

"¿Importa a quién?"

"A mí me importa."

"Ni siquiera sé por dónde empezar," dijo, sacudiendo su cabeza. "Solo digamos que la misma gente
que está allá afuera buscando a tu padre justo ahora están buscando con la misma tenacidad a Isabella,
y hasta que no se pueda hacer nada al respecto es mejor para ella permanecer oculta. Ella entendió ese
concepto rápidamente... ¿por qué no puedes hacerlo tú?"

No tenía una respuesta, la pregunta me dejó perplejo, pero él no esperó a que respondiera de todos
modos. Me dijo que entrara y me limpiara antes de empezar a alejarse, y me puse de pie, agarrándome
del coche para estabilizarme. "Lo siento," dije en voz baja, pero lo suficientemente fuerte para que
escuchara. "Y gracias. Por mantenerla a salvo."

Levantó su mano, en señal de que me había oído, y entré después de que se había ido. Titubeé en el
pasillo antes de irme directamente a arriba, lavando la sangre de mi rostro y limpiando mis heridas.
Me subí a la cama y cerré los ojos cuando terminé, dejando que el sueño se apoderara de mí.

Los siguientes días pasaron rápida y tranquilamente. Me quedé en casa y nadie me molestó con
excepción de Leah, que vino a hacer su limpieza acostumbrada. Seguía llamando al teléfono de mi
padre todos los días, escuchando el mensaje diciendo que había sido desconectado, y pasaba horas
mirando la pintura que Isabella había pintado. La quité de la pared una vez, buscando irracionalmente
para asegurarme que no hubiera pasado por alto una carta de ella o algo, pero no había nada allí.

Me preguntaba dónde estaba mi padre, qué estaba haciendo y si todavía seguía vivo. Empezaba a creer
que Aro tenía razón y que había recibido inmunidad por entregar evidencia incriminatoria,
imaginándolo sentado en una maldita playa en Hawaii con alguna maldita bebida de frutas con una
sombrilla en ella siéndole entregada por alguna perra bronceada con un sujetador de cocos y una falda
de pasto. Era tan nada propio de él, nada que alguna vez le interesara, pero era mejor que la
alternativa. Lo imaginé en protección de testigos con una nueva identidad y un nuevo trabajo,
iniciando una nueva vida lejos de toda la mierda. Sin embargo, sabía que era poco probable. No
importaba lo que dijeran, sabía que mi padre no era un cobarde. Él no huiría por siempre, incluso si se
esperaba que lo hiciera.

El día del juicio de mi padre llegó y se fue sin señales de él, los tribunales pidiendo una orden de
arresto por darse a la fuga. El monitor GPS que había estado en su tobillo había sido rastreado y
localizado, desconectado y desechado a un costado de una carretera remota en Utah. Qué demonios
había estado haciendo allí, no estaba seguro, imaginándome que probablemente era solo un camino
que recorrió en su viaje a dónde demonios fuera que planeara terminar.

Las semanas pasaron sin nada, septiembre acercándose rápidamente. Aro empezó a llamarme para
trabajos pequeños de nuevo, sin mencionar nunca a mi padre durante todo el proceso. Sin embargo, era
más estricto, joder, nada como el tipo de hombre que alguna vez pensé que en realidad se interesaba
en mí mientras crecía. Su tono era duro cuando hablaba, sus órdenes demandantes. Mi odio por él
crecía con cada día que pasaba, así como mi miedo. Al parecer no había resultado ser el títere que
esperaba que fuera y sabía que no vacilaría en deshacerse de mí si era necesario. Era solo otro peón en
su juego, uno que sacrificaría voluntariamente para su oponente si creía que le ayudaría a largo plazo.

La primera semana de septiembre recibí una llamada de Aro, diciendo que iba a tener una fiesta de
compromiso para la única hija de Caius y se esperaba que hiciera acto de presencia para mostrar mis
respetos al segundo al mando. Ese sábado me vestí a regañadientes, haciendo una parada en la tienda y
comprando una jodida tarjeta ordinaria de felicitación, escribiendo mi nombre en la parte inferior
antes de meter un fajo de billetes adentro.

Me dirigí a la casa de Aro alrededor de las seis de la tarde, estacionando mi coche hacia la parte de
atrás y vacilante abriéndome camino hacia la puerta principal. Pasé nervioso la mano por mi cabello
mientras presionaba el timbre, esperando que la puerta se abriera. Maggie apareció después de un
momento, aparentemente aliviada cuando vio que era yo, y me hizo un gesto para que entrara.

"Hola, ¿cómo estás?" Pregunté. Me dio una suave sonrisa, encogiéndose de hombros.

"¿Usted, señor?" Preguntó en voz baja, su voz apenas un susurro.

"Bueno, estoy aquí con estos hijos de puta, así que no estoy jodidamente bien," murmuré. Su sonrisa
creció y cubrió su boca para ahogar una carcajada.

"Me alegra que haya venido. A veces es agradable ver una cara amable," dijo en voz baja, ofreciéndose
a tomar mi abrigo. Me lo quité y se lo entregué, agradeciéndole.

"¿Amable? Eso es algo que no escucho muy a menudo," le dije, riéndome entre dientes. Se encogió de
hombros.

"Usted me habla como a una persona."

"Eres una persona."

Se me quedó mirando por un momento, al parecer sorprendida por mi respuesta, antes de darse la
vuelta y alejarse. Me iba a dirigir al estudio cuando alguien llamó mi nombre detrás de mí y
rápidamente me di la vuelta, mi sangre se heló en el momento que mis ojos hicieron contacto con
Alistair. Estaba sonriendo con suficiencia, mirándome con un brillo de maldad en sus ojos.

"Tienes suerte de que tu padrino no haya escuchado ese intercambio," dijo, caminando hacia mí. "Algo
me dice que no estaría muy divertido por ello."

Lo miré fijamente, sin saber qué demonios decirle, y controlé mi temperamento ante su expresión.
Pareciera como si fuera a decir algo más cuando Alec se acercó y se aclaró su garganta. "Alistair,
Edward," él dijo.

"Alec,” Alistair respondió.

"Señor," le dije yo.

"¿Hay algún problema?" Alec preguntó, mirando del uno al otro.


"Solo le estaba diciendo al joven señor Cullen que debe tener presente lo que dice y con quién habla
mientras está en la casa del Jefe. Si no es cuidadoso, alguien se puede llevar la impresión equivocada."

"Yo no..." Empecé, a punto de decir que no había hecho una mierda, cuando Alec me interrumpió.

"La boca sarcástica de Edward es muy notoria, a este punto es casi de esperarse," declaró. "Creo que la
gente tendría la impresión equivocada si él no saliera con un comentario sarcástico aquí o allá."

Lo miré sorprendido, sin esperar que me defendiera, y Alistair se rió con amargura.

"Solo porque se espera no significa que sea aceptable. Necesita aprender algo de respeto. Estaba
hablando con esa maldita esclava y..."

"¿Respeto?" Alec espetó, levantando la voz. "¿Y supongo que honestamente piensas que tú puedes
enseñárselo, después de que acabas de hablar de esa forma en su presencia? Eres muy consciente de
los antecedentes de su madre y estoy muy seguro que también eres consciente de la chica con la que
estaba involucrado. ¿Y quieres hablar acerca de respeto? Tal vez tú mismo necesitas aprender un
poco."

"Me he ganado mi lugar aquí, le he dedicado mi tiempo," dijo Alistair, la ira nublando su rostro. "He
probado mi valía y él no. Necesita escuchar y admirar a sus superiores..."

"Tú también," dijo Alec enfáticamente. "¿O te has olvidado que soy tu superior? Si tienes algún
problema con Edward, vienes y hablas conmigo. Fin de la historia."

Alistair entrecerró sus ojos y podía ver que estaba tratando de contenerse, obviamente Alec tocó un
punto sensible. "Todo lo que estoy diciendo es que tal vez no debería soltar tanto la boca."

"Te escuché la primera vez, pero no veo por qué quieres hacer una escena por ello," dijo Alec. “No es
tan importante. No es como si hubiera asesinado a un miembro de tu familia".

Me tensé cuando esas palabras salieron de sus labios y Alistair palideció, luciendo como un ciervo
atrapado por los faros de un coche. Alec se le quedó mirando con una ceja levantada, esperando por
algún tipo de respuesta, pero nunca vino.

"Caballeros," dijo Aro, acercándose y deteniéndose entre Alistair y Alec. "Este no es el momento ni el
lugar para este tipo de discusión. Quizás deberíamos tener una reunión más tarde para despejar el aire,
pero por ahora vamos a celebrar. Una principessa se va a casar pronto, y pronto estaremos dando la
bienvenida a su esposo en la familia. Vayan a divertirse, tomen un trago, tal vez incluso puedan llegar
a conocer a una de las hermosas mujeres aquí."

"Sí, señor," dijo Alec. Alistair repitió sus palabras y se dio la vuelta para salir al mismo tiempo que
Aro se excusó.

"Gracias," dije cuando Alec y yo estábamos solos.

"No me agradezcas," dijo con frialdad. "No sé lo que dijiste, pero tienes que aprender a cuidar lo que
dices."
"Lo sé," murmuré.

"También debiste haber usado un traje," declaró como si nada. Por instinto bajé la vista para mirarme,
todavía sin entender cuál era el problema. Llevaba una camisa de manga larga con botones y
pantalones casuales, así que no era como si estuviera en malditos vaqueros. Suspiró y comenzó a
alejarse, obviamente sin esperar que tuviera algo que replicar, pero dudó después de unos pasos.

"Mantente alerta esta noche," dijo en voz baja, sus ojos moviéndose rápidamente por la habitación. "A
maliestremi, estremirimedi."

"Sí, señor."

Observé cómo empezaba a mezclarse entre la multitud, la alarma se albergó en mí cuando asimilé sus
palabras. A maliestremi, estremirimedi, a grandes males, grandes remedios. No estaba seguro de qué
demonios iba a pasar pero podía sentir la tensión acumulándose en el aire, demasiadas personalidades
conflictivas en un solo lugar nunca era una buena idea, en especial dado los eventos recientes.

Las dos horas siguientes las pasé haciendo pequeñas charlas con otros iniciados que conocía y sus
familias, y siendo introducido con nuevos que habían sido iniciados recientemente o algunos que no
me había tomado la maldita molestia de conocer antes. Pretendí que me importaba pero la verdad era
que estaba contando los puñeteros minutos hasta que pudiera irme, sin querer estar cerca de ninguna
de estas personas. No era mi primera reunión obligatoria y definitivamente no sería la última, pero
ciertamente era la más incómoda. Mi padre era un prófugo de la justicia y todos en la habitación lo
sabían, todos ellos sabían que su vida tenía una fecha de expiración pegada a ella. Probablemente la
mitad de ellos sabían que terminarlo era mi puto trabajo, también, lo que explicaría las numerosas
miradas intensas que la gente seguía dándome.

Bebí mucho, a pesar que había decidido tratar de reducirlo, y estaba dolorosamente consciente que
Alec no me quitaba el ojo de encima desde el otro lado de la habitación. Estaba nervioso, sus ojos
moviéndose constantemente por todos lados como si estuviera esperando que los malditos federales
irrumpieran en cualquier segundo o algo así. Me di cuenta de que era posible, porque francamente
todo era posible, pero no había mierda que pudiera hacer para detenerlo así que traté de no
preocuparme.

La multitud empezó a marcharse, familias y nuevos miembros saliendo mientras los que estaban en la
cima de la cadena de comando se reunieron en el estudio para discutir la mierda que sea que
discutieran cuando se reunían. No me quedaba para eso, no que estuviera invitado, pero no me
molestaba porque francamente era lo último que quería hacer. Un poco después de las nueve, me
acerqué a Alec y le dije que ya me iba y pareció aliviado, diciéndome que fuera a casa y me quedara
allí. Empecé a caminar hacia la puerta pero la voz de Aro se escuchó, deteniéndome.

"¿A dónde crees que vas, Edward?"

Lo miré con aprensión. "A casa."

"¿Tan pronto? Todavía es temprano. Ven, únete a nosotros."

Hizo un gesto en dirección al estudio y suspiré, sin querer estar allí más jodido tiempo. "En realidad
preferiría solo..."

"No fue una petición," dijo, alejándose. Maldije bajo mi aliento y empecé a caminar hacia el estudio,
captando una expresión de pánico en el rostro de Alec al momento que entré en la habitación.

"Pensé que te ibas."

"Ah, así es, pero le pedí que se quedara un poco más," Aro intervino, tomando su asiento
acostumbrado. Hizo un ademán hacia una silla vacía y me deslicé en ella, pasando la mano por mi
cabello con nerviosismo. Había una docena de hombres en la habitación además de mí, la
administración y todos los más altos capos, pero yo era el único de bajo rango que estaba presente. Ese
hecho me asustaba como la mierda, sin saber por qué demonios se me había ordenado que me quedara,
y Alec parecía estar igual de confundido.

Todos hablaron por un rato sobre mierda, realmente, sin importancia, como equipos de béisbol y
marcas de whisky, y yo me quedé callado bebiendo, tratando de calmar mis nervios. No estaba seguro
de cuánto tiempo había estado sentado allí cuando finalmente ahondaron en temas de negocios, quién
debía dinero o quién no estaba produciendo para la organización, quién les estaba dando problemas, y
quién parecía tener potencial. Finalmente Aro se levantó, pidiéndome a mí y a Alistair que lo
siguiéramos y diciendo a los otros que nos dieran privacidad. Se dirigió hacia la puerta trasera y
vacilante los seguía afuera al patio trasero, tomando asiento en unas sillas de mimbre en el patio junto
a la piscina. Llamó a Maggie para que nos trajera bebidas antes de despedirla, ordenándole que
permaneciera en su habitación el resto de la noche. Cuando se fue Aro me miró, levantando sus cejas
con curiosidad.

"Así que, ¿cómo están las cosas?" Preguntó, la pregunta me molestó. ¿Qué se supone que iba a decir?
¿Qué las cosas estaban jodidamente estupendas?

"Bien," le dije, encogiéndome de hombros.

"¿Y qué pasó antes que causó esa discusión en mi recepción?" Preguntó, mirando de mí a Alistair.

"Solo estaba un poco molesto por la actitud del joven señor Cullen," él dijo. "Me dejó atónito que se
tolerara. Nunca antes había escuchado a un hombre de honor decir las cosas vulgares e irrespetuosas
que salieron de su boca".

Me tensé cuando Aro me miró de nuevo, y abrió su boca para hablar pero antes de que pudiera una
inesperada voz se escuchó detrás de nosotros, una que casi hizo que mi corazón se detuviera.
Rápidamente miré en la dirección de donde había venido, reconociéndola de inmediato, y casi
poniéndome jodidamente enfermo por el miedo y confusión cuando mis ojos se posaron en mi padre
parado en la esquina de la casa a unos siete metros de distancia.

"Bueno, Alistair, eso no es enteramente cierto y lo sabes," mi padre dijo con calma. Estaba vestido con
un traje todo de negro, uno de los italianos llamativos que rara vez lo vi usar, y su cabello estaba
peinado hacia atrás. Parecía relajado, su lenguaje corporal era casual a medida que daba unos pasos
hacia nosotros. "Mi hijo, difícilmente es el primer hombre de honor en tener una boca insolente. De
hecho, yo tenía la misma actitud cuando tenía su edad."
"Ah, Carlisle," dijo Aro, la confusión y tensión eran evidentes en su voz. Era claro que ninguno de
nosotros sabía cómo jodidos reaccionar y vi a Alistair poner la mano en su arma debajo de la mesa,
preparándose por si acaso. No sabía qué demonios pensaba que estaba haciendo o por qué estaba allí,
pero no quería nada más que se fuera de una puta vez de allí. Joder, tenía qué saber que estaban
decididos a atraparlo... tenía qué saber que al entrar en la casa de Aro probablemente no volvería a
salir. "Estaba empezando a preguntarme si alguna vez te vería de nuevo. Ven, toma asiento."

"Gracias, pero paso. Estoy bien aquí donde estoy," mi padre respondió indiferente, quedándose todavía
a unos metros de distancia. "Tenías que haber sabido que nos veríamos de nuevo, Aro. Hubiera sido
irrespetuoso de mi parte tomar una licencia de ausencia permanente y de todos, no despedirme de ti."

"Cierto," Aro respondió, mirándolo con cautela. "Sin embargo, has estado ausente por un tiempo.
Tenía miedo de que algo te hubiera pasado. Realmente estaba muy preocupado."

"Estoy seguro que lo estabas," dijo mi padre, una sonrisa tirando de sus labios.

"Lo estaba, en especial cuando te perdiste el inicio de tu juicio. Estaba muy preocupado por lo que eso
significaba para ti."

"Ah, sí, eso," dijo, encogiéndose de hombros. "Para ser completamente honesto contigo, no tenía la
intención de ir alguna vez a la cárcel, así que pensé que no tenía sentido pasar por esa farsa de juicio."

"No puedo decir que me sorprenda, Carlisle."

"Estoy seguro de eso. Siempre me conociste bastante bien," dijo mi padre. "Aunque, es una lástima
que en realidad nunca te haya conocido."

"Por supuesto que me conoces," dijo Aro. "Lo que ves es lo que soy."

"Ojalá eso fuera cierto. Siempre pensé que eras un hombre de palabra, un hombre que veía el mundo
en blanco y negro," dijo mi padre, riendo secamente. "Nunca me di cuenta que tanto bordeabas en las
zonas grises hasta hace poco."

Los ojos de Aro se estrecharon por la ira y miré frenéticamente alrededor al mismo tiempo que
empezaba a temblar por el miedo. "Eso es completamente absurdo,” declaró Aro. "¿Qué te hace pensar
algo tan ridículo?"

"Isabella Swan."

El sonido de su nombre viniendo de los labios de mi padre me hizo jadear al quedarme sin aliento, sin
saber por qué carajos la estaba mencionando.

"¿Qué tiene que ver esa chica con esto?" Aro preguntó.

"Todo. Ella tiene todo que ver con esto," respondió de inmediato antes de mirarme. "Edward, ¿por qué
no vas adentro? Me gustaría hablar con tu padrino a solas."

Eché mi silla hacia atrás y me puse de pie, pero me congelé cuando Aro azotó sus manos sobre la
mesa frente a él. "Siéntate de nuevo," escupió, fulminándome con la mirada.
Suspiré y me deslicé de nuevo en mi silla, observando a mi padre con cautela. Vi el pánico en su
expresión cuando tomé asiento y mi corazón comenzó a latir furiosamente, al saber que lo que sea que
estaba a punto de pasar no iba a ser bueno.

"Todavía no puedo comprender qué tiene que ver la hija de Swan," dijo Aro, volviendo su atención de
nuevo hacia mi padre.

"¿Sabías que es una artista?"

"No me podría importar menos lo que sea,” respondió. "Ella no tiene nada qué ver conmigo."

"Por supuesto que sabes que es una artista," dijo mi padre, haciendo caso omiso de su declaración. "De
hecho, sabes mucho de Isabella, más de lo que admitirías. También sabes muy bien que ella tiene que
ver contigo."

"No sabes de lo que estás hablando. Ella siempre ha sido solo una esclava. Es irrelevante en mi
mundo."

Hice una mueca, tratando de controlar mi temperamento ante sus palabras y vi la molestia pasar
rápidamente por el rostro de mi padre al mismo tiempo que se tensaba.

"Para que sepas, en realidad nunca tuvo sentido para mí en su momento," mi padre continuó. "Nunca
entendí por qué Charles Swan padre se negó a renunciar a Isabella, por qué no quería dejarla ir cuando
era obvio que no quería tener nada que ver con ella. Era una carga, otra boca que alimentar y sin
ningún beneficio para él como una esclava tan joven. Así que, ¿por qué no tomar el dinero, por qué no
venderla?"

"Era su nieta," dijo Aro enfáticamente.

"Lo era, pero eso no era importante para él y lo sabes," mi padre respondió. "Su hijo preñando a una
esclava hubiera sido una vergüenza, su linaje contaminado. Un hijo ilegítimo hubiera destruido la
alianza que estaba intentando formar entre su familia y los Evanson. En circunstancias normales él
hubiera querido deshacerse de la niña, que toda evidencia de su existencia desapareciera. Entonces,
¿por qué no solo quedarse con ella, sino que, además de eso, matar por ella?"

"No quería que nadie se enterara quién era su padre."

"Sí, eso fue lo que me dijiste," contestó negando. "Me dijiste que Swan hizo que asesinaran a mi
esposa porque no quería que nadie se enterara de lo que había hecho su hijo, y de verdad me creí esa
mierda por años. En realidad, lo creí porque me dijiste que estabas seguro. Lo maté a él y a su esposa,
y luego puse mi arma en la cabeza de Isabella mientras dormía y jalé el gatillo, deseando que
estuviera muerta también, porque me dijiste que esa era la razón por la que mi esposa murió. Y eso era
exactamente lo que querías, ¿no es así? Querías que los matara a todos. Esperabas usar mi dolor para
lograr que aniquilara a todos y por poco sucedió. Si mi arma no se hubiera atascado, habría matado a
todas las personas allí."

"No te dije que mataras a ninguno de ellos."

"¡No tuviste que hacerlo y lo sabes! Como dije, siempre me has conocido muy bien. Sabía
exactamente lo que haría con esa información y me diste el tiempo suficiente para hacerlo antes de
llamarme."

"¡Nunca hubiera ordenado la muerte de un niño, o la esclava de alguien más, de hecho!"

"Porque no puedes. Estás limitado por las mismas reglas como todos nosotros. No puedes asesinar a
niños inocentes o la esclava de otro hombre o hubieras tenido un completo tumulto en tus manos. ¡Ya
no hubieran confiado en ti si siquiera hubieran sospechado que tenías algo que ver con ello, hubiera
habido un motín! Pero sabías muy bien cómo manejarme, cómo hacer que reaccionara. Los querías a
todos muertos y me usaste como chivo expiatorio para que ocurriera de manera que pudieras mantener
tus manos limpias."

"Eso es ridículo," Aro escupió. "¡Eso no tiene sentido! ¿Por qué los querría muertos?"

"Evidencia," mi padre dijo con frialdad. "Nunca dejes nada atrás si se puede vincular contigo. Es
simple, algo que todos nosotros sabemos. En el momento que te diste cuenta de tu error quisiste
deshacerte de eso, y necesitabas una excusa para hacerlo sin llamar la atención."

"¿Qué evidencia?"

"El linaje de Isabella."

El pánico pasó rápidamente por el rostro de Aro y me le quedé mirando en jodido shock, al darme
cuenta, basándome en su reacción, que no estaba sorprendido...sabía exactamente de lo que estaba
hablando mi padre. La confusión me sacudió, la información casi me paralizó. ¡Todo el tiempo, a
pesar de toda la mierda, él sabía que estaban relacionados!

"Estás loco."

"Tal vez, pero aun así tengo razón," mi padre dijo con firmeza. "En 1972 no hubieran sido capaces de
rastrearla hasta ti, pero ahora se puede y lo sabes. Todo lo que se necesitaría es un simple pinchazo a
un dedo y toda una vida digna de secretos se derramaría junto con la sangre. No podías arriesgarte a
eso."

"No sé de qué estás hablando."

"De verdad, alguna vez creí eso. Creía que eras tan víctima como la propia joven, pero eso cambió
cuando fue secuestrada. Después de que Edward se inició, tú seguías sin querer involucrarte, porque
sabías exactamente por qué se la habían llevado y no querías tener nada que ver con ello. Tenías
miedo de que te expusieran delante de todos y esperabas... tenías la puta esperanza... de que ellos
simplemente se deshicieran de ella. Pero no lo hicieron, y eso solo complicó las cosas todavía más
para ti. Es por eso que no tenías prisa en encontrar a James cuando se corrompió, la razón por la que lo
dejaste salirse con la suya en tantas cosas. ¡No estabas cegado porque era tu sobrino por matrimonio,
volviste la otra mejilla por quién era su padre! ¡Tenías miedo de que James conociera tus secretos,
miedo de que al deshacerte de él hicieras que el enemigo actuara!

"Se llevaron a Isabella por venganza, para tratar de derribarte, porque les habías mentido. Los
engañaste. Les hiciste la jodida promesa de que si te ayudaban tú les ayudarías a ellos. Tú eras una
rata, y cuando las guerras clandestinas estallaron en la década de los 70 hiciste que Stephan liquidara a
Marcus porque él era el siguiente en la línea para ser Jefe después de mi padre. Estabas hambriento de
poder e hiciste que asesinaran a tu propia familia por ello, pero el bebé... no podías soportar mandar
que la mataran. Era demasiado joven para entender, no podía señalarte, así que pensaste que podías
perdonarle la vida. ¡Siempre solías hablar de lo mucho que significaba la familia y aferraste a James y
Edward como si fueran tus propios hijos, y yo de verdad sentí pena por ti porque no te quedaba nadie!
¡Y todo el tiempo fue por tu propia culpa!"

"¡Cómo te atreves a acusarme de eso!" Aro escupió. "¡Tú, jodido mentiroso! ¡Te mataré por esto!"

En el momento en que esas palabras fueron dichas mi padre metió la mano en su abrigo, sacando un
arma y apuntándola hacia Aro antes de que él tuviera tiempo de reaccionar. Todos nos levantamos de
un salto, derribando las sillas por la prisa. Aro se quedó quieto y yo estaba congelado por el miedo
mientras que Alistair sacó la suya, apuntándola hacia mi padre.

"Dispusiste que Stephan vendiera a tu sobrina a los Swan porque sabías que querían una hija, pero no
tenías idea que treinta años más tarde existiría el ADN," continuó mi padre, ignorando el arma
apuntando hacia él y manteniendo sus ojos fijos en Aro. "Swan ni siquiera conocía la relación que
existía entre la niña y tú, porque si lo hubiera sabido la hubiera tratado mejor. Todo lo que sabía es
que tú habías ayudado a arreglar la adopción de un bebé italiano, y esa fue la razón por la que no me
vendería a Isabella años después. ¡No porque le importara una mierda que ella fuera su nieta, sino
porque tenía miedo de que te importara a ti porque declarabas que la familia era importante! ¡Tenía
miedo de que vinieras tras él por vender a su propia sangre, sin saber que tú habías hecho esa mierda
primero!

"Cuando llegó a tus oídos que Elizabeth estaba haciendo preguntas entraste en pánico, y allí fue donde
pusiste el plan en marcha para tratar de cubrir tus huellas. Mandaste matar a mi esposa, y joder, yo
nunca quise creerlo. Nunca quise creer que me harías eso, que les harías eso a mis jodidos hijos, pero
ya no pude negarlo después de que rescatamos a Isabella. Ella dibujó retratos después, como dije, ella
es una artista y dibujó un retrato de Alistair. Me lo negaba a mí mismo, se lo negué a mi hijo, pero
cuando ella misma me lo confirmó ya no pude negarlo. ¡Tu hombre, tu mejor amigo, no solo había
estado en el secuestro, sino que también había sido el que jaló del puto gatillo contra mi esposa!"

Vi las lágrimas deslizarse por el rostro de mi padre y se me empezó a hacer un nudo en la garganta al
verlo angustiado y abrumado. Alistair empezó a gritar, negándolo todo, y Aro miró frenético para
todos lados, su expresión era una mezcla de confusión y miedo. Sus ojos se posaron en mí y yo lo miré
fijamente, sin ser jodidamente capaz de moverme. "Edward," dijo con firmeza, y supe al instante qué
mierdas quería. Esperaba que siguiera mis órdenes, que hiciera lo que me había dicho que hiciera, y
cuando no reaccioné al instante vi la ira emerger en sus ojos.

"¡No le hables a mi hijo!" Mi padre gritó. "¡Ya lo has herido lo suficiente! Dime, ¿también lo querías
muerto? Cuando hiciste que asesinaran a mi esposa, ¿te importó una mierda que Edward pudiera haber
perdido la vida? ¿O también lo querías muerto?"

"¡Por supuesto que no! ¡Nunca he deseado su muerte! ¡Es mi ahijado!"

"¡Pero no niegas que querías a mi esposa muerta! ¡No niegas que hiciste que asesinaran a Marcus, que
hiciste que asesinaran a tu propia hermana porque ella se interponía en tu jodido camino! ¿También
mataste a tu hermano Peter? ¿Y a la madre de James? ¿Hiciste que la mataran por Stephan? ¿Un pago
por toda la puta matanza que hizo por ti? ¡No niegas que estabas confabulado con los rusos, que
hiciste que vendieran a tu propia sobrina! ¡Qué enfermo tendría que estar un hombre para convertir en
esclavos a su propia familia! ¡No eres mejor que Charles Swan!"

"¡Se suponía que ella tendría una buena vida!" Aro escupió, perdiendo el control de su temperamento
al mismo tiempo que rápidamente agarraba su arma, apuntándola hacia mi padre. Maldije y retrocedí
unos pasos, casi tropezándome con una maldita silla y perdiendo el equilibrio. "Iba a seguir siendo una
principessa."

"Ella se ve como su madre, como tu hermana," mi padre continúo, sin vacilación en su voz. "¿Es por
eso que nunca fuiste con los Swan personalmente, por eso siempre nos enviabas a nosotros? ¿No
podías mirarla, sabiendo lo que habías hecho y siendo incapaz de hacer algo al respecto porque era
demasiado tarde?"

"¡Estás equivocado!"

"¿Y es por eso que fuiste tan insistente en ver a Isabella cuando visitaste mi casa? ¿Por qué estabas tan
interesado en ella? Sabías que ella llevaba tu sangre, una verdadera princesa de sangre italiana. ¿Por
eso estabas tan eufórico de que Edward se enamorara de ella, por lo que querías que Edward
respondiera por ella? ¡Pensaste en ello como una redención, que él podría hacerla una princesa de la
mafia y la compensaría por lo que tú habías hecho! ¡Ellos eran jodidas posesiones para ti! ¡No has
hecho nada más que mentir y manipular a la gente y destruir vidas! ¡Y tuviste el descaro de
preguntarme si ella había valido la pena para mí, y si había valido todo el dolor y por lo que había
pasado, si ella valía todo lo que había perdido, y habías sido tú el que habías hecho esa mierda! ¿Lo
disfrutaste? ¿Te excita tanto tener el puto poder sobre todos?"

"¡Estás delirando!"

"¡Tú estás trastornado!" Mi padre gritó. "¡Nunca quise creer que podrías ser un traidor!"

"¡¿Cómo te atreves a acusarme de ser un traidor?!" Aro escupió. "Tú, ¿quién ha estado dando
información a ese agente federal tuyo? Dime, Carlisle, ¿qué se siente ser una maldita rata? ¿Qué se
siente traicionarnos, el romper el juramento que hiciste? ¿Y qué se siente saber que vas a morir por
ello?"

Mi padre se quedó inmóvil por un segundo antes de que una siniestra sonrisa levantara la comisura de
sus labios, el verlo me asustó. "Tú primero,” dijo, su voz fría.

El estallido de disparos atravesó el aire y retrocedí, al darme cuenta que mi padre había empezado a
disparar. Me cubrí a la defensiva, maldiciendo por la conmoción cuando Aro fue arrojado hacia atrás,
una bala atravesó su hombro y otra apenas rozó su cabeza. Él dejó caer su arma cuando su brazo quedó
flácido y maldijo, volcando la mesa del patio y agachándose detrás mientras Alistair comenzaba a
dispararle a mi padre. Mi padre respondió los disparos, impactando el muslo de Alistair con una bala y
haciendo que su pierna se doblara, pero se las arregló para permanecer de pie y seguir disparando. Una
bala del arma de mi padre impactó la mesa detrás de la cual Aro se ocultaba, rebotando en ella y
volando en mi dirección. Me agaché tan pronto como oí el impacto y rozó mi hombro izquierdo, un
dolor agudo recorrió mi brazo.
"¡Mierda!" Espeté, sorprendido. Aro gritó mi nombre, el sonido apenas audible por encima de los
disparos, y miré en su dirección para ver su expresión severa.

"Hazlo," escupió. No sabía que más hacer así que saqué mi puta arma, pero antes de que siquiera
pudiera considerar el apuntar a algo Alistair gritó, tambaleándose hacia atrás. La atención de Aro se
distrajo y miré en esa dirección, atónito cuando vi la sangre vertiéndose en la camisa blanca de
Alistair en el centro de su estómago. Tropezó y cayó hacia atrás al suelo, su cuerpo temblando
mientras se agarraba el estómago. Horribles gritos de mierda estaban escapando de su garganta y mi
padre cerró la distancia entre ellos de inmediato, disparando unos tiros más. Dos rondas atravesaron
directamente los brazos de Alistair, dejándolo incapacitado, y otra bala atravesó directo su rodilla
cuando trataba de alejarse. Claramente mi padre estaba en una misión, su expresión seria cuando se
puso de cuclillas y agarró a Alistair. Metió el cañón de su pistola en la boca de Alistair y observé, con
horror cuando tiró del gatillo sin vacilar. La sangre salpicó por todas partes, la parte de atrás de su
cabeza prácticamente explotó cuando la bala lo atravesó. No pude detener el grito que resonó de mi
pecho, destellos de que Alistair le había hecho esa mierda a mi madre me abrumaron. Mi padre me
miró con preocupación, sus ojos me recorrieron rápidamente.

"Sal de aquí, hijo," demandó antes de volverse hacia Aro, que se había refugiado en la puerta trasera.
Se puso de pie pero no tuve el tiempo suficiente para apuntar su arma antes de que Aro le disparara,
una bala impactando directamente el pecho de mi padre. Él gruñó, tambaleándose, pero se quedó de
pie y empezó a devolver los disparos.

"¡Edward, es una orden!" Aro gritó, sin dejar de dispararle a mi padre pero su puntería era mala por su
hombro jodido. "¡Hazlo o te mataré yo mismo!"

"¡No amenaces a mi jodido hijo!" Mi padre gritó, las palabras de Aro le devolvieron su fuerza.
Escuché una conmoción cuando mi padre recuperó el equilibrio y la puerta trasera de la casa se abrió
con fuerza, tres tipos salieron corriendo después de haber escuchado los disparos. Alec venía detrás de
ellos pero se paró abruptamente en la entrada, observando la escena mientras yo, rápidamente, me
debatía en qué demonios se suponía qué debía hacer. Le quité el seguro a mi arma y Alec debió haber
presentido mi dilema porque levantó su arma, mi corazón casi se para y mis rodillas empezaron a
temblar cuando apuntó directamente hacia mí.

"Que demo..." Empecé a decir, sin siquiera poder completar la frase antes de que jalara del gatillo.
Traté de moverme pero la bala golpeó el costado de mi mano y grité, dejando caer el arma en reflejo y
agarrando mi herida. Se sentía como si estuviera en llamas, punzando dolorosamente a medida que la
sangre empezaba a correr por ella. Alec corrió hacia mí y me tiró sobre mi estómago al suelo, su
maldita voz baja y demandante cuando me dijo que no me moviera. Su expresión era seria, y se paró
frente a mí al mismo tiempo que empezaba a disparar su arma hacia mi padre al otro lado del patio.

Estaba malditamente horrorizado hasta que me di cuenta que fallaba todos los disparos, las balas
deliberadamente pasaban volando junto a él. Mi padre se volvió y dio un disparo hacia Alec, su puta
puntería igual de mala, antes de esconderse por protección dándose la vuelta hacia la parte trasera de
la casa. Aro y los otros dos hombres se protegieron cerca de la puerta trasera, Alec y yo a un costado
con una vista clara de ellos. Los disparos disminuyeron por un segundo cuando los hombres se
ocultaron y recargaron, el resto de los hombres que estaban adentro saliendo poco a poco por la puerta
trasera para venir a auxiliar a Aro. Vi con horror cuando mi padre dejó caer su arma al suelo,
agarrándose el pecho a medida que se le hacía difícil respirar, y se tambaleó unos pasos.
"Cristo," escupí cuando desabrochó su abrigo, quitándoselo, y vi la pequeña Uzi que colgaba de una
correa alrededor de su hombro. La sangre corriendo por mi cuerpo me hizo sentir mareado, mi visión
se puso borrosa cuando las lágrimas empezaron correr por mis mejillas. Lo observé agachar su cabeza
rápidamente y hacer la señal de la cruz, su boca moviéndose furiosamente mientras hablaba para sí.
"¡No!" Empecé a gritar cuando se volvió, sus ojos posándose en mí brevemente antes de salir a
espacio abierto para enfrentar a Aro y los otros. Alec se tiró al suelo al instante, sujetándome cuando
traté de ponerme de pie, poniéndome contra el suelo con su cuerpo cuando la fuerte lluvia de balas
comenzó. Era ensordecedor, mi cabeza punzaba con cada fuerte estallido, y vi con horror cuando la
pequeña explosión de un tiroteo iluminó el patio. Grité lo más fuerte que pude, rogándole que no
hiciera esa mierda, pero sabía que no podía escucharme y que era demasiado tarde, de todos modos.
Sabía que había tomado su decisión y no había forma de cambiarlo, no había vuelta atrás. Joder, él ya
se había despedido, ya había hecho la paz con todo. Había hecho su cama ahora y estaba dispuesto a
dormir en ella... estaba preparado para yacer en ella.

Pero joder, yo no estaba preparado.

Traté de quitarme a Alec de encima pero él no se movía, protegiéndome mientras la lluvia de balas
atravesaba la noche. Dos tipos cayeron al instante, sus cuerpos convulsionándose cuando se les llenó
de plomo, y otros corrieron o se ocultaron para responder los disparos. En medio del caos perdí el
rastro de quién estaba dónde, cuerpos cayendo y gente corriendo, gritos de dolor y alaridos espantosos
mezclándose con el incontrolado tiroteo. Una bala atravesó el estómago de mi padre y se tambaleó
hacia atrás, su dedo soltando brevemente el gatillo cuando perdió su agarre. La pausa en los disparos
les dio a los demás suficiente tiempo para recobrarse y empezaron a disparar en sucesión, una bala
atravesó el hombro de mi padre mientras otra desgarraba su pantorrilla. La sangre empapó su camisa y
sus piernas cedieron al tiempo que se dejaba caer de rodillas, bamboleándose mientras trataba de
estabilizarse. Tiró del gatillo de nuevo, se escucharon disparos mientras que más gente era impactada
con las balas cuando trataban de ocultarse por protección.

El tiroteo se detuvo abruptamente después de un momento cuando el cartucho quedó vacío y mi padre
se quitó el arma del hombro, dejándola caer al suelo. Se sentó sobre sus piernas, dejando caer la
cabeza y su cuerpo temblando mientras miraba hacia el suelo. Alguien se puso de pie cerca de la casa
y entré en pánico, porque mi padre estaba desarmado, y Alec pareció reaccionar por instinto al sacar
su arma. Disparó un tiro, la bala dándole al hombre justo en la frente. Su cuerpo cayó, una bala
perdida pasó volando junto a nosotros cuando jaló del gatillo por reflejo.

Le grité a mi padre pero Alec me empujó con más fuerza contra el suelo, lastimando mi cara con el
concreto en su intento de silenciarme. Maldije, sintiendo la sangre escurrir por mi nariz, y me tensé
cuando escuché las sirenas a lo lejos. Alguien gritó y escuché gente corriendo mientras huían, y Alec
finalmente me soltó. Se puso de pie y me impulsé para levantarme del suelo, haciendo muecas y
gritando por el dolor. Eché un vistazo al otro lado del patio y vi a mi padre gateando hacia el costado
de la casa, y Alec se dirigió hacia él de inmediato. Mi padre se detuvo cuando llegó a la esquina,
sentándose de nuevo cuando agarró la pistola que había tirado antes al suelo.

"¡Carlisle!" Alec gritó, el pánico en su voz evidente. Mi padre miró en nuestra dirección y me quedé
sin aliento cuando vi su rostro. El color se había ido, sus ojos estaba apagados y sin vida. Su camisa
estaba hecha trizas y empapada de sangre, su respiración era superficial.

Mi padre dijo algo en voz baja, no lo suficientemente fuerte para que yo lo escuchara, pero lo que sea
que haya sido hizo que Alec se detuviera. Las sirenas se escucharon con más fuerza y Alec sacudió su
cabeza, pero mi padre asintió.

"¡Vete de aquí, Edward!" Alec gritó. Me puse de pie en pánico y empecé a atravesar el patio hacia
ellos, ignorándolo, pero casi colapsé por el miedo cuando vi que mi padre levantó su arma y la apuntó
hacia su barbilla.

"¡No! ¡Papá, no!" Grité. Los ojos de mi padre se cerraron lentamente a medida que jalaba el percutor
con su pulgar, su dedo firme en el gatillo. Alec agachó su cabeza rápidamente, su voz baja
alcanzándome mientras me acercaba.

"Perdonami*," dijo, y paré en seco cuando levantó su arma sin vacilar, jalando del gatillo. Un grito
gutural salió de mí cuando la bala rasgó a través del cráneo de mi padre y cayó hacia atrás, su cuerpo
inerte al yacer sobre la hierba. Me desplomé en el suelo, sin ser capaz de moverme más allá al mismo
tiempo que los sollozos sacudían mi cuerpo.

Seguía gritando y suplicando, horrorizado, y Alec pasó junto a mí de camino a la piscina. Agarró mi
arma y tomó la suya, dejándolas caer dentro del agua antes de que darse la vuelta de nuevo. Sus ojos
recorrieron rápidamente la propiedad, inspeccionando la carnicería, el ceño fruncido en su rostro.
Había cuerpos esparcidos alrededor, sangre salpicada por todas partes. Las sirenas lloraban con más
fuerza, las luces parpadeaban cuando se detuvieron en la propiedad. Y miré a mi tío cuando la policía
empezó a hacer una redada en la casa y el patio trasero. Alec levantó las manos inmediatamente y se
tiró al suelo incluso antes de que ellos se lo dijeran y yo me acosté sobre mi estómago para asumir la
misma posición ante el comando.

Estaba completamente aturdido, consternado y abrumado, todo era tan surrealista. Estábamos
esposados y yacía en el césped, conteniendo las lágrimas mientras Alec yacía junto a mí, murmurando
para sí mismo en italiano. Me tomó un minuto darme cuenta que estaba rezando, sus palabras llegando
a lo más profundo. Perdí el control de mí mismo cuando los vi poner una sábana blanca sobre mi
padre, un fuerte sollozo escapó de mi garganta. Todo en lo que podía pensar era en cómo demonios iba
a explicarles a mis hermanos, cómo se iba a tomar Esme las noticias. ¿Cómo demonios podrían
siquiera entender lo que había pasado, cuando ni yo mismo podía entenderlo? Una garganta se aclaró
cerca y traté de contener mis sollozos y calmarme cuando levantaron a Alec del suelo y se lo llevaron.
"Siete fallecidos confirmados, incluido Cullen," dijo un oficial. "Todavía estamos esperando la
confirmación de la identidad de los otros seis."

"Dense prisa," un segundo hombre respondió, su voz sorprendentemente familiar. "¿Hay alguien
adentro?"

"Solo la presunta víctima de tráfico de personas que Cullen dijo estaría aquí,” contestó el hombre.
"Los otros deben haber huido de la escena. Tenemos oficiales afuera patrullando y llamamos a
nuestros informantes, tratando de reunir información. Las redadas ya están en progreso en las otras
casas."

"Bien. ¿Llamaste al Servicio a Víctimas por lo de la esclava?"

"Sí, dijeron que en un momento mandarían a alguien. Aunque ella no quería hablar con nadie."
"No me sorprende. Dale algo de tiempo, estoy seguro que cambiará de opinión una vez que se dé
cuenta que está a salvo."

Unos pasos se acercaron y la voz que me parecía familiar dijo mi nombre, la comprensión llegó a mí
cuando levanté la vista y vi al agente DiFronzo cerniéndose sobre mí. Se puso de cuclillas y me quitó
las esposas, suspirando cuando agarró mi mano y vio mi herida. "Trae al médico para que vea las
heridas del señor Cullen."

"Sí, señor."

Se me quedó mirando por un momento y me senté. "Vamos a tener que encerrarte y hacerte unas
preguntas, pero deberás salir por la mañana,” dijo. Asentí, sin que me sorprendiera que encerraran mi
culo, pero un poco desconcertado de que me anticipara que en efecto me liberarían. "¿Quieres hacer
una declaración ahora?"

Limpié mi rostro, tratando de deshacerme de las lágrimas, y gemí cuando no hice nada más que
embarrar de sangre mi mejilla. Subí mi camisa para limpiármela, negando con la cabeza. "Maggie," le
dije en voz baja, con mi voz temblorosa. Mi garganta ardía por tanto gritar, lo que dije apenas audible.

"¿Maggie?"

"La chica que está adentro. Tiene un nombre. Es Maggie."

"Gracias," respondió. "Por cierto, siento tu pérdida."

"¿En serio me está dando sus condolencias?" Pregunté con incredulidad.

"Sí. Tu padre... puede que haya terminado algunas vidas, pero también salvo algunas. La chica allá
arriba, por ejemplo. ¿Maggie, dijiste?" Asentí y él hizo lo mismo, mirando brevemente alrededor
antes de que sus ojos se posaran en la forma con la sábana blanca sobre ella a unos metros de
distancia. "Así que, sí, lo siento."

Me reí secamente para mí mismo, sacudiendo la cabeza cuando las lágrimas comenzaron de nuevo.
"Sí... yo también."

**************************
Perdonami = Perdóname.
Capítulo 78 Bueno

"Algunas cosas no duran para siempre, pero otras sí. Como una buena canción, o un buen libro, o
un buen recuerdo que se puede sacar y desdoblar en tus más oscuros momentos, alisando las
esquinas y mirando detenidamente, esperando que aún reconozcas a la persona que ves allí." -
Sarah Dessen.

Isabella swan
Traducido por Betzacosta

Hay alrededor de tres mil kilómetros desde la costa oeste de América hasta la costa este, tal vez
menos, dependiendo de donde inicies y donde planees terminar. Ese hecho me sorprendió, porque
siempre sentí que iba a ser más que eso, casi como la existencia de un universo entero entre esos dos
grandes océanos. Tomando carreteras interestatales y autopistas, se puede hacer el viaje en menos de
cuarenta y ocho horas, pero, en realidad, le tomaría a cualquier persona más o menos el doble de eso.
Aun así, no era tan malo... podrías encontrarte parada frente al océano contrario, mirando al mundo
desde una dirección completamente diferente en menos de una semana.

Sonaba como algo que hubiese aprendido en Jeopardy en un momento dado, pero en realidad descubrí
esa pieza de información de primera mano. Aunque mi viaje terminó tomando mucho más tiempo que
unos pocos días. Me tomó casi tres meses para ser exactos. Tres meses de conducción, de vagar... tres
meses de búsqueda.

Después de que Emily colgara el teléfono esa tarde de junio en California, llamé al teléfono celular de
Alec en pánico. Tenía miedo de que fuera a involucrar a la policía, sabiendo que estaba preocupada
porque no tenía manera de explicarle qué estaba sucediendo. Le conté apresuradamente lo que había
pasado y me ordenó que me quedara quieta y que no le respondiera a la puerta a nadie más que a él. La
policía no tendría ninguna razón para entrar y yo no tenía ninguna obligación de hablar con ellos, me
había explicado, así que mientras me quedara donde estaba, por el momento no habría ningún
problema.

Me senté acurrucada en la sala de estar, mirando a escondidas por la gran ventana mientras observaba
con cautela la calle para detectar cualquier señal de visitantes, la casa estaba totalmente en silencio
excepto por el tictac del reloj en la pared mientras el tiempo pasaba. Un pequeño coche negro con
vidrios polarizados se detuvo alrededor de las tres de la mañana y Alec bajó del asiento del conductor,
mirando por el barrio a oscuras con cautela. Estudié el coche, confundida porque no era el mismo que
había estado conduciendo, y observé con curiosidad mientras sacaba un par de cajas de cartón desde el
maletero del mismo. Llamó a la puerta y los dejó caer en el suelo cerca de la puerta tan pronto como
lo dejé entrar a la casa.

"Empaca lo que es importante para ti."


Mi ceño se frunció en confusión al mirar entre él y las cajas. "¿Empacar?"

"Sí, Isabella, empacar," dijo con impaciencia. "Tenemos que sacarte de aquí lo más pronto posible".

No dio más detalles, en su lugar sacó su teléfono celular y marcó un número mientras esperaba a que
yo siguiera su orden. Dudé, pero agarré una caja cuando me lanzó una mirada molesta, arrastrándola a
la sala de estar conmigo. Encendí una lámpara que me diera suficiente luz para ver lo que estaba
haciendo y empecé a tirar cosas en el interior de la caja, mientras que su voz llegaba a través de la
quietud de la planta baja, haciendo eco en las paredes. Sus palabras eran rápidas y afiladas, todas en
italiano. De vez en cuando una palabra que conocía saltaba hacia mí, o decía un nombre que reconocía,
pero no entendía el contexto así que no tenía idea de lo que estaba hablando. Sin embargo me asustó,
porque escuché los nombres Emily y Seth, y más de una vez se fue hacia una diatriba acerca de
Edward, su tono mordaz. En el momento en que finalmente se calló mi corazón latía rápidamente, mis
manos temblaban mientras trataba de mantenerme lo suficientemente calmada como para buscar a
través de mis libros.

"¿Son importantes?" preguntó Alec detrás de mí, encontrándome desprevenida. Me volví rápidamente
y vi que el teléfono seguía pegado a su oreja, pero él me miraba con las cejas levantadas. Suspiré,
mordiéndome el labio nerviosamente mientras miraba los libros en la caja.

"Sí, señor," le dije en voz baja, esperando que no se opusiera y exigiera que los dejara. Él asintió
después de un segundo, sin discutir mi valoración, y volvió a salir de la sala mientras hablaba
impaciente de nuevo en el teléfono.

“Pásame a mi esposa, Carlisle.”

Su voz se suavizó, sus palabras nuevamente cambiaron mientras charlaba con Esme. No tenía ni idea
de qué estaba pasando o sobre qué estaban discutiendo, pero teniendo en cuenta que estaba haciendo
las maletas supuse que, probablemente, tenía algo que ver con mi situación. Me dirigí arriba con una
caja después de un par de minutos para tomar el resto de mis pertenencias, las preguntas azotaban mis
pensamientos: ¿me iba a llevar con él? ¿Iba para Chicago?

Revisé las cosas de mi escritorio, sacando todas mis fotos y tirándolas en una caja antes de abrir otro
cajón para ordenar mis papeles de la escuela. Agarré lo que sentí que era necesario mantener y tiré
todo lo demás en un bote de basura, tensándome cuando vi el sobre arrugado que puse en el fondo del
cajón. Lo saqué, habiéndome olvidado por completo de él, y contemplé el nombre garabateado en la
parte delantera: Edward Cullen. Era la carta que le había escrito en Seattle, la que había estado
sosteniendo cuando el agente federal se me acercó en el parque.

Sonó un carraspeo detrás de mí y di un salto, sorprendida. Me volví y vi a Alec de pie en la puerta


mirándome con curiosidad. "¿Algo importante?" preguntó, con los ojos desviándose hacia el sobre.

"Uh, no... es solo una carta que escribí hace mucho tiempo," dije en voz baja. "Para Edward."

Asintió, no pareciendo sorprendido por mi respuesta. "¿Quieres que se la dé cuando vuelva a


Chicago?"

Lo miré fijamente, aturdida por su oferta, y sentí que la esperanza que se había instaurado en mi pecho
sin saberlo, se desvanecía. Si se estaba ofreciendo para entregarla, eso significaba que no tenía
intención de llevarme con él. Miré hacia abajo al sobre, apartando los nervios y la decepción mientras
trataba de recordar lo que había escrito en ella. Parecía que toda una vida había pasado desde que abrí
mi corazón a las líneas del papel en el interior. En ese entonces había sido una persona diferente que
ya no estaba segura que sería capaz de reconocer. Incluso la escritura a mano en frente parecía extraña
para mí ahora.

"No," susurré después de un segundo, mi pecho ardiendo con nostalgia mientras dejaba caer el sobre
en el cubo de la basura con el resto de los papeles desechados. La vida me había cambiado, ya no era
la frágil niña desesperada que había sido cuando la había escrito, y solo podía imaginar lo mucho que
Edward había cambiado con el tiempo, también. No había manera de que cualquiera de nosotros
pudiésemos volver a ser lo que habíamos sido antes... solo podíamos seguir adelante. "¿Sin embargo,
podrías darle algo a Emmett y Rosalie de mi parte?"

“Sí”.

Me acerqué al armario y busqué en el estante de arriba, tirando hacia abajo la pequeña caja envuelta
en un papel verde vibrante que me recordaba al color de los ojos de Edward. Había comprado el
presente unos meses atrás con la ayuda de Emily, tenía toda la intención de ir a la boda, pero la vida
parecía tener otros planes para mí. Alec había dicho que podía asistir si quería, pero también dijo que
no podía garantizar que fuera capaz de regresar a California sin el pasado siguiéndome.

Aun así quería ir, la idea de perder un día tan importante en sus vidas casi era insoportable, pero a
medida que pasaba el tiempo me empecé a sentir egoísta. Yendo no solo me pondría en peligro si el
agente federal descubría que estaba en Chicago, sino que también podría afectar la vida de la gente
que me importaba. ¿Qué significaría para el doctor Cullen y su caso en la corte? ¿Cómo afectaría a
Edward? Si tuviera que salir de California y esconderme en otro lugar, para nunca más volver a la vida
que había construido, ¿qué pasaría con los niños a los que les enseño? Estaban acostumbrados a ser
rechazados, así que estaban acostumbrados a ser abandonados, y no podía ser otra persona en sus vidas
que se fuera como si ellos no significaran nada. Ellos merecían algo mejor que eso, y por mucho que
vacilé en mi decisión hasta el último minuto, en el fondo sabía que no podría hacerlo. No podía volver
al mundo de Isabella Swan cuando había tantos que dependían de la existencia de Isabella Smith.

Sin embargo, parecía que toda mi preocupación había sido en vano, teniendo en cuenta que estaba
haciendo las maletas para irme de todos modos.

Agarré una tarjeta en blanco del escritorio y garabateé un mensaje, sin saber qué decirle a ellos. Luché
contra las lágrimas y traté de calmar mi mano mientras pensaba en Rosalie en su vestido de novia,
imaginando lo hermosa que se vería en él, y una triste sonrisa curvó mis labios al pensar en la mirada
de asombro que cruzaría en la cara de Emmett cuando viera a su novia. Cerré la tarjeta cuando terminé
y le entregué el regalo a Alec, que lo puso bajo su brazo. No dijo nada mientras terminaba de empacar
mis cosas, simplemente siguió de pie en la puerta mirándome. Cerré la última caja cuando la llené y
me volví hacia él, mordiéndome el labio nerviosamente. "Creo que eso es todo. Las cosas en el bote de
basura tienen mi nombre. No sé qué quieres que haga..."

“Lo quemaré” dijo mientras me callaba.

Él me explicó que tenía gente que vendría para tomar el resto de mis pertenencias, esperando que la
casa estuviera limpia para el amanecer. Le pregunté qué iba a hacer con eso y él se encogió de
hombros ante mi pregunta, reiterándome que todo era reemplazable y que no debía quedar atada a las
posesiones materiales. Estaba nerviosa mientras lo seguía abajo, desconcertada mientras él cargaba las
cajas de nuevo en el maletero del coche negro antes de detenerse en la puerta principal para mirarme.

"Te llevaría conmigo para que puedas entregar tu regalo en persona, pero estoy bastante seguro de que
estarán vigilando."

"¿Quién?" Le pregunté vacilante, insegura de todo en ese momento. "¿El agente DiFronzo?"

Suspiró con exasperación. "El agente federal es la menor de nuestras preocupaciones en este
momento, Isabella. No dudo que aún te esté buscando, si no es para tratar de ayudar a su caso por pura
curiosidad, pero hay otras fuerzas que tratan de sacarte de la luz en este momento y que han
conseguido estar demasiado cerca para mi comodidad. El hecho de que tu amiga sepa quién soy no
hace nada para aliviar mi preocupación por tu seguridad".

"¿Emily?" Pregunté, sorprendida. "¿Crees que...? Quiero decir, no crees en verdad que ella esté
realmente en algo, ¿verdad?"

"No, he comprobado a fondo a Emily y no es un peligro, pero eso no significa que, de alguna manera,
pueda ponerte en peligro", respondió. Lo miré fijamente, confundida, y negó con la cabeza cuando se
dio cuenta de mi expresión. "No existe tal cosa como las coincidencias, Isabella. No fue un accidente
que conocieras a Seth Clearwater, tu casa fue allanada unas pocas horas más tarde y Emily me
reconoció cuando me presenté. Fue diseñado para suceder de esa manera. Localicé a Seth Clearwater
después de que hablamos y me confirmó mis sospechas de que fue contratado para encontrarte. Le
pagaron la mitad del dinero por adelantado y la otra mitad se suponía que le sería entregada cuando les
enviara una prueba de tu ubicación. Él fue quien irrumpió, y esa es la verdadera razón por la que
estaba al acecho fuera del centro comunitario. Él, todavía, estaba tratando de verificar que había
encontrado a la chica correcta, a la Isabella correcta.

"¿Por qué?" Le pregunté, horrorizada de que alguien estuviera detrás de mí. "¿Quién le pagó?"

"Nunca vio a la persona, todo se hizo de forma remota, pero se le dio la dirección de un apartado de
correos en Chicago para enviar las pruebas," dijo. "Solo hay unas pocas personas que se me ocurre que
podrían pasar por tantos problemas para localizarte, el sospechoso más lógico es un hombre con el
nombre de Alistair. Puede que lo reconozcas si lo ves, él tuvo un accidente hace años y tiene una gran
cicatriz en la cara".

Malestar comenzó a gestarse en la boca de mi estómago, mientras una imagen del hombre de pie junto
a mí en el almacén brilló en mi mente. Su expresión era tan dura, sus ojos fríos. "Él estaba allí," le
susurré. "Cuando me llevaron... él estaba allí."

"Lo estaba," respondió Alec, de alguna manera ya él estaba consciente de ese hecho.

"¿Qué quiere de mí?" Le pregunté, asustada. Mis piernas temblaban y envolví mis brazos alrededor de
mi pecho, tratando de no perder el equilibrio.

"Depende de si está trabajando solo o no," indicó. "Es posible que esté actuando en nombre de la
organización, que está haciendo esto porque el hombre encargado se lo dijo, pero creo que eso es poco
probable. Sí, podrías ser utilizada como palanca para, posiblemente, controlar a Edward o incluso a
Carlisle, pero también podrías ser utilizada en su contra y él lo sabe. Las consecuencias de poner sus
manos sobre ti son mayores que los beneficios para él en este momento, así que dudo que se
arriesgara. Pero si me equivoco y es una orden oficial, todos estamos en grave peligro."

Sus palabras eran despreocupadas pero un frío se disparó por mi espina dorsal, una mirada curiosa
parpadeó en su rostro cuando se dio cuenta de mi reacción. Me abracé con más fuerza, la idea de que
cualquiera de los Cullen, o Alec y Esme estuvieran en peligro hacía que mis rodillas se debilitaran.
"¿Y si él está trabajando solo?" Pregunté, con la esperanza de una mejor alternativa que no los pusiera
en peligro. "¿Por qué me quiere?"

Se quedó en silencio por un momento mientras consideraba mis palabras. Su actitud me asustó, porque
Alec era una persona directa, sin temer decir la verdad, sin importar cuán duras fueran las palabras,
pero él estaba dudando. "Siempre tienes que deshacerte de los testigos, Isabella. Nunca dejes gente
atrás que pueda identificarte mientras estés en un lugar en que se suponía no estuvieses. Alistair no
debía estar en ese almacén, estoy muy seguro de ello y tú eres el único ser vivo que lo puede colocar
directamente allí. Él no quiere correr el riesgo de que seas capaz de identificarlo. Eres tú o él en su
mente".

"Oh," Jadeé, horrorizada. "¿Él me quiere muerta?"

"Es una posibilidad, pero no puedo estar completamente seguro, y por eso necesito que salgas de aquí.
Ahora. Seth afirmó que desechó tus pertenencias robadas en un contenedor de basura cercano y nunca
tuvo la oportunidad de enviar algo de lo que recogió, pero eso no significa que Alistair no sepa lo
suficiente para guiarlo directamente aquí".

"¿Cómo me encontraron en primer lugar? Quiero decir, ¿cómo sabían...?" Empecé, callándome
mientras Alec me daba una mirada mordaz. Miró brevemente hacia atrás al Volvo plateado, y mi
estómago se hundió cuando se volvió de nuevo hacia mí. El coche... ellos me habían encontrado por un
coche. Me había dicho que me deshiciera de él desde que me fui a California y lo había ignorado todo
el tiempo, sin darme cuenta de que estaba invalidando por completo todo el trabajo que había hecho
para ocultarme. "El Volvo".

"Sí, el Volvo. Le cambié las placas y alteré el título, pero todavía tiene el mismo Número de Serie,
Isabella. Todavía estás vinculada a tu otra vida."

"Lo siento," susurré, sintiéndome ridícula por haber llegado a estar tan unida a él.

"No te disculpes," respondió, negando con la cabeza mientras sacaba un juego de llaves y me las
entregaba. "No hay nada que se pueda hacer para cambiar el pasado, pero definitivamente no puedes
seguir conduciéndolo. Tengo todo arreglado con el BMW y todo el papeleo está en la guantera, junto
con una licencia de conducir con una nueva identidad por el momento. Tenía algo hecho hace algún
tiempo, por si acaso alguna vez fuera necesario”.

"¿A dónde debo ir?"

"A cualquier lugar menos aquí," respondió encogiéndose de hombros. "Como he dicho, prefiero
llevarte conmigo, pero lo más probable es que ellos estén vigilando. Alistair está en Chicago en estos
momentos, así que quiero que te quedes lejos de allí hasta que la situación sea controlada. Mantente
alejada de lugares familiares donde posiblemente puedas ser reconocida, como Forks, y trata de
mezclarte. Voy a tener que limitar el contacto por ahora, solo en caso de que él esté actuando por
órdenes oficiales, pero quiero que llames a mi celular cada pocos días y así saber que estás bien.
Mantén los mensajes cortos y al punto, que me hagan saber dónde te encuentras, pero no uses tu
nombre".

Me tendió la mano y mi ceño se frunció cuando me pidió mi teléfono celular. Lo saqué, confundida
cuando me lo cambió por uno pequeño negro. "Es prepagado, tiene un número de Chicago y no puede
rastrearse hacia ti. Pagué por seis meses de antelación, por lo que no tienes que preocuparte por los
pagos. Solo debes usarlo para contactarme. Bajo ninguna circunstancia se te permite llamar a nadie
aquí, ni quiero que intentes nunca ponerte en contacto con mi esposa o con cualquiera de los Cullen
hasta que te diga lo contrario. No quiero que se involucren más de lo necesario. ¿Entiendes?" Asentí
con la cabeza, tomando el teléfono y poniéndolo en mi bolsillo mientras continuaba. "Solo maneja
hasta que encuentres un lugar que se sienta seguro y puedas instalarte, y me llamas para hacérmelo
saber. Sigue tu instinto".

"Sí, señor," le respondí, conteniendo las lágrimas de nuevo mientras miraba alrededor de la casa por
última vez. "Gracias."

"No hay necesidad de agradecerme. Solo estoy haciendo lo que tengo que hacer. Vete, ahora. No tienes
tiempo que perder".

Miró su reloj mientras yo salía por la puerta principal, caminando despacio por la calzada. Dudé
brevemente mientras pasaba el Volvo, pasando la mano a lo largo de la elegante carcasa de metal de
plata. Era ridículo, pero las lágrimas comenzaron a caer, ya que se sentía como que una de las últimas
piezas que tenía de Edward me estaba siendo arrancada. Me aparté de él cuando me di cuenta de que
Alec me miraba desde la puerta, sin querer irritarlo más de lo que ya estaba. Me subí en el asiento del
conductor del coche negro y lo puse en marcha, alejándome antes de que mis nervios me ganaran. Me
alejé de la casa y fuera de la calle que había llamado hogar durante el año anterior, y ni siquiera me
molesté en mirar por el espejo retrovisor a medida que todo desaparecía de la vista.

Estaba huyendo de nuevo, desapareciendo... ¿Algún día dejaría de hacerlo?

Logré alejarme un par de kilómetros antes de buscar en la guantera en una señal de alto, agarrando el
sobre manila que estaba dentro. Lo abrí, viendo que había dinero en efectivo en el interior, y saqué la
pila de papeles que estaba con él. Miré hacia abajo cuando una pequeña tarjeta de plástico cayó sobre
mi regazo, y reconocí mi fotografía inmediatamente. La recogí y entrecerré los ojos en la oscuridad
para entender las palabras: Isabella Jones de Lovelock, Nevada. Veinte años de edad. Yo era esa ahora.

No estaba del todo segura de lo que estaba haciendo ahora o hacia dónde se dirigía mi vida. Pasé
semanas conduciendo sin rumbo por el país, visitando las ciudades pequeñas y alojándome en hoteles.
Visité lugares turísticos, caminé a través de edificios históricos y cené en los comederos de pueblos
pequeños. Asistí a espectáculos locales para pasar el tiempo, vi películas en salas de cine a oscuras y
paseé alrededor de las atestadas ferias del condado. Fui a los centros de arte y me senté en los campus
universitarios, viendo a los artistas locales trabajando en sus creaciones. Los envidiaba, viendo como
derramaban su alma en su trabajo. No había cogido un pincel desde antes de haber hecho esa fatídica
llamada a Alec y se sentía como si mi vida se hubiese detenido una vez más, en ese momento, nada
era lo mismo.

Sostuve conversaciones cortas con la gente cuando era necesario, hablando sobre el clima y otros
temas insignificantes de paso, pero en su mayor parte las evité a fin de no obtener ninguna atención en
mi dirección. Me sentía sola, más sola de lo que jamás hubiese estado antes y no sabía cuándo las
cosas iban a cambiar. La mayoría de la gente apenas se fijaban en mí mientras me mezclaba entre la
multitud, desapareciendo en el fondo mientras todos los demás se concentraban en su vida. Me sentía
invisible de nuevo, casi como si no existiera, y estaba desesperada por algo a lo que aferrarme a fin de
no perderme a mí misma por completo. Después de un tiempo, los pueblos comenzaron a mezclarse
unos con otros, uno pareciendo igual al otro, pero supuse que al final no importaba. Donde yo estaba
realmente no era tan importante, lo único que importaba era el lugar donde yo no estaba…

Auburn...

Truckee...

Lovelock...

Lake Point...

Kimball Junction...

Rock Springs...

Sinclair...

Arlington...

Ogallala...

Dearborn...

St. Louis...

Mount Juliet...

Carthage...

Little River... (N.T. Todos nombres de pueblos americanos)

Llamaba al número de Alec cada pocos días y cuando me mandaba a su correo de voz me limitaba a
decir el nombre de la ciudad donde había parado. Nunca me quedaba durante mucho tiempo, un par de
días a lo sumo, antes de volver a entrar al auto y conducir de nuevo. Él me había dicho que me
establecería en cuando me sintiera segura, que escuchara mi intuición, pero yo era una paranoica y en
ninguna parte parecía correcto. Me sentía vulnerable, completamente aislada del todo y de todos, pero
al mismo tiempo totalmente expuesta. Ya ni siquiera estaba segura de mí misma, un par de veces
vacilé confundida cuando alguien me hacía alguna pregunta trivial como cuál era mi nombre o de
dónde era. Sospechaba de todo el mundo y sobre analizaba todo lo que la gente decía, en busca de
algún significado secreto o peligro oculto que supusieran para mí. Las pesadillas incluso comenzaron
de nuevo, rostros persiguiéndome mientras trataba de dormir, y me despertaba en un estado delirante,
convencida de que estaban al acecho y vigilándome.

Me estaba perdiendo a mí misma, cuando justo cuando acaba de conseguir la oportunidad de descubrir
quién era yo realmente.

Julio y agosto pasaron rápidamente, llegó septiembre en el momento en que finalmente llegué al final
del camino. Me encontré en un pueblo con el nombre de Ocean Isle, en Carolina del Norte, o podría
haber estado de Carolina del Sur por lo que sabía, alojándome en un pequeño hotel ubicado en la costa.
Había estado allí durante una semana, el tiempo más largo que he pasado en un lugar, y la mayor parte
de mi tiempo lo pasaba sentada en el balcón de mi habitación con vista al océano Atlántico. Me
quedaba mirando el agua durante horas, escuchando las olas rompiéndose y sintiendo el viento que
soplaba en la noche cuando el sueño me eludía. Era tranquilizador y me deleitaba con ello,
permitiendo que todo fuera olvidado por un rato mientras la oscuridad se hacía cargo.

Fui despertada de repente una mañana por un ruido, sentándome en posición vertical bruscamente y
mirando a mí alrededor confundida. Mi corazón latía rápidamente por el pánico y traté de aclarar mi
visión para dar sentido a lo que me rodeaba. Todavía estaba en el balcón en una blanca silla de
plástico y el sol estaba empezando a subir, la playa frente de mí estaba completamente vacía. No se
quedaría así por mucho tiempo, ya que los turistas empezarían pronto a llegar poco a poco con sus
familias para disfrutar del buen tiempo, pero por el momento todo estaba completamente tranquilo.
Me pregunté si había estado soñando y mi atención empezó a desviarse hacia otras cosas cuando se
escuchó un fuerte graznido, sorprendiéndome. Grité y me agarré pecho asustada mientras una pequeña
gaviota blanca se posaba en la barandilla frente a mí, graznando de nuevo sorprendida y volando
cuando se dio cuenta de mi presencia.

"Caray," murmuré, tratando de retomar el control mientras me levantaba. Me pasé la mano por el
cabello distraídamente y vacilé, por un momento me faltó un poco el aliento mientras mi mente se
llenaba de pensamientos sobre Edward. Él venía a mi mente en los momentos más inesperados y los
incidentes habían comenzado a ser más frecuentes, el recuerdo de él casi constantemente burlándose
de mí. Parecía que desde que me había detenido en Ocean Isle hubiese sido incapaz de sacarlo de mi
mente, una molesta sensación distrayéndome y poniéndome nerviosa. No tenía ni idea de lo que estaba
sucediendo en Chicago, sabiendo que el juicio del doctor Cullen ya tenía que haber empezado, y me
preocupaba de cómo lo estaba pasando Edward y si todos estaban bien. Traté de apartar esos
pensamientos tan pronto como llegaron, porque sabía que no había nada que pudiera hacer, pero eso
era más fácil de decir que de hacer. Incluso había ido tan lejos como para detenerme en las bibliotecas
de los pueblos pequeños a lo largo del camino, usando su internet para verificar si había alguna
noticia, pero nunca encontré nada y, finalmente, dejé de intentarlo.

Me imaginé que cuando todo terminara, cuando estuviéramos a salvo, Alec finalmente devolvería una
de mis llamadas.

Entré en la fresca habitación del hotel desde el balcón y me quité mi ropa, mi piel sudorosa y el
cuerpo dolorido por dormir en la silla al aire libre. Me metí en la ducha para refrescarme, tratando de
despertar, y envolví una de las pequeñas toallas blancas alrededor de mi torso mientras empezaba a
revisar entre mi ropa. Necesitaba desesperadamente lavar la ropa, pero me las arreglé para encontrar
un par de vaqueros limpios y cogí la primera camisa que vi. Me vestí rápidamente, tensándome
cuando alcancé a verme en el espejo y me di cuenta que estaba usando la camiseta de fútbol de
Edward. Gemí por las bolsas oscuras debajo de mis ojos, mi cansancio evidente en mis facciones se
había cincelado permanentemente allí en algún momento durante el viaje.

Me aparté de mi reflejo, no queriendo verme más, y empecé a recoger mis cosas. Nunca me molesté
en desempacar algo más que mi ropa, todas mis pertenencias estaban todavía empacadas en las cajas
en el maletero. Arrastré mi ropa hasta el auto, arrojándolas en el asiento del pasajero, antes de caminar
hacia la oficina principal y regresar la llave de mi habitación. Estaba empezando a inquietarme de
nuevo mientras mi paranoia crecía, y sabía que tenía que moverme antes de que empeorara. El
problema, sin embargo, era que no tenía idea de a dónde ir desde allí. Me estaba quedando sin dinero
en efectivo, habiéndolo usado durante el viaje que había tenido, y no estaba segura si ya podría correr
el riesgo de acceder a mi cuenta bancaria.

Conduje por la calle en donde recordaba haber visto una lavandería a pocas cuadras de distancia,
rebuscando billetes de un dólar para cambiarlos por monedas para la lavadora cuando llegara. Metí
toda mi ropa sucia en una unidad, haciendo caso omiso de todo lo que me habían enseñado al crecer
sobre cómo ordenar los colores, y compré un paquete de jabón en polvo del dispensador. El lugar
estaba vacío y silencioso, así que cogí un viejo atlas de una pequeña mesa y me senté en una fría silla
plástica después de que comenzara la lavadora. Pasé las páginas mientras mi mente vagaba, tratando
de decidir a dónde ir. ¿Debería dar la vuelta y dirigirme hacia el oeste de nuevo? ¿Debo ir más al sur,
tal vez hacia la Florida? ¿Qué pasa con el norte? Estaba en las nubes mientras meditaba los estados y
la sala se puso más silenciosa después de un rato, confundiéndome hasta que me di cuenta de que la
lavadora ya había terminado. Me levanté y puse la ropa en la secadora, mi estómago gruñó y
familiares dolores de hambre me recorrieron mientras la comenzaba. Recordando un pequeño
restaurante al otro lado de la calle, miré y vi el letrero "abierto" que colgaba torcido en la puerta
principal.

Consideré si me lo podía permitir o no, pero mi estómago gruñó de nuevo y decidió por mí, mi cuerpo
insistiendo en que comiera. Le di una última mirada a la ropa antes de acercarme y deslizarme en una
mesa vacía junto a la puerta, jugueteando nerviosamente con mis dedos mientras miraba alrededor.
Había unos pocos clientes en el restaurante, una pareja de ancianos a unos pocos asientos de distancia
y una familia en un reservado del fondo, así como dos hombres sentados en los taburetes de la barra
tomando café. Todos parecían inofensivos, no necesitaba estar preocupada.

Una mujer con una blusa blanca y pantalones cortos con un delantal negro atado alrededor de la
cintura se acercó y dejó un largo menú plastificado delante de mí, sonriendo alegremente. Traté de
forzar una sonrisa para ella, pero debido a mi agotamiento probablemente parecía más una mueca.
"¿Qué puedo darte de beber, cariño?"

Me tomó un segundo registrar su pregunta, su acento sureño extremadamente fuerte. "Café," le dije en
voz baja. "Negro, por favor".

"Claro que sí," dijo, dándose la vuelta y caminando hacia otra cabina ocupada. Abrí el menú y
comencé a revisarlo, las opciones eran abrumadoras. La camarera regresó después de un momento y
me sirvió una taza de café en frente de mí, colocando un vaso de agua helada al lado de él. "Aquí
tienes. ¿Decidiste que quieres pedir?"

"Eh, sí. Solo algunos panqueques, supongo," respondí, nombrando lo primero que vi. Sin importar lo
hambrienta que estuviese, nada realmente sonaba apetecible.

"Lo tendré para ti en un santiamén, cariño," respondió ella dulcemente, quitándome el menú y
alejándose. Suspiré y tomé mi café, bebiendo un sorbo del caliente líquido amargo mientras miraba
por la ventana. Oí a uno de los hombres pedirle a la camarera que encendiera la televisión y unos
segundos más tarde el comedor se llenó con el sonido de las noticias. No podía recordar la última vez
que había visto algo, incapaz de recordar si los últimos hoteles en los que me alojé tenían incluso
televisores.

Las noticias eran principalmente sobre política con una elección presidencial acercándose, los
escándalos que involucraban a uno de los candidatos dominaban los titulares. Había pasado un tiempo
aprendiendo acerca de los partidos políticos en California, eufórica porque con mi identidad me
habían dado el derecho al voto. El padre de Emily era candidato al congreso de nuevo y a menudo
tenía que preguntarle sobre ello, pero ella siempre ignoraba mis preguntas porque decía que nada de
eso le importaba. Ella dijo que ni siquiera se molestaría en votar si el trabajo de su padre no dependía
de eso, insistiendo en que nada volvería a cambiar, sin importar a quien metieran en la oficina porque
ninguno de ellos haría cualquier cosa diferente a los que estuvieron antes. Nunca traté de
contradecirla, pero no estaba de acuerdo en absoluto. Abraham Lincoln y el trigésimo octavo
Congreso aprobaron la decimotercera enmienda que abolió la esclavitud, por lo que es ilegal para
cualquier persona poseer alguna vez a otra persona. Woodrow Wilson y el sexagésimo sexto Congreso
aprobaron la decimonovena enmienda dando a las mujeres el derecho al voto. Para mí, es importante.

Los hombres que bebían café comenzaron a debatir los problemas y añadir sus propios comentarios,
ambos aparentemente opuestos en todo. Les bloqueé después de un tiempo, mirando por la ventana
mientras sus voces se perdían en el fondo con los demás. Estaba tan perdida en mis pensamientos que
no me di cuenta que nadie se había acercado hasta que alguien se aclaró la garganta ruidosamente
cerca. Salté, derramando accidentalmente un poco de mi café, y volteé para ver a la camarera de pie a
mi lado. Ella reaccionó rápidamente y comenzó a limpiar el desorden, dándome una mirada de
preocupación.

"No fue mi intención asustarte, cariño," dijo en tono de disculpa. "Solo quería asegurarme de que
estuvieses bien."

"Eh, sí, estoy bien," murmuré.

"¿Estás segura?" preguntó, alzando las cejas con curiosidad. "Ni siquiera has tocado tu desayuno
todavía."

Mi ceño se frunció en confusión cuando vi el plato de panqueques que se encontraba en la mesa


delante de mí, sin darme cuenta de que me lo había entregado. Luego me llamó la atención cuán frío
estaba mi café realmente, y me empecé a preguntar, exactamente, el tiempo que había estado en
trance. Se había sentido como cuestión de segundos, pero es evidente que no había sido así si la
camarera estaba preocupada.

"Sí, solo estoy, eh..." Empecé, sacudiendo la cabeza mientras apartaba la taza de café y cogía un
tenedor. "Solo distraída, supongo."

"Soy un buena oyente, ya sabes," dijo ella, con una sonrisa formándose en sus labios mientras me
miraba. "La gente me cuenta acerca de sus problemas todo el tiempo. A veces solo ayuda decirlo, así
que si hay algo en tu mente soy toda oídos, cariño".

Sonreí cortésmente mientras negaba con la cabeza. "Estoy bien, de verdad. Aunque, gracias por la
oferta".

"Por supuesto," dijo. "Mi nombre es Nettie, por cierto. ¿Tú eres...?"

"Isabella".

"¿Cuántos años tienes, Isabella?"

Abrí la boca para responder, pero me congelé, sin ninguna respuesta saliendo. ¿Qué edad tenía yo? Era
una de esas cosas de las que ya no estaba segura, habiendo usado diferentes edades en los últimos
años. En los papeles que Alec me había dado con la identidad de Isabella Smith había figurado mi
edad como veintiún años, pero yo sabía que no era la correcta. "Eh, veinte," contesté. "Espera, todavía
tengo diecinueve años, en realidad." Traté de recordar la fecha, preguntándome lo cerca que estaba de
mi cumpleaños, pero el tiempo estaba empezando a evadirme una vez más.

"Tan joven y bonita," dijo ella, sonriendo dulcemente. "Si se trata de un chico, cariño, confía en mí
cuando te digo que no vale la pena. Si lo fuera, no estarías aquí sola en este momento".

Sonreí con tristeza, sabiendo que no tenía idea de lo equivocada que estaba, pero pareció tomar mi
expresión como confirmación. Se alejó, riendo, y me dijo que era demasiado joven para dejar que un
chico me afectara, y me dijo que me iba a traer un poco de café recién hecho. Corté un trozo de la pila
de panqueques y tome un bocado, pero dudé mientras algo llamó mi atención. Dieciocho... En
realidad, solo tenía dieciocho años.

Volvió para servirme café, me advirtió que estaba caliente, y me senté tranquilamente tomando
pequeños bocados de los panqueques. Mi apetito se había ido, pero sabía que tenía que poner algo en
mi estómago, sin saber cuándo comería de nuevo. Bajé mi tenedor cuando ya no pude obligarme a dar
otro bocado y bebí un sorbo de café mientras miraba alrededor del restaurante. Sorprendentemente,
había empezado a llenarse, los hombres sentados en los taburetes ahora discutiendo la segunda
enmienda “el derecho a llevar armas” y lo importante que era el control de armas en Estados Unidos.
Su disputa se hizo más fuerte y aparté la vista de ellos, pero me congelé y se me cayó el café otra vez
cuando eché un vistazo a la televisión. Mi estómago dio un vuelco al ver a un hombre conocido, mis
ojos escanearon rápidamente el subtítulo en la parte inferior de la pantalla que mostraba su nombre –
D.D.J. Agente especial Joseph DiFronzo. (N.T. En inglés es 'Special Agent US D.O.J' en otras palabras
'Agente Especial del Departamento de Justicia de los Estados Unidos', solo que puse las siglas en
español)

El café aún estaba caliente y mi mano se sentía como si estuviera en llamas, ya que quemó mi piel.
Apreté los dientes, tratando de ignorar el dolor abrasador, y el restaurante se quedó en silencio
mientras las personas se volvieron para ver cuál era la conmoción. La camarera se apresuró a ayudar
pero no le hice caso, mi atención se centró exclusivamente en el hombre de la televisión. Me fue
difícil entender las palabras, el latido de mi mano distrayéndome, y de repente sentí como si me
estuviera hundiendo bajo el agua.
"...hizo una declaración sobre el incidente en Chicago... ...no debería haber ocurrido... ...vergüenza
para el departamento... ...redada resultó mortal... ... masacre en el domicilio del presunto jefe de la
mafia Aro Volturi... ...mayor incidente mortal jamás conocido en la historia de la mafia... ...disputa
interna… …debate sobre cómo los testigos deben ser adecuadamente manejados..."

Me golpeó como una tonelada de ladrillos, mi pecho constriñéndose mientras una imagen del doctor
Cullen apareció en la pantalla.

"...presunto mafioso había estado huyendo... ...orden emitida por faltar a su juicio por cargos RICO..."
(N.T. Leyes RICO en inglés “Racketeer Influenced and Corrupt Organizations Act” en español es algo
así como “Ley de Chantaje Civil, Influencia y Organización Corrupta”)

"Oh Dios," jadeé mientras mostraban un video de una gran mansión, decenas de coches de policía
detenidos delante de una cinta amarilla afuera del área.

"...se rumora que ha sido un testigo federal... ...proporcionado información que desencadenó el
ataque... ...abrió fuego antes de que llegara la policía... ...caos masivo... ...inseguro de quién fue el
blanco... ...orden emitida contra Aro Volturi, que huyó de la escena... ...se cree que está herido por el
tiroteo..."

Mostraron una imagen de Aro, un número en la parte inferior de la pantalla para llamar en caso de que
alguien lo viera, e indicaron que había una recompensa por su captura. Me estremecí, sintiendo las
lágrimas en mis ojos cuando comencé a hiperventilar.

"...siete muertos en el lugar, varios fueron tomados bajo custodia, los funerales para los fallecidos
comenzaron ayer..."

Jadeé con fuerza cuando una imagen de Alistair apareció en la pantalla, seguida por imágenes de
varios otros. Las víctimas, dijeron, muertos en la escena cuando llegó la policía. Miré conmocionada...
¿Alistair estaba muerto? No conocía a ninguno de los otros, un presunto jefe llamado Caius y otros
miembros de la organización, ninguno de los cuales me parecía familiar. Estaba tan sorprendida por
todo esto, abrumada y aliviada de que Edward aparentemente no hubiese participado, que casi no
entendí las siguientes palabras que fueron pronunciadas.

"... El funeral de Carlisle Cullen está previsto para mañana..."

Me quedé completamente helada por el horror, y oí a uno de los hombres en el restaurante dando un
suspiro exasperado. "Un perfecto ejemplo de por qué necesitamos el control de armas."

"De ninguna manera," respondió el otro hombre inmediatamente. "Son escoria. Ellos nos hacen un
favor cuando se matan unos a otros".

Un sollozo escapó de mi garganta cuando lo comprendí y rápidamente levanté mis manos para
cubrirme la boca, sin poder contener las lágrimas que comenzaron a caer. Estaba temblando, negaba
con furia mientras lo asimilaba. ¿Funeral? ¿El doctor Cullen estaba muerto? ¡Tenía que ser un error!

"¿Isabella?" La voz de la camarera sonó y alcé la mirada, y vi que ella estaba de pie a mi lado. "¿Estás
bien, cariño?"
Parecía preocupada y fui a responderle, pero tan pronto abrí mi boca otro sollozo hizo eco a través del
local. Salté de la mesa de la cabina de forma rápida y casi me caí, mis piernas débiles y apenas capaz
de soportar mi peso. La empujé para pasar mientras corría hacia la puerta, olvidando por completo
pagar con la prisa, y eché a correr por la calle hasta donde estaba aparcado el coche. Alguien gritó
detrás de mí, pero ni siquiera me volví para mirar, buscando a tientas las llaves y saltando dentro.
Encendí el coche y avancé, casi chocando con un camión de carga mientras aceleraba alejándome.
Apenas podía ver el camino a través de mis lágrimas, pero navegué por las calles también como pude
usando mi memoria. Abrí la consola central para tomar algo dentro, pero oí el fuerte ruido de una
bocina al mismo tiempo que el chirrido de unos neumáticos y alcé la cabeza hacia arriba, golpeando
los frenos y desviándome para evitar chocar con un camión de dieciocho ruedas mientras conducía a
través de una luz roja. Grité y rápidamente me detuve en la orilla de la carretera, fuera de control y
aterrada.

Apagué el motor y apoyé mi cabeza hacia atrás, cerrando los ojos mientras trataba de controlarme.
Estaba en shock, las palabras del reporte de noticias reproduciéndose continuamente en mi mente,
aunque no podía hallarle sentido a todo. ¿Cómo podía estar muerto? ¿Qué había sucedido? La noticia
me había golpeado tan fuerte que había creado una escena, después de pasar tanto tiempo tratando de
mezclarme. Me di cuenta que llevaba una camiseta de fútbol de Edward con el Cullen bien visible en
la espalda y me preguntaba si alguno de ellos se había dado cuenta durante mi retirada, preocupada de
que hubieran hecho la conexión.

Después de que mi respiración estuviera bajo control volví a abrir los ojos, limpiándome las lágrimas
de mis mejillas mientras mi llanto se calmaba. Metí la mano en la consola central y agarré el pequeño
teléfono celular negro, llamando al único número programado en él. Ni siquiera sonó, simplemente se
fue directo al correo de voz. "Alec Evanson. Deja un mensaje".

El pitido sonó y traté de hacer retroceder los nervios que siempre me acompañaban al llamarlo, a
pesar de que había pasado por ello más de una docena de veces en los últimos meses. Suspiré mientras
esa sola palabra escapó de mis labios, el ardor en mi pecho apaciguándose un poco mientras otra
sensación se instaló dentro. A través de la conmoción, el horror y el miedo, sentí la determinación.

"Chicago," le susurré.

Mi mano tembló mientras programé el sistema de navegación en el coche, mirando a la pantalla


calcular el viaje. Eran 1.570 kilómetros, un viaje que podría hacer en dieciséis horas.

Finalmente tenía mi destino.

El viaje pasó rápidamente mientras seguía las instrucciones, deteniéndome solo para descansar las
piernas y tomar café o ir al baño. Las paradas se hicieron más frecuentes a medida que empecé a
cansarme, necesitando más café para mantenerme despierta, y después de trece horas de conducir
estaba tan cansada que casi me quedé dormida en el camino. Giré el coche bruscamente hacia el arcén
y patinó hasta detenerse, casi chocando contra una señal de una interestatal en el proceso. Estaba
temblando cuando el coche se detuvo y lo aparqué, pasando mis manos por mi cara mientras tomaba
una respiración profunda. Necesitaba dormir, a pesar del hecho de que no quería, porque sabía que si
seguía era probable que causara algún accidente.

Después de que mi ritmo cardíaco se calmó y el temblor se acabó encendí el coche, volviendo de
nuevo a la carretera y conduciendo con cuidado los pocos kilómetros hasta la parada de descanso más
cercana. Aparqué el coche en un lugar de la parte trasera, y cerré las puertas mientras reclinaba el
asiento. Cerré los ojos con la esperanza de descansar un poco, pero a pesar de mi cansancio parecía
que no podía descansar mi mente. Seguí tratando de darle sentido a las cosas, mi corazón dolía al
pensar en el doctor Cullen.

A diferencia de tantas otras veces, cuando el incidente en el que me había castigado me venía a la
mente en primer lugar, todo lo que era capaz de pensar era en los buenos momentos. Pensé en el
momento en que me había dado una foto de mi madre, y los recuerdos que había compartido conmigo
de visitas que había tenido con su esposa. Me acordé de los días de fiesta que experimenté gracias a él
y el sonido de su risa cuando uno de los chicos hacía algo divertido. La mirada de orgullo en su cara
cuando Emmett y Jasper se graduaron de la escuela secundaria fue un espectáculo que recordaré
siempre, y nunca olvidaré cómo se sentó a mi lado y me cogió la mano mientras el médico retiraba el
chip de mi espalda. Pensé en el combo de McDonald’s que me había comprado ese primer día,
dándome mi primer probada de la comida rápida, y cómo había entregado las llaves de su Mercedes
para que yo pudiera aprender a conducir. Ni siquiera se había enfadado cuando le fue devuelto con un
rasguño en el espejo lateral, simplemente lo había arreglado sin decir una palabra.

Pensé en cómo desperté en Chicago después de ser secuestrada para encontrar el rostro preocupado del
doctor Cullen mientras me revisaba, dándome cuenta en ese momento que realmente se preocupaba
por mí.

Pareciera como si el valor de los recuerdos de más de un año llegara de golpe, y con ellos llegaron de
nuevo las lágrimas. La mayoría de mis momentos significativos, mis primeras veces en la vida, unidos
a él de alguna manera. Recordé la primera vez que puse mis ojos en él en Phoenix, la sonrisa que
curvó sus labios cada vez que hacía contacto visual con él esa tarde. En ese momento pensé que había
algo siniestro en ello, porque me habían entrenado para nunca mirar a un hombre a los ojos, pero
ahora me doy cuenta que me estaba sonriendo porque era lo suficientemente valiente como para
intentarlo. Vio mi fuerza y determinación en ese entonces, e incluso con el dolor y la rabia que sentía
hacia mí por haber causado que su esposa fuera alejada de él, no pudo encontrar en él el negarme la
oportunidad de decir adiós a mi madre.

No estaba segura de cuánto tiempo me quedé allí siendo asaltada por el pasado antes de que
finalmente empezara a quedarme dormida. Justo antes de que me deslizara a la inconsciencia las
palabras de Jasper pasaron por mi mente, unas que él me había dicho la primera vez que me llevó a el
río en Forks. Me preguntó cuál era mi mayor temor y yo, vacilantemente, le dije que era la esperanza.
Tenía miedo de la esperanza de obtener más en la vida, miedo de ser decepcionada al fallar si lo
intentaba. Le pregunté cuál era su mayor temor, incómoda al hablar del mío, y suspiró mientras
respondía: "Mi mayor temor es perder a mi padre. Ya he perdido a mi madre a causa de su estilo de
vida, no quiero perderlo a él también".

Jasper me había hecho ver que estaba bien querer más en la vida, que tomar riesgos incluso si te
lastimaban era bueno. Quien no arriesga, no gana. Me había ayudado a enfrentar mi peor temor... era
solo justo que estuviera allí para ayudarle a enfrentarse al suyo.

Me desperté bruscamente algún momento después por el fuerte sonido de una bocina y me senté en el
asiento rápidamente, gimiendo por la rigidez de mi cuerpo. Entrecerré los ojos, la luz solar se filtraba
por la ventana, cegándome, miré a mi alrededor mientras luchaba por despejar mi mente. La parada de
descanso estaba llena y miré el reloj, viendo que era poco después de las ocho de la mañana.

Usé el baño rápidamente antes de empezar de nuevo el viaje, queriendo llegar allí desesperadamente.
Las últimas tres horas del viaje parecían ir lentamente a causa de mis nervios, pero en el momento en
que conduje por debajo del gran cartel verde dándome la bienvenida a Chicago, ese sentimiento de
determinación regresó. Alec me había dicho que siguiera adelante hasta que me sintiera segura y
escuchara mi intuición. Dondequiera que iba se sentía mal, pero de repente, mientras conducía en la
ciudad, me empecé a sentir como si estuviera exactamente donde se suponía que debía estar, donde
debía estar siempre.

Recordé la dirección de Edward y me fui directo al barrio de Lincoln Park, bajando la velocidad y
estacionándome en el primer lugar abierto a lo largo de la acera cuando vi la casa. Se veía igual a
como había estado la tarde que nos habíamos sentado en el porche, la puerta todavía gastada y
necesitada desesperadamente de una capa de pintura. Me senté allí por un momento mirando hacia ella
mientras se me revolvía el estómago. Había pasado mucho tiempo desde que había puesto los ojos en
él, y me preguntaba cómo iba a lucir, si él estaría feliz de verme o si estaría enojado porque hubiera
venido. Tantas preguntas y escenarios inundaron mi mente, pero traté de apartarlos nuevamente
mientras me bajaba del coche, tomé una respiración profunda mientras me habría camino a través de
la calle. Me detuve en la acera en frente de la casa, inspeccionando el vehículo negro en el camino de
entrada, y mi ceño se frunció cuando vi las colillas de cigarrillos ensuciando el césped en frente de la
casa. ¿Ahora fuma? ¿Qué otra cosa ha cambiado?

Traté de contener mi pánico cuando entré al porche, pero antes de que pudiera golpear, la puerta
principal se abrió bruscamente. Me quedé inmóvil, mi visión nublándose, al mismo tiempo que mi
ritmo cardiaco se elevaba súbitamente. Mis nervios y mi esperanza lucharon entre sí por el dominio
cuando vi la figura en el pasillo, pero a medida que se hacía más clara la total confusión se apoderó de
mí. Mi ceño se frunció mientras veía a la chica delante de mí, mis ojos recorriéndola rápidamente.
Tenía el cabello negro y un intenso bronceado, su cuerpo delgado, pero con curvas en el largo vestido
negro que llevaba. Mi corazón se hundió cuando me di cuenta de su cabello estaba húmedo, como si
acabara de tomar una ducha, y tuve que luchar contras las náuseas mientras las preguntas me
golpeaban. ¿Quién es ella? ¿Por qué se está duchando en la casa de Edward? ¿Aún sigue viviendo
aquí? ¿Está es su novia?

Ella no dijo nada mientras caminaba hacia el porche, sacando un paquete de cigarrillos de su bolso y
encendiendo uno. "¿Quieres uno?" preguntó, rompiendo el silencio. Salté ante el sonido de su voz,
negando con la cabeza mientras sostenía el paquete hacia mí, y se encogió de hombros cuando los
guardó. "Más para mí, entonces".

"Yo, eh... es, uh... Quiero decir, ¿Tú...?" Comencé a tartamudear, envolviendo mis brazos alrededor de
mí mientras trataba de evitar el caerme a pedazos. Un nudo se formó en mi garganta y tragué, tratando
de deshacerme de él para poder formular mi pregunta. Me volví y miré detrás de mí hacia el coche,
considerando brevemente huir en pánico, pero antes de que pudiera hacer cualquier cosa ella habló de
nuevo.

"Él no está aquí," dijo.

"¿Eh?
"Edward. Tú sabes, ¿el imbécil que vive aquí?" aclaró, una sonrisa se formó en sus labios mientras
parecía divertida por algo. "Él no está aquí."

"Oh," le contesté, un poco molesta por sus palabras. ¿Imbécil? "¿Cómo sabías que estaba aquí por
Edward?"

Se rió de mi pregunta como si fuera estúpida y me ruboricé de vergüenza cuando me di cuenta de que
probablemente lo era. "Tú tienes ‘Edward’ escrito sobre ti, chica."

Mi frente se arrugó por su declaración y bajé la mirada, sonrojándome aún más cuando me di cuenta
de que todavía tenía la misma ropa del día anterior, la camiseta de fútbol de Edward de Forks. Ella
habría visto su nombre escrito en la parte posterior de la misma cuando me alejé de ella.

"Además," continuó, "he visto fotos tuyas escondidas en el cajón de su escritorio. Isabella, ¿verdad?
Soy Leah".

"Sí, es Isabella. Encantada de conocerte," dije, sin saber si lo decía en serio mientras las pronunciaba.
Me sorprendió que supiera quién era yo, preguntándome lo que Edward le había hablado de mí, en
todo caso. Sonrió de nuevo mientras dejaba caer su cigarrillo al suelo, pisándolo para apagarlo antes
de patearlo del porche hacia la hierba. Me quedé mirando el cigarrillo desechado, preguntándome
cuántos le pertenecían a ella.

"Sí, igualmente," respondió ella. "Es realmente agradable ver que alguien lo visita, en especial alguien
que en realidad podría querer ver. Siempre se queja sobre la gente que viene, lo que es una lástima
considerando la cantidad de trabajo que he puesto en mantener esta pocilga limpia para él."

La miré mientras comprendía sus palabras. "¿Tú... vives aquí?" Le pregunté vacilante. Sus ojos se
abrieron con sorpresa ante mi pregunta y volvió a reír, negando la cabeza.

"Dios, no. ¿Estamos aun hablando del mismo hombre? Es un dolor en el culo. Apenas lo puedo tolerar
una vez a la semana, nunca en un millón de años viviría con él. Sin embargo, me paga un chingo por
limpiar, así que soporto su actitud," respondió. "A veces, de todos modos. Otras veces no puedo dejar
de decirle que es un idiota. Después de todo, alguien tiene que hacerlo."

"Oh, ¿tú trabajas para él?" Le pregunté después de que terminó de divagar, tratando de aclarar.
“¿Cómo empleada doméstica?"

"Algo así," respondió ella, mirando su reloj. "En fin, tengo que irme. Edward probablemente está con
su familia ahora, pero estoy seguro de que puedes verlo más tarde. Si quieres, claro. Está de un jodido
mal humor, pero creo que es lo esperado, teniendo en cuenta lo sucedido."

"Sí," le respondí mientras cerraba la puerta principal y se aseguró de que estaba cerrada antes de
dirigirse a un coche aparcado cerca junto a la acera. Ella me gritó de nuevo que me iba a volver a ver y
saludé cortésmente, viendo cómo se alejaba.

Me debatí sobre qué hacer antes de empezar a bajar por calle hasta donde recordé estaba la casa de los
Evanson, preguntándome si debería tratar de consultar con Alec. Tentativamente llamé a la puerta
cuando llegué, mordiéndome el labio nerviosamente cuando oí pies arrastrándose dentro. La puerta se
abrió después de un momento, y antes de que pudiera echar un vistazo a quién respondió, me
agarraron, tirando de mí en un abrazo. "¡Isabella!"

"¿Clara?" Pregunté con sorpresa, reconociendo su voz. Me soltó para dar un paso atrás, y me congelé
por la impresión mientras la miraba fijamente. Parecía sana, había ganado un poco de peso desde la
última vez que la vi. Llevaba puesto un vestido con zapatos de tacón alto y hasta llevaba maquillaje,
algo que nunca imaginé que vería nunca en Clara. "Wow, me sorprende verte."

"Yo podría decir lo mismo,” respondió ella, sonriendo ampliamente. "¡No sabía si alguna vez iba a
verte de nuevo! ¡Dios mío, cómo me preocupaba! ¿Cómo estás?"

"Estoy bien, supongo," le dije. "Quiero decir, estoy algo confusa en este momento, pero aparte de eso,
estoy bien. ¿Y tú?"

"Maravillosamente, ahora que estás aquí," respondió con tono eufórico. "Ha sido agridulce por aquí,
con lo que pasó con el doctor Cullen, pero realmente yo no lo conocía tan bien. Sin embargo, estoy
agradecida por lo que hizo. Por todo. Nunca pensé que fuera a suceder."

"Sí, eh... ¿exactamente qué hizo?" Le pregunté, aún más confundida en cuanto a por qué ella estaba tan
feliz. Estaba muerto, después de haber sido asesinado con varios otros en un hecho violento.

"¿No lo sabes?"

"Sé que se ha ido," le susurré, ahogándome en la palabra mientras recordaba a Edward diciéndome que
mi madre se había ido. Me aclaré la garganta, tratando de serenarme rápidamente.

"Él nos liberó, Isabella," respondió con una repentina expresión seria. "A una docena de nosotros. Pasó
meses rastreando quiénes éramos, y una vez que lo descubrió, le dijo a la policía dónde nos podían
encontrar. Esme y su marido me dieron a otro hombre hace más de una semana. Me sentí traicionada,
porque pensaba en Esme como una amiga... pensé que tenía una amiga, pero entonces solo se
deshicieron de mí, como si no importara, y estaba devastada. Temía que fuera a empezar todo de
nuevo, pero entonces... entonces sucedió. Llegaron en medio de la noche y la policía me llevó, y me
devolvieron mi identidad, todo porque el doctor Cullen se la había dado a ellos. Pensé que los Evanson
se deshicieron de mí para hacerme daño, pero lo hicieron para ayudarme, porque si yo estaba aquí con
ellos la policía no hubiera venido por mí. Ellos me salvaron, Isabella."

La miré con sorpresa, sintiendo las lágrimas brotar de mis ojos por sus palabras. "A mí también",
murmuré. "Ellos me salvaron, también."

"Sé que lo hicieron," respondió ella, sonriendo de nuevo mientras me jalaba de nuevo en un abrazo.
Nos quedamos allí por un momento, abrazándonos, antes de que se aclarara la garganta y me soltara
de nuevo. "Es muy bueno verte."

"A ti también, Clara," le dije, sonriendo y secando las lágrimas de mis ojos. "¿Dónde está todo el
mundo?"

"Se han ido a la iglesia ya. Me ofrecí a quedarme aquí y ayudar a tener la casa lista para la reunión
posterior," respondió. "¿Vas al funeral?"
Bajé la vista para mirarme, haciendo una mueca por mi ropa. Definitivamente no había pensado con
anticipación. "Yo, eh... no sé."

Antes de que pudiera decir algo al respecto una furgoneta blanca se detuvo en la entrada y suspiró.
"Esa es la empresa del catering. Esme ha estado demasiado ocupada como para ser capaz de hacer
cualquier cosa ella misma."

"Me lo imagino", le susurré, abrumada por la tristeza. Ni siquiera había pensado en cómo Esme estaba
lidiando con todo, después de haber perdido a su único hermano. "Realmente debería irme."

Sonrió con tristeza cuando un hombre y una mujer salieron de la camioneta y comenzaron a sacar las
cosas.

"¿Voy a verte más tarde?" preguntó. Asentí vacilante y su sonrisa creció. "Bien. Creo que el doctor
Cullen será enterrado en el Cementerio Monte Carmelo. Creo que va a significar mucho para ellos si
te presentas".

Asentí pero no ofrecí ninguna respuesta, sin saber lo que estaba haciendo. La empresa de catering
comenzó a llevar las cosas a la casa y me escabullí rápidamente, caminando por la calle donde estaba
aparcado el coche. Conduje por el barrio, deteniéndome a pocos kilómetros de distancia, cuando vi un
pequeño hotel y pagué por una noche. Apenas tuve suficiente para cubrirlo, entregando mi último poco
dinero en efectivo al empleado. Después que recibí la llave de la habitación comencé a revisar mis
cosas en el coche, gimiendo en voz alta cuando recordé que salí apresuradamente de Ocean Isle y dejé
mi ropa en la lavandería.

Entré en la pequeña habitación y dejé caer algunas de mis cosas en la cama mientras contemplaba el
entorno. La habitación estaba en mal estado, la pintura insípida de las paredes cuarteándose, la cama
cubierta con una colcha floreada genérica. Parecía casi como cualquier otro hotel que había visitado
en los últimos meses, pero por extraño que pareciera, me recordó a la habitación en California donde
Edward y yo nos alojamos en nuestro camino a Phoenix. Sonreí por el recuerdo, recordando lo feliz
que habíamos estado entonces. Todo lo había sido, un mundo de oportunidades en frente de nosotros,
donde el cielo era el límite. Un mundo en el que no estaba huyendo de las cosas, sin nada.

Anhelaba esa sensación de nuevo.

Tomé una ducha caliente, colocándome el único vestido negro que poseía. Emily me había escogido
uno una tarde en que habíamos ido de compras, diciendo que cada chica necesitaba un vestido negro
sencillo en su armario. Pensé en mi amiga cuando me senté en el borde de la cama, preguntándome
cómo estaba y si estaba preocupada por lo que me había sucedido. No podía ni siquiera comenzar a
imaginar lo que debía haber pensado, cuántos locos escenarios habría inventado.

Agarré un par de zapatos negros de vestir, también los únicos que poseía, y me los puse. Nerviosa, me
coloqué un poco de maquillaje y joyería, tratando de parecer decente, y miré mi reflejo en el espejo
por un momento cuando estuve lista. Estaba ansiosa y dudando de mí misma, todo era abrumador y
causando que mariposas revolotearan en mi estómago.

Cogí una agenda telefónica del pequeño stand en la habitación y lo revisé, buscando la ubicación del
cementerio antes de salir. El viaje pasó volando, pero supe que había encontrado el lugar correcto en
el momento en que llegué. El servicio de la iglesia ya había terminado y los autos estaban empezando
a llenar al cementerio, unas cuantas limusinas negras y un coche fúnebre cubierto de flores estaba
estacionado a lo largo del sinuoso camino. La mayoría de los vehículos eran negros, casi todos ellos
Mercedes idénticos como el que el doctor Cullen había manejado y el que estaba estacionado en la
calzada de Edward. Sabía que eran los coches típicos de la mafia, lo que hacía que los hombres en la
organización los llevaran. No había pensado en quién más podría asistir al funeral, pero la idea de
tener a tantos hombres peligrosos en un solo lugar era sobrecogedora. El coche que conducía se
mezclaba junto a los otros y por primera vez desde que me fui de California estuve agradecida de no
tener el Volvo. Aparqué lejos de todos ellos, porque no quería atraer la atención mientras salía
nerviosamente del asiento del conductor.

Hice todo lo posible para permanecer entre bambalinas, evitando a la gente, y deteniéndome
abruptamente a unos metros de distancia cuando mis ojos se posaron en el largo cofre con
decoraciones de oro, con un monumento improvisado de flores colocadas cerca de él. Esa visión hizo
que mis rodillas se debilitaran, todo convirtiéndose de repente en algo real. El cuerpo del doctor
Cullen estaba dentro de esa caja, su corazón ya no latía y la vida había sido expulsada de él. Se había
ido y sentí como si de golpe me quedara sin aire al pensarlo, las náuseas invadiéndome y volviendo
borrosa mi visión. Di unos pasos hacia un lado para apoyarme contra un árbol con el fin de recuperar
el aliento, temiendo que fuera a desmayarme. Había docenas de personas vestidas con su ropa más
cara de color negro de pie alrededor, todos ellos estoicos mientras esperaban tranquilamente. Recorrí
la multitud mientras me tranquilizaba, capturando breves destellos de Esme y Jasper, pero todos los
demás parecían estar fuera de mi vista.

Nadie pareció darse cuenta de mi presencia, incluso mientras caminaban justo a un lado de donde yo
estaba. Quería acercarme más, desesperada por ver a Edward, pero mis pies no se movían, sin
importar cuánto lo intentara. El servicio comenzó y escuché mientras el sacerdote decía algunas
oraciones antes de entrar de lleno a la vida del doctor Cullen.

"Carlisle Cullen fue un hombre leal. Defendió lo que creía y luchó por lo que quería. Fue un esposo y
un padre, un hijo y un hermano. Él no era un hombre perfecto, cometió errores, pero nadie es perfecto.
Todos pecamos, todos somos víctimas de las tentaciones. Carlisle no fue diferente. La codicia, la
lujuria, la gula, la pereza, la ira, la envidia, el orgullo… los siete pecados capitales. Él luchó contra
ellos, tratando de equilibrar el bien y el mal en su vida, y muchas veces no lo consiguió. Pero solo
porque sucumbiera al mal, no significa que fuera malvado. Él fue un buen hombre. Él era médico e
impactó a muchas personas durante su tiempo en la tierra, salvando bastantes vidas en el camino. Él es
amado por muchos, y no será olvidado.

"Él sufrió en la tierra, sobre todo después de la pérdida de su amada Elizabeth, y luchó con
desesperación. Pero el sufrimiento de Carlisle ha terminado, y por eso hay que alegrarse. Él está con el
Señor ahora y se ha reunido con su esposa en la otra vida. Carlisle me visitó con frecuencia justo antes
de que su vida llegase a su fin y hablamos extensamente sobre la situación en que se encontraba. Me
expresó su gran remordimiento por todo el daño que había causado a los demás en los últimos años, y
debido a eso estoy absolutamente seguro de una cosa, a pesar de sus defectos y errores, Carlisle Cullen
era un hombre de honor."

Los sollozos resonaron entre la multitud mientras el servicio continuaba pero no podía descifrar de
quiénes venían, los sonidos hacían que mi pecho doliera aún más. Cuando el sacerdote terminó, la
gente se acercó y colocó rosas rojas de largos tallos en la parte superior del ataúd, diciendo sus
despedidas finales en voz baja. Alcancé a ver a Emmett y Alice en ese momento, pero la familia
estaba parada en el frente y la mayoría era bloqueada por los demás. Después empezaron a bajar el
ataúd y más sollozos resonaron mientras la gente comenzaba a lanzar puñados de tierra en el agujero
en el suelo antes de alejarse.

Me mordí el labio nerviosamente mientras la multitud se dispersaba, buscando por alguien familiar, y
paralizándome cuando Edward finalmente fue visible. Estaba de espaldas a mí, así que no podía ver su
cara, pero sabía sin lugar a dudas que se trataba de él. Vestía un traje negro y su cabello estaba
peinado hacia atrás, con la cabeza hacia abajo, como si estuviera mirando al agujero en el suelo. La
gente le hablaba mientras pasaban pero él no les respondía. Vi como Emmett se acercaba, dándole una
palmada en la espalda, pero Edward ni siquiera se estremeció por el contacto. Solo se quedó allí,
inmóvil como una estatua mientras todo el mundo se movía a su alrededor. Estaba alarmada y lo miré
con cautela, todo lo demás esfumándose mientras me concentraba en su figura. Escuché un carraspeo
detrás de mí después de un momento y salté al salir de mi trance, volteando para encontrar a Alec a
pocos metros de distancia.

"Me alegra ver que estás bien."

"Sí, yo, eh..." Empecé, sin saber qué decir. Llevaba un traje muy similar al de Edward y me estaba
mirando fijamente, con una expresión seria en su rostro. Inmediatamente mi paranoia creció,
preguntándome si me equivoque al estar aquí. Él me había dicho que me alejara de Chicago hasta que
la situación fuera manejada y no estaba segura de que ya lo estuviese, el pánico envolviéndome ante la
perspectiva de que de alguna manera pudiera aún estar en peligro. "Yo no sé si debería... Quiero decir,
solo pensé..."

"Has sido muy amable al venir," dijo, interrumpiendo mi balbuceo mientras caminaba hacia adelante
para estar a mi lado. Se quedó en silencio por un momento mientras miraba hacia el frente y me volví
de nuevo, mirando de nuevo a Edward. Estaba de pie en el mismo lugar, aun sin haberse movido en
absoluto. "Me disculpo por no llamarte para informarte lo sucedido, pero fui arrestado después de que
ocurriera y no fui liberado hasta ayer. Para entonces ya me habías informado de tu intención de venir,
así que pensé que ya estabas al tanto."

"Lo vi en las noticias," dije en voz baja. "Dijeron que fue una masacre."

Bufó por la palabra y me miró, mostrando una expresión irritada en su cara. "No fue una masacre. Eso
insinúa que fue innecesario y al azar, pero puedo asegurarte que Carlisle sabía exactamente lo que
estaba haciendo. Si se tratase de una masacre nadie hubiera salido de esa casa con vida, pero Edward y
yo sobrevivimos."

"¿Edward estaba allí?" Me quedé sin aliento, horrorizada. "¿Vio?"

"Sí, él vio lo que pasó," dijo Alec en voz baja. "Y como probablemente puedes ver, no lo está tomando
muy bien. Después del asesinato de Elizabeth se encerró en sí mismo y no habló con nadie, y parece
que ha estado lidiando con la muerte de su padre de la misma manera.”

"Oh Dios," le dije, el dolor quemando en mi pecho y mis ojos llenándose de lágrimas mientras miraba
de nuevo a Edward. Él todavía no se movía, a pesar del hecho de que la mayoría de las personas se
habían ido y que ya estaban empezando a terminar el entierro. Esme se paró a su lado y pude notar por
su lenguaje corporal que ella estaba hablando, pero él no parecía siquiera darse cuenta de que ella
estaba allí. "Él los vio morir a ambos."

"Lo hizo."

Nos quedamos en silencio por un momento mientras asimilábamos las implicaciones de eso, los dos
viendo como Esme frotaba suavemente la espalda de Edward antes de volver a alejarse. Echó un
vistazo a nuestra dirección, sus pasos vacilando brevemente cuando una mirada de sorpresa pasó por
su rostro. Me sonrió cálidamente cuando se acercó, atrayéndome en un abrazo. "Te ves muy bien,
Isabella. Ha pasado demasiado tiempo."

Sus palabras se quebraron mientras hablaba, su voz ronca. "Gracias," dije en voz baja mientras me
liberaba, viendo que su cara estaba enrojecida. Su maquillaje estaba manchado, con los ojos
enrojecidos por el llanto. "Lamento mucho tu pérdida, Esme."

"Yo también, cariño. Yo también," susurró, acariciando mi mejilla suavemente. Ella miró a Edward,
frunciendo el ceño, antes de mirarme de nuevo. "Anda," dijo, señalando con la cabeza hacia él. "Él te
necesita. Asegúrate de que vuelva a casa a salvo, ¿de acuerdo?"

Alec puso su brazo sobre el hombro de su esposa, asintiendo hacia mí brevemente antes de alejarse
con ella. Me quedé paralizada por un momento sin poder creerlo, todo surrealista mientras miraba a
Edward. Parecía tan diferente, desde su postura hasta la forma en que estaba vestido, todo desconocido
y confuso. No era nada parecido a lo que estaba acostumbrada con Edward y me pregunté si todavía lo
conocía en realidad, porque todo parecía tan diferente. Me di cuenta de que estaba sufriendo por la
forma en que sus hombros estaban hundidos, con las manos metidas en los bolsillos de la chaqueta
mientras se paraba aparentemente ajeno a todo lo que le rodeaba en el mundo.

Di unos pasos en su dirección, pero me detuve de nuevo cuando finalmente rompió su postura,
subiendo su mano para pasarla a través de su cabello. El movimiento causó que hebras se levantaran y
sonreí involuntariamente, algo finalmente parecía familiar. Él se tensó y apartó su mano con rapidez,
flexionando los dedos. Me di cuenta de una venda blanca en ella y me pregunté lo que había sucedido,
mirando mi propia mano instintivamente y viendo la mancha roja de la marca donde el café me había
quemado. Edward empezó a caminar en la dirección opuesta y entré en pánico, pensando que se iba,
pero en cambio cogió una rosa del mostrador y se acercó a una tumba cercana. Se puso en cuclillas
delante de la lápida y puso la rosa en el suelo, pasando los dedos a lo largo de las palabras grabadas en
el mármol blanco desgastado.

Caminé en su dirección otra vez, mi curiosidad alimentándome, pero me detuve después de unos
pocos pasos cuando me di cuenta de qué se trataba. La noche que habíamos jugado veinte preguntas en
su cuarto él me dijo que su madre estaba en el Cementerio Monte Carmelo, y tenía sentido que el
doctor Cullen fuera enterrado junto a ella. Mi corazón latía rápidamente y mi estómago se revolvió,
sintiéndome de repente como si estuviera invadiendo su intimidad mientras él se ponía de pie de
nuevo. El recuerdo de él sentado delante de su piano, cayéndose hacia delante y llorando en el
aniversario de su muerte vino a mi mente y el dolor atravesó mi pecho. Apreté el punto sobre mi
corazón mientras perdía de nuevo mi aliento e inmediatamente di un paso atrás, pero de alguna
manera él debió sentir mi movimiento porque su cuerpo se puso rígido.

Ambos nos quedamos en silencio, ninguno de los dos se movía mientras algo en la atmósfera
cambiaba. El sol desapareció detrás de una nube, dejando el cementerio de repente envuelto en la
sombra, y una brisa fresca sopló a través del área que provocó que un escalofrío corriera por mi
cuerpo. El aire era denso y yo luchaba por respirar mientras mis manos empezaron a temblar. Las
llaves que tenía en la mano tintineaban y las agarré con fuerza, tratando de controlarme, pero el sonido
parecía hacer eco a través del cementerio desolado.

Se sentía como si hubiera ocurrido en cámara lenta mientras él giraba su cabeza en mi dirección,
nuestros ojos encontrándose. Jadeé cuando finalmente conseguí un vistazo de su cara, los labios
profundamente fruncidos y las bolsas bajo sus ojos tan alarmantes que dolían. Parecía cansado,
completamente agotado, y el dolor que sentía era claro en sus ojos incluso desde donde estaba parada.
Su expresión en blanco cambió mientras me miraba, diferentes emociones destellaron en su rostro que
hacían juego con las que yo sentía creciendo dentro de mí. Shock, incredulidad, confusión,
desesperación, miedo, deseo, esperanza, dolor, pena... todo ello golpeándome a la vez mientras miraba
al hombre roto al que le había entregado mi corazón una vez pero que nunca me lo regresó. Lo amaba,
al igual que lo hacía antes, y cuando me di cuenta de que estaba viendo ese mismo sentimiento
reflejado de vuelta a mí, todo tuvo sentido.

Él me amaba. A pesar de todo lo que era diferente, a pesar de todo lo que se sentía extraño, el amor
todavía estaba allí. Finalmente, algo se sentía bien de nuevo.

Hice el primer movimiento y me dirigí hacia él mientras él vacilantemente daba unos pasos en mi
dirección. Sus movimientos me hicieron echar a correr, y me quité los zapatos de una patada cayendo
en la hierba al correr hacia él. Yo estaba temblando y llorando, estrellándome directamente en él
mientras él se preparaba para recibirme en un intento de mantener el equilibrio. Envolvió sus brazos
alrededor de mí y se tambaleó unos pasos por la fuerza de la colisión, tropezando con algo que nos
envió a ambos al suelo. Su cuerpo se sacudió violentamente cuando un sollozo ahogado escapaba de
él, y se aferró a mí con fuerza, como si su vida de repente dependiera de ello.

Ninguno de los dos habló, el nudo en mi garganta haciendo imposible que algo se escapase además de
sollozos. Cerré los ojos mientras me sostenía en sus brazos, otro escalofrío recorrió mi espalda
mientras percibía su olor familiar. Su cuerpo estaba caliente y, a pesar de lo frágil y vulnerable que
sabía que estaba, me sentí segura en el momento en que puso sus manos sobre mí. Me sentí segura,
como si todas mis búsquedas y vida errante hubiesen sido para este momento, este lugar, donde
finalmente me sentía como si estuviera en casa de nuevo.

Él era mi casa.

No estaba segura de cuánto tiempo nos sentamos en la hierba entre las tumbas de sus padres,
aferrándonos el uno al otro desesperadamente mientras todas las emociones escapaban de nosotros.
Todo el dolor, y el sufrimiento, y el corazón roto estaban siendo expulsados a través de cada suspiro
tembloroso, y nos aferramos en el otro con tanta fuerza que temía que a ambos nos salieran
moretones. Sin embargo, eso no me importaba… no importaba. Lo único que importaba era él en este
momento.

Podría haber sido minutos u horas, pero se sentía como si el tiempo se hubiese detenido para nosotros.
No notamos nada de lo que sucedía a nuestro alrededor y nadie se atrevió a inmiscuirse, lo único
existente éramos nosotros. Sus sollozos disminuyeron eventualmente, al igual que los míos, pero
ninguno de los dos estaba dispuesto a soltar al otro. "La bella mia ragazza," susurró, con la voz
quebrada mientras ahogaba otro sollozo que amenazaba con salir. Las palabras provocaron una
punzada de nostalgia por mi cuerpo y cerré los ojos mientras la electricidad de su tacto corría por mis
venas.

"Edward," dije en voz baja, su nombre rompiéndose en mi garganta. Se echó hacia atrás para mirarme,
su rostro bañado en lágrimas, sus ojos inyectados en sangre y el cabello un lío despeinado. Extendí la
mano y pasé una mano sobre este, haciendo una mueca por la cantidad de producto que se había
aplicado para mantenerlos abajo. Siempre había sido tan suave pero estaba duro ahora, y mis dedos se
enredaron en él. "Tu cabello."

Una triste sonrisa levantó la comisura de su boca, y aunque no respondió supe que entendía
exactamente lo que quería decir. Extendió la mano y limpió las lágrimas de mis mejillas, mis ojos
cerrándose rápidamente por su tacto suave. Pasó sus dedos por la línea de mi mandíbula, su mano
explorando suavemente mi rostro, antes de que colocara un mechón descarriado de cabello detrás de
mi oreja. "Tus oídos."

Asentí mientras él acariciaba suavemente el arete en la oreja. Me los había perforado finalmente en
California, y Emily me había comprado mi primer par de pendientes como regalo de cumpleaños.
Limpié sus lágrimas, examinando su cara al igual que él había hecho con la mía, y miré
particularmente la pequeña cicatriz en su mejilla. Nunca la había visto antes y sabía que era nueva, de
inmediato preguntándome qué le había sucedido. "Tienes una cicatriz," dije en voz baja, pasando mi
dedo índice a través de ella. Suspiró, inclinándose hacia mi toque.

"Tienes un bronceado."

"Tú no.”

Esbozó una sonrisa de verdad por mis palabras, una risa sorprendida escapó de él mientras le sonreía
de vuelta. Sentí el rubor subir por mi cara mientras me miraba, y tomó mi mejilla con suavidad.
"Todavía te sonrojas,” susurró.

"Aún haces que lo haga."

Nos quedamos en silencio por un momento mientras analizábamos esas palabras, sus ojos mirándome
con curiosidad. "Llevas maquillaje.”

"Llevas un traje."

Asintió de nuevo, mirándose a sí mismo brevemente y haciendo una mueca. "Todavía no me gustan,
pero es un funeral." Su voz se quebró en la palabra y giró su cabeza lejos de mí, tomando una
respiración profunda mientras trataba de recobrar de nuevo la compostura. Estaba mirando a algo más
allá de mí, una expresión confundida pasando por su cara mientras negaba con la cabeza. "Estabas
usando tacones altos."

"Todavía no me gustan, pero es un funeral," le susurré, repitiendo sus palabras mientras continuaba
mirándolo. "No llevas Nikes."

"Desearía estar usándolas. Estos putos zapatos lastiman mis pies," murmuró. Contuve una sonrisa por
sus palabras, el sonido de su voz haciendo que mi cuerpo se llenara de emociones que no me había
permitido sentir en mucho tiempo. Era abrumador y confuso, las emociones conflictivas dejándome
exhausta.

"Todavía dices esa palabra," le dije, sorprendida por lo aliviada que me sentí al oírlo maldecir. Era un
pedazo de Edward que amaba, una parte de él que recordaba con claridad.

"¿Qué palabra?” preguntó, alzando las cejas interrogantes. No respondí por un momento y él se echó a
reír de nuevo, sacudiendo la cabeza. "Supongo que tú todavía no la usas.”

Simplemente me encogí de hombros.

Nos sentamos allí durante un tiempo más intercambiando observaciones, y parecía tan trivial dada la
circunstancias, pero sabía que era solo nuestra manera de volver a conectar. Estábamos
memorizándonos de nuevo, familiarizándonos con las cosas que habían cambiado en nuestra ausencia
mientras la comodidad y la familiaridad regresaban de nuevo. Incontables veces me pregunté qué le
iba a decir a Edward si alguna vez lo veía de nuevo, meditando sobre lo que posiblemente podría
decirme en respuesta. Tuve varías conversaciones hipotéticas en mi mente, pensando en muchas
posibilidades, pero ni una vez consideré que sería tan parecida a nosotros. Habían pasado casi dos años
desde la última vez que se paró delante de mí, pero en mi corazón se sentía como si el tiempo no
hubiera transcurrido en absoluto.

Ambos habíamos cambiado, pero Alec y Esme tuvieron razón cuando me dijeron que Edward seguiría
siendo el mismo muy en el fondo. Era obvio, mientras miraba a sus profundos ojos color verde, que
había una oscuridad que acechaba dentro de él, cosas que había tenido que presenciar persiguiéndolo,
pero no lo había consumido. Puede que haya llegado cerca, pero podía notar que él no había dejado
que eso se adueñara completamente de su vida. Había aguantado, y no sé cómo lo hizo o qué había
hecho para no perderse por completo, pero estaba claro que había luchado en contra de ella.

El espíritu de Edward podría haber estado roto, pero su alma estaba aún intacta.

No curioseamos, ninguno de nosotros pidió detalles específicos acerca de lo que el otro había o no
hecho durante nuestra separación. Ya habría tiempo para las preguntas más tarde, tiempo para las
largamente esperadas explicaciones, pero por el momento solo íbamos a ser nosotros. Era como
conocerlo por primera vez de nuevo, pero sabiendo en mi corazón exactamente quién era él desde el
principio.

Él era Edward, e incluso roto era hermoso.

"Es difícil de creer que estés aquí," susurró, envolviéndome de nuevo en sus brazos. Enterró su cara en
mi cabello y aspiró profundamente, su cuerpo estremeciéndose mientras exhalaba. "Esto tiene que ser
un maldito sueño o algo así. No hay ninguna jodida manera que estés aquí."

"No es un sueño," le respondí. "Estoy realmente aquí."

"¿Por cuánto tiempo?"

Abrí la boca para responder, para decirle que iba a estar allí todo el tiempo que quisiera que estuviera,
pero antes de que pudiera pronunciar las palabras el teléfono de Edward sonó. Una tensión se extendió
rápidamente sobre nosotros mientras me soltaba, metiendo la mano en el bolsillo para sacarlo. Su
cuerpo se puso rígido mientras se levantaba del suelo, haciendo un gesto para que me quedara donde
estaba. Lo miré con recelo mientras se alejaba, abría el teléfono y lo llevaba a su oído. Habló en voz
baja para garantizar que no pudiera oír por casualidad y fruncí el ceño mientras una sensación de vacío
se instalaba en la boca de mi estómago. Sabía que lo fácil no podía durar, y la burbuja que habíamos
tratado de formar iba a estallar a toda prisa mientras la realidad se abría camino entre nosotros. Él
seguía siendo una parte de esa vida, y había cosas de él en las que no podía involucrarme, cosas que
nunca podría saber. Edward albergaba secretos que nunca serían dichos, ni siquiera a mí, ahora y
siempre sería así. Era algo que nunca cambiaría, sin importar nada.

Me levanté mientras Edward hablaba con quién estaba en el teléfono y en silencio miré la lápida que
marcaba la tumba de su madre, leyendo el grabado.

Elizabeth "Lizzie" Cullen

Marzo de 1965 - Octubre de 1996

"O pensapur di farmionore"

Solo tenía treinta y un años cuando murió, demasiado joven para ser arrancada del mundo. El doctor
Cullen había vivido más de una década sin su esposa, pero su amor nunca flaqueó, incluso sabiendo
que no había absolutamente ninguna posibilidad de recuperarla. Había sido el final de ellos, pero él
todavía se aferraba a su memoria, porque había estado muy seguro de que ella era la única mujer para
él. Sus almas se habían conectado al punto de que ni siquiera la muerte pudo romper lo que habían
compartido, y sabía que el doctor Cullen hubiese seguido amándola mientras respirara.

No podía ni siquiera comenzar a imaginar cómo se había sentido, preguntándome cómo era despertar
cada mañana para enfrentarse a la comprensión de que nunca la tendría de vuelta, que jamás sentiría el
amor que sentía con ella de nuevo. Mientras miraba la lápida marcando todo lo que había perdido en
su vida, me di cuenta de que el doctor Cullen y yo tuvimos más en común el primer día en Phoenix de
lo que alguna vez hubiese imaginado. Los dos habíamos perdido la voluntad de seguir adelante, ambos
habíamos perdido la esperanza de algo más. Ambos hubiéramos dado la bienvenida a la muerte para
poner fin a la tortura en que nuestras vidas se habían vuelto, pero también ambos sabíamos que
todavía teníamos cosas qué hacer en la tierra, gente que hacer sentir orgullosos. Y los dos luchamos
por esa razón, por los que amamos, y fue entonces cuando me di cuenta de que ambos finalmente
habíamos tenido éxito.

"Lamento eso," dijo Edward en voz baja, interrumpiendo mis pensamientos mientras se paraba a mi
lado. "Era..."

"No necesito saberlo," lo interrumpí, pero aun así le oí murmurar el nombre de Alec. Él no me debía
nada, y no quería que se sintiera obligado de ninguna manera. Un torpe silencio persistió mientras
continuaba mirando la lápida, y Edward suspiró.

"O pensapur di farmionore," dijo, leyendo la línea de cincelado en la piedra. "Eso significa 'haz lo
mejor para honrarme'. Es una línea de Dante..."
“La Vita Nuova."

Ambos hablamos al mismo tiempo y sonrió suavemente mientras me miraba sorprendido. "Me
regalaste una copia en mi cumpleaños."

"Oh. Cierto," murmuró, con una sonrisa tirando de sus labios mientras algo brillaba en sus ojos. "Feliz
cumpleaños, por cierto."

Sus palabras me tomaron por sorpresa. "¿Cumpleaños?"

"Sí. Hoy es trece. ¿No sabías que era tu cumpleaños?" preguntó, confundido. Negué con la cabeza y
murmuró algo entre dientes mientras intentaba pasar su mano por su cabello de nuevo, olvidándose de
la venda y de los productos para el cabello. Hizo una mueca y maldijo, flexionando los dedos de
nuevo. "¿Al menos recordaste tu cumpleaños número dieciocho? Me sentí como la mierda por
perderme ese."

"Sí, lo recordé," dije en voz baja. "Pero no es tu culpa de que te lo hayas perdido, yo..."

Me callé cuando me lanzó una mirada de incredulidad, dándome cuenta de lo equivocada que parecían
mis palabras. Edward me había dejado, huyendo en medio de la noche, y si no lo hubiera hecho
hubiera estado conmigo por mi cumpleaños. Por supuesto que iba a creer que era únicamente su culpa.
"Bueno, no te perdiste este," le dije, encogiéndome de hombros. "Además, me perdí dos de los tuyos."

Él se rió secamente, negando con la cabeza. "No, no lo hiciste," dijo enfáticamente. Me paralicé por su
tono de voz, la tensión entre nosotros creciendo aún más. "Me deseaste feliz cumpleaños ambas veces.
Fue lo único que me ayudó a pasar esos días, ya sabes. Era un maldito desastre. ¿Sabes lo que hice en
tu décimo octavo cumpleaños, Bella?"

"No," dije, vacilante, casi temiendo por la respuesta.

"Yo tampoco," respondió, negando con la cabeza. "Fui a hacer un trabajo y tuve que... mierda, tuve
que hacer mierda… mierdas que no quería hacer. Luego llegué a casa y bebí hasta el estupor, y no
recuerdo absolutamente nada de aquella noche, nada de ella. A la mañana siguiente me despertó un
policía aquí, en este maldito cementerio, y me reprendió por embriaguez pública y vagancia. No
estaba usando una camisa o algún puto zapato, mi cara estaba toda jodida, y tenía tinta nueva en mi
piel. Me hice un tatuaje esa noche, aparentemente me patearon el culo y conduje hasta aquí a dormir
sobre la tumba de mi madre, y no recuerdo haber hecho nada de eso. Joder, en lugar de estar contigo,
donde debería haber estado, yo estaba aquí. ¿Quién demonios hace esa mierda? Y cuando el maldito
policía descubrió mi nombre..."

Dejó de hablar, riendo amargamente de nuevo. Pude ver las lágrimas llenando sus ojos, su ira saliendo
con cada palabra. Me quedé callada mientras él intentaba recobrar la compostura, dándome cuenta de
que tenía que sacarlo antes de que lo carcomiera. "Descubrió que era un Cullen, así que por supuesto
yo era automáticamente uno de ellos. El hijo de Carlisle Cullen, así que eso me hace el maldito
enemigo. Tale il Padre, tale il figlio. Fui etiquetado como una mala persona de inmediato, porque
ninguna buena persona jamás estaría involucrada en esta mierda. Todo lo que necesitó fue mi maldito
nombre y ya él me había sentenciado, ¡y lo peor de todo es que él tenía maldita razón! Por mucho que
lo odie como la mierda, tenía razón sobre eso. Soy uno de ellos."
"No eres una mala persona."

"Lo soy, Bella. Ni siquiera sabes lo jodidamente malo que soy," escupió, dudando antes de continuar
más calmado. "Maldición, no serías capaz de mirarme si lo supieras."

"Solo hiciste lo que tenías que hacer, Edward."

"¡Ni siquiera sabes qué es lo que he hecho!" replicó. "Lo que he visto, sin hacer o decir una maldita
palabra. ¡¿Cómo puedes decir que soy una buena persona cuando he visto a personas ser asesinadas y
solo he mantenido mi puñetera boca cerrada sobre eso como si ellos no importaran?! ¡Como si ellos
no importaran un coño, como si no tuvieran familias! ¿Qué tipo de maldita buena persona hace eso?"

"Yo," dije en voz baja, las lágrimas resbalando por la comisura de mis ojos. Extendí la mano y las
aparté mientras me lanzaba una mirada de incredulidad. "¿Se te olvidó la historia que te conté sobre
Charles matando a esa adolescente? La mató a golpes y su cuerpo yació en el suelo por horas, y todos
nosotros solo caminamos a su alrededor como si no estuviera allí. Después de que se deshizo de ella
yo fui quien limpió el desastre que dejó. Me quedé despierta toda la noche limpiando la sangre,
borrando el incidente como si no importara, ¡y fue como si ella nunca haya existido después de eso!
Lo hice, Edward. Esa chica está muerta y ni siquiera sé su nombre, y nunca hice nada para ayudarla."

Negó con furia. "Eso es diferente."

"¿Cómo así?"

"¡Joder, él te hubiera malditamente matado, Bella! No tenías más remedio que hacerlo así. ¡Él te
controlaba!”

"¿Y tú tienes una opción?" Le pregunté. "¿Me estás diciendo que ellos no te matarían si no haces lo
que se te pide, que ellos no te controlan?"

"Aun así no es el mismo," dijo con firmeza, la irritación clara en su voz. "Naciste en esa mierda y no
tuviste voz en el asunto, pero yo elegí esta vida. Me entregué a ellos de buena gana. Elegí ser esta
maldita persona, Bella."

"Por mí," le dije. "Lo hiciste por mí, Edward. No escogiste esta vida porque querías hacer esas cosas, o
porque quieres ser esa persona. Lo elegiste para salvarme, para que yo pudiera t

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